Traducción de Ta tia n a S ule
ROBERTO % DA MATTA
Carnavales, malandros y héroes Hacia una sociología del dilema brasileño
FONDO DE CULTURA ECONÓM ICA M ÉXICO
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CARNAVALES DE LA IGUALDAD Y DE LA JERARQUÍA
A sí, umbanda y carn aval — junto con su p rim o hermano el fútbol— quedan unidos por los poderosos lazos que hermanan a los débiles en general con sus poderes m ágicos y místicos: aquello que sobra y que el poder secular y fundado en la fuerza física y en el m onopolio de la violencia, desde luego, no puede controlar (cf. Lewis, 1963). De este m odo, si bien los inferiores estructurales tienen reprim idos y bastante limitados su fuerza de trabajo y su poder de reivindicación política, pueden hablar con los espíritus y conocer el futuro, con lo que logran aquella tranquilidad que los ricos y poderosos, por definición, no pue den tener. Por consiguiente, en la umbanda y no en el carnaval, los pobres, y en especial las mujeres pobres (doblemente repri m id as), se relacionan con las entidades espirituales (o con la samba y el ritmo) y pueden seducir y curar sin distinciones de poder o de riqueza. La ideología de la caridad, del amor, de 1¡ renuncia y de la conciliación es, pues, m ucho m ás que una ideo logía política destinada a la mistificación. Es un valor decisivo del prop io sistem a jerarquizante que, con los ladrillos de la religión m ística y de la aflicción y el fuerte cimiento del fútbol y del carnaval — y aquí tenemos actividades basadas en el des em peño y no en la sustancia— ayuda a levantar verdaderas m urallas contra la insatisfacción social, revestidas del confo|| m ism o de un sistem a que hace de la incoherencia entre pen-' sam iento y acción una de sus marcas registradas. Éstos son algunos puntos claves del dilema brasileño y de la especificación de nuestra sociedad que, com o quedara cada vez m ás claro, funciona tal cual el fado de Chico Buarque y Ruy G u erra, en aquella perm anente perplejidad de quien se ma chuca y em brutece con las m anos, m ientras el corazón llora y así, tan lleno de sentimiento, puede soportar la tortura.
IV. ¿SABE C O N Q U IÉN ESTÁ H A BLA N D O ? UN ENSAYO SOBRE LA D IFEREN CIA EN TR E INDIVIDUO Y PERSO N A EN BRASIL
a h o r a h e e s t u d i a d o m om entos especiales de la vida gocial de Brasil. En consecuencia, me centré en por lo menos tres formas básicas de presentación (o representación) ritual de la sociedad brasileña: el carnaval, la Semana de la Patria y las proeesiones religiosas de la Iglesia católica rom ana. Sabemos que tedas esas formas de desfile, exhibición y congraciamiento social s£)n extraordinarias y revelan aspectos importantes de nuestro orden social. Además, esas formas siempre se ubican en la cate goría general de "fiestas", por lo que se señalan sus denomina dores comunes como acontecimientos con rasgos semejantes. j|y en realidad, esos momentos se caracterizan por estar bien marcados colectivamente, por estar vinculados de m anera ofi cial con la sociedad y la cultura brasileñas a través de algunos ISrganos del Estado, por ser festividades y, com o tales,jnom enlos d ep ro funda motivación poIítico-sociaI7por ser m om entos especiales en la vida social brasileña y así definidos por las poblaciones que los realizan. No obstante, ahora mi intención es interpretar desde el punto de vista sociológico otro ritual Brasileño que guarda una relación ciertam ente sim étrica e in versa con los estudiados hasta este momento. Homo- es obvio, me estoy refiriendo al rito d el "¿Sabe con qqfcn eátS hablan d o?", que siem pre implica una separación radical y autoritaria de dos posiciones sociales real o teórica mente diferenciadas. Tal vez p o seso , la m anera de dirigirse a otro, tan popular entre los brasileños, se excluya en forma sis temática de los itinerarios — serios o superficiales— que aspi ran a definir los rasgos esenciales de nuestro carácter com o pueblo y n ación .1 El "¿Sabe con quién está hablando? , ade-
¿A S T A
.! De hecho, la expresión está ausente — y de manera significativa
de dos
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"¿SABE CON QUIÉN ESTÁ HABLANDO?"
más de no ser motivo de orgullo para nadie — dada la carga de la expresión, considerada antipática y petulante— se oculta de núestra im agen (y au toim agen ) com o un m odo indeseable de sei brasileño, pu esto que revela nuestro form alism o y nuestra m anera velada (e incluso hipócrita) de dem ostrar los más vio lentos prejuicios. De hecho, com o verem os a continuación, el rito del "¿Sabe con quién está hab lan d o?" nos pone mucho m ás del lado de las escalas jerárquicas y de los caxias — que de m anera sistem ática querem os esconder o, en otras palabrag, pensam os que no tenem os necesidad de m ostrar, pues "cada cual debe conocer su lu g ar"— que de las asociaciones espontá neas, libres y holgazanas del fútbol, de las cervezas en la playa, los carnavales y la sam ba. Y todos los brasileños saben que la expresión es el reflejo ritualizado y casi siem pre dram ático de una separación social que nos sitúa m uy lejos de la figura del malandro y de sus recur sos de su p erviven cia social. Pues el "¿Sabe con quién está hablando?" es la negación del jeitinho, del "m odito", de la "cor dialidad" y del malandraje, esos rasgos que siem pre se toman para definir, com o lo hace Sergio Buarque de H olanda (1973), nuestro m odo de ser e, incluso, com o lo sugiere Antonio Cán dido (1970), para m arcar el nacimiento de nuestra literatura. Por el reconocim iento social extensivo e intensivo en todas las cap as, clases y segm entos sociales, en periódicos, libros, historias populares, anecdotarios y revistas, la form a de inter acción que m anifiesta el "¿Sabe con quién está hablando. • parece estar im p lan tad a — junto con el carnaval, el ju e g o c bicho, el fútbol y el m alandraje— en nuestro corazón cultura ■ Lo que no tiene — y p o r lo m ism o es un rito básico para esto", diario en referencia a los capítulos anteriores— es una fécn^ fija y d eterm in ad a colectivam en te p ara su uso o a p a r i c i ó n . Entonces, en el "¿Sabe con quién está hablando?" tenemos dos rasgos m uy im portantes. , U n o r e ellos es el asp ecto escondido o latente del uso iy estudios dedicados a las locuciones brasileñas. Me refiero a los eméritos Luís da Cámara Cascudo (Locugdes tradícionais no Brasil, Unive Federal de Pernambuco, 1970) y R. Magalháes Júnior (Dicionário brasi 'e proverbios, locuqoes e ditos curiosos, Editora Documentário, Río de Janeiro,
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aprendizaje) de la expresión, que casi siem pre se ve com o un recurso justificado o ilegítim o a disposición de los m iem bros de la sociedad brasileña. En otras palabras, enseñamos la samba o el fútbol, hablam os de la playa y de la m ujer brasileña, de nuestras inform alidades y ap ertu ras (que desde luego indi can nuestra v o cació n realm ente d em o crática)^ p ero nu n ca marcamos el "¿Sabe con quién está hablando? ante el niño y el extranjero. Al contrario, ftasta llegamos a prohibir su uso por indeseable", aunque nada impida que se utilice la execrable for malidad en la p rim era situación al día siguiente. C on sid era mos la expresión com o parte del "m u n d o real , de la du ra realidad de la v id a ", un recurso enseñado y activ ad o en el mundo de la calle, ese universo de crudezas que separam os y defendemos — com o vim os en el capítulo n — de nuestro ho gar", de nuestra "m o rad a", de nuestra "casa". El m undo de la vcalje usa el "¿Sabe con quién está hab lan d o?", pero nosotros decidimos no integrar el rito del m odo dulce, agradable y fue ra dé la rutina con el que preferimos tomar conciencia de nues tro universo social. De esta m anera, el "¿Sabe con quién está hablando?" no se toma en serio en nuestras reflexiones (erudi tas o de sentido com ún), del m ism o m odo que todavía no ha servido com o letra de samba. Otro rasgo del "¿Sabe con quién está hab lan d o?" es que la expresión remite a una vertiente indeseable de la cultura brasi leña, pues el rito autoritario indica siempre una situación con flictiva, y la sociedad brasileña parece rechazar el conflicto. N o es que con esto se elimine el conflicto. Al contrario, com o toda sociedad dependiente, colonial y periférica, la nuestra tiene un alto nivel de conflicto y de crisis. Pero entre la existencia de la crisis y su reconocim iento existe un vasto camino por recorrer. Hay form aciones sociales que buscan enfrentar las crisis de inmediato tom ándolas com o parte intrínseca de su vida polí tica y social, m ientras que en otros órdenes sociales la crisis y el conflicto son inadmisibles. En una sociedad la crisis indica algo que debe corregirse; en otra representa el fin de una era, se convierte en señal de catástrofe. Todo indica que en Brasil concebimos los conflictos com o presagios del fin del m undo y como debilidades — lo que dificulta admitirlos com o parte de
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n u estra historia, sobre todo en sus versiones oficiales y nece sariam ente solidarias— . En vista de ello, tom am os partido por privilegiar siempre nuestras vertientes m ás universalistas y cosm opolitas, y deja m os de lado una visión m ás profunda y genuina de nuestros problemas. Por cierto, sería m ás correcto decir — aun bajo pena de estar realizando una digresión larga y prem atura que las cap as dom inantes y vencedoras siem pre adoptan la perspec tiva de la solidaridad, m ientras que los disidentes y los domi n ad os asum en sistem áticam ente la posición de manifestar el conflicto, la crisis y la violencia de nuestro sistem a. El error, y esto nos parece evidente, es perder de vista las dialécticas de la vida social y tomar una de las posiciones com o cierta al pensar que sólo ella representa una visión correcta de nuestra reali^ ' dad social. Así, al hablar de nuestro "¿Sabe con quién está hablando?" y tratar de in terp retar la expresión com o un rito de autoridad — un rasgo serio y revelador de nuestra vida social— , tenemos que adentram os en una temática mucho m ás amplia y apasio nante, incluso básica. Si inhibim os o escondem os de los ojos del extranjero o del inocente el "¿Sabe con quién está hablando?", y dejamos de in tegrarlo en n uestra visión corriente de lo que es Brasil, con seguridad es porque el rito revela conflicto y sentimos aversión hacia las crisis. Y sabem os que el conflicto abierto y marcado por la representatividad de opiniones es, sin duda alguna, un rasgo que revela un igualitarism o individualista que, entre n osotros, casi siem pre choca de un m odo violento con el es queleto jerarquizante de nuestra sociedad. C a r o está que el "¿Sabe con quién está hab lan d o?" mani fiesta en niveles cotidianos esa ojeriza a la discordia y a la cri-. sis, rasgo que considero básico en un sistem a social extremada m ente preocupado por el "cada cual en su lugar , esto es, por la jerarquía y por la autoridad. En esta perspectiva se descubre p o r qué el "¿Sabe con quién está habland o?" cau sa disgusto. En realidad, en un mundo que tiene que m overse obedeciendo a los engranajes de una jerarquía que debe verse com o algo n atu ral, los conflictos tienden a tom arse p or irregularidades.
F1 mundo tiene que ponerse en m ovim iento en térm inos de a arm onía absoluta, fruto evidente de un sistema dominado la totalidad (c f D um ont, .1977) que cond uce a un p acto E f u n d o entre fuertes y débiles. Y, por lo tanto, en ese sistema L dom inación en el que se evita el conflicto abierto es donde encontram os, incluso dentro de la relación entre superior e inferior, la idea de la consideración com o valor fundamental. | Dentro de este m arco, el conflicto no puede verse com o un síntoma de crisis en el sistem a, sino com o una revuelta que ftebe y requiere ser reprim ida. C om o crisis, habría que hacer un esfuerzo p ara m odificar toda la tela de relaciones im pli cadas en la estructura, pero, com o revuelta, el conflicto se cir: ¿unscribe personalm ente y así se resuelve. A sí lo hace Pedro y, lasarte: estudiado en el capítulo v), quien, ante el hacendá i s crUel y explotador, no acusa al sistema de dominación, sino §1 hacendado. Entre la modificación del sistema o de su agente, Eedro M alasartes actúa con aquella generosidad típica de los pobres: castiga al agente y mantiene el sistema. Los informantes no interpretan de otra form a el "¿Sabe con guién está hablando?" N unca tom an la expresión com o la ac tualización de valores y principios estru ctu rales de nuestra sociedad, sino com o la m anifestación de rasgos personales indeseables. En este sentido, el "¿Sabe con quién está hablan do?" sería com o el racismo y el autoritarismo: algo que ocurre entre nosotros por casualidad y depende sólo de un "sistem a" implantado por los grupos que detentan el poder. Es evidente, como intento dem ostrarlo en este libro, que la situación, por desgracia, es m ucho más compleja. ¿..Pero persiste el hecho de que tenemos un sistema social con aspectos conocidos, pero no reconocidos por sus miembros. En Ja recolección de datos para este ensayó, algunas personas de '.ftiyel universitario se hicieron las desentendidas y otras incluso se negaron a responder a dos o tres preguntas elem entales planteadas en el nivel del uso de la expresión y de la recolec ción 3e casos. Una constante fue la dicotom ía — significativa para lo que estamos investigando— entre, digam os, la gram áfca del "¿Sabe con quién está h ablando?", es decir, las situa c i o n e s que perm iten o no el uso de la expresión, y el núm ero
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de casos en los que el inform ante estaba im plicado. General m ente, la situación e ra con sid erar indeseable el uso de la ex presión, pero ser un u su ario de la m ism a. A sí com o en los casos de investigaciones sobre prejuicios raciales, todos consi deran el prejuicio indeseable, p ero en situaciones concretas específicas todos se m uestran racistas. ¿Qué significa esto desde el punto de vista sociológico! ¿Serem os un pueblo con trad icto rio , incapaz de reconocer nuestros niveles de irracionalidad? ¿O una sociedad que privi legia algunos de sus aspectos y los tom a com o vehículos para la construcción de su autorrepresentación? Es evidente que la respuesta se encontrará al resolver el se gundo problem a. Pero entonces es necesario descubrir cuáles son los aspectos que se con sid eran positivos de m anera sis tem ática, cap aces de serv ir com o sustentos ideológicos en la constitución de una identidad brasileña. A hora bien, lo que ~ estudio del "¿S ab e con quién está h ab lan d o?" perm ite reali z ar es el descub rim ien to de una especie de paradoja en una socied ad v o lca d a h acia todo lo que es universal y cordial, el descubrimiento de lo particular y de lo jerarquizado. Y ese des cubrimiento se da en condiciones peculiares: hay una regla que niega y reprim e su u so. N o obstante, hay una práctica igual m ente general que estim ula su empleo. Es com o si algunos fac tores estuvieran siem pre presentes en nuestra sociedad: en pn" j n e r lugar, la neeesidad d e-sep arar la regla de la práctica: - r segundo, el descubrim iento de que existen dos concepciones de la realid ad nacion al: una de ellas es la visión del mundo com o foco de integración y cordialidad, la otra es la visión d m undo com o com puesto de categorías exclusivistas, c o lo c a d a s en una escala de respetos y diferencias. Finalmente, descubri m os que todo lo que tiene que ver con lo inclusivo es manifiesta tam ente aceptado por nosotros. Lo contrario es válido para exclu sivo, que con frecuencia se esconde o se habla í r¡ baja. Así, se grita el carnaval, y el "¿Sabe con quién está hablWM d o ?" se esconde. U no es asunto de libros y de películas; el OjH de eventuales artículos antropológicos, y no figura en el pap las cosas serias y agradables, com o el fútbol, el juego del ic y la cachaza.
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T e o r ía "¿S abe
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y p r á c t ic a d el
c o n q u ié n e s t á h a b l a n d o ? "
Todos los informantes de una encuesta que realizamos^ — cerca de una centena de personas— indicaron que eran innum era bles las situaciones en las que se podía u sar el "¿Sabe con ¿[uién está habland o?, pero que evidentem ente era posible , especificar m om entos típicos en los que se podía em p lear la fórmula. En esto se da una form idable coherencia entre ellos, lo que indica que nos enfrentam os a una form a socialm ente establecida y no a una manía o un m odism o pasajero, fruto de una época o clase social. Algunos inform antes, por ejemplo, fueron capaces de seña lar con relativa precisión las condiciones sociales en las que ^determinado ego usaría el rito de separación, com o ocasiones globales en las que busca "sentirse im portante" o "m ostrar su posición social". Incluso se especifican ciertas condiciones, en un orden de p riorid ad , com o sucede con los inform antes de nivel universitário; por ejemplo éste que dijo: Creo que inevitablem ente una persona u sará la expresión cuando: a) sienta am enazada (o disminuida) su autoridad; b) desee im poner en forma cabal y definitiva su p oder; c) inconsciente o consciente mente perciba en su interlocutor una posibilidad de hacerlo sentir inferior en relación con su estatus social; d) sea una p erson a débil en su interior o que sufra de com plejo de in feriorid ad ; e) cu an d o perciba al in terlocu tor, de una u o tra form a, com o u n a am en aza para el cargo que ocupa.
Nótese, en p rim er lugar, que los datos exp u estos antes se recogieron sin previo aviso y sin discutir el asu n to (es decir, el investigador no transm itió al inform ante sus ideas). El afinam iento y el alto grad o de sofisticación y detalle en los 2 Llevé a cabo una recolección de material con alumnos, conocidos y enfre n tad os al azar. Alumnos míos del i e s a e de la Fundación Getúlio Vargas y de “ Escuela de Artes Visuales complementaron esa recopilación de material. Les Agradezco a todos no sólo los datos, sino también las discusiones que tuvimos, A dam en tales para la elaboración de este trabajo.
'¿SABE CON QUIÉN ESTÁ HABLANDO?"
