Acompañar a la vida de Oración
Instituto de Pastoral Juvenil UCSH Inspectoría Salesiana San Gabriel Arcángel
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l a u t i r i p s E o t n e i m a ñ a p m o c A e d a d a n r o J 2
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Don Bosco nos enseña a rezar Don Aldo Giraudo, sdb.
El tema de la oración en Don Bosco podría estudiarse recorriendo caminos diversos: Don Ceria se ha preguntado: ¿cuándo y cómo rezaba Don Bosco� Otros han intentado reconstruir la �doctrina�, ordenando los contenidos de sus intervenciones en un esquema teológico. Pietro Stella, aplicando un procedimiento histórico-crítico, ha colocado a Don Bosco en la historia de la religiosidad católica. Sería posible también estudiar su herencia espiritual seleccionando matices y acentuaciones acentuaciones particulares de los varios siervos de Dios y beatos de la Familia Salesiana en la búsqueda de rasgos comunes. comunes. Cada uno de estos itinerarios tiene sus justificaciones y sus ventajas. Nosotros hoy, preocupados por el problema de la identidad, influenciados por coordenadas culturales tan lejanas de las suyas y por condiciones de vida y acción tan diversas, nos sentimos atraídos a un acercamiento problemático. De su oración y de su espíritu nos interesa intuir el núcleo que los caracteriza, el corazón profundo, convencidos que los elementos sustanciales, sustanciale s, los que connotan su fisonomía típica, van más allá de las prácticas exteriores, las expresiones culturales y las catalogaciones c atalogaciones escolásticas. 1. Don Bosco con Dios El libro de Eugenio Ceria �Don Bosco con Dios� fue tenido en gran consideración entre los salesianos. Indudablemente se trata de un documento interesante. Editado en 1929, publicado de nuevo con el agregado de algunos capítulos en 1946, circula todavía en Italia, en una impresión supervisada por la dirección de las obras salesianas. Los formadores y los directores espirituales siguen recomendándolo a los jóvenes salesianos. Pero también los hermanos más maduros e inquietos, cuando pueden retomarlo entre sus manos, experimentan su fascinación. No es ciertamente el aspecto literario o su consistencia historiográfica lo que atrae. Antes bien, observando la estructura del texto y analizando con cierto desencanto la técnica de redacción de Don Ceria, se descubren sus límites, los aspectos rápidos y algo forzados. Sobre todo si se toman en manos otras
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contribuciones de un cierto valor sobre la figura espiritual de Don Bosco contemporáneos contem poráneos al texto. El lector lec tor más advertido podría también t ambién entrever entrever entre líneas algunos matices particularmente en la versión de 1946, que conducen a opciones estratégicas y líneas de pensamiento promovidas promovidas desde la conducción de la Congregación salesiana en aquellos años. Lo que sigue fascinando, en cambio, es la dimensión interior y profunda de Don Bosco que el texto ciertamente hace resaltar, aun cuando un poco fragmentada en sus expresiones anecdóticas y retóricas. Una cualidad que todo miembro de la Familia Salesiana siente connatural, connatural, pero de la cual cuesta c uesta encontrar la última explicación, tironeado como está entre la dispersión operativa y la necesidad de descanso espiritual, las urgencias pastorales y la necesidad de realimentación interior. Pelig Peligros ros éstos puestos a la luz por todos los superiores superi ores mayores a lo largo de la historia, partiendo de Don Bosco y de la Madre Mazzarello, sentimientos de culpa y límites vividos por todas las generaciones salesianas, en el pasado como hoy. Unión con Dios, es una expresión clásica de la espiritualidad; una experiencia insustituible de toda experiencia cristiana. El interlocutor principal del libro de Eugenio Ceria no parece ser el consultor de la Congregación Romana que se preguntaba pregun taba ¿pero cuándo rezaba Don Bosco� B osco� Inmerso como estaba en el vértigo de la acción, era más bien el mismo salesiano fácilmente fácilmente seducido por el primer término del binomio «Trabajo y Oración», que simbólicamente campea en aquel B osco a las ardua arduass empresas», empresas», celebrado en las l «estandarte santo que guió a Don Bosco a notas del Maestro Pagella Pagella entre la beatificación y la canonización. canonización. Aquellos eran u t i fer vorosa expansión expansión mundial. Los r los años de la máxima euforia salesiana y de la fervorosa i p s observadores más atentos lamentaban un exceso de activismo y de formalismo E entre los herederos de Don Bosco. Los maestros de noviciado se preocupaban o de formar a las jóvenes generaciones en el espíritu de oración, poniéndolas t n e en guardia contra inevitables dispersiones que habrían de encontrar en el i m trabajo. Son también los años en los cuales se difundían biografías edificantes a ñ de salesianos y hermanas constantemente unidos a Dios, no obstante el trabajo a p intenso. . m o El Papa Pío XI, el dominico Ceslao Pera, Don Agustín Auffray, Don Alberto c A Caviglia y, y, antes que ellos, los salesianos de los orígenes como c omo Don Miguel Rua, e d Don Pablo Albera, Don Julio Barberis, junto con la legión leg ión de testimonios de los a d procesos canónicos, han evocado y descrito la oración de Don Bosco como un a n r espíritu de recogimiento, una unión continua, consciente con Dios en la trama o de una experiencia vertiginosa. vert iginosa. Acercándose Acercándose a él, trabajan t rabajando do a su lado se s e habían J
convencido que él vivía todo momento y toda acción solamente por Dios, con Dios y que esta comunión interior inspiraba y unificaba su laboriosa existencia.
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2. Celo pastoral y contemplación contemplación Se releen con c on gusto las anotaciones de Pío XI sobre Don Bosco. B osco. Joven Joven sacerdote, Aquiles Ratti había estado algunos días en Valdocco huésped del Santo en 1883. Como observador externo y atento, podía subrayar aquellas características que a los mismos salesianos, conquistados por la personalidad global del Padre, no despertaban admiración y, y, quizás, hasta pasaban inadvertidas, pero él intuía que eran el elemento central de la personalidad espiritual espiritual de Don Bosco. B osco. Con fina intuición destacaba en intervenciones diversas, una típica bipolaridad: «su vida de todos los momentos era una inmolación continua de caridad» y al mismo tiempo, «un continuo recogimiento de oración». Activismo asombroso y constante constante inmersión en Dios de la cual recibía luz y eficacia pastoral. Contaba el Papa a los seminaristas de Roma en junio de 1932: «Había gente que venía de todas partes... quien con una cosa, quien con otra y él, de pie, al instante como si fuese cosa de un momento, sentía todo, respondía todo y siempre en un alto recogimiento. Se podría afirmar que no atendía nada de lo que se decía alrededor de él, se podría asegurar que su pensamiento estaba en otra parte, y era realmente así: estaba en otra parte, estaba con Dios con espíritu de unión, pero después helo ahí, respondiendo a todos: y tenía la palabra exacta para todo y para sí mismo, así, precisamente como para maravillar: primero de hecho sorprendía, después maravillaba. maravillaba. Esta era su vida de san santidad tidad y de recogimiento, de asiduidad en la oración, que el beato llevaba en las horas nocturnas y entre las ocupaciones continuas e implacables de las horas diurnas». En tales expresiones está dibujado el Don Bosco de los años �80, el taumaturgo venerado y buscado por todas to das partes. Nos lo imaginamos consumido en la salud física, ya al margen de la acción educativa y pastoral directa, absorbido por asuntos y viajes agotadores, casi prisionero de su fama, pero habiendo llegado ya al vértice de la perfección, al estado de unión. Como algunos de nuestros ancianos entregados a la oración y disponibles a tiempo pleno para la escucha de las personas. Nosotros, en cambio, cambio, advertimos el desajuste entre el cotidiano cotidiano,, inevitable ajetreo en las urgencias de la vida pastoral que nos apremian y aquella dimensión de recogimiento calmo que tanto fascinaba a Don Aquiles Ratti. Estamos tentados de considerarla casi un estado sucesivo sucesivo,, una etapa última del recorrido salesiano. Percibimos una más inmediata sintonía con el Don Bosco joven, el verdadero, el activo y emprendedor que tenía sí, sus momentos de oración, pero hacía del trabajo una liturgia. Imaginamos que así fuese Don Bosco, el más fecundo, mientras el otro, el anciano, tendría una grandeza diversa de haber sido el difusor dif usor en la iglesia y en la sociedad de una experiencia, de una idea y de un carisma concretizado en los años precedentes. precedentes. Sobre este registro en nuestro imaginario se ha ido construy c onstruyendo endo el modelo del Salesiano ideal y de la buena Hija de María Auxiliadora, del celoso cooperador co operador y del d el verdadero animador. animador.
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Pero nos equivocamos. Porque, paradójicamente, precisamente en aquellos últimos años, el Don Bosco místico alcanzaba el vértice de la tensión y de la extensión pastoral. En su mente y en su espíritu hervía más que nunca el fuego devorador del celo y la percepción lúcida de la urgencia operativa como aparece de las iluminadas y acongojadas intervenciones a sus discípulos y de las conferencias a los Cooperadores sobre el Boletín Salesiano. Era la potencia espiritual de ésta, su compleja figura, que había fascinado al futuro Papa en su visita a Valdocco y continuaba maravillándolo después de cincuenta años por la singular coexistencia de los dos polos, alimentados y unificados por la caridad. No podía menos que repetirlo en toda ocasión: «Un ardor incesante, devorador de acción apostólica, de acción verdaderamente misionera, aún entre las paredes de una pieza humilde, misionera entre las turbas de adolescentes que continuamente lo circundaban, espíritu de ardor, de acción y con este ardor un espíritu admirable verdaderamente, de recogimiento, de tranquilidad, de calma que no era la sola calma del silencio, sino la que acompañaba siempre a un verdadero espíritu de unión con Dios. Tanto como para dejar entrever una continua atención a algo que su alma veía, con la cual su corazón se entretenía: la presencia de Dios, la unión a Dios. Precisamente así. Y con todo esto un espíritu heroico de mortificación y de verdadera y auténtica penitencia. Esa su vida continuamente prodigada en bien de los otros, siempre olvidada de cualquier utilidad propia, de cualquier, aún escaso, descanso, una vida de penitencia no solamente mortificada, sino de verdadera penitencia, por ser apostólica». l La citación contiene, felizmente vinculados, los términos esenciales para a u t comprender el dinamismo interior de Don Bosco y las vinculaciones de una i r i espiritualidad capaz de responder a nuestras exigencias y problemáticas. En p s E las expresiones de Pío XI, la vida y oración de Don Bosco está representada o esencialmente como unión y atención continuada de espíritu a la presencia de t n Dios. De esta, brotan tanto el recogimiento, la tranquilidad y la calma del espíritu e i m como el ardor incesante, «devorador» de acción apostólica que han hecho de a ñ Don Bosco, el campesino de I Becchi, un apóstol con resonancia y significado a p mundial. m o Hay también un tercer punto esencial puesto en estrecha relación con los dos c A precedentes: el espíritu de sacrificio y de penitencia que gobierna un ritmo de e d vida continuamente entregado al bien del prójimo, absolutamente desinteresado a y mortificado en la atención pastoral. d a n r o J 6
3. Recoger el espíritu para elevarlo al Señor A los pies de una fotografía enviada a amigos y bienhechores, entre 1865 y 1868, Don Bosco había escrito estos versos: «Al pensamiento de Dios presente / haz el labio, el corazón, la mente / de la virtud sigan la vía / obrad Virgen María / Sacerdote Juan Bosco». Un texto precioso para comprender la dimensión más
recóndita de su espíritu, la actitud mental que pasa por toda su existencia. En este texto, la práctica de la virtud, el camino de la santidad - como tensión totalizante del propio ser, es hecha derivar del pensamiento de la divina presencia. La tradición espiritual en la que se coloca nuestro santo, consideraba el ejercicio de la presencia de Dios como el primer paso de toda forma de oración, pero también el punto de llegada de una vida espiritual entendida como intimidad con Dios: del esfuerzo de «ponerse en la presencia de Dios», antes de toda práctica de piedad, a una vida concientemente vivida en la presencia del Señor en tensión de amoroso diálogo, aún en medio de las actividades más diversas. Ejercitarse para vivir, en la fe, bajo los ojos del Dios presente y para obrar con él, por él: lo orientaban en esta tensión las obras de San Alfonso, de Scaramelli, del Rodríguez y del P. Luis de Granada, en las cuales había sido iniciado durante los años de la formación. La Filotea de San Francisco de Sales le enseñaba los �cuatro modos� de �ponerse� en la presencia de Dios: considerar atentamente que Él está en todos y por todos, pensarlo particularmente presente en nuestro corazón y en lo íntimo de nuestro espíritu, «vivificado y animado por su presencia»; considerar la mirada amorosa de nuestro salvador constantemente dirigida hacia nosotros; imaginarse al lado al Señor Jesús, «en su santa humanidad», especialmente cuando uno está delante de la Eucaristía, «presencia real y no puramente imaginaria». s En tal ejercicio, que acaba por plasmar la conciencia de sí y la misma percepción e n de los acontecimientos y de la historia humana, Don Bosco fue educado desde e v ó los primeros años, en el clima de sincera religiosidad popular en el cual creció. j s o En la misma perspectiva orientará la formación espiritual y moral de los jóvenes, l como aparece continuamente en las intervenciones educativas y en sus escritos. a n Una presencia percibida ya sea en la belleza de la creación, o en la emoción de ó i la intimidad orante o en la intensidad afectuosa de la comunión, casi palpada c a r ya sea en los acontecimientos providenciales de la experiencia personal, o bien O e contemplada en la interpretación de las grandes vicisitudes de la historia. Desde d las primeras páginas del Joven instruido, hasta las biografías de sus jovencitos y a i las Memorias del Oratorio, el sentido de un Dios presente y operante domina y d v a polariza la mente y el corazón de Don Bosco. l Sobre esta huella él desarrolla una pequeña pedagogía de la oración. Las prácticas de piedad son camino para llegar al espíritu de oración y al mismo tiempo manifestación del mismo. En el Joven instruido ofrece los instrumentos simples para santificar cada acción hasta la conclusión de la jornada, cuando, «pensando en la presencia de Dios, con las manos juntas delante del pecho» se tomará descanso. Todo es hecho por Dios, «atendiendo diligentemente» los propios deberes y «orientando toda acción al Señor». Luis Gonzaga es reconocido como modelo de unión con Dios cultivada desde la infancia, impregnada de tensión afectiva y de «deleite»: «era necesario que se hiciese gran violencia para suspender la oración... – Obtenedme, oh glorioso San Luis, una chispa de vuestro
