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Índice Sinopsis PARTE UNO EL CORREO ELECTRÓNICO 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19
Índice
20 21 22 23 24 25 PARTE DOS EL CORREO ELECTRÓNICO 26 27 28 29 30 31 32 33 34 PARTE TRES EL CORREO ELECTRÓNICO 35 36 37 38
39 40 41 42 43 44 49 45 46 47 48 49 50 51 52 53 54 55 56 57 58 Tarryn Fisher
Sinopsis Yara Phillips es una musa errante. Sale con hombres que la necesitan, pero siempre pasa a algo nuevo, nunca permaneciendo en un lugar por mucho tiempo. David Lisey necesita una musa. Un talentoso músico carente de inspiración lírica. Cuando la ve por primera vez, sabe que ha encontrado encontrado lo que estaba buscando. Yara cree que puede darle a David exactamente lo que necesita para alcanzar su máximo potencial: Un corazón roto. La religión de David es el amor. La religión de Yara es la angustia. Ninguno está dispuesto dispuesto a rendirse, rendirse, pero la religión religión siempre requiere sacrificio.
Para Serena, Con mucho amor.
PARTE UNO
EL CORREO ELECTRÓNICO Querida Yara, La banda estará en Londres el 12 de noviembre. ¿Quieres que nos veamos? David
Muy informal. Tan indiferente. Uno pensaría que solo éramos conocidos, que una vez tomamos un par de cervezas juntos en lugar de tatuarnos el amor en nuestra piel y recitarnos los votos matrimoniales. Leo el correo electrónico de nuevo y analizo la mierda que escribió. ¿Cómo no puedo hacerlo? Cuento las palabras: dieciséis. La puntuación: cuatro. Su nombre, mi nombre. Solían ir juntos. Un giro despreocupado y casual en la frase: quieres que nos veamos. Al veamos. Al final, solo hay tanto psicoanálisis que puedes hacer con un correo electrónico de dieciséis palabras. Sigo con mi vida, sintiéndome bastante patética. Pero no antes de devolverle el correo electrónico. Y está bien, claro, no sigo con mi vida. Estoy atascada. ¿Qué implica seguir adelante con la vida? ¿Olvidar? ¿Perdonar? ¿Ser feliz? Además, sé de qué quiere hablar. Sé por qué viene.
Hola David, Sí, suena muy bien. Avísame en dónde y cuándo sería. Yara
Mi correo electrónico tiene tres palabras menos. Soy tan mezquina.
1
LA ASTILLA La primera vez que lo vi, tenía una astilla en mi dedo. Estaba limpiando el bar y había una muesca en la madera. Mi pulgar resultó estar en el lugar equivocado en el momento equivocado. Grité y llevé mi dedo a mi cara para evaluar el daño. Una astilla considerablemente grande marrón oscuro estaba enterrada en la almohadilla de mi pulgar. Se podía ver desde fuera y sentir desde el interior. — Déjame Déjame verlo — dijo dijo él, deslizándose en un taburete y tendiéndome la mano. Era algo que un miembro de la familia haría, o tal vez incluso un amigo. — ¿Ver ¿Ver qué? — qué? — pregunté, mirando alrededor. Sabía exactamente lo que él estaba pidiendo ver, pero no iba a dejar que un hombre extraño me tocara. ¿De dónde había salido? Ni siquiera sabía que ya estábamos abiertos. Era la mañana después del Día de Acción de Gracias y estaba extrañamente tranquilo en la ciudad, todo el mundo se había ido durante el fin de semana largo. Tal vez era amigo de alguien, el gerente o uno de los cocineros. Él movió sus dedos impacientemente hacia mí y me adelanté para colocar colocar mi mano en la suya. No sé por qué lo hice. Pero, era temprano y tenía resaca. Estaba sosegada por el día libre y sintiéndome menos hostil que de costumbre. Él llevó mi mano a la luz y asintió. Me recordó a un cirujano mirando una radiografía. — Dame Dame esa cinta adhesiva — adhesiva — dijo. dijo. Miré alrededor. ¿Qué cinta adhesiva? Esto era un restaurante, no una ferretería. Pero ahí estaba; un rollo de cinta adhesiva detrás de mí, metida en un armario de vino. No la había notado antes. Lo miré de nuevo, con las cejas levantadas.
— ¿Quieres ¿Quieres la astilla o no? — preguntó, inclinando la cabeza hacia un lado. Tomé la cinta y se la pasé, más curiosa que necesitada de ayuda. Utilizó una navaja para cortar una tira del rollo, una de esas cosas rojas Swiss Army, y luego extendió la tira justo sobre la astilla y la presionó hasta que me estremecí. — ¿Qué ¿Qué estás haciendo? — haciendo? — pregunté. — Silencio. Silencio. — Tenía Tenía los labios llenos, fruncidos para silenciarme. De repente alzó la vista; y sus ojos eran suaves, verdes. Un cálido vuelco en mi vientre me hizo saber s aber que estaba interesada. No. Nop. Empujé Nop. Empujé esa sensación a un lado. — Coraje — Coraje — dijo, dijo, con una pequeña sonrisa. Arrancó la cinta e hice un ruido vergonzoso a pesar del hecho de que no dolió. Tan pronto como soltó mi mano, la alcé hasta mi cara. La astilla había desaparecido, el pequeño trozo estaba pegado a la cinta. Genio puro. — Oye, Oye, MacGyver — MacGyver — dije, dije, estudiando mi dedo — dedo — . ¿Puedo comprarte una cerveza? — pregunté — . Por salvarme la vida. — Era Era una oferta generosa. Si comprabas cerveza a los hombres, pensaban que querías follártelos. Pero, el chico, el chico el chico astilla, astilla, ya estaba de pie y recogiendo su chaqueta para irse. Tenía un aspecto que había venido familiarizando con Seattle: ojos honestos, un gorro, camisa a cuadros. Personalmente, me gustaba un poco más de estructura en cuanto a los hombres, tal vez en la forma de un traje de negocios. Pero, cuanto más mirabas al tipo, más atractivo se volvía. Dejé de mirar. — Tengo Tengo que estar en un lugar — dijo, dijo, mirando su reloj — — . Tal vez en otro momento. Lo miré, confundida. ¿Por qué entrar en un bar si tenías otro lugar en donde estar? Se había llevado la cinta adhesiva y mi astilla con él. Las puertas se abrieron una vez más y una pareja entró justo cuando él salía. No tuve tiempo tiempo de pensar en ello mucho mucho más, el turno del almuerzo almuerzo estaba empezando.
2
CIUDADES Estoy enamorada de las ciudades. Todas ellas. Cada una tenía su propio encanto, encanto, una especie única que dan más gracia al mundo, pero todas todas tenían una cosa en común: energía. El movimiento frenético de los autos, los autobuses, y la gente a medida que evitan colisiones. La comida de la calle, grasienta y envuelta en papel, vendida en camiones y carretillas oxidadas y freidoras de metal que sisean y emiten vapor en medio de la acera. Todo el mundo tenía un lugar en donde estar, y todo ocurría a paso rápido. Chaquetas, botas de lluvia, teléfonos celulares, el rocío del agua mientras chocaba con un neumático. Era hermoso en toda su ira distraída e impaciente. La gente venía a las ciudades para prosperar. Se enganchaban al flujo constante e intentaban vivir sus mejores vidas. A veces funcionaba y a veces no. Para mí, siempre había funcionado, pero mis expectativas eran bajas. Mi ciudad actual: Seattle. Crucé la Cuarta en un parque, todos moviéndonos juntos como peces en una corriente. Algunos de nosotros teníamos nuestros auriculares puestos, algunos miraban hacia abajo en sus s us teléfonos, o zapatos, o arrepentimientos. Yo estaba enfocada, con los ojos adelante, los dientes apretados. Tenía que volver a trabajar temprano. Todavía llevaba los restos del delineador de la noche anterior, una línea negra y escueta que solía alzarse en las esquinas agraciadamente. Miraba hacia abajo en mi dedo. No podías decir que había habido alguna astilla debajo de mi piel. ¿Cuántos minutos había durado nuestro intercambio? ¿Cinco… diez? Sin embargo, esta era la cuarta vez que pensaba en él desde que había entrado en el bar ayer. Solo fue todo tan extraño, me extraño, me dije. Por eso estaba pensando en ello. ¿Y quién no estaría pensando en un desconocido que apareció de la nada y usó cinta adhesiva para sacar una astilla de su dedo? Estaba tan distraída que avancé a la calle delante de un auto. El conductor presionó los frenos con fuerza y levanté una mano en disculpa.
A diferencia de Nueva York, en Seattle, era raro que los autos sonaran sus bocinas. Los reservados y educados liberales maniobraban sus autos cortésmente por el tráfico, con sus Starbucks puestos en portavasos juntos a ellos. El conductor, un hombre a mediados de los treinta años, asintió como diciendo que todos cometemos errores, errores, y esperó a que despejara el camino. El aire olía húmedo y musgoso. Compré una bolsa de Cheetos y un periódico de la tienda en la esquina, mi ritual de la mañana. Pagué con un billete de diez y el empleado dejó tres dólares y treinta centavos en mi mano. En mi camino adelante entregué mi cambio a la mujer sin hogar que se encontraba fuera de la tienda. Dejaba en sus manos los seis días a la semana mis tres dólares y treinta centavos, una consistencia que sentía s entía que ambas necesitábamos. Ella levantó los ojos y asintió, y mi corazón se hinchó. Era la única a la que ella miraba, y este simple gesto me hacía inexplicablemente feliz. Para todos los demás, sus ojos lucían abatidos, pegados a la acera. Desdoblé el periódico mientras caminaba, los encabezados sombríos. La gente en el trabajo se burlaba de mí por mi obsesión con el periódico. Simplemente míralo en tu teléfono como el resto de nosotros, decían. Pero, me gustaba el olor del papel y las manchas negras que la tinta dejaba en mis dedos. Para alguien que se mudaba cada seis meses, había algo gratificante en hacer lo mismo todos los días. Creando tu propio ritual. Además, la tecnología no podía reemplazar esto. Abrí la puerta de El Jane y todo parecía normal y correcto. El punto en mi dedo donde la astilla había perforado mi piel palpitaba ligeramente.
3
VIDA DE BAR Abrí mis Cheetos y la combiné con la bolsa de ayer, que también estaba abierta y apoyada junto a los grifos de cerveza. Me metía en problemas todo el tiempo por dejar bolsas abiertas de Cheetos alrededor del restaurante. — Cucarachas — Cucarachas — decían decían los gerentes. Pero, necesitaban ser ventilados la cantidad justa de tiempo para conseguir volverse rancios, que es la única manera que los comía. Además, era invierno. No había cucarachas. Me metí uno en la boca. — ¿Están ¿Están lo suficientemente viejos? — preguntó uno de los camareros mientras entraban al bar y veían la bolsa. Me encogí de hombros. No lo estaban. Una buena bolsa de Cheetos necesitaba dejarse abierta durante una semana antes de que estuvieran correctamente rancios, pero igual los comí. Después de mi desayuno con Cheetos, preparé el bar. Durante la última semana, había estado pasando la transición del turno de la cena al turno del almuerzo y todo se sentía mal. Mi trabajo cada noche era cerrar el bar de modo que estuviera listo para Dean el barman de día, pero Dean había aceptado un puesto de gerencia en El Jane, un buen sueldo y seguro, me dijo con orgullo, y ahora me necesitaban algunas mañanas en la semana hasta que entrenaran a alguien nuevo. La promoción de Dean había interrumpido mis patrones de sueño durante el día y me obligaba a ir a la cama a una hora regular como una persona normal. No me gustaba la forma en que eso me hacía sentir: ser normal. Estaba resentida y descansada. Vacié los contenedores de limones y limas seccionados y llené los envases de hielo. Se sentía como si estuviera haciendo todo al revés (por la noche llenaba los contenedores y vaciaba los contenedores de hielo). Cada pocos minutos Dean me enviaba un mensaje de aviso de algo que necesitaba hacer. Apagué el teléfono para detenerlo. El gerente de la
mañana, Nate, me deseaba. Siempre estaba dando vueltas, haciendo preguntas sobre mi vida fuera del bar. Me observó arrojar el hielo dentro de la papelera metálica, con el codo apoyado en el otro extremo de la barra, haciendo comentarios sobre el juego de fútbol en la televisión como si me importara. Tenía un punto calvo y olía a colonia barata y cebolla. No lo culpaba por las cebollas, oler a grasa y cebollas era lo habitual en un trabajo de restaurante. Lo culpaba por ser un imbécil y siempre mirar mis tetas. Lo ignoré hasta que llegaron los primeros clientes, y luego tuve que pedirle pasar una un a tarjeta. Observó mis labios mientras deslizaba la tarjeta por el lector. — ¿Te ¿Te gusta tu nuevo puesto, Yara? — ¿Como ¿Como barman de la mañana? — pregunté — . Se siente exactamente lo mismo que ser barman nocturno, excepto que los clientes son felices y habladores. Me gustan más cuando han estado trabajando todo el día y son miserables y callados. — Claro, Claro, claro — dijo dijo — . Necesitarás un poco de tiempo para acostumbrarte a todo — dijo dijo Nate, pronunciando con su acento característico la palabra todo — . Tienes un poco de naranja en la cara — dijo, señalando mi mejilla. Me lo quité sin darle las gracias. El Jane era bien conocido por sus cócteles para el desayuno, de modo que no había modo de evitar a los clientes matutinos. Una pareja entró a los pocos minutos después que abrimos, de mediana edad y ojos vidriosos. Sus rostros lucían hinchados como si hubieran estado bebiendo mucho la noche anterior. Pidieron huevos, tostadas y dos Bloody Mary picantes, y luego me contaron sobre el hijo que tenían tenían en la Universidad de Washington. Un guapo muchacho, tan inteligente, un futuro presidente, me aseguraron. Su carrera: ciencia política. Cuando la mujer me dijo que era el capitán de su equipo de debate en la escuela secundaria quise arrancarme los ojos con un mondadientes. Una vez me follé a un capitán del equipo de debate, su nombre era cursi: Colby… Co lby… o Jack… o… ¡Rodoric! ¡Ese era! Pero no le dije eso. ¿Qué hacía una chica tan bonita como yo trabajando en un bar?, querían saber. Esta era la parte difícil, esquivar sus preguntas como si no me molestara cuando en realidad lo hacían. ¿Quería una buena propina? ¿No quería quejas de los clientes por correo electrónico a las empresas?
No, solo quería sobrevivir este día, este mes, este año. Deberías modelar, dijo ella. Su marido asintió en acuerdo. Sonreí como tonta y me excusé para buscar su comida en la cocina. No era un rostro. Estaba cansada de ser llamada “bonita”. Estaba cansada de que la gente vea mi potencial. Podía ser quienquiera que quisiera ser, y por ahora, eso era ser un barman. La belleza era engañosa de la misma manera que las tarjetas de crédito. Parecían que eran gratis, pero había un interés alto con poco retorno en ello. Solté un suspiro de alivio cuando se fueron, pero pronto una pareja diferente tomó sus asientos. Luego otra, y otra, hasta que todo se difuminó. La gente matutina era esperanzada y tenía ansias de hablar, sus días aún no se iban a la mierda.
4 EL JANE El Jane me recordaba a mi hogar. Las mesas y sillas eran de un brillante conjunto blanco elegante dispuestas sobre suelos de hormigón gris. Cada una albergando una pequeña suculencia en una olla gris, que la jefa de las camareras, Lora, cuidaba con mucho mimo. Unos clientes una vez intentaron salir con una de ellas y Lora los persiguió por la calle gritando en búlgaro hasta que, con timidez, la devolvieron. Nadie se metía con las suculencias de Lora. El bar era moderno e impresionante. Una señal neón de color rosa que decía: ¿Eres el creador o el creado?, iluminaba una amplia pared blanca. “ Muy europeo” , , oía decir a los clientes cuando examinaban el espacio. Europa: ¡rosa, blanco y neón!, pensaría, neón!, pensaría, sonriendo para mis adentros. Era desafiante al típico restaurante/bar en Seattle, que viraban hacia una apariencia grunge chic. Suponía que Kurt Cobain todavía tenía sus dedos en todo, incluso desde la tumba. Mi hogar estaba en Londres, una ciudad inigualable en todos los sentidos. Pero, todavía estaba buscando, vagando por toda América hasta que q ue quemara mi equipaje emocional. Aún no estaba lista para volver. Estaba llevando una bandeja de recipientes, que había sacado del lavavajillas, cuando lo vi. Estaba casi escondido al otro extremo del bar, el lugar que llamamos la tierra de nadie. Sus S us codos descansaban justo al lado del contenedor de cerezas de marrasquino y aceitunas que usaba para decorar las bebidas. Suspiré porque parecía un hablador. Y entonces lo reconocí. ¡El chico astilla! Me astilla! Me sentí cohibida y deseé haberme puesto una capa de delineador de ojos nueva esta mañana. Dibujar unas nuevas líneas más elegantes. — ¡Chico ¡Chico astilla! — astilla! — le le dije.
— Oh, Oh, auch. He tenido mejores apodos. — Me Me sonrió. Parecía somnoliento, como si acabara de salir de la cama o no la hubiera visto en un buen rato. — Huiste Huiste muy rápido el otro día — dije dije — . Apenas tuve tiempo de agradecerte. — Tenía… Tenía… una cosa. — ¿Una ¿Una cosa? — repetí, repetí, con una media sonrisa en mis labios. Era gracioso cuando los hombres describían sus flirteos como una cosa. Moví una fuente de saleros recién llenos a un lugar diferente en la barra para hacer sitio para la bandeja de recipientes, y le di una mirada de soslayo. — Eres Eres curiosa — curiosa — dijo. dijo. Me encogí de hombros como si no lo fuera y comencé a poner los recipientes en las mesas. — De De acuerdo — dijo, dijo, a la defensiva — defensiva — . Tenía una cosa con esta chica. Pero, no voy a verla más. Se acabó. — Dijo Dijo “más” con una gran cantidad de alivio. Terminé de acomodar los saleros y sacudí mis manos, observando su rostro. — ¿Por ¿Por qué acabó? ¿Qué hizo que no fue de tu agrado? No vaciló en responder, lo que me sorprendió dado que acababa acababa de llamarme curiosa. — Ella Ella pensó que íbamos más en serio de lo que éramos. Le dije al principio que no estaba buscando una relación. — De De acuerdo — acuerdo — dije dije — . ¿Cuántos meses atrás empezaron? — Seis. — Seis. — Se Se encogió de hombros. — Así Así que estás viendo a esta chica por medio año, follándotela supongo… — Él Él asintió — asintió — . ¿Y ella finalmente pregunta qué está pasando con los dos? — Sí — Sí — responde responde y asiente — asiente — , pero eso ya estaba establecido desde el primer día. Solo nos estábamos divirtiendo. Suspiré.
— En En primer lugar, eres un idiota — idiota — dije. dije. Abrió la boca para discutir, pero levanté la mano para frenarlo. — Es Es perfectamente normal después de ver a alguien consistentemente durante seis meses preguntarse a dónde va la relación. —Pero, al principio… — No — dije dije — . Eso fue al comienzo. No es un robot. Es un ser humano con sentimientos. — Está Está bien, está bien. — bien. — Él Él levantó sus manos — manos — . Soy un idiota. No debí haber dejado pasar tanto tiempo sin tener una discusión. Asentí, con ambas manos en las caderas. — Dios, Dios, necesito una copa después de eso. ¿Qué whisky tienes? Él se pasó una mano por la cara y yo enlisté nuestra selección. — Supongo Supongo que es un poco temprano para el whisky — whisky — dijo dijo — . ¿Qué tal una cerveza? Señalé la fila de cerveza detrás del bar. Él se mordió el labio mientras las estudiaba. — ¿Puedes ¿Puedes decir cada uno de sus nombres? — nombres? — preguntó. — ¿Qué? ¿Qué? ¿Por qué? — Me Me gusta escucharte hablar. — Él Él sonrió — . Solo intento mantenerte hablando. — Hay Hay números que puedes llamar para ese tipo de fetiche — le le informé. — Uno Uno novecientos chicas, chicas, chicas — dijo. dijo. Los dos nos reímos. Obviamente, habíamos visto demasiados anuncios nocturnos. — Pues Pues entonces probemos tu mejor cerveza rubia — dijo. dijo. Su voz era profunda y sus labios se fruncieron alrededor de la letra “ p” p”, como si tuviera buen sabor. — No eres una persona mañanera — dijo, dijo, pensativo — pensativo — . Eso puede ser un problema. — problema. — Tantas Tantas “ p” p”, me quedé mirándolo.
— ¿Un ¿Un problema? — problema? — pregunté. — Sí — Sí — respondió respondió — . Soy una persona mañanera. Entonces, ¿cómo funcionará? Dejé el vaso que tenía y me sequé las manos. No estaba sonriendo, lo comprobé dos veces. Mi sonrisa fue forzada; ambos lo — No estoy siguiéndote. — Mi sabíamos. Me moví hacia el grifo, lo volteé hacia adelante. La cerveza espumó y luego se volvió de color ámbar profundo. Deslicé su cerveza por la barra hasta que chocó su mano. Un suave recordatorio para cerrar la jodida boca. — Nuestra relación — dijo dijo — . Nuestro matrimonio. No eres una persona mañanera. ¿Quién hará mi desayuno? Eché un vistazo alrededor para ver si había alguien más cerca escuchando esto, pero solo estábamos los dos. Otra vez. El tipo era un lunático. Dejé que un lunático me quite una astilla con cinta adhesiva. También estaba completamente serio ahora. Apoyé los codos en la barra, ajustando mi cara para que así pareciera más divertida que enfurecida y me incliné hacia delante. — ¿Estás ¿Estás borracho? — pregunté. Esperaba que lo estuviera porque entonces podría perdonarlo. Él abrió los ojos de par en par y sacudió la cabeza como si yo fuera la que dijera algo absurdo. — ¿Estás ¿Estás tomando medicación? Esta vez frunció los labios. — ¿Para ¿Para qué? — Estás Estás loco. — No — dijo dijo con firmeza — firmeza — . Estoy cuerdo. — Levantó Levantó la mano y golpeteó su sien. Llevaba guantes sin dedos. d edos. Asentí.
— De De acuerdo — acuerdo — dije dije lentamente — lentamente — . Solo eres el tipo de hombre que quiere a una mujer alrededor para que le haga el desayuno. Pero solo por seis meses, y no puede ser demasiado serio. Me alejé, levantando los codos de la barra y dándole la espalda para examinar las botellas de licor que necesitaba reponer. Ya tenía suficiente de este chico, suficiente con todos los chicos. Simplemente podías pedir un consolador directo a tu buzón. Los hombres necesitaban saber lo horrible que era esa situación para ellos. — Mis Mis días de idiota han terminado — dijo dijo — . Solo he estado enamorado por unos minutos, no estoy seguro de cómo manejarlo. Además, rompí con Elizabeth por ti. Me giré para mirarlo. — Amigo — Amigo — dije, dije, y había practicado decirlo como los americanos — americanos — . Estás profundamente enamorado de ti mismo. También mismo. También estás bebiendo cerveza a las once de la mañana. — Empujé Empujé un menú entre sus manos, durante lo cual nunca apartó sus ojos de mi cara — cara — . No te haré el desayuno. Jamás. Pero, Jerry nuestro cocinero lo hará. Está un poco enojado hoy, pero sus huevos son la mierda. — Me Me gustan revueltos — revueltos — dijo dijo — . Tú me gustas. Tomaré tres de los huevos revueltos de Jerry y a un lado de la tostada. Puse los ojos en blanco. — Te Te gusto — gusto — dijo dijo — . Solo un poco. — poco. — Él Él sostuvo sus dedos en alto y pellizcó el aire para demostrarme cuán poco. Sacudí la cabeza y él hizo su pellizco más pequeño. Me encogí de hombros. — Lo Lo acepto. Soy un hombre enamorado y me aferro a lo que sea. — Tenía Tenía una excelente cara de póker. Estaba casi convencida. Me sentí un poco triste por las chicas que se habían enamorado del bromista; especialmente Elizabeth: los ojos sinceros y los labios emocionales. ¿Cuántos corazones había jodido más allá de la reparación? Me ocupé con la computadora, introduciendo su orden. Podía sentir sus ojos en mi espalda, el calor sexual de alguien preguntándose a cómo sabe tu piel.
— Oye Oye — dijo dijo cuando le llevé su desayuno y le conseguí otra cerveza — . ¿Ese es tu periódico? — preguntó, levantando la barbilla hacia donde el periódico se encontraba detrás de mí — mí — . ¿Te importa? — Solo Solo míralo en tu teléfono — teléfono — dije, dije, con una pequeña sonrisa. — Nah — Nah — dijo dijo — . Los teléfonos son una mierda, prefiero el periódico cualquier día. Le entregué mi periódico sin mirarlo. No quería que él supiera que realmente me gustaba. — También También los Cheetos — Cheetos — dijo. dijo. No dije nada cuando dejé mi bolsa a medias delante delante de él. Me guiñó un ojo y puse los ojos en blanco. — Blandengue — Blandengue — dije. dije. Su boca ya estaba llena. — ¿Los ¿Los Cheetos o yo? — Ambos. Ambos. Y luego tuvimos un turno de almuerzo bastante movido. Solo lo vi una vez más para dejar su cuenta. No dejó su número como había esperado, y nunca pregunté su nombre. Era el chico del gorro que quería casarse conmigo.
5
LA TERCERA ES LA VENCIDA Regresó unos días después. Yo estaba trabajando en el turno de la cena, y mi cabello había visto días mejores. Él llevaba el estuche de una guitarra, que apoyó contra la pared antes de tomar un asiento en la barra. Mientras caminaba hacia él, sonrió, y supe que el estuche de la guitarra estaba planeado. Llevar una guitarra alrededor era casi tan sexy como llevar un bebé. Llevaba una chaqueta de cuero sobre una camiseta rosa, sus jeans rasgados en las rodillas. rodillas. Sin gorro esta vez. Miré Miré su cabello e intenté intenté no sonreír. Tenía un firme peinado lateral en castaño claro. — ¿Quién ¿Quién eres hoy? — hoy? — le le pregunté — . Pareces uno de esos punks de California. — ¡Oye, ¡Oye, bueno! — dijo, dijo, quitándose la chaqueta — chaqueta — . Estoy usando Docs, no Vans. — Vans. — Levantó Levantó un pie para mostrarme — mostrarme — . Nunca he surfeado — añadió añadió — . Y LA apesta. No podía estar más de acuerdo. Había durado en Los Ángeles durante un mes antes de mudarme a Miami. — Una Una vez fui a una cita con un surfista profesional — comenté comenté — . Dijo que la única manera de sentirte realmente vivo era en las olas. — La La gente me hace sentir vivo — dijo dijo — . Lamiendo la sal del cuerpo de una mujer en la playa. Esa es la manera de saber si realmente estás vivo. — vivo. — Tenía Tenía una menta en la boca, bo ca, la había mantenido inmóvil hasta ahora, y mientras sus ojos se estrechaban, la movió por el frente de su boca, lo que hizo que sus labios se movieran de la manera más sensual posible. Alejé mis ojos de su boca y miré los grifos de cerveza. — ¿Cerveza ¿Cerveza rubia? — rubia? — pregunté. Tenía otras cuatro mesas. Miré alrededor del lugar para ver si todos parecían felices. felices. Una mesa de mujeres de veintitantos años se reía cerca de la ventana, sus bufandas rosas y sus abrigos metálicos cubrían los respaldos
de sus asientos, con sus dulces bebidas frutales a sus codos. Por el momento se habían olvidado de ser libres de gluten y no las odiaba por eso. — No — No — dijo dijo él — — . Eso es lo que bebo para el desayuno. Jack y CocaCola. Su cabello todavía estaba húmedo por la ducha, y olía a colonia. Había descubierto en mi primer mes de vida en América que todos los hombres aquí llevaban una de tres colonias: Acqua Di Gio, Armani Code y Light Blue. Él no llevaba ninguna de esas. Olía a madera como pino y tierra fresca. — Oh, Oh, mírate — mírate — dije dije — . Volviéndote más genial a cada minuto. Él sonrió y robó una cereza de la bandeja. Lo vi ponerla en su boca, sacando el tallo de la fruta y poniéndolo en la barra. — ¿Cuál ¿Cuál es tu nombre? — nombre? — preguntó. — ¿Habías ¿Habías planeado nuestra vida juntos la última vez que viniste y ni siquiera sabías mi nombre? Era una persona muy tranquila, sus movimientos relajados. Lo había notado la primera vez pero ahora aún más. Solo una parte de él se movía a la vez; ahora mismo era su boca cuando una esquina se alzó en una sonrisa. — Me Me gusta hacer las cosas lentamente — lentamente — dijo dijo — . Y fuera de orden. Dejé su bebida encima de la barra. Estaba intentando no pensar demasiado. Estaba jugando conmigo. — Me Me gusta tu corte de cabello llamativo — le le dije — . ¿Cómo se llama? ¿El tarado? Él rio. — Esta Esta es ya la relación más abusiva en la que he estado y todo hecho con acento, cosa que de alguna manera me hace disfrutarlo. — Y solo estoy empezando. — empezando. — Me Me alejé antes de que él pudiera decir algo más, la mesa de las chicas lentejuelas me estaba llamando. Durante las dos horas siguientes, me esforcé por ignorarlo, solo parando una vez para tomar su pedido de comida y rellenar su bebida. Yo era una persona reactiva; necesitaba cierta química para sacarme de mi
caparazón. No me gustaba que él lo estuviera haciendo. Estaba aquí para tomar un descanso de todo eso. Una ruptura completa con los hombres, especialmente con los artistas. Principalmente los Principalmente los artistas. Lo ignoré, pero él no me ignoró. Cada vez que me daba la vuelta, él me observaba, con una expresión casi pensativa en su rostro. Sus ojos, de color verde musgo, eran utilizados como armas. Eran ojos honestos, y por eso confiabas en él, mientras te desnudaba con ellos. — Yara — Yara — dije. dije. Esperaba distraerlo, hacerle dejar de mirarme así. — ¿A ¿A qué hora te vas, Yara? — Yara? — preguntó. Estaba apilando platos en una bandeja para así poder llevarlos a la cocina. Me lamí los labios, sin querer responder a la pregunta. — ¿De ¿De dónde eres? — eres? — pregunté. Sus labios subieron y bajaron como encogiéndose de hombros. — Aquí Aquí y allá. He estado viviendo en la ciudad por cerca de un año. ¿Cuánto tiempo llevas aquí? — Un Un par de meses — meses — le le dije. — ¿Viniste ¿Viniste directamente desde el Reino Unido? Sacudí la cabeza y una sección entera de mi cabello escapó del clip que lo sujetaba. Cayó sobre mi hombro y sus ojos se abrieron mucho más. — No. He estado viajando por ahí. Chicago, LA, Miami, Nueva Orleans, Nueva York y ahora Seattle. — ¿Tratando ¿Tratando de encontrar un lugar que te guste? — guste? — Él Él tomó un sorbo de su bebida. Parecía distraído. ¿No sería eso algo relevante? Encontrar un lugar que me guste. Sacudí la cabeza. — No. Solo estoy experimentando. Ya tengo un lugar que me gusta. ¿Cuál es tu nombre? — Eso Eso era cruzar un límite, pedir a un hombre su nombre. Después tenías que usarlo, pensar en él. — David — David — dijo. dijo.
— David — David — repetí repetí — — . Ese es todo un nombre bonito y sólido. ¿Y tu apellido? — Mi Mi apellido — imitó. imitó. Su sonrisa llegó luego, unos segundos después de sus palabras. Se S e extendió lentamente y cálida — cálida — . Es Lisey. — David David Lisey — Lisey — dije, dije, asintiendo — asintiendo — . ¿Eres músico? — músico? — Asentí Asentí hacia el estuche de su guitarra. gu itarra. — Lo Lo soy. ¿Cómo supiste? — supiste? — bromeó. — No lo sé — sé — respondí respondí — — . Tal vez es tu corte de idiota. — No soy idiota — idiota — dijo dijo — . Soy un romántico sin corazón. — ¿Cuál ¿Cuál es la diferencia? Pensó en ello. — Creo Creo en las cosas. Pero no sin pruebas. Puse los ojos en blanco. Me hizo sentir juvenil poner mis ojos en blanco, pero allí estaba. estaba. Los hombres siempre sacaban lo mejor mejor de mí. — Te Te follas a las chicas sin conocerlas y esperando enamorarte. — Sí — Sí — dijo dijo — . ¿Es esa la manera incorrecta de hacerlo? — No lo sé, preguntémosle a Elizabeth. Elizabeth. — Auch — Auch — dijo. dijo. Fruncí los labios, reorganizando mi cabello en mi clip. ¿Parecía decepcionado? — ¿Estás ¿Estás en una banda? — banda? — pregunté. Limpié el mostrador mientras hablaba: círculo, círculo, círculo. Él tenía dedos largos con callos en las puntas. No podías verlos, pero cuando tomó su bebida, nuestros dedos se rozaron. Supuse que se sentirían ásperos si corrían a lo largo de tu piel. — Sí. Sí. Canto. También toco, pero sobre todo canto. — Cántenme Cántenme algo ahora — ahora — le le dije. Ni siquiera vaciló. Su boca se abrió y allí allí mismo en el bar, rodeado por una docena de personas, cantó el estribillo de “When a Man Loves a
Woman” Woman”. Su voz era ronca y profunda; una voz íntima. Las chicas con las chaquetas metálicas se dieron la vuelta en sus asientos para observarlo. Sentí su su voz. Movió algo en mí. Pero, no iba a hacer eso de nuevo. Ya lo había hecho. No tuve tuve tiempo de responder. Las puertas del restaurante se abrieron y un grupo entró en el bar con un escándalo. Lamentablemente me dirigí a recibirlos, dejando a David Lisey en su taburete mirando fijamente detrás de mí, con una lenta sonrisa melosa extendiéndose por su cara. No. No más artistas. artistas. Tuvimos otra noche movida después de eso y por un tiempo, me olvidé de David Lisey que se quedó arraigado a su taburete de la barra bebiendo el Jack Jack y Coca-Cola que le serví. Él me observó, y a veces veces miraba miraba la televisión, que mostraba los puntos culminantes de un juego de los Seahawks. Y mientras él observaba, supe que no estaba enteramente en el bar, que estaba en algún algún sitio en su propia cabeza. cabeza. De vez en cuando cuando lo veía sacar su teléfono para enviar un mensaje, y ahí es cuando yo lo veía. Una de las camareras, una chica llamada Nya, se acercó a hablar con él. Se conocían, no bien, pero había familiaridad. Por el rabillo del ojo, vi cómo su mano se desvió por el brazo de él, una y otra vez. Estaba riéndose con esa risita de zorra que las chicas usan cuando quieren follarte. La anfitriona fue a buscarla. Sus mesas la buscaban. Me dirigí entonces de regreso para comprobar a David Lisey. Tal vez también quería saber lo que Nya estaba diciendo. — Mi Mi banda tocará en El Cocodrilo mañana, Yara. Deberías venir. — ¿Nya ¿Nya también va? — va? — Al Al momento en que las palabras salieron de mi boca, me arrepentí. Ahora sabía que había estado observando. Las cejas de David se fruncieron a medida que inclinaba la cabeza hacia un lado en exageración fingida. — No te tomé por la clase de chica celosa, pero me gusta. gusta. — ¡Ja! — ¡Ja! — dije, dije, y luego otro — otro — : Ja. — Ja. — Entonces Entonces llevé mi bandeja de platos sucios a la cocina, donde dejé dejé que mi cara ardiera ardiera de vergüenza. — Oye Oye Yara, espera — me me llamó Nya. Estaba esperando en la fila para que un cocinero le entregara algo. Un plato se deslizó por la ventana y ella se volvió y gritó — gritó — : Escucha. — Escucha. — Me Me quedé entre la puerta de la cocina
y el resto del restaurante esperando para escuchar lo que ella tenía que decir — . Ese tipo del bar … David Lisey. — ¿Sí? — ¿Sí? — dije dije demasiado rápido. — ¿Vas ¿Vas a por él? — No. ¿Por qué? Cambió la bandeja de comida de un hombro a otro. — Porque Porque yo sí — sí — dijo dijo antes de alejarse. Qué bonito de su parte comprobar. Cuando volví a la barra, David estaba sentado en su taburete mirando a una pareja en una mesa cerca de la ventana. — Espeluznante — Espeluznante — dije. dije. — Shh — Shh — me me hizo callar — . Estoy escribiendo una canción. Le preparé otro trago y observé la parte posterior de su cabeza. Y entonces de repente se volvió y dijo: — ¿Y ¿Y qué dices? ¿Vendrás? — Pensé Pensé que estabas escribiendo una canción. — Crees Crees que eres buena cambiando de tema, pero no lo eres — dijo. dijo. Tomó un sorbo de su bebida — bebida — . Lo preparaste más fuerte. — Crees Crees que eres bueno fingiendo ir tras de mí, pero tú vas por ti mismo — mismo — le le dije. Se encogió de hombros. — ¿No ¿No lo hacemos todos? — Quizás Quizás la próxima vez. Me ocupé aderezando las guarniciones con Saran Wrap y poniéndolos en la nevera. El bar se había vaciado en la última hora, escupiendo al último de mis clientes en la lluvia helada donde se precipitaban por la acera. Tuve Tuve el deseo de correr con ellos, desaparecer desaparecer en la niebla. David era el último que quedaba. Le eché un vistazo a medida que contaba mi caja. Estaba menos ebrio de d e lo que esperaba, sonriéndome y engullendo lo que quedaba de su bebida, con los ojos brillantes y alertas
bajo las luces de la barra. Intenté convencerme convencerme que no me gustaba. Tal vez estaba sola. ¿Estoy sola? sola? Me consideraba una solitaria, perfectamente contenta con vagar por la vida como una observadora en lugar de un participante. Tenía una amiga aquí, solo una. un a. Su nombre era Ann y vivía en el apartamento debajo del mío. Me pregunté si iba a hacer las cosas más incómodas, quedándose hasta que cerráramos, pero de pronto se puso de pie y deslizó los brazos por las mangas de su chaqueta. — Hasta Hasta mañana — mañana — dijo dijo — . Empezamos a las diez. Te voy a cantar un poco más. — ¿A ¿A cuántas chicas has dicho eso? — eso? — grité grité tras él. Pero él se había ido, y mi gerente estaba de pie en la puerta mirándome divertido.
6
IMPLACABLE Implacable. Hay algo en un hombre implacable. No puedes ignorarlo. Si insisten lo suficiente, al final te agotan. Las mujeres buscaban eso, interés persistente. Un inversionista. Éramos, en nosotros en sí, todo un universo. Sentíamos demasiado, hablábamos demasiado, queríamos demasiado: lo antisimple. — No has ido a mi presentación, presentación, Yara. — Yara. — David, David, en el bar otra vez. Lo miré mientras servía una cerveza. Estaba desaliñado hoy, su firme peinado lateral no lucía tan firme, y tenía medias lunas oscuras bajo sus ojos. Ahora venía dos veces por semana, a veces por la mañana, a veces por la noche. A cualquier hora del día que viniera, sus ojos nunca me abandonaban. — No — No — dije, dije, simplemente. — ¿Por ¿Por qué no? Miré alrededor del bar. ¿Tenía tiempo para contestar eso? Tenía cuatro mesas. — ¿Por ¿Por qué quieres que vaya? — pregunté. Lo vi reflexionar un momento a medida que rodaba su copa entre las palmas de sus manos. — Así Así puedo impresionarte. — ¿Por ¿Por qué quieres impresionarme? Un hombre en una mesa cercana estaba mirando alrededor, buscando a su camarera. Lo tomé tomé como un chico de kétchup. kétchup. Quería más. — Estoy Estoy obsesionado contigo. Estoy fascinado por el hecho de que estoy obsesionado contigo. Esto nunca antes me ha ocurrido. Sonreí. No le creía, por supuesto, supu esto, pero era divertido escucharlo.
— Yara, Yara, ¿puedes explicarme esto? — esto? — Sonaba Sonaba angustiado. — Puedo Puedo — dije dije — . Más o menos. Pero tengo que conseguirle kétchup a ese tipo de allá. — Lo Lo señalé con un gesto de la cabeza y él se volvió para mirar. — De De acuerdo — acuerdo — dijo dijo — . Apúrate. Lo hice. Me apuré. Fui a la cocina y recogí una salsa de kétchup de la nevera, la puse sobre la mesa y sonreí, no a él, a David, que qu e quería saber por qué lo hacía hacía sentir sentir de la forma en que lo hacía. hacía. David esperó en la barra barra detrás de mí, y lo sentí esperando. ¿Por qué estaba jugando este juego? Dije que ya no iba a hacerlo. Cuando volví, él me miró expectante. — ¿Qué? — ¿Qué? — le le pregunté — pregunté — . ¿Por qué me miras así? — Dime — Dime — respondió. respondió. Suspiré. Mira, nunca me he llamado de este modo, así que no te rías — le le — Mira, advertí — — . Pero he salido con muchos artistas. Probablemente exclusivamente artistas — admití, admití, algo avergonzada — avergonzada — . Parece que me necesitan por un tiempo… tiempo … para encender algo, una chispa. En realidad no lo sé. Pero me han llamado musa. — Mi Mi cara estaba caliente, un rubor de vergüenza. No sabía por qué le estaba contando nada de esto, lo agonizaría más tarde — . Es simple para mí y complejo para ellos. — ¿Qué ¿Qué quieres decir? — decir? — me me preguntó. Miré alrededor del bar a mis mesas. Nadie me necesitaba, así que continué. — Son… Son… diferentes cuando me voy y yo soy igual. Lo consideró por un momento y luego asintió. — Puedo Puedo ver eso. Realmente puedo. Y no estoy diciendo eso porque estoy borracho. — borracho. — Él Él levantó su copa en celebración y tomó un sorbo — sorbo — . Necesito una musa. Me reí. — No estoy bromeando. Ya no puedo escribir. Me siento estancado. estancado. Y luego por casualidad, estaba caminando por ahí y te vi por la ventana. — Se Se giró en su taburete y señaló un lugar en la acera — acera — . Estaba componiendo mi discurso, el que iba a dar a Elizabeth. Era puro bla, bla,
bla, no soy la clase de hombre de los que se comprometen, y luego te vi y quise casarme contigo ahí mismo. — Eres Eres un mentiroso — mentiroso — le le dije. David levantó la mano y cruzó su corazón. — Saqué Saqué una astilla y todo cambió. Empecé a escribir. Estoy al borde de algo y necesito tu ayuda. ayuda. — Una Una coincidencia — coincidencia — dije. dije. — No. — Sí. Sí. — Sé Sé mi musa. — Tendrías Tendrías que enamorarte de mí. ¿Has estado enamorado? Casi respondió. Casi. Su boca estaba posicionada alrededor de las palabras. Pero entonces una pareja entró por las puertas y se sentó en el otro extremo del bar. Lo miré con tristeza y me alejé. — Vuelve Vuelve a casa — casa — le le grité — . Estás ebrio. Cuando terminé de tomar su orden, el taburete de David Lisey estaba vacío. Sonreí mientras limpiaba lo que quedaba de sus platos de la cena, apilándolos en mi brazo. Había dejado un trozo de papel debajo de su plato, su número garabateado en él. Para Yara, decía. Mi decía. Mi musa. Lo tiré a la basura. No. basura. No. Nop. No Nop. No va a suceder, Lisey. Con su corte de cabello idiota o no. Brazos esculpidos o no. Con su cantarina voz mágica o no. Los hombres con los que había estado habían estado inundados en su necesidad de mí. Querían, esperaban y me agotaban hasta que no había nada más que hacer. Era totalmente unilateral, pero ninguno de ellos pensó alguna vez en eso. Eso era lo que pasaba con los artistas, a menudo no pensaban en ti. Su energía tenía un enfoque enfoque estrecho, un foco en su arte… arte … sus inseguridades… inseguridades… la injusticia del mundo. Había intentado salir con un banquero, un ingeniero, un botánico, pero habían estado adictos a sus carreras de una manera diferente, y los encontré carentes de la pasión desenfrenada a la que estaba acostumbrada.
David no regresó por dos semanas. Pensé que todo estaba claro. Había venido a Seattle para concentrarme en mí misma, abrazar la soledad, y había hecho precisamente eso. Ya era casi la hora de irse a casa. — Yara. Yara. Su voz me sobresaltó. La cerveza que estaba sirviendo se derramó sobre mi mano, acumulándose en el desagüe. Miré por encima de mi hombro y allí estaba él, con un gorro sobre su cabeza, su cara desaliñada, sus ojos suaves, mirándome fijamente. — Tú Tú otra vez — vez — dije. dije. Él rio. Y colocando una mano sobre su corazón, dijo: — Espero Espero que me lo digas todas las mañanas. Odié sonreír. Que él pudiera convertir mis golpes en algo entrañable. — ¿A ¿A qué hora sales? — En En diez minutos — minutos — respondí respondí — — . Pero no voy a ir a tu presentación y no vamos a beber nada. — Está Está bien — bien — suspiró suspiró — . Entonces voy a tomar una copa aquí. — Se deslizó en su taburete en la barra de costumbre y dobló sus manos sobre el mostrador, todo recatado. Parecía que se estaba preparando para una reunión. — Eres Eres tan ridículo — ridículo — dije. dije. — Enamorado — Enamorado — me me corrigió con una sonrisa. — Claro Claro — me me encogí de hombros — hombros — . Es tarde, así que no estoy segura si se supone que debo conseguirte una cerveza o Jack y Coca-Cola. — Cerveza. Cerveza. Yara… Yara… hablemos. — Palmeó Palmeó su mano sobre la barra como si acabara de tener la mejor idea del mundo. — No puedo. Estoy trabajando. Miró alrededor del bar. — Está Está vacío. — vacío. — Era Era cierto. Había llegado en el tiempo intermedio: la hora tranquila entre el almuerzo y la cena.
— ¿Qué ¿Qué quieres? Se enderezó y se aclaró la garganta. Casi me reí, pero estaba demasiado cansada. — Una Una musa. — Quieres Quieres una nueva amiga para follar, no una musa. Una sonrisa comemierda se extendió a través de su jodido rostro hermoso. Atrapado. hermoso. Atrapado. — ¿Y ¿Y si quiero ambas cosas? Sacudí la cabeza. — No funciona de esa manera. manera. — ¿Por ¿Por qué no? — Porque Porque no. — Pero Pero ¿qué tendrías que perder? Dejé la botella de ron que estaba sosteniendo y me detuve frente a él, con las manos en las caderas. — Nada. Tú perderías. Pero, no soy una persona cruel, David. No quiero lastimar a nadie. — No vas a hacerme daño, Yara. — Dijo Dijo mi nombre de la misma manera que yo había dicho el suyo: molesto… molesto … condescendiente. Le fruncí el ceño. No tenía ni idea de lo que estaba haciendo. La testosterona, la falta de precaución… precaución … el muy intranquilo hombre insistente. insistente . — Bueno, Bueno, déjame entender esto — dije, dije, mirando alrededor — . ¿Quieres que haga que te enamores de mí y me das permiso para irme y romperte el corazón? Él asintió. — Pero Pero no crees que me iría de verdad, Lisey. Crees que puedes cambiarme, pero no es así como funciona. Se encogió de hombros.
— Vamos Vamos a ver cómo se desarrolla. Solo ven a nuestra presentación. Veamos lo que piensas. Tal vez puedes ayudarme, tal vez no puedes. No sé cómo decides estas cosas. — No lo hago hago — — contesté contesté — . Mis relaciones con los hombres con los que he estado ocurrieron orgánicamente. No voy por ahí poniendo anuncios en craigslist, por el amor de Dios. Lo que me estás pidiendo que haga es escenificar una relación para que te sientas inspirado. — Ya Ya siento algo por ti, así que no sería escenificado. — ¿Qué ¿Qué hay de mí? — mí? — pregunté, alzando las cejas — cejas — . ¿Se supone que debo forzar los sentimientos? Él rio por su nariz, sus labios fruncidos en una sonrisa conocedora. — Yara, Yara, tenemos química. Puedes intentar negarlo todo lo que quieras, pero hombre, está ahí. Prácticamente puedo sentirte desvistiéndome cada vez que estoy aquí. No estaba demasiado demasiado lejos del punto, así que no le dije que se fuera a la mierda, pero le di una mirada asesina antes de ir a esconderme en la cocina. — Jódete, Jódete, David Lisey — Lisey — dije dije en voz baja.
7
El COCODRILO Maldije mientras salía a la calle de mi edificio. Hacía un frío de mierda. Mi Uber estaba esperando junto a la acera, el conductor mirando alrededor con ansiedad. Comparé la matrícula en mi teléfono con el Prius blanco y me acerqué. Estaba lloviendo, la tierra salpicada con parches de hielo. No era raro que hiciera tanto frío; decían que era el invierno más frío en veinte años. Probablemente era mi culpa, dijo culpa, dijo Ann. Yo era la Reina del Hielo. Caminé alrededor de los puntos resbaladizos y resoplé el aire frío en mis pulmones. Estaba molesta conmigo misma por hacer esto, pero no lo suficiente como para regresar a casa. Una vez que ponía mi mente en algo me apegaba a ello. Una lealista determinada, incluso cuando eso golpeaba mi orgullo. — Al Al Cocodrilo — Cocodrilo — le le dije al conductor, deslizándome en el asiento trasero. Ya lo sabía porque, hola, no era un jodido taxista, era un Uber y sabían mierdas como esas. Solo necesitaba decirlo en voz alta. Estás haciendo algo fuera de la norma, Yara. Persiguiendo a un chico. No. Encontrándome con un chico que me lo pidió amablemente. — ¿Ah, ¿Ah, sí? — sí? — dijo dijo el conductor — . Es un bonito lugar. — lugar. — Se Se rio, y yo asentí. Hubo un tiroteo solo hace unas semanas. Se volvía un poco rudo a veces, pero sobre todo era un lugar divertido. Ir a un lugar grunge para escuchar música en vivo no era inusual para mí. Ir porque un chico me pidió que fuera sí lo era. — Qué Qué le vaya bien — bien — me me dijo mientras nos deteníamos. Asentí solemnemente. En realidad no le importaba … era solo solo algo que decir.
Estaba envuelta en una chaqueta de cuero desgastada y me estremecí al dejar el calor del Prius. Caminé hacia la puerta, esquivando a una chica que ya vomitaba en la acera. Eran solo las diez. Sus amigas esperaban contra el edificio, frunciendo el ceño. — Te Te sentirás mejor después de que vomites — vomites — dijo dijo una de ellas. — Así Así se hace, nena — nena — dijo dijo otro. Quise decirles que le dieran algo de comer a su estómago y que nunca volvieran a usar la palabra vomitar. Ella siguió vomitando demasiado fuerte, demasiado rápido, pero yo seguí caminando. No era asunto mío. Aprenderían eventualmente. ¿Por qué estás aquí? Me aquí? Me pregunté de nuevo. Ni siquiera me gustó la canción que cantó, sobre todo cuando Michael Bolton le hizo una versión. Era porque me gustaba David. Tenía esa chispa que buscaba en la gente. Y porque me pidió que viniera. Se arriesgaba, coqueteaba con mujeres volátiles, cantaba para ellas. No era solo un chico, había algo más. A los seres humanos les gustaba investigar las cosas, y eso era lo que estaba haciendo. Ann fue la que me dijo que viniera. Y cuando le pedí que venga conmigo, se había reído y había dicho: — No, nop. Se necesitaría necesitaría más que el el Cocodrilo para sacarme de este apartamento. Así que vine a esta mierda grunge sola, abandonada por mi única amiga que tenía un gusto de mierda en cuanto a música de todos modos. Su idea de un buen rato era una maratón de Housewives of New Jersey en Jersey en su pijama de franela. Le mostré al gorila en la entrada mi identificación y entré. Todo el mundo sabía que un buen bar, un bar muy querido, olía a desesperación. Pero, El Cocodrilo era un tipo diferente de bar. Nirvana, Pearl Jam, Cheap Trick, y R.E.M. habían tocado allí en su apogeo. Para mí, El Cocodrilo olía como un tiempo realmente bueno, talento puro en auge. Salí de la pasarela principal y avancé hacia la barra donde pedí un whisky de mierda y soda. Ya había una banda en el escenario, los fuertes acordes de una guitarra eléctrica rasgaba a través de los altavoces. Bebí un sorbo tras otro, y balanceé mi cabeza cabeza a ritmo de la música terrible.
Cuando una chica ebria me pisó el pie con sus tacones de aguja, cojeé hasta un lugar cerca de la pared. Las mujeres ebrias en tacones eran armas peligrosas de la destrucción de los pies. Esto era vida, apestar a humo, resacas, drogas ocasionales y sexo imprudente. No quería que siempre fuera así, pero así era ahora mismo. — ¿Sabes ¿Sabes cuál es la banda siguiente? — le le pregunté a la chica que estaba a mi lado. Su rímel estaba embarrado y había un brillo de sudor cubriendo su rostro a medida que qu e rebotaba de arriba abajo. — La La banda de David Lisey — Lisey — dijo dijo — . Son increíbles. — ¿Cómo ¿Cómo se llaman? — llaman? — grité grité por encima de la música. Ella se inclinó cerca de mí y gritó: — Lazarus Lazarus Come Forth — Forth — luego luego señaló un cartel en la pared. No lo había notado antes: David y otros dos chicos, todos vestidos de negro. Asentí a sabiendas. — Por Por supuesto, sí — sí — dije, dije, aunque ella no me oyó. Estaba desconcertada por el hecho de que ella supiera quién era él. Me había apropiado mentalmente de él. Era el chico que me arrancó una astilla de un dedo con cinta adhesiva y me cantó una canción. También tenía pestañas muy largas. Era mi chico y no me gustaba que ella supiera quién era. Por otro lado, el nombre de su banda me hizo poner los ojos en blanco. Una bizarra referencia bíblica acerca de regresar de entre los muertos. ¿Quiénes eran estos chicos? Tenían a los suburbios escritos sobre todos ellos. De regreso de entre los muertos mi culo. Imaginé que les gustó como sonaba eso; a los músicos les encantaban estar condenados. Los apodé en mi mente Los Suburbios y fui al bar por otra bebida. Cuando regresé, alguien había robado mi lugar en la pared y tuve que acercarme al escenario. Desgraciadamente. Me quedé allí sosteniendo mi trago, sacudiendo el hielo compulsivamente. Unos momentos después, David subió al escenario, seguido por otros dos. Vestía todo de negro; nada extravagante, solo una camiseta manga larga negra y pantalones negros ajustados. Al igual que en los carteles. Los Suburbios, pensé. Suburbios, pensé. Tenía las piernas largas y me di cuenta que era un poco más alto de lo que recordaba. Tal vez un metro ochenta y siete o un metro noventa. Imaginé su camiseta rosa y su chaqueta de cuero, la
ropa que llevaba en la vida real. Él miró alrededor de la audiencia como si estuviera buscando a alguien. A alguien. A mí, pensé. mí, pensé. Miré hacia su chaqueta para no tener que mirarlo a la cara. Me acerqué más, solo lo suficiente para que él pudiera verme. La chica con el rímel embarrado saltó de arriba abajo agitando su mano libre en el aire. Se había arrastrado más cerca como yo. Ella estaba tomando fotos de David, aunque se estaba moviendo demasiado para que cualquiera de ellas saliera bien. Me encogí de hombros y volví mi atención al escenario donde David estaba jugando con su guitarra. UNO… DOS … TRES … Comenzaron con algo rápido. Me esforcé por captar algunas de las letras, pero el bajo se escuchaba muy alto. La ahumada voz de David quedaba ahogada. Estaba decepcionada y también un poco ebria. Debilucha, me dije, disgustada. Quise acercarme al escenario, pero no quería que pensara que estaba tras él, a pesar de que así era. Él estaba un poco tieso, si fuera honesta. Había coqueteado con facilidad, un profesional, pero en el escenario era una copia de sí mismo. Inseguro. Incliné la cabeza mientras lo observaba, medio fascinada y medio decepcionada. Me encantaban las artes, todas ellas. Pero había un denominador común en todo el arte desordenado y bueno: una salvaje desinhibición. Había visto la enfermedad en algunos. Superaba sus inhibiciones. David Lisey no estaba desinhibido, pero no creía que él lo supiera. No creía del todo en lo que estaba cantando. Tocaron una canción lenta. Se trataba de una chica que tenía y no tenía al mismo tiempo. Con su voz ronca, y las mangas de su camisa empujadas hasta los codos, David cantó con ambas manos agarrando el soporte del micrófono y me miró directamente. Era la primera vez esa noche que sentía que estaba siendo honesto. Cuando su presentación terminó, David saltó del escenario y se acercó a donde yo estaba de pie. Traté de no notar la forma en que caminaba, el centro de gravedad en sus hombros. Cuadrados hacia atrás, agraciados. El resto de él se movía, pero todo quedaba gobernado por lo que los hombros decidían. — Viniste — Viniste — dijo. dijo.
— Claramente. Claramente. — ¿Puedo ¿Puedo invitarte un trago? Sacudí la cabeza. Ya había tomado cuatro. Uno más y lo llevaría a mi casa. Pensándolo bien… bien … — Debería Debería irme — irme — dije dije — . Tengo que abrir de nuevo mañana. — mañana. — Era Era una mentira. — Quédate — Quédate — dijo. dijo. No era tanto una petición como una orden. Miré sus labios, su nariz, su boca (tan bien juntos) y me encogí de hombros como si no importara. — Seguro. Seguro. Solo unos minutos. ¿Qué podía doler? — No quiero que te vayas — vayas — dijo dijo David, aunque ya había acordado quedarme — . Me siento atraído a ti. Quiero estar cerca de ti. Estaba en medio de una crisis existencial y él me estaba haciendo su persona. ¿Cómo podía permitirse ser tan honesto? Era una chica fácil. Me enamoré de él porque la mayoría de nosotros solo queremos ser buscados. — Está Está bien — bien — dije dije — . Pero, ni un minuto después. — Oye — Oye — dijo dijo — . No me asustas. No somos iguales. Lo reconozco. Pero no me asustas.
8
EL AUTO No me quedé unos minutos más. Me quedé. David me acompañó hasta la barra y me pidió un Hendrick ’s y ’s y tónica, que tomé con gratitud. El whisky barato había dejado un sabor rancio en mi boca. ¡Licor de estante superior para la banda! La ginebra en cierto modo me volvió loca, pero loca era mejor que aburrida, y me estaba sintiendo ligeramente salvaje. Me quedé a ver la última mitad del espectáculo, todavía zumbando de mi interacción con David. Había habido un momento en que pensé en negarme, en apartar mi brazo de su agarre y marcharme a la puerta en un acto de desafío femenino. Pero entonces nuestros ojos colisionaron y ninguno de los dos miró hacia otro lado, nos quedamos allí y nos miramos fijamente hasta que alguien dijo: — Oye, Oye, David, te toca, colega. Él me había mirado una vez más como si no estuviera seguro si estaría aquí cuando volviera y desaparecía en la multitud. Estuve tentada a no pensar, una adolescente. Quería saber cómo se veía sin su ropa, cuánta lengua usaba cuando besaba. Las partes de mí que tocó se sentían magulladas, tiernas. Sin embargo, había sido tan gentil. — Bastante Bastante buenos, ¿eh? — preguntó el barman, apuntando la barbilla hacia el escenario. escenario. Me encogí de hombros. Sus antebrazos eran tan gruesos como mis muslos y sus ojos decían que no le había importado ni mierda durante unos diez años. También yo, amigo, también yo. Consideré el aro pequeño colgando en el flojo lóbulo de su oreja izquierda y suspiré. — Están Están bien — bien — dije dije — . Necesitan ponerle más corazón. Pero, él no me había oído, se había movido a otra persona, probablemente para repetir la misma línea. Solo un truco barato de barman, pensé. barman, pensé. Me volví hacia hacia la banda. La segunda mitad mitad del espectáculo
estuvo decididamente mejor. O tal vez estaba más ebria. Ojalá no fuera así, destrozándolo todo. Buscando los defectos. En cualquier caso, cuando terminó, David me encontró bordeando hacia la puerta. Me pregunté si saldría corriendo del escenario sabiendo que trataría de escapar. Ahora llevaba su chaqueta de cuero sobre su conjunto negro. Tomó mi mano y yo le dejé que me sacara de El Cocodrilo, y cuando nos adentramos en la noche húmeda, el aire ardió a través de mis pulmones. — ¿Adónde ¿Adónde vamos? — vamos? — pregunté. Levantó la mano para despedirse de alguien por encima de mi hombro. — ¿Importa? ¿Importa? No, supongo que no. A menos que fuera la ginebra que hablara. Si él resultaba ser un lunático tenía una navaja en mi bolso. — Si Si vas a asesinarme, no jodas mi cara — dije dije — . Quiero un ataúd abierto en mi funeral. — No hay trato — trato — dijo dijo — . Quiero tus hoyuelos como trofeo. — Me Me reí, y me miró cálidamente y añadió — añadió — : Ahí están. Nos dirigimos al norte, navegando por los charcos, él ligeramente ligeramente a la cabeza. Un grupo de chicas nos detuvo y pidió una foto con David. Sus novios se quedaron a un lado indiferentes. No le dije que no cuando él mantuvo abierta la puerta de su auto para mí, y me di cuenta que ya eran dos veces veces en una noche que había había sido incapaz de decirlo. Una alarma se encendió en mi cabeza, pero la silencié. Silencio, cinismo. Cuando subí al asiento delantero de su Honda Accord, me dije que me debía algunos “sí” sí”. Estaba en deuda. Y tal vez esto sería diferente, esta cosa con David y conmigo. David colocó a Mark Lanegan mientras conducíamos. El calor sopló de las rejillas de ventilación hasta que el interior del auto se sintió caliente y crujiente como una tostadora. Me quité la bufanda y David abrió la ventana. — Hace Hace calor — calor — dijo, dijo, pero no bajó la calefacción. Podía ver las gotas de sudor sobre su labio. A la luz siguiente, se quitó el abrigo. En el cruce entre la Cuarta y Union, me quité las botas y
los calcetines. No hablamos, nos desvestimos. La banda sonora sonó a medida que arrojábamos nuestras ropas al asiento trasero, húmedas por el calor de nuestros cuerpos. Me quité la chaqueta de cuero a continuación, y le siguió su camisa negra manga larga. Ahora él estaba sin camisa. Solo le quedaban los jeans negros y las botas. El auto olía a sudor y a cigarrillos. “Cold Molly” Molly” empezó a sonar y me quité el suéter. Estaba tan caliente que sentía que iba a vomitar. Pero, estábamos jugando a un juego de atrevimiento. Afuera, un grupo de personas salió desde las puertas de una discoteca, sus alientos serpenteando de sus bocas en nebulosas nubes blancas. Me pregunté brevemente quiénes eran, dónde vivían y quién dormía con quién al final de la noche. Dentro del auto, la cabeza de David se movía de arriba hacia abajo con la música. Cerré los ojos y apoyé mi cabeza contra el asiento. Ahora estaba sentada solo en sujetador, mis pies descalzos apoyados en el tablero, los dedos de mis pies balanceándose. Estábamos en Florida, Hawái, Bali. No estábamos en Seattle entre los muertos del invierno más frío en veinte años. David se quitó una bota, y luego la otra, con un cigarrillo balanceado entre sus labios. Sus botas pasaron volando por mi cabeza hacia el asiento trasero. Eran pesadas con costura amarilla: Doc Martens. Me reí, pero la música lo ahogó, un vórtice de redobles y voces. Y entonces de repente estábamos corriendo por quitarnos los pantalones. La luz estaba en rojo mientras nos esforzábamos: levantando las caderas, tirando de la gruesa y pesada mezclilla, las barbillas chocando contra el tablero. Cuando el auto avanzó, nuestra piel se pegó al cuero. Era una sauna. Una purificación. Apenas podía soportarlo, pero no quería que terminara. No sabía a dónde nos conducía, y no me importaba. Por una vez. Se detuvo en un lugar de la calle. Estamos en Fremont, pensé. Fremont, pensé. Nos miré a los dos: desnudos hasta estar en nuestra ropa interior, sudando en un viejo Honda Accord, nuestra pálida piel iluminada por las luces de neón de las vitrinas. David seguía usando sus calcetines, sus muslos magros y con vello suave. Sus calzoncillos eran rosados. Tan pronto como puso el auto en neutro, estaba sobre él. Un asunto incómodo, cruzar de mi asiento a su regazo. Me senté a horcajadas sobre él y sentí la pegajosidad de nuestros cuerpos, la succión del sudor y la piel. Fuera del auto, la gente pasaba por ahí: chaquetas rosas, abrigos, bufandas cubriendo sus barbillas, las manos
en los bolsillos. Estaban en Seattle, fríos y rígidos, pero en este auto estábamos calientes y sudorosos en todos los lugares correctos. Los dedos de David ya estaban dentro de mí, trabajando en mi cuerpo hasta una explosión caliente. Las ventanas de su auto no estaban tintadas. Éramos todo un espectáculo. Una mujer en sujetador de encaje rosa retorciéndose encima de un hombre cuya cara estaba enterrada en su cuello. Lo alcancé y lo tomé en mi mano. Se sintió bien. Quería sentir más de él, pero se escuchó el fuerte golpeteo de unos nudillos contra el cristal de la ventana. Alzamos la vista y dos chicos estaban mirando, riendo. Nos saludaron y nos dieron un pulgar en alto, sus sonrisas burlonas ebrias extendidas en sus aburridas caras. David envolvió sus brazos alrededor de mí y rio contra mi cuello. El hechizo se rompió, y ya no estaba caliente. — Hace Hace frío aquí — aquí — dije. dije. Él pasó una mano por la piel de gallina en mis brazos. — Entonces, Entonces, vayamos a un lugar para calentarnos — sugirió. sugirió. Crucé de nuevo a mi asiento. Tuvimos que pescar nuestra ropa del asiento trasero un artículo a la vez. Él me entregó mis jeans, yo le entregué su camisa. Fue así hasta que estuvimos vestidos. Y entonces el Honda estaba de vuelta en el camino conduciendo rápidamente hacia otro destino desconocido. Qué extraña manera de desnudarse con alguien, pensé. alguien, pensé.
