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Centre de Pastoral Litúrgica
Cómo escoger y dirigir los cantos
librería Católica Sicomow
Para servir a los que sirven sirven al Evangelio Evangelio
Cra. 7a. 7a. No, 44 -1 7 Tels.: Tels.: 2 85 00 47 ■ 2 45 76 70 Fax: 2 88 45 98 Bogotá D.C. E - m a i l : s i c o m o r o @ c a b l e .n . n e t .c .c o
Centro de Pastoral Litúrgica de Barcelona Colección “Celebrar” -
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Preparado por Josep Lligadas
Todos los números de esta colección se publican en castellano y en catalán.
Primera edición: octubre 1987 Segunda edición: enero 1990 Tercera edición: marzo 1995 Cuarta edic edic ión : o ctu bre 20 2001
Edita: I.S.B.N. D-.L.: D-.L.: Imp.:
CENT CE NTRE RE DE PASTORAL PASTO RAL LITÚRGIC LITÚRGICA A Rivadeneyra 6, 7. 08002 Barcelona 84-7467-766-1 B - 44 44.4 .455 6 - 2001 JNP
SUMARIO
P rese re senn taci ta cióó n ............ .................. ............ ............ ............ ............ ............ ............ ............. ............. ......... ...
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61 ideas, ideas , sugerencias sugere ncias y observ obs ervacio aciones nes 6 1 ..... ............ ...... .......... ...
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R epaso epa so de la celebración celebra ción de la Euca Eu carist ristía.... ía........... ...... .......... .....
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El "hit-parade" de los cantos ........................................
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Bautismo, confirmación, matrimonio, exequias ......
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Materiales Mate riales útiles para para el buen animador de cantos canto s ..
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PRESENTACIÓN Este folleto tiene como objeto ayudar a los responsables del canto en la celebración (y a los responsables de la liturgia en general) a revisar y mejorar su tarea. No se encontrará en estas páginas mucha teoría, sino más bien indicaciones sencillas para potenciar adecuadamente este importante aspecto de la celebración litúrgica. En primer lugar, ofrecemos un conjunto de breves sugerencias, ideas y exhortaciones de todo tipo, para leerlas y pensar en ellas, según la realidad de cada uno y de cada lugar. A continuación, presentamos los distintos momentos en que se puede cantar en la celebración de ia Eucaristía, sugiriendo criterios para la selección de los cantos corres pondientes. Luego se ofrecen también sugerencias para tas demás celebraciones: bautismo, confirmación, matrimonio, exe quias. Y finalmente, una lista de publicaciones y m ateriales útiles para e i anim ador de cantos.
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Siglas:
MD
Cantoral de “Misa Dom inical” (ed. Centro de Pastoral Litúrgica). En los cantos que se citan de este cantoral, la primera cifra corresponde a la edición en castellano, y la cifra entre parén tesis a la edición bilingüe castellano-catalán.
CLN
Cantoral Litúrgico Nacional (ed. Coeditores Litúrgicos).
61 IDEAS, SUGERENCIAS Y OBSERVACIONES 61 Es importante 1- Es importante cantar. Es una de las cosas que sin duda debemos promover en nuestras celebraciones. Para la creación de clima colectivo, para la elevación del ambiente de oración y de alabanza, para que los sentimientos de la celebración entren en el corazón y no sólo en el cerebro. 2 - Es importante cantar bien. La educación musical en nuestro país deja bastante que desear. Y a veces parece que no nos preocupe en absoluto. Y que nos dé lo mismo, por ejemplo, si los cantos rítmicos se cantan arrastrándolos. En cambio, sin duda que con ganas y dedicación podríamos aprender todos bastante, y disfrutar así más de la calidad del canto y de la satisfacción de cantar bien. 3 - Es importante saber dosificar el canto. La idea según la cual lo mejor es que todos lo canten todo y cuanto más mejor, porque así se participa más, no es una idea democrática, sino 7
demagógica. La participación a través del canto debe favorecer la creación de unos determinados sentimientos que necesitan que haya espacios de silencio, espacios de música, espacios en los que se escuche a un solista o una coral, espacios de diálogo solista-asam blea, espacios de canto colectivo todos a la vez... Las posibilidades de cada asamblea (desde las más pobres hasta las mejor dotadas) darán la pauta de esa dosificación. 4 - Es importante promover, en cuanto sea posible, la presencia en la celebración de los auxiliares del canto: los instrumentos (órgano, armonio, guitarras, flautas, percusión... todo puede ser bueno si se utiliza adecuadamente, teniendo en cuenta las posibilidades y teniendo en cuenta el tipo de asamblea); la pequeña coral (que prepara y sostiene el canto, le da mayor belleza, rompe la monotonía...); el solista (que tiene una función especial en determinados momentos de lacelebración, pero que tiene que hacerlo bien, porque si no es peor y es mejor ahorrárselo); y finalmente, y especialmente, el director y animador del canto. 5 - Es importante..., es importante casi todo. Nuestras asambleas son el único grupo que se reúne regularm ente para cantar sin pertenecer a ninguna entidad dedicada al canto. Lo cual tiene mucho valor (incluso valor cívico, más allá del valor directamente religioso y litúrgico). Por ello, con las pequeñas o grandes posibilidades que haya en cada lugar, habrá que intentar hacerlo tan bien como sea posible.
Recordemos que 6 - Recordemos que hay dos cantos que habría que can tar siempre. Siempre. Se trata de la antífona de respuesta del salmo responsorial (la del leccionario u otra que se conozca y tenga relación), para crear clima de oración en la Liturgia de la 8
Palabra, y el Santo, para crear clima de aclamación y alabanza en la Liturgia de la Eucaristía. 7 - Recordemos que el canto en la misa tiene que estar muy integrado en el momento concreto, el tiempo litúrgico concreto, el carácter 1itúrgico concreto que convenga dar a la celebración, y que por tanto no se debe pensar y escoger el canto simplemente porque “sea bonito”. 8 - Recordemos que el canto, en la misa, no se puede concebir como una especie de “ilustración m usical” de algo que va por otro lado, sino que debe formar parte de lo que la celebración misma es en su totalidad. 9 - Recordemos que, al plantearse en qué momentos cantar, hay que ver qué momentos necesitan más ser acompañados de canto, y no al revés, buscando donde colocar unos cantos que quiero colocar vengan a cuento o no. 10-Recordemos que, además de los cantos mencionados más arriba (salmo responsorial y Santo), hay otros que también tienen especial valor (canto de entrada, aleluya, aclamación de la consagración, amén de la plegaria eucarística, Cordero de Dios, comunión), y otros que por lo general es mejor evitarlos (ofertorio, por ejemplo). 11-Recordemos que hay algunos textos que vienen de muy antiguo en la liturgia de la Iglesia (como el Santo o el Gloria) o que vienen del m ismo Evangelio (como el Padrenuestro), y que por tanto es una pena que, al cantarlos en la celebración dominical, se les cambie la letra o se les sustituya por otros textos. 12- Recordemos que toda comunidad, a su nivel, siempre tiene posibilidades de am pliar y dignificar un poco más su repertorio de cantos. Aunque sea dedicando un día el rato de la hom ilía a ensayar... 9
13-Recordemos que a veces será bueno dejar de cantar en un determinado momento (la comunión es el caso más claro) y estar en silencio o poner música de fondo, que invite a la oración. 14-Recordemos que no se trata de andar con la obsesión de introducir constantemente cantos nuevos, sino de encontrar cantos buenos. Un canto bueno, puede durar siglos. Y un canto malo, aunque sea muy nuevo, mejor que no se cante nunca. 15- Recordem os que, en la ampliación del repertorio, si bien hay que evitar pasarse por pereza (es decir: que sí hay que ampliar), tampoco hay que pasarse por exceso, y marear al personal con cantos constantemente nuevos: la gente tiene el derecho de cantar con tranquilidad lo que ya sabe. 16-Recordemos que... sin duda lo recordamos ya. Todo lo que llevamos dicho, y un montón de cosas más.