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fervor, y haz que siempre crezca en mí el espíritu de oración y de devoción». Nos preguntamos si Don Bosco conocía las obras de Teresa de Ávila, la cual pensaba en la oración esencialmente como en una relación afectiva entre Dios y el alma, en un �amar mucho�, y definía la oración de recogimiento como un tomar conciencia de la presencia de Dios en nosotros para habitar en Él. De hecho él iba tejiendo sus intervenciones formativas precisamente sobre esta trama esencial, apuntando a lo simple y a lo posible, y acompañaba a lo largo del sendero eficaz y experimentado de las oraciones breves y ardientes para sembrar en todo momento de la jornada, las «jaculatorias», aptas para caldear el corazón y orientar los pensamientos. De la Filotea había aprendido cuánta fecundidad deriva del «aspirar muy frecuentemente a Dios con breves, pero ardientes impulsos del corazón», cuánto sea útil «recabar buenos pensamientos y santas inspiraciones de todo lo que se presenta en la variedad de esta vida mortal» y cómo se puede «sacar provecho espiritual de cualquier cosa». Allí encontraba solemnemente afirmado que, «en este ejercicio de recogimiento espiritual y de las oraciones jaculatorias, está la gran obra de la devoción; él puede suplir la falta de todas las otras oraciones, pero ningún otro medio puede suplir su ausencia. Sin él no es posible dedicarse a la vida contemplativa, antes bien estaría mal conducida también la activa. Sin él el descanso no es más que pereza y el trabajo, fatiga desperdiciada». Miraba, para sí mismos y para los otros, alcanzar el estado interior de un amor l permanente que impregnase los pensamientos, unificase los afectos, orientase a u las acciones. «Orar quiere decir elevar el propio corazón a Dios y entretenerse t i r con él por medio de santos pensamientos y devotos sentimientos», escribía en i p s el Cattolico provveduto del 1868. Definición pedida prestada a la tradición y al E catecismo, que bien corresponde a su modo de sentir la oración en tonalidad o t n afectiva y unitiva. e i m Lo vemos, por ejemplo, en la descripción de la vida interior de sus jóvenes. De a ñ Domingo Savio escribe: «Su espíritu estaba tan habituado a conversar con Dios, a p que en cualquier lugar, también en medio de los más alborotados, recogía sus m pensamientos y con piadosos afectos elevaba el corazón a Dios». De Francisco o c Besucco, el tímido pastorcito de los Alpes, cuenta entretenido: «era tan amante A e de la oración y se había de tal manera habituado a ella, que en el mismo tiempo d del recreo no raras veces se ponía a rezar, y como llevado por movimientos a d involuntarios a veces cambiaba los nombres de los juegos en jaculatorias». a n r Después, haciéndose más serio, nos indica el «grado de elevada perfección» que o aquellos ingenuos fervores hacían entrever, «demostrando cuánto su corazón J se deleitase» en la plegaria y «cuánto fuese él dueño de recoger su espíritu para elevarlo al Señor». 8
4. �Darse a Dios� Con razón Don Alberto Caviglia, comentando el ardor eucarístico de Savio y Besucco, evoca el castillo interior de Teresa de Ávila. La respuesta de Dios a quien lo ama «con todo el corazón, con toda la mente, con toda el alma» es una atracción de amor unificante. Para la reformadora del Carmelo, «Dios no se da del todo si no a aquellos que del todo se dan a él». Es un lenguaje familiar a los cuadros mentales de Don Bosco. El llamado de Don Bosco a dedicarse «desde temprano a la virtud» se entrelaza con el de «darse todo al Señor», a través de un movimiento de conversión que engloba desprendimiento del afecto al pecado y a sí mismo, aceptación de la realidad de las cosas y de las personas, caridad ejercitada en la normalidad cotidiana. La comunión de amor con el Señor y el diálogo con Él se tejen en la trama de las ocupaciones, en la cotidianidad de la existencia vivida con una buena dosis de entusiasmo afrontada con espíritu de sacrificio. Así llega a ser posible permanecer en contemplación de Dios incluso en el vértigo de las ocupaciones. La dimensión ascética no puede ser evitada. Consiste precisamente en la victoria sobre sí mismos y en la entrega en ejercicio de caridad al prójimo y al amor a Dios, imitando a Jesús, obediente a la voluntad del Padre. El estado de oración descrito por Don Bosco, en su modo de ver no es solamente un �grado� de oración, porque está acompañado por un nivel de perfección moral: desprendimiento, esfuerzo de superación y control de sí, dominio, paciencia, vigilancia, fidelidad y constancia. Don Bosco usaba una palabra de sabor antiguo, �recogimiento�. Quería indicar ese estado de ánimo recogido, ese estilo de vida modesto y dedicado a lo esencial, pero polarizado sobre los valores, capaz de preservar de la dispersión de los pensamientos y de la banalidad de las modas, sin quitar nada a la vivacidad gozosa de la existencia. Una dimensión interior, de atmósfera elevada, la única verdaderamente capaz de transformar el patio, la clase, la oficina o el taller, lugares salesianos privilegiados del encuentro con el Señor. Comprendemos por qué haya dado tanta importancia a la narración de la propia vestición clerical en la estrategia narrativa de las Memorias del Oratorio: «Cuando me mandó quitarme los hábitos seglares con aquellas palabras: Exuat te Dominus veterem hominem, cum actibus suis, dije en mi corazón: ¡Oh cuánta ropa vieja hay para quitar� Mi Dios, destruid en mí todas mis malas costumbres. Cuando después al darme el cuello agregó: Induat te Dominus novum hominem, qui secundum Deum creatus est in iustitia et sanctitate veritatis� Me sentí profundamente conmovido y agregué dentro de mí: Sí, Dios mío, haced que en este momento yo vista un hombre nuevo, es decir que desde este momento yo comience una vida nueva, toda según el querer divino y que la justicia y la santidad sean el objeto constante de mis pensamientos, de mis palabras y de mis obras. Así sea. Oh María sed vos mi salvación».
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El doble movimiento representado por las invocaciones (�quitar� y �vestir�), resignifica el antiguo precepto de la fuga mundi en un contexto de modernidad, donde el alejamiento del mundo y la inmersión en el mundo deben necesariamente integrarse. La superación de la necesidad tiránica de satisfacción de los impulsos narcisistas se actúan en una proyección de ofrecimiento, en una asunción responsable pero que se vive en las modalidades típicas del cristiano. Oración, fervor apostólico y mortificación son facetas de una única actitud de consagración del corazón. Propuesta alta hecha por Don Bosco a los discípulos en la vida consagrada, pero también a los jóvenes más simples que exhortaba: «Ánimo por lo tanto, comencemos a tiempo a trabajar por el Señor, nos toca padecer algo en este mundo pero será después eterno el premio que tendremos en el otro». Es el tema dominante que subyace a toda intervención suya, que aparece dentro de cada fórmula de oración y práctica devota. La respuesta existencial más adecuada al don eucarístico de Cristo crucificado por nosotros, como sugiere en una oración al concluir la misa: «Os agradezco, oh Dios mío, el haberos sacrificado por mi. Haced que desde este momento me pueda sacrificar enteramente por Vos. Disgustos, fatigas, calor, frío, hambre, sed y también la muerte todo aceptaré de buena gana de vuestras manos, dispuesto a ofrecer todo y a perder todo con tal que yo pueda cumplir vuestra santa ley». Las expresiones idiomáticas están marcadas por el tiempo, pero la sustancia l convence. Quizás nos sentimos asaltar por un cierto malestar, dudamos hacerlas a nuestras: ciertamente ellas tienen el poder de poner al desnudo incoherencias u t i r interiores e inconsistencias espirituales, que algunas fórmulas cuidadosamente i p s calibradas, labradas teológicamente, tratan inútilmente de esconder. Debemos E admitir que con dificultad volvemos a descubrir la concretez y la potencia o t n de estas plegarias sinceras, sugeridas a aquellos chicos pobres y harapientos, e primeros destinatarios del Joven instruido, y a los simples salesianos de los i m orígenes: «Querría yo solo poderos dar toda la alabanza y la gloria que os dan a ñ los santos en el Cielo, y ya que yo no puedo hacer tanto os ofrezco todo mi ser; a p os ofrezco mi voluntad, para que no quiera otras cosas sino las que agradan a m o Vos, os ofrezco mis manos, mis pies, mis ojos, la lengua, la boca, la mente, el c A corazón, todo lo ofrezco a vos. Custodiad todos estos sentimientos míos para e d que todo pensamiento, toda acción no tengan otra finalidad sino lo que redunda a en vuestra mayor gloria y en ventaja espiritual de mi alma». d a n r Nuestra oración hoy, cuando, como la de Don Bosco, brota de la tensión oblativa o y moral, vivida bajo el signo de la presencia de Dios y del mundo, no pueden J no hacer fecundos los frutos y obras. Faltando este tipo de oración fácilmente nos dejamos cautivar por lo inmanente y llegamos a ser miopes. El �espíritu de 10 recogimiento�, entendido en perspectiva donboscana, es el lugar de incubación ideal, donde lo vivido con sus problemas, la cultura con sus desafíos, los jóvenes con sus necesidades y mentalidad son espiritualmente colocados para
que germinen las soluciones. Una respuesta pastoral-educativa que no tenga raíces en tal dimensión del espíritu, corre el riesgo de resolverse en proyectos e iniciativas de corto aliento.
Preguntas para el trabajo en grupo: A partir de la propia experiencia pastoral y del contenido presentado: 1. ¿Cuáles de los elementos del documento son relevantes para el trabajo de Acompañamiento Espiritual a la vida de oración? 2. ¿Cómo esos elementos se viven en tu vida de oración personal? 3. ¿Qué otros elementos que no aparecen en el documento son necesarios para la formación y el trabajo del Acompañamiento Espiritual a la vida de oración?
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La urgencia y la necesidad de la oración del Acompañante Espiritual Don Michele Molinar, sdb.
1. Algunas palabras de presentación. Soy salesiano (desde hace 42 años y sacerdote desde hace 32) director, párroco y ecónomo, por lo que mi vida pastoral se desenvuelve en el ámbito espiritual, pasando por las relaciones comunitarias, personales y pastorales y con muchas otras energías y tiempo para la gestión y lo administrativo. Entre el patio, la iglesia, las reuniones, los grupos y los lugares donde se desarrolla el servicio de nuestros casi 300 voluntarios. Podría decir que mi vida, como la de tantos de vosotros, se encuadra en el �ministerio de granja�. Vivo en una Comunidad religiosa de seis hermanos, de los cuales tres son más jóvenes que yo y, entre ellos, un sacerdote indio y un estudiante, invidente, de 30 años. La intervención que os propongo es una aportación de experiencia, reflexionada y un poco ordenada. Os pido perdón si os sugiero cosas normales, pero lo hago con gusto, porque mi pequeña experiencia me dice que muchas cosas �normales�, en un cierto contexto, en un paso de edad o un cambio en nuestra vida se convierten significativas e iluminadoras. Permaneciendo al título propuesto para esta intervención, el ministerio del acompañar está definitivamente en segundo lugar y la oración (relación con Dios y conversión continua de esta relación) tiene la importancia prioritaria. Podríamos decir: �La vida espiritual del acompañante espiritual�.
2. Dos fuentes de inspiración. — Don Bosco Un testimonio trata del libro �Storia di un prete�, del 1890, del autor Cario Despiney (médico). El autor trae a relación una intervención de algunos sacerdotes de Turín, amigos de don Bosco, a don Cafasso para pedirle que meta límites al celo excesivamente emprendedor de don Bosco. Don Cafasso, su confesor y guía espiritual, habría respondido:
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�Pero, ¿sabéis bien vosotros quién es don Bosco� Yo, cuanto más lo estudio menos lo entiendo. Le veo sencillo y extraordinario, humilde y grande, pobre y ocupado en planes grandiosos, aparentemente irrealizables, y aunque contrariado, diría incapaz, triunfa esplendorosamente en todas sus empresas. Don Bosco es para mí ¡un misterio� Estoy seguro de que trabaja para la mayor gloria de Dios, que sólo Dios le guía, que sólo Dios es la finalidad de todas sus obras�.
