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Cadaverina Fluo
©
2004
De Gerardo Bloomerfield (Montevideo 1974/…) ·Sobre el autor de la obra Gerardo Bloomerfield, nace según las versiones más confiables el 11 de enero en 1974 en Montevideo, URUGUAY, aunque su maternidad sigue hasta la fecha por una de sus tías que sitúa su nacimiento en Ámsterdam, HOLANDA a finales de 1972. De padre sepulturero y madre parapsicóloga, descubre a edad muy temprana su pasión por la literatura en general y de horror y ficción en particular siendo sus autores predilectos: Edgard Allan Poe, Horacio Quiroga, y especialmente Robert Bloch, el célebre autor de “Psicosis”, el cual es su influencia más notoria. El presente libro nace de un arrebato demencial de Bloomerfield al cumplir los 30: emprenderá la tarea de escribir 1001 relatos de horror sin pausa, tarea que finalizara a los 33 años. Los relatos que comprenden esta antología son sólo una parte de los más de 20 que lleva escritos en este proyecto y han sido escritos durante su continuo peregrinar en lugares tan disimilares como México, USA, Panamá, Argentina, Bolivia y su tierra natal Uruguay de la cual se encuentra exiliado por razones sicopoliticas. (Inf. gentileza del programa “VIDAS”, producción 4
Analia West, Montevideo)
Teledoce,
Televisora
Color,
“Teniendo en cuenta el concepto de sanidad del mundo que me rodea, más que un un orgullo, es una evidencia de virtud moral, para mí, que qu e con tanta llamen enfermo…” convicción me llamen (Gerardo Bloomerfield en el mismo programa citado). El presente libro está dedicado a la Srta. Carola Chang, mi representante por su apoyo incondicional. La presente edición (en exe-Book) está dedicada a Cexy por la inspiración que me regala cada día.
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Contenido
Prologo a la Edición Desconfío La confesión del Gambusino Residencia Clase B La tumba del Negro El Odio Jaulas Spamm Informe sobre el I.A.E. Mancolicos Reducción de Costos El Agua de Las Manos El Precio Frio Usted sabe
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PROLOGO Me pide Gerardo que le escriba un prologo para su libro ”Cadaverina Fluo”, como si precisara de las palabras de esta servidora, como si no fuera suficiente su nombre, su prestigio y la tapa de este e-book para cebar al lector en un exacerbado frenesí de lectura. Pero en fin, ahí voy, al menos no podrán arrancar la hoja de este libro para tirarla a la basura, ya que es imposible. Primera entrega de una serie de 1.001 cuentos y relatos de la inagotable y prolífica cabeza del escritor uruguayo Gerardo Bloomerfield. Con destreza, con fluidez pasmosa, con la severidad de quien sabe de que está hablando así sea los hechos más fantásticos e inverosímiles, Bloomerfield nos lleva de la mano por universos de horror inimaginables, humor negro liminal e imperdibles, finales de una nota sola que nos dejaran con la impresión de saber un poco más, pero tal vez de nunca haberlo 8
querido, saber o ver. Hay inocencias que nunca vuelven a recuperarse y Gerardo no perdona ninguna de ellas. Es que leer la obra de este escritor uno se pregunta hasta que punto llega la ficción y hasta que otro punto la realidad que nos (y lo rodea) rodea no preña y valida cada uno de estos relatos de extrema descarga adrenaliníca. Hasta qué punto es un escritor de ficción creando mundos de horror y humor negro, o hasta que otro es un simple veedor cuya obra sencillamente refleja las aristas más duras del mundo que nos rodea. Será entonces o el más profético de los cronistas, o… incluso el más realista de los profetas. Nada entre medio, un extremo o el otro. Sin duda hay nueva savia que nutre su arteria literaria, pero en un todo esta colección que hoy se inicia con “Cadaverina Fluo” sigue la línea imperiosa, hiperrealista con toques fantásticos, leal y consecuente con su lenguaje de origen 9
que viene marcando toda su obra desde el comienzo. Esperando que disfruten este libro, como yo lo he disfrutado, me despido de ustedes tan sólo agregando:”todo es posible, Gerardo Bloomerfield existe” (y está vivo…). María García, Escritora Mendoza. ARGENTINA, Agosto De 2.004.
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DESCONFIO PLAYSe turnaban para apretar el acelerante; así como los jóvenes de aquel en día: turnados… tuya y mía. Uno y uno. Medio y medio. ¿De enteros? Nada. Y la voz impaciente: -Pisá,pisá… pero no tanto-dijo uno de los dos (porque eran dos en aquel cuatro ruedas) haciéndose golpear la cara por el viento que le regalaba la ventana abierta. Se conocían de poco atrás. Un par de semanas, un par de esquinas y arreglaron todo para jugar. -Ya, ya…-Contestaba como un ecodistante el Rubio, ambos choferes, ambos turnados en apretar acelerantes, ambos dueños temporales del mismo vehículo robado y ambos amantes del “Desconfío”, juego popular si los llegó a haber. Popular incluso entre desconocidos. -FFWDLas calles pasaron aprisa como la vida, se diluían como leche barata en medio de un café recalentado, allá van….váyanse a cagar todas las esquinas juntas…. ¿a quién 12
le importa si la emoción les quita sal a las esquinas? Una luz, otra luz, que se hacen línea a un lado de la aceleración. La emoción si está dentro del coche no está en la esquina. Un rincón no es una esquina. Eso lo sabe cualquier chofer. Una luz, otra luz que se hace sombra en el vidrio trasero empañado. La emoción es como un broche que no se imagina. Un cajón no es una letrina de recuerdos. Eso lo sabe cualquier viajero. Una emoción iluminada está en la mitad de la calle, en el medio de la vida, pero muerta. Fría como el cemento, pero como cuando es frio de veras. Una luz emocionada está en la mitad del charco rojo, en medio de la muerte, pero viva ante la interrupción del que lo busca. Dura como el frío, pero como cuando es duro de veras. ¡A bajarse! Era el sitio. Las patas del Rubio eran pesadas y de tela, al mojarse pesaban más. Las del Negro, eran livianas y adaptadas al frío. Sonaban en el brillo del parquet pulido. Pero la calle no era de 13
parquet, era de baldosa floja. Brillaba como si la hubieran encerado, eso sí porque la lluvia en aquellos rambas es una persistencia ineludible. La lluvia apoga las ropas y enciende las calles. Dicen que más de una lapida del cementerio fue a parar ahí, entre los escombros de las nuevas vías cuando hubo que ahorrar piedras vírgenes. ¿Por quién lo dice?...no se sabe… y además ¿Qué mierda importa? A cagar también los datos flojos, las curiosidades predetestables, al sepulcro de la ignorancia junto a todas las irrelevancias. Hay cosas que merecen ser contadas y no escritas. ¿Tiene la culpa la letra de ser más notable que el murmullo? Por eso el viento es como un murmullo, y no eligió ser como una letra: para no ser noble…el viento prefiere mirar a las mujeres desde abajo levantando un vestido tan vulgar en su desplante como el ojo de un camionero. El viento no es cielo, es viento. No pertenece. Punto. Y ya no los golpeaba, ahora intentaba desvestirlos. Viento apasionado de las 14
ciudades grises que no se conforman con ver desde lo alto. El cielo seguía las cosas de lejos, como siempre, aburrido. Cielo rojizo que se iba apagando por bloques arriba de aquellas dos cabezas. Por sectores, siguiendo el orden de un día que se caía de a pedazos sobre cada edificio abandonado. El Negro y el Rubio se apretaron mejor los sacos de napa mientras rodeaban el cuatro ruedas, para caminarle enfrente alumbrados más por las luces artificiales que este escupía para adelante que por el sol agónico ya, a esa hora…(¿Qué hora eran?) Si…Como…las 5 y media de la tarde…anochecía temprano. (Gracias). -PAUSE Caminaron de pie en pie, de huella en huella, prolongando la expectativa, cóctel de segundos con dudas se suele saborear agusto…y la sombra los esperaba agachada, tirada sobre la línea, huella del tiempo amarilla y bien pintada a lo mejor cuando el tráfico era abundante en las calles. Gritó el Rubio de manera que sólo el Negro pudiera oírlo: -“Copa…es “copa? 15
El Negro rió…la jugada era previsible. Se arrodilló frente al bulto, frente a la sombra silenciosa que desde el piso no pudo verlos llegar, y apoyando un dedo en la sangre lo remojó haciendo un pequeño remolino en el charco carmesí que le ponía marco de brillo a aquel cuerpo. El cuatro ruedas los miraba con sus luces a pocos metros como un tercer participante. -¿Esta difícil…eh?- Apuró mirándose la yema como quien va a tragar y no traga. El Negro era hábil como una sombra. -No te chupes el dedo, negro de mierda… Sabes que es trampa. Sin una gota de sangre tiene que ser…-protestó el Rubio. Había quien creía que el sabor de la sangre delata la carta…quién sabe si era cierto…cosas de negros. El Rubio era desconfiado como una luz. El Negro esmeriló la sangre entre el pulgar y el índice, esperando absorberla para tener alguna pista adicional y aspiró el silencio profundamente. La piel no sabe de gustos. Sólo de placeres. La declaración llegó subrayada por una sonrisa de autosuficiencia. 16
Era la primera vez que jugaba al “Desconfio” con aquel Rubio del Sur y por p or alguna razón se sentía ganador de antemano. Arriesgó con la ofensiva de entrada y cantó visiblemente convencido: -“Desconfio”. El acento fue seco, típico de un negro criado al norte de la Bahía vieja de la ciudad. El Rubio no se sorprendió, pero se carcajeó un poco mientras se rascaba el brazo por encima de la napa. Los negros del Norte eran osados, jugados… ¿A quién se le ocurría cantar “desconfio” en la primera jugada?. Sólo a un negro. Intentó disuadirlo, la noche recién empezaba… y más que ganar era una partida, lo que quería era ganar una partida larga que se dejara disfrutar. -¿Tas´seguro, moreno? -“Desconfio”-repitió secamente el Negro, y los dientes comenzaron a brillar en su cara. La piel no sabe de sabores, sólo de dolor. El dolor es uno, no hay “Dolores”, quita ese puto plural. Dolor. Así se entiende.
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-Ta´bien… si vos decís… a destapar la carta entonces… Y ahí fueron como corresponde, dándole la espalda al bulto y acercándose de nuevo al cuatro ruedas a buscar los metales. Abrieron el Baúl y el moreno chapó el machete, le tocaba a él. Si hubiera sido el Rubio, hubiera garrado el bisturí. Los rubios son maricones. No saben de pieles, sólo de dolores y placer. La cajuela se volvió a cerrar y los gruesos dedos de la mano izquierda del negro ya se prendían del mango aquel de madera tallado. Si no hubiera estado tan oxidado, la luna o la luz del coche habría hecho brillar su filo. El eco de las cuatro botas, dos hechas de tela, dos hechas para el parquet, enfiló de nuevo hacia el cuerpo. Ya no era posible verla con luz natural, fue ahí que el Rubio encendió la luz portátil, una sencilla de cuatro baterías. Suficiente para mirar una carta de cerca. -Dale negrito, vos desconfiaste, vos abrirla… El viento le daba al frío continuas excusas para acelerar la sangre de los jugadores. 18
Pero el Negro se lo bebía con calma. Los negros no saben de telas, sólo saben de placeres y dolor. Por eso la escupió primero un sonoro gargajo arriba de sus ropas antes de desvestirla: -era una blusa color pastel. Y ahí ayudado por la brisa comenzó a patear a un lado y otro del cuerpo las ropas endurecidas de escarcha dejando el vientre desnudo. Una de las tetas se atrevió a asomarse… hubiera jurado que ya goteaba leche. Hubiera jurado que nunca en vida se había visto más dura y firme. firm e. Cinco meses de embarazo, más de eso, no llevaba encima. Menos no servía y más… más no tenía gracia. Por eso la había elegido entre el resto de paquetes que asomaban en la noche a buscar alimentos para sus guaridas y a diferencia de otros jugadores casi no la habían movido del lugar para la partida. Donde cayó la dejó hasta encontrar pareja de juego. Y ahora la tenía en frente, ya asimilada por el paisaje y la oscuridad. El machete no pidió permiso, cayó partiendo el ombligo y lo bueno de los cadáveres es que no se quejan. 19
Esa era un “Geito” adicional que el Negro tenía, partir el ombligo. Era su precio, su recargo… perdiera o ganara, le daba placer. Por eso en el Norte de la Bahía vieja los negros suelen decir “partir el ombligo” para referirse a algo que van hacer por puro placer pero que no les reporta beneficio. De ahí viene la frase: -“Partir el ombligo”. Hundió la mano enguantada en el cuerpo de carne que se cerró en su antebrazo rodeándolos de tripas ya frías, la mujer parecía mirarlo desde algún lugar: los ojos abiertos, la pupila amarilla, la boca entreabierta como pidiendo sexo oral… los dientes… a Dios… no tenía buenos dientes. Y eso le dio cierto asco. Golpeó con el mango del machete para partir las paletas al menos y lo logró a medias, mientras su mano libre seguía hurgando en su vientre. De adentro de la boca se asomó una cucaracha nerviosa, que molestada de tal manera optó por abandonar su comida y perderse apresuradamente en las sombras. Los insectos cada vez se apresuraban más. Era increíble… miró el resto del cuerpo mientras el Rubio se deshacía de ansiedad. 20
Las tetas eran diferentes… vientre, más arriba… ahí mismo, siguió revolviendo con la mano libre… allí mismo… clavó los dedos en la bolsa, el líquido se volcaba… allí mismo… se movía ¿O eran alucinaciones de él?. Nunca supo de una carta que se moviera por más de ocho horas adentro del paquete, pero la capacidad de asombro es algo que se pierde fácilmente en el mundo.
Aferró lo que parecía un pie antes de pegar el tirón hacía afuera. El feto. El tirón hacía afuera. Ya no se movía. Ya no. Hacía afuera. -PLAY¬ Luz del cuatro ruedas. Miradas ansiosas. Sol ausente. Cordón umbilical. “Placenta serena en que nada con saña temiendo las luces del mundo al gritar el feto indeciso que muerde y que araña sin pena ni miedo el cordón umbilical 21
excremento cálido en la matriz fría la mierda primera del neonato ser sangrando el inmundo por tal cañería al ser desprendido, aborto sin piel tu brillo amniótico, codón ya quisieran ombligo que fuera, las vanas costumbres más yo lo consagro tal como las fieras a ser de mis muelas tal como una lumbre”. Masticaba el Negro aquel hilo de carne para terminar de desprenderlo del cuerpecito y recitaba, mientras los ojos se clavaban en aquel formidable escroto, el más bello que había visto en meses. Anticipo de una victoria sobre aquel tonto Rubio. Se dejó de poesías y… La risa se descontroló: 22
-Dame el culo Rubio…jajaja… “Basto”, ¿Lo ves? “Basto”. Era cierto, la silueta marcaba. La luz de la luna creaba la silueta, allí estaban casi ya formados dos testículos y un pene en la criatura alzada de los suelos, arrancada de su paquete. Los Rubios no saben, perder, dio la espalda y tirándose un sonoro pedo fue hacia el auto mirando el piso y apagando las luces sin insistir en confirmar nada. Iba a tener que darle el culo a aquel negro. Sólo esperaba que el Negro no tuviera ninguna enfermedad venérea ya que perder la primera jugada en un embate de “Desconfio” era casi como perder la partida entera y la apuesta era “sin goma” y casi podía sentir ya los testículos del moreno golpeando sus nalgas. Sin goma… la carne… La mano del Negro soltó el feto como al descuido mientras se incorporaba y se arrimaba al coche también, a pocos pasos de su madre de vientre abierto, su cabecita abrió una nueva alfombra gris en la calle de baldosas floja. Una pasta que se extendió desde su mollera desprendida hacía los suelos en constante crecimiento. 23
Gris y negra y roja. Su mamá de tan cercana, estaría orgullosa si no estuviera muerta, que es mejor que estar orgullosa, claro. -A pagar Rubio a pagar…-baboseó el Negro triunfal, caminando con ritmo hacía el par de focos que dibujaba la silueta de su contrincante más adelante, imaginando aquellas nalgas blancas y pálidas de su adversario, mientras limpiaba el machete contra su ropa. Subieron al cuatro ruedas y se sentaron en silencio, uno al lado del otro. El acelerador… ¿A quién le tocaba?. La emoción de la partida ganada hacía perder la memoria. -Largá vos moreno.-mandó el Rubio deseando alejarse de aquel sitio de una vez, el lugar de su primer fracaso de la noche. -Ta´bien… cobro después todo junto… ahora vamos a tu primera carta que mhhh…. según el papel esta en un paquete de la calle 15… antes de llegar al puente viejo. Tiene tres días por lo que veo.
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-Shh… ¿Qué es?- dijo el Rubio queriendo ir al grano y sin tanto detalle, dolido como estaba en su orgullo. -… además por ahí hay mucho perro suelto… y ya sabés que… -no me importa Negro, no me importa… ¿Qué mierda es? ¿Qué juegás, que es?- insistió el Rubio, que buscaba empate a como fuera. El Negro encendió un porro, escupió por la ventanilla la punta mordida, pisando el freno nerviosamente, haciendo temblar la pierna por la ansiedad con el cuatro ruedas aun estacionado mientras se hundía en el sopor verde de aquel humo. No se decidía aún… se sabe que hay cábalas para ganar al “Desconfio”… dicen que si la barriga tiene forma de huevo hacia adelante… que si la madre se ríe cuando la golpeas, que si los dedos se hunden demasiado fácil en el cuello… era varón, casi seguro. El Negro no creía en cábalas, pero tenía un pálpito… y como buen Negro del Norte de la Bahía vieja se jugó entero con audacia. Por eso dice el dicho “arriesgado como negro de la bahía vieja”. Imaginaba: -¿”Basto” o “Copa”,”Basto” o “Copa”?. 25
No lo dudó. Los Negros no dudan. -“Basto”… es un “Basto”, igual al de mi paquete.- dijo recordando que aún si perdía la segunda jugada le quedaban dos paquetes más, preparados para esa luna. El Rubio cerró los ojos y sintió su propia sudoración: ¿dos varones seguidos en un mismo barrio? No era probable… recuperaba las esperanzas, no todo está perdido. Aunque por otra parte si el Negro volvía a aceptar… pero no, no era probable. Calmadamente le cantó, tratando de imitar su osadía: -“Desconfio”… -¿“Desconfio”?, ¿Estás seguro?- dijo el Negro desorientado. Era raro que un rubio del Sur se arriesgara en un “Desconfio” en la segunda jugada y más acabando de perder la primera. -Si Negro…”Desconfio”. Te lo canto ya… no necesito verla de nuevo. Lo que lleva es paquete adentro era una “Copa” y no un “Basto”, lo sentí en mis dedos cuando lo tiré al piso. En esta te empato… -Como quieras- dijo el Negro… -Espero que no hagas trampa como el último chofer con el que jugué… 26
-Shh… podés revisarla vos mismo a ver si el paquete tiene costuras negrito, ahora arranquemos que la noche todavía no termina. Pisaron el acelerador al mismo tiempo y enfilaron el auto rumbo al cuerpo de la segunda embarazada de aquella partida. -EJECT-
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LA CONFESION DEL GAMBUSINO “Los viejos mataron, mil niños dormidos y vino el Egún, para hacerse su nido ¿Quién es el Egún?, Me dijo una vez Te doy un tesoro, a cambio de un pez No puedes tocarlo, no sabes quién es da miedo mirarlo y cuando no lo ves” [Canción popular infantil] El camión se zarandeaba como si navegara crispado sobre olas de metal indómitas, en lugar de rodar torpemente por las calles de cemento civilizado. La menor irregularidad en las vías hacía que soltara sobre sus propias ruedas, ajenas a todo amortiguador y pegara tirones secos desde mi columna vertebral hacía el incomodo y pequeño asiento de plástico duro. Supongo que mi compadre notó la incomodidad y en medio de las vibraciones me dijo: -Ya se acostumbrará, compa… aunque no hay necesidad de que se acostumbre, ¿no?... Si usted y yo vamos a andar en buenas 28
troncas dentro de poco… Eso sí, dicen que viajar en camión es lo mejor para la pinche columna. Y se lo digo yo que viajo en camión desde que nací, y ¡aquí me ve! Con la espalda más derecha de todo el Norte ¿no?. Realmente no se veía el viejo una persona muy erguida, arrollado como siempre en su chaqueta, la cual parecía tener al menos tantos años como él… la ropa suele ser sumamente fiel en la vida de un pobre, rara vez suelta o abandona a su propietario, así se encorve y pierda fuerzas en dientes y o testículos al ritmo del calendario… No, realmente el viejo no se veía muy erguido, pero sonreí incomodo dándole la razón, mientras otra maniobra del chofer me sacudía nuevamente, tras obligarme a pegar un nuevo brinco. Viajábamos prácticamente solos… era un servicio nocturno, y contando al tosco conductor no habíamos más que cinco personas en todo el transporte pequeño sucio y ruidoso, que no dejaba sin embargo de tener su magia. La magia de sus luces de colores, la magia de los ecos de cada músico ambulante que desafina ebrio por un par de monedas en su pasillo… 29
La magia de dirigirse a una casa abandonada en busca de un tesoro. Eso hacíamos. Mi compadre, el “Henry” y yo. Íbamos en busca de un tesoro, al menos eso creía yo desde mi sencilla indiferencia. Y por mucha indiferencia que se vista, es imposible no sentirse un poco aventurero en esas circunstancias, aún a bordo de un camión de la línea más apestosa de toda la ciudad. Y es imposible no sentirse un poco loco también, por creer las fantásticas historias de un tipo tan empedernidamente ebrio como mi “compadre”, que parecía, agazapado entre sus ropas gastadas, como un gato viejo cuyo único brillo descansara en sus ojos, adormecidos entre la basura. El gato viejo me sonrió, con esa sonrisa amplia y fácil que los mexicanos solo guardan para cuando tienen, o una copa de más, o una mujer de menos: -Ya falta poco, y nos bajamos pues. Recuerde una vez en la casa… -Sí, lo sé… las reglas…- Le repliqué con la vista perdida en los sucios vidrios que impedían ver cualquier paisaje definido. Me conocía el discurso de memoria. -…ándele. Las reglas. Primero, no se me asuste por nada que vea o que oiga… 30
Asentí con un movimiento voluntario de cabeza, no muy seguro de que pasara advertido entre tantos movimientos involuntarios que daba a fuerza de zarandeos. -…segundo, quite del corazón cualquier odio o rencor que le vengan. Los espíritus siempre tratan de sembrarle odios a uno cuando se acerca a su metal… Numeré con los dedos, en señal de respeto… faltaba una más. La escucharía atentamente, eso lo hacía sentirse sabio, y lo sabía. Cuando se es viejo, la única virtud de que uno puede presumir legítimamente es la sabiduría. Y no quería privar a ese viejo de la sensación… no a ese viejo en particular. -…Y por último, pase lo que pase no cierre los ojos. Aunque los parpados le pesen como dos marranos, no cierre los ojos compadre, no pestañee más de lo necesario porque… -…porque “al que cierra los ojos, el Egún se lo bebe”. El viejo rió, de afuera hacia dentro, medio tragándose la risa.
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-Ahh, chingado compaa… usted será un buen “gambusino”. Como yo, y como mi jefe y mi abuelo detrás de él… si no fuera por el vino y las viejas, ya estaría yo retirado hacía rato, mire… Y para verificar su afirmación, le pegó un trago profundo al botellín de mezcal que siempre llevaba en el bolsillo interior, mientras yo sorprendido me preguntaba exactamente cuántos bolsillos tenía aquella chaqueta y cuál era su capacidad ya que era increíble la cantidad de cosas que mi compadre podía sacar desde sus entrañas. Al verlo recordé porqué estaba allí, acompañándolo en aquella locura. Hacía solo unos años que yo había llegado a México cuando conocí a “Henry” en una taberna, y nunca podría olvidar las circunstancias del encuentro. Me encontraba rodeado por tres pandilleros de los bravos, de los que uno no sabe si tienen más tinta en la piel de los tatuajes, o en los prontuarios de la policía judicial. Robarme ya me habían robado y hasta los zapatos, pero planeaban algo peor y no era violarme precisamente. 32
-Córtale la cabeza, carnal… si no ni madres que entras en el klan… Esa era la consigna… y se la decían al más joven, por turnos, como para que no le quedaran dudas. Pero este lucia, nervioso, me miraba y temblaba… y al temblor su machete parecía una vara de mimbre sacudida por el viento; mientras decidía si lo dejaba caer o no. Yo estaba descalzo, era el centro de un espectáculo patético, tirado en medio de una taberna donde la sangre parecía ser un líquido de menos valor que el alcohol, en un país que apenas conocía… y con el filo del metal próximo a ser descargado sobre mi cuello, solo para que ese saco de nervios de mirada ausente pudiera llevarme como trofeo a su nuevo jefe pandillero. Cerré los ojos en aquel mismo instante, así que nunca vi de donde venían los disparos. Sólo los escuché, y después los gritos, y antes de darme cuenta, sentí una mano, como la garra de un águila alzando una gorrina, levantándome del piso mientras una voz extraña me decía: -Córrale compadre antes que vengan más… Cuando los abrí, había dos pandilleros tirados, uno sangraba por el vientre y ya 33
no se movía, el otro tenía la cara destrozada. Se podía ver su dentadura inferior asomando al mundo sin ningún rastro de labio cubriéndola, y la dentadura superior era algo que había dejado de existir, mezclada posiblemente con el charco de sesos, sangre y líquido ocular que salpicaba cada vez que el cuello sacudía la sanguinolenta masa mediante espasmos… Terminé descalzo en la calle, sudando la vida por todos los poros y el viejo me llevó a su casa, una especie de contenedor casi perdido a un lado de la ruta nueva, donde me preparó otro trago, el cual bebí agradecido mientras él le quitaba los cartuchos usados a su vieja Remington de dos tiros fijos. -Con esa gente no se juega compadre… pero claro, usted no es de por aquí, ¿no?. Lo he estado observando…Mire, hágame caso… haga caso de un viejo. Póngase pedo cuando quiera, pero nunca delante de su jefa, ni delante de un pandillero… ni mucho menos delante de un… Egún. Egún. Esa fue la primera vez que el viejo mencionó la palabra, y si lo había oído antes, tenía solo un leve recuerdo. Mi 34
compadre, el “Henry”, me cayó bien desde ese día… por haberme salvado y por esa extraña locura que irradiaba y que hacía que cuanto lo rodeaba se transformaba en un suceso mágico. Y por eso decidí acompañarlo cuando habló sobre visitar la “Cosa verde”, una casa abandonada de una colonia lejana, sobre la cual circulaban infinitud de leyendas y rumores. Pero el viejo no le interesaban las leyendas ni los rumores. Ni los espíritus. El viejo no era un cazador de fantasmas, sino según me explicó, un cazador de tesoros. Un “Gambusino”. -Solo que de la ciudad compadre… porque al campo ya la salud no me permite ir, ¿no?. Me acostumbré a toda esta pinche aire venenosa de la ciudad, si fumo una bocanada de aire fresco luego me muero… Y a lo mejor estaba en lo cierto, a lo mejor mi compadre había generado un organismo propio capaz de subsistir solo a base de mezcal barato y smog citadino… A lo mejor el viejo ya había muerto y tan solo el veneno en sus pulmones y en su estomago lo mantenía artificialmente en pie. No podía dejar de pensar en eso a medida que el camión se perdía en interminables calles y laberintos que no quedaban claro 35
si eran senderos, callejones o partes de alguna plaza perdida. A lo mejor estaba en lo cierto. A lo mejor se moría ante la menor bocanada de aire fresco que tuviera ocasión de respirar… y a lo mejor también estaba en lo cierto con respecto a dónde íbamos, contrariando mi natural incredualidad. A lo mejor un tesoro nos esperaba al final del camino. Pero si lo del tesoro era cierto, todo lo demás también… y el tesoro no estaría solo. Según contaba el viejo claro. En eso parecía el mundo de fantasías del viejo no diferenciarse mucho de mi mundo de realidad… conseguir dinero siempre implicaba una tarea sucia, incomoda y peligrosa, y a mayor la cantidad de dinero, mayor suciedad, mayor incomodidad y mayor peligro… El camión frenó en seco, y me arrancó de mis cavilaciones y casi casi, de mi propio cuerpo… mi pecho se golpeó contra el respaldo del asiento delantero. El chofer gritó una frase en un modismo que no pude traducir, pero la que seguramente mi acompañante si comprendió, ya que me hizo señas de que nos levantáramos y la puerta del camión ya se había abierto como 36
invitándonos sin mucha diplomacia a descender. -¡Pinche joto este chofer, compadre!maldijo mi compadre bajando los dos toscos escalones hacia el exterior-Ninguno de esta línea se atreve a llegar al destino marcado, por no pasar de noche por la puerta de la “casa verde”. Así que tenemos que caminar un par de esquinas… ¿Pero no hay pedo, no?. Nuevamente sonreí, pateando el suelo de la banqueta. Trataba de estirar las piernas, entumecidas por el viaje, trataba de acomodar mis ideas también. No era capaz de ubicarme acerca del lugar donde esta, estaba. Todo lo que veía eran luces lejanas, en el cielo y en la tierra, luces lejanas. De lámparas de casas desconocidas, de estrellas lejanas… ¿Cuál era la diferencia? Luces extrañas e indiferentes en el firmamento siempre desconocido de un extranjero…. Y caminamos, al parecer, alejándonos de toda luz, y cuando digo “toda” me refiero a que hasta las estrellas se perdieron poco a poco detrás de nuestros pasos, cómplices del eco, como si la noche se volviera más oscura con cada metro avanzado. Nunca 37
logré entender la capacidad del viejo de, como un búho, ver en la más absoluta negrura. Sus pasos, el sonido de sus botas, eran mi única guía. -Allá se ve ya la maldita… la pinche “casa verde”. Sabe por qué la pintaron de verde ¿no?. Pos era una clínica de esas de abortos, pero algunos dicen que también por “haí” pasaban bebes rateados… . Los doctores les quitaban algunas tripas para vendérselas a los ricos, tráfico de órganos que le dicen… En ese entonces a las pinches casas de abortos las pintaban de verde como señal y así las viejas que llegaban a abortar sabían donde fregadas encontrarlas. Aún después de que la cerraran nunca más se ocupó la muy chingada, así que se quedó así, de ese color… verde nopal… . Al viejo le gustaba hablar, y a mí, escuchar o simular que lo hacía. Así que no sólo no interrumpí su discurso sino que lo seguí con suma atención, aunque palabra más, palabra menos, lo sabía de memoria. Era parte de las interminables veladas que compartí en su casa, en las cuales los tesoros y sus fantasmagóricos guardianes parecían ser el único tema de plática entre copa y copa. 38
-Por eso el Egún de esa casa es tan cabrón. Es un espíritu “mezclado”, se llama Balach… los bebes no tienen el alma armada todavía y si alguien los mata lo que queda no es un alma es sólo el mero odio, compadre. Que se va sumando y juntando con otros odios. Entre los abortos pasados de fecha y los bebes rateados, deben haberse chingado a quien sabe cuántas criaturas en esa casa… ¡La Virgen los perdone, pinches locos! Pero que hicieron feria, hicieron feria… y nosotros la vamos a encontrar de una vez… El sonido de sus botas, le arrancaba más ecos a la noche. El calor era insoportable para mí, como siempre desde que llegué al país. No corría una sola brizna de viento por las calles… el único intruso era el sonido de nuestros pasos. -Un Egún es un demonio sin forma… no tiene cuerpo… no tiene alma, y cuando ve el mero odio flotando, le da forma y se mete adentro, para poder bajarse a este mundo sin dejar de vivir en el otro. No son malos, son más que eso los canijos… están como metidos en un pedo que no entienden… el dolor que viven, el mal pedo… hace que sólo 39
quieran chingarse a todo el que se les acerca, son peor que un Bulterrier B ulterrier atado. Hay gente que ha quedado loca luego de pasar una noche en la “Casa Verde” y ver el Egún, pero peor es cerrar los ojos para no verlo… por eso le digo, que usted siga y no se me olvide nunca las… -Las reglas, compadre…- rematé la frase, un poco sugestionado ya, por la oscuridad, por la proximidad de la casa, y por las historias del viejo. Una oscuridad fue sustituida por otra cuando llegamos finalmente: la oscuridad de la calle por la oscuridad del interior de la casa… realmente caí en la cuenta de que ya habíamos ingresado solo cuando mi compadre encendió la linterna, y me sorprendió el destello de las paredes bajo aquella tenue luz. Me encontré de un segundo a otro, en medio de un vapor y de una humedad angustiantes, en medio de un desorden que parecía producto de siglos, y no solo de décadas, en medio de un penetrante aroma rancio que tenía todas mis sensaciones. -Puerta hace tiempo que ya no tiene, compa.
