UN BOSQUEJO DE LA PREHISTORIA DE SUDAMERICA Y EL SURGIMIENTO DE LA CIVILIZACION ANDINA Augusto Cardich * ʹ
Se trata de presentar un panorama breve de la Prehistoria de Sudamérica, nombrando los temas y las industrias líticas relevantes y confirmadas. Abarca hasta los 10,000 años. En la segunda parte se prosigue circunscribiéndose a los Andes Centrales a partir de la edad nombrada de los 10,000 años A.P. con el estudio de los 4 complejos presentes: Talara, Cumbe, Paiján y Lauricocha y se analizan los datos arqueológicos y paleoambientales hasta el surgimiento de la Civilización Andina, que queda establecido en el Horizonte que llamamos Inicial (4,500 - 3,300 años A.P.). 1‐ Un Bosquejo de la Prehistoria de Sudamérica
El subcontinente sudamericano fue un continente isla durante gran parte de la edad de los mamíferos, esto es, dentro de los últimos 70 millones de años (Simpson 1964:59). A fines del Plioceno o principios del Pleistoceno, hace aproximadamente 2 millones de años, emergió la conexión principal con Norteamérica mediante el istmo de Panamá. Fueron, sin embargo, acontecimientos anteriores a la presencia del hombre en América. Ahora, para las consideraciones sobre la Prehistoria nos vamos a referir en particular a lo acontecido en el territorio que fuera Continente y hoy es el Subcontinente de Sudamérica. Vamos a hacer un ligero bosquejo como un paso previo para en ese marco tratar de ubicar y entender el antiguo proceso cultural del Perú. Como se acepta generalmente, la ruta principal del ingreso del hombre a América, procedente de Eurasia, habría sido la región de Bering, y se presume también por algunos autores que pudieron haber otras vías adicionales de ingreso de otros continentes, pero menores y circunstanciales. El tema de cuándo llegaron estos primeros inmigrantes está inmerso en una vieja controversia aún no resuelta. Están, por un lado, los autores que no aceptan una edad mayor a los 11,500 años. Otros a favor de edades algo mayores, y los que señalan varias o hasta muchas decenas de miles de años. * Universidad * Universidad Nacional de In Plata. Argentina Plata. Argentina .
Ahora bien, se entiende que el ingreso principal del hombre a Sudamérica se habría producido a través de la América Central con el istmo de Panamá. Previamente reparemos, antes de proseguir, en un aspecto fundamental, el referido al tema del arribo de los elementos culturales. Hemos escrito anteriormente, por ejemplo en la ponencia presentada en Orono en el Congreso de los primeros americanos (Cardich 1989), que el estudio de las rutas de acceso de los inmigrantes prehistóricos a los continentes o subcontinentes constituyen temas que deberían estar entre los más relevantes de la Arqueología. En efecto, en estas zonas o regiones de entrada que constituyen, ante todo, corredores o puentes filtrantes, se pueden incrementar las
investigaciones para hallar mayores testimonios arqueológicos de los grupos que sedesplazaroneingresaronauncontinente o subcontinente, particularmente en los momentos de los poblamientos más antiguos y mejor de los iniciales. Los resultados de estas investigaciones permiten y, ante todo, permitirán realizar varias series de comparaciones: como la de cotejar los elementos o rasgos culturales obtenidos en los sectores del ingreso con los diversos elementos y rasgos que se conocen en el continente o subcontinente receptor. Asimismo, se pueden acentuar las comparaciones con los testimonios del continente dador, yaquí corresponde hacerlo, primeramente con los restos arqueológicos de las zonas más próximas por donde pasaron y luego de las regiones más distantes y aún remotas como serían en nuestro caso, Norteamérica, Siberia y en general el Viejo Mundo. Y aquí corresponde también observar la posible llegada de elementos o complejos por otras vías, por ejemplo de Oceanía, como se ha propuesto por algunos autores (Rivet 1943, entre otros) hace más de medio siglo. Habrían, pues, como se sabe, elementos para observar y analizar, los rasgos y patrones que llegaron con sus portadores, así como también poder determinar las creaciones en el nuevo escenario receptor. Reconocer si estas creaciones son resultados de simples avances de lo traído o si corresponden a creaciones o invenciones nuevas. Asimismo observar la continuidad y persistencia de los rasgos y los patrones tal como vinieron, y si éstos están representados en los testimonios hallados en la zona de entrada, o si se puede argüir en caso de ausencia, que estos patrones habrían sido traídos en mente, en forma larvada, como conocimiento de su propia cultura y que no se usaron por la inconveniencia del tipo de hábitat por donde cruzaron, o también si fueron conocimientos adquiridos de otros grupos allá en las regiones de origen. Pues por el istmo de Panamá pasaron, en los primeros tiempos del poblamiento, muchos rasgos y patrones culturales, unos dejaron huellas y muchos otros ningún rastro de su paso, aunque hay que pensar que los hallazgos realizados hasta ahora son todavía parciales. Ingresaron entre otros muchos rasgos y complejos, las estructuras socioculturales de su tiempo, las tecnologías líticas y varias tradiciones de industrias de piedra, el arte rupestre, las industrias de hueso incipientes y otras desarrolladas, diversas formas de enterratorios humanos, y patrimonios no materiales numerosos, ante todo en los casos claros que no se explicarían por una convergencia. Cabe una reflexión, la falencia de muchos testimonios nos estaría indicando que habrían otras formas de transmisión e información a más de la difusión directa. Por eso muchas veces no resulta correcto como hacen muchos arqueólogos- ir buscando los rasgos culturales que tendrían que estar a lo largo de posibles rutas de contacto para afirmar tal condición. Pueden haber grandes vacíos como nos demuestran estas rutas de acceso. Sobre estas referencias habría que puntualizar otros hechos que permiten lograr una visión, acaso más aproximada, de estos acontecimientos y procesos tempranos de la Prehistoria. Corresponde reparar aquí en la diversidad de aptitudes, de capacidades y