9
CITA ARRUINADA Dormí terriblemente la semana después de ver el espectáculo de David en El Cocodrilo. Mi apartamento estaba demasiado caliente, y la mayoría de las noches despertaba cubierta de sudor. Cuando entreabría una ventana, hacía un frío insoportable y me dejaba temblando bajo las mantas deseando que otro cuerpo me caliente. Demasiado frío para dormir, demasiado caliente para dormir. Estaba inquieta. Era David. Atravesaba mi mente incluso cuando no quería que lo haga, como cuando caminé a trabajar al día siguiente, con pesadas bolsas debajo de mis ojos, él siendo la razón. Y cuando me registré en la computadora y olvidé mi número de camarera porque me preguntaba si él aparecería más tarde ese día. No lo hizo. De hecho, no lo vi hasta dos semanas después de Navidad. Casi me había olvidado de preocuparme cuando un día allí estaba él, sentado en la barra con una sonrisa comemierda en su cara. ¿Con qué frecuencia nos mentimos y decimos que no nos importa algo cuando en realidad es así? — ¿Oye, ¿Oye, Yara? — dijo dijo — . ¿Quieres ir por tacos cuando termine tu turno? ¿Quién se niega a unos tacos? Yo no. — No — No — respondí respondí — — . Estoy ocupada esta noche. — Está Está bien, de acuerdo. Entonces solo esperaré hasta que termines. — Tengo Tengo una cita — le le dije. Y era cierto, uno de los asiduos, un contador, me iba a llevar por unos tragos después de mi turno — turno — . Me va a recoger aquí. Ah, ahí está… está … — Fingí Fingí estar más emocionada de lo que estaba. David se giró en su taburete para ver cómo Brian caminaba por la puerta y me saludó con la mano. mano.
— Hola. — Hola. — Miré Miré a David de soslayo, quien no parecía perturbado en absoluto. Estaba estudiando a Brian con un leve interés — interés — . Pensé que nos encontraríamos después del trabajo. Brian era más que nada bajo, fornido. Llevaba el cabello de puntas en la parte delantera y liso gelatinoso por detrás. Me recordaba a cómo los chicos de la secundaria solían llevar sus cabellos. — Pensé Pensé en venir a tomar una copa y caminar contigo — dijo. dijo. — Un Un caballero — caballero — me me murmuró David, asintiendo con aprobación. Lo ignoré y sonreí a Brian. — Estupendo. Estupendo. ¿Qué puedo traerte? — Una Una cerveza y ese aperitivo que me dijiste que pidiera la última vez. Claro — dije, dije, mirando a David con cautela. Introduje la orden de — Claro — Brian y corrí de nuevo a la cocina para agarrar una bandeja de vasos limpios. Cuando volví, Brian se había movido de taburete para sentarse junto a David y estaban enfrascados enfrascados en una conversación animada. animada. — Yara Yara — dijo dijo David — , Brian y yo fuimos a la misma escuela secundaria. Solo tres años de diferencia. ¿No es una locura? — Tan Tan loco — loco — dije dije entre mis dientes. Intenté ignorarlos durante los siguientes treinta minutos, y ellos me ignoraron, riéndose y palmeándose en la espalda como si fueran los mejores amigos. Verlos hizo que mi estómago no dejara de dar vueltas. Cuando mi turno terminó, y cerré el bar, David y Brian estaban de pie afuera hablando mientras mientras Brian fumaba. — ¿Lista? — ¿Lista? — preguntó Brian cuando cuando me vio. Lanzó su cigarrillo cigarrillo a la cuneta y retrocedió de la pared contra la que estaba apoyado para acercarse a mí. — Sí — Sí — dije, dije, mirando a David con su aspecto presumido. Brian le devolvió la mirada.
— Oh, Oh, espero que no te importe. Le pedí a David que viniera con nosotros. Viendo que ya son amigos… amigo s… — Hice Hice un gesto displicente a su comentario y sonreí dulcemente. Brian tomó una llamada telefónica y caminó un paso delante de nosotros. — Para Para nada. Encantada de que te unas a nosotros, David. — Y cuando él estuvo lo suficientemente cerca susurré en voz baja — baja — : Psicópata hijo de puta. — ¡Mi ¡Mi madre nunca fue puta! — respondió respondió David alegremente — alegremente — . Aunque siempre quise follarme a una. — ¿Por ¿Por qué te estás metiendo? — metiendo? — siseé siseé — . Esto es acoso. — Yara, Yara, estoy decepcionado. Brian es un chico agradable, pero, hombre, tuve ese corte de cabello en el décimo grado. ¿Y un contador? ¿Qué hace una chica como tú tomando bebidas con un contador? — Cállate Cállate — siseé. siseé. Brian había colgado el teléfono y estaba volviendo hacia nosotros. — Lo Lo siento, muchachos — muchachos — dijo dijo Brian — . Trabajo, trabajo, trabajo, ¿verdad? David le dio un pulgar en alto. — Entonces, Entonces, ¿cómo se conocen? — preguntó, mirando de mí a David. Demasiadas David. Demasiadas preguntas, preguntas, Brian. ¿Qué eres, eres, un puto psiquiatra? psiquiatra? — Bueno — Bueno — dijo dijo David antes de que yo pudiera responder — . Estoy enamorado de Yara, lo he estado por un tiempo ahora, pero no quiere salir conmigo. — Está Está bromeando — bromeando — le le dije a Brian — Brian — . Es un maldito lunático. — No sabía por qué me importaba, ni siquiera me gustaba. Un auto pasó y alguien gritó algo por la ventana. David se encogió de hombros a medida que Brian reía torpemente. Los chicos volvieron a conversar mientras yo caminaba junto a ellos rabiando en silencio. Pero ¿por qué estaba enojada? Miré a David y fue como si él pudiera sentir que lo hacía. Se volvió y me guiñó el ojo. ¡Me guiñó el ojo!
Jódete, David Lisey. Lisey. El bar al que nos dirigíamos estaba en Capitol Hill. Había estado allí una vez antes y me había emborrachado demasiado para caminar a casa. El camarero me reconoció tan pronto como entré. — ¡La ¡La británica ebria! — ebria! — dijo, dijo, golpeando el puño en la barra — barra — . ¡La Mejor Besadora del Mundo! Apreté los labios para no sonreír. Según S egún mis compañeros de trabajo con los que había venido aquí, me había apoyado en la barra y lo había besado en la boca cuando él preparó el mejor Old Fashioned que había probado en toda mi vida. David me miró sorprendido. — ¿Qué? ¿Qué? Cállate — Cállate — espeté espeté — . No siempre estoy tensa. Él entrecerró los ojos y asintió con verdadera lentitud, una pequeña sonrisa extendiéndose por sus labios. — Oye, Oye, británica — británica — llamó llamó el camarero — camarero — . ¿Tienes puesto tus botas? Levanté un pie y lo ondeé en el aire. — Así Así es — es — dijo dijo — . Esas botas fueron hechas para bailar. La boca de David formó una pequeña “O” como si se estuviera preparándose para hacerme hacerme una pregunta. — ¿Dónde ¿Dónde está Brian? — Brian? — pregunté antes de que él pudiera soltar las palabras — . ¿No se supone que tenemos una cita? — Está Está allí, creo — creo — dijo dijo David — . Hablando con una chica. — chica. — Miré Miré por encima de su hombro y con total certeza, mi cita cita estaba flirteando con una rubia medio desnuda cerca de la puerta. — Esto Esto es culpa tuya — tuya — dije, dije, apuntando un dedo hacia David. Levantó las manos en fingida rendición. — No sé de qué estás hablando. — ¡Maldito ¡Maldito mentiroso! — contesté contesté — . ¡Hiciste que mi cita se enamorara de ti ti y luego le dijiste que estabas enamorado de mí! ¡Se arrepintió por ti!
— Oh, Oh, vamos, Yara. Tal vez no era para ti. Estaba parado de lado para mirarme, con el antebrazo apoyado en la barra. — Ha Ha estado viniendo tres veces a la semana durante dos meses. Me invitó a salir cada vez. David hizo una mueca y luego sacudió la cabeza tristemente. — Suena Suena como un acosador, si me lo preguntas. — ¿Ah, ¿Ah, sí? Se necesita uno para reconocer a otro. — ¿Qué ¿Qué vas a beber, británica? — británica? — preguntó el camarero. camarero. — Tu Tu bourbon más caro en las rocas, porque este maldito imbécil va a pagar — pagar — dije. dije. David asintió seriamente y sacó su tarjeta de crédito. — Lo Lo mismo para mí. Y amigo, deja de tontear con mi chica. Las botas son mías. El camarero miró a David con el ceño fruncido. — ¿Estás ¿Estás con este tipo, británica? ¿O te está molestando? Miré a David y suspiré. — Desafortunadamente Desafortunadamente es mi cita esta noche, pero te dejaré saber si necesito otro beso. — Me Me guiñó un ojo y se alejó para preparar nuestras bebidas. Nos quedamos en la barra de esa forma por dos horas, hasta que cerraron. En algún momento Brian vino a decirnos que se iba (con la chica medio desnuda), pero lo despedimos sin cuidado, demasiado absortos en nuestra conversación. — ¿Alguna ¿Alguna vez te han roto el corazón? — pregunté — . Como si realmente te hubieran golpeado y destruido de la peor manera posible. — Apoyé los codos en la barra y giré mi cabeza para mirarlo. Había estado esperando una respuesta a esta pregunta desde nuestra última conversación. Parecía perplejo.
— ¿Por ¿Por una mujer? — Sí, Sí, por una mujer — mujer — añadí añadí riendo — riendo — . O bueno, por un hombre. ho mbre. Lo que sea. Sacudió la cabeza. — No, supongo que no. Normalmente soy el que rompe. Cuando deja de sentirse bien, ¿sabes? No quiero darles esperanza. — Giró Giró su silla de un lado a otro, su tono ligero. — Ese Ese es tu problema — le le dije — . Tomemos a Bukowski, por ejemplo. No solo escribió sobre su pobre corazón roto, sino que estaba un poco loco siempre al al borde del suicidio suicidio y la locura. locura. Vivió lo suficiente suficiente para resultar herido y luego lo canalizó en su arte. — ¿Estás ¿Estás diciendo que mis canciones carecen de locura? — locura? — preguntó David sonriendo. — Eso Eso es exactamente lo que estoy diciendo. — Me Me encogí de hombros. Su sonrisa no vaciló; de hecho, parecía que realmente estaba considerando lo que dije. — ¿Es ¿Es eso lo que haces? — haces? — preguntó — . ¿Traer la locura? Me encogí de hombros. — No es una cosa fácil que te rompan el corazón. Tienes que amar a alguien de verdad — verdad — dijo. dijo. Eso era cierto, si no estaba en su poder, no podían romperlo. — Entonces, Entonces, ¿alguna vez has estado enamorado? — enamorado? — pregunté. — Como Como un cachorrito — comentó comentó y asintió — asintió — . La herida es superficial pero aún presente. Eso me gustó tanto que lo repetí para mí misma: superficial pero aún presente. Había salido con un puñado de artistas, no por elección, sino que sucedió de esa manera. Algunos de sus corazones se rompieron cuando decidí seguir adelante y dejar el estado; otros eran tan indiferentes como
yo. Pero aquellos que me quisieron siempre estuvieron confundidos cuando les dije que me iba. dijeron — . ¿Nosotros? — ¿Qué ¿Qué hay de mí? — mí? — dijeron Y entonces tendría que explicar que siempre habíamos sido algo temporal. Era una gitana. No se trataba de ellos, ni de mi llegada a un lugar ni de mi partida, pero no lo entendían. Les había advertido de antemano, antes de que sus sentimientos se involucraran, que al momento en que aterrizaba en un lugar ya estaba de camino. Creo que todos pensaron que podían hacerme enamorarme enamorarme de ellos y permanecer permanecer en un solo lugar. — ¿No ¿No quieres la ciudadanía americana? — americana? — Me Me había preguntado
un pintor de Chicago — Chicago — . Si te casas conmigo, puedes quedarte para siempre. Eso me envió corriendo aún más rápido. No quería quedarme en ningún lado para siempre. Dicho pintor había pintado una serie de retratos llamados Leaving, llamados Leaving, que que fueron exhibidos en varias galerías de todo Estados Unidos. Todos eran de la espalda de una mujer rubia mientras se alejaba de las ciudades de los Estados Unidos. He oído que recibió cheques de seis cifras por cada uno de ellos y finalmente abrió su propia galería. Nunca contacté con él, pensé que sería hortera, pero estaba feliz por su éxito. — ¿Y ¿Y qué dices, Yara? Una cita verdadera, no en un bar de mierda. — ¿Y ¿Y entonces qué? — qué? — pregunté. — Otra Otra cita, si va bien. Tal vez un poco de ardiente sexo en la playa. — Aquí Aquí no hay playa. — ¡Aja! ¡Aja! Sin embargo, estás interesada; de lo contrario, me habrías callado. El pintor había sido un hombre mayor con una hija adolescente. Los fines de semana, la recogíamos de la casa de su madre y la llevábamos al centro comercial donde elegiría zapatillas y mochilas caras, y su padre pagaría por ellos, con una expresión expresión de culpa en su rostro. Es lo mismo que le habría hecho a mi padre si lo hubiera conocido y hubiera estado dispuesto. Cuando me fui, pasé a ser uno de sus primeros momentos con el corazón roto, no el primero. El primero era poderoso; te cambiaba. Los míos habían sido tan devastadores, alterando la forma en que miraba a los
hombres y al amor. Y no era algo que se desvanecía con el tiempo, volviendo a tu anterior estado de creencia. Una vez que perdías la fe, se había ido. David me acompañó a casa cuando el bar cerró. No pidió subir y yo no hice ningún movimiento para invitarlo. — Nos vemos, Yara — Yara — dijo. dijo. Asentí porque no sabía qué decir. Realmente me había divertido, pero no estaba dispuesta a admitirlo. admitirlo.
10
M.A.S David vino a El Jane unos días más tarde, con una barba incipiente en la cara, una gorra de béisbol cubriendo su cabello. Estaba distraído, mirando su teléfono cada pocos minutos. Lo observé mirar por la ventana y mirar fijamente la televisión todo al mismo minuto, sin comprometerse con cualquiera de ellos. Me sonrió una vez, mientras yo estaba llevando una bandeja de comida a una mesa. La bandeja descansaba en mi hombro, los platos tintineando suavemente con mis pasos. Pero estaba acostumbrada a las sonrisas de David y ésta no alcanzó sus ojos. Serví los platos, echando una mirada preocupada sobre mi hombro hacia él. Pasaba algo malo. No tuve tiempo para hablar con él durante durante la hora del almuerzo, y cuando finalmente llegué a donde había estado sentado, se había ido, dejando un billete de veinte dólares en la barra y una nota no ta escrita en la parte posterior del recibo que le había dado. Había anotado su número y me había pedido que fuera al museo de arte con él. Encuéntrame allí mañana, decía. mañana, decía. Sé que tienes el día libre, le pregunté a tu gerente. 10:00 a.m. Qué comience la angustia. Un museo de arte, él conocía el camino a mi corazón. Arrugué el recibo y lo arrojé a la basura, pero después lo pesqué y lo puse en mi bolso. Parecía significativo de alguna manera que este chico estuviera persiguiendo mi compañía de una manera tan implacable. Sé que tienes el día libre, le pregunté a tu gerente. Suspiré. Iría. Podía intentar decirme que no lo haría y que no me importaba ni un poco la atención de David Lisey, pero simplemente no era cierto. Tenía problemas de papi como todos los demás, y que persiguiera mi corazón era algo que me atraía. Cuando la gente que se supone que te gusta no lo hace, hacía la atención masculina un requisito. A veces buscaba a mi madre en internet. Ni siquiera sabía el nombre de mi padre para buscarlo, pero mi madre tenía una página de Facebook y
algunos de sus álbumes estaban abiertos al público. No me atrevía a enviarle una petición de amigos. No quería que supiera que me importaba. Su perfil era privado, pero de vez en cuando cambiaba su foto de perfil, y la estudiaba durante horas, guardándola en mi teléfono y luego borrándola. Guardándola una vez más. ¿Era yo o ella? ¿Por qué había decidido no ser mi madre? ¿Me amaba? Nunca lo sabría porque nunca lo preguntaría. Ese era el asunto con el orgullo, volvía a nuestros corazones miopes. Las fotos de su perfil eran de ella sola, sonriente, de pie delante de un pub o de un hito nacional. A veces posaba con un gato marrón moteado que solo tenía un ojo. Haría zoom en ese gato y su ojo se desfiguraba aún más, preguntándome qué tenía él que yo no tenía. Mi madre odiaba a los animales; una vez la vi patear a un perro. — Todo Todo lo que no es humano es un roedor — me me dijo una vez — . Y algunos humanos también son roedores — había había añadido.
En ese momento me había preguntado si estaba hablando de mí. A menudo se refería a los niños como parásitos. Al verla abrazar a un animal, mirarlo con sincero cariño, me dije que el gato pertenecía a una vecina o una amiga, que solo lo publicaba por amor a las apariencias, como aquellas personas que usaban pieles y fingían que les gustaban los animales. Pero no estaba segura. Tal vez había cambiado. Eso dolía peor que ella solo siendo la forma en que era. Que se había convertido en el tipo de persona que abrazaba a los gatos cerca de sí pero nunca había abrazado a su hija. Lo empujé todo a un lado, era tan buena en eso. La compartimentación compartimentación era la clave clave del éxito. Cambié mi atuendo tres veces a la mañana siguiente. Primero, fueron unos jeans negros y un suéter rosa, luego pantalones de chándal gris y una sudadera térmica. Después me cambié de nuevo por razones obvias, de nuevo al suéter rosa. Finalmente, me decidí por ir todo de negro. Era emo, era gótica, era una asesina de corazones y no me importa ni un carajo el puto David Lisey. Empujé mi cabello en un moño severo y abundante delineador de ojos a través de mis párpados. Mi lápiz labial … no llevaba ninguno, porque a las chicas que no usaban lápiz labial no les importaba nada. Eso es lo que mi madre solía decir. Me pongo manteca de cacao en lugar de lápiz de labios en caso de que él tratara de besarme. MAS. Museo de Arte de Seattle. Me esperaba afuera. Lo vi antes de que él me divisara. Me detuve en medio de la calle cuando lo vi, justo
cuando la luz cambiaba a rojo. Un auto me tocó la bocina. No sabía por qué me detuve; tal vez fue que lo vi y luego no pude moverme. Llegué al otro lado justo cuando él me vio. Tenía las manos en los bolsillos, y no las sacó mientras me observaba caminar hasta él. Tenía cierta expresión en su rostro. — Ni siquiera pareces sorprendido sorprendido de que haya venido — venido — le le dije. — No lo estoy. — estoy. — Él Él se encogió de hombros. — ¿Por ¿Por qué no? — Cuando Cuando hay química no puedes detener la reacción. — Eso Eso es tan inteligente, Bill Nye — Nye — dije. dije. — ¿Cómo ¿Cómo sabes del científico, Inglesa? — También También tenemos internet de mi lado del charco. Tomó mi mano a medida que caminábamos hacia las puertas, y lo dejé. Me había dado un apodo y ni siquiera lo había besado todavía. — Me Me gustan tus botas — botas — comentó. comentó. Miré hacia mis botas. Las mismas por las que el barman había comentado unas cuantas noches antes. — ¿Por ¿Por qué? — qué? — le le pregunté — . ¿Qué te gusta de ellas? — Parecen Parecen que las has tenido durante una docena de años. Como si fueran muy preciadas. Si puedes amar unas botas de esa forma, ¿cuánto más podrías amarme? Estaba sin palabras. Estupefacta. Me sentía tan estúpida por gustarme lo que dijo, tan vulnerable. — Solo Solo son botas — botas — le le dije — . Estás haciendo un escándalo por unas botas. — Ni siquiera eres de aquí, Yara — Yara — dijo dijo mientras mantenía la puerta abierta para mí — — . Todo lo que tienes significa algo. Estaba en lo correcto. Tan cierto. — Te Te diré sobre las botas si me cuentas lo que te pasó ayer.
Me miró sorprendido, sus dedos apretando los míos por un breve instante. — ¿Cómo ¿Cómo sabes que algo andaba mal? — mal? — me me preguntó. — Simplemente Simplemente lo noté. Él miró hacia otro lado y luego hacia mí. — Mi Mi padre — dijo dijo — . Tuvo un derrame cerebral. Está bien — añadió con rapidez — rapidez — . Pero, estábamos asustados. Ver a tu héroe acostado en una cama de hospital, pálido e indefenso, realmente pone las cosas en perspectiva, ¿sabes? No lo sabía. No tenía héroes. Ni ídolos. ídolos. — No lo sé — dije dije — . Pero, no me gusta cuando estás dolido. — Supuse que ambos parecíamos sorprendido. Ciertamente lo estaba — estaba — . Olvida lo que dije — dije — añadí. añadí. — ¿Qué ¿Qué dijiste? Sonreí. — Me Me gusta cuando te preocupas por mí y luego finges que no lo haces — comentó comentó David — David — . Es casi como si soy el único que tiene ese privilegio. — ¿Parezco ¿Parezco así de fría? — Sí. Sí. Suspiré. — Tienes Tienes que serlo. Cuando te han herido y estás tratando de estar bien. No puedes dejar que la gente gente sepa que tienen poder sobre ti. ti. No me escarmentó ni trató de demostrarme que estaba equivocada. Aprecié la falta de clichés … de simpatía. Nos detuvimos frente a una pintura de un niño en una patineta. Nadie la estaba mirando, pero él estaba actuando para para sí mismo. — Es Es mejor que seas cautelosa — dijo dijo — . Si no hay nadie que te proteja, tienes que protegerte protegerte tú misma. — Guau — Guau — dije dije — . Eso casi hace que me gustes.
— ¿Qué ¿Qué sellaría el acuerdo, Yara? Soy un experto. — Y solo así, volvimos al coqueteo normal e ingenioso. Negué con la cabeza y él sonrió y nos fijamos en una escultura de un rostro entre una flor de loto. Perfecto. Sí, iba a salir con él. Lo supe entonces. Un minuto serio, al siguiente bromeando. Él me hacía ser ligera y divertida de verdad, sin disminuir la importancia de ello. El hombre perfecto. Perfecto para mí.
11
LA PRIMERA VEZ La primera vez que tuvimos sexo no fue como en los libros y las películas. Nada coreografiado, nada de sutilezas. Habíamos vuelto a mi apartamento después de pasar la tarde en el museo y una cena rápida de sushi y vino. Él no podía abrir el broche de mi sujetador y yo tuve que estirarme para alcanzarlo y desabrocharlo mientras sus labios besaban una línea a través de mi clavícula, y gemía como si ya estuviera dentro de mí. No metió su polla en mi boca ni me dijo que lo tomara mientras yo me ahogaba y fingía gustar asfixiarme con una polla. Me tocó el cuerpo con reverencia, como si estuviera hecho de algo quebradizo. Era como si nunca hubiera visto pechos tan hermosos como los míos, un estómago tan hermoso como el mío. Mis piernas eran una de las Siete Maravillas del Mundo para David Lisey. Lo vi experimentarme y yo estaba a la vez fascinada y cautelosa. Su cara era una mezcla de dolor y rabia que no entendía hasta que le pregunté sobre ello más tarde. — Estaba Estaba enojado de que otros hombres te hubieran tocado antes
que yo. Estaba intentando no perder el control. ¿Estaba enojada porque él hubiera sido tocado por otras mujeres? No. No era del tipo de persona que le importaba el pasado. Sabía que la mayoría de las mujeres estaban celosas de las ex amantes y las relaciones pasadas, pero yo no era así. Mi amiga Ann, al oír la historia de mi vida, me dijo que nunca había estado enamorada. Pero estaba equivocada. Había estado enamorada más veces de las que podía contar. En ese momento, había argumentado que me había enamorado de todos los hombres con los que había estado, simplemente era el tipo de mujer que sabía cuándo era el momento de seguir adelante. me había dicho — . No existe eso de seguir — Esa Esa es la cosa, Yara — me adelante cuando se está realmente enamorado. Tú intentas y sigues intentándolo, pero ese amor es como una mancha en tu vida. No vida. No es tan fácil.
El sexo con David había sido diferente. Hubo sinceridad en la forma en que me tocó, una honestidad y apertura. Muchos hombres me habían tomado, probado su experticia, dejaron moretones en mi cuerpo y hormigueo en mis extremidades. Había sido un gran espectáculo cada vez, la forma en que querían impresionar en lugar de ser impresionados. Nadie había besado mis pezones con tanta reverencia. Nadie había metido un dedo dentro de mí y gimió de placer. Esto era lo que q ue era ser adorado. Después, permanecimos acostados separados mirando al techo. Una de sus manos estaba debajo de la sábana sobre la parte superior de mi muslo, caliente y pesada. Me gustó la sensación y la detesté al mismo tiempo. No debías acostumbrarte a la sensación de la mano de un hombre en tu cuerpo porque pronto desaparecería, y entonces ¿qué harías? ¿Llorar hasta dormirte todas las noches como mi madre? Agarré la sábana contra mi pecho con ambas manos mientras mis ojos se movían rápidamente sobre el techo. Eché un vistazo a David y él me estaba observando. obs ervando. — ¿Por ¿Por qué me miras así? — así? — pregunté. ¿Me estaba sonrojando? Eso sería embarazoso. — Háblame Háblame de tus botas — botas — dijo dijo — . Aquellas que siempre usas. Fruncí los labios y puse los ojos en blanco. — No todo tiene una historia, David — David — respondí respondí — — . Solo son botas. — Tal Tal vez no creas que la sencilla historia de tus botas sea importante, pero son las cosas simples las que dicen más sobre nuestras complejidades. Su interés en mí se sintió como una carga. Si cavaba demasiado profundo, saldría con las manos vacías. vacías. — Compláceme. Compláceme. — Se Se estiró y tocó un mechón de mi cabello, levantándolo entre sus dedos y tirando. Suspiré, pero ya estaba de acuerdo con su petición, sacando de mi memoria la historia de las botas. — Cuando Cuando dejé Inglaterra y vine aquí a América, empecé en Nueva York. El sueño de todos, ¿verdad? Ver la gran ciudad de Nueva York. — Me reí de mí al recordarlo, pero él solo asintió — asintió — . El único par de zapatos que traje conmigo era un par de sandalias. Era verano y supuse que
compraría lo necesario cuando me instalara. De todos modos, conseguí un trabajo en un restaurante en Manhattan y por supuesto, tuve que comprar un par de esos zapatos antideslizantes terribles que los restaurantes requieren a menudo. Así que entonces solo eran las sandalias y los zapatos feos del restaurante. Estuve muy deprimida ese otoño. Fue una combinación de extrañar mi hogar y no poder encontrar mi lugar en Nueva York todavía. Un día estaba caminando al trabajo con mi cabeza baja, pensando en el terrible fracaso que era, cuando levanté la vista y vi estas botas en una vitrina. Eran rudas, tenaces… ya sabes… sabes… — Miré Miré a David y él asintió como si supiera exactamente — exactamente — . Así que entré en la tienda y las compré. Excepto que costaban cuatrocientos dólares y requerí cada centavo en mi cuenta bancaria. Pero, no me importó. Estaba convencida de que las botas me harían más dura. Y las he usado desde hace un año y no muestran signos de desgaste. Los mejores cuatrocientos dólares que he gastado alguna vez, incluso si tuve que comer cada comida de la barra de ensaladas gratis en el trabajo durante el mes siguiente. David rodó sobre su espalda y ahora era su turno de mirar el techo. — Y no querías contarme esa historia — comentó, comentó, sacudiendo la cabeza. — ¿Vas ¿Vas a escribir una canción sobre eso? — eso? — bromeé. Era una broma, broma, solo una broma, pero él asintió seriamente. — Sí, Sí, probablemente. Rodé mis hombros y me estiré, de repente avergonzada y deseando cambiar de tema. — ¿Todo ¿Todo ese gran sexo te provocó un nudo en el cuello? — De De repente, ya estaba apoyándose en sus codos, sus ojos con una mirada traviesa. Me reí y puse una mano sobre su cara para empujarlo. Besó mi palma y luego cayó sobre su espalda. Estuvimos juguetones por un rato. No se sentía trabajoso estar con él. él. — No me han adorado de esa manera antes — le le dije, medio bromeando y medio enserio.
Rodé encima de él para distraerlo de mi declaración extravagante, presionando mi nariz contra la suya. — Eso Eso parece terrible — dijo, dijo, con voz ronca — ronca — . Algo tan poderoso como tú. — tú. — Se Se estiró para amasar mi trasero y cerré los ojos y enterré mi cara en el hueco de su cuello. — Otra Otra vez — vez — dije dije — . Vayamos al templo otra vez… vez … Agarró mis muslos y los separó para que yo estuviera a horcajadas sobre él. — Abre Abre entonces — entonces — dijo dijo — . Déjame entrar.
12
CAFÉ Abre entonces, déjame déjame entrar. Dejé el café a un lado y luego me metí en el baño para cepillarme los dientes y ponerme mi cabello en orden. Podía oírlo roncar suavemente en el dormitorio, un sonido suave, sin embargo, me provocó ansiedad. Normalmente no los dejaba pasar la noche, pero él no era como los otros, ¿verdad? No, alrededor de los otros siempre me sentía demasiado vestida, blindada. Habían curioseado y tirado un poco, pero mi armadura estaba hecha a medida, fuerte. Con David, me sentía desnuda, las partes más blandas de mi carne expuestas y vulnerables. Por eso estaba en el baño recobrando la compostura cuando normalmente no importaba. Como si pudiera cubrir una cosa con otra, otra, ¿sabes? Busqué las tazas y las puse en la encimera, con las manos temblando. Era un buen chico, pero era un chico. Nada que ver con los hombres con los que suelo dormir: duros… duro s… desinteresados… sórdidos. Lo escuché removerse en la otra habitación y luego el crujido de las sábanas mientras salía de la cama. Preparé mi cara, arreglé mi expresión para parecer aburrida. No aburrida. No es gran cosa, cosa, los hombres son lo que sea. sea. Era horrible ser esta persona, tan atiborrada de malas experiencias que no podía dejar que nadie vea su cara real. Él se acercó detrás de mí y levantó mi camiseta para envolver sus brazos por debajo de ella de modo que estábamos piel a piel. Me gustó, aunque en ninguna circunstancia habría admitido eso alguna vez. Me sentí como uno de esos bebés en la sala de neonatales necesitando atención de un personal para vincular. — Hola — Hola — dije dije — . He hecho el café. Me aparté, jugando con el azúcar y la crema. Tan blanco. Uno era suave y rico, el otro era granoso y duro. Me gustó la forma en que se veían puestos uno junto al otro: el bote de crema y el cuenco de azúcar. — Puedo Puedo ver eso.
Me dio la vuelta, las puntas de sus dedos ya rozando los lugares correctos en mi ropa interior. Dejé que me hiciera retroceder hasta que estaba presionada contra la encimera, la cafetera silbó suavemente detrás de mí. Decidí justo entonces que el sonido de la cafetera hirviendo era la mejor banda sonora para el sexo. Su cabello lucía desaliñado, sus ojos llenos de mí a medida que me observaba fijamente. Ten cuidado, David, quise decir. Él estaba intentando ver dentro de mí y eso nunca era una buena idea. Sus dos pulgares pasaron por los lados de mis bragas a medida que trabajaba en sacarlas. Se deslizaron por mis piernas y cerré los ojos contra la sensación: el algodón suave se hizo tan erótico emparejado con el deseo. El siseo del café, el dedo que me encontró y me presionó. Mis rodillas tambalearon, solo un poco y aspiré una bocanada de aire a través de mis dientes apretados hasta que liberé mi propio siseo. — ¿Ah, ¿Ah, sí? — dijo, dijo, pareciendo interesado — interesado — . Dime más. — Tenía Tenía unos labios tan llenos, unos ojos tan serios. Me mordí el labio inferior, decidida a no hacer ningún otro sonido. No le diría ni una maldita cosa. — Dime, Dime, Yara — Yara — instó. instó. Incliné la cabeza hacia atrás, intentando no jadear, clamando a la extensión blanca del techo para pedir ayuda. — No quieres darme tu voz, pero tus ojos también hablan — dijo. Los cerré — . Ah. Bueno, eso se ocupa de eso. — Cambió Cambió sus movimientos: con un pulgar fuera, dos dedos dentro. Todo se movía en círculo. A ritmo, pensé. ritmo, pensé. Es músico. Sentí músico. Sentí que su mano libre se movía hacia mi pecho. No a mi pecho, sino al área general donde mi corazón estaba latiendo una canción rápida. — ¿Qué ¿Qué hay de esto? — esto? — preguntó — . ¿También puedes ralentizar tu ritmo cardíaco… cardíaco … tu respiración? — respiración? — Lo Lo hice. Tomé un par de respiraciones profundas, relajadas. Estaba subiendo a la cima, incluso así, iba cuesta arriba, un poco tensa. — De De acuerdo — dijo. dijo. Nuestras mejillas se presionaron entre sí y pude sentir su aliento en mi oído — oído — . Aunque, olvidaste una cosa, Yara. — Yara. — Añadió velocidad y presión al movimiento que sus dedos estaban
haciendo. No estaba segura si se suponía que debía preguntarle qué era lo que había olvidado, y temía cómo sonaría s onaría mi voz si lo hacía — hacía — . Estás muy, muy húmeda — húmeda — dijo dijo — . Tu cuerpo siempre te traicionará. Es un chismoso. Y entonces me corrí tan duro que realmente no hubo manera de que retuviera los sonidos dentro de mi cuerpo. Grité y cuando terminé, me deslicé hasta el suelo agotada. David silbó mientras servía el café. Miró hacia abajo sobre mí una vez para preguntar cuántos terrones de azúcar usaba y levanté dos dedos sin mirarlo. Luego me dio la taza y se sentó a mi lado en el suelo. — Esto Esto es agradable — comentó. comentó. Tomó un sorbo de café y miró hacia la pared conmigo, con una pierna alzada, y su antebrazo descansando casualmente a través de su rodilla. — Solo Solo estamos mirando una pared — pared — dije. dije. — Así Así es — es — me me aseguró — . Estamos mirando una pared, y mis dedos huelen a ti, y hace solo unas pocas horas en serio me corrí jodidamente duro dentro de la mujer más hermosa que he visto alguna vez. Y ahora estamos haciendo lo que más me gusta: tomar café y ser reflexivo s… mientras miramos una pared. Asentí con una nueva apreciación hacia mi pared. — Es Es una pared bonita — bonita — dije dije — . Muy blanca. — Muy Muy blanca — blanca — concordó concordó — . Y lisa. — No sería tan blanca si tuviera hijos. Las personas con hijos siempre tienen paredes sucias. — No sé lo que me poseyó para decirlo. Incluso, por qué en ese momento estaba pensando en niños, especialmente dado que NO LOS QUIERO. David D avid aprovechó el momento. — Oye, Oye, oye, oye, sé que soy bueno en la cama, pero maldición, mujer. ¿Ya estamos planeando nuestra vida juntos? — Lo Lo miré fijamente, mortificada, y él rio — rio — . Relájate, Inglesa — dijo dijo — . Primero te pediré que te cases conmigo. Vamos por pasos. Suspiré. — Estuviste Estuviste muy bien — bien — comenté comenté — . Lástima que solo estuviste bien por unos cuatro minutos antes de… de…
Una pesadilla: empezó a hacerme cosquillas. Sus largos dedos se movieron entre mis costillas, arrastrándose por mis costados. Me caí sobre s obre la madera riendo tan fuerte que no podía respirar. David se sentó a horcajadas sobre mí, dejando besos por toda mi cara a medida que sus manos seguían encontrando mis puntos débiles. Por puro milagro, ninguna de las tazas de café se volcó, y cuando terminó conmigo, se levantó y me puso de pie. — Si Si practicamos todos los días, de hecho, dos veces al día, creo que puedo añadir un minuto a mi tiempo cada vez. — Estaba Estaba bromeando, pero sonó tan esperanzado, como si follarme por un largo período de tiempo le traería la verdadera felicidad. Me empujó hacia mi habitación y de pronto se detuvo a medio camino de la puerta. — ¿Quieres ¿Quieres hijos? — hijos? — preguntó. Sacudí la cabeza en negación. — Hmm. Hmm. — Él Él estudió mi cara pensativamente, como si no me creyera — . ¿Por qué no? — No quiero joder a nadie más — más — le le dije. Era la verdad. Aquellos de nosotros que habíamos sido jodidos pensaban en esas cosas. No todo el mundo era optimista. — ¿Crees ¿Crees que cambiarás de opinión? — preguntó, y me pregunté si esto acabaría con el trato automáticamente. Por lo general, los hombres corrían cuando les decías que querías tener a sus bebés, David estaba decepcionado con que no quisiera tener a sus bebés, o los de cualquier otra persona. — No me mires así — así — dije dije — . No estoy destrozada porque no quiero lo mismo que todos los demás. Y, no, no estás invitado a arreglarme, o suavizar mi corazón, o hacerme querer cosas que nunca supe que quería. Me miró por un largo tiempo, y luego dijo: — Está Está en la naturaleza humana querer arreglar las cosas. En realidad, ese fue mi primer pensamiento, pero tienes razón. Alguien debería aceptarte como eres, no tener una agenda de cómo quiere cambiarte.
Respiré profundamente. Me gustó un poco más. Más que hace cinco minutos cuando estábamos mirando a una pared y bebiendo nuestro café. Si esto seguía así, me iba a enamorar al anochecer. — De De acuerdo — acuerdo — añadió añadió — . ¿Qué tal de la adopción? De esa manera no estarás trayendo más almas al mundo, solo estarás ayudando a los que ya están aquí. Antes había pensado en la adopción. Pero, solo tenía veinticinco años. Todavía parecía una idea remota. — Un Un niño mayor — mayor — dije dije — . Tal vez de ocho o nueve. — Maravilloso — Maravilloso — dijo dijo — . Me gusta eso. Me gusta mucho eso. — Genial. Genial. Ahora, ¿podemos encargarnos de los asuntos, o quieres planear nuestro próximo retiro? retiro? — Ya Ya lo estás captando, Inglesa. — Él Él sonrió — . Vernos como un acuerdo a largo plazo. No sabía si estaba estaba sonriendo porque me estaba llamando llamando Inglesa, lo cual era totalmente ridículo, o si me divertía el hecho de que estaba planeando nuestra vida juntos. Ya estábamos en nuestro camino a la cama cuando me miró y dijo: — No eres igual que todos los demás. demás. Crees que sueno loco, pero en cuanto te miré, quise escribir una canción. Eso significa algo. — Significa Significa que soy atractiva — atractiva — le le dije — . Y tienes pene. No eres el primer hombre en usar su pene para almacenar la inspiración. inspiración. — Cállate — Cállate — dijo dijo — . Hablas demasiado.
13
POR QUÉ Cuando estaba fuera de la ciudad y en el campo, me sentía ahogada, cortada de la vid. No había suficientes latidos en el campo; tenías que ser paciente, tener un oído para la voz de la naturaleza. Encontré esa clase de silencio demasiado escandaloso, así que apretujé mi vida, la comprimí en una docena de pequeños apartamentos tipo estudio. Hice eso una y otra vez, probando las ciudades de América, aprendiendo sus latidos y luego siguiendo adelante. Nueva York, Nueva Orleans, Chicago y Miami. Llevé bikinis y bronceados a dorados oscuros, y luego desvanecí a un color blanco lechoso y me cubrí con abrigos y bufandas bajo mi nariz perpetuamente vestida para el frío. Encontré razones para no ir a casa, a la ciudad que más me gustaba. Sin embargo, ya casi era hora. Estaba en mi última parada. Excepto… Excepto… David. Estaba haciéndome difícil pensar en irme. Me dije que solo estaba divirtiéndome, así que por supuesto, no quería irme todavía. Pero como todas mis relaciones, el deseo de estar con él pronto se desvanecería y entonces estaría lista para ir a casa. David tenía esta sonrisa. Sus labios se comprimían en un puchero entre dos líneas de sonrisa profunda y te veía como si ya pudiera verte desnuda. A veces, cuando cantaba, sonreía así y las chicas perdían la cordura, extendiendo sus manos al escenario y gritando enloquecidas. Podía imaginarlo en un escenario más grande, sonriendo así a una audiencia de miles. Me hacía sentir mal pensar en ello. Pero, cuando me sonreía así, me imaginaba teniendo sus hijos. Nunca le decía eso, pero lo hacía. Yo imaginando bebés. Su sonrisa frustraba mi misión. Era una musa, no una esposa, no una madre. Más que nada, tenía miedo. Quizás Ann tenía razón. Aprendí que el mejor momento para hacerle preguntas acerca de sí mismo era después del sexo, mientras todavía permanecíamos enredados juntos y recuperándonos. Él me había enseñado ese truco la
primera vez vez que estuvimos juntos, juntos, preguntando por mis botas. A veces nos turnábamos preguntándonos cosas; a veces solo había un locutor y un oyente. — ¿Por ¿Por qué eres cantante? ¿Por qué tienes una banda? — banda? — Estábamos Estábamos acampados en mi cama, las limpias sábanas blancas enredadas entre nosotros. Afuera la lluvia caía. Tan pronto como dije esas palabras, rodó sobre su espalda y empezó a reír. Luego repitió todo lo que dije en el peor intento de un acento británico jamás escuchado. — Idiota — Idiota — dije dije — . Eso me pasa por estar interesada en tu vida. — Vamos, Vamos, Inglesa. — Inglesa. — Frotó Frotó sus pies en calcetines contra los míos y miró hacia el techo — techo — . Soy cantante porque soy narcisista. ¿No es lo que dicen? Y tengo una banda porque no puedo tocar todos los instrumentos por mi cuenta. — Sus Sus ojos estaban iluminados. Le encantaba burlarse de mí. Yo también lo hacía. — Nadie es tan básico — básico — le le dije — . Todos tenemos nuestra mierda. Se pasó una mano por la cara y miró al techo. — ¿Por ¿Por qué siento que acabo de tocar un nervio? — pregunté. De pronto emocionada. David dudaba en hablar sobre sí mismo, prefería escuchar. Para mí, esa era la marca de un verdadero artista, alguien que en lugar de tomar daba. Apoyé mi cabeza en mi mano y corrí mis dedos por su pecho. Si podía conseguir presionar un poquito más duro me diría cualquier cosa que quisiera saber — . ¿Qué es? Dime — Dime — le le pedí. — Soy Soy una persona promedio — promedio — dijo dijo — . El hijo medio por completo. — Quise Quise reírme, pero no lo hice — hice — . Así que tuve que encontrar algo en lo que ser bueno. Para diferenciarme del cabrón de mi hermano mayor y mi necesitada hermana menor. — Me Me reí de la descripción de sus hermanos. Cada vez que la gente hablaba de sus hermanos, era con amor y resentimiento a la vez. —Entonces, tú… — Comencé Comencé a tocar la guitarra de mi hermano mayor. Resulta que también tenía una voz muy buena. Pero no lo supe hasta que una chica me lo dijo. — ¿Qué ¿Qué te dijo? ¿Quién era?
— Era Era mi vecina. Me oía cantar en el patio trasero y un día me dijo que sonaba como Mark Lanegan. No sabía s abía quién era, así que lo busqué. El mayor cumplido vino cuando me pidió que cantara en su fiesta de cumpleaños. Ella era tres años mayor que yo. También me pagó unos cien dólares. Mi primer concierto pago. Me imaginé unas largas piernas bronceadas, cabello castaño oscuro… oscuro… y estaba celosa de ella porque lo oyó cantar antes que yo, reconoció a Lanegan en su voz. — ¿Crees ¿Crees que suenas como él? — No lo sé. No pienso en eso. — Pero Pero eso es lo que hacen los narcisistas — dije dije — . Piensan en sí mismos… mismos… Él rio, llevándose mis dedos a sus labios y besándolos. Se volvió para mirarme. — ¿Tú ¿Tú crees que soy bueno? La vulnerabilidad en sus ojos me advirtió que tuviera cuidado: sus ojos suaves y las pestañas gruesas. Le importaba mi opinión. ¿Cómo me había hecho eso en tan poco tiempo? Y él era bueno … pero podía ser mejor. Tal vez eso era cruel de mi parte. — Creo Creo que siempre hay espacio para ser mejor — mejor — le le dije. — ¿Qué ¿Qué significa eso? Me alejé, consciente de que había cometido un pecado. Necesitaba aprender a mantener la boca cerrada. La verdad no era necesaria en cada situación. Con cuidado, Yara. — Eres Eres bueno. Nadie puede refutar eso. Pero, es casi como si estuvieras fingiendo. ¡CON CUIDADO, YARA! David se levantó de la cama y salió de la habitación. No podía ver su cara así que no sabía lo que estaba pensando. — No tienes por qué ser un maldito maldito bebé — bebé — dije dije detrás de él.
También me levanté, me puse la ropa en un arrebato. Escuché el rasgón de la costura en mi camisa a medida que la empujaba bruscamente por mi cabeza. Estaba enojada porque porque él se hubiera ofendido, enfadada enfadada por haber dicho lo que dije. ¿Qué diablos pasaba conmigo? Arruiné las cosas en menos de un mes. Tenía que dar un paseo, despejarme la mente. Estaba a medio camino de la puerta todavía intentando calzar el talón de mi pie en mi zapato cuando me agarró por la cintura. Me alzó con facilidad y no luché cuando me llevó de vuelta a la cama y me arrojó en ella sobre mi espalda. Era uno de esos momentos en que me di cuenta que podía ser madura y hablar de esto en lugar de dejar la ciudad y comenzar una vida nueva. Ya me había decidido por Santa S anta Fe. — El El hecho de que lastimes mis malditos sentimientos no significa que quiero que te vayas — dijo dijo — . Mis sentimientos son mi problema, no tuyos. Apoyé una pierna en mi talón y miré al techo, para nada convencida. Podía olerlo en las sábanas. — Qué Qué maduro — me me las arreglé a decir. Era cierto, pero salió sarcástico. No mucha gente podía hacer lo que él acababa de hacer. — A veces, también siento que estoy fingiendo — dijo dijo — . Es una cosa difícil de escuchar. Como si estuvieras en mi cerebro jodiendo por ahí con mis inseguridades. Me senté de inmediato. — ¿Tu ¿Tu familia está apoyando lo que haces? — ¿Estás ¿Estás bromeando? De ninguna manera. Quieren que haga algo respetable con mi vida. Todo esto se trata tanto de probar que están equivocados como de la pasión. — Bueno, Bueno, entonces ahí está tu problema — dije, dije, suspirando — . Cuando intentas probar tu arte a alguien, terminas fallando cada vez. — ¿Ah, ¿Ah, sí? — Sí. Sí. — ¿Cómo ¿Cómo sabes eso? — eso? — preguntó.
No estaba siendo sarcástico. Era una pregunta genuina de un hombre genuino. Un hombre desnudo. Él parecía nunca darse cuenta que estaba desnudo, ni siquiera ahora mientras se apoyaba contra el marco de la puerta, medio erecto. artistas. — Eché Eché un vistazo — No soy un artista, pero he estado con artistas. — a su polla y me aclaré la garganta — garganta — . Reales y falsos. Los he visto triunfar y fracasar, y aquellos que fallaron siempre tuvieron algo que probar. Se convirtió en la prueba más que en el arte. Y la pureza se perdió. Me miró durante largo rato. — Tengo Tengo la impresión de que piensas que soy más profundo de lo que realmente soy. Lamento si te di esa impresión. Me reí. Tal vez tenía razón. El último hombre con el que había dormido leía libros de filosofía tan amplios como mi cara, y había hecho viajes a lugares como la India y el Congo para descubrirse a sí mismo. Me había aburrido hasta la muerte con su autoexploración, sin tomarse nunca un momento para salir de su propia cabeza y explorar lo que había dentro de los demás. David era su opuesto. — Bajaré Bajaré el tono — dije dije — . Solo estoy tan hambrienta de información. — No cambies cambies — dijo dijo suavemente — suavemente — . En cierto modo, me gusta. Me conozco mejor contigo alrededor. También me dan más dolores de cabeza. — ¿Porque ¿Porque soy demasiado intensa todo el tiempo? — Porque Porque eres tan hermosa que haces que me duelan los ojos. Eso fue suficiente para atraer a una chica ya enamorada. Me quité los pantalones, me quité la camisa y subí a la cama. — ¿Estamos ¿Estamos juntos, Yara? — Yara? — preguntó — . ¿Somos algo? — No — No — respondí respondí — — . No quiero una relación. Lo sabes. — Está Está bien. — bien. — Él Él asintió. — Ahora Ahora ven aquí — aquí — dije, dije, acariciando la cama — cama — . Estás desnudo.
14
CREPÉS Me desperté una mañana con una de las canciones de David pegadas en mi cabeza. Era una canción llamada “Cinco Dólares”, Dólares”, y no tenía sentido incluso cuando él había intentado explicármelo. Después que dejó mi apartamento para ensayar, hice café y reproduje la canción, escuchando atentamente el mensaje que él insistió estaba allí. Era pegadiza y no podía quitármela ni siquiera cuando puse un disco de Cat Stevens y traté de escuchar algo más. Y si su canción estaba en mi cabeza significaba que él estaba en mi cabeza. Me vestí con mi sudadera, decidiendo dar un paseo a Pike para desayunar. El aire fresco, los crepés, y el ajetreo del mercado pudieron despejar mi mente de David Lisey. Mi lugar favorito de crepés estaba en lo más profundo del mercado. Los lugareños sabían dónde estaba, pero los turistas tenían que tropezar con él por casualidad, y luego les era difícil de encontrar la próxima vez que intentaban volver. Tenía mi cabello amarrado en una grasienta coleta alta y lo único que llevaba puesto en mi cara era un poco de manteca de cacao. El Mercado Pike Place era mi cosa favorita de Seattle. Sus tiendas excéntricas y los propietarios extraños me recordaban al Camden Town en casa. No N o de una manera obvia; si los ponías juntos, se verían y olerían totalmente diferentes. Había una cualidad subversiva en ellos, un derrocamiento de la pretensión. Pasé a Rachel, el cerdo de oro con las que a todos les encantaban posar y giré a la izquierda. Alguien A lguien estaba a horcajadas sobre su espalda, con los brazos en el aire para una foto. Volví la cabeza al último minuto y saqué la lengua para arruinarles la foto. Estaba teniendo pensamientos profundos en cuanto a los turistas cuando doblé la esquina y vi a David. Estaba de pie justo en frente de mí, la tienda de donuts detrás de él. En un primer momento, sonreí porque hace tan solo unas horas estaba dentro de mí. Pero, luego vi que no estaba solo y mis emociones se desinflaron como un globo. No tuve forma de agacharme, agacharme, ni esconderme.
— Oh, Oh, hola — hola — dije, dije, nerviosa. Intenté no mirar a la chica que estaba con él, pero estaba el hecho de que la conocía. Nya se aferraba a su brazo sosteniendo una bolsa de plástico en su mano libre. Podrían haberse topado por casualidad, pensé. casualidad, pensé. Espera antes de reaccionar. — ¿Qué ¿Qué están haciendo aquí? El baterista y el bajista de su banda también estaban con ellos. Todos llegaron a una abrupta parada cuando me vieron. — Acabamos Acabamos de desayunar — desayunar — me me informó Nya — Nya — . Y ahora vamos a dar un paseo. — Oh — Oh — dije. dije. No podía ni mirarlo. Veía por encima de su hombro a los coloridos pimientos exhibidos colgando de un puesto del mercado. ¿Recuerdas a Ferdinand y Brick? — Brick? — preguntó, señalando a los los dos — ¿Recuerdas chicos flanqueándolos — flanqueándolos — . Están en la banda. Todo en Ferdinand parecía largo. Tuve que inclinar el cuello hacia atrás para mirarlo a la cara. Él asintió hacia mí, divertido. Brick, el más sólidamente fornido de los tres, tenía ojos somnolientos y rastas enrolladas como una colmena en su cabeza. Él parecía aburrido a pesar del drama desarrollándose. — ¿Adónde ¿Adónde vas? — David David lo dijo en voz tan baja que casi no lo escuché. — A desayunar — desayunar — respondí respondí — — . Crepe De France. — De De ahí es donde venimos — venimos — dijo dijo Nya de manera casual. ¿Era solo yo o su voz sonaba agresiva? No tienes permitido sentir nada de esto, me dije. Y era cierto. No habíamos redactado ningún contrato emocional. Había rechazado su petición a una relación al menos una docena de veces. Oficialmente, no éramos nada, pero nos gustábamos y nos gustaba follar. Aun así, se podría pensar que esperaría un par de horas antes de ir a su próxima cita. Me pregunté por cuánto tiempo habría estado viendo a Nya. Y entonces lo sentí, oh, qué asco… asco … celos. De repente perdí el apetito.
— Entonces, Entonces, ¿a cuántas chicas te follas en un día? — pregunté. Fue casual. Podría haber estado preguntando sobre el clima. Cuál es el punto de fingir que no estás herida, ¿sabes? Pasamos tanto tiempo pretendiendo que nada nos puede afectar que los hombres de hecho han comenzado a creerlo. Tanto Ferdinand como Brick parecieron súbitamente alertas, con los ojos muy abiertos, mientras que David me miraba fijamente. Tenía que concedérselo, nada perturbaba a este puto pendejo. No miré a Nya, ni siquiera una vez. Ella era una camarera terrible y decidí que iba a joder todos sus pedidos de bebidas a partir de ahora. — No estamos durmiendo juntos, Yara — Yara — dijo dijo David suavemente, reprimiendo una sonrisa — sonrisa — . Pero, puedo ver que parece de esa manera. Nos encontramos y Nya sugirió buscar algo de comer. — Oh, Oh, lo hizo, ¿verdad? Nya soltó su brazo. Quería encontrar algo por lo cual estar todavía enojada, pero en cierto modo estaba avergonzada. — Bueno Bueno — dije dije — . Si vas a follarte a otra persona, deberías avisarme. Por cortesía sexual y todo eso. Su boca se retorció, pero mantuvo una expresión seria. — Absolutamente Absolutamente — comentó comentó — . Aunque no pienso… pienso… eh… follarme a otra persona en el futuro previsible. Me gusta follarte a ti. Tienes un coño realmente fantástico. Brick aplaudió una vez y luego cruzó los brazos sobre el pecho. Mi Mi señal. Me rasqué la cabeza. — Sí, Sí, pero ya sabes cómo son las mujeres. Ofreciéndose siempre y cuando algo está justo ahí frente, los hombres suelen tomarlo. — ¿Normalmente? — ¿Normalmente? — David David se puso una mano sobre el corazón — corazón — . Soy un miembro de una iglesia. No he estado buscando templos por ahí. No sé a qué tipo de hombres ho mbres estás acostumbrada… Ferdinand, el bajista, alargó una mano y apretó el hombro de David a medida que me veía, con los labios apretados intentado reprimir su propia risa.
Me aclaré la garganta, mi cara ardiendo. Nya se había alejado un poco de David y estaba estaba mirando alrededor por un escape, su plan para robar mi chico quedando frustrado. — También También yo… a veces bueno… disfruto ir — logré logré decir ahogadamente — . La música es decente y… — ¿Decente? — ¿Decente? — dijo dijo Ferdinand. No le hice caso. No era parte de esta congregación. — Bien, Bien, entonces bueno. — David David asintió — . Vamos a estabilizarnos, nuestra relación parece estar basada únicamente en el sexo. — Sonaba Sonaba bastante alegre al respecto. — No — No — dije dije rápidamente — rápidamente — . Yo no he dicho eso. — ¿Qué ¿Qué parte? — parte? — preguntó. Miró a Ferdinand — . Estoy confundido, Ferdinand. ¿Estás confundido? — Hombre, Hombre, sí. Ustedes dos son el uno para el otro. No sé de qué carajo están hablando. Iglesias y esas mierdas. — Ya Ya ni siquiera sé de lo que qu e estamos hablando — hablando — le le dije a David. Y luego añadí — — : No estoy buscando problemas. — Oh, Oh, Inglesa. Pero has encontrado problemas — problemas — dijo dijo — . Me alegra que seas mi novia. Inglesa. Inglesa. — Bien. Bien. De acuerdo. Pero tienes que llevarme a cenar esta noche para celebrar. En algún algún lugar lujoso y caro. — Bien — Bien — me me imitó — imitó — . Pero, como mi novia, me tienes que dar una mamada en el auto antes de entrar en el restaurante. — No voy a tragar — tragar — dije. dije. — Nadie es perfecto. Pasé junto a ellos, mi expresión pétrea y determinada. Mierda, ¿qué demonios acababa de pasar? Además, de repente estaba hambrienta otra vez.
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CITA PARA CENAR A David le estaba yendo bien con la cena. Y cenar con David era como cenar con cualquier otro hombre. Eso era mentira. Cenar con David no era en absoluto como nada que hubiera experimentado antes. Él era … divertido, sin pretensiones. La caída por debajo de su cuello y por encima de su clavícula lucía suave y bronceada. Quería tocar ese punto, lamerlo. Tampoco pareció importarle si la estaba pasando bien o no, porque él la estaba pasando bien, y supuso que era más que bienvenida a unirme a él. También estalló a cantar en momentos aleatorios, cantando cosas en lugar de decirlas. Podría haber sido molesto, pero no era así. La forma en que sus labios se movían cuando cantaba era atractiva. Llevaba una chaqueta deportiva a cuadros y pantalones grises que se enrollaban por encima de sus tobillos. Me abrió las puertas y ordenó los calamares. La conversación se retrasó mientras comíamos y cada pocos minutos me observaría cuando yo no estaba mirando. ¿Estaba estudiando mi cara? ¿Preguntándose por qué vino? Tal vez no era lo que él pensaba. No. pensaba. No. Empujé esos sentimientos a un lado. Estaba actuando como si esta fuera la primera vez que nos encontrábamos. Habíamos estado pasando tiempo juntos durante semanas, pero no como pareja. Me estremecí ante mis propios pensamientos y David inclinó su cabeza hacia un lado. — ¿Qué ¿Qué estás pensando, Inglesa? ¿Estás teniendo una crisis de momento? — Sí — Sí — respondí respondí — — . ¿Por qué sonríes así? — Me Me gustar saber que tengo el poder de causar estas crisis de momento. — Oh, Oh, cállate — cállate — dije dije — . Eres ridículo. Pero también estaba sonriendo.
— Cuando Cuando juegas con el tallo de tu copa de esa forma, Yara, me pone un poco duro — duro — dijo, dijo, entre bocado y bocado. Me sonrojé y aparté mi mano. Mi mejor amiga en Londres, Posey, solía decir que tenía la costumbre de correr mis dedos a lo largo de los objetos con aspecto fálicos. — Es Es como si tienes una obsesión con las frotadas, Yara — decía decía ella, sacudiendo la cabeza. — No quiero que pares — pares — añadió añadió — . Solo sentí que debías saber. Me reí. — Mira Mira — dijo dijo después que el camarero viniera a llenar nuestros vasos de agua — . Este lugar es jodidamente aburrido para mí. Somos demasiado jóvenes para esto. Vamos a comer rápido y salgamos de aquí. — Se Se inclinó hacia delante como si me fuera a contar un secreto — secreto — . Y luego, tacos más tarde. — Sí — Sí — asentí. asentí. Empujé mi halibut alrededor en mi plato, pensando en los tacos. Rechazamos el postre y apuramos lo que quedaba de nuestros cócteles. Cuando llegó el momento de pagar la factura, David se quedó corto por cinco dólares, así que le presté el resto. No pareció en absoluto avergonzado por ello, cosa que hizo que me gustara aún más. — Un Un día, te voy a comprar un restaurante para compensar esto — dijo cuando nos íbamos. — Eso Eso me encantaría. Siempre he querido tener un restaurante. — ¿Ah, ¿Ah, sí? ¿De qué tipo? — Me Me tomó la mano e inmediatamente empezó a recorrer su pulgar en círculos a través de mi piel. Estaba emocionada en silencio. Se sentía tan bien sostener su s u mano. — Algo Algo sutil — sutil — respondí. respondí. Él inclinó la cabeza hacia un lado e hizo una mueca. Me encogí de hombros. — ¿Sutil? — ¿Sutil? — repitió repitió — . ¿Y eso qué significa?
— Iluminación Iluminación sutil, comida que se derrita en tu lengua, paredes de ladrillo, y colores apagados. Un lugar que te haga sentir bien, ¿sabes? — Mmmm — Mmmm — murmuró murmuró — . Parece que estás describiendo tu vagina. Le di un puñetazo en el brazo y él me atrajo hacia sí de manera que pudiera besarme en la sien. sien. Te conseguiremos ese restaurante — añadió añadió — . ¿Cómo vamos a — Te llamarlo? — IOU IOU1 — bromeé. — Oh, Oh, Dios mío, eso es perfecto. ¡Qué visión! Qué marketing tan excelente podemos hacer con IOU. — Estaba Estaba siendo escandaloso y entusiasta, y me encontré quedando atrapada en ello. Nos lanzamos a debatir en una campaña publicitaria. Para el momento en que llegamos a mi estudio, David había compuesto un jingle para el comercial y habíamos decidido sobre algunos de los elementos importantes del menú. — Canta Canta de nuevo — le le pedí a medida que abría la puerta de mi edificio. Él me complació, y la gente vagando por el vestíbulo de mi edificio se volvió hacia nosotros mientras avanzábamos hacia los ascensores. — Están Están tan hambrientos en este momento — le le dije — . Mira sus caras. — ¡No ¡No van a estarlo después de comer en IOU! — lo lo dijo lo suficientemente fuerte para que ellos escucharan, y di un respingo y me eché a reír al mismo tiempo. Estábamos tan bien juntos y después de un par de copas, nuestras inhibiciones habían desaparecidos. Fui rígida la primera vez que me habló, habló, que era un milagro que regresara. regresara. — ¿Qué ¿Qué viste la primera vez que fuiste al bar y me viste? — ¿En ¿En ti? — ti? — preguntó. — Sí, Sí, en mí. IOU: según la pronunciación de las sílabas al español sonaría “ai ou iu”, similar a “I owe you”
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traducido como “te debo”, debo” , por eso de que le prestó el dinero.
