CSIKSZENTMIHALYI, CSIKSZENTMIHALYI, MIHALY, Creatividad - El fluir y la psicolgía del descubrimiento y la invención, Paidós, Barcelona, 1998. Capítulo 13 - La construcción de la cultura El mundo sería un lugar muy diferente si no fuera por la creatividad. Seguiríamos actuando de acuerdo con las pocas instrucciones claras que contienen nuestros genes, y todo lo que aprendiéramos en el curso de nuestras vidas sería olvidado tras nuestra muerte. No habría lenguaje, ni canciones, ni herramientas, ni ideas tales como amor, libertad o democracia. Sería una existencia tan mecánica y empobrecida, que ninguno de nosotros querría participar de ella. Para llegar al tipo de mundo que consideramos humano, algunas personas tuvieron que atreverse a romper la servidumbre de la tradición. A continuación tuvieron que encontrar modos de registrar esas nuevas ideas o procedimientos que mejoraban lo que había antes. Finalmente, tuvieron que hallar maneras de transmitir el nuevo conocimiento a las generaciones venideras. A las personas que intervinieron en este proceso las llamamos creativas. Lo que llamamos cultura, o aquellas partes de nuestro yo que interiorizamos a partir del entorno social, es su creación. Creatividad y supervivencia
No hay ninguna duda de que la especie especie humana no podría sobrevivir, ni ahora ni en los años venideros, si la creatividad se extinguiera. Los científicos tendrán que ofrecer nuevas soluciones a la superpoblación, el agotamiento de los recursos no renovables y la contaminación del medio ambiente (o el futuro será realmente feo y breve). A menos que los humanistas encuentren nuevos valores, nuevos ideales que dirijan nuestras energías, es muy posible que una sensación de desesperanza nos impida seguir adelante con el entusiasmo necesario para superar los obstáculos que encontremos en el camino. Nos guste o no, nuestra especie se ha hecho dependiente de la creatividad. Por decir lo mismo de una manera más optimista: en los últimas milenios, la evolución ha pasado de ser casi exclusivamente una cuestión de mutaciones en la química de los genes, a ser cada vez más un asunto de cambios de memes (de la información que aprendemos y a nuestra vez transmitimos a los demás). Si se seleccionan los memes correctos, sobreviviremos; si no, no. Y quienes seleccionan los conocimientos, los valores, las conductas que llevarán a un futuro más brillante o a la extinción, ya no son factores extrínsecos a nosotros, como los depredadores o los cambios climáticos. El futuro está en nuestras manos; la cultura que creamos determinará nuestro destino. Esta es la evolución que Jonas Salk llama metabiológica, o que O. Wilson y otros llaman biocultural. La idea es la misma: la supervivencia ya no depende sólo del equipamiento biológico, sino de los instrumentos sociales y culturales que decidamos usar. Las invenciones de las grandes civilizaciones —las artes, religiones, sistemas políticos, ciencias y tecnologías— señalan los principales estadios a lo largo la senda de la evolución cultural. Ser humano humano significa ser creativo. creativo. Al mismo tiempo, no hay que pensar mucho para darse cuenta que las principales amenazas para nuestra supervivencia como especie, los mismos problemas que esperamos que la creatividad resuelva, fueron provocados por soluciones creativas de ayer. La superpoblación, que en muchos aspectos es el problema fundamental del futuro, es el resultado de ingeniosas mejoras en la agricultura y la salud pública. La pérdida del sentido de colectividad y el aumento del aislamiento psicológico se deben en parte a los enormes avances en movilidad, producidos por el descubrimiento de vehículos automotores como los trenes y los coches. La pérdida de los valores trascendentes es el resultado del éxito de la ciencia en desacreditar creencias que no se pueden comprobar empíricamente. Y así, hasta el infinito. Ésta es la razón, por ejemplo, de que Robert Ornstein llame a las invenciones humanas «el regalo del fabricante de hachas», 1 aludiendo a lo que sucede cuando se introduce por primera vez un hacha de acero en una tribu que no conoce la escritura ni los metales: conduce a matar más fácilmente y hace trizas la estructura existente de
relaciones sociales y valores culturales. En cierto sentido, cada nueva invención es un regalo del fabricante de hachas: la forma de vida nunca es la misma después de que el nuevo mem prende. No son sólo los descubrimientos claramente peligrosos —alcohol destilado, tabaco, armas de fuego, reactores nucleares— los que amenazan con aniquilar poblaciones enteras. Incluso invenciones aparentemente beneficiosas tienen consecuencias negativas no buscadas. La televisión es un instrumento fantástico para aumentar el abanico de lo que podemos experimentar, pero puede hacernos adictos a una información excesiva que estimula el denominador común más bajo de los intereses humanos. Cada nuevo mem —el coche, el ordenador, la píldora anticonceptiva, el patriotismo o el multiculturalismo— cambia nuestra forma de pensar y actuar, y tiene un lado potencialmente oscuro que a menudo se manifiesta sólo sólo cuando es demasiado tarde, después después de que nos hemos resignado al hecho de que la innovación es ya inamovible. El descubrimiento de la energía nuclear prometía ventajas tanto militares como industriales a aquellos países que fueran capaces de aprovechar la ocasión. Era una oportunidad que nadie podía rechazar. Sin embargo, sólo medio siglo después de iniciada la era nuclear, parece que el precio que debemos pagar por este particular pacto faustiano es tan alto que podría llevarnos a la ruina. Estimaciones recientes afirman que a los Estados Unidos les costará más de trescientos mil millones de dólares eliminar de forma segura sus residuos nucleares. Muchos otros países, como Rusia, puede que no sean sean capaces de empezar empezar a tiempo las operaciones operaciones de limpieza. En un abrir y cerrar de ojos de historia planetaria, el ingenio humano ha logrado hacer uña buena porción de la Tierra no apta para ser habitada. Existe una ley básica de la inventiva humana que intentamos ignorar por todos los medios: cuanto mayor es el poder para cambiar el entorno, mayores son las posibilidades de provocar efectos tanto perjudiciales como provechosos. Aproximadamente cuatro mil años antes de la era cristiana, el descubrimiento del regadío a gran escala en Mesopotamia convirtió a ese país en más fértil y rico de lo que ninguno de sus vecinos podía soñar. Pero cada año las corrientes del Éufrates y el Tigris se llevaban una capa de dos centímetros y medio del rico mantillo y depositaban en su lugar minerales salinos. Lentamente, el fecundo vergel entre los dos ríos se ha convertido en un desierto donde no crece casi nada. Por poner otro ejemplo del extremo opuesto del mundo: la gran civilización maya se derrumbó hacia el 800 después de J.C., no por que no pudiera hacer frente a la adversidad, sino destruida por su propio éxito 2. Existen explicaciones opuestas de por qué esa compleja cultura fue reabsorbida por la jungla. Quizás se hicieron ricas y poderosas demasiadas familias. Estas elites pensaron que ya no tenían que seguir trabajando, pero cada generación esperaba tener mayores comodidades y un nivel de vida más alto que la precedente. Con demasiados jefes por indio, los conflictos internos estallaron finalmente en feroces guerras civiles. Otra hipótesis es que, para construir sus magníficos templos y palacios, los mayas contaban con estuco de piedra caliza que había que fundir en hornos a temperaturas muy altas. Para alimentar los hornos talaron gran parte de la selva circundante, lo cual trajo como resultado la erosión del suelo; el mantillo fue arrastrado por el agua, y los pantanos que los mayas habían usado para regar sus campos en terrazas se llenaron de sedimentos. Privados de fertilizante, los campos producían poca comida, y las consiguientes hambrunas alentaron el desorden civil que condujo al caos y al olvido final. El poder de crear siempre va unido al poder de destruir. Una modalidad semejante de éxito inicial que acaba conduciendo al fracaso vale para los memes que modelan la energía humana a través de las ideas. Las promesas del nazismo, el marxismo y los diversos fundamentalismos religiosos dan a la gente un conjunto simple de metas y reglas. Esto libera una ola de energía psíquica que durante un tiempo hace que la sociedad que adoptó el credo en cuestión parezca resuelta y poderosa. En Alemania, Hitler eliminó el paro cuando el resto del mundo industrial estaba todavía en medio de la Gran Depresión. En Italia, Mussolini hizo que por vez primera los trenes fueran puntuales. Stalin transformó un atrasado continente rural en un destacado gigante industrial. Pronto, sin embargo, se pone de manifiesto la otra cara de la moneda: intolerancia, represión, rigidez y xenofobia, que habitualmente conducen a guerras o a cosas peores, son simplemente algunas de las consecuencias habituales cuando las
energías sociales son concentradas por memes que prometen superioridad a un grupo a expensas de los demás. Pero, aun cuando los frutos de la creatividad no produzcan daños eternos, su mismo éxito puede sembrar semillas peligrosas para la supervivencia de la cultura que los ha adoptado. Los romanos fueron capaces de construir una sociedad rica y estable mediante la invención de un sistema viable de leyes, medidas administrativas y prácticas militares. Pero, tras algún tiempo, los patricios romanos no vieron razón para esforzarse. La inercia de su éxito los adormeció con una falsa sensación de seguridad. El bajo precio de la mano de obra esclava los hizo indiferentes a nuevos mecanismos que ahorraran trabajo. Como en el Sur esclavista de los Estados Unidos, la fatal suficiencia apareció como el inevitable lado oscuro de la moneda de la comodidad material. De la misma manera, el ingenio estadounidense ha producido un nivel de vida y una estabilidad política que son la envidia del mundo. E1 resultado es que los estadounidenses —y también la mayoría de los europeos— no ven razón para trabajar muchas horas con salarios bajos. ¿Y quién puede culparles? Pero gran parte del resto del mundo está dispuesta a trabajar duro en condiciones nada deseables. Como resultado de ello, la actividad productiva pasa cada vez más a manos de las personas que tienen menores expectativas. ¿Cuándo fue la última vez que llevaste ropa hecha en los Estados Unidos? ¿O que usaste un aparato de televisión o un equipo de vídeo fabricado en nuestro país? La razón por la que el número de inmigrantes sigue creciendo es que ellos son los únicos que aún están dispuestos a hacer trabajos de baja categoría. Pero hasta el número de ingenieros y obreros con formación técnica se va reduciendo de forma constante en las naciones industrializadas. Todo el mundo quiere ser un profesional liberal, o al menos un oficinista sentado tras una mesa de despacho. Los optimistas sostienen que nuestros hijos se están