Las aportaciones a la lucha anarquista de Bonanno y de las ideas insurreccionales e informales son notables. En el estado español estas ideas empezaron a penetrar con fuerza tras el golpe represivo a varios compañeros anarquistas en Córdoba en 1996, tras ser capturados en una persecución tras un atraco. Estos compañeros huían de una Italia sacudida por el “montaje Marini”. Su detención provocó un fuerte debate en las luchas antiautoritarias del estado español, debatiendose si apoyar o no a estos compañeros que se mostraban favorables a la expropiación y a la insurgencia contra la explotación. Algunxs dijeron que eran “delincuentes”, otrxs mostraron su solidaridad. Finalmente estas detenciones supusieron una renovación en la lucha anarquista, posicionando a parte de lxs anarquistas contra viejos vicios y errores como podían ser el reformismo, la formalidad, la democracia directa, etc. Apostando por las tesis informales e insurreccionales. Los detenidos en Córdoba, huían del clima italiano, en cierta manera el fiscal Marini es el que da un impulso definitivo para la extensión de las ideas insurreccionalistas en el estado español, y por extensión a la ciudad de donde editamos el libro, Barcelona. Ateneu Llibertari Besòs (BCN)
[email protected] www.nodo50.org/albesos
salo, ras: leelo, copialo, pá ie qu y s ba de e qu Haz lo quémalo, estámpalo en la cara de un/a demócrata. ..
Bonanno Alfredo Maria Bonanno - Selección de textos
Alfredo Maria Bonanno, nacido en el estado italiano en 1937. Relacionado durante años con la luchas antiautoritarias y anarquistas, es uno de los principales difusores de lo que se ha dado en llamar insureccionalismo anarquista. Ha escrito numerosos ensayos aunque ha sido poco traducido al castellano. Uno de ellos, El placer armado [incluído en el recopilatorio], fue prohibido en Italia, lo que le supuso ser condenado a nueve meses de encarcelación. Desde los años 80, fue redactor responsable de las revistas Provocazione y Anarchismo actividad por la que también ha sido procesado. En 1989, fue detenido junto con Pippo Stasi en relación con el atraco a una joyería en Bérgamo. El 16 de Noviembre de 1995 comienza en Italia una vasta operación represiva dirigida por el fiscal Marini. A partir de esa operación posteriormente comenzaría un proceso en 1996 contra una presunta organización anarquista. Marini llama a esta organización ORAI (Organización Revolucionaria Anarquista Insurrecionalista) que según es descrita difiere en buena parte de la concepción insurreccionalista que se lee en "Anarchismo". Marini denuncia a 68 anarquistas, entre ellos a Bonanno, que supuestamente se organizaban en ORAI sin jefes, sin conocerse entre ellos y actuando por cuenta propia. A Bonanno se le acusa de ser el ideólogo de la organización en base a un escrito suyo, "Nueva vuelta de tuerca del capitalismo" [Incluído en el recopilatorio] en el que la magistratura ve el programa fundacional de la organización. La detención se llevó a cabo la noche del 19 de Junio de 1997. El "proceso Marini" llega a su conclusión el 20 de abril de 2004. De los 54 imputados sólo 11 serán condenados, entre ellos Bonanno por apología y propaganda subversiva a seis años de cárcel.
Alfredo Maria
SELECCIÓN DE TEXTOS
Ateneu Llibertari Besòs
Selección de textos sencillo, una persona que de cerca parece un compañero y que como tal se declara, esta persona también puede ser muy perfectamente un policía, no cambia nada. ¿Por qué no?, hay policías demócratas, se acabo la época de uniformidad de la represión, hoy la represión tiene aspectos simpáticos, nos reprimen con un montón de ideas brillantes. Bueno, esta persona, este demócrata, ¿Cómo podemos distinguirlo, cómo podemos localizarlo, como podemos verlo? ¿Y si ante los ojos nos ponen un velo que nos impida verlo, cómo podemos defendernos de él? Identificándolo mediante este hecho: que para él la vida es realización, su vida son hechos, hechos cuantificables que se devanan ante su vista y nada más. Cuando hablamos con alguien no podemos pedirle el carnet de afiliación. Muchas veces, a través de sus ideas, acabamos en una gran confusión y no entendemos ya nada, porque somos todos habladores simpáticos y progresistas, todos elogiamos la belleza de la tolerancia y cosas por el estilo. ¿Cómo hacemos para darnos cuenta que tenemos delante al enemigo, al peor de nuestros enemigos? Porque al menos del viejo fascista nos sabíamos defender, pegaba él y, si éramos lanzados, pegábamos también nosotros, más fuerte que él. Ahora ha cambiado la historia, ha cambiado la situación. Actualmente pescar un fascista apaleador resulta quizá difícil. Pero este sujeto que estamos tratando de delinear, este demócrata que encontramos en todos los niveles, en la escuela o el Parlamento, por la calle o en el uniforme de policía, como juez o como médico, este sujeto aquí nos es enemigo porque considera la vida de una manera diferente a como la consideramos nosotros, porque para él la vida es otra vida y no nuestra vida, porque nosotros para él somos extraterrestres y no veo porqué él debe ser considerado habitante de nuestro mismo planeta. Es ésta la línea que nos divide de él, porque su concepción de la vida es de naturaleza cuantitativa, porque él mide las cosas como éxito, o si queréis también como fracaso, pero de todos modos siempre desde un punto de vista cuantitativo y nosotros la medimos de una forma diversa, y esto es sobre lo que debemos reflexionar: de qué manera para nosotros la vida tiene algo de diferente, cualitativamente diferente. Entonces, este señor tan bien dispuesto respecto a nosotros nos vierte encima una crítica y dice: “Sí, los anarquistas son simpáticos, pero son incoherentes, ¿qué es lo que han hecho en la historia, qué Estado ha sido anarquista? ¿Han realizado alguna vez un gobierno sin gobierno? ¿No es una contradicción una sociedad libre, una sociedad anarquista, una sociedad sin poder?” Y esa roca crítica que nos llueve encima es verdaderamente de gran dimensión, porque en efecto incluso en aquellos casos en que los anarquistas han estado muy cerca de realizar
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ALFREDO MARÍA BONANNO SELECCIÓN DE TEXTOS EDITADO EN BARCELONA MAYO 2007 x ATENEU LLIBERTARI BESÒS Después de Marx, Autonomía
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La Tensión Anarquista
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El Placer Armado
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Análisis de un periodo de cambio
página 64
El núcleo de base autónomo
página 79
Unas breves notas sobre Sacco y Vanzeti página 81
Nueva “vuelta de tuerca” del capitalismo
página 87
Más allá del obrerismo, más allá del sindicalismo página 97
Entrevista Radiofónica
página 99
Espacio y Capital
página 109
Enfermedad y Capital
página 112
Movimiento ficticio y movimiento real página 115
Destruyamos el trabajo
página 122
Memoria defensiva
página 126
Crítica a los métodos sindicales
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Alfredo Maria Bonanno El anarquismo no es por lo tanto un concepto que se sella con una palabra que hace de lápida funeraria. No es una teoría política. Es una forma de concebir la vida y la vida, jóvenes o viejos que seamos, ancianos o chavales, no es algo definitivo: es una apuesta que debemos jugar día tras días. Cuando por la mañana nos levantamos de la cama y ponemos los pies en tierra, hemos de tener un buen motivo para levantarnos, si no lo tenemos, seamos anarquistas o no, no significa nada, más vale quedarnos acostados en la cama, durmiendo. Y para tener un buen motivo debemos saber qué hacer, porque para el anarquismo, para el anarquista, no hay diferencia entre el que hacer y el qué pensar, sino que es un continuo trasvase de la teoría en la acción y de la acción en la teoría. He aquí lo que diferencia al anarquista de cualquier otra persona que tiene una concepción diferente de la vida y que cristaliza esa concepción en un pensamiento político, en una práctica política, en una teoría política. Es esto lo que normalmente no se os dice, es esto lo que no está escrito en los periódicos, es esto lo que no está escrito en los libros, es esto lo que la escuela calla celosamente porque esto es el secreto de la vida: no separar definitivamente el pensamiento de la acción, las cosas que se saben, las cosas que se comprenden, de las cosas que se hacen, de las cosas a través de las cuales actuamos. He aquí lo que diferencia a un hombre político de un revolucionario anarquista. No las palabras, no los conceptos, y, permitidme, bajo ciertos aspectos ni siquiera las acciones, porque no es su extremo concluirse en un ataque –pongamos radical- lo que las califica, sino el modo en que la persona, el compañero que realiza estas acciones, consigue convertirlas en momento expresivo de su vida, caracterización específica, valor para vivir, alegría, deseo, belleza, no realización práctica, no torva realización de un hecho que mortalmente se concluye en sí mismo y determina el poder decir: “Yo hoy he hecho esto”, lejos de mí, en la periferia de mi existencia. Aquí está, esta es una diferencia. Y de esta diferencia emerge otra, a mi parecer considerable. Quien piensa que las cosas por hacer están fuera de él y se realizan tanto con logros como fracasos –qué queréis, la vida está hecha de escalones: se baja un poco, se sube un poco, a veces las cosas van bien, a veces mal- o sea, quien piensa que la vida está hecha de estas cosas: por ejemplo, la figura clásica del político democrático (por supuesto, una persona con la que se puede discutir, un tipo simpático, tolerante, que tiene aspectos permisivos, que cree en el progreso, en el futuro, en una sociedad mejor, en la libertad), o sea, esta persona así conjuntada, vestida probablemente sin traje, sin corbata, tan
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Selección de textos
LA TENSIÓN ANARQUISTA.
