LAS 8 SEMANAS QUE CAMBIARÁN TU VIDA
Claudio de Castro
Crecimiento Espiritual Copyright © 2015 E-mail:
[email protected] Tercera edición: junio de 2015
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Índice
UN LIBRO, UN ALMA EL AUTOR INTRODUCCIÓN UNA NUEVA VIDA LAS OCHO SEMANAS ¿POR QUÉ LA IDEA? PRIMERA SEMANA SEGUNDA SEMANA TERCERA SEMANA CUARTA SEMANA QUINTA SEMANA SEXTA SEMANA SÉPTIMA SEMANA OCTAVA SEMANA EL SECRETO LA FOTO PARA CONOCER AL AUTOR PARA TERMINAR
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Para Vida, mi esposa Y mis hijos: Claudio Guillermo, Ana Belén, José Miguel Y Luis Felipe A mi nietecita Ana Sofía. A mis Padres y mis hermanos: Henry y Frank Al buen Dios que siempre ha sido un Padre Excepcional.
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UN LIBRO, UN ALMA Cada vez que empiezo a escribir un nuevo libro, le pido al buen Dios dos favores: 1) Que convierta mi trabajo en oración. 2) Que toque los corazones de sus lectores. Mi trabajo consiste únicamente en escribir. Lo importante, lo verdaderamente importante lo hace el buen Dios. Me encanta saber que sólo tengo que escribir. El resto le corresponde al buen Jesús. Y lo hace de maravilla. Unos meses atrás me encontraba en un evento de la Iglesia y de pronto me preguntan: “Usted es Claudio de Castro, ¿verdad?” Asentí con la cabeza y sonreí. “Hace como 6 meses me encontraba en el Santuario Nacional del Corazón de María. Entré a la capilla del Santísimo a Rezar. Le pedí a Dios que me permitiera perdonar a una persona, porque yo no podía perdónalo. “Muéstrame el Camino”, le dije. Salí de allí con lágrimas en los ojos. En el pasillo, estaba usted con su mesita de libros. Pasé a su lado y usted me obsequió un libro. Se titulaba: “El Camino del Perdón”. Quiero que sepa que no he parado de llorar emocionada desde que empecé a leerlo hasta que terminé. He podido perdonar. Y quería agradecerle”. “Yo sólo escribo. Debes agradecer al buen Jesús que le mostró el camino”, le respondí. Me dejó emocionado agradecido con el buen Dios que siempre nos sorprende con estas alegrías. …………………………. Si este libro en alguna medida te ayuda, te invitamos a leer otros similares que tal vez puedan acompañarte también: Puedes encontrarlos en nuestro sitio de autor https://www.amazon.com/author/claudiodecastro
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También te agradeceremos que nos dejes una reseña para que otras personas se animen también a leerlo.
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EL AUTOR Soy Claudio de Castro, autor de libros como: “El Gran Secreto para obtener lo que le pides a Dios”, “¿Por qué a mí me pasan estas cosas?” Y “Cómo ser un escritor católico exitoso”, obras que llevan más de 20 ediciones dispersos en 15 países. Mi primer libro lo escribí a los 18 años, en ese tiempo soñaba con ser un escritor. Actualmente es mi oficio, me dedico a escribir. He publicado numerosos libros católicos de auto ayuda, vida en familia y vida interior. Me encanta leer y escribir. Sobre todo disfruto mucho la presencia de Dios. Me siento como un niño pequeño que va seguro por la vida de la mano de su padre. No hay forma humana de explicar esta maravillosa experiencia. Tienes que vivirla. Estoy casado desde hace 30 años. Mi esposa se llama Vida y tenemos 4 hijos. Yo desordenado, mi esposa extremadamente ordenada. Supongo que es un don que tienen todas las esposas. “Las llaves de mi auto, ¿dónde están?” “Donde las dejaste ayer”, me responde Vida. Las esposas siempre tienen una respuesta para todo. He aprendido a reconocer en la mujer una fortaleza única y singular, una inteligencia y dones admirables, una ternura y capacidad de perdón, que sobrepasa todo nuestro entendimiento. Y he aprendido que si confías en Dios, te irá bien. Él es la respuesta a nuestras inquietudes. Por eso mis prioridades son sencillas; Dios, mi familia y mi trabajo.
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Dios siempre nos da lo mejor. Lo justo. Lo necesario.
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Haz de tu vida algo extraordinario.
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INTRODUCCIÓN Quería que este libro fuese especial para ti. Un libro que te mostrara que a pesar de las dificultades podemos levantarnos. La adversidad nunca tendrá la última palabra. No debes dejar que te venza. Estaba sentado en la terraza de la casa con la mente bloqueada. De pronto recordé esta frase de los Proverbios: "Encomienda al Señor tus obras, y tus proyectos tendrán éxito". (Prov. 16, 3) Es como si Dios sembrara en nuestros corazones la esperanza y de alguna manera, sabemos qué hacer. Cerré los ojos. "Debo rezar", me dije. Y empecé: "Señor, esto no puedo hacerlo solo. Ni siquiera logro escribir una palabra. ¿Por qué no lo hacemos entre los dos? Dime qué escribir, qué te agrada, qué esperas de nosotros”. De pronto, como si una tormenta interior se desatara en mí, empecé a escribir, una palabra tras otra, y no he podido detenerme. En broma le he dicho al Señor: “Despacio, que no puedo ir tan rápido". Así surgió este libro. Hay preguntas que siempre me hago, sobre todo cuando empiezo un nuevo libro. ¿Valdrá la pena este esfuerzo? ¿Acaso alguien lo leerá? Cuando esto ocurre, para mí es como una señal de que el libro hará mucho bien. Y que no debo desanimarme. No imaginas las cosas curiosas que me ocurren cada vez que inicio una nueva colección de libros. Siempre recuerdo aquella vez que le obsequié uno de mis libros a la gerente de una empresa. Estaba por ayudarme con unos datos. La siguiente semana cuando regresé me dice admirada: "Ocurrió algo increíble. No lo va a creer. ¿Recuerda el libro que me regaló? Lo dejé encima de mi escritorio. Esa tarde una secretaria vino a consultarme algo. Estaba hablando por teléfono cuando llegó y tomó el libro para entretenerse mientras esperaba. Cuando terminé, volví a verla y para mi sorpresa, allí estaba ella, llorando. "¿Qué le ocurre?", pregunté. Me miró ilusionada, sin dejar de suspirar, mientras repetía: "Dios me ama. Dios me ama". Al rato, más calmada me explicó: "Tomé el libro y empecé a leer estas palabras: “Hoy es un día especial. Dios está cerca de ti...”. Seguí leyendo y me di cuenta que soy importante para Dios, que debo cambiar mi vida, que Dios me ama". Apenas podía creerlo. Era increíble. Dios se hizo presente en la vida de esta joven. Y comprendí que Dios se tomó en serio mis palabras. Cuando empezamos a escribir le hice 14
esta propuesta: "Yo escribo. Tú, toca los corazones". Y lo ha hecho de maravilla. Espero, querido lector, que este libro, te sirva para renovar tu vida, o al menos que encuentres en él consuelo. Al adquirirlo me ayudas a publicar más libros y llegar a más personas con nuestro sueño: “llevar esperanza".