preparando para los trabajos del futuro, basados en la información y la flexibilidad creativa. Pero el hecho es que el número de nuevas patentes que se registran en los Estados Unidos está decreciendo también, y el alfabetismo informático es más una cuestión de aprender a ser consumidor de información que de saber cómo generarla o usar la información adquirida. Si la necesidad es la madre de la invención, la opulencia segura parece ser su madrastra disfuncional. Así, a lo largo de la historia vemos un proceso irónico que Hegel o Marx habrían sabido valorar: una dialéctica por la cual el éxito de una cultura genera dentro de sí su propia antítesis. Cuanto más acomodados llegamos a ser, menos razones tenemos para buscar un cambio y, por tanto, más expuestos estamos a las fuerzas exteriores. El resultado de la creatividad es con frecuencia su propia negación. Es verdad que en el pasado una sociedad que hubiera avanzado mucho en la creación de memes complejos podía sobrevivir durante cientos e incluso miles de años más o menos intacta, viviendo de las rentas de su capital cultural inicial. Los egipcios pudieron hacerlo, y también los chinos. Pero tal lujo ya no es posible, en parte debido a los mismos avances realizados en estos últimos siglos. Las comunicaciones han mejorado hasta el punto de que la información, la tecnología y el acceso al capital están distribuidos casi homogéneamente por todo el planeta. Es probable que quienes utilicen estos recursos más eficientemente y con mayor determinación controlen el futuro. Ninguna sociedad puede disfrutar ya del espléndido aislamiento del imperio del Nilo, ni siquiera del de la Inglaterra victoriana. Así pues, ¿cuál es la conclusión de esta enmarañada historia? La moda actual sigue siendo aclamar la creatividad sin reservas. Las personas consideradas creativas no pueden equivocarse; ellas nos salvarán de los errores pasados y nos conducirán a un brillante porvenir. Por supuesto, a veces hay voces discrepantes. El psicoanalista Géza Róheim 3 escribió que la empresa entera de la vida, y especialmente sus últimos episodios conscientes, equivale a un enorme error. El estado ideal de la materia es el inorgánico; la vida es simplemente una enfermedad febril, un cáncer pasajero en el sereno escenario de un universo cristalino. Más a propósito es el hecho de que el gran público también parece estar llegando a reconsideraciones acerca del valor de la cultura que nuestros antepasados crearon. La fe de la gente en la ciencia, la democracia y en muchas otras cosas buenas, por cuya consecución ha luchado tan duramente el género humano, no se ve sacudida sólo en Rusia, Irán, la India o Brasil. Arranques de
tradicionalismo recorren chispeantes el moderno Japón, y las fuerzas que tantean una vuelta a tiempos más simples están reuniendo fuerzas en los Estados Unidos. Recobrar los valores compartidos, un sentido de colectividad y un estilo de vida más sereno serían grandes logros. Desgraciadamente, la vuelta atrás es más probable que lleve aparejada una fe renovada en la magia, la astrología, lo sobrenatural y la superioridad de las tradiciones étnicas propias con relación a todas las demás. Ni la aceptación acrítica de la creatividad humana ni su rechazo en bloque nos llevarán muy lejos. Estaría muy bien que pudiéramos mirar la cultura y determinar objetivamente: esto es bueno, eso es malo. Pero la historia no se desenvuelve en blanco y negro. Cada gran avance contiene dentro de sí una nueva vulnerabilidad. Algunos memes son indispensables hoy, pero serán un obstáculo mañana. Tan absurdo es creer que el progreso es siempre deseable como rechazarlo sin más. La creatividad en el contexto de la evolución humana
Hasta ahora nuestro argumento ha intentado establecer dos ideas: que la creatividad es necesaria para la supervivencia humana en un futuro en el que la especie humana desempeñe un papel significativo, y que los resultados de la creatividad suelen tener efectos secundarios perjudiciales. Si se aceptan estas conclusiones, se sigue que el bienestar humano depende de dos factores: la capacidad para incrementar la creatividad y la capacidad para encontrar formas de evaluar la repercusión de las nuevas ideas creativas. Concentrémonos primeramente en la segunda exigencia. ¿Por qué no podemos dejar la evaluación de las nuevas ideas a sus respectivos ámbitos, o a la «mano invisible» del mercado? Por desgracia, ninguna de estas dos instituciones está bien dotada para hacer frente a esa tarea. Casi por definición, los miembros de un ámbito están dedicados a promover la hegemonía de su campo, sin atender demasiado al resto de la cultura. Aunque unos pocos físicos se unieron tras la segunda guerra mundial para alertar a la sociedad de los peligros de la proliferación nuclear, el ámbito en su conjunto no supo resistirse a presionar en favor de que se ampliaran la investigación y las aplicaciones de la física de altas energías. Así mismo, unos cuantos médicos han hecho sonar la alarma por el hecho de que la medicina de alta tecnología dificulta el progreso en salud pública, pero la mayoría del ámbito, encabezada por la Asociación Americana de Medicina, se considera en la obligación de aprobar la proliferación de material y métodos caros. Si se le deja carta blanca, todo ámbito tiende de forma natural a controlar tantos recursos de la sociedad como le sea posible, y más. La Asociación Americana de Psicología sería feliz si cada escuela, cada empresa comercial y cada familia tuviera su propio psicólogo permanente. El interés de los artistas es convencer al resto de la sociedad de que las cosas irían mejor si todo el mundo se convirtiera en coleccionista de arte, mientras que el interés de los dentistas es asegurarnos que seríamos más felices si dedicáramos la mayor parte de nuestro tiempo libre a la higiene bucal. Cada ámbito da la bienvenida a cualquier idea que contenga la promesa de expandir su dominio sobre los recursos sociales. Además, aun cuando no hubiera razones egoístas y materiales implicadas, cada ámbito seguiría promoviendo la puesta en práctica de nuevas ideas en su campo, al margen de sus consecuencias a largo plazo. Una persona que ha trabajado durante años dentro de los límites de una reducida especialidad, cree de forma espontánea que los nuevos avances en su campo son los más importantes y, por tanto, priman sobre los avances que tengan lugar en otros. Es difícil convencer a un físico que ha dedicado toda su vida a la física de altas energías de que los avances en tecnología nuclear no se deberían apoyar en su totalidad. Resulta comprensible que cada ámbito esté orgulloso de sus logros e invoque rápidamente la libertad académica, de expresión, de pensamiento, o cualquier otra ideología utilizable, para defenderse contra los intentos de evaluar sus aportaciones desde el punto de vista del bien común, y no con los criterios internos del ámbito. Dentro de una cosmovisión liberal, poner en tela de juicio el derecho de un artista a exponer lo que le plazca —una bandera profanada, un jarrón lleno de
orina, un cuerpo mutilado— viene a ser una abominación. Los científicos retroceden espantados ante la idea de que sean otros quienes decidan lo que es o no es buena ciencia. Una persona galardonada con el premio Nobel de física casi no tiene otra opción que creer que es heredera de la única manera posible de estudiar el mundo. Por parafrasear a Voltaire, cree de forma espontánea que la suya es la mejor de todas las ciencias posibles, y, por tanto, que cualquier intento de cuestionar el desenvolvimiento inevitable de la física por parte de los físicos es un ataque antiintelectual a toda la ciencia. Todo ámbito espera que la sociedad reconozca su autonomía, aunque cada uno de ellos en última instancia se considera responsable sólo ante sí mismo, según las reglas de su propio campo. Por todas estas razones, es inútil esperar que los ámbitos controlen sus propias ideas creativas en función del bien público a largo plazo. La otra alternativa es que el mercado determine el valor de las novedades. Como en muchos otros procesos sociales, nuestra tendencia es confiar en la sabiduría del mercado y aprobar tácitamente sus prioridades. Pero naturalmente, a estas alturas todo el mundo sospecha que el llamado libre mercado es tan real como Santa Claus o el conejito de Pascua. Cuando el Banco Mundial presta a Brasil una cantidad fabulosa de millones para construir reactores nucleares que no puede usar ni pagar, la transacción no es una reacción ante las fuerzas del libre mercado, sino ante los intereses de unas pocas grandes empresas estadounidenses que construyen reactores. Por poner otro ejemplo: toda nación, de Francia a Finlandia, de Japón a los Estados Unidos, intenta proteger su base agrícola y ganadera pagando a los campesinos lo que el libre mercado no les va a entregar. Pero, aun cuando el libre mercado fuera una realidad, resulta dudoso que sus decisiones fueran sabias en lo que respecta a nuestro futuro bienestar. En primer lugar, las decisiones del mercado tienden a orientarse al presente. Dada una opción, los consumidores escogen un producto o método que proporciona una ventaja justamente ahora, sin preocuparse de las consecuencias. Voy a comprar el envase de desodorante que me ahorra unos segundos cada mañana, prescindiendo de los hipotéticos efectos de su pulverización en la capa de ozono. Si tuviera que comprar una pistola, probablemente compraría la que disparara las balas más rápido que sus competidoras, aun cuando ese arma más eficiente pudiera ser causa de más accidentes. Los artículos producidos en serie son especialmente susceptibles de ser escogidos por sus ventajas a corto plazo. La comida rápida es más provechosa cuando satisface las necesidades más básicas del paladar, que fueron establecidas en nuestro pasado genético cuando la grasa y el azúcar escaseaban. Una hamburguesa con patatas fritas y un batido de leche supondrían un banquete exquisito para un hombre de las cavernas, pero no es particularmente saludable para ciudadanos sedentarios. La televisión del sector privado es así mismo vulnerable a las críticas. La clase de espectáculos que estamos programados para ver no ha cambiado mucho desde que los romanos acudían en masa al circo para ver a los gladiadores destriparse unos a otros en la arena. Es difícil imaginar que ver telenovelas y la MTV en la pantalla de casa haga aportaciones beneficiosas a la evolución. Sin embargo, como hemos visto antes, no podemos ignorar la evolución. La cultura superviviente que dirija el futuro del planeta será una cultura que aliente la creatividad cuanto pueda, pero que encuentre también modos de seleccionar la novedad atendiendo al futuro bienestar del conjunto, y no simplemente a los ámbitos separados. Lo que se necesita es un esfuerzo plenamente consciente para establecer prioridades y usar una especie de «análisis de impacto evolutivo» como una de las bases para la aprobación social de las nuevas ideas. Una directriz de este tipo no debe traducirse en modo alguno en una vigilancia filistea del pensamiento. Se debe alentar a los artistas a que sigan su inspiración, se debe respetar a los científicos por seguir una corazonada hasta dondequiera que les lleve. Por otro lado, ¿por qué esperar que la sociedad apoye novedades que se consideran valiosas dentro de un determinado ámbito, pero que pueden perjudicar al conjunto? El mejor arte, tanto en Oriente como en Occidente, no se produjo cuando los artistas marcaron el paso, sino cuando los mecenas insistieron en ciertas condiciones que les beneficiaban. 4 Los mecenas querían principalmente ser admirados por el público, de manera que el arte que exigían tenía que atraer e impresionar a la colectividad entera. En este sentido, el arte medieval y
