árbol de la noche noche triste al cerro cerro de las campanas campanas . COLMENARES, Ismael . . et. al.Del árbol pág.115-126.)
La lucha entre lo viejo y lo nuevo.
Desde un punto de vista cronológico, este es un período comprendido entre 1821 y 1854. Ha sido consignado en los anales de nuestra historia como el México independiente. Las condiciones en que se desenvolvió fueron en extremo difíciles y complicadas, por lo que muchos autores lo consideran también como un momento anárquico y desordenado. Sin embargo, tales caracterizaciones resultan incompletas y superficiales; pasan por alto varios aspectos de la realidad y no van al fondo de las cosas. Es necesario entonces estudiar la anatomía de aquélla época en cada una de sus partes, a la luz de las condiciones económicas de los intereses de las clases sociales en pugna y de sus banderas políticas e ideológicas. Esto, en lo lo que respecta a la situación interna del país; en cuanto al externa, haremos alusión a la deuda exterior mexicana y al expansionismo voraz de las grandes potencias capitalistas como Francia, Inglaterra y los Estados Es tados Unidos.
La crisis interna. La organización económica es la fuente vital de la que depende el avance o el estancamiento de una sociedad. En la época que nos ocupa, los diversos giros de la economía mexicana se debatían en la más completa ruina. Las causas principales fueron dos: por un lado, las devastaciones provocadas no sólo durante la guerra de independencia sino también a lo largo de muchos años después debido al estado de agitación permanente; por otro, la concentración concen tración de la propiedad de la tierra y las viejas estructuras semifeudales, que se constituyeron en fuertes trabas al desarrollo de las modernas formas de explotación capitalista. Un breve repaso de la situación en que se hallaban las actividades económicas, nos sirve para comprender el alcance de semejantes afirmaciones. La minería, en otro tiempo el venero más importante de la riqueza colonial española, padecía los efectos de las inundaciones, del abandono y de la falta de inversiones. La agricultura, que ha sido tradicionalmente la base de sustentación material de los pueblos, resultaba improductiva por varias razones: el latifundio, que impedía el cultivo intensivo intensivo y de mayores rendimientos así como la introducción de mejores técnicas; técnicas; la carencia de capitales entre los particulares, que tenían empeñadas sus fincas a la iglesia, la prestamista más poderosa y la más grande terrateniente. Del comercio interior, tan restringido durante el régimen colonial, podemos afirmar simplemente que continuaba casi igual, gravado con múltiples impuestos o alcabalas regionales. Posiblemente el único campo de acción que redituaba buenos dividendos era el comercio exterior, libre ya del monopolio que por tres siglos había ejercido España; pero nuestras exportaciones, limitadas a los metales preciosos y a ciertas materias primas como la maderas, tintes y productos tropicales, eran insuficientes para equilibrar cuando menos el monto de las importaciones de artículos manufacturados; la doctrina económica del librecambismo imperante, resultó desventajosa para México, que no podía competir en los mercados con los países capitalistas más aventajados. En cuanto a la industria, que había hecho ya grandes progresos en Francia e Inglaterra, aquí apenas daba muestras de aliento; los esfuerzos que se hicieron en esta rama de la producción resultaron infructuosos. Frente a un panorama desolador los gobiernos eran incapaces de ayudar a remediarlo; emprender obras de infraestructura como por ejemplo las vías de comunicación que impulsarán la vida económica del país, tenía una
limitación mayúscula: la bancarrota de la hacienda pública, que sufría los estragos parasitarios del militarismo y la burocracia, así como del lucro rapaz ra paz de los agiotistas. El antagonismo irreconciliable y los conflictos sin dar ni pedir cuartel, son la expresión natural no del capricho o la voluntad individualista de los caudillos, sino más bien de una sociedad dividida en clases. A partir de esta observación es como podemos explicarnos objetivamente la inestabilidad social del México de 1821 a 1854. Mucho se ha escrito y hablado sobre la personalidad tan controvertible controve rtible y la acción tan oportunista opor tunista de don Antonio López de Santa Ana, la figura principal de aquel escenario histórico. Sin negar la función que a él y a otros corifeos de su época les correspondió desempeñar en los aciertos o los errores que se cometieron, nos acercamos más al plano de la verdad si consideramos que tras del caudillismo estaban fundamentalmente los distintos intereses clasistas. La iglesia y los terratenientes laicos formaban la clase dominante, la que gozaba de todos los fueros y privilegios, la que acaparaba en sus manos la mayor parte de la propiedad territorial del país. La integraban especialmente criollos de noble ascendencia. De su carácter de gran propietaria se deriva la enorme influencia social y política. Su bienestar dependía de la miseria del pueblo. Era en esencia una clase anticapitalista que obstaculizaba el desarrollo de una economía de mercado. Ella representaba el antiguo orden colonial, pues como se recordará, al tener lugar la consumación de la independencia únicamente habíamos conseguido separarnos políticamente de la metrópoli española, no así de la herencia de sus estructuras semifeudales; éstas permanecían inalterables en la existencia misma del latifundismo civil y eclesiástico. Compuesta también por criollos, aparece luego la incipiente burguesa industriosa y comercial, que apoyaba la lucha contra la supervivencia del viejo sistema colonial. Uno de los primeros intentos que se dieron para destruir el predominio de una base económica que ya no respondía al crecimiento de las nuevas fuerzas productivas del capitalismo, fue la Reforma de 1833. Ella tuvo lugar bajo la primera administración de Don Valentín Gómez Farías, cuyo ideólogo era el Dr. José María Luis Mora. El punto mas importante del programa reformador, incluía la ocupación de los bienes del clero. El ensayo no fructificó; fr uctificó; la reacción era todavía muy poderosa y lo hechó por tierra. El sector medio, de extracción criolla y mestiza, comprendía una amplia gama de grupos sociales. El rasgo distintivo de la gran mayoría de ellos lo constituía la carencia de propiedad y su desprendimiento de cualquier género de actividades económicas. Jugaban entonces un papel improductivo. Su modus vivendi quedaba circunscrito al ejercicio profesional de la abogacía, a los cargos car gos administrativos, políticos y militares o a los puestos de segunda categoría en la carrera eclesiástica. Mención especial merecen los intelectuales, ya sean abogados o sacerdotes, que desempeñaron una labor revolucionaria acorde con el tiempo que vivieron. Marginados política y económicamente de la sociedad colonial, pretendían transformarla e impulsar el establecimiento de nuevas relaciones sociales de naturaleza capitalista. En esa forma respondían a las aspiraciones de la burguesía mexicana por convertirse en clase hegemónica. Postrada en el fondo de la esfera social yacía la clase popular y trabajadora, dentro de la que predominaba el elemento indígena. Sin más patrimonio que el de su pobreza, seguía igual que antes, desempeñando las tareas más inhumanas de la producción agrícola y minera. Su nombre dio brillo a las proclamas y constituciones, pero nunca mejoró su condición; una y otra vez engrosó las filas de los ejércitos que defendían las posiciones irreconciliables de la burguesía y de los latifundistas, pero jamás disfruto de los beneficios 2
prometidos. La abolición de la esclavitud, la libertad política y otros derechos civiles que había conquistado a sangre y fuego desde los movimientos encabezados por Hidalgo y Morelos, no podían hacerse efectivos ni bastaban para lograr la igualdad social mientras perdurara la propiedad privada de la tierra y demás medios de producción, verdadero verda dero origen de la división clasista de la sociedad. !Cuántas energías del pueblo se consumieron en los años posteriores a la independencia en contiendas que no eran precisamente las suyas y sí en cambio de otras clases que se disputaban el poder! La política, las leyes y la ideología, reflejan fielmente los intereses y las tendencias de las clases sociales y están al servicio de sus luchas. El momento histórico que examinamos no podía ser la excepción a la regla. Efectivamente, los gobiernos y las instituciones que establecieron, las banderas y los principios que se defendieron en lapso comprendido de 1821 a 1854, no eran mas que la manifestación clara y exacta del choque entre dos ordenes que se excluían mutuamente: el de reminiscencias coloniales representado por los terratenientes y el de pretensiones capitalistas encabezado por los intelectuales y al naciente burguesía. Era la la lucha entre lo viejo viejo y lo nuevo. Mientras Mientras el primero se desmoronaba irremisiblemente el segundo segu ndo estaba en franco ascenso. ascens o. Ideológicamente, los principios teóricos proclamados para mantener vigente la sociedad colonial, recibieron el nombre genérico de conservadurismo. En la contrapartida tenemos las ideas liberales que justificaban la implantación de una sociedad semejante a la de los países capitalistas altamente desarrollados. La corriente conservadora tenía sus raíces en el pasado español; rendía culto al despotismo y a la obediencia ciega; a la jerarquía y a los privilegios; confiaba en la validez universal del dogmatismo y de la verdad absoluta de la religión católica, de la enseñanza mística y anticientífica difundida por la iglesia. Por el contrario, el liberalismo mexicano era una doctrina que se había nutrido directa o indirectamente en fuentes mas modernos: la ilustración y la enciclopedia francesas, los pensadores españoles del siglo XVIII y los norteamericanos como Jefferson, Franklin y Hamilton. La libertad de expresión y de pensamiento, la soberanía popular y al república, la educación. Laica y científica, fueron algunos de los puntos más sobresalientes que sirvieron como arma de combate a los liberales mexicanos en su afán de aniquilar lo establecido y allanar el camino a las nuevas formas de organización capitalista. La discusión y los planes para la realización r ealización de todos estos conceptos, tuvieron lugar en la Logias masónicas, centros de conspiración y adiestramiento político diseminados a lo largo y ancho del país. En torno a las ideas que hemos apuntado, los sectores más consientes se acuerparon sobre todo en dos grupos políticos: el liberal y el conservador oscilando constantemente y confundiéndose a veces, entre uno y otro extremo, se encontraba la posición intermedia de los moderados. No formaron partidos en el sentido estrictos de la palabra; para alcanzar tal categoría siempre les faltó integrar una política nacional; no permitían la participación de las amplias masas populares ni representaban sus intereses; eran voceros de las facciones en pugna. Los árbitros entre estas últimas fueron el ejercito y los caudillos, que habían proliferado escandalosamente desde los años del movimiento insurgente. Al conseguirse la separación entre México y España, el efímero imperio de Iturbide representó el primer ensayo del gobierno al servicio de las viejas estructuras coloniales defendidas por los conservadores. Posteriormente éstos ya sin el ropaje monárquico, promovieron el establecimiento de sistema centralista, o sea, la sujeción política y administrativa de las provincias por los poderes centrales del país. Las llamadas siete leyes aprobadas en 1835 y las bases orgánicas promulgada en 1842 contienen los principios jurídicos que justifican esta forma de gobierno, la que culmino y se hizo insoportable 3
durante la dictadura del general Santa Ana en ocasión de su última estancia en el poder, de 1853 a 1855. A su vez, la organización política enarbolada y puesta en práctica por los liberales, fue el federalismo republicano. Una de las características que lo distingue, al menos teóricamente, es la formación de estados soberanos con legislación propia para su administración local; sin embargo, están sujetos a las disposiciones generales que son comunes a todos los demás integrantes de la federación. La autonomía estatal de este sistema político, respondía plenamente a la medida de las aspiraciones hegemónicas de la joven burguesía mexicana y de los caciques de corte liberal, que tenían en las distintas regiones del país intereses creados que chocaban con los representados por el centralismo. Los fundamentos jurídicos que dieron vigencia al tipo de gobierno federal, quedaron plasmados en el Acta Constitutiva de 1823, en la Constitución de 1824 y el restablecimiento de ésta en 1846, durante la segunda administración de Gómez Farías.
Las nuevas formas de dependencias económica. Todo lo que hemos descrito hasta aquí ha sido un breve resumen de la situación interna del México de 1821 a 1854. Para completar el cuadro de la época, veamos cuáles fueron los orígenes de nuestra deuda exterior y cuáles los motivos que impulsaron a las potencias extranjeras de aquel entonces para intervenir en nuestro país. El año de 1821 México inicia su vida independiente en medio de múltiples exigencias y de apremiantes necesidades. Una de ellas era remediar los males ocasionados por once años de lucha; otra consistía en disponer de un mínimo de recursos que respaldaran los primeros pasos del gobierno. Estaba también latente la amenaza de una reconquista por parte de España. Para solventar todos estos problemas casi nada podía hacer el erario público. Este, como ya hemos señalado anteriormente, era una caja vacía. Los créditos interiores resultaban insuficientes además de incosteables por la codicia de los prestamistas. El monto de los impuestos era e ra en extremo raquítico por el estado de ruina en que se hallaban las distintas actividades económicas del país. La única alternativa fue recurrir al crédito exterior. ¿Quién lo otorgó y qué circunstancias lo hicieron posible? Al finalizar el dominio español en la gran mayoría de sus colonias americanas, Inglaterra se convirtió en el amo absoluto de ellas durante las dos terceras partes del siglo pasado.Esa nación había alcanzado el más alto desarrollado económico y estaba a la cabeza del capitalismo mundial. Su poderío era el resultado, entre otras causas, de la explotación despiadada que desde tiempos atrás venía ejerciendo sobre otros pueblos del globo. Ahora lanzaba sus tentáculos sobre México y el resto de los países latinoamericanos, cuya fama de yacimientos inagotables de riqueza crecía en Europa e inflamaba la ambición de los inversionistas ingleses con motivo de las descripciones muchas veces imprecisas de algunos viajeros extranjeros que visitaron este continente. Los empréstitos iniciales se concertaron en el mercado londinense durante el imperio efímero de Iturbide. Se inauguraba así una nueva etapa de colonialismo y dependencia. La deuda tuvo en términos generales un carácter fraudulento y ruinoso: lo primero, porque de los 32 millones de pesos solicitados únicamente se recibieron poco más de 11 millones y medio debido al bajo precio en que se compraron nuestros bonos, a los adelantos de interés y otras reducciones; lo segundo, porque a la cantidad percibida no se le dio un uso racional ni productivo, pero sí se gastó en cosas menos urgentes como patrocinar periódicos, adquirir uniformes y armamentos de segunda mano y resolver algunos compromisos de gobierno. 4
Sin mejorar un ápice la situación económica interna, los réditos se suspendían frecuentemente y se capitalizaban, incrementándose el volumen de la deuda exterior. Esta se convertiría así en uno de los pretextos más socorridos para justificar las amenazas e intervenciones extranjeras. Para 1838, Francia era otra de las naciones europeas que marchaban viento en popa por la ruta de capitalismo. Con el propósito de hacer patente ante los ojos del mundo sus pretensiones de disputar disp utar a sus competidores el dominio sobre México, hizo a este es te país una injusta agresión armada en aquel año. Las causas aparentes de la intromisión fueron las reclamaciones desmesuradas que formularon los súbditos franceses avecindados en suelo mexicano, cuyos intereses no habían escapado a los efectos inevitables de la contienda civil. Para ridiculizar el acto infame, la historia lo ha consignado con el nombre de “La guerra de los pasteles”, pues dentro de las exigencias figuraban también la reclamación de un pastelero por 60 mil pesos. Pero de los países extranjeros fue el de los Estados Unidos de quien recibimos los mayores agravios. Su vecindad geográfica convirtió a México en la principal presa territorial. En el periodo que hemos venido analizando, el capitalismo norteamericano todavía no alcanzaba los adelantos industriales de Francia e Inglaterra; los progresos manufactureros del Norte, tenían su contrapeso en la economía de tipo agrícola y de explotación esclavista predominante en el Sur. En síntesis, el país anglosajón estaba aún en crecimiento y su principal preocupación era el ensanchamiento de sus fronteras. Valiéndose del engaño y el exterminio que se extendió hacia el oeste, a costa de la propiedad de los pieles rojas. Luego siguió el turno para México, donde empleó los más diversos métodos: la compraventa, como el caso de la Luisiana (1803) y de la Mesilla(1853); la colonización y el azuzamiento de colonos contra el gobierno mexicano, como sucedió con la perdida de las Floridas (1819) y de Texas (1836); la guerra de rapiña y la invasión armada, aconteció en los despojos de la Alta California y de Nuevo México (1848). Ante la imposibilidad de competir en el mercado latinoamericano con las otras potencias capitalistas, los Estados Unidos no permanecieron impasibles. Recurrieron a la intriga y a la intervención política en los asuntos internos de las antiguas colonias españolas recién independizadas. Utilizaron también una diplomacia internacional muy sui géneris mediante la cual se constituían, según ellos, en los defensores de América y prohibían cualquier agresión europea. Así lo estipulaba la doctrina Monroe en 1823, cuya verdadera intención era reservar el futuro poderío económico norteamericano, la exclusividad y dominio sobre este continente. Concretamente en lo que respecta a la serie de ignominias perpetradas contra nuestro país por el llamado Coloso del Norte, las resistencias heroicas del pueblo mexicano sucumbieron ante un doble enemigo: uno exterior, representado por la superioridad material del invasor; otro interior, que comprendía la parálisis económica y la carencia de recursos, la falta de patriotismo de la iglesia y del resto de la clase semifeudal que no veían más allá de sus privilegios, el estado permanente de la lucha civil que no tenia vencedor ni vencido. Por tanto, para enfrentar con éxito las futuras agresiones extranjeras era urgente resolver antes que nada las propias contradicciones. Ello tendría lugar en los años inmediatos durante la siguiente etapa que abarca de 1855 a 1857, que reemplazara a la transición que hemos estudiado. La lucha de clases se agudizara pero pronto una de las partes se impondrá sobre la otra: las relaciones capitalistas impulsadas por los liberales asestaran un fuerte golpe a las caducas estructuras defendidas por los conservadores.
