El MITO DEL VOTANTE RACIONAL POR QUÉ LAS DEMOCRACIAS PREFIEREN LAS MALAS POLÍTICAS
BRYAN CAPLAN Lo más grave es que el grueso de los asuntos sustanciales que la economía ha de enseñar son cosas que cualquier persona sería capaz de entender por sí misma misma si tuviese voluntad de entender. Frank Knight, The Role of Principles in Economics and Politics
Me he preguntado a menudo por qué los economistas, rodeados como están de insensatez, adoptan con esa acilidad acilidad la opini!n opini!n de que las personas personas act"an racionalment racionalmente. e. #al vez porque se dedican dedican al estudio de un sist sistem emaa econ! econ!mi mico co en el cual cual la disci discipl plin inaa que impo impone ne el merca mercado do gara garant ntiz izaa que que,, en un ento entorno rno empresarial, las decisiones se van a mantener en el rango de lo racional. $o es pro%a%le que el empleado de una empresa que compra algo por diez & lo vende por ocho va&a a poder seguir actuando así mucho tiempo. 'lguien que se comporte de ese modo en su entorno amiliar puede hacer desdichados a su mu(er e hi(os durante toda su vida. )n político que despilarre a lo grande los recursos de su país puede disrutar de una carrera de é*itos. é*itos. +onald oase, Comment of Thomas W. Hazlett -Las supersticiones a temer ho& en día son mucho menos religiosas que políticas/ & de todas las ormas de idolatría que conozco, ninguna tan irracional e inno%le como esta ciega adoraci!n de los meros n"meros. 0illiam Leck&, Democracy and Liberty 1+2F'34 ha tenido tenido mucho más é*ito del que &o preveía, preveía, pero la verdadera sorpresa me El mito del votante racional ha la ha dado la sensatez de las críticas que ha reci%ido. reci%ido. 5a& que reconocer reconocer que intenté intenté que el li%ro oreciese oreciese un atractivo general. 6esde el primer momento, mi o%(etivo ue ir más allá de los límites de disciplinas e ideologías/ dar con una zona de encuentro para gente con sentido com"n & poder construir so%re ella. 7in em%argo, era escéptico respecto de que la mano que esta%a tendiendo uese a ser estrechada. 6espués de todo, el li%ro no adopta una postura a contracorriente en una árida discusi!n académica/ cuestiona los dogmas de esa religi!n secular que es la democracia, e incita a los lectores a a%andonar el templo. 'parentemente, muchos otros eminentes pensadores esta%an &a poniendo en duda estos dogmas por lo %a(ini. 'l%erga%a algunas esperanzas de que The Economist conesase que tenía ciertas dudas so%re la racionalidad del votante, pero mi sorpresa ue ma&"scula cuando $icholas Kristo lo etiquet! como 8el me(or li%ro de política del presente año9 en The Ne !or" Times.-: La ma&or parte de las críticas se mostraron menos entusiastas, pero s!lo unas pocas de ellas reivindica%an el hecho de que los votantes uesen racionales o se alzaron en deensa de lo que denomino 8errores econ!micos populares9. 'unque diversos colegas de la universidad ;eorge Mason han criticado mi 8elitismo9, mi auténtico error ue su%estimar cuán (usta i%a a mostrarse la élite de la crítica. 'un así, casi todos los críticos mostraron reparos, alguno de los cuales resulta %astante consistente con mi tesis, o incluso se deduce de ella. ella. The Economist tenía tenía raz!n en su humorada de que 8el li%ro -de aplan es una delicia, pero así nunca va a conseguir hacerse con un cargo electivo9. #am%ién esto& de acuerdo con su airmaci!n de que 8aplan es me(or diagnosticando que recetando9,-< pero &o pararasearía esa o%(eci!n. 2l tratamiento no merece censura s!lo porque el paciente rechace tomarse la medicina. El mito inclu&e muchas reormas acti%les que, a causa de la irracionalidad del votante, es del votante racional inclu&e impro%a%le que lleguen a ponerse en práctica. 6e esto no se deduce que no ha&a nada que hacer/ este li%ro no es un alegato a avor del atalismo, pero lo
previsi%le es que el progreso va&a produciéndose lentamente, si es que llega a producirse. Los sistemas democráticos democráticos cuentan con ciertos ciertos márgenes márgenes de permisividad permisividad &, tal & como desarrolla desarrolla el "ltimo capítulo, si se desea promover medidas más sensatas, se pueden aprovechar esos márgenes márgenes de manio%ra. manio%ra. 7é que &o lo hago= es poco pro%a%le que los votantes de >irginia deseen verme escri%ir & sermonear contra los errores más comunes, pero por motivos que siguen siendo un misterio, me proveen del suiciente espacio de manio%ra como para poder hacerlo. 4tra crítica ha%itual airma que hago caso omiso del poder sim%!lico o legitimador de la democracia. omo escri%e Louis Menand en The Ne !or"er = -2l grupo que pierda en la contienda de%erá someterse al resultado, de%erá aceptar como legítimas las aspiraciones de la ma&oría. 7!lo se puede contar con ello si previamente se le ha hecho sentir que tenía voz en el proceso, incluso si esa voz uese, en la práctica, algo sim%!lico. )na gran virtud de los sistemas democrá democrátic ticos os es su esta%i esta%ilid lidad. ad. La toleran tolerancia cia hacia hacia opinio opiniones nes dispara disparatad tadas as es ?por ha%lar ha%lar como como un economista@ un pequeño precio a pagar por ella.