David Le Breton
ROSTRS Ensayo antropológico
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ISO DEL MC
Le Breton, David Rostros: Ensayo d atopologa 1° d Buenos Aies t Viva2010 Viva2010 -
269 p ;23 x 16 cm. ISBN 978-956492816 2816 ntopologa . Consili Estela rad I. Ttlo CDD31
Edición cuidado de EANDRO ALGADO Traducción del fcés: STELA ONSIGLI Rvisión de preb: BRENDA VOSKIN Iagn de tapa: Másca ·�cuio" realizada por IKE MAYER Fotoga de tapa; FRANCESCA INDER Disño de tap y tratieto diital de iagen: SUDIO ETRA 1vA Por toda las ediciones en castellano: © 2010, Ltra Va, Lire y ditoral
A Coronel D! 1837, (1425) C. A d Bnos Air, Arntna w.travivalibo.m 1 i@maoandacom © 2010, ttto la cara
Uriat 2322 (1425) C. A. d Bno Ais, Arntia .ascaainstittoa 1 ma@warcom Por las edicion en fr francés: ancés : © tin Mtaiié 5, rue d Savo, 75006, Parí,
Frania
Prira edición en cteano: ril d 2010 Ipreso en Arentina Printed in Aentina Quda hecho dpósito que marca la Ly 1.723
Prhibida la reprodción total pcia de eta obra bajo alqir mtodo, inclidos la reprograa, la tocopia y l trataento digital, in la prvia y xpresa atori ión por srito d los tituares d copyright. Cet ouv o uvrrage, age, publi pu bliéé dans le cad du Pgmme dide dide a la Publication Victoria Ocamp bénécie du soutien de Culusance, opéraeur du Minist Franais des Aaires Engres et Eupéennes, du Ministre Franais de Cultu et de la Communicaion et du Service de Coopération et dction Culure/le de lmbassade de France France en Aentine Aent ine
Esta obra, pulicada n l co del rogra de Ada a la Publicación Victoria Ocapo, cuenta con e apoyo de Cltresanc oprador del Ministerio Frcés de Asuntos Extraneros y Europeos del Ministerio Frcés de la Cutura y de a Counicación y del Servio de Cooperación y de Acón Ctur de la Ebaada d Frcia en Argentina.
A m is padres A Hnina
«E rostro humano es reamente como e de un dios de aluna teogonía oriental, un racimo de rostros ytapuestos en panos distintos y que nunca se ven a a vez». MARCEL PROUST
Índice
PÓOGO A LA VERIN CATELLANA
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ODUCCN .
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. . . . l. LA NENCIN EL ROTRO . El rostro de ios ............... De la indivdualización del cuerpo a la del rostro . Celebración social del rostro: el retrato El espejo .............. La tograa: la democracia del rostro. Antropometría .... a invenión del rostro .... .. .
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2. ROSTRO A LA FIGURA: LA MARCA E LA FIIOGNOMÍA
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El edodecir del rostro .. Los tratados de siognoma La impresión fsiognóm c . ¿Una ciencia de los rostros?. T rpa rtición del rostro . El rostro y su interior ... La cara del Otro.... .. La pasin por las tipologías. Ls st igmas del «crimina l innato» Bjo la fgura , el rostro .....
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3. EL OTRO DEL ROSTRO: EL OREN SIMBÓLICO
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Simbología del rost ro .... La botáica e las emociones El efecto Koechov. rostro si el Oo .. ... Rro aua .... . .. Sncacn soc roro
.21 . 21 . 27 . 32 . 39 . 41 . 48
.51 . 51 . 52 . 60 . 65 . 67 69 . 8 . 82 . 83 . 8
.91 . 91 . 94
-06 108
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4. IRACIN C: CARA A CARA •
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Cara a cara De la cara al homre Interacción y mirada Intercamio de miradas Escudriñar «Mal de ojo» «Medusar»
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5 RTR TR •
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Amivalencia del rostro El rostro es Otro El rostro de referencia . Las proyecciones del rostro El rostro oculto El doble Disimetría del rostro El reconocimiento de los rostros Semejanza La gemelidad
143 146 148 15 158 162 168 17 174 179
6 ÜCUTANDO EL ROSTR •
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Gesticular Caracterizar . Maquillar . Velar Enmascarar Anonimao Modicar De la impasibilidad a la "caracrimen
183 186 189 195 21 207 211 217
7 STRO Y VAR. •
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Poder de aracción . Las paradojas del predominio del rostro Belleza-fealdad
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8. o SAGRAD: L RSTR Y A HÁ
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9 A DESFIGURACIÓN: UNA MINUSVALÍA D APARINCIA
BIOGRAFÍ SUMARIA SORE EL ROTO
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Prólogo a la vesión castellana
Quedéme olvé el rostro lé sob· ado; cesó to, em dejando mi cuidado entre l azucnas olvidado. SN JUAN DE LA CRUZ
a págna e ato atea e oto mano, no o oo o ago sP 0an en la entda de ada e, no qe va detá e n a a rgo e a stoa de a umandad. Co e storado, el psoanalsta o el arqueólogo qu ada levando (e ) aa devela e msteo de a arne vv. O poque no pena1 qe Davd L Bon e no de os detetve d la eela de Selok Homes q de cada o va aando un rostro y de ada rosto un sendeo que lo leva a oto y a, cn a gosdad enífa y ddáta qe lo caaterza va demostando qe o es la onstón smbóla donde ada ulra dj marc. Los stos sn engmas que esondn pone y emone de q a vees lava ua so Son l pode de la mra f a raa l oto qe es su doble, su mpe o enemgo. Lo: tmas qe desrrolla; como la venn del rost, la pa por las oo as, o el ostro es Otro o el aa a cara ente otos, hvanan un teto ega con los enmasaramentos y de enasaramentos qe e uden en ad ao omo un depeue de máaras, que resultan el meodcir" e t r Cit. el utor: "El stro eaa una éta, exe epoe por s popos as, e allí qe la mácara no es a mple herramienta paa aserare el i ónt, no ue evel it, rre Qerer errire a aa En
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de los propios rasgos no es una intención libre de riesgos. Cambiar de rostro es cambiar de existencia. [ . . . ] El rostro es una ca, en el sentido hermético del término, un llamado a resol er el enigma. El rostro ue se oece al mundo es u compromiso entre las orientaciones colectias y la manera personal en que cada actor se acomoda a ellas' ¿Por ué su libro comenta sobre el rostro de Dios en las diersas religiones monoteístas? Porue el rostro, en la tradición judeo cristiana nda la unicidad, es decir la invisibilidad en las tradiciones religiosas ue genera el imagi nario del rostro. Se refere a oisés y a Jesús y a constryendo o deconstru yendo el mdo en ue el rostro se consituye e el orden de la cultura en rela ción l cuerp y a los otros. Es ue a mirada del rostro del otro sobrepasa los prejuicios fsiognomistas, más allá de lascaractersticas anatómicas, para poder encontrarse co la inten sidad del rostro y con el otro ue tiene ue er con el uno. Es auello ue Le inas mencin·a en su libro como "Ética e infnito: la libead de encontrarse con el otro sin trabas, abre el ser a lo infnio; al desocultar el rosto deja apare cer máscaras de ida y de muerte. El ocultamieto del rostro ¿sería homólogo al ocultamiento del ser por el ente del ue hablaba Heidegger y la flosoa contemporáea? No podems dejar de encionar, el capitulo de la Shoá y las exclusiones y discrimiaciones raciales ue siguen marcado este nueo siglo. sí como el racismo dice Le Breton es la niestación de la negación del rostro en el otr Es imposible ignorar te, especialmente a la pintura, cuando a dejando los testimonio en los retatos, este período es una reolución denro de las consideracines de lo humano, "y ue e cosmos es expsado del cuerpo humano. La carne ue el escalpelo reela es la única posesión de un hombre integrado y separado del ndo por su cuerpo. Éste s olió el límite de su persona [ . . . ] Se desacraliza la naturaleza, se la percibe como radicalmente dierente al ho bre' La ididuación renacenisa y en las capas sociales sobre todo burguesas este proceso se desarrolla paralelamente a una desusión con respecto a la na turaleza. Es el retrato, una unidad de medid, uien pertenece a una clase social o uien es excluio carece de rostro en los atriles, es un corte entre una huma nidad y oa que aora con potencia y ue reina en todo su esplendor y destruc ción en la socidad contemporánea. De allí qe el autor se plantee la importancia de las paradojas del rostro. Be lezaealad. Maquilar. Ocltar el rostro, poder transitar de la impasibiida de la "caracrimen y enentarse al poder o la atracción y seucción rostros máscarasobjetos. 12
PRÓOGO A L VRÓN CT VA
Rostmáscara es n tema clave a lo largo del libro y e s búseda antro ló gica social le permite ahondar en distintas ctras y etapas históricas don el octar y develar propio de la máscara hace a rastreo de la rostriedad de la p resión y confgración de los rostros desde la relevancia y magnifcencia e quieren hasta el desdibjamiento o borramiento e expresan como máscas cuya vigencia o derrmbe se enlaza con a comnidad de pertenencia. Cada ator a medida e investiga as raíces y ramifcaciones de la lenga que la e trasmite s obra enenta interrogantes e si dda edan imrsos en ss palabras. La etimología de visage es "rostro� cara z semblan xpresión del rostro. Apariencia. De origen atino; video, es, ee, visum Vsu, participio pasivo de videe lo e es visto hace rerencia a la cltad de r, así como "visitar objeto pesto a la vista y vis a vs "cara a cara y dévsar": puede tradcirse como "desfgrar': "romper a car David Le Breton logra en este libro romper algnos paradigmas desfgrars, poner cara a cara rostros y máscaras para adentrarse en la problemática de umano a través de Des visages. Lic. Elina Matoso 1 Dr. Mario J. Bchbinder IECTES DEL STITUT DE LA MÁSCAA
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Introducción
«Desde que los rostros de los hombres se volviron haia fera, éstos se tornaron inapaes de verse a s mismos Y esa es nuestra gran debilidad. Al no poder vernos, nos imaginamos Y ada uno, al soñarse a sí mismo y ante los demás, queda sólo detrás de su rostro» RENÉDUML
En un comienzo, surge la emoción ante ciertos rostros y la sensación de un contenido aí, al alcance de la mano y de la mirada, y sin embargo, in : toda la agilidad y la erza de la condición humana. Rostros del entor , ciertos transeúntes, el rostro de Gelsomina en La Stada, de Falconetti en Juna de Arco de C Dreyer, rostros pintados por Rembrandt o tografados Lwis W Hine Rostro del o de la amante con la evelación de un misterio o ue siempre ueda pendiente para más tarde, a menos ue el amor den o caiga en la banalidad de una fgura despojada ya de todo carácter sagra a uno de nosotos eva en secrto su mitología, su tesoro d emociones que ara una prodigalidad de rostros. La investigación presentda auí es un intento por descubrir las signifcan os valores, los imaginarios asociados al rosto, un modo de responder scinación ue éste ejerce, no para violar su secreto, sino par apoximar s a él, caminar a su lado pra descubrir hasta ué punto se sustae. Coniente a eso n ls siognoas qu nacn rgulamnte d us cnizas nunciar nament una ptni v e ostro a travé l discuti la suposición, la antopoog o nts in copo io i, susuo l inti son l osto to coo scn S n s i iv «o s y e s si » ac a la inci 15
ROST.
Ey c 1 Davd L Brto
entre un rostro y otro, conviene moverse con un «espriu refnado» antes que con un «espritu de geometra» La sensibilidad de aproximación demanda una antropologa atenta, curiosa de lo único más que de lo repetitivo, pero que no excluye l evidencia Desde el rostro del nio hasta el del anciano, hay una continuidad inquietante, una semejanza jmás desmentida Y si embargo, cuántos rostros se suceden a lo largo de las estciones, de ls pruebas de l vid, o incluso simplemente a lo largo de la vida coidina a continua metamorsis de un rostro permanece fel a un «aire» , una m evanescente que nada puede captar pero que habla de l singularidad de un hombe La palbra ancesa visage (rostro) viene del latn visus, prticipio pasdo sus tantivado de videre: «lo que es visto» Etimológicamente, la mayoría de los término que han designado al rostro en las lenguas del antiguo mundo occidental hacan alusión al aspecto visible del rostro, a su rma, a su posición privilegiada en el cuerpo humano 1 El rostro (y las manos) se dejan ver desnudos, sin el telón de las vestiduras A partir de un puñado de reerencias coo ojos, nriz, ente, se oecen al mundo mes de millones de rasgos a través del espacio y del tiempo os rostros son vriciones l infn ito sobre un mismo esquema simple Asombra tal diversidd de rms y expresiones cuando los mte riales que las modeln son an eucidos en nmero a estrechez del escenrio del rosto no imide en nada l multitud de combinaciones El decorado sigue siendo el mismo, pero permite innumerables fgurantes Todo hombre llev su rostro, pero nunca el mismo a nfm variación de uno de los elementos que le dan rma deshace su orden y sigifcación El rostro traduce en rm viv y enigmática lo absoluto de una dierencia idividual, aunque ínfma Es un cia, en el sentido hermético del término, un amado resolve el enigma Es el lugr originario donde la existencia del hombre adquiere sentido En él, ca da hombre se identifca, se ecuentra nombrado e inscripto en un sexo La mínim dierencia que lo distingue de otro es un suplemento de signifcción que da cada actor la sensación de soberanía de su propia identidad El rostro único del hombre responde a la unicidad de su aventura prsonal No obstnte, lo social y lo cultura modeln su rma y sus movimientos El rostro que se oece al mundo es un compromiso entr las orientaciones colectivas y la manera persona en que cada actor se acomoda a eas as mímics y as emoones que lo atraviesan, las puestas en escena de su aprien cia (ped maqulje, etc.) revelan una simbología social de la que el actor se sirve con s eso paricula 1.
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Rensc Jean Les éns u age en fs et s les ues min, 2 vol Pí Le Bclk tres, 962.
INTRODUCCÓN
El hombre no es el único que habita sus rasgos, también está allí el rostro de otros, en transparencia. Pero el niño salvaje, el autista o el ciego de nacimien a cuenta de un rostro mudo que sólo la intervención de un entorno atento ede socializar. El rostro es pus el lugar del otro, nace en el corazón del lazo ial, c•:sde el cara a cara original el niño y de su madre (l primerotro) , y rante los innumerables contactos que la vida cotidiana entabla y desentabla El rostro es materia de símbolo. Pero para el propio hombre, a menudo es un ar problemático, ambiguo. En ese sentido, podría decirse que el «yo es oro» Rimbau encuentra su eresión corporal más sorprendente en el hecho de el rostro es Otro. En él nae la pregunt: ¿por qué esto ros? ¿qé rla n tienen conmigo? Y son poc los individuos que aceptan sin resistencia ser ados o captados en video. Algunas sociedades erigen tabúes ante cualquier rato, rechazan las tografías. Temen que la imagen sea el ropio hombre y rgue al que se lo apropia un poder mortal o malintencionao sobre el inge o que se deja atrapar por el ojo del objetivo. También hay una relación problemática on el tiempo que pasa y deja sus las en un rostro notoriate vulnerble. Aunque en �ie1as socieades, el ejecimiento que marca los rasgos y blanquea los cabelo aumenta el presti y la dignidad, no es el cso en nuestras sociedades occidentales marcadas por imperativo de juventud, vitalidad, saud y seducción, done la vejez e asi pre objeto de una poderosa negación. Envejecer, para mucos occidentales, es erder poco a poco su rostro, y verse un día con rasgos extrños y la sena n de haber sido desposeído de lo esencial. «Morimo con una máscara», dice el rncipe Saina, de Lampedusa. Y si embargo, palpita el recuerdo de un ros _ perdido, el rostro de referencia. Aquel a cual el actor se aferra con más er za, que en el pasado conoció el amor. El rostro interior que atiza la nostalgia estra sin ambigüedades la recariedad de cualquier vida. Quizs e el mis que el maquilaje o la cirugía estética bucan embllec, iso restaurr, fj ar en una eterna juventud. Y qué scede cuano provisoriaente el hombre se espoj de su rostro a raés de la máscara o de la caracterizción? ¿A qué metaoris pres ta «cambiando de cara»? El rostro encarna una ética, exge responer por los rpios acts. El heco de ya no temer «mirarse de ente» poque se an mo ado os rasgos abre un gran abanico de perspecvas. No obstante, l másra o es una simpe herramienta para asegurarse el ncónio, sino que reve reuro screo, orpress. uele tom ls endas, poderrse del hombre, quie creí domi, oretr su ccón. Quee esce a hutdls de los p roos sgos no es un ntencó be de esgos. Cmbr de ostro mpl17
ROSTROS. Ey p 1 David L Bton
ca cambiar de existencia, librarse o tomar una distancia proisoria, no sin peli gros, del sentimiento e identidad ue hasta ese momento regía la propia rela ción con el mundo ¿No es acaso el rostro una medida de precaución a trés de la cual se dominan todos los impulsos las tentaciones ue pondrían en peligro el orden del lazo social? Al menos, conjurar la ambialencia, lo inasible del otro, reducilo a algunos ras gos simples, a un característica, saber lo ué se puede esperar de él, tal es la ntasía de control ue desarrolla la fsiognomía. Estudiar el cuerpo, y sobre todo el rostro, para construir, en nción de las rmas obseradas, una caracterolo gía del hombre ue permita asegurarse mejor acerca de lo ue es (o mejo di cho, presume se). Desde la antigüeda, los tratados de fsiognomía se han su cedido y tuieron un asombroso éxito durante la transición de los siglos XVIII y X gracias a Laater, uien inluyó en muchos de sus contemporáneos y en una posteridad no menos importante Hoy, la fsiognomía renace con un segun do ipulso a través de la moropsicología, aunue siga siedo tan cuestionada Si bien el rostro revela al hombre, lo disimula otro tanto. «La fsonomía dice La Bruyre no es una regla ue nos a sio dada para juzgar a los hombres, pero puede serrnos de conjetura» 2 Y el imaginario de leer un rostro como un mapa geográfco ue inrma sobre orientaciones psicológicas o como el lugar del crimen, sembrado de indicios, es un arte dudoso ue diícimente puede dender se de la oluntad de ingerencia que supone sobre el otro. D el mismo modo ue el nombre e lo designa, todo indiiduo, incluso el m ás humilde, lleva su rostro como el mayor signo de su dierencia Así como el rostro es el hogar secreto del ser, en cierto modo la «capitl» (capita) de la sen sació de identidad del hombre, la desfguración se ie como una priación del ser, ua experiencia del desmantelaminto de uno mismo. Eso explica el dra ma e atraiesan los accidentados o uemados en el rostro. Esas heridas aectan ls raíces de su identidad al mismo tiempo ue su cane Además, de uie tiene el rostro arruiado por una enermedad o accidente, se murmura ue ya no tine aspecto humano Ua e las aractersticas de la violencia simbólica ue ejerce el racista con siste e la negaión del rostro en el otro. Al tratarse del signo del homre, el más alto lor ue éste encarna, el desprecio del rostro ajeno pasa por su aimli zació o degradación : el otro tiene jeta trompa, cara de culo, es descarado, un «cabea» El odio colea la desfguracón del otro odiado; le niega la digniad de su ostro 2. La ruyre es crcteres ou les murs u sécle Folio, pág. 283 [En españo: os cracteres o costmbres e este siglo Bceona, Edhassa, 004, : ] 18
IERODUCÓN
Los campos de la muerte que orgaizaron de manera sistemática a destruc ón del hombre se esrzaron en eliminar su rostro, en erradicar esa infnitesi l dierencia que hace a cad hombre único, para unifcar a toos los deteni s bajo una fgura idéntica, hecha de insignifcancia a los ojo e los edugos: Muy pocas eces los percibí como indiiduos dijo F Stangl comndante del mpo de Sobibor y luego del de Treblinka, siempre era una enorme asa». los campos, hay que ser sin rostro, sin mirada, uniorme bajo la delgdez. que combatir en uno cualquier detalle llamatio del rost, od señl qe sur un suplemento de sentido en el que se pueda percibir una indiiduali B orrar el propio rostro, empañar los rsgos, eliminr l cción d hom singular, ndirse en la masa nónima de los otros, sin el re de un ser, selto en la misma ausenci. «Hay que ser plano sige escriiendo Robert Ateme, ya inerte Cada uno llea sus ojos como ua me».3 Pero te u de espejo recogido en el camino o recuperado de las rus, los deporta s an desflndo y se mari Se istl una liturgi psr de l imp cia. El gmento de espejo ps de mo en mano, hce vir eporto l cuerdo e ientidad que, de proto, escubre que t est llí i con el rostro o puee ctr él cuo todí se lo uee mrr e. El rosro es el lugr más humo del hombre. Quizás el lugr de e el setimieto de l sgr.
3.
Antlme, Robet. Lpce humaine, París Gaimard, 1957 pág 57. 19
. La invención del rostro
«Hy l roso o oljidd ifi d rodos si» GEORES BATAILLE, El culpable
E roso de Dos rostro es el prvego del hombre. Dos ue está más aá de hombre está también más alá del rostro. Son numerosas las tradcones regiosas ue seña imposbdad de hombre de sostener la mrada de Dos y de dscernir su robable rostro De él emana una luz resplandecente ue hace imposble toda pcón. Incluso os serafnes se velan el rostro cuando están cerca de esa o y u cuerpo se adapta curosamente a ta eecto pues tienen «ses aas; con dos an sus rostros con dos cubrían sus pes, y con dos voaban». (Isaías, 6). Cuando ehová aparece por prmera vez ante Mosés, lo hace «en una lama de go en medo de una zarza . . . y dce: Yo soy el Dos de tu adr, Dos de Arham, Dios de Isaac, y Dos de acob. Entonces Moisés cubrió su rostro q tuvo mdo de mrar a Dios» (Éxodo 36). En e momnto de concur la ina, Moisés ascende a a montaña para estar con Dios «Y gori d e á p osó sobre e monte Snaí, y la nub o curió po sis d; y séptimo día ó Moisés de en medo de a nube Y a apariencia d goi d Jhová era omo un go arasador n a cumbre del monte, a os ojo de o hijos de » (Éxodo 24-16/17) Dio o po otro, a u qu iradi de s impoidd rta en os o d Moisés como seña evidene de enc1ento d om on diino. « . . a descender de monte, no sabía Moisés qu a piel de su rostro esplandecía, después de que hub habado con Dios. Y Aarón ods los hios .
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ROTRO. Ey lg 1 Dav L Brto
de Israe mraron a osés, y he aquí que a pe de su rostro ra respadecete; y tueron medo de acercarse a él. [ . . . ] Y cuando acaó osés d haar con eos, puso un eo sobre su rostro. Cuando enía osés deate de ehoá para haar con é, se utaa e eo hasta que saía; y saedo, deca a os hjos de Israe o que le era mandado. Y al mrar os hjos de Israe el ostro de osés, eían que a pe de su rostro era respandecente; y oía osés a poer e eo sore su rostro, hasta que entraa a haar con Dos». (Éxodo, 34-29/34). Poco antes de aparecer ante osés para etregarle as tas de a ey, ehoá le recuerda lo nee de su rostro: «No podrás er m rostro; porque no me erá homre, y rá. Y djo an ehoá: He auí un ugar juto a mí y tú estarás sore a pea; y cuando pase m gora, yo te podré e ua heddura d a pea, y te curré co m mano hasta ue haya pasado. Desués artaré m mno, y erás ms spaldas; mas no se erá m rostro». (Éxodo, 3320 /23) Fase sngar, s no sopesamos su contendo con a mrada de a , pero ógca s rcordamos que únca manera de detfcar resde e la cofguó de os rasgos. Dare u rostro a Dos mpc suprmr su ddad, hacer de é u homre superato, reconoc, qu comparte co e homr a m dl osto. S emrgo, e atropomofsmo d txto o td lmtr cuosmte e poder do de Dos l trule mnos, esds, téta L tdcó dl Atguo Tstamnto os d qu o s pud v Dos segu vvo. Dos protg la ftud de su rosto. At l peddo d osés d veláslo ehoá respode por l egata, must soamte la lu qu da, ro s le da su nomre Más adante, como soanca, e Apoclpsis u qu e Jrusaé ste, os egdos . . . vá su osto, y su omre stá e sus tes». (Apocalipsis 224) La experec de osés es sma al cuto d Dl co e áge. Y e día ntuatro dl mes prmero staa yo a a oa d g río Hdekl Y acé ms ojos y mré, y he au un aró estdo de o, y cñdos sus omos de oro d U. Su cuerpo era como de ero, y su rosto parec u áma go, y sus ojos como antorchas de ego, y sus aos y sus pes como e oo de roce rudo, ...Y sóo yo, Danel, aqulla vsó, y no la eo os homres que estaa comgo, so que se apoderó de eos u gra temor, y hueo y se esconderon. Quedé pues, yo soo, y i esta gra só, y no quedó ea e m, ates m erza s camó e desaecmento, y no tue gor aguo. eo oí el sondo de sus paaras; y al oír e sondo de sus paaras, caí so m ostro en un prondo sueo, con m rostro en terra». (Dniel, 10/49) Patca de gora de Dos, como o hzo osés en l monte Sna da ota sgfó rostro de testgo. El cara a cara co Do es pesae E osto de s es 22
1.
L INVCÓN E RO�TO 1 El rst de Dios
a luz enceguecedora. Daniel no dispone de oos susceptibes de participar de a sencia divia, ya no existe como hombre, es proyectado de ente contra el lo, anulando así provisoriamete su rostro. Del mismo modo, Jeús lleva a Pedro, a Juan y a José a la cma de una alta ta: «y s trasfguró delate de ellos, y resplandeció su rostro como el , y sus vestidos s hicieron blacos como la luz» . (Mate 72). La hagiograa cristiana stá ena de momentos en los ue el rostro de un santo se iumina prono, d u modo imposibl de sostener co la mirada, señal de la pérdida dividualidad y maiestacó eemplar d su pertenenci a otro reino. En a, ya partcipa d a goria d la divinidad. hombr o ti oro rostro qu el que Dios l oorga. Dios tin todos los ros y está proiido vr cualquira d llos l rosro es sgo d separación, e mitació, mnras ue su naura s irrducie a a d mbre. Su rostro otorno, incandscte, infnitame trascednt a a codició humana, e ocebi, no pud ser reprsntado, captado e un rrato. La tradición a, retomada má tard por Islam, se opon a la produccón d imágs. s voz y luz para Ira Y Moisés no rata a rvelació d Hor «y a ová con vooros d n mdio dl go; osis la voz d u aaras, mas pció d oír a voz, nigua fgura visis». (Deutrnmi, 4-12) «Guar, pues, muc vustra ama pus igua fgura visti a qu Jová con vosoros d mdo dl go; para u o os copáis y hagás vosoros scura, imagn d fgura gua, fg d va o embra, f d aima aguo qu stá la irra, fgra d ave alga alada u vule air, fgura de ingún animal u arrastr sobre la irra, fgura de pz o qu aya l agua dbajo d a tierra. No sa qu alces tus ojos a cio, do l sol y la lua y las srlas, y todo ército d ielo, sas impulsado, y inclins a los y les sirvas . . . » (Deuternmi 4-15/19) La doració d imág$ Q ojtos sa ua idoara; a trvs d mudo, l r d r sopo invi d lo divio y o coirlo co clto e j. A aar d las imágs esculpda o d as maios d la aza, a Bia da «No iiarás a as, as o rr» (Éxodo 0-5). Lo pri la rprsaió aarca simuáam a s y a sus ria . N ps a omr dupcar a imag ua ració qu l sa r r ra . rr ag rmd r Alá al arisa o de os hadices de a ra d Im: « . . aria, razador g será castigados e día de jicio r trea mbe e res citar ss obras». Aqe el rostro de Dios es mpense, sobre todo s fgració, ya qe resltra e n lastimosa representación, aunqe ss criat23
ROST Ey 1 Dav L Brto
ras también son objeto del mismo cidado pes escode n agmento de diinida, para los cristianos qe admiten la divinidad de Cristo, la encarnación modifca al Antigo Testameto y ele lícita la imagen, inclso la de Cristo, bajo las rmas canóicas dadas por la tradició para los ortodxos y bajo na rma más libre para los católicos. Nos detendremos n poco más sobre la fgración ortodoxa donde el ros tro de Dios es oración.1 Según la tradición, el rey Agbar de dessa era leproso y bscaba en ano la cra. Un día, escchó hablar de Jesús y de los milagros qe el eniado de Dios sembraba a s paso. l rey Agbar delegó n emisario ate él con a carta e la qe le rogaba venir a s reio. Temiendo qe la mltitd era demasiado densa alrededor de Jesús y qe se hiciera imposible el contacto, recomendó al hombre hacer n retrato fel del mesías y traérselo. eecto, demasiada gente se apiñaba alrededor de Jesús y solicitaba s atención, por lo qe el emisario no pdo acercársele. Montó entonces sbre na protberancia y comenzó el retrato de Jesús. Éste, al percibirlo, pidió aga, se lavó y secó s rostro con n géero en el cal ss rasgos qedaron milagrosamente plasmados. Llamó al emisario y le tendió el paño pregtádole la razón de s presecia. El hobre transmitió a Jesús el mensaje del rey Agbar. Despés de haber escchado s pedido, le prometió enviar n discíplo a soberano para crar s enermedad, lo cal scedió más tarde. De ese modo, el primer retrato qe a memoria conservó más allá de é e si dda el de Jesús. Tal es, al menos, e sentido de la tradició ortodoxa de la «Image de dessa», «la image qe no hizo a mano del hombre» na de las etes de legitimidad de s litrgia para la iportancia qe le otorga al ícono. Si Dios se hizo hombre, oeció a la vista de todos un rostro discerible a través del cal podían dirigirse las oraciones. La ecarnación sspende en la tradición cristiaa la prohibición de representar. Al hacerse hombre, Jesús se encarna también en n rstro. s la «imagen de Dios invisible», según la rmla de San Pabo. l precedente de la Image de dessa abría la posiiidad de a representación.2 l original de la Image de dessa se abría perdido en medio de n primer milenio agitado por icontabes peripecias. Pero se realizo nmerosos íconos a partir de ella qe ntrieron la tradición ortodoxa. Inclso drante la vida de Jesús, se admite qe se izo cierto número de retratos qe sirvieron ego de mo 1.
2.
24
Nos bsmos en l obr de Ouspens, L. , ssais su la théoloe de l'icne ans l'glise orthodoxe, Prís, Cerf, 1980; tmbién en Evdokmov, Paul, It de licne, Pís, Desclée de Brouwer, 9 2. La trad ción ortodoxa atribuye a S uc los p rimero íconos e l Vr gen, cf Ouspens ky ., op cit, págs 7 y sqq
i.
l INVCIÓN E ROSRO 1 l rstr de Dios
s. Las catacumbas de Rma contienen, supuestamente, escos que ecen genes de Jesús tmadas durante su vida. Lo paradójico es que uns mues n cn rasgos de un hmbre maduro, otros cm un jven imberbe. La misma rtidumbre persiste acerca de su aspecto ísico. En su obra, Ouspens hace rncia a una querella entre ls integrantes del Consejo de Ancians sbre el : ¿Jesús era be e? Cierts autores, cm Clemente de ejanda, Ter n, San Justin e fós, San Irene, se basan en a paabra de Isaías: « . . . no parecer en é, ni hermsura; e veremos, mas sin atractiv para que e desee » (Isaías 53-2) y afrman a eadad de Jesús. Tman también as paabras de n Pabl haband de Jesús: «e despjó tmand a rma de un escav». A a rsa, Gregri de Nisa, San Juan Crisóstmo, San Jerónim u Orgenes, pr p, n pueden decidirse pr esta hipótesis y afrman la beeza de Jesús, apo ndse en tras precías, especialmente en cierts pasajes de s Salmos. De ese md, la tradición odoxa hace del misteri la base de su iturgia en ria de ícns. Aunque a representar a Jesús deja ver el str humano de s, no ece en absouto su retrat, ni siquiera una aproximación. Cntra los ncastas que reprchan cn justicia a la imagen de pronar l inasib, im i ulgor divino, circunscribir a algunos rsgs, «ls Padres afrmarn que s a naturaeza divina ni humana, sino la hipóstasis de Crist a que apare n s ícns», dce Evdkimov.3 E ícon es una oración, una cebración, é resplandece el espíritu de Dios. Continúa la transfguración de cuerp de s después d sacrifci de a C uz. Así cm la tradición católica ha dejado expresar la creatividad del artista, ndo de la imagen un medi de transmisión o de cnocimiento menos pri giado que la palabra, la tradición oodoxa hace de ícono una de las vías de turgia. Y para el pintor que la suscita la creación es, más que un acto indivi , participar de una revelación de la cual es importante imbuirse a fn de de r a obra de lo accesorio para mostrar sólo lo esencial: otra rma de a ora n. E pintor de íconos se inscribe en la fdelidad a las palabras de San Pabo d imitadores de mí, así como yo de Cristo». (Cor, 11/1) o se trata de una tación rma de a tradición de los antigus iconógras, sin de un act es tual. L. Ouspens comenta las palabras de San Pabl recordando que éste n imitaba a Cristo copiando sus gestos o sus paabras, sino tegrándose a su a, dejándo viir en él. Del mimo modo, pintar ícns cmo s antigus nógras n quiere decir copiar las rmas antiguas, pues cada épca tiene 3.
Los iconoclastas asman la agen a una tacón de lo dvno, por lo tanto, a una rsora limtación de la rascendencia. Por eso pensan que la oración, en este caso, no se dirige a Dios sino a la propia magen a modo de idolatría 25
ROTO. E lc 1 David L Brton
sus propias rmas. Eso implica seguir la Tradición sagrada en la ue vivimos y no separados, individualmente, sino en el cuerpo de Cristo». En la tradición ortodoxa, Dios etá en el ícono, como está en el corazón de la piedra o de la Iglesia, sin ue se cnnda con la materia pintada, con el sonido o con la piedra. El rostro de Dios ue representa Jesús en el ícoo es la señal espiritual de su presenia, conmemora su misterio, no la materialidad de un rostro. La relación de hombre ue ora ante el ícono no reside en la visibilidad de éste, sino en el viaje en ue el hombre de e e embarca a través de é. De un modo similar, la tradición católica del Santo Sudario, conservado en San Pedro de Roa afrma tbién la posibilidad de un grabado del rostro de Cristo e atravesó lo siglos. Santa Verónica está asociada a la leyenda. La iden tidad de esta santa o está claramente elucidada por la hagiograía. Pero la historia cuenta ue, de entre la multitud ue acompaña a la Pasión, emocionada por los surimientos de Crsto, se abre camino hacia él y seca su rostro manchado de sudor y sangre con un paño. De tal modo, los rasgos de Jesús uedan grabados en el sudario. Ligado tardíamente a la leyenda del Santo Sudario, el nombre de la santa, cuyo ulto nace hacia l siglo X vendría de la contracción de « Vera Ikon a », la «rdadera imagen». E sudario onservado en San Pedro hoy ya no revela la menor huela de u rostro Pero esa evesencia revela muho más ue una presncia trivial y sin ambigüdad, y en la ual podría reonocerse la precisión d los rasgos. El rostro d Jesús, rostro umanido de Dios, resplandece más allá del íono Está en el imaginario de atlio onontado a las innumerabls imágenes de Jsús o de la Virgen ue la historia d la pinra ha diseminado a través de los siglos. El rostro se capta a través de la imagn «on los ojos del corazón» . R Callois relató la historia singular de Ha Moann, el proeta con veo de Korasan ue mantuvo a raya al ejérito del Cala del año 160 al 163 d la Hégira. Su rostro permanecía cubieo por un velo de color verde o por una máscara de oro. Pretendía ser Dios y afrmaa que ningún homre poda verlo sin volverse iego. Pero los cronistas de la époa propusieron una vrsión más prona de la lynda. Calvo, tuerto y de una ealdad extrema, Hakm AlMouann atuaría d ese modo para sulimar su persoaje y svar las apariencias. nuietos por la propagación de tales rumores, sus dispulos l rogaron ue probara su divinidad, a pesar d los peligros ue corrían si el proeta era un impostor. Un día, cinuenta mil soldados de sus tropas se reunieron en la purta del castillo y exigieron verlo. Él ls dijo: «Moisés me pidió ver mi rostro, pero no pud aceptar presentarme ante é, pues o huira podido soporar vrm Y si guien me ve, morirá al instant». Pero os soldados, luego de un mom o d emor, no se dearon inimidar or es argumo Moan d dr 26
i.
IÓN E RTRO 1 De l iializi el ceo a a el roro
s pidió venir al día siguiente. Con las cien mueres y el servidor que vivían con n su castilo, el profeta montó una estratagema: «Ordenó a cada una tomar speo y subir al tcho del castllo . . . sostener el espeo de modo que estuviea unos en a otros. Y esto e en el mmento en que los rayos dl sol que an . . . Es así que los hombres s reunieron, y cuando el sol s releó en los esp jos, los alrdedores del lugar, por efecto de tal releo, se bañaron d luz». Los soddos aterrorizados vieron emanar la luz y se prosternaron. La divinidad del p ofta estaba probada. Más tarde, cuando su eército e derrotado, Moqann so desaparecr sin dar rastro. Mató a su servidor y a sus cien mures y se ó desnudo a una sa de cal viva.4 D mismo modo, otras tradiciones religiosas colocan l rostro d Dios en l o d una luz ncguecedoa.5 El sol es, si duda, la imagn más simple del to al alcanc d la mano. Ni la carne ni los oos puden alcanzarl sin queas o volvers ciegos. Así como el hombre está hecho a imagn y semeanza Dios, como dice la Biblia, la diferencia es la imposibldad para los oos huaos de percibir los rasgos de Dios. Sólo existe rostro, enente, cara a cara paa los hombres de igual condición, para quienes no hay disparidad de poder os spare. Está en la naturalza de Dios o de los dioses prscindi de la liación del rosro, propio del hombre. De la individuzción
del cuerpo a a de rostro
onviene interrogarse sobre la evidenca engañosa de la familiaridad de la ada qu posamos en nosotros mismos y en los otros. Los hombres no han mplado su rostro desde siempre n bao todas las condiciones climáticas l mismo estremcimiento ni con los mismos temores. Es necesario estable a gnealogía del sentimiento acerc del rostro a lo largo de la s pripecias de a istoria occidntal. Tal sentimiento es el obeto de una construcción cultural, drminado por el status social otorgado a la persona. 4 Cf. Calois, Roge, Les e et es País, Gld, 1967, págs 25 sqq [En espa ñol: Ls jegs ls b La ásaa e vétg Mco, Fondo de Cuta Econóica, 198]. 5 Aera e as teoas luminosas que supean aquí nuesto popósito, reitios al estuio e liae, Mirea, Lxériene e la lure ystique» en Mstpéls et lndne, Pa rs, allimar, 962, ágs 2-1 O. n esañol: «Expeiencias e la lz mstia» en Mestófele el anin Bareoa, itorial Kairós, 20; Véase tbié ·av, M M.; Abeassis, A. Moki, M, y eeteau, J.-P, Le thme de la lumie dan le Jdame le Chihianime et l'lam Pars, Ber Iteratioa, 976. 27
·
ROS Eay alógc 1 Da Le Breton
Las civilizaciones medievales y renacentistas de Europa occidental mezclan consamente l tradiciones locales y las reerencias cristianas Van dando las rmas heteróclitas de un «cristianismo lklorizado». (Jean Delumeau) Las relacones del hombre con el mundo son regidas por una antropología cósmica El hombre no se siente dierente a los otros en el seno de la comunidad socal y del cosmos que lo rodea Se connde en la multitud de sus semejantes sin que su singlaridad haga de él un individuo en el sentido moderno de la palabra La vida medieval es siempre gregaria, implica la presencia permanente de los otros El espacio no prevé la intimidad, los hombres sólo pueden vivir juntos «La sociedad medieval escribe Georges Duby teía ua estructura tan granulada, r mada por grumos tn compactos, que cualquier individuo que quisiera desligar se de la estrech y muy abundante sociabilidad que entonces constituía la cy; aislarse, erigir a su alrededor su propio cerco, encerrarse en su propi jardín, era inmediatamente objeto de sospechas o de admiración, considerad cntes tatario o un héroe, en tod caso, lo relegaban al ámbito de lo «extraño»6 El sentimiento de ser uno mismo o es contradictori con el de perenecr a un todo El hombre toma cencia de su identidad y de su arraigo al sn dl mundo a través de una estrea red de corrspondencias La carne del omr y la carne del mund tdavía n ti la ntera común d la piel l pricpo de la fslogía humana es de rd d ua smga, nclus de una telga El cuerpo huma s el sign d ua ncli del hmbre e el mud y n l mtiv de una ptura, de una derencia (en el sntido de que el cuerpo va a cir cunscribir al individuo y separarl d ls trs per tamién del mund : tal srá el precio a pagar por la libertad) que se dsprende del naciente idividualism La persona está subordinada a una totalidad social y cósmica que la supera Es, pr el grosor de su carne, una condensación del mundo, un microcosmos cuya existencia se rige por el movimiento de los astros, la posición de la luna, su acti tud ante el mundo que lo rodea El cuero, lejos de aislar al hombre de sus seme jantes o de la natraleza, es proso, está en contacto con el mundo Durante si glos e imposible desnudar esa carne desmembrándola para ver qué órganos la componen y qué vida alberga Fueron pocos los anatomistas que osarn inigir el tabú. El saber sobre el cuerpo humano se estableció durante mucho tiempo pr cotejo con la anatomía animal, especialmente la porcina Abrir la piel del hombre equivale a desgarrar el mundo que la compone y a rivaliar con Dios pues la piel 6 Duby, Georges, «Lmergence de l'indivdu», en Aris, P; Duby, G. (bajo la drección de), Hitoire de l vie privée, t. 2 París, Seui, 1985, pág 504 [En español: Hstoria de la vida privada Tomo 11: De la Europa Feudal a Renacimiento, drigdo por Duby, Georges Mai, Tauru, 1987 y 1988). 28
1.
L ICIÓN E ROSTR 1 De la iivializió el ceo a l l rsro
la obra de su cación Un fóso como arsio Ficino (1443-1499) ega a rguntarse si e undo es un ser animado en e que cada componnt (hombre, a, vegetal, etc). sería un órgano necesario para e conjunto Las tradiciones uares de carnaval, de a cencerrada o de a mascarada no son sio las mia ciones saees de una visión de mundo que reúe pues la totaidad n un o imaginario colectvo. «A dierencia de los cánones modernos comprue ija Bajtín el cuerpo grotesco no se separa dl resto del mundo, no está enr rado, acabado, i competo, sino que se sobrepasa a sí mismo, quea sus pios límits. E acento está puesto en a partes dl cuerpo e que éste s abre do eerior, es dcir, por donde el mudo petra o sa de él, y por do ién él mismo se mundo, es dec r, o orifco, las probracas, o las ramifcacioes y excrecencias: boca abierta, órgaos geitales, snos, ao, re prominete, nariZ»7 La cultura popuar de la Edad Mda y dl Rnacio rechaza l pricipio de individuación, la sparacó dl ombre de los tos, a dsociación de hombre de su cuerpo. frma prmatemete e aco sico co los otros. En ese contxto, auque sea úi para rcoocer ás te a oro, el rostro no es objeo d u valor especíc N retomarmos aquí os aálisis atriors8 q muera el eco lazo a vnció modra del curpo con l aueto dl idvidualmo as i pilgadas. Recordmos olate la pora d r l aaomias, siolizada por a pulació 1545 d la or d Vsa De humani corporis fábrica, quens decan el cuerpo humao si pg sr l omr qu ést caraa i ore lo agrado de la carne. Co los amistas, e cosmos es expulsado dl curpo humao. La carne qu l scal rvla es a únca posesión de un homre, itegrado y sparado dl mudo u cuerpo Ést s volvó el ímite de su persoa. Uas décadas ás tarde, a a caicsta, espeiamente a de Descartes, cofrm la disocaci dl d su lazo simbólicos con el csmos para hacr de él el lugr ivo la dvduació, es decir, de homb sparado de los o. E mdo de áquia» promovido por este pensamiento gaa adhesión. A fs dl Re ito s considera cada vez más curpo huao co eor l lo rodea, ya o 'ejido con a misma materia que da consisteca al mun y l oss, so como estructura de carne y hueso marcador d l rsen a d ividuo del cua traza os límites de la soberanía 7.
8.
Ba ktine , Mia1, ue e Fanfs abeas e a cuue ppua au Moyen ág et us a ennaance, París, Gaim, 1970, pág. 35. Le Beton David Anopooge u cos e moeé, París PUF 90 [En eol: Anpoogía e cue y modend Buenos As uea Vsñ, 2004] 29
ROSTO E pl 1 David Le Bron
El individualismo, po largo tiempo confnado a ciertas capas sociales privilegiadas, a cieas zonas geográfcas, a l ciudades, amplía poco a poco sus bases para abarcar el conjunto de las sociedades occidentales en el transcurso de los siglos siguientes La valorización de la biograa, el nacimiento de la gloria ligada a ciertos hbres, la aparición de un arte de la ironía y de la broma son idicios de la importancia que adquiere el individuo, acentuada por el desarroll o económico y social a través de las fguras del comerciante y del banquero sobre todo Por otra parte, las rmas colectivas aíslan, bajo la mirada de sus contemporáneos, a los príncipes, condottieri o artistas, especialmente a partir del quattrocento italiano.9 El individuo es una persona que percibe más su unicidad, su dierencia, que su inclusión en el seno de una comunidad La afrmación del «yo» se vuelve una rma superior a la del «nos otros» El individuo ya no está en una rmula de vasallaje al grupo, afrma su singularidad, su independencia de pensamiento Se siente el resposble de su historia De modo simultáneo, el retroceso y el poste rior abandono de la visión teológica y cristiana de la naturaleza lo llevan a considerar al mundo que lo rodea como una rma ontológicamnte vacía que sólo la mano del hombre tiene en adelante la autoridad de modelar Se desacraliza la naturaleza, se la percie como radicalmente dierente del hombre: la noción del hombre como microomos pierde su arraigo social Permanece de manera velada en la cultura popular, no alcanzada por el individualismo, y en las tradicio� nes herméticas, rms eruditas de conocimiento, replegadas sobre sí mismas en un estatus cultural particular La individuación del hombre en las capas sociales sobre todo burguesas se desarrolla paralelamente a ua desusión con respecto a la naturaleza sta ya no es el hogar de genios o de maniestaciones de un Dios creador Es un mundo objetivo, disponible para la empresa del hombre de volverse su «amo y poseedor» En ese mudo de cisura, donde la sensación de idividualidad impera, el cuerpo se conviere en la ontera objetiva entre un hombre y otro Al distinguirse de la comunidad, al recortarse del cosmos, el hobre de las capas cultivadas del Renaimiento comienza a considerar su encaración como el lugar de su propia soberanía El cuerpo es, de cierto modo, un interruptor. Permite la afrmación de l dierencia individual coronada por el rostro En ese sentido, la aalización de emprender la investigación anatómica en el cuerpo humano se ev pues admisie Abrir la care ya no es cortar en una parcela d uivr so i n una nauraleza nacida de las manos de Dios y que se dee sól a É. A a ivrsa las sociedades tradicioales de structura gregaria comuiari 9. 30
Cf.
Burckrdt Jacob L ciiistin de enn issnce en tie, País, Gonthier, 958
1.
ICIÓN E ROSTO 1 De l diidalzació del ceo a la l rosto
uerpo es relieu 10 alía al hobre con el cosos, con e grupo y on Dios (o e undo invisibe de los espíritus y los dioses), a través de una red de co pondencias. Esto es justaente o ue abandonan as capas privegiadas de iedad ue coienzan a prestar al cuerpo y a sus aniestaciones una aten minuciosa. 1 1 El individuo ya no es e miembro de una comunidad en e sen en ue podía entenderlo el hobre edieva, se vovió soaente u cue cuerpo es «ctor de idividuación» (Durkhei) . La defnición oderna uerpo iplica una tripe retracció: e hobre se separa de los otros (es u ra individualista), de sí iso (duaiso hombrecuerpo), y de cosmos e se convierte sipeente en «edioabiente» del hombre). E cuerpo es eto. Pero ese resto da rostro individuo. miso período hitórico ve apagarse la «epirituaizació» (Jean Renson) tro. El sigo XV y, sobe todo, el XV copea e proeo ue y haba ezado en e sigo XI. La historia de as paabra iustra uáta ipoan quiere sociamente e individuo. E rro, peribido a comienzo eseniae «oo ua sipe parte de cuerpo, mu a menudo desipo i embarg eeza», a argo del tiempo e eve ada vez más «e epejo de o mo es de ama». 12 Lo cada vez má umeo adjeivo impic a ive de ua a psicoogizaión ue aeca a idividuo defne u rostro otorgándole upremaía epeia. J. Ren ia e vabuari ya pemdero e Margrta e Navarra, que puede ver e roo «Bue, exaño, páid y raio, n , edado, aegre ranuo, onate, graio, vegozo, ris, o». aie, por su parte, acia o epíe «a, ere, ranco, aiuro , burón y risueñ, impúdico, aeao, iamad de ira de ruead, bo, evero . . .» E rro cobra vida gacias a ua onieia idividu. E a pa, ea paabra adquiere en u setido fgurad caa vez má aepi ee apect, Maige juega u ape prepderae ga u rr e, a mal, diurs, a a rua, a a umre, mu, . eaía de r se arma. La boa dej de ea aieta, goa, ugr e apei iaiabe de a examai e gri e a p úa, a m ee Mija Bajín Se vueve ente triuaria e icaie picgicas, expreiva, de mim modo ue a tra pe de rr. De mdo ig nfcatvo a par e igo XVI, a figmía reae o vig y muipica 1 0 . N e T . : (Las iáicas son el autor) . eeur en ancés, signica encuaernador, ersona que encua erna, que une las hojas e un libro o cuaerno El autor uliza l itálicas ra estacar e ju ego de palabras con relier (unir, enazar) . Las iálicas son del autor. 1 1 Cf Elias, Norbert, La civilisatin des m, Pís, Pluriel 1 2 Renson, Jean, p cit., págs. 1 8 8 y sqq 31
ROSTROS. Ey l6g 1 David Le Brton
tratado. Se eerza por encontrar en a uma infnta e rotro aguno pricpio ecreto de cafcacón por o cuae e engma nddua e reovería en tipo de caractere Se trata quizá de una tranición ógca entre una ocedad de etructura má bien comuntara que no hace de rotro un prncpo eencal de identdad y una ocedad que aberga en u eno una etructura ndivduaita que e dearrola poco a poco E rotro e convierte, en e pano ocia, en a verdad única de un hombre únco; epianía de ujeto a traé de ego coto que Decar te no tarda e rmar E cuerpo deja de priegar a boca, órgano de adez, de contacto con o otro a travé de a palabra, e grto o e canto que a atravea, de a bebda o almento que ingere. La incandecencia oca de carnava y de a feta popuare que mezcan a o hombre nutrdo por a enacón de iir en un mundo donde todo exite, obra de a creacón de Do, e eve poco e cuente, combatida ademá por a intitucón reigoa y a burgueía, que e en ten compueta de indiiduo y e aergüenzan de o exceo carnavaeco La axoogía corpora e modifca Lo ojo on o órgano benefcario de a creciente nuenca de a ctura centífca y burguea Todo e interé de ro tro e concentra en eo. La mrada, entido de a ditanca, de menor importancia para o hombre de Medoevo e incuo de Renacmiento, e amada a éxto en e trancuro de o igo vendero, en detrimento de o otro entido, como e de odo o de tacto, entido de contacto y de a proxmdad La dgnidad de indiiduo leva congo a de rotro Por ea razón, a creación artítca otorga a retrato una importancia conderabe a no lmitare a alguna fguras de excepción ino oeciendo u vore a hombre común que tenga e tiempo bre de poar y los medo para fnancar a artita La hitoria de retrato, de a que no contentaremo con obervar a priera e, acompaña fe mente e dearrolo de indiiduaimo Celebración social del rostro: el retrato
La tradición judía y, uego, a tradicón iámica prohíben toda repreentacón surgda de a realidad y, obre todo, reerida al hombre En e Egpto antiguo o en e imperio romano, e retrato, e busto o a mácara neraria tenían obre todo a intención de perennizar la exitenca de un alecdo notabe, alimentar la me mora en o obreiviente y prefguraro en u ida de má aá Muy etiiza da, ea efgie o egan a peronaizar o rago, on monumento nerario detinado a combatr e olvido, mantienen e recuerdo en o que quedan y e vueen ímboo a o ojo de o que venen má tarde in haer egao a co 32
i.
L IENCÓN DE ROSTO 1 Celebrció soal l oso: el to
0 ce al dnto. En la tadición cisiana que se impone en los pimeos siglos uesta ea, el hombe es miembo del cuepo místico de a igesia, lamado esuección de la cane e día de juicio fnal El eao abandona pare de i ifcación que o eesía enonces Desapaece poco a poco paa cone en el piieio del papa, sobe odo, y de lo eyes. Pieio de hombes cad os más aá de sus coempoáneos po su nción, y cuyas efgies (aun uy mesuadas) ecuedan su auoidad, o de quienes los monjes ceeban sona con iusaciones al magen de los manuscios emo a que capa a imaen humana sea en ealidad capa a hombe en s í imo paa oece as acciones osiles acia él (madicies, maa suere, ambién cnibuye sin duda a a exinción del éneo, a pesa de que los de enonces ean muy esiizados y sin macas eaes de idiiduación. T acción de s asos no ipide en absouo la efcacia simóica del ecimieno posie del hombe así epesentado. Ese sino puede ae paa e y capua su pesona. Peo, independientemene de ess temoes, la e soidez e la idiiduaidad popia e a conmación eaia de esos s sociaes no suscia en sus conempoáneos e ineés po e oso. La cia pesona compie con la ama coecia, aquea sóo es una si en un tejid común, no es aoizada ni suscia la sensación de auonom í a, iad, asociada a a defición socia de indiiduo. a aa Edad Media, sóo os aos dinaaios de a Iesia o de Reino de eaos, peo pegidos de maefcios po a consonancia eiios e as donde fguaban, odeados de pesonajes cestes. 13 E ejempo del papa icos donane a desea a inseción de su imaen en las obas eigiosas s, manuscitos, más tade eabos) paa cuya ealización conibuyen geamene. La donación con la excusa de un sano paocinio auoiza al me a aseua su popia peennidad simbólica adjuntando su fgua a la de p esonajes de la istoia cisiana. Así, po ejemplo, en e esco de Gioo Juicio fnal, Enico Scaegni (de quien Dane descube al pade ene l o s eos de sépimo cículo del Infeno está de odillas y oece su capil a a Vigen como pueba de edención po una rtuna mal adquiida. Peo p dido ene la mutitud de fguas epesentadas, ninguna de las cuales se vidualiza eamene Esas ceaciones siguen siendo pondamente cistia , p nen en pime pano las gandes fguas de la tadición eligiosa y casi no tan aención a la pesonaización de los asgos. 1 3· Véase acerca de los retratos de papas (en vidrierías doradas mosaicos o escos) Ladr Ghe-
ardo B., itti dei ppi nell'ntihit en el mediev. Citt del vatico, Pontifcio Istituto di Archeologia Christiana 1 9 4 1 . 33
ROSTOS Ey 1 David L Bto
En el siglo V, aparecen otros soportes para os retratos: retabos, entes de altares y as prieras pnturas de cabalete. En eos e donante está representado a enudo en copañía de santos, pero a veces, y especaente en los pane es exteriores, suee estar pntado aisladaente coo en a Adoración de corde ro ( 425-1432) de Van Eyck, donde el donante y su ujer ocupan, cada uno, un pae exterior del políptico. Luego la fgura del donante aduere iportanca crecente en el soporte, o ue se ilustra caraete n La Virgen de cancier Ro in (1435) de J. Van Eyck ue pone ente a ente, a odo de ua conversacón tranuila entre esposos, a la Virgen con su nño en brazos y a dante. Como ndo, ua cudad atravesada por un río. La topgraa de la tea no distngue con ningún realce a la Vrgen ni al nño Jesús. Los persoajes están en un pla de gualdad. «El cuadro observa Galienne Francaste ta como es coceb sóo puede uerer decr o sguiente: hice hacer u cuadro ue me representa a í y a cudad, y tengo sobre esta ciudad un poder ue guaa a de la Rea de ls ceos». 14 Poco a poc, la celebracó regosa se ateúa ate as crecetes prerrogatvas ue se ajudcan uees ecarga cuadrs. Haca 1380, Grard d'Orléans nca e cam frma u e os prmrs cuadrs e cabaete de sn otr pretxt aparece samete la fgura e perf e Jua e Bue. E e sg X e rerat vua se vueve de m sgav ua e las prmeras etes spracó e a ptura. m ca de a pers a e rstr s bjet de ua ceerac rga, a través e é a nvu ue encara ate s js mu. U símb de esos temps: e a sega eó e sus Vite de pi eccelle ti pittori scultori et architettori . . . {1568, Grg Vasar augura cada ua e sus bgraías de pntores, escutores arqutects c u retrat o preere mente u autorretrato. Tarea díc pues e grabar Vea ue ctrtó s servcs está easa ejs cm pa que su trb pueda ser ctra. «S ess retras represetavs q u e a bra escrbe ( . . . ) se!pre s mu fees n pseen e prec más ue c a vvac ad ue apra e cr tambén es cr que e bu s rasgs e tma d me o carece e auraa. E aemet e asta també ra j aparejao coveentes; s o ga e cas se pría abr pus más cuda» .1 5 Algus errores y traspsces aca e prpóst Vasar se sete bgao a justfcars uevamete. xpa ue a psar e sus esers certs rrats gra su comet. «S agu etrara ests rera 4. Francastel, Galienne; Francastel, Pierre, e prra Hachette, 969 pá 68. 5 Vasi, Giorio, es es es melleurs penres sculpeurs e aheces (edcón cmentada baj la deccón de André Chastel) t , arís bere-Levaut 9 8 , ág. 4. 34
1.
L INVCIÓN DE ROSTRO 1 elebración social dl oo: el trato
camene parecdos a os ue pudera ver en ora pare, usera ue consde un rerao hecho a os decocho o vene años sempre es derene de un o ejecuado unce o vene años después. Agregaría ue s reraos dbu s nunca son an parecdos como os pnados El dbujo nferor de os gra s sempr ua ago a as guras No pueden n saben reejar mnucosa os renamnos ue e dan cadad». 16 Taes propósos son reveadores n nerés muy ajeno a os arsas de os sgos precedenes, para uenes a cón de rosro es una necesdad evdene ue no merece comenaro. En ndo uncado en e cuerpo mísco de a Igesa, donde as dfrenas so s se percben como pare de un orden de as cosas d qe nade sñaría sa ndvduadad de hombre ueda cuturamene nsgncn en e sen qe es absorbda por e conjuno La semejanza de rerao con e modeo mporánea de una oma de concenca más aguda de a ndvduadad bre. Para Vasar, ese recurso a rerao es senca, raduce su vounad ar emene a snguardad de modeo, y a acud exge psar por e que hace de aue un dvduo rbuaro de un nombre y de una hso . Más aá de su obra, e rosro de cada arsa es su arbo más er y rerao, a hea más ressene a empo para conservr su memora bre. Vasar encuenra así una de as vrudes anropoógcs de a ege ncuso eszada: a de egar a a poserdad e recuerdo de u hombre a s de la reproduccón de sus rasgos. «A nes de reavvar mejor e recer uenes honro ano escrbe no escamé nngún eserzo, dcuad n ra enconrar y coocar su rerao a a cabeza de su obra» sr hace enrar sus bografías en os empos modernos. E nerés por e y por a bograa, dos sgnos especacuares de nacmeno de ndv s o. A os ojos de Vasar, e surgmeno de rerao es e ndco a apa d e una mrada néda sobre el mundo. No es n�erene ue haga de s símboo de un rnacmeno de are, y sobre odo, de la modrna e b a e della pitura, a señaar os reraos raz dos pr pnor, especa de Dne en a cpa de Paaco Podesá de Forenca s eo ue Go esá mprgnada de un espíru regos, n prnec bajo la d Dos y rsucón e de os rasgos de hombr n e una nece nr Pr Goo suee nserar reraos en ss escos Bono VI I I, rs, d de Caabra arrodado a a irgn, o msmo s c s q un ndcio de ndvdzacó, r son s r c d i q acia Gi s i i i iir riz ors R s i 1 6 . Ibídem, pág. 23 4.
ROSTROS. Eayo anpológo 1 David Le Breton
non, Forencia Paua y en muchas otras partes e muno» segn as paabras e Dante retmaas por Vasai. 17 A imagen e Dante Giotto es un uommo universale, despovisto e estricto sentimiento e petenencia a una comunia y consciente e su iniviuaia e artista y e hombre. E hecho e ue intro uzca en a historia e arte os primeros retatos impegnaos e una sensibi iad «moerna» no tie ne naa e sorprenente. En La Trinidad e Masaccio (401428) e Santa María Novea as fguas e os os onantes aroiaos a pie e beas coumnas tienen e ostro ma cao por un iiviuaismo peciso totamente inepeniente e a inuecia amenca. unue Masaccio pinta pocos retatos os ue apaecen en sus es cos suscita amiacin y ejecen su scinacin sobe os pintoes ue buscan personaiza os asgos e sus moeos. En a Capila Branacci Masaccio conti na una Vda de San Pedo comenzaa por Masoino: «En uno e os apstoes e timo se econoce e etato e Masaccio echo con ayua e u espejo tan ogao qe paece vivo» escibe Vasai. Luego e as meaas o os bstos e osto tiene un uga e ono en a pin tua Dese a pimea mia e Qaocento os ms ganes pintoes oe tinos van a hace eatos: aoo Ucceo Anea e Castagno ieo ela Fan esca isaneo ecétea a esacin esapaece en benecio e inteés po a semejana Los asgos e os conemponeos invaen os escos maes e as igesias o capilas. Fippo ippi Gianajo Botticeli po ejempo pueban sus escos con ganes fgas e s tiempo se ensiasmo po e osto tam bién voece sobe too a pai e a seguna mita e sigo X a etato e cabaete ms popicio paa capta a iniviuaia e moeo: Antoneo a Messia Ghianajo Poaiuoo etcétera. A pair e Boicei y e Leonao Da Vinci peneta aems una peocpacin po a verda psicogica en a es ticin picica e moeo. En e Trattato di pintura, Leonao escribe: «Has rostos e ta moo ue su espíiu se revee a través e eos Si no u are es in igno e eogio». Ente os etatos e Leonaro a ue scina sobe too a ss contemponeos es Mona Lisa del Giocondo. Vasari da una escripcin embeesa a: «Ante ese rostro uien uiea saber o ue puee hace a imitacin e a naturaeza o comprener cmente; os mínimos etaes ue pemitía a sutieza e a pintura estaban aí representaos. Sus ojos ímpios tenían e bio e a via; con ojers rojizas y prpaos pesaos, estaban bordeaos de pestañas cuyo ibujo supone a mayor eicae. Las cejas con impantaciones más espesas o más escasas según a isposición e os poros no poían se m verdaeas . . . E moeao e a bca con e pasaje nido de pintura de abios a encarao 17
Sobre la importancia de Giotto para Vasari, véase Vasari, G., op. cit, t. 2 págs. 9 9 - 1 2 5 . ,
1.
L INVCIÓN DE ROSTRO 1 Clbaáón socal l rot: l rtto
ro o etaba hech de cor si de care . . . Había [e ese retrato] una a arayete que daba a espectador a sesació de ago divio más que , se coideraba ua maravia pues era a vida misma»18 l sigl X e rerato idividua, desprvisto de toda rerecia reigio impu e a piura, ta e Freca y Veecia como e Fades, A a, Epaña y Fracia. E Fades, sobre do, hay que evocar a pitura Ja Va Eyck: Retrato de Cardena Abergati 1430), Retrato de orfebre L u w ( 1436), y ucha ra ea iguamete mas. Pr í s, e retrto, es cebracó equívca de hombre a través e r, e covire e un , i ra juifcació que a de por e evidec a egie de u i que puee pagar ae de u pior para represr. ma d u e capíul má ric e a hiri re. N abraem u exie pue uer prpó r S mpor aquí el ólic u puea e evecia el r qu ña el cam ha vu. 19 E l XVI beva e u corre «crye» e pre que la cla prvida. C Méc cb ju e 1552 a 'u: «Nuldrez pas ie pire au vpar l painctre qu ous rz l tous ms dicts enfants ttls quelles avc l ie d'Écosse ainsi q'is t ss rí ublir dns lurs viges; mais il su que ce soit au céon
i plus tostict» . rqu 11 c, por u pre: « ce que j'i vu pr leurs ictures mes enfnts sont en trs bonne stat Diu mrc». E rra j pme c cryó re u spr ivia vae c m cerfcad de c aa par a mmia; a meu, acmpañ u pe fcia de Le rve pir pra fjar agu rag e via de u u L crayes iee a veaja demaar demaiad iemp a avaro de e emp y pc aec a meer much a pe a n te el r. «L "cayers: a a a mda baj Vais ecribe F Cur 1 8.
9· 2º
21
·
2 .
Va ari, G , op cit., t 5, pá gs. 43 - l hisria del rstr, véase Francastel, G; Francaste, P., p i.; Alazrd, Jean, ptrit fore ntin de Bottice li a Bnzino, París, 195 1. N e T: (Las itálicas sn mas). Le Betn transcrie este text respetdo e fancés rina de l épc. Se traduciría del siguiente md al espal actual: «N deéi de ha�r pint pr el pintor que vos tengáis allá Tds mi hios, tt niñs cm nias, cn l rei e Es cia, están pintads de tal md que nada se lvida en su rsts per dee ser al rón, pa que sea más rápid». N e T: dem. «Pr l que he to en su retrats, mis hij etán e n muy buen etad, a Dis ris». N . de T.: dem «cuadern».
37
ROSTROS.
Ey g 1 Daid L Bto
- corrp a o qu amamo áume d cra comporá a pr crvaa u taer prooipos exraam cuao cpac rmar u pio, mimo moo en qu u r ho ía crva jmpar ropaos» 23 Nacen incuo jus ca e or a ror «craé» cuo omre scondio ha qu corar «Cc c cp amé craón, hacían legar a uar aja a cr o rro mar ry -comprueba G. Fraca- cm ho í a rva a púco ral diriuyn lo ra a ra c»24 D mo parao, s fn el iglo XVI, a ravé pico aua ora haa páa amanaqus, l graao apra u coru có a a prmcó hórca ivuo y d rosro E iré por roro cúa ma rma. La pura y e pal oma a poa d craó Las fomía rpra con a máxma prción ocuma E 1668 por Char L Bru prouncia una corca ore a x pró a pa a a Acama rea pura y cuura E la He Tratado de las pasiones Dcare pro d manra fam mos vruoa rfaa, L Bru propo iinur pao smps (am ra có amr o o aría rza) y c paoe compua ( mr, praza pracó, coraje r pao céra) E oa, vi ré fura ucp moar rr homr Sú L Bru, a pa ó mpuaa pr «mvm ama» s cri o múscuo po io d o ervo comaao a su vz pr crro la a corazó a ravé a circuacó a ar La paó, auqu ac l «movmo ama», e escalm u ómo ico acvaor e la maquara curpo qu o dja nada rao al azar «Pro s ciro que hay ua par ama jerce miaam u co qu ce rro pmo cr amén qu l roro a par curpo do aque a ja vr m pcalm o qu »25 E rosro ara a raparn ca ama: cua pamio L Bru xcu a pla de fr ua pa r aouam aa. L Bru aca a r duj a u corca ura aí a rn pa q crma u ivaro E prco mafa a a i a qu compca raajs a maoría o ivar compo 23. . Courboin, F, en Bibliothque nationale, sn e prras pens e essnés XI au XI scle, París, 1 907, págs 81 -82 24 Francastel, G p. c. pág 129. 2 5 Le Br n Chles, «Conférence sur lxpression de passions ( 1 668 ) en Nuvele Reve de Psh º 2 1 1 9 80 , págs 9 3 - 1 2 1 . 38
1.
L
NCIÓN DE ROSTRO 1 El pejo
que consagran su sagacidad en ete tea. Le Brun descrbe y dbuja una eocones coo una sere e etados nequíocos, nependente de tuacón da reente por actres indiduale, era de context, ui , pues n causados por el ala y éta no puede pretar la enr atencón a ble derenca de culturas. Para el autor, el inentaro de la pans no cn excepcones ni atces. Se trata de redactar un dcnar ndcutib l e, nto en confable cuanto que una sere de fgura dbujada cn prec plca cada una de la paones dentifcad. Le Brun elabra, c que guen hoy en el iso terreno, una anatoía de la paone. Aí c na arqutectura de hueso para oponer la atera uer ma ane e ncrben íscente cn a a nea e érm de la entifcan nquíocaente Per para ar u a er, L Brun e ve blgado a alejar al extrem a amvac ü e crrente, y a plantar a pan cm parae d mr qu a xperentan Ea hpa m r una cmpena en naa l exageracn que cv r n a expr bujada para qu ean ínmm f. Al r a fgra, H Dac en ea «máara », « mprmn, cm en mácara tar, rpr a uman26 S fgur cu aráer rc pg m yor za. Su rz ran u rabaj rur mgn a rio t, muy prt n et cntemprá, n a mn s » (ne e ra parte) en un curp y u rtr a E xrr a a mcn qu pe, pue é r r má o mubl. Darwn, má tar, plía ermmn r n a s ra cmprner a un mbre nrnt u a, rr la Agría, pr jemp, cm enta r27 E
e sp j o
m mp, rear un rtrt u a frm g a pra e mmr c pvg a pr y a prpun rr
2 6 Hr Damisch, «Tphabe des masques», n . cit, págs 12 y 30 2 7 · S osrva aquí una herencia de pensamiento duaista qu imprgna pnsainto occi a c and o s rata d comprender el cuerpo. Cf. Le Brton, Dvd Anrg du crs e t mdrité ct [En spañol: Aolgía dl cur drndd ] 39
ROSTROS.
Eyo antpológco 1 David Le Breto
pcó ca breaee y de a facón pr az de agre. La arcraca aera ua gaería d acer dde e exbe ua geeagía prega. Seña de éx ca para ua burgueía ue ctraa ervc de pr para erar c ua pcó veaja a me en a memra amar. E rera e mnaura ambé vve u mpu abe amee read e e gl XIX pr e advemet de a graía. L pre maura adra apa de caja y cgae c rr má aprecad de ue encarga. E rera, reavamee c, pue mvza a ara var día a me, aparece preerbemee e ambee arcrác, per rápdamee e adpad pr burguee que juega mbócamee c u gn de dcó a reazar u prpa dvdua dad. E eré pr e rr aduere mpraca crecee a ravé de emp. E crazacó de dvduam ccdeal, e epej, e a reu ye ua mage fe de rr, e un vecr prvlegad de a aparcó de e me de í mm. L prmer epej de maerae dpare: brce, eañ, r, acer y, pr upue, agua. Permen, egú a cedade y u ec gía, capar u reej de a pera, per en cdce davía rudme tara, de acuerd c cedade dde a pera exe prmer e u am acó a grup y a a cumbre, e a ue el eme de í eá gad bre d a a eacó d e pereeca. L epej de pre meác de a Edad Meda de peueña dme ne, cviee mpar a meud y preger de a xdacó c paee N acmpaña muy etrcamee mme cda de a vda de a ca e prvegada. La mrada de r prma pr bre a prpa. La peó de epej e eña de rueza cm cmprueba vear post morte de a épca. Eá a mad de cam entre a jya preca y e uel de ge ne de arreg perna. L mercadere ambuae vede peueñ epejs de eañ de brcacón perecta, cn relej ncer, ere a cae ppu are. E a Edad Meda nace ambén epej cmb, cvex cóca v, ue perme a acr jugar c u reej y burlare de a apareca, e pecamee de u rr, a ravé de una ere de meamr prducda p e mím mvme. E epej era e a cmpcó de cuadrs de a épca, epecamee en e Retrato de Arnoni, de Jean Van Eyck, El jardín de las delicias d Jerónm B c, El cambista y su mujer, de Que Me y y ra numera ea . E ea épca, en ue e géer de rra cmeza a prducr u prmeras bra maera, e epej e e maero abu de pr. E prp Leard Da Vc e na ane é: «Cuad uer ver u ptura crrepde cmpea mee a bje aura ecrbe ma u epej, haz reejar e e mde viv 40
1.
INVENCIÓN DE ROS1'RO 1 La ftoa: la docia el rost
mpara ese reejo con tu obra y mra en s e orgina correspone a a copa» l p ejo vorece a autrtrat y se conera smboo de fea a azar e t e un rostro «Ustees, pntores cntnúa Leonaro reconozcan en a su e e espejo a maestro que enseñ o caro y o oscuro, y a stess e cd Entonces, ptor, haz as pturas semejantes a as e os espejos» Tam e espejo es a menu utao por s pntores como aegor e a vana rcordar a pcariea de a existencia e quen hoy se jacta y mañaa será o por a vejez Se ace memento mori, e rostro no es más que un reej e ro de tempo y su contempacón ebe recorar a muerte que aceca Ha mediaos e sgo XI, s taeres de Murano nvet a ténc e moerno or a cmpresón de una cap e mercur entre n e vd o y una e meta E escubrmento de vir revoucona tora e es y a reacón de hombre con su rostro En toa Eurpa se crea rstaerías mente, el espeo se dine en a trama soca privegano as cases má adas De nstrumento e uso íntmo y e prestgo, se trnsrm gracas a extensón e a superfcie e reejo que permite e vr Puee apo tra un muro o encastrarse en as boiseries como un cuar, y acmpa va cotana En as viviendas arstcrátcas, os espejos auan a veces la cia de os muros Las galeras o gabetes e espejos ven un gra m e os sglos XVII y XVIII.28 s cases popuares, a penetracón de espejo en a ntimia e a v cotidana e prouce a un rtmo mucho más ento E únco que sue pseer u es el ero, para aeitar o penar a os hombres Ngún espejo aorna s muros e fnes de sgo XIX o comienzos de X E escubrento e pp ros va cotiiana en os medos popuares es contemporáneo e a emocratizaó e rostro que a tograía permte Los ombres comen a vvr en un cn reproduccone e su propa magen, que se e hace amar29 L a ografía:
la democracia del ostro
t gr es nventaa por Nepce en 1824 y pereccona pr Daguerre mino púbco en 1839. En unas écadas, destona a pntura e su p oi pr a ca e su uso y su costo moera Da cas tos a po 28 C Roche Serge Mrors geres et cbnets d e ces, Prís Hatmnn, 1956. 29 . ob re l incidenci de l bnlizción del espejo en l relción estétic con uno mismo, vé-
e Nho umVronique «L Belle feme ou le stde du miroir en hisoire» Cmmunctons,
n º 31, 1979. 41
ROSTROS.
Eayo antolco 1 Dvid Le Breon
iidad de dejar una huella de u exitecia en la dieente edade de la vida a ivencón de la tograía coincide con una revolución ndutrial que odif ca en prondidad la pertenencia locale, provoca el éxod ual, acena la u anación y ucita en nueroo actore la enación de u popia individua ldad. La explión ocial del retrato tográfco correponde a la conjunción de a técnca de uo cada vez á cóodo y e acceo de una polación creciente la conciencia de u inlaridad.30 Lo proceo ociale evan a una individua lzción epre en auento, en tanto que la ejoa de la técnica de reproduc cón tatoca la relación del hobre conigo imo. El rtro entra ocialente e u e deocrática; llegará el día en que cada ciudada pea uno, únic, u ien á huilde y á peciado que encarna a u nobe Incluo la perona cmune acceden a ee antiguo piviegio, el de cualquie ndivduo, e deci, de tdo he eparad y cocente de u dierencia, exet de toda pertenencia al «n ot». La togaía, al peronalzar al hore, al dtnguir u cuerp y ore tdo u tro, aprta u contriución a la celeación del ndividuo. La tgaía etá entonce en cndcione de popne u retato a la ayoría de l cudadano. En un pier tiepo cotoa y díci de ua, e deocratza poc a pco a ediado del iglo XIX. La digndad del to, en una ciedad dode el ndiiduo e hace prirtao ante lo clectv, e vuelve l pop del ciudadan y ya no de ua elte En la ciudade, l tallee e ltiplican. La preión de tógra e dearlla enormeente. Según Gile Feund e 1981 ólo en Francia «exten má de il tallee y la tgraía ocupa a más de edio ilón de perona». Hay tógao itinerante que recrren la ca piña. Un pntor de entonce se queja de no poder tropezar con una caia de per in povocar a un retatita callejeo. La paión por el rotro invade in e dda el paiaje ental de fne de iglo. Ee éxito del retrato tográfco, que da a cada uno in dicerniiento la oportunidad de un rotro, irrita a Beaudelare «La ocedad inunda e aalanz co un olo Nacio para conteplar u trival iagen en el metal ecribe en 1859-. El amor por la ocenidad que etá tan vivo en el corazón del ho e co el aor a í io, n dejó ecapar una caó tan epecal de atis cee». Melvile taién e iente chocado por lo que le parece una prna ción. En Pierre o las ambigedades, u héoe «relexionaa re la nfnta ci lidad con la cual e podía dede entnce extae el etat de cualqiera gracias al daguertpo, ientra que en ta época, ólo la aitcaca del dinero o la del epíitu podían oecee ee lu » Naturalmente, dedcía de e que «el retrat, e luga de nrtalizar un gen, cm l hacía e, pnt no ha 30. Cf Freund, Gisle,
2
Phoogap t scté, Parí, Seul, 1974.
l
L CIÓN DE ROSTO 1 La foografía: l democcia del rosto
á ue mponer un tonto en el gusto de la moda. Y cuano todo el muno ie ra de su propo retrato, la verdadera dstncón era n duda la de no ». Relexión premontora para una obra publcada en 1850 A meado de del glo X, aparecen leye para el etablecmento de do o de dentdad acompañados por una tograa de rotro. Lo organ de la expocón unversal de 1867 utlzan carnet e acceo ue mue tado cvl y la tograía de u propetaro. Por eo años, Dder regi patente para la explotacón coercal de un nuevo método tográfco, del tomatón: el retrato « ca rte de visite».3 Sobre e mmo negatvo, vara poe, lo ue dsmnuye el coto e ricacin. El ntr tambén una preocupacón de las autorae e ejan par para un mejor cotrol de la buena cudadana. ar la tograa etado cvl, con el fn e vocr reconocmi ivdu y mantener el orden socal, encentra u culminat la a de rotro ue certfca el nombre de hom. A pr e se c ecapar a la propa dentdad por e mo q tri y a «cnl». La auenca e emja rci l qe pnta ante un pc p có t er pcón a repct. Po q pca c ite o, a a ivra, lo j crce caci c a que c a». i aqé q c bió o j a vej c. F » e p aar p á p q t p jr on i te q, n mra rtro, no tena ri ta a i u im A la uncda e un nvdu debe coner a n u n n rotro. En ee apecto, la amnitrc n ai� pica. go, e dearrolla la toraa e afca y h a p e u crecente éxto. El cine32 y e v ea a e j
3 1 N. T.: La care de vse cumpía as nciones de nuestra actual tarjeta peron o d e presen 32·
El atógrao sublimó e rosto y revoucionó a os primeros espectadores Mostraba gran planos de rostro, y de ese modo o sacraizó oland Bathes nota, por jelo, ue «G aú pe tenece a ese oento del cine e que e encanto del rostro huano erurba enoente a las utitudes, cuando uno se perdía teamente en una iagen hmana como eo e un ftro, cuando e rostro constituía ua suerte de estado absouto de la carne que s podía alca ni abdonar Algunos años tes, el rostro de valentino producía sui os . » . Bahes, Rolan, Mythologie, París, Seuil, 1957 pág . 70. [En espol: Mitologí,
.
Méxc, Siglo ve intiuno editores, 1 980 pág. 40]
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ROSTOS Eayo antpolgco 1 Dvd Le Bon
go. La cámara de vdeo está h e a maora de os hogares as parejas o as amas se acostumbraro a fmar los mometos sgfcatvs de su tmdad. El valr otorgado a rostro por uestras socedades está be ustrad por la to de identdad cuda e os dcumentos que hoy e da levams c osotros para probar a los ojos de la le uestro bue comportameto cudadao. El ros tro y e ombre reudos: los dos polos de la idetdad soca e tma. Foto del rostro, por supuesto, o de otra parte del cuerpo del hombre etero. Sólo el rostro basta para certfcar la detidad. «Quzás -dice Smme co su habtual perspicaca-, s cuerpos se distgue ta ben como los rostros por ojos entre nados, pero no explica la derecia como lo hace u rostro».33 Ben Maddow, en su histora del retrato tográfco, l comprueba a su ma nera: «Estoy eguro de que la mayoría de as tograías ya tomadas o que se to arán so y segurá siedo los retratos. Esto no sólo es ua verdad, so tam bén una necesidad. No somos mamíeros soltaros como el lobo o el tgre, so os seres damentamete sociales, coo el eente, la baea o e moo Lo que sentios prodamete unos por otros, lo queramos o o, reaparec en nuestros retratos».34 Rodeados por espejos, estamos hoy e da e el cetro de una exuberaca de rostros. Tambié conotados cas permaentemet con el propo, porque somos ua socedad de indvduos, es decr, de hombre conscietes de su valr persoa reatvamete autóomos e sus accoes y relaciones mutuas. Atropometa
Pero la celebracó persoal o carece de la cotrapartida de u choque ca predestinado etre la tograía y la policía. Ésta, especalmete en base al «ber tloaje», sabrá hacer u arma tembe de cotrol socal. E recocmieto d los rostros o es sólo u hecho dador de la vda socal, també es u impe ratvo para que hace e trabajo polcal. C. Dckes cueta e sus Pickwick' Papers que e e so XIX, os guardas de as prses, cuad recbía u nue vo prser, o hacía setar e ua s a y desfaba u pr u ate é par memorzar os rasgos de su rostro así pder reccer e sucesvo. Cuan Sie Georg «La signifcation esthétique du vsage en Trgée e cuture e ue i París, Rivages, 1988, pág. 40. «Lo que aaos rostro -dice E Levinas es precisen te esa excepciona presentación de uno por uno ismo », Levinas, Emmau, Ttité et inn: ei ur xtérrié, La Haye, Martinus Nij, 96 pág 77 34 Ma w, Ben, Vge. e prtrt dans /'hstre d lafape Ps D l, 1982, pág. 18. 33.