Alfredo Maria Bonanno
DESPUÉS
DE
MARX, AUTONOMÍA
Comenzando a hablar siempre me encuentro más bien en un embarazo, por lo menos al principio. Y este embarazo aumenta respecto a lo que erróneamente se llama una conferencia, o como más modestamente se la intenta de disfrazar, una conferencia-debate. Después de todo se trata de un discurso de alguien que viene de fuera, probablemente de otra generación, como si lloviese del pasado, alguien que sale a esta cátedra, hace un discurso, y consecuentemente se asemeja extraña, y peligrosamente, a quien os machaca el cerebro con otros fines, con otras intenciones. Sin embargo, si ponéis un poco de atención, tras esta semejanza exterior, en los conceptos que ahora seguirán, habrá una considerable diferencia. El primero de estos conceptos está constituido por la pregunta: ¿Qué es el anarquismo? Puesto que sé con seguridad, porque les conozco personalmente, que aquí dentro hay muchísimos anarquistas, es extraño que tome ahora un problema de este tipo. Cuando menos los anarquistas deberían saber qué es el anarquismo. Y por el contrario a cada ocasión es necesario retomar el discurso precisamente por la pregunta ¿Qué es el anarquismo? Aunque sea en pocas palabras. ¿Por qué? Normalmente no sucede esto en el resto de expresiones de la vida, en el resto de actividades, en el resto de pensamientos, quien se define o se considera, y también con un cierto fundamento, algo, conoce verdaderamente ese algo. Pero mira, los anarquistas sin embargo se plantean siempre el problema: ¿Qué es el anarquismo? ¿Qué significa ser anarquistas? ¿Por qué? Porque no es una definición que una vez conseguida se pueda conservar en caja fuerte, poner a parte, y considerar como un patrimonio al que sacar poco a poco. Ser anarquista no es el haber logrado una certeza, el haber dicho de una vez por todas: “Ya está, yo, finalmente, desde este mismo instante, estoy en posesión de la verdad, y como tal, por lo menos desde el punto de vista de la idea, soy un privilegiado”. Quien razona así es anarquista sólo de boca. Mientras que es realmente anarquista quien se cuestiona a sí mismo como anarquista, como persona, y quien se pregunta: ¿Qué es mi vida en función de lo que hago y en relación a lo que pienso? ¿Qué relación alcanzo a mantener diariamente, cotidianamente, en todas las cosas que hago, es una manera de ser aún en acuerdos, pequeños compromisos cotidianos, etc.?
El siguiente texto ha sido traducido del inglés, tomado de la página de Class Against Class: www.geocities.com/cordobakaf/index.htm. No tiene fecha pero por el contenido y el contexto podemos situarlo en la década de los 70 más o menos. El camino que el proletariado tiene en frente está bloqueado: partidos reformistas, sindicatos y patrones se han coaligado para obstruir cualquier crecimiento en el nivel de lucha, o cualquier conquista que pudiese llevar a una transformación revolucionaria de las relaciones de producción. El proletariado tiene sólo una alternativa: la de construir el comunismo directamente, pasando por encima de las estructuras burocráticas contrarrevolucionarias. Para hacer esto nosotros debemos proporcionar análisis de, y realizar en la práctica, los elementos organizados por la base al nivel de la producción: los núcleos obreros autónomos. Estos núcleos no deben, en nuestra opinión, ser confundidos con la compañía, la fábrica, etc., sino que su concepto debe ampliarse hasta una visión global de la fábrica, el área de residencia, la escuela y la tierra. Dentro de esta globalidad, la idea de la autonomía debe ser reinterpretada por la clase obrera y vinculada a la autonomía de cada individuo, elemento de referencia y corrección constantes de cualquier tendencia a construir la anterior a costa de la última. Aquí, la acción de una minoría que ha adquirido una conciencia revolucionaria tiene su lugar: para señalar los peligros de burocratización siempre presentes, cualquier involución hacia el control de la lucha por una minoría, ciertas tendencias corporativas intrínsecas al movimiento obrero y todas las demás limitaciones que siglos de opresión han desarrollado. Su tarea, muy delicada, es, por consiguiente, la de fundir juntas la lucha y la organización, uniéndolas en la praxis diaria. Esto requiere de claridad analítica, para que la segunda se mantenga dentro de los límites de utilidad de la primera, y para impedir que su esencia autónoma sea destruida por el aspecto organizativo, dejándole sólo el nombre. Tampoco es despreciable, por último, el trabajo de la minoría activa concerniente al problema de conseguir información, elemento esencial para la emancipación de las masas trabajadoras y para su control sobre los elementos necesarios para su liberación: la demolición de todos los poderes constituidos y la gestión comunitaria de los medios de producción. Si una vez se pudo confundir la posibilidad de la revolución con la simple expropiación de los medios de producción (sobre lo cual descansa
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hoy la ambigüedad marxista), nosotros sabemos ahora con certeza que los burgueses mismos están dispuestos a transformar sus títulos de propiedad de tal modo que la explotación pueda continuar bajo otra guisa. El pasaje “suave” al socialismo de Estado es la perspectiva más ampliamente difundida entre los círculos “progresivos” de la burguesía. Contra tal perspectiva la clase obrera debe construir los medios necesarios para la lucha y para la reapropiación de una perspectiva revolucionaria.
fundida con la de tipo capitalista o capitalista de Estado), que debe clarificarse para entender esa autonomía no sólo como un factor contingente, un modo de construir la lucha, sólo para ponerla en manos de una elite ascendente, sino que es un nuevo modo de concebir las relaciones de producción, un modo revolucionario de eliminar completamente el plusvalor derivado de la explotación. Pero la presencia de una periferia no es sólo un hecho objetivo, afecta también a la realidad subjetiva: los hombres y mujeres que sufren increíblemente, explotados como bestias, que mueren de hambre. Hombres y mujeres que viven de la oportunidad, marcados con la estampa infame de la criminalidad. Esto constituye toda una área explosiva que el capitalismo, a un nivel nacional e internacional, está abatiendo con la policía y el ejército, con porras y bombas, con todos los medios y sin piedad. Pero esto es, al mismo tiempo, una periferia que está intentando abrir el camino hacia una nueva sociedad, viéndola mucho más cercana de lo que normalmente se cree, porque no es vista a través de las lentes deformantes de la “profesionalidad”. Ellos están empezando a reconstruir la fe que habían perdido, una fe que se coloca en contraste con la “religiosidad” y aquellos que la instrumentalizan: los partidos y los sindicatos. No tener en cuenta esta realidad dualista, significa no entender que incluso la acción autónoma puede caer en la contradicción del particularismo y el racismo. Incluso los consejos obreros revolucionarios, si están compuestos por trabajadores cerrados dentro de su “especialización”, no vitalizados oportunamente por la presencia de una minoría activa que estén contra la idea del partido y del sindicato —expresiones de un centro industrial que mira con desdén a la periferia subdesarrollada— pueden en breve convertirse en consejos obreros imperialistas, antesala de la instrumentalización por los partidos y de una forma aún más terrible de explotación. Traducido por Círculo Internacional de Comunistas Antibolcheviques Fuente original: Class Against Class http://www.geocities.com/cordobakaf/index.htm
LA AUTONOMÍA DE LA CLASE OBRERA La individuación analítica de la “clase” obrera es un problema complejo. Normalmente, a los camaradas les gusta referirse incluso al más sofisticado de los análisis marxistas, saliendo al paso de toda posible glorificación, afirmando que ellos intentan limitar el “uso de Marx” a lo estrictamente indispensable (usualmente identificado con el análisis económico) para la construcción de la verdadera perspectiva libertaria de la autonomía obrera y de su lucha. Francamente, yo nunca he podido hacer tanto. Quizás por razones derivadas de mi profunda aversión a la metafísica, y quizás, dado el carácter de mis estudios, he aprendido a descubrir el olor a metafísica desde mucha distancia. Y una gran parte de los análisis marxistas, incluso en economía y metodología histórica, apestan a metafísica. Esto es por lo que, en la medida de lo posible, quiero evitar hacer lo mismo. Como los grandes padres fundadores han admitido, los temas del problema de la clase no son su “invención”. Ellos, y Marx en particular, se limitaron a relacionar la existencia de clases a ciertas fases históricas precisas en el desarrollo de la producción, de lo cual, con un salto lógico considerable, dedujeron la conclusión de la ineluctabilidad de la dictadura del proletariado y la consecuente mitología de una transición a la sociedad sin clases. He oído a menudo exaltar el “realismo” de Marx, identificándolo con su rechazo a lamentarse de la “inmoralidad” de la sociedad, y con su análisis de la explotación y el capítulo de accidentes de la lucha de clases como un proceso necesario conduciente a la liberación de la sociedad, por consiguiente un proceso saludable y evolutivo. Nosotros no vemos nada de “científico” en todo eso. Marx no podía seguir a sus predecesores, como Saint-Simon, Fourier, Owen y Sismondi por dos buenas razones: él creyó en la revolución (a su propia manera) y había estudiado a Hegel (a quien nunca digirió, a pesar de todas sus críticas juveniles). De este modo se las arregló para fundir en su cerebro “sistemático” el realismo del propagandista y del periodista político con el optimismo del metafísico que identifica lo racional con lo real.