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La deben haber robado alguna vez, y como quiera, no se crea que es un lugar donde la gente guste pasar. Ni siquiera las morras del barrio vienen a parchar con sus enamorados aquí.- Susurró el viejo, como si susurrando deseara respetar el insoportable silencio que nos rodeaba, lo máximo posible. Me sentí realmente sobrecogido desde el principio. Ya me encontraba allí, había pasado días imaginándome como sería por dentro la dichosa casa abandonada de la que mi compadre no dejaba de hablarme y mostrarme fotos amarillentas de viejos recortes de prensa, como sería la guarnición que cobijaba aquel olvidado tesoro que tanto anhelaba el viejo, pero ni por asomo me había figurado que sería un lugar capaz de darme escalofríos, ni en mis peores previsiones había hecho lugar mi fantasía a un sitio tan tétrico. El viejo caminó con cuidado entre los escombros y la mugre, apuntando con su lámpara a un lado y a otro, y lo seguí. Pisábamos sobre blando, posiblemente tierra y basura, acumulada con el tiempo. Posiblemente, mierda también pero prefería ni siquiera pensar en ello ni en alguna otra posibilidad menos agradable. 41
-Esta canijo para ver bien compa pero ni medo… ya sabe que no queda de otra que venir de noche. De día no distingo donde es que está el billete… es que larga luz, ¿sabe?. Si la luz es amarilla es oro… si es blanca es plata… pero aquí buscamos una mezcla, los dólares y a lo mejor alguna moneda de oro de esas que venden los bancos, todas de los patrones de esta clínica de abortos… nunca vi una pinche luz como la que buscamos ahorita, ya le dije que yo he encontrado puros tesoros viejos y de campo, este es el primero así, nuevesito en comparación… Nunca hablaron los muy mamones donde lo habían metido, ni a los chingazos que les pegaron los tiros… pero yo se que está aquí… aquí mero enterrado… lo sé… Caminábamos. Las aberturas interiores, con las puertas colgando a un lado o sin puertas directamente, iban apareciendo como bocas, bocas sin dientes que nos tragaban cada vez hacía un nuevo reducto, hacia una nueva habitación… como si la casa misma nos devorara cada vez más hacia dentro de sus fétidas entrañas. Fue en ese momento que comencé a sentir que algo no andaba bien. Pese al calor sofocante, sentía frío en todos mis huesos, 42
sentía la rara sensación de pisar un suelo que no debía ser pisado. Pero me sobrepuse y di otro paso… y otro… detrás del viejo y su luz… -¡SSSSSSSSHHHHHHH! Exclamó el viejo llevando el dedo a sus labios cuarteados por el tiempo, y sus ojos ya de por si saltones, se abrieron más, con esfuerzo ante la escasa luz. Me miró con una sonrisa satisfecha y cierto entusiasmo… yo no comprendía aún. -¿Qué?-Le pregunté, también en un susurro. -¿No lo escucha?. Son escuincles, son bebes llorando… escúchele compadre, es el nido del Egún… estamos cerca… Esforcé mi oído, y pensé que todo lo que me rodeaba era silencio a la primera impresión, pero no. Tras unos instantes pude percibir lo que primero se me antojó como el ulular de una ráfaga de viento, luego se transformó en algo parecido al maullido de las gatas cuando entran en celo y finalmente pude oírlo claramente como una multitud de llantos de bebes, horrendos, de sufrimiento tal como si los estuvieran sometiendo a una tortura inimaginable creciendo en intensidad y volumen a cada segundo. 43
-¡Vámonos de aquí compá!- le dije automáticamente, no podía soportar aquel sonido un instante mas en mis oídos, ni en mi piel… porque sí, aquellos lamentos se pegaban a todo el cuerpo como hormigas enfurecidas. ¡No era posible! Quería encontrar una explicación lógica, pero no lo había… estábamos en una casa abandonada, perdida en el extremo de una villa pobremente habitada, en la noche…¡Y esos sonidos provenían de cada pared!. Y en cuanto a esas paredes… apenas pude ver una de ellas en aquel momento… y no pude creerle a mi propia vista, porque vi lo que parecía un par de ojos llenos de maldad como sombras dibujadas entre la pintura que se descascaraba… cerré los parpados, quería ver más. -¡Que hace compa! ¡No me cierre los ojos, no! Recuerde… No recordaba nada… ni reglas ni historias de viejos. No podía recordar nada rodeado como estaba, de aquel aullido insoportable que me aturdía. Pero algo dentro de mí, dijo que era sabio volver a abrir la vista, que era una cuestión de sabiduría y que este viejo sabía lo que decía. Cuando con esfuerzo pude ver de 44
nuevo, el sonido había desaparecido. Sentí la sensación de haber despertado, de haber caído nuevamente sobre ese suelo inmundo en el que estaba parado. -¿Lo ve?- me murmuró el viejo-al oído, y apuntó con la linterna hacia uno de los rincones -¡Ahí está la pinche feria, ahí mero! Mire esa luz, ahí mero… por eso el Egún estaba encabronado. Pero ya lo encontraremos. Y en el rincón, contra todo lo que yo había creído o dejado de creer en mi vida, una llamarada tenue, como de una farola de gas, brotaba desde el piso, con tonalidades semejantes a las de un pantano, verdosas y azuladas. No emitía casi luz, parecía dibujada en las sombras, parecía limitar la energía a su propio contorno. Estaba demasiado asustado como para razonar. Sólo me acerqué con el viejo y contemplé todo lo que hizo a continuación. Sacó algo de su bolsillo, una bolsita llena de un polvo que arrojó sobre la incandescencia. Luego buscó apresurado dentro de la misma chaqueta, que aparentaba como de costumbre tener infinitas reparticiones y su mano apareció 45
con una cadena en la punta de la cual era visible algún tipo de insecto inmóvil. Lo hizo oscilar como un péndulo, y la llamarada cobró vida, moviéndose en sentidos opuestos intentando escapar. Y entonces el viejo dijo en voz alta dirigiéndose a esa aberración: -Aquí estoy Coludo, muéstrame tus cuernos, en el nombre “del que brilla más que el oro”… o te vas a quedar ahí no más perdido con la brújula. No tenía ni idea de lo que mi compadre decía, ni de lo que iba a suceder a continuación, pero tampoco tuve tiempo de imaginar nada. La llama había desaparecido. Y en su lugar estaba… “eso”. Con un solo pie bajo su cintura, pequeño de poco más de medio metro de altura, con dos brazos fornidos que parecían atléticos, completamente desnudo, con aquella barba desuniforme y multitud de cuernos diminutos en su cabeza a modo de cabellos desordenados apuntando en varias direcciones. Brincando incesantemente sobre el único pie como si el suelo lo quemara mientras producía sonidos perturbadores. Su piel lucía verdosa, como la flama que habíamos visto antes, plagada 46
de venas que palpitaban a punto de estallar. Sus ojos eran rojos y eran lo único que brillaba ya en aquella habitación. No sabía que mierda era ese ser… pero ahí estaba. Ya no éramos dos en ese recinto… éramos Tres yo, mi compadre y……”eso”. Y cuando “eso” habló, sentí correr la orina por mis pantalones, pues el sonido de su voz era de una textura indescriptiblemente horrenda…. con un acento rarísimo, levemente comprensible, con un sonido seco y áspero, moviendo aquella boca enorme y deforme, y mirando fijamente el insecto que el viejo hacía oscilar en la punta de su cadena, refunfuñó algo así como: -Uam mais…º…I…ÿºÿá tenio thÄôFa I que venir pro lo dinero mais… ºó*ôtfhÄôfa. No podía creerlo yo no podía soportarlo. Quería huir, quería correr de allí, gritar escapar, pero mi cuerpo todo, estaba clavado al piso, sin poder desarrollar un solo movimiento. -¡No me vaya a cerrar los ojos ahora compadre, que todavía no negocié con este cabrón!- me gritó el viejo sacudiéndome, sin apartar la vista de aquella figura 47
horrenda, y luego le siguió diciendo- Vengo buscando lo que está bajo tu piel coludo. Lo tomo y te dejo, lo tomo y me voy. Y la figura contoneaba su cara y continuaba dando pequeños brincos nerviosos sobre aquel único pie descalzo… demoró en responder, y cada palabra que decía era un tormento de ser escuchada: -Uam mais…¨Yº¨Yá pero trabajo lo ofrendo tNÄÔf para Balach? Deme Pez, deme Pez!! No creía resistir mucho más de píe, y sentí que estaba a punto de perder el conocimiento, no quería ver ni escuchar nada más de cuanto sucedía. Y entonces sentí el golpe en medio de la frente. Un golpe tremendo, grosero como si mi cabeza se hubiera dado contra una enorme pared… caí confundido llevándome las dos manos a la herida… y pude sentir brotar mi propia sangre. Caí a los pies de aquel monstruo o demonio o vaya a saber dios que clase de criatura. Y desde el suelo, lleno de inmundicias pude alzar nuevamente la vista y verlo… enorme, inmenso, mucho más grotesco y espeluznante que visto desde arriba. Y moviendo mi cabeza, también a mi compadre, que ya no tenía el péndulo en su mano, 48
sino otra herramienta… parecida a un martillo, que goteaba un líquido oscuro el cual supuse era lo mismo que encastraba mis manos, sangre… sangre de mi cabeza. -Ahora si compa, cierre los ojos, ya me “pidió el pez” y todo terminará rápido… usted disculpe, ¿No?. Pero así es este pinche Egún, el Balach… me pidió tres regalos por ese billete, sino no lo voy a poder sacar… y usted es el tercer ilegal que le traigo, así que hoy me lo llevo. Ya no voa tener que andar en las pinches tabernas buscando inmigrantes que nadie conozca… ahora voa ser rico compadre… ándele, ahora sí, si quiere cierre los ojos… pa que todo termine de una vez… No comprendía, solo actuaba por instinto. Mis ojos se cerraban, las fuerzas me abandonaban, la criatura clavaba su mirada roja y furiosa sobre mi rostro, mientras de su boca nacía una víscera negra y brillosa, una asquerosa lengua de gelatina que comenzaba a caerme encima… Ya no razonaba, el instinto fue lo que me dominó. Solo saqué una mano de mi frente y manoteé el suelo, lo arañé… y pude ver que tocaba la tierra. La apreté fuertemente, y 49
volteé la vista de aquel ser. Miré al viejo, que reía sin parar y le dije con todas mis fuerzas… -Eh compa… mire esto… Instintivamente también él, agrandó su vista y la dirigió a mí… y le arrojé el puño de tierra justo en la cara, el puño de aquella suciedad de la cual no tenía ni idea de lo que era. El viejo se llevó las manos a los ojos, y comenzó a gritar. -¡No puedo ver! Pinche güero cabrón… ¿Qué me hiciste?... Se los comenzó a restregar y a arañar con los dedos, como dispuesto a quitárselos. Luchaba contra su propia ceguera, como si en ello le fuera la vida. Y tuve tiempo de incorporarme levemente. El pequeño ser ya no me prestaba atención a mí, observaba con suma atención al viejo. Y si mis recuerdos no fallan, sonreía, en medio de una mueca grotesca. El viejo comenzó a arrodillarse, a perder el equilibrio, a caer sobre el suelo, casi sincronizadamente mientras yo me levantaba. Una fuerza invisible comenzaba a atraerlo hacía aquel ser de pesadilla. -Moa mais… tNÄÔf bueno lo ofrenda. Bueno… deme Pez !Deme Pez! 50
El grito de mi compadre comenzó a perder fuerza, sus dedos se habían metido ya dentro de sus ojos escarbando en sus cuencas, sin que pudiera llegar a abrirlos, y comenzó a encorvarse ya arrodillado ante la abominación, comenzó a inclinar su cabeza, y a apoyarla contra la cara del monstruo que la mordió sin compasión. Pude sentir el crujir de aquel cráneo como una nuez partiéndose entre dos muelas, pude escuchar el sonido de aquella figura deleitándose mientras se alimentaba desesperadamente. Y pese al mareo, a la terrible herida que tenía en mi frente, que aquel viejo traidor me había ocasionado, decidí que tenía que salir de allí, de aquella humedad, de aquella oscuridad, de aquella oscuridad, de aquella casa. Ya la había dado la espalda a la escena. Cuando lo escuché una vez más aquella noche: -Moa mais… tNÄÔf vete tú vete con paz… Regalo pa ti la vida por Pez… Si queriendo billete trayendo frecisco y dos otros Pez igual… tNÄÔf, tNÄÔf, tNÄÔf, tNÄÔf. Fue lo último que escuché aquella noche. Y no comprendí el sentido, de la frase, en ese momento. Para irme de aquellos parajes 51
desolados, necesité de un oportuno taxi que recién comenzaba su turno y también necesité una botella y media de tequila una vez que llegué a la soledad de mi pieza en la vecindad, para poder calmarme. Aún sangraba…¡Maldito viejo, maldito “compadre”!. Pero no me atreví a ir a ningún hospital, podían pensar que me había metido en una pelea y como ilegal que soy, deportarme. Así que recurrí al servicio de salud y emergencias que recurren todos los ilegales… el ingenio y la improvisación. Una vez calmado, me vendé con una toalla y eché un chorro de la misma bebida sobre la herida abierta. Me ardió como los mil demonios, pero fue suficiente… el sangrado se detuvo. Y es que el tequila es mágico. ¿Sabe?. Y no solo para curar las heridas, sino para aguzar la percepción… Porque tras una borrachera con tequila al otro día las cosas se ven sumamente claras. Por eso cuando desperté, ya avanzada la tarde sabía bien lo que significaban las últimas palabras de aquella aparición, y tras un par de borracheras más, al correr de los días, viendo mi propia miseria, mi absoluta 52
pobreza me di cuenta de lo que iba a hacer, aunque le suene increíble tras los sucesos que acabo de relatar. Iba a regresar, si me iba a arriesgar a regresar a aquel condenado lugar del cual solo por la gracia de Dios había salido con vida. ¿Y por qué creen que iba yo a regresar?. ¿Por qué otra cosa un hombre arriesgaría su vida, su cordura incluso si fuera necesario?. ¡Iba a regresar por el dinero!. Leí periódicos de la época que conseguí en la biblioteca pública de mi zona, decía que el dinero que nunca encontraron de esa clínica, rondaba los diez millones de pesos. También decían que todos los arrestados, se habían suicidados de forma misteriosa un tiempo después de ser detenidos pero eso no tenía importancia. Lo que importaba era el dinero. Con ese dinero podía dejar de ser un ilegal, un paria y vivir donde se me antojara. No hay papeles más importantes en la vida de un hombre, que los que vienen impresos en serie, con la cara de un muerto al centro y un número en cada esquina. Si lleva esos papeles encima, nadie le 53
preguntará por ningún otro. Y por esos papeles lo arriesgué todo. Esperé que mi vecina los dejara solos, para hacer un mandado y me metí por la puerta siempre abierta. Nadie en la vecindad usa candado. No se asustaron, pues me conocían, me cruzaba con ellos cada día cuando salía o a trabajar o a buscar trabajo en el corredor de la vecindad. ¿Quiénes? ¡Francisco y sus dos hermanos, claro!. “Francisco y dos otros Pez igual!... Francisco y dos niños como él. Eso era lo que la aparición me había pedido, lo comprendí perfectamente… y eso era lo que le iba a llevar. Pero no correría los riesgos que mi ya difunto compadre había corrido. Lo haría todo más práctico, en mi país somos más prácticos que ustedes los mexicanos, por eso vivimos la seguridad de una guerra permanente: para no sufrir el riesgo de una paz constante. Aunque yo llegué hasta aquí buscando paz… Pero la paz, sin calma… es insoportable. ¿Comprende? Y si el precio de mi calma era satisfacer los caprichos de un ser desconocido, lo faría sin miramientos.
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A Francisco que con sus cinco años era el más grande, lo golpeé justo en la nuca con un trozo de madera que encontré en el pasillo, para que no fuera a alertar a nadie. Sonó hueco como un bloque barato… ¡Tump!... y cayó antes de poder llorar. Y a los otros dos… bueno, los adormecí con formol que había comprado en una ocasión quien sabe para qué… no recuerdo si para drogarme o para conservar el cuerpo de una serpiente que había encontrado una vez… ya no lo recordaba. Mi memoria nunca fue buena, aunque mi previsión sí. Uno estaba acostado en la única cama que había en el cuarto, mirándome sin comprender, hasta que apoyé el paño con formol en su carita y lo presioné firmemente. El otro lloraba desde su cuna, y debí alzarlo con el sumo cuidado que un bebito merece, antes de restregarle su propio babero humedecido en el líquido por el rostro. Ya preparados los envolví en las cobijas sucias que la irresponsable de su madre tenía colgadas en una silla vieja, y los cargué en el baúl del carro. Un carro que simplemente robé de la misma calle que 55
cruzaba por delante de la vecindad, no me importaba nada de lo que pudiera pasar después de aquella noche yo sería un hombre rico. Y las consecuencias son el único precio que los ricos jamás pagan. p agan. Así es la ley por aquí, y no se crea que en otros lugares es muy diferente. Las únicas leyes que me preocupaban en ese momento, eran todas esas leyes que el viejo me había enseñado, mientras preparaba su plan para sacrificarme sin que yo lo supiera. Y me di cuenta de que había cometido varios errores, por eso se había quedado sin su jodido tesoro. Para empezar, ninguna ofrenda a un Egún puede cerrar los ojos antes que este se materialice, de lo contrario el Egún, los mata desde el otro mundo y uno se queda sin moneda de cambio. Y el Egún, aunque se vea, solo se materializa para beber la carne “El Pez” pero necesita que la ofrenda cierre los ojos después de ser aceptada, para poder bebérsela. Así dicen los libros de Magia y leyendas… por tanto llevar a una persona sin “prepararla”, con la capacidad de cerrar sus ojos como me había llevado mi compadre a mí, era correr un riesgo 56
innecesario, aunque por otra parte también era un riesgo no conseguir cerrarle los ojos a la víctima a tiempo, ni siquiera con un golpe, tal como sucedió en mi caso. Así que el viejo no era tan listo después de todo, aunque conocimientos del tema tenía muchos… Los Egún como bien aprendió, son seres que aparecen en lugares donde han muerto muchos inocentes, y son celosos de cualquier riqueza que pueda haber en el lugar, aunque su sed de sangre es mucho mayor que sus celos y están dispuestos a entregar sus tesoros a cambio de víctimas y una vez que hacen el trato con el que lleva la carne viva, lo respetan aunque suelen ser muy arteros y siempre buscaran la forma de alimentarse sin dar nada a cambio. Lo había leído todo en libros y apuntes del viejo, y en algunos más de la biblioteca. Más allá de eso, nadie sabe exactamente que es un Egún pero lo que sí se sabe es que los Egún son muy astutos, por eso este es un particular, Balach, me había pedido tres niños, para tentarme recordándome tres víctimas que me eran sumamente accesibles; pero más que eso también. El Egún suponía que era imposible que un niño no cerrara los ojos ante el 57
miedo. Yo era consciente de ello… pero no era ningún tonto. Tomé mis precauciones, y créame que estoy seguro de que hubiera logrado mi propósito de no haber sido por el bebé, el maldito bebé, el más pequeñito de los tres, el que supuse me iba a plantear menos inconvenientes a la hora de ser sacrificado. El camino me lo sabía de memoria, y lo que pudiera haber olvidado estaba en cualquier mapa. Testigos, como le relaté en las cercanías de esa casa nunca había, por el miedo que inspiraba a todos los que conocían su leyenda. Así que no tuve problemas en bajarlos del carro, como bultos tapados con tela, como larvas retorciéndose cargados a cada lado sobre mis caderas, e introducirlos en la habitación. Recién había oscurecido cuando llegué, y el resto fue casi como el primer encuentro, el aullido ensordecedor, que esta vez se sumó a los gritos de mis propios bultos que se pusieron a gritar y a llorar de terror al escucharlo. es cucharlo. Los golpeteé un poco con el mango de mi linterna, aunque no mucho, no debían morir antes que lograra que Balach se materializara. Ni cerrar sus ojos ya que “al que pierde la vista, el Egún se lo bebe” 58
como dice el dicho incluso, pero esto no me preocupaba. Estaban “preparados” desde antes de salir. En la casa de su madre, aun dormidos y sabiendo que se quedaría a solas con ellos por muchas horas, levanté los parpados del primero jalándoles las pestañas hasta que quedaban tensos y con aquella navaja con la que solía afeitarme los seccioné como una frágil tela de un extremo a otro, uno a uno, limpiamente, metiéndoles en mi boca una vez cortados y tragándomelos para dejar el menor rastro posible. Tenía la textura de una rodaja fina de tocino crudo, ¿sabe?. Y así había hecho con todos. Sin parpados que bajar, no podrían cerrar los ojos. No sufrieron, no puede llamarme cruel, ni juzgarme por sádico. No era cuestión de placer sino de dinero, como llenar requisitos para obtener un préstamo de un banco, sólo que más sencillo… ¿Comprende?. Es más fácil arrancarle los párpados a un niño que conseguir un préstamo bancario… No sufrieron, créame… el primero, Francisco estaba desmayado… los otros dos adormecidos. Y tardaron horas en volver en sí, cuando ya iba camino a la “casa” verde 59
y sentí golpeteos desde la cajuela del carro. Era una buena señal, estaban vivos y con los ojos abiertos. Ahora los tenía justo en el lugar adecuado, frente a un Egún dispuesto a darme un tesoro por ellos. -tNÄÔf para Balach? tNtÄÔNtN Dame Pez, dame Pez!!- retumbó la voz en la oscuridad. Cuando vi a aquel demonio por segunda vez en mi vida, parecía sonreír más que durante el primer encuentro. Casi no habló, sólo esperó… y tomé el primer bulto, se movía, se retorcía… ahora si era necesario que cerrara sus ojos, pero como esto era imposible, ya tenía provisto mi proceder. Lo destapé y cargándolo con una mano, con la otra busqué en el bolsillo de mi pantalón, aquel pico de botella. La mirada de Francisco era tan escalofriante como la del demonio, debo reconocerlo, con aquella vista desorbitada ya sin sus párpados, y la boca abierta por el pavor. Creo que el niño ya sabía hablar pero esa noche no hacía más que gritar cosas que yo no podía ni quería entender del todo. -¿Por qué señor, po qué pegaaaa????
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-SSSSSSSSSSSSSSHHH… ya todo termina pequeño… ya todo… ahora cerraras los ojitos y descansaras…para… siempre!!!! Y hundí aquel pico de botella y lo hice girar en cada una de sus cuencas, teniendo la necesidad de aferrar su cuerpecito más contra mi cadera, ya que se contorsionaba como una especie de gusano dentro del saco con que lo había cubierto. El niño no comprendía, ningún niño podría comprender… Y es que ahora que el Egún se había materializado por la necesidad de negociar, había que lograr que la víctima ya no viera, que se sumergiera en la oscuridad total, lo cual era imposible en este caso por otros medios, pero ya lo tenía todo previsto. Me aseguré que no pudiera ver por ninguno de los ojos, sino Balach no podría tomarlo como ofrenda… y entonces yo estaría en un gran peligro. Anulada su visión, lo arrojé a los pies del demonio, como un leño a la hoguera… satisfecho de mi propia inteligencia, que había burlado la trampa que aquel ser me había puesto. -Ahí va el primero… y ahora…. El segundo tenía un año menos que su hermano, posiblemente. No cesaba de llorar 61
y agitarse, parecía ahogarse en su propio llanto. Intenté hundir el pico de botella de cerveza también en la primera de sus cuencas: -Quédate quieto, ¡Pendejo de mierda!- le grité en mi desesperación… y me siento culpable créame por haberle gritado de esa manera a un pobre niño. Pero el trámite ya no me resultaba fácil. Noté que algo del vidrio se había quebrado contra algún hueso de la cara de su hermano, y por tanto el pico ya no tenía el filo necesario para hacer estallar un ojo por completo. Balach parecía mirarme complacido, y parecía esperar la plenitud de las ofrendas antes de comenzar a devorarlas, ya que no había hincado ninguno de sus dientes aún en la cabeza de Francisco, que se sacudía sin poder alejarse bajo su pequeña figura. Pero comenzó a impacientarse, brincando sobre su único pie, moviendo su cara deforme hacia un lado y otro… Debía encontrar otra forma…¡Dios mío, tenías que ayudarme!. Recordé que tenía un manojo de llaves, en mi otro bolsillo e intenté con una de estas, de cobre, aún la llevo conmigo, era la STAR de un galpón viejo donde guardaba 62
trastos en mí país antes de la guerra… la hundí en el centro del ojo, haciéndola girar, como si fuera una cerradura y pareció funcionar. El globo abrazó el metal como una masa desinflada, mojando mis dedos, ¡SFlashhh!... escurriéndose por aquel rostro mezclándose con las lágrimas del angustiado chico, ¡maldito niño no podía dejar de moverse ni un instante! Intenté calmarlo, que sintiera que hacía lo correcto aunque yo fuera un extraño: -Ya ya… ya todo terminará pequeño… Dos vueltas más, para asegurarme… y lo arrojé a los pies del demonio… ya faltaba menos… Me pregunté cuantos estúpidos habían caído en las artimañas de aquel ente infernal, llevándole víctimas para alimentarlo, sin poder llevarse jamás el tesoro. Se lo dije casi riendo. -Ahí te va el segundo, ¡Ja!... y ahora. Me arrodillé para levantar el último bulto… y cuando lo levanté me di cuenta que no se movía, ya no se movía, ya no pataleaba, ya no gritaba. Era el cuerpo del más diminuto, el cuerpo del bebé, nacido hacia pocos meses. El demonio fue el que pareció reir ahora y su risa inundó la habitación… ¡No era posible!. 63
Sólo había arrancado sus párpados… eso no pudo haberle causado ningún daño grave… Estaba seguro de haber entrado con él vivo a la casa… No comprendía. com prendía. Abrí el saco para examinarlo, quizá sólo estuviera calmado, dormido, así son los bebes, se duermen con una facilidad, pero… sin párpados ¿cómo es posible?Y lo que vi será difícil de olvidar… el cuerpo del bebé estaba; sí, y sus ojos abiertos enormes. Pero parecía consumido, putrefacto, reseco como si hubiera muerto desde hacía meses. Evidentemente no se movía. Lo dejé caer en la oscuridad y sonó como un libro viejo estrellándose contra el piso, abriéndose desencajado sobre la cobija desenvuelta… y mi mirada fue hacia el rincón. Hacia la siniestra aparición que de alguna manera me, había burlado. -tNÄÔf tNÄÔf tNÄÔf A Balach ÄÔ Dame Pez, Dame Pez, Dame Pez, Dame Pez!!!-!!!-… Farfulló la criatura. Y el aullido comenzó a oírse de nuevo en toda la casa, las paredes comenzaron a gritar en todas direcciones, sí, las paredes, y me di cuenta de que mi vida corría un 64
riesgo inminente en medio de aquella infección de vivienda. Había fallado, algo había fallado… no sabía qué, pero algo había fallado. El péndulo que había llevado de cadena de plata, con un escarabajo en su extremo, había sido bien confeccionado, de acuerdo a todas las instrucciones que recordaba. Los tres regalos llegaron vivos y era imposible que hubieran cerrado los ojos, hasta que yo se los arranqué, y esto fue después de que el Egún se materializó y pidió “el Pez”. ¡Había seguido las malditas reglas! “Qué no cierre los ojos antes que aparezca, y que los cierren bien cuando se los entregues, así decían las anotaciones del viejo gambusino, mi compadre, refiriéndose seguramente a mí y a los otros dos inmigrantes ilegales que habría llevado antes a esa casa, y así lo había hecho con los niños. Un niño sin párpados no puede cerrar los ojos, no podían dejar de ver hasta que yo no les arrancara la córnea, la retina, el iris con el pico de la botella o con la llave STAR del galpón viejo aquel… Pero algo había fallado… debía correr, huir.
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La casa entera enloqueció, me perdí en el laberinto de sus puertas, mientras sentía mezclada con los gritos de bebés, la risa de aquel demonio, el peso de mis propios párpados que querían cerrarse a toda costa… Una puerta… otra… y otra… alguna de esas fue la salida evidentemente, sino no estaría aquí en este momento contándole esto gracias a Dios que me protegió y me libró de aquel mal… Pero entonces no podía regresar lógicamente a mi vecindad, la policía estaría buscándome, ¿comprende? Y la madre ya sabe como son las madres siempre obsesionadas con la seguridad de sus hijos, por eso he fracasado con todas las mujeres con hijos que me he involucrado… ¡malditas madres, y maldita policía!... como ahora… ¿los escucha? Sus sirenas están por todos lados. Pero usted no me entregará Padre, usted no me juzgará, ¡no puede hacerlo! Esta es mi confesión… y usted debe guardar silencio. Mire que cuando dije “madres” me refería a las que abren las piernas para parir, no a las hermanas de la iglesia, ¿eh, padre?. No se habrá ofendido… porque aquí me siento a salvo. En esta parroquia no me encontrarán al menos por algunas horas, mientras 66
descanso y me repongo… he pasado los últimos días huyendo, durmiendo oculto en terrenos abandonados, jardines y patios de casas por las noches, preguntándome que fue lo que había fallado. Y por casualidad, o por voluntad de Dios, fue que encontré la respuesta, hace algunas horas… una respuesta que encendió toda mi ira y mi odio… y un buen cristiano no puede vivir con odio en su corazón, ¿verdad Padre?. Por eso sentí la necesidad de llegar a confesarme, en medio de la noche… luego de haber sido corrido de mi último escondite por un perro. Sí, como lo oye… un perro, un maldito perro que me dio la respuesta y me hizo maldecir mi propia suerte y de mi falta de precaución… Estuve tan cerca de ser rico, de encontrar aquel condenado tesoro… ¡Y si hubiera sido rico no hubiera tenido necesidad de confesarme jamás!. Al menos no de forma tan sincera… Pero Balach había tomado la vida del tercer niño antes de hacerse visible, y por lo tanto, no tenía obligación de entregarme nada… ¡Jodido demonio tacaño! Parece que aquí en el Norte, hasta los demonios son tacaños y duros para entregar dinero… no lo tome a mal Padre, pero así de frustrado me siento. 67
Y más ahora… porque lo entendí claramente, en esos sucios matorrales donde estaba durmiendo, oculto, hasta que el perro me despertó. Me buscaba, habría una recompensa o algo… ¿lo ve?. Hasta la tarea virtuosa, de encontrar a un criminal fugitivo, debe ser incentivada por el maldito dinero… Y allí me buscaban, hasta con un perro… El perro dinero. El maldito perro. Sentí los ladridos cerca de mi sudor y tras incorporarme sobresaltado, oí sus fauces, sus dientes, la baba que escurrían y sus ojos completamente blancos. Lógicamente me levanté del todo y huí, pero no sin antes escuchar un dialogo a mis espaldas, entre dos personas que se aproximaban detrás de aquel perro, seguramente armadas y lista para dispararme. -Fíjate que ahí detrás con la lámpara, compay… ya sabes que “Lobo” tiene buen olfato… -Sí, es un buen perro… como su chingada madre, “La Loba”… me arrepiento de haber matado a toda la camada cuando nacieron, pero ni modo… 68
La otra voz rió… y su siguiente frase cayó sobre mí como un balde de agua fría. ¡Yo era el único culpable de mi fracaso!. Lo entendí… huyendo de aquellos hombres y de aquel perro lo comprendí. Más que una frase, parecía una respuesta, parecía dirigida a mí, parecía una respuesta que el destino me enviaba desde el infierno… ¿Comprende Padre? la escuché, mientras corría, mientras huía de aquel perro, escuché aquella frase y comprendí perfectamente: -Claro compay… pero este no se te quiso morir… fue el único que se salvo adentro de aquel saco donde los pusiste a dormir con formol, ¿te acuerdas?... Te quedó ciego… los cachorros recién nacidos tienen la vista muy sensible… y por culpa del pinche formol te quedó ciego antes de tiempo.
