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(PÁGINA DE LOS CRÉDITOS LEGALES)
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HÉCTOR OSVALDO PÉREZ VÁZQUEZ
Falange Española de las JONS Delegación de Buenos Aires
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Índice
Introducción. ...................................................................................... 13 I. La Falange y el “falangismo”. ................................................... 19 1.¿Qué es el “falangismo”? (19); 2. ¿Qué es ser falangista? (19); 3. ¿Para qué existe la Falange? (20) II. El nacionalsindicalismo. .......................................................... 23 4. ¿Qué es el “Nacionalsindicalismo”? (23) III. La persona . ................................................................................. 25 5. ¿Qué es la persona? (25) IV. El hombre. ...................................................................................... 27 6. ¿Qué es el hombre? (27) 7. ¿Es el hombre libre por su naturaleza? (28) V. Los bienes. ....................................................................................... 29 8. ¿Qué son los bienes? (29) 9. ¿Qué son los bienes económicos? (30) 10.¿Qué son las mercancías? (30) 11.¿Qué son los servicios? (31) 12.¿Qué es una “obligación”, en sentido jurídico? (31) VI. La propiedad de los bienes. ..................................................... 33 13. ¿Qué es la propiedad? (33) 14.¿Qué es la “propiedad privada”? (34) 15.¿Cuándo es lícita la propiedad privada? (34) 16. ¿Subsistirá la herencia en el nacionalsindicalismo? (35) 17. ¿Qué se podrá heredar y qué no? (36) VII. La economía. .............................................................................. 39 18.¿Qué es la economía como actividad? (39) 19.¿Qué es la economía como estudio? (39) 20.¿Qué son los “operadores económicos”? (39) 21.¿Qué son las “riquezas”? (40) 22.¿Qué es el comercio? (40) 23.¿Qué es el “mercado”? (40)
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Breve Catecismo Económico del Nacionalsindicalismo 24.¿Qué implica el mercado en la concepción del neoliberalismo? (41) 25.¿Qué es la finanza o actividad financiera? (41) 26.¿Que es la “liquidez de los activos”? (42) 27.¿Qué son los “activos” económicos y los “activos” financieros? (42)
VIII. El trabajo, el paro o desocupación y la huelga. ................................................................................. 43 28. ¿Qué es el trabajo? (44) 29. ¿Está el hombre obligado a trabajar, o el trabajo es un derecho? (45) 30. ¿Son coincidentes las visiones del trabajo que sustrentan el socialismo y el nacionalsindicalismo? (46) 31. ¿Es el trabajo la actividad humana aplicada a la producción económica? (47) 32.¿Cuáles serían los ejemplos de trabajos no considerados de carácter económico pero que son útiles socialmente? (48) 33.¿Qué se entiende por la división del trabajo? (49) 34. ¿Qué es el paro (o desocupación, o desempleo) y cómo se lo contempla en el nacionalsindicalismo (50) 35. ¿Se contempla el derecho de huelga en el sistema nacionalsindicalista? (53) IX. La empresa. .................................................................................. 55 36.¿Qué es la empresa? (55) 37.¿Qué son los “factores de la producción” (55) ...para la escuela clásica de la economía? (55) ...para la escuela económica moderna? (55) ...para buena parte de la doctrina nacionalsindicalista? (56) 38.¿Qué es el capital empresario? (56) 39.¿Quién debe aportar el capital empresario? (57) 40.¿Quién es el dueño de la empresa? (57) 41.¿Cuál es el papel del empresario? (58) X. El salario. ....................................................................................... 61 42.¿Qué es el salario? (61) 43.¿Qué es el salariado? (61) 44. ¿Qué son el salario nominal y el salario de bolsillo? (62) 45.¿Qué se entiende por los “beneficios marginales” del salario? (62)
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Índice
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46.¿Qué es el “salario mínimo, vital y móvil”? (64) 47.¿Es el salario la causa del aumento de los precios y de la inflación? (65) 48.El nacionalsindicalismo ¿mantendrá un sistema reformado del salario? (66) 49.¿Con qué reemplazará el nacionalsindicalismo el salario, vale decir, el dinero de los trabajadores? (67) 50.¿Es la plusvalía capitalista lo mismo que la plusvalía que promete el nacionalsindicalismo? (68) XI. El orden sindical. ....................................................................... 71 51.¿Qué son los sindicatos? (71) 52. Los sindicatos actuales, ¿continuarán existiendo en el sistema nacionalsindicalista? (74) 53. ¿Qué es el sindicalismo revolucionario? (74) 54. ¿Qué es el orden sindical nacionalsindicalista? (76) 55. ¿Cuántos tipos de sindicatos verticales hay? (79) XII. La banca y el dinero. ................................................................ 83 56. ¿Qué es la “banca”? (84) 57. ¿Cómo funciona la banca en el mundo? (85) 58.¿Qué es el dinero? (87) 59. ¿Es lo mismo moneda que dinero? (89) 60.¿Cómo falsifican el dinero los banqueros? (91) 61.¿Cómo es la fabricación monopólica del dinero por parte de los Bancos de Emisión? (91) 62. Si la moneda carece de valor en cuanto es papel impreso ¿cómo es que se transfiere la riqueza de la gente a los bancos utilizándola? (97) 63. ¿Qué es la usura? (99) 64.¿Cómo estafan los bancos locales a través de la usura? (101) 65.¿Es posible manejarse en el comercio sin moneda? (104) XIII. Los impuestos. ........................................................................ 107 66.¿Qué son los impuestos? (107) 67.¿Se seguirá recaudando impuestos en un sistema nacionalsindicalista? (108) XIV. “La tierra para quien la trabaje”. ..................................... 109 68.¿Qué quiere decir, en esta consigna, “la tierra”? (109) 69.¿Qué clase de bien es la tierra, atendiendo a su disponibilidad? (109) 70.¿Qué clase de cuidados son debidos a la tierra y por qué? (110) 71.¿Qué cuestiones de índole política involucra el tema de la tierra? (110)
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Breve Catecismo Económico del Nacionalsindicalismo 72.¿Qué otras medidas propone el nacionalsindicalismo en torno a la cuestión de la tierra? (111) 73.¿Y de la tierra destinada a la habitación? (114) 74.¿Quedará también sindicalizada la empresa agraria? (114)
XV. El capitalismo. ........................................................................... 117 75.¿Qué se debe entender por “capitalismo”? (117) 76.¿Cuál es la característica del capitalismo actual? (121) 77.¿Es el capitalismo incompatible con el nacionalsindicalismo? (122) 78.¿Es el capitalismo incompatible con el socialismo y con el comunismo? (123) 79.¿Es el capitalismo incompatible con el socialismo democrático? (124) Apéndice I. Entre “patrones”, “dadores de trabajo” y “empleadores” .......................................................... 127 Apéndice II. ¿Qué queremos los falangistas establecer en reemplazo del capitalismo? ................................ 129 Apéndice III. La naturaleza del trabajo ....................................... 131 Cuestionario. .................................................................................... 137
El dinero puede •comprar una casa, pero no un hogar •comprar un reloj, pero no el tiempo •comprar una cama, pero no el sueño •comprar un libro, pero no el conocimiento •comprar sexo, pero no el amor •conseguir una posición, pero no el respeto •pagar un médico, pero no comprar la salud
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Dedicatoria A Miguel Argaya Roca, profesor, historiador egregio y español sin fisuras, autor de varios libros de ensayos históricos y de exquisita poesía, hombre de una versación muy grande y de un mérito que no ha recibido aún su reconocimiento del Sistema mezquino regido por los enanos que gobiernan a España. Persona de una tal calidez humana que suscita el afecto inmediato en quien lo trata, mismo por primera vez. A Jorge Garrido San Román, joven gran dirigente falangista, católico de integridad inatacable, amigo atento cuyo trato llano y amable suscita inevitablemente afecto y admiración, y un profesional de una formación completa –técnica y humanística– que a temprana edad está ya haciendo tanto por España. A Martín Ricarte, Manuel Paz Fuentes y Francisco José Pena Rey, magníficos camaradas falangistas gallegos que me hospedaron en su casa, me llevaron a conocer media España y me admitieron en su compañía como amigos de toda la vida (y sólo me conocían por teléfono y por nuestra correspondencia por Internet). Hombres buenos como el pan, y el pan es sagrado. A Manuel Chacón Rodríguez, joven profesor y militante dedicado a porfía a la causa del nacionalsindicalismo. Su genio personal que lo hace dispensar amistad con cada palabra suya, lo amerita con exceso a ejercer, con tanta prestancia como lo hace, el cargo de Secretario de Relaciones Exteriores de nuestra Falange Española universal. (Nunca se podrá ponderar en forma suficiente el acierto de los mandos nacionales de haberlo nombrado para él.) A Diego Márquez Horrillo, jefe nacional de Falange Española de las JONS, por su gentileza de allanarse a recibirnos en su despacho privado de la Jefatura y escuchar con paciencia nuestros devaneos. Pero a Diego todos los falangistas le debemos algo que no tiene precio: su vida entera dedicada a la causa de la Patria, años tras años, día tras día, hora por hora; sin pausa y con impaciencia de aprovechar cada instante. E inasequible al desaliento, como lo exigía José Antonio. Contigo, Diego, hasta la muerte y ¡arriba España!
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Realicé mi único viaje a España entre fines de octubre y fines de noviembre de 2007. Como corolario, tuve oportunidad de participar del acto grandioso que FE de las JONS realiza cada año, en la Basílica del Valle de los Caídos, ante la tumba de nuestro amadísimo José Antonio Primo de Rivera, al cumplirse un año más de su martirio. En mis modestos desplazamientos por una parte de España, siempre relacionados con encuentros y reuniones con camaradas, tuve oportunidad de conocer a muchos de ellos. En ciertas asambleas multitudinarias y algo tumultuosas, a más de los que habría podido saludar individualmente. Hombres –desde jovencísimos hasta abuelos– y mujeres –desde guapas y gráciles hasta sombrías y fumadoras. No parecían tener mucho en común externamente, salvo quizás por la camisa azul que portaban cuando lo ameritaba la ocasión (no es que los falangistas en España, al menos, los verdaderos, anden todo el año de uniforme). Pero aquello que en verdad los unía a todos y los delataba como socios de una misma cofradía, era –es– un amor puro, liso, sin arrugas ni imperfecciones, para con España. Para cuantos de ellos tuve oportunidad de tratar, por breve que hubiese sido el trato, jamás fui yo objeto de curiosidad malsana ni, mucho menos, modelo de sudaca. Bastábame saludar con un ¡Arriba España! y ya era un amigo personal y hasta miembro de la familia. ¡Cuánta gente buena hay en España! ¡Qué desperdicio de humanidad obran esas sanguijuelas amorales que se han hecho con las manijas y controles de esta extraordinaria, única nación! No puedo ni sería comedido recordar desde aquí a cada uno. Mencionaré a sólo un puñado. A Norberto Pico, Secretario General Nacional de FE de las JONS (segundo en la jerarquía), hábil periodista y empresario que está organizando la red de comunicación social de la Falange, quien me invitó a su programa radial al que yo concurrí creyendo que era para observar su trabajo cotidiano; pero apenas empezó el programa, habilitó un micrófono que había frente a mí y me obligó a ejercer de periodista radial por un rato, y hasta me felicitó luego por mis dislates. Es un gran bromista, y es verdad lo que dicen acerca de que los que saben ejercer el humor son, en todos los casos, personas muy inteligentes. Al anciano camarada Néstor (a) “Acracio”, de una erudición impensada en un hombre tan modesto y llano, que se parece –aunque sólo son apariencias– a sus propios personajes literarios de bodegón empapados en alcohol pero que rezuman más que nada una curtida experiencia de la vida. (Aunque él no bebe más que agua, según creo –pero ¡ay! fuma.) Al camarada Fabián Ricote, auténtico camisa vieja, quizás el falangista más antiguo; distinguido por José Antonio, veterano condecorado de la guerra de Sidi Ifni, que rondando sus noventa años trabaja gerenciando el local de ventas de la Falange en Madrid, de lunes a sábado, y con alegría. Al camarada pontevedrés Ezequiel Rial Abraldes Lobatón, a quien traté brevemente el día del acto en el Valle de los Caídos, y con quien me comunico de tanto en tanto por teléfono; su familia guarda en un arcón tantos títulos nobiliarios que ni los puede recordar a todos. Pero él manifiesta una nobleza mayor que la que emerge de aquellos olvidados pergaminos: es un grande de corazón. Y al inspector del Cuerpo Nacional de Policía, director del Museo Policial de La Coruña, José Eugenio Fernández Barallobre, que nos permitió pasar a sus magníficos salones aunque no habíamos solicitado turno con antelación y nos hizo guiar con la atención dedicada a los visitantes distinguidos. Y a todos los demás, que no nombro pero a quienes tengo presentes.
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Introducción
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n un mundo que busca, en plena descomposición de la civilización occidental antes cristiana, una forma distinta y “sustentable” de organización política y social; una teoría de posible concreción para la diversidad de los pueblos; un concepto de vida humana más natural y menos sujeta al economicismo, libre de tiranías y dominaciones y autosuficiente, portadora de valores espirituales tanto como de posibilidades de desarrollo material (más aún cuando, en nuestro tiempo, se presenta la posibilidad técnica de aligerar si no de eliminar casi totalmente la carga penosa del trabajo, porque la tecnología permite reducirlo a un mínimo de esfuerzo y de duración); cuando, en fin, ya han fracasado las dos anteriores revoluciones (el capitalismo y el socialismo) y no es posible reponerlos ni con severas correcciones, porque la experiencia nos muestra que también en el terreno de la Historia son imposibles la resurrección y la reencarnación, el NACIONALSINDICALISMO ofrece su concepción como si fuese una tercera vía, la única probable de realización. El NACIONALSINDICALISMO es una concepción amplia e inacabada, en cuanto que si bien sus principios son inamovibles e inmodificables, puede revestir formas distintas de aplicación, aunque igualmente conducentes a tenor del tipo de sociedad que los adopte: una nación islámica pondrá en paralelo a los valores políticos y económicos del NACIONALSINDICALISMO, los valores de su peculiar religión; y lo mismo sucederá con una sociedad cristiana. Este escrito trata de hacer un compendio sobre lo que es en realidad el NACIONALSINDICALISMO. El carácter elemental de este trabajo es una invitación a interesarse sobre el tema a través de la bibliografía disponible.*
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El presente trabajo es, además, un emprendimiento de Falange Española de las JONS, la única legítima Falange de José Antonio Primo de Rivera, Onésimo Redondo Ortega, Julio Ruiz de Alda Miqueleiz y Ramiro Ledesma Ramos, sus principales (aunque no los únicos) fundadores y los principales teóricos del NACIONALSINDICALISMO: una doctrina luminosa, acabada por españoles para beneficio de todos los hombres del mundo, pero especialmente para los hispanos –todos los hombres del mundo nacidos en la cultura hispánica, estén donde estén y hayan nacido donde fuere; y para los lusos, también, porque ellos son también hispánicos. El socialismo y el capitalismo fracasaron; así anda el mundo por causa de estas doctrinas extraviadas. Le toca la oportunidad al NACIONALSINDICALISMO, la doctrina de la única posible revolución social, porque es la doctrina que contempla al hombre y su naturaleza como realmente son. Pronto la humanidad se cansará de tanta expoliación, de tanta muerte y de tanto sufrimiento; y cuando los hombres busquen con desesperación una salida al desastre, una propuesta que realmente parezca posible de realizar y que no implique guerras ni paredones ni campos de concentración, allí estaremos nosotros para tenderles la mano a todos.
*Se puede ver, por ejemplo, la página web nacional de Falange Española de las JONS (www.falange.es), donde se encontrarán muchos vínculos a páginas de doctrina y también la página de la Delegación de Buenos Aires, www.juntoafe.com.ar.
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15 “En primer lugar, es necesario dejar bien sentado que la vida económica corresponde, primordialmente, a la iniciativa privada de los ciudadanos, ya actúen individualmente, ya se unan en las más diversas asociaciones para la consecución de sus intereses comunes”. (S. S. Juan XXIII, Encíclica Mater et Magistra, comienzo de la Parte II). “La economía no es sino un solo aspecto y una sola dimensión de las muchas que corresponden a la compleja actividad humana”. (S. S. Juan Pablo II, Encíclica Centessimus Annus). “El sindicalismo, si queremos ser precisos, no es propiamente una ideología, sino una idea. Y como idea es compatible con ideologías diversas; lo que explica que haya sindicalistas tan dispares como los casos del Anarcosindicalismo y del Nacionalsindicalismo. Difícilmente se atrevería uno a negar su condición de sindicalista al otro, y sin embargo en casi todo lo demás están en las antípodas. Ésta es la razón por la cual nunca fructificaron las negociaciones que históricamente tuvieron Falange Española de las JONS, la Confederación Nacional del Trabajo y el Partido Sindicalista de Ángel Pestaña”. (Jorge Garrido San Román, Manifiesto Sindicalista, 2007). “El imperialismo internacional del dinero...” (Pío XI, 1931) es “...el capitalismo liberal...” (Paulo VI, 1967). “Mientras los ciudadanos estén convencidos de que el interés –el cual debería ser correctamente llamado usura– sobre el dinero es necesario, aceptarán sin cuestionarse el actual estado de violencia, guerra, pobreza, escasez e insuficiencia que continúa dominando el mundo de manera negativa a medida que nos adentramos en el siglo 21”.(Tom J. Kennedy, ¡Es La Usura, Estúpido!).
“Bajo todos los conceptos aceptables y ortodoxos de lo que es la salud mental, el capitalismo es insano. [...] Al señor Rockfeller le diría: ‘Yo soy un hombre respetable, y usted no’”. [...] “No se necesita elucubrar argumentos para violar la ley. Los capitalistas ya lo han hecho por nosotros”. (Gilbert K. Chesterton)
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De los 27 Puntos de la Falange - noviembre de 1934 [...]
10. Repudiamos el sistema capitalista, que se desentiende de las necesidades populares, deshumaniza la propiedad privada y aglomera a los trabajadores en masas informes, propicias a la miseria y a la desesperación. Nuestro sentido espiritual y nacional repudia también el marxismo. Orientaremos el ímpetu de las clases laboriosas, hoy descarriadas por el marxismo, en el sentido de exigir su participación directa en la gran tarea del Estado nacional. 11. El Estado Nacionalsindicalista no se inhibirá cruelmente de las luchas económicas entre los hombres, ni asistirá impasible a la dominación de la clase más débil por la más fuerte. Nuestro régimen hará radicalmente imposible la lucha de clases, por cuanto todos los que cooperan a la producción en él una totalidad orgánica. Reprobamos e impediremos a toda costa los abusos de un interés parcial sobre otro y la anarquía en el régimen del trabajo. 12. La riqueza tiene como primer destino –y así lo afirmará nuestro Estado– mejorar las condiciones de vida de cuantos integran el pueblo. No es tolerable que masas enormes vivan miserablemente mientras unos cuantos disfrutan de todos los lujos. 13. El Estado reconocerá la propiedad privada como medio lícito para el cumplimiento de los fines individuales, familiares y sociales y la protegerá contra los abusos del gran capital financiero, de los especuladores y de los prestamistas. 14. Defendemos la tendencia a la nacionalización del servicio de Banca y, mediante las corporaciones, a la de los grandes servicios públicos. 15. Todos los españoles tienen derecho al trabajo. Las entidades públicas sostendrán necesariamente a quienes se hallen en paro forzoso. Mientras se llega a la nueva estructura total, mantendremos e intensificaremos todas las ventajas proporcionadas al obrero por las vigentes leyes sociales. 16. Todos los españoles no impedidos tienen el deber del trabajo. El Estado Nacionalsindicalista no tributará la menor consideración a los que no cumplen función alguna y aspiran a vivir como convidados a costa del esfuerzo de los demás. [...]
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I. La Falange y el “falangismo”
1. ¿Qué es el falangismo? Conviene, antes de adentrarnos en el tema del NACIONALSINdeshacer un equívoco frecuente: al paso de que la Falange Española de las JONS (FE-JONS) es la organización que más seguramente promueve y garantiza la pureza del ideario nacionalsindicalista, no hay, doctrinariamente hablando, ningún “falangismo”. Los falangistas no somos partidarios de un “falangismo”, porque la Falange no es en sí misma un ideario, sino un instrumento al servicio del ideario nacionalsindicalista. En el mejor de los casos, se puede hablar de un cierto “falangismo” en cuanto está referido a la militancia en la Falange Española de las JONS, lo que implica estar debidamente afiliado y encuadrado y cumpliendo las tareas que los mandos han encomendado, respetando la disciplina interna. La Real Academia Española define el término de la siguiente manera: DICALISMO,
Falangismo 1. Movimiento político y social fundado por José Antonio Primo de Rivera en 1933, y cuyas líneas ideológicas fundamentales son: concepto de España como unidad de destino; desaparición de los partidos políticos y protección oficial de la tradición religiosa española.
Pero como es posible ver, José Antonio Primo de Rivera y otros padres fundadores, no crearon un “falangismo” sino a la Falange Española de las JONS.
2. ¿Qué es ser falangista? Otro equívoco es el de que se es falangista solamente por adherir al espíritu, al estilo o a los rituales de la Falange. Por el contrario, quien no está afiliado a la Falange Española de las JONS no es falangista, aunque pueda ser simpatizante de
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este movimiento y como tal, una ayuda imponderable para su lucha. Quienes simpatizan con la Falange (leen sus publicaciones y comunicados públicos, intervienen con entusiasmo en sus foros de debate, y hasta colaboran efectivamente con algún camarada amigo en sus misiones de pegatina, volanteo u otras), podrían decir que son falangistas en el mismo sentido en que el partidario de un equipo de fútbol es “~ista” de ese equipo. Pero a la hora de candidatearse, votar las nuevas autoridades del club, participar de sus actividades –con sus deberes y derechos– solamente el que es socio puede actuar, y solamente el que es socio tiene derecho a opinar sobre los destinos y propósitos de la institución y el que, a la postre, va a definir su evolución. De manera semejante, en el mundo hay muchísimos simpatizantes del NACIONALSINDICALISMO, pero que no son formalmente falangistas. Esas personas, donde hay posibilidades de afiliarse aunque no tengan la ciudadanía española (fuera de España, por ahora en la Argentina) pueden y deberían hacerlo. Donde no las hay, entonces nada les impide constituir círculos o grupos de estudio y difusión del NACIONALSINDICALISMO. Pero deben abstenerse de hablar en nombre de la Falange, y, más grave aún, hablar desde un supuesto “falangismo”, que no existe ni dentro de la Falange. Una vez más: la Falange no propugna el “falangismo” (sic) sino el NACIONALSINDICALISMO.
3. ¿Para qué existe la Falange? Falange Española de las JONS fue fundada en 1934 con la fusión de la Falange Española de José Antonio Primo de Rivera y las Juntas de Ofensiva Nacionalsindicalista encabezadas por Ramiro Ledesma Ramos y Onésimo Redondo Ortega. En principio, la preocupación inmediata de sus fundadores era la situación social y política gravísima por las que pasaba España, que desembocó lamentablemente en la terrible guerra civil de 1936-1939. La Falange proponía una concertación nacional para salvar a la República, pero los planes de los comunistas y socialistas, obedientes a la URSS estalinista, y la intransigencia beligerante de los anarquistas, sumadas a la incomprensión de las derechas, frustraron toda posibilidad de lograrla.
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I. La Falange y el “falangismo”
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La Falange se oponía, además, al socialismo y al comunismo staliniano, como doctrinas directamente contrarias a la libertad humana y a los valores cristianos, sostenidos por España durante más de un milenio y medio. Otra preocupación de la Falange era lograr que se reconociese el error y la maldad intrínseca del capitalismo, en cuanto que es un sistema que propone la permanente sumisión de las mayorías trabajadoras a la férula de la minoría pudiente, enriquecida precisamente por el sistema de explotación que manejan. Lamentablemente, había y aún hay sectores del catolicismo inficionados por el pensamiento liberal, incapaces de comprender que la propuesta de ese pensamiento es anticristiana y totalitaria (dicho esto en el sentido peyorativo del término, no en el sentido joseantoniano de “totalizador” o abarcador de toda la nación). Para combatir estos errores, la Falange encontró en el pensamiento nacionalsindicalista tradicional, aportado principalmente por los jonsistas, la idea de una liberación de los trabajadores por la vía de su asunción del capital como un instrumento más de trabajo; ello implicaba la eliminación del principal usurpador del fruto del trabajo humano, que es el capitalista. Tal doctrina, con ser verdadera, estaba ún incompleta, porque ofrecía un principio liberador en el terreno económico, pero que requería su correlato en el terreno político y, como es sabido, el pensamiento político se debe fundamentar en una antropología, o concepción del hombre. Este aspecto constituye el aporte primordial de José Antonio Primo de Rivera, católico practicante y hombre de profunda versación maguer sus pocos años de vida. Fundamentando en buena parte su discurso en los principios del personalismo cristiano, José Antonio dio completitud a nuestra doctrina, basándola en principios irrevisables pero quedando pasible de un ulterior desarrollo, necesario para rellenar los detalles técnicos de su aplicación. Al mismo tiempo, sintetizando el pensamiento de otros notables españoles que le precedieron, José Antonio determinó el concepto de patria en su sentido español y moderno, que no se compadece con la idea de algo dado y estático que simplemente hay que preservar (pensamiento conservador o tradicional), sino que implica una misión necesaria y peculiar que hay que realizar en el mundo. No se justifica una patria sino como una tarea que cumplir, un propósito que a todos nos aglutine armonizándonos en el cumplimiento de un deber.
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Breve Catecismo Económico del Nacionalsindicalismo En ese sentido, España cumplió la misión, única en la Historia, de la evangelización de todo un continente, América, fundando una nueva nación, la Hispanidad, que hoy, aunque dividida en muchos Estados, subsiste y contiene una parte sustancial de la humanidad: alrededor de cuatrocientos millones de hispanos. (Si tomamos en cuenta que los lusos, esto es, los pueblos fundados o desarrollados por otra nación hispánica, Portugal, totalizan otros doscientos millones, sumados somos una gran nación 600 millones). Por consiguiente, son propósitos de la Falange: —Preservar la unidad territorial de España, la Madre Patria fundadora de la Hispanidad. —Difundir el nacionalsindicalismo como doctrina liberadora que propone la única verdadera revolución: la persona al poder en todo el mundo (porque todas las naciones, no importa cuál fuere el contenido filosófico-religioso del pensamiento constitucional, pueden organizarse sindicalmente). —Continuar su misión histórica concretada en la Hispanidad, trabajando para conseguir su reunión en un bloque o federación de Estados hispánicos –ibéricos, con el concurso de los lusos– que al mismo tiempo que preserven los valores del cristianismo sean capaces de establecer un estándar de bienestar común y crear una fuerza disuasiva para la defensa común –en tanto persistan en el mundo las amenazas del capitalismo y del comunismo.
Bandera de la Falange Española de las JONS (rojo-negro-rojo y emblema rojo)
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II. El nacionalsindicalismo
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4. ¿Qué es el nacionalsindicalismo? El nacionalsindicalismo es una doctrina política, social y económica que, originada en el sindicalismo revolucionario de fines del siglo XIX, evolucionó hacia un sindicalismo nacional –es decir, total, para toda la nación, no para una supuesta clase social obrera inexistente– que otorga relevancia al hombre (individuo, persona) por sobre el Estado (una organización que debe estar al servicio de su libertad)y que lo considera en tres de sus varios roles o personalidades en el mundo (familia, trabajo, municipio), como aspectos relevantes de su personalidad a los efectos de fundar un orden humanista, inspirado en el pensamiento católico.
Podríamos decir que el nacionalsindicalismo es la doctrina y movimiento político que propone una reorganización revolucionaria de la sociedad humana en lo político y económico, tal que constituye la tercera, última y auténtica vía de realización de la libertad humana individual y de la justicia social. Tradicionalmente, la “derecha” española presenta una defensa de los valores religiosos y patrióticos, lo que está bien; pero también observamos que acostumbra a menospreciar o minimizar los valores sociales y laborales, los que por tal causa pasan a constituirse, injustamente, en banderas de la izquierda. El NACIONALSINDICALISMO pretende unir estas dos ideas, la Patria y la Justicia Social, el espíritu y las necesidades materiales, constituyendo un todo doctrinal que las incluye al mismo nivel. El sindicalismo tradicional español –el de las ideas, no el de la práctica del caciquismo sindical, que viene a resultar un importantísimo agente del capitalismo en función de mantener anestesiadas a las poblaciones (ellos llaman, despectivamente, “la masas”) haciéndoles creer de que sus intereses son defendidos y que si no se los defiende más es porque resulta imposible “por el momento”– aquel sindicalismo “ilustrado” en el mejor sentido del término, incluyendo su vertiente
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anarquista, es el germen del NACIONALSINDICALISMO actual. Es el “sindicalismo revolucionario”, que busca también –además de instalar el mejor sistema posible de organización humana– desviar la trayectoria actual de los pueblos hacia el destino de tiranía universal que les tienen preparados los poderes supranacionales, con base en el imperialismo y el colonialismo anglosajones. Pero la idea es lo más importante, el núcleo del pensamiento nacionalsindicalista, como sistema organizativo perfecto fundamentado en la naturaleza humana (cuerpo y alma, materia y espíritu). Son principios irrevisables del nacionalsindicalismo los siguientes: la persona, la familia, el municipio, el hombre como trabajador, el orden sindical. En los capítulos siguientes se presentarán someramente sus propuestas.
Enseña nacionalsindicalista del trabajo
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III. La persona
El nacionalsindicalismo
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El concepto de persona es crucial en el pensamiento nacionalsindicalista. Es tan importante, que se puede decir que sobre él y sobre el concepto de trabajo, se fundamenta toda la construcción ideológica de la Falange.
5. ¿Qué es la persona? José Antonio Primo de Rivera, principal pensador de la Falange, debido en parte a su amplia cultura humanística y en parte también a su formación jurídica (era abogado), comprendió bien el concepto de “persona” y lo difundió para construir la doctrina nacionalsindicalista según la sostiene la Falange. El hombre es individuo (esto es, “indivisible”, una unidad completa en sí mismo, y tiene capacidad de autogobierno – “conducta”). La especie humana no se presenta en el mundo sino a través de los múltiples individuos que le corresponden. Pero el hombre es –dijo Aristóteles– a nivel de la especie, un “animal racional”, y a nivel del individuo, un “animal social”; necesita de sus semejantes –especialmente al instante de nacer, pero de otras formas menos perentorias en su mayoría, a lo largo de toda su vida. Vive pues, en sociedad, esto es, en la compañía e interacción de sus semejantes, y dentro del grupo social ejerce diversas funciones, las cuales José Antonio reduce o agrupa en tres fundamentales: el individuo es trabajador, miembro de una familia y vecino o “residenciado”. Cada una de esas funciones primordiales las cumple conforme a unas reglas propias de la función; en sentido amplio, la ley. Si no existiera la ley, explica José Antonio, no habría “personas”, porque el hombre individuo es persona solamente porque la ley lo reconoce (política y jurídicamente hablando). La persona es el individuo en su interacción con los otros, y se sabe que allí donde hay al menos dos hombres que acuerdan una forma de entenderse, o sea, crean una regla o norma, allí está presente el Derecho; y la fuente principal del derecho es la ley. Un individuo, entonces, es varias veces “persona”, tantas como funciones sociales ejerce, puesto que todas ellas
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son diferentes entre sí. Por ejemplo, un sujeto puede ser simultáneamente padre de sus hijos, hijo de sus padres, esposo de su esposa, hermano de sus hermanos, tío, obrero, usuario de servicios, consumidor de productos, deportista, cuentacorrentista, poeta, etcétera y etcétera. La persona es, pues, el individuo en su vida de relación, y lo que existe en la realidad es la persona, no el individuo. El individuo es una abstracción, una idea; la persona es, está ahí, somos cada uno de nosotros. El individuo es el hombre considerado como tal, como una unidad ideal de la especie. La persona, es el individuo considerado como realmente vive: en sociedad, y considerado, por tanto, como un ser único, inconfundible e irrepetible (“Toda persona tiene una significación tal, que no puede ser sustituida en el puesto que ocupa dentro del universo de las personas” - Emmanuel Mounier, fundador de la escuela filosófica del “Personalismo”, de orientación católica). El NACIONALSINDICALISMO es, desde esta perspectiva, un humanismo, porque considera a cada miembro de la especie humana como una persona valiosísima y dignísima, que desempeña en el mundo diversos roles. De todos ellos, la doctrina nacionalsindicalista abstrae los tres fundamentales para la construcción de la sociedad o comunidad política, la forma de organización eminentemente humana en el mundo (“El hombre es un animal político” - Aristóteles): las condiciones, antes citadas, de ser miembro de una familia, trabajador y vecino. Veremos más adelante qué implican estos conceptos.
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La persona
IV. El hombre
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Todos nosotros somos “hombres”. Como miembros de una especie (“el animal racional”, según Aristóteles) somos idealmente individuos y concretamente personas (“individuos en el mundo”). Pero lo que debemos averiguar, puesto que ello hace a uno de los principios fundamentales del NACIONALSINDICALISMO –el trabajo– es, precisamente, qué somos en esencia. Intentemos una superbrevísima antropología (estudio del hombre).
6. ¿Qué es el hombre? El hombre es criatura de Dios, hecho de cuerpo y alma, y poseedor de libre albedrío (tiene derecho a elegir por sí mismo el curso de su vida y los elementos que la sustentan). El hombre no es ni mera materia, ni el resultado de ninguna evolución de lo bestial hacia lo humano, sino que su especie es creación original de Dios (aunque como todo ser en la naturaleza la especie humana haya pasado por mutaciones superficiales que diferencian a los grupos humanos procedentes de distintas culturas). Como “imagen y semejanza” divinas, posee intelecto y voluntad (potencias del alma humana). Su intelecto (o inteligencia, o razón) le permiten conocer el mundo (potencialmente el universo entero) y su voluntad le sirve para ejercer la opción o elección de aquella porción del mundo que está a su alcance y le sirve para su sustento y desarrollo. Como no poseería esas potencias sino para usarlas en su bien (nunca en su perjuicio), toda vez que usa mal de ellas comete un error (el hombre, explica santo Tomás de Aquino, siempre obra “sub specie bono”, es decir, bajo la creencia de que lo que hace le resulta beneficioso). De donde el mal no es propiamente “privación de bien” (o “carencia de bondad”, como lo caracterizan muchos diccionarios), sino el error. Hacer el mal, “pecar” o sea “transgredir” es errar y es por eso que, entendiendo que quien yerra debe tener la oportunidad de rectificar, la Iglesia Católica suministra el sacramento de la Penitencia (consistente en la confesión de los pecados y el propósito de enmienda).