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m atices de las relaciones sociales son descubrimientos del pro, pió inform ante en la práctica social. Otros no se quedan atrás, lo que m uestra el carácter colectivo de la expresión y, más qUe eso, un a p reocu p ación intensa por todo el universo social y por la m anera de navegar en él. De hecho, lo que p odría llam arse conciencia de posición social de los informantes es tan grande que no quedan dudas respec to a que todos están actualizan do, obviam ente en distintos niveles, nuestros fam osos dictados de "urTTugar para cada cosa y cada cosa en su lu g a r", "cada chango a su m ecate", etc. Así queda dem ostrada una enorm e preocupación por la posi ción social y una trem enda conciencia de to J a s las reglas (y recursos) relativas al m antenim iento, la pérdida o la amenaza d e esa posición. Y en este punto río'puedo dejar de recordar una observación de Alexis de Tocqueville:
H e r desconocimiento o por falta de percepción social, alguf63 ‘egja j e etiqueta que, com o dice Tocqueville, tiene el peso m yna ley, cuyo conjunto forma una legislación. Tampoco que¡feU dudas en cuanto a que el corolario de una form ación jal co n ta m in a d a d e esta m anera es el m iedo profundo al 9¡dículo y la payasada. Precisam ente es lo que ocurre entre noscuando el desconocim iento de los límites de las posiciosociales se sanciona de m anera negativa, ya sea con la cla" Ü a c i ó n ¿ e COm eter un "vejam en " (un error social) o con el iescubrim iento del error sim ultáneam ente con su violenta c o r r e c c ió n , con la recepción, com o decimos en lenguaje decep cionado, "dando la cara" (m áscara que carga nuestro respeto y n u e s t r a honra de personas), del vociferado "¿Sabe con quién está hablando?". Para citar una vez m ás a Tocqueville, son ¡f e itr a s "am argas afrentas", que recibimos cuando por algún motivo perdemos la noción de lugar, pero también es necesario diáeutir algunas variaciones en el ..del "¿Sabe con quién está hablando?" Me refiero a la po sibilidad de no con ocer la expresión, ya que quien la usa la emplea de arriba abajo, com o perm iten deducirlo de inmeSiato las ocasiones generales presentadas por los informantes, i la indagación nuevam ente revela algunos puntos im portan tes, junto a algunas sorpresas y complicaciones. Una vez obtei i á p s los prim eros datos (en los que se preguntaba acerca de tas ocasiones en las que se usaba el rito de separación y los rngns conocidos por el inform ante o en los que se había visto l l B í u c r a d o ) , descubrí la posibilidad de en con trar personas situadas en categorías teóricamente incapacitadas para usar la fórmula. En prim er lugar esarían, desde luego, los m iem bros Sé las clases dom inadas o de los grupos destituidos de poder. Isimismo, apliqué mis preguntas, con sus necesarias transfor maciones, a empleadas domésticas, sirvientes y niños. pos resultados fueron dispares. N o obtuve un consenso (term in ad o por lo' que podríam os llam ar posición social general", en la que todos los "inferiores estructurales m encio n a o s dijeran que no podrían usar la expresión p or no tener poder alguno. Lo mismo sucedió con los niños. Así, hubo sub alternos que no tenían la m enor idea del em pleo de la expre-
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E n las c o m u n id a d e s a ris to c rá tic a s , d o n d e u n p e q u e ñ o núm eru de ,
p e rs o n a s d irige to d o , la c o n v iv e n cia so cial e n tre lo s h om b res obe d e c e a re g la s co n v e n cio n a le s e sta b le cid a s. T o d o s c o n o c e n o creen c o n o c e r e x a c ta m e n te las m a r c a s d e re s p e to o a te n c ió n que deben d e m o s tra r y se p re su m e q u e n ad ie ig n o ra la cie n cia d e la etiqueta
Y continúa el genial observador social trances:
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L a s c o s tu m b re s y p rá c tic a s esta b le cid a s p o r la p rim e ra clase déla s o cie d a d sirven d e m o d elo a to d as las o tra s, c a d a u n a de las cuales, a su v e z , estab lece su co d ig o p ro p io , q u e to d o s s u s m iem bros están o b lig ad o s a ob ed ecer. A si, las reg las d e d e lica d e z a fo rm an un com plejo sistem a d e legislación , difícil d e d o m in a r a la p erfecció n y del c u a l, al m is m o tie m p o , re s u lta p e lig ro so d e s v ia rs e ; p o r eso, los h o m b re s e s tá n c o n s ta n te m e n te e x p u e s to s a in flig ir o recibir, de m a n e ra in v o lu n taria, a m a rg a s afren tas (1969: 2 5 7 -2 5 8 ).
Dejamos para después la discusión más detallada de la apucabilidad de esta observación m agistral de Tocqueville al caso brasileño. Por ahora basta con notar que, com o en la Europa del siglo xix, h oy tenemos la m ism a impresión de correr siempre el riesgo de "m eter la p ata", de "d ar un co rtó n ", de " h a c e r un v ejam en ", de "d a r un b asto n azo ", en fin, dejar de seguir, ya
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¿SABE CON QUIÉN ESTÁ HABLANDO?"
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sión y que la tom aban com o una sim ple p regunta hecha por alguien que deseaba darse a conocer. Y también bubo subalter nos que habían recibido o usado el "¿Sabe con quién esti hablando?"* m uchos de los cuales m anifestaron una especie da honor ante el hecho de no haber recibido nunca tal amonesta ción. Lo m ism o ocurrió con los niños. Pero, p ara volver la situación com p licada^hubo muchas casos en los que el "¿Sabe con quién está hab lan d o?" había sido u sad o p or un inferior (o subalterno) con tra otra persona cualquiera, con una identificación social vertical mediatizando el uso de la fórm ula, esto es, con el subordinado que toma la pro yección social de su jefe, patrón o empleador, com o cubriendo su propia posición. De este m odo, son m uchos los ejemplos del em pleado que usa el ritual de alejamiento del m odo siguiente: "¿Sabe con quién está hablando?" "¡Yo soy el chofer del minis tro!" (¡o del general fulano de tal!, ¡o del jefe del s n i !) Uno j}e los casos que obtuvo uno de mis colab oradores, que le fue narrado p or el propio em pleado (una em pleada doméstica), es un ejem plo excelente de esas reacciones verticales intensas, donde existe la proyección de posición social: "Yo estaba a car go de la hacienda de un coronel y sus subordinados hacían uso de la casa. Uno de ellos, a causa de un cambio de cuarto, deci dió preguntarm e si yo sabía con quién estaba hablando. Pero, cu an d o llegó el coronel, yo le pregunté quién m andaba en la casa y él dijo que era yo y aquel 'con quién está hablando tuvo que dar disculpas".3 ’ El p od er de estos usos y nuestra familiaridad con dicha for m a de identificación social m uestran su im pacto y su frecuen cia en el escenario brasileño. A tal punto que también sabernos cóm o sancionar el com portam iento de alguien que, al ser su
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3 Aquí tenemos un caso idéntico a aquel narrado por M achado de Assis y estudiado por Faoro (1976: 30-31), donde se discute la concesión de un de nobleza a alguien. En este caso, todo el grupo doméstico está de fiesta c ^ la transformación del patrón y dueño de la casa en barón. Y, en consecue i "los propios esclavos parecían recibir una parcela de libertad y se con se ban con ella. ¡Doña baronesa!, exclamaban saltando. Y Joáo empujaba a * golpeando las castañuelas con los dedos: Gente, ¿quién es esa criolla? Soy esc de doña baronesa".
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ordinado de un "gran d e", se vuelve pedante y pierde la noción de sus verdaderos orígenes, por lo que queda com o un igno rante", un "presum ido", un "enm ascarado" (término significa tivo). Por otro lado, el poder de la identificación vertical es proporcional a la "altu ra social" del dom inante. C uanto m ás alta es su posición, m ás impacto adqu^'re el uso del ¿Sabe con quién está hablando?" por parte a e sus inferiores, pues el fenó meno relevante es el de la proyección de la posición social hacia más de un individuo, lo que m uestra que en ciertas for maciones sociales una determ inada posición social puede recubrir a m ás de un individuo y tienae a tom arse por una ver dadera institución.4 Del m ismo m odo, los niños también usan la fórmula de alejamiento al em plear una identificación con el área social ocupada por sus padres: "¿Sabe con quién está ha blando? ¡Soy hijo de Fulano de Tal!" Aquí, la posibilidad de una •conciencia vertical de posición es tan grande que uno de nues tros informantes, hijo de un senador de la República, manifestó que su padre les prohibía terminantemente el uso de la expre sión. También las em pleadas dom ésticas utilizan la fórm ula, identificándose con sus patronas y situándose p or encim a de las personas de las que se diferencian, con lo que establecen una relación jerarquizada. Pero, al tratarse de mujeres (que en nuestro sistem a ocupan una posición de inferioridad social, mas no m oral), el "¿Sabe con quién está hab lan d o?" aparece asimismo en contextos de interacción entre un hom bre y una mujer, com o una defensa en prim era instancia de la honra 4 Otra vez recuerdo a Alexis de Tocqueville hablando precisamente sobre este asunto: "Las comunidades aristocráticas, dentro de la multitud de perso nas por sí mismas destituidas de poder, cuentan siempre con un pequeño número de ciudadanos poderosos y ricos, cada uno de los cuales puede reali zar grandes cosas. En las sociedades aristocráticas, esos hombres no necesitan reunirse con el fin de actuar, pues están fuertemente ligados unos a otros. Cada ciudadano rico y poderoso constituye una asociación permanente y necesaria compuesta por todos los que dependen de él y por los que somete Para la ejecución de sus designios" (1969: 230). He aquí, tangencialmente, la respuesta a la observación de la falta de asociaciones en el mundo brasileño. Es mucho menos función del individualismo que del poder de control de las Personas en las posiciones superiores, que reúnen a su alrededor una vasta ^entela.
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fem enina. Así, son com unes las situaciones en las que una mujer, "n o resp etad a" por el cenquistador osado, echa mano del "¿Sabe con quién está hablando?" para inhibir las intencio nes agresivas de su interlocutor. De acuerdo con la misma lógica, las mujeres en general usan la identidad (y la identificación) con sus m aridos com o recur sos para establecer sus diferencias. Por consiguiente, tenemos el "¿Sabe con quién está hablando? ¡Soy esposa del diputado Fulano de Tal!", em pleado para contener cierto problema. Estos casos m uestran que los inferiores estructurales no de jan de u sar el "¿Sabe con quién está h a b la n d o ? ', que no es exclu sivo de una categoría, g rup o, clase o segm ento social, Muy por el contrario, la expresión parece permitir la identifica ción p or m edio de la p royección social, cu an d o el inferior la utiliza p ara asum ir la posición de su patrón o jefe y actúa en ciertas circunstancias com o si fuese el propio superior, de ma nera que em plea los lazos de subordinación para hacer sentir inferior a otro individuo que, en condiciones norm ales (es decir, por criterios económicos generales), sería su igual.5 Es evidente que esto indica las perplejidades de una estruc tura social en la que la jerarquía parece basarse en la intimidad social. En ese sentido, las relaciones pueden com enzar marea-^ das por el eje econom ico del trabajo, pero despues adquieren una tonalidad personal y se definen también en el plano de una fuerte y perm anente m oralidad. En otras palabras, los casos de aplicación del "¿Sabe con quién está hablando?" manifiestan una estructura social en la que las clases sociales se comunican de igual forma por medio de un sistema de relaciones entrecor tadas (cf, G luckm an, 1965; que, probablem ente, termina por s Fue el caso de la esclavitud brasileña, en la que la dicotomía señor/esclavo sólo existía en el plano jurídico-económ ico general, pues en el plano de la práctica del sistema la clase esclava reproducía las jerarquías de la clase dou.; nante, conforme lo percibieron varios observadores de la escena social brasileña (cf. Conrad, 1975: cap. i). Creo que el estudio de esas jerarquizaciones de escla vos e inferiores en general, que forman gradaciones y así permiten mediacio nes y compensaciones en el tejido político y social, es básico. En ese sentido, véase el importante análisis fie Maria Isaura Pereira de Queiroz (1976a] < de las jerarquías de esclavos en dos novelas del siglo xix: A escrava Isaura y tronco do ipé.
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'nhibir en form a parcial los conflictos y el sistem a de diferen*-ación social y político fundado en la dim ensión econ óm i ca" del sistema. En una sociedád constituida dé esta m anera, en la que las relaciones de trabajo se sum an a un conjunto de la“ personales regidos p o r valores com o la intimidad (cf. Barret, 1972), la consideración, el favor (cf. Schwarz, 1977), el respeto (cf. Viveiros de Castro, 1974) y apreciaciones éticas y estéticas ¿n e ralizad o ras (com o las categorías de limpio, bien presenjo , correcto, sagaz, bueno, de trato fino, etc.), existen posibi lidades para una jerárquización continua y múltiple de todas lüs posiciones en el sistem a, lo m ism o cuando están radical mente diferenciadas o son_ formalmente^ idénticas. De este iHodo, es posible com pensar y com plem entar diferenciaciones sociales radicales y conflictivas, com o la de patrón /em pleado, uonde, por encim a del eje económ ico (el eje efectivamente básiw), opera una clasificación de carácter moral que permite diviJÉir a los patrones en buenos y malos, felices e infelices, conside ra o s o desconsiderados con sus em pleados, que son limpios o M íos, etc. Estas consideraciones, aunque puedan parecer eté reas para el m acroanalista, me parecen fundam entales si en realidad se desea aprender cómo opera el sistema y abandonar el enfoque meram ente formal o, lo que es peor, formalista. ' No obstante, la posibilidad de una clasificación con base en múltiples ejes (como ya vim os en el capítulo anterior) no sólo tiene que ver con una com pensación y búsqueda de com plerrxéntariedad de los extrem os de la escala jerarquizada de la sociedad. Igualmente permite la operación inversa, esto es, la diferenciación continua y sistémica de los iguales. Así, con gra|f¡. f e g variables de éxito, proporciona el m antenim iento de un esqueleto jerárquico y com plem entario que convive con los iieales igualitarios y complica la percepción del m odo de opedel sistema. De hecho, siempre que se hace un análisis del ' «í'istema social brasileño se toma exclusivam ente el fenóm eno de la diferenciación económica, dejando de lado todos los otros pies elasificatorios que perm iten reorientar la conducta social 1 |y política) que, como vem os, posibilitan la identificación entre détnihador y dominado. Entonces, junto a la perspectiva com gensatoria y com plem entaria que busca (aunque no siem pre
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obtiene) la igualdad, tenemos la actitud jerarquizante que dife rencia a los iguales. D ado ese principio diferencíador múltiple, dos em pleados que reciben el m ism o salario y están sujetos al m ism o régim en de exp lotación social se diferencian por sus patrones (con base en el color, la inteligencia, la postura, el moralismo, etc.) y, p or la m ism a lógica, se diferencian entre sí. Pot lo tanto, se pued en establecer patrones de diferenciación in terna con base en criterios distintos a los de la diferenciación dominante, fundada en el plano económico. El sistem a iguala en un plano y jerarquiza en otro, lo cual prom ueve una trem enda complejidad clasificatoria, un enorme sentimiento de com pensación y com plem entariedad e impide, ciertam ente, la toma de conciencia social horizontal. Así, se fa cilita la tom a de co n cien cia v ertical, del em p lead o qué se identifica en ciertas ocasiones con su patrón, de la empleada con la casa donde trabaja, del trabajador con la em presa que lo emplea, y de la em presa y los empresarios con ciertos órganos del Estado, pues en Brasil todo indica que el Estado es el ámbito responsable de la totalización de todo el sistema en su vertiente formal y acabada. A sí, resulta difícil clasificar totalmente a una persona (o institución), a menos que ella se encierre en una 3e las dimensiones del sistem a, lo que conforma uno de los pun tos básicos de nuestros conflictos y se toma com o el "núcleo de las llam adas rebeldías. Por ejemplo, si un grupo estudian)il está realmente decidido a continuar una huelga y no atiende a las apelaciones de las au toridades (que se hacen en térm1Tl de la ap ertu ra del gru p o como ciu d ad anos, patriotas, hijos, hom bres de b uena v olu n tad , etc.) y decide m antenerse en el eje de la identidad social de estudiante, entonces, inevitable mente, el grupo será calificado de rebelde y el conflicto se vol v erá ca d a vez m ás grav e. P or lo general, todos juegan con todas sus identidades, vale decir, con todos los ejes clasifícate rios posibles, pues quien tiene m ás identidades y ejes clasifica' torios para utilizar es ciertam ente más "rico" y tiene "m ás preS' tigio", de tal forma que — com o veremos más adelante— resulta m ás difícil clasificarlo. En un sistem a con este tipo de dina' mismo, no hay duda de que existen obstáculos m uy grandes en la individualización de las clases sociales, entrecortadas por sus
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posibilidades de m últiple interacción y clasificación social »en ejes variados, y a que nadie se encierra en torno a una sola di mensión clasificatoria. Si bien el criterio económico es d e te r m i nante del patrón de vida, no es en m odo alguno determinante de las relaciones personales (y m orales). En consecuencia, es mucho m ás fácil la identificación con el superior que con el igual, norm alm ente rodeado por los temores de la envidia y de la competencia, lo que entre nosotros dificulta la formación de éticas horizontales.6 __ frente a esto diría que, desde luego, en Brasil vivimos más la ideología de las corporaciones de oficio y de las herm andades religiosas, con su ética de identidad y lealtad verticales, que las éticas horizontales que se hicieron presentes con la llegada del capitalismo al m undo occidental y a nuestra sociedad. En consecuencia, el "¿Sabe con quién está hablando? , por el s hecho de llam ar la atención hacia el ámbito público de la persóna (y de las relaciones personales), en contraste con el ámbito de las relaciones impersonales dadas por las leyes y xe,^ am en tos generales, acaba por ser una fórmula de uso personal, des6 El problema tiene un amplio espectro y espero que mi formulación tenga gran alcance. Pienso en principio en las dimensiones históricas de ese sistema, basadas desde luego en los orígenes ibéricos de nuestra sociedad, como lo demuestra ejemplarmente Raymundo Faoro (1975). En segundo lugar, refle xiono acerca del sistema de relaciones raciales. Desde mi perspectiva, ese siste ma es uno de los ejes de la clasificación social del brasileño (diferente al sis tema estadunidense). Así, la jerarquización permanente y la posibilidad de múltiples clasificaciones y gradaciones expresan el prejuicio de marca en oposición al de "origen ", en vigor en los Estados Unidos, como lo plantea Oracy Nogueira en un artículo clásico (1954); el nuestro es parcial y permite la Compensación, el estadunidense es total e inapelable. Lo que hacem os, me parece, es impedir a toda costa la individualización que conduciría fatalmente a la confrontación directa, inapelable, impersonal, binaria y dicotómica entre blancos y negros, inferiores y superiores, dominantes y dominados, etc. Recuerdo, además, que ese modo de relacionar categorías antagónicas es anti guo entre nosotros,/ue visible en la época de la esclavitud (cuando raza y poder eran categóricamente idénticos) por medio de las cofradías y hermandades reli giosas. Dichas asociaciones crearon, sin duda alguna, un campo social en el que la individualización totalizante del sistema se zurcía y entrecortaba sistemáti camente; véase Scarano (1976); véase también Cari Degler (1971) y Thomas Skidmore (1976) para dos importantes contribuciones recientes sobre el "p ro blema racial brasileño".
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vinculada de clases o posiciones económ icam ente determina das. Todos tienen el derecho de utilizar el "¿S ab e con quién está h ab lan d o?"; es m ás, siem pre habrá alguien en el sistema listo para recibirlo (porque es inferior) y listo para usarlo (por que es superior). De hecho, todo indica que una de las razones sociales del ritual d e separación en estudio es precisamente la de perm itir y legitim ar la existencia de un nivel de relaciones sociales centrado en la persona y en los ejes y dimensiones que la universalidad clasificatoria de la econom ía, de los decretos y de los reglam entos necesariamente deja de lado. El "¿Sabe con quién está h ab lan d o?" — y podem os decirlo sin recelo de co m eter un cortocircuito sociológico— es un instrum ento de una sociedad en que las relaciones personales form an el núcleo de aquello que llam am os "m oralidad" (o "esfera m o ra l'), y tiene un enorm e peso en el juego vivo del sistema, que siempre ocu pa los espacios en los que las leyes del Estado y de la economía no penetran. Así, la fórmula "¿Sabe con quién está hablando?" es una función de la dim ensión jerarq u izad ora y del patro nazgo que perm ea nuestras relaciones diferenciales y permite, en consecuencia, el establecimiento de nexos personalizados en actividades básicamente impersonales.7 A dem ás de esas condiciones generales, el "¿Sabe con quién está h ab lan d o?" tiene innum erables varian tes, que son sus' equivalentes: "¿Q uién se cree usted?", "¿D ónde cree usted que está?", "Q u éd ese en su insignificancia", "M ás am or y menos co n fian za", "¡M írese en el espejo!", "¿N o con oce su lugar?", "¡R esp étem e!", "¿N o tiene vergü en za?", "¡M ás respeto!", etc. Las exp resion es pueden realizar el m ism o acto expresivo y consciente que, en la sociedad brasileña, parece fundamental para el establecim iento (o restablecim iento) del orden y de la jerarquía. 7 Para estudios sobre el patronazgo, véase Kenny (1960, 1968); Stirling (1968); Maybury-Lewis (1968); Greenñeld (1972); Strickon & Greenfield (1972); Wolf (1966); Cutileiro (1970); Campbell (1964); H utchinson (1966); Galjart (1964); Gross (1973); Carneiro (1976). Cf. también, para una visión que abarca el caso brasileño, Form an (1975) y W agley (1968). Para una excelente resena sobre el patronazgo visto como un modo de relación política tradicional, vease Cintra (1974).