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RESIDENCIA
CLASE B”
“
La puta de la esquina no tiene ni idea de lo que se dice, se me abalanzó encima suplicándome como si yo fuera Dios… ¡haberse visto forma de insultarme! Si quieres herirme, no tenés más que suplicarme. -“Vamos Lee, te lo ruego… déjame pasar” O peor aún: -“¡Por el amor de Dios, Lee!” ¿Amor de Dios? Debería subordinar mi voluntad ¿el amor de Dios? Qué te ayude Dios, estúpido de mierda que me suplicás, así estúpidamente. Y encima, una puta… Las putas se suponen que no tienen dioses, sino ¿Qué clase de putas serían? Si ya sé que ahí precisamente es donde tan bien informado me habla de la antigua Caldea o de la moderna Iglesia Católica. Y en realidad no viene al caso porque fuera de su precio, no tengo nada contra las putas. Pero hay dos cosas que no soporto: que me den órdenes, y que me supliquen. Al margen de eso, por mi me puedes gritar, difamar, o 70
hacer lo que se te cante con tu boca y tu lengua, sin que por ello te dedique ni cinco minutos de mi desprecio… Y ahí está la maldita Yira, que todas las tardes se para en la esquina, suplicándome, casi de rodillas como si no me conociera bien. Hay momentos en que uno no sabe exactamente qué hacer con una mujer… si pegarle o pegarle. Eso pienso yo que debería ser la diferencia entre una esposa y una puta; a la puta se le paga, a la bruta se le pega… pero ¡deja ya de suplicarme jodida ramera! ¡Te haré, ese favor!. Eso fue lo que dije… ¿comprendés? -¿En serio lo harás?, Lee. Si hasta se enjuagó los ojos, y se serenó… acababa yo de violar algo que no me agrada violar: uno de mis principios: el caer bajo el peso de una súplica. Pero ¿Qué podía hacer?. La calle estaba llena de gente, la maldita no me soltaba el brazo… y debo preservar mi imagen en el barrio o mi negocio se iría al mismo lugar que la vagina de esa puta… a la verga, así que no le mentí cuando le di como explicación: 71
-Cualquiera en mi lugar lo haría… Tras el tercer punto suspensivo, encendí un cigarrillo nuevo (la puta me había tirado con su impulso el que llevaba cuando me abordó) y caminé hacia la puerta de acceso. Sólo me faltaba una escalera y dos puertas más para llegar a mi cama, mi adorable cama, mi fiel y cómplice catrera… ¿Qué más se pude pedir, luego de no haber pegado un ronquido en más de 72 horas, que una fiel y cómplice catrera? -Vos sabés como es esto… ¿no?. No, no lo sabes… que vas a saber- Le dije a Merca, mi gata blanca que indiferente de mi lenguaje siguió lamiendo sus piernas en un rincón de la habitación, sólo estremecida por el ruido de mis botas al caer… La número uno… izquierda… ¡brock! La número dos… derecha… ¡toc, toc! -¿toc, toc? Ese no era ruido de mi bota al caer, ese fue un sonido desde la puerta de entrada, lo cual es raro. Nadie llega a la puerta de la entrada si no pasa por la puerta de acceso.
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“Debe ser un vecino”, me calmé… pero eso era más raro aún, como de costumbre estaba peleado con todos los vecinos de la edificación. Lo suficientemente peleado como para que no me hablaran, no tanto como para que quieran desafiarme a duelo. -¿Quién mierda es? -¿Quién mierda es? -¿Señor Lee? Abra por favor… usted no me conoce, pero soy el hermano de Cindy… -¿Cindy? -La puta que trabaja en la esquina… -Nunca me comentó que tuviera un hermano… así que debe ser verdad. En algunas cosas, ni siquiera los desconocidos mienten, así que descalzo como estaba y todo, me levanté pesadamente y abrí la maldita puerta. El tipo estaba totalmente demolido. Algún día había sido un tipo, algún día habría tenido rostro, ojos, boca… a lo mejor una sonrisa. Ahora sólo era una especie de mancha temblorosa, metido en un traje gris anticuado y pasado de moda. Era bajo, bastante más que su hermana… 73
-Pasá, pasá… le animé dándole la espalda… ¿Qué mejor forma de animar a alguien puede haber?- ahí está la única silla en toda la pieza, así que sentate y para tomar no tengo más que el aire que entra por aquella ventana, así que… -Creo que no será necesario… me gusta permanecer de pie… usted sabe… una costumbre que adquirí de mi época de militar en actividad… La frase me cayó como un corte de luz… me dejó sorprendido, impotente y estupefacto. De hecho hasta me sentí algo estafado, cosa que no me sucedía desde que me enteré que Matt Groening ya no hacía los guiones de los “Simpsons”. -¿Disculpa? No me digas que… La mancha temblorosa dejó de temblar un instante y agachó la cabeza. -Si señor Lee… soy yo… yo soy Ramón ¡Carajo! No digo que los principios ¿son como las hijas adoptivas?. Violarlas siempre te trae problemas… y yo había cedido a una súplica, a la súplica de una puta para colmo y para colmo la muy puta me había defraudado.
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Necesitaba calmarme… el golpe fue el primer paso. No fue muy elaborado, mano abierta y a la mejilla, pero algo de sangre comenzó a brotar. -Lo siento Ramón… aunque no tanto como vos, claro- dije mientras friccionaba mi mano derecha- pero era necesario… ahora necesito el segundo paso… te mentí ¿Sabes? Sí; tengo algo para tomar además del aire, pero sólo para mí… me serviré un trago, lo necesito… ahí tenés un rollo de papel para limpiarte la sangre… y sonarte la nariz tal vez. ########################################## No me gustaba hacer tratos con familiares de mis amigos, ya que al estafarlos se me crea un cargo de conciencia adicional. Pero la puta de la esquina no era mi amiga, la cual era peor… era una puta, la puta de la esquina. Y uno sabe que la puta de la esquina es insustituible, es parte, más que el paisaje, del flujo mismo de la vida. Ceder a una súplica fue terrible, pero más terrible hubiera sido retractarme después. 75
Porque un error es el arrepentimiento: un arrepentimiento es como ponerle un marco al error y colgarlo en una pared para que todos lo noten. Así que ahora había que hacer mi trabajo, así se tratara de su propio hermano menor… ¡maldita puta! Tenía que conseguirle a su puto hermano una residencia legal. A eso me dedico, claro, soluciono problemas. Este país ya no es lo que era antes. El papel se transformó en plástico. Pero la carne a su vez por equilibrio artificial se transformó en papel. Es decir, ya no hay billetes… Hay tarjetas. ¡Vaya novedad! Pero para ocupar la vacante los esqueletos rodeados de carne… ya no son ni carne, ni esqueletos: son papeles. Son o ciudadanos o residentes. Residentes de clase A, B y C… -Residentes de la clase B…- Le escupí mientras la grapa tibia me raspaba la garganta y Merca mi gatita me frotaba las canillas con su ronronea. -¿Qué mierda es eso señor Lee, con todo el respeto que la mierda me merece?- dijo 76
abriendo un poco más los ojos mi cliente potencial. -Una brecha legal… mirá… fuiste militar. Eso no te habilita a ser residente de la clase A, sos hombre, eso no te habilita a ser residente de la clase C… la ciudadanía, por otra parte, es una utopía irrealizable en la práctica que sólo se consigue en el preciso momento en que ya, o es inútil totalmente o no se desea en lo absoluto… pero… -¿Pero…? Y la importancia de una frase unida después del “pero”. -Pero podés ser un residente clase B… esto es según la ley, una “persona a la cual se otorga la residencia permanente, por poseer un registro de identidad expedido por el estado federal”. El seguía sin comprender, y lo peor era que lo intentaba… ¿Para qué mierda quieren comprender? Sólo quieren venir de guerras lejanas, a vivir a la sombra de un árbol mal podado a sepultar sus violaciones a los derechos humanos y su miseria en un trabajo de ocho horas.
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Me piden lo que legalmente se antoja como imposible, y mi virtud es conocer la única figura del sistema. Figura que cobro un módico precio por traspasar, y encima pretenden comprender. ¡Ah, si la comprensión pudiera ser cobrada, sería algo mucho más caro que un simple status legal! Y los idiotas de siempre no comprenden lo habitual. -Estoy algo confundido…- dijo el visitante bajando la vista. -Y lo estarás más, créeme,… pero eso no me preocupa… mi única preocupación en este momento es si traés el dinero encima o no… Y soné sincero, a lo mejor es porque lo soy. Soy un hombre SINCERO, es decir el CERO para mí no existe. Papel por papel, yo no acepto tarjetas ni ninguna forma de crédito. No soy un comerciante legítimo, soy más que eso. Doy un servicio esencial desde las sombras de una vecindad sucia, en un país ya de por sí sucio a gente sucia. Lo más limpio de todo el proceso suele ser el dinero, lo cual dice bastante acerca de cómo funcionan estas cosas. El dinero de papel… los billetes que pasaron de su bolsillo a mi mesa, tres de los grandes. 78
-Tres de los grandes señor Lee… necesito esos papeles…- me dijo. -…y yo desde luego que necesito esos otros…- le dije, y pateando a mi gata me acerqué al montón como para verlo más de cerca. Mi mueca general de desprecio a veces se transforma en una sonrisa. La visión del dinero no siempre es el motivo, pero este sí que era el caso. -Es perfecto… y reconozco que nuevamente te mentí… si te voy a convidar a un trago después de todo, pero no de mi “grapa”. Esta bebida Oriental es difícil de conseguir por acá… en cambio permíteme- dije descorchando la botella negra- un trago del mejor Tinto que se puede conseguir por aquí en el Norte… -No sé si debería…- dijo el sujeto. -Debes… creerme… debes. Yo no acepto un NO por respuesta. Si aceptara algún NO por respuesta mi negocio se iría al mismo lugar del que vos venís… la mierda, por mucho respeto que le tengas. El vaso brilló como sangre una vez servido el vino y mirándole a los ojos le hice ademán de que apurara el trago 79
fulminantemente. Su gesto se volvió distendido… era lo habitual tras beber de la botella negra. Era hora de hacer la llamada, a partir de ahí todo era rutina. Tomé mi celular del bolsillo del pantalón, como molestaba el maldito celular, chocando siempre contra mis bolas al caminar. A lo mejor debía usar los pantalones más apretados. Como Cindy, la puta de la esquina… la hermana de aquel tipo que ya lucia mareado ante mí. -Buenas noches… necesito que pasen por el número 101 de la calle Huajupan… si, es reciente pero comprenderán que no quiero tenerlo aquí toda la noche… Corté la llamada y me serví otra “grapa”. “ grapa”. La espera lo ameritaba. -Todo es perfecto, ahora sólo es cuestión de esperar… dije, pero nadie me escuchó, excepto Merca pero no pareció prestarme atención. Me hubiera gustado invitar a Ramón a otra copa antes de que llegaran los empleados de la morgue municipal… pero él estaba demasiado ocupado con su propia muerte, tirado ya en el piso y un vómito de sangre comenzaba a inundar la sala pese a 80
los esfuerzos de mi querida gata por secarlo a fuerza de lamidas. Ahí es donde me siento en el taburete de madera y cuento los billetes… ¿Qué otra cosa podría entretenerme y distraerme mejor estando acompañado de una gata blanca de pretensiones vampíricas sedienta de vómitos de un cadáver que encima es el hermano de la puta de la esquina? A veces lamentaba que el veneno actuara tan rápido, me dejaban a solas… los dos. El cliente y Merca. ################################################# Maurice Pierre llegó de Haití hacía diez años, yo lo conocía desde al menos la mitad de ese tiempo. No era mi socio, pero establecimos una simbiosis. Al ver su talento, se hizo la luz en mi mente porque su talento y el mío se complementan tal como la abeja y el polen. -Ustedes los Orientales le encuentran solución a todo, son como el agua… siempre encuentran una fisura por la cual colarse- me había dicho una vez. Posiblemente tuviera razón.
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Después de todo se supone que es un tipo sabio, hay que ser sabio sin dudas para cruzar un mar plagado de tiburones aferrado a un trozo de madera como lo hizo Maurice para llegar hasta aquí desde su tierra natal. El dice que fue cuestión de algo que llama “boule” o algo así. Nunca aprendí a hablar haitiano. Los dos hablamos el idioma universal del papel al contado y eso era suficiente para cada visita, eso y un poco de español. No soy supersticioso pero visitar la casa de ese negro era algo que me hacía entrar en pánico. Por ejemplo la exigencia de que masticara un trozo de hígado de buey antes de entrar… y luego aquel extraño dibujo que me hacía en la frente en el umbral del recinto, donde una cortina armada de caracoles oscilaba sin ninguna clase de viento. Cuando uno va cargado un bulto tan pesado no tiene ganas de tantas ceremonias. La única buena noticia es que el bulto sólo debía ser cargado al ir y no al volver. -Aquí lo tienes Oriental… como siempre en fecha- me dijo palmeándole el culo a mi 82
cliente que estaba parado a su lado y extendiendo la mano para que le depositara uno de los grandes. Uno para los de la morgue, otro para Maurice… solo me quedaba mil para mí. Pero suficiente para vivir. La ciudad era barata. Eso creo. Soy equitativo. Ramón no me reconoció de inmediato, eso era normal, nunca lo hacen… pero si lo suficiente como para que me siguiera a la calle, y eso no era normal sino incluso necesario. Reconocerme como para que se subiera a un ecotaxi conmigo en silencio y como para llegar a la oficina de inmigración. Las filas como de costumbre eran largas, pero el tiempo no contaba ya. Regularizar ilegales era mí única ocupación. Uno o dos al mes… y se vivía. Presenté el certificado de defunción en la ventanilla como de costumbre: -“Como verá señorita mi amigo ha sido declarado muerto, mediante este certificado de defunción expedido por el gobierno federal… pero como el certificado de defunción se considera irrevocable no puede ser anulado. Así que solicita la aprobación de su residencia tipo B ya que 83
posee una identificación expedida por el gobierno, aunque por otra parte como ve, está con vida y de acuerdo a la ley migratoria está habilitado a la residencia todo aquel que concurra con sus propios medios a la oficina correspondiente”. -Oseo identificason… epedida pro el gobierno… Ficina copondiente… esta con vida… esta con vida- repitió mi cliente con la vista perdida en algún lugar del escudo nacional que adornaba la sala. La burócrata miró a los ojos de Ramón asombrada mientras tomaba una tarjeta de algún cajón. No les pagaba por pensar demasiado, de hecho no les pagaban demasiado. Pero el asombro, era inevitable. Leyó el certificado, estaba en regla. Miró de nuevo a Ramón, estaba vivo. Extendió la preciada tarjeta la cual yo mismo tomé y puse en el bolsillo del recién legalizado. Salimos a la calle y el sol de la ciudad me golpeó con furia. A Ramón parecía no molestarle demasiado, ausente a todo lo que le rodeaba. -Y ahora Ramón, a buscar trabajo legal…le dije palmeándole la espalda. 84
-Tabajo legal… Tabajo legal…- quedó repitiendo él. Era más que suficiente con esas palabras para que al pasar por enfrente de una obra cualquiera le revisaran el bolsillo a ver si llevaba la tarjeta de residencia y lo pusieran a cargar bloques de cemento. Ya podría avisarle a su hermana que había cumplido con mi labor, como siempre. Los detalles. Bueno los detalles eran mi secreto profesional. Lo notaría cambiado, diferente… ¿Era mi culpa acaso? Malditas putas. Seguro que hasta se preocuparía. Se preocupan, se preocupan… ¡yo soy el único que se ocupa y no se preocupa! Se preocupan como Maurice, el sacerdote vudú que trabajaba conmigo. Siempre advirtiéndome: -Oriental no podemos seguir… Maurice no tiene idea de lo que dice, me lanza advertencias encima como si yo fuera Dios. ¡Abrase visto, forma de insultarme! Si queres herirme, no tenes más que lanzarme una advertencia. “Vamos Lee, esta ciudad no soporta un solo zombi más…” 85
O peor aún: “El gobierno terminará por dejar de expandir partidas de defunción”. Lo bueno es que Maurice nunca menciona a Dios, ni me suplicaba. Por eso lo consideraba digno de mi respuesta aunque yo no entiendo nada de Magia Negra, ni de vudú. Pero entiendo de inmigrantes ilegales. Ilegales… zombis… ¿Qué más daba? Sombras en los rincones del cementerio, indiferencia inútil agazapada. -No lo veas como un zombi más… míralo como un ilegal menos- le decía y aunque lo hago por lucro de alguna forma soy un idealista. ¿O no?
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LA TUMBA DEL NEGRO Uno, dos, tres,… ahora sí. Esto ocurrió hace algunos años en un paraje desolado y desprolijo de un pueblo que no figura en ninguna guía de turismo, llamado “la tumba del negro”. Es bien conocido sin embargo por los lugareños que en épocas de verano lo utilizan como una especie de balneario alternativo, al cual no se necesita ni un autobús interdepartamental ni un coche propio para concurrir. La zona en cuestión no es más que un pequeño bosque de eucaliptos, en cuyo centro descansa un lago, donde se comentó siempre, se había ahogado un esclavo moreno, en la época en la que el país apenas nacía. -“El dueño de estos campos, el señor Vallarino, era un déspota célebre por su crueldad… el negro Pedro era uno de sus muchos esclavos que lo ofendió quien sabe porqué. Ahí no había ningún lago, ni siquiera una laguna… sólo un enorme pozo, en el fondo del cual había puesto unos 88
cuantos y enormes pumas a los cuales apenas alimentaba lo suficiente como para mantenerlos al borde de la inanición. Los cuatreros que venían a robarle el ganado, algunos de sus enemigos… todos iban a parar a aquella oscuridad donde sólo los ojos de los felinos brillaban un instante, antes de abalanzarse sobre la víctima indefensa que se transformaba así en la escasa comida de aquellos desgraciados y feroces animales… eso sí, cuentan que siempre repetía que si alguien sobrevivía a los pumas una noche, el mismo lo iba a quitar del pozo y lo iba a dejar en libertad, con una bolsa de monedas de plata… el negro era flaco, pero tenía más maña que un gato montés. Cuando cayó al pozo, pudo ver los huesos de alguna víctima anterior brillando en el suelo lleno de barro, y tomando uno de ellos lo usó a manera de arma… le arrancó los dientes al primer puma… y luego al otro… cuando los peones se asomaron a la tapa del pozo para comprobar el destino del negro, escucharon su gemido y de los felinos. El negro había sobrevivido. Y la mayoría de los pumas estaban muertos…” Esa fue la historia que me contó mi propia abuela, y cualquiera que viviera en 89
los alrededores de aquel bosque la sabía, detalle más, detalle menos de memoria. Siempre me pregunté dos cosas acerca de aquellos relatos… como era posible que un ser humano, debilitado por el rigor de la vida de esclavo pudiera vencer a varios animales feroces, con la ayuda de un simple hueso. Y como era posible que un pozo con el correr del tiempo se transformara en un enorme lago, donde los paseantes ocasionales remojaban sus pies, o se tiraban a nadar. Ahí las versiones suelen ser dispares. Hay algunos que creen que el negro Pedro, invocó a uno de sus dioses africanos, Omulú, defensor de los esclavos, el cual le brindó protección. Otros consideran que el negro mismo era una suerte de santo que sufrió martirio a manos de su amo, e incluso es frecuente ver señales de devoción por todo el lugar. En cuanto a la segunda cuestión, hay quienes dicen que el propio terrateniente enloqueció tras el episodio, y luego de mandar matar al negro, por alguna razón comenzó a ampliar el pozo, primero mediante sus siervos y luego ya sumido en alguna secreta obsesión con sus propias manos… hasta darle el tamaño que ostenta 90
hoy día, alimentado tal vez de agua por alguna corriente subterráneo. Otros dicen que simplemente el pozo fue ampliado por obra de algunos buscadores de tesoros que afirmaban que la fortuna de aquel cruel señor estaba oculta en el fondo de aquel antro de tortura. Lo cierto es que nada, en el aspecto de la enorme laguna parece indicar que en algún momento fue otra cosa que eso mismo… una laguna. Y por eso muchos dudan de la historia y la consideran un cuento de viejas. Mis amigos y yo vivíamos a pocos kilómetros del lugar, y lo considerábamos un buen lugar para fumar marihuana o comer algunos cucumelos, y tirarnos en el pasto a delirar, viajando en nuestros propios pensamientos de la mano del intenso cielo estrellado. Una noche, Gustavo, el más inquieto de todos mis amigos, comenzó a murmurar que sentía comezón en todo el cuerpo. Intentamos tranquilizarlo, pensando que todo era producto de un “mal viaje”, pero él no cesaba de rascarse con verdadera furia, gritando y abriendo sus ojos enormes.
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-Son pulgas… ¡malditas pulgas, me devoran! ¡El lago tiene hambre! Quitándose la ropa, comenzó literalmente a desgarrar su piel con la fuerza de sus uñas sin que pudiéramos hacer nada para detenerlo, y tras algunos minutos corrió hacia las quietas aguas que reflejaba la inmensa luna llena algunos metros delante, zambulléndose por completo. Jamás salió, y el resto de nosotros, debido a las circunstancias del accidente optamos por irnos a nuestras respectivas casas y evitar no sólo todo comentario al respecto, sino toda visita futura al lugar, en parte por temor a que la investigación policial vinculara la muerte al consumo de drogas… en parte por cierto temor que el lago mismo comenzó a inspirarnos. El cuerpo de Gustavo jamás fue recuperado, y se le dio por desaparecido ante la angustia de sus familiares que no tenían ni idea que algunos de nosotros habíamos sido testigos directos de sus últimos pasos en esta vida…. Cuando me casé por primera vez, me fui a vivir a la ciudad y jamás se me hubiera ocurrido volver a visitar aquella zona perdida en todos los mapas, por lo cual sentí una profunda desorientación la 92
primera noche que regresé, después de tantos años, a sepultar a una de mis víctimas, la primera de todas ellas. La zona me parecía perfecta, y razoné que si jamás habían encontrado el cuerpo de Gustavo era poco probable que encontrarán el cuerpo de una joven que ni siquiera vivía en las cercanías. El lago, como en la alucinación de mi amigo parecía tener el poder de engullirse los cuerpos. Desde la ciudad hacía ese pueblo, sólo usé una hora de viaje en medio de la noche, y tal como supuse el deshacerme del cuerpo fue una tarea discreta y silenciosa. Las investigaciones calificaron a mi víctima como “desaparecida” y jamás se les ocurrió desde luego relacionarla con un perdido lago lleno de mitos, de algún pueblo pequeño de las afueras. Eso me animó a seguir alimentando al lago con el resto de mis víctimas… víctimas cuyo número no recuerdo con exactitud. Es curioso, ¿No? Puedo recordar a todas las personas a quienes he besado, pero no puedo recordar exactamente a todas las personas que he matado… Supongo que cada vicio representa en su acostumbramiento, una mala jugada a la memoria. Así que no 93
puedo decir que número de vez era la noche que llevaba a la gorda rubia…; la recuerdo por esas dos cosas, era obesa, como yo y rubia. Tenía innumerable número de pecas y lunares en su cuerpo, lo había comprobado al desvestirla para colocarle la bolsa de plástico negra y atarla y también aparatos dentales, los cuales arranqué con una pinza junto a los trozos de algunos de sus dientes… todo esto lo recuerdo bien. La cargué como era mi costumbre en el maletero del viejo Sedán y dirigí mis neumáticos hacia la zona de “La Tumba del Negro”. Lo diferente esa noche fue que el lugar no estaba solitario… al llegar, con las luces del vehículo apagadas, con el motor incluso apagado, deslizándome por una bajada que daba directo al lago, pude ver una silueta oscura manipulando un bulto justo en su orilla, como si recién hubiera salido del lago. Quedé en silencio y el primer pensamiento fue que el bulto era un cuerpo, uno de tantos que había arrojado a las aguas negras, que por alguna razón había emergido a flote… y por lo tanto mi primer 94
impulso fue el de huir. Cuál no sería mi sorpresa al ver que la silueta pareció percatarse de mi presencia, y arrojando algo que parecía metal a las aguas corrió, huyó antes que yo desapareciendo detrás de unos árboles… pude escuchar una especie de golpe seco, el ruido de un motor, y luego el penetrante silencio del viento, durmiendo los árboles. Pensé mucho antes de decidirme a bajar y proceder con la rutina. Aún no encontraba respuesta lógica a lo que había visto… ¿Un vecino arrojando basura acaso?, ¿Un colega que por idénticas circunstancias a las mías venía a deshacerse del fruto de su actividad en esas aguas? Decidí que pensar al respecto era una tarea inútil. Así que ni bien, el cadáver de la gorda rubia se hundió, regresé al auto y decidí no volver por un tiempo. No sé si este suceso me afectó la curiosidad, o de alguna forma temía que alguien hubiera descubierto algo al respecto, pero el caso es que comencé a investigar mejor la historia de aquel misterioso lago. Y fue entonces que pude comprobar que muchas de las historias tenían un origen 95
verídico… pero lo más inquietante, muchos hechos comprobados, que no formaban parte de los “Cuentos de Viejas” eran mucho más increíbles que cualquier rumor. Por ejemplo el recorte de prensa de mediados del siglo pasado. Por alguna razón un buscador de tesoros afirmaba haber descubierto los cuerpos de los pumas que el Negro Pedro había matado en otras épocas. Dado que los pumas son una raza extinta en la región, al parecer revestían algún valor arqueológico o al menos histórico y los huesos fueron derivados a una institución estatal… ahí la historia se vuelve confusa, pues la noticia afirmaba que el buscador de tesoros fue detenido “por uso ilegal de su licencia de caza y por intento de fraude con los restos de los animales”. Se afirmaba que él había dado muerte de varios disparos a algunos pumas posiblemente a los últimos pumas de todo el país cuya existencia era ignorada, y que luego había inventado el resto de la historia… ¿Cuál historia? Pues la de una silueta negra que le había conducido al lugar donde los restos de los felinos estaban enterrados… cabezas de felinos sin dientes. Luego una empresa extranjera interesada en la explotación turística que por alguna razón se retiró sin 96
explicaciones algunos meses después de lograda la concesión afirmando complicaciones inexplicables a la hora de las labores entorno al lago… y así seguían los hechos misteriosos en torno a aquellas aguas. Del negro sólo pude saber a ciencia cierta dos cosas. Aparentemente. Sí se trató de un esclavo que sobrevivió al martirio impuesto por su amo, pero murió algunas semanas después por las heridas sufridas, no sin antes decirle a su verdugo que con los huesos no solo había arrancado los dientes a los pumas, sino que había cambiado determinado cofre de lugar… lo cual hizo enloquecer al señor de aquellos parajes, ordenando este un completo examen de la fosa, en la cual jamás volvió a encontrar sus riquezas, si es que alguna vez habían existido. A partir de estos conocimientos empecé a acercarme al lago con cierta prudencia, por no decir con cierto temor, un temor que excede al de ser descubierto en esta afición nocturna de dar acuática sepultura a los cuerpos inertes de cada una de las mujeres, que van sucumbiendo a mi voluntad. 97
Había algo en ese lago, más allá de la seguridad y la discreción que me impulsaba a seguir tirándolos allí. Tenía la sensación de que de alguna forma estaba alimentando al lago, es difícil de describir, pero por momentos podía percibir la sed del lago, el hambre del lago, momentos antes de que engullera a mis víctimas. Por eso continué regresando, rutinariamente y fue en una de esas noches donde me llevé una nueva sorpresa, la de encontrar aparcado más adelante un vehículo, con las luces apagadas. Apenas lo pude percibir, creo que si la luna no hubiera estado totalmente llena jamás lo hubiera visto. Apagué el motor y descendí del coche para esforzar mi vista en la penumbra. Sólo veía siluetas difusas, pero los sonidos se me hacían extremadamente familiares: un baúl abriéndose, el sonido de un bulto forrado en plástico al ser cargado y finalmente el sonido del agua al recibirlo, el sonido de un chapuzón. Me oculté detrás de unos arbustos y me di cuenta de lo inútil que era, ya que mi coche era perfectamente visible y cuando 98
el otro visitante abandonara el lago se percataría de mi presencia. Era una sombra inmensa, cubierta por algún tipo de abrigo largo igual a los que yo solía usar, que desde la orilla miraba hacia el centro del lago. Tras mirar a un lado y otro como yo mismo solía hacer también encendió un cigarrillo y caminó hacia su vehículo, y al pasar por al lado del arbusto los nervios me traicionaron… y tosí. Siempre sufrí de tos nerviosa y bastaba al menor sobresalto para desatar en mí un tosido t osido seco y sonoro. La figura me apuntó con su linterna al rostro y pude escuchar su grito, espeluznante, tras lo cual corrió hacía su vehículo y totalmente horrorizada. Se subió apresuradamente y se perdió en el sendero casi chocando contra el mío. Entonces supe que no era el único ser en usar ese lago como un depósito de cadáveres. Supe que el hambre de aquel lago maldito era una fuerza que atraía a los cadáveres y los depredadores como yo éramos simples títeres de la voluntad de aquellas profundidades voraces. El señor de aquel lugar había alimentado la tierra con infinidad de 99
cadáveres. Y la tierra se había cebado tal como un animal que prueba la carne humana… por eso la cantidad de personas, que tras ser convertido en lago seguía, muriendo en aquel lugar, incluso mi viejo amigo Gustavo. Me apresuré a desalojar la carga del baúl de mí vehículo y a huir de ahí y mientras manejaba de regreso a la ciudad pensaba en que el negro, hacia más de un siglo había desafiado la sed de muerte de aquellas profundidades, permaneciendo con vida. Esto había llevado a que el señor de aquellas tierras enloqueciera… yo no corría ese peligro. Según mí último diagnostico mi demencia ya era lo suficientemente pronunciada después de mi divorcio. Mi sueño fue agitado aquella noche, soñé con una enorme boca que nacía en lo profundo de las aguas de aquel lago, donde la luz del sol no llega, ni el sonido… que se habría y sacudía los huesos blanqueados de todos los cadáveres allí arrojados mientras los tragaba y hacía crujir. Tenía el firme propósito de no volver a aquel lugar. Pero la vida de un depredador 100
es muy azarosa, y al siguiente cadáver por mucho que busqué un lugar propicio en la ciudad para deshacerme de él no me fue posible. Las calles hervían de policías tratando de darme caza ante la multitud de mujeres desaparecidas. Terminé casi por inercia conduciendo mi vehículo hacia el lago, por el oscuro sendero, haciendo temblar mi coche sobre el terreno irregular, sobre las raíces de aquellos árboles, sobre las piedras. Apagué el motor, me ajusté la gabardina y descendí, para abrir la cajuela y llevar el pesado bulto hacia la orilla. Lo arrojé… y nuevamente tuve la sensación de que me observaban. No quise darme la vuelta, simplemente miré hacia dentro del lago en una y otra dirección pensando y encendí un cigarrillo mirando como el cuerpo se hundía. Luego me volví sobre mis pasos y cuando ya me encontraba cerca del vehículo y listo para regresar, escuché un sonido que me sobresaltó… un tosido seco. Volteé mi vista hacia el arbusto del cual provenía e instintivamente apunté mi linterna hacia, allí, para que la luz me revelara un horror inimaginable, algo que nadie está preparado para ver, algo lo cual quisiera 101
no tener la seguridad de haber visto, exactamente… y sin embargo podría jurarlo. Vi bajo la luz de mi linterna, mi propio rostro sorprendido y desencajado. Sólo atiné a correr y casi embisto a un vehículo estacionado muy similar al mio… me perdí en las rutas mal iluminadas de aquella zona mientras intentaba comprender. Pero no había nada que comprender, no había explicación posible. Era mi rostro, tan nítido como si me hubiera contemplado en un espejo. Y si el evento en particular me pareció confuso a partir de ahí toda mi vida se transformó en confusión. Algo definitivamente malo había en aquel lugar, algo que quizás ya existía por alguna razón desde muchísimo tiempo atrás. Algo que impulsaba a señores antiguos como el señor Vallarino a arrojar a sus víctimas a morir allí, algo que mataba ocasionalmente a la gente que nadaba en él, algo que me movía también a mí, a arrojar un cadáver tras otro intentando calmar una voracidad que no comprendía. Por eso es que esta noche lo intentaré contigo. Y por eso es que te cuento todo absolutamente todo lo que sé. Porque soy incapaz de faltarle al respeto a nadie y 102
no quiero que pongas cara de sorpresa: matar no es una falta de respeto. Callar sí. Y yo no soy injusto, por tanto me parecía hacer justicia darte algunos detalles del lugar donde, Dios mediante, pasarás tu eternidad. Al menos tu cuerpo. Como veras es la primera vez que concurro a estos parajes con un ser vivo. Si estas cosas no hubieran sucedido en este momento irías envuelto en plástico negro en mi cajuela, y no con ataduras de pies y manos en el asiento delantero a mi lado. Pero comprendí algo esa noche. Comprendí que el día que el Negro Pedro se salvó milagrosamente de la muerte en aquel lugar, de alguna manera desequilibró a aquellos parajes. Como sí le hubiera arrebatado a una bestia enfurecida un bocado de la propia boca. Y yo lejos de solucionar el asunto lo empeoré, pues lo he venido alimentando a carroña. Fue una señal, ¿Entiendes? Espero que lo hagas. Me vi a mí mismo, como si el lago quisiera mostrarme el mal que estaba haciendo. No falta mucho ya, quiero que comiences a oler el aire que entra por esa rendija que deje abierta en la ventana. El 103