renacentista, encargado por papas y príncipes, en realidad era más democrático de lo que ha llegado a ser desde que el mundo del arte consiguió el poder para separarse del resto de la sociedad (como un ámbito con sus propios gustos peculiares y criterios de selección). Está claro que conseguir una evaluación pública de la creatividad científica sería más difícil. En la mayoría de los campos científicos, las fronteras del conocimiento se han puesto tan fuera del alcance de los profanos, que sólo de aquellos que están dentro de los ámbitos respectivos cabe esperar que tomen algún tipo de decisión informada. Pero es probable que, dentro de cada ámbito, haya suficientes individuos con conocimientos técnicos y sentido del bien público que podrían ser delegados para servir a los intereses de la sociedad. Actualmente las subvenciones de investigación se evalúan en función de las prioridades establecidas por el ámbito, o de los objetivos políticos de la administración que desembolsa los fondos. Quizás sería posible crear una especie de cuerpo de funcionarios situado por encima de políticas partidistas y modas disciplinares, compuesto por aquellos que aspiraran a ser «buenos antepasados», como los llamaba Jonas Salk, y que estuvieran dispuestos a representar las demandas de la evolución cuando valoraran si unos avances científicos debían recibir apoyo social. Inevitablemente, un grupo así estaría compuesto principalmente por individuos mayores, y por tanto sería susceptible de críticas por parte de colegas más jóvenes que estarían más interesados en promover su propia carrera científica. Por otra parte, la probabilidad de sabiduría desapasionada es mayor entre quienes han tenido más y más variada experiencia, y pueden situar sus conocimientos técnicos en un contexto más amplio; y de nuevo es probable que éstos sean personas mayores. Sin embargo, nuestra sociedad espera muy poco de sus mayores. Ésta podría ser una valiosa aportación de los más ancianos que beneficiaría a todos. Modos de aumentar la creatividad
Durante miles de millones de años, la evolución ha avanzado a ciegas, moldeada por fuerzas selectivas fortuitas. Fuimos creados por casualidad. Ahora, sin embargo, los seres humanos se han convertido en una de las fuerzas más poderosas, y más peligrosas, por tanto, que operan en el planeta. Por consiguiente, si deseamos que la evolución continúe de una manera que responda a nuestros intereses, debemos encontrar formas de dirigirla. Y esto lleva consigo idear mecanismos para controlar los nuevos memes, de forma que podamos rechazar los que a la larga probablemente resultarían dañinos y estimular alternativas más prometedoras. Pero, antes de que la selección pueda comenzar a realizarse, se debe generar la novedad. En otras palabras, ha de haber nuevas ideas entre las que escoger. Así pues, ha llegado el momento de afrontar esta pregunta: ¿qué modos existen de incrementar la frecuencia de ideas novedosas dignas de ser adoptadas por la cultura? Para responder a esta pregunta, me propongo examinar estrategias que se aplican a cada uno de los tres planos que definen los componentes de un sistema creativo: la persona, el ámbito y el campo. Más individuos creativos
Hemos visto que, entre los rasgos que definen a una persona creativa, son fundamentales dos tendencias opuestas de alguna manera: una gran curiosidad y apertura por un lado, y una perseverancia casi obsesiva por el otro. Ambas tienen que estar presentes para que una persona tenga ideas nuevas y después las consiga imponer. ¿Es posible aumentar el número de personas con estas características? No lo sabemos con certeza. En parte no tenemos la respuesta porque no está claro en qué medida estos rasgos pueden estar determinados genéticamente. Por supuesto, es improbable que nuestros cromosomas tengan una ubicación única para un gen de la apertura y que, dependiendo de cuál de las diversas alternativas ocupe cada lugar, una persona pueda nacer con una inclinación a ser curiosa, mientras otra nacería indiferente. Pero es muy posible que una combinación de instrucciones procedente de varios genes pueda predisponer a una persona a ser más o menos abierta.
Pero la herencia biológica es sólo parte de la historia, como hemos analizado antes. El ambiente inicial tiene un efecto importante. El interés y la curiosidad tienden a ser estimulados por las experiencias positivas con la familia, por un entorno emocional favorable, 5 por una herencia cultural rica, por la abundancia de oportunidades disponibles y por las expectativas elevadas. En cambio, la perseverancia parece desarrollarse como reacción a un entorno emocional precario, una familia disfuncional, soledad, sentimiento de rechazo y marginalidad. La mayoría de las personas experimentan uno u otro de estos entornos iniciales, pero no ambos. Sin embargo, parece más probable que los individuos creativos hayan estado inmersos en ambas circunstancias. John Hope Franklin creció en una familia muy sostenedora y estimulante, pero sufrió la discriminación debido a su raza. Isabella Karle creció en una familia social y económicamente marginal, pero sus padres eran afectuosos, estimulantes y sostenedores. Por supuesto, muchos niños con trasfondos parecidos nunca llegaron a ser creativos, y varias personas críticas de nuestra muestra tuvieron experiencias tempranas que no se ajustan a este modelo. Es imposible afirmar que uno debe tener un determinado tipo de trasfondo familiar para llegar a ser creativo. Pero, definitivamente, parece existir una probabilidad mayor de que la experiencia temprana de doble modalidad esté relacionada con la posterior creatividad. Y este tipo de débil relación es probablemente lo mejor que podemos esperar conseguir al tratar de determinar un vínculo causal entre dos conceptos tan heterogéneos como «experiencia temprana» y «creatividad». Pero un vínculo débil es mejor que ninguno. Al menos cabría esperar que, proporcionando elementos de ambas experiencias, se podría incrementar la proporción de personas que presentan los rasgos de la creatividad. El mismo argumento se aplica a los demás pares de rasgos mencionados en el capítulo 3. Padres y educadores deben saber que un medio que alienta a la vez la soledad y el gregarismo puede aumentar, aunque sea infinitesimalmente, las posibilidades de que un niño sea capaz de expresar su creatividad. Los niños que no han aprendido a tolerar la soledad corren especialmente el riesgo de no impulsar nunca una dedicación suficientemente profunda a un campo y de carecer de oportunidades para reflexionar e incubar ideas. Por otro lado, los niños demasiado tímidos y solitarios necesitan intermediarios desinteresados, como los tuvieron Van Gogh y Kafka, para que sus aportaciones no desaparezcan de la cultura. Así mismo, es probable que ayude una cierta flexibilidad acerca de los papeles por razón del género. Si un niño está demasiado socializado para actuar en función de un estereotipo estricto de género, es probable que su creatividad quede inhibida. En otras palabras, los rasgos que distinguen una personalidad compleja es probable que aporten una mayor probabilidad estadística de expresión creativa. La contribución de cada rasgo puede ser muy pequeña, y es probable que ninguno sea indispensable. Sin embargo, cuando todos ellos estén presentes, el pronóstico será más favorable. Además de estos factores de motivación y personalidad existen, por supuesto, importantes variables cognitivas. También aquí la herencia genética desempeña un papel importante. Cada uno de nosotros tiene fuerzas y predisposiciones particulares que nos hacen más sensibles a una dimensión de la realidad que a otras. Pero, una vez más, una iniciación temprana y la oportunidad de dedicarse a un campo particular son esenciales para desarrollar el potencial heredado. Un niño al que se anima a preguntar es probable que desarrolle una actitud descubridora de problemas. Un niño que es introducido al razonamiento inductivo puede tener ventaja a la hora de encontrar sentido al mundo. Por encima de todo lo demás, ayuda el dedicarse pronto a un campo. E. O. Wilson, que probablemente sabe más sobre hormigas que ninguna otra persona en el mundo, comenzó sus estudios cuando tenía seis años. Linus Pauling quedó fascinado por la forma en que se combinaban las sustancias químicas aproximadamente a la misma edad. Ravi Shankar era profesional de la música ya de niño, y Gyórgy Faludy sabía que era poeta en la escuela primaria. Vera Rubin tenía menos de diez años cuando decidió que debía ser astrónoma. Es importante notar que los padres en ninguno de estos casos empujaron a sus hijos a estudiar química, música, poesía o astronomía: el interés espontáneo del niño fue lo que condujo a la dedicación. El papel de los padres estaba limitado a proporcionar oportunidades, a tomar en serio el interés del niño una vez que se ponía de