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COLMENARES, Ismael . . et. al.Del árbol árbol de la noche noche triste al cerro cerro de las campanas campanas . pág.155-169.)
LA REFORMA DE 1833 Y LA IDEOLOGÍA DEL PARTIDO DEL PROGRESO. Programa de los principios políticos que en México ha profesado el partido del progreso, progreso, y de la manera con que una sección de este partido pretendió pretendió hacerlos hacerlos valer en la Administracion de 1833 a 1834.
Cuanto se ha intentado, comenzado o concluido en la Administración de 1833 a 1834 ha sido obra de convicciones íntimas y profundas de las necesidades del país, y de un plan arreglado para satisfacerlas en todas sus partes. El programa de la Administración Farías es el que abrazaba los principios siguientes: l°., libertad absoluta de opiniones y supresión de leyes represivas de la prensa; 2°., abolición de los privilegios del clero y de la milicia; 3°., supresión de las instituciones monásticas y de todas las leyes que atribuyen al clero el conocimiento de negocios civiles, como el contrato de matrimonio, etc.; 4°., reconocimiento, clasificación y consolidación de la deuda pública, designación de fondos para pagar desde luego su renta y hipotecas para amortizarlo más adelante; 5°., medidas para hacer cesar y reparar la bancarrota de la propiedad territorial, para aumentar el numero de propietarios territoriales, fomentar la circulación de este ramo de la riqueza pública y facilitar medios de subsistir y adelantar a las clases indigentes, sin ofender ni tocar en nada el derecho de los particulares; 6°., mejora del estado moral de las clases populares por la destrucción del monopolio del clero en la educación pública, por la difusión de los medios de aprender, y la inculcación de los deberes sociales, por la formación de museos conservatorios de artes y bibliotecas públicas y por la creación de establecimientos de enseñanza para la literatura clásica, de las ciencias y la moral; 7°., abolición de la pena capital para todos los delitos políticos y aquellos que no tuviesen el carácter de un asesinato de hecho pensado; 8°., garantía de la integridad del territorio por la creación de las colonias que tuviesen por base el idioma, usos y costumbres mexicanas. Estos principios son los que constituyen en México el símbolo político de todos los hombres que profesan el progreso, ardientes o moderados; sólo resta que hacer patente contra los hombres del retroceso la necesidad de adoptarlos; y contra los moderados, la de hacerlo por medidas prontas y enérgicas, como se practicó en 1833 a 1834. 2o. Abolición de los Privilegios Privilegios del clero y de la Milicia Milicia ... La abolición de los privilegios del clero y de la Milicia era entonces como es hoy una necesidad real, ejecutiva y urgente...En aquellos días...estas dos clases se hallaban resueltas a poner en acción todo su poder, no solo para al abolición de las formas federales sino para hacer que desapareciesen con ellas las bases del sistema representativo. Este sistema había sido adoptado en México bajo la forma federal y no era justo, útil ni racional renunciar a él; así por que hoy ya no es materia de duda que es el único que conviene a las naciones civilizadas, y concilia de la manera más perfecta los intereses y goces sociales con el orden y seguridad pública; como porque siendo la moda del siglo y hallándose ya medio establecido en México no podría hacerse desaparecer sin grandes trastornos... Las tendencias del clero son perniciosas a la educación pública e impiden su difusión y mejoras; porque las masas mejor educadas tienden visiblemente a emanciparse del dominio sacerdotal en que han estado por tres siglos, y esta emancipación disminuye el 6
poder que sobre ellas se ha ejercido y que aún no acaba de perderse. Se quiere que la educación nacional sea la propiedad exclusiva de los ministros del culto y que este toda basada sobre las reglas monásticas en traje, usos y habitudes; se quiere que las materias de enseñanza sean las de los claustros, disputas teológicas y escolásticas que han pasado de moda hace medio siglo y de las cuales hoy nadie se ocupa; y se rehusa la enseñanza de los ramos antes desconocidos y de utilidad practica, enseñanza sobre la cual deben formarse los hombres públicos de que hay tanta y tan grande falta en el país. Enhorabuena que México, colonia de España, haya podido pasar sin ellos, esto se entiende, ¿pero cómo podrá sostenerse lo mismo de México, nación independiente, que debe gobernarse a sí misma y mantener relaciones con todas las potencias extranjeras que forman el mundo civilizado? Si el clero es un obstáculo para la educación que se da en los establecimientos públicos, no lo es menos para la que se recibe en los establecimientos particulares y privados que pudiera suplir a la otra... La introducción de los libros y la circulación sufren una persecución sorda pero constante y eficaz, que hace disminuir el número de lectores y compradores; el librero extranjero y el nacional ven arruinarse sus empresas aunque ellas versen sobre artículos no prohibidos por las leyes, por que qu e las prohibiciones eclesiásticas retraen a los compradores comprador es y alarman o disminuyen la reputación del vendedor que tiene que valerse de un tercero para expenderlos de una manera casi clandestina. No pocas veces pierde el librero su mercancía, porque los administradores de aduanas, en un país en que hay leyes para todo, que admiten o desechan a voluntad de quien la ha de aplicar, se toman la libertad de declarar vigentes las de la época de la inquisición y retienen todos los libros que les parece... Las segunda clase privilegiada que su metrópoli ha legado a la república mexicana es la Milicia, tan incombinable con el sistema representativo como con la forma federal y por lo mismo en oposición abierta como el clero con la constitución con stitución de la República... La milicia deriva su poder especial del ejercicio de la fuerza bruta en 26 años de guerras civiles durante los cuales ha ejercido el imperio más absoluto. Leyes, magistratura, gobierno, personas y cosas, fondos públicos y particulares, todo ha estado más o menos pero realmente r ealmente sometido al poder militar, ejercido bajo diversas diver sas denominaciones de nominaciones y formas. La Milicia, bien sea que ataque al gobierno, bien parezca que lo defiende, es y se considera así misma como un cuerpo independiente, que no vive en la sociedad sino para dominarla y hacerla cambiar de formas administrativas y principios políticos, cuando las unas o los otros sean o se entiendan ser opuestos a los principios constitutivos de esta clase privilegiada. Nada parece más natural al militar mexicano que sublevarse contra una constitución y de poner a un gobierno que trata de someter la clase a que pertenece, ya sea sujetándole a las leyes que le son peculiares, o ya sea reformando éstas en todo o en parte; los hombres de esta clase se creen con derecho exclusivo o a lo menos preferente, a ocupar todos los puestos públicos y a consumir las rentas nacionales... Los jefes militares que han ocupado el puesto supremo, a virtud de revoluciones de soldados que ellos mismos han acaudillado, participan de los errores de esta clase, la temen por que conocen su poder, y le están reconocidos por que creen debérselo todo; por este triple motivo todo se lo sacrifican. Además, las revoluciones que en 26 años han derribado los gobiernos de diez. veces y substituido otros, se han terminado todas de una manera militar; y el pueblo, incapaz de conocer el influjo que en ellas han tenido las causas morales, las ha adjudicado exclusivamente a la fuerza material que aparecía en ellas de una manera más visibles. 7
El error de la multitud a pasado a la la Milicia que lo ha a cogido con entusiasmo, y desde entonces se ha gritado y sostenido casi sin oposición que al ejercito se debe la independencia, la libertad, la federación y quien sabe cuantas cosas... México ha contraído y sigue contrayendo una deuda enorme, por la milicia privilegiada y para la milicia priviligiada; y que esta deuda no puede ser amortizada ni pagados sus intereses haciendo uso de los medios ordinarios; por que todos los ramos de la riqueza pública se hallan en bancarrota, o no pueden tener sobrantes para el fomento y creación de los capitales, cuyos productos se consumen en gastos improductivos. Que dicha deuda tampoco puede ser pagada; ni por los medios extraordinarios; por que se quiere conservar al clero y para el clero el único fondo disponible al efecto. En suma, y para reducirlo todavía a dos palabras y a su mas simple expresion: La Milicia a creado la deuda nacional, y es causa de la miseria pública; y el clero contribuye a perpertuarlas, impidiendo el pago de una y la cesación de la otra...Tenia razón la administración Farías y los hombres de 1833 para aplicar todos sus esfuerzos a fin de que desapareciesen de la escena política estas dos clases privilegiadas. 6o.mejora del estado moral de las clases populares, por la destrucción del monopolio del clero en la educación publica, por la difusión de los medios de aprender y la inculcación de los deberes sociales, por la formación de museos, conservatorios de artes y por la creación de establecimientos de enseñanza para la literatura clásica, de las ciencias y la moral .
El elemento mas necesario para la prosperidad de un pueblo es el buen uso y ejercicio de su razón, que no se logra si no por la educación de las masas, sin las cuales no puede haber gobierno popular. Si la educación es el monopolio de ciertas clases y de un número más o menos reducido de familias, no hay que esperar ni pensar en sistema representativo, menos republicano y todavía menos popular. La oligarquía es el régimen inevitable de un pueblo ignorante...;esta forma administrativa será ejercida por clases o familias, segun que la instrucción y el predominio se halla en las unas o en las otras, pero la masa será inevitablemente sacrificada a ellas...La revolución de independencia...que nivelo las familias, fue la que robusteció la oligarquía de las clases y su preponderancia sobre las masas; la independencia proclamada por los pretextos religiosos y acaudillada por sacerdotes, aumento el poder del clero; la independencia disputada y obtenida en sus resultados más visibles por la fuerza material, creó el predominio de la Milicia; y el habito de considerar como únicos poderes la fuerza bruta, y las inspiraciones sacerdotales y de tener por sancionadas sus pretensiones o desvarios, consentidos o sufridos por la masa popular ha contribuido a perpetuar este predominio. El pueblo, además, al verificarse la independencia, era como lo habían constituido los españoles y lo había empeorado la revolución, es decir, ignorante y pobre; y con esto está dicho todo para conocer que inevitablemente había de caer bajo el régimen de la oligarquía oligarquía de las clases militares militares y sacerdotal o sostener con ellas una lucha prolongada y desigual, en que los primeros lances debían serle necesariamente adversos. En los días de la independencia...todos hablaban de educación pública y manifestaban las mejores disposiciones para fomentarla. Esta propensión general produjo un bien positivo; la educación de las masas no mejoró porque no se sabían los medios para lograrlo, pero se difundió con una rapidez asombrosa y de que hasta entonces no había ejemplo. Las escuelas fueron imperfectísimas, pero se establecieron en todas partes, y una parte muy considerable de las masas aprendía ap rendía a leer mal y escribir peor, pero aprendía. a prendía.
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La Universidad se declaró inutil, irreformable y perniciosa; inutíl por que en ella nada se enseñaba, nada se aprendia; porque los exámenes para los los grados menores eran de pura forma, y de los grados mayores muy costosos y difíciles, capaces de matar a un hombre y no de calificarlo; irreformable por que toda reforma supone las bases del antiguo establecimiento, y siendo las de la Universidad inútiles e inconducentes a su objeto, era indispensable hacerlas desaparecer sustituyéndoles otras...; la Universidad también fue considerada perniciosa porque daría, como da lugar, a la perdida de tiempo, y a la disipación de estudiantes de los Colegios que so pretexto de hacer sus cursos, se hallan la mayor parte del día fuera de estos establecimientos únicos en que se enseña y se aprende; se concluyó, pues que era necesario suprimir la Universidad... La educación de los Colegios es más bien monacal qué civil; muchas devociones más propias de la vida mística que la del cristianismo; mucho encierro mucho recogimiento, quietud y silencio esencialmente incompatibles con las facultades activas de la juventud, y que deben procurar desarrollarse en ella; muchos castigos corporales, bárbaro y humillantes, entre los cuales a pesar de las prohibiciones, no dejan de figurar todavía los azotes y la vergonzosa desnudes que debe por el uso precederlos y acompañarlos. Al educando se le habla mucho por los eclesiásticos, sus institutores, de los deberes religiosos, de las ventajas y dulzuras de la vida devota; se le pone a la vista y se le recomienda para imitar los hechos de las vidas de los santos que son por lo común eclesiásticos ; se la insinúan de la misma manera y sin hacer la debida distinción los deberes de la vida del cristiano y los consejos evangélicos que constituyen la devoción. Nada se habla de patria,de deberes civiles de los principios de la justicia y del honor; no se le instruye en la historia, ni se le hacen lecturas de la vida de los grandes hombres ,a pesar de que todo esto se halla más en relación con el genero de vida a qué están destinados la mayor parte de los educandos. Hasta los trajes contribuyen a dar el aspecto monástico a instituciones que no son civiles; el manto del educando se diferencia muy poco de la cogulla del monje, y tiene entre otras las desventajas de todos los telares, de contribuir al poco aseo y al ningún gusto en vestirse que manifiestan los que la portan, cosas todas que hoy tienen una importancia real en la sociedad culta y en la estimación de las personas con quien debe vivirse. Este conjunto de preceptos, ejemplos,documentos, premios y castigos que constituyen la educación de los Colegios, no solo no conduce a formar los hombres que han de servir en el mundo, sino que falsea y destruye de raíz todas las convicciones que constituyen a un hombre positivo...
Disertación sobre Bienes Eclesiásticos José María Luis Mora. París. París. 1831.