— Bueno, Bueno, eres hermosa, Yara. Podrías estar cubierta de mierda, caminar por la calle y mugir como una vaca, y la gente aun así pensaría que eres hermosa. — Pero, Pero, también pensarían que soy una chiflada. — Ese Ese no es el punto. Dices tonterías — tonterías — dijo dijo — . Simplemente, había algo. Miré algo. Miré y lo supe. Eso no me ha pasado antes, así que decidí explorarlo. explorarlo. Para el momento en que llegamos a mi apartamento, me sentí mejor de mi nuevo novio. Gracias a Dios me detuve a depilarme después del mercado esta mañana. David me desnudó tan pronto como entramos por la puerta de mi apartamento. Ni siquiera logramos llegar a la cama. Consumamos nuestra nueva relación con diez maravillosos minutos, durante los cuales él pareció tenso. Más tarde me dijo que intentó durar más tiempo, pero mi cuerpo simplemente sacaba todo de él. — Eres Eres como magia sexual — sexual — dijo. dijo. — Siempre Siempre es así al principio — le le dije — . Pero entonces, algo cambia. Estaba tendido en el suelo donde habíamos aterrizado cuando caímos desnudos y besándonos. Apoyó la cabeza en su codo y me miró fijamente. — ¿Qué ¿Qué quieres decir? De repente, deseé poder recuperar mis palabras. Me volví a desplomar, volviendo la cara a la puerta principal y lejos de David. A veces, sonaba demasiado cínica, eso es lo que Ann me dijo, lo que Posey mi mejor amiga en Londres me decía. — Vamos — Vamos — instó instó — . Quiero saber lo que piensas, Inglesa. — Está Está bien. — bien. — Me Me apoyé en los codos y él se acercó a acariciar mi seno. Tan familiar — . Al principio de las relaciones, las cosas son muy excitantes. El sexo es nuevo, y los toques son s on nuevos. Eres adicto a todo lo relacionado con la otra persona, porque todo es tan reciente y sin contaminar. Entonces la monotonía entra en acción, la lucha por cosas tontas y la misma cosa que encontrabas excitante se vuelve … irritante. Aburrido.
— Digo Digo que eso es una mierda — mierda — dijo dijo — . Cuando amas a alguien no pasa de moda. Me entraron ganas de reír, pero la sinceridad en sus ojos ahogó mi humor. ¿Quién era yo para arrebatarle a este chico sus s us creencias? Alguien más las borraría con el tiempo, y luego él lo sabría, pero hasta entonces tendría que aprenderlo de la manera más difícil. Me volví a tumbar en el suelo duro y me quedé mirando el techo. Era uno de esos techos rugosos que parecían a una enfermedad de la piel. Nunca había yacido de espaldas en mi cama porque no quería que el techo rugoso con su enfermedad de la piel sea lo último que viera antes de caer dormida. dormida. — ¿Por ¿Por qué te gusta ser barman? — barman? — preguntó. Resoplé a través de mis labios fruncidos. ¿Cómo le explico algo por el estilo? Tenía un título en gestión de atención, y sin embargo no tenía ningún deseo de dejar el bar por un papel más prestigioso en el mundo de los restaurantes. Me habían ofrecido todo tipo de posiciones y había rechazado cada una. — Me Me gusta el modo en que suena la barra — barra — dije dije — . El tintineo del hielo en un vaso, el olor de la lejía, la espuma que deja la pistola de soda en la parte superior de una bebida. Todo es tan relajante. Puedes ir a trabajar y hay una fórmula para lo que la gente necesita. Por no hablar de las personas. Me gusta observarlas, escuchar sus vidas, sin intervenir en intervenir en sus vidas. Son como amigos, pero sin la molestia. David reía. Se sostenía su vientre desnudo de lo fuerte que reía. — Tienes Tienes la personalidad de un artista, ¿lo sabes? — De De ninguna manera — contesté, contesté, sacudiendo la cabeza — cabeza — . No tengo ni un hueso artístico en mi cuerpo. — Seguro Seguro que sí. Simplemente no lo has encontrado todavía. — Lo Lo dijo con tanta convicción que empecé a considerar todos los talentos ocultos que podría tener. — Un Un día despertarás y querrás hacer algo. Marca mis palabras. Quizás sea una pintura, o tal vez un bebé conmigo. — conmigo. — Se Se encogió de hombros. Golpeé su brazo y él se colocó encima de mí, mis omóplatos clavándose al suelo de madera — madera — . Sé lo que podríamos hacer en este
momento — dijo, dijo, besando mi barbilla. Levanté la cabeza de modo que tuviera acceso a mi cuello — cuello — . Podríamos hacer… Puse una mano en su boca para que así no pudiera decir las palabras. — No — No — le le advertí — — . No estamos en una película cursi de los años ochenta. Empezó a cantar “I’ll Make Love to You” de Boyz de Boyz II Men, mientras yo me encogía y trataba de salir debajo de él, pero al final, me besó tan bien que perdí la voluntad de escapar.
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TIPOS David vivía en un apartamento de un dormitorio llamado Hillclimb Court, tan cerca del Mercado Pike Place que podía sentir su pulso a través de las paredes. Era el tipo de construcción que arquitectos en los ochentas pensaron que era de vanguardia. Me recordaba a un espacio de oficina o un garaje de estacionamiento; todo de acero y hormigón con un patio privado para proteger a los residentes de los turistas que sondeaban la calle fuera. Para añadir un pequeño toque creativo muy necesario, tenía una pared de azulejos de vidrio. ¡Ooh La La! Los residentes se habían esforzados para alegrar el lugar con plantas y eso ayudaba muchísimo. Tenía un ambiente de garaje/invernadero. El apartamento de David quedaba de cara al Puget Sound donde se podía ver las montañas Olympic repartidas frente a ti como un buffet de la naturaleza. Estaba esperando algo pequeño y sucio, tal vez un lugar donde tuviera compañeros de habitación y un sofá marrón manchado con quemaduras de cigarrillos. Sin embargo, no era nada de eso. Era industrial. Imaginé que la luz era hermosa cuando entraba por las grandes ventanas orientadas al oeste. Las paredes de ladrillo, los pisos de concreto, las luces Edison que colgaban por encima de la cocina brillando amarillo. Tenía ollas y sartenes de cobre, y bebía agua de tarros de cristal, cosa que no me sorprendió en absoluto. Habían cuadros colgados con buen gusto en las paredes, pinturas al óleo de desnudos femeninos. Y su único mueble era una sección de cuero con aspecto resbaladizo que se enfrentaba a la televisión. Me impresionó especialmente cuando busqué una consola de videojuegos y no encontré ninguna. David accionó un interruptor y un fuego saltó a la vida por debajo de la televisión. Nos preparó expreso mientras miraba alrededor y nos sentamos cerca del fuego para beberlo. — Te Te estás preguntando por qué conduzco un auto tan mierda y tengo un lugar tan agradable — agradable — dijo. dijo.
— Sí, Sí, supongo que sí. — sí. — Dejé Dejé mi taza de café en el suelo junto a mí. — Es Es la casa de mi tía. Ella me lo alquila. — Oh — Oh — dije dije — . ¿Dónde vive? — Afuera Afuera en Bainbridge. Compró esto hace veinte años, cuando trabajaba en la ciudad. Supongo que aún está apegada, no quiere venderlo, así que me permite quedarme en él. — Qué Qué afortunado — afortunado — dije. dije. Una lenta sonrisa perezosa se dibujó en su cara, y me atrajo hacia él. Me gustó la forma en que olía, y me gustó que llevara bóxer rosa bajo sus ropas negras. Y me gustó la forma en que me había mirado esta noche mientras estaba en el escenario. Intentaba ir a la mayor cantidad de sus espectáculos como podía, sobre todo si no estaba trabajando. Una vez tuve un amigo músico que me dijo que las horas después de un espectáculo eran las más solitarias que jamás hubiera sentido. Pasas de ciento sesenta kilómetros por hora a dieciséis. En un — Pasas minuto todo el mundo está pidiendo a gritos más, al siguiente, estás en casa en bóxer doblando la ropa y preparando una tostada. — Quería preguntar a David si alguna vez se sentía de esa manera, pero él no era la clase de persona depresiva y melancólica. Incluso ahora estaba limpiando nuestro desorden después del café con una pequeña sonrisa en sus labios. De repente tuve un anhelo de tostadas y frijoles, y estaba a punto de preguntarle si tenía cuando salió de la cocina. — Quítate Quítate los pantalones y acuéstate de espalda. Quiero saborearte. Mis ojos se pusieron vidriosos, abandonando los sueños con tostadas. De todos modos no necesitaba esas calorías adicionales. Mi parte favorita del condominio de David era la taberna conectada a su edificio. Era una de esas tiendas de moda que tienen un calentador para mini-pretzel y tropecientos tipos de cerveza. Los hípsters cristianos tenían estudios de la Biblia en las mesas de abajo, y siempre había al menos cuatro hombres vestidos holgados gorros tejidos y camisas a cuadros. En las noches de lluvia caminaríamos hasta allí y nos sentábamos bajo las cadenas de luces Edison, bebiendo pinta tras pinta hasta que cerraban el lugar. Hacíamos un montón de ruido cuando
Ferdinand y Brick se nos unían, a veces traían chicas que apestaban a perfume afrutado, escote y decían mierda un mierda un montón, eso siempre hacía que los chicos estudiando la Biblia empacaran temprano y se iban. Cuando estábamos lo suficientemente ebrios, nos tambaleábamos los diez pasos de nuevo a su edificio y hacíamos queso a la plancha con las rebanadas de queso desagradables que vienen en fundas de plástico. Compré un buen trozo de queso lujoso de Beecher en el mercado, pero se pudrió en su nevera y con el tiempo lo botamos. Aprendí que los estadounidenses tienen una gran nostalgia por las papilas gustativas. Esto me quedó demostrado cuando viví viví en Miami. Una chica con la que trabajé de barman quien era originaria de Ohio sugirió s ugirió un viaje por carretera a Georgia. Estaba deseando una White Castle, me dijo, y yo estaba dispuesta a tomar un viaje por carretera de tres días para ir a comerla. Había esperado magia, quizás amor a primera vista, pero después de mi primer bocado dejé mi sándwich a un lado y le pregunté si en realidad habíamos conducido hasta Georgia por hamburguesas o si había algo más en juego. Yara — había había dicho ella — . En Estados Unidos, alimentamos — Yara nuestras obsesiones. ¡No nos importa si no son prácticas! — Ella Ella entonces había comido mi sándwich y tres por su cuenta, luego ordenó una docena para llevar, que qu e puso en una nevera portátil en el maletero de su Prius — Prius — . No son son tan tan buenos recalentados, pero los mendigos no pueden pueden ser selectos. selectos. Yo había ido a casa preguntándome si nos habíamos drogado con algún tipo de droga de la que no estaba consciente. Quiero decir, ¿condujimos hasta la península de Florida y fuimos a otro estado solo por hamburguesas que sabían a pies sucios? Cuando llegué a casa, busqué en internet y encontré que las personas eran bastante apasionadas por las hamburguesas a pies sucios. Era una cosa. Además, si ponías queso en cualquier cosa, se lo comían igual: recubiertos, rellenos, espolvoreados, saturados… saturados… lo que sea. El queso vende, así como el sexo. También frecuentamos JarrBar al otro lado de la calle. Parecía un armario más que un bar, apenas lo suficientemente grande para albergar una docena de personas bien alimentadas, pero me recordó a los bares íntimos de los barrios en Inglaterra. A veces íbamos después de que saliera s aliera del trabajo. Compartíamos una botella de Lobo y comíamos anchoas hasta que nuestras lenguas estaban en carne viva de la sal.
— ¿Soy ¿Soy tu tipo de mujer? — le le pregunté una noche cuando ya estábamos caminando de regreso a su lugar. Él me miró como si hubiera dicho lo más loco del mundo. — Por Por supuesto que eres mi tipo, nena. — Su Su voz sonó ronca y el viento la atrapó y se la llevó. — ¿Con ¿Con quién saliste antes que yo? — yo? — pregunté. Esperé que se riera de eso, dijera algo para desviar el tema, pero en cambio, me dio sus recuerdos. — Mi Mi última novia era italiana. — Lo Lo pronunció exageradamente para ser divertido divertido — — . Era celosa. Incluso si miraba a una cajera en el banco para agradecerle por mi transacción más reciente, ella no me hablaría por una semana. semana. Tenía miedo miedo de hacer contacto contacto visual con cualquier cualquier mujer mujer por encima de los dieciocho años años y por debajo de los cincuenta. Me reí a pesar de que sabía que él en cierto modo estaba hablando en serio. — No estamos hablando de Elizabeth, ¿verdad? — pregunté, recordando a la pobre chica con la que había roto para el tiempo en que me conoció. Pasamos a un par de chicos borrachos en la acera, y David me pasó rápidamente de mi lado izquierdo a mi derecha, colocándose entre ellos y yo. — Inglesa, Inglesa, te he dicho que Elizabeth y yo no éramos pareja. — Fingió estar molesto, pero era una farsa. Discutíamos D iscutíamos sobre Elizabeth todo el tiempo. Él insistía en que nunca habían sido una pareja y yo insistía en que lo habían sido. — Mi Mi última novia de verdad me engañó — dijo dijo — . Es por eso que terminamos. — Hizo Hizo una mueca — mueca — . Me estuvo engañando todo el puto tiempo que estuvimos juntos. Esa es la razón por la que siempre me estaba acusando de algo, porque se sentía tan condenadamente culpable, ¿sabes? — ¿Cómo ¿Cómo era? Me dirigió una mueca. — Ah, Ah, ya veo por dónde vas con esto. — esto. — Se Se acercó más para hacerme cosquillas, pero estábamos cruzando la calle y logré esquivarlo agraciadamente.
— Tenía Tenía el cabello oscuro, ojos oscuros. Con curvas. — ¿Y ¿Y la chica antes que ella, cómo era? Él sonrió. — Era Era pelirroja. Pasé por una etapa pelirroja en la universidad. — ¿Delgadas ¿Delgadas o con curvas? — curvas? — pregunté. — Delgadas. Delgadas. Altas. Llegamos a la puerta de su edificio y sacó su llave. — ¿Qué ¿Qué estabas diciendo acerca de tu tipo de mujer? — pregunté riendo. — No tengo un tipo físico. — físico. — Se Se encogió de hombros — hombros — . ¿Eso es lo que estabas averiguando? — Sí, Sí, a decir verdad lo hacía. — Me Me gustan las mujeres inteligentes, Inglesa. Las mujeres cultivadas. Las mujeres graciosas. Las mujeres amables. Me gusta eso en todos los tipos de colores y tamaños. Eso me gustó. — ¿Cuándo ¿Cuándo fue la última vez que tuviste a una rubia? — pregunté. Estábamos subiendo las escaleras y casi estábamos en en su puerta. — Ayer Ayer por la noche cuando te tuve. — Eso Eso no es lo que quiero decir, Lisey. — Eres Eres mi primera rubia — rubia — admitió. admitió. Así que estás pasando por una etapa rubia — rubia — bromeé. — Así — No — dijo dijo — . No hay más etapas. Ya encontré lo que estoy buscando. Y entonces me quedé de piedra y en silencio, reproduciendo sus palabras una y otra vez en mi mi cabeza. — Esto Esto es lo más hermoso que ha sido mi vida alguna vez — dijo dijo David — . Esto es lo que quiero.
Me pregunté sobre eso cuando estaba lejos de él. David apenas había dejado el noroeste del Pacífico. Yo había viajado por todos los Estados Unidos y un poco de Europa, y sin embargo, nunca sentí que hubiera llegado a un momento significativo. Perseguía ese momento con tantas ganas que apenas podía permanecer inmóvil en un lugar por más de seis meses, aun así él podía comer anchoas, mancharse sus dientes con vino, y decir que esto era lo más hermoso que su vida había sido alguna vez. Era inocente y sencillo, y todas las cosas que yo quería ser. Así es cuando me di cuenta que David era quien yo quería ser. Alguien que no necesariamente había dominado su arte o su vida, pero que estaba intentándolo con todas su malditas ganas, con todo en él. Sentía esta sensación extraña arrastrándose por mí, sobre todo cuando estaba sola, que hacía que mi garganta se cierre como si estuviera comiendo demasiadas galletas sin nada de beber. David era demasiado y yo demasiado poco.
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LA CHICA DE LA GORRITA Descubrí que David se preocupaba por todo el mundo. El hombre sin hogar en la esquina de Union con la Segunda al que le compró sándwiches, la mujer de cuarenta y tantos llorando y caminando fuera del restaurante de sushi que casi chocó con nosotros, la chica de los piercing que vendía las gorritas tejidas a mano en el mercado. Incluso quería hablar de sus apuros en detalle. — Uno Uno no solo termina en la calle. Él tenía una madre, una familia. Alguien lo quería, entonces ¿qué es lo que pasó? Pensé en lo ingenuo que era. Tal vez podría haber sido un niño adoptivo. Tal vez podría haber tenido una madre desinteresada como yo. En cuanto a la chica de la gorrita tejida, dijo: — Tiene Tiene los ojos más tristes que he visto en mi vida… vida … La Chica de la Gorrita, fue la que más me molestó. No pude entender por qué exactamente. La habíamos pasado para llegar a la tienda de salchichas que nos gustaba, y una vez David compró dos de las gorritas tejidas que ella hacía solo para ver si sonreía. Una rosa y otra de gris moteado. Se quedó con la rosa y me dio la gris, aunque la metí en un cajón tan pronto como llegué a casa. — ¿Crees ¿Crees que teje las gorritas porque está triste, o que está triste porque tiene que tejer gorras? — gorras? — preguntó. Siempre se veía muy estresado cuando hablaba de ella. Y yo me molestaba bastante por eso. — Bueno, Bueno, en primer lugar, tienes que dejar de quedarte mirándola. Eso la está empezando a poner bastante incómoda. Y ¿por qué tiene que ser algo? Hace gorros, fin de la historia. — Está Está triste. ¿Has visto sus ojos? Le di un vistazo a él.
— ¿Si ¿Si he visto los ojos de la Chica de la Gorrita? No, David, no lo he hecho. — hecho. — Eso Eso no era exactamente cierto. Ella tenía unos sorprendentes ojos muy, muy azules. Llevaba abundante delineador kohl alrededor de ellos que los hacía resaltar incluso aún más. ¡Míranos!, decían. ¡Somos tan vulnerables! — Bueno, Bueno, ahí es donde guarda todo. — todo. — Hizo Hizo círculos con sus dedos y se los llevó a los ojos como si fueran binoculares binoculares — — . Todo el mundo tiene una historia. — historia. — Tomó Tomó mi mano y la apretó a medida que caminábamos. — Así Así he oído — oído — respondí respondí con aspereza. La última cosa que quería era a David husmeando alrededor de alguna doble de Olivia Newton-John con intensos ojos azules. Una con ojos tristes claro está. Los hombres siempre sentían algo por la vulnerabilidad femenina. Querían ser su héroe. Era un domingo por la mañana, los chicos estaban tocando un concierto a dos horas de distancia en Bremerton, y yo tenía todo el día para estar sola. Esa era una de las cosas que olvidabas extrañar cuando estabas en una relación, lo bien que se sentía estar desacoplado por un tiempo, para así disfrutar de tu propia compañía. Elegí un libro de mi estantería, es tantería, uno que había estado prometiendo a David leer, y me lo llevé a un pequeño bar de té asiático que se encontraba en el mercado. Taburetes de colores se extendían por todo el camino alrededor de una barra baja circular. Hoy la mayor parte de los taburetes estaban llenos. Vi V i un asiento vacío y me dirigí hasta él. No la reconocí de inmediato, su cabello estaba escondido debajo de un pañuelo de color amarillo brillante. Ella levantó la vista hacia mí cuando me quitaba la chaqueta y me quedé sorprendida por un momento cuando reconocí su rostro. Me deslicé en el taburete y carraspeé preguntándome si debía decir algo. No. Eso era raro. Pedí mi té y saqué mi libro de mi bolso. Leería algunos capítulos y luego podríamos hablar de ellos mañana cuando David regresara. Fue entonces que la Chica de la Gorrita me miró y preguntó si mi libro era bueno. — En En realidad acabo de empezar. Mi novio me ha estado pidiéndome que lo lea, así así que pensé en darle una oportunidad. oportunidad. —Parece… hostil — hostil — dijo, dijo, mirando la cubierta. — Supongo Supongo que lo es un poco, sí — dije. dije. Y luego añadí — — . A él le gusta el arte violento. Creo que se siente atraído porque no sabe cómo
hacerlo. — Me Me sorprendió que dijera algo tan honesto a un completo desconocido. Pensé en lo mortificado que estaría David si supiera que eso es lo que pensaba de él y me dio vergüenza. Ella sonrió. Fue una especie de sonrisa lejana que no llegó a sus ojos. David tenía razón. Nada llegaba a sus ojos. — Oye — Oye — dije dije — . Tienes un puesto en el mercado, ¿verdad? Ella levantó la vista bruscamente y me estudió como si estuviera tratando de ubicar mi cara. — Algo Algo así. Me di cuenta que había cerrado la conversación, me cerró, pero luego su cara se iluminó en reconocimiento. — Estás Estás con el músico. ¡Van al mercado todos los jueves! Me encogí un poco en mi asiento. Lo que dije era aún peor ahora que ella sabía quién era David. — Soy Soy buena con las caras — caras — comentó comentó y se encogió de hombros — hombros — . Lo vi tocar una vez en El Cocodrilo. Ah, el buen y viejo Cocodrilo. Sonreí y cambié de tema. ¿Qué más podías hacer una vez que has hecho hecho el ridículo? — ¿No ¿No trabajas hoy? Ella asintió. — Un Un amigo está cubriéndome. Rompí con mi novio y no pude soportar la idea de sentarme allí todo el día. Así que, bueno, estoy sentada aquí. — ¿Un ¿Un chico malo? — malo? — pregunté. Ya estaba pensando en llamar a David para decirle que tenía razón. Sin embargo, eso probablemente le haría ser más comprensivo con ella, y finalmente me di cuenta por qué nunca me ha gustado el aspecto de ella. ¡Oh ¡Oh Dios mío, estás celosa!, me dije. Eso no era parte de lo que hacía. Era algo nuevo para mí y me hizo sentir incómoda. — Sí, Sí, se podría decir eso. Hemos estado de manera intermitente durante unos años — años — dijo. dijo.
— ¿Qué ¿Qué se necesita para encontrar a un buen hombre que no sea un completo imbécil, sabes? Ella me miró y sonrió de repente. — Pero, Pero, tienes uno, ¿verdad? Terminé lo que quedaba de mi té y me puse de pie. — Fue Fue un placer charlar contigo… contigo … — Petra — Petra — ofreció. ofreció. — Correcto. Correcto. Entonces encantada de conocerte, Petra. — Vi Vi que ella estaba a punto de preguntarme mi nombre y quise salir de una jodida vez de allí antes de que tuviera que decirle. Y entonces me colgué el abrigo y salí corriendo de la tienda como si tuviera alguna parte importante en la que estar en lugar de estar ahí con mis inseguridades. No le dije a David sobre mi encuentro con Petra también conocida como la Chica de la Gorrita, y la próxima vez que estuvimos en el mercado, insistí en caminar por un camino diferente a nuestro lugar de almuerzo. De todos modos, ¿cómo sabía que íbamos allí todos los jueves? Qué espeluznante. La clase de persona que se ve rubia, y nerviosa, y un poco inocente, pero que te follaría en todas las posiciones conocidas por el hombre. — ¿Cuántas ¿Cuántas chicas ligan contigo en un día cualquiera? — cualquiera? — le le pregunté a David un día cuando caminábamos para encontramos con los chicos para la cena. David retumbó de risa. — ¿Qué? ¿Qué? Esa es una pregunta legítima. Eres músico. Se supone que son mujeriegos. Él levantó una ceja y luego anunció: — ¡Estás ¡Estás celosa! — celosa! — Con Con emoción extrema — extrema — . Esa es mi nueva cosa favorita de ti, Inglesa. — ¡No! ¡No! David, no. No estoy celosa, con toda seguridad — mentí mentí — — . Solo es una pregunta. Se pasó la mano por la cara a medida que pensaba.
— No sé cómo responder a eso. Estoy cerca de las mujeres todo el tiempo. Son en su mayoría amables, conversadoras incluso, pero ¿cuál es la línea entre ser una persona amable y coquetear? — ¿Te ¿Te inspiran? — Un Un coño siempre es inspirador, Yara Y ara — — respondió respondió riendo. Le di un puñetazo en el brazo y eso lo hizo reír más fuerte. Era tan ingenuo. Me agarró por la cintura antes de que pudiera decir nada más y me dio la vuelta para enfrentarme a él. Estábamos en medio de la acera, nuestros brazos envueltos alrededor del otro, los míos más vacilantes. Un hombre con sombrero de hongo tocaba un órgano móvil a unos pies de distancia. — ¿Qué ¿Qué importa? Eres la única que quiero. Un coño es un coño — coño — dije dije — . Cuando las mujeres se ofrecen, los — Un hombres toman. — No es cierto — dijo, dijo, con el ceño fruncido. Y entonces — entonces — : Ah, bueno ya he sentido el tuyo y no hay vuelta atrás. Sonreí tristemente, sus palabras sin ofrecerme consuelo. ¿Y por qué necesito consuelo? David y yo teníamos un acuerdo. Estaba aquí para inspirarlo, no para enamorarme de él. — No eres tú quien me preocupa preocupa — — le le dije, con expresión sombría — sombría — . Son todas esas zorras que quieren follarte. — Las Las zorras que quieren follarme — follarme — repitió, repitió, con los ojos brillantes. — Sí, Sí, David. Eres músico. Cuando sostienes tu guitarra, las mujeres te imaginan sosteniéndote tu verga. Se aferró el estómago mientras reía. — ¿Por ¿Por qué querría a alguien más? Mírate, con ese acento lindo y ese culo — culo — dijo. dijo. — Hay Hay un montón de acentos lindos y traseros de donde vengo — vengo — le le dije. — Oh, Oh, mierda, entonces será mejor que nunca vayamos allí — añadió.
Negué con la cabeza hacia él. — Te Te quiero, Inglesa. Pienso en ti todo el tiempo, no, tacha eso. Me obsesionas todo obsesionas todo el tiempo. Eres mi musa. ¿No era ese el trato? Vales la pena cada centavo. No sabía qué decir a eso. Me gustó. gus tó. Me gustó tanto que empecé a besarme con él justo ahí en la la acera. — Tonto — Tonto — dije dije — . Ridículo. — Ridículo. — Pero Pero en realidad quise halagarlo con esas palabras. — ¿Por ¿Por qué tienes que ser de esa manera, Inglesa? — preguntó, alcanzándome para aferrar mi trasero — trasero — . ¿Cuando tengamos bebés pueden hablar como tú? Golpeé su mano para quitármela del trasero. Era tan bueno en esto.
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PETRA Petra también conocida como la Chica de la Gorrita no se evaporó de nuestras vidas como había querido que hiciera. Un viernes por la noche en agosto llegó al Cocodrilo con medias de red, una minifalda rosa dorada y un enterizo negro sin mangas. Se había teñido el cabello de plateado como esas súper elegantes chicas demasiado geniales al estilo Suicide Girls, y con su sudadera s udadera sin mangas se podía ver todos los tatuajes por sus brazos. Todo su aspecto gritaba “me importa una mierda lo que pienses porque soy una gatita sexual”. Y realmente me molestó eso. Algunas de nosotras no éramos gatitas sexuales. Algunas de nosotras llevábamos pantalones decentes y no teníamos teníamos garabatos en nuestra nuestra piel, y no sabíamos exactamente cuál era nuestro lugar en la vida, pero intentábamos encontrarlo activamente. Las chicas como Petra minaban el proceso. Nos hacían sentir rechonchas y simples. Tal vez hacían que nuestros novios pensaran que somos rechonchas y simples. ¿Quién sabe? No quería que David la vea, pero eso era como pedir un arco iris para no ser visto. A lo largo de la noche, llevó alrededor una botella de cerveza orgánica. Velaba por su cuenta incluso cuando se emborrachaba. Honestamente, quise vomitar de solo verla. No se sentía bien, ella estando aquí cuando David estaba tocando. ¿Qué es exactamente a lo que estaba jugando? La banda salió en torno a las diez diez después del acto de apertura, y tal vez fue mi imaginación, pero sentí que se arrastró más cerca del escenario. Había estado bailando durante la última hora con un descuidado abandono que yo no poseía, como si solo estuviera ella en la habitación. David probablemente no la reconocería, tenía el cabello diferente, y no llevaba un gorro tejido. Él estaría en la zona, listo para tocar y probablemente exaltado. Estaría buscándome en la multitud, no a ella. Estaba exagerando las cosas. Además, cuantos más mejor, ¿verdad? Queríamos llenar sus espectáculos, llenar la casa, recibir “me gusta” en las páginas de Facebook e Instagram. Encontré un lugar en la
parte de atrás atrás donde podía ver a todo el mundo observando a David y aferré mi cerveza caliente en la mano. Me sentía demasiado enferma para beber. Mi parte favorita de venir venir a sus presentaciones presentaciones era el efecto efecto que tenían en las personas. Era adictivo de ver. ¡Él es mío!, quería gritar. Estaban a medio camino a través de una canción llamada “Babilonia” Babilonia” cuando él la reconoció. Fue sutil. Solo lo conocía de unos pocos meses, pero había visto sus ojos iluminarse cuando me encontraba en una multitud. Por lo tanto, cuando sus ojos se detuvieron en ella un segundo más de lo normal, y supuse que hicieron contacto visual incluso a pesar de que realmente no podía estar segura, sentí escalofríos todo el camino hacia abajo a los dedos de mis pies. Petra estaba allí para robar mi hombre. Dejé mi cerveza caliente y me apoyé en la pared del fondo absolutamente enojada, escuchando canciones que había oído una docena de veces antes. Después del espectáculo, me dirigí en línea recta a donde David estaba de pie rodeado de gente. ¿Qué gente?, pensé, estirando el cuello para ver. El lugar aún estaba lleno y tuve que abrirme paso más allá de la muchedumbre de bebedores para llegar a donde había saltado desde el escenario. Las suelas de mis zapatos se pegaron al suelo donde se habían derramado las bebidas. Cuando estaba a solo unos pocos pasos de distancia, vi la parte trasera del cabello plateado de Petra, de pie delante de David. Ella asentía vigorosamente, tan vigorosamente como su pequeño cuello le permitiría. — Absolutamente — Absolutamente — le le oí decir — . Eso es lo que pasa con el arte, ¿verdad? Quise resoplar, quise extender la mano y tirar de su cabello de hadas hasta que gritara de dolor. Deja dolor. Deja de hablar con mi novio sobre arte, puta. puta. David me vio y todo cambió. En primer lugar, sonrió, una profunda sonrisa que llegó a sus ojos. Luego se excusó del grupo que se reunía alrededor de él y avanzó hacia mí. — Hola, Hola, Inglesa. — Me Me agarró la cara y me plantó un gran beso. Esperaba que Petra estuviera observando. — Hola Hola tú — tú — le le dije. Olía a sudor y adrenalina. Envolví mis brazos alrededor de su torso y lo abracé. Toda la banda estaba en llamas esta
noche — . Eso fue fantástico — fantástico — dije. dije. Nos quedamos así durante unos treinta segundos con todos esos asquerosos cuerpos empapados de licor chocando con nosotros. — Hoy Hoy tuvimos a un agente aquí — dijo dijo — . De vacaciones con su esposa. Terminaron entrando en este agujero de mierda y nos escuchó tocar. Quiere que vuele a Los Ángeles para conocer a algunas personas. — ¿Ah, ¿Ah, sí? — pregunté. Buscando en la multitud a una pareja con una vibra de Los Ángeles, pero todo lo que podía ver eran caras sudorosas, hinchadas de licor. — Vamos Vamos a tomar una copa para celebrar. — Hizo Hizo un gesto a los chicos que habían terminado de empacar el equipo y estaban mirando a su alrededor buscándolo. Me M e sentí tan aliviada. Es por eso que estaba prácticamente reluciendo, reluciendo, no por Petra. Me imaginé un contrato de grabación y cuántas Petra más habrían en el futuro. — Te Te espero afuera — afuera — le le dije. Estaba desesperada por aire fresco, lejos de todas las personas, todas las cosas, todo el olor. Él asintió y se volvió a ayudar a cargar la camioneta de Ferdinand mientras me dirigía hacia las puertas. No había divisado a Petra desde que avancé hasta ellos, y cuando David se acercó a mí, ella había desaparecido de mi mente por completo. Él había sido s ido tan tranquilizador en la forma en que tocó y besó, y me adoró. Me sentía tonta por estar preocupada por la Chica de la Gorrita. No quería pensar en su nombre nunca más. Eso hacía que su presencia en nuestras vidas fuera demasiado personal. No era más que la Chica de la Gorrita, la Gorrita, la puta del cabello plateado del mercado que miraba a mi novio con ojos seductores. Casi me sentí tonta por todo el asunto cuando las puertas del Cocodrilo se abrieron y David salió con Petra a su lado. Estaban sonriéndose, no, riendo sobre algo, y por un segundo pensé que él iba a tomar su brazo y caminar directo más allá de mí. Me di la vuelta de modo que ninguno de ellos pudiera ver la expresión de mi cara. La camioneta de Ferdinand llegó rechinando al girar la esquina y avancé hacia él a toda prisa. No sabía si David conduciría, pero en ese momento lo único que quería era estar escondida en la cabina de Ferdinand para que así nadie pudiera ver mi cara. David me llamó, pero fingí no escucharlo mientras corría a la camioneta. Ferdinand vio mi cara
y abrió la puerta para mí sin decir una palabra. Lo vi mirar por encima del hombro hacia Petra y David y se encogió de hombros. David parecía confundido, pero luego Petra dijo algo y se acercó a donde su auto estaba estacionado en la calle. ¡Estupendo! Así que ahora iban a viajar juntos. Esa era probablemente la cosa más estúpida que pude haber hecho. Ferdinand me miraba en el espejo retrovisor. Todo lo que podía ver eran sus ojos. — ¿Qué? ¿Qué? ¿Nunca antes habías visto a una novia celosa? — ¿No ¿No sabías que David solo sale con mujeres celosas? — Cállate — Cállate — dije. dije. Y entonces — entonces — : ¿Estás bromeando? Hizo un giro brusco y mi cabeza chocó contra la ventana. Me froté mientras él abría una bolsa de carne seca s eca y me ofreció un poco estirándose al asiento trasero. — Podrías Podrías haberte sentado en la parte delantera, ¿sabes? — Lo Lo sé — sé — dije, dije, tomando un trozo. — Es Es su patrón — dijo dijo Ferdinand — Ferdinand — . Todos tenemos patrones. A David le gusta que las chicas sean unas malditas locas. — Me Me miró por el retrovisor de nuevo — nuevo — . Sin ofender. — Para Para nada. — Creo Creo que se excita con alguien que lo desea tanto. Es el hijo del medio. Nunca me había creído todo el asunto del orden de nacimiento, sonaba como un montón de excusas estúpidas para mí, pero me incliné hacia delante para escuchar lo que decía Ferdinand. — No estoy celosa — celosa — le le dije. Se rio, sus grandes hombros rebotando de arriba hacia abajo. — Y no soy estúpida. Sorbí de mala gana y miré por la ventana. — No lo soy. Las chicas solo se lanzan lanzan hacia él. Es asqueroso. — Mira — Mira — dijo — dijo — . ¿Solo tienes qué? ¿Veinticuatro? ¿Veinticinco? — Veinticinco — Veinticinco — respondí. respondí.
— Sí, Sí, bueno, tienes un montón de tiempo. No sabía lo que quería decir con eso. ¿Un montón de tiempo para qué? ¿Para entenderme a mí misma? ¿Para aprender a no ser celosa? — Si Si hace alguna diferencia, le gustas más de lo que nunca le gustó otra mujer. Sonreí a Ferdinand porque en serio me gustó mucho escuchar eso. Y nunca nadie me había dicho eso. Cuando llegamos al bar, un lugar llamado La Boheme, el auto de David ya estaba allí, estacionado junto al bordillo. Habían tenido tiempo suficiente para entrar y encontrar asientos. Ferdinand me ayudó a salir de la camioneta y caminamos juntos hacia la puerta. — ¿Qué ¿Qué es este lugar? — lugar? — pregunté. La Boheme — Boheme — dijo dijo como si no pudiera leer el cartel por mi — La cuenta — . Vengo aquí cuando como hongos, el lugar es estupendo. La Boheme era de hecho estupendo. Al momento en que entramos por la puerta me sentí como si hubiera entrado en una novela de Lewis Carroll. Cada color, cada textura, cada patrón se desplegaba sobre las paredes. Había cabinas de madera simples s imples en el bar y algunas cimas altas donde las personas se sentaban y bebían de vasos coloridos. David nos saludó desde la parte posterior de la barra donde se había asegurado un gran stand redondo. Petra estaba sentada hacia la parte posterior y el centro con la chica con la que la había visto entrar en el club. Se veía como una Doris Day con piercing y cabello rosa. Las ignoré a ambas y le di a David una sonrisa con los labios apretados cuando él se acercó a mí. — ¿Dónde ¿Dónde has estado? — estado? — preguntó. Luego empujó a Ferdinand Ferdinand en el pecho y fingió estar enojado — . Ella es mía — mía — le le dijo. Ferdinand me lanzó una mirada. — ¿Las ¿Las otras dos también son tuyas? Me tapé la boca para ocultar mi sonrisa. En dos segundos Ferdinand se había convertido en mi nuevo mejor amigo y la persona favorita en el planeta. David enrojeció.
— Olvidé Olvidé presentarte, Yara. — Le Le dio la espalda a las chicas y articuló — : Esa es la chica de la gorrita del mercado. Intenté parecer divertida. — La La otra es su mejor amiga, creo — creo — dijo dijo David en voz baja. Miré a Ferdinand, que levantó las cejas y se encogió de hombros. — ¿Pero ¿Pero por qué están aquí? — Petra Petra es artista — respondió respondió — . Solía estar en una banda. Pensé que sería bueno para ella estar alrededor de otros artistas. — Se Se inclinó hacia mí — — . Acaba de pasar por una mala ruptura. Quise decirle que lo sabía, pero en su lugar, opté por no ser predecible. Ferdinand pensaba que que era otra de las novias celosas de David David y no lo era. Está bien — bien — dije, dije, caminando hacia la cabina con una sonrisa — sonrisa — . — Está Hola, Petra — Petra — dije dije lo suficientemente alto como para que todos oyeran. Ferdinand el incrédulo se rio detrás de mí a medida que me movía en la cabina decidida a no ser esa clase de chica. La misma chica como las que él había tenido antes. Mi nueva resolución duró aproximadamente diez minutos.
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BEBIDAS Y DUDAS Petra era una de esas chicas que ni siquiera sabías que estaba coqueteando con tu novio mientras estaba coqueteando con tu novio. Era una especie de delicia verla si no estuvieras al borde de mandar todo a la mierda. Se componía sobre todo de sexo y avances casuales. Cuando tomaba un sorbo de cerveza, por ejemplo, se lamía los labios como si la propia ambrosía de los dioses hubiera pasado por ellos. Y cuando tenía que pensar en algo, se mordía el labio inferior y miraba frente a ella con una mirada seductora. Esta era su norma. Supuse que creció con una puta como madre y un padre ausente por completo, y esta era la única manera que sabía cómo hablar a los hombres. Yo estaba metida en medio de ella y David, pero a veces hablaban alrededor de mí porque los artistas tenían tanto en común. Cuando hablaba, sus labios gruesos se movían sensualmente y a ritmo con su parpadeo de ojos saltones. Ferdinand, que estaba sentado frente a mí y junto a su amiga, Beatriz, la observaba con la misma atención absorta tanto como yo. Era difícil no hacerlo, a decir verdad. Si yo fuera un chico, habría tenido una erección. Brick llegó diez minutos después que nosotros con unas hermanas gemelas a remolque. Y entonces llegó la pareja de Los Ángeles, su aura digna de Los Ángeles brillando en ellos con tanta fuerza que deseé haber traído mis lentes de sol. La mujer llevaba pantalones de color rosa neón. Todo lo demás llevaba un monograma de Louis Vuitton. El pez gordo de la música estaba vistiendo unos pantalones color canela y tenía una gran cantidad de pelo en el pecho sobresaliendo a través de su camisa blanca abotonada. No era del atractivo vello vello que David tenía, sino del tipo rebelde que necesitaba un corte y un buen acondicionador. Todos nos amontonamos en una cabina y el pez gordo ordenó bebidas para todos. Froté el pene de David por debajo de la mesa para distraerlo de Petra, mientras que la mujer del hombre hablaba sobre su reciente estancia en Italia. Ninguno de nosotros había estado en Italia, de modo que todos
asentimos y bebimos, asentimos y bebimos. Finalmente los chicos empezaron a hablar de negocios y Petra y yo nos miramos entre sí. — Entonces, Entonces, ¿cuánto tiempo han estado juntos? — juntos? — preguntó. Traduje su pregunta: ¿qué fácil sería para que robe a tu novio? — Dos Dos años — años — le le dije. — Eso Eso es un largo tiempo. — Se Se siente más como dos meses. — Asentí Asentí — — . Pero eso es lo que pasa cuando se tiene una buena cosa, ¿no? Apartó la mirada y tomó un sorbo de su bebida. — No sabría. Oh, sí. Una ruptura. Recordé el día en la tienda de té cuando se sinceró con una británica extraña. — ¿Cómo ¿Cómo has estado con eso? Se encogió de hombros. — ¿David ¿David y tú viven juntos? — Prácticamente Prácticamente — dije dije — . Aunque mantenemos nuestros lugares separados. Inclinó la cabeza hacia un lado. — Es Es curioso, dos años juntos y todavía no se han mudado. — La La gente no necesita vivir juntos para estar juntos — respondí respondí — — . Nos gusta nuestro espacio. Sonrió. Y fue una sonrisa condescendiente, no dulce ni amable. Hablaba el idioma femenino como una puta experta, ¿sabes? — Cuando Cuando estoy enamorada no puedo soportar estar lejos de la persona. Es como una droga. Adicción pura. — pura. — Levantó Levantó la mirada hacia el techo como si estuviera teniendo un orgasmo y tocó ligeramente su cuello. Me pregunté cómo sería ser ese tipo de adicta a un ser humano. Miré a David que estaba observando a Petra con una mirada vidriosa en sus ojos. Quité mi mano de su entrepierna, molesta.
David me dio una mirada decepcionada y se volvió al Señor LA. — Debe Debe ser una cosa totalmente nueva salir con un músico — comentó Petra, en voz baja — baja — . Estar en el otro extremo de toda esa pasión y creatividad. Ser la musa de alguien. Necesitaba poner los ojos en blanco, me pedían ponerse en blanco, pero los mantuve enfocados en Petra. Firmes, chicos. Quise decirle que la había evaluado y sabía lo que corría por sus venas psicológicas. Quieres ser para alguien su duda existencial, le dije en mi mente. Ser lo suficientemente hermosa e importante para inspirar a alguien que tenía talento real. Era un trabajo mucho más atractivo que ser s er el artista. — Lo Lo veo como David — respondí respondí — — . El artista es parte de la persona, no la suma total de ellos. ellos. Petra pareció perpleja. — No debes ser artista. — artista. — Ella Ella sonrió débilmente. Estaba jugando conmigo, intentando hacerme pensar que no era adecuada para él. Estaba hirviendo, luchando con mi cólera. La pareja LA estaba dejando la cabina, ambos despidiéndose de nosotros. Contuve mi respuesta aguda y me despedí mecánicamente. Las palabras de Petra resonaban en mis oídos. No era la clase de persona que se enoja. Se necesitaba mucho para sacarme de quicio, meterse debajo de mi piel, pero su insinuación impertinente de que no entendía a David agitó un nervio bastante grande. David puso su brazo alrededor de mi cintura, pero estaba demasiado rígida e incómoda mientras observaba a la pareja LA caminar hacia las puertas. Estaba tan distraída que ni siquiera me había aprendido sus nombres. — ¿Quieres ¿Quieres otra bebida o ir a mi casa para que pueda follarte? — preguntó, en voz baja. Miré por encima del hombro, a Petra. Ella nos miraba fijamente, y estaba segura que lo había oído. Decidí sacar el máximo provecho del asunto. — Vamos Vamos a follar — follar — respondí respondí y luego besé su cuello.
Pude ver la piel de gallina estallando por toda su piel. Nos despedimos y dejamos la mesa. Cuando avanzamos, su brazo estaba todavía firmemente posicionado alrededor de mí. Cuando llegamos a su lugar me instalé en el sofá a medida que él iba a la cocina. Cuando Cu ando volvió llevaba una botella de champán y dos copas. — ¿Qué ¿Qué estamos celebrando? — celebrando? — pregunté. — Nuestro aniversario de dos años. Me sentí ruborizar de vergüenza. — Oh, Oh, escuchaste eso, ¿verdad? — Bueno, Bueno, estaba sentado a tu lado. — ¡Se ¡Se supone que estabas hablando con tu elegante productor de LA, no escuchando a escondidas! — escondidas! — comenté comenté riendo. Dejó el champán y las copas en el suelo y se sentó a mi lado. — Estaba Estaba mostrando un poco demasiado interés en ti. Tenía que pararla. — ¿Con ¿Con una mentira? — mentira? — Estaba Estaba sonriendo, cosa que en cierto modo aligeró la situación, pero todavía estaba demasiado molesta por haber sido descubierta. — Pensé Pensé que podría desviar sus ojos si sabía s abía que ya llevábamos dos profundos años — años — dije, dije, arrancando un hilo que colgaba de mi camisa. David me llevó a su regazo de modo que terminé a horcajadas de él. — ¿Qué ¿Qué has dicho acerca de lo profundo? Su voz sonó ronca, cosa que me ablandó y apaciguó. Presioné mi frente contra la suya y moví mis caderas de modo que estaba frotándome contra él. David gimió en mi cuello y me agarró de la cintura para ayudar. — No estás atraído por ella, ella, ¿verdad? — ¿verdad? — pregunté. — ¿Por ¿Por quién, Yara? ¿Por qué me preguntas esto ahora mismo? Dejé de moverme y sus ojos se abrieron de golpe. — Petra — Petra — dije dije — . La Suicide Girl.
Él gimió. — Me Me siento atraído por ti. Me moví un poco y él se animó como si estuviera absuelto. — ¿Y ¿Y quién más? Se puso de pie, levantándome con él y comenzó a caminar hacia el dormitorio. — Estoy Estoy perdidamente enamorado de Courtney Love… Love … Me aparté de su pecho y traté de zafarme de sus brazos. — Eso Eso es jodidamente asqueroso — asqueroso — dije. dije. — ¡Es ¡Es broma, Inglesa! En serio. Eres la única que sacaste el tema de Suicide Girls. Decidí dejarlo pasar. Por ahora, porque él estaba dejándome en la cama y besando mis muslos.
20 FELIZ CUMPLEAÑOS, PETRA La siguiente vez que vi a Petra estaba en mi territorio: con el tintineo de los vasos recién lavados, el olor de las cortezas de naranja, y el traqueteo de las personas que estaban momentáneamente feliz, sus miserias reales olvidadas en compañía de amigos y comida. Un buen lugar, un lugar seguro. Estaba atendiendo el viernes por la noche, levantando algunas copas calientes de sus bastidores de secado y colocándolas en las estanterías. No solía trabajar los viernes, pero los chicos estaban tocando un espectáculo en Bainbridge y había tomado el turno extra para mantenerme ocupada. Me había mudado al apartamento de David el mes anterior, cuando había apelado a mis finanzas, diciendo que era una decisión inteligente vivir con él y ahorrar dinero. Pensé que era un movimiento inteligente de su parte. Petra P etra entró con un grupo de amigos, cada uno llevando un paquete envuelto brillantemente en sus manos. Una fiesta de cumpleaños, pero ¿para quién? Se sentaron en el comedor al alcance del oído en la barra. Agucé mis orejas para escucharlos. Y hablaron bastante. La lengua de Petra corrió suelta y libre por las bebidas fuertes que estaba haciendo. Era su cumpleaños y estaba hablando de David. Pude ver la emoción en su voz, incluso por encima del ruido de la multitud de la noche del viernes. — Solo… Solo… tienen que verlo para saber lo talentoso que es. — Supongo Supongo que lo veremos esta noche — dijo dijo una voz masculina. Podía escuchar la burla en su voz. — El El novio novio de Petra — añadió añadió alguien riendo — riendo — . Ya quisiera — comentó alguien más. Los oí reír a todos, incluyendo a Petra que no lo negó.
Hice una mueca, avancé al lado opuesto de la barra de modo que no pudiera oír nada más de ello. Nunca antes había estado en esta posición, donde una mujer estaba persiguiendo activamente al hombre que yo estaba viendo. Su adoración hacia él me hacía sentir desquiciada. No sabía cómo reaccionar o responder. A David no le importaría si le decía. Los hombres hacían eso, trataban el fanatismo femenino como si no fuera una cosa, como si una mujer no pudiera atraerlos con astucia y un coño. Podían. Lo había hecho un par de veces. Desde que Petra había entrado en la vida de David había salido a comprar ropa interior. Nunca había sentido la necesidad de acicalar mis tetas, ornamentar mi culo con encajes y cintas hasta que una mucho más bonita y mucho más segura mujer llegó. Y ahora las prendas con volantes se encontraban repartidas como una enfermedad en el apartamento de David, llenando cajones y colgando de las puertas, ensuciando el piso de la habitación en negros, rosas pálidos, y rojo oscuro y profundo. Cada vez que me las ponía, me sentía barata. David no prestaba mucha atención a nada de eso. A él le gustaba lo que estaba debajo del encaje y la seda. Las empujaba a un lado, o las quitaba sin mirar. Él quería q uería la piel suave y cálida, y aun así, seguía comprándolas, un escudo contra otras mujeres. Era atractiva, sensual, pervertida, era el tipo de chica del que quedabas prendado para tener relaciones sexuales. Llegó a ser tanto que en mi cumpleaños David me dio una caja. Dentro había un camisón de color lila envuelto en un capullo de papel de seda floral. Tuve ganas de llorar cuando lo vi. Otro camisón, otro estúpido camisón incómodo. — ¿Te ¿Te gusta? — preguntó David — . Sé que te gusta ese tipo de cosas… cosas… Ese tipo de cosas. Pensaba que los camisones eran por mí. El amor por él agitándose en mi interior por su disposición a comprar atuendos ridículos porque pensaba que me gustaban. gu staban. Lo sostuve contra mi pecho, asintiendo. Todos los amigos de Petra sabían de su flechazo con David. Iban a su espectáculo después de la cena, el espectáculo que me estaría perdiendo porque había elegido trabajar. Me quité el delantal y lo dejé en el mostrador, luego me fui a buscar a mi gerente. Fingí estar enferma, le dije que había estado queriendo vomitar toda la noche y que si él no me dejaba ir yo… yo…
Me dejó irme. Salí de allí antes que Petra y sus amigos hubieran terminado sus cenas y la observé desenvolver sus regalos. Estaba mal lo que estaba haciendo. Sin embargo, tenía que verlo por mí misma. Pensé en llevar un traje, algo que esconda mi cara, una peluca tal vez, pero parecía tan artificioso y tonto. Por lo tanto, fui como yo misma y esperé cerca de la barra, que era lo más lejos del escenario que se podía estar. Llegaron después de mí, con sus piercing y tatuajes, las raíces ya necesitando teñirse. Petra se movió al escenario mientras sus amigos se dirigían a la barra para pedir bebidas. El cumpleaños de la princesa. Los vi pedir una ronda de shots y llevar los pequeños vasos a su reina roba novio. ¿Qué habría en esos brillantes paquetes de colores? ¿Lencería …? ¿Lápiz labial…? labial …? David dejó la guitarra y empujó el micrófono de pie hasta un taburete. Con una pierna apoyada en un peldaño del taburete, habló al tiempo que acomodaba el micrófono, contando chistes para hacer reír al público. Sonreí sin poder evitarlo. Él era bueno, estaba mejorando cada día. — Hoy Hoy tenemos a alguien especial entre el público — dijo. dijo. Estaba acordonada, mirando alrededor como todos los demás. ¿Sabríamos quién era la persona especial si la veíamos? Él no había dicho nada de la existencia de un invitado especial viendo el espectáculo esta noche. Alguien abrió una puerta cercana y el aire fresco se precipitó al interior como unos dedos ligeros sobre mi piel caliente. Cerré los ojos por un minuto deseando no haber ido, sintiéndome como una tonta paranoica. David me amaba a mí, mí, David iba conmigo a casa todas las noches. Siempre habría mujeres que enfrascarían sus afectos en él. Los músicos eran los dioses que daban melodía al dolor, lo resumían en rima y ritmo. Era fácil sentirse conectado a la persona que entonaba, tocaba o cantaba el reconocimiento en tu existencia. Y era más fácil creer que escribían las canciones solo para ti. Ese soy yo, cantan sobre mí. ¿Cuánto más extrema se volvía esa sensación cuando la persona cantando de tu dolor se veía como David Lisey? Abrí los ojos intentando adivinar qué canción sería la siguiente, s iguiente, qué tocaría para el invitado especial que olvidó mencionarme. Cuando se sentó en el taburete algo íntimo comenzó a sonar. Su único instrumento sería su voz y a veces su guitarra. Pero su guitarra se encontraba cuidadosamente a
su lado mientras hablaba por el micrófono, buscando en el público con sus ojos. Alguien especial — dijo. dijo. Y luego mi piel hormigueó, mi cabeza — dio vueltas. — ¿Dónde ¿Dónde estás, Petra? Feliz cumpleaños. Vamos todos a cantar “Feliz Cumpleaños” Cumpleaños ” a mi amiga, Petra. La multitud estalló en una versión inoportuna y mal cantada de la canción de cumpleaños, mientras que Petra se mecía alegremente frente al escenario, mirando hacia David con adoración. Sus amigos envolvieron sus brazos alrededor de sus hombros, tomando vídeos en sus teléfonos. Me moví hacia la puerta, con la cabeza baja, mi corazón acelerado. Cuando estuve libre fuera del club tomé profundas bocanadas de aire, pero no pude conseguir lo suficiente; mis pulmones se sentían pequeños y superficiales. Caminé hasta la esquina de la calle, luego me di la vuelta y volví al club. Pisé sobre una gran bola de goma y mis zapatos quedaron pegados a la acera dejando rastros pegajosos de color rosa. Iría detrás del escenario, esperaría a que el espectáculo termine, y haría frente a David. ¿Cómo había sabido que era su cumpleaños, o que ella iba a venir? ¿Se enviaban mensajes de texto? ¿Se verían en el día, mientras yo estaba en el trabajo? ¿Fue al condominio? Me di la vuelta al último momento, solicitando un Uber. En dos minutos estaba metiendo mis piernas en el estrecho espacio detrás del asiento del conductor, pidiéndole que me lleve lleve al ferry. Era una cobarde pasivo pasivo agresiva. Ese tipo de cosas se aferraban a tu piel como un olor, pudriéndote del revés. La gente podía sentirlo en ti; les hacía desconfiar en ti. Era difícil hacer amigos cuando tenías ese olor, difícil mantenerlos cuando los hacías. Te abstenías a ellos y ellos se abstenían de ti, un intercambio justo de nada. Era incluso un milagro que David lo hubiera superado, pero ahora él estaba allí, en el medio, para nada afectado. El apartamento estaba oscuro cuando regresé. Por lo general, David dejaba la luz encendida en la cocina cuando no estábamos en casa. Decía que era deprimente volver a una casa oscura. Sin embargo, esta vez la había apagado antes de salir. Me pregunté si era un presagio. Cambié los jeans y la camisa que llevaba y me puse de nuevo mi uniforme. David me envió un mensaje una hora más tarde y dijo que estaba de camino a casa. Ya nunca se quedaba con los chicos, que iban por bebidas después. Iba a casa
conmigo, cansado y sudoroso, sonriendo tan grande que no podía evitar sonreír también. Cuando entró por la puerta, estaba contando mis propinas en la cocina. No había encendido la luz, quería ver lo que diría. — ¿Por ¿Por qué está tan oscuro? — oscuro? — preguntó. — Olvidaste Olvidaste dejar la luz encendida. Mi voz sonó acusadora pero no era por la luz, era por Petra y la canción de cumpleaños que cantó para ella. — ¿En ¿En serio? — serio? — dijo dijo — . Un error. Me besó en la sien y pude oler el humo del cigarrillo en su cabello y en su chaqueta. ¿Podía oler a Petra? ¿Lo abrazó antes de que se fuera, le agradeció por la canción? Respiré profundamente intentando oler la verdad, pero solo estaba David. — ¿Qué ¿Qué tal la presentación? — presentación? — pregunté. — Estupenda. Estupenda. Se acercó a revisar el correo, distraído. Esperé a que dijera más, que dijera que Petra y sus amigos se habían presentado en su cumpleaños, pero no lo hizo. ¿No éramos la pareja que compartía las cosas de nuestros nu estros días, nuestras observaciones? ¿No nos habíamos enviado mensajes de texto o volvimos a casa muchas veces diciéndonos el uno al otro : “Vi a Ferdinand caminando hoy por la calle. Se veía destruido…” o “ Recuerdas la chica, Ginger, aquella extraña que viene a cada presentación, hoy estaba en la heladería; pidió helado de zanahoria”? Siempre compartíamos información, éramos conspiradores, psicoanalistas de nuestros amigos, entonces, ¿por qué no me diría que vio a Petra, que le cantó una canción? Algo había cambiado.
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ADICCIÓN Usé un montón de drogas en la secundaria. Todo me deprimía: los ladrillos marrón apagado del edificio, las paredes blancas del piso que compartía con mi madre, la forma en que las chicas de mi escuela dejaban el botón en la parte superior de sus uniformes abiertos para llamar la atención sobre lo que luego alimentaría a sus bebés. No éramos tan diferentes a los animales, persiguiendo los pequeños nidos y las pequeñas familias. Acicalándonos, pretendiendo ser algo que no éramos para atraer un compañero, con las tetas empujadas hacia delante, los labios húmedos con brillo. Las drogas amortiguaron la dureza del mundo, pusieron una manta sobre mis sentidos. Uno de mis maestros, la señorita Mills, me vio tropezando en el pasillo una vez y me llevó a un aula vacía para decirme que tenía un futuro brillante por delante de mí y estaba en en la vía rápida a arruinar mi vida. Era el tipo de mujer que llevaba el cabello marrón apagado en una coleta baja todos los días y esperaba los fines de semana de modo que pudiera usar su etiquetadora. Sus uñas siempre estaban pintadas, un signo de demasiado tiempo libre para sus manos. Mis propias uñas llevaban esmalte negro astillado, pintadas a la rápida. En mi opinión, ella ya había arruinado su vida, por lo tanto, ¿quién era ella para juzgar la mía? Una mañana me asomé en su salón de clases para ver si mi amiga Violet estaba allí, y la había visto inclinada sobre su escritorio engullendo una pila de galletas. Ni siquiera hechas en casa, sino de las enlatadas. Yo usaba drogas, ella usaba galletas, prácticamente la misma cosa. Tan pronto como las palabras salieron de su boca, las descarté, riendo en su cara. Nadie le decía la verdad sobre las drogas a los chicos; la jerga era obsoleta y el discurso aburrido. Las drogas eran para ahora, aquí mismo. Cuando te dicen que vas a arruinar tu vida no estás en el lugar para estar pensando en el resto de tu vida. Es más, ¿existe? Tal vez no estabas entusiasmado con el resto de tu vida porque lo que habías vivido hasta
ahora había sido una mierda absoluta. Simplemente no puedes amenazar a los chicos con su futuro cuando no entienden la gravedad del tiempo. Había dejado de usar drogas cuando llegué a un acuerdo con el mundo. Tuve un profesor en la universidad que me dijo que los espectros del dolor estaban destinados a ser sentidos y que eran hermosos a su manera porque nos hacían cambiar. En un primer momento, había estado aterrada, ¿quién querría experimentar dolor? Y entonces pensé en todas esas chicas con las que había ido a la secundaria. Aquellas de las buenas familias saludables. Ellas ya habían comenzado el proceso de establecer sus familias por sí mismas. Sin embargo, en diez años tendrían una crisis de identidad. Estarían tan fuertemente envueltas en torno a sus maridos e hijos que no sabrían quiénes eran. Habrían experimentado su propio dolor. Mi dolor ya me había hecho cambiar, sabía quién era y lo que quería por eso. Así que hice las paces con tener una mala madre, y no tener un padre, y dejé toda esa mentalidad de “esto “ esto no es justo”, que me había hecho medicarme. Por supuesto, la vida no era justa. Una completa obviedad cuando no estabas siendo narcisista. Sin embargo, usar drogas no iba a cambiar mi mundo. La aceptación lo haría. Había decidido que quería sentir el espectro completo. Pero eso no incluía a los hombres. Los hombres podían hacerte sufrir mucho más fuerte que tus padres o amigos, o cualquier otra cosa. Los mantengo a cierta distancia. Mi droga era mi pasión por viajar. Me excitaba empezar de nuevo. Siempre teníamos una droga. Podíamos reemplazar una con otra, pero los seres s eres humanos éramos adictos. — ¿Yara… ¿Yara… Yara…? Yara…? — ¿Sí? — ¿Sí? — Estaba Estaba en la ventana mirando caer la lluvia sobre el piso. — A veces es como si tu cuerpo está aquí, pero tú no estás — dijo dijo David. Sonreí. — Eso Eso es exactamente lo que pasa. — ¿A ¿A dónde vas? — vas? — preguntó. Se acercó por detrás y me besó en un punto detrás de la oreja. Me estremecí. Sus cálidos labios evocaban pensamientos sucios sin importar
dónde estábamos o lo que estábamos haciendo. Sus labios sabían cómo hacer las cosas. — Solía Solía usar un montón de drogas — drogas — le le dije — . Ahora te tengo a ti. Y a veces pienso en eso. Se rio en mi cuello, el olor picante de su cuerpo rodeándome por completo. — ¿Te ¿Te aburre esta vida? ¿La convivencia, la familiaridad? — Empezó a clavar sus dedos en mis costillas en un intento de hacerme cosquillas. Me moví de su agarre y me volví hacia él. — No — No — le le respondí con honestidad — honestidad — . Yo misma me aburro. — Eso Eso no puede ser posible — posible — dijo. dijo. Su tono era ligero, pero su expresión era seria. En su amor por mí, no podía comprender la idea de que yo sea aburrida. Estaba obsesionado conmigo como solía decir. — Tengo Tengo los mismos pensamientos una y otra vez. Estoy cansada de eso. — Entonces Entonces deja de pensar en ellos, piensa en mí en su lugar. — Se Se inclinó para darme un beso, pero volví la cabeza de modo que lo único a lo que tuvo acceso fue a mi mejilla. — ¿Por ¿Por qué no me dijiste que Petra fue a tu último espectáculo? ¿Que cantaste “Feliz Cumpleaños” Cumpleaños ” para ella? Le tomó un minuto comprenderme. Él había estado hablando de una cosa y yo había cambiado a otra. Frunció el ceño. — No lo sé — sé — contestó. contestó. Le creía, pero eso no era lo suficientemente bueno. Necesitaba que él supiera. — Sí Sí lo sabes y necesito una respuesta. — Muy Muy bien — bien — dijo, dijo, lentamente alejándose de mí.
Fue a sentarse en el sofá y yo me quedé donde estaba junto a la ventana, frente a él. Mientras lo observaba trabajar a través de sus pensamientos, la imagen más extraña posible vino a mi mente. Una anciana que había entrado en el bar con su hija. Ella había estado usando una peluca, pero estaba torcida, de una gama entre rojo chillón y rosa. Se había puesto un anillo rosado, grueso y llamativo. Se veía extraño en su mano con manchas de envejecimiento, la piel delgada y arrugada alrededor de él. Pero me agradó de inmediato, el descaro en ella. — ¿En ¿En qué estás pensando? — pensando? — preguntó David. — Una Una anciana con un anillo rosado — rosado — dije. dije. — Ves, Ves, ¿cómo puedes aburrir a alguien, mucho menos a ti misma? Intenté no sonreír. — No cambies de tema — tema — dije. dije. Asintió con seriedad. — Ha Ha estado viniendo a un montón de nuestros espectáculos. — Una Una groupie de la vida real. — real. — Puse Puse los ojos en blanco. — Sabía Sabía que iba a hacerte sentir incómoda. — Entonces, Entonces, ¿me has estado ocultando cosas porque piensas que me van a hacer sentir incómoda? — Me Me crucé de brazos. Estaba lista para la batalla. Quería pelear. pelear. — Sí Sí — respondió respondió — . Me equivoqué. Lo siento y no volveré a hacerlo otra vez. Era un difusor natural. Pero no estaba lista para parar. Sentía cosas y quería expresarlas. —Le cantaste “Feliz Cumpleaños”, Cumpleaños”, la hiciste sentir especial… especial … validada. Es validada. Es como si quisieras que se enamore de ti. — Vamos, Vamos, Yara… Yara… — Volvió Volvió la cara, restándome importancia. — No, ningún vamos — vamos — dije dije — . Eso es exactamente lo que hiciste. — ¡Soy ¡Soy un artista! — artista! — exclamó exclamó — . Complazco al público. Eso es algo para lo que firmaste al estar estar conmigo.