El buen animador 17-El buen animador conoce bien su asamblea. Y por tanto, es capaz de saber en concreto la forma como aquella asamblea vivirá mejor cada elemento de la liturgia (caricaturizando: sabe que una asamblea joven lo vivirá mejor a ritmo de batería, mientras que una de gente mayor lo vivirá mejor a ritmo de órgano). 18- El buen animador, puesto que conoce bien su asamblea, sabe marcarse en función de ella el ritmo de posibilidades de mejora, de aprendizaje, de cam bio en vicios y metal idades poco acertadas. Sin imponerle cosas que no puede asumir ni ritmos de cambio que no puede seguir, pero también sin dejarse llevar por la pereza de ayudar a progresar. 10
19-E1 buen animador sabe liturgia. Lo que no significa, primordialmente, que sabe “lo que está mandado” . Sino que significa, sobre todo, que conoce -y se esfuerza por conocer mejor- el sentido, los valores, los porqués de los distintos elementos que configuran la liturgia de la Iglesia. A sí puede ayudar a la asamblea a vivir las celebraciones según sus posibilidades y a aprovecharse equilibradamente de la amplia riqueza de sentimientos de la fe. 2 0 - El buen animador es miembro de la asamblea que anima. Y como tal, ora con la asamblea, escucha las lecturas y la homilía con la asamblea, está atento a la plegaria eucarística con la asamblea... y por tanto, no se dedica a buscar papeles durante la primera lectura preparando el salmo, ni da ostentosas instrucciones a los músicos para el santo durante el prefacio, ni ocupa el tiempo de la plegaria eucarística buscando cual va a ser el canto de comunión. 2 1 - El buen animador “valora” su asamblea, y por ello procura ay ud arla-servirla-y estimularla. Pero lo hace con discreción, con mucho respeto. Y evita siempre todo lo que pueda parecer reñirla (aunque la asamblea cante poco o mal). 2 2- El buen animador sabe, también, música. No hace falta, claro está, que haya pasado ocho años en el Conservatorio, pero sí que por lo menos intenta mejorar su formación, su manera de cantar, su manera de ayudar a cantar. El buen animador se apunta de vez en cuando a algún cursillo, o pide a alguien que sepa más que él que le ayude a mejorarse. El buen animador pregunta a algún amigo asistente de la misa que él anima que le diga lo que no funciona como debería. El buen animador sabe, en definitiva, que para hacerlo bien necesita ayudas. 2 3- El buen animador no tiene miedo de que se le vea cuando tiene que dirigir. Y, por tanto, dado que su servicio a la comunidad es la animación del canto, se pone en el lugardesde donde este 11
servicio pueda realizarse más adecuadamente. Y sabe que dirigir el canto escondido detrás de una colum na no es signo de humildad y de ganas de ser com o todo el mundo, sino que es más bien -q u iz á - indicio de poca decisión y poco esfuerzo para realizar bien la propia tarea eclesial. 2 4 - El buen animador no tiene miedo de que se le vea, pero tampoco tiene excesivo deseo de ser visto. O sea, que cuando tiene que actuar, actúa. Y, cuando no, se queda en un lugar discreto que, la mayoría de las veces, será en el mismo presbiterio (con lo que se ahorrará pasarse el rato subiendo y bajando escaleras). El buen animador, en los momentos en que no actúa, evita distraer a la asamblea yendo de un lado para otro o haciendo gestos vete a a saber a quién. 2 5 - El buen animador está muy atento a todo. Sencillamente, discretamente, pero con toda la atención. Sabe que quizá no podrá seguir la celebración con toda la intensidad espiritual que desearía, porque parte de esa intensida d debe dedicarla a hacer que la asamblea funcione, pero sabe también que esta es precisamente su forma propiad e participaren la comunidad celebrante.
En los cantos hay que mirar 2 6 - En los cantos hay que mirar el contenido. Las palabras que decimos cantando penetran más adentro, calan más hondo, que las palabras simplemente pronunciadas. Y por tanto, tiene mucha importancia prestar atención, en el momento de escoger un canto, al contenido de su letra. No es necesario que sean siempre cantos de alta teología, pero sí lo es que lo que digan tenga fuerza cristiana, sentido cristiano. Fuerza y sentido que a veces se expresarán de forma sencilla y elemental, 12
y otras de forma más elaborada. Ese contenido, además, debe adecuarse lo más posible al tiempo litúrgico y al momento de la celebración. Las letras de los cantos tienen un gran peso en la formación del estilo cristiano de cada persona y cada asamblea. 27 - En los cantos hay que mirar la calidad literaria. Que no sólo lo que se diga esté bien, sino que además esté bien dicho. Con corrección, con el suficiente espíritu poético, inteligiblemente, y de modo que pueda penetrar verdaderam ente en el espíritu de los que lo cantarán. Com o una “ofrenda agradable” a Dios. 28 - En los cantos hay que mirar la música. Que tenga calidad, que resulte agradable cantarla (lo cual se puede dar tanto en músicas más lentas como más rápidas, más antiguas como más modernas). Y que la asamblea sea capaz de cantarla bien (aunque la música sea magnífica, si no se corresponde con las capacidades de la asamblea, es m ejor no cantarla). 2 9 - En los cantos hay que mirar el clima que crean y el tipo de asamblea que los tiene que cantar. Hay que mirar el todo inseparable que forman letra y música, y darse cuenta de que en determinados momentos habrá que buscar un canto de estilo más recogido e incluso íntimo (evitando, sin embargo, promocionar el individualismo religioso o el romanticismo cursi), mientras en otros el canto deberá ser vibrante, fuerte, creador de conciencia colectiva. El canto puede llegar a convertirse, en algunos momentos, en casi sólo música, en letra muy elemental y repetitiva (como en los cantos de Taizé, por ejemplo), capaz de crear un determinado clima de oración. Con todo ello, con el conjunto de todas las posibilidades, hay que saber escoger a cada momento lo que más pueda ayudar a aquella asamblea concreta a vivir y expresar su fe al ritmo de la liturgia de la Iglesia.
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Para hacerlo bien, el presidente 30- Para hacerlo bien, el presidente de la celebración tiene que cantar junto con la asamblea. Pero debe hacerlo al mismo ritmo que la asamblea, y además debe hacerlo con el micrófono apagado. 31- Para hacerlo bien, el presidente de la celebración no tendrá miedo de cantar el prefacio en los días más solemnes. Ni tendrá miedo de cantar cuando sea necesario el diálogo del prefacio y el Por Cristo. Y lo ensayará para que salga lo mejor posible. (Y no lo cantará-, claro está, si resulta imposible que salga bien). 3 2 - Para hacerlo bien, el presidente de la celebración, cuando ve que pasa ya de la hora de empezar la misa y el anim ador sigue ensayando, lo que hace no es salir al altar sorpresivamente, sino que manda un aviso al animador para que termine el ensayo y empiece el canto de entrada. El celebrante no sale al altar hasta que la asam blea no esté de pie y cantando. 3 3 - Para hacerlo bien, el presidente de la celebración, cuando durante la presentación de las ofrendas hay música o canto, dice el “Bendito seas, Señor, Dios del universo” en secreto, de modo que no se oigan en absoluto las palabras. Y no empieza el “Orad, hermanos” hasta que la música o el canto hayan terminado. 3 4 - Para hacerlo bien, el presidente evita durante la celebración hacer señales o dar avisos al animador de los cantos (y si es indispensable, procura hacerlo con la máxima discreción). Después de la celebración o, mejor aún, antes de preparar la siguiente, podrá hacerle las advertencias oportunas para mejorar su labor.
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Para lograr una buena celebración 35- Para lograr una buena celebración, el animador, y todos los demás actores que participan en el canto (solistas, coral, músicos...) no es necesario que se pongan frac. Pero sí será conveniente que vayan vestidos de modo que no “choquen” a la asamblea. 3 6 - Para lograr una buena celebración, habrá que probar los micros antes de empezar, y comprobar la distancia, y graduar la intensidad de sonido conveniente. 37- Para lograr una buena celebración, la coral, el solista y los músicos no estarán allí como si estuvieran actuando en un concierto, sino como miembros de la asamblea, y participarán de la celebración como todo el mundo. Y sabrán, por ejemplo, que el momento de la consagración no es el más adecuado para pasarse las partituras de la aclamación del memorial. 38- Para lograr una buena celebración, el animador utilizará el micrófono con cuidado, sin avasallar a la asamblea, perm itiendo que la asamblea se oiga a sí misma cantar. Si para sostener el canto conviene que el animador se oiga por el micrófono, nunca será de tal forma que la voz de la asamblea quede tapada. Si la asamblea conoce bien el canto, el animador se alejará del micrófono para evitar que su voz haga la competencia al canto de los asistentes. 39- Para lograr una buena celebración, el animador dirá el número y el título del canto (no el número solamente; y, a ser posible, una brevísima-brevísima motivación del porqué de aquel canto), y esperará que la gente lo haya buscado, antes de empezar a cantarlo. 4 0 - Para lograr una buena celebración, el animador no dirá el 15
número ni hará buscar el canto cuando se trata de un texto breve y conocido por todos (por ejem plo, la antífona del salmo responsorial), sino que se limitará a introducirlo cantándolo él o diciendo él el texto. 4 1 - Para lograr una buena celebración, el animador sabe que determinados cantos que el presidente ya introduce (Santo, aclamación de la consagración, Amén de la plegaria eucarística, padrenuestro), él no debe volver a introducirlos diciendo, por ejemplo: “Ahora cantaremos: Anunciamos tu muerte”, sino que se limita a comenzar el canto, sin decir ninguna palabra previa. 4 3 - Para lograr una buena celebración, el organista, o el guitarrista, o cualquier músico, saben que allí no va a dar un concierto, sino a poner sus capacidades musicales al servicio del ritmo que la celebración debe tener. 4 4 - Para lograr una buena celebración, el organista sabe que cuando tiene que acompañar a un solista o al celebrante cuando canta solo, la intensidad de sonido del acompaña miento deberá ser muy bajo, de m odo que se puedan oir bien las palabras del que canta. 4 5 - Para lograr una buena celebración, toda parroquia o iglesia se preocupará de tener un cantoral (o unas hojas renovables) para que la asamblea pueda seguir bien la letra de los cantos.