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diferentes en relación al desarrollo de la acumulación —la acumulación en el sentido del resultado último del capitalismo—. Hoy, dentro de la muy compleja estructura del capitalismo avanzado, sería un error no ver claramente la interdependencia que existe entre las clases productoras de los diferentes países debido a los entrelazamientos del capitalismo a nivel internacional. Esta interdependencia existe a dos niveles: primero, como explotación desigual que depende de si capitalismo está en una fase avanzada o subdesarrollada, y segundo, de acuerdo con el desarrollo desigual del capitalismo dentro de cada país. La relación entre el centro y la periferia a un nivel mundial e internacional condiciona las relaciones dentro de la clase obrera. En Italia podemos ver un cierto tipo de relación de fuerza entre los patrones y los productores, pero no podemos cristalizar esto en un modelo válido para todo el país. En primer lugar, debemos verla en relación a la situación internacional. En segundo lugar, debemos verla en relación al Sur de Italia. Por esta razón la estructura autónoma de la lucha no debe cerrarse dentro de la dimensión de la fabricación, sino que debe incluir la situación de conflicto internacional y nacional. El problema no es fácil. Muchos camaradas lo han visto sólo como un problema de equilibrio político. A nosotros nos parece que, aunque sigue siendo un problema político, también supone un importante problema técnico como parte de cómo organizar la lucha desde un punto de vista autónomo. Permítasenos intentar entrar en esto un poco más. Los grupos de productores que, como hemos visto, están haciendo planes para una lucha basada en la autonomía, es decir, en el rechazo de un intermediario tal como los partidos y los sindicatos, deben conocer la capacidad productiva del complejo de fabricación o agrícola, y cómo adaptar su lucha en relación a la gestión autónoma basada en la elección de las perspectivas de la producción (la distribución racional del trabajo). Para hacer esto es necesario saber que la plusvalía puede formarse fuera de la situación de la fabricación y de la agricultura, extraída directamente a través de la situación de subdesarrollo en que es mantenida una parte del territorio nacional (o una parte del mundo). En otras palabras, el cálculo económico basado en la autonomía, y por consiguiente la posibilidad misma de una futura forma comunista de producción, y la base de las luchas autónomas de hoy, debe tener en mente no sólo la extracción de beneficio en el centro del complejo capitalista, sino también el que se logra mediante la simple existencia de un centro y una periferia. La situación colonialista e imperialista abre vastos horizontes para la recuperación y la acumulación comunista (que no debe ser con-
Lo que nos desconcierta más es que, frecuentemente, los camaradas anarquistas no comprenden que están subscribiendo completamente un programa que tiene sus raíces en el misticismo protestante alemán de la edad media (ver a Hegel y sus deudores), una edad media filosófica que todavía hoy insiste en una pretendida diferencia entre la “clase en sí” y la “clase para sí”. El pasaje es el despertar de la conciencia; el punto de partida la situación objetiva obtenida por la distribución de la propiedad privada. A veces el despertar de la conciencia se hace coincidir con la organización de clase. Aparte de la premisa metafísica, el único hecho concreto aquí es la historia. Por primera vez, con la gran claridad y explicación analítica, Marx se las ingenia para liberar el razonamiento del hombre de toda idealización religiosa, biológica o evolucionista. Lo que queda es el hombre en la historia: ninguna pequeña proeza —seriamente desgastada, sin embargo— de la pretensión “racionalizadora” de encerrarle dentro de la atmósfera “romanesca” de la fenomenología del espíritu (aunque vuelta del revés). De este modo, la justificación de la historia del hombre emerge del proceso dialéctico puesto dentro de una estructura fija. La historia se racionaliza a través de un proceso metafísico, del mismo modo en que ha sido hecho por otros historiadores con justamente la misma necesidad de un “punto de partida”, utilizando el dominio de la religión o la evolución de las especies. Una vez la historia es “racionalizada” la razón histórica deja de ser una “razón absoluta” (como lo era, por ejemplo, para los teóricos de la vieja democracia) y se convierte en “razón dialéctica”. La racionalidad se convierte en una nueva envoltura para un viejo paquete, permitiéndole ser vendido como nuevos bienes. Pero viejos o nuevos estos bienes son siempre un producto de “Metafísica & Cía.”, proveedora de todas las “Casas Reales” del mundo. Ciertamente, la vieja “razón absoluta” había perdido el favor. Reinterpretar el mundo con su medida habría sido una operación muy difícil y fácilmente desacreditable, como lo fueron los intentos de los materialistas ingenuos de la primera mitad del siglo XIX, románticos enamorados de la materia y sus “sensaciones” metafísicas, incapaces de arrancar las visicitudes del Hombre de su periodicidad absoluta: explotación/rebelión, y de nuevo explotación, y otra vez rebelión. Por un lado la obtusidad de la historia, por el otro la obtusidad de sus interpretadores. Esta bendita senda del espíritu no quería moverse en una dirección progresiva: la explotación continuó creciendo de nuevo después de la revuelta, la sangre de los obreros bañó las calles con una constancia que, a algunos con sentido de humor, dio la idea de predecir los ciclos revolucionarios. No obstante, a pesar de tal pobreza de medios y de la
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contaminación en las pocas ideas básicas, Marx se las arregló igualmente para ir más allá de la producción inútil de su tiempo, uniendo optimismo y realismo en una reconstrucción notable, incluso aunque carente en muchos aspectos y requiriente de algunos cambios fundamentales. Una de las partes más deficientes es precisamente la concerniente al problema de la “clase”. No es una coincidencia que el manuscrito inacabado de El Capital finalice precisamente aquí. Para nosotros los anarquistas el problema debería estar bastante claro. Cualquier razonamiento del tipo de “la cosa en sí” no debería interesarnos. Qué diablos pueda ser la “clase en sí” no nos parece un problema importante, de hecho no nos parece en absoluto un problema. Cómo esta “clase en sí” podría convertirse en “clase para sí” nos parece una broma de mal gusto. Permítasenos dejar tales “bromas tipográficas” a los profesores de filosofía y razonemos de forma más simple, preservando los hechos. Nosotros no sabemos, ni queremos saber, si existe una clase en sí misma. Lo que nos interesa es saber que existe una estructura de poder. Este hecho macroscópico, que atraviesa toda la historia, no puede negarse. De este modo, puede decirse que la historia está marcada por el poder y las diversas transformaciones que ha sufrido para persistir como tal. Pero tal razonamiento comenzaría a oler a metafísica en cuanto nos condujese a la cuestión: ¿es el poder el que determina la historia, o es algo en la historia lo que determina el poder de una forma u otra? Permítasenos dejar tal razonamiento a un lado. La historia está marcada por muchos acontecimientos, que son más o menos constantes a lo largo de su desarrollo: el Estado, la religión, la producción, el sexo, las luchas de los explotados. De hecho, sería imposible construir un desarrollo histórico partiendo de cualquiera de esos elementos, dándonos por tanto una historia basada en el Estado, la religión, la producción, el sexo, las luchas de los explotados, etc.. Y que no se entienda que creemos posible una historia militar, una historia de la religión, una historia económica, una historia sexual, y una historia de las luchas de los explotados. Sabemos, como cualquier otro, que la historia es una unidad indisoluble. Sólo estamos diciendo que, en razón del argumento, sería posible distinguir los elementos arriba mencionados. Eso demuestra, o al menos nos lo parece, que siempre es posible construir un modelo exterior, tanto si es dialéctico (el modelo metafísico), idealista (el modelo religioso), materialista (el modelo económico), o descriptivo (el modelo empírico): pero eso también demuestra que tal trabajo sería bastante inútil. Para los anarquistas, la historia es todos estos elementos juntos,
través de su contaminación desde la clase pequeñoburguesa, no fácilmente distinguible de ellos mismos. Todos los modelos que llenan las páginas de los marxistas no ayudan ciertamente a clarificar esta distinción. La clase pequeñoburguesa consiste en tenderos (distribución), administradores (control/mando) y policía (represión). Los tenderos representan a la burguesía tradicional con sus formas anticuadas de distribución, y están en proceso de ser transformados, por lo menos en los países capitalistas avanzados. Su pensamiento moral se difunde entre otros estratos, por ejemplo entre los obreros especializados. Los administradores representan la parte que controla la circulación del plusvalor extraído por los capitalistas. Ésta es la clase más obtusa y retrógrada, la más atada a una visión de la vida basada en los valores del pasado, y cuidadosa en defender los privilegios que ha obtenido hasta ahora. En la fase creciente de la fuerza contractual del Estado, esta clase se identifica con la burocracia. La clase policial comprende todos los elementos de represión. Incluidos en esta clase están los políticos, los funcionarios sindicales, la fuerza policial, los sacerdotes y todos aquellos que viven en los márgenes de la clase productora, reprimiendo o ayudando a reprimir cualquier ejemplo de revuelta. Todas estas valientes personas exaltan y garantizan la continuación de la moralidad burguesa. El estrato de los productores privilegiados, aproximadamente identificable con el proletariado industrial por su situación y privilegio, termina por aceptar estas morales, imponiéndoselas al lumpen-proletariado con su juicio negativo. De la misma manera la ideología del trabajo y la producción es importada de la clase de la pequeña burguesía. El trabajo ético, típicamente burgués, de nuevo abarca a una gran parte de la clase productora con su condición esencial: la salvaguarda de la producción. Claramente aquellos que tienen el mayor interés en la difusión de tal ideología son los burgueses mismos y los estratos que salvaguardan su existencia. Un paralelismo instructivo podría trazarse entre la moral burguesa, la ideología de la producción y el marxismo. En cualquier caso, no podemos negar que incluso este aspecto constituye un gran problema, alienado por los intereses específicos de la burguesía y los partidos a su servicio. Pero las relaciones dentro de la clase obrera están marcadas por cambios constantes en las relaciones de producción. El análisis de las últimas nos permite identificar el desarrollo de la defensa contra la explotación dentro de la clase; cómo esta explotación, aunque constante, no siempre se expresa de la misma manera. Los obreros se defienden y atacan a sus explotadores, pero este combate y ofensiva toma aspectos
