1 ARQUITECTURA: EPISTEMOLOGIA, TEORÍA Y PRAXIS Xavier Vargas Beal Guadalajara, México
Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente ( Para críticas, comentarios, sugerencias, etc.,
[email protected] ) 31 Mayo 2004
INTRODUCCION
La construcción de la teoría de la arquitectura, hoy en día, muestra particularidades propias de la disciplina que invitan a la reflexión de los supuestos que la subyacen, ya que esta construcción teórica muestra limitaciones serias para relacionar de forma significativa la conceptualización a priori que frecuentemente se hace en arquitectura, con la descripción de formas arquitectónicas ya acabadas. Tal polarización teórica además, muestra, unas veces, un impresionante vacío epistemológico, y otras, un sustento desordenado donde se mezclan posturas positivistas, interpretativas y pragmáticas sin rigor ni coherencia suficiente, haciendo en ambos casos que los estudios de arquitectura, acaben por ser discursos de opinión poco o muy mal fundamentados.
En este trabajo, nos proponemos por tanto, analizar las dificultades que enfrenta la disciplina para contestar dos preguntas que, por lo demás, tampoco hemos encontrado planteadas en los distintos escritos que hemos revisado: ¿Cómo se construye la teoría de la arquitectura y desde qué posturas epistemológicas se hace esta tarea? No parece que estas preguntas exigen, no tanto ya una indagación conceptual sobre la teoría de la arquitectura y su devenir a través de la historia, como se ha hecho por infinidad de arquitectos en los últimos dos siglos; sino más bien un análisis y una reflexión a propósito de la praxis misma de la disciplina, no sólo como oficio instrumental para diseñar y construir obras bajo el eterno principio Vitruviano donde la función, la estructura y la belleza comparten equilibradamente sus valores intrínsecos, sino, principalmente, como un acto profundo de apropiación de posibilidades teóricas y empíricas que le permitan a cada arquitecto sustentar mejor
2 sus actuaciones profesionales, al mismo tiempo que contribuir al desarrollo de la disciplina de manera que en ella se articulen más y mejor el concepto y la forma.
ANTECEDENTES DE ESTE TRABAJO En diciembre del 2003 fuimos invitados a impartir la materia de “Taller de investigación I” en la escuela de arquitectura del ITESO con el propósito de que impulsáramos en los alumnos procesos de investigación que desembocaran en la elaboración de sus tesis. La necesaria revisión de la carta descriptiva como un paso inicial para la planeación del curso y unas primeras conversaciones con los pares, nos llevaron rápidamente a dudar que hubiera una verdadera conexión entre lo que se nos solicitaba como aspiración académica y la tradición investigativa de la escuela. Pronto nos vimos, por tanto, inmersos en la tarea de revisar, una por una, las 536 tesis de arquitectura disponibles en la biblioteca de la universidad. Tal indagación fue originalmente motivada por nuestro deseo de establecer la naturaleza de los trabajos recepcionales a través de cuatro décadas y poder tener una primera visión del estado de la investigación en la propia escuela de arquitectura. Los hallazgos, nos generaron nuevas inquietudes y preguntas que nos llevaron a ahondar y extender nuestra indagación para comparar los resultados domésticos, con lo realizado por algunos de los investigadores más prestigiados del país que dan cuenta de sus trabajos de investigación sobre los distintos aspectos de la arquitectura a través de revistas arbitradas y de circulación académica nacional. Así, desarrollamos entonces una nueva tarea: leímos escrupulosamente los 42 artículos de los Anuarios de Estudios de Arquitectura del 2000, 2001 y 2002 publicados por la UAM y difundidos en el ámbito propio de las escuelas de arquitectura y los institutos de investigación. Leímos preguntándonos todo el tiempo cómo reportaban estos investigadores sus trabajos y de qué manera daban cuenta de sus posturas epistemológico-metodológicas. Los hallazgos, combinados con los anteriores, nos permitieron trazar un primer esquema respecto del estado actual de los procesos de investigación y de construcción de la teoría de la arquitectura, desde el cual pudimos establecer las líneas de análisis y reflexión que enseguida presentaremos. Antes, sin
3 embargo, debemos aclarar cual ha sido, para el desarrollo de esta investigación, nuestra postura epistemológico-metodológica.
POSTURA EPISTEMOLÓGICO-METODOLÓGICA DE ESTA INVESTIGACION
Desde el origen, nuestro propósito ha venido siendo el de construir sentido en torno de dos preguntas: 1) ¿Cómo construyen los arquitectos desde su praxis la teoría de la arquitectura? Y 2) ¿Cómo fundamentan epistemológica y metodológicamente los arquitectos la construcción de su teoría? Tales preguntas, además, están orientadas por un objeto de estudio específico: la praxis de la arquitectura. Por lo demás, ubicamos nuestro trabajo dentro del marco del paradigma interpretativo, usando los criterios y herramientas propias de la metodología cualitativa, siempre desde el método hermenéutico y usando por ahora como única técnica de investigación el análisis del discurso1.
Ahora bien, aunque tenemos la intención de ir logrando, ya desde esta primera aproximación a la praxis de la arquitectura, una disertación teórico-empírica sobre las cuestiones planteadas al poner en diálogo los hallazgos empíricos encontrados con lo expresado por diversos autores, tanto de la arquitectura como de la filosofía, debemos reconocer que el alcance de este escrito solo logra mapear los núcleos de interés que nos surgen por ahora como posibilidad real de desarrollar una más amplia y más profunda investigación, cuyas implicaciones disciplinares y de posible reflexión filosófica son todavía, en buena medida, invisibles a nuestros ojos. La tarea apenas comienza y sus frutos últimos pueden tardar varios años. El escrito sin embargo, puede ser ya de gran utilidad para quienes se interesan en la arquitectura, porque pone a disposición de forma organizada una buena cantidad de nociones que le son propias a la disciplina y que exigen clarificación.
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Como suele suceder cuando se inicia una amplia investigación disciplinar, comenzamos a indagar sin haber definido plenamente las preguntas de investigación, el objeto de estudio, la metodología, los métodos y técnicas a emplear. Es ahora que hacemos un alto en el camino para replantear el futuro de nuestra investigación, que podemos hacer una recuperación de lo que hemos estado haciendo en esta primera aproximación y de los modos concretos en que lo hemos venido haciendo.
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ANÁLISIS Y REFLEXIÓN TEÓRICO-EMPÍRICA
Comenzaremos este análisis teórico-empírico reiterando que las líneas aquí reflexionadas han surgido del propio esquema de realidad que logramos construir como síntesis diagramática de lo analizado empíricamente hasta ahora. Ponerlo en diálogo con diversos autores de la arquitectura y la filosofía, se vuelve, para nosotros indispensable a fin de avanzar en la construcción del sentido que las preguntas realizadas antes nos exigen, como un primer avance sobre lo que todavía nos es muy desconocido.