— No, firmé para estar contigo, contigo, no tu carrera. — Es Es un acuerdo global — global — dijo dijo a través de sus dientes apretados. Pude escuchar la ira fluyendo en su voz y eso me excitó. David rara vez se molestaba conmigo. — Creo Creo que sientes algo por ella — añadí, añadí, y David lo negó — negó — . ¡Tienes un complejo de salvador, David! Tú mismo lo dijiste. Se puso de pie, se dirigió a la cocina, lejos de mí, y luego se detuvo. — ¿Siquiera ¿Siquiera crees lo que estás diciendo? — Sabías Sabías lo que estabas firmando cuando quisiste estar conmigo. Me miró largo y tendido. — Así Así es — dijo dijo — . No sé cómo un hombre o una mujer podrían acostumbrarse a la acusación injustificada. No es bueno para el corazón. — ¿Por ¿Por qué le cantaste “Feliz “ Feliz Cumpleaños”? Cumpleaños ”? — Porque Porque era su cumpleaños — dijo dijo simplemente antes de marcharse. Empecé a sentir las retiradas en ese mismo momento. Había reemplazado la pasión por los viajes con un humano. Y ese era un terrible error. Nueva adicción, nuevo problema. problema.
22 SUE ÑO PROFUNDO Era una cosa pequeña, como una piedra en el zapato. A veces sabías que estaba allí y a veces se movía fuera del camino de los dedos de tus pies y te olvidabas de ello. Eso era Petra y su presencia en nuestras vidas. Una persistente incertidumbre en en mi mente y posiblemente posiblemente en la de David. David se deprimió. Lo llamé el “sueño profundo” profundo”. No a él, sino que así era como lo imaginaba en mi mente. No era frecuente, pero era potente, y durante nuestro año juntos aprendí a cómo identificar las señales de ello acercándose. No sabía cómo manejarlo cuando estaba así. No había un manual, ni un sitio web que me diera respuestas firmes. Se de apoyo, apoyo, decían. La decían. La depresión es química, y no puedes simplemente esperar a que salgan de ella de inmediato. Me sentía inadecuada, como si todo lo que dijera o hiciera no fuera suficiente. Lo tocaba de modo que supiera que estaba allí, y le daba de comer porque temía que se olvidara de hacerlo. Él no me hablaría cuando estaba así, pero de vez en cuando pasaba junto a él y me agarraba por las caderas y enterraba su cara en mi estómago. Dejaría cualquier cosa que estuviera sosteniendo, el cesto de la ropa, un rollo de toallas de papel, y aferraba su cabeza. Trataba de hablar con él, incluso si no me regresaba las palabras. Por lo general cosas sin sentido de algún programa de televisión o clientes que iban al bar. Cuanto más hablaba sin sentido, menos profunda me sentía. No estaba diciendo nada para ayudarlo, solo estaba tratando de ayudar a llenar el silencio. Lo observaba desde la cocina, sentada en la silla junto a la ventana, sabiendo que no entendía su depresión. Y tal vez no estaba en mí entender; los seres humanos siempre quieren arreglar las cosas. Claro, tengo problemas como todos los demás, pero esto era algo más. Para David, la depresión era una marea onda, no algo que se pueda arreglar con un nuevo día y perspectiva. Estaba en la cocina limpiando después de la cena, cuando alguien llamó a la puerta. Me asomé alrededor de la esquina, justo cuando David
abrió la puerta. Estaba sin camisa, en pantalones deportivos, y una gorra de los Seahawks hacia atrás en la cabeza. Pensé por un momento en lo gracioso que sería si abría la puerta de esa manera, justo cuando sumergía el último plato en el agua jabonosa. Me sentía un tanto complacida esa noche. Mi risotto había hecho a David sentir algo. Había dicho que era el mejor que había probado. Me sequé las manos en un paño de cocina y entré en la sala de estar. Era Ferdinand. Me alegré que viniera. David estaba mejor cuando él estaba cerca. Sin embargo, me detuve en seco al doblar do blar la esquina. Ferdinand no estaba solo… solo … con él estaban Petra y una chica a la que no reconocía, aunque ella pareció reconocerme. La vi intercambiar una mirada con Petra y tuve la sensación de que había sido el tema de una de sus conversaciones. — Yara — Yara — dijo dijo David — . Mira quiénes vinieron a vernos. Miré a Ferdinand, quien bajó la cabeza, a modo de disculpa. Era uno de los pocos que sabía lo que sentía por ella. Petra me saludó tímidamente mientras su amiga se veía estoica. — Bebidas — Bebidas — dije, dije, aplaudiendo con entusiasmo. David me guiñó un ojo, lo que provocó un aluvión de mariposas entrando en erupción en mi vientre. ¡Sí, sí, sí!, quise quise decir. Regresa decir. Regresa a mí. Fui a la cocina a buscar una botella, la sonrisa de mi cara desapareciendo tan pronto como di la vuelta. Estaba equivocada. No tenía ninguna razón para detestar a estas personas. Mis inseguridades apartarían a David. Tenía que bloquearlas. Cuando regresé llevando una botella de vino, todos estaban sentados alrededor de la sala de estar, hablando. David estaba animado, su sonrisa contagiosa cuando me quitó la botella de vino y el abridor y se puso a trabajar en abrirlo. — No soy tan tan bueno bueno en en esto como Yara — Yara — bromeó, y me me incliné para besarlo en la cabeza. Fui a buscar las copas, mirando a Petra y a su amiga que estaban sentadas en el sofá en el lugar en el que David y yo más que a menudo hacíamos el amor. Se sintió como un sacrilegio que se sentaran allí. David y Ferdinand habían acercado las sillas de la mesa que habíamos elegido recientemente juntos. Cuando regresé con las copas, David D avid se levantó para
ayudarme. Se había puesto una camisa, pero el daño ya estaba hecho, una imagen grabada en sus mentes. Prefería que no supieran lo que había bajo la camisa de mi novio. Prefería que se pregunten. Una vez que tienes la imagen de David sin camisa en la cabeza, era difícil sacarla. Observé a las chicas con sospecha, por encima del borde de la copa de vino, buscando cualquier señal de adoración. Por supuesto, ellas lo adoraban, ¿quién no lo hacía? Era el tipo de persona con la que todo el mundo quería estar. Busqué otra botella de la cocina y serví más vino, sonriendo. David también estaba sonriendo. Me pregunté si era auténtica o si estaba fingiendo como yo. Todos sonriendo como si no estuviéramos muriendo de nuestra soledad. David y yo nos sentíamos menos solo porque nos habíamos encontrado el uno al otro, pero había lobos como Petra que querían aprovecharse. En la universidad, había habido una chica en mi clase de Psicología P sicología 101 que nos había dado una conferencia sobre los hombres frente a las mujeres. — Si Si un hombre presenta a su amigo masculino a su extraordinaria
nueva novia, su amigo pensará: quiero una chica así. Si una mujer presenta a su nuevo novio a su amiga, la amiga no pensará: quiero un hombre como él, sino más bien, quiero a ese mismo hombre. — Nunca pensé mucho en lo que dijo en ese ese entonces, después de todo, nunca había había codiciado al novio de una amiga, pero aquí estaba, viendo como Petra escuchaba con gran atención cada palabra que escapaba de su boca. Escapaba… y escapaba… escapaba… y escapaba.
David estaba hablando con ella, mientras el resto de nosotros nos sentábamos y escuchábamos. Ella le preguntó sobre su proceso. Tal forma barata de conseguir conseguir que un artista artista siga hablando. hablando. Todo el mundo sabía que si le preguntas a un artista sobre su proceso, se verían encantados de contarlo felizmente. Es como si ella lo supiera sin saberlo. Los miré y mi estómago se revolvió. ¿Estaban inclinados el uno hacia el otro o estaba en mi cabeza? David se sentaba frente a uno de los grandes ventanales, una silueta contra la luz moribunda, dando más atractivo a su experiencia. — ¿Y ¿Y cuando la inspiración llega de repente, desaparece la depresión? — depresión? — preguntó Petra.
— No siempre, pero a veces es es suficiente. — ¿Tienes ¿Tienes una musa? — La La sala se había quedado en silencio cuando se volvió a mirarme. Y entonces, toda mi incertidumbre se desvaneció. Éramos solo David y yo en la habitación cuando me miraba de esa manera. — Así Así es — es — dijo, dijo, sin apartar los ojos de mí. Sonrió y pese a los celos que sentía, mis labios se curvaron hacia arriba. Una dulce muestra de propiedad por ambas partes. — ¿Qué ¿Qué hay en Yara que te inspira? — inspira? — preguntó Petra. Había una verdadera curiosidad en su voz. Sin embargo, eso no es lo que me molestó, lo que más me molestó era su motivo para hacer la pregunta. — Solo Solo mírala — mírala — dijo dijo David. Todos los ojos se volvieron a mirarme, pero fue en David quien me enfoqué. El calor en mi vientre. Se veía como mi David, no la cáscara de ser humano que había sido estas últimas semanas. Estábamos bien. Sentí que podía respirar otra vez. Petra pasó a otra cosa sin problemas, dirigiendo el tema lejos de mí y hacia algo nuevo. Es entonces cuando me di cuenta el tipo de mujer que era. Probaba los puntos débiles y tomaba notas. Era imperturbable, sin inmutarse. Terminamos la segunda botella y la amiga de Petra, Kelsey, se ofreció a correr a la tienda y conseguir otra. La idea de tener que pasar más tiempo con ellas, con la falsa sonrisa estampada en mi cara, me hizo sentir enferma. David debe haber visto el pánico en mis ojos. — Tal Tal vez en otro momento — dijo, dijo, mirándome — mirándome — . Yara y yo tenemos planes para reunirnos con unos amigos por unas bebidas. — Dijo Dijo cada palabra meticulosamente. Así lo hacía cuando mentía, como si cada sílaba, cada letra, fuera más convincente que hablar con perfecto énfasis. Una mentira. Estaba agradecida por ello. Asentí hacia ellos a modo de disculpa y todos se pusieron de pie a la vez.
Me despedí mientras David los acompañaba hasta la puerta. Ni siquiera se me había ocurrido hasta ahora que Petra ahora sabía en dónde vivíamos. Cuando se fueron, David me apretó contra su pecho y besó la cima de mi cabeza a medida que yo lloraba. — Lo Lo siento — siento — dijo, dijo, una y otra vez — vez — . Yara, lo siento mucho. Volví. No le le creía. Me dejó sin previo previo aviso y con con tanta tanta facilidad. Era como si estuviera atrapado en una sala insonorizada y ninguna cantidad de esfuerzo de mi parte podía liberarlo. A pesar de que me sostenía, s ostenía, temí que sucediera de nuevo. Y ¿qué haría la próxima vez si Petra no estaba allí para ayudarme?
23
MADRES — Háblame Háblame de tu madre — madre — preguntó. Había pasado una semana desde que Ferdinand llevó a las chicas. Una semana de un David coherente y feliz. Estaba sacando la lavandería, apilándola en pequeñas pilas ordenadas en sus cajones. Me había negado a su solicitud para reunirnos con su madre dos veces. No estaba lista para eso, y ahora estaba preguntando por la mía. Prefería encontrarme con la suya a que hablar de la mía, pero no lo dije. Estaba de espaldas a él de modo que no vio la mirada que cruzó mi cara ante la mención de mi madre. David siempre quería saber cosas. ¿Quién fue tu primer beso? ¿Quién fue el primer hombre que te provocó mariposas? ¿Dónde estabas cuando te enteraste que Heath Ledger estaba muerto? Respondí sus preguntas con una mezcla de cautela y emoción. Nadie me había preguntado estas cosas antes, pero sentía la sensación persistente de que sus preguntas eran una trampa, que estaba tratando de encontrar algo que no le gustara de mí. — Tu Tu madre — madre — dijo dijo de nuevo — . Tienes una, ¿verdad? Lo dijo a modo de broma, su voz ligera, pero igual escoció. Sí, tenía una, pero apenas. Me sentía quejumbrosa y vieja cuando pensaba en mi madre, el fantasma doloroso como una cadena antigua del pasado tirando en mi tobillo. Pero David estaba preguntando y me encontraba cada vez más incapaz de negarme a David. — Tuvo Tuvo otro bebé — bebé — le le dije — . Cuando tenía siete u ocho años. No puedo recordar. — Le Le di estos datos, aquellos que pensé que querría saber. Después de todo, era su musa; mi alma destrozada podía alimentarlo. Me limpié las manos en mis jeans, estaban sudadas. Me
acerqué a él, queriendo tranquilizarlo. No venía de donde él vino. No tenía nada que ofrecer. Se veía firme como si esto no le perturbara en absoluto, frotando pequeños círculos en la piel de mi brazo con su pulgar cuando me detuve cerca de él. Me relajé. Todo lo que tenía que ver con mi madre hacía que sienta vergüenza. — Recuerdo Recuerdo su creciente barriga. Al principio, pensé que estaba engordando, pero apenas la veía comer. Entonces, un día que estaba en la cocina y agarró su estómago con un grito, dijo que estaba pateando. Le pregunté qué estaba pateando y ella agarró mi mano y la acercó a su vientre. Casi nunca me dejaba tocarla, decía que siempre tenía las manos pegajosas. Me detuve para observar su rostro, sus ojos ligeramente entrecerrados ahora como si no pudiera imaginar el mundo en el que una madre podría pensar que las manos de su hija fueran demasiado pegajosas. — Su Su estómago se sentía tan fuerte, que recuerdo pensar, cómo las personas obesas tenían tales duros vientres. — vientres. — David David sonrió, más o menos, y asintió para que siguiera adelante — adelante — . No vino a casa un día, y el vecino vino a llevarme comida y ver cómo estaba. Ni siquiera estaba asustada de estar sola en el piso de noche, estaba tan acostumbrada a eso. Pero luego, llegó a casa y su vientre se había ido, su estómago estaba plano, completamente firme y plano, como siempre solía ser. Cuando le pregunté dónde estaba el bebé, no me lo dijo. — ¿Crees ¿Crees que lo dio en adopción? — adopción? — preguntó. Me encogí de hombros. — Por Por lo que sé, podría haber muerto, o tal vez el padre se lo llevó, o tal vez sí, lo dio en adopción. — Podría Podría haber sido una madre sustituta — sustituta — dijo. dijo. — Sí, Sí, esa no es realmente mi madre — le le dije — . Nunca ha llevado un estilo de vida desinteresado y caritativo. Aunque, tu conjetura es tan buena como la mía. Frotó mis hombros, y me dio un beso detrás de la oreja.
— ¿Estás ¿Estás preguntando por mi madre para poder descubrir por qué soy tan desprendida y evasiva al compromiso? — compromiso? — pregunté riendo. — Sí — Sí — dijo dijo David. Mi madre. Casi no tenía cuello. Eso es lo que no le dije a David. Esos detalles se sentían como si fueran solo míos. Me dejaba perpleja cómo su cabeza se unía al resto de ella. Pasé mucho tiempo tratando de averiguarlo. Solo una pelota de cabello rubio unida a un torso. Su cabello era como el mío, la gente se paraba a admirarlo. Pero había demasiado de él, espeso y pesado. Acentuaba su falta de cuello aún más. No era abusiva, aunque desde una temprana edad supe que era desinteresada. Le gustaban los hombres; mantenían su interés. Su vida consistía en una búsqueda sin fin para encontrar a la pareja perfecta, aquella que no la dejaría. Y sin embargo, ella me dejó. Un ciclo. Fui un proyecto que salió mal y ahora tenía cosas mejores que hacer. Lo prefería así. Mi amiga, Moira, tenía una madre que criticaba todo lo que hacía: deberías pintarte los labios; estás pálida. Llevas pálida. Llevas demasiado lápiz de labios; pareces una puta. Si ejercitaras más, podrías tener una hermosa figura. ¿Por qué pasas tanto tiempo dibujando? Deberías ejercitar o no encontrarás un hombre. Moira era lesbiana, así que por suerte para ella su búsqueda de hombre no era una prioridad. Se quejaba de su madre con gran detalle, cosa que me parecía fascinante. Una madre que se preocupaba demasiado por cada pequeño detalle… dime más. Las madres, en especial las madres terribles, hacían que sus hijos se sintieran culpables por existir cuando estaban bajo estrés. Te di la vida — era era muy popular, así como — : ¡Trabajo duro para — Te poner comida en tu plato! Quisiste tener un bebé, o tal vez no lo hiciste y simplemente optaste por conservar a tu bebé, aun así, no era era nuestra elección elección estar aquí, así que deja de arrojarnos en la cara que tienes que mantenernos. Mi madre me gritó un día. Fue después que el hombre con el que había estado viéndose de repente rompió con ella, y su maquillaje estaba embarrado por toda su cara hinchada. Había respondido a una pregunta que
me había hecho con un gruñido y ella perdió el control, lanzándome una barra de pan a la cabeza. cabeza. — ¡No ¡No me hables así! — gritó gritó — . Te di la vida. ¡Puse comida en tu plato! Había tenido suficiente. Había estado alimentándome por mi cuenta durante años, trabajando en la caja del mercado local de comestibles. La mitad del tiempo era yo quien le daba de comer. — Tú Tú me trajiste aquí — le le dije a mi madre — madre — . Querías una compañera, algo a que amar, ¿verdad? Debiste haberte conseguido un perro, mamá. Mucho más fácil que un puto humano. Ahora alimenta tu error sin sentirte como una salvadora. — salvadora. — Me Me dirigí a mi habitación y la dejé ahí de pie en la cocina, con los brazos caídos a sus lados, derrotada. Ella no se había disculpado y tampoco lo hice, ninguna de las dos lo sentía. Y así es como nos separamos finalmente, ambas un poco aliviada por haber terminado con la otra. Continuando con nuestras vidas vidas alegres.
24
MEMO DEL LUNES Se suponía que todo iba a ser como una parada en los boxes: Seattle, David, la relación. Me recordé eso el lunes cuando me encontré tambaleando en el trabajo derrumbándome por el fin de semana. Pero para el viernes estaba totalmente inmersa en mi vida con David, mi memo olvidado en medio de la felicidad que encontraba con él. Quizás esta vez es diferente, diferente , me dije. Era mi artista, no cualquier artista, aquel que se ajustaba a mí. Íbamos a correr cuatro días a la semana alrededor del lago Union. Los martes yo cocinaba, los jueves él lo hacía. Hacía la lavandería, él limpiaba el baño, y ambos discutíamos por el lavavajillas. Hacíamos el amor todos los días, la novedad del asunto no había desaparecido todavía. Comíamos en el Pike Place Market los domingos y ordenábamos para llevar las noches de los fines de semana, cuando David tenía una presentación. Me compró flores cada semana. Yo salía de mi turno en El Jane y habría un ramo del mercado en la pequeña mesa donde comíamos nuestras comidas, y una bolsa abierta de Cheetos, envejeciendo, como él le decía. Veíamos Homeland Veíamos Homeland y Game of Thrones, Thrones, con un tazón de palomitas entre nosotros. Discutíamos por el dinero (él no aceptaba nada de mí), y sus viajes a los bares a última hora con Ferdinand eran un tema de controversia (Ferdinand era un alcohólico). Todo era tan hermoso, mi vida con él, y tan diferente a todo lo que había tenido antes. Y entonces el lunes vendría otra vez, y me recordaba que todo esto terminaría pronto. No podía vivir esta vida para siempre. Lunes, lunes, lunes. lunes. Lo odiaba por razones diferentes a todos los demás. Y entonces, un lunes en noviembre, un año para el día en que sacó la astilla de mi dedo, me pidió que me case con él. Fue algo como esto … Estaba sentada en el suelo delante del fuego, con la espalda apoyada en el sofá y mis piernas extendidas frente a mí. La cabeza de David estaba
descansando en mi regazo, y mientras hablábamos yo jugaba con su cabello. — Es Es un lenguaje completamente diferente — bromeé — . Cuando llegué aquí no tenía ni idea de lo que estaban hablando. — Vamos — Vamos — dijo dijo — . No puede ser tan diferente. David tenía un plato de dulces equilibrado sobre su pecho. Se veían como gemas a la luz del fuego. Se turnaba poniéndolos en mi boca y luego en la suya. Me sentía perfectamente rechoncha, feliz y contenta. Él estaba sin camisa, sus pantalones cayendo bajo en su cintura. Podía ver la tira logotipo de sus calzoncillos. Pasé una mano por su pecho caliente antes de decir: De acuerdo, chico americano. Entonces, ¿estás listo? ¿Para una — De verdadera lección en la jerga británica? Se llevó un par de M&M a la boca y me guiñó un ojo antes de cantar unas cuantas líneas de “American Boy”. Esperé a que terminara antes de decir: — Uña Uña y mugre significan hermana. — ¿Qué ¿Qué mierda? — mierda? — dijo dijo — . ¿Cómo significa eso? — No lo sé. Supongo que las hermanas h ermanas se pegan como la mugre en las uñas. — Esto Esto pareció aplacarlo porque él asintió solemnemente. Me había dicho que su hermana lo atormentó durante toda su infancia. — Se Se pone mejor — mejor — dije dije — , así que calla. Manzanas y peras… peras … son escaleras. Se sentó. — Estás Estás jugando conmigo. — conmigo. — Su Su cabello caía sobre sus ojos y quise tocarlo y dejarlo al mismo tiempo. Me reí. — No lo hago. Acuéstate. — Hizo Hizo lo que le dije, pero tenía una mirada divertida en su rostro. — Pete Pete Tong significa que estás mal.
— Está Está bien, dame esa en una oración. — oración. — Puso Puso un M&M rojo entre mis labios y fruncí el ceño a medida que masticaba. — ¿Toda ¿Toda esta situación ha salido Pete Tong? — ofrecí. ofrecí. — Pobre Pobre Pete — comentó comentó David — David — . ¿Qué hizo ese chico tan mal? Toda Inglaterra la tiene contra él. Sí — dije dije — . Imagínate cómo se siente Jesús. Él es una palabra de — Sí — incredulidad. Parece bastante irónico. — Ni siquiera voy a tomar el nombre del Señor en vano otra vez — vez — juró David, con una mano sobre su corazón. corazón. — Deberías Deberías permanecer lejos de Pete Tong. Ese pobre hijo de puta. Dejó el cuenco a un lado y frotó la parte interior de mi muslo con una de sus manos. Sabía a dónde iba esto. — Las Las chicas dicen que gastarán un centavo cuando necesitan ir a orinar. Tengo que ir a gastar un centavo. — Esa Esa es fantástica. Es mi favorita — favorita — dijo dijo — . Ahora, ¿estás lista para un revolcón? Eché mi cabeza hacia atrás y reí. — Eso Eso es lo único que sabes. Se dio la vuelta hasta quedar boca abajo y besó mis muslos subiendo lentamente. — Tú. Tú. (Beso) Tienes. (Beso) Razón. — Y luego de la nada se puso serio — . Tu visa de trabajo expira pronto. Mi mano se congeló en su cabello. Eso era cierto. — Sí — Sí — respondí. respondí. — Cásate Cásate conmigo, Yara. Pensé que solo estaba soltando una idea, y yo estaba a punto de descartarlo cuando sacó un anillo de la parte inferior del tazón de M&M. Mi boca se abrió.
Derribamos el recipiente cuando ambos nos pusimos de pie y óvalos del mismo color que las gemas se extendieron por el suelo. Volví la cabeza para mirarlos, mi sorpresa pegada pegada al paladar. Fue un error, decir que sí. Lo supe incluso entonces cuando mis ojos viajaron de un M&M a otro: rojo, azul y amarillo. Me recuerdo de ellos esparcidos por el suelo así por una eternidad, su propuesta aún reciente en sus labios húmedos. El fuego ardiendo en sus ojos. — Somos Somos la química precisa, Yara. Estamos tan bien que se siente como un sueño. Maldita sea, me quiero casar contigo. Y en ese preciso momento, pensé en Petra, la forma en que se arrastraba hacia él, y mi boca se abrió para decir que sí. — Sí, Sí, David — David — respondí, respondí, con los ojos llenos de lágrimas. Y luego deslizó un diamante ovalado en mi dedo anular. Me quedé mirándolo a medida que reflejaba la luz, demasiado hermoso para las palabras. David me besó y yo me me envolví en en torno a él, eufórica, mi memo del lunes olvidado, todo olvidado.
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MATRIMONIO Había una vez una chica que nunca soñó con una boda. Las bodas, el matrimonio, y el compromiso eran para la gente que quería lo mismo durante un largo periodo de tiempo. La misma persona. Me burlaba de ese tipo de mentalidad, lo básico que era. Esos sueños eran como dulces vibraciones de estabilidad que te arrullaban en un sueño profundo, psicológico. No quería dormir. Y todo comenzaba con flores, seda, y los muñecos de torta frente a frente sostenidos de la mano. Sabía que quería estar despierta. Quería que mi ingenio y mi sentido, y por po r Dios, quería tener mi propio corazón. Así que cuando David me pidió matrimonio, estuve sorprendida cuando le dije que sí. Y no cualquier sí, sino el tipo de sí que una chica que siempre soñó con una boda diría. Lo dejé deslizar el anillo en mi dedo, y luego lancé mis brazos alrededor de su cuello, subiendo sobre su cuerpo en entusiasmo hasta que mis piernas se envolvieron alrededor de su cintura. Alcé mi mano detrás de su cabeza para así poder ver mi anillo nuevo. Y entonces volví a envolver mis brazos alrededor de su cuello y apreté y apreté hasta que me dijo que lo estaba ahogando. — Acostúmbrate — Acostúmbrate — le le dije — . Esta es tu vida ahora. Nos tatuamos tatuamos a juego al al día día siguiente siguiente para celebrar. celebrar. David lo sugirió sugirió y me gustó la permanencia de mi marca estando en su cuerpo. Terminaron en nuestros hombros, su derecha y mi izquierda. — Ahora Ahora hay amor marcado en tu piel — me me dijo después, besando el lugar. — ¿Estás ¿Estás seguro? — seguro? — seguí seguí preguntándole. Durante semanas después que él me dio ese anillo todavía seguía preguntando: “¿Estás seguro?” Con base diaria como si él fuera quien tuviera duda en lugar de mí. Nuestros tatuajes sanaron, y seguí preguntándole: preguntándole: “¿Estás seguro?”
— Estoy Estoy seguro — seguro — decía, decía, firme y estable, completamente seguro, de manera inequívoca. Decidimos que no queríamos una boda grande. No tenía mucho de mi parte de la familia, solo unos pocos amigos íntimos que había cosechado en los últimos años, y David tenía una familia muy grande, la mayoría de los cuales, según dijo, se embriagarían demasiado o no se embriagarían en absoluto. — Los Los he visto arruinando bodas antes — me me dijo. Y luego los empezó a enumerar como lo hacía cada vez — vez — : Mi prima Lidia, mi hermano, mi tía abuela Angela… Angela … se emborracharían hasta los pelos, o empezarían a juzgar cualquier mierda, y entonces comenzarían discusiones por estupideces. Y luego está Sophia, pero eso es un asunto completamente diferente. Y después, como siempre, fascinada por el concepto de una familia, le pregunté: — ¿Y ¿Y por qué pelean? ¿Qué dijeron los novios? ¿Cuánto tiempo les llevará reconciliarse? — reconciliarse? — Estaba Estaba más interesada en Sophia, así que también le pregunté por ella. Él respondió a todas mis preguntas con paciencia, su voz retumbando en su pecho, a pesar de que ya las había respondido una docena de veces antes. A medida que sus labios gruesos formaban las palabras, trazaba los espacios entre mis nudillos con la punta de sus dedos. Siempre estábamos tocándonos, no podíamos dejar de tocarnos. Nunca antes había estado enamorada, no de esta forma. Pensé que lo había estado, pero todo antes que esto se sentía como una mentira. — Mi Mi prima Sophia tuvo un aborto cuando tenía veinte años, marchaba en manifestaciones pro-opción — explicó explicó — . Mis tíos son católicos. La propia madre de Sophia la terminó repudiando. Sophia se niega a venir a los asuntos familiares por ellos. Creo que la apreciarías, tiene la misma vibra de “me importa una mierda” que tú tienes. — ¿Cómo ¿Cómo la tratan cuando aparece? — La La ignoran, susurran a sus espaldas, hacen comentarios groseros. — ¿Y ¿Y cómo reacciona? — No lo hace. Solo vive su vida.
Sophia era más fuerte que yo, decidí. Yo ni siquiera me molestaría en ir. Si mi familia me tratara de esa manera, con amor condicional, también los renegaría. Ella era la que demostraba el amor verdadero: apareciendo, sin tomar represalias. — ¿Y ¿Y qué piensas de todo esto? — esto? — le le pregunté. — No creo que haya nadie correcto o mal. Tenemos que dejar que las personas sean lo que son. Sophia hace un buen trabajo con eso, ¿sabes? Ella no lucha con ellos ni los condena. Los deja en paz. — Pero, Pero, ¿qué hay de tus tíos? Para ellos cometió un pecado atroz. No puedes pedirles que se rebajen a su nivel, un nivel en el que no creen. — No es cierto. Nadie lo está. En realidad les estoy pidiendo que suban un nivel. Que demuestren su amor en lugar de juicio. Porque si están en lo cierto en cuanto a su sistema de creencias, hay un juez último de todos modos, ¿cierto? No necesitamos jueces humanos. Hecho: David me gustaba más cada día. Por lo general, cuanto más tiempo pasaba con alguien menos me gustaban. Una buena señal. Para el tiempo que tuviéramos sesenta estaría tan enamorada que estaría a punto de estallar. Compré mi vestido de novia en una tienda de consignación en Queen Anne: de encaje blanco con mangas largas y un cuello en V profundo que casi alcanzaba el ombligo. Había una mancha de sangre en el dobladillo, dos gotas de rojo oscuro. Cuando le dije a Ann hizo una mueca de disgusto. — Qué Qué asco, llévalo a la tintorería. Asentí, pero no había manera de que borrara la historia de alguien de mi vestido. ¿Cómo llegó hasta allí? ¿Fue por amor o lujuria, ira o alegría? Pasé tantos días imaginando ese escenario que casi estuve tentada a volver a la tienda y preguntar por su propietario original. Decidí no dejarlo en la tintorería, sino llevarlo tal cual con toda la mala o buena vibra todavía unida a la tela. Habíamos planeado casarnos en Vancouver, una ciudad favorita para los dos, con solo unos pocos amigos a remolque. David encontró un traje de terciopelo azul en la parte posterior del armario
de su tía y me dijo que lo usaría. Me dijo que Lazarus Come Forth cantaría a capella mientras caminaba por el pasillo. — ¿Qué ¿Qué pasillo? — pasillo? — le le pregunté, y luego me dijo que había reservado una iglesia y un restaurante para después de que hubiéramos recitado nuestros votos, donde todos pudiéramos celebrar. No había hecho nada, no había movido ni un dedo. Era como si él pudiera sentir mi vacilación y se puso en acción al hacer los planes. planes. — ¿Te ¿Te gustaría invitar a alguien de tu hogar? ¿Como a una amig a… algunos familiares lejanos? — No — No — respondí respondí rápidamente — rápidamente — . Mi vida está aquí ahora, mi gente es tu gente. Yara — insistió insistió — . No puedes simplemente cortar a la gente de tu — Yara — vida cuando sientes que has terminado con ellos. Son parte de tu tapicería. Observé sus labios a medida que hablaba. Era cautivante la forma en que se movían. Se humedecía los labios con frecuencia y siempre terminaba deseando que lamieran otra cosa. — No quiero que nadie más venga venga — — dije dije con firmeza. Me sentía culpable. Pensé en Posey, quien ni siquiera sabía que me iba a casar. Todavía me escribía una vez por semana y le había dicho de todo menos de David. Había un puñado de otros más que podía llamar. Todos estarían contentos y sorprendidos al escuchar las noticias, algunos de ellos incluso se ofrecerían para volar hasta la boda. Pero, al final, opté por no decir a nadie. Lo que tenía con David se sentía muy muy privado, como si necesitara protegerlo del exterior. Y entonces llegó el momento de conocer a sus padres, que estaban enojados con David y sospechosos de mí. No los culpaba. Le pidió a una chica que se case con él, una chica que aún no habían conocido. No sabían si era mi culpa y no la suya, que había estado esquivando su invitación de cenas y los viajes de fin de semana durante casi un año. Pero acepté el anillo, y compré el vestido, y ahora era el momento.
PARTE DOS
EL CORREO ELECTRÓNICO Querida Yara, La banda estará en Londres el 12 de noviembre. ¿Quieres que nos veamos? David
Lo reescribí unas veinticuatro veces antes de enviarlo. Ni siquiera sé si ella sigue usando este correo electrónico. Si responde, dolerá. Si no responde, dolerá. Responde tres días después.
Hola David, Sí, suena muy bien. Avísame en dónde y cuándo sería. Yara
Es tan fría.
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RECUERDO Recuerdo el olor de su ropa, su perfume, su piel. La inclinación de su barbilla cuando estaba ofendida y la forma en que su boca tiraba de las esquinas cuando tenía dudas sobre tus motivos. Recuerdo la forma en que la punta de su lengua asomaba y tocaba su labio superior cuando estaba teniendo un orgasmo. Y la forma en que tomaría el primer sorbo de vino en su boca durante lo que parecía un minuto entero antes de tragarlo. La forma en que cerró los ojos y gimió cuando tragó … el vino. Y a mí. Recuerdo que no aceptaría ninguna mierda de mí ni de nadie más. No le importaba lo que pensabas de ella, le importaba lo que ella pensara de ti. Ella no te dejaría entrar así como así. Tenías que probar tu valor. Recuerdo las bolsas abiertas de Cheetos, todas alineadas en su despensa. La primera vez que las vi todas alineadas así, saqué un par de bandas de goma de mi muñeca y comencé a cerrarlas para que no se pusieran rancios. — ¿Qué ¿Qué estás haciendo? — había había dicho, cuando me sorprendió amarrando una. — Alguien Alguien las dejó abiertas — abiertas — contesté contesté — . Se pondrán rancios. — Ese Ese es el punto. — punto. — Ella Ella me había quitado la bolsa, le quitó la goma y me la devolvió. — Los Los Cheetos rancios son mis favoritos. — favoritos. — Se Se lo había metido entre los labios, sacudiéndome las cejas. Y luego, mientras se alejaba, añadió — añadió — : ¿Vas a escribir una canción sobre eso? Recuerdo la forma en que siempre decía: ¿Vas a escribir una canción sobre eso? Y nunca olvidaré que escribí una canción sobre eso. Todo ello. Y esas canciones. Escribí una canción, escribí dos canciones, escribí tres canciones, escribí cuatro canciones. Yara me dio un regalo: inspiración sin fin.
Una canción, dos canciones, tres canciones y cuatro canciones van a platino. Hacemos dinero, adquirimos fama, viajamos por todo el mundo y vivimos los mismísimos sueños que soñamos. Pero soy pobre. No tengo nada más que dinero. Y su suéter, todavía tengo uno de sus suéteres. Hace mucho que su olor se desvaneció, pero si miras detenidamente el manguito de la manga, puedes ver pequeñas motas de naranja atrapadas en la lana. Polvo de Cheeto. Lo levanto a mi nariz antes de cada show, show , intentando encontrarla en alguna parte. El suéter viene conmigo cuando estamos de gira. Lo guardo en una caja que parece un ataúd. Los muchachos me dan mierda por eso, pero no me importa. Hubo una vez que olvidé la caja en un camerino en Albuquerque; solo me di cuenta cuando llegamos a Reno y nos estábamos preparando para una presentación. “ No estoy jugando”, les dije. “Todo se irá a la mierda sin el suéter ”.
A veces un hombre se deja llevar, pero ¿qué importa? Es un asunto de hombres. Me convencieron de seguir de todos modos; dándome palmadas duras en la espalda y miradas que me hicieron sentir como si estuviese exagerando. El sonido se detuvo durante la primera canción. Había funcionado bien durante el ensayo, pero no olfateé su suéter, así que dejó de funcionar. Luego, durante la mitad del espectáculo, la directora de escena comenzó a vomitar violentamente. Fue llevada de urgencia al hospital en medio de nuestro set después de desmayarse y luego fue diagnosticada con norovirus y agotamiento severo. Nuevamente, el suéter. Entonces Ferdinand rompió tres cuerdas de la guitarra, y olvidé la letra de “My Wife's Wife” Wife ”. Cuando salimos del escenario y regresamos al autobús de la gira, todos los muchachos estuvieron convencidos del suéter. — No más presentaciones sin el suéter de Dave — Dave — dijo dijo Brick. Apestaba a cerveza y sudor, y no quería que él estuviera cerca del suéter de Yara.
— ¿También ¿También tenemos que olerlo? — olerlo? — preguntó Ferdinand. Ferdinand de algún modo comprendió un poco mi dolor por Yara: después de haber visto cómo se desenredaba toda la relación, nunca lo cuestionó. — Nadie huele el maldito maldito suéter, excepto yo — yo — le le dije. Así que el suéter se convirtió en una especie de Arca del Pacto para nosotros, conmigo como su guía y los muchachos como creyentes firmes en su magia. No salimos de gira sin él, y está en la portada de nuestro segundo álbum. A veces contamos la historia en nuestros shows y la multitud ruge. Quieren ver el suéter. Pero el suéter gris desgastado de Yara es solo para mí. Me pregunto si alguna vez ha visto la portada de nuestro álbum y lo reconoció; me pregunto eso muy a menudo en realidad. Lo más retorcido de ser artista viene cuando comprendes que estás creando para una persona específica. La parte dolorosa es darte cuenta quién es esa persona, y la parte devastadora es saber que la compulsión nunca desaparecerá. Y en su mayoría provienen de una muerte: emocional, física, no importa. Mueren para ti y sus cosas se vuelven sagradas. Ella no se lo merece; es una cobarde. Pero tratar de controlar quién te controla es como dictar lo que el clima debería hacer todos los días. Nos mudamos de Seattle a Los Ángeles para perseguir la música. Ferdinand, Brick y nuestro miembro más nuevo, a quien llamamos Keyboard Carl. Carl fue el último, pero a mí me gusta más. Tiene el cabello grasiento colgando alrededor de su rostro de un modo que me recuerda a Kurt Cobain, y usa camisetas de bandas de chicos de los 90. Le da a Lazarus Come Forth una agradable vibra sólida de rock&roll. Los chicos encontraron la transición a LA más fácil que yo. yo . Por mi parte, estaba dejando recuerdos; ellos querían hacer otros nuevos. A decir verdad, siempre les ha encantado la idea de la fama más que a mí. Solo me encanta la música. Firmamos con una pequeña disquera independiente: unos esposos llamados Rita y Benny. Son tan apasionados con la música que hacen poco, pero comen, duermen y hablan música. Me hacen hacen sentir inferior pero bien cuidado. Todos tienen un apodo en nuestro círculo, así que los llamamos Los Músicos. Nos quedamos en su casa cuando visitamos y al final del
largo fin de semana, creyeron en nosotros y nosotros creímos en ellos. Supongo que el resto es historia. Ferdinand compra a su madre una casa en el lago en Chelan, y Brick le compra a su novia tetas nuevas del tamaño de melones. Keyboard Carl dice que está ahorrando lo suyo para comprar una isla. Creo que es una idea excelente, pero no hay nadie a quien quisiera llevar a la isla conmigo, así que deposito mis cheques e intento olvidar que el dinero está allí. Algunos chicos lo usarían para aliviar el dolor, supongo, del mismo modo que algunas personas usan drogas. Quiero que el dolor permanezca donde está, duro y pesado. Me hace sentir cerca de ella. Estoy inspirado, pero estoy vacío. El mes después de que termina la gira, Ferdinand viene a mi apartamento, el cual le había comprado a mi tía. — Ahora Ahora tienes barba — dice, dice, rascándose la cabeza — cabeza — . ¿Cómo te comes los coños con barba? Me rio y nos abrazamos como lo hacen los hombres con algunos golpes firmes en la espalda. Siempre he pensado que es gracioso que incluso al abrazar, los hombres muestran agresión. Ferdinand se queda conmigo por una semana y, antes de irse, me dice que necesito encontrar a Yara. Está nervioso cuando lo dice. Lo he visto tocar ante multitudes de ochenta mil personas sin ni siquiera sudar ni vomitar como lo hizo Brick antes de un gran espectáculo. Ahora se sienta en el brazo de mi sofá, con las piernas abiertas. Su cuerpo está doblado de modo que sus codos descansan sobre sus rodillas, sus manos colgando entre ellas. Me mira a los ojos, pero tiene problemas para hacerlo. — Mira Mira — dice dice — . Tengo un amigo en Londres. Vino a uno de nuestros shows una vez… vez… — ¿Cuál? — ¿Cuál? — pregunto. — Red Red Rocks. Vino a Red Rocks y le pedí que vigilara a Yara. — ¿Cómo ¿Cómo se puede vigilar a alguien que nunca han conocido, en una ciudad con millones de personas? — Le Le mostré su foto. Escribe reseñas de restaurantes para un blog, así que pensé que si frecuentaba la escena de bares en Londres, era probable que se topara con ella. ella.
— ¿Y ¿Y lo hizo? — No. No puedo ocultar la decepción decepción de mi cara. — Entonces, Entonces, ¿por qué me estás diciendo esto? — Porque Porque realmente me importa una mierda a quién te follas. Pero cambiaste después de que ella se fuera, y follarte a todas esas chicas no te ayudó. Tampoco el éxito del álbum, hombre, cosa que sospecho que en su mayoría fue escrito sobre ella. Me detengo a pensar en “Atheists Who Kneel and Pray”. Pray” . La noche en que me había caído ebrio en el césped de un extraño en algún lugar de North Bend, en mi camino de regreso regreso desde un bar. La nieve nieve caía caía alrededor alrededor de mí, impactando en mi cara y mano con pequeños pinchazos cuando aterrizaba. Miré hacia el cielo y pensé en cómo ya no creía, ni en Dios ni en su creación. Definitivamente no en el amor. Ella había venido como una ladrona en la noche y se había llevado todo. ¿Cómo podía una persona hacer eso? ¿Cómo podían tener tanto poder? Y mientras yacía allí, en un estado de ebriedad y angustia, había escrito la canción que nos había puesto en el mapa. — Tienes Tienes que encontrarla — dice dice Ferdinand — Ferdinand — . Hombre, necesitas un cierre. O algo más. Encuéntrala y dile que todo fue por ella. Lo que sea que necesites hacer. La madre de Ferdinand era psiquiatra. Supongo que sacó toda su sabiduría de ella. Me froto la cara con la mano. — Hombre, Hombre, está bien — bien — le le digo — . Está bien.
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CORREO NO DESEADO Reviso mis correos no deseados por su correo electrónico. Cuando solía enviarme correos electrónicos iban directamente a esa carpeta, nunca entendí por qué. Traté de configurarlo de modo que se dirigieran a mi bandeja de entrada, pero ella me envió un correo electrónico y de todos modos lo clasificaría como basura. Una advertencia tal vez. El correo electrónico que estoy esperando es en el que me ofrece una disculpa sincera y desconsolada. En el que me da una razón decente para dejarme seis semanas después de que nos casamos. Me imagino que leeré su correo electrónico y diré: “ Ajá, ahora lo entiendo. Gracias por explicar todo tan bien de modo que ya no tenga que seguir sufriendo”. Todos los días reviso mis correos no deseados por ese jodido correo electrónico, pero nunca llega. ¿Acaso los culpables no envían correos electrónicos? Estoy revisando mi correo electrónico un día (los correos no deseados) cuando veo un título en la barra de asunto que dice: SI NECESITAS UN INVESTIGADOR PRIVADO, SOY TU HOMBRE. Lo abro en parte porque es cursi y creo que este tipo, Ed Berry es su nombre, podría pensar en un mejor eslogan para su negocio. Ed afirma que puede encontrar a cualquiera, y que puede hacerlo de modo que se ajuste a tu presupuesto. No sé de dónde se va Ed pensando que alguien lo llamaría después de ese horrible eslogan, pero lo llamo porque imagino que Ed necesita que alguien crea en él. Dejo un mensaje y él me devuelve la llamada en dos minutos. — ¿Qué ¿Qué puedo hacer por ti? — dice dice en un acento raro. No puedo decir si es de Nueva York, Texas o Minnesota — Minnesota — . Las tres — dice dice después — . Soy un hombre que se mueve. Casi le cuelgo, pero recuerdo lo que dijo Ferdinand sobre eso de necesitar un cierre. Yara y yo celebramos nuestro segundo aniversario de
boda el mes pasado. Me hice un tatuaje para compadecerme, y luego me emborraché. ¿Dónde está mi esposa? Ese es el trabajo de Ed ahora. Necesitaba un investigador privado privado y él es mi hombre. Le digo a Ed que necesito encontrar a alguien y él me dice que el trabajo internacional no es barato. Le aseguro que puedo pagarlo. Cuando cuelgo el teléfono, sé que he cruzado una línea, no hay vuelta atrás. Cuando te propones a buscar a alguien, no te detienes hasta que lo haces. Y luego tienes que lidiar con lo que encuentras. Ed me envía fotos. Grandes 8x10. También envía los archivos a mi correo electrónico. No van a mi correo no deseado. Reviso los correos no deseados antes de abrir los archivos. Nada. En las fotos, veo a Yara detrás de una barra. No es de extrañar, tenía un título de maestría y aun así se negó a trabajar más que como barman. La veo caminando por la calle con bolsas de plástico, con la barbilla apoyada en el pecho. La veo sonreír mientras se sienta en una mesa exterior con otra mujer. Ed etiqueta cada foto con lo que está haciendo. El sujeto femenino come en The White Knight a las once cien horas. Está acompañada por otra mujer. Se van juntas caminando hacia el oeste en… No me gusta que la llame llame sujeto femenino. Es femenino. Es Yara. Reviso mis correos no deseados por su correo electrónico. Sé dónde está, ahora solo es cuestión de ir. Mi tatuaje se infecta. Considero en removerlo. Es mal yuyu cuando el tatuaje que te hiciste para compadecer tu segundo aniversario con tu mujer fugitiva se infecta. Cuando sana, hay un punto en el medio donde desapareció la tinta. Es perfecto de una manera espeluznante, así que lo conservo. Cuando reviso mi correo electrónico, froto el lugar vacío en el medio de mi tatuaje. No era algo que sabía que hacía hasta que Brick lo señaló. Brick puede ser muy observador cuando no hay mujeres cerca. — Amigo, Amigo, ¿por qué haces eso? Es lo mismo todos los días. Me encogí de hombros, pero eso me hizo pensar. Había una un a historia de un hombre cuya esposa murió. Fue al cementerio todos los días, le llevó las mismas flores, usó la misma corbata. Se sentó s entó al lado de su tumba y le contó a su esposa muerta sobre lo que había desayunado, cómo la vecina había levantado la mano en señal de saludo mientras pasaba. Esa era la
forma en que se afligía por al amor de su s u vida, con un ritual y consistencia. Era como tenía el control después de que sucediera lo incontrolable. La muerte. Yo tocando el espacio en blanco de mi tatuaje, buscando su correo electrónico en mi basura. Estaba perdido para siempre en mi dolor. Odio estar en casa, casa siendo el hogar de mi familia, donde mis padres tienen un carrito de golf verde lima que conducen alrededor de la propiedad orgullosamente con el número 12. Mi hermana tiene juguetes para que jueguen sus hijos cuando los trae los fines de semana. La casa siempre huele a vinagre de sidra de manzana, que a su vez huele a pies sucios. Mi madre se ha convertido en una consumidora de vinagre de sidra de manzana. — Mata Mata las bacterias malas en tu intestino — me me dice. Para ilustrar esto, palmea mis tripas justo donde vive la bacteria mala, y luego señala la suya. Tomo un trago de eso para apaciguarla y me dan arcadas. Nadie habla de Yara, esa es la regla. Continuamos como si nunca sucedió. A veces puedo decir que mi madre quiere hablar de eso, preguntar si he escuchado algo, pero en cambio contiene las preguntas en sus ojos. Por primera vez en mi vida, estoy agradecido de que seamos el tipo de familia que evita hablar sobre las cosas. Es el sonido de los hijos de mi hermana montando sus triciclos a lo largo de la acera frente a la casa lo que más me molesta. Siempre me levanto y pongo una almohada sobre mi cabeza para matar el sonido de las ruedas de plástico sobre el asfalto caliente. El roce de ellas, la risa. Lo odio. Me recuerda una felicidad que probablemente nunca conoceré: una familia propia, pequeños humanos llamándome llamándome papá o papi, una mujer con con la que quiero tenerlos. Cuando le di un beso de despedida a mi madre después del fin de semana y volví a la ciudad, me sentí aliviado. ¿Quién soy? No el hombre al que le gustaba salir con su familia. No el hombre que estaba sediento de música. Me voy a dormir en mi propio apartamento; el zumbido de los motores adormeciéndome y es el mejor sueño que he tenido en días. La próxima semana será mejor. La próxima semana intentaré con más ganas seguir con mi vida. La próxima semana tocamos en un festival en Seattle. Reviso mis correos no deseados por su correo electrónico.
28 COLMILLOS Ella tenía colmillos. Figurativos, pero además sus incisivos eran afilados cosa que la hacían parecer un vampiro. La primera vez que la vi pensé en los libros que todas las chicas estaban leyendo cuando estuve en la secundaria, aquellos del hermoso vampiro que se enamora de una chica mortal. Yo era el chico mortal y esta chica, divina, me hizo sentir insuficiente y aburrido. Después me dijo que la hice sentir de la misma manera, y tal vez así es como debía ser: dos personas asombradas entre sí, que se sienten afortunadas de estar el uno con el otro. Volví a verla una vez más, sediento por su s u atención. No estaba exactamente hambriento por atención, pero últimamente la suya era la única atención que quería. Quizás la primera vez fue una casualidad, una mala racha para mi masculinidad. Pero cuando volví, sentí lo mismo, si no más fuerte. Coqueteé con ella y ella me respondió, pero no con la sutil flexibilidad con la que la mayoría de las mujeres flirteaban. ¡Hola, chico astilla! — diría diría ella porque sabía que me molestaba — — ¡Hola, . ¿Vas a escribir una canción sobre eso? Lanzaba indirectas, muy bien apuntadas que me hacían reír. Si fuera un hombre diferente, tendría el ego magullado. Acepté sus bromas y las moldeé para mí. Ella era algo que sabía que existía pero que nunca había conocido: el Monstruo del Lago Ness, Pie Grande, el duende al final del arcoíris. Terribles analogías, lo sé. Yara. Y entonces me lo dijo, después de un montón de insistencia. Su nombre era música. Me iría del bar y pensaría en su cabello. No en sus tetas ni su culo; su cabello. ¿Qué mierda era esa?
Le conté a mi mejor amigo, Ferdinand, sobre su cabello y me llamó un marica. Una pequeña marica es lo que era. — ¿Quieres ¿Quieres pasar los dedos por él? — me me preguntó — . ¿Meter tu rostro en él y ver qué tan bueno huele? Así era. — Jódete — Jódete — le le dije, pero él solo había reído. — Prefiero Prefiero tener los dedos y la cara en otro lado, pero como quieras. La invité a mi presentación. Una, dos, tres veces. Nunca antes tuve que suplicarle a una mujer que viniera a una de mis presentaciones. Y para empeorar las cosas, nunca fue. Cada espectáculo subiría al escenario y la buscaba, su cabello rubio; incluso si estaba atado, podría verlo. Y luego bajaría del escenario decepcionado. Ella no funcionaba de la misma manera que otras mujeres. Otras mujeres tenían botones, perillas; nada estaba etiquetado. Yara tenía solo un interruptor y bien estaba Encendido o Apagado, más nada. Quería hablar su idioma. Quería ser su su idioma. Esta era una obsesión y la recibí con agrado. Un buen cambio a no sentir nada o sentirse decepcionado. Tocamos en El Cocodrilo el último sábado del mes. Había invitado a Yara otra vez, pero para entonces esperaba que no fuera. Por lo general, nos sentábamos en la sala verde bebiendo hasta que llegara el momento de que fuera nuestro turno de tocar. Pero, en esa noche en particular, no podía quedarme quedarme quieto. — Dale Dale un poco de eso a David — le le dijo Ferdinand a Brick, que estaba fumando un porro. Los descarté. — Hombre, Hombre, es como si estuvieras drogado con algo. Ferdinand me conocía muy bien, pero no quería hablar de eso. Yara había sido diferente conmigo las últimas veces que fui al Jane, no tan habladora y amistosa. Le di una calada para apaciguarlos unos minutos antes de que comenzara el espectáculo.
— ¿A ¿A quién estás buscando? — preguntó Ferdinand a medida que caminábamos hacia el escenario. Ferdinand sabía a quién estaba buscando pero a él le gustaba atormentarme atormentarme con eso. — Yara — Yara — dije, dije, sin pensarlo. — ¿Aquella ¿Aquella con la que has estado obsesionando? ob sesionando? Colega… — No la has visto. No sabes nada. En realidad, no quiero que la veas. — Tomé Tomé mi Charvel e ignoré la forma en que me estaba mirando. Ferdinand era el bajista, pero conseguía más culos que yo. Como el rostro de la banda, los cantantes principales recibían mayor cantidad de traseros; sus nombres no mbres eran los más clamados y recordados. recordados. Medía un metro noventa y era tan ancho como un toro, las mujeres pensaban que Ferdinand F erdinand era una combinación de misterio y peligro. En realidad, era un hombre de pocas palabras que tenía un gatito como protector de pantalla en su MacBook. No le gustaba hablar a menos que se tratara de música o de su madre, y lloraba cuando sangraba por la nariz, pero bueno, la ilusión era parte de la diversión. Funcionaba Funcionaba bien para su vida social. — ¿Quién ¿Quién es esa? — esa? — preguntó Ferdinand. Apuntó su barbilla hacia la barra mientras ajustaba la clavija E de su Fender. Levanté los ojos, intenté ver más allá de las luces brillantes que relucían en el escenario. Un destello de cabello platinado, pero podía ser cualquiera. Chicas con ese color de cabello eran como una moneda de diez centavos. Su cabello era tan largo que acariciaba sus caderas, unas caderas que se pavoneaban cuando ella caminaba. — Una Una rubia — rubia — dije dije — . No la correcta. — Hay Hay muchas rubias que puedes elegir aquí — dijo dijo Ferdinand — . Un buffet completo de rubias. Le enseñé mi dedo medio y levanté mi guitarra. Un buffet. Seguro. En eso se había convertido. Podías escoger izquierda o derecha, y conseguir dos ligues en una noche. Si no te gustaba una, había otra. Ibas alrededor, y más jodidas groupies, chicas en Tinder que decían que querían pasar una buena noche pero en realidad estaban buscando un marido. Podías follar todo el camino a lo largo del Noroeste Pacífico si eras medio apuesto y llevabas una guitarra. Era tan insatisfactorio. Una experiencia estéril tras otra experiencia estéril.
Tiempo de empezar. Brick estaba en la batería. —Uno… dos… tres… Era ella. Me di cuenta de eso a la mitad de nuestra primera canción. Energizado, me moví por el escenario con nuevo vigor. Ferdinand levantó las cejas, inclinando la cabeza ligeramente hacia ella como si preguntara: ¿Es ella? Yo asentí. Él frunció los labios, empinando su bajo y cerrando los ojos. Esta era su parte favorita de la canción. ¿Cuál sería la de Yara? Canté, y toqué para impresionar. No quería asustarla y por esa razón no hice contacto visual hasta que qu e tocamos tres canciones. Ella estaba aquí, había venido. Estaba interesada. No solo iba a ser mi musa, iba a hacerla mi esposa. Mucho bien que me hizo. Maldita M aldita sea, muchísimo bien.
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MENDIGOS Cuento los días que ella se ha ido. Los cuento hasta que se vuelve doloroso saber que de hecho hay un número importante entrometido entre nosotros, un número que solo creció. Solo crecería. Días, luego meses, luego años. Te dicen que mejora, pero no es así. Hago una lista de cosas que quiero olvidar porque duele mantenerlas a la vanguardia de mi mente. Esa vez que maldijo a mi hermano cuando él me dijo que consiguiera un trabajo real. Esa vez que estábamos tocando en un show y la vi en la multitud con los ojos cerrados y las manos levantadas como si estuviera alabándonos. Esa vez que estaba tan enojada conmigo que arrojó una barra de pan en mi cabeza y me dijo dijo que me ahogase con ella. ella. Esa vez que lamió las lágrimas de mi cara y dijo que estaba deseando algo salado. Esa vez que me sentí mal por mí y le dije que era un pésimo artista y me dijo que escribiera escribiera una canción sobre eso. Esa vez que llenó la botella de vodka con vinagre y cuando comencé a toser y ahogarme me dijo que tenía que dejar de beber tanto. Esa vez que me convenció para dejarla depilar mis bolas y me dijo que no me dolería en absoluto. Esa vez que dibujó tetas en mi cara con un Sharpie mientras yo estaba durmiendo y luego tuve que tocar un show más tarde esa noche. Esa vez que me cantó cuando ya no cantaba y fue tan malo y tan bueno al mismo tiempo. Esa vez que nos casamos.
Esa vez que se fue. ¿Cuándo se pone mejor? ¿Alguien puede darme un marco de tiempo? Si alguien no te quiere, lo único respetable por hacer es dejarlos ir. La verdad, completamente honesta, no te estoy mintiendo. Es eso o una orden de restricción. He visto a esos tipos que no lo dejaron ir. Sus chicas se irían en paz y ellos perderían la cordura. Hombre, esos cabrones me recordaban a los mendigos; con sus hombros encorvados, ojos llorosos como si acabaran de golpearse un dedo. Hombre, ¿cómo te permites llegar a ese punto? Eso es patético. Lo que más me molestaba de esos tipos era la clase de chicas por las que estaban de duelo. Chicas superficiales, chicas de portada, chicas con lápiz labial excesivo, ninguna de ellas ni siquiera un poco similar a Yara. Juzgaba tanto a esos tipos y supongo que no debí haberlo hecho. Todos tenemos a alguien por quien sentir duelo, incluso si es no Yara. Hice una nueva lista de cosas que quería olvidar. La forma en que preparaba preparaba mis comidas comidas cuando era era un zombi y me las llevaba, colocaba el tenedor entre mis dedos, y me decía con su voz suave que coma. Sus dedos fríos cuando acariciaban las líneas en mi cara. Cómo nunca se quejó de los meses cuando desaparecí, nunca los mencionó después. La forma en que me atacaría, acusándome de engañarla. Esas chicas, aquellas que no eran Yara, su habla era inconstante, sus voces altas y gangosas. Nunca hacían una pregunta real, solo la insinuaban. Sonaban baratas, como esas grabadoras de plástico que te enseñan a tocar en la escuela secundaria. Había tenido esas chicas, las escuché hablar, y decir mi nombre, y preguntarme sinsentidos. La voz de Yara era profunda… elegante. Su elegante. Su acento era real y su tono relajante. Añadí algo que quería olvidar a la lista de preguntas de Yara. ¿Por qué follarte a una chica y engañarla si no tienes intención de tener una relación con ella?
¿Por qué te quejas que no puedes escribir una canción cuando no has intentado escribir una canción? ¿Por qué dejas que tu hermano te hable así? ¿Por qué quieres casarte conmigo de todos modos? Después de que una relación terminaba y pasabas por la pena inicial, era hora de la humillación (o negociación como lo llamaban los psiquiatras). Humillarse era un rito de paso. Es cuando te ves tan patético que nadie te querría de todos modos, pero estabas lo suficientemente triste como para intentarlo. No sabía en dónde estaba Yara para arrastrarme o lo hubiera hecho. Mierda, habría ido los nueve metros de humillación, mendingando. Me salté esa etapa y fui directamente a la etapa del imbécil. Esa es la mejor. Tienes la oportunidad de beber un montón de mierda, y ni siquiera te importa lo que estás bebiendo. Hay una gran cantidad de “Qué se joda esa perra”. Y, “estoy mejor sin ella”. Cuando te cansabas de las resacas, y tu verga ya no se pone dura, dejas de beber y te medicas con nuevas cosas divertidas: amigos, gimnasio, arroz integral y pechugas de pollo perfectamente perfectamente racionadas, y ligues al azar con chicas que conoces en en el gimnasio. Un duelo sin peleas, un duelo sin disculpas, un duelo sin cierre. El cierre. El sofocante y espeso duelo se envuelve fuertemente alrededor de una mujer. Y con tanto duelo reprimido que tienes por una mujer, estás metiendo tu polla en otra. Es enfermizo. Orgullo, tuve demasiado. Maldita sea, si realmente quisiera, podría haberla encontrado. Ahora lo sé. Debí haber rogado y humillado, gatear hacia ella sobre mis manos y rodillas para que así ella pudiera ver el efecto que tenía sobre mí. Tal vez podría haberla traído de vuelta. La lapicera estaba allí ese día, puesta en mi mesita de noche. No la reconocía, ¿de dónde venía? Era una pluma de turista, algo que comprarías en el mercado: un horizonte de Seattle detrás de una cúpula de plástico diminuta. Había motas de purpurina en el agua. La tomé, la observé mientras nevaba sobre Seattle. Y entonces, así como así, las palabras aparecieron en mi cabeza. ¿Vas a escribir una canción sobre eso?
Por qué sí, así era. Llamé “Mendigo” a la canción. Era la segunda canción que escribía sobre Yara y me llevó veinte minutos conseguirlo. Tenía su ritmo: suave, suave, duro, duro. Cuando terminé, sentí… menos. Solo menos, como si hubiera transferido parte de mi dolor a un libro de composición en lugar de dejarlo reposar en mi pecho. Esto era lo que Yara me había dicho que pasaría si mi corazón se rompía. Odiaba la canción por eso; odiaba cada canción sobre ella, y todas eran sobre ella. Odiaba a la chica que nos hizo famoso. Me odiaba a mí mismo por amar a la chica que me hizo un mendigo. Amargado, muy amargado como cortezas de naranjas. Ella me había hecho esto a propósito, me había lastimado con intención. Cambié por ella, pero ella no había cambiado por mí. Esa era la diferencia. Ella solo me dejó. Reviso mis correos no deseados por su correo electrónico.