Así es que los bienes eclesiásticos, si son por su naturaleza temporal ,jamas puede dejar de serlo en ninguna suposición posible. Estas nociones son comunes y vulgares y están en perfecta consonancia con el Evangelio de Jesucristo, lo mismo que con las doctrinas de los padres más célebres de la Iglesia. Cuando a Jesucristo la preguntaron los Fariseos si seria lícito pagar el tributo al César, pídio una moneda, que es el signo representativo de todo genero de bienes, valores o riquezas temporales, y habiéndole examinado, les dijo: ¿De quien es este busto? Ellos le contestaron: Del cesar, entonces lo confundió con aquella admirable sentencia: Pues devolver al Cesar lo que es del Cesar, y a Dios lo que es de Dios... Cualquiera que lea atentamente este pasaje y otros muchos de los padres que omitimos, vendrá en conocimientos de que son por su naturaleza civiles y temporales los
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bienes que por su aplicaciones sociales, se denominan eclesiásticos ,pues todos ellos consisten en moneda o cosa que lo valga... Una gran fortuna que se ha aumentado excesivamente, están todos convenidos de que es un mal muy grande para la sociedad, pues como los bienes sociales son limitados, si uno solo se los absorbe, los demás quedan sin ellos. Pero este mal gravísimo tiene un término natural en el particular que necesariamente ha de morir algún día...Un particular por muchos que sea los bienes que qu e haya acumulado, a cumulado, antes de cien años, año s, el mayor termino a que puede llegar su vida, debe necesariamente repartirlos entre sus herederos y con esto queda destruido una fortuna que jamas puede ser colosal. Una comunidad, al contrario, como que nunca muere, si le es permitido adquirir, sin límites e indefinidamente, puede ir sucesivamente acumulando bienes hasta llegar al caso de absorbérselos todos o una parte tan considerable que cause la miseria pública.... Si la simple facultad de adquirir indefinidamente y no tener precisión de enajenar es un motivo bastante para temer que una comunidad cualquiera monopolice todos o una parte considerable de los bienes sociales, es de toda evidencia que un cuerpo como la Iglesia que tiene por principio el adquirirlo todo y por obligación el enajenar nada, indefectiblemente acabaría por ponerlos todos bajo su dominio. Los gobiernos pues y las autoridades civiles lejos de solicitar el consentimiento del clero para expedir las leyes que limiten su derecho de adquirir, obrarán justa y legalmente en dictarlas aun cuando esto sea con una positiva oposición y repugnancia de su parte, que jamás les faltara... Cuando el territorio esta repartido entre muchos propietarios particulares, recibe todo el cultivo de que es susceptible. Entonces los plantíos de árboles, los acopio de agua, la cría de ganado, la edificación de habitaciones derraman la alegría y la vida por todos los puntos de la campiña, aumentan todos los productos de la agricultura y con ella brota por todas partes la población, que es la base del poder de las las naciones y de la riqueza pública. Al contrario sucede cuando el territorio esta repartido entre pocos y poderosas propietarios, entonces se ven los terrenos eriazos y sin cultivo, las habitaciones son muy escasas, como lo es la población misma; y el miserable jornalero esclavo de la tierra y del señor que de ella es propietario, pudiendo a penas arrastrar una existencia miserable, en nada menos piensa que qu e en casarse ni multiplicar su especie esp ecie y no emplea otro trabajo para el cultivo del terreno sobre que vive y que no ve como propio, sino al que se le obliga prestar forzosamente, Ahora bien, si la acumulación de tierras en particular rico y poderoso es un mal tan grave para la riqueza y población a pesar de que no ha de pasar cien años, ¿Que deberemos decir de una comunidad o cuerpo que puede ir agregando a las que posee otras sin termino ni medida? Los capitales o los menos pueden crearse y multiplicarse hasta un grado que todavía no puede concebir el entendimiento humano y por muchos que se supongan existentes, pueden aun formarse otros; pero las tierras no son susceptibles de aumento y de ellas han de ser siempre las mismas; de lo cual resulta una comunidad poderosa y respetada como lo es la iglesia, es habilitada para adquirirlas, llegará tiempo en que se haga dueña de todas y dé un golpe mortal a la población y riqueza publica. Si hay, pues razon, para fijar la cuota o valor de los capitales a que puede extenderse su propiedad, la hay mayor y más fuerte fuerte para prohibirle la adquisición de tierras o bienes raíces.... El principio reconocido por todos los economistas y confirmado por la más constante experiencia, que solo el interés directo y personal es el que puede hacer productivas las fincas y capitales cuyo nombre se halla comprendido todo género de bienes pues este interés directo y personal no puede existir ninguna en ninguna comunidad, de la que por su naturaleza y constitución se halla desterrada de la unidad de designio, de acción 10
y voluntad. Así vemos la diferencia inmensa que existe entre los bienes de una comunidad y los de un particular; si son fincas rusticas, los campos se hallan sin cultivo, sin población, sin las oficinas propias del caso y hasta si instrumentos de labranza; si son urbanas, no se les hace reparo ninguno, todo se quiere que sea de cuenta del inquilino,el cual muchas veces lo descuida, con lo que a vuelta de pocos años la finca se deteriora, se arruina desaparece y queda sólo un solar, que entonces se abandona, hasta el punto que no puede saberse a quién perteneció... En cuanto a los capitales que pertenecen a comunidades, puede asegurarse, sin temor de errar, que ninguna de ellas ha conservado la mitad de los que adquirió. Más pronto o más tarde los han ido perdiendo por descuido y abandono, de modo de que si se registrasen sus archivos, se hallarían muchísimas escrituras otorgadas a su favor por grandes cantidades, de las que y de cuyo pardero nadie es capaz de dar razón. Esto persuade que los bienes administrados por comunidades o cuerpos, no sólo producen poco, sino que son necesariamente perdidos; y como la sociedad no puede dejar de resentir de la ruina de las fortunas, especialmente de las que consisten en grandes y cuantiosos bienes, cuales son las de los cuerpos, de aquí es que la autoridad pública por lo común debe rehusarse el permiso para administrarlos y aun si es necesario fuese obligarlos a su enajenación haciendo que solo tengan el usufructo y reservando la propiedad de ellos a los particulares, únicos capaces de hacerlos producir y adelantar... Hemos llegado al fin de este escrito, en el cual se ha limitado dar a conocer la naturaleza de los bienes conocidos con el nombre de eclesiásticos y se ha procurado probar que son por su esencia temporales, lo mismo antes que despuós de haber pasado al dominio de la iglesia; que ésta, considerada como cuerpo místico, no tiene derecho a poseerlos ni pedirlos, ni mucho menos a exigirlos de los gobiernos civiles; que como comunidad politica puede adquirir, tener y conservar bienes temporales, pero por sólo el derecho que corresponde a las de su clase, es decir, el civil; que a virtud de este derecho la autoridad pública puede ahora y ha podido siempre, dictar por sí misma y sin concurso de la eclesiástica las leyes que tuviere por convenientes sobre adquisición, administración e inversión de bienes eclesiásticos; que ha dicha autoridad coresponde exclusivamente el derecho de fijar los gastos del culto y proveer los medios de cubrir; finalmente,que en un sistema federativo, el poder civil a que corresponden estas facultades, es el de los Estados y no el de la Federación... El Clero probablemente se resentirá de la resolución que se ha dado a las cuestiones propuestas, pero es necesario por po r el interés de d e las naciones y de la misma religión..,fijar sus derechos y dar a conocer sus obligaciones. Los unos y las otras se hallan consignadas en el pasaje del Evangelio que ha ministrado el epígrafe para esta disertación: diser tación: ¿De quién es e s este busto? preguntó Jesucristo a los fariseos que le consultaban cons ultaban si sería ser ía lícito pagar el tributo al César. Del César le rspondieron éstos. Pues devolved al César, continuó el Salvador, lo que es del César y dad a Dios lo que es de Dios...Así podemos decir al clero: Restituir al César y en su persona a la autoridad civil de que es depositario, lo que está designado por la moneda, es decir los bienes temporales que ella representa; hacedlo cuando os lo pidiere como lo hizo Jesucristo cuando le pedían la capitación los recaudadores del tributo y quedaos en lo que es de dios, es decir, con los bienes espirituales y las llaves del reino de los cielos...
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Cuestión Importante para el Crédito Público. De todos modos es cierto que de la ocupación de los bienes del clero resultarían dos bienes importantísimos: 1° Que con sólo dichos bienes o si se quiere con algún aumento que siempre sería muy corto, se sostendría el culto, se aumentaría el el número de parroquias y de obispos, se pagarían los intereses de la deuda y ésta é sta se iría poco a poco amortizando. El segundo bien no menos importante que resultaría de la ocupacion de los capitales del clero sería: en lo político desarmar y debilitar una clase que es un obstáculo permanente a todo género de progreso; y en lo financiero, poner en circulación una multitud de bienes estancados que pasando a manos vivas y productoras aumentarían su valor en una escala indefinida y crearían una multitud de pequeños propietarios que por su fuerza expansiva serían la base del orden público y de las empresas industriales como lo son todos los hombres de la clase media en Europa... LOS PRIMEROS ENSAYOS DE INDUSTRIALIZACION. Agustín Cue Canovas. pág. pág. 170-188.
El Banco de Avío. Hasta fines del siglo XVIII el sistema gremial hubo de ser abolido. En 1790 una real orden dispuso la disolución de los gremios, acordándose que cualquier artesano pudiera trabajar en su oficio sin presentar examen. Pero la medida llegó demasiado tarde porque la industria se hallaba en grave estado de abatimiento. En tanto, el obraje había conseguido desarrollarse muy lentamente. De este modo, al concluir el régimen colonial, las principales industrias de nuestro país se encontraban en tal estado de languidez que los primeros gobiernos del México independiente hubieron de dirigir su política en pro de la industrialización dl país en un sentido francamente proteccionista mediante el establecimiento de aranceles que impidieran la competencia de las manufacturas extranjeras, más baratas y de calidad indiscutible superior. Pero además, ante el problema de la falta de capitales nativos, hubo de acudirse al establecimiento de una institución oficial como fue el Banco de Avío establecido en 1831, para crear bases de una industria nacional, Alamán mismo pensaba que mediante la protección de los ramos de industria establecidos por el banco de Avío, al cabo del tiempo nuestros productos manufacturados podrían, si no exportarse, expor tarse, por lo menos resistir dentro del mercado nacional, la competencia de los artículos extranjeros. Los primeros ensayos de la industrialización en nuestro país tropezaron con la oposición enérgica del artesanado que contemplaba un grave peligro en el propósito del gobierno de introducir telares y máquinas. Se temía que el establecimiento de fábricas originaría como efecto inmediato la proletarización de miles de artesanos y el aumento de la miseria en la clase trabajadora...En 1831 empezó a funcionar bajo la dirección de Alamán, el Banco de Avío, cuyos fondos debían integrarse con la quinta parte de los derechos devengados y en que lo sucesivo causaren en su introducción los géneros de algodón de procedencia extranjera. Diariamente anunciaba el ¨Registro Oficial¨, órgano del gobierno Bustamantino las máquinas que se habían comprado en Estados Unidos y en Europa no sólo para tejer algodón, sino también para lanas y sedas, pues como por encanto se trataba de establecer, de un golpe, todas las fábricas desconocidas a los mexicanos
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¨México —escribía irónicamente un contemporáneo—, se convertía en una nación fábricante por decreto” La Junta Directiva De Banco De Avío tenía facultades para disponer la compra y distribución de las máquinas necesarias para el fomento de los distintos ramos de industrias, y proporcionar las capitales que necesitaran las diversas compañías formadas, o los particulares que se dedicaran a la industria en los estados, distrito y territorios. Las máquinas debían entregarse por sus costos y los capitales con un rédito de 5 por ciento anual. Aunque los ramos que de preferencia debían ser atendidos por el Banco eran los tejidos de algodón y lana, cría y elaboración de seda, la Junta podría igualmente aplicar fondos al fomento de otras ramas de industria y producciones agrícolas de interés para la nación. Pronto se fundaron en distintos lugares, catorce compañías industriales para el fomento de diversos ramos: En México, Tlalnepantla, Puebla, Cuencamé, San Andrés Tuxtla ,Tlaxcala, León de los Aldama, San Miguel Allende, Celaya, Querétaro, San Luis Potosí,Villa del Parral, Morelia y Chihuahua. Con una extraordinaria y febril actividad, el banco encargó máquinas para hilados y tejidos de lana y el algodón, trilladoras, despepitadoras, arados, molinos y hasta una fábrica de papel a los Estados Unidos, Francia e Inglaterra comprando además ganado lanar en España y Francia así como importando técnicos ingleses norteamericanos y franceses. Pero además de que el capital asignado el Banco era apenas de un millón de pesos, cantidad que ni siquiera pudo adquirir totalmente en el segundo año de su ejercicio tuvo que suspender sus auxilios a algunos empresarios,entre ellos a la Compañía Industrial Mexicana que había establecido una fábrica en Tlalpan y a don Esteban de Atuñano que había iniciado la fundación de una fábrica en Puebla. Esto se debió a la ocupación de las aduanas de Veracruz y Tampico por fuerzas revolucionarias hostiles al gobierno del dictador Bustamante, hecho que impidió al Banco seguir percibiendo la quinta parte de los derechos provenientes de la introducción de telas de algodón extranjeras y decidió además a Bustamante a disponer del 20 por ciento de derechos que correspondían al Banco, para combatir la Revolución. Necesitado de recursos el Gobierno hubo de disponer el 1º de marzo de 1833 que los fondos del Banco, que anteriormente se ponían en arca separada, ingresaran a la masa común de la Hacienda Pública, medida que obligo al Banco de Avío a suprimir los auxilios a las empresas establecidas. Una gran parte de las máquinas compradas en el extranjero, quedaron abandonadas en los muelles de Veracruz hasta inutilizarse; los técnicos traídos se dedicaron sólo a cobrar sus sueldos, sin provecho alguno de la industria nacional. Por fin en septiembre de 1842 se declaraba extinguido el Banco de Avío: “por no poder llenar ya el objeto con que fue establecido...y en virtud además de que el espíritu de empresa en el ramo de la industria se había extendido en la república cuanto exige su verdadera felicidad”(sic), como se decía con falso optimismo en la exposición del motivo del decreto respectivo.
La Revolución Industrial y su Influencia en México. Cuando nuestro país iniciaba apenas su lucha por emanciparse de España, en Europa y Estados unidos la Revolución Industrial se había realizado de modo casi completo. Con la introducción de las máquinas en la industria, principalmente en la de hilados y tejidos de algodón, se produjo una gigantesca revolución técnica que consolidó el régimen capitalista e impulsó vigorosamente el desarrollo de la industria y del comercio exterior e interior. A la etapa de la manufactura substituyó la de la producción realizada por medio de máquinas, 13
que contribuyó de modo determinante al desarrollo de la división del trabajo y por consecuencia al incremento de la actividad fabril. Al mismo tiempo que la transformación en la técnica de la producción industrial, se produjo una revolución que trajo consigo la extensión del mercado interno. Al iniciarse la revolución agraria, fue creándose un nuevo tipo de explotación agrícola sobre bases capitales. La agricultura de consumo fue remplazada por la tendencia creciente del agricultor a producir para el mercado, y a especializarse en aquellos productos de mayor rendimiento económico. Pudo desarrollarse así un mercado interior que contribuyó a aumentar la demanda de productos y estimuló vigorosamente el desarrollo de una revolución industrial de tipo capitalista. Los agricultores que habían reemplazado a los campesinos independientes, compraban no solamente artículos de consumo sino también medios de producción (implementos agrícolas, herramientas, etc.). De este modo, en Inglaterra y otros países, el mercado en creciente desarrollo exigía constantemente la producción de una mayor cantidad de mercancía que la antigua industria manufacturera no podía satisfacer. En la segunda mitad del siglo XVIII tuvo lugar la revolución técnica. Se inventaron las máquinas y surgió como consecuencia inmediata la fábrica... Al consumar su independencia, nuestro país, incorporado de golpe a la economía mundial, habría de ser impotente para impedir su invasión por las mercancías, más baratas y de mejor calidad, provenientes de los países industrializados que, además mediante el comercio de contrabando lograron en la gran parte eludir las barrera aduanales establecidas para gravar, limitar o prohibir la introducción de artículos extranjeros. Además, la mayor parte de los escasos capitales existentes en nuestro país, se aplicaban al agio y no a inversiones de tipo productivo. Debe agregarse la oposición enérgica del artesanado de las regiones manufactureras del país,que contemplaba un grave peligro en la introducción de máquinas y el establecimiento de fábricas temeroso de los resultados provocados por la Revolución Idustrial europea en la situación social y económica de las clases trabajadoras. Lo anterior explica por qué mientras en Europa y Estados Unidos, a mediados del siglo pasado se consumaba la revolución técnica, en México se iniciaba apenas un proceso de formación capitalista en la industria cuyo lento desarrollo, interrumpido muchas veces, ha contribuído de modo importante a prolongar nuestra estructura de país semicolonial, reducido al papel de simple proveedor de materias primas para las grandes naciones industriales, o de productor de artículos semielaborados.
Alamán y la Industria del Algodón. A pesar del fracaso del Banco Nacional de Avío, las fábricas y compañías establecidas con sus auxilios económicos, pudieron prosperar independientemente, aunque con extrema lentitud, y esto por las dificultades que tuvieron que afrontar. Algunas impotentes para poder desarrollarse, hubieron de desaparecer. Alamán no sabia limitado al modesto papel de inspirador y guía de los primeros esfuerzos a favor de la industrialización. En 1836 había organizado una sociedad para el establecimiento de una fábrica de hilados y tejidos de algodón en Cocolopan y otras de paños en Celaya. La compañía creada para tal objeto realizó ruinosas operaciones de crédito, solicitando anticipos con un interés de 24 por ciento anual. Los intereses de la sumas percibidas pronto anularon las utilidades obtenidas y trajeron consigo la quiebra de la negociación. Alamán mismo se vio comprometido en esta quiebra, habiéndose visto obligado hacer cesión de sus bienes, para contribuir a la amortización de la deuda... deuda ...
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En diciembre de 1842, tres meses después de haberse acordado por Santa Anna la extinción del Banco de Avío se creaba la Dirección General de Industria, designándose como presidente de ella al mismo Aláman. En enero de 1843, la Dirección General de Industria, solicitaba del Supremo Gobierno se les entregase todo lo que quedaba existente de máquinasy demás útiles pertenecientes al Banco deAvío. De los informes presentados por la Dirección General de Industria durante el tiempo que funcionó, uno de los más interesantes es sin duda la primera Memoria, redactada por Alamán a fines de 1843 y en la que, como su autor afirma da a conocer el origen de cada ramo de la industria nacional, con el objeto de que, reunida a las otras memorias de años sucesivos, se formaría la historia completa de la industria mexicana. Uno de los grandes beneficios que produce el progreso de la industria —escribía Aláman en dicha Memoria—, es relacionar todos los ramos entre sí hacer provecho para los unos, lo que era perdido para los otros y dar valor aun a las cosas más despreciables. En una reseña de los adelantos industriales realizados, se refería en primer término al progreso de la industria del algodón, que llamaba el ramo más adelantado de la industria nacional, el de mayor importancia siempre y que ya era conocido y practicado desde la época prehispánica... Se refería enseguida a los obstáculos que impedían el progreso rápido de la industria del algodón. En primer término, las cosechas de algodón no bastaban a satisfacer el consumo que de él hacían las fábricas establecidas.... En el contrabando veía Alamán otro peligro que amenazaba a las fábricas, por la facilidad con que se hacía por los puertos del Océano Pacifico, hasta el punto de haber cerrado casi del todo para las manufacturas nacionales, los pingües mercados de los departamentos cercanos a aquel.--,mlas costa. Pero el factor más importante que impedía el desarrollo de esta industria, consistía para Alamán, en que el producto excedía en mucho al consumo, por lo que en Puebla habían tenido que parar miles de telares, dejando en la miseria millares de familias. El único remedio para evitar la crisis y sus terribles efectos —expresaba categóricamente—, no puede ser otro que aumentar los consumos y para conseguirlo, bajar el precio de los efectos y variar la clase éstos , reduciendo el precio del algodón, al que tenía en 1838. En relación con esta industria y con todas las demás artes, proponía al Gobierno la supresión del estanco del ácido sulfúrico y de los ingredientes necesarios para fabricarlo, po el poco provecho que del mismo obtenía el erario nacional y el gran perjuicio que sufrían los fabricantes y el público en general.
La industria del algodón. El ramo más adelantado de la industria nacional era el del algodón. En 1843 existían en el país 57 fábricas de hilados y tejidos de algodón, con 125,362 husos en actividad o próximos a estarlo, que trabajando solamente de día, necesitaban dos mil quintales de algodón por semana, y que producían hilaza para 700 mil piezas de manta tejidas por año, las cuales alcanzaban un valor de 5 millones de pesos. Las fábricas de hilados y tejidos de algodón estaban distribuidas así: 5 en Durango, 1 en Guanajuato, 4 en Jalisco, 17 en México, 2 en Puebla, 2 en Querétaro, 1 en Sonora y 8 en Veracruz. Los jornales pagados ascendían a $27,257.00 semanarios. Sólo en la “Aurora Industrial”, fábrica de Puebla, se habían llevado a término ensayos muy felices en la fabricación de géneros pintados; el blanqueo de las telas de algodón sólo se había establecido en algunas fábricas.
