Arquitectura y crítica en Latinoamérica
Josep María Montaner
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Montaner, Montaner, Josep Jos ep María Arquitectura y crítica en Latinoamérica. - 1a ed. - Buenos Aires : Nobuko, 2011. ISBN ISBN 978-987-34-1053-6 978-987-34 -1053-6 1. Teorías de la Arquitectura. I. Título. CDD CDD 720.01 720 .01
Diseño Diseñ o de tapa tap a y gen g enera eral l Maia Elkin Hecho el depósito que marca marca la ley 11.723 Impres Impresoo en Argentina / Printed Printe d in Argentina Argentina La reproducción total o parcial de este libro, en cualquier forma que sea, idéntica o modificada, no autorizada por los editores, viola derechos reservados; cualquier utilización debe ser previamente solicitada. © 2011 nobuk o ISBN ISBN:: 978-987-3 97 8-987-34-1053 4-1053-6 -6 Marzo de 2011 Venta en: LIBRERIA TECNICA CP67 Florida 683 - Local 18 - C1005AAM Buenos Aires - Argentina Tel: 54 11 4314-6303 - Fax: 4314-7135 - E-mail:
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Dedicado a los muchos amigos y amigas latinoamericanos que, generosamente, me han ido acompañando en el conocimiento de preciosas porciones de su continente; empezando por mi mujer, de origen argentino.
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Agradecimientos Este libro es el resultado del curso “Crítica de Arquitectura e Latinoamérica”, iniciado en el curso 1998-1999, al mismo tiempo que la primera Bienal Iberoamericana de Ingeniería y Arquitectura realizada e Madrid en 1998, y dado por terminado en la edición del curso 2009-2010. La asignatura se impartió dentro del Master y Doctorado del Departamento de Composición Arquitectónica de la ETSAB y estuvo complementada durante la mayoría de dichos cursos por la asignatura de Fernando Álvarez, dedicada a la arquitectura en América Latina. Sin duda ha sido la experiencia de impartir estas clases y la exposición de los trabajos de los estudiantes lo que ha ido decantando este texto y lo que ha aportado nuevos autores, como Luis Miró Quesada, Alberto T. Arai o Jua Borchers, propuestos por los propios estudiantes peruanos, mexicanos y chilenos, respectivamente. Todo el contenido de dicho curso ha sido puesto a prueba en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Mendoza, a finales de junio del 2010, dentro del Doctorado en Arquitectura coordinado por Alejandra Sella, a quie agradezco enormemente su invitación y generosidad. Dicha intervención en el Doctorado ha servido para poner en limpio estas anotaciones y para aportar nuevas ideas, especialmente algunas de las expresadas en las conclusiones. E este sentido, agradezco las intervenciones de los estudiantes de doctorado, especialmente las aportaciones de Stella López Frasca, de Mendoza, y de Carlos Pointis, de Córdoba. Sin duda, además de las aportaciones de los estudiantes que han pasado por el Departamento de Composición a lo largo de estos doce cursos, en el texto se recogen ideas y sugerencias aprendidas de Marina Waisman, César Naselli y Franco Marigliano de Argentina, Shariff Kahatt de Perú, Carlos Eduardo Comas y Claudia Cabral de Brasil; y muchas ideas comentadas co Zaida Muxí. En su redacción y puesta a limpio he contado con la colaboración de Rita Montaner, socióloga, y Roser Casanovas, arquitecta. Agradezco, por último, al editor y amante de los libros Guillermo Kliczkowski por sus comentarios tan valiosos y por haber incluido este libro en su editorial Nobuko, de Buenos Aires.
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Presentación: crítica y conceptos Este texto rastrea, a grandes rasgos, las líneas de pensamiento de la crítica de arquitectura en el contexto latinoamericano, centrándose en algunos de los autores y autoras más representativos y comprobando como se empieza legitimando el surgimiento de la arquitectura moderna en cada país, e relación a las propuestas europeas y norteamericanas y, más tarde, cómo se consolidan unas propias construcciones de la historia y de las posiciones teóricas; y cómo, tras la recepción de la arquitectura moderna, se realiza s evolución y superación. Es cierto que una interpretación de la crítica y la teoría de la arquitectura en Latinoamérica es un objetivo inabarcable. Aquí sólo se pretende señalar algunas direcciones, desvelar algunos síntomas, enfatizar algunas interpretaciones, destacar algunas teorías, rescatar algunos autores, analizar una serie de libros. Se trata de una interpretación desde Europa, basada en el conocimiento de la realidad cultural, artística, arquitectónica y urbana de gran parte de Latinoamérica, pero hecha, en definitiva, desde una mirada europea. En la base, hay un diálogo apasionado entre las culturas de América y de Europa. A la hora de estructurar en libro, y frente a los tres posibles criterios para elaborar dicha construcción de la crítica, es decir, el criterio cronológico o diacrónico, el criterio espacial, por países y contextos, y el criterio por posiciones interpretativas, se ha elegido una solución híbrida; tres períodos, y dentro de cada período, un desarrollo predominantemente por países y por posiciones, que se compartimenta en siete capítulos. Los tres períodos generales en los que se divide el trabajo son, primero, el de los pioneros de la arquitectura moderna y de las primeras interpretaciones teóricas, periodo que iría desde 1925, en que Gregori Warchavchik publicaba en Brasil su ensayo “Sobre la arquitectura moderna” hasta 1969, aproximadamente, cuando se concretan fuertes cambios económicos, sociales y culturales, tanto en el contexto general como en las condiciones latinoamericanas. Lógicamente existen periodos previos que aquí no se van a tratar, como la arquitectura ecléctica del siglo XIX o como las primeras décadas del siglo XX, en las que se empiezan a crear las escuelas de Arquitectura, como las de Córdoba y Santa Fe en Argentina, fundadas e 1924. En las primeras décadas del siglo XX, la profesión de arquitecto inició un lento proceso de definición de sus límites, diferenciándose de otras 6
actividades técnicas, especialmente de la ingeniería. En Brasil, en cambio, las enseñanzas de la arquitectura surgieron de la tradición de las Bellas Artes. El segundo período es el de la consolidación de la primera generación de críticos latinoamericanos, como Marina Waisman, en los años setenta. Si en el primer período predominan interpretaciones de raíz internacional y el argumento básico es la defensa de la arquitectura moderna, en el segundo se consolidan interpretaciones propias, se defiende el regionalismo y se crean e 1985 los SAL (Seminarios de Arquitectura Latinoamericana) con motivo de la primera Bienal de Arquitectura de Buenos Aires. Y un tercer período se iniciaría a finales de los años ochenta y principios de los noventa, cuando empiezan a publicarse o a tener un peso decisivo textos de autores de otras generaciones, como Enrique Browne, Cristiá Fernández Cox, Jorge Francisco Liernur, Roberto Fernández, Fernando Díez, Elio Martuccelli, Edson Mahfuz, Ruth Verde Zein, Carlos Eduardo Comas, Hugo Segawa, Silvia Arango ó Alberto Saldarriaga. Esta eclosión y consolidación de las interpretaciones contemporáneas constituiría el período actualmente vigente. Estas tres partes van a desarrollarse en siete capítulos en los que, teniendo en cuenta estos tres periodos –eclosión de la arquitectura y el urbanismo modernos, consolidación de la teoría en Latinoamérica y corrientes contemporáneas cosmopolitas-, se van a agrupar las interpretaciones por países. Este texto, totalmente nuevo e inédito, constituye una continuación del libro Arquitectura y crítica, publicado en 1999 en la editorial Gustavo Gili y revisado y ampliado en el 2007. En definitiva, ambos se complementan y éste viene a cubrir un vacío y una deuda por el altísimo valor de la crítica e Latinoamérica. Este libro, además, se complementa con una novedad pensada para hacerlo més útil y didáctico: el comentario de los 21 libros considerados más significativos. En la selección ha primado la elección de los textos más influyentes, con una cierta afinidad por aquellos menos académicos y ortodoxos, aquellos que tienen un horizonte más democrático y socialista, y aquellos en los que predomina una mirada cosmopolita y abierta al mundo, lejos de las restricciones de los regionalismos y nacionalismos.
Introducción a la problemática de la crítica En primer lugar, es evidente que el contexto de la crítica es el de la geografía de la democracia, el de los territorios en libertad. Sólo hace falta 7
ver cuáles son los lugares donde se han desarrollado estas tradiciones críticas o dónde existen los grandes museos y las grandes editoriales de temas artísticos. Ningún país, sin un vital y consolidado proceso democrático, puede aspirar a generar ninguna propuesta relevante en el campo de la crítica artística. Ante situaciones que conllevan la reducción de la libertad, los núcleos de la crítica emigran buscando continuidad en países de sólida base democrática. Por esta razón Fritz Saxl y Edgar Wind trasladaron la gra biblioteca que había creado Aby Warburg en Hamburgo, justo cuando se iniciaba la ascensión del nazismo, fundando el Warburg Institute en Londres; o los archivos de los CIAM, a raíz de la Segunda Guerra Mundial, se trasladaron a Estados Unidos. Y esto también se refleja en Latinoamérica: las mejores tradiciones críticas están en los países en los que, a pesar del drama de las dictaduras sufridas por algunos de ellos, tienen una estructura democrática: Argentina, Brasil, Chile y México. Historia, crítica y teoría se complementan y son, a la vez, totalmente distintas en sus métodos y objetivos. La historia trabaja sobre los documentos del pasado para reconstruir y reinterpretar los hechos. La crítica afronta la obra contemporánea, en su momento y contexto, para explicarla. La teoría constituye la más alta elaboración conceptual, es excepcional y no se puede hacer sin el conocimiento de la historia, ni se puede sustentar si no se pone a prueba con la crítica. Asimismo, en toda crítica ha de haber detrás, para que sea consistente, una teoría. Deberíamos añadir que crítica, teoría e historia, a pesar de utilizar métodos distintos y tener objetivos propios, beben de las mismas fuentes; tal como señaló Benedetto Croce, son inseparables. La historia ha de ser siempre contemporánea, no pudiéndose separar de su identidad crítica, de la interpretación y el juicio de los valores estéticos. En este sentido, es evidente que en la cultura latina (en el arco Mediterráneo y en Latinoamérica) ha predominado autores dedicados a la vez a la crítica y a la historia y, e cambio, en culturas centroeuropeas y nórdicas (especialmente Alemania e Inglaterra, incluyendo Madrid) se ha disociado claramente el trabajo de la crítica del de la historia. 1 Para el estudio de los fenómenos arquitectónicos y urbanos es básico, desde el punto de vista del método, tener en cuenta la cultura arquitectónica e tres ámbitos: - La Enseñanza; es decir, conocer las distintas tradiciones de las escuelas y facultades de Arquitectura; su evolución desde las ingenierías o las bellas artes a las escuelas de arquitectura; sus fundadores y teóricos más importantes; sus ideas, métodos y planes de estudios. 8
- La Difusión; es decir, el mundo editorial y las revistas de arquitectura, arte y cultura. El mundo editorial ha sido muy importante en Argentina (con editoriales como Nueva Visión, Poseidón, Summa o Nobuko) y también se ha desplazado hacia México, Venezuela, Brasil y Colombia. Ello es clave para la difusión de la cultura arquitectónica. - El Pensamiento; es decir, la transmisión de las ideas a través de las posiciones teóricas utilizando distintos medios de expresión y difusión. Además, se pueden tener en cuenta otros tipos de instituciones influyentes, como los colegios profesionales, en ciertos casos. 2
Conceptos básicos para una crítica de arquitectura en Latinoamérica Entre los textos que podemos tomar como referencia para afrontar los conceptos fundamentales de la cultura, el arte y la arquitectura en América Latina existen dos especialmente contundentes: La invención de América del mexicano Edmundo O’Gorman (1958) y El laboratorio americano del argentino Roberto Fernández (1998). Por una parte, Edmundo O’Gorman interpreta el descubrimiento de América como invención necesaria para la cultura europea, como experiencia básica en el pensamiento humanista del Renacimiento y como tierra del otro que se intenta conformar a imagen y semejanza de su inventor. Al mismo tiempo, esta nueva Europa que se extiende por América, esta tierra del porvenir y de la libertad, forzó a la cultura europea a modernizarse radicalmente, a transformar sus esquemas mentales, a adaptar su modelo existente de mundo a las nuevas circunstancias. Y por otra parte, Roberto Fernández interpreta América como el laboratorio de los diversos sistemas políticos y económicos, urbanos y estéticos, que se han ido sucediendo. América como persistente lugar donde aplicar las utopías surgidas en Europa, y como laboratorio en el que, si descanso, se hibridan la modernidad ecuménica, que va siendo importada, y la propia cultura precolombina, que siempre va resurgiendo. Un proceso que desemboca en conflictos, pero también que ha potenciado una propia y peculiar modernidad latinoamericana. Cabría señalar muchas cuestiones relacionadas con el substrato cultural y con la difusión histórica de las diversas culturas latinas en América. El legado lingüístico y la implantación de unas simbologías religiosas forman parte de 9
dicho substrato. Existen también tradiciones comunes respecto al espacio urbano, definidas por la Ley de Indias –la cuadrícula, la calle y la plaza, el patio y el claustro, el mercado y las galerías- y al uso de ciertas estructuras y tipologías arquitectónicas que contemporáneamente se han hibridado con otras procedentes de la aldea global. Es importante resaltar que en Latinoamérica, el humanismo y el realismo que se habían desarrollado en Europa a mediados del siglo XX, con el existencialismo y la fenomenología, continúan teniendo enorme fuerza y vigencia. Unas sociedades con fuertes desigualdades sociales, con sectores muy ricos y amplísimos sectores muy pobres, han potenciado la pervivencia de una mayor sensibilidad hacia el humanismo y el realismo en relación a unas necesidades humanas urgentes y a la promesa de unas sociedades más ustas y sustentables. En este sentido, mientras la vieja Europa ha perdido totalmente la capacidad para generar líderes sociales, en América Latina tienen lugar todo tipo de experiencias políticas: los políticos populistas, la generación de nuevos líderes y movimientos sociales, especialmente en países como Brasil y Colombia, donde sus ciudades han desarrollado ejemplares experimentos urbanos. Llegados a este punto, hemos de insistir en cual es el punto de vista de esta interpretación: una visión desde Europa que, por mucha simpatía y conocimiento que se tenga de Latinoamérica, no puede dejar de ser deudora de las categorías y miradas que Europa ha creado sobre América. Para la construcción de estas anotaciones sobre la crítica de arquitectura latinoamericana se parte de cinco conceptos: naturaleza, ciudad, patrimonio, casa y tecnología, que van a ser recurrentes en los autores y autoras que vamos a analizar.
1. La naturaleza como paisaje Destacan, en primer lugar, las especiales características de las cuestiones relacionadas con la escala del medio ambiente y del territorio. No podemos olvidar que, desde Europa, América se ha visualizado históricamente como reserva de naturaleza. Es desde este punto de vista que Latinoamérica levanta críticas y elogios. Son criticables las grandes obras de infraestructura y el tipo de consumo de territorio que se da en cada país. América es determinante por las aportaciones extremas, tanto positivas como negativas, que se hacen a nivel planetario. Las emisiones de dióxido de carbono de sus megalópolis quedan contrapesadas por las aportaciones de sus reservas naturales. No 10
olvidemos que Norteamérica fue pionera en preservar parques naturales y e proponer el “sistema de parques” que inventó Olmsted. En este sentido, tendrían un papel destacado aquellas ciudades, como Curitiba en Brasil, que han sido modélicas al afrontar los retos ecológicos con sistematicidad, imaginación y continuidad. A lo largo de todo el siglo, el paisaje ha sido determinante en una buena parte de la arquitectura y del urbanismo americano. La escala, la cualidad y la biodiversidad de los paisajes formados por volcanes, selvas, manantiales, ríos, parques naturales, cordilleras, llanuras, desiertos, arrecifes de coral e islas han caracterizado la realidad medioambiental del continente. El paisaje ha sido determinante en la implantación de ciudades como Río de Janeiro, La Paz, Bogotá, Medellín, Quito, Cuzco, Santiago de Chile o Caracas, fuertemente caracterizadas por el lugar. En este sentido no es casual que la I Cumbre de la Tierra de 1992 se celebrase en Río de Janeiro. Por lo tanto, el fenómeno de la importancia del paisaje es uno de los que caracterizan a América, que ha sido conceptualizada desde Europa como la naturaleza: representa la pervivencia de una naturaleza que Europa sacrificó con la revolución industrial. América, lugar de la búsqueda de fortuna, albergue de exiliados y territorio de exploración de utopías, se convierte, desde la mirada europea, en el laboratorio americano. Es también el lugar de la excentricidad, del descentramiento; es la periferia posible y deseada. Y no es casual que después del paisajismo inglés del siglo XVIII y de las derivaciones hasta el clasicismo del paisaje francés de raíz mediterránea a principios del siglo XX, el más grande paisajista del siglo pasado haya sido el brasileño Roberto Burle Marx. Formado como pintor y botánico, Burle Marx fue autor de gran cantidad de jardines privados y parques públicos, como el Jardín Monteiro (1948) o el Parque de Ibirapuera en São Paulo (1953). En sus trabajos sintetizaba la abstracción moderna presente en las obras de Jean Arp o Joan Miró con la visión global de la selva, similar a las formas en dedos y amebas de los ecosistemas. Burle Marx tenía en Sa Antonio de Vica, cerca de Rio de Janeiro, su centro de trabajo y de ocio, co sus invernaderos para las colecciones de plantas tropicales, especialmente bromelias, procedentes de la selva amazónica de Brasil y Venezuela. Todo ello, sin olvidar la aportación al diseño de los jardines por parte de Luis Barragán en México, con la urbanización de El Pedregal o el espacio libre de la UNAM. En este aspecto, en América Latina podemos considerar que se da lo mejor y lo peor: reservas protegidas de parques naturales y máxima contaminación en las metrópolis, en las que, como en Caracas, São Paulo o Buenos Aires los ríos son una auténtica cloaca al aire libre, o en México D.F., 11
con altos niveles de contaminación atmosférica. Latinoamérica es una reserva de naturaleza, pero la creencia de que el territorio es ilimitado lleva a dejar unas huellas terribles de grandes complejos e infraestructuras obsoletas, que se abandonan a su ruina, tal como sucede en ciudades argentinas como Santa Fe. En este sentido, Europa puede aprender del contexto latinoamericano la sensibilidad por el paisaje desarrollada a lo largo de este siglo, las experiencias de los arquitectos y arquitectas paisajistas y las edificaciones dispersas e integradas en los parques nacionales. Y bastantes grandes capitales de Latinoamérica pueden aprender, salvo excepciones emblemáticas, de la reglamentación sobre el medio ambiente y la sostenibilidad, la recogida selectiva y el reciclaje de residuos, el ahorro energético y la adaptación de la ciudad a los niños, tal como se empieza a experimentar en algunas ciudades europeas.
2. De la ciudad a la megápolis El segundo gran tema de confluencia es el de la ciudad, con los problemas urbanos que son acuciantes en algunas de las grandes metrópolis latinoamericanas, como México D.F., São Paulo, Buenos Aires, Caracas o Lima. En las cuestiones urbanas se encuentra una de las raíces más fuertes que entronca a todos los países latinos: además de una común tradición urbana de ciudades coloniales, de calles y plazas, de claustros y patios, también ha existido un intercambio contemporáneo entre los métodos de análisis urbanos desarrollados en la Europa meridional. La mayoría de grandes ciudades latinoamericanas se caracterizan por u núcleo originario colonial -del que quedan vestigios en ciudades como Córdoba (Argentina), La Antigua (Guatemala), Caracas, Quito, México D.F., el barrio de la Candelaria en Bogotá o La Habana Vieja. El cambio del siglo XIX al siglo XX se caracterizó por la introducción de la urbanística moderna, en casos como el de Rio de Janeiro, São Paulo o Buenos Aires, con toda s aparatosidad y exuberancia, empezando por los modelos de la ciudad-jardí británica o los parques clasicistas franceses (exportados personalmente por Unwin y Parker y por Forestier, respectivamente) y por los modelos de las ciudades norteamericanas, como Chicago y Nueva York, y siguiendo con los prototipos lecorbusierianos, los proyectos para ciudades latinoamericanas de Josep Lluís Sert y Paul Lester Wiener, la implantación de la Carta de Atenas y la recurrencia a las morfologías del Team X. 12
Desgraciadamente, a partir de los años sesenta del siglo pasado ha predominado un crecimiento salvaje, expresión máxima de las leyes e inercias capitalistas de crecimiento. Esto ha llevado a unas ciudades modernas desbordadas y caóticas, con multitud de barrios periféricos, una parte de ellos urbanizaciones cerradas para ricos y otra parte barrios marginales autoconstruidos por los pobres. En las últimas décadas se ha tendido al abandono y deterioro de los centros históricos y de su espacio público, en una burda imitación del urbanismo norteamericano favorable a las periferias 3. La aberración de las urbanizaciones cerradas intenta crear su propio ambiente, pretendidamente protegido del caos exterior, copiando nostálgicas arquitecturas de un pasado que no existió e intentado escapar a la legislació y orden público del resto de la sociedad. Por otra parte, la urbanización informal reproduce tanto la cultura orgánica y espontánea del campo en el corazón de la metrópolis, como repite el acto arbitrario de los conquistadores de apropiarse de las tierras. De hecho, la morfología del barrio autoconstruido no es nueva, ya que desde la fundación de las ciudades coloniales se han reproducido en sus exteriores y caminos los arrabales de los pobladores pobres procedentes del campo. Dicha estructura urbana es el resultado del precario papel histórico del Estado en Latinoamérica. Sin embargo, algunas ciudades, como Curitiba y Porto Alegre en Brasil o Córdoba en Argentina, han conseguido corregir estas tendencias. Una ciudad como Mendoza, en Argentina, ha desarrollado desde la segunda mitad del siglo XIX el modelo de ciudad-oasis, plantando miles de árboles regados en verano por acequias omnipresentes entre las calles y las veredas. Y desde fechas más recientes lo han iniciado Río de Janeiro, São Paulo, Montevideo, Bogotá o Medellín, intentando integrar esta característica de la ciudad latinoamericana de convivir con el caos, regenerando los ecosistemas y creando nuevas redes de espacios y edificios públicos. En el terreno del urbanismo contemporáneo, las ciudades americanas da lecciones de energía y vitalidad, de cómo convivir e integrar el caos contemporáneo; de cómo desarrollar en el espacio unas sociedades que aceptan la pluralidad de lógicas, entrecruzándolas simultáneamente. Y las ciudades europeas, especialmente las mediterráneas, son ejemplo por s compacidad y cohesión, por el énfasis en el espacio público y, en definitiva, por su capacidad de ir acumulando los vestigios y trazados de la historia, de ir reelaborando su memoria. Los mejores logros en la arquitectura y el urbanismo latinoamericano se produjeron en los años cincuenta y sesenta, período en general de prosperidad y de políticas progresistas socialmente. Es la época de la UNAM en México D.F., de la Universidad de Venezuela en Caracas, de la Universidad de 13
Bogotá, de los nuevos museos en Brasil y, en general, de los nuevos equipamientos para la cultura, la educación y la salud, de los que la ciudad de hoy debería saber aprender. En definitiva, Latinoamérica, más que por países está conformada por ciudades.
3. El patrimonio como substrato Otra de las características determinantes de la arquitectura y el urbanismo, de la historia, la teoría y la crítica, en América Latina es la existencia de u substrato propio, que aflora siempre, más allá de los movimientos internacionales. El apartado del patrimonio arquitectónico nos lleva a profundizar en la arquitectura colonial, los modelos de edificios religiosos, las tipologías residenciales, los patrones de los edificios públicos y los modelos industriales, más o menos comunes, hasta llegar a la defensa de la arquitectura moderna que promueve el DoCoMoMo, con especial potencia en Brasil. En cada país y en cada momento dicho substrato es interpretado de modos distintos, de la misma manera que hay países como Argentina, más abocado a los movimientos internacionales, y países como Perú y México, que desde mediados del siglo XX han puesto en valor la herencia arqueológica prehispánica, o Bolivia y Ecuador que defienden una arquitectura local y vernácula. Hoy dichos valores pueden expresarse en la revalorización de los modos de vida más auténticos y propios o en la defensa de las características del medio ambiente. Se ha de remarcar el diferente significado que por países y épocas ha tenido la recuperación de la historia y el patrimonio. Por ejemplo, como veremos, es bien distinto el significado para la cultura artística y arquitectura brasileña que tiene la síntesis de patrimonio y modernidad, que la que va a tener la recuperación de la historia de México en las obras de los muralistas como Diego Rivera, José Clemente Orozco o David Alfaro Siqueiros. Este substrato se expresa en los valores simbólicos, materiales, técnicos, culturales, arquitectónicos, urbanos y paisajísticos. Dicha cuestión de la pervivencia del patrimonio va a ser enormemente ambigua. Como es en el caso de México, donde la imaginería barroca y la fe cristiana han llegado vivas hasta hoy, a pesar de muchos fenómenos históricos, como las estrictas normas de la Ilustración promulgadas por los borbones –especialmente Carlos III- a finales del siglo XVIII; la presión del liberalismo del siglo XIX; y la Revolución Mexicana, que se inclinó por la posición anticlerical 4, tal como 14
demuestra demuestra la Constitución Constitución de 1917. Y, tal como veremos a lo largo del libro, la recuperación o no de dichos valores va a ser s er determinan determinante te en las diversas divers as in i nterpretaciones terpretaciones teóricas. teóricas .
4. La casa como microcosmos Y un cuarto tema central es el de la casa y el de la vivienda social; es decir, el habitar, que tiene una especial fuerza en América donde el habitar es una actividad, una construcción social. Por una parte, con los ejemplos singu singulares de arqu ar quitectu itectura ra culta culta para par a casas cas as unifamili ifamiliares, ares, la vivienda privada, pri vada, y, por otra parte, con la vivienda masiva, poniendo especial énfasis en una visión social, que expresa la situación real de necesidad acuciante de vivienda popular digna en la mayor parte del territorio latinoamericano; y que cada país y período ha afrontado afrontado o a esquivado de maneras maneras diversas. diversas . Por una parte, las casas unifamiliares, aunque sean sencillas, se va convirtiendo en microcosmos, pequeños mundos autónomos en los que conviven obras de arte, plantas y árboles, objetos de artesanía popular y libros. Parece que cada latinoamericano haya heredado un cierto espíritu de Robinson Crusoe o de colonizador, y tenga una especial capacidad para crear mundos, tal como han hecho sus novelistas. Todo ello se produce en unos contextos caracterizados por la sensibilidad humanista y realista, en una Latinoamérica en continua crisis existencial, en unas culturas que se vuelca hacia el paisaje, incluso en contextos urbanos agresivos. Es aquí donde se puede puede enten entender der el deseo del habitante abitante que tiene recursos de con convertir vertir su casa en un universo. Y es en estas coordenadas donde se puede situar la arquitectura privada y pública de Lina Bo Bardi, Lucio Costa, Oscar Niemey Niemeyer er o Paulo Paulo Men endes des da Rocha Rocha en Brasil, Brasil , Eladio Dieste en Urugu ruguay ay,, Carlos Raúl Villanueva y Fruto Vivas en Venezuela, Luís Barragan en México, Rogelio Salmona en Colombia o Ricardo Porro en las primeras experiencias de la Cuba socialista. Por otra parte, sería necesario establecer criterios funcionales y formales para poder afrontar afrontar los diversos modelos de vivienda vi vienda social y masiva masiva en cada contexto, teniendo en cuenta los muy diversos estadios económicos, tejidos urbanos, sistemas legislativos y de gestión, tradiciones culturales y posibilidades posibi lidades de participación par ticipación de los usuario en unas unas cu cultu lturas, ras, algun algunas de las cuales, especialmente las andinas, han conservado un fuerte saber popular para construir construir espacio. En este sentido, sentido, se debería hablar de reciclaje reci claje urbano, aprovechando las cualidades de los tejidos existentes e interviniendo en el 15
interior de ellos. La arquitectura latinoamericana es actualmente fuente de inspiración por sus magníficos ejemplos de casas como microcosmos, integradas al entorno, y la arquitectura europea lo ha sido por los ejemplos de política de vivienda social, social , especialm especial mente ente en las experiencias ya ya clásicas clási cas de la l a socialdem social democracia ocracia y el racionalismo de entreguerras y de después de la Segunda Guerra Mundial, y en algunas experiencias contemporáneas en Francia, Holanda, Alemania, Italia, Portugal, Inglaterra, España y los países nórdicos.
5. Tecnología ecn ología socializadora social izadora Por último, también es necesario tener en cuenta las repercusiones de la tecnología en el ámbito del proyecto arquitectónico: en qué medida en cada país se utilizan los materiales y técnicas técnicas au autóct tócton onos os y cómo cómo se produce la contemporánea disociación entre la técnica y la forma ante el avance tecnológico y la sociedad; cómo los nuevos materiales y las nuevas tecnologías influyen en la obra arquitectónica, así como los nuevos medios de dibujo y representación por ordenadores. Generalmente, la mejor arquitectura latinoamericana ha sido aquella que ha desarrollado las técnicas arquitectónicas propias –muros tradicionales, fábrica de ladrillo, madera, apropiación del hormigón armado– y ha huido de un uso acrítico y directo de las tecnologías internacionales más avanzadas. En Brasil, especialmente, hay una muy buena tradición que sabe utilizar la tecnología como medio de socialización de la calidad de vida, como es el caso de la obra de João Filgueiras Lima “Lelé”, de Paulo Mendes da Rocha o de Joan Villà. En Brasil se ha conseguido aclimatar la arquitectura moderna de pilotis pil otis y fachada fachada libre li bre al clima y a la tradición constru constructiva ctiva propia. Se trataría de comprobar en qué medida la tecnología se utiliza como soporte de reconocimiento local o como medio para la síntesis entre las posibilidades posibi lidades locales y los códigos técnicos técnicos int i nternacion ernacionales. ales. Recurrir Recurrir en cada proyecto proyecto a las raíces raí ces tecnológicas tecnológicas de cada país, a la relación r elación que que en cada caso se establece entre formas y materiales, es la única manera de poder exponer, analizar y comparar críticamente las producciones de los distintos países latinoamericanos. En este sentido han sido sumamente valiosas las aportaciones de arquitectos e ingenieros como Fruto Vivas, Claudio Caveri, Eladio Dieste, Félix Candela, Lelé y otros. Este uso social y experimental de la tecnología es uno de las rasgos característicos de la arquitectura latinoamericana, que cada vez debe definirse 16
en relación a unas tecnologías internacionales que, desde una visión romántica y antiindustrial, se ven como herramientas importadas, pero que, al mismo tiempo, con sus materiales y sistemas constructivos son vehículos de conocimiento, participación e inversión para el futuro. En definitiva, el establecimiento de unas valoraciones de la historia de la crítica de arquitectura y urbanismo en Latinoamérica en el siglo XX y la definición de una constelación de temas, de escalas distintas y mutuamente relacionadas, puede permitir delimitar los conceptos básicos más idóneos para las investigacion investigaciones. es. Una vez delimitados delimitados los nud udos os de con conceptos ceptos claves, cl aves, las tradiciones imprescindibles de la crítica, los núcleos de formació académica, los focos editoriales, los autores y autoras claves, los libros co más influencia, las aspiraciones comunes, se pueden establecer los temas centrales y las coordenadas de los trabajos de investigación, de los debates generales gen erales en entre tre críticos y de los debates locales l ocales en ciudades ciudades y universi universidades. dades. 1. Véase Josep María Montaner, Ar 1. Véase Montaner, Arqu quite itectura ctura y crítica. Ed. crítica. Ed. Gustavo Gili S.A. Barcelona, (segunda edición revisada y ampliada, 2007 y edición en portugués, Ar portugués, Arqu quitet itetura ura e critica, Ed. Gustav Gustavoo Gili Gil i S.A. S.A. Barcelona Barcelo na,, (200 (2 007) 7) 2. Véase Roberto Fernández, La ilusió 2. ilu siónn proyectual proye ctual.. Una histor his toria ia de la Arqu Arquitectu itectura ra rgentina 1955-1995, 1955-1995, Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño, Universidad Nacional de de Mar del Plata, 1996 3. Véase 3. Véase Zaida Muxi, La Muxi, La arquitectura arquit ectura de la l a ciudad ciud ad glob g lobal, al, Nobuko, Nobuko, Buenos Aires, 2009. 4. Véase Serge Gruzinsky. La guerr 4. gu erraa de las imágenes imáge nes.. De Cristóba Cristó ball Colón Coló n a “Blade Runner” Runn er” (1492-2 (149 2-201 019), 9), Fondo Fondo de Cultura Económica, Económic a, México D.F., D.F., 1994. 199 4.
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Primera parte
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Movimientos fundacionales: La legitimación de los maestros de la arquitectura moderna y las primeras teorizaciones, 1925-1969 Tal como ya se ha escrito, en este libro no se van a estudiar las publicaciones que se realizaron en el siglo XIX y a principios del siglo XX dentro de la tradición académica y ecléctica, aunque esta producción teórica tuviera peso en países como Argentina, Chile, Brasil o México, país en donde la Academia Real de San Carlos, dirigida por el académico valenciano Manuel Tolsà, fue fundada en 1783 por la corona española para imponer el lenguaje neoclásico y reprimir los desmanes barrocos. Esta primera parte se va a centrar en la evolución de la teoría de la arquitectura moderna en Latinoamérica, atendiendo a dos fenómenos. Por una parte, la formulación de una propia teoría, tomando como referentes a autores como Enrico Tedeschi, Luis Miró Quesada o Alberto Arai. Y por otra parte, se pondrá en relación la obra y la crítica de los propios maestros de la arquitectura moderna en Latinoamérica, poniendo énfasis en las formulaciones de los autores que en cada país fueron los protagonistas de su eclosión, insistiendo especialmente en los casos de Brasil, México, Venezuela, Chile y Perú. En la configuración de una teoría latinoamericana de la arquitectura ha sido fundamental la aportación de los textos que los arquitectos más cualificados han escrito, conceptualizando su obra y poniéndola en relación a los inicios del movimiento moderno. Los textos de los protagonistas de la arquitectura moderna también se desdoblan entre aquellos que van poco más allá de una autorreflexión sobre la propia obra (Luis Barragán, Oscar Niemeyer, Carlos Raúl Villanueva) y aquellos que, más allá de su muy cualificada obra arquitectónica, formulan una propia teoría, como es el caso de Lucio Costa y Lina Bo Bardi.
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Capítulo 1 Los inicios de la teoría de la arquitectura y el urbanismo en Argentina
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En Argentina la tradición moderna del arte y de la arquitectura fue introduciéndose en los años treinta y consolidándose de manera profunda, pasando a formar parte de su identidad contemporánea. En los años cuarenta aparecieron los primeros manifiestos escritos, proyectados y realizados por Amancio Williams y las primeras realizaciones racionalistas de Mario Roberto Álvarez, quien más tarde haría una obra tan emblemática como el Teatro Municipal General San Martín en Buenos Aires (1953-1960). En la génesis de la crítica de arquitectura en Latinoamérica durante el siglo XX ha existido una fuerte influencia europea, esencialmente italiana. De hecho, entre los años cuarenta y sesenta, los vínculos con los arquitectos italianos y con revistas como Casabella fueron especialmente intensos e Argentina.
La experiencia pedagógica de la Escuela de Arquitectura de Tucumán En el caso de la arquitectura argentina fue clave la experiencia pionera de la Escuela de Arquitectura de Tucumán. En 1946 se fundó el IAU (Instituto de Arquitectura y Urbanismo de Tucumán), con la voluntad de crear una nueva Bauhaus, una escuela con la ambición de tener influencia en el ámbito regional del noreste argentino. El Instituto de Arquitectura y Urbanismo fue promovido por un grupo de renovadores y jóvenes arquitectos argentinos, con Eduardo Sacriste, Horacio Caminos y Jorge Vivanco a la cabeza, y en él interviniero arquitectos italianos como Cino Calcaprina, Ernesto Nathan Rogers, Luigi Piccinato y Enrico Tedeschi, invitados por Vivanco durante su viaje a Europa en 1947. Al grupo se unieron nuevos profesores, como Hilario Zalba, José Le Pera, Rafael Onetto y Jorge Borgato. Dicha Escuela de Arquitectura del IAU de Tucumán arrancó con la influencia lejana del Grupo Austral de Buenos Aires; liderado por Antoni Bonet Castellana, Juan Kurchan y Jorge Ferrari Hardoy. El paso de Ernesto Nathan Rogers fue efímero, entre 1947 y 1948; e cambio Enrico Tedeschi se instaló definitivamente en Argentina en 1948 y tuvo una gran influencia. La experiencia pionera de Tucumán sufrió un cambio en 1950, ante la dificultad de construir la nueva y grandiosa Ciudad Universitaria tras las crisis económicas. En 1952, de Instituto pasó a ser Facultad y la crisis fue acelerándose hasta el cierre en 1955, con el golpe de estado y la caída de Perón. 21
Todos estos hechos tuvieron un gran peso en el incompleto desarrollo del ambicioso nuevo campus Universitario sobre el cerro de San Javier. De todo lo previsto sólo se inició la gigantesca estructura de pórticos de hormigó armado de la residencia de estudiantes, proyectada con la colaboración de Eduardo Catalano, un bloque de 480 metros de longitud que ha quedado como una ruina fantasmagórica. Sólo se terminaron las preciosas casas organicistas para residencia de los profesores, proyectadas por Horacio Caminos. El proyecto de campus, de una escala gigantesca, estaba inspirado en los campus de Le Corbusier, como sus urbanizaciones para Nemours y Saint Dié. Además de la aportación teórica de Enrico Tedeschi, que se comenta a continuación, la experiencia de Tucumán produjo textos muy interesantes, como el de Eduardo Sacriste, Charlas a principiantes, de un fuerte carácter didáctico, publicado en 1986 por la Editorial Universitaria de Buenos Aires. La experiencia de Tucumán ha sido magistralmente estudiada, con rigor y precisión, por el arquitecto Franco Marigliano, en su tesis doctoral El nstituto de Arquitectura y Urbanismo de Tucumán (1946-1955, leída e Madrid en el 20031. Y el irrealizado sueño del campus gigantesco en la montaña tuvo su reflejo en los grandes edificios, también incompletos, de la Ciudad Universitaria de Buenos Aires, de los mismos Horacio Caminos, Eduardo Sacriste y Eduardo Catalano.