manifiesto y, después, a apoyar la dedicación del niño, como cuando el padre de Rubin ayudó a su hija a construir un telescopio. Si los padres hubieran sido más dirigistas es improbable que la dedicación del niño hubiera llegado muy lejos. Pero la mayoría de los individuos de nuestro estudio no comenzaron tan pronto; de hecho, muchos se embarcaron en lo que acabaron siendo sus carreras profesionales en el college o más tarde. Sin embargo, todos fueron encaminados por la curiosidad a dominar alguna forma simbólica en un grado raro en otros niños. Elisabeth Noelle-Neumann jugaba intensamente con pueblos imaginarios y le encantaba escribir; Mark Strand pintaba; y Jacob Rabinow desmontaba cualquier máquina que caía en sus manos. Así, mientras que la especialización en un campo particular puede esperar hasta el final de la adolescencia, una intensa dedicación algún campo podría ser necesaria si una persona ha de llegar a creativa. Sin desarrollar una destreza en la que tenga confianza, tener la experiencia de adquirir una base de conocimientos, puede que una persona joven nunca reúna el valor suficiente para cambiar el statu quo. Hilde Domin no escribió su primer poema hasta avanzada su vida, pero habla aprendido y estudiado media docena lenguas. Antes o después, sin embargo, se convierte en esencial minar el conocimiento especializado de un campo particular. En este caso, conocer los rudimentos es esencial. Adquirir los fundamentara de las matemáticas y la física para un científico, del dibujo para un pintor, de los clásicos para un escritor, es el punto de partida para cualquier innovación ulterior. Sin embargo, es importante tener presente que la mayoría de los avances se basan en conectar información que habitualmente no se considera afín. La integración, la síntesis entre campos y dentro de ellos, es la norma más que la excepción. Madeleine L'Engle se inspira en la biología molecular para escribir sus historias; Ravi Shankar encuentra modos de armonizar la música de la India y Europa; y casi todos los científicos cruzan y vuelven a cruzar las fronteras de la física, la química y la biología en el trabajo que resulta ser creativo. Aun cuando no estén directamente integrados en el trabajo personal, otros campos contribuyen a la vida mental global de los individuos creativos en un grado que contradice el estereotipo del especialista estéril, de formación estrecha. La música enriquece la vida de muchos, y lo mismo las artes y la literatura. El científico Manfred Eigen toca en una orquesta de cámara, el político Eugene McCarthy escribe poesía. La ceramista Eva Zeisel comenzó con más de setenta años a investigar y escribir una historia de las relaciones raciales en la ciudad de Nueva York. El líder empresarial Robert Galvin colecciona mapas marítimos antiguos y estudia historia constitucional. Esta amplitud, este interés que desborda los límites de un campo dado, es una de las cualidades más importantes que el actual sistema de enseñanza y socialización corre el peligro de extinguir. Cuando menos, este estudio debería renovar nuestra determinación de que la especialización estrecha no prevalezca. No sólo es malo para el espíritu, sino que además reduce la probabilidad de hacer aportaciones creativas que enriquezcan la cultura. Lo que aporta el ámbito
En el fondo, la mayoría de nosotros creemos que una persona creativa se impondrá sea cual sea el entorno. La idealización romántica del genio solitario está tan sólidamente asentada en nuestras mentes que afirmar lo contrario —que hasta el genio más grande no conseguirá hacer nada sin el apoyo de la sociedad y la cultura— raya en la blasfemia. Pero la realidad parece ser diferente. Las convergencias favorables de tiempo y espacio abren la breve ventana de la oportunidad para la persona que, dotada de las debidas aptitudes, casualmente esté en el lugar oportuno en el momento oportuno. Benjamin Spock fue uno de los primeros pediatras con formación psicoanalítica y, por tanto, se encontraba en posición ventajosa para escribir un libro autorizado y popular sobre el cuidado de los niños que incorporaba las últimas ideas freudianas. Pocos años antes esa tarea habría sido imposible; pocos años más tarde habría sido superflua. Ravi Shankar aprendió música del grupo musical dirigido por su familia, Robert Galvin heredó su negocio, y prácticamente todas las científicas de este grupo se beneficiaron de las
posibilidades de empleo en laboratorios debidos a la movilización de los científicos jóvenes para luchar en la segunda guerra mundial. La idea no es que las oportunidades externas determinen la creatividad de una persona. La afirmación es más modesta, pero sigue siendo sumamente importante: por dotada que esté una persona, no tiene ninguna posibilidad de conseguir nada creativo a menos que el ámbito ofrezca las circunstancias adecuadas. ¿Y cuáles podrían ser dichas circunstancias? A partir de lo que hemos aprendido de este estudio, cabe señalar siete elementos importantes del medio social que ayudan a posibilitar las contribuciones creativas: formación, expectativas, recursos, reconocimiento, esperanzas, oportunidades y recompensas. Algunos de ellos son responsabilidad directa del ámbito, otros dependen del sistema social más amplio. Si nuestro razonamiento es correcto, la creatividad se puede incrementar de forma sustancial asegurándose de que la sociedad brinda estas oportunidades más ampliamente. Tomemos estos elementos uno a uno. Claramente, la posibilidad de recibir formación es crucial para desarrollar cualquier tipo de talento. Si Michael Jordan hubiera nacido en un país donde no se practicara el baloncesto, nunca habría sido capaz de mejorar sus habilidades y no habría sido reconocido. Una sociedad que sepa conjugar eficazmente las oportunidades de formación con los potenciales de los niños tendrá un efecto en la frecuencia con que sus miembros produzcan ideas creativas. Por supuesto la formación es cara, y, por tanto, se han de tomar decisiones difíciles. ¿Qué campos se deben enseñar, y con qué amplitud? Actualmente, las escuelas públicas estadounidenses intentan ahorrar costos eliminando la instrucción en arte, música, atletismo y todas las demás áreas que la opinión pública considera no esenciales. En conjunto, sin embargo, intentar ahorrar recortando las oportunidades de aprender es una de las soluciones más necias que una sociedad puede adoptar. Quizá sólo la solución de Jonathan Swift a la hambruna irlandesa es más censurable. Tener expectativas de un rendimiento alto es un estímulo necesario para los logros destacados y, por tanto, para la creatividad. Las altas expectativas deben comenzar dentro de la familia, continuar en el grupo de compañeros, en la escuela y en la colectividad en general. Tener expectativas altas no es cómodo. Los jóvenes asiáticos 6 de los Estados Unidos han interiorizado metas académicas muy elevadas a partir de su cultura, y por consiguiente tienen una autoestima relativamente baja, debido a que les resulta difícil estar a la altura de dichas expectativas. Los jóvenes afroamericanos por lo general tienen metas académicas más bajas, y por tanto su autoestima tiende a ser mayor. Ciertas familias tienen largas tradiciones de logros artísticos, científicos o en profesiones liberales que ponen el listón muy alto para el joven. 7 Los premios Nobel abundaban en las familias de Subrahmanyan Chandrasekhar y Eva Zeisel; Heinz MaierLeibnitz seguía las huellas de un antepasado lejano. Por supuesto, las expectativas excesivas o irrealistas hacen más mal que bien. En nuestro estudio, padres y mentores solían transmitir su fe en las aptitudes del joven creador indirectamente, dando casi por supuesta la excelencia, y no importunando, empujando ni insistiendo. Probablemente será mejor si, no sólo la familia y la escuela, sino también la colectividad y la sociedad enteras esperan un alto rendimiento del joven. Las tradiciones étnicas eran citadas con frecuencia como algo que había influido en la motivación que se debía conseguir. Las creencias judías, sudistas y mormonas sobre la vocación excepcional de uno eran tan sólo algunos de los ejemplos. En la sociedad mayoritaria de los Estados Unidos, la excelencia en los campos académicos no es algo esperado. Lo que quizás esperamos más que ninguna otra sociedad de la historia es que los niños crezcan felices y sin desajustes. Pero mientras los padres japoneses, por ejemplo, creen que sus hijos pueden y deben aprender cálculo, la mayoría de los padres estadounidenses se contentan con resultados escolares mínimos. Es difícil ver cómo los jóvenes van a tomar en serio los campos académicos si perciben que a sus mayores en realidad les tienen sin cuidado. Los recursos son cruciales para que la creatividad se desarrolle, pero su papel es ambiguo. Es verdad que tener acceso a los mejores ejemplos del pasado ayuda, y lo mismo el poder disponer
de los materiales necesarios. Hace treinta años aproximadamente, recuerdo haber leído que una de las naciones africanas que estaban surgiendo había decidido iniciar un programa de investigación espacial. Seleccionaron a algunos jóvenes sanos como candidatos a astronautas. Para acostumbrarse a las fuerzas gravitatorias que entrañaba lanzar un cohete espacial, el astronauta en ciernes se acurrucaba dentro de un barril que sus compañeros hacían girar rápidamente en círculo al extremo de una cuerda. Está claro que resulta sumamente difícil aportar ideas nuevas y útiles a la exploración del espacio si todo lo que se tiene es un barril y una cuerda. Sin embargo, un exceso de recursos también puede tener un efecto amortiguador sobre la creatividad. Cuando todo resulta cómodo y mejor que en ningún otro lugar, el deseo de novedad se vuelve a emociones y diversiones, y no a intentar resolver problemas básicos. Cuando Florencia rebosaba creatividad, en el siglo xv, era una de las ciudades más ricas de Europa, un centro de aprendizaje e información. Al mismo tiempo, era una ciudad atormentada por el desorden político interno, amenazada desde el exterior, literalmente en lucha por continuar existiendo. ¿Qué podemos aprender de estas tendencias contradictorias? Ciertamente, si deseamos alentar la creatividad, tenemos que asegurarnos de que los recursos materiales e intelectuales están ampliamente disponibles para todos los miembros con talento e interés de la sociedad. Sin embargo, debemos darnos cuenta de que una cierta dosis de dureza, de dificultad, podría tener un efecto positivo en su motivación. En algún momento de sus trayectorias profesionales, los jóvenes potencialmente creativos han de ser reconocidos por un miembro mayor del ámbito. Si esto no sucede, es probable que la motivación decaiga con el tiempo, y que la persona más joven no obtenga la formación ni las oportunidades necesarias para hacer una aportación. El principal papel del mentor es convalidar la identidad de la persona más joven y animarla a continuar trabajando en el campo. La guía de alguien mayor dedicado a la práctica del campo es también importante porque hay cientos de ideas, contactos y procedimientos que uno no puede leer en los libros ni oír en las clases, pero que es esencial conocer si uno espera atraer la atención y la aprobación de sus colegas. Parte de esta información es sustancial, parte es más política, pero toda ella puede ser necesaria si uno quiere que sus ideas sean vastas como creativas. En algunos ámbitos, como la ciencia, las matemáticas o la música, es posible medir el talento extraordinario mediante pruebas estándar. Así, el sometimiento a prueba ha sido una característica importante de muchas culturas con éxito, desde la antigua China a los Estados Unidos actuales. Aunque el reconocimiento impersonal mediante pruebas podría ser un paso importante en algunos campos, sólo puede ser el primero en la evolución de las personas creativas, para las cuales una estrecha relación maestro-discípulo es de gran importancia. En nuestro estudio descubrimos que unos pocos individuos fueron enseñados muy pronto en su vida por adultos competentes dedicados a un campo, muchos fueron reconocidos durante la escuela secundaria, y la mayoría de los demás tenían un mentor importante para cuando llegaron a la edad universitaria. Una vez más, el reconocimiento por parte de un mentor no es estrictamente necesario, pero debe de contribuir de forma definitiva a la realización del potencial creativo. Formación, expectativas, recursos y reconocimiento son vanos, sin embargo, si el joven no tiene esperanzas de utilizar sus destrezas en una profesión productiva. En nuestra cultura, un enorme número de artistas, músicos, atletas y cantantes con talento y motivación dejan de dedicarse a esos campos por lo difícil que es ganarse la vida en ellos. En un estudio sobre adolescentes estadounidenses, descubrimos que casi el 10 % de los chicos de trece años querían ser arquitectos cuando fueran mayores. 8 Es probable que esa cantidad sea aproximadamente unas mil veces lo que el ámbito de la arquitectura puede absorber. No es realista esperar que sea atraída hacia un campo una gran cantidad de talentos, por muy importante que sea dicho campo, si existen pocas posibilidades de ejercer en él. Las personas que triunfan en los ámbitos más pequeños son como Vera Rubin, para quien no ser astrónoma era «impensable». Además de esperanzas, se necesita también tener oportunidades reales de actuar en el campo. Se ha dicho que la gran creatividad musical que floreció en Alemania en los siglos xviii y