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1.
L lN VNU L :J K 1 inpomera
p oicía comezó a orgaizarse más racioamete, se cootó co a ei a e eaborar u ispositivo e cotro meos aeatorio que permitía ien r e etraa, si error, a u reiciete. Muy poco tiempo espués e su ció, as istacias poic iaes aoptaro a tograía porque veía e ea el srumeto iea e cotro socia uso e retrato para os arrestaos se estabece urate os años 1 840 1 850, ue aú e moo artesaa La reacció e Versales a a Comua crea u cete que muestra a temibe efcacia e a tograía e a búsquea e pechosos. Durate casi ua écaa, hasta a amistía e 1 880, as imágees s e e estejo e acotecimiento sirve a a poicía para ietifcar an partiarios e Comua. Maxime u Camp, a evocar más tare sus reos, observa que «as virieras e os comerciates e grabaos y e pape esparece bajo ua catia proigiosa e tarjetas tográfcas que repre a os miembros e a Comua, eegaos, comaates E ua paabra, e estao mayor e a rebeión, vestios co uirmes e ua tasía que c eva a a risa No supiero resistirse a a vaia que os ivaa; como ifcates actores, es ecataba verse e as ruserías e su exitoso pape; ga impruecia Esas tograas o queaba toas e París; muchas e camio e Versales y sirviero más tare para recoocer bie a os es, muchos esraciaos que se ocutaba y que quizás habría ograo prse si o se hubiera euciao eos mismos e esa rma»3 esvío e uso e a tograía para fes e ietifcació juicia y e rei, iauguraba ua arga serie e ugar e cerrara E mínimo reporaje petico tiee a veces u terribe poer e euncia La eeriecia aquiria búsquea e os expartiarios e a comua leva a a poicía a sistemati métoo e registro tográfco e os sospechosos E rostro se vueve u eemeto e covicció. L impresió e rostro precee e ese moo a presió igita e a amiistració e a prueb o e a búsquea e ate e juiciaes e sospechoso Se estbece u sistema e archivo para ca as toras segú os eitos cometios por sus moeos. Ua re e iució vorece isió e as tos etre as ieretes istacis poi . ero tereo e crimiaia o es t secio como e e a repre ic e eotijo e tors, es icil recoocerse: os ieretes d cbeo rb o biotes coe s pists. Recurrir a mbre ya cofbe pues s ospechoos puee ecarar o que quier pr evi ios c u arresto terior L ietifcció e reiciete u s e e 1 82 prohibió e o de 35 D u Cp, Mm, Les convulions de Paris, País, Hhtt, t
2, 1 878- 1 880, págs. 327-28. 45
ROSTROS. Ey ng 1 Davi L Bto
arcar a lo eeno con herro canene. El acceo a una mayor efcencia e la ograía jucal exige un orenaeno rene, una ulización á rguroa el proceeno. Berllon e el areano eculoo e al ea. Enra a la preecura de polica en 1878 coo encargado e lo regro. Se orprende ane el deoren que reina enre la ecena e le e fcha y os oada ee ángulo ierene, in éoo e poble e clafcar. En eas condicone, e coprene la ipotencia e lo agene para ervre e ee aeral y raar e enfcar a los evenuale rencene enre lo opechoo. En 1882, Belon pone en archa u ea anropoérco: el eableceno e una fcha para caa deeno, lo ienfca a parr e la anoacón e una erie e eda e u cuerpo. La ograa conuye una peza aera e la anropoera. Pero la cabeza tambén recbe lo honores. Se la ie a o largo y a lo ancho. La oreja erecha e benfca con el o rataeno. Berlon e nerea tabién en el largo e pie zquero, e lo eo ayor y meñque zquero y el anebrazo zquedo. Obrva gualmene a alua, a enveraua e lo brazo y e buo. Funama la rguoa e eo o en la peaenca el equeo human cano el nvo paa vn añ, en la vera nfna a ma e un hm a or, y a ca co a qe oo e pcemno p pnere páca. La aa n y pf ca e pvo en el e fa nabe y a a a fcacn má goera a m cp un caác eca 1888 a a fcenca pecacua a apma en a ara a pca, l ca a Bertn e abaj e vco oaa juca É a abece como una pua en ecena oo que, ejo e benefca a nivuo, buca obener la mayo caa nrmacn obe é. S raa e obene el reiro má compo: a la maca l oro eben apaecr a plena luz: unare, ccarce, arrua, ecea. Una ere e nuccne écnca uy precas preen a la ma, la mma en oo o allere e ograa juca.36 No e puee hacer n gún reoque para eur al ujo na aparenca ejor. Aeá, lo roro e capa en ua expreón neura, e nvuo no puee onrer n moa un are e eao. Parece aí carene e enieno, l que va eco e aa al obevaro. Soeo a a éen, nae e lba u vnaa «La rega e a ograía juca, no ólo prohíben oa ema c e a arruga, n que n � een acenuarla colocano al sujeo a pl 36
46
Bertilon Alphons, y el otxo socia del estabecimiento de la antropometrí cf. Christian Phéline « L image utrce» es chers de l phtaphe, nº 17, 1985.
i.
A ntr rpometí pomet íaa L INVNCIÓN INVNCIÓNDE DE OSTRO 1 Ant
u para tografao Se obtiene así un rictus fsonóico ue recuerda un c e de una persona ue, al sair de a oscuridad de una habitación, pen e úbitaentee en una cae soeada. soea da. Aunue Aunue esa igera contracción cia, cia , ue úbitaent retrato judicia jud icia en el sentido ordinario ord inario eb e ser exagerada, no ebeeca e retrato individuaidad ej ej or ue cuauier otra expresión expresión d e palabra, caracteriza la individuaidad ga».37 La tograía digita es puraente nciona, expone e desnudo opu esto a la tograía tograía a a iiar donde dond e los rostros rostro s están cmplacencias . Es o opuesto e tes, toados desde un ánguo vorecedor y a veces retocados durate velación de los negativos. l a velación a fna aún ás su antropoetría agregando agregando e registro y decrip dec rip e ion afna particu ares de individuo, individuo, el clor de oj os y e de cabeo Pr su e arcas particuares d e toas según un itea ue permita en , hay ue clasifcar la prosión de un ante encontrar en el fcero los rostros ás cercan a as reeña busa d as. 1 890, cuand aparece aparece su obra obra La fo Bert il dispe de fo toga toga a judi ju dici cial al,, Berti co n a pbación parisina ue ya ha ei rats va i tas reacionadas con picía. La casifcación casifcac ión por nbre etá excuida, a causa de s evden evden ts e en i entidad civil. civil. Bert imagina entonces entonces una casifcci iia bas en a cidad del rostro, su su sigularidad sigularidad (tarea ipibe) ipibe),, si e la que caractera a individu. Las tgraías tgraías se caifca pue se se el « l argo e a cabea», uego se subdividen egún egún su «anch» « anch».. Divdids nuev nuevmen men t s eg ún ún e arg del ded ded mayor mayor iuierd, depué el del pie izquerd, izquerd, e de de a tb t b rzo l atura, atura, e cr c r de ojs oj s y el largo del eñiue eñiue iquierd. Fme F mente nte constituye constituye a seña descriptiv de scriptivas as de individuo a través través de ue él a «e retrat retrat habad» habad» . «E «E un error error -escribe Bertil creer creer ue ue ba ba ta, p r penetrar una fsono fso noía ía y egar egar a grabarse en la meoria os o s rasgs de u ostro, con observaros atentaent atentaentee y por un argo períoo, e ipregnar de algún al gún md cn elos os propios ojos. Excepcionaente, y savo ue alguien s dodo de una eoria eoria visua extraordinaria, extraordinaria, es un intento intento cndead cndea d al f c o er . . . En a ayoría ayoría de os os casos, c asos, a iage iagenn n ranada ranada qu qu sí se o b e n e e brrará rápidaente rápidaente de cerebro. cerebro. Es no ipediría ue las las ias ia s us que dan veces a dos togra tograías de a isa persona u apect tta tta e t e e e rente pdrían p drían representarse para para ipedir iped ir a idetifcaci idetifcaci e e o o e t o propicio» ropicio».. Pra Pra coju cojurar rar a obsolescencia de a meri cuand cuand se trata e e e onocer a u reicidente, Be rtion recurre recurre a a image y a paar y ya n o cmente a a emra, emra , abién a una y otra exhibda exhibda c meddas ec s s que circuscribe e rstr en sus sus rede. n a ia i a ra, a otogafía cal, escrbe que «l señlzción descriptva dfere de la ntropometrí 3 7 Ber ti on A., Instructions sigaléti 99 . sigalétiq ues, Melu 1893, pág 99. 47
ROSTROS.
Eayo Eayo antpolóc 1 David L Breton
e que aquela deribe o paabra, paabra , o a úia ayuda ayuda de a obervaió ob ervaió,, reurrr reurrr a itrumeto». itrumeto ». E retrato retrato habado eeioa o rago má igi fatvo atvo de u hombre, hombre , y epeiamete o que dtigue u rotro. rotro. «E e do die die e u u Instrucci proedim ieto e e mimo que que Instrucciones ones de señalización señalización , ete proedimieto aque aque a que reur reurrimo rimo ada día e e eguaje otidiao, otidia o, uado aturlmeaturlme te, i igua igua preoupaió preoupaió de étodo, étodo , queremo dar rápidamete rápidamete a uo uo de uetro uetro amigo a deripió de ua peroa auente. titivamete, titivamete, emiemi amo am o toda a araterítia i vaor, vaor, idierete idierete o ormae, ormae , a que que juta mete por aua de u baaidad baaida d eapa a uetra memoria, mietra que o rago típio, típio, reamete reamete de eñaiz eñ aizaió aió,, e u úmero úmero de do o tre a o umo, obreae a ió de uetro reuerdo reuerdo». ». E retrato habado e paree u poo a a ariatura de de idividuo retratado óo poe e evideia o rago aiete, aie te, exeivo. E ua epeie de derip derip ió exagerada exagerada de rotro y de de a caraterítia carateríti a ia de idividuo. La ambi vaeia vaeia de de rotro, rotro, evidetemete, evidetemete, o o e probea de a poiía. E idett es otro método, má tardío, dode e maifeta u abordaje poitivita de ro tro, tro, e e e que que óo queda queda a fgura. No por e o e debita a efieia efieia e a a i i vetigaioe, vetigaioe, pue a ariatura de rotro e a meudo e mej mej or medio de d e reteer u Gestalt. Pero a uetió rui ruial al que que e preeta preeta etoe, a modo de ob ob jeió e a de a emejaza. emejaza. La nvenció nvención n del rostro
La promoió de idividuo e e eeario de a hitoria h itoria e otemporáea otemporáea de a eaió aguda de poeer u uerpo y a digidad de u rotro que dea ra ate todo u humaidad y u di d iereiació ereiació peroa a a vez. E ua ove a orta muy iifativa iifativa obre u pa oioógo oioógo y atropoógio, V S. Na pul evoa evoa e traye trayecto cto de un ator a tor dede e hoimo de u oiedad o iedad de orge, or ge, en a que e iete dido o e como co mo,, apea dieribe die ribe de o que ompar te u odiió, odiió , a individuaimo individuaimo de uetra oiedade oidetae, oidetae , dode pao a pao va hacindo e camio de pateare omo u «yo», e der, de r, e tan tan to hombr oniente de u iguaridad iguari dad y de su autoom autoomía. ía. E uo uo mee me e de etadía eta día en Etado Etado Udo, Udo , ese hombr, homb r, ex irviee i rviee de Bombay B ombay,, va va a ooer ooe r e proeo proeo d individió i ndividió» » y deubrir deubrire e poeedor poe edor de u rotro, rotro, uego e un uerpo. Ida, I da, via a a sobra de u ao, u ioario ioario de gobiero Por la oche se enontraba o u aigos iembro de u mma ata, tam bié iet iet y ue viía e a isa cae. Su ue uerr y u u h h o iva leo leo 48
i.
L INCIÓN DE ROSTRO 1 La invención del rostro
eía ocasioaee. U día, su ao es aado a ejercer ueas resposa ades ades e Washig Washigon, on, y ese hobre hobr e si reie reieee o sigue. sigu e. E B obay obay, se ao pacard de d e a asa de su s u ao. E Washigo, shigo, se e aecado aecado al a l is is en u pacard o a alor alor y da sus prieros pasos paso s por a ciu espacio. Pero poco a poco, oa u iercabio coercia co os hippies gracias a abaco que ra , iicia u Bo bayy. Por priera ez, e escode ago a su ao, percibe aguos ag e Boba eos de su dierecia dierecia persoal. Su auooía auooía cree c ree poco poc o a poco. Decubre u rosro e el espejo espejo del baño, u rosro o ya coo pare de o esupor su rosro rpo ás cóoda que as oras para la ideifcació, ideifc ació, sio su rosro como a , o o eeco eeco de su dierec dierecia ia y de su dignidad de hbre. «Ahora «Aho ra iba a i i e e en e e espejo espejo de baño, sipleene sipleene para eudiar i roro. Hoy apeas apeas eo creero, creero, pero e B bay bay podía pasar ua eaa o incuso u es sin e irara e e espejo. espejo. Y cuado o hacía, hací a, o o era para er a qué e e parecía, parecía, para p ara egurare egurare de que el peluq peluquero uero o e hubiera crdo deasiad dea siadoo e eo o igilar un grao a punto de abrir abrirse. se. Aquí, poco a poc, hice h ice u descu descu mieo: yo eía u u rostro agradabe, uca e había io aí, e eía ás corriene, co ragos que sóo sería para idetifcare».38 idetifcare» .38 A iso iepo ie po que que se descubre indiiduo, hobre diso de os oros pr eraía de irada que poa po a sobre í iso, decubre su rosro, rosro, sig sig de guaridad, y su cuerpo cue rpo coo ugar separado, sigo eria eria de su idii idii ió. Poco a poco se ibera de su anigua anigua enida, aada u ares ares cinales, se dapa a la sociedad so ciedad noreaericaa no reaericaa e eapa ueia. ueia. Tie bree bree a aenura aorosa aor osa con ua u ujer je r qu quee lipia el iuee e e U día, dí a, deja deja su ao si siqui s iquiera era aderirle. aderirle. Franquea oras eapas eapas de u vu vuació ació,, reencuenra a la uje ujerr de la ipieza co quie e caa, conir conir ee así en ciudadao orteaericao. orteaericao. Las úlia líes de la oea so so fcias, fcias, pues aifesan aif esan e descubri descubr iieo ieo de sí io como «y» y, y, ló mee, a cociencia de esar encerrado e u cuerpo separado, que r oeras de a propia identidad; f alee, e del alor de u rosro, e e se cuerpo, coo a pare ás obe pues alí se af ra ieluca ielucabe be en ese e a sigularidad de uno iso. «E «E el pasado esr esrbe be e hobre hobre al fal p erip erip lo l o esaba ezclado ezclado con e agua de gran río, nuca esaba separa separao, o, u vida propa, pero e coneplé coneplé e el espejo espejo y decidí ser libre. La úi ú i aj de esa iberad ha sido a de hacere h acere descubrir que que teía teí a u cuer , Y al que durane duran e cieo úero de años añ os yo debía alienar y esir. esir. Y des s, do terinar». 39 «Me iré e u espe espejo », dice d ice el hore. Aí, e la re 3 8. 39
Naipu, V-S., «Un pami d7uts», is-mo qu tuer, Pars Abín Mchl, 1983, ág 42. d7uts», en is-mo Ibídem, Ib ídem, op ct. g . 68. 49
ROSTOS. Eay antolgco antolgco 1 David Le Brton
aón ue se estabece con su rostro rostro iluinado iluina do de un odo o do nuevo, nuevo, ese cuerpo aduiere una signifcación signifcac ión inédita inédita E sentiiento y experientado experientado de indiv in divi-idualidad, dualida d, aunue aunue aún vago, vago, oreció a aduirir aduir ir un rostro. En nuestras sociedades occidenaes de estructura individuaista, individuaista, a preei nencia nenci a de rostro rostro es cara, alí donde dond e e reconocimient reconocimientoo de uno iso iso o de otro se reaiza a partir partir de a idividuaidad idividuaidad y no de a pertenencia a un grpo o de a posición en e n e seno de un linaje La singularidad de de rostro recuerda a de hobre, bre , es es decir, a de individuo, átomo átomo de lo social, socia l, indivis, conscient consc ientee de sí iso, ao reat reatvo vo de sus eecciones, ue ue se pantea coo «yo» «yo » y ya no ás coo co o «nos «no s otros» otros» La L a disinción individua individua hace del rostro rostro un vaor vaor E rosro ipica ipica el individuo y e individuo, a singuaridad de rostro Uno y otro se sosenen esrechaene Para ue e individuo aduiera senido, socia y cuuraene, hace ta un ugar para disinguro con sufciene erza, un ugar de ser o necesariaene variab variable le en sus desinencias desinencia s para signifcar sin abedades a dierenca entre un hobre y oro Hace ata e cuerpo como arca de ím te de uno so con e mundo exteror y con os otros, e cuerpo coo cer cado, como onera onera de a identida identida Y hace ata e rostro coo erritoro de cuerpo done se nscrbe ns crbe a dsinción ds inción ndivid ndividua ua Desde e principio, e rosro rosro es sentido Nngú espaco de cuerpo es ás apropado que ese para marcar a singuaridad de inviduo y señaara señaara sociamene soci amene «Fuera «Fuera de rosro rosro huano dce d ce Sime, no hay en e uno fra agua que peria a una mutip mutip cida tan ta n grande grande de ras ra s y de panos penerar en una unidad u nidad e sentdo tan absoua absoua» »4 4 Lugar de expresividad expresividad permanene e a dierenca dierenca infnitesia, e rostro es e medo privilegiado privilegiado para dearcar dearc ar a indivduo y traducir su uni uni cidad cid ad Mienra M ienrass ás iportacia e oorga la sociedad soc iedad a a individu ind ividuaidad, aidad, ás crece el vaor vaor de rostro
40.
50
Simel, Georg, « La signifcation esthétique du vsage», op cit . , pág.
138.
D el rostro rostro a la fgura: lass marcas de la fsiognomía la 2.
«Me pregunto si se puede hablar de una mirad vuelta vuelta hacia el stro, stro, pues la mirada es conocimiento, percepción. percepción . Pienso, Piens o, más bien, que el acceso acceso al rost es de entrada ético Cuando usted ve ve una nariz, na riz, unos ojos, una fente, n mentón, y puede describirlos, entonces usted se vuelve hacia e otro como hacia un objeto. ¡La ¡L a mejor manera de de encontrar al otro es la de ni siqiera darse cuenta del color de sus oj oj os!» os !» ANUE LEVINAS, Éica e infnito
m odecir del rostro El modecir
El rostro es sn duda una anamorfosis dl indivduo. Pro no exste nngna p ón idea ara devover a ra y establcr en una gura se y coherent la catograa catograa d una historia o d un orvenir esrado, mn os x caráctr Tod Todoo eso está soant soant sugerdo, en e n transatransa a ac to inquívoo de un caráctr ia, a veces resentdo, ero naccesbe n su ontenido rostro es un e cir, un susuro susuro de a dentdad ersonal , no una aración caractero caracteroógi ógi a nta de toda abgüedad Adeás, qué ás vago que a ocin e carác e r n que se aoy sognomía y a orscoogía. rostro esconde tanto o revea Lo mrevsibe en é redomna deasiado sobre o robab La a se se ogca reazda sobre é se arece un oo a un juego de azar La c e de rostro es de una ronddad aarmante. La evdenca de as co s a alb rga fácmente e mstero mstero Tod Todoo ombre se ruza cotdanamente con c on o s i abe de su ser n e cara a ara con e esejo. r o anto uque e rostro señe se ñe a ndvduo eranece er anece mudo sobre o e ee eserr de se L eb ebidad idad e sus rsos de su ma confo n on n enm en m a varcin ii i i e ee e u roso rvo rvouo uo n a a e res eera e se esee . Co C oo emie o a en 51
como l denc nnesml -que l vez dentc y dsngue l ndv duo, mcndo su snguldd l empo que lo enonc con los oos, e os o h suscdo l encn de clsc sus sgos Se nten j en un gu smple l mulplcdd de sus ms Y como pece hbe un ubdo n logí ene ls mnes de se de los hombes y l esucu e sus ostos e on numeosos los nentos o lgo de l hso de clsc, un poco como en boánc, los dfeenes boes que se enconbn en un mso o so cl, dndo cd témno el eveso de un pscoloí: l nz plc s go e cáce m de menn, oo sgo, ecée El l escon de cd hobe tendí sí en el oso su espco e evelcn
Los tratados de fsiognomía L bo es ntgu Y en l Bbl se encuentn us que sugeen e sse m smo eo que subyn el pego; un movmento enu que egu tod hsto de l sognomí «o l d se econoce hom be, o e speco del oso se econoce l pensdo E tuendo de hombe s de sus denes, su cmn eveln lo que es» (Eclesiástico 19 , 29/30). O un «El cozn del hombe model su oso no hc e ben coo c e ml Sgno de un cozn dchoso es un oso ege» (Ecliástico 1 3, 25/26) No obsnte, en el msmo lbo enconmos l llmd l pudenc: «No l bes un hombe po su buen pesenc n despeces nde po su seco» (Eclesiástico, 1 1 , 2 ) . Ls sognomís husis: nulez, y gnomon: nepecn, conoceno) más sseács ncen en Gec, especlmente p de áos Anes de dm un posulne en su socedd, los pgcos lo someín un exen mnucoso del oso, de ls mnos, del pote y del moveno de su cueo H pces se nees en l sognomí y hce de el un ux de médco en l elbocn de un dgnsco L obsevcn escupulos del oso de en mo y de su complexin por dos vliosos sobe su esdo y sobe s posb lddes de culo o or pe, medcn y sognomí compán po mu cho empo epéucs que n l hombe enero, y no según el modelo seg mendo popo de l medcn moden, que se dedc más ben l gno en rmo. Ls escuels de ces y Pln mbié subodn el eclumeno de sus dscípulos l observcón de sus osos y manes copoles: «que nde enre quí s no es gemera, si es derme su oso o ml proporcondo en sus miemros. Tl es l divis que Plan hace gb en el ene d su scue 52
2.
ROSTRO A L FGU: LS MRCS DE L FSIOGNO 1 Lo trtados defiognomía
Historia de los animals, Aróele eparce en u exo oervacone fog ca. La anaoía comparada del homre y del anmal, epecalmene en lo concerne al roro, e el preexo de una aplcacón al homre de caracerí c propia del anmal. Aróele inca allí un camno que erá haa Lavaer o de lo má aduamene recorrdo por lo fonoma, ane de alcanzar empre el campo de la carcaura dujada. Aí, el upueo Aróele en u Physiognómica (glo II d. C. eñala que «lo ueye on leno y perezoo. Tie a puna de la narz gruea y lo ojo grande: on eno y perezoo lo que en la narz gea y lo ojo grande. Lo leone on magnánmo y enen la a de la narz redonda y aplaada, lo ojo relavaene hundo: on mag o quene enen la mma partculardade en el roro». 1 En ea oa, eonaje de Aróele explca a Alejandro la necedad de poder juzgar el ca cer de la perona por la observacón de u roro para prevenr grande de cones. De ee modo, la fognomía e úl para la degnacón de un mnro eleccón de un amgo. O ben en el mercado como guía en la eleccón jucoa n eclavo al deducr con aencón u carácer a parr de u rago. Aí, nn orprea dee emer el oberao verado en ea cenca. Según el upueto óele, cuerpo y alma eán en reonanca muua y la oervacón de uno enñ n errore acerca de la ora. El exeror e la revelacón del eror. Galeno ( 1 2920 1) dede una perpecva médca, e inerea amén en l ognomía, de la que uiza u dao cruzándolo con lo cuaro po ho co. Con Melampo, Polemón (glo II y Adamanu (g III , l fogno e une con la radcone arológca y qurománca y e acerca a la ad cón. A parr de enonce, do vías dvergene van a marcar la hora de decamieno de la fgura humana: el aordaje nauralia, por un lado, que e el roro a plena luz y razona ore u rma, en uca de una caracero que e le pueda apcar. Y por el oro, una vón eoérca donde oro y po on ecruado como la erea, en uca de ndco de carácer, pero y ore odo, para leer en ello la eñale del deno. tao e Batrusaitis Jurgis Aberrations. Essai sur la légende d fo París, Faaro, 8 pág 10 Para este repeorio histórico además e a consuta e tratados os apoyaos m é e Mare Gise Ls «Fraents» de Lavater et leur place dans l'histoire de la physiomonie 1 986 tesis e a universidad e ordeux; Mourad Youssef La hysioomonie arabe et le Kitab Alrsa de Fakhr al Din al Razi París Librairie Orientaiste Geuthner 99; aroche, Courte y Haroche, auie, Histoire du Visage, XVdébut X París, Rvages, 1 88; Deauay, Pau, «De a physiogooie a a phréoogie, histoire t évouto es éco s octries», Le rs mdia[ º 2-0-3 1 2 1 -28 e juo y4 e agosto e 1 28; Du m, M . «e ucc moai 'u ue cece: la physogooe e Lavater», ce e l recherche en scien ces ale º 5 4 , 1984. 53
ROSTROS. Eay antpolc 1 David Le Breton
Las sonomías áraes omentan más tare a herena reoatn ro ponen sus roas nterretaones én omarten on a mea e a que anan e ansto A-R omena su· Kitab Al-Firsa (109) on una noan a Aá una enumeran e o que a sus ojos otora a na e a sonomía Reurre a a autora e Corán, a Sunna a ran Cta sura tes paaras e Profeta, uano se trata e a ran propone tres onsera ones que resumen en a tarea sona ta omo se esarroará or ar o tempo: « 1 ) E homre es un ser soa or naturaea y no puee etar me arse on sus semejantes; ero e ma est eteno entre os homres. S este arte puee haernos onoer e arter e as ersonas, tanto o ueno omo o mao, a entaja ue mará será enome ) Los omaores neren e as uaaes ses en os aaos asnos otros anmaes que desean omar sus cuaaes nternas uenas o maas S semejante es áa uano se trata e es tas, sean oméstas o saajes o e aes on más ran o es uano se trata de homre 3) Los prnpos e esta ena se sustentan en a cena natura y sus desarroos están asaos en a eerena Está a msmo ne que a me dna de o que se entene que toa ríta ra ontra a sonomía será contra a edcna» 2 Aemás e a mena, a sonomía árabe hae tamén u aorte a trbuna cuano se trata e nestgar a paterndad o de atrur re ponadades a o sospehosos Tamén es un are e eauacón que erm te juzgar on una rada as apaaes e un eao o a attude sexuaes de a muje re, omo tamén guar a een de o onsejero de sután Ser ía guamente a os etraos ara onoerse mejor a sí msos Despué de un rodeo por Orente erto número e tratado reresan para nur en e occente medea, espeamente e Secretum secretorum, una er n abreviada e a obra samente atrua a Arsttee o a Poemn En a Eda Meda y en e Renamento, as sonomías se aatan a una sn un tara del undo Ya no so se trata e reaonar os rasgos e un rostro e en tcar un carácter, sno aemás e estaeer as orresponencas e uerpo y de rotro con os atos de entorno se e nse Una mena e mar as istntas nsra una sonomía e maras stntas en a que naa se deja a azar pues too es prosn e snos raos a a saaa e os n caos El uerpo es e atueno e snos e ama a supere e as osas, una simpe traucn matera e nteror La astroogía, a Káaa, a quro mana, nuyen en esos trataos que se nspran unos a otros y a ees se re ten sn nueo apores E hore está nudo en e cosos, su rostro está 2.
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Al-Fira, Kitab, (El libro de la siognoía) está traducido ntegramente ancés en la obra de Mourad, Youssef op cit.
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ROSTO A L FGU: LS RCS DE L ISIGNOM 1 Los tratados defsioomía
rs onancia con el lnguaje supuesto de las strellas. La carne dl hombre y la l undo no xperimentan ninguna separación y s inscribn n la trama d ncesidad mutua. El curpo todavía no es una realidad separada dl mun , los hombrs y dl hombre en sí, a quien l presta su rostro. 3 Como subra Youss Mourad, «En la antigüdad y n la Edad Mdia, sos cuatro perso qu a menudo no ran más qu uno, el médico, el fsiognomista, l astró y l mago, jugaron un papel social prpondrant: eran rsptados por to , ncluso por los rys».4 r supusto qu sas rmas d adivinacón no smpr son unánims. La I no tin hacia las una mirada vorabl. Hombrs como Albrt l Grand ( 1 19 1280) s oponn a la inuncia d la astrología y dstacan a cambo la im ncia d la fsiognomía n tanto qu dtrminción dl cráctr. Robrt Ba 1 2 1 129 mustra una posición idéntica n los comntarios qu comn su traducción d Secretum Secretorum, l obra apócri Aristótls. El Rablais, n su Tercer libro ( 1 56) s burla copiosant l fsiogno, l mtoscopía (qu siguindo l modlo d la quiromancia, consistí n lr línas d l nte los linamintos d la xistncia dl indviuo) y to ri d métodos adivinatorios. n 1 5 , aparc De occulta philosophia d Cornlius Agrpa, uno los grn tos kabalístcos dl Rnaciminto. A lo largo l sglo, s sucn otros nuss tratados. Acompñan l crciminto aún dscrto dl indviualsmo y son ntmporános dl lorciminto d los rtratos. Pro los fsiognomistas to, con rspcto al rtrato, una actitud invrsa a la d los pntors. Cononta l mistrio qu implica la sigularidad de cada idividuo, n l ocaso e sos más bin comunitarias y rurals, éstos se concntran n rconstruir la nca infnitsimal qu distingue a un hombr d otro. Acptn lo nasibl d stncia de la qu son conscients qu no puden fjar má qu un rljo guo. Por l contrario, los fsiognomistas huyen ant la comljiad infnita uno y la ivrsdad d rostros que s djan vr, y clsifcan las sinlarida jo rúbricas gnrals. D cito modo, rtoman los macos socals de las s comundads, n las qu el hombr s colocaba n un ctgorí ligada su nción socil. El atista pinta al individuo n busca d libt, y por lo , un sola rltiva. Los fsiognomistas tratan catgorís gnras, ya ts a ls clss socials sino a class d cractrs. Continún suborio lo su l nral, como n la socidads comunitaris. 3. Cf Le Breton David, Antpologe du corps et odernité op. cit. [En espol: Antropoloa del eo y odernidad op. cit] 4 Mourad, Youssef, op. cit, pág. 30.
ROSTROS Eayo antpolgc 1 Dav Le Breton
n 1 86, aparece De humana physiognomonica de Porta, destinada a una larga posteridad. sta exhaustiva obra, que meca las fsiognomías griegas y árabes privlegiando as tradiciones populares, reposa en la analogía microcosmosmacrocosmos. Se inspira sobre todo en la comparación con el anima y hace del carácter una naturaea plasmada en los rasgos del rostro y del cuerpo, al igua que los comportamientos humanos. Nada se deja ibrao a aar de os volúme nes o traos iseminados en la superfcie de la pie. ncuso los lunares suscitan centaros erudtos. Porta rechaa las inluencias astrales, pero se basa en una anaogía entre los rasgos del animal y los del hombre para inerir e ello una ca racteroogía singular en la cual a Platón se lo compara con el perro, con Sócrates con el ciervo La semejanza con el animal confere al hombre los rasgos psicológicos que se le atribuyen l hombre con cabea de orro será astuto, etcéte ra Bajo la pluma de Porta, la fsiognomía se eve una semiótica de las apariencias sensibles y ya no es una superfcie de proyección para eibir una conjetura astrológica Busca el valor semiológico de las características corporales cuya distribución se relaciona con los rasgos duraderos del carácter. n su obra, es tudia prondamente la morología del cráneo. En Cours de phrénologie (1836), Broussais evoca además una apicación judicial de las teorías e Porta a reatar e ejemplo de Marqués Mascardi, secretario e stado en a Justicia del reno de Náoles en 1 778 y 1 782 A este hombre le incumbía la pesada tarea de admi nistrar e derecho de gracia Cuando un acusado era condenado sin haber consao, lo hacía ir a su consultorio y observaba su rostro, palpaba su cráneo. Según os resultados de su examen, mantenía la pena de muerte si consideraba a hombre cupable e inepto para enmendarse A la inversa, e otorgaba la gracia si estimaba al hombre susceptible de mejorar su conducta o bien si el crimen, lejos de estar inscripto en los rasgos de su rostro y en el relieve de su cráneo, era el procto contingente de las circunstancias y no de una predisposición tal.5 uso social e las fsiognomías ocasiona a veces peligrosas consecuencias para la existencia de aquelos a quienes se aplican ntre los sgos X y XIII, el interés por fjar los marcos e la experiencia coectiva, que se va sometiendo entamente a la erosión del indiviuaismo naciente, se prondia en la cultura erudita, y por lo tanto, se impone su uso en las clases prvegiadas. l margen de libertad se ha ampliado conserabemen te y nuevos cultos se eseran por inscribir el movimiento complejo e mun o entro de una oraniación previsibe Hemos evocao antes e creciiento so el inividualiso y su coroario, a puesta en evenca el cuerpo como sino material de a persona y smboo e a escisin entre los invuos. 5 Cf. Lanteri-Laua, Georges Hisoire de l phréologie, París PUF 1970 á . 24
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D ROSTO A L FIGU: LS RCS DE L FISIOGNOM 1 Los trtados efsiogomía
cuerpo se vuelve «ctor de individuación», signo de a dierencia person, y no un elemento de unión del hombre con los otros y con e mundo Hay que r aizar las etiquetas de sus casifcaciones, codifcar los contactos sicos y la ción con las dierentes materias surgidas de a vda orgánica.6 Las discipis pretenden optimizar a efcacia práctica de os lugares donde se trabaja, don se cura o donde se educa, a tiempo que se conroa a existencia de los acto s. Durante e sigo XV, e cuerpo deja de ser a condensación del mundo, el a de augurios astroógicos. Se vueve un ensambaje de órganos indepe ntes de cuaquier otra inuencia. Para Descares, «e universo es una máqui onde no hay nada que considerar más aá de las fguras o los movimientos sus partes». En cuanto a cuerpo, escrie en sus Medtcones: «Consideraba, ero, que tenía una cara, manos, brazos y toda esta mquina compuesta de sos y carne, como se ve en un cadáver, a cua designaba con e nombre de rpo» . Los tratados de fsiognomía aboran e mismo cambio y abandonan esrelas para consagrarse con ervor a a psicoogía. interés por identifcar a otro con a misma precisión, puesto que ya no e cible de su posición social sino inividuo antes que miembro de un grupo, quietud por reducir a pate de iserio que encarna, la rcionadad tran iadora que quisiera hacer de cuerpo humano un ana reejo de o que es obr «interior», taes son las razones que evan a redescubrimiento de la cin fsiognomista. Ürt de conntre les hommes (153) de Cureau de la bre, marca un primer intento, sin duda poco eiz, de distanciarse de as traioes ocutas precedentes. Para Cureau, el cuerpo es un lenguaje natura que e descirar quien posee su hermenéutica, una especie de teatro donde actúa iaéctica de lo maniesto y de o oculto. Pero «Coureau piensa las reaciones e ama y el cuerpo en términos de órganos y nciones dice F Azouvi, y ese principio va a basarse su fsiognomía». Fie a la estética del siglo XVI, usca de a moderación, del equiibrio justo, Cureau hace de la mesura, de la emplanza, el ideal de su fsiognomía. En otros términos, erige su visión del no y su situación social y cultural como la norma ideal para evauar al con o de os hombres. En su conerencia del 28 de marzo de 171 sobre Lafsiog í del hombre en sus relaciones con la de los anmales, Charles Le Brun reto puesta en reación de os rasgos de os animaes y os del rostro del hom 6 7
Cf. El as Nobet La civilisation des murs, op. cit Cí Fouc ault Miche Sueiller et punir Gaimad 1 9 75 [En españo: co, Siglo XI, 1 976] .
Vigilary ctiga M-
8 . Azouvi, Fan�ois «Remaques su queques traités de physiognomoie» Les études philosohq ues nº 4 1978 Véase tabién Riese Walter La théore es assons a la lumire de la pen se méicale u XI/ sile BleNew Yrk Karger 1965. 57
ROS TOS. Eayo antpolgco 1 David L Breton
bre Muchos de sus dibujos muestran fsiognomías humanas ertemente infl tradas de rmas animales. De ese modo, se suceden retratos de hombrecame llo, hombrebúho, hombreáguia, hombreleón. Unos y otros, a través de la se mejanza que marca sus rasgos, manifestan supuestamente el pretendido carác ter de esos animales. Además, el autor atribuye a éstos características humanas: un cabalo y un león también están presentados con ojos de hombre9 El siglo XVIII es más desconfado con respecto a la fsiognomía Buon, por ejemplo, discute os ndamentos: «La rma e la nariz, de la boca, y de otros rasgos escribe no hace a la rma del alma o a lo natural de una persona más que e grosor de sus miembros a su pensamiento . . . ». La Enciclopedia adopta una actitud crítica que no deja de evocar la de Montaigne sobre e mismo tema El redactor de artículo sobre a fsiognomía escribe que ésta «es a expresión del carácter, es también la del temperamento. Pero nunca se debe juzgar por la f siognomía Hay tantos rasgos mezclados en e rostro, además de la compostura de os ombres, que eso puede conndir; sin habar de los accidentes que des fguran os rasgos naturaes y que impiden que e ama se manifeste Se podría conjeturar mejor sobre el carácter de los homres por la simpatía acia ciertas fguras que responden a sus pasiones, pero tamién abría equivocaciones» . A invertir e principio de a fsionoía, esa ia ase anticia además, curio samente, a prueba e Szondi. 10 Pero sobre too, acentúa ese ovmiento de reveación que quea suspendio en un rosro. ntre 1 775 y 1778 avater puica Physogomische Fragmnte, traducido a ancés en La Haa entre 1 78 1 1803 ueo en París entre 1806 y 180 en diez voúmenes, por iniciativa de Moreau de la Sarte. a obra es un compendio e a materia. Marca pronaene, incluso a través e poémicas, buena parte de sio XX. Lavaer nació en Zúrich en 1 74 1 e astor, poea, ensaysta y miembro e Consisorio de esa ciuda. Gote coaoró estrecamente en esa suma, incuso reactó, seún avater, nas pares. éio de a obra es considerabe. Pequeñas obras de vugarización u unias contribuen a su proyección: Le lavatr portat ou précis d lrt de connatr ls hommes par les traits de leur visag (1808) L Lavater des dams ou Irt d connatr ls fmmes sur leur physiognomoni ( 1 8 1 5) A fnes de sio XIII una visita a avater, condimentaa 9 10
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Acerca e la siognoma animal, remitimos a la ora ya citaa e Jrgis Baltrusitis. Leopol Szoni, inventó na prea qe propone n análisis de las estrctras más poerosas e la ientia inivial, a partir e la elección scesiva e tografas e rostros en na atería e carenta y ocho opciones posiles La elección el rostro «más simpático» y el «más antipático», repetia cierto número e veces, elimita en negativo el rostro interior, e algna manera, el actor e se presta a esa preba proectiva Cf. Soni, Leopol, ignostic expérimntl s pulsin, País, PUF 1 9 5 2 .
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RTRO L FGURA: MRCS DE L ISIOGNO1
1 Los trados de fsiognomía
n una consulta fsiognómica con el maestro, es el pasaje obligado de todo via r que pasa por Suiza Lavater inluye prondamente en muchos de sus conporáneos y en su posteridad: L S Mercier, Nodier, Eugne Sue, Grandvie, étera. Gerorge Sand es una adepta a Lavater En la séptima de sus Cartas de un viajero, ella escribe: «Estoy convencida, por mi parte, que ese sistema es bue que Lavater debe ser un fsiognmista casi inlible Pero pienso que un lir, por excelente que sea, no puede ser una correcta iniciación a los misterios a ciencia. Sería deseable que Lavater haya rmad discípulos dignos de él y la fsiognmía, tl cmo él logra ominarla, pueda ser enseñada y transmi como a enolgía» alzac descubre a Lavater en los años veinte, en una épca en que la obra éte ya está muy dindida, especialmente ls resúmenes de dlgacn En 1820 se reedita, bajo la égida de un médico, Maygrier, el Lavater cncebido por reau de la Sarthe en 807, con seiscents grabados que iustran el texto Bal cmpra los iez vlúmenes en 822 y encuentra en ellos una materia pri asi inagotable para elaborar la fsiognomía de sus personajes Una reserva l de rstrs, sino de datos anatmicos, análisis detallados de cracteres y nes «Los análisis lavaterianos dice A Priult son extremadamente ri , lejs de tratar únicamente sobre la rma del rostro, el color de los ojos y ntacin el cabello, establecen también entre sentimientos, pasiones y , relaciones que el autor de las palabras de Alan no se negaría a aceptar verdaderas» 1 1 Tdas las fguras de Balzac son vgrss estudios de ca r, son de entrada un mapa de identidad mral sbre el que brda el rela n ejemplo extraíd de Ursule Mirouet la descripción del personaje de Mi tLevrault: «Si usted reúne tdas las condicines de la mula, obtiene a Lah que, en ecto, es importante Allí donde la rma domina, el sentimien aparece El director de correo, prueba viviente de este axioma, prsentaba esas fsnomías en que el pensadr dicimente percibe la huela de un j a vilenta encarnacin que produce un brutal desarroll e la car n e . . »; la de Goupi: «Su rostro parecía ( ) pertenecer a un jrbad cuya jo tuvera adentro na singularidad de ese rstro ad plid cnfr extenca de esa invisble gibsidad Encrvaa y retrcda c la de s r bas, la nariz se dirigía de derecha a izquerda, en lugar de divdir 1 1.
rio t A alzac avat La Coéie huaie ( 1 8 1 8- 1 829), Pars Jove et Cie 19 36, págs 207 Y sqq M Bardche anque reconoce la in uencia de Lavater en Bazac bsca m inimizar su c ance cf. Bardche M , Balzac roacir, Pon 1 940, pág 554 y sqq . Véase iguamente Bal de sp erger Fernand « Les théores de Lavater dans a lttérature aaise» Étds d'istories li ttérairs, 2• serie ars Hachette 110 Vanier Bernad iscriptio d corps: por séioloi du portrait balaci, arís Kek 1972 59
ROSTROS. Eayo antpolgc 1 David L Breton
exctmente e rostro . . . Ese conjuno de cosas siniestrs est dominado por dos oj os de cr, con s pupis ordeds de mrio, vez scivos y cobrdes . . . ». Ls noves de Blzc son drms y nuncidos por los rostros de sus protgoniss Éstos, en ecto, no son más que un rostro despegdo jo otr rm en e trnscurso de s peripecis que rontn L fsiognoí dquere hoy un nueva notoriedd, especiente en e ámito de morpsicoogí y jo égid de L. Corn. En s irerís son numeross s ors de digción que proponen «cves» o «secretos revedos» de rostro Pero oopsicoogí y no se imi únicente cpo de l curiosid, sno que iee un enorme éxio, unque enudo se criicad por os psicóogos, coo éodo socido recutmiento de ejecutvos en s epress Heos evocdo gunos oentos de rg histori de fsiognoí cuy trdicón nunc se h desentido o rgo de iepo Por supuesto, nuesro interés no er hcer un reseñ precis de es hisori, sino soente dr guns reerecs pr evidencir cotinuid de un pensieto que se reoderse según os iginrios de os escios soces dode se esrro, mnenedo vez, con u especie de frez rnqui, su preesió de eucidr s verddes de rostro huno. n s siguees págns, nuesro propósio es consruir un ntropoogí de fsiogoí, es decir, copreer signifcción de ese recurso nzr os denos en os cues se po, os imgnrios de hore de su rostro co os que ure su derroero. La mpresón fsiognómica
En sus Ensayos, Montigne cuent cómo un dí, en un período de guerr, pero confndo en un regu nuncid entre os ejércitos enentdos, emprende un vije que ermin m. En medio de un espeso osque, un inspección de soddos enmcrdos o despoj de todo o que posee Los soddos deiern sore suerte que e esper. Por un momento, Montigne teme por su vid, cundo de ronto ve jee de grupo vover hci é y resituire totidd de sus ienes. C io inesperado de situación «El más isie que se desenscró y que me decró su nomre, insistió vrias veces en que yo deí mi ierd i sente, nquez y frmez de mis prs, s cues me h cín indigno de semejnte desventur . » En otr ocsión, cundo un nd está puno de squer su cs, e e renunci tamién migrosmente su roeco: «Psdo e cso, reió ecueteente (ues nd teí deuncrse) que mi semte nuez e rrcron rici e o ». Y 60
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ROSTO A L FGU: LS RCS DE SIGNOMl 1 La mpón jognómca
igne evoc ors situciones donde puede vnglorirse de su fsonomí. i rostro por mí no respondir; si no se leyer en mis ojos y en mi voz l is intencions, no hubier vivido an lrgo tiempo sin querell y sin oens, s indiscr liberd de decirlo todo erts y derechs, cunto mi s slt, y el juzgr temrrimente de ls coss». mbrgo, Monigne no s ingnuo, no es un depto los fsiognomis t as , ese ecto, voc Sócres, cuys culiddes de espíritu se relejn tn su eo rosro. Pro, «hy fsonomís que inspirn conf nz; sí, en me un mulitud d nemigos vicoriosos, elgiréis l puno enre hombres cidos uno más bin qu otro quien enrgros fr vuesr vid, y o n por l cosidrción d su bellz». Y Monign, u poco ind ciso, nocindo bin ls mbigüdds dl rostro, no pu si rgo pr rimr snsción qu ést l trnsmit. «L cr es éil rub bo ro mrc, sin brgo, lgun consirción». 12 L cr s éil pb de bond», ic Monig, pro or robbl mo inuccin l inrcbio tr los cors. El rosro l oro suscit iprsi l qu o sir s ácil dshcrs. U moviio d d soz, un curiosid, un tor, vces u impulso, nc l rimr irsi», qull qu, sgú l vijo gio, s icil o D culquir rsr n un rsonci civ, ssil ds l ri r qu rorcin u spci d oricin r los ircmios rs. Es « imrsió» s mnuo un crislizció cisiv l qu l sci l vr su rinci. Acú modo d jusifcción qu s rnd l l fcci osrvd. Todo conco socil sá jo l inuci e ese lo de snsibilid qu s origin en l procción l rosro. Allí s n ntrd ls rrncis ls xclusions. G. Simml in rzón l cir que rcis su fgur, un hombre y es comprndido por sus cos. L fgur, r como órgno d exrsión, s d nurlz omlemn tóri r cirlo sí; no cú como el ie, l mno, como el cuerpo enro, no es r l ciu inerior o prácic de un hombre; s limi hblr d é».13 o uevo ncuenro esá precedido de ese juicio mordz cerc del oro, que 1 2 . o taige, Essis, Lve I, Garnier Flamion, pgs. 2 6 y sqq. [En españo: Edició digi
tal basada e la de Esyos de Motaie seidos de tod sus rts ooids hst e í Libro III, Cap XII, París, Casa Editoril Garnier Heranos, 1 9 1 2, 2° vol Locaizció: Biblioteca de Magisterio de la iversidad de icte, sig ED FA 1 0 1 00 Traducció de Constati o Román y Salaero, e La biblioteca vrtual de espñol, Bibioteca Virtual Miguel de Cervates, e http//wcervantesvirtuacom/ichaObraht?Ref= 1 8 4 ] 1 3. Siel, G, «Essai sur a socioogie es sens», Épstéologe e tsocoloe, Pís, PU, 1 9 1 , pág 228.
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ROST. Eayo antpolco 1 Daid Le Breto
vlú sgún l smblnt. Es «imprsión fsiognómic» s mplimnt comprtio y sirv pntll pr ls rlcions socies. S trt una suprfci proycción n on al imginrio l otro no le rsult iícil ncontrr ntra un rzón pr sostnr un atrcción o un rchzo. Ese hio imginrio qu un l mir un rostro ncuntr ácilmnt n l iálogo l confrmción lo inuio l inicio. Lvtr obsrv, con rzón, qu l
14.
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Lo, Fraoise, Rcard, Philippe, Sagesses su corps. La santé et la maladie dans les proverbes anfais, París, Maisoneuve et Larose 1978.
:. DE ROSTRO ROSTR O A L FIG FIG U : C DE A FISIG FISIGNOM NOM
1 La mpresó mpresó fiognmca
os» ; «miraa « miraa perida, manos hábe hábes» s»;; «ojos reonos, n e bueno»; os»; respingaa, astucia ale alejj ada»; ada» ; «coa «c oa nariz, cara ura» ura»,, «nriz « nriz encorvada, z respingaa, grraa»;; « nariz puntigua, puntigua, lengua agua agua» » Un tenencia tal ace de grraa» concluyee inmeia inm eia- lo gía una nturaleza. De la observación el órgano, se concluy crcte rística moral mo ral propia el iniviuo in iviuo De un proverbio proverbio a otro nte un crcterística res responencis ponencis se establecen de de un moo csi cpricoso unieno l sínsín umor umor E l lazo entre u n rasgo del rostro y l pscología puee ndarse oposición : «rs « rstro tro ulce, corzón corzón mrgo» mrgo» ; «cr e cordero, principio e oposición: grane, cerebro cerebro estr estrecho»; echo»; «cbez que se grana, grana, in lobo» ; «cabez grane, c c que que se chc» ; «o « ojos jo s pequeños ven ven e le le os oos o os grnes ven ven e cerpequeños lbios, grnes besos» pequeños beso s» Por el el conrro l nrenci nrenci e lo estblecerse sobre l observcón obse rvcón empírc y nombrr l lo morl puee estblecerse , , pero e un moo mo o inespero que s prst l sonrs sonr s y i más má s e prece: «l cbez trbaj trbaj a más que los brzos»; «l cbz llv los pes»; pes» ; rros hombr hombr ormio» ; «nrz «n rz usu usu ombr ombr cupo» cupo»;; «rojo en z vino e e l estómgo» estómgo» A vcs vcs l crrs c rrson on vn vn l prop prop rouce soncs so ncs entr ls plbrs Co Co l prtx prtxo o u smu s mu s e sco y lo morl mo rl moo cos ns pr cr l sur s ngros vn vn l l purgorio o o os grss l príso o o os blcos cilo» T pue poyr poyrse se en un u n prncpo comrcn er ombr omb rss y n o lno lno crbro crbro fno»; fno» ; «cr « cr orro orro grr grrss lobo»; lobo» ; «oos «o os bln bln prro» ; o rlconn rlconno o los los órgos tr sí sí « bun nrz bu cos, e prro»; r» r»;; «boc bert rs nc» nc» L vsón vsón l ombr ombr qu sí s bu bu rsón rsón e un muno f nto, cuyos cuyos mos sán sán srbuos srbuos mm m m sn s n los invuos y su sur r mnuo cmo obsrv obs rvnn F sc onfz voun voun mzr m zr los los Loux y P Rcr, un espece sconfz l sno, xg un compns rgor S u nvuo musr morl su sco no n o sá l lur lur s sur sur vrs vrs s c morl s u bz m p uta l sc con un c r sn sn pr p r lgun ll «b « bo o m m » » ; « s s qun bo r bllo» L lst srí lrg lrg O O smn l fsognomí ru spns rvés rvés s ro q q s spns s ncó prjuzg prjuzgrr l or pr l sp s rsro o l su z z Ar rmr rmr u Ar spués spués r x d c u sión. N s uz l r nr r rovrb rovrb q rs su d e e t s x srn un u rvs us u s r r m s vs vs s n m m ss s s s r ,
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Le Bton ROSTOS. ROSTOS . Eayo antopolgc 1 Davd Le
des. des. S nción social soc ial es dar marcos marcos de reerencia reerencia,, princi princ ipos de explicación cyos límies nadie ignora. Conribyen Conribyen a jalonar la coherencia del mndo y la de la vda de hombre. ho mbre. Más nsdosa nsd osa es sn dda la lerara lerara de dilgacón dilgacón que propone propone al pebo de las camiñas y de as cidades c idades el so de versiones vlgriza vlgrizadas das de ls fsogfs ognomís erudas. A parir del sgo XVII, los vendedoes ambulanes de la Biboeca boe ca azu de roy royes, es, na de as enes ene s más acias acias de cra cra popla del nore de Lo (Qimper (Q imper en e n breón y oose oose en provenz provenz son s on oros or os gres gres de mesón mesón y dsribción de esas complaciones) d nden eqeños cuadernos bos, obras anónimas de los obreros de impena y de ógras s ódenes de n ibrero ibrero o deño de na na imprena. Es n abajo abajo de comcón o de regso de adciones campesnas c ampesnas.. Esas recopilaciones resas a menor coo legn a odos los regsros de a vid coidna suscebes de ineresar na na adencia pobre y esencialmene esenc ialmene rral rral (cenos, (cenos , amanques, obra obrass pado sas, asrología, medcn med cna, a, obra obrass práccas). práccas ). V Vg garzan, arzan, par s uso uso en la capcapña, conocm c onocm enos erdos qe en oros emos gozaon de los vor vores es de úblco lerado. Leídas Le ídas en oz ala en veladas veladas noc no crnas rnas por eberinos eberinos qe sabían hcero, esas obras ob ras se comenaban c omenaban ego y se ononaban ononaban con exe exeenencias de os oyenes oyenes y con los lo s saberes radcones. radco nes. gnas de ess recoiaco nes exponen exponen fsiognomías fsiogno mías inspradas inspr adas en Pora, en as qe os rasgos ísicos ísicos se oo nen ne n groseramene groseramene en relación on on ls craceríscas mo raes ses sesas as de quequenes los reve revean. an. El Almanach des bergers, por po r eje ejepo, po, eoa con ases pidaias da ias la eoría de los hmores hmo res inspida en Hi H ipócrae póc raess y ex exae ae de ella un sicoogía donde as calidades y los colores colores de los cabelos cabelos o de los oj oj os, l r m de a narz, os denes, la boca, son descrpos descrpos no a no como seña se ñales les inalbles de una predsposicó predspos icónn moral: mor al: «Aqelos «Aqelos qe enen el rosro peqeño y coro y el cello delgado, y la nariz delgada, larga y agda signifcan personas de gran corazón, coraz ón, inqieas i nqieas y riseñas ambién, ambién, la l a nariz nari z lag lag y aa aa por po r naranaraleza signifca proeza y adacia y n ser emprendedor. La nariz curva qe descende hasa el labo sperior sgnifa persona maciosa, macios a, qe dea deada, da, deseal y ena ena de na gran ljr ljria ia . . . Además, Además, persona per sona qe qe iene rosro ojo ojo y oj os lagañosos y ambién dienes amari amar ilos es persona poco po co lel y racionera de aleno hediondo. hediondo . También, También, person pe rsonaa qe tiene largo y delgado celo celo es crel y sin pepe dad, moesa y descerebrada. Persona qe iene e cello cor co ro esá esá llena de ade y engaño, y de oda madad y dececón y malicia y no se debe debe confar conf ar en ab so soo o en al al ersona» 1 5 15.
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Almanach des bergers in Robert Mandrou De l culture populire en France ux XI et XI sic. La Bibliothque bleue de Troyes, París Sto, 1973 [N de T.]: En fancés antig-
ss? OST O A L FGU: FG U: C DE DE L OG OGNO NOMI MI 1 ¿ Ua ceca e s ss? , . DEL ROSTO
« imprsi sión ón fsiognó fsio gnómca» mca» d la qu Lavar, Lavar, no sin razón, razó n, compruC n sa «impr b a que orina el ono d las rlacions con los oros al ndar nda r n la visión dl ro as prerncias y las xclusions, s raa de sismaizar las inuicions ransparncia inror d cada hombr qud afrmada gracas a la p a ra u la ransparncia fso nomía. a. Una U na obsrvación rigurosa rigurosa db d b comparar los rasras to aía d su fsonomí par a rconsruir fnalmn con llos ll os un sisma go d e alma y los del rosro para mor al. «¿S « ¿Sría ría an malo, m pr mp l a ab d lys qu anudn lo sico a lo moral. Lavar, r, nsñ n sñar ar a los hombr h ombrs s a juzgar ya no oscuramn, u proclama Lava inuición grosra, rróna y consa, por i n o n un poco d luz. Susiuir una inuición ta m ás dlcada, más jusa y más sclarcida sclarcida?» ?».. 1616 16 16 s a lusón d un conrol dj aría lugar lugar alguno a la improvisacón, improvisacón, a la nasa; y no habría con qu dj t a c t d e moción moció n a moción como com o n un inrcambio inrcambio n la vida ordinara, sino baj o la égida d la razón raz ón la relación con l oro or o dpurándola dpurándola d odo el i b r baj sp s p l e m eno inconrolabl. rostros? ¿Un encia de los rostros?
La sgnomía sgno mía s un méodo méodo smiológco, smiológc o, s ddca a drminar ciero núm o de aicularidads dl rosro humano, a los qu ransrma ransrma n « dicos» 1 7 y l a c in a con con una una sri d dsposicions d sposicions psicológicas. Una conslación conslación d sig s u dra curpo a un u n indivi in dividuo duo dfniría dfnir ía una srucura d carácr qu l S raa d nar l vacío nre nr e la sñalización d sí s í qu hac l ac ac s ía pia. S t as a su rosro y la imprsión imprsió n qu da a oro a ravés ravés d sus cividads cividad s s y dl silo d su vida coidiana. coid iana. El rostro parc ncarnar la vrdad dl c on l mundo Las La s f f sj , sr l lugr más ínimo y xpresivo de su rlación con n ogna ogna « Culx Culx qui ont le visag visag pt t t cout t qui ont /e /e col, col, e t le nez ge gesl sl, , lng t délié sint prsonn de mou!t gan cueu hastiv t iuse. tm l nz long t hult pa ignee pueue t hadiemnt et es ntnu L nez bague bague qui q ui dscnt jusqus jusqus ature sign a la vr de dssus signe personne malicieus, décante, dsloyal t d moult grande lure plin e. tm pesonne qu a l visaig o et ls us chsieu t aussi l dt jaun st perso nn e peu loyal t taiste a puante aline. tm sonn qui a long col et le st cull t san sa n piié hastive et escevelé. Pso Pson n qui q ui a l col cout st plain deaud t d barat t de e alvaistié et décton et peonn» .. e t d malice t n n s dot on nullemn null emntt f n telle telle peonn» 1 6 · n piquaía los iagnóscos s e esecen esecen a myor myor e e las veces ese los pmeos mnut d a enevisa A especo yln consecuencias: «¿Se «¿S e yln B pla rea rea plena e consecuencias: taa e iaósicos o e ajeivs ajeivs que ccan cca n la mresón que pouce u eemo en su psquara?» a? » en ulnk Bors (e) e is isa ae: e: s et cnsens Pís Pís E, 988 pá 7 1 7· Cf Gin zbug ao «Sines aces e ises. Racines dun padie e !'indice» e Dat n° 6, l 980. .
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ROSTOS Ea antolco 1 Davd Bton
siognomías etra e él, hce como si el rostro era la sítesis del alma, u a fórmula psicológica que la vida desplegaría luego en toda su evergadura. U ivetario sistemático de sigos sicos remite metódicamete a ua suma de categorías morales preestablecidas.18 Los siognomisas hac d rostro u pa limpseso a descrar y o quiere aceptr idea de que e rostro puede o sig icar. Y como esas sigicacioes es prece demasiado abiuas, cosru yn sisems boriosos que eimi e rosro par cosirr sóo la seri de sus compoees: ua ee aosa o acha, labios deos o crosos, riz putiud o redoda, etc. U hombre exterior exteri or reve d r u poco c sa, como u egativo, a u hombre iterir. Los sigomisas quier stabecer u carorf rcis de os rsos que ue la cormació de rosro co e caráer e r. «La sio mía -dice claramet claramet Laver- es cieci e coocimi l reació que que ue xrior co irior, surci isib c o cubre de ivisib. E u coceció sr sr s i s s s rss rsr, y pr sio ii s rss rs y sus sii cis ... Aue u ir isi rouc xrir d u br ju bi s cr r r s s s si si mis; es citíc c s r y x r is s rss y sis obsrs; siois siois s s u u isccir t o cu rs xsi s icis dcir ss cuss y r s rs irs sus isis xis».9 D r s cr L. Cr sic (rio u o ce s rsir c s s ij si) u s cc xio s s rci jcuis s rss d c cii s ris r s rss r 18
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En un texto recente, F Dagone celebra una «antropología decididamene sica» e ntenta rehabilitar la fsiognomía de Lavaer: «Nuesro cuerpo no puede ituarse y encerrarse en las pro ndidades de a crne, se mtrará en su superfce Intentaremos descubrir en él las marcas de ndvidualidad, estgmas, ccatrices, arrugas, en resumen, una multitud de sgnos, por ora parte, menos sico que psíqucos. El hobre exterior casi cutáneo y gesual nos propone un texto decado, viable y basante protere, realente dicil de descar Tal es justaen te nuestro rogra, aprender a leerlo» Según Dagonet «Má mportante que impugn ar a Lavater, es prolongarlo y superarlo» �l mismo observa la nguardad de tal proyecto «Tan retrórao que se lo creía erimido», pero no puede evitar ceder al postvmo biológico l hombre no era nada más que su cuerpo cue rpo o ás exactaene, lo que algunos alguno s pretenden hace r decr a u cuerpo Cf Dagone, Fac, surfaces et iterfaces Pars Vrn 92 pá 9-3 Lavaer, J G, La physigmie et rt de catre les hmms dprs les traits de leur hysi'e , omie leurs rapprts aec les diers aimaux leurs pechats etc. Laussane e e 'e 979 .
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D RSTRO A L GU: G U: LS RCS DE L FIIOGN FIIOGNOM OM 1 Tparcón l stro
1 a o s rasgos del del carácter, en tanto qe qe ciencia ndada nd ada en la percepción ip ero también en na percepción constantemen constantemente te sostenisosteni s u de dichas rmas, pero di recta de los alores alores dinámicos del hombre interior. interior. [Es] [Es ] d a na intición dir par a estdiar estdiar a los hombres, hombres, descbrir s diversidad, despertar nesu edio para
la s almas qe éstos ést os ree reelan» lan».2º .2º erés por los rostros y las Tp aición del rostro
U constante de las fsiognomías consiste en l diisión tripartita de rost ro, reprodce a s vez la división del cerpo hmno en prtes qe opea caracter caracterología: ología: la cabeza encarna la intelig inteligencia; encia; e pecho (el corazón) corazón) , J a bilidad; y el ientr ientre, e, lo l o instinti instintio o,, l a ital italidad, idad, l a actiidad actiidad.. L a misma jej eente es el e l lgar lgar de l proyección, proyección, de la l a inteligeninteligenaí segmenta al rostro: la ente esde las cejas hasta la base de la nariz, nariz, se extiende extiende la zona de la sensibilisensibilid a; de la base de la n ariz al cello cello es e lgr lgr de os instintos, la sensalidad. mo ropsicología, esta considerción es esencial, ese ncial, se tradce por l dis« P a ra mor t inció de tres anjs anjs a la l a atra de de rosro: la zona mandib ma ndiblar lar,, l zona de la nan a i z póm p ómlos, los, y l zona zo na de l l en ene e y los ojo ojos». s».2121 Pr Lava Lavate ter, r, «la ida anima, eemplo, la últim de ods y l más cercan a la tierr, s extendería extendería en en t o a egión del ientre ientre hst los órgnos de d e la generción, qe qe serín s residencia. vid medi medi o morl residirí en el pecho, tendrí tendr í s centro y morad en e rón. La vida inteectl, inteectl, qe tiene el primer rango en la tríada, reinaa n d la cabeza y s morada serían los ojos . Consideremos C onsideremos hora el rostro rostro c m o e representante y e resmen de esas tres diisiones: diision es: l l ente ente hasta ls cece j as er pes el entendimiento; la nariz nar iz y las me as mostrarán mostrarán l ida id a momo a Y nimenal; nimenal; la boca y el menón, la vida vi da animl, mientra m ientrass los oos serán el c n t ro y suma de todo».22 todo» .22 Un a xioogí de los rostros rele releja ja pes n axi9logía de ls cliddes mo al a l e . Aún hoy ls l s fsiognomías contempornes contempornes bsn en el e l rostro a misma jeje a qu í e vores. vores. L. Corman, por p or ejempl ejemplo, o, disinge disinge del mismo md o o instininstin t i vo , o civo y o ineecal. L inenci de sisem sis em riprtito qe recerda io po Dmézi en ls soceddes indoeropes entre los qe oran, l s que mben y os qe trbn, es tn grande qe G también cree en 2º·
C man, L. Mauel Maue l de moh mo hoopsyc psychologie, hologie, Pís Stock 1985, págs 1 0 - 1 1 . La priera obra de Cm an, L. Vsages Vsages et caractres, caractres , data de 1932 aractérolo 2 1 · C om a n L , Caractéro loee et mo morphop rphopsy sycolo cologi gie, e, París, ar ís, PUF PU F, 1 983, pá g pá g . 29.
22 ·
Lvate r, J. G J. G , op. cit. , p á g 5 .
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ROSTROS. Ey ntpolgc ntpolgc 1 Davi L Breton
ontraro en su eno enoloía loía En la parte anteri anterior or del del ráneo, loaliz lo alizaa la la intelien ia; i a; en el entro, las diversas diversas pasiones anladas en e n el parietal y el temporal, temporal, y f f nalmente, los lo s instintos, situados en la parte inerior inerior y más má s retraída retraída «Esa «E sa triple triple vida vida die die Lavater, Lavater, que es asolutamente impo imposile sile inorar en el homre, sólo se elve elve ojeto de estudio e investiaión investiaión porque se revela en el uerpo y por que las ulades humanas pueden naturalmene verse, sentirse, omproarse de manera material No hay ojeto en el universo uyas propiedades y erza podamos pod amos onoer de otro modo mod o que por sus manistaiones exteriores exteriores y ae ae siles a los sentidos» sentidos »2323 Ineresante Ineresante onepto onepto naido de la adhesión a una un a raio nalidad en que es imposile pensar que pueda pueda eximir al uerpo La morloía mo rloía ontinúa onti núa hoy on el inento de adiiona r indiios sios para llear a defnir la verdad del homre Ese homre analio no se aota en la suma de las res anj anj as que dividen su rostro. La L a letura se prolona on otra semenaiones, tamién tamién onsideradas on sideradas omo indispensales para estaleer estaleer la señaliaión moral del homre esudiado A tal eeo, eeo, Corman distinue tamién la zona del maro, que lama «ran rosro» rosro»,, la zona de los reepor reepores es sen soriales: «pequeño rosro» «El maro está en el rosro, es el representane d uerpo ompleto, de ese uerpo donde se realizan inonsienemene innumrales rales y deliados proesos nionales, proesos que onienen todas to das las reser vas de erza vital de la que ada uno de nosoros noso ros puede disponer. dispon er. l maro, e e ones, por po r su esrutura, señala la vialidad vialidad inonsiene, inon siene, as reservas reservas de er y sensiilidad. sensiilidad. Los reept reeptores ores sensoriale sensorialess . . que son amién amién las pueras pueras de e e trada tra da del organismo, estaleen el ontao y los interamios interamios on on el medio terior, esto en el plano onsiente».24 El homre añadido de la morpsiolo se paree extrañamente a un astillo de naipes, naipes , a una suma suma de atriuos en el homre viviente, viviente, inmerso inme rso en una exisenia exiseni a real, se dilue Otra división división que tamién tamién relaiona relaiona el «maro» «ma ro» y los «reepores «reepores sensoriale senso riale pero periidos desde un ánulo dierente: dierente: Corman Co rman opone del m ismo modo «edifio «edif io óseo óse o y musula> musula> y las «partes « partes landas» del rosro. rosro. El primero pr imero onst onst ye el «maro que espeialmente da su rma al ontorno ontorno del rosro» ros ro» Es la pa� pa� más fj fj a, aqella que, uando termina el reimiento, ya ya no se modifa mo difa Le c rresponden, en el orden psiolóio, las onstantes de aráter, los element duraderos, duraderos, antiuos, innatos» in natos» Por «partes landas», landas », Corman entiende la ra ra los los músuos utáneos y la piel piel «que reuren reuren el edifio, aolhonando a olhonando sali e y hueos y, y, de ese modo, determinan el modeado. mod eado. Ésas pueden modifa m odifa se, inuso uando u ando el reim rei m iento se detuvo detuvo Epresan por o anto las variabl variabl 23. 24
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Ibídem pág3 Corma L., op cit., pág 27
2•
IG U: LS RCS DE L FSGNOM FSGNOM 1 El s y su interior ROSTRO A L IG
r, los lmnos rintes, adqiridos. En s plano, s dsaan nta nta r, Con omos os s importania, importania , srayad srayadaa aún ne s pars landas dl rostro. Conom alrddo r de sos síblos sán agrpados agrpados prini prini ás o l hho d q alrddor imporan n los l os mo m o a e n los múslos ános q gan n papl an imporan
m ntos exp resivos » . 2 5
sognom í s na n a rspsta rspsta przosa y atoraria atoraria al misro d la r sognomí a c i ó n y lo inasil d ada homr, tamién a s prsntimino d rla i ó n que traisa rostro. A la prsnia simpr n poo lada dl oro, a qién s él, l fsiogomista fsiog omista opon na na ntasí d dom i a d d sar qién osro omo si s i és és ra na másara, másara, lo rd rd a na sm d ompo o osro lo s q q prtnd prtnd dnar dnar la la la.. Cad C adaa no posí n l onfg s d e los rasgos, sin srlo, la ondnsaión ondnsa ión d s psondd y ls nn ra c ó de ss rasgos, orals q q ron, son y serán syas syas n l transso d s xsn xsn- visi isil l d ls ondtas, ondtas, la l a amialnia amialnia d d l rlión rlión on l mn cia. v d l l psni, psni, son así simplifds. simplifds. An An qin qin prnd prnd dn dn o, omino d ls fsonomías, l ind individ ivido o no s más má s q q l signo d n n ta omino jdo o o s osro, rdido rdido l stdo d msara o fg. l ros ac jdo to l e dldo El o su interior
L soomí so omí dsnsa n l posdo d q las aparinis dl rpo Y d e o so la xpsón inqívo d n inriorida q hay q ds f oso s l snrio dond dond l alma s rla, rla, toma rpo, rpo, pr indi so s o omisa o misa q pos ls llas llas d qlla, l rdad sri n n ln g o mi d d n homr q q se s e ría a salo salo drás d ss rasgos, de sosh. El fsiognomia fsiogno mia sá onnido onnido d pnerar so d l o d i e s, y di n él, ni l omdian om dian más háil, pd ngañar aa d D snmasarar asarar al oro, sparar n s rosro lo asorio d 10 que m n s Dsnm ar sntim intos rdadros, rdadros, dlar dlar l alma ao los ar 1?es e nc , dsir ss sntimintos ' rp o, o, al s l mprndimino mprndim ino amigo al q s ddian los f ss Fozr al osro osro a dnniar dnnia r la rdad rdad dl homr más má s allá d ss b r , o s os qizás qizás gañoos gañoo s q msra a los otros , aorralar los sig sr i pos il disimlar ps las cosas s l í ond ya no s posil c osas sán laramn sri t s n srfi d l fgra. Har Ha r d sa n lmnto d oniión. Laa e r a sa d s innidd, innidd, s s muy frm: frm : «n xtrior xtrior d hom hy na 2 5 · Corma rm an, L., anuel de morphopsyhologe, morphopsyhologe, op. cit., pá. 328. 69
Breton ROSTROS. Eayo antpolgco 1 Davd Le Breton
co sass que gran gran cantid osi bl,, cosa ulació aciónn s imp osibl d isimul m norr disim do nd la mno cosa s don ad d cosas cantidad p r rcisa , co co om br, ¿qué hombr rior.. . . ¿qué áctr r int in trior car aráct is amnt mn t son los ind ros dl dl c ic ios cla claros in d icios tod to do e arte de la más a stuta di cambi a ejemplo, cambi ará jamás, jam ás, por ejemplo o grará simua c ión, ogr d isimuac a su gusto su sistema de unn a, en lugar lugar de u bovedada, fentee más abovedad sistem a óseo, hacerse una fent plan pla n a , triangua, algo e ccambiarr en algo ¿Quién poo dá cambia redon da?? ¿Quién p en ugar ugar de redonda triangua, en lor, a posición fn s, o arqueadas, sii as tiene fns, gruesa s , arqueadas, s hacerse cejas gruesas las ceej as, hacerse posición de las c bin bin si no as in n absolo absolo?? ¿Qién ¿ Qién podrá po drá mosra na nariz rmada on diadza, di adza, si la in aplasada, obsa? ¿Qién ¿ Qién podrá po drá hars abios grsos s os os in pqños, y si los los in grsos? grso s? No xis xis disimaión q no n ga indiios sgros, snsibls, anq no s spa drminaos d rminaos a ravés ravés d sig nos y paabra paabrass No s lpa d la l a prsona xaminada, sino l d xaminador, xaminador, si se ven se ven eso e soss indici indicios os como com o indete indet erminabl rminables». es».
El hombr sá aado a n a alidad alidad orporal q msra q s an ss propios ojos, sin q pda rmdiarlo El rpo drmina l ará q a s vz vz o dfn él, pro n na na spi sp i d nsidad n sidad rbadora q q par lir lir l rabaj rabaj o dl impo i mpo y los los srzos srzos vnls dl aor aor para modif mo difar ar su rlaión on l mndo Lavar srib, sr ib, algnas alg nas páginas págin as más adan, q «qe rr zr an hombr a pnsr pn sr y snir omo yo, s qrr imponrl impon rl mi nte nte y mi naiz, s qrr ordnar a ágia a lnid dl rao, y a arao, la ra pidz d n ágila» 26 Los rsgos d aár aá r sán sán plasmado plasm adoss n os os rasgos del del rpo para o mjor y para lo por, por o q l div fsiognomisa prend no dj dj a ningún ni ngún rspio a ss advrsarios advrsarios És invoa al propio propio lor l or «No ngo más q mosrar m osrar a mis lors l ors s fgra dran l sño, oar co n soo ddo l onorno onorno d s n, dsd l pno pno más vado vado hasa la eermidad dl onl orbial No ngo l plar d onorlos, no h viso viso su rerao ni s sila, s ila, pro p ro soy omplamn sgro d q m basaría la s la d s prfl, o solamn rs aros d s fga, para pnrr nua� mn, mn , y sin ningún n ingún oro indiio in diio,, mis anos lors, lo rs, n sa vd vdd: d: q s r ono ono on rza r za l alno aln o y l gnio n las pars móvs d a fgra».2 fgra» .277 In; r isión d onro onro q q no ora ningna n ingna réplia réplia La vrdad vrdad sá allí, e arnada arn ada n propio Lava Lavarr q ins amnaza am naza al lo on di di las a ro vdads d s rosro si s obsina n la dda. E E ar ar prnoio d nn c a oo a vdad, qizás ignorada, q é sond, sin q sa posib rp ll a a , ha d la fsiognomía n méodo d onrol onrol soia ndado n lo arbira io d sgno so s o y n a aoridad d n spiaisa q s aiy na l aangn ad n sa sa fsognosa fsog nosa p p nd nd h ablar i da sn aangn 26. Lavater, J G . , opcit, 27 Ibídem, ág 1 2 6 70
ág . 5 0 . ág.
2.
DE ROSTRO A L FIGU FIGU:: LS CS C S DE L FISGNO FISGNOM M l ros y su interior
«co mprende la lenga más más bella, más elocuente, elocue nte, más juta, jut a, más simple te «comprende esiva de todas . la compren comprende de en las fsonom ías de aquellos aquellos que que ignoran ignoran y esiva q 1 comucan».� ter parece no sponer por un solo instante que que el uo u o de este método ter dudos o Un método que consiste en juzgar al homre no a p d er erróneo o dudoso sem ioló-p t de sus obras, sino de las disposiciones deducidas de un isema semioló e rige sobre las apariencias del cuerpo. cuerpo . «Formar «Fo rmar,, guiar, corregir el el co c o i c e se erige umano» ,29 tal es el objetivo objetivo pedagógico que propone; propone; indultar «cuando z ó umano»,29 ienintencion ado de los desconocedores desconoce dores de lo homes etá obigado a e l ienintencionado » 30 Según Lavat Lavater, er, la fsiognomía «vore «vorece ce e aor aor po a humanidad». humanidad ».33 1 » por ex experienc periencia, ia, el bien que como fsiognoit fsiogn oit oervo o ervo en el prój prój imo « H blo por me ece más de una compensación por la cantidd de l que etoy igual m e nt zado a encontar y socar so car.. Mientras M ientras oeo oe o a o homre, homre , más todo s cierto equilibrio equilib rio de erza, encuento encuent o que que la ent entee del escubo en todos almas e uena: e decir dec ir que, peci peciene ene o que l eve eve ala, la irritailidad, d, la eaticidad eaticidad,, e iee en í mio ago ueno, posipos ifuza, irritailida út y cuya cuya auenci haría eto eto ipoie, ipo ie, e vedad, u cantidd innita al, peo a io tiepo, tiepo, tain una cantidd cantidd iita i ita de ie; u i i ce ce eectiv eectivente ente ucho l, en e e ecto, ero ero eez e coen co en-ció oiiidd de ua ctidad de ien i en uco c dee. E cntamos en L Coan la ia ilez «A edid ed id ue e ecto ecto duie duie un iecia iecia pia pia de lo igo moicoógico moicoógico dice dice,, ver ce ce n t r onocimiento onoc imiento de hore Peo Peo,, paraleaete, p araleaete, hy ue i u i u i c i ó , t en ipatí pronda pronda con cada uno de lo ere ere ue edia . Sin r ib ib eno contrdicción, contrdicción, ecie ua ínea dee «E nece u do rotro rotro de niño, de ujer, ujer, de hoe, e en det aa el adep u e e pa reover reover Hay que dedicar de dicaree a lo lo co u diene diene deeo dee o de de, de, de eneta en lo eceto del del hoe. hoe . L a i i d de iognomita e deiza deiza ore e otro de ro, e aí aí un un u r f conguración, conguración , un ojeto para deci dec i lido u pericaci pericac i � r u a o juez indlgente a ingenuidad ingenuida d de otr de quiene o rden. rd en. A v a poagad en lo proerio, proerio, la iogno i ognoía ía eudit no teme mo 2 8 · Ibídem, p ág . 24. Ibíde ídem, p ág 2 5 . O . Ibíde ídem, p ág . 73 3 l . Ibídem, p ág . 1 1 4. 3 2 · Ibíde ídem, p ág . 7 2 .
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33·
Co rm an, L., op ci, ág .