(Memorias Biográficas, IV, p. 451) Como si don Cafasso dijera: estoy de acuerdo con vosotros, pero yo veo que este gran ingenio tiene un alma que garantiza su bondad y merece mi confianza. En el fragmento sobre su Sistema Preventivo, don Bosco ofrece la llave para convertirlo en fácil y atractivo, sobre todo para los educadores. �... si el educador se pone con celo a su obra� . �Su obra�, es el primer encargo que define también su identidad, según don Bosco, la competencia que debe adquirir y continuamente perfeccionar es la de convertirse transparente a la obra (acción) de Dios. — Francisco de Sales Traigo la carta 159, de datación incierta, pero probablemente de 1620 o 1621, donde se describen todas las características y la profundidad de la amistad espiritual de san Francisco de Sales. André Ravier, editor del volumen del cual extraigo esta carta, dice: �Estamos ante el corazón de la mística salesiana�.
l a u t i r �¡Qué cosa verdaderamente extraña� Pienso que, en el mundo, no hay almas que i p s amen más cordialmente, más tiernamente y, para decir todo muy a la buena, más E amorosamente que yo, porque a Dios le ha gustado hacer así con mi corazón. Y, o t n aún más, amo las almas independientes, vigorosas, las almas que no son femeninas e (nada envolventes y posesivas, malhumoradas, incapaces de soledad); porque la i m ternura demasiado grande perturba el corazón, lo convierte inquieto y lo distrae a ñ de la meditación amorosa de Dios, e impide la completa resignación (entrega) y la a p perfecta muerte del amor propio. Aquello que no es Dios, no es nada para nosotros. m o ¿Cómo puede ocurrir que sienta estas cosas yo que soy el hombre más mísero del c A mundo, como sabes, mi queridísima Madre� e d ...Tengo la impresión de no amar nada fuera de Dios y todas las almas en Dios. ... a d Siento aquella unidad que Dios ha producido de un modo extraordinario�. a n r (San Francisco de Sales, Lettere di amicizia spirituale, carta 159, p. 384, Paoline) o J 14
3. Oración en nuestra vida espiritual Unión con Dios, de lo cual viene la gracia de unidad o una vida unificada. Parto de este elemento central, la veta de la vida espiritual y de un camino de santidad. Tanto es determinante, en cuanto que es don del Espíritu Santo, que siempre se ha de pedir y de satisfacer sus exigencias. Es la oración del corazón, el corazón que ora y encuentra al Dios que ama, llama, educa, corrige, sostiene en todo momento de nuestra jornada. Es el �reposar en Ti� de donde surge la paz del corazón que reconoce el ser hecho por Ti. Y es tan importante, porque nuestra jornada es el gimnasio perfecto para este continuo �ejercicio espiritual�: los acontecimientos previstos, desde los encuentros más profundos a aquellos más importunos y a veces fastidiosos, los imprevistos exigentes, porque piden soluciones urgentes, los contratiempos que tambalean nuestros programas tan ahogados... y después las cuestiones de salud. Estoy constando que llegar a ser �contemplativos en la acción� es verdaderamente nuestra zarza ardiente, pero es tanto más importante y decisivo en cuanto que parece imposible y nos hace tocar toda nuestra fragilidad y mediocridad. De esto, la segunda reflexión. Una afirmación de Francisco de Sales continúa ayudándome mucho: �Como s gusta a Dios�. Es su entrega amante y obediente al Dios de su corazón. e n Me he permitido transformarla según mi corazón y repetirla en miles de facetas e v ó de una jornada salesiana típica, sobre todo en los contratiempos e imprevistos j s que son mi gimnasio espiritual. o l En tus tiempos (y no en los míos), en tus prioridades marcadas en los imprevistos a n ó del cotidiano, en tus éxitos, en los acontecimientos que no puedo decidir, en tus i c contratiempos, imprevistos, en las personas que no he elegido, pero que Tú a r has elegido por mi (hermanos, laicos y jóvenes...) en tus juicios (y no en los O e juicios de los demás a los que estoy así atento...). d
4. Deseo la mística y descuido la ascética La mística sin la ascética es un incendio romántico. En cada caso, es ilusorio y también engañoso, y muy a menudo revela su fragilidad. Por ello, constato en mi vida la fidelidad a la Oración litúrgica, al Rosario, a la Reconciliación, que es la primera posibilidad que ofrezco a Dios para acercarse a mí y curarme convirtiéndome a ÉL Una fidelidad viva para recibir su consuelo y entrar en sintonía con sus benditas sorpresas. Uno de los recorridos ascéticos y purificadores más eficaces, a mi entender, es nuestra vida comunitaria y fraterna. Muy concretamente y sabiamente, Papa Francisco en EG 87 y 91:
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�La verdadera cura a nuestros aislamientos y relaciones enfermas es una �fraternidad mística�, contemplativa, que sabe mirar a la grandeza sagrada del prójimo, ...que sabe descubrir la presencia de Jesús en el rostro de los otros, en sus voces, en sus peticiones y, por tanto, sabe soportar las molestias del vivir juntos aferrándose al amor de Dios ...�
Los dos términos �Mística� y �Fraternidad�deben estar juntos, porque, de lo contrario, la ausencia de uno anula también al otro. Sin la mística, la fraternidad se convierte política del buen vecindario, exaltación de la tolerancia que, después, acaba en indiferencia hasta derivar en la guerra fría dentro de los muros de la casa. Sin la fraternidad, la mística es ilusoria, hipócrita, farisea, hasta llegar al narcisismo espiritual. Una dolorosa confirmación del drama de la escisión entre mística y fraternidad: �Eres joven (dice don Bosco al clérigo Pablo Albera), pero tendrás que ver cosas sorprendentes. Estarán dos juntos en la misma iglesia haciendo la meditación; dos en el coro, uno aliado del otro, cantando el oficio; dos cerquita, de rodillas en el mismo comulgatorio para recibir la santa comunión, y al mismo tiempo se aborrecen, y no pueden soportarse uno a otro. Y saben conciliar lo uno con lo otro: odio, maledicencia, comunión y oración�.
(Memorias Biográficas, VI, 754) l a u t i r 5. Oración para el ministerio de Acompañar hacia Dios. i p s E Con el fin de reconocer que Dios está ya presente en las personas que piden o nuestro ministerio de acompañantes, se necesita tener el olfato de intuir el rastro t n de Dios y de sus caminos en nuestra historia para reconocerlos en la historia de e i m los demás. Y ésta no es una competencia que adquirir, sino una conversión que a ñ incentivar. Conversión del �amor propio�. a p Siempre me hace mucho bien la delicadeza y la fuerza incisiva de san m o Francisco de Sales cuando recuerda que el fracaso de nuestra conversión y, c A consecuentemente, misión se juega, en gran parte, sobre aquello que se llama e d �amor propio�. a d Amor propio se entiende no como amor de sí, sino como �apoyo absoluto sobre a n r sí mismo�, es decir, como autoreferencialidad, concentración sobre mí (que, o después, se convierte en incapacidad de autocrítica; no permitiendo a los demás J 16
corregimos). Es el yo como director de mi vida: de los éxitos a las miserias. A nivel de la vida comunitaria y fraterna, se trata de no reconocer ya el ser una parte del todo. Dice san Francisco de Sales:
�Nuestra conciencia es como un monasterio y el superior de este monasterio es el
amor propio... Muere solo cuando morimos nosotros�.
(Lettere di amicizia spirituale, p. 878 - 879) La forma explosiva será el protagonismo también en el campo de la vida espiritual: Aurelio pintaba el rostro de todas las imágenes que hacía según el aire y el aspecto de las mujeres que amaba, y cada uno pinta la devoción según su pasión y fantasía. El que es aficionado a ayuno se tendrá por muy devoto si puede ayudar, aunque su corazón esté lleno de rencor y, mientras no se atreverá, por sobriedad, a mojar su lengua en el vino y ni siquiera en el agua, no vacilará en sumergirla en la sangre del prójimo por la maledicencia y la calumnia ...
(Pilotea, parte I, cap. I, p. 21) �Una curiosa y precipitada búsqueda por saber si hemos hecho bien, proviene del amor propio que nos hace desear el saber si somos realmente buenos, mientras que el amor puro de Dios nos dice: Por cuanto hayas sido malo y cobarde (negligente, cuestionado, defraudado, ofendido...), humíllate, apóyate en la misericordia de Dios, pidiéndole siempre perdón y, con una nueva elección de fidelidad, ve hacia adelante, para continuar en tu progreso�. s e
(Lettere di amicizia spirituale, p. 878 - 879) n e
v ó j s o La terapia sugerida por Francisco de Sales es la del descentramiento de sí y la l a concentración en Dios para experimentar la misericordia y la curación. n ó Para hacerlo posible, hay que �conocer, ofrecer, amar la propia indignidad�, i c a es decir, nuestra insuficiencia, nuestras pobrezas, fragilidades y límites que r residen en nosotros sin que nosotros lo pensemos; igualmente la vergüenza o el O e d sentido de ofensa por la falta de reconocimientos previstos, las derrotas, nuestra a inmadurez, la percepción de nuestra incapacidad y las desilusiones de nosotros d i v mismos. a l �La cumbre de la humildad consiste no solo en el reconocer nuestra indignidad, sino a r a también en amarla y encontrarnos contentos, no por falta de coraje o generosidad, ñ a sino para reconocer que nuestra miseria es el trono de la misericordia de Dios� p (Pilotea, III - 6: l�umilta ci fa amare l�abiezione, p. 143 m o c e Trattenimento terzo sulla fiducia e l�abbandono, p. 125) A
�Las mejores ocasiones para vencer el amor propio, aquellas más útiles para el alma, son aquellas que encontramos por casualidad o que están ligadas a nuestra condición: la razón es que no las hemos elegido nosotros ... �
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(Lettere amicizia spirituale, p. 865) Oración para crecer en el don de la humildad y la inteligencia de aprender de las personas que acompañamos. Cuánto aprendo del ministerio de la confesión o de los hermanos de mi comunidad, pero también de los adultos o de los enfermos. En definitiva, se trata de dejamos contagiar y estimular positivamente de la vida espiritual de los hermanos, laicos, jóvenes, familias, personas profundamente heridas o enfermas que viven con gran fe y dignidad un dolor que podría aniquilarlos (o me destruiría si estuviese yo en su puesto). La experiencia de la vida espiritual nos recuerda que no tendríamos a Francisco de Sales sin Juana de Chantal, ni tendríamos al don Bosco que conocemos sin la santidad de Domingo Savio. Llevar en nuestra oración personal a las personas que acompañamos espiritualmente. Esta oración, �con rostros y nombres�, nos educa en el reconocer el protagonista verdadero y nos acerca a Él; es un gran estímulo para reconocerse solamente instrumentos sin atarse a sí o a los propios proyectos; nos transforma libres en la aceptación de nuestras impotencias, de nuestras derrotas o simplemente de las fatigas de nuestros hermanos acompañados, sus abandonos..., quizás sus regresos. l 6. Orar por nuestra comunidad y vivirla plenamente a u t i Podríamos llamar a esto �acompañamiento espiritual comunitario o difuso�: la r i comunidad testimonia o impide un mensaje. p s E o Mi pequeña experiencia me enseña que nuestra modalidad de ser comunidad t n y nuestra vida de fraternidad son mucho más que una condición para nuestro e i testimonio. m a ñ Nuestros jóvenes y adultos son sensibles y extremadamente atentos a cómo a p nosotros hablamos de nuestra comunidad, cómo sonreímos sobre nuestros m defectos, cómo bromeamos y cómo rezamos... y estas dimensiones son el o c soporte para las palabras de las homilías, para la credibilidad de las propuestas A e que les hacemos, para los caminos que invitamos a recorrer. Pueden también ser d un elemento que invalide nuestra palabra. a d a Actualmente la dimensión fraterna es el primer criterio de veracidad que damos n r a nuestra propuesta cristiana y es el primer estímulo a nuestra fecundidad o J 18
vocacional. Es un don de Dios y un beneficio para todos nosotros cuando las familias de las parroquias, pudiéndolo hacer, nos invitan a cenar a los seis de la comunidad... cuando se dan cuenta, en lo concreto, de que el oratorio y la parroquia se encuentran confiadas a la comunidad, porque en las Eucaristías semanales hay
una alternancia de celebrantes y también en las dominicales el párroco o el director no tiene �su misa� ... obviamente, la más poblada o juvenil. Por último, un generoso toque de �santo� humor, y de autoironía. El capitán de un gran barco crucero, lleno de turistas de diversas naciones, está muy preocupado porque en el transatlántico está entrando agua. Los huéspedes se encuentran divirtiéndose en la piscina, en el cine... Interrumpe todas las actividades y anuncia en tono serio que hay que abandonar el barco, porque se encuentra en un serio riesgo de hundimiento. Ninguno se mueve, todo continua como antes, cada uno piensa en divertirse. Repite el anuncio, pero sin ningún efecto. Llama entonces el segundo capitán y le propone rehacer el anuncio, quizás, así, sea escuchado. Después de cinco minutos, el segundo en cuestión regresa: �Misión cumplida; todos en el mar en los botes salvavidas�. �¿Cómo lo has hecho��. �Muy fácil: he llamado a los franceses y les he dicho que habría sido muy chic tirarse al agua, y se han tirado. A los ingleses les he dicho que un auténtico gentleman habría saltado, y lo han hecho. A los alemanes les he dicho que era una orden. A los italianos les he dicho que estaba prohibido y se han lanzado antes que acaba la frase�. �Y, ¿con los americanos cómo lo has conseguido��. �Facilísimo, ¡les he dicho que estaban asegurados��. �También la pancha y la cerilla se cogen por el reverso, entonces, ¿por qué no hacerlo con las personas��.
Preguntas para el trabajo en grupo: A partir de la propia experiencia pastoral y del contenido presentado: 1. ¿Cuáles de los elementos del documento son relevantes para el trabajo de Acompañamiento Espiritual a la vida de oración? 2. ¿Cómo esos elementos se viven en tu vida de oración personal? 3. ¿Qué otros elementos que no aparecen en el documento son necesarios para la formación y el trabajo del Acompañamiento Espiritual a la vida de oración?
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Vocación y oración en el acompañamiento espiritual: La historia de toda vocación es historia de oración Don Francisco Santos, sdb.
“Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad” (Sal 40, 8-9)
Resumen Este escrito considera como principio antropológico que la persona humana es capaz de relacionarse con Dios por medio de la oración. Dentro de la vida creyente, es necesaria la oración para tomar conciencia de las implicaciones de esa relación con Dios y como elemento necesario de discernimiento vocacional. No hay posibilidad de relación con Dios si no hay escucha desde el corazón como tampoco se vive el compromiso apostólico en la misión si no hay unión con Dios en la oración. En cada etapa del itinerario vocacional y su acompañamiento la oración tiene unas peculiaridades: invocación con perseverancia y haciendo silencio en la configuración de una vida interior; seguimiento de la llamada con interés desde el compromiso como respuesta, estando atentos a la Palabra de Dios y los sacramentos, a los signos de los tiempos y el prójimo; toma de decisiones en las más diversas situaciones de la vida con buen juicio, docilidad de corazón y desde la libertad. Índice 1. Introducción 2. La oración en la vida creyente 3. El arte de escuchar, a Dios el primero 4. La oración cordial como principio 5. La oración en la misión salesiana 6. La oración y la purificación de criterios 7. La historia de oración de toda vocación 8. Toda vocación nace de la in-vocación 9. Seguir la voz de Dios al escucharla en la oración 10. Discernir, decidir y vivir la vocación personal 11. Acompañar con la oración todas las situaciones de la vida 12. Conclusión
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1. Introducción. Nuestra comprensión de la persona humana y su identidad no se encuentra más que en Dios, origen y meta de nuestra vida. La relación con Él, la escucha y respuesta a sus proposiciones, forma parte del don de la existencia. De esta relación con Dios se ocupa la oración. Más como una actitud existencial en coherencia con la visión antropológica que tenemos que como una serie de herramientas o recursos que empleados debidamente contribuyen a la consolidación existencial de la persona. La oración está presente como escucha, al inicio del camino de la vida, y es en la escucha donde se realiza la llamada. Dios llama al seguimiento, a vivir conforme a su voluntad, y es en el seguimiento donde se percibe y cobra sentido la misión encomendada por Dios a cada uno cuando decide seguirle. Tanto la escucha, como la llamada, el seguimiento y la misión precisan de la oración para llegar a ser una realidad en la vida del creyente. Este es el ámbito de la reflexión que proponemos a continuación. El acompañamiento espiritual y el discernimiento vocacional, requieren una perspectiva antropológica y teológica que considere a la persona abierta a la trascendencia. La apertura a la trascendencia, cuando se da, justifica la experiencia y práctica de la oración porque permite comprender el,lenguaje y el principio en el que se fundamenta el discurso de la vocación Cristiana1 Nuestro principal apoyo al hablar de vocación, l acompañamiento y oración es la antropología que está a la base de los a conceptos indicados en clave cristiana. Toda vocación parte de la iniciativa u t i r de Dios, que entabla una peculiar relación basada en el encuentro de dos i amores, de dos libertades que se fusionan: el Padre, que nos llama a la p s E amistad con Él -consagración llamaremos teológicamente- y nosotros, que o nos ofrecemos a Él. t n e i En la amistad, la iniciativa le corresponde a Dios, pero es ratificada por m a nuestra respuesta libre. Él llama y ayuda a responder; nosotros somos ñ a quienes entregamos nuestra libertad, nuestra propia vida. Él es quien nos p m consagra en los modos y maneras específicas que desea para cada uno o fruto de un amor particular de predilección en cada caso, y es la persona c A e 1 d a d a n r o J 22
Esta apertura a la trascendencia es lo que en ámbito religioso llamamos "dimensión contemplativa", y que en los textos de espiritualidad salesiana se indica que ha de ser profunda, para que impregne toda la actividad que el religioso salesiano realiza A pesar de que acudiremos a fuentes de espiritualidad salesiana dirigidas fundamentalmente a salesianos consagrados, en este trabajo insistiremos en los aspectos generales referidos a todo agente de pastoral que ejerce el ministerio del acompañamiento espiritual y al modo y estilo salesiano de rezar y acompañar, sin hacer particular distinción en lo específico de la vida de oración de cada persona, sea consagrada o no. Cfr. El proyecto de vida de los salesianos de Don Bosco. Guía de lectura de las Constituciones salesianas, Roma 1986. Para la introducción al tema que nos ocupa, consideramos de especial interés los comentarios a los artículos 3 (Nuestra consagración apostólica) y 12 (Unión con Dios); igualmente, consideramos oportuno hacer referencia a cuanto se indica en la introducción al Manual de oración para las :
comunidades salesiana, En diálogo con el Señor, 1990.
humana quien envuelta en su Espíritu le pertenece a Dios y es hecha totalmente suya, inundada por su gracia. A la persona, a cada persona, le corresponde dirigir sus facultades al cumplimiento del designio de Dios que sintetizamos en la expresión “salvación del mundo”. Conocer este plan de salvación de Dios es nuestra tarea fundamental, y consiste en vivir teniéndole a Él como centro de la propia vida, escuchándole y siendo sus testigos. Para que todo esto se realice, ha de nacer en nosotros una relación muy íntima con Él, que llene de sentido nuestra existencia. Una de las formas de relación íntima con Él, en las claves que estamos indicando, sin duda es la oración.
2. La oración en la vida creyente No hay tratado sobre la vocación que no plantee desde el inicio el presupuesto antropológico que considera fundamental e imprescindible para la vida plena en clave vocacional al menos estos principios: vida de oración, acompañamiento espiritual, vida sacramental y compromiso de servicio a personas necesitadas. Si se pierde alguno de ellos, si no se tiene en cuenta la vida de oración, se pierde en buena medida la perspectiva adecuada para cualquier planteamiento consistente vocacional. Estos elementos, vistos y considerados hacia dentro, desde una opción Cristiana, tienen a su vez que confrontarse y valorarse frente a otros posibles y muy distintos planteamientos antropológicos en circulación de los que son inicial y potencialmente usuarios nuestros posibles candidatos. La imagen que de Dios se tiene en nuestra sociedad, y queremos centrarnos en las visiones más positivas, llevan a que el concepto de vocación no supere en el mejor de los casos el umbral de un compromiso por la mejora social o una opción por la transformación social, el voluntariado, la colaboración con los países en vías de desarrollo, o la pertenencia a organizaciones que apuestan por el desarrollo y la promoción de los derechos humanos. Pero nada de esto considera, porque no entra en sus planteamientos de base, el elemento vocacional desde una “consagración”, una entrega gratuita a Dios por el hecho de ser Él quien es.2 La relación con Dios, pues, juega un papel vital en el acompañamiento pastoral que quiere ser propuesta vocacional. Y aquí arranca nuestro tema y nuestra propuesta de reflexión. Quisiéramos abordar el modo en que se
s e n e v ó j s o l a n ó i c a r O e d a d i v a l a r a ñ a p m o c 2 Bastaría referimos a los diversos estudios sobre la religiosidad en los jóvenes de hoy para A constatar este hecho. Cada contexto cultural tiene sus variables, pero básicamente responden al concepto de vinculación religiosa por pertenencia a un grupo, sin mayor implicación personal. De aquí que "la vida cristiana se identifica con la vida laica” sin considerar que ésta sea tan sólo una de sus posibilidades. No entra dentro del horizonte vital de la fe que viven estos jóvenes el 23 que, en su proceso de crecimiento espiritual para llegar a será cristianos adultos, hayan de pasar por la confrontación de una «elección de estado»" G. URIBARRI, "Reavivar el don de Dios". Una propuesta de promoción vocacional, Santander 1997, 17.
plantea la vocación y su acompañamiento desde una profunda relación de diálogo con Dios. Se trata de reflexionar, en definitiva sobre la experiencia de Dios que tenemos, la que queremos y la que podemos llegar a tener, si es que pretendemos discernir y acompañar una vida entendida desde la clave vocacional cristiana. Desde nuestras opciones pastorales, será fundamental entrar en esta dinámica de favorecimiento del encuentro personal con Dios, la relación, el descubrimiento de sus posibilidades, como condición previa posibilitadora de todo camino de discernimiento vocacional, si bien el progreso se ha de ir dando de forma simultánea en la relación con Dios y en el discernimiento vocacional. El acompañamiento pastoral no podrá hacer menos a propuestas de iniciación de los jóvenes a la oración, a la vida interior, a la escucha de la Palabra, a la vida sacramental, al cuidado de la liturgia, junto con otras propuestas de servicio a los necesitados, y todo tipo de compromiso social. Dado que estamos introduciendo nuestro tema, no podemos olvidar en la reflexión la pedagogía de estas propuestas. La vida de oración no es una adquisición fácil ni siquiera a partir de una práctica frecuente. Si entendemos el acompañamiento espiritual y pastoral como una ayuda para avanzar en la conciencia de ser llamados por Dios, éste ha de ayudar principalmente a interpretar la experiencia del misterio que Dios es y poner en marcha procesos de educación a y en la fe que incluyan el acto de fe, la l celebración de la fe y el compromiso desde la fe. Nada de esto es posible sin a u t la conveniente escucha de la voz de Dios en la oración y su seguimiento. i r i p s E o 3. El arte de escuchar, a Dios el primero t n e Vivimos en la época de la comunicación, y nuestros jóvenes destinatarios i m están acostumbrados a comunicarse. Tal vez, profundizando un poco a ñ críticamente, podríamos considerar que la calidad y profundidad de las a p comunicaciones hoy en día no se corresponden con la riqueza y variedad m o de medios de comunicación. Parecería que cuantas más posibilidades c A de comunicación tenemos, menos comunicamos, fuera de mensajes e e d informaciones de muy variado contenido que al final distraen de la función a profunda de la escucha. d a n r Por otro lado, la mayor parte de la comunicación humana se ejerce en o la escucha, que es la que menos se educa. Aprendemos a hablar, se nos J 24
enseña a leer y se cultiva la escritura, la dicción... Pero con respecto a la escucha, no estamos demasiado formados. Esto hace que vivamos en una época donde la actitud de escucha no se cultiva, y esto repercute de forma directa, aunque no es la única causa ni mucho menos, en la dificultad de la vida interior y espiritual. No estamos acostumbrados a escuchar.
Con respecto a la vocación y su acompañamiento, podemos llegar a decir como punto de partida –susceptible ciertamente de muchas matizaciones e incluso debate– que el principal problema que tenemos que afrontar no es tanto el de la “crisis” de las vocaciones sino más bien la “crisis de espiritualidad e interioridad”. La dificultad para escuchar a Dios no está en que Dios calle, o que se viva en una época de silencio de Dios, sino en una dificultad de vivencia de la fe, que a menudo se proclama e incluso se apela a ella, pero que es dada por descontado en los procesos vocacionales y sin embargo no está apoyada adecuadamente en un camino espiritual y de interioridad. La oración como propuesta inicial de todo proceso de acompañamiento espiritual y vocacional con discernimiento, itinerario y opción ha de ser puesta de relieve. Por esto comenzamos abordando la cuestión de la oración hoy, centrándonos en el aspecto más importante que nos ocupa: la estrecha relación entre oración, vocación y su acompañamiento.
4. La oración cordial como principio Llevamos mucho tiempo intentando delimitar las características peculiares y los rasgos de una forma de orar con estilo propio carismático. Las constituciones salesianas hablan de la oración salesiana, diciendo que “es gozosa y creativa, sencilla y profunda; se abre a la participación comunitaria, conecta con la vida y en ella se prolonga” (Const. 86). Pueden ser estas características los soportes de un modelo de oración que ayude a nuestros destinatarios del acompañamiento a captar su necesidad como parte integrante de la vida cristiana, ya que sin la oración no se tiene la fuerza para progresar en ella con alegría y esperanza. La historia del cristianismo, y también de nuestra familia salesiana, nos ofrece un testimonio inapelable. En quien ha sido fiel a la oración o la ha abandonado se refleja la vitalidad o decadencia de la vida espiritual. La oración no es un antídoto a las dificultades o problemas, tampoco es un remedio inmediato para superar obstáculos, como en ocasiones se ha malentendido, sino más bien, en toda su potencialidad, la vida de oración en su conjunto robustece las convicciones profundas de fe, y ha de permanecer de modo inseparable a toda acción pastoral que se realice. La oración es necesaria para conocer la voluntad de Dios en nuestra vida y en la vida de las personas a las que acompañamos. Para poder discernir esta voluntad se necesita un corazón purificado, una capacidad liberada de acogida de esa voluntad que se nos manifiesta en lo íntimo de nuestro ser. En definitiva, la oración es cosa del corazón. Ha de ser cordial, es necesario que así sea para poder participar conscientemente en el amor de Dios, dando sentido a la donación de sí mismo; a la entrega generosa y
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total de la vida y a la disponibilidad práctica para colaborar desde la propia vocación a la obra de Dios, la salvación de los jóvenes y del mundo. La oración se identifica en muchos casos con la intercesión, y es importante caer en la’ cuenta que esta función es vital para el creyente. Se intercede, se ruega, se ora ante Alguien por alguien. Y el orante no es indiferente a ninguno de los implicados. Movidos por una actitud del corazón orientado hacia Dios, le presentamos las personas y las situaciones de la vida, de cada día, desde una necesidad que surge y cuya resolución o respuesta no podemos damos a nosotros mismos. Sólo podemos pedir. La oración nos permite poner en el centro de nuestra visión teológica a Dios. Es Él quien puede dar la respuesta y el sentido a nuestra existencia, aquel sentido que buscamos, y que en la oración se nos posibilita su conocimiento desde lo profundo, lo íntimo de nuestro ser.