Los inicios de la teoría de arquitectura en Enrico Tedeschi La aportación de Enrico Tedeschi (1910-1978) en Argentina, se plasmó en una serie de libros trascendentales sobre arquitectura, especialmente Una introducción a la historia de la arquitectura (1951) y Teoría de la arquitectura (1962), además del libro dedicado a Frank Lloyd Wright (1955), de muy diversas colaboraciones en libros colectivos, como su texto “El medio ambiente natural” en el libro América Latina en su arquitectura (1975) coordinado por Roberto Segre, y de una gran cantidad de artículos Nacido en Roma en 1910, titulado como arquitecto en la Universidad de Roma en 1934, donde más tarde se doctoró en arquitectura, Tedeschi cultivó tanto la obra arquitectónica como la crítica y la historia. A partir de la Segunda Guerra Mundial había colaborado en Roma con Bruno Zevi en la fundación y dirección de la revista Metron y en la difusión del movimiento organicista en Italia. Con la llegada de la democracia cristiana al poder e 1947 Tedeschi, como otros arquitectos italianos, se sintió defraudado y optó 22
por impartir clases en 1948 a Argentina, donde decidió quedarse definitivamente. En Italia había realizado diversos planes urbanos y obras arquitectónicas, se había interesado por los sistemas industrializados y publicó el libro L’Architettura in Inghilterra; I servizi colletivi nelle comunità organica (1947). En síntesis, la aportación de Tedeschi significa el desarrollo de las teorías de Benedetto Croce y Bruno Zevi en tierras americanas. Tedeschi asumió la renovación de los estudios históricos y críticos desde el mismo interior del país, más allá de la capital porteña. Introducir las ideas de Zevi significaba introducir el pensamiento organicista; divulgar la estética de Croce significaba dar entrada a los conceptos de la teoría del arte centroeuropea (espacio en arquitectura, voluntad de forma, abstracción, empatía, etc) que Croce había introducido en las lenguas latinas al traducirlas de los textos alemanes de Alois Riegl, Heinrich Wölfflin, Wilhelm Worringer y otros. Para establecer todo juicio crítico sobre arquitectura, Tedeschi siguió la concepción de Benedetto Croce, que primaba el valor estético y espiritual de la obra de arte, conciliándola, en el caso de la arquitectura, con la relevancia de la funcionalidad, el contexto y la sociedad. Resumiendo, Enrico Tedeschi defendió desde Argentina tres conceptos básicos: la importancia de la historia en una situación contemporánea que ya podía superar el prohibicionismo decretado por la arquitectura moderna (e ello se aproximaba mucho a lo que defendió su compatriota E. N. Rogers desde la dirección de la revista Casabella); la insistencia en que la esencia de la arquitectura radica en el espacio, lo cual comporta una total transformación, tanto de los métodos del proyecto y la representación, como de los mismos criterios de la crítica (en ello continuaba las ideas de s maestro Bruno Zevi, superando, sin embargo, su concepción cerrada y exclusivista); y el reconocimiento de la importancia de la escala del paisaje y de la relación de la arquitectura con el medio ambiente. Durante su estancia en Tucumán, donde impartió clases en los periodos 1948-1953 y 1956-1958, publicó un libro básico, Una introducción a la historia de la arquitectura (1951) en el que explicaba todos sus amplios conocimientos sobre historia, teoría y crítica de arte y arquitectura y que era una muestra de su gran conocimiento y de su amplia biblioteca personal. Fue durante el período en que fue director de la Facultad de Arquitectura de Mendoza, que él mismo fundó en 1961, cuando publicó su libro más reconocido, Teoría de la Arquitectura (1962), en el que planteaba una renovación pedagógica desde la teoría del proyecto, y que fue utilizado ampliamente en España e Italia en los años setenta. En el prefacio a la tercera 23
edición, de 1972, el libro explicitaba sus sintonías con las teorías de Peter Collins, Reyner Banham, Renato de Fusco, Christopher Alexander, Christia Norberg-Schulz, Vittorio Gregotti y Giorgio Grassi. Aunque no citara a los dos libros más influyentes a finales de los años sesenta-el de Venturi y el de Rossi- la Teoría de la Arquitectura de Tedeschi estuvo a la altura de todas estas aportaciones en el campo de la teoría arquitectónica. El libro Teoría de la Arquitectura se estructura en tres partes esenciales dedicadas a la concepción y el desarrollo del proyecto arquitectónico. La primera parte, toda una novedad en el panorama de la arquitectura, estaba dedicada a las relaciones con la naturaleza: el paisaje natural, el terreno, la vegetación y el clima. La segunda parte estaba dedicada a las relaciones co la sociedad, tratando los usos físico, psicológico y social de la arquitectura, y sus relaciones con el paisaje cultural, la técnica y la economía, y culminando con el programa y la metodología del proyecto. Y la tercera parte estaba dedicada a la arquitectura como arte y a las cuestiones formales -plástica, escala y espacio-, y al gusto y la personalidad. Profusamente ilustrada y con unos preciosos e inolvidables esquemas de análisis de las plantas de la arquitectura moderna, Teoría de la arquitectura incluía como novedad un Helioindicador y un esquema de metodología para la formulación de un programa. Similar a lo que sucede con la arquitectura de Lina Bo Bardi en Brasil, que enriqueció su bagaje cultural italiano con la fuerza de la cultura popular brasileña, Tedeschi elaboró una teoría arquitectónica que partía de la cultura europea, pero que lejos de ella, de sus modas y premuras, adquirió una madurez, solidez, lucidez y delicadeza únicas. Bastantes concepciones teóricas de los años cincuenta tienen en común, de la misma manera que hizo Josep María Sostres en Barcelona, el hecho de tomar como referencia la recuperación de la arquitectura moderna y, al mismo tiempo, plantear el inicio de una necesaria revisión y superación de los dogmas del racionalismo centroeuropeo. En Argentina, Enrico Tedeschi aportó todos sus conocimientos de la cultura arquitectónica moderna para fundar al mismo tiempo toda una nueva tradición de revisión y crítica. Además de impartir clases en Tucumán, Tedeschi se trasladó temporalmente a dictar asignaturas en Cuyo y en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Córdoba entre 1953 y 1959, dando clases también e San Juan. Sin embargo fue en la ciudad de Mendoza donde se instaló definitivamente, fundó una escuela de arquitectura privada, que dirigió hasta 1974, y donde desarrolló más ampliamente sus ideas urbanas y sus principios de una arquitectura ambiental. Allí proyectó y construyó la Facultad de Arquitectura de Mendoza (1964) con principios ecológicos, de ventilació 24
natural, máximo aprovechamiento de la luz solar y muchos espacios de estar al aire libre. De hecho el motivo de su traslado a Mendoza, la ciudad oasis por sus millones de árboles plantados por el ser humano y sus canales co agua del deshielo por todas las calles, fue el encargo que tuvo de asesorar e planes urbanos que, más tarde, desarrollaría con más detalle. Tedeschi fue Director de la Oficina de Planeamiento Urbano entre 1959 y 1961 y preparó un nuevo código para la edificación en Mendoza. Tras abandonar la dirección de la Facultad de Arquitectura por conflictos políticos, Tedeschi siguió desplegando una incansable actividad. Fundó e Mendoza el IADIZA (Instituto Argentino de Investigaciones de las Zonas Áridas) y dentro de él el LAVH (Laboratorio de Ambiente Humano y Vivienda), dedicándose en sus últimos años a tres grandes temas de investigación: el medio físico y los tipos de paisaje; la tecnología, la seguridad y la economía; y la construcción basada en el aprovechamiento de la energía solar, en lo cual fue pionero y dentro de lo cual trabajó e prototipos que sólo se pudieron terminar en 1980, después de su muerte. Tedeschi tuvo una gran influencia en la crítica argentina, en autoras como Marina Waisman y Noemí Goitia, y fue impulsor de los trabajos de preservación del patrimonio histórico de Argentina. Además del estudio de las cuestiones medioambientales, especialmente en zonas áridas y sísmicas, entre 1966 y 1967 volvió a la administración municipal, siendo director de la Oficina Técnica de Planificación, ampliando el plan regulador de Mendoza e iniciando proyectos de rehabilitación del centro histórico. Aún hoy se evidencian los aciertos de dicho plan en la trama histórica, con edificios e forma de torres, con cuatro orientaciones, sobre zócalos continuos de tres alturas, que crean una magnífica estructura urbana continua en la base, u ritmo de torres bien dimensionadas y orientadas, apartados de la alineación de las calles para dejar espacios a las copas de los árboles.
Los inicios de la historia de las ciudades latinoamericanas en José Luis Romero El historiador José Luis Romero (1909-1977) nació en Buenos Aires, e el seno de una familia de inmigrantes españoles y falleció en Tokio, en uno de sus múltiples viajes, cuando aún estaba en una época madura sumamente productiva. Estudió en la Universidad de La Plata, donde se doctoró e Historia en 1938. Su tesis doctoral, publicada en 1942, estaba dedicada la crisis de la República Romana. En la década de los cuarenta intensificó s 25
labor en el estudio de la Edad Media. Su objetivo inicial fue el de buscar, e las entrañas de la época medieval, el nacimiento del mundo moderno, visto desde la formación y el desarrollo de la mentalidad burguesa y el papel creciente de la vida urbana. El objetivo de Romero fue el de mostrar, primero, la constitución del orden cristianofeudal, y luego, a partir del siglo XI, los inicios y el desarrollo de la mentalidad burguesa, hasta organizarse lo que Romero llamaba el orden feudoburgués. El objetivo de su investigación fue dejar claro el mundo de los intereses de clase en Europa, especialmente e Portugal y España, antes de la conquista de América. En definitiva, lo que desarrolló Romero fue una historia de las ideas que partía de mostrar las últimas etapas de la mentalidad y los intereses burgueses –ya incipientemente capitalistas- y su choque con la transformación y movimiento de ideas basado en un concepto más justo sobre la organizació de la sociedad. Fuertemente marcado por el marxismo, la francesa Escuela de los Annales fundada por Lucien Febvre y Fernand Braudel y el pensamiento socialista, Romero explicitó a menudo sus métodos, dejando claro que “La historia no se ocupa del pasado. Le pregunta cosas que le interesan al hombre vivo…” Romero desarrolló, por su interés en dejar claro el método, una especie de teoría o filosofía de la historia. De entre la larga producción de libros de historia general y sobre Argentina, destaca Latinoamérica: las ciudades y las ideas (1976), que es u intento de comprender la totalidad de la historia de América Latina a través del papel que las sociedades urbanas jugaron en ella. Es decir, la historia de América Latina se identifica con la historia de sus ciudades y la historia de sus ciudades con los intereses de clases y el reflejo de sus vicisitudes en la cultura. Este punto de vista original parte del conocimiento que Romero tenía la función de las ciudades en el proceso de formación de la burguesía e Europa, y se aplica ahora desvelando la peculiaridad latinoamericana, si olvidar la condición, el significado y el poder del mundo rural. José Luis Romero recurrió a la novela al querer poner de relieve la historia de la gente que no tiene historia. Por esta razón utilizaba estos relatos imprescindibles para construir una historia social, aunque fueran historias inventadas. Dicho libro no sólo es una síntesis de toda la obra de Romero, sino que es clave en la historiografía latinoamericana y no es posible investigar y escribir hoy sobre la sociedad, la cultura, las ideas y las ciudades en América Latina sin su lectura previa. Este libro ha tenido una gran difusión, habiendo sido traducido al inglés como Latin America. Its cities and ideas, Washington, D.C., 1999. Entre la gran producción de José Luis Romero destacan los libros 26
dedicados a la historia de Argentina -como Las ideas políticas en Argentina (1946)- y a las ciudades, como La ciudad occidental. Culturas urbanas en uropa y América (2009), que recoge una larga serie de ensayos que hubiera formado un libro que quedó inconcluso por su muerte. Destacan también los artículos, entrevistas y libros dedicados al oficio y a los métodos del historiador, tales como Diccionario de Historia Universal (1954) o el libro de Félix Luna, Conversaciones con José Luis Romero sobre una Argentina con Historia, Política y Democracia, Editora de Belgrano, Buenos Aires, publicado de manera póstuma en 1978. Romero creó y dirigió la revista Imago Mundi (1953-1956), de la que se publicaron doce entregas. Se subtitulaba “Revista de historia de la cultura” y en ella colaboraba el crítico e historiador de arte Jorge Romero Brest. Tal como se explica en el capítulo 6, dos de los más cualificados seguidores de Romero son los arquitectos e historiadores Adrián Gorelick y Graciela Silvestri. Gorelick realizó el prólogo del citado libro La ciuda occidental. Culturas urbanas en Europa y América y ambos, Gorelick y Silvestre, escribieron “Ciudad y cultura urbana, 1976-1999. El fin de la expansión” en Romero J.L., Romero L.A. Buenos Aires. Historia de cuatro siglos (Tomo 2: Desde la ciudad burguesa hasta la ciudad de masas), Editorial Altamira, Buenos Aires, 2000. También podemos considerar el libro de Zaida Muxí, La arquitectura de la ciudad global, Nobuko, Buenos Aires, 2009, como una continuación de los trabajos de Romero, introduciendo y analizando el fenómeno de la ciudad global y llevando a una interpretació crítica de ciertas morfologías de la ciudad contemporánea: los conjuntos corporativos, los centros comerciales, los enclaves temáticos y las urbanizaciones cerradas. Para terminar este capítulo, es muy importante tener en cuenta que a lo largo de los años sesenta y setenta, el mundo editorial en Argentina tuvo u peso trascendental en los países de habla hispana: las editoriales Summa, Nueva Visión, Poseidón y otras realizaron una política sistemática de traducción y publicación de libros de arquitectura, diseño y arte. Algo similar a lo que hicieron editoriales como Siglo XXI, fundada en la capital de México por exiliados españoles, Monte Ávila en Caracas ó Escala en Bogotá.
1. Franco Marigliano ha publicado partes de sus tesis en diversas publicaciones colectivas y conmemorativas, tales como “La Ciudad Universitaria de Tucumán” en la Generación del Centenario y su proyección de el Noroeste Argentino (1900-1950), Tomo I, Fundación Miguel Lillo, Centro Cultural Alberto Rougués, junio de 2000; y “Residencia Universitaria de Horco Molle. Su origen arquitectónico como Ciudad Hospital” en Tucumán en la
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memoria, Ediciones del Rectorado, Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán, 2003.
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Capítulo 2 Los pioneros de la teoría de la arquitectura en Brasil y Chile
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La construcción de la teoría en Brasil La crítica arquitectónica brasileña destaca por la singular capacidad de conciliar la valorización de la tradición con el desarrollo más espectacular de la arquitectura moderna. En esta construcción cultural tuvo un papel clave el arquitecto y teórico Lucio Costa. Costa supo articular en la cultura arquitectónica una sinergia entre el sistema académico y Beaux-Arts y la aspiración por la modernidad, las tecnologías avanzadas y la modernidad. Y una de las mejores expresiones de la singular capacidad para teorizar, polemizar y sintetizar de la cultura brasileña es la magnífica recopilación de Alberto Xavier titulada Depoimento de uma geraçâo. Arquitetura moderna brasileira (1987 reeditado en 2003), en el que se recogen los artículos, ensayos y fragmentos de libros más representativos de los arquitectos brasileños e internacionales que opinaron sobre Brasil desde finales de los años veinte hasta los años sesenta. Alberto Xavier organiza los artículos más polémicos en cinco grandes temas: “propuestas”, con textos sobre arte, arquitectura y enseñanza; “realizaciones”, recogiendo textos sobre el Ministerio de Educación o el Pabellón de Brasil en la Feria de Nueva York; “confrontaciones”, partiendo de las críticas de la mirada extranjera de Walter Gropius, Sigfried Giedion, Max Bill, Bruno Zevi, Ernesto Nathan Rogers y Giulio Carlo Argan; “relaciones”, con textos sobre las relaciones de la arquitectura con la sociedad, la forma, la técnica, la nacionalidad, la crítica, el ambiente y las artes plásticas; y “el papel de las individualidades”, tratando sobre las figuras más destacadas de la arquitectura brasileña, incluyendo al maestro Le Corbusier. En esta evolución de la teoría de la arquitectura en Brasil los textos pioneros más destacados, tal como se confirma en la recopilación de Alberto Xavier, fueron los de Gregori Warchavchik, Lucio Costa, Oscar Niemeyer, Lina Bo Bardi, João Vilanova Artigas, Rino Levi, Mario Pedrosa y Mario de Andrade. Gregori Warchavchik, de origen ruso (Odessa 1896-São Paulo 1972) vivió de 1918 a 1923 en Italia y se convirtió en el introductor de la arquitectura moderna en Brasil, publicando en 1925 el ensayo “Sobre la arquitectura moderna” en el que insiste en que debe “dejarse se pensar en los 30
estilos” y en el que se defienden los principios de economía y comodidad que han desarrollado, especialmente, los ingenieros, culminando con la proclama de: “abajo las decoraciones absurdas y viva la construcción lógica”. Lucio Costa (1902-1998) fue autor de una ingente cantidad de artículos, siempre polémicos y heterodoxos, sintetizando el convencimiento moderno por la tecnología y las nuevas formas, el respeto por el saber de la arquitectura colonial brasilera y la reinterpretación de conceptos básicos de la cultura Beaux-Arts como el de “carácter”. Algunos de sus escritos más representativos fueron recopilados en Razones de la nueva arquitectura -1934- y otros ensayos (1986) y en el año 2007 se hizo una edición facsímil, cuidada por Alberto Xavier, Anna Paula Canez y María Luisa Costa, de s libro Sobre arquitetura editado en 1962 con artículos y proyectos suyos. Oscar Niemeyer (1907), mucho más conocido por su obra arquitectónica que por sus escritos, ha tenido también un papel relevante como teórico, al publicar constantemente ensayos y al fundar y dirigir la revista de arquitectura ódulo, creada por él en 1955. La mayoría de sus escritos tienen como objetivo justificar su propia obra y fundamentar una nueva arquitectura e Brasil. Niemeyer ha necesitado reflexionar muy a menudo sobre su obra, conceptualizándola siempre a posteriori. La fase crítica, tras la fase creativa, sirve para enriquecer la misma fase creadora posterior. Para Niemeyer se trata de un momento clave del proceso creativo, que no es anterior a la obra sino que siempre es una reflexión posterior, sobre la práctica, que tiene una función de control sobre la imaginación del arquitecto, aprendiendo de lo ya realizado para no caer en el “autoplagio”, en lo que él denomina “repetició esterilizante”. En sus escritos, Niemeyer demuestra su amplia cultura humanista, aunque nunca cite con rigor y precisión, formada en la lectura de autores franceses como Marcel Proust, Charles Baudelaire, Descartes, Voltaire, Sartre, Simone de Beauvoir o André Malraux. Esta cultura de raíz francesa fue reforzada a posteriori por su exilio parisino entre 1967 y 1972, durante la dictadura militar en Brasil. Niemeyer cita a filósofos alemanes como Kant, Kierkegaard, Goethe, Gadamer o Heidegger; y a biólogos como Jacob y Monod. En la raíz de su visión de un mundo idealizado y estetizado está la búsqueda de la perfección que desarrolló Platón. Es a finales de los años cincuenta, tras el proyecto no realizado de Museo de Arte en Caracas y tras empezar los proyectos sobre Brasilia, cuando Niemeyer conceptualiza una cierta autocrítica. En su “Depoimento” de 1958 plantea “un proceso honesto y frío de revisión” de su trabajo de arquitecto, reconociendo una “tendencia excesiva a la originalidad” que puede 31
“perjudicar, en algunos casos, la simplicidad de las construcciones y el sentido de lógica y economía que muchos reclaman”; señalando que, a partir de entonces, su obra va a ser más rigurosa, integrada al lugar y social. Por lo tanto, existe también este Niemeyer crítico, que reflexiona sobre su obra y que es receptivo a las críticas de otros, como la que Max Bill hiciera en 1953 al que consideraba el excesivo y arbitrario formalismo libre de la arquitectura brasileña.
Lina Bo Bardi: la síntesis positiva entre tradición y vanguardia. Lina Bo Bardi (1915-1992) nació en Roma, donde se tituló como arquitecta en 1939. Al final de la Segunda Guerra Mundial entró a formar parte de la Resistencia, en el clandestino Partido Comunista. En 1945, junto a Bruno Zevi, su maestro, y Carlo Pagani, su pareja de aquel periodo, fundó la efímera revista A. (Attualità, Architettura, Abitazione, Arte) Cultura della Vita, pero pronto se decepcionó del giro que siguió la Italia de postguerra co la llegada al poder de la Democracia Cristiana en 1946 y emigró a Brasil co el periodista Pietro María Bardi. En Brasil, Lina Bo Bardi consiguió trabajar como arquitecta y diseñadora, pero no dejó de practicar la escritura, tal y como había hecho en Italia, y desarrolló una gran labor como crítica de arquitectura y pedagoga, fundando en 1950, con Pietro María Bardi, la revista Habitat, editada por el MASP (Museo de Arte de São Paulo). Una selección de los escritos de Lina ha sido editada por Silvana Rubino y Marina Grinover en Lina por escrito. Textos escolhidos de Lina Bo Bardi, Cosac & Naify, 2009. En 1957 publicó, bajo el título Contribuição propedeutica ão ensino da Teoria de Arquitetura, un libro muy culto que era el contenido de su programa para el concurso de plaza de catedrática de Composición presentada en 1956 en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de São Paulo, que no le fue otorgada. Fuertemente influido por los ejemplos de la historia de la arquitectura italiana, este texto de estructura magmática, que se enrosca como un ovillo, es una defensa del humanismo en la arquitectura moderna, partiendo de la cultura clásica del Renacimiento al neoclasicismo, e insistiendo en la importancia de la relación entre arquitectura y naturaleza. El libro trata, en definitiva, tres temas esenciales: la voluntad de continuidad histórica, el énfasis en el binomio arquitectura - naturaleza y la defensa de la necesaria fusión entre el arte y la ciencia, continuando la 32
tradición del rigorismo de Francesco Milizia y Carlo Lodoli a finales de siglo XVIII y tomando como referencia a su maestro Pier Luigi Nervi. Dividido e dos capítulos –el primero dedicado a los problemas de la teoría de arquitectura y el segundo a los problemas de método-, Lina Bo Bardi insistió tanto en las relaciones de la arquitectura con la naturaleza como en la necesaria alianza con la ciencia y las nuevas tecnologías. Lina Bo Bardi fue una de las primeras autoras que ya en los años cincuenta advirtió sobre los problemas ecológicos que se avecinaban: escasez de agua, incendios forestales, erosión y degradación. Además, fue pionera e la reivindicación internacional de la obra de Gaudí. Lo citaba ya e Contribuição propedeutica ao ensino da Teoria da Arquitetura de 1957; y a raíz de un viaje a Europa, yendo a Italia y pasando por Barcelona para visitar las obras de Gaudí por recomendación de Bruno Zevi, justo cuando volvió a Brasil Lina Bo Bardi dió una conferencia en la Escuela de Bellas Artes de Salvador de Bahía, en abril del 1958, sobre el espacio. En dicha conferencia tomó como ejemplo la obra de Gaudí –el Parc Güell, la cripta de la Colonia Güell y la Sagrada Familia-obras, según ella, hechas desde la más “profunda soledad”. Para Lina Bo Bardi no se trataba tanto de “influencias más o menos futuristas o cubistas”, sino de su lado humano, de la vida cotidiana, “que realiza plenamente el contacto con la vida”. Bo Bardi concluye con el testimonio de este “arquitecto constructor”, que ha sabido abrirse caminos obedeciendo a la naturaleza y a la vida. En la revalorización de la obra de Lina Bo Bardi fue clave la edició preparada por su discípulo Marcelo Ferraz, recopilando gran parte del material de sus archivos y proyectos en el compendio Lina Bo Bardi, publicado en 1993 por el Instituto Lina Bo e P. M. Bardi, de São Paulo. A partir de ahí, la figura de Lina Bo Bardi ha empezado a ser reconocida mundialmente.
La aportación conceptual de Chile: Juan Borchers y la Ciudad Abierta Los tres grandes focos culturales de la arquitectura chilena se relaciona con tres Universidades. La más clásica, la Pontificia Universidad Católica de Santiago de Chile, que fue neoclásica hasta mediados del siglo XX y que ha mantenido recurrentemente estrechas relaciones con Norteamérica y fundaciones como la Ford o los Rockefeler. La Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica de Valparaíso, que surgió en 1952 como una escisión de 33
la de Santiago, encabezada por Alberto Cruz Cobarrubias. Y toda la influencia teórica de Juan Borchers, que tuvo como escenario de partida la Universidad de Chile, la pública, cuya Escuela de Arquitectura se reformó en 1945 con la intervención de Waldo Parraguez, Enrique Gerbhard y Tibor Weiner, exasistente de Hannes Meyer. Juan Borchers (1910-1975) planteó la fundamentación estética de una nueva arquitectura, e Isidro Suárez y Jesús Bermejo fueron sus más destacados discípulos y han ido publicando y continuando su obra. Jua Borchers fue un arquitecto singular que construyó una obra muy reducida y que escribió incansablemente textos claves, pensados como refundamentación de la arquitectura moderna en Chile. Sus textos teóricos Institución rquitectónica (1968), que recoge parte de sus clases dictadas en 1964 y 1965, y Meta-Arquitectura (1975), han sido durante años fundamentales para algunas escuelas de arquitectura de Chile. En la evolución constante de Borchers se pueden establecer dos etapas. La primera, tras titularse en 1944 en la Universidad de Chile, en la ciudad de Santiago, fue una época de fuerte influencia de la obra de Le Corbusier, raíz de la que surge toda su arquitectura. Entre 1944 y 1964 desarrolló un largo período de viajes y estancias de estudio e investigación en países de Europa, África, América y Asia, residiendo en épocas en España. En 1948 realizó u viaje por capitales como París y Madrid, y por países como Italia, Grecia y Egipto. La experiencia de este viaje definió su ambición intelectual, casi ilimitada: crear una gran teoría sobre las medidas del mundo y todos sus objetos en relación al cuerpo humano. Borchers tomaba el cuerpo humano como medida de todas las cosas – cuerpos atmosféricos, objetos y pinturas– y se dedicaba obsesivamente a medir fenómenos, como las nubes, y arquitecturas, como los monasterios románicos catalanes. Consideraba que lo heterogéneo se hace concordante e el número. La voluntad de Borchers era la de incluir todo lo que hasta entonces se había publicado sobre las proporciones en arquitectura. De esta manera, Borchers se reconoce al principio de su libro Meta-arquitectura como “Estudioso de la lúcida obra del Padre Van der Laan, he incorporado s sistema y su terminología, excediéndolos en más alcances numéricos, conceptuales, poéticos y bases sensoriales de la arquitectura.” Y concluye el libro con esta frase reveladora y de síntesis, tomada de Charles Baudelaire: “Todo es número. El número está en todo. El número está en el individuo. La embriaguez es un número.” Se trata, en definitiva, de un proyecto a la vez físico y a la vez poético “Ir al fondo del horizonte “-, con el objetivo de buscar unas geometrías y unos números plásticos, una geografía poética que consiguiera sintetizar, a la 34
vez, la tradición pitagórica y la tradición orgánica. Su proyecto teórico partía de una desmesurada voluntad de interpretar y medir el mundo, todo lo visible: del cuerpo humano al horizonte, partiendo de los tratados renacentistas, las proporciones armónicas de Juan de Herrera, las morfologías de Goethe y los dibujos de Le Corbusier y Picasso. Borchers intentó un proyecto inabarcable: fundir la poesía con la matemática, siguiendo un camino similar al que luego trazaron artistas minimalistas y conceptuales como Jorge Oteiza y Sol Lewit: avanzar en u racionalismo tan insistente y abarcante que llegase a alcanzar una especie de mística racionalista; por la vía de una razón sistemática, obsesiva y repetitiva llegar a la síntesis, a la mística e, incluso, al delirio. Tras esta primera etapa de viajes, los años sesenta fueron la época de mayor actividad didáctica, cuando publicó sus textos teóricos e impartió sus clases magistrales entre 1964 y 1965, creando una escuela de seguidores. También fue en este período cuando su obra arquitectónica se concretó en una breve serie de edificios, entre los que destaca la Cooperativa Eléctrica e Chillan (1960-1967), con la colaboración de Isidro Suárez y Jesús Bermejo; una obra totalmente inspirada en las creaciones de Le Corbusier de hormigó armado, especialmente en el Capitolio de Chandigarh. Entre su obra hay aportaciones muy singulares, como Haitabú, publicado póstumamente por el Departamento de Proyectos Arquitectónicos de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid en 1998. Es una obra lírica, no fechada en su original, planteada como un diario personal, como visión del mundo desde el extremo sur, en Punta Arenas. Sin embargo, estos textos publicados no constituyen más que la mínima parte de una ingente obra escrita en guiones de clases y recogida en centenares de cuadernos de bitácora o diarios personales. En Haithabú, Borchers escribe sobre “la tierra como animal, algo viviente y no una escena yerta”, señalando algo que más tarde científicos como James Lovelock han convertido en la teoría de Gaya. Borchers escribía que “donde residía era en Stravinsky, en Satie, eso era mi ciudad, el país donde vivía y ese país tenía una lengua mental que no era la mía, el francés, una ciudad espiritual o mejor intelectual donde no había estado nunca y era París”. Sus reflexiones sobre el paisaje le llevaron a exclamar: “Y tras el horizonte, el mundo y el allende… allá iría un día cuando fuera grande…”; “El horizonte es un rectángulo, alargado de norte a sur"; “Debería quizá llegar a un lugar donde la tierra y el firmamento se tocaban: una playa como la que hacía el encuentro de la tierra con el mar, las playas del irmamento: donde la tierra, el mar y el firmamento se encontraban en una recta o franja y allí pasar de este lugar al allende, al puro allende 35
maravilloso, vestido del asombro inaccesible, de una embriaguez ilimitada, entrar al fin en un mundo de sueño y presentimiento: de lo que todo mi cuerpo era el signo, el arco y la flecha y el disparo: el cuerpo magnético orientado.” Por otra parte, en la ciudad de Valparaíso se ha desarrollado desde 1952 una línea autónoma ideada por el arquitecto Alberto Cruz Cobarrubias, junto a un grupo de profesores y estudiantes de la Universidad Católica de Valparaíso. A partir del estudio inicial de la arquitectura popular de la ciudad, propusieron la construcción de una Ciudad Abierta en Ritoque, cerca de Valparaíso, una ciudad laboratorio que ha sido proyectada por los profesores, con la intervención de los estudiantes de cada promoción. Paulatinamente, la escuela de arquitectura ha ido configurando sus conceptos básicos sobre el habitar, partiendo de la idea de Amereida, según el poema del mismo nombre creado en 1965 por el poeta argentino Godofredo Iommi, también miembro del grupo. El objetivo ha sido ir realizando una multitud de intervenciones dispersas por el territorio, siguiendo distintas travesías por el interior de la tierra de América, iniciadas en 1964, situando las arquitecturas fundacionales y poéticas de una posible Eneida americana. Cada pieza de la sede de la Ciudad Abierta promovida por la Cooperativa Amereida –la sala de música, los instrumentos musicales al aire libre, las casas que se denominan hospederías, los talleres, las residencias temporales de profesores, el cementerio– se basa en utilizar materiales locales y reciclados, articulados en formas orgánicas, expansivas y libres, partiendo estrictamente de las funciones y los gestos, de la espontaneidad y el sentido común, pintorescas e integradas al lugar, buscando siempre un sentido escultórico. El núcleo inicial de la Ciudad Abierta se sitúa sobre las dunas de la costa del Pacífico; por eso se trata de livianas y crecederas estructuras de madera ensamblada, llenas de luz que atraviesa lucernarios y sobre suelos de arena; formas en continua mutación, semihundidas y unidas por marcas en el terreno, que de manera incansable se rehacen y amplían mientras el escenario de arena va cambiando. Acercándonos a nuestra época, se puede interpretar que los mejores valores de la arquitectura chilena actual, su rigor y su poética, su realismo y su experimentalismo, radican en estas dos experiencias tan singulares: la metodología de la Ciudad Abierta de la Escuela de Valparaíso y las teorías de Juan Borchers. Ambos referentes demuestran hoy una gran influencia en la arquitectura chilena contemporánea y su desarrollo en otras experiencias académicas, como la Escuela de Arquitectura de Bio Bio y la de Talca. En el año 1999, intentando superar la estela de la Escuela de Arquitectura de Valparaíso y 36
mucho más cerca de experiencias de voluntad social, como la escuela de arquitectura del Rural Studio en Alabama, se creó una nueva escuela pública de arquitectura en la Universidad de Talca, en el Valle Central de Chile, planteada también como un laboratorio. Los proyectos finales de carrera consisten en elementos urbanos de pequeña escala, como marquesinas, puentes, plazas, observatorios, miradores, quinchos, pabellones, hornos e hitos diversos, siempre en estrecha relación con el paisaje y con los materiales del lugar. Entre los años 2004 y 2010 han sido ya más de 100 los proyectos finales de carrera construidos con una fuerte voluntad de ayuda social. Entre los responsables de la creación de la escuela están Juan Román, formado en Valparaíso, y Juan Pablo Corvalán, miembro fundador del vanguardista grupo Supersudaka, y en los años fundacionales fuero profesores visitantes Maurizio Pezzo, Eduardo Castillo, Smiljan Radic y Kazú Zegers, y otros que han dejado una fuerte impronta.
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Capítulo 3 Inicios de la teoría e historia de la arquitectura en México, Venezuela y Perú
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Alberto T. Arai y la teoría e historia de la arquitectura en México México posee una larga tradición en la enseñanza de la arquitectura, desde la fundación, en 1782 en el centro histórico de la capital, de la neoclásica e ilustrada Academia de San Carlos. A lo largo del siglo XX ha predominado más la construcción de una historia de la arquitectura mexicana, interpretada en sentido nacionalista y según los períodos políticos, que un desarrollo de la teoría de la arquitectura, aunque se pueden encontrar importantes elementos de teoría en los textos de arquitectos como José Villagrán García e Ignacio Díaz Morales, destacado, sobretodo, en los escritos de Alberto T. Arai. También la arquitectura y el urbanismo han sido motivo, a veces, de magníficos ensayos de Octavio Paz (1914-1998), especialmente dentro de trabajos sobre teoría del arte moderno. José Villagrán García (1901-1982) fue el auténtico introductor y conceptualizador de la arquitectura moderna en México. Formado en la Escuela Nacional de Bellas Artes de México D.F. Villagrán publicó muchos artículos y algunos libros, como Meditaciones sobre una crisis formal de la arquitectura (1962), aunque su texto más influyente, con diferencia, fue Teoría de la Arquitectura, publicado por primera vez en 1963. Había sido elaborado a partir de unas notas para los profesores auxiliares sobre las clases de teoría de la arquitectura, que Villagrán impartió durante más de cuarenta años, entre 1924 y 1976 en la Facultad de Arquitectura de la UNAM. Fue profesor de Composición desde 1924 y de Teoría de la Arquitectura desde 1926. Póstumamente, en 1980 y 1983, el libro fue revisado y reeditado. En sus textos Villagrán se basaba en la idea de “un ser humano nuevo moderno”, defendiendo lo útil y funcional; lo económico y fiel a los avances técnicos del progreso, para poder hacer una arquitectura social que surgía del programa; el valor de la lógica y el valor de lo estético en arquitectura. Villagran citaba como referentes en sus clases de teoría a Fiedler, Semper, Riegl, Worringer, Wolfflin y Dvorak, teniendo como objetivo una teoría de la arquitectura que superase el positivismo y academicismo de Reynaud, Gromort y Guadet. Reconocía, sobretodo, la influencia de la teoría estética de Benedetto Croce, que había introducido a los teóricos contemporáneos en la cultura latina, y seguía los textos de Sigfried Giedion y Bruno Zevi. S 39
formación académica en Bellas Artes comportó que desarrollase conceptos como carácter, estilo y proporción. Dos de los puntales de su teoría fueron el énfasis en los valores de la cultura prehispánica, lo que le llevó a argumentar la pertenencia al lugar y la incorporación anímica del paisaje; y la insistencia en la primacía de los valores morales. En su obra arquitectónica, Villagrán mantuvo estos valores sociales, la prevalencia de los rasgos de la cultura prehispánica, los criterios de la composición académica y el lenguaje y la técnica de la arquitectura moderna. Juan O'Gorman (1905-1982) fue un arquitecto que arrancó como radicalmente moderno, con un racionalismo y funcionalismo programático e sus proyectos de edificios escolares, y que fue derivando hacia una síntesis propia y heterodoxa, pintoresca y organicista. Ignacio Díaz Morales (1905-1992) fue el que dio a conocer a Barragá la obra de Ferdinand Bac, que tanta influencia tuvo en su concepción de los ardines, y fue el que elaboró y teorizó una concreta definición de arquitectura: “La arquitectura es la obra de arte que consiste en el espacio expresivo delimitado por elementos constructivos para compeler al acto humano perfecto”. Barragán y Díaz Morales habían estudiado en la Escuela de Ingenieros de Guadalajara y este último fue el fundador de la Escuela de Arquitectura de Guadalajara en 1948, de la que fue profesor de Teoría de la arquitectura, Geometría descriptiva y Análisis de programas, y que se basó para la enseñanza en su teoría de la arquitectura. Alberto Teruo Arai (1915-1959), hijo de madre mexicana y de u diplomático japonés, tuvo una educación extremadamente cosmopolita, habiendo vivido en Brasil, Chile, Perú y España. Formado como arquitecto e 1940 en la UNAM, decidió estudiar filosofía, doctorándose en 1954, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Fue miembro de la efímera Unió de Arquitectos Socialistas y creador en 1959 de la Asociación MéxicoJaponesa. Alberto T. Arai publicó una breve serie de libros de teoría de la arquitectura, además de múltiples artículos. Su primera publicación fue La arquitectura de Bonampak, (1950), escrito a partir de la pionera Expedició INBA a las ruinas mayas de Bonampak en 1949 y el descubrimiento de las arquitecturas escalonadas y de las pinturas murales. Inmediatamente después publicó La raíz humana en la distribución arquitectónica (1950). Aquí destacamos Caminos para una arquitectura mexicana, publicado como ensayo en 1952 en la revista Espacios n°9, y reeditado como libro por la historiadora Louise Noelle. Arai era seguidor del racionalismo y maquinismo de José Villagrán y de las interpretaciones puro-visualistas de Henri Focillo y de George Kubler. 40
Fue profesor de Teoría de la Arquitectura en la Facultad de Arquitectura de la UNAM desde 1952 hasta su muerte, y a la tríada vitruviana le añadía u cuarto valor arquitectónico que era la conciencia social. Escribió sobre “el horizonte abierto del hombre histórico que sabe superar la limitación de su constitución orgánica y somática, física y fisiológica, por medio de la lucidez de su conciencia cognoscitiva, de su voluntad emprendedora y de su sentimiento artístico”. Al mismo tiempo defendió la conciencia de la historia de la arquitectura mexicana como substrato esencial. Según él, la conciencia social y la conciencia histórica no podían estar reñidas con la necesidad de tecnificación y utilidad. Arai preconizaba una síntesis entre lo viejo y lo nuevo, lo racional y lo irracional, lo emotivo y lo práctico. Ello le llevó a una defensa de la arquitectura de las formas inclinadas prehispánicas, puesta e práctica en su proyecto realizado para los frontones de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) realizados en 1953. Por otra parte, tuvo un gran peso en la arquitectura mexicana la época e que diversos artistas alemanes, especialmente durante los años cuarenta, como los arquitectos racionalistas Hannes Meyer y Max Cetto o el escultor Mathías Goeritz, realizaron obras, colaboraron con los arquitectos mexicanos y transformaron los sistemas de enseñanza de la arquitectura. Hannes Meyer (1889-1954), arquitecto de origen suizo, que había sido director de la fase más polémica de la Bauhaus, entre 1928 y 1938, y que trabajó en la Unión Soviética entre 1930 y 1936, viajó a México en 1939 y se instaló para vivir allá de 1939 hasta 1949, en que retornó a Suiza. Meyer había escrito, entre otros, el combativo texto “El arquitecto en la lucha de clases”. En México, durante seis años trabajó junto a José Villagrán García, Mario Pani, José Luis Cuevas y Enrique Yáñez, haciendo arquitectura regionalista para el Comité Administrador del Programa Federal de Construcción de Escuelas (CAPFCE), y promovió el Instituto de Planificació y Urbanismo, inspirado en la experiencia de la Bauhaus. Sin embargo, s actividad estuvo marcada por la decepción y la frustración. Dejó como legado muchos proyectos (como el del concurso del Centro Deportivo Español de 1942), conferencias y artículos, acuarelas, óleos y grabados, realizados estos últimos con auténticos artistas y artesanos dentro del Taller de Gráfica Popular, al cual se dedicó durante los últimos años de estancia en Mexico. Otro autor altamente representativo de la arquitectura mexicana de mediados del siglo XX es el arquitecto de origen español Félix Candela (1910-1997), que actuó como proyectista y contratista con la empresa Cubiertas Ala. Candela fue autor de una obra basada en las estructuras ligeras y alabeadas de hormigón armado y publicó numerosos artículos, recogidos e el libros Hacia una nueva filosofía de las estructuras, editado en Buenos 41
Aires en 1962, y en la compilación En defensa del formalismo y otros escritos, editado en Madrid por Xarait en 1985. Candela alcanzó un gra renombre internacional, especialmente en Estados Unidos, en donde dio clases en los años setenta y en donde falleció. Los escuetos y poéticos textos y cartas de Luis Barragán (1902-1988) complementan con precisión su personal y singular obra arquitectónica. La eclosión de la obra y los escritos de Barragán se produce al mismo tiempo que las teorizaciones de Ignacio Díaz Morales, su compañero en Guadalajara.
