UNIVERSALES DEL LENGUAJE Y TIPOLOGÍA LINGÜÍSTICA SINTAXIS Y MORFOLOGÍA
VERSIÓN E S P A Ñ O L A
A U G U ST A
DE
A Y U SO
B IB L IO T E C A R O M Á N IC A H IS P Á N IC A E D IT O R IA L G R E D O S MADRID
© BER N A RD C O M R IE, 1981. First published 1981 by B a s i l B l a c k w e l l ©
P u b l is h e r L im i t e d ,
Oxford.
E D IT O R IA L G R E D O S, S. A ., Sánchez Pacheco, 81, 28002 M adrid, 1989, para la versión española.
Título original: LANG U AG E U NI VERSA L S AND LINGUISTIC TYPOLOGY. S Y N T A X
A N D M ORPHOLOGY.
Depósito Legal: M. 44769-1988.
IS B N 84-249-1375-2. Impreso en España. Printed in Spain. G ráficas Cóndor, S. A ., Sánchez Pacheco, 81, Madrid, 1989. — 6139.
PREFACIO
Después de un tiempo en el que la invesiigación lingüística pare cía ceñirse principalmente al análisis de la sintaxis del inglés, duran te la última década se ha producido un notable resurgir del interés por los problemas de los universales lingüísticos y por la tipología de las lenguas, empleando datos provenientes de una amplia varie dad de lenguas. A pesar de la cantidad de trabajos realizados dentro de este marco, hasta la fecha no ha habido ningún trabajo general de introducción que intentara sintetizar las características principales de esta propuesta para los estudiantes de lingüística, los cuales tienen que recurrir, desde el principio, a artículos especializa dos sobre temas monográficos. Este libro aspira a llenar este vacío y a proporcionar, a los estudiantes de los últimos cursos y a los graduados, un panorama de las principales propuestas en relación con los universales lingüísticos y la tipología de las lenguas, ponien do de relieve tanto los éxitos logrados con este método como sus posibles riesgos. En el campo en el que, en un período de tiempo relativamente corto, se ha producido tanta bibliografía, ha habido que hacer una cuidadosa selección de los temas a tratar en este libro, prefiriendo tratar algunos de ellos en profundidad, en vez de ofrecer un pano rama superficial de todo el'cam po. En general, me he limitado a tratar trabajos recientes sobre universales y tipología, en vez de ha cer una consideración histórica de los primeros trabajos producidos
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en esta área, aunque se mencionan algunos de estos primeros traba jos, siempre que no hayan sido superados por investigaciones más recientes. Es indudable que esta selección refleja mis propias incli naciones, bien hacia aquellas áreas en las que he trabajado, bien hacia aquéllas en las que creo han de producirse resultados intere santes. El libro trata, casi en su totalidad, de universales sintácticosemánticos, aunque alguna vez se utilicen, para ejemplificar, uni versales fonológicos. Creo que resulta más valioso discutir crítica mente el trabajo realizado en pequeñas áreas, que dar una relación sin comentar de las afirmaciones vertidas sobre los universales y la tipología de las lenguas, aunque dicha relación fuera exhaustiva. Los dos primeros capítulos tratan los temas de form a general. En ellos se presenta y discute mi opinión de que el estudio de los universales lingüísticos puede resultar mucho más provechoso si, como base, tomamos datos procedentes de una gran variedad de lenguas, incluyendo el estudio de los universales sintácticosemánticos en una propuesta integradora del lenguaje, en la cual no se trata de buscar explicaciones a los universales dentro de las propiedades formales del lenguaje, sino relacionando las propieda des formales del lenguaje en varios niveles (incluyendo el sintáctico y el fonológico) con el contexto extra-lingüístico en que funciona la lengua. Los capítulos siguientes se dedican fundamentalmente a los tipos de construcción particulares o a otros fenómenos sintácti cos, tales como el orden de palabras, las oraciones relativas, las construcciones causativas, la marcación casual, considerados desde el punto de vista de la investigación sobre universales y tipología que utiliza datos procedentes de una amplia variedad de lenguas, dentro de una propuesta de integración. La elección de temas ha sido bastante arbitraria, y refleja mis propios intereses, pero si bien dicha elección no es mejor que otras, puedo decir que tampoco es peor. Me resulta difícil dar una relación completa de todos aqué llos que han contribuido al desarrollo de este libro y a las ideas que contiene: el estudio de universales y tipologías está necesaria mente interrelacionado con trabajos sobre otros aspectos del len
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guaje y de la lingüística, por lo tanto, y a pesar mío, no puedo dar una lista de todos los que han influido en mi modo de conside rar la lengua. Mi agradecimiento va, pues, dirigido a todos ellos, además de a aquellos otros que se detallan específicamente en las notas de los distintos capítulos, que han influido en mis ideas sobre universales y tipología y también en el modo particular de presenta ción que he adoptado en este libro. Mi deuda con Joseph H. Greenberg (Univesidad de Standford) se hace patente casi en cada página: fue él, más que ningún otro lingüista, quien despertó el interés actual por trabajar sobre los uni versales lingüísticos, tomando como base una amplia variedad de lenguas, y quien persistió en la defensa de esta propuesta incluso en épocas en las que esto no estaba de moda. Edward L. Keenan (Universidad de California, en Los Ángeles) me hizo ver que el interés por lenguas muy diversas no es incompatible con el interés por los estudios teóricos y formales. Mis colegas del Departamento de Lingüística de la Universidad de California del Sur, que se per cataron muy pronto de mi convicción de la necesidad de una pro puesta integradora de la lengua en su contexto, me han ofrecido su estímulo para el desarrollo de estas ideas. Aunque a veces critico en este libro la propuesta de universales lingüísticos que adoptó la gramática generativo-transformativa, es pecialmente las propuestas de Noam Chomsky, no puedo ni quiero negar la deuda contraída con dicho método y con los que me lo enseñaron. A pesar de mis diferencias con algunos de los principios del modelo descriptivo y de sus puntales ideológicos, está claro que ha elevado el análisis sintáctico a un nivel de rigor y agudeza sin el cual no habría sido posible escribir este libro. Lo mismo puede decirse del modelo sintáctico propuesto por la gramática relacional: aunque no esté de acuerdo con el énfasis que esta gramática pone sobre la estructura interna para explicar generalizaciones sintácti cas, ni con otras conclusiones parciales o totales, esta forma de acercarse a la sintaxis me ha proporcionado una serie de agudas sugerencias sobre la estructura sintáctica, que de otro modo es pro
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bable que se me hubieran escapado. Debo reconocer con orgullo que, si los modelos sintácticos formales marchan, me parece que la gramática relaciona! puede marchar aún mejor. Por otra parte, han sido muy beneficiosas para mí las discusio nes entabladas con otros lingüistas, pertenecientes a diversas insti tuciones e interesados en el estudio de la tipología y universales lingüísticos, con los cuales he podido intercambiar trabajos. Quiero mencionar especialmente a los participantes en la Sociedad de Lin güística del Instituto Americano de Lingüística de la Universidad del Estado de Nueva York en Oswego (1976), uno de cuyos focos de interés es la tipología; al «Proyecto de Universales» (Stanford Universals Project); al «Proyecto sobre Universales» ( UniversalienProjekt) del Departamento de Lingüística de la Universidad de Co lonia, y al «Grupo de Tipología Estructural» del Instituto de Lin güística de la Academia de Ciencias de la URSS, Sección de Leningrado. El material recogido en este libro proviene, en gran paite, del utilizado con los estudiantes que. asistieron a mis cursos y semi narios sobre tipología y universales lingüísticos. Por lo tanto, mi agradecimiento también a todos los estudiantes, a los miembros de la facultad y a otras personas que asistieron a estos cursos en la Universidad de Cambridge, a la Sociedad Lingüística del Instituto Americano de Lingüística de la Universidad de Illinois, en UrbanaChampaign (1978), a la Universidad de California del Sur y a la Universidad Nacional Australiana. Asimismo, este libro se ha bene ficiado de las sugerencias de lectores anónimos para Basil Blackwell y la University of Chicago Press. Por último, quiero expresar mi gratitud a los numerosos investi gadores de campo y a los lingüistas hablantes nativos, que han tra bajado fuera de los caminos trillados y de las principales corrientes lingüísticas. Ellos me han proporcionado un material de incalcula ble valor para mi trabajo, y me han animado a realizarlo con su interés y con su disposición a un diálogo constructivo. Espero que se hayan dado cuenta de que mi objetivo no ha sido tom ar de su lengua una oración de relativo o una construcción causativa, sino
Prefacio poner en práctica mi idea de que, cuanto mayor integración se con siga entre la lingüística general y la descripción de las lenguas parti culares, mayor será el beneficio para ambas, pues una no puede desarrollarse sin la otra. Dicho de forma más general: la lingüística trata de las lenguas, y las lenguas las habla la gente. L^s Ángeles, enero de 1981. B ernajrjd C o m e je
PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN
Esta segunda edición me ofrece la oportunidad de actualizar las referencias bibliográficas y de corregir algunos errores de imprenta y otros de poca importancia (que afortunadamente no afectan a los puntos explicados), así como de m ejorar algunas formulaciones poco claras. Además de las observaciones realizadas por los críti cos, mi agradecimiento a los comentarios de Winfried Boeder, Peter Colé, R. M. W. Dixon, Andrew Goodson, Herbert H. Paper, William Rutherford y Sandra A. Thompson. Los Ángeles, octubre de 1982. B e r n a r d C om rte
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UNIVERSALES LINGÜÍSTICOS
1.1.
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P R O P U E S T A S S O B R E U N IV E R S A L E S L IN G Ü IS T IC O S
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dos
pro pu esta s
mas d e p o r t a n t e s .
En este apartado contrastaremos las dos propuestas metodológi cas más im portantes, respecto«^, los universales lingüísticos, que se han adoptado en los estudios lingüísticos más recientes. El contras te entre ambas propuestas puede realizarse de acuerdo con cierto número de parám etros, de los cuales los principales son los siguien tes: los datos en que se ha basado la investigación sobre los univer sales lingüísticos (una amplia variedad de lenguas, o bien una sola lengua); él grado de abstracción del análisis que se requiere para establecer los universales lingüísticos (por ejemplo, si se trata de estructuras sintácticas de superficie, o de estructuras sintácticas pro fundas), y las distintas explicaciones sobre la existencia de los uni versales lingüísticos. Estos parámetros individuales* y otros más, serán considerados de nuevo en distintos apartados. Aunque, lógi camente, cada uno de estos parámetros es independiente de los otros, las dos propuestas más importantes realizadas últimamente repre sentan, cada una de ellas, un conjunto coherente de dichos parám e tros. Por una parte, algunos lingüistas consideran que para investí-
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gar sobre universales lingüísticos es necesario tener datos de una amplia variedad de lenguas. Los lingüistas que defienden esta p ro puesta han tendido a concentrarse sobre universales determ inables más en análisis relativamente concretos, que en análisis m uy abs tractos, siendo más proclives, o por lo menos eclécticos, a las hipó tesis que se pueden form ular respecto a la existencia de universales .lingüísticos. Por otra parte, hay lingüistas que consideran que la mejor form a de aprender algo sobre universales lingüísticos es me diante el estudio detallado de una sola lengua. Estos han defendido también la determinación de los universales lingüísticos desde el punto de vista de las estructuras abstractas (tales como las estructuras sin tácticas profundas de la sintaxis generativo-transform ativa), y se han m ostrado más inclinados hacia la teoría del innatism o para explicar los universales lingüísticos. La prim era de estas dos p ro puestas suele asociarse al trabajo de Joseph H. Greenberg y a los inspirados en él, y refleja asimismo la orientación de este libro. La segunda se relaciona más con los trabajos de N oam C hom sky y con aquellos directamente influidos por él, que puede considerar se como la postura transform ativa ortodoxa. A prim era vista, y por lo menos en lo que respecta a la base de datos para trabajar en universales lingüísticos, parece que la pro puesta de Greenberg ha de ser necesariamente correcta, pues para establecer que algo es universal en el lenguaje se necesitaría consi derar una am plia variedad de lenguas —si no, por supuesto, todas las lenguas— . Sin embargo, la argum entación no es tan simple co mo todo eso, y sobre este punto volveremos en el apartado 1.1.2. En lo que resta de este apartado, perfilaremos los m otivos por los que se adopta la propuesta de Chomsky sobre universales lingüísti cos. A unque esta argum entación, como m ostrará la discusión subsi guiente, tiene puntos vulnerables, tanto teóricos com o prácticos, representa una postura coherente en relación con los universales lingüísticos que no puede ignorarse. La descripción generativo-transform ativa de una lengua, o más específicamente de la sintaxis de una lengua (aunque argum en
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tos parecidos pueden trasladarse a una descripción fonológicogenerativa), supone que, además de los niveles relativamente con cretos (próximos a la superficie) de la representación sintáctica, hay también niveles de representación mucho más abstractos y muy ale jados del análisis de la estructura superficial: ellos form an la estruc tura profunda, así como varios niveles intermedios de representa ción entre la estructura profunda y la superficial. A pesar de que el grado exacto de abstracción de la estructura profunda ha sido, y sigue siendo, objeto de controversia, la mayor parte de las. versio nes de la gram ática generativo-transform ativa se caracterizan por la existencia de tales estructuras abstractas. Cuando se tom a en con sideración la existencia de tales representaciones para discutir la for ma en que los niños adquieren su lengua m aterna, surge un proble ma im portante. Si la mejor forma de caracterizar la estructura de una lengua incluye las estructuras abstractas subyacentes, parece justificado suponer, que, al adquirir una lengua, el niño interioriza dichas estructuras abstractas. Esto implica a su vez, que también debe interiorizar las reglas para pasar de las estructuras abstractas a los niveles de análisis más concretos. Continuando la argum enta ción, y desde nuestro conocimiento actual de la capacidad de apren dizaje, se ve que no hay form a de que el niño (que sólo tiene los datos de los adultos que le rodean, cuando emplean la lengua) pue da inducir dichos principios abstractos a partir de esos datos. A de más, se ha argum entado que las reglas necesarias para pasar de la estructura profunda a la superficial están sujetas a cierto número de restricciones muy específicas: nuevamente nos encontramos con que no está claro cómo puede inducir el niño estas restricciones, de naturaleza muy abstracta, a partir de los datos en bruto que el discurso de los adultos le proporciona. Dicho de forma más ge neral, si se considera al niño simplemente como una tabula rasa, sin tener predisposición para analizar los datos de acuerdo con un sistema formal o con cualquier otro, resulta difícil, o imposible, explicar cómo llega el niño a adquirir la primera lengua en un pe ríodo de tiempo relativamente corto. LENGUAJE Y TIPOLOGÍA. — 2
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El problem a de la capacidad de aprendizaje desaparece, si se asume el supuesto básico que subyace en la ob ra transform acional ortodoxa sobre universales lingüísticos. La razón por la que el niño adquiere la prim era lengua sin ningún esfuerzo es que los abstractos principios básicos de la gramática generativo-transform ativa son in natos: están a disposición del niño desde su nacimiento (o, quizás, lo están a partir de un período determ inado después de su naci m iento, como parte del proceso de m aduración, pero, en cualquier caso, program ados con anterioridad al nacimiento), de form a que el niño-no tiene que aprenderlos,, pero puede utilizarlos, deduciendo qué lengua en particular, de las permitidas por la teoría general de la gram ática generativo-transform ativa, se está hablando en su com unidad lingüística: aunque la teoría general (y, en form a equi valente, el conjunto de principios abstractos innatos interiorizados en el niño) permite un número infinito de lenguas posibles, los tipos de lenguas se limitan a aquellos que permiten las restricciones que impone la teoría. Dado que los niños aprenden su prim era lengua tan fácilmente, cabría preguntarse si no puede hacerse u n a afirm ación más rotun da, la de que la lengua en su conjunto es innata. Esto supondría que un niño nacido en una comunidad lingüística dada está ya preprogram ado para conocer la lengua de su com unidad, habiéndola heredado, probablemente, de sus padres. Sin em bargo, una obser vación más detenida muestra que este argum ento no puede ser co rrecto, aunque simplifique el problem a de la capacidad de aprendi zaje. Ello implicaría que un niño sólo podría aprender, o al menos aprendería mucho más rápidamente, la lengua de sus padres, pres cindiendo de la lengua de la comunidad que le rodea. Pero, obser vando a los niños, se ha visto que adquieren, prácticam ente con la misma facilidad, la lengua de cualquier com unidad lingüística en la que crezcan, independientemente de la lengua de sus padres o de sus más remotos ancestros; esto puede verse más claramente en el caso de los niños que son educados por hablantes de una lengua diferente de la de sus padres. P o r lo tanto, la lengua en
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su conjunto no puede ser innata — hay que destacar que esto se ha establecido por observación em pírica y no por especulación teórica— . En el m ejor de los casos, serían innatos ciertos principios comunes a todas las lenguas hum anas, lo que facilitaría la tarea del niño de adquirir una lengua, cualquiera que ésta sea, sin prefe rencia por una u otra. Esto nos lleva al último eslabón del argu mento: como los principios abstractos que se pretende son innatos, son los mismos para todos los niños, con independencia de su en torno étnico, tienen que ser neutrales con respecto a las diferencias entre las lenguas, es decir, tienen que ser universales. De esta forma se puede establecer una ecuación entre los universales lingüísticos y las ideas innatas: los universales lingüísticos serían los principios lingüísticos innatos que facilitan al niño el aprendizaje de la lengua. Establecida esta ecuación, no queda más que un paso para justificar la metodología adoptada por Chom sky en la investigación de los universales lingüísticos. Como los universales en los que se está interesado son principios abstractos, no hay form a alguna de que los análisis de las estructuras superficiales de una amplia variedad de lengüas den datos relevantes. Más bien se investigarían las rela ciones entre los niveles de representación abstractos y los más concretos, & fin de establecer los principios abstractos que restringen la estructura de la lengua (y que son, p o r lo tanto, universales lin güísticos o, en equivalencia, ideas innatas). En principio, se puede argüir que ésto conduciría al estudio detallado de las gramáticas generativo-transform ativas de cierto núm ero de lenguas, pero, dado lo limitado de los recursos dedicados a la investigación lingüística, en la práctica no resulta factible. Si consideramos el alcance de las lenguas sopesando su extensión y su profundidad, la postura aquí expuesta se decanta a favor de la profundidad, prefiriendo el estudio detallado y abstracto de una sola lengua, más que lanzar una red muy extensa, pero sin profundizar. De aquí proceden los principios metodológicos generales esbozados al comienzo de este apartado: la form a más provechosa de estudiar los universales lin güísticos es estudiar una sola lengua en profundidad, desde el pun
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to de vista del análisis abstracto de esa lengua — los universales mismos son de naturaleza abstracta (restricciones abstractas de un sistema que implica niveles abstractos de representación)— ; al igualarse universales lingüísticos e ideas innatas, éstas nos dan una ex plicación obvia de aquéllos, con lo cual, lo que resta es preguntarse si hay explicación para las ideas innatas. En los apartados 1.1.2-3, se considerarán las razones prácticas por las que esta estrategia de investigación de universales lingüísti cos, a pesar de su coherencia interna, adolece de serios defectos, que harán que en este libro se la rechace. Pero, para concluir este apartado, examinaremos algunos puntos débiles de la argum enta ción que ha llevado a este modelo de investigación, que provienen, principalmente, del hecho de que la argum entación es casi to tal mente apriorística, sin apenas datos reales que sustenten la postura que se arguye: el apelar solamente a los hechos, es decir, que los niños aprenden cualquier lengua con parecida facilidad, no sirve más que para establecer un no universal (la lengua específica en su conjunto no puede ser innata). N aturalm ente, en toda ciencia es necesario establecer hipótesis que, en las prim eras etapas, pueden ser apriorísticas, pero después hay que com probarlas, p ara ver has ta qué punto coinciden con el conjunto de datos que hay que expli car. El auténtico problem a que presenta este tipo de argum entación apriorística que se resume en este apartado es que, con las técnicas de que se dispone, no puede someterse a ningún tipo de prueba empírica, es decir, no puede confirm arse eficazmente. Más específi camente, las afirmaciones sobre lo que es inherentem ente fácil o difícil de aprender no se basan en ninguna investigación real sobre la mayor o menor capacidad de aprendizaje, de form a que se puede aceptar sencillamente que algunas cosas se aprenden fácilmente, otras menos y otras tal vez sea imposible aprenderlas. Finalm ente, como se verá más detalladamente en el apartado 1.1.3, cualquier argu mento basado en un análisis abstracto no es más eficaz de lo que lo es el análisis abstracto en sí mismo, y dada la gran variedad de análisis abstractos que compiten en, p o r ejemplo, la sintaxis in
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glesa, debemos limitarnos a confiar en que hay un análisis que, más que otro, es el psicológicamente real (o, al menos, el mejor que, dado el estado de nuestros conocimientos, puede presentarse como el análisis psicológicamente correcto). Así pues, el modelo de investigación esbozado en este apartado se caracteriza por una serie de supuestos discutibles que son cruciales para la argum enta ción, supuestos que en su m ayor parte no pueden verificarse, con lo que la aceptación de este modelo se convierte en cuestión de fe.