aire cambia. Mira la noche. Ya no parece la misma, y no es la multitud de árboles que va creciendo a medida que nos alejamos de la carretera principal. Es el aspecto que toman. Lucen sedientos, lucen hambrientos. Todos esos detalles pasaban desapercibidos para mí antes y ahora los veo en su absoluta claridad. Como creían los antiguos indígenas de estos lugares: La tierra es un ser vivo… un ser que tiene algunas bocas en algunos lugares. Un ser que se alimenta, que vomita incluso. Es perfectamente razonable y considero que del simple asesinato a partir de esta noche pasaré a la sencilla devoción, la ecología de un heraldo de la propia tierra y de las aguas de aquel lago. Como lo fue tal vez el señor Vallarino en su época, incomprendido para la historia. No te sobresaltes por el zarandeo del vehículo, es normal en este camino. La bajada conduce al lago y créeme hay que ejercer extrema cautela para no chocar contra estos eucaliptos enormes que lo vadean. Pero el camino lo conozco casi de memoria: Debes cerrar los ojos y acostumbrarlos a la oscuridad si planeas ver en ella. Cerrados dije… cerrados. Así, así… no me fuerces a continuar golpeándote 104
ya que si conduzco con una sola mano corremos el riesgo de chocar contra otro vehículo. Eso es. Ya tendrás tu oportunidad de luchar. Ahí radica una parte del misterio. Sin luchar no hay muerte, y si no hay muerte la tierra no se alimenta. La razón por la que estoy grabando en un caseto todo esto y por lo que veo ya queda poca cinta, es porque deseo poner en orden cada uno de mis pensamientos. Al regresar a mi casa escucharé la cinta, escucharé todo lo que te he contado y lo que sé, y la descripción de todo lo que suceda, porque definitivamente algo va a suceder. Estaremos restableciendo un equilibrio que lleva muchísimo tiempo roto. Ahora te bajaré. Te cargaré hasta el lago y te zambulliré en el. Te hundirás sin duda, porque esas gruesas cadenas de bicicletas impedirán que muevas las manos, pero sí es la voluntad del lago él te dejará ir. La tierra no proviene de nosotros, nosotros provenimos de ella. Todos los sabemos… la alimentamos, por eso acostumbramos a enterrarnos al morir. Por eso nos permite caminar por su superficie. En el fondo lo 105
sabemos: alimentamos la tierra. Llegamos, apagaré el motor e interrumpiré la grabación momentáneamente. ······························· ·················································· ··································· ································ ·································· ··································· ························· ········ ······························· ·················································· ··································· ································ ·································· ··································· ························· ········ ······························· ·················································· ··································· ································ ·································· ··································· ························· ········ ······························· ·················································· ··································· ································ ·································· ··································· ························· ········ ······························· ·················································· ··································· ································ ·································· ··································· ························· ········ ·············· Mi víctima aún flota y lucha por mantenerse sobre la superficie, desde aquí la puedo ver. La fotografiaría, su belleza es de una magnitud poética. Su juventud se rebela a la antigüedad de aquella tierra que la llama desde el fondo del lago. Si pudiera gritar lo haría, estoy seguro. Aún puedo ver su carne salpicar. Antes temía que me descubrieran, ahora sólo temo al lago. Sé que mi vida cambiará a partir de ahora, se que recompensará mis esfuerzos por alimentarlo con las mismas riquezas con las que compensó al antiguo propietario de estas tierras, conocidas hoy como “La Tumba del Negro”. Es curioso como comenzó todo. Y es curioso que aún no se haya hundido… es más, no distingo bien pero parece nadar de 106
alguna forma hacia la orilla. ¿Pero, cómo podría nadar con tales ataduras? Imposible. Continua así, alimenta los fondos del lago. Únete a todos los seres que han llenado esa boca abierta. El aire se ha enfriado más de lo habitual. Tiemblo literalmente dentro de este coche… y… ya no creo nada. Probablemente ha comenzado a hundirse. Sólo el sonido de algunos grillos y de multitud de ranas rasgan tanto silencio. Sinfonía de la noche. Ya no veo la silueta… aunque… aunque creo ver algo. Más adelante. Es ilógico pero veo ver algo como un contorno. Realmente no me atrevo a encender las luces del vehículo. ¿Me veré a mi mismo acaso como sucedió aquella noche? No lo creo, esta vez hice las cosas bien, endemoniadamente bien… pero la silueta sigue acercándose a mí. Me doy cuenta que tiemblo, ya no de frío. No soportaré ver mi propio rostro. No lo soportaré. Fue terrible la noche que paso y por eso… por eso he decidido cambiar. Esa víctima fue diferente, totalmente diferente. Fue igual que en los viejos tiempos… pero la silueta sigue acercándose. No parece 107
caminar, parece abalanzarse… y está a punto de golpear los vidrios…. No veo nada… voy a encender el motor, me tengo que ir pero acá sigue golpeando, golpeando con algo… me voy a bajar, tengo que escapar… ······························· ·················································· ··································1·· ···············1·················· ································· ································· ······················ ······ ······························· ·················································· ··································· ································ ·································· ··································· ························· ········ ·········3····················· ·········3······································· ···································· ··································· ································· ································· ························ ······· ········································ ······························· ·················································· ··································· ································ ·································· ··································· ························· ········ ·········5······················· ·········5···································6··· ············6····················· ·································· ································· ······························ ············· ······························ Termino de escuchar la cinta y la orina moja el asiento de este vehículo, no sé si llamarlo mi vehículo… porque yo acabo de ESCAPAR de mi vehículo de alguien que golpeaba sus vidrios, y acabo de correr casi 100 metros hacia atrás hasta tropezarme con este otro coche que comencé a golpear para poder abrir, robarlo y largarme de aquí… cuando por fin logré y me senté sobre los vidrios rotos me doy cuenta de que el interior me es tremendamente familiar. Y por eso encendí el pasacasete luego de rebobinarlo… y acá está mi propia 108
grabación. Definitivamente hay algo que no está bien aquí, algo que nunca estuvo bien. Siento una multitud de vidrios romperse allí fuera, como un eco que se pierde. No me atrevo a encender una luz… tal vez por el frío es que el motor no enciende. He perdido la noción en medio de la oscuridad del lugar donde estoy, de lo que tengo delante o de lo que tengo detrás. No tengo idea si esta cinta será escuchada por alguien que no sea yo, pero quisiera salir de aquí y poder escucharla yo mismo una y otra vez hasta encontrarle lógica. Y además… (¡TRUNK!). ··············1·················· ··············1··································· ··································· ·································· ································· ································· ······················ ······ ······························· ·················································· ··································· ································ ·································· ··································· ························· ········ ······························· ·················································· ··································· ·····················2··········· ·····2····························· ································· ······················ ······· ······························· ·················································· ··································· ································ ·································· ··································· ························· ········ ······························· ·················································· ··································· ································ ·································· ··································· ························· ········ ······························· ······································4··········· ·······4····························· ··································· ································· ································ ······················· ······· ······························· ·················································· ··································· ································ ·································· ··································· ························· ········ ······························· ································7················· ·7·································· ················· Así es, reconozco perfectamente todo, todo lo que acabo de escuchar. Reconozco su voz y todo lo que dijo hasta determinado punto señor comisario. Desde que me tomó en aquella esquina del barrio Morañas, durmiéndome con un pañuelo que olía a 109
hospital que me colocó en la cara, fue dándome todo ese discurso hasta que llegamos a ese lugar horrible en el que jamás había estado. Luego apagó la casetera, me bajó atado y encadenado como estaba y me tiró a las aguas frías de aquel lugar, ese lago del que habla. De alguna manera conseguí escapar, haciendo palanca entre las cadenas con un hueso que encontré al tocar el fondo, y con los pulmones a punto de estallar al salir primero me oculté y luego… luego corrí hacia el coche y noté que el vidrio estaba roto. Tomando un tronco golpeé directo a la cabeza y antes de que se recuperara del desmayo empujé el coche directo al lago, ahí donde estaban todas sus víctimas según lo que decía… y lo que ustedes confirmaron. No, no, no. Sus víctimas señor comisario, no Mis víctimas, no me tire verde para coger maduro. De hecho yo estaría en aquellos fondos también, víctima de esa locura sino hubiera conseguido escapar. No entiendo que se le hace difícil de entender. ¿Realmente cree que yo, sólo por ser hombre soy quien envió 110
al lago todos esos cuerpos que usted me dice que han encontrado? Pero si en la cinta lo dice ¡Algo así como que yo era una víctima “diferente, como en los viejos tiempos”… como que es porque estaba viva… si estaba vivo… o sea Yo! ¡No me confunda! Porque no es mi voz la de la cinta… es una voz muy diferente a la mía. ¿Realmente cree que ese monstruo era una víctima, realmente cree que a esa gorda de mierda, drogada y demente yo la obligué a grabar todo eso antes de matarla? Porque no negará que la de la cinta es una voz de mujer… y si, una mujer que yo mate, lo admito… pero fue en defensa propia… entienda. Usted está más loco que ella comisario… mire mis marcas, mire mi ropa húmeda… no sé nada de los otros cuerpos. No sé nada de leyendas. Soy un tipo que salió a dar un paseo, esa gorda de gabardina negra me atacó, me metió en un auto y me quiso ahogar en medio de un lago, eso es todo lo que sé… tiene que creerme, de alguna manera tiene que creerme. ¿POR QUÉ NO ME CREE? ¿POR QUÉ SOY NEGRO? 111
EL ODIO Supo que no debía haber aceptado ese empleo casi desde que llegó a Camboya. Ese era el problema: lo veía como un empleo, y una guerra no es un empleo. -¡Cabo Martínez, felicidades! Ha sido aprobado para nuestro contingente de cascos azules. Usted tendrá la misión de llevar a aquellos lejanos pueblos de La Tierra el mensaje de la Democracia, Libertad y Paz, valores únicos y supremos que nosotros como orientales venimos disfrutando desde que tengo uso de razón y además… oiga… ¿Me está escuchando milico de mierda?. Martínez no escuchaba, nunca fue un milico demasiado atento. Llegó a “Cabo de Segunda” un poco por antigüedad, un poco por casualidad y entendía poco de política. Lo único que sabía era que por cada mes que pasara en aquel país… ¿Cómo era que se llamaba? Bueno, como fuera, en aquel país lejano la O.N.U. le iba pagar mil dólares. Y como iba a estar un año en esa misión eso significaban doce mil dólares, más que 112
suficiente para tirar abajo el rancho de lata en el que vivía con su mujer y sus cinco hijas y hacerse por fin una casita de bloques. -Ligaste Martínez…- le dijo el negro Olivera, mientras le cebaba un mate al cambiar la guardia –Con esas doce Luquitasverdes estás parado… además, el sueldo de milico te lo siguen pagando acá en el cuartel pero a tu mujer… así que a la petisa y a tus gauchos no les va a faltar nada y cuando vengas venís forrado-. Martínez sabía como buen pobre que en la vida el dolor es lo único gratis, lo demás siempre tiene un precio. Si cogía embarazaba y era otra boca que alimentar. Si conseguía un trabajo estable era en un cuartel pintando arbolitos y haciendo guardias de cuarenta y ocho horas, y casi no veía a su familia. Y si se iba a pelear lejos por tanto tiempo, alguien se iba a terminar cogiendo a su mujer. La vida es tan justa a veces, que se vuelve una sucesión de injusticias. El por ejemplo, era un tipo de campo, venido a buscar fortuna a la ciudad y como todo tipo de campo terminó vistiendo un 113
uniforme de color acorde a su origen: Verde. Como la yerba del mate. Y como el mate, por mucho azúcar que uno le ponga en el porongo, en la boca siempre termina siendo amargo… y ácido en el estomago. Así que no quiso entusiasmarse mucho por los doce mil dólares y comenzó de inmediato a rezar para que aquel año terminara pronto. Le dio un beso en la frente a cada una de sus crías antes de partir… excepto a la mayor, la de once. Con esa se entretuvo un poco más ya que no la vería en largo tiempo. Acomodado para atrás en su catre, y tratando de no gemir mucho para no despertar al resto de la familia en la hora de la siesta, vio que su cabecita rubia bajar y subir sobre su bragueta abierta una vez más la última en mucho tiempo. Cuando ensució la boca y la vio como de costumbre hacer arcadas, le dijo que se limpiara con una de las servilletas a cuadritos y le recordó que de aquello ni sus hermanas, ni su madre podían saber nada y por si no le quedaba claro le tironeó una oreja. -Sabés que nunca cuento nada papá, déjame… 114
La iba a extrañar a todos, incluso a su mujer, la Estela, la petisa. Pero con una casa de bloques, la vida iba a ser un poco menos ingrata. No tenía idea de donde iba, sólo sabía que era un lugar lleno de chinos. -Camboyanos Martínez, ni se le ocurra decirles chinos… digo yo, ¿Para qué carajo le dimos el curso de preparación si son más brutos que un cavernícola retardado? Martínez nunca comprendió la diferencia. Desde que se bajo del avión Hércules que le transportó al medio de una espesa jungla quesería su hogar por un largo año, nunca pudo verle la cara muy de cerca a ninguno de sus “enemigos”. Las caras más asiáticas que vio de cerca eran las de las prostitutas que convivían en el campamento. Pero los enemigos ahí estaban, claro está, sino no sería una guerra. Para que fuera una guerra tenía que haber enemigos. Para que le pagaran mil dólares por cada mes de su vida que no valía ni cien, tenía que haber balas. Balas zumbando todo el santo día por el campamento que no dejaban lugar a dudas. El temible “Khmer Rouge”, aquella guerrilla de la que se contaban 115
innumerables atrocidades, como era difícil imaginar de cristiana alguna. -Dicen que una célula de los “Jemeres Rojos” se encontró todavía vivo a un vietnamita que había caído en una de sus trampas, con una gruesa caña de bambú clavada en el culo. … lo sacaron de ahí, lo ataron a un poster y le abrieron el vientre. Con uno de esos cuchillos pequeños que tienen le cortaron un trozo de hígado y lo frieron delante de él, luego se lo comieron como si fuera un manjar… no sin antes meterle una braza dentro de la herida abierta y coserlo. El tipo no paraba de gritar, así que como no los dejaba comer en silencio le cortaron la pija y los dos huevos y se la metieron en la boca hasta que se ahogó con sus propias pelotas… Curiosa gente aquellos chinos. Martínez nunca entendió como gente que él no podía diferenciar entre sí era capaz de odiarse tanto como para ahogarse con sus propias pijas los unos a los otros. Su hija mayor a veces decía que se ahogaba… pero era distinto. El la amaba. El amor es cosa rara sin duda, pero a lo mejor el odio era aún más raro aún, más difícil de entender. Y sin 116
embargo parecía envenenar todo lo que le rodeaba. Varios de sus propios compañeros lo odiaban, lo sabía. Algunos porque sospechaban se había acostado con sus mujeres o hijas, otros ni siquiera sabía por qué. Lo pensó un día que estaba mitad meando y mitad pajeándose contra una palmera, recordando un poco el hogar lejano y el vino cercano. Cuidando que no apareciera ninguna culebra mala onda a morderle el orgullo. Y ahí fue que descubrió la caja. Vio que la meada comenzaba a hacer un sonido como de repiqueteo poco habitual, como de redoblante de murga sobre el pasto y cuando se fijó se dio cuenta que era porque el chorro estaba cayendo sobre una caja de madera. Se sacudió la verga, se cerró el cierre y se agachó al lado del extraño hallazgo. Estaba semienterrado, era una especie de estuche con unas inscripciones raras, en chino o en el idioma que fuera que hablara la gente por ahí: tres símbolos extraños. Y tenía un pequeño candado.
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Decidió no abrirlo, sino simplemente tomarlo y llevarlo a su tienda, guardarlo y conservarlo como recuerdo. Cuando tuviera tiempo vería lo que contenía. Pero en realidad el tiempo no era algo que le sobrara a un pelotón de militares Uruguayos en el sudoeste de Asía en especial en una zona tan conflictiva como para espantar el menor atisbo de sueño a fuerza de balas lanzadas por enemigos invisibles. -¿Pa qué mierda nos disparan estos chinos? No les hicimos nada, ni los conocemos… esto va mal Martínez, ya nos bajaron a dos y no hace ni tres meses que llegamos- le comentó el Cabo Umpierrez, viejo compañero de la tanda. Martínez no contestó, solía permanecer indiferente a todo, contando los días para atrás, y olvidó incluso aquel raro hallazgo. Solo lo recordó unas semanas después cuando aparecieron dos rubios, vestidos de civil. No entendió lo que decían, pero se dio cuenta que hablaban en inglés. Se dirigieron al Sargento Primero, este si hablaba un poco de inglés, por algo era el Sargento Primero.
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Martínez iba a seguir llevando unos sacos de arena cuando la voz del Sargento le hizo recordar el hallazgo: -A ver milicos e´mierda… estos yankees andan preguntando si alguno no vio algo parecido a una caja negra, o algo así por acá mientras se andan haciendo la paja entre los arbustos. Tenía unos dibujos como estos en la tapa… fíjense bien este papel. Todos movieron la cabeza, y Martínez que al principio pensó en revelar que él la poseía, decidió que si los rubios la andaban buscando era porque tenía algo de valor adentro y que seguramente si era de valor para ellos, para él iba a ser de más aun. Los yankees lucían preocupados, y eran los primeros que había visto desde que había llegado. Se suponía que no había yankees en aquella guerra, o al menos no en aquel año. Pero ahí estaban, vestidos casi como turistas y preocupados por una puta caja. Una puta caja que él tenía guardada debajo de su sobre de dormir en la tienda y que ahora estaba más dispuesto que nunca a cuidar. 119
-Acá nadie vio ninguna caja Mr. Ranger… además estos milicos de campaña no sabrían distinguir una mina antipersonal y un paquete de bombones se lo aseguro… fíjese en el campamento de los polacos que queda río abajo… Alguno le preguntó a una de las putas que visitaban como siempre el campamento a cambio de comida que significaban esos símbolos. La puta no sabía mucho español, pero respondió con cara de asustada a un milico que la tenía agarrada de una nalga: -Do Mau… odio… rencol… como diciendo ustedes “blonca”. Los yankees se fueron rápido y la vida continuó rutinaria. Los doce meses pasaron lentos, tan lentos como doce meses en una jungla infectada de mosquitos y de balas y cuando llegó la hora de su relevo el Cabo Martínez ya casi ni se acordaba de que de ese lugar tenía que salir algún día. Su esposa, como es habitual había dejado de escribirle hacía meses y ni siquiera quiso preguntarle porque. Ninguno de los dos sabía manejar una computadora como para comunicarse de 120
alguna otra forma y teléfono en el rancho de lata no había. Pero aunque sea para dejar atrás aquel calor recibió la noticia con alegría. Empacó sus pertenencias, algunas fotos y se dispuso a que el helicóptero lo llevara de nuevo al mismo avión Hércules que lo había escupido en aquella densa selva hacia un año. -Recuerden meterse una penicilina todos los que se llevan una gonorrea de recuerdo antes de tocar a sus esposas si es que las tienen… Al llegar al cuartel después del largo viaje de regreso a Uruguay, les cantaron el himno nacional, a él y al resto del pelotón y sin más ceremonias les pidieron que se reportaran en sus respectivas baracas. Allá fue Martínez y allá se enteró que a partir de entonces tenía un permiso de veinte días para pasar en compañía de su familia. Le preguntaron si quería ser trasladado a su casa en jeep y dijo que no. Sólo llevaría una mochila y su casa quedaba a menos de dos kilómetros del cuartel, quería caminarlos, quería sentir el viento fresco en la cara, ver aquella 121
llanura despoblada de árboles y libre de mosquitos y de municiones. -El viento de Uruguay es único, no hay una puta montaña que le ponga límites, el océano lo escupe y nos pasa por encima sin que nadie lo enfrene, Martínez… El camino se le hizo corto y cuando de lejos vio el rancho tenía aspecto de palacio, con sus chapas oxidadas y su cerco de cañas mal recortadas. Pronto sería una vivienda de bloques, en cuanto la O.N.U. se pusiera al día con el ejército uruguayo por toda aquella carne barata que había comprado fiada. A veces los grandes organismos no se diferencian mucho de una simple familia de barrio, como la de Martínez. El primero en recibirlo fue “Micho”, el perro marca perro que como de costumbre estaba atado afuera y que se puso a ladrar histérico ni bien se acercó al terrenito. Luego del interior apareció la Estela, su mujer, y una a una sus hijas, bastante más crecidas. La mayor, ya tenía doce y con agrado Martínez contempló que le habían crecido unos hermosos pechos que dejaban lucir sus pezones debajo de la camiseta apretada y algo infantil que llevaba. Le dedicó una 122
guiñada cómplice y ella bajó la cabeza sonrojándose. A las dos más chicas las levantó en brazos, todavía podía. Y los varones, y algún vecino que se asomaba a saludar. Llegaba cansado, sin duda. Y había mucho esperándolo. Más de lo que pensaba. -Cuando regrese vecino acuérdese que le voy a preparar unas tortas fritas que no va a olvidar en su vida, por mucho agujero de bala que traiga… así que no se le ocurra morirse entre esos chinos, ¿eh?. Pero lo que quería era estar a solas un momento, cosa imposible en un destacamento militar. Y quería estar a solas para abrir aquel paquete, aquel misterioso paquete de madera negro que había encontrado en aquella jungla a poco tiempo de llegar a su misión. Así que dijo que necesitaba ir al baño, y luego de entrar, corriendo la cortina de plástico detrás de él, se sentó con pantalón y todo en el inodoro y puso la mochila en el suelo. De adentro tomó la caja y la observó. Era realmente curiosa. Las letras parecían dibujadas en alguna clase de metal. Forzó el candado, cosa que no le fue 123
difícil en lo absoluto, con su cortaplumas y abrió aquella tapa. Lógicamente esperaba encontrar algo de valor adentro. O al menos algo raro, porque la caja en sí misma era rara. Tampoco era tan iluso como para creer que ahí dentro había un puñado de billetes. Pero una piedra, un pedazo de oro, algo… nada lo preparó para lo que se encontró, allí en medio de esa caja. Nada podía haberlo hecho imaginar algo semejante. Había una foto, una jodida foto. Una foto que al verla más fijamente, asombrosamente era una foto suya, es decir una foto del Cabo Martínez, con su bigote grueso, su corte de pelo al rape pero desparejo, y su mirada perdida. Sólo una foto, una foto suya. Cerró la caja de golpe, y se quedó pasmado. Esa caja estaba semienterrada en la jungla, ignoraba desde cuando, pero no parecía estar desde hacía corto tiempo. ¿Qué carajo hacia una foto de él metida en una caja enterrada en medio de una jungla de Camboya, país del que le tomó más de diez meses aprenderse el nombre?. 124
Cuando salió del baño su mujer lo notó pálido, y mientras tomaba su primer mate en el hogar le comenzó a dar vueltas al asunto. La cabeza nunca le había dado para mucho, sino no se hubiera metido en el cuartel al llegar del campo, de su pueblo natal. -Vos para lo único que servís es para milico, no terminaste ni la primaria… mirá, allá por la zona de Toledo chico hay un cuartel: casa comida y un sueldo, por pararte con un fusil y hacer ejercicio… ¿Qué más quieres? Además la zona es casi campo, campo… -Te vas a sentir adaptado-. Pero aún consciente de sus limitaciones se dio cuenta que el asunto no tenía lógica por ningún lado que lo viera. Esa foto era vieja, él lucía mucho más joven en ella. Era de la época de su ingreso. Estaría en los registros militares del cuartel, claro. Pero ¿Cómo había ido a parar allí? Lo primero que le vino a la mente fue una broma, a lo mejor el negro Olivera sabiendo que era un tipo supersticioso la había metido en una caja rara, que tal vez era un cofre chino o algo así y se la había dejado cerca del campamento para que la 125
encontrara y se sugestionara. A lo mejor era una brujería de parte de alguno: de aquellos tantos camaradas que lo odiaban por diversas razones. ¿O no? No tenía idea. Las nenas lo miraban extrañadas, casi como si no lo reconocieran, y era que un año de guerra cambia mucho a un hombre sin duda. Decidió acostarse temprano y sin cenar, cosa rara en él… más rara aún para haber pasado tanto tiempo a raciones enlatadas. Así que el puchero de gallina quedó enfriándose y formando grasa sobre el primus, y cuando su mujer se metió debajo de las cobijas y le acarició la pija como para ponerse al día de tanto tiempo sin tocarla, ya estaba roncando. No faltó algún soldado compañero que le hiciera el “relevo” en la concha de su propia esposa durante la larga ausencia, era práctica común entre los milicos, así que la Estela, su mujer no había pasado demasiada necesidad en ese sentido. Pero de todas formas extrañaba el sexo con su propio marido así que se durmió medio fastidiada. Pero el sueño no le duró mucho, a pesar de que lo tenía bastante pesado. Es difícil 126
no despertarse ante determinadas circunstancias, por ejemplo cuando se tiene el filo de un cuchillo afilado apoyado contra la yugular. Era él, su marido… pero los ojos, los ojos parecían no pertenecerle. En la oscuridad le susurró que no gritara, que hiciera silencio. Pero no parecía referirse a ella, no parecía hablarle a ella. Estaba sentado sobre su vientre e inclinado sobre sus pechos. La miraba fijamente desde ningún lado. La soledad del rancho, el silencio que entraba por los cientos de aberturas se volvieron más densos. Más duros, como el metal. El filo comenzó a moverse y abrirse paso por entre la carne que se abría, y cuando el grito comenzaba a escaparse las cuerdas bucales saltaron una por una como si fueran cuerdas de una guitarra que se rompían quebrándola de dolor como si algo hubiera estallado en su garganta. Sintió aquella hoja moverse a través de ella, sin respeto alguno por su tráquea, por sus amígdalas, ni por su piel y al sentir que salía por el otro lado, rasgándola desde dentro comprendió que 127
estaba totalmente separada de su cuerpo, que solo era una cabeza que había sido decapitada. Intentó moverse, mover un brazo una pierna, pero ya no los tenía, no eran parte de ella. Fueron segundos eternos, parpadeó un par de veces, tal vez tres y movió los labios compulsivamente. Y comenzó como a desmayarse, en realidad comprendió que era invadida por la muerte sin tener la posibilidad siquiera de gritar. Sintió una impotencia tan tremenda que se excitó, casi podía sentir un orgasmo involuntario. Luego la oscuridad se hizo total como si las luces de un teatro se apagaran de a poco. Martínez se fue desplazando de cama en cama por el rancho, y repitiendo la operación con cada una de sus hijas: las despertó, les dijo que no hablaran y les seccionó el cuello con su cuchillo militar de hoja simple. A la más chica le quitó el chupete de la boca antes para que no se ahogara en su propia sangre. Siempre había tratado de ser un padre responsable.
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Finalizado el recorrido golpeó su cabeza frenéticamente, como si quisiera alejar determinados pensamientos… Amontonó las seis cabezas en el centro de la habitación, y las roció con queroseno del mismo que usaban para el primus aquel donde cocinaban casi todo lo que se cocinaba en aquella casa. Pero no les prendió fuego inmediatamente. Antes tomó aquella caja y la abrió una vez más, quitó su foto y la puso entreverada entre las cabezas de lo que había sido su familia. Y dentro de la caja puso aquella otra foto: aquella foto que había encontrado adentro de la Biblia de su mujer cuando se despertó desvelado en medio de la noche, una foto con una dedicatoria y un corazón abajo. La puta no había perdido el tiempo… las mujeres nunca pierden el tiempo. Es lo único que nunca pierden. Se asomó a la puerta del rancho y tiró la caja hacia el terreno de al lado, luego de asegurarla con un alambre. “Mincho” se despertó al verlo y comenzó a mover la cola. Luego ladró un par de veces. Se acercó al perro con el cuchillo aún en la mano, y cortó secamente la soga 129
que lo amarraba. Fue la única libertad que un arma suya otorgó en su vida. Enfrentó nuevamente la oscuridad de su rancho con los ojos, aquellos diez ojos miraban en todas direcciones desde el medio de las sombras… encendió un cigarrillo aunque no fumaba y el fósforo lo tiró encima de la pila sabiendo que todo estallaría mientras el mismo se rociaba con la lata de querosén el cuerpo desnudo, y crispado por el frío nocturno. Sintió arder su pija cuando el calzoncillo se le empapó de combustible, pero pronto las llamas emparejaron el dolor en todo su cuerpo. Los ranchos de chapa y cartón arden con suma facilidad y para cuando llegaron los bomberos del cuartel más cercano (que era bastante lejano para ser el cuartel más cercano) quedaba poco que salvar, aunque si hubieran llegado antes igual había poco que salvar de todas formas. En un rancho pobre siempre hay poco que salvar, a lo mejor por eso el fuego trabaja en ellos más deprisa y los bomberos más lento. El caso conmocionó a la zona, de hecho al país entero. Pero tampoco causó mucho 130
asombro: todos comenzaron a notar que los que venían de Camboya volvían “raros” y la fama de locos no les tardó en aparecer. La policía militar interrogó a todos los vecinos de Martínez, sin mucha sed de repuestas, más por rutina que por otra cosa. Para el ejército eran doce mil dólares menos que pagar, el tipo mismo se había encargado de no dejar herederos. Doce mil dólares que todavía no le habían podido cobrar a la O.N.U., así que para la institución Martínez representaba una deuda menos. Lo que si causó un poco de asombro en el barrio fue cuando unos quince días después aparecieron dos misioneros rubios, estilo mormones, de acento gringo, y visitando casa por casa aquella manzana de calles de pedrullo. Luego de hablar dos o tres cosas acerca de Dios y su reino preguntaban como de casualidad si no habían visto un pequeño estuche con inscripciones que se le había perdido a uno de ellos. Esto asombró mucho a Ismael, el vecino más cercano a Martínez, y de hecho lo asustó… porque como había andado 131
entreverado con la esposa de aquel demente tenía miedo que de alguna forma lo involucraran con todo aquel episodio. Así que prefirió callar y hacerse el desentendido, aunque sabía perfectamente bien que se referían a la caja negra que había encontrado en su fondo mientras carpía la tierra unos días después del incendio del rancho del milico. Supo que no debía de haber abierto aquella caja, casi desde que la encontró. Ese fue el problema, la vio como una simple caja y el odio no puede ser encerrado mucho tiempo. E Ismael siempre quedó con la sospecha de que alguien lo odiaba, y lo creía culpable de todo lo que había pasado… sino… ¿Por qué habían puesto entre las chircas de su terreno un estuche con aquella foto suya dentro?