en la versatilidad del individuo humano, empero reconocer también el carácter acentuado de los grupos humanos o comunidades, de apego a sus tradiciones y a sus identidades culturales. A todas estas condiciones habrá que sumar la incidencia de otros factores, entre ellos los ambientales, y también el juego de la necesidad y el azar, con todos los cuales construyeron sus historias. Y mejor -para nuestros fines de estudio- si podemos avizorar las historias mayores de estas sociedades, y no perdernos en la maraña de los datos menores no significativos. Ahora bien, en base a la variedad de hechos, entre ellos muchos detectados por los numerosos trabajos arqueológicos, ya se puede reconocer que los grupos humanos antiguos que llegaron a Sudamérica durante el Pleistoceno tardío y final, eran portadores de patrones culturales correspondientes al Paleolítico del Viejo Mundo, entre ellos algunos rasgos persistentes del Paleolítico Medio, pero mayormente patrones del Paleolítico Superior, y con ligeras variaciones por su paso a través de Norteamérica. Habrían ingresado en pequeños grupos culturales, tal vez separados en el tiempo. Estos acontecimientos durante varios milenios habrían propiciado llegadas siguiendo alguna secuencia, empezando por los grupos culturales más antiguos. El arribo de todos estos elementos y patrones culturales resultaron básicos para el desarrollo cultural de Sudamérica. Se trataba ya, en conjunto, de un bagaje importante. Y, de ahí en más, el proceso cultural ha sido fundamentalmente nativo, escierto condiversidad ydesniveles deacuerdo a sus historias particulares y a las regiones en que se instalaron. Creemos, ahora, que para explicar cada paso posterior en el proceso cultural no resulta del todo necesario buscar la llegada de nuevos elementos del Viejo Mundo, como han sostenido conocidas escuelas del difusionismo intercontinental (generalmente vía oceánica). Como tampoco se debería pensar que todo o casi todo el patrimonio cultural se elaboró en América, desde un nivel casi cero lo que parece que sostenían algunos autores principalmente en décadas pasadas, como en el Perú, donde varios arqueólogos opinaban que los niveles culturales anteriores a Chavín no tenían importancia pues corresponderían a una «masa informe separada en metros de la animalidad» (Kauffmann 1969:91). O también de posiciones modernas que adjudican la formación de las culturas americanas solamente al fenómeno de las adaptaciones a cada medio ambiental. Acaso esto último explique la presentación de muchos yacimientos postulados como «tempranos» por contener piezas dudosas similares a los eolitos del Viejo Mundo. Dentro de los acontecimientos muy escasos y parciales que ha logrado la Arqueología, trataremos de tocar algunos aspectos clasificatorios en base a los artefactos líticas, en consideración que estos muestran su alto valor cultural, su presencia antigua y su perdurabilidad. Daremos mayor valor a los hallazgos de los complejos antes que a las simples piezas no definidas y aisladas. Se puede decir, en una forma elemental de clasificar, que en Sudamérica se han identificado sitios arqueológicos con industrias sin puntas de proyectil líticas y otras conteniendo
tales puntas. Dentro de las culturas líticas sin puntas de proyectil hay que distinguir a las más antiguas que son las llamadas pre-puntas; empero hay industrias más recientes que carecen de puntas (contemporáneas a la presencia de industrias con puntas en otras zonas). Esta carencia de puntas se explica en varios casos por una simple persistencia de la tradición anterior, otras veces por abandono al haber alcanzado otros avances como en Huaca Prieta; también puede haber en algún caso una involución a partir de alguna cultura que poseía puntas. Dentro del conjunto de sitios pre-puntas, están los que ostentan altos fechados por Carbono-14, como en más de 32,000 años A.P., Piedra Furada, Brasil (Guidon y Delibrias 1986); 31,000 en Monte Verde, Chile (Dillehay 1982); y otros varios sitios como el propuesto algunos años atrás para el nivel Paccaicasa de Ayacucho, Perú, con 22,(100 A.P. por MacNeish (1971). Empero hay muchas dudas entre los arqueólogos sobre estas formulaciones. Nosotros creemos que lo más importante tendrá que ser la presentación de conjuntos instrumentales que posean condiciones indudablemente seguras de la fabricación por el hombre de las piezas líticas que se hallaron, pues no corresponderían para esas edades piezas equivalentes a los eolitos, del Terciario del Viejo Mundo, como habíamos exigido en un trabajo de hace años (Cardich et al. 1973, nota 1). Por otro lado, con edades algo más recientes hay yacimientos y hallazgos en Sudamérica, mejor estructurados y con clara personalidad