Venezuela y la teoría de arquitectura entorno a Carlos Raúl Villanueva En Venezuela, Carlos Raúl Villanueva (1900-1975), además de destacar por su obra arquitectónica, fue publicando diversos textos que dedicó a sus obras, a acontecimientos importantes de la arquitectura contemporánea y a la expansión de la arquitectura moderna. Una parte de ellos han sido recogidos en Textos escogidos, recopilación póstuma de 1980. La confluencia en el mismo Villanueva de una obra muy destacada –especialmente la Universidad Central de Venezuela en Caracas –y la publicación de sus textos ha hecho de él la figura clave de la arquitectura moderna en Venezuela, cuya historiografía y crítica gira siempre entorno a él. Las cualidades de las obras de Villanueva, sus espacios modernos, abiertos y fluidos, desarrollados en exteriores como la magnífica plaza cubierta de la Universidad Central de Venezuela o en los interiores adaptados al clima tropical de sus casas, sintonizan con la atmósfera postimpresionista de las pinturas de su amigo Armando Reverón. En uno de estos textos escogidos titulado “La síntesis de las artes” (1965), el autor de la Ciudad Universitaria de Caracas y de la plaza cubierta, elaborada con obras de arte abstracto y cinemático, escribe con clarividencia y razón sobre la integración de las artes. Tras repasar y comentar la obra de Antoni Gaudí, Juan O'Gorman, Roberto Burle Marx y Joaquín Torres García, propone al diseño industrial italiano como el ejemplo contemporáneo de integración de arte e industria. Escribió recurrentemente sobre Caracas, publicando en París en 1950 el libro La Caracas de ayer y de hoy y en Caracas en 1952, El sentido de nuestra arquitectura colonial, y en 1963 el libro Caracas en tres tiempos. En estrecha relación con Carlos Raúl Villanueva, con quien colaboró como dibujante, el historiador Juan Pedro Posani, profesor de Historia de la 42
Arquitectura y el Diseño desde 1959, ha elaborado una teoría arquitectónica con la voluntad de sintetizar el pensamiento marxista con las interpretaciones regionalistas, exigiendo de la arquitectura moderna rigor funcionalista, versatilidad para adaptarse al medio ambiente y respeto por la arquitectura colonial. Ha publicado Arquitecturas de Villanueva (1978), diversas recopilaciones de sus dibujos y es autor, junto a Graciano Gasparini, de Caracas a través de su arquitectura (1969).
Perú y la Agrupación Espacio: Luis Miró Quesada A finales de los años treinta, principios de los años cuarenta, la cultura arquitectónica en Perú pasó por un fuerte periodo de modernización. Uno de los impulsores fue Fernando Belaunde Terry (1912-2002), arquitecto que llegó a ser presidente del país entre 1963, año en que ganó las elecciones democráticas, y 1968, derrocado por un golpe militar. Belaunde Terry se formó como arquitecto en Texas, Estados Unidos, mientras su padre era embajador de Perú en México. Cuando en 1936 regresó a Perú recién titulado impulsó tres iniciativas claves: publicó la revista El Arquitecto Peruano (1937-1977); creó la Sociedad de Arquitectos (1937); y se incorporó a las enseñanzas de la Facultad de Ingeniería para potenciar la parte de la arquitectura, cuyo departamento se creó en 1948 y cuya Facultad de Arquitectura se inauguró en 1950, con él de decano. Durante sus años de presidente promovió operaciones de vivienda, una de las asignaturas que impartía en la Facultad de Arquitectura, siguiendo la morfología de “unidades vecinales” que aprendió en Norteamérica, y aceptó organizar el Concurso PREVI en Lima (1965-1975). Como arquitecto destacó como teórico y práctico del urbanismo moderno y como político llevó adelante la descentralización política y estableció las elecciones municipales. Volvió a ser elegido presidente en 1980. En Perú, el trabajo de fundamentar una teoría de la arquitectura moderna, acorde con el contexto peruano, le correspondió a Luis Miró Quesada Garland (1914-1994), expresándolo en su libro Espacio en el tiempo (1945), una cuidada reflexión teórica en la que los conceptos internacionales de la arquitectura moderna sobre el espacio se fusionan con la arquitectura histórica peruana y con las primeras obras modernas en Perú. Luis Miró Quesada se formó en la Universidad Nacional de Ingeniería de Lima (UNI), graduándose como arquitecto constructor en 1940. Junto co otros arquitectos, como Paul Linder, Luis Dorich, Carlos Williams, Adolfo 43
Córdova, Sebastián Salazar Bondy y Fernando de Szyszlo y con pintores, escritores y músicos como César de la Jara y Samuel Pérez Barreto, fundó la Agrupación Espacio, cuyo manifiesto fue publicado en 1947. La Agrupació Espacio defendía la necesidad e idoneidad del arte moderno del espacio y el tiempo en un mundo que se había transformado radicalmente. Las ideas renovadoras de dicho grupo se difundieron en la página semanal del periódico l Comercio y en la revista Espacio. En Espacio en el tiempo, Miró Quesada parte del pensamiento de Immanuel Kant y se acerca a las teorías modernas del arte y del espacio de Schmarsow y Riegl, sintonizando con lo que en aquellos años está escribiendo Giedion y Zevi. Miró Quesada anuncia la llegada de un “tiempo nuevo”, un “nuevo sentimiento cósmico”. En su libro defiende una síntesis expresiva de la tríada: espacio, cultura y tiempo, y rechaza el pseudomodernismo que ridiculiza lo antiguo, hace tábula rasa del pasado y se convierte en un mero estilo. El libro se estructura en dos partes. En la primera se teoriza sobre la nueva arquitectura, sus relaciones con las nuevas tecnologías y con el clima y el medio ambiente, reclamando el enunciado higienista de aire + luz + verde. En la segunda se trata más de las obras arquitectónicas y del urbanismo, defendiendo la dimensión social de la arquitectura y atacando el academicismo, el eclecticismo historicista y los estilos falsamente modernos. Su libro termina con la defensa de una nueva forma social: “El urbanismo no es sino la función social de la arquitectura, es la prolongación del ejercicio de la arquitectura, del problema individual al problema colectivo”. Miró Quesada fue profesor desde 1946 de Análisis de la Funció Arquitectónica en el Departamento de Arquitectura, primero, y luego de la Facultad de Arquitectura que, dentro de la Universidad Nacional de Ingeniería, había fundado Belaunde Ferry. Más tarde, Miró Quesada publicó nuevos textos, como Introducción a la teoría del diseño arquitectónico, reeditado en el 2003. Antes, y al mismo tiempo que la propuesta moderna de Miró Quesada, Héctor Velarde había publicado en 1933 Nociones y Elementos de la rquitectura, un libro que se movía entre la pervivencia del academicismo historicista (Guadet, Gromort); la continuidad del racionalismo francés (Viollet-le-Duc, Choisy); la recuperación de las raíces de lo peruano; y la mirada hacia la arquitectura moderna. Este texto representa a la siempre vigente línea de la arquitectura nacionalista peruana, basada en la reinterpretación de la arquitectura precolombina y colonial. 1 Velarde hizo amistad con Josep Lluís Sert con motivo de la visita de éste, 44
unto a Paul Lester Wiener, a Chimbote (1946) y a Lima (1947), cuando hicieron los respectivos planes piloto. A raíz de esta amistad, Sert consiguió que Giedion invitase a Velarde al CIAM de Bérgamo de 1949, aunque Velarde, al fin, no asistiría. Es esta una afinidad bien curiosa ya que, a lo largo de su obra, y según el tipo de encargo, contexto y momento, Velarde realizó una arquitectura totalmente eclecticista, basado en los criterios de composición, que variaba de lenguaje según el encargo: académico, art-decó, racionalista, historicista, nacionalista, etc. Este hecho de que Velarde, a pesar de ser un eclecticista, fuera invitado por Sert y Giedion a un CIAM y no Luis Miró Quesada, el defensor de la arquitectura moderna, fue algo que Miró Quesada nunca pudo aceptar ni entender. Además, se debe reseñar el ensayo de Emilio Harth-Terré (1899-1983) Formas estéticas, elaborado en 1965 como curso de Teorías Estéticas de la Universidad Nacional Federico Villarreal de Lima y publicado en 1976. Tratando sobre el espacio y el tiempo, el libro se remonta a las definiciones de Aristóteles y San Agustín hasta Bergson y Bachelard, deteniéndose en la teoría del arte contemporánea del cambio de siglo (Schmarsow, Van de Velde, Volket) y en la visión espiritualista del arte (Kant, Hegel y Nietzsche).
Otros contextos Además de los ejemplos sobresalientes de la elaboración de la teoría moderna en Argentina, Brasil, México, Venezuela, Chile y Perú, en otros países latinoamericanos también se generaron los inicios de una teoría y crítica a favor de la arquitectura moderna. Es el caso de Colombia, del que se trata en la segunda parte, con una gra actividad editorial, desde la creación de la revista PROA en el año 1947, fundada por Jorge Arango Sanín y Manuel de Bengoechea y dirigida por Carlos Martínez, hasta la publicación de libros recopilatorios como el de Eduardo Samper Arquitectura moderna en Colombia (2000).
1. Véase el libro de Ramón Gutiérrez y Pedro Belaunde Martínez sobre Héctor Velarde, Epígrafe Editores S.A. Lima, 2002.
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Segunda parte
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La consolidación de la teoría de la arquitectura en Latinoamérica Es en los años setenta, después de esta valiosa política de publicaciones y traducciones, en gran medida por parte de editoriales argentinas, mexicanas y venezolanas, cuando se consolida una crítica propia en Latinoamérica. La culminación de esta consolidación de la teoría sobre la práctica e Latinoamérica se expresará en múltiples publicaciones y en la creación de los SAL (Seminarios de Arquitectura Latinoamericana) en 1985. Todo ello va a tener su reflejo en muchos países, especialmente en Argentina.
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Capítulo 4 La consolidación de la teoría de la arquitectura en Argentina
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La concepción teórica de Marina Waisman La aportación más trascendental a la crítica de arquitectura e Latinoamérica ha sido la de Marina Waisman, autora de libros tan influyentes como La estructura histórica del entorno, El interior de la historia y La arquitectura descentrada. Marina Waisman (Buenos Aires 1920, Córdoba 1997) se tituló como arquitecta en la Universidad Nacional de Córdoba en 1945, iniciando desde entonces una interpretación de la cultura arquitectónica contemporánea desde la visión del contexto latinoamericano. Extremadamente culta, con el trasfondo de una cultura radicalmente crítica, Marina Waisman destacaba por su bonhomía y su capacidad de liderazgo, seguridad y especificidad. Fue profesora de la Universidad Nacional de Córdoba entre 1948, cuando se creó la primera Cátedra de Arquitectura Contemporánea, hasta 1971, en que abandonó la universidad pública por discrepancias con su funcionamiento y situaciones. Entre 1956 y 1959 había impartido clases en Tucumán con s maestro Enrico Tedeschi, creando con él y con Francisco Bulrich en 1959 el IIDEHA (Instituto Interuniversitario de Historia de la Arquitectura). Tras su renuncia a la Universidad Pública, Waisman se incorporó en 1974 a la Facultad de Arquitectura de la Universidad Católica de Córdoba. Allí puso desarrollar su gran interés por el estudio y conservación del patrimonio arquitectónico, creando el Instituto de Historia y Preservación del Patrimonio, y formando nuevas generaciones de arquitectos especialistas en historia y preservación de la arquitectura. En 1970 había establecido los primeros contactos y colaboraciones con la editorial y la revista Summa de Buenos Aires, encabezada por la editora Lala Méndez Mosquera. Marina Waisman colaboró en la revista Summa desde 1975 hasta 1990 y dirigió a partir de 1976 la serie Summarios, por ella creada, que difundió la arquitectura internacional en el contexto latinoamericano hasta 1990. Su primera gran interpretación se expresó en el libro La estructura histórica del entorno (1972), escrito a raíz de la crisis general de la arquitectura a finales de los años sesenta y de los graves problemas dentro de la universidad hacia 1970. Frente al descrédito profesional, planteaba una revisión de las interpretaciones sociológicas y estructura-listas, mostrando u 49
conocimiento detallado y profundo de todas las corrientes de pensamiento vigentes en los años sesenta y una especial sensibilidad artística. Muy avanzada para su tiempo, y siguiendo los criterios de la historia de las “mentalidades”, Marina Waisman escribió un libro que no trataba ya de monumentos singulares y aislados, sino de estructuras y entorno: la historia devenía múltiple y discontinua, y no lineal y continua; importaban los movimientos y no los acontecimientos individuales. En este libro, Marina Waisman estableció ya una crítica a las limitaciones del reciente concepto de tipología arquitectónica elaborado por la cultura arquitectónica italiana. De hecho, La estructura histórica del entorno era una interpretació desde la cultura latinoamericana del libro que publicó en 1968 Manfredo Tafuri, Teorie e storia dell'architettura: tenían planteamientos similares, partían del hecho de afrontar la crisis de la arquitectura del movimiento moderno a partir de un lúcido estudio de la cuestión, ponían un énfasis crítico en el concepto de tipología y demostraban una gran capacidad para no reducir la arquitectura a un objeto aislado sino que la interpretaban en relación al contexto social e ideológico. Marina Waisman demostró su refinado y sistemático trabajo sobre las metodologías de la historia en El interior de la historia. Historiografía arquitectónica para uso de Latinoamérica (1993) y, a pesar de integrar el pluralismo y de escribir contra los nostálgicos de la centralidad, el utillaje mental de Marina Waisman siguió siempre dentro de la ética del humanismo – “el patrimonio de un país es su gente”, escribió-, de los métodos del racionalismo analítico, que persigue una visión coherente del mundo, y de los objetivos del estructuralismo, que busca unos sentidos subyacentes. A todo ello intentó integrar la interpretación del eclecticismo, dispersión y caos contemporáneos. El libro El interior de la historia parte de la necesidad de manejar instrumentos propios para la crítica de la realidad en Latinoamérica. Segú Marina Waisman lo propio se ha de interpretar con ojos propios. Para ello, la autora desmonta los mecanismos historiográficos eurocéntricos con el objetivo de reflexionar sobre la historia singular de la arquitectura en los países latinoamericanos. Una de sus máximas aportaciones, presente también en este texto, fue el uso del concepto de “transculturación” o trasposición de los criterios arquitectónicos y urbanos pertenecientes a un contexto determinado –como Europa o Norteamérica –a otro muy distinto –como los países latinoamericanos- y, por lo tanto, el despliegue de todas las cautelas y críticas posibles que comporta importar conceptos que pueden ser inadecuados. Otro de los objetivos de Marina Waisman fue intentar desarrollar u 50
concepto distinto al del “regionalismo crítico” promovido por Frampton, Tzonis y Lefebvre, argumentando la posibilidad de un “regionalismo divergente” en la dirección de la cultura postmoderna. Marina Waisman plantea al principio del libro que: “el desmontaje de los mecanismo de la historiografía es una operación fundamental para la lectura crítica que haga posible una toma de conciencia de la propia posición ante la arquitectura. La historia nunca es definitiva, se reescribe continuamente desde cada presente, desde cada circunstancia cultural, desde las convicciones de cada historiador. Saber desentrañar las motivaciones, las intenciones, las ideologías que en cada caso presiden una obra historiográfica es el primer paso obligado para el conocimiento”. Y concluye preguntándose “se habla de una “modernidad adecuada” (Cristian Fernandez Cox) o de la necesidad de hacer coincidir el “espíritu del tiempo con el espíritu del lugar” (Enrique Browne). Pero, ¿No sería ya el momento de abandonar definitivamente la ideología de la modernidad? ¿No sería el momento de aceptar plenamente las condiciones de paso a la cultura postmoderna? Si pensamos que la ideología de la modernidad coloca al centro de los valores la categoría de lo nuevo, el desarrollo tecnológico con finalidad en si mismo; y si, por otro lado advertimos que la cultura postmoderna representa en estallido de la historia única, el traslado de los valores a los márgenes, la concepción de valores ligados al proceso de nacer/crecer/morir… ¿No serían estos unos parámetros posibles para fundar un proyecto latinoamericano”. El recorrido intelectual de Marina Waisman terminó analizando el mundo descentrado y fragmentado de finales del siglo XX en La arquitectura descentrada (1995). La aportación de Marina Waisman se manifiesta tanto en sus libros y e las publicaciones de la revista Summa y en la colección Sumarios, como en la influencia que ha tenido sobre discípulos tan cualificados como César Naselli, del que se trata en la tercera parte, autor de libros como De ciudades, formas paisajes (1992) y creador del neovanguardista Instituto de Diseño en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Católica de Córdoba. En este instituto se ha promovido una relación totalmente nueva entre la teoría y el proyecto mediante el fomento de mecanismos creativos. La herencia de Marina Waisman ha sido recogida desde 1998 en la revista del Centro Marina Waisman de Formación de Investigadores en Historia y Crítica de la Arquitectura, de Córdoba, titulada MW.
La utopía del estar americano: 51
la cosmovisión de Claudio Caveri La otra gran aportación es la del arquitecto argentino Claudio Caveri (1928), incansable pensador de la condición humana en el mundo contemporáneo. Hijo de un ingeniero italiano, Caveri se tituló como arquitecto en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de Buenos Aires en 1950. Al mismo tiempo hizo estudios paralelos de arte con los prestigiosos críticos Jorge Romero Brest y Damián Bayón. En 1949 fundó con Horacio Berreta y Efrén Lastra la agrupación Pedro de Monterán, editando la Revista Hacer. Junto a Eduardo Ellis y otros arquitectos promovieron el llamado movimiento de las “Casas Blancas”, que tuvo como manifiesto la iglesia de Fátima e Martínez (1951-1958). En 1958, Caveri fundó la Comunidad Tierra con un grupo afín de arquitectos, artistas, artesanos y pedagogos en la localidad de Trujui, Municipio de Moreno, Buenos Aires, con la voluntad de ruptura con la sociedad establecida y con la arquitectura racionalista internacional. Partiendo de la tradición del cristianismo de base (Theillard de Chardin), del socialismo utópico y del anarquismo, y al unísono con movimientos como las comunas y los hippies, se fueron construyendo comunidades de casas blancas, con medios artesanales, participación de los usuarios y recurrencia a formas orgánicas, livianas y espontáneas. Todas estas razones llevaron a adoptar el modelo wrightiano de los suburbios jardín como referencia, dentro de una posición esencialmente antivanguardista y antimetropolitana. La Comunidad Tierra tiene que ver con una voluntad de alejarse de las luchas, competencias y ambiciones de la sociedad occidental y fundar una nueva sociedad americana que pone el estar, el vivir, la experiencia y la solidaridad, que deberían ser las características del vivir latinoamericano, por encima del ser, el poder, el tener y el aparentar, el motor esencial del individualismo fomentado por el capitalismo occidental de raíz europea. Para Caveri, la política como instrumento de reforma del ser humano ha fracasado. La salvación y regeneración del hombre pasa por la disolución del poder, no por su apología. Frente a la objetivación de la revolución por parte del marxismo occidental se defiende la libertad individual y creativa del anarquismo de raíz oriental. Tras la experiencia docente de los años cincuenta y sesenta, se debatió y se decidió que la actividad del grupo debía reforzar esta vertiente esencialmente pedagógica y se fundó en Trujui la Escuela Técnica Integral, e la que se enseña a los jóvenes de los barrios populares colindantes los conocimientos técnicos y manuales de la construcción: albañilería, electricidad, lampistería, yesería, carpintería, etc. 52
Es común que la arquitectura de crítica radical recurra a formas orgánicas, aquellas relacionadas con la naturaleza e inspiradas en el modelo de la arquitectura de Wright. En el caso de las arquitecturas gaudinianas y wrightianas de la Comunidad Tierra en Moreno, la influencia de Wright viene tanto por la necesidad funcional de formas orgánicas como por el hecho de identificar a Wright como el arquitecto americano fundacional. Para atender mejor a la realidad y a la autoconstrucción se adoptan formas orgánicas, crecederas, hechas de miembros que se alargan y amalgaman; formas casi autoconstruibles. La singular capacidad teorizadora de Caveri recorre sus libros, desde los años sesenta hasta la actualidad. Destacan obras como El hombre a través de la arquitectura (1965), Los sistemas sociales a través de la arquitectura. Organización popular y arquitectura latinoamericana (1975); Ficción y realismo mágico en nuestra arquitectura (1987), y Mirar desde aquí o la visión oscura de la arquitectura (2001). En todos ellos se utiliza el pensamiento sobre la arquitectura como instrumento de reflexión, crítica y problemática, del sentido filosófico de lo humano y de su habitar. Su libro más influyente es Una frontera caliente. La arquitectura americana entre el sistema y el entorno (Syntaxis, Buenos Aires, 2002), una minuciosa crítica global a la cultura europea. El recorrido a través de la historia que hace el autor resulta tan seductor como esquemático, tan lúcido y profundo como inquietante. Su crítica a la cultura europea se basa e interpretarla según la dualidad de la tradición aria del trabajo y la semita de estar en el mundo. De todas formas, en la cosmovisión que Caveri plantea desde América se minimiza un hecho trascendental: la cultura que empieza a ser dominante e los años sesenta es la norteamericana, imponiendo sus modos de vida. Desde su “americanismo”, Caveri ve los Estados Unidos como referente fundacional y no como peligrosa amenaza. Sin embargo, ¿por qué no se plantea una posibilidad de nexo, enlace o unión entre el hijo menor de la señora Europa – el existencialismo de Albert Camus, la fenomenología de Edmund Husserl, la etnología de Claude Lévi-Strauss o el postestructuralismo de Derrida, Deleuze y Guattari– con los pensamientos y corrientes artísticas latinoamericanas más progresistas? La respuesta de Caveri es contundente y consiste en argumentar que la tradición humanista, existencialista, fenomenológica y postestructuralista europea siempre es minoritaria y siempre queda dominada por las fuerzas explotadoras y represivas dominantes de la Europa aria. Es por ello que propone un “estar latinoamericano” e contraposición al “querer ser europeo”, con su exacerbado individualismo y el objetivo esencial de la explotación. Se trataría de buscar maneras del estar 53
en América, sin competencias y ambiciones, conviviendo, compartiendo y viviendo sobre la tierra con espíritu comunitario. El último libro publicado por Caveri es Y América ¿Qué?. Balance entre el ser y el estar como destino del hacer americano y el reflejo en su arquitectura. Syntaxis, Buenos Aires, 2006, en el que continúan los razonamientos críticos contra el racionalismo europeo, lo que él denomina “el estallido de la modernidad europea” que critica a partir de los razonamientos del filósofo Martin Heidegger. El libro de Caveri tiene un prólogo del arquitecto argentino Pablo Beitía y parte del trabajo antropológico desarrollado por un discípulo argentino de Heidegger, Rodolfo Kusch, quie estudió los elementos esenciales de la cultura popular argentina, defendiendo los valores de un primitivismo que no se puede perder. Caveri se sitúa en la crítica al capitalismo de la Escuela de Frankfurt, especialmente Jürge Habermas, en la teoría de los sistemas de Niklas Luhmann, y en el pensamiento sobre el otro de Immanuel Levinas. En cualquier caso, la obra arquitectónica, la docencia y el pensamiento de Caveri son emblemáticos de la gran capacidad de experimentación y conceptualización de la cultura del Nuevo Mundo, el “laboratorio americano” como lo denominó Roberto Fernández, un territorio en el que aún es posible experimentar la utopía y plantearse otra filosofía.
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Capítulo 5 La búsqueda de una arquitectura y una teoría propias
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En este apartado se van a estudiar aquellas aportaciones de las décadas de los setenta y ochenta que más énfasis han puesto en el regionalismo latinoamericano, como signo de madurez frente a un cierto cosmopolitismo acrítico. En los años ochenta se dió una curiosa alianza entre el marxismo ortodoxo, representado por Roberto Segre, y el regionalismo de autores como Ramón Gutiérrez y Silvia Arango. Ello se manifestará en la creación de los SAL. Se ha de reconocer que en los textos de Segre hay una visió postcolonialista que intenta dar menos papel a la arquitectura dominante y focalizar la realidad arquitectónica y urbana de países en desarrollo 1. En ello se parece a la visión amplia de William Curtis, aunque en este caso no deja de ser una interpretación colonialista.
La evolución de la ortodoxia marxista Está pendiente la tarea de revisar y valorar la aportación de la crítica ortodoxa marxista, que en los años sesenta y setenta fue muy valiosa y tuvo una gran relevancia en la crítica latinoamericana y que actualmente ha dejado una cierta estela de frustración. Los textos de autores co mo Roberto Segre, Rafael López Rangel u Otilia Arantes, por citar tres de los más representativos, han tenido gran trascendencia, con un fuerte espíritu crítico y conciencia social. Queda como asignatura pendiente y necesaria la consolidación de una teoría crítica postmarxista y no ortodoxa, una reinterpretación y actualización de las partes aún válidas de la tradició marxista, aquellas más intemporales, es decir, no marcadas por la historicidad; las que potencian un análisis profundo y crítico de los fenómenos y los sistemas de objetos, superando dogmatismos. Han sido muy relevantes los escritos de Roberto Segre nacido en Milá en 1934, que estudió arquitectura en la Universidad de Buenos Aires, y que es autor, entre otros muchísimos textos, de América Latina en su arquitectura (1975), del que fue editor, y de la Historia de la arquitectura y el urbanismo en los países desarrollados. Siglo XIX y XX (1985), con unas valoraciones de las obras en las que primaban los criterios sociológicos e ideológicos por encima de los arquitectónicos, tecnológicos, formales y espaciales. Segre residió en Cuba desde 1963 hasta mediados de la década de los noventa, desarrollando un trabajo de crítica e historia desde la óptica socioeconómica, similar al del arquitecto y teórico cubano Fernando Salinas. Su conocimiento 56
y su gran habilidad para la escritura han permitido a Segre continuar s trabajo de historiador y crítico más allá de la crisis de los países del llamado “socialismo real”, actualizando sus criterios y conceptos. Especialista en los inicios de la arquitectura racionalista en México, Rafael López Rangel ha publicado, entre otros, La modernida arquitectónica Mexicana, antecedentes y vanguardias 1900-1940, (1989); u libro que investiga con gran rigor y precisión sobre este periodo, arrancando de la arquitectura urbana colectivista y neocolonial de principios del siglo XX, pasando por la arquitectura decó, la introducción del hormigón armado y la revista Forma (1926-1928), y entrando a la arquitectura moderna con la intervenciones de Diego Rivera y el Plan de Estudios de Arquitectura de 1931. La parte más importante del libro está dedicado a “Las dos líneas del funcionalismo arquitectónico mexicano. 1932-1940”, con las obras de Jua O'Gorman y el sistema de escuelas Bassols-O'Gorman, de José Villagrá García, de Luís Barragán, de Juan Legarreta y de Mario Pani, y con la creación de la Unión de Arquitectos Socialistas en 1938, de la que formaro parte, entre otros, Enrique Yáñez, Raúl Cacho y Alberto T. Arai. El libro culmina con las aportaciones a la enseñanza de la arquitectura por parte de Enrique Yánez y con la presencia del arquitecto alemán, racionalista radical, Hannes Meyer. El texto de López Rangel se centra exclusivamente en la ciudad de México y pone especial énfasis en los hechos más infraestructurales y económicos, en los procesos urbanos y los planes de estudio, es decir, en la cultura material. Juntos, Rafael López Rangel y Roberto Segre, han publicado diversos libros, como Architettura e Territorio nell’America Latina (1982) y Tendencias arquitectónicas y caos urbano en América Latina (1986). Sería necesario superar cierto dogmatismo maniqueo y simplista al que han recurrido autores como Roberto Segre u Otilia Arantes, y que se genere una corriente postmarxista que, manteniendo la primacía de lo económico, social y político, la exigencia primordial de justicia e igualdad, acepte, tal como ya hizo Walter Benjamín, que la superestructura del arte y la cultura mantiene una relación dialéctica con la infraestructura productiva. Mientras esto no suceda, queda en suspenso una posición que era especialmente crítica y exigente respecto a las cuestiones sociales. Actualmente, son las corrientes que se basan en análisis exclusivamente formalistas las que tienen más facilidades para encontrar continuidad. Por ello sería vital reconstruir el proyecto crítico de una línea interpretativa postmarxista, que sintetice la crítica interpretativa del marxismo no ortodoxo con la capacidad del análisis formal y profundo de las obras, y que abandone 57
dogmatismos, clichés, prejuicios y esquematismos.
La utopía americana: Fruto Vivas en Venezuela En el vacío de lo alternativo que ha ido dejando la crisis del marxismo ortodoxo han ido brotando teorías y utopías propias del estar, existir y construir en Latinoamérica; aquellas que, a partir de la experiencia y de la técnica, han generado conceptos y prácticas liberadoras propias de Latinoamérica. Además de las ya citadas experiencias de la Ciudad Abierta de Valparaíso en Chile y de la Comunidad Tierra en Moreno, provincia de Buenos Aires, es destacable el ejemplo de Fruto Vivas en Venezuela. Continuando y actualizando la tradición social marxista con la confianza en las diversas disponibilidades tecnológicas, el arquitecto venezolano Fruto Vivas (1928) ha teorizado y legitimado una corriente ecológica y creativa e la arquitectura contemporánea que parte de la defensa de las culturas aborígenes, y que está resumida su libro Reflexiones para un mundo mejor de 1983. Fruto Vivas se había titulado como arquitecto en la Universidad Central de Venezuela en 1955. En dicha Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela fue profesor de Composición y Material de Construcción desde 1955 hasta 1961. Y entre 1966 y 1968 dirigió el Departamento de Técnicas Constructivas de la Dirección de Investigaciones Técnicas del Ministerio de Construcción de La Habana. Se trata de una singular voluntad de fusión de las formas que se adapta a la naturaleza tropical local con los medios de la tecnología. Es una posición que está en contra el dominio tecnocrático, proponiendo livianas “casas-árbol” y combatiendo por una arquitectura social, en muchos casos autoconstruida por sus usuarios, en otros casos realizados por talleres de artesanos formados por el mismo arquitecto, y en ciertos casos recurriendo a formas megaestructurales. La propuesta de Fruto Vivas podría considerarse como la de una especie de Yona Friedman tropical. Fruto Vivas en Venezuela, Eladio Dieste en Uruguay, Félix Candela e México o la Cooperativa Amereida en Chile demuestran la importancia de abrir nuevos caminos en la arquitectura latinoamericana, que parten de una especial sensibilidad por la cultura material de cada lugar, consiguiendo lo máximo a partir de las propias disponibilidades tecnológicas y humanas de cada cultura.
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El regionalismo de Silvia Arango en Colombia En Colombia, el trabajo de consolidar una historiografía y una crítica de la arquitectura ha corrido a cargo, especialmente, de los autores Silvia Arango, Carlos Niño Murcia y Alberto Saldarriaga. Curiosamente, a la calidad de la arquitectura colombiana contemporánea no le ha correspondido una construcción historiográfica suficientemente madura, aún pendiente e muchos aspectos. El libro crucial es Historia de la arquitectura en Colombia (1989) de Silvia Arango. Dicho libro parte de la construcción historiográfica en la que se basó la investigación colectiva encabezada por la misma Silvia Arango, formada en la Universidad de Los Andes en Bogotá, en el Oxford Polytechnic y en la Universidad de París XII, que se presentó como exposición y culminó en esta Historia de la arquitectura en Colombia. Se trata de un libro imprescindible para entender la arquitectura colombiana que, sin embargo, requiere ser revisado, en la medida que adolece de cierto esquematismo. Por ejemplo, en la Historia de la arquitectura en Colombia se establece u período de transición de 1930 a 1945, en el que ya existe arquitectura moderna, como la de la Ciudad Universitaria, dirigida por Leopoldo Rother, y se establece un período del movimiento moderno (1945-1970) que se hace culminar en la arquitectura de ladrillo de Rogelio Salmona. Sin desmerecer la gran calidad de la obra de Salmona y su indiscutible lugar central en la arquitectura contemporánea, en realidad existieron distintas corrientes y períodos que se solapan, pero el énfasis que el libro otorga a la arquitectura regionalista de ladrillo deja en la sombra la importancia de la arquitectura racionalista colombiana del período 1935-1965, no dando suficiente relieve a autores como Guillermo Bermúdez. Hacen falta también interpretaciones que integren a las nuevas generaciones de arquitectos, algunos de ellos entroncando con la tradició racionalista, como Daniel Bermúdez y otros, como Giancarlo Mazzanti e Bogotá y los hermanos Miguel y Felipe Mesa en Medellín, que ha desarrollado nuevos sistemas y diagramas arquitectónicos, en los proyectos de escuelas, bibliotecas y otros edificios públicos. Existen otros teóricos colombianos destacados, como Alberto Saldarriaga Roa, cuya recopilación La arquitectura como experiencia. spacio, cuerpo y sensibilidad (2002), es una cuidadosa reflexión desde la óptica de la experiencia, la fenomenología y la cultura del arte sobre la arquitectura, la ciudad y el paisaje, que tiene que ver con su cualificada formación y su experiencia en Cosanti trabajando para Paolo Solari. 59
Y Carlos Niño Murcia (1950) que es autor, entre otros libros, del importante volumen Arquitectura y Estado (2003), publicado por la Universidad Nacional de Colombia. Carlos Niño obtuvo el título de arquitectura en la Universidad Nacional de Colombia en 1972, donde desde 1976 es profesor de Historia de la Arquitectura, se formó en Historia del Arte en el Instituto de Arte y Arqueología de la Universidad de París-Sorbona entre 1974 y 1976, y cursó el postgrado en Teoría e Historia de la Arquitectura entre 1974 y 1976 en la Architectural Association de Londres. En su libro analiza, en el periodo 1905-1960, como se materializa en Colombia la idea de Estado, con los edificios públicos actuando como modelos y con las influencias internacionales de Le Corbusier, Sert, Wiener, Gropius, Candela y Villanueva.