Investigación o indagación
En una primera aproximación a la praxis del arquitecto y a la forma como observamos que fundamenta sus elecciones de diseño, tenemos que comenzar por referirnos a uno de los instrumentos fundamentales de la disciplina: el programa arquitectónico. Tal instrumento, constituye el punto de llegada de lo que en la disciplina suele llamarse investigación arquitectónica, y al mismo tiempo, el punto de partida para adentrarse en el trabajo de diseño y resolución proyectual del objeto arquitectónico en cuestión. Para White es “un documento escrito y gráfico, en el que se organiza y presenta la información que sirve de base, el análisis de hechos, la evaluación y las conclusiones pertinentes a un proyecto”.2 En consecuencia es “un plan de acción para definir y lograr (los) resultados y las metas que se desean obtener”.3
Debemos, sin embargo, precisar que programa arquitectónico no es lo mismo que análisis programático. Aquel es sólo el concentrado resultante último de éste, es
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White, Edward T. (1991), Introducción a la programación arquitectónica, Trillas, México, p. 19 Ibídem
5 decir de un proceso de indagación, análisis y reflexión, cuya praxis exige una cierta capacidad investigativa. En los hechos, sin embargo, este análisis programático no se nutre de forma suficiente como para suponer que, en tal proceso, la arquitectura misma se re-piensa y se re-nueva de forma consistente, alimentando de regreso alguna de las muchas teorías en las que la propia disciplina se debate. Más bien nos parece un proceso utilitario, cuyo propósito último es contar con los elementos de análisis del sitio en que habrá de ubicarse el proyecto, así como sus condicionantes más importantes, es decir, un listado de requerimientos físicos, geográficos, naturales, socio-culturales, históricos, financieros, presupuestales, etc. Por ello resulta muy raro encontrar en tales programas elementos de análisis y reflexión que incluyan lo propiamente teórico de la arquitectura. Las teorías, sobre todo aquellas muy conceptuales, permanecen separadas de este proceso indagatorio, constituyen, más bien, un referente abstracto en la mente del arquitecto que ha quedado como remanente de su época de estudios universitarios. Si el arquitecto en cuestión ha seguido nutriendo su praxis de tales elaboraciones teóricas, ello, creemos, constituye la excepción de la regla. En lo general, la praxis de la arquitectura, antes que a la teoría, está orientada fuertemente al oficio. “La razón básica –postula Pérez Gómezque explica la fascinación que sentimos por la arquitectura mexicana es precisamente el oficio, antes que cualquier otra interpretación teórica complicada”.4
Ahora bien, los arquitectos en general llaman investigación a este proceso de acopio de información y análisis empírico de datos, sin embargo, debemos afirmar que tal proceso de indagación no podría considerarse todavía investigación en el estricto sentido de aportar nuevas estructuras de entendimiento de la realidad arquitectónica, es decir, a la construcción de la teoría; no sólo porque la finalidad del análisis programático no es esa, sino además, porque los niveles de rigor para la obtención de los hechos, y para su interpretación objetiva o subjetiva –según sea el caso- no pasa por elecciones epistemológicas y metodológicas consistentemente asumidas.
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Pérez-Gómez, Alberto (1998), “México, modernidad y arquitectura” en Burian, Edward R. (Editor), Modernidad y arquitectura en México, G. Gili, México, p. 40
6 El propio White establece con claridad la diferencia entre investigación formal e indagación, cuando afirma: “La investigación se diferencia de la recopilación de datos o hechos (como la que se realiza en la programación) en que esta última consiste en acumular y organizar hechos que ya se conocen, mientras que la meta de la primera es descubrir hechos nuevos”.5
Ahora bien, si consideramos el programa arquitectónico como el punto de articulación de los actos de analizar, reflexionar y sintetizar la información de contexto, con los actos del diseño, y consideramos igualmente que una parte importantísima de tal contexto no es puramente empírica sino fundamentalmente teórica, entonces, sorprende que uno de nuestros hallazgos, al revisar las 536 tesis de arquitectura referidas antes, haya sido precisamente que no todos los que desarrollaron como tema de tesis un objeto proyectual, presentaron un programa arquitectónico. En este sentido y en concreto, en el 26% de las tesis proyectuales, los arquitectos pasaron, de la simple indagación de sitio al acto mismo del diseño, sin detenerse en hacer un análisis y una reflexión suficiente de la información a fin de sintetizarla en un programa arquitectónico como debe ser, según los cánones de la disciplina. Si a esta realidad cotidiana, agregamos el dato de que el 82% de las 536 tesis revisadas tuvieron como tema el desarrollo de un objeto estrictamente proyectual, parecería manifestarse una clara preferencia por el diseño y la construcción última de la obra arquitectónica, por encima del acto de analizar, reflexionar y llegar a una síntesis programática, aun en este nivel que, como ya hemos dicho antes, no puede ser considerado como investigación formal. Esta primera intuición se ve claramente reforzada cuando constatamos, en nuestra búsqueda documental y bibliográfica, que existe una voluminosa cantidad de libros de arquitectura que sólo muestran el diseño y el resultado final de las obras, no habiendo en tales libros sino fotografías y referencias directas a lo ahí presentado, como si estos libros fueran simple catálogos de arquitectura. Es asombroso, por decir lo menos, las dificultades que enfrentamos a lo largo de nuestra investigación, para encontrar libros cuyo contenido incluyera aspectos epistemológicos, metodológicos, 5
White, Edward T., Op. Cit., p. 30
7 o incluso procedimentales, de análisis, reflexión y síntesis a propósito de la investigación arquitectónica. Ni soñar siquiera con encontrar libros, artículos, reportes, etc., de investigación cualitativa en los que se abordaran preguntas y objetos de estudio propios del campo de la arquitectura. En los 42 artículos leídos en los tres anuarios de la UAM, por ejemplo, solo encontramos una única referencia a técnicas de investigación cualitativa6, y aún en este caso, el artículo refería las técnicas como instrumentos didácticos para ser aprovechados en la enseñanza del diseño arquitectónico. Si bien existe en el mismo anuario de la UAM, otro artículo7 que vale la pena resaltar porque da cuenta brillantemente de cómo el concepto de tipo en arquitectura puede abrirle opciones a la investigación y a la disciplina, su autor no hace en ningún momento referencia explícita a la investigación cualitativa.
De modo que, si la praxis del diseño arquitectónico -que es el punto de partida de la construcción de una obra física- no se nutre en todos los casos de un análisis programático profundo, ni de un diálogo serio con la teoría de la arquitectura, y menos todavía de acciones investigativas formales, nos preguntamos entonces ¿de qué se nutre?