No a las celebraciones standard 4 6 - No a las celebraciones standard. Es decir: no a cantar todos los días del año en los mismos momentos, en la misma cantidad y calidad, e incluso quizá los mism os cantos. El canto es uno de los elementos más fundamentales para que la asamblea distinga vitalmente un día más normal de otro más solemne, un día laborable de otro festivo, un tiempo litúrgico de otro. 16
4 7 - No a las celebraciones standard. Cada iglesia, cada comu nidad tiene unas determinadas posibilidades de canto, posibi lidades que serán más ricas o más pobres. A partir de esas posibilidades, habrá que graduar el uso de los cantos y el tipo de cantos para destacar las diferencias entre los días y los tiempos. 4 8 - No a las celebraciones standard. También las distintas posibilidades que tiene una asamblea pueden utilizarse para crear distintos climas o para destacar aspectos distintos en días semejantes. Por ejemplo, algunos domingos la comunión puede ser simplemente en silencio o con música de fondo, favoreciendo el clima de oración y de interiorización personal de la recepción del Cuerpo de Cristo. Por ejemplo, allí donde el salmo responsorial habitualm ente se lee con el canto de una antífona de respuesta, algunos domingos podrán cantarse también las estrofas. Pero cuidado, también, con convertir cada dom ingo en una búsqu eda de noved ades que desconcierten a la asamblea... 4 9 - No a las celebraciones standard. Las varias misas de una iglesia pueden ser, más o menos, especializadas. ¿Por qué no tener una “misa mayor” todos los domingos, especialmente solemnizada, en la que se cante siempre el Gloria, los diálogos y aclamaciones de la plegaria eucarística, el diálogo inicial del evangelio, etc.? ¿Por qué no tener también una misa de estilo más joven, en la que se utilicen instrumentos y estilos de canto más rítmicos? Eso no significará, claro está, que determinada misa vaya a ser sólo para un grupo concreto y cerrado, sino que determinada misa tendrá un determinado carácter, de modo que los asistentes vayan ya a ella sabiendo lo que se van a encontrar. 50 - No a las celebraciones standard. Si en una parroquia hay algunos buenos aficionados a la música, ¿por qué no sugerirles
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queen la misa de Nochebuena o en la Vigiliapascual preparen algunos cantos a voces para alternar con la asamblea? Quizá podría nacer de este modo, incluso, una coral más permanente que sostuviera habitualmente las celebraciones... O bien, si estos aficionados a la música son jóvenes con mayor capacidad para el ritm o, ¿por qué no invitarles a ensayar el acompañamiento rítmico de la lectura de algunos de los salmos de la Vigilia pascual? Y así sucesivamente... 51 - No a las celebraciones standard. Determinados cantos deberían estar rigurosamente reservados a determinados tiempos litúrgicos, y no cantarlos nunca en otros tiempos. Esos cantos, que expresen de manera más completa los sentimientos propios del tiempo (cada comunidad deberá introducir algunos en su repertorio), deberán cantarse con especial frecuencia en el tiempo correspondiente, para resaltar su color propio de manera que resulte relevante para los fieles. 5 2 - No a las celebraciones standard. Los días laborables hay que cantar menos que los domingos. Y dentro de los mismos días laborables, habría que resaltar, por la cantidad y estilo de los cantos, determinadas celebraciones y tiempos: las solemnidades y fiestas, el tiempo de Pascua... 53- No a las celebraciones standard. Y uno de los standard más lamentablemente arraigados es el de la “plegaria eucarística seca”, en la que sólo se canta -si se canta- el Santo. ¿No merecería la pena destacar todos los domingos este momento central de la celebración cantando el diálogo inicial del prefacio, el Santo, la aclamación de la consagración, y el Por Cristo con el Amén final? ¿No merecería la pena, en los días más solemnes, cantar todo el prefacio? 54- No a las celebraciones standard. O tro standard típico es el de cantarlo todos todo. Ya lo hemos dicho más arriba. Habría 18
que intentar que hubiera algún solista, pequeña coral, acompañamiento musical... 5 5 - No a las celebraciones standard. También puede utilizarse la música grabada. Para preparar el ambiente antes de com enzar la celebración, para poner música de fondo en algún m omento como el de las ofrendas, para acompañar -muy suavemente: cuidado con el volum en- la lectura de un determinado texto reflexivo, para acompañar un canto de la asamblea (aunque eso no acostumbra a funcionar bien). Dos cualidades debe tener la música grabada: que la grabación suene bien, sin parásitos; y que no suene falsa (música de gran orquesta en una iglesia pequeña...). Y habrá que haber comprobado previamente su funcionamiento. 5 6 - No a las celebraciones standard. Los cantos no tienen por qué cantarse necesariamente íntegros. Habrá que ver cuando un canto se tiene que hacer más breve o más largo, según el momento en que se cante y según el carácter de la celebración. Y también habrá que evitar cantar siempre las primeras estrofas: es mejor seleccionar las más adecuadas a las circunstancias. 5 7 - No a las celebraciones standard. A veces, pueden alternarse las estrofas de un cantocon mom entos de música instrumental. 58 - No a las celebraciones standard. A veces se podría cantar algo en gregoriano. 5 9 - No a las celebraciones standard. El canto tiene muchas posibilidades, y se trata de saber aprovecharlas.
Qué hacer 6 0 - ¿Qué hacer, si el único que sabe -o se atreve a - hacer cantar es el celebrante? Pues eso... hacer cantar. Sencillamente, sin 19
muchas pretensiones, pero ayudando así a la mejor participación de la asamblea. Habrá que hacer, eso sí, alguna modificación en el sistema habitual de cantos: el canto de entrada podrá hacerse quizá, mejor, después del saludo inicial y antes del acto penitencial; para entonar la antífonadel salmo responsorial, el celebrante podrá hacerlo sentado en la sede, bajando el micrófono a su altura; la comunión podrá hacerse en silencio y cantar después algún canto con toda la asamblea sentada, o bien se podrá entonar algún canto muy conocido que la gente pueda cantar por sí sola, o bien se podrá estar en silencio tanto durante la comunión como después. Pero, al mismo tiempo, habrá que empezar a animar a alguno de los asistentes para que pierda el miedo y se anime a ejercer el servicio de la animación del canto. 6 1 - ¿Qué hacer, si la asamblea es más bien apagada y poco cantora? Pues, en principio, no pretender de ella lo que no pueda dar. Respetarle el estilo calmado y silencioso y, dentro de ese estilo, colocar algunos cantos posibles, sencillos, breves, que coloreen la reunión cristiana. Por ejemplo, alguna aclamación, alguna respuesta.
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REPASO DE LA CELEBRACIÓN DE LA EUCARISTÍA El ensayo de cantos Antes de la celebración de la Eucaristía, generalmente será útil realizar un breve ensayo de cantos. Este ensayo no consistirá en un repaso de todos los cantos de la celebración (los que ya se saben, no hace falta ensayarlos), sino sólo de aquellos que quizá sean menos conocidos o que lleven más tiempo sin cantarse, o de alguno nuevo si hay que introducirlo en aquella celebración. El ensayo debe tener un tono amable, puesto que se trata de la primera “bienvenida” que la asamblea recibe. Y puede incluir algunas breves frases que sitúen la celebración o indiquen alguna peculiaridad de la misma. Asimismo, el ensayo debe ser ágil, evitando la pesadez de repetir una y otra vez un canto “hasta que se sepa bien” (mejor que se sepa menos bien pero que la gente tenga ganas de cantarlo, que no que lo aborrezca para siempre). 21
A veces, el ensayo podrá ser más largo: cuando se trata de una celebración más solemne en la que la gente viene más pronto, y es posible ocupar el rato de espera con el ensayo; o cuando, en un día concreto, se decide dedicar un tiempo más largo al aprendizaje de cantos. Pero, también en esos casos, habrá que procurar por el carácter amable y ágil del ensayo. Cuando termina el ensayo, hay que hacer una pausa de silencio, para crear la expectación ante el comienzo de la celebración. Después de la pausa, la asamblea se pone en pie, se empieza el canto de entrada, y salen los ministros.