La “otra arquitectura” según Enrique Browne A finales de los años ochenta, el arquitecto chileno Enrique Browne (1942) publicó un libro clave en esta tradición regionalista latinoamericana, Otra arquitectura en América Latina (1988), en el que se establecen dos líneas de evolución: la que él denomina arquitectura del desarrollo, de raíz racionalista y tendencia internacional, representada por la obra de autores como Oscar Niemeyer, Félix Candela, Emilio Duhart, José Villagrán García, Amancio Williams o Carlos Raúl Villanueva, y la “otra arquitectura”, de regionalismo latinoamericano, con la obra de Luis Barragán, Eladio Dieste, Rogelio Salmona o Severiano Porto, en la que entra la influencia de la arquitectura neovernacular. A finales de los años ochenta, la mitificación de Luis Barragán, fallecido en 1988, había llegado a su punto álgido. Se trata de una división un poco maniquea, ya que es muy difícil establecer, en la realidad de la producción y las ideas, la frontera entre la arquitectura internacionalista y la regionalista, ya que cualquier obra tiene dosis de dichos ingredientes. Además, el concepto de “regionalismo crítico” de Kenneth Frampton, al que indirectamente se remite Browne, comporta u reconocimiento de consolación otorgado por los pretendidos centros culturales que mantienen en un lugar secundario a las obras de las periferias. Todo ello está forzado por esta voluntad de una visión regionalista y localista de América Latina. El compendio de Otra arquitectura en América Latina de Enrique Browne, quien tiene una obra arquitectónica muy destacada y de lenguaje internacional, fue un libro muy coyuntural, muy pensado en relación a los 60
planteamientos de los Seminarios SAL. Se enfatiza la línea americana de la arquitectura relacionada con el lugar, es decir las tradiciones en principio más localistas y minoritarias (Barragán, Salmona, Porto) frente a las más internacionalistas (Niemeyer, Villanueva, Candela) que se corresponde con la parte más productivista y más extendida por Latinoamérica.
La creación e historia de los SAL (Seminarios de Arquitectura Latinoamericana) Por último, los SAL, como fenómeno de síntesis y madurez, requieren u análisis propio. Los Seminarios de Arquitectura Latinoamericana nacieron e 1985, al mismo tiempo que la primera Bienal de Arquitectura de Buenos Aires, cuando un grupo de arquitectos latinoamericanos que asistían a la Bienal, dada la poca cabida otorgada a dicha arquitectura, frente al total predominio de las estrellas invitadas de la arquitectura internacional, decidieron apartarse y reunirse en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires, constituyendo el primer seminario. Este fue el nacimiento de los SAL, que volvieron a reunirse en su segundo seminario organizado por la revista Summa en Buenos Aires en 1986, al año siguiente. Las posteriores reuniones que se realizaron fueron: el III seminario e Manizales (Colombia) en 1987, el IV en Tlaxcala (México) en 1989, el V e Santiago de Chile en 1991, el VI en Caracas en 1993, el VII en São Paulo/São Carlos en 1995, el VIII en Lima en 1999, el IX en San Juan de Puerto Rico e 2001, el X en Montevideo en 2003, el XI en México D.F. en 2005, el XII e Concepción (Chile) en 2007 y el XIII en Panamá en 2009. El del 2011 está programado en Campinas (Brasil). La idea inicial de los SAL fue ir alternando las sedes una vez al norte y otra vez al sur del continente. A los SAL han asistido tanto críticos e historiadores de la arquitectura, como Marina Waisman, Roberto Fernández, Ramón Gutiérrez, Silvia Arango, Alberto Saldarriaga Antonio Toca, Edward Rojas y Cristian Fernández Cox, como arquitectos profesionales, como Rogelio Salmona, Juvenal Baraco, Togo Díaz, Jorge Moscato y Severiano Porto; incluidos autores que están, a la vez, en los dos campos, como Enrique Browne y Humberto Eliash. En los SAL, dentro de las coordenadas de un regionalismo crítico, interpretado de manera diferente a Frampton, Tzonis y Lefebvre, ha predominado la reflexión sobre la identidad latinoamericana y sobre la cuestión historiográfica, la investigación y los recursos metodológicos, tendiendo la mayoría de ellos a poner énfasis en la revalorización del 61
patrimonio y del paisaje y, los últimos, insistiendo en las cuestiones del medio ambiente y la arquitectura bioclimática. Uno de los temas recurrentes ha sido el del espacio público, con la revalorización de la plaza tradicional. Con los años ha ido tomado presencia el afrontar los problemas de las grandes ciudades en el contexto de la globalización. La organización del siguiente SAL se decide durante cada edición y se elige una universidad, con la colaboració de otras instituciones municipales o colegiales. Con los SAL se pasa del pensamiento crítico, en algún caso de raíz marxista, a uno más preocupado por la identidad y el localismo. Algunos de los críticos marxistas se convirtieron a este regionalismo latinoamericano. Paradójicamente, se pasaba del internacionalismo marxista al nacionalismo de lo identitario. Sin duda, estos seminarios han sido imprescindibles para establecer redes de conocimiento y amistad entre los arquitectos, historiadores y críticos latinoamericanos y para contrarrestar el dominio de la cultura europea y norteamericana. Al mismo tiempo, han significado el reforzamiento de una corriente doctrinaria. En cualquier caso, la creación y evolución de los SAL es la muestra más privilegiada de esta consolidación y maduración de la crítica de arquitectura en América Latina. Y una de las propuestas teóricas más destacadas dentro de los SAL es la que se basa en el concepto de “modernidad apropiada”, que Cristia Fernández Cox, con mucha inteligencia, contrapone al de regionalismo crítico de Kenneth Frampton.
Cristian Fernández Cox y otras aportaciones El profesor y arquitecto chileno Cristian Fernández Cox (1935) ha ido incrementando su influencia teórica con muchos libros. Uno de los últimos es Orden Complejo en arquitectura. Teoría básica del proceso proyectual (2005), un análisis muy culto, claro y brillante que, por su planteamiento sistemático y didáctico, recuerda el Tractatus Lógico-Filosófico de Ludwig Wittgenstein. Arranca de la premisa clave de situar el concepto de habitabilidad como esencia de la arquitectura. Ante la complejidad del proceso del proyecto contemporáneo, Fernández Cox propone una nueva teoría de la arquitectura, siguiendo un pensamiento fundacional y un método sistémico. No se trata de dar recetas sino de aprender a organizar los problemas. Para ello, Fernández Cox discierne distintas concepciones de modernidad: entre una modernidad ilustrada y académica y una modernidad 62
armónica, organicista y humanista; y entre el concepto general de modernidad y la experiencia concreta del racionalismo analítico mecanicista de la ilustración. Y para ello, el autor dispone de una sólida cultura humanista, que toma referencias de tratadistas como el biólogo François Jacob y el sociólogo Alfred Weber, hermano de Max Weber. Aunque hacia el final del libro se deja entrever un cierto peso de las visiones milenaristas y cíclicas del hegelianismo conservador, al utilizar textos de Toynbee, Spengler y Fukuyama, ello se compensa a la vez con un hegelianismo progresista que ve en la búsqueda de un mundo más justo la raíz de la modernidad y que propone como síntesis una modernidad armónica o transmodernidad. Tratando de otras aportaciones, en Puerto Rico destaca el arquitecto y profesor Jorge Rigau, director durante muchos años de la Escuela de Arquitectura de San Juan, y que ha impulsado un profundo debate, tanto sobre el patrimonio como sobre la arquitectura contemporánea, planteando, desde esta situación estratégica caribeña, un cuidadoso diálogo cultural entre continentes. Este panorama de maduración quedó completado por libros como Panorámica de la Arquitectura Latinoamericana de Damián Bayon, crítico de arte argentino discípulo de Pierre Francastel, consistente en una serie de entrevistas a destacados arquitectos latinoamericanos, con fotografías de Paolo Gasparini, editado por la UNESCO en 1977. Hasta aquí, este breve e incompleto panorama que nos permite comprobar como se consolidan en Latinoamérica una historiografía y una crítica propias, que se presentan ante nosotros aún con toda la fragancia de los inicios y co toda la generosidad y el voluntarismo de las auténticas investigaciones intelectuales.
1. Como en el capítulo 31 de La Arquitectura Moderna desde 1900 de William Curtis, titulado “Modernidad, tradición e identidad en el mundo en desarrollo”
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Tercera parte
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Las nuevas generaciones cosmopolitas de críticos A partir de los años ochenta se ha consolidado una nueva generación, marcadamente cosmopolita e internacionalista, de críticos latinoamericanos de arquitectura. En ellos destaca una formación recibida en los años sesenta y setenta a partir de la cultura estructuralista y del formalismo posmoderno, que les ha aportado las pautas de rigor metodológico y más herramientas de expresión mediática. Se trata de una generación más culta y, en muchos casos, más acomodada a las condiciones contemporáneas.
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Capítulo 6 La consolidación de una nueva generación cosmopolita de críticos de arquitectura en Argentina
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Son muchos los autores argentinos contemporáneos a los que nos podemos referir. Obligados, sin embargo, a sintetizar, vamos a concentrarnos en algunos autores reprensentativos de diversas corrientes, poniendo especial énfasis e la obra escrita de Roberto Fernández y en el grupo encabezado por Jorge Francisco Liernur.
Diversidad de corrientes Dentro de las aportaciones más maduras en Argentina, destaca Ramón Gutiérrez (1939), especialista en archivística y bibliografía latinoamericana; estudioso de la herencia colonial hispánica; autor, entre otras muchas recopilaciones, de Notas para una bibliografía hispanoamericana de arquitectura 1526-1875 (1972), y de Arquitectura y Urbanismo en beroamérica (1984); y creador, además, del principal centro de documentación continental, el CEDODAL. En Arquitectura y urbanismo en Iberoamérica se compendia la evolució de la arquitectura y el urbanismo desde los inicios de la colonia hasta el siglo XX. Gutiérrez, en la línea del regionalismo crítico y de la “otredad”, ha defendido una historiografía propia para la arquitectura latinoamericana. En un ensayo dedicado a “La historiografía de la arquitectura iberoamericana. Entre el desconcierto y la dependencia cultural (1870-1985)” publicado en 1985, Gutiérrez establece tres periodos en la historiografía latinoamericana: el de los precursores (1870-1915); el de los pioneros, marcado por la expansión y la profundidad (1915-1935); y el de la consolidación historiográfica (1935-1980). La preriodización que se ha adoptado en este libro es distinta: no hemos atendido el periodo de los precursores y hemos interpretado el periodo de los pioneros de manera más dilatada, hasta finales de los años cincuenta, considerando que el de consolidación historiográfica y crítica se realiza realmente en las décadas que van de los sesenta a los ochenta. Por lo tanto, de manera similar a Enrique Browne, Ramón Gutiérrez refuerza la posición maniquea que defiende la obra de ladrillo de Rogelio Salmona, Eladio Dieste y Togo Díaz como genuina y óptima para Latinoamérica, al mismo tiempo que caracteriza las obras de alarde monumental y expresivo de Oscar Niemeyer, João Vilanova Artigas, Félix Candela, Clorindo Testa, Abraham Zabludovsky y Teodoro González de León, como de “tragedias formalistas”. Roberto Doberti (1936), ya jubilado de su actividad como profesor de 67
Morfología y de Teoría del Habitar en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo en la Universidad de Buenos Aires, nos ha dejado magníficos libros y ensayos, como Relatos de la forma y la teoría (CP67, Buenos Aires, 1997), precioso en su redacción, en formato de fábulas con corolarios y alegorías con aforismos; una visión poética, desde el punto de vista del viajero que va descubriendo, sobre las formas, los espacios y las palabras. También destaca Alfonso Corona Martínez (1935), titulado como arquitecto en 1960 en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires, catedrático de la Facultad de Arquitectura de la universidad de Belgrano de la misma ciudad, especialista en crítica y docencia de proyectos. Es el autor de Ensayo sobre el Proyecto (1990), publicado también en portugués y que tiene una versión revisada y ampliada en inglés, The Architectural Project (2003). Corona Martínez es mentor de una parte importante de jóvenes críticos argentinos y brasileños. Ensayo sobre el proyecto, actualmente editado por Nobuko, trata sobre la composición arquitectónica desde la óptica de los métodos de diseño o la teoría del proyecto. No es un libro sobre la realidad de la arquitectura, sino sobre la historia de su representación. Como libro dedicado a los métodos de diseño, Corona Martínez insiste en que el gran cambio se dio entre el siglo XVIII y los principios del siglo XIX, con los métodos de Durand y el sistema Beaux-Arts, y no durante el movimiento moderno, que cambió las formas pero no los métodos de proyecto. Volviendo al contexto de Córdoba, ha sido muy destacable la labor del arquitecto y profesor César Naselli, coautor con Marina Waisman del libro 10 arquitectos latinoamericanos, publicado por la Conserjería de Obras Públicas y Transportes de la Junta de Andalucía en 1989. A pesar de la enorme influencia de Naselli en las Facultades de Arquitectura de la Universidad Nacional y de la Católica de Córdoba, habiendo creado en esta segunda el vanguardista y creacionista Instituto del Diseño, sus aportaciones están dispersas en publicaciones, catálogos de exposiciones (como la que se presentó en el Cabildo Histórico de Córdoba en 1997) y ensayos. El trabajo de conceptualización de César Naselli se ha desarrollado con una fuerte base en la filosofía y la ciencia, y con el conocimiento de los métodos creativos. Curiosamente, el campo de estudio de Naselli va del universo de los objetos hasta la gran escala del paisaje. Sus trabajos sobre las cuestiones del paisaje y la ecología están recogidos en su texto De ciudades, formas y paisaje de Arquna Ediciones, Paraguay, 1992. Si tenemos en cuenta que sólo ha publicado dos libros –uno con Marina Waisman, editado por la Junta de Andalucía y otro publicado en Paraguay- se comprueba las pocas facilidades que hay en Córdoba para publicar. Por suerte 68
la revista 30-60 se ha ocupado, a menudo, de sus ideas. La enorme influencia en Córdoba de Marina Waisman y César Naselli, no sólo se refleja en la revista ya citada dedicada a Marina Waisman, sino también en la ya larga singladura de la magnífica revista 30-60, en referencia a las coordenadas donde se sitúa Latinoamérica, creada por Omar París e Inés Moisset en junio del 2004, y dedicada a promocionar la diversidad de la arquitectura en los distintos países latinoamericanos, con un especial énfasis en la arquitectura de paisaje. El mismo grupo ha creado, en esta dirección, la colección de libros “Hipótesis de paisajes”, relacionada con una serie de seminarios internacionales sobre paisaje. La revista no sólo cubre las novedades en arquitectura y paisaje sino que tiene una especial sensibilidad por el patrimonio arquitectónico y por las intervenciones urbanas que potencian su revalorización. A finales del 2009 habían sido publicados ya ventidós números de una revista que, en la línea de los SAL, ha sabido introducir la mirada renovadora de generaciones jóvenes, convirtiéndose en el mejor escaparate de la diversidad de la arquitectura latinoamericana sensible con el contexto. También en el contexto de Córdoba destaca la obra construida y escrita de Miguel Ángel Roca (1940), con textos que van desde Obras y textos, CP67, Buenos Aires, 1988 y Habitar – construir – pensar, CP67, Buenos Aires, 1989, hasta Arquitecturas del siglo XX. Una antología personal, Suma+ libros, Buenos Aires, 2005. Algunos de los libros que publicó con CP67 hoy están reeditados en Nobuko. Por último, Fernando Díez (1953), discípulo de Alfonso Corona Martínez, influido por las metodologías europeas de análisis urbano, publicó en 1996 la síntesis de investigación urbana Buenos Aires y algunas constantes en las transformaciones urbanas. Desde 1994 es secretario de redacción de la revista Summa+, desde donde proyecta su cultura crítica, s visión global y su sensibilidad por los problemas medioambientales, que expresa también en sus artículos en el periódico La Nación. El resultado de esta actividad de panorámica y de selección crítica, y de su tesis doctoral presentada en la Universidad Federal de Rio Grande do Sol, en Porto Alegre (2005), es el brillante y polémico libro Crisis de autenticidad. Cambios en los modos de producción de la arquitectura argentina, (2008). También en la línea de las investigaciones urbanas está todo el trabajo de Margarita Gutmann sobre Buenos Aires, que es profesora en la FADU de la UBA y de la New School de Nueva York. Uno de sus trabajos más abarcante como editora es Buenos Aires 1910: memoria del porvenir, Gobierno de la ciudad de Buenos Aires / FADU – UBA / Instituto Internacional de Medio Ambiente y Desarrollo, MED – América Latina, Buenos Aires, 1999. Tambié 69
en la línea de pensar Buenos Aires está el libro de Rafael E.J. Iglesia y Mario Sabugo, Buenos Aires. La ciudad y sus sitios, CP67, Buenos Aires, 1987, que compila los artículos publicados entre 1981 y 1985, y que actualmente edita Nobuko. Merece también una atención especial toda la teorización en el campo de la vivienda social, que tiene en Argentina uno de los líderes más claros e Víctor Saúl Pelli, autor del libro Habitar, participar y pertenecer. Acceder a la vivienda-incluirse en la sociedad, Nobuko, Buenos Aires, 2007, que recoge su experiencia en El Chaco para encarar el problema habitacional de sectores en situación de pobreza estructural. Los dos grandes especialistas y activistas por la vivienda en México son Enrique Ortiz, por lo que respecta a cuestiones legales y de derechos, y Carlos González Lobo, por lo que respecta a la experiencia de obras de vivienda social en proyectos de cooperación; s tesis doctoral presentada en la UNAM en el 2007 se titula Hacia una arquitectura del proyecto arquitectónico. En Chile, la gran especialista e política de vivienda social es Anna Sugranyes. Y en Brasil, Raquel Rolnik y Nabil Bonduki.
La propuesta estructuralista de Roberto Fernández Roberto Fernández (1946) ha desarrollado una visión ecléctica y holística de América en la cual confluyen filosofía, ciencia, antropología, ecología e historia. Con una producción teórica ya consolidada, la posición de Roberto Fernández, eminentemente culturalista y globalizadora, de u marcado eclecticismo que no renuncia al peso de ninguna aportación, ha quedado claramente establecida, tanto en el panorama internacional, como e el contexto latinoamericano y como en el de su país, Argentina. Cada nueva interpretación que va apareciendo es asumida de manera crítica y es incorporada continuamente al esquema interpretativo preelaborado que posee. En este sentido, la interpretación de Fernández radica en un núcleo especial: siendo la arquitectura el fenómeno central de su análisis, ésta se entiende siempre en relación con la filosofía y la ciencia, el proyecto urbano y las implicaciones medioambientales y ecológicas. En el panorama general, Fernández se sitúa en una posición equidistante de las dos líneas de crítica que han tenido mayor fortuna en las últimas décadas: el formalismo analítico de Colin Rowe, que en Latinoamérica tiene seguidores tan cualificados como el brasileño Carlos Eduardo Comas, y la crítica radical de Manfredo Tafuri, con discípulos tan aventajados como Jorge 70
Francisco Liernur en Buenos Aires. Asimismo, Fernández ha superado críticamente las interpretaciones dominantes en la arquitectura moderna –catapultadas por la historiografía orgánica al movimiento, de Pevsner a Giedion- y las defensas de la arquitectura de la tecnología más avanzada, como en Reyner Banham. En el panorama latinoamericano, Fernández se alinea con interpretaciones como la de Marina Waisman y se aleja de toda nostalgia o victimismo localista y regionalista. Tal como hizo Marina Waisman, Fernández ha asumido la cultura internacional contemporánea con un espíritu crítico, intentando pensar desde Latinoamérica, sin renunciar a ninguna de las aportaciones extranjeras; la suya es una transculturación positiva, hecha co mucha inteligencia. Equidistante de Jorge Francisco Liernur y de Ramón Gutiérrez, en la posición de Roberto Fernández, la historia no es ni material de investigació ideológica ni argumento de legitimación nacionalista, sino que se convierte e el soporte básico para las interpretaciones críticas de la cultura del presente. Su texto El laboratorio americano: Arquitectura, Geocultura y egionalismo (1998), constituye un inmenso esfuerzo de síntesis y se ha convertido en una referencia para todo debate y estudio sobre la cultura, la ciudad y la arquitectura en América Latina. En El laboratorio americano, Roberto Fernández interpreta como América ha sido el laboratorio de los sistemas políticos y económicos, y de las diversas propuestas culturales y estéticas que, lanzadas generalmente desde Europa como sistemas y utopías, se han ido sucediendo y aplicando. Se trata de un laboratorio en el que, sin descanso, se van hibridando la modernidad ecuménica importada y la propia cultura precolombina que siempre va resurgiendo. El libro de Fernández se estructura cronológicamente y aprovecha el discurso diacrónico para ir cambiando de enfoque y de conceptos. Empieza con una visión desde el punto de vista de los ecosistemas originarios americanos (“La mirada de Humboldt”) y termina con las distintas posiciones que adopta la arquitectura (“Estéticas americanas”) relacionado con el lugar, la tradición, la identidad, la tecnología, la antropología y la cultura, pasando por una detallada historia de las ciudades latinoamericanas, en la que se siguen las cinco grandes etapas establecidas por José Luis Romero en su libro clave Latinoamérica: las ciudades y las ideas (Siglo XXI editores, 1976): la ciudad hidalga y barroca de Indias en el siglo XVII; las ciudades criollas del siglo XVIII; las ciudades patricias de 1810 a 1880; la burguesa del período 1880-1930; y la ciudad masificada, posterior a la crisis de 1930 y hasta 1970. En toda su teoría, de múltiples referencias culturales, destaca un método culturalista y ecléctico que arrancaría de Jacob Burckhardt 71
y tendría referentes como Mario Praz y George Steiner. Otra línea de sus trabajos se han dedicado a explicar las distintas opciones del proyecto contemporáneo, expresado en libros como El proyecto inal. Notas sobre las lógicas proyectuales de la arquitectura al final de la modernidad (2000), que sintetiza en ocho lógicas: tipologista, estructuralista, constructivista, contextualista, comunicacional, formalista, deconstruccionista y fenomenologista Porque, en definitiva y en el fondo, la estructura de estos dos libros que hemos destacado es similar. En El laboratorio americano, para interpretar toda la historia de Latinoamérica, y en El proyecto final, para incluir todas las obras y los arquitectos representativos de las últimas décadas, se construye andamiajes parecidos: una gran trama lógica en la que se combinan los conceptos, las escalas y el tiempo. En El laboratorio americano el cuadro va del pasado prehispánico hasta la actualidad, y de la gran escala de los ecosistemas a la pequeña escala de la arquitectura, pasando por el territorio, las naciones y las ciudades. En El proyecto final el cuadro se construye por un lado con las condiciones objetivas centradas en el ambiente, la idea y el producto y por el otro lado, con las condiciones subjetivas y arbitrarias de la percepción, el motivo y el lenguaje del proyectista. Un hábil andamiaje que ha de permitir clasificar todo, desde los hechos culturales y humanos de Latinoamérica hasta toda la producción arquitectónica de las últimas décadas, desde lo que ya ha pasado hasta lo que aún está por venir. Por otra parte, Fernández desarrolla paralelamente una línea de publicaciones dedicadas al urbanismo sostenible, entre los que destacan La Ciudad Verde. Manual de Gestión Ambiental Urbana (1998), La naturaleza de la metrópolis. Estudios sobre problemática y gestión ambiental metropolitana (1999), y Territorio, Sociedad y Desarrollo Sostenible (1999), escrito este último con Adriana Allen, Mónica Burmester, Mirta Malvares Míguez, Lía Navarro, Ana Olszewski y Marisa Sagua. Además, dirige la revista X de arquitectura, urbanismo y diseño, publicada desde el 2008 en la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad Nacional de Mar del Plata.
El grupo de Jorge Francisco Liernur y la revista Block Jorge Francisco Liernur (1946), tras sus estudios en Europa (Venecia y Berlín), ha desarrollado la fortuna de la crítica radical de Manfredo Tafuri, expresando su visión crítica y de síntesis en diversos ensayos y libros y en la 72
revista Block, que dirige. Liernur ha promovido una amplia escuela de investigadores en historia de la arquitectura y de la ciudad, como Adriá Gorelick, Graciela Silvestri y Anahi Ballent, y se ha convertido en el historiador y teórico más importante e influyente de Buenos Aires. Con un método de investigación histórica dirigido esencialmente al siglo XX, en los ensayos de Liernur siempre se destacan los motivos políticos e ideológicos que hay detrás de cada operación cultural y arquitectónica. S amplio trabajo se ha reflejado en obras colectivas, como América Latina. rchitettura, gli ultimi vent’anni (1990), en el libro Arquitectura en la rgentina del siglo XX. La construcción de la modernidad, publicado en el 2001 por el Fondo Nacional de las Artes, y en el Diccionario de Arquitectura en la Argentina (2004), recopilando con Fernando Aliata el trabajo de u amplísimo equipo. En este Diccionario, sin embargo, se traiciona cierta necesaria objetividad en aras de una visión sesgada, en la que se prima ciertas posiciones, se reducen otras y se silencian algunas. Además de su último libro Arquitectura en Teoría. Escritos 1986-2010, publicado por Nobuko en el 2010, sus dos textos más recientes son La re austral. Obras y proyectos de Le Corbusier y sus discípulos en Argentina (1924-1965), hecho con la colaboración de Pablo Pschepiurca (2008), y la recopilación de catorce ensayos en Trazas de futuro, que está dedicada a lo que indica el subtítulo: “Episodios de la cultura arquitectónica de la modernidad en América Latina” (2008). La revista Block, de la que es fundador y director, se publica desde 1997 en Buenos Aires. En el año 2010 el último número publicado era el siete, editado en 2006. El número uno estuvo dedicado a la Belleza (Agosto 1997), el dos a la Natulareza (mayo 1998), el tres a Aldo Rossi (diciembre 1998), el cuatro a Brasil (1999), el cinco a El príncipe (diciembre 2000), el seis al Tercer Mundo (2004) y el siete a Argentina. En el consejo de redacción, además de los ya citados Liernur, Silvestri, Aliata, Ballent y Gorelick, está Noemí Adaggio, Luis Arroyo, Fernando Coccopardo, Adriana Collado, Alejandro Crispiani, Silvia Dócola, Eduardo Gentile, Luis Müller, Silvia Pampinella, Ana María Rigotti, Javier Sáez y Graciela Zuppa. A lo largo de estos números, han sido invitados críticos externos como Kenneth Frampton, Fernando Pérez Oyarzún, Diana Agrest, Vittorio Savi, Carlos Martí Arís, Vittorio M. Lampugnani, Jean-Louis Cohen, Carlos Martins, Diane Ghirardo y Otilia Arantes. Posiblemente la autora afín a Liernur más destacada es Graciela Silvestre, arquitecta e historiadora de la cultura, el arte y la arquitectura latinoamericana, profesora en la Universidad Nacional de Quilmes, que ha escrito textos de gran rigor, con gran cantidad de referencias y conocimientos, 73
entre ellos El paisaje como cifra de armonía, escrito con Fernando Aliata (2001) y El calor del río. Historia del Riachuelo como parque industrial (2004). Y el autor más reconocido es el arquitecto e historiador Adrián Gorelik, también profesor en la Universidad Nacional de Quilmes, que es u gran experto en José Luis Romero, editor y prologuista de muchas reediciones y compilaciones actuales sobre dicho historiador. Es autor de La grilla y el arque. Espacio público y cultura urbana en Buenos Aires, 1887-1936 (1998).
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Capítulo 7 La nueva generación de críticos en Brasil, Chile y otros países
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La nueva generación de críticos de arquitectura en Brasil En el caso del Brasil contemporáneo, dentro de esta generació cosmopolita, destacan, entre muchos otros, Carlos Eduardo Dias Comas, Rut Verde Zein, Hugo Segawa, Edson Mahfuz, Abilio Guerra y Marcelo Ferraz. Carlos Eduardo Dias Comas (1943) es arquitecto y profesor de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Federal de Porto Alegre, escuela en la que estudió y se graduó como arquitecto en 1966. En 1977 hizo u Master en Arquitectura y Planeamiento Urbano en la Universidad de Pennsylvania. Ha escrito clarividentes y precisos ensayos sobre la forma arquitectónica, constituyéndose en un brillante ejemplo de la herencia del formalismo analítico de Colin Rowe. A lo largo de los años noventa fue director del prestigioso programa de doctorado PROPAR, en Porto Alegre. Los escritos que ha ido publicando desde los años ochenta han tenido el máximo impacto. Y entre ellos el más emblemático fue su ensayo sobre el Ministerio de Educación en Río de Janeiro. En el 2002 presentó en la Universidad de París VIII-Saint Dennis su tesis doctoral en arquitectura, titulada Precisoes: arquitetura moderna brasileira, dedicada a la arquitectura brasileña del período heroico de 1936 a 1945. La tesis doctoral de Comas culmina quince años de certeros ensayos de análisis sobre los ejemplos emblemáticos de la arquitectura brasileña, siguiendo metodológicamente no sólo el formalismo analítico de Colin Rowe, sino también la concepción estructuralista e historicista de Alan Colquhoun. La tesis de Comas, muy buena analizando las obras ejemplares, estudia a fondo la Ciudad Universitaria en Río de Janeiro, el Ministerio de Educación en Rio, el Casino en Pampulha, el Pabellón de Brasil en Nueva York y el Museo de las Misiones en São Miguel. Partiendo de una crítica a la construcción historiográfica que generó el Movimiento Moderno, Comas estudia la arquitectura brasileña del período 1930-1945 a partir de la pervivencia del sistema de Beaux-Arts y de la libre interpretación del lenguaje arquitectónico de Le Corbusier, como reglas básicas de juego. A partir de la relectura de los textos de la época, Comas hace una interpretación de la teoría y la práctica de Lucio Costa. La tesis parte de la premisa de la pervivencia del clasicismo en la arquitectura moderna, especialmente en Le Corbusier. En la primera parte de la tesis se remarca la importancia de la cultura Beaux-Arts y de la fortuna del método del eclecticismo en Brasil, un país que empieza con el mismo ritmo histórico que 76
México o Argentina, pero que entre 1930 y 1945 supera a estos países gracias al background de la tradición Beaux-Arts, al rol avanzado de los encargos públicos de arquitectura y a la cualificada tradición técnica de los ingenieros. En definitiva, la construcción historiográfica que realiza Comas parte de u discurso que nace conceptual y sincrónico para volverse diacrónico e histórico. Los casos y fragmentos van configurando un mosaico o collage, y de un mosaico o collage se pasa a un panorama. A la manera de Colin Rowe, los ensayos de Comas de basan en el formalismo analítico, mediante el cual se descomponen, analizan y comparan, de manera clarividente, los edificios y se desvela siempre la presencia del sistema Beaux-Arts en las formas de la arquitectura moderna. Sin embargo, hay algunas diferencias entre el método de Colin Rowe y el de Carlos Eduardo Comas. Comas sólo se remite al sistema Beaux-Arts y no a toda la historia, ya que éste es el background de la arquitectura brasileña; y para Comas no se trata de proponer un “collage” de diversas arquitecturas, sino de saber interpretar las obras dentro de su contexto cultural. En su ensayo magistral sobre el edificio del Ministerio de Educación e Río de Janeiro, titulado “Prototipo y Monumento, Un Ministerio, El Ministerio” (1987) Comas, a través del análisis de la secuencia de proyectos iniciados por Le Corbusier y realizados por el equipo carioca encabezado por Lucio Costa y Oscar Niemeyer, demuestra que la obra final no hubiera podido realizarse dentro de los esquemas arquitectónicos de Le Corbusier, sino que es una obra totalmente nueva en todos sus aspectos 1. Los proyectos de Le Corbusier se situaron en un solar distinto al que se utilizó definitivamente. En sus propuestas, Le Corbusier planteaba un edificio frontal bajo, contrapuntado axialmente por un cuerpo secundario dedicado a escaleras e instalaciones. En cambio, el edificio definitivo era un bloque pantalla mucho más alto, con unos brise-soleils brasileños y un cuerpo bajo coronado por un jardín de Roberto Burle Marx. Este tipo de articulación no estaba en el proyecto “lecorbuseriano”. De la misma manera que los giros, quiebres y tangentes que genera el Ministerio en sus accesos, pórticos y vestíbulos nunca se dieron en la obra de Le Corbusier. El arquitecto europeo nunca hubiera hecho un atrio abierto a doble altura con columnas cilíndricas, que rememoraban el atrio del Panteón de Roma y que conducían axialmente a un jardín abierto y, girando a la izquierda, al vestíbulo expresionista. En definitiva, Comas, con el substrato de la distinción que hizo Wolffli entre arquitectura renacentista y barroca, nos demuestra el diferente carácter de la arquitectura de Le Corbusier y de los brasileños. Los proyectos de Le Corbusier en aquella época eran frontales, con elementos claramente delimitados, escritura lineal, volúmenes perfectamente delimitados y u 77
carácter renacentista. El Palacio de Cultura de los brasileños se basa en la articulación y el giro, su fachada es de un brise-soleil vibrante, abunda la decoración de la cerámica y las referencias a las tipologías clásicas en una expresividad visual barroca. En otro de sus ensayos más emblemáticos titulado “Una cierta arquitectura moderna brasileña: experiencia a reconocer”, publicado en Arquitectura revista n° 5, Río de Janeiro (1987) y en Proa Internacional n° 54 (1987), Comas establece dos concepciones formales opuestas: la dinámica y orgánicofuncional, relacionada con el gótico y que es como una flor, que se desarrolla de dentro hacia fuera; y la concepción estática y plásticoideal, relacionada con la tradición clásica y que se asemeja a un cristal matemáticamente reglado. Después de tratar de las primeras teorizaciones brasileñas de Lucio Costa y del libro de Yves Bruand, Arquitetura contemporanea no Brasil, Comas señala las “dos cuestiones que obsesionaban a las élites brasileñas desde los años veinte, de un lado la afirmación de la identidad de la cultura nacional, del otro, la integración de esa cultura a la modernidad internacional”. Comas repasa tanto las influencias internacionales de Le Corbusier en la arquitectura brasileña como el conocimiento del substrato académico de Quatremère de Quincy y de Guadet. Tras poner énfasis en la presencia de la idea de carácter en la arquitectura moderna brasileña, Comas establece tres lecciones: que “esa arquitectura pudo resolver de manera muy sofisticada el problema de la representación de una identidad nacional porque no lo planteó como problema único y aislado”; que ello fue facilitado “por la influencia de una tradición disciplinaria académica que había desarrollado categorías teóricas de valor genérico, no sujetas estrictamente a una formación estilística determinada”; y que “si esa arquitectura es indudablemente moderna en su lenguaje, su concreción no dependió objetivamente para nada de la concreción de la ciudad de la carta de Atenas. Al contrario, sus realizaciones extraían fuerza representativa de s confrontación con un contexto que obedecía a un paradigma urbanístico más antiguo”. Además de estos ensayos claves, Comas ha publicado los libros rquiteturas Cisplatinas: Roman Fresnedo Siri e Eladio Dieste em Porto legre, con Anna Paula Canez y Glênio Vianna Bohrer; La casa latinoamericana moderna. 20 paradigmas de mediados del siglo XX (2003) con Miquel Adrià; y como coordinador, Lucio Costa e as missões: Um museu em São Miguel (2007). El arquitecto y crítico Hugo Segawa (1956), de actividad prolífica, se ha dedicado, entre otros temas, al estudio sobre la tradición paisajista en Brasil, objeto de su tesis doctoral publicada como el libro Ao amor do público. 78
ardins do Brasil (1996). Con la voluntad de superar los lastres de la historiografia moderna y otorgar valor no sólo a las figuras heroicas sino a reforzar el valor del contexto, publicó en 1999 Arquiteturas no Brasil. 19001990. En el 2005 publicó en la Editorial Gustavo Gili de Barcelona el libro rquitectura latinoamericana contemporánea, en el que a través de una clasificación temática y de manera narrativa, esquemática y didáctica, se repasan las obras de arquitectura y los autores y autoras más representativos de la segunda mitad de siglo XX, acompañadas de ilustraciones muy pedagógicas hechas a mano por Colin Ross. Ruth Verde Zein (1955) que se tituló como arquitecta en 1977 en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la USP y que fue durante los años ochenta y hasta 1996 editora de la revista brasileña Projeto, destaca por la agudeza e inteligencia de sus críticas y reseñas. Sus trabajos como crítica de arquitectura se recogen en el libro O lugar da crítica. Ensaios oportunos de arquitetura (2001) y su proyecto más ambicioso es el libro Brasil: rquiteturas apos 1950 (2010), escrito junto a María Alice Junqueira Bastos (1959), que es la autora del libro Pós-Brasilia. Rumos da arquitetura brasileira, 2003. Ruth Verde Zein, además, es coautora junto a Rosa Klias del libro Rosa Klias: desenhando paisagems. Moldando uma profissao (2007). Experta en la arquitectura de la Escuela Paulista, Ruth Verde Zein es profesora de arquitectura de la Universidad Mackenzie, y en la redacción de la revista Projeto durante los años noventa también intervinieron Hugo Segawa y Cecília Rodríguez do Santos. Edson da Cunha Mahfuz (1953), también profesor de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Federal de Porto Alegre, con una amplia formación en la historia de la arquitectura moderna, recibida en la Architectural Association School of Architecture en Londres y en la University of Pennsylvania, Philadelphia, es autor de Ensaio sobre a razão compositiva (1995) y de una selección de sus escritos titulada O clássico, o oético e o erótico e outros ensaios, (2002). Todos sus ensayos so magníficas lecciones de análisis y erudición. Por ejemplo, en el titulado “Teoria, história e critica, e a pratica de projeto” argumenta claramente sobre estos cuatro pilares complementarios de la arquitectura: la teoría, la historia, la crítica y el proyecto. Abilio Guerra fue el editor de la revista Óculum, publicada a partir de 1992 como revista de la PUC-Campinas, que fue un espacio vanguardista de debate. Actualmente es editor y es el director del portal digital de arquitectura Vitruvius, con sede en São Paulo y versión en español. Y Marcelo Ferraz, arquitecto práctico y teórico, ha sido quien ha hecho la aportación crucial de visibilizar toda la obra de Lina Bo Bardi en el compendio Lina Bo Bardi, 79
editado por el Instituto Lina Bo e P.M. Bardi en 1993. Por último, es muy destacable una de las recientes aportaciones de la teoría de la arquitectura en Brasil, la de Paola Berenstein, formada en París. En su libro Estética da ginga, la teórica Paola Berenstein Jacques (titulada como arquitecta por la Universidad Federal de Río de Janeiro en 1990), realiza este análisis de las favelas en relación a las acciones artísticas de Helio Oiticica y a los movimientos de la Samba, y plantea que las favelas de Río de Janeiro y de Salvador de Bahía pueden ser interpretadas desde el punto de vista de las formas y de los procesos desde tres escalas. A pequeña escala, las barracas como abrigo mínimo y evolutivo están compuestas del “collage” de fragmentos, de materiales heterogéneos reciclados; a una escala mayor, la aglomeración de barracas en las favelas se configuran como laberintos caóticos y barrocos; y, a su vez, a gran escala, la forma urbana de la favela, que crece como la hiedra o los arbustos en los intersticios, terrenos baldíos, laderas de montañas y vaguadas, remite a los rizomas como forma generada por el proceso de crecimiento espontáneo, en continua transformación. Paola Berenstein, formada dentro del pensamiento postestructuralista francés de Gilles Deleuze y Félix Guattari, se ha especializado en teoría y proyecto de arquitectura y urbanismo, ha hecho un Máster en Filosofia del Arte, el doctorado en Historia del Arte y de la Arquitectura y el posdoctorado de Antropología, siempre en París. Además del libro sobre las favelas, por el que se ha hecho famosa, ha publicado Corpos e cenários urbanos (2006). Ambos libros tienen versión en francés. Actualmente es profesora de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Federal de Bahía.