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luego, la moral. La primera es la condición esencial para caer una vez más en manos de una elite que aspira a la conquista del poder y a negar la existencia de la autonomía; la segunda es la condición para operar una selección radical dentro de la clase obrera misma, estableciendo la existencia de un estrado privilegiado que pueda luego ser el primero en ser instrumentalizado por la elite ascendente. La razón es simple. Los valores morales de los tenderos burgueses persisten dentro de la clase obrera. Sobre esta base existe una división entre los trabajadores “especializados” y “manuales”, entre trabajadores profesionalmente cualificados que tienen un pasado decente, “honorable” y socialmente estimado, y aquellos que viven día a día, la llamada chusma, usualmente presente en las grandes ciudades. El marxismo, producto típico de la mentalidad moral de la burguesía, siempre ha insistido en este punto, relegando el lumpen-proletariado a los márgenes del discurso revolucionario, considerándoles con sospecha, lavando sus manos cada vez que se ven obligados a aproximarse a ellos. Más serio es el hecho de que esto no es sólo un componente literario perteneciente a los sacerdotes de la iglesia marxista, sino que es también un sentimiento común entre la masa, uno de los muchos factores de los orígenes corporativos que, en ausencia de interés, no ha sido combatido por los reformistas. La colaboración de los últimos ha impedido, de hecho, cualquier acción capaz de confrontar al Estado con una situación de conflicto no-recuperable. Tenemos así: la religiosidad en general, que determina la aceptación de un lider identificado en la elite ascendente, y la moral residual que causa una profunda división dentro del movimiento autónomo de los trabajadores, colocando los fundamentos para su instrumentalización por la futura estructura de poder. La primera consecuencia de este residuo moral es el rechazo de cualquier tendencia espontánea en la organización de la lucha, de cualquier recurso a la ilegalidad, de cualquier acción más allá de los “cánones” de la moralidad actual, diestramente explotada por la burguesía durante muchos siglos. La división dentro del movimiento obrero causa una división en la opción de estrategia a ser usada en la lucha. La condenación indiscriminada del uso de criminalidad es un ejemplo notable de esta perspectiva. No queremos aquí hacer nuestro un argumento que requeriría entrar en gran detalle. Sólo queremos decir que las semillas de la moral burguesa, si no se erradican a tiempo, son lo suficientemente serias para causar una fractura de considerable importancia. Entrando en el problema, comprendemos que, si la “religiosidad” de la venganza es esencialmente fruto de la explotación y pertenece, por lo tanto, a la clase de los productores mismos, la concepción moral burguesa no es fruto de la explotación, sino que alcanza a la clase de los productores a
y muchas otras cosas más. También podemos incluir los aspectos irracionales y metafísicos: ellos también son historia, y aunque de vez en cuando deban aislarse y condenarse, no por esto pueden ser eliminados. Si obrásemos de otro modo caeríamos en dos alternativas insolubles, como aquella entre las ideas y la acción, o a la inversa. En la práctica, todo eso no nos importa: podemos dejar tal trabajo a los profesores de filosofía. Esta exhortación nos pone ante un último obstáculo metafísico: ¿debemos preguntarnos el significado de la realidad? (Ésta no es una cuestión ociosa. Al marxismo se le debe mucho crédito por haber conseguido camuflarla posponiéndola hasta el infinito). La realidad es al mismo tiempo poder, religión, producción, sexo, la lucha, y muchas otras cosas de las que no nos acordamos o que no conocemos. Lo que importa no es interpretarla en su totalidad (lo que sería el modelo metafísico de la “cosa en sí”) sino interpretar los elementos importantes, útiles para la construcción de un programa de acción. Cada intento de análisis debe tener esta finalidad en perspectiva. Permítasenos tomar un ejemplo, partiendo del modelo que toma en consideración la lucha de los explotados, un hecho constantemente recurrente en la historia. La suerte común de estas luchas será ser reabsorbidas por el Estado. Este proceso, que ha costado millones de vidas y un sufrimiento increíble, no ha matado la voluntad de luchar. Tenemos así dos elementos: la lucha, y la voluntad de lucha. Ahora debemos preguntarnos por qué esta lucha ha tenido constantemente un resultado negativo, y lo que esto tiene de significativo. El primer punto puede explicarse parcialmente por la presencia de una minoría “dirigiendo” esta lucha, una minoría que, si por un lado se pone a la “cabeza” del movimiento de los explotados, por el otro adopta el papel de una “élite ascendente”, eso es, una minoría que intenta tomar el poder ella misma, tomando el lugar de la élite que lo tenía previamente a su cargo. Hay otra razón, más profunda, para el primer punto: la persistente “religiosidad” de las masas explotadas, de aquí su “necesidad” de una “guía”, un grupo de personas capaz de materializar su deseo de venganza. Esto nos conduce al segundo punto: ¿Qué significación debe dársele al resultado constantemente negativo de esas luchas? La conclusión está ligada al discurso sobre la autonomía del individuo. Solamente la voluntad de libertad, al mismo tiempo el fruto y la razón para la lucha, puede eliminar el sentimiento de religiosidad todavía intrínseco hoy a las luchas de los trabajadores. Este modelo podría explicar el gran diluvio de partidos reformistas y autoritarios, debido a que se convierten, en nuestra opinión, en el símbolo de la venganza. Las masas ven en estas orga-
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nizaciones la casta sacerdotal y la iglesia que conducirá a su sueño milenario. Por su parte, los burócratas del poder (los sindicatos deben incluirse en este argumento) que se presentan como élites ascendentes tienen todo el interés en explotar este sentimiento, mientras que su misma naturaleza les impide estimular cualquier iniciativa hacia un proceso de liberalización. Pero la suma de estas luchas en el curso de la historia puede verse como un progreso. Ciertamente, no debemos caer presa de la ilusión progresista, pero, en nuestro análisis, el reconocimiento de un cierto progreso está basado en hechos observables. Por ejemplo, la reducción de las horas de trabajo y la mejora en las condiciones laborales son objetivamente un progreso comparadas con las situaciones anteriores, aunque puedan convertirse en parte de un proceso de recuperación, volviendo la lucha justo tan necesaria como antes. Lo que importa aquí es el hecho evidente de que este proceso transforma el tipo de religiosidad en una situación de explotación. A la vieja religiosidad instrumentalizada por la Iglesia podemos comparar hoy la religiosidad laica instrumentalizada por los partidos políticos. El parangón es útil y nos permite ver las diferencias. Si la identificación de la clase de los explotados es vaga —y no puede ser de otro modo una vez hemos dejado deliberadamente la historia y, como veremos, la realidad en el reino de la vaguedad—, por el otro lado ahora tenemos la posibilidad de usar elementos plurales en nuestro análisis que, de otra manera, habrían quedado irremediablemente fuera de él en el caso de una elección a priori de un sistema preciso (por ejemplo, la dialéctica, la religión, la economía, la metafísica, etc.). Si la construcción de un modelo analítico es más difícil, más rico será el resultado de esta aplicación, no teniendo que funcionar en dirección a la construcción de un partido, ni en defensa de un orden preestablecido. Una conclusión tosca sería la que ligase la clase obrera a una eliminación progresiva del sentimiento religioso que da lugar a la necesidad de una “guía”. Todo intento de hacerlo “por uno mismo” es para nosotros un signo de actuar en primera persona sobre la situación de explotación. La lucha, tomada en sí misma, como el fenómeno de una masa amorfa más o menos sensibilizada bajo las enseñanzas de una iglesia o partido, no es suficiente para definir una clase. Ni es el proceso de producción, tomado como un todo, como un reparto preciso de la propiedad de los medios de producción excluyendo a una parte de la raza humana, suficiente para definir una clase. Los marxistas pueden también hablar de “conciencia” de clase, el término no nos molesta. Pero no por esto debemos ser arrastrados a
separa de él, es una hipótesis atractiva y válida, pero una que necesita ser llevada a una mayor profundidad en nuestra opinión. No podemos estar de acuerdo en ver esto como algo a encontrar exclusivamente en las actitudes e intereses de la mediana y pequeña burguesía. Un reflejo igualmente importante existe en el residuo irracional dentro de la clase obrera, y que permite el desarrollo de los intereses de esa clase intermedia que aspira al poder. En este caso, la elite ascendente no es el conjunto de la mediana o pequeña burguesía, sino una minoría de entre ellas, los partidos políticos y los sindicatos, que se definen a sí mismos como los representantes de los intereses de los trabajadores y de la burguesía menos dotada financieramente. Es por esta razón que, las acciones de los anarquistas en términos de una minoría activa, no deben definirse como una vanguardia sensible a un cierto nivel de lucha, autorizándoles a representar a las masas. Esto abriría el camino a la acción violenta como fin en sí mismo, con la pretensión de que ello podría inducir desde fuera el movimiento de los trabajadores como consecuencia de ciertas acciones “ejemplares” en su mismo aislamiento. El principio mismo de la autogestión y de la acción directa de los trabajadores como patrimonio de las masas explotadas — y no la prerrogativa de una minoría— contrastaría con tal visión parcial de la tarea revolucionaria. LAS RELACIONES DENTRO DE LA CLASE OBRERA La “religiosidad” de que hemos hablado no es la única característica de la clase obrera. Éste es más un sentimiento básico que un elemento preciso, algo irracional persistiendo dentro de la clase, y que encuentra su origen en la explotación misma. Se concreta en la demanda de “venganza”, un tipo de milenarismo que acompaña a cada tipo de religión, y en la evaluación positiva de ciertos principios compartidos con el enemigo —los cuales el último es acusado de haber profanado—. Permítasenos tomar un ejemplo histórico. En la edad media los campesinos alemanes se levantaron contra los señores y la Iglesia, demandando venganza por el sufrimiento y la privación a que siempre habían estado sujetos, pero pidiendo al mismo tiempo la restauración del principio cristiano de pobreza y moralidad en las costumbres, profanado tanto por los señores como por la Iglesia. Estaban luchando, por consiguiente, en nombre de un deseo de venganza, poniéndose por ello -con gran reticencia en este caso- en manos de un lider, en nombre de un código moral compartido con los explotadores que eran considerados profanos por el pueblo. Hoy, cambiando las condiciones de producción y la composición de las clases involucradas en el conflicto social, estas relaciones permanecen constantes dentro de la clase obrera. Primero de todo, la religiosidad;