cultural, que tampoco poseen puntas de proyectil, como los que aparecen en grandes zonas del Noroeste de este subcontinente. Me refiero a las industrias de lascas de gran uso, con o sin retoques, acompañadas de pocos raspadores, cuchillos y raederas, como los obtenidos en El Abra y otros yacimientos de los tierras altas de Colombia, entre ellos Tibitó. En El Abra la datación del nivel cultural más antiguo dió 12,460 años A.P. (Correal Urrego et al. 1969) donde no se pudieron rescatar restos óseos pero sí en Tibitó (Correal Urrego 1981) que contenían huesos de animales extinguidos como de mastodonte (Haplomastodon) y caballo prehistórico (Equus), además de fauna actual como el venado de cola b lanca (Oddocoileus) y el cuy o Gurí (Cavia) entre otros. Estos dos últimos están presentes a lo largo de los milenios hasta en los tiempos con cerámica. También esta cultura de lascas tiene una gran presencia en las costas del Ecuador, constituyendo la industria de Las Vegas (Stothert 1985) con vigencia desde hace 10,000 años hasta los tiempos con cerámica. Nosotros hemos encontrado en los Andes del norte del Perú, en cuevas de Cumbe a 3,400 m de altitud y a 21 km de la ciudad de Cajamarca (Cardich 1988; 1989; 1991), yacimientos con industrias equivalentes al Abriense. Hay también una semejanza en los restos faunísticos, con la presencia desde el Pleistoceno final hasta los tiempos agroalfareros, de Oddocoileus y Cavia como los recursos principales; no hubo pues camélidos en el precerámico en los Andes del norte del
Perú. Asimismo las industrias de Talara (Richardson 1978), aunque algo más grandes, se pueden incluir en este tipo de industrias sin puntas. En este breve panorama prehistórico de Sudamérica, haré referencia a las investigaciones que estamos realizando en la Patagonia argentina. Tuve la fortuna de hallar en la meseta central del norte de la provincia de Santa Cruz, principalmente en las localidades de Los Toldos y El Ceibo, yacimientos arqueológicos en cavernas, que contenían en sus capas más profundas restos arqueológicos característicos. Poseen un conjunto de rasgos que conforman un complejo con gran personalidad cultural, y al que le llamamos Nivel 11 desde el año 1971 (Cardich et al. 1973). La industria lítica presenta una tipología muy parecida a la Musteriense (Paleolítico Medio final de Europa), que nosotros ya habíamos advertido al principio de los estudios (Cardich 1977:156; Cardich et al. 1973:119). No se piensa, desde luego, en una conexión genética directa, pero recordamos que estos patrones musterienses de Europa fueron marcadamente exitosos, alcanzando una tremenda expansión y persistencia. Sus epígonos llevaron a muchas regiones del Mundo, llegaron a Australia y también a alguna localidad de Siberia. Nuestras colecciones que se encuentran en el Museo de La Plata (Figuras 1 y 2), han sido observadas por varios especialistas, entre ellos hace dos años por el prehistoriador inglés C. Gamble. A este conocido autor de importantes trabajos y libros de Prehistoria, particularmente de Europa, le llamó la atención la excelente calidad de la industria lítica del complejo Nivel 11, describiendo las piezas como equivalentes al Musteriense tipo Quina. En efecto, destacan sus raederas transversales, sus lascas anchas, generalmente retocadas, así como la dimensión del conjunto que aventajan a los otros conjuntos de la región. En la Patagonia los encontramos en asociación de huesos de caballo prehistórico, de Lama gracilis y guanaco principalmente. Tenemos un fechado por Carbono-14 realizado por el Dr. L. A. Cardich, en los laboratorios de Arsenal de Viena para una muestra en carbón vegetal que arrojó 12,600 + - 600 años A.P. (Cardich et al. 1973), quien firma el informe señalando la marcha, realizado dos veces. Esta fecha de acuerdo a la calibración por el método de Stuiver y Reimer (1993) con el rango de 2 sigmas arroja 16,510 y 13,263 años A.P. Este hallazgo del Nivel 11, su caracterización y el dato radiocarbono es muy conocido en la bibliografía internacional y ha sido presentado en varios eventos a lo largo de los últimos 25 años. Ha sido tratado en varias publicaciones de nuestra autoría yen forma más específica en los siguientes: (Cardich y Flegenheimer 1978), (Cardich et al. 1982), (Cardich 1984) y (Cardich et. al 1994). Nuestro proyecto principal de estudios apoyados por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas yTécnicas de Argentina (CON ICET) deviene desde el año 1971 y son muchos los arqueólogos que han colabo rado en los trabajos. Lleva por título, el referido proyecto, «Investigaciones Arqueológicas en la provincia de