xix se debió en gran parte al hecho de que cada corte aristocrática que gobernaba los numerosos principados había de tener una orquesta para distraerse y para demostrar su superioridad sobre las otras. Había un interés y una competencia constantes por el talento musical nuevo. Bach, Händel o Mozart no tuvieron dificultades para conseguir que su música fuera interpretada y después evaluada por una ansiosa multitud de entendidos. Si hoy hay menos compositores clásicos creativos, probablemente no se debe a falta de talento, sino a la falta de oportunidades para desplegarlo. El problema es especialmente grave en los ámbitos que requieren un adiestramiento largo y especializado y después, de repente, se quedan sin oportunidades. Muchos médicos jóvenes que se han formado en algunas de las disciplinas de tecnología más avanzada y mejor pagadas, tales como anestesiología o radiología, se encuentran sin empleo debido al recorte de gastos de las aseguradoras, que ha forzado a los hospitales a dar el alta a los pacientes antes de lo que solían. Están creciendo las cifras de matemáticos, y físicos también, excelentemente formados, pero desempleados, y varias disciplinas, como la biología marina, que atraen a un gran número de jóvenes, continúan generando relativamente pocos empleos. Es verdad que existen muchos ejemplos de individuos creativos que parecer crear sus propias oportunidades. Después de todo, Albert Einstein era un oscuro empleado en la oficina de patentes suiza cuando escribió sus ideas acerca de la relatividad. Lo siguiente que sabemos es que se le ofrecieron varias cátedras. Sin duda existen otros casos. Pero, incluso en el caso de Einstein, quizás podríamos afirmar que sus posibilidades de ser reconocido habrían sido mucho menores, o inexistentes, si la física no hubiera conseguido tanto prestigio a comienzos de siglo, incrementando con ello exageradamente la demanda de novedad. En cualquier caso, el hecho de que algunos individuos se impongan aun cuando las oportunidades sean pocas no significa que no pudiera haber más personas creativas, incluso, que llegarían muy alto si las oportunidades fueran mayores. Finalmente, las recompensas —tanto intrínsecas como extrínsecas— ayudan al florecimiento de la creatividad. No hay duda de que, al comienzo del Renacimiento, una inyección de florines de oro en proyectos ambiciosos atrajo a muchos jóvenes florentinos a las artes. Brunelleschi fue miembro del primer grupo de artistas del Quattrocento que casi con certeza no habrían seguido esa carrera siquiera una generación antes. Procedía de una respetable familia de profesionales liberales que consideraba a los artistas artesanos despreciables. Pero la repentina inyección de dinero y prestigio le posibilitó, a él lo mismo que a muchos otros jóvenes con talento de buenas familias, el imaginar trayectorias profesionales en arquitectura, pintura o escultura. Probablemente, muy pocas personas creativas están motivadas por el dinero. Por otro lado, muy pocas pueden ser indiferentes totalmente a él. El dinero alivia de preocupaciones, de trabajos penosos, y permite disponer de más tiempo para el verdadero trabajo de uno. Además amplía el abanico de oportunidades: uno puede comprar los materiales que precisa, contratar ayuda si la necesita y viajar para encontrarse con gente de la que puede aprender. Se supone que los artistas están por encima de los intereses financieros, pero en realidad pueden usar el dinero tanto como cualquier otro: en primer lugar, para comprar suministros y, en segundo lugar, para evaluar su propio éxito. Basta con leer la autobiografía del afamado orfebre renacentista Benvenuto Cellini 9 para darse cuenta de lo importante que puede ser para un artista el dinero como indicador de la propia valía. En los cuatro siglos y cuarto transcurridos desde la muerte de Cellini, el dinero se ha ido convirtiendo cada vez más en la medida principal del éxito de una persona. La importancia del honor, el respeto o una buena conciencia sigue disminuyendo en comparación con el poder gratificante del dinero. Es probable que los individuos creativos respondan a los incentivos financieros en menor medida que la mayoría de la gente, pero responden, no obstante. Así mismo, el reconocimiento y la aclamación públicos ciertamente no son necesarios para las personas verdaderamente creativas, pero tampoco se rechazan. Las personas creativas con frecuencia son arrogantes y egocéntricas, pero también son inseguras y pueden beneficiarse de la aprobación. Estar en vanguardia aísla a una persona de sus colegas, y el sentirse apreciada le ayuda. En uno de los institutos de investigación más poderosos del país, donde se han ganado muchos
premios Nobel, solía haber un subdirector cuya principal función era hacer una visita diaria al laboratorio de cada científico y maravillarse de sus últimas realizaciones (aun cuando a menudo no sabía apenas en qué consistían). Esta práctica se basaba en la firme creencia (al parecer no carente de fundamento) de que una palmadita en la espalda hace maravillas por la productividad creativa. Las recompensas intrínsecas también pueden ayudar o dificultar el compromiso de una persona de talento en un campo. Hay veces en que una disciplina monótona se vuelve de repente apasionante, o sucede lo contrario. Todo científico habla con nostalgia entusiasta de los gloriosos días de la física en el primer tercio de este siglo; las ciencias informáticas o la biología molecular atraen hoy el mismo entusiasmo de los jóvenes brillantes. No porque estos campos prometan riqueza y fama, sino porque son muy interesantes, muy estimulantes intelectualmente, y por tanto gratificantes. La motivación intrínseca se puede ahogar fácilmente. Escuelas aburridas, mentores insensibles, entornos laborales rígidos, presiones y requerimientos burocráticos excesivos, pueden convertir una aventura intelectual emocionante en un trabajo rutinario y apagar las chispas de creatividad. Alan Kay, cuyos descubrimientos fueron fundamentales para la creación de los ordenadores personales, afirma medio en serio medio en broma que la empresa para la que trabajaba perdió decenas de millones de dólares por negarse a instalar una ducha de 14.000 dólares en un rincón de su oficina, porque la mayoría de sus nuevas ideas se le ocurrían en la ducha. Quizás la mejora más inmediata en el flujo de la creatividad es hacer más intrínsecamente gratificante la dedicación a un campo dado. Son posibles intervenciones relativamente fáciles y baratas, cuyos resultados previsibles podrían ser fabulosos. Pero muchos dirán que nada de lo que el ámbito pueda hacer tendrá importancia. Una persona creativa es precisamente la que se impone pese a todos los obstáculos. Puede que esta ecuación sea verdad, pero su inversa no lo es. No hay pruebas de que el adiestramiento y la recompensa no incrementen las aportaciones creativas. Según veo yo la situación, si el modelo de sistemas de la creatividad es exacto, se sigue que la creatividad se puede potenciar igualmente modificando el ámbito —haciéndolo más sensible y favorable a las ideas nuevas— que generando un mayor número de individuos creativos. Una mejor formación, expectativas más altas, un reconocimiento más acertado, una mayor disponibilidad de oportunidades y unas mayores recompensas están entre las circunstancias que facilitan la producción y la asimilación de ideas nuevas y potencialmente útiles. Contribuciones del campo
Es fácil ver cómo las aportaciones creativas podrían aumentar si hubiera más personas que actuaran creativamente, y también es relativamente fácil comprender cómo podría ayudar el ámbito a este respecto. Menos claro es cuál podría ser el papel del campo. ¿Tiene algo que ver la manera en que la información se codifica y conserva con la facilidad o dificultad a la hora de realizar un cambio creativo en una disciplina? La accesibilidad de la información
Durante muchos siglos, la ciencia europea, y el conocimiento en general, se consignaba en latín, una lengua que ya nadie hablaba y que se tenía que aprender en las universidades. Muy pocos individuos, probablemente menos del 1 %, tenían los medios para estudiar el latín suficiente para leer libros en esa lengua y, por tanto, participar en el coloquio intelectual de los tiempos. Además, poca gente tenía acceso a los libros, que estaban escritos a mano, eran escasos y caros. La gran explosión de creatividad científica en Europa ciertamente se vio ayudada por la repentina difusión de la información provocada por el uso que hizo Gutenberg de la imprenta de tipos móviles y por la legitimación de las lenguas vernáculas, que rápidamente reemplazaron al latín como medio de comunicación. En la Europa del siglo xvi resultaba mucho más fácil hacer una aportación creativa, no necesariamente porque nacieran más individuos creativos entonces que en siglos precedentes, ni porque los apoyos sociales se volvieran más favorables, sino porque la información se hizo más