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elección de los medios en la lucha: los dos están ligados, y se condicionan a su vez entre sí. La perspectiva violenta, la acción directa de los obreros como el sabotaje, la destrucción del trabajo, etc., no son acciones “más a la izquierda” que algunas otras supuestamente de izquierda. Son elecciones precisas dictadas por la autonomía del interés, elecciones donde la presencia activa de anarquistas es de muchísima importancia. Debemos ahora detenernos y reflexionar cuidadosamente sobre el problema de los “intereses” de los trabajadores. Si van a emerger, como en el análisis marxista, de una situación concreta —el dominio del capital— se podría hablar, con un esfuerzo lógico, de “intereses en sí mismos”, correspondientes a la “clase para sí”. Pero estos intereses sólo son realmente los de la clase obrera a condición de que ella los reconozca como tales y se las arregle para vencer los obstáculos construidos deliberadamente por el Estado, rechace las falsas propuestas de los reformistas, y así sucesivamente. En otras palabras, nosotros vemos un aspecto voluntarista en la acción autónoma de los obreros, un aspecto que alcanza el centro de los intereses “objetivos” de la clase, pero sólo a condición de que esto se logre a través de la lucha y la sensibilización. Y es aquí donde encaja la acción positiva de los anarquistas. Volverse consciente de los propios intereses, un redescubrimiento subjetivo en forma objetiva, es la condición esencial para la verificación de la revolución social sin un pasaje previo por el comunismo de Estado. Otro aspecto de la acción anarquista en el campo de la autonomía es el dirigido a la clarificación de la relación con el poder, de la que emerge la solución al problema ya mencionado de la religiosidad de la “guía”. El poder no se solidifica en un punto preciso de las fuerzas de la reacción. Afloran diferencias sustanciales entre los capitalistas, la burocracia, la clase media y la pequeña burguesía, los intelectuales y otros elementos, dentro de un marco muy complejo. No menos diferencias sustanciales existen entre los partidos en el gobierno, los partidos reformistas, los sindicatos y los órganos represivos del capital (el ejército, la policía, la judicatura, los fascistas, etc.). Pero, más allá de las diferencias específicas en la constitución y el empleo, todas estas fuerzas están unidas por la necesidad básica de toda organización del poder: la supervivencia. Luchan en primer lugar por su propia supervivencia y autoperpetuación en la situación que hace posible su existencia; entonces, para hacer más fácil esta supervivencia, pasan a una fase de desarrollo y a un deseo de un dominio siempre mayores. Que la doctrina marxista es la expresión de una cierta clase media que aspira al poder y a la superación del obstáculo final que le
sus argumentos filosóficos sobre este pseudo-problema. A menudo hemos dicho que la autonomía del individuo está determinada por su aceptación de la responsabilidad en la toma de decisiones concernientes a su vida: esta responsabilización puede también ser llamada “conciencia”. Sería preferible definirla como “voluntad”. La voluntad para hacerlo por uno mismo, la voluntad para intervenir en primera persona, la voluntad para romper el círculo hechizado de la religiosidad, la voluntad para derrocar la tradición, la voluntad de romper con las órdenes de arriba: en una palabra, la voluntad para construir la propia autonomía. Y es aquí que el discurso sobre la autonomía del individuo se encuentra con el de la autonomía de la clase obrera. LA MINORÍA ACTIVA La conclusión de la autonomía de la clase obrera nos llega, como hemos visto, a partir de la imposibilidad de quebrar el círculo contrarrevolucionario de otro modo. Que esta imposibilidad se suponga debida a un pretendido proceso histórico es algo que no nos concierne. La autonomía de los trabajadores no es otra “forma” filosófica como muchas otras, es una necesidad objetiva. Los trabajadores deben mirar por sus propios intereses: el estímulo religioso hacia un delegado para que se ocupe de sus intereses debe combatirse. Aquí surge una cuestión. ¿Qué determina el nacimiento y desarrollo de la organización autónoma de lucha dentro de la clase obrera? ¿Es automática, una consecuencia directa de la imposibilidad de una salida revolucionaria debido a la “santa alianza” entre el capital, los partidos y los sindicatos? ¿O existe una minoría precisa, actuando dentro de las masas, desarrollando una clarificación progresiva de los peligros, obstáculos y posibilidades: es decir, impulsando a las masas a actuar por sí mismas? La respuesta más exacta sería una ilustración de los dos factores, uno junto al otro. Pero en la práctica el problema más serio que se levanta es el del carácter histórico preciso del proletariado industrial y su papel “hegemónico” en la perspectiva revolucionaria. Les parecería a algunos que sin el nacimiento del proletariado industrial la tendencia a la organización autónoma no habría tenido lugar. Nosotros encontramos tal razonamiento curioso por dos razones: primero, insiste en dar al proletariado industrial el papel histórico de “guía”, y propone una alternativa ilógica en la historia, la posibilidad de una “no existencia” del proletariado. Pero el proletariado existe. La industria y su desarrollo tienen su lugar en la historia, la revolución industrial determinó el nacimiento del capitalismo y éste ha evolucionado hasta el día presente como sabemos, y mues-
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tra claros signos de ir en una cierta dirección. Todo esto conduce a una simplificación de nuestro problema. Una gran parte de la clase obrera está hoy constituida por el proletariado industrial. Está directamente ligada en su configuración como clase al desarrollo de la revolución industrial, que es lógica. Pero no entendemos cómo a partir de esto podemos pasar a la afirmación de que los obreros industriales deben jugar un papel predominante sobre el resto de la clase obrera. No sólo eso, no entendemos la segunda cuestión: por qué la autonomía sólo puede surgir dentro del proletariado industrial. Si admitimos tal razonamiento, debemos admitir que la crisis del capitalismo es una crisis “mortal”, y no una “transformación”. Si el proletariado industrial es el margen más sensible de la clase obrera, ellos también serían los más aptos para percibir la enfermedad del capitalismo y para oponerse a él con una forma de lucha específica, es decir, la organización autónoma. Los otros estratos, por ejemplo, los campesinos, no estando inmediatamente en contacto con el estrato privilegiado de la producción, no atenderían a estos estímulos, y la posibilidad de autonomía no surgiría. No nos parece que el capitalismo esté en una “crisis mortal”. Al contrario, nos parece que su fortaleza está tan viva y vigorosa como siempre. Es muy evidente que la crisis se está manifestando como una crisis pasiva, una evolución hacia un tipo muy diferente de capitalismo mucho más capaz y eficiente que el actual. Por consiguiente, no podemos hablar en términos de una “crisis final”. No obstante, una tendencia a la organización obrera autónoma existe. De hecho, la actual posición de los reformistas (los partidos y los sindicatos) no es una “respuesta” a la “crisis final” del capitalismo más de lo que lo es la autonomía proletaria. La colaboración de los sindicatos y los partidos no es una nueva estrategia, sino que es la respuesta normal de instituciones en desarrollo a aquellos en el poder. Les gustaría destruir a los últimos, pero deben permitirles subsistir de modo que el cambio pueda producirse con el menor daño posible a la estructura; de otra manera la elite ascendente, cuando llegasen al poder, se encontrarían ellos mismos con un montón de escombros en sus manos. Ésta es la posición real de los reformistas. De la misma manera, la autonomía de la clase obrera, planteada como la posibilidad subyacente de la lucha, no se deriva de la “crisis final” del capitalismo, sino que es parte de los constantes intentos de la clase para liberarse a sí misma de la explotación. En este sentido, podemos ver cómo los trabajadores siempre han buscado organizaciones nuevas y autónomas en contraste con las precedentes (caducas o absorbidas por el sistema), con el fin de sobrevivir o de luchar, y podemos ver también cómo estas organizaciones se han dejado en manos de la elite ascen-
dente, han alcanzado el poder, y han negado el ejemplo autónomo de la base de los trabajadores. Debemos estudiar, por lo tanto, más estrechamente este mecanismo de “depositar” la autonomía en manos de los “dirigentes” y partidos-guía. Debemos examinar las causas de esta “religiosidad”, las motivaciones irracionales que actúan y se convierten en una parte de la estructura, la falta de confianza en sí mismas que parece afligir a las masas, arrojándolas en manos de los reformistas. Hemos preguntado cuál podría ser el papel de una minoría activa dentro de la perspectiva de la autonomía de la clase obrera. La conclusión es una constante medición de las fuerzas que determinan el fracaso de autonomía de clase, es decir, las fuerzas que quizás hemos resumido incorrectamente como la “religiosidad” para subrayar su esencia irracional. Es imposible teorizar en abstracto la formación de un grupo minoritario anarquista que actúe sobre las masas más allá del nivel de sus propios intereses. En lo que podemos estar de acuerdo es sobre la esencia y el contenido de esos intereses. La cortina de humo estirada por los reformistas está impidiendo una evaluación apropiada de los intereses de los trabajadores mucho más drásticamente de lo que el poder brutal de los patrones y los fascistas lo ha hecho en el pasado. La alianza de la socialdemocracia con los patrones es el peor obstáculo imaginable en el camino de la libertad de los trabajadores. Debemos, por consiguiente, establecer un punto de referencia para la acción anarquista dentro del campo de la autonomía de los trabajadores. Éste puede encontrarse en los intereses objetivos de éstos últimos, cuya clarificación constituye la contribución inicial de la minoría anarquista. Pero esto no significa dentro de la perspectiva de la “dirección” que, si bien es adoptada por la tendencia anarquista más ortodoxa, acabaría por trazar la senda de la socialdemocracia, agente de la estructura de poder. Significa, por el contrario, acción dentro del movimiento obrero mismo, acción partiendo del concepto de la autonomía y la organización autónoma concerniente a los intereses de los trabajadores, y ligada al concepto de la autonomía individual, vuelta a la vida a través de la perspectiva de clase de la liberación revolucionaria. El fracaso de tantos y tantos casos concretos consiste en que la acción de los anarquistas, si bien clara a un cierto nivel analítico, a menudo yerra en la elección de los medios. Esta decisión alza toda la cuestión de los fines que han de lograrse. Atacar el proyecto de los partidos y los sindicatos requiere una idea clara de los medios a ser empleados en la lucha, y no sólo un postergamiento ciego a la espontaneidad de los obreros. El problema de la autonomía no está separado del problema de la
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LA GIOIA ARMATA (EL PLACER ARMADO) Prólogo a la edición inglesa de 1993 Este libro se escribió en 1977 al mismo tiempo en que tenían lugar en Italia luchas revolucionarias, y aquella situación, ahora profundamente distinta, debería tenerse en cuenta al leerlo hoy. El movimiento revolucionario, incluyendo el anarquista, estaba en una fase de desarrollo y todo parecía posible, incluso una generalización del conflicto armado. Pero era necesario protegerse del peligro de especialización y militarilización que una restringida minoría de militantes intentaban imponer a decenas de miles de compañeros que estaban luchando con todos los medios posibles contra la represión y contra los intentos del Estado –más bien débil a decir verdad- de reorganizar la gestión del capital. Esa era la situación en Italia, pero algo similar estaba teniendo lugar en Alemania, Francia, Reino Unido y otros sitios. Parecía esencial impedir que las muchas acciones llevadas a cabo cada día por los compañeros contra los hombres y las estructuras de poder, fueran arrastradas hacia la lógica planeada de un partido armado como las Brigadas Rojas en Italia. Este es el espíritu del libro. Mostrar cómo una práctica de liberación y destrucción puede irrumpir una placentera lógica de lucha, en vez de una mortal rigidez esquemática dentro de los cánones preestablecidos de un grupo dirigente. Algunos de estos problemas ya no existen. Han sido resueltos por las duras lecciones de la historia. El derrumbe del socialismo real de repente redimensionó para bien las ambiciones de los dirigentes de los marxistas de cualquier tendencia. Por otra parte, no se ha extinguido, sino posiblemente avivado, el deseo de libertad y comunismo anarquista que se está propagando por doquier, especialmente entre las generaciones jóvenes, en muchos casos sin recurrir a los simbolismos tradicionales del anarquismo, sus slogans y teorías también consideradas con un comprensible pero no compartible rechazo visceral.