Las nuevas interpretaciones teóricas en Chile, Venezuela, México y Perú En Chile destaca la actividad crítica contemporánea de arquitectos como Fernando Pérez Oyarzún, autor de numerosos libros, catálogos y prólogos, como las ediciones de los textos de Juan Borchers o su libro compilatorio Le Corbusier y Sudamérica. Viajes y proyectos, Ediciones Arq, de la Escuela de Arquitectura, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile, 1991. Por otra parte, Umberto Eliash, promotor de las Bienales de Arquitectura, profesor de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Chile en Santiago y de la Universidad del Desarrollo en Concepción, es autor de diversos libros, entre ellos el monográfico dedicado a Carlos Martner: 80
arquitectura y paisaje. En Chile destaca la gran capacidad de conceptualización de arquitectos con obras, como Montserrat Palmer o José Cruz Ovalle. En este sentido, está teniendo una gran repercusión la conceptualización de un nuevo tipo de vivienda social evolutiva pensada por Alejandro Aravena, Andrés Iacobelli y un amplio equipo. En Venezuela destacan tres autores distintos: el malogrado arquitecto y crítico Jorge Rigamonti; el que fue en los años noventa director de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela, Azier Calvo Albizu; y el historiador de arquitectura Edgard Cruz. En Costa Rica sobresale la labor de un joven arquitecto, Luis Diego Barahona, editor de la colección de libros y de los congresos Líneas, dedicada a arquitectos latinoamericanos, y editor de la revista Habitar durante cierto periodo. En México destacan, en el campo de la historia, Enrique de Anda, que ha publicado una larga de serie de libros sobre la historia de la arquitectura mexicana, como Historia de la arquitectura mexicana (1995). Y la investigadora Louise Noelle, que ha revalorizado la obra de Luis Barragán, Alberto T. Arai y otros autores mexicanos, editando libros sobre su obra y s labor teórica; es autora, entre otros libros, de Arquitectos contemporáneos de éxico (1989). En el trabajo de la crítica destaca el libro Nueva Arquitectura en América Latina: presente y futuro (1990) de Antonio Toca Fernández. En el terreno del ensayo sobresale Humberto Ricalde, fundador de la revista Trazos (1997). En la investigación sobre la arquitectura mexicana moderna, además del ya citado López Rangel, está todo el trabajo de Juan Ignacio del Cueto, que fue director de la revista Bitácora de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, y que a partir de su tesis doctoral, dedicada al exilio mexicano de los arquitectos españoles, se ha convertido en uno de los mejores especialistas e la obra de Félix Candela, autor de recopilaciones como Aquella primavera creadora… Cascarones de concreto armado en México/That Creative Spring… Reinforced Concrete Shells in México, Facultad de Arquitectura, UNAM, México D.F., 2008. En los últimos años, el crítico con más influencia en México es Miquel Adrià, de origen catalán, que creó en 1997 la revista rquine y que ha desarrollado un amplio trabajo como arquitecto, crítico y activista cultural. En Perú, además de la aportación a la historia de Pedro Belaúnde Martínez, coautor entre otras obras, de la citada monografía sobre Héctor Velarde, destaca la eclosión de una generación de jóvenes críticos de arquitectura. Entre las aportaciones contemporáneas debemos destacar dos. Por una parte, el libro de Elio Martuccelli, Arquitectura para una ciuda 81
ragmentada (2000), que podemos interpretar como una lectura postmoderna de cuestiones muy similares a las que trató Miró Quesada. Martuccelli interpreta la evolución de la arquitectura peruana en los tres períodos de evolución de la ciudad de Lima: 1920-1945, la inquietud nacional; 19451970, el proyecto modernizador, del cual Miró Quesada y la Agrupació Espacio serían los pioneros y defensores; y 1970-1990, el desborde urbano e una ciudad que crece sin bordes, continuamente, cada día. Además, esta condición postmoderna es interpretada a partir de la tensión de diversas antinomias: lo singular y lo repetible, lo integrado y lo autónomo, lo figurativo y lo abstracto, lo particular y lo universal. La visión de Martucelli es muy crítica y se basa en el énfasis en la capacidad creativa de los arquitectos y de los artistas. Y por otra parte, Wiley Ludeña Urquizo (1955), teórico formado en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Ricardo Palma, doctorado en Urbanismo en la Technische Universität de Hamburg, que se mantiene en la línea interpretativa marxista. Ludeña ha escrito numerosos libros y ensayos sumamente críticos. Aquí citaremos tres aportaciones: s ensayo sobre las “Ideas y Arquitectura en el Perú del siglo XX” (1997), s libro Arquitectura. Repensando a Vitruvio y la tradición occidental (2001) y el compendio Lima. Historia y urbanización en cifras. Período 1821-1970 (2004). El primer texto es un repaso sistemático de los escritos de los primeros teóricos de la arquitectura peruana (Velarde, Miró-Quesada, HarthTerré, etc); uno de los pocos y más valiosos estudios de la evolución de la teoría en Perú. El segundo es un libro muy hábil, en el que el repaso a Los diez libros de arquitectura de Vitruvio le sirve para revisar los conceptos básicos de la arquitectura: la diferencia ideológica entre arquitectura y construcción, la relación entre teoría y práctica, los mitos originarios de la arquitectura occidental, etc. Todo ello visto desde una posició extremadamente crítica y rigurosa, que le permite reivindicar uno de los primeros tratados peruanos: Primer Nueva Corónica y Buen Gobierno compuesto por don Felipe Guaman Poma de Ayala, Señor y Principe, de 1614. El tercero, que responde a su línea de investigación en el terreno de lo social y lo urbano, es un estudio sistemático y abarcante de la evolución de la ciudad de Lima, con abundantes y valiosos documentos y cartografía. Se ha de destacar, por último, a un autor que ha vivido en varios países latinoamericanos, Alberto Sato Kotani, nacido en Argentina, donde se tituló como arquitecto en 1972 en La Plata. Vivió muchos años exiliado en Caracas, desde 1977, donde publicó libros como Sentados en un siglo (1997) y junto a Juan Pedro Posani, la obra colectiva Debates y disquisiciones sobre el anón el cambur (2000). Actualmente vive en Santiago de Chile, donde es decano 82
de la Facultad de Arquitectura, Arte y Diseño de la Universidad Andrés Bello y ha editado el libro de ensayos Los tiempos del espacio (2010) en Nobuko.
1. El ensayo de Carlos Eduardo Comas se encuentra en diversas recopilaciones, como Fernando Pérez Oyarzún, Le Corbusier y Sudamérica. Viajes y proyectos, Ediciones Arq de la Escuela de Arquitectura, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile, 1991; y en Abilio Guerra org. Textos fundamentais sobre história de arquitetura moderna brasileira. Parte 1. Romano Guerra, São Paulo, 2010.
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Conclusiones
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El panorama mostrado, siguiendo algunos hilos de evolución, ha intentado reconstruir el esfuerzo cultural e intelectual para establecer métodos propios para la historia, la crítica y la teoría de arquitectura. Evidentemente ello se ha conseguido plenamente en países como Argentina y Brasil. Y ciertamente, el panorama, cuanto más nos acercamos al presente, más complejo y disperso es; por lo tanto más difícil de explicar. Y habiendo hecho este repaso sobre la crítica de arquitectura e Latinoamérica, podemos establecer una serie de conclusiones. En primer lugar, si tomamos como referencia la estructura interpretativa y dialéctica de Enrique Browne en su libro citado Otra arquitectura en mérica Latina, tomando el continuo contrapunto entre un estilo internacional que se extiende en las primeras décadas del siglo XX como espíritu de la época, al que se responde a mediados de siglo con una arquitectura neovernacular que atiende al espíritu del lugar; el siguiente contrapunto entre una arquitectura del desarrollo, que tiene que ver con la edad de oro de la arquitectura pública en países Latinoamericanos como Brasil, Argentina, Chile, México o Venezuela, al que se responde con la que Browne denomina “otra arquitectura” y que estaría representada contemporáneamente por el paulatino auge de las obras de Luis Barragán, Eladio Dieste o Rogelio Salmona; es decir, si tomamos esta dialéctica, podemos establecer que hoy vuelve a intentar dominar la arquitectura de la ciudad global, que no es ya la del desarrollo promovida por el sector público, sino que es la del poder económico y financiero, que promueve obras para la “global class” y para el consumo, centrada en las urbanizaciones cerradas, los shopping centers, los centros de ocio y los conjuntos corporativos 1. A esta arquitectura global le estaría respondiendo hoy una arquitectura local, de gran desarrollo en las ciudades latinoamericanas, representada por la obra de arquitectos que priman los materiales de la propia cultura urbana o rural, que conocen a fondo los modos de vida, que potencian las experiencias sensoriales, que promueve una arquitectura de la experiencia. Ello lo comprobamos en obras de autores como Mauricio Rocha e México, que atiende siempre, de manera creativa, al libre desarrollo de los usos, a la realidad de los materiales y texturas, y a la expresión y goce de todos los sentidos humanos. Lo vemos en la obra de los jóvenes arquitectos brasileños, como Alvaro Puntoni y Angelo Bucci, con José Oswaldo Vilela; MMBB formado por Fernando de Mello Franco, Marta Moreira y Milton Braga; Núcleo de Arquitectura, el rquipo de Luciano Margotto, Marcelo Ursini y Sergio Salles; Projeto Paulista, de Luis Mauro Freire, María do Carmo Vilariño, con Fabio Mariz Gonzalves, Zeuler Rocha Melo de Almeida Lima, Henrique Fina; UNA 85
Arquitectos, que son Cristiane Muniz, Fábio Valentim, Fernanda Barbara y Fernando Viégas; todos ellos han convertido una arquitectura minimalista y de hormigón armado en la expresión del Brasil comtemporáneo; además del equipo Brasil Arquitetura de Marcelo Ferraz y Francisco Fanucci, que sintetizán las influencias de Lina Bo Bardi y Paulo Mendes da Rocha. Además, se expresa en las obras del paraguayo Solano Benítez; del arquitecto de origen madrileño que trabaja en Quito, José María Sáez; de los argentinos Mónica Bertolino y Carlos Barrado, en Córdoba, y de Rafael Iglesia en Rosario; de los colombianos Giancarlo Mazzanti y los hermanos Mesa; del venezolano Alejandro Haiek Coll; o de los chilenos Alejandro Aravena, Smiljan Radic, Kazú Zegers, Mauricio Pezo y Sofia vo Ellrichshausen. En cierta manera, una buena parte de esta arquitectura latinoamericana emergente, vitalista y contextualista, es la que publica la citada revista argentina 30-60 o la que ha aflorado en seminarios y bienales, como la XVII Bienal Panamericana de Arquitectura de Quito, del 2010. En segundo lugar, se confirma la tesis de la “modernidad superada”: es decir, como las características de la modernidad, con sus limitaciones, imposiciones y eurocentrismo, son superadas por la obra y el pensamiento de Lina Bo Bardi, Rogelio Salmona, Luis Barragán, Enrico Tedeschi o Marina Waisman, todos ellos formados plenamente en el movimiento moderno, que desarrollaron unas teorías y obras que han continuado siendo modernas, pero que han superado las limitaciones de unas formas genéricas y una ideas internacionales, adaptándolas totalmente a los entornos latinoamericanos y haciéndolas avanzar hasta logros totalmente nuevos 2. En tercer lugar, el repaso que hemos realizado nos demuestra la existencia de unas fuertes tradiciones de pensamiento que han conseguido tener una natural continuidad. Se trataría de una suerte de círculos virtuosos que ha conseguido reproducirse gracias a las líneas de investigación, la capacidad comunicativa y la voluntad de transmitir los valores de la investigación y la cultura a nuevas generaciones. Estas tradiciones se han desarrollado especialmente en Argentina, Brasil y Chile. En Argentina nos referimos a la tradición que arranca en Tucumán y que, a través de Enrico Tedeschi, se transmite a diversas generaciones en Mendoza y en Córdoba, especialmente en toda la línea de investigación y estudio sobre el patrimonio potenciada por Marina Waisman en Córdoba, continuada desde César Naselli hasta Inés Moisset. También nos referimos a la potencia teórica y creativa del grupo liderado por Jorge Francisco Liernur, con diversas publicaciones y la revista Block. 86
En el caso de Brasil, además de la potencia cultural de una ciudad como São Paulo, con tantas líneas de pensamiento y escuelas de arquitectura, como la de la Universidad de São Paulo (USP) o la Mackenzie, que iría desde Alberto Xavier hasta Ruth Verde Zein, nos referimos a la escuela de investigación y doctorado, el PROPAR (Programa de Pesquisa e Pós– Graduação em Arquitetura), generado en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Federal de Río Grande do Sul, en Porto Alegre, fundado en 1979 y prestigiado por Carlos Eduardo Comas y Edson Mafuz, co muchos colaboradores, discípulas y discípulos con gran capacidad investigadora y un buen número de ensayos y libros ya publicados, como Rogelio de Castro Oliveira, Sergio M. Marques, Marta Peixoto, Anna Paula Canez, Claudia Piantá Costa Cabral, Ana Carolina Pelegrini y otros, que tienen como órgano de expresión de sus investigaciones la publicació RQtexto, la revista del Departamento de Arquitectura y del PROPAR, iniciada en el año 2000, en el año que el PROPAR, que desde 1990 impartía un Máster, creó el doctorado, y de la que en el año 2010 se habían publicado 15 números. Y en el caso de Chile han sido muchos los focos culturales, además de las facultades de arquitectura de la Católica y de la Nacional, en Santiago de Chile, sobretodo la experiencia pionera y fundacional de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Católica de Valparaíso, hasta sus influencias en las escuelas de Arquitectura de Talca y Bio Bio. Otra conclusión que nos permite establecer el libro, al tratar de la pujanza de las investigaciones, congresos y campañas del DOCOMOMO en Brasil, México y Chile, es que se han establecido unas nuevas redes de relación y comunicación, paralelas a las de los SAL, que se organizan bajo la estructura internacional del DOCOMOMO. Es una gran lección que esta red internacional de profesores e investigadores, con tanta base latinoamericana, se haya desarrollado más y más libremente en una estructura cosmopolita como el DOCOMOMO que en los SAL, cerrados en sus pretensiones regionalistas. Y nos aporta muchas enseñanzas: aquellos autores y autoras, países y contextos que han avanzado más son los que no han entendido la identidad latinoamericana como algo esencial e inamovible, sino como un proceso, una construcción de las diversidades con las miras puestas en un futuro más justo y humano. Es así como se entiende la repercusión internacional de Luis Barragán o Lina Bo Bardi, o el gran valor de escritos de autores como Octavio Paz o Jorge Luis Borges. Jorge Francisco Liernur ha escrito co lucidez que no debemos olvidar “la lección de Borges, cuyos más delicados sabores de Buenos Aires están guardados en el envase de sagas sajonas o 87
barrios de París” 3. Las conclusiones se multiplican: este libro nos lleva a insistir en la voluntad social y en la necesidad de la crítica; en cómo se ha desarrollado e los distintos países latinoamericanos y como se puede desarrollar hoy. Y una última conclusión, que encontramos en el fragmento final del citado libro de Serge Gruzinski: “Laboratorio de la modernidad y la postmodernidad, prodigioso caos de dobles y de “replicantes” culturales, gigantesco “depósito de residuos” en que se amontonan las imágenes y las memorias mutiladas de tres continentes –Europa, África, América-, donde se adhieren proyectos y ficciones más auténticos que la historia, América Latina encierra en su pasado algo con lo cual afrontar mejor el mundo postmoderno en el que nosotros nos estamos hundiendo”4. Y es que estas anotaciones sobre la crítica de arquitectura e Latinoamérica nos han enseñado mucho más de lo que esperábamos de nuestra condición contemporánea. Porque ciertamente, este librito, que a algú eurocéntrico le podrá parecer menor, ha tenido la voluntad de ser un estudio sobre una aportación humana y cultural de tal peso y profundidad. La teoría y la crítica de arquitectura en Latinoamérica tienen tal calidad y generosidad e sus construcciones historiográficas, razonamientos críticos y planteamientos teóricos que la convierten hoy en una lección imprescindible, aportándonos claves para entender la condición posmoderna de la arquitectura. Nos toca ahora a los europeos aprender de los sabios caminos de superación de la modernidad abiertos por los críticos y arquitectos latinoamericanos.
1. Véase Zaida Muxí, La arquitectura de la ciudad global, Nobuko, Buenos Aires, 2009 2. Véase la nueva edición revisada y ampliada del libro de Josep María Montaner, La modernidad superada. Ensayos sobre arquitectura contemporánea, Ed. Gustavo Gili S.A., Barcelona, 2011 3. Jorge Francisco Liernur, Trazas de futuro. Episodios de la cultura arquitectónica de la modernidad en América Latina. Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 2008, p.83. 4. Serge Gruzinski, La guerra de las imágenes. De Cristóbal Colon a “Blade Runner” (1492-2019), Fondo de Cultura Económica, México D.F. 1999, p.215.
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Bibliografía
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Anexo Reseña de 21 textos seleccionados
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Índice de los 21 textos seleccionados 1. Edmundo O’Gorman, La invención de América, México D.F., 1958, 1977 2. Enrico Tedeschi, Una introducción a la historia de la arquitectura. Notas para una cultura arquitectónica, Tucumán, 1951 3. José Luis Romero, Latinoamérica. Las ciudades y las ideas, Buenos Aires, 1976 4. Lina Bo Bardi, Contribução propedeutica ao ensino da teoria da Arquitetura, São Paulo, 1957 5. Juan Borchers Juan Borchers, Meta-arquitectura, Santiago de Chile, 1975 6. Alberto T. Arai, Caminos para una arquitectura mexicana, México D.F., 1952 7. Luis Miró Quesada, Espacio en el tiempo. La arquitectura como fenómeno cultural, Lima, 1945 8. Carlos Raul Villanueva, Textos escogidos, Caracas, 1980 9. Marina Waisman, La estructura histórica del entorno, Buenos Aires, 1972 10. Claudio Caveri, Una frontera caliente. La arquitectura americana entre el sistema y el entorno, Buenos Aires, 2002 11. Fruto Vivas, Reflexiones para un mundo mejor, Barquisimeto, fecha aproximada 1983 12. Enrique Browne, Otra arquitectura en América Latina, México D.F., 1988 13. Silvia Arango, Historia de la arquitectura en Colombia, Bogotá, 96
1989 14. Cristian Fernández Cox, El orden<>complejo de la arquitectura. Teoría básica del proceso proyectual, Santiago de Chile, 2005 15. Cesar Naselli, De ciudades, formas y paisajes, Asunción, Paraguay, 1992 16. Roberto Fernández, El laboratorio Americano. Arquitectura, Geocultura y Regionalismo, Madrid, 1998 17. Roberto Fernández, El proyecto final. Notas sobre las lógicas proyectuales de la arquitectura al final de la modernidad, Montevideo, 1999 18. Jorge Francisco Liernur, Trazas de futuro. Episodios de la cultura arquitectónica de la modernidad en América Latina, Santa Fe, 2008 19. Carlos Eduardo Comas, “Prototipo y Monumento, Un Ministerio, el Ministerio”, en Projeto n° 102, São Paulo, 1987 20. Ruth Verde Zein/María Alice Junqueria Bastos, Brasil: Arquiteturas apos 1950, Sao Pãulo, 2010 21. Paola Berenstein, Estetica da ginga. A arquitectura das favelas através da obra de Hélio Oiticica, Rio de Janeiro, 2001
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1. Edmundo O’Gorman, La invención de América, México D.F., 1958, 1977 Edmundo O’Gorman (1906-1995) se licenció en Derecho en 1928, ejerciendo de abogado. Hizo una maestría en Filosofía (1948) y el doctorado en Historia (1951) por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Dedicó gran parte de su vida al estudio de la historia de México a partir de la colonia, trabajando en el Archivo General de la Nación entre 1938 y 1952. Era hermano del arquitecto y artista Jua O’Gorman. Edmundo O’Gorman, que era seguidor de José Ortega y Gasset y de José Gaos, estaba totalmente en contra de la historiografía positivista y defendía la primacía de las ideas, conceptos y cultura. El libro La invención de América, fruto de sus investigaciones y publicaciones realizadas a lo largo de los años, fue publicado por primera vez en 1958, año en que impartió un curso del mismo nombre en la Universidad de Indiana. Su impacto fue y ha sido altísimo y en 1961 fue traducido al inglés. Originalmente el libro estaba dividido en tres partes: Historia y crítica de la idea del descubrimiento de América; El horizonte cultural; y El proceso de la invención de América. A causa del gran impacto que tuvo el libro y de las muchas reseñas y opiniones que recibió, en la edición de 1977 O’Gorma añadió una cuarta parte, en la que justificaba y completaba sus razonamientos. En “La estructura del ser de América y el sentido de la historia americana” ofrece una explicación de la razón de ser, diferencias y significados de las dos américas, la ibérica y la anglosajona. En este libro Edmundo O’Gorman busca desmontar la idea del descubrimiento de América, recomponiéndola a partir de la premisa de que el descubrimiento no es el suceso que realizó Cristóbal Colon, ya que éste estaba convencido de haber alcanzado la costa occidental de Asia. Por lo tanto, según O’Gorman, América no se descubre sino que se inventa en u proceso ideológico que comienza cuando, en 1492, Colon encontró tierra firme en su camino. Lo que intenta demostrar O’Gorman es que esta invenció de América, ayudada por la ciencia y la técnica, forzó a que el ser humano e occidente cambiase su visión del universo.
1. Historia y crítica de la idea del descubrimiento de 98
América. En el primer capítulo O’Gorman desmonta la idea del “descubrimiento de América” América” hasta llevarlo ll evarlo al absurdo, para despu des pués és poder reconstruirla. reconstruirla. Analiza Analiza las distintas interpretaciones históricas que tras el descubrimiento se va plasmando plasmando y parte de que que la conciencia conciencia de lo descubierto es requisito esencial esencial para el reconocimient reconocimientoo para un descubrimient descubrimiento. o. O’Gorman O’Gorman escribe escri be “No es lo mismo ismo lleg ll egar ar a una isla is la que se cree c ree cercana cer cana al Japón, que que revelar revel ar la l a existencia existencia de un continente del cual por otra parte, nadie podía tener entonces ni la menor sospecha”. O’Gorman destaca la “convicción de que las tierras visitadas por el almirante en 1492 formaban parte de una masa continental separada de Asia y concebida, por lo tanto como un ente geográfico distinto, llamado América por unos y las Indias, por los españoles […] Será indispensable mostrar que tuvo conciencia del ser de eso cuya existencia se dice que reveló, pues de lo contrario no podría atribuirse a Colón el descubrimiento”. Esencialmente, lo que trata el libro es de cómo “Europa […] ha despertado, como decía Kant, de su sueño dogmático. […] Será necesario reconstruir la historia, no del descubrimiento de América, sino la idea de que América fue descubierta, que no es lo mismo”. Previamente, O’Gorman trata de la “Leyenda del piloto anónimo”, que habría muerto en casa de Colón, después de haber vuelto de un naufragio, relatándole la ru r uta hacia hacia tierras tierr as descon des conocidas ocidas O’Gorman se refiere a la bibliografía de la época, como Gonzalo Fernández de Oviedo; Historia Histori a general y natural de las Indias, Indias, Gómera; istoria general de las Indias; Indias; Fernando Colón; La vida del Almirante, y Bartolomé Bartolomé de las l as Casas. Br Casas. Brevíssi evíssima ma relación relación de la l a destruyción destruyci ón de las Indias. Indi as. Escribe que en la cuarta y última exploración Colón advirtió su error al tener noticia de la existencia de los mares del sur, es decir, el Océano Pacífico. Respecto a la intención, señala: “cuando se nos pide que aceptemos que Colón reveló el ser de unas tierras distinto del ser que él les atribuyó, lo que en realidad se nos está pidiendo es que aceptemos que esas tierras revelan su secreto y escondido ser cuando Colón topó con ellas”. Se trataría, por lo tanto, tanto, de una “revelación “revelaci ón”” […] “como “como una caja qu quee con contu tuviera viera u tesoro”. Esta primera parte culmina haciendo evidente que lo que se ha de explicar es la invención de América, es decir “la aparición del continente americano en el ámbito de la cultura de occidente. […] Así, los acontecimientos no aparecerían como algo extraño y accidental que en nada puede alterar la 99
supuesta esencia de una América ya hecha desde la Creación, sino como algo interno que va constituyendo su ser, ondeante, movible y perecedero, como el ser de todo lo que es vida; y su historia ya no será lo que “le ha pasado”, a América, sino eso que “ha sido, es y va siendo”
2. El horizonte cultural. En el segundo capítulo, O’Gorman analiza el sistema de pensamiento del s.XV, articulado esencialmente alrededor del catolicismo, la idea de u universo finito y la tierra como centro de este universo. Para ello se repasa las representaciones de la tierra, atendiendo al globo terráqueo y a las concepciones concepciones del orbis terrarum o terrarum o Isla de la Tierra O’Gorman escribe sobre el hecho que Colón se haya atrevido a reducir enormemente el tamaño de la circunferencia del globo. “Cuando en el Renacimiento carolingio y más tarde con la escolástica, se admitió la noció de la esfericidad de la tierra, la existencia de unas inaccesibles regiones antípodas en el océano volvió a considerarse como una verdadera posibilidad. posibi lidad. La isla isl a de la tierra era mu mucho mayo ayorr según Colón.” Colón.” Sobre la ruta oriental y costera seguida por los portugueses escribe que “la idea de que los extremos oriental y occidental de la Isla de la Tierra estaban relativamente cercanos tenía a su favor una antigua tradición a la que se vinculaba, entre otros, el nombre de Aristóteles”, añadiendo: “y cuando, contra todas las expectativas los portugueses averiguaron que las costas de África lejos de terminar al Norte del ecuador, descendían hasta más allá de los 30 grados de latitud sur, la posibilidad de aquel viaje se hizo mucho más atractiva”.
3. El proceso de la invención de América. En este capítulo, O’Gorman muestra el proceso ideológico de la creació de la idea de un nuevo continente que acabaría llamándose América. Escribe que “Colón acabó por persuadirse de que el mundo era más pequeño de lo habitualmente aceptado y de que el orbis terrarum era mucho más largo de lo que se pensaba”. Colon seguía pensando que había llegado a Japón, a pesar de que no comprobó nada de lo que esperaba; las ciudades y palacios que debía haber encontrado y que tan en vano buscó. 100
Según O’Gorman “Colón no le concede a la experiencia el beneficio de la duda” […] “La suposición de Colón es de tal índole que resultaba invulnerable a los datos de la experiencia”. No correspondía a una idea, sino a una creencia. Tal como escribió Marcel Proust “los hechos no penetran en el mun undo do donde do nde viven nuestras nuestras creencias”. cree ncias”. O’Gorman explora el sentido que Colón le concedió al suceso y no el sentido que posteriormente se le ha concedido. Y, por lo tanto, en la segunda travesía, América todavía no existe. Y va a ser muy difícil convencerse de lo contrario. Estamos, según O’Gorman, ante “el primer episodio de la liberación del hombre de su antigua cárcel cósmica”. O’Gorman trata de la tercera navegación del portugués Américo Vespucio que llegó a Brasil en 1501 y del cuarto y último viaje del almirante [15021504] y escribe: “la meta inmediata de Colón, así como la de Vespucio, consistía en encon encontrar trar el paso al océano Índico, Índico, sólo sól o que lo buscaría por otras latitudes latitudes […] Para Colón el paso debería deberí a encontrarse encontrarse entre entre la Isla de la Tierra y el Nuevo Mundo, donde suponía que estaba el paraíso terrenal, y por ese rumbo, lo mandaron los reyes a buscarlo” […] “La flota llegó al punto donde terminaba la jurisdicción de Portugal y comenzaba la de Castilla según el tratado de Tordesillas [1519]”. […] “Así como Colón se vio obligado a aceptar la tesis que le había servido a Vespucio como base de su exploración, la que postulaba una península adicional a Asia; así por su parte, Vespucio se vio forzado a aceptar la tesis desechada por Colón, lo que suponía la existencia de un nuevo mundo”. Por lo tanto, incluso en su cuarto viaje, Colón siguió con la tesis de la península península adicional y creyó poder ex explicar plicarlo lo den dentro tro del cuadro cuadro de la imag imagee tradicional del mundo. Colón murió pensando que había llegado a Asia, au cuando después del segundo viaje abrigó la idea de que estas podrían ser tierras nuevas, idea que después abandonó. O’Gorman escribe que “la exploración realizada por Vespucio logró convertirse en la instancia empírica que abrió la posibilidad de explicar las tierras que se habían hallado en el Océano de un modo distinto al obligado por el plan pl anteam teamient ientoo inicial […] abrió abr ió la posibili posi bilidad, dad, que que la tesis de Colón no no mantenía, de concebir la totalidad de las tierras halladas de un modo que desborde el marco de las concepciones concepciones y premisas premisas tradicionales. Según O’Gorman “la vieja teoría de la Isla de la Tierra como único lugar asignado al hombre para su domicilio cósmico está a punto de entrar e definitiva crisis y bancarrota”. […] “Fue así, pues, como surgió la idea de que esa tierra septentrional bien podía ser otra gran isla, también desconocida hasta entonces por los antiguos.” […] “Ofrece el aspecto de dos grandes islas situadas al occidente de Europa sin que se sugiera aún la imagen del océano 101
que ahora llamamos el Pacífico.” […] “En ningún momento hay nada que pueda interpretarse en el sentido de que Vespucio piense que esas tierras so asiáticas. Por lo contrario, el autor traza un cuadro de unas regiones inéditas, asombrosas y extrañas.” […] “Surge la necesidad de concederle un sentido propio a la entidad que allí está reclamando su reconocimiento y un ser específico que la individualice. Vespucio no infirió esta necesaria implicación, ni intentó hacer frente a aquella necesidad. Cuando esto acontezca América habrá sido inventada”. […] “No ciertamente como el resultado de una súbita revelación de un descubrimiento que hubiera exhibido de un golpe un supuesto ser misteriosamente alojado, desde siempre y para siempre, en las tierras que halló Colón, sino como el resultado de un complejo proceso ideológico que acabó, a través de una serie de tentativas e hipótesis, por concederles un sentido peculiar y propio, el sentido en efecto, de ser la “cuarta parte” del mundo”.
4. La estructura del ser de América y el sentido de la historia americana. Este capítulo, añadido en la edición de 1977, recapitula sobre algunos de los temas tratados a lo largo del libro e intenta llevarlos hacia una idea de historia americana. O’Gorman escribe: “en este segundo y nuevo sentido el orbis terrarum ya no se identifica como sólo la Isla de las dos grandes entradas insulares que ahora se dicen que incluye, sino en el globo terráqueo entero”. […] “El mundo, por consiguiente, no era algo dado y hecho, sino algo que el hombre conquista y hace y que, por lo tanto, le pertenece a título de propietario y amo.” O’Gorman concluye que la invención de América constituye el “primer paso del proceso de apoderamiento del Universo por parte del hombre”. […] “Cuando más tarde aparecieron nuevas masas de tierra incógnita, automáticamente quedaron incluidas en el mundo, sin necesidad de repetir el complicado y penoso proceso que fe menester en el caso de América”. [… “En el Renacimiento, el hombre dejó de concebirse a si mismo como u siervo prisionero para transfigurarse en dueño y señor de su destino”. […] “América surgió en el horizonte histórico como el país del porvenir y de la libertad”. […] “Europa, Asia, África y América. En que sentido se trata de entidades semejantes. Porque motivo son distintas. Europa se sigue considerando madre cultural de los otros tres”. […] “El océano quedó 102
incluido en el orbis terrarum [Cosmographie introductio] […] cesó automáticamente de delimitar el mundo. Ya no implica una discontinuidad propiamente dicha, sino un mero accidente geográfico que, como en el caso de un río o de una cordillera, demarca provincias o porciones distintas de una extensión de tierra que, no por eso, deja de ser continua”. […] “En lugar de que la tierra aparezca integrada, como antes, por unas islas gigantes, es el mar el que aparece formando enormes lagos”. Cuando O’Gorman recapitula sobre la ciencia geográfica de la antigüedad escribe: “la división tripartita se fue afirmando y precisando hasta convertirse en la base imprescindible de la organización de aquella disciplina integran, pues, una estructura de índole cualitativa del escenario cósmico en que se desarrolla la vida humana, pero no en plano de igualdad, sino en una jerarquía que no remite primariamente a circunstancias naturales, sino a diferencias de índole espiritual”. […] “La división tripartita echó raíces en la conciencia religiosa al recibir renovado apoyo en múltiples interpretaciones alegóricas”. […] “Europa asume la historia universal, y los valores y las creencias de la civilización europea se ofrecen como paradigma histórico y norma suprema para enjuiciar y valorar las demás civilizaciones”. […] “América, en efecto, fue inventada bajo la especie física de continente y bajo la especie histórica de nuevo mundo”. […] “América, constituiría, por lo tanto, la posibilidad de realizar la nueva Europa”. Lo desconcertante, tal como afronta O’Gorman, es que se haya desarrollado “dos Américas, la latina y la sajona”. […] “La norma consistió en trasplantar a Tierras de América las formas de vida europea, concretamente ibérica”. Por lo tanto, lo que hizo España fue adaptar las circunstancias al modelo, al intentar, de buena fe, incorporar al indio por medio de leyes. Con los procesos de independencia, aproximadamente e 1820, quedó roto el círculo mágico de un pasado que lo constreñía a los países americanos a la obligada imitación de un arquetipo. Si sobre Latinoamérica se dio continuidad en la vida imitativa de una España a la que se le había escapado el tren de la modernidad, en cambio, lo que se hizo en la América anglosajona, fue adaptar el modelo a las circunstancias. Lo que sucedió en la América anglosajona, según O’Gorman, fue que: “muy pronto se generalizó un proceso de transformación alentado por el sentimiento de que las nuevas tierras no eran un obsequio providencial para aumento del poderío y de la riqueza de las metrópolis, sino la oportunidad de ejercer, sin los impedimentos tradicionales, la libertad religiosa y política y de dar curso al esfuerzo y al ingenio personales”. […] “Los grupos que se fueron asentando perduran, cada uno a su modo, la Nueva Jerusalén de sus preferencias”. […] “Fueron cediendo para engendrar nuevos hábitos y 103
establecer bases no ensayadas antes de la vida comunitaria. El indígena quedó al margen […] abandonado a su suerte y al exterminio, como un hombre si redención posible”. En definitiva, la América anglosajona se basó en la libertad personal y el trabajo, en arrasar bosques, transformando lo inútil en útil, lo yermo e fructífero, lo inhóspito en habitable. Hay una total inconformidad con la mera repetición de Europa. En cambio, en la América latina predominaron la burocracia y privilegios y se organizó como sistema de explotación de los nativos; se conformaron con cosechar riquezas, donde Dios los había sembrado. La contribución ibérica se basó en la crisis del concepto insular del mundo geográfico. La contribución anglosajona, en la crisis total del viejo concepto del mundo histórico como privativo del devenir europeo. O’Gorman concluye el libro escribiendo: “[…] que el alcance de esta meta implique un recorrido de violencia e injusticias, que durante el se corra, incluso, el riesgo de un holocausto atómico, no debe impedir la convicció acerca de la autenticidad de aquella suprema posibilidad histórica”. […] “La grandeza de la invención de América estriba en dos verdades históricas: la primera es que el hombre de occidente se libró de la antigua cárcel de s mundo insular; la segunda que se libró del centrismo europeo de la vieja erarquía tripartita”. “América puso en crisis el viejo concepto del mundo histórico como privativo del devenir europeo. Mostró que el devenir pertenece a la raza humana sin importar su condición”. […] “Ese es el único proyecto con verdadera posibilidad de congregar a todos los pueblos bajo el signo de la libertad. El destino humano no esta predeterminado”.