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7. ¿Es el hombre libre por su naturaleza? El hombre es, consecuentemente, portador de una dignidad que le es propia y que corresponde a todo individuo de la especie, y también, es libre por naturaleza en cuanto tiene la potestad de optar libremente en su interior. Como enseña Tomás de Aquino, el alma humana tiene dos funciones primarias: el intelecto y la voluntad. Ambas actúan conjuntamente para producir la memoria. El intelecto (=intus legere, “leer adentro”) o razón (=ratio, “ponderación”) es lo que nos permite conocer el mundo. Para explicarlo con simpleza se usa la alegoría de la oscuridad y la linterna: el mundo es oscuro (desconocido) y nuestra INTELIGENCIA va iluminando sectores, haciéndolos “visibles” a nuestra comprensión. Como necesitamos del mundo para sostener nuestra vida, nuestra facultad apetitiva, la VOLUNTAD (de volere, querer, desear), escoge de entre lo que se halla a mano del sujeto aquello que él juzga que mejor le va a servir. Así actuamos básicamente los hombres, de donde se puede comprender que somos libres por nuestra propia constitución humana, ya que tenemos la facultad de elegir comprendiendo que elegimos (posibilidad que las bestias o animales inferiores no poseen, porque ellos viven sujetos a las disposiciones o atavismos de su especie al carecer de inteligencia). Desde luego, así como tenemos la facultad de la vista para poder ver las cosas como realmente son (o se presentan) –puesto que sería ilógico poseer una facultad enderezada a engañarnos–, de igual manera somos capaces de voluntad o elección para elegir lo que nos conviene, no lo que nos perjudica. (Todo aquello que verdaderamente nos conviene, se identifica con lo que entendemos como el Bien y la Verdad.)Pero como somos falibles (no somos infalibles como Dios), podemos equivocarnos al ver las cosas y podemos equivocarnos al hacer nuestras elecciones. O permitir que nuestras pasiones nos inclinen por el objeto que no es bueno, pese a que nuestra razón lo denuncie suficientemente (el caso del fumador empedernido). De donde el mal, enseña el Aquinate, lejos de ser una entidad es un error, un error de juicio, una claudicación de la voluntad y por eso es perdonable por Dios aunque fuese la causa de hechos sumamente malos.
El problema principal de la libertad humana no es su reconocimiento, sino su ejercicio. El reconocimiento tiene siglos, pero el ejercicio no se ha logrado nunca, colectivamente hablando, en la actual civilización.
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La persona
V. Los bienes
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8. ¿Qué son los bienes? Una definición genérica la suministró Aristóteles hace 25 siglos cuando dijo que “Bien es lo que todos apetecen”. Esto es, que en principio un bien material (concreto) o formal (abstracto) es algo que me sirve, que me ayuda, que me procura un beneficio y que, consecuentemente, yo deseo procurármelo. Siglos más tarde agregará Santo Tomás de Aquino que “Lo bueno y el bien son reversibles”, esto es, que lo que es bueno es un bien y un bien es algo bueno. Esto último nos podría inducir a la confusión, por lo que será útil aclararlo. En efecto, sucede, lamentablemente a menudo, que hay cosas o hechos que son visiblemente malos y que, sin embargo, los queremos igual y hasta los buscamos a sabiendas de que nos producen alguna medida de daño. Es el caso, por ejemplo, del fumador, quien no puede alegar que desconoce la opinión médica universal de que el tabaquismo es una práctica nociva, y sin embargo, sigue fumando mientras opina, y cree sinceramente, que el efecto del tabaco le proporciona un tipo de bienestar superior al perjuicio que orgánicamente le pudiese producir. Santo Tomás de Aquino nos lo explica suficientemente cuando nos advierte que los hombres obramos siempre “sub especie bono”, esto es, en la creencia de que cuanto hacemos es bueno para nosotros. Así, a veces nos equivocamos y hacemos o decimos algo que nos procura lo contrario de lo que pretendemos, y eso sucede porque erramos; porque nuestro juicio es equivocado. Aún las más abyectas aberraciones son, para quienes las protagonizan, hechos que en su error creen que les serán de utilidad: el ladrón cree que es bueno robar porque le proporciona cosas que desea, el asesino psicópata está convencido de que el disfrute de la contemplación del sufrimiento de sus víctimas le procurará felicidad o satisfacción o calmará sus malas pulsiones. De lo que antecede podemos deducir fácilmente que el mal no es, en sí mismo, una entidad, sino meramente un concepto de razón: es la concreción o realización en el mundo del juicio erróneo, o error. Podríamos decir, parafraseando al Aquinate, que el error es malo y que el mal es el error.
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9. ¿Qué son los bienes económicos? Los bienes espirituales o intelectuales tienen su propia causa final; los bienes económicos, la que ya sabemos: satisfacer nuestras necesidades en orden a sostener nuestras vidas.
Son bienes económicos aquéllos que producimos con la finalidad de sustentar nuestras existencias (de mantenernos con vida y con salud), permitirnos o asegurarnos nuestra descendencia y proteger y educar a nuestros hijos al menos hasta que alcancen su plena autonomía. Los bienes económicos sirven también para muchos otros propósitos además de los expresados; pero nos parece que éstos serían los fundamentales, los que fundamentan nuestra preocupación o nos motivan a trabajar a fin de obtenerlos.
Los bienes económicos se clasifican básicamente en dos categorías bien definidas: las mercancías o productos y los servicios.
10. ¿Qué son las mercancías? Son mercancías aquellos efectos producidos con el fin de que sean utilizados por otros, siempre y cuando los interesados en adquirirlas lo hagan a título oneroso. Esto es, que paguen por ellos (“oneroso” proviene del latín onerosus = “pesado”, “cargante”, “que cuesta”), fuere con dinero, con servicios o con otros productos (por canje o trueque). Quedan, en consecuencia, descartados los bienes que no entran en el mercado, esto es, que no son objeto del comercio. Por ejemplo, cuando yo fabrico una caña de pescar para mi uso exclusivo, o para regalarla a otro, no estoy efectuando una actividad económica, aunque la caña pudiera eventualmente ser ofrecida a prospectivos compradores y en tal caso, fácilmente vendida o canjeada. En este lugar parece conveniente provocar una digresión para explicar el concepto jurídico de “cosa”. Para el Derecho, “cosa (del latín = causa) es toda porción sensible (captable por los sentidos) del mundo y susceptible de una apreciación pecuniaria (de recibir un precio en dinero)”.
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V. Los bienes
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Cuando una cosa, aunque fuere valiosa o valuable, no soportase ser apreciada (que se le ponga un precio), entonces se dice que esa cosa “está fuera del comercio”. Por ejemplo, los bienes públicos –como el palacio del gobierno– no están en el comercio y, en consecuencia, si el Estado quiere venderlos, precisa de una ley dictada al efecto. El comercio (del latín “merx - merces” = “cosa hecha para vender, mercancía”), es la actividad económica por la que se canjean los bienes económicos, utilizando para ello generalmente el dinero. El dinero es, en consecuencia, un instrumento intermediario que facilita enormemente la distribución de los bienes económicos. Sin embargo, éstos pueden ser intercambiados por el trueque o canje, actividades que dan lugar al contrato de “permuta”.
11. ¿Qué son los servicios? Los servicios son trabajos (obras) que se realizan en beneficio de otros. Cuando barro el piso de mi casa, trabajo pero no estoy produciendo un servicio. Cuando barro el piso de otro y ése me paga por ello, estoy produciendo un servicio, esto es, un bien económico.
12. ¿Qué es una “obligación”, en sentido jurídico? En sentido jurídico, una obligación es un compromiso contraído de acuerdo con la ley, por el cual una de las partes, el deudor, está constreñido a realizar una determinada prestación a favor de la otra parte, llamado el acreedor, teniendo que cumplir en tiempo y forma. Hay tres clases de obligaciones: 1. de dar (cantidades de dinero o cosas), 2. de hacer y 3. de no hacer. Claramente se ve que las obligaciones de dar se compadecen con la compraventa, el trueque y el alquiler; mientras que las de hacer y las de no hacer, apuntan a los servicios (pintar una pared, o no abrir una tienda en un radio razonable de distancia respecto de la que se acaba de vender a otro). Con lo dicho, queda bien aclarado lo diversas que son las dos clases o tipos de los bienes económicos. Esta clasificación tiene interés cuando se discurre en torno del trabajo no laboral o trabajo efectuado con propósitos no mercantiles (cf. el punto 10).
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FUNDADORES DEL NACIONALSINDICALISMO
José Antonio Primo de Rivera Primer Jefe Nacional de FE de las JONS
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VI. La propiedad de los bienes
13. ¿Qué es la “propiedad”? El término “propiedad” alude a lo que es propio, a lo que pertenece a cada persona. Procede del latín “próprietas”, término derivado de un vocablo no latino sino proveniente del osco, otro idioma vernáculo de la península italiana. Más adelante, los romanos empezaron a utilizar con preferencia el término dominio (= “domínium”), derivado de “domus” (=hogar) y “dóminum” (= el amo o jefe del hogar). De “dóminum” proviene dómino y dueño. Así pues, en latín la propiedad era lo que pertenecía en exclusiva al dueño de casa o jefe del hogar. Hoy, se usa con preferencia y en sentido amplio la palabra propiedad en el lenguaje cotidiano para determinar lo que pertenece a alguien, y dominio en lenguaje jurídico para referirse a la propiedad inmueble. Pero son sinónimos. La propiedad se diferencia de los conceptos de la posesión y de la tenencia. Quien posee tiene la cosa que está en su poder (= “la mantiene dentro de su esfera de custodia”) y la utiliza con el ánimo de titularizar la propiedad o dominio de la misma; por ejemplo, quien ocupa un terreno desatendido por su dueño, habiendo ocupado el solar sin violencia y sin ocultar el hecho, lo utiliza con un fin lícito –edificar, sembrar– y paga los impuestos de su peculio, puede aspirar a que vencido el término legal de usucapión (prescripción adquisitiva), la autoridad pública le otorgue la escritura pasándolo a su dominio. En cambio, el simple tenedor de la cosa, la utiliza pero sin pretensión (personal o legal) de quedársela sino, por el contrario, con la obligación de proporcionarle los mismos cuidados que le daría el dueño y de devolverla cuando corresponda; tal es el caso del locatario de un inmueble.
El concepto de “propiedad” es un concepto limitado: todas las cosas del mundo están para que el hombre se apropie de ellas, pero no unos pocos hombres sino muchos y no para su exclusivo beneficio sino para el de la especie humana en su conjunto.
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14. ¿Qué es la “propiedad privada”? La propiedad privada es la que pertenece a un particular o conjunto de particulares y no al conjunto de la comunidad política. Por lo tanto, no siempre es individual, sino que puede también, según los casos, devenir colectiva: propiedad empresaria, propiedad familiar, propiedad comunal, propiedad sindical. Lo opuesto es la propiedad pública (del latín “Pópulus” = el Estado, en cuanto gestor por cuenta de la sociedad, que es la propietaria). Es cierto que corrientemente se piensa en la propiedad individual al oír hablar de “propiedad privada”, pero el concepto de privado se opone al de público, siendo lo público lo propio de todo el pueblo, o todo el conjunto de la población. El pueblo considerado como un ente, puede titularizar una propiedad (una cosa, real o virtual, sobre la que se tiene el derecho de usar, disponer y/o disfrutar –“ius utendi, abutendi et fruendi re sua”– teóricamente en forma ilimitada, pero en la práctica, con sujeción a la ley. Pero al ser propiedad pública, sólo pueden ejercer los ciudadanos su derecho a “usar y disfrutar” de esa propiedad conforme lo permita la ley, no a su solo o individual arbitrio. En cambio, otras formas de propiedad en conjunto o de múltiples titulares (como en las sociedades, en los condominios, en la sociedad conyugal, etcétera) pueden ser usadas o dispuestas como lo decidan sus copropietarios y –una vez más– según lo admita la ley. Estas formas son, sin duda, “propiedad privada” aunque pluripersonal (colectiva).
15. ¿Cuándo es lícita la propiedad privada? La propiedad privada es lícita cuando es fruto del trabajo de quien la produjo o cuando es adquirida por obsequio o herencia, autorizados por la ley. Cuando es adquirida por apropiación del trabajo ajeno, o de otro modo hurtada, robada, por estafa o defraudación o de cualquier forma ilícita o ilegal, el poseedor no tiene derecho a ella. El “capitalista”, “empleador” o “patrón” adquiere la propiedad en forma ilícita, porque aunque la ley –una ley injusta– lo autorice a tal apropiación, la verdad es que esa propiedad es
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VI. La propiedad de los bienes
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fruto del trabajo ajeno, y sólo el trabajo es el creador de riquezas; por lo que sólo al trabajo le corresponde su posesión, a menos que un trabajador la venda, alquile, regale o deje en herencia (forzosa o testamentaria). Acerca de esto último, muchos nacionalsindicalistas, teniendo en cuenta la ética doctrinaria en torno al trabajo y la propiedad, y sus consecuencias, entendemos que la herencia es una forma de transmisión de la propiedad que debe ser severamente restringida, a fin de evitar la acumulación, que es una de las principales causas del desarreglo social, como que es el fundamento material de la usura.
16. ¿Subsistirá la herencia en el nacionalsindicalismo? El derecho activo y pasivo de heredar será acordado en el sistema nacionalsindicalista, pero con reformas. En torno del derecho de dar o recibir en herencia, es también conveniente realizar algunas reflexiones. El sentido etimológico del término no es relevante, porque todos sabemos qué significa la institución en sentido jurídico (el término también tiene su aplicación especial en genética y aún en programación en ordenadores). El nacionalsindicalismo está decididamente en contra del sistema de acumulación y sobre todo, de acaparamiento, propios del capitalismo. La idea es que las personas trabajen lo suficiente y justo para cubrir el valor de los productos y servicios que le son necesarios (cálculo que no se puede hacer a nivel individual sino sectorial). Que la producción sea constante y suficiente, aunque no excedentaria (despilfarro de materiales primeros y de trabajo). Que nadie viva en la escasez de la apretura por falta de los medios más modernos y eficaces de producción, de prevención de las enfermedades, de atención profesional y medicación, de vivienda, de educación e instrucción, de recreo y diversión, etcétera. Desde luego que no se podrá ni se desea impedir que haya diversos niveles de condición económica (“niveles”, no “clases sociales” que es un concepto propio de los marxistas), porque hay naturalmente entre las personas desniveles de edad, de disposición de trabajar, de ambición personal, de educación (aunque se tratará de llegar a un alto y
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Breve Catecismo Económico del Nacionalsindicalismo homogéneo estándar), entre otras posibles variables consideradas. Consecuentemente, habrá personas en niveles de más holgura y otras en niveles de menor holgura. Lo importante es erradicar la pobreza, considerando por tal la carencia de elementos de vida suficientes conforme la época y el lugar. En otro sentido, es lógico considerar que, tanto la facultad de poseer bienes como la de regalarlos, cederlos o utilizarlos es de derecho natural. Lo que no surge del derecho natural, sino más bien es contrario a él, es que se tenga el privilegio de acaparar bienes más allá de la cobertura de las necesidades propias y familiares y una cierta prevención de situaciones futuras. El excedente que no se gasta, y que se asimila a un “sacrificio” de placeres o satisfacciones, que se reprimen para guardar el dinero que demandarían con fines de inversión, especulación o salvaguardia de eventualidades negativas, es lo que suele considerarse el “ahorro”. Bien está que la gente ahorre (excepto con fines de usura u otras formas de especulación inmorales e ilícitas), de modo que ese ahorro constituya un conjunto de recursos aprovechable. Por otra parte, el sistema, al ser eminentemente social además de protector de la libertad individual, prevé el “ahorro social”, no en el sentido en que se usa ordinariamente el término, sino en el sentido de un aporte individual a un pozo común de previsión social, no solamente para retiros y pensiones, sino también para toda clase de eventualidades. Dentro de ciertos límites, la acumulación es tolerable. No lo es, por ser socialmente perjudicial, al grado del acaparamiento o del exceso muy por encima del nivel de necesidad o de utilización normal. Los artículos de lujo, del tipo para consumo, serán prohibidos cuando sobrepasen cierto precio.
17. ¿Qué se podrá heredar y qué no? Se podrán dar en legado o dejar en herencia, testamentaria o intestada, aquellos bienes de utilidad personal de uso y de consumo que no sobrepasen un cierto valor fijado por la ley (dictada por la propia gente, no por sus “representantes”). Es decir que la constitución obligará a dar la ley, y la gente le pondrá el nivel de restricción sin violentar su espíritu. El valor superior al admitido legalmente, quedará a favor del organismo público que la ley hubiera determinado, para el cumplimiento de sus fines. La intención es impedir que, por esta vía, las
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VI. La propiedad de los bienes
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familias se tornen demasiado poderosas transcurridas algunas generaciones, erigiéndose en factores de poder económico incompatibles con el orden sindical. Por supuesto que cada causante podrá ceder o donar a otros parte de sus bienes en vida. Se limitará el alcance forzoso de la ley de sucesión a los familiares inmediatos hasta el segundo grado y a los convivientes efectivos. Pero se permitirá el legado o testamento a favor de instituciones de bien público reconocidas por la ley (oficiales y privadas), sin límite de valor. En el caso de la herencia de la tierra, se estudia el tópico en el capítulo correspondiente (XIV. “La tierra para quien la trabaje”). Desde luego, se podrá legar o testar o dejar en herencia intestada las participaciones de capital en la empresa donde el causante trabaje, sin restricciones, dándose prioridad a los descendientes inmediatos, a los ascendientes inmediatos en su defecto, al cónyuge, y luego a los demás posicionados según los reconozca la ley. Otras consideraciones escapan ya al esquema del orden sindicalista, correspondiendo más bien a una adopción ecléctica de medidas conforme las circunstancias fácticas. En definitiva, habrá que recordar que los bienes son para los vivos, no para los muertos, y que éstos no pueden ser titulares de bienes. Ordinariamente, la ley le otorga a la llamada “última voluntad” de un hombre, una personería que no existe en la realidad. Es una ficción jurídica (tal como la de las “personas jurídicas”), útil en su caso para permitir un reparto de los bienes que dejará el difunto sin incurrir accidentalmente en injusticias, aunque no infalible en tal sentido. Por lo tanto, una vez desaparecido el titular natural de los bienes desaparece su titularidad o dominio jurídico y el orden público –que para eso está, para cuidar el orden público– perfectamente podría disponer la aplicación de esas riquezas vacantes a una utilidad pública (con excepción, quizá, de aquellos objetos de valor afectivo probado –aunque tuviesen también valor económico–). Pero respetando la anciana tradición de legar a los descendientes, además del apellido familiar, también los bienes familiares, es que el orden nacionalsindicalista no podría sino permitir algún tipo de traspaso que no implique peligro de enriquecimiento excesivo.
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FUNDADORES DEL NACIONALSINDICALISMO
Ramiro Ledesma Ramos Fundador de las Juntas de Ofensiva Nacionalsindicalista
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VII. La economía
18. ¿Qué es la economía como actividad? Aristóteles llamó “economía” al gobierno del hogar (= gr. “oikos”, el hogar; “oikonomía”, la disciplina del hogar); mientras que al proceso productivo a nivel de la comunidad política, la llamó “crematística” (término de su invención al que dio el significado de “ciencia de la creación y acumulación de las riquezas”). Más tarde, el primero de los términos mencionados se deslizó hacia el significado propio del segundo; es por eso que ahora llamamos economía –y no crematística– a la actividad por la cual nos procuramos en conjunto la totalidad de los bienes necesarios para nuestra vida y propósitos y los intercambiamos de modo que se distribuyan entre todos los interesados o necesitados. Éste es el significado de la economía como actividad productiva y mercantil.
19. ¿Qué es la economía como estudio? Cuando se pasa al concepto de la economía como estudio o disciplina –no ciencia, porque no lo es– se separa dicho estudio en dos ramas: microeconomía y macroeconomía. La microeconomía estudia el tipo de actividades que despliegan los agentes económicos en forma individual (trabajadores, empresarios, consumidores, comerciantes, etcétera). La macroeconomía, en cambio, tiene por objeto estudiar en forma global o en conjunto el desempeño de una economía nacional: el monto total de los bienes y servicios producidos en un período estudiado, su valor, el nivel del empleo, el nivel de los precios y demás.
20. ¿Qué son los “operadores económicos”? Los operadores económicos son las personas (naturales o jurídicas) que se dedican a la producción, distribución, realización (servicios) y compraventa de los bienes económicos
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(incluyendo a los agentes de la “demanda”, esto es, a los interesados en comprar esos productos o servicios).
21. ¿Qué son las “riquezas”? Los bienes económicos constituyen las “riquezas” (categoría de bienes útiles o necesarios para la vida), mientras que el sustantivo colectivo “riqueza” hace referencia a la abundancia de esos bienes (propiedad privada o el conjunto de los bienes existentes en una comunidad política).
22. ¿Qué es el comercio? El intercambio o distribución de los bienes se realiza por medio de la actividad mercantil o comercio (“commercium” = intercambio de las “merces”, o productos fabricados para que sean aprovechados por otros). La distribución (en su aspecto social, no en el aspecto técnico, en que alude en sentido amplio al comercio, y en sentido restringido, al transporte) se realiza allí donde concurran, personal o virtualmente, los operadores económicos categorizados como oferentes (“la oferta”) y solicitantes (“la demanda”) a fin de acordar una operación de intercambio: unos entregan los bienes y otros los pagan.
23. ¿Qué es el “mercado”? Al ámbito donde se encuentran la oferta y la demanda se lo llama ordinariamente el mercado. En el lenguaje corriente de siglos atrás, se llamaba mercado al lugar localizado donde se juntaban en forma periódica los distintos productores ofreciendo en venta sus mercancías. Para ello, solían tender a modo de techo unas telas o toldos para repararse un tanto el comerciante y sus clientes del rigor climático, de donde viene el llamar “tiendas” a los locales de comercio. Hoy ese término mercado perdura con idéntico sentido cuando se habla de “mercados” o “supermercados”, referidos a recintos que albergan varias tiendas.
Pero el mercado de que se habla en términos de la economía hace referencia al conjunto de los operadores económicos
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activos, esto es, a cuantos en un momento dado ofrecen vender u ofrecen comprar determinadas categorías de bienes. Usualmente se lo toma en sentido global; por ejemplo, se habla del “mercado automotor” para hacer referencia a cuantos compran y venden automotores en un período arbitrariamente establecido, como podría ser, durante una jornada, una semana, un mes o un año.
24. ¿Qué implica el mercado en la concepción del neoliberalismo? Finalmente, en el lenguaje abusivo de los neoliberales se caracteriza el mercado como la institución autorregulada y de “perfecta transparencia” por la que se efectiviza en forma satisfactoria el conjunto total de los múltiples intercambios de las riquezas o bienes económicos de una localidad o una nación, o a nivel mundial. El mercado es un “fetiche” de los neoliberales. Fetiche es todo objeto de culto idolátrico al que se atribuye poderes extraordinarios, fuera de lo común e incluso sobrenaturales – como era el caso entre los pueblos muy antiguos, mal llamados “primitivos”. La verdad demostrada es que tal institución mercatoria no es en absoluto “transparente”, sino que en las normales operaciones interfieren siempre los intereses creados de las grandes empresas y de los bancos, que tras bambalinas realmente dirigen o controlan el proceso económico de los países, a fin de preservar el sistema financiero de la usura, que es el fundamento actual del sistema capitalista.
25. ¿Qué es la finanza o actividad financiera? La finanza es una disciplina coadyuvante de la economía, cuya finalidad es proveer de los elementos documentales que permitan o faciliten el intercambio: la creación, distribución y supresión del dinero, de otros medios de pago alternativos y de los “papeles de negocio”. Su nombre deriva del verbo “finar” en su acepción de “dar fin a las deudas”, esto es, cancelarlas. Para algunos, es una rama de la economía, pero está a la vista que sus finalidades, si bien son concurrentes,
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Breve Catecismo Económico del Nacionalsindicalismo divergen: una actividad consiste en crear y distribuir las riquezas y otra en proveer de elementos que ayuden a la creación y a la distribución.
26. ¿Qué es la “liquidez de los activos”? Lo que pasa es que persiste el equívoco de considerar que el dinero actúa como “capital” (uno de los “factores de la producción”). Pero en la realidad, el dinero (que sólo puede ser empleado bajo su forma de moneda) no sirve para producir directamente los bienes; sí sirve, en cambio, para adquirir los elementos materiales de la producción (materiales, maquinarias, etcétera) así como para pagar sus gastos (salarios, expensas, tarifas, impuestos y demás). A fin de aventar el equívoco, se inventó en su momento, para caracterizar al dinero amonedado, la expresión: “la forma más líquida del capital”. La liquidez es la característica de los fluidos, que les permite introducirse y circular con facilidad entre los elementos sólidos. En lenguaje económico, la “liquidez” es la condición de fácil “colocación” de los bienes (que en lenguaje financiero son “los activos económicos”), es decir, de su fácil venta a cambio de dinero. Una joya es posiblemente un objeto más “líquido” que una propiedad inmueble, por su portabilidad y rápida tasación, así como por la mayor facilidad que existe para la transferencia de los bienes muebles. Hay otro significado del término liquidez, de uso corriente en macroeconomía, que se refiere al conjunto de moneda en circulación, o “circulante” (M2 en las fórmulas financieras): moneda de curso legal, divisas, depósitos a la vista, depósitos en cuenta corriente y en caja de ahorros y a plazo fijo.
27. ¿Qué son los “activos” económicos y los “activos” financieros? Los llamados activos económicos son los productos o mercancías producidas por la actividad económica (bienes de consumo, bienes de capital (maquinarias, instalaciones, herramientas...), metales preciosos (que aunque estuviesen amonedados no dejan de ser mercancías) y demás. Los activos financieros son el conjunto de los valores financieros creados por los agentes financieros: dinero amonedado (el activo “más líquido” concebible), valores (acciones, etcétera), depósitos a plazo, y demás conjunto de los llamados “papeles de negocio”.
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VIII. El trabajo, el paro o desocupación y la huelga
Cuando se menciona el trabajo, todos creemos entender qué significa esa palabra. Pero si –como enseñaba San Agustín respecto del tiempo– nos preguntáramos qué quiere decir estrictamente hablando, “trabajo”, es posible que no encontráramos fácilmente las palabras para definirlo. De poco nos valdría recurrir a los diccionarios de uso, tal como el justamente prestigioso de la Real Academia Española, porque no pueden proporcionar una definición filosófica del término, única que da en la esencia de las cosas. (“Esencia” es aquello –lo que fuere– que hace que las cosas sean como son y no de otra forma). [Ver Apéndice II) Como el concepto de trabajo es crucial para la comprensión de la doctrina nacionalsindicalista (y para la liberación de la humanidad) intentaremos, en consecuencia, desentrañarlo. Si hacemos caso a lo que nos trasmite (en un lenguaje propio, simbólico) la Sagrada Biblia, precisamente en el primero de sus libros –el Génesis–, Dios expulsó a nuestra especie del Paraíso en las personas de nuestros ancestros Adán y Eva. Al hacerlo, nos condenó a tener que trabajar con esfuerzo, con pena, (“Con el sudor de tu frente comerás el pan”). Por esta famosísima expresión y otras contextuales, nos es posible comprender que, antes del exilio, también teníamos que trabajar, sólo que estábamos libres de la penalidad del esfuerzo. Sin embargo, con o sin esfuerzo el trabajo es una necesidad de la naturaleza humana. “Necesario” quiere decir que pertenece al núcleo, esencia o naturaleza de algo. Que es algo que forzosamente debe ser o suceder. Los hombres tenemos que trabajar. Otra cosa sería pensar que el trabajo es la razón de nuestra existencia (como lo pretende el marxismo). No es así. La necesidad de trabajar existe porque tenemos algo que hacer con nuestras vidas (no vivimos “porque sí”, sino “para” algo). Para qué vivimos, es una cuestión cuya respuesta difiere conforme las distintas creencias religiosas o filosóficas: un ateo hallará –o no– una respuesta, un hombre religioso encontrará otra diametralmente opuesta, etcétera. Así pues, para conservar nuestra vida, nuestras fuerzas y nuestra capacidad intelectual, nos es preciso obtener
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Breve Catecismo Económico del Nacionalsindicalismo aquellos bienes materiales y espirituales que los sustenten. En palabras más simples: tenemos necesidad de comida, ropa y un techo, básicamente; y luego, cubiertas esas básicas necesidades, habemos menester de otros elementos de supervivencia y de desarrollo de nuestra personalidad (libros, por ejemplo). Todas esas cosas, así como los servicios complementarios (lo que otros hacen por nosotros en cuanto nosotros no podemos, eventual o permanentemente, hacer por nosotros mismos), los requerimos como condición de nuestra supervivencia; lo que, de paso sea dicho, nos enseña que vivimos en un mundo de necesidad, no de libertad; y que, por tal causa, para ejercer nuestra innata libertad, tenemos asimismo que trabajar. No nos queda otra posibilidad. Nuestro trabajo es, por tanto, un medio, no un fin. Aclarado lo que antecede, vayamos ahora al cuestionario del nacionalsindicalista.
28. ¿Qué es el trabajo? El trabajo es la actividad humana por excelencia (puesto que solamente el hombre es capaz de trabajar) mediante la cual nos proveemos de los medios de subsistencia y desarrollo que necesitamos para mantener nuestras vidas y desarrollar nuestra personalidad, con miras a cumplir el plan divino que nos concierne. En efecto, sólo nosotros podemos trabajar; no así los animales inferiores (las “bestias”). Para explicar eso, previamente debemos efectuar una dilucidación entre dos formas de proceder, denominadas respectivamente: el hacer y el obrar. Hacer es realizar materialmente algo: clavar un clavo, por ejemplo, es hacer; mientras que obrar es idear lo que vamos a hacer y controlar intelectualmente el proceso de su realización. Puesto que solamente los humanos somos capaces de inteligencia o razón (cfr. punto 6), solamente nosotros trabajamos. Las bestias simplemente hacen. De modo que cuando consideramos algunas tareas bastantes complejas a cargo de animalitos como las abejas, las hormigas, los castores o las arañas, entre tantos otros, es comprensible que lo veamos como “trabajo” porque, al fin y al cabo, terminan lo que están haciendo y luego lo utilizan (tal cual nosotros).
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La diferencia entre ellos y nosotros está en que nosotros sabemos lo que hacemos y por qué lo hacemos. Ellos, en cambio, solamente ejecutan lo que el mandato o atavismo de sus respectivas especies les imponen. Así, nosotros somos capaces de tejer telas, construir túneles mineros, edificar viviendas y construir embalses, tal como hacen, respectivamente, las arañas, las hormigas, las abejas y los castores. Pero el castor no puede tejer una tela de araña ni un hormiguero, etcétera. ¿Se comprende, pues, lo que nos diferencia?
Todo esto nos indica con claridad que el trabajo es una actividad esencial y, por tanto, nobilísima, que nos concierne y que no podemos evitar. De donde se infiere que quien no trabaja, es un sujeto despreciable y perjudicial para nuestra sociedad. Desde luego, veremos luego las especies de trabajos que existen, para no caer en la simplificación de acusar de ociosas o perezosas a personas que, sin embargo, ejercen una modalidad de trabajo de superior calidad y utilidad (y que, generalmente, poco se les reconoce).
29. ¿Está el hombre obligado a trabajar, o el trabajo es un derecho? El hombre está obligado a trabajar (porque sus necesidades no pueden ser subvenidas mágicamente, esto es, por un simple acto de voluntad, sino por una combinación de voluntad y esfuerzo personales). Mas por eso, todo hombre tiene igualmente el derecho de trabajar. El orden público al que un hombre está sometido (siempre lo está, en virtud de su naturaleza gregaria o social) debe garantizar inmediatamente después de su derecho a la vida, su derecho de ejercer su trabajo. No la mera declaración del derecho al trabajo, sino la concreta posibilidad de ejercerlo. El orden público que no garantiza ni consigue que un hombre pueda trabajar, comete, así fuere por omisión, un delito de lesa humanidad. Otra cosa será que, en virtud del desarrollo tecnológico, la mayoría de los hombres vean crecientemente limitada su necesidad de trabajar a horarios muy inferiores a los que hoy rigen en los países civilizados, incluso a un
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Breve Catecismo Económico del Nacionalsindicalismo mínimo de esfuerzo. Porque de eso se trata: la civilización no tiene otro objeto que retornar al hombre a las bondades del paraíso perdido y ése es, para nosotros, el meollo del mandato divino: “Obtendrás el pan con el sudor de tu frente”. Si se lee con atención el Génesis, primero de los libros de la Santa Biblia, se verá que Dios no mantenía a la especie humana, en el paraíso (que no es una región, un lugar geográfico, sino una forma de vida o estado de existencia), exceptuada del deber de trabajar (“Haz esto”, “No hagas aquello”, le dice Dios Padre a Adán, y hacer, en el hombre es trabajar). La ventaja paradisíaca consistía en que el trabajo no provocaba el dolor o el cansancio del esfuerzo, ni el parto de la mujer debía de conllevar sufrimiento y peligro. La expulsión del Paraíso es la alegoría de la pena de dolor y el sufrimiento para lograr los fines de la existencia. La civilización, o sea, el progreso humano –descubrimientos e invenciones, pero también mayor comprensión moral– es el “vía crucis” de la especie humana que, contrariamente al de N. S. Jesucristo, no la conduce necesariamente a la muerte, sino a la vida superior, el “Paraíso perdido”.
30. ¿Son coincidentes las visiones del trabajo que sustentan el socialismo y el nacionalsindicalismo? No, para nada. Ambas doctrinas pretenden por igual cambiar el actual sistema capitalista, y dentro del cambio, enaltecer la condición del trabajador (en sentido económico) como el único productor de todos los bienes disponibles. Pero el socialismo sostiene, por un lado, una visión radicalmente diferente de lo que es el hombre respecto de la del nacionalsindicalismo; y por otro, no ve en el salariado una forma de explotación sino que, coincidiendo en ello con los capitalistas y con los cristianos liberales, favorece ese sistema; y, puesto que cuando hay salario hay patrón, el único cambio que introduce es el del Estado-patrón único, mucho más poderoso e intratable que los múltiples capitalistas a los que reemplaza. El socialismo sostiene una visión optimista acerca del hombre y de su porvenir. Los socialistas son materialistas (vale decir que, además de ateos, carecen del sentido de trascendencia).