El canto de entrada Los dos cantos que nunca habría que dejar de cantar en la celebración, como observábamos en la primera parte de este folleto, son la antífona del salmo responsorial y el Santo. Pues bien: después de estos dos cantos, podría decirse que el canto de entrada es el “tercer canto”. El canto de entrada es el primer acto que aglutina la asam blea y le hace vivir el talante de la celebración del día. Por ello, el canto de entrada debe tener, básicamente, dos características: - Que sea un canto consistente. Lo cual significa, en primer lugar, que la asamblea debe saberlo bien y debe poder cantarlo sin problemas. En segundo lugar, debe ser suficientemente largo como para dar sensación de estar haciendo algo juntos: el canto de entrada nunca será una simple antífona, y dependerá del volumen de la asamblea y de la solemnidad que se le quiera dar el número de estrofas que se canten (porque este canto no es necesario terminarlo cuando el celebrante llega a la sede: más bien será recomendable que el celebrante también pueda cantar al llegar a la sede). En tercer lugar, deberá tener más
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carácter de himno y de marcha que de meditación: éste es un canto que será bueno cantarlo todos a la vez, o bien cantarlo alternando la asamblea una respuesta suficientem ente larga (no una brevísima antífona) con estrofas cantadas por un coro o, también, por un solista. - Que sea un canto que dé el tono litúrgico del día. Por el hecho de ser éste el primer acto que la asamblea realiza, la impresión que cree el canto de entrada dará ya el tono de toda la celebración. Por ello, en los tiempos litúrgicos fuertes, el canto deberá ser muy claramente propio del tiempo: si una asamblea, por ejem plo, sólo sabe un canto propio de Adviento, éste canto deberá ser cantado como canto de entrada de los cuatro domingos de Adviento; incluso, aunque se sepan varios cantos de Adviento, quizá será bueno cantar todos los domingos el mismo canto como canto de entrada, para crear sensación de unidad en el tiempo litúrgico. En cambio, en el tiempo ordinario, el canto de entrada tendrá más bien un carácter general, y se centrará en ideas de asamblea, reunión en torno a Cristo, camino común, convocatoria eclesial (aunque a veces también será posible que el canto de entrada haga referencia al tema central del evangelio del día). A veces, en determinados días, se podrá también hacer la entrada en silencio, como una forma de dar un tono austero a la celebra ción, como la liturgia prevé ya para el Viernes Santo. Si se hace así, habrá que decirlo a la asamblea, y la entrada de los ministros tendrá que hacerse de modo que no resulte irrelevante, sino como un acto colectivo silencioso. Finalmente, en los días más solemnes, cuando se haga una procesión de entrada más larga y se inciense el altar, el canto de entrada deberá ocupar todo el tiempo que va desde la salida de los ministros del lugar en el que se hayan revestido hasta la llegada del celebrante a la sede después de la incensación del altar (el canto
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de entrada no debe terminar nunca antes de finalizar la incensa ción). En estas ocasiones en que el canto de entrada debe ser especialmente largo, podrá ser conveniente introducir o alternar el canto con música de órgano u otros instrumentos.
El acto penitencial Cuando se usa la tercera fórmula del acto penitencial (consistente en unas invocaciones acompañadas de la antigua aclamación a Jesucristo salvador, el “Señor, ten piedad”), será normal que esa aclamación se cante. También alguna vez se podrá cantar en griego: “ Kyrie, eleison” : Y también será recomendable cantar el “Señor, ten piedad” cuando se empleen la primera o segunda fórmulas del acto penitencial y las aclamaciones se hagan des pués. Algunas veces, cuando se quiera resaltar este m omento (durante la Cuaresma, por ejemplo), se podrá cantar algún canto de carácter penitencial, o de invocación a la cruz.
El Gloria Es un himno y, como tal, en principio debería cantarse. Lo que ocurre es que en la mayoría de las celebraciones no se canta, y queda así muy desdibujado. En el Cantoralde "Misa Dom inical" (edición con música) en la letra B, y en el Cantoral Litúrgico Nacio nal en la letra C, se ofrecen varias melodías y distintas posibilidades de canto. El himno lo puede entonar el presidente, el director de cantos, un grupo de cantores, o toda la asamblea. Asimismo, lo puede cantar toda la asamblea, o bien alternar la asam blea con un grupo de cantores. Si no se puede cantar, habría que encontrar las formas para que no se convirtiera en un simple recitado irrelevante. Por ejemplo, alternando el recitado (que 24
puede hacer un buen declamador o la asam blea) con el canto de una antífona (por ejemplo, “Gloria, gloria, aleluya”). También podría recitarse (todos juntos o alternándose la asamblea, pero siempre sin atropellarse) con música de fondo. En algún caso, finalmente, sería adecuado cantar el Gloria como canto de entra da. Sobre todo en tiempo de Navidad debe procurarse que este himno adquiera el suficiente relieve.
Las lecturas La proclamación de las lecturas puede ser resaltada, en las celebraciones solemnes, mediante el canto de la aclamación “Palabra de Dios” . Es una forma de destacar que lo que leemos no es en primer lugar una instrucción intelectual o moral sino, por encima de todo, una celebración de la Palabra de salvación que se nos da. La asamblea responde a esta aclamación cantando “Te alabamos, Señor”. La proclamación del evangelio se resaltará también cantando -adem ás de la aclamación propia “Palabra del Señor”- el diálogo inicial: “El Señor esté con vosotros... Lectura del santo Evangelio según...” . Tam bién, en algunas ocasiones, la respuesta final de la asamblea podrá sustituirse por una repetición del aleluya que se ha cantado antes de la lectura.
El salmo responsorial Es el canto que centra la Liturgia de la Palabra: un canto destinado, no a acompañar alguna determinada acción, sino simplemente a ser cantado. Durante el salmo responsorial, ni la asamblea ni los ministros hacen otras cosas: todos, en aquel momento, oran con las palabras que la misma E scritura nos ha dejado para expresar la 25
diversidad de los sentimientos de la fe. Ello implica dos consecuencias. La primera, que no debe sustituir se el salmo por ningún otro tipo de canto moderno. Y la segunda, que el salmo tiene que ser realmente cantado: poco o mucho, pero cantado. ¿Cómo cantar el salmo responsorial? La mejor forma es, desde luego, que la asamblea cante la antífona prevista en el leccionario, y que este canto de la asam blea se alterne con un solista que canta las estrofas. En el Libro del sa lm ista se encuentran musicados todos los salmos y las antífonas de los domingos y fiestas. También, en muchos casos, se pueden encontrar otras músicas más sencillas (aunque entonces quizá no coincidirá el texto de la antífona, si bien ello no es especialmente grave). Y también, si parece conveniente, podría sustituirse el salmo del día por otro más sencillo -d e más fácil comprensión o de más fácil ca nto-, que tenga relación con los sentimientos del tiempo litúrgico corres pondiente (como proponen las últimas ediciones de los leccionarios dominicales, que en apéndice incluyen unos “Textos comunes para el canto del salmo responsorial”). Para poder cantar el salmo de esta forma, hay que dedicarle algunos esfuerzos, pero son esfuerzos que, por lo menos en las celebraciones solemnes, si se puede, merece la pena hacer: merece la pena crear clima de contemplación y meditación de la Palabra de Dios. También hay que tener, claro está, un solista capaz de hacerlo bien: si no existe este solista, y no hay posibilidades de prepararlo, es mejor utilizar entonces otras fórm ulas, porque un solista que cante mal no contribuye a crear este clima del que hablamos. Cuando el salmo no se puede cantar según esta form a más propia, hay que recurrir entonces a otras formas de hacerlo. La más recomendable será la que se ha adoptado ya en muchos lugares:
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que la asamblea cante la antífona prevista en el leccionario u otra de sentido semejante, y que esta antífona se alterne con la recitación de las estrofas del salmo por un lector. La antífona es desde luego conveniente que se aproxime lo más posible el sentido de la que se propone en el leccionario: es lo que da el sentido del salmo, como su clave de interpretación, el sentimiento de fe que se quiere resaltaren aquel momento. En las últimas páginas del Cantoral de “Misa Do m inical” (edición con música) se encuentra una lista de antífonas apropiadas para cada uno de los domingos de los tres ciclos. Sin embargo, si el repertorio de la asamblea es muy limitado, siempre será posible disponer de cuatro o cinco antífonas genéricas, que expresen sentimientos diversos (confianza, alabanza, arrepentimiento, fi delidad a la Palabra...)y utilizar una u otra según las circunstancias (ver la serie de antífonas del Cantoral de “Misa D om inica l” 100160 (700-760), y del Cantoral Litúrgico Nacional letra D. Para destacar el carácter propio del salmo, será conveniente que el que lo lea no sea el mismo que ha leído la primera lectura. Y asimismo será conveniente, si hay músicos, acom pañar la lectura con una suave música de fondo (evitando cuidadosamente que esta música tape la palabra). Lo que nunca debería hacerse es que la asamblea tenga que repetir después de cada estrofa la antífona sin canto, de memoria. Esta práctica, lamentablemente, está muy extendida, y destroza total mente el valor del salmo responsorial (aunque parezca que así se sigue al pie de la letra el leccionario). Porque, si el objeto del salmo responsorial es crear un clima de contemplación y de respuesta a la Palabra de Dios, ¿cómo será posible que se logre ese objetivo si toda la asamblea tiene que estar con la mente ocupada en no olvidar la antífona que debe repetir? Por tanto, habrá que desterrar definitivamente de nuestras celebraciones esta práctica. ¿Qué hacer, sin embargo, si realmente es imposible cantar ningu
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na antífona? En primer lugar, ver si esta imposibilidad es realm en te verdadera; si en aquella misa se canta algún canto, ello significa que será posible cantar también alguna antífona. Pero si la imposibilidad es real, entonces se podría, simplemente, proclamar el salmo y que la asamblea lo escuche sin responder nada. O también otra posibilidad: el lector lee la antífona, y el pueblo la repite a continuación; luego, el. lector lee el salmo entero, sin ninguna intervención de la asamblea; finalm ente, el lector vuelve a leer la antífona y la asamblea vuelve a repetirla.