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UNA NUEVA VIDA Cada día que inicia es especial. Una nueva oportunidad de hacer las cosas diferentes. Este año que pasó fue extraordinario. Y estoy agradecido. Me hago siempre nuevos propósitos. Pero, ¿a qué puedo aspirar? El tiempo me han enseñado lo frágiles que somos las personas. Miro a Dios... le veo y me ve. Y escucho resonar en mi alma estas palabras de san Pedro, dichas mil años atrás: "Como hijos obedientes, no os amoldéis a las apetencias de antes, del tiempo de vuestra ignorancia, más bien, así como el que os ha llamado es santo, así también vosotros sed santos en toda vuestra conducta, como dice la Escritura: Seréis santos, porque santo soy yo". La vida es un llamado a la santidad. Éste es el mejor propósito que podemos hacernos. Si escucharas a Dios, atentamente, le oirías decir: "Eres mi hijo amado. Lo doy todo por ti". “No conozco el camino”, me dijo un conocido, “¿cómo podría ser santo? Ni siquiera sé qué es la santidad” La santidad está en lo simple, lo cotidiano. Basta llenar de amor nuestras pequeñas obras diarias. Darles ese toque de amor que tantos necesitan. Hacer nuestras pequeñas obras, gratas a Dios. Créeme, ¡vale la pena! Decía un sacerdote en su homilía: «Si supiéramos la fiesta que Dios nos tiene preparada en el Cielo, todos seríamos santos de altares». He aprendido que las respuestas a nuestras inquietudes están en el Sagrario. Sólo hay que saber preguntar, tomarse el tiempo y ver a Jesús. Cuando algún amigo me visita con una inquietud lo remito al Sagrario. Allí están nuestras respuestas. Los he visto regresar al tiempo asombrados a contarme las maravillas que han ocurrido en sus vidas y cómo Jesús respondió todas sus inquietudes. Es maravilloso.
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LAS OCHO SEMANAS En los Focolares, un movimiento de la Iglesia Católica, suelen elegir una frase del Evangelio que los ayude a ser mejores personas y se esfuerzan en vivirla durante un mes. Cada mes reciben una Palabra de Vida, con una bella reflexión. Los motiva a vivir el Evangelio en su radicalidad, porque el Evangelio es para ser vivido. Me encanta esta propuesta porque está a nuestro alcance. Y es muy sencillo lograrlo... Un paso a la vez.
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¿POR QUÉ LA IDEA? Ocurrió que leí la Palabra de Vida de mayo 2013 que decía: «Dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante» (Lc 6, 38). ¿Alguna vez te ha sucedido que has recibido un regalo de un amigo y has sentido la necesidad de corresponder? ¿Y de hacerlo no para pagar una deuda, sino más bien por auténtico amor agradecido? Seguro que sí. Si esto te sucede a ti, imagínate a Dios, a Dios que es Amor. Él siempre responde a cualquier regalo que hagamos a nuestro prójimo en nombre de Él. Es una experiencia que los cristianos verdaderos viven muy a menudo. Y cada vez es una sorpresa: nunca llegamos a acostumbrarnos a la inventiva de Dios. Podría ponerte mil, diez mil ejemplos; podría escribir un libro. Así verías cuán cierta es esa imagen: «os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante», que indica la abundancia con que Dios corresponde, su magnanimidad”. Recuerdo que me tomé muy en serio esta palabra y quise ponerla a prueba. “Veremos si es verdad”, me dije. En esos días me había escrito una señora desde Costa Rica pidiéndome libros para regalar en su barrio. Abundaban las malas costumbres y ella pensó que tal vez mis libros ayudarían. «Dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante» (Lc 6, 38). Entonces preparé una caja grande y la llené de libros. Cuando fui al correo y pregunté cuánto costaba enviarla casi me echo para atrás. Pero al final cerré los ojos y la envié. Esa misma semana me llama una amiga para preguntarme si recibo donaciones. “¿A qué te refieres?”, le pregunté. “Un amigo que vive en España ha visto la página web de tu editorial y me dice que sintió en lo profundo del alma una voz que le decía: “Ayúdalos”. Y te ha enviado una donación en Euros”. Apenas podía creerlo. De pronto vino a mi mente la caja de libros que había enviado a Costa Rica. Resulta que la donación era 10 veces el valor de lo que gasté. Fue algo impresionante. Me di cuenta que el Evangelio se cumple. Las promesas del Evangelio se cumplen. Sólo hay que vivir esas palabras y confiar, pues Dios está con nosotros. ¿Qué te parece si nos proponemos algo similar? Tratar de vivir el Evangelio, llenando nuestros días con la presencia de Dios. Haciéndolo todo con amor. Lo mucho y lo poco.
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Serán ocho semanas que probablemente cambiarán tu vida. Te demostrarán que no hay límites para las maravillas que puedes lograr. ¿Cómo iniciarlas? Con los años he descubierto que hay una forma estupenda de empezar las cosas. Con una visita al Sagrario. Allí te espera Jesús. Mi amigo, el padre José, era hebreo. Una tarde paseaba con un obispo amigo suyo. El obispo le pidió que lo acompañara a su parroquia a buscar algo. Cuando pasaron frente al Sagrario el obispo se arrodilló e hizo la señal de la cruz. José intrigado le preguntó: “¿Por qué has hecho esto?" El obispo señaló al Sagrario y le dijo: "Allí está Jesús. Él te ve y Él te oye". Estas palabas calaron tan hondo en su alma que sintió la inquietud de averiguar más sobre nuestra fe. Terminó siendo bautizado, entró al seminario y ahora es un sacerdote para Jesús. No sé de nadie que pase frente a Jesús, que le acompañe un rato, sin que algo importante cambie en su vida. Toda mi existencia gira en torno al Sagrario. Desde pequeño, Jesús ha sido mi mejor amigo. Aún lo recuerdo. Vivía en una ciudad al Atlántico de Panamá llamada Colón. Frente a mi casa había una capilla de las Siervas de María. Allí estaba Jesús. Me encantaba asomarme por la ventana con la certeza que Jesús me veía y desde aquél Sagrario me saludaba. "Aquí estoy Claudio". Y yo respondía: "Aquí estoy Jesús". Siempre fue mi mejor amigo. Voy a cumplir 58 años. Mirando hacia atrás puedo reconocer con facilidad los momentos en que estuvo junto a mí, abrazándome, cuidándome; dándome ánimos para continuar este camino, levantándome cada vez que caía. Cuando alguien me comenta un problema que no puede solucionar le recomiendo que visite a Jesús. Él tiene todas las respuestas. “Cuéntale lo que vas a hacer”, le digo, “pídele la gracia y fortaleza para conseguirlo. No olvides que el camino está lleno de piedras y puedes tropezar. Y si caes, no te preocupes, levántate y continúa. Un sacerdote me comentó una vez: "Santo no es el que nunca cae sino el que siempre se levanta". Te invito a realizar algo muy sencillo. Será un reto para ti, una aventura inolvidable: vivir 22
durante ocho semanas, las palabras del Evangelio. Ocho semanas que cambiarán tu vida. Será algo tan radical como lo es el Evangelio. Algo nuevo y hermoso brotará en tu interior: La alegría de la fe. El entusiasmo de la esperanza. La presencia de Dios. ¡Levántate! No tengas miedo. Dios irá contigo. A tu lado. En ti.
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PRIMERA SEMANA ¿CÓMO AMAR? Me basta verlo clavado en la cruz para entender lo que hace el Amor. Por eso no me es tan difícil amar al que no me ama, al que me hace daño y perdonar. Mi vida nunca fue la misma desde el día que me decidí por Dios. Vaya que me han llamado “bicho raro”, infinidad de veces. Pero he sido feliz siendo ese bicho raro. Esta semana seguiré el consejo de Chiara: “Amaré de primero, los amaré a todos, amaré aunque no me amen”.
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EMPECEMOS...
¿Estás listo? Viviremos estas palabras del Evangelio: “Yo les digo a ustedes que me escuchan: amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los maltratan. Al que te golpea en una mejilla, preséntale también la otra. Al que te arrebata el manto, entrégale también el vestido”. Será una semana para amar. Qué difícil amar al que no me ama. Pero lo intentaré. Le pediré a Jesús un poco de su amor, porque el mío no basta. También bendeciré. Es algo a lo que no estoy acostumbrado. ¿Qué pensarán de mí? Estamos llamados a bendecir y no maldecir. ¿Cómo empezar? Vas a un banco y cuando te atienden le sonríes al cajero y le dices: "Dios te bendiga". Observa su reacción, quedará confundido. Nunca esperó estas palabras, pero al instante responderá: "Gracias. Dios le bendiga también".