accesible a un mayor número de personas y resultaba más fácil de incrementar. Este ejemplo histórico es simplemente uno de los muchos que han influido en el índice de creatividad en diferentes épocas. A menudo las elites intelectuales o poderosas ocultan sus conocimientos de forma deliberada, con el fin de conservar para sí las ventajas que lleva aparejadas la información. Para hacerlo crean lenguajes arcanos, símbolos misteriosos y códigos secretos que no tienen sentido para los no iniciados en el gremio. Las castas sacerdotales de Mesopotamia y Egipto, los burócratas chinos, las jerarquías eclesiásticas de Europa no estaban particularmente interesadas en compartir su conocimiento con el primero que llegara. Por eso no estaban motivados para hacer transparente la presentación de su conocimiento. Algo de este deseo de control exclusivo del conocimiento pervive aún. Y hasta quienes tienen las opiniones más desinteresadas y democráticas sobre la información que controlan a menudo convierten en inaccesible lo que saben sin darse cuenta, al utilizar un lenguaje, un estilo o un método de exposición que el profano es incapaz de entender. A veces tal oscurantismo es inevitable, pero con frecuencia es un hábito innecesario, reliquia del pasado, o un atajo que hace más accesibles los propios pensamientos a los iniciados, al tiempo que los pone fuera del alcance de todos los demás. Un colega de la facultad de filología inglesa de nuestra universidad mantiene regularmente consultas con algunos de los grandes bufetes de abogados de la ciudad, cuyos socios principales quieren que enseñe a los abogados jóvenes a comunicarse en inglés en lugar de en «abogadés». En la facultad de derecho es fácil irse introduciendo en una jerga técnica que deja estupefactos incluso a otros abogados (y que resulta absolutamente incomprensible para quienes no están formados en derecho). Lo mismo vale para otros campos: a los estudiantes de licenciatura de psicología se les enseña a escribir en la poco elegante prosa de las revistas especializadas. Esto ayuda a hacer más rápida y más clara la comunicación dentro del ámbito (aunque probablemente también menos rica y sugerente). En cualquier caso, la velocidad y claridad así conseguidas convierten la información en casi inaccesible para quienes no están iniciados en el lenguaje del campo. El oscurecimiento lingüístico es únicamente uno de los medios por los que los campos se aíslan. El problema más general es que cada campo se va especializando cada vez más, no sólo en su vocabulario, sino también en la organización conceptual de sus reglas y procedimientos. Recientemente, un profesor de química envió a una revista filosófica un artículo que trataba sobre algunas de las consecuencias más amplias de la segunda ley de la termodinámica. El redactor jefe, a su vez, lo envió a dos lectores para que hicieran una evaluación de él; ambos lectores pensaron que el artículo no merecía la publicación. Entonces el redactor, a quien el trabajo le gustaba, llamó al autor para darle la mala noticia: «Me es completamente imposible publicar su artículo porque los dos físicos a los que se lo envié para que hicieran un juicio crítico de él han dado una opinión negativa». «¿Ha enviado mi artículo a dos físicos?», preguntó el autor, incrédulo. «Los físicos no entienden de termodinámica. Debería pedir asesoramiento a los químicos.» Y de hecho, cuando se les preguntó a los químicos, la opinión negativa cambió completamente. Las leyes de la termodinámica, por supuesto, son fundamentales tanto para la física como para la química. Sin embargo, los procesos denotados por estas «leyes» parecen suficientemente diferentes para que, si se miran desde la perspectiva de la física, se puedan sacar consecuencias triviales o incluso erróneas desde la perspectiva de la química, y viceversa. Lo que hace tan peligrosa esta falta de comunicación entre disciplinas es que, como hemos visto repetidamente, la mayoría de los logros creativos dependen de que se hagan conexiones entre campos dispares. Cuanto más oscuro y apartado se vuelve el conocimiento, menores son las probabilidades de que se pueda revelar la creatividad. También es verdad, sin embargo, que algunos avances tecnológicos recientes ayudan a las tendencias que van en dirección contraria. La posibilidad de usar ordenadores personales aún podría nivelar el campo de juego tanto como la imprenta hace cinco siglos. Cuando todo el mundo pueda acceder inmediatamente, a través de las redes de información, a bibliografía especializada, artículos científicos inéditos, reportajes, presentaciones de obras de arte en multimedia e ideas personales en marcha, una gran diversidad de voces nuevas se podría sumar al coloquio especializado de las
disciplinas. Y es de suponer que la creatividad se beneficie de ello. La organización del conocimiento
Que reconocer la novedad en un campo sea fácil o difícil depende en buena parte de cómo estén organizados los memes y las reglas del campo. Era más fácil llegar a un consenso sobre si una determinada pintura era o no un progreso en el arte del período cuando las colectividades compartían criterios comunes de belleza. Es más fácil reconocer la creatividad en música cuando se puede comparar cada nueva composición con un canon establecido. Por el contrario, cuando los criterios estéticos se fragmentan y se vuelven en buena medida idiosincrásicos, como ha ocurrido desde la primera guerra mundial, es más difícil estar seguro de si una nueva pintura o pieza musical merece ser recordada y transmitida a la siguiente generación, o de si es simplemente una novedad que se ha de olvidar lo antes posible. Así mismo, sería más fácil decir si una nueva manera de hacer las cosas es mejor que la anterior en matemáticas, que es un campo sumamente coherente; sería ligeramente más difícil en física, y más incluso en biología y ciencias económicas; sería muy difícil en las demás ciencias sociales y en filosofía, que no están conectadas tan estrechamente por una red interna de leyes. Cuando el campo no está integrado estrictamente por reglas lógicas, es difícil para el ámbito juzgar si la novedad es valiosa y, por tanto, si debe ser incluida en el campo. (Por supuesto, el hecho de que un campo esté más integrado no significa necesariamente que sea mejor. El ajedrez es un campo muy lógico, y si alguien llegara a descubrir una nueva combinación de apertura o una fase final eficaz, el descubrimiento sería instantáneamente adoptado por los jugadores de todo el mundo. Esto no significa que el ajedrez sea preferible a la filosofía simplemente porque ser creativo en él sea potencialmente más fácil.) Los campos crecen y menguan en su capacidad para generar novedad. Hace un siglo, muchos científicos creían que ya no quedaban grandes novedades por decir en física. La mayoría de los físicos pensaban que todo lo que podían hacer era ayudar a mantener limpio un pulcro universo newtoniano. Esto, por supuesto, fue justo antes de que una secuencia de nuevos descubrimientos y perspectivas marcaran el comienzo del período más espectacularmente creativo de la física, en las primeras tres décadas del siglo xx; un período tras el cual toda la vieja física hubo de ser escrita de nuevo desde una perspectiva diferente. Un campo genera novedad sólo cuando hay convergencia entre una inestabilidad existente dentro de él y la mente de una persona capaz de abordar el problema. Por tanto, incluso las personas más creativas habitualmente aportan sólo unas pocas grandes ideas nuevas, a veces sólo una: aquella para la que estaban preparadas, aquella para la que la sincronización era oportuna. Debido a la repercusión de sus primeros artículos sobre la relatividad, se esperaba que Einstein siguiera asombrando al mundo mientras viviera. Pero la gran convergencia entre la mente de Einstein y el campo de la física prácticamente había pasado antes de que el gran científico cumpliera los cuarenta años, y en la segunda mitad de su vida sus aportaciones fueron de poca importancia para la física. A veces el campo queda modificado por una manera nueva de pensar, por mediciones más exactas o por nuevos instrumentos que permiten observaciones mejores. Habitualmente intervienen todas estas cosas. La visión tolemaica del universo fue reemplazada por la actual, en parte porque Tycho Brahe pasó un número incalculable de horas en su observatorio cartografiando la órbita de las estrellas, en parte porque Copérnico encontró un modelo elegante para representar el movimiento de los planetas, y en parte porque Galileo mejoró el telescopio lo suficiente para poder ver las lunas de Júpiter. Cuando quiera que se encuentra una forma mejor de representar la realidad, dicha forma abre nuevas sendas de exploración y descubrimiento. La organización del conocimiento es especialmente importante cuando se trata de transmitirlo a la siguiente generación. Para ser creativa, primero una persona debe entender el campo. Si el conocimiento del campo es casi incomprensible, pocos jóvenes se molestarán en aprenderlo, y de ese modo las posibilidades de innovaciones creativas serán menores. Pero a veces hay criterios opuestos igualmente válidos sobre cómo se debe transmitir el conocimiento. El método Suzuki de enseñanza de la música se traduce en resultados impresionantes obtenidos por los niños;
pero algunos afirman que su rigidez desalienta la expresión e innovación musicales. Cualquiera que haya visto las obras anteriores y posteriores de los niños enseñados con los métodos promovidos por el Centro Getty para Educación en las Artes 10 ha de maravillarse ante la repentina madurez y profesionalismo de los dibujos; pero, una vez más, los críticos se preguntan si la fidelidad en la transmisión de la técnica no reducirá la innovación. Por el contrario, las muchas versiones nuevas de pedagogía de las matemáticas en las escuelas de los Estados Unidos pretenden insistir en la comprensión y el pensamiento matemático, en detrimento de la memorización de reglas rígidas y de la concentración en un único modo de resolver los problemas. Para los padres y profesores más tradicionales, estos esfuerzos sólo sirven para «bajar el nivel» de las matemáticas y deteriorar aún más la situación comparativa de nuestros hijos en este importante campo. ¿Quién tiene razón? ¿Qué método tiene mayores probabilidades de transmitir el conocimiento preciso? ¿Cuál tiene más posibilidades de conducir a logros creativos? Probablemente, la respuesta a estas preguntas se haya de encontrar en el poco atractivo punto medio. Para poder arreglárselas bien con los números, es esencial automatizar tantas operaciones mentales como sea posible, y esto requiere algo de memorización y práctica. Por otro lado, para usar los números eficazmente en la vida real uno también debe tener un buen control intuitivo de cómo hacer el planteamiento, cómo rematar, cuándo y cómo usar las diferentes operaciones. Quizás lo más importante que se ha de recordar en este debate es que no hay una única manera correcta de enseñar un campo y que el modo en que se transmita el conocimiento debe ser apropiado a las destrezas de quien aprende. Sería ridículo enseñar matemáticas a un niño de cuatro años que ha aprendido cálculo por su cuenta 11 —y al parecer hay niños así— de la misma manera que se enseña al resto de la clase. Si hay más de una manera correcta de transmitir el conocimiento, hay muchas más de hacerlo incorrectamente. Cuando quiera que la información sea falsa, ilógica, superficial, superflua, inconexa, confusa o —especialmente insípida, las probabilidades de su transmisión a los estudiantes se ven reducidas, lo mismo que la probabilidad de una reacción creativa. El fluir y el aprendizaje