5. La oración en la misión salesiana Estableciendo el marco de referencia de nuestra reflexión, debemos situar la oración al inicio de toda historia creyente, vocacional, espiritual, en todas sus dimensiones, a lo largo de la vida y también al final. La vida de oración acompaña y también determina la historia de toda vocación. Nuestros documentos más recientes, aun haciéndose cargo de las dificultades que se pueden encontrar3, no dejan de insistir en la necesidad de la oración como l acción plenamente apostólica y garante de las opciones de vida y que sin a u lugar a duda debe ser considerada compañera del camino a lo largo de toda t i r la vida.4 i p s E “Constatamos que la oración y la ofrenda sacrificada de la vida por parte o de los salesianos ancianos y enfermos son verdadero apostolado con y para t n e los jóvenes; ellos siguen siendo parte «activa» de la comunidad que vive i m del «da mihi animas» Las comunidades aceptan el compromiso de no a ñ excluirlos de la misión” (CG27, 11). a p m Y ciertamente, si la oración está presente en el inicio y en el fin de toda o vocación, no se debe olvidar y cuidar especialmente el periodo más largo c A de la vida, en el que se ha de estar especialmente atentos a la armonía entre e d oración y trabajo5. Don Bosco supo armonizar estas labores en su vida, a d 3 a n r o J 4 26
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Cfr. CG27, 28, donde se indica en nuestro tiempo la pérdida de visibilidad de la vida consagrada, uno de cuyos signos es la falta de testimonio de la primacía de Dios en la oración personal y comunitaria vivida con fidelidad. "Hay signos de la primacía de Dios en nuestra vida [...] Al mismo tiempo descubrimos que lo que somos y hacemos no siempre está arraigado en la fe, la esperanza y la caridad, y que no indica claramente que la iniciativa bien de Dios y que todo vuelve a Él[...]" Cfr. CG27, 3. Uno de los cambios a los que nos compromete el CG27 para ser místicos en el Espíritu es : Evaluar y promover como comunidad y como hermanos individuales, la armonía entre la oración y el trabajo, entre la reflexión y el apostolado, por medio de «escrutinios adecuados»
y la fidelidad a nuestro carisma nos indica que tenemos que educamos y educar el corazón para “cultivar la oración personal en contacto diario con la Palabra de Dios, practicando la meditación diaria y cuidar la calidad de la oración comunitaria, compartiéndola con los jóvenes y los miembros de la CEP [Comunidad Educativo Pastoral]” 6 Aludimos a un carácter testimonial que se convierte- puede convertirseen apostolado, cuando nos hacemos conscientes de que nuestra época tiene necesidad de un estilo de oración propia, y que nuestros destinatarios necesitan vemos rezar y oímos hablar de oración, y de tal modo que se nos entienda, se nos comprenda, y llegue a suponer para nosotros y para ellos que nuestra oración, hecha de escucha y diálogo nos encamine hacia Dios. Nuestro testimonio de oración debe ser también eclesial y nos ha de permitir vivir la unión con Dios mientras realizamos nuestras tareas, cada día, y así poder llegar a que nuestra forma de rezar sea propuesta de “escuela” de oración para los jóvenes. Para nuestra misión apostólica, la oración y la acción aparecen en un movimiento único del corazón, porque se pasa de forma natural de la oración a la acción y ésta se realiza en espíritu de oración. Es la forma de llenar de oración la acción. “Dócil al Espíritu Santo, Don Bosco vivió la experiencia de una oración humilde, llena de confianza y apostólica, que de modo espontáneo enlazaba la oración con la vida” (cfr. Const. 86).
6. La oración y la purificación de criterios La oración no solo acompaña toda la vida del creyente como elemento unificador, sino que la cualifica. Se hace necesaria para discernir antes de plantear cada caso particular de acompañamiento, los mismos criterios que se aplican en el discernimiento vocacional. No basta la buena intención en el discernimiento vocacional sino que además se ha de asegurar que se pueda reflexionar sobre la relación y correspondencia entre los criterios que se aplican al discernimiento en el acompañamiento y la voluntad de Dios para con quien discierne y es acompañado. En un cristiano se supone que, a raíz del bautismo, le ha sido infundido el Espíritu Santo y, por lo tanto, la persona cuenta en su vida con fe, esperanza y amor; pero eso no quiere decir que viva teologalmente, desde la fe, esperanza y amor. La oración nos revela en ocasiones, con sorpresa, que buena parte de las decisiones que tomamos con intención de seguir la voluntad de Dios, en el discernimiento o en la acción pastoral, pueden estar siendo tomadas desde criterios personales y no teologales, podíamos
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Cfr. CG27, 67.5. 6
Cfr. CG27, 65.2.
llamarlos “pre-teologales”. De por sí no son malos, son buenos criterios, pero no alcanzan a situarnos ante la voluntad de Dios. Y esto en el discernimiento vocacional y el acompañamiento espiritual no deja de ser un riesgo que hay que identificar y atajar. En clima de oración, podemos sentir que tenemos fe, pero también hemos de reconocer que no estamos viviendo en la vida cotidiana de fe. El discernimiento, a nivel pre-teologal, se mueve dentro de lo objetivable, aquellos criterios objetivos, nuestras normas prácticas o “criterios y normas” que establecemos en las instituciones o en nuestras precomprensiones sobre la vocación de nuestros candidatos que depende de factores como los siguientes: cualidades humanas, aptitud para la vocación específica, motivación espiritual correcta y consistente, no mediatizada por motivaciones inconscientes subrepticias; que el celibato, por ejemplo, haya integrado positivamente la sexualidad, que sea capaz de autonomía afectiva y tenga unificado su corazón en Jesús, entrega generosa... Con estos criterios, como formadores, como acompañantes, podemos tener una “guía segura” que nos acompañe permanentemente, y a la que nos aferramos con cierta conciencia de “infalibilidad”. Sin embargo, aun siendo conveniente seguir criterios objetivos, no debemos olvidar -y esto nos lo recuerda una vida de oración abierta totalmente a la escucha de la voluntad de Dios incondicionalmente, y sin restricciones no es suficiente. l El discernimiento teologal de la vocación no niega dichos factores, a pero los resitúa radicalmente: Nadie es capaz de seguir a Jesús, si no ha u t i r sido llamado; la consistencia de la motivación ha de ser humanamente i p s auténtica, pero depende de la experiencia de la primacía de la voluntad E de Dios en su vida, que incluye la indiferencia espiritual; por ello, el amor o de Jesús se le ha ido haciendo amor de fe; más que la generosidad de la t n e entrega, lo que cuenta es la humildad confiada. Este ejemplo práctico sitúa i m nuestra labor de acompañamiento ante la posibilidad real de equivocar la a ñ identificación de la voluntad de Dios con otras voluntades, buenas en sí, a p pero no concretamente de Dios. Es tarea fundamental del acompañante m o vigilar su propio proceso de discernimiento sobre el discernimiento de la c A vocación de los acompañados. Desde la oración se posibilita y legitima este e d necesario discernimiento en el Espíritu. a d a n r o J 28
7. LA HISTORIA DE ORACIÓN DE TODA VOCACIÓN Una vez hecha una reflexión sobre la necesidad y los efectos de la oración en la acción pastoral ordinaria y en la vida de todo creyente en general, nos planteamos seguir, a modo de propuesta práctica, el itinerario vocacional en sus grandes fases, reflexionando sobre la importancia de la oración y sus características fundamentales en cada una de las etapas, establecidas
a grandes rasgos. El valor que atribuimos a estas consideraciones es consciente de ser un posible punto de vista, sin ánimo de exclusividad ni tematización cerrada. Queda abierto a complementos, debate e incluso refutación.
8. Toda vocación nace de la in-vocación No es extraño que nuestros candidatos a la vida consagrada o jóvenes en búsqueda vocacional, a quienes acompañamos pastoral y espiritualmente, sientan el deseo de conocer la vida salesiana después de haber tenido experiencias apostólicas variadas y que les han suscitado interrogantes sobre el sentido que quieren dar a sus vidas. Normalmente, surge la pregunta vocacional a partir de la acción pastoral. Este criterio pastoral, apostólico, por sí mismo no basta como criterio de discernimiento. Tiene que ser la oración el lugar donde se fragüe la pregunta vocacional y su respuesta. En el diálogo, en la escucha y en su expresión, se define y concreta la propuesta vocacional y la respuesta correspondiente7 Tanto el acompañante como el acompañado, en esta primera etapa del discernimiento, han de distinguir Ja llamada de otras llamadas e identificar como de Dios la posible llamada que se manifiesta incipiente. El elemento fundamental en este primer momento es la perseverancia. Una oración que se orienta más y fundamentalmente a la escucha para poder comprender la invitación que ha de ser respondida en un momento ulterior. Supone esta primera fase una puesta a punto que normalmente no aborda explícitamente el argumento vocacional, pero que requiere abrir un espacio relevante a la toma de conciencia de la necesidad de una vida interior. De este modo, se toma conciencia real de la importancia de la oración. La fidelidad a la oración cotidiana se convierte en una necesidad fundamental y debe ocupar el primer puesto en la vida del creyente que se plantea la cuestión vocacional. Podríamos pensar que esta disposición a la oración correspondería a un momento más tardío una vez que ha sido confirmado el deseo de seguir la vocación. Sin embargo, pese a que la oración será siempre un aspecto a cuidar, cultivar, madurar y de crecimiento, ha de estar presente como fundamental para que el discernimiento sea verdaderamente sobre la
s e n e v ó j s o l a n ó i c a r O e d a d i v a l a r a ñ a p m o c 7 "También la oración llega a ser camino para el discernimiento vocacional, no sólo porque Jesús A invita a rogar al dueño de la mies, sino porque es en la escucha de Dios donde el creyente puede llegar a descubrir el proyecto que Dios mismo ha diseñado: en el misterio contemplado el creyente descubre la propia identidad[...]. Y, además, es sólo la oración la que puede a viv ar las disposiciones de confianza y de abandono indispensables para pronunciar el propio «SÍ» 29 y superar temores e incertidumbres. Toda vocación nace de la in-v ocación". Cfr: OBRA PONTIFICIA PARA LAS VOCACIONES, Nuev as vocaciones para una nueva Europa, R oma 1997, nn. 27-ss.
voluntad y el querer de Dios. Esto reclama el esfuerzo pastoral por introducir a los jóvenes a una vida de oración en la que aparezca la cuestión vocacional, y no al revés. La propuesta de una vida de oración, caracterizada por la interioridad, el silencio, la vida litúrgica y los elementos que componen una vivencia clara de la fe en diálogo con Dios es un factor determinante para todo discernimiento vocacional creyente. Ante las dificultades para la propuesta vocacional explícita aceptada, deberíamos interpretar bien el signo de los tiempos que nos indica la enorme distancia entre la grandeza de la propuesta vocacional y la escasa posibilidad de respuesta desde la fe, dado que la vivencia espiritual es en ocasiones irrelevante. Nos preguntamos si no sería conveniente reforzar y favorecer la escucha, con todos sus aspectos de disposición y apertura a la trascendencia, a la experiencia de Dios, antes que orientar, guiar y educar para dar una respuesta a una pregunta que no ha sido convenientemente formulada, esto es, suscitada desde el interior de la vivencia espiritual de la persona. Aparece en este momento, y será un aspecto continuo en toda historia vocacional el factor mistagógico que incorpore el acompañante para graduar los procesos, ofreciendo en cada caso y en el momento adecuado los medios suficientes para progresar en la toma de conciencia de la llamada vocacional. Cuando tal saber mistagógico se ejerce, los ojos y los oídos del acompañado que está discerniendo se abren al reconocer la l Palabra que llama sin descanso. Entonces el corazón y la mente están en a u grado de acoger esa llamada y atenderla sin temor. Es la llamada personal t i r i percibida como tal. p s E Junto a la perseverancia en la oración, consideramos fundamental el o t n silencio. Cierta soledad para sentir a Dios que habla al corazón es vital para e la escucha de la llamada. Se habilita la capacidad de escucha en la realidad i m y cotidianeidad de la vida. Se comienza a vivir desde la fe, la esperanza, a ñ el amor a Dios que toma el centro de la existencia y deja disponibles para a p acoger los dones del Espíritu, la vocación incluida, y también abre a un m o amor al prójimo, fraterno, dejando a la persona disponible a la acogida c A ante al misterio de los demás. Esta disponibilidad requiere el silencio que e d muchas veces se logra únicamente pacificando todos los otros “ruidos” y a voces interiores que la propia vida se encarga de suscitar. La serenidad de d a espíritu y la paz interior en el acompañante y en el acompañado contribuyen n r y forman parte del amplio significado del silencio del que hablamos. o J La soledad como elemento educativo y mistagógico va unida a un acompañamiento que evite asumir actitudes sin convencimiento o sin 30 deseo motivacional personal. Ayuda a situar a Dios en el centro de la vida y de la toma de decisiones, manteniendo viva la relación personal con Dios. Esto requerirá la reserva de tiempo, tanto por parte del acompañante
como del acompañado. Un acompañante debería llegar a ser cada vez más contemplativo, y aprender a vivir “escondido con Cristo en Dios” (Col3, 3). Así, el encuentro de acompañamiento, la celebración de los sacramentos (eucaristía y reconciliación), los tiempos de oración personal y comunitaria se convierten en el lugar sagrado de escucha, de apertura, de encuentro con Dios donde se aprende a leer las experiencias vitales a la luz de la gracia de Dios. Dios sólo puede dirigirse al alma cuando ésta se abre, nos enseñan los maestros de vida espiritual. El proceso mistagógico implica cierta autoridad del acompañante que radica en el conocimiento del camino espiritual. El proceso de búsqueda implica abrirse y dejarse interpelar, y esta labor educativa corresponde a alguien que invita a expresarse con libertad y que escucha detenidamente. Esto rompe la dinámica que domina en la vida de las personas cuando están en discernimiento. Se vence la tendencia a convertirse en el centro de todo. El carácter específicamente cristiano de la oración tiene en cuenta que Dios es el que invita a ser y a vivir con Él.