La aclamación del evangelio La aclamación del evangelio es la acogida que la asamblea da al evangelio que se leerá a continuaicón. Por ello se canta con la asamblea puesta en pie, y durante su canto se realiza toda la preparación necesaria para la lectura: se prepara el incienso si va a utilizarse, y se va al lugar desde el que se leerá, de modo que al terminar la aclamación com ience inmediatamente la lectura. La aclamación consiste en el canto del aleluya por parte de toda la asamblea, el canto o la proclamación del versículo asignado, y el canto, otra vez, del aleluya. Si el aleluya tiene un desarrollo musical suficientem ente am plio, o si el aleluya que se canta tiene algún versículo o estrofa propios, entonces es mejor no decir el versículo asignado en el leccionario. El versícu lo del leccionario, por otra parte, no debe leerlo el que ha leído la segunda lectura, puesto que no tiene nada que ver: lo mejor será que lo lea el mismo director de cantos. En tiempo de Cuaresma, esta aclamación no será el aleluya, sino una aclamación a Jesucristo o, en las últimas semanas, una aclamación a la cruz, como el “Victoria, tú reinarás”. O, si es posible, se cantará la aclamación propia que figura en el leccionario. El canto de esta aclamación (sea el aleluya durante todo el año, sea
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otra durante la Cuaresma) es importante para destacar la impor tancia del evangelio y para marcar la separación psicológica con la seguna lectura. En los días laborables, sin embargo, cuando sólo hay una lectura antes del evangelio, es preferible no cantar la aclamación: basta con el salmo responsorial; si parece oportuno, podría cantarse también la aclamación, a continuación del salmo, en el tiempo de Pascua.
La profesión de fe La profesión de fe no es un himno para ser cantado, sino más bien una afirmación para ser proclamada colectivamente. Por ello, normalmente será recitada conjuntamente por toda la asamblea. Alguna vez, sin embargo, podrá destacarse esta profesión de fe con el canto, o bien recitándolo intercalando alguna antífona o aclamación.
La oración de los fíeles La oración universal o de los fieles es el momento en el que la asamblea reunida mira hacia la humanidad entera y ejerce de mediadora ante Dios, presentándole las necesidades de la Iglesia y de todos los hombres. No resultará difícil lograr que la respuesta de la asamblea a las intenciones de oración sea cantada. Así se destaca el papel de la asamblea como “presentadora” ante Dios de las intenciones expresadas, y pone de relieve también que lo más importante en esta plegaria no son tanto las intenciones concretas como la respuesta de oración de la asamblea. Hay varias respuestas ya musicadas, y puede utilizarse también el “Kyrie, eleison” o el “Señor, ten piedad”. Véase el Cantoral Litúrgico Naciona l, letra G, y el Cantoral de “Misa D om inca l” (edición con música), págs. 28-29. 29
La respuesta puede introducirla el que lee las intenciones o el propio director de cantos, cantando él primero la respuesta y que la asamblea la repita, a cada intención.
La presentación de las ofrendas El momento de la presentación de las ofrendas es ante todo un momento de relajación.' Después de la atención prestada a la Palabra, la asamblea, sentada, mira cóm o se prepara la mesa para la liturgia eucarística. Será éste, por tanto, el momento del silencio, o de la música de fondo. O podrá ser también el momento en el que la coral interprete una breve pieza. Si el tiempo de la presentación de las ofrendas se alarga (si hay procesión de ofrendas, o incensación del altar, etc.), entonces habrá que prever una interpretación musical más larga o una intervención más larga de la coral. Y, en algunos casos, se podrá pensar tam bién en algún canto de la asamblea, aunque esa posibi lidad resulta menos recom endable y no debería prodigarse, puesto que obliga a la asamblea a estar de nuevo activa e impide la relajación de la que hemos hablado.
La plegaria eucarística Es el momento central de la celebración, y ello debe notarse también en el canto. Y es una pena que el canto aparezca muy poco en este momento: se acostumbra a cantar el Santo, y nada más. Habría que hacer un esfuerzo para que, por lo menos en las misas en las que se canta bastante, el momento de la plegaria eucarística no quede oscurecido y en inferioridad de condiciones, cuando en realidad debería ser todo lo contrario. Aunque quizá también sea conveniente señalar que sería interesante que nuestros músicos
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hicieran un esfuerzo de imaginación creativa para facilitar melo días más vivas para aquellos mom entos de la plegaria eucarística en los que debería cantarse. Los momentos más adecuados para el canto son: - E l prefa cio . Es el arranque de la plegaria eucarística, la proclamación de la acción de gracias. Y ese arranque y proclamación quedarán mucho más resaltados si se canta por lo menos el diálogo inicial. Y mucho mejor, claro está, si se canta el prefacio entero. - E l Sa nto. Es el canto que debe cantarse siempre, dentro de la Liturgia de la Eucaristía: la asamblea aclama a Dios con absoluta gratuidad, por su santidad, recogiendo la liturgia celestial que celebran los ángeles en el capítulo sexto de Isaías, y uniéndola con la aclamación a Jesucristo al empezar su misterio pascual, en la entrada en Jerusalén. L a música de este canto debería ser lo más vibrante posible en cada asamblea concreta. - La acla mació n del mem orial. Después de la consagración, la asamblea aclama lo que allí se ha hecho presente: Jesucristo muerto y resucitado. Hay tres fórmulas distintas, y existen distintas músicas para cantarlas: en el Misal, última edición, pág. 590-596; edición anterior, pág. 993-994; Cantoral de “Misa Dominical” (edición con música), letra F; Cantoral Litúrg ico Nacional, letra J. Si se saben cantar las tres, se podrían distribuir según tiempos litúrgicos (por ejem plo, en Cuaresma la tercera aparece especialmente adecuada). - E l “Por Cris to ”y el A m én. El presidente concluye la plegaria eucarística con la alabanza trinitaria del “Por Cristo”, y la asamblea ratifica su adhesión solem ne a toda la plegaria con el canto del Amén. Además de la música que está en el misal (pág. 31
596; en la edición anterior se encuentra al final de cada una de las plegarias eucarísticas) existen otras m úsicas que dan a este momento un carácter más relevante (ver Cantoral de “Misa Dominical ” (edición con música), letra G, y Cantoral Litúrgico Nacio nal, letra K). Puede cantarse también simplemente el Amén, aunque el celebrante no cante el “Por Cristo” (pero entonces ello debe hacerse siempre, no sólo algunos días, porque si no la asam blea no sabe si tiene que decir Amén o cantarlo; y tampocó se trata de que cuando el celebrante termine el “todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos”, alguien diga por el micrófono: “ahora cantarem os el Am én” ...). - Otras aclamaciones. Las plegarias eucarísticas para niños prevén otras aclamaciones además de las anteriores, que convendría que realmente fuesen cantadas. Y también, en algunas ocasiones, se podrá introdu cir en las demás plegarias eucarísticas alguna otra aclamación: por ejemplo, una breve invocación al Espíritu después de la epíclesis el día de Pentecostés.