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Para em pezar, observo que la m ayoría de esas expresiones urne una form a interrogátiva, lo que, en Brasil, surge com o In m odo evidentem ente no cordial — por ser m uy positivo— ¿je interacción social. En nuestra sociedad, la indagación está Vinculada con la averiguación, form a de procesam iento jurí dico accionada cuando hay sospecha de crim en o pecado, de modo que la pregunta debe evitarse. Sin la interrogación, la vida social parece correr en su flujo norm al, de tal m anera que es posible postular un probable vínculo entre el tem or a las formas interrogativas y las sociedades p reocu p ad as por la jerarquía, donde por lo general todo debe estar en su lugar. En t r i l t c s sistemas, la pregunta puede configurar una tentativa de revolucionar todo, deteniendo (o suspendiendo) la rutina san tificada del sistema. otras palabras, el "¿Sabe con quién está hablando?" es un rechazo exaltado del "no saber", ya que impide que el interloE u to r deje de saber con quién está interactuando. Es curioso notar que se haga tan escandalosa afirm ación cuando se trata de posición social, jerarquías de posición y escalas de superio ridad (e inferioridad) personales, cuando sabemos que, en Bra sil, nadie dice "no sé" para m ostrar su ignorancia respecto de algún asunto. Érico Verissimo, que fue uno de los m ás inteli gentes observadores de la escena brasileña m ediante el con traste com parativo con el m undo estadunidense, observó esto con precisión en uno de los famosos diálogos del libro A volta do gato preto (1957). Él dice: "Otro rasgo que admiro en el esta dunidense es el valor de decir 'N o sé' ¡cuando en verd ad no sabe!" Y, por la boca de otro personaje, dice: "N osotros los bra sileños difícilmente usamos esa expresión. Tenemos horror de arecer incultos". "Preferim os en gañ ar", dice el prim er peri Efe . süroaje. Dentro de la misma lógica, nos socializan (en la familia y en la escuela) aprendiendo a no hacer m uchas preguntas. Ya sea ; orque es una descortesía o porque se considera un rasgo agresivo que sólo debemos usar cuando querem os "arruinar alguien. Así, no es de extrañar la sorpresa de los brasileños en países como los Estados Unidos, donde la pregunta es parte norm al
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del m undo de las relaciones sociales. Adem ás, también se des cubren form as interrogativas desagradables por allá, pero de un m odo bastan te distinto. C om o y a lo dijo con claridad André M aurois: "A aquellos que se consideran con la superio ridad suficiente com o para poder por encima de los otros en la ad u an a o en el carro -restau ran te, el estadunidense le diría; ¿Quién se cree usted? (Who do you think you are?) y lo pondría en su lu gar" (1969:187-188). El ejemplo no podría ser mejor, porque en el caso estaduni dense la p regu n ta ap arece en sentido inverso, p ara situar al hom bre com o un igual y no com o superior. Incluso, la forma estadunidense contiene el verbo "p en sar" (to think), lo cual in dica que el pedante con pretensiones de superioridad actúa en un plano de fantasía, pues ciertam ente es él quien se cree (to m ando la realidad social subjetiva) con m ayor derecho que los otros. Sus conciudadanos de fila, m uy por el contrario, usan la form a para devolverlo nuevam ente al m undo real, reforzandt las reglas igualitarias y ubicando en el plano del imaginario | de la fantasía las pretensiones jerarquizantes. A sí, mientras
que^usfl.dfil^¿$jfce^cQnqLiién.esiáhaMan^rsitú^_ajuieri
lo usa en una posición su p e ro r, por ser un rito autoritario ae sep aración de posiciones sociales,.el "Who do you think you are?" es, a la inversa, un rito igualitario. En un caso, quien usa la fórmula es el que se piensa superior. En el otro, quien la uti liza es el atrap ad o p o r la pretensión autoritaria. En todos los niveles se nota la inversión sim étrica de las dos sociedades. N o puedo dejar de observar la profunda impresión q u e cau san las filas en el espíritu del brasileño. Y otra vez vuelve Eneo Verissimo p ara decirnos que "cu an d o nos aventuram os a una excursión al carro-restaurante, tenemos que esperar diez, quince o veinte m inutos en la cola". Y dice al lector: Esas colas son un ejemplo vivo de la dem ocracia estadunidense. ■ el soldado llega antes que el cabo, o el cabo antes que el sargento y sargen to antes que el cap itán , no hay ley alguna cap az de a t*3 ^ ese orden. El oficial esperará su turno con la mayor naturalidad, Pu ^ sabe que todos los ciudadanos tienen los m ism os derechos an^. Constitución de los Estados Unidos, y no por el hecho de ser so dos van a dejar de ser ciudadanos (1957: 81).
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Las frases y expresiones que he d estacad o pretenden m os trar los puntos que enfatiza el etnógrafo, brasileño por encim a de todo y sorp ren d id o com o cualquiera de nosotros p or la naturalidad de la esp era que cu alq u ier oficial brasileño to maría por "m p tu ra de la jerarquía", ya que los soldados son sol dados y los oficiales, oficiales. En otras palabras, estam os do minados de m anera m ucho m ás sustancial por los papeles que desempeñamos que por una identidad general que nos remite a las leyes generales que tenemos que obedecer, característica dominante de la identidad de ciudadano, com o bien lo acen túa el escritor. Otro punto p o r ob servar es el hech o de que el "¿Sabe con quién está hablando?" no parece ser una expresión nueva, sino antigua, tradicional entre nosotros. Así, en la m edida en que símbolos tradicionales de posición social, com o el uso del frac, los bastones y los bigotes — que según la aguda observación de Gilberto Freyre (1962: xxxi), sólo p od rían ser utilizados por personas realm ente blancas y pertenecientes a la clase seño rial— pasaban de m od a, la exp resión "¿Sabe con quién está hablando?" pasó a emplearse aún m ás, para que los superiores pudieran m arcar sus diferencias y continuaran viviendo en un mundo jerarquizado. Así, es posible que el uso del "¿Sabe con quién está hablando?" haya sido m ás com ún en esas épocas de cambio y de "desarrollo", justam ente porque hoy ya no se tie ne la antigua y "b u en a con cien cia" de lugar. O m ejor dicho, hoy se usa m ás el "¿Sabe con quién está hab lan d o?" p recisa mente porque la totalidad del sistem a basado en el "resp eto", en la "h o n ra ", en el "fa v o r" y en la "co n sid eració n " se ve en lodo m om ento am en azada por el eje de lo económ ico y de la legislación — esos m ecanism os unlversalizantes— que la velo cidad de los m edios de difusión vuelve cad a vez m ás "legis lante". En la m edida en que las m arcas de posición y jerarquización tradicional, com o los bastones, las ropas de lino blanco, los gestos y m aneras, el anillo de graduación y la plum a fuente en el bolsillo exterior del p aleto se disuelven, de inm ediato se incrementa el uso de la expresión que separa posiciones socia les para que el igualitarismo formal y legal, pero evidentemente
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vacilante en la práctica social, p u ed a perm anecer sometido a o tras form as de jerarquización social. Por cierto, se verá que esto no es novedad si tenemos en m ente la respuesta brasileña al problem a infernal del iguali tarism o jurídico de negros y blancos, señores y esclavos, que presentó la abolición. Sabem os que esa respuesta se basó, so bre todo, en los hábitos personales com o el baño, el aseo, el es m ero en la higiene, el m odo de vestir y de calzar. A propósito de ese tiem po de d rástico igualitarism o en el plano formal y legal, Gilberto Freyre dice: "E l brasileño de la época [...] fue, en ese caso particular, casi un hindú [y la com paración, como puede verse, es significativa], a tal grado fue su escrúpulo de aseo en relación con los calzoncillos, con las cam isas, con los calcetines" (1962: cxx). ^ A nte la ley general e im personal que igualaba jurídicamen te, ¿qué hacía el miembro de los segmentos señoriales y aristo cráticos? Establecía toda una corriente de contra-hábitos para determ inar las diferencias y así recuperar la jerarquización del m undo en los dominios donde era posible. Es claro que la are na privilegiada de esas gradaciones vino a ser la casci y el cuer po, esos dom inios fundam entales del m undo de las relaciones personales y de los nexos de sustancia. Asi, inventam os una ^ "teoría del cu erp o", acom pañada de una práctica cuyo apren dizaje, hasta hoy, es extrem adam ente cuidadoso. La teoría del cuerpo, sobre todo a partir de la abolición, se volvió el racismo a la brasileña, dotado de dos fases distintivas: una, en que era típicam ente jerarquizador y rígido, poco después de la aboli ción, cu an d o, de hecho, se presenta el problem a (cf. Skidniore, 1976). Y otra, que entra en vigor a partir de la publicación de la obra de Gilberto Freyre, orientada no hacia el punto de partida o de llegada del sistema (el negro atrasado y débil y elblanco civilizador, respectivam ente), sino h acia sus intersti cios. C om o consecuencia tenemos la glorificación de la mezcla, tanto del m estizo com o del m ulato. Pero no se puede olvidar que, en am bas, el cuerpo es el elem ento central de la elabora ción ideológica que form a la unidad básica del plano jerarqui z a d o s Ésa es el área privilegiada que parece escapar de las po siciones legislantes y constituye un residuo fundam ental de
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elaboración ideológica, todo de acuerdo con la lógica de las re laciones personales. De esta forma, reaccionam os de un m odo radicalm ente dis tinto al de los estadunidenses frente a la abrum adora igualdad jurídica que vino con la abolición de la esclavitud en am bos países. Allá, se creó inm ediatam ente un contrasistem a legal para establecer las diferencias que se habían abolido también jegaimente: era el racismo en ideología, práctica social abierta y constitución jurídica (c f las leyes Jim C row ). Se establece, pues, un sistema igualitario que Gunnar Myrdal llamó de "d e fensa" del propio "credo am ericano", centro y raíz del "dilem a am ericano" (cf M yrdal, 1962: 89). En Brasil, sin em bargo, las diferencias se manifestaron en el área de las relaciones perso nales, un ámbito ciertam ente am biguo porque perm itía jerar quizar sobre la base del "¿Sabe con quién está hab lan d o?" y dejaba abiertos los flancos para elecciones personales y m úl tiples clasificaciones.8 Así, no hicim os una contralegislación cualquiera que definiera un sistem a de relaciones raciales cerrado y segregacionista, con base en el principio de "iguales, pero separados" (como fue el caso estadunidense). Preferimos utilizar el ámbito de las relaciones personales — área no tocada ppr las leyes— com o sitio privilegiado p ara el prejuicio que, entre nosotros, como lo han observado muchos investigadores, tiene un fuerte com ponente estético (o m oral) y nunca legal. Realmente, jam ás llegam os a temer al negro libre, pues todo nuestro sistem a de relaciones sociales estaba fuertem ente 8 Véase, por ejemplo, esta conmovedora declaración de Joaquim Nabuco, el .ajjfllicionista, donde la dicotomía entre lo personal y lo universal surge nítidam¡nh.- El texto proviene de Minha formado (1949: 231): "Así, combatí la escla vitud con todas mis fuerzas, la rechazaba con toda mi conciencia, como la síeformación utilitaria de la criatura y, cuando vi que se había terminado, pen sé en pedir mi franqueo [...] por haber escuchado la más bella nueva que en mis días Dios hubiera podido mandar al mundo, y, no obstante, hoy que está ■ extinta, experimento una singular nostalgia, que mucho espantaría a un Garrison o a un John Brown: la saudade del esclavo". Las cursivas son mías. Otra vez, la comparación por contraste, hecha de manera espontánea por el propio Nabuco, es esclarecedora: se trataba de revelar que esa inconsistencia jamás Sería entendida por gente como Garrison y Brown, abolicionistas estaduni denses.
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jerarquizado. Sólo ad ap tam os la red de relaciones sociales | em p ezam os a actu ar en las áreas internas del sistem a (en el cuerpo y en la casa), ámbitos en los que indiscutiblemente el cril terio m oral o personal se aplicaba de m anera integral.9 Por ello, todo nos lleva a creer que las relaciones entre nues tra "m od ern id ad " — que desde luego se constituye bajo la égi da de la ideología igu alitaria e individualista— y nuestra m oralidad (que p arece jerarquizante, com plem entaria y "holística") son complejas y tienden a operar en un juego circular, Al reforzarse el eje de la igualdad, nuestro esqueleto jerarqui zante no desaparece autom áticam ente; m ás bien se refuerza y reacciona, inventando y descubriendo nuevas formas de man tenerse. Y, en realidad, una recolección superficial de datos sobre el "¿Sabe con quién está hablando?" hecha en periódicos m uestra su profusión, sobre todo en las áreas relativas al trán sito, zona privilegiada del universo m oderno en la que lo im personal choca en todo m om ento con las relaciones y la noción de alta personalidad, tan básica en nuestra sociedad. De m anera que el uso del "¿Sabe con quién está hablando? es antiguo. Ya Lim a Barreto, en dos libros clásicos y publica dos a principios de siglo xx — Recordares do escrivao Isaías Ca mina y su notable etn ografía de la República de los Estados Unidos de Bruzundanga, Os bruzundangas— , m uestra la vora cidad del uso de los títulos y formas jerarquizantes y la mane ra en que los héroes se m ueven dentro de ese sistem a contra d ictorio, con trario a la crítica h onesta, al estudio serio y a la im personalidad de las reglas universales siempre distorsiona das en nom bre de u n a relación personal im p ortan te. Es una descrip ción p orm en orizad a del m undo social brasileño que jam ás ha rep licad o otro escritor, sociólogo o novelista. Una descripción que vio con inigualable profundidad las contradic ciones de una sociedad con dos ideales: el de la igualdad y de la jerarquía. 9 Esos puntos están relacionados con lo que ya se presentó en el capítulo WAhí, como aquí, la fuente de inspiración teórica es el ensayo fundamental de Dumont sobre el racism o, la estratificación social y la jerarquía (cf. D um ont» 1974). El trabajo de Cari Degler (1976) también es importante pa’ra esta argu mentación.
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Así, hablando de nosotros m ism os el etnógrafo Lim a Barre,to dice: Así, al p asar p o r los p rep aratorios [Lim a B arreto se refería a los exámenes de ingreso a l a s e s c u e l a s ' su periores y escribía en 1917] los futuros d irecto res de la R epública d e los E stad o s U n id os de B ruzundanga acab an los cu rso s m ás ign oran tes y p resu ntu osos ' que cu and o en tran . Son ellos los que vociferan: "¡E sto y form ado! ¡Está hablando con un hombre form ado!"
Y en segu id a cu enta que — allá en B r u z u n d a n g a — había todo un ejército para "organizar el entusiasm o". Algo así com o una corporación especial destinada a hom enajear a las perso ñas importantes, lo que con seguridad impediría, com o impide también en Brasil, esas exaltadas invectivas de aplastam iento ^social y la s e p a r a c i ó n violenta p o r m edio del ¿Sabe con quién está hablando?", porque sólo serían homenajeados los grandes del lugar. Así, en Bruzundanga, asociarse con una aristocracia ficticia es un hábito, com o ocurre también entre nosotros, don de — después del primer éxito— se esboza un ancestro noble y una genealogía. Dice Lima Barreto: Un ciudadano de la dem ocrática República de Bruzundanga se lla ma, por ejem plo, Ricardo Silva da ConceigSo. D urante la infancia y la adolescencia fue conocido así en todos los registros oficiales. Un buen día se m ete en afortunadas especulaciones y enriquece. C om o no es doctor, con sid era su nom bre m u y vulgar. D ecide cam biarlo de tal m a n e ra que p arezca m ás noble. C am bia su nom bre y co mienza a llam arse Ricardo Silva de la Concepción. Publica el anun cio en el p eriód ico local ]ornal do Commercio y es el hom bre m ás satisfecho de la vida.
Pero eso no es todo. Lim a Barreto vio adem ás un rasgo for Jnidable de las clases dom inantes de Bruzundanga: dos tipos de nobleza, la doctoral y la de palpito. En la doctoral estaban los doctores en ingeniería, derecho y m edicina. En la de pálpito, los com erciantes que eran ricos, pero que no tenían títulos no biliarios ni universitarios ni m ilitares. C om o hem os visto, la Posición no basta en el m undo de los negocios — hoy diríamos,
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en el m undo empresarial— . Eso sería suficiente en Francia o en los Estados Unidos. En Brasil es preciso traducir y legitimar el Doder económ ico en el idioma jerarquizante del sistema. Y ese idioma revela las líneas de las clasificaciones basadas en la per sona, en la intelectualidad y en la consideración mediante una red de relaciones personales. Por ello, es necesario ser doctor y sabio, adem ás de rico. Y estar penetrado (o compenetrado, com o dijimos) por alguna institución o corporación perpetua, com o las Fuerzas Arm adas o algún órgano del Estado. Así, los "d o cto re s" — com o nos lo indica Freyre (1962: 304)— sustitu yeron a loscom endadores, barones, vizcondes y consejeros del Im perio. Com o lo sugerí líneas atrás, era el m odo de mantener la nobleza y las distinciones jerárquicas, pero usando otros recursos de diferenciación social. El que confirm a esos rasgos jerarquizantes de nuestro sis tem a es otro gran analista de la vida nacional, al percibir la fi gura que, de cierto modo, personaliza el "¿Sabe con quién está h ablando?" Hablo, evidentemente, de M achado de Assis y de su descon ocid a "teo ría del medallón". Se trata de un diálogo, publicado en 1882 en Papéis avulsos, entre un viejo y experi m entado padre y su hijo de 21 años. Al llegar el muchacho a la m ayoría de edad, el padre n o puede d ejarjd e revelarle-el suprem o secreto del éxito en nuestro medio, volverse un meda llón. La teoría del medallón es, pues, la fórm ula indicada para obtener éxito en un m undo social dom inado p ór'el convencio nalism o, por la ortodoxia de las teorías y doctrinas, por la rigi dez de las prácticas jurídicas, por el m odism o y el conformis m o que impiden las soluciones originales y profundas; en una palabra, por el sistema jerarquizado que pone todo en su lugar, siem pre encuentra el lugar de todas las innovaciones, detesta exam inarse y, por medio de sus propias fuerzas y dinamismo, cam biar el lugar de las cosas que ya existen en él. Dice, enton ces, el padre: U n discurso de metafísica política apasiona naturalm ente a los p i tidos y al público, llama a interpelaciones y re sp u e sta s. Y después no obliga a pensar y a descubrir. En esta ram a de los conocim ientos h um anos, todo está acabado, formulado, rotulado, encajonado [...]
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gn todo caso, no trasciendas nunca — com pleta el padre— los lími tes de una envidiable vulgaridad. [Luego, sugiere al m u ch ach o el uso de la expresión "filosofía de la h isto ria"...] Una buena locución ' que debes em p lear con frecuencia, pero te prohíbo que llegues a 1 otras conclusiones que no sean las ya encontradas por otros. H uye iodo lo que pueda llevarte a la reflexión, originalidad, etcétera.
■ • * Como se puede .observar, son muchos los hijos de ese celoso padre. Pero volvam os al estudio sociológico del texto de M achado |e Assis. „ ; Uno de sus m éritos, a mi parecer, es la posibilidad de esclal i l e r l a relación entre nuestro sistema de clasificar personas y, como consecuencia, el rito autoritario del "¿Sabe con quién está hablando?" Pues esa fórm ula sólo debe o puede operar funcionalmente en una sociedad de gente, de personas que se lavan, de blancos, de buena gente, de medallones, en oposición a la am túza, al hombrecillo común, a la escoria, al populacho, a la masa; en una palabra, a los impuros en general. Tenemos, entonces, an sistema general de clasificación donde las personas están marcadas por categorías extensivas, de un m odo binario. De un lado, los superiores; del otro, los inferiores. N o obstante, es preciso continuar llam ando la atención sobre un hecho m uy importante. En ese sistem a las categorías tienen un carácter moral, por lo que se evitan sistemáticamente las clasificaciones r0ncretas y exclusivas que pueden remitir a aspectos reales y a una sola dimensión de la sociedad. Por lo tanto, la clasificación es globalizante (o sea, m oralizante) y toca a las personas en zarjas dimensiones sim ultáneam ente. En esa m ism a línea, es Necesario indicar que el sistema no delimita grupos sociales conuretos en el terreno. Las categorías parecen con cep tu ales, se refieren al carácter y no a las dimensiones individuales y con cretas. De tal manera que nos negamos a clasificar a las perso nas por sus ocupaciones: hablam os de militar o de d octor sin especificar. Hablamos de autoridad y de miembro del gobierno sin distinguir. Las clasificaciones más precisas quedan relega das al plano especializado de los órganos burocráticos, imper sonales.
