PRIMERA PARTE Siempre que voy en ti a buscarme, nido De mi niñez, Bilbao, Bilb ao, rincón ri ncón querido querid o En que ensayé con ansia el primer primer vuelo vuelo,, Súbeme de alma a flor mi mi edad primera Cantándom Cantándomee recuerdos rec uerdos agorera, agorer a, Preñados de esperan espera nza y de consuelo. consuelo. MIGUEL DE UNAMUNO EN EL PRINCIPIO ESTABA EL MINERAL... De las tres provincias que constituyen lo que hoy se llama Euzkadi, y ayer Euzkalerría, es Vizcay la más nombrada, la más famosa, la más conocida. Tanto que ella sola ha dado nombre a todo el País Vasco. No hay hay en Vizcaya, y es de sentirlo, sentirl o, ni ni Girald Gir aldas, as, ni ni Mezquitas, ni Alcázares Alc ázares,, ni Acueductos, n Casas colgadas, ni Catedrales góticas. No hhay ay tampoco tampoco llanuras llanuras esteparias, esteparias , sembradas sembradas de molinos molinos capaces de enloquecer enloquecer a los caballeros andantes, ni Baños de Princesas, ni Murallas Romanas, ni Patios de ensueño, ni Puentes del Diablo que dan tono y carácter a otras regiones peninsulares. La fama fama de Vizcaya viene vie ne de ella misma. misma. De su pueblo sin fecha de origen ni gen geneal ealogí ogí determinadas. Viene de su idioma no emparentado con ninguno de los conocidos. De sus hombres, emprendedores, duros, sufridos, forjados a cincel, en lucha permanente con una tierra áspera, que resiste al arado de madera, que solo admite la férrea laya; con un mar indómito y borrascoso — preñado de traicioneras trai cioneras galern aler nas—, cuy cuyoo húmedo húmedo aliento a liento cubre de lluvias y niebla nieblass perm p ermanen anentes tes los montes y valles de la Vasconia milenaria. Cuando griegos y romanos romanos escribí escr ibían an la his historia toria y España Es paña era una una provincia provinci a romana, romana, la fama fama de lo vascos se extendía por los confines del mundo conocido, entretejida de mitos y leyendas acerca del carácter y costumbres de los vascos y de las riquezas que existían en lo hondo de sus montañas. De modo modo particular, partic ular, la admiración admiraci ón de los historiadore historia doress se centrab centrabaa en un fantástico fantástico mont montee “todo de hierro”, que se levantaba en las escarpadas costas del Septentrión peninsular, y cuyas vertientes se hundían en el proceloso mar de Cantabria. Y nnoo eran, no, no, invenciones invenciones o imagin imaginerías erías,, las referencias acerca de la l a férrica mont montaña. aña. Un riquísimo ri quísimo yacimiento yacimiento de mineral mineral de hier hierro ro se extendía, extendía, casi sin interrupción interrupci ón y a flor flor de tierra, tierr a, desde la provincia de Santander, en sus límites con Vizcaya, hasta San Miguel de Basauri, a occidente de Bilbao, en una extensión de más de treinta kilómetros, dando un color particular a la cadena montañosa donde se asentaban los veneros. De ese minera minerall que constituía constituía una una inmensa inmensa riquez riq ueza, a, sólo sól o fue fue aprovechado apro vechado durante siglos una una mínim mínimaa
atestiguan los escoriales hallados en distintos lugares, salían después de un largo y costoso proceso de fundición y elaboración del mineral y del hierro obtenido las layas y azadas que necesitaba la agricultura; los flejes de las carretas de bueyes; las cadenas y chapas labradas de los “llares”; las trébedes, tenazas, sartenes, palas y asadores de las cocinas aldeanas; los clavos y hierros forjados de las construcciones; los yunques y bigornas de las fraguas; las herraduras de caballos, mulos y bueyes; las celias de barricas y toneles; las hachas y cuñas de los leñadores; los picos, barrenos y herramientas usadas en las explotaciones mineras; las anclas, arpones, hierros y armazones de los navíos y barcos pesqueros, y toda clase de instrumentos y herramientas comerciales. Las vertientes de las montañas montañas en que se hall hallaban aban los yacimientos, yacimientos, especial espec ialm mente en la zona zona de Somorrostro, de Triano y de Galdames, horadadas por los buscadores de los mejores veneros, semejaban en la lejanía inmensos panales trabajados por gigantescas abejas, cuyos alvéolos se modificaban o desaparecían casi a diario bajo los golpes de picos y barrenos, que manos recias de hombres avezados al rudo trabajo manejaban con agilidad y firmeza. La riqueza riqueza férrica del mineral mineral vasco era extraordinaria. extraordinaria. Mientras los mejores mejores minerales minerales extranjero extranjero daban un rendimiento metálico de un 48%, los de Vizcaya alcanzaban el 56% y más de hierro. Justipreciando Justiprecia ndo la importan importancia cia del mineral mineral vasco para la economía economía nacional, nacional, el famoso famoso dramatu dramaturgo rgo español del siglo XVI, Tirso de Molina, en su conocida comedia La prudencia en la l a Mujer M ujer , escribía que: Por el hierro de Vizcaya izcaya España su oro conserva... Por desgracia, esto no era más que grata suposición del poeta dramaturgo. La desidia y la incapacidad de las clases dirigen diri gentes tes españolas puso en manos extrañas extrañas no sólo los restos del oro, que quedaban en las casi exhaustas arcas del Estado español, sino el hierro, que podía garantizarlo y aumentarlo. Carentes de sentido nacional y conformándose con las migajas que les ofrecían los aprovechadores extranjeros de las riquezas mineras españolas, estas clases dirigentes fueron entregando a la codicia extranjera el cobre, el plomo, el cinc, el estaño, la plata, el mercurio, que abundantes existían en el suelo y el subsuelo españoles, privando de esta forma a España de los medios y recursos que constituían la base de su desarrollo industrial y de su independencia económica económica y política. Si para la onerosa onerosa venta venta o irresponsable irre sponsable donación donación a compañías compañías extranjeras extranjeras del cobre de Riotinto, Riotinto, del mercurio de Almadén, del plomo de Linares o del cinc de Santander no encontraban lo gobernantes españoles mayores dificultades, en cambio, las reservas de mineral de hierro del País Vasco estaban en cierta medida defendidas por la existencia de leyes y costumbres locales, reconocidas y respetadas incluso en el período anterior a la formación del Estado español. Las disputas disputas dinásticas en torno torno a la sucesión sucesión del trono, trono, a la muert muertee de Fernando VII VII en 1833 pretexto pretexto especioso especi oso de la primera guerra carlista—, carli sta—, fueron fueron hábilment hábilmentee aprovechadas por quienes quienes
vascas, cuy cuyoo orig ori gen se hundía hundía en la lejanía lej anía de los siglos. No se necesitaban necesi taban grandes esfuerzos de imaginación imaginación para comprender que que el pretexto esgrimido por el Gobierno Gobier no de Madrid justificando justificando la supresión de los fueros fueros y libertades l ibertades de Euzk Euzkadi, no er más que una una burda trapacería trapacerí a política, pol ítica, con la que se encubrían encubrían los planes de largo l argo tiempo tiempo elaborados ela borados en cancillerías extranjeras, interesadas en la explotación y aprovechamiento de las riquezas mineras del País Vasco. Cierto Cier to que las aldeas vascas participaron en la lucha lucha al lado del pretendiente, pretendiente, arrastradas arras tradas a la guerra por la Iglesia, que apoyaba la causa carlista, y por los grupos más tradicionalmente reaccionarios reacci onarios de la l a región, que que en Don Carlos veían ve ían al defensor de la l a religión rel igión y de los fueros. fueros. Pero Per o nnoo era menos cierto cier to que las ciudades, centros centros neurálg neurálgicos icos del comercio comercio y de la vida económica económica y política del país, se mantu mantuvieron vieron al lado l ado del Gobierno. Y fue fue precisam precisa mente ente en la capital de Vizcay Vizcaya, a, en el Bilbao Bi lbao glorioso y heroico eroic o de los “Sitios”, “Si tios”, varias veces cercado y siempre inconquistable para el carlismo, donde se asestó el golpe definitivo al Ejército carlista. Aquí fueron descompuestas las filas del pretendiente. Desde aquí fueron aculado hasta la frontera francesa los últimos mohicanos de Don Carlos, lo que hacía aún más injustas e intolerables las represalias políticas del Gobierno de Madrid contra el pueblo vasco. Y como como “no “no hay hay mal sin bien”, lo que el pueblo perdía en libertades libe rtades y derechos