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Consideran al hombre como básicamente inocente y a las penas y esfuerzos del trabajo como el resultado del desorden económico. Por eso, entienden que en cuanto fuere posible terminar con el desorden social, desaparecerá con él el sufrimiento y la penosidad del trabajo. Es casi como una creencia mágica, desde que la magia se fundamenta en el poder de la voluntad, como fuerza capaz de doblegar a la naturaleza y obligarla a actuar contra sus propias leyes. El nacionalsindicalismo, por su parte, tiene una concepción del hombre cristiana, trascendente. Por eso, no ve la naturaleza humana con optimismo, sino con realismo. No considera que los problemas de la existencia humana van a terminar con el fin del desarreglo social, en primer lugar porque el mismo no ha de tener fin, sino tan sólo contención parcial. Sólo es posible mantener a raya la maldad, la ambición, la vesania, y edificar unas estructuras que faciliten a las personas el ejercicio de su libertad tanto como las condiciones materiales lo permitan. No cree que el hombre sea bueno por naturaleza, como tampoco malo, sino que posee una voluntad claudicante, que necesita de continuos estímulos en dirección a la enseñanza moral para no caer en el error –porque el error es más fácil que la verdad, el mal más fácil de hacer que el bien. En consecuencia, el nacionalsindicalismo no asegura que su revolución constituirá el fin de la historia, sino el comienzo del principio de su encarrilamiento definitivo en la dirección que marca la redención cristiana: un regreso al Paraíso perdido.
31. ¿Es el trabajo la actividad humana aplicada a la producción económica? No solamente; sino que es trabajo (legítimamente considerado) toda actividad humana lícita cualquiera que fuese su finalidad, siempre que estuviese orientada a obtener cosas deseables y beneficiosas para las personas, aunque esos resultados no persiguieran fines mercantiles. En el sentido más lato de la palabra, debe considerarse como trabajo toda actividad humana que implique un esfuerzo orientado a un fin (trabajo material, trabajo intelectual); porque hay allí un hacer promovido u orientado por un obrar. Sin embargo, repugna a nuestro entendimiento denominar con tan noble término a lo que hacen, por
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Breve Catecismo Económico del Nacionalsindicalismo ejemplo, los delincuentes. Éstos, se “toman el trabajo” de intentar robar o de cualquier otra manera dañar a otros. Pero éstas son actividades “negativas”, esto es, enderezadas a un hacer u obrar contrarios a la finalidad que persigue la necesidad humana de trabajar. Por eso, se podría decir en términos vulgares que la actividad delictiva o voluntariamente dañosa constituyen un “no-trabajo”.
32. ¿Cuáles serían los ejemplos de trabajos no considerados de carácter económico pero que son útiles socialmente? Hay muchísimos. Uno de ellos, la tarea del ama/amo de casa (varón o mujer que trabaja cotidianamente en la atención de los asuntos del hogar). Las personas que llevan a cabo –estoicamente, por lo regular– este tipo de tareas muy útiles y necesarias socialmente, fuere atendiendo a la higiene de la casa, a las compras de los suministros, a la atención de los niños (su alimentación, su vestido, su escolaridad) y de los ancianos o enfermos del grupo familiar son las que, de ordinario, permiten que otras personas (el padre o la madre de familia, los hijos mayores) puedan dedicar su atención preferentemente a sus labores rentadas y/o a sus estudios. Estas personas, en un sistema nacionalsindicalista donde todos los trabajadores son copropietarios de su empresa, serán consideradas colaboradoras de la empresa (por cuanto favorecen, como mínimo, a una de las personas que titulariza la misma coadyuvando a sus obligaciones) y, en tal carácter, deberán recibir una remuneración tomada del beneficio empresario. De similar manera, hay una creciente multitud de personas que en las sociedades más adelantadas trabajan en muy diversas formas en beneficio ajeno (y, por tanto, de toda la sociedad), ejerciendo labores no remuneradas; por ejemplo, el extenso voluntariado que se ocupa desde atender enfermos, niños o discapacitados motores, hasta prestar su concurso a título gratuito en su profesión (médicos, abogados y otros profesionales que prestan atención sin cargo durante varias horas semanales, etcétera). Pero también tenemos a aquellas personas que se ocupan de trabajos ordinariamente no rentados, o pagados con una retribución más simbólica que efectiva, como los sacerdotes; o como aquellos particulares (laicos) que, cumplida
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su labor cotidiana, donan buena parte de su merecido descanso para atender servicios públicos gratuitos (por ejemplo, atendiendo líneas telefónicas dedicadas al auxilio de determinadas categorías de personas); o como aquellos dedicados en forma no rentada a la fabricación de productos necesarios para ser donados a quienes los pueden necesitar perentoriamente pero que no pueden pagarlos; o como los estudiantes, que ocupan su tiempo plenamente en su formación profesional, y que constituyen un apreciado reservorio de dirigentes sociales futuros, que cuando terminen con su formación intentarán ejercer sus profesiones volcando su trabajo, en beneficio tanto propio como social. La suma de las beneficiosas realizaciones de estas personas en su conjunto, productora de bienes materiales o de servicios muy útiles y necesarios, o muy promisorios, constituye una masa de valor económico considerable que queda sin registrar por quienes atienden al control de la economía formal. Estas tareas no constituyen una economía informal – concepto que se refiere a la producción que se efectúa al margen de los controles impositivos y legales oficiales, que la gente suele denominar gráficamente “trabajo en negro”, como el que realizan en muchos países los inmigrantes ilegales que son delictivamente contratados por empresarios inescrupulosos con el objeto de explotarlos económicamente, pagándoles por su trabajo mucho menos de lo que obliga la ley. Precisamente, la labor de estas personas suele permanecer también al margen de los registros económicos oficiales o formales.
33. ¿Qué se entiende por la división del trabajo? Se entiende por “división del trabajo” a la modalidad civilizada de producir bienes económicos, consistente en que los diversos operadores productivos se especializan en una sola o en unas pocas tareas o funciones, dejando a cargo de otros la realización de las restantes tareas necesarias. Se considera que en las sociedades más simples o menos evolucionadas, las personas trabajaban con el fin de munirse cada uno de ellos por su cuenta de todos aquellos bienes requeridos, de modo que cada uno atendía exclusivamente a sus propias necesidades: “todos hacían de todo”.
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Breve Catecismo Económico del Nacionalsindicalismo Y se conjetura que en algún momento (no en un momento histórico sino en una circunstancia determinada en cada comunidad por separado) las personas se percataron de que resultaba mucho más práctico especializarse organizadamente: unos fabricaban los instrumentos de pesca y otros se dedicaban a pescar; unos cazaban y otros se dedicaban a confeccionar tiendas y ropas con los cueros y pieles; etcétera. En la actualidad, esta forma de proceder constituye un método irreversible, está incorporada a nuestra civilización, cualquiera fuere nuestra cultura y, dada la extraordinaria complejidad de la producción contemporánea, no podría procederse de otra forma.
34. ¿Qué es el paro (o desocupación, o desempleo) y cómo se lo contempla en el nacionalsindicalismo? El paro (en la Argentina, la desocupación, porque “paro” se confunde con huelga) es la situación en que se encuentra alguien que, estando relativamente capacitado para ejercer su trabajo en una o varias clases de actividades, no encuentra dónde emplear su capacidad. Es decir que, aunque conservando su derecho al trabajo, no puede ejercer su derecho de trabajar. El paro como impotencia. De entrada se echa a saber que está parado o desocupado o desempleado (en adelante, simplemente parado) no quien no quiere trabajar dentro del sistema productivo económico, sino quien no puede hacerlo pese a que quiere. Es una situación de impotencia, no de voluntad. Porque hay personas que teniendo cubiertas sus necesidades, no están urgidas de ejercer un oficio o profesión con fines de lucro, y algunas de ellas dedican su tiempo a realizar tareas útiles socialmente que, aunque no se cotizan en el mercado, alcanzan repercusión económica. Tal la tarea de tantos que trabajan como voluntarios de tiempo completo en obras de caridad o en servicios públicos gratuitos (hospitales, bibliotecas, escuelas de artes y oficios, comedores populares, casas de pernocte para gente sin hogar, atención de enfermos, etcétera). Pero si, como sabemos, todos somos potencialmente trabajadores, todos tendríamos que tener la posibilidad de trabajar como queramos y en aquello que más nos guste –o que más se ajuste a nuestras posibilidades e inclinaciones. Este deseo, sin embargo, no está asegurado a nadie por la naturaleza. Depende de las circunstancias personales (en
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VIII. El trabajo, el paro o desocupación y la huelga el sentido orteguiano, aquél de “El hombre es él mismo y sus circunstancias”). Esas “circunstancias” pueden y deben ser creadas por la organización social, habida cuenta de que el trabajo es una necesidad y es, por tanto, inevitable que tengamos que trabajar. Se trata de emplear nuestra inteligencia para reducir esa necesidad, como por lo demás, todas las otras que lastran nuestra libertad, a su mínima expresión y poder sobre nosotros. No hay ni en la naturaleza ni en el mandato divino, ninguna ley que exija que los humanos tengamos porque sí que deslomarnos trabajando para nuestras necesidades materiales tantas horas de cada día. Por el contrario, era de suponerse que, con el aporte inestimable de los descubrimientos e invenciones, nuestra técnica podría (y de hecho, puede) aliviarnos de la carga del trabajo –el que, digámoslo por las dudas, no es ninguna maldición bíblica, sino una exigencia de nuestra esencia o naturaleza humana. Trabajar sí, pero lo menos que sea posible y hasta cumplir con el aporte suficiente y necesario –tal sería la fórmula que podemos abstraer de la consideración de la naturaleza del trabajo. El más moderno sentido del progreso: el “decrecimiento”. Precisamente, hay ya en marcha todo un movimiento impulsado por pensadores que critican (con justa razón) la noción moderna del progreso como un impulso excesivo hacia una perpetua superación de los logros productivos, sin una meta más sustancial que la propia superación. A este concepto del progreso ayuda y da impulso el espíritu del lucro equivocado, que no es el del beneficio necesario sino el de la avaricia y anhelo compulsivo de poseer y de acaparar. Es bueno saber, a simple título informativo y no porque ello sea doctrina oficial del nacionalsindicalismo, que en la década de 1960 el austríaco Iván Illich acuñó el término “decrecimiento” como sinónimo en nuestra época del necesario progreso. Un progreso es un avance “hacia adelante”, donde ese adelante no es algo que signifique necesariamente aumento; puede consistir en una disminución, como en el caso de las enfermedades que decrecen progresando el enfermo hacia un estado de salud. Un avance hacia una mejor situación. El apotegma de Illich era: “Vivir de otro modo para vivir mejor”. La propuesta de Illich hizo escuela, y en 1981 el anarquista cristiano de origen francés Jacques Ellul proponía una jornada diaria de trabajo obligatorio, de “no más de dos horas”. Continuaron en su tesitura hasta hoy, otros autores como el profesor de economía francés Serge Latouche (Por
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Breve Catecismo Económico del Nacionalsindicalismo una sociedad del decrecimiento, 2004) –que expresa también un concepto sobre el que hay que volver: “el empleo creativo del ocio” y una consigna, muy celebrada: “avanzar retrocediendo”; el ingeniero químico y ecologista mejicano Miguel Valencia Mulkay (La apuesta por el decrecimiento, 2007); y el académico francés (líder de la “Nueva Derecha” antiglobalizadora) Alain de Benoist, que acaba de publicar (2007) Demain la decroissance. Penser l’echologie jusqu’a bout, (todavía sin traducción al español). Sobre el concepto de “ocio creativo”, es conveniente precisar que el ocio no es el “tiempo libre”, un tiempo para emplear en entretenimientos, como se cree generalmente y se utiliza vulgarmente. Justamente, el término negocio proviene del latín nec otium (= “no ocio”, negación del ocio), que significa etimológicamente ocupación que debemos tener, ocupación obligada. De donde el ocio no es el “dolce far niente”, sino que es una ocupación en la que nos metemos con placer, con gusto, por vocación. En ese sentido, el ocio es la ocupación del tiempo humano presidida por la libertad, no por el deber. Y es el estado al que debemos propender en la medida de lo posible: a ejercer nuestro necesario trabajo de modo que nos proporcione placer, satisfacción, autoestima, sentido del valor de nuestro aporte. La situación de paro se opone, pues, doblemente a nuestra realización, a nuestra aspiración a una vida más humana, más digna de nuestra inteligencia. Un estudio muy claro, preciso y completo acerca de la naturaleza del paro en el sistema capitalista (sus factores económicos y políticos), es posible hallarlo en el libro del pensador nacionalsindicalista y economista español, Jorge Garrido San Román (Manifiesto Sindicalista, Madrid, 2007, páginas 96 y ss.). Baste aquí con responder que, en un sistema nacionalsindicalista, el paro generalizado no será posible, porque por la misma estructura sindical, que vela por la normalidad de las relaciones económicas, ante toda situación imprevista de desocupación (quiebra económica, destrucción del capital social, etcétera) el sindicato vertical del ramo estará obligado a acudir y solucionarlo. Es una de sus funciones más señaladas. Eso no quiere decir que no se puedan producir situaciones de paro temporales y/o individuales o puntuales. Por ejemplo, si alguien fuera despedido por sus consocios trabajadores de la empresa donde prestaba servicios, por inconducta. En tal situación, podría igualmente recurrir al sindicato para que se ofreciera otra oportunidad, o un crédito para independizarse y
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VIII. El trabajo, el paro o desocupación y la huelga trabajar por su cuenta, o ser agregado a nuevos proyectos empresarios, etcétera. En última instancia siempre podría acceder a un subsidio digno para subsistir junto con su familia, a la espera de nuevas oportunidades. No se trata de garantizar a nadie una vida de vagancia y haraganería “profesionales” –siempre habría, para sujetos adictos a esta forma de vida, el recurso a obligarlos a emplearse en grandes emprendimientos estatales (construcción de carreteras, de puentes, de edificios, etcétera, y desempeñándose en una tarea afín a su capacidad laboral; o de previamente destinarlos a escuelas de capacitación y educación, etcétera). La organización nacionalsindicalista no dejará a nadie desamparado sin darle la ayuda que necesita, o al menos, ofrecerla. Finalmente, están los casos de aquellos trabajadores que caigan en el paro por circunstancias ajenas a su intención o a sus actos: por ejemplo, cuando un siniestro imprevisible reduce a cenizas su fuente de trabajo. Igual que en el caso anterior, habrá suficientes seguros y resguardos (pactados por los mismos trabajadores, puesto que nadie sabrá mejor que ellos cuáles son los riesgos de su ramo de producción) como para reponer a esas personas en el uso y goce de su derecho de trabajar, tarea que deberá asumir el sindicato.
35. ¿Se contempla el derecho de huelga en el sistema nacionalsindicalista? Antes de dar una respuesta definitiva a la cuestión, sería conveniente repasar el concepto de huelga (en la Argentina y en Chile, “paro”). Se denomina así a una medida de “acción directa” en la que confrontan ordinariamente los trabajadores contra sus empleadores y/o contra las autoridades públicas; pero también puede haber huelga de estudiantes, huelga de transportes por reclamos de tarifas, etcétera. Lo que caracteriza la huelga o paro es el abandono de las tareas u obligaciones como elemento de presión contra aquéllos a los que se supone que les afectará o molestará o causará problemas la falta del servicio. El movimiento huelguístico puede presentarse con meramente el retiro de los trabajadores de sus puestos de trabajo (o su no ingreso a los talleres, oficinas, etc.), o con ocupación de las instalaciones donde trabajan. A veces el paro es breve y se realiza dentro del horario habitual de trabajo, con una suspensión de actividades por un término de minutos o de horas. Es
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Breve Catecismo Económico del Nacionalsindicalismo paradójico el sentido de protesta que han puesto en práctica usualmente los trabajadores industriales japoneses, consistente en seguir produciendo después de hora y/o trabajar en días feriados; es que de tal modo, producían un problema a las empresas mayor que el de la huelga pura y simple, al aumentar la superproducción a niveles antieconómicos (mientras que de cesar las actividades, en algunos casos habrían aliviado a la empresa, en vez de perjudicarla). Ahora bien, en un sistema nacionalsindicalista, donde los trabajadores son los dueños de las empresas, sería absurdo considerar un derecho de huelga contra sí mismos. Si acaso hubiera situaciones de protesta por cuestiones internas de la empresa, la apelación al sindicato local sería la acción lógica. Pero, ¿ello eliminaría totalmente la posibilidad de la huelga? Pensamos que no. Como recurso de protesta, que no pocas veces asume una actitud de defensa de la vida, la seguridad o la libertad de las personas, no se puede considerar su represión a priori por las autoridades, salvo en circunstancias puntuales de violencia u otras ilegalidades. La protesta es un derecho inalienable de las personas; esto es, el derecho de manifestar su desacuerdo con hechos o situaciones o actuaciones que consideren, con algún fundamento, ofensivos para consigo o para terceros. El nacionalsindicalismo es la forma de organización social y política que contempla a favor de la gente la máxima posibilidad de expresión de la libertad individual. Y en virtud de ello, debe subsistir el derecho de manifestarse públicamente (reglamentado por la ley consensuada por la misma gente) sin violencias ni inconductas y sin perjudicar a terceros ajenos al problema. Y debe subsistir el derecho de huelga, en el sentido de retirar el trabajo, la colaboración o de otras formas, como expresión de protesta contra inacciones o acciones censurables de las autoridades políticas, sociales o sindicales.
En el sistema nacionalsindicalista, el sindicato vertical es una creación de los propios trabajadores, no una entidad pergeñada, implementada y organizada “desde las alturas” para imponérsela a aquéllos sin apelación.
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IX. La empresa
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En términos amplios, empresa (del latín “impresa”) es “toda acción o tarea que entraña dificultad y cuya ejecución requiere decisión y esfuerzo”(cf. la Real Academia Española). Pero en el lenguaje propio de la economía, la empresa es la institución que reúne el trabajo y los medios de producción necesarios para fabricar o proporcionar determinados bienes económicos.
36. ¿Qué es la empresa? Una empresa es, en términos económicos, toda organización ordenada a la producción y/o distribución de bienes económicos (mercancías y servicios), aunque fuese un ente unipersonal.
37. ¿Qué son los “factores de la producción”... En el seno de la empresa se coordinan los llamados “factores de la producción”, que son los elementos, o “concausas”, o causas que colaboran para la realización de la labor productiva. (“Colaborar” significa, propiamente, “trabajar en conjunto”, “en cooperación”).
...para la escuela clásica de la economía? Para los economistas clásicos, los factores de la producción vienen a ser tres: la “tierra” (las “materias primeras” o “en curso de elaboración”), el “capital” (o los medios instrumentales y financieros que permiten la producción) y el “trabajo” (o la coordinación del esfuerzo personal de emprendedores –“empresarios”– técnicos y ejecutores).
...para la escuela económica moderna? Los economistas modernos han concluido en que dichos factores no son sino dos: el capital y el trabajo. Ello así porque, el fin y al cabo, los elementos que en conjunto se caracterizaban
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Breve Catecismo Económico del Nacionalsindicalismo
en lenguaje perimido como “la tierra” y más tarde, en forma más acertada, “las materias primeras”, no dejan de ser productos “semielaborados”, productos del trabajo anterior de otros.
...para buena parte de la doctrina nacionalsindicalista? Pero algunos de entre los nacionalsindicalistas ajustamos mucho más el concepto, entendiendo que, al fin y al cabo, la empresa se resume en el trabajo. Porque entendemos, asimismo, que no conviene que se ponga al trabajo, que es de la esencia o naturaleza humana y por lo tanto, necesario, al mismo nivel inferior de las cosas que lo facilitan o potencian (los instrumentos, herramientas, instalaciones, maquinarias) ni de los materiales con que arranca la producción, pues éstos son a su vez, provisión efectuada mediante el trabajo: fueren materias primeras o productos semielaborados, para obtener esas materias y estos productos es menester el trabajo humano (mucho más trabajo que meramente extender el brazo y arrancar la fruta del árbol). Ni mencionar los “instrumentos financieros”, pura creación artificial.
38. ¿Qué es el capital empresario? “Capital” viene del latín “cáput” = cabeza, en el sentido de lo que está “a la cabeza” –o sea, al comienzo mismo– de la producción. En efecto, descontándose que la iniciativa de todo hecho económico se encuentra en el único agente o “factor” consciente, que es el hombre, para dar comienzo al mismo el hombre debe, en la economía moderna, disponer de medios que le permitan trabajar. Esos medios, en su conjunto, son llamados el ”capital”. Hasta hace poco tiempo se hacía referencia al capital como a solamente el conjunto de los medios instrumentales, materiales: máquinas, herramientas y demás instrumentos, instalaciones, muebles y útiles, rodados..., e intelectuales y legales como los manuales de procedimientos y las patentes de invención, o mixtos como los fondos de comercio. Pero hoy en día se agrega a ese conjunto de medios materiales, concretos o abstractos, también bienes inmateriales
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IX. La empresa
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pero de gran valor potencial, como la capacitación profesional del personal y la veteranía de los trabajadores en el manejo de sectores de la empresa. Quizá no se puedan contabilizar por el momento, pero ya hay corrientes de teóricos economistas que proponen formas diversas de evaluación. Con referencia a la preparación o capacitación laboral, el orden público es el responsable de poner a disposición de cada hombre básicamente apto para trabajar, la capacitación suficiente conforme la época y el mundo contemporáneos.
39. ¿Quién debe aportar el capital empresario? Los instrumentos materiales son los “bienes de capital” o “bienes de producción”. Como éstos son necesarios a cada hombre para que pueda ejercer su trabajo, a él deben de pertenecer, y no a otros. El trabajador (y para los nacionalsindicalistas todo hombre es trabajador por esencia, aunque algunos hombres no puedan o no quieran ejercer un trabajo) debe ser el propietario de los instrumentos de trabajo, esto es, del “capital”.
40. ¿Quién es el dueño de la empresa? La empresa no puede ser sino propiedad de quienes la actúan, y como todos en ella, cualesquiera fueren sus diferentes funciones, son trabajadores, la empresa nacionalsindicalista es propiedad de sus trabajadores. La empresa nacionalsindicalista es “autogestionaria”. En ella, cada uno tendrá una parte de la propiedad indivisa, igual o proporcional, según se convenga, pero todos tendrán igual derecho a discutir y a votar acerca del rumbo empresario. Todo ello, deberá ser reglamentado y con intervención del sindicato vertical del gremio. Internamente, la empresa se ordenará en forma funcional, esto es, conforme lo aconseje la técnica organizativa mejor probada. Una vez más, el Sindicato Vertical tendrá la función de asesorar y de aplicar las normas sindicales que hayan sido votadas por sus miembros así como las leyes generales del país.
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Breve Catecismo Económico del Nacionalsindicalismo La empresa económica no es, por consiguiente, copropiedad de los trabajadores con el sindicato ni con participación estatal, sino que es propiedad privada colectiva de sus trabajadores.
41. ¿Cuál es el papel del empresario? El empresario (una persona o un grupo de personas que ejercen ejecutivamente la ideación y la gestión) es uno o más (unos más) entre los trabajadores de la empresa. Es preciso no confundir el empresario con el capitalista. La empresa nacionalsindicalista no necesita del “capitalista”, porque en ella el capital es un mero instrumento al servicio del trabajo, y el trabajo es ejercido por los trabajadores que, al ser propietarios de la empresa, no necesitan de ningún capitalista o “patrón” que viva parasitaria o semiparasitariamente del trabajo ajeno. Porque aún en los casos en que el “patrón” o capitalista contribuya también con su trabajo personal, cobra su salario por el mismo y además se aparta para sí un porcentaje de los beneficios logrados por el conjunto de los trabajadores, en concepto de “renta” del “capital” aportado. Pero el trabajo humano es sagrado (como la vida humana), tanto porque es necesario (depende de su esencia de humanidad) cuanto porque implica el expendio de una parte de la vida del trabajador: cada hora que trabajas, es una hora de tiempo que gastas, una porción del tiempo de tu vida, y no tienes por qué enajenar tu vida ni tu esfuerzo a favor de otros, si no fuera por tu propia voluntad (pero el trabajo no es una cuestión de voluntad, sino de voluntad más esfuerzo), o en virtud de la ley de la solidaridad, que es en esencia el Evangelio de N. S. Jesucristo –cfr. su declaración: “No he venido a derogar la vieja ley, sino a darle cumplimiento”–. Sólo en tales casos te puedes ver obligado a donar tu trabajo: para atender a tu familia dependiente y a los imperiosamente necesitados, por amor de Dios o por un imperativo de tu conciencia.
Pero la organización de la empresa y la maximización de sus medios para obtener beneficios o, al menos, no perder parte de su capital, requiere de personas idóneas, conocedoras unas del manejo interno, y las mismas u otras especializadas en la colocación de los productos en el mercado, la búsqueda de métodos crecientemente eficientes, el descubrimiento de nue-
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vos “nichos” (oportunidad de nuevos productos) en el mercado, etcétera. Esta tarea dirigente es la que debe ejercer el empresario. Ubicados mentalmente en épocas superadas, hay todavía autores que confunden al empresario con el capitalista de hoy. Si bien es cierto que los primeros empresarios particulares del capitalismo eran mayoritariamente los propios capitalistas (“¿quién atiende mejor el negocio que el propio dueño?”; “el ojo del amo engorda el ganado”), por causa del enorme crecimiento económico (a causa de los descubrimientos e invenciones) el número de emprendimientos aumentó exponencialmente. A fin de alcanzar metas crecientemente más audaces y difíciles, los capitalistas se fueron asociando hasta que encontraron la fórmula perfecta: la sociedad anónima. La empresa conformada como una sociedad anónima es realmente una “persona jurídica” donde mandan y poseen los capitales, colocados en la forma de “acciones” o participaciones que se pueden transferir sin que el tránsito de unos propietarios a otros provoque en condiciones normales el menor sobresalto en el desarrollo de la vida empresaria. Se puede decir, en tal sentido, que los dueños de la moderna gran empresa capitalista son las “acciones”, no las personas.
Empresa: reunión de directores
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FUNDADORES DEL NACIONALSINDICALISMO
Onésimo Redondo Ortega Fundador de las Juntas de Ofensiva Nacionalsindicalista
¡PRESENTE!
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X. El salario Salario es una palabra que deriva del latín “salarium”, que era el estipendio o sueldo periódico con que se retribuía su desempeño a los trabajadores romanos del norte del África, donde la sal de mesa era un producto casi inhallable. Así, pues, aquella gente prefería que se les pagase con ese producto natural, que ellos a su vez revendían después de haber retirado la cantidad estimada para su propio consumo, obteniendo beneficios extraordinarios. De allí pasó al habla cotidiana en concepto de pago total a los trabajadores.
42. ¿Qué es el salario? Modernamente se denomina salario al pago total (“pago por todo concepto”) que se le debe al trabajador dependiente, y que se le entrega por períodos (diarios, semanales, quincenales o mensuales).
43. ¿Qué es el salariado? Se denomina salariado al sistema capitalista y socialista por el cual se alquila el trabajo de las personas y se compra su resultado. El pago se denomina salario. Es un sistema inmoral, denunciado por los nacionalsindicalistas, por cuanto el trabajo humano no puede ser alquilado (es una forma de prostitución, aunque no involucre sexo) y la compra del fruto del trabajo a cambio de un salario que no cubre su valor (“precio vil”), es una estafa. Al obligar a la gente a tener que trabajar para otros (“empresarios”, “capitalistas”, “patrones”, “empleadores”, “dadores de trabajo” [sic], etcétera), se la mantiene dependiente de sus “fuentes de ingreso” (sic) e imposibilitada de ejercer su libertad, especialmente su libertad de elección de una forma de vida deseable; con el pago de un estipendio periódico (“salario” –aunque no tenga nada que ver con la sal a la que hace referencia) se mantiene a la gente apenas alimentada, vestida y con sus necesidades básicas cubiertas, ello en el mejor de los casos, porque el salario en el mundo es en general, más que insuficiente, miserable. Con ello sólo se garantiza un nivel de supervivencia precario, siempre pasible de empeorar por causa de la inflación o la rebaja de los salarios para preservar la “rentabilidad” (ganancia sostenida)
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Breve Catecismo Económico del Nacionalsindicalismo de las empresas, o de perderse del todo por causa del despido masivo, decretado por el mismo motivo: las ganancias. El régimen del salariado actual, por más que se acostumbre señalar el “gran progreso” supuestamente logrado por los trabajadores respecto de la situación de sus antepasados de hace un siglo o más atrás, sigue siendo un sistema cuyo efecto es esencialmente similar al de la esclavitud: darle al trabajador un mínimo de dinero para que se procure los medios de paliar sus necesidades, a fin de que siga alquilando su trabajo y procurando beneficios para su empleador; y cuando ya no pueda trabajar, será reemplazado por su hijo, para cuya manutención y educación tuvo que erogar buena parte de su salario durante años –no fue el “patrón” ni ninguna “organización patronal” los que pagaron por la manutención y formación del hijo; pero el hijo irá a ocupar el lugar del padre en la “fuerza laboral”. ¡Las familias de la gran mayoría de gente dependiente, son como el “ganado” de los explotadores, que cual ganaderos, una vez que cada “cabeza” llega a estar en condiciones de ser explotada, le echan mano mandando a sus viejos padres a pastorear por lástima, o al matadero!
44. ¿Qué son el salario nominal y el salario de bolsillo? Puesto que al salario contratado (“salario nominal”) se le efectúan al efectivizar su pago diversos descuentos (desde impuestos hasta “cargas sociales”), el neto que el trabajador realmente percibe para disponerlo personalmente, se llama “salario de bolsillo”.
45. ¿Qué se entiende por los “beneficios marginales” del salario? Incluso un término que se puede considerar sinónimo, el sueldo –de donde deriva la voz “soldado”, esto es, militar regular retribuido con una paga periódica–, ya no es abarcativo de la total remuneración entregada al trabajador dependiente; porque el concepto de salario, más amplio, suele contemplar en muchos países, además de un sueldo básico, otros rubros como comisiones por ventas –por ejemplo– y también otros títulos que “completan” el pago, que suelen ser denominados
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X. El salario
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técnicamente “beneficios marginales”. Suelen darse como “gastos de comida”, “gastos de transporte (o “viáticos”), cobertura médica, e infinitos ramos más, según cada país. Sobre el tema de estos beneficios, hay que tener en cuenta que se los presenta como “suplementos” graciables, poco más o menos como sobresueldos que son pagados para “mejorar” la situación patrimonial de los empleados y que amablemente descuentan de sus propias ganancias los empleadores. Nada más falso. Es falso, porque toda remuneración se considera un gasto de producción o gestión de la empresa, y como sabemos, los gastos del proceso productivo van a parar a los precios de los productos. Y como el 90% o más de la producción vendida, es adquirida ordinariamente por la multitud de los trabajadores asalariados, son los mismos trabajadores quienes pagan esos estipendios extraordinarios que por otra vía recibieron. El capitalista no paga nada, ni siquiera sus propios gastos, que también van a subsumirse en los precios que arbitrariamente fija. Incluso cuando se habla de “beneficios” tales como un seguro de medicina prepaga, que ampara al núcleo familiar, se dice que de esta manera se está dando algo más al trabajador, porque también reciben el beneficio de la asistencia médica sus familiares a cargo. En base a esta afirmación, se habla de un “salario social”. De este modo, se ha más o menos establecido universalmente que la remuneración de un asalariado se compone de dos partes diferenciadas (“concepción dualista del salario”: a) la remuneración del esfuerzo individual del trabajador; y b) la “ayuda” para que el trabajador pueda hacer frente a sus obligaciones familiares y sociales. Con esta técnica se disocia el pago que la ley acuerda al dependiente, obligándolo a que acepte que una parte es para que mantenga a su familia de modo que él pueda seguir trabajando sin pausa hasta que ya no le sirva más al empresario (por viejo, y entonces lo obliga a jubilarse; o por otras causas inherentes a la “rentabilidad” de la empresa, y entonces se deshace de él mandándolo al paro). Lo reemplazarán en la nómina global de trabajadores “activos” su hijos y quizá, su esposa. Una de las ventajas que el sistema le acuerda al empresario capitalista es, pues, lavarse las manos respecto de las preocupaciones del trabajador cuando éste enfrente dificultades familiares, porque de sus problemas se irá a ocupar el “seguro” (seguro de atención médica, seguro de accidentes, seguro de incapacidad, seguro de vida); todo lo cual se le descuenta del sueldo. El otro, que no es el mismo gasto el
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Breve Catecismo Económico del Nacionalsindicalismo que puede originar un trabajador solo que otro con familia a cargo, y aún un tercero con “familia numerosa” (más de dos hijos). De modo que de la masa del seguro se distribuyen los gastos conforme la cantidad de personas que participan y así, el trabajador que vive solo y carece del apoyo moral y emocional de una familia, termina subvencionando el gasto cuadruplicado, quintuplicado o mayor aún, de los trabajadores con personas a su cargo. Para el empresario, es lo mismo; para el trabajador, no. Y una vez más, la solidaridad es ejercida por los asalariados, nunca por el empleador. (Fue Proudhon, el filósofo francés señalado como “el padre del pensamiento anarquista”, quien inspiró la idea del “salario social” con su famoso apotegma: “Recibir de cada uno según su trabajo, dar a cada uno según sus necesidades”). Pero en la práctica empresaria, piratesca y avariciosa, la idea generosa del anarquista se convirtió en un negocio más. Las empresas llaman a esta parte del salario mangoneado por ellas, con los eufemismos de “cargas sociales” (a veces, “cargas parafiscales”). Pero no es más que una parte del salario debido al trabajador, que ellos lo socializan a la fuerza y así, se descargan de sus responsabilidades.
46. ¿Qué es el salario “mínimo, vital y móvil”? En el constante tira y afloja que caracteriza la relación “obrero-patronal” (sic) –porque, constituyendo el salariado una estafa, cuesta mucho esfuerzo mantenerlo vigente contra toda evidencia– los preclaros “representantes del pueblo”, esto es, los honorables “legisladores” instrumentos perpetuos de la dominación capitalista cualquiera fuese el gobierno que la titularice, inventaron un engendro llamado “salario mínimo”.
El salario mínimo es una suma determinada por la ley, que “garantiza” a los trabajadores dependientes que ningún empleador podrá pagar menos a sus asalariados. Desde luego, nadie será tan ingenuo de creer que ese salario mínimo, realmente cubre las necesidades básicas de uno solo siquiera de los trabajadores. Sus funciones son otras. Por un lado, permite que un empresario capitalista pague lo menos posible a algunos de sus trabajadores, cuando los contrata con ánimo de emplearlos durante una breve
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X. El salario
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temporada y esperando que los propios trabajadores opten por ir buscando mejores colocaciones y se vayan yendo solos, sin derecho a indemnización. Por otra parte, si el capitalista desea aumentar el salario de algunos otros de sus dependientes, aquéllos que quiere mantener en su nómina, los primeros no tendrán base jurídica para quejarse de discriminación: ellos están cobrando lo que la ley dice que es suficiente. Además, el salario mínimo suele usarse para cumplir con la indemnización por despidos; así, cuando la ley dice que se deberá pagar en tal concepto a un trabajador, por ejemplo, un salario por cada año de antigüedad, se le pagará no el que realmente cobró el último mes trabajado, sino el “salario mínimo legal”, muy inferior. Ahorro para el empleador. El eufemismo llega al bajo nivel de la burla descarnada cuando se habla de un “salario mínimo, vital y móvil”. Tal es el caso de la ley argentina de Contrato de Trabajo (texto ordenado en 1976), que lo define en su artículo 116 como: “La mejor remuneración que debe percibir en efectivo el trabajador sin cargas de familia, en su jornada legal de trabajo, de modo que le asegure alimentación adecuada, vivienda digna, educación, vestuario, asistencia sanitaria, transporte y esparcimiento, vacaciones y previsión”. Es cruel, y hasta sangrienta, desde que nunca el importe de ese salario supuestamente “vital” llegó a cubrir siquiera el 50% del costo de los insumos necesarios para una “familia tipo” (padre, madre y dos hijos); de modo que ni trabajando los dos cónyuges, la suma de sus dos salarios mínimos sería suficiente para cubrir las necesidades elementales del grupo familiar. Actualmente (2008) no cubre ni siquiera el costo del alquiler de una vivienda deficiente. ¿Esparcimiento, vacaciones, previsión? ¡Qué burla!