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Alfredo Maria Bonanno sus utopías constructivas de una sociedad libre, como por ejemplo en España o Rusia, examinándolas bien, esas construcciones son bastante discutibles. Son ciertamente revoluciones, pero no son revoluciones libertarias, no son la anarquía. Por lo tanto cuando estos señores nos dicen: “Sois utópicos, vosotros los anarquistas sois ilusos, vuestra utopía no se puede realizar”, nosotros debemos decir: “Sí, es verdad, el anarquismo es una tensión, no una realización, no es un intento concreto de realizar la anarquía mañana por la mañana”. Sin embargo también debemos poder decir: pero vosotros, muy estimados señores demócratas que estáis en el gobierno, que nos reguláis la vida, que pretendéis entrar en nuestras ideas, en nuestros cerebros, que nos gobernáis por medio de la opinión cotidiana que construís en los periódicos, en la universidad, en las escuelas, etc., vosotros, señores, ¿qué habéis realizado? ¿Es un mundo digno de ser vivido? ¿O bien un mundo de muerte, un mundo en el que la vida es un suceso allanado, falto de calidad, sin significado, un mundo en el que se llega a una cierta edad, en la antesala de la jubilación, y nos preguntamos: “¿Pero qué he hecho de mi vida? ¿Qué sentido ha tenido vivir todos estos años?”. He aquí lo que habéis realizado, aquí vuestra democracia, vuestro concepto de pueblo. Estáis gobernando un pueblo, ¿Pero qué quiere decir pueblo? ¿El pueblo qué es? Es quizá la pequeña parte, ni siquiera tan consistente, que va a las votaciones, a las elecciones, que vota por vosotros, que nombra una minoría, la cual nombra después otra minoría aún más pequeña que la primera y que nos gobierna en nombre de las leyes. Pero estas leyes, ¿qué son, si no expresión de los intereses de una pequeña minoría específicamente dirigida a lograr en primer lugar sus propias perspectivas de enriquecimiento, de reforzamiento del poder y este tipo de cosas? Estáis gobernando en nombre de un poder, de una fuerza que ¿de qué os viene? De un concepto abstracto, habéis realizado una estructura que pensáis puede ser mejorada... ¿mas cómo, de qué manera se ha mejorado en la historia? ¿En qué condición vivimos hoy si no en una condición precisamente de muerte, de aplastamiento de la calidad? Esta es la crítica que debemos devolver contra los sostenedores de la democracia. Si nosotros anarquistas somos utópicos, lo somos como una tensión hacia la calidad; si los demócratas son utópicos, lo son como una reducción hacia la cantidad. Y a la reducción, al apergaminamiento vivido en el ámbito de un dimensión del mínimo daño posible para ellos y del máximo daño verificable para la gran cantidad de personas que resultan explotadas, a esta realidad miserable, nosotros contraponemos
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nuestra utopía que al menos es una utopía de la calidad, una tensión hacia un futuro diferente, radicalmente diferente del que vivimos ahora. Por lo tanto todos los discursos que os son dirigidos por cualquiera que os habla en nombre del realismo político, cuando os hablan los hombres del Estado, los profesores, que son los servidores de los hombres del Estado, los teóricos, periodistas, todos los intelectuales que transitan por aulas como estas, con sus discursos os dirigen las palabras calmas y tolerantes del hombre realista, afirmando que no hay otra manera de actuar, que la realidad es la que es, que es necesario hacer sacrificios, aquí, esta gente os está liando. Os está liando porque es verdad que se puede actuar de forma diferente, porque es verdad que cada uno de nosotros puede alzarse en nombre de su dignidad herida ante el engaño, porque es verdad que cada uno de nosotros se puede sentir engañado porque, finalmente, ha podido tomar conciencia de lo que están haciendo en su perjuicio y alzándose cada uno puede cambiar no sólo, en los límites en que es posible conocer, la realidad de las cosas, sino que puede cambiar su vida, puede convertirla en digna de ser vivida, puede levantarse por la mañana, poner los pies en tierra, mirarse al espejo y decir: “Al final he alcanzado a cambiar las cosas, al menos en lo que a mí respecta” y sentirse un hombre digno de vivir su vida, no un títere en manos de un titiritero que ni siquiera es posible ver bien para poder escupirle a la cara. He aquí el porqué los anarquistas continuamente vuelven a hablar de qué es el anarquismo. Porque el anarquismo no es un movimiento político. También es eso, pero como aspecto secundario. El hecho de que el movimiento anarquista se haya presentado históricamente como un movimiento político no quiere decir que el anarquismo como movimiento político agote todas las potencialidades anarquistas de lo existente. El anarquismo no se resuelve en el grupo anarquista de Cúneo, Turín, Londres o de tantas otras ciudades, etc. No es eso el anarquismo. Cierto, allí también están los compañeros anarquistas y está, espero, o por lo menos se debería presumir que está, el tipo de compañero que individualmente ha comenzado su insurrección, que se ha dado cuenta, que ha tomado consciencia del contexto de obligación y coacción dentro del cual está forzado a vivir. Pero el anarquismo no es sólo eso, sino que es también la tensión de la vida, de la calidad, aquella fuerza que conseguimos sacar de nosotros mismos cambiando la realidad de las cosas. Y el anarquismo es el conjunto de este proyecto de transformación unido al proyecto que se realiza en el interior de nosotros mismos, con el progresar de nuestro cambio personal. No se trata por tanto de un hecho cuantitativamente considerable desde el punto de vista his-
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[1] Craxi: ex secretario general del PSI (Partido Socialista Italiano), ex jefe de gobierno, implicado en muchos juicios por financiación ilícita del partido, corrupción, etc. Ya condenado, en algún juicio, por la justicia italiana (8 años), se encontraba bajo varias órdenes de busca y captura. Falleció recientemente después de vivir varios años de “exilio” en su lujosa villa de Hammamet, cerca de Túnez. [2] Andreotti: miembro destacado de la DC (Democracia Cristiana) en los últimos 50 años. Varias veces jefe de gobierno, senador vitalicio, relacionado, durante el curso de su carrera, en decenas de sucesos oscuros desde la corrupción al asesinato, la asociación mafiosa y al intento de golpe de Estado. Siempre ha salido absuelto en los juicios. En el momento de darse esta charla tenía otro juicio: estaba acusado de ser quien ordenó el asesinato del periodista Pecorelli y, otra vez, de asociación mafiosa. [3] Riina: actualmente en la cárcel, está considerado, por los media y los jueces, el jefe supremo de Cosa Nostra (mafia siciliana). Fugitivo por decenas de años, ahora, algunos arrepentidos mafiosos lo relacionan con Andreotti. Al parecer los dos han sido vistos besarse en las mejillas, en el ritual mafioso sinónimo de hermandad y complicidad entre jefes. [4] Di Pietro: ex policía, ha sido el fiscal más destacado del equipo de “Mani Pulite” de Milán, el organismo que primero empezó a derribar el imperio del PSI. Exaltado por la muchedumbre como el salvador de la nación, dejó la fiscalía para entrar en política y ha sido ministro de obras públicas del gobierno durante unos meses, hasta que él mismo se ha visto involucrado en juicios por corrupción. [5] Borrelli: fiscal jefe de Milán, coordinador del equipo de “Mani Pulite”. El presente texto es la transcripción de una conferencia titulada “Anarquismo y Democracia”, celebrada en Cúneo (Italia) el 28 de enero por Alfredo M. Bonanno en la sala de reuniones del liceo científico “G. Peano”. La primera edición en castellano apareció en marzo de 1997 de la mano de Arsénico.