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2. Enrico Tedeschi, Una introducción a la historia de la arquitectura. Notas para una cultura arquitectónica,
Tucumán, 1951 Enrico Tedeschi (Roma 1910-Mendoza 1978) se tituló como arquitecto e 1934 en Roma y colaboró después de la Segunda Guerra Mundial con Bruno Zevi en la revista Metron, promotora del movimiento organicista. En 1948 emigró a Argentina, impartiendo primero clases en Tucumán, más tarde e Córdoba y, por último, en Mendoza, donde se estableció creando una nueva Facultad de Arquitectura. El libro más difundido de Tedeschi fue Teoría de la Arquitectura, aunque previamente había publicado Una introducción a la historia de la arquitectura. Notas para una cultura arquitectónica, editado por la Universidad Nacional de Tucumán en 1951, en el que se presentaba todo el cuerpo de conocimientos disponible en el campo de la teoría, historia y crítica de arquitectura, y que es el que se va a comentar. El primer capítulo, titulado “Introducción a la Historia”, constituía una defensa de la nueva alianza necesaria entre arquitectura e historia, en un nuevo periodo en el que la arquitectura moderna debía ser capaz de recuperar s sintonía con el conocimiento de la historia. Tedeschi argumentaba que “no se puede ser héroe todos los días” y que “muchos arquitectos continúa relatándose la misma mitología abstracta de hace treinta años (…) si entender que si no restituimos conscientemente la arquitectura a la realidad, estrechando de nuevo el contacto entre arquitectura e historia, entre acción y crítica, el daño recaerá completamente sobre el movimiento moderno y será bastante grave”. El capítulo segundo, titulado “Historia y Crítica”, constituye el más sintético resumen de todas las aportaciones de la crítica de arte y arquitectura. En gran medida, Tedeschi parte del libro de Lionello Venturi Historia de la Crítica de Arte (1936). Empieza por Vitruvio y el manual técnico de Villard de Honnecourt. Continua con toda la tratadística renacentista: Brunelleschi, Vasari y Ghiberti. Y sigue con los tratadistas del neoclasicismo y los estudios arqueológicos de Winckelmann y Mengs, y con fenómenos como el traslado al Museo Británico de los frontones del Partenón por parte de Lord Elgin. Continua con los rigoristas italianos, Lodoli, Algarotti, Milicia y Memmo, y con el movimiento de los Arts&Crafts, de Ruskin, Pugin y Morris, y el positivismo de Semper, Viollet-le-Duc y Choisy. Tedeschi se detiene en todas 105
las aportaciones de la teoría de la pura visibilidad y en el texto de Goeffrey Scott, Architecture of Humanism (1914), del que considera que su principal valor es que está “llamando por primera vez la atención sobre la importancia del espacio, del vacío, frente a la envoltura, a lo macizo del edificio”. El libro culmina con las teorías de Benedetto Croce, uno de sus maestros más directos y con su defensa de los dos momentos claves de toda investigación e interpretación: el momento positivista de la investigación y análisis de los datos prácticos, técnicos, económicos, culturales y ambientales; y el momento de la síntesis, del examen crítico de la obra de arte. El capítulo tercero, titulado “Como han visto, como vemos”, se dedica a repasar las diversas interpretaciones desde diversos momentos históricos y posiciones de la crítica, y toma dos ejemplos: San Pedro de Roma y el Pabellón en Barcelona de Mies van der Rohe. El capítulo cuarto, titulado “Materia y Método”, trata cuestiones metodológicas y de análisis formal deteniéndose en los criterios de Winckelmann, Geoffrey Scott, Bruno Zevi, Henry Focillon, Wölfflin y Violletle-Duc y culminando con una cita de Benedetto Croce: “Toda obra es bie interpretada o bien re-evocada sólo en su ubicación histórica, en la cual todas las obras precedentes, junto con la historia de la que participan, convergen e ella”. Tedeschi concluye este capítulo insistiendo en la “necesidad de tender un puente entre arquitectura, crítica y cultura modernas”. “Espacio, intuición y representación” es un capítulo dedicado a las diversas concepciones del espacio: Scott, Wright, Zevi y Giuseppe Samona. Y el capítulo sexto está dedicado al “espacio externo, urbanismo y paisaje”; e él supera la restricción de Zevi, que entiende el espacio solo como interior, y plantea la idea de que “el espacio externo se origina por medio de relaciones entre edificios, y entre edificios y naturaleza”. En este capítulo habla del landscaping, “hija del llamado arte de los jardines y que viene a integrar urbanismo y arquitectura en una necesaria relación con el ambiente natural”. El capítulo séptimo, titulado “Valores prácticos e ideales”, se basa esencialmente en la estética de Benedetto Croce. Y en la conclusión insiste e el propósito del libro, citando a Croce y a Schlosser: “Servir para la reconstitución de la unidad de la cultura en el campo arquitectónico, tendiendo un puente entre actividad crítica y creadora, entre críticos y arquitectos”.
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3. José Luis Romero, Latinoamérica. Las ciudades y las deas, Buenos Aires, 1976 José Luis Romero (1909-1977), nacido en Buenos Aires, se dedicó a la historia de la cultura, partiendo del conocimiento de la cultura occidental y planteando la vastedad de un proyecto histórico hecho con cierta precariedad de medios. Romero era de pensamiento socialista y su método de trabajo multidisciplinar aproximaba la historia, la sociología, la literatura, la filosofía y la economía. Tres de los grandes pilares de su pensamiento fueron François Burkhardt y su historia de la cultura y de las ideas; la Escuela francesa de los Annales y s historia de las mentalidades; el marxismo y la historia económica. Autor de numerosas obras, tanto de historia clásica occidental como de historia argentina, una parte de la producción de Romero estuvo dedicada a la cuestión de los métodos. Su libro Latinoamérica. Las ciudades y las ideas es una obra de madurez, síntesis de muchas de sus investigaciones y resultado final de su inmenso y laborioso archivo, publicado en 1976, un año antes de su muerte, que se produjo asistiendo a una reunión de la Universidad de las Naciones Unidas e Tokio. A lo largo del libro, Romero pone énfasis en la capacidad de España de imaginar y crear una red de ciudades de fundación en su proyecto colonial, siguiendo la Ley de Indias. Escribe Romero en la introducción que “pueblos y ciudades indígenas quedaron subsumidos en el mundo nuevo de los conquistadores”. El libro parte de la pregunta sobre cuál es el papel que las ciudades ha cumplido en el proceso histórico latinoamericano. Y en esta historia Brasil constituye un caso extremo en el que “los procesos sociales y culturales pasan fundamentalmente por las áreas rurales durante los primeros siglos de la colonia”. Brasil, por su tamaño y diversidad y por ser de fundación portuguesa, mucho más pragmática, tuvo un desarrollo muy distinto, según Romero. Su poderosa aristocracia terrateniente amaba la vida rural y residía en medio de sus posesiones. El primer capítulo, titulado “Latinoamérica en la expansión europea”, analiza las razones de esta primera expansión europea hasta la periferia, como se aliaron tres clases o grupos sociales que se necesitaban los unos a los otros para complementarse, es decir, combatientes, mercaderes y eclesiásticos: la 107
nobleza, cuyos hijos menores necesitaban poseer nuevas tierras; la burguesía, que necesitaba la fuerza militar de la nobleza para poder abrir nuevos mercados; y la iglesia católica, que deseaba extender su ámbito de influencia. La sociedad cristiano-feudal encontraba así la manera de desarrollarse, reconstruyéndose en América una sociedad feudoburguesa. El segundo capítulo, dedicado a “El ciclo de las fundaciones”, estudia la implantación de la Europa colonial en un mundo que poseía otra escala y en la colonización del cual la ciudad fue núcleo del proceso; eso sí, una ciudad inicialmente fortificada. El tercer capítulo, dedicado a “Las ciudades hidalgas de Indias”, estudia la formación de las sociedades barrocas y el paulatino paso de ciudades hidalgas a la utilidad de las ciudades mercantiles. En este periodo se tiende hacia una sociedad muy dual, en la que hay una oligarquía poderosa y en la que las agresiones a los indígenas empezaron a ser controladas. Un mundo ordenado y estético intentó formarse. El cuarto capítulo se dedica a las ciudades criollas, con el papel de las burguesías criollas. Las nacientes burguesías criollas, procedentes en gra parte del campo, promoverán en comercio a finales del siglo XVIII y se adherirán a las ideas de la Ilustración y el progreso. El mercantilismo y empuje de la sociedad criolla dejará atrás la artificiosa estructura de la ciudad hidalga y su inmovilidad social. El empuje de la independencia está arrancando. Y el quinto se dedica a las ciudades patricias, tras los procesos de independencia. Será un periodo de conflictos y guerras civiles. Las burguesías criollas constituidas desde los últimos decenios del siglo XVIII cedieron el paso a un nuevo patriciado que se formó en las luchas por la organización de las nuevas nacionalidades, y que constituyó la clase dirigente de las ciudades, por encima de una masa abigarrada a la que se incorporan muchas veces nuevos elementos de origen rural. Surgió el nuevo patriciado, entre urbano y rural, entre iluminista y romántico, entre progresista y conservador. La sexta parte, dedicada a “Las ciudades burguesas” arranca desde 1880 y estudia la transformación de las ciudades que tuvieron un mayor desarrollo, muchas de ellas al lado de puertos, como Caracas y La Guayra, Lima y El Callao, Río de Janeiro, Buenos Aires, Valparaíso o Guayaquil, además de las burguesías portuarias, como las que surgen en Veracruz o en ciudades colombianas como Santa Marta, Cartagena o Barranquilla. São Paulo, que e 1930 tenía ya un millón de habitantes y se había convertido en la metrópolis del café, tenía tanto un importante centro cultural como un vigoroso desarrollo industrial. En esta parte se analiza la influencia del urbanismo de Haussmann en las 108
grandes capitales latinoamericanas, derribando preexistencias, creando amplias avenidas y perspectivas, hoteles y palacios, monumentos emplazados en lugares destacados y jardines. El séptimo y último capítulo está dedicado a las ciudades masificadas y a su gran crecimiento a partir de 1930, con grandes metrópolis que va creciendo. En 1940, Buenos Aires, México, Río de Janeiro y São Paulo superaban el millón de habitantes. En los años setenta, cuando Romero escribió su libro, México y Buenos Aires sobrepasaban los ocho millones y medio de habitantes. Al mismo tiempo se dan otros fenómenos, como el de las ciudades museo que quedan detenidas en el tiempo y en las que el turismo alimenta su vida artificial: Taxco y Guanajuato en México, Antigua en Guatemala, Villa de Leiva en Colombia, Cuzco en Perú. Y muchas ciudades crece desorbitadamente con “barrios pirata” para inmigrantes tal como sucede e Cali y Medellín. Se trata, en definitiva, de un libro básico e imprescindible para empezar cualquier investigación sobre las ciudades latinoamericanas; un libro que interpreta que Latinoamérica es, esencialmente, una geografía de ciudades.
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4. Lina Bo Bardi, Contribução propedeutica ao ensino da teoria da Arquitetura, São Paulo, 1957 Lina Bo Bardi (1915-1992) estudió arquitectura en Roma, Italia, y viajó a Brasil en 1946, naturalizándose como brasileña en 1951. A lo largo de s obra arquitectónica y teórica buscó un lenguaje primordial que, partiendo de la esencia de la arquitectura moderna, se fuera aproximando paulatinamente a las arquitecturas vernaculares. Actuando como museóloga y pedagoga, Lina Bo Bardi se dedicó al estudio del arte popular brasileño, publicando libros como Tempos de grosura: o design no impasse. 1994. Contribução propedeutica ao ensino da teoria da Arquitectura fue presentado por Lina Bo Bardi en 1956 para el concurso de profesora catedrática de Composición en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de São Paulo, plaza que no consiguió. Todo el texto está fuertemente marcado por el conocimiento de la historia y por una voluntad humanística. En este sentido es un libro que continua la tradición de los tratados italianos del Renacimiento. Las teorías de las que partió Lina Bo Bardi son, esencialmente, las concepciones humanistas basadas en el concepto de espacio tal como las desarrollaron Geoffrey Scott y Bruno Zevi. Lina Bo escribió: “Tendríamos que tratar una teoría del espacio total a disposición del hombre, o sea un espacio que participa de la vida humana, siendo el hombre, como es, autor en el espacio del mundo”. En síntesis, el libro desarrolla tres grandes temas: En la base, está la voluntad de continuidad histórica, en la que a las referencias brasileñas se les une unas fuertes referencias al pensamiento occidental, especialmente la cultura del Renacimiento italiano Además, a lo largo del libro hay un fuerte énfasis en el binomio arquitectura-naturaleza planteado, de manera pionera, los problemas ecológicos. Lina Bo Bardi fue una de las primeras autoras que ya en los años cincuenta advierte sobre los problemas ecológicos que se avecinan: escasez de agua, incendios forestales, erosión y degradación. Escribió que “la arquitectura se inspira en la naturaleza que la gobierna” y refiriéndose al VIII Congreso Internacional Científico del Pacífico realizado en Manila e 1952 habla de “los problemas del peligro del desvío de grandes cursos de agua, de la reforestación y de las normas jurídicas contra los incendios orestales, de la conciliación de las exigencias del hombre hidroeléctrico 110
con la preocupación por la desaparición de los pinus insularis que la naturaleza coloca en determinados lugares, no solamente por motivos de belleza sino sobre todo para consolidar el terreno y evitar la erosión. Se ve claramente que el hombre comienza a preocuparse seriamente por el tema arquitectura hábitat”. En tercer lugar, y especialmente en la segunda parte, Lina Bo Bardi hace la defensa de la necesaria fusión entre el arte y la ciencia, continuando la tradición del rigorismo neoclásico de Milizia y Lodoli y tomando como referencia a su maestro Pier Luigi Nervi. El libro se divide en dos partes. La primera, titulada “Problemas da Teoria da Arquitetura”, es una revisión de aspectos de la tradición clásica, moderna y tecnológica de la arquitectura, deteniéndose en las ideas de autores como Vitruvio, Lodoli, Guadet, Le Corbusier y Nervi. Este capítulo termina con apartados dedicados a la relaciones del arquitecto con la sociedad y el cliente. La segunda parte, titulada “Problemas de Método”, sigue el ejemplo de los maestros modernos y desarrolla la teoría del espacio interior siguiendo a Vico, Focillon, Scott, Zevi y Nervi. Se trata del texto clave para entender el utillaje mental de Lina Bo Bardi. Lina no sólo fue una de las primeras arquitectas mujer reconocidas en el siglo XX, sino que, al igual que Alison Smithson y Denise Scott Brown, también fue una de las primeras mujeres arquitectas que ejerció la crítica de arquitectura. En este sentido, Lina Bo Bardi fue una mujer pionera en afrontar en la teoría y en sus obras la cuestión de la tecnología en la arquitectura, un terreno que históricamente ha sido exclusivo de hombres.
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5. Juan Borchers, Meta-arquitectura, Santiago de Chile, 1975 El arquitecto chileno Juan Borchers (1910-1975), nacido en Punta Arenas, se dedicó a crear un sistema propio de arquitectura a partir de 1944 cuando se tituló como arquitecto en la Universidad de Chile, de la ciudad de Santiago, y empezó a participar en la revisión del plan de estudios y a desarrollar largos periodos de viajes y estancias de estudio en Europa, África, América y Asia. La obra publicada por Borchers no es más que una pequeña parte de todo su sistema teórico y de docenas de cuadernos de bitácora y anotaciones de sus viajes. En 1968 publicó Institución Arquitectónica y en 1975, ya como obra póstuma Meta-arquitectura. Ambos libros recogen sólo una parte de s teoría. Más tarde se han publicado algunos de sus escritos, como Haithabu, escrito en los años sesenta y publicado en Madrid en 1988. Meta-arquitectura recoge un parte de su teoría de síntesis de todas las artes, dividiéndola en dos partes: la primera dedicada a la serie y la segunda a la unidad. El libro está dedicado explícitamente al arquitecto español Francisco Javier Sáenz de Oíza, con el que coincidió en Madrid a finales de los años cuarenta y durante los años cincuenta. Borchers se considera admirador de Antoni Gaudí, de quien escribe “no está situado en el lugar que le correspondería el día en que sus contemporáneos dejen de utilizarlo como figura programática a favor o en contra de sus creencias dirigidas por las causas que defienden. Gaudí aparecerá aproximándose a Van Gogh en la contemporaneidad próxima, como Fidias y Mozart en la lejana”. En el prefacio explicita la diversidad y cantidad de referentes que ha tomado en su voluntad de “fusión de aritmética, geometría y álgebra”, desde Alberti hasta Nietzsche, dejando claro que se trata de “trabajo monstruoso” y que “todo el libro es un adiós, absoluto y sin retorno posible”. Las referencias que utiliza son también de sus contemporáneos, enfatizando que él es “estudioso de la lúcida obra del padre Van der Laan, he incorporado s sistema y terminología, excediéndolos en más alcances numéricos, conceptuales, poéticos y bases sensoriales de la arquitectura”. La primera parte, dedicada a la serie y llena de gráficos y fórmulas para sintetizar la realidad se divide en 15 apartados: 1. La serial; 2. La serie cúbica; 3. Aleación; 4. El cubo, donde se detiene a analizar las teorías de Jua de Herrera, el sistema del Modulor de Le Corbusier y las ideas de Bruno Zevi 112
sobre la concepción del espacio; 5. Valores críticos; 6. Acción rítmica, donde trata del elemento primigenio de la música y el jazz como música sincopada; 7. Protonúmero arquitectónico; 8. Generación de los números, refiriéndose a los valores simbólicos de los números, 4 estaciones, 12 meses, 7 días, 3 estados de la materia; 9. Medias proporciones; 10. La cuaterna y su dinámica; 11. Congruencias; 12. Dinamodinamis; 13. Base fundamental de la serie cúbica; 14. Operaciones regulares de la serie cúbica; 15. La sombra del Partenón. La segunda parte, dedicada a la unidad, se organiza en los siguientes apartados: 16. Medir; 17. Patrón de unidad plástica; 18. Estado crítico, donde razona que “la perspectiva, creada por los grandes maestros del quattrocento italiano, presenta el caso de un aplicación de ese modo del pensar matemático a las entidades del mundo sensible”; 19. Valores plásticos; 20. El campo mágico; 21. La imposición de medidas; 22. Orden matemático – Orde arquitectónico, donde se expresa la visión poética y escribe: “un atardecer de octubre llegué a Atenas… el mar del Pireo brillaba. Atenas no pesaba como pesa Roma. No tiene esos incendios del atardecer sanguinolentos. La noche de Roma es profunda, su vacío inmenso, rumor de sus fuentes, sus escalinatas, sus plazas vacías”; 23. Los números del número; 24. Algoritmo del todo; 25. Gnomónica; 26. El laberinto; 27. El sentido; 28. Eólica, dedicada a Eolo, dios del viento. Tras este inventario tan “borgesiano”, Borchers termina con una cita literal de Charles Baudelaire: “Todo es número. El número está en todo. El número está en el individuo. La embriaguez es un número”. Es prácticamente imposible resumir en una reseña los detallados razonamientos de Borchers, con fórmulas matemáticas y momentos de lirismo.
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6. Alberto T. Arai, Caminos para una arquitectura mexicana, México D.F., 1952 Alberto Teruo Arai (1915-1959), se tituló como arquitecto en la UNAM de México D.F. en 1940 y se doctoró en filosofía, demostrando una capacidad única de conceptualización. Se formó con Enrique Yánez y Ricardo Rivas y sus escritos seguían el ideal filosófico neokantiano. Hijo de padre japonés y madre mexicana, fue uno de los creadores de la asociación México-japonesa en 1959, fue miembro de la efímera Unión de Arquitectos Socialistas, y fue profesor de Teoría de la arquitectura y de composición arquitectónica. Publicó diversos tratados y manuales relacionados con la docencia de la arquitectura, y su texto Caminos para una arquitectura mexicana de 1952 ha sido reeditado en el año 2001 por el Instituto Nacional de Bellas Artes bajo iniciativa de la historiadora de la arquitectura Louise Noelle. En el libro expresa su extensa cultura, sus conocimientos de historia, arqueología y filosofía, recurriendo a una escritura exquisita. El andamiaje de su pensamiento radicaba en la visión optimista de la civilización presente e el pensamiento alemán sobre la técnica, dentro de la escuela neokantiana de Marburg. Partiendo del ideal filosófico neokantiano, el libro se divide en dos grandes partes: la primera está dedicada a la “necesidad de una doctrina arquitectónica propia”; y la segunda, a “el aprovechamiento de la tradició indígena”. El objetivo del libro es el de sintonizar los principio internacionales de la arquitectura moderna con la densidad y riqueza de la propia tradición mexicana. En la primera parte se plantea “la pregunta por lo que se es” y se argumenta una modernidad que no se base en una imitación servil. Según Arai “la independización completa de nuestro continente es un devenir gradual”. Se trata de mantener las raíces, pero también de seguir los caminos de una modernidad que supera lo que Arai denomina “animalidad”. Arai escribe que “lo subconsciente no es ni puede ser nunca fuente de creación cultural”. Se trata de inventar, no de repetir, ya que copiar no es progresar. Al tratar sobre el método histórico, Arai interpretaba al ser humano en s entorno y escribió “el hombre es cultura frente a la naturaleza. Pero ser cultura es ser al mismo tiempo historia […] El presente viene siendo una valoració del pasado […] El horizonte abierto del hombre histórico, que sabe superar la 114
limitación de constitución orgánica y somática, psíquica y fisiológica, por medio de la lucidez de su conciencia cognoscitiva, de su voluntad emprendedora y de su sentimiento artístico […] La verdadera creació cultural […] consiste precisamente en estar apoyada en el conocimiento de la experiencia del pasado, para así, poder planear inmediatamente el futuro”. En uno de los apartados, Arai diferencia entre la vida emotivo-artística que se da en México, procedente de España, y la vida racionalizada, el predominio de la empresa comercial y maquinista típica de Estados Unidos y procedente de Inglaterra. Es decir, lo indio y lo europeo. Arai escribe: “la futura vida de América tiene la responsabilidad de liberar al esclavo del trópico por medio de la máquina para que pueda cultivar su espíritu y convertirse en un ser creador de nuevos valores para la humanidad”. En esta visión que pone en sintonía los valores existentes con la fuerte proyecció técnica hacia el futuro resuenan las ideas de Frank Lloyd Wright, especialmente su utopía de la Broadacre City. Termina la primera parte tratando del progreso latinoamericano, del pueblo mexicano que “está pidiendo a gritos mayor tecnificación para sus medios”. Y concluye “sólo con la prolongación de lo viejo se harán más interesantes y atractivas las innovaciones”, planteando la recuperación del equilibrio perdido entre lo viejo y lo nuevo, lo racional y lo irracional, lo emotivo y lo sereno, la pasión y el cálculo. En la segunda parte, dedicada al aprovechamiento de la tradició indígena, parte de la conciencia histórica del ser humano y de que “re-crear una cosa es volver a hacer algo que ya era pero de manera novedosa”. Arai argumenta una conciencia histórica y social. Trata de las distintas culturas y arquitecturas indígenas y su conformació geométrica del paisaje, poniendo énfasis en las características comunes de dicha arquitectura en “el sabio encuadramiento, conseguido al remodelar el suelo geometrizando siempre la naturaleza circundante. El cielo es la única techumbre de esta arquitectura hecha para ser habitada al aire libre. Ensanchamiento del ambiente por medio de vacíos y pavimentos, amplias explanadas, largas terrazas escalonadas […] muros en talud […] que en vez de separar, como sucede en los paramentos verticales, ligan, unen, entrelaza los diversos elementos que se extienden a ras de tierra […] el plano inclinado se presta para ejecutar una doble función: la utilitaria por medio de terrazas, graderías y escalinatas, y la artística que suaviza los contrastes entre la obra arquitectónica y el paisaje natural”. Según Arai, el maíz, base de la alimentación, al convertirse en una masa maleable, está en el origen de la plasticidad del estilo indígena, señalando como las formas son “el resultado de la lucha entre la blandura y la dureza”. 115
En el último apartado de la segunda parte, el 24, titulado “Hacia el mestizaje de los estilos”, insiste en estas características dominantes. Frente a la ingravidez y transparencia, a la fragilidad de las formas de las arquitecturas contemporáneas en Europa, en México predominan los bloques cerrados, masas impenetrables, volúmenes pesados, ciegos, enormes, que se afianzan a la corteza terrestre, como la roca que desde hace siglos desafía al espacio, al viento y a los seísmos. Por lo tanto, el objetivo sería “trabajar para la unió del espíritu tradicional en conjunto, de la herencia indígena en este caso particular, con el alma cosmopolita de nuestros días”. Según Arai, “tarde o temprano habrá que fusionar estas antítesis aparentes, habrá un mestizaje de estilos, un arte híbrido en el mejor sentido del término”. El texto finaliza co una llamada a “un mundo interregional, que sea capaz de superar el cosmopolitismo monótono e indiferenciado, fomentador por lo mismo de la cooperación mutua entre las personalidades cristalizadas en los diversos núcleos humanos”.
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7. Luis Miró Quesada, Espacio en el tiempo. La arquitectura como fenómeno cultural, Lima, 1945 El arquitecto peruano Luis Miró Quesada (1914-1994), miembro fundador de la Agrupación Espacio, cuyo manifiesto fue publicado en 1947, había publicado antes, en 1945, su libro Espacio en el tiempo, una reflexión sobre la integración de la arquitectura moderna en el contexto de la arquitectura peruana. Espacio en el tiempo, que se subtitula La arquitectura moderna como enómeno cultural, parte de la idea de espacio y tiempo en la filosofía de Immanuel Kant. Miró Quesada escribe “el tiempo y el espacio están e nosotros y evolucionan con nosotros” y se acerca a las teorías modernas del arte y del espacio de Schmarsow y Riegl, sintonizando con lo que en aquellos años escribieron Sigfried Giedion y Bruno Zevi. El autor anuncia la llegada de un “tiempo nuevo”, un “nuevo sentimiento cósmico”. En su libro defiende una síntesis expresiva de la tríada: espacio, cultura y tiempo, y rechaza el pseudomodernismo que ridiculiza lo antiguo, hace tábula rasa del pasado y se convierte en un mero estilo. Miró Quesada proclama: “Porque admiro y comprendo la perfección del Partenón, la espiritualidad de la Catedral de Chartres y la magnificencia de San Pedro de Roma. Porque gusto del sereno equilibrio de los templos griegos; de la imperial grandeza de las construcciones romanas; del exaltado misticismo de las catedrales medievales; y del brillante y vital panteísmo de los palacios renacentistas. Porque he logrado profundizar el amor a las culturas que anteceden y son sustento de la que hoy vivo. Porque he aprendido en la enseñanza de la historia que la verdadera arquitectura es un arte viviente. Porque creo en la evolución superativa del género humano, y en ella siento, amo y vibro en ansias de interpretar arquitectónicamente su espíritu. Por todo ello tengo fe en la nueva arquitectura, en una arquitectura totalmente nueva, que haya roto con el pasado histórico y esté, por ello mismo, en consonancia con la historia”. El libro se estructura en dos partes, de diez capítulos cada una. El primer capítulo de la primera parte está dedicado a la arquitectura moderna entendida como “arquitectura viviente”. Miró Quesada entiende la arquitectura como u organismo viviente y evolutivo, y la considera basada en la libertad de creación, insistiendo en que se ha roto toda estabilización en estilos. Las razones de esta evolución van mucho más allá del estilo y, por lo tanto, está e contra de cualquier pseudomodernismo y arqueología, en definitiva, en contra 117
de la idea de estilo, siguiendo planteamientos radicales modernos como los de Walter Gropius. Escribe que “la evolución arquitectónica habida no es simplemente de forma y expresión, sino que sus raíces son más profundas”. Éstas serían razones técnicas, modernas necesidades humanas que satisfacer, auténtica emoción actual que exteriorizar. En el segundo capítulo, titulado “Arquitectura contemporánea. Fenómeno histórico”, insiste en que “el desprecio o la incomprensión de la anterior verdad es petulante ignorancia que conduce al nefasto pseudomodernismo”. En este capítulo, Miró Quesada defiende la síntesis expresiva de la trinidad espacio, cultura y tiempo y define que “construcción es equilibrar materia”. Es en este apartado que aparece el acto de fe en la nueva arquitectura citado anteriormente y la argumentación de que no se trata de una ruptura con la historia sino de proyectar en consonancia con la historia. En el tercer capítulo, que se titula “Nueva forma social, nueva arquitectura”, insiste en la vertiente social de la arquitectura ya que “el problema de la arquitectura de hoy es la base del equilibrio social”. En él hay una crítica a las malas soluciones de la vivienda contemporánea, cuando la vivienda debería garantizar el equilibrio entre la forma social y la expresió arquitectónica. No se tienen en cuenta los grandes cambios producidos, e unas sociedades en las que “la mujer ha entrado a formar parte activa de la colectividad”. En definitiva, según Luis Miró Quesada “el urbanismo no es sino la función social de la arquitectura, es la prolongación del ejercicio de la arquitectura, del problema individual al problema colectivo”. El cuarto capítulo, dedicado a “Arquitectura y tecnología” defiende la necesidad de una total renovación de la arquitectura, que ha de ser verídica, racional y técnica, en la medida que ha nacido un nuevo espíritu tecnológico. El quinto capítulo, titulado “La estructura, médula de una arquitectura de hoy” pone énfasis en los materiales y las estructuras arquitectónicas, defendiendo “una arquitectura que sublimice la estructura y no la esconda bajo un ropaje de oropeles falsos, que la muestre íntegra en su verídica consonancia cultural en el momento histórico que hoy vivimos”. Y en el texto insiste en la “adecuación de la forma al material”, proponiendo a la manera de John Ruskin que “desterremos totalmente la más leve semejanza, el más logrado disfraz”. Miró Quesada reafirma la constatación de que “es absurdo imponer a los nuevos materiales, que so esencialmente livianos, las formas clásicas, que son esencialmente pesadas”. La primera parte concluye con capítulos dedicados a “Clima, modernidad y regionalismo”; a “Aire + luz + verde = nueva arquitectura”; a “Nuevas técnicas, nuevas formas” y a “El planeamiento, concepto revolucionario”, e los que insiste en las relaciones con la naturaleza y en los valores técnicos y 118
urbanos de la nueva arquitectura. En la segunda parte se sigue la misma lógica de fundamentar los temas de la arquitectura moderna a través de la historia, con capítulos dedicados a las relaciones entre arquitectura, arte y ciencia; a la emoción; a la abstracció formal; a la proporción reconquistada; al nuevo ritmo; a la geometría sublimada; al adecuacionismo; y a la ornamentación. En los dos capítulos finales –“Los estilos, antitesis; justificatoria” y “Lo moderno como tradición”-, y en las “Palabras finales” insiste en las ideas desarrolladas en el libro: el fuerte combate contra el “seudomoderno”, remarcando que se ha de desconfiar, “igualmente, de quienes, mirando atrás, sólo calcan lo pasado, y de quienes con la mirada en el espejismo de lo ideológico, no captan la sustancialidad de lo presente”; y la defensa de u nuevo sentimiento cósmico, el franco contacto con la naturaleza de esta nueva arquitectura como espacio en el tiempo, que es abstracta, liviana y de volúmenes suspendidos.
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8. Carlos Raúl Villanueva, Textos escogidos, Caracas, 1980 Carlos Raúl Villanueva, nacido en Londres en 1900 y titulado como arquitecto en la Escuela Superior de Bellas Artes de París en 1928, fue profesor fundador de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela en Caracas, dio a menudo conferencias y escribió artículos, además de los libros que dedicó a Caracas. Habiendo fallecido en 1975, en 1980, con motivo del que hubiera sido el 80 aniversario de nacimiento, la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela editó una selección de sus escritos más importantes. De hecho, era una nueva versión de otra antología, titulada scritos, publicada en 1965, también por la Facultad de Arquitectura y Urbanismo. Algunos de ellos estaban dedicados a los maestros de la arquitectura moderna, como Walter Gropius, Le Corbusier y Alvar Aalto; otros estaban dedicados a la cuestión de la vivienda y a la defensa de la ciudad y el urbanismo; algunos textos reflexionaban sobre el pasado y otros pensaban sobre la arquitectura latinoamericana. El ensayo “La síntesis de las artes”, presentado en Royaumont en 1962 y reescrito en 1965, desarrollaba uno de los temas en los que Villanueva tenía mayor autoridad: el objetivo de la integración de las artes en la arquitectura, defendido por los CIAM y realizado por primera vez en la Ciudad Universitaria de Caracas de Carlos Raúl Villanueva. Villanueva se refiere primero al concepto tradicional de síntesis de las artes en los Arts&Crafts y en el Art Nouveau, especialmente el catalán Antoni Gaudí que supo sintetizar inspiración y técnica. Villanueva escribe que “e esto la operación de Gaudí no difiere mínimamente de la antigua operación de síntesis-decoración de los griegos, de los góticos o de los barrocos”. Como ejemplos contemporáneos con voluntad de síntesis de las artes, Villanueva cita la arquitectura de Juan O’Gorman en México, en la que intervienen los muralistas mexicanos sobre una estructura arquitectónica de raíz funcionalista, considerando que se trata de una “simple yuxtaposición de expresiones artísticas distintas”. Los jardines de Roberto Burle Marx serían otro ejemplo de síntesis de las artes, con verde, con árboles y flores, agua y piedras, de alguien que trabaja además, como un pintor o un escultor, sirviendo de soporte a la arquitectura de Niemeyer y a los azulejos de Portinari. 120
Y otro ejemplo sería la voluntad de síntesis de las artes de Joaquín Torres García en Uruguay, aunque según Villanueva “sólo en el monumento del parque Rodó en Montevideo pudo el pintor uruguayo realizar su ideal”. Al final del ensayo Villanueva sorprende con la alternativa que propone como auténtica síntesis de las artes: el diseño industrial italiano. Villanueva sostiene que “poner en la base de la integración artística la industria y s producción, significa reconocer que es ella el único medio de comunicació artística de masa […] el diseño industrial no elimina al pintor y al escultor, educados en lo artesanal, acostumbrados a los individual. Barre simplemente con el pintor y el escultor tradicionales […] merece la pena lanzarse audazmente por el camino de esta nueva integración”. La lectura de los textos de Villanueva es esclarecedora para conocer el pensamiento, la concepción de la historia, la visión de la arquitectura moderna y de la ciudad que tenía el arquitecto venezolano contemporáneo más destacado.
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9. Marina Waisman, La estructura histórica del entorno, Buenos Aires, 1972 De los tres libros más difundidos de Marina Waisman (1920-1997) vamos a comentar el que publicó primero, La estructura histórica del entorno, editado en 1972 a raíz del trabajo que realizó tras abandonar la enseñanza e la Universidad Nacional de Córdoba y en el que sintetizó todos sus conocimientos. El libro, en la estela de Teorías e historia de la arquitectura (1968) de Manfredo Tafuri, afronta la crisis general de la arquitectura de finales de los años sesenta. Para ello, Marina Waisman recurre a los instrumentos del estructuralismo, con el objetivo de elaborar una historia de tipo estructural, e la línea de Renato de Fusco, Claude Lévi-Strauss y Manfredo Tafuri. El concepto básico de la época que Marina Waisman va a tomar de manera versátil y crítica es el de tipología, un instrumento relacionado con el concepto de tipo ideal y opuesto a la ideología del funcionalismo. Lo más importante es que Marina Waisman es de las primeras que va a tomar la tipología como instrumento crítico, profundizando en su capacidad de transformación y oponiéndose a una concepción basada en la inmutabilidad del tipo como contenedor universalmente válido. La base metodológica de Marina Waisman, sobre el soporte del racionalismo y el humanismo, es la teoría estética de Benedetto Croce y la idea de preexistencia ambiental de Ernesto Nathan Rogers, aprendidas co Enrico Tedeschi. Por otra parte, Marina Waisman se basa en el pensamiento estructuralista de la época, en especial, Claude Lévi-Strauss y Michel Foucault. La primera parte del libro “de la historia de la arquitectura a la historia del entorno” explica las razones de la crisis de la arquitectura e inicia uno de los argumentos esenciales del libro, presente en el título: toda obra de arquitectura depende del entorno. La crisis de la arquitectura prevendría del difícil equilibrio entre el tiempo lento de la historia y la fuerza de los cambios tecnológicos. Los cambios tecnológicos van más rápidos que los sociales. Ésta sería la razón de partir de un marco referencial confuso y de unos progresivos desajustes. Y esto explicaría las grandes “dificultades de la profesión arquitectónica para cumplir el papel social que le compete”. En su libro, Marina Waisman no entiende la arquitectura como una 122
disciplina sino como un saber profesional. En la primera parte del libro insiste en esta necesidad de la recuperación del papel social de la profesión, proponiendo una metodología para el análisis histórico del entorno que tenga en cuenta estas condiciones y articulaciones: las competencias profesionales, las condiciones y restricciones de la práctica del saber arquitectónico, la necesidad de compromiso y los significados ideológicos y el papel de la tecnología. Según Marina Waisman, si “hasta la Revolución Industrial, saber popular y saber profesional se dividían la tarea de construir el entorno urbano”, ahora lo que domina es un grupo profesional-comercial. La segunda parte, dedicada a “la estructura histórica de la unidad cultural determinada por el saber arquitectónico”, se centra en el análisis de las herramientas de este saber profesional, insistiendo especialmente en las tipologías y en las relaciones. Cuando habla de las series de las tipologías establece distintos tipos: estructurales, formales y funcionales. Las tipologías funcionales son las que tienen que ver con los requisitos sociales. Siguiendo las ideas de Enrico Tedeschi, Waisman desarrolla las tipologías de coordinación, insistiendo e autores como Mies, que creía en la universalidad del espacio, y Kahn, que estableció la diferenciación entre espacios servidos y espacios servidores. Al hablar de las relaciones, se detiene en los requerimientos sociales, haciendo referencias a autores como Herbert Marcuse, André Groz o Michel Foucault, e insistiendo las teorías arquitectónicas, el proceso de diseño y el proceso de producción. La tercera parte, titulada “Primera aproximación al estudio de otras unidades culturales”, afronta la cuestión de la localización de estas teorías e instrumentos, especialmente el contexto latinoamericano. En esta parte estudia la unidad cultural determinada por el saber folklórico y popular recurriendo a las aportaciones de autores como Bernard Rudofsky y Christopher Alexander. En definitiva, el texto de Waisman es pionero en entender la arquitectura comprometida en su medio o entorno, conceptos aprendidos de su maestro Enrico Tedeschi; en plantear un nuevo contexto de relaciones estructurales entre objetos; y en proponer una visión crítica y evolutiva del concepto de tipología arquitectónica.