1 .1 .2 .
La
base
de
datos.
En este apartado estableceremos algunas de las razones prácti cas por las que el estudio de los universales del lenguaje tiene que operar con datos obtenidos de una am plia variedad de lenguas, y consideraremos algunas de las implicaciones que esto tiene en la investigación sobre universales lingüísticos. A priori, no parece ha ber ninguna razón para suponer que la investigación de los univer sales lingüísticos exija trabajar con lenguas diversas —en el aparta do 1.1.1 esbozamos un modelo coherente que no cumplía este requisito— o no, pudiendo hallarse fácilmente afinidades con otras investigaciones para cualquiera de las dos posturas. Por ejemplo, si se quieren estudiar las propiedades químicas del hierro, es lógico suponer que se utilizará para el análisis una sola muestra de hierro, y que no se analizarán grandes cantidades de piezas de hierro, a menos que se intente obtener una m uestra representativa del hierro en el mundo. Esto refleja nuestro conocimiento (basado, presumi blemente, en la experiencia) de que todas las muestras de una subs tancia dada son homogéneas con respecto a sus propiedades quími cas. Por otra parte, si se quiere estudiar la conducta del ser hum a no sometido a tensión, probablemente no nos limitaremos a anali zar la conducta de un solo individuo, puesto que sabemos por expe riencia que personas distintas se com portan de forma diferente en condiciones de tensión parecidas, es decir, si se quieren obtener ge neralizaciones sobre las tendencias globales de la conducta del ser
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humano sometido a tensión, será necesario trabajar con una mues tra representativa de individuos (aun cuando ei estudio se limite a una sola sociedad, menos aún en un estudio de culturas com para das). Como una de las cosas que pretendemos con el estudio de los universales lingüísticos es encontrar el grado de variación hallado a través de las lenguas y los límites impuestos a dicha variación, sería un error metodológico importante introducir en nuestro pro grama de investigación supuestos apriorísticos sobre el grado de va riación. Además, como veremos en los párrafos siguientes, las in vestigaciones básicas sobre universales lingüísticos evidencian que, en ciertos casos cruciales que han surgido hasta la fecha, los datos procedentes de una amplia variedad de lenguas fueron realmente necesarios para poder dar validez a determinado universal lingüís tico. En primer, lugar, hay ciertos universales lingüísticos que no pue den afirmarse de una lengua individual, especialmente los universa les implicativos. En el apartado 1.2.2 consideraremos con más deta lle los universales implicativos, por el momento basta con destacar que un universal implicativo siempre incluye, por lo menos, dos propiedades lingüísticas, que pueden simbolizarse como p y q, rela cionadas una y otra como una implicación (condición), es decir, «si p, entonces q». Podemos tomar el siguiente ejemplo real: si el orden básico de palabras de una lengua es verbo-sujeto-objeto (VSO), tendrá entonces preposiciones (en vez de posposiciones). En este ejemplo, la propiedad p es «tener como orden básico de pala bras VSO» y q es «tener preposiciones». La combinación de estas dos propiedades puede verse, por ejemplo, en el galés, con una frase como gwelodd y dyn y cwcw, «el hombre vio el cuco», literal mente «vio el hombre el cuco», y una frase preposicional como yn y ty, «en la casa». Sin embargo, hay que señalar que el galés no da ninguna evidencia que permita establecer el universal como implicación: indudablemente, si sólo estuviéramos investigando el galés, podríamos concluir que una lengua tiene que tener el orden
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de palabras VSO y que tiene que tener preposiciones. Pero al inves tigar otras lenguas vemos que esta generalización es falsa. El inglés, por ejemplo, tiene el orden de palabras sujeto-verbo-objeto (SVO) y preposiciones, como en the man saw the woman, «el hombre vio a la mujer», y in the room, «en la habitación». Por el contrario, el japonés tiene como orden básico de palabras sujeto-objeto-verbo (SOV) y posposiciones, como en Hanako ga Taroo o butta, «Hanako golpea a Taroo», literalmente «Hanako s u je t o Taroo o b je t o d i r e c t o golpea», lo que ilustra tanto el orden básico de palabras dentro de la frase, como la existencia de posposiciones (tales como ga marca de sujeto y o marca de objeto directo). La cuarta posibili-*. dad lógica —que una lengua tenga el orden de palabras VSO y posposiciones— queda excluida por el universal implicativo. Si basáramos nuestro estudio sobre una sola lengua, hubiéramos hecho una afirmación más rotunda que el'universal implicativo, co mo señalamos más arriba en relación con los datos del galés. Sólo el considerar los datos procedentes de una amplia variedad de len guas nos permite ver que, de las cuatro combinaciones lógicas —(a) orden VSO y preposiciones, (b) orden VSO y posposiciones, (c) un orden de palabras distinto de VSO y preposiciones, (d) orden de palabras distinto de VSO y posposiciones— una, a saber (b), no aparece nunca. Naturalmente, cada lengua individual debe ser consecuente con un universal implicativo, de lo contrario sería un contraejemplo, pero ninguna lengua individual proporciona el tipo de evidencia que se necesita para justificar la postulación de un universal implicativo. (La única excepción a esto sería cuando en una lengua individual dada haya más de una construcción en un área determinada, en cuyo caso sería posible establecer una impli cación de acuerdo con los datos de las dos construcciones dentro de la misma lengua; en el artículo 7 se da un ejemplo de esta posibi lidad para oraciones relativas.) Además de estos ejemplos en que son absolutamente necesarios datos procedentes de distintas lenguas, incluso apriorísticamente, — para establecer universales lingüísticos, hay otros ejemplos en los yjsnx
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que el no haber considerado diversas lenguas ha llevado a postular supuestos universales lingüísticos, que se desmoronan tan pronto como se confrontan con datos procedentes de otras lenguas. Como ejemplo, tomaremos un caso procedente de la variante más reciente de la gramática generativo-transformativa, la teoría estándar am pliada. Se sostiene en ella que, si consideramos X como símbolo 'de distintos tipos de sintagmas (sintagmas nominales, verbales, ad jetivales), hay entonces una_regla de expansión general (es decir, independiente de la lengua) X — Spec* X, o sea, que un sintagma X (sintagma cuyo núcleo constituyente es X, de m anera que el sin tagma nominal sería N) constaría de los constituyentes inmediatos Especificador-de-X y X. En los distintos tipos de sintagmas reales, si X es un nombre, entonces Espec* sería, por ejemplo, un artículo (determinante); si X es un verbo, entonces Espec* sería un auxiliar. El esquema independiente de la lengua, dado anteriormente para la expansión de X, no dice nada sobre el orden relativo del Espec* ni de X, pues éste es un parámetro en el que las lenguas individua les pueden inferir. Sin embargo, este esquema afirm a algo sobre el orden relativo del Espec*. y de X a través de los tipos de frases que hay en una lengua dada. Si se interpreta como un absoluto, un universal sin excepciones (ver apartado 1.2.3), se afirm a que en una lengua dada, en todo tipo de sintagmas, ei Especificador o bien va delante o va detrás, es decir, que o los determinantes preceden a los nombres y los auxiliares a los' verbos, o los determi nantes van detrás de los nombres y los auxiliares siguen a los ver bos. Si se interpreta como una tendencia, se dice que las. lenguas tienden a acatar esta generalización, aunque queda abierta la posibilidad de que una lengua individual incumpla el universal.
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siguen al nombre (v.g. surat itu, «esa carta», literalmente «carta esa»), mientras que los auxiliares preceden al verbo (v.g. sedang OlO membaca, «está leyendo»; akan membaca, «leerá»). De hecho, en los últimos trabajos realizados según la teoría estándar ampliada, t ede cj>< se suele indicar que tal o cual esquema puede ser una tendencia, diXtMu en vez de presentarlo como un universal absoluto. Sin embargo, incluso esta afirmación queda invalidada como intento de caracteri (YYUXdlóSW zar la variación interlingüística. El número de lenguas en las que los determinantes siguen a los nombres y los auxiliares a los verbos •¡^ Jly ríS A es reducido, mientras que hay muchas lenguas —incluyendo la ma o o lm °< ryoría de las lenguas que pertenecen al extendido tipo SOV (ver Ca pítulo 4)— que tienen determinantes que preceden al nombre, pero auxiliares que siguen al verbo, como en japonés kono hon, «este libro»; aisite iru, «ama», literalmente «amando está». En otras pa labras, de acuerdo con la distribución real de las clases de orden de palabras en estos dos parámetros (determinante relativo al nom bre, auxiliar relativo al verbo principal), lo que afirma el esquema es incorrecto, incluso considerándolo una tendencia. Hay que señalar que el fallo que hemos visto en esta propuesta de universales lingüísticos basados en una sola lengua, no está sim plemente en que un supuesto universal dado resulte ser falso. Esto es casi inevitable, sea cual sea la base de datos que se adopte al investigar universales lingüísticos, puesto que algunos tipos de len guas atestiguadas son muy raros,, y puede que no deban incluirse en una "muestra am plia de lenguas del mundo: v.g., las consonantes con clic sólo existen como fonemas regulares en las lenguas joisan, y en sus vecinas las lenguas bantúes del sur de África; muy pocas lenguas, tal vez solamente las de la cuenca del Amazonas, tienen como orden básico de palabras el de objeto-verbo-sujeto (OVS). La cosa está en que, una vez formulado por los seguidores de la teoría estándar ampliada el supuesto universal en relación con el orden de Espe* y X , no intentaron establecer, considerando otras lenguas en las que el orden de palabras tenga posibilidades distin tas, si su generalización podía ser válida interlingüísticamente. Pero
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aún más inquietante es que, ai intentar atraer sobre estos datos la atención de los partidarios de los universales postulados a partir de una sola lengua, se tropieza con una falta total de interés, sin |que haya intentos de plantear las implicaciones que los nuevos da n t o s pueden tener en el conjunto de la teoría. Aunque, en principio, la propuesta de la lengua única siempre deja abierta la posibilidad de que otros lingüistas verifiquen los universales formulados basán dose en el inglés, comprobándolos en otras lenguas, en la práctica es muy raro que esta retroalimentación produzca algún im pacto. Como punto final, en relación con el uso de una lengua o una amplia variedad de lenguas como base para trabajar en universales lingüísticos, hemos de señalar que dentro de la gramática generativotransform ativa, e incluso en los mismos trabajos de Chomsky, hay gran diferencia entre los trabajos de sintaxis y los de fonología: mientras que en la primera se ha trabajado casi exclusivamente so mbre el inglés, ei desarrollo de la fonología generativa ha reconocido siempre la importancia de los datos procedentes de otras lenguas. Como ejemplo de esto, podemos destacar que en la obra de Chomsky Aspectos de la teoría de la sintaxis, aunque se trata de una obra más de teoría que de análisis específico del inglés, se utilizan casi exclusivamente ejemplos obtenidos del inglés; mientras que en la obra de Chomsky y Halle The sound pattern o f English, en la cual el título se refiere explícitamente ai inglés, se incluyen referencias a otras cien lenguas, algunas de las cuales han sido fundamentales para resolver cuestiones fonológicas teóricas de alcance general. No parece que los defensores de la propuesta de universales lingüísticos basados en una sola lengua hayan discutido estas discrepancias. Considerando las deficiencias teóricas y prácticas que ocasiona el trabajar en universales lingüísticos partiendo de una sola lengua, podría pensarse que el ideal sería basar el estudio de los universales lingüísticos en investigaciones simultáneas de todas las lenguas del mundo. Pero hay dos razones obvias por las que esto es imposible. En primer lugar, sabemos que hay muchas lenguas que han desapa recido sin que haya quedado rastro de ellas, o que lo que se ha
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conservado de ellas no tiene valor para nuestra empresa; además, las lenguas existentes cambian, y en el futuro surgirán muchas len guas nuevas, y no podemos disponer ni de unas ni de otras, con lo que un gran número de las lenguas humanas efectivas (a las que se define como lenguas que se hablaron, se hablan o se hablarán) escapa a la investigación. En segundo lugar, se estima que el núme ro de lenguas que hoy en día se hablan en el mundo es tan grande que, si tuviéramos que esperar a investigar cada una de ellas antes de aventurarnos a estudiar los universales, probablemente nunca lo haríamos, pues el cálculo sobre las lenguas existentes, aunque varía mucho, se sitúa alrededor de las 4.000. (
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ción, y más allá de la posibilidad de confirmarlo o desmentirlo empíricamente, es considerar el lenguaje humano _como un fenómeno || homogéneo. El segundo supuesto es que la gama de lenguas que se hablan hoy en el mundo supone un conjunto lo suficientemente grande y variado como para incluir ejemplos de prácticamente todos los tipos de estructuras que admiten las lenguas. Este supuesto es mucho más discutible que el primero, sobre todo porque sabemos que en ciertos aspectos, las lenguas se inclinan decididamente a favor de determinadas estructuras y en contra de otras: así, las consonan tes con clic se hallan restringidas a una pequeña zona del sur de África, las lenguas cuyo orden de palabras tiene el objeto al co mienzo parecen limitadas a una parte de América del Sur, mientras que las lenguas que tienen un ord'en de palabras con el verbo al final pueden encontrarse en todos los continentes. ¿Qué pasaría si este supuesto resultara ser falso? En este caso, la investigación sobre universales lingüísticos sería imposible, y en la práctica, los investigadores que utilicen el mismo modelo de investigación de uni versales lingüísticos que presentamos en este libro, se limitarían a suponer que la gama de lenguas atestiguadas es suficientemente am plia. En la práctica, con este supuesto se han obtenido resultados importantes. Además, aunque hay desviaciones en ciertos parám e tros, en otros (v.g. en la sintaxis de las oraciones de relativo; véase Capítulo 7), las representaciones de los distintos tipos se encuentran diseminadas por el mundo, de forma que, por lo menos en ciertas áreas, podemos estar bastante seguros de que la totalidad, de las lenguas del mundo representa una población de la que puede obte nerse una muestra razonable —justamente no es el caso que ésta sea la única población que tengamos— . Suponiendo que tenemos un número razonable de personas, el problema siguiente es decidir qué clase de muestra vamos a obtener de ellas, dado lo imposible de intentar trabajar con todas las len guas del mundo. Al establecer la muestra hay que evitar ciertos prejuicios, aunque no se haya hecho siempre. Primeramente, es esen-
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cial que las lenguas escogidas en la mugstra pertenercan a un grupo de familias genéticas de lenguas. Como los miembros de una sola familia de lenguas tienen, por definición, ciertos rasgos en común, porque los han heredado de la lengua que los ha precedido, restrin gir la muestra a una sola familia de lenguas no nos permitiría dis tinguir entre las propiedades comunes que son auténticos universa les lingüísticos y aquéllas que son propiedades aleatorias del grupo genético dado. Igualmente, predisponer la muestra a favor de una familia de lenguas daría la impresión de que propiedades estructu rales accidentales, comunes a esa familia de lenguas, tienen mayor extensión de la real. E n relación con este tema, hay una propuesta específica de p a n Bell,' que expondremos brevemente. Sostiene Bell que, aTestablecer una muestra de lenguas, hay que asegurarse de que cada «grupo» de lenguas reciba igual representa ción. Un grupo se define como un conjunto de lenguas géneticamente desarrolladas, separadas de la lengua madre, común a todas ellas, por un período de tiempo de 3.500 años. Así, según este crite rio, la familia indoeuropea constaría de 12 grupos. Bell da a cada familia de lenguas el siguiente número de grupos: 1
N a-D en e
4
Euroasiática
13
A ustrica
55 (aprox.)