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Pero la cosecha nacional de algodón no bastaba a proveer al consumo que de él hacían las fábricas establecidas. La cantidad de 60 a 70 mil quintales cosechada anualmente, no alcanzaba ni aún para lo que requerían las mantas, quedando sin abastecer la rebocería, eñ pabilo y todos los demás ramos dependientes del algodón. Las fábricas establecidas necesitaban, según el número de husos en acción, un total de cien mil quintales anuales de hilaza. Como a partir de 1838 se habían establecido nuevas fábricas, el producto de las cosechas no bastaba a proveerlas suficientemente, por lo que unas a otras se disputaban el algodón, contentándose con recibirlo de la más baja calidad. Los fabricantes se veían obligados a suspender o reducir sus labores, en espera de los envíos de la cosecha del siguiente año. Este era el gran obstáculo que impedía el desarrollo de la industria del algodón y que además ponía en peligro constante hasta su existencia... La fabricación de telas de lana no había alcanzado el desarrollo de la de las telas de algodón. Su producción se encontraba repartida en los telares domésticos de campos y ciudades. Para impulsar el desarrollo de esta industria, se había acordado que el ejército nacional fuera vestido con paño del país, si bien esta medida ocasionó grave daño al tesoro público. Alamán había hecho he cho venir maquinaria y artesanos de Francia, para las fábricas que estableció en Celaya, y en Tlaxcala se había fundado una fábrica para el hilado de la lana, con 660 husos, de los que ya había en actividad 440, que producían 300 libras de hilaza, con las que se tejían 6 piezas de paño semanarias. En la fábrica de algodón “Hércules”, en Querétaro, había también maquinaria para toda clase de tejidos de lana. En Querétaro había también una fábrica, en la que existían siete telares destinados a hacer alfombras, tanto afelpadas como lisas, de las que se hacía ya uso en varias casas de la Ciudad de México. También había ya maquinaria para la lana en la fábrica de la Magdalena; cerca de San Angel, y en la fábrica de la Escoba, departamento de Jalisco. En esta misma época existían en el país 21 talleres de tejido de seda, talleres en los que trabajaban aproximadamente 4,000 obreros, calculándose en otros 4,000 el número de operarios encargados de torcer, teñir y madejar la materia prima de esta industria. Para el fomento de la industria de la seda, se había establecido una compañia por acciones con el nombre de Compañias Michoacanas, empresa que según Alamán, debía producir pronto resultados de la mayor importancia, pues habían más de 1,500,000 árboles de morera, de tres a siete varas de alto. La Compañia Michoacana había hecho traer de Francia, máquinas para torcer tor cer seda, se da, telares para cordones co rdones y cintas de todas clases, y para tafetanes, mascadas, mas cadas, sargas, rasos, terciopelos y otros artículos, así como maestros y maestras para enseñar la cría, el devanado del capullo, los tintes y todas las demás manipulaciones, habiéndose provisto de buena cantidad de simientes de gusano gusa no opara diversas especies.
Las Nuevas Industrias después de la Independencia. Se habían establecido nuevos ramos de industria después de la independencia. La primera fábrica de papel creada crea da en nuestro país fue fundada f undada por Don Manuel Zozaya, que a su regreso de Estados Unidos a donde había sido enviado como ministro plenipotenciario, había traído maquinaria y artesanos para el establecimiento que fundó en Tizapán, cerca de San Ángel. El Banco de Avío había hecho traer también maquinaria para dos fábricas de papel: una se estableció en Puebla; la otra se había inutilizado. El gobierno había dispuesto que en las oficinas públicas y en el papel sellado, no se usase mas que papel nacional “providencia muy favorable a la industria, —escribía Alamán—, y que convendría hacer extensiva a 16
todo lo que nuestras fábricas producen, pero hasta ahora ni aun ésto ha podido cumplirse, si no es en esta capital, por no haber tenido las fábricas papel suficiente para enviar a las oficinas foráneas”. En 1840 había sido creada una compañía para establecer una fábrica de papel en Tapalpa cerca de Sayula Jalisco. La historia de esta fábrica permite conocer todas las dificultades, los gastos inútiles originados por la falta de experiencia y los esfuerzos realizados para establecer industrias desconocidas en el país. Se constituyó con una capital efectivo de 15,000 pesos. La maquinaria encargada a Estados Unidos y cuyo valor se calculó en 7,000 pesos, costó cerca de 13,000. Este gasto obligó a cada uno de los 60 accionistas a exhibir 200 pesos más por acción. Pronto el capital hubo de ser elevado a $40,300.00 para cubrir los fletes que por dificultades de transporte, se elevaron a una cantidad superior al valor dela maquinaria. Los gastos de establecimiento de la fábrica obligarona a un nuevo aumento del capital hasta por $55,800,00. Instalada la negociación, la tremenda inundación causada por un rio cuya corriente pensaba aprovechar la compañia, destruyó una presa y un acueducto, originando una pérdida de $10,000.00. El capital hubo de ser aumentado hasta $85,000.00. A esta fábrica siguieron otra en Puebla y otra más en Tacubaya. La establecida en Puebla se paralizó durante largas temporadas por falta de consumo y escasez de trapo, natural en un país de hombres semidesnudos. Por cuanto las ferrerías, a principios del siglo XVII el tribunal de minería había fundado un establecimiento en Coalcomán, Michoacán para la explotación y elaboración del hierro, establecimiento que fue puesto bajo el cargo del ilustre Don Andrés del Río. La guerra de independencia obligó a abandonar esta empresa. Hasta 1826, bajo la dirección de Alamán, la Compañía Unida de Michoacán, de origen inglés, estableció la fundición de Piedras Azules en Durango que hubo de ser abandonada por el poco éxito de sus resultados. Otras ferrerías se habían establecido, una en Zacualpan, otra cerca de Tlaxcala y algunas otras en diversos lugares. Las ferrerías existentes producían ya gran cantidad de hierro — decía Alamán—, pero no todo el que se necesitaba para el consumo de la República, y además, a precio alto, por lo que para que se pudiera producir en mayor cantidad y a un precio cómodo, sugería la necesidad de establecer la fundición por altos hornos. “El gran consumo de combustible que hacen la ferrerías —continuaba—, exige absolutamente el cuidado de los montes, pero sin ésto pronto se quedarán sin el carbón que necesitan”. Otros nuevos ramos de industria se habían introducido en el país. Una fábrica de loza a imitación de la inglesa, establecida en Puebla, después de superar muchas dificultades producía no sólo piezas corrientes para uso diario sino aun algunas de muy buen gusto y dibujo. Tres fábricas f ábricas de vidrios vidr ios planos y algunos otros artículos, ar tículos, fundadas una en puebla, otra en Jalapa y al tercera en la capital, habían suspendido sus operaciones por la falta de consumo de sus productos. En 1843 se concedió privilegio a un industrial para la fábricación de velas esteáricas... En 1845, la Junta de Colonización e Industria fundada poco tiempo antes, en interesante informe al referirse al estado de la economía en nuestro país, señalaba la necesidad de una política de construcción de caminos para impulsar el aumento de la producción agrícola aproximando los lugares interiores del país a las costas, y facilitar el consumo de nuestros productos por los pueblos extranjeros. “Los caminos que necesitamos supuesta la despoblación de la costa —se decía—, son los ferrocarriles, que a la ventaja de la velocidad, unen la de la baratura y economía de los transportes” Desde entonces se anunciaba la necesidad del establecimiento de vías férreas. Cruzada la República por 17
caminos de fierro, el movimiento del comercio interior y exterior crecería extraordinariamente. En cuanto a la industria, los directivos de la junta mencionada afirmaban que había podido desarrollarse a pesar de todos los obstáculos, admitiéndose por su puesto que a costa de sacrificios del Erario que se había privado de los derechos de los efectos prohibidos y con los del público, obligado a comprarlos más caros por consecuencia del sistema prohibitivo y restrictivo. COLMENARES, Ismael. et. al.Del árbol de la noche triste al cerro de las campanas . pág. 227-240.) LA MUERTE DE LOS CANGREJOS. CANGREJOS.
Al conquistar la independencia no se produjeron cambios de consideración en la estructura económica-social del país. El clero aumentó su poder y se enriqueció aun más: los terratenientes criollos se convirtieron en la clase dominante; la burguesía comercial y usurera, efectúo jugoso negocios a la sombra del erario público; y el ejército empezó a ser el factor determinante de la vida política del país. En pocas palabras, los españoles fueron desplazados del poder político y las clases explotadoras criollas, propietarias de los principales medios de producción y de la riqueza, quedaron dueñas de la situación. No se dio solución a los conflictos sociales que hicieron del movimiento Insurgente una expresión de la lucha del pueblo mexicano por su liberación. Continuaron existiendo las trabas que habían impedido el desarrollo económico del país: el latifundio semifeudal, la concentración del capital y las tierras en manos de la iglesia católica, la carencia de vías de comunicación y la ausencia de un mercado interno, el escaso desarrollo industrial etc. La crisis económica se agravó después de la independencia. las relaciones de producción feudales, impedían el crecimiento de las fuerzas productivas y el triunfo del capitalismo. Un ejemplo de esto lo encontramos en las dificultades de la industria textil para abastecerse de su materia prima básica: el algodón, teniendo que importarlo, pues la cosecha nacional era insuficiente, mientras grandes extensiones de tierra en manos del clero eran desaprovechadas o parcialmente utilizadas en otro tipo de cultivos. Contra este estado de cosas se alzó la burguesía liberal. Realizó varios intentos para cambiar esta situación, ya fuera afectando los bienes de la iglesia o pretendiendo arrebatarle sus fueros. y privilegios, políticos y sociales. El intento más serio lo efectuó en 1833, pero fracasó por su inmadurez y debilidad. Varias décadas tuvieron que transcurrir antes de que madurara la situación social y que fuera posible el triunfo liberal. Entre tanto la inestabilidad política hacía presa del país y lo colocaba constantemente al borde dela ruina. Esto facilitó la pérdida de más de la mitad del territorio a manos de los norteamericanos. Después de la guerra con E U; los conservadores reasumieron el poder apoyando por enésima vez v ez a Santa Ana, quien aplicó ap licó con energía y decisión una política reaccionaria, tendiente a establecer una monarquía encabezada por él. Esta fue la gota que derramó el vaso; eran urgentes las transformaciones propuestas por los liberales y se produjo la revolución antes de que Santa Anna lograra su propósito.
Desarrollo de la Reforma. Inicia la Reforma la Revolución de Ayutla. Encabezada por don Juan Alvarez, no propone medidas extremas, su programa no es radical, se reduce a una plataforma mínima para unificar a todos los descontentos con la dictadura del hacendado de Manga de Clavo. Clavo .
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En el gobierno provisional surgido de la Revolución, le correspondieron a los liberales puros los principales puesto del gabinete. Durante el tiempo que conservaron el poder, promulgaron la ley Juárez (que liquidaba los fueros eclesiásticos y militares) y convocaron al Congreso Constituyente. A la renuncia de don Juan Alvarez a la presidencia, Ignacio Comonfort y los liberales moderados asumieron al dirección del gobierno. Correspondieron a los moderados la mayoría de los escaños del Congreso Constituyente de 1856 y redactaron una Constitución que si bien expresaba tibiamente algunos principios liberales, tenía como característica fundamental conciliar con la tendencia conservadora tratando de evitar una nueva guerra civil. En este camino, la Constitución no promulgada la libertad de cultos, dejaba intacto el latifundio y respetaba el contenido de la Ley Lerdo, según la cual se obligaba a la Iglesia a vender sus bienes raíces, pero le daba libertad para disponer a su antojo del producto de las ventas, con la salvedad de que estas inversiones fueran de tipo capitalista. A pesar del tono de la Constitución los conservadores rechazaron cualquier transacción. La guerra se tornó inevitable cuando Comonfort, temeroso de las consecuencias que pudiera traer la aplicación del Código político del 57, lo desconoció y dio un golpe de Estado en alianza con los conservadores. Estos, a los pocos días lo desconocen como presidente y en su lugar designan a Félix Zuloaga. Así dio comienzo la Guerra de Tres Años. Al inicio de las hostilidades los conservadores obtuvieron grandes triunfos, merced al apoyo financiero de la Iglesia y a la mayor experiencia militar de sus jefes y oficiales. Sin embargo no pudieron liquidar la resistencia de los liberales y si provocaron, en cambio, que se radiacalizara sus posiciones, a tal grado que en 1859, Benito Juárez promulgó en Veracruz las Leyes de Reforma con un contenido mas avanzado que la misma constitución de 57. En ellas se decreta la separación de la Iglesia y el Estado, la libertad de cultos, la creación del registro y el matrimonio civil, la secularización de los cementerios y la nacionalización de los bienes de manos muertas. Gracias a estas leyes que rompían con el pasado conciliador, se logró el apoyo necesario para conquistar en Calpulalpan la victoria definitiva.
Principales Aspectos de la Reforma. El movimiento social conocido como la Reforma es, sin lugar a duda uno de los fenómenos de mayor trascendencia en la historia de México. Su objetivo consistía en derribar al feudalismo, heredado de la colonia y establecer las relaciones capitalistas de producción destruyendo la propiedad del clero y de las comunidades campesinas. La Reforma fue una revolución burguesa contra el feudalismo y significó un paso muy importante en el desarrollo del capitalismo, a pesar de todas sus limitaciones. Dado que el clero poseía latifundios cuya extensión era cercana al 50 % de las tierras cultivables del país y que concentraba gigantescos capitales invertidos en hipotecas y bienes raíces, representaba un obstáculo para el desarrollo del país y la burguesía liberal veía en él al principal enemigo a vencer. La influencia clerical en la vida política y cultural, derivada de su riqueza y de su misión ideológica, era muy grande y desempeñaba de hecho el papel de un Estado dentro del Estado. Resultaba lógico entonces que las principales medidas económicas afectaran los intereses materiales de la Iglesia. La ley de desamortización —y mas tarde de la nacionalización— de bienes de las corporación civiles y religiosas, estaban orientadas a convertir a la tierra en una mercancía sujeta a la compra-venta, libre de todas las trabas feudales. 19
Por otro lado, las comunidades indígenas limitaban también el desarrollo de las relaciones capitalistas de producción, pues en lo esencial constituían comunidades autosuficientes en las que predominaba el autoconsumo y retenían en los pueblos a una gran parte de la mano de obra útil. En consecuencia, también fueron afectadas las propiedades comunales, despojando de sus parcelas a los pueblos y convirtiendo a los campesinos en peones y proletarios. Se promulgaron leyes contra el vagabundaje durante el gobierno de Comonfort, similares a la que menciona Marx en El Capital , que fueron aplicadas y enriquecidas por los gobiernos que le sucedieron, sobre todo después de la derrota del Imperio de Maximiliano. A pesar de sus logros, esta lucha no fue consecuente con la liquidación del feudalismo. Si bien combatieron los liberales el latifundio clerical y la propiedad comunal, dejaron en pie la hacienda latifundista laica. Los hacendados sólo en raras ocasiones se preocupaban por mejorar sus técnicas de producción, introducir sistema de riego o fertilizar la tierra. Normalmente basaban el crecimiento de su producción en el cultivo extensivo; y en el acaparamiento de las cosechas encontraban la fuente de sus elevadas utilidades. Para ello despojaban sistemáticamente a los pueblos de sus tierras convirtiendo en siervos por deudas a los campesinos. Los liberales aceleran este proceso que ya se daba desde la Colonia e introducen elemento nuevos: a) No sólo se trata de ampliar las viejas haciendas, sino de convertir la tierra en una mercancía que pueda ser comercializada con facilidad. b)Al aplicar las leyes de desamortización y nacionalización, el Estado se convirtió en el instrumento principal de la acumulación originaria de capital, abarcando todo el país, —y no sólo a nivel regional y aislado como en el pasado—, despojando masivamente mas ivamente a los pueblos, privados ya de la protección que qu e la legislación colonial les otorgaba. c)Los campesinos desposeídos de sus medios de producción, en un número mucho mayor que en el pasado, van a incorporarse a las filas del proletariado industrial y urbano laborando en la construcción de ferrocarriles, en nuevas industrias etc. A pesar de estos cambios, la hacienda va a conservar el sistema de trabajo basado en el peonaje. Nacido del empleo de campesino despojados de sus medios de producción, el peonaje teóricamente va a garantizarle al peón su libertad de trabajo y de tránsito y el cobro de un salario. Sin embargo, en la inmensa mayoría de los casos, jamás, recibía el salario prometido, tenía que conformarse con recabar en la tienda de raya los alimentos, ropa y demás utensilios indispensables para sobrevivir junto con su familia. Además, los préstamos que qu e le otorgaba el hacendado lo endeudaban endeudaba n de tal forma que los hijos cargaban con las cuentas de loa padres, y así de generación en generación, sin poder abandonar la hacienda. La libertad de trabajo y de tránsito de los peones se reducía a una teoría impracticable. De esta manera quedaron vigentes en las haciendas latifundistas, a pesar de la Reforma, relaciones de producción precapitalistas, similares a la servidumbre. Resultaron infundadas las esperanzas de destacados liberales que pensaban que las Leyes de Reforma conducirían a la ampliación de número de propietarios disminuyendo el de proletarios, pues se concentro la tierra en nuevos latifundios y se empobrecieron y arruinaron centenas de miles de campesinos. En consonancia con los cambios en la estructura económica, también se operaron profundas transformaciones en el poder político. El partido conservador había defendido siempre formas de gobierno centralistas, antidemocraticas, aristocratizantes, ya se tratara de una republica centralista, de una monarquía constitucional o de una dictadura militar. Los liberales establecieron una república modelada de acuerdo a los cánones del liberalismo 20
clásico: federal, democrática, representativa, dividida en tres poderes y destruyeron así el poder político del clero y de la vieja casta militar. Una parte, la más reaccionaria de los terratenientes, fue separada del poder, pero esto no significó la liquidación total del poder de los hacendados. Al contrario, los beneficiados con el triunfo de los reformistas fueron una parte de los latifundistas, la burguesía que se hizo terrateniente comprnado os bienes clericales y la burguesía liberal que más tarde formaría el partido de los científicos. Por otro lado la misma concepción liberal consideraba innecesaria la intervención del gobierno en materia social, creía que bastaba con educar al pueblo, librarla economía de las trabas semifeudales, establecer la libertad de comercio y formular la legislación donde se asentaran las ideas republicanas y los derechos individuales para encaminar al país por una senda de prosperidad y paz. La política de impulsar al capitalismo y al mismo tiempo conciliar con los intereses feudales establecidos, que ya señalamos anteriormente, se manifestó en el seno del Partido Liberal con la división entre puros y moderados. Representantes de la posición más radical y consecuente, los puros esigían combatir sin tregua al enemigo, proponían medidas que iban al fondo del problema y deseaban llevarlas inmediatamente a la práctica. Por su parte, integrando una basta capa intermedia entre puros y conservasdores recalcitrantes, los moderados eran partidarios de realizar cambios paulatinamente. Ante la urgencia de los puros por aplicar las reformas, contestaban invariablemente que “no era tiempo todavía”. La posición de los moderados predominó en muchas ocasiones. Sólo en épocas de crisis lograron los puros hacer triunfar sus puntos de vista.
