El Mito del equipo administrativo Con frecuencia algunas empresas o instituciones consideran que si forman un grupo selecto de directivos o gerentes astutos, experimentados y decididos, cada uno de los cuales cuenta con diferentes capacidades que son importantes para la organización, será posible que en un conjunto entiendan y solucionen los problemas complejos multifuncionales que les impide alcanzar buenos resultados. Sin embargo, en la mayoría de los casos ven frustrados sus expectativas, pues se a observado que dichos grupos se vuelven inoperantes bajo presión. El equipo administrativo funciona muy bien con problemas rutinarios, pero cuando enfrentan dilemas complejos que resultan confusos o amenazadores, el espíritu de unidad se desvanece. Esto, en parte, es consecuencia de nuestra educación que nos impide admitir que no conocemos la respuesta. Lo anterior se ve reforzado porque en casi todas las organizaciones se recompensa a las personas capaces de defender sus puntos de vista, pero incapaces de comprender y analizar los problemas complejos. Aprendemos a disimular cuando ignoramos algo o nos sentimos desconcertados, ya que no queremos hacer evidentes nuestras limitaciones. Esta actitud impide que intentemos comprender lo que nos amenaza. Como consecuencia, tenemos equipos llenos de gente increíblemente apta para cerrarse al aprendizaje. Viene a cuenta citar un caso clínico: Un sujeto masculino de 25 años de edad acudió a consultar por los intensos dolores que le causaba una masa tumoral (de rápido crecimiento) en la región pre auricular izquierda, de dos meses de evolución. El paciente inicialmente fue atendido por un médico general, quien le diagnostico un tumor maligno, por lo que le recomendó consultar un médico cirujano. El enfermo solicitó la opinión de un ginecólogo de su esposa, quien le dijo que su problema era un barro y trato de exprimírselo. Como no logro drenarlo, adujo que el barro estaba enterrado y lo programo para cirugía como paciente externo en un hospital. Una semana después de la cirugía el paciente acudió a consulta para que le retiraran los puntos, pero el ginecólogo le informo que tenía cáncer y lo refirió a radioterapia. Los dos especialistas, el radioterapeuta y el ginecólogo, le explicaron que, en vista de la naturaleza maligna del tumor y su localización, ya no se podía optar por el tratamiento quirúrgico y lo mejor era iniciar iniciar las radiaciones. Desconcertado acudió a un hospital para obtener una segunda opinión. Ahí le diagnosticaron tumor parotídeo izquierdo, se le realizo parotidectomia total con sacrificio del nervio facial y disección radial del cuello. El sujeto sufrió la deformidad propia de la parálisis facial izquierda y de la cirugía radical del cuello, pero consiguió llevar una vida normal ocho años posterior a la cirugía.
Como se puede observar, la recomendación inicial del médico general fue acertada, más el paciente no confió en él, y prefirió consulta un ginecólogo, quien fue incapaz de aceptar los límites de su especialidad, su falta de conocimiento y lo sometió a una cirugía innecesaria; algo semejante hizo el radioterapeuta, quien en acuerdo con el primer especialista le dio un consejo erróneo. Puede verse que fallaron como facultativos y como equipo invadieron terrenos que estaba fuera de su alcance. Sin justificar a nadie, no puede negarse que sobre los médicos se ejerce una presión social real. Desde que ingresan a la escuela de medicina, familiares y amigos esperan que sepan responder todas sus dudas relacionadas con problemas de salud. Cuando terminan sus estudios, la gente automáticamente supone que están capacitados para resolver cualquier caso y jamás se libran de tener que dar una consulta médica, sea o no de su especialidad, cuando asisten a una reunión social. Pero si son honestos tendrán que admitir que resulta imposible dominar todos los campos de su carrera. Sin embargo, si lo declaran, muchas personas dudaran de su capacidad como médico. La realidad es que los médicos no están educados para aceptar que son humanos, tienen limitaciones y cometen errores. Del ejemplo anterior podemos deducir que es importante que en las organizaciones de salud haya la suficiente apertura para aceptar que en ocasiones hasta los especialistas más calificados pueden tener dudas sobre el tratamiento más adecuado para un determinado paciente, y no por ello dejara ser el mejor en su campo ante los ojos de los demás.es necesario formar equipos de trabajo en los que en cada integrante aporte lo mejor de sus capacidades y que en conjunto aprendan de cada caso, sin olvidar que el proceso de aprendizaje nunca termina.