Dravídica Indoeuropea
12
Indo-pacífica
100 (estim ado)
N ilo-saharianas
18
A ustraliana
27 (aprox.)
N íger-kordofaniana
44
C hino-tibetana
20 (aprox.)
A froasiática
Ibero-caucásica
4
Joisan ( cJUjlJ
23 4
Ket
1
Amerindia
150 (estim ado)
Burushaski
1
(Muchas de estas agrupaciones resultan dudosas, pues se han esta blecido por unidades genéticas —por vjómplo, la amerindia, que agrupa prácticamente a todas las lenguas nativas de las dos Américas, o la indo-pacífica, que reúne a todas las lenguas no austronesias de Nueva Guinea—, pero en cuanto a la proporción de lenguas de las distintas famüias, tanto si se considera que cada familia se ha establecido por unidades genéticas como si no, la tabla propor-
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.'Jhco d o n a una hipótesis de trabajo razonable.) El número total de grupos es de 478, de manera que en una muestra de 478 lenguas cada familia estaría representada por una lengua de cada grupo. En la ■ • las i muestras son siempre menores, CC*S * fin de -■ llegar n practica a un compromiso razonable entre la profundidad y la extensión de lo que va a estudiarse, aunque, naturalmente, Tas proporciones deben mantenerse. La desventaja de una muestra pequeña es que automáticamente quedan excluidas las familias que sólo tienen uno o pocos grupos. En relación con los universales lingüísticos, está claro que las muestras empleadas implican falseamientos que, aunque son su perables, ponen en duda que sus resultados sean representativos de las lenguas humanas en su conjunto. Tenemos así que las lenguas indoeuropeas están super-representadas por razones sociales obvias: es muy fácil obtener tanto hablantes nativos, como gramáticas de estas lenguas. En el otro extremo tenemos las lenguas de Nueva Guinea, que suponen el 20 por ciento de una muestra representativa y que están casi extinguidas^ es muy difícil encontrar hablantes de las lenguas principales fuera de Nueva Guinea y hay muy pocas gramáticas detalladas de dichas lenguas. H asta que los lingüistas que trabajan en universales lingüísticos no dispongan de buenas des cripciones de una gama de lenguas más amplia, en las muestras /seguirá habiendo falseamientos, incluso aunque se reconozca la exis te n c ia de los mismos y sus desventajas. No sólo hay que precaverse contra los sesgos genéticos, sino también contra los sesgos regionales, es decir, contra el hecho de seleccionar un gran número de lenguas, aunque sea de distintos gru' pos genéticos, pero procedentes de la misma zona geográfica. Ello . / ' se debe, como se discutirá más en detalle en el apartado 10.2, a que las lenguas que se hablan en la misma área geográfica tienden, /con el tiempo, a influirse mutuamente y llegar, mediante préstamos e innovaciones compartidas, a tener características en común que no son necesariamente universales lingüísticos, o que incluso pue den ser cruces lingüísticos. Un buen ejemplo sería la difusión de las consonantes con clic, que, procedentes de las lenguas joisan, se
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han extendido a las vecinas lenguas bantúes. Por lo tanto, además de asegurarse de que las lenguas de una muestra son representativas genéticamente, también deben serlo regionalmente. En la actuali dad no hay sugerencias que apunten a una solución general del pro blema, comparables a las de Bell sobre tendencia genética, aunque puede decirse que, al determinar una muestra libre de tendencia genética, se debería elegir las lenguas individuales de manera que, en lo posible, no hubiera dos lenguas de las que se sabe que han estado en estrecho contacto regional. En realidad, esto no supone un problema serio en la práctica, aunque hay casos que nos mues tran que hay que estar en guardia, tanto contra la tendencia genéti~^>ca, como contra la regional: por ejemplo, la inclusión de un núme ro representativamente grande de grupos de lenguas de Nueva Guinea puede conducir a una tendencia regional a favor de Nueva Guinea. Además de estas dos tendencias obvias contra las que hay que estar precavido, hay que precaverse también contra algo relativa mente fácil (al menos en teoría, es decir, sin tom ar en cuenta pro blemas prácticos de disponibilidad de material lingüístico), y es que, en una muestra ideal, uno querría protegerse de las tendencias a favor o en detrimento de las clases de lenguas definidas por las principales características tipológicas. Así, por ejemplo, sería bas tante posible dar una muestra de lenguas que fueran representativas genética y geográficamente, pero en. la que todas las lenguas, o al .menos una mayoría abrumadora, tuviera el orden básico de sujetoobjeto-verbo, que es el orden básico de palabras más frecuente en las lenguas de todo el mundo. Especialmente, cuando se sabe, se supone o se sospecha, que una variable tipológica dada puede estar en correlación con el fenómeno que se investiga, hay que tener cui dado y protegerse de tales tendencias tipológicas. En resumen, para llevar a cabo un trabajo minucioso sobre uni versales lingüísticos, se necesita una muestra de lenguas que sea representativa, definiendo esta representatividad como la falta de tendencias genéticas, regionales o tipológicas.
Í
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32 1 .1 .3 .
G rados
de
a b s t r a c c ió n .
En el apartado 1.1.1 destacamos que una de las diferencias en tre las dos grandes propuestas actuales para la investigación de uni versales lingüísticos, concernía al grado de abstracción que está im plicado en la determinación de los universales lingüísticos. En la propuesta de Chomsky, los universales lingüísticos estaban prime ramente restringidos a la relación entre las estructuras abstractas y las estructuras más concretas, es decir, que implicaban necesaria mente un considerable grado de abstracción. Por otra parte, en la propuesta de Greenberg los universales se determinan primeramente según niveles de análisis más concretos. En este apartado ejemplifi caremos estas diferencias con más detalle, concentrándonos espe cialmente en dos cuestiones. La primera es si tienen alguna validez los universales de estructura superficial, es decir, los universales que sólo requieren un mínimo de análisis abstracto. La segunda será el status empírico de los universales que requieren hacer referencia a análisis muy abstractos. Es importante tener en cuenta a lo largo de la discusión, que no estamos haciendo una dicotomía estricta entre, por una parte, enunciados abstractos y, por otra, enunciados concretos, sino que debe haber un continuum entre ambos. De esta forma, muchos de los universales específicos propuestos por Green*berg y sus seguidores, requieren cierto .grado de abstracción.^ La_ contribución original de Greenberg a la tipología basada en el o r den de palabras, con referencia a parámetros tales como el orden relativo de sujeto, verbo y objeto en la oración, supone que.es posi ble identificar el sujeto de una oración arbitraria en una lengua arbitraria. Sin embargo, la identificación del sujeto exige un análi sis hasta cierto punto abstracto (no hay ninguna propiedad física que sea única y común a todos los sujetos en todas las frases de todas las lenguas) e, indudablemente, como veremos en el Capítulo 5, -hay grandes controversias en torno a la identificación del sujeto en muchos tipos de oraciones de muchas lenguas, e incluso sobre la validez de la noción de sujeto. Aunque lo cierto es que cualquier
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aserto sobre la naturaleza de los sujetos en estructura superficial es menos abstracto que uno sobre los sujetos en estructura profunda. La respuesta a la primera cuestión, la de si hay universales váli dos concretos o no^ viene dada en este libro, pues le atañen nuevas propuestas concernientes a los universales de estructura superficial. Además, como no sólo se discuten propuestas sobre universales del lenguaje real, sino que también se sugieren explicaciones para uni versales lingüísticos en capítulos posteriores, quedará claro que los universales concretos no sólo pueden establecerse con un grado de rigor que no es posible con formulaciones más abstractas, sino que dichos universales pueden integrarse en una perspectiva mucho más amplia del lenguaje humano, que es posible con universales deter minados formalmente, independientemente del grado de abstracción que requiera su formulación. Por lo tanto, en este apartado nos concentraremos sobre la se gunda cuestión, la validez empírica de los universales abstractos, cuyo punto crucial es que un universal abstracto no tiene más fuer za (e incluso puede tener menos) que el análisis en que se basa, es decir, que si un análisis abstracto determinado resulta controver tido, también lo será cualquier universal que se construya de acuer do con él. En vez de ofrecer una discusión general de los pros y los contras, examinaremos un ejemplo específico tomado de un tra bajo reciente de gramática relacional, ram a de la gramática trans formativa que, aunque rechaza algunos de los principios de ésta, comparte con ella la predilección por establecer universales de acuer do con estructuras abstractas. Algunas lenguas tienen una construc ción llamada de.pasiva impersonal, en la cual en la estructura de superficie el verbo no tiene sujeto evidente, y el agente se expresa, si se hace, mediante un sintagma agentivo; mientras que los objetos verbales, incluso el objeto directo de un verbo transitivo, se quedan como en la oración activa normal. Podemos contrastarlo con el tipo de pasiva (personal) del inglés, en el que hay un sujeto eviden te, que corresponde al objeto directo de la oración activa. Ejempli ficaremos la pasiva impersonal con algunas oraciones del galés: l e n g u a je y t ip o l o g ía .
— 3
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34 (1)
Lladdodd y ddraig
y dyn.
m a tó
el h om b re
el
d ragón
V ^o
« E l d ragón m ató al h o m b re» .
Lladdwyd
y dyn
ddraig.
^ - Mf ifii.ti’n irttu .
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\J • ^ *r. / ►.
Al establecer la relación entre las oraciones activa y pasiva, una afirmación superficial y directa sería decir que el sujeto de la activa corresponde al sintagma agentivo de la pasiva, con el resultado de que la pasiva no tiene sujeto evidente. Sin embargo, esto transgrede dos supuestos universales de la gramática relacional. De acuerdo con la ley de suspensión motivada (M otivated Chomage Law), es imposible que el sujeto de la oración activa sea degradado a un sintagma agentivo, a menos que algún otro sintagma nominal se adelante a la posición de sujeto (es decir, la degradación del sujeto depende del avance de algún otro sintagma nom inal a esa posición). La ley final 1 (Final 1 Law) dice que una oración tiene invariable mente un sujeto final, es decir, un sujeto al final de la operación de todas las reglas cíclicas. La oración (2) carece de sujeto en super ficie, y eso no se discute. Para mantener la validez de estos supues tos universales es necesario asumir, en la gramática relacional, que en la construcción de la pasiva impersonal se inserta un sintagma nominal (un sintagma nominal sustitutorio cuyo origen no se discu te aquí) en posición de sujeto, provocando la degradación del suje to original; el sujeto sustitutorio no se muestra en la estructura de superficie, o al menos, no tiene realización fonológica. Debemos ahora considerar si este supuesto universal implica al guna afirmación empírica. De acuerdo con los datos y la discusión que hemos propuesto, no la hay. Si el análisis es válido para las construcciones de pasiva impersonal, está claro que es imposible form ar un conjunto de datos que fueran un contraejemplo a la !ey de suspensión motivada y /o a la ley ñnal 1, puesto que los que apoyan estas leyes dicen simplemente que, en un nivel interme
>«ii
mató-PASiVA el hombre por el dragón «E l hombre fue muerto por el dragón».
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dio de abstracción, la oración en cuestión tiene sujeto, pero que dicho sujeto no se realiza nunca de forma evidente. Nótese que no podemos decir que el análisis propuesto en la gramática relacional esté equivocado, en el sentido de que haya contraejemplos, sino que este análisis no supone una afirmación empírica, por lo que es imposible incluso formar un posible contraejemplo a la hipótesis. En el presente trabajo, mantenemos que. los únicos universales lingüísticos con interés empírico son aquéllos para los que se pueden construir potenciales contraejemplos. Los supuestos universales que se limitan a probar la capacidad de los lingüistas para llevar a cabo análisis abstráctos que se conformen a cualquier serie imagi nable de datos, pueden decirnos algo sobre los lingüistas, pero no nos dicen nada sobre el lenguaje.
1.2.
C L A S IF IC A C IÓ N D E LOS U N IV E R S A L E S L IN G Ü ÍS T IC O S
1.2.1.
U n iv e rs a le s fo rm a le s y u n iv e r s a le s s u s ta n tiv o s .
En la bibliografía generativo-transformativa sobre universales lin güísticos, ha jugado un papel importante la distinción entre univer sales formales y universales sustantivos. Aunque esta distinción no es importante para esta obra, será .necesario discutirla, aunque sólo sea para situarla en un contexto más amplio. Los universales sustantivos son aquellas categorías, tomadas en sentido amplio, que se afirma son universales lingüísticos. Por ejem plo, en sintaxis . pueden serlo categorías tales como verbo, nombre, sintagma nominal, sujeto, objeto directo, verbo principal. En fono logía, los rasgos pertinentes de la fonología jakobsoniana serían un claro ejemplo. Los universales sustantivos delimitan la clase de lenguas humanas posibles en relación con la clase de lenguas lógica mente posibles, y pueden hacerlo de dos formas. Por una parte. un universal sustantivo puede ser una categoría que tiene que estar presente en cada una de las lenguas humanas individuales (en fono logía, la vocal sería un buen candidato). P or otra, el conjunto de
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universales sustantivos de un área determinada podría representar un conjunto del cual las lenguas individuales seleccionarían un subconjunto, es decir, definirían la escala total posible para las lenguas naturales, y todo lo que queda fuera de esta escala se elimina. Esta segunda posibilidad queda representada también por la teoría de Jakobson sobre los rasgos pertinentes, según la cual el sistema fo nológico de una lengua cualquiera nunca utilizará rasgos pertinen tes que no se incluyan en su relación de rasgos, si bien no es necesa r io que una lengua individual cualquiera utilice todos los rasgos (así, el inglés no tiene rasgo pertinente glotalizado). Otra forma de caracterizar la diferencia entre los dos tipos sería la siguiente: uno distingue lo que es necesario en una lengua de lo que es innece sario, el otro lo que es posible de lo que es imposible. Combinán dolos, permiten distinguir las características necesarias de las len guas, sus características posibles e imposibles. Los universales formales se postulan más bien como reglas gra maticales. También aquí hay que distinguir entre reglas que sean necesarias, posibles e imposibles. Como ejemplo, podemos postular que ninguna lengua puede tener una regla formal que opere invirtiendo de izquierda a derecha una cadena de cualquier extensión. En términos algo más concretos, esto quiere decir, por ejemplo, que ninguna lengua podría formar preguntas invirtiendo simplemente el orden de palabras, de manera que la pregunta correspondiente a this is the house that Jack built, «esta es la casa que Jack constru yó», sería built Jack that house the is this?, «¿construyó Jack que casa la es ¿Sta?». Parece que este universal formal ha podido com probarse en una amplia variedad de lenguas; se trata de un caso especial de un universal formal más general dentro de la gramática generativo-transformativa, el de que las transformaciones son ope raciones que dependen de estructuras, y sobre el que volveremos en el apartado 1.2.3. En el desarrollo de la gramática generativo-transformativa se ha mantenido que las restricciones que delimitan las clases de reglas posibles son universales formales, e, indudablemente, la mayoría
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de los trabajos sobre universales que siguen esta propuesta sintácti ca se han interesado por dichas restricciones formales. Sin embar go, se ha sugerido que el problema de la delimitación de los grupos de reglas podría resolverse por universales sustantivos, de tal mane ra que habría cierto grupo de reglas, sujetas a variaciones de detalle en las lenguas individuales, dentro del cual las lenguas individuales harían una selección para formar sus procesos sintácticos funda mentales. Un buen ejemplo lo constituye la pasiva (pasiva perso nal), caracterizada como un proceso en el cual el sujeto primitivo es eliminado o degradado a sintagma agentivo, mientras que el ob jeto original se adelanta a la posición de sujeto; más allá de este hecho fundamental, las lenguas individuales pueden variar, por ejem plo, en si marcan el cambio de voz en el verbo o en los sintagmas nominales y cómo. Así, el inglés utiliza el auxiliar be con el partici pio pasado para denotar el cambio de voz en el verbo, y la preposi ción by para señalar el sintagma agentivo en la pasiva, como en the man was hit by the woman, «el hombre fue golpeado por la mujer», mientras que el latín utilizaría una terminación distinta pa ra el verbo principal, además de cambiar el caso de los sintagmas nominales, es decir, la activa mulier (n o m i n a t iv o ) hominem (a c u s a t iv o ) videt, «la mujer ve al hombre», en pasiva homo ( n o m in a t i v o ) a mullere (preposición + a b l a t iv o ) videtur, «el hombre es visto por la mujer». La existencia de tales universales sustantivos juega un importante papel en este libro, como podrá apreciarse al tratar temas como la comparación interlingüística de construcciones de relativo (Capítulo 7). 1.2.2.
U n iv e r s a le s im p lic a tiv o s y n o im p lic a tiv o s .