9. Seguir la voz de Dios al escucharla en la oración El segundo momento de discernimiento en oración será el seguimiento de la llamada una vez que ha sido identificada como procedente de Dios. Todo el proceso de anhelo de oración lleva a una apertura receptiva que orienta hacia Dios. Adentrados en la relación con Dios se discierne por la acción de Dios en el alma y se es más consciente de la actuación de Dios en sí mismo.8 Para transformar el propio albedrío en la voluntad de Dios se requiere interés. Surge aquí un nuevo componente que consideramos fundamental. Si en el primer momento de nuestro itinerario se hacía crucial la perseverancia, aquí se hace relevante el interés. El interés tiene una importancia decisiva para comprender una vivencia como es la llamada vocacional. Estar interesado en conocer sea cual sea el contenido de la propuesta vocacional, porque es de Dios, fragua el deseo del corazón de buscar y seguir la voluntad de Dios por encima de la propia voluntad o de las condiciones externas favorables u hostiles. Esta cualidad libra en cierto modo de una tentación frecuente identificada con el “Dios dirá en su momento”, y mientras el sujeto del discernimiento permanece pasivo, confortablemente a la espera. Es este un sutil resquicio que hay que saber
s e n e v ó j s o l a n ó i c a r O e d a d i v a l a r a ñ a p m o c A 8 Nos jugamos mucho en este momento del proceso. No son pocos los casos de discernimiento y de búsqueda desde posiciones tomadas. Un caso que puede resultar paradigmático: En la revista Vida Nueva del mes de octubre un artículo abordaba la escasez de sacerdotes en España. Se entrevista a un joven seminarista y entre las respuestas que da sobre su situación dice: "Un 31 sacerdote mayor me dijo que yo tenía la suerte de tener vocación, porque él entró en el seminario en su día porque entraban todos, aunque luego descubrió la llamada dentro". Cfr. ¿Sacerdot es sin r el ev o?, en VN 3006, 8-14/10/2016, p. 11.
en qué momento se debe saber transformar sin llegar a la toma de postura unilateral y precipitada. Reconocer la presencia de Dios en la propia vida por medio de la oración lleva a integrar la fe en la propia vida y a descubrirle en los signos de los tiempos. Para el creyente cristiano orante, los acontecimientos de la historia se convierten en una palabra poderosa que requiere una respuesta solidaria. Educados por la oración en la sensibilidad ante los signos de los tiempos, surge el seguimiento desde una vida solidaria y responsable. El interés por conocer y seguir la voz de Dios se traduce en una actitud de disponibilidad a la respuesta. La Sagrada Escritura nos narra una historia de relaciones de Dios con la humanidad y de la humanidad, formada por santos, profetas y pecadores, con Dios tejida de escucha y de respuesta. Leer la Sagrada Escritura con este deseo de conocer y seguir la llamada de Dios posibilita que la Escritura sea también una “escuela de oración”. Y se aprende a leerla no únicamente para encontrar y recibir consuelo de ella, sino que se lee estando dispuesto a corresponderle como parte de la historia de la salvación que se actualiza en la propia vida. El espíritu de oración corrige también el acercamiento a la Palabra sólo con interés académico, crítico o meramente intelectual. El acompañamiento lleva a la reflexión orante sobre la Palabra que nos es dirigida y sobre las exigencias que implica para la propia vida que espera una respuesta, un seguimiento l existencial. Si no, no es lectura y escucha auténtica. a u Junto a la Escritura, para el seguimiento se necesita el acercamiento t i r al prójimo, imagen de Dios, que revela el rostro divino, y ha de ser i p s considerado con amor generoso y desinteresado. Respondiendo al E o necesitado se responde a Dios y se llega a un conocimiento más profundo t n de la trascendencia divina, que es una condición necesaria para la vida de e i oración cristiana. m a ñ Imprescindible también resulta la vida sacramental en esta fase de a p seguimiento de la llamada vocacional. La eucaristía, sacramento central, m nos invita a dar gracias siempre y en todo lugar, nos sitúa en actitud de o c A oración y sacrificio de sí mismo y nos centra en la opción más significativa e d de toda vocación: el seguimiento de Cristo. a d a n r o J 32
10. Discernir, decidir y vivir la vocación personal Llegamos al momento fundamental del proceso de acompañamiento vocacional: la opción y la vivencia vocacional explícita. El seguimiento de Cristo como respuesta a la llamada de Dios, discernido en la oración, nos sitúa antes o después, según el momento del proceso personal y del acompañamiento, ante la toma de decisiones. Ésta tampoco se realiza sin
el concurso de la oración. Lo indica claramente también el Papa Francisco: “[...] Siempre hace falta cultivar un espacio interior que otorgue sentido cristiano al compromiso y a la actividad [Cfr. Propositio 36]. Sin momentos detenidos de adoración, de encuentro orante con la Palabra, de diálogo sincero con el Señor, las tareas fácilmente se vacían de sentido, nos debilitamos por el cansancio y las dificultades, y el fervor se apaga. La Iglesia necesita imperiosamente el pulmón de la oración, y me alegra enormemente que se multipliquen en todas las instituciones eclesiales los grupos de oración, de intercesión, de lectura orante de la Palabra, las adoraciones perpetuas de la Eucaristía[...]” (Cfr. EG 262). En esta etapa incluimos la consideración desde el punto de vista del acompañamiento y el discernimiento las distintas posibilidades que se dan de hecho. Desde la opción y el seguimiento de la propia vocación discernida hasta los momentos de inflexión de la decisión tomada y mantenida, pasando por los momentos de dificultad, duda, crisis, incluso abandono de la vocación. La oración está presente de forma continuada y es clave para desarrollar los elementos que consideramos centrales en esta frase: el buen juicio y la docilidad del corazón. Todos tenemos necesidad de desarrollar estos elementos ante la toma de decisiones vocacionales. Sentimos la llamada de Dios que se concreta en el seguimiento de Jesús con un estilo de vida que se nos presenta bajo una forma carismática con la que nos sentimos identificados, y ahora, ante Dios, llega el momento de tomar la decisión libre y consciente de orientar la vida en esta dirección. Tanto el acompañante como el acompañado, ante la toma de decisiones pueden contar con la serenidad que da haber caminado en los pasos precedentes guiados por la búsqueda sincera y haber conseguido identificar la llamada. Hemos llegado a un momento decisivo con cierto carácter de irreversibilidad. Las decisiones bien tomadas son con intención de permanencia. Nadie opta por algo que considera importante y valioso para sí, como es la respuesta a la llamada de Dios, con un sentido de temporalidad o prueba, sino con intención de cierto carácter irrevocable. Este es el primer elemento de juicio. Es donde se toma el hilo de la existencia en búsqueda de sentido, donde se vive la lectura y valoración de los propios deseos del corazón con docilidad a la centralidad de la escucha de Dios, identificando también las propias resistencias, donde la transparencia en el acompañamiento es decisiva. Buscamos en la oración ser auténticos “hijos de la luz”, percibir lo que Dios quiere de nosotros nos lleva ahora a mirarnos por dentro, sin distorsiones, con el apoyo de la interioridad y del mejor y posible conocimiento de sí. Esta actitud se concentra en la expresión “libertad interior” para ver
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el querer de Dios nítidamente y responder también nítidamente desde la conciencia de ser dueño de sí y entregarse libremente a la llamada como respuesta. El ámbito de la libertad personal, constituye hoy en · día un amplio terreno de reflexión y toma de posturas en el acompañamiento vocacional. No son extraños los problemas con respecto a la capacidad de libertad de elección en tantos aspectos - no solo el vocacional religioso - de las relaciones humanas interpersonales. Conviene recordar aquí, como horizonte de pensamiento y criterio de nuestra postura cuanto el Concilio Vaticano II dijo sobre la libertad y la dignidad humana: “[...] Dios ha querido dejar al hombre en manos de su propia decisión para que así busque espontáneamente a su Creador y, adhiriéndose libremente a éste, alcance la plena y bienaventurada perfección. La dignidad humana requiere, por tanto, que el hombre actúe según su conciencia y libre elección, es decir, movido e inducido por convicción interna personal y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de la mera coacción externa. El hombre logra esta dignidad cuando, liberado totalmente de la cautividad de las pasiones, tiende a su fin con la libre elección del bien y se procura medios adecuados para ello con eficacia y esfuerzo crecientes[...]” (GS 17). Para el acompañante de todo proceso de discernimiento vocacional, l la oración que el acompañado hace es parte de su reflexión y su propia a oración. Examinar la oración en el itinerario de discernimiento será u t i r también contenido del acompañamiento espiritual. Se trata de discernir i - sentir y conocer - si existe una real experiencia espiritual cristiana o p s E no, y de qué calidad parece ser.9 Preguntamos sobre los contenidos de o la oración y lo que ésta suscita siempre en el acompañado es motivo de t n e acompañamiento, buscando en definitiva qué quiere hacer Dios con esa i m persona a la que acompañamos y hacia dónde la lleva. a
ñ a p m 11. Acompañar con la oración todas las situaciones de la vida o c A Pensamos que el acompañamiento vocacional no concluye en la toma de e d decisiones sino que puede considerarse en la situación de vida ordinaria, a d cotidiana, continuada. Y en este proceso que dura toda la vida, como a estamos viendo la oración tiene su peculiar riqueza y aprovechamiento. Son n r multitud de situaciones que se pueden dar y para las que el acompañante o J
tendrá que realizar, junto con el acompañado, todo un proceso de búsqueda
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Cfr. Ante una amplia bibliografía sobre el tema, por ejemplo a: L. M. García, La entrevista en los Ejercicios Espirituales, Mensajero, Bilbao 2010, 244-ss. El texto está referido a la valoración que el acompañante de necesidad de examinar la oración que realiza y las cualidades de vida espiritual que tiene la persona acompañada.
sincera ante Dios, con los elementos que estamos indicando, nuevamente puestos en juego. No son procesos lineales, como no lo es la historia de salvación, pero tampoco círculos espirales; entendemos toda la vida en clave vocacional y todo proceso de acompañamiento, con sus progresos y regresos, como un movimiento de progreso en espiral; volvemos a pasar por situaciones que requieren respuestas, tal vez de índole similar -con respecto a la búsqueda, la purificación, la resolución, la toma de decisiones,... - pero nunca la misma. La situación espiritual de la persona en cada momento y circunstancia fundamental de la vida tiene que ser acompañada también con la oración. Es donde se ponen en juego las posibilidades de superar las dificultades, dar sentido a los fracasos, orientar y acompañar las situaciones más dolorosas de infidelidad, abandono, fracaso o las épocas de dificultad vocacional, invitando a recuperar en su caso el amor primero, el entusiasmo vocacional inicial, en otros casos el seguimiento del Señor quizás desde nuevas circunstancias o incluso para otros casos desde posturas vocacionales distintas y reconsideradas desde el acompañamiento. No se debe considerar el proceso de discernimiento concluido con la decisión vocacional, sino que ha de ser mantenida de forma dinámica la búsqueda vocacional en cada etapa de la vida. Son momentos privilegiados para la oración en la vida cotidiana, serenamente vivida -que es en la generalidad de los casos-, la experiencia de los ejercicios espirituales anuales, los momentos de elaboración del proyecto personal de vida, los momentos de retiro espiritual periódico, la celebración de la reconciliación sacramental, y cada uno de los encuentros de acompañamiento espiritual en los que se toma el pulso a la propia vida tomando conciencia lúcida del momento en que se vive, con sus logros, convicciones y proyectos, pero también con sus fracasos, dudas y vacíos. El acompañamiento espiritual y el discernimiento se presentan entonces como elementos pertenecientes a la formación permanente de la persona creyente, perseverante y fiel.
12. CONCLUSIÓN El camino recorrido por toda vocación y su acompañamiento, incluyendo en este proceso al acompañante y al acompañado vemos que se puede realizar - y tenemos razones para creer que es lo mejor- con una actitud orante. Hemos visto que la oración es un elemento que no se puede dar por descontado en el proceso vocacional; hay que introducirla , conscientemente. También hemos considerado que no se puede prescindir de ella. Sin la oración se corre el riesgo de no llegar a fundamentar consistentemente las motivaciones vocacionales auténticas, y se puede caminar con arbitrariedad o subjetivas motivaciones que pueden ser
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válidas o no. Hemos considerado dentro del ámbito de la oración no sólo los aspectos espirituales de la misma, sino también los más humanos. En el acompañamiento todo cabe en la oración, y se debe tener en cuenta su tratamiento en el momento adecuado. No se puede privar a ninguna persona en su acompañamiento espiritual y discernimiento vocacional de la propuesta de oración en las claves que hemos dicho, ni siquiera proponerlo como opcional o condicionado a otros factores que relativicen su importancia. La oración, en definitiva, ilumina todos los aspectos principales de la vida de las personas, tanto en el acompañante como en el acompañado. La oración ayuda a configurar y a ser más conscientes del horizonte de valores que la persona acompañada tiene; purifica las motivaciones humanas y cristianas del discernimiento vocacional; ilumina al acompañante a descubrir el fondo antropológico y de personalidad del acompañado, y a éste le ayuda a tomar conciencia de su propio yo, con sus valores y limitaciones, integrando a la persona ante la opción vocacional; la oración, además, por último ayuda al acompañante en la acogida incondicional de la persona acompañada y su discernimiento y al acompañado le ayuda a acoger e integrar en su proceso de maduración humana, cristiana y de libertad personal la opción vocacional que Dios le ofrece. l Garantizar las mejores condiciones para el discernimiento y el a acompañamiento será siempre la preocupación fundamental del u t i r acompañante que es consciente del servicio que también a él por vocación i se le pide. Esto hace que cuente siempre con la oración como compañera de p s E este camino que no deja nunca indiferente y que es capaz de transformar o la relación de acompañamiento en una relación con Dios de dos personas t n e que confían a las manos de Dios lo que sólo Él ha comenzado y sólo Él i m puede conservar y llevar adelante en su santo servicio. a ñ a p m o c A e d a d a n r o J 36
Preguntas para el trabajo en grupo: A partir de la propia experiencia pastoral y del contenido presentado: 1. ¿Cuáles de los elementos del documento son relevantes para el trabajo de Acompañamiento Espiritual a la vida de oración? 2. ¿Cómo esos elementos se viven en tu vida de oración personal? 3. ¿Qué otros elementos que no aparecen en el documento son necesarios para la formación y el trabajo del Acompañamiento Espiritual a la vida de oración?
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Propuesta para una Escuela de Acompañamiento Espiritual Salesiano Don Claudio Cartes Andrade, sdb.