Santa Cruz, Argentina». En los últimos años creamos sub-proyectos a cargo de investigadores de nuestro equipo. Este encuadre ha dado buenos resultados, así el Licenciado Rafael Paunero, trabajando en la localidad de Tres Tetas ha descubierto y estudiado una interesante estratigrafía en caverna, encontrando también en la base, un claro conjunto del Nivel 11, habiendo fechado carbón de un gran fogón en 11,600 años B.P. (Paunero 1996); asimismo la Dra. Laura Miotti prosiguiendo con el sub-proyecto de Piedra Museo, acaba de fechar por C-14 un estrato muy antiguo en 12,890 años A.P. Estas últimas dataciones refuerzan la antigüedad de la presencia del hombre en la región y aún hacen pensar en unos cuantos miles de años más. Veamos otro aspecto interesante del tema. La Lic. Nora Flegenheimer, conocida arqueóloga argentina por sus importantes trabajos en la pampa bonaerense, para entonces integrante de nuestro equipo, viajó a los EE.UU. A principios del año 1980, a perfeccionarse en tecnología lítica; y fue a estudiar con el Dr. D. Crabtree. Llevó consigo un conjunto de piezas del Nivel 11 de nuestra colección del Museo de La Plata, para mostrar al distinguido especialista. Le había llamado poderosamente la atención al Dr. Crabtree las piezas del Nivel 11, y le dijo que no había visto en Norteamérica conjuntos parecidos. También yo, personalmente, llevé una serie de piezas del Nivel 11 a la reunión de Orono (SUMMIT'89), EE.UU., en 1989. Mostré a los especialistas de Asia, particularmente de Corea. Les llamó la atención y me afirmaron que no habían visto en la región del este de Asia. Anteriormente, en 1978, llevamos también un conjunto del Nivel 11 al «Seminario-Taller sobre tecnología paleoindia», organizado en Antofagasta por la Universidad del Norte de Chile y la Smithsonian Institution, resultando que no había otras industrias similares. Nosotros tampoco hemos encontrado en nuestra modesta experiencia en los Andesperuanos ni en la Argentina. Ni hemos advertido conjuntos similares en las ilustraciones de numerosos trabajos sobre yacimientos tempranos. Probablemente se hallarán más tarde cuando se incrementen los hallazgos y los estudios. Sin embargo en Asia nororiental, en una localidad de Afontova Gora, se señala la presencia de piezas musterienses. Es posible que epígonos o imitadores de estas culturas se hayan trasladado en alguna forma velada, superando en distancia los vacíos que hemos advertido en las rutas de acceso de la América Central. Tal vez en una forma de metástasis, que decimos metafóricamente, para reaparecer en forma de complejo en casi el confín de Sudamérica. No parece el resultado de una convergencia, que sería dable si se tratara de simples rasgos aislados, y no de un complejo de rasgos. Por otro lado, esta vieja tecnología musteroide apoyaría lá llegada secuencial de las más antiguas culturas que habrían seguido avanzando hacia el sur donde sus tradiciones tuvieron mayor vigencia. De no cuajar esta hipótesis de su arribo desde el Noreste de Siberia quedaría una realidad compleja y ambigua, y también una posibilidad no descartable de un
arribo desde Australia, donde las tradiciones musteroides empezaron muy antiguamente. Para esto habría que acercarse a la hipótesis de Méndez Correa. Este autor propuso un poblamiento adicional de Sudamérica, por australianos, que habrían seguido un itinerario de Australia - Tasmania - Antártida - Tierra del Fuego, incluyendo islas intermedias (Méndez Correa 1928:110). Y habría acontecido en un momento paleoclimático de calor y menores extensiones de los glaciares antárticos. Ahora, el relativo avance en los conocimientos del paleoclima, podría inducir para aceptar que esta tremenda proeza de tal inmigración pudo haber sucedido durante un interstadial, acaso en el interstadial Varas de Llanquihue, Chile, determinado por Mercer (1972) de hace 15,000a 16,000 años, que coincide con el notable interstadial Eri de Norteamérica. Hay varios indicios y coincidencias para estudios, análisis e interpretaciones. Por un lado, la Prehistoria de Australia tiene una profundidad mayor que la de América, pues se ha datado en más de 60,0(x) años y últimamente se señala hasta más de 100,0(x) años. Por otra parte, hay algunas similitudes, así dentro del Pleistoceno tardío de Australia ha sido usada una industria lítica muy tradicional de núcleos y gran riqueza de raederas, es decir de artefactos sin enmangue (Mulvaney 1969; Garenger 1992). Asimismo se ha datado la gran antigüedad del arte parietal de pinturas de hasta 22,000 años (Garenger 1992:680). Para el caso de la Patagonia, en el complejo Nivel 11 tenemos también un gran porcentaje de raederas en su conjunto industrial lítico, y también se ha demostrado que sus instrumentos no tuvieron enmangue mediante análisis microscópicos de sus huellas de utilización realizado por la Dra. M. E. Mansur (Cardich et al. 1982:205, 206). Con referencia a las pinturas rupestres de Patagonia, tenemos datos objetivos sobre su antigüedad (Cardich 1979) y hemos expresado «que acaso comienza en los albores mismos de su prehistoria» (Cardich 1984:34). Y en la variedad de motivos y modalidades es sugestiva la presencia de los negativos de manos tanto en Australia como en América, pero en este último caso solamente circunscrito a la Patagonia donde figura como una vieja y algo persistente tradición. Asimismo habrían indicios significativos en resultados de investigación del DNA mitocondrial. Unos estudios iniciales se han realizado en 30 muestras mayormente de dientes de aborígenes de Fuego-Patagonia de una antigüedad entre 4,030 años B.P. y el siglo XIX (Lalueza et al. 1994). Han determinado la ausencia en todas las muestras de la llamada defección de 9bp, rasgo que, por el contrario, ha sido detectado en la mayoría de los grupos de aborígenes del resto de América, en frecuencias que van de 0% a 71%. Esta defección es de origen asiático. Los autores ensayan algunas explicaciones para los resultados de estas muestras de FuegoPatagonia, a las que se podría agregar otra, basada en un posible origen australiano. Sin embargo, es prudente esperar más confirmaciones y otros estudios en este promisorio campo de la Arqueología nuclear.