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ROSTROS Ey 1 Dvid Le Be
trars omo n «instrmnto d gobirno d los otros» .34 Contriby a na an tropologí sia q trad lo biológio n psiológio y prtnd lr n los rostros las intnions sondidas. El art d los fsiognomistas s l dl dvla minto. Rqir dsnmasarar a aqllos a qins s aplia. S apoya n la ida d q l hombr disimla ss sntimintos pro q s posibl para n ono dor rlxivo ponrlos a la z dl día al obsrvar ss rasgos. a fsonomía traiio na lo q l hombr prtnd sondr Un art d la sospha, d irto modo, dsplgado por dttivs idadosos y prvrsos q s rn spriors. El rostro, si s sspnd toda signifaión vivint ra d él, si s lo on sidra omo na osa, na másara, «n probma para rsovr», s vulv un volmn y na sprfi, s dir, na disposiión d rasgos n na rma La apsta d la fsiognomía onsist n pasar dl rostro vivint a la fgra n dos dimnsions, ddiendo la trra, la dl timpo d la avntra individal, de la onjnión d las dos primras. La fsiognomía oulta l rostro para no habla más q d la fgra, o d la fsonomía, q signifa lo mismo; no di nada de rostro, lo atrasa para lr n mapa gográfo dibjado n la arn on rlievs y anras sobr las als s apian datos d aratrs, alidads morale o soials. Así omo transrma l rostro n fgra, transrma al hombr n a rátr, y n n aso omo n l otro, d lo vivo sólo qda l sqlto, q po na maniobra liana onvin harlo pasar por l rostro dl hombr n sí Se pon n rlaión na analítia dl rostro on na analítia d los sntimintos El o s na sma órganos y l hombr, na sma d disposiio ns psiológias, y l hombr fsiognómi o s la onjnión d sas dos s d las q hay q ordnar l rompabzas para q onrdn. Ést pare a modo d un oag, una spi d traj d arlqín, na olión de ca ratrístias omo l hombr biomédio s una olión d órganos. La a logía stá ljos d sr indirnt. D hho, la fsiognomía s na anatomops ología d la imprsión, dsompon n bas al modlo biomédio na se d rasgos d aratrs asoiados a las rmas sias q modlan l rostro y el cuerpo. Hace del hombre un p roducto de su cuerpo, icluso aunque admta a; veces de la boca para afera una interacción entre las maneras de vivir y la . ma qu toma l rostro. La fsiognomía es un brot qu s dsarrolla con l dlismo propio de un imaginario social que distingue originalmente el cuerp o Y el alma, y que más tarde distinguirá al hombre y su cuerpo.35 En la fsiogn omí la oposición del alma y del cuerpo se traduce por la del hombre exterior, con s 34 35
72
Courne, J-J, y Haroche, C, Histoire du isg op cit, pág 3. Cf Le Breton, D. Anthpologie du cos e modeité op cit. [En esañol: Antropolog{a cueo modernidd p cit]
dl
2. D ROSTO A L FIGU: RC DE L SIGNMl 1 El st y su interior
n de arn y hso, y del homb inio, misioso pioo en s navío, los moviminos dl po, po sbodinado a los rasgos d aáer sos en s osro, los als no podá ansgrdi sin poner n la de ji s es inlxibles El rpo y el alma posign ss aminos paralelos, y nan s lgar d nión ya no n la ándla pinal, omo planaba Ds s, sin en l oso mado en f gra d sisma semiológio qe pon n laión n aibo del po y a s ias personals s basa en na arbiaidad. Po so las divegnias en s cras dl po y las direnes ararologas, las oeions qe mne se diign los aoes a ravés de obas inpsas, las ivalidads d slas, q han de la fsiognomía na disiplina rmn polémia , n Fenomenologa del Espíitu, onsagó a la fsiognomía (y a la enol a d G) un esdio deallado q s onea n na svra ria Hegel n videnia el aáer limiado de lo q loga análisis fsiognómio: « . ss desripions más ingeniosas din más d lo qe podran di alifns como assio, ladrón, bondadoso, íngo, ., pro no basan, ni mcho os, para el fn qe se persig, q s el nniar el ser spso o la dalidad sinla, omo no basan las dsipcions d la fra qe van más d la en ahaada, la naiz laga, »36 Hgl dnnia l inanidad l spondnia d na sei d indiios n poo iisoios on na s d e goas dl spíi no mnos redionisa Oo do s lo arbiario d e e s laión q lo llva a na irona modaz: en cano al onnido, ls observaiones n nada difn d sas oas: "Siempr q hay i v, di el ndero; "y ambién siemp q indo la ropa a sar' di el am d casa» La fsiognoma, q pnd dvla la inimidad dl hombr, s inrioidad úniamn d la obsvaión d ss rasgos, es na psio lo g í a soria. La vida ineio no s dja lr en la ma d la naiz o n la i d la n Toda obsvaión ndada d s modo s na onjra que arisga enomment a ibi la raión d la xpriia onr t a Y ca e n idílo La ica d Hgl no s din all, ana on sza oo lmi d la fs o n om a : la indirnia an las obas d individo, an la xsncia al No se i n teres n homb vivin, sino n homb óio, d n arár dte rm i n ad o po na si d indiios La alidad aiva sá, sin mbargo, n ot p a r . Y l xamn d ss obras s nio ndamno paa ono m .
3 6 · Hegel, G F. Phéoménoogie de rit t 2 (T fancés: J H yppolite), París Aubie 1941 pág . 226 . [ En español Fenomenooa del eítu, ondo de Cutua Económica México 1966 pág. 1 91 73
ROSTROS.
E nr 1 Davi Le Breton
jor lo que él es. A través de esa actividad de collage que asocia un rasgo del ros tro con una particularidad psicológica, la sognmía constuye sobre la cone tura y la abstracción el retrato de un hombre vrtual que sn duda jamás exist á. Se basa en el pstulado de que el carácter es alg dado por la naturaleza, u ser en sí que el prpi hombre puede gnorar toda su vida que lo tiene, pero no por eso carece de él La disposicón al robo marcada por tl rma de la narz de la ente prima sobre la realidad afectiva de la existeca concreta del hm bre. Hegel cita a Lchtenberg: «S aluen dijera que bras cm un hombre h rado, pero que y veo por tu gura que te constriñes y que en el ndo de tu co razón eres un granuja, no cabe duda de que a estas palabras cualquier persna decente replicaría hasta el n del mundo con una bofetada». Paradoja molest , en efecto, que n detene en ada las ambiciones de la signmía el ladrón no es aquel que pasa al acto y se apropia de algún ben, sin el que, quzá sin habe r robado nunca nada, tene, sin embargo, la disposicón a hacerl como lo suge re al indco de su rstr. El ladrón no es pues necesaramente el que uo pen sa, y quizás el propi juez que evía al delincuente en prisón es aquel a quien l naturaleza ha marcado más con el sello de la dispsició a rbar o a perjudc a otro, mentras que el ladrón, llevad psblemente pr crcutancas extero res, est a salv de esos sgnos. La sognomía hace de la gura un destno pscológic, au cuado la co ducta real del hmbre sea una rónica desmentida a es presupuestos. Hace de rostro una confesón. La disposición l robo es el hecho issayable que p ta la atención después de la puesta en evidenca de tal sign en el rostro Par ac tuar como ciencia, la sognomía pretende detenerse allí, bservar solame lo observable, sustraer lo contingente, es decir al hombre nmerso en sus co ciones de existenca. Un poco a la manera del hombre que perdió sus lave y l busca debajo de un rol porque sólo ay luz en ese lugar. Finalmente, el hombre es para él mismo un perfecto desconocido si no lcita el saber de un siognomista; no puede tomar cncenca de sí ni modicarse, pues la dsposción que est en él es el úic criteri apropado p evaluar qué es. Una ilustración asmbrosa de la prpensón a establecer suemacía de los signs sobre la existencia realmente vivida aparece en anécdota legendaria que ece tants arguments a ls signomstas co a sus adversaris más ecarnizados Los hechs s relatads por Cice «Zopir se actaba de percbr e carcter de as ersna c base en su s nmía ue e ua reuó aed Zr td Sócrate tda u ere e e a renoc a , er a c e74
z.
ROSTRO A L IGU: RCS DE L FISIOGNOM 1 l st y s iterir
e esos vicios habían estado insitos en él, pero que los había alejado de sí c o n y da de la razó n» . 37 do
Pe o jstamente, s la fsognomía no está en condcones de oecer la real eectva del ndvduo, s pone en evdenca pretenddas dsposcones que se manfestan, no es más que una conjetura sobre el «aspecto», aberta a más iscutble absurdo. Su uso socal suscta numerosas objecones. B ajo la plu m a d R. Mucchell, por ejemplo, se lee esta nquetante defncón del carácter: cter es una estructra consttuconal, a nvel somatopsquco, compues opedades, una estructura nconal cuya dnámca condcona as rm as e comportamentos posbles. No se lo capta nmedatamente, pero se de c a artr de sus propedades ndamentales» .38 Unas págnas más adelant e, e ismo autor especfca su pensamento afrma que «el aálss morlógco ece e únco capaz de evtar la ncdenca de componentes hstórcos y es de la personadad, con el fn de aslar mejor el nvel caracterológco ente dcho, según el objetvo buscado aqu». La empresa se vuelve real dosa. Es dc ve el nterés de dsolver a ese punto la nocón ya ambgu d personaldad»; separada de sus raíces hstórcas socales, perde toda relidad. La abstaccón de método caracterológco, ms específcamente f ico, está aqu claamente revindcada. E hombe conceto se dilue en l inacón de un cacter puo, unfcado a parti de n puñado de asg oales, ndeentes a a snlardad del hombe como a medo soca y en os cuaes est nmeso. Sólo el hombe teóco paece tene mpor os ojos del fsognomsta. e lo msmo con a craneoscopa, la enooga de Gal o as dversas ca gas ndadas en la observacón del cuerpo qe pulan en el sglo XIX Pra , as cualdades del alma están, cada una, alojadas en una morada del ccesbe a a palpacón . Enumera ventsete ocalzacones que alber tsete cltades moales, entre las cuales apaecen esptu etasco, e a mecánca, amo por la procreacón, sentdo de os colos, nstn oo, astucia. Su dscpulo Spurzhem, más nspirao, encenta ten Y in Crook Hoppe agregan el nstnto de nutricón. Dumonter, al ob � r va e na saiente de cráneo alta en algunos sucdas, agrega una más la bfi Hegel onza tambn coposamente acerca de la amcón de Ga de ace del esrtu «algo como un hueso». «La relca a semeante juico te na boetada dice, a qe nos reríamos a propósto de la fsognó
: 7 · Ceó, uscuanu Les Sees Lettres IV pá. 37. [E espol: e Hado, Méco D F, AM 20 05 pá.
L.)
38 · uhiei R. aaces et visages Pas UF, 1963, pá . S. 7i
ROSTR. Eay antlc 1 Dvid e Brton
mia, ha, ant todo, qu las parts landas pirdan su prstigio y san dspla zadas d su situaón y sólo dmustra una osa: qu stas parts no son un n s vrdadro, no son la ralidad dl spritu aqu, la rplia dra ir, n rgor, hasta hundir l ráno d quin as uzga, dmostrando as d un modo tan d uto omo lo s su saidura qu un huso, para l homr, no s nada n s, y mnos aún su vrdadra ralidad ativa».39 A través d sta rtia, Hgl r urda sustaniamnt qu si l uerpo es l homr, l homr es tamién otra osa admás d su urpo. Ést no s la suprfi d proyión inquvo a d una psiologa o d sus inlinaiones. Tampoo l rostro. El uerpo s un lugar d amivalnia para l homr, a quien l prsta su onsistnia, y d d at prmannt on l mdio soial y tura que lo modla. Sin margo, la prza dl pnsaminto que querra har d un rostro, d un urpo o d un olor d pil la sñal pura y simple de una psiologa o de una in tlignia stá los d har dido. Las vijas teorías voluionstas basaron en la obsrvaión dl rostro y dl urpo su dspreocupada rtza d la suproridad moral intltual dl homr blano, aquel que olonizaba n nomr del «progrso» d las soidads qu uzgaban poo evolucionadas o ineriors. Los «arios» ustifaron su drho d supremaa sobre los «smitas» por una idéntia místia dl urpo, y todavía hoy, el raismo cotidiano s apoya en lo qu se ha llamado el «dlito d portaión d ara» o n la búsquda d «».41 A imagn dl raismo, la fsiognoma h a dl homr un produto ded bl d la onrmaión d sus rasgos y su urpo. Naturaliza dirnias s ials indviduals, las dsigualdads ntr lases soials o ntr publos. Lavater tamién naturaiza las oposiions d sxo. No tin una opiión elea da d llas y onfsa, admás, qu las unta poo: «Muy poas vs te la oasión d onor a las murs all dond deran sr studiadas y ono das, s dir n l sptáulo, l ai o l ugo. En m i primra juvntud c hua d las murs y nuna stuv namorado» .42 Dsrta durant varias pá nas, no ostant, sor la inrioridad innata d las murs: «Son omo l re 39 Heel op cit. Sur la phrénlie Geres eriur op. cit. [En espl a enoo
Fenomenologa del espíritu op cit.] 40 L Bren D Corps et sociét, Pars Mériens-Kkieck 1985; Sociologie du cos País, P UF 12 [En esñl La soiología del cuerpo Bues Aires Nuev Visión 2002) 4 1. N. de T: E érmin médc ncés •aci» «fcies» en españl) desina riilee o en españl, e asec del semblne en cu revela lna alterción enermedad de o· ani smo ero se o uliza grente en ancés cn la msma conoación segreacio s que «rcn e cara» «d defas (que leva en e rostro as ses e «Otro» de « rente» (Ls itáicas son í 42. Lvter J. G, op ág 1 8 6 . 76
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DE ROSTO A GU: L C D FIOGNOM 1 l st y su inteior
o l hombre pra del hombre paa er ometida al homb para coolarlo o o lo ágele para aliviar u pea; u elicidad e teer hijo y criarlo e la eperaa y el amor».43 Lavater toma como tetigo al lector: «Examia tú que quiere etudia al obre examia la uperioridad de ua fgura humaa obre otra. uque el r de todo haya mado toda la raza de lo hombre co la mima agre aldad atural de lo hombre e uo de lo prjuicio má imperdoable un ío etuiamo y que o hace má que aectar a la bodad». Ea de dade etre lo hombr tiee ua bae aural y Lavater deucia a lo obr de u timpo que prioria la educació e la rmació idiidual. A u ojo l hombr o e cotruye ocialmete el puro producto de ua cia biológica de orige «Coozco poco error má groero má palpa, qu aú hoy o oteido y alimetado por epíritu uperior que el cr dpdr todo e el hombre de la educació de la itcció de lo plo y o d la cormació pimitiva; y el d creer e coecuecia que s la mima e todo lo idividuo . . . Lo rago y la cofguacioe la osicioe moral e tramite por uceió. pué de la propoicio qu hemo dmotrado hata ahoa ¿ quié pued aú dudar que hay aro tre l rago y cofguracioe hereditaia y la dipoicioe mora cibida por la mima vía?».45 La fiogomía platea como uo d lo auos e ua atropología dcididamte ica que acoa al hombre a travé o sigo que dipea u rago u águlo cial u atropometría u c cálico o la rma de u cráeo. El iglo X e caractriza por ua obn claifcar qu diimula mal u volutad de dicrimiar abietamte Y justifcar e ombr de la ciecia la deigualdade ociale o lo empr ntos coloiale. qurer baar úicamte la obervació lo citífco privilgian o s murabl a lo qu otorga ua importancia dciiva y lo dota d u n g naio al qu toos lo prejuicio d la época cocurr para clbrr la cció n l hombr blaco. Má aú lo scrúpulos la clae cultivada j o uno qu dan vida a tal toría y clbra intiormt ua pro c qu lo depoitó la cima la jrarquí ocial y racial dotádolo o ls us sic y moral. D e moo Lavatr xplica in alo p udo res qu ndi srá bu fsiogomista i no tá bi hcho . . . Aí como o b s más vioso juga mjor la virtud y los má jutos la justicia 4 3. 4 4s
Ibídem pág. 188 Ibídem pág. 76. bídem , págs. 59-60
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ROSTRO E plg 1 Davi L Brton
as mejores fsonomías pronuncian as mejores sentencias acerca de lo bueno, lo ello, o nobe de as fsonomías humanas y, en consecuencia, sobre o ue tienen de innobe y deectuoso. La escase de hombres bien hechos es en eecto una de as raones por as cuales la fsiognomía tiene tan mala reputación, y se encuentra expuesta a tantas dudas . . . No se aventura en e santuario de la fsiogomía quien tiene el alma mal construida, la ente enmarañada, os ojos torcidos, a boca contrahecha». En otra parte, no menos desorientado y enternecedor, Lavater escribe: «Me atrevo a sostener ue casi todos os malos la comba ten. Y si hay uno de éstos entre uienes uieren tomarla bajo su proteccón, se puede suponer ue tiene raones partculares y ácles de comprender para haerlo. Pero, aguno se preguntará: ¿Por ué a mayoría de os maos se decaran públicaente en ontra de la fsiognomía? ¿Por qué? Porque creen en ea secretamente; porue no tienen la fsonomía ue tendrían si eran gente de bien, si tuvieran la cnciencia tranquia y eliz».46 De tal odo, e Otro, ya sea ndígea de nterior (campesino, obrero, vagabundo) o d comarcas más lejanas, es necesariamente eo y de inteigencia pore, como o determnan a su gusto as dierentes fsiognomías eruditas o os nuerabes índices corporaes que se suceden y rivaizan en e transcurso de sgo para legar a probar cientícamente a beea y a inteigencia de quiene os inventn. nstaar sus prejuicios antes que uaquier observin, y har de eos msmos para pantear como bsoutos los crierios que os defnen, ndamenta, de hecho «científcamente», un estudio sobre e imginario del Otro. Son, sin sabero, os cobayos de un disposiivo experimenta que no comprenden. Su teoría se asemeja a tareas de Rorschasch donde se revean todas las ntasías ue los habitan. La cara del Otro
E Otro siempre es ndiscutiblemente eo A alta de apoyo de una teoría más edita, el prejucio fsiognomista ncona y describe a os hombres de otros espacios con los rasgos más grotescos, como s a naturaea se hubiera encarnia do en desacreditar su oba más allá de as onteras. Los reatos de viajeros abun dan en etrato poco hagüeños. F Bernier, un «buen hombre», habendo reco rrdo un poco el mndo, propone en Le fournal D Scavants de 24 de abr de 1648, una pooga de as raas human que pudo onocer, s duda una de las rmera de una esa osterdad La rimera eece o homres 4 6 .
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Ibdem, pág. .
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DE ROSTRO A A FIGU: RCS DE A SIOGNOM
1 La caa del tr
iej o continente y de una parte de Áica y Asia. La segunda es la de los ari os «Lo ue da lugar a establecer una especie dierente, es: 1) sus labios grue y nariz aplastada . . . 2 La negrura ue les es esencial y cuya causa no es el r del sol, como se piensa . . 3) Su piel, ue es como aceitosa, lisa o pulida. 4) res o cuatro pelos de barba 5) Sus cabellos, ue no son propiamente cabe, ino más bien una especie de lana ue se acerca al pelo de alguno de nues perros Barbet . . . ». La tercera especie es la de los japoneses: « Verdaderamente s pero tienen espaldas anchas, el rostro plano, la nariz aplastada, pequeñ s de cerdo, alargados y hundidos, y tres pelos de barba». Luego ienen los s «Son eos animales». Y fnalmente, los americanos, ue aunue engan ro rmado de una manera dierente al nuestro», F Bernier no euenra a razón para hacer de ellos una raza dierene a la primera.47 Mras menos se alorizan la «especie» o la « raa», menos se defne a f mana en la descripción de esos hombres ue a los ojos de tale obsers parecen usurpar su nombre por su ealdad y caracerísias bestiales. jmplo es Buon, adversario de la fsiognomía, sin embargo, ya que ju rda la redución de lo mora a o sico, pues «el alma no tiene rma ue er relatia a ninguna rma material, no se la pude jugar por a fu erpo ni por la rma del rostro». Pero su pluma trata a los hombres de des alejadas con el prejuicio fsiognómico ue aún aora es l il con de las percepciones racistas para describir al Oro a traés d arios qe ambién son juicios de valor. Las líneas de Buon no esán desconiadas cuando describe, por ejemplo, a esos hombres «cuya fsonomía es tan je como sus costumbres. Esos hombres ue parecen haber degenerado l pecie humana, siguen siendo numerosos y ocupan astas comarcas ( . . .) ajes ue están al Note de los esuimales ( . . . ) se parecen a esos groen ( . . .) s u rostro es ancho y plano; tienen la nariz aplanada, pero sus ojos s rndes ue los de los lapones. Esos pueblos no sólo se asemeja por a fe al d d a baja estatura, el color del cabelo y de los ojos, sino qu tmbié iee n s o menos las mismas nclinaciones y cosumbres. Todos son iulmnt e os, supersticiosos, estúpidos». Son todas observaciones ue conrtan ª y se suceden bajo la pluma de Buon desde el momeno n ue haba nidades humanas distantes en todos los aspectos del modelo ropeo r una razón a una ealdad a tal punto generalizada, evoca una eoría de a e racn seún a cual la proximidad de los polos o del ecuador sería e r los hombres y teraría su naturalea. En su descripció de hetot e l m , dad de rosro omp o de hmandd. A uo t .
4 7 Txto citado en Poiov, León, e mythe a en, Bruels, Compexe, 987, pág. 6. ·
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ROSTROS. Ey p j Dav L Brto
creer que el europeo tenga el mismo origen que ese hotenote cuya infnita eal dad está en armonía con su existencia bestial: «La cabeza cubierta de cabelos o de una lana crespa, el rostro cubierto por una larga barba y más arriba, por dos crecimientos de pelo todavía más groseros que, por ser largos y salientes, acor tan la ente y le hacen perder su carácter augusto, y no sóo ocultan los ojos en la sombra, sino que también los hunden y redondean como os de los animales; labios gruesos y prominentes, nariz plana, mirada estúpida y hosca, las orejas, los miembros y el cuerpo veludos, la piel dura como cuero negro o cutido, uñas largas, gruesas y mugrientas, la planta de los pies callosa y córnea, y por atribu to sexual, maas largas y colgantes hasta las rodilas; los niños se reelcan en la basura y se desplan en cuatro patas; padre y madre sentados sobre sus talones, horribles, cubiertos de una costra apestosa. Y este esbozo del salvaje hote note es todavía un retrato piadoso, pues hay hombres en un estado de naturaleza más lejano a nosotros que el del hotenote».48 La cabeza simiesca del hotenote, a los ojos de Buon, impide el priviegio de un rostro del ue, a la inversa, puede enorgulecerse el europeo. Sin embargo, aunque el propio Buon percibe una semejanza entre el hotenote y el simio, no lleg a cncluir que petenecen a la misma especie. «El intervao que los separa escribe es inmenso, porque su interior está ocupado por e pensaiento, y su exterior, por la palabra». Por mucho tiempo, en el transcurso de los siglos XVII y XVIII, el debate será apasionado acerca de la humanidad o de a animalidad del simio y del hombre aricano, en el momento en la exploración del Nuevo Mundo y de Áica disipa las antiguas leyendas, pero cononta la vieja Europa a pueblos infnitamente más cercanos, pero en las antípodas, cuyo origen parece ambiguo y marca para los contemporáneos una especie de lazo entre el hom bre y el anial.49 El simio y el aricano reunidos, según los observadores, por la conrmación horrorosa de su cara, suscitan la pregunta sobre si hay que colo carlos en los límites de la humanidad o de la aniaidad o separarlos, como o hace Buon, en ombre de la palabra y del pensamiento, que alejan al segundo de ese dudoso parntesco. En el Nouveau dictionnaire de l'histoire naturelle . . editado entre 1816 y 1819, Virey, en el artículo «Hombre», también escribe so bre el aricano ue «U conrmación se acerca inclusive un poco a la del oran gután. Too el mundo conoce esta especie de hocico que tienen los negros, eso s cabelos laosos, sos usos labios tan ados, esa nariz ancha y pana, es e .
8 Bufon, G. Hiso nuele gnéale t aclie, s, 1833 4 págs -23 (prima edcó: 79-788) 49. Vés pr et tema Td Fk, Imme saage Hmfeu s e hm sylest, ís, Payt 968 80
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D ROSTRO A A GU: S RCS DE A FISIOGNOM 1 La ca dl tr
ntón retraído, esos ojos redondos y saientes que os distingue y que os ha n reconocbes a primara vista aunque eran bancos como os europeos. Su nte es corta y redonda, a cabea se comprime hacia arriba, os dientes están p uestos oblicuamente hacia era . . . Todas estas características muestran reant un mati hacia a rma de os simios, y así como es imposibe ignorar n o sico, también se percibe en o mora». (Tomo X pág. 167) La Encilopedia de Diderot y D'embert incuye os mismos estereotipos en e artícuo gro»: «No sóo su coor os distingue, sino que también diferen e os otros bres por todos os rasgos de su rostro, nari ancha y pana, abios grues9s na en lugar de cabelo. Parece que constituyen una nueva especie de hom i uno se aeja de ecuador hacia e polo antártico, a negrura se acara pero dad persiste . . . ». odría hacerse e nventaro nterminabe de taes descripciones edifcantes óo ven en el rostro humano de Otro una «trompa» marcada por hueas de animaidad, ya sea que haben de «negros», japoneses, chinos, apo Y sobre todo, e hotenote, espantajo absouto de esa humanidad triunnte dnomna al mundo a su gusto E rostro es un atributo que deb merecerse, comunidades humanas pueden estar orguosas de poseero. Una espe scaa creciente de eadad y bstiaidad divide as «raas» a medida que se n de hombre banco europeo. E rostro es e reveador más signifcativo de ondición que jamás se percbe como común entre os grupos humanos dits y simares, sino que procede más bien de a degeneración de un modelo nteado como dea irretabe. En defnitiva, e Otro, más que Otro, es una dción sica y mora, una dermación progresiva de modeo origina que lo e cada ve más irreconocibe. La jerarquía racia se basa paradójicamente tipoogías, sirviéndose de una escaa de deterioro de a semejana En u obra, Lavater cita varias páginas de Buon sobre Winckeman, muy ts a respecto, quien piensa que «a boc sobresaiente y abutada que l o s os ienen en común con os simios en su país es un crecimiento exag y un tumo r ocasionado por e caor de su cima . . . »; dice Paw que se aom a vehemencia de os americanos por hacerse eos y desfgurarse . . Se vto aí svajes con cabea piramidal o cónica, cuya cima se terminaba en t ; otros con cabea pana, con una ente ancha y a parte trasera apsta e veron canadienses ue tenían la cabea perectamente esérica aun ma natur de a cabea de hombre se acerca más fgura rdonda; ss ves de os que hmos, a causa de su monstruosidad, de sus cazas de oa, no de d e choct or tne ea ate demasdo eoded Ta es ostuodad oa o a aaa, o e 81
ROSTRS Ey lóg 1 David Le Breon
de quitar ni agregar nada sin que resulte un deecto esencia que desluzca toda la estructura del anial. Lavater tabién cita a Lenz, quien encuentra singuar «que los judíos even en eos, en cualquier ugar de undo, la característica de Oriente, su parte en coún; quiero decir, e cabelo corto, negro, cespo y la tez oscura . . . Creo que los judíos tienen en genera ás amargura que os otros hobres. Considero tabién la característica naciona de rostro judío: el men tón puntiagudo y abios gruesos con a ínea central bien marcada».5º La fsiognoía erudita de Lavater tampoco deja de ado os prejuicios de su tiempo con respecto a los otros de terior (obreros, capesinos) y a los otros más ejanos. Las «fsiognomías nacionaes» que construye no se distinguen en nada de as descripciones de os viajeros o de os naturaistas de su época. Incu sive os cita con reguaridad para apoyar sus demostraciones «En eecto, e sentido común se rebea dice contra quien quiere sostener que Leibniz y Newton tuvieron quizás a fsonomía de uno de esos imbécies de nacimiento que no pueden caminar con paso frme, fjar una mirada observadora, comprender, ni siquiera enunciar razonabemente a menor proposición abstracta; que uno de esos hombres iustres concibió a Teodicea en un cerebro parecido al de apón, y que e otro sopesó os panetas y dividió os rayos de so en una cabeza como a del esquima, que no puede contar más aá de seis, y que e parece innumera be todo o que supera esa cia».51 Con respecto a os anceses, dice que os re conoce por os dientes y la risa; a itaiano «por su nariz, ojos pequeños y men tón saiente; al ingés por su ente y sus cejas; a holandés, por a redondez de su cabeza y sus cabeos lacios; a aeán por os surcos y piegues que rodean sus ojos y arcan sus mejias; a ruso por sus labios rechonchos, su cabeera banca o negra».52 La pasión por las tipologías Como heos visto con Ga, a cara, la cabeza, eron en e sigo XIX objeto de ediciones incesantes par casifcar, jerarquizar os gupos sociaes o as co munidades huanas dispersas a través del mundo o de tiempo, y transrma das en «razas». Caper calcua e ánguo cia que deduce de a intersección de una ínea que parte del orifcio de a oreja hasta la base de a nariz y otra que par te de a ente y ega a a parte más avanzada de mentón. E ánguo que resta 50. Lavater, J. G op cit págs. 60-62. 5 Ibdem, pág. 7 52 Ibídem, pág. 52. 82
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DE ROSTO AA FIGUA: ASCDEA OGNOM 1 s ega dl «crmial ino»
nión entre esas dos íneas, visto e rostro de perf, es proporciona, según e r, a a inteigencia y dignidad de hombre. Ta áno disminiría nega ente de hombre griego a aricano. «Parece dice Camper qe a propia r e a se hubiera servido de ese ánguo para marcar os diversos grados en el o animal y estabecer una especie de escaa ascendente, desde as especies ro res hasta as más beas rmas qe se encuentran en nestra especie. De e s do, se verá qe os pájaros oecen e áno más peqeño, y que ese án u l e ce cada ve más ampio a medida que e anima se acerca más a a r m ana. Por ejempo, entre os simios, hay una especie en a cua e ánguo es de 42º, en otro de a misma amiia, que es no de os simios más pare ombre, ese ánguo es de 0º. Inmediatamente despés, viene a cabea el ro aricano que, como a de camuco, presenta n ángo de 70°. Fina en a cabea d e os hombres de Europa, e áno e s de 80º. D e esa die re n c de 10º depende a beeza más grande de eropeo, o qe se pede amar bez omparativa. En cuanto a esa beea absot qe nos asombra tanto de bras de a estatuaria antigua (como a cabe de Apoo y a Medsa de ) resta de n ánguo qe, en ese caso acana más de 1 00º».53 Mos o t ro rditos», preocpados por no erder e tren y dejar s nombre a pos t er i da, se dedicn a proponer s proo cácuo de ángo ci: Benac, Broa, Georoy SaintHiar, Daenton, Owen, etcéter. Legn a re miares, disminyendo o amentando, sen os csos, e nmero de sderadas y a jerarqía en a qe estas entrn. Otros miden cci de cráneo, e índice ceáico (medda de cocente prtir de a parte ach or a más arga de a cabea), etcétera. Los gmas del «crminal
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innato»
El nsamento de Lombroso a fnes de sigo XX es tambén n pnsmien
o, pero más qe sobre «raas», trata sore categorías sociaes: dein rmines, adrones, prostitutas y revocionarios, trnsrmads en 53.
C i t d o
por KemerMarietti nge, nthropoogie phyique et morae en Fre et e tios idéoogique», en B RuppEiereih, Histoire de ánthopologie X'- séle, Pr, Méridien-iniek, 84, pág 328329. 5 4· a e esta obeión por medir y asifar, remitimo artíuo de A. Kemer-Mietti c it ad; Freco, Nadine, «A beaux temp de a rnioopie», Le enre Humai nº l , 8; o ov, Leó, muetra e n L e mythe ryen op. ., a auest olítia naida de eas teo s que e ndon e el remento de u imaginro de la raz y de un magno boló o 83
ROTO Es lógc 1 David Le Breton
categorías absolutas. Se puede nacer criminal o ladrón, es una talidad orgánica contra la cual la sociedad sóo puede deenderse encerando lo antes posible al hombre susceptibe de dañar El criminal innato es una naturaleza, y todo en su se lo releja, no sólo su rostro macado por una serie de estigmas, sino también el volumen de su cerebro, su peso, conrmación, circunvoluciones, y por supuesto, la rma de su cráneo, propicia a albergar numerosas anomalías. Éstas también se presentan en e sacro, el olécranon, las vétebras, el hígado, el bazo, el estómago. Se verifcan además por tatuajes y escarifcaciones. La mínima porción sica del ciminal es susceptible de revelar la bioogía insana que lo condena sin idulgencia a ser lo que es. Punto por punto, Lombroso justifca su antropometría por el análisi de decenas o centenas de casos y por una obsesión sinies tra por las autopsias. Las vísceras son pesadas, analizadas, descriptas. Sistemáticamente, Lombroso compara las respectivas medidas promedio de los «c iminales», de los «locos», de los «bábaros» y de los «buenos hombres», todas categoías indiscutibles para él, lo cual, en ciertas págias de sus obras, confere la connotación de un humor negro que se uelve ácilmente insoportable Así, uno aprende, por ejemplo, que «e ve e dobe de criminales que de hombres corrientes capaces de ruboizarse . . . Para comprobar algo análogo, hay que descende hasta los idiotas de la última categoría y a los grupos salvajes más groseros».55 O bien, al compra las arrugas de «doscientos criminaes y doscientos nomales», las encuentra más precoces en los criminales, especialmente la arruga zygomática (situada en e centro de cada ejla), que se suele llamar la aruga del vicio, característica de los criminales».56 O también, al observar las mandíbulas, «compueba el mayor diámetro de la mandíbula en los asesinos y pequeños delincuen tes, el menor en rateros y homicidas; no está desarrolada en los locos, salvo en los que están aectados por obsesiones impulsivas».57 A comparar «quinientos buenos hombres y quinientos criminales», pone en evidencia que «os cabelos negros y castaños son más ecuentes en los crimiales, mientras que os rubios son ineriores a un tercio. E máximo de negros se encuentra entre los incendia rios y adrones; el mínimo en los vioadores; el máximo de trigueño se encuen tra en os ociosos, en os que hiern, en los ladrones de caminos; los rubios so mayoría sóo en a violación y n a esta. Los peirrojos (a pesar de o que di gan os provrios) son my poco ecuentes».58 También habría que citar pági nas nras ar istrar a pasión bioógica d Lombroso omo a de num ero 55 56 57 58 84
Lombroso, homme me/, París, 1 895 pág 355 Ibídem, pág. 206. Ibídem, pá 25. Ibídem, pá 227
z E RTOAAGU: LSRCSDEA FISIOGNOM tl«criilino»
autoes de la época, ue lo llea a acosa hasta las células del cal pue útia de la taldad ue lo ha eado al ico Si be lo eta ueosos etigadoes de su tepo, coo Tade, Bae y Maoue, ue le epocha p eiaete el hecho de da sus teoías e hechos aslados y oculta la ca de la educacó y del cotexto socal y cultu e la hstoa de los duos, su pesaeto goza e esa época de u pestigo cosdeable n el peco de Ehomme crimine[, Loboso atza ua afacó ue p ie ecueteete: la peseca de ueosos estgas e el osto y e el o del delicuete Dice, u poco coo Laate paa olda gualete pdo tales coplicacoes e su sstea, ue el cal puede tee u os gadable, del so odo ue u cudadao hoesto puede te asgo rados S ebago, las estadístcas paa él so ales, la pobabldad de nta estgas e el delcete es gade «E esue dce, la fsogma típca de los cales se ecueta po excepcó e el hobe hoes ai eaete e el deshoesto Cetos dduos ue yo ceía hoes ue debía paecee tales, y ue teía ás de ua caacteístca c ueg de alguos años de obseacó, e eelao e ellos ua <ali tete ue ecesitaba sólo la ocasó paa desaollase» 59 Paa Loboso, la aoalía socal, po ejeplo el hecho de oba, mata posire agabudea, se dedobla e las aoalías scas: los estgas ue se é e disea posaete e el cuepo del cal La coducta está mpetaete tazada e la coacó del osto S la caldad es aa etá scpta e la bología Cad a ógao, coezado po el osto, es indicio etable de ello Loboso se eogullece de deela las señales de inadad e el ño pues se aucia s gua dsc ecó e su osto, a ra alo del ciiólogo cuyos setietos, de este odo, cas o ao ¿Cóo ecooce a u ladó de u aseso, a u agabudo de u ta ? Lbo popoe etatos Su pasió biológica, suazada e la pe eas, coo sepe, lo llea al exteo de ua lógca absuda: «Aceca de nía de los ciales dce pieo ccula idea e u ayoía als a s . veita ueta hobe de apecto hoo: baba hata e l y miada lguante y eoz Ot obeadoe, po ejepo Cape, va d e ee a tr y n encueta ingua dieecia ete el y e hbe Un y t se eqivoca».60 Lomboo costue cn agn a ante a imaen de na huanidad ciia diidda e via epecie i bre d viamene y ien diecadas: «En viadre 5 9 bídem , ág. 59 60 . bídem, pág 220.
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ROSTO Ey Davd L Brton
(cuando no son imbécies), casi siempre los ojos son salientes, de fsonomía delicada, con abios y párpados voluminosos. La mayoría son áges, rauíticos y a veces jorobados . . . Los asesinos, los ladrones vioentos tienen el cabello crespo, e cráneo dermado, mandíbuas ertes, cigomas enormes y ecuentes tatuajes; están cubieos de cicatrices en la cabeza y en e tronco. Los homicidas habituales tienen a mirada vidriosa, ía, inmóvi, a veces sanguinaria e inyectada; la nariz a menudo ganchuda como en las aves de presa, siempre voluminosa; las mandíbuas son robustas, las orejas largas, los pómuos anchos, cabello crespo, abundante y oscuro. Frecuentemente, la barba es escasa, os dientes caninos están muy desarrolados, los labios son muy fnos. A menudo tienen nistagmos y contracciones en un lado de rostro, ue muestran e nacimiento de los dientes caninos, como en seña de amenaza. Una gran cantidad de alsifcadores y estadores ue he podido estudiar tenían una fsonomía ue mostraba una bondad singuar, ago de cerica. . . con rostro pálido, mirada azorada u ojos muy peueños, nariz atravesada, a menudo con pérdida precoz de cabelo y cara de mujer anciana . . . En genera, muchos criminaes tienen orejas sobresaientes, cabeo abundante, barba escasa, seno ont y mndíbuas enormes, mentón cuadrado y saiente, pmuos ancos, esticación ecuete. En suma, de tipo de os mongoes, y a veces, de os neros» 1 La mostruosidad sica reeja la mons truosidad mora Lombroso está obsesioado por idea de n degeneracin del crimin y a de un divisi no menos eq voc de as «razas». Como mucos cotemporáeos de Lombroso, Gbrie Tarde también hace de rostro un eemento convincente ue e poicía no debe desprecir. «Dado un hombre que preseta e característico tipo ísico crimina, ¿diremos ue eso basta para arrogaros e dereco de imputaro de un crimen cometido en el vecindario? Ningún antropóogo serio se a permitido ta burla. Pero hay ue hacer una reserva a títuo de indicio uizás, pero sóo de indicio: los rasgos acusadores deben tomarse en consideración» .62 En su vountad de identifcar o inasible de hombre co a taidad de un signo positivo de o ue moramente es él a través de rostro y de a rma de cuerpo, a antropología ísic del siglo XIX (todavía oy en cieas rmas del racismo) no duda en encerrar a hombre en una armazón de crne donde basta verlo para conocerlo; o sico es el simpe caco de lo mora. Hce un inventario de categorías abstractas: la dierentes «rzas» , e «hombre crimina» o e «ombre inteigente» de Lombroso, con las ue determina especies bioógicas cuyas regas de ncionamiento se een en os rasgos e rostro, a conrmacin de cráneo o e ínice ceico. Esa antasí de con 6 1 Ibídem, págs 221-2 62 Tde G. L cimnlité compée, País, 1890 págs 202. 86
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D ROSTRO A L GU: LS RCS DE L FSIOGNOM 1 Bajo la fg e tro
obre el otro no escapa a Balzac ue rmula, siguiendo a huea de Gall y de ater, una prefración de lo trabajos ue serán una moda en a última par d sio, especialmente en torno a la escuela de Lombroso: «Las leyes de la f n omía son exactas ecribe en las primeras página de Un asun to tenebroso o aplicada al carácter, sino también por lo ue respecta a a talidad de la ncia. Hay fonomía proéticas. Si era posible (y esta estadítica viviente gran importancia para la ociedad) tener un dibujo exacto de o ue pere n el patíbuo, la ciencia de Lavater y de Gal probaran incntestabemen había en a cabeza de todos estos individuo, hata en a d o inocentes, ño sino. Si, ¡a talidad pone u selo en el rotro d uien tienen ue r de cuauir muerte violenta!».63 Se trata de una aciacin entr a bele y a virtud o ntr a aldad y a deeneración, en repreentcion pro o hmbr de a burguesía ue dirin hacia aj» hcia las má pbr una mirada de entomóoo pco interdo en l compren cioóica por a uerte ue ha tcad. Se naturia a dirncia cultura, encuentra sus raíc n auna inerioridad bioóic natia ue j tra opción ue la miseri ici Eta fionomía bien pnante e a a caricatur, pero e incnciente de ta afnidad64
B ajo l fg, el rostro tipooía del io X anteriormente ecadas o en a teoría de a criminal itaiana diriida por Lombroo, e rotro e ocultad, reduci n tipo abtracto; sin embargo, se privilegia la cabeza (nadie tiene a idea dir a mano o el pie). É ta irve para damentar jeraruía o caifcaciones curriendo a las mediciones más insóita. Para Camper, Blumenbach, Cuv ier y otr, e trata de dar la apariencia de un ndamento científco a racimo Y jtifcar aí a labor colonizadora por la demotración de la ealdad y d a n incia de lo puebo sometidos o a ometer. El racim e apya en una oa corpora: hace del otr una «cabeza de turco», e dcir, un anóni n rtr, qe leva s etigma de una raza depreciada. L actitud raci st as n hrméica a td razonamiento y a menud reactria a expe 6 3. D B azac, Honoré, ne ténébreuse re, La Pédiade, t. 7 Pís, Gmard, pág 8 [En es
paño n asunt tenebrs, Buenos Ares, Savat, 969). 64 izo además al destino de a historieta, cf. Corbeau, Jean- ierre, «Crises sociaes et stigmati ai on du visage, Le visag dévisagé: de la séduction humanie a la représentaion divine», rt thérpie, número especial, nº 4041 1991
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ROSTOS. Ey plg 1 Davi L Breton
riena A partir de sigo X, el racismo se nda en creencias bioógicas eminentemente cambiantes de una época a otra, e incuso de un «teórico» a otro, pero obtiene así una erza de convicción más afrmada, y un aspecto de egitimidad apoyado en su relación con la ntasía. E racismo 'rudito no se distin gue en nada de racismo ue repite os prejuicios de la « impresión fsiognomis ta». o hemos visto. E racismo procede de una ntasmática de cuerpo y de rostro a «raza» (o e «criminal» en Lombroso) es un on gigantesco ue hace de cada uno de los miembros ue supuestamente a componen, un eco incansabemente repetido. La historia, la cultura, la direncia individua son borradas en provecho de la ntasía de u uerpo colectivo subsumido en e nombre de raza. Es un pensamiento esencalista, reacio a la experiencia, ue leva a un absolutismo de sus categorías (el judío, el árabe, etcétera.) y rechaza toda conontación a a compejidad infnita de undo. El método de denigración se apoya en un ejerccio perezoso de casfcació según rasgos ísicos ácmente identifcables (a menos para los racistas) a os ue se asocia nmediatamente una serie de califcativos moraes. La dierencia muta en estigma. E cuerpo extranjero se vueve cuerpo extraño a presencia de Otro desaparece tras la más i�ntifcabe de su cuerpo y su rostro. Ese Otro es un artecto de su cuerpo. a anatomía es su destino. E ser de hombre responde nicamente al despiegue de su carne Cartesiano disidente, e racista ya no otorga sus títuos de nobeza a espíritu sino al cuerpo y a rostro. Aí donde os signos sicos no aparecen para operar as discriminaciones, despiega cau daes de ingenio. De ese modo, durante el período naz, para identifcar a os judíos, los médicos proceden a erudtas medciones de a nariz, de la boca, de a dentiión, de cráneo. La estrella amar a ue evaban a la vista de todos leva esta ógica a su fn. E «judío», ue diícmente se reconoce por o sico a pesar de as caricaturas y desripciones antisemitas, es señalado ineuívocamente ante os otros por una marca exterior Al racista le gusta esa evidencia ue o confr ma en su certeza de ue e mundo es simpe y transparente, y de ue una pertenencia racal se inscrbe en a carne de rostro (más bien en e aspecto) a denigración de Otro conleva la imposibilidad de verlo a través de su rostro, es decir, ver su singuaridad de hombre: hay una «cara ea», «n cabeza de turo», «una trompa» «un hoico», «un cara de culo», «un » E enveimieto de Otro eva osigo a bestiaización de un rostro degradado a ango de esigm. A hombre que sóo es merecedor de despreio de racista, se rehs a dndad eementa de rostro. Una categoía negatia o defn e hue o, a a la onduta osear on rseto a . Pmo, h qu supim humad e su osto autoizase a deso z que 88
2.
D ROSTRO A LA GU: RCS E LA FISIOGNOM 1 Bajo lafga, e rostro
dad de desprecio quita a otro a oportunidad de rostro. E racismo po defnrse casi de modo eementa por a negación de rostro de Otro, en a id a en que a ete se o prva de su dierencia infnitesa para transrmar n representante anónimo cristaizador en sí mismo de una categoría odiada. Oro es de otra oria, de otra especie, de otra naturaeza, su trompa oede n tpo. Y e individuo, privado de rostro para decir su dierencia, se redu u categoría Una indeterminación deiberada o instaa ajo rasgos siempre cos, e proe aparecer con su rostro snguar. So se e otorga, como en peci de caridad interesada, esa fgura ueca, ese antirrostro, esa áscara a ya neraria (as e en a Aemania naz ): e retratoroot Eo es o que entan as carcaturas anisemtas, por ejempo. E racit e amién un omista, teje u discurso con términos eruditos o con una metodoogía que mantener más aá de toda sospeca Tranquiamente, ace de prejuicio zón principa de pensar, sn una emoción en particuar. Difere no ostan fsiognomisa en que busca as «razas» a través de rostro, mientras qe a nomía, en su versión moderna, usca más e «carácter», pero uno y otro eden con a misma ógica de inrir o mora de o sico, y con a misma ei ión radica de rostro. L irrupción de rostro marca en prncipo e reconocimiento de Otro y de su manidad. En su Carta a un rehén, A. de SaintÉxuper obsrva que os its que o aían eco prisionero cuando reaizaa un reportaje sore rra de España, tienen e cudado de no mirar nunca su rostro, de evitar su a Y a prueba termina fnamente cuando uno de os anarquistas, aprove do un ntercambo de cigarros, cruza a m irada de cautivo y esboza una ia. Aún más perturbadora es a dfcutad de oponerse a racista, aunque sea emigo mortal, si uno continúa dscerniendo en é a presenca de un rostro. p iodio de a obra de André ScwarzBart evoca, en ecto en e otoño de 1 9 38, e pegro que impica para os niños judíos contnuar ndo a a escua e son matratados por los docentes y por os otros alumnos a a vez. Ernie, o escente judío, busca motivos de odo contra os jóvenes aemanes que o i en, pero es más erte ue é, no ogra acer de elos na categoría abs y desp r ecie con a cual podría deenderse con tod a erza necesaria. o a uno, enumeró todos os motivos pasados y presentes para dtestar a os Pife ; p ero e parecó que, aunue esos motivos eran tan numerosos como t reas de cieo, no produciran e sentimiento uscado. Hasta egó a repe qe os mpfe eran estias con fgura humana, y egó a creero. Pero siem n p equeño deae ena a arruinar e eo edicio construido rio in de una mirada, moimiento d unos aios, o simmnt un pdo 89
ROSTOS. Ey plc 1 David L Brton
de cielo que se colaba entre los combatientes. Utiizó una estratagema . . plegó ligeramente los ojos, para distinguir todas las cosas como a través de la bma pero resultó que no podía odiar ninguna silueta».65 En realidad, nunca hay en el hombre un rostro susceptible de objetivar. El autorretrato es una ilustración cautivante de esto en la historia de la pintura, y especialmente en la obra ejemplar de Rembrandt al respecto De ella, se desprende más bien una impresión de rostro Una sensación del rostro a causa del ca rácter un poco ambiguo que marca tal término, y porque toda percepción de rostro es una proyección aectiva No hay una percepción neutra de él, objetiva, libre de una eoción o de un juicio. Hay una impresión o sensación de ros tro porque éste es una gestalt. No es, y aquí está la ilusión de os fsiognomistas, la adición de na ente, de na nariz, de una mirada, de una boca. Es un todo y es percibido como tal en la vida real. La razón analítia apliada al rostro es un pensamiento de la sospecha, del que hemos visto la aritrariedad, los prejuicios y las antasías sobre e otro objeto de su recelo El rostro no es una proyección geométrica susceptibe de na división en sus derenes partes, si no, deja de ser rostro y se eve fgura es deir un ensamlaje de rasos Ni una máscara es deir, una conrmain inmvi dsmiene en permanencia e rstr rea, de infnita expresividad rostr n s una naraza, n espaci iio acabado qe calca sin reservas na psiía tmin aaada un pco omo se ensamlan as pieza d un rompeaza sre n mde; est aetado por la terra dimensin d la cua a fsinmía ae una rsutane de la proección de su rma de u reieve: a de tiemp q paa a reaión de ombre con a durain n s istoria con la edcain qe rcibe. so es o que ocuta a araería d rostro. Y la istoria de mr se tej n a materia del tiempo ¿Se puede abar del hombre separando e iempo de su vida de a rma de su nariz, o de su ente? Todos eos trabajos d rasorcin de o mra pr si revean sobre tod una vasta prueba proectiva en a que se precipitan os prjuiios os imaginarios de un ombre de una época. El méodo die ms aerca de omre que eabra que sobre s rstros que descompne n araceres
65. Schwarz-Bart, André, e deie des justes, París, Seuil, 1 959 pág 90
242-243.
3. El otro del rostro: el orden simbólico
«Rostro discurso están ligados El rostro haba, puesto que é e el que hace posibe comienza todo discurso». Emmanue Levinas, Ética e infnito
Simbología del rostro E rostro es un ugar y e tiempo de un enguaje, de un orden simbóico. A o r d a vid cotidiana, e rito de ponero en jugo se extiend a d as posturs , stos y proxemias. Los movimientos de rostro participan de una simboogí , s n os signos de una expresividad que se muestra, que se presta a ser descif d a , anque no sean totalmente transparentes en su signifcación Las mímic as , dirección de a mirada, a posición de a cabeza, por jempo, son os mat e r i a de un idioma cia compartido, con os matices propios de a historia y e l peramento de cada actor Los aectos que atraviesan a hombre se inscri todas as· partes de su cerpo (agitación d as manos, hombros, espa, cho, entonación de a voz) y de manera privigiada, modean os rasgos e rost ro Se traducen en signos gracias a a pasticidad de a fgura humana y a itud de combinaciones posibes entre sus diversos componentes (ojos, c ej s , árpados, abios, engua, ente, boca, mirada). A ravés de se modesto abeto, un ineso capo de exprsió es sus de acoger toda una gama de aectos n u iso rostro, de traduciros ª j os otros, e hcros comprensibs cocabes «U odifc i ó n sóo aect, n raida o en aarncia, a soo eemento rostro - c m, ci imaet r co caráter s xre ó ; r j , lr lo li, cñ ci, , fcit, l rtro el e rl c 91
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percción esa tarea de producir, con un mínio de modifcaciones detalladas, un mmo de modifcaciones en la impresión general». 1 El rostro es un terno de metamorosis espectaculares que sin embargo, sólo conllevan un cambio ínfmo de su ordenamiento. De un instante a otro, puede vivenciar expresiones dierentes. Los aectos vienen a modearse aí en el prisma de la simboogía ue él encarna. Por la amplitud de su expresividad su posición predominante en e cuerpo, por su conrmación, especialmee por a presencia de los ojos, el rostro es la morada de los sentidos por exceecia. A través de é el actor se one en situación, se deja comprender en e cara a cara de las comunicaciones que tejen la vida cotidiana. Los signos del rostro poen al actor en el mundo, pero siempre lo exceden, porque también so eemeos compartidos en una comunidad socia. Finamente lo devean, pues e acor nuca es e hombre de cogto, transparete a su pensamieto a sus inteciones. Por e corario, dividido por e inconsciete, éste nunca puede coroar competamete o que en reaidad deja eer en sus rasgos. Se sabe expuesto a a ambigüedad a os maenendidos ue nacen de a proyecció imagiaria de os oros sobre o que su propio rostro supuestamte dice o disimua con difcuad. Todo u mudo de ntasas se iterpoe enre as mímicas su rcepcin por copartícip. De a o absurdo de as «caves de rosro» scrias sgú modo d as caves de os suños» que otorgan ingeuamene sigo d igadad ere ua mmica y una signifcación. Voveremos más adea a s po. n a interaccin, los signos de cuerpo, sor todo s d rosro e este caso, preceden de agún modo a palabra a hace iigi. No s pude concebir un cara a cara con una fgura de cera, cua voz no modifcara permaen temente a rostro para subrayar o atenuar los dichos. La comuicaci aba da con un interocutor que leva una máscara de cual o se distingue ningún rasgo suscita inuietud. so explica tabién as difcutades de interacci co e ciego congénito cuyo rostro no educado es a menudo iexpresivo dessa do constantemente de sus dichos. En esas circunstancias se pierde irmación ; la dialéctica del intercambio es más diíci de engranar a causa de eserzo qu exige de ambos interlocutores, pues uno y otro deben sostener un diáogo sin el apoo de las reerencias dadas habitualmente por la mímica. Los matices de la voz toman la posta y dispensan su amiliaridad, alimentando la imaginación mutua de rostro del otro. Las miradas, las posiciones de la cabeza, la mímica son as entes y os estua rios de ese ntercambio de signifcaciones y aectos ue atraviesa e cara a cara l . Simmel, Georg «La signifcation esthétique du visage», La taédie de la cultu, Pís, Rivages 1988 págs. 137 y 143. 92
3. E OO DE ROSTRO: E ORD SIMBÓUCO 1 imbología dl rost
nga con sus señales aliosas las a procuradas por la voz y las otras partes del rp o. Pero, de mera priegiada, el cara a cara es un rostro a rostro. En los in bios ent actores, el rostro es la capital, el lugar y el tiempo donde se crista uerpo de la comunicación, de donde se libran sus signos más manifestos. I o, si la palabra enmudece, el rostro permanece y da testimonio de las signi n es inherentes a la presencia compartida de los actores. Los rostros actúan o rguladores de los intercambios. Afrman un «orden expresio» ( Goman), diios aliosos qu permiten una suti modulación del encuentro. rotro se elve ácilmente un escenario en la medida en que se leen en us os los ignos que expresan la emoción. Con rspecto a lo qu se mues ilmente, se presta también al juego, a la duplicidd, vra segn un gra ineridad que a hasta la paradoja dl omdiant qu atúa n horas fjs ngustias de un dolor que derma sus rasgos o una haridd d carcajads nadenada por una réplia esucada ya mi vs. En eeto, el comedinte dispensa a los sptadores los signos socis d la moión qu ncarna vioriament, sn cuals rn sus stados d ánimo. En snrio, u r rduc un mor apasiond por a protgonista, el dspro ant un riv l , iidd d br sido ido nlmnte, pro l art dl omdint o o s basa n rituaidd dl urpo y sobr todo n l dl rotro del qu no r dsplar los signos sin ambir a signfción dl esptáulo Bjo ro xpresivo dl prsonaj, borr lo qu sint como ombr qu pin n su vid prsonal. La dupliidd s l ondiión caractrstia dl comdint que oe reha prosionmnt l rostro de su prsonaj sin ner n cuenta o problemas o ls algrs vividas n el transcurso dl da. La riva ciidad par controlr sas manistaions, pra rtenrlas o r , y el onoimiento d los rituas que nimn el rostro llen a vec e s a um ir signifcaciones qu el individuo supuestamente «exprsa». Una il s ó d la psicologa de la voluntad incita a reer en un transpareni d la ió n l fsonoma y, al mismo tiempo, a suponer a eces una duplicidad op rtcipe que teóricamente debe esconder con más o menos destreza sus ros sntimiento. Como lo hmos dicho, el rostro es siempre el del Otro, más claridad que la que le alta al actor en la omprensión se sí mismo. El ro del rostro, en ese sentido, duplica al de la persona 2 Así como nadie 2·
N e T: E ator sbraya aqí a paabra atina peona pes tto en ss orígenes griegos (y
e contexto de teatro griego), como en su so en atín, designaba a máscara de actor. M e, refió a personaje o a pape qe éste jugaba en e escenario «Persona» y ss derivados proie nen de ela. Por otra parte, C Gustav Jung retoma este término arededor de 1 920 pa ob na instcia psíquica de adaptación e se hmano singar a l noas sociaes.
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es transparente para sí mismo, e rostro se esconde en a misma medida. E ros tro de otro es un indicio, es posibe desciraro a partir de cierto número de sig nos que pueden tanto disimuar como señaar os movimientos aectivos. Pero ni e hombre que oece su image (sin vera) , ni e que o observa pueden esta seguros de compartir as mismas signifcaciones. Pues, por una parte, el indiv duo juega con os signos y símboos de su sociedad, y por otra, ver consiste en decodifcar, en correr e riesgo de a proyección: e de atribuir a Otro signifca ciones que no son necesariamente as suyas. De un hombre a otro impera una distancia que únicamente e imaginario puede saar. La ambivaencia domina e cara a cara. E rostro no es un carte señaiador, dice sin decir, traduce de a manera más lamativa a conusión en tre signo y sujeto. Se expone a juicio y a interpretación de otro. «Verás e rostro de traidor dice un personaje de Danilo Kis, pero ten cuidado de enga ño de as apariencias: e rostro de traidor puede tomar a apariencia de a ma yor honestidad».3 La botánica de las emociones
Acabamos de traar as grandes íneas de traamiento simbóico de rostro a través de a rituaidad que o anima, pero anos investigadores reividican, a a inversa, una naturaea de rostro en que as dierencias cuturaes sóo serían artectos sin consecuencias, sin eectos signicativos sobre una base fogené tica que permaece más o meos intacta a través de espacio y e tiempo de as sociedades humanas. Recordemos as hipótesis de trabajo de esos enques etoógicos donde e hombre es percibido como especie más que como condición , naturaea más que cutura, instito más que animal symbolicum En 1874 Darwin pubica Te expressions of the emotions in man and animas.4 Estudia aí e origen y as ncioes de a expresión cia y corpora en e hombre y e anima. «Mientras e hombre y os otros animaes sean considera dos como criaturas independientes ama, es cierto que un obstácuo invisi be paraizará os eectos de nuestra curiosidad natura para continuar a n do e a búsqueda de as causas de a expresió>.5 Procede por observación direc 3 Ks, Dio. Un tombeau pou Ian Daotch, Pars, Gallimard, 979, pág. 3 4. Darwin, Charles. xpession es émotons chez l'homme et les anmaux 890, Reinwal a Le (Réédtion Complexe, 9 8 ) . [En español: La exprsin las emociones en el hombe e los animals 2 tomos, F Semere y Cía.; Ed. Valenca, 903]. 5 Ibím g. 2.
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3. E OTRO DE ROSTRO: E O SIBÓUCO 1 La botánca de ls emocione us allegados, comenta acontecmento de lo ue e testgo en el tran de su exstenca, socta a algunos amgo centífcos, como psuatras, m ios, soneros o vajero, ue decrban la expreón de la emocone n o ras cutura. Tambén recurre a tograía de rostro y pde a nterocuto s qu dentfuen en ella o sentmento ue auélo expresan. A partr de 1 8 6 7, envía un cuetonaro a una ere de ntermedaro demna do alreded or mundo para etablecer una comparacón de lo euema de expreón de e mocone en la derente culturas on pregunta ambgua ue detac n s emocone de la experena ndvdual para hacer de ela como en Le B una ere de etado aboluto, tratando aí de tomar poen del hombr ; guntas ue nnúan ya a repueta, nconcente de que han odo io: 1) ¿E aombro e exprea abrend mucho o ojo a oa ee a ceja? 2) La vergüenza hace onrojar uando el oor de a pe per nocer ee aio de coloracn? En prtcular, ¿cu s i in rubor? 3) ¿Un hmbre ndnad o deconfado une e nro yerg ue uro a aza, eva hai arás os horos ira os uño» Sig ue os rgnas d iso gnro raivas a a xión a aiint o , a l b u n huor a a ura a a hosqudad, a sio a aso a sano a l risa, ndo, a a aión rhazo Por ora ar, n rgn 5, Drwi onfsa sin qur su iouión os is su oo uno ri: « S ud ronor una xrsión iina, asu o osa No ía i óo s oan drinar as xrsions»6 Drwin i sóo re i n y is susas ás o nos daadas oonos, isionos via r o s . uuoso n ano o daos a sa d a airridad a aas de odo, dara qu aa rxivan as rsusas ans sin rg o d uquir io d risión udios dret d campo, a pear de un número retrndo d ovac o n e o un odo aiguo siisa siguino osuao d una on ui d ad ho ani on un nqu xuivan ioógi c o s o b e oniión huana, Darwin onu «Cuando un iso sao d o xsa n oos os ass on aaiva unioridad hho s P o n san us dusra una srha siiud d sruura si d e o in ua n odas as razas d a si huana».7 Los oiint s d l oro ? d uo nunran su ndano n os vsigios d ania�i a d hor n dsiu os insinos qu rann aivo n ia ion uua no son a us oos á u un rniz inini an «
6·
7
Ibdem , pág. Ibídem pág
7. 8.
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e, na capa sperfcia de dierencias sobre na base ancestra ampiamente re conocibe En e sistema de Darwin, a redcción operada por e postado de a niversaidad de as emociones y de ss expresiones no sscita objeciones pes se pntea de antemano qe «ciertas expresiones de a especie hmana, e cabe o qe se eriza bajo a iencia de error extremo, os dientes qe se descbren ando invade a ria, son casi inexpicabes si no se admite qe e hombre ha vivido anes en na condición my inerior y próxima a a bestiaidad».8 E méodo es ógico: a sprimir a dimensión simbóica de as maniesaciones de a emoción, a sbesimar as signifcaciones sociaes y cuturaes qe eas peden omr e dierentes contextos, dejando competamente de ado a dimensión h mana, Darwin ocua desde a raíz o qe hace a a especifcidad de hombre. A parir de aí, na ciencia natra pede abarcar en e mismo movimieno e es dio de hombre y de anima. Así procede a mendo a eoogía. Darwin pantea a niversaidad de as emociones y de s expresión. Por o anto, e rostro e para é n espejo de a especie y no e gar y e tiempo de n sistema simbóico de qe se vaen os miembros de n grpo socia para tradu cir ss emociones y comnicar con oros. Tres pricipios generaes, válidos para e hombre y para e anima, expican para Darwin a seección de a modaida des expresivas de a emoción. E principio de a asociación de hábios ties en na sitación dada, carac erizada por na tensión, se reaiza na serie de actos para procrar aivio o sa iscción. Esos mismos actos se repiten ego por a «erza de a costmbre , anqe ya no se haga sentir s necesidad. E principio de a antítesis: c onontado a una siación inversa de a prece dente, e hombre o e anima se ve impsado a reaizar movimientos opests era de toda tiidad práctica. E principio de os actos qe dependen nicamente de a c onstitución de ss ema nervioso (decooración de cabeo bajo e eecto de terror, tembore cares, ecétera). Darwin apica e principio de a seección natra a as maniestaciones e as emociones Pesto qe tienen un vaor de spervivencia, ciertas moda des de expresión se han fjado perdrabemente en e parimonio de a espece mientras qe otras de menor vaor desaparecieron. La panopia de as emoc nes qe caracteriza a na sociedad, y s expresión simbóica, no deben naa a a edcación, son para é parte de na herencia de a especie sobre a ue as s cedades hmanas no ienen contro. a herencia y o innao defnen as m esaciones caracterstcas de n pñado de emociones nmtes y en núm e 8. Ibdem, pág. 2.
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3. E OTRO D ROSTRO: O SIBÓUCO 1 La boáica d la emocioe ¡ d o, seejantes a las experentadas por los preros hobres y, ás aún, a s a r de lgunas sutilezas, a las de nuerosos aniales Por eso, Darwin tra t a s panto en los siguentes térnos «En los tiepos más reotos, el espan t o presó de una anera casi idéntca a la ue conoceos todavía hoy en el r: uiero decir ue el teblor, el cabelo erizado, el sudor ío, la palide, jos que peranecen abiertos, la relajacón de un gran núero de múscuos y l dencia ue experienta el cuerpo a ovarse y a mantenerse inóvil9 D e n t ro de esa visión naturalista, la espece huana recibe stntvamente un rio de eociones llaadas a reproducirse a través del espacio y del tiem gr ac ias a su capacidad de adaptacón Esas fguras continúan conoviendo a lo s mbres del iso odo, y traducéndose por los isos signos ciales y rales, participan de una sola realizacón de un destino de la especie en el dsgrega todo rasgo indvdual y socal. U ran escritor, E A. Poe, a través de un personaje ue es el odelo cabal del r y de la nteligenca, Dupin, uestra sin uerer, por la bra involun t ri cuerpo, cuán vacía d e sentido es la teoría bológica de s eocones «Si ro saber si aguin es nteligente o tonto, bueno o malo, y conocer cuá ss pensaientos en ese oento, adecuo lo ás ue pedo la expre mi cara con la suya, y luego espero para ver ué pensaentos o senti mientos surgen en i mente o en i corazón, y se eparejan con la expresión m ca a» . 1º Es una correspondencia exacta de la coposicón de los úscu los del rstro con la emoción experientada, era de todo contexto, indierente l v i duo y a su origen socal y cultural no es un razonaiento del ue Du pn pda enorgullecer. Otros métodos de pensaento, conteporáneos a los de Darwin, conti núa con e descarte de la diensón sbólca y se aerran a una sa obje ti vac ó de la s eocones por vías seejtes, copleentarias; dsñan d prspectivas ue todavía hoy no se cansan de dentifcar las emocio r d toda signfcacón ndvdual y socal, y contnúan ueriendo afr a r nive rsalidad a pesar de las evdencs. Especalente los de Duchenne de o y de Spencer, cuyos ánglos de cocidenca G . Duas trata de re l ac o a más tarde, en 1948 E 1 8 62, Duchenne de B oulogne publca Mécan isme de a physioogie humai n e ou l alse éectro- physioogique des passions. Convencido de ue las expre
· Ibídem, pág 388 lO :oe , Edgar Alan, « La letre lée», Hisir trarinai Lie de Poche, pág. 73 [n espan ol e n Poe, dgar Alan «La carta robada» un nga y trr, dciones Nuevo Siglo, 1994, pág 23] 97
ROSTROS Ey gc 1 Davd Breto
siones no requieren más que dos o tres músculos, electroliza aisladamente los músculos ciales de ciertos pacientes del hosptal psquátrico donde él ejerce, apoyando un electrodo sobre e punto de unón del nervo y del músculo. Según sus propios términos, se sirve de as «propedades de la corriente eéctrica para provocar la contracción de os músculos del rostro para hacerle hablar e en guaje de las pasones». Igual que para Le Brun, la expresión de la pasión está en «el cambio de os músculos»; rside en la arbtrariedad de la contracción mus cular de ta modo que una estimulación eléctrica aplicada en el momento jus to, según el punto de carga y la intensdad, produce los signos tangibles de una pasión (alegría, tristeza). Duchenne ustra su obra con tograías que mpre sionan a Darwin, las de sus pacientes radizados, con el rostro crispado según aectos más o menos reconocibles. En 948 Dumas exerimenta a su vez sobre sus propios pacientes, matera prima un poco reaca, y también busca provocar por una esimulacón eéctri ca el signo cial de a sonrisa. 1 Concluye: «La sonrisa puede recibir una expli cación mecánica; esa reacción más débil del rostro a cualquier exctacin l gera de o cia. No tenemos necesidad de apelar aún a h ipótesis psicológicas puesto que as eyes de equiibrio, de la dreccón del movimiento en e sentido de la menor resistencia y oras leyes análogas nos alcanzan». 12 Critica a Darwn por haber dado a su principio de asociación de los hábitos úiles una extensión exagerada cuando «la simpe fsioogía, la mecánica del cuerpo humano» , 13 bas tan según é para explicar ciertas maniestaciones de la emocin. Especiamente la sonrisa. En 855 Spencer cree discernir una correlación entre la intensidad de un movimiento y la descarga motr que aecta especalmente a los músculos de rostro. «Desde el igero estremecimiento causado por una caricia en una persona dormida observa, hasta as contorsiones de la angusia y los saltos de ae gría, hay una reacin reconocida entre la cantidad de senimiento y la suma de movimientos engendrados Si dejamos de lado por un momeno as dierencias, vemos que, a causa de as descargas nerviosas que todos los sentimientos implican, éstos tinen a caracrstica común de c ausar una accin corpora cuya violencia esá en proporcin con su intensidad». Asimismo, e pasaje de a sonrisa 1 1 . Dumas, Georges L surir, Pars PUF 948. 12. Ibím, pág 34. 3. Herbert Spencer eerce gualmente una nuencia importante en Darwn quen cta pas a e s de sus sss sn plil n spulti ( 863) , especalmente «la sensacón que supe ra certo grado se transrma habitualmente en acto material» o también «n ujo de e ra nervosa no rgdo oma prmero de modo manfesto las vías más habuales y s éstas o alanza esbra leo haca las ras vías menos saas» . 98
3. E OTRO DE ROSTRO: E ORD MBÓUCO 1 L botáni de las emocio
risa se explica por un auento progresivo del placer, un poco coo las vir s adorecedoras del opio, ue alcanzan para provocar el sueño. «Una con ión uy ligera de esos úsculos, con un pliegue en los ángulos eteriores s ojos, unido uizás a un oviiento apenas perceptible de los úsculos largan la boca iplican una onda débi de sentiiento agradable . . el pla menta, la sonrisa se adivina y si éste continúa creciendo la boca se entre los úsculos de los ojos y de las cuerdas vocales se contraen: y al poner jego los úsculos ue gobiernan la respiración, relativamente tensos, la parece». Spencer no dice ué sucede si el placer aenta aún ás, tapo co lo ue ide la intensidad del placer. En el mismo trreno una fsiologí mecánica, que deja en suspenso la cuestión d as dirncias individua y ulturales, o ás bien ue las reabsorbe en sms d l pci Du pleta el sistea de Spencer agregando «qe un músculo s cntrae ás en medida ue encuentra en el organiso más aliads y enos adverarios Tién se trata de ecánica, pero un poco más complicada e la de Spencer mente conre a la ley de la dircción del oviiento en el sentido de la r resistencia».4 indo el iso odo analítico Dumas se intrroga ueg acerca de las es e han levado al hobre «a transrar un simp rejo mecánico n signo tan usual coo la sonrisa volntaria». 15 La repesta de Du n poco corta, es «en virtud de un principio de economía, de enor acc ió, y fnalente, de ecánica siple» 16 La sonrisa es pus para él «la reacc ó más ácil de los úsculos del rostro a una exitación oderada; se a specialente en esos úsculos a causa de su extrea ovilidad, pero en idad la reacción ue expresa es general y parece evidenciarse ás o enos do el sistea uscula>. 17 Planteada ta defnición, Duas explica qu e snrisa dibujada sobre el rostro de un hobre podría expresarse ta ún las especies y la ovilidad de los músclo en caqir otra par rpo. Fie a la hipótesis darwiniana de una continidad entre e ho i rts animales en lo ue concirne a la expresión de las eciones, pero sa lóica hasta el absurdo, Dumas panta que para imio la cara tmb é luar d aparición de la sonrisa. En el gato y e prro, aparc n t de sonrisa aunque atenado y qe se prolng con na xpresivid cara n ola espcialmet óvi Dmas inora a xistcia del 1 4
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D u mas, Georges o. cit, p ág 25 Ibíd , p ág . 7 . Ibíd , p ág 74. Ibíd , pág 4.
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gat de Cheshire ue encuentra Aicia, del ue Lewis Carol dice ue sólo su cara sonreía. Partcipa en la misma medida de una visión anciscana del anima, la ue suscita a ustifcada snrisa del lectr: «La urraca, y los pájaros en general, tambén me dieron la mpresión de snreír con ls músculos erécti les de as pumas de su cla, órgano naturamente muy móv y mucho más vsibe cuant más lago». 18 Dumas, sin embargo, no desconoce la inluencia de az sc ial y cutura en el desarrl de la simbología cial. Uniend bilgía y psiclogía, sugere ue «cm as excitacines mderadas son casi siempre agradabes, hemos podid, eizmente y sn rza los hechos, tomar a a sonrisa cm e sign natura de placer» Per esa exprsión pera lueg cmo sign scia que puede ser reprducido y rerzado en el nñ a través de la educacin, reiend así tds os matices prpios de los grups sciaes o de estio de s actres. Observa incuso ue s cegs cngénits n pueden reprducir vuntariamente una mímica cm a sn risa. Su rostr permanece igua en el transcurso de a interaccin, aunue se es pida ue expresen vountariamente a aegría, a tristeza u otras emcnes. Con agudeza, Dumas decara ue a vista ejerce un pape mediadr en a aduisición de las mímicas, sin presentir n stante a inuencia de s padres, su aect pr el niño, y mens a imaen que es tienen de su ceuera. Pues e aprendzaje de la simlgía de rstr y de cuerp puede ser asumid de tra manera por padres sícits y amross Finamente, a ctar numerosas bservacines antiguas de Lacadio Hearn sre Japón, recuerda ue a snrisa puede ser una cnvencón scial ndependiente de toda cnntacin de aegría pacer. Pr eso, cuand un japnés anunca la muerte de un aegado a un ter cer, o hace sn riend, lo ue traduce espeamente e respet pr la intmi dad de tr, el rechazo rituaizado a impicare en un dr ue n e cncier ne. En ese trabaj, G. umas estuda la sonrisa desde un ángu fsiolgico s u mándse a un debate permanente con D arwin, Wundt y Spencer. No ignra la dimensión simbólica del rsto, especialmente de a snrisa, a subraya a pasar, per sn detenerse realmente en ela. Las tess darwinianas de un lenguae natural de cerpo, seleccionado en n ción de la supervivencia de a espece, son ampamente discutdas por la ant r plgía a través de las primeras réplicas de Mauss, Kineberg, Sapir, La B arre, Eon o, más recienteente, R Birwhistel y muchs trs. 19 Para la ciencia s s o 18 Ibíem, pág 45. 9 Algunos textos ndadoes: Mauss M. «La epresión obligatoia de lo s sentimientos» sas e sociologie, Seui, 968; Klinebeg O «Emotional expression in Chinese lierature» /oum al ofbnorml socil pscholo nº 33 938; Efon, David. Gesture rce nd culure, Te Hagu 100
J. OTRO D ROSTRO: E ORDE SIBÓUCO 1 La botánica l emoc es, el hobre se uee en una diensión de reaidad d ierente a a de ani , es criatura de sentido y de aores, no responde a a objetiidad de undo, o a a interpretación ue é e da. No es o bioógico o ue organiza o socia, o o ue hace de él a creación simbóica de hobre. Sin embargo, e debate as tesis naturistas no se ha extinguido. Todavía hoy, nuerosos trabajos de p iración etoógica proongan as intuiciones drwinianas y encuentran en a ión de instinto a conexión necesaria y sufciente, según eos, para a adap in de indiiduo a su edio. Ciertos ecanisos de ctivación innatos, ta omo a ipregnación o a aduración, orecen a inserión de indiiduo campo socia cuando ega e oento. Para numerosos invetigadores -y modo en ue se pantea la cuestión hace este mino casi oigtorio, rión de as emociones depende más de un fsioogí ue de n simoo Uno de os estudiosos ás destcdos en est cmpo, En, expia sí e ipio de sus investigaciones: «Si dmitimo [ . . ] que este a nive de site rvioso un progrm ue estaee onexi entre emoione espeí fcas y moviientos muscures cies ddo, se pede coneir e s condi detonantes de s emocione e dir, os onteimientos ue tivn e rma, son piamente dterminds por o prendizjes soies y cut rales vriabes, pero e, a a inver, o movimientos musre ies soc i ado esas eoiones prtir etn regido por e progrm iempr y cuan o no creen intrereni s regs d expresin, y son niverse».20 D os oviientos ies, En propone inuso, en oorcin on Fr ee n, na edida precis, e FACS, sstentado en un náisis metiuoso de u rto anatóico: «Puesto ue cd oviiento resuta de un tividad r, heos deducido ue debería doptrse un siste exhastivo pr rir e pape de cada úscuo en os cabios de apariencia de rostro. Grac a s a e onociiento se deberí poder anizar cad movimiento de car e n rminos de unidades ínias de ación anatómic puests en juego».9 En 97 1 , kmn, Friesen y Tons hían propuesto una primera gr de nái os moiientos eocionaes de rostro: e FAST (Facial Afect Scoring Teh q ue), ue describía cuarnta y tres ovimientos eementaes de a prte in .
outon, 1972 ( 1 941 ) La Barre, Weson «Te cultra asis o emoions and gestures», /ual ofpe rsonait, nº
1 6, 1 947.
2º· an, Paul, «Ipresion des émotions», L ehehe nº 1 1 7 1 980 pág. 1 4 1 5. Para más detll e s, cf. Ekman, P y Friesen, W «La mesure des mouvemenes ciaux», en Cosnier, yBros rd, A L mmu ebe, Deacha et Niesté, 1984 págs. 01124. Para una e vsis ión dealaa de rabajos sobre a expression de las emociones y que abordan especiae ne el rostro, cf. Feyereisen, P y De Lnoy, J D, Psylge du gese, Brees, Mardaga, 8 5; Jacques Corraze, L mmus verbles, arís, PUF, 980. 101
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erior de rostro, veintiuno de os ojos y trece de as cejas y de la ente. Ago as í coo sacar un pez era de agua para estudiar a anera en ue nada contan do e núero de sus escaas. Inspirándose en os trabajos de Duchenne ue estiuaban eéctricaente os úscuos ciaes de un individuo para descubrir as soidaridades usculares ue dan ra a as ímicas, esos invesigadores copetaente indieren tes a as interacciones reaes entre los sectores, pasan un año ante espejos contrayendo sus úscuos ciaes de a anera ás precisa, ayudándose a veces co peueños aferes. Recurren tabién a a estiuación eécrica para determinar con exactitud los úscuos ipicados en a totaidad de os oviientos de rostro. Una ra surreaista de a nvestigación ciefca, pero sin humor, pretende dar así as caves universaes de os oviientos de rostro en os intercabios con otros. Animados por a certeza de un enguaje natura de as eociones ue sería anatóica y fsioógicamente identifcabe, Ean y Friesen se eserzan por supriir toda inerencia individua en e estudio de la expresió de as eociones. Inerencia a sus ojos tanto ás inoportuna para a eaboración de su botánica cuanto ue esta se basa en un duaiso ue opone emociones objetivas, por una parte, y e individuo por otra p or e ue eas transitan y se «expresan». «E conociieno de as bases muscuares de a actividad y im portancia otorgada a diagnóstico preciso de os moviientos perite evitar e escoo de as dierencias individuaes».2 1 En concordancia ógica con e duaismo contenido en e térno: «expresió de las eociones», e individuo es excuido, es una canidad descartabe perju dicial para e esbozo de la eoción ue conviene poner en evidencia a través d la serie uscuar utiizada por e enguaje natura. E rostro desaparece detrás d la cara. La pie tabién se suprie en a investigación. E idividuo considerad de ta odo se parece mucho a un desoado ue acaba de escaparse de a sa d anatoía y está dispuesto, sin rencor, a «expresar» su aegría, su interés o su sor presa con as fbras uscuares ue e uedan. Tabién se descartan os tice de a irada, los oviientos de cuerpo, os gestos de as nos, de os ho bros, a posición de torso, a dirección de rosro, eeenos ue se entrer uz con tod eisión de paabra o acopañan e siencio, y sin os cuaes o po d r concebirse a exisenciaidad huana La dimensió sibóica ue atrvie a pusaciones de rosro se neuraiza e benefcio de un odeo bioógio qu nos eneñ d erc de modo en qe e or experimea aectivmee ep isoios de s vi y os de os ems. Ek y ee ovi q mia oro, o vmo ua e e oraioe mu, o u h o 2 Ibídem, pág. 0. 102
3. E OTRO DE ROSTRO: E ORD SIBÓUCO 1 La botánic s emons s nriente o amargad, con todas las sutiezas propias de la singularidad de su istoria nscripta en su rostro Los músculos no modelan la sonrisa o la tris m de lo ue el cerebro hace al pensamiento. Es el hmbre el ue sonría o s a. Desconectadas de la vida real, tales perspectivas excluyen la ambivalen juego, las variacines idividuales, las sutilezas dadas pr los pliegues del r , es decir, la piel desnuda, textura real donde se leen los sentimients ue un r experimenta deja ver. Subestiman el hecho de ue una ínfma modi n del tono muscular modifca prndamente la gestalt del rstro. s signos del rstr (y los del cuerpo) dibujan un orden simbólico, por lo u aifestan cierto número de recurrencias durante las interaccins scia r es, es una gran tentación ceder a una iusión de cntrl y de transparen ra proponer al público una clave de ls gests expresines que redce la ia del rstr y del cuerpo a unas pcas rmas paradigmáticas. Un dib uj o estra una fsnomía ue signifca la Alegría, otra, el Dlr, la Rabia el i. En esos diccinarios de gests y expresines,22 no hay ningún lugar ambivalencia, las variacines persnales, sciales culturales L eo alizada en detale Para invalidar este tipo de emprendimientos, as sar en las mesas de póker en trn a las cales cada jugador cntro ets y elabra una estrategia de mímicas destinadas a prteger su juego y rtizar la mejr suerte. e aspecto expresiv, la amplitud de accin del rstr, cmparada a la d e as partes del cerp (brazs, hmbrs, ans, trn, prte), es inte mayr, más plisémica. El margen de variacines vrec al jueg o y s matices individuales (pdor, discrecin, cntrl de sí mismo, cul , arte del comedante del mim). Un margen que no tma en cuen qe etolgic de la emoción ue arranqe de raíz por erza pr s mvimients del rstr y del cuerp de su suel persnal, rela s ial cultural. El análisis en términs de cienias naturales privileg i a de bilgic, ttalmente inadaptad en este cas, y dej de lad la dd qe se ejerce a través del estil y el temperament de cada indi Ira las nseuencias de las signifacines que éste atribye con as paaras y mímicas de s cpartícip. Pasa pr at el cntrl � e e idivid pera sbre l qe qiere deja peribir de sus sentm ieno y sre a nera qe tine de presearse. Ua presetacin de sí q e lleva des a rempnerse en ada eneto, sgún ls inteoto ; 2· « Pa Ekman el rostro se lee como un dccionaio de traducción término p or térmno» cf.
Yves Winkin Coyance popuaire et discourse savant "an gge du corps y "communcation non
veb ae» Aces de l recherche en sceces scles, n• 60, 1985, p ág 77.