1. OBJETIVOS: General: Formar acompañantes con herramientas y habilidades integrando las dimensiones psicológica y espiritual (carisma salesiano). Específicos: •
•
•
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Proporcionar herramientas psicológicas para la atención y ayuda inmediata de personas en el área pastoral de los ambientes salesianos. Entregar contenidos que ayuden a diferenciar el acompañamiento espiritual a la luz del experiencia carismática. Preparar agentes pastorales (educadores) capaces de poner en diálogo su dimensión de fe con una comprensión holística de la persona, en la que el componente humano y religioso juegan un rol fundamental en el crecimiento del ser humano. Comprender la tarea pastoral dentro de un marco teológico y ético que ponga de relevancia las diversas actitudes que se puede tener en una relación de ayuda.
2. DESTINATARIOS DE LA PROPUESTA FORMATIVA Los educadores de los diversos ambientes salesianos (Colegios, parroquias, universidad, fundación don Bosco, centros de jóvenes). Sería importante que además estos educadores tengan alguna noción sobre los temas del carisma (diplomado en PJ por ejemplo), o experiencia de trabajo directo con los jóvenes en diversos niveles (Integrantes del consejo pastoral de la parroquia, profesores jefes, Asesores de la pastoral (en diversos ambientes), directivos, etc.)
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3. EQUIPO QUE DESARROLLA LA PROPUESTA. Una propuesta de tres equipos base. Un equipo inicial podría ser personas más especialistas en las áreas (Psicológicas, espirituales, salesianidad). Un segundo equipo, que aporta la especialidad, y la práctica pastoral concreta, podrían ser todos los que han recibido sistemáticamente la formación en Acompañamiento Espiritual. (Nosotros como equipo ampliado), y que además podríamos asumir una tarea de acompañar el proceso o el camino. •
•
•
Otro equipo más ejecutivo, que colabora con el Instituto y la Inspectoría para la ejecución del programa (agenda, contactos, seguimiento).
4. PARTICIPANTES Pensando ya en una propuesta más operativa para estos educadores mencionados.
5. METODOLOGÍA 1. Encuentros talleres. La propuesta podría constar de diferentes módulos temáticos, que se irían l desarrollando a lo largo de (¿un año o tres sesiones intensas�). La formación se a basa en el desarrollo teórico-prácticos de los módulos del contenido (¿sesiones u t i r presenciales y semipresenciales� ¿Un diplomado� – Teniendo como base el i p s ejemplo del actual diplomado de P. J Salesiana por ejemplo�). E o Se podría combinar los contenidos ofrecidos (conocimientos teóricos) junto t n con la realización de ejercicios y casos prácticos (talleres), dándose importancia e i m al estudio de casos y situaciones reales que pueden ir apareciendo. a ñ a p m 2.- Trabajos del participante o c (siguiendo el modelo probado de otras experiencias) A e d Basándonos en los encuentros y los contenidos que se puedan impartir, (También a en la documentación recibida), el participante deberá realizar una serie de d a �Trabajos�, donde pueda ir sistematizando sus experiencias y presentarlos en la n r fecha máxima que se indique. o J 40
Estos trabajos, no tienen otro objetivo que el de tener constancia, por parte del equipo de Coordinación, de que el alumno ha leído y entendido los temas en cuestión que se han ido proponiendo. Para esto, el participante no necesitará remitirse a ninguna otra fuente (además de la literatura que se le pueda ofrecer), y las preguntas podrán ser contestadas, en su mayoría, según la información
literal que aparece en la documentación correspondiente dada en los encuentros (o incluso vía on line). El participante podrá hacer cuantas consultas necesite a los profesores-tutorescoordinadores de los módulos, en vistas a clarificar y organizar el estudio. 3.- Trabajo final. El participante podría entregar un trabajo final, que sintetice el desarrollo del curso. Como se trata del acompañamiento espiritual salesiano será necesario que se de cuenta que efectivamente está capacitado para ello, y que especialmente tengamos un cuidado en la dimensión psicológica y pastoral de los participantes ¿Será necesario al iniciar cada participante tenga algunas entrevistas previas�
6. HORARIO Podría ser sólo presencial. O bien, habría que distinguir entre horas totales de cada módulo (con lecturas, s tiempos personales de estudio) y horas presenciales. e
7. Propuesta de CONTENIDOS Sigo la propuesta que hicimos con P. Larry Yévenez SJ y lo que ha aportado el Dicasterio de la Pastoral Juvenil en estas temáticas en estos años (en Madrid y en Quito).
8. ELEMENTOS QUE SE PODRÍAN INTEGRAR • •
• •
Asegurar que cada modulo cuente claramente con sus objetivos. Que se desarrolle en cada módulo una guía didáctica y por supuesto de contenido (resúmenes). Definir bien los equipos. Definir una buena evaluación del proceso.
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1. Elementos de Antropología para el Acompañamiento N°
MATERIA
CONTENIDOS BÁSICOS
1.1.
Fundamento Antropológico.
Modelo antropológico y de personalización.
1.2.
Acompañante y acompañado: protagonistas humanos.
Relación: actitudes, características, cualidades.
1.3.
Normalidad psíquica. Vulnerabilidad de los jóvenes.
Aspecto físico y psicológico. Procesos normales y patológicos. Salud y enfermedad en los acompañantes.
Identidad personal. Reconciliación con la vida.
Conocimiento personal e imagen real de sí mismo. La reconciliación con la propia historia. Raíces afectivas: aceptación personal y familiar, heridas… Reconciliación con la familia y raíces familiares.
Estructura e identidad de la persona
Educar la interioridad, persona en diversos contextos, persona en constante proceso de crecimiento; actitudes, necesidades y valores; debilidad, fragilidad y vulnerabilidad
La sexualidad en la dinámica de ser persona.
Madurez e integración. Aspectos específicos: relaciones afectivosexuales, homosexualidad,…
Fases del crecimiento humano y de la vida espiritual
Itinerarios y procesos. Modelos de crecimiento en la vida cristiana.
Dinamismo de la afectividad. Ordenar los afectos.
Orientar la afectividad al Reino y al seguimiento de Jesús
1.4. l a u t i r i p s E o t n 1.5 e i m a ñ a p m o 1.6. c A e d a d a n r 1.7. o J 42
1.8.
HORAS
2. Marco teológico y espiritual del Acompañamiento N°
MATERIA
CONTENIDOS BÁSICOS
2.1.
La persona como imagen y semejanza de Dios
Apertura trascendental del ser humano; el capaz de relación con Dios; persona como ser en relación; experiencia del pecado y de la culpa.
2.2.
Fundamento teológico: de la experiencia de fe al acompañamiento.
2.3.
Jesús acompañante: figuras evangélicas de seguimiento.
2.4.
Seguimiento de Jesús y experiencia de discipulado.
2.5.
Experiencia cristiana de Dios
2.6.
El Dios de Jesús (imágenes de Dios)
2.7.
De la “La dirección espiritual” al “acompañamiento espiritual”, en la tradición de la Iglesia. Escuelas de espiritualidad y acompañamiento.
2.8.
Moral y vida cristiana
HORAS
La experiencia de fe, como realidad personal y eclesial, en proceso de maduración. Centrar el acompañamiento en la pedagogía de la autodonación de Dios como salvación-redención. La relación con Jesús. Estructuración del acompañamiento desde el seguimiento a Jesucristo Adhesión a la voluntad de Dios: camino de Jesús. Indiferencia espiritual. El más del amor. Vivencia teologal y experiencia pascual del seguimiento. (Misterio de encarnación; resurrección) Nuestras imágenes de Dios y las experiencias de culpa y pecado.
2.9.
La persona como vocación.
Discernimiento en el crecimiento humano/espiritual, y en las opciones de vida vocacional.
2.10.
La oración cristiana
Experiencia de relación. Acompañar en el proceso orante.
s e n e v ó j s o l a n ó i c a r O e d a d i v a l a r a ñ a p m o c A
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3. Pastoral y Salesianidad N°
MATERIA
CONTENIDOS BÁSICOS
3.1.
Acompañamiento: una pedagogía al servicio de la evangelización
Integrar y centrar el acompañamiento en la Pastoral juvenil. ¿Hay jóvenes que quieren ser acompañados? Dificultades en el inicio, proceso, tiempo, frecuencia,… Un ministerio de la Iglesia. Formación y misión.
3.2.
Acompañamiento y Pastoral Juvenil salesiana
Insertar el acompañamiento dentro de la pastoral juvenil. ¿Cómo acompañar a Jóvenes?
3.3.
El acompañamiento en S. Francisco de Sales
l 3.4. a u t i r i p s E o t n 3.5. e i m a ñ a p m o 3.6. c A e d a d a n r o J 44
El acompañamiento en la tradición espiritual de la Congregación
Aspectos generales e iniciales.
La "Dirección Espiritual" en D. Bosco.
El acompañamiento desde la pedagogía y estilo salesiano. Marco salesiano del acompañamiento.
Aplicación de la Práctica del Sistema Preventivo y del Espíritu Salesianos en el acompañamiento de jóvenes.
HORAS
4. Metodología Psico-pedagógica del Acompañamiento. Técnicas y Herramientas. N°
MATERIA
CONTENIDOS BÁSICOS
4.1.
¿Qué es acompañar espiritualmente? (Diferencia entre confesión, terapia, counseling y acompañamiento espiritual)
Distinguir la especificidad del acompañamiento espiritual
4.2.
La relación y su dinámica en el proceso de acompañamiento.
4.3.
Recursos y Herramientas para la relación/comunicación
4.4.
Personalización: procesos y habilidades
¿Cómo generar procesos de personalización?
4.5.
Transferencias afectivas en el acompañamiento
Qué son, cómo y cuándo se dan, qué hacer con ellas. Bloqueos en la relación del acompañamiento.
4.6.
Herramientas pedagógicas para el acompañado: mediaciones.
Proyecto de vida,…
4.7.
La entrevista
Teoría y técnica. Signos positivos del acompañamiento. Pautas experienciales para el buen acompañamiento. Criterios pedagógicos. Tratamiento de las vocaciones específicas y su discernimiento. Decisión y miedos, responsabilidad y huida..
4.8.
¿Cuándo el acompañamiento es bien llevado?
4.9.
Acompañamientos en los itinerarios vocacionales
4.10.
Contenidos metodológicos del acompañamiento.
¿Cómo abordar? Modelo práctico. Proyecto del acompañamiento.
4.11.
Acompañamiento del acompañante
Cómo y por quién debe ser acompañado el acompañante.
Experiencias fundamentales a trabajar en el acompañamiento
Experiencias de plenitud, experiencias de amistad, de relación con Dios y con Jesucristo,… experiencias de noche. Crisis existenciales, rupturas, pérdidas,…
4.12.
HORAS
s e n e v ó j s o l a n ó i c a r O e d a d i v a l a r a ñ a p m o c A
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5. Praxis del Acompañamiento: Aplicaciones y tareas prácticas. N°
l a u t i r i p s E o t n e i m a ñ a p m o c A e d a d a n r o J 46
MATERIA
CONTENIDOS BÁSICOS
5.1.
Práctica de entrevista-coloquio.
Ejercicios prácticos de acompañamiento ante el grupo.
5.2.
Valoración y análisis de casos.
Tratamiento de casos concretos en grupo: discernimiento…
5.3.
Seguimiento y evaluación de casos
Seguimiento en la práctica de acompañamiento.
5.4.
Experiencia de acompañante y de acompañado/a
Intercambio de experiencias de los participantes.
5.5
Tareas y evaluación de los encuentros.
Explicaciones para la formación y seguimiento tutorial.
HORAS
5
Lectio Divina: Señor, enséñanos a orar.
Lc 11, 1-13
Don Juan José Bartolomé, sdb.
1. Introducción Antes de ser maestro de oración, Jesús ha sido modelo: las ganas de orar le nacieron al discípulo, mientras veía rezar a su Señor; contemplándolo, se dio cuenta de que no sabía rezar como su maestro. El discípulo quiso aprender a orar porque no sabía rezar como su maestro: la oración se le convirtió, pues, en asignatura libre; no era lo que Jesús le enseñaba con palabras sino con la vida. Y Jesús enseña a quien se lo pide, a quien está lo desea. Sí, antes que palabras, le dio ejemplo; pero con las palabras Jesús deja ver al discípulo lo que no pudo contemplar, mientras lo veía rezar: le da a conocer los sentimientos con los que dirigirse a Dios como Padre, e le inculca la perseverancia que se nutre de esa confianza que Dios, en cuanto Padre nuestro, nos merece. La seguridad del discípulo no se basa en lo que se pide ni en cómo o cuándo lo hace, sino en la relación que establece con Dios cuando le reza. Quien se sabe hijo, no se sabe inoportuno, por más que importune a su Dios. Quien sabe que pide a un padre, no se preocupa por pedir bien, ni por pedir lo mejor, pues lo mejor será cuanto reciba del Dios que le es Padre. El hijo puede atreverse a pedir a su Dios hasta su propio Espíritu de Padre: ¿no seremos malos orantes sólo porque nos conformamos con menos?; ¿nos estamos siendo malos discípulos porque no nos atrevemos a sentirnos hijos de Dios, como Jesús fue y nos enseñó? Para el cristiano orar lo que Jesús enseñó es saberse lo que él se sabía, hijo de Dios, y pedir lo que no se atrevería, el Espíritu, si no hubiera sido porque Jesús así se lo enseñó.