La Intervención Francesa. Como consecuencia de años de lucha, la economía del país había quedado quebrantada. El gobierno juarista se vio obligado a suspender temporalmente el pago de la deuda extranjera y tuvo que enfrentar las reclamación de los países acreedores. Al mismo tiempo, los resto del partido conservador realizaban gestiones tendientes a conseguir la intervención de las potencias europeas para establecer una monarquía en México. Pero estos hechos no bastan para comprender qué provoco la intervención extranjera de 1862; para entenderla hay que abordar los principales acontecimientos internacionales de la época. El crecimiento del poderío norteamericano preocupaba a Europa y particularmente a Inglaterra. La guerra civil entre la Unión norteña y la Confederación del Sur en Estados Unidos, dio una ocasión ideal para tratar de debilitarlo. Con la intervención en México, las burguesías europeas pretendían crear una colonia que sirviera de dique a las ambiciones norteamericanas y contar con una base desde la cual apoyar a los estados sureños esclavistas. Al mismo tiempo se pretendía resguardar el predominio ingles en América del Sur. Para Napoleón III la oportunidad de expandir el imperio francés era excelente. Después de la conquista de Argelia y de sus primeros pasos en Indochina, conquistar una colonia en América configuraba la imagen de un imperio verdaderamente mundial. Además le servía para distraer al pueblo francés de sus graves problemas sociales. Desde el punto de vista interno, la ación de los conservadores culminaba un sueño acariciado largamente desde la proclamación de la Independencia: establecer y consolidar un imperio en México. 21
No vamos a detallar en este breve esbozo los pormenores de la intervención. Nos limitaremos a resaltar aquellos aspectos que consideramos más importantes. a) Para los conservadores el Imperio no fue lo que esperaban. Maximiliano, representante de una burguesía desarrollada como la francesa, se negó a dar marcha atrás en la mayoría de las leyes reformistas dictadas por los liberales. b) Preocupado por crearse una base social entre el pueblo el “Emperador” trató de aplicar ciertas medidas de protección a las comunidades indígenas; pero era evidente que ni quería ni podía impedir la penetración capitalista en el campo. Sus medidas, que algunos historiadores cometen el error de tomarlas en serio, obedecían a un plan político orientado a romper su aislamiento y su impopularidad. c) Es legitimo afirmar que durante la Guerra de Tres Años y el Imperio se forjo la nación mexicana. La conciencia de nacionalidad que no estaba plenamente desarrollado entre el pueblo, aún después de la Independencia, cobró fuerza, se apodero de grandes sectores del pueblo y fue un elemento determinante para derrotar la invasión Francesa. d) La resistencia a los invasores fue permanente. Participó en ella la mayoría de la población en ningún momento sofocaron los franceses y sus aliados mexicanos la lucha popular. Al contrario siempre encontraron que no dominaban más allá del alcance de sus fusiles. Fue le pueblo, organizado en guerrillas formadas por los chinacos, el que hizo posible le éxito. Allí donde fracasaron los ejércitos tradicionales de los liberales, triunfaron las guerrillas populares. e) Quince años antes, en 1848, México había sucumbido ante la fortaleza del ejercito norteamericano. ¿Cómo fue posible que un país en aparente bancarrota, debilitado por tres años de cruenta cr uenta lucha luch a interna, despojado de más de la mitad de su territorio, terr itorio, fuera fue ra capaz de humillar —con la derrota— al poderoso imperio francés? La respuesta la encontramos en la resistencia popular, en el desarrollo del nacionalismo y en la dirección que la burguesía liberal le imprimió a la lucha. Cuando el país enfrentó la invasión norteamericana, estaban todavía en el poder las decadente clases heredadas de la colonia, carentes de sentimientos nacionalistas, impregnadas de mezquindad y egoísmo clasistas, pues sólo se preocupaban por salvaguardar sus intereses. Los liberales supieron estar a la altura de su compromiso histórico, imbuidos de una mística nacionalista que correspondía al empuje progresista de su clase fueron capaces de unificar y organizar a su alrededor las fuerzas populares más decididas y combativas, creando las condiciones que hundieron en poco tiempo el ridículo imperio de Maximiliano y Carlota.
Conclusiones Al pretender hacer un balance de la Reforma es fácil caer el unilateralidad. Hay quiénes exageran el papel progresista del Partido Liberal, queman incienso y escriben ditirambos y elogios sin fin a Juárez, Ocampo, Lerdo etc. Esta ha sido la política oficial, que ha convertido a los hombres de la Reforma en semidioses de una nueva mitología política. Junto a ellos, cayendo también en exageraciones, encontramos a los escritores reaccionarios que niegan todo mérito al movimiento reformista y abultan al máximo sus defectos. A últimas fechas, algunas corrientes políticas que se dicen “revolucionarias” y ”Marxistas” caen en afirmaciones parecidas, destacan el carácter anticampesino de las leyes de desamortización y nacionalización de los bienes de las corporaciones y coinciden con lo reaccionarios más recalcitrantes en sus denuestos contra Juárez y sus compañeros de lucha. Claro está que ninguna de estas tendencias ha podido realizar un juicio equilibrado y correcto frente a la Reforma y sus hombres. 22
Nacidos en circunstancias históricas muy especiales los liberales tuvieron que luchar contra el sistema semifeudal de la Colonia, destruir el poder del Clero y la casta militar y derrotar a los ejércitos imperiales de Napoleon III. En este sentido sus méritos son innegables. Forjaron la nación mexicana y sentaron las bases del México actual. No se trata tan sólo de reconocer las virtudes personales, indiscutibles de los liberales reformistas, sino de reconocer el espíritu progresista que animaba, en aquel entonces, a la clase burguesa que ellos representaban. Sin embargo, es indispensable señalar al mismo tiempo las limitaciones que esta clase tenía y que la condujeron a múltiples inconsecuencias. En primer lugar nunca pudo romper definitivamente su dependencia respecto a los E U; si acaso, se mostró decidida a resistir sus presiones en algunos momentos, pero es innegable que tuvo graves vacilaciones como el tratado Ocampo-Mac Lane. En segundo término, no supo liquidar de raíz el feudalismo en el agro mexicano y dejó en pie el latifundio, la hacienda y el peonaje. Sus ataques contra la comunidad campesina, en tercer lugar, se explican, pero no se justifican por los objetivos capitalistas que perseguían y que preparaban el terreno para la política p olítica porfirista. Los hombres de la Reforma no pudieron escapar al destino de la burguesía de los países coloniales y semicoloniales. Si bien esta e sta burguesía fue capaz de librar grandes luchas contra el feudalismo y la penetración extranjera, no pudo llevar a sus últimos términos la revolución democrático-burguesa y terminó sucumbiendo ante el empuje arrollador del imperialismo y sus aliados, los terratenientes feudales y la burguesía proimperialista durante el porfirismo. árbol de la noche noche triste al cerro de las las campanas . COLMENARES, Ismael . . et. al.Del árbol pág. 258-298.)
La Reforma Liberal.
Alonso Aguilar Monteverde. La revolución de Ayutla. El Plan de Ayutla se lanza, como es sabido, en el lugar de ese nombre, el 1º de marzo de 1854. Diez días después se enmienda en Acapulco y se incorpora el General Juan Alvarez como cabez principal del movimiento, y unos meses más tarde se agregan Juárez, Ocampo, Arriaga, Mata y otros prestigiados liberales que regresan del destierro. El Artículo 1º establece: “Cesan en el ejercicio del poder público don Antonio López de Santa Anna y los demás funcionarios que, como él, hayan desmerecido la confianza de los pueblos o se opusieran al presente Plan.” En la parte expositiva del documento se acusa al gobierno de haber “ollado las garantías individuales”, de “oprimir y vejar a los pueblos recargándolos de contribuciones onerosas..., de restringir la libertad de imprenta y de haber vendido una parte considerable del territorio en vez de cuidar su integridad”. El Plan no es, estrictamente hablando, radical; no postula la necesidad de una transformación social profunda, ni anuncia cambios inmediatos que alarmen a los defensores del privilegio. Establece un régimen transitorio para elegir un presidente interino —como era de esperarse e sperarse resulta ser s er don do n Juan Alvarez—, que q ue ofrece ofr ece convocar c onvocar un congreso co ngreso extraordinario para elaborar una nueva Constitución, que reafirme a la nación el carácter de 23
una “república representativa popular”, y deja en pie el viejo ejército federal, “noble instituto” al que reconoce la misión de ser “apoyo del orden y de las garantías sociales”. En la proclama que Juan Alvarez hace al triunfar la revolución, en noviembre de 1855, recuerda con orgullo haber estado al servicio de Hidalgo desde la iniciación de la lucha emancipadora, y no oculta su credo liberal; censura a Santa Anna por haberse convertido en “jefe y protector de la facción que ha deshonrado nuestra historia con sus excesos...”, y concluye anunciando con modestia que, al instalarse el nuevo gobierno nacional, habrá cumplido su misión y prestará su “sincera cooperación para sostener las reformas útiles y saludables que deben hacerse y que la patria demanda para afianzar su librertad, consolidar su independencia y procurarse la dicha de que es digna...” ¿De qué reforma se trata? Nada se aclara al respecto. Tanto los partidarios como los enemigos de la revolución, empero, hablan de ellas, hablan de reformas que pongan fin a la anarquía, la inestabilidad, la penuria, los atropellos y el descontento que se advierten en todas partes. El régimen de Santa Anna ha llegado a tal grado de descomposición que ni sus aliados más adictos se siente seguros bajo él...Ante la bancarrota del erario se imponen nuevos gravámenes y aun llegan a exigirse arbitrarias contribuciones hasta por el número de puertas, balcones y ventanas que una casa tenga hacia la calle. Pero tales medidas de apremio y la venta que, poco antes. decida hacer su “Alteza Serenísima” de un girón de la patria conocido como La Mesilla, sólo alivia la situación unas cuantas semanas, sin que q ue la efímera holgura financiera logre acallar el creciente descontento popular. Cuando la revolución estalla las cosas se agravan y la crisis asume caracteres alarmantes. Para sostener la tiranía se refuerza el ejército, se multiplican los gastos improductivos y, naturalmente, el saldo no se hace esperar: el déficit del gobierno llega a ser insostenible, y para hacerle frente se elevan de nuevo los impuestos, se restablecen las alcabalas y se convierten a los gobiernos estatales en meros departamentos administrativos. Simultáneamente, se otorgan ventajosas concesiones al clero y, en general, a los ricos que en última instancia entrañan una mayor explotación de las masas, a las que, por otra parte, la dictadura intenta atraer mediante el estímulo a la educación, algunas obras públicas, un sospechoso y a la vez sintomático apoyo a toda clase de celebraciones patrióticas y religiosas y la composición de un encendido himno nacional. Con frecuencia se presenta al gobierno de Santa Anna como un régimen castrense, empeñado a toda costa en contener el progreso del país y al que sólo interesaba servir al clero, al ejército y a un puñado de latifundistas que, cuarenta y tantos años después de iniciada la guerra de independencia, seguían añorando el régimen colonial. Al margen de todo partidarismo es difícil negar que, especialmente en sus últimos años, la dictadura fue profundamente reaccionaria reacc ionaria e impopular, y que liquidó todas las libertades públicas y todas las formas democráticas con que el país había tratado de normar su vida desde principios del siglo. Bajo la funesta administración de Su Alteza Serenísima —escribe Zarco—"...los prohombres se convirtieron en verdugos. y en esbirros..., presidente y ministros y diplomáticos y hombres de estado, no tenían más competencia que la del robo, y mientras la nación sufría la miseria y la opresión, como perros y gatos se disputaban en la tesorería hasta el último peso". Quienes sólo ven relaciones feudales en México del siglo XIX, y sobre todo en la época que culmina precisamente en la Reforma, sin embargo, asocian el santaanismo, de manera simplista y absoluta, a los intereses de las clases tradicionalmente privilegiada, construyendo un esquema que no se compadece con la forma en que realmente se desenvuelve el proceso socioeconómico. El régimen de Santa Anna tuvo siempre, es cierto, 24
estrechísimas relaciones con el clero; en verdad uno al otro se apoyaron mutuamente Las leyes de 33 y 34, que suprimieron la coacción civil para el pago de los diezmos y excluyeron a la Iglesia de la educación pública, primeras importantes manifestaciones de la doctrina liberal que triunfaría con la Reforma, fueron milificadas por Sánta Anna, quien así conquistaría el elogio y la entrega sin reservas del clero: ¡Sea mil veces bendito —le dirían— el hombre que con tan diestra mano ha sabido volver a Dios su legítima herencia! Que las fuerzas tradicionalmente reaccionarias apoyaron a Santa Anna hasta el último momento, es un hecho reconocido por esas propias fuerzas... Pero las fuerzas eclesiásticas y militares no eran. las únicas y. en un sentido estricto, tampoco las dominantes. Ambas eran más bien corporaciones estrechamente ligadas y al servicio de las clases altas, que en parte disfrutaban de los privilegios de éstas, pero en parte, también, estaban constituidas por millares de personas modestas cuya condición se acercaba más a la del pueblo. Como bien decía Molina Enríquez respecto al clero —y la afirmación valía también para el ejército— estaba compuesto de "criollos arriba y de indígenas abajo". Al propio tiempo, más que una estrecha y sólida alianza de la dictadura y las fuerzas "feudales", lo que parecía caracterizar las relaciones sociales a que nos referimos era un entendimiento inestable, cambiante y siempre contradictorio entre fuerzas diferentes, con intereses a menudo encontrados y que, oponiéndose casi siempre al cambio social, y aun reconociendo en ocasiones la necesidad del progreso económico, lo que nunca aceptaban era ver lesionados sus intereses y mermados sus privilegios. La dictadura, en otras palabras, no se sostenía solamente en una clase tradicional aristocratizante, obstinada en vivir en el pasado, ni estaba exclusiva o siquiera preferentemente al servicio del clero y el ejército, sino de todos los sectores privilegiados de la burguesía, que como señala Johnson se interesaban primordialmente en obtener mayores ganañcias, y entre los que había agiotistas y especuladores, grandes agricultores y ganaderos, industriales, mineros y funcionarios civiles, eclesiástico y militares. Tan era importante el apoyo de tales fuerzas al gobierno de Santa Anna, y manifiesto asimismo el interés de éste en servirlas, que en la última etapa de su administración se multiplicán las medidas oficiales tendientes a satisfacer a la oligarquía, a los propietarios de todo: tierras, minas, barcos, negocios comerciales e industriales. En efecto, se otorgan concesiones para explotar ciertos recursos, se combate el contrabando y se revisan los aranceles en respuesta a la presión de. los industriales, se dictan medidas protectoras. en favor de las fábricas de papel, hilados y tejidos y otras; se conceden beneficios especiales a los comerciantes de Veracruz, y —por ley de 31 de julio de 1854— se autoriza a los hacendados que ilegalmente ocuparan tierras municipales o de comunidades indígenas, para regularizar la adquisición de las mismas, pagando solamente las dos terceras partes de su valor a los propietarios. Y así como en el seno de la oligarquía no sólo hay intereses y apetitos comunes, sino mutuas desconfianzas, obvias rivalidades y aun ciertas contradicciones — entre clero y ejército, funcionarios civiles y militares, industriales y comerciantes, empresarios nacionales y extranieros.. hacendados medianos y grandes, etc.— en las propias filas del liberalismo hay desacuerdos y fisuras que influyen decisivamente en la marcha de la Reforma. Entre quienes sostienen el Plan de Ayutla están, por un lado, los que sólo quieren derrocar a Santa Anna e instalar un nuevo gobierno, y por el otro los que piensan que es menester llevar a cabo una transformación social. Apenas triunfa la revolución empiezan a aflorar los diferentes y no pocas veces irreconciliables intereses de quienes se han sumado a ella, y aun en el momento de otorgarse la presidencia a Juan
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Alvarez, están ya en acción los criollos que desconfían de él y de su ejército de "pintos" por su origen humilde, sus toscas maneras y su sangre mestiza. "Yo no sé que signo maldito nos persigue y nos hace víctimas del robo, del pillaje, de la prostitución y de la inmortalidad unas veces y de la inmoralidad también, de la ignorancia y aun de la barbarie —escribe a Doblado un amigo—. ¡Oh!, te morirías de vergüenza, como nos hemos muerto todos, al ver las horda de salvajes que se llaman el ejército del sur y en cuyo poder se encuentra ya la capital de la República..." ¡Así recibían algunos liberales al ejército libertador!... Seguramente faltaba entonces un claro espíritu nacionalista, y faltaba también ilustración. Pero fundamentalmente había ambiciones personales y sobre todo intereses de facción y de clase, que de inmediato cobrarían realidad en la campaña de desprestigio del régimen de Alvarez y en la resistencia armada al movimiento renovador de Ayutla, de Vidaurri en Nuevo León y Coahuila, Haro y Tamariz en San Luis Potosí, y Doblado en Guanajuato. Aun en el pequeño y selecto grupo de colaboradores del general Alvarez, la lucha entre los liberales moderados y los puros no se haría esperar, pues en tanto los primeros presionaban en favor de ciertas reformas ya inaplazables, los segundos recurrían a expedientes dilatorios, caían en la conciliación, exageraban los peligros de cualquier cambio y se acogian a la estrategia del "no es tiempo todavía", con que se obstruían las demandas reformistas desde años atrás. El primero en romper lanzas contra esa política fue Melchor Ocampo. "Como me explicó de plano Comonfort que la revolución seguía el camino de las transacciones —escribió a Mata—, y como yo soy de los que se quiebran, pero no se doblan, dejé el ministerio. La casera pedía las llaves y yo, que me encontraba sin título para retenerlas, las entregué. Dudo mucho que con apretones de mano, como Comonfort me dijo que había apaciguado a México y se proponía seguir gobernando, pueda conseguirlo, cuando yo creo que los apretones que se necesitan son de pescuezo. El tiempo dirá quién se engañaba". ...Alarmado ante la renuncia de Ocampo y temiendo que el movimiento popular, como otros antes, acabara por frustrarse, Zarco reclamaba con firmeza: "Nada de transacción; encomendar al pueblo las defensas de sus derechos y guerra sin tregua a los reaccionarios; tal es el camino que ha de seguir el gobierno si quiere cumplir los deberes que tiene para con la patria." La situación no era fácil, y cuando la marcha de la revolución requería un impulso más vigoroso, pues la sola expedición de la Ley de Administración de Justicia era un enfrentamiento que obligaba a apretar filas y a no ceder frente al enemigo, el general Alvarez se retira del gobierno y queda Comonfort como presidente sistituto. Precisamente cuando el triunfo de los puros era más necesario, los moderados obtienen su primera gran victoria. —El profesor Ramos Pedrueza, citando a Molina Enríquez, escribe: “...Alvarez como Guerrero con Iturbide, hizo mal en ceder a Comonfort; debió de haber impuesto su voluntad y entrar, como lo indicaba Ocampo, resueltamente por el camino de las reformas..."—Al dejar la presidencia en el mes de diciembre, don Juan Alvarez declara con modestia: "...poco se ha hecho en los días de mi administración de cuanto yo me proponía en beneficio de los pueblos..." En rigor, se había hecho bastante; se había triunfado, en primer lugar, sobre las fuerzas más reaccionarias; se había convocado a un congreso constituyente y declarado 26
nulas varias leyes contrarias al pueblo, así como diversos contratos ruinosos para el erario; se había reducido el ejército e iniciado la reorganización de la justicia a partir de la llamada Ley Juárez, cuya sola expedición concitaría, como veremos en seguida, tremenda hostilidad.