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AMAR ES LA RESPUESTA Cada día, cuando visito a Jesús en el Sagrario, le hago la misma pregunta: “¿Qué debo hacer?”. Y es que no encuentro respuestas a mis inquietudes y a menudo no sé cómo solucionar mis problemas. Hoy fue un día especial, diferente. Me encontraba en ese dialogo solitario con Jesús. Le preguntaba muchas cosas, con la certeza que Él está allí, y me ve y me escucha. Y de pronto me llegaron estos pensamientos... Como no tenía papel para anotar, los escribí en la palma de mi mano. Al salir de la Iglesia vine a la biblioteca. Y aquí estoy, en este momento, leyendo lo que escribí: “El que vive en la presencia de Dios no puede odiar, aunque quiera. En su presencia sólo hay paz, serenidad, perdón y misericordia”. Hay algo más. Mirándolo fijamente, le recordé aquellos problemas que atravieso y no sé cómo solucionar. Entonces sentí como un bálsamo en el alma. “Eres Tú”, le dije, “sé que eres Tú”. Y un amor hondo me llenó con tal fuerza que aún, en este momento, en esta biblioteca, lo percibo. Es un gozo interior indescriptible. Y me mueve a amarlo todo, a todos, al bueno, al malo, al que me ama, al que me odia. En ese momento volví a hacer la pregunta que siempre quedaba sin respuesta: “¿Qué debo hacer?”. Esta vez algo ocurrió. “¿Qué debo hacer?” Volví a preguntar. Sentí una voz interior, transparente como el viento, que me llegó al corazón. “Amar”, respondió. “Debes amar”. Entonces comprendí. He amado, pero no lo suficiente. He amado con un amor muy pobre y egoísta, un amor selectivo. Debo dar ese primer paso que nos diferencia y amar un poco más. Luego, pedirle una 27
chispa de Su amor, que es un amor puro y limpio, para amar como debo amar. Al salir, llegué a esta conclusión: Si amaramos un poquito más, el mundo sería diferente, y nosotros también. Ahora lo sabes... Cada vez que preguntes qué debes hacer, encontrarás una sola respuesta: “AMAR”.
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SEGUNDA SEMANA Había escrito estas palabras, pensando vivirlas a plenitud. Tratar a los demás con bondad. Pero Dios, que nos conoce bien, nos enseña cómo somos y nos muestra el camino para cambiar. Ese día salí de la casa como a las cinco de la tarde para ir a Misa y me encontré con un menesteroso en la entrada de la Iglesia. Se acercó para pedirme de comer. Estaba apurado y a regañadientes le brindé unas monedas. En ese momento me di cuenta de mi error. Somos selectivos y olvidamos a Jesús, en los pobres. Como decía san Alberto Hurtado: “El pobre es Cristo”. Esta semana me esforzare por vivir estas palabras de Jesús: “Da al que te pide, y al que te quita lo tuyo, no se lo reclames” (Lc 6, 30). ……………………. Recuerdo aquella vez que un indigente salió de la oscuridad hacia mí. Eran como las ocho de la noche. Busqué en mi mente las palabras que usaría para alejarlo. Mis hijos estaban pequeños y nos preparábamos para dar una vuelta en el auto. Se acercó sin hacer ruido, me obsequió una mirada dulce y pura, y me dijo: "Tienes una hermosa familia. Dios te bendiga y los guarde en su corazón". Y siguió su camino. No supe cómo reaccionar. Mi hijo Claudio Guillermo, que tenía 9 años, me dijo al instante: "Papá, ese hombre merece que lo ayudes". Nos montamos en el auto y salimos a buscarlo, pero nunca más lo volvimos a ver.
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QUÉ BIEN SE SIENTE DAR Acaba de ocurrir. Bajo un árbol vi a este anciano sentado. Un hombre sin hogar. Me nació del alma bajarme del auto y le obsequié un refresco y unas galletas. Entonces ocurrió algo increíble. Llega un guardia de seguridad, también un hombre mayor, sencillo, humilde. Con gran amabilidad y cariño, le llena el garrafón vacío con agua fría que ha traído de su trabajo. "Gracias por ayudarlo", me dijo el guardia. Y añadió: "Todos los días le digo a mi mujer que me mande comida de más en mi lonchera, con el almuerzo. Así puedo compartirlo con él. Lo necesita más que yo". Y terminó con esta frase: "Qué bien se siente uno al ayudar a sus semejantes".
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TERCERA SEMANA Suelo, en medio del silencio, preguntar: “¿Dónde estás Señor?” Y me parece que responde: “Aquí, a tu lado. Donde siempre he estado”. …………………………….. No te inquietes. Dios te conoce. Sabe quién eres. Lo que haces. Todo lo ve. Está en ti y te ama profundamente. Por eso te anima a ser mejor. ………………………. Esta semana me esforzaré en vivir este pedido de Jesús: “Traten a los demás como quieren que ellos les traten a ustedes. Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué mérito tienen? Hasta los malos aman a los que los aman. Y si hacen bien a los que les hacen bien, ¿qué gracia tiene? También los pecadores obran así”. Miro a mi alrededor pero no veo las cosas materiales: los edificios, las calles los autos. Procuro ver a Dios en su creación. Y a través suyo, veo el mundo, a las personas, la naturaleza. Reconozco que Dios siempre ha estado presente en mi vida, aunque no siempre lo comprendí. Me he percatado de su presencia de muchas formas. Una vez, fue una enseñanza, como las que Él suele dar en su pedagogía. Me ocurrió durante una Eucaristía. Se me sentó al lado un indigente muy sucio que solía dormir afuera de la Iglesia. Me incomodé y pensé: “Ojalá buscara otra banca". Pero no se movió. Se quedó a mi lado toda la misa. Sentí deseos de cambiar de banca pero me quedé donde estaba. Después de la comunión, en medio de mi oración, le dije a Jesús: “¿Qué puedo hacer por ti?" Él, se las sabe todas. Y siempre te sorprende. Sentí en lo más hondo del alma estas palabras: "Me tienes al lado Claudio, ¿qué harás por mí?" Miré aquél hombre enfermo que dormía en las calles y comprendí mi grave error. Recordé entonces este versículo de la Biblia: “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no 34
ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?” (Jon 4, 20) …………………….. Estos serán días excepcionales para descubrir la verdad que se escondía en las palabras de un santo muy querido, san Alberto Hurtado, cuando afirmaba: “El pobre es Cristo”. Cuando te decidas por Dios, todo cambiará. ¿Hablarán de ti? Por supuesto. Leí sobre un joven que de pronto sintió el llamado de Dios y le contó a sus amigos que se marcharía al Seminario para ser sacerdote. Algunos se burlaron de él. Y unos pocos le abrazaron felicitándole por esta noble decisión. Las cosas de Dios no siempre se comprenden, pero se experimentan, se viven, te conmueven y te cambian. Estos son tiempo de renovación y santidad. ¿Lo has sentido? Tiempos de oración profunda, de vida interior, para reflexionar y hacer cambios en nuestras vidas, cambiar la forma como hacemos las cosas.
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CUARTA SEMANA Esta semana emprenderé algo radical, como el Evangelio mismo. Me llamarán tonto, ingenuo... Pero igual lo haré, porque Dios mismo me lo ha pedido. No es necesario que te diga qué hacer. Ya lo sabes. Lo escribiré para mí: *Perdonaré, amaré y rezaré por mis enemigos. *Haré todo el bien que pueda, a todo el que pueda. *Si alguien me pide un favor, lo ayudaré con alegría, sin esperar nada a cambio. “Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada a cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande, y serán hijos del Altísimo, que es bueno con los ingratos y los pecadores”. ¿Cómo amar al que no me ama? Al que me hace daño, al que apenas conozco. Es una pregunta que siempre me he hago. Y la respuesta que encuentro hasta ahora es simple: “Amando a Dios que habita en ellos”. Una vez que logras esto, el resto es sencillo. Todo se facilita en la presencia de Dios. Hay momentos que sólo le pertenecen a Dios. Entonces sobran las palabras. Basta amar con todo el corazón y toda el alma al Buen Dios.