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ROTO. Ey n 1 David Le Breto
res y la trama suti de interpretaciones mutuas que se entremezclan. Recorde mo, a título de ejempo, a observación de valor general de Freud cononta do a na paciente: « Cuando, en un enrmo orgánico o en un neurasténico, se estimua un lugar dooroso, su fsonomía muestra la expresión, inconn dible, del desasosiego o de do or sico [ . . ] Pero cuando en a señorita Von R. e peizcaba u oprimía a pie y la muscatura hiperálgicas [ . ] , sus rostro cobraba una pecuiar expresión, de pacer más que de dolor; anzaba unos chi llidos yo no podía menos qe pensar: como a raíz de unas vouptuosas cos uias, su rostro enrojecía, echaba a cabeza hacia atrás, cerraba os ojos, su tronco se arqueaba hacia atrás». 23 E psicoanálisis, a mostrar a parte de inconsciente en a relación del hombre con e mundo, puso fn, a su nivel, a esa isión orgánica que ignoraba radicamente a dimensión simbói ca del comportamiento humano. Apenas más indicadoras que una cave de os sueños, de grosera evidencia s se adopta s ógica de historieta, recortadas de toda interacción social, es as cla ves de las mímicas cumpen a misma nción social, la de exorcizar la compe jidad infnita del mundo ordenándolas en unas pocas fguras simpes. Reducen o individua a tipo y sbestiman la comprensión de a snguaridad a expen sas de lo coectivo. Su prerencia las conduce a evitar e desorden de lo vvo y a apostar más bien a a conrtabe regaridad de as fguras teóricas. A lo largo de la ida cotidiana, a emoción no es un estado, sino una suce sión de momentos, un mosaico inasible, abiguo, transitorio, una maera va de ser en e mundo, perecedera como e lujo de os encuentros y pensamien tos que atraviesan e transcurrir de las horas, con la resonancia notoria que pro duce la presencia de otro. La emoción es e hecho de un hombre inmerso en el seno de mundo y no de una colección de múscuos. No hay una expresión de la eoción sino innumerabes matices del rostro y del cuerpo que dan testimo nio de a aectividad de un actor social en un contexto dado. No hay un hombre qe expresa la aegría, sino un hombre aegre, con un estio propio, sus ambia lencias, su singularidad. Por otra parte, los moimientos del cuerpo y del ros tro no son aeatorios ni están sometidos al arbitrio individual, brotan de inte rior de simbolismo social. Plantear a universaidad de las emociones y enue raras es tan vacío de sentido como habar de la univeralidad de su expresión. La condición humana en su variedad no se reconoce en e inventario del puña do de emocones que sirve como base de trabajo a investigadores coo Eka .
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23 . S Freud J Breuer Études su l'hstée, PUF 1 956 pág. 1 08. [En español: «La señora sabe th Von R.» , en studs sbe la hstea (J Breuer y S Freud) en bas cmpletas de Sg u Fud Volumen 11, Buenos Aires Amorortu Editores 1978 pag. 153 104
3. E OTRO DE RORO: E ORD SIMBÓUCO 1 La botánia de l emocios
egría, tristeza rabia, miedo, asco, sorpresa), Tomn (alegría, interé, orprea rabia, asco, miedo, tristeza, vergüenza), Izard (las mismas, más culpabilida eprecio) , entre otros. Es evidente, incluso para los investigadores, ue la simple identifcación e a emocione supuestamente universales plantea una difcultad signifcativa mo podrían ponere de acuerdo sobre su maniestaciones sica? El mue e as emocione tiene sus curadores, pero éstos se pelean por saber ué convie e exponer No llegan a entenderse ellos mimos acerca de ese objeto plantea no obstante a la manera de una naturaleza irretable. Lo má inóito en a mación de la universalidad de las emocione consiste en conceder ue cier rupos sociales ignoran tal expsión de una emoción ue sin embargo exi e el absoluto. ¿Por ué? Porue esos grupos la «reprimen». La mejor prueba e ee absoluto consiste justamente en el eerzo llevado a cabo por ciertas co eividades . ¡para ue la eresión no aparezca! Si bien Ean, por ejemplo, señala las variaciones susceptibles de caracteria a maniestación de una emoción, las invetigacione realizadas en la posteri a arwiniana tropiezan con el dualismo (el hombre por una parte, la emoción a otra), la ambigüedad de la noción de expresión (¿uién expresa ué?) a aeración de lo rostros ue supuestamente «expresan» la emoción. La emo etá naturalida (en el doble sentido del término), está clavada como a poa bajo la etiueta de su especie Y se buscan la mímicas ciae que e eponden, como si la emoción era una cantidad fnita e ineuívoca epae del actor social. Por otra parte, esos trabajos distinguen de la manera má raria el rostro del reto del cuerpo, como si la risa de un actor no impica gún movimiento del torso, brazos, manos, miradas, etcétera. Eo expica eilección por las tograía y, sobre todo, los trabajos de laboratorio a e e ibran encantados tale investigadores, más califcado en botánica de la ion es ue en operación de l a vida real, y ue agregan un capítulo inéio a ama ecunda de la literatura ntástica. P. E kman distingue el «método de lo componentes», a través de cua re a a través de tograas o películas «muestras de las expresione man a, en una situación precisa, por individuos ue pertenecen a cutura en te la medida de los movimientos musculares ciale». Compara aí e ion es ciales de actores sociales de orígene culturales ierente que et amente «expresan las mismas emocione». Otra técnica e e « tod uicios», que consiste en mostrar tograa e expreione ciae Pg ntar a corresp o nales de dferente culturas qé emocione exrean -
ue t mente para ellos. Pero la moción no s deja ailar n labraorio. Ha-
ROSTR. Ey lógc 1 David Le Brton
cer srgir a aegría o e door era de todo contexto (incuso teatra) no tiene sentido, sino e de naturaizar a emoción y reducir a a insignifcancia a mu titud de signos y símboos que se entrecruzan en e sentimiento experimenta do por e hombre gozoso o suiente (voz, entonación, gesticuación, miradas, porte, distancia de otro, contactos). Si se as quiere fjar en un esquema simpe, en una especie de retratorobot que eimina a extremo todas as objecio nes posibes, as emociones no se encuentran en ningún ado. Abstractas, despojadas de rostro que as dibuja, as emociones son irrisorias como un c ro quis que pretende mostrar e paisaje o como una caricatura que intenta sustituir a hombre vivo. Los sentimientos nacen en un individuo preciso, en una situación socia y en una particuar reación con un acontecimiento. La emoción es a a vez expresión, signifcación, reacin, reguación de un intercambio. E tono aectivo de a reacin de actor con e mundo es siempre simutáneo a una reación con otro, se simboiza a través de azo socia, impica a moduación introducida por os otros y, por o tanto, a actividad de pensamiento de actor. Penetra en a simboogía socia y en as rituaidades vigentes. No es una naturaeza descriptibe era de todo contexto ni independiente de actor. La emoción experimentada se destia en e transcurso de tiempo, dura más o menos y se traduce por una serie de maniestaciones sicas. En ningún momento, e rostro o e cuerpo dejan de moverse, de dar señaes, savo en a muerte. Aquietar a emoción en a estructura de un rostro caracterizado a imagen de una máscara impica perder la exstenciaidad de actor. Esas ivestigaciones ignoran e rostro, aíslan un ar tecto: a fsonomía. El efecto Koulechov
En a vida rea, soamente a interacción, dentro de un orden simbólico iden tifcabe, escarece (de manera reativa) la signifcación de as rituaidades del rostro de os actores. Recordemos a respecto una experiencia decisiva ignora da por os investigadores que trabajan sobre mímicas naturaizadas con ayuda de tograías, dibujos estiizados, peícuas o mímicas de emociones reaiz a das por comediantes. Se trata de un experimento de Pudovkin, que quedó en a historia de cine con e nombre de «eecto KouechoV». Pudovn muestra que, en e esarroo e na peícua, un gran pano de un rostro nunca es compea mente signicate por sí mismo. Sóo a reación etre los diferetes planos, es decir, la puesta en evidecia de una situación precisa (una secuencia), es ae106
J.
OTRO D ROSTRO: OREN SIBÓLCO 1 l efecto Koulechov
presenca con un tono particuar. E contexto es e único ue da senido a m ovmientos de rostro y de cuerpo. En e cine, el montaje orienta a mira o espectadores ara mostrar a proyección de sentido de ue es objeto e comediante, inde ientemente a veces de a caidad de su actuación, Pudovn toma de una pe anterior un primer pano de rostro de comediante Mosjukn. Integra ese o en tres series de imágenes: un pato humeante Mosjkn; na joven mu merta Mosjn; un niño jgando Mosjukn. Un púbico no advertido a de experento asiste a a proyección de esas tres secencias y se e pid ntar a actuación de Mosjun. Es unánime e eogio de taento de comet y de a ampitud de s actuación ¡Con ué sobriedad sab dar a s ros expresiones más sgestiva! : a aegría sibarita de n hombr va a sa hambre; e door itenso, pero contenido, d un hombr cya jove mu t muerta; a trnra emocionada de n hombre e mira jgar a s hijo. ico no ha prcibido a identidad d o pnos, no advirtió q o mo tos de comdiante son exactamnt o mismo en tods s cnas. L antrior codiciona a dcoii mmicas d rostro, y como c n gran ampitd d iiio, proyi raiz sor sobre comediante s n ño q hace ncionar e icrso. na pca, o es e contdo pano por s m ismo o conva ación, sio a recin sinicante nace en a ment d spectador a r de na sri d imágns; d mismo modo, en e trancro d n in n soci, e contxto proporcionado por os actors presents condicio a ignicacons spstas e éstos intrcambian, a través d as paabras das, de os movmientos de cerpo y d rostro. Signiccios sim stas, objeto d n de n desciframiento recproco de as parts a través snsación de o pausibe en cada uno y de a idea se hacen no de No hay contenido objetivo en una comnicaión. Má aún, psicoanái s ha nseñado e nadie es transparente para s mismo. En cda homre, u n de probabe rcejea con una parte de imprevisib. Y a sociooía n o imitar a una única visión cartesiana de hombre, e a éste no tra cosa o e piensa ser. En oposicón a na óptica natraizada d l a oión, ya hemos evocado a cínica, ue muestra ambivaencia de cada r y a dictad para uncarse. A p rtir de n eo txto de Rie sobr e niornio «H au e anima q n it ». ero «os no o onín [ . . . ] , mro. [ . ] O s, rmnt no existí. ero se izo n ima pr porq amro y e iiern sempre s . [ . ] vanó iermene e y ens eeó er, G. Be .
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ROSTROS Ey g 1 David Le Bton
tea que la signifcación nherente a cada ntercabo «evolucona y caba, se dibuja y se cristalza con cada oviento y cada ensaje en ras nuevas. Negar la presencia del uncornio no le ipedrá exstir y sólo logrará, por el contrario, hacer de él un onstruo».24Toda nteraccón aparece pues coo na negociación recíproca de la signfcación, sustentada en las paabras dchas, en los gestos y íicas tercabiadas. Se basa en la nterpretacón utua del coproiso toado por abas partes en el que la aprecación de los ovenos del rostro es un valoso indicador. Es una creación provsora y aproxat que no puede pretender una verdad en la edida en que cada actor procede un conrol de la presentacón de sí según la dea que se hace de sí so y la e se hace del otro. La councacón se produce a odo de la quera de Rlke, a través de proyeccones rcíprocas, interpretaciones, debates ás o enos expícitos sobre ella. Querer dentfcar las eociones planteadas coo naturales equivale a poner una áscara a la quera. El rostro sin e Ot
E ito de Narcso es una espece de parábola sobre la posbldad de ser sin e Otro; habla de la necesdad, para exstr, de cruzar la rada del Otro, de reconocerse en ela y de responder rtualente al cara a cara. Narso no se re conoce en el relejo que le deelve la superfcie del agua. Peranece prsionero en las redes del doble, ese otro yo del que, a partr de entonces, se enaora apasionadaente. Sólo la uerte está al fnal del caino de una scnacón tal. En el empazaiento de su cadáver crece una lor teble: el narcso. Entre sí y e espejo, el espacio del Otro debe pertr a distancia e ntroducr el lazo soca; precisaente, la posbidad de percibr el rostro de ese Otro en tanto Otro y de no reconocer alí al propio. Despegar la ebrana de rostro ajeno de la propa pr despegar sus rasgos en toda su singularidad. La libre disposción de sí y de su rosro implica la entrada en al diensión sbólica que da especifcidad a a condicin huana y al lazo socia. E modelado del rostro siepre es e hecho del Otro. Ninna nauraleza ex presi de rostro (o de cuerpo) se despliega sguiendo l sucesón de las ho ras biois e dan a s debido tiempo a maduración de as derenes ncio nes L imbooí del cerpo25 y de rostro se consitye rvs del vínco de 24 Bateson, Gre gory, «Communcaton», en Wnkn, Y. La nouelle cmmunctn, Seul 9 8 págs. 29-30 5. Le eton, David, Crps t scéés p . 108
3.
OTRO D ROSTRO: ORD MBÓUCO 1 El stro sin e tro
ucación y de identifcación ue liga al autor con sus allegados. Por e contraro, aislado, librado a sí io, privado deliberadaente o no del contacto con os otros ue alentaría en él la sibolización de su relación con el undo, e ño, si sobrevive a tal situación, desarrolla una sibología propia cuyo valor intercabio, sin ebargo, diícilente perite la counicación Savo ue aya un eseo de atención y una gran paciencia de parte de su interocutor que puede tener la nción de devolverlo a un undo de sibolización enos ngulariado) Esa e la situación ue conocieron os niños llamados « salvas», la de los autistas de hoy, la de ciertos esuizoénicos. En un grado enor, o ciegos congénitos, ue no rechazan en absoluto su integracón social, suen su relación con otro de una alta de educación de su rostro, o ue lo hace en parte inexpresivo Los dierentes rostros del niño laado «salvaje», e autista o ciego congénito no son inertes, s ino ue sipeente son sin e Otro. La sonrisa o la risa, por ejeplo, son exprsiones ue no se transparentan ja ás en el rostro de un nio aislado originariaente e toos os azos sociales, omo lo recuerda la historia de algunos niños «salvajes», observados de cerca su época por testigos atentos. A pesar de su apia disión cultura, no se raa de autoatisos inscriptos de una vez y para siepre en la naturaeza del ombre y llaaos a desplegarse un día, a su tiepo, a odo de as lores japoas a contacto con el agua La sonrisa o la risa son las expresiones e una r i aiad ue proviene de una simbología corporal aduirida con la presencia os otros y ue se renueva peranenteente por los innuerables lazos ue anudan a cada instante entre los actores Petenecen a un universo de signifaones No sólo odelan los rasgos sino tabién las aniestaciones corpoas propias (expresión verbal y gestul, dirección de la irada), sobre un oo unánieente reconocible por los actores de un ismo grupo social De mo odo, su aparición no depende del azar, sio ue se basa en condicio sociales y cuturales precisas La risa o la sonrisa son os eementos e una oogía, e mismo oo ue el hobre triste o isgusao ha aprenio arga daa a fguraciones ue se e imponen e rtas onons y se e an arne E niño lamao «salvaje», mantenido por muho tempo era e ao soa u, sn embargo, necesariament ha eo onor a m o prmero año e su existencia oece un rosro nsia a os t o , u roro qu ignora a sonria y a fortiori a rsa, o moo qu ig no ra las lágrim a. 26
2 6. Cf Malson Luen Les eas sauvages Prís UGE, p ágs 1 0- 1 8. Es obr contiene en nexo el escrio ( 1 80 1 ) y el rme ( 1 80) redctdos p or Jen Ird; Frnk Tinnd, Jhmme s vage, rs, Pyo, 1 968; Le Breton, Dvd, p. cit p ágs 51 M. Tournie, rvés de l pn 109
ROSTROS. Eay alg 1 David L Brton
No abordaremos aquí los debates suscitados por los niños salvajes. Recordemos solamente que hay que distinguir, por una parte, los niños como Victor de Aveyron, privados precozmente del contacto con otro, abandonados o perdidos, pero que adquirieron previamente las sufcientes deensas para asegurarse la propia supervivencia y crearon una relación con el mundo original en cada uno de ellos; y por otra, los niños adoptados por un animal, como Amaa y Kamala, las nias lobo de Midnapore, que encontraron en los animales modelos de comportamiento para asegurar su supervivencia. Evocaremos aquí brevemente, a través de Victor de Aveyron, Amaa y Kamala, y Gaspar Hauser, as vicisitudes del rostro privado del espejo que e Otro impone permanentemente ante nuestros ojos. La simbolización de los rasgos del rostro o de los movimientos corporaes de Victor no es la prioridad de Itard, discípulo de Condiac, para quien a educación sensorial es el camino real de entrada en el azo social. Por eso, las observa ciones de Itard al respecto son poco numerosas. Sin embargo, ve a Victor «desprovisto de todo medio de comunicación, sin dare expresión ni intención a os gestos y movimientos de su cuerpo». En su Mémoire sur les premiers développements de Victor de líveyron ( 1 8 0 1 ) , redactado menos de dos años después de a captura de Victor, en Aveyron, cuenta cómo, excedido por a maa vountad de Victor para seguir con los ejercicios que é e prodiga para sociaizaro, y conocindo e temor de vértigo qe siente el niño, lo toma, abre a vntana y o sspnde n momento en el vacío: « ra la primera vez, a menos que yo spiera, que vertía ágrimas escribe Itard. La circunstancia que ya dscribí, en la ca la tristeza de haber dejado a su gobernanta o e placer de reencontrara lo hizo orar, es posterior a ésta». En el inrme que publica en 1806, donde anota e lento camino de Victor hacia el simboismo socia, Itard atribuye una atención es pecia a as primeras maniestaciones de aegría de Victor. Luego de una ga en que e niño es capturado por la gendarmería y separado más de dos semanas de sus tutores, a señora Guérin, su madre adoptiva de alguna manera, encuentra taa e una ccón, ecuera el aag el Ot al poner en juego el cuerpo y el lenguaje y muestra ls efects estuctvs que puce pc a pco su ausenca. Robnson escubre un ía que ya no sabe snreír. Su stro lvó ls asgs e la snsa a falta e la posba e esubr na sonrsa éntca en el rsto e tr ombre «Cmprenó que nuestr ostr es esa pa e la carne que la pesenca e nuests semeantes moela y emela ament y ma cesr. Un hmbre que acaba e eja a alguen con quen tuvo ua conversa cn a: su sto conserv por un temp ua vvaca remente que se apaga pc a po y ue se revvará n la egada e tr nterlcutor [ ] en verdad había alg e cn elao su rosro [ ] Úamente la snrsa de un g pdría haberle deelto su propa sonra»; c Tourne Mchel Vendredi ou l limbes du Pacf que, Folio 1972 .
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E OTRO DE ROSTRO: E ORD SIMBÓUCO 1 l stro sin el tro
niño en la prisión del Templo donde los guardias lo cuidan. «Apenas diisó su gobernanta, Victor palideció y perdió el conocimiento por unos instantes; ro al sentirse abrazado, acariciado por la señora Guérin, se reanimó de inme ato y manestó su alegría con gritos muy agudos, apretando conulsiamen us manos, y con los rasgos alegres de un rostro radiante, se mostró ante to los asistentes . . . como un hijo aectuoso que, con sus propios moimientos anzaba a los brazos de quien le había dado la vida». «Los rasgos alegres de fgura radiante», lentamente el rostro de Victor se despiega a as ritualida del espacio social en que vive. as niñas lobo d Midnapore son rescatadas en 1920 por el pastor Sing, quien as quita a los animals con los que iían. Amala y Kamala, las dos queñas, n los moimietos de sus rostros (como e rsto de sus cuerpo) modelados el espejo que ls oecían los lobos. Sus comortamientos, adquiridos en e tacto con e anima, eran los siguientes: «s nos aproxmábamo, acan mue a eces mstraban los dientes como i recazarn nuestro conact o nues ompañía» ;27 «S tratábamos, a vecs, d arar su atención tocádoas o seándoles alguna osa, se contetaban con rgar una mirada obigada, como mraran en e vacío y se apresuraban a dsviar ls ojos»;28 [los niños del ora] «hacían lo mejor que podín ara llevaras a jugar con ellos, pero ellas lo maban muy mal y los aterrorizaban abriendo as mandíbulas, mostrando los ntes y abalanzándose a ces sobre aquellos con un extraño ruido ronco»;29 aa ez que olisqueaban algo, para distinguir el objeto, anima u hombre, reían generalmente la nariz y trataban de encontrar su dirección aspirando el ».3º Kamala olíó la carne serida en la cocina «con una mirada eroz, inten tmala, moiendo los oos, las mandíbulas, y chasqueó sus dientes con un ñido aterrador»;31 «tenían la costumbre de beber y comer en el mismo plato, mo los perros, bajando la boca Así comían los alimentos sólid tales como z, carne, etc., sin usar las manos; en cuanto a los alimentos líqudos como el a o la leche, los tomaban con la lengua como los cachorros».32 «¿Cuáles pon ser sus emociones? Nunca reían. Aunque Kamala tenía un rostro sonrien , sentimiento de alegría estaba ausente. No la . reír ni sonreír durante los primeros aos . . . era de los signos exteriores de alegría o satiscción que 27 Singh J A C. ; RM Zingg Ehomme en ches: de lant- loup a Gaspar Haer, Bruelles Complexe 1 980, pág 38 Iídm, pág 37 Ibídm, pág 38 Ibídem, pág 45
28 29 3 0 3 1 Ibfdem. 32 Ibídm, pág. 48
ROSTROS E alc 1 David Le Breton
expresaban su aspecto y actitud en el momento de comer cuando tenía muco ambre y especialmente cuando, por azr, encontraba carne».33 Son ejemplos desordenados tributarios de la obseración del pastor que se limita a transcribir en su diario las inrmaciones que le parecen más interesantes. Por supuesto emos aislado los pasajes que dan testimonio de la epresii dad particular de sus rostros. El texto abunda en obseraciones rlatias a otras maniestaciones de sus cuerpos no menos interesantes: desplamiento en cuatro patas olato excepcional, ida nocturna preerencia alimentaria únicamente en la carne cruda etcétera. entamente, Kamala rodeada por el aecto del pastor y su mujer, abre su rostro a las ritualidades sociales de su entorno. Amala, la más joen muere de neitis apenas un año después de su captura. A la muerte de su compñera, Kmala ierte una lágrima el primer sollozo percibido por Sing. Durante días, ell olisquea los lugares donde estaba Amla los objetos que tocaba; se agita, con la lengua colgando, aúlla. El 18 de noviembre de 1 9 2 1 , jugando con los cabritos «su rostro se ilumina a tal punto que esboza una sonrisa».34 Unos meses ms tarde, cuando la señora Sing le preguntó si tenía abre, Kamala moió la cabeza en signo de aprobación». 35 Inclina la cabeza para decir «Í» y la sacude de izquierda a dereca para decir «no». (15-12-1923). En 1926 Kmala se abre cada ez más rápido a la comunicación. Adquiere las primeras nociones de ocabulario participa en la ida del oranato, se uele sensible al o, muestra pudor. os rasgos de su rostro comienzan a modelar los signos, las mímicas, aptos para nutrir la comunicación. «El rostro de Kamala se uminó al saber que la señora Sing había uelto de un desplazamiento de quince días a Ranchi. La expresión de su rostro maniestó claramente un sentimiento de alegría» 23-1-26). «El tiempo transcurrió y los ábitos de Kamala habían cambiado desde el día de su descubrimiento. En 1926 Kamala era una persona completamente dierente. Cuando ablaba su rostro mostraba siempre una expresión acompañada por ciertos moimientos de partes de su cuerpo . Aora era posible comprenderla hasta cierto punto según sus expresiones ciales y sus gestos. . . 1926) O también «muchas eces, la señora Sing intentó persuadia aectusamente pero no se moió del lugar donde ella se encontraba. Ante sus repetidos intentos de persuasión, con insistencia, su fgura cambió de color, exprsando contrariedad» 20 1 1927) Kamala ie un rápido aance en su acultuación e l añs que siguen especialmente al acceso lenguaje a sentimientos ridos. Aprende a manejar dierentes códigos Pasa de espejo del »
3 Iím pág. 57. 4. ídm, pá. 74 35. Ibdem pá. 8 1 . 1 12
3.
E OTRO DE ROSTRO: E O SIBÓUCO 1 l stro sin el ro
mportamiento de los lobos, a entrar poco a pco, con ayuda del pastor y su uer, en la simbología social. Su rstro comienza a adquirir expresividad. Un ceso eemplar, leos de ser el único, en los anaes de los niñs llamado «salvajes». En noviembre de 1929, Kamala muere aún muy oven. En 1928, en Nuremberg, descubren a aspar Hauser, de aproxiadamente eciséis añs, caminando vacilante por las calles. Retenid asta entonces en n a torre oscura, privado de toda relación social, alimentad únicamente a pan y agua por un carcelero invisible, sin haber aprendido nunca a abar, aspar e erado pr una razón desconocida y conducid a las puertas de una ciudad, visto de un papel con unas ases gaabateadas. No ns detendrems en su storia que hizo correr muca tinta sin librar amás su sect. Depués de un tento de omicidio que acasa por poco, aspar es asesinad en 1933. Mien as tanto, protegido por un tutor, Daumer, aspar Hauser adquiere los signs y mbolos de la comunicación social, aprende a ablar y a escriir. Cnocems su stria gracias a un relato de Anselm on Feuegbac, un urista que cnoció a aspar de cerca y se apasionó por su historia. Acerca de su rstr, A. vn Feuer escribe: «Su rostro ea en ese entonces muy cmún: en reps, era casi tomente inexpresivo y su parte inrior, un pc prminente, le daba un aspec animal. La mirada boina de sus s clars y luminss tenía también una resión de alta de itelgencia anima. Su fsnomía se mdifcó íntegramete uns meses: la mirada se iz expresiva y animada, ls rasgs rminentes e stro se atenuaron poc a pco y aspar se volvió casi irrecncibe».36 Lue de su primer encuentro con el adolescente, apenas l descubieron, Feuerba dio haber tenido la intuición de que la fsonomía de aspar prbablemente modifcaría. Lamentó más tarde que ningn retratista ubiera pensad en nces en farla en la tela para apreciar más tarde su evolución. Pocos meses después de su descubrimiento en las calles de Nuremberg, e rs e Gaspar perdió la disimetría de sus rasgos y la prminencia de su mandíua Cmo si el contact con los otros y la educación recibda n sól uieran tituido su fsonomía a la signifcación compaida en la cmunicación sc ial, tabién ubieran modelado su rma para darle una aariencia uaviza más común. Es un enómeno conocido en las miias que ls rstrs se in uen unos a otros en el interior de un grupo, sobre todo en aquellas en que n adoptado comienza a «paecerse» a sus padres adptivs lazo social no mdea só los rasgos y los signs que se inscrien e rs 3 6 Von Feuerbah Anselm «Hsoe d' iniidu sequesé dans un donjon et rivé de oue
commuicaion ac le monde deps sa ene enfance jusqu lge de d-sept ans» (832), reomado e Sngh JAC. y Zngg, R M.; p cit., pág 24 éase tamén pág 309. 1 13
ROSTROS. E lógc 1 David L Brton
tro, los niños salvajes muestran que también contribuye de modo singar a mo delar su rma. Al respecto, las modifcaciones espectaculares que experimen tan los rostros de icor, Kamala o Gaspar, entre otros ejemplos privilegiados aquí, recuerdan la maeabidd del cuerpo, la amplitud a veces insospechada de sus recursos que nuestra socieda descubre casi inesperadamene, y sin hacerlos ructifcar, mienras que en otras pares son cultivados (yoga, etcétera). Observemos además, para tomar estos dos ejempos confrmados, uno por Bonnete rre y el otro por Feuerbach, que i Victor ni Gaspar identifcan su reejo en el espejo en el período que sigue a su acogid social. Pero es admisibe que su pro gresión en la simbología de aquelos con quienes viven los llevarán un día a reconocerse, a distinguir, legado el momeno, l singuaridad de sus rasgos. Esa percepción, igual que para el niño auista, implica, sin embargo, la rmación de un «yo» para captarla, es decir, la entrada aciva en un mundo de signifcación donde e rosro tiene una imporncia, donde la idenidad esá constituida y ya no mezclada con la de los otros, sin reerencias de la proia individualidad. Implica también su capacidad adquirida para discernir, en adeane, los rostros di erenes de los oros, para nombrarlos en su unicidad. Rostro autista
El rostro del niño autista es un rostro socialmente inacabado, todavía no des plegado a la comunicación. Un rostro sin el Otro. O más bien, sin la consisten cia del Oro. Desprovisto de las rerencias culturaes de su entorno. Y la ausen cia de la simbología que deja sus rasgos al desnudo da a la diversidad de los ni ños autistas una semejanza inasible ( al mismo tiempo que espectacular). Un pa rentesco en la ausencia de los signos ciales comúnmente compartidos en su entoo y una proximidad e el desorden que uno cree leer en eos. Desorden que slo parece tal para una mirada indierente o apresurada, que percibe de an temano el autismo como una carencia, un défcit y no como una rma parti cular de acomodarse a la vida que tiee, para cada niño, un tono especial según los meandros se su propia historia. El niño autista manifesta a través de sus comportamientos, posturas, ges tos o mímicas otro uso de mundo y de la interacción, era de los ritos que ri gen el ncionamieno social, era de las signicaciones y valores que los n , er sin seo ni eorio. Son mbié rios los que one en prácic , ro s, si viai oeiv, ris de serain ms u e reaci , rs rs rs si. S, iu s rs sci 1 14
3.
OO DEL ROSTRO: EL O SIMBÓUCO 1 ostr autista
modos de uso para vivir y situarse ante otro, cargados de valores a sus ojos ( a al punto que si los otros no los respetan, puede poner su existencia en peli eliberadamente), pero cuya signifcación sólo le pertenece a él. No obstn e trata de ritos abiertos a la paciencia del desciamiento, a la sagacidad de e sepa revelar su enigma. a rituaidad del rostro del niño autista no es menor que la de un actor bien grado a su grupo socia, sólo que es individual, única, marcada por la ausencia e la simbología cia común. Cada uno de esos n ños habla un iioma cor a que só tiee sentido para él, y en los cuales ciertos rasgos que rechazan la mbología de su comunidad se parecen a los de otros. Algo queda aparente e sin cultivar y, s ebargo, se evidencia que son riuadades ítma, reetes e idexadas a as mismas situaciones las que modela s rasgs de atraen su manos sobre la boca y los oj como para prolgar c ua da piel un rosro demasiado expuesto, temiendo la expsicó al desu a mirada de tro opera. Un rostr para decrar dde parpaea ua aua que no e u vacío ni una demada. Pr e hecho de que la reereca e a rma mú el grupo es decr a simación cral, especialmee i a ruadad ítma que mea os motos de rro autista se decrbe e u vocabuari eigae que era un juci ormativ má be buta: tcs, estereoip, mueas, amanetos, parasmos. a ieraura psquiátrica abunda en e émi p . Lejs de percibrse cm e eserzo rituaad pr separarse e os os prtamieo autisa e decribe m ua incapacidad e esabecer la cació. a acvida de pensamiento de niño está cula pr la tarea ami ue o empuja a jaoar su reación con e otro a través de u r de ges, cas, posturas, deplazamientos, balanceos utlizados con méodo. I vetiva paradójca para evitar a Otro, no ser penetrado por é, voverse e a su jo obervar cuando nadie lo avierte, disimuar sus jos detrá dedos para ver sin develar sus rasgos. El niño autista tamiza s estímu u rgidos e su etorn o de su universo ntasmático, ámbits cuya nte r otra pate es cosa para él. E ese nño, todo tiee sed, y o me u rostro. Traduce a su manea sus medos, angustias, rechazos, desconan a la ivesa, sus onveniencias, su apertura. S u rostro n señala en abou dé, i t us cal d� la cmuicación, una derecia sigfcava e esabemeto de la reaión cn el mundo y con los tr La esoriena en el rostr e nñ autista es a maca de hber tomdo u n tjo en el cmino, distinto r cd uno, ero que no dej de ser cmino y s bid d de encontrr un dí l rut común. En el compñmiento terpéu1 15
ROTRO. Ey ó 1 David Le Breto
tico que se le propone, el niño debe leer en el rostro de quienes lo trat el aco gimiento de quien es él y la suspensión de pantallas culturales; debe experimen tar los intentos de aquelos de reconocerlo aceptando la imagen de una fsono mía cuas signifcaciones a menudo se ocultan, engañan. El respeto de la am bivalencia que muestra es esencial. En ese sentido, el rostro de los terapeutas es impermeable a la resignación, al aburrimiento o a la indierencia. Hace siempre del niño un sujeto reconocido. Si el niño autista se siente objetivado, negado en la mirada del otro, vuelve a su sistema de deensa, cierra su rostro a los signos de contacto que dejaba ver y se vuelve poco a poco inaccesible. Es un largo y lento trabajo de acercamiento y de modelado simbólico que lo eva a soportar la mirada del otro, a admitir el encuentro, a responder sin miedo l cara a cara. El autista inscribe entonces al Otro en el ser de su rostro. Descui da sus ritos íntios para entrar en los del intercambio. El rito y no es un exor cismo, un eserzo de resistencia, se transrma y se elve apertura l undo. La película rodada por Bruno Bettelheim sobre la historia de Marcia, una niña autista que llega a los trece años a la escuela ortogénica de Chicago, muestra l etamorosis de identidad de una adolescente que se abre poco a poco a las signifcaciones comunes. Solamente el rostro de Marcia a lo largo de su estadía bastaría para indicar las etapas de su evolución hacia la simbología colectiva.37 La afrmación progresiva del «yo» lleva a la signifcación inequívoca del rostro. O más bien, a la plisemia miliar que conocemos en los otros y que ellos leen en nuestros rasgos. Pero todo rostro humano es legítimo y portador del mismo enigma de la signifcación que encierra. El ciego congénto no puede seguir con los ojos el rostro de su interlocutor ni oecer a éste l reerencia de una mirada que señale el grado de compromiso en el intercambio. Por otra parte, su propio rostro es muy pocas veces expresivo, impasible a pesar de las circunstancias. Sus rasgos parecen fjos, sin relación con la gravedad o la liviandad de sus palabras Su rostro o sus gestos raramente están en condiciones de acompañar de manera socialmente inteligible una interacción. Una de las causas del ostracismo del que son víctimas los ciegos es la difcultad de desciar su rostro enigmático, que todavía se está haciendo, nacabao o modelado torpemente, rostro sin el Otro que turba en roor 37 En el documentl oddo dunte os ños po Dnel n paa a televisón dento de un hosptl de dí, Fééc ue ute ssce, el nño es, por e conto, decepcondo sempe en su execttv po movldd de quenes se dedc su ttmento Abndon poco poco tod connz en los demás y elve sus tos íntmos de sepcón que o h cen cda vez más cuero y ostro. Sobe la hstor de Mc, cf Beelheim, Bruno fteesse , Glrd, 1969; y ee de emsone rodads or anie Karin con Brno, Bet tel Un autre rega r su l folie.
1 16
J.
OTRO D ROSTRO: E O SIBÓUCO 1 t autista
ón a su ausencia de movilidad En el transcurso de la interacción, cada actor stá en posición de espejo ante su copaícipe, puede identifcarse con él, recoce sus movimientos, sus mímicas, y encontrarse, gracias a esos signos, suf entemente inrmado acerca del otro para que e intercambio se desarroe de n modo milia, con toda la seguridad signifcante Pero los rasgos poco móes del ciego congénito no dicen nada, no dibujan ninguna de las mímicas cofcadas que debeían marcar el desaollo del encuentro. No acntúan ni ateúan la palabra o la presencia Encarnan en ese sentido algo «ominoso» Apantemente, son amiliaes en sus tazos, sus componentes, pero inasibles por ausencia de brio en los ojos, po su ata de movildad y de gesticulaciones gnifcativas El movimiento de eciprocidad, la congruencia de las expectatis mutuas que ndan la inteacción, está rota E cieg remite brutalmente a ensidad de un cuepo del ue el hombre ccidental, a lo largo de su vida ciana, quiere olvidar la pesencia38 Rostro desalojado, que quiebra e espejo intercambio y crea una disimetría que ácmente deja lugar a la inquietud. n las representaciones clectivas, el registro expresivo limitado de ciego connito llama la atención obe su ostro que se percibe cm cerrado, inacaba, inmóv,39 recluido en sí mismo, que no manifesta por ningún signo recoible la atención hacia el otro La alta de estimulación visua impide al niño ciego imitar a los miembros su entorno e identifcarse con ellos Su aprendizaje motor está considerablente aectado. Si esas difcultades no son consideradas por un entorno obseror, disponible y aectuoso, el niño se muestra torpe por mucho tiempo, no be ningn aliento para modelar los rasgos de su rostro ni los mvimientos su cuerpo de una manera socialmente conrme a ls sentimientos qe expenta Y el rstro, como hemos dicho, no es una naturaleza donde maduran táneamnte expresiones universes ya existentes, desligadas de los eser l niñ para haceras syas. G. Dumas, cuando vsita institucines qu ln a jóvenes ciegs, da un testimonio sobre l amativ de los eects de la aión: «M e áci, cm a todo e mun, distinguir a primra vita a os ngénits d aqes que cmenzarn sie vtes Ls primrs n nngn mímica, jamás snrí hbar y s mn un mu s murts. Ls sns, po e contrar, tenn un mímica ci más 3 8 . Cf L Brton, Dav An tropologe du cos et modeité
op cit [En epañol: Antropolo del
cueo modrnidd op cit.] 3 9 . Sobr la iculta la ucación el niño cigo congénito, cf Hnri Pirr, Les avues et sociéé, París PUF 1 958, pág 1 0 8 y sq Por suusto ara l niño qu s lv cgo s -
ués d habr aquirio l ordn simólco roio d un gru l rostr s mnos llamatvo más udo ro su socamt halando, d la ausnca d xrsvdad n los ojs. 1 17
ROSTRO Ey lg 1 David L Brton
enos desarrollada y, según la edad en que quedaron ciegos, agunos la tienen s norm. De tal dierencia, resulta que los ciegos capaces de mímicas sociales y de sonrisas nos parecen, y a menudo son, en eecto, más cercanos a nosoros en la ida corriente que los ciegos congénitos, relatiamente aislados por l rgidez de su máscara».40 Un entorno sensible a las difcultades turas del niño en mteria de relación con los otros puede enseñarle a moer sus rasgos guián dolo con la palabra y la manos par hacerle sentir las odifcaciones que aectan a su propio rostro. A traés de un proceso oluntario, el niño c ego puede aprender el simbolismo corporal recibido normalmente sin eserzos especiales en el contacto del entorno a traés de procesos de imitción e identifcación. L indefnición social del rostro del ciego congénito produce a eces en él una consión de sus rasgos: «Los tics a los que predispone la ceguera son tan crcterísticos, que los norteamericanos, en la ctegorí de "maneraientos' les dieron el nombre de blindisms» escribe Pierre Henri. E lo que concierne más específcamente al rostro, obsera «las posturas, gestos o mímcas que son reacciones a suimientos oculares (guiar los ojos o otaros, eitar la luz dircta, bjr l cabeza) y, por el contrrio, práctics hedóic que resultan de déles resduos isuales (girar obstindamente la cabez ci luz, elearla c lámar, pr los ddos airos ene los ojo y l luz)». Un roso sn el Otro, atrasado a eces por ovios singulres, prvo de a rernci de los ojos y por esas razones, amguo, opco los enteddos. E rostro del ciego congénito parece destr pranenteme, reserrse lo esencial, impide los procsos de identifcc que podrían alere un traaento enos estigmatador. Signifcación social del rostro L existenc del hombre no adquiere sentido si no se nutre de símbolos y aores de la comunid social a la que pertenece. El rostro no escap a l regl. Es a la ez semejanza y discernimiento. Seejanza porque remite en espejo a la miiaridad de los otros rostros de su grupo; dscernimiento porque, a pesar de todo, algo en él permanece irreductible. Smulánemente, liga ditige Releja a su modo la posción contradicora de todo actor en un couto social, l de no exist r sino a traés de las rercs socales y cultuals pero pticipando a la ez de un modo persoa n crecin coec tv eto. 40 Dum, Georges Le souie, op cit. pag. 23 1 18
3.
EL OTRO DEL RSTRO: E ORD SIBÓUCO 1 igncación social del rotro
El simbolismo social confere sus signos al rostro para inscribir en él la amiaridad de la mirada de los otros. O de sí mismo cuando el actor se percibe en n espejo o e su rostro relejado en una idriera. Toda aparición de un rostro a de signos de reconocimiento. Cierta manera de organizar la puesta en escea (maquillaje, bigote, barba, corte de cabello), de prodcir mímicas, de posar la rada en los otros, hace del rostro el lugar de la eidencia miliar que permi atribuirle de entrada una serie de signifcaciones. És jamás es una naturaleza, sino una composición. Es a materia básica para n raajo sobre sí, al mi tiempo que ara una inuencia social y cultural i. La cialización mo la intimidad coporal más secreta del hombre, coo lo meran la socio ga y a antroología,4 1 no deja de lado su rostro. A traés de rosro e ee la humanidad del home imone con toda eza la dierncia nfma que distingue a uno d oro A mimo tiempo, lo vimiento qe lo araiesan, los ragos que lo bjan, lo entimiens que anan de él, recueran que el lazo ocial es la mariz a cal caa actor, gún su propia historia, rja la singlaridad de s ragos y expresiones. Todo ro entrecruza lo íntimo y lo úbico. Todo o hombres se asemejan pero nnguno es paecido a otro.
4 1 Cf. Le Breton,
v,p cit.
4.
Figraciones sociales: el cara a cara
«Ahora me dicen qu en París hay condes polacos a quienes la insurrcción y el despotismo han obligado al exilio y a la miseria; hacen de cocheros pero miran a sus clientes burgueses con tal ceño que los pobrecillos suben al coche, sin saber por qué, con el aire de un perro en una iglesia». Giuseppe Tomasi de Lampedusa, El gatopardo
Cra cr
Los movmentos de rotro se nscrben en e «d aecto de compromso» (E. Goman), donde se mprmen os gestos, contactos, mímcas que reazan rtualmente toda nteraccón. Sus rmas y su dstrbucón surgen de orden smbóco propo de cada grupo. En e uso de cada grupo soca, exste una sumsón mutua a la enuncancón de una engua y a os gestos y mímcas que a acomp ñan, la preceden o a prolongan. Toda emsón de a paabra, ncuso su sen co, está jaonado por movmentos de cuerpo, a veces apenas perceptbes, pero coerentes, organzados, ntegbles. La gestuadad puede modfcarse prondamente en os actores blngües que pasan de una engua a otra. Por ejempo, Brdwte observa en os ndos Kutena, en e Sudoeste de Canadá, un cambo radca de gestuadades según haben su engua tradcona o e ngés. Las ímcas están dadas para una engua y no pueden nconar en otr. Tambén vrían según os derentes grupos socaes. Dco de otra manera, un uso soca e a ena es corretvo a un uso soca de cuerpo. Así como existe una engu matern pronmente rrag en ctvida e ctor, exste tamén un cuo trno ue e correone: e uo cuero e rotro ue ctor cmen a auirir rnuncir u rir r. 121
ROSTROS. Ey plgc 1 David L Breton
En e iercambio de sigifcaciones que es a comunicació, donde e propósio o siempre es e que impera, e cuerpo no es un caal menor que e de la engua Ni uno ni otro pueden esar disociados, no más de o que se puede aislar e rosro o las manos para esudiar separadamene sus simboogías Permanenemene, en as ieracciones que jaona a vida coidiana (saudar, despedirse, senarse a a mesa de un caé, hacer compras, caminar por una vereda, conver sar con amigos) , os gesos y as mímicas se superponen de modo viruamee ineigible para os acores que comparen una misma simboogía corpora, o conocen sus signos por ua adquisición más ardía Los movimienos innumera bes de cuerpo y de rosro o se dejan ibrados a azar o a arbirio de cada individuo, sio que responden a una organización socia precisa maizados por os cores de a hisoria persona de acor, especiamene su esio y emperameno Los ritos de ieracción so ane odo puesas en escena ordenadas y muuamene ieligibes de coducas corporaes y de movimienos e rosro A comparir e mismo orde expresivo, os rosros son espejos unos para oros Indican, con reaiva caridad (con odas as posibiidades de la asucia o de a inerpreación abusiva), a resonancia muua de s dicos: movimienos o incinaciones de cabeza, de orso, mmicas, inensdad de a mrada Cada movmieno de rosro a ravés de juego de as expresions es un menario sobre e desarroo e a ineracción y e grado de compromiso muo de os acores. S ee aí e ierés o e aburrimieno, e surgimieno e m cines, e pacer e encuenro o e inerés por ermiaro, con e resuado de conagio de los aec os que hace a veces imprevisibe e desarrolo de u inercambio A respeco, a asepsia de as pelícas de Rober Bresson no se deben sóo a a imagen, ambié esá en a acuación de os comediaes: esos movimienos de cuerpo y esas vo ces muuamene desuidas, privadas en pare de a evidencia riua que os vue v amiliares R Bresso ibera a sus comedianes de a sumisión a os signos corpraes, y especiamete a as mímicas, que connan as emocions o e grado compromiso e e iercambio Ésos acúa con una vz monocrd, con u rosro neuro, s manienen sobre a cuerda sa de a paradja, esa ensión da una gran erza a a image Sorprede permanenemene a eseador y e recerda a especifcidad de nguaje cinemaográfco La ariencia de orden que rige en iempos nrmaes os movimienos de cur susció n cieros invesigdres a enación dnir sus yes de ncnami anos en e mod d as gas crr kés, rdwis re óss e e ess gess rrrs sgns s sru ss s esu v s s s s 122
4. FIGUCIONES SO: R A R 1 ara a ca
ta del cuerpo sería errada, a modo de una lengua. A partir de ese modelo, naliza la smbología orporal en trminos de kinemas unidad de base del momiento, aún no asoiado a una signifaión y equivalente al nema para las nguas (movimiento vertical de la abeza, ettera.). Una serie integrada de k nmas crea un knmorema (equivalente gestual del morema): por ejemplo, n guiño o una sonrisa. La ombnaión de kinemas, entonces, produe senti y sostiene la interaión on reerenas nesarias para su buen desenvolv nto. Únament para el rostro, Brdwhistell propone uarenta y ses undas elementales. Rerr a más de vente unidades dsriptivas. El materal de nálisis es psao para manejar (a título de comparaón, la ntia de un lna se lmita a una trintna de sonidos). Birwhistll se topa on el esollo d na analogía llada al xtremo en detrimento de la espifdad d la simbogía que s enarna n el rostro, las posturas o los gstos. Ciertamnte, se pued�n identifar analogías entre esos dos grands sistmas signos qu son la lngua y el cuerpo, pero las ernias no son menos snls. Los signos mitidos a través del uerpo an testimonio d una polsma ho más antaa que la qu aratrza a una lngua. La zona d ambüad es allí ho más amla. La mayoría d los movimintos orporales ya tán atravesaos por la hótsis d una signifaión, a la inversa del nema sólo a a ella or la omnaón presa de varos de stos. Los signos l urpo, y scialmnt l rostro, son hudzos, ontingentes, propos a royeión ginaria, amiguos en su maniestaión, ontrariamente a los nos dl lnga, más arraigados, sujtos a una mínima varaión individal, ás asbl al ontrol ríroo. 1 l uerpo no s n auxar de la lngua, que niona on torpeza sigun na estrutra gual a la anterior. Es díl clasfar las regularidades que se n n l rotro o en l urpo. Ningún dcionaro al rspeto pare posble. amnte el ontxto, omo hmos visto, prmte a los ators una proy ón mtua d snfaons, sustentadas en un ordn expresvo qu s om ntr toos los mmbros de un grupo soial. tratamnto l rpo n l transrso de la intraión susta prohbns espífas El rostro y l sxo quedan aart n las proxmas y gozan l
Cf Birdwhite, Ray, Kinesics and context, ssys on body motion communiction, Harmondsworth, Pingin boos, 1 973 Y Winkn L nouvee communication, Pars Sei, 1 98 1 (Bird whiste, R « Un excercice de knésiqe et de ingüistique a scne de a cigette•>, págs 1 60 190) Lngages, nº 10, jnio de 1968 (artícos de Kristeva, J; Birdwhistel, R etc.) Cf. Un en qe crític: Feyereisn, y De Lennoy, J D, Psycholoe du gese op ci , pg 68 sqq. Gui rad, ierre, Le langage du corps, arís, U 1980, pág sqq.; Le Breton, David, os e sociéés op ci pg 6 sqq. 123
ROSTROS. Ey l 1 Davi Le Beton
una mayor atencón en a medda en que el contacto con un u otro e impensable durante e ntercambo. Incuso cuando, en nuestra ocedde cciden taes (o en otras en que os contactos scos e permten m) , e toc ecepcionalmente al copartícpe en un gesto de amstad muy rtvo para ubaya un co mentaro, el rostro y e sexo sempre se evtan. Má aún, ét parecen diponer e una zona de proteccón a su aredeor que los aísla de reto del cuerp a pe sar de su valor emnentemente socal. Se tocan los brazos, l mano , l hm bros, el pecho, ncluso las pernas. La rtuazacón del contacto, por upuesto, es dferente en la relacón amorosa. Asmsmo, cuano se trata de un enfermo o un morbuno, es ecuente tocare a ente en un gesto de conuelo o compa són. E tratamento soca de a corporedad de nño tambén es partcar. S ben os contactos scos en nuestras socedades están orentados netamente en e sntd de a eusón, e movmento se nvete cuando se trata de nño. Está socamente recomendao tocarlo, mmaro, acarcaro, mostrarle e afecto. Su ostro es e objet prvegad e a ternura: besos en a mja, la ente, golpectos, carcas. Y eso sucee hasta que nño tene set u oho años. El anunco, aunque jano, d a pubtad hac qu se o someta rápdamente a las re glas de nteraccón vgnts en su sdad. E rosro y e sxo sán asas n e msmo tabú de contacto, por eso, no ene naa de sopendent qu s tat de zonas prvegadas de os enamora dos. El rcnto sagad d a sona d que habla Durkm ncuntra alí sus os rtalzas, as cuas puen sr derbadas con una soa mrada cuando se nterpone e amor. De la cara al hombre
Perdre la face» (Perder e prestgo) , <aire bonnegure» (hacer un buen papel), «avoir bonne mine» (tener buena cara), <aire pitre gure» (hacer un pobre pape), «sauver la face» (salvar as aparencas)...2 En enguaje corrente, la cara o e rostro valen por e hombre cmpeto, por e sentmento de dentda que o caracterza y por la estma de a cual goza de parte de los otros. La cara (o e rostro) es aquí una medda e la dgndad socal de a que un actor es objeto. Sobre est tema, es conoco el trabajo metculoso llevado a cabo por E. Go man para eucdar os «momentos y sus hombres», es decr, los rtos de nteraccón que renen a os actores bao a gda de den cones socales a las que de 2 N. de T.: todas estas expresiones ancesas incluyn las palabras ace» o «gre», que en español signifcan «C ara». 124
4. FGUCIONS SOC: E C A R 1 De aa a hombr
n acomodarse para que el intercambio, en lo posible, no disminuya en nada stima qu los actores se proesan y piensan mutuamente que merecen Toda nracción está amenazada por torpezas dsases actos idos o lapsus oens que pueden interrumpir su desenvolvimiento, ponindo a las pares invocradas en una situación embarazosa de la que hay que salir lo antes posible vulnerablilidad dl rostro a vecs, hace diíciles ciertas ineracciones Un ac pierd l conrol de sus rasgos a causa una emoción dmasiao ere o por n ataque d risa el rostro se connd «Para disimular la lla» el actor «ti l recurso de darse lta o bien, cubrirse el rosro, la bca, en special con manos».3 Goman evoca muy pocas vecs el ro a tíuo specífco, pro r a la noción d cara qu metaoriza d algna mana l oro xprsi aarcando simbólicamnte la identidad social dl actr l signo que é c mnt a la aprciacin sin indulgncias d ls trs Gamn dfn la cara mo «l vaor scial positivo qu una prsna rivindica civamn a ra de la lína d acción que sgún los s l adptó n rancuro d un naco paricul. La cara es una imagn d dinda sgún cis aibu cials apados qu también pudn cmpais pus qu pr jem uno pud dar una buen imgn d su psión de su cnsión dando una imagn d sí»4 L desnud vuneidad, a la invrsa l con a caridad apant qu s ln n l s hacn d é un cv dl inr mio, una indicación sb cidad d la inrcción En es aspc, sim a la rlación con l oro. An és, s l signo más vibran más xp d uno mismo La piel del rostro ncarna caramn la zna snsibl d la ción con los otros Un individuo consrva su prstigio5 cuando la lína de acción qu sigu masta una imagn consisente de sí mismo, es decir, sustnada por los juicios y ndicacions que vinn d los otros paricipans, y confrmada pr lo qu 3 Gom . Le moments et leurs hommes, Prís Minui 1 988 4 Gom . Les rites d'interaction, Pís Miuit 1 97, ág 9 Gomn m gurción (ace work) «odo o que hce un erson que sus cciones no hgn erder "laface (e res
5.
igio) ndie (incuso e msm)» (ág 25) . L rdicón de os nómds áres idenic mormene homre vés de su c: ajh. érmino ve r erson. «Cund un nión o ejemo dice J. Ceod es ofendido como dec que e conrvenor e coró e rosro es decir que e o hiró e n su hnor. Somee e suno un juez recm e de recho rosro y rmu s reivndiccones más exorines [ ... ] . cue dee n quere e rostro es decir decr ne od triu e ncuso os cmnes que su honor está svo» Chehod Joseh. Intduon la sooogie del lslam, Prs Besson-Che mere 1 958 pág 32. N de T: «garde a fae » consev l cr) Expresón ue mplc tmbn n expresar los pro pos senmenos apenr ue un está ben unue no se esa la realdad 125
ROSTOS. Ey lgc 1 Davi Le Brton
revean os eementos impersonales de la situación».6 La cara es el hecho de la mi rada de os otros, de sus supuestos juicios. En e espejo de os otros, el actor percibe una imagen satisctoria de sí, se reconoce en él. La simetría de os rostros ene a ente confrma os datos de una identidad indiscutida, a a que ningu na orpeza volvió precaria, a a qu no amenaza ningún desatino. Los rotros d os actores en reciprocidad se borran nt os signos de a miliaridad cotidia na de inercambo y de a confrmación de s. Pero e actor <ait mauvaisegure» (quda ma rado) cuando muestra ane os oros una acitud desproporcionad con o qu gimemene podría permiirse Sobrepasa sus derechos olviando sus debers, conrabe seguridad debe perder su atanría ante a rprobación de o tsigos. E acor, por inadverncia, a través de un acto aido o d un apsus, dva una pare poco recomendabe de quién es, o bien sobreestima su margen d maniobra sobre oro se encuentra así expuesto. O tmbién ait pitre gure (ac un pobre pape) en una situación en que reivindicaba su importanci s ncuentra poniendo «buena car» en un desase con rosro de os oros. E acor trata de «sauver la face» (svar as apariencias) , pero a cara que oec mirada de os oros dsmine sus eserzos, e rosro d os oros y no s un sjo, agunos mohíns escépicos o sonrisas irónicas acompañaron sin indugncias el inteno de torp para reparar a siuación. «Cuando una prson 'ait mauvaise gure" (quda ma parada) o pitregure" (un pobre pa) sigu diciendo Goman, es cho inroduce n e ncuentro cors xrsivos que son imposibles de engrnar directamente en a maquinaria d xprsiones de momeno».7 Svo, or susto, que s tape l cra. Los ancajs xresivos de a reciprocidad están momenáneamene rotos. La puest en scna d los rasgos d rostro manifesan una disimetría incómoda que remi a su error a quin cometió a onsa o torpeza. Tener vrgünza, evr a manos al rosro ar ocuaro, bajr os ojos n imosibidd d sosner a mirada hosti de oro es 'aire ise mine" (oner ma cra) y demosrar que s ha perdu la fce" (perdido e prsigio). Es r zro riuamnte ibrándos a as mirads inquisidors de quiens o juzgn sin a dns d sus propios ojos. No s perd pas la fce» (piere e presigio) in un vasin d rosro. La imagn cásica cuabe es a d hombre u mi n u comunidd, os ojos ci suo, nrgo vound mi, n n rm simbóic d conn m. Y no u mirr or « j, igo o mir sor os ms y no r 6.
7
bídem, pág. Ibídem, pág.
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FIGUCIONES SOCL: E R A R j De a cara a hobre
ás que un objeto de ergüenza para su comunidad. Su rostro es tanto más pú ico puesto que ha <erdu la face» (perdido el pretigio) (equiale aquí a decir e ha sido despojado de su rostro), ha sido priado de la cultad de sentirse una posición igual a la de sus copartícipees. Del mismo modo, el lenguaje popular asimila al actor a su cara y en especial rostro que oece a los demás. A quien deroga la conducta esperada por e gr , que pierde «la face» (e pretigio) o está a punto de hacerlo, se opone la ameza de «romperle la cara» (o la «jeta») si persiste en su actitud. La decadencia mbólica de actor así apostrodo reside a priori en la pérdida de la dignidad e rostro. Ahora no tiene más que una fgura o jeta para que os otros rompan. misma desfguración simbólica está en el insulto « ¡Cierra el pico!», también e hecho de «tomare el pelo», de «burlarse de él en su cara». En ciertas sociees, perder «la face» (el prestigio) llea a la necesidad de matarse. Matar para rrar el ultraje. O dejarse matar. En ese caso, reina a imposibilidad de enconr un rostro propio digno de la reciprocidad de os otros. Perder « la fae» es tonces una desfguración que no deja otra opción que la merte. En nuestras sociedades occidentaes, itercambios reparaores8 permien al rotador y a s íctima salir de la sitación embarazosa qe os aecta uego na inacción a la regla de discreción y de respeto múto que rige os intermios sociaes. Al producir excsa, jstifcaciones o ruegos, e oesor moa la signifcación de su acto, ana ritualmente a ambiedad de ése, afr ojos e os estigos que su reación con la regla iningida es competamen ierente de a que ejaba sponer s primera actitud. A acer na emien norable, evia la creación de un conlicto durable y permite a los protagos mirarse a a cara, con dignidad. A eces, el propio oeido desace a siión pertrbadora con un rasgo de humor o una risa qe le permie manir que mantiene s dignidad y su inierencia a la oensiva de tro. sa acti e esarme ebiia la graedad de los dichos, reerza la posiió memente desesabizaa de actor. Del lao opest, ante ese rstro ranqi inmtae, e oensor es rzao a na mejor isposició mifar s e aae m e rsr mesra qe toma parte en e intercambi, exe a tor a ner a e o momento Por eso la necesia e mosrar riene rcimie e tro a trvés e la snrisa, por eemo, e señ e y in eción en el aire. Una snria e rin mra meu rr r ue enra e cn, ñ re y 8 Sbre ls intercambis reparadres véase Gofman E.; a mise en sne de la vie quitidienne, l. 2 es reatins en public, París, Minuit 1973, págs 1O1-180 127
ROSTROS. Ey lgc 1 David L Breton
a ls primers pass del intercambi de la demanda de un sericio, antes de brrarse de ls rasgs para vlver al estad anterior sól cuand ls actores se despiden. La snrisa es de rigr, n cm expresión de una alegría que irradia el rostr lueg de un encuentr inesperad del placer de recibir a un iente, com la de cmenar una jrnada de trabaj, sino que vale cm una cnvención de entrada y de salida en la interacción. Un rit mínim de cnsagración al tr y de cnsagración de un mism pr el tr. La «desatención educada» (Gman) sól es de rigr en los lugares dnde se cruzan descncids. La interacción príbe la reticencia del rstr. Y la snrisa demuestra un mínim scial de comprmis pr el cual los actres se cnan mutuamente en la estima que se prsan y ariman el carácter agradable y pacífc de su lazo. Pr es, el us astuto de la snrisa pr el cual un actor intenta ritualmente mstrar sus buenas intencines a un cpartícipe más mens ingenu. Si éste es lúcid, ablará de una sonrisa «melsa» «ni chica ni limnada». Aquel que se reusa a a snreír es sspecs de ser distante, altaner, anipátic «tan risueñ cm una piedra». Se le recurda que «una snrisa n cuesta nada». La imprtancia de snreír en la cmunicación ática es tál que se vuelve bligatria en cierts lugares, para azaatas, vendedres, crrespnsales de prensa, respnsables de relacines públicas encrgads de recibir a ientes o visitantes. Una fguración scial tant m pdersa puest que se dirige al rstr del r, l mira a ls js y le da una señal tangible de la atención de la que éste es bjet. Per esa snrisa n es la de la vida ctidiana, y la que releja el iente n resuena en el rstr de la azata. La sonrisa ncinal de ésta n está drigida a un rstr sin a un iente cuya identidad no escapa a su indirencia, salv en la medida en que las atencines que le debe scialmente exi gen quizás una atención más escruplosa a sus expectaivas. Interacción y mirada
«El j dice Sartren es captad primeramente cmo el órgan sensible de isión, sin cm el sprte de la mirada». Simultáneamente, ls s reciben y dan inrmación. La mirada que psa un actr sbre tr n se percibe cm neutra. La repartición de miradas sbre el rstr del cpartcipe cntribuye a la trama de la interacción, su supuesta sig nicación ana la dirección del intercambi, del mism mod en que ellas in rmn acra as mc que acmpaan la v.9 Taes inamis par 9. Hay que subrayar que la mirada rostro del otro no es fja, sino que establece más una espe 128
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FIGURCIN SOCES: E R A CA 1 teracció y irad
ipan en la regulación de la interacción. Es cierto que la mirada no es indendiente de la actitud global del actor que se expresa a través de todo su cuer. a tonalidad aectiva de una interacción se traduce tanto por los movimien del cuerpo y del rostro como por la calidad, duración y drección de la mira. Hay que evitar aislar a ésta de la trama simbólica que atraviesa las puestas en ego sicas de los participantes en la interacción. a mirada es solidaria de un nera de ser ante el otro, no es analíticamente separable ni lo único en cuesn. A través de los intercambios de miradas, se trama la materia de un trata ento mutuo de los rostros, y se dejan ver e interpretar los indcios signifcas que hacen al desarrollo del encuentro. La ritualdad de la mirada cmbi ún las sociedades, corresponde a un orden simbólico que varía no olamen e una cultura a otra, sino también de un grupo social a oro. Tambén inclu ariaciones según las posiciones sociales respectvas de los actores presentes, grado de parentesco o miliaridad. En ese sentio, todo anális demaad o de la interacción de las miradas se expone a la dementida de una reali� múltiple y contrastada os ojos son reguladores de la intración. Para convencerse d eso, bast pensar en la incomodidad experimentada ante quien, al hablar con uno, es e su mirada detrás de lentes de sol. Gothe evoca ese malestar en sus con ciones con Eckermann: «Siempre me aprece que voy a servir a esas per s de sujeto de observación minuciosa, y que quieren, con sus ojos así ar s, escrutar el ndo más recóndito de mi alma e inspeccionar los pliegue pequeños de mi viejo rostro. Y aunque busquen de esa manera conocer , toda igualdad leal se suprime entre nosotros y no puedo gratifcarme exa ándolas por mi parte, pues no puedo saber nada de un hombre cuyos ojo veo mientras me habla, y que tiene el espejo de su alma velado por dos tro z de vidrio que me enceguecen» (5 de abril de 1930) . Ocultar los ojos detrá lentes oscuros fltra gran parte de las inrmaciones qu tranquilizan y sos nen la interacción; deshace el intercambio y provoca una relativa subestima ó n del que no disp o ne del mismo medio y cuyo rostro, p or contraste, aparece rturbadoramente desnudo En eecto, en una conversación cara a cara, los actores de las sociedades oc entales raramente dejan de mirarse, sus rostros están en estrecha correspon nca, en espejo. o mismo sucede cuando caminan lado a lado, por una ve cie de barido Las cámaras de ectura óptica muestran que «mirar a alguien a los ojos» no es una expresión correcta. Cf. Cook Mark Regard et regard réciproque dans les intéractions sociaes» en Cosnier Jacques et Brossard, Alain. La communication non verba/e, Delachaux et Niesté 1984 pág. 132 129
ROTRO. Ey p 1 Dav L Brto
reda, por ejempo. Vueven a menudo los ojos uno acia e otro, en seña de un compromiso común, pero también por una atención necesaria a indicaciones de rostro Como reguardoras de intercambio, éstas orientan a continuación de os dichos: ya se trate de apoyar una releón buscando un reconocimiento en a mirada de otro, de acechar e momento popicio de tomar a palabra a su turno, de demostrar al interocutor que uno tiene todavía algo que decir, de buscar os signos de una sinceridad Escapar a a mirada de otro en esas condiciones, disimuar sus ojos bajo entes oscuros o no miar a la cara (expresion cargada de sentido) demuestran una dupicidad orpe o un trastorno que difcuta a uidez de a cmunicación Si a timiez o a emoción no justifcan esa actitud embarazosa, e actor no goza de a estima de sus pares «Cuando e habamos, nunca nos mira a os ojos », e que desvía sin cesar a mirada, que rechaza simbóicamente cnsiderar e rostro de otro, crea un maestar y se expone a recibir e mismo tratamento, a experimentar a misma inderencia, pues os otrs o pudn apartar acer de é un bjeto d sspeca. Así com a mrada nunca s nutra, su ausncia no o es mns En e maginario popuar en as histritas, e tradr ten una mrada trva, s js huidizs, qu obseran d md disimuad. En a interacción ctdana, qun n mra a su intercutr crea una dsimtra, una desiadad n e intercambi, en dtriment d tr, qun s interrga ntonces sbr a supuesta sgnfcación de ta actitud. Ls js udzs d un actr cnntan un maestar, una untad d pner distanca, ntrrumpn cntact d s rstrs Pr es grt qu busca restabecr una stuación tambaeante « ¡Míram cuand t ab!» E cara a cara impica a mdiación d rstr y n pu d estabcrs sin a ada de a mirada mutua10 «S ac cm un vací dc Francs Jacqus dsd e mment en que a paabra y a mrada n se cnfrman d un rstr a tr, una acación qu s prcb c más sutza s a pa abra dsmnt a a mrada». 11 Po r a mrada, s tma en cnsderación rtr d tr, y n cnscuncia, simbócamnt, también su sentimnt d dntdad. En tratamient scia d s artcants d a interacci, a m rada de tr sbr un está rt ment nstda. «N me miró», «apenas t mira cuand t aba», sn ass ecas qu exrsan a decepcón de no aber sd rcncd, de n suscitar siqura a mdsta atnción d una mirada qu da pr un nstant a s rdad d xstr. N ar s ist cuand un s drigía tr ni siquira a Acerca de la mirada en la vida social, cf Cook,M. de Exine, R de Argyle, M cf Argyle, M et Coo, M Gaze and m utual gaze, Cambridge, 9 76, Cambridge University ess Jacques, Francis Déence et subjectiité, París, ubie-Montai gne, 982, pá 7 5 . 1 O.
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4. FIGUCIONE SOCL: A A 1 tercó y
nza paa sostene una «» (pestigio) . No se ha perdido porque no h sido n eida po la legitimidad que otoga ante él la miada. 12 Son evedors, po jemplo, las pimeas ases de la obra de Ralph Elison sobe a condición negr en Estados Unidos. «Soy un hombe que no se ve . . . Soy un hombre real, de rne y hueso, de fbas y de líquidos, podía decise incluso que pose un esritu Soy invisible, compéndanme bien, simplemente porque l gente rehúsa rme . . . Mi invisibilidad tampoco es cuestión de un accidente bioquímico que ya ocurrido a una epidermis. La invisibiidad de a que ablo se debe una posición paticula de los ojos de las pesonas que encuentro» 13 A la inver, el «me mió» entusiasta del antico que evoc u ídolo tiene vlo de un bautismo, otoga una dignidad inespeda L mird otorga somente un osto. Legitima su pesencia ante el mund y nte o otrs En e nscurso de una inteacción, la duración de la mird sobre e propio rosto iente como una señal de reconocimiento de sí, sucit en el ocutor e sentinto de ser apreciado y le poporcion l medid del interés de su plabr en uditorio Por el contaio, las mird uente, o dirgids ci otr prte, muestran un pérdida de tención por burimiento Pero, un mird que mnence demaido tiempo in rzón parente suscit un reacción de mo o de uid A especto, es concid l experienci de Elwort y de sus boradores que utiizaon compars paa mir fjamente con un expreión trl conductoes detenido po el semoro en rojo Conontd es intnci inesperda, que ompe tn clamente con la regs de dicreión, inodos po una situación incompensible a sus ojos, os conductor rrncn má ápido, apreuados po deja el luga del estés. 14 ngulo desde el cual se oece a la vista el osto (y l mird) es una inrión ritualizd que condiciona la tonalidad del encuentro. La incinción de la cbez y del toso connota para nuestas socieddes un ctitud de es, de anc disponibilidad. ey y sus colboadores obsevn que l pintura pe h sido sensible, desde el Renacimiento, a poder expreivo de l exin a de l cabeza. Las telas que epresentan vígenes con e niño subryan e ttd Por e cntrrio, las fguras de autoridad no incinn jmá su cbez; pr e contrio, levantn A trvés de una serie de experiencia, Frey 1 2.
Dvesos tabajos mostaon que una mada sobe sí aumenta la tenson emoconal; que se ma más a meudo a alguen haca quen el ecto es más gande; que u ndivduo al que se le atbuye una capacdad cualquea del modo más arbtaro atae sobe él la mayo cantdad de madas cf Agyle M. op. cit 1 3 Elson Ralph. Homme invisible pour qui chantes-tu?, País Gasset, 1969, ág 20 1 f Elswoth -C; Calsmth J Henso, A «Te stare as a stmulus to ght a huma sub ect: a sees of ed expements» J Pers oc Psych N° 2 1 1972 131
ROSTR Ey 1 Dav L Brto
Ales muestran que el mismo personaje, tomado luego de un montaje tográfco según dos ángulos dierentes de exion de la cabeza, se ve de modo contradictorio. «Los mismos personajes que eron percibidos como orgulosos, distantes, seguros de sí mismos, arrogantes, despiadados, austeros, hudizos, etc., se volvieron, para los observadores, humildes, benevolentes, trstes, dulces, solícitos, soñadores, receptivos, aectuosos, etc., cuando la posición de la cabeza era ligeramente inclnada». 15 La nclinación del rostro no es pues una posicón neutra. Al menos para nuestras sociedades occdentales, y para un número consderable de stuacones, señala cierta tonaldad aectiva. El ángulo de exón es apenas perceptble para la vista desnuda, pero acompañado por una actitud global del actor or una entonación particular de la voz, se revela como un indicio vlioso de regulación en el transcurso del encuentro. Ilustra una vez más que la sfcacón del rostro no puede ser sustraída del contexto del intercambo ni de los movimentos del cuerpo en su conunto. No existe nnn detalle, en una stuacón dada, que no sea signfcante en la soberanía del rtro. Intercambio de miradas
La mirada, dce Smmel, es un lazo «a la vez tan íntm sut que sólo uede rmarse sguendo el camno más corto: la línea recta de un o a otro. a menor earacón, la menor mrada de reoo destruría comletamee su carácter únco . . . Todo el comerco entre los hombres, sus smpatías o sus antipatías, su nti mdad o su aldad, se transrmarían de modo invalorable s o hubiera nter cambio entre las mradas». 16 Este intercambio pone en contacto a los rostros de dos actores. Es una breve palptación ocular en la que se deja sentir la desnudez mutua del rostro en una reciprocdad sólo lmitada por la duracón del cotacto. Aquí, la rtualdad determna solamente este último punto. En el trancurso de las interaccones de la vda cotidiana, el contacto operado por los ojos es f ntamente ág, ues la reciprocidad depende de un hlo precaro que general mente se roe enseguida. Uno de los actores, a menudo ambos a la vez, des vían la mrada y siguen su camino. Ese intercambio rtivo queda en principio sn incdencas en el desarrollo de lo cotidiano. La interacción, que en nuestras socedades occdentales se basa en un borrmiento ritulizado del cuerpo, 17 exi 15 Frey, S. y Ales, en Cosnier, J y Brossard, A. p cit, ág 19 16 . Simmel, Georg. ssi su l scilgie des sens cile et épistémlie cit , ág. 227. 17. Cf Le Breton, David Anthlgie du cps et mdeité p cit, cp 6. [En esañol: Antpl del cue y mdenidd . cit] 132
4. FIGUCIN SOC: E RA A A 1 teabio i
qu nada detenga esa miada, qu nadie sienta su peso insistente. En la eea, en los negocios, o en los caés, por ejemplo, una especie de concesión social ja que la miada de tanseúntes o consumidores se cuce si perjuicios. Una dieencia itual peside en el contacto ocula y disipa la incomodidad que poía surgir en esa opotunidad. De tal modo, la interacción rtuita en los tanspotes públicos, en las salas espera o en los ascensores prohíbe los contactos isuales más allá de la entra a de un nueo participante recibido generalment con una bre sonisa. La ximidad sica hace mucho más iconeniente la mirada del otro, y la conre entualmente en signo d proocación o de descaro, un «abuso d la siación». El rostro se oece a mod de un recint sagrado dl indiiduo, la mia dl otr no pud fjarse n él sin l riesg de mlsarlo. En la prmiscuid de los transportes públicos, agrega una amnaza intlrabl, la d vr hura momntánament la propia intimidad. Durant una cnrencia o rprsación d ar, pr cnrario, las mias d a asistncia stán posadas unáimmn n quin hac la prsnta. Per alí, a rciprocidad las miaas s impnsabl. a mirada dl conncista la sbr la sala. Pu rs u insant n un rsro, pr stá ido a la misma rgla qu n a ca n ls cas. Si s dtine dmasiado n rsro d a concurrncia, s sa a cnsins. n principi, l cruc d las miraas s nuro, los rstros prmancn impas, naa transparnta un mmt d nris en l cntacto. Cm sá al i d un possibl ncuntro, d un dsbord, d un impristo qu pud ll masiad ljs, as conncions scials limian cuidadsamnt l posib o. Pro a vcs, «a priera isa» (n términos de la lynda ), s produc un utro amors o amistoso. El impratio d la «dsatnción ducada» no ha contnr la moción, el ito ha tlado un suplemnto. Con ls ojos en js, e dscubriminto ha oprado l ncanto. S ha ctuado un rconocii mutuo. Un contacto dircto con l otro ha sido possibl. La aprtura dl s a la mirada señalaba ya, en rma metonímica, el encuntro próximo. 18 El intercambio de miadas p ued dsbordar la indierencia cortés, sin p or cmenzar una intracción más durable, p eo modifca la elación dl indiviu con el mundo. La miada es una instanca que da un alor o lo quia. De tal , ese intcambio puede reunir a menudo, para major o para pe, a actos n posicions asimétricas, puesto que uno de ellos está en una posición difí (nfermo, marginal, iscapacitado, ecétera) y el otro gza e signs ap aren18.
Rousset, Je . Leurs yu se renctrret. L sce de premire vu e dns le ma , París José Corti 9 8 133
ROST. Ey lógc 1 David Le Breton
tes de una identidad socia indiscutible. A tavés de esa miada cómplice, el acto en situación poblemática ceyó senti un econocimiento de lo ue él es. El sentimiento de identidad vacante se estaura po la efcacia simbólica de una miada ue epresenta sin uere al conjunto de al comunidad ue se esiste a integar al actor. Eso sucede con el enemo ansioso acerca de su suete ue busca seguridad en la mirada de uienes lo cuidan, con el hombe ue se cee víctia de una injusticia y busca una apobación a su alededo, o con uien sue el racismo y encuentra un econociiento de su dignidad. La <ace» (pestigio) pedida se recupera a tavés de la captua mutua de los ostos, del tiempo de una mirada ue estituye simbólicaente a acto la consistencia de identidad de la cual se creía pivado. El contacto ueda ahí, peo la efcacia actuó y produjo la metamoosis. El sentimiento de identidad de un acto nunca es un hecho de objetividad, sino el eecto de una constucción simbólica sometida pemanenteente a la apobación de los otos. Al fnal de la peícula de F Fellini, Las noches de Cabiria ( 1957), la peueña postituta intepetada po Giulietta Masina camina, triste, a oilas del ío donde l arojó su ultio amante luego de habe tratado de etrangulala y de robar sus ahoros. Llevada po la coriente, estuvo a poco de ahogarse. Otra vez engañanda, humiada en su exisencia y sus sueños, no le ueda nada. Su desespeaza es absoluta. De pronto, apaece ante ella una ouesta callejea, heteogénea y emocionante, donde paecen mezclase todos los ostros de la humanidad popular. Ela los mia pasar, con los ojos empañados en lágrimas. Y alguien en la multitud le soníe. En eco, luego de un breve titubeo, el osto de Cabiria se ilumina. Había perdido «la face» (pestigio) en el sentido más ete en ue la vida en sí misma se reduce a la nada, la enuenta nuevamente en esa gitiva coplicidad ue la econoce en un aecto geneoso, ineuívoco. Ella ecupea su dignidad. La oruesta impovisada pasó, peo esa sola miada metamoseó a la joven mujer. La vida continúa. A tavés de una beve inteacció, aunue las pohibiciones sociales se suspendan, sin ue po ello sua la imagen del acto, la miada cuzada con el otro puede ser una ente de emoción, viva o disceta. El ecuentro no tiene necesa riamente una continuación puede satiscese sólo con la intensidad de ese con tacto. La denudez mutua de los ostos, po una vez liberada de a indierencia educa nutre su erza con la aeza de esos momentos. La emoción que nace e eo or esuieos sin utiidad práctica, en el único momento de ce eraci e u iane e apertura sin ambigüedae a oro ha ido a menu e e ie pr eepo e eore Bae (luvergnant) o e Ye (L'Étranger). 134
4.
FIGUCNE SOCL: EL C A CARA 1 nteambio d mira
La miada, socialmete habitada paa coeri ua legitimid ad, paa gaa iza la existecia, tambié lo está paa etala, egala o suspendela. El to o los itecambios oculaes o siempe es eliz La mímica de desap obac ió de despecio, maea itual de ompe la etiueta de disceció, señala el into, más o meos exitoso se la situació, de itimida al oto, de epoba apaiecia o coducta. Ostetadoa, acetuada por una mueca del osto, la iada mula u juicio de alo. Se diige a las aíces simbólicas de u stiito de idetidad ue debe cota con el acuedo de los otos. Peo la ctia puede igoa la agesió itual de la ue es objeto y segui su camio, conriala co ua boma o ua actitud llamatia, deselta. Puede cede a lla jado los ojos, aceptado así se «silada con la miada» y da al oensor la iscción d habes ispiado bi al actua así. Tmiedo u desbod más av, puede sometese a ese tatamieto, al mos poisoiamete, espeando l oenso se contet. Excedida, puede también espode co la agsión ica a la agsión simbólica, y urr «ompl la caa» a uin buscó hac prde «la face» (l pstigio). «¿Vió ustd cómo me mió?» El «acismo coiano» rsid la mayoía de las cs n sa mirada innsa u juzga con un zo, po qu aramt s sostin. a mirada s un cntacto, toca al Otr y l caráct d táctil qu rvist n inadvrtido n l imagiari scial. El lnguaj corint lo mustra c idad: s pud acaiciar, mimar, sar, scutar cn la iraa; tnr u a qu taspasa, ojs qu conglan, dsafar cn la miraa, rzar la miraa r. La tnsion dl cara a cara cano ést pn los rstros al sud tam traduc po una sri d xprsions: miras con js d pcos amig, sta, con bunos jos, con mals ojos, cn miaa rrcida. As cmo as s mira con ojos dlcs, s acarician c ls ojos, s dvoran cn js, aqu, la palpación ocular prluia contacts más ntims. Ua mirada sr dua, idiosa, d acro, dnsa, suav, u acaricia, qu atra, té ra larga la numración d califcacins u dan a la mirda (qu, imnt irigida al rost dl otr) una actiliad q pud hacr d a, ú las circunstancias, un ama una caricia qu apunta al hmbr n l ás y lnral d s. La mirada tin ua za simólica cya itnsida c d supimir. Los ojs dl Otr stn otads dl privilgi d rgar iar signifcacins sncials.
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ROST. Ey lgc 1 David Le Brton
Escudriñar
Cuando los indiiduos no s conocn ni s ha ntablado claamnt ningún intcambio ninguno db snti l pso d la atnción dl oto. Las miadas sólo pudn ozas un instant sin aboda los ostos, pud chas un istazo instantáno sob l oto si qu ést lo spa (o pud simula qu no lo pcib) . Lo mismo sucd n la taza d un caé: los consumidos obsan a los tansúnts, mian sus ostos con discsción paa potglos d la inco modidad y vita la d s dscubitos. n stas condicions l topas con los ojos dl oto n la multitud o n la call stá admitido. La tadición litaaia s ica n st tma d Rsti a W Bnjamin o d Po a Jung. l homb qu spía un osto n la mutitud lo hac «con caa d nada» sptuoso d la indiencia itual n tal situación dspista naboando los signos d la pudncia, gaantiza sus bunas intncions. Juga a una indincia qu stá tan itualizada como a dl ladón qu s acca a la itina, y simuando a isignicancia, s apopia ápidamnte d la manzana y s alja como si nada hubia sucedido sin intpla a nadi a taés d un osto dl qu ha boado cuidadosamnt cualqui xpsión suscptib d llama la atnción n l tanspot público o n l ascnso, cada uno s sumg n su univso cado a psa d los szos qu exig mantn una dici atnción cuando l oto stá jus to ant nosotos, caa a caa. La pesación d la intimidad dl osto dl oto s ealiza a tavés de una miada mpañada qu intpon una spci d pantala nt los actos. Es una posición suti po qu cada uno sab conoc de antmano. Dl mismo modo, la tansgsión no scapa a nadi. s una cosb, salo e la conquista amoosa o en intento d intimidación mia a los otos con disceción. Los ojos se pasean, se deslizan sob el oto sin detnes en él, con caa d nada. Si po descuido, s cuzan po una acción de sgundo, la molstia s liminada mutuament po la continuación dl moiminto ocula hacia oto puto que se ele entoncs el objetio inespado d una miada compomtida en la búsqueda de una salida honoable. Una bee son isa tabién poe una mana elgante de escapa del momnto embaazoso eafmando así la pueza de las tenciones Asimismo, una miada dema siado polongada y descubieta po su ícta cea una incomodidad cípo ca. Las éplicas apuntan pus a pveni a incomodidad o a boala. E homb scutado pud capa d la situación inconnient n la qu stá inmso i gnoando ibadamnte a miada qu cib mantnino su osto ea d too compomiso. Mutra pus ituamnt qu s ura a nstnca. t pt n a aparnca os oo s run pro rtoman mu 136
4.