-A 2ste tipo de reproches pasan por alto un aspecto que se resalta en repetidas ocasiones a lo largo del li%ro= se pueden tener distintos grados g rados de democracia. $o tenemos por qué elegir entre a%andonar la democracia de mocracia o tolerar cualesquiera medidas necias que aprue%e la ma&oría. 2l sistema de go%ierno estadounidense se ha mostrado mu& esta%le a pesar de la e*istencia de requerimientos de ma&orías cualiicadas, del tri%unal supremo, supremo, & de organismos organismos independient independientes es como la reserva ederal. La democracia podría tener un alcance mucho más limitado del que goza ho& en día sin temor a que se produzca descontento social. )nos pocos críticos contemplan todo el estudio como contradictorio. 1artiendo de la premisa de que el consenso de los economistas es ia%le, Bc!mo se puede llegar a una conclusi!n que los economistas rechazan por consensoC hristopher 5a&es lo e*presa de orma elocuente= -2l li%ro se pisa su propia cola. aplan aplan desea conceder una autoridad %asada en presunciones al punto de vista de consenso de los economistas, pero ha& un consenso de los economistas que airma que los votantes son racionales, que es, precisamente, la opini!n de cu&o error el autor trata de convencernos.-D 2sta censura sería irreuta%le si partiésemos de la premisa de que el consenso de los economistas es inali%le. 7in em%argo, lo que mi premisa realmente se limita a airmar es que los economistas, como cualquier otro tipo de e*pertos, merecen el %eneicio de la duda, & que la carga de la prue%a la tienen quienes ponen en duda el consenso de los e*pertos. omo la hip!tesis de racionalidad en el votante orma parte de ese es e consenso, al negar su validez, mi responsa%ilidad respon sa%ilidad es reutarla. 1recisamente el e l motivo que ha hecho necesario escri%ir este li%ro. La crítica más severa a mi tra%a(o ha sido tam%ién la más e*traña. >arios críticos Ecomo, por e(emplo, 6aniel asse en The Wall #treet $o%rnal E niegan que las ideas equivocadas populares tengan ninguna inluencia en la política. -2n -2n ningu ninguna na part partee de El mito del votante racional demuestra demuestra el 7r. aplan que los pre(uicios de los votantes tontos sean el detonante de las malas medidas políticas. 1or e(emplo, el li%re comercio. 2l 7r. aplan señala que el apo&o que reci%e toc! ondo en :GG, cuando s!lo un :H I de los estadounidenses se maniesta%a a avor de la supresi!n de aranceles. $o o%stante, tres años más tarde, +onald +eagan %as! su campaña en el li%re comercio, & pas! a irmar tratados de li%re comercio hist!ricos con anadá & sent! las %ases para el acuerdo con Mé*ico. asse conclu&e que 8el sesgo del votante ha provocado ciertos de%ates disparatados de ám%ito nacional durante los "ltimos años, pero ha orzado a adoptar mu& pocas medidas políticas disparatadas9.-J 2n la práctica, lo que está haciendo es deender la democracia airmando que se hace oídos sordos a la voz del pue%lo. El mito del votante racional airma airma de orma e*plícita que los programas que adoptan las democracias son me(ores de lo que ca%ría esperar siendo la opini!n p"%lica la que es. 1ero de aquí no se deduce que la opini!n p"%lica no tenga importancia. 1ara empezar, si el sesgo del electorado no produce ning"n eecto
previsi%le es que el progreso va&a produciéndose lentamente, si es que llega a producirse. Los sistemas democráticos democráticos cuentan con ciertos ciertos márgenes márgenes de permisividad permisividad &, tal & como desarrolla desarrolla el "ltimo capítulo, si se desea promover medidas más sensatas, se pueden aprovechar esos márgenes márgenes de manio%ra. manio%ra. 7é que &o lo hago= es poco pro%a%le que los votantes de >irginia deseen verme escri%ir & sermonear contra los errores más comunes, pero por motivos que siguen siendo un misterio, me proveen del suiciente espacio de manio%ra como para poder hacerlo. 4tra crítica ha%itual airma que hago caso omiso del poder sim%!lico o legitimador de la democracia. omo escri%e Louis Menand en The Ne !or"er = -2l grupo que pierda en la contienda de%erá someterse al resultado, de%erá aceptar como legítimas las aspiraciones de la ma&oría. 7!lo se puede contar con ello si previamente se le ha hecho sentir que tenía voz en el proceso, incluso si esa voz uese, en la práctica, algo sim%!lico. )na gran virtud de los sistemas democrá democrátic ticos os es su esta%i esta%ilid lidad. ad. La toleran tolerancia cia hacia hacia opinio opiniones nes dispara disparatad tadas as es ?por ha%lar ha%lar como como un economista@ un pequeño precio a pagar por ella.