Luego de estos dos complejos, El Abriense y Nivel 11, bien identificados y datados, seguramente se determinarán y ante todo se confirmarán otros varios complejos tempranos en Sudamérica. Para cerrar este bosquejo de la antigua Prehistoria de Sudamérica recordemos que a partir de los 11,500 años A.P. empiezan a tener vigencia las industrias con puntas de proyectil que hemos mencionado arriba. Sobre las industrias con puntas hay importantes contribuciones en trabajos arqueológicos. Se pueden separar, como ya se ha estado haciendo, por un lado a la tradición de puntas foliáceas o lanceoladas bifaciales y de gran espesor, tenemos entre estas a las industrias de El Jobo (Venezuela), Lauricocha (Perú) y Ayampitín (Argentina) como las más representativas, siendo El Jobo el que tendría un inicio más antiguo. Luego está el otro grupo de tradiciones de puntas, de escaso espesor y bifaciales y aquí hay alguna variedad de subtradiciones: Están las puntas subtriangulares, las puntas «cola de pescado» cono sin acanaladuras, y otras simplemente pedunculadas con formas que pueden variar como las alargadas con pedúnculo corto tal las de Paiján (Costa norte del Perú) y también las puntas de variados hallazgos del bajo Amazonas. Las edades de las industrias con puntas en Sudamérica alcanzarían los 11,500 años A.P. como fecha máxima, siendo más frecuente hacia los 10,000 años A.P. y en el Holoceno. Ahora estamos en condiciones de enfocar, en forma particular, la Prehistoria de los Andes Centrales. 2 ‐ Surgimiento de la Civilización Andina
Para referirnos a la Prehistoria Andina (Prehistoria Peruana o Prehistoria de los Andes Centrales) proseguimos sobre la base de lo ya visto para Sudamérica. Como lo que viene posteriormente alcanza una alta estatura en los aspectos del proceso cultural, deseamos subrayar que corresponde proponer una visión ajustada, empero también con una amplia perspectiva temporal y espacial de los temas. Nosotros publicamos anteriormente un Mapa cultural del Perú de hace 10,000 años (Fig. 4), creemos que este mapa marca un interesante hito, para de ahí en más acentuar los estudios que nos permitirán seguir el proceso que llegó primeramente a la creación de sociedades complejas, y luego el salto a la formación de la Civilización Andina, que en conjunto constituyeron el fruto más elaborado de América del Sur. Estas conquistas no se podían estudiar ni entender en un marco temporal de 3,000 ó 4,500 años como se había estado haciendo tradicionalmente en la Arqueología Andina. Hace 10,000 años parece que habría empezado a incrementarse levemente la presencia humana en Sudamérica, acentuándose una cierta diversidad cultural. En el Perú hemos podido identificar 4 principales complejos líticos, que estuvieron ocupando determinadas regiones de la Sierra y de la Costa, faltaba y aún falta
determinar los complejos de la selva amazónica contigua. Los 4 complejos determinados son: 1) El Complejo Talara, en el extremo norte de] a costa peruana, con industrias de lascas: denticulados, hallados en superficie y vinculados con los manglares cos teños. Ha sido estudiado por Richardson (1978) y con una mayor datació de 11,000 años A.P. 2) El Complejo Cumbe, (Fig. 5) descubierto y estudiada por nosotros (Cardich 1988, 1989, 1991) en yacimientos estratificados el cuevas altoandinas de Cajamarca, cuya fecha más antigua al Carbono-1 , arrojó la cifra de 10,505 años A.P. (PITT 03337). Con el método de edades calibradas (Stuiver y Raimer 1993 ) y con el rango de 1 sigma tenemos 12,52 y 12,205 años A.P. 3) El Complejo Paiján, cuyas piezas líticas fueros descubiertas en la superficie de los arenales en la Costa de la zona de Paiján La Libertad (Larco Hoyle 1948). En esta industria lítica destacan una! puntas alargadas, de poco espesor y con pedúnculo corto. Posteriormente han trabajado varios autores entre ellos Claude Chauchat.Y 4) El Complejc Lauricocha (Figuras 6 y 7), que fuera descubierto en 1958 en yacimiento) estratificados en cuevas, alrededor de los 4,000 m sobre el nivel del mal (Cardich 1958). Están ubicados en el departamento de Huánuco y la regiór corresponde a las nacientes del río Marañón-Amazonas. En la industria lítica destacan las puntas foliáceas de apreciable espesor y mayormente chicas. Correspondeel nombre de Complejo, cultura o industria Lauricocha porque es la localidad del descubrimiento, de la primera datación y porque además, en ella está el yacimiento clave por contener las osamentas de su! primeros pobladores. Hay autores, los menos felizmente, que por descuide y falta de ética no tienen en cuenta estas referencias elementales en la bibliografía. Nos centramos en el estudio de loscomplejosdeCumbeyLauricocha ante todo del último. El Complejo Lauricocha (Cardich 1958,1960,1969), el el que ocupó el mayor espacio, desde la latitud