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BUSCANDO Tengo un sueño en el que qu e Yara está encerrada en un armario llamando mi nombre. Cuando despierto estoy cubierto de sudor y mi corazón late con fuerza. Miro mi teléfono. Son las cinco en punto de la mañana. Saco las cuentas en mi cabeza mientras balanceo mis piernas por un lado de la cama. Dos años este mes, ese es el tiempo que ha pasado desde que ella se fue. Me ducho, me preparo una taza de café, pero no puedo quitarme el sueño de la la cabeza. Podía verla tan claramente, claramente, su largo largo cabello trenzado por su espalda, sus ojos con delineador rojo. Me esfuerzo por no mirar fotos viejas porque cada vez que lo hago, siento que vuelvo al primer día, el primer día después de que ella me dejó, pero no puedo detener los sueños. Me devuelven su rostro en detalle. Mis amigos me dicen que necesito un cierre. Antes de que el residuo del sueño se haya disipado, reservo un boleto de ida a Londres. Es ahora o nunca, me digo a mí mismo. Empaco una pequeña bolsa y me voy sin avisarle a nadie. — ¿Negocios ¿Negocios o placer? — placer? — pregunta la mujer en el asiento asiento contiguo. Se abrocha el cinturón de seguridad y luego me mira expectante. No tengo plan para pasar el vuelo hablando con un extraño. — Negocios — Negocios — digo. digo. — ¿Qué ¿Qué tipo de negocio? — Voy Voy a buscar a mi esposa. — Y luego apoyo mi cabeza contra la ventana, la almohada apoyada contra el vidrio, y duermo. Me quedo en un hotel del que una vez me habló, en el Strand. Ella trabajó allí durante unos meses antes de que decidiera aventurarse en América. ¿Cuáles son las grandes diferencias entre Londres y Seattle? El clima es el mismo. Al poner un pie delante del otro y dirigir mi cuerpo por las calles, estoy empapado por la lluvia de la misma manera que me
sucedería en casa. No camino con la cabeza baja como todos los demás porque los estoy mirando mirando a la cara, cara, a las personas que llevan llevan sombrillas sombrillas (en realidad no hacemos eso en Seattle, llevar sombrillas). Estoy buscando a Yara, quien ya no trabaja en el mismo lugar que Ed Berry me informó. El agua de la lluvia gotea por mi cara, en mi boca porque no voy a inclinar la cabeza contra la lluvia. Estoy buscando a Yara. Estoy buscando a Yara… Pienso en llamar a Ed, pero ya estoy aquí. Puedo encontrarla. Eso es lo que me digo mientras camino a través de las calles. Incluso antes de conocerla parecía que estaba buscando a Yara. Sabía que ella luchaba para aceptar el amor. Y yo era demasiado joven para comprender las consecuencias. Pensé que todo saldría bien mi vida, que los errores se corregirían y que eventualmente ella estaría bien. Así no es como funciona. Ahora lo sé. Todos los bares aquí tienen nombres de cosas con un artículo al principio: El Puerco Imperial, La Sopladora Sopladora de Vidrio, La Vidrio, La Ostra Ostra El Puerco Espín, El Imperial, La y La Alegría. La Alegría. Miro dentro de sus ventanas, estudiando los cantineros. Estoy buscando a Yara. Está en todas partes y en ninguna parte. La veo en la gente. Se americanizó para encajar, pero ahora veo que ella es Londres. ¿Cómo puede una persona ser como una ciudad? Su actitud en cuanto a la vida es húmeda, pero húmeda, pero sigue adelante con una vieja elegancia. No se queja de lo que le sucedió o por qué. Es la humedad en la que vive, es parte de lo que ella es y está bien con eso. He visto a tantos otros preguntarse, y llorar, y rabiar contra los porqués de su vida. Yara no pierde el tiempo en eso. Tiene un lugar en el que estar y solo va. Creció con adjetivos. Es interesante y vieja como los edificios góticos que bordean la calle. Si entras en muchos de ellos, son modernos y jóvenes, eso también es como Yara. Amo Londres. Por la tarde, estoy cansado de caminar y mirar, mirar y caminar. Encuentro un lugar para sentarme y comer llamado El Mostrador en el Delaunay. Hay un patrón azul y blanco en el piso que no puedo dejar de mirar. Me siento frente a unos abuelos que han traído a sus pequeños nietos a almorzar. Todos estamos en una cabina junto a la ventana. El niño y la niña parecen gemelos.
— ¿Puedo ¿Puedo ver tu encantadora sonrisa? Muéstrame tu encantadora sonrisa — sonrisa — dice dice el abuelo mientras sostiene una cámara en alto. — ¿El ¿El Señor y la Señora Malhumorados necesitan ir al baño? — pregunta la abuela — abuela — . Me avisan, ¿de acuerdo? Tal vez un poco más tarde entonces. Estoy fascinado por la forma en que hablan el uno al otro, la atención y el tono. No hablamos a nuestros hijos hijos de esa manera en Estados Unidos. No usamos tantos adjetivos con ellos. Pienso en los compositores que amo, todos de aquí, este lugar de autobuses rojos gigantes y agujas góticas. Steve Mac; Camille Purcell; Paul Epworth; Goddard, Worth y Lennon. Sus abuelos deben haberlos llevados a comer y les dijeron que les mostraran sus encantadoras sonrisas, y les ofrecieron bocados de sus rollos de tocino… — Entonces, Entonces, ¿quieres un pequeño mordisco? Es crujiente por dentro, pero el pan es muy suave y cálido… ¡lo juro! ¡Mira cuántas formas cuántas formas
arremolinadas y diseños hay en esta mesa! Son tan elegantes, ¿verdad, mis perfectamente encantadores… encantadores… encantos? Elegantes y perfectamente Ahora entiendo más a Yara al escuchar a su gente. Cuanto más camino, y escucho y me quedo, más de ella tiene sentido para mí. Los tigres no tienen sentido en un zoológico: se ajustan al zoológico, pero no le hacen tener sentido. Pido un té como ella solía beberlo, y algo llamado gachas de avena y plátano. La chica que me los trae pregunta si quiero miel para mis gachas. — Sí, Sí, por favor — favor — le le digo. Yara solía ponerle miel a sus hojuelas de avena, lo recuerdo. Estoy haciendo esto para sentirme cerca de ella. Quizás entonces pueda encontrarla. Las gachas son deliciosas. ¿Cómo alguna vez comió hojuelas de avena cuando estaba acostumbrada a comer esto? Es cremoso y decadente. Dejo miel por todos lados: mis manos, la mesa y mi ropa. También quiero escribir una canción sobre eso: siguiendo a tu chica a Londres y dejando miel en todos lados. Ella me hace escribir canciones sin saberlo.
El quinto día que estoy allí recibo una llamada de mi madre. Mi padre tuvo un ataque al corazón. Corro hacia mi hotel y arrojo todo en mi equipaje. Todo es borroso después de eso: el viaje en taxi al aeropuerto, el vuelo hasta mi casa en el cual el wifi no funciona, el café caliente se derrama en mis pantalones. Mi prima está ahí para recogerme. Su rostro luce severo. No pienso en Yara de nuevo hasta después del funeral. Entonces me siento más desesperado. La gente muere. No somos permanentes. Tenemos que apurarnos apurarnos si queremos las cosas.
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EL PASADO VUELVE Tocamos en Bumbershoot en septiembre, seis meses después de la muerte de mi padre. Es un festival muy aclamado de arte y música en nuestro estado natal, algo que hemos soñado durante años. Subimos al escenario y solo puedo describir la experiencia como uno de los momentos más surrealistas de nuestras vidas. Hace solo unos años teníamos los ojos iluminados y esperanzados, de pie en la audiencia y soñando con el día en que estaríamos en el escenario. Y ahora aquí estamos. El clima es gentil, el sol golpeando a Seattle en su entera majestad. Alzo la vista y observo las pequeñas nubes que salpican el cielo. Hoy no habrá lluvia. Mi madre y hermana también están en la multitud, vistiendo viseras rojas a juego. Saltan de arriba abajo y saludan cuando me ven mirarlas. Están usando sus camisas Pixies y sé que se dirigen a la reunión post presentación después de esto. Es desde el escenario que veo otra cara familiar. Recuerdo una pelea, gritos, Yara lanzando una barra de pan en mi cabeza y diciéndome que me ahogue con ella. Ahora suena cómico, pero no lo fue en el momento. La ira rugió como un tornado, destrozando lo que habíamos estado construyendo juntos. Ella dijo cosas esa noche que preferiría no recordar, cosas horribles sobre mí y la banda… la banda… mi familia. Era familia. Era un recuerdo doloroso, una puerta de entrada al final. Capto la mirada de Petra y ella sonríe a medida que se balancea con la música que ya hemos comenzado a tocar. Su cabello es de un color amarillo ceniciento y está vestida en un vestido blanco puro. Puedo ver su contorno debajo de la tela, los círculos oscuros de sus pezones. Quiere que la reconozca; usó ese vestido para así tener más posibilidades de hacerlo. Las mujeres usan sus cuerpos como armas. Después del espectáculo, Petra me espera al fondo del escenario. Hay mucha gente allí llamando mi nombre, pero ella está en silencio, con las manos juntas frente a su cuerpo como si ya supiera que me detendré. Si no pudiera ver sus malditos pezones, diría que se veía
santa. Me paro frente a ella incluso aunque la seguridad me tiene por las bolas. Un tipo fornido con un chaleco chaleco de cuero dice: — Tenemos Tenemos que seguir moviéndonos. — Hola, Hola, Dave. — Dave. — Ella Ella se coloca el cabello detrás de la oreja y me mira con timidez. Es tan íntimo, la forma en que ella me llama Dave. Desencadena algo, tal vez mi profunda soledad, y es por eso que levanto la barrera y espero a que ella se agache para unírseme. Ella se despide de sus amigos como si este fuera el plan desde el principio y une su brazo con el mío. No hablamos hasta que estamos en el tráiler que qu e compartimos con otras dos bandas. Dado que están tocando lo tenemos para nosotros solos por unas horas. Los muchachos sacan cervezas de la nevera y limpian la parte posterior de sus cuellos con lujosas toallas blancas, mientras que Petra y yo avanzamos a la pequeña habitación trasera donde hay una cama matrimonial. Me siento en el borde y ella se sienta a mi lado. — No estoy tratando de acostarme contigo — le le digo. Aunque decirlo en voz alta hace que parezca que lo hago. Ella sonríe con esa sonrisa de labios cerrados que domina y se encoge de hombros como si pudiera darle igual lo que pase. Se me ocurre un pensamiento del que me avergüenzo de inmediato: ¿Y si debí haber estado con Petra todo el tiempo y Yara era el error? Bueno, claramente Yara fue Yara fue un un error, pero siempre había culpado a Petra por las peleas iniciales iniciales en nuestra relación. relación. Totalmente injusto tal vez, pero eso es lo que Yara puso en mi cabeza: Petra estaba allí para causar problemas, problemas, Petra estaba esperando que termináramos. Petra termináramos. Petra había estado callada en esos días, detrás de la banda presentación tras presentación, apareciendo con tanta frecuencia que se convirtió en una de nuestra comitiva por defecto. Entonces había sucedido la cosa con Yara. Ella apareció por un tiempo después de eso, pero una noche después de haber bebido demasiado, le había ordenado que se fuera del maldito apartamento. De acuerdo con Brick, en un insulto ebrio, le dije que era culpa de ella que Yara y yo hubiéramos roto. Pienso en eso ahora mientras sorbo agua de una botella y la observo estudiarme con cautela. ¿Está buscando venganza? — Lo Lo siento — siento — le le digo — . Por lo que dije. Estaba sufriendo y quería arruinar todo.
— Eso Eso fue hace mucho tiempo. — Se Se encoge de hombros. Y luego dice — : Ella tenía esta manera de volverte loco. Era como si disfrutara torturarte. La miro fijamente. Tal vez era cierto, pero nadie lo había dicho antes en voz alta. No quiero hablar sobre Yara. Debe verlo en mi cara porque se levanta y agarra mis manos, poniéndome de pie. — Salgamos Salgamos de aquí — aquí — dice dice — . Te compraré la cena. Solo dudo por un momento. No he estado con una mujer en un año. Eso fue después del año inicial cuando me acosté con cualquiera que fue como un juego. Me gusta sostener su mano, pero más que eso, me gusta la forma en que me mira. Es el primer día que no verifico mi correo no deseado por el correo electrónico de Yara.
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CONOCIENDO A LA GENTE La emoción en torno a una boda era contagiosa. Todos quieren saber los detalles. Muchas felicitaciones, palmadas en la espalda y consejos injustificados. Aunque disfrutaba de la felicidad de todo eso, mi futura esposa lucía más marchita cada día. — ¿Qué ¿Qué pasa, Yara? — Yara? — pregunté — . ¿No quieres hacer esto? Ella pareció sorprendida por mi pregunta. — No, no — no — me me aseguró —. No soy esta persona… que que planea planea una boda, ¿sabes? Lo sabía y me gustaba eso de ella. — Me Me encargaré de todos los arreglos — prometí, besándola en la frente — . Será pequeña. Minúscula. Solo amigos cercanos y un puñado de mi familia. ¿Hay alguien a quien quieras invitar de tu casa? — Ella Ella estaba sacudiendo la cabeza antes de que terminara la pregunta. — Una Una vez fui dama de honor, justo después de la escuela, me refiero a la universidad — dijo dijo — . Una chica con la que había ido a la secundaria, bonita y popular en ese entonces. Su nombre era Angie. Estaba fuera de mi liga en la secundaria, y yo estaba fuera de la suya cuando me mudé a Londres. No me di cuenta que éramos amigas hasta que me pidió que llevara un vestido de talle alto color menta y sostenga un puñado de flores silvestres. — ¿Nunca ¿Nunca pasaban el rato? — rato? — pregunté. — No. Y estaba a punto de rechazarla. rechazarla. Me sentí incómoda por ser su dama de honor cuando ni siquiera éramos verdaderas amigas, y luego me dijo que siempre me había admirado, y aunque el resto de ellos les importaban las cosas estúpidas yo hacía lo mío. En realidad, creo que sus verdaderos amigos se habían alejado y la abandonaron de alguna
manera. Verían su matrimonio temprano como algo que podría ser viral. De todos modos, lo hice. Fui su dama de honor. Recuerdo sentir pánico por ella mientras mientras caminaba por el pasillo, incluso aunque aunque ella no lo sintió por sí misma. ¿Cómo sabía que todo estaría bien, que él cuidaría de ella, que ella permanecería fiel a sí misma? Ahora sé que no lo sabía, que el amor era un acto de fe, y que el amor era solo una palabra hasta que alguien le diera una definición. Asentí lentamente, no queriendo que ella dejara de hablar. Era tan raro que compartiera cosas de su pasado como esto. — No sé si John, el hombre con el que se casó, la satisfizo de la manera que ella estaba esperando, si fue un buen esposo y padre. Nunca hablamos de nuevo después de su boda. Pero a veces tengo estos agudos momentos de realización cuando me doy cuenta que esta es mi boda, y que voy a casarme. Pienso en Angie y me pregunto cuánto puedo confiar en todo esto. Aunque no podía relacionarme con su idea, hice todo lo posible pos ible por entenderla. Vengo de personas casadas, duras e inquebrantables católicos dedicados a la familia. Era lo que hacías, y era lo que siempre había querido. — ¿Te ¿Te preocupa que te decepcione de alguna manera? — le le pregunté. Ella sonrió. — No, me preocupa decepcionarte de alguna manera — respondió respondió ella — . Que no seré suficiente. La tomé en mis brazos y la abracé tan fuerte. — Imposible, Imposible, Yara — Yara — dije dije — . No tienes que ser suficiente para mí o para cualquiera. Te amo como eres. No quiero que te sientas presionada a ser algo por mí. Eso resta la tranquilidad del amor real. Ella me miró duramente, como si hubiera dicho algo escandaloso. — Ese Ese no es el trato que hicimos, ¿verdad? — ¿verdad? — preguntó entonces. — ¿Trato? ¿Trato? ¿Qué trato? — El El ferry atracó y puse el auto en marcha para seguir la fila de autos autos bajando del barco.
— En En el que salgo contigo para inspirarte — inspirarte — dijo dijo en voz baja — baja — . Ser tu musa. Había olvidado eso. ¿Hace cuánto pasado? ¿Cuánto había pasado desde entonces?
tiempo
que
había
La miré y ella estaba mirando por la ventana, su puño apretado contra su boca. — Yara, Yara, nunca hablé en serio con respecto a ese trato — dije. Extendí la mano y le apreté la rodilla — rodilla — . Solo estaba siguiéndote la corriente para llegar a ti. Si recuerdas, estaba hablando de matrimonio matrimonio antes de saber tu nombre. — Oh, Oh, recuerdo — recuerdo — dijo. dijo. Estaba preocupado. No me gustaba cuando me excluía. Decidí cambiar de tema, lejos de las bodas, y mi familia, y su ansiedad sobre ambos. — Deberíamos Deberíamos irnos por unos días — dije dije — . Ir a un lugar para relajarnos y simplemente estar juntos. Su mano cayó a su regazo y se volvió para mirarme. — ¿En ¿En serio? — serio? — preguntó — . ¿Dónde? — Algún Algún lugar donde solo estemos tú y yo. Ella asintió. — Sí. Sí. Me gustaría eso. Estábamos caminando por la puerta de entrada de nuestro apartamento cuando mi teléfono zumbó en mi bolsillo. Un mensaje. No reconocí el número.
Hola, espero espero que no te importe, Brick me me dio tu número. número. Es Es Petra. Petra. Miré a Yara, que caminaba hacia el baño. Yara no le gustaba Petra, había dejado eso perfectamente claro. A pesar de mi buen bu en juicio escribí: ¡Hola! Está bien. ¿Cómo estás?
La burbuja pareció indicarme que estaba escribiendo, pero luego escuché que se abría la puerta del baño y metí mi teléfono en mi bolsillo trasero. No sé por qué lo hice. ¿Por qué no lo dije a Yara en ese mismo momento que Petra me había escrito? Una estúpida elección. — ¿Qué ¿Qué pasa? — pasa? — preguntó Yara cuando vio mi cara. cara. — Nada — Nada — dije dije — . Solo estoy cansado. Ella asintió como si comprendiera, y se me ocurrió que debía haber sido un día muy largo para ella. Avancé detrás de ella y masajeé sus hombros a medida que se quedaba ahí de pie en su lugar favorito mirando fuera de la ventana que daba a Elliott Bay. — Quítate Quítate la ropa y vete a la cama — le le dije — . Te daré un masaje entero. — ¿Con ¿Con tu lengua o tus manos? — manos? — preguntó. — Ambos. Ambos. Ella me arqueó sus cejas y luego caminó hacia la habitación. Antes de seguirla saqué mi teléfono. Después de todo, Petra no había enviado un mensaje en respuesta. Debe haber cambiado de opinión sobre lo que iba a decir. Eliminé su mensaje y puse mi teléfono en el cargador antes de seguir a Yara al dormitorio.
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LA BODA Hubo severas tormentas el día de nuestra boda. Nos casamos en febrero en una pequeña capilla en Vancouver. La iglesia tenía un campanario que prometieron que tocarían una vez que estuviéramos casados. Esperábamos la lluvia, pero nada como la lluvia torrencial que recibimos. — Relájense — Relájense — dijo dijo el fotógrafo — fotógrafo — . Lluvia en el día de su boda es buena suerte. Entonces me relajé. Necesitábamos toda la suerte que pudiéramos tener. Las calles estaban abarrotadas de charcos y nuestro puñado de invitados tuvo que jugar a la rayuela para llegar a la iglesia. Mi madre entró al lugar donde me estaba preparando diez minutos antes de que comenzara la boda. Besó una de mis mejillas y palmeó la otra. — Nunca te había visto tan feliz — dijo dijo — . Eso me alienta hasta el alma. — ¿Sam ¿Sam está aquí? — aquí? — pregunté. Ella asintió. — Tu Tu hermano no se perdería tu boda, muchacho. — Sonrió Sonrió — . Sé que son cabezas huecas, pero él todavía te ama. Me encogí de hombros como si no importara pero lo hacía. La relación que tenía con mi hermano no era mi elección. Siempre me odió, incluso cuando era niño, y con los años su resentimiento se había profundizado. Cuando ella se fue escribí a Yara. Aún quieres hacer esto, ¿verdad?
¡¿POR QUÉ?! Escribió en respuesta de inmediato. ¿Acaso Ferdinand dijo que que estaba pensando pensando en fugarme?
Me reí mientras miraba mi teléfono. Lo había hecho. Incluso con toda su inquietud acerca de la boda, nunca dudé que no apareciera. Ferdinand preguntó cuál era el riesgo a que se fugara, y lo rechacé a pesar de que sabía que hablaba en serio.
Estaré allí, Lisey. Lisey. Te amo profundamente. profundamente. Cuando Yara entró en la iglesia, sus hombros y rostro estaban brillando con gotas de lluvia. Se veía etérea… reluciente en la tenue iluminación de la capilla. Mi corazón latía salvajemente en mi pecho y sonreía tanto que me dolían las mejillas. Ella me miró fijamente a medida que caminaba por el pasillo, sus ojos clavados en mi cara, sosteniendo un pequeño ramo de flores blancas. No me devolvía la sonrisa, su rostro era neutral. Parecía que estaba intentando ser valiente, pero no lo vi en ese momento, eso fue algo de lo que me di cuenta después. Al tomar nuestros votos, fuimos interrumpidos por el retumbar del trueno. Tuve que pausar dos veces solo para que ella pudiera escucharme. Y cuando Yara dijo “acepto”, las luces parpadearon y todo el mundo jadeó sin aliento. Qué premonición. La única vez que fue ella otra vez en toda esa noche entera fue cuando estuvimos solos por unos pocos minutos en el baño mientras sostenía su vestido para que pudiera orinar. Ella soltó una risita y se tapó la cara mientras la molestaba por no poder valerse por su cuenta. Nos besamos contra el lavabo a medida que ella se lavaba las manos. Y luego más tarde cuando caminamos mano a mano de regreso a nuestro hotel en lugar de detener un taxi, dejamos que la lluvia empape nuestra ropa de bodas de modo que cuando finalmente llegamos al vestíbulo dejamos charcos por todo el piso. Reservé una suite en el décimo piso; el viaje en ascensor fue largo e insoportablemente frío. Cuando alcanzamos la puerta, la detuve para así poder cargarla adentro. Ella hizo un espectáculo al poner sus ojos en blanco y actuando irritada, pero sabía que le gustaba. — Eso Eso fue divertido — divertido — dijo dijo Yara, una vez que estuvimos dentro de la habitación. — ¿La ¿La boda? — boda? — pregunté, solo medio serio. — La La lluvia — lluvia — respondió respondió simplemente, dándose la vuelta para que así pudiera abrir su vestido.
Tuve una idea. —¿Puedes irte a parar allí… junto a la ventana? — Me Me quité la chaqueta del traje y la arrojé sobre una silla. Ella entrecerró los ojos, pero sorprendentemente hizo lo que le pedí, caminando rígidamente para pararse frente a la pared de vidrio. Detrás de ella estaba la ciudad, las luces de colores y centelleantes. Tomé una foto de ella de pie allí, su máscara corriéndose, y su vestido blanco pegado a su cuerpo. Podía ver sus pezones y el rosa de sus muslos donde el material se adhería a su piel. Los largos rizos de su cabello estaban pegados a su cuello. Se veía más hermosa como nunca la hubiera visto en ese momento, y tuve que mirar hacia otro lado para que no viera la emoción en mi cara. — Yara Yara Lisey — Lisey — dije, dije, bajando mi teléfono. Cuando sonrió sus labios se fruncieron como si intentara reprimir la risa. — Suena Suena bien — bien — comentó comentó — . Como la mujer de un músico. — Ella Ella movió las cejas y se puso las manos en las caderas — caderas — . Ayúdame a quitarme esta cosa, ¿quieres? Se volvió de espaldas a mí otra vez y bajé la cremallera del vestido, lamiendo riachuelos de agua por su cuello y espalda. Se estremeció y no estaba seguro si era por el frío o por mí. Cuando se dio la vuelta había un fuego hambriento en sus ojos, así que le di un gran beso a medida que ella desabrochaba los botones de mi camisa. Más tarde nos acostamos en la cama, esperando el servicio de habitaciones y tocándonos entre sí casi con timidez, como nunca antes lo habíamos hecho. — Ahora Ahora eres un marido — marido — dijo dijo — . ¿Es raro? — No, ni siquiera un poco. Sabía que iba a serlo tan pronto como como te vi, Inglesa. — No me has llamado Inglesa en semanas — dijo dijo — . Lo echaba de menos. Pensé en eso, tratando de recordar por qué. — Creo Creo que hemos estado ocupado.
— ¿Ocupados? ¿Ocupados? — preguntó y frunció el ceño — ceño — . ¿Demasiado ocupados para los apodos? — Demasiado Demasiado ocupados para el afecto. ¿No es eso jodido? Durante las semanas antes de una boda desaparece toda la delicadeza en una relación. — No habíamos peleado mucho, pero había habido días de rígido silencio cuando ninguno de los dos elegimos hablar con el otro. Ella rio. — Bueno, Bueno, ya terminó, gracias a Dios. Podemos P odemos volver a vivir. — Yara Yara Lisey — Lisey — dije. dije. Y entonces sonó el timbre con nuestra comida y me puse de pie para ponerme mi bata. Estaba feliz, tan feliz; feliz; la forma en que te sientes cuando te das cuenta que de los mil millones de personas en el planeta has encontrado la indicada para ti. No se quedó el tiempo suficiente suficiente para cambiar su nombre. nombre.
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EL CASO En aquel entonces Yara se preocupaba más por Petra que por mí. Pensé que su fijación se detendría después de que estuviéramos casados. Pero creo que Petra es en última instancia la razón por la que se fue. O tal vez solo necesito una razón para entender por qué se fue y esa es la única que tengo. ¿Piensas que es bonita? — preguntaba. — ¿Piensas Lo hacía. Sí. — Sí. — ¿Crees ¿Crees que ella siente algo por ti?
Lo hacía. — Sí. Sí. — ¿Crees ¿Crees que ella te entiende mejor que yo?
No lo hacía. No. ¿Por qué me preguntas preguntas estas cosas, cosas, Inglesa? — — Porque Porque sé que dices la verdad.
Ella tenía razón. Era difícil para mí, no decir la verdad y ella solía usar eso en mi contra. A veces se sentía como si estuviera construyendo un caso con mi verdad. Empecé a ser un tipo de omisión, para evadir la búsqueda de Yara de la verdad. Me dije que estaba protegiendo nuestra relación. Durante las primeras seis semanas después de que estuvimos casados estaba feliz. Yara también parecía feliz. Empezó a hornear, cosa que nunca antes le había visto hacer. Cuando le pregunté por eso, ella se sonrojó y dijo que hornear era lo que se suponía que hacías cuando te casabas.
— Creo Creo que eso era lo que qu e pasaba en la década de los cincuenta. — Me reí. Yara agitó una espátula hacia mí. — Entonces, Entonces, ¿qué hacemos ahora en esta época? Me detuve detrás de ella y besé su cuello. — Follamos — Follamos — dije dije — . Es la nueva forma de hornear. Echó los brazos alrededor de mi cuello, todavía con la espátula. Sentí masa del pastel cayendo sobre mi cuello a medida que me besaba. — Bien Bien — dijo dijo cuando se apartó — apartó — . No me gusta hornear, es tan jodidamente aburrido. Vi a Petra unas pocas semanas después de que Yara y yo nos casáramos. Estaba en la casa de Ferdinand con un par de otras personas viendo un partido de los Seahawks. Yara estaba trabajando el turno de noche en el restaurante. Había olvidado el mensaje hasta que ella apareció, y entonces me sentí culpable. Lo había eliminado de modo que mi esposa no lo viera; o más bien para que no tuviera una razón para enojarse conmigo. Estaba sentado en el sofá de Ferdinand entre Brick y un tipo con el que Ferdinand creció llamado Erick. Cuando Erick fue a la cocina para buscar otra cerveza, Petra tomó su lugar junto a mí. — Hola — Hola — dijo. dijo. — Hola. Hola. — Lamento Lamento el mensaje — dijo dijo ella, agachando la cabeza — cabeza — . Estaba ebria. — Escribir Escribir mensajes estando ebrio nunca es bueno — bueno — le le dije. Estaba intentando hacer las cosas ligeras, pero ella asintió con aire sombrío y mirando hacia sus manos. — Lo Lo sé. Uno de mis amigos me quitó el teléfono antes de que pudiera enviarte otro. — Se Se echó a reír entonces y sonreí con rigidez deseando que el juego volviera a continuar y me diera una excusa para poner fin a la conversación — conversación — . La verdad es que tenía que decir esto en
persona. — Se Se aclaró la garganta y miró a su alrededor con nerviosismo. También lo hice. Los chicos estaban todos en la cocina con su cerveza esperando los comerciales —. comerciales —. Yo… eh… bueno, estoy enamorada de ti, David — David — dijo dijo — . Sé que estás casado, y sé que esto debe ser incómodo, pero tenía que decírtelo. La miré fijamente. ¿Por qué esto se sentía como un montaje? — ¿Por ¿Por qué tenías que decírmelo? — decírmelo? — pregunté. Petra pareció herida. Abrió y cerró la boca y luego miró por encima del hombro para ver dónde estaba todo el mundo. — Creí Creí que debías saberlo — saberlo — tartamudeó. tartamudeó. — Estoy Estoy enamorado de Yara. Estoy casado con Yara. ¿Por qué necesitaría saber eso? — eso? — Parecía Parecía como si quisiera llorar. Suavicé mi tono — tono — . Petra, estoy con Yara. Se puso de pie bruscamente y asintió. — Ya Ya veo — veo — dijo dijo —. Solo pensé… — Pensaste Pensaste mal — mal — dije dije con firmeza. Se fue antes de que pudiera decir nada más. Ferdinand se acercó tan pronto como ella se fue. — Hombre, Hombre, ¿qué fue eso? — Nada — Nada — dije dije — . Escucha, me tengo que ir. Creo que voy a pasar por El Jane para ver a Yara. Él asintió aún mirando hacia la puerta. Necesitaba tocarla. Ver su cara. Ella había tenido razón sobre Petra, a pesar de que nunca la hubiera acusado directamente, había actuado sospechosa con ella desde que se conocieron. Intuición femenina, mi madre siempre lo decía, nunca se equivocaba. Cuando entré en El Jane no tuve la acogida que esperaba. Yara me vio justo de inmediato, pero en lugar de saludarme, se dio la vuelta y avanzó a la cocina. Agarré el único taburete de la barra disponible, diciéndome que estaba ocupada y no lo había hecho con mala intención. Esperé a que regresara, mi inquietud escalando por minutos. Cuando por
fin salió de vuelta, estaba llevando una bandeja de comida y no me miraba. Esto no era propio de ella. Sin importar donde estábamos, siempre captábamos nuestras miradas. Siempre la encontraba desde el escenario cuando ella estaba en uno de nuestros espectáculos. Yara — dije dije cuando regresó alrededor de la barra. Ella agarró un — Yara — vaso y me miró mientras servía una cerveza. — ¿Viste ¿Viste el Instagram? — Instagram? — preguntó. — No. — Bueno, Bueno, yo sí. Abrí la aplicación y allí estaba, la primera imagen que apareció fue una foto grupal que Brick había publicado hace treinta minutos, justo después que me fui. No me había dado cuenta que alguien había tomado una foto. Petra estaba sentada a mi lado en el sofá y ella debe haber dicho algo justo en ese momento porque estábamos mirándonos entre sí. Me pasé la mano por la cara y miré a Yara, que estaba apoyada sobre la barra hablando con un cliente. Ella señaló algo en el menú y luego volvió la cabeza para mirarme. Pude ver el dolor en sus ojos. Intenté ver la foto como ella la veía: Petra en pantalones cortos muy cortos, inclinándose hacia mí en lo que parecía una conversación íntima, con un hombro descubierto cuando su camisa se deslizó hacia abajo. Mi boca estaba ligeramente abierta, como si acabara de decirle algo. Parecía que estábamos pasándola en grande en lugar de la incómoda situación que era en realidad. Me quedé hasta que el juego terminó y el bar cerró. Yara aún no se había acercado y no la culpaba del todo. La comprensión llega con el conocimiento. El conocimiento llega con el tiempo. Me digo que con el tiempo, Petra va a hacer por mí lo que Yara hizo. Llenará el vacío, me consumirá con sus peculiaridades, y el amor prevalecerá sobre las dudas. No lo hace. Pero esa esa es mi culpa, no la de Petra. No es cierto lo que que dicen, que solo puedes dar tu corazón una vez. Esa es la filosofía de los jóvenes. El viejo sabe mejor, sabe que no es tu corazón lo que entregas, sino la mente. Mierda… maldición… la mente es algo muy poderoso. Controla el corazón, pero pero la mayoría de la gente no sabe eso.
Tengo que encontrarla.
PARTE TRES
EL CORREO ELECTRÓNICO Querida Yara, La banda estará en Londres el 12 de noviembre. ¿Quieres que nos veamos? David
Muy informal. Tan indiferente. Uno pensaría que solo éramos conocidos, que una vez tomamos un par de cervezas juntos en lugar de tatuarnos el amor en nuestra piel y recitarnos los votos matrimoniales. Leo el correo electrónico de nuevo y analizo la mierda que escribió. ¿Cómo no puedo hacerlo? Cuento las palabras: dieciséis. La puntuación: cuatro. Su nombre, mi nombre. Solían ir juntos. Un giro despreocupado y casual en la frase: quieres que nos veamos. Al veamos. Al final, solo hay tanto psicoanálisis que puedes hacer con un correo electrónico de dieciséis palabras. Sigo con mi vida, sintiéndome bastante patética. Pero no antes de devolverle el correo electrónico. Y está bien, claro, no sigo con mi vida. Estoy atascada. ¿Qué implica seguir adelante con la vida? ¿Olvidar? ¿Perdonar? ¿Ser feliz? Además, sé de qué quiere hablar. Sé por qué viene. Quiere el divorcio.
Hola David, Sí, suena muy bien. Avísame en dónde y cuándo sería. Yara
Mi correo electrónico tiene tres palabras menos. Soy tan mezquina. ¿Por qué ahora? Ya han pasado tres años. Ha conocido a alguien. Puedo sentirlo.
35 SANDÍA Un año antes del maldito correo electrónico.
Es viernes por la noche. Me puse mi único vestido y un par de medias rasgadas, y me dirijo a casa de Posey para su reunión mensual. Te ves bien — me me dijo — . Nada como la moda grunge de Seattle — Te que has estado usando. El clima se está poniendo más caliente, la gente está usando un menor número de capas y más sonrisas a medida que caminan por la ciudad. Es cómico de ver, todo el mundo clamando por el sol. Parecemos niños mirando a la cara de nuestros padres, con nuestras sonrisas tenues, los ojos vidriosos y la presencia del invierno todavía en las pálidas mejillas. He conocido a Posey desde la escuela primaria. Una vez le dio una patada en el trasero a un niño cuando me dijo que era fea. Justo allí en el patio de recreo. Fue suspendida de la escuela por una semana, pero eso no le había importado. Incluso cuando su madre le quitó su Game Boy, había insistido en que se lo merecía. Todavía recuerdo la conmoción y alegría que había sentido viendo como se desarrollaba todo. Alguien estaba dando la cara por mí. — ¿¡Ahora ¿¡Ahora quién es feo!? — le le gritó, de pie sobre él, mirando fijamente hacia su cara ensangrentada. Incluso entonces Posey había usado ropa andrógena. Recuerdo la camisa negra manga larga y los jean negros colgando sin fuerzas en su delgada figura, una niña guerrera emo con sangre en sus nudillos. Está loca pero es de esas personas que aprecias. Después de graduarnos fui a la universidad para tomar aburridas clases de mierdas de negocios y luego cambié mi especialidad a gestión de atención, mientras que Posey obtuvo
un título en historia del arte y ahora dirigía una galería en el centro de Londres. Su vida es hermosa, un reflejo de todo lo que es. Mi vida es también un reflejo de todo lo que soy, y eso es bastante embarazoso. Me detengo en una floristería a una cuadra de su apartamento y escojo un ramo para llevar conmigo: Calas Marsala y lirios mezclados con jacintos púrpuras; ella estaría más impresionada con sus nombres que las flores en sí. Posey vive en un apartamento justo frente al río, a solo diez minutos a pie de mi lugar, el cual es significativamente menos elegante. Sus fiestas son siempre las mejores. Consigue el mejor licor de marca y reproduce solo música de los ochenta, lo cual está bien para mí. Bailar ebria a los ochenta es vida. Pero, más que eso, se esfuerza por invitar a hombres guapos como incentivo para que sus amigas asistan. Estaría bien con solo la cara bebida, pero supongo que el paisaje es un buen complemento. Cuando llego, la fiesta está en plena marcha. Un hombre que he no visto antes está bailando con Sharon, la más puta de todas mis amigas. Tiene su pierna apoyada en la cadera del chico y balancea un lazo invisible por encima encima de su cabeza mientras se mece mece en su contra. contra. Él le sigue el juego, mordiéndose el labio y mirando hacia sus tetas rebotando. Ni siquiera son buenas tetas, son solo tetas. Cuando él me ve, deja de bailar y se pasa la mano por el cabello como si hubiera olvidado dónde está. Sharon no se da cuenta, ella se gira y frota su trasero contra él, azotando su cabello de lado a lado. Nos miramos el uno al otro por un momento, la música de Dirty Dancing sonando Dancing sonando de fondo y siento como si debiera estar cargando una sandía. Rompo el contacto visual y me abro paso a través de ellos para encontrar a Posey. Está en la cocina sacando una bandeja del horno, con un cigarrillo pegado entre sus labios. — ¿Quién ¿Quién es el chico bailando con Sharon? — pregunto. — Mierda Mierda — dice. dice. El movimiento de sus labios dejando caer la ceniza desde la punta del cigarrillo y en la bandeja que está sosteniendo. Algo está humeando — humeando — . Jodí los aperitivos de nuevo. Oh, ese es Ethan — continúa, continúa, cerrando el horno con el pie — pie — , un pendejo del trabajo. Se encarga de los libros de la galería. Es atractivo, pero un poco imbécil, si sabes lo que quiero decir. — Sé Sé lo lo que quiere decir. Y luego añade — : He oído que tiene un enorme Moby.
Moby Dick es mi libro favorito. Ella sabe que me molesta cuando hace referencias de penes alrededor de él. Lo ignoro porque todas las demás chicas no lo hacen. No estoy para alimentar el fanatismo. Con el tiempo, hacia el final de la noche, cuando estoy a punto de irme, él se acerca pareciendo ebrio y sosteniendo una cerveza. Me mira con expectación. Echo un vistazo por encima del hombro, pero no hay nadie más allí. Soy yo a quien ha ido a buscar. — ¿No ¿No te has dado cuenta? — ¿Cuenta ¿Cuenta de qué? — qué? — pregunto. Me sorprende que esté esté separado de su club de fans. Miro a su alrededor para ver si hay algunas chicas detrás de él. He estado follándote con los ojos toda la noche. Pensé que era — He obvio. — Hmmm — Hmmm — digo, digo, dejando mi bebida y buscando mi barra de labios en mi bolso — . Te he visto follándote con los ojos a ti mismo en casi todos los espejos y superficies reflectantes que pasas. Debo D ebo haberme perdido esa parte. Gracias por informarme, informarme, por cierto. Suelto la barra de labios en mi bolso y miro hacia otro lado, aburrida. Él es muy atractivo. Es casi difícil no mirarlo. — Tu Tu nombre es Yara Phillips, naciste en Manchester, fuiste a la escuela en Londres, y viajaste por todo los Estados Unidos solo s olo por diversión. Tus amigos dicen que eres una puta de ciudad, y también una odia hombres, pero que si te lo pedía amablemente podrías decir que sí. — ¿Pedirme ¿Pedirme qué amablemente? — amablemente? — pregunto, levantando levantando las cejas. cejas. Y mis amigos eran unos jodidos traidores. Podían irse a la mierda, todos ellos. — No he decidido — decidido — dice dice —. Cena… bebidas… un buen polvo. Está ebrio. Decido no ser demasiado dura con él. Y, además, se tomó el tiempo para recolectar un poco de información sobre mí. No es un completo narcisista, ¿verdad? Observo a Ethan con cautela, el indicio de una barba en el mentón, los ojos profundos, el corte de cabello demasiado genial-para-laescuela. Esta danza chico/chica es agotadora. Se siente igual cada vez:
flirteo, sexo, citas, decepción, ruptura. Estoy hecha de vidrio no acero inoxidable. — Entonces, Entonces, deja que decida por ti — digo. digo. Y sin decir nada más, paso frente a Ethan mientras se queda observándome tristemente. Tengo que despedirme de Posey antes de irme, así que me abro paso más allá de una pareja besándose y tengo que pasar por encima de un tipo ebrio encorvado contra la pared. Ethan me sigue hasta la sala donde Posey está sentada en el sofá medio tumbada sobre su s u novia. Su cabello rubio blanco está peinado hacia atrás en una coleta baja y sus ojos parecen somnolientos ya sea del licor o el porro que se fumó más temprano. Me inclino y la beso en la frente, prometiéndole llamarla la próxima semana para organizar una cita para almorzar. Todo el tiempo Ethan permanece torpemente detrás de mí. — Entonces, Entonces, ¿te vas a llevar a este a casa? — dice dice Posey, apuntando su barbilla hacia él. Echo un vistazo por encima del hombro antes de sacudir la cabeza. — No — No — le le digo — . No me aprovecho de los hombres ebrios. Posey se ríe y estira su mano hacia mí. La tomo y ella me aprieta los dedos. — No siempre es imbécil — imbécil — dice dice — . Es bastante amable si miras muy profundo. Muy, muy, muy profundo. muy profundo. Todos nos reímos, aunque Ethan maldice coloridamente hacia ella hasta que ella le muestra el dedo medio y le dice que se vaya de su puta casa. Y entonces estamos saliendo del apartamento juntos, bajamos las escaleras, y seguimos más allá de las puertas con su pintura de color blanco brillante y los números de oro relucientes. Para el momento en que abro las puertas del edificio, la canción de Londres me saluda: autos, música, risas yendo a la deriva fuera de un pub, los sonidos de la gente a medida que aman, coquetean y juegan. Ethan agarra mi mano y no lo aparto. Supongo que ya se lo he puesto bastante difícil. — Me Me gustaría que me acompañases a casa — casa — dice dice — . Solo para estar seguros. Pongo los ojos en blanco.
— ¿Dónde ¿Dónde vives? — Cerca Cerca de Paddington Basin — Basin — responde responde — . Junto a Selfridges. — Tienes Tienes que estar bromeando. No voy a caminar todo ese camino. Te llamaré un Uber. — Uber. — Saco Saco mi teléfono, pero está muerto. — Mierda, Mierda, ¿tienes el tuyo? Sacude la cabeza. pienso. Maldito mentiroso, mentiroso, pienso. — Mi Mi batería murió hace horas. Me doy cuenta que ya no está arrastrando las palabras. El pendejo estaba fingiendo. — Entonces, Entonces, simplemente puedo ir a la tuya — tuya — dice dice alegremente — alegremente — . No me molesta en absoluto. Ahora estamos caminando por po r las calles. Empezó a llover. Le disparo una mirada furibunda. Una parte de mí quiere la compañía, pero preferiría ser la que lo sugiera. sugiera. — ¿Así ¿Así es como haces que las mujeres se acuesten contigo? Porque es patético. No adopto perros callejeros, no soy la maldita perrera municipal. Él ríe. — En En realidad, no. Nunca tengo que esforzarme tanto. Estoy intentando una nueva táctica en la que en cierto modo ruego y actúo como un perdedor y espero que sientas lástima por mí. — Claro — Claro — digo digo — . Por desgracia, eso no va a funcionar conmigo. Tal vez deberías reconsiderar tu plan. — Tus Tus amigos dijeron que nada funcionaría. — Se Se encoge de hombros — . Estiman que todavía estás colgada de ese tal David. Retrocedo ante el sonido de su nombre. Es como si alguien me hubiera disparado con una pistola eléctrica. ¡Cómo se atreven a hablarle de David! Dios, necesito nuevos amigos desesperadamente. — ¿Quién ¿Quién es David? — David? — pregunto.
— Exactamente — Exactamente — responde. responde. Abro la puerta de mi edificio. Es hora de seguir adelante, Yara, me digo.
36 SEXO EN LA CLARABOYA Vivo en un edificio de color blanquecino con diez plantas y suelos de color café expreso desgastados. El lugar es viejo, pero los suelos son nuevos, hecho para parecer viejos. Me encantan esos suelos, la forma en que tratan de ser algo que no son. Los apartamentos son de a cuatro por planta, a excepción de la tercera planta, que solo tiene dos unidades. un idades. Ahí es donde yo estoy, en el espacio del ático que se ha convertido en dos pequeños apartamentos tipo estudios y divididos divididos por una pared delgada de yeso. Mi lado tiene la claraboya; mi vecina, Bidi, tiene un techo inclinado y un asiento de ventana con una función de estanterías. Estoy celosa de su rincón en la ventana, y por lo que sé ella se la vive demasiado ocupada follando con el tipo del 5M para usarlo. He estado en su lugar una vez para devolver la aspiradora que me había prestado y vi cinco variedades de pipas de agua en los estantes que estaban destinados para los libros. Compré mi propia aspiradora después de eso. No aceptaré préstamos de alguien que profana las estanterías. La habitación venía con una cama individual y una cómoda que está tan desgastada y astillada que ni siquiera estoy segura de qué color había sido originalmente. Empapelé los cajones y empaqué lo poco que tenía. Uno pensaría que alguien que viajó a América durante el tiempo que lo hice tendría… más. Sin más. Sin embargo, no es así. Me liberaba de las cosas como una serpiente se deshace de su piel. Cuando me iba no llevaba llevaba nada conmigo, más que un poco de ropa. Ethan me besa a medida que la lluvia cae suavemente contra la claraboya en mi sala de estar; la única cosa buena acerca de mi pequeño apartamento triste es esa pequeña porción de cielo alegre. Una parte de luz. Me desnuda poco a poco, lo cual me tranquiliza; sus largos dedos recorren los botones de mi vestido, sacando las pequeñas cuencas de sus agujeros asignados. Él no dice cosas estúpidas de lo caliente que es mi cuerpo, cosa que agradezco. Tal vez no piensa que mi cuerpo es caliente, no me importa. Ahora estamos aquí y en el camino a la gloria orgásmica. Necesito tiempo para aclimatarme a este nuevo hombre que
está tocando mi piel y respirando agitadamente en mi cuello. Sé que una vez que esté dentro de mí habré tomado un paso lejos de David y hacia mi futuro. Es para mejor. O por lo menos eso es lo que me digo. Respiro su aroma. Un nuevo olor. Tal vez he echado de menos esto: los primeros olores, los toques y besos. Es tan diferente con cada hombre. Ethan no es en absoluto lo que yo pensaba, en realidad es bastante gentil. Me imagino que es todo un espectáculo con él, el sexo, y el flirteo, y las otras cosas. Empieza con toda una bravuconería como una película de acción de Hollywood y luego se instala en una de romance una vez que estás impresionada. Es una gran táctica y un gran alivio. Los chicos malos son solo divertidos cuando están amenazando con romper tu corazón. No hay ni un vello en su pecho, solo es lisa piel blanca y músculos magros. Intento no recordar el vello oscuro por el que me gustaba correr mis dedos. Otro hombre, otra vida. No había sabido que me gustaba el vello en el pecho de un hombre hasta que vi el de David. Ethan va a hacer el amor conmigo, puedo decirlo por sus movimientos. No habrá ninguna follada salvaje esta noche. ¿Esta noche? Creo que tal vez es por la mañana. Desliza su lengua por mi clavícula. Es el tipo de hombre que quiere mirarte fijamente a los ojos mientras hurga dentro de ti. Un puto romántico literal. Y en diez años, cuando alguien pregunte cómo nos conocimos, él les dirá que intentó ser el indiferente, pero estaba enamorado de mí desde el primer instante. Así era cómo comenzaban las cosas bellas, les aseguro yo, al final de otra cosa. Ethan me lleva hacia el baño y tengo que redirigirlo a la habitación, los dos riendo. Abro la puerta de una patada. Y antes de empujarme sobre la cama enciende la radio. Casi me hace reír, excepto que estoy atrapada en el momento, el potencial que hay en las canciones de amor y hacer el amor. Quiero creer de nuevo, sentir. Los anuncios van desde: un concesionario de autos, y luego un servicio de citas. Me quita el sujetador s ujetador mientras una mujer con una voz de fumadora habla sobre el marido que conoció en internet. Su boca está en mí cuando un jingle acerca de pollos Nando suena; primero sobre un pecho y luego el otro. La ironía es un poco graciosa. Arqueo mi espalda porque se siente tan bien ser tocada después de un largo tiempo. ¿Por qué incluso dejé de hacer esto? Me frota a través de mi ropa interior y de repente las arranca de un tirón. Levanto mis caderas para ayudarlo y él las lanza en algún lugar por encima del
hombro. Por último una canción empieza. No la he oído antes, pero tiene un buen ritmo. Una especie de ra ta ta ta ta que hace que tu corazón se acelere. Me relajo a medida que Ethan se acomoda entre mis piernas y me hundo en torno a él. Me gusta esta parte. Me pierdo en ella, mis ojos poniéndose en blanco, mis manos manos agarrando su cabello demasiado-genialdemasiado-genial para-la-escuela. La canción se reproduce, pero estoy demasiado perdida para escucharla. Su lengua lengua sigue el ritmo de la música. Y luego se arrastra por mi cuerpo hasta que su peso está sobre mí. Y es el momento en que Ethan está empujándose dentro de mí, cuando estoy gimiendo en su boca, que la canción me llega. Reconozco la voz, y escucho la letra mientras un hombre extraño se mueve en mi cuerpo. Ateos que se arrodillan y rezan, canta la voz. Pidiendo cualquier cosa. Los no creyentes mordidos hasta el núcleo. Pásenles la palabra, denles cuerda. Cuando estás muriendo te aferras. Yara, Yara, la diosa de la incredulidad. Te adoro entre tus piernas. Rezo a tu falacia, rezo a tu invierno. Tú matas todo lo demás. Ethan en un principio piensa que estoy teniendo un orgasmo. Acelera, empujando dentro de mí más duro, mientras que muerde mi cuello y hombro. Convulsiono contra él, mi dolor tan profundo que tiemblo. A miles de kilómetros de distancia, David se ha metido en la cama conmigo, se metió en medio de Ethan y yo y me dio un puñetazo en el estómago. Siento que se libera en mi interior y me pregunto aturdidamente si se puso un condón. Estar ebrio era malo. Estar ebrio era irresponsable. Estar ebrio era un posible embarazo o enfermedades de transmisión sexual con un extraño. Estúpida, estúpida, Yara, pienso. Yara, pienso. Y entonces, David sigue con su segundo verso, acusándome de cosas horribles. Todos somos ateos que se arrodillan y rezan, me hiciste creer y después borraste el día. Falacia, Yara, un ídolo fundido. Una diosa de carne y hueso, no una diosa en absoluto. Una chica que te llama, solo para matarte. Yara, Yara, Yara, la diosa de la incredulidad. incredulidad. Ethan está mirando hacia mis ojos llorosos y conmocionados, y noto que los suyos se ven de un azul desgastado. Como un viejo jean de mezclilla. ¿Habíamos hecho el amor? ¿Habíamos follado? ¿Estaba
embarazada y plagada de enfermedades de transmisión sexual? Él sale de mí y doy un suspiro de alivio cuando diviso el condón. Quiero llorar de alivio. Yara, Yara, la diosa de la incredulidad. Me acurruco de lado, demasiado abrumada para incluso taparme con la sábana. Sin embargo, él lo hace por mí antes de subir a la cama y acomodar su cuerpo contra el mío. No le digo que se vaya a la mierda de una jodida vez. No quiero estar sola, temo lo que haré si lo estoy. Lo hice. Hice lo que me había propuesto hacer. Quería romper el corazón de un hombre por su arte. Rasgar su sistema de creencias a pequeños fragmentos de modo que tuviera que reconstruirlo. Y eso era lo que pasaba con un artista despreciado, ¿verdad? Su nuevo medio eras tú. Solo hay que preguntarle a Bukowski, pregunta a Plath, pregunta a Taylor Swift, cuya sangre era utilizada como tinta. David iba a odiarme por el resto de su vida. Sin embargo, iba a hacer una música hermosa. Ya lo había hecho. — Yara — Yara — dice dice Ethan en voz baja. Finjo estar dormida.
37
BRONTE Un bar. Los fundamentos: reponer, verter, limpiar, verter un poco más, tener a los camareros tamborileando sus dedos en la barra que acabas de limpiar mientras te lanzan miradas asesinas. — Lo Lo necesito ahora — ahora — dicen dicen — . ¿Puedes darte prisa? Jodí la orden. Tú escuchas, asientes, viertes. Sonríes y frunces el ceño, y cortas cítricos hasta que tus dedos pican. Remojas las boquillas, limpias los bastidores rápidos, cuenta tu caja registradora. Las monedas van ting, ting, ting, ting, a medida que caen de tu mano y van a los separadores de plástico. Te quejas con un camarero por arruinar tu recuento de licor con sus excesivamente generosos tragos, ignoras al gerente que siempre te mira las tetas a menos que te esté entregando tu cheque de pago. Eres mucho más agradable con la anfitriona para que así lleve a las mejores personas en tu sección. Escuchas de pasada conversaciones que no son de tu incumbencia. Solía estar en ese tipo de cosas. Su marido se lo dio luego de dejarla. Estoy obsesionado con ese programa. ¿Lo has visto? He estado intentando deshacerme de ti durante años. Pasa la sal, perra salada. Él la adora jodidamente, la muy vaca. Una teta se ve como un melón, una teta se parece a un aguacate. Por la noche todavía los escucho hablando, trozos de la conversación pasando por mis sueños. Considero otra ocupación, pero la vida en los bares es la única vida que conozco, y me gusta bastante. Me ofrecieron un trabajo en Bronte, justo al lado de Trafalgar Square y el
Strand. Trabajé con uno de los administradores antes de partir a los Estados Unidos, y me dijo que si tuviera que alguna vez volver a estas partes una vez más lo buscara. Es una configuración ventilada, con ventanas de piso a techo, decorada con el tipo de paleta de colores que la abuela de Posey se habría puesto en su cara: melocotones y dorados. Me imagino que la mayoría de los escritores de la antigüedad se habría mantenido al margen del lugar, pero aquellos no escritores se sentían encantados de venir aquí y disfrutar de un cóctel llamado Billy Bones o Sargento Pepper. Mantengo un perfil bajo, pero con el tiempo mis amigos escuchan que estoy de vuelta y se pasan por bebidas. Algunos de ellos vienen de dos en dos; algunos vienen solos. Gente con la que fui a la escuela, trabajé, o intenté olvidar. Todos hacen las mismas preguntas: ¿Cómo era Nueva York? ¿Me follé a alguien famoso? Seattle es igual que Londres, ¿verdad? No, ¿verdad? No, pienso. pienso. Seattle tiene a David. Londres es insuficiente. Escucho su canción, mi canción, mi canción, en la radio todo el tiempo. Quiero apagarlo, pero creo que merezco el castigo. Escucho cada vez, las palabras, su dolor, su rabia, y dejo que el sufrimiento se acumule en la boca de mi estómago. Si escucho con demasiada atención, comienzo a recordar la forma en que sus labios se sentían: el suave confort, la humedad de ellos. A la mierda esta esta vida, pienso. vida, pienso. — Me Me encanta esta canción. — canción. — Siempre Siempre hay alguien que dice eso. Mi nombre está en la canción, pero nadie se da cuenta. Nadie más que Posey, que bromea un día cuando estamos almorzando en Camden Town: — ¿Te ¿Te follaste al tipo que escribió esta canción? ¿Mientras estabas al otro lado del charco? La miro y ella se sienta erguida en su asiento, completamente enderezada, sus ojos abriéndose mucho más. — No puedes simplemente follarte a las celebridades y no decirme, Yara — Yara — dice dice ella. — No era una celebridad. celebridad. No entonces. No era era más que un chico chico que entró en el bar y coqueteó conmigo. — Y ¿qué hiciste para merecer una canción así?
Tomé un bocado de mi hamburguesa y me quedé mirando el suelo. — Mira, Mira, no quiero hablar de eso — eso — le le digo — . Ya es bastante malo tener que escuchar la maldita canción adonde quiera que vaya. — Estoy Estoy muy impresionada — impresionada — dice dice Posey — . Siempre supe que eras una musa, pero estás en una canción que está en el top diez. Es toda una mierda épica. — ¡Posey! ¡Posey! — Bien, Bien, bien. Cuando estés lista, ¿de acuerdo? — ¿Cómo ¿Cómo van las cosas entre Samantha y tú? — pregunto, tratando de cambiar el tema. Ella me pone los ojos en blanco. — ¿Cuántas ¿Cuántas novias he tenido en los últimos cinco años? — Demasiadas Demasiadas para contar. Apunta el tenedor hacia mí. — Exactamente. Exactamente. — Entonces, Entonces, ¿qué es lo que estás diciendo? ¿Vas a romper con ella? Las visualizo la noche en que estuve en su casa para la fiesta. Habían parecido realmente estar bien entre sí: cariñosas, cómodas. Pero, tal vez había estado demasiado ebria para ver la verdad. ¿Y Posey no era siempre cariñosa? Era solo lo suyo. Incluso si no eras de los que abrazan y ella te obligaba a uno, de repente hacías la excepción. — No lo sé. Por ahora estamos bien. Quiero preguntar más, aclarar lo que quiere decir, pero no creo que ella lo sepa todavía. — Ethan Ethan habla mucho de ti. La conversación cambia de nuevo, de vuelta a mí. No me gusta este ritual de intercambio de información. Cuando eres barman puedes escuchar las mierdas de todo el mundo sin tener que estar involucrado personalmente. Esa es la manera en que me gusta. ¿No podemos solo quedarnos sentadas en silencio y disfrutar de nuestra compañía mutua de
esa manera? Drena lo que le queda de su cerveza, deja la botella sobre la mesa estruendosamente, y me mira expectante. Parpadeo hacia ella, sin saber qué decir. La mañana después de haber pasado la noche con él, le había dicho que tenía una cita con el dentista y tenía que irme. Él se había vestido, y también yo, luego lo acompañé por las escaleras, esperando hasta que estuviera girando la esquina, antes de volver a mi piso. Ha llamado un par de veces desde entonces, también me escribió. Pero, he sido firme en cuanto a mi rechazo. No estoy de ninguna manera o forma dispuesta a salir con alguien. No sé si alguna vez lo he estado. La mayoría de la gente sigue con su vida buscando la experiencia de una alma gemela difícil de alcanzar. Estoy intentando con todas mis fuerzas para evitarlo. ¿Eso me hace aún más jodida o prudente? ¿Quién sabe, a quién le importa? — Él Él no es mi tipo — tipo — le le digo, mirando alrededor por la camarera. Si Posey va a seguir lanzando preguntas durante el resto de la comida necesito mucho más vino. — Entonces, Entonces, ¿este chico David Lisey es… era…? Me está poniendo un cebo. Le disparo una mirada asesina y me agacho más en mi asiento. — No tengo un tipo. Esa es la pura verdad. Creo en las conexiones, y sí, he tenido una con él. Posey tiene una mirada soñadora. Si no lo conocías bien, te daba la impresión de que estaba muy aburrida con lo que estuvieras diciendo. Cuando fumaba porros sus párpados se cerraban aún más bajo, y se veía como si estuviera burlándose de ti. Pero, ante la mención de David, sus ojos se abren por completo, como si alguien acabara de lanzar agua en su cara. — ¿Te ¿Te lo follaste? Ese es mi desencadenante. Me veo perdida debajo de él mientras se mueve por encima de mí. Su piel suave s uave bajo mis dedos, caliente y húmeda. Él no se contiene como otros hombres, no intenta ser cuidadoso con sus reacciones. Cada vez que empuja en mí, gime, su rostro reluciendo sus expresiones que van desde el dolor, al alivio, a la sorpresa. Me sentí
como la música todo el tiempo. Yo era un instrumento y él estaba disfrutando de la forma en que sonaba. — Sí — Sí — le le digo a Posey. Ella sonríe. Me toma un minuto estar de vuelta en este asqueroso pub, con sus ventanas de nuevo cubiertas con una capa de suciedad. Todavía lo puedo saborear en mis labios, oler su piel. — ¿Cuándo ¿Cuándo huiste? Me encojo de hombros. — Siempre Siempre tuve pensado hacerlo. Así que, solo lo hice. — ¿Ha ¿Ha intentado encontrarte? — Se Se termina lo que queda de su cerveza, lamiéndose los labios y mirándome con expectación. — En En realidad, no hay manera. No tengo Facebook, cambié mi número cuando volví a casa. Sabe muy poco de mí. — Pero, Pero, te escribió esa canción — dice dice ella — . Lo está intentando a su manera. Me aparto. — Está Está enfadado conmigo. Es por eso que escribió la canción. — Está Está enfadado porque te fuiste. No está enojado por lo que eres. — Aunque, Aunque, esa soy yo, ¿cierto? Siempre me voy. v oy. La boca de Posey se presiona en una línea apretada. — Deja Deja de tratar de convencer al mundo que estás más dañada que cualquier otra persona, Yara. Las palabras salen de inmediato, una negación eléctrica. — No es cierto — cierto — le le digo. Pero, tal vez esa es exactamente la cosa narcisista que estaba tratando de hacer. — Le Le rompiste el corazón al hombre porque pensaste que tu amor era tan importante que lo dañaría más allá del reconocimiento. ¿Y de todos modos, qué es un verdadero artista, Yara? ¿Lo que dices que es?
Ni siquiera sé s é cómo llegó a esa conclusión. Supongo que uno solo tiene que escuchar la letra de la canción. Podía estar enfadada con él por exponerme de esa manera, pero la verdad es que me lo merezco. — No entiendo por qué qué estás siendo así. Preguntaste Preguntaste y te lo dije. No es justo que estés atacándome por eso. Posey toma mi cara como si estuviera buscándome debajo de mi piel. No me gusta cuando las personas tocan mi cara, pero cuando Posey Po sey lo hace, no me aparto. Hay demasiados años, demasiada familiaridad. Su dedo está en mi frente, presionando. — Te Te complicas demasiado aquí. Quieres ser una poeta y no lo eres. Para el momento en que te des cuenta que no estás condenada, tu vida habrá terminado y nunca habrás tomado ningún riesgo. — Hoy Hoy pagas la cuenta — le le digo, agarrando mi bolso cuando deja caer la mano — mano — . No voy a pagar por ser torturada.
38
ROTACIÓN LENTA Siempre me he dicho que era solo cuestión de tiempo antes de que me encontrara. Estudio mi cara en el espejo a medida que me pongo el maquillaje. ¿Me veo como lo hice la última vez que él me vio? Mi cabello está más corto y supongo que mi cara está más demacrada. Posey afirma que me veo vacía. Pero él viene por el divorcio, me recuerdo, no una reunión. Aunque tuvimos algo real, y seguramente quiere gritarme un poco, decirme decirme el ser humano sin valor que soy, decirme decirme sobre todo el dolor que causé. Supongo que hay una posibilidad de que ya no sea tan importante para él nunca más. En su mayor parte, los hombres son mejores en seguir adelante que las mujeres. Cuando las personas vienen buscándote quieren una de tres cosas: el cierre, la venganza, o dinero. Estoy segura que David tiene más dinero del que siquiera pensó alguna vez, por lo que puedo al menos quedarme muy quieta y ser un buen objetivo mientras se encarga de los otros dos. Por lo menos está viniendo por mi firma. Yara, Yara, la diosa de la incredulidad… Me encuentro con Ethan para cenar. Hemos estado viéndonos durante unos seis meses, y a parte del correo electrónico de David, mis sentimientos por él han sido ininterrumpidos. Cuando lo veo mi estómago siempre hace esta cosa oscilante que otras chicas les gustan llamar mariposas. Para mí se siente más como el aleteo resolutivo de la muerte en mi vientre. Se suponía que no iba a enamorarme de nuevo, y aunque no estoy segura de estar allí todavía, estoy acercándome. Posey me asegura que no estamos destinados a enamorarnos solo una vez. — Puedes Puedes hacerlo una y otra vez — vez — dice dice ella. Sin embargo, ella ha roto con Samantha, o como se llame, y creo que está tratando de ser esperanzadora para sí misma. Al final, Samantha no era lo suficientemente ambiciosa… o tal vez no era lo suficientemente
interesante. interesante. No puedo recordar. Posey siempre encuentra algo mal en ellas. Yo siempre encuentro algo mal en mí. — Hola, Hola, nena. — Ethan Ethan se destaca cuando se acerca a la mesa, el metro ochenta y dos de él. Me fijo en la forma en que la tela de su camisa se extiende a través de sus hombros. Los brazos musculosos que tiene por ir al gimnasio cuatro días a la semana. No puedo ir a ningún lugar cuatro días a la semana, no soy tan disciplinada. Él se inclina y me besa en la boca. No es un beso cualquiera, su lengua se desliza entre mis labios y él gime un poco cuando lo beso de vuelta. Justo en ese momento, la canción de David D avid comienza a sonar al otro lado del restaurante. Me libero de los labios de Ethan y tengo la necesidad de limpiarme la boca con la servilleta. Limpiar a Ethan porque David me está mirando. ¿Es la canción de David o mi canción? Me sigue a todas partes, jodiendo todo, las tiendas, el trabajo, caminando por la puta calle. Tamborileo mis dedos sobre la mesa y busco la camarera. Necesito una bebida, una muy muy fuerte copa grande. Ethan canta junto a la melodía a medida que estudia su menú, y como siempre, me tenso, esperando que se dé cuenta que la canción es acerca de mí. — Así Así que, estaba pensando — pensando — dice. dice. — Nunca es bueno cuando lo haces haces demasiado — demasiado — interrumpo. interrumpo. Él me da una mueca, la clase que un padre severo hace al amenazar a su descendencia astuta. — Estaba Estaba pensando — comienza comienza de nuevo — nuevo — , que es el momento para casarse. Me paro. Mi silla chirriando al otro lado del piso de concreto y las personas vuelven la cabeza para mirar. Ethan se ríe, cada uno de sus brillantes dientes blancos están desplegados mientras echa hacia atrás la cabeza y se sostiene su estómago. — Solo Solo estoy bromeando, Yara — Yara — dice. dice. Me vuelvo a sentar, pero deslizo mi silla lejos de la mesa unos cuantos centímetros. Perdió mi confianza con la palabra “M”. — Estaba Estaba pensando que es hora de irse a vivir juntos.