-A 2ste tipo de reproches pasan por alto un aspecto que se resalta en repetidas ocasiones a lo largo del li%ro= se pueden tener distintos grados g rados de democracia. $o tenemos por qué elegir entre a%andonar la democracia de mocracia o tolerar cualesquiera medidas necias que aprue%e la ma&oría. 2l sistema de go%ierno estadounidense se ha mostrado mu& esta%le a pesar de la e*istencia de requerimientos de ma&orías cualiicadas, del tri%unal supremo, supremo, & de organismos organismos independient independientes es como la reserva ederal. La democracia podría tener un alcance mucho más limitado del que goza ho& en día sin temor a que se produzca descontento social. )nos pocos críticos contemplan todo el estudio como contradictorio. 1artiendo de la premisa de que el consenso de los economistas es ia%le, Bc!mo se puede llegar a una conclusi!n que los economistas rechazan por consensoC hristopher 5a&es lo e*presa de orma elocuente= -2l li%ro se pisa su propia cola. aplan aplan desea conceder una autoridad %asada en presunciones al punto de vista de consenso de los economistas, pero ha& un consenso de los economistas que airma que los votantes son racionales, que es, precisamente, la opini!n de cu&o error el autor trata de convencernos.-D 2sta censura sería irreuta%le si partiésemos de la premisa de que el consenso de los economistas es inali%le. 7in em%argo, lo que mi premisa realmente se limita a airmar es que los economistas, como cualquier otro tipo de e*pertos, merecen el %eneicio de la duda, & que la carga de la prue%a la tienen quienes ponen en duda el consenso de los e*pertos. omo la hip!tesis de racionalidad en el votante orma parte de ese es e consenso, al negar su validez, mi responsa%ilidad respon sa%ilidad es reutarla. 1recisamente el e l motivo que ha hecho necesario escri%ir este li%ro. La crítica más severa a mi tra%a(o ha sido tam%ién la más e*traña. >arios críticos Ecomo, por e(emplo, 6aniel asse en The Wall #treet $o%rnal E niegan que las ideas equivocadas populares tengan ninguna inluencia en la política. -2n -2n ningu ninguna na part partee de El mito del votante racional demuestra demuestra el 7r. aplan que los pre(uicios de los votantes tontos sean el detonante de las malas medidas políticas. 1or e(emplo, el li%re comercio. 2l 7r. aplan señala que el apo&o que reci%e toc! ondo en :GG, cuando s!lo un :H I de los estadounidenses se maniesta%a a avor de la supresi!n de aranceles. $o o%stante, tres años más tarde, +onald +eagan %as! su campaña en el li%re comercio, & pas! a irmar tratados de li%re comercio hist!ricos con anadá & sent! las %ases para el acuerdo con Mé*ico. asse conclu&e que 8el sesgo del votante ha provocado ciertos de%ates disparatados de ám%ito nacional durante los "ltimos años, pero ha orzado a adoptar mu& pocas medidas políticas disparatadas9.-J 2n la práctica, lo que está haciendo es deender la democracia airmando que se hace oídos sordos a la voz del pue%lo. El mito del votante racional airma airma de orma e*plícita que los programas que adoptan las democracias son me(ores de lo que ca%ría esperar siendo la opini!n p"%lica la que es. 1ero de aquí no se deduce que la opini!n p"%lica no tenga importancia. 1ara empezar, si el sesgo del electorado no produce ning"n eecto
so%re la política, Bpor qué se adoptaron medidas proteccionistasC, Bpor qué persiste el proteccionismo tras tres décadas de li%eralizaci!nC La e*plicaci!n más convincente es tam%ién la más sencilla= los políticos respaldaron respaldaron los planes iniciales iniciales para conseguir conseguir votos/ sus sucesores sucesores son reacios a li%eralizar li%eralizar porque temen perder votos.- 1uede que asse tenga raz!n en que, en los "ltimos años, el sesgo del votante se ha traducido en pocas medidas políticas desatinadas ?aunque la guerra de 3raq orece un s!lido contrae(emplo@. $o o%stante, esto resulta engañoso de dos ormas. 2n primer lugar, en estos "ltimos años se han implantado mu& pocas nuevas disposiciones econ!micas de ám%ito nacional del tipo que sea, porque el estancamiento econ!mico i(a el stat% &%o. 2n segundo lugar, & más importante a"n, asse se i(a en c!mo se ha cam%iado la política en lugar de en qué política tenemos. )na democracia no de%e ser tenida por %uena por el mero hecho de que se a%stenga a%stenga de empeorar empeorar medidas &a deicientes deicientes o porque haga un esuerzo de mala gana por corregir errores que datan de antiguo. 6espués de toda esta co%ertura mediática tan avora%le, la gran cuesti!n que queda pendiente es si el li%ro producirá una evoluci!n en la investigaci!n académica. La inercia mental & la presi!n del conormismo son mu& uertes puertas adentro de la torre de maril. 3ncluso los proesores universitarios que están de acuerdo en que el electorado es irracional pueden meterse en calle(ones intelectuales sin salida porque hacer eso resulta mucho más sencillo que volver a empezar. 