de los 8 grados sur, esto el más o menos del límite norte del departamento de Ancash, a lo largo de la Sierra hasta los límites con Chile y Bolivia. Ha incursionado también en le Costa Sur del Perú y algo en la del Centro. Estas sociedades del Complejc Lauricocha tuvieron una gran ocupación del territorio altoandino donde encontraron recursos suficientes, así en cuanto a elementos faunísticol contaron con los camélidos, los cérvidos, también roedores y aves y er cuanto a vegetales hallaron muchos tubérculos y raíces tuberosas, asimismc algunos granos y frutas. Hallaron, pues, un territorio de montañas y altiplanicies en la zona tórrida, con las ventajas que esto significaba aúnqu( también con grandes dificultades ante todo de carácter topográfico. E<_ interesante señalar que la pluviosidad alcanza valores más o menos cercanos a la evapotranspiración, condición muy ventajosa para el establecimiento humano. Los factores de altura no incidieron mayormente hasta algo más de 4,500 m sobre el nivel del mar pues ocuparon normalmente hasta los 4,200 m y en forma muy marginal y escasa hasta los 5,000 m.
En los albores del Holoceno habrían iniciado con las prácticas de un semiseden tarismo o nomadismo regional, pues no se advierten huellas de mayores desplazamientos. Estas circunstancias significaban que ya tan temprano habían empezado a practicar un cierto almacenamiento de los recursos obtenidos por la recolección y la caza. Estas prácticas fueron compelidas también por alternancias de estaciones de lluvias y de secas. Además supieron aprovechar una condición muy favorable de las zonas altas de los Andes Centrales, de su permanente frío y semisequedad, para guardar sus alimentos. El semisedentarismo y sedentarismo inicial practicados antiguamente facilitaron otras situaciones. Por ejemplo, la proliferación de las llamadas «plantas seguidoras de campamento», esto es de vegetales que en forma fortuita se propagaban junto a las viviendas, como derivación a partir de la recolecta vegetal. Empero estas condiciones prehistóricas habrían tenido una incidencia mayor en alguna zona altoandina, no necesariamente en Lauricocha que es sólo una referencia para el modelo. En una hipótesis muy tentativa hemos propuesto anteriormente (Cardich 1976) que pudo haber llegado en esos primeros tiempos una moda o costumbre de cuidado de estas «plantas seguidoras de campamento», acaso con rituales propiciando éxitos en la recolección de iguales especies. Por otra parte, en estas zonas de grandes montañas los recolectores obtenían y reunían los recursos vegetales de diversos niveles altitudinales, que habrían facilitado los cruzamientos y también proba blemente la aparición de mutaciones y al surgir formas ventajosas posiblemente incidieron en el interés del hombre para su cuidado. No es imposible que algún grupo altoandino haya avanzado en su atención llegando a las experimentaciones y más tarde a los primeros cultivos. En Lauricocha, junto alas cuevas de ocupación prehistórica, ubicadas en la base del acantilado, hemos encontrado especies y variedades de papas silvestres. Producen tubérculos de diversos tamaños y probablemente algunos están emparentados con formas cultivadas. Asimismo hay olluco silvestre (Ullucus tuberosus) entre los pedrones del acantilado. Estos grupos humanos del Complejo Lauricocha tuvieron, al parecer, las condiciones y la oportunidad de haber llegado muy temprano a domesticar los tubérculos microtérmicos, entre ellos la valiosa papa. Asimismo, en esos milenios o tal vez un tanto después de estos albores del Holoceno, estos grupos altoandinos habrían ingresado en la domesticación de los camélidos. En efecto, las características etológicas de estas especies con una territorialidad anual, como señala Franklin para su estudio de la vicuña (Franklin 1974), esto es sin desplazamientos a otras zonas distantes, habría favorecido en primer lugar para que se perfeccionara una caza racional y controlada, que luego con el tiempo los condujo a la domesticación de la llama y de la alpaca. Nuestros trabajos anteriores (Cardich 1958, 1960, 1964) fueron los que presentaron las evidencias de la más antigua práctica de la caza por el hombre de los camélidos andinos, luego los