— Oh, Oh, Dios mío — mío — le le digo, agarrando mi corazón — corazón — . ¿Por qué harías eso? — Porque Porque ahora irse a vivir juntos no se siente tan aterrador. Acabas de escapar de la temida palabra “M”. — Inteligente — Inteligente — le le digo. Y hablo en serio. Vivir juntos no suena ni la mitad de malo como podría hacerlo si no hubiera sacado a relucir el matrimonio en primer lugar. — ¿Por ¿Por qué? — qué? — le le pregunto. — ¿Por ¿Por qué quiero vivir contigo? — Sí — Sí — respondo. respondo. — ¿Es ¿Es un test de elección múltiple o un ensayo? — Un Un ensayo — ensayo — le le digo. Se aclara la garganta. — De De acuerdo. Quiero mudarme contigo porque te amo. Sobre todo odio a la vida, excepto cuando estoy contigo, claro está. Era una rata de alcantarilla sarnosa antes de ti, un ser deplorable. Ahora me siento como un adolescente. Aquí arriba — arriba — golpea golpea ligeramente su sien — sien — , y aquí abajo. — Se Se lleva su mano al pantalón. — Me Me rio — . En serio, Yara. Solo quiero estar contigo todo el tiempo. Estoy comprometido. Quiero compartir algo más que una cena de vez en cuando y el paseo los domingos por el parque contigo. Quiero tener un puto árbol de Navidad y el jamón de Pascua contigo. — Está Está bien — bien — digo digo — . Un sobresaliente por ese excelente ensayo. Se levanta para besarme, y se diría por la expresión en su cara que había dicho que sí a una propuesta de matrimonio. — ¿Dónde ¿Dónde vamos a vivir? — Encontraremos Encontraremos un lugar nuevo — dice dice — . Donde no me haya follado a decenas de zorras. Me ahogo con mi agua y él tiene que ponerse de pie y golpearme en la espalda, una cosa completamente sin sentido que hace la gente para sentirse útiles cuando alguien se está ahogando.
—Bueno, cuando lo pones de esa manera… manera… — Con Con la esperanza de que aceptaras, ya he estado buscando pisos para alquilar. Hay uno muy cerca de aquí. Puedo llamar al agente y ver si podemos echarle un vistazo antes antes de que alguien no los arrebate. arrebate. — Me Me estás jodiendo. Pero qué diligente. Sin embargo, él ya sabe que me tiene. La idea de dejar mi pequeño apartamento asqueroso es emocionante. Pensar en empezar algo sólido con un hombre al que quiero y respeto se siente como seguir adelante. adelante. Eso hace que el pasado sea una broma si puedes de alguna forma comportarte en el presente. Como si en realidad no importa que dejara atrás a un hombre y un matrimonio, o que nunca me la arreglé para permanecer en una relación por más de un año. Irse a vivir con Ethan Ethan me hará fiable. — Llámala — Llámala — le le digo — . Estoy emocionada. — Me Me encanta cuando estás emocionada — dice dice — . Eres como una niña. No sé si eso eso es una buena buena cosa, pero le le sonrío sonrío por encima de mi mi copa de vino mientras él saca su teléfono y escribe a la agente. Después de la cena tomamos el tren a Embankment y caminamos la corta distancia hasta la majestuosa piedra caliza. The Eye está iluminado de un neón color rosa y me pregunto si seremos capaces de verlo desde el apartamento. — Siempre Siempre pensé que era un hotel — hotel — digo digo a Ethan. La agente está esperándonos fuera, mirando a los lados y comprobando su reloj como si ya estuviéramos llegando tarde. Él le da un pequeño saludo para hacerle saber que somos nosotros quienes vamos a reunirnos con ella. — Una Una rigorista — rigorista — le le susurro a Ethan — Ethan — . Vamos a molestarla. Él me guiña el ojo con complicidad y avanzamos para hacer la respectiva ronda de estrechadas de manos y presentación. Su nombre es Lucinda, o Lucretia, o algo por el estilo. Ella echa un vistazo a mi bolso y mis zapatos, por lo general un signo revelador de la riqueza de una mujer y estatus en el mundo. Estoy llevando un bolso Gucci de segunda que
Posey me dio. Me parece que paso la prueba cuando ella lo mira con admiración y nos introduce en el edificio. — Este Este se va vender muy rápido — comenta, comenta, caminando hacia los ascensores — . Al estar tan céntrico y todo eso. Está a solo una corta distancia del metro y hay algunos buenos restaurantes y tiendas cercanas. Me fijo en los candelabros, los paneles de madera pesada, y el uniforme pulcro de los porteros. — Me Me temo que también hay un bastante largo proceso de solicitud — dice dice ella — . Solo la crema de la cosecha está permitida aquí. — Mira Mira hacia atrás en nosotros para ver si tenemos miedo. Asiento solemnemente. Cuando su espalda se gira hago una mueca a Ethan. Nos bajamos en el séptimo piso y ella nos conduce por un pasillo alfombrado y amplio, deteniéndose en el 37G. Teclea en un teclado y hay un chasquido cuando se abre la puerta. — La La entrada es con teclado — dice dice sobre su hombro como si fuéramos demasiado tontos para darnos cuenta. El espacio es de 1.200 pies cuadrados perfectos. Suspiramos y alabamos a medida que caminamos a través de las habitaciones pequeñas y llegamos a una parada en la cocina. Tres ventanas idénticas se enfrentan al Eye, el Támesis se extiende ante nosotros, brillando como magia negra. Doy un vistazo a Ethan. Él me da una mirada. — ¿Podemos ¿Podemos costearlo? — pregunto en voz baja, haciendo un recuento del dinero y las cuentas en mi cabeza. Él sonríe como si esa es la pregunta más tonta en el mundo. — Sí, Sí, Yara. ¿Quieres este? — este? — pregunta. — Muchísimo, Muchísimo, pero ¿no deberíamos mirar algunos otros? Parece tan precipitado saltar al primero que vemos. vemos. — — Echo Echo un vistazo a la agente que está fingiendo investigar un armario mientras escucha a escondidas. — Eso Eso no suena para nada a ti ti — — dice dice — . Eres una persona de las que lo ve y lo quiere. Por lo general, te has decidido en cuestión de pocos minutos.
Tiene razón, por supuesto. Supe desde el momento en que entré que no habría necesidad de buscar más. — Supongo Supongo que estoy tratando de ser responsable — le le digo — . No tan precipitada. — No. No cambies. La forma en que eres tan segura sobre todo también me hace seguro. — Entonces, Entonces, de acuerdo — digo, digo, mirando a Lucinda — Lucinda — . Nos lo quedamos. Ella asiente. — Entonces, Entonces, ¿cómo se conocieron? — pregunta a medida que saca una aplicación desde la carpeta que está sosteniendo. — Estaba Estaba trabajando en la esquina — dije dije — . Tenía una peluca marrón ese día y él me recogió en su convertible y me llevó a un hotel para follarme. Solo nos llevamos bien, ¿sabes? Estamos juntos desde entonces. Los ojos de Ethan están completamente abiertos, sus manos metidas en los bolsillos. No sé si quiere reír o castigarme, pero me sigue el juego, asintiendo. Lucinda ve de uno al otro, con su pastosa cara tensa. Es la perra más tonta del mundo si no ha visto Pretty Woman. — Gracias Gracias — dice dice Ethan, rompiendo el silencio. Él saca la aplicación de sus dedos. Me encojo de hombros y me acerco a la ventana para ver The Eye en su rotación rotación lenta. Es hora de dejar de esperar, ¿verdad? Estar lista. Para que la vida comience. Ni siquiera estoy segura segura de lo que estaba esperando. Muy pronto voy a ver a David, y entonces podré darle una despedida adecuada y seguir adelante con mi vida. Él se merece eso y también yo. He cometido errores en mi juventud, pero es hora de seguir adelante. adelante.
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EL APARTAMENTO Ethan y yo tomamos el apartamento. O llenamos una solicitud y la entregamos con nuestras veinte mil libras, esperanzados y positivos. Él es positivo porque quiere el apartamento. Soy positiva porque quiero querer el apartamento. Cuando Posey cuestiona mi entusiasmo mediocre pierdo el control con ella. — ¡Oh ¡Oh Dios mío! Quiero el apartamento, quiero el jodido apartamento, ¿de acuerdo? — Pero, Pero, ¿quieres el apartamento solo o con Ethan? — me me pregunta. Tengo que pensarlo por un minuto. — Eres Eres diabólica — diabólica — le le digo — . Y te odio. — Está Está bien ser tú, Yara — dice dice — . Las personas que te quieren trabajarán con tus deficiencias, no contra ellas. — ¿Qué ¿Qué significa eso? — eso? — pregunto. — Si Si estás en una relación con Ethan, deberías sentirte lo suficientemente cómoda diciéndole que estás asustada. — Si Si le digo que estoy asustada, él se asustará — asustará — respondo. respondo. — Entonces Entonces no es lo suficientemente fuerte para ti, ¿verdad? Le doy una mirada asesina cuando cambia de tema a otra cosa. Harrods. Está hablando de Harrods. Posey tiene dos extremos. Es demasiado profunda o demasiado superficial. No hay un área gris, ni nada medio. Es agotador estar con ella, porque o terminas escuchando alguna mierda estúpida que no te importa o usa su psicología inversa y termina haciéndote llorar.
¿Quién está realmente preparado para hacer frente a la realidad de otra persona? Es por eso que tenemos tanto miedo de mostrarnos como somos, la vulnerabilidad de ser dejado una vez que se descubre nuestra verdad. Además, no hay manera de que saliera conmigo. Si yo fuera hombre saldría con otro hombre. Los hombres lloran menos que las mujeres. Ethan y yo estamos en un café una tarde almorzando cuando me dice que la agente ha dejado un mensaje de voz en su teléfono. Presionamos nuestras caras muy juntas para que así podamos escuchar al mismo tiempo, y él sostiene el teléfono entre nosotros. Ella nos informa con su voz repipi que tenemos el apartamento. — Felicidades Felicidades — dice dice — . Va a ser un lugar encantador para que ustedes puedan comenzar su… eh… vida juntos. — Suena Suena bastante sorprendida — le le digo a Ethan, alejándome para mirarlo. Él sonríe y me hace callar mientras ella recita la dirección a donde debemos dejar nuestro cheque de depósito. Me rio tan pronto como baja su teléfono. — Cree Cree que soy una prostituta prostituta — — digo digo — . ¡Odia que lo conseguimos! — Ex Ex prostituta, mi amor. Renunciaste a ese estilo de vida para estar conmigo. No puedo creer que lo conseguimos. Es el destino, ¿verdad? — Absolutamente — Absolutamente — le le digo. Busco mi copa de vino, ya imaginando donde voy a poner mi tocadiscos y mi pequeña colección de plantas en maceta. Ethan está tan feliz que ordena una botella de champán para celebrar. Sostengo mi copa y sonrío, sonrío, sonrío. Estoy en piloto automático; hay cosas por hacer, así que las hago. Me entrego a la noticia y llevo a casa una brazada de cajas para comenzar a empacar. Ethan me envía fotografías de mesas y estanterías que encuentra en línea. Me gusta en blanco y a él le gusta la madera, así que nos decidimos por algo medio y compra una gris. Estoy eufórica, tan metida en esta mierda. Imagino las mañanas en la espaciosa cocina, preparando el desayuno con una vista del centro de Londres ante mí. Casi puedo oler el suministro de café alrededor de mi vida perfecta. El café
hirviendo me trae de vuelta un recuerdo reprimido durante mucho tiempo y lo aparto de inmediato. ¡Vete, recuerdo! ¡Tengo un hermoso y céntrico apartamento! Tarareo a medida que cierro las cajas con cinta y envuelvo mis cosas en periódico. No tengo mucho, principalmente libros y unos pocos discos que traje conmigo de los Estados Unidos. Uno pensaría que ellos me recuerdan a David, pero no, simplemente me recuerdan a mí. Nuestra fecha fecha de mudanza no es dentro de cuatro semanas, pero tengo que reducir mis pertenencias, decidir lo que vendrá conmigo a mi nueva nu eva y doméstica vida en pareja. No es un matrimonio, pero es bastante cerca, la unión de pertenencias y vidas, la determinación de fusionar la existencia con otro ser humano. No sé si es porque estoy a punto de comprometerme en cierta gran manera, mucho más grande de lo que he estado en mucho tiempo, pero encuentro el rostro de David en mi mente. Su sonrisa, sus ojos, y su risa, que siempre parecían estar dirigidas a mí. Me había gustado que David se riera de mí. Él me encontraba divertida sin esfuerzo alguno. Hago lo que una mujer en mi posición no debería hacer, pero a menudo lo hace de todos modos, hago comparaciones entre Ethan y David. Son muy diferentes, pero también muy similares. Las bromas juguetonas y autocríticas de Ethan me recuerdan a David. Sin embargo, Ethan es un hombre de negocios. Era un mujeriego por elección, siempre buscando aquellas con las que quería acostarse, o en mi caso, estar en una relación. Las mujeres simplemente caían enamoradas de David sin que él tuviera que pedir nada, y lidiaba con ello con buen humor. Casi lo aburría. Él estaba comprometido con la música, y había estado comprometido conmigo. Tal vez ese era el mayor elogio que jamás había recibido. Ethan tiene costumbres más establecidas, un hombre contractual que le gusta tener todo en orden. David era un artista, no había orden alguno. Quiero a Ethan, pero de una manera diferente a la que había amado a David. Tal vez es porque soy una persona diferente de la que era hace tres años. A medida que envejeces, tu propensión al amor cambia y evoluciona con tu personalidad. Ganas ya sea en el egoísmo o el desinterés. Lo que sí sé es que no le di a David lo que podría tener… no era capaz. Y ahora, nunca sabremos lo que podríamos haber tenido juntos.
Es por eso que estoy decidida a que las cosas funcionen con Ethan. No voy a jugar. No voy a huir. Seré buena para él. Y además, nunca antes me he sentido de esta forma. Ethan no es mejor o peor que los hombres con los que he salido antes. Se encuentra en algún lugar en el medio, cosa que amortigua todas mis necesidades y me da cierta seguridad de que me he liberado de todos mis problemas paternales. ¿Con quién comparaba a los hombres antes de David? Siempre ha habido un hombre con el que he estado en cada ciudad, y sin embargo, ninguno de ellos ha valido la pena un cariñoso recuerdo. Compruebo el calendario para la cita. Mi encuentro con David es en dos semanas. Siento un lejano latido pesado en mi corazón cuando pienso en ello, pero lo aparto y me concentro en el aquí y ahora. Mi vida es buena. Tengo un novio cariñoso y un buffet de posibilidades ahí afuera delante de mí. No voy a llegar a mi reunión con David como una chica solitaria, con las manos vacías y llena de remordimiento. Estoy progresando. No, estoy siguiendo adelante.
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ME ALCÉ Acumulo errores. Nunca hay una gran cosa. Una gran cosa podría suceder y seguiría más allá de ella como si nada. Pero esos pequeños errores, Dios mío, los colecciono. Ahora puedo mirar atrás y ver lo acaparadora que había sido en mi relación con David. Lo que teníamos era casi demasiado bueno y tenía que sabotearlo antes de que se saboteara a sí mismo. Al menos tenía el control de esa manera. Incluso cuando empaco mis cosas preparándome para empezar una vida con un hombre nuevo, e incluso a medida que me preparo mentalmente para ver al hombre que dejé atrás, reproduzco esos últimos meses en Seattle S eattle una y otra vez. En las semanas previas a nuestra boda, me alcé contra David. Él nunca tuvo oportunidad y esa es la verdad. Me alcé como una ola y él era un barco, y solo seguí coleccionando errores y erigiéndome más alto. Es nadar o hundirse cuando se está en ese barco, y no sé si él cayó al fondo del mar o demostró sus habilidades de nadador porque no me quedé para verlo. Él me convenció, la mayoría de los días: racionalizado, seguro, amoroso. Hizo todo de la manera correcta, pero mi ola estaba creciendo. Me presenté para la boda, me doy crédito por eso incluso si todos los demás no lo hacen. Me puse mi vestido con la mancha de sangre en el dobladillo, y sostuve mis flores y caminé por el pasillo en una pequeña iglesia pintoresca. David se veía tan hermoso que hizo que la vista me doliera. Llevaba un traje con chaleco de terciopelo azul sobre una camisa blanca. Sus zapatos eran de piel de serpiente serpiente negros. Iridiscente cuando los mirabas de cerca. No sentí la inquietud hasta después de casarnos. ¿No es eso algo? Con los anillos de forma segura en nuestros dedos, el contrato firmado, fuimos al hotel después de la pequeña fiesta y solo nos miramos el uno al otro. A David le gustaba decir “mi esposa”. Lo decía cada vez que podía. Sin embargo, lo sentía como una acusación. ¿Cómo iba a ser una esposa? ¿Cómo iba a lidiar no solo con una Petra, sino miles de Petra? No
tenía la fuerza. Y luego, alrededor de cuatro semanas en nuestra vida matrimonial, empecé a preguntarme si él estaba listo para el compromiso. Cuando se diera cuenta de quién era, ¿no recurriría a otra mujer en busca de consuelo? Captaba las miradas que Petra le daba, y me preguntaba si me casé con él para ser la dueña de las miradas que él devolvía. — ¿Por ¿Por qué hablaste con ella después del espectáculo? Yo debería
ser la primera a la que hables, soy tu esposa. Posaste para una foto con un grupo de chicas y les permitiste — Posaste presionarse demasiado demasiado cerca… — Cuando Cuando te dije que estaba triste, me abrazaste en lugar de discutir
el problema. — Fuiste Fuiste a tomar una cerveza con los chicos cuando quería que
vuelvas a casa. Me hiciste el amor con los ojos cerrados, ¿en quién estabas — pensando? — No te importa si llego al orgasmo, orgasmo, solo te preocupas por ti mismo.
Desearías que me pareciera más a tu madre, dulce y — reconfortante. Amas a tu arte más más que a mí. — Un aluvión. Me alcé más y más alto. Si él no me miraba de la manera correcta después de una presentación, me dolía. Si me miraba demasiado, me sentía ahogada. Acompaña ahogada. Acompaña a tus fans. No estés con tus fans. No me amas lo suficiente. suficiente. Me amas demasiado. Me alcé. Sabía que el problema era yo, y sin embargo no podía controlar mis sentimientos. David me volvía loca, o mi amor por él lo hacía. Y entonces vi la foto de Petra y David en la casa de Ferdinand, sentados tan cerca el uno del otro que parecía que sus rodillas se tocaban. David fue al bar después, con la culpabilidad escrita por toda su cara. Intentó explicarse, pero no pudo subir por las paredes que había erigido. Ni siquiera había sabido que estaban siendo construidas. Eso no es del todo justo, ahora lo sé. Se necesitaron dos semanas más. Durante el cual me volví completamente loca. Fue un error, enamorarme de él, permanecer con él cuando sabía que tenía que irme y volver a casa.
Dejé una nota escrita en mi propia mano. Todo lo que pude encontrar fue una pluma con tinta roja. Estaba en el cajón de la cocina y el extremo estaba mordido. No quería que mi carta para él se viera enojada o agresiva, no me sentía de ninguna de esas formas. Sin embargo, solo había una pluma roja. Así que la escribí lo más suavemente que pude aunque solo fuera para sofocar la tinta roja. dije. No puedo ser lo que necesitas No soy quien crees que soy, le dije. No que sea. Tengo que irme. Perdóname. Era una carta muy débil para dejar. Se merecía palabras, una pelea, el cierre. Sin embargo, tenía miedo de que me convenciera a quedarme. Y aunque me quedara por un tiempo, era inevitable que con el tiempo me fuera. Era demasiado insegura para permitir que David me ame. No confiaba en él, a pesar de lo que había dicho. Lo que estaba sintiendo no se iría jamás. Las palabras pueden calmar temporalmente una discordia en la psicología. No esperaba que renunciara a su música por mí, así como tampoco esperaba renunciar a mis inseguridades por él. Por lo tanto, me decidí por irme y dejarlo en paz. Y mientras me alejaba, lo dije una y otra y otra vez… Perdóname, perdóname, perdóname, perdóname, perdóname, perdóname, perdóname. perdóname.
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LA TERRIBLE REUNIÓN El restaurante donde he quedado con David no es lo que me había imaginado. ¿Por qué había imaginado algo pintoresco y romántico? Un edificio de ladrillo con un enrejado de rosas, suelos de madera y asientos de felpa color ciruela. Así es como se supone que van las reuniones, ¿verdad? La forma en que se hacían en las películas. Sin embargo, esta no es realmente una reunión. Estoy tratando de idealizarlo para ayudarme a superarla, una especie de muleta. También es un día más cálido de lo que esperaba, y puedo sentir una línea de sudor rodar por mi espalda mientras camino hacia las puertas delanteras. Cuando entro, lo primero que noto es el diseño minimalista. Me estremezco. Los crudos blancos, los artefactos de iluminación modernos, y mesas y sillas en forma de caja. No hay nada cálido aquí, y se me ocurre que David eligió este lugar específicamente como mi sala de interrogatorios. Una mujer elegante, de mediana edad me recibe con un menú en la mano. Su largo y esbelto cuerpo de gacela, está cubierto con un kimono negro. — Bienvenida — Bienvenida — dice dice ella. — Hola. Hola. Voy a reunirme… — Con Con David — David — termina termina por mí. — Sí. Sí. ¿Cómo lo sa…? — Por Por aquí — aquí — continúa. continúa. Se da la vuelta antes de que pueda responder y entiendo que espera que la siga. Mi estómago se anuda a medida que avanzamos por el comedor casi vacío. No puedo ver más allá de sus hombros, aunque sospecho que David está allí, observándola mientras se acerca. ¿Está igualmente tan nervioso? ¿Enojado? En cualquier momento voy a verlo y voy a ser capaz de leerlo en su cara. Siempre podía leer todo en su cara. Mi corazón está latiendo tan violentamente que duele.
Cuando ella se hace a un lado para mostrarme la mesa, David no está allí. Fijo la mirada en los asientos vacíos y siento una aguda decepción. — Llamó Llamó por adelantado — dice dice la anfitriona — anfitriona — . Estará aquí en breve. Me deja allí con mi menú inmenso, y me siento una niña en mi soledad. Cruzo las piernas, las descruzo. Enderezo mi cabello, me pregunto si hay lápiz labial en los dientes o si mi rímel formó grumos en mis pestañas, estúpidos pensamientos superficiales. superficiales. Elegí llevar llevar algo informal: informal: un par de jeans oscuros y una holgada camiseta debajo de la chaqueta de cuero. ¿Cuál es el punto de no ser uno mismo y dar a la gente una impresión equivocada? Vengo como soy. Tomo un sorbo de mi agua hasta que derramo parte de ella sobre mí, entonces estoy frotando mi camisa blanca frenéticamente con la servilleta, maldiciendo mi torpeza. Cuando él entra en el restaurante, el ambiente cambia. Lo siento antes de verlo. Dejo la servilleta y me siento erguida, alerta. Y entonces él está ahí, moviéndose como el agua hacia mí. Todo se queda en silencio en mi cabeza. Tengo ganas de llorar, y luego estoy poniéndome de pie para abrazarlo. Tengo que ponerme de puntillas para envolver mis brazos alrededor de su cuello. No nos soltamos en seguida. La ira, el resentimiento, la extrema necesidad de respuestas, queda en espera por… uno… dos… tres… cuatro… cinco… seis… siete… ocho segundos. ocho segundos. Puedo sentir su calor y el olor de la tela de su camisa, y a través de ella, la sal de su piel. Su cuerpo se curva alrededor de mí, con las manos pesadas en mi espalda mientras me sostiene contra sí. Estoy tan sola s ola en ese momento, tan consciente del hecho de que nunca he sanado o seguido adelante. Cuando él retrocede y ya no nos estamos tocando, me siento increíblemente triste. — Hola — Hola — dice dice David suavemente. Estudio sus ojos para saber lo que siente, pero se ha resguardado. ¿Quién tiene paredes ahora? — Hola. Hola. Me hace un gesto para que me siente. Lo hago, sin apartar los ojos de él. Se ve diferente. Supongo que eso sucede después que las personas están separadas por un periodo de tiempo largo. Se vuelven más como sí mismos mientras te aferras a lo que solían ser.
Su cabello está más corto, al estilo más alborotado; las líneas de expresión alrededor de sus ojos son más pronunciadas. Lleva una gran cantidad de dinero expuesto: una almidonada camisa azul claro con el cuello abierto, unos jeans estrechos que enfatizan la longitud de sus piernas, y una chaqueta de color camello. Tampoco me ha mirado ni una vez desde que se sentó, lo cual se podría ver como algo bastante extraño, o bastante revelador. — Voy Voy a tener que pedir vino para esto. Una botella. Así que tú elije, ¿uno tinto o blanco? — Tinto — Tinto — digo, digo, en voz baja. Mis dedos encuentran la envoltura de la pajita de mi agua y la sostengo entre mi puño como apoyo. — Bien. Bien. Él se pone a estudiar la carta de vinos mientras yo me siento con solemnidad, con las manos cruzadas sobre el regazo. Cuando nuestra camarera viene a recoger nuestro pedido, David responde sin consultarme. Otra forma en la que ha cambiado, pienso. cambiado, pienso. No diría que menos considerado sino más bien diría que es más seguro de sí mismo. Cuando estamos solos otra vez, me mira finalmente. Hay muchas cosas notables en David: su buena apariencia, por ejemplo, su voz profunda, el andar al estilo John Wayne, pero lo más pronunciado acerca de él es la expresión que es incapaz de ocultar en sus ojos. Le duele mirarme, y de repente me siento tan avergonzada. Vergüenza por ser quien soy, por ser quien fui con él. Me siento sucia debajo de sus muy claros, muy honestos ojos. — ¿Cómo ¿Cómo has estado? — estado? — pregunta. En realidad no quiere quiere saber. saber. Solo necesita aligerar las preguntas. — He He estado bien — digo, digo, con cautela — cautela — . Te has hecho todo un nombre por ti mismo. Es maravilloso. Sus labios se tensan en una línea recta y asiente, un amago de sonrisa. — ¿Por ¿Por qué? ¿Por qué te fuiste, Yara?
— No imaginé que sería de esta forma — forma — le le digo. La envoltura de mi pajita está destrozada, así que retuerzo y desenrosco la servilleta en mi regazo. Mis manos no pueden pu eden estar inmóviles cuando estoy alterada. — ¿Cómo ¿Cómo crees que sería esto? — pregunta. Uno de sus codos está descansando sobre la mesa. Su postura pos tura es impertinente, casual, como si no le importa estar aquí, pero debe importarle. Está corriendo un pulgar por sus labios a medida que me mira fijamente — fijamente — . ¿Nos encontramos aquí, tomamos un par de copas, charlamos de cómo están nuestras vidas ahora, y luego nos abrazamos cuando nos separamos y decimos “vamos a hacer esto otra vez en algún momento”? — Yo-yo Yo-yo no sé, David. Vine porque me pediste que lo haga y pensé que te debía eso. — ¿Cuánto ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que te fuiste? Desde que te fuiste. No: fuiste. No: desde la última vez que nos vimos. No vimos. No se equivoca al decirlo de esa manera, pero la frase todavía duele. —Años… tres años… — Tres Tres años, dos meses, cinco días — días — dice. dice. No respondo. ¿Cómo puedo? Siento como si estuviera tratando de demostrar que a él le importa más. — Golpéame — Golpéame — digo digo — . Di lo que quieras si te hace sentir mejor. — mejor. — Me apoyo contra el asiento. Me lo merezco. — No es por eso que te pedí venir aquí aquí — — dice. dice. — ¿Por ¿Por qué lo hiciste? — Estoy Estoy enamorado. Siento como si estuviera en una bola de nieve y alguien me ha sacudido alrededor. Por supuesto que ha estado amando a otras chicas, follando con otras chicas, pero escucharlo es diferente. — Me Me quiero casar con ella, pero no puedo porque todavía estoy casado contigo. Nuestro vino llega. Con una perfecta y terrible sincronización. Estamos encerrados en una mirada fría mientras lo abren y
sirven. David acepta un pequeño sorbo de probada y asiente a la camarera, sin apartar los ojos de mí. Ella, a su vez, me sirve una copa y desaparece discretamente. Él drena su copa y se sirve otra más. Yo deseo algo más fuerte a medida que me paso la lengua por mis labios. — ¿Quién ¿Quién es? Él ya está negando con la cabeza. — No te voy a decir eso. Te fuiste. fuiste. Siento una ira feroz surgiendo en mi interior que probablemente no tengo derecho a sentir. Pero vine, me encontré con él, y ahora también quiero respuestas. — Me Me vas a decir, porque quieres que firme los papeles. Es por eso que estás aquí. Me considera por un momento y luego dice: — Dime Dime por qué te fuiste, Yara. — Antes Antes de que pueda contestar o incluso procesar sus palabras, les cambia la redacción — redacción — . Dime por qué me dejaste. Es más doloroso cuando lo dice de esa manera. Es también la verdad. No verdad. No solo dejé Seattle, o los Estados Estados Unidos, lo dejé… a una persona, al ser humano que clamaba amar. Imagino que la expresión de mi cara es horrible porque David se ve casi arrepentido de preguntar. No he tomado una respiración profunda desde que lo vi, así que primero hago eso, y luego digo: — Siempre Siempre dije que me iría, ¿recuerdas? Sabía que serías mejor si yo no estaba. — ¿Mejor ¿Mejor cómo? Niego con la cabeza. cabeza. Me tiemblan las manos. — Mejor. Mejor. Solo mejor. — ¿Un ¿Un hombre mejor, un ser humano mejor, o cómo era que decías… un artista mejor?
Es entonces cuando sé que es ella, esa perra de cabello ceniciento con sus ojos embriagados de amor. Ella es la única a la que jamás había dicho eso además de David. — Petra — Petra — digo. digo. David no lo confirma ni niega. Se ve firme, su rostro inexpresivo. Ha ensayado esto, me doy cuenta. No solo marchas a una conversación como ésta sin tener en cuenta todos los posibles resultados. — ¿Estaba ¿Estaba pasando antes de irme? — irme? — pregunto. Él se ve momentáneamente desconcertado. — Por Por supuesto que no. Ella es… hemos estado juntos durante casi un año ahora. Fue Fue a un espectáculo… Ya me ha dicho más de lo que tenía planeado. — Está Está bien — bien — digo digo — . Así que estás aquí por un divorcio. — No, Yara — Yara — dice dice — . No lo digas así. Como si de repente eres la víctima. Solo estoy dándote lo que has querido desde el principio. — Lo Lo que tú quieres tú quieres — — le le corrijo. Se reclina en su silla. El tallo de su copa de vino se alza entre dos de sus dedos. Temo que vaya a caer y derramarse por toda su camisa. — Los Los dos sabemos que eso no es verdad. — verdad. — Su Su voz es baja, enojada. — Entonces, Entonces, ¿por qué no me encontraste? Antes de ahora. No dice nada. Nos estamos mirando fijamente fijamente de nuevo. Nuestra camarera vuelve a aparecer. Ella quiere saber si hemos visto el menú. No puedo mirarla por miedo a reventar reventar en lágrimas. — Ambos Ambos vamos a pedir las costillas — responde responde él — — . Término medio. Es lo que yo habría elegido para mí. Lo sabe, pero aun así era innecesario pedir por mí. Me está mostrando que todavía sabe todas esas pequeñas cosas de mí, como el hecho de que así es como me gusta mi carne cocinada. Lo que está haciendo funciona, porque siento otra punzada de soledad profunda.
— Entonces, Entonces, nunca estuviste enamorada de mí. Solo querías jugar a ser Dios con mis emociones — emociones — dice, dice, al final. Puedo ver los músculos de su mandíbula tensándose. No puede jugar a este juego conmigo. Los dos sacamos a relucir muchas cosas esa noche en Seattle. Se intercambiaron palabras. Ahora está actuando como si no tuviera parte de ello. — Así Así es como empezó. Lo sabes, David. Era un juego, pero luego, de repente, estaba muy enamorada de ti. Completamente. Llegó a ser demasiado. No sabía qué hacer con eso. Él asiente lentamente. — ¿Por ¿Por qué no hablaste conmigo de cómo te sentías? Pudiste haberme dicho y yo habría entendido. — ¿Lo ¿Lo habrías hecho? — hecho? — Es Es la primera vez que de hecho pienso en eso. David estaba tan seguro s eguro de todo en ese entonces que rara vez comprobaba para asegurarse que yo también estaba segura. — Bueno, Bueno, funcionó, ¿no? Un álbum de platino. Supongo que debería agradecerte por eso. — No — No — le le digo —. Siempre fuiste digno de un álbum álbum de platino… — No del todo. No de acuerdo acuerdo contigo que tuviste que romperme el corazón por el bien del arte. No era digno de nada a menos que estuviera tan jodido como tú. Mis ojos se llenan de lágrimas que me juré que no volvería a llorar. — Tienes Tienes razón — respondo respondo — . Me fui porque soy una jodida cobarde y traté de fingir que estaba haciéndote un favor. Él se queda en silencio a medida que considera lo que he dicho, luego se mete la mano en el bolsillo de atrás y saca su billetera, lanzando un billete de cien libras sobre la mesa y poniéndose de pie. — Estaremos Estaremos en contacto — contacto — dice. dice. Después de que se ha ido me quedo a beber el resto del vino, pero dejo la comida intacta.
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RETROCEDIENDO Durante días después de que vi a David en el restaurante no puedo hacer nada más que llorar y pasear por mi apartamento tocando las cajas que estaban completamente cerradas con cinta y apiladas cerca de las puertas de cada habitación. habitación. Me siento inquieta, inestable. inestable. No le he dicho a Ethan que todavía estoy casada con David, y sé que es una conversación que ya deberíamos haber tenido. Sigo esperando que David se aparezca en mi puerta con los papeles que quiere que firme. Envío las llamadas de Ethan al correo de voz hasta que deja mensajes diciendo que está preocupado por mí. Le escribo, le digo que estoy ocupada y lo llamaré pronto. No quiero que oiga mi voz. Él sabría de inmediato que algo está mal y no estoy preparada para decirle que he visto a David. Invento más excusas: dolor de garganta, cansancio, empacando; pero finalmente después de una semana, aparece en mi puerta con una expresión de profunda preocupación. — David. David. Entonces, ¿lo has visto? — visto? — pregunta una vez que me hago a un lado para dejarlo pasar. — ¿Cómo ¿Cómo lo sabes? — sabes? — pregunto. Ethan se ve perturbado por un segundo, como si hubiera confirmado su peor miedo. — Su Su banda está aquí, hay carteles por toda la ciudad. Están hablando de eso en la radio y en el trabajo. Me aparto para que no pueda ver mi cara y pongo el agua a hervir. David solía burlarse de mí, decía que los británicos pensaban que podían resolver todo con una taza taza de té. Y podemos. — Sí, Sí, lo vi. — Me Me muevo hacia el cartucho de azúcar y cierro los ojos con fuerza, deseando que Ethan se vaya. No vaya. No funciona de esa manera, Yara. Tienes que lidiar con las cosas, de frente.
— ¿Te ¿Te lo follaste? Me giro, disgustada. — ¿Estás ¿Estás jodiendo conmigo? ¿Eso es lo primero que preguntas? — Es Es importante — importante — dice dice con firmeza — firmeza — . Quiero saber en dónde está tu corazón. — Bueno, Bueno, no es en mi coño — coño — espeto espeto de vuelta. Ethan se ve inmediatamente arrepentido, pero es demasiado tarde. — Escucha, Escucha, Yara, dame un respiro. Tu ex novio también estrella de rock está en la ciudad, ese que escribió una canción para ti que suena por toda la radio, ¿y se supone que no debería estar preocupado? Sabía más de lo que le daba crédito. — No. No me lo follé. Y escribió esa canción para humillarme. No es exactamente una canción de amor, Ethan. — Es Es una maldita canción de amor. Quiere recuperarte, por eso escribió la maldita cosa. Me rio. No puedo evitarlo. Nunca evitarlo. Nunca pensé en “A “Atheists theists Who Kneel and Pray”, Pray”, como una canción de amor. Supongo amor. Supongo que era una canción sobre el amor. — Créeme, Créeme, no me quiere de vuelta. — ¿Por ¿Por qué no? ¿Cómo puedes saber eso? — Porque Porque lo dejé seis semanas después de nuestra boda, Ethan. Nunca hablé con él de nuevo. Ethan me mira fijamente, con la boca ligeramente abierta. — No se lo he dicho a nadie hasta hasta ahora — ahora — añado añado suavemente. — ¿Te ¿Te casaste con él? Pensé que no creías en el matrimonio. — Sí, Sí, también lo creía. Es por eso que hui. — No sé lo que más me molesta, que le le hicieras eso a alguien, alguien, o que nunca me dijiste que hiciste eso a alguien.
La tetera empieza a silbar y oculto las lágrimas dándole la espalda para apagar la estufa. — Escucha, Escucha, sucedió, y es la verdad. Lamento todo eso, pero soy la que tiene que vivir con las cosas que he hecho, tú no. Se ve como si lo hubiera abofeteado en la cara. — ¿Así ¿Así es cómo lo ves? ¿Como si no influyera en nada? La imagen de pedalear hacia atrás en una bici destella a través de mi mente. Puedo retroceder pero estoy cansada. No quiero defenderme para hacer que Ethan se sienta mejor. No quiero hablar más de esto. — Piensa Piensa lo que quieras — respondo respondo — . Pero si incluso me estás cuestionando, no deberíamos estar juntos. Ethan se va y entonces soy solo yo. Me pregunto si alguna vez va a ser diferente. No pienso en mi madre a menudo, pero cuando lo hago, su memoria siempre está acompañada por sentimientos de soledad. Me dejaba sola en nuestro pequeño apartamento cuando se iba a trabajar. Trabajaba de noche en la recepción de un hotel. No estoy segura qué edad tenía cuando empezó a dejarme sola, pero recuerdo sentirme pequeña, diminuta. No podía llegar al armario con las galletas. Tenía que arrastrar una silla a la cocina y subir a la encimera. ¿Qué hubiera pasado si hubiera resbalado y caído? Mi madre habría llegado a casa frente a una muy pequeña niña muerta. Nadie habría ido siquiera a mi funeral, porque no había nadie más que conociéramos. Mi madre era de un pequeño pueblo en el norte de Inglaterra. Cuando se quedó embarazada de mí dejó el pueblo. Por lo que sé, regresó y ahora vive allí, pero no he hablado con ella en años. Cuando le pregunté una vez si tenía abuelos me había dicho — dicho — : No importa. — importa. — Y eso era válido, supongo, porque técnicamente tampoco tengo madre, y no importa. La gente vive sin las cosas y avanzan igual. Mi madre me dio un regalo. Funcionó en mi contra, no a mi favor. Siempre estaba irritada cada vez que yo estaba alrededor. Cuando niña trataba de mantenerme fuera de su camino lo más posible porque no le gustaba que estuviera haciéndole preguntas. Cuando ella estaba en casa la miraba intensamente, ansiosa por agradarle, siempre queriendo ganarme una media sonrisa o cualquier tipo de reconocimiento. Si ella estaba
leyendo y yo dejaba caer algo en la cocina, su cabeza se alzaba de golpe y me observaba furibunda. Me sentía como un fracaso en ese entonces, como si le hubiera fallado de la manera más profunda. Nunca me golpeó, y rara vez me gritó. Era su silencio lo que era tan angustiante. Como adulta, me siento completamente atormentada por la culpa cuando siento que he molestado a alguien. Así es cómo funcionó en mi contra. Si entro en un café y tomo asiento junto a la ventana, me siento culpable por ser egoísta, por tomar la mejor mesa del lugar cuando alguien más podría tenerla. Si compro un nuevo par de zapatos y luego veo a alguien sin zapatos, quiero despojarme de los míos y caminar descalza por el resto del día. ¿Por qué debería tener algo cuando alguien más no tiene lo que tengo? Me pregunto si esto afecta la forma en que pensaba en David, porque siempre supe que tenía a alguien que era mucho mejor que nadie más. Cuando Petra mostró interés por él perdí la cabeza. Petra lo necesitaba más; ellos eran más parecidos que nosotros dos. Podía sobrevivir sola, pero Petra necesitaría sanar y David podía hacer el patético recorrido de la recuperación con su fe interminable. En una forma enfermiza pensé que estaba haciéndoles un favor a todos. Estaba mal. Estaba tan equivocada. Merezco amor, pero me va a tomar mucho tiempo para aprender eso.
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EL MEJOR ACENTO AMERICANO Es la hora del almuerzo en Bronte. La barra frontal está a reventar y no he tenido un momento de descanso desde que mi turno empezó. El zumbido de las exprimidoras y el olor de la fruta fresca son tan fuerte en el aire que se me hace agua la boca. Nos hacen usar estos chalecos con lazos. Hace un calor insoportable. Ha pasado una semana desde que me encontré con David, cuatro días desde la última vez que hablé con Ethan. Me siento muy mal por mí misma, un poco rechazada, y en realidad muy sola. Ayer compré un libro de bolsillo en la tienda de la esquina y vagué con él debajo de mi brazo, con la intención de encontrar un banco en el que pudiera leer mientras tomaba el sol. Había un montón de bancos, un montón de sol, pero no dejaba de pensar que habría una mejor opción opción si caminaba un poco más lejos. Antes de darme cuenta, había caminado seis kilómetros y el sol estaba descendiendo en el cielo. Perdí mi oportunidad y nunca encontré un banco lo suficientemente bueno. Oye, chica, oye, eres una idiota. idiota. Es bueno saber estas cosas acerca de ti mismo de modo que no vas por ahí culpando a otros por tus cagadas. Compré una botella de vino de camino a casa y me bebí toda la cosa sentada en la ventana de mi sala de estar mirando el tráfico. Cuando me miré en el espejo esta mañana, mis dientes estaban manchados y mi piel tan enfermiza que había estado asustada. ¿Qué me estaba haciendo? Tomando botellas de vino para lidiar con mi agitación interna. He estado de vuelta en casa por tres años y no he sentido la necesidad de irme otra vez. Tal vez mis días errantes terminaron, o tal vez encontré lo que había estado buscando y luego lo perdí. De cualquier manera, finalmente se siente como si me he asentado en el lugar correcto, el lugar dónde empecé. Excepto que ahora me cuestiono todo. El impulso ha aparecido. Estoy pensando en huir de nuevo, de empacar mis cosas, e ir a un lugar nuevo. Pero, ¿cuántas veces puede una persona comenzar otra vez?
— Pensé Pensé que odiabas los turnos de almuerzo. Estoy tan absorta en mis pensamientos que casi dejo caer el puñado de limones que estoy sosteniendo. Los aferro contra mi pecho y alzo la vista alarmada. David está sentado en el taburete directamente frente a mí junto a uno de los clientes habituales, una señora mayor que llamamos Penny. Su piel luce oscura como si hubiera estado expuesto al sol durante la última semana y está llevando una camisa blanca con cuello en V y jeans azules rasgados. Tan simple y sin embargo, se ve como una estrella de rock. Pienso en mi piel cetrina por la botella de vino y entro en pánico. — Me Me he acostumbrado — acostumbrado — digo, digo, intentando ocultar el temblor en mi voz — . ¿Qué estás haciendo aquí? Estudio la barra delante de él en busca de los papeles, pero solo s olo están sus manos, entrelazadas encima de la barra. Dejo mis limones y me llevo una mano a mi cabello. No me había tomado la molestia de hacer nada con él esta mañana, simplemente lo eché en un nudo desordenado en la parte superior de mi cabeza. Mi lazo se siente como si me estuviera estrangulando. Esto es ridículo; mi fijación en la manera en que me veo. Incluso, ¿qué importa? El hombre está aquí para divorciarse de mí, no para pedirme una cita. cita. David se aclara la garganta. — Me Me di cuenta que fui un poco pendejo contigo la otra noche. Te lancé toda una bomba nuclear y eso fue bastante maquiavélico, ¿cierto? Me rio antes de que él haya terminado. — Amigo, Amigo, definitivamente has estado practicando — digo digo en mi mejor acento americano. Él sonríe a medida que se mece en su taburete de la barra de lado a lado. Por un momento me transporto a Seattle, donde él solía mecerse de esa forma en un taburete diferente y coquetear conmigo. Me parecía entrañable la forma en que tenía el entusiasmo de un niño pequeño, pero parecía un hombre. Nos sonreímos sonreímos el el uno al otro, pero entonces mi corazón comienza a doler y no sé qué hacer con mis manos o cara. Me doy la vuelta, preparando un jugo para un cliente: guayaba, litchi, menta y naranja. La gente atraviesa las puertas, con desagradables sombreros en sus cabezas, lentes de sol cuyos cristales son de color rosa, verde y plata. Los veo para
así no ver a David, que me distrae y me hace olvidar lo que lleva el jugo que preparo. —¿Por qué estás aquí… se supone que deberías estar de gira? — digo cuando estoy terminando. Lo que realmente quiero preguntar es: ¿Por qué estás aquí específicamente? Y ¿cómo me has encontrado? — Esta Esta era nuestra última parada — dice dice en voz baja — baja — . Decidí quedarme, ¿tal vez pedir una Hendrick y tónica? Y divorciarte de mí, quiero añadir. El concierto fue hace semanas. Me pregunto cuánto tiempo ha estado alrededor, ¿qué está esperando? Penny se ha dado cuenta de nuestro intercambio y gira su taburete hacia él. Ella es entrometida, escucha todos los chismes del bar y luego me los transmite. Sonrío inquieta hacia ella. Una situación ya incómoda y luego añadimos a Penny en la mezcla. Dios, ya era un día interminable. Todo el mundo sabría para el final del día que mi marido vino a divorciarse de mí. — ¿Necesitas ¿Necesitas un poco más de jugo y ginebra, Penny? — Penny? — pregunto. Ella empuja su vaso hacia mí, sin quitar sus ojos de David en ningún momento. — ¿Te ¿Te conozco? — conozco? — escucho escucho que le pregunta. Alguien me hace señas desde el otro extremo de la barra y dejo a David y Penny solos. — No olvides mi puta bebida — bebida — grita grita Penny detrás de mí con su voz cantarina. — También También la mía — mía — repite repite David. Lo observo mientras preparo su bebida, solo pequeñas miradas para demostrarme que está realmente allí, pero él me atrapa cada vez y sonríe a su vez. No son sonrisas de divorcio, cosa que me confunde aún más. Son solo… genuinas. No tengo ninguna razón para desconfiar de él, sin embargo, aun así lo hago. Tú eres la única en la que no se puede confiar, me recuerdo. Este hombre solo dice lo que siente. Tú dices mentiras acerca de lo que estás sintiendo y luego huyes.
— De De alguna manera se siente como en los viejos tiempos — digo digo cuando deslizo el vaso hacia él. A su derecha, Penny asiente. — Los Los viejos tiempos, ¿eh? Sabes, la primera vez que te vi en ese bar fue como si alguien me hubiera enchufado enchufado a una toma corriente. Todo en mi cabeza se iluminó. Podría haber escrito diez canciones, responder a la pregunta sin fin sobre el significado del amor, y haberte pedido que te cases conmigo ahí mismo. — De De hecho me pediste que me case contigo ahí mismo — mismo — señalo. señalo. — Ves. Ves. — Y has escrito canciones aparentemente haciendo de mí el blanco de la broma. Así que dime, David Lisey, ¿cuál es el significado del amor? Ilumíname. Por un momento creo que no me va a responder. Él baja la vista hacia su bebida pensativamente y cuando levanta la mirada, sus ojos son tan suaves, sinceros. — En En realidad, he pensado mucho sobre eso. Es cuando no puedes sacar a alguien de tu vida. Se arrastran dentro de ti y solo viven allí durante el resto de tu vida. Cuando lo dice, siento como si una sacudida eléctrica pasa a través de mí. Hay familiaridad, pero no he pensado en ello con tanto ahínco. Como si hubiera estado esperando a que alguien me diga lo que estoy sintiendo. — Como Como un parásito — parásito — digo digo —. Drenándote de… bueno, todo. Eso todo. Eso no es agradable. — ¿Quién ¿Quién dice que el amor es agradable? Tiene razón, por supuesto. Es por eso que la gente crea arte, porque el amor se arrastra dentro de ellos y necesitan una manera de sacarlo. — Supongo Supongo que no lo es. Es más que nada doloroso. — Ustedes Ustedes dos me están dando dolor de cabeza — cabeza — dice dice Penny. Lleva sus grandes lentes de sol oscuras puestas y no puedo ver sus ojos, pero su boca cae en un ceño fruncido. fruncido. — Tal Tal vez entonces no deberías espiar, Penny — sugiero. sugiero.
Me saca la lengua. Muy madura. Me gusta imaginar cómo era Penny cuando tenía mi edad. Todavía queda parte de su lado salvaje en sus ojos. — Dinos Dinos en qué estamos equivocados, Pen — Pen — dice dice David. Ella se vuelve hacia él y sonríe, y puedo ver que está totalmente prendada. ¿Quién no lo está una vez que conoce a David? Tuve que ver a chicas más jóvenes, más bonitas y más firmes que yo lazándose a sus brazos de forma diaria. — Ustedes Ustedes los jóvenes tratan al amor como si fuera un accesorio, no una cuestión de vida o muerte. Se entretienen con él, se enamoran con la idea de él. Hacen todas sus canciones y libros sobre el tema, pero no saben cómo vivirlo. El amor no es parte de algo más. Es la única cosa. Sus palabras atrapan a David con la guardia baja. Él parece como si si hubiera recibido una bofetada. Yo apoyo mis codos en la barra y lo miro fijamente. — ¿Estás ¿Estás escribiendo una canción? — pregunto. Conozco esa expresión que está haciendo, y no puedo evitar la sonrisa formándose en mis labios. — Silencio Silencio — dice, dice, sin dejar de mirar a Penny — Penny — . Dime más — le le pide — . Eres mi nueva musa. — ¿Quién ¿Quién era antes? Me señala con el dedo. Penny me mira y levanta las cejas. — Carne Carne fresca. Nada de lo que tengo es así de firme. Me rio, pero siento que no debería. Nada de esta situación es divertida, en realidad es muy incómoda, mi marido, de quien hui, apareciendo en mi trabajo. — No te preocupes, Penny, rompí su corazón. Es todo tuyo. Él terminó conmigo. — ¿Lo ¿Lo hice?
Lo observo, demasiado incómoda para saber qué hacer. Quiero preguntarle en dónde ha escondido escondido los papeles del divorcio, pero Penny Penny se vuelve para mirarme, su bebida acunada en su huesuda y arrugada mano. Tiene un anillo en cada dedo y lleva puesto barniz de uñas de color rosa fuerte. Ese es el asunto con Penny: tiene miles de arrugas y manchas por la edad, su voz es áspera y seca, y huele a Chanel junto a bolas de naftalina, pero hay algo devastadoramente elegante en ella. —El muchacho americano americano vino todo el camino hasta aquí para… — Su Su banda tocó un espectáculo aquí — digo, digo, interrumpiéndola — interrumpiéndola — . Es por eso que está aquí. Penny mira a David muy en serio y le pregunta: — ¿Por ¿Por qué estás aquí? David no mira a Penny cuando le responde. Me mira a mí. — Estoy Estoy aquí por Yara — Yara — dice dice — . Vine a encontrarla.
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En algún momento durante mi turno, le hago saber a Ben, mi compañero barman, que tengo que correr al baño. — Rápido — Rápido — dice dice — . Ese jodido grupo de la firma de abogados acaba de llegar. Sabes cómo les encantan las bebidas mezcladas. Le doy un guiño y me apresuro a rodear la esquina, mirando una vez más a David antes de irme. Él está en una profunda conversación con Penny y no puedo evitar sonreír. La mayoría de la gente descarta a Penny por ser tan excéntrica y rara, pero no David. Él ama lo excéntrico y raro. Cuando llego a los aseos, tengo que esperar en línea. Me lavo las manos y me apresuro a regresar, lista para que Ben me dé un sermón por tomarme tanto tiempo. Cuando rodeo la esquina Ben está bien, riendo con un cliente, y David no está por ningún lado. — ¿Qué ¿Qué pasó con el chico que estaba sentado allí? — pregunto a Ben. Él está extrayendo el jugo de un pomelo y no me mira. — Pagó Pagó su cuenta y se fue a toda prisa — prisa — responde. responde. — Oh — Oh — digo digo casualmente — casualmente — . ¿Dijo algo antes de irse? Intento mantener mi voz indiferente, pero hay una urgencia dentro de mí. Quiero correr hacia la calle y llamar su nombre. No puede solo venir de esa manera y luego irse sin despedirse. Tengo que saber lo que quiere hacer. No puede permanecer en suspenso de esta forma. — No. Solo me dio veinte libras libras y se fue. No sé si me siento aún más confundida o decepcionada, pero ¿qué había esperado? Tal vez solo necesitaba ver cómo se sentía por última vez. Supongo que incluso podría haber estado caminando por ahí cuando me vio en el interior del bar, Trafalgar era un lugar popular para los turistas
por aquí. Pero él había dicho: “Estoy aquí por Yara”, como si ese hubiera sido su plan desde el principio. Cuando regreso para comprobar a Penny, me entrega un trozo de papel. Hay una extraña expresión en su rostro, habitualmente impasible. Doy un suspiro de alivio. Me alivio. Me ha escrito escrito algo, pienso. algo, pienso. Una nota, o un número de teléfono tal vez. Desdoblo la pequeña tira de papel y parpadeo hacia él, confundida. Dos números están escritos en el interior con tinta roja y nada más. — ¿Dijo ¿Dijo lo que esto significa? — le le pregunto, levantándolo en el aire. Ella se encoge de hombros. Él había escrito 49. Reconozco su letra de inmediato, garabateada y sesgada. ¿49? ¿Era un número de habitación? ¿Una fecha? ¿Debería desencadenar un recuerdo de algo de nuestro pasado? Niego con la cabeza, las lágrimas acumulándose en mis ojos. Me giro antes de que Penny me pueda ver y meto el trozo de papel en el bolsillo de mi camisa. Esa noche tomo un taxi a casa. No puedo soportar la idea de estar de pie en el subterráneo aplastada contra todas esas personas cuando me siento como si estuviera a punto de llorar. El trozo de papel que David dejó con Penny se encuentra abierto en mi regazo, el número 49 mirándome como una acusación. No recuerdo. Si él está intentando desencadenar algo de nuestro pasado, lo he olvidado. Busco en internet el significado del número. Todos los 49 en San Francisco, una estación de esquí en Washington, el episodio 49 de DC comic, donde Batichica hace una aparición. Nada de eso significa nada para mí. Cuando el taxista se inclina hacia atrás para decirme que hemos llegado, estoy totalmente confundida y ya pensando en comprar otra botella de vino para ayudarme a superar la noche. Le entrego su dinero y camino una cuadra a la tienda de la esquina. Podría enviar un correo electrónico a David, preguntarle qué significa su nota, pero soy demasiado orgullosa. Obviamente, pensó que significaría algo para mí. David era el atento en nuestra relación. Él sabía el vino que me gustaba gus taba beber, y sabía mi color favorito. Cuando llegó el momento de elegir un sabor para el pastel de bodas y nuestra luna de miel, lo hizo sin duda alguna, porque me conocía. Elijo una botella de vino blanco esta vez. El vino blanco me desinhibe. He sido conocida por despojarme de todas mis ropas y tratar de
correr al aire libre desnuda después de beber demasiado vino blanco, pero estoy desesperada por sentir algo, incluso si ese algo me hace portarme mal. Me llevo mi botella hasta mi piso y busco en los armarios por algo para comer. No he ido de compras por comida desde antes de que Ethan y yo viéramos el apartamento. Todo lo demás ha quedado empacado para la mudanza. Estoy demasiado deprimida para salir, así que le escribo a Posey y le pido que venga y traiga comida. Espero que ella me insulte, me diga que me vaya al infierno, como hace normalmente, pero en cambio escribe de vuelta: Voy para allá. ¿Quieres curry? Le envío un pulgar en alto y termino mi botella. Para el momento en que Posey llega, con dos bolsas de papel acunadas en sus brazos, estoy completamente ebria y cantando Britney Spears alrededor del año 2001 a todo pulmón. — Dios — Dios — dice dice — . Ya ni siquiera sé quién eres. Siempre has sido una chica más de Mandy Moore. Me lanzo a una versión estridente de “Candy” mientras deshago las bolsas que dejó sobre la encimera. encimera. — Entonces, Entonces, ¿por qué estás borracha a las seis de la tarde? — pregunta. Su voz es ligera y burlona, pero sé que quiere que responda su pregunta con sinceridad. — David David — contesto, contesto, abriendo el envase de plástico con arroz — arroz — . Fue al restaurante. No se ve sorprendida. — Por Por supuesto que sí — sí — dice dice — . ¿Y qué dijo? ¿Necesita que seas de nuevo una musa para él? Me detengo a media cucharada de curry para mirarla. — No sé por qué vino — vino — respondo respondo — . Se fue mientras estaba en el baño sin despedirse. — Imagínate. — Imagínate. — Ella Ella lame la cuchara hasta dejarla limpia y yo le doy una mueca de disgusto — disgusto — . Los artistas son así de dramáticos. De mala gana, le cuento sobre el pedazo de papel que dejó con el número 49 escrito en él. Supuse que se burlaría de mí por no recordar lo que eso significaba, pero se ve pensativa en su lugar.
— Entonces, Entonces, ¿no es una fecha de aniversario? Niego con la cabeza. cabeza. — No. Y he descartado los números de apartamento, autobuses, bromas internas y canciones. — Tal Tal vez entonces es eso. Está escribiendo una canción nueva y te está dando una advertencia por adelantado. Niego con la cabeza. cabeza. — No creo que sea eso. Hay algo que no veo. — Bueno, Bueno, ¿por qué no simplemente le mandas un correo electrónico al chico y le preguntas? — Supongo Supongo que, me siento estúpida. Siento que se supone que debo saber. Posey niega con la cabeza. — Tu Tu incapacidad para comunicarte va a joder tu vida para siempre, ¿lo sabes verdad? ¿Y dónde está ese novio pendejo tuyo? ¿También lo abandonaste? — Ethan Ethan averiguó que me encontré con David y no quiere hablar conmigo. Posey cierra los ojos como si mi drama estuviera abrumándola. — Supongo Supongo que tampoco lo has contactado para hablar de todo esto. — ¡Él ¡Él es el que está molesto conmigo! — ¡Oh, ¡Oh, Dios mío, Yara! Eres toda una narcisista. Te encontraste con otro hombre, uno al que solías amar, y no le dijiste a Ethan al respecto. ¿Cómo esperas que se sienta? Así no es como funciona una pareja. No voy a decirte qué hacer, pero ahora parece ser el momento oportuno para pedirle disculpas si quieres salvar esa relación. — Esa Esa es la cosa. No sé si quiero. Tal vez simplemente está siguiendo su curso. Posey me mira estupefacta. Deja su cuchara a un lado y solo se sienta allí mirándome.
— Está Está bien — digo digo — . Soy una narcisista y una y una cobarde. Pero, en realidad no hay una cura y no siempre estoy segura s egura de qué hacer. De todos modos, ¿podemos tener en cuenta que hay una buena probabilidad de que vaya a arruinar las cosas con Ethan, así que quizás es mejor si ahora solo me alejo? — ¿Te ¿Te estás comportando de esta manera porque David está de vuelta en la imagen? — No. Y no está de vuelta en la imagen. Solo me ha recordado lo horrible que soy. Ella tamborilea sus dedos sobre la encimera mientras considera mis palabras. Sin embargo, no todo tiene que estar enfocado en lo horrible que — Sin ya eres. Eso es lo que te hace una narcisista. Incluso en medio de herir a otras personas te estás enfocando en ti misma. — Tienes Tienes razón — razón — admito admito — . ¿Qué debo hacer? — Deja Deja de sobreanalizarte, antes que nada. Ya pasas bastante tiempo pensando en ti, e incluso después de pensar demasiado obsesivamente todo obsesivamente todo lo que haces, de alguna manera, todo el mundo termina siendo el agresor. — ¿Piensas ¿Piensas que es por eso que fracasan todas mis relaciones? — Ves, Ves, lo estás haciendo otra vez. Me siento más derecha. — Bueno. Bueno. Lo siento. Voy a practicar en no pensar no pensar en mí misma. Voy a llamar a Ethan y disculparme por mi falta de consideración. — Bien Bien — dice dice Posey — . El primer paso era admitir que eres una narcisista. Ahora tienes que cambiar la forma en que piensas las cosas. — Sí — Sí — le le digo, decidida — decidida — . Y no se me permite pensar en mí misma, ¿verdad? — Bueno, Bueno, piensa más en cómo tu comportamiento afecta a otros, ¿sabes? No estés tan centrada en tus sentimientos que al parecer es todo lo que ves.
Para cuando Posey se va soy una mujer nueva. Ni siquiera voy a mirarme en el espejo. Llamo a Ethan y cuando él no responde, le envío un correo electrónico rogando su perdón. Él me envía un correo en respuesta y dice que podemos reunirnos para el almuerzo la semana siguiente. Hacemos arreglos y me tambaleo a la cama todavía medio ebria.