Tradición e iniciación en la enseñanza de la arquitectura
A juzgar por lo que encontramos en las 536 tesis revisadas, así como en los 42 artículos de circulación nacional en los anuarios de la UAM, nos parece que la tradición educativa de los arquitectos, transmitida de generación en generación precisamente a través de los llamados Talleres de composición, constituye una transmisión de carácter iniciático que ejercen los arquitectos más viejos sobre los nuevos. Tal proceso de iniciación no es exclusivo de la arquitectura, como bien lo señala Gil Antón cuando nos recuerda el carácter iniciático y tribal de las disciplinas y
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Ortiz, Jorge & Tamayo, Sergio (2001), “Metodologías cualitativas en la enseñanza del diseño: arquitectura y espacios urbanos”, Anuario de Estudios de arquitectura, UAM, México, p. 9 7 Guerrero Baca, Luis Fernando (2001), “El concepto de tipo en la arquitectura tradicional”, Anuario de Estudios de arquitectura, UAM, México, p. 153
8 las profesiones.8 Sin embargo, por la estructura curricular que muestran en general los planes de estudio en las distintas escuelas de arquitectura del país, y por la importancia y cantidad de horas dedicadas a esta transmisión tribal a través de los mencionados Talleres, podemos pensar que tal proceso de iniciación, seguramente, es más fuerte en arquitectura que en otras carreras.
Si a esta realidad educativa ya de por sí tribal, agregamos el énfasis que los arquitectos ponen en el diseño, la construcción y el resultado final de las obras arquitectónicas como pauta de identidad y prestigio socio-profesional, la conclusión no puede ser otra: la arquitectura reproduce, educativamente, arquitectos cuya tradición y praxis fundamental sigue siendo diseñar, construir y mostrar sus propias creaciones arquitectónicas. El análisis y la reflexión teórica, así como el conocimiento de los paradigmas epistemológico-metodológicos, necesarios para fundamentar sus actuaciones investigativas, quedan relegados a aquellos escasos estudiosos que son quienes abordan eventualmente estas cuestiones fundamentales de la arquitectura.
El programa arquitectónico y el diseño último de cada proyecto, parecerían, bajo esta óptica, estar nutridos desde los aprendizajes mismos en la escuela, de una tradición y praxis propia de la disciplina que no logra escapar de sí misma. Ya desde 1982, la necesidad de investigar formalmente y reflexionar a fondo la profesión, al mismo tiempo que poner en duda el oficio arquitectónico cuando éste no está fundamentado debidamente, fue señalado por el director de arquitectura de la Universidad Autónoma de Nuevo León en la XXIX Reunión de ASINEA. Reproducimos aquí sus palabras y, aunque la cita es algo larga, por su importancia para el tema que nos ocupa, la reproducimos completa:
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“los profesionales de la academia forman una confederación de tribus reconocible con sus hechos socialmente validados: seleccionan estudiantes, los forman e inician en las pautas y valores de una disciplina y los incorporan a un saber específico; los evalúan incesantemente y después les otorgan el documento sobre el que descansa el reconocimiento social, ya sea por medio de la universidad o del Estado: el „certificado‟. Además regulan el mercado de posiciones académicas, no sólo para su ingreso a la profesión sino también en lo que toca a la permanencia y jerarquización a lo largo de la trayectoria”. Gil Antón, Manuel (2002), “Una reflexión sobre la profesión académica en México”, Separata en Sinéctica No 21, Julio-Diciembre 2002, Iteso, Tlaquepaque, Jalisco, México, pp. 3-10, p.4
9 “Es muy escasa la investigación en Arquitectura. Prácticamente no circulan revistas mexicanas de Arquitectura, ni se imprimen libros de autores mexicanos sobre el tema. Los campos de la investigación tecnológica nos parecen vedados por razones económicas. Es casi imposible no depender, en el campo de la construcción, de las tecnológicas transnacionales que nos proporciona la producción industrial. En el campo de la expresión de los proyectos, podríamos ser menos imitadores y ensayar estilos propios. En los campos teóricos es donde parecemos más maniatados, a pesar de que es ahí donde tendríamos más posibilidades de investigar sin grandes desembolsos monetarios. Las razones principales que se ven superficialmente se remontan a carencias formativas atrasadas desde todos los niveles de la educación: no aprendimos a redactar nuestros pensamientos (a veces ni ortografía), no comprendemos nuestra realidad social; las materias filosóficas nos aburren, las disciplinas lógicas nos asustan. A muchos les parecen devaneos inútiles los conocimientos del arte. Y si no poseemos una teoría arquitectónica, estamos prácticamente imposibilitados para realizar el diseño creativo, innovador, adecuado a nuestros problemas. Por esto se producen generalmente en nuestras escuelas proyectos que son adaptaciones copiadas de revistas extranjeras, monstruos integrados con 9 plagios parciales de diversas fuentes; o refritos de lo que se ve hacer en el medio”.
En este mismo sentido, aunque con palabras diferentes, varios directores y coordinadores de distintas escuelas de arquitectura de Latinoamérica, expresaron dos recomendaciones durante la VIII Semana de Arquitectura realizada en el ITESO en 2001,
a propósito de la necesidad sentida por ellos de retomar el carácter
problematizador e investigativo de la enseñanza de la arquitectura. He aquí lo que entonces consideraban necesario: “1) El desarrollo de Currículos Flexibles, con herramientas educativas plurales, que rompan con la relación dependiente profesor-alumno, permitiendo aprender juntos de la realidad compleja, en la cual estamos inmersos. Currículos que incluyan estrategias pedagógicas para formar „problematizando la realidad‟ en ejercicios que constituyan procesos investigativos, acumulativos y progresivos, sin perder la esencia del arquitecto, cual es la de producir espacios. 2) Precisar la „porción de realidad‟ que tiene que problematizar el arquitecto. En este sentido se hace necesaria la Reflexión Epistemológica alrededor del conocimiento 10 que se requiere para Ser Arquitecto y Hacer Arquitectura”.
Philippe Boudón, acorde con estas mismas ideas, encuentra que la Arquitectura se ha quedado a la zaga de otras disciplinas en lo que respecta a la construcción de su 9
González Gallardo, Oscar H. (1982), Investigación para la educación en arquitectura, UANL, Monterrey, N.L., México, pp. 12 y 13 10 García Martín, Roberto (2001) Coordinador de la VIII Semana de Arquitectura-Iteso Re-visiones, Minuta de la mesa “Taller de Coordinadores”.