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En esas formaciones sociales en las que la clasificación mor.i fizante es poderosa surge la figura del medallón. Pero, ¿quién es el medallón? N uevam ente descubrim os que no es un personaje exclusivo de una clase, grupo o segm ento social. El meaptlóp, com o un a cristalización personal de cu alidades morales eje determ inado dominio social, puede surgir donde haya un gmpo. Tenemos medallones entre los pobres y los rieos, entre los débiles y los fuertes. Me parece que se trata de un modo de es tablecer diferencias y jerarquías en todos los grupos, en todas las categorías, en todas las situaciones; sobre todo, entre perso nas iguales. Aunque exista una tendencia a igualar al medallón con la clase dom inante, ese vínculo es dem asiado simple. De hecho, existen medallones en todos los ámbitos de la vida social brasileña: en la favela y en el Congreso; en el arte y en la polí tica; en la universidad y en el fútbol; entre policías y ladrones. Son las personas que pueden denom inarse "h om b res", "co b ras", "figu ras", "p erson ajes", etc., y que se a a n en cualquier ámbito. Son los que ya trascendieron las reglas que constriñen a las personas com unes de alguna esfera social. Es alguien que no necesita presentación y con quien hay que hablar (c "enten derse") prim ero. En sistem as igualitarios esas figuras se llam an v ip (v¿ry important persons), y son raras. En sistemas jerarquizantes exis ten en todas partes, en todos los ám bitos, y son las que ha' en las conexiones básicas entre los diversos c í r c u l o s i e r a r q u i z a d o s que form an una especie de esqueleto del universo social. Asi/ gozan de una fama justificada y de un prestigio especial qur m anifiesta en el m od o com o so n tratad as: están libres de las reglas con strictivas del sistem a, situadas unánim em ente en una especie de n irvan a social, un H im alaya de las escalas jerárquicas, por encim a de las luchas rutinarias^ Es cuando ya no se necesita usar el "¿Sabe con quién está hablando?" Con frecuencia, los medallones son figuras nacionales. Cele bridades que resum en en sus personas los principales rasgos de determ in ad o dom inio de la vid a social. Sus figuras, no p odría ser de otra m anera, proyectan amplias som bras y bajo ellas se pueden proteger m uchas personas. Ser el hijo del presi dente, del d elegad o, del d irector cuenta com o tarjeta de
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mentación. O, p ara ser más históricos, ser "hijo de Pelé" puede e m itir a algún n egro pobre ciertos días ¿ e esplendor en tín hotel de lujo (cf. Jornal do Brasil, 12 de noviembre de 1977). Una situación social de este tipo, repleta de personajes que cualquier brasileño calificaría de medallones, fue lo que provocó en Érico Verissimo un capítulo denom inado "¿Sabe con quien está hablando?" en el libro ya m encionado, A volta do gato preto. En realidad, alm orzando en el restaurante de los profesores de la Universidad de Berkeley, el escritor se encontró rodeado de científicos de m uchos quilates y renom bre. Y com o ninguno de ellos era distin gu id o con m irad as, deferencias o m edidas especiales — lo que sucedería fatalmente en el caso de Brasil— , Érico V e rissim o c o m e n ta :
i Todos esos h om b res son de una sim plicid ad ejem plar. C on p oco más de 40 añ o s, co n esa cara sin m isterio, su s ro p as an odinas, ' J.aw rence [se trata de E. O. L aw ren ce, P rem io N obel d e Física, 1939] bien podía ser tom ado por un m odesto m édico de aldea, por un vendedor am bulante o — ¿por qué no?— por el m ayordom o de ese club.
Y dice n u estro ob servador, con gran sentido com parativo. "Me hace pensar en ciertos hombres presuntuosos de mi tierra, los cuales sólo porque tienen fortuna, posición o algún parien te importante consideran que son la sal de la tierra y viven pre guntando: '¿Sabe con quién está hablando? Cabe ob servar que Érico Verissimo aisló correctam en te algunos de los ingredientes básicos del uso de la expresión como rito au to ritario . Él habla de fortuna (que rem ite al eje económico), posición (que remite al eje propiam ente político o social) y, finalm ente, m enciona al pariente, la red de paren tesco o la parentela (que remite al capital básico de relaciones sociales). A sí, el escritor toca en la p ráctica del ¿Sabe con quién está hablando?" un tema que ahora deberá ser objeto de un análisis m ás directo.
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c o n q u ié n e s t á h a b l a n d o
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?"
COMO DRAM ATIZACIÓN DEL MUNDO SOCIAL
Uso el concepto de dramatización y dram a inspirado en la obra de Víctor Tum er (1957 y 1974) para llegar a las propiedades es tructurales, invariables, del "¿Sabe con quién está hablando?", por m edio del estudio sociológico de cerca de 100 casos, todos obtenidos de la investigación ya m encionada. La noción de dram atización social es perfectamente adecuada para esa apro piación teórica de mi m aterial em pírico, ya que los miembros de la sociedad ven la propia situación que se reconstruirá ana líticamente com o un "d ram a , una escena , un momento por encim a — m ás acá o m ás allá— de las rutinas que rigen al m undo diario. A sí pues, conform e lo indica Turner, el drama social tiene com o punto básico la acción que rom pe con una norm a social vivida de m odo casi au tom ático, y también el conjunto de acciones que desencadenan los procesos compen satorios (o de alivio). Y, en el caso en estudio, am bos procesos capitales de los dram as sociales están presentes. Mi p ersp ectiva es claram ente de proceso, pues estoy inte resado en cap tar todo el curso de la acción m otivada por el "¿Sabe con quién está hablando?", aunque — dada la natura-' leza del m aterial y el m odo com o fue recolectado— no pueda especificar todos los detalles em píricos sobre los agentes, lu gares y espectadores. De hecho, llevo a cabo el estudio de una transform ación social im portante del escenario cotidiano, cu an d o la rutina y la interacción social se transform an en m om entos dram áticos y de confrontación entre dos personas, grupos o categorías sociales. En esa transform ación que, com o vam os a ver, puede ser una base para interferir en las relaciones de clase, con carácter histórico— se pueden dis cernir claram ente algunos aspectos ocultos del m undo social, ya que se sacan a la superficie para actu ar com o recursos de p oder y prestigio junto a los actores im plicados en la ntualización. u , . En ton ces, al estudiar los casos específicos del ¿Sabe con quién está hablando?" centro mi interés en los instrumentos que
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se vuelven conscientes para los actores, lo que nos va a indicar las estructuras ocultas y los dominios esenciales que también gobiernan (o deberían, según los actores, gobernar) las inter acciones sociales. De ese interés y de esa dialéctica entre con ciencia e instrum entos sociales se nutren los dram as y, a mi parecer, se constituye el plano de lo social. Tomemos algunos casos representativos, j En un estacionamiento de automóviles, el cuidador dice al automovilista que no h ay lugares libres. Éste insiste diciendo ' que sí los hay. Ante la firme negativa del cuidador, el au to movilista dice irritado: "¿Sabe con quién está h ab lan d o?", y revela su identidad de oficial del ejército. 2. En la m adrugada, una m uchacha espera un autobús o un taxi para ir a su casa. Un carro de policía pasa y se aproxim a. Cuando se le acerca y los policías le piden una identificación, ella dice, indignada, m ostrando su credencial: "¿Sabe con dtíién está hablando? Soy hija de familia, hija de Fulano, etcé tera". í 3. Una señora decide hacer com pras en C opacabana y esta ! eiom su coche sobre la acera, en un lugar prohibido. Después eje algunas horas el guardia la localiza y le pide que m ande a ! su chofer a sacar el coche de aquel lugar. La m ujer insiste en Jejarlo ahí y dice: "¿Sabe con quién está hablando? ¡Soy la esposa del diputado Fulano de Tal!" (El desenlace es ambiguo; la mujer sale del lugar, hecha una furia y el guardia se queda muerto de miedo y vejado. En algunos casos el guardia es obli gado, días después, a ofrecer disculpas a madame.) üf, IJna persona viaja al exterior y desea im portar m aterial ^ B g f/ad o por la aduana. Entra en contacto con parientes que finalmente localizan a alguien en la aduana. El día de la llegaJJa, romo todo está arreglado, la persona pasa por la fiscaliza ción sin problemas, pues el fiscal sabe con quién está hablando. §. En la antesala de un gerente de banco varias personas esperan su tum o. Entra un señor, y, después de unos minutos, seimpacienta y vocifera: "¿Sabe con quién está hablando? ¡Soy Ijilánó de Tal!" La secretaria, nerviosa, va de inmediato con el Íl latente y el señor es atendido de inmediato. '■6. En la recepción de un hospital un hombre desea entrar para
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ver a un enferm o. Sin em bargo, el recepcionista" es intransigen te y no lo deja ingresar. Después de un diálogo áspero y sordo, el hom bre dice: "¿Sabe con quién está h ablando?" Y muestra su credencial de m édico. 7. En una esquina peligrosa, conocida por su mala señaliza ción y por los choques que allí ocurren, hay un accidente auto m ovilístico. C om o es evidente que el chofer de uno de los coches es culpable, el policía se dirige a él proponiendo abier tam ente olvidar el caso por una buena propina. El hombre ge indigna, y u san d o el "¿Sabe co n quién está hablando? , se identifica com o funcionario público y detiene al policía. 8. U na m uchacha visita a su tío, un pescador. Mientras Kábla con él, pasa un desconocido que le dirige un piropo muy grosero. Al escu ch ar al galanteador, el tío le da un puñetazo, diciendo: "¿Sabe con quién está hablando? ¡La muchacha es íiil sobrina!" 9. En un puesto de atención al público alguien espera en la fila. Antes del h orario reglam entario para term inar los trámi tes, se suspende la atención y cierran la ventanilla. La persona recurre al responsable, recibe una respuesta insatisfactoria^y term ina p or en terarse de que, por órdenes del jefe, c e rra r® ' antes de la hora. La persona m anda llamar al jefe e, identifican" dose com o presidente del órgano en cuestión, despide a todo el personal. . 10. H ay un choque d e autom óviles. Los dos conductores sal tan de sus coches esperando lo peor. Ambos son fuertes, blan eos y tienen buena apariencia. Uno de ellos grita: "¿Sabe con quién está hablando? ¡Soy coronel del ejército!", y el otro dice; "Y o tam b ién ". En ton ces se m iran , se reconocen y r e s u e l v e n enfrentar el problem a con calm a.10 Para em p ezar, con sid erem os algunos puntos com unes en todos los casos. La prim era observación que podem os hacer es 10 La construcción final de los casos es de mi autoría. Pero todos resPon<^ ” a los datos recabados. Lógicamente, no pretendemos ser exhaustivos ni mu menos hacer una tipología, sino más bien mostrar dramas que sean repres tativos de la operación de ciertos principios sociales. Los casos 3, 4 y 9 se insp^ raron claramente en las notas del Jornal do Brasil de los días 23 de diciembre 1976,13 de mayo de 1976 y 7 de marzo de 1976.
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que todos configuran una situación d ram ática de grave c9 nflicto entre dos personas. En situaciones así, el tono de voz, la expresión facial y los gestos en general son tensos, lo cual revela que las personas implicadas están en grado extrem o de agita ción. Es, com o decim os en Brasil, una situación típica de Dios me libre, o de Dios nos guarde. Esto es, un m om ento que el sen tido com ún define com o "fin del m undo", cuando las reglas de lo cotidiano se suspenden p or com pleto y las personas, a m e nudo llenas de rabia e indignación, se entregan a sí m ism as y a la confrontación ca ra a cara. Entonces gritan y repiten, en e paroxismo de los personajes de N élson Rodrigues, las m arcas de sus identidades sociales intentando aplastar al adversario. Es claro que, en esas ocasiones, con frecuencia hay un público espectador, de m od o que el caso se transform a luego en un asunto grupal, donde cada uno de los implicados intenta con , vencer al g ru p o de tom ar partid o contra el otro, y el grupo actúa com o m ed iad or y legitim ador entre am bos. En con se cuencia, m om entos así suspenden las rutinas de la vida social y hacen que los testigos reflexionen sobre la propia naturaleza del orden por m edio de juicios típicos y definitivos. Entonces, es com ún que en las d r a m a tizaciones m ás intensas y d u rad e ras del "¿Sabe con quién está hablando?" se vean m ovim ientos negativos de cabeza, acom pañados de expresiones com o es el fin...", "es Brasil", "el m undo está al re v é s...", "Brasil está per d id o ...", "v e a u s te d ..." , "¿d ó n d e estam o s?", "¿d ó n d e se ha visto?" — expresiones que m uestran las frustraciones cotid ia nas y cierta desconfianza en el sistem a de reglas que rige al mundo— . Después de un desagradable "¿Sabe con quién está hablando?", cu an d o el m ás fuerte acaba por ven cer al m ás débil, vino queda realm ente convencido de que el m u n d o es ruin, y que lo mejor, el ideal mismo, es orientarse hacia la casa y la. familia, nu n ca hacia la calle y el m undo donde la v id a se manifiesta en su injusticia y en su crudeza. Así, el ¿Sabe con quién está h ab lan d o?" contribuye y m anifiesta esa "d e sc o n fianza básica al m u n d o" que nos distingue del universo puri tano de los estadunidenses. Otro punto que hay que abordar son los casos que presentan una fuerte oposición entre alguien que es anónimo, puesto que
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actú a en un papel social universal, y un representan te muy bien caracterizad o del universo del ord en y de la autoridad. E ntonces, el conflicto inicial es entre el papel social universal — au tom ovilista, ciudadano, contribuyente, cliente, usuario, e tc — y la identidad social bien determ in ada en térm inos de su b sistem a o ám bito social - p o l i c í a de trán sito , inspector de aduana, pagador, cobrador, cuidador de coches, etc. Por un lado tenem os las identidades sociales con com petencia y dele g ación de au torid ad , pero generalm ente d esem peñadas por personas situadas en los escalones más hum ildes y m as bajos de ese sistem a de m antenim iento del orden. Por otro, alguien que aparece en la escena con una identidad general, no especí fica lo que le confiere el anonimato, pues todos saben quien es el policía, pero nadie imagina quién será la persona in feccio nada, detenida o que pondrán bajo sospecha. Lo que marca la situación y la vuelve dram ática es justamente la peripecia de la.revelación de otras identidades sociales, que de pronto termina con el anonimato de quien esta reclamando contra el representante de un sistema bien defin,do de mante nim iento del orden. El que se considera agred id o (por regla general) se vuelve agresor, m ientras que el aparentem ente débil V desconocido se vuelve fuerte y m ás que conocido. A com o en el caso 9, se pasa de usuario de un puesto publico (un papel social universal y que por lo m ism o confiere el anoni m ato) ¡a presidente del órgano que m antiene el puesto! Del m ism o m odo, se pasa de viajero internacional y contribuyente (com o en el caso 4) a pariente (am igo, p ad rin o o ah^ado) de una persona con posición im portante en aquel ámbito del sis tem a social. , , De hecho, todos los casos implican esos pasos, de un papa unlversalizante a otro mucho m ás preciso, capaz de localizar al, in terlocutor dentro del sistem a que se considera dominante. Por eso, sin duda alguna, abundan los "¿Sabe con quien esta h ab lan d o?" relacionados con m iem bros de las fuerzas arma d as, que entre nosotros pretenden tener el m onopolio de los ejes autoritarios y jerárquicos. Del m ism o m od o, se entiende p or qué el "¿Sabe con quién está hablando? es raro o. mex terüe en las sociedades tribales o p arciales, donde todos se
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conocen y se relacionan entre sí por medio de lazos múltiples o nultiplex (cf. Gluckman, 1965). Es que en esos casos el sistema social no se actualiza por medio de papeles universales, sino, por el contrario, por intermedio de identidades sociales preci sas, com o las que dan las redes de relaciones sociales que nacen de la familia, de la vecindad, del com p ad razgo, del nom bram iento y, sobre todo, del parentesco. De m anera que en esas formaciones sociales no tenemos el caso de un policía que también es padre, marido, hijo, com padre, etc., sino, a la in versa, tenem os un padre, m arido, hijo, etc., que por todo eso, puede ser policía. Las relaciones sociales preceden, por así decirlo, a los servicios necesarios para la operación del sistema y nunca se divorcian de él — com o ocurre con nuestra "socie dad compleja"— . U n tercer punto relacionado con el que acabam os de expo ner es el tema del doble anonimato. Por ejemplo, dos autom o vilistas se confrontan (com o en el caso 10) y el problem a es intentar que se establezca un orden, una clasificación (o una jerarquía), en una situación en la que el conflicto está directa mente vinculado al hecho de que am bos clam an derechos iguales com o autom ovilistas. Es decir, com o autom ovilistas, ambos tienen los mismos derechos, aunque en otros dominios sociales sus derechos puedan ser distintos y uno pueda ser superior al otro. En este caso, la situación recuerda inevitable mente lo que Louis Dumont dice sobre la India, tierra donde la jerarquía rige, a diferencia de Brasil, todas las relaciones entre grupos y categorías sociales. Dice Dumont: En la rélación de dos hombres, la sociedad occidental m oderna pre supone la igualdad a tal punto que pueden surgir situaciones deli cadas en las cuales se requiera la subordinación. La India, por el con trario, enfatiza la d esigu ald ad al p un to que las situaciones que tienden a la igu ald ad son inestables y se llam a al conflicto p ara resolverlas estableciendo una gradación.