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PLAZA LEICESTER Al día siguiente salgo del trabajo, y en lugar de tomar el subterráneo, me decido a caminar para despejar mi cabeza. Por lo general, cuando llega el momento de despejar mi cabeza, empaco mis cosas y me mudo a una ciudad nueva… un continente nuevo. Las nuevo. Las ciudades nuevas dan perspectiva nueva. Dejas todo lo viejo atrás, las cosas que quedaron corroídas con los recuerdos, y empiezas de nuevo. Los comienzos nuevos son ilimitados. ¿No te gustan tus amigos? Encuentras otros nuevos a once mil kilómetros de distancia. Es fácil cuando eres barman solo empacar e irte. Se necesitan barman, y si eres bueno es incluso mejor. Las cosas no son tan malas si te mantienes en movimiento. Me había dicho que iba a dejar de huir. Me había acostumbrado a esto y no me gustaba el poder que tenía sobre mí. Una vez leí un libro cuando vivía en Seattle, el autor era local y es por eso que lo escogí. En su mayoría era una basura, los personajes me volvían loca, excepto que había una sola línea que tocó una fibra sensible en mi interior: Vive al desnudo y lucha jodidamente. Decido hacer eso aquí en Londres. Es mi hogar y me voy a quedar. Hay un camarero en el trabajo que llamamos Howie, a pesar de que su nombre es Stephen. Lo llamamos así porque se parece a Howie Mandel y es igual de temeroso a los gérmenes que el original Howie Mandel. Veo a Howie en el lado opuesto de la calle. Él me saluda y yo finjo no darme cuenta. Me saluda con más ganas, de modo que giro la cabeza hacia la izquierda. Para evitar una conversación que no quiero tener, cambio de opinión bruscamente en cuanto a cruzar la calle y pasear en la dirección opuesta. No tengo ni idea de adónde voy excepto que tengo que seguir caminando. Me detengo en la Plaza Leicester y me siento en la pared para fumar un cigarrillo. Una pequeña pared de ladrillo para los turistas cansados. Un músico está tocando una guitarra y cantando “Stand by Me” cuando un
camión de Orion emite un pitido incesantemente cerca. Entre los versos toca el kazoo. Se parece a un Michael Bublé descuidado y él también lo sabe. Las mujeres turistas de mediana edad se ríen como colegialas a medida que se detienen a observarlo. Un billete de veinte libras cae en el estuche de su guitarra y luego se escabulle. Él me recuerda a David en los primeros días. No N o sé cómo se verá David en el escenario hoy en día. He evitado mirar para no causarme una herida. Me imagino que su presencia ha mejorado, al igual que su sonido. No puedo dejar de fumar. No he fumado desde que me mudé de vuelta, pero dejé el trabajo y fui directo a comprar vodka y cigarrillos. Siento como si me estuviera deshaciendo. Me imagino como un carrete de hilo rodando por la calle. Ruedo hasta que un autobús me aplasta. Es una idea preciosa. Estoy siendo dramática, lo sé. Soplo lo que me queda de humo por la nariz como una chica francesa y me levanto para irme. El imitador de Michael Bublé me sonríe. Le digo que se vaya a la mierda con mis ojos. Odio a los músicos. No tienen límites entre sus letras y la vida real. Creen que todo se supone que es lo suficientemente bueno para ser cantado. Tal vez por eso dejé a David como lo hice. No quería ser su cosa brillante temporal. No quiero ir a casa. No sé por qué. Me meto en el subterráneo y avanzo todo el camino al sur de Harrow y de regreso. No puedo soportarlo. Desearía que él simplemente me hubiera entregado el papel y desaparezca de nuevo. Que se case con esa maldita puta y acabe conmigo para siempre. siempre. Eso no es cierto. Estoy sufriendo y no sé cómo lidiarlo. Eso apesta. Me llevo mi vodka a casa y me emborracho en el suelo entre las cajas. Ni siquiera me gusta el vodka, pero estaba en oferta y me gustan las ofertas de la misma manera como las drogas a los drogadictos. No necesito o me gusta la mitad de las cosas que compro. Cuando me despierto estoy en mi cama y no tengo ningún recuerdo de cómo llegué allí. Inmediatamente pienso que Ethan se pasó en algún momento de la noche y me puso en la cama. Salgo corriendo de mi habitación a pesar del fuerte dolor en mi cabeza y la sensación de malestar consigo en mi estómago, pero Ethan no está en ninguna parte. Me vuelvo a meter en la cama. Mi teléfono está muerto, pero incluso después de haberse cargado
veo que nadie ha enviado mensajes de texto o llamado. Me lo merezco. Soy horrible. Soy el tipo de persona que aleja a los demás. Fijo la mirada en el hormigón rosa de la barra y espero. David no vuelve, no después de una semana o dos. Ni siquiera después de mi almuerzo con Ethan, quien es frío pero me escucha por completo. Pienso que algo terrible ha sucedido a David. Busco en Google su nombre esperando ver titulares como: Vocalista Muere M uere en Accidente Terrible. Sin embargo, no hay tal titular. Sin embargo, hay decenas de artículos sobre él. Decido guardarlos para leer más adelante. En primer lugar, tengo que averiguar si está vivo. Me toma un tiempo, pero encuentro un artículo en línea reciente, un tabloide que ha fotografiado a David en Nueva York. David estaba en Nueva York, no Londres, a punto de entregar los papeles del divorcio. Tal vez nunca los tuvo, pienso. Tal vez es ahí donde está ahora: elaborándolos. Supongo que hay una gran cantidad de complicaciones implicadas. Ahora tiene un montón de dinero. No quiero nada de él, pero sus abogados no saben eso. Están intentando encontrar un resquicio, evitándole tener que darme nada. En la foto está con Petra. La foto se ve granulosa, pero puedo ver que ella está usando un abrigo de color azul claro sobre un vestido negro que va a media pierna. Están caminando tomados del brazo y la cabeza de ella está hacia abajo, pero conozco su perfil, sus labios. Pasé bastante tiempo pensando en la forma en que eran tan recatados y elegantes, por qué tenían que ser tan perfectos. Su abrigo está sacudiéndose a su alrededor como si estuvieran caminando rápido, tal vez intentando escapar de los paparazzi. Apuesto a que la zorra Petra le encanta eso, tener a los paparazzi siguiéndola a todas partes y tomando fotos. David se ve exactamente igual que la última vez que lo vi. Lleva una camisa blanca con cuello en V y un gorro gris que cubre su cabello. Se ve como un hermoso hípster grasiento. Hay un tatuaje que no había notado cuando vino a verme, en su antebrazo. Me hace sentir enferma mirarlos juntos; ella tan hermosa y con aspecto de muñeca, él tan atractivo. A él no le importa una mierda, eso es lo mejor de él. — Hola Hola David — David — digo digo a la foto — foto — . Tienes un gusto terrible con las mujeres.
Petra me sonríe. Dejo mi teléfono boca abajo bruscamente sobre la encimera y me alejo.
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LA MISMA YARA DE SIEMPRE Ethan y yo tenemos muchas conversaciones en las siguientes semanas, tiempo durante el cual parece perdonarme. Me dice que la oferta a vivir con él todavía está abierta con dos condiciones: Tengo que olvidar a David, y quiere que me divorcie. Puedo hacer una de esas cosas, y no puedo una de esas cosas. El día antes de que supuestamente me mude a vivir con Ethan, compro un billete de tren y viajo a Francia en su lugar. El divorcio es sencillo, cualquiera puede divorciarse; olvidarlo es casi imposible. Los corazones son cosas rebeldes, incontrolables, no puedes simplemente instruirlos. Supongo que quemará mis cosas cuando lleguen con los de la mudanza, pero de todas formas no hay nada a lo que esté apegada. Ni siquiera Ethan. Esa es la cruda y dura verdad. Es triste lo increíblemente imbécil que soy, pero lo soy. Pensé que después de David podía ser más abierta al amor, pero está resultando que lo lo perdí con él. Tengo una amiga en París. Bueno, amiga es decir mucho. Compartimos habitación en la universidad y apenas hablamos durante el primer año, pero luego decidimos que nos agradábamos entre sí lo suficiente como para hacerlo otra vez el siguiente año. Una vez me dijo que si alguna vez terminaba en Francia podía quedarme en su lugar por un tiempo. Nunca he estado en Francia. Mi determinación era por los Estados Unidos, de modo que, cuando bajo del tren en la estación Gare Du Nord, mis ojos se abren por completo así como mi boca. Tengo la sensación de haber llegado a un lugar familiar. Las torres de edificios, viejos e imponentes. Son mucho más snobs que los edificios disparejos de Londres. Gran parte de Londres quedó destruida durante la guerra, reconstruida de una manera diferente. Los edificios parisinos no fanfarronean, son demasiado góticos para que les importe. Quiero ser como ellos. Camino con la cabeza echada hacia atrás para así poder ver todo lo más cercano al cielo. Choco con la gente, ellos me insultan en francés, pero me importa una mierda; ahora soy un edificio parisino. París
va a cambiar mi vida. Me detengo por un bocado en una cafetería y compruebo mis correos electrónicos. Hay uno de Posey.
¿Dónde diablos estás?, escribe. Ethan es un maldito desastre. Eres una verdadera imbécil, ¿lo sabes? Lo soy. Lo sé. Nunca dejo que se interponga en mi camino. No quería hacer daño a Ethan. Simplemente entré en pánico al último minuto, como siempre. Le envío un correo a Posey diciéndole que estoy bien, sin mencionar nada acerca de Ethan o dónde estoy. De todos modos, no es asunto suyo, solo quiere una razón para destrozarme. Escribo una carta a Ethan, escrita a mano sobre las páginas de un cuaderno que compré en la estación. Tenía la intención de escribirla en el tren, pero me pasé todo el viaje llorando y mirando por la ventana. Le digo que pensé que había cambiado, que estaba lista para permanecer en un solo lugar, con un solo hombre y madurar con alguien. Le digo que soy una cobarde y una tonta, y que merece más que alguien roto huyendo siempre. Le digo que mi vida habría sido mejor con él, en nuestro pequeño apartamento, pero que en mi corazón en realidad no pensé que mereciera ese tipo de vida, así que seguía huyendo de eso. No es una excusa, le digo. Simplemente es lo que es. Le pido su perdón y firmo la carta con un Yara, no con amor, ni sinceramente, solo Yara. Eso es todo lo que soy, ¿verdad? Yara, sin amor. Decido que soy una sociópata. Llego al pequeño apartamento de Celine a última hora de la tarde. Ella está en el trabajo, pero me ha dejado la llave con un vecino. Llamo a la puerta y pregunto por Pierre. Pierre es un hombre mayor, que en silencio me da una llave y cierra la puerta en mi cara. Celine me advirtió que los franceses no son inicialmente cálidos, que te hacen sudar para lograrlo. Respeto eso. De cualquier forma no tenía ganas de hablar con nadie. Me enamoro de su apartamento tan pronto como entro. Ha decorado todo en solo blanco y negro. No hay otro color, lo busco. Doy la bienvenida a esta existencia monocromática. Mi primera tarea es encontrar trabajo. Así que saco mi ordenador y busco puestos de trabajo. Ya no quiero ser barman. Hay una familia buscando una niñera de habla inglesa inglesa para su hijo. Quieren que él aprenda aprenda el idioma. No tengo ninguna experiencia con el cuidado de los niños, pero igual así les envío mi currículum, y les digo que he pasado dos años en Estados Unidos y puedo hablar con un acento sureño igual de bien. Es una
broma, pero la mujer, la madre, madre, me escribe escribe un correo electrónico enseguida y pregunta si podemos reunirnos el siguiente lunes. Su nombre es Celeste. Me la imagino siendo alta y rubia, y… bueno… celestial. celestial. Su hijo es Lucifer, pienso. No pueden encontrar a nadie más para cuidar de él de modo que están desesperados. Entonces me pregunto si el simple y monocromático apartamento de Celine me hace sentir estos extremos del bien y el mal, el cielo y el infierno. Me dirijo a la segunda s egunda opción en mi mente, siempre. Celine llega a casa alrededor de las nueve de la noche. He oído esto siendo normal para los franceses que trabajan largas horas, luego sentarse en los cafés y beber vino hasta que tengan que trabajar de nuevo. Ella se ve diferente a como era en la universidad, lo cual no es sorprendente, sin embargo, aun así estoy sorprendida. En la universidad era como un ratoncillo, llevaba beige, que se camuflaba con su piel de color beige. Ahora su cabello cabello está corto hasta su mentón y liso, y usa maquillaje maquillaje y ropa elegante. La abrazo, cosa que tampoco hicimos nunca en la universidad. — Es Es tan maravilloso verte — dice dice en su perfecto acento inglés — inglés — . ¿Estás cómoda? ¿Puedo traerte algo? Necesito muchas cosas: una personalidad nueva tal vez, una gran cantidad de perspectiva, una máquina del tiempo, una madre… pero niego con la cabeza y acepto el vino que me ofrece. — Como Como vino por cena — cena — dice dice — . Comerás por tu cuenta, ¿verdad? — Sí. Sí. Ya me encanta estar aquí.
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LA TAZA DE LA GITANA En una mañana soleada cuatro meses después de mudarme a París, justo estoy dejando un café que frecuento todos los jueves por la mañana. Tengo una bolsa de croissants y un café negro en la mano, y mi plan es llevármelos al parque antes de tener que trabajar. Unos pocos momentos robados de paz y naturaleza antes de que un niño de cuatro años me use como un parque infantil humano. Los jueves Henry tiene sus lecciones de español y matemáticas con un profesor particular estirado que siempre parece que ha estado husmeando queso agrio. Creo que es demasiado joven para eso, pero su madre está criando a un primer ministro, como ella me dice. Lejos de mí está ponerle freno a la joven ambición. Solo he cruzado la puerta de la cafetería y salido a la acera cuando levanto la vista y ahí está. Una ráfaga corre a través de mí y me detengo abruptamente. Veo su cara por todas partes hoy en día. La semana pasada me bajé del tren y él estaba allí mismo, en la parte posterior de un banco, sonriéndome. Hay carteles de él por toda la ciudad y en los escaparates de las tiendas. Pero en este momento, él está ahí de pie en la acera mirándome. Veo que alguien más, una mujer, vuelve la cabeza para mirarlo al pasar. Algo cruza su rostro y ella empuja a su amiga. Ambas sacuden la cabeza como si no pudiera ser posible que sea el David Lisey. Él es todavía solo David, solo David, mi David. El David de Petra, me corrijo. Hago a un lado al amor como si fuera una manta en medio del verano. Irritante, asfixiante. Digo su nombre cuando alguien choca con mi espalda. Me tambaleo hacia delante. Por un momento creo que David va a dar un paso adelante para atraparme, pero él se detiene detiene a sí mismo. De todos modos estoy bien, solo un pequeño empujón. Está usando un gorro; que hace algo a mi corazón. — Hola, Hola, Yara.
Creo que eso es lo que siempre dice que cuando aparece de esta forma. Hola, forma. Hola, Yara. Solo otro día día topándome contigo. — ¿Qué ¿Qué haces aquí? — Miro Miro a mi alrededor como si estuviera esperando a alguien más. Tal vez Petra. ¿Qué haría si viera a Petra? Esa rastrera zorra asquerosa. Golpearía su maldita cara en la acera. — Sabes Sabes por qué estoy aquí — aquí — dice dice en voz baja. Asiento. El asunto del divorcio. Sí. Solemne, pero necesario. — ¿Trajiste ¿Trajiste el papeleo? — pregunto, tratando de mantener la voz firme. — No. Lo miro, confundida. ¿Qué mierda? Nos quedamos así durante unos minutos, simplemente observándonos y estando confundidos. Creo que está jugando conmigo, solo apareciendo de esta manera cada pocos meses sin explicación alguna. La gente camina a nuestro alrededor, pero ninguno de los dos se mueve. — ¿Te ¿Te gustaría tomar una copa? — copa? — pregunta al final. — Son Son las nueve de la mañana. — Y luego añado — : Tengo que trabajar. — Más Más tarde — tarde — dice dice — . Cuando hayas terminado. — terminado. — La La sombra de la barba en su mandíbula luce oscura. No se ha afeitado en por lo menos una semana. Se ve como la primera vez que lo vi, cuando sacó la astilla de mi dedo. — De De acuerdo. — ¿Dónde? — ¿Dónde? — pregunta. — Conozco Conozco un lugar. — Recito Recito una dirección y sé que él lo recordará. Él es así. Solo tienes que decir algo una vez. — ¿Petra ¿Petra está aquí? — aquí? — pregunto. Sacude la cabeza. —Está… en Los Ángeles.
¿Qué fue eso en su cara? ¿Arrepentimiento? Ya no lo conozco lo suficientemente bien. Tiene expresiones nuevas. ¿Me pregunto si Petra sabe que todavía estamos casados? Si él ha estado intentando resolver esto furtivamente sin su conocimiento. —¿Ella sabe sobre…? — Sí — Sí — dice dice rápidamente. — Bien — Bien — digo, digo, aliviada — aliviada — . Bien. Tengo que ir a trabajar — trabajar — le le digo. No se mueve mientras camino por delante de él. Sus ojos lucen suaves a medida que me observan y luego se desliza sus lentes de sol en su lugar. Me giro justo cuando lo paso y él también se vuelve. Estamos a solo centímetros de distancia y puedo verme reflejada en el azul/verde de sus lentes. Parezco asustada, una línea profunda está grabada entre mis cejas. Y estoy asustada en cuanto a por qué vino hasta aquí cuando solo podría haber enviado los papeles por correo. Hay mejores maneras de divorciarse de alguien en lugar de aparecer cada pocos meses de la nada. Y ¿cómo hace para encontrarme? Esa es la puta pregunta del momento, ¿verdad? Voy a tener que recordar preguntarle, ¿no? — David — David — digo digo en voz baja, mientras cruzo la calle — calle — . David está aquí, en París. Ha pasado un largo tiempo desde que me permití decir su nombre libremente sin el dolor adjunto. Unas pocas cuadras por la calle hay una gitana de pie con su espalda contra una pared. Está sosteniendo a un bebé contra su pecho y sus uñas lucen negras como si hubiera estado cavando en la tierra. Me mira fijamente con sus ojos entrecerrados cuando paso junto a ella. El bebé no tiene más que unas pocas semanas de nacido y se queja de esa manera aguda en que lo hace los recién nacidos. Celine me ha dicho que no les de dinero, pero no puedo evitarlo. Saco un par de euros desde el fondo de mi bolso y me acerco hasta ella. No aparta sus ojos de mi cara a medida que los suelto en la taza de café de papel a sus s us pies. Estoy arrodillándome frente a ella, tratando de ignorar el olor del incienso y el olor corporal cuando veo que ella tiene escrito unos números en la taza, garabateado en lápiz azul. Fijo la mirada en los números, una sensación de hormigueo deslizándose por toda mi espalda como una mano invisible. 49. ¿Por qué este número
tenía que aparecer de nuevo en el mismo día que David lo hizo? ¿Es una señal? Una extraña coincidencia. Señalo el número y pregunto: — ¿Qu'est-ce ¿Qu'est-ce que cela signifie? ¿Qué significa eso? Ella me da una mirada extraña y me doy cuenta que probablemente debí haber preguntado: ¿Qué significa esto? — ¿Este ¿Este número significa algo para usted? — pregunta en un acento acento extraño. Me pongo de pie de modo que estamos a nivel de nuestros ojos. El bebé ha dejado de llorar. Está pegado a su pecho y hace ruidos a medida que come. — Sí — Sí — le le digo. No estoy segura de cuánto decirle. — Entonces Entonces lo escribí para ti — ti — dice dice y asiente — asiente — , esta mañana. Me quedo mirando la taza e intento no llorar. ¿Acaso el universo estaba tratando de enviarme un mensaje? ¿Dios? No creo en Dios. David solía decirme que no creer en Dios era un mecanismo de defensa contra el sufrimiento humano. humano . Es más fácil decir que no existe nada que decir que algo existe y Él solo nos deja sufrir. ¿Me pregunto si esta mujer, quien se ha reducido a pedir dinero con su bebé aferrado en sus brazos, cree en Dios? No sé cómo preguntarle, así que me quedo mirándola a los ojos y trato de entender. El bebé se queda dormido en su pecho; la suave piel de su mejilla tiene una línea de leche que corrió fuera de su boca. Intento no mirar hacia su pezón fruncido, pero está allí mismo a plena vista. — Me Me tengo que ir — ir — digo, digo, como si a ella le importa. Doy la vuelta y me alejo. — Este Este número — número — llama llama detrás de mí — — , ten cuidado con él. — Me Me pregunto si s i su advertencia sería diferente si no le hubiera dado cuatro de mis euros. ¿Me habría dicho que el número no significaba nada? ¿Me habría maldecido con él? Tal vez ya estoy maldita.
Ya estoy alejándome. Levanto una mano para indicar que la oí. Lo haría, tendría mucho cuidado. Pero ese número es como una mancha de grasa. Se alza de vez en cuando para molestarme.
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CON LAS MANOS VACÍAS Después del trabajo corro a casa para cambiarme de ropa. No fue hasta que daba de comer su almuerzo a Henry que me di cuenta que había estado usando mi uniforme cuando vi a David, una camisa polo blanca y pantalones de algodón color canela. ¿Qué era lo que dijo David una vez acerca de las personas que usan camisas polos y pantalones de algodón? Sonrío ante el recuerdo. Los llamaba la gente de spa. — Los pobres sirven a los ricos en camisas polos y pantalones de
algodón. Henry me pide más frutas, y a medida que corto el melón, me rio de la ironía. Él había tenido un trabajo una vez, me había dicho, en un club de campo el verano en que cumplió dieciséis años, recogiendo pelotas de golf en el campo de prácticas. había dicho. — ¿Qué ¿Qué crees que hicieron que vistiera, Yara? — había Me reí cuando describió lo alto que le tocó llevar los pantalones. Cómo las ancianas, ancianas, las esposas, hicieron comentarios comentarios sobre su trasero. También estoy haciendo justo lo que él dijo: sirviendo a la clase alta, criando a su hijo mientras están fuera haciéndose ricos. Henry me pregunta por qué parezco que tengo ganas de llorar cuando me voy. — Solo Solo te echaré tanto de menos cuando me haya ido — ido — le le digo. Él pone su manita pegajosa sobre la mía y dice: —Je t’adore. Me sorbo las lágrimas en el tren y todo el camino a casa. Cuidar a niños es más tranquilo que ser barman. Por ejemplo, beben leche para consolarse a sí mismos, no licor. Y cuando están molestos contigo, ellos
también gritan y te llaman nombres, pero lo superan más rápido, y nunca guardan rencor por más tiempo que el que les lleva secarse sus lágrimas. Rebuscando entre mis cosas, no encuentro nada que vestir. No había traído mucho conmigo durante mi último éxodo. Solo unos cuantos jeans y unas camisetas de verano. Celine me dijo una vez que podía buscar en su armario. Siempre había querido una hermana, me dijo. Imagino que por eso todavía no me ha desalojado de su pequeño apartamento, aunque estoy empezando a sentirme ansiosa por mi propio espacio. Dijo que su apartamento estaba encantado y le creo. Cosas Co sas que hemos arrojado siempre terminan apareciendo de nuevo en los armarios o gabinetes. ¿No arrojaste esto anoche? — me me había preguntado, sosteniendo — ¿No una envase plástico de mantequilla. Yo asentí. Ella lo había encontrado en su armario de zapatos — . ¿Qué clase de fantasma colecciona envases Había fruncido el ceño, pisando el pedal del cubo de de mantequilla? — Había basura. No basura. No lo sabía. Ya estoy embrujada por los los vivos. Entro en su habitación. Hace frío, las ventanas están abiertas, y sus cortinas de gasa endebles aleteando por la brisa. Las cierro de forma rápida y abro su armario, sonriendo con soltura. Todo en blanco y negro. Nunca la he visto usar color. Elijo una camisa negra y una chaqueta a juego con mis pantalones negros, y le escribo una pequeña nota diciéndole lo que he tomado prestado. No me siento como yo misma cuando salgo a la calle. He estado viviendo en colores caqui y blanco, con una trenza floja colgando por la espalda. Esta noche me veo elegante y francesa en mis pantalones negros y chaqueta a medida. Mi cabello cuelga en ondas sueltas por mi espalda y hasta me he puesto rímel y lápiz labial. Solía pensar que amar a alguien te dividía en dos: la persona que eras cuando estabas sola, y la persona que eras como parte de un equipo. Le oculté cosas a David pensando que no me querría como era, era, y como como resultado, siempre me sentí atrapada en mi propia piel, sin nunca ser capaz plenamente de ser yo misma. Ahora soy yo misma, y no me importa quién lo ve. El paseo a la cafetería es de quince minutos. Ya estoy diez minutos tarde. Cuando entro en el café, lo diviso de inmediato. Me está esperando en una pequeña mesa, un dicho francés está pintado en la pared sobre su cabeza: Au cabeza: Au fait. Que significa estar al corriente de las cosas familiares. Qué apropiado, pienso apropiado, pienso a medida que avanzo hacia él. Cuando llego a la mesa, se levanta como un caballero educado y me da una sonrisa con los labios
apretados. Es todo negocios y yo soy toda nervios. Los dos nos esforzamos por observarnos a escondidas; bajo la apariencia de bajar la mirada humildemente y los rápidos vistazos nos estudiamos el uno al otro. Su piel luce de color caramelo. Solo los ricos lucen bronceados, pienso. El resto de nosotros trabajamos demasiado como para estar debajo del sol. Los dos nos hundimos en nuestros asientos, aliviados de que el saludo ha terminado, esa es la parte difícil, la torpeza de decir hola. — ¿Los ¿Los trajiste? — trajiste? — pregunto. Mis manos están plegadas sobre la mesa para evitar que tiemblen. Aunque si mirabas muy de cerca, verías el temblor. — ¿Traer ¿Traer qué? Los papeles. ¿No estás aquí para hacerme firmar los papeles? Y — Los de todos modos, ¿cómo me encontraste? — Contraté Contraté a un detective privado — responde responde — . Está bastante acostumbrado a encontrarte a estas alturas. Hago una mueca. — Así Así es como sabías que estaría en el café — café — le le digo, asintiendo — asintiendo — . ¿Por qué no solo escribir un correo electrónico y preguntar? — ¿Responderías? ¿Responderías? Tamborileo mis dedos sobre la mesa una y otra vez, luego los doblo bruscamente de nuevo. — No, supongo que no. Él levanta las cejas en respuesta. Estoy tan ansiosa de que me diga algo. Algo de su vida, o incluso sobre Petra. Si comparte incluso un pequeño detalle quiere decir que le importa, que soy digna de saber cosas. Casi me rio de mí misma. Decepcioné a David por completo. No tengo derecho a preguntar nada de su vida. Estoy emocionalmente sin hogar, sedienta por su atención. — ¿Por ¿Por qué estás aquí? — aquí? — me me pregunta. Hace un gesto hacia fuera y necesito un momento para entender que se refiere a París, no a este restaurante particular.
De todos modos miro alrededor, hacia los pequeños platos blancos en las mesas, y luego afuera hacia dos mujeres con cigarrillos entre sus dedos. Son muy flacas, y desprovistas de maquillaje. En París, las mujeres aceptan sus caras desnudas y les gusta de esa manera. Estoy aprendiendo, pero me encanta el maquillaje. — La La misma razón por la que siempre estoy en todas partes — le le digo. —¿Tenías un novio con el que ibas a vivir… Evan…? — Ethan. — Ethan. — Me Me encojo de hombros — hombros — . ¿Por qué no me cuentas algo de ti ya que pareces saber tanto de mí? — mí? — pregunto. Quiero uno de esos cigarrillos que sostienen las flacas chicas sin maquillaje. David me ofrece su agua como si supiera que estoy luchando internamente. La tomo con gratitud y sorbo un poco. — ¿De ¿De mí? — mí? — dice, dice, sorprendido — sorprendido — . ¿Qué quieres saber de mí? Me emociono con la oferta a pesar de que no es realmente una oferta. Solo parece haber una pregunta lo suficientemente importante por hacerse. Una que me pregunto casi todos los días. — ¿Eres ¿Eres feliz? — feliz? — Supongo Supongo que su respuesta va a responder a todas mis otras preguntas. — ¿Qué ¿Qué significa ser feliz? — feliz? — pregunta a su vez. Una pregunta para responder una pregunta. Es bueno en eso. Una camarera aparece con una botella de Borgoña y dos copas. Es una de las chicas flacas que vi fumar afuera. No lleva sujetador. Le doy un vistazo a David para comprobar si se ha dado cuenta, pero sus ojos están puestos en mí. Tengo un recuerdo fugaz de nuestra última reunión en Londres y la forma en que se había arruinado tan rápido. — Cada Cada vez que pides una botella de vino peleamos — peleamos — le le digo. Él me da una mirada molesta mientras llena mi copa. — Peleamos Peleamos porque tenemos cosas por las que pelear, no tiene nada que ver con el vino.
Me encojo de hombros como si no me importa, pero sí me importa. Soy supersticiosa sobre algunas cosas. — ¿Vas ¿Vas a casarte con Petra? — Se Se siente como un alivio sacar las palabras, pero también se siente agotador después de que las digo. Él me mira como si mi pregunta es absurda. — ¿Vas ¿Vas a responder a alguna de mis preguntas? — preguntas? — pregunto, irritada. David termina su copa de vino. Luego, alcanza mi copa intacta y la acerca hacia él. — ¿Dónde ¿Dónde están los papeles? — pregunto — . Esta es la tercera vez que me has encontrado para entregarme los papeles del divorcio, y sin embargo, de alguna manera, desapareces con ellos todo el tiempo. — Golpeo mi puño sobre la mesa y las copas oscilan. David me mira, no del todo alterado por mi demostración, y de repente lo sé — sé — . Oh, Dios mío — mío — le digo. Señalo un dedo hacia él, solo apunto en su dirección — dirección — . Estás haciendo esto para torturarme. Me pongo de pie. Me siento como una tonta. Él ahora no me está mirando; está mirando hacia mi copa de vino, lo que confirma mi teoría. Actúo por impulso, lanzándome hacia él, alcanzando su costado izquierdo y buscando a tientas hacia abajo. Busco los papeles que ya sé que no están allí. El muy bastardo vino con las manos vacías… otra ot ra vez. Estoy tan atrapada en lo que estoy haciendo que cuando levanto la vista me doy cuenta que él está a centímetros de mi cara, simplemente mirándome. Sus manos están en el aire, con las palmas hacia arriba como si estuviera ofreciéndome su rendición. Nos miramos el uno al otro. — ¿También ¿También vas a buscar por el resto de mi cuerpo? — cuerpo? — pregunta, con soltura. No está sonriendo y yo tampoco. Estamos tan cerca que puedo puedo oler el vino en su aliento, ver que sus ojos están demasiados inyectados en sangre para indicar que acaba de empezar a beber cuando llegué. Está borracho, ha estado bebiendo. Me pregunto con qué frecuencia se pasa el día de esta forma, o si solo soy s oy yo quien lo impulsa. Me enderezo, mirando directamente a sus ojos miserables, entonces, me doy la vuelta y me voy. Lo oigo llamar mi nombre pero no me detengo. Camino y camino hasta que no sé dónde estoy, y me doy cuenta que estoy llorando, las lágrimas cayendo por mi barbilla y en la camisa de seda de Celine,
mezclándose con el rímel. Dejé su chaqueta en el restaurante, lo que me hace llorar aún más fuerte. Soy un fracaso. Me lo merezco, sea cual sea la tortura con la que vino a castigarme, merezco cada segundo de ello.
49 LA BAÑERA Él viene al apartamento de Celine más tarde esa noche. Escucho el golpe en la puerta, pero no me muevo. Cuando ella abre la puerta habla en francés. Escucho la respuesta de David en inglés. Le pide hablar con Yara. Mi cara está medio sumergida en el agua de la bañera. Soplo algunas burbujas con mi nariz. Celine llama a la puerta del baño un momento después, con voz insegura. — Yara — Yara — dice dice — . Tu David está aquí. Pongo los ojos en blanco y espero que él escuche eso. Si alguien ha sido tu dueño una vez, ¿puedes alguna vez ser libre? — Estoy Estoy en la bañera — bañera — contesto. contesto. — Dice Dice que necesita hablar contigo con urgencia. — Su Su voz está aumentando. No le gusta estar en medio del conflicto. — Está Está bien — digo, digo, lentamente — lentamente — . Es bienvenido a venir aquí si quiere hablar conmigo, pero me acabo de meter y él no va a arruinar mi baño como ya ha arruinado arruinado mi día — día — lo lo grito de modo que él pueda oírme. Un minuto más tarde el pequeño pomo de latón gira y David entra. Mantiene sus ojos bajos a medida que cierra la puerta detrás de él y se sienta en la tapa del inodoro. Mantiene la vista fija en el toallero. En él una toalla blanca cuelga perfectamente derecha, luciendo un monograma negro con una C. Celine tiene la adicción de marcar sus cosas. — Es Es un baño de burbujas — burbujas — le le digo — . Puedes mirarme. Se gira y entonces sus ojos se estrechan. Mentí. Me encojo de hombros.
— ¿Qué ¿Qué es lo que quieres? — Mis Mis palabras salen cortantes. Doblo una rodilla, sacándola del agua, y él mira hacia otro lado, de vuelta a la toalla. — Lo Lo he olvidado — olvidado — responde responde — . Vine aquí por algo, pero ahora se me ha olvidado por qué. Yo sonrío. — El El divorcio — divorcio — le le digo — . Viniste porque quieres el divorcio. — ¿Lo ¿Lo quiero? Alcanzo el vaso de ginebra que llevé aquí conmigo y tomo un sorbo. s orbo. — Sí, Sí, para que así puedas casarte con la puta de los tatuajes. — Intento no sonar amargada cuando lo digo. Él me mira de nuevo, pero esta vez me he dado la vuelta. Estoy corriendo el agua entre mis dedos. — No la llames así — así — dice. dice. Es débil, su defensa de la puta. Tomo nota. — La La llamaré como maldita sea quiera. Es la puta con la que mi marido ha estado acostándose. — Lo Lo digo lenta y deliberadamente. Dejo que asimile las palabras. Él se ríe y lo miro por encima de mi hombro. Es un sonido agradable. Todas estas pequeñas reuniones que hemos tenido y nunca había reído hasta ahora. Me está mirando de nuevo. — ¿Desde ¿Desde cuándo soy tu marido? — marido? — pregunta. Arqueo mi espalda de modo que puede ver mis tetas. —Desde que dijiste “en las buenas y en las malas”. Estas Es tas son las malas. — ¿Estás ¿Estás segura? — Estoy Estoy segura — segura — repito. repito. Me pongo de pie y trato de alcanzar la toalla que está puesta en el lavabo junto a él. Dejo que el agua corra por mi cuerpo mientras él intenta no mirar.
— Estamos Estamos casados — le le digo — . Puedes mirar. — Estoy Estoy siendo cruel, pero no me importa. La crueldad y la verdad son la misma cosa. Él retorna la mirada lentamente, como si hubiera una correa de sujeción en la parte posterior de su cuello y tiene que tirar en contra de ella. Sus largas pestañas aletean despacio y sus labios se abren. Ha pasado un par de años desde que me ha visto sin nada encima. Hay unos cuantos cambios, no muchos. — ¿Y ¿Y con cuántos hombres se ha acostado mi esposa mi esposa desde que ha estado casada? Esta vez me rio. — Solo Solo somos un par de infieles, ¿verdad? Salgo de la bañera y me paro sobre la alfombra, empezando a envolverme en la toalla. David me observa, pero no hay deseo en su rostro. Solo tristeza. Puedo escuchar a Celine moviéndose alrededor de la cocina. Está tratando de escuchar lo que está pasando, preocupándose de que vayamos a ensuciar sus toallas blancas. Envuelvo la toalla alrededor de mí y paso alrededor de él para abrir la puerta, dejando que el vapor salga. Él se pone de pie para seguirme. — Espera Espera aquí — aquí — le le digo, y él se vuelve a sentar. Mis cosas están todavía en mi maleta después de todo este tiempo. La saco de debajo del sofá y saco la ropa interior y mi ropa. Me visto en la sala de estar, donde Celine me mira con los ojos completamente abiertos, como diciéndome “qué mierda está pasando”, y luego regreso a buscarlo. — Vuelvo Vuelvo en un momento — momento — le le digo a ella — ella — . Tengo que arreglar las cosas con mi marido infiel. Su frente se frunce aún más. Después de eso, David y yo caminamos sin rumbo, por esta y otra calle. Los edificios se ciernen sobre nosotros a medida que la gente se mueve más allá de sus ventanas, alimentando a sus familias y dando cierre al día por el resto de la noche. Como siempre, desearía saber lo que están
haciendo, lo que están diciéndose entre sí. ¿Hay una manera correcta e incorrecta de ser humano? David camina cerca de mí, pero no nos tocamos. Quiero que él extienda la mano y agarre la mía como solía hacer antes. Lo quiero tanto. Cuando un par de chicos borrachos deambulan por la calle estrecha, él se interpone entre ellos y yo, una barrera humana. Se me hace un nudo en la garganta al recordar lo que se siente estar protegida. Nunca me sentí como si necesitara protección, era solo el hecho de que alguien quisiera hacerlo. Durante mucho tiempo, solo se escucha el paso consistente de dos personas que no saben cómo empezar, entonces hago las preguntas que he estado esperando preguntar. — ¿Petra ¿Petra y tú tenían algo cuando estábamos juntos? — No. Nunca. Fue a un espectáculo espectáculo alrededor de un año después de que te fuiste y entonces… — Follaron. Follaron. — Conectamos — Conectamos — me me corrige. — Muy Muy bien, de acuerdo — acuerdo — digo, digo, lamiendo mis labios — labios — . Cuéntame de ella. Se detiene bruscamente y mira alrededor. Una ligera brisa levanta su cabello. — Voy Voy a necesitar una bebida para hacer eso. O muchas. Señalo a un café al otro lado de la calle. — Bebamos Bebamos entonces. Mira hacia mi dedo, mi brazo, mi cara, luego se vuelve para estudiar el bar que estoy apuntando como si estuviera en trance. — ¿En ¿En ese lugar? — lugar? — pregunta. Me encojo de hombros. — Es Es tan bueno como cualquier otro. Es una mentira, por supuesto. Cualquiera puede ver que es un sitio terrible. Las ventanas están cubiertas de mugre y la multitud de pie afuera tiene aspecto de mafiosos. Él asiente como si no le importa, y me
siento decepcionada. Quería que estuviera disgustado, tal vez que se niegue a poner un pie en el lugar, así me daría una razón para que no me guste, para que piense que es un verdadero idiota presumido. Lo sigo cruzando la calle y por la puerta. Las personas de pie afuera ni siquiera nos miran. El interior huele a lejía y cerveza, un día en el piscina. Arrugo la nariz mientras David nos lleva a una cabina. Los bancos son de un cuero color rojo oscuro, rotos en algunos lugares. Me deslizo sobre las grietas, y para mi sorpresa, David se desliza a mi lado. — ¿Qué ¿Qué estás haciendo? — haciendo? — pregunto. — Escudándote. Escudándote. — ¿De ¿De qué? — qué? — Ya Ya sé de qué pero quiero oírselo decir. —La esclavitud sexual, sexual, el acoso, la mafia… Me rio y él me sonríe, esta vez una sonrisa genuina que alcanza sus ojos. Nuestros hombros se tocan, así como nuestros muslos. Apoyo los codos sobre la mesa cuando la camarera viene a tomar nuestra orden de bebidas. Cerveza para los dos. Sostenemos los vasos entre nuestras palmas palmas y observamos hacia los asientos vacíos frente a nosotros. — Lo Lo de Petra es complicado. Ella me ama y me ha dado una gran cantidad de espacio para ser yo mismo. — ¿Y ¿Y quién eres? — Supongo Supongo que en realidad ya no sé muy bien. Estoy medio envuelto en el dolor, medio envuelto en la música. Ella entiende eso en gran parte. — Pero Pero te ama… se queda. — Mi Mi voz se rompe, pero solo estoy diciendo lo obvio, la verdad. — Sí — Sí — dice dice — . Sabe que estoy aquí, pero no quería que viniera. Asiento. — Tampoco Tampoco habría querido que lo hagas. — Tomamos Tomamos un sorbo de nuestras cervezas para matar la torpeza. — ¿Por ¿Por qué viniste? — viniste? — pregunto.
— Quería Quería verte. — Y ya lo has hecho. Me vistes en Inglaterra, y me vistes en Francia. ¿Por qué necesitas seguir viéndome? ¡Dame los malditos papeles y déjame firmarlos! — No he tomado una decisión decisión — — dice. dice. — ¿Sobre ¿Sobre qué, David? ¿Qué? Se ve sobresaltado. Veo a la camarera asomada de detrás de una pared y luego retirándose rápidamente. Bajo mi voz, pero sigo estando enojada. — ¿Pensaste ¿Pensaste en venir hasta aquí y odiarme? ¿Pensaste que te sentirías aliviado que me fuera y así podrías pretender que todo era lo mejor? ¿O pensaste que echarías un buen vistazo y sabrías que ya no estás enamorado de mí? Así que dime, David. ¿Sientes esas cosas, o es todavía para mí a quien escribes tus canciones? Esta vez él se queda en silencio. — Vine Vine porque te amo — amo — responde responde — . Aún te amo, después de todos estos años.
50 EL OCÉANO — ¿Cómo ¿Cómo puedes amarme todavía después de lo que hice? — le le pregunto. Su barbilla se sumerge hasta su pecho y parece estar en una profunda reflexión, después de haberme haberme confesado eso. — Nunca te amé por lo que hiciste o dejaste dejaste de hacer — hacer — dice dice — . Eso no es lo que es el amor. No sé muy bien lo que quiere decir y no se explica aún más. Me tiemblan las manos alrededor de mi cerveza, que se ha calentado a la temperatura ambiente, pero me parece que no puedo dejarla ir. Es un día triste cuando la cerveza se convierte en tu ancla. — Nunca fui en busca del amor — continúa continúa — . No sabía lo que me estaba perdiendo. Tuve mujeres a las que creí amar, con las que pasé tiempo, con las que hice el amor. Se sintió bien hasta que llegaste tú. Entonces, esos encuentros ya no se sintieron s intieron bien. Es como vivir en un lago toda tu vida y luego ser llevado al océano. Me quedo mirándolo, no muy segura de cómo procesar lo que está diciendo. Es un cumplido, sin duda, viniendo del marido que abandoné seis semanas después de nuestra boda. — Pero Pero entonces el océano te hizo naufragar — digo. digo. Es un artista y yo soy una dosis de realidad. — Toda Toda esa belleza y poder se volvieron contra mí — mí — coincide. coincide. Se siente mejor hablar en metáfora, más fácil. Es como decir la verdad sin de hecho decir la verdad. Solo podrías hablar con un artista de esta manera. Nadie más podría conseguirlo. — ¿Ahora ¿Ahora odias el océano?
Sacude la cabeza. — Simplemente Simplemente ya no creo en él. No es algo que es maravilloso y hermoso como pensé que era. Es peligroso. No voy a entrar más allá de mis rodillas. — Tal Tal vez es mejor solo mirar el océano — sugiero sugiero — . Tal vez ninguno de los dos debería entrar. Entonces, se vuelve a mirarme. — Pero Pero no puedo dejar de pensar en el océano. Lo tengo grabado en mi cabeza. El rugido que hace, tanto pacífico como enojado. La forma en que su estado de ánimo cambia cada día. La forma en que lava algunas cosas y arrastra algunas cosas a tus pies. Te da y te quita. Limpia y mata. Es una furia, pero también la más hermosa cosa que he visto nunca. Ya no puedo mirar a un lago de la misma manera otra vez. Los lagos son superficiales, los lagos son predecibles, los lagos se secan. Me muerdo el labio y giro la cabeza para mirar por la ventana. Mi corazón está acelerado de la forma en que los corazones corren cuando tienen miedo. Quiero preguntarle si la puta de Petra es un lago o un océano, pero no tengo las bolas para hacerlo. hacerlo. — Entonces, Entonces, ¿qué vas a hacer? — hacer? — Estoy Estoy preguntando por el divorcio, su matrimonio con Petra, los papeles que no parece capaz de mostrarme, pero eso no es lo que David Lisey escucha. Es el tipo de persona con audición selectiva. s electiva. Eso es lo que lo hace un buen compositor, supongo. Escucha las cosas que quiere oír y luego hace toda una belleza con ellas. — Voy Voy a escribir una canción — canción — dice. dice. Eso me enoja. Estoy en el lado equivocado de la cabina. No puedo moverme más allá de él. No puedo pasar por encima de su regazo. Estoy atrapada. Me doy cuenta que se sentó junto a mí de esta manera a propósito, para mantenerme aquí cuando cuando intentara huir. Está Está aprendiendo. — Es Es por eso que sigues s igues encontrándome — encontrándome — le le digo — . Porque soy tu maldita musa. — Empujo Empujo mi peso contra él para que sepa que quiero salir. Estoy rabiosa; me arden los ojos con lágrimas justas — justas — . Tal vez no deberías casarte con una chica que no te inspira de la misma forma. —
Estoy buscando algo mezquino por decir, algo para hacer que le duela, y lo encuentro. — No lo hice — hice — dice dice con sencillez — sencillez — . Me casé contigo. — Sí, Sí, y ahora estás aquí pidiéndome el divorcio. — Nunca he pedido el divorcio divorcio — responde. responde. Mi boca cae abierta para disparar más palabras. La cierro para pensar. ¿Había sido la única en suponer eso? ¿Alguna vez él había dicho la palabra divorcio? — Me Me dijiste que estás comprometido con Petra — digo. digo. Su expresión cae. Me pregunto por la repentina oscuridad. — Así Así es. — ¡Ugh! — ¡Ugh! — Hago Hago un ruido. Sueno como una mujer dando a luz. Dejo caer mi cabeza entre mis manos y deseo a Dios que no me hubiera sentado en este lado de la cabina. Atrapada como una idiota, atrapada como una tonta. Y en este sórdido s órdido bar donde nadie me ayudaría incluso si gritara. Sin embargo, no estoy atrapada, ¿verdad? Levanto la vista, de repente esperanzada. Siempre he sido la que está en el poder solo porque me importaba menos, o seamos honestos, pretendía honestos, pretendía que que era así. — Muévete, Muévete, David — fuerzo fuerzo esas dos palabras en voz dura y estable — . Ya terminé aquí. — No, no es así — así — dice dice — . Y tampoco yo. — Oh, Oh, por favor — favor — lo lo digo tan duro como me proponía — proponía — . Mi madre vive en algún lugar de Inglaterra. Ella me repudió durante la mitad de mi vida y no ha hecho ni un movimiento para encontrarme en más de ocho años. Eso es un asunto sin terminar. Yo soy solo una chica que se casó por impulso. Fue un duro golpe a tu orgullo que me fuera, no a tu corazón. — Empujo contra él de modo que se deslice unos escasos centímetros en la dirección correcta — correcta — . Te follaste a la chica que me hizo sentir inseguridad en nuestra relación. — Empujo Empujo de nuevo contra él — él — . Puede que siempre huya, puede que sea una cobarde, pero soy una persona honesta con lo que sea que soy. No pretendí fingir contigo. Sabías exactamente lo que estabas recibiendo conmigo. — conmigo. — Él Él ahora está en el borde de la cabina. Un empujón más y seré libre — libre — . Estás con Petra para herirme. Ni siquiera lo niegues.
Empujo hacia él con todo mi cuerpo y entonces él está de pie y yo también. Voy hacia la puerta, tropezando al pasar algunos hombres equilibrando sus bebidas como profesionales. ¿Qué diablos es este lugar? Choco contra alguien, derribándole su bebida en su camisa. Es un tipo grueso, su cuello como el de un toro. Cuando su vodka se derrama, lo hace en cámara lenta y aterriza en su muy cara corbata de seda. Nunca he visto a un hombre con las muñecas tan gruesas, en serio. — Perra — Perra — dice dice la palabra como si lo dijera seguido. Es la clase de hombre que llama a las mujeres perra como si fuera su nombre. — Dilo Dilo otra vez — vez — le le digo — . Y voy a cortarte tu puta lengua. Lo digo en inglés, pero él me me entiende. Sus ojos se convierten en dos esferas divertidas y duras. Lo digo en serio. Si me llama perra de nuevo voy a arañarlo hasta que me muera. No me importa absolutamente nada lo que la gente mala puede hacerme. Me importa lo que la gente buena puede buena puede hacerme. David se interpone. No sé de dónde salió, o cómo es que se movió tan rápido, pero está ahí entre Hércules y yo, diciéndole que estoy ebria. Hércules me mira por encima del hombro de David como si estuviera evaluando si debe o no creer la historia. No parezco bebida. No estoy balanceándome o aletargada y no quiero fingir estarlo. Le regreso su mirada, sin vacilar ni por un segundo. No le tengo miedo y quiero que él lo sepa. — Saca Saca a esa perra de aquí — aquí — le le dice a David. Y entonces salgo disparada como una piedra de una honda. Me lanzo a él, apuntando a su cara. David me agarra antes de que mis manos puedan hacer contacto, y he quedado arañando el aire. Los hombres alrededor empiezan a reírse. Solo soy una chica frustrada, echada a un lado por hombres más fuertes que yo. Tan pronto como su agarre afloja, me muevo tan rápido como un pájaro. Tengo una promesa que entregar. Alcanzo a Hércules y le doy un puñetazo en la nariz. Tengo tanta ira invertida en ese golpe que su cabeza carnosa sale disparada hacia atrás y la sangre sale rociada en el aire. Lo siguiente que sé es que David está siendo golpeado. Justo en la mandíbula por protegerme. Veo los puños lloviendo sobre él a medida que intenta mantener el equilibrio. Él también golpea, primero a Hércules, y luego a un espectador. Mi cuerpo se tensa de
preocupación. Van a matarlo, estos son las clases clases de hombres que golpean golpean a matar. Mi teléfono está en mi bolsillo. Lo saco y marco a la policía. ¿Qué he hecho? ¿Qué he hecho? ¿Qué he hecho? Mi mano está latiendo a partir del golpe con la nariz de Hércules. Hay sangre en mis nudillos y mi ropa. Alguien me agarra del cabello y me da un tirón hacia atrás justo cuando veo a David cayendo sobre sus rodillas y luego de costado. Grito, pero mi grito queda ahogado por el ruido de todos los demás. Alguien más me está sosteniendo por detrás. Los pateo hasta que me liberan y entonces corro hasta David, arrojando mi cuerpo sobre el suyo. Por unos pocos minutos resisto los golpes. Patadas en mi espalda y piernas. Mi abdomen está aplastado contra su cuerpo, de modo que lastiman lo que pueden. Y luego está el sonido de las sirenas de la policía y la dispersión de los hombres. Somos llevados al hospital por separado. Con David hay un sentido de urgencia. Consigo echar un vistazo a su rostro cuando lo llevan a la ambulancia y no puedo distinguir sus rasgos en medio de la sangre. ¿Qué he hecho? ¿Qué he hecho?
51
DE INTERÉS PERIODÍSTICO David tiene una conmoción cerebral, una fractura de nariz, una costilla rota, y una hinchazón severa en la cara. Los medios de comunicación lanzan la historia al día siguiente en que todo se va al infierno y la calle frente al hospital se convierte en el tipo de lugar donde los paparazzi y los reporteros parten el pan juntos. Celine y yo nos sentamos lado a lado en su sofá, nuestras rodillas encogidas hasta el pecho, y vemos las noticias en silencio. Mis costillas están doloridas, y tengo un dolor de cabeza rabioso, pero no es nada en comparación con las lesiones que David sufrió al protegerme. Cuando las noticias terminan, abrimos nuestras computadoras y leemos lo que dicen en línea. Hay sospechosos. La policía está en el proceso de interrogar a las personas en cuanto a su paradero. Una fuente informa que cuando la prometida de David Lisey, Petra Dilator, entró en su habitación del hospital, se echó a llorar e insistió en que el hombre en la cama no era él. Todavía puedo ver su cara ensangrentada en mi mente. Sufrí contusiones en mi cuerpo que en su mayoría se pueden ocultar con las ropas. Aquellas en mi mente son más graves. Mi dureza insistiendo en que todos tenemos demonios que necesitan ser conquistados, no puede dormir, dormir, no puede comer. Reproduzco lo que sucedió una y otra vez en mi mente, odiándome con tanta fuerza que no puedo ni mirarme en el espejo. Tres días más tarde, estoy tan preocupada que Celine me dice que vaya al hospital a verlo. — No me dejarán entrar — le le digo — . Ese lugar es un circo mediático. Ella tipea circo mediático en su teléfono y asiente cuando lee la definición. — Aun Aun así, eres su esposa — me me dice — . Van a tener que dejarte entrar.
Me pongo de pie tan pronto como las palabras salen de su boca. Tiene razón. Soy su Soy su esposa. Tengo tanto derecho a estar allí como Petra, tal vez incluso más si puedo justificar las cosas bien en mi mente. Marcho a la puerta, agarrando mi bolso. Voy a escribirle a David para advertirle que voy a verlo, pero no tengo tengo su número de teléfono. Qué esposa de mierda que soy. Cuando llego al hospital, tengo que abrirme paso entre la multitud de personas reunida afuera. Unos cuantos periodistas me miran con curiosidad, pero los ignoro y paso las puertas. Con propósito — me me dijo Celine antes de salir — . Haz que parezca — Con que tienes un propósito. No vaciles… Pero ¿y si él no quiere verme? — pregunté. — Pero Ella puso los ojos en blanco y me echó. Pero, estaba allí, la preocupación al rechazo. Que él me aleje de su lado. Es curioso que soy la que lo ha estado alejando durante años, sin embargo aquí estoy absolutamente preocupada porque eso me pase a mí. Somos tan hipócritas, nosotros no sotros los seres humanos. Firmo en el escritorio de entrada y presento mi identificación a una chica que no puede tener más de diecinueve años. Su cabello está alzado en un moño, y cuando le digo que estoy aquí para verlo, parpadea rápidamente. — No está en la lista — lista — me me dice en francés. No se fija en mí, ve a la pantalla del ordenador delante de ella. Quiero mirar alrededor y ver quién está en la lista. — Llame Llame a su habitación — habitación — digo digo — . Soy su esposa. Se ve insegura, pero levanta el teléfono. Habla en francés rápidamente de modo que no puedo seguirlo. Desearía haber traído a Celine para ayudar con este tipo de cosas. Cuando cuelga sostiene un dedo en alto. Tranquila, nos entendemos el uno al otro, la ayuda está en camino. Mi boca se abre para hablar, pero la cierro rápidamente. A veces, solo tienes que esperar. Paso unos cuantos minutos ahí de pie incómoda y entonces un hombre de aspecto oficial en traje se acerca y se detiene junto a la chica. Están discutiendo sobre mí, me doy cuenta. Levanto la
barbilla. Cuando él habla, su acento es americano, pero hay algo más también, como si tal vez pasara un tiempo en todas partes como yo lo hice y captó un poco de esto y aquello. — Estoy Estoy aquí para acompañarla al vestíbulo — vestíbulo — dice. dice. No es lo que estaba esperando. esperando. Pensé que me iban a pedir que saque la licencia de matrimonio, o tal vez que llamen a la habitación de David para obtener la autorización. En su lugar, me están sacando de una jodida vez de aquí. — ¿Por ¿Por orden de quién? — quién? — pregunto — . ¿David o Petra? — El El doctor del señor Lisey y su prometida han discutido el asunto y han tomado una decisión por su bienestar. Ambos están de acuerdo en que él necesita descansar en este momento. Asiento. Por supuesto. Una oleada de incertidumbre incertidumbre me golpea. Fue un error de mi parte venir aquí. No tenía derecho. Sonrío a la recepcionista que está mirando hacia el suelo, y al guardaespaldas que parece que está listo para taclearme al piso, y salgo. No puedo culpar a Petra. Hace una vez había sido la que estuvo intentando mantenerla fuera de su campo de visión. Pensé que si él la veía demasiado se daría cuenta que yo no era suficiente. Afuera, los observo por un tiempo, para decidir cuál me gusta gus ta más. Cuatro mujeres y tres hombres. Dos de las mujeres se ven como el tipo de perras ejecutivas que están están dispuestas a pisotear al débil bajo sus pies solo para tener una mejor toma. Las descarto de inmediato. El tipo más viejo con el cabello canoso queda fuera porque sigue mirando su reflejo en un espejo pequeño que guarda en su bolsillo. Eso deja a dos mujeres y dos hombres. Elijo a la mujer con aspecto tímido. En los cinco minutos que he estado observando, ella ha derramado su café sobre la falda y tropezó con sus propios pies lo que resultó en un raspón en su tobillo. Ni siquiera ha hecho nada al respecto, simplemente dejar que gotee en su zapato. Los otros reporteros rieron cuando la vieron tropezar. La naturaleza humana típica pero aun así molesta. Está teniendo un día de mierda, más o menos como yo. Quizás incluso una vida de mierda. Se merece un descanso. Me desabrocho la blusa a medida que avanzo, solo para quitar la parte tediosa fuera del camino. Me gusta hacer las cosas rápidamente, a menos que sea el sexo, entonces me gusta gu sta tomarme mi tiempo. La historia
circulando en las noticias era que David Lisey había estado con una mujer sin revelarse cuando fue atacado. Cuando llego a ella, me quito mi camisa y me detengo de pie delante de ella en nada más que mi sujetador negro. Mira a su alrededor alarmada, pero luego su cara se transforma en otra cosa. Me vuelvo para que pueda ver los moretones en mi espalda; que ya han empezado a amarillear. — Mi Mi nombre es Yara — Yara — digo digo — . Soy la mujer con la que David Lisey estaba en el bar. — Hago Hago una pausa mientras me observa, sus ojos cada vez más abiertos a medida que decide si me cree o no. Sonrío con amargura — . También soy su esposa. En diez minutos, la reportera, cuyo nombre es Lunya Louse, me tiene maquillándome y colocando el micrófono, de pie delante de una cámara pesada, que se equilibra en el hombro de un hombre. Ella ha comido atún para el almuerzo. Puedo olerlo en su aliento. Lunya me dice que me relaje así que lo hago, sacudiendo los hombros liberando la tensión. También me entrega un tubo de lápiz labial y me dice que me ponga un poco. — La La cámara te resta brillo — brillo — dice dice ella. Soy consciente de que Lunya no es tan indefensa como se ve. La barra de labios de color rojo es un buen toque para una esposa distanciada. Añade ese drama extra de “dónde ha estado puteando todos estos años”. Tengo años”. Tengo que mostrarle una foto de David y yo el día de nuestra boda. Ella sostiene mi teléfono entre sus gruesos dedos cortos y se centra en la foto durante un minuto antes de devolvérmelo. — Hasta Hasta que podamos verificar el registro de matrimonio, voy a tener que decir que afirmas ser su esposa. Asiento. Está bien para mí. En la imagen, que después de todos estos años todavía he guardado en mi teléfono, David tiene su brazo alrededor de mi cintura, sonriendo hacia la cámara. Su sonrisa es tan genuina que es contagiosa. Veo las esquinas de la boca de Lunya girar hacia arriba y no sé si está sonriendo porque le acaba de caer una historia jugosa o porque David se ve tan tan feliz. Supongo que podría ser una combinación de ambos.
Mi lado de la foto es una historia diferente. Estoy sosteniendo un lado de mi vestido, sonriendo con los labios cerrados, con un enorme ramo de rosas rojas detrás de nosotros. Casi se puede ver el miedo en mis ojos. La imagen en sí trae consigo una gran cantidad de dolor. No la veo a menudo, pero con cada nuevo teléfono celular que he tenido a través de los años, siempre me aseguro de que esté ahí. Lunya me está informando del proceso, su inglés perfectamente acentuado. Me va a hacer tres preguntas en francés, y voy a contestarlas en inglés. Doblarán las imágenes más tarde. Los otros reporteros se han dado cuenta y están acercándose, sus ojos estrechándose en anticipación. Se detienen y consultan entre sí mientras Lunya los ignora. Va a arrasar con esta historia. Es una grande. Un músico querido y conocido tiene una esposa distanciada que nadie conoce, eso es oro para los medios de comunicación. Por extraño que parezca mi corazón no está corriendo, estoy reconfortada por el hecho de que no estoy mintiendo. Esta es mi historia que contar, mi verdad. Estoy retransmitiéndola tal y como sucedió. Soy la esposa legal de David Lisey y pronto todo el mundo lo sabrá.
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A LA MIERDA Hacer un plan, ver que se vaya a la mierda, era algo que mi madre solía decir después de su tercera cerveza. Estaría aletargada para entonces, sus labios curvilíneos en un arco enfadado con su lápiz de labios coral que llevaba todos los días. Probablemente era algo terrible inculcarle a un niño este tipo de pesimismo, pero mi madre pensaba que las advertencias y la sabiduría iban mano a mano. Tuve algún tipo de aviso por lo menos. No esperaba que el mundo se abriera ante mí. Estaba dispuesta a hacer un plan y ver que todo se vaya a la mierda. A menudo pienso en esos niños, aquellos que tenían dos padres y tres comidas caseras al día. ¿Cómo era para ellos cuando las cosas se iban a la mierda? ¿Estaban esperándolo? ¿Dolía más porque era tan extraño? Con una madre tan crudamente honesta, la vida no puede cegarte. Mi plan se va a la mierda más rápido de lo esperado. Como resultado, la venganza es mejor tomarla después de mucha planificación y consideración. El impulso a raíz de la ira es aún más complicado con el tipo de problemas que una persona cuerda y privada desearía evitar. Después de la entrevista corta pero eficiente de Lunya Louse, soy introducida en una Range Rover negra usando lápiz labial rojo y siendo conducida al apartamento de Celine. El conductor, un hombre al que Lunya conoce como Gerard, no hablaba ni rábano de inglés, y tuve que escribirle la dirección en mi teléfono y sostenerlo hacia él con el fin de llegar a casa. En nuestra confusión sobre el lenguaje y los teléfonos, no vimos la furgoneta blanca yendo detrás de nosotros, nos otros, aunque estoy asumiendo que Lunya sí lo hizo. De todos modos, ¿qué le importa? Tiene su historia y pueden perseguir a su fuente todo lo que quieran. Un latido desagradable ha comenzado detrás de mis ojos, un dolor de cabeza reemplazando todos los demás dolores do lores de cabeza. Abro la imagen de David y yo el día de nuestra boda y la miro fijamente hasta que
mi apetito por los recuerdos se ha saciado. ¿Qué he hecho? No estoy segura, pero es demasiado tarde para cambiar nada ahora. Salgo del Range Rover después de agradecer a Gerard y me dirijo a las escaleras, preguntándome cómo voy a explicar todo esto a Celine. Ella me dijo que fuera, para hablar con David, no para arruinar su vida. Me quedo mirando a mis pies, avergonzada. ¿Qué es lo que pasa conmigo que me envía una y otra y otra vez sobre el borde? No puedo culpar a mi madre, a mi padre o mi soledad. Son trucos baratos. Claro, llevo alrededor la amargura promedio, pero eso no me detiene, detiene, no estoy ahogándome en ello. Exponer a David de esta forma frente al mundo fue causado por otra cosa. Celine me saluda cuando paso la puerta. Caigo en sus brazos, como una muñeca de trapo. Me arrulla cuando me pongo a llorar y me sienta en el sofá antes de traerme un plato de aceitunas y queso. Picoteo la comida mientras que ella vierte dos porciones generosas de vino y las trae de vuelta en sus pequeñas manos blancas. Todo se ve demasiado grande para las pequeñas manos de Celine. — Yara — Yara — comienza comienza — . Dime lo que ha ocurrido. Lo que ha ocurrido. Quiero repetir su frase pero ella se pone nerviosa cuando lo hago. — Pon Pon las noticias — noticias — le le digo. — Oh, Oh, no — no — dice dice —. ¿Qué ha…? Niego con la cabeza cabeza indicando que no quiero quiero decir más. La historia sale en las noticias de las seis. Celine y yo hemos bebido más de la botella y estamos recostadas sobre el sofá como un par de chicas universitarias. Me estremezco cuando veo mi cara aparecer en la pantalla, el cabello rubio y los labios pintados de rojo. Parezco una puta, no una esposa. — Oh, Oh, Yara — Yara — dice dice ella. Oh, de hecho. Mi compañera de piso escucha absorta como Lunya Louse me pregunta sobre mi matrimonio matrimonio con el cantante/compositor cantante/compositor David Lisey. — Yara Yara Phillips, quien afirma que estuvieron juntos en un bar en la calle Bézout la noche en que David Lisey fue atacado, también afirma ser su esposa distanciada… Celine me mira y luego a la televisión.
— Por Por supuesto que sabes cómo causar un gran revuelo — comenta — . Te envié al hospital para hablar con David, no a todo el país. — Ondea Ondea las manos hacia la ventana — ventana — . Al mundo — mundo — se se corrige. — Sí, Sí, bueno, no me dejaron verlo y me dejé llevar un poco por el momento. Levanta las cejas, pero no dice más. El teléfono comienza a sonar y nos miramos entre sí. — ¿Lo ¿Lo contestamos? — contestamos? — pregunto. Celine se pone de pie y camina hacia el teléfono de la casa en la pared. Responde con su general forma alegre y la escucho hablar en un francés rápido antes de colgar. Regresa con una nueva botella de vino. — Alguien Alguien acaba de llamarte puta — dice dice — . En francés. Suena mucho mejor llamar a alguien puta en francés. — Más Más elegante — elegante — concuerdo concuerdo — . ¿Crees que fue el lápiz de labios? Celine se vuelve a sentar, y sus ojos lucen brillantes y enojados. — Creo Creo que es la envidia. Petra ahora está en la pantalla, imágenes de ella pasan fugazmente de modo que cambio para que así podamos tener todos los ángulos de su belleza. Petra entrando en un restaurante en el centro de Los Ángeles de la mano de David, Petra almorzando con la madre de David, Petra sentada s entada en el regazo de David en una un a entrega de premios. El público está curioso por po r ella, la aman: la más nueva prometida querida de América tranquila y alentadora. Ha dejado crecer su cabello, y agregó algunos tatuajes. Lleva la ropa adecuada y el maquillaje adecuado, parece devastadoramente elegante. Celos, Celos, una palabra tan complicada. No quiero ser ella, no quiero parecerme a ella, pero quiero que sea fácil amar a David, como lo es para ella. ¿Qué es exactamente lo que estoy admitiéndome? David era mío. Podría haberme dejado. Podría haber anulado el matrimonio. Nunca me dio los papeles del divorcio. Oh, Dios mío. No mío. No había estado tratando de atormentarme; había venido a buscarme. Una, buscarme. Una, dos, tres veces. Comienzo a balancearme en el sofá, con la cabeza
enterrada entre las rodillas. Celine acaricia sin palabras mi espalda. Ella sabía… ¿quién más sabía… Posey? ¿Ann…? ¿Era la única que única que no? — Celine Celine — digo, digo, sentándome erguida — erguida — . Eres la persona más pacífica que he conocido. conocido. Pacífica — Pacífica — reitero reitero — . Así como en llena de paz. Celine desestima mi comentario. — Estás Estás ebria, Yara. — No, no, déjame terminar — insisto. insisto. Estoy sosteniendo un solo dedo en alto. Me meto mi mano detrás de mi espalda, avergonzada. Puedo saborear el vino en mi lengua, cubriendo el interior de mi boca. Estoy ebria, pero es ahí cuando se es más honesto — honesto — . Tú y tu estilo monocromático — monocromático — digo — . Vine aquí para pensar. Oh, Dios. Vine hasta ti por paz. Suena tan estúpido, pero es cierto. Cuando fui a casa a Inglaterra después de Seattle, Posey fue mi voz de la razón. Estuvo dispuesta a decirme cuándo estaba siendo estúpida, inmadura, narcisista. Tenía a estos amigos repartidos por el planeta y cada uno de ellos traía algo tan único a mi vida. — Me Me tengo que ir — le le digo — . He tenido tiempo para pensar y ahora tengo que irme. — ¿A ¿A dónde? — Los Los labios y dientes de Celine están teñidos del vino. Agarro su cara entre mis manos. — A Londres. — Londres. — Tengo Tengo que volver.