La Ley Juárez ...La Reforma apenas se iniciaba y lo principal estaba todavía por venir. En los días en que se expide la Ley Juárez, Arriaga escribía una carta a Doblado, en la que presentaba una imagen bastante fiel del estado de cosas prevaleciente. "El pueblo sigue, como siempre, ignorante y miserable; en todas las industrias gozan los extranjero de ventajas y privilegios nocivos a los mexicano; la propiedad territorial está monopolizada por pocos y grandes señores, que han establecido en sus fincas una especie de sistema feudal; las contribuciones pesan sobre los objetos de primera necesidad y sobre todos los productos del país; no hay vías de comunicación; no están desarrollados los elementos de vida social de la República y los mexicanos vemos quitarse y ponerse gobiernos sin que en lo positivo mejoren nuestras experanzas..." La ley Juárez, promulgada el 23 de noviembre de 1855, o sea en los últimos dias de la administracion del general Alvarez, y con la que se pretendía reorganizar la administracion de justicia, establecia: “Art 42, Se suprimen los tribunales especiales, con excepción de los eclesiásticos y los militares. Los tribunales eclesiásticos cesarán de conocer en los negocios civiles y continuarán conociendo de los delitos comunes de individuos de su fuero, mientras se expide una ley que arregle ese punto. Los tribunales militares cesarán también de conocer de los negocios civiles y conocerán tan solo de los delitos puramente militares o mixtos de los individuos sujetos al fuero de guerra. Las disposiciones que comprende este artículo, son generales para toda la República y los Estados no podrán variarlas y modificarlas.” “Art. 44. El fuero eclesiástico, en los delitos comunes, es renunciable.” “Art 4o. (transitorio): Los tribunales militares pasarán igualmente a los jueces ordinarios respectivos, los negocios civiles y causas criminales sobre delitos comunes y lo mismo harán los tribunales eclesiásticos con los negocios civiles en que cesa su jurisdiccción”. El lector habrá apreciado que, aun los preceptos transcritos, que fueron los más violentamente impugnados por el clero, no eran radicales ni menos atentatorios. Lo que con ellos se pretendía era solamente modernizar la organización de los tribunales, hacer lo que en Europa y Estados Unidos se había realizado muchas décadas antes y acabar con una arbitraria e ineficiente organización del poder judicial, que se caracterizaba por la anárquica diseminación de tribunales especiales, en los que se mantenía un régimen de inadmisibles privilegios en favor de ciertos grupos. La ley dejaba subsistentes los fueros eclesiástico y militar en juicios del orden criminal, reconociendo a las personas involucradas en delitos comunes el derecho a renunciar, en su caso, al fuero eclesiástico, y cristalizaba una vieja y justa aspiración liberal y popular. Inclusive Revillagigedo se había quejado de la multiplicidad de fueros en la Nueva España, y Zavala, Gómez Farías, Mora y otros, habían planteado también la necesidad de su desaparición... desapar ición... La reacción de la Iglesia y en general de los conservadores ante la Ley Juárez, fue inmediata y reveladora. Como otras veces en que la autoridad civil intentara limitar los poderes de aquélla, sus principales dignatorios se s e apresuraron apresu raron a rechazar de plano la nueva disposición. “Siguiendo una práctica abusiva que había acabado por convertirse en 27
costumbre —comenta Vigil— el episcopado mexicano protestó en términos explícitos contra la ley...” Como otras veces, también, a los argumentos que se esgrimían verbalmente —y que en esencia consistían en negar la autoridad del gobierno para expedir la ley, en considerar el fuero una institución inherente a la Iglesia y una expresión de su soberanía, y en proponer que se dejara sin efectos hasta en tanto se resolviera la cuestión con el Vaticano—, pronto se agregarían medios más violentos como el retorno a la lucha armada. A los pocos días de expedirse la Ley se produjo en el norte el pronunciamiento conocido como Plan de Sierra Gorda: y el 19 de diciembre se lanzó el llamado Plan de Zacapoaxtla, que desconocía al gobierno liberal... El propio gobernador de Guanajuato, Manuel Doblado, cuya hostilidad hacia Alvarez era ya bien conocida, al grito de "Religión y Fueros" se levantó en armas contra el gobierno, proclamando a Comonfort como presidente y pidiendo garantías para la Iglesia y respeto a la religión católica. El origen del fuero era bien conocido: procedía de favores que en otras épocas y bajo condiciones diferentes, había otorgado a la Iglesia el gobierno colonial. Aun entonces, sin embargo, el fuero, y en buena medida el propio clero, dependían de la autoridad civil, del gobierno español al que se reconociía el patronato, o sea la soberanía del Estado para regular las atribuciones de la Iglesia en materias no eclesiásticas ni religiosas, sino propiamente civiles. Al triunfo de la independencia el clero adoptó la posición de que el patronato se había extinguido y de que las autoridades mexicanas no tenían a título de herencia, derecho a imponerle limitaciones, a menos que, a partir de un cocordato con el Vaticano, éste aceptara tal status. Su obstinada rebeldía encontró eco en diversos sectores, contando incluso con el apoyo oficila y aun con el reconocimiento, en la Constitución de 1824, de la procedencia del fuero en materia judicial, y ello volvió difícil, en los años siguientes, replantear con éxito el problema. Per la Iglesia tenía, a la larga, perdida la batalla... Cuando, a principios de 1856, se sometió la Ley a la ratificación del Congreso Constituyente (y se aprobó el artículo 13 de la nueva Constitución), no dejaron de advertirse reservas incluso entre algunos liberales que la consideraban "precipitada". A la postre, no obstante,se impuso la corriente mayoritaria, estableciéndose en el dictamen respectivo que: "El principio consignado en la Ley es un gran paso hacia la igualdad social, pues (la abolición de los fueros) es la satisfacción de dos necesidades que reclamaban, no sólo la consecuencia con los principios democráticos, sino la circustancias particulares de nuestra sociedad, a las que ha servido de constante rémora para sus adelantos la preponderancia de las citadas clases." Los conservadores, naturalmente, rechazaban tal interpretación. Enrocados en sus viejas posiciones se mantenían en pie de guerra en favor de una desigualdad sumamente ventajosa para el clero, que los aseguraba la adhesión y obediencia de éste... La igualdad ante la ley que reclamaban los voceros de la Reforma no era simplemente una vaga demanda de justicia para todos: era una exigencia del capitalismo en desarrollo, una condición para ampliar el mercado interno y fortalecer a una burguesía capaz ya de romper muchas viejas trabas. En el nuevo orden social que empezaba definitivamente a imponerse, la igualdad era tan necesaria como la libertad. La concepción contractualista puesta en boga por los ideólogos de la Revolución Francesa y el principio rector de la libre concurrencia, universlizado por la economía clásica inglesa, requerían tanto de una como de la otra. Sin igualdad no podía haber verdadera libertad, y sin ésta era imposible contratar el trabajo y la compraventa de mercancías, celebrar los actos propiamente civiles y realizar las mil 28
actividades de que dependendían la división del trabajo y el progreso social, "Se pensó — comenta un autor— que bastaba decretar la libertad para que todos los mexicanos, independidentemente de su situación real política, económica y social, la disfrutasen de un plano de igualdad. igualda d. Se pensó que sería a partir de d e esta es ta supuesta sup uesta igualdad, igua ldad, dada da da también por decreto que el nuevo orden... iba a depender de la capacidad de cada uno de ellos. Parecía que en adelante, la libre competencia iba a ser la encargada de situar a cada mexicano en el lugar que le correspondiese..." Más la igualdad y la libertad que se proclamaban como esenciales para lograr la armonía social, y que con frecuencia parecían categorías artificialmente transplantadas de otros países y sistemas constitucionales, eran, por una parte, el fruto de una evolución previa, y por otra la condición sine qua non del desarrollo del mercado capitalista. La igualdad, concretamente, era en el orden interno el requisito para legalizar la explotación del trabajo ajeno, para contratar sobre bases "equitativas" y libremente, para absorber sin trabas la mano de obra en las haciendas, el comercio y la industria; y para imponer en el país una sola administración de justicia en e n que la burguesía, como clase, puediera otorgarla otorgar la como mejor le conviniera a sus intereses y sin quedar relegada ante nadie. En el orden internacional, la igualdad jurídica, meramente formal también, era la condición necesaria para extender el mercado exterior y poner, frente a frente, sin protecciones artificiales ni interferencias de ningún género, a los países que empezaban a convertirse en potencias económicas y a las naciones rezagadas y pobres que habrían de ser cada vez más explotadas. En la medida en que rechazaba los privilegios del clero, la Ley Juárez provocó reacciones violentas cuyas primeras víctimas fueron, paradójicamente, sus propios autores. Don Juan Alvarez dejó en unas semanas el poder a Comonfort, y Juárez, que desde fines de octubre de 1855 había renunciado a su puesto por razones similares a las aducidas por Ocampo y Prieto, se mantuvo hasta expedirse la Ley, separándose a principios de diciembre, cuando el llamado partido moderado lograba al fin adueñarse del gobierno.