10 propio objeto de estudio. “Mientras que otras disciplinas –afirma él- han conceptualizado poco a poco un espacio de referencia destinado a ayudarles a comprender su parte de la realidad, la parte que concierne a la arquitectura siendo en mayor parte el espacio concreto, casi no ha abstraído de él un espacio conceptual que le permita conocer y medir su propia acción. Aun más, -sigue diciendo- parece que el arquitecto quiere que la arquitectura sea un misterio”.11
Boudón recoge esta realidad y deriva de ella su propia postura, señalando algo que nos parece fundamental de tomarse en cuenta, sobre todo durante los procesos de formación de arquitectos: el objeto teórico de la arquitectura no puede ser la propia arquitectura por más pre-existente que ella sea. Esta idea de Boudón nos parece sorprendente porque devela ya de forma clara la tautología epistemológica en que la disciplina podría estar empantanada. “Del análisis de textos escritos por los arquitectos sobre la arquitectura, -afirma él- se ha desprendido una idea fundamental sobre el objeto de una ciencia de la arquitectura: y es que este objeto no es la arquitectura de la cual se supone la existencia previa, sino una arquitectura como objeto de ciencia que está por construirse, dicho de otra manera, una construcción teórica científica de la arquitectura”.12
Srtoeter comparte el pensamiento de Boudón cuando separa, con toda claridad educativa y epistemológica, la teoría de la arquitectura de su historia: “Una de las principales dificultades –afirma él- de enseñar, proyectar y criticar en la arquitectura es, probablemente, la falta de algo que pueda ser tomado, con cierto consenso, como una teoría, y que no sea confundida con su historia”.13 Por lo demás, él mismo sostiene la opinión de que la enseñanza de la arquitectura cae en insuficienca al orientarse preferentemente al trabajo arquitectónico objetual: “Las escuelas de arquitectura, -afirma él- en su mayoría, no están preparadas para brindar a los estudiantes, de manera sistemática, una orientación de los proyectos que no sean las normas de una correcta construcción y del cumplimiento adecuado de los 11
Boudón, Filippe (S/A), Acerca del espacio arquitectónico, UAM, México, p. 4 Ibídem 13 Stroeter, Joao Rodolfo (1994), Teorías sobre arquitectura, Trillas, México, p. 16 12
11 requerimientos del programa. (…) A los estudiantes de arquitectura se les enseña principalmente cómo construir y cómo planear la construcción. Se muy bien que eso no es poco, si se enseña a construir de forma correcta. No es poco, pero tampoco es suficiente”.14
Polarización en los modos de construir la Teoría de la arquitectura
Ahora bien, lo que hemos estado afirmando hasta ahora al poner en diálogo nuestros hallazgos con los autores citados, parecería querer inducir a pensar que no existe la teoría en arquitectura, lo cual, postulado así, sería realmente insostenible, por tanto, es indispensable que aclaremos más detalladamente lo que creemos que sucede al respecto. Comencemos por aceptar que obras escritas sobre Teoría de la arquitectura hay por docenas, por lo tanto, el problema tiene que ver más bien con la forma como esta teoría se ha construido.
Durante nuestro proceso de indagación pudimos establecer con claridad que la Teoría de la arquitectura se ha construido de una de dos formas. O bien la teoría se constituye de conceptualizaciones apriorísticas, analizadas y reflexionadas de forma puramente abstracta yendo de un autor a otro sin tocar la realidad concreta; o bien se constituye de descripciones empíricas a propósito de formas arquitectónicas ya acabadas, mismas que se recogen a través de los siglos en una muy acuciosa historiografía arquitectónica que no dialoga con los conceptos propios de la arquitectura de forma suficiente. El resultado de esta doble posición de la construcción teórica, es que tales extremos, aunque nutren la disciplina, lo hacen sin articulación suficiente entre sí. Quizá sea por ello que es tan difícil encontrar escritos cuyos contenidos hayan sido tratados de una manera teórico-empírica. Citaremos en seguida dos casos representativos que ilustrarán la enorme distancia existente entre estas dos formas de construir teoría en la arquitectura.
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Ibídem
12 El primero de ellos, tiene que ver con el modo como José Villagrán -el más grande teórico mexicano de la arquitectura moderna- establece prácticamente a priori, los cuatro valores en que él mismo funda gran parte de su obra teórica. Villagrán, sin apoyarse en aspectos concretos de la realidad, sino únicamente citando lo expresado conceptualmente por Vitruvio, Aristóteles, Sto. Tomás, Wunt, Meyerson, Roura, García Morente, Reynaud, Schmarsow, Lotza, Rickert, Frondozi, Scheler, y Müller, llega a un planteamiento axiológico-arquitectónico sobre del cual habrá de erigir el resto de la obra: “Sin poder extendernos en este apasionante tema (de los valores), necesitamos glosar el resultado y la interpretación de todas estas adquisiciones en cuatro valores primarios o esferas que servirán de base para nuestras incursiones venideras: Valores que al concluir en una obra en forma positiva, integran lo arquitectónico. 1. Utiles 2. Factológicos 3. Estéticos 4. Sociales Este canebá nos servirá para emprender sistemáticamente las formas de 15 realidad en que históricamente se presenta lo arquitectónico”.
Villagrán llega a esta declaración no precisamente por análisis deductivo como podríamos suponer después de leer la lista de autores citados previamente; sino que, simplemente, después de citar algunas brevísimas ideas de tales autores, él “glosa” sin más, “el resultado y su interpretación” de lo que él mismo llama “estas adquisiciones”, subsumiéndolo todo en los cuatro valores que él considera “integran lo arquitectónico”. Si bien el análisis desarrollado en los capítulos siguientes da cuenta del por qué de cada uno de estos valores, Villagrán no llega a ellos ni construye su elaboración conceptual ulterior entretejiendo abstracciones con realidades empíricas. Su trabajo es puramente conceptual, y aunque tal documento pareciera en principio querer fundarse en la deducción, en realidad, al leerlo cuidadosamente, resulta ser un documento fundamentalmente apriorístico. Y es esta concepción teórica de Villagrán, aun habiendo sido escrita hace más de 25 años
15
Villagrán García, José (1992), Integración del valor arquitectónico, UAM, México, p. 25
13 como una ampliación y puesta al día de su Teoría de la arquitectura escrita en 196416 y aún siendo constatable su fragilidad epistemológica, que sigue siendo hoy día en todas las escuelas de arquitectura del país, un referente teórico fundamental.
En el otro extremo, y también como un caso representativo, citamos ahora la descripción empírica escrupulosamente detallada que Carlos Lira hace respecto de un mausoleo del cementerio de Dolores de Jerez, Zacatecas en uno de los 42 artículos ya referidos antes: “El mausoleo de los Cabrera Calderón no es menos importante, pues además de su riqueza formal en la que se combinan arcos apuntados con una estructura clásica soportada por doce esbeltas columnas de capitel compuesto y apoyadas en pedestales cajeados, reposan en él varias generaciones y ramas de esta noble familia. Sobre la cornisa y en los ejes de los apoyos, pedestales con floreros rematan la estructura, mientras que su cubierta se eleva en sentido cóncavo hasta formar en su centro un pedestal rematado por una pequeña escultura en cantera de un niño dios que reposa dormido sobre una cruz y que porta una corona de espinas 17 en la mano”.
Ahora bien, tanto la elaboración estrictamente conceptual de Villagrán como la minuciosa y bella descripción empírica de Lira, contribuyen a la construcción de la teoría de la arquitectura mexicana, y ambos modos de abordar los objetos de estudio de la arquitectura nos parecen importantes y fundamentales, aun cuando tales modos queden epistemológica y metodológicamente muy distantes uno del otro en la polarización teórica ya referida antes. Creemos, sin embargo, que el vacío que encontramos en el medio de estos extremos, invita, además de hacer las reflexiones que se quieran -sean éstas de carácter disciplinar o filosófico- a tomar acciones de investigación que busquen epistemológica y metodológicamente una auténtica vía para lograr que en el análisis y la reflexión teórica –en el campo de la arquitectura- se articule el concepto y la forma.