'un con todo, so& optimista. La economía conductual nunca ha tenido tanta uerza/ resulta casi imposi%le dedicarse a la economía aplicada sin aprender algo de psicología e*perimental. La economía política conductual no de%ería quedarse a la zaga/ con un poco de suerte, el desacuerdo entre lo que los economistas piensan como investigadores & lo que piensan como proesores desem%ocará en una grave disonancia cognitiva & en el progreso de la ciencia. 2n cuanto los economistas admitan que los votantes son como sus alumnos Es!lo que peoresE, estarán preparados para desenmarañar los misterios de la política & de los programas políticos. uando llegue el día, si es que llega, en que los economistas entren en raz!n, conío en que los investigadores sociales de otras disciplinas Eespecialmente de ciencia políticaE nos echen una mano. Los reproches a la 8arrogancia de los economistas9 a menudo están uera de lugar. 7in em%argo, teniendo en cuenta el poco interés que la ma&oría de los economistas prestan a la ciencia política e*perimental, ha& que reconocer que ha& parte de verdad en la acusaci!n. 2l desinterés que muestran los economistas por la opini! opini!nn p"% p"%lic licaa es algo algo especia especialm lmente ente ma&"scul ma&"sculo. o. B!mo B!mo vamos vamos a crear crear modelo modeloss que rele(e rele(enn los conlictos entre el p"%lico & los grupos de presi!n, por poner un e(emplo, sin siquiera echarle un vistazo a la vasta literatura e*istente acerca de lo que piensan & quieren de verdad las personasC 1or ortuna, los investigadores en política no nos guardan rencor/ mi propia e*periencia es que se muestran agrada%lemente sorpre sorprend ndid idos os cuan cuando do un econom economis ista ta se toma toma la mole molest stia ia de plant plantea earl rles es cuest cuestio ione ness & escuc escuchar har sus sus respuestas. Mi otro conse(o conse(o para los colegas economistas economistas es que escri%an más li%ros. )n artículo proporciona proporciona espacio para poner en cuesti!n s!lo uno o dos de los puntos de vista comunes, &, a menos que se dé por sentado lo que todo el mundo sa%e, uno puede resultar resultar conuso en el me(or de los casos, & chilado en el peor. peor. 2n un li%ro ha& espacio para desarrollar a%iertamente una versi!n completa de la propia posici!n. 2s más, incluso un li%ro que no sea un é*ito seguramente tendrá más lectores que cualquier artículo. Mi opini!n personal es que o(alá hu%iese comenzado a escri%ir li%ros antes, & pienso centrarme en la pu%licaci!n de li%ros durante el resto de mi carrera. 5a& que reconocer que puedo estar inluido por el e*celente tratamiento que me ha dispensado toda esa gente tan estupenda que tra%a(a en 1rinceton )niversit& 1ress. 2l director, 1eter 6oughert&, nunca ces! de alentarme durante los años de redacci!n. Mi editor, #im 7ullivan, me dirigi! con mano e*perta en el itinerario que separa la presentaci!n del manuscrito de su distri%uci!n, & sus sa%ios conse(os esta%an siempre a la distancia de un correo electr!nico. 2l corrector, +ichard 3somaki, me(or! nota%lemente mi
li%ro de la orma más diícil= línea por línea. 2l diseñador de portada, Frank Mahood, hizo su tra%a(o tan %ien como para transormar un li%ro so%re la irracionalidad del votante en una tentaci!n irresisti%le de compra. 1or "ltimo, la enérgica pu%licista, essica 1ellien, ue capaz de vender a un desconocido proesor de economía a prácticamente todos los grandes medios de comunicaci!n del país. !mo lo consigui! es algo que ignoro, pero no puedo estar más agradecido. ';+'623M32$#47 'unque he sido agraciado con una prousi!n de colegas polemistas E%ien que estimulantesE, ha& dos entre ellos hacia los que siento una gratitud especial. 2l primero es 6on Noudreau*, quien me apremi! a emprender una investigaci!n seria so%re la racionalidad del votante al inalizar inalizar el seminario seminario P%blic Choice '%treach. 2n una especialidad como ésta, en la que el elogio %rilla por su ausencia, 6on se apresur! a decirme que le encanta%a mi planteamiento, & no ha de(ado de repetírmelo desde entonces. 6e verdad me pregunto si hu%iese llegado en alg"n momento a escri%ir este li%ro Eo cualquiera de los tra%a(os en los que se %asaE sin el apo&o de 6on. 2l segundo es #&ler oOen, mi crítico más tenaz. 6esde mi incorporaci!n a la acultad en la universidad ;eorge Mason, #&ler no ha cesado de leer mis tra%a(os de investigaci!n & de comentarme qué hago mal. $adie ha leído más %orradores de este li%ro ni ha planteado preguntas más peliagudas que #&ler. #&ler. 7o& incapaz incapaz de recordar recordar la "ltima "ltima vez que estuvimos estuvimos de acuerdo en algo, pero sigo sintiendo sintiendo que he aprendido de él la mitad de lo que sé. 6e%o tam%ién eterna gratitud a la instituci!n del almuerzo. 5an sido necesarios años de de%ates con mis compañeros ha%ituales de mesa ?