Hay algunas propiedades de las lenguas de las que parece que podemos determinar si están, o no, fundadas en el lenguaje natu ral, sin hacer referencia a ninguna otra propiedad de la lengua da da. Por ejemplo, la afirmación de que todas las lenguas tienen vo cales orales no se refiere a ningún otro elemento que pudiera estar
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presente. Estos universales son no implicativos. Por el contrario, muchas otras afirmaciones sobre universales lingüísticos relacionan la presencia de una característica con la presencia de otra, es decir, establecen que una característica determinada tiene que estar pre sente si alguna otra también lo está. En el apartado 1.1.2 se dio un ejemplo de universal implicativo: si una lengua tiene como or den básico de palabras VSO, tiene que tener preposiciones; este ejemplo se estudiará más detenidamente partiendo de la tipología del orden de palabras. Hay dos características implicadas: la pre sencia o ausencia de VSO como orden básico de palabras, y la pre sencia o ausencia de preposiciones. Simbolizaremos la presencia del orden de palabras VSO como p Oa ausencia de este orden de pala bras VSO es no p) y la presencia de preposiciones por q (la ausencia de preposiciones es no q). Podemos simbolizar el universal: si p, entonces q. Lógicamente, tenemos cuatro posibilidades de com bi nación de estos parámetros: (a) p y y (b) p (c) no p y (d) no p y
q no q q no q
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lJ 'p-
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t > Sr
T \J
La aserción implicativa debe interpretarse (por definición) de forma estricta, de acuerdo con la interpretación de la implicación material del cálcúlo proposicional, lo que significa que si la aserción impli cativa «si p, entonces q» es verdadera, las posibilidades (a), (c) y (d) son correctas, pero (b) es errónea. En el apartado 1.1.2 demos tramos que éste era el caso con un ejemplo determinado: hay len guas, como el galés, con VSO y preposiciones (tipo (a) ); hay len guas, como el inglés, que no tienen orden VSO pero con preposicio nes (tipo (c) ); hay lenguas, como el japonés, que no tienen ni VSO ni preposiciones (tipo (d) ); pero el tipo (b) —VSO, pero sin preposiciones— no está atestiguado. Al formular universales impli cativos, es im portante que se siga una interpretación estricta de la implicación material y en particular, hay que destacar que una im-
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plicación universal dada permite siempre tres de las posibilidades lógicas y rechaza una; solamente el testimonio de la cuarta posibili dad lógica desechada vale como contraejemplo para un universal implicativo. Aunque es im portante tener presente la definición lógica de im plicación, hay otro factor que no debe olvidarse para evitar enun ciar universales lingüísticos sin sentido, y es que para que un uni versal implicativo sea razonable, cada una de las tres posibilidades permitidas tiene que estar realmente representada. Como ejemplo de universal que no cumple este requisito, destacamos el siguiente: si una lengua tiene vocales nasales, tendrá también vocales orales. En cierto sentido, este universal es verdadero y ciertamente no hay contraejemplos, es decir, no hay lenguas que tengan vocales nasales (p), pero que carezcan de vocales orales (no q). Sin embargo, de las tres posibilidades permitidas, sólo han podido atestiguarse dos lenguas con vocales nasales y orales (p y q) y lenguas con vocales orales pero sin vocales nasales (no p y q); no hay lenguas que no tengan vocales (no p y no q). En un caso como éste, en el que uña~3élas clases no está representada, se puede hacer una afirma ción más contundente, en este caso el universal no implicativo: to das las lenguas tienen vocales orales. Esto, junto con la afirmación de que son posibles las vocales nasales, convierte en superfluo al universal implicativo original. Además* la clase más significativa de universales implicativos es aquélla; en la que hay un número suficientemente grande de len guas que tienen las tres clases permitidas. Un ejemplo obvio de universal implicativo que no cumple este criterio de importancia, es el siguiente: si una lengua es el inglés, la palabra para el cuadrú pedo canino es dog, «perro». Caso (a) está representado por una y solamente una lengua, el inglés; caso (b), la posibilidad lógica excluida no está, indudablemente, representada, es decir, no hay contraejemplos; caso (c), una lengua que no sea el 'inglés, pero que tenga la palabra dog con este significado, tiene por lo menos un miembro, la lengua australiana mbabaram; caso (d), lenguas que
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no sean el inglés y que tengan una palabra diferente para el cuadrú pedo canino, lo que probablemente incluye a las demás lenguas. Se ha escogido un ejemplo obviamente estúpido para ilustrar la cues tión general —es presumible que nadie hubiera propuesto seriamen te esto como universal lingüístico de relevancia; pero es im portante precaverse y no introducir el mismo fallo de forma encubierta— . Por ejemplo, si hay una propiedad determinada, o un conjunto de propiedades, que sólo se encuentra en una única lengua de la muestra, cualquier afirmación implicativa que incluya esta propie dad o conjunto de propiedades como p, puede, de hecho, estar estableciendo una propiedad particular de una sola lengua. En el estado actual de conocimiento de las lenguas con objeto inicial, con sólo una lengua de este tipo descrita detalladamente (la lengua caribe hixkaryana), sería prematuro intentar correlacionar su orden de palabras con objeto inicial como p, con cualquier otra propie dad como q. 1 .2 .3 .
U n iv e r s a l e s
absolutos
y t e n d e n c ia s .
Otro parámetro, de acuerdo con el cual pueden clasificarse los universales, es la distinción entre universales absolutos, es decir, los que no tienen excepciones, y aquellos que existen como tenden cias, aunque tengan excepciones. Esta distinción es independiente de la de universales implicativos y no implicátivos, dando una cuádruple clasificación. Hay univer sales absolutos no implicativos, como: todas las lenguas tienen vo cales. Hay universales absolutos implicativos: si una lengua tiene VSO como orden básico de palabras, tiene preposiciones. Hay ten dencias no implicativas, como: casi todas las lenguas tienen conso nantes nasales (aunque algunas lenguas salishan no las tengan). Fi nalmente, hay tendencias implicativas, como: si una lengua tiene el orden básico de palabras SOV, es probable que tenga posposicio nes (aunque el persa tenga SOV y preposiciones).vInmediatamente surge una pregunta, y es si está justificado hablar de algo como de un universal lingüístico, aunque tenga ex-
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**4.1
•
cepciones. Hay ciencias en las que no pueden hacerse excepciones arbitrarias a leyes que se supone son generales. Sin embargo, es evidente que en la üngüística descriptiva muy a menudo hay que formular reglas generales para las que hay excepciones individuales: en inglés, por ejemplo, se puede form ular una regla muy general para la formación del pasado de los verbos o del plural de los nom bres —y la validez de estas reglas puede comprobarse por la forma en que se aplican para nuevas formaciones léxicas—, aunque hay excepciones a dichas reglas. Evidentemente, un universal que no tenga excepciones es más contundente y resulta preferible a uno que las tenga, de forma que, a priori, hay argumentos a favor y en contra de la formulación de tendencias universales. Podemos aproximarnos a la validez de las tendencias universa les, adoptando una propuesta ligeramente distinta. Si en una mues tra representativa de lenguas no hay ningún universal, es decir, si la distribución de los tipos en algún parám etro fuera puramente aleatori3, esperaríamos que cada tipo tuviera aproximadamente un número igual de representantes. H asta el punto en que la distribu ción real se aparta de esta distribución aleatoria, el lingüista está obligado a determinar y, si es posible, a dar razón de la discrepan cia. Una forma de considerar una tendencia universal, tal vez la mejor forma de hacerlo, es como desviación estadísticamente signi ficante del modelo aleatorio. En este sentido, un universal absoluto es justo el caso extremo de desviación de la distribución aleatoria: hay ciertas posibilidades lógicas que, en vez de ocurrir raramente, no se producen en absoluto. Un universal interesante de examinar ScaI desde este punto de vista es la afirmación, que ahora se sabe es SVO una tendencia universal, de que en el orden básico de palabras el ¡J^O j, ^ e c ^ u je to precede al objeto. Se conocen ahora cierto número de len guas que incumplen el universal, por ejemplo el malgache, con or den de palabras VOS y el hixkaryana, con orden básico de palabras OSV. Sin embargo, la disparidad entre el número de lenguas que incumplen el universal (probablemente menos del 1 por ciento de las lenguas del mundo) y las que lo cumplen es abrumadora. Decir
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que los universales no tienen validez porque hay contraejemplos y abandonar la discusión, supone declinar la responsabilidad que se tiene, como lingüista, de estudiar las estructuras significativas del lenguaje. Naturalmente, esto no dice nada sobre las razones de la discrepancia, aunque los motivos no lingüísticos aducidos pa ra ello no son muy convincentes: por ejemplo, el orden de palabras con objeto inicial no puede ser considerado como una reliquia que solamente se ha encontrado en lenguas que han sido arrinconadas por civilizaciones más fuertes, con otros órdenes de palabras, cuan do nos percatamos de que el desarrollo del orden de palabras OVS en hixkaryana, en comparación con otras lenguas caribeñas, parece ser una innovación relativamente reciente. Las explicaciones para el predominio de los órdenes de palabras en los que el sujeto prece de al objeto parecen tener base psicológica, de acuerdo con la pree minencia del agente en la posición agente-acción-paciente y la gran''correlación entre el agente semántico y el sujeto sintáctico: volvere mos sobre algunos aspectos de este problema en el apartado 1.3.2 y en los Capítulos 6 y 9. ^ j ^ ^ Orrv étu Hasta hace poco, la acepción dé las tendencias universales como aserción válida, podía considerarse como un criterio más para dis tinguir la propuesta de Greenberg sobre los universales lingüísticos (que permite tales tendencias), opuesta a la de Chomsky (que no las permite) —ciertamente, una crítica que hicieron los transformativistas contra los universales de estructura superficial de Green berg, fue que muchos de ellos eran tendencias—. Sin embargo, más recientemente, incluso dentro de las principales corrientes de la teo ría estándar —especialmente en el desarrollo de la teoría estándar ampliada— las tendencias han llegado a aceptarse, junto con los universales absolutos, paralelamente a la aceptación de la m arca ción en la teoría fonológica generativa. En la versión actual, una restricción determinada en forma de gramática no debe verse (o al menos, no es necesario hacerlo) como una restricción absoluta que excluya toda posibilidad de incumplimiento, sino más bien co mo la caracterización del caso no marcado, el caso al que corres-
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ponden las lenguas, a menos que su gramática contenga instruccio nes específicas de que la restricción no se aplique a determinado conjunto de construcciones. (De esta manera, la gramática del ja ponés tendría que contar con una aserción respecto^ que su orden de palabras, con determinantes delante de los nombres, pero con auxiliares después del verbo principal, incumple el orden universal implicado en los postulados en X-^Spec* X, como vimos en el apar tado 1.1.2.) Sobre este puntó en particular no hay gran diferencia, en principio, entre la postura de Chomsky y la de Greenberg. Sin embargo, la^coherencia d e j a postura metodológica de Chomsky parece seriamente amenazada por esta innovación: si se examina solamente una lengua, no hay a priori ninguna indicación, más que considerando cierto número de lenguas distintas, de si una propie dad determinada de esta lengua representa el grado< marcado o no marcado del tema. / Como el orden de palabras implicado en el esquema X resulta ' cuestionable incluso como tendencia, ilustraremos la posibilidad de distintas tendencias utilizando ejemplos de la gramática generativotransformativa, de acuerdo c o n ja idea de que los procesos sintácti cos de las lenguas naturales dependen de la estructura. Esto quiere decir que para conocer si es posible aplicar una transformación o no, y en su caso para aplicarla, es necesario identificar determina das características de la estructura sintáctica de la oración en la etapa adecuada de la derivación. Por ejemplo, en la formulación de pasiva de la gramática transformativa del inglés, es necesario identificar una cadena con la estructura sintagma nominal - auxiliar verbo - sintagma nominal; en la gramática relaciona!, esencialmen te equivalente para nuestro propósito, se necesitaría una estructura que incluyera un sujeto y un objeto directo en la misma cláusula. Manteniendo, para facilitar la exposición, el formato transformati vo tradicional, el cambio estructural nos daría instrucciones para alterar la estructura sintáctica colocando el primer sintagma nomi nal, precedido de la preposición por, al final de la cadena, el segun do sintagma nominal al comienzo de la misma, y añadiendo la for
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ma pertinente del verbo ser más el participio pasado del verbo correspondiente, en el lugar del auxiliar y del verbo. Lo im portante en cuanto a esta regla, es que se refiere solamente a la estructura sintáctica. No contiene, por ejemplo, operaciones del tipo: tom ar la primera palabra (cualquiera que sea su papel sintáctico en la es tructura) y ponerla al final, o: invertir el orden de palabras en la cadena (sin prestar atención a la estructura sintáctica). Sería fácil inventar un lenguaje artificial que utilizara exclusivamente procesos sintácticos de este tipo, pero eso nos llevaría a un lenguaje artifi cial, en nada parecido a las lenguas humanas reales. Sin embargo, algunas lenguas parecen utilizar, en ciertas áreas, procesos independientes de la estructura del tipo señalado. Por ejem plo, ciertas lenguas tienen una regla por la cual los clíticos —cons tituyentes que no tienen acento, sino que se pronuncian como parte de la palabra adyacente— tienen que aparecer en segunda posición en la oración. Una de estas lenguas es el servocroata. Para ilustrar esto comenzaremos con una oración sin clíticos, v.g. Petar Óita knjigu dañas, «Pedro lee (el) libro hoy». Si queremos incluir un clítico en la oración, por ejemplo, el pronom bre de prim era perso na de singular en dativo, que no va acentuado, mi, «para mí», éste tiene que ir después de la primera palabra: Petar m i dita knjigu dañas. El orden de palabras en servocroata es relativamente libre, de manera que en la primera oración dada, cualquiera de las 24 posibles permutaciones de las cuatro palabras es gramatical, con el mismo significado. Sin embargo, si se inserta el clítico mi, apare cerá siempre después de la primera palabra, sea cual sea la función sintáctica de esta palabra, v.g. dañas m i Petar Uta knjigu, knjigu mi Cita dañas Petar. En este ejemplo cada uno de los constituyentes principales de la frase es una sola palabra pero, naturalm ente, sur ge la pregunta de qué pasa si el primer constituyente consta de dos palabras, como cuando reemplazamos Petar por taj pesnik, «ese poeta», para obtener taj pesnik cita knjigu dañas. En una frase así es posible colocar el clítico casi literalmente después de la prim e ra palabra de la frase para obtener taj m i pesnik Uta knjigu dañas,
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aunque en traducción literal al español resultará prácticamente in comprensible: «ese para mí poeta lee el libro hoy». Pero también es posible colocar el clítico después del primer constituyente princi pal, es decir, en este caso después del sintagma nominal entero taj pesnik, para obtener taj pesnik m i dita knjigu dañas. Es evidente que, visto cómo se com porta el servocroata en cuan to a la colocación de los clíticos, no es posible mantener que los procesos sintácticos dependen invariablemente de la estructura, puesto que la regla del servocroata tan sólo requiere un clítico para identi ficar la primera palabra de una oración, independientemente de la estructura sintáctica. Aunque sigue siendo verdad que la mayoría de los procesos sintácticos de las lenguas naturales, incluyendo el servocroata, dependen de la estructura, e incluso en la colocación de los clíticos en servocroata, el hecho de que la regla de segunda posición pueda violarse para evitar dividir un constituyente princi pal, demuestra que hay todavía cierta presión que lleva a depender de la estructura. De manera que podemos concluir que en el lengua je humano hay tendencia a depender de la estructura, aunque se produzcan excepciones individuales (no obstante, queda poco claro si esto es una propiedad específicamente lingüística, puesto que, en general, las operaciones independientes de la estructura resultan difíciles de realizar sobre una cadena ordenada temporalmente; por ejemplo, es difícil leer el alfabeto, o un número de teléfono conoci do, al revés y con rapidez si no se tiene práctica). En muchos de los últimos trabajos sobre universales lingüísti cos, es usual que en vez del término tendencia aparezca universal estadístico, refiriéndose a que tales universales tienen tan sólo vali dez estadística y no absoluta. En este libro se ha preferido el térm i no tendencia, más claro, sobre todo porque el término universal estadístico puede resultar útil al hablar de las propiedades estadísti cas universales de las lenguas (como que la redundancia en la len gua está siempre alrededor del 50 por ciento).
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1.3.
E X P L IC A C IO N E S D E LO S U N IV E R S A L E S L IN G Ü ÍS T IC O S
Dentro de la propuesta generativo-transformativa sobre univer sales lingüísticos, de acuerdo£ií lo presentado en el apartado 1.1.1, es evidente que la cuestión de la explicación de los universales lin güísticos tiene una solución obvia: están ahí porque son innatos. Sin embargo, nunca se plantea esta explicación sobre fundamentos independientes, de forma que la única razón para aceptar el innatismo parece ser la falta de cualquier alternativa plausible y global. Examinaremos algunas otras alternativas, esbozándolas en este apar tado y de forma más detallada en otras partes del libro. Sin em bar go, no se intenta reducir todos los universales a una sola explica ción: unas veces porque no parece haber explicación verificable, ni siquiera para universales bien determinados; otras, porque los distintos universales parecen requerir distintas clases de explicación, lo que no resulta muy sorprendente al examinar un fenómeno como el lenguaje, tan interdependiente de otros muchos aspectos del co nocimiento y la conducta humanos. Hay que prestar especial aten ción a las explicaciones pragmática, funcional y cognitiva, pues son fuentes muy ricas para explicar las propiedades formales del len guaje. En el apartado 1.3.1 examinaremos una explicación inviable, para completar el panorama. 1.3.1.
La
m o n o g é n e s is .
La monogénesis, o bien un origen genético común a todas las lenguas del m undo, podría parecer una explicación obvia a los uni versales del lenguaje: los universales en cuestión habrían sido, sen cillamente, propiedades accidentales del supuesto lenguaje original (proto-mundo), y la única razón por la que se encontrarían hoy día en todas las lenguas del mundo sería porque dichas lenguas
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habrían retenido estos rasgos del lenguaje original sin ningún cam bio (mientras que los parámetros en los que las lenguas varían re presentarían aquellas áreas en las que las lenguas individuales han efectuado cambios, sin que haya necesariamente ninguna otra pro piedad común que enlace los universales lingüísticos). La desventa ja de la monogénesis como supuesta explicación de los universales lingüísticos, es que resulta absolutamente especulativa e inverificable: si todas las lenguas del mundo descendieran de una sola lengua original —cuestión que debe quedar abierta—, el lapso de tiempo entre la lengua original y nuestros testimonios más antiguos de len guaje es tan grande, que no hay esperanzas de establecer este origen monogenético, ni de rastrear los cambios que separan el proto-mundo de las lenguas atestiguadas. No obstante, hay más razones de peso para no considerar la monogénesis como posible explicación de' una amplia variedad de universales lingüísticos, lo que nos obliga a buscar otras explicacio nes posibles. Para que la explicación de la monogénesis funcionara, el universal en cuestión tendría que haber sido propiedad del len guaje original y haber ido pasando, por etapas individuales inter medias, a cada una de las lenguas descendientes. Pero en el aparta do 1.1.2 vimos que hay ciertos universales lingüísticos, en especial universales implicativos, que no pueden predicarse de las lenguas individuales. Por ejemplo, para proponer como universal que el or den de palabras VSO implica preposiciones, no es suficiente saber que hay una lengua con orden de palabras VSO y preposiciones, hay que saber también que hay lenguas con otros órdenes de pala bras y con preposiciones o posposiciones, pero que no hay lenguas con orden de palabras VSO y posposiciones. No hay forma de codi ficar información de este tipo en la estructura de una soia lengua y, por lo tanto, no hay form a de que la información pudiera trans mitirse desde el lenguaje original a las lenguas descendientes de él.
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1 .3 .2 .
E l in n a t is m o y o t r a s e x p l ic a c io n e s p s i c o l ó g ic a s .