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QUINTA SEMANA ¿Has escuchado estas palabras? “Misericordia quiero y no sacrificios”. Dios quiere que seas compasivo, misericordioso, con todos. Jesús claramente lo dijo: “Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios”. (Mt 9,13) “Sean compasivos como es compasivo el Padre de ustedes. No juzguen y no serán juzgados, no condenen y no serán condenados” (Lc 6, 36) Puede ocurrirle a cualquiera. Una amiga me contó de aquella tarde que salió de su casa pensando: "Seré compasiva con todos". …………………….. Iba distraída. En la entrada de un supermercado vio a un hombre tendido que le extendió su mano. Ella le dijo: "No tengo nada que darte". Él la miró con tristeza y respondió: "No tienes que darme nada. Lo que deseo es que me ayudes. Me gustaría un café. Aquí está el dinero. Pero no puedo caminar". Entonces le mostró sus piernas tullidas. Mi amiga muy apenada, se dio cuenta de su error, le pidió que la disculpara y le ayudó en todo lo que pudo. Ser compasivos es darnos a los demás. Aliviar sus cargas. Hacerles saber que no están solos. Que Dios, es un Padre compasivo y misericordioso y que está con ellos.
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SEXTA SEMANA PIENSALO... * Nada agrada más a Dios que un corazón puro y generoso. * ¿Cómo se sentirá Dios, que conoce nuestros secretos? * ¿Seremos capaces de abandonarlo todo y seguir a Jesús? * ¿Conoces a Jesús? ¿Le amas? * ¿Eres Cristiano? Que te reconozcan por el amor. El amor será el signo que llevarás contigo. * Recibe a María por Madre. * Supera tus limitaciones. Tienes la ayuda del cielo. No te dejes vencer. ………………. Esta semana viviré estas palabras: “No juzguen y no serán juzgados. No condenen y no serán condenados “ (Lc 6, 37) Que rápido juzgamos a los demás. Me cuidaré para no caer en esta tentación. Cada vez que mire a otra persona, iré más lejos, la veré como lo que realmente es: “Un templo del Espíritu santo” Seré misericordioso con todos. Si somos hijos de Dios, entonces también somos hermanos. Ese que voy a juzgar por su forma de andar o vestir, es mi hermano.
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LOS CUERVOS Y LA ARDILLA Me encontraba en la Iglesia de Guadalupe, donde un árbol inmenso da su sombra a los que llegan. Estaba entrando, cuando observé en las raíces del árbol una ardilla que, desesperadamente, intentaba trepar por el tronco. Imaginé que tenía sus pequeñas ardillas, arriba. Dos cuervos enormes le impedían el paso. Cada vez que la pobre ardilla trataba de subir, ellos la atacaban despiadadamente. Le picoteaban el cuerpo con sus afilados picos. Y la ardilla retrocedía. ─ ¡Cuervos malvados! ─ pensé. La ardilla al final se rindió y se marchó por otro camino. Un guardia, que se encontraba cerca, miraba el incidente igual que yo. Por eso me acerqué y le comenté: ─ ¿Vio lo que hicieron los cuervos, a la pobre ardilla? ¡Qué malos son! ─ ¿Cómo? ─ exclamó el hombre indignado ─ ¿Qué dice usted? ¿Acaso no se dio cuenta? No supe comprender y el guardia continuó: ─ La ardilla quería subir… por el nido de los cuervos, ¡para comerse sus huevos! ─ ¡Imposible! ─ repliqué. ─ Hay un nido arriba y esta ardilla cada vez que puede sube a robarse un huevo. ¡Los cuervos defendían su nido! Pasé la mañana pensando en lo rápido que somos para juzgar a los demás. Y cuánto nos equivocamos. La experiencia de los cuervos y la ardilla, me enseñó el valor de no juzgar anticipadamente. De pensar con un toque de caridad. Como dice mi esposa Vida: “No ver las apariencias, sino el corazón”. Y sobre todo, lo más importante, aprender a amar a todos mis semejantes, por distintos que sean o piensen. Amarlos a todos, sin juzgar, sin criticar, sin pensar mal de ellos, sin hacerles daño… sencillamente amarlos por lo que son: “mis hermanos”.
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¿A QUÉ ESTAMOS LLAMADOS? Es verdad, no somos perfectos. Pero estamos llamados a serlo: “Sed perfectos como vuestro Padre del cielo es perfecto” (Mt 5,48). Recuerdo un trabajo en el que las personas hablaban mal entre sí. Hacían todo tipo de comentarios. Y hasta se burlaban los unos de los otros. Me hicieron recordar lo que una vez leí: “Cuando haces un comentario malo sobre alguien, o sólo con pensarlo, es como si le arrojaras un dardo envenenado. Pero ese dardo, antes de dar en el blanco, primero atraviesa el corazón de Dios”. Nos falta la caridad. Es una gracia que hay que cultivar. Como cuando siembras una planta y la riegas con ilusión. Cultiva la caridad como un don precioso, y alegrarás el corazón de Dios.
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SÉPTIMA SEMANA ¿Cuál es la mejor manera de vivir nuestras vidas? En Paz. Jesús quiere que recibas su Paz y la transmitas al mundo entero. Él es Príncipe de la Paz y debemos ser portadores de esa Paz sobrenatural. ¿Cómo hacerlo? Muy sencillo. Piensa en aquellas personas a las que has afectado y a las que no has podido perdonar. Yo lo hice. Y he decidido perdonar y pedir perdón. Aquellos a los que he causado molestias voy a sorprenderlos. Haré algo extraordinario. Les pediré que me perdonen y si de alguna manera puedo reparar el daño causado, lo haré. Este es el mejor momento para la reconciliación. “Perdonen y serán perdonados”. Esta será una semana para reconciliarnos con todos. Incluso con aquella persona que nos hizo daño, con aquél al que no le hemos hablado por años, aquél al que no hemos perdonado. Los perdonaré a TODOS. Y pediré perdón a los que haya ofendido. …………………. Alguien me preguntaba: "¿Cómo perdonar al que me ofende? ¿Cómo rezar por mi enemigo? ¿Quién puede hacer esto?" La respuesta es ésta: "El que vive en la presencia de Dios. Porque Dios es Amor. Y el Amor es Misericordioso. Todo lo perdona. Todo lo comprende. Todo lo da". Hay muchas razones para odiar, pero hay más para perdonar. He sabido de tantas personas a las que les hacen la vida imposible en el trabajo, un vecino que te fastidia, o alguien que te roba y arruina tu negocio. Hace poco supe de este ejecutivo al que despidieron de la empresa en que laboraba. Sus propios compañeros de trabajo, sus amigos, malintencionados, fueron los que le hicieron el daño, hablando mal de él, sembrando insidias y desconfianza. Salió de la empresa con un nudo en el alma, desgranando sus malos deseos, preparando la venganza perfecta. Odiaba, con todo lo que se puede odiar. Así pasó tres días, sin poder perdonar lo que le hicieron. La mañana del último día despertó con un fuerte dolor en el pecho. Una ambulancia lo llevó al hospital. Estaba sufriendo un ataque al corazón. 46
El Doctor que lo atendió, al saber por lo que pasaba le advirtió: “O usted perdona, o se muere”. Y él, resignado, respondió: “perdono”. Escogió la vida y perdonó. Cuando te animes a perdonar y no sepas cómo hacer, o dónde empezar, te recomiendo consultar al que mejor lo ha sabido hacer: Jesús. Visítalo en el Sagrario y dile: “Ayúdame Jesús”. Te aseguro que el cambio será inmediato. La verdad es que vivir odiando es lo mismo que no vivir. Porque no disfrutamos nada. Es mejor perdonar y recuperar la alegría, la esperanza, la ilusión de cada mañana. Perdonar y ser perdonados.