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10. Claudio Caveri, Una frontera caliente. La arquitectura americana entre el sistema y el entorno,
Buenos Aires, 2002 Entre los muchos libros publicados por el arquitecto argentino Claudio Caveri (1928), desde El hombre a través de la arquitectura, 1967; o Urbanismo europeo y pre-recinto americano y Ficción y realismo mágico en nuestra arquitectura, 1987, hasta Y América, ¿qué? Balance entre el ser y el estar como destino del hacer americano y el reflejo en su arquitectura, 2006, elegimos para analizar su libro posiblemente más impactante: Una rontera caliente. Una frontera caliente, que se corresponde con las clases de historia y filosofía que Caveri ha impartido a los estudiantes de la Escuela Técnica de Trujui en los años noventa, traza un esquema de interpretación de la historia muy crítico con la cultura europea y en el que se plantea a América como alternativa. Caveri afronta lo que él denomina “nuestros respectivos kaos, el de Europa en su etapa de descomposición y el nuestro a la espera de s gestación”. Metodológicamente el libro parte de dos conceptos, el de sistema, que toma del sociólogo alemán Niklas Luhmann, y el de entorno, que sintoniza co la interpretación contextualista de Enrico Tedeschi y Marina Waisman. Tras la introducción a los criterios metodológicos, en la primera parte del libro y segundo capítulo arranca esta interpretación de la conformación de la visión europea, que se inicia en Grecia y Roma y que se desarrolla a lo largo de la Edad Media con la visión cristiana de San Agustín. El tercer capítulo insiste en “la autoconciencia del yo” y cómo en Europa se va desarrollando un sujeto fuerte que toma el mundo a partir de la cultura del Renacimiento, en que el ser humano “cumple con la profunda aspiració de narciso; que todo comience a girar a su alrededor”; un reforzamiento del yo que culmina con el calvinismo. Europa se va haciendo con la dialéctica entre en pensamiento ario de dominación y la visión semita de estar en el mundo, pero siempre se va reforzando el dominio del yo productivista. Caveri escribe “Lutero, Calvino, Montaigne, Maquiavelo, Miguel Ángel, Kepler, Cervantes, Shakespeare, todos contribuyen a construir el concepto de naturaleza como canon externo de conducta y quiebran el equilibrio entre alma y cuerpo, espíritu y materia, forma y contenido”. El cuarto capítulo, titulado “El fin de la historia o el fin de una historia”, 124
afronta el momento más doctrinario del pensamiento europeo, con la filosofía de Hegel y el predominio del espíritu objetivo. La segunda parte, con el quinto capítulo, afronta la gran complejidad de lo que él llama “la herencia y sus herederos”, en la que domina la fuerte dialéctica entre la exaltación del sujeto fuerte y la angustia del ser perdido, frente a las alternativas humanistas del expresionismo y el existencialismo. Más allá de la voluntad creativa de Antoni Gaudí o Edmund Husserl, lo que acaba dominando es la Europa prepotente del hundimiento del Titanic en 1912 y del nazismo alemán. En esta dialéctica, la gran pregunta, que se inicia en el capítulo sexto, es la de qué sucede en América, dominada en el norte por el espíritu puritano y e el sur por la base hispano-mestiza. El capítulo séptimo, titulado “El sistema de la modernidad europea instalado por sus herederos como cosmovisión dominante”, afronta el espírit dogmático impositivo de la Bauhaus y de los CIAM. Caveri escribe “la modernidad europea, fruto de esa increíble mezcla de arios y semitas, desembocó en un determinismo de la estructura -primacía de las relaciones estructurales- imaginando un mundo de pura estructura”. El libro concluye en sus capítulos octavo y noveno sobre la globalizació y la frontera caliente sobre la que se levanta un mundo hecho de injusticias y dividido por fronteras a punto de estallar. Es en este contexto en el que América podría ser el lugar del balance, el lugar para una arquitectura americana entre el sistema o estructura y el entorno o contexto; una América basada más en el estar, que acepta sobrevivir de manera solidaria en el mundo, que en el ser, que siempre lleva a la autoafirmación, al yo y al dominio sobre el otro.
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11. Fruto Vivas, Reflexiones para un mundo mejor, Barquisimeto, fecha aproximada 1983 El arquitecto venezolano Fruto Vivas, nacido en 1928 y titulado como arquitecto en 1955, recoge una parte de su incansable actividad por una arquitectura más humana, justa, libre y ecológica en su libro Reflexiones para un mundo mejor, autoeditado en Barquisimeto, sin constar la fecha, aunque por las referencias bibliográficas se puede suponer que fue publicado en 1982 o en 1983. En el libro se recogen muy diversos escritos, siempre exuberantes y apasionados, en los que insiste sobre el compromiso del arquitecto por la sociedad. La primera parte constituye una selección de textos que han sido conferencias, artículos, cartas y entrevistas. Entre las cartas las hay dirigidas a Alejo Carpentier, Violeta Roffe, Jesús Soto y Juan Pedro Posani. El último texto incluido es una “Carta a las alumnas de castellano y literatura” redactada en 1982. En todos estos textos insiste en que la tecnología debería aportar mejoras para toda la sociedad y no sólo para los poderosos; debería respetar el conocimiento popular que se transmite por generaciones y no burlarse de él y destruirlo; se debería trabajar desde la base técnica de cada sociedad y no importar tecnologías sofisticadas, lo cual hace a los países dependientes. La clave es potenciar unos procesos tecnológicos que hagan que cada sociedad sea independiente. En sus escritos se habla del problema de la vivienda, aportando siempre soluciones, y se enfrenta al “violento, caótico y despiadado proceso de urbanización”. Frente al “caos de la implantación de un modelo de civilización ajena a nuestros saberes y a nuestros deseos”, tal como escribe María del Pilar Quintero en su prólogo, Fruto Vivas responde con la necesidad de aprender de las gentes más sencillas, tal como escribió José Martí, del “conocimiento directo y fecundo de la naturaleza”. En su texto “El campesino arquitecto por la gracia de Dios” (1955), al escribir sobre el instinto de los campesinos para construir sus viviendas, Fruto Vivas destaca la lección de los campesinos andinos y falconianos: “capacidad inventiva y esfuerzo sobrepasado busca una sola meta, la cual es sustituir y hacer tolerante la vida, que es, en otras palabras, el principio y el fin de la humanidad”. Más adelante en la “Carta a 126
los estudiantes de arquitectura de la Universidad Central de Venezuela” (1969) reitera que “sobretodo, mi más grande maestro ha sido el pueblo. Convivir con él, compartir su angustia y conocer su obra creadora”. Concluye su carta manifestando que “entonces, no serán necesarios esos monstruos de acero, y podrán vivir en una casa que se infla o desarma, que se cambia, que crece como los árboles. Podrá moverse según la necesidad y tenderá lógicamente a estructuras ligerísimas, flotar en el aire, estructuras límites donde nada sobre y al alcance de todos. Esa es realmente la imagen del futuro”. Para todo ello, Fruto Vivas no cesaba de inventar: células de vivienda UNIMOBILES, “árboles para vivir”, “bioarquitectura para los hombres libres”, ciudades de mallas estructurales parecidas a las de Yona Friedman. La segunda parte recoge apreciaciones sobre sus obras de diversos autores, como Luis Luksic, Juan Pedro Posani y Plinio Negrete. La tercera parte, muy brevemente, recoge los datos personales y la experiencia creadora. Fruto Vivas fue un admirador de la Revolución Cubana, trabajando entre 1966 y 1968 como director del Departamento de Técnicas Constructivas de la Dirección de Investigaciones Técnicas del Ministerio de la Construcción e La Habana, y ha intentado entroncar en todas aquellas experiencias arquitectónicas que él considera que tienen en su base la experimentació formal y tecnológica: Antoni Gaudí, Eduardo Torroja, Santiago Calatrava, etc.
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12. Enrique Browne, Otra arquitectura en América atina, México D.F., 1988 El libro del arquitecto y teórico chileno Enrique Browne (1942) se sitúa en la tradición de los SAL (Seminarios de Arquitectura Latinoamericana) y sigue la estela de lo que Kenneth Frampton denominó regionalismo crítico. Está dedicado a la arquitectura contemporánea de siete países: Argentina, Brasil, México, Colombia, Chile, Uruguay y Venezuela. El libro se estructura según catorce capítulos, y en el primero de ellos, titulado “Espíritu de la época y espíritu del lugar”, a modo de introducción, Browne señala, como punto de partida, que “la arquitectura contemporánea latinoamericana ha evolucionado dentro de una permanente tensión entre “espíritu de la época” y “espíritu del lugar””. El segundo capítulo, titulado “Periodos y líneas arquitectónicas”, explica las raíces de la arquitectura moderna latinoamericana, con sus arquitectos protagonistas y con la configuración de dos líneas que desarrollará como tesis a lo largo del libro: la que él denomina arquitectura del desarrollo, que estaría representada por autores como Óscar Niemeyer, Félix Candela, Carlos Raúl Villanueva o Emilio Duhart; y la arquitectura que responde a la crisis del desarrollo y a los avisos que se presentaron en los años setenta, como el informe del Club de Roma (1971) y el libro de Schumacher, Lo pequeño es hermoso (1973). El tercer capítulo se dedica a “El movimiento moderno transformado e estilo internacional” y en el cuarto, titulado “Estilo internacional: obras desde el primer periodo hasta hoy”, se recorre la obra de los pioneros, como Gregori Warchavschik, José Villagrán García, Carlos Raúl Villanueva y otros. En cambio, el capítulo quinto rastrea la “Línea vernacular” y la incorporación por parte de Le Corbusier de las bondades de la arquitectura vernacular a partir de sus viajes por Latinoamérica. Al unísono con el texto clave de Bernard Rudofsky, Arquitectura sin arquitectos (1964), se situaría las obras de Claudio Caveri, Eduardo Ellis o Eduardo Sacriste. Esta arquitectura vernacular y localista, según Browne, tendría sus límites al ser semiartesanal y tener poca capacidad de producción en serie y de proyecció social. Los capítulos sexto, séptimo, octavo y noveno despliegan todas las características y ejemplos de la arquitectura del desarrollo, definiendo sus características, y arrancando con las obras de maestros europeos exiliados e 128
América, como Antoni Bonet Castellana, Max Cetto, o Hannes Meyer. Este tipo de arquitectura estuvo representada por Niemeyer, Costa, los hermanos Roberto, Amancio Williams, Clorinda Testa, Carlos Raúl Villanueva, Félix Candela y otros. El capítulo diez se dedica, de manera muy breve, a “Obras mixtas”, como la de Miguel Ángel Roca en Córdoba o la de Teodoro González de León y Abraham Zabludovsky en México. A partir del capítulo once hasta el trece se dedica a esta “Otra arquitectura” latinoamericana, que tiene tres máximos representantes heroicos: Eladio Dieste, Luis Barragán y Rogelio Salmona, con algún añadido como la experiencia de la Escuela de Arquitectura de Valparaíso. Al principio del libro, Browne plantea un “Esquema de la evolución de la Arquitectura Contemporánea en América Latina”, que se ordena según la tensión entre el “espíritu de la época” y el “espíritu del lugar”, con lo cual e el primer periodo, de sociedades tradicionales, a la irrupción del estilo internacional se responde con la arquitectura neovernacular; y durante el segundo periodo, el de las décadas del desarrollo (de 1945 a 1975) se da el auge de la arquitectura del desarrollo. La “otra arquitectura”, que en este periodo es marginal, a partir de 1975 entra en auge, al tiempo que la del desarrollo se va debilitando. El libro constituye una gran aportación interpretativa, pero también tiene sus límites. Confirma la tesis de que arquitectos como Barragán y Salmona se desarrollaron en la arquitectura moderna y la llegaron a superar; y la dialéctica a la que recurre, entre desarrollo y localismo, es sugerente. Si embargo, al tratar de la arquitectura neovernacular se mezclan y confunden la realmente neovernacular con la arquitectura académica, que es historicista y eclecticista. Y, en el fondo, es un poco esquemático reducir la complejidad de la arquitectura de un continente a la dialéctica entre dos posiciones que se plantean como antagónicas, sin vasos comunicantes y con excesiva separación.
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13. Silvia Arango, Historia de la arquitectura en Colombia, Bogotá, 1989 El libro Historia de la arquitectura en Colombia es el resultado de u trabajo colectivo realizado entre 1982 y 1984 que culminó con una exposició en 1985 promovida por el Ministerio de Asuntos Exteriores, con el objetivo de promocionar la arquitectura colombiana en el extranjero. Tras la exposición, la arquitecta e historiadora Silvia Arango, en solitario, se dedicó a la redacción de este texto partiendo de la reelaboración recopilada para la exposición, publicándola en 1989 a partir de un acuerdo insólito entre la Universidad de Los Andes, privada, que había promovido la investigación, y la Universidad de Colombia, pública. El libro era totalmente necesario, ya que no existía una historia de la arquitectura colombiana que abarcase desde el mundo primitivo hasta la arquitectura actual. El libro se estructura en siete partes, dedicando la primera a la recopilación de trabajos antropológicos y arqueológicos sobre la arquitectura precolombina: indígena, del Paleoindio, los cacicazgos, los tairona y los musica. La segunda parte se dedica a la arquitectura colonial, según periodos y tipologías, deteniéndose en la arquitectura militar de Cartagena. El tercer capítulo se dedica al siglo XIX y a monumentos como el neoclásico Capitolio Nacional en Bogotá de Thomas Reed. El cuarto capítulo es el más detallado y se dedica al eclecticismo de la “Arquitectura republicana, (1880-1930)”, tratando sobre los monumentos, el espacio urbano y la vivienda, con una fase culminante de fuerte presencia del estado. El quinto capítulo se detiene en el periodo ambiguo de “la transició (1930-1945)”, en el que predomina la pervivencia de los estilos. El sexto capítulo, titulado “El movimiento moderno (1945-1970)”, toma registro de la arquitectura racionalista colombiana y la publicación de la revista Proa, empezando con la Ciudad Universitaria de Bogotá, proyectada por Leopoldo Rother, y terminando con la obra de Fernando Martínez y Rogelio Salmona. La última parte se dedica a la “arquitectura actual 1970-1985”, culminando todo este recorrido en la arquitectura de ladrillo articulado entorno a la obra de Rogelio Salmona y otros autores como Esguerra, Sáez y 130
Samper o Juan Guillermo Gómez y Ramiro Henao. El conjunto del libro, salvo algunas excepciones, se dedica mucho más a Bogotá que al resto del país. Y la devoción por la arquitectura del ladrillo que demuestra Silvia Arango sintoniza con la pretensión de finales de los años ochenta de identificar la arquitectura contemporánea colombiana con la arquitectura de ladrillo, para que quedase delimitada y pudiera difundirse internacionalmente, desde el punto de vista de la cultura y la promoció turística. Historia de la arquitectura en Colombia contribuye en la construcción de la figura del personaje singular y heroico de Rogelio Salmona. Sin embargo, y sin querer restar ningún mérito a la gran valía y aportación de Salmona, autor de obras maestras como las Torres del Parque de Bogotá (1960-1964), dicha interpretación comporta el silenciamiento de otras corrientes, como el racionalismo tan cualificado que se desarrolló en los años cincuenta e Bogotá, con las obras de Guillermo Bermúdez; en Cali, con las obras de Arango-Murtra, Lago-Sáez, Borrero-Zamorano-Giovanelli; las obras e Barranquilla de Ricardo Gonzalez Ripio y Obregón-Valenzuela; y las obras experimentales de Aníbal Moreno. Y con el tiempo, es imprescindible poner al día una interpretación en la que falta la riqueza e intensidad de las nuevas generaciones de arquitectos representados en las obras de María Patricia Vélez, Giancarlo Mazzanti, Felipe Mesa y muchos otros.
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14. Cristián Fernández Cox, El orden complejo de la arquitectura. Teoría básica del proceso proyectual,
Santiago de Chile, 2005 El libro del arquitecto y teórico chileno Cristian Fernández Cox (1935) se sitúa en un terreno insuficientemente explorado: el de las relaciones entre teoría y proyecto arquitectónico. No es casual que, coincidiendo en el tiempo con esta aportación de Cristian Fernández Cox, existan ya diversos libros latinoamericanos que se adentran en este terreno de nuevas y valiosas aportaciones en el campo de la teoría sobre el proceso proyectual, como los de Roberto Fernández o de César Naselli. La teoría básica del proceso de proyecto según Cristian Fernández Cox consiste en un análisis muy culto, claro y brillante que, por su planteamiento tan sistemático y didáctico, recuerda el Tractatus Lógico-Filosófico de Ludwig Wittgenstein. Arranca de la premisa clave de situar el concepto de “habitabilidad” como esencia de la arquitectura, como lo que tiene que perseguir prioritariamente todo arquitecto. El libro parte de una marcada voluntad de refundamentación conceptual; se sitúa en el mundo de la necesidad; plantea que la clave radica en la inteligencia del problema y en el arte de la solución. El texto tiene un tono muy coloquial, que lo hace más personal y, al mismo tiempo, tiene un fuerte calado teórico. El objetivo de Cristian Fernández Cox es sumamente ambicioso, ya que parte de la conciencia del fin de los manuales premodernos y modernos, en un contexto de libertad crítica, diversidad y pluralismo, en el que hay que ir a las raíces para crear una nueva teoría del proceso proyectual. Un ir a las raíces que es similar al esfuerzo teórico previo de otro chileno, Juan Borchers, y una relación con la cultura del lugar que sugiere el camino seguido por Rogelio Salmona. El libro Orden-Complejo en Arquitectura se articula a partir de cinco conceptos, las cinco “dimensiones primarias” que se proponen como esenciales de la arquitectura: forma, uso, significado, técnica y contexto. Ciertamente se podrían argumentar ciertos desdoblamientos de dichos conceptos. Por ejemplo: la forma también se puede entender como belleza y significado; el uso está adscrito a la función; y el concepto de la naturaleza, que es imprescindible, en cierta manera podría ser interpretado en el esquema de Fernández Cox como un tipo de contexto general. El sistema interpretativo y proyectual propuesto por Fernández Cox, tan sumamente eficaz, parte de la tríada vitruviana y se basa, en realidad, en 4+1 conceptos, ya que al concepto de “contexto” se le otorga un carácter abarcante, es un sobresistema o sistema 132
mayor, es el que se relaciona más fuertemente con los otros cuatro. Desde el punto de vista del autor del libro, la mejor arquitectura sería precisamente aquella que reequilibra estos cinco factores. En el libro son magistrales los análisis críticos de obras emblemáticas, con comparaciones como la que se hace entre el Guggenheim de Wright y la biblioteca de Francia de Dominique Perrault. Lógicamente, por su motivació humanista, reivindica a autores como Lewis Mumford y Jane Jacobs, y critica a arquitectos como Peter Eisenman y Rem Koolhaas, que Fernández Cox considera tan influyentes como adscritos a posiciones deshumanizadoras y cínicas. Ante la complejidad del proceso proyectual contemporáneo, Fernández Cox propone un pensamiento fundacional y un método sistémico. La correcta inteligencia del problema es la base del arte de la solución y, por lo tanto, la clave radica en la fase de establecer un correcto diagnóstico. No se trata de dar recetas sino de aprender a organizar el problema y a plantear las preguntas. Para ello es clave discernir entre una modernidad ilustrada y académica y una modernidad armónica, organicista y humanista; entre el concepto general de modernidad y la experiencia concreta del racionalismo analítico mecanicista de la Ilustración. El libro, que tiene 17 capítulos, se estructura en tres partes. La primera está dedicada a los conceptos y a la teoría del proyecto; la segunda a la percepción y a las ópticas epocales, insistiendo en los significados de la modernidad y la postmodernidad; y la tercera a “Otra lógica”, que es la de los sistemas, la complejidad y la polivalencia, es decir este modelo de ordencomplejo. El libro tiene un anexo de proyecto de barrio según el método de sistemas, sobre el Fernández Cox que ha seguido trabajando en años posteriores a la publicación del libro Las clarificaciones conceptuales de Fernández-Cox a lo largo de todo el libro son claves, como cuando en la segunda parte recurre al concepto de “ópticas epocales” o como cuando interpreta los conceptos básicos de “mundos formales” y “mecanismos creativos” como “estrategias formales”, que siempre deben mesurarse con los conceptos de habitabilidad y congruencia. En su “hardcore”, el libro plantea una certera crítica de cartesianismo vigente y propone una astuta reinterpretación de las ideas de Robert Venturi, actualizando y rehaciendo sus conceptos básicos: de “contradicción” se pasa a “tensión”; “vitalidad confusa” es “vitalidad compleja”; la “unidad transparente” a superar es “unidad racionalista”. No sería “acepto la falta de lógica y proclamo la dualidad”, sino “acepto la necesidad de otra lógica y proclamo la polivalencia”. Y, en definitiva, no estaríamos en la 133
“postmodernidad” sino en la “postilustración”. En definitiva, Fernández Cox reivindica un pensamiento sistémico, que se basa en interpretar a partir de las relaciones entre subsistemas, sistemas y sobresistemas: un pensamiento basado en estructuras teóricas flexibles. Con similar conocimiento y habilidad que los escritos de Claudio Caveri, Cristian Fernández Cox construye un libro que sabe ir de las grandes explicaciones del mundo (el pensamiento griego, Descartes, Vico, Newton, la Ilustración) al análisis detallado y crítico de las obras concretas. Construye, en definitiva, un pensamiento arquitectónico fundacional. Y para construir este pensamiento de síntesis, racional y clásico y, a la vez, nuevo y vanguardista, se ha de ser al mismo tiempo teórico y arquitecto, con una base en una cultura esencialmente humanista, que sepa ir a las raíces. Algo que ha sabido hacer de manera tan generosa, experimental y fundacional una buena parte de la teoría arquitectónica en Latinoamérica. Para ello, el autor dispone de una sólida cultura humanista, que toma referencias de tratadistas como el biólogo François Jacob y el sociológico Alfred Weber. El libro deja entrever cierta influencia de las visiones milenaristas y cíclicas del hegelianismo conservador, que tanto peso ha tenido en una parte del pensamiento latinoamericano: Toynbee, Spengler y, en la últimas décadas, Fukuyama. Esto se contrapesa con el hegelianismo progresista de Fernandez Cox, que ve en la búsqueda de un mundo mejor la raíz de la modernidad y que propone como síntesis una modernidad armónica o transmodernidad. El esfuerzo de refundamentación del libro de Fernández Cox entronca co la teorización hecho por Marina Waisman desde los años setenta a los noventa: por su base esencialmente racional y humanista; por su voluntad de construir toda una nueva teoría de la arquitectura pensada desde Latinoamérica, pero sin renunciar a ninguna aportación de la cultura universal; por su capacidad para poner en crisis visiones convencionales del mundo para proponer otras más complejas. Y como Claudio Caveri, Fernández Cox parte como premisa de la crisis de la Ilustración europea, de un ciclo agotado que, desde Latinoamérica, que ni la inventó ni casi siquiera la ha vivido, debe ser total y libremente repensada. Por lo tanto, la aportación de Orden-Complejo en la Arquitectura es clave para pensar la arquitectura a principios del siglo XXI, para avanzar e unas nuevas coordenadas que relacionen abiertamente la teoría y la estrategia proyectual. Se trata de un punto de partida, un nuevo sistema de coordenadas para empezar a pensar, debatir y proyectar superando los errores y vicios que conlleva nuestra condición contemporánea confusa. 134
15. César A. Naselli, De ciudades, formas y paisajes, Asunción, Paraguay, 1992 Desde el campo de la teoría del concimiento, el arquitecto y teórico César Naselli, de Córdoba, Argentina, se ha dedicado a poner énfasis en dos escalas extremas: el diseño de los objetos y la interpretación del paisaje. Sobre la cuestión del paisaje, su texto esencial es De ciudades, formas y paisajes y se divide en tres partes. En su posición, Naselli huye de la metafísica y de las definiciones inmutables, aproximándose a la fenomenología y la epistemología, insistiendo en que el paisaje es “variable, móvil, un producto cultural, es decir, individual, social e histórico, en permanente transformación”. La visión de Naselli es esencialmente holística y en ella confluye diversas teorías del conocimiento y distintas interpretaciones, como las de la Teoría de la Gestalt y las aportaciones de los geógrafos, desde las interpretaciones formalistas de Kevin Lynch y Gordon Cullen hasta las interpretaciones políticas de Yves Lacoste. En definitiva, lo que plantea Naselli es una dialéctica y una síntesis: el paisaje como resultado de una dialéctica entre imagen y realidad, y la interpretación como una combinación de lo real con lo ideal y subjetivo. La primera parte se titula “La naturaleza del paisaje” y en ella se estudia la noción y la definición de paisaje, tratando de las diversas interpretaciones. Citando a George Steiner y a Jean-François Lyotard, Naselli establece que hay una fisiología de la captación y una sociopolítica de las interpretaciones. Se trata de “una búsqueda que podemos llamar fenomenológica y heurística”. Naselli interpreta al ser humano en “un entorno físico natural con el que dialoga existencialmente comprometiendo su propia realidad psicofísica”. En esta primera parte se trata de la historicidad del territorio mirado, titulando uno de los apartados “Como han visto y como vemos” en homenaje a su maestro Enrico Tedeschi y a su libro Una introducción a la historia de la arquitectura. Esta primera parte termina con ejemplos de paisajismo contemporáneos, de Michel Corajoud, Henry Ciriani y Borja Huidobro, estableciendo que Roberto Burle Marx y Luis Barragán “han propuesto un verdadero nuevo mundo en la práctica de la construcción de un paisaje esencialmente latinoamericano”. Naselli concluye esta parte hablando de cómo Gea, “planeta viviente, se defiende vigorosamente. Ha creado una cultura basada e 135
saberes holísticos que unen antiguas sabidurías con las del presente y creando nuevas conciencias como la ecología, el ambientalismo, la psicología transcendental que estimula la creatividad de sus elegidos y también el paisajismo nuevamente revitalizado”. La segunda parte se dedica a “La estructura del paisaje urbano” y arranca con la lectura del paisaje urbano a partir de dos imágenes: el paisaje de los técnicos y la vivencia del entorno existencial por parte del habitante. Naselli argumenta la idea de urbanidad difundida por Luciana Mohito y la propuesta de Planeamiento Comprensivo para Córdoba de María Elena Foglia. El objetivo del libro es totalmente holístico: la búsqueda de una totalidad mucho más compleja, a la vez energética, temporal, vital y existencial. Superando el concepto de “genios loci” de Christian Norberg-Schultz, se trata de trazar una imagen holística que sea útil a todos los que intervienen en el paisaje: comprehensiva, plural, transdisciplinar y gestáltica. Naselli propone la ciudad postmoderna, inclusiva y de complejidad ambiental, como superación de la ciudad moderna, exclusiva, funcionalista, ordenadora de vida, bienes y servicios en una dirección estricta. En esta parte, se intentan sintetizar dos tipos de lectura de la image antropogeográfica-urbana: la lógico-analítica y la intuitivo-sintética. Como síntesis se proponen análisis tipológicos (de plazas, edificatorios y parcelarios) secuencias visuales y diagramas de sistemas en movimiento. La tercera y última parte, titulada “La forma urbana de nuestras ciudades” se corresponde con la ponencia presentada por Naselli en el V SAL (Seminarios de Arquitectura Latinoamericana): “Nuestro espacio urbano: propuestas morfológicas”, realizado en Santiago de Chile en octubre de 1991. En este texto, Naselli demuestra que detrás de su visión interpretativa y formal y de su conocimiento de las teorías del conocimiento y los métodos de diseño, hay siempre una pulsión ética, una actitud crítica, y una preocupació por lo funcional. Naselli parte de que “la idea urbana es social y esto supone una complejidad de niveles, lazos y actores”. Para Naselli, la ciudad es el “lugar personalizado de una comunidad donde la expresión de su experiencia y de su recuerdo son los rasgos fundamentales de su identidad”. Es el espacio de la historia y de la experiencia vital. Sin embargo, Naselli critica que la ciudad contemporánea e Latinoamérica no está siendo proyectanda para favorecer estas condiciones, sino que se proyecta para su terciarización comercial y se va distorsionando y desgarrando. Frente a esta situación crítica de la ciudad, Naselli propone “retejer la trama de relaciones humanas y sociales”; y concluye que “si pensamos que vivir entre fragmentos y en un lugar que disuelve sus articulaciones estructurales es precisamente vivir en el espacio de la 136
alienación, tomaremos conciencia de la gravedad ambiental que descubre la lectura histórica urbana”. Naselli termina preguntándose si “¿Esa desunión, esa descoordinación propone, a su vez, un espacio justo para los seres humanos?”.
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16. Roberto Fernández, El laboratorio Americano. rquitectura, Geocultura y Regionalismo, Madrid, 1998 De la muy prolífica e influyente obra de Roberto Fernández (1946), arquitecto y catedrático de historia en la Facultad de Arquitectura de Mar del Plata y de Buenos Aires, vamos a reseñar, especialmente, dos libros: El laboratorio americano y El proyecto final. El libro El laboratorio americano (1998) parte de la tesis tan sugerente y abarcante de América como un laboratorio de experimentos nunca concluidos. l laboratorio americano plantea tesis innovadoras y conceptualmente muy ricas sobre la historia y la realidad de Latinoamérica entendida como un todo. En la interpretación de Roberto Fernández, de gran amplitud cultural, se fusionan las aportaciones de la antropología, la ecología, la historia política, la geografía, el urbanismo y la arquitectura, en una visión totalmente global y holística que entroncaría en una especie de gran historia de la cultura, tal como la anunció Jacob Burckhardt y han desarrollado autores como Mario Praz, Joseph Ryckwert, Michel Foucault o George Steiner. Según la interpretación de Roberto Fernández, América ha sido el laboratorio de los diversos sistemas políticos y económicos, y de las diversas propuestas culturales y estéticas que, lanzadas generalmente desde Europa como sistemas y utopías, se han ido sucediendo y aplicando. América sería el laboratorio en el que, sin descanso, se van hibridando la modernidad ecuménica importada y la propia cultura precolombina que siempre va resurgiendo. Este largo y arduo proceso de hibridación ha desembocado e los problemas y crisis de la realidad contemporánea, pero también ha caracterizado la propia y peculiar modernidad latinoamericana. Entre otras cosas, Roberto Fernández nos hace ver como América, invención y laboratorio de Europa, ha sido conceptualizada desde Europa como la naturaleza. Dentro de las colisiones modernas entre naturaleza y cultura, América representa la pervivencia de una naturaleza que Europa sacrificó con la revolución industrial y se ha constituido como lugar de la búsqueda de fortuna, albergue de exiliados y territorio de exploración de utopías. Es el lugar de la excentricidad, del descentramiento; es la periferia deseada. Pero también es el lugar de la falta de memoria y de las discontinuidades; un laboratorio americano en el que los grandes logros sociales, urbanos y estéticos, difícilmente han tenido continuidad. E definitiva, el texto de Roberto Fernández nos hace entender el destino de perpetuo laboratorio de Latinoamérica. Así podemos interpretar, por ejemplo, 138
la capacidad inicial para situarse en el territorio por parte de las ciudades creadas por unas culturas mayas, que más tarde fueron absorbidas por la selva; o la existencia de islas platónicas en Caracas, como el conjunto Simó Bolívar de Cipriano Domínguez o la Universidad Central de Venezuela de Carlos Raúl Villanueva, que posteriormente han sido fagocitadas por el caos urbano de autopistas, torres de oficinas y ranchos auto-construidos; es decir, palimpsestos de sabiduría que quedan como restos sin continuidad. El libro de Roberto Fernández se estructura en dos partes, que se desarrollan cronológicamente en dos escalas distintas –lo político-social y lo arquitectónico y urbano. Se aprovecha el discurso diacrónico para ir cambiando de enfoque y de conceptos. La primera parte, titulada “El Laboratorio americano”, empieza con una visión fascinante desde el punto de vista de la conquista y de la colonización; con el capítulo “La construcción de América”, que arranca con el libro de Edmundo O’Gorman; y desde el punto de vista de los ecosistemas originarios americanos (“La mirada de Humboldt”); y termina con las distintas posiciones que adopta la arquitectura (“Estéticas americanas”) relacionado con el lugar, la tradición, la identidad, la tecnología, la antropología y la cultura, pasando por el estudio de las culturas híbridas. Fernández remarca que la propuesta de O’Gorman sobre la invención de América interpreta el descubrimiento de América como invención necesaria para la cultura europea, como experiencia básica para el pensamiento humanista del Renacimiento y como tierra que se intenta conformar a imagen y semejanza de su inventor. Al mismo tiempo, esta nueva Europa que se extiende por América, esta tierra del porvenir y de la libertad, forzó a la cultura Europea a modernizarse radicalmente, a transformar sus esquemas mentales, a adaptar las nuevas circunstancias al modelo existente de pensamiento. La segunda parte se titula “Historia y geocultura en la ciudad y arquitectura de América Latina” y se inicia con capítulos dedicados a la “antiurbanidad, antiespacialidad y simbolismo de las culturas precolombinas”; “los elementos de la proyectualidad colonial” y el modelo urbano de la Ley de Indias; y “la ciudad latinoamericana como resultado de los procesos históricos”. En este capítulo, que es el XIV, el libro tiene u mayor desarrollo y se basa en una detallada historia de las ciudades latinoamericanas siguiendo al pié de la letra las cinco grandes etapas que José Luís Romero establece en su libro Latinoamérica: las ciudades y las ideas (1976) tras la primera etapa de fundación de las ciudades: la ciudad hidalga y barroca de Indias en el siglo XVII; las ciudades criollas del siglo XVIII; las ciudades patricias de 1810 a 1880; la burguesa del período 1880-1930; y la 139
ciudad masificada, posterior a la crisis de 1930 y hasta 1970, es decir, el crecimiento de las grandes ciudades en detrimento de la población rural. En el capítulo anterior, el XIII, dedicado detalladamente a las ciudades de fundación, Fernández establece que “las formulaciones urbanísticas de orige campesino y condición comunalista que se advierten en algunas formas de habitat marginal latinoamericano (vecindades mexicanas, barriadas y pueblos óvenes peruanos, callampas chilenas, favelas brasileñas, cantegriles uruguayos, villas miseria argentinas, ranchos venezolanos…) recogen esta tradición de integración marginal de los primitivos asentamientos aborígenes en la ciudad colonial, con la instalación cercana de las masas laborales, pero a la vez, con una neta demarcación y segregación de sus características urbanas”. El resto del libro está dedicado a “La tecnología como discurso regionalista”, “Cultura y antropología en la discusión regionalista”, “Modelos de producción de lo arquitectónico-urbano” y “” Estéticas americanas”. Tal como sucede en otros textos de Roberto Fernández, en algunas partes las referencias son excesivas y salen del propio ámbito de estudio, en este caso Latinoamérica. Y su tesis de laboratorio incansable es brillante y eficaz, pero tiene muchas excepciones afortunada, en políticas urbanas y sociales que tienen ya décadas de continuidad. Cuarenta años después de una obra clave como La invención de América (1958) del lingüista e historiador Edmundo O’Gorman, el libro de Roberto Fernández constituye el nuevo hito en las interpretaciones globales sobre América. La de O’Gorman estuvo planteada desde la cultura mexicana de los años cincuenta y la de Fernández ha sido lanzada desde la cultura argentina de final de siglo. En definitiva, invención (O’Gorman) y laboratorio (Fernández) se constituyen en dos conceptos claves para entender la inmensamente compleja historia y realidad de Latinoamérica. Y si el libro arranca con la idea de invención de O’Gorman, termina en s último capítulo, el XIX titulado “Code: el laboratorio”, citando a Serge Gruzinski y su libro La guerra de las imágines. De Cristóbal Colón a Blade unner (1994). Antes, en el capítulo VIII dedicado a “Las culturas híbridas”, Fernández había insistido en este valor de las imágenes y los imaginarios e América Latina, escribiendo sobre el “hiperconsumo de ‘realidad virtual’ que explica la creciente decadencia de la calidad de espacios públicos y de las formas de tiempo libre urbano basadas en la utilización de los espacios sociales de la ciudad”. En definitiva, El laboratorio americano es ya un hito de consulta y referencia obligada para cualquier reflexión contemporánea sobre América. 140
17. Roberto Fernández, El proyecto final. Notas sobre as lógicas proyectuales de la arquitectura al final de la modernidad, Montevideo, 1999
Más allá de sus trabajos en el campo de la gestión ambiental y la sostenibilidad y de su interpretación de la historia de la arquitectura argentina en el libro La ilusión proyectual (1996), la amplia aportación teórica de Roberto Fernández tiene dos de sus pilares esenciales en los dos libros que se analizan: El laboratorio americano y El proyecto final. Para poder interpretar la producción arquitectónica de las últimas décadas, en El proyecto final Roberto Fernández propone una cartografía de ocho lógicas proyectuales, un concepto que es justificado a partir de textos que definen la condición posmoderna de las ideas y los objetos, especialmente los de Frederic Jameson, Ezio Manzini y M. Chiaponni. La voluntad de encontrar un concepto de síntesis que abarcara las diversas maneras de afrontar el proyecto arquitectónico ya había sido planteado en los años ochenta por Royston Landau, desde sus clases en el Programa de Posgrado de Teoría e Historia, en la Architectural Association School o Architecture de Londres, entre 1984 y 1991. Roy Landau utilizaba el concepto de “posición arquitectónica” y entendía posición como el “hard core” para identificar a cada autor, situándolo respecto a las cuestiones culturales esenciales de la arquitectura –mecanismos formales, relación con el lugar, reglas tecnológicas y económicas, principios éticos y políticos- interpretadas desde lo que podríamos llamar el “utillaje mental” o la cultura de cada arquitecto; es decir, aquellas ideas y manifestaciones básicas, principios inviolables que cada autor mantiene sin cuestionar ni revisar. Posició arquitectónica, según Landau, sería un concepto proveniente de la filosofía de la ciencia practicada por Karl Popper e Imre Lakatos, del pensamiento postestructuralista de Michel Foucault y de la historia de las mentalidades definida por la francesa Escuela de los Annales El concepto de Roberto Fernández se refiere a lógica creativa como sistema de conceptos experimentales que organizan ciertos resultados proyectuales, maneras de proyectar relacionadas con maneras de pensar o interpretar el mundo. Fernández trabaja sobre la hipótesis de ocho conceptos o lógicas: las tipologías, el estructuralismo, la tecnología, el contextualismo, la comunicación, la forma, la deconstrucción y la fenomenología. En el intento taxonómico de Fernández, al utilizar el concepto de “lógica” se otorga al 141
problema de la creación arquitectónica una sobrecarga de racionalidad que puede parecer excesiva en una época de crisis del racionalismo y de las metodologías. En definitiva, la lógica Roberto Fernández se concreta en un método culturalista y crítico, basado en una cultura de tipo relacional que él mismo ha aprendido de autores que admira, como Mario Praz y George Steiner. De Mario Praz, Fernández reconoce su erudición infinita y su técnica relacional según la cual entre todas las obras de literatura, arte, arquitectura o moda, especialmente las que son contemporáneas entre ellas, es posible establecer correspondencias. De la metodología crítica de literatura comparada de Steiner, Fernández quiere aprehender su cosmovisión, su capacidad para entrar en el análisis hermenéutico de la complejidad de cada obra de arte. Entrando en detalle en cada una de las lógicas proyectuales, éstas so desarrolladas por Fernández de manera extremadamente sistemática, sintética y precisa, con una estricta elección de ejemplos arquitectónicos, y con un rico elenco de referencias al pensamiento contemporáneo que legitimaría cada una de dichas lógicas. Los arquitectos citados tienden a ser interpretados de manera monolítica y esquemática, muy sumaria, justificándolos dentro de una posición definida. Cada autor, en unos pocos párrafos, es caracterizado de la manera más resumida y certera posible. Aunque el desarrollo de cada lógica es coherente -la justificación de lógicas como la tipologista o la tecnologista es impecable e inapelable-, dentro de cada una de ellas es posible plantear objeciones. Es en el desarrollo de la lógica estructuralista donde surgen más dudas: por ejemplo, que pueda llegar a relacionarse las interpretaciones postestructuralistas y discontinuas de Michel Foucault con el rigor y la búsqueda de unidad del minimalismo, cuando el pensamiento de Foucault y el minimalismo tienen poco que ver. Asimismo, es reductivo entender el minimalismo sólo como una deriva de la lógica estructuralista, cuando son evidentes sus raíces anteriores tanto e autores esencialistas tan diversos (Mies van der Rohe, Malévich, Rietveld, etc.) como en corrientes e interpretaciones tales como la abstracción de las vanguardias o la teoría de la Gestalt. En la propia lógica Roberto Fernández están sus numerosas cualidades y sus límites. Una auténtica cosmovisión, sugerente y enriquecedora, erudita y crítica, en la que toda producción teórica y artística ha de poder ser valorada y relacionada, integrando incluso las teorías más contrapuestas y dispares.