Pensamos que es entendible y útil que entre los arquitectos haya quienes se interesen más por la conceptualización de la arquitectura que por su descripción, y 16
Lasky, Julieta (1992), “Presentación” en Villagrán García, José, Op. Cit. p. I Lira, Carlos (2001), “Significación arquitectónica e histórica del cementerio de Dolores de Jerez, Zacatecas”, Anuario de estudios de arquitectura 2001, Op. Cit, p. 120 17
14 que haya quienes se apasionen por lo contrario, pero no tenemos duda de que al mirar con cuidado la praxis de la disciplina, se devela la necesidad de que también haya quienes se interesen por establecer los lazos que pudieran unir a unos y otros si queremos que la teoría de la arquitectura cuente con algo más que elaboraciones conceptuales apriorísticas o bellas y detalladas descripciones empíricas. Ulteriores análisis y reflexiones habrán de convalidar nuestros hallazgos o mostrarnos que hemos equivocado la interpretación de los hechos indagados.
Paradigmas epistemológicos en arquitectura
Todos los procesos de investigación a través de los cuales las disciplinas pretenden construir sus teorías obligan, rigurosamente a todo investigador, tanto durante el desarrollo de sus trabajos como al momento de elaborar sus reportes, a transparentar las posturas epistemológicas y metodológicas que fundamentan sus decisiones investigativas; por ello ha sido para nosotros muy extraño que, en el contexto teórico de la arquitectura no hayamos encontrado, sino excepcionalmente, por parte de los investigadores, reflexiones, afirmaciones o comentarios explícitos y suficientes acerca de sus aproximaciones epistemológicas. En las 536 tesis de arquitectura revisadas, por ejemplo, no encontramos sino apenas en una de ellas, referencia directa y suficiente a la postura epistemológica y metodológica asumida durante el desarrollo de la misma, y sin embargo, aun en este caso, su objeto de estudio no pertenecía al campo de la arquitectura sino al de la educación, y la asesora de tesis no era arquitecta sino doctora en investigación educativa. De igual forma, en los 42 artículos leídos en los anuarios de arquitectura de la UAM, las referencias directas o indirectas a posturas epistemológicas, elecciones de metodologías, métodos y técnicas de investigación, fueron realmente muy exiguas. A excepción de dos trabajos, cuyos temas centrales fueron precisamente cuestiones epistemológicas o metodológicas, en ningún otro caso los autores explicitaron sus fundamentos aun cuando ello hubiera podido hacerse de forma sucinta. En algunos casos, incluso, aun habiéndose explicitado que el artículo en cuestión resumía el
15 trabajo de una tesis de Maestría -que supondría una fundamentación- los autores trataron el tema de su interés sin explicitar sus posturas epistemológicas en absoluto.
Debido pues a este vacío manifiesto en la disciplina, creemos necesario que presentemos los paradigmas epistemológicos que Hábermas distingue en el amplio espectro de las búsquedas del saber y que hagamos en base a ellos un breve análisis respecto de la forma como los encontramos presentes en el ámbito de la arquitectura al hacer nuestra indagación.
Comencemos por señalar que para Habermas, el positivismo tiene como interés poder predecir, en tanto que la hermenéutica únicamente se interesa en la comprensión del sentido: “El saber empírico-analítico –afirma Habermas- puede adoptar la forma de explicaciones causales o prognosis condicionadas, que se refieren a acontecimientos observables; el saber hermenéutico (en cambio) tiene por lo general la forma de una interpretación de contextos de sentido transmitidos”.18 A estos dos paradigmas, el propio Hábermas agrega uno más, cuyo interés se centra en la emancipación, y cuya herramienta fundamental es la crítica. “La crítica, -postula Habermas- que Marx formuló como teoría de la sociedad y Freud como metapsicología, está caracterizada precisamente por el hecho de que da cabida en su conciencia al interés que guía el conocimiento y ciertamente a un interés emancipatorio que va por encima del interés cognoscitivo técnico y práctico”. 19 Así pues, encontramos que es en base al desarrollo de estas ideas de Habermas, que las posturas epistemológicas a propósito de la investigación pueden hoy día clasificarse en estas tres grandes posturas paradigmáticas. Bajo esta perspectiva, cada paradigma se sustenta epistemológicamente según el interés que subyace la búsqueda: El positivismo fundamenta la predicción; la hermenéutica el sentido; y la Pragmática la emancipación.20
18
Habermas, Jürgen (2000), Teoría y praxis, Tecnos, Madrid, España, p. 19 Ibídem. 20 Rodríguez Gómez, Gregorio; Gil Flores, Javier & García Jiménez, Eduardo (1999), Metodología de la investigación cualitativa, Aljibe, Granada, España, p. 36 19
16 El paradigma positivista en arquitectura
Una vez leídos distintos libros sobre teoría de la arquitectura, si bien pudimos observar la obvia presencia de posturas positivistas, no encontramos sino en muy pocos casos, disertaciones que abordaran la cuestión epistemológica ponderando las razones y las implicaciones de asumir tales posturas. La impresión que nos queda es que en la arquitectura, la opción por el positivismo no es una elección basada en la comprensión plena de lo que significa el positivismo como postura epistemológica y sus respectivas implicaciones en la praxis, sino más bien porque en general, los arquitectos siguen la tradición positivista de la ciencia sin hacerse muchas preguntas al respecto ni poner en cuestión sus fundamentos. De ahí que en ocasiones tales elecciones no sean concientes, deliberadas, ni cabalmente entendidas.
En este sentido, sorprende, por decir lo menos, que durante uno de los seminarios académico-profesionales de capacitación para arquitectos, a propósito de la forma como han de diseñarse los indicadores de cualquier observatorio urbano del mundo programa éste auspiciado por la ONU-, los instructores del seminario hayan definido la unidad de observación como aquel dato que puede ser identificado en una secuencia de efectos21. A tales datos, los instructores dieron el nombre de indicadores de efectos. Como podemos inferir, la noción aquí refiere a una postura positivista que asume las ciudades en el mundo como descomunales serpentines de causas y efectos, enrolladas sobre de sí mismas sin tocarse, porque si estas llamadas por ellos mismos secuencias de efectos- se cruzaran tocándose, dejarían de ser secuencias en el sentido lineal en que las entienden, y se convertirían automáticamente en una red inter-respectiva necesariamente sistémica donde ya no habría causas y efectos en cadena, sino una inter-acción multideterminada, lo que obligaría a modificar la idea fundamental de lo que es un indicador de efectos y el paradigma epistemológico correspondiente que funda tal noción. La concepción del modo de observación para una ciudad es aquí, a todas luces, insostenible
21
Mark, Catherine (2004), Desarrollo y uso de indicadores de desempeño: un enfoque práctico, The Urban Institute, Guadalajara, Jalisco, México.