primeros datos sobre su domestación, como cuando decíamos que «no sería imposible, por ejemplo, que los cazadores altoandinos de Lauricocha 11 (8,000 a 5,000 años A.P.) hayan evolucionado a cazadorescriadoresdel pre-chavinoide» (Cardich 1960:117). Luego, más tarde, vinieron otros trabajos de varios estudiosos para los Andes (Wing 1975), (Wheeler et al. 1977), (Pires Ferreyra et al. 1977), y ante todo Lavallée y su equipo (Lavallée et al. 1982) que hace una mayor aproximación para señalar que hacia los 6,000 años A.P. habrían llegado a la domesticación en la región de Telarmachay (puna de Junín, en la Sierra central), primero de la alpaca y luego de la llama. En consecuencia, con la práctica del almacenamiento de productos y la formación de rebaños de llama y alpaca y un probable aumento demográfico, se habría empezado a romper la armonía del esquema tradicional de cazadores y recolectores, apareciendo una crisis cada vez más acentuada que iba presionando hacia cambios de la estructura sociocultural. Empieza a incrementarse la ocupación humana en la zona Quechua, situada entre los 2,800 y 3,700 m de altitud del territorio altoandino, es decir debajo de los pisos de Puna, donde empiezan con las prácticas de algunos cultivos mesotérmicos, la caza menor y la crianza del. cuy (Cavia), llegando a conformar sociedades diferentes a los de la Puna. Luego aparecen las sociedades complejas y en las regiones altoandinas del Norcentro, núcleos de poder cada vez más poderosos, ante todo cuando incorporaron y acentuaron los mandatos religiosos. Todo esto habría estado aconteciendo mayormente en la fase climática que llamamos yunga, de tempetaturas bonancibles y sensiblemente de mayor humedad, empero alrededor del 4,500 años A.P. un cambio en las condiciones físicas se suma a los diversos factores del proceso prehistórico. Enefecto, aproximadamente para la fecha anotada se produce en el mundo el Neoglacial, un fenómeno global que consiste en un enfriamiento climático, produciendo el crecimiento de los glaciares en todos los centros glaciarios del mundo. Se dice que habría descendido unos 3 ó 4 grados C la temperatura media. Esto habría significado que en los momentos extremos habrían descendido los niveles climáticos en las montañas de los Andes en alrededor de 800 m afectando la vida en las grandes alturas, motivando al menos un parcial desplazamiento poblacional. Este fenómeno de las variaciones climáticas y su influencia en la Prehistoria de los Andes ha sido estudiado por nosotros (Cardich 1958; 1985). Hay dos fechas radiocarbónicas de morrenas de la 53 Cordillera Blanca de 4,300 años A.P. (Róthlisberger 1985), esto es de la misma región que estamos tratando, e indican que el avance de los fríos se habría iniciado un tanto antes, aproximadamente alrededor de los 4,500 años A.P. Estas circunstancias habrían provocado o incrementado una presión demográfica hacia territorios de menor altitud, y en cadena hasta las vertientes de ambos lados de las cordilleras y la Costa. Estos acontecimien tos habrían
estado incidiendo también para que se acentuara un fenómeno parecido al señalado por R. Thurnwald (1935), para su modelo o teoría de formación del Estado, mediante la conquista a cargo de móviles y belicosos pastores sobre pacíficos agricultores, ejemplificado para un Estado de Africa oriental, por cierto no tan antiguo, por lo q ue ha sido más fácil estudiarlo. Hay datos e indicios en los Andes peruanos sobre estos desplazamientos humanos. Podemos citar algunos ejemplos: Para la Costa, encontramos en los informes del Dr. F. Engel, gran conocedor y descubridor de numerosos yacimientos precerámicos de la Costa, noticias y pruebas terminantes que hacia 4,500 años A.P. se advierte que se produce un incremento poblacional en la Costa con el arribo de grupos humanos que producen cambio s, entre los que nombra la llegada de varios cultígenos, el uso de canales para la ampliación de los cultivos y la construcción de viviendas de piedra. Esto deriva, en poco tiempo, en la «edificación de grandes estructuras (Río Seco, Manchay Bajo, Chupacigarro y numerosos otros grandes compl(?jos)» (Engel 1988:13). Otras referencias sobre estos desplazamientos bajando en altitud por el enfriamiento del Neoglacial, podemos citar que muchos grupos de pastores de los sectores más altos, descienden a la zona Quechua, como los que encuentra Browman (1973, 1974) para la cuenca del Mantaro (alrededor de 3,000 m de altitud) donde se instalan asentamientos de pastores de llamas y alpa cas estimada en el 5,000 años A.P. También podemos señalar para la vertiente oriental, en la zona de Kotosh a 1,900 m de altitud, donde sobre la base de una escasa o nula población precerámica temprana y media, aparecen un poco antes a los 4,000 años A.P. las estructuras de piedra que van a derivar luego en los grandes templos y en una ocupación humana importante. Volviendo al panorama de los otros principales complejos desde hace 10,000 años, se advierte una cierta persistencia en la ocupación de sus respectivas regiones. Además, que habían logrado avances culturales parcialmente comparables con los que hemos estado tratando para el Complejo Lauricocha. Ante todo es interesante reparar en los procesos de la Costa: Durante el Holoceno Temprano y Medio consiguieron un mayor aprovechamiento del ambiente, como los recursos del ma r desde las playas y el ingreso alas prácticas de una agricultura incipiente generalmente junto a las desembocaduras, al mar, de pequeños ríos, mayormente en base a aguas de avenida, pues no usaban aún los riegos mediante canales. Avanzaron en las técnicas del tejido pre-telar, yen la construcción de cabañas que en algunas localidades insinuaban aldeas, como en Chilca, a 70 km al sur de Lima. Otra de las localidades conspicuas del precerámico tardío y final de la Costa es Huaca Prieta, situada en la Costa norte, excavada por J. Bird en la década del 40, con un nivel de 4,175 años A.P. (Bird 1963:30). Los registros denotan que obtenían sus recursos del mar, de la