En apartados anteriores hemos mencionado el innatismo como posible explicación de los universales lingüísticos, especialmente con referencia al paradigma de Chomsky para la investigación sobre universales lingüísticos (véase especialmente el apartado 1.1.1). Aquí, nos limitaremos a reiterar que, como explicación de los universales lingüísticos, sobre todo considerándolo sin un compromiso aprio ristico con el paradigm a chomskyano, el innatismo permanece falto tN < de sentido porque no está sujeto a verificación independiente alguSS' ----- -----------------------------------------________ ------------- ---^ na —más bien es el nombre dado al conjunto 7 ) ____ #de universales lingüísticos, y el uso de este nombre no debe impedirnos apreciar el hecho d e q u e u n n o m b r e n o e s u n a e x p li c a c ió n — . T a m b ié n e s im p o r t a n t e
-------2.................. -
— — ----------------- - -------
resaltar que no es obligación de aquellos que rechazan el innatismo presentar explicaciones alternativas, como parece desprenderse de la bibliografía escrita desde el punto de vista innatista. Los defen sa / sores del innatismo se limitan a argumentar que, en ausencia de Cualquier explicación coherente alternativa para los universales lin güísticos, el innatismo es la única posibilidad en que puede pensar se. En vez de servir para profundizar en nuestro entendimiento de los universales lingüísticos, la ausencia de posibilidades de probar el innatismo como explicación lo que hace es apartarlos de la consiy deración de alternativas que sí puedan probarse. Hemos de advertir que esto no debe tomarse como un rechazo del innatismo: puede muy bien darse el caso de que, al menos, algunos universales lin güísticos tengan que explicarse, en último término, de acuerdo con tendencias genéticas del ser humano, pero en el estado actual de la investigación, tales afirmaciones no pueden reducirse a una veri ficación independiente. No obstante, es posible que ciertos universales lingüísticos pue dan correlacionarse con otros aspectos de la psicología cognitiva que sí admiten comprobaciones independientes. En el Capítulo 9, por ejemplo, veremos que una determinada jerarquía de los sintag
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mas nominales, que tiene gran relevancia para generalizaciones in terlingüísticas, se correlaciona altamente con una jerarquía, verificable independientemente, de los rasgos destacables en la percep ción de los entes. En cierto sentido, podría argüirse que esto no hace más que retrasar el proceso de la explicación, puesto que hay que explicar la jerarquía de los rasgos destacables, que puede estar determinada por principios innatos. Como respuesta a esto, hay que destacar dos cosas. En primer lugar, cualquier explicación hace retroceder necesariamente el problema en cuestión, puesto que la «explicación se convierte, ella misma, en objeto que requiere explica>'
1 .3 .3 .
E x p lic a c io n e s f u n c io n a le s y p r a g m á tic a s .
Otra propuesta de explicación de los universales lingüísticos se ría la_de_que ciertos universales sirven para hacer las lenguas más ’"jpfuncionales, bien como sistema de comunicación en general, o, más específicamente, en relación con las necesidades comunicativas de los seres humanos. Muchos lingüistas se muestran escépticos respec to a las explicaciones funcionales, señalando, muy correctamente, que hay numerosos ejemplos en los que el lenguaje parece ser dis funcional. Así, la existencia de sinónimos puede parecer un lujo innecesario, e incluso más claramente, la existencia de homónimos parece crear innecesarias complicaciones, por el potencial de error que supone el que haya nombres idénticos para conceptos diferen tes. Sin embargo, es evidente que hay que deslindar tales caracterísLENGUAJE Y TIPO LO G ÍA. —
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ticas disfuncionales del lenguaje —por ejemplo, no se puede imagi nar un lenguaje que funcione en el que todos los elementos léxicos fueran hom ófonos— de manera que estos artificios para reducir los elementos disfuncionales pueden jugar algún papel en la expli cación de los universales lingüísticos. La base de las explicaciones funcionales en sintaxis es que el _> universal lingüístico dado facilita la recuperación del contenido se mántico a partir de la estructura sintáctica, mientras que la viola ción del universal la dificultaría. El ejemplo que se discute aquí está relacionado con la discusión, más detallada, de las oraciones relativas del Capítulo 7. En dicho capítulo, una de las principales afirmaciones es. que hay determinadas posiciones en la oración que son, interlingüísticamente, más difíciles de reladvizar que otras. De esta form a, resulta que los genitivos son más difíciles de relativizar (v.g. el hombre cuyo hijo huyó) que los sujetos (el hombre que huyó), algunas lenguas forman rápidamente construcciones del últi mo tipo, pero no del primero; los constituyentes de las oraciones incrustadas resultan igualmente más difíciles de relativizar que los de las oraciones principales (el hombre que huyó es un tipo de cons trucción más común interiingüísticamente que el hombre que yo pienso que huyo). Hay lenguas que distinguen dos construcciones para form ar oraciones relativas: una, en la que se deja un pronom bre en la posición relativizada —como si se dijera en español el hom bre que yo vi a él en vez de el hombre que vi; la otra, sin dejar ningún pronom bre—. La distribución de estas dos construc ciones está constreñida por el siguiente universal: la retención del pronombre se produce en posiciones más difíciles de relativizar, mien tras que en las posiciones más fáciles de relativizar no se retiene el pronom bre. Incluso en inglés, aunque quizás no sea un uso es tándar, en determinadas posiciones de las oraciones subordinadas, se retienen pronombres que no pueden relativizarse directamente, the road that I know where it leads, «la carretera que sé adonde lleva» (cf. la agramatical *the road that I know where'leads). La construcción que evita el pronombre proporciona un acceso más
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directo a la información semántica contenida en la oración: al ela borar the man that I saw him, «el hombre al que yo vi», está claro que him, «a él», se refiere al objeto de la oración relativa, ya que ésta es precisamente la configuración ( / saw him, «le vi») que se encuentra en las oraciones simples. Sin embargo, cuando no hay pronombres, el proceso es más elaborado, pues en the man that I saw, «el hombre que vi», es necesario interpretar the man, «el hombre», como objeto de saw, «vi». La generalización es, por lo tanto, funcional: en las posiciones en que, por distintas razones (facilidad de form ar oraciones relativas), la elaboración semántica fuera más difícil, se utiliza la estructura sintáctica que sea más ex plícita y proporcione acceso directo al contenido semántico. Naturalmente, este tipo de explicación funcional podría aplicar se a cualquier sistema de comunicación, sin restringirlo al que utili zan los seres humanos. Sin embargo, al considerar las explicaciones pragmáticas, hay ciertos casos en que parece haber una correlación más evidente entre las propiedades de la estructura lingüística y las del uso lingüístico en las comunidades humanas. Un universal de esta clase es la existencia en las lenguas humanas de un sistema deíctico para referirse al hablante y al oyente, es decir, la existencia de los pronombres de primera y segunda persona (opuestos a los sintagmas nominales de tercera persona, e incluyendo ios pronom bres de tercera persona, cuando existen). Se puede construir fácil mente una lengua artificial que carezca de sistema deíctico, en la que la gente se viera obligada a referirse a sí mismo y a sus interlo cutores por sus nombres propios o por otras paráfrasis. Pero es evidente que tal lengua sería muy distinta de cualquier lengua hu mana conocida, por lo que no puede considerarse casual que la presencia de un sistema deíctico de referencia personal se correla cione tan estrechamente con el uso básico de la lengua humana como acción recíproca, cara a cara.
I
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1.4.
R ESUM EN
En este capítulo hemos contrastado, y ejemplificado, dos opi niones radicalmente distintas sobre la investigación de universales lingüísticos y sobre los universales lingüísticos. Una, defendida por Chomsky, arguye que la mejor forma de estudiar los universales lingüísticos es mediante el estudio abstracto y pormenorizado de una lengua individual, y considerar que la explicación fundamental de los universales lingüísticos es que son propiedades innatas del ser humano.^ La otra, sustentada por Greenberg, y también en este libro, afirm a que la investigación sobre universales lingüísticos re quiere como base de datos una amplia variedad de lenguas, consi dera que se pueden establecer algunos universales lingüísticos según niveles concretos de análisis, y mantiene una actitud abierta sobre — posibles explicaciones de los universales lingüísticos, considerando sobre todo los factores psicológicos y funcionales (incluyendo los pragmáticos). Nos hemos concentrado, sobre todo, en las diferencias entre am bas posturas, pero esto no debe hacer pensar que exista un abismo insalvable entre ambas propuestas. Chomsky no ha dicho nunca que no se pueda llegar a los universales lingüísticos estudiando va rias lenguas, o que los universales no puedan tener explicaciones funcionales. Por el contrario, en este libro se reconoce que parece que hay algunos universales formales, y no se excluye el innatismo como posible explicación para algunos universales lingüísticos. Pe ro es evidente que no se hace hincapié en lo mismo, ya que los dos bandos mantienen opiniones muy diferentes sobre la forma más razonable, dada la escasez de recursos, de hacer más progresos en los universales lingüísticos. En este capítulo y a lo largo del libro con más detalle, quedará claro que, además de trabajar en estudios pormenorizados.de lenguas individuales, la investigación sobre uni-
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versales lingüísticos requiere, fundamentalmente, trabajar sobre datos procedentes de una amplia variedad de lenguas, para que generalizaciones de vital importancia no resulten equivocadas.
N O T A S Y R E F E R E N C IA S
Hay pocos libros generales que traten específicamente de univer sales lingüísticos, sobre todo desde el punto de vista de la propuesta de Greenberg. Por el contrario, en muchos libros de lingüística ge neral, o que tratan de teorías lingüísticas específicas, aparecen, ine vitablemente, algunas de las ideas de este autor sobre universales lingüísticos. Greenberg (1966a) se refiere, como indica el título, a los problemas específicos sobre m arcación, más que a una estima ción general de !a investigación sobre universales lingüísticos. Entre las colecciones de artículos, el lugar de honor corresponde a Greenberg (1966c): la Introduction and M emorandum, Hockett (1966) y, sobre todo, el ensayo fundam ental de Greenberg (1966b), pueden considerarse como los iniciadores del interés actual en los universales lingüísticos a partir de una am plia variedad de lenguas. El «Stanford Language Universals Research Project» publicó, mien tras funcionó, Working Papers on Language Universals (1969-76), resultado de este proyecto fue el conjunto de cuatro volúmenes de Greenberg et al. (1978). El proyecto de universales de la Universi dad de Colonia dio lugar también a varios documentos de trabajo: A ku p (Arbeiten des Kölner Universalien-Projekts). En cuanto a las teorías de Chomsky sobre universales lingüísti cos, hay que hacer referencia a Chomsky (1965), Capítulo 1; hay también una referencia negativa a los «universales estadísticos» de Greenberg, en la página 118. En Chomsky y Hampshire (1968) hay una clara exposición de muchos puntos clave.
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En el apartado 1.1.2, la analogía con el hierro está tom ada de Sampson (1975, 114-16), aunque Sampson no tiene en cuenta que otras analogías hubieran funcionado igualmente bien en la direc ción contraria. El universal que dice que las lenguas VSO tienen preposiciones, es el número 3 de la lista de Greenberg (1966b, 110). He seleccionado este ejemplo para este capítulo porque es muy di recto, aunque en otros capítulos se citan ejemplos de universales implicativos absolutos más importantes. Este ejemplo no está libre de controversia, ya que Smith (1980, 155) da el papago como len gua VSO con posposiciones; sin embargo, la referencia al ensayo gramatical de Saxton y Saxton (1969) sugiere que hay preposiciones y posposiciones, v.g. wui g Chuk-shon o Chuk-shon wui, «a Tucson» (páginas 130-1) —en el primer caso, g es un pronom bre átono utilizado frecuentemente con sintagmas nominales de tercera perso na, como en bei a( g Pancho g wisilo, «Pancho consiguió el terne ro» (página 118). La crítica al universal del orden del auxiliar y el determinante expresada como X, la discute McCawley (1978, 214). Para una propuesta algo distinta, que justifique la necesidad de utilizar una amplia base de datos en la investigación de universales lingüísticos, ver Comrie (1978d). Mi discusión sobre la base de da tos en fonología generativa se refiere a Chomsky y Halle (1968). Como intento de tender un puente entre la necesidad de descripcio nes coherentes de lenguas individuales y la de tener datos proceden tes de una amplia variedad de lenguas, véase el marco de descrip ción lingüística propuesto por Comrie y Smith (1977); la serie de Lingua Descriptive Stüdies, form ada por descripciones de lenguas individuales de acuerdo con este marco, comenzó a publicarse con Derbyshire (1979). La discusión de Bell sobre muestreo está en Bell (1978). P ara un estudio general de la clasificación genética de las lenguas, véase Voegelin y Voegelin (1977). En el apartado 1.1.3, la discusión sobre la pasiva im personal repasa algunos de los puntos aparecidos en Comrie (1977a). Perlmutter (1978) arguye que, junto con otros principios de la gram áti
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ca relacional, la ley de la suspension motivada (Motivated Chôma ge Law) y la ley final 1 (Final 1 Law) hacen predicciones empíricas en relación con la pasiva impersonal, pero Wachtel (1979) demues tra que ninguna de las predicciones depende fundamentalmente de estas dos leyes. En el apartado 1.2 la distinción entre universales formales y sus tantivos sigue a Chomsky (1965, 27-30); para los rasgos pertinentes de Jakobson, véase Jakobson et al. (1963). La sugerencia de que podría haber un conjunto de transformaciones como universales sus tantivos, la hizo Bach (1965); aplicada a la pasiva, la idea fue desa rrollada posteriormente, dentro del marco de la gramática relacio nal, por Johnson (1974). La distinción de implicativos y no implicativos, absolutos y tendencias, sigue (aparte de algunos términos) al Memorándum de Greenberg (1966c, xix-xxi). Mi información so bre el mbabaram dog, «perro», procede de R. M. W. Dixon (Australian National University, Camberra), quien señala que esta for ma es una evolución regular a partir de *gudaga (que se encuentra en otras lenguas australianas), y no un préstamo del inglés. La de tallada descripción del hixkaryana se debe a Derbyshire (1979). La información de que algunas lenguas salishan pierden las consonan tes nasales procede de Hockett (1955, 119). Para el orden de pala bras en malgache, véase sobre todo Keenan (1976a), que demuestra también lo inadecuado de argumentar que el supuesto sujeto en malgache es algo distinto de un .sujeto. Sobre la afirmación de que el orden OVS en hixkaryana puede ser un innovación, véase Derb yshire y Pullum (1981) y las referencias aquí citadas. Los ejemplos del servocroata se basan en datos de Browne (1974). La afirmación de que la redundancia de las lenguas naturales está alrededor del 40 por ciento la hizo, específicamente para la fonología, Hockett (1966, 24). En el apartado 1.3, debería hacerse referencia a Timberlake (1977, 160-5) para la discusión sobre la relación entre los rasgos sobresa lientes y los parámetros lingüísticos. La explicación funcional para la retención del pronombre en las oraciones relativas la dio Keenan
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(1975, 406-10). La discusión de la formación de oraciones de relati vo en irlandés, en McCloskey (1978) proporciona un excelente ejem plo de cómo pueden influirse mutuamente la investigación tipológi ca (en especial los universales sobre retención del pronombre en las oraciones relativas) y la descripción específica de una lengua. Para la discusión sobre cómo podría ser una lengua sin pronombres de primera y segunda persona, véase Lyons (1977, 640-6); el japo nés se aproxima a una lengua de este tipo, en la cual, en el discurso normal, se elimina la señalación de la primera y segunda persona, que deben inferirse de los indicadores de deferencia o cortesía, en vez de estar expresados explícitamente, aunque, sincrónicamente, el japonés tiene sintagmas nominales con referencia específica a la primera y segunda persona.
2
TIPOLOGÍA DE LAS LENGUAS
2 .1 .
T IP O L O G ÍA Y U N IV E R S A L E S
A primera vista, el estudio de los universales lingüísticos y el de la tipología de las lenguas parecen oponerse, estar en conflicto uno con otro: la investigación sobre universales lingüísticos trata de encontrar aquellas propiedades que son comunes a todas las len guas, mientras que para establecer una tipología entre las lenguas, es decir, para encuadrarlas en diferentes tipos, es necesario que ha ya diferencias entre las mismas. El contraste puede resumirse como el que existe entre el estudio de las similitudes y el de las diferencias interlingüísticas. En la práctica, los dos estudios actúan en paralelo: los lingüistas interesados en los universales lingüísticos que trabajan sobre una amplia variedad de lenguas, están interesados también en la tipología, y muy a menudo resulta difícil clasificar parte de un trabajo determinado en esta área considerándolo como específi camente de universales lingüísticos, como opuesto a la tipología de lenguas, o viceversa: a veces los libros y artículos cuyos títulos in cluyen tipología o universales resultan arbitrarios, arbitrariedad que a veces puede eliminarse, como el título de este libro, incluyendo ambos términos.
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(1975, 406-10). La discusión de la formación de oraciones de relati vo en irlandés, en McCloskey (1978) proporciona un excelente ejem plo de cómo pueden influirse mutuamente la investigación tipológi ca (en especial los universales sobre retención del pronombre en las oraciones relativas) y la descripción específica de una lengua. Para la discusión sobre cómo podría ser una lengua sin pronombres de primera y segunda persona, véase Lyons (1977, 640-6); el japo nés se aproxima a una lengua de este tipo, en la cual, en el discurso normal, se elimina la señalación de la primera y segunda persona, que deben inferirse de los indicadores de deferencia o cortesía, en vez de estar expresados explícitamente, aunque, sincrónicamente, el japonés tiene sintagmas nominales con referencia específica a la primera y segunda persona.
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TIPOLOGÍA DE LAS LENGUAS
2.1.
T IP O L O G ÍA Y U N IV E R S A L E S
A primera vista, el estudio de los universales lingüísticos y el de la tipología de las lenguas parecen oponerse, estar en conflicto uno con otro: la investigación sobre universales lingüísticos trata de encontrar aquellas propiedades que son comunes a todas las len guas, mientras que para establecer una tipología entre las lenguas, es decir, para encuadrarlas en diferentes tipos, es necesario que ha ya diferencias entre las mismas. El contraste puede resumirse como eí que existe entre el estudio de las similitudes y el de las diferencias interlingüísticas. En la práctica, los dos estudios actúan en paralelo: los lingüistas interesados en los universales lingüísticos que trabajan sobre una amplia variedad de lenguas, están interesados también en la tipología, y muy a menudo resulta difícil clasificar parte de un trabajo determinado en esta área considerándolo como específi camente de universales lingüísticos, como opuesto a la tipología de lenguas, o viceversa: a veces los libros y artículos cuyos títulos in cluyen tipología o universales resultan arbitrarios, arbitrariedad que a veces puede eliminarse, como el título de este libro, incluyendo ambos términos.