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mínimas trazas de poder y perfeccionando cada vez más la tensión hacia la anarquía. Los anarquistas son los habitantes de un planeta incómodo en todos los casos, porque cuando la lucha va bien se les olvida, cuando la lucha va mal se les acusa de ser los responsables, de haber llevado la lucha de mala manera, de haberla llevado a un mal desenlace. Ninguna ilusión entonces respecto a posibles resultados cuantitativos: si la lucha que es realizada desde un punto de vista insurreccional es correcta, va bien, y los resultados, si los hay pueden ser útiles para la gente que la ha realizado, no desde luego para los anarquistas. No hace falta caer en la equivocación, en la que desgraciadamente muchos compañeros han caído, de pensar que el resultado positivo de la lucha pueda traducirse en un crecimiento de nuestros grupos, porque esto no es cierto, porque esto se traduce sistemáticamente en una desilusión. El crecimiento de nuestros grupos, y el crecimiento de compañeros desde un punto de vista numérico, son cosas importantes pero no pueden llegar mediante los resultados obtenidos, cuanto más bien por la construcción, la formación de aquellas ideas de fuerza, de aquellas dilucidaciones de las que hablábamos antes. Los resultados positivos de las luchas y el crecimiento también numérico de nuestros grupos son dos cosas que no pueden ligarse por un proceso de causa y efecto. Pueden estar en conexión entre ellas, pueden no estarlo. Quisiera decir aún dos palabras antes de concluir. He hablado de qué es el anarquismo, de qué es la democracia, de cuales son los equívocos que nos son colocados continuamente enfrente, de las formas en que se está transformando la estructura de poder que llamamos capitalismo moderno, capitalismo post-industrial, de unas estructuras de lucha de los anarquistas que hoy no son ya aceptables, del modo en el que hoy nos podemos contraponer a las que son las realidades de poder, y finalmente he hablado de las diferencias entre el anarquismo tradicional y el anarquismo insurreccional de hoy.
tórico, no es un hecho que se realiza simplemente con el desarrollo del tiempo y que se deja ver mediante determinadas teorías, mediante algunas personas, mediante ciertos movimientos y tampoco, porqué no, mediante bien precisas acciones revolucionarias. En esta suma de elementos hay siempre algo más, y es este algo más que hace vivir continuamente el anarquismo de forma diferente. Consecuentemente, entre esta tensión que debemos, según lo veo, conservar siempre dentro de nosotros mismos como tensión hacia lo diverso, hacia lo impensable, lo indecible, hacia una dimensión que debemos realizar y que no sabemos bien en qué modo, y la cotidianidad de las cosas que hacemos y podemos hacer, debemos mantener siempre un ligamen, una relación precisa de cambio, de transformación. El primer ejemplo que me viene en mente sobre este argumento es todavía otro elemento contradictorio. Pensad en el concepto del problema: “Hay problemas por resolver”, ésta es una frase clásica. Tenemos todos problemas por resolver, la vida es un problema por resolver, el vivir es un problema, cualquier aspecto de la realidad, desde la propia condición social, desde el deber romper un cerco que nos rodea, a la simple vicisitud que cotidianamente afrontamos, todo eso lo consideramos un problema. ¿Pero los problemas son solucionables? Y aquí hay una gran equivocación. ¿Por qué? La estructura que nos oprime sugiere la idea de que los problemas son solucionables y que es ella misma quien los soluciona. Y aún más, esta estructura sugiere el ejemplo (creo que muchos de los presentes son estudiantes) de los problemas que se resuelven en geometría, en matemáticas, etc. Pero este tipo de problema, el problema matemático, que es considerado como un ejemplo del problema solucionable, no es más que un falso problema, por lo que es posible resolverlo ya que en el momento en que afrontamos un problema matemático la respuesta al problema está ya contenido en la presentación del problema mismo, es decir la respuesta es una repetición del problema de forma diferente, o sea, como se dice técnicamente, una tautología. Se dice una cosa y se responde con la misma cosa, por lo que, a grosso modo, no hay solución al problema, sino que hay una repetición del problema de forma diferente. Ahora bien, cuando se habla de resolver un problema que afecta a la vida de todos nosotros, nuestra existencia cotidiana, se habla de problemas que tienen una complejidad tal que no se puede contener dentro de una simple repetición del problema mismo. Por ejemplo, si decimos: “El problema de la policía”, la existencia de la policía para muchos de nosotros constituye un problema. No hay duda de que el policía es un instrumento de opresión a través del cual el Estado nos impide
Agradezco vuestra atención.
Cúneo, 28 enero 1995 Alfredo Maria Bonanno
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hacer determinadas cosas. ¿Cómo se hace para resolver un problema de este tipo? ¿Existe la posibilidad de resolver el problema de la policía? La pregunta, de por sí, se revela inconsistente. No existe la posibilidad de resolver el problema de la policía. Pero desde el punto de vista del razonamiento democrático existe un problema de resolver algunos aspectos del problema de la policía, democratizando las estructuras, transformando la mentalidad del policía y cosas por el estilo. Ahora, pensar que ésta sea una solución al problema del control y de la represión es cuanto menos estúpido, además de ilógico, en efecto no es más que una forma de modular la represión según los intereses del poder, según los intereses del Estado. De hecho, si hoy sirve una policía democrática, mañana podría servir una estructura de control y represión mucho menos democrática que hoy y la Policía diría de nuevo como ha hecho en el pasado: obedezco, quizá expeliendo o eliminando de su interior rarísimas y marginalísimas minorías que lo ven diferente. Cuando digo Policía entiendo cualquier estructura represiva desde los carabinieri a la magistratura, cualquier expresión del Estado que sirve simplemente como aspecto de control y represión. Como veis, consecuentemente, los problemas sociales no son solucionables. El engaño, por parte de las estructuras democráticas, de pretender resolver los problemas, es un engaño que hace ver como no existe ninguna afirmación del pensamiento político democrático que se apoye en un mínimo de realidad, en un mínimo de concreción. Todo se basa en la posibilidad de jugar sobre el error de que de todas formas las cosas se pueden ajustar con el tiempo, se pueden mejorar, se pueden ordenar. Es sobre este ordenamiento en donde se basa la fuerza del poder, y es sobre este ordenamiento que los dominantes rigen a medio y largo plazo. Cambian las cartas, cambian las relaciones y nosotros esperamos que llegue lo que ellos nos han prometido, algo que no llega nunca, porque estas mejoras no se materializan nunca, porque el poder permanece, cambiando y transformándose en la historia, permanece siempre el mismo, permanece siempre: un puñado de hombres, una minoría de privilegiados que gestiona las palancas del dominio, que realiza sus propios intereses y tutela las condiciones de supremacía de quien está al mando, de quien continúa dominando. Ahora, nosotros ¿qué poseemos como instrumento para contrarrestar este estado de cosas? ¿Nos quieren controlar? Y nosotros rechazamos el control. Ciertamente esto podemos hacerlo, sin duda lo hacemos, tratamos de minimizar los daños. Pero, en un contexto social, el rechazo del control es válido hasta un cierto punto. Podemos circunscribir ciertos aspectos, podemos gritar cuando somos golpeados injusta-
juego de las partes, en caso contrario no habríamos podido entrar. Esto es interesante. Podemos utilizar incluso estructuras de este tipo, pero en el momento del ataque estos lugares nos son prohibidos. Si entrásemos aquí dentro con la intención del ataque, la policía nos lo habría impedido, me parece claro. Ahora, ya que el poder se realiza en el espacio, la relación del anarquista con el espacio es importante. Ciertamente la insurrección es un hecho individual y por lo tanto, en aquel sitio recóndito de nosotros mismos, por la tarde cuando nos estamos adormeciendo pensamos “...bueno, a fin de cuentas las cosas no van tan mal”, porque uno se siente en paz consigo mismo y se duerme. Aquí está, en este lugar particular que está privado de espacio, nos movemos como queremos. Pero después debemos además transitar nosotros mismos por el espacio de la realidad y el espacio, si lo pensáis bien, está casi exclusivamente bajo la tutela del poder. Consecuentemente, moviéndonos en el espacio, llevamos con nosotros estos valores de insurrección, estos valores revolucionarios, estos valores anarquistas y los medimos en un enfrentamiento en el que no estamos sólo nosotros. Debemos localizar pues los que son los objetivos significativos y si éstos están y, mira por dónde, estos objetivos están siempre y por doquier, contribuir a crear las condiciones para que la gente, los explotados, sobre cuya piel aquellos objetivos están prosperando, hagan algo para impedirlos. Este proceso revolucionario según lo veo yo es de naturaleza insurreccional. No tiene un fin (esto es importante) de naturaleza cuantitativa, porque la destrucción del objetivo o el impedimento del proyecto no puede ser medido en términos cuantitativos. Sucede que se me viene a decir: “Pero cuantas luchas hemos hecho en los últimos veinte, treinta años” y en cuántas ocasiones he hecho este discurso también yo mismo y cuántas veces me he oído decir: “¿Pero qué resultado hemos obtenido?” Incluso cuando se ha hecho algo, la gente después ni siquiera se acuerda de los anarquistas... “¿Los anarquistas? ¿Pero quiénes son estos anárquicos, los monárquicos? Quizá los del rey”. Las personas no se acuerdan bien. ¿Pero qué importancia tiene.? No es de nosotros que se deben acordar, sino que se deben acordar de su lucha porque la lucha es suya. Nosotros somos una ocasión en la lucha. Nosotros somos un algo más. En la sociedad liberada, en la anarquía ya llevada a término, o sea en una dimensión del todo ideal, los anarquistas, que en cambio son indispensables en la lucha social a todos niveles, entonces tendrían sólo el papel de llevar siempre más allá las luchas, eliminando incluso las más