Los orígenes de la cultura se pueden explicar fácilmente por la necesidad. La tecnología, las ciencias, incluso las artes, fueron adaptaciones defensivas de nuestros antepasados, descubiertas para incrementar sus probabilidades de supervivencia, o con el fin de aumentar su comodidad. Mientras los tiburones desarrollaban dientes más fuertes, y los antílopes patas más largas, nosotros construíamos armas y carros. Algunos pájaros utilizan un plumaje colorido o nidos complicados para impresionar a los rivales y cortejar al sexo opuesto; nosotros desplegamos nuestro atractivo con ropas de moda, casas caras y modales refinados. En este sentido, es absolutamente cierto que la necesidad es la madre de la invención. Estas razones primitivas para tener una cultura siguen en vigor. Estamos motivados a aprender, a hacernos expertos, a innovar y a tomar direcciones nuevas debido, en gran parte, a que hacerlo promete ventajas materiales muy reales. 12 Ya no competimos, como nuestros antepasados, primordialmente en habilidad física o destrezas simples. La capacidad de correr deprisa, matar un lobo o abatir un gamo es de significación secundaria. Cuenta más la capacidad para desenvolverse bien en la arena cultural, donde las destrezas oportunas quedan definidas por campos complejos. Y el éxito en una empresa cultural creativa —un premio Nobel o una novela campeona de ventas— trae consigo riqueza y respeto, admiración y poder. Con el tiempo, han surgido otras razones para crear cultura, y en muchos sentidos éstas son ahora más importantes, al menos para algunas personas durante algún tiempo, que las antiguas razones basadas en la competencia y la ventaja material. Actuar dentro de un campo puede resultar gratificante en y por sí mismo. Encontrar las palabras correctas para un poema, el secreto de la conducta de una célula, o una forma de fabricar mejores microchips por menos dinero es una experiencia tonificante por derecho propio, aun cuando nadie más sepa de ello y no se reciba ninguna recompensa. Casi todos nuestros respondientes hablaban elocuente y espontáneamente acerca de la importancia de estas recompensas intrínsecas. Si no sintieran ese gozo, las recompensas
externas no habrían sido suficientes para motivarlos a extender sus esfuerzos a regiones desconocidas. Pero, mientras que a los expertos en una disciplina habitualmente les encanta lo que hacen, esta emoción por lo general no está al alcance de los estudiantes ni de los jóvenes que se ejercitan en ella. Especialmente en las ciencias, los principiantes sólo ven la tarea monótona de la disciplina.13 Los profesores rara vez dedican tiempo a intentar poner de manifiesto la belleza y la diversión que supone hacer matemáticas o ciencia; los estudiantes aprenden que estas materias están regidas por un rígido determinismo, y no sienten la libertad y aventura que experimentan los expertos. No resulta sorprendente que sea difícil motivar a los jóvenes para que dominen aspectos de la cultura que parecen fríos y nada atrayentes. Como consecuencia de ello, el conocimiento en estas materias podría verse perjudicado, y la creatividad hacerse cada vez más rara. Así, una manera obvia de potenciar la creatividad es introducir al máximo en los diversos campos la experiencia de flujo. Resulta emocionante construir la cultura: ser artista, científico, pensador o persona de acción. Con demasiada frecuencia, sin embargo, no se consigue comunicar el gozo del descubrimiento a los jóvenes, y éstos, por su parte, recurren a diversiones pasivas. Pero consumir cultura nunca es tan gratificante como producirla. Si fuera posible simplemente transmitir a la siguiente generación el apasionamiento de las personas que entrevistamos, no hay duda de que la creatividad florecería.
NOTAS CAPITULO 2. ¿DÓNDE ESTÁ LA CREATIVIDAD? 1. Una colección reciente de ensayos que abarca en buena medida el tema de en qué consiste la intuición —pero restringida a los enfoques psicológicos, «dentro de la cabeza»— es el volumen editado por Robert Sternberg (1995); véase, p. ej., Csikszentmihalyi y Sawyer (1995) sobre intuiciones específicamente creativas. El modelo de sistemas (a veces llamado CIAI: Campo, Individuo, Ámbito, estructura de Interacción) fue ideado originalmente por Csikszentmihalyi (1988a, 1990) y ulteriormente elaborado en Feldman, Csikszentmihalyi y Gardner (1994). 2. Uno de los prejuicios de nuestro tiempo es que una persona que actúa de maneras inusitadas o que se dedica a las artes debe de ser creativa. Por ejemplo, en empresas publicitarias, al departamento encargado de diseñar y producir los anuncios se le suele llamar creativo, y quienes trabajan en él son conocidos como los creativos. Aunque ciertamente hay muchos artistas publicitarios que son auténticamente creativos, su frecuencia no es necesariamente mayor que la de contables, técnicos o bibliotecarios creativos que trabajan en esas mismas empresas. Podrían ser, sin embargo, más brillantes, en el sentido que aquí damos al término. 3. En círculos psicológicos y educacionales, la creatividad a la que se hace referencia es casi siempre de esta clase. Los test que miden la fluidez o flexibilidad de pensamiento, la valoración que hacen los profesores de la originalidad de los dibujos de los niños, no miden la creatividad en el sentido que yo doy a este término en el presente libro, sino sólo la tendencia a producir respuestas inusitadas, que pueden llevar o no llevar a lo que aquí llamo verdadera creatividad. Entre los psicólogos, Howard Gruber ha afirmado con frecuencia y elocuencia que simplemente confundimos las cosas al aplicar el término «creativo» a chicos inteligentes y a personas que responden a los test con mucha labia (p. ej., Gruber y Davis, 1988). 4. El carácter de Leonardo ha sido analizado minuciosamente a menudo (p. ej., Reti, 1974); sobre el de Newton véanse Westfall (1980) y Stayer (1988), y sobre Thomas Edison, Wachorst (1981). No es que éstos y otros grandes genios fueran trágicamente imperfectos; más bien, fuera de su ámbito particular de realizaciones, eran simplemente normales. Dicho con otras palabras: fuera de su trabajo, no desplegaban esa brillantez que la opinión popular está tan deseosa de atribuirles. 5. Entre los científicos de este siglo, unos pocos —por ejemplo, Richard Feynman y John von Neumann— se han ganado entre sus compañeros la reputación de genios. Esta reputación parece
estar basada, no tanto en la importancia de sus contribuciones, cuanto en la excepcional facilidad con que podían ver y resolver problemas que a sus compañeros les costaba mucho más comprender. Habitualmente, los individuos considerados genios también tienen una memoria inusitada, a veces fotográfica. Es probable que tales personas tengan raros talentos neurológicos. No obstante, tales talentos por sí solos no garantizan la creatividad. Además, los genios con frecuencia cultivan manierismos personales que los sitúan aparte de sus compañeros, y que causan en su público la impresión de signos de unicidad (p. ej., Feynman tocaba los bongós, y Picasso intentaba con la mayor seriedad llevar a la práctica en su propia vida las fantasías eróticas de la burguesía). 6. Brannigan (1981) fue uno de los primeros sociólogos que exploraron sistemáticamente la forma en que un nuevo descubrimiento o invención tenía que ser legitimado por autoridades reconocidas antes de poder ser considerado válido. Sostiene, por ejemplo, que el descubrimiento de América por parte de Colón habría quedado como un acontecimiento relativamente trivial, y ni siquiera hubiera sido considerado un «descubrimiento», si no hubiese sido por el reconocimiento oficial que le otorgaron los administradores del rey de España, los cartógrafos, la Iglesia, los eruditos, etcétera. Kosoff (1995) lleva la misma idea aún más lejos —quizás demasiado—, puesto que considera la creatividad exclusivamente como un proceso de manejo de la atribución y la impresión, descuidando por entero la contribución real de la persona. 7. Para la lista de obras de arte realizadas en Florencia durante el primer cuarto del siglo xv y una valoración de su calidad, véase, por ejemplo, Burckhardt (1926). El estudio que sigue se apoya en gran medida en las observaciones sobre este período encontradas en Hauser (1951) y Heydenreich (1974). 8. La cita es de Hauser (1951, pág. 41). A una conclusión parecida llega Heydenreich, que escribe sobre el mismo período histórico (1974, pág. 13): «El mecenas empieza a asumir un papel muy importante: en la práctica, la producción artística nace en gran medida de su colaboración». El mismo argumento vale también para la producción creativa en otros campos. 9. En este punto baso mis ideas principalmente en la obra de Fausto Massimini. Un ejemplo de instrucciones extrasomáticas son las leyes contenidas en las diversas constituciones políticas que han adoptado las más o menos doscientas naciones soberanas del mundo. Massimini y Calegari (1979) analizaron estas constituciones como si fueran cromosomas que contuvieran gran número de instrucciones genéticas; las leyes concretas encajan en las Constituciones como los genes en el cromosoma. También demuestran que es posible seguir el rastro de grupos de leyes remontándose a sus «linajes ancestrales» originales en la Carta Magna, y documentos más recientes como la Constitución de los Estados Unidos. En otras palabras, la información codificada en los memes, más que en los genes, ha comenzado a dirigir la conducta humana (véanse también Massimini, 1979, 1993; Csikszentmihalyi y Massimini, 1985). 10. La relación entre edad y logros creativos en diversos campos fue estudiada por primera vez por Lehman (1953) y Dennis (1966). Para estudios más recientes, véanse Over (1989) y Simonton (1988, 1990c). 11. Llegue o no a ser alguna vez un campo fuertemente estructurado, la moralidad está recibiendo por fin la atención que merece de los psicólogos. Hasta hace poco, bajo la influencia de Jean Piaget y Lawrence Kohlberg, la mayoría de los especialistas se limitaban a estudiar los juicios morales y la forma en que los niños aprendían a hacerlos. El campo que se está organizando últimamente intenta estudiar la conducta moral real (p. ej., Damon, 1995; Gilligan, Ward y Taylor, 1988). 12. El argumento da a entender que, al contrario de lo que generalmente se cree, lo que limita la creatividad no es la falta de memes buenos y nuevos (es decir, ideas, productos, obras de arte), sino la falta de interés en ellos. La restricción no está en la oferta, sino en la demanda. También esto es una de las consecuencias de los límites de la atención antes mencionados. Por desgracia, la mayoría de los intentos por potenciar la creatividad se centran en el lado de la oferta, lo cual no sólo resulta inútil, sino que es probable que haga la vida más desdichada para un mayor número de genios preteridos. Todavía poseemos muy pocos conocimientos formales de cómo potenciar la vertiente de la demanda de creatividad, aunque obviamente empresarios y filántropos siempre han tenido un buen conocimiento práctico en esta materia.