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La discusión del capítulo precedente nos permite reconocer que no hay, de hecho, tal conflicto entre la investigación de universales y la de tipologías, y que más bien se trata de facetas diferentes dentro de una única tarea investigadora. En este apartado, lo de mostraremos de forma más completa. En el Capítulo 1 argumentá bamos que una teoría de universales lingüísticos tenía que hacer una triple división entre las propiedades lógicamente posibles de una lengua humana; qué propiedades son imposibles en una lengua humana y, de forma secundaria, qué propiedades son posibles acci dentalmente, pero no necesarias. (Naturalmente, esta rígida división en tres clases ha de suavizarse para tener en cuenta, tanto las ten dencias, como los universales absolutos.) De esta forma, podemos decir que, ante todo, el estudio de los universales lingüísticos trata de establecer límites sobre la variación dentro del lenguaje humano. El estudio de esta variación atañe directamente a la tipología, con lo que queda más claro por qué los dos estudios van tan juntos, ya que a ambos les concierne la variación a través de las lenguas, con la única diferencia de que la investigación sobre universales lingüísticos está relacionada, fundamentalmente, con los límites so bre dicha variación, en tanto que la investigación tipológica está más directamente relacionada con la posible variación. No obstan te, ni conceptual ni metodológicamente es posible aislar un estudio del otro. Desde el punto de vista de la metodología, esto pone más clara mente de manifiesto la interacción entre la tipología de las lenguas y los universales implicativos, sean absolutos o tendencias. Al reali zar una tipología de lenguas de acuerdo con algún parámetro, se establece cierto número de tipos lógicamente posibles, asignándose cada lengua de la muestra a uno u otro de estos tipos. Si todas las posibilidades lógicas tienen representantes reales, no hay una desviación marcada entre los distintos tipos, por lo que este resulta do, aunque quizás de interés tipológico, no lo es desde el punto de vista de los universales: demuestra que no hay restricciones en cuanto a variación de la lengua con respecto al parámetro elegido.
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Por el contrario, donde hay posibilidades lógicas que no están re presentadas, o su representación tiene importancia estadística por el número, alto o bajo, de representantes, el resultado tipológico tiene importancia para la determinación de universales lingüísticos. Podemos ilustrar todo esto volviendo a uno de los ejemplos que discutimos en el Capítulo 1, el universal de Greenberg de que las lenguas con orden básico de palabras VSO tienen preposiciones. Como se vio en el apartado 1.2.2, hay cuatro posibilidades lógicas: VSO y preposiciones; VSO sin preposiciones; no VSO con preposi ciones; no VSO sin preposiciones. Cuando asignamos lenguas a es tos cuatro posibles tipos lógicos, nos encontramos con que hay mu chas lenguas que encajan en la primera, tercera y cuarta categorías, pero ninguna en la segunda. De esta forma, lo que originalmente era una tarea tipológica, es decir, la clasificación cruzada de len guas, de acuerdo con el orden básico de palabras (VSO contra no VSO) y la presencia / ausencia de preposiciones, nos lleva a estable cer un universal lingüístico. Los universales implicativos son un caso muy evidente de la in teracción entre los universales y la tipología, dada la interpretación del universal como un conjunto de cuatro posibilidades lógicas, de las cuales solamente tres están representadas. Sin embargo, cual quier parámetro tipológico puede, en principio, ser importante para la investigación de universales lingüísticos, si resulta que alguna de las posibilidades lógicas no está representada, o tiene un nivel de representación estadística significativamente bajo. De nuevo utiliza remos un universal de Greenberg para ejemplificar esto; esta vez será la tendencia en el orden de palabras, mencionada en el aparta do 1.2.3, es decir, que en el orden básico de palabras el sujeto tiende a preceder al objeto. Si, como Greenberg, trabajamos de acuerdo con los tres constituyentes oracionales S, O y V, hay seis posibilidades lógicas de disponerlos linealmente: (a) SOV, (b) SVO, (c) VSO, (d) VOS, (e) OVS, (f) OSV. Los tipos (a)-(c) se ajustan al universal establecido, y no hay duda de que la inmensa mayoría de las lenguas pertenecen a uno u otro de estos tres tipos (por lo
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menos hasta el grado en que tienen orden básico de palabras —véase Capítulo 4—). El tipo (d) tiene muy pocos representantes, el (e) tiene aún menos y más restringidos geográficamente y aún estamos esperando una descripción detallada de cualquier lengua que tenga como orden básico de palabras OSV, aunque hay indi cios de que algunas lenguas de la región del Amazonas tienen este orden básico de palabras. De esta forma, al hacer una tipología de lenguas de acuerdo con seis posibles permutaciones lógicas de S, O y V, llegamos a reconocer la tendencia universal a que los sujetos precedan a los objetos, en orden de palabras no marcado. Un ejemplo, aún más claro, de cómo la tipología conduce al establecimiento de un universal, sería el universal mencionado en el apartado 1.2.2, de que todas las lenguas tienen vocales. Si esta bleciéramos una tipología entre lenguas que tienen vocales y len guas que no las tienen, todas las lenguas quedarían en la primera clase. Tipológicamente el resultado es, quizás, trivial (todas las len guas pertenecen a un solo tipo), pero desde el punto de vista de los universales resulta una generalización empírica válida, lo que demuestra una vez más la complementariedad, que no antagonis mo, entre tipología y universales. Universales y tipología van de la mano en otro sentido. Para establecer la tipología de las lenguas, es necesario determinar los parámetros de acuerdo con los cuales se hace dicha tipología. Aho ra bien, la selección de un parámetro cualquiera como parámetro válido para la comparación tipológica interlingüística, supone que dicho parámetro es válido para el análisis de cualquier lengua. De esta forma, cualquier avance en la tipología de las lenguas, implica realizar determinadas suposiciones sobre universales_ lingüísticos. NuevamemFTJfiTizáremos para ejemplificar todo esto un trabajo origi nal de Greenberg sobre universales de orden de palabras, sobre to do el orden básico de S, V y O dentro de la oración. Para estable cer una tipología de acuerdo con el orden básico de las palabras de una lengua, se establecen los siguientes presupuestos: a) todas las lenguas tienen un orden básico de palabras; b) en la estructura
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sintáctica de una oración de una lengua cualquiera, las categorías de sujeto, objeto y verbo son relevantes. Ninguno de estos presu puestos es necesario lógicamente y, como veremos detenidamente en el Capítulo 4, hay buenas razones para suponer que ninguna de ellas es, de hecho, un universal lingüístico absoluto. Así, parece haber algunas lenguas que no tienen un orden básico de palabras o, al menos, no lo tienen definido en términos de S, O y V (las llamadas lenguas de orden de palabras libre). Parece que hay len guas donde, o bien no existe la categoría de sujeto, o bien las dis tintas propiedades del sujeto se distribuyen en más de un sintagma nominal (ver Capítulo 5), de forma que en ningún caso es posible señalar inequívocamente un sintagma nominal como sujeto de la oración y, por lo tanto, no es posible determinar el orden lineal del sujeto con otros constituyentes. Es importante darse cuenta de que las advertencias del párrafo anterior no invalidan las clases de universales de orden de palabras de que habla Greenberg, aunque restringen un tanto su ámbito. Lo que se necesita es establecer más tipos de lenguas, pongamos que estableciendo una dicotomía tipológica inicial, entre las lenguas que tienen un orden básico de palabras determinables de acuerdo con el S, O y V, y las lenguas que no lo tienen. El primero de estos tipos se dividirá en seis subtipos lógicamente posibles, pudiendo proceder como antes, salvo que nuestros seis tipos cubran ahora tan sólo un subconjunto de las lenguas del mundo, es decir, el uni versal tiene una aplicación más restringida. De hecho, esta clase de procedimiento está muy extendido en el estudio de tipologías o universales. Por ejemplo, si uno quiere estudiar las propiedades tipológicas de las lenguas tonales, quizá lleguemos a universales de tono, entonces, el hecho de que muchas lenguas sean no tonales significa, simplemente, que dichas lenguas son irrelevantes para el estudio que se tiene entre manos, pero no invalida con ello el estudio interno y la tipologización de las lenguas tonales. Igualmen te, al estudiar la tipología de los sistemas de casos, o de las cons trucciones pasivas, las lenguas que no tengan ni uno ni otras
I
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serán irrelevantes para este trabajo, pero no supondrán contraejem plos. En esta discusión queda implícita otra forma de interrelacionarse tipología y universales, la posibilidad de llegar a universales sig nificativos está muy ligada a los parámetros tipológicos que se utili cen, implícita o explícitamente, para describir la variación entre las lenguas de la muestra. Un ejemplo muy claro nos lo dará la historia dlTla mvestigacionTobre sistemas de colores en las diversas lenguas. En términos muy generales, la percepción del color implica tres pa rámetros: el tono (en relación con la longitud de onda), el brillo y el grado de saturación, de los cuales, los dos primeros son los más importantes para nuestro propósito. El estudio tradicional de los nombres de los colores en las distintas lenguas ha hecho hinca pié en que los nombres de los colores cubren, en las distintas len guas, gamas diferentes, debido al hecho de que las diferentes len guas tienen distintos nombres para los colores y a que los límites para aplicar un nombre de color u otro varían también. Así, en hanunoo, lengua filipina, hay cuatro nombres básicos de colores: (majlagti? cubre el inglés white, «blanco», pero también otros to nos claros, independientemente del color al cual serían asignados en inglés; igualmente, (ma)biru cubre black, «negro», pero también los tonos oscuros de otros colores; (majrara7 cubre aproximada mente la gama del inglés red, «rojo», orange, «naranja», y maroon, «rojo oscuro»; mientras (ma)latuy cubre aproximadamente la gama del inglés yellow, «amarillo», y los tonos más claros de green, «verde», y brown, «marrón». Al mirar los límites de los nombres de colores que están juntos en la carta de colores, todo lo que puede decirse es que el inglés y el hanunoo son totalmente distintos: el hanunoo no tiene nada que corresponda al límite entre el inglés yellow, «amarillo», y green, «verde», y, a la inversa, el inglés no tiene una frontera clara donde el hanunoo distingue entre (ma)biru y (majrara9. En retrospectiva podemos, quizás, reconocer que esta forma de clasificar sistemas de colores no es muy conveniente, ya que, inclu
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so en una sola lengua, pongamos el inglés, hay veces en que los hablantes nativos no se ponen de acuerdo unos con otros, o con ellos mismos en ocasiones distintas, en cuanto a los límites exactos entre colores adyacentes, aunque es más probable que se pongan de acuerdo sobre los nombres de los colores básicos, que sobre los nombres de los tonos de una gama determinada. Sin embargo, la crítica a la visión tradicional, de relativismo cultural, de los nom bres de colores, no proviene de escrúpulos apriorísticos de este tipo, sino de la investigación tipológica de Berlín y Kay sobre el sistema de colores de una amplia variedad de lenguas (más de cien en la publicación inicial). En vez de preguntar sobre los límites entre los distintos nombres de colores de una lengua, Berlin y Kay preguntan sobre el foco de un nombre de color, es decir, el color que el ha blante nativo considera que es el referente más típico de dicho nom bre de color. Berlin y Kay vieron que de las respuestas a esta pre gunta surgía un modelo claro. Primeramente, incluso cuando los límites entre nombres de colores son muy diferentes según las len guas, hay acuerdo en cuanto a los focos: así, el foco del hanunoo (ma)lagti? es el mismo que el del inglés white, «blanco»; los focos son los mismos para (ma)biru y black, «negro»; los mismos para (ma)rara‘? y red, «rojo»; los mismos para (ma)latuy y green, «ver de». Además, si se observa el número y ubicación de los focos de una serie de lenguas, se ve cómo se establece una jerarquía, o serie de universales implicativos: todas las lenguas tienen focos para «blan co» y «negro». Si una lengua tiene tres nombres básicos de color, el tercero tiene como foco «rojo»; si tiene cinco nombres básicos de color, se añaden a la lista los focos de «verde» y «amarillo» (aunque si hay cuatro nombres, el cuarto puede ser «verde» o «ama rillo», sin que haya preferencia establecida entre ambos); un siste ma con seis colores añade «azul»; el de siete añade «marrón». Podemos resumirlo en el siguiente diagrama: blanco
verde > rojo >
negro
> azul > m arrón. am arillo
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Al establecer esta jerarquía, surge una serie de universales implicativos: si una lengua tiene un nombre de color con foco «azul», necesariamente tiene nombres de color con focos «blanco», «ne gro», «rojo», «verde», «amarillo». Dicho de forma más general: si una lengua tiene un nombre de color con foco x, entonces tiene también un nombre de color para cada foco a la izquierda de x en el diagrama. Lo más ilustrativo del ejemplo anterior es que, cambiando lige ramente las preguntas planteadas, es decir, cambiando la base de la comparación tipológica, ha sido posible dar con un universal, cuando se había asumido previamente que todo lo que podía hacer se era establecer una tipología entre todos los tipos lógicamente posibles. En realidad, el trabajo de Berlín y Kay tiene implicaciones de mayor alcance para la investigación sobre universales lingüísticos y tipología e, incluso, para la lingüística descriptiva, algunas de las cuales aparecerán en capítulos posteriores. Por ejemplo, hay prue bas de que la jerarquía de focos que hemos establecido puede corre lacionarse con la percepción del color, lo que proporciona un ejem plo de explicación psicológica de un universal lingüístico (cf. apar tado 1.3.2). Por otra parte, indica que, al menos, jilgunas de las categorizaciones humanas no suponen que haya límites tajantes en tre conceptos contiguos, como se sostiene en muchos trabajos sobre estructura semántica, sino que se establecen según focos bien defi nidos con límites imprecisos, es decir, más bien de acuerdo con prototipos que con condiciones necesarias y suficientes.
2 .2 .
P A R Á M E T R O S T IP O L Ó G IC O S
En principio, se puede escoger cualquier parámetro lingüística mente importante, de acuerdo con el cual establecer la tipología de lenguas. Pero si se hace la distinción entre universales lingüísti cos y tipología de lenguas, la serie de parámetros relevantes queda
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restringida a aquellos parámetros, de acuerdo con los cuales las lenguas varían de hecho. De esta forma, una vez que se establece que todas las lenguas tienen vocales, el parámetro presencia / ausen cia de vocales no tiene mayor interés para estudiar la variación en las lenguas, y esta generalización se queda exclusivamente en el ám bito de los universales lingüísticos. Evidentemente, algunos parámetros tipológicos resultan ser más significativos, más interesantes que otros. En el apartado 2.1 ejem plificábamos esto en relación con los nombres de colores: de los dos parámetros tipológicos a que se recurre en la discusión,' la clari ficación de los nombres de color de acuerdo con sus límites, no aporta prácticamente nada a la variación interlingüística, ya que la serie de posibilidades lógicas y la de sistemas atestiguados son más o menos la misma; en cambio, la clasificación de los sistemas de colores de acuerdo con el foco de los nombres de los colores, resultó ser de gran importancia para la tipologización de los siste mas de colores y para los universales lingüísticos, ya que, dado el universal implicado en la jerarquía de los focos, puede simplifi carse la tarea de tipologización en general, especificando el punto en que dicha jerarquía queda detenida en la lengua de que se trate. Este ejemplo nos enseña también que no hay forma de conocer, a priori, qué parámetro o conjunto de parámetros resultará ser sig nificativo en la investigación de tipología y universales, y que la selección de parámetros va de la mano con el estudio tipológico en su conjunto. Como resultado de los estudios tipológicos realiza dos hasta la fecha, tenemos cierta idea de qué parámetros pueden ser más significativos; en los capítulos siguientes ejemplificaremos y discutiremos algunos de ellos. No obstante, aún hay muchos pa rámetros significativos cuya importancia no ha sido reconocida to davía, por lo que los ejemplos que damos en este libro se quedan en mera ilustración. Tal vez la mejor forma de esclarecer lo que se quiere decir me diante la diferencia entre parámetros tipológicos significativos y no significativos, sea mediante parámetros no significativos, de los cuales LENGUAJE Y TIPOLOGÍA. — 5
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tenemos ejemplos muy claros en los sistemas fonológicos. En prin cipio, se puede establecer una tipología de las lenguas en dos gru pos: las que tienen un fonema nasal palatal, y las que no lo tienen; el primer grupo incluiría lenguas como el francés, español, húnga ro, malayo, mientras que el segundo incluiría lenguas como el in glés, alemán, turco y hawaiano. De la misma forma, se puede, en principio, establecer una tipología entre las lenguas que tienen fo nemas vocálicos labializados, como el francés, el húngaro, el ale mán, y el turco de la lista anterior, frente a los que no lo tienen, es decir, el español, malayo, inglés y hawaiano de esta lista (en cada caso nos referimos a la lengua estándar). Pero, una vez realizadas las clasificaciones, poco puede hacerse con estas tipolo gías en cuanto a la estructura tipológica total de las lenguas en cuestión. Si se intenta relacionar estos dos rasgos fonológicos entre sí, con esta muestra de ocho lenguas, no encontraremos ninguna correlación; hay cuatro clases lógicamente posibles, y cada una está representada en la muestra: francés y húngaro tienen ambas una nasal palatal y vocales labializadas; el español y el malayo no tienen nasal palatal ni vocales labializadas; alemán y turco no tienen nasal palatal, pero sí vocales labializadas; el inglés y el hawaiano no tie nen ni nasal palatal ni vocales labializadas. No solamente no están en correlación estos dos parámetros fonológicos, sino que no están en correlación con ningún parámetro no fonológico, es decir, que la elección de los parámetros tipológicos ha resultado ser arbitraria, sin más significación que el hecho de que podemos dividir las len guas en tipos, de acuerdo con estos parámetros. Podemos contrastar estos parámetros no significativos, con mu chos de los parámetros de orden de palabras utilizados por Green berg en su estudio de universales de orden de palabras, por ejemplo el orden de S, O y V en la oración, el orden de las oraciones relati vas en relación con su nombre núcleo, el orden de adposiciones relativas a este nombre (es decir, si la lengua tiene preposiciones antes del nombre, o posposiciones después de él), etc. Aunque, ló gicamente, todos estos parámetros son independientes unos de otros,
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hay un alto grado de correlación entre ellos, que lleva en ocasiones a establecer universales implicativos absolutos, como se tratará de tenidamente en el Capítulo 4. De esta forma, el hecho de que la utilización de estos parámetros nos permita dar con aserciones implicativas del tipo «si VSO, entonces prepositivo», o «si SOV, en tonces generalmente pospositivo», supone que no hemos selecciona do parámetros arbitrarios, sino que los parámetros elegidos nos di cen algo significativo sobre la estructura de las lenguas en cuestión y sobre la tipología interlingüística en general. Esto nos ilustra tam bién que la investigación de universales y la tipología están íntima mente relacionados: si tenemos un conjunto de parámetros signifi cativos cuyos valores muestran, no obstante, un alto grado de co rrelación, la red de relaciones entre los valores de estos parámetros puede expresarse igualmente como una red de universales implicatij vos (sean absolutos o tendencias). Es evidente que, cuanto mayor extensión tenga la red de pará metros lógicamente independientes que puedan encadenarse de esta forma, más significativa será la base tipológica que se está utilizan do. En el extremo opuesto de lo no significativo, los parámetros tipológicos individuales del tipo presencia / ausencia de un fonema nasal palatal, se puede imaginar una tipología holista, es decir, un grupo de parámetros tipológicos que son lógicamente independien tes pero que, en la práctica, están tan en correlación unos con otros que permiten establecer una tipología del conjunto o, al menos de una gran parte, de la estructura de una lengua cualquiera. Esto es lo que se hace en las clasificaciones biológicas, donde establecer que un animal es un mamífero implica una correlación significativa entre cierto número de criterios lógicamente independientes (v.g. ser vivíparo, estar cubierto de pelo, tener orejas externas, amaman tar a las crías). A lo largo de la historia de la tipología lingüística, se han hecho varios intentos para establecer tipologías holistas de las lenguas. En el apartado 2.3 se discutirán algunas de ellas, como la tipología morfológica, con su clasificación de las lenguas en ais lantes, aglutinantes, fusivas, a veces incluyendo las polisintéticas.