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IOU Hice algo malo y ahora tengo que esperar y ver si él me perdonará. El gato y el ratón, ratón, el gato y el ratón. Hago lo que es responsable y en lugar de simplemente huir como lo hago normalmente, paso previo aviso con mis dos semanas de anticipación a la familia de Henry. Henry llora cuando salgo de trabajar al día siguiente. — Todavía Todavía no, amorcito — amorcito — le le digo — . ¡Dos semanas más! Él asiente, las lágrimas corriendo por su rostro. — ¡Mamá ¡Mamá encontrará a alguien aún más divertido que yo! — yo! — Disparo Disparo a su madre una mirada de advertencia y ella se encoge de hombros, sabiendo que su Henry quedará atrapado con alguien ni siquiera un poco divertido — . Puedo entrevistarlos — ofrezco ofrezco antes de irme — irme — . No se lo quiero confiar a cualquiera. La madre de Henry se compromete a poner un anuncio en la mañana y me siento mejor en cuanto a eso. Al menos puedo encontrarle alguien que vaya a jugar con él; de lo contrario, el pobre chico no tendrá nunca una infancia. En mi camino al apartamento de Celine reviso las noticias en mi teléfono. David ha dejado París y regresó a los Estados Unidos con Petra. Hay una foto de él, con un brazo en cabestrillo y su cara todavía magullada mientras camina camina por el aeropuerto con ella de su brazo sano. No puedo leer su rostro porque su cabeza está baja. Sin embargo, todavía todavía tiene tiene que hacer una declaración acerca de su esposa distanciada, a pesar de que el fuerte apoyo que Petra le está mostrando es lo que realmente está en los titulares. La quieren más, si eso es incluso posible, por estar con su hombre. Miro la foto de ella, su cabello colgando suelto, sus largas piernas esbeltas. Así que, David optó por no ponerse en contacto conmigo y se fue a casa en su lugar. Sé que esta vez no estará entregando por sí mismo los
fantasmales papeles del divorcio. Vendrán de la oficina de un abogado de lujo en Nueva York o en algún lugar como ese. ¿Cuántas casas tiene ahora? ¿Dónde estarán? ¿Petra habrá comprado los muebles y eligió la decoración? ¿Cocinan y se ríen juntos? ¿Hacen el amor sobre M&M derramados en el suelo? ¿Cantará Michael Bolton con ella? Me duele el corazón. No me había detenido a pensar en su vida juntos hasta ahora. No había querido reemplazarme en ellos con ella. Pero allí estaba, su romance por todos mis pensamientos. Pienso en la forma en que me besaba, se apartaba, sonreía un poco, y luego me besaba un poco más. Pienso en la forma en que siempre me estaba tocando, sintiendo, sin importar dónde estábamos. Pienso en la forma en que siempre sabía lo que estaba pensando y me delataba en eso. Ahora todo lo que veo es Petra; cada segundo de David pertenece a Petra. La odio, y lo odio, y me odio a mí misma. Al final de mis dos semanas, beso en despedida a Henry y lloro todo el camino a la estación del tren. Esto no sucede cuando eres barman. No conectas de este modo. Sus pequeñas manos regordetas no querían dejarme ir, se habían aferrado a las mías hasta que su madre tuvo que tirar de él y llevarlo por un helado. Le encontré una buena niñera, una mujer amable que nunca tuvo hijos propios y le encantó oírlo reír. Serían amigos por mucho tiempo. Celine estaba en el trabajo cuando me fui para el tren, nos despedimos la noche anterior, pero le dejé una larga carta que había escrito en la cama después de que ella se fuera a dormir. Ella me había recibido en mi peor momento y nunca iba a olvidarlo. Ahora era mi familia. Así se lo dije, junto con muchas otras cosas que nunca antes había dicho a un amigo. Al día siguiente, tomé el tren de vuelta a Londres sin saber realmente por qué o lo que voy a hacer. Solo sé que tengo que volver. Fe. Estoy teniendo fe. En qué, no lo sé. Me quedo en la casa de Posey cuando vuelvo a Londres. Ella estará de vacaciones en Isla Mauricio con su familia durante la semana y dejó la llave con un vecino. Toda la transición me recuerda a cuando llegué a Francia hace tan solo unos meses atrás al apartamento de Celine. Mi vida es un ciclo de saludos/despedidas y se está empezando a sentir vacío. Su apartamento se siente vacío y desprovisto de vida sin ella. Vago de sala en sala, estudiando las cosas que he visto mil veces antes, hasta que consigo
el valor de dejarlo. Tengo miedo de enfrentarme a Londres, tan tonto como suena. También tengo miedo de encontrarme con Ethan o alguien que conozca. Me pongo un gorrito sobre mi cabello y salgo a la calle, sin saber qué camino tomar. Llevo un vestido, algo nuevo para mí, pero creo que los vestidos son lo que soy ahora. No quiero vestir rudo nunca más, yo soy ruda. Mis fieles botas de Nueva York me empujan hacia adelante a través de los turistas y niños en edad escolar, más allá del Tower Bridge y luego a través de él. Camino y camino por las calles de la ciudad que amo tanto, entretejiendo de un lado a otro hasta que ya no sé muy bien cuánto tiempo he estado caminando. Me da hambre en algún momento y saco mi teléfono para encontrar un restaurante. La aplicación en mi teléfono dice que hay doce restaurantes en mi vecindad. Me desplazo para examinar sus estrellas de puntuaciones hasta que algo me llama la atención. Guau. Tengo ganas de reír. Alguien robó nuestra idea. Un restaurante llamado IOU está a solo unas cuadras de distancia. Decido ir a comprobarlo. Cuando llego hay una línea de espera en la puerta. Pregunto si me puedo sentar en la barra y la anfitriona me hace adelantar. Empujo a través de una docena de personas abarrotando la entrada y me dirijo a la barra, que está a la izquierda. Es una buena distribución. Las cabinas son de color crema y las mesas son doradas. Hay macetas gigantes de peonías de color rosa pálido en todas partes. El ambiente es sutil y femenino. Sutil. Sutil. Me detengo en seco y miro alrededor con recelo. No. Eso sería una locura. Me rio para mis adentros hasta que veo la pared a la izquierda de la barra; moteado de color rosa del mismo color de las peonías, hay un letrero de neón que ocupa la mayor parte de la pared.
Regresa a mí. Vuelve. Vuelve. Ven. Me giro hacia la barra y me deslizo en un asiento. El barman es alto y delgado. Tiene tatuajes por todos sus antebrazos de la misma manera en ambos brazos, rosas silvestres y calaveras. — Un Un gin tonic — tonic — digo digo — . Por favor. Él asiente y se pone a preparar mi bebida a pesar de que tiene respaldo. — Oye, Oye, ¿quién es dueño de este lugar? — lugar? — pregunto.
— El El cantante principal de esa banda — su su acento es cockney — cockney — , Lazarus Come Forth. Es por eso que todas estas personas están aquí, estamos ocupados cada noche. Me entrega mi bebida y me la tomo de un trago. — Guau, Guau, chica, eso no es tequila — tequila — dice. dice. Dejo mi vaso sobre la encimera. — Otro — Otro — le le digo. Y luego me giro a mirar hacia la pared de neón.
Regresa a mí. Vuelve. Vuelve. Ven. — ¿Cuánto ¿Cuánto tiempo ha estado aquí este lugar? — Mis Mis ojos ya están humedeciéndose de la rapidez con que me tomé mi bebida. Sostengo el dorso de mi mano contra mi boca, sin apartar los ojos de la pared. — Seis Seis meses. Seis meses, seis meses, seis meses. Justo meses. Justo lo pasé por alto cuando me fui a París. — También También hay uno en Seattle — Seattle — añade añade — . Y Miami, Nueva York, Nueva Orleans, Chicago y Los Ángeles. Ángeles. Todos los lugares en los que he vivido. Me siento mareada. Me tomo mi segunda bebida y luego dejo veinte libras en la barra y salgo.
Regresa a mí. Vuelve. Vuelve. Ven. Llamo a Posey tan pronto como regreso al apartamento. — Yara — Yara — dice dice tan pronto como contesta — contesta — . Bueno, bueno, bueno. La hija pródiga regresa. — Tengo Tengo que irme de nuevo — nuevo — suelto suelto sin pensarlo. Ella se queda en silencio. —Posey… ¿estás ahí? —Sí… sí — balbucea. Le oigo decir algo a alguien de su lado de la línea y luego de vuelta — vuelta — . Yara, ¿David te contactó? — No desde la cosa de las noticias, noticias, no. ¿Por qué?
— Yara, Yara, vino a verme. Después de que te fuiste. Dejo caer el teléfono en la cama y tengo que luchar para recuperarlo de las sábanas arrugadas. — ¿De ¿De qué carajo estás hablando, Posey? Suspira. — ¿Encontraste ¿Encontraste el restaurante? — Sí — Sí — respondo respondo — . ¿Pero qué tiene eso que ver contigo viéndolo? — Nada — Nada — dice, dice, rápidamente — rápidamente — . Hizo un Tour de Amigos, Yara. — ¿Qué ¿Qué significa eso? — eso? — espeto. espeto. — Mira, Mira, esto es entre tú y David, pero él volvió después de que te fuiste. Quería conocerte. Las partes que no conocía. Tu vida en Londres, supongo. — ¿Por ¿Por qué no me lo dijiste? — dijiste? — Mi Mi tono es enojado. Entro en la cocina con el teléfono aún presionado contra mi oído y saco una botella de Burley del mueble bar. — Jódete, Jódete, Yara — Yara — dice dice Posey — . Desapareces cada pocos años y no tengo noticias de ti. No llamas y no contestas los correos electrónicos. No sabía que te casaste con el hombre, gracias por decírmelo, por cierto. Mi enojo se disipa. Tiene razón. Es mi culpa. He estado haciendo esto a todo el mundo en mi vida por años. Posey era la única que me perdonaba constantemente y me aceptaba por quién era. era. — Lo Lo siento, Posey — Posey — le le digo — . Tienes razón. Lo siento mucho. La escucho cambiar el teléfono al otro oído. — Vas Vas a Seattle, ¿verdad? — Sí — Sí — respondo respondo — . Tengo que ir a buscarlo. — ¿Necesitas ¿Necesitas que vaya? — vaya? — pregunta. Y sé que lo haría si se lo pidiera. Se subiría a un avión y recorrería todo el camino a Seattle conmigo.
— No, tú eres mi vida en Londres. — Londres. — Me Me rio — . No estoy lista para cruzar los mundos. — Está Está bien — bien — dice dice — . Escríbeme cuando llegues allí, ¿de acuerdo? — Sí. Sí. Cuando cuelgo voy directamente a la computadora para reservar un vuelo. Tengo mis ahorros, pero no me llevarán lejos. Si esto no funciona, puedo quedarme varada varada en Estados Unidos sin visa de trabajo y sin dinero para regresar. Reservo un billete billete de ida y cierro los ojos. Por favor, Dios, en quien no creo. No permitas que sea demasiado tarde. Escribo un correo electrónico a Ann, mi vieja amiga y vecina. Le digo que voy a estar en la ciudad y pregunto si me puedo quedar con ella. Sé que dirá que sí. Ann es una anciana de sesenta años de edad, agorafóbica. Nunca sale de su apartamento desde hace años. años. Se S e alegrará de la compañía, y es mi última parada amiga. Posey me encarriló. Celine aclaró mi mente y me trajo paz. Ahora necesito la sabiduría de Ann. Ella sabrá qué hacer a continuación.
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FERDINAND Duermo en el lugar de Ann, justo el tiempo suficiente para conquistar el jet lag, y luego me tambaleo a la ducha. Ann me hace huevos revueltos y tostadas, y nos sentamos en su pequeña mesa para comer mientras le cuento todo. — La La novia fugitiva — dice, dice, sacudiendo la cabeza — cabeza — . Entonces, ¿cuál es el plan para hoy? — Voy Voy a ver si puedo rastrearlo — rastrearlo — le le digo. Miro por encima del hombro y por la ventana y mi estómago hace un pequeño vuelco. Me gusta estar aquí. Lo he extrañado. — Bien, Bien, ese es un buen plan. — Me Me guiña el ojo y se levanta para limpiar nuestros platos. David no vive en su antiguo apartamento detrás del Pike Place Market. Un hombre abre la puerta y me dice que lo alquila. — Envío Envío mis cheques a una agencia — comenta comenta — . No sé nada acerca de un tal David Lisey. Después voy al Cocodrilo. — Hombre, Hombre, si tuviera un dólar por cada vez que una chica se presentó aquí y me preguntó por David Lisey — Lisey — dice dice el camarero. Él está usando un sombrero de los 49ers. ¿Eso quiere decir algo o solo cuenta como atuendo deportivo? Limpia círculos en la barra y niega con la cabeza hacia mí — — . No, ya no viene por aquí nunca más, no ahora que está entre los grandes. Le doy las gracias y me voy. Estoy pensando en ir a la casa de su madre, pero tengo demasiado miedo. Debe odiarme tanto como él lo hace.
— No sé cómo ponerme en contacto con él, Ann — digo digo cuando estoy de vuelta en su lugar — . Ahora es una celebridad, no es que su información sea pública. Ann desestima mi comentario como si fuera la cosa más tonta que jamás haya escuchado. — Tiene Tiene un mejor amigo, ¿verdad? — Sí — Sí — respondo respondo — . También está en la maldita banda. — ¿No ¿No tienes todavía su número de teléfono? — pregunta. Pienso en ello por un momento. No lo tengo, pero sí sé dónde solía vivir su madre. — Eres Eres un genio, Ann — Ann — digo, digo, besándola en la frente antes de correr hacia la puerta. Cuando llamo a la puerta de la madre de Ferdinand, una señora regordeta contesta con un delantal con pasteles de manzana por todas partes. — Hola, Hola, ¿señora Alehe? — Sí — Sí — dice, dice, mirando alrededor — . No eres periodista, ¿verdad? — No — No — contesto contesto — . Soy una vieja amiga de su hijo. Me preguntaba si podría darle esto a su Ferdinand. Dígale que Yara vino. — Yara — Yara — repite, repite, con recelo. Yo sonrío. — Sí, Sí, Yara Phillips. Él sabrá quién soy. — ¿Te ¿Te dejó embarazada? — embarazada? — pregunta. Intento no reírme. — No, señora Alehe. En serio soy solo una amiga. amiga. Me fijo en su crucifijo mientras le entrego el papel y luego regreso a la acera donde me espera mi Uber. Sé que lo va a llamar de inmediato, solo para asegurarse que no llevo a su nieto ilegítimo.
Cuarenta y cinco minutos más tarde, mi teléfono suena. El número dice Privado. — ¿Yara? — ¿Yara? — Reconozco Reconozco su voz profunda de inmediato. — Sí — Sí — contesto contesto — . Soy yo. — ¿Dónde ¿Dónde estás? — Estoy Estoy en Seattle. Podemos encontrarnos en alguna parte… ¿esta noche tal vez? Hay una larga pausa en su extremo. — Sí, Sí, seguro. ¿Dónde? Le digo que nos encontremos en la cervecería cerca de la casa de David. Y después colgamos. Un paso más cerca. Me encuentro con Ferdinand en la taberna a la que todos solíamos ir cerca del antiguo lugar de David. Llego treinta minutos tarde cuando el Uber se detiene en la puerta, el tráfico típico de Seattle. Ferdinand está fuera, fumando contra la pared. Tiene la capucha de su chaqueta levantada alrededor de su cara y me pregunto si eso impide que la gente lo reconozca. Sus vidas han cambiado mucho desde la última vez que estuve aquí. Tiene tatuajes en los dedos que no estaban allí antes, y está usando unos anillos de plata pesados en casi todos sus dedos. — Hola — Hola — digo. digo. Me siento tan torpe que meto mis dos manos en los bolsillos traseros. — Hola — Hola — responde responde — . ¿Quieres una cerveza? Asiento, y él arroja su cigarrillo en el suelo antes de dar la vuelta y entrar en la taberna. Ordena una cerveza rubia para sí y una Stella para mí. — ¿Todavía ¿Todavía te gusta esa mierda? — dice, dice, dándose la vuelta para comprobar. Asiento. Llevamos nuestras cervezas a una mesa cerca de la máquina de pretzel y nos sentamos. — Entonces — Entonces — dice. dice. — Felicitaciones. Felicitaciones. Por todo — le le digo — . Realmente lo hicieron posible.
Él asiente lentamente, con los ojos clavados en mí. Ferdinand es absolutamente aterrador. Intento recordarme que este era el tipo que tenía un protector de pantalla con gatitos en su ordenador. — Sí, Sí, supongo que debería estar agradeciéndote — agradeciéndote — dice. dice. Me estremezco. Bueno, entonces iba a ser así. Lo habrían logrado de uno u otro modo. David es un compositor — Lo talentoso. Apura su cerveza y luego me mira. — Entonces, Entonces, ¿qué es lo que quieres, Yara? ¿Por qué estás de vuelta, o siquiera tengo que preguntar eso? — Tengo Tengo que encontrarlo. Intenté escribirle correos electrónicos, pero cambió de correo, supongo. — Sí, Sí, después de ese pequeño truco que hiciste en París no lo culpo. Mi expresión se reorganiza. Podía sentir que esto ocurriría. — O culpa a Petra — Petra — digo, digo, levantando las cejas. La comisura de su boca se levanta en lo que percibo era una sonrisa. Guau. Hice que Ferdinand me dé una media sonrisa. — Necesito un cigarrillo — cigarrillo — dice. dice. Me pongo de pie para salir a la calle con él. El tráfico es abundante, hora punta. Aplasto su última colilla de cigarrillo con mi bota, mientras espero por él para continuar. Con el tiempo no puedo aguantar más. — Ferdinand, Ferdinand, dime dónde está. Pongo las dos manos en mis caderas como si pudiera intimidar a un chico con casi dos metros y la contextura de un toro. Él sopla el humo por su boca y por un momento su rostro se pierde detrás de la nube. — Tu Tu madre te nombró Ferdinand por el toro, ¿verdad? Sus cejas saltan ante el repentino cambio de tema, pero se me acaba de ocurrir que debe ser así y sentí la necesidad de preguntar. — Sí — Sí — responde. responde.
— ¿Porque ¿Porque eras enorme o un bebé prematuro? — Un Un bebé prematuro — prematuro — responde, responde, con el ceño fruncido. Asiento. — Qué Qué predicción. — predicción. — Entonces Entonces dejo caer las manos a los costados dejando que mis hombros se desplomen. Así es cómo me siento en realidad: desplomada, alicaída. — Lo Lo siento, nunca antes llegué a conocerte — le le digo —. Tenía… tengo problemas. — Me Me apoyo en la pared exterior del viejo edificio de David y miro hacia el cielo. Está a punto de llover, me voy a empapar. Ferdinand se apoya junto a mí, suspirando profundamente. — Nunca me gustaste — gustaste — comenta. comenta. Lo miro entonces. — Sabías Sabías que le iba a hacer daño. — Sí Sí — responde responde — . David ve lo mejor, ve la verdad en las personas. Y tenías esa mirada de pánico en tus ojos todo el tiempo que estabas con él. Asiento. Eso era cierto. — Lo Lo amo mucho — mucho — le le digo — . Simplemente no era muy buena en el amor en aquel entonces. — ¿Por ¿Por qué no? Miro a la calle, una pareja está atravesándola a unos pocos pies de distancia, y me recuerdan a David y a mí de vuelta en aquel entonces. — No tenía quién me enseñara hasta que David apareció apareció y luego luego me asusté por completo. Cuando estás un poco jodido, las cosas buenas son alarmantes, dan miedo. — ¿Ahora ¿Ahora estás bien? — bien? — Me Me mira y me resisto a la tentación de mirar hacia otro lado. — No — contesto contesto — . Pero lo estoy logrando. Sé lo que tengo que hacer. — Encontrar Encontrar a David — David — dice. dice.
— Es Es parte de todo, sí. Todavía estamos casados, por el amor de Dios. Algo tiene que hacerse de una manera u otra. Me observa largo y duro. — Está Está bien — dice dice finalmente — finalmente — . Te voy a dar su dirección. Pero tienes que prometerme algo. Asiento con vigor. — No más juegos — juegos — dice. dice. Cruzo mi corazón. Ferdinand sacude la cabeza mientras me escribe la dirección de David. — No puedo creer que esté haciendo haciendo esto — esto — murmura. murmura. — Gracias, Gracias, Ferdinand — digo digo a medida que me pongo de pie — pie — . Gracias, gracias, gracias. Comienzo a correr hacia la calle Uno, pero él llama detrás de mí: — ¡Yara! ¡Yara! Esa dirección es para una casa flotante. — Levanto Levanto mi mano para mostrarle que lo he oído y sigo corriendo. Corro al apartamento de Ann y abro la puerta de golpe. Ella está sentada junto a la ventana mirando el tráfico como lo hace todos los días en este momento. — Ann, Ann, la tengo. Tengo su dirección. Ahora ayúdame a decidir qué ponerme. Se vuelve hacia mí, con una pequeña sonrisa en sus labios. — ¿Cómo ¿Cómo sabes que va a estar allí? — allí? — pregunta. Me detengo en mi camino al baño y frunzo el ceño. Supongo que no lo sé. Voy a esperar fuera si tengo que hacerlo. — ¿Y ¿Y si esa desvergonzada se aparece con él, esa tal Peeta? — Petra — Petra — la la corrijo, rebuscando en mi maleta — maleta — . No lo sé. Voy a tener que cruzar ese puente cuando llegue a él. — Habrá Habrá una pelea — pelea — decide decide Ann — . Una pelea de gatas.
— Claro Claro que sí. — sí. — Me Me encojo de hombros, sacando un vestido que traje para la ocasión — ocasión — . Vamos a ver si es capaz de arañar. Ann aplaude y luego vuelve a su lugar. Le echo un vistazo. Ha estado en este apartamento durante trece años, me lo contó cuando nos conocimos por primera vez y me invitó a tomar el té. Trece años sin salir de este pequeño lugar. Cierro la puerta del baño y me quito la cinta de mi cabello, dejando que mi cabello caiga libre. Tengo una sola oportunidad. Y voy a utilizar todas mis armas.
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LA CASA FLOTANTE Cuando el Uber se detiene en la casa flotante de David, estoy temblando. — Maldita Maldita sea — sea — digo digo mientras salgo del auto. Él solía decir que quería comprar algún día una casa flotante, pero la gente dice cosas como esas todo el tiempo. Yo le digo a la gente que quiero vivir en una casa del árbol, maldita sea, eso no quiere decir que voy a vivir en una casa del árbol. Hay docenas de ellas, sus patios delanteros siendo un largo muelle estrecho, y sus patios traseros el extenso azul verdoso del lago Union. Miro a la dirección en mi teléfono, la que Ferdinand me envió en mensaje y rastreo una casa flotante de color gris y ventanas blancas. No es muy grande o extravagante. Unas buganvillas de color rosa trepan alrededor de la puerta de entrada en un arco impresionante. La propia puerta es de color amarillo brillante con una nota musical como una aldaba. Doy un paso hacia delante, fuera del muelle y a la pasarela. Junto a la alfombra de bienvenida se encuentran dos pares de chanclas una al lado de la otra: una de hombre, una de mujer. Me pone enferma verlas, saber que ninguna de ellas es mía. — Petra — Petra — digo, digo, en voz baja. Esa maldita perra asquerosa y sus estúpidas chanclas. Nunca pensé en ella en mi carrera para llegar hasta aquí, que de hecho estuviera viviendo con él, a pesar de que tiene sentido, ¿verdad? Respiro profundamente y sigo adelante para llamar a la puerta. Golpeo duro, tres veces, y luego retrocedo, preparándome para lo que sea que esté a punto de suceder. Veo a alguien moverse a través de las ventanas rectangulares que enmarcan la puerta, un destello blanco. Reúno todo mi coraje cuando escucho el cerrojo deslizarse. Su cabello platinado, sus labios lavanda.
— Petra — Petra — digo. digo. Ella se ve sobresaltada. Por supuesto, se supone que estoy en Francia. Agarra la puerta con una mano y me mira fijamente. — ¿Dónde ¿Dónde está mi marido? — Jódete, Jódete, Yara. Está a punto de cerrar la puerta en mi cara, pero meto mi pie en la brecha de modo que no pueda cerrarla. Se ve nerviosa nerviosa cuando cuando intento intento mirar mirar más allá de ella en la casa. La mayoría de las luces están apagadas, pero puedo escuchar el sonido de una televisión. Si David estuviera aquí seguramente habría abierto la puerta. — ¿Dónde ¿Dónde está? — Si Si no te vas, llamaré a la policía — policía — responde. responde. Me rio. — ¿Qué ¿Qué vas a decirles? ¿Que la esposa de esposa de David está acosando a su puta? El rojo no es un buen color para Petra, choca con su maquillaje. Veo que su cara se vuelve de un feo color remolacha y el pánico se eleva en sus ojos. — Estás Estás loca — dice dice — . No le das el divorcio y ahora lo estás acechando. — Nunca me pidió el divorcio, divorcio, Petra. Ella parpadea, insegura. Puedo ver la incertidumbre en su cara. — Lo Lo dejaste — dejaste — dice. dice. — Sí, Sí, lo hice. — Nunca lo mereciste — mereciste — añade. añade. Empujo la puerta y golpea contra su pecho. Ella sale empujada hacia atrás unos cuantos centímetros y luego abre la puerta por completo, su boca fruncida y enojada. Me rio. Quería contrariarla y funciona porque da un paso hacia mí.
— Puede Puede que no lo merezca, pero él me eligió. Siempre supe lo que estabas tramando — le le digo — . Todas tus preguntas e insultos solapados. ¿Crees que es tuyo? Pero qué chica tan tonta. Lo siento por ti, porque nunca lo has tenido. Ni siquiera siquiera sabes lo que es tenerlo. Su rostro se ruboriza y entonces me abofetea. Mi cabeza sale disparada bruscamente hacia atrás, mi mejilla ardiendo. No tomo represalias porque le he hecho daño. Es lo que quería y durará mucho más que el escozor de su bofetada. — Adiós, Adiós, Petra. Empaca tus mierdas y vete de una puta vez de la casa de mi marido. Y entonces me alejo. El viento se ha alzado y mi vestido azota en mis tobillos. Levanto los brazos por encima de mi cabeza a medida que camino y dejo que el viento de Seattle envuelva mi piel. Hace frío y estoy viva. Finalmente, estoy viva. Sé que ella me tiene miedo. Puedo sentir su miedo en mi espalda. Solo lo tenía, porque yo no lo reclamaba. Camino hasta que ella no me puede ver y luego me agacho y lloro con tanta fuerza que me duele el estómago. Lo dejé. La persona que tiene tanto miedo de ser dejado. Lo lastimé de la misma forma en que otros me habían lastimado. ¿En qué me convertía eso? No sabía lo que iba a decir o hacer cuando me viera, y si yo fuera David nunca me aceptaría de vuelta. Nunca. Rompí su confianza. No llamo a un Uber. Camino, y sé lo que tengo que hacer. No sé dónde está. Pero, hizo posible que pudiera encontrarlo. Me dio un IOU.
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NO ME MIENTAS Hay una ferretería en la Cuarta Avenida. Me paro a mirar en la ventana, concediéndome un minuto para decidir si esto es lo que realmente quiero hacer. Los siguientes veinte minutos pasan rápidamente. Pulso el botón de llamada en la pared y uno de los chicos que trabaja allí viene a abrir un caso para mí. Hago mi selección sin hablar. Si hablo voy a llorar, y si lloro no voy a dejar de llorar. Así son las cosas, hasta ahora. Ni siquiera era gradual, el cambio en mí. Llegó de repente, claridad… madurez. Madura, madurez. Madura, Yara, me dije. Y así lo hice. Dejé las cosas infantiles y maduré. Lo sigo al registro y él me pregunta si hay algo más que necesite. Niego con la cabeza y saco los dólares de mi cartera, verdes y crujientes. Son ajenos a mí de nuevo, todos esos rostros masculinos. He estado ausente mucho tiempo. Cuando salgo llevo mi bolsa por las calles tan empinadas que mis muslos arden, paso a hombres y mujeres que tienen letreros de cartón pidiendo ayuda, más allá de Westlake Center, y a través del 405. Siento la niebla a medida que las nubes se abren y la lluvia cae suavemente sobre mi cabeza. Es una suave caricia, un recordatorio de dónde estoy, y por esa razón no pido un auto. Necesito pensar, quemar toda esta emoción. Él hizo grandes cosas, y yo he hecho grandes cosas, pero sin duda esta es la más importante, el cambio. Volé por todo el mundo para mostrarle a David que no lo he superado. Que nunca lo haré. Tuve que apagar mi orgullo y el temor para hacer esto. Y lo que él hizo con este gran acto ya no hace ninguna diferencia. Esto era por mí en primer lugar, y luego por él, después por nosotros. Merezco amor. Tal vez no de este hombre a quien había abandonado y herido tan profundamente, pero sí de alguien. Es una cuestión de estar dispuesto a aceptar el amor.
Sigo las indicaciones para llegar a Capitol Hill. Un edificio de ladrillo blanco con tres letras de color rosa por encima de su puerta: IOU. La gente espera fuera ansiosos por ser llamados, algunos de ellos amontonados debajo de sombrillas, algunos de ellos no. Se ven hambrientos. Paso por delante de ellos y entro en el restaurante, temblando por el cambio de temperatura. temperatura. El olor a ajo y mantequilla flota más allá de mí cuando una camarera pasa sosteniendo un plato sobre su cabeza para evitar una colisión. El restaurante es muy parecido al de Londres; la misma estructura, mismas cabinas, el mismo código de vestimenta para los camareros y anfitriones. La única diferencia es el horizonte de Seattle pintado en la pared principal del comedor. Me dirijo directamente a la barra, sacudiendo la lata de pintura en aerosol mientras camino. camino. El sonido de la pelota del aerosol se sincroniza con mis pasos, un instrumento poco probable que suena junto con “Where did you sleep last night” de Nirvana. Ahí está la pared: Regresa a mí. Vuelve. Ven. Kurt canta: “My girl, my girl, don’t liiie to me…” me…”
Le quito la tapa y la lanzo en el suelo. Lo sacudo y lo sacudo. La pelota dentro del aerosol rebota contra la lata. Mi corazón late fuerte y rápido. Llego a la pared, bajo el anuncio de neón. Hay suficiente espacio para mi mensaje.
Volví. Encuéntrame. Encuéntrame. La charla en la barra disminuye, atenúa. Por encima de la música escucho a alguien decir: — Oh, Oh, Dios mío, ¿qué está haciendo? Me acerco a la barra cuando he terminado. El barman luce en pánico, mirando a su alrededor en busca del gerente. Dejo mi lata de pintura en aerosol sobre la encimera. encimera. — ¿Están ¿Están contratando? — pregunto. Le sonrío a medida que él se queda viendo con la boca abierta de mí a la pared — pared — . Entonces, ¿supongo que eso es un no? Nadie intenta detenerme y camino cantando: “In the pines, in the pines, where the sun don’t ever shine. I would shiver the whole night through…”
Solo me lleva la longitud de una canción para entregar mi mensaje.
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ROSA CAMUFLAJE David —¿David…? Sacudo la cabeza, cierro mis ojos con fuerza, y luego los abro. Había estado soñando cuando el teléfono me despertó. Me froto los ojos y miro el reloj: 10:00 pm. Debo haberme quedado dormido viendo Californication. Californication. Silencio el televisor. — Sí — Sí — contesto. contesto. — David, David, lamento molestarte, pero hubo un incidente esta noche en el restaurante… La voz… reconozco su voz. ¿Cuál voz. ¿Cuál era su nombre? Dan… Mark… ¡Greg! Eso es, Greg, el gerente del IOU Seattle. Alcanzo el vaso más cercano y tomo un sorbo, esperando que sea agua. Vodka. Me estremezco, pero no dejo de beber. Falta la mitad de la botella, no es de extrañar que perdiera el conocimiento. conocimiento. — ¿Qué ¿Qué pasa? — pasa? — digo. digo. ¿Qué mierda pasa con las luces brillantes en este lugar? Me tambaleo hasta el interruptor de la luz y las apago. — Una Una chica entró, no era un cliente, por lo que sé. Una de mis camareras dijo que la vieron pasar vieron pasar desde fuera. Ella… eh… ella destrozó una pared en la barra. — ¿Qué? ¿Qué? — Apoyo Apoyo el vaso de vodka en mi pecho. Me duele la cabeza. Una resaca. — No estaba allí — allí — dice dice rápidamente — rápidamente — . Tenía una lata de pintura en aerosol… Dios.
—Está bien… — Me Me gustaría que simplemente lo escupiera todo. Miro alrededor buscando mi botella de Tylenol. La habitación está echa un desastre. Derribo algunas cosas de la mesa estrecha y lo encuentro debajo de una pila de ropa. —Rayó… pintó la pared de la barra. Bajo la señal… — ¿Qué ¿Qué escribió? — Arranco Arranco la tapa con los dientes y vierto las últimas tres pastillas en mi boca. Greg vacila. Puedo oírlo mover algunas cosas en su extremo y deseo que simplemente escupa la mierda que quiere decirme de modo que pueda volver a dormir. Me tumbo en la cama, arrojando una almohada sobre mi cara. — Volví. Volví. Encuéntrame… Me incorporo de golpe, la almohada rodando por po r el suelo. — ¿Qué? ¿Qué? — Volví. Volví. Encuéntrame — Encuéntrame — repite. repite. Ya estoy de pie, buscando mis pantalones en el montón de ropa en el suelo. — No lo toques. Voy en camino. Cuando llego es pasada la medianoche y la mayoría del personal se ha ido por la noche. — Tenemos Tenemos que permanecer abiertos hasta las dos — dos — le le digo a Greg a medida que entro — entro — . No somos la maldita Cenicienta. Avanzo a través del comedor principal y en dirección al bar con él detrás de mí. Lo primero que veo es la lata de pintura en aerosol, que está puesta sobre la barra donde supongo que ella la dejó. La recojo para para leer la etiqueta: Rosa Camuflaje. Entonces miro a la pared. No tiene tiene una carrera en el el arte del grafiti, eso es seguro. Las palabras están inclinadas como si lo hubiera hecho a la carrera. Volví es más grande que el Encuéntrame. — Coordinó Coordinó los colores — colores — digo. digo. Greg se precipita hacia delante. — ¿Qué? ¿Qué? Quería llamarte primero. Antes de la policía.
— No hay necesidad de llamar a la policía — digo, digo, sin apartar los ojos de la pared. — Tenemos Tenemos cámaras de seguridad — seguridad — dice dice —. Podemos… — Muéstrame — Muéstrame — lo lo interrumpo. Me guía a través de la cocina y hacia una pequeña oficina en la parte trasera del edificio. Me siento en la única silla y giro de un lado a otro mientras se desplaza a través del ordenador. Ella estuvo aquí. Aquí . En este edificio. — Ahí — Ahí — dice, dice, finalmente. Me quedo mirando la imagen en la pantalla del ordenador; es granulada, carente de color. Observo con mis ojos estrechados cuando una mujer camina por el restaurante, agitando una lata de pintura en aerosol a medida que lo hace. Su paso es seguro… determinado, pero determinado, pero aun así, puede ver el atractivo balanceo de sus caderas. Ella no duda antes de arrojar la tapa sobre el suelo y destrozar mi bar. Me rio, y Greg me mira como si hubiera perdido la razón. —Señor… — dice. dice. — No me llames así. ¿Alguien ¿Alguien vio adónde fue después de salir? — No. Estábamos… en estado de shock. Tenía shock. Tenía que estar drogada o algo así. Me rio de nuevo. — Está Está bien — bien — digo, digo, poniéndome de pie — pie — . Está bien. — ¿Está ¿Está bien qué, señ… señ … David? — Déjalo Déjalo así — así — digo digo — . Tal cual. —Pero… — Déjalo — Déjalo — digo, digo, con firmeza — firmeza — . Es exactamente como debe ser. Cuando salgo del restaurante, mi dolor de cabeza ha desaparecido y me siento encendido. Yara no espera antes de actuar, y por esta razón, sé que debe haber acabado de llegar a Seattle. ¿Cuánto tiempo? ¿Un día… dos días? ¿Dónde estará alojándose? Su correo electrónico, el que usé antes, ya no funciona. Intenté enviarle un correo electrónico después del
truco que armó en París, y luego me di cuenta que debe haber eliminado la cuenta por los reporteros. Tengo algo que hacer mañana por la noche. Tengo que estar en una parte. Una vez que termine con eso puedo encontrarla.
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CASI Soy consciente que quizás esté enojado conmigo. El restaurante estaba allí mucho antes del truco que armé en París. Existe la posibilidad de que lo que hice cambió la forma en que él se sentía. Si alguien me hiciera eso yo… Regresa a mí. Vuelve. Vuelve. Ven. Intento no pensar en David estando enojado. Eso estaba fuera de lugar, ¿verdad? Vine hasta aquí para hacer una declaración, para traer algún tipo de cierre a mi vida de modo que pueda pasar al siguiente capítulo. Puedo volver a la casa flotante y esperar allí hasta que lo vea, pero tengo miedo del rechazo potencial. Estoy postrada en el piso de la sala de Ann cuando recibo un mensaje de Posey. Tiene un concierto benéfico mañana en Portland. Me incorporo bruscamente.
¿Cómo lo sabes? Le escribo en respuesta. El internet es una cosa maravillosa, Yara. Deberías aprender a usarlo. —¿Ann…? — llamo llamo en voz alta — alta — . Tengo que ir a Portland. Ann sale de la habitación donde ha estado viendo uno de sus programas. — ¿Por ¿Por David? — David? — pregunta. — Sí. Sí. ¿Qué dice mi horóscopo? Es una broma entre Ann y yo. Ella inventa horóscopos para mí. Los horóscopos de Ann en su mayoría dicen cosas como: Eres independiente y
desapegada emocionalmente. emocionalmente. ¡Deja entrar al amor en tu vida cuando llegue llamando! Ann frunce el ceño. — Una Una oportunidad vendrá a hacer grandes cambios. Haz el viaje. No tienes licencia de conducir, así que se ingeniosa. Mierda — comento comento — . ¿Tienes licencia de conducir? — conducir? — Me Me siento — Mierda — de repente — . Vamos, Ann, no puedo alquilar un auto sin una licencia de conducir. — ¿Siquiera ¿Siquiera sabes conducir? — pregunta, apoyando las manos en sus caderas. — Sí. Sí. Bueno… eh… ha pasado un par de años eso seguro. Y nunca he conducido en el lado izquierdo de un automóvil. Debería ser pan comido, ¿verdad? Ella niega con la cabeza. — Toma Toma un taxi. — ¿Hasta ¿Hasta Portland, Ann? No seas tonta. Eso va a costarme una fortuna. — Toma Toma el tren — dice dice — . ¿No haces ese tipo de cosas en Londres? Vi La Vi La Chica del Tren. — Cierto Cierto — digo, digo, dirigiéndome a la computadora — computadora — . Soy una maldita idiota. — Sí — Sí — dice dice Ann, observándome desde la puerta. Estoy mirando los horarios de trenes en la computadora de Ann, mordiéndome las uñas a la rápida cuando mi teléfono suena. Me parece un poco alarmante cuando suena s uena mi teléfono. Muy pocas personas tienen mi número, sobre todo porque lo cambio tan a menudo. Espero que sea Posey o Celine ya que estoy con Ann, pero cuando miro a la pantalla es un número que no reconozco. Contesto a pesar de mi mejor juicio. — ¿Yara ¿Yara Phillips? — Sí — Sí — contesto. contesto.
La voz en el otro extremo del teléfono suena hueca como si estuviera llamando desde lejos. Presiono el teléfono más cerca de mi oído para poder escucharla mejor y tapo mi otro oído, a pesar de que no hay mucho ruido en el apartamento. — ¿Quién ¿Quién es? — es? — pregunto. Su acento es de los míos. —Estoy llamando desde el Hospital Regional de Manchester… — Mi cabeza se sacude hacia atrás involuntariamente. Nunca son buenas noticias cuando un hospital te llama, nunca, nunca, nunca. — Su Su madre, Grace Phillips, fue trasladada esta mañana. Tuvo un derrame cerebral masivo… ¿ Mi madre…? —¿Cómo supieron…? — Niego con la cabeza. No es el momento para eso — . ¿Está bien? — Me Me temo que no — responde responde — . Una amiga la encontró; por desgracia, no sabemos cuánto tiempo estuvo así. Está en estado crítico. La hemos estabilizado, pero… podría querer venir para despedirse. — Muy Muy bien, de acuerdo — digo. digo. Cuelgo y siento escalofríos por todas partes. Me siento. — ¿Por ¿Por qué estás temblando? — temblando? — pregunta Ann. Cierra la ventana y arroja una manta sobre mis hombros. Estoy temblando de la conmoción, pero no le digo a Ann. El único que sabe acerca de mi relación con mi madre es David. D avid. — Toma — Toma — le le digo a Ann, y le entrego la manta — manta — . Nuestros planes se han visto frustrados. Mi horóscopo se equivocó esta vez. — Ella Ella me observa con tristeza mientras voy a recuperar mi pasaporte de mi bolso. — Pero, Pero, acabas de llegar — llegar — dice. dice. — Lo Lo sé, pero tengo que irme. Es complicado. — ¿No ¿No lo es todo? — todo? — Ann Ann suspira. — Totalmente. Totalmente. En lugar de reservar un billete de tren a Portland, me reservo un boleto de avión. avión. Hay cosas cosas que no están están destinadas destinadas a ser. ser. Tal vez tengo tengo que
captar la pista que el universo me está enviando. Vine a encontrar a David para el cierre, y en su lugar, mi madre me encontró. Así que, tengo que ir. Abrazo a Ann en despedida d espedida y tomo el skyrail al aeropuerto. Mi madre tiene el cabello castaño, rubio en las raíces. Sus manos son las de una jardinera, bronceada del sol, con suciedad negra debajo de sus uñas. Cuando me siento a su lado, sosteniendo su mano, froto mi pulgar de ida y vuelta sobre su piel como David solía hacer para consolarme. No sé si ella me puede oír, pero le digo dónde he estado y lo que he hecho en los últimos años. Le hablo de la canción de David. Le digo que la perdono. Le cuento lo que he aprendido. Muere cuarenta y nueve horas después de mi llegada, a las 7:49 de la tarde. No lloro cuando se llevan su cuerpo, ni cuando la enfermera amable pone su brazo alrededor de mis hombros. Lloro cuando veo a David salir de un taxi justo cuando estoy dejando el hospital para volver a mi hotel. No tengo que preguntar por qué está aquí. Sé que vino por mí. Cuando camina hacia mí, apenas puedo sostenerme de lo fuerte que estoy llorando. Me agarra antes de golpear el suelo y me sostiene. Dos días más tarde, hemos recogido las cosas de mi madre en el hospital: la ropa y joyas que llevaba cuando la encontraron, y las llaves de su casa, que una enfermera me dice que su vecina dejó. Le cuento que ella murió cuarenta y nueve horas después de llegar allí y él levanta las cejas. Estamos sentados en la mesa uno frente al otro en una pequeña cafetería. Ninguno de los dos ha comido mucho en días y decidimos compartir un sándwich. — Todavía Todavía lo tengo — le le digo, sacando el pedazo de papel de mi bolso. Lo deslizo sobre la mesa y él lo recoge. Empieza a reírse. — ¿Qué, ¿Qué, David? ¿Qué significa eso? — La La señora en el bar — bar — dice dice — . Ella me dijo que escribiera algo al azar en el papel y lo dejara. — ¿Qué? — ¿Qué? — pregunto, conmocionada — . ¿Penny? Él asiente.
— Dijo Dijo que si le das un objeto al azar a una persona que está buscando algo, crearán su propio significado a su alrededor, y ese significado reflejaría el deseo más profundo de su corazón. Es una manera de que la persona encuentre su camino de regreso a ti. Incluso aunque le lleve toda la vida. No había manera de que pudiera haber dicho alguna cosa para que te dieras cuenta que era yo a quien has estado buscando toda tu vida. Tenías que averiguarlo por tu cuenta. — Déjame Déjame ver si lo entiendo — comienzo, comienzo, con el ceño fruncido — fruncido — . ¿Penny te dijo que me dejes algo al azar, algo que no tenía absolutamente ningún significado, para atormentarme? Él asiente. — ¿Por ¿Por qué el número cuarenta y nueve? Podrías haberme dejado un palillo o… un cordón de zapatos. David niega con la cabeza. Su cabello está bajo un gorro a pesar del calor que hace. Lleva sombreros para disfrazarse, aunque es difícil pasarlo desapercibido. Incluso mientras estamos sentados en nuestras pequeña mesa de la esquina la gente se gira para mirar. — Fue Fue lo primero que se me vino a la cabeza — admite. admite. — En En serio me atormentó — digo digo con asombro — asombro — . Permanecí despierta en las noches girando las posibilidades una y otra vez en mi cabeza. Un trozo de papel con el número 49 escrito en él. Esa Penny es una maldita genio. — Siempre Siempre los excéntricos son los que tienen más sabiduría — me me dice. Enrollo un trozo de servilleta entre los dedos. — No sé cómo es que mi madre tenía mi número de teléfono — le le digo —. Lo cambio tan a menudo… menudo… — Yo Yo se lo di. — ¿Cómo ¿Cómo lo tienes? Toma un sorbo de su café y me estudia por encima del borde. — Posey. Posey.
Asiento. —Nunca lo usó… — Creo Creo que lo habría hecho con el tiempo. Estaba reuniendo el coraje. Cuando se lo di, se lo escribí en una libreta que tenía en la nevera de modo que estuviera allí mismo, tu nombre y número. — Asiento. Asiento. Todo esto era tan difícil de hablar. Hay algo que quiero preguntarle y que he estado posponiendo. — ¿Petra ¿Petra te dijo que fui a tu casa flotante? — Sí Sí — responde. responde. Espero a que diga más, pero solo se me queda mirando. Bien, le seguiré el juego. — Um, Um, ¿dónde está ahora? Se reclina en su silla y pone sus manos detrás de la cabeza a medida que mira fijamente el techo. — Todavía Todavía está allí. Terminamos las cosas poco después de regresar de París. Se quedará allí hasta que su nuevo lugar esté listo. Me mudé al Four Seasons. — Tiene Tiene bonita vista — vista — le le digo — . ¿Terminaron las cosas por lo que qu e hice? Se reposiciona de manera que sus codos están descansando sobre la mesa y se inclina hacia mí. — ¿Estás ¿Estás hablando de aquella vez que saliste en televisión en vivo y anunciaste al mundo que era tuyo? Sí, eso causó algunos problemas entre nosotros. Especialmente cuando lo vi y ella me sorprendió sonriendo. Apoyo una mano sobre mi cara, sacudiendo la cabeza. — Eso Eso es simplemente horrible. Estaba siendo vengativa, actuando por impulso, como siempre. — Bueno, Bueno, lo disfruté — admite admite — . He esperado durante años por alguna señal de que me amabas, y allí estaba. Directo y en grande, ¿cierto, Inglesa? Su risa me cautiva. Me retuerzo en mi asiento cuando las pequeñas mariposas cliché vuelan alrededor de mi vientre.
— Yara, Yara, soy solo un hombre, ¿sabes? Perdí la esperanza y Petra… — Está Está bien — bien — digo digo rápidamente — rápidamente — . Vamos a preocuparnos por hoy, no por el ayer o el mañana. Dejaremos el mañana para preocuparse por sí mismo, ¿de acuerdo? — Sí — Sí — sonríe. sonríe. Comemos nuestro bocadillo en silencio y luego dice: — Hay Hay algo que tengo que decirte que es ajeno a nosotros. Dejo mi taza de café y lo miro con recelo. — Cuando Cuando estaba buscándote, busqué tu nombre en Google. Así es como encontré a tu madre. Vine hasta aquí para verla, pero sabía menos sobre ti que yo. Aprieto los labios entre sí. Posey ya me lo había dicho, pero seguía siendo inquietante escucharlo de él. David había hablado con ella antes de que muriera y yo no lo hice. — Pero, Pero, ¿cómo es que buscándome por internet te condujo a mi madre? — madre? — le le pregunto. — ¿Alguna ¿Alguna vez te has buscado en Google, Yara? Niego con la cabeza. cabeza. Él sonríe. — Creo Creo que no. Tengo las manos en puños sobre la mesa, los nudillos blancos. Estira un dedo y toca cada cada uno de mis nudillos con con la punta de su dedo hasta que dejo de apretarlos y relajo mis manos. — Encontré Encontré un sitio web — web — me me dice, mirándome a los ojos. Duda por un momento — . El sitio web estaba llamado Querida Yara. Parpadeo hacia él, confundida. — Había Había cartas, escritas para ti. Decenas de ellas. Los mensajes se remontan a tres años. Fueron escritas por tu madre. Hay cosas cliché que uno puede decir en momentos como estos, cosas que nunca se me ocurrirían alguna vez decir en voz alta, pero en este momento las siento por completo.
— Estaba Estaba intentado encontrarte. Como último recurso, comenzó un sitio web y te escribió cartas en él. Espera a que yo diga algo, pero no tengo nada. Fijo la mirada en mis manos, mi mente en blanco. — Yara, Yara, tu madre estaba tratando de encontrarte. Pensé que querrías saberlo. — ¿Cómo ¿Cómo era? — era? — pregunto. —Su voz era suave… contrita. Cuando habló de ti, lloró… — ¿Qué ¿Qué quería de mí? — No puedo mirarlo. Miro hacia mi café en su lugar. — Perdón. Perdón. Conocerte. Sacudo la cabeza. Estoy temblando. —Inglesa… —dice, en voz baja… baja… suplicante. Llega suplicante. Llega a mí y me toca la mejilla con solo sus dedos, corriéndolos hacia mis labios y luego la barbilla, sus dedos bronceados contra mi piel pálida. — Le Le dije que la perdono — perdono — comento comento — . Antes de morir. — Eso Eso es bueno. No perdonas porque se lo merecen. La mayoría de las veces no es así. Perdonas para mantener tu corazón blando. Para avanzar sin amargura. El perdón es para ti. — ¿Qué ¿Qué demonios? — demonios? — pregunto — . ¿Por qué me arden mis ojos? — ojos? — Niego con la cabeza y David David se ríe de mí. — Las Las lágrimas hacen eso — dice dice — . El agua salada en tus ojos, ¿sabes? — ¿sabes? — Algo Algo en su rostro ros tro cambia. Conozco esa mirada. — Oh, Oh, Dios mío — mío — le le digo — . Estás escribiendo una canción sobre esto. — Mierda — Mierda — dice dice —. Sí… — Agua Agua salada en tus ojos — mascullo mascullo mientras observo su rostro. Por un momento me olvido de mi madre y la presión en mi corazón, y trato de estar en su cabeza, escuchando la canción que está escribiendo. Sus ojos están cerrados. Me estiro y alcanzo su mano.
— David — David — lo lo llamo —. Dime algunas de las palabras… palabras… Sus ojos se abren de repente y me arrepiento de mi solicitud. Sus suaves ojos están en llamas. Es una combinación que prefiero no mirar directamente. — Ella Ella no lo dejará pasar — dice dice en voz baja — baja — . Ha estado aquí antes. Doblada, agotada, ahogándose en agua salada. Alguien la agarra antes de que se haya ido. Todo lo que quiere es el perdón, lo único que quiere es perdonar. Ella se ha ido. En el agua salada. Está en sus ojos. Murió sola sin ti a su lado. Alguien la agarró. Se ha ido. Suelto su mano. — Me Me tengo que ir — ir — le le digo. No lo miro. No quiero que sepa que estoy al borde de las lágrimas. No intenta detenerme. Sabe lo que necesito y en este momento es la soledad. Camino de vuelta al hotel, parando en una licorería por una botella de vino. Vago por el vestíbulo hasta que encuentro un pequeño centro comercial cerca de las máquinas expendedoras. Hay cinco computadoras instaladas en cubículos grises tapizados; dos de ellos están ocupados por hombres vestidos con auriculares en serio grandes. Elijo el más alejado de los cubículos lejos de ellos y me siento en la silla de respaldo rígido. Escribo mi nombre en la barra de búsqueda como dijo David, y espero. Ya no me quedan uñas para morder, mis dedos están hinchados y sensibles. El sitio es el tercero en la lista. Hago clic en él y presiono mis dedos contra mis ojos. ¿Realmente quiero hacer esto? No, pero tengo curiosidad y lo necesito más de lo que quiero. Si alguien quería disculparse, lo más justo sería oírlo. Desenrosco la tapa de mi botella de vino y tomo un trago.
Querida Yara, Vivo en una pequeña casa en Manchester. Odiarías el color: beige. Pero el frente de la puerta es de color azul brillante, un cobalto. Se ve como una casa, un hogar como el que nunca te proporcioné. Hay más que Frosted Flakes en la despensa, y hay cuadros en las paredes. No soy muy buena con el arte, pero tengo cosas colgadas que creo
que te gustarían. Hay un árbol de jacaranda en el frente, y pienso en ti cada vez que lo veo. Mantengo mis cortinas abiertas, incluso por la noche cuando la gente puede ver hacia mi sala de estar, de modo que siempre pueda estar a la vista. Ese árbol eres tú. Suena tan estúpido, ¿verdad? No importa. Ese árbol eres tú, Yara. Mi hija perdida. ¿Si r ecuerdas ecuerdas lo mucho que amabas los jacarandas? ¿Cómo siempre querías correr a través de las flores cuando caían a la calle? Todo ese púrpura. Trabajo para una escuela primaria católica. Soy secretaria del director. Veo todas esas pequeñas caras todos los días y pienso en tu pequeña carita, en todo ese cabello rubio platinado. Me verías como si no fuera una madre terrible, como si esperaras que velara por ti. Nunca lo hice. Y me duele terriblemente. terriblement e. Qué puedo decir, Yara, excepto que fui una mujer egoísta, depravada y no sabía cómo ser una madre para ti. Tuve otro bebé. Tenías cerca de siete años de edad y no sabía si entenderías lo que estaba ocurriendo. ocurriendo. Era un niño. Una pareja de Irlanda lo adoptó. Lo sostuve una vez antes de que se lo llevaran, y recuerdo pensar en lo mucho que se parecía a ti. Solo que él tenía el cabello negro, Yara. Tanto cabello. Me encontró hace un año, a pareció en mi puerta con un puñado de margaritas. Su nombre es Ewen y vive en Londres. A menudo me pregunto si los dos se han cruzado en la calle. Claro, eso si todavía vives en Londres. Contraté a alguien para encontrarte, sin suerte. No sé dónde estás, pero puedo sentirte. Estaba equivocada, mi amor. No espero que me perdones, pero rezo porque lo hagas. Rezo para que un día vengas a buscarme de modo que pueda mirarte a los ojos y pedirte que me perdones. Tu madre, Grace
Cierro la ventana de internet y apago el monitor. Puedo ver mi reflejo en la pantalla oscura. Mis labios y dientes están teñidos de púrpura por el vino. Mi corazón está manchado por el dolor. Si me me amas, ¿por qué me dejaste? Es la pregunta que me desgarra aunque ya sé la respuesta. Supongo que es una canción triste con la que muchas mujeres
podrían relacionarse. No era la primera mujer en la historia en tener una niñez solitaria, y desde luego mi infancia no fue de lo peor. Ella no me dejó físicamente, me dejó emocionalmente. Hice emocionalmente. Hice lo contrario a David, huyendo a través del mar para escapar de lo que él me hacía sentir. En el caso de mi madre y yo, todo se reducía a nuestras inseguridades. A que no podíamos ser suficiente. Y en lugar de quedarnos a luchar, nos acobardábamos, derrotadas. Tengo que perdonarla de modo que pueda perdonarme. A veces las personas simplemente se atascan y necesitan a un David Lisey para salir de su estancamiento. Mi madre nunca tuvo a un David Lisey; tantas muchas mujeres no lo tienen. Y eso es lo más triste de todo. Saco mi teléfono y marco su número. — David — David — le le digo cuando contesta — contesta — . ¿Vendrás? Te necesito. — Voy Voy en camino — camino — responde. responde. Él me conduce a la casa de mi madre. Sé cuál es antes de que él estacione el auto contra el bordillo, tal y como ella la describió. Nos sentamos afuera en el auto durante mucho tiempo; yo con mis brazos envueltos alrededor de mis rodillas, mirando la pequeña casa individual con el árbol de jacaranda exterior. Las jardineras en sus ventanas están llenas a rebosar de flores. Heredé su amor por las plantas, pero no su habilidad con ellas. — ¿Terminaste ¿Terminaste de mirar por hoy? — hoy? — pregunta David. Miro el reloj. Veinte minutos han pasado p asado desde que llegamos aquí. — Sí — Sí — le le digo. Él me conduce de vuelta a mi hotel. — ¿Cómo ¿Cómo supiste que solo quería mirar? — pregunto más tarde cuando estamos acostados en la cama. Mi cabeza está sobre su pecho y él me ha estado sosteniendo de esta forma durante la última hora sin mover un músculo. — Lo Lo sé. —Sí, pero…
— Lo Lo sé — sé — dice, dice, con firmeza — firmeza — . Y estoy harto de no que sepas que lo sé. — Bien — Bien — respondo respondo — . Sé que lo sabes. — No lo sabes. Levanto la cabeza para mirarlo. Está con el ceño fruncido. Supongo que tenemos mucho que decirnos el uno al otro. — Está Está bien — bien — digo digo — , vamos a hablar de las cosas. — Ahora Ahora no es el momento. Vamos a tener esta conversación cuando hayas terminado con tu duelo — duelo — responde. responde. Me incorporo. — Hemos Hemos estado de duelo por años. Ahora es el momento. — No. Crees que puedes manejar esto ahora mismo, siempre crees que puedes manejar todo. ¿Y luego sabes lo que pasa? Mañana por la mañana me despierto y te habrás ido. Para servir caipiriñas en una playa en Brasil. Se pone de pie y camina hacia el baño, cerrando la puerta detrás de sí. — ¿Podemos ¿Podemos al menos tener relaciones sexuales? — sexuales? — llamo llamo hacia él. David abre la puerta. — No. — No. — Y luego la cierra de nuevo. Vuelvo a caer sobre las almohadas, sonriendo. Durante la siguiente semana hacemos lo mismo todos los días. Desayunamos en la habitación del hotel y luego David me conduce a casa de mi madre en la que nos sentamos fuera durante exactamente veinte minutos antes de que pida irnos. Pasamos el resto del día caminando. Hablamos muy poco, y sé que él me está dando espacio para mis pensamientos. En la mañana del octavo día decido que ya es jodidamente suficiente. suficiente. Quiero tener una conversación. — Te Te he causado tanto daño, por años — comienzo comienzo — . Por favor, perdóname por irme. No sé cómo ser lo que necesitas y tengo miedo que no me dejes intentarlo.
— Estoy Estoy aquí, Yara. No necesito nada de ti — dice dice David — . Tu misma pusiste esas expectativas sobre ti. Te he amado durante cinco años y de esos cinco años hemos tenido tal vez seis meses de felicidad ininterrumpida. El resto he sido yo amándote a distancia. Puedo y seguiré haciéndolo si no me das más opción. Me M e he comprometido a amarte. Solo soy un hombre simple que se enamoró de una mujer compleja. Me rio, no puedo evitarlo. — No eres ni siquiera un poco simple simple — digo. digo. — Cuando Cuando se trata del amor lo soy. Me reclino en mi silla, presionando los talones de mis manos en mis ojos. — ¿Cómo? ¿Cómo? — pregunto, enderezándome — . Dime cómo y tal vez también pueda serlo. — No puedes — responde responde — . Durante años he querido lo que mis padres y hermanos tenían. El cónyuge, la casa, la estabilidad, los niños y los neumáticos de plástico rodando sobre s obre el asfalto. El amor puro, ¿sabes? Pero el amor me ha hecho inestable durante cinco años. He escrito mi mejor música en este estado inestable. Los dos nos reímos a pesar de que no es gracioso. — No siempre conseguimos lo que pensamos que queremos. En realidad, muy pocas veces sucede. — sucede. — Él Él sonríe. Eso era cierto. Eso era tan cierto. tan cierto. — Te Te tengo. Y eres lo opuesto a la estabilidad, ¿cierto? — Sí — Sí — concuerdo. concuerdo. No sé a dónde va con esto. Estoy nerviosa. nerviosa. — Si Si no puedo tenerte, entonces, no quiero a nadie más, nena — canta y me rio — rio — . No quiero un divorcio — divorcio — continúa continúa — . Y no hay nadie más para mí. He tenido muchos años para pensar en esto, Yara. Para hacer frente a todo esto.
Él sonríe con aire ausente y se pasa la mano por la cara. Está cansado. He hecho que se sienta tan cansado. Quiero ser la paz en su vida, no el conflicto. — No puedo prometer la perfección, David, David, pero no voy a ser como era, y no voy a hacer lo que hice. No voy a huir otra vez. — Y hasta la vejez y las canas seré quien soy, seré quien te sostenga. Siempre te he amado y te sustentaré; te sostendré y te rescataré — dice. dice. Envuelvo mis brazos alrededor de su cuello y él se inclina hacia abajo hasta que nuestras narices se tocan. — Soy Soy tu tipo, Inglesa — Inglesa — dice, dice, besando la comisura de mis labios y luego mis labios de lleno. Su beso se prolonga durante demasiado tiempo y lo golpeo en el pecho suavemente con el puño. — Oh, Oh, Dios mío, David. ¡Ahora no es el momento para escribir una maldita canción! Se ríe contra mi boca y luego los dos estamos riendo, sosteniéndonos entre sí de modo que no caigamos. Más tarde ese día, abro la puerta del auto, avanzo por la estrecha acera, y deslizo la llave en la cerradura de la casa de mi madre. Ahí es donde me detengo, mis manos congeladas en el pomo de la puerta, entrando en pánico. No sé cuánto tiempo estoy allí, pero de repente David está detrás de mí. Se detiene tan cerca que mi espalda se presiona contra su pecho. Me apoyo en él, mis ojos completamente abiertos y desenfocados. El azul de la puerta se difumina frente a mí. David se estira alrededor de mi hombro y pone su mano sobre la mía donde descansa en el picaporte. Lo giro y finalmente entro.
FIN
Tarryn Fisher Soy una villana de la vida real, de verdad. Bebo cantidades enfermas de café. La mayoría del tiempo, mi cabello huele a café. Nací en Sudáfrica, y viví allí durante la mayor parte de mi infancia. Me mudé a Seattle solo por la lluvia. Roma es mi lugar favorito en el mundo hasta el momento, París viene en un cercano segundo segundo lugar. Leo y escribo más más de lo que duermo. Cuando tenía once años, escribí una novela entera sobre huérfanos fugitivos, utilizando solo tinta púrpura. Soy adicta a Florence and the Machine y viajaré a ver sus conciertos. Me encantan las películas de terror y las jirafas. Me paso demasiado tiempo en Facebook. ¿Nos vemos ahí? Me gustaría escribir una novela que a todas las personas les gustara, pero ni siquiera JK Rowling podría hacer eso. En cambio, trato trato de escribir historias que mueven las emociones de las personas. Creo que la tristeza es la emoción más poderosa, y si se une con pesar, los dos se s e convierten en una fuerza dominante. Me encantan los villanos. Tres de mis favoritas son la madre Gothel, Gaston y la Reina Malvada ya que todos sufren de un caso bastante malo de vanidad (como yo). Me gusta hacer este tipo de personalidades el centro de mis mis historias. Me encanta la lluvia, la Coca-Cola, Starbucks y el sarcasmo. Odio los malos adjetivos y la palabra “caliente “ caliente”. ”. Si lees mi libro, te quiero. Si no te gusta mi libro, aun así te quiero, qu iero, pero por favor no seas malvado, porque soy medio ruda, medio llorona.