ALGUNOS ARGUMENTOS A FAVOR DEL VOTO VOLUNTARIO En estos días se está discutiendo mucho respecto a la implementación del voto voluntario o facultativo, en reemplazo del régimen que actualmente tenemos, que es el del voto obligatorio o compulsivo. Existen múltiples argumentos que sustentan esta posición, alguno de los cuales vamos a referir a continuación. En primer lugar, el voto voluntario es consistente con el sistema democrático y el Estado de Derecho. No es sustentable la existencia de derechos cuyo ejercicio sea obligatorio, puesto que los mismos por definición son facultativos. Si bien existen derechos no renunciables (como los laborales) no existen derechos que a la vez constituyan deberes, lo cual constituye una contradicción en si misma. Tal como una persona podría ejercer un derecho, podría también no ejercerlo, y ello no debería generar afectación alguna al mismo. A ello debemos agregar que es evidente que la existencia de derechos obligatorios vulnera el derecho a la libertad individual. En segundo lugar, el voto obligatorio es jurídicamente inviable. De hecho, gran parte de aquellos países que aun lo conservan c onservan en sus constitucionales o en sus normas legales no establecen sanciones ante la omisión del sufragio, y si las establecen las mismas no se aplican; siendo en la práctica un régimen de voto facultativo. Ello ocurre no porque exista anomia de las instituciones en dichos países, sino más bien porque todo mecanismo coercitivo a emplear resultaría ser inconstitucional; dado que la multa, por lo exigua, no justifica su cobranza en la vía coactiva. Es evidente que la muerte civil aplicable en el Perú – Perú – figura figura que no existe en ningún otro país del mundo – mundo – es es un mecanismo inconstitucional, al afectar derechos fundamentales. Un caso interesante es el de Bélgica, uno de los pocos países europeos que posee voto compulsivo, en donde la sanción que se genera, una vez que se ha incumplido con el deber del sufragio en un periodo determinado, es la pérdida de dicho derecho, lo cual genera mucha controversia. En tercer lugar, el voto voluntario favorece la calidad del voto. Vale decir, permite que quien vote lo haga porque ha efectuado una decisión razonada que lo lleva a decidir ejercer su derecho al voto. Muchas personas votan porque efectivamente se les obliga a hacerlo, sin haber realizado previamente un análisis respecto de sus reales preferencias, decidiendo en general en el último momento, incluso el mismo día del sufragio. VOTO VOLUNTARIO: UNA OPINION A FAVOR El antropologo Javier Torres Seoane, director de la Asociación SER, nos brinda su opinión en torno al debate sobre el paso del voto obligatorio al voto voluntario y las consecuencias que esta reforma tendría.La Comisión de Constitución del Congreso de la República del Perú ha aprobado el dictamen que modifica el carácter obligatorio del voto. Luego de 25 años de ejercicio continuo, la manera en la que se organizan las elecciones podría sufrir su más radical reforma desde el otorgamiento del voto a los analfabetos. Sin embargo, esta reforma no es bienvenida por el conjunto de la clase política ni tampoco por un conjunto de expertos encabezados por la voz autorizada de Fernando F ernando Tuesta Soldevilla, jefe
nacional de la ONPE y máximo experto en temas electorales (hecho por todos reconocido menos por el Consejo Nacional de la Magistratura). Tuesta, al igual que otros expertos y políticos, ha señalado que el principal problema sería la falta de legitimidad de las autoridades elegidas, debido al natural incremento de ausentismo que se produciría debido al voto voluntario . Asimismo, observa que éste produciría la no instalación de mesas llevando a que los votantes que sí asistan no puedan ejercer el voto. Este último argumento resulta ciertamente deleznable, debido a que perfectamente se podría considerar un deber cívico con pena de multa la tarea de ser miembro de mesa, por lo menos en los procesos electorales del próximo año mientras se construye una alternativa distinta. Desde la otra orilla, el Partido Aprista Peruano y una serie de expertos y analistas de la derecha y la izquierda liberal han afirmado la urgente necesidad de i mplementar esta reforma, debido a que obligaría a los partidos políticos a salir del letargo en el que se encuentran, buscando convencer a los ciudadanos electores de que hagan uso de su derecho y voten por ellos. Aunque se señala que la propuesta aprista