nacionales, nacionales, lo ganaba la burguesía nativa y extranjera a las que se abrieron excepcionales posibilidades de enriquecimiento. Que aquí como en todas partes, el camino del desarrollo del capitalismo avanzaba destruyendo destruyendo sin ning ningun unaa consideración considera ción todo lo qu q ue para par a los l os pueblos es entrañable y sagrado: sagrado: libertad, liber tad, independencia, independencia, costumbres costumbres y tradici tradiciones, ones, relaciones relaci ones sociales social es y famili familiares. ares. Al amparo amparo de las disposiciones dispos iciones reales, reale s, y bajo el impulso impulso de las fuerzas fuerzas que que movían movían los hilos hilos de la política española de la l a época, époc a, se inició am a mpliamente pliamente la explotación de las riquezas riquezas mineras del de l País Paí s Vasco. Se puso fin fin a la explotación explotación individ individuual de los yacimien yacimientos tos a los que todos los natu naturales rales del país paí s tenían derecho y acceso. Se establecieron estable cieron condiciones y leyes que que reglament reglamentaban aban en beneficio beneficio de unos pocos el arranque arranque del mineral. Cesó el aprovisionam aprovis ionamient ientoo regular regular de las ferrerías. ferrería s. Los Altos Hornos ingleses, ingleses, franceses franceses y belga exigían exigían mill millones, ones, decenas de millones ill ones de toneladas de mineral mineral vasco. Y se lo llevaban gratis. gratis. Las leyes leyes forales que que hubieran hubieran podido, quizás, quizás, frenar frenar el despojo de las riquezas nacionales, utilizándolas más racionalmente, ya no regían. Por la resisten resi stencia cia ofrecida por los grupos grupos vascos que no aceptaban las condiciones del Abrazo de Vergara, y que se aferraban desesperadamente a un pasado que se fue sin retorno, la explotación libre, abierta, en gran escala, de las minas de Vizcaya comenzó sólo después de la revolución de 1868, y aun posteriormente, cuando las postreras ilusiones de la tradición fuerista se derrumbaban bajo el tronar tronar victorioso de los cañones de la defensa defensa de Bilbao, Bil bao, que acompañaba acompañaba la agon agonía ía del carlism carl ismo, o, en la cuarta y última última guerra guerra civil del siglo XIX. XIX. INVASIÓN...
Por las estribaciones y encañadas del Mont Montaño año y del Galdames; en los campos campos de San Pedr Abanto, de Murrieta, de Somorrostro y de Sopuerta, largas y quebradas líneas de tierra removid indicaban los alineam al ineamient ientos os de las antigu antiguas as trincheras trincheras y posiciones de los l os dos ejércitos. ejérc itos. Estas Es tas trincheras servían serví an de tum tumba ba común común a los millar il lares es de combatientes combatientes de ambos bandos, caídos caído s en la lucha, lucha, adversari adver sarios os irreconcili ir reconciliables ables en la vida, hermanados ermanados para siem s iempre pre en la muerte. uerte. En las aldeas y caseríos, caserí os, mujeres mujeres enlut enlutadas adas tomaban tomaban en sus manos manos la dirección dire cción de los hogares hogares donde faltaba el cabeza de familia. Ni las madres ni las esposas a las que para siempre faltaba el amor y el arrimo de los que cayeron en la guerra podían explicarse por qué habían muerto sus hijos, sus maridos, sus hermanos y sus padres en aquella contienda absurda, criminal, que destruyó hogares, que arruinó familias, que dejó sembrada en cada pueblo, en cada aldea, a veces entre hombres del mismo tronco, de la misma sangre, la semilla del odio cainita, de la venganza, de la enemistad... Y al recordar record ar a los que que se fu fueron sin retorno, prendidos en la quimera quimera de una una causa extraña, extraña, luciendo airosos la roja boina de los soldados carlistas o la negra de los liberales y que ahora se pudrían innom innominados, inados, confu confundidos en la misma isma fosa, abierta al borde del camino, camino, al abrigo de un hayedo o de un robledal, se preguntaban con dolorosa angustia: “¿Por qué, Dios mío, por qué?...” Aún no se habían habían secado las lágrimas lágrimas por los caídos, todavía todavía se rezaba a las horas horas del yant yantar ar famili familiar ar “por los que faltan a la compañía”. compañía”. En las sepultu sepulturas famili familiares ares de las iglesias i glesias aldeanas, aldea nas, las madres madres y las viudas contin continuaban uaban tendiendo tendiendo los domingos y fiestas de guardar los blancos manteles, sobre los cuales, en sencillos candeleros de bronce, conservados en cada famili familiaa como como una una reliquia, rel iquia, ardía ardí a la llama del recuerdo re cuerdo y de la devoción devoc ión a los muertos inolvidables, cuando ya por los valles y montañas de las Encartaciones resonaban extranjeros acentos, en los cuales sin mucho trabajo podía hallarse una respuesta a los penosos interrogan interrogantes tes abiertos abier tos por la l a guerra guerra en mill millares ares de famili familias. as. Hombres totalmente totalmente ajenos aje nos al país paí s exam examinaban inaban con ávida ávi da e investigadora investigador a mir mirada ada montes montes y colinas, col inas, campos y prados, collados y barrancos, pisoteando con sus herradas botas las tumbas apenas cubiertas. Medían Medí an y acotaban acotaba n terrenos terre nos que no eran era n suyos. suyos. Trazaban croquis, cro quis, levantaban lev antaban planos, pla nos, clavaban cla vaban estacas, colocaban mojones, hablaban una jerga endiablada que antes cristiano no entendiera: “compañías anónimas, pertenencias, concesiones, denuncias, expropiaciones forzosas, importación de capitales, cap itales, mano mano de obra barata, ba rata, exportación de minerales, minerales, industriali industrialización zación...” ...” Cambiaba Cambiaba el derecho público públic o porque porque cambiaban cambiaban las relaciones relaci ones de propiedad. Ayer esto era del común; aquello, de una familia; lo de más allá, de otra... Hoy, todo es extraño. Los pastores no pueden apacentar apac entar sus ganados ganados en los montes montes comunales, comunales, ni los vecinos veci nos hacer leña en los bosques municipales. Está prohibido. El camino de su casa, ya no es camino. Cae dentro d una pertenencia. Lo cierran con alambre espinoso, y no valen protestas. El terreno que aún conserv las huellas del paso de sus abuelos y de sus padres ha sido denunciado por los nuevos propietarios. Se ha hecho una ley que reconoce el derecho de los recién llegados, mientras despojan al pueblo de los suyos, establecidos y mantenidos durante siglos por el uso y la costumbre. Nombres Nombres extraños extraños golpean en los ojos, desde lo alto de postes indicador indicadores. es. Aquí la Luchan Luchan Mining; allá, la Orconera. Más lejos, la Franco-Belga, la Rothschild, la Galdames. Allá, en Posader
nacía y se desarrollaba paralelamente. Se rompía la geografía geografía del país. Desaparecían Desapar ecían mont montañas; añas; se quebraban quebraban vertientes; vertientes; campos campos y prado eran cubiertos de escombros. Los valles, igualados con las colinas; elevados los fondos de barrancos y precipicios. Se tendían tendían planos inclinados, se abrían trincheras, trincheras, se levantaban levantaban puen puentes. tes. Por encim encimaa de la barriadas barri adas obreras, obrer as, sobre castañares ca stañares y robledales, robledale s, cruzaban cruzaban los tranvías tranvías aéreos. aér eos. Explosiones de dinam dinamita, ita, chirr chirriar iar de cables y vagones, vagones, jadear de locomotoras, locomotoras, golpear incesante incesante de picos y barrenos rom r ompen pen la quietud quietud de los l os antes antes silenciosos sile nciosos valles va lles y un una nueva vida llena de d e afan a fanes, es, de inquietudes, de sobresaltos, hierve en lo que antaño fueron tranquilas montañas y apacibles lugares. Alrededor del caserío caserí o aldeano surgía surgía la barriada barri ada obrera, míser mísera, a, abarraconada, abarr aconada, despersonalizada. despers onalizada. La recoleta recole ta aldea adormilada adormilada en la paz de los campos campos despertaba con sobresalto sobresa lto y crecía crecí a rápidam rápida mente ente hasta convertirse convertirse en pueblo pueblo industrial industrial o villa vil la comercia comercial.l. Dejaron Dejar on de oírse zortzicos zortzicos y vascas canciones que que hablaban hablaban de añoranzas añoranzas milenarias milenarias,, de guerras, guerras, de héroes legendarios, de libertad. Ya no no se asomaba asomaba el Echecojaun Echecoj auna, a, como como en la canción de Altabisc Altab iscar, ar, a la puerta del hogar hogar solariego, a llamar con su cuerno de guerra a los vascones a defender la tierra invadida por extranjeros. Ahora, invitaba a éstos a entrar en su casa. Y sentados junto al lar, en torno a la pesada mesa de roble, mientras comían bacalao asado y bebían la dulce sidra o el áspero chacolí, y en el rescoldo del hogar restallaban escandalosamente las castañas puestas a asar, discutía con ellos el pago de las pertenencias, pertenencias, el precio preci o de las acciones mineras y las cotizaciones cotizaciones en Bolsa de ferrocarriles y compañías navieras. PROLETARIADO Vizcaya se industrializaba con ritmo febril. Además de la intensa explotación de las minas, grandes fábricas, altos hornos, diques de construcciones navales y talleres de todas clases se levantaban desde Portugalete hasta Zorroza, desde Lamiaco hasta Deusto. 