FIGUCIONS SOC: E R A R j scudrñar
uamente la reserva, sn naccón mportante e la regla e screcón. S la réca lega emasado tare, la vctma puee eenerse e tal manera que le a a su vez al ncreto a perer «laface» (el prestgo}; «¿Qué mras?», «¿Nuna has vsto a alguen como yo? » La víctma, al reacconar e ese moo, muesra su resstenca a una conducta percba como la extraccón neba e algo e su propa substanca. En otro contexto, la mrada fja en el otro ncona como la nstauracón el ercambo. El camarero el caé no puede gnorar al clente que lama as su encón, aunque prefera deja e lado por un momento a los mpacentes porue ebe ocupase de otros clentes y sus brazos no son nefnamente extenies. Tambén en prncpo, el moderaor e un ebate no puee smular por ucho tempo que no ve el osto ngnao e un partcpante que pe la para, aunque tarde en dársela La conqusta amorosa se apoya en una rtuala deente, puesto ue autoza la mrada nsstente el hombre sobre la mur, quen en prncpo smula gnorarla (cuano el hombre está someto a la sma mrada e parte de la mujer, aparece a menuo la comoda) En la uccón, el hecho e escrutar el rostro el otro tene sobre too el valor e a prueba, me su sponblad, extende sondas para evaluar sus chances. os ojos no se oculta a la nvtacón, el otro puede responer con una sonr aentaora. Y a partr e all se eectua el encuentro La captulacón el rosro reluda la el cuerpo. La moral e la mraa ncluye la del rostro, zona e nta para preservar. crutar el rostro el otro es una acttu ue suscta la desaprobacón El oren ólco ue rge los encuentros ncona como una scplna, una moral e n recproca cuya transgresón engenra el malestar el actor que se sente ma e una nscrecón o de una nsoenca justfcaa Y el ntercambo raas pone cara a caa a dos nvuos a través e «la recproca más n iata, más pura que exsta»19 La mraa no eja nrente pues expone, sn actor pueda eenerse, la ntmda e su rostro al poer e una nter racón smbólca. «Dévisager» (escrutar el rostro), tocar con los oos a erza isstenca, sn que sea posble la recproca (a menos que la suacón es oque en una guerra pscológca o el actor escrutao mre al oto con la ms frmeza), plca «dé-visagen> («esrostrar», escubrr), espoar a a vct el goce e su rostro haceno e él un obeto e nvestgacón 20
1 9 Georg Simmel, op cit, pág. 22 7 0. . de T.: « Visage » signifca en español «rostro» Las iálicas son mís 137
ROT Ey 1 Davi L Bon
«Ma de ojo» La iada es ua de las cioes po ecelecia del osto. Poe a la luz la desudez de las fsooías e ia aceca del oto. Los ojos ace al osto, si duda ás ue la boca, las oejas, la ete o la ai, claaete eos di eeciadas e la getalt de los asgos, eos eveladoas, digas de eo i vestidua. E la aiología de los copoetes del osto, dode todo es esecial paa el setiieto de idetidad del acto, los ojos so sobeaos. Idependietes del osto ue los evuelve y les da ua sigifcació, los ojos so causa de iuietud. «Los ojos vivos del coediate ue os ia a tavés de la áscaa poduce espato, o a pate de coediante i de la máscaa . . . »21 El caácte isólito de los ojos y la potecia ue ueve a la iada debe desvaecese e pate po la amiaidad de u osto cuyas míicas y moviietos son ecoocibles. Al ignoa el osto, los ojos uema co ua eza ue poduce iedo, su uanidad está como a la espea, peligosaete ame azada. El cie de teo usó y abusó de eso. Es ecesaio pode devolve a miada paa que la del oto, fjada sobe sí, pieda pate de su caga petubado a. Y la iada sóo puede intecabiase co u osto. «Vendajes ue cubía capa po capa una cabeza, asta no deja ve ás ue un ojo ue o pertenecía a adie»22 obseva Rk. La iposibilidad de capta e el oto los oviientos de su osto, la iealizació ue lo odea a causa de sus asgos aogados bajo la áscaa o el vedaje, ace diíc el ecueto, lo piva de las eecias más eleetales. Po la difcultad de pecibi e él el i y vei de las eocioes, la iteacción está despovista de su secla evidecia, se ace ás apoimativa y povoca aletedidos. Y, a veces, agustia. El hecho de ue los ojos o tega b o i osto suscita teo. Numeosas tadicioes hace de ellos la vetaa del ala. Peo el sugiieto del alma e os ojos implica la uaidad del osto e su cojuto. Si o, la miada (en e cine de teo, po ejeplo), sepaada de los asgos ue la serta e su expesividad, se asocia al mal, incuso a lo diabólico. La eza emaada de los ojos se ateúa po e osto ue los odea; éste ecueda los líites de la codició hu maa de quien la leva e sí. Sin embago, cietos idividuos o pueden neutaliza a violencia ue bota de sus ojos. Su comuidad les imputa el pode de ha ce el ma simpemente po mia a su víctima. El a de ojo puede se e atiuto inoluntio e un home con el cual el contacto, incuso ocula, es nes 21 22
Kejca, Otomar «Le regad du masque», en Le mqu: du rite u théátre Prís, �ions d CNRS 1 98 5, pág 206. Rle, Rer Mar. es ches de Mlthe Lurids rige, Pís, Seu, 966, 5
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4.
FIGUCION SOC: E CA A 1 «Mal d ojo»
to. La lueca se ejece a pesa de la volutad de que le toca poseela. Se le atbuye a cetas categoías socales, geealemete estgmatzadas: gtaas, aciaas, emos, tuetos, cegos. El hecho de que sus ojos se detenga un poco ás sobe la petendda víctma o que ésta seta sobe sí el peso de una mada inespeada, puede se sufcete paa desecadea la c eeca y paa explca uego u tuio que ada hacía pesaga. La mada colleva la desgaca, «la ige» (la mala suete) , (palaba que vee de guña: cea pacalmete ojos, mado de eojo ). Lo s ojos toca lo que pecbe y se compometen co el mudo. Así, la ma dgda al oto uca es deete. Es u atentado a su tegdad, conine la amenaza de desbode. No sopede, en e ntdo, que la Igleia haya batdo las mada «cocupscentes» o upuetas como tale. Ve ya es dar ta medda, y se vsto da de sí msmo una posldad que el oto puede aprocha: «ve dce Jean Staobsk e un acto peigroso. E la paón de Ln, pe las epoas de Babaoja uere po eo. Al especto, la mtlogías yedas on namete unánie. Oeo, Narcso, Edpo, Pqu, Medu nos eseñan qu a eza de que extende e canc d a ada, el ama condena a a ceea y a a noch».23 Pero, se vto, en o ejmplo citado, la la ma vulnca. Hay en el gen, n a ovdd d lo ojo y n d apropiar de la coa a pea de la ditancia, una pgroidad qu ega en ncuno con aquel cuyo oro rci d en a ida n Pue el mal d ojo ua acción qu rza nida d diiu u popo roto. Iplca un cara a cra, aunqu a dtant y rápdo, y veno de una miaa que no pudo e equivado y acanzó su lnco con gan a de la víctia. El mal de ojo es tamén el ama de los qu quien pejudi nteconalmente, de aquellos a quene a epeentacion comune con n tal pode: bujos, advos, etcétea. A través de la efcacia simbólica movilizada, ua mirada de recoociminto,
o hemos vsto, p uede estaua el sentimiento de dentdad de u acto en fcultades. Lo demuesta també la mada mutua de los amantes. Peo e p azameto de enegía p uede també poducre en detmento del prop actor. Ua ituació como esa se ecuetra en las creencia reativa al «ma ojo», al «aojameto» , a la «mada daña». Esta vez, la miada d oto da aa suete. La potecia táctl de los ojos, acompañada po la itención efas e uien mia, poduce u efecto de metamosi ue uita a a víctima par su soberanía E «ma e oo» acta a a are emaao conaa qu s b anona n efnsa a a aa envoa e una ar quzá coa o que 2 3.
Staobisnki, Je. &il vivant, Paí, Gimad, 1 962, pág.
14.
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ROTO. E pl6c 1 Dav Le Brton
dea a niño en sus manos Gopea a hombre que tiene demasiado éxito en a aza o en a pesa prooando a enidia de os otos miembros de su omunidad nerma a ingenuo que no tomó preauiones y atao a ira de quien goza de a reputaión de tener «mirada dañina». La enidia es e mól de contato maintencionado que estabeen os oos en e punto más expuesto y más unerabe de a ítima, su rostro. ma de oo puede matar, enemar o oer estéri, debiitar a a ítima, apropiarse de su ama o arruinara nidia, on una etimooga semeante a a de guiño, iene de atn invidere, que signifa mira on oos matenionados. Por a energa masana que emana, a enidia tiene e poder de desestabiizar la existenia de hombre envidiado si puede ataar uno de sus atributos Los ojos de os otos toan e rostro y, de modo metonmio, aanzan a indiiduo ompeto. n esas cirunstanias, a viruenia posibe de una mirada sóo puede ser disminuida por un eo u otro objeto que haga de pantaa esondien do os asgos de indiiduo. La ondición de ostro es estar sin deensas, a menos que se bore omo ta Simutáneamente, se estabece en é e econoimiento más absouto de otro hombe está en e mundo por sus rasgos, su miada, a pie desnuda de su rostro, y también po eso mismo, su egitimidad de exstir puede sere disputada por otos Otra coincidentia oppositorum enarnada por e rosto es esa mezca siempe pearia de eza y neabiidad «Medusar»
La eza de choque de a mirada y su noiidad posibe enontraon su ex presión soia más signifatia en a mitoogía griega on a Medusa Gorgo, uyos oos ontienen un ego tan intenso que onieten en piedra a quien a mire. E propio rosto de a gorgona es e de espanto, meza hipnótca de hu manidad y animaidad, de beeza (no dea indierente a Poseidón) y de eadad, de masuino y de menino stá más bien ante e reino de aos, donde todo reonoiento posibe se desfgura. «La abeza die J. Vernant aargada , redondeada, evoa una fgura eonina, sus oos están muy abiertos, a mirada fa y penetrante, e abeo como una meena de anima o erizado de sepientes, as oreas andes, demadas, a vees pareidas a as de buey. áneo pue de eva enos, a oca, aieta en un ricus, se aara hasa ota todo e an o de s, desuiedo as as de dienes, n oos esiaes de aa , en ed ia ne sie ai e, n es v 140
4. FIGUON SO: E CRA A CRA 1 «Mear»
enta, más que como un osto, como una mueca»24 Como fgura de pesadia, el espanto que eina en la caa de Gogo golpea en el inrtunado que cuza su miada, pues queda inmediatamente petfcado. Medusa es ciatua de muete, posiblemente poque el caos de su asgos, esa desfguación que no es una sola, pues su natualeza es se tal, sólo puede signifca lo obsoluto de la altedad, el umbal de lo innombrable: la muete. Peo óo u umbal, pues la locua que conlsona sus asgos aún ontiene elemen reconocibles cuyo oden sólo está conndido En eet Gorgo reina en el a de los muetos y pohbe la entada de los vivo Ella e el lugar del mite xtremo, del que no se regesa, all donde ve es oir inmediatamente. La caa de Medusa anuncia las disolucones a las que no escapa e hmbre atrapado en ego de su mirada Donde ella habita, desaparecen las rerenia que epa an el rosto de desoden que lo invade en la muerte. Ea representa la onte a entre lo vivo y la nada Recordemos a grades líneas del mito: Perseo pometió al rey Polidectes aere la cabeza de Medusa Atenas lo ayuda en su búqueda y le oee un esdo de bonce para protegelo Como obsera J. Venant, el mito está onsuido sobre un tema: el de la « miada, de la ecipocidad de ver y de ser visto» ¿ ómo escapar a la virlencia de la mirada? La pregunta se plantea ya dede el nentamiento con las Gayas, las hermanas de las Gogonas, tes ancianas que óo poseen, entre las tes, un diente y un ojo que utizan por tuo. Perseo se ropia del ojo en el momento en que él lo pasa de una a otra y pegunta a las rayas cuál es el camino a segui paa enconta a las Nins, pues sólo ellas lo eden ma Cuando sabe dónde buscalas, tia el ojo al lago Titonis redu iendo a las Graya a la ceguea paa pedles que pevengan a sus hermanas a Nins ayudan a su vez a Peseo y le dan tes objetos necesarios para cumpl su tarea: el caso de Hades que povee nvisibidad al econder lo rasgos del se vv ante los muertos, las sandalias aladas que lo liberan de su peso, de la ditana, y fnamente, la bolsa donde coloca inmediamtamente la cabeza de a Gorna uego de haberla cortado, pues lo ojos de ésta ontinuarán prdiendo su der de muerte. Perseo abá más tade uarla para dehaere de u ene Hermes agrega, por iniciativa propia, una espada de hoa va. Aunque vbe, Pereo no debe deja peder u mirada en la e Medusa pues a muer atapaa intante. on la ayuda de Atena y mha peaine, ha e eu de brone omo u eeo paa neria a mete 2 Vrnant, Jean-Pirre L mot dn l yux, París, Hachtt, 198 5 , pág. 32; sobr Gorgo, del
mismo autor, véas L'individu l mot lmou soi-mm t lut n c nnn, Pís, Gaiard, 1 989, págs 1 1 7 1 29 141
ROSTRO. Eay anl 1 Dv L Brto
susceptible de brotar de los ojos de Gorgo, Perseo se aproxima a ella sin mirarla, la decapita con la espada de Hermes y huye inmediatamente con la cabeza en la bolsa. Se la oece luego a Atenas, quien la fja en el centro de su escudo donde conserva el terrible privilegio de petrifcar a quien lo mira. La cabeza de Medu sa o Gorgoneion sirve como motivo en vasijas, monedas, esculturas monumentales. Está dibuada en el escudo de Aquiles. Figura de ambivalencia, protege a quien la posee y golpea mortalmente a quienes se le oponen. Fuertemente arraigado en el imaginario colectivo, el tema de Medusa recorre todo el arte occidental25 e ustra el poder de la mirada. Recuerda la ambivalencia del hombre ante su propio rostro, siempre apenas vislumbrado, inasible en su verdad donde se anuncia l a lenta progresión de una muerte ineluctabe y en la que se encarna su precariedad y su poder. . Perséne convierte a Medusa en la ardiana del Hades, pues ser despojado del propio rostro es signo de muerte. Y ante Gorgo, ninn rostro es posible.
25.
Cavio E parmesano, Rben Bernin Lorra Kt etcétera Sobre este tema cf. Clai Jean. Médue, París Gaimard 1989
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5. El rostro es otro
"Conozco an poco de mi rosro que si me mosraran a uno del mismo ipo, no sabra decir cuá es la diferencia (salvo, quizás, desde que hice mi esudio sobre los rosros) . Más de una vez, en una esquina de la cale, a enconrarme con un espejo de un negocio que quiere sorprender con él, omo por m a primero que pasa, siempre que enga e mismo impermeable o el mismo sombrero. Sin embgo, sieno agún maesar hasa que, al pasa a mi vez por el relejo de crisal, me recique, un poco moesto. He vueto a perder mi rosro un poco más ejos. Hace veine años que dejé de conservar mis rasgos. Ya no habio ese lugar. Por eso miro fácilene un rostro como si era el mío Lo adopo, descanso en él». Henri Michaux, Pasajes
Ambivaencia del rostro
La eidencia del rostro disimula cuánto escapa en todo sentido inten de defnirlo captrlo fjar de modo defnitio la gacidad miar que a ecs deja entreer. El rostro es probablemente para el hombre para el occidental a menos el primer motio de asombro ya que se ea a sí mismo en un spejo n una tograía o que por ejemplo en e amor busque compreder os ras s y la mirada del otro. Rexonar sobre a signifcación del rostro desde una prspctiva antrop ca mplca abordar l msterio d cuerpo desde su ánguo más sót. D s mo md qu a ambgüedad d cuerpo humano es a d ocrs su m cm sr y tner seca y atruto, rstr s hbr ms mp qu és u rstr. mr s su curp s su rsr. E , da d ss csa duas qu p stu cur ac sa m, c cu u , u u m .
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ROSTOS. Ey lgc 1 David L Breton
Así como e rostro se desiza con comodidad hacia e registro de la posesión. Si, para e hombre que se interroga por su identidad, su arraigo al cuerpo se e aparece como un misterio, más aún se le escapa el rostro que contempla en e espejo y del cua ve a agiidad, las metamorsis a o argo del tiempo. Y de esa separación entre una imagen de sí, en parte inconsciente, estable durante el trascurso de a vida, y a apariencia que se oece a la vista, sometda a as circunstancias, nace a sensación de hacer dícimente uno, de estar dividido entre el ser y e tener de rostro y del cuerpo; desgarrado entre la evidenca de a carne y e rechazo a la agilidad, al envejecimiento y a camino progresivo hacia la muerte. La relación con e rostro y con e cuerpo se juega en esa ambivalencia, que nunca se da sin equívocos. El rostro es para e hombre el signo de su soberanía y aí donde puede captar de antemano con a mayor erza su no coincidencia consigo mismo, su imposibiidad de exstir sin estar dividido. Por la alquimia de una relación con el mundo que le modela un rostro del cual es el único poseedor, y por el uso personal que hace de los signos que lo destacan sociamente con respecto a las normas del grupo, el rostro es para e hombr el ugar de su soberanía: maquiaje, cirugía ritual o estética, tratamiento del cabello, del sistea poso. Y por la aquimia de una reación con e mundo, de un estilo propio, que modea un rostro del cual é es e único poseedor. Pero, simutáneamente, encarna su desposeimiento. E hombre que contempa detenidamente su rostro, a veces, se siente perturbado, como e actor de un apsus repentino conontado con una signifcación te mida. La inquietud perra, algo de uno mismo permanece inasibe. «En e corazón de la evidencia está e vacío», dice E Jabs. Sobre todo en a del rostro, en cuanto a mirada se hace más atenta y busca identicar el enigma contenido alí. E rostro es siempre, por sí mismo, e ugar del Otro más próximo. El lugar de las signifcaciones ocultas, aí donde la sensación de transparencia del sujeto para sí, ta como lo rmua Descartes en el cogito, encuentra su primera desmentida y tropieza con a intuición de un mundo escondido en su propio centro, a la vez próximo e inaccesibe. «No me parezco», piensa el hombre que se detiene sin compacencias ante el espejo Su rostro lo interroga; y la turbación que sinte no es de carácter estético (encontrarse eo o ago por e estilo) , sino que está más prondente en la extrañeza de tener ese rostro en lugar de otro. A observar su rostr en un espejo o en una pntala, por ejempo a través d un experiet d autosopía co ayuda de una cámara de video, o icluso e una togra, aor sient pocas veces la satiscción narcsisa de encontrars penmene. Son rros os acores, n nuesra sociedades occdenaes, que gus n de su oro sin aedades y se recoocen de enrd en él, n rrs . 144
5.
EL ROSTRO OTRO 1 Ambivlencia del rosto
A menudo, os inade e maestar y a decepción, basados en a sensación consa de a no coincidencia con sí mismo. Paradoja sorprendente: e actor experimenta ecuentemente ese rostro único que deja ibrado a reconocim iento de os otros, incuso a amor de otro, con una sensación de ateridad que ea a una especie de reticencia ante sus propios rasgos. E hecho de conemparse en una proyección exterior de sí es perturbador para a mayoría de os acores. E rostro es a a ez demasiado simpe para contener a existencia, signifcara a os ojos de os otros, ibrara a su reconocimiento, y sin embargo, demasiado abierto a pesar de todo para no dejar presentir o esencia. Esa distancia es propicia a a ambiaencia que marca a reación de hombre con su propio rostro. La sensación de una confdencia que dice demasiado, o no o sufciente y deja a duda. E rostro está en e umbra de una reeación. Formua una promesa que nunca está en condiciones de mantener, pero que hace creer a cada instante que fnamente ha egado e momento. Es conocida a disimetría que diide sagitamente as dos partes de rostro en partes asimétricas. Otra disimetría se reea aí entre e sentimiento de sí y e sentimiento de su rostro. La disimetría también está presente de modo radical por e hecho de que e stro siempre se percibe desde aera. Esa es otra ente, no menos insuperae, de sentimiento de estrañeza para e hombre que percibe sus rasgos en e espejo. E ugar más íntimo, e momento de cuerpo donde se arraiga a identidad, es también e más escondido. E hombre es despojado de rostro que oece a os demás con prodigalidad. É es e único que no deja de ignorarse, sóo tiene acceso a su rostro a traés de un objeto separado de é: e espejo, a tograía, a pantaa de ideo, e cine o e reejo de as idrieras. En ese sentido, e rostro es coincidentia oppositorum. Encarna a paradoja de ser e ugar (y e tiempo) de cuerpo ejor conocido y e más inestido, a tal punto que identfca al indiiduo a a ez que sigue siendo e más extraño, aque que se mira con asombro, aque cuya pérdida (a desfguración) conea a menudo a destrucción de a identidad person, a desaparición radica de pacer de iir. Ya sea reejo de crista o tograa, retrato o pantaa de ideo, e rostro es siempre e de Otro. E único que uno n vera jamás es e propio, siempre oecido por e desío de a imagen, nunca n su reaidad iiente (sao a tocaro, pero para e hombre occidenta, e taco está eos de aler o mismo que a mirada). E hombre interroga atentamente us rasgos, su irada, aí se reconoce, y sin embargo, aí se descubre extaño. Cnonad a s rosto e hombre enta en reación ntima cn e O. Rembrandt, e hombre de os innumerabes autrreratos, sin duda esaba ás obsesonado que otros po esa ambiaecia, esa dcuad ara captaro, para arecerse a s sm. Su asón r e rs aves comeo s 145
ROT Eay alc 1 Dvd Le Brton
ob. Clmin en ls tels de 1629. Un ce de él n hombe rme, con os to enégico, efndo, d igno pesentnte de n bgesí opent y sego del poeni. Ot nos lo mest con n fg clmente distint, l de n olgzán, bitdo ls tbens y l bebid, con sgos toscos, ilmndos con n sonis gose qe descbe n boc con dientes otos Un lz mient centú ún más tnto l lgidad de los sgos como s nebilidd Con nos meses de intelo ncen en l tel esos dos ostos de Rembndt, los dos polos de s existenci nidos po n poxmidd g y ptbdo; l imposibilidd p ss ojos de econocese en n sol fg El mismo ño, Rembndt pint tes toettos más, con na expesión más ge, soñadoa De n tel ot, el pinto es el mismo y el oto, se enenta sin descanso al enigm del osto Bsc paecese y ce de la pint n espejo del osto inteio. Decl oz en cello n íntim inquietd qe todos los hombes sen en nestas socieddes, paa qienes el osto es el signo de s sobeanía y agilidd. El rostro es Otro
Nesto osto nos posee l menos tnto como nosotos lo acemos nesto. Nos posee en el sentido de qe nos engña, se bla de nosotos de lgna manea Nos encie en él y nos conden n mbialencia con especto a él. Tiene un peso a eces diícil de sopot, pes es el signo más expesio de l pesencia ante el oto, l mc donde el enejecimiento, la peciedad, inclso la ealdad (más bien el sentimiento de eldd, pes ésta nnc es n echo en sí, sino un jicio) insciben con totl eidenci n hell qe el ombe occidental deseía más discet, cs del sistem de loes de nestas sociedades, llenas de teo nte el enejecimiento o l muete. En lo qe nos identifc, el osto también nos limit, podce destelos en negatio de todos los ostos qe no somos Eso explic l tcción del disaz la másca, y l tendencia que eva a nmeoos ctoes ciet denigación de su ostro. El «yo es oto» toma con ciidad los spectos de l eticenci nte el popio osto colmado de una pertbado extñeza La fg mana albeg lo inasible del Oto en el cento del yo1 1.
Un experieni mostró, por otra pe, que puestos te un mgen dstorsond de su propio rostro, los tores les uest reonoerse, y ometen vees errores de preión En ls misms odiiones, idenfc mejor el rostro de un extrño perbdo uns hors ntes. Solmt reveldoras de l nueni de las representciones colectivs más vords, ls
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5.
E ROSTRO OTRO 1 t e tro
Mchel Toune, noelst del osto s los hy, y Éloud Boubt, el tógra, se lbon un eeenc de gn lcnce ntopológco. En 1973, solcton un centen de esctoes que escben lo que expementbn nte sus ettos togáfcos elzdos po Éloud Boubt. De antemno, muchos de elos se negon pestse l juego. Unos ctcndo l froldd de la propuest, otos poque se consdebn demasdo ncnos y lamentbn a l vez no hbe ptcpdo de un expeenc tl ente ños ntes. Acttudes reveldos. Otos, po el conto, se pestn l juego con delete y ceden generosa mente nte el ncssmo nheente a l te. Peo un clm generl emna del omento de estos esctoes, el sombo entstecdo de reconocese en ese rosto. L senscón de que el Oto tene más mportnca que el yo, y las retencs que el osto de ese Otro nsp. «L mpesón que no dejab de obseson E. Boubat dce Mchel Toue e l de tografar rostros detestados. "Peo, ¡no se gustn sí msmos! "¡No se soportan! examaba ponendo os negatvos sobre m mes. Y es certo que no hay sólo pose en e antnarsso, tmbén está el pensmento oscuro nte es másca nmereda que ensombee e bo en varas págnas».2 El hombre es ambvalente ante el ostro que oece al mndo. He aquí aas relexones de esos esctoes al respeto, no exhaustvas, pero sgnfativas de una attd común: «A decr verdad, no me gsto tanto, no me enuentro o to, me evto en los espejos, paso ante ellos como n sopo .. no me qedo os mando m reejo» (Alphonse Boubard). «Sempre ropí as tos qe me presentaban e hce n prncpo nmutable de a desonfaa en aqer re tato ... Ese dobe de mí, ¿seguro es yo? Lo dudo muho» (Rahd Bojedra «S or azr... un espejo me deuelve m rostro, esa mrada sorprendda, me e ta n tempo p admtr que es la mía ... No me paezco a lo que soy» (hel to). «L totaldad de es mezcl hsuta, no puedo cptala sn esrarme. ntonces, pece el mpacto. Busco ms ojos, y me ío de mí msmo No puedo toma eso en seo ¡ Eso, yo! menos ún en ls tos» (J. P Chabrol). «irar e nunc e un plce p mí. Huyo de los espejos y no me gstan as o raías ... Sn dud es poque m ostro me ecued lo que soy y lo que no pde ser» (B. Clvel). «Con es ch..., me dgo suspndo. No hay tempo de mo delar oto, n de atac ms padres po daños y pejucos» (René Falet «Ese
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mujres ted a idetifcs más con u rostro esblto y delgado, y los hombrs, co uo robusto y ancho, cf. Schdrma, L. «Te estmatio of os body trats», /oural f scial pscholog, 1 956, nº 4, págs. 88 -89. Tournir, Mchel. e Miir: Autprtai (ftograas d �louard Boubat), Denol, 1973, pág. 8. Tomamos de esa obra los cometios qu sigun, hechos por los escrtoes a propósito de las ftogra que los represent. 147
ROTRO Ey 6gc 1 David Le Breton
rostro... ¿Mi rostro? No, oh no, absoutamente no. L to me tira a a cara una especie de señor gordo paterna, satisecho de sí mismo, tranquo, un buen abueo.. ¿Yo, eso? ¡Ni cerca!. .. y sin embargo, ago me hace vover a mi pesar hacia ese rostro que no es e mío y que es e mío ... » (Roger Ikor). «Un rostro mediocre, sin señas particuares, con asperezas imadas por una cordiaidad bien actuada» (Miche Tournier). La arquitectura infnitamente obigada de rostro, con a sensibilidad a or de pie que se ee en ea, es una manera de afrmación inequívoca e inmediata de a agiidad de a condición humana. E rostro es a parte negativa para e hombre a quien se e pide pronunciarse. Muy pocos quieren reconocerse en é. Se diría que es una máscara desaortunada que ocuta a cada uno e rostro interior infnitamente más seductor, de cua uno se asombra que nunca aparezca. La ambivaencia reina y suscita esa mirada decepcionada o amarga, cada uno parece decir que merecía ago mejor.3 Miche Leiris escribía de a misma manera: «Me horroriza verme de improviso en un espejo pues, si no me he preparado, me encuentro siempre de una eadad humilante».4 Cuaquier tograa es memento morí, como observa Susan Sontag. Sobre todo si se trata de a de un rostro. Tabién es, de modo irónico, o que e permite a modeo escapar de ovido. La imagen perdura en e retrato o a tograía, continúa atizando os recuerdos y as emociones mucho más aá de a muerte de quien dejó su efgie. Pero, a medida que envejece, e hombre añora más esa imagen. Y uego, no queda más que ela. El rostro de referencia
Parece que cada hombre eva en é un rostro de rerencia con e cua compara su rostro presente. E primero es e único «envisageable» (digno de ser considerado). Un rostro interior que ya no reproduce a reaidad actua de os rasgos. E rostro de rerencia aparece en a juventud. Innumerabes ases o revean. Mantiene una especie de existencia antasma en a memoria de actor. Marca una imposibe cocidencia consio mismo para quien contempa su retrato na de las pocas relexones postvas la de René Barjave «Huera querdo ser su hjo» Un ejemplo de mrada postva sore uno msmo a de Jacques acarrre: «Cuto más mro m rostro más encuenro que se me parece sore todo porque esa adecuacón se ha hecho f almene con los años Él ama la lu el are el veno el sol la noche estrelada el horzonte Tengo un rosro de are lbre no de raón de bloteca». Lacarrre J. Suts, Albn Mchel 1 990, gs 1 44- 145 4 iris, i d l'hmm Gallmard 1 9 3 9 pág 26. 3.
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5. E ROSTRO OO 1 l stro de fenca
en na tograía o se mira en n espeo. La nostagia experimentada es a que mide a dierencia eectada por el enveecimiento. A comentar s rostro, a reprodcir de modo atenado las ases doorosas de Fran�ois Von (Los lamen tos de la bella Armera), el testigo dirá: mis oos se han ndido en ss órbitas, ya no tienen e bro de antes, mi ente está marcada con arrgas, y su vomen creció en detrimento de cabeo, mi mentón está srcado por líneas. Como si e rostro de hoy no valiera sino en e espeo de de ayer. E enveecimiento se parece a n mal qe corroe el rostro de reerencia (también e ser competo) , el único verdadero, e original de agna manera, e de na joven madrez, se podría decir, e qe conoció el amor, e despertar a mndo, a ciidad de los contactos con os tros. 5 Poco a poco los rasgos se alteran, as arrgas aparecen y se crzan, e cabelo se veve banco o se cae, la mirada de os otros se veve más indierente, se escapa con cidad, desapareciendo así o presmiendo qe desaparece toda sedcción. Enveecer es retirarse lentamente del propio rostro. Y perder poco a poco e benefcio de la atención de los otros. También en a historia de atorretato ese borramiento es evidente. Sóo evoqemos dos imágenes ertes a gisa de símboos. En 160, Possin se pinta tocado con s pelca aparatosa. Un rosto orgoso, mirada f rme, dea ver a energía de n hombre en e apogeo de su dad. En 166, otro retrato lo mestra con e cabeo descidado, aspecto endado, n gesto de amargra qe le corta los labios, na rabia meancóica apeas contenida, los oos al límite de a súplica. Un rostro desorientado qe contadice aquél qe pintó nos qince años atrás. Possin está en os últimos años de su vida. También Rembrandt, en 166, nos años antes de s merte, mesta no de ss rotros de hombre vieo encorvado por los años y los srimients, con na sonrisa amarga dibada en la pie argada. En e ángo izqierdo de a tela, n perf de anciano apenas esbozado, aún más enveecido, acechand a ese otro hombre qe se prepara para despedirse. En sus útimos años, Remand sige pintándose como o hizo siempre, reprodce os rostros desencands del mismo hombre a que la existencia no pasó por ato. "Yo miraba dice Osar Kooschka el útimo autorretrato de Rembrandt: aado y , desesped y horribe; y tan maravlosamente pintado. Y de pronto, comprendí : a ca S n Mii, numerosos escriores evaúan su rosro acual con la mirada del de anaño. Se des cubren vícimas de una catásrofe ínima inniamene lena, donde poco a poco su «verda dero» rosro el único concebible a sus ojos habría sido aniquiado. P Gasar lo die de manera ejemplar: «De algn modo no dejos de ener diecinueve o veinte años aunque no se pueda encerrar en una cia l ead que asumimo lenaente. El resto la arrugas el cabe llo blanco la redondez la rigiez de la arosis no es má ue teatro adatación a las conven ciones» (pág. 94) 149
ROSTROS. Ey lgc 1 Dav L Brto
pacidad de mirarse desaparecer en e espejo hasta no er nada más y pintarse como la « nada», a negación de hombe ¡Qué imagro y qué simboo!»6 E enejecimiento occidenta se ie a modo de un aeamiento y de un desposeimiento. Tiene todas as apriencias de a desfguración. Enermedad enenosa cuyo aance no se puede detener y ante a cua e actor comprueba su impotencia a pesar de todos sus eserzos. E osto de reerencia se aeja poco a poco. Ago de sagrado y de íntimo se deshace en e trascurso de tiempo y parece no querer cesar nunca el proceso de transrmación. E rostro es a juentud en e imaginario socia de mundo occidenta. Son pocos os hombres, y menos aún as mujeres, que se miran de ente en e espejo o en su retrato tográfco y se reconocen sin nostagia, aceptando a inscripción de paso del tiempo en sus rasgos. L a per cepción de rostro de hombre anciano no depende de la naturaeza, sino de una eauación socia y cutura a a cua cada uno adhiere a su manera. Se toma de intercambio mutuo de los aores de una época. E rostro de reerencia traduce, en ese sentido, a resistencia interior de actor ante un enejecimiento ineuctabe que os aores occidentaes e enseñaron a temer. Veremos infa que e recurso a a cirugía esttica es un modo ountario de rehacer e rostro de rerencia o o que todavía queda de l, e útimo intento de oponer una ountad de contro en un rotro que amenaza cada ez más con escapar a los ares sociaes y no poder sostener de manera satisctoria e sentimiento de idenidad. «Simpemente, me rehúso a reconocerme aí d ice Man Sperber. Segura mente, no perenece a nadie má que a mí, pero tampoco es e m ío, aque en el cua durante tantos años, etaba acostumbrado a reconocerme» .7 E sentimiento de la desaparición de rostro de reerencia marca para e acor e momento diíci en que la ateidad se impone sobre la miliaridad. La ambiaencia se deshace etonces en benefcio de Otro. Antes, e indiiduo se reconocía en su rostro con una sensación de ambigüedad, quizás, pero fnamente se aceptaba y amaba esa fgura que mostraba a os otros. Hoy, desdobado, ese mismo rostro es a la ez un recuerdo que entamente se borra en e trascurso de a existencia y una reaidad nuea que aparece poco a poco, pero ante a cua se siente extraño. E Otro penetró en sus asgos. E ento trabajo de a muerte se ha ueto eidente para a conciencia y e ndiiduo se rehúsa a reconoceo. Por o tanto, e rosto es desposeimiento; recurre ácimente a la imagen de a caracterización, de a másca ra. No de a máscara oluntaria que mutiplica as posibiidades de rostro, por ejempo en e carnaa, sino en e sentido de empobrecimiento, de acío «L a ejez dice Marce Jouhandeau es una máscara detrás de a cua uno se escon 6 Citado en Bonafu Pc. embnd upoit Skira Ginebra 1985 pág 127 7 Sperber Mans Poeu d�u, Calmn-Lv 1 976, pág 9 150
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ROSTO OTO 1 El stro cia
de poco poco, ntes de bose po completo». Un m lent y ntul de desfgución l íncipe lin, l gtopdo de mpedus, ncino, desen cntdo, bndondo y l tcción de l muete, se mi en un espejo con un melncolí sugid de l lt de compsión de l existenci con especto hombe: «Don bizo se mió en el espejo del mio: econoció más su es tido que sí mismo: ltísimo, lco, con ls mejills hundids, l bb lg de tes dís: pecí uno de esos ingleses mnicos que dembuln po ls iñets de los libos de Julio Vee [ . . . ] Un Gatopdo en pésima rm. ¿Po qué que rí Dios que ndie se muiese con su popi c? Poque a odos les psa sí: se muee con un másc en l c».8 En su tículo sobe «Lo ominoso» { ) Freud eoca un momento diícil de su exstenci, que él soci l iupión de dobe en e imaginario, pero que raduce oto tnto la pición inesperada e indeseable, sin que ninguna deen sa hy podido interponese, de su propio oso aeado po la alteraión de la que hablamos. «Me encontba en mi camaroe cuando un sacudón algo más vioento del ten hizo que se abriera a puerta de comuniación l toilette, y pa reió ante mí un ancino seño en ropa de cma y que eaba puesto un goro de ije. Supuse que al sali del baño, siuado ente dos amaoes, había equioado la diección y po eo se había inoducido en e mío; me puse de pie paa adetirlo, peo me quedé tónio l darme cuent de que el intuso es mi po pia imagen poyectada en e espejo de la pueta de comuniación. Aún ecue do e pondo disgusto que la paición me podujo ». 9 El desjuste con el osto de eeenci puede se experimenado como un onmoción, incluso una destucción del sentimiento de identidad. Son reel doas l especto las pimes líneas del elato autobiogáfo de Mans Spe ber, en ls cules éste cuent su sopesa a encontase de ponto ane un os ro que y no econoce: «Acabba de enta en mis sesenta años cuando el os ro que encuento al menos una ez por día en el espejo se me apeió bsc ene como extaño» 1º Así comienza una laga búsqueda de la memoria de la que M. Spebeg confesa con cuánta etiencia había ehazado hasta entonces a naión. En e mismo momento, una bee pédida de oniencia lo onon a a a intuiión de su muete. Las páginas de esa arga autobiograía pareen e nr a nción, casi expícita, de en e espacio ente e osro de anaño en e 8 De Lampedusa, Giuseppe Tomasi L Gud, Live de poche pág 336. [En esañol, l Gtpd, Bacelona, Editorial Argos Verga, 198]. 9. Freud, Sigmund. «Iinquiante étranget» en ssis d psychnlyse ppliqée, Galimd 1933, pág 24. [En spañol: «Lo ominoso» D l histri de n nersis infntil (Cs el Hmbre ls lbs y ts obrs, p cit.) Vuen XII 0 erbe Mans. p c it ág 9 151
ROSTOS. Ey plóc 1 Davi L Brton
cual dierencias sucesias que o marcaron, desde a juentud hasta a madurez, nunca modifcaron e sentimiento de identidad que M Sperber tomaba de é, y e rostro de hoy, ya irreconocibe, extraño, máscara. E reato de M Sperber se construye de manera origina sobre un moimiento penduar entre e pasado recontituido y e presente de escritor, de a penitud de rostro a su borramiento E capita de sentido que procura ese retorno a sí mismo, a búsqueda de una f deidad entre a existencia de antaño y a de ahora, construyen un puente entre dos períodos de a ida así reconciliados Una búsqueda de identidad se concentra en a tarea secreta de recomponer e rostro perdido a traés de a escritu ra y a anamnesia de os acontecimientos que e dieron su mayor reiee, cuan do ese rostro que encarna a identidad iida con más penitud, era captado ac tiamente por a mirada de os otros, os signcant others (que, sn querer, pasan a ser os ectores) «La idea de escribir mis memorias, se a debo en primer ugar a esa desidentcación parcia, a ese aejameinto sorprendentemente sereno y casi insensibe de mi propio rostro, que me hacía creer que quás legaría a aejarme de mi pasado con serenidad» 1 1 La escritura se d a caramente en Sperber como e dueo de rostro y, más aá de eso, de a historia persona Es una conjuración de a pérdida Se trata de en caminarse hacia a desaparición, de prepararse a morir reuniendo por útima ez os mayores hitos de a memoria, todos os momentos en que una amarada de signifcación iuminó a exstencia Despertar una útia ez e rostro de reerencia Mans Sperber presiente que a escritura es un eserzo por miliari zarse con o desconocido que se instaa en é, deshace os rasgos de hombre para dejar aí su huea Lo desconocido que también nace de a mirada cada ez más extraña y distante de os otros, comenzando por a propia Poco a poco, abandonando su rostro, e hombre aprende a desaparecer La escritura o a memoria eocada ante un tercero son os útimos medios de retener o de reiir un rostro que se disuee y se prepara para e oido Nos hemos detenido en Mans Sperber pues en é se encarna de modo ejempar una actitud común en rmas más banaes Dentro de ritos sociaes a eces puramente áticos, a paabra cumpe cumpe a menudo a obra de resurrección de un rotro desaparecido Eso sucede con e intento repetido de ancianos que enuncian un discurso sin interocutor rea, y machacan un recuerdo ejano, donde ostro estaba ntacto y suscitaba de parte de os otros un interés hoy negado Una eocacón en e hombre de edad aanzada, de proezas, de recuerdos morosos o deportios, en a mujer, e ecuerd de tempo en que er bea» : Yo era onta, ¿sae? H no es o smo»; uno envece, ¿q va cer? Es 1 Ibídem, pág 10. 152
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ROSTRO ES OTRO 1 La pyccion del rostro
l tempo . . . » Rcurdos de una sducón dsaparcda que hac eco, en l ho r, en los d sus conqustas. A psar de la desgualdad socal dl rostro, sobr l ual Smon Sgnort notaba qu, s se trata d un hombre anciano, s murmua: «es ntresant» y d una mujr: «s una ja». Se trata d hacr renacer por un nstante rostro de reernca, el qu co incid con el snnto d dntdad qu haya responddo mjor a las xpcatas dl indiduo: ntntos rrisoros, a mnudo condenados al acaso o a a ndrnca gnral, pro a al punto sencials qu l ndduo s arra a los y no l mporta pasar por un «jo chocho». Recurdos d omntos n qu el rostro d rernca rnaa a peno, y sustntaba una snsacón d xisir que podía no sr tan lz como lo dja nndr l rlao. Pro al mnos, n momnto, l rostro ntacto estaba allí, ocendo una plnud qu sólo a a volrs tal ás tard, a mdda qu aqu s alejara. El indduo gnoraba qu un día su rostro sría anquado y no tndría más qu la xstncia antasal de una mmora cuya eocacón susctaría l aburrminto o la ndirnia de los nterlocutores. El rostro d rernca no dsaparc ralmnt, está disemnado ntr las mradas nnumrabls de amgos o conocdos d ntonces. L os ncunros d antos compañros ncunran su sentdo en el compartr rcurdos algo dealados. En sas crcunstancas, poco alorizadas por los dmás (s habla con un spreco mplíito d las runones de « antguos camaradas» ), rcurrr al paado entre prsonas d a msma edad conjura los ectos del tempo sobr los rtros. La guadad de condicones anula los ctos dasadores de la compa acón. Eocar así los tempos ertes de la exstenca, conrtdos de pronto en prpecas d una epopya, es una reancha contra la ndirenca social. Pero el ntimento d la pérdda del rostro de reerenca es aún más erte puesto que los otros, aectamente nestdos, depostaros de la memora común, despa rn poco a poco. La mrada d los otros, sobre todo, es la qu produc la pérdda del rostro. O su remniscenca.
Las proyecciones del rostro Toda proyccón era de sí del rostro suscta la ambdad de reconocer s en él más o mnos flmente y de encontrarse ante sí msmo, separado, en la necsdad de dendrse de un sentmento de extrañeza, y aún más si la ma gn escapa a cualquir control y se impone a la mirada. a conontacón con a ropa iagn en ua pantalla d do lo dmutra d modo ejmplar. os rmadors que ua l vieo e los cursos ue dica cooc bi las r 153
ROSTOS. Ey p 1 Dav L Bton
enas de los prpantes a ser flmados la reacón de moesta o de ota mento ante la ámara el ambo de humor o la rsa que traduen el desampa ro ante una nestgaón que de pronto desdobla lo real en su reejo. El medo es a ees tan grande que ertos estudantes dejan la sala rehazando absoluta mente las ndisreones de la ámara. La mrada extraña que esta manfesta se peribe omo omo una amenaza para la ntegrdad de sí susta el temor d so de que la dentdad ae sustentada por un imagnaro que rehaza una magen de deo ruda brutal pero que se onnde on la mrada de los otros y que onea en ese sentido un ndo de reaidad que el ator no puede el mnar enogéndose de hombros. Lo omnoso de erse a sí mismo e rostro al desnudo omo lo en los demás magen y readad de pronto onnddas. No es anodno que Freud en su artíulo sobre e unheimliche, se apoye justamente en la demostraón de ese reuerdo penoso antes eoado. La aeptaión de heho de ser fmado no siempre prejuzga e deseo de ator de er posteriormente as seuenias rodadas. Aí tamién predominan a ga a nomodidad a deepión. Las risas que se manistan a propósito de todo uando un grupo de aumnos mira en dierdo as imágenes egistradas mientras que s aonteimientos fmados esaan ejos de prduir a misma hiaridad iustran on aridad as reaiones de densa que se mvian. La onnta ión on a imagen exterior de sí nuna deja indierente. « e puede desntar que e reurs a a imagen de vide dien M. Linad e l. Prax se redua a un úi eeto simpe e iguamente psitivo para tod e und que es a auda para a autoperepión. Se oervó, pr e ontrario, que esa imagen tendía más ien a despertar en aguns una angutia un verdader maestar, y en tds, a reativar meanismos de deensa igados en gran parte a a persnaidad. Por o tanto, son dieentes eeos unos y otros, por no deir nraditios». 12 Es que mpruean ds rmadas, psiógas, que han eexinad prondamente sore e uo de a autspía en s gupos de rmaión as reaines entre a prpia imagen y a de vide etán argadas de ami vaenia Sre td en una primea experienia Traduen e dese inevita e entre, p una parte, a ppia imagen, íntia anada prndamente en e inniene, susentada pr un dea de que proede un senimient de iden tida iempre más o menos preari, jamás ttamente aabado, peo que, sin emag, prporina a matera prma de a onduta de a vida individua, po a una imagen exterior, independente de í deaentadra, per a m a peien s rs. Ésta exne e rotro a expreiones e atr m una 1 2.
Linad Monique y Pr, Irne. Imges dé, mges de si u Nrcsse u trl Dnod 1 9 84 págs 96-97
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5 E ROTR ES 1 La pccione dl rstr
oja en blanco, lo despoja sin indulgencia de todo el imaginario que lo prote ga. Y esas imágenes se imponen como aún más indiscutibles porque tienen los atributos de la técnica, es decir, de la objetividad. Administran una prueba, no on un espejo. El video se distingue especialmente por el hecho de que la visión dierida (e incluso simultánea) de la imagen que propone escapa a la soberanía del individuo. Éste se encuentra prisionero en una mímica, una palabra, unos gestos. Un rostro imposible de modifcar se impone a él con una especie de arrogancia, sin que pueda deenderse. A la inversa, ante el espejo, sigue siendo el dueño de sus posturas, de su mirada, del tiempo de la exposición. Incuso ante la tograía, e indicio más alejado de realidad elve la conontación menos aguda. A lo umo, el actor piensa que no es «togénico», manera eegante de salvar la situa ión. Peor todavía, el video es una herrameinta social , expone la propia imagen in indulgencia a la mirada de los otros, lo hace sin la complacencia del espejo, e decir, ndiendo al individuo en un espacio, en un grupo, en una duración. a pantalla de video destituye la imagen de espejo de su omnipotencia fnal ente reconrtante: erza la intimidad. No aparece para el actor invoucrado omo una duplicación pura y simple de lo que cree ser a los ojos de los demás. Nada sutil, la imagen de video muestra las cosas sin compromiso. La autoscopía provoca a menudo la desilusión y acarrea a veces una duda sobre el sentimien o de identidad personal, siempre a merced del juicio de lo s otros (del propio). Obiga a la evaluación de sí en la desnudez de mediador técnico y sustrae al ac tor sus deensas habituales. Los actores necesitan tiempo para miliarizarse con la erza de cuestiona iento suscitada por la conontación con la imagen de video. El papel del grupo decisivo al respecto, provee la confanza y la distribuye entre todos los miem ros haciendo posible un trabajo sobre sí ibre de amenaza a su identidad. 13 Se ipone un clima de confanza mutua e igualdad, lo que ace de la herramien a de video ya no e ejercicio de un poder, sino el de una concertación. En tales 1 3 . Aqu, el papel del moderador es esencial: «Lo que hace a la ecacia de la autoscopía también
contribuye a su peligro No es evidene que para "rmar a un indiduo se deba comenzar por la "auoscopí' librándolo indefenso a experiencias (por no deci experimentos) salvajes y descontrolados. La míia prudencia exigría que la cámaa no se conviera en el monopolo de ningún especialsa, sino que cada uno en el grupo lme por unos y que los moderado res, con un enrenaeno prevo sobre sí msmos, esén cl aente advertidos de los peligros que la magen de deo presena para la negridad del oro, así como de su responsablidad en cuano a las posles consecuencas de sus oservacones» pá. 54) Tales son pa M. Liard e l. Prax, las condcones donolócs d la rácca d la auoscoa en los rupos de rmacón 155
ROSTOS. Ey plg 1 Dav Le Brto
condiciones, se ee posibe un proceso de eucidación sobre sí mismo a tra és de ir y venir entre a imagen reejada en a pantalla, a apreciación de os interocutores acerca de ea (sometidos después a a misma experiencia, y por elo incinados a maniestar su comprensión) , y a mirada de actor que apren de a conocer mejor y a corregir sus errores (en e aprendizaje de una técnica, por ejempo), a miliarizarse con una imagen de sí percibida desde e principio como poco aentadora («¿Eso soy yo?» «¿Por qué gesticulo así?», «No me rejuenece», «Decididamente, no soy nada togénico») A menos, por supuesto, que confrme a actor, con e acuerdo de grupo acerca de sentimiento que é ya tenía de sí. Pero a imagen de ideo (a de cine o a tograía) puede también jaonar e camino de una reconciación con una imagen más eiz de uno mismo y es peciamente de su rostro. En os años cincuenta S Tomkiewicz y J. Finder uti izaron así e retrato rográfco para orecer en os adoescentes obsesionados por e «miedo de ser eos», a conquista de una mirada menos despreciatia sobre sí mismos. 14 La sesión de todrama reúne a un paciente ountario y a un terapeuta que maneja a cámaa tográfca para un centenar de tos. E joen decide por sí mismo sus poss sus actitdes, os ars donde quiere ser tografado. Durante toda a duración de a experincia ntre na y tres horas, una intensa erbaización ea a jovn a decir ss emociones y expectativas, a nombrar o a mostrar os ugares d s curp que no stan, y especiamete as particuaridades de su osto. En diáogo terapético que acompaña a as tomas tográfcas trata de da n sntido a s miedo, precisar os conictos íntimos co respcto a su curpo y a su rostro, nombrar su temor a a mirada de os otros. La paabra restaura una confanza en sí mismo, confrmada por a inestidura de terapeuta en su tarea y por a visión posterior de as imágenes. Una ez readas, se comentan con e terapeuta, agunas se dstruyen, otras aman a atención de todos. E joen se entrega primero con reticiencias a una experiencia que teme y dsea a a ez, aprende a amiarzarse con a imagen, a tener en cuenta a a ntasía sobre su cuerpo su rotro a ser menos nerabe a a mirada de os otros. Así, relena as grietas de narcisismo eementa sin e cua a existencia diícmente se sobreea. La adoescencia es un período de agidad donde de mbiaencia de a re 14
omkewiczS. y Finder, J «La dysmorphophobie de l'adolescent caractériel», eue e neushiie infnie, nº 15, 1967; «Problmes de limage du corps (dysmorphophpobie) en fr de semiliberté», uein e he, nº 5-6, 1 970197 1 Pero, sobre todo, se recomenda leer Tomkewcz, S.; Fnder, J. Martn, C; Zeler, B; L isn cst déhs, Delacha et Nestl, Neuchtel, País, 199.
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5. E ROSTRO OTRO 1 L pccioe dl t
aión con el rostro ie sus episodios más críticos: los rasgos se modifcan brusamente, el sistema piloso se desarrolla, el cuepo cambia, al m ismo tiempo que sentimiento de identidad se establece difcutosamente. l adolescente eementa a menudo una crisis personal que se hace sentr en la apreciación de u rostro y le procura el sentimiento de ser eo, de no poder reconocerse en un stro que desearía dstinto. l acné jueni, la eritrobia (el miedo a sonrojar) y muchas otras maniestaciones somáticas centradas en el rostro, que nun el malestar experimentado por un joen en búsqueda de identidad, todaía incompetente para cristalizar un sentimiento más me de lo que es, de lo puede espera de su ida enidera. l mido a s o es un ndicio o un sínma del sentimnto para un joven de no ser intgd n a s dad, incluso r más o menos xcluido. De manera signifcatia, ese mid a s s mar, sn duda, cuando el ñ está men instid pr sus pads En a dnd Tmkwcz y Fn realzarn sus experiencas con una treinna de adtos, a dismorbia s á aguda en l adescentes qu vinn d cntxtos populars y d gares gados Más o mns rechazads pr sus padrs, no han invetid su perso pusto qu nad ls a prestad anión ramnte La tara d s terapu nsiste, enr otas, en rnciiar a s jóens cn sus rsros sus cuer percibids ó n l snno d su imprción, d u adad, d su snca d var A partir d 1952, a travs d a taa, s apuas a s jóns a s baj ota luz, s impusan a mazarse n u p magn a tavés de un apy psicógio qu ls ini d un var d que crían dpsiaris.15 Evidentmente, la « imagen d Í» dada p r a ténia n o basta. Si a experin s hac n un aminte hosti, diidid, aresi, reza por cntrario ambialencia, confrma la percepcón peyoatia de sí. La apropiación vo d la « imagn de sí» stá ligada a a calidad rcptia d upo n sno ua se desarroa la experiencia. Dpende de la caidad de a mirada d os ss. La antropología conoc bien la fcacia simbóica que nae d a miraa d oro y cuyo poder, según su orintación, puede tanto matar como liberar u n peso de muerte. 16 En ese cntexto delicado en el que un actor con difcutades personales se 5
Ki melman, M reaizó una ampliación muy positia del ftodama sobre una decena de pa cientes hospitalidos en psiquiatría por trastornos viados que iba del autismo a la depresión Cf Kimelman, M. ; Tomkiewicz, S; Maoli, B.; « Le photodre en institution psychiatr ique. Réexions sur l'iage corporelle», Ivoion Psychiariqu 1 983, 48, 1, pág. 75 y q. 6 Cf Le Breton, Dad. «Crs et antropologie. De cacit symoique», Diogn, nº 154, 1991. 157
ROSTROS Ey lg 1 David Le Breton
arriesga a exonerse a la miada de los otos, calqie palaba ennciada se ca ga de n valor existencial Pede llega a lo iemediable y anclar a algien en el sentimiento absolto de s imperección o, a la invesa, libearlo de n complejo, o de na imagen deteioada de sí. La taea de los moderadores o del grpo es la de tansmar al instmento, más o menos indiscreto, en una heame inta susceptible de indci al actor involucrado a eaborar una imagen más po picia de sí. Es poner na signifcación en el rostro, mostrar su dignidad, las ca lidades ocltas a pesa del jicio de los otos. A patir de aí, o raciona puede imponerse sobre lo social e invertir el poder negativo de una imagen Peo sólo con esa condición 17 El rostro ocuto
La ambivalencia del individuo ante su osto suscita peripecias más petba doas cando éste ya no se econoce ante s espejo o cuando su rostro, alucinado ante él, se velve n motivo de persecución, n doble independiente de él que lo acosa sin respiro, o cuando necesita volver al espejo incesantemente para garan tizase que aún existe, asegurarse de qe la vaciación presentida de su identidad no se produjo. La insoportable levedad del ser (Milan Kundera) se pone en evidencia de modo singlar en esos momentos. El inconsciente se apopia de in dividuo a la manera de n daimon y disloca s identidad a ta punto que se ateroia con sólo ver ss propios asgos o disula todo reconocimiento de ellos Del mismo modo qe el sentimiento de indentidad, e de rosto, qe está liga do a aqe, es un dato precario que los avataes de la existencia personal peden pertbar en prondidad La clínica ha identifcado n síntoma asociado a ciertas rmas de psicosis, 17.
Cf. Ua experiecia de deoexploració leada a cabo durate varia emaa co u gru po de adolecete «ocalmete iadaptado» y que uía de tratoro de peroaldad, bajo la égida de u educador que cooce y de ua pcóloga exterior al etabecimieto. El cotrato etipuado co ello detaca que guo maría, a meno que lo pidiera exprea mete. Lo adolecete dipoe de la cámara de deo co libertad e u epacio traicional dode guo e juzgado Luego del deorde de la primera eioe, eo adoece te maialzado, iatifecho coigo mimo, comieza a te en cuenta u aparieca. Aportan ore u rotro y u peroa juicio m oabe, cuida u apecto (peinado , etc.). Por e corario, e moderador e quebra, pierde a defea habituale de u pape, y e encuetra lado ermetemete a o primero ao agevo de o jóvee. Conon tdo a una maen de sí qu e uca rerimir u edad, su caeo enecano, ec. ), ya no puede connu. Y a exerenca emna aí, mosdo con dd s amvenc de a heamen vdeo. C. n, M y P, 1. op. cit., s. 0 - 6
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5.
E ROSTRO OTRO 1 l t lto
y e endo ls preceden: el «sgno del espejo», drnte el cal el nddo exn drnte lrgo tempo y con cho detle s rostro relejdo en el es p ejo, so tepo e lo plp en todos los sentdos, ensy dersas ímcs, etcétera El contcto sul y táct es ecuente, y puede prolongarse por hors A enudo, el ndduo, conscente de lo nsólto de s coportameno, se sla de ss allegados y escondds se bndon a l condct ue se le impone. Pero pens es descuberto por su entorno, se lbr bertente y sn contencón el, aunque incapaz de darle n sgnfcdo P. Abély e en esa aciud scnada el ntento de dspar la nuietud e surge de un sentmento de despersonalzacón. E ndiduo en crss se entreg a una búsqed de límes, de reaseguro ante una readad que parece esconderse, y recurre a a seña manifest que arraga el sentmento de dentdad: el rostro. Deja de temer a jucio iónco de los otros ante la ruptura de una conencón soca que reaza poses ne el espejo, en momentos prosorios, sn un fn en sí mismo, y nacen de a ncesdad de arregarse, higienzarse, aeitase o penarse. Un eserzo rrisorio, pesar de las prenciones socales, por aerrarse a a soidez de rostro cuando sentmieno de denidad se disgrega. Útima deensa presentida por e sujeo antes de a catástroe que o amenaza. E signo de espejo» es un emeno de agnóstco uy preoupante. Uno d os enemos a cago d P. Aby deara, a expicar su conduca: s paa renconrare». 18 Otro episodio perurbador surgido de a ambiania d rosro: a auo opía Ésta radu e desdobamino de sujeo que e con angusia su popia gen despgándos d s y ando una vda auónoa juno a . La aui ión auosópia esibn Han y Ajuiaguerra, se araceia n ga por a apariión súbia ane os ojos de sujeo de un vrdadero dob d ismo, coo si un espejo ubia sido ooado bruscaen an ». 19 S a de una visón a nudo ra qu no rss eserzo d sujo nvo do por comprendera mejor y qu mina por dsapar. La apiión uar tin odos os signos s: s uve, s exprsiva, auóno. No onierne sóo a osro, abaa sujo n su toaidad, po s vidn qu juega aí un pap ndamna en a edida n que óo pud idni sin ambigüdd a ob con oda prsión y susiar a angusa ás in 1 8 . Abély, Paul «Le signe du miroir dans les psychoses e t plus spécialement dans la déme nce récoce » , en Corraze J. mage s spéculaires du os, Toulouse , Privat, 1980 págs 203 -2 1 3 . Véa se también el texto de J. Corraze sobre este síntoma, pág. 40 y ssq; Véase asimimsmo Delmas, Andé. «Le signe du miroir dans la démence précoce», Annales médico-psyhologques, 1929 n• l, págs. 227-2 9 Hécaen, H .; De Ajuriaguerra J.; Ménnaissanes et hallucinatins crprell. ntéatin et désintegratin de la smatgnse, París Masson, 195, ágs. 310343 159
ROTRO. Ey c 1 Davd e Bre
sistente: vese obsevado, independientemente de sí mismo, po su popia mi rada. Las mas de heautoscopía son múltiples, y van desde la alucinación vi sual, en la que el sujeto se ve viviendo era de sí como una ma despegada de un espejo, sin que tenga la sensación del doble, hasta la consciencia experimen tada de pecibir a unos pasos a un ser idéntico a sí mismo en todos los aspectos. Incluyendo el desdoblaminto interior qu siente el sujeto sin que esté pro yectado hacia aera. La autoscopía puede sr vivida también en cicunstan cias bastante limitadas, era d todo contxto patológico, y queda en una ex periencia única (sueño, coma, tiga, febre o estar asociada durante más tiempo a una alteración de la personaidad (squinia, despersonaliación, le siones cerebrales.2º Con una sensación de anustia extrema, lucando contra un adversario in visible que lo obssiona, el personaje de El Horla, d Maupassant, se encuentra de pronto conontado a la desapareición d su rostro ante un espejo mudo que no releja nada: . . .se veía como si era pleno día, ¡y sin embago no me vi en el espejo!... ¡Estaba vacío, claro, prondo y resplandecinte de luz! ¡Mi imagen no aparecía y yo estaba ente a él! Veía aquel vidrio totalmente límido de ari ba abajo. Y lo miraba con ojos extraviados; no me atrevía a avanza, y ya no tuve vaor para hace un movimiento más. [ . . . ] ¡Cuánto miedo sentí! De ponto, mi imagen volvió a relejarse peo como si estuviese envulta en la buma, como si la obsevase a tavés de una capa d agua. Me paecía que esa agua se deslizaba lentamente de izquierda a dereca y que paulatinamnte mi imagen adqui ía mayor nitidez. Ea como el fnal de un eclipse. [ . . . ] Por último, pude distin guime completamente como todos los días». 21 La pérdida del elejo del propio osto en el espejo (o su desconocimiento) , vivida de modo angustiante pero provisoria, ligada a la despesonalización y «
20. En Maupassant se encuentra una serie de novelas cortas que iustran en un clma de angus tia el tema del doble en rmas heautoscópicas: É ( 1883) Ho (1886-1887), ¿ Un oo? (1884) , ¿Q uién sbe? (1890). Inspiración ciertamente relacionada con la progresión que sentía Maupassant de la paráisis general que debía acabar con él en 1893, a los 43 años P Soier evoca a
respecto a aucinación heautoscópica vivida por Maupassant y contada a un migo: «Estaba en su mesa de trabajo, cudo le pareció escuch que la puerta se abría. Su criada tenía orden de nunca entrar mientras él escribía Maupassnt se volvió y no e poca su sorpresa al ver entrar a su propia persona que vino a sentarse fente a é, con la cabeza apoyada en la mano Y se puso a dictle todo lo que él escribía. Cudo hubo terminado, se levantó, y la aucin ació cesó», Sollier, P Les phénomnes d'heutosopie, País 1903. 2 1 . De Maupasst, G l Hol (segunda versión). Se puede encontrar la misma imagen ang us iada en la primera versión del cuento. El miedo a doble que devora al sujeto es un tema re curene en la oba de Maupassan, de quien se conoce el echazo a dease ograr o a de public una imagen suya en los periócos 160
5. E ROSTRO OTRO 1 l rostro oclto
qe acompaña a una psicosis o a un estado onterizo, puede voverse una rea dad durabe y a mayoría de as veces, defnitiva, casi indierente, en e caso de r ribo progresivo de un anciano hacia o que a psiquiatra ama demencia or ánica Se han realizado muchas observaciones sobre este tema En u cima de nfanza, Jacques Poste conontó a su imagen especar a unos cincuenta annos aectados de «demencia tarda», después de haberes pedido que reai ran e dibujo de una persona y de haberles preguntado sobre e conociien que tenan de su cuerpo.22 J. Poste distingue dierentes ses en e descon oci ento progresivo de s. En os dos primeros grupos, os sujetos reconocen sin cutad s rostro, a menudo con un sentimiento de desvaorización ante os ctos de envejecmiento marcados en sus rasgos Sóo igeras amnesias os disguen de sujetos váidos de su edad. En e tercer grupo, os sujetos se recono pero demestran cierta indierencia ante su reejo especuar, a que consiran con actitud distante. mendo, se nombran con s nombre de pia y han de su rostro en tercera persona: «Es Egenia dice una mujer (nombráne a s misma) , veo su retrato». partir de siguiente grpo, e aspecto ope dor y simbóico de a propia imagen está aterado. cuarto grupo pertenecen anos que ya no reconocen su reejo especar ni pueden identifcar s to a. A través de a desimboización de su reación con e mundo, han perdi a cutad de dar n sentido a s propio rostro reejado por e espejo, pero distinguen vagamente una rma humana. En e grupo siguiente, os ancia han perdido no sóo a ctad de reconocer su propio rostro, sino también de distinguir, unque sea con difcutad, na rma humana. No obstante, se serva una especie de scinación por un punto de reejo, una especie de aemiento a a imagen de a cua es imposibe precisar e signifcado. En e úti grupo, a ateración es aún más grande pes e enguaje ha desaparecido, a a que las nciones instrumentaes en s mismas. Este estadio es e de a « al imerización competa» (J. juriaguerra). En a progresión de a demencia, la ntifcación de rostro presentado en un espejo es una útima rma de resis cia, a útima opornidad de asignare una signifcación, incuso un vaor, a u n sentimiento de identidad en decadencia.
22.
Pose!, Jacques «Les roubles de la reconnassance spéculaire de soi au cours des démences dives», en Corraze, J. mage spéculaire de so op cit. , págs 2 1 5271 . Véase también De Ajuriague rra, J; Rego, A; Tisso, R «A popos e uelues conduies devan le roir de sujes ateins de syndromes démenienls du grand ge», Neuropsycholoa, 1 963 nº l, págs 5974. 161
ROSTR Ey l 1 Dav L Bton El doble
La ambalenca que suge de la elacón con el popio osto se adcza en el magnaio soc en la ma del doble Lo que dcen los elatos tansmtdos de geneacón en geneacón po ía oal o los consagados po la lteatua o el cne, como s se tataa de un mto, dan testimon o de la inquietud del hombe ante lo inasble de su osto Temo ante la poximdad petubadoa de la ma gen y del modelo, del elejo y del osto, ambialenia sugida de las tendencas opuestas del hombe; temo atizado po el miedo a pede los propios límites, a e laquear las bases de un sentimiento de identidad que se ie omo pecario, mentas que, a la nesa, la efgie se anma y una tendenia psicológica hasta entonces epimida toma mpulso y se despende del hombre por una espeie de paro. En eeto, el doble se dentifca sobre odo on los rasgos del ostro puesto que éstos sinaizan al aor sin ambigüedad más que on la rma del ue po o las vesimentas que lleva La cononaión on el propio osto alejado de sí y que identifa a oto mienas sigue siendo el mismo es el móvil del miedo «El doble esbe M Guioma debe ser siamene un sosía, ondiión sin la cual la alidad de doble se pierde en la aluinón anónima»23 En esos relatos, el espejo es el lugar donde más a menudo se rva e doble se nia un rostro que se desprende de su dueño para exisir po su ena. En El estudiante de Praga, la pelíula de Ews el esudiane Baldwin eerita ene al espejo movimientos de esgrim undo surge Sapinelli el hombre que le propone una tuna con la únia ondiión de que o de llevarse de su uarto o que e guse La habiaión esá vaía y desnuda. El esudiane acepa Después de habe simuado una búsqueda, Sapinelli se aera al espejo, seña la el reejo del esudiante y le preguna si puede lvárselo. Creyendo que es una broma, el joven acepta, pero ve on hoor que su lejo oma la ons isenia de lo viviene, se transmuta en su oo yo y sigue dólmene a mago En numerosos relatos relaivos al doble el espeo es l espaio naura don de se objeiva al oto que, de iniial elejo, s vueve un sr d carne y hues o. De al modo que el luga d gneraión del dob impia de anmano al os tro La simaidad de los rasgos es la únia prueba susepi d aunica desdoblaieno de ndividuo y de provoa e error En El etudiane de Praga Badwin es perseido por su dobe anido por na vida popia Cuando s ncun uno a a mur qu aa ésa scu q o no dv v in ej e os e su omaña y u ón n no q sn v oca s s y o a q do 23
Guioma Michel. Príncip d'une esthétique de l mrt, País, José Corti, 1988.
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5. EL RTO OTO 1 El dob
ble esta s osto deseqibado en el aco de la peta. Rasgos intecam biados, al iso tiepo qe desposeiiento de sí. El doble desapaece inediatamente. Semejante a Doian Gay, el estdiante se cree liberado, se apesa a ese en n espejo. A mismo tiepo, lo ataesa n dolo lacerante y ee. Como para Doian Gray, los encentros con el osto perdido frman la condena de merte. Para uno y otro es imposible mirarse de ente, a causa de las nmerosas condiciones que pntalizaon ss existencias. Ss identidades moales anulan ss identidades ísicas, pesto qe el ostro es por excelencia e lgar donde nas y otras se cruzan. En esas condiciones, hacerse robar el rostro (o s reejo) sóo puede preludiar la desaparición de sí. El rosto no pede perdese n instante sin perderse para siempe. En El estudiante de Paga, encontramos el paadigma del imaginario del dobe: a reproducción a partir del espejo, a persecución que petrba todas las acciones del héroe y especialmente le i pide legar a seducir a la mje amada, y la muete que cree matar al doble para ibrarse de una opresión deoadora.24 El doble, eigido en el imagario para presease y oponer a a muete, según O. Rank, na imagen fcticia de sí, se transrma él miso en rostro de muer , pesto que es simltáneamente desdoblaiento de sí atorizado sólo po el cho de haber perdido el anclaje en s propia cane. Éste obsera a su otro yo denido autónomo y toma conciencia de qe s realidad es la de aliento sore el idrio, es decir, la del reejo de n rostro qe ya no tiene. El tema es coriente en la literatra. Ver con los propios ojos que s rostro se anima con una vida autónoma o que se despega de sí y iene a contemplar de cerca al hombre terorizado: Homan, Chaisso, Mapassant, Poe, Dostoyeski lo abordaron. También se encentra insinado en obras contemporáneas, especialmente en cine.25 El espejo es e bal del ás allá. Nmerosas creencias lo asocian a muerte. Es paticularmente peigroso el desdoblamiento brtal del rostro en 24 Recordemos que p Otto Rk, «l desgrci del héroe es cosecueci de su turlez ego
cétric, de su dsposició l cisismo. E el psicoálisis, se cosider ess ltercioes como u mecismo de des e que el idivduo se sep de u parte de su Yo de l cul se deede, de l cul querrí ecp» El Yo se escide y proyecta hci er s pulsioes reprimids, hst que ésts se vuelve más ertes que los mecismos de defes e vde Yo del sujeto de modo persecutorio No bordemos estos putos, sestmete lidos e Rk, Otto; Dn Juan et le dule, Pís, Payot, 1973 pág. 8 2 5 U ovel de oms Tryo (Le visage de lutre, Le de poche, 1973. [E espñol: El tr, Mdrd, Eorl Óper Prm, 2001) dptd al cie por Robert Mulln (El tr, 1972) reúne od a emác del doe co l orgldd de scrir e l gemelid Holld y Nes son ds venes eeos de n seejn cs sou Pero n es do r en n o que el oro es un crnl n de es uere e n ccdene, er ¿cá? P e emeo e srvve s ero sere es a, cerc de él, y d s ccr 163
ROSTROS Eay anl 1 Dvid e Bto
una zona de inluencia de la muerte, en proximidad de un cadáver. Es ácil entonces contagiarse y el torpe se deja captar en relejo antes de serlo en su propia existencia. Las precauciones no son menores, pues se trata de un enermo cuyas emanaiones son susceptibles de alterar el ama y precipitar la muerte del hom bre vulnerable que se acerca a la cabecera de su cama. Proieran muchas reomendaciones culturales de velar los espejos de a asa del dinto para vore cer la partida del alma que podría quedar autiva. El lugar donde por excelencia se revela el rostro del hombre es aquel donde perdura la muerte, alí donde se anuncia. Es uno de los presuntos albergues del alma y del doble. Otra prueba de ambivalencia que anuda la relación entre el hombre y sus rasgos. Romper un espejo es señal de muerte, o de desgracia, omo si e rostro reejado a menudo permaneiera í donde e azogue lo ha aptado, despedazado en el suelo Esas preaucones rituales expresan de manera disa que ver los propios rasgos e interrogarlos no es natural. Una de las operaiones más smples y orrientes de la vida otidana outa una experiena temible para quien se detiene en ela. O Rank y J. Frazer comentan innumerabes tradiones uturaes en las uaes es mportante desonfar ante el riesgo de mirarse a espeo uando as irunstan cias no son propiias. 26 El reeo del rostro en e agua, meta, espejo u otra su perfie reetora se peribe, sen las araterísas de ada soieda, omo una emanaión del ama. T identifan susta la neesidad de potegerse de una conontacin ntepestiva. El ala está del lado de la muerte Y e es peo es la interaz donde se hurta la solidez de las reerenias, a zona de turbu lenia que envuelve la irrupión posible del peligro La asimiaión del espeo y de la muerte, a través de una usión a a agii dad del rostro, es corriente en las tradicones regiones anesas. Toeos s plemente el ejemplo d un recuerdo contado a Anatole Le Braz por su abueo, marino de la isla de Sein. Luego del nauagio de un navío extranjero que pro dujo numerosos muertos que eron enterrados crstanamente, los habitantes, según la costumbre, se repartieron los restos otantes de la nave. Nadie ven dría ya a relamarlos. El abuelo de Le Braz enontró así un bello espejo que e vó triunalmente a su asa. Luego de que el veindario lo hubo admirado, olga ron el espejo en el muro de una habitación casi siempre vacía donde se hospe daban los huéspedes llegados del continente. Transcurrieron varios meses has ta que una ahijada legó a la isla para participar del perdón de San Guenolé S e le hizo el honor de oecerle la habitación de huéspedes. La dueña de casa , p o r supuesto, le mostró el hermoso espejo que colgaba sobre el muro. Cuál no e 26 Rk Otto op ci.; Fraz J.; «Tabou ou les périls de l'me» en Le rmeu dr, Pís Lafon t 98 1 , págs. 538 y sqq. El mito de Narcso es revelador respecto 164
5. E ROSTO 0O
1 l dob
u sorpresa al erlo elado como por una bruma y con gotas que se desliaban obre él, semejantes a lágrimas. Conmocionada, anunció la noedad a su maido: «El espejo seguramente tiene algo que no es natural, hemos isto que lloaba». El hombre se burló de ea. Pero al día siguiente, al escuchar un grito, la mujer acudió para encontrar a su ahijada aterrorizada ante el espejo: « . . .y e el urno de la anciana de retroceder epantada, pues un rostro de mujer aparecía en el espejo, que no era el suyo ni el de la joen, ni de nadie que conociera. Era contaba luego una fgura pálida, con cabelos mojados que chorreaban» . Eno nces, el espejo e tirado al mar.27 El imaginario social es iguamente rico en creencias y reatos relativos a la périda de substancia a la que se expone el hombre que deja que su rostro se desnda de él en rma de togría o de rerato Como si el pinto o e tógra f utrajeran aí e alma del modelo A ibrar a cualquiera que llega a esa parte ncial de su idenidad, éte core e riego de manipulaciones susceptibles de ancarle la ida. Dar su rosro al oro, ás que perder «la face» , es arriesgarse eder la existencia. En El retrato oval, E. A Poe cuena la historia de un pintor pone todo u ao en a eecución de retrato de su mujer mientras que la ndona, entregado copetaene a u are. En caa avance de la obra, parece que una pacea de vida e arancada a la odeo y que lenamente u rotro s e aaga. La pinceada que terina a pinura igna e úlimo upiro de la mu en anto que el rerao e ania exrañaente con o coore de a vida. Ente Doian Gra y u retrato, a idenidad es abouta, y ésta sólo puede pa, uamene, por a simiaridad de rosro. Lo que epara al modeo de u ef concierne dedobamiento picoógico de Dorian. Él hace un intercambio co n u retrao, el que conseva por siempre e ostro juvenil, de modo que ya no ne que temer al desgate del iempo, y proyecta en la tela la ejecución de las ndencias que antes reprimía. Delega en el retrato que lo representa en su rea ad iiente el peo de los crímenes que comee con toda inocencia, sin expe entar jamás remordimienos ni os deterioros del tiempo. Como concien a objeivada de sus conductas, el retrato se altera en cada exacción, envejece, degrada a través de una esp ecie de aritmética del mal que se traduce en una f d ad creciente. Es el «mal» , es decir lo que el protagonista puede mirar en el rato sólo después de habe proyectado la responsabilidad sobre otro que se le aece en cada rasgo, p ero del que se despega. Independiente de la tela, preserado de lo ultrajes de la vejez, si roso p ermanece en su eterna juentud mien as que sus compañeos envejecen y se asombran de su talidad siempre i 27. L Braz Anatole L égende de la mrt ez les Brens armricains,
Pís, Honoré Champion
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tacta. El retrato, en cambio, se hincha, se desfgura, se ele algo indomable, donde Dorian Gray lee su rostro moral. Por un don que mezcla extrañamente metára y metonimia, pero del cual e rostro como señal de identidad es el garante, Dorian Gray se desdobla y se redime de la resonancia moral de sus ac ciones De la ambialencia inherente a la condición humana, él hace una dualidad cuyo contenido controla apoyándose en los dos cuadros a la ez. La con clusión de la novela e al dobe tomar posesión de Dorian Creyendo apuñalar la tela por el asco que le produce lo que ésta encarna, e protagonista se mata lógicamente a sí mismo. Sus propios rasgos se descomponen, se pudren y comienzan a parecerse al horrible retrato de la historia, mientras que éste se transr ma para oler a ser la fgura inicial de un Dorian Gray resplandeciente de belleza, pero criara pintada. Los retratos o tograías desencadenan en ciertas comunidades humanas el miedo de ser hechizado, de otorgar al poseedor de la imagen un poder sobre sí necesariamente peudicial. Los iajeros de principios de siglo, o incluso actuales, hablaron de obstáculos a los que se enentan los que buscan tografar a cier tos pueblos reticentes. El hombre que deja su rostro en manos extrañas acepta er que se le sustrae la señal misma de su existencia, y el riesgo de muerte queda así suspendido. Frazer cuenta una anécdota sabrosa que muestra la dierencia de tratamientos del rostro y de la economía para dos sociedades opuestas. Para preenir los peligros antes mencionados, en Corea, «no se graba la efgie del rey en las monedas, se ponen simplemente algunos caracteres chinos. Sería insultar al rey poner su rostro en objetos que pasan por las manos más ulgares y ruedan a menudo en el polo y e barro. Cuando los barcos anceses llegaron por primera ez a Corea, el mandarín que e eniado a bordo para recibirlos estaba absolutamente escandalizado al er la liiandad con que esos bárbaros de Occidente trataban al rostro de su soberano, reproduciéndolo en las monedas, y la indierencia con la cual las ponían en las manos del primero que apareciera, sin preocuparse en lo más mínimo por saber si el que las recibía mostraba el resp eto debido». La oensa a la imagen es aquí una oensa al hombre. En las sociedades mususlmanas rurales, la imagen también es equívoca, especialmente en los medios populares. La tograía de un indiiduo amenaza con apoderarse de él. Atrae el ma de ojo (el del extraño, cuyo rostro no se pue de identifcar y de quien no se sabe qué poderes posee) . Despoja de una parte de su alma a quien tuvo el inunio de ser tografado n el reato de Miche Tournier, La gota de oro, 2 8 e pastor Idriss reali a u 28. Tournier ichel L outte dr, París, Galimard 1986. [En espol: L ot e o, Madrid, Alfguara 1988] 166
5.