#&ler, +o%in 5anson & 'le* #a%arrok@ para ela%orar mis ideas en %ruto hasta darles orma deinitiva. P ellos ueron s!lo la punta del ice%erg/ comensales por docenas han escuchado mis ideas & me han orecido sus opiniones, entre los que se cuentan 7cott Neaulier, 6avid Nernstein, #im Nesle&, 1ete Noettke, 6on Noudreau*, . . Nrad%ur&, ;eo Nrennan, orina aplan, +oger ongleton, Mark rain, 2ric rampton, ;ordon 6ahl, >eronique de +ug&, Nill 6ickens, Qac ;ochenour, +odolo ;onzalez, 6onald ;reen, Friedrich 5einemann, No% 5iggs, +and& 5olcom%e, 6an 5ouser, e 5ummel, Larr& 3annaccone, 7cott Keeter, 6an Klein, 'rnold Kling, Ken Koord, ;eorge Krause, #imur Kuran, 6avid Lev&, aco% Lev&, Loren Lomask&, ohn Lott, 6aniel Lurker, ohn Matsusaka, Kevin Mca%e, Mitch Mitchell, $athaniel 1a*son, Nen 1oOell, 3lia +ainer, arlos +amirez, oe +eid, Fa% +o(as, +uss +o%erts, harles +oOle&, 1aul +u%in, oe 7alerno, im 7chneider, 'ndreO 7ellgren, #homas 7tratmann, 7tratmann, 2d 7tringham, 7tringham, #om #om #erNush, #erNush, ;ordon #ullock, #ullock, 6ick 0agner, agner, 0alter 0alter 0illiam 0illiamss & 6onald 0ittman. P, por mu& entretenidos entretenidos que ueran los almuerzos, almuerzos, quiero dedicar dedicar un agradecimiento agradecimiento especial a todos los que le&eron %orradores del manuscrito & me orecieron sus comentarios detallados= 7cott Neaulier, 1ete Noettke, 2ric rampton, #&ler oOen, 'ndreO ;elman, 6avid ;ordon, +o%in 5anson, Michael 5uemer, 6an Klein, 'rnold Kling, ;eore& Lea, 6avid Levenstaum, 7teve Miller, $athaniel 1a*son, +uss +o%erts, Fa% +o(as, +uss 7o%el, 3l&a 7omin, 2d 7tringham, Koleman 7trump, #im 7ullivan, 6an 7utter, 'le* #a%arrok, ;ordon #ullock, 6onald 0ittman & los evaluadores en 1rinceton )niversit& 1ress. #am%ién deseo e*presar mi reconocimiento a la Kaiser Famil& Foundation por poner a mi disposici!n sin reservas los datos de la 2ncuesta a 2*pertos & 1roanos acerca de la 2conomía/ a 7cott Neaulier, 7teve Miller, 2ric rampton, Kail 1adgitt & ;eo Lea por su e*celente a&uda durante la investigaci!n/ a mis alumnos de Microeconomía & 5acienda 1"%lica, & a los lectores de mi %log, por todos estos años de ormida%les comentarios, & al Mercatus enter por su generoso apo&o. 1or "ltimo, so& mu& aortunado por estar casado con una mu(er que posee un título en economía & la dosis cotidiana de paciencia necesaria para prestar oídos a mi "ltima teoría. >a&an tam%ién aquí mis disculpas para todos los que he olvidado citar. B>ale que os lo compenso en el pr!*imo almuerzoC 3$#+46)3R$
L' 1'+'64' 62 L' 62M4+'3' 2n una ocasi!n, uno de sus seguidores le grit!= 8S;o%ernador 7tevenson, todas las personas razona%les estamos con ustedT9. 'dlai 7tevenson replic!= 8$o es suiciente. $ecesito tener ma&oría9. 7cott 7imon, (%sic C%es. )dlai #tevenson-G 2n las dictaduras, la política de los go%iernos tiende a ser atroz, pero raras veces resulta desconcertante. La construcci!n del Muro de Nerlín suscit! un clamor mundial, pero pocos se preguntaron en qué estarían pensando los dirigentes de 'lemania 4riental. 2ra evidente= querían seguir go%ernando so%re unos s"%ditos que escapa%an en masa de un modo mu& poco considerado. 2s verdad que el Muro de Nerlín presenta%a ciertas desventa(as para la camarilla en el poder= per(udica%a el turismo, lo cual complica%a el asunto de hacerse con divisas en monedas uertes para poder importar artículos de lu(o occidentales/ pero en con(unto, el Muro servía para proteger los intereses de la élite de miem%ros del 1artido. $o es de e*trañar que la democracia sea una panacea política tan popular. La historia de las dictaduras provoca la impresi!n de que las malas políticas se producen porque los intereses de go%ernantes & go%ernados divergen.-H )na soluci!n sencilla consistiría en identiicar totalmente a go%ernantes & go%ernados otorgando 8todo el poder para el pue%lo9. BUue en ese caso el pue%lo decide delegar las decisiones en políticos a tiempo completoC, pues vale, B& quéC Uuienes pagan la iesta ?o votan para pagarla@ eligen la orquesta. 7in em%argo, a menudo sucede que este relato tan optimista no concuerda con la realidad. Las democracias recuentemente adoptan & sostienen políticas que per(udican a la ma&oría. )n e(emplo clásico es el proteccionismo. 'unque economistas de todas las posiciones del espectro político lo han señalado como algo disparatado durante siglos, casi todas las democracias contin"an restringiendo las importaciones. 3ncluso cuando los países negocian tratados de li%re comercio, la idea su%&acente no es tanto 8el comercio es %eneicioso para am%os9 como 8os haremos el avor de importar vuestros productos si vosotros nos hacéis el de comprar los nuestros9. 7i %ien se trata de algo menos atroz que lo del Muro de Nerlín, resulta en cam%io mucho más desconcertante. 2n teoría la democracia act"a como un %asti!n contra políticas socialmente perniciosas, pero en la práctica las acoge & les da reugio.- B!mo e*plicar esta parado(a de la democraciaC )na respuesta que puede aventurarse es que los representantes del pue%lo han conseguido dar la vuelta a la tortilla. 