La Ley Lerdo y el gobierno de Comonfort El régimen de Comonfort..., es fundamental para comprender lo que ocurre en la economía mexicana en la etapa que estudiamos. Bajo ese gobierno se expidió la Ley de Desamortización, acaso más conocida como Ley Lerdo, y se elaboró y promulgó la Constitución de 1857; y a consecuencia de lo que entonces se hizo y dejó de hacerse estalló la Guerra de Tres Años y se consumó la primera fase de la Reforma Liberal. Comonfort era sin duda un hombre débil... El ascenso al poder, en su caraacter de presidente sustituto, fue un triunfo político importante de la corriente moderada, que defendía líneas de acción conciliatoria. La revolución de Ayutla se desenvolvió, en cierto modo, conforme al patrón de la guerra de Independencia: se inicia,la sostienen y la llevan llevan al triunfo las fuerzas más avanzadas,y la consuman, aprovechan y tuercen hábilmente los grupos moderados y conservadores, que más de cerca expresan los intereses de quienes se oponen al cambio social o sólo aceptan avances lentos y graduales que no perjudiquen sus intereses.El proceso, lejos de ser abierto y lineal, es sinuoso, contradictorio y difícil, y a la postre resulta incluso terriblemente sangriento. Apenas asume la presidencia. Comonfort deja ver que su política tratará de escapar a la presión de los radicales y a la resistencia de los conservadores. "Tres eran —dice— los caminos que se me presentaban: 1°. dejar las cosas en el mismo estado en que se encontraban cuando triunfó la Revolución de Ayutal; 2°. arrojarme 29
en brazos del principio revolucionario, e introducir todas las innovaciones exigidas por él; 3°.emprender con prudencia las reformas..." Este es el camino que elige, el de adoptar" ...una política prudentemente reformadora, que satisfaciendo en lo que fuera justo las exigencias de la revolución liberal, no chocara abiertamente con los buenos principios conservadores, ni con las costumbres y creencías religiosas del pueblo". "La principal misión de mi gobierno debia ser quitar pretextos a las reacciones, y nada más a propósito para lograr este fin, que reformar lo antigua para conservarlo, y marchar por las sendas del progreso sin precipitaciones ni violencias..." "Comonfort creía posible —obseva Vigil— llegar al fin por todos deseado, poniendo de su parte la cooperación del antiguo ejército y aun de las mismas clases enemigas de toda innovación, estableciendo poco a poco y de una manera pacifica las más indispensables reformas sin herir de frente arraigados intereses con los que era inevitable chocar tarde o temprano..." En realidad, Comonfort empezaría a gobernar cuando esos choques ya se habían producido, primero a consecuencia de la revolución de Ayutla y después de la promulgación de la Ley Juárez, las fricciones se intensificarían a medida que se avanzara en la redacción de la nueva Constitución Política, y la situación haría crisis al expedirse,el 25 de junio de 1856, la Ley Lerdo. El art. 1°. de esta Ley disponía: "Todas las fincas rústicas y urbanas que hoy tienen o administran como propietarios las corporaciones civiles o eclesiásticas de la República,se adjudicarán en propiedad a los que las tienen arrendadad, por el valor correspondiente a la renta que en la actualidad pagan como rédito al 6% anual". Conforme al art. 3o. "Bajo el nombre de corporaciones se comprenden todas las comunidades religiosas de ambos sexos... y, en general, todo establecimiento o fundación que tenga... duración perpetua o indefinida". Si la reacción del clero ante la Ley Juárez había sido hostil, su respuesta a la Ley de Desamortización sería todavía mucho más violenta. Desde 1847, en plena guerra con Estados Unidos, cuando en una situación nacional verdaderamente crítica el Congreso autorizó al Ejecutivo para obtener un préstamo con garantía de bienes de manos muertas, el cabildo metropolitano había declarado: "La Iglesia es soberana y no puede ser privada de sus bienes por ninguna autoridad". Por ello, "... en ningún tiempo reconocerá ni consentirá las hipotecas, gravámenes o enajenaciones que se hicieren por las autoridades, sean a favor de la nación o de los particulares..." Los nueve años transcurridos desde entonces no la habían hecho cambiar de opinión; lo que ahora reclamaba era la inmediata derogación de la Ley, por penetrar "de lleno en el dominio teológico-canónico" y violar lo establecido en el Concilio de Trento. El gobierno, a su vez por conducto del Ministro de Justicia, reivindicaba la autoridad para dictarla y subrayaba la necesidad de acabar con "la mezcla y confusión de lo espiritual con lo temporal", y "colocar a cada una de las potestades en su centro natural". Una vez más, los conservadores tomarían las armas y, como en tiempos de Hidalgo y de la inquisición, el clero se valdría de las excomuniones y otras formas de coacción moral, de la calumnia y de todos los medios a su alcance para preservar sus privilegios. La Ley de Desamortización se dictó, según declaración expresa del legislador, porque "uno de los mayores obstáculos o bstáculos para la prosperidad y engrandecimiento e ngrandecimiento de la nación 30
(era) la falta de movimiento o libre circulación de una gran parte de la propiedad raíz, base fundamental de la riqueza pública..." Tres días después de su promulgación, Lerdo señalaba que dos eran sus propósitos fundamentales: "...1) hacer desaparecer uno de los errores económicos que más ha contribuido a mantener entre nosotros estacionaria la propiedad e impedir el desarrollo de las artes e industrias que de ella dependen..., y 2) allanar el principal obstáculo que hasta hoy se ha presentado para el establecimiento de un sistema tributario, uniforme y arreglado a los principios de la ciencia, movilizando la propiedad raíz, r aíz, que es la base natural n atural de todo buen sistema de impuestos." Como la ley contra los fueros, la que ahora examinamos tenían antecedentes lejanos. A medida que el capitalismo fue penetrando en las relaciones sociales, surgió y se fortaleció la propiedad privada de la tierra a costa de la Iglesia y de otras corporaciones. La política que México adoptaba no era nueva ni original: la lucha de la burguesía contra la Iglesia, por el control de la riqueza territorial, se había iniciado en Inglaterra y otros países de Europa siglos atrás, y tenía antecedentes en la propia España, en donde la desamortización cobró impulso al confiscarse los bienes de la Compañía de Jesús y dictarse otras medidas bajo los reinados de Carlos III y Carlos IV.... En México, la doctrina y aun la legislación desamortizadoras tenían también múltiples antecedentes. Después de la Independencia, la idea de repartir la tierra, de estimular la propiedad individual y de acabar con la concentración en manos muertas fue expuesta por Francisco Severo Maldonado en 1821; en 1829, el gobernador de Zacatecas, Francisco García, proyecta la creación de un barco que tendría por objeto "adquirir terrenos para repartirlos en arrendamiento perpetuo a labradores que no los tengan en propiedad". Unos años después, Lorenzo de Zavala promovería la expedición de una ley agraria en el estado de México, también animada del propósito de repartir terrenos de ciertos misioneros y, casi simultáneamente, el doctor Mora llevaría aun más lejos los planes desamortizadores. Mora llegó incluso a elaborar, en 1833,un proyecto de Ley que disponía la ocupación de los bienes del clero por parte del Estado, como medida necesaria para sanear las condiciones del erario y garantizar en forma adecuada la deuda pública... Mas el clero no se conformaba con las llaves del reino de los cielos; quería también las del reino de los latifundios. Y aunque la Ley (Lerdo) facultaba expresamente a la Iglesia —artículo 26— para imponer sus capitales en propiedades p ropiedades particulares o invertirlos inve rtirlos como accionista en empresas agrícolas, industriales o mercantiles, en tanto ello no entrañara la adquisición o administración de propiedades raíces, los cargos contra el gobierno se multiplicaban, y aun no faltaron pasquines iracundos que reclamaran: "¡Muerte y exterminio a esos malvados asesinos, cobardes, sacrílegos, ladrones de los bienes del clero!" El gobierno es católico, reiteraría el ministro Lafragua; "... pero no quiere que haya en la nación un poder superior al de la nación misma; no quiere que la propiedad continúe estancada entre las manos infecundas de las corporaciones...; no quiere... que la riqueza esté concentrada en manos improductivas, sino que, subdividida la propiedad en el mayor número posible de fracciones, se críen nuevas fortunas que proporciones, si no la opulencia, sí la comodidad y el bienestar a multitud de familias... La Ley tampoco era vista con simpatía por varios de los más distinguidos miembros del partido liberal: Ignacio Ramírez "cree que, aunque los bienes pasan a otras manos, de esto no va a resultar un gran beneficio... y que... la expropiación se suspende por un gran número de 31
años y se hace casi imposible, porque se establece que de cierta clase de gente salgan los compradores...Cree, por último, que no cambiando la inversión ni el uso de los capitales y, asegurando el pago de réditos, no se hace más que beneficiar al clero..." "Con la ley solo se logra —exclama ante el Congreso— abrir al clero un cuantioso crédito para que promueva conspiraciones..." "El señor Ramírez 0151dice en respuesta Zarco— se equivoca al asentar que la Ley prefiere, es verdad, al inquilino, pero, si éste no compra, llama en su lugar al subarrendatario, y, pasado un término perentorio, ordena que la venta se haga al mejor postor, y así busca compradores entre toda clase de gentes, entre los grandes y pequeños capitalistas, entre nacionales y extranjeros..." Guillerno Prieto tampoco confiaba en la Ley: "El clero asegura sus capitales, queda como censualista y puede maquinar contra la libertad. La Ley, pues, peca por defecto, no tiende más que a procurar la alcabala y sus otros inconvenientes harán que el gobierno malogre su objeto de hacerse de recursos..." Y una vez más replicaria Zarco: "...la ley tiene una mira más elevada, tiene un objeto altamente social, tiende al desestanco de la propiedad, a dar a ésta más valor librándola de la esterilidad de la mano muerta, a dividirla, subdivirla y hacerla productiva, a poner en circulación grandes capitales, a disminuir el número de proletarios y aumentar el de propietarios, a desarrollar la industria y la agricultura..." La ley era, en efecto, conciliatoria, y dejaba al clero en condiciones sin duda ventajosas. El propio Lerdo lo reconocía así en una declaración oficial: "...convencido profundamente S. E. —decía refiriéndose a Comonfort—de que la más sabia política no es aquella que tiende a destruir estos o los otros intereses existentes, sino que la que pone a todos ellos en armonía..., ha procurado con el mayor esmero que en esta disposición queden conciliados los grandes intereses que por ella pudieran ser afectados". Mas si bien el clero no sufría, en verdad, mayores perjuicios, las comunidades indígenas, que —como ya hemos visto— de tiempo atrás habían venido siendo despojadas de sus tierras, serían víctimas de nuevos atropellos e injusticias. Prieto, Ocampo, y años más tarde don Andrés Molina Enriquez, criticarían ese aspecto de la Ley... Es discutible que tal medida haya sido un grave error. Políticamente, desde luego, no fue un acierto, concitó explicablemente la inmediata y abierta hostilidad de las comunidades indígenas. Pero lo que la Ley buscaba era reforzar el régimen de propiedad individual, el régimen de propiedad capitalista de la tierra, y conforme a tal concepción tenía que chocar tarde o temprano con instituciones como las viejas formas de propiedad comunal y los intereses de los indígenas. En ese sentido, antes que un error o un acierto, la desamortización fue un hecho histórico al que difícilmente podía escaparse; fue otra expresión del desarrollo de un capitalismo incipiente, pero cada vez más definido. Que la Ley, además, haya sido injusta, es otro problema. A nuestro juicio, evidentemente lo fue, y en este aspecto tenían sobrada razón sus críticos. Los liberales, empero, no se proponían hacer justicia, y menos hacerla a las comunidades indígenas más explotadas. En todo caso querían hacerse justicia, y retener para sí, en la mayor medida posible, la riqueza territorial hasta entonces controlada por el clero y unos cuantos criollos ricos en la cúspide de la pirámide social, y por las masas campesinas más depauperadas, en su base. base . Molina Enríquez tenía razón, a nuestro juicio, al expresar que "...las cuestiones suscitadas entre el poder civil y el clero no eran en el fondo más que rivalidades de grandes 32
propietarios, que lo eran el clero y los críollos..." Y en la etapa de la Reforma, concretamente, el proceso de desamortización se volvería, aún en mayor medida, una lucha de clases: de criollos que trataban de despojar al clero; de criollos entre sí, que aprovechaban la guerra civil y la anormalidad reinante para enriquecerse a costa de sus propios aliados; de d e mestizos que reclamaban la tierra tierr a como un derecho natural e inviolable, y como justo precio que la patria debía pagarles por sus servicios; y de indígenas que en una lucha dura y desigual hacían lo imposible para retener los predios que, pese al despojo sufrido a lo largo de más de dos siglos, aún quedaban en su poder. Pese a toda sus limitaciones, la Ley de Desamortización y las disposiciones que a partir de ella se dictarían en los siguientes tres años, tuvieron gran importancia. En primer lugar, al reintegrar y, en algunos casos, al incorporar por primera vez a la economía comercial una parte de la riqueza territorial, modificaron el régimen agrario y contribuyeron a impulsar el desarrollo económico y social, pues además de afirmar en el poder a una nueva clase propietaria, liberaron un potencial de energía en ergía y de recursos que, que , en buena medida, había permanecido hasta entonces ocioso; contribuyeron, asimismo, a consolidar un nuevo régimen de propiedad de la tierra y a afianzar el capitalismo en la agricultura, el que hasta antes de la Reforma había tropezado con trabas semifeudales de diversa naturaleza. En segundo lugar, dichas leyes, y sobre todo las nuevas instituciones creadas al amparo de las mismas, ayudaron a modernizar la agricultura y a reorganizar la Hacienda Pública. De la Ley Lerdo no surgió de inmediato y como por encanto el régimen de pequeñas propiedades tipo farmer o de granjas análogas a las francesas en que soñaba Ocampo. Tampoco pasó el país de un erario en crónica bancarrota a un racional y eficiente sistema impositivo, como lo esperaba Miguel Lerdo. En ambas direcciones el avance fue accidentado y lento, pero en ambas también comenzó a advertirse una sensible transformación. Y del mismo modo que se realizó un considerable reparto de la tierra y la produccción para el mercado interno y la exportación empezó a cobrar impulso, la movilización de la propiedad territorial, mucho más que la alcabala decretada por la Ley Lerdo, se tradujo gradualmente en nuevas fuentes de ingresos fiscales y en un estímulo al crecimiento económico, que en el fondo era el úncio remedio eficaz para hacer frente a los persistentes desequilibrios financieros. En un sentido estricto, más que trasladarse la tierra del clero y los criollos ricos al pueblo, o siquiera a decenas de miles de propietarios pequeños y medianos, pasó de unos sectores de la burguesía a otros y de ciertas viejas familias terratenientes, vinculadas al régimen político anterior a la Reforma, a nuevos latifundistas, comerciantes, funcionarios y profesionales ligados a la causa liberal. No es fácil precisar con exactitud la medida en que ello ocurrió... Con todo, disponemos cada vez de un mayor conocimiento de aquella etapa, lo que nos permite afirmar que, a la postre, fueron pocos, probablemente muchos menos de lo que hasta ahora se ha supuesto, quienes resultaron directa y sustancialmente beneficiados con las tierras sustraídas al clero y las comunidades indígenas... Con base en los datos númericos que Lerdo anexó a su Memoria de Hacienda, de 1856 , un investigador ha hecho interesantes observaciones. Hasta diciembre de 1856, el valor de las fincas de amortizadas fue un poco más de 23 millones de pesos. De 570 remates de fincas urbanas en el Distrito de México, por valor de 4.1 millones, seis personas compraron 301 fincas..., cuatro más compraron 18 fincas, resultando de ahí que tan sólo diez personas adquirieran propiedades por casi el 60% del valor total. "De las diez 33
personas... ocho quienes compraron... 51.5% 51. 5% del valor v alor total de d e los remates, eran mexicanos de reconocida filiación liberal". En los estados y territorios, poco más de 33% de las fincas quedaron en manos del 1% de los adjudicatorios... Las leyes de desamortización, en resumen, abrieron una nueva perspectiva al país y sobre todo a ciertos sectores de la burguesía e incluso de la pequeña burguesía. Fueron " una oportunidad para que se enriquecieran los políticos liberales a expensas de la Iglesia, (y una) oportunidad también para destruir su poderío; eso ... era importante, y eso es lo que al fin de cuentas sucedió..." Sin que esto quiera decir, naturalmente, que todos los liberales se enriquecieran, ni que todos los favorecidos por el nuevo régimen agrario, fuesen liberales... Pero la lucha, debemos insistir, no sólo se entabló contra el clero, sino contra las comunidades indígenas. Pese al largo proceso de destrucción de la propiedad comunal, una parte de la tierra seguia utilizándose bajo ese anacrónico sistema, que si bien desde el punto de vista cultural, político y aun probablemente militar, ofrecía ciertas ventajas a los indígenas para defenderse de sus enemigos de siempre, desde un ángulo económico era, sin duda, un sistema ineficiente, de bajísima productividad y que estorba al desarrollo de una economía de mercado. Las comunidades, en general, no vivían tan aisladas como a veces se cree de la economía mercantil. Algunas conservaban ciertamente rasgos precapitalistas, pero las nuevas relaciones de producción fueron poco a poco pentrando en ellas y con frecuencia desgarraron y acabaron por modificar profundamente su vieja organización. Su atraso técnico fue siempre manifiesto y nunca pudo superarse, quizá no tanto a consecuencia del predominio absoluto de una estructura precapitalista, sino de la despiadada explotación y el abandono de que eran víctimas sus pobladores. En fin, aun a pesar de su aislamiento, de su aparente desconexión del mercado y de que, exteriormente, parecían improductivas, éstas se abrieron paso gradualmente y ejercieron creciente influencia en la vida y en la muerte de la comunidad. Desde 1867, o sea unos años después de que empezaran a aplicarse las leyes desamortizadoras, un periódico comentaba editorialmente: "Multitud de terrenos que se llamaban de comunidad y que cultivaban los indios por su cuenta, han pasado a manos de denunciantes, quedándose aquéllos, de la noche a la mañana, sin un palmo de tierra en que poner un pie, y expuestos a las arbitrariedades de los nuevos dueños". Así era, en efecto; y así seguiría siendo hasta que el capitalismo se impusiera en definitiva, pues como dice un autor: "Ningún pobre remedió su pobreza con la Ley Lerdo; pero muchos terratenientes y comerciantes ricos aumentaron su fortuna". Y conviene repetirlo: de eso, precisamente, se trataba. Al amparo de la libertad y la igualdad legal recién conquistada, la tierra debía ser puesta en el mercado y entregada en propiedad individual al mejor postor... La riqueza debia circular; la tierra debía movilizarse: convertirla en mercncía que pudiera comprarse y venderse sin cortapisas, era el camino de la prosperidad. Las comunidades, en tal virtud, debían desprenderse de ella y aportarla a "la sociedad". El lector comprendera que las consecuencias de esa política sobre las entidades afectadas no podían ser las mismas. Al perder la Iglesia sus tierras, los funcionarios eclesiásticos beneficiados hasta entonces con su explotación volverían a sus templos y convenios, donde podrian recluirse, meditar y cumplir con las exigencias de su culto. El caso de las comunidades indígenas era otro; en ellas, al convertirse la tierra en un valor de 34
cambio que el grupo en el poder reclamaba, los campesinos sólo podían quedarse como asalaríados de los nuevos amos, o ir de un lado a otro ofreciendo sus brazos desnudos a quien pudiera utilizarlos en algo. Este hecho en apariencia intrascendete, residual y secundario: el que los campesinos fuesen definitivamente despojados de la tierra y de los medios para trabajarla, el que no sólo la tierra sino su propia fuerza de trabajo se convirtiera en mercancia sería una de las condiciones del desarrollo ulterior del país y el coronamiento del largo proceso histórico del que había surgido el mercado capitalista. La idea de que la desposesión y la pobreza de los campesinos haría imposible el desarrollo del mercado, mercado, que algunos liberales lllegaron a expresar —y que incluso en nuestros días suele escucharse con frecuencia—, era obviamente unilateral; tomaba en cuenta un solo aspecto del problema y no por cierto el principal. No correspondía al fenómeno real del desarrollo del mercado, y no podía, en consecuencia, comprender aquello que Engels expresara en forma tan directa y sencilla: que el hambre representa la creación del mercado interior. O como dice Lenin al recordar una tesis fundamental de Marx sobre el desenvolvimiento del capitalismo, que "... la transformación de los campesino en proletariado rural crea mercado, en especial para los artículos de consumo, mientras que su transformación en burguesía rural crea, de preferencia, mercado para los medios de producción..." Pero la política desamortizadora y en particular la lucha contra la comunidad indígena fueron un aspecto fundamental del desarrollo del capitalismo mexicano, que culmina entre la iniciación de la Reforma y los primeros años del porfiriato... Comentando que muchos mexicanos habían sido despojados de todo, y no tenían otro bien que su trabajo, don Ignacio Ramírez protestaba con indignación: "El más grave de los cargos que hago a la Comisión (Se refería a la Comisión encargada de redactar el proyecto de Constitución presentado al Congreso Constituyente de 1856-57) es el haber conservado la servidumbre de los jornaleros... "El jornalero es esclavo; primitivamente lo fue del hombre...", "como esclavo, nada le pertenece, ni su familia ni su existencia; y el alimento no es para el hombre máquina un derecho, sino una obligación de conservarse para el servicio de los propietarios..." El trabajador es hoy " esclavo del capital... que especula hasta con sus mismos alimentos..., el grande, el verdadero problema social es emancipar a los jornaleros de los capitalistas; la resolución es muy sencilla, y se reduce a convertir en capital el trabajo..." "¡Sabios economistas de la Comisión! En vano proclamaréis la soberanía del pueblo mientras privéis a cada jornalero de todo el fruto de su trabajo y lo obliguéis a comerse su capital..." El Nigromante tenía razón. Mas el problema social por él planteado... no era, ni mucho menos un problema sencillo. El proceso de convertir el trabajo en capital estaba en marcha y ya nadie podría detenerlo... Por encima y aun sin que lo advirtieran los más avanzados y profundos pensadores de la Reforma, el proceso capitalista se abría paso bajo la acción de leyes sobre las que poco podía influir la estrategia liberal del "dejar hacer, dejar pasar". Vallarta, creía, como Arriaga y Ramírez, como Zarco y Otero, que el propósito de la desamortización y del movimiento reformista en general era "disminuir el número de proletarios y aumentar au mentar el de propietarios". La realidad era más bien la inversa; sin perjuicio per juicio de que el número de propietarios se ampliara, sobre todo en las propias filas del liberalismo, lo que la Reforma lograría era esencialmente multiplicar el número de proletarios. 35
En el marco democrático de la nueva Constitución , la burguesía estaba ya en condiciones de impulsar la agricultura, la industria y el comercio; de entrar por fin a la era de los ferrocarriles, de abrir nuevos camino y mejorar los viejos, de extender el telégrafo y las líneas telefónicas. Todo ello empezaría a hacerse a partir de entonces; pero nada podría llevarse adelante sin una amplia y adecuada dotación de mano de obra, que en mayor medida que antes proveerían las comunidades indígenas despojadas, los campesinos a quienes el régimen de la leva y los largos años de guerra habían arrancado para siempre de la tierra, los artesanos cuya desintegración estaba en marcha, e incluso millares de vagabundos, a quienes la burguesía abriria la posibilidad de regenerarse y hacer una vida estable y "decente", en tanto se mantuviera a su servicio. (Bajo el régimen de Comonfort, se dispuso que eran obligaciones de los gobernantes: "Destinar a los vagos, viciosos y sin oficio; por el tiempo necesario a su corrección, a los establecimientos destinados a este objeto, o a los obrajes o haciendas de labor que los reciban voluntariamente, quedando al arbitrio del destinado escoger entre el campo o el obraje". Autores varios, Historia documental de México. op. cit ., p.281.)