El Padre nuestro Será conveniente, algunas veces, cantar el padrenuestro. Espe cialmente lo será en las celebraciones más solemnes, cuando toda la celebración está marcada por el canto. El padrenuestro puede ser introducido con el canto, por parte del celebrante, de la invitación “Fieles a la reco mendación ...”; o bien el celebrante puede decir (sin canto) la invitación, pero añadiendo entonces que el padrenuestro será cantado (para evitar que la asamblea comience directamente a recitarlo). El padrenuestro lo canta entero toda la asamblea. Alguna vez, de todos modos, se podrá utilizar la fórmula alternada de presidente y asamblea: el presidente canta cada una de las invocaciones, y la asam blea responde Amén cada vez. 32
Como una ampliación del padrenuestro, el presidente prosigue recitando el embolismo “Líbranos, Señor”, al cual responde la asamblea con la aclamación “Tuyo es el reino...”. Si se ha cantado el padrenuestro, será bueno cantar también esta aclamación (y, si se quiere, también el embolismo). Ver la música en el misal, pág. 597-600 (edición anterior, 504-505).
El Cordero de Dios (y el “Canto de paz”) Después del padrenuestro, tienen lugar dos gestos introductorios de la comunión: el gesto de paz y la fracción del pan. Dos gestos que giran en tomo a una idea común: la unión y reconciliación necesarios para la participación eucarística, la unión y reconcilia ción que realiza para nosotros Jesucristo. Estos dos gestos tienen previsto un canto, que se canta después del gesto de paz y durante la fracción: el Cordero de Dios. Se trata de un antiguo canto litánico, de un estilo distinto a nuestros cantos habituales, previsto para ser largo y meditativo. La mejor m anera de cantarlo es que un solista vaya repitiendo: “Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo” ; y que la asamblea responda: “ten piedad de nosotros” . Y ello, cuantas veces sea necesario, mientras dura la fracción (que, por tanto, se supone que hay bastante pan para partir, de modo que la fracción dura un tiempo). Y cuando la fracción termina, se dice la última respuesta: “danos la paz”. Habría que superar, por tanto, la costumbre de cantarlo íntegra mente toda la asamblea, y dejar su parte al solista (o al animador de cantos). Y superar la costum bre de hacerlo siempre tres veces, como antes de la reforma (aunque ésta, por razones prácticas, resulta una costumbre más difícil de superar; pero sería interesan te intentarlo, acompañando el intento con un esfuerzo para hacer la fracción más larga y significativa).
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Sin embargo, lo que ha ocurrido en muchos lugares ha sido la práctica desaparición de este canto, sustituido por los llamados “cantos de paz” . Estos cantos de paz, no previstos en el misal, han aparecido, probablem ente, por el deseo de resaltar los aspectos de unión de la asam blea que la celebración supone, aspectos que con el Cordero de Dios quedan quizá poco resaltados. Pero el proble ma es que, de este modo, se ha hecho casi desaparecer un canto muy tradicional y al mismo tiempo de características peculiares y distintas de la mayoría de cantos-. Y, al mismo tiempo, en la mayoría de los cantos de paz que se utilizan, acostumbra a haber muy poca referencia cristiana directa (las letras dicen que estamos o debemos estar unidos, pero dicen muy poco que Jesucristo es el que realiza esta unión). ¿Qué habría que hacer? Por una parte, habría que mantener el Cordero de Dios (y cantarlo en su forma original, solista-asam blea) en un determ inado porcentaje de días (por ejemplo, todo el Adviento y la Cuaresm a, y parte del tiempo ordinario). Y por otra, procurar que los cantos de paz que se canten tengan un contenido realmente adecuado.
La comunión La procesión de la comunión se acompañará normalmente de un canto. El canto podrá ser, o bien “de com unión” en general, o bien que haga referencia más directamente al tiempo litúrgico o a las lecturas del día. Normalmente, este canto no deberá tener un tono muy vibrante, sino más bien un tono de acompañamiento, más pacífico por ejem plo que el canto de entrada. Asimismo, deberá ser lo suficientemente conocido como para cantarlo casi de memoria, o bien que un solista, o el anim ador de los cantos, o una coral, canten las estrofas mientras la asamblea va repitiendo una respuesta. Si la asamblea debe estar demasiado pendiente de la 34
letra, o bien no canta, o bien toda la atención se la lleva el canto y no queda atención para la participación del Cuerpo de Cristo. En este mismo sentido, se podría alternar el canto con momentos de música, para facilitar la interiorización. Y alguna vez, también, se podrá hacer la comunión en total silencio o con música sola. (Sin embargo, este silencio no sería recomendable en las misas masiva en las que el no cantar daría pie a hab lar y form ar barullo). Si la comunión se ha hecho en silencio o con música de fondo, existe la posibilidad de hacer luego, cuando todos están sentados, un canto. Ello será útil sobre todo en aquellos lugares en los que la comunión se hace siempre en silencio porque el único que sabe dirigir cantos es el propio celebrante. Pero también se puede utilizar en otras partes, como una de las opciones posibles.
El canto final La Ordenación del Misal no prevé ningún canto final. Y en realidad, una vez se ha despedido a la asamblea, no parecería muy adecuado hacer que se quede un rato más para cantar. Más bien, lo normal será que en este momento el órgano o una coral acompañasen musicalmente, en tono festivo, la salida de la asamblea. En la mayoría de los lugares, sin embargo, se ha introducido esta costumbre del canto final. Es una forma de acabar colectiva y festivamente la celebración, y no puede decirse que realmente sea inadecuado. El canto, de todos modos, deberá ser breve, con ese carácter de aclamación final festiva. Sólo en algunos casos, cuando la celebración haya sido muy vibrante, resultará conve niente un canto largo y vivo, puesto que la asamblea deseará prolongar gozosamente con el canto su encuentro.
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No hay que esclavizarse, sin em bargo, al canto final. A veces lo bueno será, por ejemplo, marchar de la celebración acompañados de música de órgano o armonio. Si se canta canto final, y especialmente si es un canto breve, lo mejor será cantarlo después de la bendición, antes de las palabras de despedida, y participando también en el canto el celebrante y los ministros; luego, después del canto, se dice “Podéis ir en paz”, y los ministros se van en silencio o con música de órgano o armonio. Aunque también puede cantarse el canto mientras los ministros se van.
La despedida El último diálogo con la asamblea (“Podéis ir en paz” - “Demos gracias a Dios”), si la celebración ha sido solemne, será conve niente que se cante. Resulta especialmente recomendable cantar este diálogo los días de Pascua y Pentecostés, cuando se añade el doble aleluya (ver la música en el misal, pág. 300, 304 y 362; edición anterior, 300, 304 y 359).
Otras posibilidades de canto Además de los cantos señalados hasta aquí, el misal prevé otros momentos de la misa en los que cantar. El grado de solemnidad que se quiera dar a la celebración guiará la introducción de esas otras posibilidades. Las melodías se encuentran en el misal, pág. 581 -604, excepto la narración de la institución de cada una de las plegarias eucarísticas, que se encuen tra en la edición con música del Ordinario de la Misa (en la edición anterior del missal, todo se encuentra en su lugar propio del ordinario menos las plegarias eucarísticas, que están en las pág. 984-993). Estos momentos para el canto son los siguientes: 36
Saludo inicial. Oración colecta (sea sólo la introducción y la conclusión con el Amén, o sea la oración entera). Narración de la institución en la plegaria eucarística. “La paz del Señor esté siempre con vosotros” . Bendición final.