1 Se encerraba al Nervión Ner vión en un cauce de piedra y de hierr hierro. o. Y desde la “barra” “barr a” de Santurce Santurce subían, subían, río arriba, en busca del mineral, barcos de todas las nacionalidades, levantando en el gris panorama de un Bilbao Bilbao de niebla y de lluvias un bosque de multicolore multicoloress banderas. La vida comenz comenzóó a discurri dis currirr por nuevos nuevos caminos. caminos. Triunfaba Triunfaba la paz sobre sobr e la guerra, guerra, y con la paz, el trabajo, la industria y el comercio. Afloraban a la superficie inmensas fuerzas productivas, soterradas hasta entonces. Vizcaya se convirtió en el punto de atracción de hombres y de capitales. Se atenuaban atenuaban los rencores rencores y amainaban amainaban los odios de las l as viejas viej as banderías, que habían habían ensang ensangrent rentado ado el país repetidas veces. Una fiebre de producción, de enriquecimiento, levantaba una barrera entre el pasado recient recie ntee y el futu futuro ro que se gestaba gestaba en aquel presente de neg negocios, ocios, de transacci transacciones, ones, de comercio, de industrialización, de duro trabajo asalariado de millares de trabajadores explotados de manera inhumana. Unaa población obrera heterogén Un heterogénea, ea, llegada de todas todas las region rarias rari as e incluso incluso de los bajos
por todas partes su cara de color rubio o rojo morado, que daba un aspecto particular a la zon zonaa minera donde todo estaba es taba matizado matizado de esas es as tonalid tonalidades. ades. La explotación explotación de las minas minas se caracterizaba caracteri zaba no sólo por la manera manera rapaz de despojar al país paí s de lo que constituía su principal riqueza, sino por el trato brutal que se daba a los obreros empleados en ellas. Trabajaban los mineros mineros de estrella a estrella, sin horario determ determinado. inado. Salían de casa antes antes de amanecer y no volvían hasta bien entrada la noche. Los barracones que las compañías compañías mineras mineras ofrecí ofrecían an como como albergue albergue a los que llegaban de otras tierras eran más más bien bi en cobijos de bestias be stias que habitaciones hum humanas. En la noch noche, e, cuando cuando los obreros obrero s se habían habían ya ya recogido, los barracones ofrecía ofrecíann un espectáculo dantesco: llenos de humo del áspero tabaco fumado por los mineros; alumbrados por la vacilante luz de un quinqué de aceite o de petróleo colgado en el centro de la barraca, las figuras de los hombres medio desnudos se distinguían borrosamente moviéndose entre los camastros o sentados sobre los petates, en una una atmósfera atmósfera pestilencial en la que se mezclaban el olor a hombre, ombre, a sudor, sudor, a alimentos alimentos fermentados, con el amoníaco de los orines y el nauseabundo de los detritus que desbordaban los zambullos zambullos colocados coloc ados en un pequeño apartado, abierto abier to a la sala s ala común común de cada barracón. bar racón. Dormían Dormían los hombres hombres sobre sacos rellenos rell enos de paja de maíz, tendidos tendidos sobre estrechos bancos bancos de madera. Se cubrían con sus propios “tapabocas”, especie de mantas de burda lana, usadas por los mineros, en las cuales se envolvían para resguardarse del frío o de la lluvia, y que, excepto en el verano, estaban siempre siempre húmedas húmedas o mojadas, secándose por la noche con el calor de los lo s cuerpos, que tiritaban de frío de fiebre. 2 Las ropas de los mineros mineros empapadas empapadas de sudor sudor y de barro pendían pendían colgadas de clavos, en las cabeceras de los camastros, en amigable compañía y vecindad con sardinas, arenques y bacalao, trozos de tocino rancio y de tasajo, amén de flacas ristras de ajos, cebollas y pimientos, prestándose mutuamente sus particulares olores y sabores. Si alguno alguno de los hu huéspe éspedes des del barracón barra cón enfermaba enfermaba de viruela vir uela o tifus, tifus, enferm enfermedad edades es endémicas endémicas corrientes en aquella época y de las cuales los barracones eran focos permanentes de infección, se le sacaba del camastro para conducirlo a la barraca de infecciosos. Se asperjaba con agua de cal el barracón; barrac ón; y el puesto puesto dejado por el enferm enfermoo que ya no necesitaría del camastro camastro era inmediatam inmediatament entee ocupado. Los tem tempore poreros ros,, de origen ori gen campesino en su mayoría, ayoría , que que vivían vivía n en los barrac bar racones, ones, eran, por virtu vir tudd de las condiciones antihigiénicas en que estaban obligados a vivir, comisionistas de peligrosos virus que pasaban sin control y sin aduana, sin barreras ni cordones sanitarios, de Vizcaya a Castilla, y de Castilla a Vizcaya, sembrando por donde pasaban y a donde llegaban enfermedades y epidemias mortales. En aquellas aquell as aglomeraci aglomeraciones ones hu hum manas, compuestas compuestas de hombres hombres de todas todas las regiones españolas, español as, se amalgamaban lenguaje, costumbres, creencias y supersticiones, refundiéndose, recreándose en la vida común, en el común trabajo y en el común sufrir, formando una especie de algarabía lingüística, ética y moral, en la que se entreveraba y confundía la fe religiosa con la ciega confianza en la
Mas bajo la costra de religiosidad y herejía, de ignoran ignorancia cia y de superstici superstición, ón, que llevaban lleva ban al dócil sometimiento y a la resignación fatalista, en el alma de aquellos hombres se conservaba, como el ascua bajo la ceniza, un sentimiento de fiereza, de dignidad y de rebeldía humanas, que nada podía extinguir; que surgía a veces en llamarada homicida, cuando la injusticia o el sufrimiento insoportables hacían desbordar el dique del respeto y de la resignación. Por las condiciones en que se llevaban los trabajos de las minas, eran frecuentes los derrumbamientos y numerosos los accidentes mortales que, a veces, producían decenas de víctimas, como ocurrió en la mina de San Miguel, en la década del 80. En esta mina se derrumbó lo que en la jerga minera se llamab “sombrero” y sepultó a un numeroso grupo de trabajadores que, a conciencia del riesgo, estaban obligados a trabajar bajo la amenazadora cornisa. Y allá quedaron. Los dueños dueños de la mina mina consider consideraron, aron, y las autorida autoridades des estaban de acuerdo con ellos, ello s, que que era un un gasto y un esfuerzo inútiles pretender sacar de aquella tumba a los mineros. “Por lo demás —decían — ¡qué ¡qué más más da que estén enterrado enterradoss aquí o en el cementerio!...” cementerio!...” Los mineros mineros cobraban sus salarios salar ios por mensu mensualida alidades des vencidas, vencidas, estando obligados a comprar comprar los víveres y efectos de vestir y calzar en cantinas especiales, establecidas por los propios patronos o por altos empleados de las minas. minas. Y much uchas as veces, veces , much muchas, as, cuando cuando después de cuatro cuatro largas lar gas semanas semanas de traba trabajo, jo, de sudores y de privaciones privac iones inacabables, inacabables , se acercaban acerca ban a la taquill taquillaa de la oficina, el día dí a de paga, a recibir reci bir su salario, salar io, se encontraban con que nada tenían que cobrar. Sus gastos, según cuenta presentada por el encargado de la cantina, eran superiores a lo que debían percibir como retribución por el trabajo realizado durante un mes mes bien bie n cumpli cumplido. do. Y