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Más recientemente, basándose en las generalizaciones de Greenberg sobre tipologías del orden de palabras, algunos lingüistas han suge rido que los tipos de orden de palabras (como VO / OV) definen igualmente tipos holistas, cuestión a la que volveremos en el Capí tulo 4. La discusión principal de este libro es más bien crítica en cuanto a las tipologías holistas, ya que las bases empíricas en que se sus tentan, o son débiles, o son deficientes, de manera que, mientras no es lógicamente imposible que haya tipo holistas que correspon dan a los mamíferos de la clasificación biológica, hasta la fecha, la experiencia es más bien contraria a esta posibilidad: a menudo podemos establecer correlaciones de gran alcance entre parámetros lógicamente independientes, pero estas correlaciones no son lo sufi cientemente fuertes, ni tienen un alcance lo suficientemente amplio como para proporcionar tipos holistas, más bien proporcionan cla sificaciones cruzadas de lenguas, según parámetros diferentes. No obstante, a veces se da el caso de que una lengua dada haga un uso mucho mayor de determinada propiedad que el término me dio de las lenguas naturales, por lo que podemos argüir que el uso de dicha propiedad, aunque no define el tipo holista de la lengua en cuestión, permite que se filtre una parte significativa de su es tructura. Ejemplos obvios serían la clasificación de las lenguas en casuales y tonales. Las lenguas tonales difieren mucho unas de otras en otros parámetros: unas, como el vietnamita, son aislantes, cada palabra consta de un solo morfema, mientras que otras, como la mayoría de las lenguas bantúes, tienen morfología compleja;, princi palmente de tipo aglutinante; algunas lenguas tonales tienen el ver bo en posición final, como el birmano, mientras que otras son del tipo SVO, como el vietnamita. Pero el hecho de que las distinciones léxicas y/o morfológicas vengan dadas por el tono representa una característica común, general e importante a todas ellas, y hay mu chas propiedades, comunes a los procesos fonológicos, que se en cuentran en las lenguas tonales, pero que no tienen contrapartida inmediata en las lenguas no tonales.
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Un ejemplo distinto de la misma clase de fenómeno, es el papel de la animicidad en yidiny. Hay muchas lenguas que reflejan es tructuralmente los grados de animicidad (es decir, la distinción en tre los seres vivos y los que no lo son, incluyendo entre los primeros a seres humanos y animales y, dentro de los animales, distinguien do entre animales superiores e inferiores), como se discutirá más detalladamente en el Capítulo 9, aunque el yidiny tiene en su es tructura un número especialmente grande de reflejos, lógicamente independientes, de animicidad. En yidiny, la animicidad es funda mentalmente cuestión de grado, más que de separaciones tajantes, de manera que cuando una característica estructural determinada se correlaciona con animado más que con inanimado, significa, por lo general, que es más probable que se utilice con un sintagma no minal cuyo referente está más alto en la escala de animicidad, y no que se utilice necesariamente con sintagmas nominales cuyos re ferentes están por encima de cierto punto de la escala y que nunca se utilizan con los que están por debajo del punto de separación, aunque en ciertos casos hay puntos de separación. Reflejo de la animicidad es la elección de los pronombres demostrativos, por ejem plo es más probable que «ese» aparezca como rjurfcFu- con sintag mas nominales de mayor grado de animicidad y es obligatoria en esta forma con sintagmas nominales humanos, en tanto que yurjgulo es con sintagmas de menor grado de animicidad. De las dos cons trucciones de posesivo, una coloca al poseedor en genitivo (v.g. ijacFin dungu, «mi cabeza»), y la otra se limita a colocar al posee dor en aposición con (en el mismo caso que) el núcleo del sintagma nominal (v.g. rjayu dungu, «mi cabeza»; literalmente, «yo cabeza») que, en principio, puede utilizarse con cualquier clase de sintagma nominal posesivo, pero que, de hecho, es más probable que aparez ca el genitivo cuanto mayor grado de animicidad tenga el poseedor. El caso del (sujeto) paciente en la construcción intransitiva derivada denominada antipasiva (ver apartado 5.3) puede ser dativo o locati vo: aquí, como con los demostrativos, tenemos, en parte, un punto de separación, en los sintagmas nominales con referencia humana
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tiene que utilizarse el dativo, pero en caso contrario son posibles tanto el dativo como el locativo, aunque hay preferencia por el dativo en correlación con el grado de animicidad, como en bunya wagucFanda (d a t iv o ) wawa:dyiriyu, «la mujer vio al hombre» (lite ralmente, «mujer hombre vio»); tjayu balmbi:nydFa (l o c a t iv o ) / balmbi'.nda (d a t iv o ) wawa:tfinyu, «vi al saltamontes»; rjayu walba: (l o c a t iv o ) (menos comúnmente: walba:nda (d a t iv o ) wawa:
2 .3 .
T IP O L O G ÍA M O R F O L Ó G IC A
Aunque a lo largo de la historia de los estudios tipológicos se han sugerido distintas bases para tipologías holistas, hay dos que son especialmente importantes, al menos desde un punto de vista histórico. La primera, la de la tipología morfológica, fue el predo
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minante en el siglo diecinueve y principios del veinte, e incluso se mantiene en los textos de lingüística general; éste es el tema de este apartado. La segunda, tipología del orden de palabras, se discutirá en el Capítulo 4. Aunque la opinión que se expresa en este libro, es que ninguna de ellas proporciona la base para una tipología holista, cada una de ellas puede proporcionar la tipologización de una parte importante de la estructura de las lenguas. La tipología morfológica tiene una larga historia que llega, al menos, hasta comienzos del siglo diecinueve, pero algunos de sus principios se han quedado obsoletos. En este apartado trataremos de explicar, no sólo el saber tradicional en relación con la tipología morfológica, sino también de considerar algunas mejoras que pue den, y deben, hacerse si se trata de sacar el mayor partido posible a este tipo de clasificación de las lenguas. Pero, primero, examine mos la clasificación tradicional. Generalmente, la tipología morfológica admite tres tipos canó nicos de lenguas: aislante, aglutinante y flexiva, a las que a veces se añade un cuarto tipo: polisintética o incorporante. Una lengua aislante, no tiene morfología, es decir, al menos idealmente, es una lengua donde no hay correspondencia término a término entre pala bras y morfemas. Un ejemplo de lengua muy próxima al tipo ais lante es el vietnamita, como podemos ver en la oración siguiente: Khi
tói den
nhá ban
tói, chúng
tói bSt dáú
làm
bài.
C uando yo llegar casa am igo yo plural yo com en zar hacer deberes «C uando llegué a casa de mi am igo, n os p u sim os a hacer deberes».
Cada una de las palabras de la oración es invariable y no hay variación morfológica para, por ejemplo, el tiempo (cf. inglés co me / carne, «voy / vine», begin / began, «empiezo / empecé»), o el caso (nótese que el vietnamita tiene tói tanto para «yo» como para «mi»). Quizás lo más chocante es que, en el caso de los pro nombres, la pluralidad se indica añadiendo una palabra aparte y no por medios morfológicos, de manera que el plural de tói, «yo»,
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es chúng tói, «nosotros». Además, generalmente, es verdad que ca da palabra consta de un solo morfema, con la posible excepción de bdt dau, «empiezo», pero que, según qué criterios, puede consi derarse una palabra, es decir, una unidad de significación, aunque pueda segmentarse, por lo menos etimológicamente, en dos morfe mas: bdt, «tamaño», y dau, «cabeza». Volveremos más adelante sobre ciertos problemas de establecer si hay realmente, o no, co rrespondencia término a término entre palabras y morfemas. En algunas discusiones de tipología morfológica se emplea el término lengua monosilábica, además de, o en lugar de lengua ais lante. Aunque hay cierta correlación entre las lenguas aislantes y las monosilábicas, los dos parámetros son, en principio, distintos y en lo que respecta a la tipología morfológica, lo importante es la estructura aislante. Podría concebirse una lengua en la que no hubiera morfología, sino que cada palabra (= morfema) cons taría de cierto número de sílabas. A la inversa, se puede concebir una lengua con morfología, pero restringida a cambios en las consonantes y en el tono, sin que afectaran a la naturaleza monosi lábica de la palabra. Mantendremos el término aislante para este tipo. En una lengua aglutinante, una palabra puede constar de más de un morfema, pero los límites entre los morfemas están siempre claramente delimitados en la palabra. Un morfema dado tiene, al menos, una forma invariante, de manera que la identificación de los morfemas, desde el punto de vista fonético, es muy sencilla. El turco servirá como ejemplo, partiendo de la declinación de los sustantivos. En turco, los nombres varían en número y caso (y tam bién con otros parámetros no tratados aquí, v.g., el poseedor), en un sistema de dos números (singular, plural) y seis casos (nominati vo, acusativo, genitivo, dativo, locativo, ablativo). No obstante, dada una forma nominal, siempre es posible segmentar claramente el lexema del morfema de número (cero en singular, -lar en plural) y la desinencia casual (cero para el nominativo, -/ para el acusativo, -in para el genitivo, -a para el dativo, -da para el locativo, -dan
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para el ablativo), como en el paradigma de la palabra adam, «hombre»: Nominativo Acusativo Genitivo Dativo Locativo Ablativo
S ingular
P lural
adam adam-i adam-in adam-a adam-da adam-dan
adam-lar adam-lar-i adam-lar-in adam-lar-a adam-lar-da adam-lar-dan.
(Nótese que los morfemas de plural preceden siempre a la desinen cia casual.) Como sugiere el término aglutinante (cf. latín gluten, «sustancia para pegar»), es como si los distintos afijos fueran pe gándose uno detrás de otros (o uno delante de otro, con prefijos). Sin embargo, en Jas lenguas fusionantes, los límites entre los morfemas no están tan claros; lo característico de una lengua fusio nante es que la expresión de las distintas categorías dentro de la misma palabra se fusionan, dando un morfema único, insegmentable. Se puede ejemplificar esto con la declinación rusa: el ruso distingue dos números (singular, plural) y seis casos (nominativo, acusativo, genitivo, dativo, instrumental, prepositivo). Además, en ruso, ni los afijos fusionados tienen forma invariable, puesto que en las distintas clases de declinación se utilizan afijos diferentes. Esto queda ejemplificado con las formas declinadas del nombre stol, «mesa» (declinación I), y lipa, «limero» (declinación II): I S ingular
Nominativo Acusativo Genitivo Dativo Instrumental Prepositivo
stol stol stol-a stol-u stol-om stol-e
II P lural
stol-y stol-y stol-ov stol-am stol-ami stol-aj
S ingular
lip-a lip-u lip-y lip-e lip-oi lip-e
P lural
lip-y lip-y lip lip-am lip-ami lip-aj.
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Es evidente que no hay manera de segmentar una forma como el genitivo plural stol-ov, «de las mesas», en morfema de número y desinencia casual, sino que el afijo -ov es un afijo que combina la expresión, tanto de caso como de número (un morfo portmanteau). E incluso sabiendo que -ov es la desinencia de genitivo plural de la declinación I, no hay manera de predecir la de genitivo plural de la declinación II, que resulta ser cero. Además del término fusionante, también se utilizan, con el mis mo sentido, los términos flexivo e inflexivo. Nosotros no lo hace mos, para evitar una posible confusión terminológica: tanto las len guas aglutinantes como las fusionantes, en oposición a las aislantes, tienen flexión, por lo que utilizar un término basado en la (in)flexión para referirse solamente a uno de estos dos tipos, puede llevar a error. El término fusionante resuelve el dilema terminológico. El cuarto tipo morfológico, aunque no siempre se incluya en la lista, es el polisintético o incorporante. En ciertos contextos am bos términos son equivalentes, pero es posible, y aconsejable, esta blecer una distinción entre ellos. La incorporación hace referencia a la posibilidad de tomar cierto número de morfemas léxicos y com binarlos en una sola palabra. Esto puede hacerse en inglés, aunque limitadamente, con distintos procesos de composición, como cuan do con los morfemas léxicos del ing. swim, «nadar», y suit, «tra je», se compone swimsuit, «traje de baño». Sin embargo, hay len guas en las que este proceso es enormemente productivo, dando lugar a palabras muy largas, en la: que se ha añadido un gran número de morfemas léxicos, que a menudo traducen frases enteras del inglés, como en chukchi ts-meyija-levtd-paYt-arkdn, «tengo un dolor de cabeza terrible», que contiene tres morfemas léxicos: meyij-, «grande, enorme»; levt-, «cabeza», y payt-, «dolor», además de los morfemas gramaticales t- (primera persona del singular, sujeto) y -rk n (aspecto imperfectivo). No obstante, la polisíntesis no se refiere simplemente al hecho de que, en una lengua de este tipo, sea posible combinar gran nú mero de morfemas, léxicos o gramaticales, en una sola palabra,
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q u e su e le c o r r e s p o n d e r a u n a o r a c ió n e n te r a d e l in g lé s , c o m o en e sq u im a l (y u p ik s ib e r ia n o )
angya-ghlla-ng-yug-tuq,
« é l q u ie r e c o m
prar un b o te g r a n d e » , lite r a lm e n te «bote-AU M EN TATivo a d q u ir ir d e s id e r a t iv o -
3
s in g u l a r » .
En
c o n tr a s te c o n el c h u k c h i, en e s q u i
m a l u n a p a la b r a s o la m e n t e c o n tie n e u n m o r f e m a lé x ic o , s ie n d o g r a m a tic a le s lo s o tr o s m o r f e m a s , es d e c ir , el e s q u im a l e s p o lis in té tic o , p ero n o in c o r p o r a n te .
Se
p u e d e a p r e c ia r a sí, q u e la in c o r p o r a c ió n
es u n c a s o e s p e c ia l d e p o lis ín te s is , en el q u e lo s m o r fe m a s lé x ic o s p u e d e n c o m b in a r s e e n u n s o lo c o m p le j o p o lis in t é t ic o , p o r lo q u e u tiliz a r e m o s p o lis in té tic o c o m o té r m in o g e n e r a l p a r a e ste tip o .