E ROSTRO OO 1 l dob
iae pulsado po una paea de turistas que le tomó una togaía sin su consentimiento. Le pometieon eniale la to La espea día tas día, ependido p o su made: «Una parte ya a partido... Si después estás enemo, ¿cómo te sanaemos?». Los acontecimientos desoables que aectan a Idiss seán adjudicados desde entonces a ese poder que pemite al oto manipula el alma a traés de su eejo tográfco. El uso maléfco de la tograa permite explica a desgracia. La ceencia es banal y exige presearse de esa ulnerabiidad, paa no iir luego en la pemanente angustia de esta bao amenaza. En esa misma noela, M Tournier oece un bello eemplo de la obra de ceación de los actores cuando manipulan las tradiciones, ritos y creencias de su sociedad, desplazándolas o transrmándolas a su manera para dar sentido a los contecimientos que de otro modo quedaran sin explicación, incluso a eces ontradictorios con las ideas más comúnmente compartidas. As, Idriss conoce un hombre anciano, ex mlitar del ejército ancés en a segunda guerra mundil, que considera que en ciertas condiciones, a l inersa, una tograa puede proteger de l desgraci. Ese anciano goza del temible priiegio de ser el únio hombre del oasis que posee una tograa. Expone a niño un singular mesje de creencis rmdo a su conveniencia. A la pregunt de Idriss, que quiere sber si un togr puede ser nest, responde que pr no perjudicr al mbe que st representa, debe estr bien dherid a muo, igiada pra que no caig en mas mnos. En la to mrilent del ncino, se ven tres miita l mismo en su juentud con dos amigos del mismo regiminto. Pocos ds p us de tomd l tograa, el migo de Idriss se enter de l muerte sucev de sus dos compñeros. «Pienso que est o me dio ben suerte porque evaba conmigo. En cuanto a los otros dos, por supuesto, no era su cupa si n dejdo prtir su imagen. No que hcer ess coss. No puedo eitar ns que, si hubiera podido dre su to a cad uno, quizás nd es hubiese cedido». En uno otro caso, propicio o nesto, e rostro seprdo del hom no se presenta como una reaidd indierente, compromete l existencia nd en ese entido una viginci mnucios. E rotro demido vios o y nerble pr dejro en otrs mnos. Crtos tógrs no niegn e vértigo experimendo captar un rostro ravé e objetivo uego, el de pode conemo u gusto cuando está en l p pe Ben Madow, por eempo, conea que «caa uno iente, en u meore etato ( .. ) no óo ciea vead epiritua, ino también ago más: una p ecie de cáia y bieninencionada avidez; a enación nueva que too todo tó gafo expeimena , i e honeo en e momeno en ue reiona e boón: l a eación aica e ocra oeer a o Uno "ha caao a ue-
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to: es de uno para siempre, o a menos hasta que e propio pape se convieta en polvo».29 La tograía, sobre todo a de rostro, extrae parte de a substancia del hombre así expuesto. Disimetría del rostro
E reejo de espejo, e retrato pintado, a ograa, a imagen de video on imágenes ambiguas pues, en principio, fjan a identidad, conontan a individuo a sentimieno íntimo que tiene de sí mismo. En eas tambin puede tropezarse duramente con as iuione o as ntasas. Y e ugar donde deberían afrmarse as certezas se vueve ácimente aque donde tas e detrozan A veces, a muerte ya esá contenida en a imagen tomada era de sujeo, como en numerosas historias de dobes En e mejor de os casos, e individuo se cononta a la pregunta sobre su identidad, busca por sus propios medios toerar esa ima gen y, eventualmente, acepta un dueo parcia de sí mismo. A veces, incuo, se obsesiona con alcanzar su imagen idea por manipuacione sobre sí (ci ruga es ttica, maquaje) con e fn de hacer caducar una imagen insoportabe. La ucha se desarrola sin duda en e marco de imaginario, pero no deja de involucrar a relación de hombre con el mundo, incuso a exisencia de aqul. Se hace diícil el acuerdo enre e idea de yo y a reaidad de rostro o de cuer po. Siempre hay una separación que hura al individuo el sentimiento de u per ección y, por lo tanto, de acabamieno de s. Esto o eva a a defciencia, y por ende a deseo, a a búsqueda, a la necesidad de la mirada de otro. Pero o más sorprendente es que ísicamente, ningún rostro muestra una perecta simetría de sus dos partes. Cuaquiera puede hacer la eeriencia con su propio rostro si la tograía está tomada de ente y se reaiza cuidadosamente la separación veical que divide por la mitad la ente, la nariz, a boca y el mentón Si uno dupica la tograía y le hace el mismo tratamiento, es posible asociar a cada mitad su parte simtri ca, es decir, unir las dos mitades izquierdas para una imagen y las dos mitades derechas para otra. De ese modo, la asietría se anua y presenta dos rostros ar mónicos, pero prondamente dierentes uno del otro. Se obtienen así tres ros tros que parecen los de tres personas dierentes: el rostro real y os dos rotros de tonos opuestos, rigurosamente simétricos. l imaginario de dobe toma cuer po de manera extraña. Los dos rostros obtenidos al poner en correspondenca 9. Maddow, Ben. Vses. Le portrat dns l'hsto de l fotorphe, Pís Denol, 1982 pág. 10.
5. ROSTRO ES OTRO 1 Dme del tro
las dos mitades idénticas son prondamente contradictorios. Pierre Abraham, uno de los primeros que evocó explícitamente esa disimetría, quiso ver allí las dos caras superpuestas del hombre, una que encarna a su rostro interior, secreto, y la otra, su rostro socia, el que muestra a los demás P. Abraham desemboca lamentablemente en una fsiognomía, agravada por una caracterología. Analiza de ese modo a Beaudelaire, al cantante Béranger, a Langevin, etcétera. 30 Un procedimeinto tan inúti como el de la fsiognomía que postua una equivalencia estricta entre os signo manifestos del rostro y las cualidades moraes de hombre. Pero esa comprobación de desiguadad entre las dos mitades de rostro es scinante, pues demuestra que la ambivalencia de la relación del ho mbre con su rostro es una cuestión de estructura. La carne en sí misma está dividida y destinada a una especie de indecisión, encarna de hecho la dialéctica del Mismo y del Otro. El hombre no tiene un único rostro, muestra a cada instan te dos rostros opuestos, mezclados, conndidos estrechamente entre sí y cuyo juego de sobreimpresión le da su expresividad y energía vital. El cogito que creía encontrar en la cara resuelta de flóso la prueba manifesta de su soberanía obre sí y sobre el mundo pierde aquí su timo reaseguro. En su impuso enusiasta, no había percibido a división íntima de un rostro donde habría podido leer la incitación a un poco más de prudencia. El psicoanáisis encuentra aí na especie de verifcación experimental de que el cogito y e Yo que lo afrma no son más que iusiones necesarias para la relación del hombre con e mundo. na porción esencial de lo que hace a las elecciones y al transcurso de la estncia del individuo escapa a su comprensión y toma su móvi de otra parte. E inconsciente designa precisamente o que e ata a hombre para poseerse totalmente y ser idéntico a su pensamiento. Así como e rostro aparece a primera visa como el signo manifesto de o que representa al individuo, y todas las fsiognomías se articuan sobre ese imaginario, el signo m radical de a identidad se code en a misma medida. Creyendo ver ss rasgos en e espej, de mismo odo que imagina ser dueño de su pensamiento y de su acción, e hombre mbién ignora que no es un único rostro el que contempa, sino varios.3 1 Pero nasible ontera que bura a la miraa es la condición de rostro. 30 Abaham Pee «Une fue, deux saes», L nuvll evue Fanfaise, 1934 3 . En o concenente a la escutuas o etatos pintados, a hstoa de ate etene peíodos dieentes donde aten smetía y disimetía de osto Po suuesto, una oba asmética demesta la expesdad que iadia el rosto humano. a inersa, una oba simétca se aeja de hombe, e da un aspecto más solemne al pesonaje epesentado. L fuas que se desta c, por ejeplo, en l úpula de las iglesias otodoxas, dadas en una smetía iuosa y n diseño depuado de osto, da a los santos una dimensión hierática, una presenca cuy magnetismo coesponde a su nivel de abstraión 169
ROTO.
Ey l 1 David L Brto
El reconocimiento de los rostros
El econocento del osto, coo eleento peo de dentcacón de sí y del oto, es na opeacón qe cada no ealza nneables veces en na sa jonada y sn la cal la exstenca socal, seía pensable. Es posble agna na condad hana donde, a falta de na eozacón scente, hbea qe descb asgos cabantes en no so y enova a cada stante el conocento del oto. Es socalmente absdo conceb hobes sn osto qe se pedan ecoda. Po lo tanto, soos capaces de emoza y dscmna les de ostos,32 con vaacones ndvdales que peden se mportantes, algnos con na eoa cas nlble, entas qe otos son conocidos po su gan dstaccón al especto. La poscón socal del aco, y especalmente la pofesón que ejece, jega aqí pobableente n papel detenante. La vda pofesonal pone o no na caldad de atencón a los ostos de los otos. El docente encenta centenas de alnos en las difeentes clases que dca y a endo es llevado a ecoda a los de años anteoes. A veces, chos años más tade. El médco o la enfeea, el hombe polítco, el vendedo, po ejemplo, son posonales que deben ecoda nmeosos ostos; s páctca cotdiana los oblga a eso. En s elacón con los otos, esa capadidad paa emoza los asgos es necesaa paa da al ntelocto la sensacón halagadoa de se econocdo y jaás deja sospecha la ndenca. El sonosta es n hobe cya meoa de los ostos es cas pefeca. El so téno desgnaba antes na posón en las gandes vllas de agas teales, «en la enada del "pvado donde se jega al baccarat, ese pesonaje está encagado de ecb a los habés y de excl a los ndeseables».33 Se tata del ltado de ndivduos a tavés del econocento vsal de s osto y de los ecedos de alos pagadoes que alg nos dejaon detás de sí. 32.
33
E uropsicología o psicología cogitiva aprc trabajos sobr los mcismos dl rcoocimito d los rostros Su lctura dja n l atropólogo ua ssació dividida Por ua part, a causa d la subordacin dl anlsis a modlos biolgicos qu conducn a la liació pura y simpl d todos los aspctos smbólicos y afctivos, aspctos juzgados poco ci tcos, si duda pro si los cuals l rcoocimito d los rostros o s distigu ada dl aprdij d las tabl d multiplicar o d las pgas d u caldio Por otra, s dj d lado va a privilgi xprimntos d laboratorio, spados d la existncia ral d lo hombrs y d sus procupacios cotidias, y trmina hacindo dslntadors y abstracos tals trabajos Expustas stas rsrvas, para ponr n prspctiva dichos rabajos, rmitimos a Bruyr, Ryond. es mécismes de recnnsnce ds isg, Grnobl, PUG, 1987 Brunu, Ch.; cto pr Rnsn, J. p. cit, pá 397
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5. EL RSTO OTO 1 l coimieto d los sts
Igneos por n sntnte n socedd donde esté pertdo cada nddo cbr de rostro su ntojo, con yd de máscrs cddosmen te concebds. Prdos de consistenc y de drcón, los rsgos se een rbles, nidos por ctores grcosos, ebrgados por las posbliddes qe se les oecen. Pero ptr de lí, tod nstitucón se ele cdc. Imposble sber qén es qén. No sólo se puede nentr neos rostros, sno tbén copr los de otros pr reestrse prosorente de ellos. L mgen se perde en un dédlo de rciones sbross. Asímsmo, se puede mplr este seño en gl hcendo desprecer los reees del rostro, oléndolo un s perfcie ls, purente nconl, no sólo prid de l narz, coo el person je de Gogol, sno de ss otros trbtos. L posiblidad de mtplcr el propo rotro o, l ners, de hcerlo desprecer, ev a eminción del dvdo y, en consicenc, l de tod nsttución socil ncrpt en l duracón. L n trccón se hce díc de consderr, slvo bajo el imperio de pusión. Entr el Msmo y el Otro, y no hy sepración de rostro. La imposibidd de den tifcr otro leva como coroario, a a identifcación de sí. Sin un rostro únco que le dé cuerpo un individuo único y siempre e mismo, que envejece y muere con rasgos dénticos, ninguna reación con otro es pensabe, savo en a escena de la ntsía. No obstante, en e transcurso de a vida cotidiana, e reconocimiento de os rostros puede prestarse a consiones, a ovidos, a pesar de as consecuencias desagradabes que de elo derivan, tanto para quien cometió ese enojoso error como pra quen no ha sido reconocido. Una encusta evada a cabo con una veintena de hombres y mjeres durante ocho semanas, qu pone e acento precismente en las dfcutdes que surgen a veces paa identifcar con precisión un rostro, eg elborr un inentrio de los maentendidos más ecuentes al respecto: la persona encontrda que por error no tom por un desconocido, o bien por otro; o n, e evoc una sensación de miliaridad pero es imposibe dentfcrla con ás precsón (en reaidad, e ndividuo no a conoce) ; o fnalente, éste percbe de entrd como conocida a l persona que encuentr, sin qe l emor, débl, logre sostentar es sensación. 34 Maentenddos inevitables en nuestrs soceddes donde as relaciones sociaes se mplían mucho más llá del entorno mlr y brcn contactos con nterlocutores numerosos, cmbntes, que proienen de nsticones ndispensbles para e ejercicio de l da cotidan de cuquier ctor (esce, comercos, hospt, banco, co rreo, médco, densa 3 4
You Y; ay D; Ellis H.; «Te fces hat launched a housand slips: everydeay diculies d rrors in reconizn people» Britsh Journa ofpsyholg, 76, págs 495-523. 171
ROTRO. Eay algc 1 Dvid Le Brton
Los malentendidos son ecuentes en indiiduos cuyas proesiones los lean a interactuar con un gran número de interlocutores de un modo no indierente, aunque no por elo esencial El objetio de esas relaciones puede suscitar una expectatia recproca, un compromiso aectio pero proisorio que prooca algo semejante a una amiliaridad: contacto entre un enermo y un equipo médico en e hospital, por ejemplo Generalmente, esas consiones u oldos producen una incomodidad mutua, ligada a la herida narcisista que inligen a quien no ha sido reconocido y la sospecha de inderencia o neigencia, que pesa en adelante sobre e que cometó el error La importancia narcisista que cada uno otorga al hecho de ser reconocido es una especie de garanta social para a limitación de errores Al respecto, una paradoja de nuestras sociedades mediáticas es oler miliares cientos de rostros (de la teleisión o de cine) que siempre seguirán siendo extraños a la esra de conocidos directos del actor Mientras que los rostros del ecindario pueden permanecer en la sombra, agaente identifcados, más diíciles de reconocer en un contexto dierente al de barrio, por ejemplo. Es cierto que la memoria de los rostros no es un dato que se fja en bloque, como el conocmiento defnitio de un albeto. Es susceptibe de ajustes, de modulaciones Se puede identifcar un rostro mucho después del útimo encuentro, a pesar de los ectos del enejecimiento, de las modifcaciones que aectan a su apariencia (corte de cabello, maqulaje, cabello teñido, o en un hombre, una barba, un bigote). En la memoria, la gestalt se impone sobre la ariación de los detalles, y ésta no es alterada más que modestamente por el tiempo que pasa La dierencia ínfma que distingue la gestalt de un rostro de la de otro es percibida inmediatmente por el actor, incluso si es incapaz de precisar la dierencia, eidente para él, entre dos indiiduos. Los innumerables retratos de Rembrandt iustran esa ida sutl del rostro, a la ez siempre idéntico y nunca el mismo a lo argo de horas, días o años. Y sin embargo, a lo largo de a exstencia, permanece un rostro semejante, una misma confguración sutil de la que sólo se pueden captar los rasgos con un «espíritu de fnura». La mínima varación de os rasgos, de su olumen, sus neas, su intensidad, bastan para dierenciar en prondidad una fsonomía de otra El rostro no es una coección e rasgos. Hump Dumpty, el personaje de Lewis Carro}, no quie re comprender e juego suti de la dierencia ínfma, hace de rostro a sua de una serie de fguras y niega a Alicia la posbiidad de ser reconocida gracias a su rostro. Ésta se rebea, aa a su nterocutor que e rostro es e ugar done aa no se st oro «e eso es recsaente o qe qo re T ara e t a a e os a n ar e 1 72
5· EL ROSTO OTO 1 l conociminto ls rsts
ojos... (señalando su lugar en el aire con el pulgar), la nariz, en el medio, la boca debajo. Siempre igual. En cambio, si tuvieras los dos ojos del mismo lado de la cara, por ejemplo.. ., o la boca en la ente ... , eso sí que sería dierente».35 Pero el rostro, justamente, es una totalidad, una getalt, y no un conjunto de agmentos o de elementos yuxtapuestos. Existe sin embargo un trastorno de la personalidad: la prosopagnosia, que se traduce por la incapacidad de reconocer los rostros a causa de una alteración de os hemiserios cerebrales. La alteración no aecta solamente la discriminación de os rostros, sino que más bien señala una impotencia para individualizar, iden tifcar la singularidad de otro. El sujeto percibe una vaga amiliaridad al mirar el rostro de un allegado, o incluso el suyo, aunque sin lograr discernir su origen. Cuando se mira en el espejo, puede preguntarse si el que percibe es él mismo u otro, y ecuentemente busca asegurarse de eso haciendo mímicas. Ese trtorno de la percepción es aislado, no tiene origen en una patología asociada (esquizoenia, angustia), ni en una alteración de los sentidos, pues el sujeto registra los otros stimuli de su entorno, su sensorialidad no está aectada. Tampoco sue ningún trastorno intelectual. Ha perdido la signifcación de su rostro y la de los otros. A lo sumo, haciendo un eserzo de síntesis y apoyándose n algunos indicios signifcativos, puede llegar a identifcar un rostro paicular, pero lo hace del modo en que se unen los elementos de un rompecabezas para reconstituir una fgura. Y sólo reconoce a quienes ostentan un rasgo distintivo: una cicatriz, una rma particular de nariz o de labios, un color de cabello, etcétera. El rostro es para el sujeto aectado un página en blanco, privado de dignidad y de investidura. Está ubicado en el mismo plano de cualquier objeto del ntorno El sentido de su getalt se ha perdido, sólo persiste la captura de una uma de detalles que exige un difcultoso eseo de reexión antes de volvere el indicio posible del reconocimiento. Incluso, la investidura aectiva no basta para invertir la situación. El hombre que sue de ese tipo de agnosia no rconoce a su mujer o a sus hijos más que a sus colegas de trabajo o a su mé ico. Por tra parte, ninguna de las inrmaciones que atraviesan e rostro en el transcuro de un intercambio le es accesible. Incapaz e descirar los signos expresivos re los rasgos de sus interocutores debe tomar como reerencia las modulaones de a voz o el tacto para evar adeante una conversación.
35.
Carrol Lewis De lutre cté du mr Pís Aubeir-Flammarion, 19 71 , págs 1 67 168 [En español: Alca a tavés del eej y td l que ella ectró allí, Buenos Ares, La página, 2005 pág 91 ] . 17
ROST Ey pl 1 Davi Le Brton
Semejanza
Los rostros de los hombres de un mismo grupo dan testimonio de un aire de parentesco que los dierencia, a eces a primera ista, de los de otros gpos vecinos; semejanza perturbadora a ojos de los demás que no pueden distinguir las dierencias: «Son todos parecidos, ¿cómo reconocerlos?» La semejanza es, al principio, la impresión que se impone a la ista del extraño que entra en una co munidad humana alejada de la propia un asiático conontado a occidenta les le resulta diícil derenciar entre arios rostros. Y a la inersa En Áica ne gra, un occidental experimenta la misma difcultad inicial para distinguir a un indiiduo de otro Pero el eserzo no es menor para el aricano que da sus pri meros pasos en Francia. Discernir rostros implica realizar una experiencia del Otro, una aención más sensible al detalle, una aplicación más atenta, más curio sa, que da fnalmente al Otro la consistencia surgida del interés que uno le manifesta. Pues en el seno de cada grupo humano, cada rostro es signo y se distin gue de los otros. En el núcleo de cualquier semejanza hay espacio posible para la distancia nfma que disingue el rosro de cada actor del de sus semejanes y hace de él un hombre reconocible Tanto más idenifcable cuanto la invesidu ra aectiva de la que es ojeo es más erte. La semejanza que reúne bajo la misma expresión de miliaridad a dos in dividuos que antes se ignoraban es una de las enes de error y de nasa más ecunes a las que se presa el rosro Una creencia común a menudo evocada, aribuye a cada hombr un sosa, que vive en alguna parte del mundo. Bella imagen de la ambivalencia de la relación del hombre con su rostro; versión ama ble dl imaginario del doble. Vsigio moderno del tema del andrógino o mane ra simbólica de conjurar el asombro de ser uno mismo, de reestir los propios rasgos, compartiendo su condición con un semejane El sueño de la semejanz es la manera más simple de superar la separación con el oro, por la gracia del imaginario, cuando el amor es erte y busca ocul tar la dierencia, realizar la sión, sin prestar aención en absoluto a las desmen tidas de los hechos Éstos deben ser los seridores del aecto El rostro se prs ta ácilmene a esos acercamientos, a ese rito amiliar o amoroso que se eser za por reczar !a sombra de la autonoma del otro Participar de su substan cia, a traés d la smejanza, es una manera de exorcizar el riesgo de separación que ya se anunca en las derenci mínimas, borrándolas pero oidando la d i rencia mayor de su singularidad ísica. A pesar de odo e amor del mundo , e oro s un ser físicamnte isane, un hecho ue a semeana usca hace oi ar o, a vecs en cos eremos, near. 1 74
5. E ROO ES OTRO 1 man
Cundo nce un no los les se nclnn sobre su rostro pr dst· gur l seles de see: « entón es del pdre», «los ojos, exctos lo de su dre», «l ente es l de su buelo l tene gul . . . » El gnro de h sngre de l eenc ntent sobre todo obr el lzo ecund un agn ro de l seenz entenddo coo eenc bológc que l mayoría de la veces gnor las prencs. El rostro del no se converte en un collage de lo rostros de unos y otros. El or y lo enelve con sus exigencas. Y la cuna de no se vuelve un lugr de explccón entre l ias. En El último justo, A ScwrzBt reproduce el debte que se desrro lrededor de un recién na cdo de l il Ley: «¿A quén se prece? L pregunt no se plante; era ev dentemente el rto de los Levy que el pequeño señor Levy padre le hab trnsmitido muy a su pesar. Mutter Judit no se detuvo a examinar los ojos, na riz boc, como lo ubier eco s l enor dud ubera aparecido en cuan to la "pertenenc del recién ncido [ . . . ] "Se parece a nosotros' En vano, señorita Bumentl recordó l erz nturl de su dint madre, detalló u labio cosido con pequeños puntos sintomátcos se lamentó acerca de una na riz corta que visiblemente venía del lado Bluenthal: no hubo rma, el niñ( no era de su sangre».36 Pero las horas de grci en que el círculo miliar com ga en torno a la semejanza, a veces sólo durn un tiempo. «Al crecer, el enig ma viviente puso a las dos partes en conlicto: e evidente que no era Ley, n Bumenthal, sino una cruza desconocd de crtura humana con bestia germa na. E recién llegado, Moritz parecí nte todo deseoso de no sobresalir entr su traviesos compañeros, y lo logrb uy bien por otra parte, pues lo ada ba un sico apropado». En la tradición popular la semeanz del nio con sus padres vale como con frmcón de la legitimdd de la flacn. Sobre todo la del padre, puesto qu la paternidad nunca está tan asegurd coo l aternidad. Elimina la sospe cha de bstardía y reerza el sentiiento de dentidad amiliar «Quin se pa rece pdre y adre no es bstardo», «i el jo se parece a padre, o hablo ma de la madre», « de tal palo, tal astilla». A la nversa, «gran verenza para la ma dre que no se parezca al padre». Y sin embargo, como es característico de saber popular el conectar las sinuosidades del mundo y tener una respuesta ist para todas las situaciones, se dice que «podemos tener herano aunque no no parezcamos».37 En este caso, la discordancia es a la vez sica y or. 36 SchwazBt, A. Le deier des justes, París, Seui, 1 959, pags 1 7- 1 1 8 37 Hemos elegido estos proverbios de la obra de Loux, F y de Ricad, ; gesses du coprs op cit., págs 33 033 1 N de T: salvo por «de t pao ta ast a», no s enontrado equivalentes en español de los demás proverbos tados 175
lW.
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La siognoía de Lavater hace de la semejanza entre las generaciones una talidad que nada puede desmentir. La fliación es un destino que se inscribe en el rostro y por eso, condiciona también el carácter del individuo. «¿Por qué ese nio -dice Lavater- innitamente mejor que su padre, al que perdió tan pron to, tiene sin embargo en su sonomía tantas cosas repulsivas?» Hay que cambiar los términos y decir «¿por qué conservó esa ealdad?» Y Lavater se rebela con tra los rermadores que, como Helvetius, hacen depender al hombre de las cir cunstancias y de la educación recibida. Juzga esas ideas como contrarias a la ex periencia y contesta diciendo que «los rasgos y las conguraciones se transmi ten por sucesión» (pág. 60). Un razonamiento singular de Lavater lleva bastan te lejos el paliativo del hombre a su descendencia. «Comprendemos de la mane ra más clara por qué tantos hombres, bellos al nacer y que se deterioran cuando recen, están lejos sin embargo de tener el aspecto tan o de muchos otros; por qué tantos hombres eos que se corrigen y se vuelven rtuosos están lejos, sin embargo, de ser bellos y atractivos por sus fsonomías como muchos otros me nos buenos que ellos» (ibíd). Pero Lavater no está alejado de los adagios popu laes que hacen del hijo el eco del pdre. En las situaciones extremas en que el desmantelamiento del hombre es lleva do al límite, en los que su exstencia depende sólo de un hilo, parece que las ca pas geológicas del rostro se disuelven, expurgando los rasgos singuares de in dividuo para dar lugar a una especie de rostro originario. Por ejemplo, Nicho las Ray, al momento de morir en Nick' movie, la película de W Wenders, cuan do se ve en un espejo, cree reconocer el rostro de su madre. En cercanías de la muete, o en medio de la derrota, el hombre encuentra en sus rasgos una ia ción simbólica que lo remite a su nacimiento y l primer rostro. E. Guinzbourg dejó un testimonio conmovedor de sus años de deportación en los campos so viéticos. Conontada a la hum ación, a hambre, al agotamiento, evoca un mo mento en que, con sus compañeras de inrtunio, se encue ntra ante el tesoro in audito de un gran espejo en un vestidor. «El espejo azulado deelve cientos de ojos llenos de amargura, de angustia, en busca de su imagen. No es so por e parecido con mi madre que me encuentro en medio de las demás. "Pavotchk , mira tú sólo me reconocí al recordar el rostro de mi madre, me parezco más a ella que a mí misma».38 Paecerse es aquí una esperanza, comprueba que e des mantelaeno del ser no ha aectad lo esencal. Es el recuerdo de a dignidd y dl amor, auu la ietidd ya no sea más que un sopo, y uede se una promesa e reniento cuando son ancianos o enermos graves que lamn a su adre, a sueñan o a en de prono ante elos. E nal de un camino ciu 38 Guinzbourg Evg Le vertge, Pís, Seuil 1 967 pá 301 . 1 76
5. E ROSTO ES OTO 1
eejaz
en el cual la madre que recibió al niño es ahora aquela cuyo rosro vela su enrada pacífca a la muete. La semejanza es ambién a veces una oluntad, un deseo de idenifcarse con un modelo prestigioso que lea al admirador a omar los rasgos de su ídolo. Además de las maneras de ser, los signos copiados son esencialmene los que ecan al rostro; un estilo de peinado, por ejemplo. La asimilación al oro, el deseo poderoso de revestir el propio rostro con el de aquel para salvar cualquier disancia, llean a numerosos jóenes, por ejemplo en Estados Unidos, a recurrir a la cirugía esética para modelar el rostro de Elis Presley, Mickael Jackson u ora estrella. Un procedimiento simbólico de identifcación que oma al pie de la lera la ntasía para marcarla en la carne. El admirador ya no se contena con los recursos del imaginario y pone su cara en el cuerpo del comediane o del canane. La oluntad de metamorosis por medio de la máscara se expresa aquí claramente. Conduce a la sublimación de una ida percibida como mediocre adopando sin perjuicios una nuea personalidad, gracias a una operación quirúrgica en sí y en su propia existencia. El procedimiento no basta quiás para susentar el sentimiento de identidad en el sentido buscado, pero los benefcios s ecundarios no son despreciables en el ecindario o en el grupo de amigos. La esrella admirada es clonada sin saberlo y reina en innumerabes lugares en ra de simulacros. La asimiación al oro puede raducirse también por una ascesis, un ruego di rigido a un rostro interior para conndirse con aquel Jacques Lacarrire escribió sobre la semejanza de los hobres del monte Athos, en Grcia. Ésta es querda, buscada, anticipa ya el designio de Dios: «La semejanza aquí es an perecta entre los rasgos imaginarios de los sntos y los rosros reaes, que os deles exteriores como la barba, el cabelo, la indiferencia con respecto al arreglo personal no son los únicos responsables. ¿Cómo se plasa en el cuerpo, os husos, la carne, ese leta composición, esas sutiles disposiciones que modean p oco a poco los rostros ivos sobre los de los mueros?». La idenidad d hobre por la oración, la comunión en too a un mismo ideal: «¿No se raaría aquí dar a cada uno e rostro de otro, de conferir a la comunidad rasgos únicos? so expica p o r qué en tatos escos bizantinos, los rosros de a multiud se recen. No es a carencia del pnor o la torpeza del pincel, sino la imagen ancp ada de las mutitudes del oro mundo, de es gran rosro anónimo que será de todos» .39 Más tarde, J. Lacarrre encuntra un ermtaño qu exp ica la s g nifcación e ese are: «Es orque en esa vida, su sanida o su ascesis 39 Lacarrire, Jacques. té gec Une Grce quotiienne de qute mille ans. París Pon, 1975, p ág 52.
ROTO.
E lc 1 Davd Le Brton
ya ha tansado su osto, le ha dado la apaena de lo que seeos todos en la vida eterna. s eso la gualdad en el Seño. Sereos todos éntcos y erentes. Coo son déntcos y deentes todos los puntos de una cicuneenca con espeto a su ento» . No obstante, la seejanza no es lo déntco, no e s duplicacón, la petubacón que ntroduce es la ezcla ínta del Oto y el Miso, la concacón de la igualdad de los rasgos y la ína deenca. La seejanza cea u añaddo e rostos, ientas que el égen habtual es el de la separacón, de la sngu ladad bien aada. Peo la seejanza puede encease en sí sa y anua toda dstinción, poner en espejo a dos ndvduos de los cuales es díc distingur sus dentidades. Sosía es el pesonaje de una vieja coedia de Plauto, trión, de la que la posteridad, scinada por tal situación, toó un térino genérico paa desgnar al ndvduo que se paece a otro asgo po asgo, sn ninguna excepión. l agumento de la peza, destnado a nnumeables versones posteiores del teato, consste en las artmañas del dios Júpiter, enamorado de Alcmena, una bella motal. Para logra sus ntenciones sin provocar la sospecha de la joven, Júpiter ha tomado los asgos de Anftrión, su mado. Mecuro voree la ación del dios tansándose en Sosía, el esclavo de Antrión. Su taea es la de no dejar entra a éste mientras Júpiter está retozando on Alcme na. Anftión, de regreso de la guerra contra los enemigos de su patia, envía a su esclavo Sosía a ve a su esposa. n las puetas de la casa, éste se ve expusa do po un hombe que busca pelea con él y que se muestra coo su doble: «la verdad es que, cuando lo ro a él, econozco mi fgura, ta coo yo soy (que e he iado muchas veces en el espejo ); se paece una barbaidad a í; tiene el mismo sombrero y el smo vestido; es igualito que yo [ . . . ] l peinado, los ojos, la nai y la boa, el ote de caa, la barbla, la barba, el cuello: todo» . So sía está prondamente conmoionado po el sortiego. « ¡Válgae Dos! ¿Dón de me he buscado mi pedcón? ¿Dónde he sido tansrmado? ¿Dónde he per dido la gra de antes? ¿Es que me he dejado yo a mí msmo olvdado aí sn darme cuenta? Poque es que desde luego éste es una repodución exacta de mi persona, según lo que yo ea hasta lo presente, es un retrato ío;» . ontar más tarde su desventura a Anftrión, que no le cree una palabra, Sosía rmula una ase ejemplar, que expresa la violencia que siente quien eonoce de pro to una extrema semejana con otro: «Además, no me ha cogido sólo el nombre, sino también la fgua». La omeda de Plauto ustra la desorentaión que nae en el seno del lazo s ando ya de es identle De rereo a oar, Anrió o o rede e d s e de qe a de deala de de er p a 1 78
s.
E ROSTRO OTRO 1 L gmelidd
sado la noche a su lado Él la acusa de engañarlo. Alcmena se pregunta si Anf trión y Sosa no están locos Sólo la intevención de Júpiter logra aclarar el maentendido. Curiosamente, Alcmena da a uz dos gemelos el hijo de Anftrión concebido antes de su paida a la guerra y el de Júpiter cuya gestación deba du rar once meses Singular constucción en abismo del tema de a pieza, e de a dsolución de la dierencia infnitesimal, lo que vorece al traspaso de identi dad. El origen del término «sosía» es asombroso puesto que parece sugerir que tal analoga de rostros es un hecho tan excepcional que únicamente a intervención divina puede estar en su germen. La gemelidad
El desconcierto que surge a conontar dos rostros que parecen una dupiación uno del otro se elica porque esa proximidad anua la derencia nfma que cama la inquietud de cada uno aerca de su singuaridad. Se introdue una turbuencia en la reguaridad y miliaridad de mundo. Suspende por un intante a seguridad ontoógica poniendo en cuetión e prinipio en s mimo de la identidad y de la dividuaización. ¿Qué garanta reta entonces de er uno mismo si los mites pueden ser disueto a ta punto? La gura de do oma uerpo en la trama de a sociabilidad. De este modo o gmeo enaan ier ta repetiión de la apariencia Incuso puden parere en todo o apeo: mismo rostro los mismos ojos e mismo coor de aeo la mima expr ione. Y ciertas parejas de gemelo ienten tamién a necesidad interior d ae ar cuaquier sombra de dierencia posibe para comulgar en a sión gemear a societ intrageminale (Luigi Gedda), con el fn de oponerse meor a la desgracias «sin igua» que pueblan e mundo con su imperción. La eaión e peuar de los gemeos puede ser a ta punto fna que René Zazzo al reordar a disimetría de todo rostro, observó que en muchos de elos uno sonre más ien hacia a izquierda del rostro y el otro más bien hacia la dereha.41 Sin embargo os gemelos suelen ser a menudo los útmos en ver que se parecen a ta punto. onontado a espejo el gemeo puede tener la sensac ión de que no es él quien está a, sino su hermano o hermana, de quien no se distingue. Hay que hacer una mmca, por ejemplo, para convencerse de que el relejo es e suyo. Al obser var tograas, debe hacer un eserzo de memoria para identifcar quién etá 40. Cf Tourner, chel Us téor, Pís, Galmard 1975 [En español: os eteos, Madrid. Edcones Aaga 986] 4 1 Za, Rné e paxe du jueau Pís, Stock 1984.
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ROSTO. Ens antolgco 1 David Le Breton
aí representado. Son numerosas as anécdotas a respecto. La gemeidad es una iustración sobrecogedora de «yo es otro» . Aunque para agunas sociedades os nacimientos gemeaes son un signo de ecundidad hay otras que muestran su ambivaencia a decretar n tiempo de amiarización de as circunstancias para conjurar os riesgos de perturbación que amenazan a a comunidad. La ambigüedad de nacimiento gemear es ta que únicamente a muerte de ambos gemeos o a de uno de eos puede restituir e mundo a un orden humano provisoriamente desestabiizado. La difcutad para concebir a anomaía simutánea de un naciiento repetido demasiado inhabi tua para ser acogido sin conmoción y a de un niño que viene a a vida con un dobe en a consión de su semejanza recíproca eva a a evocación ritua de a muerte para precisamente canaizara y enar a amenaza. Entre os rigwe de Nigeria e nacimiento gemear cononta a la comuni dad con a aarmante cuestión de la brujería. Los gemeos poseen supuestamen te peigrosos poderes. Y para restaurar el orden quebrado por esos nacimientos simutáneos conviene matar a uno aque en e cua se encarna e principio ma vado de a brujería. E sobreviviente es uego purifcado gracias a un ito apropiado. La mujer que acaba de dar a uz a gemeos os leva al «santuaio de una sección emenina determinaa donde está a medicina que pemite controar las propiedades de os gemelos· obseva W Sangree. Aí se les da a los gemeos un brebaje compuesto sobre todo por agua salada pasada por cenizas que en gene ra os mata a os dos. Los rigwe dicen que a veces el gemelo coecto vueve a a vida pero e que tiene e poder maéfco sigue mueto». Sin embago suee su ceder que se e da e brebaje sóo gemeo que nació primero (el incorrecto). gemeo que sobrevive tiene supuestamente un pode mágico pero libre de toda inuencia masana como si e haber egado doble a la vida y permecer único e otorgara un poder mutipicado expurgado de todo aspecto negativo.42 También entre os Moundang de Tchad e nacimiento de gemelos deja pa near sobre e grupo amiiar básico una amenaza de muerte. Lejos de ser u si g no de ertidad es más bien una seña de atenuación o desaparición de as er zas vitaes y ecundadoras. Los gemeos reciben un nombre gorioso pues su des tino poco común os asimia a de un rey. Como para éste e consumo más rá pido de a energía que está en eos es hace a vida más breve. Y si uno de eos no muere, e padre de sexo opuesto es e amenazado. La creencia en ta amena za esá frente arraiada en e iagnario socia de os Moundan. «Sin em aro orv dr, a costumbre estaec qu cuando os geos x crn, án c un or su do a araar un ataones vn co 42.
Sngee, Wte. «L gémeité et le principe d'ambigüité» L 'homme, nº 3 ,
180
1971,
pág
68.
5.
E ROSO OTRO 1 La glid
ta e satamontes en dos y dice: "Mi madre debe morir' La niña hace o mismo y dice: "Mi padre debe morir' Por esos dos gestos opuestos y compementarios, se espera anuar as amenazas contrarias que elos anuncian y actuaizan. Pero es en vano, nos dicen: os gemeos crecen y uno de os padres muere, o uno de os gemeos muere y os padres viven».43 En a tradición cutra Moundang, a referencia a a semejanza está evocada etimoógicamente en e término que designa e hecho de a gemeidad. En otras sociedades, especiamente en África occidenta, a legada de gemeos es, a a inversa, una seña propicia de fecundidad. E dobe nacimiento o a semejanza excesiva no son panteados como un obstácuo para a vida en común o como causa de temor. De una sociedad a otra, e fecto de dupicación creado por a gemeidad suscita a ambivaencia o a buena suerte y, a través de as fantasías que despierta, e misterio de dobe que deja ver. En ninguna parte ea es recibida con indiferencia.
4 3. Adler, Alfed «Les jumeaux sont rois», Ihomme, n• 1-2 1973, t 1 3 pág. 1 6
6. Ocultando el rostro
«Se cuenta la hitoria de un hombre feo. Tan o que debía llevar una mácara para no autar a gente. Era la mácara de un joven anto de una belleza respandeciente. El hombr trató de conrmar u exitenci a prome de ee rostr. Llevó una vida autera dediad o demá. Un día, uno de u discípulo decubrió que su maestro econdía rotro bajo una mácara , orpreivmente, se a quitó. Avergonzado, el anto nunca más se trevió a mirar e ente a u dicípuo. Pero éte e ijo: "Metr ¿pr qué ev uted ua mácra exactamente igual a u rstro?»
Gesticua
La mueca es ese momento en que el rostro se suspende y las convenciones dejan de regir el intercambio por un instante. Es una exageración de la expresión, va más alá del signo amiliar para interpelar al oto o para burlarse de él. O bien señala que el individuo perdió de pronto el contro al enentarse con una sorpresa desagradable. En ese sentido, el arte del mimo está a mitad de camino entre el orden expresivo y la mueca. Simula el exceso pero no llega a la exageración. Se detiene justo en e límite donde comienza a derogar la regla. Sabe hasta dónde puede ir. La mueca es una pantalla, del mismo modo que a máscara a palabra ancesa «gimace» (mueca) viene del término de a engua anca «ga» (máscara), pero que se deja ver a rostro descubierto, con a pie a desnudo y distendida. Es una ibertad que se toma con respecto a orden expresivo y a as exigencias de a identidad. Nuestras socedades conocen tres fguras dierentes de a mueca: e mohn údico se bua aeeente de las reglas de perativo de seedad o de caa ov que pes ie a reacones sociaes; a ueca de ebeión, de despreco p o e oto, de i n di ció , puee toma e lua e sut, e es e aa del p be, e aque que o die de s e paa r ep l ca e ua iuac ió 183
ROSTROS. Eayo anpolgco 1 aid L Brton
donde no puede ganar; y e gesto de contrariedad, en e que la sorpresa hace perder el contro de la expresividad exigida en la interacción. El rostro es una emanación del principio de placer. Del mismo modo qe el chiste, libera erzas interiores condenadas a la epresión. Es la elicidad del gesticulador y de su púbico. Y el arte de la gesticuación, que sóo subsiste hoy entre os payasos, es un espectáculo qe se conoce, a menos, desde la antigüedad griega en lo que concierne a nestras sociedades occidentaes. Con los malabaristas, jugares, escpidores de ego y otros bunes, os gesticladores han participado por argo tiempo en la animación de as plazas púbicas, antes de integrar la mltitd de os carnavales donde la mueca alegre impresa en las máscaras es e signo de la hilaridad de todos. Inclusive, agnos conocieron gran notoriedad. La gande Encyclopédie (1882-1886) evoca el recuerdo de n gesticulador de gran genio qe ejercía su arte en el boulevard del Templo, en París, y qe había ganado gran renombre «por la habilidad con qe sabía expresar, de manera horribe pero característica, y adado por s fsonomía grotesca, dierentes tipos de sensaciones como el simiento, la alegría, e miedo». Luego de haber mostrado su arte en las calles, con s plato para monedas en la mano y el éxito qe lo acompañaba, hizo constrir na casilla de madera donde continó prosperando. Barnum, siempre en la búsqueda de las variedades humanas más insóitas, contraó a James Moris, el «hombre de goma» qe estiraba la piel de s rstro de manera incele «Su piel dice Barnm es tan eástica como la goma, tiene na capacidad de eansión enome. La piel de la nariz, de las mejillas, de os brazos, del pecho, de las piernas pede exenderse hasta medio metro del cuerpo, mientras que con la piel del mentón y del cuelo puede recbrir todo su rostro» .1 De modo lúdico, el gesticulador se despega de su obediencia al orden simbólico que rige los signos del rostro. Se convierte en instrmentista de sus rasgos, expora as sensaciones qe atraviesan los múscuos y se divierte con las reacciones indignadas o cómpices de qienes o miran. La mueca es una diversión innti, una irrupción del principio de pacer que loga eldir ritamene el principio de reaidad impuesto por la interacción. Procura al niño el mism o goce que experimena a través de uso de palabras tabúes, resulta del mismo s to po o obsceno cuando odavía no esá totamente sometido a la ey com ún de rotro, a as normas coporales, ni a as regas morales de la lena. La muca concierne a n itua údico de niño qe poco a poco toma possión de su cerpo y dista de a libetad que descubre en é. E pacer surge pone Citado n Indrgrand, Michl, «Gimacs t griacies», n Baudiet, -J., Shlattr, C, Du visage, Li, PUL, 1982, pág 23 1 84
6.
OCUTNO EL ROSR 1 Gesticlar
se sbe la educacón que sgue su camn. El n gza de la muea que ace que pecbe en el st de t, así cm de una palaba gsea que pnunca que escucha dec L demuesta el enómen muy cncd de s nñs hs tóns y gestulades, apeujads unos cn ots y cn sus sts apastads cnta la ventanla de un aut, que pvcan a un autmvsta cómple ncómd según el cas, que sól tene una psa, la de pnese al abg e la ensva nnt nta el den expesv. M. A. Astuas, en Maladrón (Epopeya de los ands verdes),2 uenta as aventuas de un puad de cnqustades pedds en ls Andes duante la nqusta españla Sepaads de su Cmpaa, están en la búsqueda de a unón míta de s ds éans Adepts de una secta sldaa cn su cndcón de aventues mpadss, la de ls saduces gestculades, venean al Maadón, el «vedade márt del Gógta, cucfcad cm ladón cuand en eadad aba sd fós y escba, expet en plítca y desendente de ls « Gandes Sace dtes». Devend en sus mentes cm e «Pnpe de ls Ladnes» , «dsmula mej las ganancas y ls esgs de la cnqusta» pues «la elgón de Jesucs t n ea cnvenente paa mbes m ells, que se dedcaban a l matea, a a guea cn sange y a a paz cn . La paz y la guea El y a sange l mund de ls demns y, p aaddua, ls placees canaes». Ls aepts e la seta an daamente en lagas sesnes tuales de gestuacnes dest nadas a eda ls suments en la cruz del Maladón. Una egón de saasm y desaí que ace de la muea l esencal de su ltuga «Esta manea s encsa de a, sn palabas, a tavés de muecas buescas y bes cntnes, e ntducda cuand se emó la ley gna de ls saduces, después de la muete de Nuest Pade en la cuz Cm an ech de é la aca tua más ngata hasta llegan a llamal Babu, nmbe de tste pedena ues vene de babun.. cn el fn de desacedtal p ls sgls de ls sgls tbuyéndle una caa de ggante, de ufán y de épb, cntaída en el mment de su muerte p las cnvulsnes de la agnía y la tempestad de sus e mdments, sus cntnuades y dscípulos decden tansma en t pantmma tágca y menajealo cn el jueg de esa festa cal» Astuas temna así cn la sgncacón scal de la mueca, mezcla de bula y ebeldía, e astuca e ndependenca, al ace de ella el sgn más manfest de una l tuga de bábas. La uptua eada en el den habtual de la cmunicacón es guamente laa en el ine en a isiea, ne se usa liemene el « ctus 2 Asturias, Miguel Ángel Le lan qu ne cyat p a u cel, París, Albn Michel, 1970 [En españo: Maladn (Epoeya de los Andes verdes), Madrid Alanza 005) .
ROTO. Ey tpolgc 1
Davi L Brton
sarónico» La iconograía cristiana, po ota pate, los precedió al epsnta a menuo al diablo o a los espíius malignos con asgos gesticadoes. E as peco d transgresión se percibe claramene cuando la mare exhota a su ijo a dejar e hacer muecas: « Si sigues, te queda así». En cietas situaciones, la mueca es una diside ncia itual, una bula aca las convenciones sociales que establecen la puesta en escena coectia del osto Como al, apunta a la denigración e aquel a quien se iige Es el gado ine rior a esao, puesto que ya marca el acaso del gesticulao y el último inten o que hace paa no perer el prestigio [la face ( la cara) ] y ganase las isas de la asisencia o hacerse un prestigio con bajo costo. Pero no engaña a nadie, pierde su presigio [la face] más convincentemente al liberarse así e los rituales acos umbraos el rostro La mueca puee ser un equivalente ísico del insulto, y emuesra as, en un iniviuo en posición ébil, su rechazo a dejar que el otro goce inequívocamente e su ventaja. El niño amonestao por el adto no tiene más recursos que sacare la lengua a éste antes e correr pruenemente a buscar un lugar seguro Ciero número e muecas esán incluso repertoriaas y parti cipan en eneal e la provocación lúica: «hacer pito caalán», «poner cara e ac», «ponerse bizc», «sacar la lengua», «uncir la rmpa» El geto e sorpresa es ora fgura cuano la ampliu e la ecepción ba rre pr un instane en el niviu la eiquea corpral e bienestar. Ane la urea el glpe recbi y el carácer sorpresiv e ése, el prestigio [la fac] se ere prviriamene, el iniviuo ya no ene en cuenta al otr y la mueca es e breve emblor e tiempo en que la sorpresa aleja a iniviuo e sus eberes e epresión Cuan la conrariea es emasia grane, lleva, lo sabemos, a «pner cara e asc» Caracteriar
En 1959, e escrtr Jhn Hward Grn, beinad pr la segregacón raca en e ur de Etads Unids, decide pnere «en la el de un negro» y vvir ream ene a vida de un hmbre de clor, durane un mes, entre el Alabama y e Msp, n revelar su cndicón de blanc. Con ayda de un medicam en t uz ado habamene conra ceras enfermedad de la piel, un traam eno
cn ray travletas y el aread de prducts de maquiaje, puede da r e p a decsiv. Per Grin descbre rápdamente la rmera dfcltad de su exrmnt, en a ca n abía ena: a metamr e rtr deta r e: « z raa r aze bancos crie , l 1 86
6.
OCULTANO E RO 1 Camcteza
rostro y lo hombros de un desconocdo (un negro huraño, cavo, muy oscuro me mraba con ntensdad en el espejo. No se parecía a mí de ningún modo.. . yo esperaba verme dsazado, pero eso era otra cosa... Todo lo que podía susstr del John Grn anteror había desaparecdo. M propa personaldad suía una metamorss tan completa que sentía una pronda angusta... Me espantó a totaldad de esa transrmacón. Era derente de todo lo que haía mag nado. Me convertí en dos hombres, uno que oservaa y otro que enoquecía, que se sentía negrode hasta lo más prondo de sus entrañas». 3 El ocutamento del propo rostro bajo otros rasgos, aunque sea consentdo, sempre ntroduce en una experenca de desdobamento de sí. La caracterzacón es una actdad que suscta en e actor las msmas reaccones antropológcas que levar una máscara. Sorecarga la pel del rostro con colores provsoros y la elve rreconocle en toda su extensón, pero con una ductdad que no posee la máscara, pues el propo actor puede dseñar, con ayuda de un espejo, los motvos que le convenen. La caracterzacón deja al ndvduo era de los rtuales socales admtdos en la vda corrente, salvo que se ntegre en un carnaval o en una dversón compartda. A la nversa del maqulaje, que usca de manera sutl lumnar os rasgos, la caracterzacón (o maquaje lre) no tene a vocacón cosmétca de emelecer o valorzar. La pntura del maqulaje nventa otros rostros, momentáneos, en los que una capa de coor o una línea modfcan el aspecto. Opuestamente a la máscara que se coloca con sus rasgos ya realzados, la caracterzacón ntroduce el tempo y la maleabldad. Deja al ndvduo la ncatva de las fguras con las que desea revestrse. Éste no es prsonero de una rma, decde su propo proceso en e trazado y en el color, ene lbertad para otorgarse pausas o dsrutar de las etapas que recorre. Puede orrar o agregar a su gusto, es el maestro de obra de su metamorss. La actvdad de caracterzacón pone en juego un placer dspensado amplamente, pero a angusta puede advenr en el transcurso del expermento. Tal recorrdo a través de las dentdades camantes movilza la nvestdura y sore todo las amvaencas del ndvduo. Éste puede despedrse con júbo de su caracterzacón , a la nversa, aerrarse a ela con un sentmento de temor, o ncuso querer desacerse de ea nmedatamente luego de un acceso de ansta. La caracterzacón opera una suspensón momentánea de sentmento de e ntdad y de sus exgencas, restaura el prncpo de placer y se comprende así r qué se la utlza tan ecuentemente como herramenta terapéutca. De cer mo, ese maquae re del rostro se asemeja a a asocaón re de má e e a a aa; e un ueo sre a maera ua ue avea 3. Grifn John Howard, Ds l peu d'u noir, Pís Galimard, 1962 ág 20. 187
ROSTOS. Enay algc 1 Dav L Breto
una relacón de transerenca con un terapeuta. La palabra que nterroga la trayectora del nño o del adulto en dfcutades, colocado ante los nstrumentos de caracterzacón, guía el camno haca la metamoross, eta las snuosdades, a da a la smbolzacón de la angustia. El rostro maqulado está en busca de una dentdad más propca, oculta los rasgos y avanza lentamente haca otro rostro. A partr de entonces, el grado de nvestdura de la actvdad de maquilaje resuena en la relacón del ndvduo con el mundo. De transparenca en transparenca, agregando una capa y luego otra, busca la pureza mposble de un rostro que nunca se alcanza, pero el sentmento de proxmdad que obtene lo devuelve poco a poco al mundo. Por lo tanto, es díc sustraerse de la duracón prv legada que se vve en esos momentos donde se vuelve posble jugar con a propa dentdad sn perecer. Así como hace alta un tempo para entrar en esas aguas prondas dce Nancy Breytenbach, proesonal de esta actvdad tam bén se necesta un tempo para salr de elas. El maqulaje lbre es bastante movilzador y la reazacón de rostros íntmos mplca en consecuenca un desgaste sco y pscoógco. Cuando la lmpeza, al fnalzar la sesón, se hace de ma nera precptada, cuando os partcpantes permanecen mpregnados por o que acaban de vivr, llevan con eos su energía. Fuera del temp, era de las normas, es resuta dc retomar un comportamento noral».415 Otra manera de caraterzar, más radcal, no aecta a la rma del rostro o su puesta en escena, sn a su olor, ntervene con productos químs, a menu o tóxcos, en especal cosmétcos o medcamentos que se utlzan cabando su objetvo habtual. Prvoca una aclaracón de la pel, en especal en aranos y antllanos. Sobre todo, se busca el eecto a nvel del rostro, con el fn de acrecentar la seducón, embellecerse, para lo que el actual color negro es el obstáculo magnaro. l objeto prncpal es suprmr una desventaja. l coor de la pel se percbe como el objeto malo del cual hay que desembarazarse para que la vda fnalmente mejore. El hombre arcano o antlano, remtdo de manera aguda al sentmento de su derenca, ncluso conontado con el «racsmo corrente», puede sentr que el color de su pel es la razón de sus dfcultades y desear por eso modfcarlo . La aclaracón cutánea puede otorgar el sentmento de apera haca los otros , 4
N. d T: El zpador Cmbr (Fros-Baptist-Ephram) es l héroe de ua de as pri ras historitas facsas, cuyo autor s Christoph ( 856-945): Lfcées du speu Caebe ( ocurrci dl zpador Cammbr Cmbr, qu cumpl su ta d zpador n
la gurra, s iltrado, simpló y d accios u poco absurdas, y se xprsa u fcés qu cr muy pulido pro qu dota é ua spci d icultura pdt. 5. Nanc Breebach, Vsags inmes: le mqulge libre, París, Hommes t groups édius , 1 987, pág 186 188
6. OCUTAO E ROSTRO I Maqa1
de una mejor inegración, e incluso de una seducción inalible Numerosos jó venes se maqulan «porque así se sienen más bellos» El oven paricipa de u imaginario de prestigio de la piel «blanca», que realza la imagen que se hace d sí. E maquillaje opera una sublimación, elimina la negriud de a piel. El colo más claro se vive como una oporunidad para participar al fn del lazo social. E una manera simbólica de afliarse a la sociedad que lo recibe, pues la causa d odos los males se enuenra en parte borrada Para oros acores, esa prácica implica un acercamieno esiliado a las ma neras de «blanco», al como lo sienen, por eemplo, los «»4, pero sin un vounad paricular de idenifcación Es posible que se rae de a búsqueda d un esado inermedio, de la creación de un espacio lúdio donde e acor jueg y se pone en juego enre dos sisemas culurales aprovehando smuáneamen e las venajas de uno y oro. El acor se rea as un «área ransional» (Wnni• o) que e ermie asumir mejor su ondiión de migrane y su división enr os uuras. En oros casos el «maquaje», ueso que a menudo impla un nevención nocva en el rosro, es una aiud quizás más ambigua: una bús queda más doorosa de idenidad uede prevaecer sobre el juego.6 Deshaerse del propio rosro omo quiarse un vesido, on la misma des onerane ciiad a aree ser e sueño sereo. Es lo que nos enseña a ae ra que nace on el uso de una másara o con la araerizaión y e deseo d vver a eas a ravés de arnava o as acividades údias. Reurrir a veo ro nga ambén a enación por la meamorsis el juego su enre e deseo d ar a y en ora pare a la vez, idenifcado con los rasgos propios e inveno1 sinado de oros rosros Osaión enre el Mismo y el Oro que oece al a r los numerosos perfles de su rosro inerior. •
Maquiar El maquillae es una inervención que implica cuidados de beleza y consise en el agregado sobre el rosro de productos que apunan a realzar su bro, a vaorizar su seducción gracias a una manipulación simbólica de la apariencia que se muesra a los demás Esá más en la busca de la revelación del rosro, de u uesa en signos, que de su oculamieno Contrariamente a la muea o a la 6.
Cf Los trabajos de Ondongo, Joseph, «Noi ou Blanc? Le écu du double ds la pratique du "maquillage chez les Noirs», Nouvelle Revue d'thnopsycitrie, l 984, nº 2; «La peau, iterce de la paologie transcurele. Un exemple: la pratique du Xessal a Congo, en Reverzy, J.F, y arpann Maoo, J, !les etfbles, París, IHmattann, 1989. 189
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máscara, el maqulaje es una tervención que se adhiere a la piel y da a la mujer (con menos ecuencia en el homre) un rostro más agradable a sus ojos. Es una actiidad cuyo uso se inscre en el transcurso de la vida cotidiana y se oece a la vista de los demás a quenes, de todos modos, está simólicamente des tinada, a la inversa de la mueca o la máscara que permanecen como activdades marginales, practicadas en ugares y tempos en delimitados. La transrmación de la aparenca del rostro, su emellecimiento ritual, apunta a vorecer la relacó con los otros y el reconocmiento para la mujer de un encanto que se impone a ella como un deer ser. Al camiar el dujo de los rasgos añadiéndoles delgadas líneas de color, el maquillaje modifca su tonalidad, los suaviza o endurece, los vela o los pone en evdencia De tal modo, no solamente dispensa detalles en el rostro que pone en escena, sino tamién, y sore todo, en la imagen que la mujer desea dar a los demás. Y la ora del maquillaje puede oecer una magen que quzás no releja exactamente la que ella quería dar. Pues la amvalenca puede deslzarse tamién allí, como en todo lo que concierne a la relación íntma con la propia magen. La sesión de maquaje se desenvuelve completamente en la escena del imaginario. La maleailidad del uso de los elementos cosmétcos lleva a la mujer a modelarse un rostro que la acerca un poco a su ideal. El ojetivo es seducr, pero tamién puede caer en el exceso cuando se maquia para contrarrestar con un rechazo demasado evi dente las huellas de su edad. Y sn duda, el maquillaje siempre es una restaura ción de la propia imagen que se realiza en el imaginario, a veces en completa in dependencia del juicio de otro que puede, por ejemplo, encontrar que el maqui llaje elegido no vorece a la mujer. El maquillaje es tamén un tiempo de narcisización que actúa en el lugar más investido de uno msmo Gracas a las manipulaciones smólicas dspensa das sore la piel, implca u momento de investidura lúdica, uno de cuyos eec tos es sustentar el sentimieto de dentdad. Asmismo, el esteticista o el pelu quero traajan sore los aspectos de cuerpo y del rostro dándoles un valor y re rzando el sentimiento de dentdad Aschenach, el personaje de La Mue rte en Venecia, vve esa metamoross con delete en manos de un peluquero ose quoso que tamé a captado el dolor secreto del homre que enveje ce y que le oece a uen preco a usón de una juventud recuperada. «Aschemac , n dolentemente recostado, ncapaz de resstr, y recorada su esperanza ante ese espectácul, mraa en e espej cóm se dujaan sus cejas, arqueándse a mniosamente, cómo se agrandaan sus ojos amedrados y adqurían má s es lndor gracias a un deieado de k aj s páads; más aaj, í dn de a ie ane eaa a, amen y aeaminaa, ea aarece un car n 190
6.
OCUTAO E ROSRO 1 Mauilr
suave; sus labios, desdibuados un insane arás, se redondeaban, omaban un ono ambuesa » 7 El maquillae despliega su elixir de la uvenud eerna sobre el rosro, manipula el iempo y la carne Acualiza la connivencia enre el proesional, ora llamado «visagiste» ( cosmeólogo),8 y el cliene Que el maquae es una acividad de confrmación de la idenidad personal, un momeno propicio de narcisición, se demuesra ambién diariene en prisiones, esablecimienos hospialarios de internación permanene o instiuciones para personas mayores, que reciben a los esteicisas y dedican algunas horas, gracias a la movilición de los proesionales, a la realización de cuidados de belleza en prisioneros, enermos o ancianos Individuos provisoria o efnivamene marginados del lazo social corriene, a menudo recuperan, graas a esos cuidados, la auoesima y el placer de gustar que éstos conllevan. Esta modesta activdad, por las esrucuras antropológicas que movza, se asemeja a veces a un regreso al mundo para ciertos ndviduos Actuar sobre el rosro ara embellecero es acuar simuláneamente sobre la dendad para rerzarla Para certas mujeres, el maquilae es una segunda piel, una espece de ropae al que las protege y sin el cual se senten desnudas y nerables Los griegos dstingueron la cosméica, es decr, el arreglo personal, los cudos del erpo, la hgiene, como diríamos oy en día, de la comótica, es de el maqaje, destinado no sólo a los udados sno tambén a la puesta en ena del ostro con ayuda de elementos de maquiaje, uyo objetvo es acreentar la seuón person Aunque la primera se plantea omo un imperti, la seguna, desde la Greca antigua más bien ost a maquillaje, inauu un preuio que en las sociedades odentales ontemporáneas apenas o enza a desaparecer Para resumir las razones que amentaron a través e tempo la reticena nuestras soedades con respeto al maquaje, poemos retomar la enumeón que elabra O Burguelin9 y prolongar su movmento n prmer lugar, ree la ea de lo impío, es deir, el utraje que se ae a Dios a modfar su eón, ebelecera, ambar su naturaeza Un sgno e orguo contra el u nsurgen los Padres de la Iglesa Lueg, el resgo so de apar sobre la desez del rostro sustanias a menudo pegrosas para a pel La sora de maaje oee, en eeto, numerosos ejemplos de envenenamentos, rraones, Mann Tomas, La mort a Ven ise, Livre de poche, pág. 1 23 [En español: La muert e en Venecia, Edhasa, 1912] 8 «Visagiste» neologismo derivado de «isage» (rostro) 9 Burguelin Olivier «Promenae cosmétique chez les antiques et les moernes», Traveres, Maquiller nº 7 1977 191
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enermedades de la piel, marchiamienos provocados por el uso de producos mal administrados, adulrados o mal empleados. Se agrega el peligro moral: una mujer que se maquila deja en suspenso una duda acerca de su virud; al es al menos la opinión renovada a lo largo de los siglos de los adversarios al ma quilaje desde Jenone. Y al es ambién la percepción que revise la mayoría de las veces el maqulaje en las radiciones populares que se adivinan a ravés de los proverbios. Una mujer que se maquilla para resalar el brilo de su rosro no goza de ninguna indulgencia. «Cielo aborregado y rosro de mujer muy aeiado largo iempo no han durado» . El arifcio agrega al rosro un suplemeno agradable pero que raiciona a la nauraleza. Y ya no se puede confar en eso. Más explício, oro proverbio afrma: «las mujeres con mucho carmín son mujeres de día y monas de noche ». En el mundo rural donde imperan los valores del rabajo y de la mia la mujer maquilada inroduce una anomalía amenazane para el equiibrio social. Es quizás muy a su pesar un elemeno de perurbación y de discordia en la rama coleciva por la derogación de los valores comunes que implica y por las ntasías que suscia. Hace aparecer el juego del deseo en una sociedad dedicada compleamene a la labor. Del mismo modo la Igle sia ha condenado el maquillaje por el aco de seducción que envuelve y las urbuencias que inroduce en una mora que debería esar esencialmene dedicada a la amiia y a la procreación, mundo si lugar para el deseo salvo como peligroso suplemeno. Fealdad y vugaridad: el ema vuelve como un leitmotiv en re los adversarios del maquilaje. También se encuenra en las radiciones populares: «la mujer, para ser más bella se hace más ea». La mujer que se maquilla, probablemene quiere disimular alguna imperección, pues la belleza naura no necesia ningún reoque. Y por ora pare el maquaje en sí mismo es una acividad que aea. «Si las mujeres eran nauralmene ales como se ven por el arifcio, si perdieran en un momeno oda la escura de su color si u vieran el rosro an asumido y aplomado como lo ienen por el rubor y la piu ra que se aplican, serían inconsolables» escribe al respeco La Bruyre. La ima gen de la prosiua maquilada con exageración o la de las mujeres mun danas del siglo XIX oecen el cliché ingenuo de un imaginario social a la vez repulsi vo y seducor. La menira es el úlimo argumeno de los adversarios del maqui aje pues ése es un engaño, enmascara la verdad de los rasgos y por eso conlle va una sospecha acerca de la mujer que cree necesario maquilarse. La críica es anigua, la enconramos ya en el Gorgias de Plaón donde la comóica es redu cida a rango de una adulación: « .. la cosméica, que es perjudicia asa, inno e serv que engaña con aariencias coores, puimenos y vesidos hasa e no e er e os e se rorn esa eeza resa escien a ee 192
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O UTAO UTAO RTO 1 Maqiar
naua all que que poduce la gimnásica» º Baudelaie Baudelaie oma la contapaida contapaida de esa za nau condena moal m oal y hace del maquiaje un adiivo popio del home a una nau nau aleza aleza ciicale. «Pasen «Pas en evisa, analicen odo lo que es naual, todas las acci accio o nes ne s y deseos del de l home home naual puo, puo, no encontaán más que que hoo esci n ole y elo es el esulado esulado de la l a azón y del cálculo. El c ie. Todo lo que es nole en, al que el anial ani al huano ha omado oma do el guso guso en el viene viene de su ade, a de, es iginalme iginalmente nte natual» natual» Baudelai Baudelaie e elogia el aifcio aifcio po p o el cual cua l la muje muje se in vena vena po su popia iniciatva, inici atva, ena en un juego ju ego que disua tano tano más cuano que lo hace sn s n ota azón. A sus ojos, ojos , el maquilaje maquilaje ejecuta una sulación de a cane. « Po ello ello continúa , si se me eniende, la pinua del del oso oso no dee please ple ase paa pa a el fn vulga, nonesae nonesae,, e m m a a ea naaeza naaeza e vaza vaza cn a juv juvn. n. oa ae se a osea ose a co c o n emeea a ada y só oa o a se a la eeza. eeza. ¿Quén ¿ Quén osaía asna a ae ae a esté ncón de ma a a naae? na ae? ma ma aj e no tene ue case, ue ea cacón, ón, a menos jase adna ee, o e conao, mosase, s no con cac n una una esec esec cano» 1 1 El maquillaje es una esciua del place place , una gaa uyo pecio está en lo supeluo Aunque el maquillaje tuvo sus épocas de so speca, hoy está ien integado en s iuales de la vda coidiana de millones m illones de muje mujees. es. El mecado de los cosc osméicos se ha convetdo en uno de los más póspeos, divesifcado divesifcado según las dades Paalelamene, los insiuos de elleza se muliplican. La seduccón se elve elve una una industia ind ustia oeciene y un impeaivo social soci al dicil de eludi. Hida Hid a a, a, evivi, evivi, egenea, ejuvenece, ejuvenece, limpia, emeece, ales ale s son so n las palaas pala as clacla v que acompañan a esos e sos poducos que supuesamene supuesamene poveen poveen seducción, seducción , sino sin o elleza, sólo aplicando una cema c ema o un polvo polvo Y sobe odo, pometen la patici patici acón simólica simól ica en un amiene social que inena hace de la eséica eséica una éi a vanidosa de la elicidad En el discuso de la l a modenidad, mode nidad, la l a eeza es u uoo de un esezo, de una nstucción, de una saia sai a puesa pues a en escena, y no una u na natualeza natualeza dada geneosamente. S constuye, constuye, se ealza, se oiena segn segn cieos onos onos Se meece, hay que que manenerla, manenerl a, pe pe eccio eccionala, nala, esa esa siempe siempe aeno paa que su illo no n o se des d es vanezca. anezca. La odenida odenidadd inauguó una idea auoiaia soe la eleza. De dis ute, ute, devino en lao; de saiscción, saiscción, en peocupación Pues la muje que no está atena atena «a los cuidados cuidad os de la eeza» eeza» es consideada considead a sospechosa, al menos men os en 0 Platón, Gora, 46Sb Bade Badear are e C., «loge du maquillage»,
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ROSTS. Eay Eay antplc 1 David L Breton
certos ambentes, ambe ntes, de derogar un lazo socal soc al cuya cuya conssenca conss enca se dsuel d suelve ve y hace de la apar aparenc encaa su mayor mayor pronddad prondda d Sobre Sobre odo en e n lo que que concerne conce rne al ros tro, vulnerab vulnerable le a la mrada m rada sn complacenca complacenca del de l otro La L a aparenca de la juven juven tud es el mperatvo que pesa sobre el rosro rosro El dscurso del maqullaje (co mo el de la crugía c rugía estétca) estétca ) esá dentro del dscurso dsc urso socal soc al que sólo oorga oorga crédto valor valor a la juventud, a la seduccón, seducc ón, a la vialda vialdad. d. Se S e nscrbe ns crbe en una resstenca eroz contra odo sgno de enve envejecmeno, jec meno, enrmedad en rmedad o muerte. muer te. Toda Toda preca redad es negada, cudadosamente cudad osamente reprimda, reprimda, y e maqullaj maqullajee se plantea como la señal de la juventud, juventud, pasaje pasaje oblgado de la seduccón «En 1990, el maquilaj maquilajee ya no maqula maqula Sublma Sublma la pel. pel . Se S e nde con c on la ep derms. Ya no está es tá alí para engañar, engañar, sno s no para poner pon er en valor la verdadera verdadera be eza. Para ayudara ayudara ser uno msmo. Con smp s mplcda lcdad. d. Autentcdad. Autentcdad. Detrás de lo natural se esconden texturas sensuales, conrtables, efcaces» (Vtal. Un ma qulaje qulaje que que subl sublma ma la pel, se nde con co n la epderms epderm s,, no ene ene por objeto engañar, sno rev revelar: elar : da a pensar en una retacón ajustada exactamente a las prnprn cpales objec objecones ones que la tradcón enarbola contra su prácta. El maqula maqulaje je da a uz la «verdadera belleza» con natural naturaldad, dad, pues se connde con c on el cuerpo, es «auéntco» «auéntco» y, por supuesto supuesto,, «ayuda «ayuda a ser uno msmo» msm o» Fórmula mága del n dvduasmo dvdua smo democrátco democ rátco que que caracterza nuestra época. La belleza está allí, en cualquer mujer, mujer, pero se merece, y sn e recurso a esos productos, producto s, sólo se nscrbe cr be en el rostro por po r deecto. deecto. Tal es a paradoja de un maquillaje que da prpr rdad a lo natural, o nvsble, nv sble, lo auténtco, la fdeldad a uno msmo. msm o. Lo L o que que é suscta susc ta ya está está alí, pero pe ro hace alta alta el don don para hacerlo hace rlo salr sa lr a la luz luz De D e esa esr esr tura dscreta ds creta nacen la belleza y la juventud, juventud, por supuesto supuesto Dúo ndsocabe ndso cabe de a modernd mode rndad, ad, pues hoy en día una otra son productos que que presumen una ef caa smbóca: smbóca : lo natural, natural, certamente, pero a través través de los sgnos sgnos nfnam nf namn n te onstrudos de lo «natural»; la dscrecón, por supuesto, pero con méto y suteza, pues ésta ésta es el rut rut de un trabaj trabaj o; la l a snerda sne rdad, d, obvamente, pero pero que pasa por una modfcacón mod fcacón de la aparenca, aparenca, la sagacdad de una una puesta en s nos que no debe revear revear su trastenda. El elogo de lo natura se basa en una represó represónn el cuerpo, en el outa m nt de sus rasgos, de su enve enveje jec cmento mento de la muerte muerte en suspenso suspen so Submar Sub mar la p e e una manera eegan eegante te de der de r que hay hay que que borrar todo tod o el trabaj trabaj del cuerp o. a moderndad no es amabe con la orporedad, la tolera concebda sbre el de de a máquna o depurada de tda uella de organcda. 1 2 El maqulaje es un paer para ta , una para ls ls sentds, sent ds, pero enerra enerr a una una fu f uta 1 2 . Cf.
Le Breton, Davd, Anhlgie du crs e mdeité, ci [En español: Antpa
del cue y mderni mdernid, d, o o cit. cit. ] 194
6.
OCUO OC UO EL ROSTRO 1
Velar
angustia omnipresente. El discurso publicitario no deja de recordar a la mujer el peligro (¿ ?) de las la s arrugas, del enve envejec jecimiento, imiento, y esgrime el espectro de una seducción seducción que se desvanec desvanecee poco a poco. Gran parte del discurso discurso de la cosméc osmética está basado en la l a sutl instigación en la muje mujerr a la bia a enve envejecer. jecer. Como C omo si la belleza del rostro se encontrara enc ontrara por deecto deecto en la l a lucha efcaz contra la i nscripción cripción del tiemp t iempoo en el cuerpo. cuerpo. «Una mirada visibl visibleme emente nte más joven joven ( ... ) embelecim belecimiento iento inmediato inmed iato del contorno de los oj oj os prolngado prolngado por la acción reafrmante y regenera regenerativa tiva. . . » (Y SaintLauren Saint Laurent) t) «Cuidado cotidiano que que detiene al tiempo. Preserve los signos exteriores exteriores de su juventu juventudd ( . . ) Un medio me dio excel excelen en- e para luchar contra el envejecimiento envejecimiento ( . . . ) previene previene las arrugas arrugas y deel deelve ve bri o, elasticidad y frmeza a su rostro» rostro».. (Symbiose) (Symbiose) ; «Deteng «D etengaa el tiempo: tiempo : una cre ma que por po r primera vez permite reprogram reprogramar ar el proceso de hid h idrata ratación ción de las pieles pieles secas ( . . . ) previene previene la rmación de arrugas y patas de gallo» gallo».. (Hydrata (Hydratant nt ime zone) ; «Pr «P reveni evenir:r: primer pr imer cuidado antitiempo. anti tiempo. Actuar sobre sobre las causas para para prevenir los eectos del envejecimiento cutáneo». El slogan de numerosas publicidades blicid ades de cosméticos cosmé ticos es singular, parece que que encuentra su primera razón de er en la obsesión por p or las arrugas, y sólo como agregado, recuerda el el placer de la estetiza estetización ción del rostro. rostro . Es un discurso discu rso de deens deensaa más que de satiscción. satiscción . Un iscurso de terror contra el tiempo y la agilidad agilidad del cuerpo. Y cuando el maqulaje ya no es efcaz, la l a cirugí ci rugíaa estética liberal toma la posta con sus o oertas ertas de lings, supresiones supresiones de bolsas debajo de los ojo ojos, s, etcétera. En nuestras socieda socie da es, el rostro no es el lugar lug ar para envejecer. envejecer. Ningún lugar, lugar, en realidad, realidad , pues el espacio simbólico simbóli co ha h a hecho del enve envejecimiento jecimiento su límite. límite . Más allá de la juvent juventud, ud, existe la salvación. salvación. Velar
Numerosas socieda so ciedades des mponen mp onen el uso del velo velo que que oculta el rostro rostro para di ultar el el reconocimiento recono cimiento de parte del hombre hombre o ponerlo pone rlo al abrigo abrigo de malas in uencias. uenci as. Las razones son múltiples y no entraremos en la evocac evocación ión detallada det allada ese uso pues nuestro propósito concierne al rostro y a los ectos de meta rsis rsis de la identid ide ntidad ad que suscita susc ita el juego de velarlo o develao. J. Frazer, en am a dorada, describe numerosas soc iedades que decretan La rama decretan para algunos algunos de de sus miembrs un tabú que les impide mostrar o ver su rostro. rostro. Una de las razo invocadas consiste en e temor por a vnerabiidad de rstro humano que encarna el poder, bjet de una envidia que l cloca a merced e a acc a cció ión n de ls espírtus de la mala suerte. En cnsecuenca, cierts dgnataris, ms ex195
ROST. Eay anlc 1 Dav Btn
pustos los otros mimbros m imbros d su comnidad, comnid ad, a mnudo st st lados t sus sbditos, incluso disimuados dtrás d una una cortina corti na El borramin b orraminto to dl rostro al auí para l ombr y para la mu mur r,, prot gindo gind o s intimidad y prsrando su idntidad Tmor mo r aall mal d o o o distancia distanc ia ontológica e spara spara a un alto dignatario d sus sbditos y lo mparnta con un status status n l u ralmnt no n o pu sr indiidali indii dalido do a tra tr aés d su ros ros tro pus ya no s s rductibl rductibl a la umanidad umanida d corrint tmor a un rsplandor rsplandor dl u db db protgr protgr a uins lo rodan, rodan , como Moisés cuando dscind dl Sinaí dspués d abr rciido las Talas de la Ly indignidad d los sbdi tos para posar sus oos n un sobrano sobrano u u participa participa d una esncia divina divina di simulación d la idntidad personal bao bao el anonimato del lo lo cuando cuand o s trata de las muers muers áras musulm musulmanas anas En E n todos sos sos casos, cas os, el elo elo opera un retiro simbólico simból ico del actor era de la trama d las relaciones relaciones socials so cials u s entablan cara a cara, s una protección efcaz p orqu orqu disimula el principio más tangible tangible de la individuación. ind ividuación. El velo velo s una pantalla qu evita el contagio de los lo s rostros y prsra al dignatario de la nvidia de sus sditos así como proteg proteg a éstos éstos d la rza que emana del poder po der En las tradiciones tradicion es del Magre Magre, , sore las cuale no no detendremos detendremo s demasiado, el velo es un límite simólico ue se estalece estalece entre e ámito privado, miliar, liar, donde d onde la mujer muje r puede estar con co n el rostro rostro denudo, denu do, y el ámito ámito púlico, dondon de se cierra a la mirada de la sociedad masculina. La tradición es antigua, ante rior a Islam, y se pueden encontrar alunas de u hueas en las tradiciones tradic iones heraicas y critianas. 1 3 No ostante, e Corán C orán la retoma en u u prov provech echo: o: «Vuestras «Vuestras esposas pueden pueden descurire descur ire ante sus sus padre, sus hi h ijos, jo s, us orinos ori nos y sus mue muere re y ant sus esclavo» (Sura (Su ra 33:55). Tamién: amién: « ¡ Oh, Proeta! Proeta! Dile a tu mu muer e r, a tus hij hij as y a la mue muere re de los los creyente que que curan curan [todo [to do el cuerpo] cuerp o] con u manto; e mej mej or para que que e las reconozca reconozca y no sean molestada» (Sura 33:59) Fuera Fuera de su caa ca a y de la presencia presenc ia de los suyo, suyo, la mu muer er e colocada coloc ada a arigo arigo de la codicia codic ia de los los otros homrs cuando recorre recorre e espacio espaci o eminentemente eminenteme nte mas culino culin o de la cae, e decir, de cir, el aera de su caa. El velo velo imoliza su puesta ent re ent e e paréntesis paréntesis sociales en enefcio de los primos, en e n una ociedad oc iedad ertemente id ad S u dogámica. Instala un telón para su condición cond ición de muje mujerr y su individual ida spacio s el d la casa, el nico nic o donde don de su rostro rostro puede puede ser visto visto,, prot gido si bólicamnte bólicamnte por la proxmidad de los suyo «Y di a las creyentes que ae la st á a vista con recato, recato, que sean castas ca stas y no muestren muestr en más adorno ado rno que los ue está a vista, que curan su ecote con el veo y no eian eian sus adorno ad ornoss sino sin o a su 1 3.
Acerc de esos spectos históricos, remitimos a Tilion, Tilion, Germine, Le hrem e l cousins, París, Seuil, 1966
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posos, a ss pades, a ss se seos, a ss popios popios ij ij os, a ss astos, astos, a ss he anos, a ss sobinos sobi nos anales, a ss je je es, a ss eslaas, eslaas, a ss ciados a rones rones íos, íos , a los nios ni os e no saben aún de las pates ee eenina ninas» s» (Sa 24:31). Po el elo, elo, la je je áabe slana slana deesta s sbodaión a la l a «epú « epú blia de los pios» T Tilion} , a esa soiedad de obes obes e la odea dante dante a ida otidiana, e e ela po s ondta y yo yo ono ella ell a enana, de cie o odo. Si deoa las tadiiones tadi iones y se eone a la codiia c odiia saliendo salie ndo on el osto desndo, en ietas eiones, eione s, pede se epend ependida ida po s ondta liian liian a e e pone en peligo peligo el ono de la iia iia.. 14 En los lugae lugaess donde dond e es conoida po los tanseúntes, si no n o está casada, el de velaien velaiento to de la je je pede pede sscita oentarios ostiles. o stiles. «En i cidad, dice na je je, cando e ito el elo, lo e es y díil de sopota sopo ta es la iada iada usadoa, ena de epoes, asadoa, asadoa, de pos, p os, eanos, pades, p ades, porqe porqe pra pra ellos, si e descbo, es paa pereie. pereie. El elo elo potege potege conta eso». eso» . 1 5 E osto osto de a je jerr es defnitiaente deeado deeado sólo en la tba, por su aido, no de ss hij hij os o heranos. he ranos. Si a je je mee sin e ss ss parientes esén esén a s do y a descubre un extao, éste realiza el gesto pidiéndole pedón ineior ente poqe las circunstancias o obligan a hacelo. hac elo. A menudo, a inenión del oso cubieo es la del esreeciieno, a de cia un supeeno supeeno de miserio que hace de s pesencia, o de a de oro, un onei oneiien ienoo que esapa a lo bana. El velo despiea e iaginaio, iaginaio, hae creer a muipicidad muipicidad de lo posible, deja suspendidas po un moento reren reren de idenidad. E osto y e nobre oltos deja dejann iaginar a hipóesis más adabe para e deseo. Peo el espacio de encanta e ncantaieno ieno y isterio vie vie enre e ento e nto en que e veo bre e osto y aqe en qe lo desubre. des ubre. Anes y des és, odo ev evee a oden de lo rea; el oto ya no se peite pe ite soñar on e inf inf de n deseo des eo que no tee ningna desentida; desentida ; tabién es di soñarse a ism o, poque poque después de todo, cada c ada no sabe s abe a qé qé atenerse. E juego ene n ismo, e e eo eo y e roso roso atesoa a clae clae de la scinaci s cinación. ón. «Obsácuo «Ob sácuo y signo iner eso dice d ice Jean Sarobinski, Sarobinski , el eo de Popea engenda na pereció pereciónn oul que, que, por p or su s u arácer easi easio, o, ege se se ecpeada po po nesro nesro deseo. d eseo. Aparee Aparee , en iud de a prohibición prohibic ión ipesta ipesta po el obstáclo, obstác lo, toda una prondidad prond idad deveientoo de a hija de más ato a to dignataio, dignataio, cando e gpo está a 1 4. A a invesa, e ito de deveient pnto de se vencido vencido po un grpo hosti, hosti , es un signo inequvoco, a os ojos de a tib, tib, de ho ho nor no r qe q e se se expone a pede si no echaz a su enemigo enemig o Cea un ete et e efecto efecto psicoógico pop oemme s dans le mon m on-picio para eaviv eavivar ar as eneías C Aami, A ami, Noia, No ia, Voilées dévilées. L femmes de musulman, Paí País, s, Hamattn Hamattn 1 988, pás. pás. 99 1 27 5 . Alami, Nora, bídem, 150. 197
ROSTR. Eay antolóco 1 Davd Le Bro
que se hae pasar por esenal».16 Pero, apenas el rostro se desubre, una parte de la snaón desaparee. El ara a cara introduce otra rma de ensueño, ya no se aventura en la sombra sino en la uz Está regido por los códgos sociales y las exigenas de la identdad. El rostro velado sigue siendo por el ontrario un rostro sin límtes una disponbilidad que el imaginario puede adornar on to das las vrtudes es el rostro de todos los rostros. Qutar la máscara, en agunas irunstanias, mplia esapar a la ensoñaión para reuperar las neesidades diurnas de prinipo de dentdad. Ese heho antropológo que ya hemos descubierto en el uso de la másara o en la araterzaión tambén se enuentra en el reurso al velo, espeamente en el tejdo soal rgurosamente rituaizado del mundo musulmán. Pues el velo no sólo es un sgno de subordnaón ultural de las mujeres a la «repúbla de los prmos» tambén es un objeto simbólico destinado a proteger a la mujer en sus desplazamentos era de la asa, y también para asegurarle ente a las representaiones soaes una zona de lbertad lo ual elge o no aprovehar. Velada, nadie la reconoe y sus movimentos esapan a ualquier ontro. El hiab es un objeto ambvalente equívoo que le srve a la mujer omo sgno de sumi són a grupo de los hombres de su milia pero también le permite lberarse provisoriamente de su ontrol.1 7 La experena soa muestra que s bien el uso del velo umpe una n cón presa la práta es poliséma y en el seno de la omundad, se le agre gan otras nesperadas sgnifaiones individuales y oletivas a vees clandes tinas. Toda atvidad es suseptble de desvíos posibles de transrmaiones, a través de la reativdad inansable de los grupos soiales. Signo ostentatorio de la sumisón al honor mliar, al de los hombres en especial, el velo es simultá neamente para la mujer la garantía de una posesón virtual del espaio públio que puede transtar sin ser reonocda La discrecón que demuestra le prou ra anonmat, inuso landestnidad, de a cual necesita para desplazarse a su gus to y realar sn problemas lo que le sería erozmente reprohado por los ho bres s o hiera a rostro desubierto. Ese distaniamiento de los rasgos más a mativos de su dentidad le permite irular on lbertad en la trastienda de a es enograía soal, sn temor a ser reonoida. A menudo perbdo por os odentaes omo un heho unívoo de op re 16. 17.