47. ¿Es el salario la causa del aumento de los precios y de la inflación? El aumento del salario no es nunca la causa del aumento de los precios. Cuando lo parece, es el efecto de las maniobras codiciosas de algún sector capitalista. Cuando hay plena ocupación, o al menos, un nivel de desocupación bajo, el aumento de los salarios puede producir un incremento de los precios; pero en la medida en que esos aumentos se van transladando al consumo (puesto que
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Breve Catecismo Económico del Nacionalsindicalismo el asalariado consume todo o la mayor parte de su salario y ordinariamente, su nivel de ahorro es mínimo), la mayor venta induce una mayor producción que se traduce en más venta y de este modo, pronto la mayor erogación salarial se absorbe. Ésta es, pues, una práctica establecida por el sector empresario, cuando las circunstancias son propicias, con el fin de incrementar el consumo y por ende, sus ganancias. Pero lo que de ordinario produce esa visión de los aumentos de salarios causando aumentos en los precios, son las prácticas mafiosas de los empresarios. Éstos, generalmente los de algún sector localizado del comercio, la industria o el agro, conspiran conjurándose a inducir un cierto estado de ánimo protestatario entre la masa laboral (para lo que sobornan a los caudillos sindicales a fin de que ellos se encarguen de provocar el malestar generalizado). Aparentan ceder y llegar a un trabajoso acuerdo con el sindicato, otorgando un mínimo de aumento salarial. Luego, e incluso antes de que los trabajadores lleguen de percibir sus salarios del mes, aumentan sus precios en porcentajes mucho más altos que los “concedidos”, y pasan a gozar de las ganancias extras. No solamente suben los precios de los productos nuevos, sino que transladan ese aumento a los que ya tenían en existencia (“stock”) pretextando que los “nuevos precios de los insumos” los obligarían a perder dinero al reaprovisionarse. Éste es una ejemplo claro de que el aumento del salario no es la causa del aumento de los precios, sino el pretexto. Como se ve, son muchas las formas en que se manipula el sueldo de los trabajadores, sumando a la inmoralidad intrínseca de este sistema del salariado, el escarnio de aprovechar la indefensión de la gente (acorralada por la falta de empleo, los intereses usurarios que todo lo encarecen, las bajas remuneraciones, la inflación, la escasez, etcétera) para quitarles siempre un poco más. Para exprimirnos como se exprime un tubo de pasta dental, que siempre es capaz de dar “una porción más”.
48. El nacionalsindicalismo ¿mantendrá un sistema reformado del salario? En absoluto. El salario representa una indignidad sumada a una estafa. El nacionalsindicalismo no lo admitirá, aunque quizá en determinados casos puntuales, deberá ir cambiándolo por otros sistemas en forma paulatina y no brusca.
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X. El salario
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El nacionalsindicalismo terminará con el régimen capitalista, “eliminando al capitalista” –no, como en el caso del socialismo, reemplazándolo por el Estado capitalista. Los socialistas, como se puede comprobar históricamente, no se conformaron con reformar el sistema (nada de revolución: reformismo) sino que se dedicaron con ahínco a eliminar físicamente a los empleadores capitalistas. Con ello, en primer término y principal término, cometieron una cantidad enorme de homicidios cobardes y monstruosos, inútiles y de una crueldad que por sí sola invalida sus consigas de constituir un humanismo; pero además, quitaron de en medio a toda una clase de personas (los empresarios) capacitados por su vocación y por su experiencia para dirigir, gerenciar y mantener en funcionamiento a las empresas y reemplazándolos por burócratas ignorantes y presumidos, arrogantes y viciosos, con desprecio de los trabajadores. Los nacionalsindicalistas propondremos a los capitalistas que se integren en su empresa, considerándose un trabajador más, aunque sumamente calificado, y sin que su figura como profesionales o su persona sufran menoscabo alguno. El capitalista empresario de carne y hueso, no es el enemigo –es solamente un hombre colocado ahí por las virtualidades del sistema imperante y que sabrá y podrá reubicarse en nuestro sistema. El enemigo es el sistema y quienes lo sostienen porque los beneficia y a sabiendas de que es la causa de la mayoría de las desgracias humanas en la actualidad (sea ese beneficiario supino y codicioso un empresario, un funcionario público, un profesional, un intelectual o un trabajador dependiente).
49. ¿Con qué reemplazará el nacionalsindicalismo el salario, vale decir, el dinero de los trabajadores? Para el nacionalsindicalismo, en principio, todos somos trabajadores. Cuando nos referimos a los trabajadores de la economía (la industria, el comercio, el agro, la minería, etcétera), ellos serán los copropietarios efectivos de las empresas donde trabajen. Se repartirán los beneficios netos de sus empresas, excepto la plusvalía, que será igualmente de su propiedad pero que sera administrada por el sindicato vertical de su gremio.
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50. ¿Es la plusvalía capitalista lo mismo que la plusvalía sindical que promete el nacionalsindicalismo? Desde luego que no. Cuando José Antonio Primo de Rivera decía que la plusvalía capitalista iba a pasar con el nacionalsindicalismo a plusvalía de los trabajadores y a ser manejada por los sindicatos verticales, lo que quería decir es que, siendo los trabajadores los dueños del capital, las diferencias del valor de los productos les iban a pertenecer a ellos; pero que, a fin de mantener las fortunas personales en niveles que no implicasen riqueza acumulativa, los sindicatos, manejados por esos mismos trabajadores, iban a utilizar la ganancia extraordinaria para incrementar sus capitales empresarios, manejar el flujo monetario y en general, ir acrecentando el acervo de bienes comunes (servicios públicos, transportes, etcétera). Para dar una idea sencilla del tema de la plusvalía, y sin entrar aquí en un desarrollo extendido, digamos simplemente que es la diferencia de valor entre el precio de venta y el costo real de la producción de la mercancía o del servicio (los bienes económicos). Veamos esto: una producción económica se realiza con el aporte de materiales primeros (los “insumos” como se les llama ahora) necesarios para empezar a producir, más el pago de los salarios por el trabajo alquilado al trabajador, más la renta del capital (un porcentaje en concepto de beneficio empresario), más los gastos corrientes (energía eléctrica, suministro de gas, combustible, gasto o reposición de maquinarias, herramientas, automotores e instalaciones, alquileres, transporte, gastos de administración, impuestos, contribuciones, publicidad y mercadeo, seguros y otras cargas, etcétera –en el etcétera caben infinitos rubros que concurren a lograr la terminación y puesta en venta de los productos. (No es fácil ni simple producir modernamente). Sumados todos estos gastos, tenemos el costo del producto; a ese costo se le agregará el porcentaje de beneficio de los distribuidores mayoristas y minoristas y otros que pudieran corresponder según el producto (incluso las infaltables coimas a los funcionarios venales, mafia ubicua si las hay). Totalizados los costos, al conjunto del costo unitario se les agrega un porcentaje de beneficio puro, algo así como un derecho por haberse ocupado la empresa de fabricar
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X. El salario
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productos para los consumidores. Este beneficio innecesario, puro lucro codicioso, es la famosa plusvalía. Cuando se trata de producción capitalista, la plusvalía es una especie de impuesto en beneficio propio, que decreta el empresario a ser cobrado a la comunidad de los consumidores, (que somos absolutamente todos los miembros de la sociedad) por haberse ocupado de producir. (Como si ya no se cobrase lo suficiente al estimar su parte del precio como una renta para su capital, y en el caso de que también hubiese ocupado un puesto de trabajo efectivo en la empresa, su propio salario u honorarios; sin contar con los “beneficios marginales” producto de las negociaciones con los proveedores, ni con el escandaloso negociado que la ley ampara, consistente en cargar en sus costos de producción sus propios impuestos y gastos personales). Pero cuando se trata de la empresa nacionalsindicalista, el concepto varía. Ya no hay un capitalista (persona o conjunto de personas) que vaya a reclamar por la renta de su capital más sus beneficios “marginales” e inmorales agregados; y en cuanto a la persona o conjunto de personas que ejerzan las funciones del empresario, se supone que el sindicato de la empresa ejercerá sobre su actividad, tan proclive o facilitadora de la corrupción, una vigilancia interesada, desde que se tratará de vigilar sus propios intereses. Desaparecerán, entonces, buena parte de los “costes” espurios que hoy se cargan sin misericordia sobre los precios de los productos, encareciéndolos mucho más allá de toda lógica o razonamiento (parte del método usurario del capitalismo). Pero también desaparecerá el otro gran factor de ruina económica que es la superproducción impulsada por el lucro. (No es que el lucro –la ganancia– fuere ilegítimo; sino que lo ilegítimo es el lucro como meta de la producción). En este caso, el afán de lucro (“codicia”) no para mientes en los resultados negativos de su acción: depredación de la naturaleza, problemas ecológicos, problemas de locación humana, derroche de recursos no renovables y escasamente renovables, guerras orientadas a saquear países poseedores de recursos, guerras de exportaciones... A todo lo cual se suma el problema, matemáticamente insoluble, que crea la superproducción, esto es, la producción más allá de las posibilidades de venta, problema que impulsa la usura a niveles jamás vistos, mediante el crecimiento irrazonable de los créditos y del correlativo endeudamiento de las personas y de los países.
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FUNDADORES DEL NACIONALSINDICALISMO
Julio Ruiz de Alda Miqueleiz Cofundador de F. E. (Falange Española) precursora de Falange Española de las JONS
¡PRESENTE!
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XI. El orden sindical
51. ¿Qué son los sindicatos? La definición más banal y anodina, es la que nos ofrece el diccionario de uso de la RAE: Sindicato. 1. m. Asociación de trabajadores constituida para la defensa y promoción de intereses profesionales, económicos o sociales de sus miembros. Sindical proviene de “síndico”. Etimológicamente, síndico proviene del latín “sýndicus”, palabra que pasó al laσυνδικος συνδικος] (de “syn” = conjunto, tín del griego “syndikós” [συνδικος común, total, y “diké” = justicia). El síndico era un abogado defensor en la Grecia antigua, así como también cada uno de los cinco miembros de un organismo público en Atenas encargado de asumir la defensa de las leyes antiguas cuando se presentaba un proyecto de reforma o derogación; y en Roma un abogado que representaba a una ciudad ante los tribunales. Sin embargo, no hay mucha relación entre la etimología original del término y el concepto moderno. Los ludditas. Se afirma generalmente que los primeros grupos organizados de trabajadores asalariados en defensa de sus derechos y en procura de diversas reivindicaciones, se originaron en Inglaterra, a partir del movimiento llamado de los “ludditas”. Éstos eran los que seguían a un personaje no probadamente histórico que se hacía o habría hecho llamar Ned Ludd (no era su verdadero nombre), que empezaron por destruir las máquinas textiles recientemente instaladas por los fabricantes, porque les quitaban su trabajo a muchos de ellos, artesanos del telar, y les imponían a los empleados jornadas inhumanas de trabajo en un ambiente de enfermedad (tragaban el polvo y se enfermaban). Fueron reprimidos sangrientamente por el ejército, pero continuaron produciendo desmanes entre 1811 y 1816 especialmente en las localidades de Lancashire y Yorkshire, que era donde se concentraban en mayor número las fábricas textiles inglesas. Luego trasladaron su campo de acción a otras naciones de Europa, entre 1817 y 1830, año de su disolución.
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Breve Catecismo Económico del Nacionalsindicalismo En España se conocen los llamados Hechos de Alcoy (una localidad valenciana) de 1820 y otros sucesos violentos semejantes en Cataluña algo más tarde, como actos provocados por los ludditas. Su acción revolucionaria, aunque violenta y desordenada, permitió no obstante que tomaran lugar dos eventos memorables. El primero, fue el consiguió que el parlamento inglés derogara las leyes que prohibían el funcionamiento de las uniones de trabajadores (las Combination Acts de 1799 y 1800); y el segundo, la invención de las cooperativas de trabajo por parte de uno de los reputados padres del socialismo, el inglés Robert Owen, en 1829, hecho posibilitado por el levantamiento de aquellas leyes restrictivas. ¿Dónde se origina, pues, el término y concepto modernos del sindicato de trabajadores? El concepto, al menos, como agrupación de personas que se asocian para defender sus derechos laborales, se debe más bien a los empresarios capitalistas. En efecto, los capitalistas se reunieron en lo que hoy se llamarían cámaras empresariales (los “sindicatos” de los empresarios de un mismo ramo) para acordar los precios de sus productos a fin de evitar una competencia que les perjudicaba. Algo así como el monopolio. Los delegados de cada empresa eran los síndicos, funcionarios que en las sociedades anónimas principalmente, así como en otro tipo de sociedades, tienen la misión de vigilar el cumplimiento de las normas legales y estatutarias por parte de los directores y ejecutivos, en defensa de los intereses de los propietarios accionistas. De este modo, se decía que los empresarios estaban sindicados. A todo esto, ya existían las agrupaciones organizadas por los trabajadores asalariados que, impulsadas por los partidos revolucionarios del siglo XIX (anarquistas, socialistas y comunistas), se agrupaban en “uniones” o “centros”, que luego, a imitación de los centros patronales pasaron a denominarse “sindicatos”. En sus inicios, las “uniones obreras” (hoy sindicatos), que se denominaban obreras porque casi todas reunían a trabajadores de la industria fabril y agraria, eran organizaciones ilegales (porque el liberalismo político, hijo de la revolución francesa, continuaba manteniendo en vigencia las disposiciones de la ley Le Chapellier que prohibía todo tipo de asociaciones entre los ciudadanos) y tenían que luchar más contra la policía –siempre a las órdenes del régimen imperante– que contra los empleadores. Eran organizaciones muy
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combativas que recurrían ordinariamente a la “acción directa”, incluso a la protesta armada y al terrorismo. Más adelante, cada partido político revolucionario fundaría su propia central de trabajadores (como la famosa CNT de los anarquistas). Los sindicatos, al organizarse, lo hicieron primero principalmente bajo la forma de agrupaciones obreras de oficios: los maquinistas, los fogoneros, los mecánicos, etcétera. Pero luego, visto que en las grandes empresas colaboran personas de diferentes oficios, aunque todos trabajen para obtener un mismo producto, se organizaron preferentemente como sindicatos de trabajadores del mismo ramo de producción, o gremio: sindicato de empleados de comercio, de la industria automotriz, de trabajadores gastronómicos, etc. También hay sindicatos de empresa, integrados por todos los trabajadores de una misma gran empresa que deseen agremiarse, para tratar en forma directa con los directores de la empresa, sin perjuicio de atender a los convenios colectivos que firmen el sindicato del gremio con los representantes de los empresarios del ramo. Actualmente se encuentran en actividad todos los tipos de sindicatos posibles: de asalariados, de trabajadores autónomos, de empresas, de ramo, de oficio (por ejemplo, los “supervisores industriales” –capataces y otros), así como de empleadores (“cámaras”). Asimismo, en la actualidad los sindicatos de trabajadores asalariados (que no por ser asalariados son “obreros”, como simplifican los socialistas y comunistas, que predican a favor de una “clase obrera” que la historia demostró que es una total entelequia irrealizada e irrealizable) ya no suelen asumir aquella postura revolucionaria ni, mucho menos, una actitud de acción violenta ni armada. Al haber sido reconocidos por las leyes, se los incluyó en el sistema, y ahora son apenas un pálido remedo de aquellas primeras uniones laborales que pretendían derrocar el sistema capitalista. Los sindicatos actuales son parte del sistema capitalista, porque ni siquiera cuestionan el sistema salarial; ni siquiera pretenden lo que la Iglesia por un lado, y los acuerdos empresario-gremiales de Alemania lograron, esto es, una participación de los trabajadores en la organización de las empresas (“cogestión”); se limitan a cobrar las cuotas y a recibir los descuentos que se practican a sus afiliados en su fuente de ingresos, y a reunirse periódicamente con los representantes empresariales para acordar algunos tardíos e insuficientes aumentos de salarios, así como a discutir alguna que otra ley de seguridad en el trabajo, y temas afines.
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Breve Catecismo Económico del Nacionalsindicalismo Responden, como se comprenderá, a la misma actitud asumida por los partidos que los originaron y/o los asisten ideológicamente: los socialistas y los comunistas son hoy, a la vista, lo que antes eran ocultamente: una contracara falsa del capitalismo, impulsada, financiada y sostenida por los grandes magnates nacionales y supranacionales para justificar su abroquelamiento en torno al lucro, la usura y el mantenimiento de sus privilegios. De este modo, la gente inadvertida –las “grandes mayorías”– verían con ojos de justificación que los “acosados” y amenazados capitalistas se agrupasen para defenderse y tomaran o hicieran tomar por las autoridades públicas a sus órdenes, medidas drásticas contra los peligrosos y amenazantes “revolucionarios”. (De hecho, cuando estos feroces “revolucionarios” tomaron el poder sangrientamente, se dedicaron a componer una nueva “nomenklatura” empresarial capitalista, mucho más mezquina y represiva, con sorprendentes conexiones con los grandes bancos y las grandes conglomerados empresarios capitalistas. Todos terminaron millonarios, con cuentas secretas en Suiza y otros “paraísos bancarios”).
52. Los sindicatos actuales, ¿continuarán existiendo en el sistema nacionalsindicalista? Por supuesto que no. Ya se ha dicho que ellos son organizaciones contestatarias originadas en el propósito de defender a los trabajadores de los abusos de los empleadores capitalistas. Nacieron y existen dentro del sistema capitalista y con él deberán desaparecer. Otra cosa son los sindicatos revolucionarios, aunque también ellos desaparecerán con el nacionalsindicalismo, ya que éste es un sistema donde ya no hay capitalismo, por lo que con su advenimiento desaparecerá la razón de ser de estos sindicatos, también.
53. ¿Qué es el sindicalismo revolucionario? Es un movimiento sindicalista originado en Francia y en Italia, que perseguía derribar el sistema capitalista mediante la lucha sindical exclusivamente. Esa lucha sería sin cuartel y sin concesiones por el lado de los trabajadores, y según sus principales teóricos, debería realizarse al margen de los partidos
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políticos –quizá porque ya por entonces, fines del siglo XIX, se veía claramente cómo ellos habían defeccionado y se habían entregado al régimen por dinero. Pero unas décadas después, los partidos políticos revolucionarios de izquierda tomaron a su cargo a los sindicatos revolucionarios, o los fundaron expresamente para sus fines, o se apoderaron de los sindicatos normales convirtiéndolos en organizaciones revolucionarias, que no buscaban ya solamente reivindicaciones y mejoras, sino que las exigían en el marco de una estrategia dirigida a derrocar el sistema. También los nacionalsindicalistas recurrimos a la fundación y sostenimiento de sindicatos revolucionarios, tal como lo hicieron las JONS y la Falange Española de las JONS en los años treinta del siglo pasado, en plena lucha contra los zurdos revoltosos y asesinos: el SEU (Sindicato Español Universitario) y el CONS (Central Obrera Nacional Sindicalista) son una muestra. En la actualidad, la Unión Nacional de Trabajadores de España, UNT (http://sindicatount.blogspot.com/) es un sindicato revolucionario de signo nacionalsindicalista afín a la FE-JONS. Los anarcosindicalistas, por su parte, son anarquistas cuyo ámbito de acción revolucionaria se desarrolla en y por intermedio de sindicatos revolucionarios de su signo. El sindicalismo revolucionario fue un movimiento inspirado en una consigna de la desaparecida Unión Internacional de los Trabajadores (UIT), llamada coloquialmente la Primera Internacional, fundada en Londres en 1864 por varios grupos de anarquistas, socialistas y sindicalistas ingleses, franceses e italianos y disuelta en Filadelfia en 1875 (VI Congreso). En España no tuvo repercusión su existencia y actuación. Su lema era: “La liberación de los trabajadores será realizada por los propios trabajadores, o no será”. Los principales teóricos del socialismo revolucionario fueron el filósofo materialista francés Georges Eugène Sorel (1847-1922) y su amigo italiano el masón y teórico del marxismo Antonio Labriola (1843-1904) –maestro de Antonio Gramsci, el fundador del Partido Comunista Italiano. Ya se ve de dónde viene el sindicalismo revolucionario: su cuna fue el socialismo internacionalista en sociedad con el comunismo. Pero sus principios son aceptables por nosotros –fueron aceptados por nuestros fundadores– en cuanto su propósito es mostrar a los trabajadores asalariados cómo
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Breve Catecismo Económico del Nacionalsindicalismo son explotados y por quiénes, y proponerles un orden productivo sin más capitalistas. Fue en Francia donde se concretó el primer movimiento sindicalista revolucionario, con la fundación de la Confederación General del Trabajo (CGT) en 1895, que del sindicalismo común evolucionó hacia las formas revolucionarias, concretando su accionar con la llamada Carta de Amiens (redactada por el socialista Víctor Grifuehles), donde se establece una nítida separación entre la acción sindical pura y la acción partidaria. La Carta dice textualmente: “El Congreso decide que con el objeto de que el sindicalismo alcance su máximo de efectividad, la acción económica debe ejercerse directamente contra la patronal, no teniendo las organizaciones confederadas, como asociaciones económicas, que preocuparse de los partidos y de las sectas que, afuera y al margen, puedan perseguir en absoluta libertad la transformación social”. Pero el sindicalismo revolucionario según existía en 1930 y el nacionalsindicalismo se separan y toman rumbos diferentes porque se proponen metas diferentes. Como ejemplo, se puede presentar esta opinión de Labriola: “El acto revolucionario de la toma de posesión de los instrumentos de producción de una rama de industria por el sindicato obrero de la misma determina el paso del capitalismo al socialismo”. Pero el socialismo, además de ser un error conceptual muy grande, y un sistema inviable, no es el fin que perseguimos los nacionalsindicalistas. Nosotros queremos una sociedad libre, no una opresiva. Y aquellos principios de separación estricta de la lucha sindical y la lucha partidaria, de hecho fueron derogados a medida en que los partidos fundaban sus propios sindicatos o se apoderaban de algunos existentes, y al par que les imponían aquellos fines claros del sindicalismo revolucionario, también los sometían a la disciplina e ideologías partidaria.
54. ¿Qué es el orden sindical nacionalsindicalista? Es la organización social y política nacional fundamentada en los sindicatos verticales conforme la define José Antonio Primo de Rivera. (Su expresión sinónima sería: Sindicalismo Vertical Nacional). Aquella última parte de la definición es muy importante, porque hay dos versiones del nacionalsindicalismo; una es la que
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propugna FE-JONS desde 1934 en adelante (desde su desvinculación de la Falange por parte del gran teórico del sistema, Ramiro Ledesma Ramos) y la otra la que propugnaba este último dirigente, y por cuya divergencia con José Antonio se decidió aquella separación. El nacionalsindicalismo joseantoniano. José Antonio sustentaba una concepción católica de la vida y de la sociedad y, en consecuencia, tenía bien claro aquel concepto que la Iglesia ya había definido en la inolvidable Encíclica Rerum Novarum (“Las cosas nuevas”) y que luego sería reiterado por las que la continuaron y actualizaron (Quadragéssimo Anno, Mater et Magistra, Populórum Progressio, Centéssimus Annus, Labórem Exércens): que la economía es cosa de la gente, no del Estado. “La actividad económica es ESENCIALMENTE de orden PRIVADO”, dice el papa León XIII en la primera de las nombradas, dada en 1891. Reiterando el concepto, Juan XXIII escribe en su Mater et Magistra (“[la Iglesia] Madre y maestra”) de 1961: “En primer lugar, es necesario dejar bien sentado que la vida económica corresponde, primordialmente, a la iniciativa privada de los ciudadanos, ya actúen individualmente, ya se unan en las más diversas asociaciones para la consecución de sus intereses comunes”.
Consecuente con este pensamiento cristiano sostenido desde los tiempos fundacionales de la Iglesia (que los papas recogerán, no inventándolo sino recordándolo), José Antonio consideraba que el sindicalismo vertical nacional debería ser el conjunto de unas organizaciones autónomas que funcionarán como órganos del Estado, no como organismos estatales; y que se organizarán como se organizan la vida misma y la sociedad humana: de lo menor a lo mayor, de abajo hacia arriba. Aquella distinción es crucial: los sindicatos nacionalsindicalistas no serán organizaciones creadas por el Estado –aunque el Estado legisle aceptándolas y juridizando su existencia– sino fundadas y dirigidas por los propios trabajadores para el cumplimiento de sus fines de producción económica, seguridad en el trabajo, asistencia familiar, etcétera. Tendrán, ciertamente, funciones de vigilancia del proceso económico, en el que intervendrán por cuenta de los trabajadores activos para sostenerla
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y enderezarla, así como orientarla pero conforme los deseos y conveniencias de sus propietarios, que serán los propios operadores económicos –aunque siempre en el marco de los intereses nacionales definidos por el Estado. No actuarán, en consecuencia, como dirigistas económicos, sino como dueños, que lo serán, de las empresas y de sus producciones. En otros términos, serán los sindicatos los que orientarán la acción del Estado, y no a la inversa. Como egregiamente lo expresa Jorge Garrido San Román en su libro Manifiesto Sindicalista (Madrid, 2007): “[El sindicato vertical] es órgano del Estado, por cuanto el Estado es sindical, y no porque el sindicato sea estatal”. Actuando “de abajo hacia arriba,... la planificación no parte esencialmente desde el Estado sino desde el Sindicato (lo que, al tener que cumplir el Estado con su función de protector del bien común, también en la economía, dará lugar a una planifiación del tipo concertado)” (página 92).
Porque, ya no cabe duda a la luz de la realidad presente, de que la economía y el mercado necesitan ser controlados y corregidos (no deben, en cambio, ser dirigidos). Los operadores económicos sí podrán concertar programas y metas de producción, asumiendo los respectivos compromisos. No debemos tampoco olvidar que, por esencia humana, todos los hombres somos trabajadores. Es decir, todos estamos llamados a trabajar y facultados para ello. Si algunos ejercen su función trabajadora fuera del sistema productivo, no por eso no trabajan; y ese trabajo puede ser –ordinariamente lo es– socialmente útil. Y finalmente, están los que no pueden o no son autorizados a trabajar en el sistema productivo económico (los jubilados o retirados, los demasiado jóvenes, los enfermos y otros impedidos, las amas de casa, los que tienen que quedarse en casa para atender enfermos o impedidos...). Pero todos ellos, todos nosotros, somos necesariamente consumidores de bienes económicos. Por consiguiente, todos tenemos derecho a los bienes que cubran nuestras necesidades conforme la sociedad y la época en que nos toca vivir. Para que esto sea realidad, los mismos operadores productivos (los trabajadores activos) deben organizar sistemas de contención que concurran a socorrer a quienes
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están fuera del sistema, pero no por ello fuera de la sociedad ni, mucho menos, de la vida. Para dar un ejemplo posible, ¿por qué no considerar un subsidio para las personas que se encargan de la casa familiar –amas o amos de casa–, pagado por la empresa directamente a esas personas –no por intermedio de sus convivientes que integran la empresa? Porque, si bien se mira, al permitir esas personas que el trabajador-socio de la empresa pueda desentenderse de los asuntos hogareños cotidianos (no siempre menudos, como que, por ejemplo, involucran la crianza de los hijos, su educación, alimentación y custodia) para dedicarse, durante la jornada laboral, plenamente a la atención de sus labores, dichas personas están contribuyendo activa y realmente al desempeño empresarial. (Asunto del que se desentienden olímpicamente los empresarios capitalistas). La concepción de Ramiro Ledesma. En cuanto a la concepción ledesmiana, difiere de la nuestra porque para Ramiro el Sindicato Vertical debería ser un órgano del Estado –como lo son los ministerios, secretarías, oficinas, etcétera–. Su concepción ideológica es inversa: de arriba a abajo; la sociedad conformada social y políticamente desde la burocracia estatal. Es, sin duda, la concepción propia de las visiones estatalistas. Esta idea hace tabla rasa con la libertad de la gente, la que queda subsumida en la organización estatal, que le puede llegar a indicar hasta cómo debería guisar su comida (recuérdese a Fidel Castro, olla en mano y con delantal de cocinero) Es exactamente lo contrario de lo que queremos los falangistas. No hay término medio entre ambas concepciones, y la de Ramiro no puede ser. Pero hay que agradecer eternamente al camarada Ramiro su valiente y lúcida afirmación de la españolidad y su clara comprensión del abuso que implica el capitalismo, cualquiera fuere la forma que adopte, que no es forma esencial sino mero disfraz.
55. ¿Cuántos tipos de sindicatos verticales hay? Están los sindicatos básicos de empresa, que agruparán a todos los trabajadores-socios. No responderán al sindicato del ramo de producción correspondiente sino en los asuntos propiamente sindicales; gestionarán la empresa libremente, como dueños que son de ella.
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En un segundo grado, están los sindicatos verticales del ramo o gremio de orden local (de la localidad o ciudad), en tercer lugar el sindicato vertical del mismo ramo de producción pero de jurisdicción provincial; luego el regional; finalmente, el nacional. Cada gremio o ramo de producción tendrá su propia organización piramidal sindical: por ejemplo, el comercio minorista, el mayorista, la industria metalmecánica, la industria naviera, la industria lechera, las diversas industrias agrarias o mineras, de pesca; el sector de la educación, el del turismo, forestal, frutícola, bancario y de seguros, etcétera. Esta organización piramidal tiene por objeto facilitar las deliberaciones dentro del sector, acordar estrategias que permitan trabajar de consuno sin competencia derrochadora más allá de un nivel razonable y sin adquirir carácter predatorio de los recursos naturales, y demás concertaciones que cada sector crea conveniente establecer en cumplimiento de su deber de productividad seria (no estafatoria como se da demasiado corrientemente en la actualidad) y dentro de la estrategia nacional, asimismo concertada por el pueblo y el gobierno. (Por ejemplo, qué productos podrán destinarse a la exportación, para balancear las importaciones necesarias, sin que su venta al exterior implique un desabastecimiento que prive de ellos a la población). Una organización seria y responsable de la economía (nada de que quede librada al talante del “dedo invisible” de los liberales), realizada por sus propios protagonistas, no por los infaltables “técnicos” interesados en que obremos conforme lo pretenden los intereses creados a los que responden. Puesto que no toda la economía responde al modelo de empresas agroindustrial, porque las hay que son unipersonales, o muy pequeñas y de carácter familiar; hay profesionales independientes que ejercen en oficinas, consultorios y bufetes prácticamente en soledad o en la mínima compañía y colaboración de unos poquísimos asistentes; hay funcionarios del Estado cuyas tareas no encajan exactamente en una categoría productiva: burócratas administrativos; policías y militares con sus respectivos empleados civiles; jueces con sus empleados judiciales y, en fin, toda una pléyade de actividades que parece infinita (pero no lo es, y usualmente está catalogada en forma perfecta por las oficinas gubernamentales).
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Toda esta complejidad exige el aporte de soluciones creativas a implementar. Y aunque no fueren dichas creaciones extraídas del “núcleo duro” o “núcleo inconmovible” o “irrevisable” de la doctrina fundacional del nacionalsindicalismo, es evidente que podrán ser incorporadas en la medida en que demostraren corresponder a las mejores soluciones que se pudieren concebir para los acotados problemas a las que estén dedicadas. Por ejemplo, el tema del dinero: requiere, ab initio de la implantación de nuestro orden sindical, de la nacionalización del sistema bancario nacional, medida sine qua non, inevitable, de la aplicación de nuestro sistema. Lo que no implica que sea necesariamente una medida de administración brusca y sorpresiva, sino que puede ser anunciada, planificada y gradual. Decía el inolvidable Auriti que cambiar esta moneda estafatoria actual, fabricada por los bancos, por una moneda nueva, sana y libre de deuda, que fuera propiedad del pueblo, involucraría una operación tan delicada como cambiar a una persona su sangre enferma por una sangre sana proveniente de un donante: no se puede hacer de golpe, porque no se puede vaciar a nadie de toda su sangre; hay que ir cambiándosela por partes porque, de lo contrario, moriría.
Y así también se debería considerar la eliminación total de los impuestos (no siempre de las contribuciones por mejoras), porque es posible probar que el Estado no necesita, para cumplir de sus funciones, de un sistema impositivo. Éste, es una forma de captar fondos quitándolos a la gente, pero muy susceptible de corrupción y sumamente pasible de evasiones. Por causa de las evasiones que, cohecho de por medio, resultan endémicas e irradicables, es que se cargan las alícuotas sobre gastos tan básicamente necesarios como los productos de primera y primerísima necesidad (comida, medicinas, vestimenta), para compensar el faltante y porque los impuestos indirectos son imposibles de evitar, ya que vienen incluidos en los precios. Hay varias propuestas que se ofrecen a terminar con este sistema opresivo del tributo que, además, les resulta necesario a los banqueros ladrones para concretar sus estafas. (Ver sobre este particular de las estafas bancarias, el capítulo siguiente:
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La Banca y el dinero; en cuanto a las propuestas en sí, no caen enteramente en la breve extensión de este trabajo, pero al menos una de ella se explica en el capítulo XIII, Los impuestos).
La ineficiencia del capitalismo como modo de organización económica se demuestra por el hecho de que sólo se mantienen en el mercado capitalista aquellas empresas que operan con grandes volúmenes de capital, los mejores profesionales, trabajadores de alto rendimiento, tecnologías avanzadas y de punta... Todas las demás van siendo expulsadas del mercado o puestas a prestar sus servicios para las más grandes, perdiendo así su independencia, porque su existencia misma depende de la voluntad de las otras. Y las más pequeñas, quedan reducidas a volúmenes de producción (de mercancías o de servicios) insignificantes, careciendo de cualquier tipo de salvaguarda contra el embate de los movimientos, para ellas imprevisibles, del mercado.