Una de las razones por las que se omite el tipo polisintético de muchas listas de tipos morfológicos, es porque su inclusión des truye la homogeneidad de la tipología morfológica en su conjunto. Aunque más arriba clasificábamos ejemplos de chukchi y esquimal como ejemplos de polisíntesis, son también casos claros de agluti nación: en el ejemplo de chukchi, podemos separar el lexema de los morfemas gramaticales, los cuales son casi invariables (la excep ción más importante, y previsible, es la aparición de la vocal 3 para separar el grupo de consonantes, sobre todo en los límites morfemáticos); igualmente, en el ejemplo esquimal podemos separar fá cilmente los distintos sufijos gramaticales que, también esta vez, son invariables. (En un estudio más completo del esquimal y del chukchi, se evidenciaría que ambas lenguas tienen cierto grado de fusión, aunque esto no interfiera con la polisíntesis.) De esta forma, aglutinación y polisíntesis, más que diferentes valores del mismo parámetro, representan parámetros diferentes, que pueden operar independientemente. Sin embargo, no está muy justificado excluir, por esta razón, la polisíntesis de la tipología morfológica, sobre todo porque las lenguas polisintéticas suponen el contrapunto real a las lenguas ais lantes, desde el punto de vista del número de morfemas por pala bra: en las lenguas aislantes, cada palabra consta justamente de un morfema, mientras que en una lengua polisintética o, mejor, en una lengua polisintética ideal, cada oración consta de una sola
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palabra y esta palabra consta, a ;su vez, de tantos morfemas como sean necesarios para expresar el significado requerido. Esto sugiere que se abandone la tipología morfológica basada en un solo pará metro que cubra todos los tipos morfológicos, y operar con dos parámetros. Uno de ellos será el número de morfemas por palabra, cuyos extremos serían el ser aislante o polisintético. El otro pará metro sería el grado en que son segmentables los morfemas dentro de la palabra, y en los extremos estarían la aglutinación (en la que la segmentación es directa) y la fusión (en la que no hay posibilidad de segmentación). Llamaremos a estos dos parámetros índice de síntesis e índice de fusión. Hay que destacar que el índice de fusión es, por definición, irrelevante en el tratamiento de las lenguas ais lantes. Por el contrario, las que tradicionalmente se denominan len guas polisintéticas, resultan lenguas con un elevado índice de sínte sis (también pueden tener, o no, un elevado índice de fusión; por razones que discutiremos más adelante, es inevitable que una len gua con un índice muy elevado de síntesis tenga un bajo índice de fusión, a pesar de que los dos parámetros sean lógicamente inde pendientes). La^lasejradicional de las lenguas aglutinantes corres ponde a aquéllas con bajo índice de fusión (y, de acuerdo con la tradicional clasificación cuatripartita, un índice intermedio de sínte sis, es decir, ni aislante ni polisintética). Por último, la tradicional clase de las lenguas fusionantes corresponde a aquellas con un ele vado índice de fusión (teniendo en cuenta que las lenguas aislantes no tienen índice de fusión, ni alto ni bajo: sencillamente, no se les aplica este índice). Esta discusión ha introducido, subrepticiamente, otro aspecto de la tipología morfológica. Al comienzo asumimos, de forma muy simplista, que la tipología constaría de tres o cuatro tipos ideales, entre los cuales podrían distribuirse las lenguas del mundo. Pero, de hecho, aunque podemos establecer estos tipos ideales, la mayo ría (quizás todas) de las lenguas no se corresponden exactamente con uno u otro de estos tipos, sino que más bien se colocan entre ambos extremos, según los índices de síntesis y fusión. De forma
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que, en vez de conseguir una tipología discreta, la tipología morfo lógica nos proporciona una tipología continua, es decir, que pode mos asignar a una lengua determinada un lugar en el continuo defi nido por el índice de síntesis y el índice de fusión. En los párrafos siguientes ejemplificaremos todo esto y otros problemas concomi tantes, comenzando por el índice de síntesis. De acuerdo con la dimensión sintético-analítica, hay lenguas que se aproximan al extremo analítico del espectro, es decir, que hay una correspondencia absoluta entre palabras y morfemas; buen ejem plo de esto es el vietnamita, citado más arriba. Pero, probablemen te, no hay ninguna lengua que se aproxime al punto opuesto del extremo, es decir, no hay ninguna lengua en la que sea obligatorio combinar tantos morfemas como sea posible en una sola palabra. Aunque en esquimal, por ejemplo, es fácil encontrar oraciones que constan de una sola palabra, la cual, a su vez, consta de gran nú mero de morfemas, hay muchos casos en los que no es posible com binar morfemas en una sola palabra: como vimos anteriormente, en esquimal no hay forma de combinar morfemas léxicos, de mane ra que si un morfema léxico determinado no tiene un morfema gra matical semánticamente equivalente, no hay forma de combinar di cho morfema léxico con cualquier otro morfema léxico en una sola palabra. Incluso en chukchi, que puede combinar morfemas léxi cos, hay fuertes restricciones que limitan la posibilidad de hacerlo: así, por ejemplo, no se puede incorporar un sujeto transitivo, ni la mayoría de los sujetos intransitivos, al verbo, de manera que, mientras una frase de tres palabras como turnee kupren nantdvatdn, «los amigos pusieron la trampa» (literalmente, «amigos trampa pu sieron»), se puede reducir a dos, incorporando el objeto directo, tumyat koprantayatiat, no hay forma de que el sujeto «amigos» pueda, a su vez, incorporarse para dar una oración de una sola palabra que contenga los tres morfemas léxicos. De manera que es mejor considerar el índice de síntesis como índice del grado de desviación del tipo analítico ideal en la dirección de la síntesis.
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Pero, incluso tratando de aplicar el índice de síntesis en térmi nos prácticos, por ejemplo, dividiendo el número de morfemas por el número de palabras, surgen problemas prácticos que indican que hay que prestar más atención a las bases teóricas de la tipología morfológica. La más obvia y la más ampliamente discutida en la bibliografía, es quizás la de establecer los límites de la palabra, y, por ende, el número de palabras de una “oración: incluso en viet namita hemos advertido este problema con la expresión (¿una o dos palabras?) b it dau, .^empezar». La definición de palabra como «forma libre mínima» es de gran rendimiento y especialmente útil al tratar con lenguas ricas en polisíntesisf)en aquéllas en que los morfemas individuales no está claro que sean formas mínimamente libres, los problemas surgen en casos mucho más pedestres, v.g. con el artículo definido inglés en the man, «el hombre», o en fran cés con los pronombres átonos en je le vois, «lo veo», donde, a pesar de la convención ortográfica, no hay razones para suponer que the o le sea una forma libre, es decir, pronunciable aisladamen te (salvo por los lingüistas). Pero el hecho de considerarle le vois como una palabra o como tres, puede suponer una diferencia signi ficativa respecto al índice de síntesis del francés. Respecto al índice de síntesis, hay otro problema que surge cuan do se intenta contar los morfemas en lenguas con morfos cero o con morfos portmanteau. En inglés, el plural cat-s, «gato-s» tiene claramente dos morfemas, pero el número de morfemas del singu lar cat es menos evidente: ¿es un solo morfema, o un morfema léxico cat más un morfema gramatical cero? Desde el punto de vis ta de la comparación interlingüística, la decisión, en un sentido o en otro, puede tener importancia decisiva para las consideraciones estadísticas implicadas, pues si el inglés cat consta de un solo mor fema, el inglés vería reducido su grado de síntesis en relación con el ruso, en el que el singular koshk-a tiene un afijo, por cuanto hace el plural koshk-i. Al analizar un verbo español como cantas ¿debería hacerse en dos morfemas (lexema cant- o canta- y afijos -s o -as), o bien separar todas las categorías que están fusionadas
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en dicha terminación (segunda persona, singular, tiempo presente, modo indicativo, primera conjugación), considerando, junto con el morfema léxico, otros seis morfemas? Tomar la decisión justa cambiaría radicalmente la comparación entre una lengua como el español, con numerosos morfos portmanteau (especialmente en el sistema verbal) y una lengua aglutinante como el turco, en la que prácticamente no hay discusión en cuanto al número de morfemas de una palabra (excepto, quizás, para contar los morfos cero). Volviendo al índice de fusión, recordaremos los dos componen tes de la aglutinación, anteriormente mencionados: la segmentabilidad de los morfemas y su invariación, de los cuales el primero es, tal vez, el más importante para el tratamiento previo de la aglutina ción, aunque no debe perderse de vista la segunda, especialmente al comparar aglutinación y fusión —que es lo que, después de todo, hace el índice de fusión—. Tomaremos aquí la aglutinación como norma: morfemas claramente segmentables y morfemas invarian tes, y definiremos el índice de fusión como la desviación de esta norma. La desviación extrema será la supleción, donde no hay segmentabilidad ni invariación, como ocurre con el inglés wení en cuanto pasado de go, «ir». Así, una lengua que representara el tipo ideal fusionante tendría la morfología configurada de acuerdo con la su pleción; si también tuviera un índice idealmente alto de síntesis, cada una de las oraciones sería total e insegmentablemente distinta de las otras oraciones. Dado que una lengua está formada por un número infinito de oraciones, es evidente que esto es prácticamente imposible, lo que en la práctica significa que, al elevarse el índice de síntesis, la proporción entre aglutinación y fusión tiene que aumen tar también; dicho de forma más rotunda, no puede haber una len gua polisintética fusionante ideal. Esto demuestra la ventaja de con siderar la estructura aislante y la aglutinante como bases a partir de las cuales se calculan las desviaciones por medio de los dos índices. Ahora podemos considerar los problemas internos del índice de fusión, comenzando por la segmentabilidad y volviendo luego a la
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invariación. El problema de la segmentabilidad es qlie no supone una categorización absoluta, sino;.que implica grados de segmenta bilidad. En la declinación turca que vimos anteriormente, la seg mentación era muy clara en cada caso. Sin embargo, en húngaro la situación no lo es tanto, como podemos ver en las formas si guientes, singular y plural, nominativo y acusativo de haz, «casa»; asztal, «mesa», y folyó, «rio». N o m in a tiv o singular A cu sa tiv o singular N o m in a tiv o plural A cu sa tiv o plural
haz házat házak házakat
asztal asztalt asztalok asztalokat
folyó folyót folyók folyókat.
Es evidente que hay morfemas léxicos formados, al menos, por ház, asztal y folyó, que hay un sufijo de acusativo formado al menos por -t y un sufijo de plural formado al menos por -k. Vemos igual mente que las formas de acusativo plural constan de tres morfemas. Lo que, sin embargo, no está claro es dónde habría que situar el límite de los morfemas en aquellos casos en que el acusativo o la consonante de plural está precedido por una vocal que no hay en la correspondiente forma de nominativo o de singular, v.g. ¿hay que segmentar házat en ház-at o en háza-t; asztalokat en asztal-okat o en asztalo-ka-t, o asztalo-k-at? Se pueden dar razones para ambas posibilidades lógicas, es decir, las que incluyen la vocal co mo parte del lexema y las que no, por lo que, hasta el momento, el problema de la segmentación parece irresoluble. Así que este caso difiere del turco, en el que la segmentación era algo directo. No obstante, no difiere tanto del ejemplo ruso citado anteriormen te, ya que es evidente que en húngaro cada morfema implicado tiene algún contenido segmental (v.g. acusativo -t, plural -k), mien tras que en ruso no hay forma de identificar los segmentos de los sufijos como indicación exclusiva de caso o número. Con esto que remos indicar que hay un grado intermedio entre la segmentabili dad inmediata y la imposibilidad de segmentación.
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Si se incluye como característica de la morfología aglutinante la invariación, el problema de los casos intermedios es aún peor. Primeramente mostraremos que la segmentabilidad y la invariación son indudablemente distintas una de otra. En turco, los morfemas son, en general, fácilmente segmentables e invariantes, pero hay excepciones: el sufijo de primera persona del plural de los verbos es fácilmente segmentable, pero tiene dos formas radicalmente dis tintas, iz y -k, que se realizan en distintas formas de tiempo-aspectomodo, cf. aoristo yap-ar-iz, «nosotros hacemos», condicional yapsa-k, «si nosotros hacemos». Aunque está claro que no hay invaria ción, no hay problemas de segmentabilidad, es decir, este estado de cosas supone mayor aglutinación que la declinación rusa (en la que no hay ni segmentabilidad ni invariación), pero hay menor aglu tinación que en la flexión nominal turca (en la que hay tanto seg mentabilidad como invariación). En algunos casos, la variabilidad de los morfemas puede prever se de acuerdo con las reglas fonológicas generales de la lengua en cuestión. Así, en turco, las reglas de la armonía vocálica justifican las distintas formas del morfema de plural en adam-lar, «hombre», frente a ev-ler, «casas» (-lar después de vocales velares, -ler después de vocales palatales, ya que la armonía vocálica excluye la presen cia de vocales palatales y velares en la misma palabra). Esto no debe considerarse un incumplimiento de la invariación, ya que la ^ variabilidad del morfema es consecuencia inevitable de otras reglas de la lengua. Por otra parte, la variabilidad de la forma de un morfema representa un continuum que llega al extremo con la supleción, aunque a través de una escala de valores intermedios, de acuerdo con el grado de variación y el grado de su predictibilidad: así, las alternancias de las vocales tónicas en inglés divine-divinity, «divino-divinidad», y strong-strength, «fuerte-fuerza», son compa rables de acuerdo con la distancia fonética entre las alternancias, pero, mientras que la primera es esencialmente predecible en térmi nos morfológicos, la segunda es idiosincrásica. LENGUAJE YTIPOLOGÍA. — 6
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Buen ejemplo de los problemas que surgen en la práctica cuan do se trata: de calcular el índice de fusión, será comparar la declina ción nominal en finés y en estonio, dos lenguas muy relacionadas genéticamente. Consideraremos primero las formas del finés para jalka, «pierna», y lippu, «bandera»: N om in a tiv o singular G enitivo singular P artitivo singular P artitivo plural
jalka jala-n jalka-a jalko-j-a
lippu lipu-fi , lippu-a lippu-j-a.
Con los datos limitados de que disponemos hasta aquí, la segmentabilidad no es problema: el sufijo de plural es -j, el de genitivo -n, y el de partitivo -a; igualmente, la forma del morfema varía muy poco: las alternancias consonánticas k - 0 y pp - p se pueden explicar ampliamente (aunque no suficientemente) por la estructura de la sílaba (él segundo miembro de cada par se produce en sílaba trabada), y la aparición de o en jalkoja se explica morfológicamen te (aunque no fonéticamente). En estonio la situación es muy diferente: N o m in a tiv o singular G en itivo singular P artitivo singular P artitivo plural
jalg jala jalga jalgu
lipp lipu lippu lippe.
Aunque estas formas pueden derivarse diacrónicamente de otras más antiguas, próximas a las del finés actual que dábamos antes, no hay ni segmentabilidad fácil ni invariación. Etimológicamente, todas las formas son alomorfos del lexema, es decir, cada una es no segmentable y la alternancia entre las cuatro formas de cada palabra es totalmente impredecible desde el punto de vista fonético. Si se adopta como análisis el separar la vocal final como sufijo de caso o de caso y número, se reduce el grado de variación del lexema, pero se introduce en los sufijos, v.g. «partitivo singular» es -a después de jalg, pero -u después de lipp-. Este ejemplo sirve
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para ilustrar, no sólo los problemas implicados en la asignación de un índice de fusión a un sistema morfológico como el del esto nio, en el que más que indicios claros de segmentación no hay más que un débil rastro, sino también el aspecto más general de que, en un espacio de tiempo relativamente breve, la tipología morfoló gica de una lengua puede alterarse y pasar de una estructura agluti nante, de límites claros, a otra en la que predomina la fusión. Podemos resumir esta discusión sobre tipología morfológica di ciendo que hay dos índices principales, independientes uno de otro, necesarios en la tipología morfológica: el índice de síntesis, que mi de el número de morfemas por palabra (bajo en las lenguas aislan tes, alto en las polisintéticas), y el índice de fusión (que mide la diferencia entre aglutinación y fusión). En la práctica, es problemá tico cuantificar estos índices; sobre todo el índice de fusión, que remite a su vez a dos parámetros lógicamente independientes, la segmentabilidad y la invariación de los morfemas. A pesar de la ya larga historia de los estudios sobre tipologías morfológicas, es evidente que aún no se ha hecho frente a muchos problemas básicos de definición, y por ello surge tal cantidad de problemas en la prác tica, cuando uno trata de hacer —y no sólo de hablar de— tipolo gía morfológica. Aunque la tipología morfológica proporciona una visión general del tipo de la estructura morfológica de una lengua, no está muy claro si esto puede considerarse un parámetro (o conjunto de pará metros) tipológico significativo, en el sentido de establecer una co rrelación con otros parámetros, aparte de la morfología. Natural mente, son pocos los parámetros que pueden correlacionarse por definición con los tipos morfológicos. En el Capítulo 8, trataremos de uno de los tipos de construcción causativa, el causativo morfoló gico, por el cual un causativo se relaciona con su equivalente mor fológicamente no causativo, siendo cada uno de ellos una sola pala bra; v.g. el turco ól-dür, «causar la muerte, matar», en relación con ól, «morir». Evidentemente, tal construcción causativa sola mente puede existir en una lengua que no sea aislante, pero esto
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se deduce lógicamente al definir el tipo de lengua aislante como el que no tiene morfología, lo que no establece correlación entre los parámetros lógicamente independientes. Nuestra conclusión ge neral es, por tanto, que la tipología morfológica tiene un lugar se guro, aunque restringido, en la tipología lingüística y es de esperar que los textos de lingüística general no continúen indefinidamente dando la impresión de que ésta es la única, o más perspicaz, mane ra de clasificar tipológicamente las lenguas.
N O T A S Y R EFE R E N C IA S
Para un estudio general de las propuestas sobre tipologías lin güísticas, incluyendo referencias a estudios históricos más detalla dos, ver Greenberg (1974). Mi propia concepción de la relación en tre universales y tipología se ha visto influida y clarificada por Keenan (1978). El universal de que el sujeto precede generalmente al objeto en el orden básico de palabras, es el número 1 en Greenberg (19666, 110). En relación con las lenguas con objeto final, puede encontrar se material introductorio en Derbyshire y Pullum (1981). La información sobre los nombres de color en hanunoo procede de Conklin (1955). La publicación inicial sobre los universales de focos de color es de Berlín y Kay (1969). Este trabajo ha sido obje to de crítica y perfeccionamiento, pero parece que sus resultados se mantienen, al menos como tendencias universales. La explicación en términos de percepción se debe a Kay y McDaniel (1978), que incluye también referencias más recientes sobre terminología de los colores y sobre teorías lingüísticas y de percepción que utilizan prototipos. Los universales sobre reglas de tono, aunque volcados a la zona de África occidental, se discuten en Hyman y Schuh (1974). Dixon
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(1977, 110-12) trata del alcance y la importancia de la animicidad en yidiny. El trabajo más importante sobre tipología morfológica, basado en uno anterior de los hermanos Schlegel, es el de Humboldt (1836); fue Humboldt quien estableció la tipología cuatripartita al incluir las lenguas polisintéticas. El ejemplo chukchi es de Skorik (1961, 102) y el ejemplo del esquimal yupik siberiano, de Jacobson (1977, 2-3). La propuesta sobre tipología morfológica que hemos adoptado aquí debe mucho a Sapir (1921), Capítulo 6; sobre todo sobre los parámetros de síntesis y técnica (este último se aproxima al índice de fusión), que introduce Sapir. La cuantificación de los índices de síntesis y fusión fue introducida por Greenberg (1960). Las dis tintas posibilidades de medir los índices de síntesis y fusión se dis cuten en Altmann y Lehfeldt (1973, 108-12); a pesar del título («ti pología general de las lenguas»), este libro trata casi exclusivamente de tipología cuantitativa. Un trabajo más detallado sobre aglutina ción / fusión en finés y estonio aparece en Comrie (de próxima aparición, b). Hay varios trabajos que ofrecen una visión general de la estruc tura tipológica de una o más lenguas —aunque tal vez pueda argüirse que esto se puede obtener de una buena gramática—. Meillet y Cohén (1952) dan una panorámica de la mayor parte de las fami lias de lenguas de que se ha tratado (se prepara una tercera edición, ampliada). Los esquemas de algunas lenguas (islandés oriental, ja ponés y chino mandarín) se incluyen en Lehmann (19786). De for ma más resumida, Shopen (1979a, b) presenta esquemas introduc torios de muchas más lenguas. Véanse también las referencias al trabajo de Sandra A. Thompson y John A. Hawkins en las notas y referencias del Capítulo 3. Detalladas perspectivas tipológicas de ciertos temas sintácticos se incluyen en Shopen (de próxima aparición): estos volúmenes pue den servir muy bien como un conjunto de amplias lecturas junto con el presente trabajo.