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EL CORAZON INQUIETO Me encanta esta frase de san Agustín. Refleja lo que ahora siento: “Nos hiciste, Señor, para Ti, e inquieto estará nuestro corazón hasta que descanse en Ti”. Mi corazón está inquieto buscando a Dios. Sólo a Él quiero buscar, sólo a Dios quiero pertenecer. Él llena todas mis expectativas, me consuela y me anima a seguir cuando caigo.
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OCTAVA SEMANA Quería que esta semana fuese especial. Y busqué alguna palabra que me llenase el alma de esperanza. Y hoy, súbitamente la encontré. No imaginas mi alegría. “Ésta es”, me dije emocionado. Y la copié para ti. “BIENAVENTURADOS LOS PUROS DE CORAZÓN PORQUE ELLOS VERÁN A DIOS” (Mateo, 5, 8). A veces me pregunto qué sentido tiene a vida, por qué estamos aquí, qué espera Dios de nosotros. Estoy por cumplir 57 años. El tiempo ha transcurrido en un suspiro y apenas me he dado cuenta. Supongo que en un suspiro llegará el día que veré a Dios cara a cara, como Él lo ha prometido y comprenderé. Será el día más feliz de mi existencia. Le diré como san Antonio de Padua: “Por fin Señor, te veo”. Sé que aún debo esforzarme para conquistar esa meta y subir la empinada montaña que lleva a Dios. Tengo que custodiar el estado de gracia, la pureza de mi alma que tantas veces descuido. Se nos ha revelado el camino para ver a Dios. Y yo quiero seguirlo. “BIENAVENTURADOS LOS PUROS DE CORAZÓN PORQUE ELLOS VERÁN A DIOS” (Mateo, 5, 8). Quiero verlo y decirle que le amo, que le agradezco por ser mi Padre, porque cada día lo he sentido a mi lado, amándome, velando por mí y los míos. Esta semana voy a recuperar la pureza de mi alma. ……………. He pensado mucho en nuestra fragilidad y en cómo ofendemos al buen Dios. Somos como hijos desobedientes. Amamos a nuestros padres, pero esto no nos impide hacer lo que no debemos. Con Dios es igual. Sin embargo, no todo está perdido. Hay un camino nuevo esperándote. Jesús lo dijo con claridad: “Yo soy el Camino…” ……………
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Una vez un sacerdote amigo me explicó: “Claudio, santo no es el que nunca cae, sino el que siempre se levanta”. Es verdad. Lo importante es levantarse. Tener la certeza de que Dios siempre nos perdona. Es tan sencillo. Sólo hay que arrepentirse, acercarse a un confesionario, proponernos mejorar, luchar, no caer. Pensando en estas cosas, hallé un buen propósito y deseaba compartirlo contigo. Parece una idea imposible, pero es lo que anhelo: “custodiar mi estado de gracia. Pensar que tenemos un alma a menudo olvidada y que debo fortalecerla, nutrirla con los sacramentos”. ¿Cómo empezar? Me parece que lo ideal sería con una buena confesión sacramental. Limpiar la casa, para que Dios habite en ella, en nosotros. Recoger las cosas que hay tiradas, llevar la ropa a la lavandería, barrer y trapear los pisos una y otra vez hasta que estén relucientes. Abrir las ventanas de par en par para que entre el sol y circule el aire. Busca un sacerdote y haz una buena confesión sacramental. Créeme, vale la pena. ……………………… Quiero dejar que Dios viva en mí. Y tú: ¿quieres dejar que Dios viva en ti? Seamos un santuario para Dios. Tengamos el alma limpia. Basta querer. Dios hará lo suyo. Y nos llenará con su “gracia”. ………………………. Dios es un padre maravilloso que provee cuanto necesito. Soy su hijo y me conoce bien. Sabe que soy distraído, descuidado, algo malhumorado, que tropiezo y caigo. Y me sorprendo al ver que me ama a pesar de estos defectos. Recuerdo un amigo que soñaba con el cielo. Cierta vez me dijo: “el día que muera hagan una gran fiesta”. Le conté a una conocida en el trabajo y me preguntó: “¿Por qué? ¿Tan mal le va?” Tuve que explicarle sus sueños de santidad, de martirio, de ofrendar su vida por algo grande. De pequeño mi mayor anhelo era tener contento a Dios. Crecí y estos deseos se disiparon con el tiempo. Este anhelo infantil fue como una semilla. Quedó esperando, en 51
el tiempo, el momento propicio. Al crecer, germinó en mi alma y empezó a mostrar sus primeros brotes. Él siempre responde nuestras inquietudes. Recuerdo una vez un amigo que pasaba por grandes dificultades, al borde del dolor, me escribió: “No me hables más de Dios. Dios no necesita de nosotros”. Aquellas palabras me dejaron muy preocupado. Y quise responderle. Pasé toda la mañana pensando por qué Dios necesita al hombre. Y la verdad, no encontraba un sólo motivo. Por la tarde, completamente confundido fui a Misa. Me senté en la última banca pensando: “¿Por qué Dios necesita al hombre?”. El sacerdote leyó el Evangelio y empezó su homilía con estas palabras: “Seguramente algunos de ustedes se preguntan si Dios necesita al hombre. Yo les voy a responder: Dios sí necesita al hombre. Y voy a explicarles por qué”. Apenas podía creer lo que escuchaba. “No puede ser”, me decía, “esto es increíble”. Entonces contó que en las montañas, los campesinos aprovechan la luz de la luna para iluminar su camino y viajar de noche. Pero esa luz, no proviene de la luna. Ésta sólo refleja la luz del sol. Con el hombre ocurre igual. Dios nos necesita para que reflejemos su luz… PARA ILUMINAR EL CAMINO A LOS QUE NO LO ENCUENTRAN. Mostremos su Amor a toda la humanidad. Dios nos necesita. Y desea que seamos un reflejo de su amor “. Al terminar la misa fui a la sacristía y le conté al sacerdote. Quedó tan impresionado que llamó a sus asistentes y exclamó emocionado: “Oigan lo que este joven les va a contar”. Lo conté nuevamente y todos quedaron maravillados.