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JAULAS
Los barrotes de la jaula no eran gruesos, lo que era realmente grueso era el tiempo era el Tiempo, que gastaba la voluntad como un anillo alrededor de un dedo olvidado. Incontables voces femeninas se abrazaban en la penumbra. Susurrándose, imitándose, a veces gritándose: a sí mismas, al vacío encima a la saturación en derredor. Eran sólo una jaula de muchas, en medio. Todas las jaulas estaban en medio: no había rincones en la existencia. Como todas, encerraba en las rayas de acero de sus entrañas a dos hembras: Yole y Yamile; dos perpetradoras potenciales de la respiración, potencia contenida de carne que se duplica. -Van tres meses… y al cuarto no le falta mucho… -dijo Yole, rascándose un grano de uno de sus pies de tanto estar sentadas en el sucio suelo de aquella ponzoña. Un sin forma escapó de la jaula ante ese movimiento y la nueva superación añadió su propia tonalidad a la impregnación que respiraban. 134
-¿Al cuarto? Creí que era una jaula no un cuarto- respondió Yamile cuya mirada ya había adquirido la palidez del plástico. Plástico como el de aquellos tubos por donde descendía el alimento. Plástico indiferente. El silencio era más largo que las charlas. El piso de paja podrida sobre duro metal, tapizado de excrementos redimía a las palabras de su labor. En el suelo y sin espacio para levantarse jugaban, en el suelo dormían, corrían aquellos líquidos… En el suelo vomitaban, cagaban y meaban profundamente y a veces… hasta lloraban. Yole le dio los omoplatos a Yamile y le pidió cariñosamente tiñendo su voz de suspiro cariñoso: -Bebé, quítame estas costras… ya dejaron de dolerme y comenzaron a picarme. No soporto la comezón en otro lugar que no sea la. Y la picazón en la era grata, en las dos superando infecciones inenarrables ocasionadas por el encierro. Pero existían. Y unidas por los barrotes sin sombra. s ombra. Eran compañeras de encierro, lo cual crea nudos más profundos que la amistad y más incómodos que el matrimonio. Las uñas de Yamile, ásperas e irregulares de tanto 135
mordiscos nerviosos, comenzaron a rascar aquellas costras, dejando surcos que serían blancos en la piel rasgada si estuviera limpia, bebiendo mugre omnipresente. El pus comenzó a asomarse desde cada yaga como una multitud de eyaculaciones amarillentas que parecían competir entre sí, cargando sus cascarones de infección a cuestas en su carrera a la cintura. Las hembras estaban semidesnudas, vestidas apenas por aquella tela gris vertida por los lomos apresuradamente, que sólo les cubría hasta poco más debajo de la cintura, justo encima de aquellas nalgas que marcaban el suelo viscoso, humedecido por sus propias orines, cimentado por sus propias heces. La mierda parecía invadirlo todo en aquella pequeñez y más allá de las rejas, la oscuridad casi total… y más jaulas. Y jaulas y jaulas en todas direcciones a poca distancia una de otras. amoratados insectos vagina vagina vaginas Simétricamente dispuestas. Desde algún lugar indeterminado una dijo: 136
-Ya hagan silencio que no puedo concentrarme y estamos jugando una partida de Rumy… Los murmullos parecían ecos. Como los dedos de Yamile, en la espalda. Yole suspiró mientras sentía sus costras desprenderse, levantadas por las uñas de su compañera. comp añera. Las sentía desprenderse y cabalgar sobre la infecta a lo largo de toda la espalda, bajo la manta, totalidad inadecuada de su ropa. -¿Juegan al Rumy? Sentía su vagina humedecerse también y no por la orina, sino por el flujo. La excitaban las uñas de su compañera y se lo hizo saber arqueando su mano al cabello de ella y clavando sus dedos entre la costra que lo cubría. -Tienes una gran allí, Yamile. -¿Una sola?- respondió. Y ambas rieron. Pronto la risa se multiplicó en toda la oscuridad de más allá de los barrotes, no era necesario un motivo para reírse pues la risa era un calmante gratuito que pocos desaprovechaban cuando se presentaba.
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-Si Yole, juegan al Rumy. Aplástala hasta darle forma de papel y una vez seco lo tallan. Como madera… La risa se compartía de forma tan contundente como el dolor. Hasta que el ulular de la sirena la interrumpía (a la risa): era el tercer interrogatorio. Y aun faltaban tres más antes que finalizara el ciclo. La oscuridad se transformó en luz y pudieron verse con dificultad, heridas las pupilas de todas y cada una por la claridad, tremendamente acentuada por el permanente resplandor de las alturas. Parpadearon sin cesar. Obscuridad… obscuridad… Las jaulas se extendían más allá de la vista y constituían el único paisaje posible. A manera de cielo, más allá de la jaula y de su frío metal el lejano techo ausente de todo color, blanco y distante como un inmenso ojo sin iris de donde colgaban como tentáculos los tubos de plástico para alimentarse sobre las jaulas. Y desde algún lugar las palabras llovieron como siempre sobre los oídos heridos y acostumbrados al silencio: 138
-Muy bien potenciales… No es un mensaje educativo: preparadas para el tercer interrogatorio… Yole y Yamile se dieron la vuelta y se miraron apretando los labios en una mueca que no llegaba a la categoría de sonrisa, ni a la disciplina de gesto. Se tomaron mutuamente de los brazos y se apretaron. Comenzaron a recitar la tabla del nueve para no pensar, era una costumbre adquirida no recordaban cuando. El piso comenzaría a moverse. No el piso de la paja húmeda y excrementos, sino el suelo por debajo del piso. pus gris -Nueve por uno… nieve… garrapata mierda Luz… Luz… -Nueve por dos… dice ojo… -Nueve por tres… ven y siéntate… -Nueve por cuatro… tren y sed… -Nueve por cinco… cuan lento y chico… 139
-Nueve por seis… sin cuenta y cuarto… -Nueve por siete… se sienta y reza… Las líneas de jaulas comenzaron a desplazarse al compas del sonido de engranajes. Muchas solían llorar antes de los interrogatorios, otras reían. Ellas habían intentado lo uno y lo otro, pero como la mayoría de las llegaba a la tercera etapa optaban por la mueca y el silencio. Las voces de los Calvos comenzaron a hacerse oír. Las primeras jaulas ya habían llegado a la zona de interrogatorios. Yole calculó que por la forma en que había disminuido la línea de ellas, les tomaría diez aperturas de mano enfrentarse al Calvo. Comenzó a mover sus dedos para confirmar la exactitud de su pronóstico. Las jaulas marchaban como una línea punteada, casi juntas una a la otra, rellenas de dúos como ellas… Habían llegado juntas y las asignaron juntas. 140
Esto no era lógico, tampoco frecuente. Pero sólo lo suponían, era difícil tener certezas en medio del todo. La existencia las dominaba, no el conocimiento. La orina de todas se condensaba con el calor y creaba un vapor denso que se tornaba un gas imperceptible luego del primer ciclo. Cuando las jaulas se movían para los interrogatorios los aromas cambiaban, como cuando se sacude una manta podrida y se ventila. El gesto de asco invadía las muecas. La pus seguía brotando de la espalda y cayendo como una catarata drogada en cámara lenta. La mano de Yamile estaba por abrirse de nuevo para contar cuando vio que la jaula delante de ellas, desaparecía y aparecía la boca de metal tragándosela. Eran las siguientes, eran las próximas. Comenzaron a temblar y la involuntaria comenzó a entibiar sus entrepiernas. Cuando aquella puerta se levantara de nuevo pasarían ellas. Cerraron los ojos y sus dedos se clavaron más hondo cada una en los brazos de la otra, hundiéndose en su propia micosis, hongos, parásitos. Poca carne adornaba aquellos esqueletos de camino a la piel. La carne era sólo lo 141
suficiente para que fuera suficiente. El equilibrio de la existencia no deja lugar a las abundancias. Lo que abunda sobre, lo que sobra no existe. -Diez por siete… Y la boca se abrió. La línea se volvió a mover y la jaula apareció en aquel recinto que Pulgar índice, mayor, anular, meñique… pulgar, índice, mayor, anular, meñique… Una Apertura de Mano… Pulgar… … meñique Segunda Apertura… … TECERA APERTURA… pulgar, índice, mayor, anular… … … anular, meñiques SEXTA APERTURA… ORINA era como una segunda jaula pero sólida. Sin barrotes. De superficie metálica brillante y pulida. El Calvo estaba allí un poco por debajo de ellas mirando sus planillas de apuntes y acomodando sus gafas. La túnica blanca lucia impecable. -Nombres…-recitó automáticamente. 142
-Yole… -Yamile… Cada una habló por separado como un eco. El Calvo movió su lápiz, y continuó: -¿Edad? Repitieron lo de siempre. Setenta… Setenta… La mirada del Calvo se elevó por encima de sus gafas y guardando el lápiz en el bolsillo de su túnica se aproximó a ellas con cierto asombro. -¿Tienen casi la misma edad? ¿Setenta ciclos en la jaula y aún no han sido destinadas a un embarazo? Tomó un teléfono celular de su bolsillo y digitó el número setenta. Habló en aquel idioma que ninguna de ellas comprendía. -Tengo una jaula con ptiaenoeds no ansaidgas auqi… stetnea clcois… Les había tocado un perfeccionista, suponían que existían en algunos puntos de interrogatorio. Los que hacían su 143
trabajo. Los que aún mantenían el deseo oculto de innovar. -Ptrefeco… Clcio de gseitaócin… Volvió a guardar el teléfono celular y a colocarse las lentes mientras las observaba. A una y otra alternadamente. Eran excelentes hembras, cada una de ellas, idóneas para gestación y era un desperdicio mantenerlas en el ciclo sin asignarlas o desecharlas. Aún no se explicaba cómo habían sido descartadas de los tres interrogatorios previos. Con el martillo golpeó la barra por la que entraban las jaulas, justo debajo de ellas. Y el suelo se movió nuevamente, solo que ahora temblaba. Ninguna de las dos habló: no era necesario… no era suficiente. Pero por instinto Yole acercó sus a los de Yamile apretándolos con los de ella. La sensación fue grata, fue única, fue nueva. Ni sintieron la larga caída cuando el suelo se abrió bajo de ellas, el vacio les fue indiferente y el golpe final contra el líquido del lago soportable.
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Sus cabezas golpearon contra los barrotes superiores, nuevas heridas, nueva… nuevas fuentes de pus para la multitud ácaros e insectos. Habían llegado a destino. Contemplaron el resto de las jaulas flotantes. No todas las hembras estaban vivas, en algunas de ellas sólo había una de ellas respirando. En otras… en otras solo esqueletos, como las que vivían pero sin piel. -Ellas están hundidas casi hasta el cuello…- le dijo a manera de pregunta Yole. -Nosotras también nos hundimos… mira… El líquido blanco de aquel lago subterráneo y mal iluminado comenzó a entrar en la Labios Sangre jaula, a cubrir el piso. Luego sus piernas, sus cinturas, sus costras… se hundían. Una hembra a pocos metros masticaba la carne del fémur de la que había sido su compañera, sin lograr aún la gestación. Los tubos la habían dejado de alimentar. Tenía heridas en las encías de chupar el plástico inútilmente intentando libar los jugos que los Calvos enviaban. 145
Los tubos del lago eran menos numerosos que los tubos del ciclo previo. Las hembras eran menos numerosas. A cada ciclo disminuían formaban, desencajaban. -Yamile… si dejo de respirar no, muerdas mi fémur de esa forma… ¿eh? Las dos rieron. Pero en el lago las risas no se multiplicaban. Todas eran asignadas, todas habían venido de las filas, todas habían sido enviadas por uno de los Calvos. Todas flotaban a la deriva en la sustancia viscosa dentro de sus jaulas. Las paredes escurrían aquel líquido, los barrotes impregnados. El sonido también lo invadía todo, pero eran notorios los gemidos desde arriba en los cielos. -Oigan recién llegadas… ábranse la concha, así… así… dicen que ayuda…- les gritó desde casi la orilla una hembra de cabellos emblanquecidos, mientras empujaba el líquido con su mano hacia el medio de sus piernas con furia. Decidieron no escuchar no hablar con nadie. -¿Las tablas del ocho? Las sonrisas son cómplices en especial en la penumbra. Cuando la sonrisa arquea 146
un rostro en la penumbra casi se tiene la certeza de estar haciendo algo malo. Y el tiempo siguió pasando a través de ellas. El tiempo era grueso, no los barrotes. Dolía cuando atravesaba los huesos. Vieron muchas jaulas caer y salpicarlas. Muchas más desaparecieron, elevadas por los ganchos. Cada cierto tiempo apretaban los de la una contra la otra, eso era algo que ningún mensaje educativo la enseñó a hacer. Pero desde que lo habían descubierto les resultó grato. Como la costumbre de ponerse cucarachas dentro de la vagina y disfrutar con su pataleo hasta que morían. Las noticias, las ideas corrían de jaula en jaula y de tiempo en tiempo de alguna manera. Subieron de peso. Todas subían de peso en el lago, pero con el líquido comenzaban a gestar. Mientras recitaban las tablas elevaron la vista y por entre los barrotes los vieron a ellos… estaban en una especie de ventanas a lo alto, ventanas iluminadas, moviendo frenéticamente sus brazos delante de sus cuerpos. Los gemidos procedían de allí. 147
Las gotas caían desde lo alto, desde las vergas de “los que Se Asomaban”. Eran como los Calvos, parecidos, pero tenían pelo como las hembras. Alimentaban al lago, encastraban las paredes, teñían los barrotes de las jaulas que aún estaban vírgenes… -Creí que era una jaula Yole, no un cuarto. Eran infinidad de jaulas, parecía que solo ellas conocían las tablas. Por eso se -Ocho por uno… hoy yo… -Ocho por dos… diré sed… -Ocho por tres… venite al cuarto. labios adaptaban mejor a cada nueva etapa. Los ciclos fueron pasando, eran diferentes. No había interrogatorios. Había exámenes. Aparecían los puentes espejados desde las puertas oscuras y atravesaban la anchura del lago. Estaban por encima de ellas, aferradas a los garrotes se veían a sí mismas esforzando un poco la vista. vis ta. Estos Calvos llevaban túnicas, hacían descender un gancho para elevar las jaulas una a una. Y las miraban un buen 148
rato antes de dejarlas caer de nuevo a la leche. -Gestación en una de ellas afirmativa… pase a Duplicación, y desechen a la que está vacía. Fueron comprendiendo porque las ponían de a dos. Para multiplicar por dos las posibilidades de que una gestara. Pasaron muchos ciclos y cuando Yamile notó que su vientre se había hinchado levemente no sabía si simplemente su obsesión por beberlo que le había hecho recuperar parte de su peso. Los Calvos no tenían derecho a equivocarse, en el primer gancho Yamile fue designada como gestación y ya no las dejaron caer. El gancho las siguió elevando hasta la cadena superior. Estaban preocupadas. Habían existido muchos ciclos juntas, desde los Calvos de Túnica Amarilla hasta los Calvos de Túnicas Verdes actuales. Y sabían que era el final del proceso, sabían que serían separadas de alguna forma. Cuando la cadena superior las depositó en la sala de espera, la jaula comenzó a escurrir el líquido blanco hacía los 149
cuatros costados de la mesa. El Calvo que apareció llevaba una Túnica Azul. Por lo demás era igual a todos los Calvos, incluso llevaba una libreta de apuntes. Las miró fijamente. -¿Edad? -Ocho… -Ocho… Lo dijeron de memoria. Y el Calvo sonrió, algo que nunca habían visto hacer a un Calvo. Se rumoreaba que eso significaba placer o felicidad de parte del que arqueaba la boca de esa manera. -¿Ocho ciclos en el lago y ya gesta una de ustedes? Son cuerpos eficientes. Con el martillo golpeó la jaula desde fuera y las paredes de esta cayeron abiertas como una flor hacia las cuatro direcciones. El techo les golpeó la cabeza al verse sin apoyo: nuevos hematomas, nuevas heridas. Pero ya no tenía importancia. Estaban en ese punto, al que de alguna manera sabían que se dirigían y la jaula sólo había sido un vehículo para llegar a ese preciso instante.
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verdes -Dos por una…Voz -Dos por dos… Cuarto -Dos por tres… Si es… -Dos por cuatro… Tras una última mirada el Calvo le dijo a Yole: -Tú eres la que está vacía… vemos… Le golpeó con el martillo la cabeza dos o tres veces, e instintivamente Yole se agarró para evitarlo. -¡Pero no! ¿Por qué? ¡No… no!- Clamó y es que el cráneo al ser quebrado en una hembra viva ocasionaba un sentimiento demasiado intenso difícil de soportar. Yamile hubiera querido hacer algo. Pero así era la existencia, sólo una había quedado gestando. Aferró sus brazos… cuanto antes terminara, menos hematomas. -¡No!... me duele… ¡No!... El martillo siguió golpeteando. Hasta que el que apareció por entre sus pelos no era ni, ni… era diferente, era. Yole cayó hacia atrás y por el impulso cayó de la mesa. 151
Su compañera soltó sus brazos. Y la dejó partir. Llegado ese momento solo restaba un ciclo más. -Es el final- le dijo el Calvo clavándole aquella aguja en el brazo. Y Yamile no pudo recordar mediante que movimiento la llevaron a aquella mesa, atada, abierta de piernas… el último ciclo. No podía girar la cabeza, porque una cinta de cuero ajustada se lo impedía. Los Calvos eran de Túnica Roja y pasaban a observarlas. Yamile escuchaba sonidos diversos, por eso sabía que como siempre estaba rodeada de más potenciales como ella. Aunque ya no había jaula. Todo aquel ciclo era en sí mismo, como una enorme Jaula. Una Jaula plagada de constantes llantos, suturas al silencio, y las voces femeninas más gastadas cada día. Llegó el momento en que ella también sintió que algo se rompía dentro de ella, y comenzaba a gotear hacía fuera de sus piernas algo que no era orina. Gritó, gritó con todas sus fuerzas. Los Calvos acudieron, y tras observarla se pasaron adelante ella con un deposito de plástico en la mano. Comenzaron a golpearle el vientre con sus martillos. 152
Yamile se contraía de dolor, empujaba, empujaba… y algo salió desde sus entrañas. Algo que no era pus. Algo más grande, que lloraba con un grito desgarrador. Estaba a punto de perder el conocimiento, supo que sangraba por algún lado. Escuchaba las risas histéricas del resto de las hembras y la conservación de los Calvos entre sí. -Es una hembra… un potencial…- dijo uno de ellos casi decepcionado. Y Yamile, antes de ser golpeada en la cabeza comprendió un poco más su existencia, comprendió su origen. Al escuchar la orden de actividad de uno de los Calvos. -Junten a la potencial recién llegada de esta con la de superficie de enfrente y métanlas al primer ciclo en la siguiente Jaula… Y fue una jaula cualquiera. Y fue un instante perdido como cualquier otro en el montón. Los barrotes de la jaula no eran gruesos, lo que era realmente grueso era el tiempo. líquido gris amarillo rojo. 153
SPAMM -¡Chevallier, Chevallier! Llamó Mister Ron, mientras agitaba su campanilla de cristal con aquel aire distinguido, inherente a los trajes de casimir oscuro. El círculo lo completaban otros cuatro caballeros dispuestos en orden y todos con la copa de jalea mineral en la mano, vaciado a diferentes niveles. El Negro apareció desde detrás de una de las cortinas aterciopeladas de la recepción, y sus dientes aparecieron detrás de él arqueándose en una sonrisa artificial. -Esta hora de servicio está auspiciada por Jalea Mineral Boquette… “La Jalea con la que el estomago no se pelea”… ahora sí, ¿Dígame señor?- dijo haciendo una forzada reverencia. El anciano Mister Ron dejó caer la campanilla de cristal al suelo, donde se estrelló estrepitosamente en mil fragmentos como una flor transparente que se deshojaba. Los sirvientes de financiamiento parcial por publicidad lo ponían nervioso. 154
Aspirando hondo para calmarse, miró a cada uno de sus cuatro invitados y sus respectivas copas antes de ordenar: -Llénenlas… y barran además esa copa que acabo de tirar… presto y alegre. -Claro señor…- asintió el Negro- me retiro brevemente con el suspicio de… déjeme ver… “de Zapatos Lion Sion, atendiendo siete casas al día y son tan cómodos casi como el transporte privado”. El moreno exhibió sus zapatos apresuradamente a todos los presentes y fue en busca de una pequeña pala. El brillo era impecable y despertó una exclamación de admiración en los presentes. Pero eso no tenía importancia. Mister Ron suspiró unas gotas de hastío. Lo dicho, esos lo ponían mal. Pero contratarlos financiados parcialmente por publicidad, era una forma de reducir costos. Y reducir costos era parte de la política de su compañía y de su vida privada. -Es bastante eficiente… cuando no le tocan publicidades de seguros de accidentes…- le comentó a los otros- Le llamó “Chevaller” porque es anciano y está enamorado de una autentica puta pero de 155
bella voz… ya saben… como Maurice y la Piaf… El señor de la izquierda interrumpió: -¿Quién es la puta en cuestión Mister Ron? -La mucama desde luego… ¿Acaso no lo sabe? La mucama siempre es puta, el chofer cría cuernos en la cabeza de los amos, el ama de llaves es vieja y fea, y el mayordomo es el asesino si aparece un cadáver. Son las cuatro realidades del servicio doméstico…- replicó el anciano, revolviendo lo que aún le quedaba de Jalea con su dedo índice haciendo sonar la copa con el roce. El invitado de la derecha preguntó curioso: -¿Quiere decir que ese negrazo está enamorado de su mucama? El silencio invadió al grupo entero, seguido de un leve siseo. No estaban acostumbrados a hablar de amor. -¡Caballeros, caballeros, caballeros!... Ese es el asunto que nos reúne precisamente. Pero debemos encontrar una solución sin exaltarnos.
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El muchacho que tenía exactamente enfrente tras aclarar su garganta de un trago miró a Mister Ron a los ojos: -¿Quiere decir que nos reunió para hablar de la vida de su sirviente parcialmente financiado por publicidad? ¡Mon Dieu! Tenía demasiadas cosas más intrascendentes que hacer hoy señor Ron como para invertir tiempo en algo tan puro… y discúlpeme pero, debo aclarar antes de callar que mi comentario fue auspiciado por Pasta Dental “Frigia”, no sé si han notado el aliento perfumado que me sale de la boca cada vez que hablo… El señor Ron detestaba que sus socios concurrieran parcialmente financiados. Pero no los culpaba. La vida era dura últimamente, durísima debido a la alta competitividad. El muchacho que tenía exactamente en frente era un joven prometedor, le caía bien, así que pasó por alto su falta de cortesía al meter un anuncio en su comentario y siguió: -Bien, creo que se les escapan dos hechos fundamentales… primero el amor afecta negativamente la capacidad destructiva de un hombre… segundo ese sirviente, ese negrazo, Chevallier era la persona que yo 157
tenía destinado para hacer… el “Trabajito”… ¿Me comprenden? Todos dejaron caer las copas al piso, que se llenó de cristales rotos y jalea mineral. La cacatúa blanca que había permanecido indiferente a toda la reunión abrió los ojos y voló pegando un graznido desde el cuadro de marco dorado hacía el suelo picoteando los cristales y lambisqueando el líquido. Y mirándola desde arriba algo asqueado, pues no le agradaban los animales fue ese señor Bites quien abrió la boca ahora: -Esto sí que es preocupante… casi tan preocupante como el resultado de la última guerra… había apostado la mitad de mi dinero a los Bengalíes… -Pero… ¡Pero si los Bengalíes ganaron, se independizaron de Malasia!- dijo Míster Ron que era ahora el único que tenía una copa sana en la mano. -Precisamente- continuó el señor BitesTendría que haber apostado no la mitad, sino TODO mi dinero y ahora sería el doble de rico… pero no quiero distraer del tema. Lo que usted nos plantea Míster Ron es grava… 158
-Y que lo diga…- cerró la frase el señor de la Izquierda y todos asintieron. Tras lo cual se limpiaron al unísono las manos en sus pantalones uniformes de casimir oscuro y guardaron silencio, pues el Negro había vuelto a entrar con la pala en la mano y una pequeña escobilla. Se arrodilló en medio de ellos y sonriendo les dijo: -No se preocupen… limpiaré este desastre… gracias a que tengo escobillas “Cleanx”·, firmes, resistentes y duraderas… Pasando a otro tema: Señor su Cacatúa parece atragantada con un cristal. ¿Quiere que le preste asistencia veterinaria financiada por un par de comentarios sobre semillas de girasol “Lorobello”? -No es necesario Chevallier, no me joda…dijo ya molesto del todo Míster Ron-. Limpie y luego que lleve toda esa inmundicia al vertedero de la cocina, regrese que justamente estábamos hablando de usted… pero denos una hora de privacidad antes. El Negro asintió y continuó barriendo los cristales apartando la cacatúa que ya convulsionaba, delicadamente con cuidado de no golpearla, dado que podía ser 159
demandado en caso de que pudiera escupir el trozo de cristal y muriera. Y cuando se retiró comenzó la hora de privacidad. Una hora es tiempo suficiente para muchas cosas importantes. Para fornicar por ejemplo, al parecer es suficiente por eso los burdeles tienen turnos de una hora. Para comer media hora en una jornada laboral se considera el tiempo adecuado y todos saben que un obrero come la mitad de una comida apropiada… por lo que se podría decir que una hora es tiempo suficiente para comer bien. Así que tenían que encontrar una solución en ese lapso al problema planteado. Necesitaban al Negro para el fin de semana, “para aquel trabajito”… pero no lo quería enamorado y menos de una puta de voz bonita. Eso lo volvería sumamente distraído y poco destructivo. Eso afectaría el “trabajito”. Comenzaron a lanzar sus propuestas a Míster Ron en orden de aparición de ideas: -¿Y si contratamos a otra persona?comenzó el señor de la izquierda. -No es posible alguien de tal corpulencia, y conocimientos de la materia 160
como Chevallier… no hay tiempo además para buscarlo…- respondió Míster Ron. -¿Es seguro que está enamorado? ¿No es posible que se trate de un periodo de celo? Recuerde que los negros están emparentados con la fauna africana…- dijo el caballero de la derecha. Ya cogieron mi querido, ya cogieron… y abundantemente, créanme. ¿No le digo que es una puta? No necesitaba que la quisieran para dejarse coger hasta por las uñas… pero no aún la sigue amando. Le escribe frases tontas en las servilletas de tela así ella las lee cuando las recoge para llevarlas a la lavandería… -¿Y si le damos “Paxil” al negro para bajarle la libido? Aclaro que fue un comentario personal, no publicitario Míster Ron…- dijo por decir algo el señor Bites. -Bueno…- dijo Ron que estuvo a punto de ofuscarse, era habitual que metieran anuncios disimulados incluso- Como le digo lo que él siente es amor de índole romántica, idealista, no carnal. Por otra parte si le bajamos la libido, ¿Como carajo quiere nos haga el trabajo bien? 161
La contundencia de Míster Ron los dejó a todos exclamando “es cierto”. Finalmente el muchacho de directamente enfrente exclamó: -Con esta voz clara producto de las gárgaras que me hago día a día con “Mistique Gel”, para personas que saben lo que dicen que auspicia mi comentario… bueno les digo que tengo la solución a nuestro problema… y con el auspicio de café colombiano “Despertares”, cocainado y descocainado que uno mantiene despierto y lúcido para encontrar soluciones, permítanme contarles… Y todos escucharon atentamente, mientras sus sonrisas de satisfacción crecían al conocer el plan… *** El moreno estaba atado a una de las sillas lujosas y tapizadas de aquella suave tela plagada de arabescos. Los rostros de sus captores estaban emocionados. Fue Mr. Ron el primero que hizo la pregunta: -¿Qué piensas de la mucama Chevallier? -¡No me llamo Chevallier!... y de ella bueno… creo que es adorable… ¡la amo! 162
-¿Algo más?- preguntó Míster Bites. -Bueno, si… que esta declaración de amor está auspiciada por florería “El Remordimiento”… ¿Sabían que siempre le compro allí las flores? Queda en la avenida… -¡Basta de publicidad!- interrumpió el señor a la izquierda de Míster Ronprocedamos… La mucama fue traída desde la cocina por el señor de la derecha y el muchacho de exactamente enfrente. Estaba amordazada ya y sólo faltaba atarle los pies. De hecho no se los habían atado porque de hacerlo deberían cargarla ya que no podría caminar sola… a los empujones la movieron hasta la sala y la tiraron en un sillón exactamente enfrente del negro, donde cayó parcialmente sentada. -¿Qué es ese cartel que llevan engrapado en su pecho?-Preguntó Míster Ron. El muchacho de exactamente enfrente, sonrió. -Bueno… es un anuncio de Copsi Cola… porque todo este forcejeo y el golpear a una mujer, me ha dado sed y nada como una buena Copsi Cola para… 163
-¡He dicho que basta de publicidad!...volvió a quejarse el señor de la izquierda… por ahora debemos seguir el plan… hable usted Míster Ron. -Gracias…- dijo Míster Ron tomando la palabra- Como ve Chevallier esta es la mujer que usted dice amar… -Si… Siii- dijo el negro intentando liberarse de sus propias ataduras, sin éxito y dolorido al ver a su amada en aquella situación. -¿Qué es lo que ama de ella?- preguntó el muchacho de exactamente enfrente desafiando al negro con la mirada, mientras acariciaba el pelo de aquella mujer que abría los ojos horrorizada. -Bueno… es difícil de determinar… pero sin duda que… que sus ojos… son algo que… -¿Estos ojos, dices? Exclamó el muchacho de exactamente enfrente mientras sacaba algo de su bolsillo. Era un alicate de uñas… lo clavó primero en el derecho y hubo un pequeño chasquido tras el cual el líquido comenzó a brotar como si fueran lagrimas. La sorpresa a veces mitiga un poco el dolor, y la mujer se empezó a sacudir como 164
una gallina recién cuando la esquilas del ojo ya eran parte de una mancha que le caía por el torso. -Sosténgala bien…- le dijo al señor de la derecha el hábil joven. Y la segunda vez lo clavó en el globo izquierdo, que estalló con igual facilidad escurriendo todo su contenido, por sobre los pechos, el escote y el cartel de Copsi Cola que llevaba la mucama. Comenzó a retorcerse… movía su cabeza a un lado y otro y salpicaba a los presentes con sus fluidos sanguinolentos. El señor de la izquierda miró su camisa blanca algo preocupado. No le agradaban los estampados y menos aún abstractos de color rojo. -No se preocupe… no es sangre pura, es liquio ocular… y además con el nuevo jabón “Albiniveo”, esa camisa quedará como… nue… va… mfff…- Le tranquilizó el muchacho de exactamente enfrente tomando ahora dos corchos de su otro bolsillo e introduciéndolos en las cuencas vacías… ¡Pof! Al izquierdo. De no tener la boca firmemente tapada el grito de la mujer se hubiera escuchado en varios kilómetros. 165
¡Pof! Al derecho. Se cercioró de que los corchos penetraran a presión y sin salirse, atornillados en los huesos inferiores de la frente. Míster Ron ni se inmutó, quería ver los resultados. El negro estaba boquiabierto, asombrado… y confundido. -Pero… pero…- exclamó en un balbuceo. -Pero nada Chevallier… usted no me dirá que ama a una mujer que tiene corchos de champagne barato en lugar de ojos. El Negro comenzó a llorar. Ella se veía ridícula con aquellos dos tapones. Horrible. -Es cierto lo admito pero sus labios… Todos sonrieron mirando al unísono al muchacho de exactamente enfrente. -¿Estos labios? Y diciendo esto y haciéndole gestos de que sujetara mejor aquella cabeza al señor de la izquierda, tomó un encendedor de tipo zippo de su otro bolsillo y lo encendió. Lo acercó a los labios de la mucama, estos se contrajeron ante la llama… pero el acercó la llama más aún y el labio comenzó a recibir directamente el fuego. Tras algunos segundos en los cuales los corchos de los 166
ojos de la mucama parecían a punto de salirse de tanta tensión en aquel rostro, primero un labio luego el otro comenzaron a hincharse y ampollarse y a estallar de su piel. Nuevamente la mujer salpicó… y nuevamente el señor de la izquierda miró preocupado su camisa… no confiaba mucho en el jabón “Abiniveo”. Y estaba seguro de que esta vez se trataba de sangre… de autentica y pura al cien por ciento sangre. El negro se mordió sus propios labios de furia y miró con odio al señor Ron que sonreía satisfactoriamente. -Supongo que no amaría a una mujer que tiene los labios carbonizados, grotescamente ampollados… y sin forma… ¿Cierto Chavollier? El negro asintió con la cabeza. Su amo tenía razón… la mucama, se veía horrible con aquellos corchos grotescos y aquellos labios quemados… aún amaba sus pechos pero no se animaba a decirlo. Sin duda que tras algún tipo de truco del muchacho de exactamente enfrente, quedarían igual de deformes. -Lo admito…- dijo el negro- Ya no la amo… y me siento deprimido… y hago esta 167
confesión auspiciado por “Paxil” el antidepresivo más recetado por los médicos del mundo… El señor de la izquierda esta vez no protestó por la publicidad, ya que sintió un poco de piedad por Chevallier. Y el grupo dio un hurra felicitando al muchacho de exactamente enfrente por su idea. -Gracias… gracias… era obvio que las cosas sólo inspiran lo que se merecen, y hay que mostrarlas en su verdadera esencia… para enfatizar mas la idea terminaré mi labor sobre esta mucama dándole algunas pinceladas de ácido Sulfúrico en los senos… pero lo importante es que Chevallier está listo para… el “trabajito”. -El “trabajito”- dijo el señor de la derecha. -Si…- dijo el Míster Bites. -¡Así es! Dijo el señor de la izquierda limpiando su camisa con un kleenex. -Me parece estupendo, ajustemos los detalles para el sábado…- exclamó Míster Ron. La cacatúa no dijo nada… hacia unos segundos que se había muerto atragantada 168
por un trozo de cristal de copa sucio de jalea mineral. *** El escenario era multicolor, los almohadones eran flui y había una mesa grande anaranjada al fondo. La niña lamía su paleta con gozo. Era una paleta multicolor y a cada lamida movía sus pelos atados en dos colitas rubias que le caían sobre los hombros. Era una niña pequeña de la calle, pero estaba feliz de poder probar aquel dulce por primera vez en su vida. El Negro apareció por un costado vestido elegantemente con un traje color rojo y con la cara maquillada. Mirando fijamente hacia delante dijo: -Hubo un tiempo en que los caramelos eran tan aburridos como esta paleta… Sus pies se acercaban a la niña. Esta dejó de lamer y lo miró, frotándose sus manos en su vestidito rosa. -Hola señor payaso… ¿Quiere un poco de mi dulce?- Le preguntó sonriéndole. El negro volteó la vista y le arrebató la paleta de las manos groseramente apretándole los deditos. 169
-No, no quiero este caramelo… es horrible y pasado de moda…- le gritó. La niña comenzó a llorar. Y miró hacia adelante asustada. -Este señor al quitarme la paleta me lastimó la mano, yo no quiero seguir jugando me quiero ir. El negro la tomó por ambos hombros y la dio vueltas. La niña no tenía un cuerpo demasiado desarrollado como para resistirse. La empujó contra la enorme mesa, golpeando su cintura contra el filo de esta y le levantó el vestido desde atrás, acostándola hacia adelante y moviendo luego su ropa interior a un costado con su grueso dedo. El Negro bajó el cierre de su propio pantalón y un enorme pene salió a relucir de entre las ropas, un pene capaz de despertar la admiración de cualquiera. Enorme grueso y palpitante… tomó la lata de pegamento y lo untó con él… luego quebró una de las copas de la mesa, sin soltar a la niña ni por un instante y se frotó algunos de los vidrios en el miembro cuidando de no poner demasiados en el glande ya que podría desangrarse. Sopló un 170
poco para que se adhirieran y acercó la punta al apretado orificio de la chiquilla. La niña no podía ver que sucedía detrás de ella, pero sintió aquel enorme trozo de carne entrando sin hacer demasiadas ceremonias en su culo, sin permisos, sin reverencias… rasgando las paredes del ano y haciéndolas sangrar profusamente en su largo trayecto. Un agudo grito de dolor escapó de su pequeña garganta. Y comenzó a moverse como una gelatina intentando liberarse. El negro comenzó a empujar más y a golpearla ocasionalmente para que se quedara quieta, y la niña simplemente no soportaba aquel dolor adentro de ella, se sacudía terriblemente hacia un lado y otro para escaparse. Pero cada movimiento que hacía sólo lograba que la enorme verga del negro se hundiera más en su pequeño culo abriéndole nuevas heridas internas. La sangre se escurría por sus piernas pálidas, mojando sus medias rosas y sus zapatitos de ballet blancos. Y finalmente el negro, un autentico animal lanzó un gemido difícil de determinar, tras lo cual 171
junto con la sangre, el ano de la niña comenzó a gotear una sustancia blanca. -Así es pequeña… así es… bien…- le dijo acariciando su espalda. Una vez se escuchó desde la oscuridad delante, más allá de los reflectores… -¡Maldición! Dejó de llorar Chevallier… es importante que esté llorando, recuerde. ¡Hágala llorar! El negro protestó contrariado. Tenía que hacerla llorar, quitó su pene hacia afuera y la niña sintió que los vidrios la rasgaban de nuevo… pero estaba en shock, ni una lagrima. Había agotado su capacidad de dolor y su llanto sólo gemía. -Vamos Chevallier, usted puede… vamos… hágala llorar… El negro volvió a embestir sin piedad y a quitar. Su propia verga estaba sangrante por el roce de los vidrios. La golpeaba con su cadera en cada embestida clavándole más la mesa en las piernitas. -¡Llora puta, llora de una buena vez!dijo el negro golpeando un poco su espalda ahora con aquella mano gruesa y grotesca, abierta. 172
La niña no comprendía lo que le pasaba, pero se sintió terriblemente mal y lloró… las lagrimas se volvieron incontenibles. -Eso es Chevallier, bien… bien… Y entonces el negro sonrió. Tras hacerla llorar se retiró completamente y subiéndose el cierre miró hacia adelante y poniendo voz seria, dijo: -Esta niña ha sufrido un severo trauma, físico y emocional… ha sido violada y castigada… su ano ha sido desgarrado completamente… es difícil imaginar una situación más extrema en un niño… Y entonces se acercó por un costado de la mesa al rostro de la niña que no cesaba de llorar sin poder moverse de esa posición inclinada hacia adelante, ya que cada movimiento que hacía la removía los vidrios del intestino y le hacía sentir ardor. Debería apresurarse o se desangraría antes de terminar el trabajito… El negro tomó aquella otra paleta, completamente azul de su bolsillo y la acercó a la gimiente boca… -Toma, come… come te dije… 173
-Si… pero… pe pero… ya no me lastime…dijo la rubiecita, ahogando en su propio llanto y comenzó a morder aquel dulce, dejando de llorar brevemente para hacerlo. Todo iba a la perfección. El negro miró hacia adelante y dijo: -“Blue Sweet”… un dulce único… si es capaz de calmar el llanto de una niña como esta a la que acaban de ultrajar así… ¡Imagine su magnífico sabor! Se hizo un pequeño silencio mientras el negro miraba con los ojos bien abiertos y desafiantes hacia la cámara. -¡Corten!- se escuchó la voz de Míster Ron y las luces se encendieron todas. La cámara dejó de filmar. -Perfecto señores, perfecto… tenía razón Ron, Chevallier era el adecuado para el spot- dijo el muchacho de exactamente enfrente. -Si… el contraste entre el tamaño de él y la pequeña, así como los colores… ella rubia, él negro… ¡Perfecto!- dijo aplaudiendo el señor de la izquierda. El Negro estaba agotado…, se comenzó a limpiar el maquillaje de payaso. Aún estaba triste por el desengaño amoroso 174
sufrido con la mucama. Sólo quería cobrar aquel trabajito e irse. -Pase por la oficina del fondo Chevallier… que mi asistente parcialmente pago con publicidad le dará un cheque auspiciado por el Bank Boston… y en cuanto a nuestro spot señores, será un éxito… el lunes mismo lo pondremos a circular… Los cuatros directores de aquella compañía fabricantes de dulces indicaron a los asistentes de cámara que retiraran a la pequeña y la arrojaran disimuladamente en algún río ya contaminado para no afectar la ecología. -Lleven también el cuerpo de la cacatúa blanca que quedó en la sala de reuniones, por favor… Habían recurrido muchas veces a la publicidad extrema para los rubros y productos anteriores de la compañía, haciendo circular videos ilegales los cuales eran reproducidos vez tras vez en cada programa amarillista y computadora del mundo: niños ejecutados con revólveres “Taurus”, bebés ahorcados con cinturones de cuero legítimo “Cuadra”… Las ventas de cada producto subían tanto, que si acaso aparecía alguna demanda legal por parte 175
de algún familiar conocido de las víctimas, el gasto quedaba ampliamente cubierto con el beneficio. -Por Sweet Blue, ¡Nuestro caramelo estrella!- dijo Míster Ron. Y todos bebieron jalea mineral, en unos vasos de cristal fino que lucían pequeños carteles con anuncios clasificados.