Starobinki, Je , il enten, Paí, Gallimard, 1 9 6 1 , pág. 10 Sobre eto tema, remitimo al libro de Noria Allami ya citado. La líneas qu e iguen e i piran en u trabajo. N. Allami hizo un etudo obre el uo ocial del velo en las o cie dade árabe muulmana e interrogó a mujere y hombre argelino obre la manera en qu e e e ve
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OCUTADO EL ROSTRO 1 Vlr
són de la mujer, el velo no escapa a la egla paradójica que hace de toda regla un pretexto para destinarla a otros fnes. Conra toda suposcón, las mujeres árabes musulmanas, como lo demuestra el estudo de Noria Allam, presentan el velo ecuentemente como un ornamento erótco por el misterio que envuel ve al rosro, a la vez que procura el anonimao. «El velo atrae a los hombres-d e una joven argelna. Es un problema para ellos, pues buscan a cualquer pre o saber lo que hay detrás del velo. . Si yo estuviera descuberta, sabrían a qué se enentan». Ese testmono demuestra el equívoco nducdo por el velo. Lejos e ser un smple nstrumento de ocultación, es ambén un auendo perturbador que estmula el deseo de los hombres, pero tambén el de las mujeres que pue en burlarse de la codca de la que son objeo proegdas por supuesto del ries o del pasaje al ato. Aunque el movmento del deseo rene en el clarosuro de a sublimaón, no es menos erte. «El velo -onnúa dendo- no es más que na pantala, de hecho, detrás de la cual pasa una cantidad enorme de cosas. Nos rve cuano no queremos ser reconodas para reorrer las endas, hacer nego os vsar a las heceras, ver amane Entonces, inluso la que no se cubre va a reurrr al velo para hacer esas cosas». 18 Ora mujer argelna declara que «el vo es muy exante y aractvo, y quen sabe velarse bien puede destrozar o azones. Algunas proesionales el velo, ncluso eas, al coloárselo de cera ma ra, quedan muy elegantes y araen enormemene». Otra mujer más reserva a manfesa tambén una attud ambvalene. Desaca las numerosas mraas la sguen y perbe en el velo una vesdura que la proege, le asegura el ano ato. «El velo es una proeccón total ontra las mradas que nvestgan des an, esruan, persguen, buscan denifar». A la vez es ác desubrr bajo es palabras una urbacón ambgua ane esas señales de nerés de los hom s. Y prosgue, con la misma ambvalenca, «es el otro quen nerroga, se or ra por lo que se esonde derás del velo. Corre, ntasea, sueña e nena sedu e, qutarme el velo». 1 9 Un magnario que esá lejos de ser neuro, evene e y que usra la erozaón del lazo con el oro bajo la proeón del velo, ro permanece denro del respeo rguroso de las reglas y la sublmaón lúca l eseo que transrma la probón el onao en un plaer permanene a vsa y de la magnaón. «El úno reurso que me queda en m ua es el vlo -onnúa eno la sma mujer aunque no sea más que un peazo la uerpo esá proegdo m pel está lbre». Esos ejemplos son nsuf s para aar la relaón de la mujer árabe musulmana on el velo ue lle va no pr ran a avalena que suyae ao als usos 1 8 Allami Noria, op. cit., pág 1 9 . b{dem p ág 1 5 7 .
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ROTO. Eay antl 1 Dvi Le Brton
La antasía erótica del hombre ante la mujer velada es muy conocida en la lite ratura árabe musulmana Un arquitecto de treinta años, interrogado por N. Aa mi, oece un testimonio al respecto A sus ojos, la mujer velada «crea u ambien te sexual En la cale, cuando estamos en grupo y pasa una mujer con velo, sea joven o anciana, madre de miia con un niño en brazos, nada impide la mira da Y si la mujer está completamente velada, es decir que no cuenta más que con un ojo para guiarla, es terriblemente atractiva En el exterior, el hombre toma re vancha del mundo terior, el mundo emenino Aera, el hombre ya no es el mismo Está en su ambiente y da libre curso a sus antasías, a su imaginación, y el padre más respetuoso se comporta como cualquier mujeriego»2º Y cuenta un recuerdo memorable que ilustra el poder de atracción que confere el velo, al mismo tiempo que el anonimato absoluto que procura a la mujer: «Estaba ente a mi casa, cuando vi de lejos una silueta estilizada y bien enelta en su velo, con el paso seguro, y que además, se dirigía hacia mí Fantaseo enormemente y no puedo creer en mi suerte, era demasiado hermoso Pero la mujer se planta ante mí y descubre su rostro, era mi madre»21 Confesa luego que una mujer sin velo «le interesa mucho menos Si la mujer está descubierta, le pediría que se vele en ciertos momentos, para recrear el clima del que hablaba» Un testimonio similar en un jurista de treinta años, también argelino: «En la gran ciudad, en el anoni mato, puedo mirar y cuando veo los dos ojos, puedo hacerme preguntas acerca del cuerpo Si el rostro está completamente descubierto, mi imaginación se esti mula aún más A aquelas que son contrarias a la tradición y a la norma soci, y por lo tanto, de costumbres livianas, las rechazo categóricamente»22 En la interacción social, el hiab está ecuentemente lejos de su nción of cial de proteger a la mujer, de alejarla de la codicia mascina al presentarla como marcada, retirada de la circulación social, bajo la protección de sus hermanos, primos, padre, y proscripta a cualquier otro contacto en nombre del honor del grupo miiar de los hombres Una de las causas antropológicas del velo (o de la máscara) resurge a pesar de las prohibiciones, vorece la liberación de las anta sías en el imaginario del hombre y de la mujer El velo nciona entonces como un vector de erotización de la relación hombremujer, pero aleja el peligro del pasaje al acto Entre la mujer atenta a las conmociones que despierta y el h o br atraído por el misterio de ese rostro velado, se crea una tensión que dur a si duda un instante, pero introduce una bocanada de picardía y deseo en el prop io núcleo del riguroso dispositivo social y moral Ibíem, pág. 1 6 1 . 2 1 Ibíem, pág. 160. 22 Ibdem, pág 166 20.
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Enmascarar
En nuestras sociedades occidetales, el rinciio de identidad se aloja esen cialmente en el rostro. Deshacerse de él rovisoriamente a través del uso de una máscara o de un velo o de una caracterización que difculte el reconocimiento de los rasgos es un acto de gran alcance en que el individuo, a veces sin adver tirlo, traspasa el umbral de una osible metamorosis. El ocultamiento del ros tro, gracias a es a estratagema, lleva consigo un sentimiento ropicio al juego, a la transerencia de ersonalidad, a la emergencia de un estado donde todo se vuel ve osible. Los rasgos ya no fjan al individuo y lo liberan de su sometimiento al rostro, en cierto modo, la última rtaleza de su ser íntimo. A borrar su rostro por un artifcio, y sobre todo con la modalidad de la máscara, el individuo se li bera de las exigencias de la identidad, deja aorar las tentaciones que acostum ra reprimir o que descubre arovechando esa experiencia. El individuo ancia no uede no reconocerse ya en sus actividades puesto que no debe rendirle más cuentas a su rostro. En esas circunstancias, la disimulación es una revelación. «El hecho de que la áscara nos absuelve de esa manera dice Peter Brook- que os roporciona algo detrás de lo cual rotegerse, nos disensa de escondernos. Es la paradoja ndamental que se encuentra en el teatro, ues estando seguros, podemos exonernos al eligro».23 La máscara es liberadora de identifcaciones múltiles porque asorbe el ros tro vivo del individuo, disuelve la carne y su s amiaridades, disgrega las re rencias y los requisitos del sentimiento habitual de identidad y lo sustituye por rostro de delegación, artifcioso, inmóvil, una suerfcie de royección don e el imaginario uede dibujar a su gusto. La máscara quita el ygo de la miría a de disosiciones que se acumulan en cada hombre y que sólo esera las cir unstancias vorables ara desarrollarse a lena luz. En ese sentido, no es un «rostro also», como se lo ha descrito, sino una disponibidad del rostro, un gar sin límites, de acogimiento del Otro. Y su carácter de estático es justamen te a condición para las metamorosis que vorece. Despojarse a gusto del pro 23. Book ete en Al O y Bablet Le masque: du te au thétre, a CNRS, 198 pag 2 0 1 Hablando de cnaval que hechizba a Alejdra con u tigo duante te día y te
noche bajo el anonimato del dominó de terciopelo nego L urel ecibe: «Bajo ea tanmacón e hombe e iente be de hace todo lo qu e quiea n que nguna cenua e nteponga. Lo cene má puo de la cudad o má trágco depeco on o futo auae de canav mienta que la mayo pate de la aventua entmentae comen o temnan en e tacuo de eo te día y tre noche en o que no entmo beado de go de a peondad de a sevdube a nueto y». Due awence Balthaza, Paí Le de Poce 959, pág 332 201
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po rostro mplca, en consecuencia, la posbilidad de revestr todos los rostros posbles, responder a todas las transrmacones deseadas. La efcaca smból ca permtda por el uso de la máscara desplega recursos del indvduo a menu do reprmdos antes de que vuelva a ser quien es Lo transfgura era de la ley común y de sus antguas pohbcones, lo revela a sí mismo Alí resde el pos ble poder de la máscara, el de qutar la esclusa de las nnumerables cetas que componen a la persona (de persona: del latín, máscara de teatro). La fccón del «yo» se dsgrega y aparece como una colección de máscaras que se usan en di erentes crcunstancas de la vda. El rostro es ese barnz ndspensable que hace posble el lazo socal a través de la responsabldad que le otorga al indvduo en su relacón con el mundo. Con su rostro y con el del otro, el actor responde por sus actos y sus pensamentos. La máscara que esconde los rasgos suspende inmedatamente la exigenca mora. Quta el cerrojo del yo y da lbre curso a la emergenca de la pulsón. El novelsta japonés Kobo Ave relexonó prondamente acerca de la máscara en El rostro ajeno. El personaje central, cuya voz teje la trama de la novela, ha sdo víctma de un accdente que lo desfguró e imagna crear una máscara en materal plástco, sufcentemente fno en su termnacón y exblda como para dar el aspecto de un rostro vvo Sus conocmentos prondos en ese tema lo levan a la creacón e una oba cas perecta. Al colocarla sobre sus rasgos destrudos, rreconocbles, se decepciona por su mpasbdad, por su rgdez. Comprende entonces que la máscara que lo enelve debe ser educaa como si era un nño, hay que enseñarle las mímicas, las expresones más mlares De entrada, la máscara aparece como Otro, hay que guarla en su camno por el mundo antes de que tome sus propas decsones de manera autónoma. El na rrador, poco a poco, se va desdoblando, desbordado por un nstante por las ex gencas del rostro plástco que hace emerger tendencas ocultas hasta entonces. Sn embargo, sgue sendo el msmo hombre, lacerado por el accdente y la des fguracón. Lleva una doble vda, una bajo la égda de la máscara, a acecho del mundo, atento a los acontecmentos, vendo ya las cosas desde un ángulo erente, y otra bajo la de su rosto arunao, conontao a las maas pao sas o curosas que no lo dejan en paz, y rumando el dama de su identda des garrada, especalmente en la relacón con su mujer Con el paso del temp o, la máscara se va asegurando, se nstala en una especie de posesión donde se cr s talza e ombre nuevo en el que se convierte caa da más. As, ante un esp ej , el narrad no puee vence la tentacón: «Nos mramos uante unos mnut s nia, oto se e a ; o tmién re Me eaa as en a p e e t, in n tn m tn ni, m a oneo 202
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OCUTANDO E ROSTRO 1 nmcarar
él. No encontaba su ostro especialmente bello, pero tampoco necesaiament eo. Comenba y a senti y pensa con ese osto».24 La autonomía pogsiva de la máscaa leva al naado más lejos de lo que eseaba. Las resistencias de su antigua pesonalidad, pivda de osto y socamente echazaa, ceden ápidamente ante el pode de la identidad nueva que s le impone. Los ceojos morales de la antigua identidad pieden su aaigo a lo que queda de su sto oiginal. Una epesión, pimeo en estado de ntasía, se hace cada vez más invsiv. La desfguacón había puesto al narado ea de la ley omún haciendo de él un objeto de miadas espantadas. Ahoa, a tavés dl vétigo de la máscaa y la erza de la pulsión libeada en ea, onsidea dieentes maneras e eximise tomando él mismo la iniciativa. Seguo de su impunidad, pues nadie puede econocelo cuando comete los delitos, piensa en povoca incenios, en librarse a agesiones sexuales, etcétea. La novela termina con el pasaje al acto que sella la muete defnitiva de su antigua identidad al asesinar a su muje, quien ha descubirto su nuevo osto. Como si el bautismo de la másaa ex�i a la uptua apelable de toda atadua anteio. La tanseencia de pesonaliad se ha opeao po la alquimia de la máscaa. Oto osto es oto teitoio e ntiad. La máscaa o la caacteización nunca son suceáneas del to, son as de accso a nuevas posibiades e , hasta entonces pohibas o epimias. Son lo salvocondutos de una eeimentación sin impeimentos. Cambia máscaa a gusto es como saa ejemplaes e un bestiaio pesonalias. A agen d Fantmas, de Asenio Lupin o de El seño Lecoq, que mtiplican los saces y las caateizaciones, el hombe audaz puee viv simultáneament aias extencias, cada una bajo la égida de una identidad povsoa. La máscaa o la caacteación, al suspende la sensación el rosto y su su ioida en la elación con los otos, anulan una pate de las egencias e la ntidad, dan al individuo el sentimiento nuvo de oto enque dl muno, onde su cuepo se omprmete po completo. Agunos ejecicios e teato apochan ta metamosis en la mación del comediante. Pete Book voca en na entevista lo que adviene luego de la colocación de una másaa sob los asgos del comediante. «En el momento en que el ostro se boa de s moo ie se eeimenta una impesión sopendente: de ponto, se toma oncn a e que el ostro con el que vivimos, y del que sabemos que too l tempo tansmite algo, ha desaparecido. Se expeimenta una sensaión extaoinaia libación. La pia vez que uno lo patica, e jeicio cunta omo un gra omnt un s int d pont libeado, momntneant, su pro24. Ave, Kobo Laface d'un autre , París, Stock 1987, pág 105. [En español: El s ajeno, Madid Ciruela, 1994 ) . 203
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a sujevdad. Y eso desea, esslemee, la coceca del cueo».5 El oso deja de se, de ono, la caal de sí lbea al hom de la ue ca del semeo de dedad. Su eslado exesvo se susede ovso amee, se lea de cualque exgeca al eseco. La exesvdad se desega de la ecesdad de comucacó el hecho de qua la nvesdua del oso aoa una concenca amlada de las sensaco nes que aavesa el cueo. JeanLous Baaul lo dce a su modo: «Aeas se calza uno ua máscaa, lo násco aaece. La ececón se modfca segú la clnacó de las véeras, odo el cueo se elve oso sensldad. E luga de ma co los ojos, se ma co los seos. Se esa co el omlgo, el vene los azos co las manos desplegadas toma el luga de las oejas, las o dlas se vuelve mandíulas, y ¿qué es el sexo so una oca? El homre enmas carado se convee en un ser ológco».26 Cetamene, es dícil decr que el homre se vuelve exactamente un se ológco, pues las ercecones que ema nan del cueo se descan a través de un flo smólco donde se mezclan las nuencas culuales la hstora sngula de un ndvduo. El cueo nunca es naal.27 Peo el sstema aneror de las nvestduras del cuepo se ha nteum pdo, lo hátos ercepvos se an modfcado pondamene el ndvduo lega así a descur una pae ocuta de su relacón con el mundo. Y lo sensoa, leado de la moal de la vda codana, puede recupera su ascendenca. La máscaa nroduce con erza al ndvduo en la elavdad de la den dad acual, hala rutamente de la precaredad, de lo aleaoro de la condcón esente, cuando anas fras son posles. La eañeza que roduce en el ceno de la mlardad el vacío que descue en el núcleo de la evdenca, apoan al acor el asomro de se él msmo, de no se más que él msmo. ma concenca de su carácer conngente po la mpesón de ode que ema a del uso de la máscara, el ndvduo vve un nsante de vérgo. Ya no erc e su antguo rostro se lera de las exgencas de dentdad que le están lga das. Se aandona a par de entnces a esa energía o la recaza ruscamente quándose la máscara, nvaddo por el medo en ecazo a la demanda de ser oro que él msmo. Toda relacón ínma con la máscara es perradora e ncluso pelgrosa e potenca. Y ls cmedantes no gnran la ataccón amvalene que cne e. En e teatro, la máscara nunca es descarada cm s ojets rdnars de la 25 26 27
Brook, Peter, p ci. pág 194. Barrault, Jea-Louis, p cit pág. 1 8 1 . Cf le Breton, David, scigie du cs, p cit [E español: scilgí del cue o p ci]
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uesa e escea. Numeosas adcoes eoca el eseo mezclado co emo del comedae haca la mcaa ue ese. oo Sehle, sesle a la ae amua de lo saado ue ella coee, o las oyeccoes del home de las ue es oeo, suaya su dmesó ual. Soe ese ema, ecueda a u Ale uín que se epeseó e la adcó de la Commedia dell'rte. E las peas epesenacones, los comedaes salía al fal del esecáculo a saluda al lco co el oso descueo, desués de haese desoado de sus máscaas y de haelas lazado a la asenda. Peo, oco a oco, o opa caa, las ecogieron ápidamene desués del saludo del púlco, hasa el momeo e que aprendieon a eárselas con u esto ue las etiee con la mano soe la ente. G Sehler concluye esta aécdoa sinfcativa dicendo que desde ese día, nunca más vo las máscaas aandonadas aí donde las haían iado. Cada comediante la colocaa e el luga de hono de su mesa de maquilaje.28 La máscara exige el respeo, oma tano como se deja omar entre las maos del comediante. Al volverse una segunda piel que esconde la piel vva del oso, suele comanda el juego. Brook, cuando aajaa en la adaptación teatal del Mahabarata, evoca una máscara alinesa de la cual cada comediante que la cal zaba sentía el poder: «Es un peligro singular. Realmente, las máscaras radian erza; si uno es sufcientemente sensle a ella, es proable que no la uice de mera nesta, pero esto puede poducise y hae peligros de orden psíquico en utiizar algo demasiado ete paa uno». La máscara es un agene de metamorosis, según el estilo de su conormación y las erzas que ea coniuya a cristalzar en quen la eva puesta. Peo su eecto es imprevisile pues raduce la alquimia de un encuento entr dos potencialidades, la del homre y la que contiene la máscara. El orramiento que se usca del rostro no deja ndierente, suscita a menudo él úo de ser otro, provsoamente disponible para identidades innumeales. Tamién puede engendar el miedo, la angustia de esta pvdo de reerencias tranquiidoras que consolidan la identidad en la cete de un rostro. n recuedo peturador de R ustra am bos medios a través de la proxmidad posile de esos dos ectos. n nio se enmascaa: «Fue verdaderamente grandioso, más á de toda exectativa. El espe o lo reprodujo al instante era demasiado convincente. Inúti hacer mucos movimientos; esa aparición era perecta, y sin que yo huiera contribuido a elo». El iñ qd maraviado ante l cidad para volverse otro, se complce en verse y eba libertad con movimients amplios que e onfrm su bienestar De ro, n vear cae, e nio e de su rance, e s júo, c aus Un ni erian e e él. c n v 28
Strehle, Gorgio, Un théte pou l vie, Fayard, París,
1980,
págs.
163-68.
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ROSTROS. E
ló 1 David Btn
despojarse de su disraz: «Desesperado de rabia, me lancé al espejo y seguí el rabajo de mis manos mi rando con difcultad a través de la máscara Pero ésta no operaa sino eso Era su momeno de revancha Con una angustia que crecía desmesuradamente, me esrzaba por evadirme de algún modo de mi disaz, mienras ése me obligaba por no sé cuáles medios a elevar los ojos, y me impu so una imagen, no, una realidad, una extraña, incomprensible y monsruosa rea lidad que me peneraba conra mi volunad: pues en ese momento, él era el más ere y el espejo era yo» La pérdida del rosro desemboca en la posesión de la idenidad exigida por la máscara Al haber borrado sus rasgos, el niño ya no se pertenece haber revestido el signo de una erza extraña, se deja invadir por ella Incapaz de escapar a esa dominación, el niño, presa del pánico, huye gri ando Sus padres, su amilia, lo rodean «Y fnalmene me arrodié ante ellos, como nadie nunca se arrodilló; me arrodillaba y levantaba las manos hacia ellos y suplicaa: "Sáquenme, si todavía se puede, y no me deelvan más, ero ellos no ecuchaban nada; yo ya no tena voz»29 La máscara desencadenó la desposesión de s, y la irrupción'de una erza alvaje ue se apropió del niño devoró momenáneamene su rosro e invadió u ser hasa quitarle la voz Privado de la proección de un roro miliar en el cual la idenidad está sólidamente aerrada, el niño liera sin saerlo conenidos inconscientes y se abandona a la angusia El enómeno es ecuene N Breemach, en su ora sore el maquillaje lire, evoca amién anéc doas de mismo género Por ejemplo, cuando un niño acepa ser maquillado por otro, sin inervenir en la caracerización ni conrolar su progresión Al ver el resulado en la imagen que le remite el espejo al fnal de la sesión, suele suceder que algunos niños, aerrorizados, se desmaquian rápidamente con an iedad y se rehúsan luego a repeir la experiencia 30 El Oro, clavado en el ros ro, esá en el cenro del terreno como el caallo de Troya y parece anunciar la inmanenci a de una destrucción de alí en más inelucable, pues el signo más importane del sentimieno de idenidad ya ha sido conquistado A parir de entonces, el edifcio entero puede disgregarse y la locura puede tomar pose sión del terreno «La máscara dice G. Baaile comunica a incertidumbre y la amenaza de camios súitos, impreisibles y tan imposibes de soporar como la merte Su irupción libera lo que uno había encadenado para man tener a eabid y el orden» 31 29 R, R.-M., Ls hrs Ma Laurs Bg op. cit., pg 95 qq. [En español: Ls cudernos e M us rg Barcelona Océao 999] 0. eyembach Nancy o ci, ágs 07 y sqq. 3 1 . Btai s «Le maue», Curs oms: éis oshums 1922-940 París Ga 206
6. OCUTANO E RO j Anoniato
La fgura revestida disuelve el rosto su bañ de ácido para liberar los coteidos inconscietes y desecadea l miedo. Al dspredese de los signos más sóldos de su detidad, el actor abre e él ua vuleabiidad. Eulsa el propio rostro implica pues dispoerse paa otra cosa, a veces descoocda: aba donar las reerencias de detifcació para gozar de ua libetad sin obstáculos pero no sin pelgro. La máscara es un medio de transgresión al plano social por el margen de maiobra que le provee, pero tambén al plano ndvidual por la sublevacón al principio de identidad que suscta. Sn duda, no es sorprendente entonces que en numerosas sociedades tradiconales, lo s mitos del origen de las máscaras enlacen la invencón de éstas con la tentación del incesto o con la transgresón de su tabú, es decir, la transgresión por excelenca, la que pone al homre más allá de los hombres, en un etatus irresoluble.32 Tampoco asomra recordar que en numerosas sociedades, una máscara nerara se coloca sore el rostro del cadáver. La máscara ya no es aquí agente de metamorss, sno que, a la nversa, retene el rostro, recuerda aún su organzacón perdda. Es un ntento por oponerse al trabajo insstente de la muerte. Bajo la mácara, el homre está entregado a la gran aventura del más allá, pero la rma estátca que deja ver al mundo y que lo esconde a cualquier curiosidad recuerda que ese vaje es un asunto que sólo le ncumbe a él. Anonimato
«La máscara, en Veneca, no es u disaz sio u anonmato» escribe Monesquieu. Y habla luego de las cortesanas que la usan para lbrarse a alguna aventura galante en las góndolas, donde su honorablidad no corre resgo. La más ara mundana aparece en la socedad refnada de Europa de los siglos XVI y VII. Su ncón no es la de travetir al indivduo, ni proponele una dentdad e recambo, sno la de asegurarle el incognito durante sus desplazamentos, cuéndose el rostro, un poco a la manera en que los ladrones se colocan un pa amontañas en la cabeza antes de intentar u golpe. Una de las razone de ser e la mácara consste en esconde los rasgos del rostro, hacerlo irreconocle. mard, 1970, pág. 403-406. «Como el latín arva qe degna el apecto mimo tiempo que el intrumento del diaz compreba André Chatel la palabra mácara, la italiana mscher (de la que proviene) debió deignar antigamente na epecie de vampiro, una crea cón fntasmagórica de carácter demoníaco La noción ha sido aociada por mcho tempo a las manistacoes abócas . Chate, Anr Fbles,rmes,fgures Parí, Fammarion, 1 978 pág 250 3 Cf. Mertens J-T Le msque et e miir uber Pars, 1978, págs 15 y ssq. .
»
207
ROSTOS. Ey lgc 1 Davi Bn
Aquí no se apunta a la metamorsis, aunque en los hechos, la disulación pre ludie la realización de actos que el individuo no osaría cometer a rostro descu bierto. En primer lugar, se trata de realizar con toda impunidad una transgre sión de los códigos sociales. Para ponerse al abrigo de las consecuencias de su emprndimiento, si era reconocido por un testigo, el dividuo quita el signo que lo hace vulnerable a la indiscreción de los otros. Pero la máscara mundana, bajo los auspicios del dominó, del antiz y de la bautta, vorece más las intrigas amorosas o políticas que el crimen. Se vuelve con ecuencia un instrumen to de deleite en la connivencia de las parejas que se encuentran en igualdad de condiciones, con el rostro disimulado. Se sevían de ella en la corte, donde las damas de la noble, los señores o el propio rey levaban máscaras livianas propicias a las intrigas, a la diversión, a deslzamientos provisorios de identidad. Se participa así del emocionante juego comparido del abandono, por un instante, de las reerencias del rostro del otro, preguntándose quién es. «La bautta dice Giovanni Comisso consistía en una especie de mantelete con caucha negra y máscara. El origen de ese ombre es el grito: 'bau bau con el cual se asusta a los niños. Todos la llevan en Venecia, comenzando por el Doge, cuando quería ir y venir libremente por la ciudad. Se impuso entre los nobles hombres y mujeres, en los lugares públicos, para poner un eno al lujo y también para impedir que la clase patricia era perjudicada en su dignidad cuando se encontraba en contacto con el pueblo. En los teatros, los guardianes debían controlar que los nobles llevaran bien colocada la bautta sobre el rostro, pero una ve que entraban en la sa, la conservaban o se la quitaban a gusto. Cuando los patricios se reunían por rones de Estado con embajadores, el ceremonial prescribía igualmente el uso de la bautta para ambas partes».33 Esos trozos de tela de conección simple pero ingeniosa disminuían en un tercio cualquier riesgo de reconocimiento del intrigante. Los antices de seda o terciopelo introducían un suplemento de misterio en el encuentro y le agregaban una pizca de inquietud vorable a la voluptuosidad. Los amantes adqui ere n e aspecto de ladrones y disrutan sin riesgos del temor que se inventan. En e b ai le, con el rostro disiulado, las parejas pueden abandonarse a las ntasías más halagadoras y a las intrigas más opuestas al orden moral ofcial de su clase, p e ro respetando las conveniencias. Pues, en ciertas crcunstancias, la transgresión tie ne su área d accin legitimada y delimitada por un simple tozo de tela Ese supleento de urbación y de aginario que da la máscara está en e o ri gen de a ventura de Amail y emira en el Cuarteto de Alejndría de a wre 33. Como Giovnni 1 gent ecrets de Vense au XI ie Ps 194 pg 37, ct ado en Calois Rger, L jeu et l homme, Pís Gallmd 1967 pág 370. 208
6. OCUTAO E ROSTRO
1 Aoimato
ce Duell. En el anonimato del canaval, enmascaados, ellos se enamoan pedidamente, y se citan paa el año siguiente. Pero Ama es un hombe de edad avanzada, poco seducto. Semia está desfguada po una enemedad. Uno y oto, llevados po sus sueños de peección, ignoan aún su mutuo intunio. Mientas espea a esa muje desconocida que lo ascinó el año anteio, Amail piensa en la pueba de la vedad que intentaá haciendo cae el disaz: «No se atevía a desenmascaase po miedo a que la vsta de su osto ea epulsiva para ella o que la decepcionaa si volva ese año como lo había prometido. Enamoarse de una máscara estando también enmascarado . . . ¿quién tendá el coaje de quitásela pimeo? Quizás, los amantes debeían seguir su camino consevando sus máscaas». 34 El peso del imaginaio hizo de l desconocido la iagen misma del deseo infnito. Ese tozo de tela que tiene en la mano posee un don que se oece con una extaña avaricia. «Máscaa: todo lo que queda del culto del bandido», escibe Heni Michaux. La máscaa es metamooss y/o incógnito paa quien la eviste, sin sabe odos los iegos que core al ponese a su meced. Paa la víctima, o simplemente paa el hombe conontado al rosto que se le oculta, es un instrumento que pone distancia, ausencia de ecipocidad, icitación al miedo. El osto descubieto deviene el luga de neabilidad. En tales condiciones, el uso de la máscaa impone la desigualdad de la elación. Taduce una toma de poder sobe el oto escondiendo a sus miradas toda inmación sobe la identidad del hombe disimulado y todos los indicios de los gestos o las emociones que lo ataviesan. En luga de un osto expesivo, la víctima sólo ve un modelado inmóv de cea o carón, un ozo de tela, popicio a las poyecciones de inquietud o angusia. La máscara intoduce ubación po el mutismo que conseva celosamente aceca de lo que esconde. «Como es iposible leela nomalmente dice E. Ca netti, uno supone y teme lo desconocido que encube».35 La máscaa enaboa el secreto. Dice en voz alta que no dirá nada, y ogullosa de esa actitud peversa, iadia el malesar. or esa inconveniencia calculada, la máscaa deviene un instrumento de temor e intiidación. Ya no es, como en la sociedad mundana, el modo convenional de rompe po un istante el oden moal o político. Su ecurso señaa aqu una vluntad anunciada de ruptura con la tama de las leyes y usos colectivs asenato, robo, agesión, etcétera. El hombre escondido se sustrae pruden emente a la mirada de los otos, los piva de la posibidad uterior de idenifar, en primer ur, para proteerse de la polica. Aque que intena un sa 34 35
Durel Lawence, p. ct, pág. 353 Cti, E1i, Mse et pussnce, Pas Gimd,
1966,
p 3. 209
ROTO. Eay antlgc 1 Daid L Bton
o, raramene lo hace a ostro descubero po temor a ser econocdo luego, y ambén quzás, porque el regstro del rostro oblga a ceto comportamento, a erta exgenca consgo msmo y con los otros A menos que ya esté enduecdo La máscara no sólo asegua el anonmato, tambén vorece la lcenca y el levantamento de pohbcones Con el rostro oculo, como en el sueño, el ndvduo se aeve a accones que no podría emprender con el ostro desnudo por el temor a no poder luego mrarse de ene Pero, en prmer lugar, se taa de realizar un aco reprobable con toda mpundad, ea del marco legal o rtual e la socedad Las largas capuchas del K.K.K. son una lusracón snestra de ello Oras nsucones, por razones que les son propas, tambén potegen el anonmao de sus membros La tradcón de los árabes nómadas, anero al Islam o conemporánea, ejemplfca un uso socal del veo n fes de proecón personal En esas socedaes, donde e ndvduo no se entfca en ano valor propo, el hombre se asma smbólamene a su rosr: wajh, u érmno uilzado en el Corán que vale para la oaldad del ser, la peron a e su sendo geérco J Chehold explca la consón culual de la cara y a persona remonando la h sora árabe y recordando que la cosumbre de velarse el rosro o sóo es propa de los Tuareg, sno que ambén perenece a los nómadas y a los anos árabes Sobre odo en ocasón de las grandes reuones rbales, donde convene ponerse a abrgo de cuaquer posbdad de ser recoocdo En esas socedades suscepbles, donde la venganza es una regla mperava que sumerge al actor en la responsabldad con respeco a su grupo, la búsqueda del anonmato es una necesdad vtal El uso del urbae, mpueso por una pare por codcones ecológcas paculares, especalmene para proegerse del calor y del polvo, «ambén esá dctado por el emor a ser reconocdo y converrse así en objeo de represalas o venganzas de sangre»3 El árabe nómada cubre su boca y su narz con el exremo del turbante para envolverse Mosrarse con el rosro descubero es, por lo tano, una eñal ndscutbe de coraje de cual son dgnos los valerosos guerreros Mosra públcamene e rostro sn temer a las evenuales repesala semre en suspenso sobre cada repreenane de un grupo es una actud noble y valene Es la de los jees A la nversa, preocuparse por el anomao, elpsar el rosro, es la actud comú
36.
Chelold, J, Intduction a l sociologe de lslm Beso-Chatemerle, 1958 págs. 33-34 ; «La fce et la persoe chez les bes», Revue d'Histoie des religns, 957 nº 24, págs 2 3 1 2 4 1
210
6 OCUTADO
E ROSTRO 1 Modr
Modifc
En a crugía estétca, hay que distinguir a intervención que restaura con más o menos fdeidad y éxito un rostro arrunado después de un accdente o enermedad (abaremos de este tema más adeante), de a intervención estética que tene como objetvo crear una rma nueva modfcando e aspecto de rosto a peddo de un actor que desea oecer otra «fguración» de sí. Numerosos estudos han mostrado que quienes recurren a a cirugía estétca son a menudo indivduos en criss (divorcio, desempeo, envejecimento, ecimiento de un aegado) que encuentran en ese recurso a posbdad de dejar de mirr de ente as propias preocupaciones. Queren cambar bruscamente a orientación de su exstenca cambiando os rasgos de su rostro o e aspecto de su cuerpo. A o inasibe de su vida, oponen o perceptbe de su cuerpo y e cambian a rma, seguros de que de ese modo van a actuar sobre su reacón con e mundo. Aí donde todo desaparece a o argo de a vda, e cuerpo e e únco aidero susceptbe de asegurar a actor una posesón de sí. Es más cómodo cambar e cuero que a exstenca, sobre todo s e actor está convencdo de que una cosa va necesariamente a a otra. Isabee Favre, autora de var estudo oe a pscoogía de os cente de a crugía estétca, muestra qu a emegna de a vountad de modfcar os rasgos de rostro o as rmas de cuerpo, e a menudo contemporánea de fn de a adoescen ca y está gada a reacons mares dícies donde a semejanza con aguno de os parentes se vve de modo dfcutoo. Modfcar una nariz, por ejempo, pued demorar una vountad de desprenderse de una ente de identfcacón materna o paterna asu mda en e maesta.37 E recurso de a crugía estétca es pues un intento smóco de ponerse uno mismo en e mundo rompendo con una fación de masado evdente. Hacer que a carne de ser en e mundo ya no esté en deuda, po una semejanza demasiado neta, con un padre o una madre de cua aora e quere borrar toda huea. Las etadísticas muestran que as mujeres recurren más que os hombres a a crugías. Eas tenen más necesidad de adaptarse a os modeo normatvos d a modenidad: juventud, vitaidad, seducción. En as representaciones socae, e ocaso de a seducción es para a mujer e equvaente de una pérdda de emindad y una dsminución de su razón de ser. Las categorías ocaes má s vorcdas se incnan má s a la cruga estétca que as categorías má popuares, one a ucn no stá tan reda por normas mperatas. Las pobacn qu a uizan m asiamente son aquas n que s racn on o o 37 Cf Faive sabee Psyhologie et chrurgie thétique, País, Maloine, 1985. 21 1
ROSTRS. E antl6 1 Dvd Le Brton
dependen más de criterios de apariencia lí donde el look está cerca de ser lo más determinante en el reconocimiento social Numerosos pedidos de ciugías están ligados también a rastornos de la imagen del cuerpo que aectan sensiblemente a la existencia Una nari que parece demasiado larga o demasiado corta, labos demasiado carnosos o mal dibuados, etcétera Frecuentemente, esa preocupación revela en prondidad la dimensón imaginaria de la relación con el propio cuerpo El rasgo sico percibido con ds gusto adquiere un lugar preponderante en la existencia e impide investr realmente el propio ser como totaldad. Esa característica obsesona al actor Ya no ve más que esa estrdencia, que él asoca a todas las desgracias que complican su vda A donde, a los ojos de todos, la seducción es evidente el rostro armonoso, el indviduo está convencdo de que todo encto está excluido de su persona por su culpa La anasa es una de las modaldades de la relación del hombre con el mundo, la crugía estética se aprovecha abundantemente de ella En eeco, a ve ces, la operación es para el indvduo la oportundad de un nuevo comienzo en la esenca, no por causa del rasgo sco redseñado, sino porque el anteror re preentaa a sus oos la ene de todos sus males A partir de entonces, se sente otro homre. La operación de cruga estéca no esá leos de la efcaca smbó lica. La búsqueda del cene no consste sólo en asumr una nueva rma de su rosro o de su cuerpo, sno que adquere reamente oda su dmensón en as con secuencas socaes, relaconales personales esperadas de la intervencón: una mejor seduccón, un nuevo comenzo en la vda o a esperanza de relaciones más propcas con los otros La volunad se basa en el nterés por modifcar su propa mrada la de los demás sore uno msmo fnalmente, resaurar una plentud de la mrada con el oetvo de sentirse existir plenamente En la apeacón a a cruga esética, se perce la conuncón de una exgen ca normava propa de un grupo social, en un momeno dado de su hstora, la snarzacón de esa norma en un indvduo partcular que se ha rjado un idea uca, equvocado o no, realzarse concretamente La operacón qurúr gca que apuna a enderezar una nariz o un menón, a suprmr arrugas o o a ajo os ojo, es un neno de suprr a amvalenca de la relacón con e ros ro acendo deslzar os aspectos mólcos de tal relacón e o real nm eda del cuerpo. A veces, es a peor manera de omar a metára al pe de a era y de conndr e anasma con u preexto, para corregr en a carne una mpereccón que se súa en ora parte, en a ora del acor en u reacón cn e mun. Mocacón sn mace, rua, e una magen de cueo, que cra a car ne vv e nran e en ro e a ue. a rug eé a nn yr e vee re neón e nnne, er r 212
6. OCUTAO E RO
1 Moicr
interretación inenua directamente sobre el cuero. Alo así como si un si quiata aconsejara a un aciente aranoico que desconíe aún más se roteja con más efcacia de sus enemios. Resonder sin distancia a una demanda que subaa esencimente un sumiento en la elación con el mundo, donde el iconscente se lca con erza, uede hacer correr al aciente un imotante reso de desestructuración de la ersonalidad. Es un caso relatvamente ecuente. Aí también, tocar el rostro es ectar la existencia del actor, modifcar su trazado, trastornar su tonalidad. Se trata de plasmar e idea, de tomarlo al pie de la letra arraiarlo en uno a través de un acto de domno. Aunque el imanario sea la tela donde se orda e nuevo motivo, e proyecto de actor es estulado por la certeza de que ara modfar una existenca que no le aorta lo que merece, e asta con transrmar as apariencias de su rostro y de su cuerpo para que aquea resonda así a sus deseos Para camar de vida, rmero hay que «camar de aa» , con a se gurdad de que e resto ontnuará. S el rostro es la enaación más sgnfcatva de uno msmo, la metamorss de una vda deceponante puede construir se pr dereo prpo graas a a ntervenón plásta sore aquel; evitando así desara una dspna y una pacienca que supera la vountad La nariz para endeeza, as arugas para orar o os laios que se desean mejo duja dos son panteads mo «ojetos negatvos», responsaes de os acasos per sonaes o proesonae de os uales e indivduo es la víctma. La supresón del ojeto mao, igua que e reempazo de una peza deectuo sa en una máquna, supuestamente pone en marca, con todas sus nones, un cuepo ahra purifcado, provsto de accesorios específos paa ejerer a se duccón. La iagen se pone a través de la acttud de examen que caactera en ese ontexto o esena de la eaón con el cuerpo y e recurso a una crugía nrmativa E ato etá en poón de mirar y juzga ante su coporedad que edue a un ojeto y a una máquna ma coneda, upae de vos de ma y de la ua cnviene eempaza las pezas contivas La reuón de as dfutades exteniaes se nda ompetamente en a eón de a zna eazada de rto o de cuerp: a soedad, a tmdez, e aa, a juventud que e va Una peaón e a aparena a pndá f namente a uee de ad de at y ará ealdad e enuent n la vda y el ideal El a que ay que mdfa e a metonma de a suma de ntada d ennada e v aqu en qué nene de e a eaa móa de la operación quirgica y uda dment del amanm Todo el mal está puesto por transfencia en un órgano que se extrae o del que se modica la apariencia D sa cación se espea una xstenca nueva y ms propcia. 213
ROSTROS. Eayo antopolgc 1 David Le Breton
Con la operacón termnada y el objeto malo elmnado, el ndvduo puede perder la sensacón de su desgraca, verse compleamente dstnto y modfcar radcamente su acttud ante los oros y ante su exsenca. Frecuentemente, el resultado de la operacón es un alento de sentdo y, por sobre todo, de vtaldad, que reverte prondamente el sentmento de subestmacón que el ndvduo tenía de sí Pero la efcaca smbólca puede acasar con cldad y es posble que e resulado de a ntervencón no cambe nada, ncuso que suscte otra contraredad. Por ejemplo, a causa de una mala reacón con e crujano o con el equpo de atencón médca o de una estructura neurótca demasado arragada para que a auoesma sea resaurada con tan poco o por una reaccón decepconante de entorno uego de la operacón. De gual modo a menudo, la modfcacón del rosro movza os undamenos orgnaros del senmento de dentdad, aunque ése no haya sdo vvdo de un modo gratfcane, y perturba así prondamene as bases de la dentdad. El operado resulta entonces enormemente angusado pues pensaba con ngenudad que accedería fnalmene a su deal y que ya no se reconocería. La crugía esétca no es a exrpacón rva o e agregado de un carácer sco sobre un rostro o un cuerpo, opera prmero en e magnaro y sobre odo hace eco en e senteno de dendad. Tene una ncdenca nmedaa en a reacón de acor con el mundo. Una operacón en el rostro no se cmpara con una operacón en e brazo o a perna pues aeca a las raíces de hombre a menudo sn que é lo sepa. La reacón esabecda por e cene con e crujano y e equpo médco que o aende es un eemeno decvo de la manera en que aque vve y sume la ntervencón qurúrgca luego de as prmeras cononacones con e espejo. E crujano no está lejos de terapeua debe capar a sgnfcacón de la emanda y acompañar a su pacene durante e tempo que precede y e que sgue a a nervencón. La cruga eséca o reconrucva ha sdo uzada a veces en los estabecmenos pentencaros en Esados Undos especamente con pacentes voun taros que tenen un sco ngrato, con e objevo de vorecer su rehabtacón . Las operacones más solctadas son las nervencones correctvas de la rma de la narz (rnopasas) y de abque nasal (sepopasas) revsones de ccatrces demasado vsbles y de tumores en el cuelo o en el rostro Aunque la aparenca sca no juegue un pape determnante en la eleccón de una actvdad margna es probable que, para ceros pacentes, una operacón de ese tpo pueda transrmar su exsenca y hacer menos problemátca su rensrcón. Una experenca levada a cabo en las prsones de Texas muestra que sóo el 17% de los r soneros que se h ceron una cruga correctiva eron condenados nuevamente oco ess e su eracn menras ue a oacón de rencdenes en el 214
6. OC UTAO E ROSTRO
1 Modcar
mismo período, alcanzó el 31,6%. Es probable que la atención de la que es objeto el prisionero desde que su demanda es aceptada y el hecho de ser liberado d e un rostro inconveniente (juzgando por las tos que acompañan el relato de la experiencia) hayan ayudado al prisioneo liberado para una mejor integración social, pero sólo hasta cieto punto. 38 El modelado quirúrgico del rostro contribuye ampliamente a la negación de la edad. El ling, por ejemplo, es un antídoto radical para la metamorosis de la piel sometida al proceso de envejecimiento. A la inversa de la máscara o del maqulaje qu se ponen en juego en la turulencia y en el más allá de sí la cirugía estética aplicada al paso del tiempo sobre el curpo y el rosto dl hore da testionio de una voluntad de detener el lujo del mundo de fjarlo sólidamente de una vez y para siepre, protegiéndose a ajo cot d un porvenir juzgado aterrador. De ese modo el ling es una operación que consite en hacer des aparecer las arrugas extendiendo la epidermi. Una xperincia renovable cada cirta cantidad de años, pero que liita poco a poco la movildad de los rasgos y fja una especie d máscara. El ling es una operación qu s rliza de odo slctivo en las capas priviegiadas de la polación, las que están á atentas a la seducción que pueden emanar, o aqullas cuya prosión ipone slvar las aparincia durant el ar tiempo poible: artistas homres políticos, pernaj púlicos; grupos sociales en los cuales el rostro y el cuerpo son los valoes cardinales de la relación con los otros. Se libran a esta cirugía más mujer qu hor, aunqu l imperativo de juventud de la odernidad tamién puja a éstos a hacerlo. Pro, más que el hombre, la mujer es nerable al envejecimiento a través de las representaciones sociales qu la tienen en la mira, y debe comatir esa depreciación para seguir siendo «mujer» suscitar todavía n su entorno un encanto que cada vez éste controla más. Una comediante confsa que el hecho de parecer vieja la perjudica más que serlo ralmente. El tatiento desigual del envejecimiento en el hombre y en la mujer es una ralidad socil uy conocida. De un hore «de cierta edad» se puede decir todavía que e un «seductor con canitas»; la sociedad es menos indulgente con una ujr de la misa gnración. El endurecimiento de los imprativos d juventud o d ducción de las ociedades contemporáneas lleva a numerosas muje hacia la cirugía estética para salvaguardar la imagen que tienen de sí y, soe todo su valor simbólico en la mirada de los otros. Sin duda es una manera conuar la uert imponiendo al rostro una disciplina que modifca su nata ci ue aga el cto or el ntimint de ue u 38.
Spira, M . Chizen, J , Gerow, F, Baron Hardy, S, «Plastic sugery in t he Texas prison system», British foual o Plastic Surge , 1 966 1 9 4 pás 364-371. 215
ROSTS. Eay antlc 1 David Le Brt
duccón no ha sido aectada a pesar de su edad, de que la vejez está lejos, y más aún la muerte. Se imita la juventud a través de alunos sinos ostensibles: una piel aparentemente intacta o una cabellera abundante. El , más allá de la deuda que paa a la necesidad de permanecer vivo a los ojos del entorno o del blico, es también una medida de seguridad ontológica que toma el actor. modifcar las aparienci del rostro, luar donde se cristalia el sentimiento de identidad, el actor opera iualmente repercutiendo en éste y se procura un se gundo aliento. La ciía aplicada a la lucha contra el envejecimiento es una detención brutal de la metamorosis del cuerpo, pero al mismo tiempo, mantiene una ilsión más o menos efcaz de vitalidad. La cruía estética es también el campo de un comercio próspero donde los ctores relacionales propicios a dinamiar la efcacia simbólica están lejos de ser prioritarios. Es una actividad pelirosa y a veces se traduce en desaradables sorpresas para pacientes demasiado confados. Una periodista de Le Monde, en una encuesta que hizo acerca del ambiente desiual de los proesionales de la ciruía estética, cuenta su periplo por varias clínicas, donde pide hacerse una rinoplastia. En un solo luar, un médico la interroa sobre la necesidad de una operación como esa en un rostro que e parece armonioso. Es también e único que e presenta los riesos de la operación que impica, en eecto, una anestesia enera. Los demás interlocutores, en varias cínicas, acceden enseuida a la demanda, sin sopesar jamás a sinifcación de la ciruía para la paciente ni adverirle sobre los riesos que corre. 39 E éxito de la operación, además de la competencia del cirujano que no siempre es la mejor, como lo han demostrado ciertas encuestas, también depende de la investidura de la que es objeto de parte del paciene. respecto, el consentimiento ecuente del cirujano puede ser perjudicial. Numerosas secuelas postoperatorias esán liadas a la ceguera de un cirujano que responde con simpleza a una demanda, sin preuntar por el sentido que ésta reviste para el paciente, para quien «rehacer» un rostro es un acto tan bna como modifcar la tapicería de una casa. Actitud de Pimalión, que dice tanto sobre el cirujano compaciene como sobre los pacientes que solicitan su ayuda. Intercambio de ntasmas, de algún modo, donde cada uno sirve al oro, pero donde e paciente es a menudo e más perjudicado, aprendiendQ a costa de su propio cuerpo que mo difcar las estructuras del inconsciente no es tan simpe como cortar por lo sano a carne viva. Penetrando en la pel, el cirujano desesabiiza as bases de la ien ia, sobre odo si se trata del rosro. 39
Tvent, Agns «Les mauvases surprises de la cirurgie esthétque» e Mond imanch, 27-7-1980.
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6. OCUTANO E R O
1 De impasibilid a 'aracrime»
De la impasibilidad a la "caracrimen El grado cero de la expresvdad del rosro es sn duda nalcanzale. La esra agema jocosa magnada por Phlppe Halsman querendo capar en los mode los que ografaa una «verdad pronda» hacéndolo salar muy alo no parece una solucón sera. Halsman pensaa ngenuamene que el condconameno socal y el conrol ejercdo sore el rosro serían elmnados por el eserzo sco. Del msmo modo, el homre dormdo no es seguramene el sujeo deal para sosener una area como esa. El cadáver, con el rostro oalmene apado por el musmo, nos muesra la dsanca que lo separa d la expresvdad de lo codano, que s almena no sólo con la presenca de los otros, sno amén con la lusón permanene que acompaña al homre en odas las crcunsancas de su vda. «El rosro muero dce E Levnas devene rma, máscara mor uora, se muesra en lugar de dejarse ver, pero precsamente así, ya no aparece como rosro».4 Tampoco se puede hacer del homre mpasle un homre que roza una espece de ausenca de expresvdad. La nexpresvdad es, en eecto, un eserzo sore sí msmo, eremente r ualzado. Implca una espece de velo que el homre coloca sore su rosro para guardar para sí sus senmenos, una corna smólca que lo proege del ju co de los otros. Al hacer de la superfce de su rosro, un movo plano donde no desella nnguna revelacón, donde hasa la somra de un ndco se rehúsa a aparecer, el acor muesra a los esgos, que a menudo comparen la m sma acud reraída, que la suacón en la que esá nmerso no le concerne, que no ene nada que ver n decr al respeco No hay nada que agregar Algo ha suce ddo que sn duda merece más aencón, pero él no desea volucrarse. Y para dójcamene, muesra osensblemene su derenca, la mpone a los ojos de odos La mpasldad es el eserzo rual que consse en suspender delera damene los háos ruales del rosro y del cuerpo, para sólo dejar ver el gra do menos revelador de la expresvdad Es ese arncherameno que provee una proeccón personal denro del nercambo socal, oecendo a los demás el sg no de la menor mplcacón posle, lo que salva las aparencas y perme man ener a minima el lazo socal La mpasldad del rosro es una asuca del ndvduo colocado en una s uacón delcada y que dee acaar sus senmenos para no descurrse n la mar la atención. Los casos caraceríscos de pasldad son numerosos: el cupa ueso n siuacón díc; e ladrón de comercos que no d raiciona sus maas inncions y se eserza en dar a imrsión d sar ausen, de 40 Levinas, Emmanuel, Totalité et infn, o. ct. pág. 239 217
ROSTOS. Eayo antrpol 1 David L Bon
que no e concienen as miadas que se posan en él, y busca hacerse ranspa ente ente los movimientos de a miud Todo su se muesra una inocencia que nadie e pide todavía que puebe el hombe que se eprocha inteiomene una acción que acaba de esugi en su conciencia po un aconecimieno ines peado e que teme una acción ost hacia é, po ejempo, acsa, y busca pasa inadvertido e tesigo involuntaio de una aco deictivo que, por alguna razón, eme po su vida o su anquiidad y muesa osensibemente que no se siente impicado po lo que vio e niño auisa que hace de a impasbiidad una en sión constante, a ética apaente de su relación con los oos, el egio de que es díci ibeao. Peo e eserzo de impasibilidad puede rompese ácimen e, en pejuicio de acto que no supo contene su emoión. La inexpesividad es un movimieno iual povisoio, peo que puede deve ni una constante de a elación con los oos, especiamente en as sociedades oaitaias donde el espao púico está consideaemene esrgido po la ata de una zona sufcientemente confable paa que cada uno pueda expesa eamente lo que piensa o siente. Si la vigancia está a la vez en odas pates y en ninguna, inasie en sus maniestaciones, peo eibemente peligosa paa la lierad o a vida de quien desgaciadamente se exponga, enonces, la impasi biidad se ueve una exigencia pemanene, una estategia paa sobevivi, una ma de autismo contoado en e popio núceo de azo social. Sin duda, E. Caneti piensa en esas soiedades cuando escie que «la costumbre no adquie en todas pates a misma posición con especto a ie juego de la fsonomía Muas civiizaiones imitan etemente a libetad del oso. Mosta inme diatamente a pena o a aegía pasa po inconveniente, esas expesiones se gua dan, el rosto pemanece camo» .41 No hay que conndi a expesión de a in dieencia con e sentimiento de indieencia: la pimea es un egio, un me dio de pesevase de a indiseción de los demás -de os cuaes, con o sin a zón, ay que desconfa-; es necesaia en as sociedades totalitaias donde a ma nestación anca de una emoción puede engenda a sospeca de os testigos. Ese impeativo de conto apunta a taa de aese tanspaente, insignifcan te, sin eieve de ninguna case en el espacio La expeinia poítia de ietos países muesta que a impasibiidad puede ompese en pate y tansmase en un osto unánime de esignación Miea Dinesu, poeta umano, aa así de su país duante agunos meses duane a dominaión de Ceauesu «No existe disuso pesidencia en que a aaa 41.
Cane Elas, p cit. pág. 3 1 7 . C( ambén Cochar, Domnque y Haroche, Claudne, «lmpassblté, solemen et ndférence dans les socétés oaltaires», Cahirs Inrnanau Scilge, vol. LXIV 1988.
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6. OCULTANDO E ROSTRO
1 De pbla a l "caracren
"lica no se machaque en isinos onos. Basa con mirar a los membro s el pario, esos rosros eernamene sombríos y hoscos que no han s o rozao s po la brsa ligera e esa palaba; basa con observar a la gene comú que lena las esacones errovaas con su aie inqueo y preocupao, sus b olsas lenas de pan, sus ropas grises que raucen an ben su esao e ánimo . . . No somos nórcos, y nos reíamos ere enre nosoos, con esrueno, lo que nos valía a veces el hecho e se ilaos e "balcanismo' pues nuesro seno l humor se exenía a oas as cosas, ncluso a veces, a cosas ágicas. Hoy e día , la sonrisa se ha elo un prouco escaso en Rumana» (Libération, 1 7 - 3 1 98 ) . Después de res semanas e encuesas en e suese e Esaos nos, caracerzao como negro y asumieno su amaga conción, John Gn observ en el espejo e los baños cómo la meamorss e su rosro se ha pouco no sóo en su rma, sino en su moulacón: «Noé ambién que ms rasgos se habían eo esácos. En reposo, m fgura esaba marcaa por una expesión ensa, acurna, que es a e anos negros en el sur».42 El personaje que aúa se impone a hombre que es; e meo que experimena en esa suació mofca si saberlo la expresivda e su roso. «Esconer los senimenos ice G. Orwel, contolar la expresón, hace lo que hacían los oos eran eaciones nsinivas»3 aompañaas p o la obsesón e evelar algo sin querer, e eja enrever un inco que no escapaá a os innumerables ojos el poer. Y un ía, Winson vve un momeo e escuido anes e esubir que una mujer lo observa. El error lo nvae: «No sabía ese cuáno lo miraba. Quzás, ella esaba allí ese hacía unos cuanos minuos y posiblemene Winson no hubiera conrolao complea ene la expresión e su rosro. [ . . . ] Lo más nsignfcane poía raciona. Un ic nervo so, una inconscene miraa de ansiea, el hábio e murmuar paa sí, oo lo que puiera sugerir una anormala, que había algo que esconer. E cualquer aso, mosrar en la cara una expesión napropiaa (parecer incrélo cuano se anuncaba una vicoa, po ejemplo) era po sí msma una on sa punible. Incluso había en neolengua una palabra para esgna esa oensa. S e la amaba caracrimen». Sozhenisyn, en su esmonio sobre os campos sovéicos, a n ejempo asomboso el "caracrimen' Evoca la insrucción érrea e la que n hombre es objeto, a puno e ser conenao a dez años e cauvero. El nuso ee a a vítma aua el nvenaro meculoso e sus hechos y gesos e os ías 42. Grifn, John op. ct. 43. Orwel, George 1984, Foo, pág 31. [En espaol: 4. Orwell, G. ib{dem, pág 93
984
Destno, 1949].
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ROT Fy pol 1 Davi L Brton
anios: «Luo, usd viso con aluin: ambos s udaon mdia oa n medio dl ío y nían l ntco uncdo, una xsión d dscotno. Mi, incluso on toafados duan l ncunto».45 Solnisyn cuna ota anécdoa no mnos sorndnt. fnal de una conncia dl aido, se oon una moción d fdelidad al camaada Staln. Todos los delados s levantan y alauden con ntusiasmo. Un minuto, dos ts, cuato adi s a ve a da la sal d intución. El timo asa. Die minuos, « ¡Están mu os! ¡Aoados! ¡Ahoa ya no uden detnes, hasta ue caian muos o una cisis cadíaca!... ¡Es la locua! ¡La locua coectva! Se mian unos a otos con una débil seana, eo l nsiasmo está intado en sus osos, los dintes de estado alaudián así hasta cae, hasta que haya que llvalos en u ataúd En el minuto onceavo el decto de la ábica de ael adota el asecto de ocuase en algo y se senta en su luga. ¡ Oh milagro! ¿Adónde s e el in desctible esistible entusasmo geneal? Todos se detienen como un solo ombe en el mismo gole de manos y se sentan a su ve». La alta hacia la la de entusasmo de drecto a sentarse aunque haya sdo macada sutilmene o el aspecto de estar ocupado sea su perdcón. Romió a unanmidad de los ostro y e imeatvo de aegría que deía nscrrse en ellos. Esa misma noche lo detienen. «No es resuta díc dare dez años por oto motivo». No sóo a impasdad es de gor sno tamén e entusiasmo, si o convendo es mostaro o a tristeza s está a a orden de da como por ejempo, lueg de a muete de «guía». E temor de devea go de os pensamentos íntmos, de a snguardad de cada uno, es tamén un perativo vita en los camos de concentracón nazis (inja). La neutradad eda enetra todas as estcras de a vda cotdana, e incuso a veces dentro de as amas, allí donde la moal ue se vve en e sistema hace de vecno un proae deator. Y a caracen es áci de car sore todo s se a mezca con a tortura y as prvaciones. Por o tanto, eectvamente a mpasdad es uno de los camnos de la ovdencia.
45 Solzhenitsyn Aeksandr, chipel du ulag, t l, París, Seuil 1974, pág. 93 [En español: Achipiéla Gug, Tusquets, 1973). 46. Ibdem, pág. 58 220
7. Rostro y vaor
«Un hombr se prpone a tarea de dibujar el mundo. A lo largo de os años puebla un espaio con imágenes de provincias, de reinos, de montañas, de bahías, de naves, de isl, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de ass, de caballos y de person. Poco antes de morir, descubre que ese paciente laberinto de líneas tra la imagen de su cara».
JORG s B oRGS Epílogo a El Hacedor
Poder de atracción
Lo desconocdo no tene rostro para nade, se nde en e anonmato de a muttud sn reeve persona. Por e contraro ser conocdo sgnfca benefcarse con e reconocmento de os otros oeceres un rostro que ya contene una cadad de nvestdura, de emocones, de ecuedos en común Conocer a otros mpca darles a ver y comprender un rostro nvestdo de sentdo y de vaor, y en esonanca, hacer de rosto de aquéos un ugar gua de sgnfcacón y de nterés De todas as zonas de cuepo humano, e rostro es a que condensa os vaores más atos: matrz de dentfcacón donde destea e sentmento de dentdad donde se nstaan a seduccón as sutezas nnumerabes de a beeza y de a eadad Un vaor tan eevado que a ateracón de rostro por una uea vsbe de esón es vvda como un drama, como una prvacón de entda Numerosas tradcones occdentales asocan e rostro a una reveación de ama E cuerpo encontraría aí la vía de su esprtuaad sus títuos e nobeza El valor a a vez soca e ndvdua que dstngue e rostro e cuepo su sueriora en a catura de a enta se traducen caramente en os jueos amorosos, a menos n nuestras sociedaes occidentes o a atnción que é ecie e a os amantes La iteatua aunda en emos n se sntido «no o sinos amo -dice A. h iie- s nsta asión o mia 221
ROSTOS. Eo antolc 1 David Le Bretn
rsr amad; la primera emción lejs de disminuirla la prlnga la aumenta cn estremecimien. Una mirada se conviere en el hil de Ariadna que ns cnduce hasa el crazón del r».1 «Su cuerp baj mis caricias se elve td rsr» dice A. Finelkrau.2 Michel Turnier repnde a esta idea cnviriend al rsr en el lugar mayr del dese. «Hay un sign inalible para recncr que un ama a alguien de verdad escribe; es uand su rsr ns inspir más dese sic que ninguna tra parte de su uer» .3 Ls amantes pueden prderse así en una larga cnemplaión en la qe la palabra suspendida sbre l labis revis cn más bril la inensidad de la visión del rsr del r. El rsr siempre parece el lugar dnde la verdad esá a pun de develarse. Hems analizad prndamne l tenación de l fignmía de rmper el miseri cnsruyend un cuadr de equivalencias rígidas de las caracterísicas ísias y mrales. Per la experiencia del amr desmiene al vluntad de cntrl pues las largas miradas dirigidas al rsr del r se quedan siempre en el umbral de la revelación y se nuren de esa expecaiva. Y, sin duda el fnal de una relación amrsa en una pareja demuesra ambién la banalidad muua que se ha aprpiad de l rrs y la impsibiidad a parir de ese mmen de enrever en ls rags dl r la irrupción del miseri. Per mienras la inensidad del senimien permnezca el rsr se enrega cm una llave para enrar en el gce del r. Ee resplandr hace del rsr un hehiz en el que se presiene la revelación. «Mienras e hablaba cninuab rvlviend la spa... Ernie aligid bebía cn ls js el rsr de su madre sin pder capar el reej de su cara interir. Per de prn uv la inui ción enceguecedra del alma de la señra Blumenha que era a la vez un fn pez plead y temers una ga perpeua baj las lias gasadas de su rsr de aguas grises y pc prndas».4 El rsro m lugar elegid del alma la imagen es bella y cmún traduce en términs religiss el carácer singular e ineble del rsr. Pr es la emción qe srge al mirar reras gráfcs picórics anque represenen pers nas deaparecidas ya hace much iemp. El rsr es na pencia de aracción . En un arícul insóli sbre Lenard Da Vinci Fred msró cóm un rr pede aravesar el iemp e impnerse un día cn emción leg de da una vida en un encuenr acntecimien que reavia la sinación sin que es le Philippe, Anne Miirs op cit pág 146 2 Finkelaut, lin La sagesse de lmour, Prís, Galimard, 1984, pág 59. 3 . Tournier, Michel, La goutte dr, París Galimard, 1 986, pág 20 [En español: La gota e oro op cit.] 4 Schwarz-Brt, Ané, o. cit., pág 18 l.
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7. ROSTRO
Y VAOR
1 r de atrción
permita ser reconocido en su verdad. Freud, siguiendo el itinerario personal de Leonardo, trata de remontarse a los orígenes de la mosa sonrisa de la Giocon da, «la singular sonrisa, ascinadora y enigmática, que tanto nos encanta en lo s labios de sus fguras emeninas».5 Una sonrisa captada en el rostro de Mona Lisa del Giocondo, cuando rondaba los cincuenta años, y que le abre quizás a Leonardo la puerta estreca de retorno a la inancia, si no en recuerdos precisos, al menos en el inconsciente de una memoria, quizás con una intensidad más poderosa aún. fnal de un análisis más convincente por su emoción contenida que por el razonamiento que la pintura le produce, lega por supuesto al rostro de su madre. « [ . . . ]que su madre [ . . . ] dice Freud poseyera esa sonrisa enigmática, perdida luego para el artista y que tanto le impresionó cuando volvió a aarla en los labios de la dama lorentina. [ . . . ] A partir de este momento, los pintores italianos mostraron la umilde inclinación de la cabeza y la bienaventurada son risa singular de la pobre Catalina, madre del magnífco artista lorentino». Así como el amor es el lugar priviegiado de la respuesta al atractivo que surge del rostro, el arte es otro. Es conocida la importancia que da Proust, por ejemplo, al rostro en En buca del tiempo perdido.6 Ciertos tógraos, Lewis Hine, por ejemplo, o algunos cineastas como Tod Browning, Carl Dreyer, l. Bergman o F Fellini, buscaron en cada película captar el aura del rostro de su comediante. Incluso, F Fellini izo de elo la línea directriz de su ora: «Al comenzar cada una de mis películas dice, en una gran pizarra que tengo colgada detrás de mi escritorio, clavo las tograías de todos los que, en un momento dado, podrían tener un papel en ella, aunque sea ínfmo. Poco a poco, invaden el espacio, se amontonan, se superponen, conquistan su dereco de ciudadanía. De allí en más, mi vida está condcionada por ese gran tapiz de rostros» (Le Monde, 9-21990). En un lenguaje casi religioso, Carl Dreyer hace del rostro «una tierra que uno jamás se cansa de explorar. No hay eeriencia más noble, en un estudio, que la de grabar la expresión de un rostro, sensible a la misteriosa erza de la inspiración, de verlo animarse desde el interior y cargarse de poesía» Orguosas de su soeranía, las representaciones del rostro toleran dícmente las imperecciones que marcan sus rasgos al natural. La superioridad del rostro en la axiología corpora se demuestra también en l as precauciones que rodean al tratamiento pictórico, tográfco, cinematográfco o televisivo del que 5 Freud, Sgmund, Un ourire 'nce e Léonr e nci, París, Gallmad 927 pág. 98. [En español: Un recuerdo nfantl de Leonado Da Vnci», en Obrs Compe e Siun Freu, volumen X, in coerenci obre Piconális, Un cuero infnil e Leonro Vinci, y otrs obr ( 1 9 1 0) Bueos Ares, Amorrortu Edores, pág 3 1 6. Schlater, Chrs «e e des regards», en Boudet, M.-J. y col. Du vige o. cit 223
ROS. Eay antlc 1 Dvi Le Brtn
es objeo E video igua que a ograía amiiar o periodística odavía esca pa a esa necesidad casi ontológica Los pintores raraente desobedecieron a esa éica en a capura de los reratos que realian para quienes lo encargan Suprien arugas verrugas disimerías aplanan los rasgos o suavizan su rma borran as marcas demasiado visibes de la edad E pinor es e aresano de la re conciiación de una imagen rea con una imagen socialmene soñada y su era esimonia aumena gracias a paso del tiemp y a la precariedad de la condición humana Desde que e pereccionamien de as écnicas o permie os ógaos poesionaes poceden cuidadosamene a eiminar cuaquier deeco que pueda ensombrece e roro de hombre y arruinar su distinción simbólica En 1849, por ejempo Souhworh rmua un credo de ógrao que odavía vale hoy en día sobre odo si a noriedad del modelo esá bien establecida Su represena ción no debe ransgredir en nada a imagen idea que desea da «Hay que descubrir odo e carácer de aque que hace un guiño dice Suhwoh Hay que capar de enrada odo lo que tendrá que aparecer en la imagen y en los menores deaes par dae una unidad Los deectos nauraes o accidenales deberán ser separados de as perecciones naurales y posibes y los primeros no debe án ocuar sisemáicamene a os segundos No hay que represenar la naura leza a cua es sino como debería ser o habría podido ser El objeivo de aris a ógra debe se reproducir a o cual rosro a o cua siluea con e mayor carácer y as más beas expresiones posibes Pero en el resulado a representación de a beea de a expresión y de la personaidad no pueden alejarse en nada de la verdad»7 De mismo modo el maquaje del comediane en el cine e ánguo de las omas o a disposición de los inviados en un estudio de telev sión proceden de una necesidad de embelecimieno o de una mejor represen tación de los rsros y las apariencias E mismo raamiento de la imagen se reaia en a hisoria ofcial donde e rosro de héroe pueso que es a expresión simbóica más acabada de la comu nidad a a que perenece debe se perecto sin ninguna clase de deectos A me nos a es a preocupación de los asesores en comunicación que lo rodean Su mirada debe maniesar sinceridad ervor y calma inocencia o era de carác er según as cuaidades que impora destcar según as circunsancias T. Wol , en u narración de a conquisa espacia americana evoca a sorpresa de as esposas de os rimeros cosmonaua a comienzos de os años sesena cuand eas oman conocimieno de reporaje realiado sobre elas por la revis a Lie. En rime uar es cuesa idenicar su proia ograa luego compren de n a 7
Citado en Madow, Ben, op. cit, t. l , pág. 70.
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7. ROSTRO Y VAOR
1 L padjas del pdmini del str
razón de esa vaga miliaridad que liga a cada una de ellas con su imagen. «Todos los granitos, hematomas, espinillas, puntos negros y otros comedones erpes, marcas de acné, huelas de únculos pústulas debidas a orgías de chocolate, manchas de urticaria, protubrancias por las prótsis dentales y otras im percciones habían sido borradas por el tógrao y [ ... ] daba la impresión de que hubiéramos salido de las manos del cirujano plástico».8 A esas mujeres necesariamnte perectas ncarnacones del modelo ideal de la mujer norteam ricana, amas de casa, plenas de abnegación junto a sus valerosos maridos no les pued tocar un rostro banal, marcado con deectos tan comunes. Una corrección mticulosa borra, rtoca, acntúa o minimiza caracteres que aljan a la reprodcción del modelo original pero la acercan al estereotipo esprado por la multitud de lectors (o al menos según la opinión que se hace d la opinión de la multitud) . Ellas se ven conontadas nuvamente con esa especie d cari dad de los tógras d escuela llevados a captar en una breve eternidad un puñado de adolescentes con acné y qu no puden resistir de purifcar a su manera rasgos tan ingratos. El rostro es un escenario dond l público no debe prcibir los deectos susceptibles de manchar la usión d la mirada, a la invrsa de la toma antropométrica qu apunta a ponr n evdncia los rasgos más crudos, pues en ellos se ncuntra justamnte una nte nquívoca de idenifcación. En cuanto a las tograías de afcionados rveladas industrialmnte n los laboratorios, sin retoqus suscitan en torno a la mesa miliar una mezcla de júbo y decepción, asociada a la ecuente snsación de no ser «togénico». El priodista es igualmente escrupuloso n tomar las imágenes más feles d los acontecimientos en los que está inmerso. En sucesos policiales, accidntes, incendios, guerras, procede a una toma cruda de los rostros donde el dolor, las arrugas la tiga el sudor las muecas son signos de una verdad humana que toma cuerpo.
Las paradojas del predominio del rostro La posición ventajosa dl rostro en el resto del cuerpo umano se equilibra, no obstante, con algunos inconvnients. Los términos de la jrga popular ilars para signar el rostro abundan e ironizan sobre al priilgio. J Rnson z un invnario: los oltes (alusión porativa d los abazns d los roors) la boca r la rma rna la abza), l orr la tra si na rir a niz o sr) ina ava c tr s ra 8. Wolfe Tom Utofe es héros, París Gallimard 1982, pág 191 225
ROST. Fy pl 1 David L Bn
a rostro con una jarra o una vasa), coco, cara de ángel, bolsa de edras, ao, gata, cabeza de marmota, cha, rasco, cara de culo, ntz, careta, carela, jeta (equvalente de cara en la jerga de los delncuentes), mamarracho, adeeso, co, eserento, esantajo, qujada, hocco (lamerse el hocco: besarse), cachete, tromta, naa, naso, sandía, durazno, calabaa, manzana, fgura, retrato, rol, tasa, cacerola, cabeza, alcancía, tomate, nta, fgurta, crsma9 Algunos de esos térmnos han caído en desuso, otros están más vvos que nunca Las grandes matrces de denomnacones róncas del rostro venen de un vocabularo ncalmente alcado a los nmales: moetes, troma, quada, hocco, trota, co La derecacón del rostro asa aquí or su anmalzacón En la ntencón de dengrr al Otro, además, hemos ercbdo ecuentemente tal transerenca Guada or una vaga analogía de rma, otra matriz derva de térmnos de vegetales: coco, zaao, sandía, durazno, calabaza, manzana, tomate Una tercera matrz tene orgen en térmnos que desgnan recpentes: asco, tetera, tas, cacerola, alcancía Y una útma provene de la rma esérca del rostro y lo relacona con objetos: bocha, bocho, morro, bobna, bolsa de edras, gata, rol.1º Exresones sempre vvas de una «cultura cómca opular» en vías de extn N. e T: No toos os términos enumeraos por J. Renson tienen su eqvaente en españo para ur a rostro o a a cabe, sobre too porque agunos ya han caío en esuso. Hemos raao e encontra aunos con connotaciones o sentios aproximaos, como «morro» pa «bintt» e cua e autor comenta que signicó primero una peuca a estio Luis XIV uego una cara iícua «Coco» para «aillou» (piera, coco), que en a jerga popuar ancesa esigna una cabeza cava, y e autor expicita que a expresión «Se sucer le caillou» signica besse «Cérubin (querubín}, término que e autor supone erivao e una tigua paabra ancesa, «re» (rostro}, y que poemos trasaaro a «ca e ánge». No apecen térmos con connoaciones simiares en españo en os siguientes casos: «Bouille, bouillot, boule, cs noisette» (cascueces) cuyo uso en este contexto e Breton expica a través e Deveau: «gura grotesca one a niz y e mentón están a punto e casarse ese su nacimiento» , «coie citn, cocoas, coremuse, fgurement aise, ie, giget, ma oulette, marro scupté, pipe, pipet, poire, rond, shesse,troe, tronche, tmpette». E autor expone variantes para nuestros «cachetes» ( «mouje» y «mue>•) para «trompita» ( «mouvre» y «moille» ), pa «napia» ( «mouse, muse, museau, musequi, musequie ) «Ca e cuo», por su parte, poía corresponer a ume» que para e autor es e equivaente antiguo e «min (pinta} , paabra erivaa e ancés antiguo aire ume (manistar mal humor). «Maarracho» poría reejar a iea e «gouace» (acuarea), término e que e auto se pregunta si alue a os retratos a a acuarea o si es una extensión e «couche» (marmta) 10. Sbre este pnto, cf. Renson, Jean, Les déomiatios du visage, op cit. t. 2, págs 445-485. N. e T: Otos téminos que e autor transcribe, que poenen e características animaes, sin cresponencias en e espao para au al sto o a a caeza: «gargausse, gi, gueule ure, margoulete, »; de utas: «ciro, cocoas, faise, poire; e jets: «bille, boui lle, bouillotte, boule, caillou, d, e [y] che».
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7. ROSTRO Y VALOR
1 L paradoj l pdoinio dl ros
ción, y de la que M. Bajtín, en su obra sobre F Rabelais, captó el movimiento en su dinamismo aún intacto. «El rasgo sobresaliente del realismo grotesco es la degradación, o sea, la transferencia al plano corpoal y material [el de la tierra y del cuerpo en su indisoluble unidad, ] de lo elevado, espiritual, ideal y abstracto» .11 M Bajtín da un ejemplo de esa inversión en el episodio de los elementos para limpiase el tasero que pone en escena G randgousier con su hijo Gargantúa. Éste enumera largamente la naturaleza de los limpiaculos de que se sirvió y cuenta la expeiencia a su padre. Los cinco primeros que evoca: tapaboca, caperuza, bunda, orejeras de raso y gorra de paje, sirven para cubri el rostro y la cabeza. Rabelais invierte aquí los valores asociados al cuerpo, lo superior y lo inferio se permutan. «Estos cinco limpiaculos rman parte del vasto círculo de motivos e imágenes que evocan la sustitución del rostro por el trasero, d lo superior po o infeior. El traseo es "el envés del rostr'' y "el rostro al revés» .12 Lo característico de la tradición cómica popular consiste en la inversión de las zonas axiológicas más emacables del curpo: po una parte, el rostr, en toda su dignidad, que da testimonio de la espiituaidad, de la psicología o incluso del alma del individuo, y por otra, las nalgas o el trasero, zonas del cuerpo que destacan lo idcuo, el araigo del hombre a lo material, a la bajeza, y asociadas corientemente a los insultos o a las parodias. a Sibila de Panzoust muestra su trasero a Panurgo y a sus compañeros. El gso es banal, maca un procedimiento simbólio de burla, de degradación de aquel a quien está diigido. Parece decir que el patán que uno tiene enente ya no es digno del cara a cara, sino del «culo a cara». Es la única manera de restablecer e equilibrio. He aquí un repertoio de ejemplos extaídos de la vitalidad del lenguaje popular: mostrar el culo (en lugar de la cara); lamerle el culo a alguien; uncir la boca como culo de gaina; quedar culo para arriba; mostrar el culo con altura; cara de culo. El cortocircuito operado entre lo espiritual y lo material, lo alto y lo bajo, es uno de los recursos del humor. La jerga popular y las rmas banalizadas del lenguaj evocadas aquí entran en juego en los intercambios de la vida cotidiana, con una degradación del rostro en provecho del «culo» o de las «nalgas», en homenaje a su importancia. Hacer de las nalgas o del culo la mateia de un rostro en aicaturas o en la desgracia, es de alguna manera encontrarle otro ndamento a se, y reconciiar el cuerpo y el alma otorgándoles la misma nobleza o el mismo idículo. Octavio Paz metariza la oposición del culo y del rostro en la de 1 1 Bajtín, Mijaíl, uvr Fanfois Rabea/is t la cultur populaire au Moyn Ag op cit., pág 29 [En español : La cultura popular en la Ea Mia y n l Rnacimino El contxto Fanfois Rablais Madrid Alianza, 1 987 pág 1 1 ] . 12 Ibím, pág 370 En español: Ibm, pág 309] 227
ROSTROS. E 1 Davi L Bn
principio de placer y el principio de realidad: «A reírnos del culo, esa caricau ra de la cara, escribe afrmamos nuesra separación y consumamos la derro a del principio de placer. La cara se ríe del culo y así raa de nuevo la raya di visoria enre esa dualidad cuerpoespíriu». 13 El personae de Baubo, en la radición helénica, anicipa ese acercamieno in congruene. Es ella quien liera a emeer del duelo de su hija, del cual no ie ne consuelo Levantando su lda, Baubo exhibe su sexo y, maipulándolo, logra hacer con él un rosro innil. emeer esalla de risa y elve a la vida. L a risa producida por la broma de Baubo nace de lo ridículo de ver de prono el perdi do rosro reconstruido por «las pares bajas». Pero el derrocamiento de la supremacía del rosro, leos de provocar la risa, ambién puede hacer perder la cabea. El lugar sagrado del cuerpo es p or exce encia el que se proana con más virulencia cuando el hombre se ha puesto en una siuación complicada en ustas de guerra o de política. Suprimirlo pasa a menudo por el menoscabo del rostro y de la cabeza. La aniquación del enemigo no puede ser complea sin la destrucción de lo que da ndameno a su identidad a los oos del mundo, sin la desfración o devastación del rostro asta la muerte. En la Ilíada, Aquiles no se conenta con su victoria sore Héctor, ultraa su memoria, cora de raíz la leyenda que pue de nacer de ese héroe ya cargado de gloria, quiere orrar su cuerpo, aplastar su rostro contra las piedras. «Una nube de polvo se eleva alrededor del cuerpo que así e arrastrado, sus caeos oscuros se despliegan, su caeza yace en el polvo, esa cabeza antaño encantadora».1 4 El rostro está asociado a la caeza, al « e , según la vieja palara ancesa. La decapitación es una maera radical de quitar la vida, al eliminar incluso la dignidad del cadáver, separando el rostro del cuerpo, uno y otro arrojados al anonimato, en la imposiidad de la unión Repetición del gesto de los dioses cuando encuenran al andrógino, separado en dos mitades oligadas a uscarse a través del mundo para restaurar la plenitud in icial. Decapiando a un homre, se lo priva de su estencia, de modo inapelale. Pero, para mucas tradiciones, se actúa as sore la vida póstuma de la vícima para impedirle ganar el repo so eterno. Un rosro vaga en usca de un cuerpo, sostenido aún por una caeza ensangrenada. Suil castigo. Los celas aterrorizaron por muco iempo a oros puelos por su cosmre de decapitar a sus enemigos, de momifcar sus cae zas y de conservarla celosamene ara aroiarse de las virues de erza ue ·
Paz, Octavo, Conjonctions et disjonctions París, Galimd, 19 71 , pág 1 1 y ssq. [En español: Conjunciones y isyunciones, Seb-Barral, 1991]. 14 Cf Verat, Jean Pierre, L'individu la mort mour Galmard, 198, pág. 72 y sqq. 13.
