ARS GALLICA
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A pesar de la tradición vanguardista y experimental que Francia consiguió instaurar durante el siglo XIX en la literatura (Mallarmé, Verlaine Rimbaud) y las artes plásticas (Gauguin, Seurat, Cézanne: los llamados pintores postimpresionistas) , la música francesa, sin embargo, había permanecido durante la mayor parte del siglo bajo la influencia de los esquemas formales y los ideales estéticos de la escuela alemana. Sin embargo, signos de una dirección más independiente empezaron a aparecer antes de que terminara la centuria. A decir verdad, el énfasis creciente en un lenguaje armónico inundado de cromatismo (una tendencia que encontraría su culminación en Wagner) y la correspondiente carga expresiva cada vez más densa, eran aspectos estilísticos profundamente alemanes, bastante ajenos al temperamento francés. En Francia, donde los principios de la armonía tonal-funcional nunca habían tenido raíces tan hondas como en Alemania, el desarrollo musical estaba destinado a seguir un camino singular y distinto. En 1871, en un intento de hacer frente a la influencia abrumadora de Wagner y la tendencia hacia el cromatismo tardorromántico, se funda la Société Nationale de Musique. Entre los fundadores se encontraba un grupo de jóvenes compositores como Camille Saint-Saëns (1835-1921), Emmanuel Chabrier (1841-94) y Gabriel Fauré (1845-1924). Su intención era la de procurar un renacimiento de lo que ellos consideraban el carácter específicamente francés en música. Pusieron un acento especial en la revivificación de la música absoluta y en la vuelta a los principios de orden, claridad y contención tradicionalmente considerados como característicos de las grandes obras maestras del pasado artístico de su país. Aunque el impacto del wagnerismo se reveló al final como demasiado poderoso como para ser totalmente contrarrestado –y, 1
La información de este capítulo ha sido principalmente principalmente extraída de MORGAN, Robert P. TwentiethCentury Music. Music. Nueva York: W. W. Norton & Company, 1991.
de hecho, la polémica en torno a Wagner llevó a una escisión en la década de los 80 entre los miembros de la Société– los objetivos planteados por los fundadores tuvieron una influencia decisiva en el desarrollo futuro de la música francesa (el propio Debussy maduró en la atmósfera creada por ese anhelo de restauración de los principios del glorioso pasado musical patrio. Así, por ejemplo, es bien conocida su admiración por la música para clave de François Couperin, el más grande clavicembalista del siglo XVIII en Francia). Teniendo en cuenta estas consideraciones, la denominación de Ars
Gallica
no
designa sino la voluntad de la Société Nationale de Musique de difundir el repertorio nacional contemporáneo, creando un frente de resistencia ante el empuje abrumador de la escuela alemana (y especialmente de la llamada Nueva escuela alemana, es decir, Liszt y, sobre todo, Wagner) y remitiéndose al ideal de las grandes obras maestras del pasado musical francés, cuyo espíritu pretendía resucitarse como signo de una idiosincrasia musical totalmente original e independiente. Además de los citados más arriba, entre los primeros miembros de la Société se encontraban también César Franck, Edouard Lalo y Jules Massenet. La homogeneidad dentro de los miembros de la Société Nationale de Musique estuvo muy lejos de ser completa y sin fisuras. En el caso de Franck, por ejemplo, la adscripción inicial al grupo entraba en tensión con su indiscutible querencia por la música alemana: es sabido que César Franck combinó el culto a Bach con el de Liszt y Wagner. En él se observa, indudablemente, una vinculación del gusto francés con la conducta sinfónica de ascendencia germánica. Esa impronta wagneriana será también visible en otros compositores como Chabrier y Vincent d’Indy (este último, discípulo y seguidor de César Franck).