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INFORME
SOBRE EL I.A.E.
Introducción: en mi oficio de escritor a veces sencillamente me canso de escribir. Es en ese momento cuando aprovecho para compartir con mis lectores algunos recortes papeles y curiosidades que me han hecho llegar desde diferentes partes del mundo. Este informe por ejemplo me llegó de la mano de un querido y viejo amigo que ejerce como psiquiatra en cierto hospital de mi ciudad, y del cual no puedo revelar el nombre. Me pareció no sólo interesante, sino tremendamente perturbador. Espero que sea del agrado de cada uno de quienes lo lean. *** Cuando me dieron finalmente el alta en el hospital debido a la escases de camillas me enviaron a mi casa con un pase al psiquiatra. En algún lugar del papel color rosa (los pases al psiquiatra siempre son color rosa) estaba marcada la temible sigla: I.A.E. 178
Pude escuchar esa sigla y verla escrita en derredor mío desde que recuperé parcialmente la consciencia. -
-
Este es un I.A.E… Es pronto para enviarle a su casa… tuvo I.A.E. A pesar de ser I.A.E si ya no sangra entonces no tenemos lugar…
I.A.E… I.A.E… I.A.E… Me llevó días adivinar el significado. No podía preguntarles, estaba en la camilla totalmente anestesiado por las drogas. Mis brazos estaban sostenidos en el aire por una especie de sogas y totalmente cubierto de vendas. La lengua parecía pegada al paladar. ¿Porque lo hizo?- me preguntó una doctora de gafas gruesas y cabello rojizo que entró a la sala cierto cier to día. - ¿Hacer qué?- le respondí. - Bueno… dañarse . - ¿Dañarme?
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Siguió anotando en su libreta de apuntes. Y comenzaron a llegarme esas pastillas tres veces por día. Las mismas de las cuales me dieron una caja al salir advirtiéndome : - Recuerde que es solo un paciente de ambulatorio… si no viene por su medicación en una semana, lo iremos a buscar, ¿comprende? Y no comprendía. No comprendía que le había pasado a mis brazos, que le pasaba a mi cuerpo y nadie parecía muy inclinado a hablar de ello. La doctora de gafas oscuras me preguntaba reiteradamente como esperando que yo supiera algo, convencida incluso de que era normal que yo no pretendía saber nada. Hasta que por la naturaleza de mis heridas, los comentarios de las enfermeras, y las preguntas que me hacia aquella psiquiatra comprendí lo que significaba I.A.E: Intento de Auto Eliminación, decir suicidio. 180
Y entonces me aterroricé. ¡Yo no había Intentado nada! Yo no recordaba ser el autor de aquellas grotescas heridas en mis antebrazos que los recorría por dentro desde las muñecas hasta el reverso del codo. Mis pensamientos se agolpaban, quise decírselos … primero a los médicos. Y ellos repitieron monótonamente: -
Los I.A.E evaden su episodio…
Luego a la doctora de gafas gruesas: -
Su sanación depende en parte que usted pueda recordar lo que ha hecho…
Y así cada persona dentro y fuera del hospital. Les inspiraba una especie de miedo y lastima. Me evitaban, no querían hablar del tema. Cuando mi prima Mercedes me pasó a buscar por el hospital y me llevó a mi pequeña habitación me dijo: -
-
Si no quieres habla de lo que hiciste, está bien… ¡Yo no hice nada Merche!- Le respondí algo brusco. Ella abrió las cejas por encima de los ojos, y marcó sus labios 181
-
con una sonrisa forzada como si no quisiera contradecirme. Claro… está bien. No te alteres…
El miedo, la lastima… allí estaban omnipresentes. En cada rincón de mi vida, en el almacén, en la panadería, en la carnicería… las personas dejaban de hablar cuando entraba, hacían silencio…Yo era un asunto incomodo. Y los médicos… los médicos siempre refiriéndose a mí como un paciente con I.A.E… I.A.E … I.A.E… ¿Sufría de amnesia?, ¿estaba mi cerebro totalmente borrado? Miraba las suturas en mis brazos…¿realmente yo había hundido aquel cuchillo de cocina en uno y otro brazo de aquella forma? Intenté recordar el día en que perdí el conocimiento. Y poco a poco me fui dando cuenta de que algo andaba mal. Fue un miércoles, eso lo recuerdo bien puesto que llegaba de la feria vecinal que se hace esos días. Había comprado algunos repuestos para mi bicicleta y un enorme zapallo. Al llegar a mi pieza, 182
tenía en mente hacerme un enorme puchero, de verduras y cuando acomodaba mis compras vi la foto…la foto de mi hija y la tomé de la pared. La miré… es difícil estar separado de un ser que se quiere. Mas difícil es estar separado de un ser que no se sabe si se quiere o no, pero al cual lo que uno sabe es que se debería de querer. ¿Amaba yo a mi hija? Solo tenía de ella un recuerdo vago y una foto. Creo que derramé un par de lagrimas aquel miércoles… luego comencé a pelar papas y otras verduras. Y luego sentí aquello. Es difícil de explica. Una especie de mareo invadió mi cuerpo, la nuca comenzó a palpitarme. Pero no eran pálpitos como del corazón: Eran como si una mariposa inquieta estuviera pegada a mi nuca, por debajo de la piel, y agitara sus alas frenéticamente. Una sensación de calor subió por my cuello como un color que va tiñendo todo a su paso y tras rodear mi cabeza por los cuatro costados se transformó y comenzó a descender desde ella en forma de un escalofrío. Por mi 183
columna, por mis costillas, diría que por mis huesos. Miré el cuchillo en la mano, miré la papa en la otra. Parecía que me alejaba de aquellas cosas, como si un tren me arrastrara por un túnel hacia atrás, cada vez más hacia atrás y sin embargo no cambiaba de tamaño. Comencé a sentirme sumamente extraño, como si de pronto dejara de existir. Como si todo comenzara a transformarse en un sueño, no lograba coordinar el sentido de lo que veía. Mis manos estaban endurecidamente aferradas a los objetos. Y entonces … entonces simplemente la oscuridad. Y abrí los ojos en la sala de aquel hospital en el momento en el que la enfermera gorda le decía a otra con un gesto de compasión: -
I.A.E… como el de la cama 21…
I.A.E… Intento de Auto Eliminación… el hombre como su propio asesino. Es difícil comprender semejante situación, es la más contranatural que puede acudir a la mente. El instinto de supervivencia es de hecho el instinto más fuerte del ser 184
humano, mas fuerte incluso que el instinto de la procreación. Cuando nos ponen un revolver en la cabeza, obedecemos sin chistar… porque no somos capaces de afrontar la muerte voluntariamente. ¿Cómo es posible que algunos de nosotros nos hayamos quitado la vida a nosotros mismos? No dejé de pensar en eso desde que regrese a la pieza. Y comencé a recordar a todas las personas que se habían suicidado que conocía… Contrario a lo que es de suponerse, en la mayoría de ellos no había un motivo aparente, lógico, visible o razonable. Eran personas normales, con una vida habitual, que en determinado momento se descerrajaban un tiro en la boca, o estrellaban su coche contra un muro, sin que nadie supiera exactamente él por qué… Contrario a lo que uno supone, son muy poco los casos donde queda alguna carta dando explicaciones. Me sentí estupefacto… yo había atentado contra mi propia vida, sin motivo alguno. Y ahora comprendía que no era el único. Lo 185
que es peor: ni siquiera podía recordarlo. Y comencé a preguntarme en cuantos de los casos de personas que se suicidan hay voluntad del suicida de terminar con su propia vida. Comencé a preguntarme si el suicidio no era una especie de fuerza súbita que se apoderaba al azar de las personas obligándolas a matarse a sí mismas. Desde el ciber café de la esquina comencé a investigar y encontré una serie de datos perturbadores: a- El 80% de las person personas as que intent intentan an suicidarse seriamente (es decir con métodos absolutamente letales) no recuerdan haber tenido un motivo para haberlo hecho. b- En el el 75% de los los casos casos no hay hay indic indicio io alguno previo de semejante decisión. Ni melancolía, ni tristeza, ni comentarios al respecto. En muchísimos casos son personas absolutamente felices, sin ninguna clase trauma que un buen día 186
desconciertan a su familia y al mundo apareciendo. c- Más de la mitad de los suicidas que sobreviven a su suicidio no recuerdan el momento en el que lo cometieron.
Pero esto no es lo más perturbador.. entre los que si lo recuerdan he encontrado declaraciones sobre las cuales es difícil encontrar un sentido. Están en todos los manuales de psiquiatría y sicología, aunque generalmente la gente lo ignora. Como el caso de una señora de 54 años en Vermont USA, que se había intentado electrocutar. Cuando despertó del coma en el hospital con los brazos calcinados por la fuerte descarga, revelo en las entrevistas a su psiquiatra lo siguiente: “No tenía ninguna razón para querer morir. Había sido abuela hace poco y amaba a mi pequeño nieto… estaba muy orgullosa de mi hijo. La hipoteca de mi casa estaba pagada, y no tenía penurias económicas más allá de las habituales. Aquel día miraba mi programa favorito de televisión cuando 187
repentinamente sentí una especie de mareo… es difícil describirlo. Sentí una especie de magnetismo meterse en mi cuerpo, el cual me obligaba levantarme de mi mecedora y caminar… luego sólo veía la realidad por momentos, por pedazos como si me quedara dormida intermitentemente… y cada vez que despertaba estaba haciendo algo que no comprendía y que no podía evitar… En uno de los despertares estaba con unos cables en la mano … en otro estaba pelándolos de su plástico. Finalmente abrí los ojos y sentí aquel horrible temblor… tenía aquellos alambres anudados a los dedos de mi mano. Con horror sentía aquella quemazón, aquel olor a carne chamuscada… y aquella sacudida…la instalación de la casa explotó poco después que perdiera el conocimiento. Me diagnosticaron como Intento de Autoeliminación pero puedo jurar ante Dios que yo jamás quise quitarme la vida. Considero mi vida sagrada… no se me hubiera ocurrido y menos en ese momento … 188
fue como si estuviera poseída por algo que no puedo explicar…”
Y no es el único comentario de tal tenor. Está el caso de Richard Franz, un inglés que apeló a su internación en un manicomio alegando que el jamás había intentado suicidarse. Alegó que alguien había intentado matarlo, y finalmente fue declarado esquizofrénico esto fue en 1983, pero lo más interesante es la última parte de su declaración: “….Y cuando recobré el sentido mi dedo estaba apretando el gatillo de aquella arma, la cual no tengo idea de cómo llegó a mi mano. Sentí la explosión en mi cráneo, sentí mis dos ojos salirse de las cuencas… y sentí que recién entonces era dueño de mi voluntad … que recién entonces recobraba el control de mi cuerpo… intente con mis manos tomar mis propios ojos y meterlos de nuevo en su lugar, pero estaban blandos, calientes… la cabeza me dolía, la sangre me recorría todo el cuerpo… perdí la vista aquella tarde, pero no la vida… pero estoy seguro de que yo no quise hacerlo. Jamás 189
tomé esa arma de mi desván, jamás fue mi plan dispararme con un arma, ¡no tenía razón para hacerlo!”
Y había cientos de casos iguales. La mayoría de los suicidios en los cuales las personas sobrevivía. En la mayoría de los IAE, el paciente no tenía antecedentes depresivos, no tenía deseos previos de quitarse la vida. Tenía los mismos deseos de vivir que usted que lee o yo que escribo este informe con la sensación de estar descubriendo una realidad terrible: Las personas que se suicidan han sido en realidad asesinadas. Y no me refiero a que fueran asesinadas por otras personas … sino a alguna especie de fuerza, algo que los invade y se apodera de ellos para que terminen con sus propias vidas. Parece fantástico, fantástico, ilógico, irracional… pero hable con familiares de personas que si se han quitado la vida. Intente averiguar si alguno conoce los motivos. Generalmente no los conocen… hoy están, saludan, sonríen, como usted o como 190
yo y mañana van cuelgan una soga del techo y se ahorcan. Es perturbador: Cuando llegué a estas conclusiones ya no pude dormir en paz. Sentía que dormía en la misma cama con un asesino, con mi propio cuerpo. Sentía que ese asesino ya había intentado eliminarme y que podía hacerlo de nuevo. ¿No es curioso? Ponemos cerraduras en nuestras puertas, ponemos rejas para protegernos… y como en una caricatura, nuestro enemigo queda encerrado con nosotros. Pero ¿quién es ese enemigo? Nosotros mismos, nuestro cuerpo. Pero ¿por qué?. Como me considero una víctima del fenómeno conocido como IAE, intenté encontrar una respuesta. Noté que a nivel de especie nos comportamos de la misma manera: cada uno de nosotros procura la supervivencia de la raza humana, procreándose y cuidando su vida. Pero en conjunto nos matamos a nosotros mismos. Es
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una realidad noticiero.
presente
en
cualquier
¿Por qué lo hacemos? Algunas extrañas y antiguas religiones ofrecen una explicación al fenómeno. Encontré por ejemplo en la red, este fragmento de uno de los códices de los indios Pele-Minláde de Centroamérica que dice textualmente: “Pacha Mama (La Tierra) respira. Volcanes son su nariz. Pacha Mama (la Tierra) está viva, (tan) viva como el hombre que la pisa. Pacha Mama cría al hombre (y a los) animales para alimentarse por eso pone (el deseo) de sepultarse en el hombre. Para alimentarse. Pero Pacha Mama también devora si quiere y a quién quiere, por eso (algunos) se matan con sus propias manos.”
Este antiquísimo códice nos habla del mismo fenómeno. Pero no es el único. En la segunda edición de “Historia de las Religiones Orientales” el historiador Walter Howard nos dice en la página 169: 192
“De alguna forma las antiguas creencias asiáticas daban por sentado que la tierra era un ser vivo que se alimentaba de las especies que poblaban su superficie cuando morían. Cuando la tierra (a la que llamaban Ziao) sentía especial apetito por una persona, mediante su fuerza (Tao) movía las manos de esa persona para que se quitara la vida. Eso explicaba los suicidios, que por otra parte son uno de los hechos más inexplicables en cada cultura”.
También me asombró el siguiente párrafo de “Introducción a la Depresión y sus Consecuencias Sociales” del psiquiatra francés Claude Guillot: “..Es un error suponer que todo suicida padeció previamente depresión. La depresión tampoco conduce generalmente al suicidio consumado como pudiera creerse comúnmente. De acuerdo a los testimonios de los sobrevivientes al suicidio que niegan recordar el 193
episodio como si jamás hubiera sucedido, así como de testimonios de sus familiares que niegan que haya existido un motivo visible, se puede suponer que el suicida posee una doble personalidad oculta que se apodera del dominio del cuerpo el tiempo suficiente como para destruirlo.”
No importa la cultura o la época: Todos coincidían en lo que yo ya había experimentado. Que el suicidio era un hecho provocado por una extraña fuerza que se apoderaba de los individuos sin aviso previo y usando sus propios cuerpos y medios los asesinaba. ¿Posesión demoniaca?, ¿Un alter ego oculto producto de un defecto genético?, ¿La fuerza de una deidad? Es imposible decirlo con certeza, pero yo lo viví. Y escribo este informe para que de alguna forma alguien pueda averiguar exactamente qué sucede. Porque las cifras son alarmantes. En países como Uruguay o Suiza el suicidio es la principal causa de muerte en personas de entre 20 y 30n años luego de los accidentes de tránsito. Son miles de personas muriendo, asesinadas por sí 194
mismas, contra su voluntad y sin tener idea de lo que ocurre. Como usted y como yo. Para ser exacto, una de cada 97 personas en occidente termina cometiendo suicido, de acuerdo a las estadísticas publicadas por el “Suicide Prevention Org ” con sede en Utah. Para poner un ejemplo este informe será leído tal vez por mil personas. Eso quiere decir que al menos 10 de ellas se suicidarán. Diez personas que están leyendo estas palabras se mataran a sí mismas, y de acuerdo con lo que se conoce, contra su voluntad. Se amarraran cables de acero al cuello y saltaran desde algún banco sintiendo como la yugular se tensa, para despertar sólo un segundo antes de morir. Se cortarán como yo las arterias, sintiendo la contracción de las mismas como un resorte tenso que se libera con un alicate. Beberán venenos, insecticidas, todo lo que nos rodea casi, pude ser utilizado por nosotros mismos para matarnos. Y casi una decena de personas, sin tener el menor deseo de ello, sin tener el menor síntoma previo, y sin poder evitarlo sentirán lo que yo y todos los que hemos sufrido el IAE hemos sentido: que una fuerza se apodera de sus carnes, 195
que los mueve y los lleva a hacer precisamente lo que más temen. Porque irónicamente eso es lo que muestra la realidad: que los suicidas generalmente son personas que temían a la muerte, de las cuales es imposible que se hayan entregado por voluntad propia a la misma. Esta realidad ha sido apreciada por las antiguas culturas y por la ciencia moderna. Pero se ha ahogado en multitud de mitos, y de falsos dogmas. Poco se ha hecho por entender el origen del suicidio. Poco por explicar que una persona que está tranquilamente leyendo un articulo como este, a la cual la idea de suicidarse le parece imposible y lejana, termina poco después por quitarse su propia vida de la manera más grotesca como si su cuerpo dejara de pertenecerle y fuera movido por una especie de entidad ajena que lo quisiera muerto. Escribir el presente informe ha sido una forma de poner en claro mis ideas. Pero el miedo sigue ahí. .. me temo a mí mismo. Intenté matarme una vez, vivo con un asesino que me acompaña las 24 horas. Como 196
usted, como muchos de los que leen este informe. Post Data del autor: autor: Esta extraña carta con una narrativa bastante buena fue encontrada en el bolsillo de un paciente del amigo que me la hizo llegar. El paciente en cuestión estaba tirado sobre una mesa de madera, tenía un soldador en la mano y una madeja de estaño. Se había dejado caer unas gotas de estaño en el oído, viejo método de suicidio utilizado en la edad media que provoca la perforación del cerebro y la muerte encefálica cuando el estaño se introduce dentro del cráneo disolviendo la carne. De este su segundo IAE no sobrevivió para continuar su informe.
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MANCOLÍ COS COS Si le cortas las dos manos a un mongólico se cura. Eso lo sabe cualquiera: como que si juntas los dos dedos mayores mirando fijamente a un perro que caga diciendo “ganchito, ganchito” se le tranca la mierda y deja de cagar, o que si tomas vino y comés sandía te morís con el estómago reventado. A lo mejor no figura en ningún libro de medicina. Pero es tal cual. El hijo de la Judith por ejemplo. Dicen que a ella se la cogía el propio hermano… en realidad nunca se supo bien, el marido trabajaba todo el día en la estiba y aunque cuesta creer que un tipo que carga bolsas de sesenta kilos todo el día tenga fuerzas en la noche como para largar un chorro de semen adentro de una concha ya conocida, el tipo insistió en que se parecía a él. -En lo mongólico…- decían a espaldas de él sus compañeros de trabajo, riéndose cuando sabían que no los podía oír. El asunto fue que el nene nació con la lengua colgando más allá de su labio y los ojos que parecían sacados de una de las 198
repúblicas ex soviéticas terminadas en “an”. -Tiene síndrome de Down señor… no es discapacitado es sólo diferente, ¿entiende? Sus capacidades limitadas lo hacen especial, sumamente especial y único. Podríamos decir que incluso superior al resto de los niños que nacen de acuerdo a los parámetros socialmente esperados. Debe estar orgullosa es una criatura tremendamente singular que ¡requiere mucho amor y dedicación! Es en verdad tener un hijo así un raro privilegio que si lo quiere enfocar por el aspecto religioso, Dios sólo concede a virtuosas personas armadas de una encomiable paciencia… La Judith lo entendó, ¿cómo no lo iba a entender? ¡Si hasta el Obdulio, un rústico estibador conocía el significado de aquel discurso! El guacho era tarado. Eso significaba vergüenza delante de la gente, eso significaba un besito de compromiso y confianza en la frente por parte de las tías, eso significaba más gasto de pañales, y escuela especial. Fuera hijo de él o no, Obdulio llegó a desear tanto que aquel varoncito que le 199
perpetuaba el apellido fuera normal, que un día lo hizo… armó un “accidente”. Enzo (así le habían puesto ya que Obdulio igual que su padre antes que él era adicto al fútbol tanto como a la ignorancia) ya había cumplido los once años y lo llevó al tallercito que tenía en el fondo de su casa a jugar un rato, lo sentó en una silla y le dijo que se quedara quieto. No fue necesario atarlo… el nene no entendía nada: solo intentaba contar la cantidad de clavos en la pared de madera con una sonrisa tonta. Cuando le puso la sierra circular a la altura de la muñeca izquierda saltaron astillas de algún hueso que debe haber por ahí, como si fuera virutas de una tabla pero blanca y Enzo gritó. Pero al sacar el bracito porque le dolía, la mano se quedó sobre la mesa, moviéndose un rato sola como una especie de araña grotesca. -Papá lo hace porque te quiere… Para la segunda mano tuvo que corretearlo un poco dentro del taller, además hay que ser rápido para el asunto. El niño se puede desangrar y más corría más sangre perdía. Pero los niños en esa condición no son muy ágiles. 200
Contra la esquina del taller en una pila de aserrín fue que lo agarró y como no hubo forma de llevarlo a la mesa de nuevo, ni siquiera diciéndole que le daba un caramelo de una, Obdulio cortó a la altura de la muñeca izquierda con la sierra de mano nomás y en aquel mismo rincón. No le fue fácil: el brazo de su hijo se movía constantemente, más que cualquier chapa de Darabol, y tuvo que darle un par de golpes en la cara para que se quedara quieto. No le gustaba pegarle… pero sentía que hacía lo correcto. Enzo casi no hablaba solo balbuceaba incoherencias sobre que se le escapaban los deditos para irse a jugar al patio. Pero esa idiotez perpetua se iba a terminar… Obdulio lo sabía. El tipo le ató un par de tablitas de parquet en cada muñón, apretándolas, y haciéndolos girar sobre una banda de caucho para que dejara de sangrar por los recién adquiridos muñones. Las manos dicen que todavía se movían cuando las recogió y las envolvió en un papel de astrosa para tirarlas: posiblemente los nervios que se le contraen. 201
También dicen que el perro las encontró en el tarro de la basura y se puso a comerlas en la calle… y que alguien llamó a la policía. Pero el asunto es que después de superada una fiebre que casi lo pasa “para el otro lado” por las tremendas infecciones que se agarró el niño mongólico comenzó a hablar normalmente, a razonar. Dicen que hasta se le redondearon los ojos y la cara perdió aquella especie de hinchazón que le hacía verse como un coreano obeso. La Judith le contó esto cuando lo visitó en la cárcel a su marido, y el tipo, a pesar de que se lo habían violado sin forro en la celda, a pesar de que le habían dado once años y a pesar de que decían que estaba loco, se puso contento: él quería lo mejor para su hijo. Además su mujer lo había perdonado por no haberla consultado antes. -Nunca más cojo con el Cacho sin usar condón…- pensó para sus adentros mientras volvía a casa, la Judith. El Cacho era su hermano. Será por eso que nunca tuvo otro hijo mongólico en su vida. Porque dejó de coger 202
con su hermano. Eso sí… Enzo quedó, claro está, manco de ambas manos. Pero no fue el único caso de “accidentes”. Muchos mancos de ambas manos fueron mongólicos en algún momento y callan su historia. Como Alberto el diariero por ejemplo. Es admirable como el tipo es capaz de acomodar periódicos, revistas, video casetes y DVDS porno de obsequio y álbumes de figuritas sin necesidad de emplear dedos. Es tan hábil con sus muñones que de hecho muchos dicen que se hace la paja usando un solo brazo, apoyando su miembro contra la pierna y frotándolo, mientras con el otro muñón, pasa las páginas de las “ANAL INTRUDER”. Es más, una vecina y clienta frecuente la Gladys, con la cual estuvo saliendo una vez en el hotel a solas miró la punta de aquellos muñones: carne, redondeada, calva, levemente endurecida en el extremo por el hueso… miró el grosor del brazo y se encendió de una pasión que ni ella comprendía: había visualizado en los dos brazos de Alberto dos enormes vergas capaz de penetrarla alternativamente. 203
-Méteme tu brazo Beto…- le pidió, y el diariero un poco asombrado al principio hundió uno de sus muñones en aquella vagina húmeda que oponiendo algo de resistencia al principio no tardó en tragárselo hasta el codo y orgasmear aquella extremidad incasablemente. Alberto había sido mongólico hasta los quince años, que fue cuando tuvo el “accidente”. Hay decenas de testigos de ello y sin lugar a dudas sobre su mongolicidad: tenía la cara hinchada, los ojos como amoratados, la lengua colgando como un péndulo tonto y flácido, era incapaz de hablar más de tres palabras seguidas que no despertaran la risa o lastima, o ambas cosas en quien lo escuchara. Y luego del “accidente” poco a poco se fue volviendo normal, un adolescente lindo y querible. Nadie sabe quién ocasiona el “accidente” con exactitud. Generalmente es el padre que un día toma la decisión, harto de ser aquella masa penosa de carne con forma de teletubbie incoloro, produciéndole un gasto detrás de otro, y una vergüenza delante de otra. 204
En el caso de Alberto los dos, padre y madre afirmaron que estaba jugando con el cordón de la vereda con unos cochecitos, cuando el padre al estacionar su moto sin querer le agarró las muñecas con la cadena de trasmisión y le destrozó las dos manos. En el hospital pocos creyeron la historia claro ya sabían que cuando un niño sufría amputación de ambas manos era porque alguien de su familia había decidido curarlo. Es más los propios enfermeros, que admiten más este tipo de cosas que los médicos, a veces emprolijanlos muñones con su bisturí para que de la mano no quede ni rastro. Porque al parecer si queda un pedazo de mano, puede que no de resultado. Eso le pasó a Héctor, el muchacho del almacén. Le faltaba completa la mano izquierda y de la derecha le faltan tres dedos. Dicen que el padre tenía una carnicería, y que sin querer le estaba explicando cómo funcionaba la picadora de carne, cuando Héctor metió las manos por curiosidad. Eso fue lo que le contó a la policía.