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7. ROSTRO Y VAWR 1 La proja l prini l st
supuestamente esidían en ellas15 En tales concepciones del hombe, la cabeza es una síntesis de la pesona, encana su pincipio vital. Muy ecuentemente, la cabeza vale en eecto po el hombe todo. Incluso las estatus de los vencidos se decapitan o sus ostos se manchan con pintuas en ls afches. No obstante, la decapitación implica un gesto poco sutil (pues aanca el osto al mismo tiempo que la cabeza evela el acto de un caniceo) , y la supema victoia del osto es que no se puede boa completamente. La ét imaginación del hombe en mateia de suplicios nunca llegó a inventa la máquina de destui ostos: aquella que, como si quitaa una penda de vesti, huta el osto al condenado y lo deja simbólicamente mueto (salvo al desfgualo). Boa el osto o sepaa la cabeza del tonco son maneas sin emisión de elimina al hombe, de piva a los sobevivientes de la memoia del dinto. La máscaa con la mueca de abandono de la víctima co noce el peo de los ultajes. La imagen es conmovedoa, la que muesta a un hombe que tiene en el extemo de su bazo la cabeza ensangentada que acaba de aanca a su advesaio, con un ictus de abia plasmado en ella la del joven David sujetando la cabeza de Goliat, en la pintua de Caavaggio, po ejemplo (donde Caavaggio se pintó a sí mismo en los asgos de Goliat); El «David vencedo» atibuido a Poussin, la Judith d/lloi o la de Gentileschi, la estatuaia de Canova: Peseo blandiendo la cabeza de Medusa, Fussli (Kiemhd muesta a Hagen la cabeza de Gunthe), etcétea La evolución ancesa da a esa damatugia su punto culminante al hace de ella un espectáculo banalizado duante las ejecuciones públicas de la épo ca del Teo La guilotina es, en ese sentido, un instumento de lguante efcacia y sin emisión alguna. Contaiamente al hacha o a la espada de la que se sevía antes el vedugo, menos manejables, más aleatoias en sus esultados, y que a menudo exigían vaios golpes. De un solo tazo, el fo de la guilltina divide al hombe en dos pates, despende la cabeza del cuepo y hace del osto una cosa inconguente. El vedugo, con un gesto teatal, balancea desde los cabellos una abe que entega su osto a la muete. En unos segundos, el públic pasa de la visión de un hombe vivo a la de una caa ígida, en una m idable elipsis. Sn noids los gabads de Veneuve que muestan la abeza de Luis XVI, sstenida de s abes po un puño fme, con los js ceados. O la de Custin, graad el mism atista. Y el gest esectaula que pemite a Danón lanzare una 5. Cf. Deonna W, Le ymbolime e lil, De Boccard 1965, págs. 7-18; Lambrechts G. üaltation e la tte dan la enée et an t e Celte, Brujas De tempel 954 págs 34 y sqq.; Stahl PaulHeni Hitoe e la écaitation, París PUF 1986 229
ROST. E antlc 1 David Le Breton
umorada al verdugo quitándole de antemano el presigio que pensaba ganar: «No olvides mostrar mi cabeza al pueblo, da gusto verla». Modo etraamente elegante de perder la cabeza sin perder el prestigio [ «perdre la face» (la cara)] . Belleza-fealdad
Ni la ealdad ni la belleza supuetas de un rostro son atributos que escapen al juicio de una época o de un grupo ocial. Las características de una y otra varían según las representacione colectiva y sólo exiten situadas en el gusto de una comunidad. La beeza asociaa a un rotro, pueto que conlleva la seducción, es socialmente un ctor de éxito proeional, y u ausencia, una ente probable de difcultade. Es también un motivo de indulgencia que vorece de algún modo una evaluación «según la cara del cliente». Estudios anglosajones muestran, por ejemplo, que la evaluación de una obra de arte, si está acompaada por la tograía del artista, es objeto de un juicio más vorable egún el grado de educción que ésta emana En los simulacro de juicios donde se propone a lo jurados que examinen el caso de vario acuado, un estudio demuestra que la «belleza» alienta la mansedumbre, mientras que su ausencia incita más a la everidad, aún a pesar de la certeza de los jurado de que acen una evaluación objetiva de los ecos. No e puede ser bello y culpable, recuerda el imaginario colectivo, inclinado a la comprensión e incluo al perdón por alejarse de la normas de conducta ante un ombre de sico «vorable». La belleza o la ealdad, o má bien la cualidad de seducción socialmente reconocida del actor, engendra sobre él opiniones más o menos vorables. La es cala de seducción es simultáneamente una escala de valores, próxima en ese aspecto a las tradicione de la fsiognomía, que a su vez está inspirada en el entido común. Otros trabajos muestran que las mujeres y los hombres más seduc tore son percibido también como más impático, más cálidos. Se les asocia una serie de etereotipo vorable. También se lo percibe como más inteligen tes, deseables, y gozan de una popularidad mayor que los otros. Los etereotipo ncionan sobre todo en las mujere, sometidas más que los ombre a un i perativo de seucción baado en la belleza, en la juventud. Una mujer consi de rada ea o poco seductora et ocialmente obtacuizada en su éxito peron al Y proeional. Se oberva el mimo magnetimo de estereotipo poitivo que voreen lo niño prcibio como bello» u metro lo jugn m in t ligne m ao para el éxito ecolr e le eona m cimente tran gion gv qu oo no necio ian que aan co 230
7. ROSTRO Y VALOR
1 Be-
tido las mismas alas Para éstos, los strotipos son negativos, asociados a a imagn d la rincidncia, d la dshonstidad, tcétra La ba del nño pa rc almntar la idaliación d las xpctativas pustas n él y vorecer e ue go d la indulgncia si sus rsultados no llgan a satscrlas Una ncusta llvada a cabo sobr mil sujetos, oservados durante tres años mustra qu l hcho d atribuirs un juicio positvo sor propio rostro s una structura dcisiva d la autostima A la inversa, los individuos qu se cen os o poco sductors, con o sin raón, tinn una tendncia signifcatva a m nimiar su éxito social, su atraccón para los otros, l valor de su exstenca Y con más raón n las mujrs El tmor al juicio negatvo de los otros leva a es tos actors a otorgars un valor mnor n la scenograa de la sociaidad 6 S Tomkiewics y J. Findr compruban que los adolescentes son especa mnt lnrabls n st aspcto y observan que «el temor a a ealdad esá n timamnte ligado al temor dl sujto al despreco de los otros» 7 Es el snoma d una ansiedad más amplia qu involucra el medo d no ser recdo con sm patía, d ser mantenido a distancia dl círculo exigente de las relacones soca ls La agidad d la posición psicológca y socal del adolescente repecu n la percepcón qu tene d su rostro, tanto más puesto que pensa que se lo uz ga esencamnte a través de ese signo, e más tangle de su persona Su esau aún indcso le hac temer o por, sobre todo cuando proviene de una m dsunida en la cual su lugar nunca s inscriió con un amor propco paa a mntar su autoestima La deprciación estética de sí puede transrmars u riorment en una neurosis cuyos ectos sobr la exstenca son alarman Una evaluación d aldad tiene socalmnte valor de estgma, es un culo para el lr jercicio del actor en l seno d su colectvo «La eadad Goman- actúa primero y sncialmnte en l seno de las relacones so puesto que amenaa con dstruir el placer que podemos experimentar n compaía de quien la padece Al mismo timpo, pareciera que éste, a pesa d su ado, deería guardar tod a su competenca para os traaos que se razan en común, aunque pueda suceder que lo deemos de lado con e únco m d os senimientos que nos nspra a miraro» 18 En realdad, la aparenca un ostro no nos enseña nada sore la mora de un acor, n sore l pac que se dsuta junto a él o la estma que ay qu prodgae Po e dscurs común 6. Sobre lo juicio de aribución de belleza y aldad, y la iteraccione ociale que étos i ce n, remitimo a onneuve, J, BruchoSchweizer M, Mods du corps et psychoo csthéque, Parí, PUF, 98 7 Tomkiewic, S., y Fider, J « mage du corps e yer de semi-liber», Buletin de psych ge, 970-1971 , 24, 56 8. Gofamn, Ervig, Stae Les usages socaux es hancaps, 963 Prí, Miuit, pág 66 23 1
ROSTROS. Eo antpolc 1 David Le Brtn
que no toea as incertidumbes susura de antemano la respuesta. La eadad, puesto que resquebraja e agrado inmediato de a reación con el otro, es socialmente echazada. A través de esa eticencia, se anticipa e supuesto dispacer de ontacto; a beeza, a otogar de entrada y sin medida e deeite de otro, es sociamente una ventaja. Como e imaginaio socia hace más o menos conscientemente de rosto una emanaión sensibe de ama, a beeza o a eadad que aectan su rma coren e riesgo de ser asociadas a vaoes moaes. E rostro aparece pues a modo de un testimonio. Hay incuso una especie de metaísica de a adad. Las epesentaciones de diabo ente os sigos XII y XIV en os muos o en a pieda son típicas en ese sentido. «De bestiario tetaógico escibe C. Loubet emee a fgua de una especie de uno con rosto humanoide, veudo, hipesexuado . . . se ve defnise una imagen de diablo cuya caa es una máscaa ateadoa on rasgos dermados hasta e ímite extremo de o humano . . . boca anha, dientes como ganchos, naiz en rma de hocico, voutas de barba y de cabeo, embiones de cuenos, mirada desobitada . . . ». 19 En a tadición, a buja siempe es ea y eventuamente contahecha, como si e desorden apa ente de cuepo diea ya e testimonio de una vilanía innegabe que aecta a a oanización de mundo. Contaiamente a os povebios popuaes donde a beeza es mateia de sospeha, Lavate rmua e siguiente axioma inapeabe: «La beeza y a eadad de osto están en justa y exacta concodancia con a beeza y a eadad de a natuaeza moa de hombe» (pág. 5). Unas íneas más adeante, estabece incuso una eación matemática ente a perección mora y a hogura de a beeza, por una pate, y entre a corupción y a ampitud de a eadad po ota. 2° Como sabemos, Lavate no es avaro con as contadiccioes y a menudo se piede en azonamientos totuosos en os que se eserza po justifar afmaciones arbitaias o simpistas. De ta modo, en e pára siguiente tata de etar os argumentos que no dejan de oponere sus opositores. En ecto , no existe «un númeo infnito de personas virtuosas muy eas ni de beos jó venes viiosos». Lavate matiza entonces sus paabas conservando a esencia: «Yo digo soamente a vitud embeece, e vicio aea» . « No digo es úniamen 9. Lobe, hrisian, «Je de masqes : les diables, les monsres e limage de "soi vers 500», Rz nº 6, 986, pág. 26. 20. La asociación de lo «bello» con lo «beno» y de lo «o» con lo «malo» parece comprobada en nmerosas sociedades Se encentra la misma inrencia en la siognomía árabe. Los ani son muy explícios al respeco: «Para hablar de la fealdad, nosoros decimos Ese no es bello. Tiene maldad'. No hay nada peor qe la fealdad» Césaire, Ina, Esthétque des nomad Wo dbé, Tesis París-Sorbona 174 232
7. ROSTRO Y VALOR
1 Belleza-ad
te la virtd la que opera toda la belleza del ostro humano, es únicament l vicio l e aea». Lavater ita auí y allá la inluencia de las «cualidades inttuales» de «a onfgración primitiva en el seno d la madre», las cirunancias, os accidentes, la enrmedades, el clima, etcétra. Pero el vicio a virud siguen siendo a ss ojos los deterinantes signifcativos de los rasgos dl rostro. En segndo lugar, Lavater pide a sus detactores qu obsrven a o s hom bres y a las mueres de quienes hablan para retar su axioma. Según é, se verá enonces aparcr en la bellza del vicioso una adad inngable que a primera vista no se había percibido, y en la ealdad de virtoo, una belza srta que había escapado a un examen demasiado superfcia. «Aí como os bello rasgos en un rostro o, sos malos rasgos en un rostro lo son tan pronun ciados, tan lamativo, qu actúan en nosotro con más rza qu too e resto, de lo que s ddue que esas líneas aratrístias de a belleza son más fnas, más elevadas, más decidoras e las otras íneas rasgos» (pág. 56) . Otro argmento: la lza qe rina sobr un rosro y qu dría sr iniio una vada virtud s a de un hombr indigno y tono. ¿ Quién no o v diariamn?, repica Lavaer, f a su gran principio d las xpcione qu onran a rga: «La iposiciones naturals pudn xn, pro u corromprs por auo o a aa de apicación. Ha lta, pro uad ma mpaa (pág. 46) Lavar hace jura que «d o s hom pritu y gnio diinguio qu conozco, no ay uno oo qu no dsaq o los raos d su soomía, y sor todo, por a estruura su aa, proporin a sus ua inctuales, snsis y craoras». Y agrga, do eicitarm de onor personalmnte en Amania n Suiza a un gra númro de as mjor aezas» (pág. 46) . Ha nalmn, n iiació a Srates, homrs que naciron con un ostro qu demura una disposiin a cia a pasiones innobe, a las cuales eden a vecs duran agno añ « omr, que parc moderadamente eo, pud nane, a parir iro momno, haer mprendido la taa d perccionars . . . Su aa on, sin emago, a expresión fel de toda la inundicia mora qu s nraa n él. . . [Pro] ans d que os eectos d la virtu comnaran a vrs, uáo nor ra a la erza d su ealdad» (pág. 5 8) . Lavar no s origina, ace un leitmotiv prsente en los rasgos de a fsiognomía desd sus oino. Hmos anaiado ya largamnte el preuicio d adad apicado a oo ao «no s v» a aaran ada o d eza imia ua mora a, rosió inina a o a y n n o. , n , u 233
ROSTOS. Eay antlgc 1 David Le Brtn
adad y beleza no son nocas y e se aean a ellas oes contadctoos. ntones, la beleza ya no se apecia sn sospecha y detás de la eadad, se pe ibe, omo en la Besta de cento de Coctea, na sedcón escondda o na beeza de espítu njustamente pisonea de n osto ngato. Inclso eplsivo, como e de El hombre elefante. Las tadcones es mest abndantemete a preocpaión por hacer jstica al ma antes de sometela cepo, uniendo paa eo ada ez na mtitud de sacones, sn establece eaones demasiado ígidas. Lejos de suscitar sóo as aabanzas, a belleza es n atbto eíoco. stá dada por a naturaeza sin ue ningún mérito pesona a orgne, de ma ne ra desigua y por o tato injusta puesto ue algnos no la poseen. La opnión tradiiona ante ea es de desonfanza Los poerbios, ane le eonoen a pesar de todo a irtd prática («a beeza lea s dote en el bolso» ), se eserzan en matizar a importania de disti ss métos. « Bela po ea, tiste pr detro» , omo s hubiera ue pagar on ago más gae (a sexuadad, a proreaón, a buena eaión o a paeja) os magos benefcios de una uaidad superfia. La beeza exige uadades de espírit, si no, es rehaada por una espeie de étia natura ue se rebea conta el pregio otogad a un individuo que hae de é u ma so. La buena rtna de rostro debe pagase o una nobeza de onduta e orta de pano toda ambigüedad «Beeza sin bondad es omo un ino picado». Es una espeie de insuto a a naturaleza que ha comado n sus voes a n ndiiduo ue no se hae digno de eos. No obstante, uerer aanzar e nie de a nataeza es una taea ardua: «a ara bonita y a itenión madta» y «a beeza y la tontería an sempre en ompañía». Desde esa perspetia, la eadad no es zosamente una desentaa, menos aú un estgma: «en a oscuridad, todas las muje es son beas », «a ea gaiosa ale más que a bonita sosa». Los poerbos reatios a la beleza o a a eadad aputan generamente a a mjer, y cuando se tata de un hombe, a beeza no se considera sino omo sospehosa: «e hombre y e oso, uanto más eo más hermoso», «si e hombre es fno y hemoso, tiee ben ino y mucho reposo» 21 Como hemos ist, a fsiogomía no se ompa con maties, ratifa un azo ta ue asia a beeza sia o a grandeza de espíritu y a eadad on a spsición de ianía Nadie orre e riesg de euivoarse. Gran parte de ine y de a iteratra s auia ya e artr de os protagonistas y e fnal de re ato úniamete a travs de a desripi s rasgos de sus rstros s inus 2 1 Sobre la belleza y la fealdad a la luz de los proverbios popuares, cf Lo, Framosie et Rchard , Philippe Sgesse du cos, op ct. págs. -3 1 .
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7.
ROSTRO Y VAOR 1 Belez-a
una egla de géneo en la liteatura de veano, del estilo de Arlequín. Cada pr sonaje sigue la pendiente tal del caácter ue exibe ostensiblemente y da se guidad al lecto o espectado aceca de la consistencia de un mundo ue ninguna sopesa podía dsestabiliza pues cada uno lleva en la nte la etiueta ue muesta l u es y no puede actuar en contradiión. Si uno de eos uisea escapar a su suete lo haa más ápid transrmando la rma de su men tón o el tono de sus ojos. Si un hombre o revela su gandeza de espíritu será en un último aepentimiento ue limpará cn un gsto todas sus altas anteri es. ¿Cómo habría podido actua sin nmia con la cara que tenía? Se le otorga ba una natuaeza u sólo existía en el imagnari d los tos pero que tminó convirtiéndose en verdad a eza d insstencia de part de éstos. Comple jo de Quasimodo. Es inmenso pues el mrto d El hombre elefante, víctima d la njustiia casi metasca de esta enrrado n un cuerpo y un osto horibles uando era tdo bondad. Si un hr «blo» revela, pr l contraio su oscuridad, la viuena del dstno contra l s desata proprinalmente a la tansgresión inaudita que él ealiza a travs d su conduta ndgna. Traicona a la natuaeza y ésta sa vengase pr d d a desfran22 más apropa da para defnir en el imagnario cotv o qu es, a mnos qu o espre una muerte ignominisa dgna dl deito metid. La apriaón de bleza o d eadad es pues smutáneamnte un juo sttco y mral implica cirta atitud social con espect al hombre u s su objt. Fiel a la pndnt del prjuico, Lombrso y a sula itaiana d psiua tra rmnal validan a asoiaón d la ealdad y d as «anmaas» sias n la dentfcación indiscutible dl uomo delinquente, nrrado en sus estigmas. Monstruosidad sica y moral caminan a la par El criminal n pud ser más ue un hombe «degenrado» «con orejas en pantalla abelos abundants, barba rala, senos ontales poinentes y mandíbulas enomes» etcétra. Aun que Lombroso no tuvo suerte en la antropología rimna, marcó on su poder as historietas y las pulas de tero. En una obra singular, El hombre de genio, donde se dedica a demostra los límites diusos de la locura y de gn, explia hasta qué punto el hobe de genio está afectado por caacterísticas d degen raión. «La ley d comp nsación de las fezas que domna a mundo vivo nos xpica otas anomalías más ecuentes, es deci la calvie, los cabllos bancos prmaturos, la delgadez del cuepo, la debilidad genital y muscular que s enuntran muy a menudo tamién en los randes pensadres y en los loos». R trat poo amabe l «hombre de en», el msmo qu eunta as hstrY s in embarg o, Lmbrs no p ue evitar car e la tra verit dl pr22. Fea/ ( 1932), de Tod Browning, e s ejempla. 235
ROTO. E antlc 1 Dav L Brton
jucio: «Un gran hombre» no puede ser . «Se observa e pme ugar esrbe que la feuencia de as aaterístas degeeratvas en e s de os mbres de genio sólo puede pasar nadveda graias a a beeza de os rasgs de sus rostros . . . ».23
23 Lombroso, C., Ihomme de géie, París, 6
1896,
págs. 10 y 7.
8.
Lo sagrado: el rostro y a shoá
«Incialmente, los SS elegían entre los prisoneros matrculados en los Lagers, y se comprobó que la seleccón no se hacía solamente por el vgor físco, sno que tambén se estudaban a ndo las sonomías». PRIMO LEVI, Los hu ndidos los salvados.
Oecer la snguardad de su rosro es demosrar a los ojos ajenos la plentud de la propa exsenca. 1 Borrar su evdenca, esrzarse a la impasbdad, no dar nngún releve, nnguna aspereza suscepbe de araer la mrada, es mar la muere medane el borrado de sendo ue le da vda a la fgura umana. Y prvar al oro de su rosro ya es ancpar la muete por u euívoco procedmeno smbólco. S el rosro es el sgno del ser del ombre, la negacón del ombre pasa por la de su rosro. Del msmo modo, s el rosro es el lugar de lo sagrado, una concepcón del ombre ue procura su enviecmeo se empeará en pronar su rostro, en umlarlo o negar su dendad. Recordemos paa dar auí solamnte una iusracón cnemaográfca, en El señor Kein de Josep Losey la magen de la mujer cuyo rosro es meddo, eueado como un objeo, por un médco ue la somee a un examen anropomérco desnado a evauar su grado de judaísmo Sus ojos espanados buscan la mrada de ese ombre, sn suscar nnguna reaccón de su pare. Para ése, eso o es ua mujer doada de una dendad snguar simbolzada por un rosro, un nombre, una sora, sno un po n ror, evdencado por e procedmieno anaíco al que la somee Larga empresa pronan qu a despoa de su condicón humana y a ev nna, a su oo, ooun una mirada. No hay roro n ea, no un sña 1 Hemos publicao a rimera versión e este capítulo: «Lhomme défguré : essai sur la sacralité u visage», Les Temps Modernes, º 51 0 eero e 1 989. 237
ROSTOS. Eayo anpolgc 1 Dvi L Brton
lamiento de rasgos, en sentido judicial Tal es la mirada racista sobre el otro, un omicidio sibólico a través de la negación a considerarlo en su singularidad de rostro. Erradicación de la dencia, ue deja presagiar lo peor Ya se anun cia la presa en los ojos del que no tolera que le devuelvan la mirada El es él único ue reivindica un rostro. El Otro sólo puede tener una «jeta» Los campos de la muerte realizan de manera metódica una empresa de iolación del rostro. Organizando una destrucción sistemática del hombre, comienzan por quitarle toda fgura humana, borrar de sus rasgos toda marca de identidad Perder el prestigio (erdre la face (cara) ] ya no tiene aquí valor metaórico: arrancado a sí mismo, a su milia, a su comunidad, reducido a ser sólo uno de los matriculados del campo, un triángulo de color o un nombre despellejado, convertido súbitamente en una suerte de vestigio 2 Toda esa privación real del rostro precede de cerca la pérdida de ida que anuncia Borrar lo inasible que ace de tdo rostro humano un valor y un llamado, limar la dierencia infnitesimal que traduce una individualidad, arrancar la piel de sentido que le da a la z su unicidad, todo eso lleva a que, fnalmente no quede nada más, proisriamente, que un cuerpo prometido al ego, al gas o a las balas, a las morde duras del amre o del ío Borrar al ombre en el hombre es destruir su rostro. Una de las primeras operaiones del campo consiste en podar la fgura umana rapándle el caeo3 después de desnudarla ltima etapa del despojamieno de sí Un paso ritual en que la promesa de la muerte sólo es anunciada. La tiga y el miedo prolongan un trabajo meódico de erradiaión. l hamre le añade un oque último, disminuyendo aún más la carne, amarilleando la piel de una fgura aca converti 2 Dl mismo modo que el osto aque se eva una pecie de ntma sobe a ca del d , l nom qud uamente impgnado de sntido «Un lgerchutz lama a los nombes, defmádoos Mi nomb está en esa sta dice Robet Antelme entre nom bes polacos, usos Una boma aceca de mi nombe y yo contesto "psent Me golpó en la oeja como un babismo, po lo econocí Un instan, pues, f designado decamene, se digieon sólo a m, me soliciton especialmente a m, ieemplazble Y apaecí Al en se encontó pa decile s a ese uido que a menos ea t cietamen mi nombe como que y msmo estaba al Y aba que deci "s' pa eton la noce, a la pida de l ca sn nombe» ntelme, Robert, pce humaine, Pis, Galmd, 1 57, p 26-27 [En españl: L ece humana, Stiago, LOM, 1999 sa escna puede asocise, a mnos p cimene, con l a d espejo que eaemos más adelte. 3. En conscunca, e rivlo otorgdo a una élt del cpo Dchau ra d no r ob go a rap a caza y pode tner un «coe milt norml». Má dt vomo ls «tipos cn mejas» Robe Antelme), ambién está los «detenidos con pelo » (Joseph R), cf Rov, J, Cns de Dhau, Pri, Ju, 1 98, pág. 6869. [En paol Cun os d Dh a, Trpi, 208). 238
8. W GR: E RTO Y L SHOÁ
1 Belafead
da e esda. eo e útmo aeto de osto es seme aeto de vda. En é ecsamete, esde a essteca. Aí dode la deeca dvda se eceta oscta, dode modadades de esteca e él o ha elegdo se dedca a egala, de modo cas aómo, es dode e hombe es desfgado. os camos de la mete está costdos a tal eecto. Evocado ss ecedos, F Stang comadate de Sobbo (1942) y de Teblka (1943), nos dce e no vo a ade allí ete los deotados, e ea aecdo a hombe.4 «Maba fjamente a los ojos de los vedgos SS, dce h Müle, sobevvete de Auschwtz eo éstos emanecía masbles, cotentádose con ma».5 Cetos hombes dce, gtan su hmandad ero ate ellos (y no ete a ellos) otos hombres no ven sus ostos. Nngna eesó de dolo o smlemente de asombo vene a so talos, nada desperta en ellos na soldardad o n vmeto e compasó os depotados man fjamete a los ojos de los vedugos peo la elacó es asétca puesto ue los SS no les confeen la dgdad de un rosto ue ueda aectarlos. Ellos se otogan el monopolo del osto, aancado el de sus víc tmas El SS no puede responder a la mrada del depotado a meno s que contadga o más ben anqule lo ue él es S econoce un osto al deteno se ub a en su nvel ya no pede destruirlo sn conlctos de conscenca y en cose cuenca, erde el prestgo (caa) él msmo. Ya o puede sostene su papel; ya no es SS, no es depoado, no está en nngna pate. Interrogado para un eamen de debe pemtrle enta en n Kommando ue él cee voable, Prmo Lev expresa la etensó de su estuo ante la mada ue osa e él el Doo anwtz. Un estuo tal, e despés de la lbeacón del camo, sntó la necesdad de en bsca de ese hombe. No aa venga se, so po el asombo eementado ante una mada mensable. Los ojos de ambos hombes se c uzan pero aunue está el uno ente al oto no es un osto delante del otro. Un absmo los seaa. En el camo, el rosto es un es tats, vlego no la condión humaa. «Poue su mirada de Pimo Lev no e la de un hombe a otro hombe, y s yo udea eplcar a ndo la naturaleza de esa mrada, ntercambada como a través del vdro de un acua 4 «Vea used, y los percbí ra ve como invduos Er sempre una masa enorme. A veces yo esaba parado en e muro y los veía en "e corredor': Pero ¿cómo explcarle? Esaban desnu dos. Una ola enorme que corría, conducda a lagas». rény, Ga, Aund des ténbres, París, Denol, 1975, pág 2 1 5 obre el nconameno coido de los cpos, hay que leer la obra de Rust, Dad, L jou de notre mort, París, La Dcouvere, 1988 Pa un enfque más socológco pero amete cre, Kogon, Eugen, EPtt SS, París, Seui, coecion Pont. 5 La escea descrpta aq se stúa e e mbra del cremaoro, e Lanzman , Caude, , Le de poche , pág 203 239
ROSTO. Eay antlc 1 David Brtn
rio, entr dos seres que pertenecen a dos mundos dierentes, habría eicado a mismo tiempo a esencia de a gran ocura del Tercer Reich . . . El cerebro que comandaba esos ojos azules y esas manos cuidadas decía caramente: "este algo que tengo hí ente a mí pertenece a una especie que corresponde indudabemente suprimir. Pero en este caso, conviene asegurarse previamente de que no encierra algo utiizabe' Y en mi cabeza, os pensamientos rodabn como semillas en una cabaza vacía "Los ojos azues y os cabeos rubios son esencialmente maignos. Ningna comunicación posibe. Yo soy especialista en química minera. Soy especialista en síntesis orgánica. Soy especiaista . . .».6 De una y otra parte se ha aboido e rostro, pero en una reación de sujeto a objeto, donde uno de los protagonistas se reivindica dueño de rostro. La sociedad de los campos de concentración exige dica aniquilación para reproducirse sin daño, sin cuestionamiento moral de parte de sus responsables. Antes de a muerte sica, reina en los campos a liquidación d a individuaidad por desmanteamiento d rostro, por orriento de os rasgos que sobre a durza de os huesos recubre una pie privada d carne. La misma acura, a misma ausencia para todos, que confrma n e verdugo a imprsión de que no está tratando con homrs, sino con un rsiduo que d sr iminado y sóo l pantea promas administrativos y técnios. Una na d dmaración distingu como una pruea de verdad a os de «aura» d os d «adtro. stán de un ado os ombrs con rostro, d otro os qu ya no tinen d é más qu un somra. La sociedad de os campos d concnración se nd en un omr dspojado d su identidad, disueto por a designación de una tipooga que ordena, con desconcertante simpicidad, e mundo visto por ojos nazis triánguo rojo marcado con una F para os pri sioneros poíticos ancss, triánguo vrd para os deincuentes comunes, los triángos de distintos coores a veces matizados con otra inicia para os juíos, los Testigos de Jehová, los gitanos, os homosexuaes, etcétera. Las matrículas asignadas a cada dtenido continúan una obra ncesaria d identifcación, en reempazo de rostro q ya no dsempña ese pape, son cras tatua das a veces en e antebrazo izquierdo como en Auschwitz. Otros signos de reconoiiento sustituyen a a identidad persona rvelada por e rostro Ést, na vez borrado, negado, se va escurriendo en e anonimato de su degadez La de 6 Lv, Pmo Si un hmme, Paris, Juia 987 pág 139 [En espo S es es un hmbe, Boa Quineo 2006) o ambién: «El coche que los raía a Hamse pisó un ganso al sa r e un publo. Voaron plumas en la esela e polvo El LageKmmandan sonrió Aber sonrió amb miánolo Vo la estupefcción el SS . Se sinió an moleso que ese pequeño nie nunca puo ser olvidado ¿Pero e qué era cupable, sio de consierarse u hombre?» (Dv Rousse op ci. pág 626). 240
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signación prima sobre el rostro. «, me enteré ue soy un dice Primo Lei, mi nombre es 174517, hemos sido bautizados así. . . Sólo mostrando el número tenemos derecho al pan y a la sopa. Hemos necesitado unos cuantos días y una buena cantidad de cachetadas y puñetazos para acostumbrarnos a mostrar rápidamente nuestro número y no demora las operaciones de distribución de íeres. Hemos necesitado semanas para reconocer su sonido en alemán».7 Priación de nombre, priación de rostro: las dos operaciones necesarias para la liuidación simbólica del indiiduo y para su nuea utiización puramente nional, en espera de la muerte. Sólo ueda un cuerpo ue debe ser numerado. Cuando se suprime lo ue hace a la condición humana, su rostro, su nombre, su historia, sólo ueda, eetiamente, el olumen del cuerpo.8 Y se sabe cuál es el uso ue le dará la administración de los campos, en perecta ló gica con su isión del mundo. Más tarde, una ez liberado el campo en una espeie de tiempo y espaio sin duraión ni lugar, porque todo sigue suspendido y es menester esperar, a causa de cuarentenas o desórdenes administratios, es la plenitud del rostro de los unos y lo huesudo de la z de los otros lo ue separa a la humanidad en dos po blaciones que nada puede aerar. Un «tipo con mejillas»9 ente a otro con rasgos aplastados, despojado de su rostro. Más tarde, el retorno: «Súbitamente salen del corredor de entrada dos souts que cargan a un hombr, el hombre los tiene enlazados por el uello . . . El hombre tiene ropa de cil, está aeitado, pa ree suir mucho. Tiene un extraño color. Debe estar lorando. No se puede de cir ue es aco, es otra cosa, queda muy poa cosa de él, tan poca que uno duda de que esté aún con ida. Y sin embargo, todaía ie, su rosro se conulsiona en una espatosa mueca, ie. No mira nada . . . Su mueca es quiá q vive Es el primer deportado de Weimar que ingresa al centro . . . el segundo que inr só, el anciano está llorando. No se puede saber si es iejo, a lo mejor tiene vn te años, no se puede saber su edad». 1º Así describe Marguerite Duras el rtorno de los primeros deportados. Los rostros son irreconocibles, siguen despojados de una humaidad signifcante. Todo es conso en ellos, ni su edad es ideifcable. Caras era de la comuniación, acantes. El rtorno al undo d estos rimo, o i. pág. 3 1 - 3 2 . C e Beon Dd Anhroologi s moié o.i [En epñol: Aroolo l o y modidd, op .] 9. Anelme Robert, op.cit. á 296. l O Durs, Mguerte L douleu Ps POL 1985, á 28. En los cpos, el rostro dej de ser una señ fel de la ea, los crteros del empo íntimo se connden Ua suerte de eernidd vcí se lee en las ccones «Tene trena años, pero como a cada uno de nosotros, uno le d to decsete como ccuent» . (Lev Prmo, opcit á 83). 7. .
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ROTO. Eayo anlco 1 Dvid L Brton
hombres, si logra escapar de la merte, será leto reacer a s rostro de ataño, ése e se trasrmó e el de hoy cado el espato lo hizo syo. Robe L., a ie Margerite Dras esperaba hasta e pto de o poder vivir, escribirá La especie humana, está da delate de ella. Pero ella o soporta s rostro despojado. Grita y hye. Más tarde, cado pede recoocerlo, lo mira: «U cansancio sobreatral se mestra e s sorisa, el de haber vivido hasta este momento . . . Es na sonrisa de cosió. Se disclpa de estar a, redcido a este desecho. Y lego la sorisa se desvaece. Y elve a ser descoocido».1 1 U rostro cyo setido ha sido arracado y e o se oece más e e las cicatrices provisorias qe deja presagiar último alieto de idetidad. U vestgio de rostro. En las semaas venideras, habrá e vecer el horror del hambre y restaurar, partícula por partcula de sentido, n rostro idetifcable, transrmado en e de un hombre qe ha superado la merte y tiene otra cicatriz, más inasible, la ue ueda del atiguo dspojo, hella de na desfgració e habrá durado más allá de toda apreciación temporal.12 En el campo, el deportado, si qiere permanecer vivo d a tras da, debe sobrepasar en la necesidad d e volvrse ausente, de combatir en sí o infnitesima que lo lama a atnción de os verdgos. Se despoja más de rostro, se brica na ancura aún mayor, sin mirada, macilenta, en el unirme sico de la ausencia. De orrarse toda salient del rostro, todo signo ue instaure n splemnto d sntido n el que se percibiría na identidad persoal. «Nadie tena nada e expresar dice obert Antme por el rostro al SS que hbiera podido ser e cominzo de un diáogo y qe hubiera podido suscitar en el rostro del SS aguna otra cosa ue esta ngación permanente e ia para todos. As, puesto e no Durs, Mrguerte, op. dt. ág. 65. 12 E l elícul Soa, de Clude Lazm, e cotrste sobrecogedor etre los rostros el horror evocdo or los sobrevvetes bre u absmo Sus voces tmbé habl de u crme del que uo se regut cómo uede eucrlo s erderse. E u sol mge se muestr, e el mstero del rostro, a l vez todo el horror todo el mor de mudo. Clude Lz m logr «exresr lo decble de los rostros» (Smoe de Bevor). Sólo u rostro, e ecto, uede mostrr lo que esc r semre tamz de l egu, lo que l br e s roz, porque e quello se quem como e u ego Soah es pelcu sobre e crác ter sgrdo del rostro. Sobre lo qe tmbé uede teer de odoso. «Rostros dce Smoe de Beuvor e s reco meudo dce más qe ls lbrs. Los cpesos polcos h ce gl de comsió, pero la morí pece dferetes, iricos o cluso stsfechos. Los rosros de os judíos cocerd co ss pbrs. os más crosos so los rostros emes. El de Frz Schomel permece mpsible, savo cando ct ccó a gor de Trenk, y ss ojos se encenden. Pero en los demás, l expresn molest, ld, desene s peensnes de gnornc, de nocenc», one de evo, « moire de I'rre, en lde znn, Shoah, op. t pág. 7.
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sólo era inúti sino más bien peligroso, en nestras relaciones con los , habamos llegado a hacer cada no un eserzo de negación de s propio rostro perectamente acorde con el del » 13 Borrar el propio rostro, diminar ss rasgos para ndirse en la masa sin cara de los demás, anónimo entre los anónios sin memoria, sin relieve de ser. Hay qe conndirse en la monotonía, ser sin consistencia, sin sbstancia para no sscitar la gana de golpear, de hmilar de castigar o de matar Scede sin embargo que algnos componen s rostro a vor de los . Qie ren mostrar s buena volntad, su aptitd a colaborar si la cosa era posible, sobrepasar en disciplina para mostrar hasta qé pnto han tomado ya el lgar qe se espera de ellos cuánto se han desfgrado y cán dispestos están a en dosar el rostro de los verdgos, anqe no hagan más que remedarlos como lo indican ss mímicas. Robert Antelme mestra el my elaborado rital de esas situaciones e trata de designar a los tros kapos encargados de vigiar a n eqipo Un grpo de postlantes se mantiene un poco separado. Los inspeccionan los edifcios. ervimente, las miradas de los tros kapos bscan las de los pes la bena volntad no sólo hay qe mostrarla también hay qe maniestarla decirla con exceso. Afrmar así la propia insignifcancia la apata, rebajarse ritalmente a los ojos de los para atraerse s bena volntad «Tienen pronta na sonrisa para el encentro de sus ojos con los de os . . Un sige la gimnasia loca de los ojos esta oensiva de la intriga por la mímica de rostro . . » Mostrando que han perdido s propio rostro más qe os otro aep tando no sólo ya no ser nada s ino también endosar por procración el de , los tro kapos dan señal de s lealtad. Han perdido la dignidad (a cara) pero además aceptan sar na de repesto. Consienten en hacer del ltaje a esencia misma de s vida. A partir de ahora ya no son elos qienes deciden sobre s rostro. Mendigan en el de los S las orientaciones qe deben adoptar nmediatamente «Uno de lo mchachos no está en su lgar, el joven peirrojo le grita. Uno de los tros kapos se acerca al mchacho y sacdiéndoo le hace ocpar s lgar. El mchacho reacciona levantando n codo de costado. El tro kapo arroja na mirada al joven Los otros tros kapos están suspendidos La sitación es decisiva El joen SS slta violentamente al mchacho El tro kpo es kapo»14 La única ltranza de rostro qe pede permitise un depoado es a qe lo alea de s siación de deportado para acecarlo a la de S, cuyo smcro él ansa ser. Ea es o qe lo elve parecido al a modo e una ca 1 3.
Ate lme , Robe rt, op. cit , ág 5 7 .
14. Iíem, pág 37 2
ROTRO. Eay antlc 1 Davi L Bron
Lo e esta de identidad en n osto contiene n elio. En cada instante ay e obliase a da señales de la oia asencia, de s blanca, a boase italmente antes de selo ealmente. «Hay e se liso, oaco, ya inete dice Robe ntelme. Cada no llea en ss ojs cmo elio» . El osto, si emanece, an esidalmente, llama a la mee. Nada debe sscita la atención. Hay e aecese a los demás en la misma asencia de osto, en la m isma infnita disceción. De esa ialdad e sólo se ace en la indiencia de sí, el aitismo del osto, el ambe y el desaste del tabajo son los mejoes aliados. «Nos ansmamos, la caa y el ceo a a la deia, los lindos y los os se connden. Dento de tres meses seiemos siendo dieentes, eo nos distiniemos aún menos los nos de los otos. sin embao, cada no seiá sosteniendo la idea de su singulaidad, agamente» .1 5 El osto, oco a oco, se a adelazado. El deotado se ele ieconocible, desoisto de sí mismo. La desndez del osto es la de la signifcación: oesiamente, el sentido se etia. En la cara de cada no está el ntasma de n osto desaaecido, n asto de algo ue alta, n olo de se cuya mete está al aceco. Robet ntelme centa la lenta desfgación de Jaces, el estdiante de medicina: «S caa no es la misma e la e conocimos cando llegamos auí. Es eca y cortada po dos anchas arrugas y o una naiz pntiada como la de los muetos. Nadie sabe ué cosa extraña odía oculta esa caa, allá en su casa. Siempe se mia la misma to ue yo no es de nadie. Los comañeos dicen: "no eden sabe y piensan en los inocentes de allá con sus ostos sin cambio e sien en un mndo de abundancia y de solidez, con enas limitadas ue aecen n ljo inadito» .16 Jaces, el estdiante de medicina, se desliza lentamente hacia lo innombable a la blancua de s osto, s paciente desfgación, dejan aaece la mete. ltimo regio de lo insensato. La indigencia e oco a oco a ganando su rosto simboliza el boamiento gadual de su esencia. a no ay en él ecusos, esperanza. Se a indiendo oco a oco. Jaces es el mismo y el oto, elto icognoscible, oe está piado de se. Piado también de los demás, disuestos a econocelo: los «comañeos» de ienes obet ntelme habla sin cesar, ya no bastan aa retenelo. Necesitaía a los otos, a los de allá, a los del «mundo de abundancia y de solidez», a los syos, paa deolee ida a su ostro, hacerlo enace de las cen izas que lo inaden. ¿Cómo se sin el otro? Si el oto alta, ¿cómo no olerse uno mismo oto? Entonces, el osto de Jacues se ausena cada día más. Hasta el punto de que ya nadie pee ienifcaro. Y ober Aem siene é mismo ese véigo, a enación ie 15. 16.
Ibídem, pág. 92 Ibíem pág 92
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B. W GRAO: E ROSTO Y L SHOÁ 1 Bea-ald
sistible de no lcha más, de dejase i, de abandona en sí toda acela de sentido aún otadoa de eseana. Ced e al desgaste, al extemo cansancio, al ho o. «Tendé ota caa e ahoa. a caa e o tiene cando no tiene más ganas. [El comañeo] ya no odá nada o mí y yo caeé».17 a oximidad de los compañeos, su solide y s amistad ya no comensan la iolencia motíea del camo, las eas de destcción se elen sueioes a las de la es eana. a disgegación del osto es na señal e no engaña, es el signo de n camino hacia la mete e ya ni siiea el econocimiento del oto ede detene. Cicati de n osto despojado, paadeos cada e más tenes de n aliento ue enlaece de s eseso de cane aa deja fnalmente sólo la dea aónima de los hesos. Uno pede tene la mete en el osto. na caa hmana en jiones, sin nada econocible en ella. Acaso poe en ningna ota ate ue en los campos, la mete e hasta ese pnto sin osto. En el eie, Robet Antelme se encenta bscando n amigo, K, n maes to de escuela. M ia dento de la baaca, a todos esos hombes ecostados en ss camas, con la cabea inmóil, de aistas agdas y mas hecas e con man sombas en sus ostos. Reconoce algnos, a los e salda. Peo no lo e a K. Le pegnta al enemeo, ien le dice ue acaba de pasa delante de él sin econocelo. Asombado, Robet Antelme se da elta y e a n descono cido. «Tenía una nai laga, huecos en el lga de las mejias, ojos ales casi aagados y un pliegue de la boca, y su boca consevó el mismo liege». Ya no está e el osto desfgado de K el lga del oto, es demasiado tade. Robet Antelme no lo pede cee. Se diige a n enemo ceca de él, es ealmente K. el e está ahí, en la deota de s osto. En el estpo, escta astos de iden tidad. En esa pedida ya no hay nadie, han desapaecido los últimos cistales de sentido, no eda nada identifcable. Una sete de coma del osto dpli ca na inminecia de la muete. «Yo no econocía nada, me fjé entonces en la nai, no podía econoce na nai. Me aeé a esa nai, peo no indicaba nada. No podía enconta nada . . . Me alejé de s cama. Vaias eces me di el ta, cada e espeaba e la caa e yo conocía apaeciea, peo no encontaba ni siquiea la nai. Siempe sólo la cabea abandonada y la boca enteabi ta de nadie . . . Eso había scedido en ocho días».18 «La idea de s singlaidad, agamente . . . » Un osto inteio se pesiente aún, pegdo en mmoia o en los ojos de los demás, la ida esis mints pemn, ro no se po encido es un eseo d cada momento. Gcias a un roz nnado en Buhnwad po né, y ds nton 1 7 Ibídem, pág. 224 1 8 Más ade lante , el vea que ya teía más que u «muñó de rstro», págs 278-280 245
ROSTOS. Eay l 1 Dav Le Brton
es preciosamente consevado, el rostro es accesible.19 En el campo no ay espejo, nada para reonoerse, salvo la mada de los demás: la de los compañeros, sobre todo, pero prearia, sin consistenia durable, a ausa del rigor del traajo, del miedo, de los riesgos de mor que pesan en cada momento. «Ya mi uerpo no es m cuerpo comprueba Primo Levi, tengo el vientre inado, los miembros seos, el rostro abotargado a la mañana y undido a la noce; en algunos, la piel se a elto amarilla, en otros, gris; uando pasos tres o cuatro días sin vernos, nos cuesta reonocernos».2º Esa sensaión del rosto osia entre dos imágenes, la que dan los verdugos, aplastante y masiva, y la dada por los compañeros, tenue y ágil, dolorosa. Según que en el deportado dominen las erzas de vida sobre las de muerte, o a la inversa, según que resista al aplastamiento o ceda a él, esa sensaión persiste o desaparee. Pero con ese irisorio trozo de espejo, un mundo se restituye, la sumisión a la mrada del otro retroede un paso. Y cuando René lo saa de su bolsilo, los ompañeros de la barraa lo rodean y lo aosan. Hay que esperar su turno, a pesar de la eente impaiencia, y tenerlo por fn algunos moments entre las manos antes de cederlo a otro que ya lo relama. Ante el espejo, e eportad vve una espeie de surgment de sentido, el renimiento e un entda que esubre súbitamente que nunc dejó de ser Ante su imagen que h regresdo de l ausena, se reaviva la miraa de quienes le son más miares, e los que ama en quienes nuna dejó de pensar. El espejo restituye los rasgos el rostro interior, un rostro pleno que sgue smbóliamete almentado por la memoria de sus alegados. Por un nstante, el deportado escpa de su uerpo, de la aua, de hambre, reenuentra su memoria Una epianía de sí. La identidd renae de sus enizas. ombre desfgurado aún le queda la sonrisa del rostro inteior. Ningún verdugo puede alcanzar eso. Pero para distinguio hay que tener ojos que la muerte todavía no altera. Puesto que el espejo provee una vía a lo sagrado, se onviete en un ama invalorabe en la otidianidad del ampo. Le enseña al ombre la permanencia de su rostro. Indca igualmente que el sentido de lo sagrado en el ombre se origina en el rostro.
19. 20
lbíd. ágs 57-58. Li, Primo pcit ág 45
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La desfguración: una minusvalía de apariencia 9.
«Es curioso un rostro, no.Cuando se posee uno no se pensa en él.Pero cuando deja de tenerlo, siente como si le hubieran arrancado la mitad del mundo. » K AB, El rost aeno
Una erte ambvalenca caracterza las relacones que establecen las socedades occdentales con el hombre que sure una minusvalía. Ambivalencia que éste vve cotidanamente El dscurso socal le afrma que es un hombre normal, enteramente membro de la comundad, que su digndad y valor personal n son en modo alguno dismnudas por su conrmacón sca o sus dsposciones sensorales Al msmo tiempo, es objetvamente margnalzado, mantenido era del mercado de trabajo en mayor o menor medda, asstido por los servcos sociales, apartado de la vda colectva por sus difcultades de movliad y por estructuras urbanas nadecuadas. Y sobre todo, cuando se atreve a sair, es acompañado por ncontables mradas, a menudo nsstentes, de curiosidad, molestia, angstia, compasón, reprobacón Las observaciones eventuales de ciertos transeúntes Y la inevtable lección de las madres obgadas a contestar o elu dr con discrecón las preguntas noportunas de los nños Como si el hombre dscapactado debera susctar a su paso el comentaro de cada raeúnte Ese mismo hombre no ignora el medo, la ansiedd que susita en las recines socales, un e á orrentes Nuesras socedades eo de l «miusvalía»1 un esgma, es decr, un ov su de evaluación ne gv e erson Por or are no se ha l.
Sobre la h it ora de a mnusvaía cf. Stcker Henri-Jac que Corps inrmes et société, Par Auber, 1982 247
ROSTROS. Eay antpolgc 1 David L Breto
tanto d a discapacidad de aguien, como d qu es «discapacitado», como si ra su esncia a de sr un «discapacitado», más bien qu tnr una discapacidad. n a ración con é se interpone una pantaa de angustia o d compa sión, d a qu e actor váido se srza, por supusto, en no revear nada. «S e pid a idividuo stigmatizado dic E. Goman que nigue peso de su rdo y qu nunca nos permita crr qu por evaro s haya to diernt d nosotros; a msmo tiempo, s e xig mantenrs a distancia sufcint como para qu podamos mantnr sin srzo a imagn qu d é nos hacmos. n otros términos, s aconsja acptarse y acptarnos, n agradcimiento natura por una torancia básica qu nunca hmos otorgado d todo. Así, una aceptación iusoria está n a bas d una normalidad usoria» .2 Contradicción diíci de suprar. scrto a vocs qu prside todo encuntro entre un minusváido y un hombre «váido» stá hcho d qu ambos acurdan fngir que a atración orgánica o snsorial no cra ninguna drncia, ningún obstácuo, cuando n raidad a intracción stá scrtamnte obssionada por ste pun to qu a vcs toma una rmidab dimnsión. n as condicions habituas d a vida socia, cirtas tiqutas d pusta n jugo d curpo rign as intraccions. as circunscri as amnazas susceptibs de provnir d aqueo qu no s conoc, jalonan con tranquiizadors puntos d rrncia dsarroo d intrcambio. cuerpo as diuido ritua db pasar inadvrtido, rabsorbrs n os códigos, y cada actor d podr ncontrar n otro, como n un spjo, sus propias actituds y una imagn qu no o sorpreda ni atmoric. orraminto rituaizado d curpo s sociamente acptado.3 qu no rspta, dibrada o compusivamnt, stos ritos que rguan a intraccin, suscita a mostia o a angustia. Las asprzas d curpo o de a paabra storan pus a progrsión d itrcambio. La rgulación uida de a comunicacin s romp por hombr tributario d una minusvaía qu sata dasiado ácimnt a a vista. La part d dsconocido s vuv diíci d rituaizar; a d cómo dirigirs a s otro sntado n sila de rudas o con rostro dsfgurado, d cómo racconará cigo a quin uno quir vntuamnt ayudar a cruzar a ca, o ttrapéjico qu ucha por bajar con su vhícuo d a vrda. Frnt a stos actors, e sistma d spra dja d sr conv 2 Gomn, Ervng, Stites: es sges ci es nicps Pís, Mnut, 1975, pág 145 vés tmbén Dvs, Frd, «Dvnc dsvowl: th mgmnt o strnd ntrcton by th sbly hndcppd», Sci Prbems nº 9 196 1 , págs. 1 2 1 1 32; Phlr, Hnr, Bu fls, Bétrc, Edr, Cldtt «s comportmnts vs--vs ds hdcps phsqus», Les caier u CTNERI, nº 6, 1 98 1 , págs. 5 - 14 3 Sobr st pnto, c L Brton, Dvd, Anthrpooe d et mdeité o.cit. cpíto 6 [E españo ntroolo del cuero y modeid op cit] 248
9.
L DEIGURACIÓN: A MINUS VAL DE APAENC 1 Bellezaeald
niente, e cerpo se evidencia súbitamente de modo inedibe, se hace moesto, no se deja borrar por a archa norma de rita, y en n instante se veve dic negociar una defnición mutua de a interacción era de os habituaes pntos de reerencia. Un «juego» sutil se inmiscye en e encentro, engendrando a angstia o e maestar. La incertidmbre sobre a defnición de a situación aecta más a hombre que sue a discapacidad, qien se interroga en cada nuevo encentro sobre a manera en qu será recibido. Cada encuentro es para é na neva prueba, una dda sobre a manera en que será recibido en tanto ta y respetado por e otro en su dignidad. E actor que dispone de su integridad si ca tiende entonces a evitar iningirse una desagradabe moestia. La imposibilidad de qe pdan identicarse sicamente a é está en e origen de todos os perjuicios que pede encontrar n actor socia en s camino: porqe es viejo o moribundo, inváido, desfgurado, cltral o reigiosamente dirente, etcétera. La ateridad es socialmente transrmada en estigma, a dierencia engendra e dierendo. E espejo de otro ya no es ssceptibe de escarecer e propio. A a inversa, su apariencia intoerabe pone n instante en tea de juicio a propia identidad, recordando a agiidad de a existencia hmana, a precariedad inherente a toda vida. E hombre portador de na discapacidad recuerda, con na erza que deriva de su mera presencia, e imaginario de n cuerpo desmanteado que pueba buen número de pesadias. Crea una turbencia en a segridad ontoógica que garantiza e orden simbólico. Las reacciones a respecto tejen una suti jerarqua de espanto. Se casifcan según e índice de derogación a as normas de apariencia sica. Cuanto más visibe y sorprendente es a discapacidad (cerpo derme, tetrapéjico, rostro desfgrado, por ejempo), mayor es la atención socia que sscita, desde e horror hasta e asombro, y más cara a segregación socia en as reaciones. Cuando es visibe, la discapacidad es n poderoso imán de miradas y comentarios, n operador de discursos y emociones. En estas circnstancias, a tranqiidad de a qe caqiera puede gozar en ss despazamientos y desarroos cotidianos aparece como n honor, n certifcado de bena cidadana qe otorga e primero qe aparece La discreción es e privegio aristocrático de o bana, e seño de El hombre elefante. E hombre que sue una minusváida visibe, en cambio, no puede sair d su casa sin provocar a criosidad de todos, y si s invaidez es reciente, debe acostmbrarse a vivir y despazarse atrayendo permanentemente a atención ajena Esta curiosid isab es una vioencia tanto más sutil, cuanto que se ignora y s rnu o rsnte con quin se crua E ombre discapacitado u o r rdio, t inio asar q gndr s iu o s cri ro s niin 249
ROSTOS. Eay antpolgo 1 Dav L Bton
socal No es ni un enermo, ni un homre saludale, no está muerto n plena mente o, no está era de la sociedad ni en su interior4 Su humandad no se pone en duda, pero contraiene a la idea habtual de lo humano a abialen cia de la sociedad con respecto a él es una especie de réplica a la ambgüedad de la situacón, a su carácter duradero e inasile Una situación en la ue el ritual acasa y se enele entonces en un halo de malestar Un hombre sale del hospital, aanza con la caeza gacha, un poco hundido en su estmenta, y se dirige a la parada del autobús No entra y se mantiene e a del regio, ni auera, n adentro, al lado, dsimulado a medias. lega el transporte, sube con la mrada claada en el piso, alda su tcket y se sienta en la pr mera fla, la ue no tiene pasajeros enente Cada trayecto ue dee hace ese hombre de rostro estropeado le exige las mismas precauciones, para no descu brrse y hacerse lnerable a la curiosidad ajena Tal indiiduo, oligado a pesar suyo a una interacción, usca simpre la discrecón, evita cudadosamente todo contacto para no encontrarse en situación de dfcultad «No cree ue su mrada y su sonrsa tengan el poder de contrabalancear, de rescatar su aspecto», apunta Franois Flahaut, comentando el esquive de contacto en un homre cuyo rs tro tiene las severas cicatrices de umaduras «Para evitar el riego de humillacones, se ha retrado anticipadamente, uisiera aparecerle a los demás sólo por su silueta (bastante elegant) y volvr invisile su rostro»5 Siempre se esrza por engañar, por hacerse paradójicament invisile, a través de una extrema dis creción a jeraruía dl spanto y del rechazo parece poner en primera línea al homre de rostro dsfgurado, alterado por un accidnt o una enrmdad El homre ue «ya no tiene fgura humana», como lo expresa el dicho popular La particulardad de este actor consiste en la carencia simólica ue oece al mun do a través de sus cciones arruinadas, cuando en nuestras sociedads occidentales el principio de idntidad s encarna esncialmente según el rostro Ninguna de sus capacdades para traajar, amar, educar, vivir, es impedida d ejrcerse por causa d su stado Y sin emargo, se lo aparta por una sutil lína de demarcación, de la que nace una vncia simólica tanto más irulenta por ser a menudo inconsciente Si in la dsfguración no s en nada una minusvalía, pusto ue no invalida nnguna d as coptncias d la persona, s vuele tal a partir del momnto n qu suscita un trataminto social dl mismo orden La desfguración es una inusvalía de aparincia a invalidez u sñala está en la alteración pronda d las posiilidads de rlación No sólo rtra al actor de una amplia parte d las rlacins socias con qu pría nfciar 4 Murphy, Robert F, Vire a crps perdu París, Pon, 1987 pág. 84 5 Flahaut, Francois, Pce a fce. Hisire des isges, París, Pon, 989 pág 43 250
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DEIÓN: A MINUSVAL DE APARC I Beeza-ald
se sin su rostro arruinado, sino que además le impone una vida permanene de candejas, como si viviera incesantemente en representación, inansable ente de curiosidad para la gente que se ruza en su camino. Para el hombre con mi nusvalía demasiado visible, y sobre todo para el hombre desfgurado o co n ros tro contrahecho, la vida social se transrma en un escenario y e menor de sus desplazamienos moviza la atención de los espectadores. El individuo hace de su rostro el co de su ser, el axis mundi en e cual no piensa necesariamente a cada instante, pero sin e cua se vera reducido a poca cosa. El rostro es una cristaliación del nombre. «E yo es ane todo un yo cor póreo, no solamente un ser de superfcie, sino la proyección de una superfcie», dice Freud. Y el rostro (con el sexo, pero en otro nivel) es ciertamene la matriz más erte del sentimiento de identidad regido por el yo. De entrada, ese ú timo se percibe como un rostro, aunque sea en el momento jubiloso del esta do del espejo escrito por el psicoanáisis para los primeros años de la vida de niño. Porque es el signo más poderoso del ser de hombre, la negación del hom bre pasa por la de su rostro. El hombre desfgurado es el hombre que, provisoria o durabemente, vive la suspensión de s, la privación simbólica de su ser, que sólo una moviización de toda su voluntad permite reconstituir. Un hombre que se niega a realizar un acto que reprueba, lo hace por temor a «no poder después mirarse la cara». Pero este mismo hombre se encuentra fjado a esa imposibiidad, privado para siempre de poder mirarse la cara, por que la perió, sica y simbólicamente. Una herida que deja una pronda cica triz en un brazo o una pierna, o en el vientre, no pone en tela de juicio con tanta virulencia el sentimiento de identidad del hombre, sobre todo si no acarrea ninguna secuela ncional. Es una ente de preocupación quizás, a veces er te, pero sóo hace superfcialmente mella en la relación del actor con e mundo. El sexo y el rostro, lugares esenciales de la cristaización de la identidad, cuan do son tocaos, trastornan la personalidad misma del actor, lo sumergen en una angusia a menudo desproporcionada con la gravedad de la situaión. A través de elos se juegan la signifcación y el valor mismo de la exsencia. Son os lugares más aos de sentimiento de identidad regido or el yo, e indudabemen te os más vulnerables a las antasías nacidas de inconscient rs s un Oro, el Oro más próxm, en quien e hombre se recno e y se a a exs s aenos, aqué en que se ncarna e nombre que e a ro e nes esán ainaas, qu ara vez pensaba n su rs uan n en e e n ara a enaón e qu u n . O r n O r 251
ROSTOS. Eay antl 1 Davi L Brton
pulsivo, señal no sólo de una ausencia sino también del horror de ser prisione ro de «eso». Mchos actores, tras una enermedad o un accdente ue altera sus rasgos, se sienten excluidos de sí mismos y del mundo Todo sucede como si su antigua personalidad hubiera sido borrada al mismo tiempo ue su rostro Esta pérdi da es vivida como un duelo de sí. La desfguración es un homicidio simbólico. La caacidad para superarla y volver a encontrar en su plenitud el aán de vivir anterior está ligada a la eerenca propia del actor, a su situación socal y cul tural, también a las cualidades de su entorno. Pero a veces éste experimenta el desmantelamiento de su ser, la erradicación brutal de todo lo ue era anterior mente, y cuya pérdida pensa defnitiva. La desfguración no es una enrme dad de la ue uno pueda recuperarse marchando suavemente hacia la convale cencia o una herida ue se encamine hacia una cicatrzación sin consecuencas: es desposesión, arrancamiento. Es el euivaente de una mutación, an cuan do el actor no pierda ningún miembro y ue sólo sus rasgos se vean aectados. No deja otra opción ue la de acetar su resutado y confar en la larga prueba de las operaciones sucesivas de cirugía estética. Le pone una máscara al rostro, comparable a la de un baño de ácdo. Esa máscara acompañará ahora la vida entera del actor y preldia todo encuentro. La eperiencia dolorosa de la desfgración recuerda al hombre e no vve solamete en n cuerpo sico. Si así era, ninna herda del rostro, a menos de ser ncioal, podría impedirle vivr como si nada hbiera scedido. El hom bre vive primero en un cuerpo imaginario, investdo de signifcacioes y de va lores, co los e integra el mndo e sí y se integra él mismo en el mudo. La desfguració introduce una ruptra brutal en el corazón de la alianza siempre más o menos problemática, pero no obstante soortabe, del cerpo real y de la imagen e de él se hace el individo. Atropológcamente la imagen del cer po se estrctra en torno de catro ciones simbólicas mtamente etrela zadas la rma, es decir, la sensación para el actor de la unidad signifcate de las deretes partes de su cerpo, de s aprehensión como u todo viviente, de ss límites precisos en el esacio. La magen del cerpo está asimismo constri da sore na nción de contenido e hecho de vivir s carne como niver so coherente miiar de identifcar como syas y sigifcantes las estimacio nes sensoraes qe la atraviesa. Dos otras ciones se aican co as re cedentes a del saer e rerso ara e actor a la teoría de ceo (o a na de elas) qe circa en s colectivo de ertenencia e epia cmo está costiti o e iteror vise e erpo o qé sanas. Y amete a de vaor s er a eraa or aor e o o q o ata e 252
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L DESFIGCIÓN: UA MINVA DE APARC I Bez-ald
atrbutos íscos, su modo de hacerse cargo de los valores derenciales atribudos a dstntos lugares del cuerpo, etcétera. Este últmo componente determna en gran parte la estma ue el actor tee de sí msmo y la mpoanca ue le dará a la lesón ue lo aecte. Estos cuatro componentes smbólcos estrecamente mezclados, de gual portanca, están bajo la dependenca de u conteto social, cultural, relaconal y personal.6 Todas las sociedades humaas vorece la msma mplementacón dvdual de ese entretejdo de sgfcacón y valor ue permte a cada actor habtar milarmente su cuerpo a través de una pantalla de mágenes ue sólo tene sentido para su propa estenca. Tal estrucra antropológca provee las rerencas necesaras de la vda de cada instante. El hombre cuyo rostro ha sdo estropeado conoce una perturbacón pronda de su relacón con el mundo, al vvr provsoriamente con una agen de su cuerpo prondamente oculta dentro de sí, la ue tenía de sí msmo antes del accdente, mentras su cuerpo actual, y especiamente su rostro, le deelve una magen tolerable. El hombre perde la irrgación de esa magen del cuerpo con la cual vvía hasta entonces, no la reconoce más en su ncón de rma, de contendo, m enos aún de valor. Y puesto ue el rostro junto con e seo es el lugar del cuerpo más investdo, más solidario del yo, la comoión persona es gualmente potente Franos Flahaut oserva ue «os límites de la dentidad son tambén los del seo. Un rostro agradae, una ve pasada la nnca, es un rostro de homre o de mujer. Un personaje desfgurado es también un personaje "era de seo».7 El homre sútamente desfgrado encuentra en el espejo o en la mirada ajena, una rma irreal de su cuerpo, estropeada, rreconocle, símolo cada día reterado del desarrago de sí. Tampoco reconoce esos elementos como sgnfcantes ni susceptbes de ser un día asumdos, esas ccatrces, esos tejdos lesionados que evoan más en la destrucción, lo sensato, lo ntolerable. Y el valor que le daba a su cueo está asimismo dislocado a través del orror que siente al verse así, saiendo además que en todas partes suscta la misma curosidad masana, la misma desonfana. «El espejo de Narso diverge de su reejo slo para aros apreder la máscara de Gorgo». 8 E uo d rostro es un emprendimiento de largo aliento, así como o es e reuso a a irugía stética para enar la exesva visidad e as ciatries o 6. Tomamos as dos primeras cioes de os trabajos de Gisea Pankow, particularmete de Ihomme et sa psychose arís, Aubier, 1983 Hemos dado u primer efque atropoógico de a mage de cuerpo e Le Breto, Davd, opcit., capítuo 7 7. Flahaut, Framois, op. cit, pá g 8 8 Clair, Je an, Méduse , Ps Gamard, 1 99 pá g. 1 64 253
ROSTOS. Eo antolóco 1 David Le Brton
resturr un apriencia próxim l que se perdió. Ndie se sala de la comoón de personalidd consecutiva l ccidente. L relción con l mgen del uerpo no se encuentr solmente bjo l égid del yo, sino que tmbién depene dl inonsiente, es deir, de situciones interns que no están bjo el control de l oluntd, sino que se imponen con erza l ctor. Durante todo el tiempo e durción de ese duelo, el ctor está conontdo a un iolenci simbólic, un dolor íntimo que él mismo ngndr por su pérdid y que reerz l ctitud hci él de l gente con quien se cruz. L primer conontción on el espejo, posterior l cidente, es el momento clve en que l trum s inscribe n l oncienci y trnsrm de un solo gol pe el conjunto de rerencis e ientid, l mnr de un sismo. Todo ctor que oca el relto de su nrtunio ruerd on dolor quel momento en que l cidnte corporl dquiri to su dimensión. L escen primitiv de l ltercin del rostro se cristaliz uno el espjo deelve l ctor lo ineludible de su estdo, con el sentmiento de mpro que lo ompñ. «Miré el espejo y queé espantdo, incpz d reconorme», die un hombre. El reejo del espejo, por l signifccin que reiste, e de insuible iolenci. El ctor tom consieni de qu su intidd b cmbir, y no es reconocible, ni siquier sus propios ojos. L cptl e su identid, llí donde s estruturn sus rela ions de sentido y d lor con los demás y con el mundo, cb e romper sus mrrs y sólo qued un grn vco donde menz l muert. Dejr de tener fgur humn s un metáor pr decir l muert. L im gen rejd que él recibe de ente y no puede admitir qu se l suya, no es e ndie, y ndie podrí consentir n propiársel. Un enermer grvemente ectd en un accident e uto tstimoni, años después: «Y no tue más que un solo eso: encontrrme cr cr, si se puede decir, con un espejo. La pri mer sión no e prticulrmente grdble ¿Qué cos es este horror ente mí? Y después, mirándome mjor, encontré lgo que se me precí, un prte de mi rostro no hbí sido ectd. Pro el resto estb lleno de puntos de su tur, el ojo cerro, los párpdos ngro, los hemtoms en tods prtes». El re onoiminto d un prt intcta el rostro desemboc en l pérdid de rela ción consigo mism. Al mismo tiempo, introdue prdjicmente en st rrot de sentido, un punto e reernc en el cul poyrse pr convencers e que no se trt e un ps A prir ntons, est ovn mutpl los conttos on el espejo, e manr un poo obssiv, en bus d l impo ibl oincini consgo m, rorno soño l so nterior. Min tr o c uo rt s y rsist u n l u u vv oy, n s u 254
9. L DESFACIÓN: A MINUSVA DE APARC
1 Beaa
se un suimiento eanimado sin cesa. Antes le bastaba acecarse a un espeo aa que le apaeciea su osto. La opeación mágica ya no se epoduce, pero queda el acecho aa sopende, hoa tas hoa, el sueño de su establecimien to ogresio. Ella habla de un «duelo con el esejo . «Veinte eces por día, te nía delante de mí un osto demado en el que me costaba econoceme. Y yo tenía einticuato años. Una espea lacerante a que desaaezcan los hematomas, que los asgos es caen ogesivamente de la consión, que a supefcie aún agitada del aa del osto quede fnalmente lana. Ponto comienzan las pimeas opeaciones coectoas de cigía cial. El que las actica es inestido o la aciente de un masio deseo de estauración de sí, de etono a a humanidad y a la digni dad del ostro. En pocas alabras, ella expesa la graedad de una apuesta sobe la que no tiene el contol. «Hay que confa enteramente en el ciujano, que tiene nuesta ida ente sus manos, entre sus dedos, uesto que del esultado de su tabajo dependerá nuestro luga en la sociedad.9 Como muchas ersonas aectadas de ese modo, ella es sometida a una laga espera, a lo largo de meses o de años, a series de actos quiúgicos que alimentan la esperanza de una estauación sufiente como paa que la existenia social pueda proseguir sin demasiadas trabas. Sin duda, esta demoa es también propicia a a elaboación del duelo, si el actor ha tomado una distancia sufciente y no espera de la ciugía la esauración integral, mágica, del anio ostro. Este duelo es empero diícil de sostene en una sociedad donde el hombe es su ostro y donde el espejo agmenta la identidad al no devove ya e osto miar de su existencia, sino una máscara que es menester aprender a hacer propia. Una muer, con e rostro ate rado po un accidente, me decía que duante mucho tiempo, cuando se eía así en el espejo, caía en coma. Son sus palabas. La desfguación es privaión de se mientras pemanece demasiado vivo el dueo e rosro perdido, y mientras los allegados mismos no han aprendido a ver naer oro rosro en e lugar de a máscara rígida. Perder e rostro, psicoó gia y soclmente, es peder, en eecto, la posición en el seno de mundo. Depende de os reursos íntimos del acto e «haere ente» .1 º Más que nunca, es aproiao el rmino anés «/aireface» paa ganar oro luga o reenonrar el 9 Este testmono provene del texto de Gre! AnneMare, «Peut-tre deman... Ade a la com prhenson des traumatsmes ca» en «Les sons nfrmers et le corps» , Études sur les soins et le service inrmier Cahier nº 5, 1979 Véase tambn Aez J. y Robon M., «Aspects psy chopatholo gques de la dfguration et leur relaton avec la dysmorphophobe», Annles mé dico-psychologiques, ís, 1969, t 2, nº 4, págs. 479494. 10. N de T.: El autor utilia aquí la epresión «fire fce» que signifca «poer la cara hacer ente». 255
ROTO. Eay antlc 1 David L Brton
suyo y acabar con el riesgo de perjuicio. Pero la tarea es diícil cuando cada espejo cada mirada de los otros, cada titubeo de su parte remite a un inicio de estigmatización. Tal es la primera violencia que debe superar ora tras ora el ombre desfgurado la que suscita en él inconcientemente a través de la sen sación de su identidad deseca y de la grave alteración de una imagen del cuer po prondamente arraigada que sólo se modifca muy lentamente y le recuerda la crueldad del destino. Otra rma de violencia, que alimenta a la primera, viene de la mirada de los otros. La visibilidad de la desfguración es ineludible peor aún proclama la in dignidad social del actor que desprotegido, no puede disimularse tras una más cara o una apariencia enañosa. Ella no puede ocultarse salta a los ojos de todos provoca la mirada curiosa de los transeúntes y la incomodidad de los interlo cutores que se encuentran con él pr primera vez. En el sentido etimológico de la palabra la desfguración nciona como un estigma y recuerda su origen: esa marca en carne viva que en la sociedad griega designaba al ombre mantenido aparte de la comunidad, el esclavo, e aprosopon (el ombre sin rostro). Más aún que la ealdad ela priva al actor de su plena identidad personal y social. El actor se metamorosea en un ser residual, problemático que debe aprender a domes ticar la mirada de los demás y a vencer la prevención de ellos respecto de él. Las fguraciones sociales que presiden a las interacciones son en sí mismas desfguradas cuando ponen en escena a un ombre portador de un rostro estropeado. Indudablemente más que la relación con un discapacitado sico o sensorial la relación con este actor trae difcultades a causa de la pantalla de los ntasmas, de los terrores arcaicos que yacen en el corazón del individuo. El ombre desfgurado, como el ombre amputado despierta la angustia del cuerpo desman telado, que sin duda alguna está presente en todo ombre y que se eresa de modo privilegiado a través de las pesadillas: la angustia ante la extrema preca riedad de la condición umana. El estigma de apariencia que es la desfguración es probablemente una de las más crueles entes de la segregación sutil del actor en los ritos de la interacción La primera actitud acia él es evitarlo Mientras que en las relaciones sociales, todo actor puede reivindicar a su or un reguardo de confanza, el ombre desfgurado, igual que el ombre aectado pr una dicapacidad íica o seno rial sue la imposición de una carga negativa, de un a priori en su cntra que ae dícil cualquier acercamient Y es uede e una manera n dicha, ci dreta, per efa a rav de la utea de a que e re u alrededr y e aa uen e ra que evee a ra t de la 256
9. L DEIGUCIÓN: U MISV DE APARIC I Bella-aldad
cultad ue é experimenta para disrtar de as relaciones habituaes de a ida, incuso as ue tienen un mínimo aor por s banaidad y eidencia, pero ue e hombre desfgurado debe conuistar uchando, y sintiendo a moestia ue é suscita en uienes aún no están habitados a su presencia. Esa ateración, ue en nada modifca as competencias actias o aectias ue de é puede reuerir e coectivo, asta para aimentar a difcutad permanente de su integración so cia, a causa de aor simbóico atribuido a rostro. A ta punto, ue muchos de os ue a suen preferen no sair de su casa y enentar esta prueba. Perder e rostro es auí más e perder e prestigio erdre la face (perder a cara)] , puesto ue en esta útima circunstancia aún se puede esperar e momen to orabe de «hacer un buen pape» [aire bonne gure (hacer buena cara)] , hacer buena fgura, mientras ue e hombre desfgurado está obigado a a ar ga espera de una eentua corrección uiúrgica, pero es raro ue éstas no dejan secueas. En Los cuadernos de Malte Laurids Brie, R. M. Rilke narra na espe cie de sueño eno de angustia. Ve a una mujer pensatia, con e rostro entre as manos Camina entamente. Se oye un ido: «La mujer se asustó, se arrancó a sí misma. Demasiado rápido, demasiado iolentamente, de modo ue su rostro e uedó en as manos. Yo podía eo aí, podía er su rma hueca Me costó un eserzo inaudito uedarme en esas manos, no mirar o ue había sido despoja do. Me estremecía de ansias por er un rostro desde adentro, pero tenía mucho más miedo de er a cabeza desnuda, despeejada, sin rostro».1 1 E rostro desf gurado o uemado es un rostro de terror. Ha perdido a exibidad de a carne origina, os músculos están aterados, y s expresiones ue se inscriben en sus rasgos no se reacionan con os aectos e siente el actor. Ya no hace espejo con el de su interocutor, no sóo en e pno rm, sino también en e de las signi fcaciones. E rostro se uee enigmático, cas amor, inuietante por a di cultad de captar en é as reerencias de identidad ue ueen a comunicación posibe y amiliar. Hace alta tiempo para ue la alteración de rostro de otro se borre y ue éste sea nueamente percibido en su humanidad y signifcación. E estigma no es ago natura ue impone s inrtunio a actor, es un agre gado netamente socia en el núceo de una reación, una signifcación y un aor impuestos desde aera en na característica sica. La inmia de su condi ción puede impregnarse en é muy precozmente. Por ejempo, un niño de cua tro años medio, uo rostro se uemó rondamente en e pasado, mimado por sus padre oes muy protegido en e seno de círcuo miiar, etra por prmr r merna dode o scrieron n que hue 1 1 Ril, R. M. Les cahiers e Malthe Luris Brig o. cit., pá g . 14 [En español: Los cuade os de Mal Lau rids Bige , op cit] . 257
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ra tdo cotactos prvos con los docnts. La llgada d Jlián y s intgra ció n los jgos sscita l trror d los niños. La stación es tal la drctora d la scla pd a los padrs lo rtir. 12 Jlián acaba d xprim tar por prmra vz la mrada sin dlgncia d los otros. Aprndó a costa d s propo crpo, por la volca todavía poco ritalada d los niños, la con sdración d la pde sr objto n l transcrso d s existnca. S b más adant, las rlacos soc als, s sgrgacón s ralc d mchas y drts rmas. La altración dl rostro impo al actor na rserva d s ampltd d ac ció y d s campo socal. Lo oblga a vcs a tomar prcaucons para no ico modar a las prsoas q s crza s camno. «E l intrés d aydar a los otros a dmostrar tacto obsrva E. Goman, s rcomida cntmte a las prsoas dsfgradas s dtgan poco l mbral d un ctro, para dar a los tros trlocutors l tmpo d compor na actitud». 13 Aproxars tamt, como dado, mrar s rloj, obsrvar algo los alrddors, so algos d los modos msrados d accso al otro prsrvan las dsas d ést, ls da tmpo para dsipar s sorprsa hacr como s aa scedra. Acttd proamt rtalada da a hombr dsfg rado la ssacó d q prmantmt stá a mrcd d los dmás, smpr la csdad majar las traccons las s ctra mpcado. A la vda cotana, cado cama por la vrda o toma trasports púbcos, o stá protgdo d las mradas aptan a él, s dt co sistenca sobr s rostro, lo po sn dscaso vdca, obstaclzando clso ss inttos por pasar advrtdo. La nrmra accidntada d a ya hablamos rcrda con amargra l brv momnto n dbó tomar l atobús para r a s trabajo. «Las mradas insistnts d los pasaj ros m scrtaba d modo rptido ran mus díces d soportar» . A la nvrsa, l hospital l parcía n lgar privilgado, n rmanso dod pasa nadvrtida, n mdo d ss colgas, habtuaos a tratar co rmos mtlados, a asstr al simnto n todas sus rmas, allí « adie m mraba, s n lgar d trabajo prvgado n caso como ést. Los rmos m hciron sólo algnos comntaros. Ms compañros tapoco m hablaba d tma» . El hosptal s un ghtto socal y cltral l ca a d las vtajas s protgr a calir actor d los risgos d la advrsidad socal cando s víc tma d hrdas gravs y vsbls, por jmplo, ua mtacó, hmatomas, c 12 Lecuyer, Nathaie, <&tre psychologue dans un centre de grands blés», /urnl des Psychlgu, mzo, 1 989, nº 65, pág. 57. 13 Gofan, Ervn, p. cit , pág 40 .
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9.
L DESFIG CIÓN: A MINUSVAÚ DE APARC I Belza feald
catrices o dermaciones. A lo largo del testionio de la joven, el lector se entera que ella trabaja ahora en un servicio de cirugía máxilocial. Otra manra de ndirse en un paisaje humano donde a mayoría de sus interlocutores suen lesiones más o menos graves en el rostro. Allí, ea es una entre otros, comparte fnalmente un destino común. Otra mujer, con el rostro alterado desde su juventud, habla del «veneno» d las miradas que la siguen paso a paso desde siempre y no cesan de recordarl su torento sin saberlo. Del mismo modo, el personaje de Kobo Abe, gravemen te desfgurado por un accidente, es el blanco constante de la mirada de los transeúntes. Sueña con dvolver la violencia a quienes lo torturan sin descanso. «¿Y si me parara ante ellos sin decir nada? ¿Si observando sus reacciones me quitara los lents, luego la máscara protectora que tengo sobre la boca y deshiciera mi vendaj? Su perplejidad se transrmaría primero en turbación, luego en súplica muda, pero yo sguiría deshaciendo mi vndaje, e lo quitaría fnalment para hacer aparecer mi rostro y arrancaría de un solo tirón, para producir cierto ecto, la última venda».14 Oecer un rostro espantoso al indiscreto cuya mirada insiste, ya no tner que bajar los ojos ni rumiar su dolor, sino hacer de su inrtunio un arma para devolver la violncia a quien la pone en práctica. El sueño dl personaj de Kobo Ae s estrmecedor, muestra con toda su rigor la violncia qu sue el hombre desfgurado.
14.
Abe, Kobo, op cit. 259
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