17 epistemológicamente, pero responde fielmente al racionalismo conceptual de las décadas de los 60s y 70s, que fueron los años durante los cuales proliferaron por todo el mundo una gran cantidad de Planes de desarrollo urbano. Sería gratuito analizar ahora lo ineficientes que resultaron a la postre la gran mayoría de estos instrumentos de la arquitectura y del urbanismo para predecir y controlar el desarrollo de las ciudades “científicamente” planeadas, baste que comentemos que en Guadalajara, hoy día, a medio siglo de distancia de aquellos instrumentos positivistas, 6 de cada 10 asentamientos siguen siendo irregulares. Si releemos en detalle –en otro caso parecido- lo que White ha afirmado que es el programa arquitectónico según lo citamos antes, podremos ver que este “plan de acción para definir y lograr (los) resultados y las metas que se desean obtener”22 se funda también y por las mismas razones, en el paradigma positivista, pues es mediante tal programa que el arquitecto –según lo postula White- quiere predecir y controlar la realidad construida así como sus efectos en el medio inmediato. Creemos por tanto que White asume aquí una postura positivista acorde con sus concepciones de la ciencia tradicional. Así lo deja ver él mismo cuando en otro momento afirma: “se puede considerar al edificio como algo que se agrega a un conjunto de relaciones causa-efecto ya existente”.23 Esta afirmación de White devela la misma postura epistemológica que fundamenta la noción de indicador de efectos definida y usada en todos los observatorios urbanos del mundo.
Sorprende pues que tanto White como los observadores urbanos de la ONU usen el principio positivista de causa y efecto justo en casos en los que, aquello que se quiere conocer, parece ser más bien una realidad sistémica: en el caso de White, un edificio y su entorno inmediato, y en el caso de los observatorios de la ONU, una ciudad. Es increíble, por el desconocimiento epistemológico que revela, que sea el propio White, en el mismo texto, quien afirme: “Agregar un edificio a esas situaciones (el tránsito de autos, peatones, drenaje, vegetación del entorno, etc), puede
22 23
Supra p. 5 White, Edward T.,Op. Cit. p. 42
18 compararse con un pariente que se queda a vivir definitivamente con una familia. Es importante saber de qué manera lo „agregado‟ puede alterar los sistemas o patrones de acontecimientos ya existentes. (…) es elevado el número y el tipo de „efectos que el edificio produce en la situación‟ y los de la ‟situación en el edificio‟”. 24 Lo que más nos asombra de esta cita, es que White junte en ella, epistemológicamente hablando, dos paradigmas distintos: el positivismo, al usar el principio lineal de causa y efecto, y la hermeneutica –en su sentido más amplio- al usar la noción de cómo, el todo y las partes se encuentran inter-relacionadas sistémicamente.
Nos parece que, tanto White como los observadores urbanos de la ONU, quieren predecir y determinar los efectos a través de controlar las causas, sin darse cuenta de que sus actuaciones como arquitectos están fundamentadas, para estos propósitos, en dos paradigmas epistemológicos distintos e incompatibles entre sí, no sólo porque tales posturas definen lo grueso de la realidad de manera muy diferente sino, sobre todo, porque no hay en los dos casos analizados un adecuado deslinde de los niveles más finos de estas situaciones, posturas y elecciones metodológicas.
Hemos pues analizado sucintamente ya dos casos representativos de cómo se indaga y se analiza información en arquitectura, mostrando como el corazón de su fundamentación epistemológica es positivista aunque se encuentre implícita. De manera que ya hemos prefigurado en parte una respuesta a nuestra pregunta. En alguna medida, que no nos es posible por ahora señalar en detalle dado la exigüidad de referencias y explicaciones epistemológicas en los estudios de arquitectura, creemos que la construcción teórica de la arquitectura tradicional, muestra preferencias epistemológicas claras por el paradigma positivista. 25
El Paradigma crítico en la arquitectura
24
Ibídem. Decimos “creemos” porque suponemos que el positivismo fundamenta muchos otros aspectos de la disciplina que sólo los dos casos representativos aquí analizados, sin embargo no podemos dar cuenta por ahora de tales realidades porque sólo las suponemos; en realidad no nos las hemos encontrado aún este camino que hemos recorrido hasta hoy. 25
19 También hemos encontrado, al leer las obras de arquitectos comprometidos con las causas sociales, entre quienes destaca para nosotros la amplia investigación realizada por Tomás Villasante, que hay una corriente en la arquitectura que se ha comprometido epistemológicamente -de forma incluso más clara que en el caso del positivismo- con el paradigma crítico, desarrollando por el mundo un buen número de intervenciones comunitarias cuyas búsquedas pragmáticas desean resolver distintos tipos de problemas en relación con el hábitat, al mismo tiempo que construir una teoría de la arquitectura que por ahora –a falta de un nombre formal- vamos a llamar provisionalmente participativa. En estos casos, los arquitectos involucrados en tales investigaciones, fundan epistemológicamente sus ideas y actuaciones en el pragmatismo, asumen como metodología diversos modelos de intervención social, usan el método de la llamada Investigación Acción Participativa (IAP), y utilizan puntualmente distintas técnicas cualitativas y participativas de investigación.
La
Cátedra UNESCO del Iteso, por ejemplo, tiene su origen fundacional precisamente en una de estas intervenciones comunitarias en que por años, profesores y estudiantes de arquitectura ayudaron a una comunidad mediante diversas técnicas participativas a lograr sus fines territoriales y habitacionales en el sur de Jalisco. Una de las 536 tesis analizadas, nace precisamente de uno de estos proyectos de intervención participativos, ubicándose claramente en el paradigma crítico. El mismo título de la tesis lo dice todo: “Un camino epistemológico y de intervención para el proceso de creación del hábitat”.26 En ella, su autor, Alejando Ramírez, transparenta su propia postura epistemológica al hacer una crítica que nos parece emblemática de este particular modo de aproximarse a la realidad social, y al hacerla, rompe con la arquitectura tradicional: “En muchas universidades, inculcan al alumno el ser sólo, lo que yo llamo, Arquitectos de Percepción Visual; esto es, no vemos, ni sentimos, ni analizamos, ni reflexionamos, ni proponemos más allá de lo que nuestros ojos ven. No nos concientizan del papel que tenemos dentro del desarrollo social a través de la historia. De un contexto determinado, sólo nos han enseñado a captar elementos muy concretos, como el color, la textura, los materiales y a veces, las proporciones; pero no nos orientan a comprender lo que está detrás de todo esto que viene
26
Ramirez Gasca, Alejandro (1996), Un camino epistemológico y de intervención para el proceso de creación del hábitat, Tesis de arquitectura, Iteso, Tlaquepaque, Jalisco, México
20 siendo el bagaje cultural o lo que algunos llaman la famosa Caja Negra. Sólo nos 27 limitamos a mimetizar formas ya identificadas”.