no había escapatoria. La deuda, deuda, inflada, inflada, y a veces inventada inventada por la criminal criminal trapacer trapacería ía de los dependientes dependientes o del encargado, encargado, les l es ataba a la mina. Los patronos patronos mineros, mineros, además además de las listas lis tas negras negras con los nombres nombres de los obreros obrer os más más rebeldes, rebeld es, se pasaban unos unos a otros otros las la s listas lis tas de deudores. Al obrero obr ero que tenía tenía una una deuda con el dueño o encargado de una una mina mina no no se le admitía en otra hasta que la deuda fuese saldada. Y de nada servían las protestas. Al lado del patrono estaba la ley. Y con la ley, los fusiles de la Guardia Civil y las cárceles y perreras de los pueblos, o el cuchillo o la estaca de las “cuadrillas de la porra”, al servicio servici o de los en encarg cargados. ados. Los dueños dueños de las minas, minas, absorbidos por sus grandes grandes negocios, negocios, no no descuidaban, descuidaban, sin embargo, embargo, la salud espiritual de los mineros. Los domingos y fiestas de guardar les concedían —generosos— una hora para que asistiesen a los oficios divinos en la iglesia más cercana a las minas, cosa que debían hacer obligatoriamente. Para Par a otras otras necesidades, no tan espiritu espir ituales, ales, se toleraba que gen gentes tes sin escrúpulos reclu recl utasen en los burdeles de la capital prostitutas prostitutas de ínfim ínfimaa categoría categoría que, coincidiendo con los días de paga, llegaban a los pueblos de la zona minera a llevarse los reales de los más afortunados y a dejarles para el resto de sus días terribles terribl es enferm enfermedades. edades. La variedad varie dad y diferencia de las regiones regiones de origen de los obreros que que llegaban a trabaja trabajarr a las minas, inspiró a los encargados de éstas la criminal idea de cultivar las inquinas y rivalidades regionales, dividiendo a los obreros en cuadrillas con arreglo a la provincia o región de donde
a sus explotadores. Cada mañana mañana llegaba el encargado encargado adonde adonde una una cuadrilla. Hoy, Hoy, a la de los arandinos, arandinos, mañana, donde los riojanos. El lunes hablaba a los navarros, el martes a los aragoneses. El procedimiento er idéntico, e idéntico el resultado. “Hoy —decía a los aragon a ragoneses— eses— los navarros se s e han han comprom comprometido etido a cargar tant tantos os vagones”. vagones”. Los trabaja trabajadores dores escuchaban, escuchaban, apretando los dientes y mirándole rencorosament rencorosamente. e. Las palabras del encargado encargado les l es irri i rritaban taban como como picadura pic adura de tábano. Pero Pe ro su orgullo regional y su hombrí hombríaa nnoo soportaban soportaba n que otros pasasen pasa sen por encima encima de ellos. ell os. Un breve discusión di scusión y el coraje cora je se hace reto. —Nosotros cargaremos cargaremos más... ¿Cuánt ¿Cuántos?... os?... Se concretaba. Navarra Navarr a no pasará por encima encima d Aragón... Marchaba después a clavar el espolique espoli que de la rivalidad rival idad a otra cuadrilla. cuadrilla . Comenz Comenzaba aba el trabajo co ritmo febril, agotador. Si un obrero fatigado se detiene un momento para limpiarse el sudor o simplemente para tomar aliento, sus compañeros le increpan, le insultan. El odio animal, ciego, arde en el seno de las propias cuadrillas; de los jóvenes para los hombres maduros que no trabajan como ellos; de los viejos para los jóvenes que, enfebrecidos, trabajan echando los bofes. La tarea se cumple. Aragón lleva la palma, los aragoneses han vencido; y aún les queda aliento para decir a sus rivales en el grito mordaz de una jota: Navarrico, Navarrico , navarri navarrico, co, No seas sea s tan fanfarró fanfarrónn Quee los cuartos Qu cuartos de Navarra No pasan pas an en Aragón... Otro día, son los navarros los triunfadores en la brutal disputa sobre otra cuadrilla. Y la fanfarronería se eleva a virtud nacional en la jactanciosa copla: No hay hay quien quien rompa rompa las cadenas cad enas Del escudo de Navarra Quee están hechas con el hier Qu hierro ro De las minas minas de Vizcaya. No siempre estas rivalidades rival idades artificiosamente artificiosamente provocadas terminaban terminaban en justas más o menos poéticas. A veces los odios regionales se s e dirim diri mían a tiros o puñaladas y terminaban terminaban para un unos os en el hospital o en el cementerio cementerio y para otros, en e n la cárcel. cárcel . LA PALABRA SOCIALISTA
organizaciones organizaciones obreras, obreras , adhiriéndose a la l a Primera P rimera Internacional, Internacional, a la Intern Internacional acional de Marx y Engels Engels El bakuninismo no tuvo ningún arraigo en esta región, en la que la industria que comenzaba a desarrollarse era la minera y la siderometalúrgica, con grandes concentraciones proletarias. El semanario semanario La Voz del Trabajador , publicado por aquellas organizaciones, era el organizador y el aglutinante de los pequeños grupos de obreros, que se constituían en asociaciones de resistencia para defender sus sus intereses intereses de clase. clas e. Estas Es tas organizaciones obreras obre ras surgían de manera intermitente intermitente al ser impulsa impulsada da la industria, especialmente la explotación de las minas, para desaparecer al primer contratiempo, por la brutalida brutalidadd con que que era reprimido r eprimido todo inten intento to de organización organización y de resisten resi stencia cia de un proletariado que empezaba empezaba a formarse. formarse. Pero la semill semillaa del de l socialism social ismoo estaba es taba sembrada y germinaría germinaría en su tiempo. tiempo. Después de escindidas por la actividad disgregadora disgregadora del bakun bakuninism inismoo las secciones españolas española s de la Asociación Internacional y de constituirse el Partido Socialista, en 1879, y diez años más tarde l Unión General de Trabajadores, la organización obrera y socialista fue tomando cuerpo y volumen e el País Vasco, especialmente en la capital. Con un un trabajo tenaz tenaz y paciente, los primeros primeros sociali soc ialistas stas vascos extendieron extendieron la organización organización obrera a las zonas fabril y minera; y ya en los últimos lustros del siglo pasado y primeros años del XIX l cuenca minera constituía, en lo fundamental, la base de la organización obrera y socialista del País Vasco. No era fácil en aquella época de finales finales de siglo llegar llegar a los trabajadores de las minas. Lo Lo pueblos de la cuenca cuenca minera eran feudos feudos de compañías compañías extranjeras, extranjeras, gu guardados ardados celosam celosa mente ente del contagio revolucionario por la Guardia Civil y los cancerberos de las compañías. Fueron Fuero n vanos los esfuerzos de éstos. Y en un plazo pla zo relativa rel ativam mente corto cor to Vizcaya Vizcaya se convirtió en un baluarte del movim movimient ientoo obrero y socialista. social ista. * ** Un domingo del verano de 1889, cuando se disponía a partir de Portugalete la diligencia que diario hacía el recorrido entre esta villa comercial y Gallarta, centro de la zona minera, llegó apresuradamente un hombre, con aire de menestral, y preguntó al cochero, a quien todos trataban famili familiarm arment ente, e, si había algún asiento asiento libre li bre en el carruaje. car ruaje. Pensó Pe nsó un un momento omento el auriga si no no sería serí a exceso de carga para los tres jam ja melgos, que en trote cansino hacían diariamente el viaje entre ambas poblaciones, un nuevo viajero. Mas como el recién llegado era un hombre delgado y, además, vestido decentemente, respondió que aunque la diligencia estaba completa, si no le importaban mucho el aire y el sol, le haría un poco de sitio a su lado, en el pescante. Al mismo mismo tiempo, tiempo, y con gesto gesto de enten entendido, dido, señalando señal ando con la cabeza hacia el interior del carruaje, car ruaje, dijo en tono de broma: “Buena familia lleva hoy mi carro...” Sin Si n comprender comprender lo que que quería quería decir el cochero, cochero, pero alegrándose alegrándose de hacer hacer el viaje respirando a pleno pulmón pulmón el aire libre libr e de los campos campos y de la montaña, ontaña, tan necesario necesari o a su débil organism organismo, o, el nuevo nu evo viajero vi ajero se sent s entóó donde le indicara, pregu p regunntando tando con curiosidad curiosida d apenas quedó instalado.