Los nacionalsindicalistas siempre hemos valorado el trabajo no incluido oficialmente en el sistema económico productivo como parte de la actividad humana y considerado que buena parte de esa actividad, aunque no se la incluye en los informes y estadísticas económicas, tiene un valor económico y una repercusión social sumamente apreciables. Ahora van apareciendo estudiosos que también lo ven y que teorizan más o menos acertadamente sobre este fenómeno que existe desde siempre. Es interesante leer el artículo “La teoría de la Economía de Donaciones”, que se publica en http://www.juntoafe.com.ar/ARTICULOS/Articulos_Moneda_y_Finanzas.htm
“El capitalismo no se rige por los intereses de los trabajadores asalariados, sino por los intereses de los capitalistas”.
Logotipo de la Unión Nacional de Trabajadores Sindicato nacionalsindicalista español
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XII. La banca y el dinero
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“Plazo fijo, prácticamente es: Yo pongo plata en el banco... no hago nada... y después tengo más plata” (publicidad del Banco Hipotecario de la Argentina, marzo/08). Un banco central privado que emita el dinero público es una amenaza grande a las libertades de la gente, aún más que cualquier ejército. No debemos permitirles a nuestros gobernantes que nos envuelvan en una deuda perpetua. (Thomas Jefferson, constitucional norteamericano). Los seres humanos hemos heredado el sistema monetario que dio impulso a la revolución industrial, perdió su activo tiempo atrás durante la Guerra de Vietnam y ahora viaja por billones, a través de miles de kilómetros en breves nanosegundos. Los billetes físicos ya son casi irrelevantes y fueron reemplazados por un sistema de bits y bytes contables en redes complejas. Ahora el dinero es sólo una medida altamente abstracta y un medio de intercambio alrededor del que vivimos y su desaparición puede llevar al comercio a un paro, colapsando comunidades enteras. ¡Esta ridícula situación es similar a que un carpintero deje de trabajar porque le faltan centímetros! ¡O que un músico renuncie por falta de notas! (Del libro Hechiceros del dinero-Parte 1, “Cómo se crea el dinero”, por “Smithy”). (http://www.juntoafe.com.ar/Libros/ Biblioteca_sumario.htm) El sistema bancario será nacionalizado, pero dado que la economía estará sindicalizada, lo que antes era la plusvalía ahora revertirá al trabajador en forma de servicios sindicales. Pues bien, uno de esos servicios sindicales será el de disponer de una banca propia para financiar la economía sindical. Las formas de hacerlo pueden ser varias, desde la existencia de un banco nacional y otro (u otros por ramas) sindical, a la existencia de un sólo banco, el nacional, con entidades sindicales de crédito autónomas dependientes de él. Cabría alguna otra fórmula, pero sería prolijo de explicar aquí y ahora... (Jorge Garrido San Román, autor del Manifiesto Sindicalista, Ediciones del Milenio Azul, Madrid, 2007. El texto copiado fue extraído de uno de los debates encarados en el interesante foro Ateneo Falangista, de FEJONS [www.ateneofalangista.es/] Uno de los puntos que constituyen leitmotiv de los principios doctrinarios del nacionalsindicalismo, es el de “la nacionalización de la Banca”.
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Breve Catecismo Económico del Nacionalsindicalismo Es éste un punto ríspido, una cuestión bastante controvertida aún entre los simpatizantes de la Falange, porque la gente piensa, al oír esta propuesta, que se está propugnando un sistema socialista, o una dictadura estatalista. Surgen las preocupaciones acerca de si se les decomisarán sus ahorros, si el Estado utilizará su dinero sin pagarles por ello sus intereses y todo un conjunto de preocupaciones que inclinan a rechazar esta medida por considerarla regresiva. Sin embargo, y es lo que se trata de hacer saber, es ahora, con el sistema actual de los bancos privados y los Bancos Centrales emitiendo dinero, cuando a la gente se le está robando descarada e inmisericordemente el fruto de su trabajo. Y ello no solamente mediante el sistema impositivo; sino, que peor aún, el sistema tributario es uno de los engranajes que, en acción coordinada con el sistema bancario vigente, el sistema político partidocrático y el sistema productivo capitalista, operan de consuno apoderándose silenciosa e invisiblemente de la mayor parte de la riqueza creada por el trabajo. Es ahora, con este sistema bancario, como se esquilma y engaña, y eso es lo que trataremos de mostrar en forma breve.
56. ¿Qué es la “banca”? Banca es sinónimo perfecto de sistema bancario. Cuando se habla de la banca nacional, se está haciendo referencia al sistema bancario del país, constituido invariablemente por un Banco Central y una cantidad de bancos locales, algunos de ellos privados y otros oficiales, esto es, propiedad de una provincia, un municipio, o del Estado nacional. Los Bancos Centrales, generalmente llevan ese nombre, pero hay algunos que no se denominan así, aunque cumplen la misma función –por lo que son verdaderos Bancos Centrales. Tal es el caso del “Banco de la Reserva Federal” de los Estados Unidos de América, o el “Banco de Inglaterra”. Además, no todos los Bancos Centrales son oficiales, esto es, estatales; sino que algunos de entre los más importantes, son entidades privadas que, en virtud de una ley, cumplen la función ostensiblemente reguladora del tráfico de la moneda nacional y controladora de las actividades de los bancos locales, igual que lo hacen las entidades oficiales en otros países. Éste, no es un dato menor. Un ejemplo paradigmático de Banco Central privado, es el de la Reserva Federal de los Estados Unidos (que, a causa de
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su nombre, el mismísimo público norteamericano cree que es una entidad oficial, siendo en cambio, una sociedad anónima bancaria cuyo paquete accionario pertenece en forma variable a un conjunto de grandes bancos privados europeos).
57. ¿Cómo funciona la banca en el mundo? La mayoría de las personas tienen una idea del banco que consiste en verlo como un edificio con mostradores, empleados y una caja de seguridad grande en los sótanos, donde la gente deposita su dinero para que se lo guarden y, de paso, le paguen los intereses; y donde otra gente, precisada de dinero, concurre para pedir préstamos y el banco les presta el de los depositantes, cobrándoles una tasa diferencial que es su ganancia. Y en efecto, ésa fue y sigue siendo una de las funciones de todos los bancos, aunque los modernos se ocupan además de otros asuntos (a cual más perjudicial socialmente). Si tomamos en cuenta su misión primordial de “guardar el dinero de los depositantes”, tenemos que concluir que bancos los hubo aún en la más remota antigüedad, también en épocas y lugares en que la economía ni siquiera empleaba moneda. Más adelante, en el Egipto de los faraones funcionaba una extensa red bancaria dedicada a la comercialización de los cereales. Pero los bancos modernos son evolución de los que aparecieron en la Edad Media, especialmente en Italia (Génova y Venecia, principalmente, fueron su cuna). Los bancos medievales renovaron el negocio bancario y le dieron un impulso que llega hasta nuestros días. Se puede decir que la actividad financiera nació con ellos, puesto que los instrumentos que crearon, revolucionando con ellos el mundo de los negocios, todavía hoy tienen su parte de protagonismo. Por ejemplo, el cheque, la factura endosable, la letra de cambio, el warrant, el pagaré, la cuenta corriente, son algunas de las más notables invenciones de los banqueros de aquella época. A partir de aquellos papeles de negocios sustitutivos o representativos del dinero, es que surgió el billete de banco, y con él, a pesar de constituir una invención sumamente útil, se construyó el imperio de las finanzas internacionales con su secuela de guerras mundiales y guerras locales sin fin, ruina de naciones y de multitudes de personas en todo el mundo y miseria generalizada. En efecto, maniobrado por los banqueros sin patria ni religión, el papel moneda se constituyó, a partir de fines del siglo XVII con la creación del
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Breve Catecismo Económico del Nacionalsindicalismo Banco de Inglaterra como fecha epónima, en el principal instrumento de desestabilización y destrucción de los pueblos y de construcción de una fuerza que hoy, en nuestros días, se propone instaurar un gobierno mundial.
En la actualidad hay en el mundo un número considerable de casas bancarias, muy poderosas financieramente. No son simplemente bancos sino que, además de mantener en la mayor parte de los países del mundo sucursales, oficinas y firmas bancarias colaterales que les pertenecen, la mayoría son propietarias o copropietarias de empresas gigantes transnacionales, y éstas tienen, a su vez, sus propios bancos. Es decir que nuestro mundo es un mundo de bancos. Los bancos están en todas partes, cartelizados y confederados. Los productos que la gente consume para comer, vestirse, entretenerse o medicarse, sin duda son fabricados –en forma directa, o indirectamente a través de franquicias– por empresas que o son propiedad de los bancos, o son propietarias de ellos. Y las empresas medianas o de dimensiones menores que las transnacionales gigantescas, a su vez viven endeudadas con los bancos, porque éstos monopolizan el dinero en todo el planeta. Esto sucede porque en nuestro mundo actual el sector financiero –cuya misión se diría que es la de facilitar el intercambio de los bienes y servicios, proporcionando modelos de comercialización e instrumentos de pago– en la práctica se ha encaramado sobre el sector económico al que debía servir, y lo maneja a su antojo. En una poco académica comparación, es como si alguien fuese a la consulta médica para convenir con el profesional un plan de prevención de la enfermedad, para mantener su buena salud, y el galeno lo introdujese en el mundo de las drogas estupefacientes adictivas para luego simular que lo trata médicamente pero con el fin de explotarlo de por vida manteniéndolo dependiente de su consulta. Ni más ni menos.
Los grandes banqueros que se agigantaron durante el siglo XIX lucrando con todas las guerras desatadas en ese período, deviniendo tanto o más poderosos que muchos importantes Estados, en una primera etapa financiaron la creación de grandes empresas, y en la etapa siguiente, mediante la extorsión de sus préstamos y la conversión de las empresas en sociedades
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anónimas (lo que les permitió adquirir respecto de cada una de ellas la mayoría de sus paquetes accionarios), los banqueros devinieron grandes “barones” de la industria. Después, con sus bancos manejaron el crédito empresario a fin de controlar, por ese método, el desarrollo de las empresas, favoreciendo a las propias. Luego, se abocaron a un enorme proceso de fusiones empresarias para construir esos monstruosos conglomerados cuyos presupuestos contables superan al de la mayoría de las naciones, individualmente consideradas. Como el sistema mundial actual del comercio está regido por la moneda y el “libre mercado” –no por convenios de colaboración y de uso racional de la naturaleza, que es propiedad común de la humanidad–, ellos podrían, literalmente hablando, destruir el mundo si se lo propusiesen, y eso sin necesidad de una terrible guerra mundial, ni siquiera de una guerra bacteriológica: simplemente paralizando el mecanismo de la producción mediante el retiro de sus préstamos y la exigencia de sus créditos, entre otras medidas. Si no lo hacen, es simplemente porque con ello destruirían al mismo tiempo su propio poder, fundamentado en papeles.
58. ¿Qué es el dinero? La mayoría de los grandes pensadores sobre temas económicos –a cual más equivocado, por cuanto las soluciones que proponen, al ser aplicadas, terminan arruinando aún más la economía mundial– ante esta pregunta se retiran de su arrogante pose de sabelotodos y con tono aflautado emiten un débil: “—No sé”. No faltan aquellos historiadores que, como Galbraith, todo lo saben acerca del dinero y de su evolución, pero que cuando deben hacerse aquella pregunta, contestan con un pusilánime “—Es un misterio”. Y hasta pretenden que ni siquiera los que lo manejan saben a ciencia cierta la naturaleza de su instrumento. Sin embargo, unos y otros saben perfectamente lo que es el dinero, en la teoría y en la práctica. Pero no se atreven a decirlo, porque si lo dijesen, dada la evidente repercusión que tienen, ordinariamente, sus pronunciamientos, por ser gente justamente famosa y respetada en los medios académicos y científicos saben con certeza que caería sobre ellos la más negra campaña de desprestigio y
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Breve Catecismo Económico del Nacionalsindicalismo de acoso económico, que los destruiría como figuras y como personas. Tienen miedo. Es que el tema del dinero, va mucho más allá de su simple manejo cotidiano, mucho más allá de la riqueza dineraria de algunas personas, mucho más allá, incluso, de su tratamiento académico y político. Porque el dinero es el instrumento por antonomasia de la plutocracia mundial para mantener este mundo de saqueo, guerras, enfermedades, destrucción de la naturaleza, derroche de bienes imperdonable ante la evidencia de tanta pobreza y miseria humanas; en fin, el dinero es la clave y el arma de destrucción del mundo con el objeto de devastarlo eliminando a la mayor parte de la humanidad mediante la instauración de un gobierno mundial. Si eso suena apocalíptico, pues sí, lo es. Es terrible y es vesánico, pero es real. Quien quiera examinar la cosa haciendo abstracción de sus propias ideas para tratar de aplicar a su estudio la máxima objetividad, que mire lo que sucede en el mundo ahora mismo. No necesita más que leer con atención los diarios y ver los noticieros televisivos, que, aunque son más bien “desinformativos” porque no muestran todo sino que ocultan parte de la verdad, no pueden ocultarlo todo. Y con lo que nos muestran, es bastante. Ahora, que nuestros presuntos estudiosos se hagan esta pregunta: ¿Podrían solucionarse los problemas de tanta gente pobre y desamparada con entregarles una cantidad de dinero suficiente para que rehagan sus vidas? No, por supuesto, porque aunque tuviesen dinero en sus manos, al no tener las cosas necesarias al alcance de su dinero, es lo mismo que si no tuviesen nada. Si se diera a los siete millones de españoles pobres una suma interesante, por ejemplo, cincuenta mil euros a cada familia, ¿qué pasaría? Pues simplemente pasaría que ante la embestida de tan fabuloso poder de compra simultáneo (digamos, unos ochenta y siete mil quinientos millones de euros = • 87.500.000.000), quebraría la economía española. Los precios se multiplicarían varias veces y se caería en una hiperinflación incontrolable. Para terminar con esa situación, habría que retirar ese dinero del mercado, o lo que es lo mismo, habría que sacarle dinero a toda la población, mediante el expediente de inventar una nueva moneda y obligar a la gente a cambiar sus euros por ella. Como nadie estaría de acuerdo con esto, la gente trataría de sacar su dinero, sus euros, fuera de España, donde teóricamente tendrían vigencia y
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aplicación. Lo que daría lugar, como respuesta gubernamental, a una tremenda campaña de paralización de los derechos constitucionales, el rechazo de los países limítrofes, etcétera. Un verdadero despropósito. Esto demuestra que no es el dinero lo que mueve la economía, sino lo que está detrás del dinero. Y demuestra algo más grave aún: que el “dinero” que todos creemos tener en nuestros bolsos o en nuestras cuentas de depósito bancarias, ¡no es dinero! Es, nada más, moneda. Moneda con pretensión de pasar por dinero. La confusión entre uno y otro objeto de estudio, hay que buscarla en la mala intención de quienes manejan la moneda en el mundo, y en la complicidad cobarde de los llamados “economistas”, que con su silencio perpetúan el fraude (“la grande truffa”, como lo denominaba el inolvidable abogado y economista italiano Giacinto Auriti, apóstol de la reforma monetaria y maestro de la Doctrina Social de la Iglesia, lamentablemente fallecido hace poco).
Entonces, finalmente, ¿qué es el dinero? Respuesta: el dinero es el valor económico de los bienes económicos (productos y servicios) puestos en el mercado. El dinero no es algo material, sino algo intelectual, es una medida del valor como el metro o el pie son medidas de longitud, o el litro y el galón medidas de volumen de los líquidos; etcétera. Sirve para medir, dimensionar, el precio de las cosas, el cual será expresado luego en la moneda que los operadores económicos acepten (euros, dólares, pesos, yens, etcétera). Y de los bienes puestos en el mercado, porque los que no lo están (fuere por decisión de sus productores o fuere por imposición de la ley), no tienen precio porque no se les puede fijar un valor económico, aunque valgan en otros sentidos (en sentido afectivo, en sentido religioso, en sentido artístico, histórico, etcétera).
59. ¿Es lo mismo moneda que dinero? En el lenguaje coloquial o cotidiano, la gente entiende lo mismo por moneda que por dinero. Incluso los economistas y profesionales en general lo hacen. Pero técnicamente se deben diferenciar ambos conceptos, lo cual es de crucial importancia.
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Breve Catecismo Económico del Nacionalsindicalismo Etimológicamente, ambos términos se refieren a lo que debe distinguirse como “moneda”, que es la forma en que nos valemos generalmente del dinero. Dinero viene de “denarius”, un tipo de moneda muy utilizada en la Roma antigua, así llamada porque era la décima parte de un “as” (= 1 libra de bronce), de la que había dos versiones: el denario de plata (que valía 4 sestercios, y el de oro, que valía 100 sestercios). Moneda surge del templo de Juno Moneta (=“Juno la que advierte”), donde según la tradición hacía fabricar el Senado las piezas metálicas de moneda romanas. Sin embargo, hace ya bastante tiempo, cuando empezó a popularizarse el billete de banco fabricado con papel, en reemplazo de las piezas de moneda metálica, muchos hacían la distinción entre el “dinero de verdad” y la “moneda de papel” –porque se negaban a aceptar el papel moneda como sustituto del oro y la plata, o a otorgarle el mismo valor. Más adelante, los modernos reformistas monetarios han retomado la enseñanza platónica, durante largos siglos soterrada por el error aristotélico de considerar al metal (oro, plata, bronce) como el valor de los bienes (sin comprender que el metal es también una mercancía); en consecuencia, consideran (y debemos considerar) que el dinero no es algo material, sino un objeto de razón, un concepto: es el valor utilidad que poseen los bienes económicos puestos en el mercado. Y en tal esquema, la moneda no es sino la representación material, simbólica y sacramental del dinero. Un valor es una relación o una forma de medida, nunca una cosa concreta (material), y surge de la apreciación humana (es subjetivo; no forma parte de la cosa valuada, sino que “se deposita” o “reposa” en ella). La moneda es un símbolo, no un signo. Un signo es la parte visible de un fenómeno existente: el humo es signo de fuego; la señal (=signalis) de la cruz es la parte visible de una bendición divina. En cambio, un símbolo, es la representación material de otra cosa, frecuentemente invisible o inmaterial: la bandera es uno de los símbolos de la patria. El signo es algo indiscutible, porque forma parte de la cosa total que significa; en cambio, un símbolo es una mera convención y puede ser reemplazado por otro con igual eficacia o, al menos, con similar aceptación. Ha habido muchos casos en la historia, y especialmente en la historia contemporánea, de reemplazo de las banderas nacionales por otras con diferente simbolismo: los casos de las naciones ex cautivas del desaparecido imperio soviético.
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Que la moneda es meramente símbolo, se puede demostrar por múltiples vías, pero hay una que es bien simple: si el propietario de una casa la pone a la venta tasándola en cien mil euros, y un comprador le ofrece ciento cincuenta mil dólares, la venderá sin hesitar porque el valor dinerario es el mismo; en efecto (aproximadamente) • 100.000 = u$s 150.000. Pero igualmente podría aceptar en reemplazo de los euros, libras esterlinas, pesos argentinos, dólares australianos, etcétera. Todo dependería de la mayor o menor facilidad de cambiar esas monedas por los euros con que se maneja cotidianamente, pero lo que se demuestra es que el valor dinerario es siempre el mismo y lo que cambia es el símbolo monetario. En cambio, si la moneda fuera un signo, entonces, al integrar el valor dinerario no podría cambiarse de moneda en la transacción sin que variase el valor del trato. Esto demuestra que dinero y moneda son dos cosas diferentes. Cuando los banqueros descubrieron esto, encontraron un medio muy fácil de enriquecimiento para ellos y para quienes comprendieran el sistema por ellos implementado y lo aprovecharan: hacer confundir moneda con dinero. En efecto, si el dinero es el valor de utilidad de un producto en la oferta y la demanda, y el precio se fija en moneda, basta con falsificar la moneda para crear dinero falso, esto es, valor inexistente. Transfiriendo el valor del dinero al papel impreso de los billetes o notas bancarias (“bank notes”) e imponiéndose como los únicos autorizados para emitir moneda, los banqueros fabrican moneda excedentaria que no es otra cosa que dinero falso creado de la nada; falso, porque el valor nominal de la moneda emitida no se corresponde con el valor real de los bienes económicos.
60. ¿Cómo falsifican el dinero los banqueros? Lo hacen de varios modos. Principalmente, mediante la fabricación monopólica de la moneda y mediante el otorgamiento de créditos.
61. ¿Cómo es la fabricación monopólica del dinero por parte de los Bancos de emisión? La fabricación monopólica de la moneda. Históricamente, lo hicieron en primer lugar apoderándose del monopolio de la fabricación del papel moneda, lo que les fue permitido
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Breve Catecismo Económico del Nacionalsindicalismo por la creación del engendro de los Bancos Centrales. El primero fue el Banco Real Francés (desaparecido y reemplazado más tarde por el Banco de Francia creado por Napoleón) y casi enseguida el Banco de Inglaterra (aun existente). Ambos fueron creados a fines del siglo XVII. Después fueron apareciendo como hongos los diversos Bancos Centrales (algunos de los cuales no tienen esta denominación, pero contienen todas sus funciones como, por ejemplo, el Banco de la Reserva Federal de los Estados Unidos). Aquellos bancos iniciales actuaban de consuno con las respectivas monarquías reinantes, y su aparición no tenía otro objeto que proveer de moneda a unas arcas reales casi vacías. Sus respectivos fundadores (ambos eran escoceses) convencieron a los monarcas de que podían engañar al pueblo y a sus proveedores que los acosaban, entregándoles billetes de banco de curso legal que, les dirían a todos, estaban ciento por ciento respaldados por igual valor en oro y plata depositados en el banco –el famoso “respaldo” metálico–. También abrían una suscripción pública invitando a la gente poseedora de sumas importantes en metálico a que lo depositaran en las arcas del banco y retiraran los billetes “garantizados” por el rey, con los que también podían pagar sus impuestos. El gobierno, a su vez, pagaba con ellos a sus empleados y proveedores, de modo que en poco tiempo circulaban más billetes de papel que monedas de oro y plata, con el beneplácito de la gente porque parecían más prácticos y mejor ocultables. Hasta que, siglos después, desapareció del todo la moneda metálica de los bolsos de la gente. De este modo, el banco emitía papel en forma incontrolable sin que tuviera en su caja fuerte ni la cuarta parte del oro y plata que constituían su respaldo legal. Pero la gente no se preocupaba por ello, porque el papel moneda tenía el respaldo del rey, y la gente creía en su rey. Lo que demuestra, por si hiciera falta, que la moneda tiene valor en la medida en que es aceptada por la gente, independientemente del material de la que esté fabricada y de la forma que asuma. Una vez generalizada en el mundo la estafa (que lo era, sin duda, por cuanto se mantenía a la gente en la creencia del “respaldo” de ese papel con las “reservas” de oro realmente inexistentes o existentes en una proporción ínfima, lo que causó innumerables quiebras, empezando por un extraordinario saqueo de los ahorros del pueblo francés, que hizo caer al Banco de Francia e indisponer al pueblo por más de un siglo con los billetes de banco de cualquier procedencia), la moneda fabricada con papel se impuso como si fuera la verdad revelada.
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La gente, aún hoy, en buena parte sigue creyendo que los billetes de banco que tiene en su poder poseen algún tipo de respaldo indiscernible, fuere otorgado por el banco Central o por el Estado o por el gobierno de turno. Por el ocultamiento de la información que se practica, no le es posible a la generalidad de la población llegar a entender que no hay nada de eso, que los billetes valen lo que sus poseedores creen que valen y que si, por alguna causa, pierden su fe en su capacidad de cancelar las deudas o de adquirir cosas, en poco tiempo se desvalorizan causando con ello un grave problema económico financiero. De más está decir que a poco fueron apareciendo los bancos privados, estimulados sus fundadores (sujetos de la nobleza y hasta de las familias reales, grandes empresarios o terratenientes, piratas enriquecidos, etcétera) por el extraordinario negocio que era y es crear dinero de la nada, y los establecimientos bancarios proliferaron en buena parte de Europa y, en mayor medida que en ninguna otra parte, en los recién nacidos “Estados Unidos de América”. Todos estos bancos modernos emitían su propia moneda, hasta que llegó un momento en que la anarquía de valores o supuestos valores en danza por todo el país, obligaron a los gobiernos a reglamentar la emisión de moneda, y finalmente, a monopolizarla. Curiosamente, no fueron los gobiernos los que se quedaron con el monopolio de la creación de moneda, sino que la transfirieron a sus Bancos Centrales que, cuando no eran unas sociedades anónimas constituidas por comerciantes, altos funcionarios y otros potentados, simplemente tenían este tipo de personajes constituyendo sus directorios. Como fuese, los banqueros se las arreglaron (coimas, extorsiones y maniobras políticas mediante) para lograr una independencia insólita respecto de los Estados a cuyo sueldo o bajo cuya autorización se supone que trabajan: el derecho del “señoraje” que llega, en la actualidad, ¡al 100% del valor de la moneda emitida! El señoraje estafatorio de los bancos. En la Edad Media, antes del apogeo de los bancos modernos, eran los monarcas y los grandes señores de la nobleza los que se apoderaron del privilegio de emitir moneda. Lo hacían por dos razones: una, la ostensible, era para garantizar la nobleza de los metales con que se fundían o estampaban las piezas de oro y plata. Para dar fe de esa garantía, estampaban su efigie en una de las caras, si no en las dos. Desde luego, quienes se atrevían a falsificar las estampas para emitir moneda, aunque ésta fuera de igual valor que las oficiales, si los pillaban
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Breve Catecismo Económico del Nacionalsindicalismo sufrían horribles tormentos antes de ser ejecutados sin piedad. Había, en ese sentido, una sólida garantía: sólo el monarca o señor feudal podía estafar a la gente emitiendo moneda que contenía un poco menos del valor que nominalmente expresaba. Esa pequeña quita o sisa, era el “margen” de ganancia que el príncipe emisor se atribuía por el trabajo de ocuparse de emitir buena moneda para sus súbditos. Tal beneficio (ordinariamente un dos o tres por ciento, quizá) se llamó el “señoraje” (o derecho del señor de cobrar por su gestión). Del modo como se lo mire, esa moneda no dejaba de nacer devaluada, lo que terminaba favoreciendo al que la entregaba en pago y perjudicando al vendedor. (Más tarde, mientras duró el “respaldo oro” con “libre convertibilidad” de los billetes por oro y viceversa, se denominó asimismo señoraje o “amonedo” al derecho que pagaba quien, teniendo en su poder lingotes de oro puro, concurría a la Casa de la Moneda de su país pidiendo que fabricaran con él piezas monetarias de curso legal). Cuando los bancos modernos empezaron a “emitir” (fabricar) papel moneda de curso legal y hasta forzoso, monopólicamente, ese “señoraje”, que sería insignificante como negocio (sabemos que imprimir una página es caro, pero imprimir millones de páginas reduce el precio por unidad a una ínfima parte) fue evolucionando hasta constituir el ciento por ciento del valor de moneda emitida. Cómo es el “señoraje” 100% de los bancos de emisión. Hoy, cuando un gobierno (que no es el Estado sino los funcionarios que gerencian el Estado) quiere hacer emitir moneda, se dirije al Banco Central con su demanda. El banco le exige una “garantía” (¡!) financiera, consistente ordinariamente en la emisión de una serie de bonos de deuda interna, negociables o no en el exterior, según cada acuerdo. Contra la entrega de tales valores, el banco fabrica el dinero y se lo entrega al gobierno. Tal operación es, ni más ni menos, un canje o una venta, como se quiera; porque el Estado (no el gobierno, que es “jurídicamente irresponsable” porque sus acciones son consideradas de índole “política” [sic]) entrega unos papeles que van a ser convertidos por el Banco emisor en moneda u otros valores, mediante su venta en el mercado, o guardándoselos para sí. Esos bonos u obligaciones, generan intereses, que se agregan a su valor nominal (no olvidar que éstos son deudas contraídas por el Estado). Si pasan al mercado de valores, su precio podrá ir variando conforme se vayan cotizando en las “ruedas” de oferta de valores.
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Cuando llegue el momento del “rescate” (esto es, la fecha en que el Estado debe devolver el valor de esos bonos más sus intereses), éste deberá pagar a los tenedores (particulares o el propio banco) con moneda, la misma moneda emitida por el Banco tiempo antes. (La alternativa es “renegociar” los bonos, pasando su rescate a fecha posterior con agregado de nuevos intereses). El papel que juegan los impuestos en la estafa monetaria. Y dicho sea de paso, ¿con qué dinero pagará el gobierno el rescate de los bonos que le había entregado a su banco Central? Pues con lo que recauda en concepto de impuestos, o sea, con lo que le saca a la gente para supuestamente sufragar sus gastos. De modo que si el gobierno se había embarcado en una aventura cualquiera y ésta no produjo resultados positivos, es el pueblo trabajador el que va a pagarla; así se puede ver que no todo lo que el Estado recauda tributariamente va a ser “devuelto” al pueblo en obras y servicios, sino que una buena parte irá a parar al pago de otras cosas que nada o muy poco lo beneficia. Ése y no otro es el motivo por el que se mantiene el sistema de los impuestos, que perfectamente podrían desaparecer, como lo propone el nacionalsindicalismo. Sólo que, en tal caso, se les acabaría el negocio del peculado y “mano en la lata” que practican todos los políticos. Con el sistema del banco Central emisor, se perfecciona la estafa al pueblo y se atrofia la economía real, por lo siguiente: —El Banco emisor actúa como dueño del dinero amonedado que fabricó, a un costo irrisorio por otra parte, tanto, que Auriti le llama “costo nulo” porque aún ese costo es pagado por el Estado en tanto y en cuanto es el propietario del Banco (cuando lo es). Creó pues, un valor millonario de la nada, sin correlación con la creación de bienes económicos reales. —El Banco emisor le vende ese papel amonedado al Estado (que no es sino la organización del pueblo) como si tuviese valor en sí mismo. Y se lo vende al 100% del valor nominal (por lo tanto, con un “señoraje” ¡del 100%!). Por el mecanismo artificial de conferirle el Estado valor a ese papel por obra de una ley, el gobierno lo gasta en lo que fuere (esté o no amparado jurídicamente por la ley del presupuesto nacional; porque, como ya vimos, las acciones del
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Breve Catecismo Económico del Nacionalsindicalismo Estado –de los políticos que lo encarnan o personalizan– por ser “políticas” no son “judiciables” a menos que se hubiere incurrido en delito común). —Cuando el Estado fabrica bonos de deuda estatal o “deuda pública” –en el equívoco lenguaje político que hace creer a la gente que lo público se dice con referencia al pueblo, cuando por lo general no es así– está a su vez fabricando moneda. Moneda de otro tipo, pero igualmente eficaz para cancelar –vía autorización legal– las deudas. (El poseedor de un bono oficial, hay ocasiones en que puede pagar con él, total o parcialmente, desde sus impuestos a compras privadas; y si no, lo puede vender en el mercado y con la moneda oficial procede a pagar. No es infrecuente que, en la Argentina, el Estado le pague a quien litiga contra él y le gana, con algunos de sus bonos). —De modo que, cada operación de fabricación de moneda equivale a la creación del doble de su valor nominal: el Banco “emite” (fabrica) mil millones de euros en billetes de curso legal, el Estado le da a cambio mil millones de euros en bonos negociables (vendibles o colocables en la Bolsa de Valores), y así tenemos dos mil millones circulando por el circuito económico. Si esa moneda no tiene verdadero respaldo en nuevos bienes económicos, es moneda falsa. Porque la moneda es (o debe ser) un símbolo representativo del valor de los bienes económicos en el mercado, y si en el mercado hay bienes por cien mil millones, por decir una cifra arbitraria, y circula moneda por doscientos mil millones, la paridad no existe; en consecuencia, los precios llegarán paulatinamente al doble, hasta restablecer esa paridad normal y natural. Y la gente que tenía dinero ganado con el sudor de su frente, verá reducirse poco a poco su valor a la mitad del que tenía cuando le pagaron por su trabajo. ¿Se percibe la maldad intrínseca del procedimiento? Y si es así, ¿por qué no interviene el gobierno y le pone fin? Porque los gobiernos son cómplices o bien rehenes de los banqueros. Éstos, con tal de mantener el sistema de robo legalizado, son capaces de desestabilizarlos por completo, haciendo fracasar miserablemente su gestión. Y hay varios casos en la historia en que llegaron al asesinato “político”, como los homicidios de Abraham Lincoln y John Fitzgerald Kennedy, ambos por igual causa: por pretender quitarle al Banco emisor (Banco Central en el primer caso, Reserva Federal en el otro) el monopolio de la emisión monetaria y pasarla a la soberanía del Estado. (En ambos casos,
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cuando ya la “rebeldía” de los respectivos presidentes era una realidad, habiendo llegado ambos a mandar a fabricar por cuenta del gobierno los billetes de banco, los hicieron asesinar).
62. Si la moneda carece de valor en cuanto es papel impreso ¿cómo es que se transfiere la riqueza de la gente a los bancos utilizándola? El mecanismo es bien simple considerado en esquema: cuando el Banco emisor fabrica su moneda de papel, o papel moneda (algunos economistas encuentran diferencias entre esas denominaciones), éste carece de valor, y apenas tuvo un costo despreciable para el banco, cuando no un costo nulo. Cuando se lo “venden” al Estado, reciben de éste un reconocimiento de deuda que les otorga ese valor nominal y algo más encima, los intereses: los bonos o reconocimientos de deuda. El Banco emisor los puede vender en el mercado, donde esos bonos le son cambiados por dinero amonedado: billetes de banco que el propio Banco emitió con anterioridad. Pero estos billetes que le retornan, ya no son papeles sin valor, sino que representan una parte de los bienes económicos concretos creados por los operadores económicos que los poseían; tienen, por lo tanto, valor real, al haber sido canjeados por bienes económicos verdaderos, por sus anteriores dueños. Pongamos un ejemplo familiar y supuesto. Supongamos que nosotros, unos niñatos mal criados, decidimos un día dibujar e imprimir (con la impresora del ordenador) unos papeles que tengan toda la pinta de moneda. Supongamos que encontramos algún ingenuo que los acepte, por ejemplo, la cocinera de la familia, que no es muy ducha en distinguir falsificaciones. Le pedimos que nos cocine un pastel extra y le pagamos con ese dinero. La buena señora accede y se concreta la operación. Nosotros nos embocamos el pastel y ella se queda con el supuesto dinero. Hete aquí que la señora de marras le coloca el billete a nuestra madre, (por ejemplo, al darle el vuelto por el pago quincenal recibido por sus servicios), la que lo acepta sin sospechar su procedencia, tomándolo por bueno. Luego, ella viene y nos lo regala para que lo utilicemos. ¿Diremos
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Breve Catecismo Económico del Nacionalsindicalismo que ese billete no tiene valor? ¡Ahora sí lo tiene, porque la cocinera sin duda volverá a aceptarlo y con él nos regalará un nuevo y muy rico pastel! De este modo, con un poco de papel, una impresora y muy poco trabajo, hemos fabricado un billete que nos proporcionó dos veces un pastel... El lector atento podrá ver las evidentes analogías entre los personajes del relato y los operadores financieros antes mencionados. El mecanismo es una triangulación entre el Banco, el gobierno y el pueblo. El gobierno hace el papel de bombilla para succionar, el pueblo pone la yerba, el agua y el azúcar, y el banco se chupa el zumo de la infusión. ¡Perfecta combinación! Tal es la forma en que los bancos emisores succionan, mediante el monopolio de la moneda, buena parte del fruto del trabajo de la gente. Pero no solamente utilizan ese sistema para enriquecerse con la creación de moneda; lo utilizan, y con mucho mayores ganancias, para maniobrar la economía toda, llevándola a donde les convenga. Como los bancos emisores manejan el tráfico o circulación monetaria, cada vez que quieren obtener ganancias (“toma de ganancias”, como dicen los cínicos operadores de la Bolsa), suben o bajan los intereses y se embolsan la diferencia. Además, con su poder de extraer o de insuflar circulante al circuito económico, intervienen a saco en el mercado supuestamente libre y transparente, imponiendo prácticamente los precios. Pueden crear a designio las “ondas” económicas que tanto parecen preocupar a los economistas, quienes simulan que son fenómenos “naturales” e inexplicados de la economía global. En pocas palabras, como ellos manejan el mazo de naipes, les dan naipes a quienes les parezca y se los niegan a quienes quieran perjudicar, los retiran y los reponen a placer y manejan el juego de tal modo que siempre son los ganadores. Si la metáfora molestase al lector, por parecerle un simplismo, que se ponga a pensar por su cuenta, a investigar y a relacionar (que tal es el mecanismo del conocimiento). Como dice el tango “Yira-Yira”, “verá que todo es mentira, verá que nada es verdad”... nada de lo que parece en economía y finanzas es como parece ser.