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18. Jorge Francisco Liernur, Trazas de futuro. Episodios de la cultura arquitectónica de la modernidad en mérica Latina, Santa Fe, 2008
También es muy difícil elegir un texto dentro de tan prolífica e influyente producción de Jorge Francisco Liernur (1946), cuya figura es tan directamente reflejo de Manfredo Tafuri, incluso por el hecho de que, de la misma manera que Tafuri se reservó la exclusividad para tratar de la arquitectura italiana contemporánea, Liernur lo ha hecho con la arquitectura argentina contemporánea. En la medida que enlaza mejor con los objetivos y conceptos de este libro de mirada hacia Latinoamérica, se ha elegido Trazas de futuro, que recoge catorce ensayos publicados de manera dispersa, que tratan siempre de las relaciones, dentro de la evolución de la modernidad, entre las culturas internacionales de Europa y Norteamérica y la experiencia Latinoamericana. El primer capítulo se titula, de manera explícita “Para una crítica desde América Latina: repensando algunas ideas de Manfredo Tafuri”; un ensayo e el cual se deja claro que no es posible un proyecto crítico sino es desde las interpretaciones y desde el “espacio histórico” de Tafuri, “tan plenamente vigentes como escasamente comprendidas”. Liernur reivindica también la figura de Jürgen Habermas y su sensibilidad desde la filosofía hacia las “situaciones de vida”, reconociendo su capacidad para interpretar cómo “las distintas esferas de la actividad humana se unen en una experiencia real de la existencia, en la vida cotidiana”. En el texto, Liernur argumenta que el objetivo de la arquitectura es “contribuir a solucionar los gigantescos problemas que limitan el pleno disfrute de la vida de la mayor parte de los seres humanos”. En el capítulo dos, titulado “Hacia una cultura excorporada”, Liernur afronta en un extraño ensayo la cuestión de la fealdad, de las formas no identificadas y escribe “pero, ¿Es que las favelas de Río y las villas miseria de Rosario, los derrumbes de las rancherías que bordean Caracas, las escuálidas medianeras de Buenos Aires, las interminables periferias descuajeringadas de ciudad de México, los basurales abiertos e infinitos, el smog de Santiago, el olor a podrido en los tugurios de Lima, las cloacas desbordadas, los barrios nunca acabados, los carteles torpemente barruntados, todo ese inmenso paisaje de nuestras ciudades, en su absoluta carencia de forma y límites, son una versión fin de siglo de aquel sublime universo de los 143
temporales, los monstruos, las tumbas y los volcanes que celebraron los románticos?”. El tercer capítulo, uno de los más largos, se dedica a “Un nuevo mundo para el espíritu espíri tu nu nuevo: los descubrimient descubrimientos os de América América Latina atina por la cu cultu ltura ra arquitectónica del siglo XX” y trata de las intervenciones de arquitectos, ingenieros y urbanistas en ciudades latinoamericanas: los viajes de Le Corbusier, Wright, Gropius, Sert, Neutra, etc. Los proyectos urbanos de Agache, Forestier, Rotival y Karl Brunner; y las clases y conferencias de Tedeschi, edes chi, Rogers, Piccinato Picc inato y Nervi, ent e ntre re much uchos os otros. El caso de la experiencia mexicana de Hannes Meyer es motivo monográfico de otro ensayo, el noveno, titulado “La síntesis dialéctica: regionalism regionali smo, o, indig i ndigenism enismoo y clasi cl asicis cism mo en el pensamiento pensamiento moder moderno no de Hannes Hannes Meyer”, en el cual se indaga en las razones de la dificultad de Meyer para situarse en el medio arquitectónico mexicano y su paulatino retiro hacia la pintu pintura y el trabajo trabajo con autén auténticos ticos artesanos artesanos y con la cultu cultura popular. popular. El cuarto ensayo se dedica a la incorporación de la tecnología procedente de la modernidad en América Latina, constatando al final el predominio de u cierto “desprestigio del pragmatismo y el industrialismo modernos”. Liernur señala que para producirse el descarte en relación al poder de la objetividad tecnológica norteamericana, “eran decisivos los apoyos o alternativas que se creía posible en encon contrar trar en la vieja Europa”. Europa”. El quinto ensayo está dedicado a “Mitteleuropa y América Latina: señales de futuro”, escrito como prólogo para introducir los dos textos claves de Francesco Dal Co -Abitare nel moderno y Teoria del moderno-. moderno-. Liernur se identifica totalmente con este otro discípulo de Tafuri, con su manera de escribir ensayos asistemáticos y fragmentarios, en los que se evita llegar a conclusiones, y con su convencimiento de que se trata de “interrogar al pasado no como un amigo, para validar operaciones del presente, sino para problematiz problematizarlo”. arlo”. El sexto ensayo se dedica a la lectura de diversos “estilos” de la arquitectura de América Latina durante el dominio colonial; el séptimo a Rio de Janeiro y Buenos Aires en el periodo 1880-1930; y el octavo constituye s famosa conferencia y texto sobre el “milagro” brasileño visto desde los Estados Un Unidos en el período perí odo 1939-1943. El noveno ya se ha citado, es el que está dedicado monográficamente a Hannes Meyer en México, y el décimo profundiza en la “Abstracción, Arquitectura y los debates acerca de la “síntesis de las artes” en el Río de la Plata (1936-1956), tratando sobre artistas como Joaquín Torres García y s proyecto proyecto de con concili ciliar ar abstracción con la ex experiencia periencia human umana; a; Tomás omás Maldonado y el grupo abstracto Madi; Lucio Fontana y el Manifiesto Blanco; 144
e incluyendo el exilio de Jorge Oteiza en Buenos Aires. La figura del arquitecto uruguayo Eladio Dieste, con su proyecto de alianza vitalista entre la técnica técnica artesana artesana del ladrillo ladri llo y el hum human anism ismoo católico, le sirve para concluir el ensayo. El undécimo capítulo está dedicado a la recepción de Mies van der Rohe en Latinoamérica, de cómo es interpretado su proyecto platónico y universalista de respuesta a la disolución de la forma que la lógica fugaz y repetitiva del capitalismo comporta. Después de seguir la obra de los argentinos Amancio Williams y Mario Roberto Álvarez, y de los brasileños Oscar Niemeyer y Lina Bo Bardi, Liernur concluye con elogios al minimalismo de Paulo Mendes da Rocha, por sus valores estéticos, por s capacidad de situar la arquitectura en el contexto metropolitano y de interpretar las diversas tipologías de una manera esencialista, sin renunciar a la necesaria caracterización de cada obra y tipo. tipo. Los tres últimos capítulos están dedicados al Banco de Londres y América del Sur; a las “Construcciones industriales y Arquitectura a fin de siglo: entre el envoltorio y el mito”; y, el último, a cinco figuras: el estudio argentino MSGSSS, el colombiano Rogelio Salmona, el venezolano James Walter (Jimmy) Alcolck, el argentino Rafael Iglesia y el chileno Smilan Radic. En todos estos ensayos, en los que planea la influencia de maestros como Le Corbusier, Mies o Meyer, de Norteamérica y Europa, se da un preciso equilibrio entre en el reconocimiento de estos referentes internacionales y el hacer aflorar la complejidad de las sociedades y de las corrientes artísticas y arquitectónicas propias latinoamericanas. Liernur estructura de manera seductora sus ensayos, llenos de datos, citas y referencias, llegando de manera vertiginosa a ciertas conclusiones. La gra paradoja de todo el trabajo de Liernur iernur es qu quee Tafuri afuri no dedicó ni una línea a América Latina; y Dal Co ha dedicado muy pocas. Los textos de Liernur, inspirados en Marx, Foucault, Tafuri y Mike Davis terminan, alternativamente, o en literarias conclusiones milenaristas y apocalípticas, o en voluntaristas apuestas sociales y humanistas.
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19. Carlos Eduardo Comas, “Prototipo y Monumento, Un Ministerio, el Ministerio”, en Projeto n° 102, São Paulo, 1987 Los ensayos del arquitecto y profesor Carlos Eduardo Dias Comas (1943) de basan en el formalismo analítico, siguiendo la tradición de Colin Rowe. Mediante este método se descomponen, analizan y comparan, de manera clarividente, los edificios, y se desvela siempre la presencia del sistema Beaux-Arts Beaux-Arts en e n las formas formas de la l a arquitectu ar quitectura ra moderna. oder na. Su ensayo ensayo más más magistral está dedicado al edificio del Ministerio de Educación en Río de Janeiro y se titula titula “Prototipo, “Prototipo , Monum Monumento, ento, Un Minis Ministerio, terio, El Minis Ministerio” terio”.. Este ensayo de Comas se publicó originariamente en Projeto Projeto n° 102 (1987) y ha sido reeditado en diversas recopilaciones, como Fernando Pérez proyectos, Ediciones Arq de Oyarzún, Le Oyarzún, Le Corbusier y Sudamérica. Viajes y proyectos, Ediciones la Escuela de Arquitectura, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile, 1991; y en Abilio Guerra org. Textos fundamentais sobre história da arquitetura moderna brasileira. brasileira. Parte 1. Romano Guerra, São Paulo, 2010. Comas, Comas, a través del análisis de la secuencia secuencia de proyectos proyectos in i niciados por Le Corbusier en 1939 y realizado de manera definitiva por el equipo carioca constituido por Lucio Costa, Oscar Niemeyer, Affonso Eduardo Reidy, Jorge Moreira, Carlos Leao y Ernani Vasconcellos, demuestra que la obra final no hubiera podido realizarse dentro de los esquemas arquitectónicos de Le Corbusier, sino que es una obra totalmente original en todos sus aspectos Los proyectos de Le Corbusier de 1939 se situaban en un solar distinto al que se utilizó definitivamente. En sus propuestas, Le Corbusier planteaba u edificio frontal bajo, contrapuntado axialmente por un cuerpo secundario dedicado a escaleras e instalaciones, a la manera de la Residencia para los estudiantes suizos en la Ciudad universitaria de París o de la Ville Garches y la Maison La La Roche. En cambio, el edificio definitivo era un bloque pantalla mucho más alto, con unos brise-soleils brasileños y un cuerpo bajo coronado por un jardín de morfologías orgánicas, proyectado por Roberto Burle Marx. Este tipo de articulación no estaba en el proyecto “lecorbuseriano”. Asimismo, los giros, quiebros y tangentes que genera el Ministerio, en sus accesos, pórticos y vestíbulos, potencian unos recorridos que nunca se dieron en las obras de Le Corbusier. De la misma manera que el arquitecto europeo, totalmente 146
contrario al academicismo, nunca hubiera hecho un atrio abierto a doble altura con columnas cilíndricas, tal como hicieron los cariocas, que rememoraba el atrio del Panteón de Roma, el espacio áulico de la arquitectura clásica, y que conducía axialmente a un jardín abierto y, girando a la izquierda, al vestíbulo expresionista. Comas nos demuestra el carácter diferente de la arquitectura de Le Corbusier y de los brasileños. Siguiendo los conceptos de Heinrich Wolfflin, podríamos decir que los proyectos de Le Corbusier en aquella época era frontales, con elementos claramente delimitados, con una escritura lineal, co los volúmenes perfectamente perfilados y con un carácter renacentista. El Ministerio de Educación se basa en la articulación y el giro, en unos recorridos que se hacen memorables; su fachada es de un vibrante brisesoleil, abunda la decoración de la cerámica y las referencias a las tipologías clásicas con una expresividad visual barroca. Para desarrollar su impecable argumentación monográfica sobre el edificio, Comas estructura distintos razonamientos. Primero plasma u cinemático paseo arquitectónico por el edificio, destacando sus cualidades perceptivas, sensoriales y visuales. Luego define prototipo y monumento, para pasar a detallar las estrategias de memorabilidad y los contenidos de representación que convierten en ministerio en un monumento original e irrepetible, que supera y se destaca del prototipo de bloque lecorbuseriano.
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20. Ruth Verde Zein, María Alice Junqueria Bastos, Brasil: Arquiteturas apos 1950, Sao Pãulo, 2010 Las arquitectas y críticas brasileñas Ruth Verde Zein (1955) y María Alice Junqueira Bastos (1959) han sumado sus esfuerzos para escribir un texto sumamente importante y necesario. Brasil: Arquiteturas apos 1950 es un hito importante porque, por su calidad, se sitúa en la tradición de las interpretaciones criticas de la arquitectura brasileña contemporánea. Y es u texto necesario porque aporta una nueva visión que era vital para reenfocar la historia contemporánea de la arquitectura brasileña, aprisionada por prejuicios, tópicos y esquemas que ponían énfasis en una pretendida edad de oro insuperable. Bastos y Zein conocen bien lo que escribió Alois Riegl ya hace más de un siglo, en su libro El arte industrial tardorromano (1901): e la historia del arte y de la arquitectura no hay períodos de auge y decadencia, sino la expresión de los sentidos de la historia de cada período: voluntad colectiva de forma, continuidad y evolución dialéctica. Por lo tanto, ha sido poco fructífero que la historiografía, tanto interna como externa a Brasil, haya establecido un “estado de gracia” insuperable, que actúa como una losa. Para ello era vital ir más allá de los relatos clásicos de héroes y de las metáforas biologistas, alcanzando una interpretación culta, compleja y dialéctica. El libro de Ruth y María Alice supera la tradición restrictiva de los libros de Philip Goodwin, Enrique E. Mindlin e Yves Bruand, a la que le faltaba hace tiempo una revisión. Y no es casual que esta aportación clave haya sido hecha por dos mujeres, críticas de arquitectura, que han sumado su visión, especialmente crítica y abierta. En este sentido, Ruth y María Alice continúan la tradición de un país en el que las mujeres arquitectas han tenido un papel crucial, aunque haya sido poco reconocidas. Dos de las protagonistas del libro son Lina Bo Bardi, la primera arquitecta, además de Alison Smithson, que ejerció con rigor como crítica de arquitectura a mediados del siglo XX; y la gran paisajista brasileña Rosa Klias. El trabajo de Bastos y Zein se ha podido basar en muy buenas investigaciones específicas de autores brasileños, como toda la labor de Alberto Xavier y su imprescindible compilación Arquitectura moderna brasileira: Depoimento de uma geraçao (1987); como todo el trabajo de investigación de Carlos Eduardo Comas, máximo especialista en el análisis formal de la arquitectura moderna brasileña; o como todas las publicaciones sobre historia del paisaje, arquitectura brasileña y latinoamericana de Hugo 148
Segawa. Además de las aportaciones de otros investigadores ya consagrados como Paulo Bruna, Ceça de Guimeraens, Monica Junqueira, Sergio Marques, Carlos Ferreira Martins, Rogerio de Castro Oliveira, Roberto Segre; o prometedores jóvenes investigadores como Claudia Cabral, Marta Peixoto, Lais Bronstein, Andrés Pasaro y muchos más. Y los ensayos certeros y didácticos de críticos como Edson Mafuz y Paola Berenstein Jacques. La lista sería interminable, sin olvidar a arquitectos que han promovido un trabajo editorial crucial, como Abilio Guerra y Marcelo Ferraz. Hay, además, toda la aportación teórica y práctica de urbanistas de actividad tan trascendental como Jorge Wilheim, Jaime Lerner, Luiz Paulo Conde, Sergio Magalhaes, Verena Andreatta o Raquel Rolnik. Todo ello ha permitido hacer esta construcción más amplia y compleja. En este sentido, a lo largo del libro, Ruth y María Alice rinden homenaje explícito, además, a las aportaciones teóricas de autores como Sergio Ferro, Geraldo Ferraz, Marcos de Vasconcelos y Mario Pedrosa. El interés de la construcción historiográfica de Ruth y María Alice consiste en que, lejos de la mitología carioca de la arquitectura de Niemeyer y Costa, sin minimizarlos ni restarles méritos, construyen una interpretació inclusiva empezando desde la dialéctica Rio de Janeiro-São Paulo. Reconociendo el extremo valor plástico y estructural de la obra de Niemeyer y la aportación teórica y cultural de Costa, además de obras especialmente vinculadas al lugar como las viviendas en el Parque Guinle de Río, esta visión amplia va a permitir un nuevo tipo de discurso crítico y dialéctico, lejos de la hagiografía. Y esta aportación tiene que ver con el trabajo de tesis de Ruth Verde Zein sobre el brutalismo paulista, finalizada en 2005. De esta manera, la Escuela Paulista se articula en el libro como dialéctica de la Escuela Carioca, a la que supera, criticándola y homenajeándola, como cuando incorpora la curva –en volúmenes y cubiertas- a sus iniciales cajas prismáticas. Y al abrir dicha dialéctica, se abre el campo a todo el territorio brasileño, con capítulos dedicados a la arquitectura de estados como Minas Gerais o Rio Grande do Sul. Y es que, tal como se demuestra en esta historia, el esquema de un periodo heroico que culminaría con Brasilia –en donde los dos héroes Niemeyer y Costa se dan la mano en sus realizaciones- sirve para explicar muy poco. Según dicha interpretación restringida, ¿dónde situaríamos las aportaciones paulistas clave de João Vilanova Artigas, Lina Bo Bardi y Paulo Mendes da Rocha?, ¿Incorporaríamos las experiencias, tan fructíferas, tecnológicas y sociales, de João Filgueiras Lima “Lelé” en todo Brasil y especialmente e Salvador de Bahía, sólo como epígonos de Niemeyer? ¿Y toda la aportació en el campo de la experimentación urbana aportado por ciudades como Curitiba, Río de Janeiro y Porto Alegre, tan lejanas del modelo Brasilia? 149
Por lo tanto, la incorporación inicial del contrapunto de toda la escuela paulista sirve para construir una historia de después de la eclosión de la arquitectura moderna en Brasil, mucho más coral y colectiva que la historia típica de individualidades que tendieron a construir los historiadores de la arquitectura moderna, como Nikolaus Pevsner. Así se incorpora la obra crucial, magnífica y singular de las residencias de Carlos Millan a principios de los años sesenta; junto a la generación de Oswaldo Arthur Bratke, Favio Penteado, João Walter Toscano, Ruy Ohtake y Joaquim Guedes. Aunque posiblemente David Libeskin hubiera merecido más atención: sus casas y el Edificio Conjunto Nacional, en São Paulo, son espléndidos. La arquitectura del brutalismo –tomando prestado el término de Alison y Peter Smithson-, analizada a fondo en sus características, sirve para incorporar a esta historia reciente aportaciones con especial sensibilidad por el uso de las tecnologías, como el edificio de Aulas B-1 de la Escuela de Ingeniería de la Universidad de São Paulo en São Carlos, o como toda la obra de Lelé, otro protagonista, que parte de la arquitectura de grandes estructuras de Brasilia, en especial la Universidad, desarrollada en sus sistemas prefabricados para infraestructuras y hospitales, con centro en la Rede Sara de Salvador de Bahía. Ninguna tiene nada que ver con un ciclo de decadencia. Y en este sentido, el libro de Bastos y Zein se anuda entorno a una de las características básicas de la arquitectura y el urbanismo en Brasil: la continuidad y revisión del recurso radical a la construcción industrializada. Para todo ello, una aportación clave de partida es no tomar Brasilia como final sino como inicio de una nueva etapa de experimentos e influencia de la arquitecta modular, de grandes luces y de larguísimos galpones. Y éste había sido el tema de la publicación previa de María Alice Junqueira Bastos, el libro Pós – Brasilia. Rumos de Arquitetura Brasileira (2003). Una experiencia urbana que, además, se sitúa en el eje de evolución de u mecanismo tan crucial como son las “unidades vecinales”. A lo largo del libro, las autoras afrontan también una de las problemáticas clave de la arquitectura brasileña, tanto en Río como en São Paulo: la tendencia moderna a hacer objetos aislados, insistiendo, anacrónicamente, e considerar a cada obra autónoma de su dimensión urbana, paradójicamente, e unas ciudades brasileñas que van siendo cada vez más metropolitanas. Es por ello que el libro dedica espacio a episodios urbanos ta representativos como el de Curitiba, valorando una apuesta por el transporte público colectivo hecha en un momento, los años setenta, en el que la mayoría de las ciudades brasileñas se dedicaban a construir viaductos y grandes obras para favorecer el tráfico privado. El modelo Curitiba comportaba la buena conservación del centro histórico y la creación de nuevos parques públicos. 150
Se demuestra como en el terreno del planeamiento urbano la influencia europea del Team X, que eclosionó en el brutalismo paulista, también se expresa en el recurso a las propuestas de estructura urbana de Alison y Peter Smithson y a las realizaciones de Candilis, Josic y Woods. Para desarrollar toda esta evolución tan compleja, el libro se estructura e cuatro grandes partes, en las que se recorren las décadas partidas (1955-1965, 1965-1975, 1975-1985 y 1985-1995), con una introducción que enlaza con el período de 1945-55 y un epílogo que deja hilos abiertos en relación a una actualidad que se caracteriza muy brevemente. Si la primera parte sirve para introducir a fondo el contrapunto de la arquitectura paulista, es en la segunda parte, al repasar las influencias de Brasilia, la eclosión de la exploración vernácula y la cuestión del planeamiento urbano, cuando las autoras se pueden detener en las mejores propuestas de vivienda social, las que a finales de los años sesenta propone excepcionalmente arquitectos como Joãão Vilanova Artigas, Fabio Penteado y Paulo Mendes da Rocha, y que van a tener poca continuidad. La tercera parte refleja las influencias del pensamiento postmoderno y contextualista en Brasil y sirve para anudarse alrededor de una obra crucial como el SESC Pompeia en São Paulo de Lina Bo Bardi y para presentar nuevas líneas de desarrollo, como el compromiso en la realidad artesanal que ya habían preconizado Sergio Ferro, Rodrigo Lefevre, Flavio Imperio, Severiano Porto y Marcos Acayaba, que han desarrollado con calidad y versatilidad autores como Joan Villà, Eolo Maia, Sylvio de Podesta y María Josefina de Vasconcellos. En este sentido, otra de las aportaciones del libro es haber hecho más visible la valiosa obra experimental del arquitecto de origen catalán Joan Villà, especialmente su Residencia de Estudiantes e Campinas (1989-1991). La tercera y la cuarta parte permiten seguir líneas de evolució divergentes desde el predominio, a partir de mediados de los años ochenta, de las grandes arquitecturas para los negocios, como las obras de Aflalo y Gasperini, hasta las políticas de participación y autoconstrucción. Las intervenciones de Lina Bo Bardi en el patrimonio de Salvador de Bahía y e la antigua fábrica de bidones de São Paulo convertida en el SESC Pompeia, generarán una nueva tradición de restauración en la arquitectura brasileña que llevará a obras maestras: desde la Pinacoteca del Estado en São Paulo de Paulo Mendes da Rocha hasta las intervenciones de los discípulos de Lina Bo Bardi, como la obra de Marcelo Ferraz y Francisco Farrucci. Pero esto ya no sale en el libro ya que éste, al final, más que señalar hilos pendientes se repliega sobre sus dos maestros más internacionales: Niemeyer y Mendes da Rocha. 151
Se trata, en definitiva, de una obra sumamente compensada. A ello contribuye su redacción, alternada por dos personas: hay un equilibrio en el análisis de las obras y la explicación de las teorías y publicaciones coetáneas, un sutil entretejido de continuidades y discontinuidades, una rica combinació de objetos arquitectónicos y de planes urbanos, un buen contrapunto de singulares obras monumentales y repetitivos conjuntos habitacionales, una continua construcción de diálogos alternados: Lina Bo Bardi con Affonso Eduardo Reidy, Paulo Mendes da Rocha con João Vilanova Artigas. Pero si esta escritura a cuatro manos hace el libro tan rico y dialéctico tambié comporta algunas repeticiones, como cuando se recupera el hilo de ciertos autores a lo largo del libro, y lleva a algunas ausencias, como el paisajismo de Roberto Burle Marx, poco presente, o el urbanismo reciente de Rio, co programas programas como como Favela Bairro. El texto incorpora, sin darles un excesivo peso en un libro que es muy brasileño, brasi leño, aqu aquellas ellas influen influencias cias internacion internacionales ales más claves y rotun rotundas en la arquitectura brasileña: primero las de Wright, Mies y Le Corbusier, y más tarde la de Louis Kahn y el Team X, dejando clara la gran capacidad de transformarlas, subvertirlas y sintetizarlas. Se cita la proximidad con la obra del uruguayo Eladio Dieste, pero quizás hubiera faltado referirse más a otras influencias cercanas, como la del argentino Amancio Williams. De todas formas, hay una fuerte voluntad de ir explicando las vicisitudes de la arquitectura brasileña dentro del panorama latinoamericano, especialmente e los años ochenta, a partir de la creación de los SAL y de la influencia de las interpretaciones interpretaci ones de Marina Wais Waism man o de Ch Chri ristian stian Fernán Fer nández dez Cox. Las autoras se desentienden de una relación directa y unívoca entre arquitectura y política, una reacción generacional a la fuerte politización del pensamient pensamientoo arquitectón arquitectónico ico de los años sesenta. sesenta. Sin embargo, embargo, en su texto texto se dejan traslucir a menudo los intereses políticos y productivos que hay detrás de muchas obras públicas. En definitiva, la aportación de María Alice Junqueria Bastos y Ruth Verde Zein, en la línea de una crítica de arquitectura no alineada, que explica la arquitectura como continua y dialéctica evolución, puede significar la mejor continuidad que habría podido tener en el campo de la crítica la sabia aportación de Lina Bo Bardi: ruptura con las interpretaciones más mitificadotas y reductivas, y continuidad con la gran riqueza de la teoría y la obra arquit a rquitectón ectónicas icas en Brasil.
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21. Paola Berenstein Jacques, Estetica da ginga. A arquitectura das favelas através da obra de Hélio Ri o de Janeir Janei ro, 2001 Oiticica, Rio
En su libro Estética Estéti ca da ginga, ginga, la arquitecta y teórica brasileña Paola Berenstein Jacques realiza un análisis de las favelas, entendidas como arquitectura vernácula o no-arquitectura, en relación a las acciones artísticas de Helio Oiticica y a los movimientos de la samba. Formada en París, en el post-estructu post-estructurali ralism smoo francés francés de Deleuz Deleuze y Gu Guatt attari, ari, Paola Berenstei Berenstei representa la fortuna de este pensamiento crítico en Latinoamérica. Berenstein, además, es experta en el movimiento situacionista y en las nuevas teorías y prácticas del cuerpo en el escenario urbano. Paola Berenstein establece al principio del libro que no pretende estudiar las formas sino los procesos que transforman, ultrapasando la esfera de lo formal para alcanzar lo conceptual. En este sentido, Oiticica también se habría interesado mucho más por los procesos que por las formas. Dentro de esta lectura post-estructuralista, Paola Berenstein plantea que las favelas de Río de Janeiro y de Salvador de Bahía pueden ser int i nterpretadas erpretadas desde el pu punnto de vista de las formas formas y de los procesos pr ocesos desde des de tres escalas. escal as. A pequeña escala, las barracas como abrigo mínimo, temporal y evolutivo están compuestas del “collage” de fragmentos, de materiales heterogéneos reciclados. Se trata de una práctica fragmentaria que sigue la lógica del bricolaje, bricol aje, tal como como la con conceptu ceptualizó alizó Claude Claude Lévi-Strauss. Y se trata de u abrigo que se puede convertir en vivienda. A una escala mayor, la aglomeración de las favelas se configuran como laberintos, pero no como los laberintos geométricos del renacimiento o como las fantasías de Jorge Luis Borges, sino como laberintos caóticos y barrocos de los que no es posible entrar y salir sin guía. Se trata de una conformació laberíntica que sigue una lógica fragmentaria, que es todo lo contrario de la noción de unidad. Por lo tanto, una de las maneras para entender las favelas es desarrollar cartografías de temporalidad. Y se demuestra que la disciplina urbanística tradicional ha tenido, precisamente, el objetivo de impedir la experiencia laberíntica urbana. Y a su vez, a gran escala, la forma urbana de la favela, que crece como la hiedra o los arbustos arbustos en los intersticios intersticios,, terrenos baldíos, laderas de mon montañas tañas y vaguadas, remite a los rizomas como forma generada por el proceso de crecimiento espontáneo, en continua transformación. Aquí Paola Berenstei 153
entronca directamente con el concepto de rizoma definido en 1976 por Gilles Deleuze y Félix Guattari y publicado en el libro Mil mesetas mesetas de 1980. El rizoma no tiene una imagen precisa; importa más el proceso que la image formal; es propiamente movimiento, germinación, crecimiento o ímpetu. Paola Berenstein Berenstein explici explicita ta las características de los rizomas rizomas definidas por Deleuze Deleuze y Guattari: conexión y heterogeneidad, multiplicidad, ruptura asignificante, cartografía y decalcomanía. Una aportación brillante de Paola Berenstein y de su conocimiento del ambiente cultural parisino es haber establecido relaciones entre el concepto post-estructu post-estructurali ralista sta de rizoma rizoma y la idea y los proyectos proyectos de “jardin “jardi nes e movimiento” ovimiento” de Gilles Gill es Clement. Clement. En definitiva, Paola Berenstein reivindica en el epílogo la idea de espacio-movimiento de Bergson. Y es por ello que se necesita un nuevo arquitecto-urbano, especialista en espacios en movimiento, capaz de suscitar, traducir y catalizar los deseos de los habitantes, en situaciones urbanas ya construidas con identidad propia, como las favelas, realizando un trabajo colectivo y anónimo. Con ello, Paola Berenstein entronca con los situacionistas, las teorías urbanas de Henri Lefebvre y las imaginaciones de Hundertwasser, defendiendo cartografías, microintervenciones y construcció de situaciones y oponiéndose al urbanismo contemporáneo de la tabula rasa y a un tipo de crítica demiúrgica que sigue ensalzando la figura tradicional del arquitecto. Este otro arquitecto-urbano, “propondría el otro en el lugar de lo mismo, la alteridad en lugar de la generalidad, la participación en lugar del espectáculo, el movimiento en lugar del monumento, la improvisación en lugar del proyecto, el fragmento en lugar de la unidad, el laberinto en lugar de la pirámide, el rizoma rizoma en lugar lugar del árbol…” árbol …”
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Índice Portada Legales Agradecimientos Presentación: crítica y conceptos Introducción a la problemática de la crítica Conceptos básicos para una crítica de arquitectura en Latinoamérica 1. La naturaleza como paisaje 2. De la ciudad a la megápolis 3. El patrimonio como substrato 4. La casa como microcosmos 5. Tecnología socializadora
Primera parte
2 3 5 6 7 9 10 12 14 15 16
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Movimientos fundacionales: La legitimación de los maestros de la arquitectura moderna y las primeras teorizaciones, 1925-1969
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Capítulo 1 - Los inicios de la teoría de la arquitectura y el urbanismo en Argentina
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La experiencia pedagógica de la Escuela de Arquitectura de Tucumán Los inicios de la teoría de arquitectura en Enrico Tedeschi Los inicios de la historia de las ciudades latinoamericanas en José Luis Romero
Capítulo 2 - Los pioneros de la teoría de la arquitectura en Brasil y Chile
21 22 25
29
La construcción de la teoría en Brasil 30 Lina Bo Bardi: la síntesis positiva entre tradición y vanguardia. 32 La aportación conceptual de Chile: Juan Borchers y la Ciudad Abierta 33
Capítulo 3 - Inicios de la teoría e historia de la arquitectura en México, Venezuela y Perú Alberto T. Arai y la teoría e historia de la arquitectura en México Venezuela y la teoría de arquitectura entorno a Carlos Raúl Villanueva Perú y la Agrupación Espacio: Luis Miró Quesada Otros contextos 156
38 39 42 43 45
Segunda parte
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La consolidación de la teoría de la arquitectura en Latinoamérica
47
Capítulo 4 - La consolidación de la teoría de la arquitectura 48 en Argentina La concepción teórica de Marina Waisman La utopía del estar americano: la cosmovisión de Claudio Caveri
49 51
Capítulo 5 - La búsqueda de una arquitectura y una teoría propias
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La evolución de la ortodoxia marxista La utopía americana: Fruto Vivas en Venezuela El regionalismo de Silvia Arango en Colombia La “otra arquitectura” según Enrique Browne La creación e historia de los SAL (Seminarios de Arquitectura Latinoamericana) Cristian Fernández Cox y otras aportaciones
Tercera parte
56 58 59 60 61 62
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Las nuevas generaciones cosmopolitas de críticos
Capítulo 6 - La consolidación de una nueva generación cosmopolita de críticos de arquitectura en Argentina Diversidad de corrientes La propuesta estructuralista de Roberto Fernández El grupo de Jorge Francisco Liernur y la revista Block
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66 67 70 72
Capítulo 7 - La nueva generación de críticos en Brasil, Chile 75 y otros países La nueva generación de críticos de arquitectura en Brasil Las nuevas interpretaciones teóricas en Chile, Venezuela, México y Perú
Conclusiones Bibliografía Anexo Reseña de 21 textos seleccionados Índice de los 21 textos seleccionados 1. Edmundo O’Gorman, La invención de América, México D.F., 1958, 157
76 80
84 89 95 95 96
1977 1. Historia y crítica de la idea del descubrimiento de América. 2. El horizonte cultural. 3. El proceso de la invención de América. 4. La estructura del ser de América y el sentido de la historia americana. 2. Enrico Tedeschi, Una introducción a la historia de la arquitectura. Notas para una cultura arquitectónica, Tucumán, 1951 3. José Luis Romero, Latinoamérica. Las ciudades y las ideas, Buenos Aires, 1976 4. Lina Bo Bardi, Contribução propedeutica ao ensino da teoria da Arquitetura, São Paulo, 1957 5. Juan Borchers, Meta-arquitectura, Santiago de Chile, 1975 6. Alberto T. Arai, Caminos para una arquitectura mexicana, México D.F., 1952 7. Luis Miró Quesada, Espacio en el tiempo. La arquitectura como fenómeno cultural, Lima, 1945 8. Carlos Raúl Villanueva, Textos escogidos, Caracas, 1980 9. Marina Waisman, La estructura histórica del entorno, Buenos Aires, 1972 10. Claudio Caveri, Una frontera caliente. La arquitectura americana entre el sistema y el entorno, Buenos Aires, 2002 11. Fruto Vivas, Reflexiones para un mundo mejor, Barquisimeto, fecha aproximada 1983 12. Enrique Browne, Otra arquitectura en América Latina, México D.F., 1988 13. Silvia Arango, Historia de la arquitectura en Colombia, Bogotá, 1989 14. Cristián Fernández Cox, El orden complejo de la arquitectura. Teoría básica del proceso proyectual, Santiago de Chile, 2005 15. César A. Naselli, De ciudades, formas y paisajes, Asunción, Paraguay, 1992 16. Roberto Fernández, El laboratorio Americano. Arquitectura, Geocultura y Regionalismo, Madrid, 1998 17. Roberto Fernández, El proyecto final. Notas sobre las lógicas proyectuales de la arquitectura al final de la modernidad, Montevideo, 1999 158
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