Sonrió el viajero viaje ro pensando pensando que en la vida se dan originales coincidencias. coincidencias. Enhebró Enhebró el auriga auriga la conversac conversación, ión, mientras la diligencia diligencia enfilaba enfilaba la l a carretera de Urios Urioste. te. —Usted no es de Gallarta, Gall arta, ¿verdad? ¿verdad? Yo Yo conozco conozco a todos los vecinos vecinos y no recuerdo haberl haberlee visto antes. —No, —N o, no no soy de Gallar Gal larta. ta. Vivo Vivo en Bilbao Bilba o y no he estado nunca nunca en ese pueblo. Han Ha n venido uno uno paisanos míos míos a trabajar trabaja r en las minas minas y voy a visitarles, aunqu aunquee no sé si los voy a encont encontrar. rar. —Si tiene tiene usted usted la dirección, direcci ón, yo puedo ayu ayudarle. darle. —Aquíí la tengo. —Aqu tengo. —Sacó un un papel del bolsill bols illoo y leyó en voz alta: —Barrio de Peñucas, carpintería de X. —¡Ah! —¡Ah! ¿Es usted paisano pai sano del bauler baulero? o? —No; pero él conoce conoce a mis mis paisanos y me podrá orientar. orientar. El menest menestral ral que se dedicaba a la construcción construcción de baúles, nada nada de común común tenía tenía con los socialis soci alistas. tas. Pero una vez frente a la casa indicada, el viajero sabía a dónde tenía que dirigirse. —Es —E s muy muy sencillo encontrar encontrar ese taller. Es el único que existe existe en el pueblo, y cualquiera cualquiera le l e puede puede indicar la dirección. Al llegar a Gallarta, yo le diré por dónde ir a él. Iban acercándose a Ortuella Ortuella donde donde la diligen dili gencia cia paraba, bien para que que cum cumpliese plies e el cochero lo encargos recibidos, bien para dejar o tomar pasajeros. Tiró el conduct conductor or de las riendas, y los caballos caballo s se detuvieron. detuvieron. —Para —P aram mos aquí cinco minutos inutos —advirtió —advir tió a su acompañante—. Van Van a descender desce nder los miño miñones nes y yo voy a entregar un encargo. En seguida continuamos. Ya falta poco. Ante Ante la mirada mirada curiosa del viajero viajer o se extendía, extendía, a su derecha, la carretera carre tera de Nocedal, recostándose recostándose en la falda de una colina cubierta de viñedos, mientras a su izquierda, en dirección a Gallarta, levantaba su imponente masa de un color rojo sombrío el famoso “Monte”, donde estaban las minas. Enfrente se erguía el Serantes, como majestuosa muralla entre el mar y la zona minera, y al fondo, sobre el valle de Somorrostro, se perfilaba el Montano, en cuyas estribaciones se habían librado lo más sangrientos combates de la última guerra carlista. Reanudóse Reanudóse la marc marcha. ha. Al llegar ll egar a Gall Gallarta arta pregunt preguntóó al cochero: —¿Por dónde se va al barrio Peñusca? —Suba usted usted todo el pueblo pueblo arriba hasta hasta lleg lle gar a un ferrocarril. ferrocarr il. Allá All á comienz comienzaa esa barriada. barri ada. Atraviese la vía y siempre hacia arriba, a la izquierda, está el taller que Ud. busca. Se despidió despidi ó el viajero viaje ro dando dando las gracia graciass al cochero cochero y alarg alar gándole un una propina que éste recibió con agradecimiento, comenzó a subir la empinada calle que terminaba en la mina. Al llegar ll egar frent frentee al taller le fue fue fácil encontrar encontrar lo que que necesitaba: necesitaba: la l a vivienda de un un obrero minero minero que, según opinión de las gentes de orden, era de la “cáscara amarga”, como se decía entonces de quienes quienes tenían algun algunaa actividad activi dad política pol ítica o societaria. societari a. Hacía Hací a unas unas semanas semanas que, que, aprovechan aprovec hando do un un día de asueto, ese obrero, obre ro, cuyo cuyo nom nombre bre era Tom Tomás ás Chico, había estado en el centro socialista de la capital, insistiendo sobre la necesidad de enviar a alguien a la zona minera en la que maduraba una óptima cosecha. Había venido de un pueblo de Castilla a trabajar trabaj ar a las minas. minas. Llegó con su fam famili ilia, a, la mu mujer y do hijos pequeños con el decidido propósito de no volver jamás a su pueblo natal, donde no había
extraordi extraordinariam nariament ente. e. A su s us vecinos ve cinos le presentó como como un paisano que vivía en la capital. Hablaron largo largo rato sobre la situación y sobre la manera manera de abordar a los trabajadores. trabajadore s. —Vam —V amos os a comenz comenzar ar por los barrac bar racones ones —aconsejó Tomás— Tomás—.. La mayor parte es gente gente joven jove n que no vive tan amarrada a las obligaciones familiares, y el diálogo es más fácil con ellos. Como hoy es fiesta, si vamos a la hora de comer comer los l os encontraremos encontraremos a todos allá. all á. Quedaron Quedaro n de acuerdo, y, y, después de un un breve brev e descanso en el que continu continuaron aron cambia cambiando ndo opiniones, se dirigieron a uno de los barracones. Entró Entró primero Tomás, Tomás, al que conocían conocía n algunos algunos compañe compañeros ros de trabajo trabaj o y, y, tras tras él, él , entró entró el foras forastero. tero. Todas las miradas se clavaron clavar on con curiosidad en los recién llegados, especialmente especialmente en el desconocido, porque a la legua se veía que no era un minero. —¿Viene —¿Viene contigo? contigo? —pregu —pr egunt ntaro aronn a Tomás. Tomás. —Conmigo viene. vi ene. —¿Qué —¿Qué desea dese a el amigo? amigo? ¿Bu ¿Busca sca trabajo? trabaj o? —aventuró —aventuró alguien. alguien. —Trabajo —Trabaj o busco, pero no no en la mina. mina. —Pues aquí no hay otro. Se hizo hizo el silencio. Parecía que que todo todo estaba estaba dicho. dicho. —¿Me puedo sentar? —Siéntese ahí en ese catre, que está limpio. Un minero sacó la petaca y, y, abierta, abi erta, la ofrec ofreció ió amis amistosamen tosamente. te. Cogió Cogió Tom Tomás ás un un pitill piti lloo y lo encendió encendió en e n el cig ci garro que fum fumaba uno uno de los trabajadores trabajadore s que estaba a su lado. —¿Usted no fuma? fuma? —No, gracias... raci as... Inquirió Inquirió el forastero: —¿Todos los mineros viven así? —La mayor parte. Unos, Unos, un un poco mejo mejor, r, otros, peor. —¿Peor aún? —Ya lo creo. Viven Viven en cuadras, vecinando vecinando con los cerdos. —¿Y pagan por esto? —dice señalando los sacos a medio medio llenar lle nar con paja de maíz, maíz, ya ya podrida por el uso y que se escapaba por los agujeros de los jergones. —Aquí —Aq uí no hay nada gratis gratis más que los piojo pi ojoss y la sarna sar na —respondió —re spondió blandam bla ndamente ente un hombre hombre maduro. —¿Sólo eso es gratis? gratis ? Yo creo que aquí hay hay cosas cos as que valen más más que todo todo el mineral mineral y que que tambié tambiénn se dan da n ggratis. ratis. Sorprende a los mineros mineros la respuesta. No No alcanzan alcanzan el sentido de las palabras. palabras . Creen que el visitan visi tante te es un enviado de la compañía que viene a hablarles del humanitarismo de ésta. Les extraña que tal tipo haya venido con Tomás, a quien respetan por saberle un hombre íntegro. Pero, ¿quién sabe?... Su cordialidad se torna aspereza. Un joven jo ven interrum inter rumpe pe brusca br uscam mente. —¿Usted —¿Usted conoce las minas? —Las conoz co a vosotros. Dais a las compañías compañías vuestro sudor, sudor, ra fu