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63. ¿Qué es la la usura? Usura es un término técnico que viene del latín (= “la práctica de usar”) y se refiere al pago por el uso del dinero, esto es, al interés. Desde Aristóteles hasta los Padres de la Iglesia y los doctores del Talmud y del Corán, han condenado el interés o usura por inmoral. El nacionalsindicalismo condena la usura y se ocupará de impedir ese delito y de castigar a quienes lo practiquen. En el lenguaje cotidiano, el término adquiere un sentido peyorativo que, de hecho, resulta beneficioso para los que practican este vicio: la gente cree que el interés es legítimo y la usura sería el interés excesivo. Pero todo interés sobre la moneda es excesivo. El dinero no puede crecer; el dinero, dicen los técnicos, “carece de fertilidad”, “no puede tener cría”. Cuando alguien devuelve un préstamo (“mutuo”) más sus intereses, es obvio que esos intereses constituyen dinero (moneda) que se sacó de alguna parte. Probablemente, del trabajo del deudor. Para que se vea por qué el simple préstamo a interés es injusto, podemos razonar de la siguiente manera. Cuando alguien necesita una suma de dinero y la pide, el pedido tiene que responder a una auténtica necesidad y emergencia: no puede admitirse que alguien pida dinero para practicar el vicio (drogadicción, prostitución, juego, etc.) o para cometer un delito (como comprar un arma para asaltar). Puesto que el dinero amonedado, presuntamente representa un valor canjeable por bienes económicos lícitos, no puede ser utilizado con fines ilícitos. (Tampoco un cuchillo de cocina: está para ser utilizado en la preparación de la comida, no para clavárselo a una persona). El préstamo debe ser un favor; pero como el (des)orden económico vigente, ha permitido la práctica inmoral de la usura (como ha permitido por milenios la forma de la cuasiesclavitud que es el salariado), el que posee dinero que excede sus necesidades y previsiones y puede prestarlo, preferirá, si quien se lo pide no le promete intereses, ponerlo en el banco a interés. Vemos acá que son las instituciones perversas las que pervierten las costumbres, y no al revés. Establecido, pues, que tanto el banco cuanto el prestamista particular actúan en forma inmoral, con codicia y falta de solidaridad con los necesitados, veamos ahora este aspecto. Quien presta una suma de dinero (moneda) a interés, aunque los prestase para un fin lícito según fuese de
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su conocimiento (puesto que si lo prestase para un ilícito podría ser acusado de complicidad en un delito), se desentienden del resultado económico del uso de ese dinero. Al prestamista no le importa si su dinero se va a utilizar en la compra de medicamentos, o si va a ser empleado en un negocio. Sólo le interesa que, vencido el plazo convenido, su dinero le sea devuelto con las “creces” (el interés). Pero si el uso que le hubiese dado el prestatario (el tomador del préstamo) no le hubiese producido ganancias, es decir, si no hubiese crecido la suma de dinero empleada por haber provocado beneficios, no hay dividendos que repartir y no hay nada que participar al prestamista. Sí habría obligación moral del prestatario si con el empleo del dinero del prestamista hubiese ganado más dinero mediante su empleo en una actividad lícita; en tal caso, sería justo que participase en alguna proporción de su ganancia con quien lo ayudó a producirla. Y si, en cambio, el prestatario gasta todo el dinero, o lo pierde parcial o totalmente durante su utilización, desde luego que debe al prestamista (acreedor mutuante) la devolución de su dinero. Pero sin creces, porque no las hubo. Éste es, precisamente, el punto de vista del Corán, razón por la cual los bancos islámicos prestan al solicitante de dinero con la condición de que éste les dé un porcentaje de participación en los beneficios de los negocios emprendidos con el dinero recibido y le devuelvan el préstamo, por supuesto. La diferencia de estas “participaciones” con respecto del interés, está a la vista. El interés se desinteresa del resultado económico, y eso no puede ser; en la economía real, los bienes existen o no existen, no hay término medio. Si el dinero recibido en préstamo no produjo bienes económicos (productos o servicios), no puede exigir un premio. La ley mal construida le permite al usurero obtener ganancias aún de donde no las hubo, y en tal caso, es preciso derogarla –sin castigar al usurero, porque hoy, desde el punto de vista jurídico él no tiene culpa. Desde luego, la plaga del interés, que va mucho más allá de perjudicar a pequeños prestatarios, para constituir una pesada carga sobre toda la sociedad, por vía de los enormes empréstitos que toman las empresas y cuyos intereses y gastos van enteramente a parar a los precios de sus productos, tiene que ser exterminada. La legislación y las instituciones que propician esta plaga –los bancos– deben ser “reciclados”, reformados drásticamente. El nacionalsindicalismo propicia, en consecuencia, nacionalizar la banca pero sindicalizándola: propiciando que
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las funciones bancarias normales –expurgada la actividad bancaria de sus vicios– sean ejercidas por los sindicatos verticales los que, en consecuencia, se encargarán de otorgar los préstamos que se juzguen verdaderamente necesarios.
64. ¿Cómo estafan los bancos locales a través de la usura? Los bancos locales (aquéllos que no son bancos de emisión) lucran mediante la concesión de créditos para los que crean dinero de la nada y a ese dinero falso le aplican encima los intereses y, aún más: lo prestan hasta diez veces simultáneamente. La incidencia inflacionaria del crédito. El crédito es una forma de fabricar dinero. En realidad, no sólo la moneda de curso legal tiene funciones dinerarias (esto es, de poder de compra y de cancelación de obligaciones); de hecho, en los países de economías más desarrolladas, prácticamente el 90% de las operaciones se realizan sin la mediación del dinero amonedado, sino mediante tarjetas de crédito y débito, cheques, letras de cambio, créditos abiertos en cuentas especiales, tarjetas magnéticas para pagar el transporte u otros gastos, etcétera. Cada vez que se otorga un préstamo, se manda dinero a la circulación. Si alguien paga un producto con moneda corriente, la operación termina allí mismo y no hay aumento de valores financieros en el mercado; es la misma cantidad, que simplemente cambió de mano. Pero si la operación se realiza mediante el pago con una tarjeta de crédito, la moneda, circulante o no, se duplica. Veamos por qué. El cajero de la tienda donde alguien propone pagar su compra con una tarjeta de crédito, pide al banco donde la tarjeta está “radicada” (el banco que le va a prestar esa suma al comprador titular de la tarjeta) que acepte el “cargo” –es decir, que acepte conceder ese crédito. Luego, el comerciante o responsable contable de la tienda acredita esa misma suma en su propia cuenta bancaria. De esta manera, en el mercado la cifra de la operación se duplicó: figura en una cuenta (la del comprador) como una deuda del titular, y en otra cuenta (la del vendedor) como un crédito de su titular. Sólo cuando el deudor titular de la tarjeta pague su deuda con su banco, ambas sumas desaparecerán y la situación quedará como si la operación hubiese sido cancelada con dinero contado.
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Si se pudiesen sumar la totalidad de las operaciones realizadas cada día con el mismo método, o con cualquier otro método que involucre un crédito, se podría comprobar una relación del aumento diario de circulante en el mercado. Y si se multiplicase esa suma o un promedio por los días hábiles del mes (que, modernamente, en las grandes ciudades son los siete días de la semana), la cifra alcanzada sería, sin duda, “de miedo”. El crédito agrega, pues, día a día, más cantidad de cifras al mercado, más valores financieros, mientras que los valores económicos producidos no aumentan su solo valor. El desfasaje entre los valores financieros (representados por moneda, valores monetarios, papeles de negocio y créditos abiertos en una cuenta digital) por un lado, y los valores reales de la economía representados por la producción económica, por el otro, aumenta incesantemente. En nuestros días, los especialistas ya se animan a conjeturar (en base a sus propios cálculos) que la proporción entre ambos tipos de valores (los reales de la economía y los ficticios o simbólicos de la finanza), es de 1 a 10. Eso significa que por cada euro de bienes reales existentes en el mundo, andan dando vueltas diez euros de papel (en la forma de moneda y papeles de negocio) y digitales (cifras en ordenadores). A esta situación se la denomina “la burbuja financiera” y se anuncia con temor su posible próxima explosión. Los préstamos bancarios hipertrofiados. Cuando alguien deposita su dinero (moneda) en un banco, la institución le abre una cuenta de depósito (que puede ser una cuenta corriente común o una imposición a plazo fijo). Esto es, le reconoce un crédito. El banco, a partir de ese momento, empieza a amontonar “intereses negativos” (intereses que tiene que pagar al depositante) por lo que se va a apresurar a colocarlo, a su vez, a los solicitantes de préstamos, a los que cobrará un interés “diferencial”: un porcentaje bastante mayor del que tiene que pagar a su vez al depositante, estableciendo que dicha diferencia es su beneficio. Hasta ahí, lo que hay es una operación usuraria vulgar y corriente. Pero el banco no se queda conforme con la ganancia que le dará esa suma de dinero: tratará de obtener más. ¿Cómo lo hará, si el dinero ya no está, si ya lo prestó? Simplemente con una antigua argucia: especulando con que ordinariamente entra y sale dinero del banco y, por esa causa, siempre hay cierta cantidad de él en forma de moneda guardada en su caja fuerte, el banco sigue abriendo
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cuentas de crédito a favor de siguientes solicitantes, y continúa con la operación de abrir nuevos créditos, siempre con el “respaldo” del mismo depósito. Una parte de los favorecidos con los créditos retirará en ventanilla los billetes de su préstamo, pero otros simplemente utilizarán la tarjeta de débito o de crédito, o cheques; en todos estos casos, no se requiere de la moneda, pues se la reemplaza con impulsos electrónicos en un ordenador del banco. Cada vez que algún prestatario pide dinero de su préstamo en ventanilla, el banco se lo da, tomándolo de los depósitos recibidos en el día, y así va “tirando pa’lante” normalmente sin problemas. Porque resulta comprobado por la larga práctica y los cálculos de los actuarios, que es improbable que de pronto se presenten en ventanilla todos los depositantes de fondos simultáneamente con todos los prestatarios de créditos exigiendo al unísono su dinero. Eso solamente podría suceder en las llamadas “corridas bancarias”, o “pánico bancario”, circunstancia que muy, pero muy raramente se preoduce. El banco no tiene suficiente dinero contante en caja como para respaldar realmente sus préstamos, y el sistema bancario tampoco se lo exige. Es lógico, pues si por cada euro que presta tiene que poner de su bolso un euro de garantía, ¿dónde estaría el negocio? En consecuencia, se inventó el “encaje” (= en caja) o cantidad mínima que el banco debe tener en su poder en su caja fuerte para responder a eventuales exigencias de retiro de fondos por parte de sus depositantes y prestatarios. Esa cantidad se establece, según el país, en un 5%, un 10% o más del valor total de los depósitos recibidos. El banco retiene esa suma, depositándola en el Banco Central, que es el organismo que ordinariamente controla el sistema bancario de un país, y cumpliendo con esa exigencia legal se lanza a la orgía de préstamos sin respaldo. Si habiendo procedido con cierta cautela en sus operaciones crediticias y cumplido con los recaudos legales, se encontrase de pronto en dificultades para dar cumplimiento a las exigencias de retiro de fondos, entonces le va al rescate el Banco Central, que le entrega las sumas que necesita cobrándole un mínimo interés y gastos hasta que reponga su situación financiera. Por eso se dice que el Banco Central actúa en tales casos, como “prestamista de última instancia”. Si de todos modos, el banco no se repone, el Banco Central decreta su quiebra y cese de operaciones. Ahora, medítese acerca de cómo hipertrofian los bancos, cada uno y todos en conjunto, el sistema financiero, al otorgar créditos creados de la nada, mediante el simple expediente
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de abrir una cuenta a favor de un solicitante y anotar en ella una cifra. El resultado de esta actividad es, sencillamente, monstruoso. La economía real, a duras penas puede aguantar seguir funcionando y creciendo cuando está constantemente acosada por tanta deuda. Las empresas viven endeudadas y descargan esas deudas sobre le gente, por la vía de cargar sus costes en los costos de la producción y, por ende, en los precios de los productos y servicios. Cuando alguien lleva su dinero al banco para ponerlo a interés, el banco le ofrece un bajo porcentual: por ejemplo, un uno por ciento mensual. Pero luego, el banco presta ese dinero, multiplicado artificialmente por cinco, por siete o por diez, a los industriales y comerciantes que le van a pagar un tres o un cuatro por ciento mensual, si no es que más aún. Después, esos industriales y comerciantes cargan ese tres o cuatro por ciento de intereses, como un gasto del proceso productivo o giro empresarial, a los fines de fijar los precios. Finalmente, el sujeto que puso su dinero en el banco al uno por ciento mensual de interés, al pagar por los productos o servicios del empresario endeudado con el banco, le paga su parte del cuatro por ciento que el empresario incluyó en sus precios. ¡El banco le da el uno por ciento y termina cobrándole –bien que indirectamente– el cuatro! Ésta es una situación totalmente reconocida, al punto que se alzan cada día nuevas voces reclamando una reforma radical del sistema bancario. Esa reforma, muy posiblemente llegará, aunque fuese a mediano plazo; porque ya el negocio de los grandes bancos transnacionales, que son los que gobiernan en las sombras todo el sistema a nivel planetario, no pasa más primordialmente por estas maniobras de ilusionismo sino por otros negocios de mucha mayor envergadura. El tema bancario no se agota con lo que antecede, sino que es mucho más amplio; pero quizá con lo expuesto, sea suficiente para tener una idea cabal de su importancia y de por qué el nacionalsindicalismo quiere nacionalizar la banca.
65. ¿Es posible manejarse en el comercio sin moneda? Por supuesto que sí. En la práctica, en buena parte del mundo nos manejamos hoy más sin moneda oficial que con ella.
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De hecho, hubo una época, muy anterior a la Grecia cásica, en la que en varias sociedades europeas y africanas la gente se manejaba perfectamente sin dinero. El dinero es una invención humana, no es una creación de la naturaleza (las creaciones de la naturaleza se descubren mientras que las creaciones humanas se inventan). A esa época la denominó Platón “la edad de oro”, en el sentido en que el sistema utilizado para el comercio era muy superior al del dinero amonedado, que ya en su siglo (hace 2.500 años) se había erigido en el fetiche que es hoy mismo. Precisamente, estiman los entendidos que la escritura (probablemente la mayor de las invenciones humanas, jamás superable porque es en base a ese sistema que apareció y se desarrolla la ciencia) se inventó a partir del dinero, esto es, a partir de la necesidad de anotar su recuento. Debido a estos conocimientos históricos es que Platón llegó a comprender la naturaleza o esencia del dinero, y su teoría era tan cierta que en la actualidad vamos directamente a reproducir aquella “edad dorada” del comercio sin moneda, y ello no necesariamente porque se tengan en cuenta y se revalúen las ideas platónicas en ese aspecto, sino por la propia fuerza de los acontecimientos. Cuando Platón quiso imponer, en una polis griega a la que había sido llamado por el tirano de turno para que lo asesorase, el comercio sin moneda, fracasó, porque para registrar los movimientos de un comercio muy complejo se requiere disponer de ordenadores. Hoy tenemos los ordenadores, y ya los estamos usando para crear, manejar y destruir dinero sin que pase por los fetiches monetarios. El dinero es una relación de valor, una medida del valor o un registro del valor, como se quiera; del valor “utilidad” que subyace en los bienes económicos útiles. La moneda es una representación visible de ese valor, por lo que carece de valor en sí misma (excepto que esté fabricada con objetos a los que el mercado les atribuya valor, como el oro, la plata, los diamantes, etcétera). Sin embargo, ya estamos acostumbrados en buena parte del mundo, a pagar y a cobrar con una tarjeta de crédito o de débito, sin utilizar moneda alguna. A ese sistema generalizado vamos. Pero no hay que creer que con el nuevo sistema, se habrán acabado la usura y la estafa monetaria. Simplemente, ambas estafas podrán continuar con el nuevo sistema electrónico de registro dinerario. Porque no es el dinero-moneda el instrumento del mal, sino el instrumento mal utilizado (como un cuchillo, creado para cortar cosas o a lo sumo, animales, pero no para cortar seres humanos; es la mala uti-
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lización que hacen de él los criminales los que lo transforman transitoriamente en un arma, no su naturaleza o función; es la mano, no el instrumento, el autor del crimen). Así, siempre subsiste la necesidad de nacionalizar (dar a la nación, no necesariamente al Estado, lo que sería estatalizar o estatizar) el manejo del registro contable dinerario, su creación, manejo y destrucción conforme convenga al desarrollo económico de la nación. La consigna joseantoniana de que “hay que nacionalizar la banca”, señala, hoy, una necesidad aún más perentoria que hace tres cuartos de siglo.
Moneda romana de 15 denarios de plata (Metal acuñado)
Dólares de los Estados Unidos (Papel impreso)
El capitalismo último “Mientras vuestra economía es intensiva en capital, México es intensivo en mano de obra”. “Trabajemos juntos para aprovechar la complementaridad de nuestras economías y preparar el camino a la prosperidad”, dijo. Y agregó: “Norteamérica sólo puede ser competitiva con otras regiones del mundo, si ustedes aportan las inversiones y nosotros la mano de obra”. Palabras textuales del presidente mejicano Calderón ofreciéndoles a los norteamericanos el trabajo a destajo de su población, a cambio de una futura, e improbable, prosperidad. A continuación les pide que inviertan en Méjico 250.000 millones de dólares, aplicables a “puertos, carreteras y aeropuertos” que permitan explotar mejor su “sector energético” (es decir, el petróleo mejicano). El capitalismo es algo grande. Ahora ya no negocia con líderes sindicales para comprometer el trabajo mal pagado de un sector obrero, sino directamente con jefes de Estado para comprometer a toda la población...
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XIII. Los impuestos
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66. ¿Qué son los impuestos? El término impuesto denuncia inmediatamente la idea de imponer, poner una carga, una obligación, una molestia. No en vano “imposición” vale tanto para designar un tributo cuanto para mencionar una exigencia. Y en efecto, históricamente el impuesto no era el tributo, concepto mucho más antiguo. El tributo era reembolsable; consistía en un aporte que la tribu (la gran familia romana, la gene griega), convenían en entregar al poder público como contribución al esfuerzo de guerra; luego, si la expedición guerrera había sido exitosa, se devolvía ese aporte tomándolo del botín, con o sin una participación en las “ganancias”. En cambio, el impuesto fue la carga que pusieron los poderosos (césares, emperadores, reyes, señores) a sus súbditos con el fin de tomar para sí (ostensiblemente, para sus gastos y los de la administración gubernamental) una parte de sus ganancias y ahorros. La finalidad expresa es la de que con esas exacciones el Estado (y el gobierno) pueden mantener su estructura, aplicar una “política fiscal” para influir en la macroeconomía, para la defensa nacional, para la previsión social, etcétera. De más está decir, porque todo el mundo lo percibe, que las enormes sumas que en concepto de impuesto la administración pública en su faz fiscal (el fisco, del latín “fiscus” = canasta) retira de manos de la población, no va en su totalidad a los fines que la ley y las declaraciones de los funcionarios dicen. El derroche en los actos públicos y privados, lo denuncia sin apelación. Además, está la cuestión de la “base imponible” y las “fuentes de imposición”. Los impuestos llamados “a la riqueza”, no siempre gravan a las grandes fortunas, pero siempre van a sisar o proveerse de las fortunas medias. Es un secreto a voces que los multimillonarios no pagan impuestos, ya que ellos mismos lo testimonian francamente. Los impuestos llamados “indirectos” son los más regresivos, esto es, los más injustos, porque en vez de gravar la capacidad de compra de las personas conforme una escala de fortunas personal, cargan por igual a todos cuantos adquieren los productos, que son siempre los de primera necesidad; y que por eso, los consumen, aunque en distintas
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cantidades, todos: ricos y pobres. Aquí la exacción se torna criminal, por más que la autorice la ley. Semejante panorama cede en maldad sin embargo a otra depredación aún mayor: la de servir de vía de recolección y garantía oculta de los “préstamos” otorgados por los Bancos Centrales por causa de la emisión de moneda, según se vio con más detalle en el capítulo anterior (XII. La Banca y el dinero, pregunta 60, apartado El papel que juegan los impuestos en la estafa monetaria).
67. ¿Se seguirá recaudando impuestos en un sistema nacionalsindicalista? El nacionalsindicalismo se inclina a considerar un sistema de financiación de los gastos públicos exento del recurso de los impuestos. Muchos se preguntarán de qué modo, en consecuencia, el Estado y su administración obtendrán los fondos necesarios para su desempeño. Para un sistema exento de impuestos, es obvio que el manejo de la moneda deberá quedar en mano del gobierno (que es precisamente, lo que propone el sistema sindical). Los métodos posibles son de un tecnicismo superior al tolerable en este trabajo, por lo que no se traerán a colación aquí. Lo que debe quedar en firme es que el nacionalsindicalismo se decanta por eliminar los impuestos, excepto en casos muy puntuales o especiales, porque son injustos y porque son innecesarios y no funcionales. Capítulo aparte son otros tipos de tributos, como las contribuciones por mejoras, que tienen una función más igualitaria; pero aún en su caso, habrá que vigilar y lesgislar con cuidado a fin de que esta posibilidad no se constituya en una brecha por donde se cuelen las ambiciones avariciosas de la burocracia rapaz.
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XIV. “La tierra para quien la trabaje”
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Una de las consignas más famosas del nacionalsindicalismo es ésa, precisamente: “La tierra debe ser para quienes la trabajen”. Una vez más, no se trata de una consigna socialista, aunque lo pueda parecer. El nacionalsindicalismo no quiere que la economía se transfiera al Estado.
68. ¿Qué quiere decir, en esta consigna, “la tierra”? La tierra, junto con el espacio aéreo y las aguas, tanto interiores como costeras, constituyen el “territorio” soberano de toda comunidad política (cualquiera fuere su régimen de gobierno: república, monarquía, etcétera). En particular la tierra es el soporte principal de toda producción. La industria se asienta sobre terrenos. La minería especialmente en su faz extractiva, utiliza tanto la propiedad superficiaria cuanto la del subsuelo, según sea el material que quiere obtener. Pero por sobre todo, la “tierra” hace referencia al “humus”, la tierra cultivable, y la tierra apta para pasturas (cría de ganados). De allí sale la mayor parte del alimento humano. Otra parte sale del mar y de las aguas fluviales (la pesca) y otra de los criaderos (fueren de animales –aves, por ejemplo– o de peces –piscicultura). También produce madera (silvicultura). Aunque la “tierra” no es la totalidad de la “naturaleza” que constituye la heredad donada por Dios a la especie humana, es sin duda la parte principal.
69. ¿Qué clase de bien es la tierra, atendiendo a su disponibilidad? La tierra es un BIEN ESCASO, porque aunque parece abundar –y de hecho hay tierras laborables y utilizables suficientes para obtener el alimento de una población varias veces superior a la actual– lo cierto es que no es un bien ampliable ni renovable. A medida en que las industrias van avanzando sobre terrenos vírgenes, derribando bosques para convertirlos
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en praderas y utilizando intensivamente esos terrenos para la agricultura, lentamente se van reduciendo los terrenos aptos.
70. ¿Qué clase de cuidados son debidos a la tierra y por qué? Las tierras laborables, en particular, necesitan que quienes las explotan vayan devolviéndoles por medio de productos químicos agregados la feracidad que las continuas cosechas les van sustrayendo. Cuando se exportan productos de la tierra en millones de toneladas, en esos productos van buena parte de los minerales y nutrientes extraídos a la tierra por esas plantas para crecer y llegar al punto de la cosecha, así como mucha agua (especialmente, en el caso del arroz). No es que se venden a los compradores del exterior productos puramente renovables, sino que esos productos alimenticios, son renovables a condición de que la tierra siga dando los minerales y demás nutrientes que pasan a las plantas. Y cuando escasean, hay que producirlos químicamente y suministrarlos, pues de lo contrario, las tierras bajarán su rendimiento a un nivel en el cual ya no resulte rentable su utilización. Quedarán agotadas.
71. ¿Qué cuestiones de índole política involucra el tema de la tierra? De modo que no es un problema trivial el del uso y la distribución de las tierras aptas (que, por otra parte, necesitan de abundante irrigación, fuere natural o artificial). Hay cuestiones relativas a la soberanía nacional involucradas con la propiedad de los terrenos, especialmente los ubicados en las zonas fronterizas, y hay cuestiones relativas a la industria agraria y de la alimentación, que son industrias básicas. No es posible, por ende, que los Estados dejen de atender a una política reguladora del régimen de propiedad, de tenencia y de utilización de la tierra. Es cierto que ciertas corrientes liberales insisten, también en esta cuestión, en su famoso “libre mercado”, y los primeros en protestar estentóreamente ante lo que consideran “avances totalitarios” del Estado ante los intentos de regulación son ellas, precisamente. Porque cuando el Estado
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XIV. “La tierra para quien la trabaje”
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interviene, se les acaba o perturba el pingüe negocio de especulación que hay siempre montado en torno de las tierras. Este negocio especulativo es el que causa el enorme aumento del valor de las tierras aptas, que al no poder ser adquiridas por la mayoría de los particulares que estarían dispuestos a hacerlas producir, van englobándose en cada vez mayores latifundios en cada vez menos manos, hasta que puede darse la circunstancia de que se forme un grupo de presión agrario que extorsione al Estado y/o que exporte todo cuanto se produce en el campo dejando a la población con hambre y necesidades, y encima, desvíen fraudulentamente buena parte de sus ingresos depositándolos en el exterior. La tierra debe estar, en primer lugar, en manos de personas nacionales o nacionalizadas, no debiendo el Estado permitir que la utilicen personas o empresas residentes en el exterior, que desde sus sedes foráneas intervengan en la política agraria nacional distorsionándola. (Por ejemplo, haciendo producir a sus unidades agrarias mucho menos de lo posible, para quitar al país parte de su poder exportador y por esta vía, de sus reservas de divisas; obligándole, eventualmente, a recurrir al empréstito voraz y usurario que, se ha visto, muchas veces, le efectúan esas mismas empresas por medio de los bancos de su propiedad).
72. ¿Qué otras medidas propone el nacionalsindicalismo en torno a la cuestión de la tierra? Aclaración importante. Los puntos 72 y 73 se refieren a soluciones que aún son debatidas. Es decir que, como bien lo señalan camaradas españoles cuya versación doctrinaria es indiscutida, los Fundadores de nuestra Falange (señaladamente los tres considerados “mayores”, José Antonio, Ramiro y Onésimo) exigieron la redistribución de la tierra y su propiedad para quienes la trabajen. Nada dijeron, en cambio, con respecto a que la propiedad de la misma debiese de ser obligadamente comunal o social. Nosotros, los falangistas de la Argentina, país que debe su supervivencia, tanto política como económicamente, precisamente a la tierra, a su producción y la gente que la trabaja, tenemos una visión un tanto más avanzada si se quiere, pero que se ajusta perfectamente no sólo a nuestra
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doctrina, sino también –para quienes la requieran– a los principios superiores de la doctrina social de la Iglesia. Son los Papas quienes proclaman el principio de la “universalidad de los bienes” conforme con la cual los bienes naturales están en el mundo para ser aprovechados por todos los hombres, no solamente por aquellos que titularizan su propiedad. Éstos, tienen el derecho de uso y de aprovechamiento de esos bienes, pero su legitimidad se funda en el recto ejercicio de tal derecho. Por ejemplo, hay países donde los jefes políticos (reyes, príncipes, etc.) y demás potentados, disponen de enormes terrenos para su exclusivo disfrute (cotos de caza, zonas de recreo) mientras que fuera de estas zonas la población pauperizada trata de arrancar a terrenos infértiles casi estériles, un poco de comida siempre insuficiente. Por otra parte, completa el derecho de propiedad, además de los derechos de uso y de disfrute, el de disposición; esto es, el poder de vender o ceder a otros la cosa propia. Los falangistas somos los mayores defensores de la propiedad privada, y propiciamos su difusión a todos los hombres. Véase que quienes se dicen partidarios irrestrictos de la propiedad privada, y especialmente aquéllos que no tienen idea de la grandiosa propuesta liberadora del hombre que es nuestra doctrina nacionalsindicalista, pero que igual se atreven a criticarnos diciendo que somos enemigos de la propiedad privada, ésos justamente están a favor de la explotación capitalista universalmente establecida por la que cada hombre subordinado a otro que titulariza la propiedad del capital, es robado en la mayor parte del fruto de su trabajo mediante el sistema espurio del salariado. Nosotros afirmamos que hay determinadas especies de bienes que no pueden ser dados a los particulares en propiedad aunque sí en uso y disfrute, asegurándoles legalmente el disfrute de sus derechos que lo son en la práctica de propiedad, con la sola restricción del tercer derecho, el de disposición. Esto para nada significa vulnerar la propiedad privada en general, y en lo especial, sólo implica subordinarla al bien común en forma más estrictamente controlada. El control de la tierra fértil o útil para la comunidad, debe ser ejercido por la autoridad pública. En nuestro sistema nacionalsindicalista, por los sindicatos verticales correspondientes que, como ya se ha dicho, no son dependencias estatales, sino órganos populares que dirigen y controlan al Estado –gobierno e instituciones burocráticas. Son el poder del pueblo. Sostenemos este criterio fundamentándonos en que la tierra, como las aguas y el aire, no son propiedad absoluta de nadie sino propiedad común de la sociedad. Desde la Argentina hacemos votos para que en un próximo Congreso Doctrinario del Nacionalsindicalismo se
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XIV. “La tierra para quien la trabaje”
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adopte esta propuesta –que, insistimos, se encuadra en la más perfecta ortodoxia doctrinaria– como una variante capaz de proporcionar una solución permanente al grave problema de la especulación que existe en torno a la tenencia de la tierra.
La tierra debe ser organizada en unidades productivas adecuadas conforme el tipo de explotación y la zona en que está ubicada. La tierra debe ser utilizada racionalmente pero de modo que rinda el máximo posible de producción sin quedar dañada. La tierra ociosa será dada por el Estado a productores que la hagan trabajar. Los sistemas de arriendo, de usufructo y de aparcería deben desaparecer. El Estado establecería más bien un sistema de enfiteusis o concesión de uso, libre de canon en la medida en que se vaya terminando en todo el país con el sistema vergonzoso y explotador de la imposición tributaria. (El Estado nacionalsindicalista irá eliminando paulatinamente los impuestos, quedando solamente vigentes las contribuciones de mejoras y las tarifas públicas, cobradas con moderación y justicia). Los propietarios de tierras recibidas por herencias sucesivas, quedarán en condición de enfiteutas o trabajadores de la tierra mientras puedan ocuparse de ella. Cuando por su condición de edad avanzada o de enfermedad no puedan continuar trabajándola, deberán devolverla al Estado, que dispondrá para estas personas una pensión que mantenga su nivel de vida incólume. Al hacerse cargo de la propiedad para a su vez entregarla a sus siguientes trabajadores, el Estado deberá compensar al enfiteuta cedente solamente el importe de las mejoras útiles y autorizadas introducidas en un término anterior breve, de modo que un cálculo honesto demostrara que no habían sido amortizadas totalmente a la fecha de la cesión. En caso de fallecimiento del titular de la tenencia y uso de la tierra, lo podrán suceder sus herederos forzosos (no los testamentarios ni por legado) en iguales condiciones, hasta el punto en que esa tierra produzca lo necesario para sostener a las varias familias que la trabajan. Cuando no fuere así, el Estado habilitará diversas políticas para ocuparse de reubicar a
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esas personas en otras tierras vacantes o en otorgarles préstamos para que puedan integrarse a otras empresas. En cuanto a los actuales latifundios, habrá que proceder con suma cautela, por los poderosos intereses que los titularizan, considerándose quizá un régimen de transformación paulatino, no brusco. Queda claro que no se despojará a sus actuales propietarios de tierras de su utilización, sino de su derecho de propiedad, sin por eso imponerles cargas u obligaciones que les impidan trabajarlas y embolsarse el beneficio; los controles y legislación agraria no tendrán la finalidad de expoliarlos, sino de defender su trabajo y auxiliarlos ante las calamidades climáticas y las presiones de los mercados.
73. ¿Y de la tierra destinada a la habitación? Por otra parte, como la tierra no puede ser propiedad privada porque, como el aire y las aguas, pertenece a toda la comunidad, también se les retirarán los títulos de propiedad a los poseedores de terrenos edificados urbanos. Se considerará que los edificios se encuentran implantados en tierras fiscales, y que cuando se vende el inmueble, no se vende por ello la tierra donde se encuentra edificado. Desde luego, esa tierra continuará sine díe soportando el edificio, e incluso otra edificación que se efectuare en su lugar, previa demolición. Porque será tierra asignada a la habitación humana y por tanto, atribuida a una finalidad sumamente útil. Sólo se corregirán abusos, como en el caso de propiedades rurales y semirrurales dedicadas puramente a la habitación, acaparando para ello extensiones de tierras aptas para la labranza y/o la cría.
74. ¿Quedará también sindicalizada la empresa agraria? Desde luego, las empresas agrarias quedarán encuadradas en los respectivos Sindicatos Verticales agrarios y se convertirán en empresas nacionalsindicalistas (donde serán propietarios de la empresa todos los trabajadores: administradores, empleados, técnicos diversos, tractoristas, cosechadores, peones, transportistas, etcétera).