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EL “HIT-PARADE” DE LOS CANTOS He aqu í los cantos qu e se pueden can taren la celebración eucarística, con u nos asteriscos que indican su imp ortancia. Esta clasificación, claro está, no tiene valor dogm ático, pero sí puede ser una buena ayuda indicativa. Por ejemplo: los cantos de cinco asteriscos deberían cantarse siempre; los de cuatro, en toda celebración m ínimam ente relevante; los de tres, en casi toda celebración dominical; los de dos, en las celebraciones m ás solemnes, o para destacar algún aspecto; los de uno, en casos excepcionales, o para variar, o para destacar algún aspecto. ** * * ** * ** ** ***** ** **♦* * ** * *** * *** ** ***** ** * *** **** ** ** * ** * * **
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C anto de entrada Señor, ten piedad Gloria Palabra de Dios A ntífona del salmo responsorial E strofas del salmo responsorial A leluya / los domingo s A leluya / los días feriales D iálogo inicial del evn agelio y Palabra de D ios final Profesión de fe R espuesta a la oración u niversal Procesión de ofrendas Diálogo inicial del prefacio Prefacio Santo Aclam ación de la consagración Po r Cristo Amén final de la plegaria eucarística Padrenuestro Cordero d e Dios (canto de paz) Comunión Pod éis ir en paz Ca nto final
BAUTISMO, CONFIRMACION, MATRIMONIO, EXEQUIAS
El canto no sólo deberá estar presente en la celebración eucarística. En toda celebración cristiana, en toda celebración sacram en tal especialmente, el canto realiza una función. Y, en cuanto sea posible, habrá que intentar introducirlo. No como un rito (una rúbrica) que hay que cumplir sea como sea, sino como una forma de dar relevancia a aquella celebración: relevancia que sólo se obtendrá, naturalmente, si el canto queda digno. Si no puede quedar digno y mínimamente participado, entonces es mejor no cantar. Un canto digno puede lograrse, seguramente, más a menudo de lo que parece. En la reunión preparatoria del bautismo, si se ha creado un buen clima, los padres y padrinos estarán motivados para añadir el canto a su participación: incluso, en la misma reunión de preparación podrá haberse ensayado algún canto sencillo. Y lo mismo podría decirse, según los casos, en el matrimonio o en las exequias. Y con mayor razón, claro está, en 39
aquellas celebraciones m atrimoniales o exequiales que, por el tipo de gente que participa en ellas, hayan podido prepararse mejor: entonces sí será importante buscar atentamente los cantos que mejor puedan ayudar a vivir la celebración. Aquí ofrecemos algunas indicaciones para ayudar en esta tarea. El Bautismo Los momentos en los que puede ser adecuado cantar son los siguientes: Canto de entrada. Por
ejemplo: Nueva vida, MD 21(621)/CLN 426; Fuente bautismal, CLN 427; Iglesia santa, CLN 428; Juntos como hermanos, MD 35(635)/CLN 403; Pueblo de reyes, MD 12(612)/CLN 401; Todos unidos, formando un solo cuerpo, MD 19(619)/CLN 408; Somos un pueblo que camina, MD 68(668)/ CLN 719. Salmo responsorial. Si
se hace más de una lectura, habría que cantar, como en la misa, el salmo responsorial o por lo menos la antífona de respuesta. Para los salmos que propone el leccionario del bautismo de niños, no resultará difícil encontrar antífonas de respuesta adecuadas: ver MD 100-160 (700-760); CLN letra D. Procesión al baptisterio.
Si se hace procesión al baptisterio después de la liturgia de la Palabra, durante la misma se podrá cantar alguno de los cantos indicados como canto de entrada. D urante el bautism o. Si
no hay muchos, puede cantarse algún breve canto entre bautizo y bautizo y añadir algunas estrofas al terminarlos todos. Si hay muchos, se puede cantar durante los bautizos (aunque dejando que se oigan las palabras rituales durante los dos o tres primeros). Se puede cantar alguno de los cantos indicados como canto de entrada, o también cantos de invocación al Espíritu: Danos, Señor, un corazón nuevo, MD
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371(971)/CLN 253; Oh Señor, envía tu Espíritu, MD 372(972)/ CLN 252; El Señor os dará su Espíritu Santo, MD 375(975). Final. Como canto
final puede cantarse una aclamación breve. O, si parece oportuno, algún canto popular a la Virgen.
La Confirmación La celebración de la confirmación, especialmente cuando se realiza con adolescentes y jóvenes como es ahora habitual en la mayoría de lugares, es una de las ocasiones en las que más hay que esforzarse por asegurar el equilibrio entre los dos ejes que debe tener toda celebración: la integridad de su contenido sacramental y litúrgico, y la proximidad significativa a los que la celebran. Por ello hay que tener especial cuidado en la selección de cantos y en la forma de cantarlos, porque probablemente será este elem ento el que más dará el tono general, el sentimiento vital de la celebra ción. Habrá que escoger, por tanto, cantos que hablen del don de D ios , la fuerza del Espíritu del Señor, la vida renovadora de Jesús resucitado. Pero habrá que asegurar, al mismo tiempo, que todo esto lo digan con un lenguaje y una música cercanos y accesibles, vibrantes cuando sea necesario, más tranquilos también en otros momentos. Y habrá que intentar que los dirija y los acompañen un director y unos músicos capaces de dar dinamismo a la asamblea. Dos extremos son, en definitiva, los que hay que evitar: llenar la celebración de cantos supuestamente “juveniles” pero absoluta mente superficiales, o llenarla de cantos monacales llenos de contenido pero sin vibración en la asamblea. Nótense, finalmente, los cantos que el ritual prevé dentro del pro pio rito de la confirmación: al acabar la renovación de las promesas del bautismo, un canto que exprese la comunión en la 41
misma fe (canto que deberá ser un poco largo si en este momento se introduce la aspersión de los confirmandos y de la asamblea); durante la crismación, algún canto de invocación al Espíritu (es conveniente, sin embargo, que en las dos o tres primeras crismadones no se cante, para oir las palabras rituales del obispo); en la oración universal, convendría también que la asamblea cantase la respuesta.
El Matrimonio Las celebraciones del matrimonio acostumbran a empezar con la marcha nupcial. Esta costumbre, si bien no tiene en sí misma consistencia litúrgica, tampoco merece la pena que se le dediquen grandes esfuerzos para combatirla. Pero en cambio sí será bueno, allí donde sea posible que la asamblea cante, procurar que, después de la marcha nupcial, se cante un canto de entrada que cumpla su función propia: aglutinar a la asamblea y ponerla en situación de empezar la celebración litúrgica. Como canto de entrada deberá escogerse uno que, además de ser adecuado en cuanto a su música y contenido, la asamblea pueda cantarlo con facilidad. Si el matrimonio se celebra dentro de la misa, los cantos habrá que escogerlos como se escogen en general para la celebración euca rística, evitando utilizar criterios que desnaturalicen lo que la celebración es en sí misma. En este sentido, habría que evitar algo que a veces ocurre: llenar la celebración de pequeños conciertos de organistas, solistas o corales, sin preocuparse por la participa ción de la asamblea: estos pequeños conciertos, si se quiere, pueden ponerse en mom entos aptos com o la preparación de las ofrendas o el momento de después de la comunión (o incluso durante la misma com unión); pero luego habrá que preocuparse de que la asamblea pueda cantar en los momentos en los que
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corresponde hacerlo. Estos momentos serán, además del canto de entrada, la antífona del salmo responsorial, el Santo y, a ser posible, la comunión. Y, también, com o mom ento significativo dentro de la celebración del matrimonio, la aclamación que el Ritual prevé después del co nsentimiento matrimonial: esta acla mación puede ser un canto muy sencillo, como por ejemplo un aleluya. Si realmente no es posible lograr que la asam blea cante nada, y en cambio hay música (instrumental o vocal) disponible, se podrá utilizar también entre las lecturas, en lugar del salmo responsorial (lo ideal sería que, si se dispone de un solista o una coral, cantasen un salmo en este momento; si no, se puede tocar una pieza musical, o cantar un canto que no desentone del momento: por ejemplo, no pegaría nada cantar entre las lecturas el Ave M aría de Schubert...). Si el matrimonio se celebra/w era de la misa, los criterios serán los mismos: canto de entrada, antífona del salmo, aclamación des pués del consentimiento matrimonial. En el matrimonio fuera de la misa, si se quiere introducir alguna intervención tipo concierto, se podría poner después de la bendición nupcial y antes del padrenuestro (y, si la asamblea no es capaz de cantar nada, se puede poner también entre las lecturas, como decimos a propósito de la celebración dentro de la misa).