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LA PUREZA
Nada se asemeja a la pureza del alma. Es el mayor tesoro que posees. Un recinto donde habita Dios mismo. La pureza te permite ver y comprender muchas cosas, porque las miras sin orgullo, con humildad y sencillez. Decía un sacerdote en su homilía: “¿Quieren ser felices? Sean puros. Miren a los niños cómo juegan sin inquietarse por nada. Hay pureza en sus almas”. El alma pura está llena de Dios. Allí está su hermosura. Vive en Dios. Reposa en su amor. Todavía recuerdo la emoción de un amigo mío que se confesó, después de muchos años sin hacerlo. Llegó a verme emocionado al trabajo. Estaba feliz. “Me siento libre”, decía sin poder contener su alegría. “Es como haber dejado en el camino un costal lleno de piedras, que no me dejaba andar”. Encontró su lugar como hijo de Dios, se supo amado por el Padre y recuperó la pureza de su alma. Al tiempo lo volví a encontrar. Permanecía con la alegría del primer encuentro. “Ahora visito a Jesús todos los días”, me comentó ilusionado. “Y cuando llego, si la iglesia está cerrada, me quedo un rato, desde la puerta, hablando con Él”. ……………………. Somos templos del Espíritu Santo. ¿Acaso no lo sabes? ¿Por qué manchas este templo, este tesoro infinito que se te ha dado? No hay nada más hermoso que esto: “Ser morada de Dios”. “Sagrarios vivos”. Si en este momento se te concediera la gracia de ver el estado de tu alma, ¿qué verías? Es muy esperanzador saber que podemos cambiar. Dejar de pecar es una alegría inmensa. Te confiesas y en un instante, recuperas la gracia santificante, la pureza del alma, y vuelves a vivir en la presencia amorosa de Dios. ¿Has leído la historia del hijo pródigo? Se marchó con todos sus bienes, los malgastó y decidió regresar al padre dispuesto a confesar sus culpas. El Padre, tan pronto le vio a la distancia, corrió hacia él, lo abrazo, lo llenó de besos e hizo una gran fiesta de 53
bienvenida. Dios es igual. Corre a nuestro encuentro cuando arrepentidos, decidimos no pecar más. …………………….. ¿Cómo hacer para mantener nuestro corazón puro? Pensaba en esto y recordé el consejo que una vez me dio un sacerdote amigo, el Padre Francisco. Es uno de los mejores consejos que he recibido: “Mirar a Cristo”. No perder la mirada tierna y buena de Jesús. Hay que ser como el futbolista. Siempre mira el balón. Nunca lo pierde de vista. Sigue el balón durante todo el partido. Nosotros en la vida debemos ir mirando a Cristo. No perderlo de vista. Entonces todo irá bien y tu vida será mejor. …………….. He pensado que somos frutos que maduramos para Dios. Llega un día que baja a la tierra y se lleva consigo las frutas más preciadas, las más dulces y se deleita con ellas en el Paraíso. Lo imagino abrazando aquellas almas recién llegadas a la eternidad, como el padre del hijo pródigo. En aquél momento, todo será sencillo, desaparecerán tus inquietudes, el dolor, las preocupaciones, la enfermedad y encontraremos nuestras respuestas. Quedará nuestra alma con una alegría infinita, un gozo incomparable, inmenso... ¡Qué grande eres Señor! ……………….. Es verdad que no somos perfectos, pero estamos llamados a serlo. “Sed perfectos como vuestro padre del cielo lo es”. Recuerdo un trabajo en el que las personas hablaban mal entre sí. Hacían todo tipo de comentarios. Y hasta se burlaban los unos de los otros. Recordé lo que una vez leí: “Cuando haces un comentario malo sobre alguien, o sólo con pensarlo, es como si le arrojaras un dardo envenenado. Pero ese dardo, antes de dar en el blanco, primero atraviesa el corazón de Dios”. Nos falta la caridad. Es una gracia que hay que cultivar. Como cuando siembras una planta y la riegas con ilusión. Cultiva la caridad como un don precioso y alegrarás el corazón de Dios. ...........................
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No me avergüenza hablar de Dios. Me avergüenza callar cuando tantos lo necesitan. .......................... Piensas mucho en hacer negocios y tener fortuna. Tu mejor negocio, es salvar tu alma. ................................. Y ahora, ¿qué debo hacer? Confiar. Abandonarnos en las manos de Dios. A Dios le encanta que confíes en Él.
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EL SECRETO Muy bien... ¡Bravo! Has pasado ocho semanas viviendo el Evangelio. ¿Cómo te sientes? Quise acompañarte en esta aventura. Para mí fue una experiencia extraordinaria. Dios nos puso en camino. Experimenté su presencia amorosa en cada paso. ¿Te ocurrió igual? Del alma me brota este dulce pensamiento: "Gracias Señor". Ahora estás listo para saberlo. Existe un secreto a voces: "El Evangelio se cumple". He comprobado que todas las promesas del Evangelio se cumplen a cabalidad. No es algo que me han dicho o he leído. Lo vivo cada día y es impresionante. Nunca dejo de sorprenderme. Te entregaré una de las promesas que más de impresiona, al inicio del libro te comenté una experiencia que tuve con ella. Es sorprendente. Me ha ayudado a crecer con la Editorial, y llegar a librerías en Latinoamérica y Europa. Vale la pena, haz la prueba: "Den, y se les dará; se les echará en su delantal una medida colmada, apretada y rebosante. Porque con la medida que ustedes midan, serán medidos ustedes.» (Lc 6,38) Créeme, nadie le gana a Dios en generosidad. Me di cuenta que ese era el camino para llevar adelante la editorial. Era la fórmula que había estado buscando. Aprendí que debo dar para recibir. Cuando la editorial parece llegar a una encrucijada siento como que estoy en un globo aerostático, sobrecargado de peso. Me acuerdo de esa promesa y me doy cuenta que debo donar, arrojar las cosas que valoro, para retomar altura. He descubierto que compartiendo, me va de lo mejor. Es cuando Dios cumple su promesa y nos da la medida rebosante. En una de las Palabras de Vida del focolar encontré esta historia que impresiona: “Había ya caído la noche en Roma. En el oscuro departamento del focolar, un pequeño grupo de muchachas que querían vivir el Evangelio se deseaban las buenas noches. Y de repente 57
sonó el timbre. ¿Quién podía ser a esa hora? Un hombre lleno de pánico se presentaba en la puerta, desesperado porque al día siguiente lo echarían de la casa, con su familia, por no haber podido pagar el alquiler. Las muchachas se miraron y con un mudo acuerdo abrieron el cajón donde, repartido en sobres diferentes, estaba lo que restaba de sus sueldos para pagar la cuenta del gas, del teléfono, de la luz. Le dieron todo el dinero a ese hombre, sin razonar. Esa noche durmieron felices. Algún otro se ocuparía de ellas. Pero antes del amanecer llamó el teléfono. ‘Estoy llegando con un taxi’, dijo la voz del hombre. Extrañadas por la elección de ese medio de transporte, las muchachas esperaron. La expresión del huésped decía que algo había cambiado: ‘Anoche, apenas vuelto a casa, me llamaron para entregarme una suma que nunca hubiera imaginado cobrar. Mi corazón me sugirió que les trajera la mitad de este dinero’. Era exactamente el doble de lo que le habíamos generosamente dado”. ¿Has vivido también tú experiencias similares? Si no te ha sucedido aún, debes recordar que la ayuda tienes que ofrecerla desinteresadamente, sin esperanza de que vuelva, y a todo el que te pide. Prueba. Pero no tanto para ver los resultados, sino por amor a Dios. Podrás decirme: “Pero si yo no tengo nada”. No es verdad. De quererlo, contamos con tesoros inagotables: nuestro tiempo libre, nuestro corazón, nuestra sonrisa, nuestro consejo, nuestra cultura, nuestra paz, nuestra palabra para convencer a quien tiene que dé a quien no tiene… O me dirás: “Pero no sé a quién dar”. Mira a tu alrededor: ¿recuerdas a esa persona enferma que está internada, a esa señora viuda que está sola, a ese compañero que fue botado y está abatido, a ese joven desocupado siempre triste, a tu hermanito que necesita ayuda, a uno que está preso, a quien comenzó un nuevo trabajo y tiene dudas? En ellos está Cristo que te espera". (Chiara Lubich).