apunta a tener alguna posibilidad de ganar la elección del 2006 (que se asume no ganaría con el sistema de voto obligatorio), habría que decir, en su descargo, que está en sintonía con las reformas contenidas en la Ley de Partidos Políticos. De otro lado, para liberales de uno y otro sector esto llevaría a mejorar la calidad del voto evitando el triunfo de outsiders. Por otro lado, muchos de los argumentos, como los de Hugo Neira y Luis Pasara, sostienen que una reforma de tan alto grado de modernidad, es inviable en un Estado tan frágil y débil como el nuestro, y que el voto obligatorio de alguna manera constituye una política de inclusión y promoción de la ciudadanía, en particular de los ciudadanos más pobres del Perú ubicados en las zonas rurales de nuestro país. Sin embargo, es válido preguntarse hasta qué punto esta imagen corresponde a la realidad del Perú de hoy y, de otro lado, cuál es el límite tolerable de la abstención que no ponga en cuestión la legitimidad de la elección. Un caso notable es el del Presidente Alejandro Toledo, elegido en segunda vuelta con voto obligatorio en una de las elecciones con más alta participación y con menos votos en blanco, anulados y abstenciones. Nunca en la historia republicana asistió tanta gente a votar y lo hizo tan bien en términos de procedimiento. Sin embargo, la legitimidad de origen poco o nada le ha servido al Presidente Toledo ante una pésima gestión, que nos recuerda en su inicio y su final el desplome del Presidente García. . De otro lado, cuando Alberto Fujimori fue elegido en 1990 en segunda vuelta lo hizo con menos votos, , mayor ausentismo y mayor voto nulo y en blanco, y, sin embargo, Fujimori se dio el lujo de dar un golpe de Estado contando con la anuencia de la ciudadanía, que además consideró legítimas las elecciones al Congreso Constituyente Democrático del 92 y las elecciones municipales de enero de 1993, que fueron las que tuvieron el mayor ausentismo de la historia electoral contemporánea. Ponderar la legitimidad de un gobierno sobre la base de sus resultados electorales resulta insuficiente, toda vez que aquella se construye o se destruye en el proceso de asumir y administrar el poder. La posibilidad de que un gobierno sea más o menos democrático no puede desprenderse tampoco de su origen electoral. Mucho se arguye que los conflictos que se vienen dando a nivel local tienen que ver con el bajo porcentaje de votos obtenidos, pero
no es cierto. Los conflictos que han devenido en asonadas tienen como fuente explicativa la pobreza institucional de la democracia, no a los votos. ¿Debe trasladarse al votante la debilidad del sistema de partidos? ¿deben achacársele a los electores la escasa calidad de los candidatos? ¿no se supone que con la nueva y moderna ley de partidos políticos estos inconvenientes deben ser superados? ¿no t ienen acaso derecho los ciudadanos a abstenerse de un proceso electoral si los partidos no los convencen? El voto voluntario hará más entendible el mapa de la ciudadanía en el Perú, y restará de ambages normativos y patriarcales al ejercicio liberal de la política. Seguramente será un shock en más de un sentido, descubrir hasta dónde llegamos tras 25 años de empeños democráticos. Podremos confirmar que no somos todo lo que creímos ser ni estamos tan lejos de lo que creíamos imposible. Quizá la clave del éxito del ejercicio electoral no radique en forzar a los ciudadanos a asistir a las urnas sino en que tengan plena conciencia de que con su abstención delegan su derecho a decidir a otros ciudadanos, y que la legitimidad de dicha elección tiene la misma naturaleza y valor que si ellos hubiesen asistido a votar. En ese sentido, puede ser un error de los apologistas del voto voluntario decir que este es superior al voto obligatorio, porque caen en una “jerarquización” de los ciudadanos que puede terminar siendo un boomerang que lleve a que los que no voten sientan que tienen derecho a no reconocer la legitimidad de la autoridad electa. Más grave aun sería que este argumento sea levantado por los partidos políticos derrotados en las urnas, ya que esto nos llevaría a la ley de la selva. A pesar de estos riesgos, la revolución que el voto voluntario puede significar en términos del sistema de partidos políticos en el Perú es un paso que hay que saludar, defender y promover para acabar con la tan desarrollada idea de la ciudadanía tutelada y asistida que marco y atravesó toda la historia del siglo XX.