Las Exequias También en las exequias será con veniente introducir, si es posible, el canto. Tanto si se trata de exequias celebradas según todas las posibilidades previstas en el ritual, como si se trata de la forma más simplificada en la iglesia. La última edición del ritual propone varios esquemas de celebra ción con canto. De una manera especial resalta los salmos 43
procesionales 113 y 117, que quieren dar el tono pascual que corresponde a la muerte del cristiano, y ofrece también una buena variedad de cantos para los distintos momentos, que m erecerá la pena aprovechar. Un elemento importante a la hora de ver lo que se canta en una celebración exequial será que los cantos escogidos sean adecua dos a la asam blea que se ha congregado en aquella celebración: cantos conocidos y fáciles de cantar, (no es momento para ensa yos), cantos adecuados al tipo de sentim ientos que se viven (según se viva más intensamente el dolor, o por el contrario se trate de una muerte más esperada y en la que se pueda destacar más el gozo de la resurrección, deberá escogerse el estilo de los cantos, e incluso su cantidad: si el dolor es muy fuerte, no resulta adecuado llenar la celebración de aleluyas ni lo es tampoco cantar mucho). Además de los mencionados salmos 113 y 117 ,yju nto alo sca nto s que el ritual propone para los distintos momentos, cabe señalar, como cantos más adecuados, los cantos propios de exequias que se encuentran en M D 81 -90 (681 -690) y CLN 451 -472. Tam bién se pueden señalar otros com o los siguientes: Por ti, patria espera da, MD 2(602)/CLN 711; Acuérdate de Jesucristo, MD 352(952)/ CLN 202; Ciudadanos del cielo, MD 11(611)/CLN 709; Errante voy, MD 38(638)/CLN 715; Hacia ti, morada santa, MD 49(649)/ CLN 16. Para el salmo responsorial, como siempre, habrá que escoger una antífona adecuada para cantarla como respuesta. Para la comunión, además de los cantos arriba indicados, podrá cantarse también algún salmo que exprese confianza, o algún canto de comunión más genérico. Y también, según el tiempo litúrgico, podrá ser adecuado cantar algún canto propio del tiempo. Un rito especialmente destacable en la celebración exequial es el rito de despedida, tanto si las exequias se celebran con Eucaristía como sin ella. Este rito, que quizá no ha arraigado todavía todo lo que hubiera sido de desear, tiene como momento central, precisa44
mente, un canto de despedida al difunto, en la esperanza de la resurrección, que la asamblea canta mientras se asperja (y se inciensa, si resulta oportuno) el cadáver. Este canto puede ser, por ejemplo: Venid en su ayuda, santos de Dios, MD 82(682)/CLN 452; Cristiano, vive con Cristo, MD 87 (687)/CLN 466; Tú fuiste sepultado con el bautismo, MD 89(689); Creo que Cristo vive, CLN 455; Acuérdate de Jesucristo, MD 352(952)/CLN 202. Con este canto, la asamblea expresa su cariño al difunto y su fe en la resurrección. Y luego, se dice la oración final y, si esta despedida tiene lugar en la iglesia, se puede acompañar la salida del cadáver con otro canto.
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MATERIALES ÚTILES PARA EL BUEN ANIMADOR DE CANTOS Publicaciones musicales En castellano se da una gran diversidad y dispersión de publica ciones musicales y grabaciones de cantos. Sin embargo, existen dos selecciones especialmente recomendables:
* Cantoral de “Misa Dominical”. Publicado por el Centro de Pastoral Litúrgica, incluye una selección amplia y plural, que constituye una buena base para lograr un repertorio equilibrado y vivo en nuestras comunidades. Existe una edición con música y letra (para los responsables de los cantos) y otra con letra sola (para los fieles). También existe una edición bilingüe, con cantos en castellano y catalán. * Cantoral litúrgico nacional. Publicado por Coeditores Litúrgicos, ofrece otra buena selección de cantos. Han aparecido dos ediciones distintas, con bastantes variaciones. Está publicado también con música y letra y con letra sola. Además de estos dos cantorales, se puede señalar también un tercer libro, de carácter m ás específico: 47
* Libro del salmista. Publicado también por Coeditores Litúrgicos, contiene la música de los salmos responsoriales de todos los domingos del año, en los tres ciclos, así como de las fiestas principales del Santoral. Para conocer y vivir mejor la liturgia El buen animador del canto se preocupará por cono cer y vivir la liturgia: el sentido de los distintos ritos, momentos, tiempos litúrgicos... Así podrá encontrar mejor los cantos adecuados, y conocerá mejor que es lo más importante y qué lo es menos. Algunas publicaciones del Centro de Pasotral Litúrgica pueden ayudar en este sentido. Para una visión global del canto en la misa:
* Qué cantar en la misa. Presenta sencillamente el sentido del canto en la misa y los criterios básicos a tener en cuenta (en la colección Liturgia Básica). Para repasa r prác ticam ente la misa:
* El lector y el animador. Un repaso condensado de la celebra ción eucarística, y un conjunto de criterios a tener en cuenta por cuantos actuán en ella (en esta m isma colección Celebrar). * La misa dominical, paso a paso. Un repaso más amplio de la celebración eucarística, ofreciendo simultáneamen te una presen tación de cada uno de los momentos e indicaciones concretas para su realización (en la colección Dossiers CPL). Para profun diza r en e l sentido de la misa:
* La misa, el domingo, la vida (de J. Gomis). Una reflexión amena y sencilla sobre el sentido de participar en la misa domini48
cal (en la colección Emaús). También, en la misma colección: Por qué voy a misa los domingos (el testimonio diverso de veintiún cristianos).
* La misa, sencillamente (de R. Cabié). L ibro a la vez profundo y actual, para profundizar en lo que la Eucaristía significa para cada cristiano y para la Iglesia (en la colección Dossiers CPL). * Claves para la Eucaristía (de J. Aldazábal). Una presentación de la Eucaristía en la que se explica el sentido teológico y espiritual de sus distintos momentos (en la colección Dossiers CPL). Para profundizar en el sentido del canto en la celebración:
Canto y música. Amplias reflexiones e indicaciones, teóricas y prácticas, sobre la función del canto y de la música en la celebra ción de la Eucaristía y también en la Liturgia de las H oras (en la colección Dossiers CPL). *
Para celebrar y vivir mejor los tiempos litúrgicos:
C elebrar el año litúrgico. Una presentación sencilla del sentido y la celebración de los tiempos litúrgicos y la forma de celebrarlos (en esta misma colección Celebrar). *
Y luego, en la colección Emaús se encuentra la presentación de cada tiempo concreto, para ayudar a vivirlo más hondam ente, y en la colección Dossiers CPL se encuentra sugerencias y materiales, también para cada tiempo concreto (se puede pedir el catálogo al CPL).
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TÍTULOS PUBLICADOS 1. Lecturas del matrimonio 3. Domingo: Salmos de Laudes y Vísperas 4. El sacramento del perdón 5. La oración de los enfermos 7. Navidad en familia 8. La Eucaristía de los niños 9. Eucharistia (varias lenguas) 11. Libro cristiano de la familia 12. Plegarias para encuentros y reuniones 13. Oración de la mañana y la noche 14. Qué hacer en Cuaresma 15. Celebrar el matrimonio 16 y 17. Oraciones de la tercera edad 18. Salmos de Vísperas. Días laborables 19/20. Salmos de Laudes. Días laborables 21. La comunión fuera de la misa 22. Cómo escoger y dirigir los cantos 23. Breve devocionario mariano 25. Bendecir la mesa 26. El lector y el animador 27. Celebrar la Unción y el Viático 28. Celebrar la Confirmación 29. Las siete plegarias eucarísticas 30. Oración exequial 31. Primera comunión 32. Ultima oración del día (Completas) 33. Meditaciones sobre Jesús 34. Treinta salmos
1-000 35. 36. 37. 38. 39. 40. 41. 42. 43. 44. 45. 46. 47. 48. 49. 50. 51. 52. 53. 54. 55. 56. 57. 58. 59. 60. 61. 62. 63.
Oraciones del cristiano Via crucis antiguo y nuevo Novenas, triduos, vigilias Para leer el catecismo siguiendo el año litúrgico Mes de María Plegarias familiares Plegarias para colonias y campamentos Llevar la comunión a los enfermos Oración a la mitad de la jornada Oraciones para empezar Oraciones para avanzar Exámenes de conciencia Oraciones para jóvenes Media hora quincenal de oración Oración del Viernes y Sábado Santo Rezar en pareja Celebrar el año litúrgico Qué hacer en el tiempo de Pascua Oraciones de la vida Peregrinar a Roma. Las siete iglesias Evangelios para orar y pensar Ir a misa, ¿para qué? Vivir el Jubileo Aprender a orar El libro del monaguillo Oraciones para después de comulgar Bautizamos a nuestro hijo Antes y después del bautismo El evangelio de todos los días