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LA FOTO Quisiera concluir esta parte del libro con la historia de la foto. Hay un motivo muy particular para ello, un menaje que debes encontrar. Unas palabras que son para ti. Sabes, Dios no escatima medios para salvarnos. El ejemplo que nos brindan los santos es uno de ellos... Viendo su pequeñez, casi gritaron al unísono: “Tú eres Dios y nosotros simples mortales, ¿qué puedes esperar de nosotros?” Y el buen Dios, sin hacerse esperar, les hizo entender: “Lo que busco es tu amor y tu confianza. No pido más”. Te contaré una anécdota sobre la foto. Suelo contarla en la radio cuando me invitan a hablar sobre las formas como Dios nos mueve a la santidad, cuando lo hace de formas insospechadas... En mi oficina tengo una foto. Todo el que llega tiene que ver con ella. — ¿Es usted?—me preguntan. —No—respondo—. Es mi papá. Aparece feliz, sorprendido y algo ilusionado, al lado de la Madre Teresa. Es como una foto imposible. Entonces les cuento la historia: “Mi papá trabajaba en una aerolínea. Cierta tarde lo llamaron desde el aeropuerto. El empleado, con voz angustiosa le consultaba. Tenían a una ancianita que había perdido su vuelo a Guatemala. —No sabemos qué hacer con ella. ¡Es increíble!... Su maleta es una caja de cartón amarrada con una cuerda. No tiene dinero, ni nada. Mi papá confundido le preguntó: — ¿Al menos saben el nombre de esta señora? —Oh sí... es la Madre Teresa de Calcuta. Ya puedes imaginar lo que sintió mi papá. Abordó el primer taxi que encontró y se dirigió al aeropuerto. Atendió a la madre Teresa, le consiguió un vuelo a Guatemala y se fue con ella... Durante el viaje hablaron. Nunca supimos de qué, pero lo podemos suponer. Mi papá le pidió algo para recordar su encuentro y ella le escribió esta frase en un librito de oraciones: “Sé santo, porque Jesús que te ama es santo”. En Guatemala trabajaba el jefe de mi papá. ¿Sabes cuál era la mayor ilusión de su vida? 60
Pues conocer a la Madre Teresa. Y mi papá se la presentó. Fue el día de la foto. El jefe de mi papá dejó todo lo que hacía, y acompañó a la Madre Teresa hasta su destino final. Me han contado la alegría inmensa con que este hombre iba, junto a la Madre Teresa, en ese viaje de horas interminables. Esa es la historia de la foto. Hay algo más que debes saber sobre ella. Fue uno de los tesoros que conservaba mi papá al momento de morir. Por eso la guardo como tal: un tesoro. Es increíble, un encuentro casual y ha tocado tantas vidas. La mía, la de mis hermanos, la de mi mamá, la de mi papá y ahora la tuya. La santidad de una sola persona nos mueve a todos a la santidad. Esta era una virtud de la Madre Teresa. Su santidad nos envolvía. Esparcía por doquier el dulce aroma de Jesús. Y no dejaba de recordarnos que Jesús, el Amado, vive en los pobres. En ellos nos espera. Tengo la foto aún en mi oficina. Allí la podrás ver. Sin embargo no olvides que lo verdaderamente importante no se puede ver. Y es el amor que pones en las cosas pequeñas. En lo sencillo. Esto es lo que nos hace santos. No la multitud de cosas que hacemos, sino el amor que ponemos en cada una. ¿Te has dado cuenta? Eres un santo que inicia su camino. La Madre Teresa lo sabía, por eso su mensaje, el que escribió en una pequeña página, también era para ti: “Sé santo, porque Jesús que te ama es santo”.
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Querido lector: Me encantaría saber cómo te fue con tus 8 semanas. Si lo deseas, escríbeme. Éste es mi correo:
[email protected] Generalmente Dios pide cosas muy sencillas. Que lo amemos sobre todas las cosas. Sobre nuestros deseos de poseer bienes o figurar. Primero Dios. Nos pide orar con fervor. Porque cuando rezamos hablamos con Él. Desea que lo tengamos presente en nuestras vidas. Decía el Padre Pío que la oración es la llave que abre el corazón de Dios. También, ser sus brazos, sus pies, su corazón, en este mundo. Consolar, llevar alivio, compartir lo que tenemos. Amar al prójimo. No desearle ningún daño. Pedir por nuestros enemigos. Perdonarlos a todos. Y que seamos santos por Él y para Él. Yo, que conozco cuánto me falta por andar, suelo pedirle: “Haz que me enamore más de ti, Señor, que te ame siempre más”. El domingo pasado, estando en misa, sentí en mi alma que Jesús me reprochaba con tristeza: “¿Por qué me tratas así?” Qué mal me sentí. “Porque soy un tonto”, le respondí. Y le pedí perdón por lo indiferente que a veces soy a su Amor. Estoy convencido que en el Amor todo es posible. “Haz que me enamore más de ti, Señor”, le repito. Si amamos, todas las puertas se abrirán y podremos llegar a esos corazones que anhelan a Dios, que buscan consuelo y no lo encuentran. Sólo hacer falta amar.
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PARA CONOCER AL AUTOR Iba a terminar el libro pero he sentido la necesidad de continuar. Y es que cuando hablo de Dios, me emociono y me cuesta parar. Justo hoy he visitado a Jesús en el Sagrario. Cada vez que lo hago me gusta decirle: “Mírame como el Claudio niño que te visitaba en Colón”. Un Claudio puro, libre de pecados, un Claudio que lo amaba sobre todas las cosas. Me veo de pronto más joven parado frente a Él. Y veo su sonrisa. ¿Te importa si te cuenta algunas anécdotas adicionales? La verdad, me siento feliz y quisiera continuar un poquito más. Bueno, sigamos… Cuando era niño, solíamos pasar las vacaciones del verano en la casona de mi abuela, en Costa Rica. A unas pocas cuadras quedaba “La Dolorosa”, una iglesia pequeña, con olor a incienso y a santidad. Sus naves laterales tenían nichos cóncavos con imágenes de santos y velas encendidas. Adentro, el humo de las velas se mezclaba con la luz de la calle y el frío agradable de aquellos días. Casi había olvidado lo deliciosa que es la mañana de un domingo soleado, cuando vamos camino a la Iglesia. La misa era el gran acontecimiento del domingo. Lo fue desde que tengo memoria. Recuerdo que íbamos los domingos con nuestros primos, tíos y abuela a la misa de 10 a.m., con nuestras mejores ropas. Al salir de misa, cruzábamos la acera, en medio del barullo de los vendedores de lotería y del maní azucarado, para comer unos deliciosos helados caseros. Al regresar a la casa, nos preparábamos para irnos todos a pasar el día en la finca Indora, donde jugábamos, recogíamos mangos verdes; y nos bañábamos en una piscina profunda, de aguas heladas. …………………………. Siempre encontraba pobres y enfermos, recostados en las escalinatas de la Iglesia. A menudo pensaba en ellos, sobre todo cuando alguno me impactaba. En esos tiempos despertaba a la vida, y no podía reconocer a Jesús en los más necesitados. El mundo era para mí un lugar apacible que esperaba ser descubierto. Aquellos hijos de Dios, me parecían formar parte de la Iglesia. Tanto los había visto que ya no advertía su dolor ni sus miserias. Por eso, la mayor parte del tiempo, Jesús pasaba 65