Y continúa Dumont, de un m odo significativo para nosotros: "Ésta bien puede ser la razón básica de que la disputa sea endémica [en la India]: por más desarrollado que sea, el siste
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está tan libre de reglas y valores ni es tan "hobbesiano" al pun to de darnos la impresión de que la violencia es una prueba de la "lucha de todos contra todos". Por el contrario, es claro que la violencia en el m u ndo brasileño es m ás bien un instrum ento utilizado cuando los otros medios de jerarquizar determ inada situación fallan sin rem edio. De esta m anera se puede hacer perfectam ente la ecuación entre el "¿sabe con quién está hablando?" y la violencia. En am bos casos el objetivo es la separación radical de papeles sociales, rom piendo así en el mismo m om ento del acto violento— con el individualism o que caracterizaba la situación inicial. Si el actor está solo en el momento de la violencia contra el otro, ya no lo está cuando se trata de sustentar o legitimar su acción, lo que siempre se reali za de un m odo colectivo, por lo que se puede saber con certeza quién está del lado de quién. A quí, la violencia surge com o recurso poderoso e irreversible para que los indecisos se deci dan y las facciones políticas se definan claram ente. Me parece que es algo com ún en las sociedades holísticas, basadas en relaciones sociales de "propósitos múltiples' .u Un cuarto aspecto también relacionado con los ya vistos tiene que ver con la dram atización, que puede denom inarse revela ción de la identidad social. Es evidente que esa dram atización está relacionada con el anonim ato, o mejor dicho, con una into lerancia h acia el anonim ato que parece trivial en sociedades "holísticas" y jerarquizadas. En el caso del ¿Sabe con quién
m a no ha logrado establecer una gradación perfecta de toda la vida social" (1970b: introducción, pp. 13-14). Las p alabras de D u m on t pueden ayu darnos a entender situaciones de extrem a igualdad ante la ley que, en el caso bra||* sileño, generan m om entos de conflicto potencial con el recurso del "¿Sabe con quién está hablando?" com o operador autorita rio, capaz de restablecer de algún m odo, si no una jerarquía, al m enos una gradación en aquella situación. Así, se puede resol ver la am bigüedad de la situación inicial. En este caso, el "¿Sabe con quién está hablando?" sería un ri tual de refuerzo (véase el capítulo i para la noción de "ritual de refu erzo ") o un a form a de que los actores tom en conciencia de aquellas diferencias necesarias para las rutinas sociales en situaciones de intolerable igualdad (com o se describe, por ejemplo, en el caso 10). Por otro lado, la discusión remite direc tamente al problem a de la violencia conjugada con la igualdad de los "hom bres libres", aunque aquí hablam os de "hombres libres en un orden jerarq u izad o" y no, com o dice Carvalho Franco (1974), en un "ord en esclavócrata". La divergencia que tengo con esta im portante formulación es la siguiente: sin duda existe una ecuación entre la violencia y la igualdad, pero yo agregaría que la violencia se da porque m anifiesta la necesidad de jerarquización. En realidad, me parece que, aunque es verd ad que los "hom bres libres" están d escarriados, no dejan p or eso de pertenecer a una formación social cuyos centros difusores y dom inantes estaban jerarqui zados. Así, los valores de esos "hom bres libres" deberían ser m ínim am ente dobles: p or un lado, volcados hacia una igual d ad vista com o un ideal y que, en una situación concreta, incluso puede actualizarse en algunas esferas de la vida. Pero, p or otro, estaba el p eso de los valores jerarquizados y de la jerarquía, estru ctu ra que se sustentaba por m edio de la escla vitud gen eralizad a, equilibrada en todo país (c f Skidmore, 1976:59) y de una nobleza auténtica, no im p ortad a. De este m odo, la violencia surgiría com o un recurso sólo si fuera im posible hacer las gradaciones por otros medios, o si se rompiera o ultrajara la m oralidad. P or lo tan to, el un iverso social de los "hom bres libres" no
11 María Isaura Pereira de Queiroz comprendió bien ese aspecto de las rela ciones entre "igualdad" (no obstante, sin igualitarismo ni individualismo li beral) y lo que ella llama "pirám ides políticas' o ' mandonismo (cf. 1976. segunda parte). Para Pereira de Queiroz, exactamente como lo sugiero aquí, en situaciones socioeconómicas difusas, fundadas en la pequeña propiedad, había "iguales", y éstos negociaban sus votos. Pero en zonas donde las estruc turas de poder eran rígidas (como en el caso de los ingenios y de las haciendas cafetaleras) — vale decir, como lo estoy presentando aquí , en las que había una jerarquía bien definida, el poder de la negociación era menor y el control del mandón m ucho mayor. Así, negociar es evidentemente un índice de indivi dualidad e igualdad, lo que sólo aparecía en ocasiones extraordinarias, en días de elecciones. Pero, como se puede ver, eso era controlado luego por los man dones en zonas fuertemente centralizadas (donde una jerarquía social estaba firme). Pero, hay que agregar, la violencia como recurso organizador se daba en ambos casos.
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está h ab lan d o?" la d ram atización es clara, pues el momento culm inante de la situación está constituido por la presentación enfática de otra identidad social que — en general— tiene per tinencia y hasta puede ser básica, pero en otro ám bito social. Es el caso, por ejemplo, de las famosas situaciones de estaciona miento prohibido (véase encaso 3), cuando el policía descubre que el chofer — ciudadano desobediente de las leyes del tránsito público— ¡es la dignísima esposa de un general del ejército o de un secretario de Estado! C on frecuencia, esa revelación de identidades se produce con la presentación de la "credencial de identidad", un docu m ento que, en Brasil, tiene una im portancia fundam ental, ya que nuestra policía detiene sistem áticam ente (para las famosas averigu acion es) a personas "sin d o cu m en to s" (es decir, sin identidad o posibilidad de identificación). Es, com o decimos, u n a v iv a prueba de la im portancia de pod er situarse y, en el caso en consideración, de p od er probar esa posición. Esto se hace entre nosotros con la credencial de identidad, documento que contiene fotografía, edad, filiación, firma y "cu tis" (o sea, un eufem ism o para el color de la piel). La presentación del docum ento apropiado, junto con el voci ferado "¿S ab e con quién está h ab lan d o?", h ace que la figura’ ab stracta co n la que se está in teractu an d o se vu elva un ser h u m an o com pleto, concreto, con poder y prestigio, belleza y gracia, y sobre todo con relaciones con personas poderosas que están, com o nos gusta decir, "allá arriba". Entonces se pasa de "ciudadano brasileño" o de "individuo", papeles sociales uni versales que en esas situaciones no dan cualquier derecho, a alguien que es "realm ente alguien": diputado, abogado, oficial de las fuerzas arm adas, secretario de E stado, etc. O, lo que es mejor, pariente y am igo (esto es, alguien vinculado sustancial m ente a un figurao, un personaje importante). Lo in verso de esa situación, aun cu an d o se m antenga el tem a b ásico del develam iento o revelación de la identidad social, se n arra en innum erables cuentos de h ad as, cuando descubrim os que el animal feo y asqueroso en realidad era una lindísim a y purísim a princesa encantada. A sí que la fórmula tradicional y popular del "encantam iento" puede interpretarse
como una dram atización de la verdadera identidad social, ras go muy im portante en sistemas sociales fundados en el eje de fas relaciones m orales o personales. Pues, siendo así, si salgo de mi dominio y-deshago mis relaciones, no soy nada. O, com o acostum bram os decir, "toro lejos de su corral es v aca", lo que iguala el anonim ato y la individualización (o su posibilidad) con un riesgo y un castigo (com o es el caso del exilio en una sociedad com o 1.a nuestra, en la qu e la calidad de vida se da mediante las relaciones sociales). pero si en el cuento de hadas descubrim os la verd ad era identidad de la princesa por medio de una buena acción (o un acto de estoicism o) y una dem ostración de confianza en al guien que culm ina en el premio final, en el dram a del "¿Sabe con quién está hablando?" nos castigan por la tentativa de hacer cum plir la ley o por nuestra idea de que vivim os en un , universo realm ente igualitario. La identidad que surge del i conflicto es la que va a permitir jerarquizar, por la posibilidad de hacer cum plir la ley. Aquí la m oral de la historia es la y siguiente: confíe siempre en personas y en relaciones (com o en los cuentos de had as), nunca en reglas generales o en leyes universales. Así, tem em os (y con justa razón) chocar en todo momento con el hijo del rey, si no con el propio rey. Es necesa, rio, pues, estar m uy atento a la persona con la que se está real mente hablando, lo que lleva a un estilo de relación personal íntimo y, en Brasil, a veces relajado, com o lo observan de m a ñera sistem ática los extranjeros que nos visitan. N o hay duda de que somos cordiales, pero también no parece haber duda de que esa cordialidad está relacionada d ialécticam ente con la lógica brutal de las identidades sociales, su revelación y el hecho de que el sistema oscila entre cumplir la ley o respetar a la persona. Finalm ente, com o un quinto aspecto del "¿Sabe con quién • está hablando?", tenemos la oposición dram ática y sum am ente ¿significativa de dos éticas. Una de ellas llamada ' ética burocrá tica"; la otra "ética personal" (cf. Stirling, 1968; Kenny, 1968). De hecho, cuando una regla burocrática, universal e im perso-u; nal pierde su racionalidad ante alguien que alega un lazo de - filiación, casam iento, amistad o com padrazgo con otra perso-
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na considerada poderosa dentro del sistema, en efecto estamos operando con una situación m uy compleja. Por un lado tene m os una m oral rígida y universal de las leyes o reglas imper sonales que su rgen con un rasgo m od ern izador e individual lista y se ponen en práctica para som eter a todos los miembros de la socied ad . Y, p or otro, la m oralidad m ucho m ás compli cada de las relaciones totales impuestas por los lazos de fami lia y redes de relaciones sociales im perativas, donde la relación personal y el vínculo sustantivo perm iten transgredir la regla o, lo que da igual, aplicarla rígidamente. Com o dice el viejo y querido refrán brasileño: "¡A los enemig gos la ley, a los am igos, to d o !" Es decir, p ara los adversarios basta con el trato gen eralizad or e im personal de la ley, apli cad a sin ninguna distinción y consideración; es decir, sin ate nuantes. Pero para los am igos, todo, incluso la posibilidad de cam b iar lar ley irracion al con el fin evidente de que no se les aplique. La lógica d e una sociedad form ada de "gru p itos", de "fá b rica s de e m p le o s" y de búsq u ed a de p ro y ecció n social — com o bien lo percibió A nthony Leeds a lo largo de un im p ortan te trabajo (1965)— está en la posibilidad de tener un doble código relacionado con los valores de la igualdad y de la jerarquía. Este punto debe elaborarse m ás. Exam inem os otra vez nues tros casos. Lo que vem os es una situación en la que, con el uso del "¿Sabe con quién está h ablando?", se desea pasar por en cim a (o p or abajo) de una ley (o regla universal del sistema). Pero también encontram os casos en los que la ley está ausente, y el "¿Sabe con quién está hablando?" sirve para recurrir a la ley (com o su ced e en los casos 6 a 10). C om o ya vim os, en un caso se trata de invalidar la ley. En el otro, el problema es hacer valer la ley, y quien puede encam arla en determinado momento tiene, obviam ente, autoridad sobre los otros y el m ando de la situación. En el fondo, lo que distinguim os con nitidez son diversas situ acion es d on d e el "¿Sabe con quién está hablan d o ?" se aplica p ara jerarquizar relaciones sociales. Así, ante la ley se puede huir de ella; y, en ausencia de la ley, se puede con fiar en ella. En am bas situaciones existe una separación concre ta entre la persona y la norm a; entre vina ley general, imperso
nal, universal, y la persona que se define com o especial y m e recedora de u n trato personal y especial. C on esto, lo que se evita es la igualdad ante la ley y el consecu ente trato indivi dualizado. E n tales casos tenem os la jerarquización de los iguales ante la ley, la reversión de la autoridad (cuando el poli cía de tránsito nada puede hacer contra el oficial del ejército) y la fuga del sistema en general (caso de la aduana). No es nece' sario decir que esos rasgos m arcan, entre nosotros, a quien tie ne una posición superior o dominante; en una palabra, a quien es alguien en nuestro sistem a. El caso opuesto es el de la au sencia de la ley en situaciones ambiguas, también m arcadas por el igualitarism o individualista. En esas circunstancias quere mos aplicar la ley, y la violencia es un recurso posible (véase el caso 8) para ordenar una situación en la que alguien nos "falta al resp eto", señal de que las distinciones jerárquicas no se están m anteniendo. a Por ello, y esto es lo que desarrollaré a continuación, el sis tema opera en dos niveles distintos; uno, que p articu lariza hasta el nivel biográfico; otro, llam ado por m uchos "legislan te", que actú a por medio de leyes globales y evita en todo m o mento el contacto directo con los individuos, de acuerdo con lo que señ ala, en otro con texto, C rozier (1964: 221-236). Es como si tuviéram os dos bases por m edio de las cuales conci biéramos nuestro sistem a. En el caso de las eyes generales y de la represión, seguim os siem pre el cód igo b urocrático o la vertiente im personal y universal, igualitaria, del sistema. Pero en el caso de las situaciones concretas, de aquellas que la "v i da" nos presenta, seguimos siempre el código de las relaciones y de la m oralidad personal, tom ando la vertiente del jeitinho o "m odito", del "m alandraje" y de la solidaridad com o eje de ac ción. En la prim era elección, nuestra unidad es el individuo; en la segunda, la persona. La persona m erece solidaridad y un tra to diferencial. El individuo, por el contrario, es el sujeto de la ley, foco abstracto para quien se hicieron las reglas y la repre sión. De esta sep aración derivan m uchas consecuen cias im
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portantes.
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De
l a s d is t in c io n e s e n t r e in d iv id u o y p e r s o n a
Las observaciones que hem os hecho hasta ahora sugieren al gunos puntos im portantes, com o las oposiciones entre perso nal e im personal, público y privado, anónimo y conocido, uni v ersal y biográfico. Todo, com o vim os, con d u ce a descubrir aue en el sistem a brasileño es básica la distinción entre indivi duo y persona com o dos formas de concebir el universo social y de actu ar en él. Y, en realidad, los casos ya estu diados del ";S a b e con quién está hablando?" parecen indicar que el uso del rito de autoridad expresa una tentativa de transformación drástica del universo de la universalidad legal hacia el mundo de las relaciones concretas, personales y biográficas. En los casos de revelación súbita de superioridad social, cu an d o la situación inicial es am bigua o aparentem ente está definida p or la su p eriorid ad de la autoridad im personal (el policía, el agente aduanal, el policía de tránsito, el cuidador de au tom óviles, el vigilante, el sirviente, el tendero, el cajero, la secretaria, e tc.), el "¿Sabe con quien esta h ab lan d o, opera com o m ecanism o de devolución de las personas a sus lugares v. en consecuencia, m uestra la paradoja de la aplicación de una lev universal que adquiere un nivel de realidad, digamos, más tenue. Sin em bargo, cuando la am bigüedad es patente, como en un enfrentam iento entre individuos aparentem ente iguales (que en teoría deberían gozar de los m ism os derechos ante la ley), la m ism a expresión sirve para dividir las aguas y las posi ciones sociales. N o obstante, uno de los denominadores coiro nes de todas las situaciones es la separación o diferenciación social, cuando se establecen las posiciones de las personas en el sistema social. .m . ' Aquí, un punto decisivo es que el ¿Sabe con quién esta ha b lando?" desenm ascara situaciones y posiciones sociales. Asi, com o ya vim os, en una ciudad pequeña no se usa esa forma de fuga hacia el anonimato simplemente porque el anonimato no exfste. Lo m ism o sucede en las sociedades tribales, donde la posición en una familia, el hecho de poseer cierto conjunto de nombres o de pertenecer a determ inado linaje definen a la pe
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gona com o poseedora de ciertas prerrogativas sociales. En la India, donde, según Dumont (1970a, 1970b, 1975, 1977), tene mos un sistema que tomó más en serio el principio de la jerar quía, la primacía ceremonial opera en todos los niveles — de la ropa a la com ida, de la profesión al casamiento, del nacimiento a la muerte— , como si la India fuese un conjunto de múltiples sociedades relativam ente independientes unas de otras, ya que el sistem a de castas (com o lo señaló Bouglé, 1971) es un Esterna que se rechaza a sí mismo. En el caso de Brasil, todo indica que la expresión perm ite pasar de un estado a otro: del anonimato (que revela la igual dad y el individualismo) a una posición bien definida y cono cida (que expresa la jerarquíá y la personalización); de una situ ació n ambigua y, en principio, igualitaria, a una situación jerarquizada, donde una persona debe tener precedencia sobre otra. En otras palabras, el “¿Sabe con quién está hablando?" per mite establecer a la persona donde antes sólo había un individuo. Insistiré en este punto. Las nociones de individuo y de persona son fundamentales en el análisis sociológico, aun cuando se descubra (com o lo hizo Dumont) que la sociología — por ser producto de una form a ción social en la que el individuo (y las nociones de individualis mo e igualitarism o que le corresponden) es dom inante com o categoría y unidad filosófica, jurídica, política, social, econó mica y religiosa— ha sido proyectada hacia afuera del sistema occidental y ha servido para expresar realidades en las que sólo tendría existencia "em pírica" (o natural), porque su existencia (¡orno un hecho social sólo se da en situaciones especiales. - La sociología ha sobresalido por el uso y abuso de la noción de individuo (e individualismo) en el estudio de realidades no occidentales, lo que en los últim os años se ha relativizado sobre todo por el trabajo de Dumont. Por otro lado, la noción áe persona surgió claramente con M arcel M auss (1974), en un aEífeulo clásico en el que sigue la trayectoria de la noción que daría cobertura a la idea de un personaje (en las sociedades tri bales) que se individualiza progresivam ente hasta llegar a la i8ea de persona com o "ser psicológico" y sum am ente indivi dualizado.
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Se aprecia perfectam ente la idea de M auss en cuanto a que la persona de hecho era un punto de encuentro entre la noción de individuo psicológico y una unidad social. Pero es impor tante observar que, para él, la noción de persona desemboca ba en la idea de individuo. Las m ism as oscilaciones surgen también en la obra de A. R. Radcliffe-Brown (1974) y de otros antropólogos ingleses, ya que la idea de individuo se convir tió en una especie de problem a en la antropología social britá nica, com o lo dem uestran Viveiros de Castro y Benzaquem de A raújo (1977). A quí, siguiendo a D um ont, m e interesa mos trar que la noción de individuo también es social. Enseguida, m e gustaría revelar que la noción de individuo puede contras tarse con la idea de p erson a (tam bién una construcción so cial), que expresa otro aspecto de la realidad hum ana. Y, por últim o, espero m ostrar que ambas nociones perm iten introdu cir en el análisis sociológico el dinam ism o necesario para poder m ostrar la dialéctica del universo social con una ampia aplicación, sobre todo en el caso de Brasil. El prim er punto que estableceré es que la idea de individuo contiene tres ejes básicos. En un plano tenemos la noción em píricamente dada del individuo com o realidad concreta, natu ral, inevitable, independiente de las ideologías o representacio nes colectivas e individuales. Sabemos que no hay formación social hum an a sin el individuo. Pero reconocer la existencia em pírica de éste y sorprenderlo com o unidad social relevante y activa en una form ación social, capaz de generar los ideales concom itantes de individualismo e igualitarismo, es un hecho social e histórico, d ad o de m anera objetiva, p roducto del des arrollo de una form ación social específica: la civilización occi dental. Sólo en esta civilización la idea de individuo tuvo una apropiación ideológica, a partir de lo cual se construyó la ideo logia del individuo com o centro y foco del universo social, que contiene dentro de sí a la sociedad, com o lo prueban nuestros m itos de Robinson Crusoe y de los superhombres de las histo rietas o los cowboys solitarios y los detectives privados. L a cuestión aquí es la siguiente: aunque toda sociedad m ana esté constituida por individuos empírica (o naturalm^n te) dados, no toda sociedad tomó ese hecho com o punto cen
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de su elaboración ideológica. Aun cuando no quepa d u d a de que M auss tiene razón cuando dice que "es evidente [ ...] que jamás hubo ser hum ano que no tuviera sentido, no sólo de su cuerpo, sino también de su individualidad en un tiempo espiri tual y co rp o ra l" (1974: 211), tam bién es cierto que — com o lo indica el propio M auss— la idea de persona, del "y o ", nació y "creció m u y lentam ente d u ran te m uchos siglos a través de muchas vicisitudes, a tal grado que todavía h oy es fluctuante, delicada, preciosa y falta por ser elaborada" (1974: 209). Esa elaboración social es la que interesa, pues a partir de ella se construyen las ideologías. Así, lo sociológico, o mejor aún, lo social, es aquello que se toma de lo que se da empíricamente (naturaleza) y que alguna entidad elabora de m anera conscien te, con el propósito de que p ueda tom ar una posición o crear una perspectiva. * La idea de individuo recibió dos elaboraciones distintas. En una de ellas, com o acabamos de ver, se tom ó su vertiente más individualizadora, con m ayor énfasis en el "y o individual", repositorio de sentimientos, emociones, libertad, espacio inter no, por consiguiente capaz de aspirar a la libertad y la igualdad, donde la soledad y el am or son dos de sus rasgos básicos (cf. Viveiros de C astro y Benzaquem de A raújo, 1977), y el poder de optar y escoger, uno de sus derechos fundamentales. De he cho, en esa construcción — que corresponde a la construcción occidental— la parte es m ás im portante que el todo. Y la n o ción general, aceptada universalmente, es que la sociedad debe estar al servicio del individuo, pues lo contrario sería una in justicia que será necesario corregir. Otra vertiente im portante del individuo natural o em pírica mente d ad o es la elaboración de su polo social. A quí, la v e r tiente que desarrolla la ideología ya no es la igualdad paralela de todos, sino la com plem entariedad de cada uno para form ar una totalidad que sólo p uede constituirse cu an d o se tienen todas las p artes. En vez de que la sociedad esté en el indivi duo, tenemos lo opuesto: el individuo contenido e inmerso en la sociedad. Esa vertiente es la que corresponde a la noción de Persona com o entidad capaz de remitir al todo, y ya no a la uni dad, e incluso com o el elem ento básico por m edio del cual se
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"¿SABE CON QUIÉN ESTÁ HABLANDO?"