1uede que unas elecciones no sean un actor tan disuasorio rente a malas conductas como a primera vista pueda parecer, de modo que resulte más importante avorecer a grupos de interés especíicos que a la sociedad en general. )na segunda respuesta, complementaria de la primera, argumentaría que los electores son proundamente ignorantes acerca de cuestiones políticas. 6esconocen quiénes son sus representantes & a"n más a qué se dedican. 2sto incita a los políticos a centrarse en sus propios intereses personales & a venderse a quienquiera que va&a a inanciarlos.-:V )na e*plicaci!n diametralmente opuesta de la parado(a de la democracia pasaría por negar el hecho de que ha%itualmente produzca políticas insensatas. 7e podría insistir en que la sociedad tiene la raz!n & que son 8los e*pertos9 quienes se equivocan, & pasar a (ustiicar a%iertamente las virtudes del proteccionismo, el control de precios, etc. 7ería un enoque directo & ranco, pero temerario= sería similar a llamar al estrado a tu deendido & e*ponerlo a un e*haustivo interrogatorio. )na posici!n algo menos directa pero más segura, análoga a evitar que tu cliente testiique, consistiría en indicar errores en ese supuestamente deectuoso uncionamiento de la democracia. $o tendrá que pro%ar la inocencia de su cliente si la acusaci!n carece de un relato coherente que descri%a c!mo ue cometido el crimen. 6el mismo modo, no tendrá que pro%ar que una política es %uena si no ha& una descripci!n acertada de c!mo podría uncionar mal. Los partidarios más espa%ilados de la democracia suelen utilizar esta ruta por ser más segura.-:: 2specialmente durante los "ltimos años, su estrategia ha demostrado tener é*ito pese a la intuitiva atracci!n que despiertan las historias acerca de políticos a resguardo de los vaivenes electorales & de votantes desinormados. 1or motivos en los que ahondaremos en %reve, cuando estas historias son analizadas
críticamente, sus argumentos pierden solidez e incluso se vienen a%a(o. 7in una descripci!n creí%le de la manera en que la democracia derauda las e*pectativas, la con(etura de que eectivamente es así tiene las horas contadas. 2ste li%ro postula una versi!n alternativa acerca de c!mo se malogra la democracia. 2l argumento principal sostiene que los electores son algo peor que ignorantes= son, en una pala%ra, irracionales, & votan en consecuencia. Los economistas & los psic!logos cognitivos suelen asumir que todo el mundo 8procesa inormaci!n9 en la má*ima medida que su capacidad le permite.-:< 7in em%argo, el sentido com"n nos dice que sentimientos e ideologías W& no "nicamente los hechos desnudos o su ela%oraci!nW inluencian considera%lemente nuestro (uicio racional. La mentalidad proteccionista es mu& diícil de desarraigar porque nos hace sentir %ien. uando se vota %a(o la inluencia de convicciones err!neas que hacen sentirse %ien, la democracia produce sistemáticamente políticas perniciosas. omo indica la má*ima relativa al mundo de la programaci!n= si metes %asura, o%tienes %asura. $o es que la irracionalidad generalizada sea un ataque dirigido e*clusivamente contra la democracia, sino que aecta a todas las instituciones humanas. 2ste li%ro asume la premisa clave de que la irracionalidad, al igual que la ignorancia, es selectiva. 1or lo general desatendemos toda inormaci!n no deseada que atañe a materias que nos son indierentes. 'simismo, airmo que desactivamos nuestras dotes racionales cuando tratamos cuestiones cu&a veracidad nos es indierente.-:A Los economistas llevan mucho tiempo argumentando que la ignorancia del votante es una respuesta con la que ha& que contar si se tiene en cuenta el hecho de que un "nico voto carece de importancia. B1ara qué inormarnos so%re cuestiones & pro%lemas si no está en nuestra mano modiicar el resultadoC Po generalizaré está idea intuitiva= Bpara qué molestarte en controlar tus impulsos rele(os emocionales e ideol!gicos si no está en tu mano modiicar el resultadoC 2ste li%ro resulta de una com%inaci!n de tres ideas. La primera= las dudas acerca de la racionalidad del votante están ratiicadas empíricamente. La segunda= la irracionalidad del votante es e*actamente lo que nos permite deducir la teoría econ!mica una vez asumimos una serie de supuestos relativos a la motivaci!n en las personas que sean consistentes con la propia psique humana. La tercera= la irracionalidad del votante es undamental si se desea di%u(ar un cuadro realista de la democracia. 7eg"n la ingenua opini!n %asada en el interés p"%lico, la democracia unciona porque hace aquello que los votantes desean. 7eg"n la ma&oría de escépticos, la democracia alla porque de(a de hacer aquello que los votantes desean. 7eg"n mi propia opini!n, la democracia alla precisamente porque hace aquello que los votantes desean. 