La Constitucion de 1857 La promulgación de las primeras leyes de desamortización, su incorporación a la nueva Carta Magana y las pugnas de intereses y de ideas que resonaban en los debates del Congreso Constituyente, pronto harían crisis en otra sangrienta explosión social. La Constitución expedida en Querétaro, en febrero de 1857, no era un código radical; era un estatuto análogo al que otros países mantenían en vigor desde tiempo atrás; y en algunos aspectos incluso una copia de la Constitución norteamericana. La Constitución de 1857 fue, indudablemente, un instrumento político de transacción: de transacción entre radicales y moderados, y de entendimiento de éstos con los conservadores. De acuerdo con esa línea táctica, que siempre fue su norma de conducta, Comonfort esperaba que los grupos reaccionarios aceptaran el nuevo estatuto al comprobar qu no se había dictado en su perjuicio, y que incluso les abría más amplias perspectivas para progresar y enriquecerse. La hostilidad hacia la nueva Constitución, no obstante, se produjo sin demora... La situación del gobierno era cada vez más dificil: los liberales desconfiaban de él y los conservadores no lo respetaban. En lugar de atrincherarse en la intransigente defensa de la Constitución, Comonfort vacilaba, buscaba el acercamiento con el enemigo y se empeñaba vanamente en conciliar lo inconciliable. La queja de un diputado liberal ilustraba muy bien el ambiente de esos días: "A los que queremos reformas e innovacions —decia— se nos constesta: No es tiempo, no es tiempo, se nos grita a todas horas, y con tal cara y tales contorsiones que hasta los progresistas nos volvemos asustadizos..." Las transacciones, ciertamente, a nadie satisfacían. "La lucha entre aquellas dos entidades politicas —escribe Vigil— era inevitable..." Así era, efectivamente, aunque muchos no pudieran comprenderlo. Y el 17 de diciembre de 1857 Félix Zuloaga se levantó en armas con una sola consigna: "Desde esta fecha - establecia el artículo 1°. del Plan de Tacubaya - cesará de regir en la República la Constitución de 1857." El propio plan disponía que Comonfort "continuara encargado del mando supremo con facultades omnimodas". ¿Quién era Zuloaga? Un general oscuro y sin relieve, "un Bustamante de tercer orden", dice don Justo Sierra. La prueba a que losconservadores someterían esta vez al presidente de la República era terrible; pero confiaban en su debilidad y lo veían ya como probable aliado más que como enemigo. A 36
las 48 horas Comonfort decidía su suerte —y su muerte política— y olvidando que unos meses antes había jurado solemnemente cumplir y hacer cumplir la Constitución, ahora la traicionaba y entregaba a la reacción nada menos que la capital de la República y el palacio nacional. El golpe de estado se había consumado... Lo peor para Comonfort no había llegado aún. Cuando apenas explicaba que la observancia de la Constitución "era imposible; (que) su impopularidad era un hecho palpable; (y que) el gobierno que ligara su suerte con ella era un gobierno perdido", sus flamantes aliados le exigirían la renuncia y reclamarían todo el poder. Días después, el jefe del gobierno saldría derrotado del país, sin comprender ni aceptar la Constitución y objetando igualmente el despótico Plan de la Ciudadela. Hacia fines de enero la lucha contra el nuevo régimen entraría a otra etapa. Al aprobarse la carta de Querétaro el clero había dispuesto: "Las personas que han jurado la Constitución no podrán ser absueltas en el tribunal de la penitencia, sino depués de hacer pública y solemne retractación del juramento. Mientras no hagan tal retractación la Iglesía los considera fuera de su seno." Ahora podía ir más lejos; para el gobierno nacido del golpe de estado no había ya Constitución, el 28 de enero de 1858 anuló la Ley Lerdo y la ley reglamentaria de las obvenciones parroquiales; derogó la Ley Juárez en todo lo relativo a organización judicial; reestableció los fueros eclesiásticos y militar, y reinstaló a quienes habían sido privados de sus empleos por no jurar fidelidad a la Constitución. La guerra de Reforma había estallado. Y mientras Comonfort traicionaba la causa liberal, Juárez llamaba al pueblo a defenderla y organizaba el gobierno nacional en Guanajuato, y después en Veracruz. Desde entonces, hasta diciembre de 1860, o sea durante tres largos años, México viviría una de las etapas más duras y cruentas de su historia...
Las Leyes de Reforma Las leyes de Reforma están ya a punto de expedirse, y el 7 de julio de 1859 el gobierno lanza, desde Veracruz, un importantísimo manifiesto. "Desde la Declaración de Independencía en 1821 —según Sierra—no se había disuelto entonces en su carácter político, ahora concluiría legalmente abajo su aspecto social..." El texto, elaborado colectivamente, pero en cuya confección había sido decisiva la participación de Ocampo, expresaba en una un a de sus partes: "La Nación se encuentra hoy en un momento solemne; porque del resultado de la encarnizada lucha, que los partidarios de oscurantismo y de los abusos han provocado esta vez... depende todo su porvenir..." Para hacer prevalecer los principios democráticos consignados en la Constitución, y poner fin a la guerra fraticida con el triunfo del movimiento reformista, el gobierno adoptaba las siguientes medidas: 1) Asegurar la absoluta independencia del Estado y la Iglesia; 2) Suprimir las corporaciones de regulares del sexo masculino; 3) Extinguir igualmente las cofradías, archicofradías, hermandades y otras congregaciones de la misma naturaleza; 4) Cerrar los noviciados en los conventos de monjas; 5) Declarar que han sido y son propiedad de la Nación todos los bienes que administra el clero...
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6) Declarar que los fieles y la Iglesia convendrán la forma en que se remuneren los servicios eclesiásticos... El manifiesto de Veracruz significó un gran aliento a la causa liberal, levantó de inmediato la moral de los combatientes en todo el país, y abrió al fin el camino de las ansiadas reformas, que tantas veces se había aplazado. El 12 de julio el gobierno expidió la Ley de Nacionalización de Bienes Eclesiásticos, y con ella empezó a hundirse la rebelión. En los considerados de la Ley se recordaba la obtinación con que el clero había mantenido por años las posiciones más irracionales; se censuraba la dilapidación y el empleo destructivo de sus bienes y de los fondos que el pueblo ponía generosamente en sus manos y se expresaba que aceptar una conducta tan antisocial y dejar por más tiempo esos recursos en poder de los jurados enemigos de la República, sería volverse su cómplice. En esa virtud se decretaba: "Art 1°. Entran al dominio de la Nación todos los bienes que el clero secular y regular ha estado administrando con diversos títulos, sea cual fuere la clase de predios, derechos y acciones en que consisten, el nombre y aplicación que hayan tenido; Art 3°. Habrá perfecta independencia entre los negocios del Estado y los negocios puramente eclesiásticos. El gobierno gobiern o se limitará a proteger con su autoridad el culto c ulto público de la religión católica, así como el de cualquier otra." El 13 de julio se expidió la Ley llamada de ocupación de los bienes del clero, que en detalle reglamentaba la forma en que entrarían dichos bienes al dominio de la Nación. Refiriéndose a la Ley de Nacionalización, Mendieta y Nuñéz señala que sus efectos "fueron principalmente políticos, pues en cuanto a la organización de la propiedad raíz en nada modificó los... de las leyes de desamortización..." Desde un punto de vista meramente jurídico podría po dría sostenerse s ostenerse tal opinión; pero si la Ley se examina desde d esde otra perspectiva, es fácil percibir y demostrar su enorme importancia económica y social. Por ella fue posible superar las limitaciones de la Ley Lerdo y facilitar en la práctica el translado de muchos de los bienes del clero a los nuevos terratenientes; sobre ella pudo fincarse en definitiva el sitema del latifundio laico en que culminaría la política desamortizadora, y al margen de tales consecuencias la ocupación de los bienes eclesiásticos hizo posible el translado, de los conservadores a los liberales, de una masa de riqueza nada despreciable, que en pequeña medida ayudó a aliviar el crónico déficit financiero del gobierno, pero que, sobre todo, alteró la relación de fuerzas en pugna e inclinó definitivamente la balanza en favor del movimiento reformista. "Las leyes de desamortización y de nacionalización —reconoce el propio Mendieta—...dieron muerte a la concentración eclesiástica; pero extendieron en su lugar el latifundismo y dejaron a su merced una pequeña propiedad, demasiado reducida y... débil, en manos de la población inferior del país..." En este aspecto, concretamente, la Ley de Nacionalización significó un gran estímulo para el desarrollo del nuevo régimen agrario, que, sobre todo a partir de la Constitucion de 1857, dio lugar a injustos atropellos contra las comunidades indígenas. Con base en el artículo 27 de la misma "...numerosos individuos hicieron denuncios de terrenos ejidales como baldíos. Pero en acatamiento (de dicho artículo)... se procedió a la enajenación de mucho ejidos, cuyos productos eran un complemento de los medios de subsistencia de las comunidades." Incluso se llegó indebidamente, a desconocer la personalidad jurídica de éstas y, "... en la práctica, el resultado fue que los pueblo no pudieran defender sus intereses".(Agustín Cue Cánovas, La Reforma Liberal de México, p. 60. Sobre el mismo asunto, Mendieta escribe: "Una de las más funestas consecuencias de las leyes de desamortización y del artículo 27 de la 38
Constitución de 1857 fue, ...la interpretación que se les dio en el sentido de que... quedaban extinguidas las comunidades indígenas y, por consiguiente, privadas de personalida jurídica.Desde entonces los pueblos de indios se vieron imposibilitados para defender sus derechos territoriales y seguramente que fue esta nueva causa del problema agrario de México, puesto que favoreció el despojo en una forma definitiva." Op. cit .,., p. 125.) Tras de la Ley de Nacionalización vinieron otras importantes: el 23 de julio, la que declaraba al matrimonio un contrato civil; el 28, la que organizaba el Registro; el 31, la que hacía cesar la intervención del clero en la economía de cementerios y panteones; y el 3 de agosto, el acuerdo que retiraba la representación de México en la Santa Sede.
Los Tratados Mon-Almonte y Ocampo—Mac-Lane ...Apenas expedida la Ley de Nacionalización, Lerdo viajó a Estados Unidos para gestionar un crédito. El nuevo régimen legal de los bienes del clero permitía al gobierno ofrecer garantías sobradas incluso a los banqueros más desconfiados y exigentes. Simultáneamente, sin embargo, salió un despacho, también desde México, del ministro Mac Lane al Departamento de Estado: "Si logra negociar un empréstito en los Estados Unidos —se refería, naturalmente, a Lerdo— con los bienes del clero como hipoteca o garantia, es poco probable que él o sus colegas convengan en ceder la Baja California... En cambio, si fracasa en esta negociación, estoy seguro de que ya no contrariaria la cesión; antes bien, la apoyaría. Huelga decir que Lerdo fracasó." Y con el fracaso llegó el momento dramático en el que —en las palabras de Sierra— asomarían las transacciones tremendas para no morir de hambre. El año 1859 terminaría, en efecto,con dos compromisos lamentables: el Tratado Mon-Almonte, firmado por los conservadores con España, en el que reconocían con liberalidad inusitada responsabilidades y adeudos que no eran de la Nación, y el Tratado Mac Lane-Ocampo, que daba derechos de tránsito especiales a Estados Unidos por Tehuantepec y otras zonas del país, y que para Ocampo habría de significar, como dice Roeder: "...política y materialmente su sentencia de muerte..." Respecto a este último faltaba, para que legalmente fuese un compromiso, la ratificación del senado de Estados Unidos y la del gobierno mexicano, que por cierto nunca se produjeron; pero aun sin ellas, el paso no dejó de ser grave y de exhibir la profundidad de las crisis y la debilidad y dependencia de la burguesía mexicana de entonces, fuera esta conservadora o liberal. Las cosas no llegaron, afortunadamente, al extremo previsto por un periódico norteamericano, que en aquellos críticos días escribía: "México está cayendo en pedazos y muy en breve tendremos la oportunidad de recoger los fragmentos conforme a nuestras condiciones." La verdad es que todos los caminos parecían cerrarse y que aun el interés de salvar al país de la anarquía, de la guerra interminable, del peligro de la agresión externa, obligaba a recurrir a medidas extremas y aun a aceptar sacrificios enormes. 1860 fue un año de triunfos decisivos para los liberales, un año que culminó con la victoria de González Ortega en Calpulálpan y el fin de la guerra de tres años, y que hizo posible que, el 11 de enero ene ro de 1861 el presidente Juárez regresara r egresara triunfante a la capital de la República, en medio de la admiración y el reconocimiento del pueblo. Así terminaba la fase principal de la reforma, y otro dramático capítulo de la historia mexicana, tras de medio siglo de luchas por el poder. "La Reforma no fue un solo acontecimiento..., consistió en la introducción simultánea de un conjunto de factores capaces de determinar un cambio de la estructura 39
social... Modificó profundamente el orden político..., modificó el orden económico haciendo entrar a la circulación una cantidad enorme de riqueza acumulada, dividiendo la propiedad y facilitando por este medio la creación de una burguesía, o verdadera clase media..." Cabría aclarar que esa burguesía se venía fomando desde tiempo atrás, y que la Reforma contribuyó grandemente al desarrollo del capitalismo, no sólo por haber afianzado en el poder al sector liberal de la misma, sino por haber lanzado a millares de campesinos y artesanos al mercado de trabajo y acelerado la integración de México a la economía mundial. Lo que es indiscutible en la afirmación de don Porfirio Parra es que "la Reforma no fue un solo acontecimiento", sino la expresión contradictoria de un complejo de fuerzas internas y externas que se habían gestado en un largo proceso histórico. La Reforma suele verse como el punto de partida de ese proceso; como si antes de ella sólo hubiese habido estancamiento, atraso, congelación institucional y un feudalismo inerte que volvía imposible el progreso en todos los campos. Hemos tratado de demostrar que tal opinión es errónea. "La sociedad mexicana de la época de la Reforma representa la última fase de una crisis estructural que venía convulsionando al país desde la guerra de Independencia. Es entonces cuando sus contradicciones internas afloran con una violencia inusitada y planten la modificación del edificio social..." La crisis, sin duda, se agrava desde los primeros años del siglo XIX, pero la descomposición del viejo orden económico que culmina con la Reforma se inició desde antes, y ya en la segunda mitad del XVIII empezó a ser evidente que sólo podría superarse mediante una transformación estructural. Esta transformación no se produjo espectacularmente en un vistoso lance político o a consecuencias de un triunfo militar; se realizó en lo fundamental en un lapso de cien años, o sea a partir de los cambios de los años setenta del siglo XVIII. En este sentido la Reforma fue, a nuestro juicio, más que una primera modificación del régimen social, la última de un proceso que afianzaría el capitalismo como sistema dominante.
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