recolección vegetal y algo de una agricultura precaria. No cazaban animales terrestres. No tenían armas. Eran sociedades pacíficas e inermes. Se ha venido sosteniendo desde antes, por algunos autores, que la formación de la Civilización Andina con el consiguiente origen del Estado, se habrían producido en la Costa peruana antes que en las otras regiones del Perú. Se ha afirmado, por unos, que con los recursos del rico mar peruano se habría generado un notable incremento poblacional, que habría obrado formando una de las bases fundamentales para tales cambios socioculturales. Otros autores atribuyen al desarrollo de una agricultura en los excelentes valles costeños, cuya riqueza proporcionó los recursos para una importante población, favoreciendo la implantación de sociedades complejas y luego el Estado. Algunas otras posiciones de los autores atribuyen a la combinación de ambas fuentes de importantes recursos. El avance de los conocimientos arqueológicos, nos brinda ahora un panorama prehistórico más discernible. Hay, por ejemplo, un interesante trabajo de Wilson (1981) que consigna una evaluación de los recursos del mar utilizados por las sociedades del precerámico tardío y por los del período inicial dela cerámica, concluyendo que habrían sido muy bajos por la tecnología incipiente, a la que se agregaba negativamente las cíclicas instrusiones de la corriente marítima cálida de «El Niño». Por otra parte, nosotros advertimos, que para esos tiempos fundacionales, la agricultura en la Costa era todavía una Horticultura Antigua, apta sólo para un consumo adicional, pues se trataban de parcelas con una mezcla de especies en variado trance de domesticación, con diversas fechas para las labores culturales, particularmente de las cosechas, y sin el maíz que aún no se había generalizado. Esto es sin el cultivo de una especie predominante que produzca las ventajas de la agricultura propiamente dicha, ante todo para el establecimiento de las sociedades más avanzadas. No es constatable, pues, en la Costa, para esos tiempos de los procesos del origen de la Civilización Andina, los recursos suficientes ni en el mar ni en los cultivos para sostener una población suficiente para dar tal importante paso. Parecida situación se advierte en la Selva contigua del Este, sin embargo esta región a pesar de la débil vinculación con la Sierra y la Costa peruanas, intercambiaron algunos elementos culturales y aportaron varios cultígenos como la mandioca o yuca. Por el contrario, en la Sierra se advierte un proceso anterior con la presencia de elementos y fuerza que dieron las bases para la Civilización. La agricultura de la papa y otros tubérculos microtérmicos ya se había extendido y se había incrementado también los recursos del pastoralismo, los que propiciaron un incremento demográfico y otros avances. Su influencia poblacional sobre la Costa,
así como el aporte de técnicas varias entre las que nombramos al riego por canales, la entrega de nuevos cultígenos así como la implantación de instituciones, favorecieron para el gran paso a la formación de la Civilización Andina. Además, hay que puntualizar que sobre estas bases político-económicas, inéditas en su gran magnitud, se inició y afianzó una integración de carácter religioso de gran categoría, advertible en la gran semejanza de los centros ceremoniales o templos en la Costa y en la Sierra alta y baja. Creemos que en esta forma habría surgido la Civilización Andina, la más antigua en América y que se ubica entre las civilizaciones de más edad en el mundo. Llamamos Horizonte Inicial (4,500 a 3,300 años A.P.) (Fig. 8) al momento en que se construyen los grandes centros ceremoniales, tanto en la Sierra como en la Costa, como demostración palpable de la emergencia del Estado y la Civilizacón. Podemos nombrar algunos de los principales centros: En la Costa tenemos Huaca de los Reyes, Sechín Alto, Pampa de las Llamas, Las Aldas, Aspero, Chupacigarro. El Paraíso, entre otros. Y en la Sierra nombramos a Pacopampa (nivel pre-Chavín), La Galgada, Huaricoto, Piruru, Kotosh, probablemente Corral León (Lauricocha), entre varios otros. BIBLIOGRAFIA
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