2mpleando (erga de los economistas diría que la democracia acarrea una 8e*ternalidad9. )n votante insensato no se per(udica "nicamente a sí mismo= tam%ién a todos aquellos que, de resultas de su irracionalidad, incrementan sus pro%a%ilidades de tener que vivir su(etos a políticas desacertadas. omo la ma&or parte del coste de la insensatez del votante es 8e*terna9, &a que la pagan otras personas, Bpor qué no darse el gustazoC on un n"mero suiciente de votantes que piensen de este modo, las políticas socialmente dañinas triunarán por reivindicaci!n popular. 'l catalogar los allos de la democracia no hemos de perder la perspectiva. ientos de millones de personas %a(o go%iernos democráticos disrutan de unos niveles de vida asom%rosamente %uenos en términos hist!ricos. Los deectos de las peores democracias palidecen al compararlos con los de regímenes totalitarios. 'l menos las democracias no asesinan a millones de sus propios ciudadanos.-:D 1ero ahora que la democracia es la orma de go%ierno ha%itual, no parece mu& razona%le reugiarse en t!picos del tipo de 82s me(or que el comunismo9 o 87upera con creces la orma de vida durante la 2dad Media9. #ales comparaciones colocan el list!n e*cesivamente %a(o. 2s más "til averiguar c!mo & por qué decepciona.-:J 1ara muchas personas, el tema queda zan(ado mediante uno de los más amosos aorismos de 0inston hurchill= 8La democracia es la peor orma de go%ierno, e*ceptuando todas las demás ormas que se han pro%ado de tanto en tanto9.-: 1ero esta sentencia pasa por alto el hecho de que los go%iernos se dierencian unos de otros no s!lo en su orma, sino tam%ién en el alcance de sus políticas. 2n democracia, la principal alternativa al go%ierno de la ma&oría no es la dictadura, sino el mercado.
1artidarios incondicionales de la democracia han reconocido este hecho repetidamente.-:G uando se lamentan por el 8de%ilitamiento de la democracia9, su principal prue%a se resume en que el go%ierno e(erce poco control so%re el mercado, el cual incluso usurpa sus unciones tradicionales. ' menudo conclu&en con una 8llamada de alerta9 dirigida a los votantes para que se sacudan de encima la apatía & hagan escuchar sus voces. La idea herética que rara vez ve la luz es que un de%ilitamiento de la democracia en avor del mercado podría ser una %uena cosa. 3ndependientemente de las ideas que uno tenga acerca de lo %ien o mal que el mercado unciona en términos a%solutos, cuando la democracia comienza a tener mal aspecto, los mercados lucen mucho me(or en comparaci!n. Los economistas gozan de la reputaci!n inmerecida de a%rigar una 8e religiosa9 en el mercado. $adie ha hecho más que los economistas por analizar las innumera%les maneras en las que el mercado puede uncionar mal. 7in em%argo, tras tantas investigaciones, los economistas suelen llegar a la conclusi!n de que el hom%re de la calle & el intelectual carente de estudios econ!micos su%estiman lo %ien que el mercado unciona.-:H Po mantengo que algo mu& distinto le ocurre a la democracia= se encuentra ampliamente so%revalorada. $o solamente por la sociedad en general, sino tam%ién por la ma&or parte de los economistas. 'sí pues, mientras la sociedad minusvalora la eectividad del mercado, hasta los economistas su%estiman las virtudes que éste posee, relativas a sus alternativas o%tenidas mediante políticas democráticas. '1X#)L4 : MY7 'LLY 62L M3L';+4 62 L' ';+2;'3R$ 6esconío de cualquier creencia del hom%re de la calle. 5. L. Mencken, ) #econd (enc"en Chrestomathy-: on todo lo que los votantes desconocen se podría llenar una %i%lioteca universitaria. ' lo largo de las "ltimas décadas, economistas dedicados al estudio de la política han reavivado los vie(os escr"pulos acerca de la competencia del pue%lo para go%ernar al señalar que, desde un punto de vista egoísta, los votantes no se equivocan cuando deciden permanecer en la ignorancia. 2l suceso de que un voto concreto llegue a aectar al resultado general de unas elecciones es de una pro%a%ilidad tan reducida que un egoísta práctico no presta ninguna atenci!n a la política. 2lige ser, en terminología econ!mica, un ignorante racional.-
la ignorancia del votante un pro%lema serio, lo cual les lleva a acoger con escepticismo las intervenciones del go%ierno destinadas a me(orar los resultados producidos por el mercado. La intervenci!n %eneiciosa del go%ierno es en teoría posi%le, pero, Bc!mo se supone que unos votantes completamente desinormados va&an a elegir al candidato que la ponga en prácticaC La consecuencia que ca%e deducir de esta situaci!n es= 8Los votantes no sa%en lo que hacen, así que dé(enlo en manos del mercado9. Los pensadores al otro lado de la línea divisoria minimizan las dudas so%re la intervenci!n del go%ierno. )na vez descontado el eecto de la ignorancia de los votantes, s!lo ha& un paso desde 8medidas políticas en teoría %eneiciosas9 a 8las medidas que en la práctica adoptan las democracias9. on el tiempo, el concepto de ignorancia racional dio lugar a un programa de investigaci!n integral denominado 82lecci!n 1"%lica9 o 82conomía 1olítica9 o 8teoría de la 2lecci!n +acional9.-