13. Todo estudioso de la creatividad ha señalado esta exigencia (p. ej., Simonton se refiere a ella como persuasión [1988, pág. 417]). Pero habitualmente la necesidad de «vender» las ideas de uno se considera como algo que viene después de que el proceso creativo termina, algo que va aparte de él. En el modelo de sistemas, la aceptación de un nuevo mem por parte del ámbito es considerada parte esencial del proceso creativo. Para un conjunto reciente de ensayos que toman en serio la importancia del contexto social, véase Ford y Gioia (1995). 14. Estas son las cifras que recuerdo haber oído mencionar a mi amigo Nicola Cabibbo, que pot aquel tiempo se hizo cargo de la cátedra de física en Roma. Un destino parecido aguardaba al ámbito de la sociología a finales de los años sesenta y principios de los setenta, cuando, en plena resaca de los desórdenes estudiantiles y la guerra de Vietnam, un enorme número de estudiantes universitarios de los Estados Unidos decidieron especializarse en sociología. Por aquel entonces yo estaba enseñando en el departamento de sociología y antropología del Lake Forest College, y en pocos años el número de los que la estudiaban como asignatura principal aumentó de menos de diez a más de cien. Otras instituciones experimentaron un frenesí semejante de interés por el campo. Consecuencia de ello fue que, con el fin de acoger el incremento del número de estudiantes, que llegó a multiplicarse por diez, los colleges contrataron profesores que a menudo no estaban bien formados y sólo tenían una vaga comprensión del campo. Esto, a su vez, se tradujo en una confusión caótica que casi acabó con el ámbito. Robert LeVine estableció una idea semejante con respecto a la investigación de la evolución del niño, donde, en el mismo período, la expansión del ámbito produjo gran número de académicos con mala formación que adoptaron de forma acrítica las teorías cognitivistas, entonces de moda, de Piaget y Chomsky (LeVine, 1991). Una novedad no asimilada puede resultar tan peligrosa para la supervivencia de un campo como la total ausencia de novedad. 15. Un ex alumno que pasó varios meses en Transilvania reuniendo material etnográfico en los años ochenta, ha descrito los esfuerzos del Ministerio de Cultura rumano, cuyos representantes intentaban reeducar a los aldeanos húngaros, szeklers, moldavos y alemanes a tejer, decorar y cantar canciones según los modelos rumanos, en lugar de usar sus formas tradicionales de expresión artística. Tales directrices son el equivalente cultural de la «limpieza étnica»; aquí no es el fenotipo de los genes lo que se mata, sino sólo los memes extraños.
CAPÍTULO 6. ENTORNOS CREATIVOS 1. Sobre algunos de los efectos del entorno físico sobre el funcionamiento psicológico, véase Gallagher (1993). 2. La historia de esta ciudad italiana de Lombardía y de sus muchos visitantes creativos se encuentra en Gilardoni (1988). 3. Un enfoque de la relación entre las variables estructurales sociales y la creatividad es la serie de análisis historiométricos de Simonton (p. ej., 1975, 1984). Otro es el análisis cualitativo realizado por Freeman (1993) de la relación entre creatividad artística y factores socioculturales en los Estados Unidos contemporáneos. 4. Juhani Kirjonen, un colega de la Universidad de Jyváskylá, en Finlandia, me habló de Pekka, a quien no tuve la suerte de conocer personalmente. 5. El estudio de más de cien hogares y de los objetos contenidos en ellos que eran especiales para sus propietarios se presenta en Csikszentmihalyi y RochbergHalton (1981). 6. Ésta y otras conclusiones sobre el puesto de los coches en nuestra ecología simbólica se basan en un estudio que dirigí para Nissan U.S.A. en 1991. 7. En su análisis de las biografías de grandes genios, Howard Gardner (1993) llegaba a la conclusión de que los grandes avances en la obra de estos personajes se producían una vez cada diez años. Presumiblemente, estas dos observaciones —el cambio de profesión y el ritmo temporal de las nuevas obras maestras— reflejan el mismo ciclo del trabajo creativo.
CAPÍTULO 13. LA CONSTRUCCIÓN DE LA CULTURA
1. Véanse Burke y Ornstein (1995) y también Csikszentmihalyi (1993, capítulo 5). 2. Las razones de la decadencia de la civilización maya fueron analizadas en un reciente encuentro arqueológico del que se da cuenta en el San Francisco Chronicle del 12 de abril de 1995, pág. A7. 3. Róheim fue un etnógrafo con formación psicoanalítica que estudió, entre otras culturas nativas, la de los aborígenes australianos. Llegó a convencerse de que el estado ideal de existencia era el de la materia inorgánica, y de que las formas de vida, incluida la vida humana, eran formas transitorias de irritación o enfermedad (Róheim, 1945). En este sentido, sus opiniones son diametralmente opuestas a las expresadas por Wilson (1984). Tales formas contrapuestas de interpretar los mismos fenómenos son un buen ejemplo del tipo de diferencias basadas en presupuestos metafísicos contradictorios que, según Popper (1959), no se pueden resolver científicamente. 4. Para una visión de conjunto de uno de estos planteamientos, véanse Smith (1989) y Dobbs (1993). 5. Aunque no hay pruebas directas sobre la relación entre las costumbres familiares y la creatividad, las entrevistas retrospectivas reunidas por Benjamin Bloom (1985), hechas a científicos y artistas, ponen de manifiesto una enorme dedicación de los padres a sus hijos dotados. Véase también Harrington, Block y Block (1992). En general, una combinación de amor y disciplina por parte de los padres parece funcionar muy bien a la hora de promover el cultivo del talento en los hijos (p. ej., Baumrind, 1989; Rathunde y Csikszentmihalyi, 1993). 6. La creencia popular es que las minorías desfavorecidas sufren de baja autoestima, y que bastaría con poder aumentar ésta para que su rendimiento académico y su éxito en general mejoraran. Pero los hechos parecen ser otros. Por ejemplo, la autoestima de los estudiantes afroamericanos tiende a ser más alta que la de los caucasianos, y la de éstos, a su vez, es más alta que la de los estudiantes asiáticos: en proporción inversa a sus logros académicos (Bidwell, Csikszentmihalyi, Hedges y Schneider; en prensa). Las razones de esto no son difíciles de entender, si se tiene presente la fórmula de la autoestima de William James (1890): la relación de logros respecto a expectativas. Si las expectativas son muy altas, como suelen serlo entre asiático-americanos, es de esperar que la autoestima sea baja, aun cuando los logros sean relativamente altos. 7. El modo en que las familias asiático-americanas comunican las altas expectativas de logro académico se describe en Sue y Okazaki (1990), Schneider y otros (1992), Stevenson y Stigler (1992) y Asakawa y Csikszentmihalyi (1995). 8. Este es uno de los hallazgos de una muestra nacional típica de adolescentes estadounidenses (Bidwell, Csikszentmihalyi, Hedges y Schneider, en prensa). 9. Benvenuto Cellini (1500-1571). Una traducción inglesa de la autobiografía de este modelo de artista renacentista se encuentra en Cellini (1952). 10. La educación en artes basada en la disciplina, o EABD para abreviar, es el método para enseñar arte en las escuelas que fue ideado bajo los auspicios del Centro Getty. Véanse, por ejemplo, Alexander y Day (1991) y Dobbs (1993). 11. Un ejemplo de niño con dotes matemáticas extremadamente precoces se presenta en Feldman (1986). 12. En ocasiones se afirma que las personas creativas no tienen interés en el éxito material; esto, en mi opinión, es una exageración fantaseada de la motivación intrínseca, obviamente fuerte, que tales personas poseen. En consonancia con la complejidad de su personalidad, no se ha de esperar que la fuerte motivación intrínseca de los individuos creativos excluya necesariamente un interés por la fama y la fortuna. Recientemente, Sternberg y Lubart (1991) han propuesto una teoría «económica» de la creatividad, basada en la máxima «compra barato, vende caro»; en otras palabras, la noción de que la creatividad supone, al menos en parte, un interés en fomentar ideas impopulares que podrían acabar afirmándose en el gusto del público. 13. Mientras que los estudiantes con talento para la música y las artes presentan una calidad de experiencia mucho más positiva que la media cuando se dedican a la música y el arte, los estudiantes con talento para las matemáticas y la ciencia presentan una calidad de experiencia mucho más baja que la normal cuando están haciendo matemáticas y ciencia. En otras palabras, son
menos felices, están menos motivados y tienen una autoestima menos positiva cuando trabajan con ese talento que cuando hacen otras cosas (Csikszentmihalyi y Schiefele, 1992; Csikszentmihalyi, Rathunde y Whalen, 1993). La razón de esto es, en parte, que el arte y la música son agradables de forma más inmediata que las matemáticas y la ciencia; pero en buena medida se debe a nuestras actitudes respecto a las materias académicas «duras» y la manera en que las enseñamos.