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Pero la realidad no era difícil de imaginar: fue un desastre. La maquina tironeó mal de la primera mano y se paró, arrancándole solo algunos dedos que salieron molidos por el extremo como si fueran pulpa especial, de la de diecinueve con noventa el kilo. Pero al subirle la potencia a la picadora y empujar demasiado al niño en el caso del segundo brazo, el eje del metal en forma de tirabuzón pegó el tirón mordiendo demasiada carne, el torniquete le enganchó la ropa y se lo comenzó a tragar sin pavor, como si fuera un animal fuera de control. Le comió el brazo hasta más allá del codo y el carnicero tuvo que cortar la llave general de la luz para que su propio hijo no terminara desapareciendo hasta el hombro en aquella máquina y saliendo por el otro extremo en forma de varios kilos de carne picada común, de la de cinco con noventa el cuarto kilo. En el hospital hicieron lo que pudieron… y le salvaron los tres dedos que le quedaban empapándolos de abundante alcohol rectificado que en este caso suele ser el mejor desinfectante, mientras apretaban con pinzas quirúrgicas las venas principales aquella carne viva que 206
se retorcía ante cada chorro del desinfectante. En estos casos no se aplicaba anestesia para no ocasionar el shock. -Ya no creo en esas cosas…- decía el carnicero antes de morir a los vecinos, cuando alguno se animaban a hablarle del tema. Porque Héctor nunca dejó de ser mongólico claro. Y es que le habían quedado algunos dedos… Hay pocos médicos que se han dedicado a investigar seriamente el tema y la mayoría han sido considerados locos o dementes, por afirmar que en el flujo de sangre y energía hacia las manos, que son la extremidad de mayor capacidad independiente en un ser humano, ocasiona en algunas personas genéticamente alterados el desarrollo del síndrome de Down, o lo que se conoce comúnmente como mongolismo y que la extirpación total de ambas manos revierte el proceso genético. Nadie sabe cómo empezó esta práctica ni como se descubrió sus beneficios. Algunos dicen que todo comenzó entre los antiguos árabes que poseían la costumbre de cortar las manos a los ladrones como castigo. 207
Al parecer debido a que los mongólicos antiguamente eran desechados en las mezquitas por sus padres y sus madres apedreadas hasta morir por putas, ya que se consideraba a estos hijos, debido a sus rasgos, fruto de una relación adultera con algún asiático. Como huérfanos a veces vagaban en las calles viviendo a duras penas de los desperdicios de los mercados. Muchas veces los ladrones de estos mercados, salvaban sus propias manos de sufrir el corte de cimitarra, que era la pena por robar, acusando a un mongólico de sus propias fechorías y este que no entendía lo que pasaba era condenado. Con el tiempo los árabes veían que aquel marginado, cuando sobrevivía al corte del metal sobre aquellos troncos secos que había en las plazas, iba cambiando sus rasgos. -Alá lo ha transformado en árabe y lo ha redimido…- solían decir, porque los rasgos que ellos creían chinos desaparecían. Así que la costumbre, la creencia no solo está bastante extendida sino que es de larga data. Por eso cuando el matrimonio Garza, oriundo de la zona rural, concurrió con su hijo adolescente a la sala de 208
urgencias diciendo que había caído delante de una trituradora, los paramédicos vieron un caso típico de “accidente provocado”. Típico en todo, menos en un aspecto: al niño de los Garza le faltaba también uno de los pies. Al parecer, no se trataba de un error durante el “accidente”. Joaquín Garza era gallego y algo exagerado para hacer las cosas. No cometía accidentes, solamente barbaridades. Le había dicho a su esposa: -Pero mujer, si le vamos a cortar las manos para que se le cure lo mongólico… ¡pues nada! Cortémosle también los pies y quien dice que se transforme en un genio… Cuando Sofía (así se llamaba su mujer) le convenció de que no lo hiciera, el pie del pequeño ya estaba tirado en un rincón del establo. Joaquín su padre había utilizado un hacha y el golpe había sido seco: el pequeño lloraba sin lograr parase, apoyando en el suelo aquella pierna sin pie y cayendo a cada intento de costado, como una especie de escarabajo que no logra levantarse y balbuceando las estupideces que dicen todos los mongólicos. Un niño mongólico sin sus dos manos y sin su pie, sí era una novedad para el equipo médico. Trataron las infecciones de 209
las heridas como de costumbre, notaron algunas huellas de quemaduras ya que como de costumbre también, durante el “accidente” los padres habían intentado cauterizar con fuego aplicado directamente a las extremidades recién cortadas el abundante sangrado para no tener que concurrir a un hospital. En estos casos se les retira el líquido a las ampollas con una jeringa especial que se clava en el musculo debajo de ellas, sujetando fuertemente al niño para que sus espasmos de dolor no la desvíen. Luego de los procedimientos y de las investigaciones de rutina, se limitaron a ver la evolución. Y el caso fue sorprendente. Ulpi (así se llamaba aquel niño) estuvo mucho tiempo internado. Muchos enfermeros decían que el padre iba a salir de la cárcel antes que el niño del hospital, en son de broma cuando Ulpi no los oía. Y algunos notaron que su cuerpo estaba cambiando, algo estaba cambiando en la criatura. Como si el proceso se hubiera acelerado. La lengua ya no asomaba por la comisura de los labios, la mirada era fija, la fofa piel había comenzado a ponerse firme. Era la primera vez que “aquello” sucedía ante 210
la vista prácticamente de los médicos y no había explicación posible, por mucho que todos hubieran escuchado que esas cosas ocurrían. Pero con el paso de los meses la piel del niño comenzó a adquirir un tono verdoso, lo cual hizo creer a los doctores una infección masiva y prolongaron la internación. Dicen que un día, cierto médico de renombre concurrió a aquella sala (conocida como “la del niño verde” ya por el personal del hospital) para ver a la criatura que había revertido su síndrome de Down, para ver el caso con sus propios ojos. Luego de ser examinado detenidamente, aquel niño que había permanecido serio y contemplativo, cuando el profesional ya se retiraba, le dijo: -Puto… El médico se dio la vuelta, sorprendido. -No deberías usar esas palabras Ulpi… no se dice palabrotas… Sin inmutase el niño respondió:
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-No son palabrotas. Vos sos puto, pero tu mujer no lo sabe. Casi todos los internos y los practicantes presentes se rieron y por alguna razón aquel renombrado doctor se puso rojo como un tomate. Y la cosa no quedó ahí. Dicen que al poco tiempo mientras una enfermera le cambiaba el suero, el niño verde la miró fijamente y le dijo: -Asesina… -No, no… esto no te va a doler chiquitito, es solo una aguja que te da de comer y… -No, no lo digo por la aguja del suero, lo digo porque vos mataste muchos niños en la sala de partos, pero tus jefes no lo saben… La frase fue escuchada por el médico de guardia que también vio la cara asustada de la enfermera… y aunque era solo la frase incoherente de un niño con tres extremidades amputadas que había sido mongólico, se hizo una investigación. Aquella enfermera terminó presa, bueno… toda la ciudad lo supo, fue el caso de la “Virgen de la Muerte” la enfermera que mataba niños de la sala de maternidad 212
metiéndoles un rosario dentro de la boca hasta que se ahogaban en su vómito. Los rumores corren rápido en las ciudades chicas, de tamaño y abundantes de personas, así que pronto enfermeros, enfermeras, asistentes, y hasta parientes de otros internados concurrían a la sala seis ciento diecisiete del hospital de Clínicas a hacerle preguntas al niño verde. “Tu hermano te está robando, pero vos, no te diste cuenta”, “Tu esposa se la chupa a tu vecino pero vos no lo crees”, “Tu hija te roba plata para comprar drogas, pero nunca la viste”, se transformaron en frases corrientes de aquel niño ante todo el que visitaba aquel lugar. El niño de apenas doce años hablaba como un adulto, con firmeza y convicción mirando fijamente a los ojos del que lo interrogaba señalándole con uno de sus muñones. “Cuando se estableció que el color verdoso de la piel era un problema de pigmentación desconocido y que por otra parte no había razón para no darle el alta, muchos del personal del hospital no quería dejarlo ir… 213
El niño tenía ambos padres presos, por las heridas que le habían producido e iba a terminar en un hogar de amparo del instituto del menor. No era posible la adopción si los padres estaban aún vivos la ley era bien restricta al respecto. Y Denis estaba preocupado. Denis era un enfermero homosexual. No tenía pareja estable ni nada, ni sueños de maternidad, ni vocación de derechos de adopción para los gais. Simplemente amaba aquel niño. Aquel niño que parecía volverse más perceptivo cada día, aquel niño verde sin las dos manos y sin un pie. -Yo también te amo Denis, pero además te deseo…Le dijo Ulpi un día que Denis había entrado a lavarle el ano y se había entretenido demás con aquel orificio. Era demasiado especial para permanecer internado indefinidamente… y era injusto que no tuviera ahora que ya no era mongólico, un hogar. Ahora era más que un niño cualquiera, lo de “Capacidades especiales” era verdadero, no un discursito médico hipócrita. Denis lo sabía y quería rescatarlo de la vorágine de personas que venía cada día a 214
molestarlo con sus preguntas tontas… se comentaba que había religiones que hablaban de Mesías y otras de anticristos con respecto al “niño verde”. Pero Denis no podía adoptarlo. No podía. -No se puede adoptar a un niño si los padres viven, pero mis padres ahora están muertos… Se lo dijo cuando estaban a solas, las salas de hospital son muy cómplices. Era ese momento de la madrugada en que ya no quedaban ni curiosos ni visitas ni otra cosa más que velar por el suero que seguía alimentando aquel bracito sin mano. El enfermero marica se sobresaltó. -¿Podés ver eso Ulpi? ¿Podés ver que tus papás murieron? El niño verde sonrió y desde la sombra de su rostro, los ojos le brillaron. -No… no verlo… Puedo hacerlo… Se habló todo el resto de la semana del asesinato de los padres de aquel niño, en los corredores y pasillos del hospital. A la madre, un grupo de milicas la había sacado a rastras de la celda donde estaba 215
en la cárcel de mujeres y le habían cortado los senos con una navaja de afeitar. -Dicen que después se pusieron a jugar a las cartas en el vientre de ella atada, usando las yagas sangrantes donde estaban sus tetas como ceniceros… ahí apagaron todos sus puchos durante la noche… En cuanto al padre apareció en el baño de la cárcel de hombres, con el tubo de un extinguidor metido en el culo, como una especie de consolador grotesco. Se lo habían metido a presión y lo habían abierto: Los intestinos le habían estallado por dentro con la fuerza del gas. -Imagínate, si un simple retorcijón duele, lo que debe haber sentido ese hijo de puta al que se le hincharon los dos intestinos a la vez hasta reventarle dentro del cuerpo… De estas cosas hablaban los enfermeros, y parecían mujeres chismosas. Pero Denis como siempre pensaba que tal vez, Ulpi estaría triste con la muerte de sus padres, por eso, por la madrugada se lo iba a preguntar: le iba a preguntar cómo se sentía. Pero el niño no le dio tiempo: 216
-Quiero que me saqués de aquí Denis, pero que me adoptes… El maricón se mordió el labio inferior. Su cara estuvo seguramente lo más cerca de parecerse a la de una mujer en su vida. -Ay bebé… pero no era solo porque tus papás vivían que no te podía adoptar… es porque soy gay y no me van a dar tu tenencia… El niño sin pie sonrió. Lo señaló con uno de sus muñones y le dijo: -Quiero que me adoptes, pero no legalmente… Y Denis comprendió. Debía sacarlo de allí. Debía irse con él y darle paz y amor… ¿Y por qué no? Algo de sexo. Que el guacho no tuviera ni manos, ni un pie, no quería decir que no tuviera una buena pija en crecimiento y un buen culo. Sobre todo ahora que no era mongólico. Denis sonrió. Arrancó la aguja del suero y lo cargó como cuando lo iba a bañar. Y salió por la puerta de la sala seis ciento seis. Se habló mucho de los errores de seguridad del hospital, de que era 217
imposible que nadie hubiera visto a aquel maricón salir cargando a aquel bulto en sus brazos. Los guardias del hospital afirmaban que se habían quedado dormidos de una forma que no era normal… lo cual nadie les creyó. Es decir no les creían que eso no fuera normal en un guardia. Se habló mucho también de donde podría estar oculto Ulpi y el maricón que lo adoptó como hijo y amante, porque en realidad nadie los volvió a ver y la gente más joven suele creer que es solo un cuento, una leyenda de hospital. Algo que puede ser, pero no se sabe. Igual a la afirmación de que si a un mongólico se le cortan las dos manos se vuelve normal. Aunque con el tiempo ese proceso terminó teniendo una variedad… El que le cortaba las manos a un mongólico para volverlo normal, terminaba muriendo en forma extraña. En la cárcel, o si el “accidente” estaba bien hecho y no había sido juzgado, en su casa o en la calle… alguien lo terminaba matando. Por eso, a fuerza de miedo los padres comenzaron a optar por no cortarles las manos a sus hijos mongólicos para volverlos normales. Hay demasiados rumores 218
sobre lo que les pasa a los que hacen eso. Y muchos aún dudan incluso de que realmente se vuelvan normales. De ahí la costumbre de cortarles la cabeza a la altura del cuello como alternativa. Porque cualquiera sabe que cuando a un mongólico se le corta la cabeza, se vuelve un muerto y sobre eso ningún escéptico tiene dudas. Es más difícil encontrar al autor de una decapitación que de un “accidente” donde el mutilado sobrevive. No es raro encontrar flotando en los arroyos que cruzan la ciudad esos pequeños cuerpos decapitados, o sus cabezas mongoloides, amorfas, de mirada perdida y lengua colgante. Es una opción más plausible y menos arriesgada. En fin. La gente se ha vuelto más racional…
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REDUCCIÓN DE COSTOS Óigame bien: pelié tres guerras ya. La de Camboya, la de Uganda y la de Haití… ¿Y no tengo derecho a jubilarme acaso? Claro que si… ¡Me retiro! Eso fue lo que pensé cuando agarré aquel mazo de billetes rosas, porque los verdes ya nadie se animaba ni a mirarlos. Pero no se me ocurría irme a una casa de campo, hecha de madera de pino barato, con una caña de pescar a cazar caprichos con la M1 que el ejército me dejó de recuerdo. No. Siempre tuve claro lo que iba a ser con mi retiro. ¿La Cabaña? Puede ser. ¿Un lugar desolado? También. Pero, ¿Para qué mierda sirve un buen paisaje si uno no está bien acompañado? Y bien acompañado para mí, no es fácil. Lo que para mí es vicio, para el resto es delito. Bien acompañado para mí, es encerrarme en una pieza con una nena cuya edad no tenga más de un dígito, o cuyos dígitos no sumen más de 2. ¿Me entiende? El vicio lo descubrí de chiquitito nomás, jugando a los doctores con mis primitas cuando todos teníamos cinco años. 220
“¿Dónde te duele Fabricio? ¿Dónde te toco para que te calmes?” me decía mi prima Aurora. Y a mí siempre me dolía el mismo lugar… ¿Adivinó? Entre las piernas. Y me tocaba y no se me calmaba… y me tocaba más… y tenía algo raro ahí, y me frotaban… y me frotaban. Hasta que venía la cosquillita. Esos son juegos de niños, no era nada demasiado anormal, mucho menos ilegal. El problema es que crecí y mis gustos no cambiaron. Yo cambie de edad, mis amantes no. Me moví dentro del círculo familiar, primero mis sobrinas. Luego mis hijas cuando las tuve, y terminé con hijastras luego después del segundo divorcio cuando solo las mujeres con hijos aceptaban vivir conmigo. Nunca me descubrieron. Las niñas a veces son más discretas de lo que parecen. Aún cuando les duele y les sangra, terminan por decir que se sienten mal, e irse a dormir. A lo mejor es por miedo… bueno, está bien. Lo admito, a veces sellaba aquel secreto con algunos golpes en la cabeza: “¡Tump, tump!”, mientras les decía “de esto ni una palabra a tu madre, ¿Entiendes cabeza tonta?”. Y si… el ejército me dio un carácter 221
algo recio. Pero yo ¡Amo a mi patria!... me fui del tema. Mi asunto es que me anoté en cuanta guerra había por dos razones. La primera es que descubrí que lo bueno de la guerra es que las leyes dejan de existir: al menos las leyes escritas. Y donde no hay ley escrita, se impone la soberanía del deseo. En una guerra, claro está, rige la ley de la bala. En una aldea Camboyana, y por tanto nadie me preguntaba donde metía el pito, ni me juzgaban por ello. Así fuera adentro del culo sangrante de una aldeana a la que aún no le crecieran las tetas… Y luego vino Uganda. Eran negras… lo admito. Pero de todas formas lo disfruté. Salvo la vez le volé la cabeza al padre aquella… ¿Cómo se llamaba? ¿“Bubu” “Bumbabimba”? Quien sabe… los africanos tienen nombres raros. En fin. Le volé la cabeza porque entró en la choza antes de tiempo. ¿Quién le manda meterse en la vida privada de su hija? Tuve que matarlo delante de ella. El tiempo era un desconsiderado… Cuando le metí el cañón de la M16 en la vagina, ya dilatada por mi verga, a la 222
nena, lloraba… Y yo sé que era por culpa del padre, no por mis disparos. Al contrario mis disparos la calmaron. Lo admito… cuando le salieron balas por la parte superior de la cabeza, tapizando la pared de la choza de sus sesitos tiernos, la nena se calmó. ¡Tenía el paraíso dibujado en el rostro por la mano de un ángel! Ella se calmó, si. Pero yo no, ¡Claro que lo admito también! ¡Me anoté en otra guerra cuando terminó esa! Haití necesitaba que pusiéramos en orden su población… y allí… bueno, más negras. No tuve que matar a nadie. Los haitianos son discretos por naturaleza. Y seguí acumulando un jugoso retiro. ¿Y todo para qué? Porque cuando aquellas guerras terminaran, tendría que volver a hacerlo con mis propios familiares… y mis hijas y sobrinas ya estarían demasiado crecidas. No tenia paciencia como para esperar el ser abuelo, lo admito. La opción eran las niñas de la calle… pero usted sabe. La floreciente industria del “Shuff Kiddy porn” no había dejado casi ninguna suelta, como decía el dicho “ayuda 223
a las niñas de la calle… mátalas y ríe, viólalas y goza, fílmalas y cobra”. Yo vi un par de esas películas, lo admito. Nada del otro mundo. Un tipo de enorme verga lastimando a una chiquilla asustada, o a un bebé luego de quitarle los pañales. Los llantos… lo de siempre. Sé que algunas eran falsas, eran una estafa de estos desconsiderados pues se notaba que no las mataban realmente. Digo, una herida en el pecho no es mortal para un niño. Yo estuve en la guerra y lo sé. Aunque no soy un niño, claro. Pero ella sí. Pero no abundaban en las calles por culpa de los cazadores de películas. Y además el riesgo de caer preso era muy grande, y no había peleado en tres guerras para terminar dentro de una sucia celda llena de ratas grises prestándole el culo a un preso viejo. Para mí que los policías veían esas películas que requisaban y les entraba como envidia, por eso dicen que le metían gas paralizante dentro del agujerito ese de mear a los que agarraban y… bueno, ya me fui del tema. Pudiendo hacer las cosas legal, se hace legal. En la guerra no hay nada ilegal: ni 224
siquiera las balas que usábamos… ¿Le conté que le metíamos una gota de mercurio en la punta? ¿Cómo que para qué? Eso envenena la sangre… mire el cuerpo queda tan verde, que aún tratándose de un Ugandés se le nota lo verde. Pero ahora no me cambie usted de tema… yo a lo que iba era a mi retiro. Tenía plata y tenía un vicio. Y cuando se tiene plata y un vicio se cumple el vicio y se gasta la plata. Eso es una regla científica. Y si se puede hacer legal mejor. Allí me enteré de LEGAL PRETEEN S.A., como todo el mundo supongo… mediante su página en Internet. Yo me hice un par de pajas mirando aquellas nenas, pensé que era una página de pornografía infantil más, lo único que me llamó la atención era que no hubiera violencia… digo… ¿No había scat, sadomasoquismo? ¿A nadie se le daba al ver esas caritas rubias por cagarles encima para ver como la mierda se mezclaba con las lágrimas? ¿A nadie se le daba por mearle adentro de la boca a un bebé cuando abría la boquita para pedir comida? O eran muy sanos, o eran realmente diferentes… bueno. Sanos no eran, era una empresa rusa, no podía ser sana. Yo conocí varios rusos 225
¿sabe? Tienen la crueldad de un asiático y la frialdad de un europeo, mezclada con la perversión de un latino, realmente son un caso aparte. Por contactarme no perdía nada, de ruso no se mucho, pero el teléfono se entendía clarito. Llamé y me atendieron en ingles primero y en español después cuando pedí un representante en mi idioma. Resulta que el servicio que le ofrecía era conseguirle una “preteen”, es decir como a mí me gustan, de un digito, a cambio de una módica suma. -Claro… lo mismo que en una esquina de Acapulco, por cien dólares me consiguen cuatro…- le respondí yo al encargado de ventas. -Sí, pero nosotros se lo damos garantizada contra juventud. Nunca crecerá, créanos… y además: son legales-. Dijo una voz en perfecto español. -¿Legales? ¿Cómo legales? La voz rió: -Le enviamos una niña en edad legal… igual a la de nuestras páginas… Biológicamente son niñas, lucen como niñas, pero son mujeres adultas. Han sido quirúrgicamente modificadas. Mujeres 226
adultas adquiridas de campos de concentración, rediseñadas por la vía del bisturí. Pensé que eran los japoneses los que inventaban todo. Pero al parecer los rusos no se quedaban atrás… me pasaron un Fax con los precios: habían de cinco años en adelante y hasta once. Garantizaban que luciría de la misma edad al menos por tres años, y las tarifas eran elevadas claro, pero valían la pena si era cierto lo que ofrecían. Me encargué una de diez para probar, que estaban dentro de las más económicos y la pagué contra rembolso. Simplemente apareció un tipo de negro en la puerta de mi casa, con la niña del brazo, y me la entregó junto a una cedula de identidad que decía claramente que tenía dieciocho años cumplidos. -Está en la edad legal, recuerde… es su derecho si quiere incluso hacérsela chupar públicamente sin que le den otra pena que no sea atentado violento al pudor. Se veía como una niña, actuaba como una niña. ¡No lo podía creer! De hecho no podía creer que tuviera dieciocho años, ¡lo admito! Y comencé a hacerle preguntas: 227
-¿Cómo te llamas? -Carol… -¿Cómo hicieron para que te veas así, tan niña? -No entiendo señor… ¿Quieres? Seguro que le habían dado clases de teatro también, o le habían quemado áreas específicas del cerebro para que luciera más tonta e ingenua. Era un producto fabuloso… la primera noche me conformé con sexo oral… y aquella pequeña vagina sabia a orina y no a flujo. Es decir, era una autentica vagina de niña. Seguro que le habían extirpado los ovarios, y algunas glándulas. Cuando probé con el sexo anal, el intestino se desgarró y tuve que hospitalizarla… prueba adicional de que era una niña. Seguro que le habían estreñido el intestino químicamente. Me asusté, usté sabe… los médicos llamaron a los del Instituto del Menor, ya me habían comenzado a mirar feo, un par de ellos me llamó hijo de puta… en fin… cuando llegaron los del Instituto del Menor les mostré la documentación: 228
-¡No es mi hija! ¿Cómo se le ocurre? Es mi pareja adquirida… tiene dieciocho años cumplidos, solo que ha sido genéticamente modificada… aquí tienen… Miraron medio asombrados primero, pero justo apareció una enfermera a confirmarles: -Analizamos una célula y tiene estrógeno en cantidades que corresponden a una chica adulta no a una niña… el caballero no miente. A partir de allí todos se disculparon, y me convidaron a un café en el hospital, haciéndome bromas sobre cómo le había dejado el culo a mi novia… admito que los nervios se me habían pasado. La cuestión es que me la llevé a mi casa, me dijeron que por un tiempo le perdonara el recto, y me dieron una crema especial con novocaína… ¡ah! Y un caramelo de uva. Ya me fui dando cuenta que lo mejor era hacer cómo el abuelo de Heidi… irse a una cabaña a solas con la niñita. Y eso fue lo que hice… a disfrutarla. Después fue que se complicó todo. La verdad es que los primeros meses fueron intensos. Desfoqué toda mí calentura en aquel cuerpito pequeño de Carol, pero más apagaba mi 229
calentura, ella mas adulta se veía… la vagina se le dilató, el ano también… perdió algunos dientes, y hasta la cara de asco que ponía cuando la eyaculaba encima. Vi que tres años con la misma niña morena aburren a cualquier militar retirado, o tres años conmigo envejecen a cualquier niña… pero cómo me había costado una fortuna decidí aprovecharla al máximo y la puse a hacer tareas en la cabaña mientras visitaba nuevamente la página de LEGALPRETEENS S.A. para seleccionar otra… esta vez pensé en una de algo más de cinco años. Podía pagarla, lo admito. Al de la compañía le costó encontrar la casa. Pero la encontró y allí apareció con aquella pequeñita de gorrito de lana azul, con pompón blanco, y mirada ausente. -No me dirá que esta nena tiene dieciocho años… Cómo toda respuesta me entregó una identificación donde constaba la fecha de nacimiento dieciocho años antes. Esas falsas niñas costaban una fortuna, pero admito que los cirujanos que las operaban debían ser unos genios. Esta era pelirroja, y comencé por orinarle encima luego de desvestirla. Era 230
mi territorio y había que marcarlo… Es instinto animal, ¿No? Se puso a llorar como yo ya había comprobado que hacían las niñas convencionales, así que puse la misma cara de satisfacción de un gourmet que es sorprendido por un nuevo plato de su chef favorito. Y esa noche me las llevé a las dos a la cama: a la pelirroja de cinco y a la negra de diez. ¿Pero adivine qué? Exacto… la de cinco al tiempo perdió parte de su encanto. A decir verdad en proporción por el uso, su vagina comenzó a verse casi del tamaño de su cabeza: hablé del tema con la compañía y me dijo el representante que hablaba español: -Garantizamos que lucirá la edad pactada por tres años… pero las dilataciones y lesiones por el uso normal de la PRETEEN LEGAL no son responsabilidad nuestra… Todo dicho. Me enfadé, créame. Ya ninguna de las dos me excitaba con el tiempo. Me pasaba golpeándolas. La más chica un día estaba metiendo un leño en la hoguera, y se me dio por tirarle un tronco en la cabeza. El golpe seco la desmayó y cayó encima de las llamas. Cuando la saqué estaba 231
media desfigurada: parte de la nariz se había quemado, y de las cejas y el pelo sólo le quedaba un recuerdo. Pedí que me la cambiaran, quise aprovecharme de la compañía: lo admito. -Señor garantizamos contra el uso… no contra el abuso… pero si quiere le enviamos una nueva… ya sabe el dicho: no hay dos, sin tres… pero deberá pagarla. Y si… buena táctica comercial. Encargué una asiática simulación de ocho. Y allá apareció. El mismo ciclo de siempre, y mi dinero que iba desapareciendo en este vicio. Pero cada vez que llegaba una nueva sentía que valía la pena… y llegué a tener cinco, cuando comenzaron a cumplirse los tres años desde la adquisición de la primera. Se veía igual que el primer día de llegada: solo estaba aventajada sexualmente. Pero comenzó a quejarse de dolores… y dolores… y dolores… ¡Detesto una niña quejándose y más si es negra! Cuando venía cargando el pesado balde de agua desde el pozo, y lo dejó caer, no me resistí al deseo de patearla… una vez… paf dos veces… paf… en el estomago… paf… 232
comenzó a pedir perdón y a perder sangre por la boca, no sé que le salió primero, lo admito: si el perdón o la sangre. Pero cuando la desvestí para aprovechar la erección que me había ocasionado la golpiza que le di, noté con horror que algo se asomaba de su rodilla para afuera, algo blanco, horrible… ¡era un hueso! Con razón no paraba de llorar… llamé al hospital, me había costado demasiado dinero como para que se me muriera. El doctor que llegó a examinar a Carol fue tajante: -La niña tiene un crecimiento anormal de los huesos… se le comienzan a salir de la carne primero y de la piel pi el después… -Pero doctor, es que no es una niña… -No me dirá que es un niño acaso… ¡Qué increíble! No sabía que la edad legal para la transexualidad había bajado tanto… como sea mire, dele un poco de morfina si la puede pagar ya que se hará adicta, y llévela a un traumatólogo. No le dije la verdad al médico me la guardé. El creyó que era una niña… ¡con razón los rusos daban garantías por tres años! Les hacían cirugías que les daban 233
apariencias de niñas, cortando los huesos y la carne… pero al tercer año el crecimiento de los huesos las desfiguraba. Admito que me pareció excitante. Cuando quedé a solas con Carol llamé a sus dos hermanas, quería ser observado, lo admito. Y moviéndole el fémur que se asomaba hacia un lado intenté penetrarla que se yo por donde… ¿Por el espacio entre el hueso y la cuenca del muslo? Yo de anatomía no sé nada… pero se ve que de dolor sí, porque no paró de gritar ni aún después que terminé. Y ahí fue que me habló: -Por favor, por tres años me porté como una niña contigo… ahora los huesos me crecen… devuélvame a la agencia… así ellos me… ¡así dejo de sufrir por favor! No parecía la voz de Carol. La pelirroja la miró como regañándola y le dijo: -Carol, sabes que de esas cosas no podemos hablar… -Si… pero no sabes que dolor que se siente que se te salga un hueso para afuera y que te penetren por un costado del fémur el muslo de la pierna…
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Yo me quedé atónito. Fue como si se transfiguraran. Habían hablado como adultas. Las golpié a todas pues habían arruinado la fantasía… en cuanto a Carol la até en el sótano y solo le tiraba comida de vez en cuando: si le caía cerca, le caía cerca… sino que se jodiera. En cuanto a beber, a veces orinaba por una rendija en el suelo de madera que le caía exactamente encima. Para su cumpleaños pensaba tirarle un vaso de soda, lo admito… pero el caso es que los gritos desde el sótano iban inundando toda la casa y las otras dos pequeñas adquirieron un gesto de miedo a medida que veían acercarse su tercer año. Y yo no veía la hora… ¡me excitaba tanto pensar que aquella pequeña ahí abajo estaba siendo penetrada de adentro hacia afuera por sus propios huesos en crecimiento! Admito que me masturbaba durante horas, tirado en la alfombra escuchando como las tablas del suelo vibraban contra mis nalgas, sacudidas por los gritos de Carol que siempre se referían a una parte de su cuerpo. 235
Por ejemplo:”Mi codooooo” gritaba un día… y yo eyaculaba al son de aquella letra ooooo. “Mis tobilloooooos”. Y yo… oooooo…. “Mi cuellooooo”… … Y después del día que gritó “Mi cuello” no gritó más nada. Decidí bajar y allí, tirada entre la mierda y las meadas de su propio culo y su propia vagina descansaba su cuerpo en un mar de restos de comida. La espina dorsal salía por su nuca, como una daga que la hubiera apuñalado desde sus entrañas. Las otras dos chiquillas se asomaron horrorizadas. Yo las miré indiferente, ya se sabe… les dije sintiéndome defraudado por su actitud anterior a aquel producto compañero de ellas: -No son niñas, ¿Cierto? Así que ni se les ocurra llorar… Pero lloraron. Ellas dos y todas las que fui encargando… al cumplir los tres años de servicio sus huesos comenzaban a crecer y salirse de sus cuerpos, e iban a parar a aquel sótano que se había transformado en depósito de huesos, de carne y de carroña plagada de larvas de las cuales ignoro todo… salvo el hecho de que se veían gordas y blanquesinas. Jamás se me ocurrió 236
reclamar a la empresa rusa por ese defecto de fábrica. Después de todo, pasada la emoción inicial de tener una niña para mí solo legalmente, la perspectiva de aquel sótano y aquellos gritos era lo únicamente me excitaba, lo admito. Hasta que llegó Josefina. Esa era un modelo siete años, y era rubia, con mucho aspecto de rubia. Piel rojiza como un tomate pálido. Era la última… no me quedaba más dinero. Y sería la última por tanto en descender a aquel sótano. Delante de ella sólo quedaban cuatro chicas que fueron llegando alternativamente a su tercer año de adquisición… y cuyos huesos fueron viendo la luz. Cristina, Ofra, Neri, Natasha, Katy… por fin me quedé a solas con Josefina en aquella casa. Todos sus orificios habían sido salvajemente desvirgados. Estaba sobre exigida por el trabajo… y yo la contemplaba día a día fregar los pisos, lavar mi losa, preparar mi Martini… aguardando pacientemente y mirando en el calendario a que se cumplieran los tres años de su adquisición. 237
Y se cumplieron… y no evidenció ningún dolor. Y pasó un mes… y nada… Y entiéndame… los vicios grandes son muy adictivos. Mis oídos sentían mi nueva necesidad tan profundamente como mis pulmones el aire. Comencé a golpearla más fuerte para ver si molestando aquellos huesos, se decidían por fin a crecer y a salirse de aquel cuerpo de mujer adulta quirúrgicamente modificado. La comencé a despreciar… no me satisfacía. -¿Por qué carajo vos no?- le grité una mañana. -¿Yo no qué señor?- me respondió con gesto inocente mordiendo su dedo. -No te hagas la estúpida conmigo… sos una mujer grande. A pesar de tu aspecto… -Pero… no entiendo… ¿Qué hice mal? -Ya sabés… todavía no… todavía no… -¿Todavía no qué señor? -Tus huesos -Mis huesos están bien…- me dijo pícaramente. Y continuó limpiando. Y yo me sentí completamente derrotado y frustrado. Tenía 238
que llamar a la compañía… ¿Pero qué les iba a reclamar? No había reclamado sobre los productos defectuosos, ¿Cómo mierda iba a reclamar justamente por el que había cumplido su garantía? La sed de que sus huesos comenzaran a crecer rasgando sus músculos, el hambre de tirarla con los cadáveres de los otros productos en el sótano, atada, a escuchar un dolor mientras desde el piso de arriba me masturbaba… se fue haciendo intensa… más intensa… tres meses… -Mis huesos están bien señor… Intensa como una fiebre incapaz de ser apagada por otro medio… cuatro meses… -Mis huesos están bien señor… No lo soporté más, lo admito. Aquella mañana la tomé y la tiré encima de la mesa. La golpié para que se desmayara brevemente y até sus extremidades a cada pata de madera. Luego busqué en mi taller aquellas prensas, aquellos extensores… eran una herramienta sencilla: poseen dos tornillos que se atornillan a una madera y un mecanismo de rosca que los aleja. Se usa para enderezar madera húmeda por ejemplo. Yo lo probé primero en los huesos 239
de la pierna de Josefina… lo admito. Sin que pudiera moverse hice un tajo severo en aquel muslo, que me desvelara la blancura oculta de su hueso… y allí atornillé… y atornillé… comenzaba a gritar… por dolor de hueso… era casi lo que buscaba, pero no. Había que seccionar el hueso en sí, antes de separarlo. ¿No es fácil cortar un hueso sin sacarlo totalmente de su pierna, sabe? Pero lo logré. A veces el deseo incentiva toda capacidad. Y una vez que cada tornillo estaba fijo en un sector de aquel hueso, y entre ellos un corte separaba el hueso en dos, comencé a dar vueltas a la manivela para que el hueso se estirara… -Así, así estírate… estírate… Y los gritos comenzaron a parecerse a aquellos que yo tan bien conocía. Recién entonces, con una tremenda erección la desató, la tomé y la arrojé al sótano por la escalera de un empujón, con el firme propósito de estirarle aquel hueso y los demás un poco cada día. Comencé a masturbarme como de costumbre, sobre la alfombra. Mi semen agregó arabescos al diseño… mi pequeña Josefina… era deliciosa, su 240
desesperación… gritaba: “Mis huesos están bien… están bien…” La disfruté demasiado y cada día estiré un poco cada hueso hasta que logrando salirse de su húmero, me dedicaba a otro, la espina dorsal debía ser lo único… pero no soportó los tornillos. Quedó paralítica cuando quise atornillarle el expansor allí. Eso me pareció de mal gusto. Pero en parte como no tenía dinero quería una excusa para conseguir otro producto gratis… ya que comprendía que estaba demasiado adicto a esta práctica. Llamé a la compañía: -Mi LEGAL PRETEEN quedó paralítica porque su hueso de la columna creció… -Bien señor… como dice la garantía se la reemplazaremos. ¿Cuál fue? -Josefina. -Josefina… veamos… ehhh… pero si hace tres años y cinco meses que la tiene… la garantía está vencida… -Pero… pero… el contrato dice claramente que… -… que la garantía es por tres años… y si su aspecto cambió recién ahora no podemos hacer nada. 241
Se hizo una pausa, me sentí estafado. El tipo siguió: -Pero dudo que tenga quejas sobre el último modelo que le enviamos… verá, previamente usábamos ejemplares obtenidos de los campos de concentración en Irak, Chechenia, Somalia… pero en los nuevos modelos, para evitar desfiguraciones de la carne hemos optado por utilizar exclusivamente voluntarias… No entendía ni jota. No me importaba el origen… si habían mejorado el modelo entonces yo quería uno de los modelos anteriores con crecimiento de huesos. -¿Y qué mujer se sometería voluntariamente a ser quirúrgicamente transformada en niña y vendida? El representante que hablaba español, rió sarcásticamente. -Una mujer a la que ya no le importa su vida y quiera dejarle algo de dinero a sus familiares… Una mujer que por naturaleza sea del tamaño de una niña, las cirugías para variar el tamaño de una mujer a niña son complejas y caras como comprenderá. Por eso ahora usamos exclusivamente enanas señor… esperamos que esté satisfecho con 242
el resultado… Logramos un producto más estable… y más económico. ¿Satisfecho? No lo estaba… en absoluto. ¿Así que todo se trató de una cuestión de costos, una jodida cuestión de costos? Tenía una jodida enana en mi sótano… paralítica y sin posibilidad de sentir más dolor. Y tenía un vicio que ya no podía ni saciar, ni costear. ¿Comprende? Así son las empresas y sus putas reducciones de costos.