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XIV. “La tierra para quien la trabaje”
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De los 27 Puntos de la Falange - noviembre de 1934 [...] 17. Hay que elevar a todo trance el nivel de vida del campo, vivero permanente de España. Para ello adquirimos el compromiso de llevar a cabo sin contemplaciones la reforma económica y la reforma social de la agricultura. 18.Enriqueceremos la producción agrícola (reforma económica) por los medios siguientes: –Asegurando a todos los productos de la tierra un precio mínimo remunerador. –Exigiendo que se devuelva al campo, para dotarlo suficientemente, gran parte de lo que hoy absorbe la ciudad en pago de sus servicios intelectuales y comerciales. –Organizando un verdadero Crédito Agrícola Nacional, que al prestar dinero al labrador a bajo interés con la garantía de sus bienes y de sus cosechas le redima de la usura y del caciquismo. –Difundiendo la enseñanza agrícola y pecuaria. –Ordenando la dedicación de las tierras por razón de sus condiciones y de la posible colocación de los productos. –Orientando la política arancelaria en sentido protector de la agricultura y de la ganadería. –Acelerando las obras hidráulicas. –Racionalizando las unidades de cultivo para suprimir tanto los latifundios desperdiciados, como los minifundios antieconómicos por su exiguo rendimiento. 19. Organizaremos socialmente la agricultura por los medios siguientes: –Distribuyendo de nuevo la tierra cultivable para instituir la propiedad familiar y estimular enérgicamente la sindicación de labradores. –Redimiendo de la miseria en que viven a las masas humanas que hoy se extenúan en arañar suelos estériles, y que serán trasladadas a las nuevas tierras cultivables. 20. Emprenderemos una campaña infatigable de repoblación ganadera y forestal, sancionando con severas medidas a quienes la entorpezcan e incluso acudiendo a la forzosa movilización temporal de toda la juventud española para esta histórica tarea de reconstruir la riqueza patria. 21. El Estado podrá expropiar sin indemnización las tierras cuya propiedad haya sido adquirida o disfrutada ilegítimamente. 22. Será designio preferente del Estado Nacionalsindicalista la reconstrucción de los patrimonios comunales de los pueblos. [...]
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Juan Tellería (1895-1949 Laureado maestro compositor, autor de la música y partitura de la canción de la Falange
“Cara al sol” “Nuestro himno debe ser una canción alegre, exenta de odio, pero a la vez de guerra y amor. Haremos una estrofa a la novia, después una alusión a la guardia eterna en las estrellas, y luego otra a la victoria y la paz”. (Directivas de José Antonio para la letra de “Cara al sol”. el himno de la Falange).
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XV. El capitalismo
75. ¿Qué se debe entender por “capitalismo”? El capitalismo es un sistema compuesto, que abarca desde la forma de producción hasta las formas de organización social, económica y política de las poblaciones. Es un complejo sociopolítico y económico. En la historia de la evolución del capitalismo, se pueden ver los cambios o transformaciones que se fueron produciendo en el sistema. El sistema de producción capitalista, que es uno de los componentes del actual sistema capitalista global, no es algo moderno: en ese sentido, hubo capitalismo en las sociedades que existieron en el período que conocemos como Historia Antigua, v. gr., en Roma. En toda ocasión y época en que, en algún país, la forma de producción se haya caracterizado por: —una empresa encabezada y dirigida por el propietario de los medios de producción, —la compra del trabajo del personal con independencia del resultado de su desempeño laboral, —y la apropiación por parte del capitalista del beneficio empresario o plusvalía, allí hubo y hay capitalismo; capitalismo en cuanto al modo de producción. Pero hay también un modo de inversión y movilización de los ahorros propio del capitalismo, en el que interviene el interés. El interés o usura, una práctica deletérea unánimemente condenada por las grandes religiones, así como por la filosofía clásica (en especial, Aristóteles) es una de las causas que, actuando de consuno con el sistema del salario, provoca una forma de producción excedentaria que conduce inexorablemente al imperialismo y al empobrecimiento de la mayoría de la humanidad. Brevemente, el mecanismo denunciado funciona así: al fijarse los precios de venta al público de los productos (o servicios), se deslindan los costes y el beneficio. Dentro de esos costes se incluyen los salarios de los trabajadores; por
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lo tanto, lo que éstos reciben globalmente dentro de un sistema, nacional por ejemplo, es una fracción del precio global de todos los productos en el mismo período. Como los asalariados constituyen la mayoría absoluta –tendiente a total– de los consumidores internos del país, en calidad de tales se enfrentan con una cuestión insoluble: al paso que necesitan y/o desean todos esos productos en oferta, no pueden con sus salarios adquirirlos. La producción excedentaria Si el precio total de los productos ofrecidos por el mercado nacional o interno es, digamos, cien mil millones, y el monto global de lo percibido por los consumidores (incluso los capitalistas y los rentistas), llega a, por ejemplo, setenta mil millones, hay un excedente por valor global de treinta mil millones que queda sin vender. En tal caso, las pérdidas de los empresarios, tanto por efecto del “interés negativo” –hay una inversión inmovilizada que no produce intereses, al paso que los intereses “positivos” adeudados a los bancos se van acumulando impagos– cuanto por la presentación de los gastos de almacenamiento, seguros, control de las existencias, etcétera, resultan insoportables. Pero el sistema no se puede detener: sería catastrófico. Cuando existe una superproducción (producción mayor de la que se puede colocar en el mercado) que pueda ser considerada abrumadora, y los industriales para paliar la situación empiezan a licenciar y a despedir empleados y a reducir el precio de los salarios a fin de reducir sus pérdidas, el remedio a la postre resulta peor que la enfermedad. El papel del crédito usurario La solución para ir “tirando” y que no se desate un estado deflacionario (en que hay productos pero no hay dinero) es incentivar el impulso de compras por medio de la publicidad y ofrecer abundante crédito bancario. La gente, presionada explícita y también subliminalmente por la propaganda tanto de los industriales cuanto de los banqueros, suele caer en el lazo y tomar esos créditos; créditos expresamente concebidos para emplearlos en el consumo. La población se endeuda pero quita de las estanterías atestadas de las tiendas los productos, o adquiere pasajes para turismo, etcétera, y luego debe devolver esos préstamos con intereses que parecen a bajo porcentaje, pero que son mucho más subidos de lo que parecen porque están calculados según el diabólico sistema del “interés compuesto” o “sistema francés”. Este sistema de interés es malamente pagable
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XV. El capitalismo
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si los términos de los préstamos son más o menos breves (hasta 3, 4 ó 5 años, por ejemplo). A mayores términos, empiezan a escalar en forma escandalosa y terminan por superar al “capital” o monto nominal del crédito (al que los banqueros le adicionan sus gastos administrativos, para más). La guerra de las exportaciones y la “guerra caliente” Pero como la producción continúa, más o menos en breve o mediano plazo se vuelve a la situación anterior. El problema no es de igual índole ni magnitud cuando se verifica en un país con una economía “fuerte” que cuando se produce en una economía “débil”. El país con una economía poderosa o consolidada, busca colocar los excedentes del mercado interno en el exterior. La solución buscada es la exportación a como dé lugar. Como hay varios otros países en similar situación, y los mercados exteriores son escasos, y la producción de los países ricos es “caótica” porque fabrica productos que son muy poco o nada requeridos en los países pobres, se generaliza la “guerra” de las exportaciones, que puede evolucionar hacia guerras auténticas, con invasiones y bombardeos incluidos. El resultado inevitable del sistema de producción y de financiación capitalista Todo esto es un proceso casi inevitable del sistema de producción del capitalismo, que al preferir la acumulación de riquezas en las pocas manos de los empresarios y banqueros capitalistas y algunos rentistas (que, lógicamente, no tienen interés en “cambiar la plata” adquiriendo sus propios productos sino que prefieren acumular el dinero y ponerlo a préstamo usurario) no hacen sino crear y mantener una situación de crisis constante e insoluble. El problema es que la meta es el lucro, no el servicio Porque la meta del empresartio capitalista no es, como la sana razón lo propone, producir los bienes que la gente necesita, sino producir cuanto más mejor a fin de obtener grandes ganancias; no el servicio social, sino el lucro. Para colmo, los doctrinarios del capitalismo no se cansan de reiterar que el lucro es algo legítimo. “—¿Qué tiene de malo el querer ganar mucho dinero, eh?” es su leitmotiv. La acumulación de “activos” financieros por obra de los poseedores de grandes fortunas es incesante y progresiva, y como los poseedores no van a permitir que éstas declinen están obligados a incrementarlas (“pararse es retroceder”). Cuando se leen los reportes económicos de las grandes
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empresas, se ve cómo en ellos ponen el énfasis en el porcentaje de “crecimiento” de las ganancias de un período respecto de otro anterior, y se visualiza como lamentable que ese porcentaje se haya reducido, y como catastrófico si fuese inferior; en tal caso, se habla de “pérdidas” aunque lo que pasó es que simplemente se redujeron las ganancias. Los inductores del sistema Este sector del “espíritu del capitalismo”, es tributario de la ideología liberal, que tuvo su comienzo a partir de la histórica publicación en 1776 del libro escrito por el inglés Adam Smith titulado: “Investigación sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones”. Smith es el inventor de la mítica “mano invisible” que guiaría la codicia particular hacia un sistema en que se produciría el mayor bien para todos (el egoísmo como motor del progreso). Continuaron y completaron su visión otros autores famosos como el francés Juan Bautista Say (que propuso la “ley del funcionamiento de los mercados”) y los ingleses David Ricardo y John Stuart Mill, entre los precursores. Estos pensadores, si por milagro hubiesen podido adivinar la evolución de sus ideas, habrían quedado pasmados e incluso, horrorizados; porque sin duda alguna, no era éste el propósito de sus reflexiones. Como el doctor Frankenstein, el personaje de Mary Shelley, con la mejor de las intenciones crearon un mostruo que se les escapó de las manos. Así, pues, el capitalismo es siempre malo por equivocado, pero empeora cuando recibe el influjo del pensamiento liberal. El imparable proceso hacia el imperialismo El proceso capitalista, por su propios propósito y dinámica, va a parar al imperialismo. Esto se produce porque es necesario obligar a los países poco industrializados, proveedores cuanto más de materias primas generalmente a precios decrecientes, a que se hagan cargo de los excedentes de la superprodución de los capitalistas. Una vez más, la forma de colocar esos productos en aquellos mercados es el préstamo. Se les presta con la condición de que compren esas exportaciones. El método para hacer aceptar esos préstamos y hacerlos aplicar al fin requerido (incluso desviarlos cuando se acordaron para otros fines de interés interno de los países tomadores), es mediante el soborno y la extorsión. Se soborna a los funcionarios de los países pobres, y se extorsiona a los gobiernos renuentes amenazándolos con terribles represalias, y llegado el caso, se les crean guerrillas y movimientos opositores. (Para doblegar a una nación
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potencialmente poderosa como la Argentina, se utilizó el método de provocar periódicos golpes de Estado encabezados por los militares –pero conducidos en buena parte por civiles agentes de los banqueros y controlados por los gobiernos de los países excedentarios). La deuda contraída por estos países víctimas del capitalismo salvaje, es lisa y llanamente impagable; no tanto por el monto de los préstamos (buena parte de los cuales van a parar a los bolsillos de los gestores vernáculos, auténticos traidores a sus pueblos) sino por cuanto el método del interés compuesto empleado crea sumas de intereses que, cuando quedan impagas, van a capitalizarse (anatocismo, un sistema usualmente prohibido por las leyes civiles de esos países pero admitidos por sus funcionarios bajo presión de los banqueros internacionales –FMI, Banco Mundial, etcétera–).
76. ¿Cuál es la característica del capitalismo actual? El capitalismo actual es la evolución de la aplicación al sistema productivo y al sistema usurario (que dio comienzo con la creación del Banco de Inglaterra en 1694) del pensamiento filosófico del liberalismo, individualista y promotor del lucro por causa de la codicia, y propulsor de la acumulación o acaparamiento de las riquezas, que finalmente irán a parar a las manos de una minoría. El capitalismo actual, o “capitalismo salvaje” se caracteriza por la despersonalización del proceso económico y del capital. En nuestros días, las funciones del capitalista y del empresario se ven bien separadas. El capitalista ya no es el que ponía mano en la conducción de la empresa y la guiaba, sino que esa función queda ahora en mano de personas especializadas, altos “ejecutivos”, que necesariamente deben aparecer y actuar porque el propietario de la empresa es más bien un paquete de “acciones” en manos de unos pocos agentes que las manejan en representación de sus dueños, o personas jurídicas como fondos y bancos de inversión; estos tenedores de acciones, parte de las cuales no son de su propiedad sino que les ha sido encomendado su manejo, mandan un representante a las asambleas de acionistas, legalmente el órgano soberano de decisión de la empresa, donde se fijan las “políticas” de su funcionamiento. Luego, disponen que los técnicos empresarios ejecuten esas políticas (de ahí su denominación de “ejecutivos”).
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La moderna sociedad anónima tiene su origen o fuente de inspiración en aquellos grandes emprendimientos que resolvieron realizar ciertas coronas europeas con el apoyo de particulares muy pudientes; tales como la Compañía de las Indias Occidentales holandesa; la compañía de igual nombre pero de propiedad danesa; la compañia de idéntico nombre pero española, etcétera. Al tiempo que el capitalista individual desaparece, para dar lugar al emprendimiento capitalista colectivo y anónimo, el presunto capitalista ya no es un productor sino un mero rentista que cobra sus dividendos tomados de los beneficios de la empresa o meramente especula en la Bolsa de Valores comprando y vendiendo las acciones y de esa forma, apostando a la ganancia como en un juego de mesa; se desentiende por completo de su responsabilidad empresaria –hay millones de accionistas que ni siquiera conocen por fotografía las instalaciones de las fábricas y comercios de los que son socios propietarios– y son irresponsables a título personal de los desaguisados que los funcionarios de las empresas hubieran provocado. Más despersonalización, parece imposible. José Antonio Primo de Rivera, en uno de sus memorables escritos expresó su convicción de que la propiedad privada de los bienes constituye la proyección de las personas sobre sus cosas, las cosas que le pertenecen. Por tanto, la persona es responsable por el uso que le da a sus cosas y puede ser responsabilizada por el daño que ellas o con ellas se provocare a terceros inocentes. La propiedad capitalista, por el contrario, es una forma de dominio anónima, irresponsable y parasitaria (porque la posesión de unos papeles de negocios le confieren al poseedor el dominio de una producción en la que no interviene ni se interesa, y de la que se puede retirar sin tener que preocuparse por la suerte de los empleados ni de los acredores). Es el individualismo llevado a su máxima expresión.
77. ¿Es el capitalismo incompatible con el nacionalsindicalismo? El nacionalsindicalismo es incompatible con el capitalismo en muchos aspectos, tanto en el orden político cuanto en el económico.
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En sentido político, el capitalismo es actualmente la expresión del liberalismo (siendo el neoliberalismo una forma de retroceso hacia las posiciones más duras y menos pulidas del liberalismo inicial, que ni siquiera contemplaba la posibilidad de que las personas pudieran agruparse para defender algunos de sus intereses). En sentido económico, el nacionalsindicalismo va a terminar con el modo de explotación típicamente capitalista, tanto de los capitalismos antiguos como del actual.
78. ¿Es el capitalismo incompatible con el socialismo y con el comunismo? El socialismo y el comunismo son perfectamente compatibles con el capitalismo económico, como lo demuestra el ejemplo bien visible de una China que se declara marxista y que en el plano de la organización política organiza a la comunidad según el patrón totalitario-dictatorial del partido único, mientras que socialmente se va abriendo a pasos agigantados hacia un régimen de capitalismo neoliberal. Pero basta con mirar hacia cualquier emprendimiento socialista en la historia moderna, para ver cómo claramente se ha tratado y se trata siempre de experimentos fundados, en lo político, en el partido único y su dictadura-tiranía (incluyendo los períodos de gobierno del fascismo* y del nacionalsocialismo**), y en lo económico, perpetuando la explotación capitalista: ningún socialismo (o comunismo, que también se considera a sí mismo un socialismo)propone siquiera doctrinalmente la eliminación del salariado, régimen o forma de producción económica laboral que precisamente da el nombre al sistema. Por el contrario, los socialismos y comunismos lo que han hecho y siguen haciendo es cambiar a los capitalistas como estamento social, por los burócratas del partido. Éstos, son mucho más desaprensivos que los antiguos propietarios del capital, porque no tienen obligación ni necesidad de com*Cuyo fundador provenía del socialismo y le infundió a su doctrina el sentido del pueblo como masa, típicamente socialista –mientras que la opinión liberal es la contraria: el pueblo como rejuntamiento con fines electoralistas de individualidades cerriles. **Cuya denominación partidaria denuncia la influencia socialista.
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petir entre sí y porque sus errores técnicos y desaguisados morales no encuentran exigencia de responsabilidad por parte del partido que integran y al que representan. Prueba evidente de que se trata de una mera sustitución por vía del despojo ilegal (y cruento, además), la tiene quien quiera observar cómo en las naciones emergentes de la autodisuelta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (que jamás fueron soviéticas, por otra parte), al pasar al sistema de repúblicas “democráticas” dieron lugar a la aparición repentina de centenares de empresarios multimillonarios. ¿Cómo sería posible, teóricamente hablando, claro está, que en el seno de un sistema de propiedad comunista se pudieran formar tantas personas inmensamente ricas? La respuesta explícita no resulta necesaria.
79. ¿Es el capitalismo incompatible con el socialismo democrático? Los socialismos democráticos, o partidos que se enrolan en la corriente denominada –desde la primera parte del siglo pasado– la “socialdemocracia”, son partidarios acérrimos del capitalismo económico. Nada importa su parloteo en torno al obrerismo (cada día más soterrado para evitar la espantada de sus partidarios de clase media) ni su retahíla de promesas confiscatorias del capital, porque en la práctica, cuando acceden al gobierno, todas ellas se borran de los discursos oficiales. Es que el socialdemocratismo no es verdaderamente, ni nunca lo fue, un socialismo genuino. Aunque sus orígenes se rastrean hasta fines del siglo XIX, como una corriente disidente del socialismo “antidemocrático”, en la práctica fue organizado a partir de 1917 (revolución en Rusia) como una cuña de contención capitalista-liberal respecto de los émulos revolucionarios que iban floreciendo por Europa al calor de aquel hecho desgraciado de la humanidad
Los 27 Puntos de la Falange Aclaración sobre los “Puntos” de la Falange. Los originales de 1934, redactados por Onésimo Redondo Ortega a pedido de José Antonio, fueron 27 –los mismos que sigue sosteniendo FE-JONS. Pero en el Decreto de Unificación firmado por Francisco Franco en 1937 –por el que se consumó el “secuestro” de la Falange, que quedó sometida a la voluntad del Caudillo– se eliminó el último “Punto”, el que, precisamente, expresa la voluntad de la Falange de realizar la revolución nacionalsindicalista sin asociaciones con otros grupos...
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Apéndices Entre “patrones”, “dadores de trabajo” y “empleadores”. .................................................................. 127 ¿Qué queremos los falangistas establecer en reemplazo del capitalismo? .................... 129 La naturaleza del trabajo ................................................. 131
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Apéndice I
Entre “patrones”, “dadores de trabajo” y “empleadores”. Es verdaderamente insólito que se utilicen todavía, más o menos corrientemente, unas expresiones que no sólo son equivocadas sino que resultan menoscabantes de la dignidad del trabajador, todas ellas referidas al contratante del trabajo para la empresa. Ellas son: “patrón” y “dador de trabajo”; con menor énfasis es igualmente condenable la expresión “empleador”. Asimismo, el concepto de “contrato de trabajo” debe ser seriamente cuestionado. Veamos caso por caso. PATRÓN es un término tomado del derecho romano y correspondía al antiguo amo de un esclavo ya manumitido (liberado). Cuando un esclavo (servus) era manumitido por su amo (dóminus), no quedaba totalmente desvinculado de éste, porque en virtud del instituto del Patronato, el liberado (= libertus) se veía obligado a asistir al ex amo (= patronus) cuando éste lo necesitare seriamente (caso de enfermedad, violencia, causa legal) hasta su muerte y la de los familiares supérstites del amo (esposa, hijos menores). Quedaba, pues, “atado” a una especie de “hipoteca civil”, prácticamente de por vida o por lo menos por mucho tiempo. Es evidente que el empresario o capitalista no es un patrón, legalmente hablando, por lo que ese término no le corresponde. Pero dado que (conforme la doctrina nacionalsindicalista), el trabajo salariado es una forma larvada de la esclavitud (porque el “empleador” no compra el resultado del trabajo del trabajador, sino el propio trabajo, que es empero un imperativo de su naturaleza, está como alquilando al hombre –como pasa con la prostitución–) asombrosamente esta común denominación está señalando la maldad intrínseca del “contrato de trabajo”. DADOR DE TRABAJO es un contrasentido y un despropósito. Es evidente que el “empleador” no DA trabajo sino que lo ALQUILA; el que da el trabajo es el trabajador. Es, pues, un contrasentido. Y puesto que se utiliza profusamente la expresión, es asimismo evidente que lo que se proponen los que alientan su utilización es poner al “empleador” en condición de superioridad respecto del resto del elemento humano de la empresa; en virtud de esa pretendida superioridad, que lo ubica idealmente en la baja comprensión de la mayoría de la gente como un benefactor, se
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propone que sea, por consiguiente, el propietario único del beneficio empresario: él ya le pagó a los “empleados” para que trabajasen “para él”; ahora, el trabajo realizado le corresponde y lo puede vender como quiera y a quien quiera. Pero éste es el principio del capitalismo, que produce necesariamente una segmentación bien definida entre los integrantes de la sociedad: los que tienen los medios y por eso, el dinero, y los que no tienen los medios y se ven obligados a vender su dignidad humana (su trabajo) a cambio de un poco de dinero, para sobrevivir. Como se ve, el sistema CAPITALISTA construye en la práctica, una SOCIEDAD ESCLAVISTA. EMPLEADOR es asimismo denigrante, porque indica que el que contrata con el trabajador mediante el llamado “contrato de trabajo”, EMPLEA, es decir, USA a sus congéneres en beneficio propio. Si alguien acepta que usar al prójimo como medio para la realización de sus propios fines, es algo moralmente lícito, entonces es un capitalista, esto es, un explotador de sus hermanos. En torno a este concepto de “usar” a los demás, es preciso aclarar algo. Cuando contratamos a un trabajador (oficial, profesional) para que haga algo para nosotros, estamos conviniendo un esfuerzo mutuamente beneficioso: lo que no sabemos o no podemos hacer por nosotros mismos, se lo encomendamos a otro y habiendo convenido las especificaciones de la obra a realizar y la forma y cantidad del pago que le deberemos, cada parte cumple con su obligación. Si el trabajo (obra, servicio) de nuestra contraparte no nos satisface (no se ajusta a lo convenido), le negamos el pago y quizá, litigamos en los tribunales. Porque el contrato consiste en hacer algo determinado y hacerlo bien, a cambio de nuestro pago (que podrá ser en dinero, especies o trabajo). Éste es un trato humano y adecuadamente igualitario conforme las leyes, usos y costumbres del lugar. Pero si contratamos a alguien por un salario, le debemos el salario aunque el trabajo no se haya terminado en forma o en término. Ello es así, porque no hemos contratado una obra, sino que hemos comprado o alquilado el trabajo ajeno. Esta compra o alquiler del trabajo es inmoral; porque siendo el trabajo un imperativo emergente de la propia naturaleza humana, vender o alquilar el trabajo es como vender (esclavitud) o alquilar (prostitución) la persona
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Apéndice II
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¿Qué queremos los falangistas establecer en reemplazo del capitalismo?* *Extraído del folleto “FE de las JONS contra el capitalismo”, editado por la Jefatura Territorial de Galicia (La Coruña, 2007)
Lo que los falangistas queremos es instaurar un sistema económico completamente nuevo. No somos reformistas, no venimos a limpiar las cañerías del capitalismo. Nos impulsa un espíritu profundamente revolucionario. Nuestra intención no es regalarle a un capitalismo ya decrépito cincuenta años más de vida, sino sustituirlo de raíz y poner en su lugar otro sistema en el que: 1. El capital quedará sometido al trabajo. Queremos devolver al trabajador la dignidad y el protagonismo perdidos. En el régimen nacionalsindicalista, el trabajador será el gestor y el único beneficiario de las plusvalías. Esto será posible porque quedará proscrito el régimen de salariado y proscrita también toda propiedad privada cuya titularidad pretenda justificarse únicamente en la aportación de capital. La figura del socio capitalista existirá sólo si viene ligada a la aportación de trabajo. 2. Se preferirá y se fomentará la propiedad familiar, cooperativa y sindical por encima de la individual. La propiedad individual se aceptará sólo en tanto que el propietario sea el trabajador único de la empresa. 3. Las distintas empresas serán coordinadas entre sí en todos sus niveles (local, comarcal, nacional) por los propios trabajadores para ajustar sus intereses particulares al interés común. Lo harán a través de determinadas corporaciones de derecho público: los Sindicatos o Gremios, dotados de un estatus legal similar al de los Municipios. El Sindicato, a través de la Banca Sindical, será el encargado de gestionar plusvalías, conceder créditos a las nuevas iniciativas empresariales, conceder permisos para la creación de empresas nuevas, establecer precios, horarios y medidas, regular el disfrute de los seguros sociales, absorber en primera instancia el impacto de los cierres empresariales y el paro consiguiente, etc. Los Sindicatos servirán también como cauce de participación política de los trabajadores en las instituciones del Estado.
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4. Estarán prohibidas la banca y el crédito en manos privadas. La única banca permitida será la de carácter corporativo (municipal, sindical...) y la de carácter nacional. No puede permitirse que los embalses de capital estén, como están ahora, en manos de pequeños pero poderosos grupos plutocráticos.
5. Se proscribirá la usura en todas sus medidas. Cualquier crédito que se conceda limitará su incremento a una indexación fundamentada en el costo de vida. 6. Se impedirá al capital extranjero, sea privado o público, la posesión de riqueza nacional. Cualquier inversión extranjera deberá canalizarse a través de la banca sindical, supervisada por la nacional. 7. Mediante la educación, los medios de comunicación y las leyes, se recuperará el uso de los valores morales tradicionales en la vida económica: la lealtad al bien común, la fidelidad a la palabra dada, el gusto por la obra bien acabada, etcétera. Se hará especial hincapié en destruir y compensar la perversa generalización que el sistema vigente ha hecho del economicismo como nueva religión laica, en devolver al ser humano su unicidad moral y en mostrar el valor social y personal de todos aquellos bienes espirituales (la generosidad, por ejemplo) que no pueden medirse en dinero, y sin embargo nos hacen realmente humanos. Quede claro que, para ser eficaz, todo esto debe llevarse a cabo conjuntamente. La radicalidad revolucionaria de la propuesta falangista no puede llevarse a efecto en un sistema capitalista. Implica una revolución total, que es también y sobre todo, una revolución moral. Los falangistas no vemos estas medidas como soluciones parciales, sino como un todo inseparable que, en suma, supone la instalación de un régimen político-moral enteramente nuevo. Hay que estructurar también la vida social, política y cultural de la Nación, integrar orgánicamente la sociedad en una densa red de cuerpos intermedios, promover la vida vecinal, comunal y municipal, devolver al Estado su cualidad original de instrumento al servicio del bien común y no de las castas plutocráticas, favorecer el principio de subsidiariedad y sobre todo recuperar el sentido de patria para una vida social verdaderamente sana, democrática y libre.
Los falangistas estamos clara y decisivamente por desarticular el capitalismo y por hacerlo de forma revolucionaria, sin reformismos ni componendas, para instaurar en su lugar un modelo económico enteramente nuevo
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Apéndice III
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La naturaleza del trabajo Cuando se menciona el trabajo, todos creemos entender qué significa esa palabra. Pero si –como enseñaba San Agustín respecto del tiempo– nos preguntáramos qué quiere decir "trabajo", estrictamente hablando, es posible que no encontráramos fácilmente las palabras para definirlo. De poco nos valdría recurrir a los diccionarios de uso, tal como el justamente prestigioso de la Real Academia Española, porque no pueden proporcionar una definición filosófica del término, única que da en la esencia de las cosas. "Esencia" es aquello –lo que fuere– que hace que las cosas sean como son y no de otra forma. Esencia (del latín = "essentia" = "forma de ser") es un concepto filosófico de raíz aristotélico-cristiana que significa aquello que hay de permanente en el ser, en todo ser de la misma especie, en contraste con cuanto hay en él de cambiante (y diferente). Aristóteles explica que en todo cambio (y el ser existente cambia de continuo porque, al vivir en el mundo, actúa influenciándolo y recibe las influencias de él) hay "algo que cambia y algo que permanece"; eso que permanece es la esencia. La forma material de existir de ese ser, resulta, así, la realización en la existencia (en el mundo real) de lo que es su esencia. No es el caso aquí de ahondar en esta cuestión, controvertida y hasta negada por los infaltables renegadores de la verdad. Un ejemplo –ramplón, si se quiere– sería el siguiente: cuando uno ve una casa, comprende que es una casa y no un apartamiento o un barco. Luego, si ve otras casas, todas ellas diferentes en su modo de estar construidas, adornadas, dispuestas, dice con razón que son otras tantas casas y no las confunde con otra cosa, aunque fuere parecida, por ejemplo: un edificio fabril. ¿Qué hace que esos edificios sean llamados "casas" y no barcos, fábricas o condominios? La función que tienen: aquello para lo que han sido creadas. Una casa se diferencia de otras especies del género "edificación" porque su finalidad es la de albergar a un núcleo de personas convivientes que ocupan su totalidad –no la comparten parcialmente, como en el caso de los apartamientos–. De modo que quien categoriza una cosa, lo hace en consideración a lo que esa cosa es o representa o para la que está ostensiblemente hecha. "Eso" que tienen en común todas las casas (las antiguas como las modernas, las lindas como las feas, las grandes y espaciosas mansiones de los ricos tanto como las pequeñas y poco cómodas "casuchas" de la gente pobre), eso sería la esencia de la casa, de todas las casas. Lo que todas tienen en común.
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Hay, en consecuencia, también una esencia de humanidad, que conviene a todo hombre, a todos los hombres. Cuando alguien busca la respuesta última y definitiva de lo que un ser es, no quiere ni su descripción (el detalle de sus características exteriores o aparentes) ni su definición de uso (la que da el diccionario en base al uso del vocablo en el lenguaje cotidiano), sino que busca su definición. Definir es delimitar (separar, en el caso, intelectualmente) en la forma más rigurosa posible, lo que es la esencia de una cosa, de sus accidentes (lo que está en la cosa pero que podría no estar; de no estar el accidente en cuestión, cambiaría la expresión existencial de la cosa, pero no cambiaría su esencia). Vulgarmente: un hombre lo es maguer que sea "negro" (de caracteres "africanos"), "blanco" (o "caucásico") o "amarillo" ("oriental"). Si se pudiera manipular la íntima constitución genética de un hombre y de tal manera, hacer que cambien sus caracteres raciales –como parecería buscarlo el pobre Michael Jackson– eso no cambiaría su esencia de humanidad. Son características accidentales, no esenciales. Esencialmente, un hombre lo es no importa cómo sean sus características raciales, étnicas, culturales, etcétera; ni cuál es el estado en que se encuentra: sano, enfermo, impedido, ciego, con sus piernas o sin ellas. (De paso, se puede ver que muchas veces las diferenciaciones entre los objetos de nuestro estudio o curiosidad son meramente de palabras, de "nómina" [del latín = nombres]. Por ejemplo, hay desviados que llaman al ser humano en el vientre materno "feto", "cigoto", lo que fuere, pero le niegan su condición humana –como si cambiarle el nombre, o darle uno especial referente a su estado, significara cambiar su naturaleza. Por sus accidentes, una cosa o un hombre pueden ser diversamente apreciados, sin que necesariamente esa diversa apreciación constituya una "discriminación negativa". Por ejemplo, la reina de Saba era de raza negra. Si un director de cine quiere una actriz que represente a ese personaje, elegirá seguramente a una mujer "africana" antes que a una "caucásica" o a una "oriental", porque querrá darle a su personaje la mayor credibilidad en escena. No está, entonces, buscando una especie humana diferente, ni tampoco haciendo "discriminación racial", sino que quiere un tipo humano determinado. Cuando los nacionalsindicalistas hablamos de la esencia del trabajo, queremos decir que sólo hay un tipo de trabajo: el esfuerzo humano –todo esfuerzo humano– encaminado a cualquier fin que se proponga el individuo. (1, ver notas al final del Apéndice).
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Apéndice III
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Haciendo uso de la técnica de la definición (cuya invención o, al menos, su perfección se atribuye a Sócrates, maestro de Platón), diremos que “trabajo es toda actividad propia del hombre”. Todo lo que el hombre hace es trabajo, porque el hombre (nosotros) no hacemos nada sin al mismo tiempo obrar. (2) Mientras que “hacer es realizar materialmente”, “obrar es hacer intelectualmente”. Y como solamente nuestra especie es capaz de intelecto, de razón, de comprensión de lo que hace, solamente nosotros somos capaces de trabajar –no así los animales inferiores, cuyo hacer se semeja notablemente a nuestro trabajar, pero que carece del obrar, esto es, de la comprensión de las causas de ese hacer: causa inicial (o formal) y causa final. Esto nos permite concluir en que el trabajo no es solamente el esfuerzo intelectual y corporal que se pone para ganar dinero o para conseguir los bienes económicos. Sino que hay muchos trabajos que realizamos sin obligación y sin que una necesidad o carencia nos estimule a ello; lo hacemos por diversión o entretenimiento, lo hacemos por caridad o beneficencia, por altruismo o por afán de reconocimiento social; o por sentido del deber, o por compromiso; lo hacemos, a veces, sin saber a ciencia cierta por qué. Lo que caracteriza al trabajo es que lo hacemos sabiendo que lo hacemos y sabiendo lo que hacemos (o al menos, pretendiendo saberlo, porque el error está siempre latente en todo acto humano). De este modo, debemos desechar la idea del trabajo como una esclavitud en sí misma, o como una penitencia o castigo divino. El trabajo es el quehacer humano por excelencia, porque estamos inscriptos en un mundo de necesidad: un mundo en que lo que nuestra naturaleza requiere no nos adviene por nuestra sola voluntad, sino que debemos ir a por ello; y ese "ir a por ello" es un impulso constitutivo de nuestra esencia. Estamos equipados para trabajar, por ende, debemos trabajar. Los nacionalsindicalistas hacemos evidente hincapié en el tema del trabajo, y hasta muchos de entre ellos pretendemos que nuestro sistema es una "patria de los trabajadores". Pero quienes se acercan a nosotros –tanto quienes aceptan nuestras consignas sin estudio cuanto quienes nos critican sin meditación– deben ante todo saber lo que antecede; comprender por qué otorgamos al trabajo humano un carácter de sacralidad y lo instituimos como "el más humano de los caracteres humanos". Los nacionalsindicalistas no luchamos para que todos los hombres seamos ricos y dichosos (porque la riqueza es una rémora –conforme nos lo enseña con todas las letras Nuestro Señor Jesucristo– y la dicha un espejismo o, si acaso, una fugacidad); en todo caso, luchamos porque nadie sea obligado a permanecer pobre (esto es, careciente) si no lo quiere, o a sufrir indebidamente.