La crítica es fuerte, sin duda, pero se comprende en el contexto crítico del propio paradigma y de la IAP como método. Es en este mismo sentido que Fals Borda, uno de los más importantes pioneros de la IAP en Latinoamérica, afirma: “Empezamos a comprender que la IAP no era tan sólo una metodología de investigación con el fin de desarrollar modelos simétricos, sujeto/objeto, y contraopresivos de la vida social, económica y política, sino también una expresión del activismo social. Llevaba implícito un compromiso ideológico para contribuir a la praxis colectiva del pueblo. (…) Se adopta una decisión u opción existencial más bien permanente cuando uno decide vivir y trabajar con la IAP”.28
Es pues en este paradigma epistemológico que llamamos crítico, que algunos arquitectos fundan sus ideas e intervenciones sociales comunitarias, mismas que llevan al cabo desde o en colaboración con distintas ONGs, Universidades, instituciones sociales intermedias, etc. Representan sin duda una nueva y muy fresca vertiente de la teoría y la praxis de la arquitectura, con todo y que tal movimiento da muestras de ser todavía muy marginal. De no ser por instituciones comprometidas decididamente con las utopías sociales, tales investigaciones no podrían avanzar gran cosa en la construcción de sus propias concepciones teóricas, entre otras razones, porque el mercado no financia emancipadores sociales, por más teoría que construyan para la disciplina.
Acorde con estas circunstancias observamos también que quienes se aproximan a la realidad desde este paradigma epistemológico, al asumir la emancipación como fin último, acaban luchando contra toda manifestación del positivismo porque ven en él un instrumento del poder para predecir y el controlar a la sociedad en beneficio de
27
Idem, pp. 5 y 6 Rahman, M. Anisar & Fals Borda, Orlando (s/f), La situación actual y las perspectivas de la investigación-acción participativa en el mundo, Capítulo VIII de “La investigación acción participativa: inicios y desarrollos”, Editorial Popular, pp. 212-213 28
21 las elites. Lo tildan de paradigma obsoleto sin deslindar en rigor, creemos nosotros, la ideología de la epistemología.
De esta ultima afirmación, y tomando en cuenta lo que han sido nuestros hallazgos, desprendemos reflexiones que ciertamente nos sorprenden porque nos revelan planteamientos epistemológicos nuevos y extraños. En la arquitectura tradicional observamos al positivismo fuertemente hermanado con el pragmatismo, sobre todo cuando éste fundamenta la búsqueda de utilidades en los mercados del hábitat, y es en ese sentido -aunque no sean plenamente concientes de ello- que los arquitectos fundan su praxis en posturas epistemológicas donde se combina el positivismo con el pragmatismo en una mezcla que permite predecir y controlar el hábitat a fin de producir utilidades y beneficiar los propios intereses.
Lo interesante de esta última reflexión es que, en el caso del paradigma crítico, el pragmatismo como postura epistemológica también fundamenta las actuaciones emancipadoras donde una comunidad busca liberarse de una opresión. Tal vez sea por ello que Tomás Villasante haya incursionado en posibilidades inéditas, precisamente, en la frontera misma de este paradigma, juntando, en una misma investigación participativa, a una comunidad que desea emanciparse del poder y a las propias autoridades que muchos ven, precisamente, como los opresores de esa misma comunidad. ¿Qué hace que esto sea epistemológicamente viable? Quizá justo el pragmatismo: si todos obtienen lo que buscan utilitariamente, el modelo funciona y su fundamentación epistemológica se justifica. Ante ello nos hemos estado preguntando desde hace tiempo ¿constituyen estas actuaciones parte del paradigma crítico o ya se salen de él y su fundamentación epistemológica exige otras explicaciones? He aquí cuestiones de la arquitectura que hemos llamado participativa que demandan más análisis y reflexión, no sólo disciplinar –lo cual ya sería muy importante- sino también filosófica, es decir, en el terreno mismo de la epistemología.
El Paradigma interpretativo en arquitectura
22
Finalmente, el tercer paradigma epistemológico según la categorización que Habermas hizo a partir del interés que subyace la búsqueda del saber, como ya vimos, se funda en la hermenéutica en su sentido más amplio, es decir en la forma como Beuchot la entiende: “La hermenéutica –postula él- se dedica a la interpretación de textos. La idea de texto es amplia: puede ser un escrito, un diálogo hablado o incluso una acción significativa”.29 Bajo este paradigma pues, es posible desarrollar procesos investigativos disciplinares en el ámbito de la metodología cualitativa y a través de métodos muy diversos tales como la Fenomenología, el Interaccionismo simbólico, la Etnografía, la Etnometodología, la Investigación teórica, y otros.
Ahora bien, según lo observamos, tal paradigma, a diferencia de los dos anteriores, pareciera no existir para la arquitectura. Como ya lo hemos afirmado antes, en nuestra investigación solo hemos encontrado unas cuantas referencias aisladas a la metodología cualitativa.
Y sin embargo, lo más interesante y estimulante, es que hoy día, sin duda, existe una muy buena cantidad de alumnos de arquitectura deseosos de hacer investigaciones fundadas epistemológicamente en este paradigma, lo cual demandaría de las escuelas de arquitectura que comenzaran, de algún modo que siempre será difícil, a establecer mejores condiciones operativas y de asesoría para el desarrollo de tales investigaciones si realmente se quiere impulsar construcciones teóricas más articuladoras de lo conceptual y lo empírico. Eduardo Rodríguez Bray, por ejemplo, alumno de 8vo semestre de arquitectura, se ha propuesto desarrollar durante este año, una investigación teórico-empírica, desde una postura epistemológica interpretativa y bajo los métodos hermenéutico y etnográfico, propios de la metodología cualitativa, preguntándose ¿Cuál es la función arquitectónica del camellón de Chapultepec en Guadalajara? Sitúa su pregunta de investigación en el campo disciplinar del diseño arquitectónico y tiene ya definido como objeto de 29
Beuchot, Mauricio (1999), Heurística y hermenéutica, UNAM, México, p. 14
23 estudio, la función en arquitectura. De este primer planteamiento habrá de seguirse un diseño metodológico más puntual, el trabajo de campo y el análisis final teóricoempírico. Sus resultados contribuirán, modestamente si se quiere, pero de forma nueva y vigente, a la construcción de sentido respecto del objeto de estudio referido, coadyuvando así, incluso desde el proceso de titulación mismo, a la construcción de la teoría de la arquitectura desde una postura epistemológica-metodológica, que bien pudiera ir ayudando a llenar, aunque sea muy lentamente, ese vacío que hoy creemos encontrar en la arquitectura mexicana.
