Universidad central Facultad de Humanidades y letras Novela metaficcional Sebastián López Rodríguez Viernes, 31 de agosto de 2012
Ea, Diderot, ¿qué me estabas contando de la Metaficción?
Usando la técnica de la caja china, el narrador nos presenta a Jacques, un hombre alto, flaco y rengo que cree que todo lo que sucede está motivado por las determinaciones ineludibles de un destino que hace inútil cualquier oposición. Él y su amo, un hombre curioso y temperamental, emprenderán un viaje a caballo sin rumbo alguno; entrelazando historias en una telaraña que los llevará al agujero central de ésta. En las doscientas páginas que comprende la obra, el narrador (el cual necesariamente no tiene que ser el mismo escritor en un principio) nos cuenta sin fin de aventuras, anécdotas dentro de relatos con una buena dosis de humor e intriga. El elemento metaficcional que predomina es la inclusión del personaje al que conoceremos como “el lector”, un notable
individuo que bien podría ser un alter ego inconsciente de nosotros mismos que hace “hipérbole” de nuestros pensamientos o es otro lector en algún lugar que llega a nosotros cuando abrimos ese portal dimensional que es el libro. En fin, el lector será un personaje imprudente, curioso, obstinado, insaciable que nos sacará más de una risa; las reacciones del narrador y la relación que ambos forman evolucionan junto con la obra. Jacques, el fatalista por excelencia, cree ciegamente en ese sino, en ese destino que está escrito allá arriba. Tal como el narrador le propone al lector a quien seguir cuando los dos protagonistas se separan separ an al perderse el reloj y la bolsa; nosotros debemos d ebemos elegir qué postura tomar en cuanto al pensamiento de Jacques que es tan controversial para el Amo, él crea hipótesis para atribuir la suerte o infortunio de Jacques. En una de sus discusiones el Amo se pregunta qué pasaría si allá arriba estuviera escrito que el mar hirviera; a lo que Jacques responde que tendrían pescado hervido para la cena y eso es todo. No le importa el destino, simplemente vive al ser inevitable. El narrador tiene el poder de no seguir contando las discusiones de estos dos, cuando éstas se vuelven tediosas, él hace una pequeña prolepsis (un brinco temporal al futuro). Irónicamente, el narrador no puede parar las intromisiones del lector, quien se llena de eutrofia con los lugares o cualquier inciso, sobre todo con esos castillos donde desembocan ambas historias. El narrador se venga de su descarado fisgón al desmotivarlo diciendo que hay historias que no contaran o cosas que no volverán a aparecer. Después de todo, es un
círculo vicioso donde Jacques contará su historia, el Amo se distraerá pensando en otra, chocarán con una aventura y así sucesivamente hasta que el Amo ahora narre sus amoríos y ambas historias deban cruzarse. Llega un punto donde vemos que estamos con los aventureros, todo lo que pase en su entorno nos concierne y afecta. Cuando uno de los personajes (el amo, Jacques, la hospedadora, etc.) está narrando una historia, si en el lugar hay mucho ruido o si el caballo hace movimientos bruscos que frenen la historia, nos afecta a nosotros también. Es ahí que se recuerda cuando Jacques preguntaba si él controlaba el destino o era el revés, y uno se pregunta si Jacques controla la novela o la novela a Jacques… me inclino por la primera
opción, sobre todo por en una escena que él se despierta, ve un clima horrendo y se acuesta otra vez, pausando nuevamente la novela; algo que aprovecha el narrador para contar alguna de sus historias personales, como aquella donde usando las letras se saca una espina al nombrar a Bourru Bienfisant, obra de la que se le acusó de plagiar. Esto también lo repite el narrador cuando los personajes duermen, haciendo ver que la novela no es una reliquia petrificada si no un organismo vivo sometido a las leyes naturales de carácter causal y mecánico. Por este tipo de acontecimientos, se le advierte al lector no confundir lo real con lo ficticio y viceversa. Quiero hacer un paréntesis en este punto y espero que ningún lector me interrumpa, es más bien una opinión donde creo que es pertinente aplaudir como Diderot en el siglo XVIII se diferencia con un uso casi ilimitable de la caja china; se siente en la parte donde se cuenta no solo la historia de los amoríos de Jacques, sino también la del lector cuando visita a Gousse en la cárcel que a su vez contiene la del panadero y también está la del marqués contada por la posadera. Increíble como no se pierde el hilo. La relación de Jacques y el Amo es parecida a la del Lector y el Narrado (incluso el lector y el Amo tienen hábitos similares), uno de los dos se indigna cuando no se logra continuar la historia por las distracciones del otro, pero se encariñan de una forma singular hasta el punto que se disculpan por sus errores (como el narrador cuando abandona sus personajes) o darían su libertad por el otro como lo hizo Jacques, aunque bien es algo que no le molesta del todo por sus preguntas filosóficas: ¿Es el hombre libre? ¿Si lo es, puede influir sobre su destino o éste es inexorable e insondable? El final del libro nos deja igual que en el comienzo. Jacques siempre decía que no terminaría su historia y así es, al llegar a su destino sólo vemos a un Jacques recuperando su rodilla y encontrando su amor con Denise. El final no estaba escrito ni allá arriba ni aquí abajo. Sin embargo hay un anexo del editor con tres partes faltantes que no fueron verificadas como originales, en uno de ellos Jacques sale de prisión y se casa con su amada, nunca dudando del destino.