cristalizan relaciones esenciales y com plem entarias del uni verso social. _ C om o se & advierte, las dos nociones son básicas y son ampliamente_ u tuizadas en todas las sociedades h u m an as. Sólo que la noción de individuo com o unidad aislada y autocontenida se desarrolló en O ccidente, mientras que en las socieda des holísticas, jerarquizantes y tradicionales dom ina la noción de persona. No obstante — y este punto es importante , las dos nociones están siem pre presentes y, de hecho, existe una dia léctica entre ellas. Precisamente el estudio del ¿Sabe con quién está h ab lan d o?" perm ite descubrir esa dialéctica y, con ella, sugerir la im portancia teórica de ambas categorías para el aná lisis sociológico general. En ton ces, de m anera concisa, la noción de persona puede caracterizarse com o una vertiente colectiva de la individuali d ad , una m áscara puesta snb.e el individuo o entidad indivi d ualizad a (linaje, clan, familia, m itad, club, asociación etc.) que así se transform a en ser social. C uando la sociedad atri buye m áscaras a elementos que desea incorporar en su seno, lo hace por m edio de rituales, penetrando, por decirlo así, esa cosa que debe convertirse en algo socialm ente significativo. Esto equivale a tom ar algo que antes se daba empíricamente(aleo natural), com o un niño, un árbol, un pedazo de piedra, una casa recién construida, para elaborar una relación esencial, m arcad a de m anera ideológica. Esa operación es la que hace que el elemento se vuelva persona o ser social. En las socieda des tribales, por ejem plo, la transform ación del niño en per son a im plica una serie de etapas ritualm ente m arcad as, casi siem pre una acción física: perforación de las orejas, de los la bios (cf. Seeger, 1975), del septum nasal, etc. Es com o si la tota lidad estuviera penetrando el elem ento individualizado para liquidar de una vez su espacio interno, en el m om ento mismo de esa penetración, incorporándolo definitivamente a la colec tividad y a la totalidad. Así se explica mejor, creo, la razón.de estado liminar o marginal (cf. Van Gennep, 1978; Tumer, 1967) de los novatos. Es que, primero, son individualizados y, como en las formaciones sociales tribales el individuo en general es pe ligroso y, por lo mismo, controlado, los novatos tienen que ser
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expulsados de la colectividad para que después se incorporen nuevamente, pero ahora com o figuras complementarias y como partes de una totalidad que tiene con ellos una relación esen cial o sustantiva. Así, en las sociedades holísticas la m arca tiene que usarse por el resto de la vida — com o ocurre con los judíos— ; la socie dad realm ente se im prim e en el individuo. Cabe n otar tam bién que en esas form aciones sociales la m áscara social no es algo que se pueda retirar, com o una vestim enta o un unifor me; m ás bien es como una cicatriz, un corte, un agujero, seña les de prerrogativas sociales que generalmente están m arcadas por una ideología com plem entaria y fundada en la recipro cidad. Por otro lado, esas incorporaciones son relativas. Los indivi duos se incorporan a la sociedad, pero a través de la incorpora ción en un linaje, clan o mitad. En otras palabras, entre el ele mento y la totalidad no hay una relación directa, pues un segmento intermediario realiza esa m ediación. Aquí no existe la noción de sociedad com o societas, es decir, un grupo de per sonalidades individuales que de m anera voluntaria (por un contrato) se juntan para form ar un grupo por medio de leyes fijas e iguales para todos. Lo que existe de inmediato es un seg mento social que establece las prerrogativas de cada unidad. En un sistema de castas eso se aprecia nítidamente, puesto que a cada una de ellas le corresponde cierta tarea, y cada una com plementa a la otra en términos de pureza o im pureza (cf. Dumont, 1 9 6 5 ,1970a, 1970b). Ahora se puede ver con m ayor claridad que el lugar del ‘individuo — en oposición al lugar de la persona— está en los sistemas donde no existen segm entos, o m ejor dicho, donde los grupos que ocupan el lugar de los segmentos tradicionales son asociaciones. De hecho, el lugar del individuo, com o ya lo dijo Mauss, está en una form a de totalidad radicalm ente dife rente: en la nación (cf. M auss, ¿1920-1921?; 1972, vol. iii). En principio, no puede haber una nación sin que exista cierta inte gración de la sociedad, es decir, que esa nación deberá haber abolido cualquier segmentación: clanes, ciudad, tribus, reinos y dominios feudales." Y, más adelante:
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Esa in tegración es tal que, en las nacion es de tipo naturalmente acabado, no existe, por decirlo así, interm ediario entre la nación y el ciudadano que desapareció [...] en cualquier tipo de subgrupo; que el enorm e poder del individuo sobre la sociedad y de la socie dad sobre el individuo — que se ejerce sin freno o engranaje— tiene algo no reglam entado, y que el problema que se plantea es el de la reconstrucción de los subgrupos en una forma diferente a la del clan o del gobierno local soberano y, en todo caso, distinta a la de una fragm entación [1972, vol. ii i , p. 290, y también D um ont, 1970b: ca pítulo 5].
Mauss ve con precisión la concomitancia de nación, como nue va forma de organización social y política, e individuo. Y además de qué m anera, en ese m odo de colectividad, los individuos actúan socialm ente en forma diferente. Es decir, que en la na ción los individuos tienen en la actuación social una opción que pueden ejercer o no p ara form ar la llam ada "sociedad ci v il", m ien tras que en las socied ad es segm entadas, comple m entarias y tradicionales, lo social no es una opción opuesta al m undo individual. P or el con trario, se im pone a la persona com o parte integral de su conciencia. Aquí, la totalidad tiene en la unidad — la persona— una de sus prolongaciones esen ciales y com plem entarias. N o hay, com o sucede en la nación, lo que M auss llamó "p od er" de la sociedad sobre el individuo, y viceversa, com o ocurre en n u estra dinám ica social, donde la relación entre la totalidad y la unidad es problemática. Para resumir, diría-que las nociones de individuo y de per sona tienen las siguientes características: Individuo Libre, tiene derecho a un espacio propio.
Persona E stá sujeta a la totalid ad social con la que se vincula de un modo necesario.
Igual a todos los otros.
Com plem entaria a para los otros.
Tiene posibilidad de elección, lo
N o tiene posibilidad de e le c c ió n ,
que considera uno de sus dere chos fundam entales.
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"¿SABE CON QUIÉN ESTÁ HABLANDO?"
Individuo
Persona
i
Tiene em ociones particulares. La conciencia es individual.
La con cien cia es social (es decir, la totalid ad tiene p reced en cia).
La amistad es básica en las formas de relación = elecciones.
La am istad es residual y está de finida jurídicamente.
La narrativa y la novela íntima, individualista (obra del autor), son esenciales.
La m itología, las form u lacion es p arad ig m áticas del m u n d o, son básicas com o form as de expresión
Hace las reglas del m undo en que vive.
R ecibe las reglas del m u n d o en
No hay m ediación entre él y el ■todo.
La segm entación es la norm a.
que vive.
L a DIALÉCTICA ENTRE IN DIVIDUO Y PERSONA
Si existe alguna utilidad en la dicotomía individuo/persona es aquella que se relaciona con las posibilidades de dinam ism o que parece perm itir. Así, el estudio del "¿Sabe con quién está hablando?" com o un ritual autoritario m uestra la posibilidad de pasar de un polo al otro — del individuo a la persona , puesto que todas las sociedades, com o ya lo había dem ostrado Durkheim, utilizan com o instrumento de reflexión sociológica la noción básica de cuerpo y alma (cf. D urkheim , 1975. cap. 15). Entonces, en térm inos de la ecuación de Durkheim , diríam os que el cu erp o estaría m ás p róxim o a la noción de individuo como categoría que define un espacio para sus elecciones y emociones en oposición fundamental al todo. El alma quedaría del lado de la idea de persona, com o la vertiente que idealiza la unión com plem entaria y no contradictoria de la parte con la totalidad. Sin em bargo, no h ay que olvidar que am bas ideas siempre están presentes en toda sociedad hum ana, p or lo que es fundamental estudiar sus relaciones.
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"¿SABE CON QUIÉN ESTÁ HABLANDO?"
Sabem os que en un sistem a com o el de O ccidente las rela ciones entre el individuo y la totalidad son au tom áticas e in cluso recuerdan la operación de las m áquinas tragaperras que existen en los Estados Unidos, de las que se excluye el interme diario de las operaciones de com pra y venta y, junto con él, el im pórtam e elem ento del regateo com o instrum ento para que, com o diría Polanyi (1967), lo social absorba lo econom ico. De hecho, en este caso el Estado debe servir al individuo, y el go bierno, com o dicen los estadunidenses, se vuelve una "admi n istración " que es tanto m ejor cuanto m enos actúa (the least, the best, reza el dicho). En esa form ación social raros son los lugares donde existen personas. Pero, com o es evidente, ellas no han sido totalmente abolidas del sistema. Siguen existiendo en enclaves étnicos — en los barrios de p ortorriqueños, italia nos, irlandeses, judíos, etc.— donde hay formas de adoptar un sistema im perativo de relaciones sociales (un sistema verdade ram ente holístico) y de utilizarlo com o recu rso de poder y prestigio. Eso fue lo que hizo la mafia y lo que hacen de mane ra sistem ática los irlandeses, conocidos en los Est .dos Unidos por haberse apropiado de ciertas zonas básicas del sistema po lítico con base en un código personal de relaciones que, proba blem ente, tomó por sorpresa a un sistem a político individua lista. Así, no es una casualidad que sea en el crim en y en la política — en ámbitos donde las relaciones frente a frente y las jerarquías pueden ser m uy im portantes— donde los extranje ros que viven en los Estados Unidos puedan alcanzar el éxito.12 Pero las relaciones personales y jerarquizantes persisten en los Estados Unidos en otras formas de organización: en el ra cism o, en el exclusivismo de las instituciones to.jles estaduni« Justamente porque - y ésa es la h ip ó te sis- encontraron el aparato poli cial preparado para enfrentar al ladrón o al bandido individualista, que achia d e un modo solitario y contra el sistema; y nunca al bandido que actúa dS un modo organizado (jerárquicamente) haciendo valer, ademas de las armas, la autoridad y el prestigio de las relaciones de parentesco, amistad y go, además de todas las creencias en santos y en la propia Iglesiacatohcaromana. Así, el bandido social (como dice Hobsbawn, 1975) se definiría tamb.en por utilizar las relaciones sociales, construyendo una sociedad paralela con ellas. Ciertamente fue lo que hizo la mafia en los Estados Unidos.
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denses, donde sólo se puede entrar por medio de una invita ción, com o es el caso de las fraternidades, sororities, clubes e instituciones de enseñanza e investigación.13 La propia ideolo gía del éxito — que expresa claram ente los valores de la socie dad individualista y pragm ática— legitima el personalismo en formaciones sociales individualistas e igualitarias. El éxito pa rece expresar — junto con las categorías de it, glamour, charm, sex-appeal, etc — la idea de la diferenciación en universos igua litarios. Así, la noción se reifica: el éxito es algo que — com o el famoso maná— se puede tener o perder. Quien tiene éxito aca ba volviéndose persona y es tratado de una m anera especial, diferente. Y el éxito, com o dice su sentido básico, es algo que se hace y se tiene. No es una cosa que se reciba, com o el nombre, la sangre o el título nobiliario. En consecuencia, tenemos que la ideología del éxito es un m odo de conciliar la diferenciación concreta de los hombres con su ideal de igualdad, com o si fue se un m odo de diferenciar sin jerarquizar, pues, com o sabe mos, el éxito (y toda su constelación de nociones correspon dientes) no es socialmente transmisible o transferible. Com o m iem bro del círculo de éxito, los v i f pueden eludir las filas de espera y poseen el privilegio del reconocim iento especial en un m undo hecho de rostros anónim os. También prescinden de la trem enda soledad del universo igualitario e i individualista en el que los lazos familiares se rompieron, por que nunca están solos. En su calidad de personas, siem pre alI gUien los está com plem entando. Y, en consecuencia, en ese í...tnundo de personas, en el m ás alto nivel de toma de decisio* 13 Pensamos en la alta institución de enseñanza e investigación en la que las relaciones frente a frente son intensas, el trabajo es artesanal, las relaciones de r tirocinio personal y la amistad son fundamentales, las jerarquías están en -,¡gor y todo el sistema tiene como modelo a las universidades europeas del mundo medieval. De este modo, son muchas las instituciones de alta investi gación en las que se necesita una invitación para ingresar, como en los clubes Exclusivos en los que existe un sesgo ineludible de sociedad secreta o grupo - U , especial; y todo esto abunda en los Estados Unidos. Así pues, la exclusividad es, como ya lo señalé, un fenómeno aparentemente característico de una socie dad con un "cred o" igualitario, para usar la expresión de Gunnar M yrdal ,(1962), que fue el primero en mostrar la importancia del credo estaduniden se" para comprender él problema negro en los Estados Unidos.
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nes, en las altas esferas del dinero y de poder, es donde A nthony Leeds encuentra — y creo que con razón— las "cama rillas" estadunidenses (cf. Leeds, 1965: 402, nota 8). Con esas personas, el sistema individualista sufre una especie'de flexión que perm ite que en él puedan operar los valores de las relacio nes personales, lo que de cierto m odo y dialécticam ente sirve com o una justificación para los valores cotidianos y normales de la igualdad y del individualismo. Lo sim étrico inverso se da en los sistem as tribales (y en las sociedades tradicionales), donde el individuo no existe y do mina la noción de persona. En ellos el individuo es el hombre o la mujer, definidos com o egocéntricos e interesados, esto es, aquellos que sucum ben ante los valores m ás caros del indivi dualismo, com o el utilitarismo y el lucro. Claro está que en un sistem a form ado p o r una red de relaciones sociales imperati vas, en el que dom inan el espacio social y la persona, el indivi duo es el brujo; es decir, aquel que siempre pide y no da nada en retribución, el que está por encim a de los parientes y ami gos; en una palabra, el que huye de la totalidad y que, al igual que el renunciador indio (cf. Dumont, 1970b: cap. 3), mediante el rechazo del m undo ordinario se transforma en individuo. Del m ism o m odo, los afines en sistemas fuertemente marca dos por la solidaridad del linaje y de la fracción también son vistos de form a individualizada y, así, se consideran una fuente de peligro o de m agia negativa. Los curanderos son vistos de la m ism a m an era, bien com o m ediadores sociales, com o los jefes piel de leopardo nuer, los profetas y los héroes míticos en general. De h ech o, su trayectoria es la de quedar fuera del m undo renunciando al sistem a social con el cual están vincula dos de m anera sustantiva. En ese limbo social aprenden, curan, d estru yen y sirven com o p arad igm as de un m odo de acción posible, pero peligroso. Sin em bargo, en todos los casos lo que hemos denom inado liminariedad puede traducirse mejor, en tér m inos sociológicos, com o la individualización en un universo de personas. La noción de individuo también es importante en los grupos tribales, aunque la categoría se utilice para explicar lo excepcional, no al hom bre com ún, som etido al sistema de rela ciones sociales.
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La visión concluyente es que existe una compleja dialéctica entre el individuo y la persona, que corresponde de cerca a la dicotomía del Homo dúplex de Durkheim. De hecho, en la opo sición entre cu erp o y alm a D urkheim vio el d ram a universal de aquello que, para mí, se expresa en las categorías de persona e individuo, com o las dos vertientes ideológicas vinculadas a la realidad em pírica (y natural) del individuo. Así, tendríam os sistemas que privilegian al individuo y sis temas que tom an como centro a la persona. ¿Existirá la posibi lidad de tener sistem as en los que las dos nociones sean basicas? Mi resp u esta es afirm ativa, y el estudio del "¿Sabe con quién está hablando?" parece indicar perfectam ente la im por tancia de am bas nociones. P o r un lado tenem os el énfasis en una ley universal (cuyo sujeto es el individuo), que se presenta como igual para todos; por el otro, tenemos la respuesta indig nada de alguien que es una persona y exige una flexión espe cial de la ley. En sistemas así — y supongo que aquí podem os incluir a todas las sociedades llam adas m editerráneas— tene mos las dos nociones que operan de m odo sim ultaneo, y le toca a la investigación sociológica localizar los contextos en los que el individuo y la persona son requeridos. En el caso espe cial de Brasil todo indica que tenemos una situación en la que el individuo responde a la noción m oderna, sobreim puesta a un poderoso sistem a de relaciones personales. Asi, el ¿Sabe con quién está hablando?", el carnaval, el fútbol, el sistem a de patrocinio y de relaciones personales son fenóm enos estru c turales que perm iten descubrir una dialéctica que vuelve com pleja la operación del sistema en el nivel puram ente economico, como lo han notado algunos estudiosos brasileños aym un do Faoro (1975), O távio Velho (1976) y Sim ón Schw artzm an (1975)— . . . . . . En form aciones sociales de este tipo, la oposicion indivi d u o/p erso n a siem pre se m antiene, al con trario de las socie dades que hicieron su "reform a protestante" cuando, com o lo demuestra M ax Weber (1967), los m ediadores entre el universo social y el individual fueron destruidos. En el m undo protes tante se desarrolló una ética del trabajo y del cu erp o, con la propuesta de una unión igualitaria entre cuerpo y alm a, bn los
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sistem as católicos, com o el brasileño, el alm a sigue siendo su perior al cuerpo, y la persona es m ás im portante que el indivi duo. Así, seguim os m anteniendo una fuerte segm entación social tradicional, con todas sus dificultades p ara la creación de las asociaciones voluntarias que constitu yen la base de la "so cied ad civ il", fundam ento del Estad o burgu és, liberal e igualitario, dom inado por los individuos. Entonces, en Brasil, junto al "¿Sabe con quién está hablan d o ?" tenemos las famosas expresiones de "negro de alma blan c a " y "el dinero no hace la felicidad , todo eso adem ás de la ecuación según la cual trabajo es igual a castigo y riqueza es si nónimo de suciedad, de cosa ilícita. Basta con leer algunos afo rism os de Ben Frankiln (Weber, 1967) para ver que la idea del capitalism o es entrar en el m undo, y no huir y renunciar a él, com o parece ser el caso entre nosotros. De este m odo, en el sis tema protestante (y capitalista) el cuerpo va junto con el alma, el dinero sigue al trabajo, y el individuo hace el m undo y sus reglas. Ahora bien, entre nosotros el cuerpo es inferior al alma, dinero y trabajo son cosas separadas y las que m andan son las personas. La idea de una sociedad segm entada, con las oposi ciones clásicas entre hom bre/m ujer, viejo/joven, calle/casa, buena vida/trabajo. Com o señalé antes, tenemos m aneras mu-* cho más poderosas de com pensar las diferencias económicas, ya que nuestro sistem a, insisto, es m últiple y perm ite varias clasificaciones. En térm inos de la dialéctica del individuo y de la persona, tenem os un universo form ado por un pequeño núm ero de personas, jerarquizado, que dirige la vida y el destino de una m ultitud de individuos, los que deben obedecer la ley. Por ello, el m undo se divide en una capa de personalidades, auto ridades y "hom bres de bien" que hacen la ley. En un polo tene m os a la sociedad de los "d u eñ os del p o d er", para usar la expresión de Faoro (1975); en el otro, el p royecto de nación burguesa y capitalista. La oposición fundamental es la de indi viduo y persona, com o, por cierto, ya lo había planteado Alceu A m oroso Lima en A realidade americana (1955). Para Amoroso Lim a, enTos Estados Unidos la realidad está form ada de indi viduos, m ientras que en Brasil la unidad social es la persona.