eamos pues, el :VV I de ignorancia nos conduce al desastre, Bacaso el I representa una me(ora sustancialC La inesperada respuesta es que sí. Los eectos negativos de la incultura del electorado no son lineales. La democracia con un I de ignorantes se parece mucho más a la democracia que la democracia con ignorancia a%soluta.-
se han documentado. 2l restante I son tan necios que votan al azar. 3nterrogue a uno cualquiera que esté esperando su turno de voto & casi con total seguridad llegará alarmado a la conclusi!n de que no tiene ni la menor idea de lo que está haciendo. 7in em%argo, las le&es %ásicas de estadística nos dicen que, si el cuerpo electoral es suicientemente numeroso, cada candidato reci%irá alrededor de la mitad de los votos aleatorios. 'm%os candidatos pueden contar con apro*imadamente un D,J I de los suragios. 1ero eso no %asta para ganar. 1ara ello han de concentrar las energías en la persona inormada de cada cien. BUuién se lleva el gato al aguaC 6e nuevo, quienquiera que cuente con el apo&o de una ma&oría de votantes inormados. La lecci!n a e*traer, como ponen de relieve 1age & 7hapiro, es que concentrar el estudio en el votante medio puede inducir a error= 'unque las respuestas que los individuos %rinden a las encuestas de opini!n sean en parte aleatorias, plagadas de errores de medida e inconstantes, al ser agregadas para ormar una respuesta colectiva ?por e(emplo, el porcenta(e de personas que se muestra a avor de una determinada iniciativa política@, tal respuesta colectiva puede llegar a ser mu& signiicativa & esta%le.-
empezaron a realizarse sondeos, & las comparaciones internacionales revelan que el conocimiento de la política de los estadounidenses está s!lo moderadamente por de%a(o de la media.-AG 1odría insistirse en que ninguno de estos datos es relevante/ tal vez los votantes posean una intuici!n integral que desaíe todo intento de ser medida. 1ero deender así la democracia sería tomar una vía desesperada. 2l Milagro de la 'gregaci!n orece unos cimientos más irmes. $os permite creer a la vez en la evidencia empírica & en la democracia. Los argumentos iniciales %asados en la ignorancia racional se diundieron & terminaron por convertirse en sa%iduría popular. 2l Milagro de la 'gregaci!n se encuentra inmerso en un proceso de divulgaci!n similar/ algunos no han oído ha%lar de él todavía, los estudiosos más retr!grados conían en que %asta con pasar por alto la o%(eci!n para que desaparezca. 1ero la l!gica que ha& detrás de ella es demasiado convincente. ' menos que alguien revele un error en el milagro, la alla a%ierta en el terreno de las ciencias sociales se cerrará. Los economistas & los proesores de derecho & polit!logos que razonan en términos más econ!micos reconsiderarán sus dudas acerca de la democracia & regresarán a la presunci!n anterior a la idea de ignorancia racional de que si las democracias hacen Z, Z es %ueno. La realidad del error "i"#e$%#ico 2l suragio universal, que ho& en día descarta el li%re comercio en los 2stados )nidos, ha%ría prohi%ido con toda seguridad el nuevo modelo de hiladora multi%o%ina & el telar automático. W0illiam Leek&, Liberty and Democracy-AH 2l Milagro de la 'gregaci!n demuestra que la democracia puede uncionar incluso con un electorado de ignorancia mor%osa. La democracia otorga la misma voz a los (uiciosos & a quienes no lo son tanto, pero s!lo los primeros deciden las políticas a seguir. ontinuar pormenorizando la carencia de conocimientos del electorado con un estudio tras otro no viene al caso. 1ero ha& otro tipo de evidencia e*perimental que sí puede desacreditar el Milagro de la 'gregaci!n. [ste solamente se produce si los votantes no cometen errores sistemáticos. 2sto nos indica que, en lugar de ela%orar un rerito con el asunto del error de los votantes, de%eríamos concentrar nuestro uego de artillería en la crucial & relativamente ine*plorada cuesti!n=-A Bson sistemáticos dichos erroresC 2*isten %uenas razones para sospechar tal cosa. 7í, es verdad que, como señala 7uroOiecki, clavamos la estimaci!n media del peso de un %ue&, pero la psicología cognitiva tiene catalogada una larga lista de otras cuestiones acerca de las cuales nuestra apreciaci!n media es sistemáticamente err!nea.-DV 2se corpus de investigaci!n de%ería hacer que nos planteáramos siquiera la posi%ilidad de e*istencia de error sistemático en el votante. 1or sí sola, sin em%argo, la literatura psicol!gica no nos permite avanzar mucho. La cone*i!n entre la cognici!n genérica & las decisiones políticas especíicas es demasiado vaga. 2l p"%lico podría con(ugar un po%re criterio en lo general con otro mu& s!lido en las tareas concretas.-D: Los votantes podrían ser malos técnicos en estadística pero inísimos evaluadores de cuáles son las actuaciones políticas sensatas. 'sí que tenemos que reinar nuestra pregunta= Bson sistemáticos los errores de los votantes cuando nos reerimos especíicamente a cuestiones de clara relevancia políticaC