¿Por qué habéis venido a trabajar a las minas? Habéis venido porque en vuestros pueblos no podíai vivir. La mala cosecha, los impuestos, los caciques, os han echado del pueblo donde nacisteis y habéis anclado aquí, con la esperanza de ahorrar unos reales, de pagar las deudas, de levantar la hipoteca, de ayudar a la mujer, a los padres. Y ¿qué habéis conseguido? Trabajáis de estrella a estrella. Si quedáis inválidos en un accidente, nadie os indemnizará. Si os matáis, nadie se preocupará de vuestros vuestros padres ancianos, ancianos, de vuestras vuestras mujeres ni de vu v uestros hijos. No trabajáis trabaj áis todos los días porque la lluvia no lo permite. Y aun calculando que trabajaseis todos los días del año —y bien sabéis que no es así—, recibiría recib iríais is en total total 730 pesetas por 365 días o si queréis mejor, por 5.110 horas de trabajo a razón de 14 horas diarias. —Lo que que usted usted dice es verdad. Pero Pe ro en el pueblo pueblo no no recibíamos nada —objetó una una voz jove desde el fondo del barracón. —Cierto; —Ci erto; en el pueblo no no teníais teníais la posibilidad posibil idad de recibir recibi r un un salario salar io todo el año y vuestra vuestra situación era distinta. Allá erais obreros agrícolas o campesinos sin tierra suficiente para mantener a vuestras familias. Pero allá ni vuestro trabajo era tan productivo como el de aquí, ni corríais los riesgos que os acechan ac echan a cada paso en la mina. mina. —Por —P or ello ell o nos nos pagan —retocó —re tocó la mis mism ma voz. Y el que no no quier quieraa moja mojarse rse que no no vaya a la mar. mar. Además ¿qué quiere Usted?, el mundo ha sido siempre así y así lo dejaremos nosotros también. ¿Qu unos un os son ricos y otros otros som s omos os pobres? pobre s? Como Como dice la copla: c opla: Hasta los leños del monte onte Tienen su separación separac ión De los unos unos hacen santos Y de los otros carbón... —No me voy v oy a esforz e sforzar ar ahora en demostrarte demostrarte que el mun undo do no ha sido s ido siempre así, así , y que mañana mañana no será tampoco como hoy. Otro día hablaremos de eso. Ahora sólo quiero aclararte algo en lo que tú no te has parado a reflexionar. Dices que os pagan por el trabajo y por los riesgos. Vamos a verlo. ¿Sabéis cuántas toneladas de mineral han salido el año pasado del puerto de Bilbao para Inglaterra? 3 Más de cuatro millones de toneladas, por las que han pagado alrededor de 37 millones de pesetas. Esos millones de toneladas de mineral las habéis sacado vosotros de aquí, de las minas. En la zon minera trabajan 8.500 obreros, cuyo salario medio es entre dos pesetas y una peseta setenta y cinco céntimos que representa una suma aproximada de seis millones, en el supuesto de que se trabajasen los trescientos sesenta y cinco días al año. A los patronos les quedan más de treinta millones de pesetas de beneficios. Aunque Aun que de ellos descuent de scuenten en el gasto gasto de herramientas y de materi material, al, todavía todav ía resta re sta un un buen puñado de millones que vosotros les regaláis con vuestro trabajo. ¿Comprendes ahora, amigo, por qué yo decía que trabajáis gratis, y que gratis dabais vuestra vida para amasar las fortunas de los señores patronos? Pensad un moment omento. o. ¿De dónde sale el dinero para construir construir los palacios palaci os que ha
arranquéis dos toneladas, quiere decir que al día producís por 20 pesetas. Os pagan dos pesetas de salario, ¿a dónde van las otras 18 pesetas? En el barracón no se oía el volar de una mosca. Nunc habían pensado aquellos trabajadores que ellos producían tales riquezas. Les ofrecieron trabajo y un salario, y se consideraron dichosos, pues otros, más desgraciados que ellos, no podían abandonar el pueblo. Lo que que acababan de oír les producía pr oducía inquietu inquietud, d, desasosiego. desasos iego. Estaban nervios nerviosos. os. Querían y n querían creer aquella verdad, que era su vida y en la que antes no habían pensado. Habló el de los piojos. piojos . —Yo no no sé quién quién es Ud. Ud. —dijo—. Pero sus palabras levant l evantan an verdugones verdugones en la conciencia. Y como interrogándose a sí mismo mismo y a los otros, continuó: continuó: —¿Se puede vivir de otra manera? manera? Si se s e puede, ¿qué ¿qué podemos podemos hacer nosotros nosotros para cambiar nuestr nuestr suerte? Ud. Ud. ha puesto puesto al descubierto la llaga, pero el remedio, remedio, ¿dón ¿dónde de está es tá el rem r emedio?... edio?... —El rem re medio existe. La cuestión cuestión es saber si vosotros estáis estáis dispuestos a aplicarlo aplic arlo y a afront afrontar ar la dificultades con que tropezaréis si queréis hacerlo. —¿Afrontar —¿Afrontar dificultades, dificultades, dice Ud., Ud., para aplicar el remedio remedio que nos haga haga salir sali r de esta esta situación? situación? ¿Cree que nuestra vida es fácil? ¿Cree que puede asustarnos nada? Yo hablo por mí. Y que cada uno diga lo que lleva en el seno. Al verme tan acabado, creerá Ud. que soy un viejo. Pues no señor. Tengo 40 años y he vivido mil de ahogos de penas y de miserias. Allá dejé a mi mujer enferma. Y allá quedó para siempre, sin que yo le pudiera cerrar los ojos. Era joven, era buena. La enfermeda se lo llevó todo. Ajuares, ganado, tierra, casa. Vine aquí creyendo poder ayudarla. Yo no comía más que para tenerme en pie. No fumaba, no bebía. Céntimo a céntimo fui juntando un puñado de cuartos... Con ellos pagaron el entierr entierro. o. No he vuelto al pueblo. Todo me es igual. igual. De nuevo nuevo se hizo hizo el silencio. Nadie se atrevía a hablar. Era demasiado demasiado serio seri o lo que habían oído. Les parecía increíble que ellos produjesen las grandes fortunas de las que la Vizcaya burguesa se vanagloriaba. Surgieron Surgier on al fin las pregu pre gunt ntas, as, ingenu ingenuas as unas, unas, llenas de dudas dudas otras, impregnadas impregnadas todas del mis mism mo sentimiento: la resistencia a creer que ellos mismos podían cambiar la situación; que ellos mismos podían obligar a los dueños de las minas a elevar sus salari s alarios, os, a disminu disminuir la jornada de trabajo, a levantar viviendas humanas para los hombres, a establecer seguros sociales, a mejorar sus condiciones de vida y de trabajo. Terminó erminó la entrevista. entrevista. Al despedirse despedi rse y rogarle los mineros mineros que que viniese otro otro día, dijo su nom nombre: bre: “Facundo “Facundo Perezag Per ezagua, ua, moldeador moldeador,, sociali soc ialista”. sta”. Un momento omento de sobresal sobre salto to prim pri mero, ero , un un gesto de decisión decis ión después. des pués. —Vuelv —Vu elvaa Ud. Ud. —le dijo el minero minero que contó su historia. histori a. —Volveré, —V olveré, pero no al barracón, para no no comprom comprometerles eterles a ustedes... ustedes... * ** Una de las principales tareas de los propagandistas socialistas de la primera época, y aun posteriormente posteriormente en los albores albore s del siglo XX, entre entre los cuales se distinguieron distinguieron Facundo Perezag Pere zaguua Álvaro Ortiz, Emilio Felipe, Fermín Zarza, Felipe Carretero, Isidoro Acevedo, Medinabeiti