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jsli allá ni acá han desaparecido el individuo o la persona, sólo nue el sistema se equilibró de un m odo diferente. ’* En Brasil son innumerables las expresiones que denotan el desprecio por el "individuo", término que se usa com o sinóni mo de gente sin principios, de un elem ento d escarriad o del mundo hum ano y próximo a la naturaleza, com o los animales. De ahí que la expresión "individuo" pueda utilizarse en el len guaje de la crónica policiaca com o un terrible sinónim o del anonimato total. En consecuencia, utilizam os expresiones como "ese individuo sin carácter", o "el individuo asesinó al niño sin piedad", etc., tomando la individualización en su sen tido literal para expresar la realidad de alguien que fue inca paz de dividirse, de darse socialm ente. Al quedar indivisa, la criatura no fue capaz de vincularse a la sociedad, no fue pe netrada por ella, com o sucede cuando se es una persona. En Brasil, por esta razón, el individualismo también es un sinóni mo y una expresión cotidiana de egoísm o, un sentim iento o actitud social condenada entre nosotros. Todo esto parece lógico, pues ¿cóm o es posible operar una sociedad semijerarquizada con una fuerte dosis de individua lismo e igualitarismo? Individualizar significa, ante todo, des vincularse de los segm entos tradicionales com o la casa, la familia, el eje de las relaciones personales com o m edios para vincularse a la totalidad. Se trata de buscar un lazo directo con el Estado por medio de asociaciones voluntarias com o el sindi cato, el partido político y los órganos de representación de cla se. Pero para ello es preciso echar mano de los derechos otor gados de m anera sustancial por la sangre, por la filiación, el casamiento, la amistad y el com padrazgo. •
I n d iv id u o ,
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p e r s o n a y s o c ie d a d b r a s il e ñ a
dreo que es fructífero establecer la distinción entre persona e individuo, que parece básica en la interpretación sociológica, ,Bobre todo tratándose de una sociedad como la brasileña, donde fía distinción existe en el nivel concreto e incluso se apropia de manera ideológica. A diferencia de India, que excluye sistem á
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ticam ente al individuo, o de los Estados Unidos, que excluyen sistem áticam ente a las p erson as, en Brasil p arece que utili zam os tanto una com o otra categoría. Debido a esto tenemos la posibilidad de expresar la realidad social brasileña por medio de un doble código, com o lo ha percibido un gran número de estudiosos de nuestro escenario cultural. Así, tenem os un có digo vinculado a la m oral personal, con el misticismo, la valen tía y la aristocracia. A quí estam os en el reino de la caridad y de la bondad com o valores básicos, cuyo foco es un sistema de per sonas que siem pre se conciben com o com plem entarias porque todas son necesarias p ara com poner el cuadro de la vida social brasileña. En un sistem a de personas todos se conocen, todos son "gen te", todos se respetan y nunca sobrepasan sus límites. Vale de cir que todos conocen sus lugares y ahí se quedan satisfechos. En ese sistem a de personas — que sustenta el u niverso social segm entado en fam ilias, grupos com pactos de profesionales, barrios, y la fam osa y siempre presente ideología aria y racista que jerarquiza o ayuda a jerarquizar nuestras relaciones entre personas— se hacen las leyes y se establece la confusión entre la regla y su autor, que, p or realizarla m aterialm ente, puede, es obvio, dejar de cum plirla. En ese universo de personas es don de encontram os a los medallones, a los figurones, los ideólogos, las personas-instituciones (valga la redundancia): aquellos que no nacieron sino que fueron fundados. Y también aquí encon tram os a los líderes que — com o ya lo había observado LéviStrauss (1955: 124)— en carn an las corrientes sociales que de fienden y desean p o n er en p ráctica. De hecho, en Brasil la su p erp erson a tiende a en trar en un plano que llam é nirvana social, una zona donde queda por encima y m ás allá de las acu saciones y pasa a ser lo que nos gusta llamar "nuestro patrimo n io " o, m ejor dicho, "patrim onio brasileño o nacion al". Aquí estam os en el plano cotidiano y familiar de las personas cuyas peticiones no se pueden rechazar, cuya obra no se puede ata car, cuyo rostro no puede ser desconocido, cuya proyección (y la expresión es significativa, com o ya lo observó Leeds, 1965) es avasalladora y cuyo prestigio (he ahí otra palabra básica de nuestro vocabulario) no debe subestimarse.
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Y no es preciso agregar que son personas o entidades que aglutinan a su alrededor vastas clientelas y distribuyen ar ticuladam ente las posiciones ideológicas. Tam poco hay que decir que a partir de tal perspectiva nace la necesidad de pen sar el m undo com o profundamente jerarquizado, pues el m un do pertenece a las superpersonas. El grupo superior engloba (Dumont, 1971a, 1970b) a los infe riores haciendo que sus objetivos sean los de todo el sistema y hablando en nombre de los "inferiores estructurales", siempre denominados "pueblo" (palabra básica entre nosotros). El pue blo es siempre la entidad popular, masificada y fuerte que está de nuestro lado. Cuando es el adversario el que lo invoca, no es "pueblo", se trata de un sector de clase, o, lo que es peor, de un pedazo de la "clase m ed ia". Porque el pueblo siem pre es generoso, siem pre verdadero y, a consecuencia de tantos atri butos positivos, siem pre es idealizado y m anipulable. Su vo' luntad — que nadie requiere conocer— es la voluntad inclu yente dé las personas que hablan por él. Del m ismo m odo que el inferior estru ctural u sa la figura p royectad a de s u patrón para identificarse con ella y p od er legitim ar su superioridad cuando usa el "¿Sabe con quién está h ab lan d o?", el superior estructural, la persona, engloba a sus inferiores, vistos de manera colectiva com o "pueblo" y así habla por ellos. De hecho, el papel m ás utilizado por las "p erson as" en sus relaciones con el otro es la jerarquía, en la que el superior siem pre "sabe lo que es bueno" para el inferior. En una palabra, el superior engloba y guía al inferior, evita que "el pueblo" sea engañado y hum illado en sus derechos. Entonces, en Brasil tenemos "representantes del pueblo", y no representantes de sectores de la sociedad, en cuyo caso el m undo sería dolorosa mente concreto y poblado de crisis y de intereses. En consecuencia, es una obligación de las "p erso n as" co n ducir el sistem a social, pues es su responsabilidad erigir e m undo e introducir en él las ideologías que deberán m odifi carlo. Las ideologías que vienen espontáneam ente de los infe riores siem pre son vitales por "inocentes " o ingenuas, presas fáciles de grupos y de personas. Pero todo lo que viene de arriba es sagrado y puro. Es algo que tiene una legitimidad indiscu-
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tibie y debe ser "to m ad o en serio". A sí tenem os el universo que Lima Barreto vio com o constituido de brahm anes. Es de cir, de una capa o segm ento que cuida exclusivam ente de las tareas políticas, estéticas y m orales que, entre n osotros, real mente asum en una tonalidad casi religiosa. También aquí, en la esfera de las personas, es donde, corno en todo sistema jerarquizado, aparece la ideología de la bondad y de la caridad que constituye uno de los puntos significativos de nuestras definiciones com o pueblo (cf. A zevedo, 1966: 54). Tenemos caridad, nunca filantropía (que es un sistema de ayuda al prójimo, volcado mucho más hacia la construcción social), y así reforzam os las "éticas verticales" que, al vincular a un su perior con un inferior mediante los lazos sagrados de las rela ciones b asadas en el patrocinio personal y de la moralidad, perm iten m ucho más la perspectiva com plem entaria de las relaciones jerárquicas que las antagónicas. El m undo parece co m p u esto de fuertes y débiles, ricos y pobres, patrones y clientes, donde unos proporcionan a los otros aquello de lo que no disponen. En otras palabras, las relaciones.no unirían a individuos (o cap as individualizadas) sino a personas. De hecho, se podría decir, de acuerdo con D um ont (1970b: 141), que la realidad no es el individuo, sino — com o ocurre clara m ente en el caso de la umbanda— la relación. El par es lo impor tante — y ya vim os esto en el capítulo an terior— , pues es lo que perm ite superar las diferencias individuales, construir un puente entre capas y luego llegar a la totalidad. Con ello, insti tuim os un sistem a de relaciones personales com o un dato estructural de nuestra sociedad. Ya no es preciso explicar que en este universo social es don de el arm a del "¿Sabe con quién está hablando?" opera de un m odo vigoroso. Realm ente, si en algo nos ayu d an las catego rías de individuo y persona es en la definición de un universo social dual, en este caso com puesto de una vertiente personal y de otra individualizante. El prim ero, ya vim os, se basa en las reglas del respeto y de la honra (cf. Pitt-Rivers, 1965; Campbell, 1964; C utileiro, 1971; Viveiros de C astro, 1974), punto crítico de los sistem as en los que se tiene poca tolerancia hacia la igualdad y el individualismo. De este m odo, la "honra", como
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el "respeto", serviría, entre otras cosas, para establecer grad a ciones de prestigio y autoridad entre personas y familias haciendo desaparecer la igualdad social vigente en las com u nidades del llam ado m undo m editerráneo. Lo m ism o sucede con el "respeto" que, en la excelente dem ostración de Viveiros de C astro (1974), queda a la mitad del cam ino entre la igual dad de los "hom bres libres" (pero sin ideología del igualitaris mo y del individualismo) y la jerarquización (pero sin aristo cracia plena). . . . . Pero hay que reconocer que la vertiente individualizante también existe entre nosotros. Está presente en nuestro aparato legal, puesto que las leyes se hicieron para los individuos y en función de la igualdad básica de todos los individuos ante la ley. En una palabra, el universo de los individuos está consti tuido por aquel plano de la impersonalidad de las leyes, decre tos y reglam entos en su aplicación y operación práctica. Es también el universo de los servicios más autom áticos del Esta do, siempre gratuitos, sobre todo en lo que tiene relación con la salud y la educación. Las leyes y reglamentos, en su ángulo impersonal y automático, sirven para ordenar el m undo masificado de los individuos, a quienes se aplican de m odo integral y para quienes, en última instancia, se hicieron. diora se puede parodiar el célebre refrán brasileño ya m en cionado diciendo "a los malnacidos, la ley; a los am igos, todo"; o "¡a los individuos, la ley; a las personas, tod o!",* lo que en realidad significa: ¡a quien esté inserto en una red im portante de dependencia personal, todo; a quien esté aislado y sin mediaciones personales ante la sociedad, la ley! Pues solamen te los individuos frecuentan las delegaciones de la policía, los ¡ribunales, las filas, la medicina y la educación públicas. Tam bién son los individuos los que sirven al ejército, en la larga tra dición de transformar en soldados sólo a los esclavos y dejar a ■ ios hijos de buena familia fuera de la corporación que transfor ma en núm eros e impersonaliza en el uniforme y en el ethos a la soldadesca, concebida com o com puesta de individuos y tranca de "hijos de familia". * Cabe recordar que en Brasil tener "buena presentación vale un empleo.
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Los medallones, las personas, no se hicieron para esas leyes que igualan y vuelven a los individuos simples recipientes, sin historia, sin relaciones personales o biografía. Así, los que reci ben la ley au tom áticam ente quedan algo d escarriados, como indigentes y parias sociales. Sí, porque para nosotros depender de un órgano im personal (p articu lar o de E stado) es revelar que no se pertenece a ningún segm ento. Es m ostrar que no se tiene familia o padrino: alguien que nos "da la m ano" o puede "interceder por nosotros". Así, en Brasil el individuo entra en escena todas las veces en que estam os ante la au torid ad im personal que representa la ley unlversalizante que se ha de aplicar a todos. Es, como vim os, cuando usam os el "¿Sabe con quién está hablando?" o form as m ás sutiles y suaves de revelar nuestra "verdadera" identidad social. Ya no com o ciu d ad an os de la República, iguales ante la ley, sino como personas de la sociedad, relacio nadas esencialmente con ciertas personalidades y situadas por encim a de la ley. Al desarrollar a lo largo de años esa manera de jerarq u izar y m antener las jerarquías del m undo social, cream os a los coyotes o padrinos para abajo, esos mediadores que hacen de intermediarios entre la persona y el aparato de Estado cu an d o se desea obtener un docum ento com o el pasaporte o poner placa al coche. Si todos son iguales en el m om ento de sacar el pasaporte o em placar el carro, las personas — al con tratar a un coyote— pueden eludir las filas y un trato imperso n alizado, cu an d o se está sujeto a los vejám enes de un trato igualitario que siempre es sinónimo de trato inferior. Entonces el coyote, ese padrino para abajo, cuya lógica de funcionamiento es igual a la del padrino (o mediador para arriba) que nos rela ciona con el m undo social en general com o personas, garantiza un trato diferenciado en lugares donde operan las reglas im personales. De m anera que en el sistema social brasileño la ley unlversa lizante e igualitaria se utiliza con frecuencia para servir como elem ento fundam ental de sujeción y diferenciación política y social. En otras palabras, las leyes sólo se aplican a los individuos y nunca a las personas: o mejor dicho, recibir la letra dura y fría la ley es volverse inm ediatam ente un individuo. Poder perso
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nalizar la ley es señal de que se es una persona. De este m odo, el sistema legal que define el llam ado "Estado liberal m od er no" sirve en gran parte de las sociedades sem itradicionales _como Brasil— com o un instrumento más de explotación so cial, con un sentido m uy distinto para los diferentes segmentos de la sociedad y para el que está situado en diferentes posicio nes dentro del sistema social. Por su parte, el conjunto de rela ciones personales siem pre es un operador que ayuda a subir en la vida apaciguando y com pensando a la otra vertiente del sistema. En Brasil, hacer leyes es una actividad que sirve tanto para actualizar ideales dem ocráticos com o para impedir la organi zación y la reivindicación de ciertas capas de la población. Lo que ha servido como foco para establecer una sociedad en la que el conflicto y el interés de los diversos grupos pueden surgir claramente — el sistema de las leyes que sirve para todos y con el cual todos están de acuerdo— se transforma en un instrumen to para aprisionar a la masa que debe cumplir la ley, sabiendo que existen personas bien relacionadas que nunca la obedecen. He aquí lo que parece ser el dilema brasileño. Porque la regla universalizante que su puestam ente debería corregir las des igualdades sólo sirve para legitim arlas, puesto que las leyes vuelven más solidario el sistema de relaciones personales, más operativo y m ás preparad o para superar las dificultades que pone la autoridad impersonal de la regla. Por tener leyes, generalmente drásticas e imposibles de aca tar rigurosam ente, acabam os por no cum plir la ley. Así, utiliza mos el clásico jeitinho que no es otra cosa que una variante cor dial del "¿Sabe con quién está hablando?" y otras formas más autoritarias que facilitan y permiten burlar la ley o abrir en ella un honroso privilegio que la confirma socialmente. Pero el uso del jeitinho y del "¿Sabe con quién está hablando? acaba por engendrar un fenóm eno m uy conocido y generalizado entre nosotros: la total desconfianza en relación con las reglas y decretos universalizantes. Sin em bargo, esa desconfianza ge nera su propia antítesis, que es la esp eran za perm anente de ver que las leyes finalmente se instrumenten y se cum plan. De este m odo, creem os que la sociedad puede m odificarse por
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medio de las buenas leyes que algún gobierno finalmente ven
circularmente los mecanismos jurídicos impersonales, de m odo que las relaciones entre los dos sistemas son complejas y pro blemáticas. Veamos ahora algunos casos de paso de un sistema o ámbito a otro, es decir, cuándo y de qué m anera los indivi duos se transform an en personas y cuándo las personas se transforman en individuos. Para em pezar, tomemos la situación más básica y universal entre nosotros, que es la trayectoria individual del nacimiento a la edad adulta, cuando el individuo entra al mundo. Aquí la oposición básica radica entre la casa y la calle. C ada cual re presenta un lugar privilegiado donde se hacen presentes, res pectivamente, la persona y el individuo. En la casa las relacio nes están m arcadas por lazos de "san g re" o de sustancia, por dormir y com er juntos, por una atmósfera que está medio den tro y medio fuera del m undo real. En una casa, en el seno de la familia, damos el primer paso fundamental, pues al nacer indi viduos, nos transform am os en personas cu an d o adquirim os nuestro nombre en el ritual del bautismo, que nos enlaza con el mundo y la sociedad m ayor. En la casa o en el h ogar sólo te nemos personas, y los papeles se ven com o com plem entarios: viejo/joven; hom bre/m ujer; padres/hijos; p ad re/m ad re; m a rido/m ujer; fam ilia/em pleada dom éstica; sala/cu arto, etc. En consecuencia, en la familia y en la casa se elimina el individuaV lismo y cualquier comportamiento individualizante se percibe como una am enaza a la vida del grupo. Así, podem os decir que el dominio de la persona, en Brasil, es el dominio de la fa milia y de la casa, donde todos se sienten am parados y prote gidos de la famosa y dram ática "lucha por la vida". ¿Pero qué significa "lu ch ar por la v id a " y sus congéneres "vida", "dura realidad de la vida", "salir de la casa para ganar la v id a", "m ujer de la vid a", "la vida es d u ra", etc.? Todas Indican la im portancia de la dicotom ía casa/calle com o dos dominios sociales distintos y básicos en el universo social de t i 1 * firasiL De este modo, el momento de salir de la casa es dram atico. Y porque, en efecto, m arcam os el m undo en términos de dominios y posiciones con reglas internas diferenciadas, todos los pasos son peligrosos y están m uy bien m arcados. Del priier día en la escuela al prim er día en el trabajo, pasando por
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ga a establecer y hacer cumplir.14 Eñ consecuencia, la fuerza de la ley es una esperanza. Para los destitu id os sirve com o palanca para exp resar un futuro mejor (leyes para nosotros y no contra nosotros), y para los po derosos sirve com o instrum ento para d estruir al adversario político. En am bos casos, la ley raram ente se ve com o ley, esto es, com o regla im parcial. Así, legislar es m ás im portante que h acer cum p lir la ley. Pero, vean el dilem a, precisam ente por que confiam os tanto en la fuerza fría de la ley com o instru m ento de cam bio del m undo, en una operación dialéctica in ven tam os tantas leyes y las volvem os inoperantes. Así que el sistema de relaciones personales que las reglas pretenden debi litar o destruir se vuelve cada vez más fuerte y vigoroso, de m odo que tenemos un sistema que alimenta a otro.15
L as
z o n a s d e pa so
El hecho de reducir nuestra sociedad a sólo dos universos (el de las personas y el de los individuos) sería simplificar dema siado el problem a, porque hay zonas de conflictos y también zon as de paso entre ellas, y esas zonas son decisivas para la com prensión de algunos procesos sociales brasileños. Vimos antes algunos de los dilemas planteados por las rela ciones entre ambos sistemas, pues queda m uy claro que la ley es una faceta indisociable de la moralidad personal y del jeiti nho, así com o el caxias es el otro lado del m alandro, y el carna val — lo vim os en los capítulos anteriores es el reverso del desfile del Siete de Septiembre. Sin embargo, la moralidad per sonal, con su código de intereses, intimidades y respetos, acciona u Obsérvese que ésta fue una cuestión importante en las campanas electo rales de la u d n y se constituyó en uno de los puntos claves de nuestra vertien te caxias. En ese caso decimos que para que Brasil mejore basta con cump ir s leyes existentes. Nótese que caxias es precisamente el que, entre otras cosas, asi procede. Véanse los capítulos v y vi. '5 Lleg0 entonces, creo, a la raíz de ló que Helio Jaguanbe llamo Estado no tarial" (cf. Jaguaribe, 1958:41 y ss.).