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2. Seguimiento: 1 Estaba él orando en cierto lugar y cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: «Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos.» 2 Él les dijo: «Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, 3 danos cada día nuestro pan cotidiano, 4 y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación.» 5 El amigo inoportuno. Les dijo también: «Si uno de vosotros tiene un amigo y, acudiendo a él a medianoche, le dice: “Amigo, préstame tres panes, 6 porque ha llegado de viaje a mi casa un amigo mío y no tengo qué ofrecerle”, 7 y aquél, desde dentro, le responde: “No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos”, 8 os aseguro que si no se levanta a dárselos por ser su amigo, se levantará para que deje de molestarle y le dará cuanto necesite. l 9 a Eficacia de la oración. «Yo os digo: Pedid y se os dará; u t i buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. r i p 10 s Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; E y al que llama, le abrirán. o t n 11 ¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez, e i en lugar de un pez le da una culebra; m a ñ 12 o, si pide un huevo, le da un escorpión? a p 13 m Si, pues, vosotros, aun siendo malos, sabéis o c dar cosas buenas a vuestros hijos, A ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo e d a los que se lo pidan!» a d a n r o J 48
3. LEER: entender lo que dice el texto fijándose en como lo dice En neto contraste con Mateo que ha introducido la oración del Padre nuestro (Mt 6,9-13) en una larga catequesis sobre la oración (Mt 6,115) dentro del Discurso de la montaña (Mt 5,1-7,28), Lucas prefiere crear un nuevo escenario para este decisivo acto magisterial de Jesús. Aproximándose el momento de partir de este mundo, Jesús se ha puesto
en camino hacia Jerusalén (Lc 9,51-19,28). El continuo desplazamiento le ofrece la oportunidad de estrechar la convivencia con cuantos le siguen y dedicarse, con preferencia, a su ‘educación’: quiere ir ganándolos para que le acompañen en su pasión (Lc 9,22-27.44-45). Es en este contexto que Jesús se les convierte en maestro de oración. La escena se desenvuelve en dos partes, desiguales por contenido y amplitud. Una breve noticia sitúa sin mucha precisión la enseñanza de Jesús (Lc 11,1): en algún momento, en algún lugar, camino de Jerusalén, Jesús se puso a rezar y pudo ser visto por un discípulo. Será su petición: Señor, enséñanos a orar, lo que provoque la instrucción de Jesús (Lc 11,213). Esta tiene dos secciones: la oración propiamente dicha (Lc 11,2-4) y una más extensa catequesis sobre la oración (Lc 11,5-13). Es curioso que la oración enseñada sea breve, cinco peticiones – no seis, como Mt 6,913, introducidas por una simple ‘Padre’ (Mt 6,9a: Padre nuestro), mientras la catequesis se alargue, utilizando imágenes realistas y convincentes, e insista primero en la perseverancia (Lc 11,5-8) y luego en la confianza filial (Lc 11,9-13). Da la impresión de que Jesús da más importancia a cómo orar que a qué decir.
4. MEDITAR: aplicar lo que dice el texto a la vida Fue Jesús uno de esos maestros que enseñan con la vida tanto o más que con las palabras. Su magisterio no se redujo a los discursos que pronunciaba, eran sus gestos diarios los que mejor formaban a sus discípulos. Por eso, para aprender de él exigió que se le siguiera continuamente. Jesús fue quien se empeñó en hacer de sus alumnos compañeros, intimó con quienes aprendían junto a él. No enseñaba a distancia; quien no convivía con él no podía aprender de él. El evangelio no los acaba de recordar: un anónimo discípulo sorprende a Jesús rezando. Y se sorprende porque todavía no le ha enseñado a rezar, cuando todos los demás maestros en Israel lo habían hecho con sus discípulos. Ver a su maestro orando le hace caer en la cuenta de lo que aún le falta por aprender. Tuvo que ser algo insólita la petición; y no solo porque Jesús, como anota Lucas, rezaba a solas con frecuencia, sino porque el discípulo pertenecía a un pueblo, Israel, que sabía rezar. ¡Qué agradecidos debemos estar a este discípulo anónimo, que arrancó de su maestro una de sus mejores lecciones! Pudo ver rezar a su Señor, porque acompañaba siempre a Jesús, también cuando no rezaba… Vivir junto a Jesús hace surgir el deseo, y lo alimenta, de rezar como él. ¿No será porque es escasa, sólo puntual, nuestra voluntad de convivir con Jesús , por lo que no nos importa mucho aprender de El cómo rezar? A la pena que le produjo a ese discípulo no saber rezar -y a su valentía
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por reconocerlo- debemos la oración cristiana por antonomasia. No desesperemos, pues, si tenemos que reconocer que, tras tanto tiempo siguiendo a Jesús, tampoco nosotros sabemos rezar. Como ese discípulo primero, a cuya ignorancia y valor debemos el padre nuestro, pidámosle hoy a Jesús que nos enseñe a orar. Y es que, no lo olvidemos, Jesús enseñó a rezar a quien se lo pidió. Hablaba de Dios a todos los que le escuchaban, exponía su voluntad a cuantos encontraba; pero enseñó a hablar con Dios como se habla como un padre, invitó a saberse hijo de Dios sólo a quien le rogó que le enseñara a rezar como él hacía. Por muy gratuito que sea su magisterio, Jesús quiere que sea deseado; que no exija nada previamente, no quiere decir que no haya de ser pedido; aunque no lo hayamos merecido ni lo podamos pagar, tenemos que valorar cuanto Jesús puede enseñarnos. Bien pensado, no ha de resultar penoso darse cuenta de que no se sabe rezar. Reconocerlo no es, ni mucho menos, un pretexto para dejar a Jesús ni para desilusionarse de uno mismo; más bien, es una razón añadida para quedarse con él más tiempo, hasta que aprendamos a rezar, hasta que él quiera enseñarnos. El discípulo que pidió lecciones de oración era uno de los que tuvieron la fortuna de acompañarle, mientras Jesús hacía oración. Si no tuviéramos mejores motivos para quedarnos con Jesús toda una vida, podríamos utilizar como razón - ¡y es excelente! - nuestra incapacidad para orar: hasta que no sepamos rezar como él, necesitaremos que nos enseñe; mientras Jesús pueda enseñarnos, no podemos abandonarle. l Nuestra ignorancia en materia de oración es una buena excusa para seguir a u con Jesús, para seguirle donde vaya. Quien desee que Jesús sea su maestro t i r de oración ha de mantenerse en su compañía. ¿No estará aquí una razón i p s - ¡no necesitamos más! - para explicarnos nuestra escasa vida de oración E o y su mala calidad? Quien vive lejos de Jesús, sin escucharle siempre, sin t n contemplarle a menudo, no tendrá ni idea de lo que significa rezar como e i él sabía. m a ñ Jesús no inició su magisterio con un discurso sobre la oración (cf. Mt 6,5-8), a p sino con una breve oración. Y lo primero que enseñó al aprendiz de orante m es a sentirse hijo del Dios a quien reza. No es digna de un cristiano una o c A oración que no lo haga a él, hijo, y a Dios, Padre. Claro que, para ‘enseñar’ e d esto, hay que pasarse antes bastante tiempo rezando. Jesús comunica lo a que siente: en la oración enseñada están sus sentimientos desvelados: el d a orante es, siempre y sólo - ¿se puede ser algo más? – hijo de Dios. ¿Se puede n r conseguir algo mejor con menos palabras? o J Lo que Jesús dio a ese aplicado discípulo en unas pocas palabras fue una enorme lección: le enseñó a sentirse hijo ante Dios. Y es que la enseñanza 50 de Jesús no se redujo a las palabras que había que dirigir a Dios; incluyó también cómo tenía que sentirse mientras rezaba quien se sintiera su discípulo; más aún, por eso, por sentirse hijo de Dios, había que empezar.
Jesús enseñó palabras: qué decir a Dios y en qué orden; y haciéndolo, nos mostró que, en la oración, los intereses de Dios preceden a nuestras necesidades; que hay que cuidarse de los asuntos del Padre antes de rogarle que atienda los nuestros. Incluso en la oración Dios va en primer lugar. Pero, escogiendo las palabras, Jesús nos descubrió que todo aquel que se sitúa ante Dios cuenta con un padre. En Lucas el Padre (nuestro) está formulado con un curioso ‘desequilibrio’. Es verdad que las primeras peticiones se centran en Dios Padre: ¡se pide algo para Él, santidad para su nombre y realización de su reino!. Esta prioridad es toda una lección magistral, que pasa desapercibida lamentablemente con frecuencia. Quien quiere orar como Cristo se interesa primero por Dios y sus cosas; en el fondo, no debería costar tanto, tratándose de todo un Padre. Pero sólo son dos los ruegos que para El se piden, mientras que para nosotros – ¡atención, no para mí, para quien reza, sino para todos, también los que no rezan! – son tres: pan suficiente hoy para poder sobrevivir mañana, perdón de los propios pecados y asistencia eficaz en la prueba. Que Dios, como Padre que es, se cuide de alimentarnos para no tener que vivir hoy desviviéndose por el mañana. Que, como Padre que es, nos acoja, y recoja, siempre que lo hayamos abandonado y, recuperándonos como hijos suyos, se recupere El como Padre. Que, como Padre que es, no permita que la tentación sea más fuerte que nuestra debilidad, que permita que nuestra fidelidad sea probada, pero no rota. Hay que advertir que sólo una de las tres peticiones por nosotros está condicionada: el perdón que se pide a Dios va avalado, medido y motivado, por el perdón al que nos ha ofendido: quien desea ser perdonado por el Padre tendrá que dispensar perdón al hermano ofensor; pedir que el Padre olvide mi ofensa, me impone borrar de mi corazón la ofensa sin desterrar de él al ofensor. Más que una plegaria más el padrenuestro es toda una escuela de oración. En la oración de Jesús el criterio del éxito no está en conseguir lo que se pide, radica en saberse hijo de quien nos escucha. Cuando reza el discípulo de Jesús, puede que eche en falta muchas cosas; pero está cierto de que no le falta un padre en Dios; aunque pase por mucha necesidad, no tiene ya necesidad de alguien que le quiera y que quiera ayudarle: nada menos que todo un Dios es padre de quien reza como Jesús. Cuando reza el discípulo de Jesús se convierte en hijo de Dios; y entonces, sólo entonces, puede pedirle a Dios lo que se quiera, lo que más se quiere, su reino, para que Dios sea reconocido en la tierra, y su Espíritu, para que uno se sepa hijo suyo en el corazón. ¿Hay algo mejor que pueda desearse que tener a Dios como Padre y su Espíritu como patrimonio familiar? Después de haber enseñado qué orar, Jesús indica cómo hacerlo. Y recurre a imágenes que tienen, ambas, la figura de un padre como protagonista, sea un padre de familia que debe hospedar al amigo inoportuno y precise
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de ayuda inmediata (Lc 11,5-8), sea el papá de un niño que, por malo que pueda ser, no puede resistir el deseo de su hijo y le dará, no lo que pida, sino lo mejor que pueda (Lc 1,11-13). Así fundamenta la exhortación central: pedid, buscad, llamad. Jesús promete – se compromete - que se recibirá…, pero no lo que se pide; que se hallará…, no precisamente lo que se buscado; que se le abrirá... no siempre la puerta deseada. La oración al Padre no siempre alcanza lo que desea, pero siempre recibe más, y mejor que lo deseado. ¿O es que el Padre Dios no va a ser mejor que el mejor de los padres? Y es que, cuando rezamos, lo que conseguimos no es la satisfacción de todas nuestras peticiones; la oración que hacemos no logra el cumplimiento de nuestros más pequeños deseos. ¡Bien lo sabemos!; es una experiencia tan normal que, a veces, llega a debilitar nuestras ganas de rezar. Pensamos que con la oración vamos a conseguir lo que no conseguimos con nuestros esfuerzos; hacemos oración para lograr pequeños prodigios, olvidando que el prodigio mejor ya se ha dado: antes de que le confesemos nuestras faltas o le roguemos su protección, Dios nos hace saber que le tenemos como Padre a nuestra disposición. La oración del hijo no depende, pues, no de lo grave que sean sus carencias sino de lo grande que es su confianza; no es decisivo lo que se pide, ni cuánto ni cuándo, sino la relación que media entre el orante y su Dios. Pedir es oficio de hijos y dar tarea del Padre. Una oración que no surge de la confianza total, que pide sin esperanzas l de conseguir, que reza por si acaso, porque no hay otra salida a la vista o a u como simple desahogo, que se ilusiona por conseguir algo sólo porque ha t i r insistido mucho, no es propia de un hijo. i p s E Y es que quien se sabe hijo no se cree nunca inoportuno. Pida cuanto o sea, nunca pedirá más de cuanto le ha sido ya concedido. El hijo, cuando t n e ruega a su padre, no se preocupa por guardar las formas, por aparentar i m desinterés; no acalla su necesidad porque necesita a Dios más que a todo a ñ lo que le falte; no silencia su pobreza, pero no para que su Padre se entere a p de ella, sino para enriquecerse él con las atenciones de todo un Dios. m Quien se sabe hijo, no se preocupa por pedir lo mejor para él, lo que más o c A necesita, o cuanto cree no tener. Sabe que ya ha obtenido lo mejor, lo que e d más necesitaba: a su Dios como Padre. Frente a ello, todo lo demás es lo a de menos. Jesús nos ha enseñado a convertir nuestras necesidades en un d a ejercicio de filiación: sentimos que nos faltan tantas cosas importantes n r para no sentir la falta de Dios. o J Y quien se sabe hijo, ni cree perder el tiempo pidiendo cosas a Dios ni pierde el tiempo pidiéndole cosas sin importancia: hijo es quien se atreve 52 a pedir más estima el padre; hijo es quien desee obtener de su padre lo que mejor le caracteriza. A nada menos que al tesoro del padre aspira el hijo, con nada menos se conforma: los hijos de Dios le piden siempre, también
cuando no es oportuno, su Espíritu. ¿No estaremos siendo malos sólo porque no somos buenos orantes? ¿Y no seremos malos orantes porque no nos atrevemos a pedir a Dios lo que realmente merece la pena? Pedirle su Espíritu pondría a prueba su voluntad de concedernos lo que deseamos y a nosotros nos convertiría en sus hijos. Para no perdernos el espíritu de Dios, podemos perder las buenas formas rezando. Así nos lo enseñó Jesús mismo.
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Índice
l a u t i r i p s E o t n e i m a ñ a p m o c A e d a d a n r o J 54
Don Bosco nos enseña a rezar.
3
La urgencia y la necesidad de la oración del Acompañante Espiritual .
13
Vocación y oración en el acompañamiento espiritual.
21
Propuesta para una Escuela de Acompañamiento Espiritual Salesiano
39
Lectio Divina: Señor, enséñanos a orar. Lc 11, 1-13
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