trabajadores no concebían que ellos tuviesen derechos y que se pudiese cambiar aquel estado de cosas. No estaban contentos. Pero ¿qué hacer? Una minoría protestaba a veces. Otros se mordían lo labios y apretaban los puños ante lo que consideraban una injusticia. Se sentían inermes e impotentes frente a sus explotadores. Los obreros no conocían la fuerza fuerza de su clase. clase . Sólo sabían sab ían su número. número. Y a veces, volvían volvía n su ira desesperada contra los que a las minas llegaban por el mismo camino que ellos, no viendo en los recién llegados compañeros de infortunio y de clase, sino competidores que iban a disputarles el puesto puesto en la mina mina o en el barracón, barr acón, ofrecié ofreciénndose a trabajar trabaja r por unos unos céntim céntimos os menos menos que que ellos. ell os. Hasta 1890 se habían habían producido producido protestas aisladas aislada s en diferentes diferentes minas, minas, que que terminaban terminaban siempre con la derrota de los obreros, llevando el pesimismo a aquella masa de trabajadores inorganizados, cuyaa conciencia de clase apenas comenz cuy comenzaba aba a despertar. des pertar. Reaccionaban Reacc ionaban por instinto instinto ante ante la l a inju i njusticia, sticia, la vejación o el atropello y resolvían a golpes o puñaladas las cuestiones suscitadas en la mina con el capataz c apataz o el encargado. Ahora se comenz comenzaba aba a hablar hablar y a actuar actuar de manera manera distinta. distinta. El trabajo de los propagandistas propagandistas empezaba a dar frutos. A la hora de la comida, en los diferentes cortes de las minas, podía escucharse entre los obreros un lenguaje nuevo. Se hablaba a media voz, de huelga, de protesta, de reivindicaciones. LA PRIMERA GRAN HUELGA A finales de la primavera de 1890 la situación era tan tensa en la cuenca minera que todo el mundo esperaba espera ba que sucediera algo muy muy serio. seri o. No se ocultaban los trabajadores para expresar su hostili hostilidad dad hacia hacia sus explotadores. explotadores. Se S e protestab protestab contra la existencia de los barracones y contra las cantinas obligatorias. Se hablaba públicamente de las listas negras. Se denunciaban los robos y atropellos de capataces y encargados. La protesta se condensaba, tomaba forma. El mis mism mo fenómeno fenómeno se producía en la zona zona sidero sid erom metalúrgica, etalú rgica, y estrechos estre chos lazos de camaradería camarader ía iban estableciéndose estableci éndose entre entre los l os obreros obr eros mineros y metalúrgicos. metalúrgicos. La compañía compañía inglesa inglesa Orconera, Or conera, la más más poderosa de las compañías compañías extranjeras extranjeras que explotaban explotaban la minas de Vizcaya y que estaba acostumbrada a imponer su ley, despidió el 13 de mayo de 1890 de la mina Concha III a cinco obreros de los que más se distinguían en la resistencia. La respuesta de los trabajadores trabajadore s fue fue inmediata. inmediata. En solidarida soli daridadd con los despedidos dejaron el trabajo sus compañeros de cuadrilla. El mismo día la mina entera quedó paralizada. Al día siguiente no entraron a trabajar los obreros de ninguna de las minas de la Compañía Orconera. En solidarida con ellos se declararon decl araron en huelg huelgaa los obreros de toda la zon zonaa minera. minera. Esta Es ta prim pri mera gran hu huelga elga con la que los mineros mineros irrum ir rumpía píann audazmente audazmente en la lucha como un destacamento proletario consciente, estremeció a la Vizcaya capitalista y reaccionaria. Y no sin causa. Con los mineros mineros se solidarizaron solidari zaron,, declarándose en hu huelga, elga, los obreros de las fábric fábricas as metalúrgicas, metalúrgicas, de la construcción, los trabajadores de los ferrocarriles.
mineros fueron enviados enviados el Ejército Ejérci to e im i mportantes portantes núcleos de fuerzas fuerzas armadas armadas de toda España. Las reunion reuniones es y manifestaciones anifestaciones de los trabajadores trabajadore s eran disueltas a tiros. tiros. Decenas Dec enas de mu muertos heridos constituían el balance de la salvaje represión. Se equivocaban patronos patronos y autoridade autoridades. s. No era el terror, no no eran los fusil fusiles es de las fuerzas fuerzas de orden lo que podría contener el ansia de justicia de los hombres de la mina que a diario se enfrentaban con la muerte. Lanzados Lanzados a la lucha, lucha, estaban dispuestos, a costa de lo que que fuese, fuese, a llevarla llevarl a hasta hasta el fin. fin. A la violencia respondieron los trabajadores con la violencia. Incendiaban los barracones, asaltaban las cantinas arrojando los víveres a la calle, destruían las instalaciones de las minas. Quitando frenos soltando cables, lanzaban los vagones a estrellarse por las rápidas pendientes de los planos inclinados. Saltaban con dinamita raíles y locomotoras. Quemaban los caballetes de los tranvía aéreos; arrojaban a los hornos de calcinación las herramientas. Avanzaban como devastador alud, arrollando obstáculos, derribando barreras, saltando diques, arrasando todo lo que hallaban en su camino. En el transcurso de la lucha sint si ntier ieron on los trabajador trabaj adores es su fuerza fuerza y aprendiero apre ndieronn que su voluntad voluntad también contaba; que sin ellos, no había embarque de mineral, ni dividendos, ni palacios, ni coches elegantes, ni fortunas, ni cuentas corrientes en los Bancos. En breves días la lucha lucha dio conciencia conciencia a decenas de mill millares ares de trabaja trabajadores. dores. Ellos El los no no volverían ser, como antes, carne de misa, masa inconsciente condenada a vivir y morir como parias. Desconcertado el Gobierno ante ante la firmez firmezaa de los trabajadores, se vio obligado obli gado a intervenir intervenir y envió como mediador entre patronos y obreros al Gobernador militar de Guipúzcoa, general Loma, que, a conocer la realidad de la vida de los mineros y la razón que asistía a éstos, amenazó a los patronos con retirar el Ejército si no atendían las peticiones de los trabajadores. La hu huelga elga terminó terminó con la victoria victor ia de los mineros mineros.. Según el bando establecido establec ido por el genera generall Loma Loma los patronos se comprometían: 1.°) a suprimir los barracones dejando a los obreros en libertad de vivir donde fuese fuese su voluntad; voluntad; 2.°) a suprimir suprimir las cantinas cantinas obligatorias, reconociendo r econociendo a los obreros el derecho a comprar en las tiendas tiendas y almacenes almacenes de su elección elecció n, y 3.°) a dism di sminu inuir ir la l a jornada jor nada de trabajo, quedando fijada en diez horas para todo el año, distribuidas así: en enero y febrero, noviembre y diciembre, nueve horas de trabajo; en marzo, abril, septiembre y octubre, diez horas; en mayo, junio, ulio y agosto, once horas. Después de esta lucha, lucha, y de esta primera victoria, “El Monte”, Monte”, es decir, la cuenca cuenca minera de Vizcaya, izcaya, dejó dej ó de ser un baluarte de la reacción reacci ón.. El “Monte” “M onte” se levant leva ntaba aba como un bastión basti ón de rebeldía rebel día frente a la Vizcaya Vizcaya de los nuevos nuevos ricos ri cos,, frente frente a la Vizcaya izcaya capitalista capi talista y reaccionaria. La huelga huelga del 90, como como la llamaban los mineros mineros,, quedó quedó en la historia del movi movim miento obrero vasco vasc o como una piedra miliaria que señalaba una divisoria entre dos épocas. Las huelg huelgas as y protestas que que se desarrollan desarroll an desde 1890 hasta hasta 1906, entre entre las cuales se cuent cuentan an cuatro huelgas generales, diez y siete huelgas parciales y numerosas protestas en diferentes minas, mostraban lo inmenso del camino recorrido por los trabajadores en la lucha por elevar sus condiciones de vida y de trabajo, y en el desarrollo de su conciencia de clase.