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patrón" que nos ay u d ará a transform ar la oficina en u n . se todos los rituales com o el bautism o, la confirm ación, los ¡ versarios y, sobre todo, las ceremonias de graduación^ todos m ovim ientos son ocasiones de una aguda tom a de concienci del alejamiento del grupo de la sustancia y del hogar, ese punti de referencia fijo en la vida de cualquier brasileño. Quiero peí sar que esos pasos corresponden a un m ovimiento de la pergt na (cuando se está dentro de la familia) al individuo (cuando: entra al m ercad o de trabajo), y son pocas las personas^ qué ingresan al m undo de trabajo sin el paso por el estado de ini viduo, desconocido y solo, luchando para "ser alguien". N orm alm en te el p aso es de persona a individuo y después i, persona, cuando el em pleo se vuelve familiar y los lazos de sim patía, am istad y consideración se establecen con los patrones Así, un esquem a fijo de relación social es la norm a o el model , y cualquier cambio de empleo se enfrenta com o si recomenzara la transform ación del empleo en hogar, pues ése es el ideal. Las personas exitosas son las que logran juntar la casa con el traba jo y hacen que un dominio sea la prolongación del otro. C om o vem os, la en trad a al m undo (y la salida de la casg equivale a con ocer la "c a lle " con sus m isterios y sus reg Esto se hace a través de m uchos m ediadores, ya que sisti ticam ente evitam os el con tacto directo de la persona con e dom inio hacia el cual está pasando, so pena de transformarla directam ente en individuo: un ser anónimo y sujeto a las universales que gobiernan al m undo. Por ello, a lo largo de o ritos de p aso recibimos padrinos, paraninfos, patrones, yentes, entidades espirituales y santos (cf. G uim araes, 19 ) que nos ayudan a enfrentar las dificultades que la "vid a" pq*| en nuestro "cam in o". La relación fuerte con un m ediador perm ite que se nos vea de un m od o especial, com o el "ahijado de F u la n o ', que en aquel dom inio social es im portante. Esta, lo sabem os, es la ñor m a. Así, diría sin m iedo a exagerar que en los sectores llaI* a' dos m edios y altos de n u estra socied ad el conocim iento e m undo y la entrada al universo del trabajo se obtienen de u n , relación m u y im p ortan te con un m ediador. Así, es poco e tiem po que la persona vive com o individuo. En otras P al^ ra^ existe una buena oportunidad para que se descubra un bue
gundo h o g ar" r , , . Aquí, está claro, la ideología dominante es la com plem entariedad, con todo el universo social jerarquizado en términos de relaciones familiares. En otras palabras, la casa domina la cal e, como es característico en las sociedades tradicionales, cuando una familia gobierna a la nación com o si fuese su propia casa: siendo el p ad re, la esposa, la m adre, los hijos, sus herederos. No creo n ecesario m encionar los casos concretos de esto/ en Brasil o en A m érica Latina. El punto es que el llam ado "p o p u lismo" tiene un claro com ponente familiar, vinculado de cerca a la jerarquización del mundo público en términos del m undo privado, del h o g ar y de la familia. C uando esto ocurre, todos los que están relacionados con la familia dominante autom áti camente están protegidos del m undo, ya que de hecho el m un do es su hogar. Q uienes subsisten en el m undo son aquellos que apenas p oseen lazos m uy tenues con los segm entos del poder, aquellos que sólo poseen su fuerza de trabajo com o recurso p ara m ediar sus vínculos con el m undo. Y es aquí, precisam ente, donde la dicotom ía individuo/per sona nos ayu da. Puesto que justamente ésa es la cuestión, ¿que ocurre con la m asa de personas que, al no tener m e ia or alguno, entran al m undo directamente, sin padrinos, influyen tes, ni siquiera patrones? Ésa es la masa que constituye el mundo de los individuos y que está som etida a riesgo en el universo generalizante de las leyes. Y entiéndase que aquí la p alab ra "leyes" no significa sólo la legislación consciente que realiza el gobierno, sino también las propias leyes de la econom ía, que para m uchos se reifican com o naturales . De este m o d o , sin tener m ediadores, esas person as están sujetas a las leyes de la "oferta y la d em an d a", de las decisio nes y "op cion es no gubernam entales", de los congelam ientos salariales y de los dilemas políticos. Ésa es la m asa individuali zada, d esp lazad a de sus lugares de origen donde sus m iem bros eran tratad os con respeto y consideración. De hecho, en su m ayoría es una m asa de migrantes desplazados, paso fun16 Para un estudio sociológico que entiende la migración "por dentro" y con firma esa visión del mundo en la que las personas están desamparadas y entre-
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d am ental para su transform ación en individuos sin represen tación alguna, com pletam ente sujetos a las leyes del mercado y del E stad o. Los llam am os masa o pueblo, connotando así su individualización o falta de apadrinam iento social. Mientras p ara nosotros raram ente se da la individualización — por ejem plo, cu an d o estam os sujetos a las leyes del tránsito— , para ellos la individualización es regla. Sólo no están sujetos a ella cu an d o despiertan en sus casuchas y viven en m edio de sus familiares y vecinos. N o obstante, incluso en ese caso hay du da, pues m uchos de los miembros de esa m asa no tienen fami lia, ese recurso esencial para definir a la propia persona, el pro pio ser hum ano entre nosotros. Ésta es la más profunda experiencia de explotación en socie dades sem itradicionales, com o es el caso de la sociedad brasi leña: la de ser tratado com o un núm ero o un dato global de una m asa, en un m undo profundam ente personalizado, don de todos son "gen te" y vistos con "el debido respeto" y "la de bida consideración". Y aquí, en el orden de todo y sometido a todas las reglas unlversalizantes de nuestro sistem a, se descu bre el m od o por el cual se da la explotación entre nosotros. Incluso cream os una expresión grosera para ese upo de gente que tiene que cum plir de m anera im perativa todas las leyes: son los jodidos de nuestro sistema. Son nuestros individuos in tegrales, y hacia ellos dirigim os nuestros "¿Sabe con quién está hablando?" Por ello, no es una casualidad que en el exterior los brasile ños sientan saudade, es decir, que descubran la terrible nostalgia del estado de soledad, cuando se sitúan ante un mundo imper sonal, sin ninguna relación de mediación y complementariedad con él. Una reacción a ese estado de cosas es la actuación suma mente destructiva de ciertas personas en Europa y en los Esta-, dos Unidos, la famosa "pillería" o la "canallada" brasileña, que se reduce a pequeños robos en las grandes tiendas de departa m entos, a la destrucción de baños y teléfonos públicos, a la enseñanza de palabras vulgares a los extranjeros, etc. Es como gadas al juego de las reglas más impersonales y, por lo mismo, apenas son individuos (es decir, gente sin nada), véase el importante trabajo de Claudia Mertezes (1976).
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¡ cí ñor medio de la violencia, estuviéramos buscando una comníementariedad perdida con nuestra investidura en el papel de ndividuo. Al rechazar de manera violenta el sistema, tal vez la complementariedad pueda alcanzarse nuevamente. Tampoco debe ser obra de la casualidad la relación que exis te entre los episodios de violencia urbana y los m edios de transporte colectivo, justam ente cuando la m asa no está ni en la casa (donde uno está integrado com o persona a una familia o vecindad) ni en el trabajo (cuando la situación de pertenecer a algún lugar es m ás fuerte, aunque, com o vim os, pueda ser impersonal). Com o "p asajeros" o "tran seú n tes" — es decir, como un personaje descarriado e individualizado del grupo primario— som os más susceptibles al uso de la violencia con tra el sistem a. Y en esos papeles universales realizam os las famosas depredaciones en trenes, autobuses o estaciones de barcas. Pues en esas situaciones vivim os no sólo el nivel más lito de lo liminar de las personas, sino también la m ayor suje ción a las reglas im personales e igualitarias que, de hecho, acentúan la falta de respeto y consideración del sistema hacia todos los que ocupan, por la fuerza de las circunstancias o no, algún papel generalizado que individualiza. En esos casos, la violencia sirve com o un m odo de reinte gración al sistem a, ya no com o un núm ero o elem ento indiferenciado (un individuo) sino com o una persona — con nom bre, honra y consideración— . La transform ación de individuo en persona se hace nítida cuando el grupo individualizado se transforma de "pueblo" (que es siempre bueno y debe ser pro tegido de los "perturbadores" y agitadores") en turba agitada, es decir, en multitud con objetivos certeros. En ese m om ento el "hombrecillo com ún" adquiere calificativos precisos y consi gue respuestas de las m ás altas autoridades de la nación. En otras palabras, es cuando la masa se convierte en gente y recibe de las autoridades las prom esas de consideración que, por lo general, sólo se dan en los periodos electorales; cuando, del É nismo m odo, el individuo masificado se transforma en perso na por el poder del voto.17 K v 17 En mi opinión, aquí se encuentra la especificidad . . de nuestros zafarran chos. Esto amplía y complementa lo que se vio en el capítulo i.
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"¿SABE CON QUIÉN ESTÁ HABLANDO?"
Pienso que el m ism o proceso fundam ental de construcción del individuo o de la persona tiene lugar en los grandes festi vales colectivos7 com o el carn aval, cu an d o las personas se transforman en individuos y se som eten a las reglas generales de la "locu ra" y de la brincadeira — del reinado de Momo— ; es tas personas se vuelven anónim as y, por la m ism a regla de in versión, los individuos anónim os dejan de ser simple fuerza de trabajo o milusos del m ercado marginal y se convierten en perrsonas: nobles, cantantes, pasistas, personajes de un dram a na cional en el doble sentido del término (cf. los capítulos i, xi, m). Lo m ism o sucede en el fútbol, donde, por obra de la identifica ción con los equipos (o clubes), las porras se reconocen como personas con derechos seguros en la victoria y en la derrota. Aquí, com o en el caso del carnaval, el premio es significativo: se trata del derecho de jerarquizar las posiciones de los iguales, o de cam biar las posiciones de los superiores, y nuestro drama, com o en el "¿Sabe con quién está hablando?", sigue siendo él de la igualdad y de la jerarquía. Una transform ación sem ejante de individuo a persona se produce en los casos de búsqueda m esiánica de un mundo paralelo, cuando una persona es estigmatizada de tal m odo que pierde su posición dentro de un sistema o ámbito social dado. Entonces se transform a en individuo, ya sea porque tiene una enfermedad incurable o desconocida, por la pérdida de la mu jer, o porque sufre alguna desgracia personal — deudas, injus ticias, traiciones— y entra por completo en un m undo de la ca lle, perm aneciendo "fu e ra del m u n d o". Ese estado agudo de indivisibilidad, que parece m arcar tanto al paria de la India (cf. D um ont, 1970b) com o al bandido social brasileño (cf Hobsbawn, 1975), es lo que — por la soledad y la renuncia al sistema y sus reglas— permitirá el retorno compensador y complemen tario, ahora com o símbolo de la justicia (el caso del bandido so cial) o com o fundador de una secta — un universo social alterna tivo y paralelo, com o es el caso de los movimientos m e s i á n i c o s (cf. Pereira de Queiroz, 1965; Teixeira Monteiro, 1974)— . Ése es el proceso que parece m arcar a nuestros C o n s e l h e i r o s , M atragas y M alasartes que, com o intento d e m o s t r a r l o en os capítulos siguientes, son personas que debieron salir de sus
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hogares y renunciar a sus respectivos m undos. Así, se indivi dualizaron y quedaron en un estado socialmente liminar, en la alternativa concreta que se les da a las personas en form acio nes sociales m arcadas por redes de relaciones sociales im pera tivas. Aisladas del m undo por la soledad y el sufrimiento que implica el ostracism o de su grupo (y del m undo de los hom bres), construyen un m undo alternativo, auténtica raíz de los más legítimos procesos revolucionarios. Esa transformación de persona en individuo por periodos m ayores que los autori zados por nuestro mundo rutinario y cotidiano debe constituir la base de los procesos sociales de renuncia al mundo y de crea ción de m odos alternativos de existencia social. Con esto podem os estudiar procesos sociales que considera mos están sep arad os entre sí, com o el bandidism o social, el mesianismo, el malandraje y la violencia urbana. Resulta que, como vim os, todos actualizan en m ayor o m enor grad o las 'posibilidades de pasar de un universo personalizado a un mundo individualizado. La transformación drástica de perso na en individuo es la que explica todos los casos utilizando un mismo principio estructural: el paso dram ático de un universo m arcado por las relaciones y la m oralidad personal hacia un mundo d om inado por las leyes generales y unlversalizantes, siempre aplicadas a quien no tienen m ediadores (o padrinos). De esta m anera, la violencia urbana, el mesianismo y el estado de crim inalidad (trasform arse en reo) no están distantes del "¿Sabe con quién está hablando?" para constituir otro tipo de hechos sociales. _ Por el contrario, todos convergen hacia una m ism a d icoto mía básica, es decir, la posición que m arca y revela un m undo dominador de personas (y serlo ya es una señal de privilegio) y una m asa im potente de individuos subordinados a la letra de la ley. En nuestro universo social, ante la falta de relaciones de com padrazgo, altas amistades y lazos poderosos de sangre, se echa m an o de la violencia com o el único "p ad rin o posible. Así, ella se convierte en un m ediador básico entre la m asa de destituidos y el sistem a legal e im personal que vuelve la ex plotación social "inevitable" y "justa" a los ojos de los dom i nantes.
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El estudio sociológico del "¿Sabe con quién está hablando?" permite presentar y retomar una serie de problemas básicos en el estudio de una sociedad com o la brasileña, que reposa, p 0r decirlo así, en la cuna espléndida de las leyes unlversalizantes, pero que en su parte m edia tiene un fuerte esqueleto jerárqui co. D escubrim os que el "¿Sabe con quién está hablando? re m ite a una discusión m uy seria de las relaciones entre el marco igu alitario del sistem a brasileño y el sistem a aristocrático (y jerarquizante) que ha form ado y guiado durante siglos las rela ciones de señores y esclavos. Si a lo largo del estudio tuvimos dificultades para caracteri zar a Brasil com o una sociedad plenam ente capitalista, con su sistem a que opera sólo en el eje económ ico, también las tuvi m os para tipificar a la sociedad brasileña com o jerárquica, como sería el caso de la India (cf. Bouglé, 1971, y D um ont, 1970a, 1970b). La sugerencia fue que Brasil queda situado a la mitad del cam ino entre la jerarquía y la igualdad; entre la individua lización que gobierna el m undo igualitario de los mercados y de los capitales y el código de las m oralidades personales, siem pre repleto de matices, gradaciones, y m arcado ya no por la uniform idad y las ásperas dicotomías del negro y el blanco, de quienes están adentro o afuera, del es y del no es, pero queperm ite una m ayor diferencia y una tonalidad. De hecho se sugiere que en Brasil tenemos los dos tipos de sistem a que operan en una relación de reflejo de uno en rela ción con el otro, de m odo que tendemos a confundir el cambio con la oscilación de un lado hacia el otro. Y, en realidad, no hay nada más drástico que el paso del m undo de las personas al uni verso de los individuos. Es como si fueran dos m undos distin tos; pero esos dos mundos se alimentan, y, al contrario de lo que puede suponer nuestro pensamiento más lineal, se complemen- tan de un m odo complejo. De nuevo, esto es lo que muestra el estudio detallado del "¿Sabe con quién está hablando?" De hecho, ¿podríamos adoptar sin problemas y de un modo cabal, com o algo consum ado, el principio de la igualdad y la noción de individuo en el sentido m ás acabado del racionalis m o burgués del siglo xv iii , en una nación ya constituida? Todo indica que es indispensable exponer la cuestión funda-
mental, es decir, la de las relaciones entre valores e ideologías sociales y sistemas económicos y políticos. Puesto que el capi talismo es siem pre el m ismo en líneas generales, nadie podrá negar que abandona su origen y se aplica en m undos repletos de prejuicios, ideas y valores. En otras palabras, ¿cóm o se rea liza el capitalismo ante diferentes valores culturales? Me pare ce que sin una respuesta a esta pregunta estaremos destinados a discutir el m undo de un m odo cada vez más distante y m ás formal. Este estudio revela que en el caso brasileño los sistemas glo bales de carácter universal están perm eados por los sistem as de relaciones personales, hecho que tam bién se verifica en otras sociedades semitradicionales como Italia, España, Portu gal y G recia, para no hablar de A m érica Latina (cf. Wagley, 1968). En ellos, las relaciones personales se m uestran m ucho más com o factores estructurales del sistem a que com o supervivencias del p asado que el juego del poder y de las fuerzas económicas luego m arginará. Al contrario de esta suposición lineal, de tendencia evolucionista y racionalista, el "¿Sabe con quién está hablando?" manifiesta la compleja convivencia de un fuerte sistema de relaciones personales enredado en un sis tema legal, universalm ente establecido y altam ente racional (pienso, sobre todo, en las leyes del m ercado y del tránsito). Aquí tenemos la prueba de que el sistema legal (im portado y aplicado con toda la fuerza) puede ser deform ado sistemátical mente por la m oralidad personal, de m odo que su aplicación no se hace en el vacío, sino en un verdadero conjunto de valo
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res e ideologías. .’ l Finalm ente, mi intención fue m ostrar que las nociones de individuo y persona son importantes para la sociología de Bra sil y, por implicación, para el estudio sociológico en general. Al poner uno junto al otro, los conceptos de individuo y persona permiten entender una serie de procesos sociales básicos que pueden d ar luz, en especial acerca de las individualizaciones que, en universos sociales "holísticos", constituyen m ovim ien tos y pasos que norm alm ente llam am os de lo liminar. D escu brimos, entonces, que puede hacerse la ecuación de lo liminar con la individualización, del m ism o m odo que, en universos
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individualistas, p u ede equivaler a una alta personalización, cuando el individuo alcanza el éxito y se convierte en foco de los deseos, aspiraciones y m otivaciones de otra m asa de indi viduos, al m on tarse un sistem a de "relaciones simbólicas de p atrocinio". P or lo m enos, es lo que nuestros sistem as de pu blicidad, cine y televisión (esos operadores fundamentales en la construcción de los v i p o superpersonas) permiten decir. Con esto en m ente, estudiam os el paso de personas a indivi d uos e intentam os relacion ar varios fenóm enos sociales que por lo general se consideran independientes y separados. Del m ism o m odo, el proceso puede esclarecer el estudio de la vio lencia u rb an a, ám bito donde, en universos semiholísticos (o tradicionales), la interacción del esqueleto jerarquizado con los valores e ideales se vuelve notoriamente difícil. A hora tendremos que pasar al estudio más detallado de esos procesos de paso de persona a individuo y viceversa, cuaiv a ciertos paradigm as de acción se centrarán en las figuras clási cas de Pedro M alasartes y M atraga. Así, por medio del estudio del "¿Sabe con quién está h ab lan d o?" p odem os com enzar a relacionar el plano de la conducta personal con sus personajes más fundamentales y los valores e ideologías sociales.
V. PED RO M ALASARTES Y LA S PARADOJAS D EL M A LA N D RA JE En e l c a p í t u l o a n t e r i o r , mi propósito fue orientar el análisis hacia nuestros personajes o héroes: es decir, hacia la búsqueda de esas personas que perdieron el anonim ato y ahora se en cuentran en el panteón de las figuras paradigmáticas del mundo social brasileño, ya sea com o ejem plo que im itar y, posible mente, seguir, o com o un tipo al que hay que evitar y desterrar hacia las zonas oscuras de nuestro m undo social. Com o dicho propósito ya se cumplió a partir del estudio del rito autoritario del "¿Sabe con quién está hablando?", ahora podem os discer nir con toda claridad el destino m anifiesto de este libro, que comienza con la interpretación de los rituales colectivos y de la inversión del orden social (los carnavales) y continúa en la senda cada vez m ás personalizada que conduce no a las fórm ulas y estructuras del ritual, vistas de m anera ab stracta com o un modo de acción (y reacción) colectiva, sino a los actores típicos de esos festivales: sus héroes o aquellas figuras sin las cuales sentimos que el m om ento se deteriora e incluso pierde sus características. En otros términos, el libro inicia su trayectoria partiendo de la totalidad vista com o un poderoso conjunto de reglas, gestos, papeles sociales e ideologías, para continuar en dirección de una fórmula que, no obstante, se aplica personalmente (“¿Sabe con quién está hablando?") y termina con los actores que dan dinamismo al sistema. En realidad, si aceptamos el hecho de que las sociedades son diferentes porque en cada form ación social regularm ente se efectúa cierto número de dram as, podemos argum entar que, si tenemos dram atizacion es regulares, tam bién debem os tener personajes recurrentes. Precisamente de esos personajes hablaré en estos últimos capítulos, para dem ostrar que son congruen tes con nuestras formas ceremoniales más esenciales. 255