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Sobre todo, luchamos porque se reconozca la intrínseca dignidad del ser humano, su condición de hijo de Dios, su calidad de trabajador por naturaleza. Y para que, siendo nuestro trabajo la expresión de nuestra realización humana, ese trabajo sea también libre como los hombres lo somos por nuestra íntima constitución (3) y que no se permita más que haya hombres que tengan que vender a precio vil el producto de su trabajo y, peor aún, que tengan que prostituirse alquilándolo a otro por causa de un orden social fundamentalmente equivocado Notas (1) Desde luego: ¿es necesario aclarar que se trata de todo trabajo lícito? Porque si estamos dotados de los medios instrumentales suficientes para hacer lo que está bien, esto es, lo que es bueno para nosotros y para nuestros semejantes, el esfuerzo por hacer daño a otro constituye una aberración (del latín = "ab-erratio", yerro, no pegarle al blanco elegido sino a otro) y no puede ser considerado trabajo, sino que sería un esfuerzo aberrante, contrario al verdadero trabajo: un verdadero “no trabajo”. (2) Excepción hecha, quizá, de los actos repetitivos habituales, en los que actuamos con una limitadísima consciencia y, desde luego, de las acciones inconscientes. (A propósito, “acto” es lo que hacemos conscientemente, mientras que “acción” es todo movimiento que ponemos, consciente o no; el acto es una especie reducida el género acción. Al accionar, estamos haciendo uso de nuestra facultad de hacer; al actuar, hacemos y obramos). (3) Somos libres por naturaleza; otra cosa es que nos veamos obligados a luchar para que se nos reconozca nuestra libertad.
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Placa conmemorativa en el frontispicio del Teatro de la Comedia, de Madrid, donde se fundó F. E. (Falange Española) el 29 de octubre de 1933.
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I. La Falange y el “falangismo” 1. ¿Qué es el “falangismo“? —No hay ningún falangismo. La doctrina de la Falange es el nacionalsindicalismo. 2. ¿Qué es ser falangista? —Ser falangista es estar afiliado a la Falange Española d e las JONS (la única legítima Falange Española). 3. ¿Para qué existe la Falange Española?a? —Para preservar la unidad territorial de España; para difundir el nacionalsindicalismo y para continuar la misión histórica de España con la Hispanidad.
II. El nacionalsindicalismo 4. ¿Qué es el “nacionalsindicalismo”? —Es la doctrina y movimiento político que propone una reorganización revolucionaria de la sociedad humana en lo político y económico, tal que constituye la tercera, última y auténtica vía de realización de la libertad humana individual y de la justicia social.
III. La persona 5. ¿Qué es la persona? —Es el individuo humano en su vida de relación, considerado como realmente vive: en sociedad. 5.1. ¿Qué son las “personas jurídicas”? —Son instituciones a las que el Derecho les otorga la facultad de actuar como personas naturales frente a la ley. La personería jurídica constituye una ficción legal para facilitar el desenvolvimiento de las asociaciones.
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IV. El hombre 6. ¿Qué es el hombre? —El hombre es criatura de Dios, hecho de cuerpo y alma, y poseedor de libre albedrío (tiene derecho a elegir por sí mismo el curso de su vida y los elementos que la sustentan). 7. ¿Es el hombre libre por su naturaleza? —El hombre es libre por naturaleza en cuanto tiene la potestad de optar libremente en su interior.
V. Los bienes 8. ¿Qué son los bienes? —“Bien” es un objeto material (concreto) o formal (abstracto) que procura una satisfacción o beneficio y por eso el hombre desea obtenerlo. 9. ¿Qué son los bienes económicos? —Son bienes económicos aquéllos que producimos con la finalidad de sustentar nuestras existencias (de mantenernos con vida y con salud), permitirnos o asegurarnos nuestra descendencia y proteger y educar a nuestros hijos al menos hasta que alcancen su plena autonomía, y que se ofrecen en el mercado. 10. ¿Qué son las mercancías? —Son aquellas cosas producidas con el fin de que sean utilizadas por otros, siempre y cuando los interesados en adquirirlas lo hagan a título oneroso (que las paguen). 11. ¿Qué son los servicios? —Los servicios son trabajos (obras) que se realizan en beneficio de otros a cambio de una remuneración. Cuando barro el piso de mi casa, trabajo pero no estoy produciendo un servicio. Cuando barro el piso de otro y ése me paga por ello, estoy produciendo un servicio, esto es, un bien económico.
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12. ¿Qué es una “obligación” en sentido jurídico? —En sentido jurídico, una obligación es un compromiso contraído de acuerdo con la ley, por el cual una de las partes, el deudor, está constreñido a realizar una determinada prestación a favor de la otra parte, llamado el acreedor, teniendo que cumplir en tiempo y forma.
VI. La propiedad de los bienes 13. ¿Qué es la propiedad? —La propiedad o dominio es un título jurídico por el cual las personas pueden usar, disfrutar y disponer de sus bienes conforme su voluntad, dentro de la ley. El uso es la utilización o empleo; el disfrute es la obtención de los frutos (las frutas, las crías, los alquileres, etcétera) y la disposición es la facultad de poder venderlos, rentarlos, canjearlos o regalarlos. 14. ¿Qué es la “propiedad privada”? —La propiedad privada es la que pertenece a un particular (propiedad privada individual) o conjunto de particulares (propiedad privada colectiva) y no al conjunto de la comunidad política. Lo opuesto es la “propiedad pública”, donde “público” se refiere, en este caso, al Estado. 15. ¿Cuándo es lícita la “propiedad privada”? —La propiedad privada es lícita cuando es fruto del trabajo de quien la produjo o cuando es adquirida por obsequio o herencia, autorizados por la ley. Cuando es adquirida por apropiación del trabajo ajeno, o de otro modo hurtada, robada, por estafa o defraudación o de cualquier forma ilícita o ilegal, el poseedor no tiene derecho a ella. 16. ¿Subsistirá la herencia en el nacionalsindicalismo? —El derecho activo y pasivo de heredar será acordado en el sistema nacionalsindicalista, pero con reformas.
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17. ¿Qué se podrá heredar y qué no? —Se podrán dar en legado o dejar en herencia, testamentaria o intestada, aquellos bienes de utilidad personal de uso y de consumo que no sobrepasen un cierto valor fijado por la ley, con algunas excepciones referidas a bienes de valor familiar afectivo. En el caso de la tierra útil, se establecerá un sistema especial de utilización y de traspaso.
VII. La economía 18. ¿Qué es la economía como actividad? —Como actividad productiva y mercantil, la economía es el conjunto de los procesos que tienen lugar en una localidad, un país o en el mundo entero por los que obtenemos los productos y servicios necesarios para nuestra vida mediante nuestro trabajo. 19. ¿Qué es la economía como estudio? —Como disciplina intelectual, la economía es el estudio de las actividades que despliegan los operadores económicos en forma individual (o microeconomía) y también el estudio del comportamiento global de todos los sectores que hacen a la economía de una localidad, un país o del mundo (o macroeconomía). En este sentido, la economía no es una ciencia, sino una actividad profesional. 20. ¿Qué son los operadores económicos? —Los operadores económicos son las personas (naturales o jurídicas) que se dedican a la producción, distribución, realización (servicios) y compraventa de los bienes económicos (incluyendo a los agentes de la “demanda”, esto es, a los interesados en comprar esos productos o servicios). 21. ¿Qué son las “riquezas”? —Los bienes económicos constituyen las “riquezas” (categoría de bienes útiles o necesarios para la vida), mientras
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que el sustantivo colectivo “riqueza” hace referencia a la abundancia de esos bienes (propiedad privada o el conjunto de los bienes existentes en una comunidad política). 22. ¿Qué es el comercio? —Comercio es el intercambio o distribución de los bienes producidos por la economía, mediante venta o canje. (Del latín “ commercium ” = intercambio de las “merces” [= mercancías], que son los productos fabricados para que sean aprovechados por otros). 23. ¿Qué es el mercado? —El mercado es el ámbito donde se encuentran o interceptan la oferta y la demanda y se realizan las operaciones comerciales. (Mercado también deriva de merx –plural merces– mercancías, por lo que sólo hay mercado en sentido estricto cuando se trafica con mercancías –o servicios, que también son bienes económicos. La expresión “mercado de trabajo” es, además de errónea, una ofensa grave a la dignidad de las personas, por cuanto no es lícito traficar con ellas). 24. ¿Qué implica el mercado en la concepción del neoliberalismo? —Los neoliberales (una corriente del liberalismo que se acerca más a los orígenes de esa ideología y se aleja de la misma como se la practica en la actualidad) ven en el mercado (todos los mercados existentes) una institución autorregulada y de perfecta transparencia por la que se efectiviza en forma satisfactoria el conjunto de las intercambios de una localidad, un país o del mundo globalmente considerado. (La realidad demuestra que los mercados son manejados por las grandes empresas y bancos, principalmente, y en su beneficio).
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25. ¿Qué es la finanza o actividad financiera? —La finanza es una disciplina coadyuvante de la economía, cuya finalidad es proveer de los elementos documentales que permitan o faciliten el intercambio: la creación, distribución y supresión del dinero, de otros medios de pago alternativos y de los “papeles de negocio”. 26. ¿Qué es la “liquidez de los activos”? —La “liquidez” es la condición de fácil “colocación” de los bienes (que en lenguaje financiero son “los activos económicos”), es decir, de su fácil venta por dinero. 27. ¿Qué son los “activos económicos” y los “activos financieros”? —Los llamados activos económicos son los productos o mercancías producidas por la actividad económica (bienes de consumo, bienes de capital (maquinarias, instalaciones, herramientas...), metales preciosos (que aunque estuviesen amonedados no dejan de ser mercancías) y demás. Los activos financieros son el conjunto de los valores financieros creados por los agentes financieros: dinero amonedado (el activo “más líquido” concebible), valores (acciones, etcétera), depósitos a plazo, y demás conjunto de los llamados “papeles de negocio”.
VIII. El trabajo, el paro y la huelga 28. ¿Qué es el trabajo? —El trabajo es la actividad humana por excelencia (puesto que solamente el hombre es capaz de trabajar) mediante la cual nos proveemos de los medios de subsistencia y desarrollo que necesitamos para mantener nuestras vidas y desarrollar nuestra personalidad, con miras a cumplir el plan divino que nos concierne.
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29. ¿Está el hombre obligado a trabajar o el trabajo es un derecho? —El hombre está obligado a trabajar (porque sus necesidades no pueden ser subvenidas mágicamente, esto es, por un simple acto de voluntad, sino por una combinación de voluntad y esfuerzo personales). Mas por eso, todo hombre tiene igualmente el derecho de trabajar . 30. ¿Son coincidentes las visiones del trabajo que sustentan el socialismo y el nacionalsindicalismo? —No, para nada. Los socialistas tienen una visión materialista del hombre y piensan que trabajamos solamente por necesidad de los bienes, por lo que debemos tratar de establecer una sociedad sin trabajo. Por ser el trabajo una posibilidad desechable, les parece bien que las personas alquilen su esfuerzo a cambio de un salario mientras no tengan más remedio que aceptar esa modalidad. Para los nacionalsindicalistas, el trabajo es un imperativo o exigencia de la propia naturaleza humana, por lo que tenemos que trabajar aunque no nos haga falta. Por ser constitutivo de la naturaleza humana, el trabajo no puede ser objeto del comercio, razón por la cual no aceptamos el sistema del salariado, y como éste es la base de la organización laboral del capitalismo, rechazamos igualmente a este sistema. Finalmente, aunque también propiciamos un mundo con las mayores libertades posibles y la mínima sujeción posible al trabajo con fines económicos, consideramos que no es posible renunciar a él, y que no solamente trabaja el hombre para atender a sus necesidades, sino también por placer y por solidaridad, porque no todo trabajo es de índole económica. 31. ¿Es el trabajo la actividad humana aplicada a la propiedad económica? —No solamente; sino que es trabajo toda actividad humana lícita cualquiera que fuese su finalidad, siempre
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que estuviese orientada a obtener cosas deseables y beneficiosas para las personas, aunque esos resultados no persiguieran fines mercantiles. 32. ¿Cuáles serían los ejemplos de trabajos no considerados de carácter económico pero que son útiles socialmente? —Hay muchísimos. Uno de ellos, la tarea del ama/amo de casa (varón o mujer que trabajan cotidianamente en la atención de los asuntos del hogar); otro, el de las personas que atienden sin cobrar a enfermos que no pueden valerse por sí, y que voluntariamente se dedican a atender a diversidad de necesitados, a prestar servicios en instituciones de bien público sin estar rentados, etcétera. Algunos realizan estas tareas por necesidad y otros lo hacen voluntariamente y por solidaridad, pero aunque el valor de estos servicios no se computan en el producto bruto nacional (P. B. I. ), lo cierto es que suman mucho valor a la economía del país. 33. ¿Qué se entiende por la división del trabajo? —Se entiende por “división del trabajo” a la modalidad civilizada de producir bienes económicos, consistente en que los diversos operadores productivos se especializan en una sola o en unas pocas tareas o funciones, dejando a cargo de otros la realización de las restantes tareas necesarias. (Tanto se refiere a la división dentro del proceso productivo de la empresa, cuanto a la división en el proceso productivo global de una economía). 34. ¿Qué es el paro (desocupación) y cómo se contempla en el nacionalsindicalismo? —El paro o desocupación es la situación en que se encuentra alguien que, estando relativamente capacitado para ejercer su trabajo en una o varias clases de actividades, no encuentra dónde emplear su capacidad. Es decir que, aunque conservando su derecho al trabajo, no puede ejercer su derecho de trabajar.
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35. ¿Se contempla el derecho de huelga en el nacionalsindicalismo? —Sí, la huelga como forma de protesta es un derecho inalienable de los trabajadores. En un sistema nacionalsindicalista, en que los trabajadores son propietarios de las empresas, la huelga “obrero-patronal” no tendría sentido, sería imposible; pero subsistiría el derecho de protestar contra las autoridades políticas, sociales y sindicales, sin violencia y dentro de la ley, y cabría la posibilidad en casos puntuales de efectivizar esa protesta bajo la forma de una huelga.
IX. La empresa 36. ¿Qué es la empresa? —Una empresa es, en términos económicos, toda organización ordenada a la producción y/o distribución de bienes económicos (mercancías y servicios), aunque fuese un ente unipersonal. 37. ¿Qué son los “factores de la producción”... —En el seno de la empresa se coordinan los llamados “factores de la producción”, que son los elementos, o “concausas”, o causas que colaboran para la realización de la labor productiva. (“Colaborar” significa, propiamente, “trabajar en conjunto”, “en cooperación”). ...para la escuela clásica de la economía? —Para los economistas clásicos, los factores de la producción vienen a ser tres: la “tierra” (las “materias primeras” o “en curso de elaboración”), el “capital” (o los medios instrumentales y financieros que permiten la producción) y el “trabajo” (o la coordinación del esfuerzo personal de emprendedores –“empresarios”– técnicos y ejecutores). ...para la escuela económica moderna? —Los economistas modernos han concluido en que dichos factores no son sino dos: el capital y el trabajo.
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...para buena parte de la doctrina nacionalsindicalista? —Para muchos nacionalsindicalistas, el único factor de la produción que hay que tener en cuenta es el trabajo, mientras que el capital, que el trabajador maneja, por muy importante que fuere no es sino un instrumento. 38. ¿Qué es el capital empresario? —Es el conjunto de los medios materiales e inmateriales que son necesarios para llevar a cabo el trabajo productivo en el seno de la empresa. 39. ¿Quién debe aportar el capital empresario? —Por principio, siendo el trabajador el propietario de la empresa, es quien debe aportar los “bienes de capital”, entre los que se incluyen el dinero. 40. ¿Quién es el dueño de la empresa? —La empresa no puede ser sino propiedad de quienes la actúan, y como todos en ella, cualesquiera fueren sus diferentes funciones, son trabajadores, la empresa nacionalsindicalista es propiedad de sus trabajadores. La empresa nacionalsindicalista es “autogestionaria”. 41. ¿Cuál es el papel del empresario? —El empresario (una persona o un grupo de personas que ejercen ejecutivamente la ideación y la gestión) es uno o más de entre los trabajadores de la empresa. (Es preciso no confundir el empresario con el capitalista, aunque en la empresa capitalista puede suceder que ambas funciones se reúnan en una misma persona o grupo de personas).
X. El salario 42. ¿Qué es el salario? —Modernamente se denomina salario al pago total (“pago por todo concepto”) que se le debe al trabajador dependiente, y que se le entrega por períodos (diarios, semanales, quincenales o mensuales).
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43. ¿Qué es el salariado? —Se denomina salariado al sistema capitalista y socialista por el cual se alquila el trabajo de las personas y se compra su resultado. El pago se denomina salario. 44. ¿Qué son el salario nominal y el salario de bolsillo? —El salario nominal es el que se convino con el empleador; el salario de bolsillo es el dinero que el trabajador realmente percibe para disponerlo personalmente, que surge del precio del salario nominal menos los descuentos efectuados por diversas causas. 45. ¿Qué se entiende por los “beneficios marginales” del salario? —Son el conjunto de los supuestos aportes patronales como “liberalidades” con fines sociales y “premios” o “alicientes” otorgados para estimular la producción. En otras palabras, falsos regalos y sobornos con que el empresario capitalista fracciona el salario (con fines impositivos) y crea la convicción de que se preocupa por el bienestar de sus trabajadores (a quienes sigue explotando igualmente, porque esos beneficios no son sino parte del salario debido). 46. ¿Qué es el “salario mínimo, vital y móvil”? —Es una suma determinada por la ley, que “garantiza” a los trabajadores dependientes que ningún empleador podrá pagar menos a sus asalariados. (Aunque se enmascara este instituto bajo la pretensión de que se trata de una protección para el trabajador, para que no medien abusos por parte de los capitalistas, lo que se busca con él es reducir considerablemente las indemnizaciones por despido –que suelen fijarse en, por ejemplo, un salario mínimo por año de antigüedad en el empleo– y otras ventajas para los empleadores. No suele regir para los trabajadores “indocumentados”. Su precio se fija en valores tan ínfimos, que no tiene nada de “vital”, y en cuanto a su presunta “movilidad”, es decir, ajuste en la misma proporción que los salarios reales, casi nunca se cumple).
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47. ¿Es el salario la causa del aumento de los precios y de la inflación? —No, nunca es la causa de los aumentos y, menos aún, de la inflación. El salario, siendo como es un pago menor que se da al asalariado y que no representa de hecho más allá de un 10% o 15% del precio final de los productos o servicios, y que sufre grandes quitas antes de llegar en forma neta o “de bolsillo” a las manos del trabajador, aunque sufriera un aumento del 20%, 30% o aún más, no incidiría sino en forma mínima en el precio de los productos en el mercado, que, por otra parte, prontamente son aumentados por los empresarios con la excusa de los aumentos salariales que “debieron otorgar”. (Calcúlese que, si sobre un precio final de • 100, sólo • 15 corresponden al salario, un aumento muy grande de salarios, de por ejemplo un 30%, significará un aumento salarial de • 4,5, total nuevo: • 19,5; el producto pasaría a costar entonces, por esta causa, • 104,5, pero en las góndolas y mostradores se venderá finalmente a € 115 o € 120 como mínimo. Los empresarios suelen acordar la realización de maniobras tendientes a lograr una protesta laboral para poder llegar a aumentar desconsideradamente los precios con esta excusa). En cuanto a la inflación, se produce por otros mecanismos, todos ellos financieros, como bien lo saben todos los economistas; ello no impide que los empresarios digan que es por causa de los aumentos de salarios cuando éstos se producen, y que los economistas no los contradigan públicamente porque en su mayoría, suelen ser asalariados por cuenta de grandes empresas y bancos, cuando no capitalistas ellos mismos). 48. El nacionalsindicalismo ¿mantendrá un sistema reformado del salario? —En absoluto. El salario representa una indignidad sumada a una estafa. El nacionalsindicalismo no lo admitirá, aunque quizá en determinados casos puntuales,
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deberá ir cambiándolo por otros sistemas en forma paulatina y no brusca. 49. ¿Con qué reemplazará el nacionalsindicalismo el salario, vale decir, el dinero de los trabajadores? —Siendo los trabajadores dueños de sus empresas, se repartirán los beneficios netos excepto la plusvalía, que será igualmente de su propiedad pero que pasará a ser administrada por el sindicato vertical de su gremio. 50. ¿Es la plusvalía capitalista lo mismo que la plusvalía que promete el nacionalsindicalismo? —Desde luego que no. La diferencia del valor de los productos en que consiste la plusvalía, ahora usufructuada por el capitalista, pertenecerá a los trabajadores que la habrán generado. Pero los sindicatos, manejados por esos mismos trabajadores, van a utilizar la ganancia extraordinaria para incrementar sus capitales empresarios, manejar el flujo monetario y en general, ir acrecentando el acervo de bienes comunes (servicios públicos, transportes, salud, educación, etcétera).
XI. El orden sindical 51. ¿Qué son los sindicatos? —Son asociaciones de trabajadores constituidas para la defensa y promoción de los intereses profesionales, económicos o sociales de sus miembros (Diccionario de la RAE). (Si bien se originaron en los movimientos de reivindicación de los trabajadores industriales y agrarios, en la actualidad son entidades burocráticas que ya no cuestionan el capitalismo y que a menudo traicionan los intereses que proclaman defender. La excepción la constituyen los sindicatos nacionalsindicalistas, revolucionarios y no entongados con el dinero, como por ejemplo en España la UNT - Unión Nacional de Trabajadores).
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52. Los sindicatos actuales, ¿continuaeán existiendo en el sistema nacionalsindicalista? —Por supuesto que no. Ya se ha dicho que ellos son organizaciones contestatarias originadas en el propósito de defender a los trabajadores de los abusos de los empleadores capitalistas. Nacieron y existen dentro del sistema capitalista y con él deberán desaparecer. 53. ¿Qué es el sindicalismo revolucionario? —En la actualidad, es el sindicalismo que procura, además de defender los intereses de sus afiliados y en general, de todos los asalariados, lograr que desaparezca el sistema capitalista. 54. ¿Qué es el orden sindical nacionalsindicalista? —Es la organización social y política nacional fundamentada en los sindicatos verticales conforme la define José Antonio Primo de Rivera. (Su expresión sinónima sería: Sindicalismo Vertical Nacional). 55. ¿Cuántos tipos de sindicatos verticales hay? —En el sistema nacionalsindicalista, son los organismos que organizan piramidalmente y en forma escalonada a todas las empresas de un mismo ramo o gremio. Son organizaciones de los trabajadores con injerencia política, y no organismos dependientes del Estado. Los hay de nivel empresa, de nivel local, de nivel provincial o regional y de nivel nacional. (En el sistema capitalista, se denomina así a los sindicatos de “gremio” o ramo de producción).
XII. La banca y el dinero 56. ¿Qué es la “banca”? —Banca es sinónimo de sistema bancario. Cuando se habla de la banca nacional, se está haciendo referencia al
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sistema bancario del país, constituido invariablemente por un Banco Central y una cantidad de bancos locales, algunos de ellos privados y otros oficiales, esto es, propiedad de una provincia, un municipio, o del Estado nacional. La banca internacional designa al conjunto de los bancos de organismos oficiales internacionales como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, ambos de la Organización de las Naciones Unidas, o el Banco de Europa (de la Unión Europea), etcétera. Cuando se trata de bancos de muchísimo giro que operan a través de sucursales o colaterales en varios países, se habla de la banca supranacional o transnacional. 57. ¿Cómo funciona la banca en el mundo? —En la actualidad hay en el mundo un número considerable de casas bancarias, muy poderosas financieramente. No son simplemente bancos sino que, además de mantener en la mayor parte de los países del mundo sucursales, oficinas y firmas bancarias colaterales que les pertenecen, la mayoría son propietarias o copropietarias de empresas gigantes transnacionales, y éstas tienen, a su vez, sus propios bancos. Es decir que nuestro mundo es un mundo de bancos. Los bancos están en todas partes, cartelizados y confederados. Los productos que la gente consume para comer, vestirse, entretenerse o medicarse, sin duda son fabricados –en forma directa, o indirectamente a través de franquicias– por empresas que o son propiedad de los bancos, o son propietarias de ellos. 58. ¿Qué es el dinero? —El dinero es el valor económico de los bienes económicos (productos y servicios) puestos en el mercado. 59. ¿Es lo mismo moneda que dinero? —En el lenguaje cotidiano, la gente entiende lo mismo por moneda que por dinero. Incluso los economistas y profesionales en general lo hacen. Pero técnicamente se deben diferenciar ambos conceptos. La moneda no
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es sino la representación material, simbólica y sacramental del dinero (por ejemplo, los billetes de banco). 60. ¿Cómo falsifican el dinero los banqueros? —Lo hacen de varios modos. Principalmente, mediante la fabricación monopólica de la moneda y mediante el otorgamiento de créditos. 61. ¿Cómo es la fabricación monopólica del dinero por parte de los Bancos de Emisión? y 62. Si la moneda carece de valor en cuanto es papel impreso ¿cómo es que utilizándola se trasfiere la riqueza de la gente a los bancos? [respuesta extendida a ambas] —Los Bancos Centrales, organizados corporativamente en todo el mundo, sostienen el principio de que son dueños del dinero que fabrican y, por consiguiente, lo venden a los gobiernos de los Estados a los que pertenecen. a) Los gobiernos pagan las emisiones de dinero bancario al valor nominal y total de esas emisiones, b) entregando a cambio de los billetes bonos de deuda pública. De esta manera, se duplica la creación de moneda. c) Los bancos venden esos bonos colocándolos en el mercado de valores, con lo que reciben prontamente en retorno billetes iguales a los emitidos recientemente. d) Luego, los gobiernos deberán rescatar esos bonos, pagándoselos a sus poseedores a su valor nominal o al de su cotización en plaza, más los intereses. e) Cuando los bancos emisores entregan al gobierno los billetes que acaban de fabricar a “costo cero”, cobrándoselos a su valor nominal, esos billetes no eran más que papel pintado. Al aceptarlos el gobierno y entregar a cambio otros valores “realizables” (vendibles), esos billetes adquieren todo su valor, porque los que pagan por los bonos al comprarlos al banco o en la bolsa de valores como inversión, están entregando billetes de banco cuyos valores representan efectivamente
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riquezas creadas (obtenidas con su trabajo o con el trabajo ajeno). f) Luego, el gobierno tomará de los impuestos el dinero que necesita para pagar (“rescatar”) aquellos bonos, dinero que le sacó a la gente y que la gente no lo había fabricado sino que lo había obtenido con su trabajo creador de riqueza, con lo que los inversionistas recuperan su dinero más los intereses. g) Con este sistema, fácilmente se ve que quien paga por el dinero es el pueblo a través de los impuestos que debe oblar: el Banco Central emisor inventa de la nada un dinero, y quien lo paga es el pueblo, a quien se le quitó una parte del fruto de su trabajo mediante el mecanismo tributario, simbolizado en los billetes que debió entregar. ¡Y sin embargo, los billetes son para el pueblo, pues se le exige a la gente que cobren y paguen con ellos, y carecen de valor en sí mismos, siendo solamente una representación del valor creado por el trabajo! Con este sistema, se le roba a la gente la mitad del dinero que tiene en el bolso o en el banco. 63. ¿Qué es la usura? —Usura es sinónimo de interés, o lucro producido por el préstamo de dinero. Es inmoral y antisocial, y el nacionalsindicalismo impedirá esta práctica. (En el lenguaje cotidiano, la gente dice que usura es el interés excesivo, motejando de usurero al prestamista. Pero aquél es un concepto erróneo, que los economistas entongados no se molestan en rectificar, porque ello implicaría condenar un sistema perverso del que ellos son cómplices y usufructuarios). 64. ¿Cómo estafan los bancos a través de la usura? —Los bancos locales (aquéllos que no son bancos de emisión) lucran mediante la concesión de créditos, para los que crean dinero de la nada y a ese dinero falso le
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aplican encima los intereses y, aún más: lo prestan hasta diez veces simultáneamente, cobrando en cada caso. 65. ¿Es posible manejarse en el comercio sin moneda? —Por supuesto que sí. En la práctica, en buena parte del mundo nos manejamos hoy más sin moneda oficial que con ella (tarjetas de crédito, cheques, otros papeles de negocios y, cada vez en mayor medida, anotaciones en cuentas digitales sólo existentes en un ordenador).
XIII. Los impuestos 66. ¿Qué son los impuestos? —Los impuestos o tributos son exacciones pecuniarias forzosas (cobro forzoso y compulsivo de dinero) que los gobiernos les hacen a la gente por medio de una ley, para cubrir con ese dinero los gastos de mantenimiento y los proyectos del Estado. 67. ¿Se seguirá recaudando impuestos en un sistema nacionalsindicalista? —El nacionalsindicalismo establecerá un sistema de financiación de los gastos públicos exento del recurso de los impuestos.
XIV. “La tierra para quien la trabaje” 68. ¿Qué quiere decir, en esta consigna, “la tierra”? —En esta afirmación famosa del nacionalsindicalismo, la palabra “tierra” hace referencia al “humus”, la tierra cultivable, y la tierra apta para pasturas (cría de ganados). De allí sale la mayor parte del alimento humano. 69. ¿Qué clase de bien es la tierra, atendiendo a su disponibilidad? —La tierra, en particular la que sirve para la agricultura y la ganadería es un bien escaso, porque aunque
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parece abundar –y de hecho hay tierras laborables y utilizables suficientes para obtener el alimento de una población varias veces superior a la actual– lo cierto es que no es un bien ampliable ni renovable. A medida en que las industrias van avanzando sobre terrenos vírgenes, derribando bosques para convertirlos en praderas y utilizando intensivamente esos terrenos para la agricultura, lentamente se van reduciendo los terrenos aptos. 70. ¿Qué clase de cuidados son debidos a la tierra y por qué? —Las tierras laborables, en particular, necesitan que quienes las explotan vayan devolviéndoles por medio de productos químicos agregados la feracidad que las continuas cosechas les van sustrayendo. También hay que rotarlas y ponerlas a descansar (barbecho), etcétera. la Autoridad Sindical Agraria vigilará para que los que trabajen la tierra no abusen de este bien principal. 71. ¿Qué cuestiones de índole política involucra el tema de la tierra? —Hay cuestiones relativas a la soberanía nacional involucradas con la propiedad de los terrenos, especialmente los ubicados en las zonas fronterizas, y hay cuestiones relativas a la industria agraria y de la alimentación, que son industrias básicas para la vida de la población. 72. ¿Qué otras medidas propone el nacionalsindicalismo en torno a la cuestión de la tierra? —La tierra debe ser organizada en unidades productivas adecuadas conforme el tipo de explotación y la zona en que está ubicada. —La tierra debe ser utilizada racionalmente pero de modo que rinda el máximo posible de producción sin quedar dañada. —La tierra ociosa será dada por el Estado a productores que la hagan trabajar. —Los sistemas de arriendo, de usufructo y de aparcería deben desaparecer.
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—El Estado establecería más bien un sistema de enfiteusis o concesión de uso, libre de canon en la medida en que se vaya terminando en todo el país con el sistema vergonzoso y explotador de la imposición tributaria. 73. ¿Y de la tierra dedicada a habitación? —La tierra no puede ser propiedad privada porque, como el aire y las aguas, pertenece a toda la comunidad. En consecuencia se les retirarán los títulos de propiedad a los poseedores de terrenos edificados urbanos. —Se considerará que los edificios se encuentran implantados en tierras fiscales, y que cuando se vende el inmueble, no se vende la tierra donde se encuentra edificado. —Desde luego, esa tierra continuará sine díe soportando el edificio, e incluso otra edificación que se efectuare en su lugar, previa demolición. Porque será tierra asignada a la habitación humana y por tanto, atribuida a una finalidad sumamente útil. —Sólo se corregirán abusos, como en el caso de propiedades rurales y semirrurales dedicadas puramente a la habitación y recreo (p. ej., cotos de caza) acaparando para ello extensiones de tierras aptas para la labranza y/o la cría. 74. ¿Quedará también sindicalizada la empresa agraria? —Sí, las empresas agrarias quedarán encuadradas en los respectivos Sindicatos Verticales agrarios y se convertirán en empresas nacionalsindicalistas (donde serán propietarios de la empresa todos los trabajadores: administradores, empleados, técnicos diversos, tractoristas, cosechadores, peones, transportistas, etcétera).
XV. El capitalismo 75. ¿Qué se debe entender por “capitalismo”? —El capitalismo es un sistema compuesto, que abarca desde la forma de producción hasta las formas de organización social, económica y política de las poblaciones.
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Es un complejo sociopolítico y económico. Se lo reconoce sin mayor estudio cuando se comprueba que sostiene un sistema de salariado, que es lo que le da el nombre: “los dueños del capital mandan en la empresa”. 76. ¿Cuál es la característica del capitalismo actual? —El capitalismo actual es la evolución de la aplicación al sistema productivo y al sistema usurario del pensamiento filosófico del liberalismo, individualista y promotor del lucro por causa de la codicia, y propulsor de la acumulación o acaparamiento de las riquezas, que finalmente irán a parar a las manos de una minoría. El capitalismo actual, o “capitalismo salvaje” se caracteriza por la despersonalización del proceso económico y del capital. 77. ¿Es el capitalismo incompatible con el nacionalsindicalismo? —El nacionalsindicalismo y el capitalismo son incompatibles en muchos aspectos, tanto en el orden político cuanto en el económico. 78. ¿Es el capitalismo compatible con el socialismo y con el comunismo? —El socialismo y el comunismo son perfectamente compatibles con el capitalismo económico –como lo demuestra, ahora mismo, el caso de la China: políticamente marxista y económicamente capitalista; o el del PSOE en España. 79. ¿Es el capitalismo compatible con el socialismo democrático? —Los socialismos democráticos, partidos que se enrolan en la corriente denominada –desde la primera parte del siglo pasado– la “socialdemocracia”, son partidarios acérrimos del capitalismo económico. ¡Ni derechas ni izquierdas! ¡Ni comunismo ni capitalismo! Un régimen nacional. ¡El régimen Nacionalsindicalista! ¡Arriba España! (Arriba, Nº20, 21 de noviembre de 1935).
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DEO GRATIAS MMVIII
(pie de imprenta)
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