Resultaba difícil obtener obtener estos locales, local es, porque el propietario propietari o que se mostraba inclinado a alquilarlos alquilarl os a la l a organización organización obrera se s e veía amenaz amenazado ado de asfix a sfixia ia económ ec onómica ica por la burguesía burguesía local. local . A pesar de ello, ell o, pudo pudo halla hallarse rse un modesto lugar lugar para las reuniones reuniones de la incipiente incipiente organización organización obrera, pagando por su alquiler doble de lo que cualquier particular hubiera pagado. Esto rompió rompió el hielo hielo de la resistencia a ceder los locales. local es. A medida que la organización organización crecía, crecí a, crecía también la posibilidad de tener locales a propósito donde reunirse, llegando por fin a alquilar, primero dos apartam apa rtament entos os de un unaa casa cas a de vecindad v ecindad y, y, más más tarde, los bajos de una una gran casa en donde se estableció el Centro Obrero. En este caso yo me refiero a Gallarta, que era el principal centr minero, pero esto mism mismoo ocurría en el resto re sto de los l os pueblos de la l a zona zona minera. minera. Los obreros lo habilitaban para reunion reuniones es y fiestas. Las juntas juntas directivas direc tivas de las distinta distinta organizaciones obreras se reunían allí y allí escuchaban las reclamaciones y las denuncias de los trabajadores trabajadore s y aconsejaban a éstos és tos cómo cómo debían debí an conducirse. conducirse. Se constituyó constituyó una una Socied Soc iedad ad de Socorros Socor ros Mutuos Mutuos que que tam tambié biénn tenía su sede en el Centro Obrero. Obre ro. L administrativa de éste, respondiendo al deseo de los trabajadores, organizó una modesta biblioteca que, por un módico estipendio, facilitaba a los obreros la lectura de obras que no estaban al alcance de sus medios económicos tan exiguos. En vitrinas adosadas a las paredes se gu guardaban ardaban las rojas banderas de cada una una de las sociedades que pertenecían al Centro Obrero y que, desde que se acordó por la Internacional Socialista l celebración del 1.° de Mayo, como jornada reivindicativa de los trabajadores de todo el mundo, eran llevadas en las manifestaciones obreras. 4 En la organización organización de los obreros de las minas, minas, existía existía una una compartim compartiment entación ación por secciones, secci ones, reminiscencia de los viejos gremios. Cada grupo tenía su sección que planteaba reivindicaciones propias, propia s, que hacía hu huelgas elgas parciales, parci ales, que tenía tenía su organización organización específica especí fica y su bandera: barrenadores, caballi ca ballistas, stas, peones, carpinteros, carpinteros, maquin maquinistas istas y fogon fogoneros. eros. En las manif manifestaciones estaciones del 1.° de Mayo, Mayo, en lugar lugar de desfilar desfilar bajo baj o la bandera bandera de la Sociedad Socieda d d Resistencia de los Obreros Mineros, las diferentes secciones de la organización iban agrupadas baj sus respectivas respec tivas banderas. Había un unaa ing i ngenu enuaa emulaci emulación ón por tener la mejor bandera, que, a veces, ve ces, por po r sus bordados y por la l a filigrana de sus astas y mástiles, mástiles, eran maravil maravillosas losas obras de artesanía y que los obreros estimaban como algo entrañablemente suyo. Las reuniones y mítines en el Centro Obrero Obr ero eran conmovedo conmovedores res y aún más que que por la intervenciones de los oradores, que a veces eran notables agitadores, por la asistencia de los mineros y de sus familias que, con su presencia activa, daban vida y calor humano a las exposiciones doctrinales doctrinales de los oradores. Si se s e trataba de reunion reuniones es para discut di scutir ir sobre sobr e los conflictos conflictos surgidos surgidos en ésta o aquella aquella mina, mina, ¡cuánt ¡cuántaa pasión y firmeza, firmeza, cuánt cuántoo coraje coraj e y decisión! decisi ón! Si eran era n oyen oyentes tes en el mitin mitin o en la conferencia, conferencia, se bebían materialmente aterialmente las palabras palabr as de los oradores cuando éstos sabían llegar al fondo de los problemas que les interesaban, cuando los mineros veían que sus inquietudes y sus penas no eran desconocidas. Sobre todo, en vísperas vísper as de hu huelgas, elgas, el Centro Centro Obrero era como como un una fragu fraguaa donde donde ardían la
extendiéndose por minas y barriadas, penetrando en hogares y lugares de reuniones populares, se hacían carne y sangre de las masas y eran un medio eficaz de agitación y de reagrupamiento de los trabajadores, trabajadore s, especial es pecialm mente ente de la juventu juventud. d. Cada jornada de fiesta fiesta o de lucha, lucha, cada anivers aniversario ario revolucionario tenía tenía su canción que se escuchaba primero en el Centro Obrero y se repetía después por millares, por decenas de millares de óvenes y de adultos, de hombres y de mujeres. ¿Quién ¿Quién podía permanecer permanecer indiferent indiferentee o impasibl impasiblee cuando cuando al amanecer amanecer del 1.° de Mayo Mayo la rondall del orfeón recorría las barriadas obreras llamando a los obreros a ir a las reuniones, a ir a la manifestación, cantando con una alegre música de diana? Levántate obrero Que amanece ya, Y el 1.° de Mayo, Mayo, Huelga Hu elga General. Verás a los obreros Quee ligeros van Qu Diciendo a los burgueses burgueses Ya no explotáis explotái s más... Cantemos Cantemos todos todo s juntos La gloria del trabajo Por haber abolido aboli do La ley de los salarios. salar ios. Abajo el capital Con su explotación explotaci ón Y arriba los obreros Todos en un unión... ión... El 18 de marzo de cada año, aniversario de la Comuna de París, se celebraba una reunión solemn en donde, donde, además de los lo s discursos di scursos de rigor recordando rec ordando el sign s ignificado ificado de la Comun Comunaa y el heroísmo de los comuneros, se entonaban canciones alusivas a la gesta gloriosa de los trabajadores de París. Así era, entre entre otras, una una de las canciones sobre la Comun Comuna: a: Cantemos himnos a la memoria De los que que alzaron rojo pendón. pendón. De los heroicos comu comunalistas Quee fuero Qu fueronn gloria glori a de su nación. Aquellos Aqu ellos bravos trabajadores. trabajadores .
Lo prometemos prometemos y así ha de ser... En las campañas electorales, en las movilizaciones de masas frente a los desafueros de la burgu burguesía, que pisoteaba el derecho de recho electoral y ganaba ganaba las elecciones el ecciones a fuerza fuerza de sobornos, sob ornos, fraudes fraudes y pucherazos, pucherazos, cantaban los obreros, obrer os, estim es timulan ulando do a los reacios reaci os a cumplir cumplir con su deber ciudadan ci udadanoo frente frente a los que predicaban la abstención electoral: A las urnas, urnas, compañeros. Quee el triunfo Qu triunfo nnuestro uestro ha ha de ser Peleemos Pel eemos con denu denuedo edo Adelant Adela nte, e, hasta vencer. Triun Tri unfen fen nu nuestro estross candidatos candida tos Símbolos Símbolos de la igualdad, igualdad, Y se hun hunda da la burgu burguesí esíaa Con todo su capital. capi tal. El obrero miserable iser able Quee el voto vende al burgu Qu burgués és Nuestro Nu estro desprecio desprec io merece Por su infame infame procede pro ceder. r. Vamos amos a las urnas urnas sin vacilar vacil ar A vencer a los tiranos De nu nuestra estra libertad. liber tad. En las huelgas también se cantaba. Y la canción, crítica acerba, era una advertencia a los que actuando contra sus propios intereses ayudaban a la burguesía a romper la resistencia de los trabajadores. El odio odi o a los romperompe-hu huelgas elgas se expres expresaba aba de múltiples últip les formas; formas; y un unaa canció canción, n, muy extendid extendida, a, contra contra los l os esquiroles, es quiroles, com c omenz enzaba aba así: as í: El esquirol Es un degenerado De la sociedad. Que ayuda al burgués A restar al obrero El derecho a mejorar ¡Gandul! El obre traiciona traic iona
huelga hu elga