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EL AGUA DE LAS MANOS Si dijo que sí o dijo que no, el universo no se enteró de la opinión de Jeremías. El se acostó sobre el dolor sin avisarle a nadie. No sé si Dios ignora, o simplemente disfruta. Eso no lo sé. Y Jeremías tampoco, si lo supiera… ¿Para qué pedir al cielo un odio que no tiene? -Es el último de los nueve clavos…murmuró su enorme hermano, y elevando el martillo le escupió al final de la frase-. Después podés descansar… pero la paz te la debo. Jeremías se quedó acurrucado en sus propias sensaciones. Nueve clavos te hacen pensar, la madera en la espalda no, pero los clavos te hacen pensar. CLAVO Nº1-Más allá de la mano, de camino al brazo, perdido en la sangre intermitente. Jeremías se quedó acurrucado en sus propias oraciones. Ocho clavos te hacen sentir, el golpe del martillo no, pero los clavos te hacen sentir. CLAVO Nº2-Más acá del hombro, de camino al codo, perdido en el movimiento irregular. 244
Jeremías clavó sus ojos en la espalda del Grotesco. Sólo vemos la espalda de los seres grotescos, porque si no fueran grotescos solo veríamos su culo. El hermano de Jeremías tenía un culo horrible, ni todo el dolor del mundo podía cambiar eso en la vista de Jeremías. La habitación era de las solitarias en el sentido más amplio de la palabra. Incluso las ratas habían desistido de hacer nido en ellas. Pero el Hermano Grotesco sabía que un día sería necesaria… el día que Jeremías creciera. Porque así son estos rubios, crecen y piensan y piensan y crecen y… CLAVO Nº3-Más acá del ojo y entre uno y otro. Junto el martillo, junto la clavija de herramientas y quitó su espalda una última vez. -Debajo de tus pies puse un trozo de pan… dicen que si se pudre produce penicilina. La penicilina es un antibiótico… te podría ayudar… a curar las infecciones-. -Pero si- dijo Jeremías-. Pero si no puedo mover mis manos por culpa de los clavos 4, 5, 6 y 7… -Lo sé… de hecho lo que no sé, es porque dejo ese trozo de pan-. 245
Las huellas del grotesco quedaron atrás, pasarían dos meses hasta que lo encontraron y ni siquiera el forense se atrevió a tomarle una foto. Hay imágenes que se perpetúan sin necesidad de rollo. -Murió de ansiedad- dijo sombríamente, y guardó el clavo nº9 en una bolsa de plástico. La vecindad nunca escuchó un grito, por eso dicen que la vecindad es como Dios.
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EL PRECIO Se quedaba largas horas, simplemente mirándola a los ojos, aunque mirar no es algo tan simple. Para mirar hay que enfocar dos ojos, pero lo que se dice mirar, se mira con el cerebro. -¿Estás de acuerdo mi amor?- le pregunto, Ella sonrió. ¿Hay forma más estrepitosa de decir que si? Concluyo que aún lo quería así que la beso. Hacía un año que habían llegado al País y habían vagado de hotel en hotel, y de hostal en hostal, con menos rumbo que una puesta de sol. Pero esas cuatro paredes negras, plagadas de orificios no mentían. Estaban en una Residencia Fija, aunque lo que se dice fijo, en realidad es la sensación no la residencia. Hay que coordinar dos cuerpos para convivir, pero para experimentar se requiere una sola sensación. -¿Estás de acuerdo mi amor? Ella guardó silencio. ¿Hay forma más delicada de asentir que guardar silencio? No lo creía… por algo la amaba: por 248
delicada… y estrepitosa. Por asentir. Aún recordaba el primer hotel que pisaron juntos. Era humilde, de sólo tres cámaras. cá maras. Transmitía únicamente para internet. -Solo son tres horas de desnudos al día… En especial de ella… traten de que sean por encima de las tres de la tarde y con luz natural. Era barato. Ni siquiera tenía que “coger” sino tenía ganas, se desnudaban y se quedaban tomando Té de Hierba Buena. Y aquellos ojos de plástico los seguía desde los rincones. Era barato. Pero las manchas, de humedad crecían de hora en hora. La humedad es más que una molestia visual… cuando llega a tocar la cama y se pasa a la piel, la piel se pudre. Se fueron, la ciudad los abrazó como si todos fueran amigos. Y la llevo a un hostal. Tenía agua clara y luz a gas. Había sentido que ocasionalmente grababa y retrasmitía para televisión abierta. -Tres horas de sexo explicito… oral, genital y anal. En horario fijo-. Les había anticipado el conserje. No era caro no… con luz a gas podían quitarse ese frío de 249
encima mejor que con cualquier caricia, lo tomaron. Y por tres meses quedaron dando vueltas en la habitación observados siempre por aquellos ojos de plástico que seguían cada encuentro amatorio. Ella había ido perdiendo su pudor… Era necesario… era así… casi se había acostumbrado al sexo cotidiano cuando descubrieron que estaban escupiendo sangre cada mañana. La luz a gas, era de gas de asbesto. Todos sabían lo peligroso que era… claro… De ahí el precio. El la miró desesperado, estaba harto de llevarla a dormir a rincones malolientes. -Buscamos algo de mejor categoría… algo digno de mí… y digno… de tus ojos… Ella frunció la nariz ¿Hay forma más contundente de decir que sí? Lo dudaba… Por eso la amaba. El siguiente residencial era conocido. Transmitía para la red, para dos canales de cable y editaba videos, además de la T.V. abierta. -Quiero que “cojan” sencillo al menos dos horas al día dentro de la pieza y con luz de foco… Pero además usted deberá pegarle por una hora adicional. Es necesario que 250
se produzca algún sangrado al menos una vez a la semana para mantener el interés del público y cubrir la tarifa… tarif a… ¿acepta? Era raro pero razonable. La habitación tenía filtro contra humedad, calefacción independiente y esterilizador ambiental, por lo cual no deberían utilizar condones. Parecía perfecto… casi se quedan dos meses, pero ella. Ella no comprendía los precios. Las mujeres son así: no comprenden los precios… comenzó a enojarse cuando le pegaba, cuando su puño descendía sobre aquellos ojos amoratándolos ante las cámaras de la pared. No entendía que eran golpes de amor, sacudidas de necesidad. Ella se puso a llorar insistentemente y aunque las lagrimas hacían que la audiencia subiera y que les sobrara crédito incluso para comer comida caliente, ella le pidió que la quitara de ahí. Caminaron en busca de una residencia Fija. No era sencillo… aquel país como todos, estaba superpoblado. No eran la única pareja en la calle buscando residencia fija, si es que quedaba alguna. 251
Pero en alguna esquina, de rumor en rumor la encontraron. El entró solo al vestíbulo y el propietario le susurró el precio al oído… era carísima… La miro: Dos plantas, con tres ambientes. Deshumedecedor de aíre, filtro solar en las claraboyas… la miro a ella… Deseaba engendrarle un hijo en aquel vientre, y sólo en una residencia fija podría… intento negociar el precio, pero el propietario mantuvo aquella sonrisa. ¿Hay una forma más grotesca de empecinarse que la sonrisa? Aquella no era la sonrisa de ella… era la sonrisa de alguien que lo separaba de un sueño. La Residencia Fija transmitía en vivo para ochenta y siete países de habla inglesa, mediante red, canales abiertos y de cable. También tomaba fotos para varias publicaciones en papel y electrónicas… -¿Le repito el precio o…? -No es necesario…- dijo él y tomándola de la mano entraron en su hogar, en algo que al fin podían llamar hogar. Llevaban viviendo allí tres meses y ella aún le sonreía, incluso cuando la besaba. 252
Quizás había comprendido que vivir tiene no sólo un costo sino un precio… casi tan caro como amar. -El horario ha terminado mi amor…- le susurró al oído, acariciando su pelo. Aun sonreía… Después de tres meses. Vio como las cámaras de plástico se cerraban frente a él, había terminado de acariciarla y besarla por cuatro horas… estaba cansado… la tomó por las orejas. La depositó donde siempre, encima de la mesa de luz… Como siempre Lucia hermosa, la cabeza de ella sobre la mesa de luz… Lucia hermosa…
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FRÍ O En la esquina no hay lugar para el frío: cuatro pares de ojos se elevan ante el sonido de cualquier taco. Eva es la prostituta que sale de su noche, justo antes que la mañana comience. Ahí va, ahí llega: -¿Una monedita señora?- pidió el primero. La rubia no estremeció su tenido: Tenía los pies hinchados y la vagina cansada… o viceversa. El silencio no es respuesta, por eso dejó su silueta atrás… Hasta que el sol no se despertara no habría otro par de pies que pasara por aquel rincón de calles. Miró al segundo y al tercero y al cuarto y les dijo: A dormir un poco más, luego les toca a ustedes… Jonás era el vendedor de diarios de la esquina, el traficante de malas noticias. Aparecía a continuación del sol, la sombra de él era la primera del día y la última de la noche. Cuando escucharon su carrito calle hacia ellos se despertaron… pero es 254
más, se despabilaron. Ocho ojos con hambre que madrugaban más que el viento. No le dejaron ni armar el puesto. El segundo se quitó los cartones de encima y se levantó apurando los championes rotos, rojos… los otros ojos solo son focos. -Una moneda… deme una moneda…- lo apuró el segundo. -No tengo un mango pibe… pero te puedo dar una noticia… ¿Sabías que en la ciudad de Tikrit hoy explotó un depósito de agua? Era difícil vender una noticia verbal. Bajó la vista y volvió a desilusionarse a la esquina con sus hermanos. -Ya sólo quedaba el Beto y la Licenciada… y quedan ellos dos… Se abrazaron bajo la protección de los papeles, con la oscuridad se irían corriendo las ratas, a cobijarse del molesto sol. Era una lástima, el cuerpo de las ratas era calor adicional, calor que los cuatro necesitaban a cada instante. Como compensación aparecía el sol… el sol es un poco mejor que el cuerpo de una rata. El Beto no se sabe bien quién era, pero llegaba a comprar diarios, a pagar por las malas noticias cada mañana a las diez 255
como si fuera un ritual. Aparecía sin aviso, de día los pasos se escuchaban sólo cuando se tenían encima. Así que el tercero lo abordó cuando ya había posado la vista en el primer titular. -Oiga… si tiene plata para un diario, seguro tiene una moneda para mi… ¿No le parece lógico? El Beto se vio sorprendido en el detalle. La moneda tintineaba en su bolsillo, pero la apretó metiendo su mano como temiéndola dejar escapar por una razón tan válida. -Demasiado ocurrente, lo siento… la próxima si me decís una tontería tal vez… Las esperanzas ya no estaban fifty y fifty… ahora eran una minoría. Solo una de cuatro, la licenciada… la última del conteo y el cuarto que debía conseguir la moneda. -Sólo faltas vos… cuarto… y la licenciada no llega hasta las dos o tres de la tarde… háganme lugar debajo de esos bolsas. No era recomendable dormir de día, porque sino no se podía dormir de noche, y dormir de noche era anestesiarse un poco del frío. 256
Así que los cuatro pares de ojos quedaron bien abiertos, en especial los del cuarto, esperando la minifalda gris, los tacones negros, el celular siempre en la oreja, los lentes,… tac… tac… tira, rira… si… hola… si ahí voy… y apareció. El cuarto recibió una palmada de cada uno en el hombro, el tercero le tocó el culo, como una forma de contagiar enojo que bien podría traducirse en ánimos. Se levantó como un guerrero para dar una batalla decisiva y se acercó a la melena castaña, lacia, a la mirada distraída. -Licenciada sería muy oportuno que me diera una moneda… La licenciada apartó la mirada un instante del celular y murmuró hacía abajo, hacia las rodillas gastadas hacia aquella cara limpia… de toda niñez: -Las transacciones comerciales las atiende mi asistente… pero no dudes en llamarle y pedirle una cita, será un gusto procesar tal solicitud. Y le dejo caer una tarjeta de cartón con números al cuarto, mientras se alejaba. Los cuatro pares de ojos se quedaron mirando entre sí… 257
-Solo tenemos una indiferencia, una mala noticia, un desplante y una tarjeta de cartón… ¿Qué hacemos? El primero era el mayor, le arrebató la tarjeta de la mano al cuarto y se metió sin dudarlo en el bar de enfrente. Se acercó a la mesa donde la gorda se ahogaba en su “sanguche” caliente, ostentándolo a la ciudad y antes que el mozo lo echara de una oreja de nuevo a la calle le susurró: -Vimos pasar a su marido con Eva bien temprano… Ya en la calle cruzó a esperarla. Y la gorda apareció en la puerta del bar hecha una furia buscó con su mirada a un lado y otro de la calle y los ubicó. Cada paso pareció hacer temblar la tierra. Se les paró enfrente a los cuatro. -¿Mi esposo pagando por una “cogida” que a mí me niega hace doce años? -Si…- dijo el segundo- La explosión de una nueva reserva de agua en Tikrit hizo que las prostitutas bajaran su tarifa puesto que no se pueden lavar lo suficiente… Tenía lógica. La gorda escupió un trozo de mozarela pegado al diente y entre 258
lágrimas y un pañuelo descartable dejo oír la frase: -¡Quiero el divorcio! Ahí fue que el cuarto le extendió la tarjeta de cartón. -La licenciada es buena… dicen… la calle… -No puedo llamarla yo… me siento humillada… Todo rodó solo. -Si nos da una moneda para el teléfono la llamamos nosotros- dijo el cuarto. De ahí en más todo era fácil, el Beto estaría jodido cuando se viera con su mujer aquella noche, pero la moneda estaba y pronto la necesidad desaparecería. Cuando caminaba de camino al proveedor de pegamento el primero, el héroe del día pidió como al pasar: -Pásenme alguno de los sobres de comida instantánea… ahora que conseguimos la moneda para el pegamento si… Los tres niños asintieron… y es que comer con stress da acidez.
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USTED SABE Comer carne de perro estaba prohibido no solo en aquel estado, sino en todos los estados. Era una regulación federal. Algunos perros llevaban la plaga y comer su carne infectada. La pena no era muy severa… no obstante no era una práctica muy común. El miedo a la plaga de por sí, impedía que las poblaciones marginales devoraran a la multitud de perros sarnosos que vagaban por las ciudades derruidas. El canibalismo, era mucho más frecuente de hecho. Por eso el militar estaba un poco sorprendido ante aquel hombre desprolijo y, de baja estatura, cuya barba evidenciaba aun rastros de su última comida. Lo hicieron entrar en la tienda de campaña y parecía ajeno a todo lo que le rodeaba. La mirada apuntaba al frente sin dirección como un par de binoculares fijos. -Usted conoce las regulaciones sobre el consumo de carne de perro… señor… -Si seño… El viento golpeaba de afuera las paredes de tela de la tienda y les daba formas diversas, difusas… abstractas. El 260
militar ofreció al detenido un chicle, y esto lo rechazó. Leyó el parte de la guardia:”detenido en el acto de devorar un can macho, de raza indeterminada…” Así era la guardia… escueta, concisa, aburrida en sus innumerables partes cotidianos. El oficial percibía una historia más profunda detrás de aquellos ojos hundidos. Y quería escucharla. .Bien… me dirá entonces por qué lo hizo… es una ley muy clara. Es difícil violar inconscientemente una ley tan clara… -El detenido miró fijamente los ojos del militar. Y con su voz ronca, producto de las interminables noches de sueño a la intemperie contestó: -Es que yo no deseaba comer la carne de ese perro… sino lo que esa carne tenía dentro… permítame contarle… El militar estaba dispuesto a un relato que matara la monotonía de aquel puesto desolado en la ciudad Norte. Dejó por un instante aquel sobre amarillo sobre el improvisado escritorio de cajones apilados y cruzándose de brazos miró a la sombra que había llegado en medio de aquella noche de rutina. Y escuchó. 261
-Rudy, tenía apenas cinco meses cuando murió… ignoro la causa de su muerte. Usted sabe como es la muerte en ciudad Norte. Tiene nombre, pero rara vez apellido. Simplemente murió. Amaneció y no respiraba. Sus ojos no se movían… cuando quité los cartones y los periódicos de encima de él, allí estaba inerte como un pequeño muñeco de trapo. Flácido… flojo… inerte… pudo ser el frío. Pudo ser la muerte. Murió de muerte… todos mueren de muerte en la ciudad Norte. “No quería que aquella carne sagrada para mí se perdiera en la deformidad de las montañas de basura. Lo tomé por un pie, lo levanté en el aire… y besé su vientre, aquel ombligo mal formado… usted sabe que en los partos callejeros el cordón umbilical nunca queda bien cortado… usted lo sabe… como yo… Rudy no merecería quedar sepultado entre papeles y cartones. Vivió bajo ellos, quise que se pudriera bajo la tierra… tierra natural”. “Así que lo envolví en un papel de astrosa azulado, de los más limpios que pude encontrar y caminé con él a cuestas por las calles. Buscando en ellas en cada lugar donde faltaran baldosas… un trozo de tierra. Un trozo de tierra donde escavar, 262
hacer un hueco y meter su pequeño cuerpo, el cuerpo de Rudy… mi hijo”. “Caminé durante calles y calles… y allí estaban como sombras, siguiéndome. Los perros, los jodidos perros de mirada amarilla, de jadeo constante”. “Comprendí que no me seguían a mí. Seguían a Rudy, anhelaban su carne, sus huesos… tenían sed de sus huesos… pero sobre todo de sus vísceras. Cada vez que me detenía a cavar un hueco, algún ejemplar de la manada cada vez más numerosa se acercaba… y se acercaban varios más… y yo los ahuyentaba con mis gritos, y tomaba el cuerpo de Rudy, y seguía caminando… buscando un lugar apropiado… donde pudiera cavar lo suficiente para que los perros no lo desenterraran y lo masticaran como si fuera basura…” “Caminé muchísimas calles… usted sabe cómo es caminar en la ciudad Norte… las calles se pierden bajo los pies, los pies pesan amontonando lodo a manera de suelas a cada paso. De la misma forma la jauría de perros era cada vez más y más detestables ojos amarillentos y fauces sedientas”. “Las calles pesan oficial… Sobre todo si se lleva en la mano el cuerpo de un bebé de 263
cinco meses colgando inerte. Sobre todo si el cuerpo es el de Rudy… usted sabe… mi hijo… fue duro encontrar mi rincón digno de abrir la boca y recibirlo… pero justo en una diagonal estaban los rastros de un árbol arrancado, de un Paraíso que a juzgar por el vacío que dejaron sus raíces debió ser enorme”. “Usted sabe que a veces la gente arranca árboles para cortarlos y usarlos como leña… el frío… no todos soportan el frío en la ciudad del Norte… yo tenía frío pero lo importante es que cuando un árbol es arrancado de raíz deja un hueco, usted sabe…” “El hueco estaba ahí, no tendría necesidad siquiera de cavar con mis uñas. Revoleé a Rudy de una pata, y lo aventé hacia la profundidad del Pozo. La jauría de animales que me seguía pareció gemir… pareció lamentar mi descubrimiento… y yo… sólo necesitaba tapar aquel enorme pozo para que aquella carne descansara…” “Empecé arrojando pequeñas piedras… trozos de tierra cercanos, escombro. Me hubiera llevado horas, pero pensaba hacerlo. Pero no pude terminar mi labor…” 264
“Uno de los perros arrimado al borde del pozo, seducido por el aroma de la carne fresca, perdió el equilibrio y cayó dentro… cayó dentro donde reposaba el cadáver de mi hijo, Rudy… Usted sabe. Rodó por la ladera de aquel pozo, embarrándose en la caída y donde con su cuerpo en el fondo cerca de aquel cuerpecito.” “Se levantó confundido y asustado, pude verlo… pude escuchar su chillido. Y no solo el de el… el chillido del resto de los perros que desde el borde del pozo parecían protestar nervioso. Desde abajo el les replicó aullando como rara vez he oído aullar aún perro de dolor, por el impacto recibido en la caída.” “Pero pronto comprendió lo ventajoso de su posición: no solo había llegado a la ansiosa carne, sino que lo había hecho solitariamente y lejos de su manada. No debería compartir el botín con nadie… Y con impotencia vi como mordía primero uno de sus bracitos, como mostraba separándolo del cuerpo, quebrando el hueso que al astillarse sonó como una rama seca al partirse… y no pude evitarlo. Yo mismo me arrojé al pozo, gritando el nombre de mi hijo.” 265
“Un perro callejero tiene una voluntad férrea usted lo sabe. Y cuando comen… cuando encuentran comida, no desisten fácilmente de ella. Comenzó a gruñirme, no me dejó acercarme… seguía masticando desesperadamente aquella carne. La cabeza, el torso. Y yo gritaba… pero el perro no tenía donde huir. Estaba hundido en el barro de aquel pozo… poco podía hacer, y cuando pude hacer algo el cuerpo de Rudy había sido casi totalmente devorado. Tal vez la cabeza no. Era un hueso demasiado incomodo de morder para un perro, pero el resto… en especial las blandas vísceras habían sido masticadas por las fauces de aquel enorme perro gris de ojos amarillos y mirada desafiante mientras el resto de los sabuesos desde arriba gruñían desesperadamente como espectadores ansiosos, más sin atreverse a dar aquel peligroso salto que los llevara hacía la anhelada carroña.” “La furia me dio fuerzas y tomando un trozo de raíz seca me acerqué a la bestia y lo golpeé en la cara, una vez… y aulló. Otra vez y cayó… desde lo alto del pozo el resto de la manada parecía enfervorizada con el festín previo y luego con la lucha. Por momentos parecían un siniestro público 266
que deseaban mi triunfo, que deseaba que castigara al egoísmo de aquel camarada que los había privado a todos de la tierna carne… y cuando lo maté, a golpes de raíz seca, me di cuenta que estaba cansado… sudando… y llorando…” “Las vísceras de Rudy estaban dentro de aquel perro. Lo único sagrado que había conocido en mi vida, estaba allí… y comprendí viendo la multitud de ojos desde lo alto, que ninguna carne podría descansar en la tierra mientras el hambre acechara cagando en cada rincón. El hambre no es fortaleza, pero es fuerza. El hambre es voluntad… así que decidí transformarme en un sepulcro vivo para Rudy, y tomando el cuerpo de aquel perro muerto, comencé a devorarlo… y en cada mordida sabía que tragaba un trozo de víscera de mi niño, previamente masticada por aquel animal…” “Y estaba a punto de terminar cuando las luces de la guardia me sorprendieron, y me quitaron de aquel pozo a los golpes, y me cargaron en el camión de detenidos y me trajeron a esta estación,… intenté decirles la verdad: yo no quería violar ninguna ley… yo quería llevar dentro lo único sagrado que conocí en la ciudad Norte… usted sabe…” 267
El militar guardó silencio, masticando plácidamente el chicle. Leyó nuevamente los detalles del parte y la primera confesión. -Lo comprendo… pero hay detalles que no concuerdan… cuando lo detuvieron usted gritaba “Sólo quiero llevar a Isabel dentro mío… sólo quiero llevar a Isabel dentro mío…” es decir, una hembra… ahora usted me habla de un hijo macho… El detenido volvió a sonreír, y en sus dientes el oficial pudo apreciar pequeños hilitos de carne que hacían juego con su barba manchada de sangre. Sonrió con esfuerzo… No lo comprendían. -Isabel… no era mi hija… Isabel era la madre de Rudy… murió de muerte, un tiempo antes que el pequeño… a lo mejor Rudy decidió acompañarla. -Sigo sin entender…- dijo el militar escupiendo su chicle a la papelera de plástico que había a un lado. l ado. El detenido elevó su mirada al cielo invisible, groseramente tapado por la lona de aquella tienda militar y hasta el viento pareció silbar un poco más agónicamente ante su mirada patética y desorientada. 268
-Rudy había bebido sus pechos durante meses… Rudy llevaba la leche de ella… ¿Entiende? De ELLA dentro suyo… Rudy… no era solo un niño muerto… era el ataúd de su madre… El militar abrió grandes los ojos. Y decidió no escuchar más. No soportaba el dolor de aquella mirada… llamó a la guardia de turno y dijo que lo llevaran, lo cual hicieron raudamente y a los golpes apartando aquella sombra de su vista. Era suficiente papeleo para una noche. Releyó el parte antes de dictar la sentencia de muerte… “…consumo de carne de un can macho de raza no determinada…” Tomó la pluma y añadió y al final: “Agravado con canibalismo…” Y ESO FUE TODO.
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