Ciertamente, los hallazgos nos hacen pensar que la investigación cualitativa desde una postura epistemológica interpretativa, puede ser una de las opciones más adecuadas para lograr avanzar en este esfuerzo teórico-empírico. Así lo creen también Jorge Ortiz y Sergio Tamayo, profesores investigadores de la UAM, cuando afirman que “se requiere un cambio en la manera de acercarse al estudio de espacio físico y al espacio social; así como asumir la correspondencia entre ambos. Una posibilidad –postulan ellos- está en el uso de metodologías de corte cualitativo, que abarcan desde una concepción de la realidad a partir de la producción cultural y de la acción social, hasta el reconocimiento del punto de vista de los diversos actores y sujetos urbanos”.30
A MANERA DE CONCLUSIÓN Dado el carácter un tanto provisional de este trabajo, creemos que debemos trazar sólo algunas ideas a propósito de lo que hemos encontrado y de lo que creemos que pudiera ser una perspectiva prometedora para la investigación en arquitectura.
En primer lugar hemos encontrado que al llamar investigación a los procesos de indagación propios del oficio proyectual, la disciplina puede confundir a los estudiantes, pero sobre todo y aun no siendo su propósito, enmascarar el vacío epistemológico-metodológico que hemos develado.
30
Ortiz, Jorge & Tamayo, Sergio, Op. Cit. p. 12
24 También creemos que los procesos de iniciación en la enseñanza de la arquitectura, además de reproducir un tipo de arquitecto cuya orientación está dirigida de forma preferente al diseño y construcción de obras arquitectónicas, encasilla la profesión dirigiéndola únicamente a los objetos arquitectónicos, restándole posibilidades a una construcción teórica más amplia. Creemos que al haber asumido históricamente una orientación hacia el objeto arquitectónico31, muy probablemente dejó de ver al sujeto. No nos referimos aquí al sujeto en tanto destinatario abstracto de las obras arquitectónicas, sino al ser humano en tanto responsable de todas sus relaciones, entre las que se encuentra su relación con el objeto arquitectónico. En este sentido nos preguntamos: ¿es el objeto de estudio de la arquitectura sólo el objeto arquitectónico o fundamentalmente la relación del sujeto con ese objeto precisamente? La pregunta nos parece relevante porque pone en cuestión, no sólo los supuestoS que subyacen el carácter iniciático de la enseñanza de la arquitectura -lo que ya es importante- sino el sentido mismo de la construcción del objeto de estudio de la disciplina en tanto campo de conocimiento y en tanto ámbito socioprofesional concreto. Nos parece que mientras el objeto de estudio de la arquitectura siga siendo sólo el objeto arquitectónico, la disciplina como campo de conocimiento y como ámbito profesional seguirá atada al diseño, construcción y catalogación de proyectos arquitectónicos de todo tipo. Por el contrario, creemos que si el objeto de la arquitectura fuera la relación del hombre con el objeto arquitectónico, a la disciplina, como campo de conocimiento y como ámbito para ejercer la profesión, se le abrirían enormes posibilidades de construcción teórica y de inserción socioprofesional. Esta cuestión merece, creemos, una larga y profunda deliberación entre los pares.
Una tercera cuestión, tiene que ver con el paradigma interpretativo y la metodología cualitativa, en tanto que este paradigma, debido al interés y a la orientación que subyacen
sus
búsquedas,
puede
ayudar
a
destrabar
epistemológica
y
metodológicamente la construcción teórica de la arquitectura y su praxis, muy
31
Hablamos aquí de objeto arquitectónico en el sentido amplio en que es entendido en arquitectura, sin entrar por ahora en las dificultades que generan las distintas categorías del espacio arquitectónico.
25 precisamente, a propósito del vacío que ya hemos explicado. Sin negar que otras muchas investigaciones puedan seguirse haciendo fundadas en los paradigmas positivista y crítico, nos parece que el paradigma interpretativo puede brindar un campo de acción investigativo ideal para la enseñanza y la construcción de teoría, justamente intentando construir sentido respecto de esa relación hombre-objeto arquitectónico de la que hemos hablado antes. Ponderar esta posibilidad en los concretos de la praxis de la disciplina es algo que, pensamos, no puede seguirse ignorando.
Y, finalmente, durante el desarrollo de este trabajo hemos podido ver con toda claridad, que la disciplina ofrece enormes posibilidades para la reflexión filosófica, ya que su praxis podría ser analizada y reflexionada en profundidad para poner en cuestión los supuestos fundamentales sobre de los cuales se erige la disciplina tanto en lo educativo como en lo profesional, todo ello, con el propósito ulterior de contribuir a transformar el sentido mismo de la arquitectura como vehículo para la humanización de la especie.
26 BIBLIOGRAFIA Beuchot, Mauricio (1999), Heurística y hermenéutica, UNAM, México. Boudón, Filippe (S/A), Acerca del espacio arquitectónico, UAM, México. García Martín, Roberto (2001) Coordinador de la VIII Semana de Arquitectura-Iteso Re-visiones, Minuta de la mesa “Taller de Coordinadores”. Gil Antón, Manuel (2002), “Una reflexión sobre la profesión académica en México”, Separata en Sinéctica No 21, Julio-Diciembre 2002, Iteso, Tlaquepaque, Jalisco, México. González Gallardo, Oscar H. (1982), Investigación para la educación en arquitectura, UANL, Monterrey, N.L., México. Guerrero Baca, Luis Fernando (2001), “El concepto de tipo en la arquitectura tradicional”, Anuario de Estudios de arquitectura, UAM, México. Habermas, Jürgen (2000), Teoría y praxis, Tecnos, Madrid, España. Lasky, Julieta (1992), “Presentación” en Villagrán García, José (1992), Integración del valor arquitectónico, UAM, México. Lira, Carlos (2001), “Significación arquitectónica e histórica del cementerio de Dolores de Jerez, Zacatecas”, Anuario de estudios de arquitectura 2001. Mark, Catherine (2004), Desarrollo y uso de indicadores de desempeño: un enfoque práctico, The Urban Institute, Guadalajara, Jalisco, México. Ortiz, Jorge & Tamayo, Sergio (2001), “Metodologías cualitativas en la enseñanza del diseño: arquitectura y espacios urbanos”, Anuario de Estudios de arquitectura, UAM, México. Pérez-Gómez, Alberto (1998), “México, modernidad y arquitectura” en Burian, Edward R. (Editor), Modernidad y arquitectura en México, G. Gili, México. Rahman, M. Anisar & Fals Borda, Orlando (s/f), La situación actual y las perspectivas de la investigación-acción participativa en el mundo, Capítulo VIII de “La investigación acción participativa: inicios y desarrollos”, Editorial Popular. Ramirez Gasca, Alejandro (1996), Un camino epistemológico y de intervención para el proceso de creación del hábitat, Tesis de arquitectura, Iteso, Tlaquepaque, Jalisco, México Rodríguez Gómez, Gregorio; Gil Flores, Javier & García Jiménez, Eduardo (1999), Metodología de la investigación cualitativa, Aljibe, Granada, España. Stroeter, Joao Rodolfo (1994), Teorías sobre arquitectura, Trillas, México. Villagrán García, José (1992), Integración del valor arquitectónico, UAM, México. White, Edward T. (1991), Introducción a la programación arquitectónica, Trillas, México.