desapercibido ante mis ojos. Santa Margarita María de Alacoque escribió: “Jesús, Divino mendigo, extiende la mano pidiendo nuestro amor”. …………………….. Éramos tres hermanos y en casa de mi abuela nos esperaban ocho primos. Todos, incluyendo a mi mamá, mis tíos y mi abuela, cabíamos en una camioneta blanca. Yo, por ser uno de los benjamines iba siempre en la parte posterior, junto con la canasta que llevaba las tortillas, los huevos cocidos, la natilla y las latas de frijoles negros molidos. Todo lo necesario para un almuerzo inolvidable. Nunca pensé que los años pasarían tan rápido. Aún me veo con las piernas cruzadas, en el vagón de aquella camioneta blanca. Vamos camino a la finca, escuchando los partidos de futbol que mi tío sintonizaba en la radio. Regresábamos de aquella aventura extenuados a golpe de las cuatro de la tarde. Y al llegar nos bajábamos corriendo para ser el primero en su turno al baño. Tío Julio a todos nos trataba por igual. Éramos tres hijos más, que adoptaba cada verano, sin quejarse, con la alegría de quien disfruta tener muchos pequeños a su alrededor. Ya en el cuarto, por la noche, mi abuela nos preparaba un delicioso vaso de leche con avena y ¡a descansar! Yo tomaba un libro de aventuras, que leía con avidez hasta quedar rendido. Cada domingo era singular. Ahora que lo pienso, que no están mi abuela, ni mi tío, comprendo el gran valor de aquellos paseos familiares. Era una forma divertida y agradable de pasar el día Santo. ¡Un día de fiesta! Sin que lo supiéramos, nuestros mundos giraban en torno a La Dolorosa. La Virgen de los Dolores, que sufre por nuestros pecados y por las graves ofensas que cometemos contra Dios. Pensar en la Dolorosa es como si un imán poderoso nos jalara, para volver a nuestra pequeña Iglesia dominical. Nos hemos esparcido por el mundo. Son pocos los que aún viven en aquél sector de la ciudad, a media cuadra de “El Pato Cojo”, una abarrotería que ya despareció. Un mal sueño, ha estado inundando sus calles. Se ha llenado de cantinas, estacionamientos, y personas extrañas. 66
Estuve hace poco en San José, y quise visitar la Iglesia, revivir la infancia que conservo en mis recuerdos. Fue una gran desilusión. Había pensado mucho en lo que haría al llegar, pero encontré los portones de madera cerrados. Me acerqué y toqué aquellas puertas enormes por las que pasó mi niñez. Una oración cálida salió de mi corazón. Acerque los labios y musité: —Perdona Virgen Santa, mis ofensas. En medio de aquél calor sofocante, de los autos que circulaban por la calle, de los transeúntes, yo sólo pensaba una cosa: “Qué hermosa es tu casa Señor”. —No comprendo —le dije a mi hermano, quien me esperaba del otro lado de la calle — ¿Qué ha pasado? ¿Por qué cierran al medio día? —Mira a tu alrededor —me respondió —. El barrio ya no es lo que era. La vida tampoco es lo que era. La Dolorosa, sin embargo permanece igual, llamándonos a todos a misa, con el tañer de sus campanas; recordándonos que somos hijos de Dios, pidiéndonos que llevemos una vida sacramental. Su presencia es una voz que clama. Nos dice que Dios nunca cambia, que siempre está presente, esperando, amando, perdonando, aunque el mundo se desmorone a nuestro alrededor. Con Dios, la vida siempre tendrá un sentido profundo y maravilloso. “Señor, ¿quién entrará bajo tu tienda y habitará en tu montaña santa? El que es irreprochable y actúa con justicia, el que dice la verdad de corazón y no forja calumnia; el que no daña a su hermano, ni al prójimo molesta con agravios; el que menosprecia al criminal, pero honra a los que temen al Señor...”(Salmo 15, 1-4) Cuántas veces caminé hacia la Iglesia, sin sospechar, que con los años reconocería en este caminar un llamado de Dios. Ir hacia el Padre. Vivir alegres, llenos de ilusión, como cuando entonábamos ilusionados aquél hermoso salmo: “Qué alegría cuando me dijeron, vamos a la casa del Señor...” La Iglesia es Santa, Madre y Maestra, y nos acoge siempre con los brazos abiertos. Muchos se han alejado, pero Dios, infinitamente bueno, les llama, los anima y espera. —Es que en la Iglesia hay muchos pecadores— se quejó un amigo, desilusionado por las noticias que leía en los periódicos. —Es verdad — tuve que reconocerlo—. Pero también hay personas nobles y buenas que se esfuerzan por vivir la santidad que Dios les pidió. He conocido muchos a lo largo de mi vida, que me animan a seguir y a buscar la verdad y la salvación en nuestra Santa Madre Iglesia. Y aunque todos nosotros somos pecadores, la cabeza, Cristo mismo, es santo, eterno e invencible. Por eso su Iglesia es Santa. 67
Este es nuestro gran consuelo: Saber que Jesús estará con los suyos, hasta el fin del mundo. …………………… Tengo nostalgia de los días buenos de la infancia. Quisiera poder caminar otra vez por las aceras de San José, como un niño inocente y puro; dirigiéndome feliz hacia la Dolorosa. Aunque me hallo en desventaja pues vivo a cientos de kilómetros, soy ya un hombre, y estoy frente a la pantalla de un computador; mi mente es libre para vagar por el mundo e ir hacia Dios, con el alma de quien va en pos de algo tan grande y maravilloso que no se puede siquiera imaginar: Un Dios Padre, un Dios Hijo, y un Dios Espíritu Santo. Es lo que haré: me veré caminando hacia la Iglesia, una deliciosa mañana de domingo, vestido con mis mejores galas, y en la puerta esperaré por ti, para que podamos participar juntos de una Eucaristía Santa en el día del Señor. Los sueños nunca se desvanecen, a no ser que los dejemos morir. Yo seguiré este sueño. Viajaré en julio a Costa Rica. Estacionaré el auto en el sitio donde quedaba la casona grande de madera y que ahora es un estacionamiento. Lo hice el año pasado. El dueño me preguntó: — ¿Qué hace? ¿Por qué mira tanto el lugar? —Es que solía vivir aquí —le respondí. Si me recuerda seguramente me saludará cuando nos veamos de nuevo. Caminaré despacio las tres cuadras que me separan de la Dolorosa. Trataré de verlo todo con detenimiento, para grabarlo en mi mente: la pulpería Bohemia, la casa de la esquina, la panadería... Cuando llegue a la Dolorosa me detendré en la puerta. Esperaré un rato y entraré con la ilusión de ver a Jesús en el Sagrario; —Aquí estoy Jesús —le diré. —He vuelto por ti. Voy a quedarme un rato en silencio, ofreciéndole el resto de mi vida, los años que me quedan. Al salir, lo encontraré nuevamente en las escalinatas, bajo la apariencia de un pobre. ¡Esta vez sabré que es Él!... Y lo reconoceré, aún sufriendo, locamente enamorado, por esta humanidad egoísta que poco le ama y no le conoce.
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PARA TERMINAR Te he contado muchas cosas de mi vida. Mi anhelo de santidad. De vivir en la presencia de Dios. Puedo parecer un tonto. Ya lo sé. Pero hace mucho perdí el miedo al qué dirán. Y no es que no me importe, sino que hay algo más grande que me impulsa a hacerlo; a escribir y hablar de Dios. Y aunque quisiera callarme no podría. Dios ha impactado mi vida. Con los años he sabido reconocer su presencia amorosa. Me encanta leer las vidas de aquellas personas que se han convertido en momentos cruciales de sus vidas. Es increíble cómo Dios se hace presente. Y donde había dudas, queda la fe. Donde había angustia, queda la paz. En adelante se cuidan mucho de ofender a un Dios Padre, tan bueno y tierno. “Que te agraden Señor, las palabras de mi boca y los pensamientos y deseos de mi corazón”. A veces me desanimo y me digo: Ya no más. Pero sigo adelante. Vale la pena. Dios siempre vale la pena. Me pasó como a Jeremías, quien en un momento de su vida quiere dejarlo todo. Pero Dios enciende su corazón y su alma; y no lo abandona. Lo acompaña y lo protege. “Por eso decidí no recordar más a Yavé, ni hablar más en su nombre, pero sentía en mí algo así como un fuego ardiente aprisionado en mis huesos, y aunque yo trataba de apagarlo, no podía”. Créeme: “Es maravilloso retomar los senderos de Dios”. Siempre vale la pena seguir a Dios.
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Querido lector:
Gracias por acompañarme en estos momentos de reflexión. Espero que te haya gustado nuestro libro. Si fue así, te agradeceré me dejes una reseña con tu opinión. Nos ayudaría bastante. Visita nuestra página de autor: https://www.amazon.com/author/claudiodecastro Tenemos otros libros que te van a interesar. Debes leerlos.
NUNCA TE RINDAS MICRO RELATOS EL CAMINO DEL PERDÓN EL GRAN SECRETO
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Index UN LIBRO, UN ALMA EL AUTOR INTRODUCCIÓN UNA NUEVA VIDA LAS OCHO SEMANAS ¿POR QUÉ LA IDEA? PRIMERA SEMANA SEGUNDA SEMANA TERCERA SEMANA CUARTA SEMANA QUINTA SEMANA SEXTA SEMANA SÉPTIMA SEMANA OCTAVA SEMANA EL SECRETO LA FOTO PARA CONOCER AL AUTOR PARA TERMINAR
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