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aquella iluminación que dentro de nosotros produce las consecuencias de una idea fuerte que se contrapone a la verborrea de las opiniones, aquí, estos compañeros, entrando en relación con otros compañeros, también de otros sitios, a través de una estructura de tipo informal, hasta ese punto han realizado sólo una parte del trabajo. En un cierto punto deben decidirse, deben superar esta línea de demarcación, deben dar un paso del que después no es fácil dar marcha atrás. Deben entrar en relación con personas que anarquistas no son, en función de un problema que es intermedio, que está circunscrito (la destrucción de la base de Comiso, por cuanto fantástica esta idea pudiese ser, o interesante, o simpática, evidentemente no era la anarquía, no era a buen seguro la realización de la anarquía). ¿Qué habría sucedido si realmente se hubiese alcanzado a entrar en la base y destruirla? Yo no lo sé. Probablemente nada, probablemente todo. No lo sé, no se puede saber, nadie puede saberlo. Pero la belleza de la realización de aquel hecho destructivo no se halla en sus posibles consecuencias. Los anarquistas no aseguran nada de las cosas que hacen, sino que identifican las responsabilidades de personas y las responsabilidades de estructuras y por lo tanto en base a una decisión se determinan a la acción y desde ese momento en adelante se sienten seguros de sí, porque aquella idea de justicia que actúa dentro de ellos ilumina la acción, hace ver las implicaciones de una persona, de más personas, de una estructura, de más estructuras y por lo tanto las consecuencias de estas implicaciones. Aquí se coloca la determinación de actuar de los anarquistas. Sin embargo una vez que actúan junto a otras personas, deben también tratar de construir organismos sobre el territorio, esto es organismos que tengan la capacidad de aguantarse, de causar consecuencias en la lucha contra el poder. No debemos olvidar en efecto, y es importante esta reflexión, que el poder se realiza en el espacio, es decir, el poder no es una idea abstracta. El control no sería posible si no estuviesen los cuarteles de policía, si no estuviesen las cárceles. El poder legislativo no sería posible si no estuviese el Parlamento, si no estuviesen los parlamentitos regionales. El poder cultural que nos oprime, que construye la opinión, no sería posible si no estuviesen las escuelas o las universidades. Ahora, las escuelas, las universidades, los cuarteles, las cárceles, las industrias, las fábricas, son lugares que se materializan en el territorio, son zonas acotadas en las que nosotros podemos movernos sólo si aceptamos determinadas condiciones, o sea si aceptamos el juego de las partes. Estamos aquí dentro porque hemos aceptado el
mente, sin embargo está claro que hay determinados lugares del dominio donde reglas que se llaman leyes, carteles que señalan alambradas, hombres que se llaman policías nos impiden entrar. No hay duda, probad a entrar en el Parlamento y veréis lo que pasa, no sé. No se pueden superar determinados niveles, determinados controles no pueden ser evitados. Entonces, nosotros contra esta situación, ¿qué contraponemos? ¿Simplemente un sueño? Una teoría de libertad, que encima incluso debe ser formulada bastante correctamente, porque no podemos decir: “La libertad de los anarquistas es simplemente una reducción del control”. En ese caso caeremos en el error: “¿Pero dónde se debe detener esa reducción del control? ¿Quizá en un control mínimo?” ¿Por ejemplo el Estado se volvería legítimo como Estado, para nosotros anarquistas, si en vez de ser el Estado opresor de hoy fuese, pongamos, el ideal Estado mínimo de los liberales?” Evidentemente no. Por lo tanto no es éste el razonamiento a hacer. No está por lo tanto constituido por una limitación del control lo que podemos tratar de obtener y alcanzar, sino por una abolición del control. Nosotros no estamos por una mayor libertad, una mayor libertad se da al esclavo cuando se le alarga la cadena, nosotros estamos por la abolición de la cadena, consecuentemente estamos por la libertad, no por una mayor libertad. Y la libertad quiere decir ausencia de cadenas, quiere decir ausencia de límites con todo lo que de esta afirmación se desprende. La libertad es un concepto no sólo difícil y desconocido, sino que es un concepto doloroso, y por el contrario se nos vende como un concepto bellísimo, dulce, relajante, como un sueño que está totalmente lejano como para hacernos sentir bien, como todas las cosas que por lejanas constituyen una esperanza, una fe, una creencia. En otras palabras, aquello intocable que resuelve los problemas de hoy no porque en efecto los resuelva sino porque simplemente los tapa, los empaña, los modifica, impidiendo una clara visión de todas las desgracias que tenemos hoy. Bueno, un día seremos libres, bueno, estamos en dificultades, pero en estas dificultades hay una fuerza subterránea, un orden involuntario que no depende de ninguno de nosotros, que trabaja en nuestro lugar, que poco a poco hará modificar las condiciones de sufrimiento en que vivimos y nos llevará a una dimensión libre en la que viviremos todos felices. No, la libertad no es esto, esto es un engaño que se parece mucho, y trágicamente, a la vieja idea de Dios, la idea de Dios que nos ayudaba tantas veces, y ayuda también hoy a tantas personas en el sufrimiento, porque éstas se dicen: “Bueno, hoy sufrimos, pero en el otro mundo estaremos bien”, o mejor como dice el Evangelio los últimos
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serán los primeros, consecuentemente esta inversión anima a los últimos de hoy porque serán los primeros de mañana. Si diésemos por real un concepto de libertad de este tipo, acunaremos los sufrimientos de hoy, aplicaremos una pequeña medicación sobre las plagas sociales de hoy, exactamente del mismo modo que el cura con su sermón, con su razonamiento, aplica una pequeña mediación sobre las plagas de los pobres dispuestos a escucharle, que se ilusionan con que el reino de Dios les librará de los sufrimientos. Está claro que los anarquistas no pueden hacer el mismo razonamiento, la libertad es un concepto destructivo, la libertad es un concepto que comprende la absoluta eliminación de cualquier límite. Ahora, la libertad es una hipótesis que debe permanecer en nuestro corazón, pero dispuestos a afrontar todos los riesgos de la destrucción, todos los riesgos de la destrucción del orden constituido en que vivimos. La libertad no es un concepto que puede consolarnos en espera de que se desarrollen mejoras prescindiendo de nuestra capacidad real de intervención. Para darse cuenta de conceptos de este tipo, para darse cuenta de los riesgos que se corren manejando conceptos peligrosos de este tipo, debemos ser capaces de construir en nosotros las ideas, de tener las ideas. También sobre este punto hay equívocos considerables. Está en circulación la costumbre de considerar como idea cualquier concepto que tengamos en mente. Uno dice: “Se me ha ocurrido una idea”, y de este modo trata de identificar lo que es una idea. Esta es la teoría cartesiana que se contraponía a aquella platónica de la idea como punto de referencia abstracto, lejano, etc. Pero no es éste el concepto al que nos referimos nosotros cuando hablamos de idea. La idea es un punto de referencia, es un elemento de fuerza que transforma la vida, es un concepto que ha sido cargado de valor, es un concepto de valor que se convierte en concepto de fuerza, algo capaz de desarrollar de manera diferente nuestra relación con los demás, todo esto es la idea. Sin embargo, en efecto, la fuente a través de la que nos llegan los elementos para que podamos elaborar ideas de este tipo, ¿Cual es? La escuela, la academia, la universidad, los periódicos, los libros, los profesores, los especialistas y similares, la televisión. Pero a través de estos instrumentos de información y de elaboración cultural, ¿Qué nos llega? Nos llega un cúmulo más o menos considerable de informaciones que llueve sobre nosotros en cascada, hierve como en una olla, dentro de nosotros, y nos hace producir opiniones. No tenemos ideas, tenemos opiniones. Aquí la trágica conclusión. Sin embargo, ¿Qué es la opinión? Es una idea allanada que ha sido uniformada para adecuarla a grandes can-
característica de atacar la realidad en la que se encuentran, sin esperar la orden de alguien. Después la característica de ser “autónomos”, esto es de no depender ni relacionarse con partidos políticos u organizaciones sindicales. Por último la característica de afrontar los problemas uno cada vez y no de proponer plataformas sindicales genéricas que inevitablemente se traducirían en la gestión de un mini-partido o un pequeño sindicato alternativo. El resumen de estas tesis puede parecer más bien abstracto y es por eso que antes de concluir quiero poner un solo ejemplo para que en la práctica algunas de estas cosas se entiendan mejor. En el intento que se hizo, en los primeros años Ochenta, buscando impedir la construcción de la base de misiles americana en Comiso fue aplicado un modelo teórico de este tipo. Los grupos anarquistas que intervinieron a lo largo de dos años construyeron las “ligas autogestionadas”. Estas ligas autogestionadas eran precisamente grupos no anarquistas que operaban en el territorio y que tenían como único objetivo el de impedir la construcción de la base destruyendo el proyecto en curso de realización. Las ligas eran por lo tanto núcleos autónomos con las siguientes características: tenían como único fin el de atacar y destruir la base. Por lo tanto no tenían una serie de problemas, porque si se hubiesen propuesto una serie de problemas se habrían convertido en grupos de sindicalistas con él objetivo, pongamos, de la defensa del puesto de trabajo, o de encontrar un trabajo, o quizá de resolver otros problemas inmediatos. En vez de eso tenían como fin sólo el de destruir la base. La segunda característica era la conflictividad permanente, esto es desde el primer momento en que estos grupos fueron constituidos (no eran grupos anarquistas, sino grupos de personas en los cuales había también anarquistas) desde el primer momento en que fueron constituidos, decía, estos grupos entraron en conflicto con todas las fuerzas que querían construir la base, sin que esta conflictividad fuese determinada o declarada por organismos representativos o responsables de los grupos mismos. Y la tercera característica era la autonomía de estos grupos, es decir que estos no dependían ni de partidos, ni de sindicatos ni similares. Las vicisitudes de la lucha contra la construcción de la base en parte son conocidas, en parte no y no se si viene al caso retomar acá su historia, quería sólo referirme a ésta a título de ejemplo. Por lo tanto el anarquismo insurreccionalista debe superar un problema esencial, para ser tal debe superar un límite, si no sólo queda la hipótesis del anarquismo insurreccionalista. Esto es, los compañeros que forman parte de los grupos de afinidad y que por lo tanto han operado lo que decíamos antes, aquella insurrección de naturaleza personal,
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primer discurso que hemos hecho esta tarde, si os acordáis, no hay profundización de ideas que no sea igualmente práctica de cosas a hacer junto, de acciones, de realizaciones de hechos. Por lo tanto entre la profundización de ideas y la realización de los hechos hay un continuo trasvase mutuo. Un pequeño grupo constituido por compañeros que se conocen y que se identifican a través de una afinidad, un pequeño grupo que se reuniese solo para soltar cuatro chismes por la tarde sería un grupo no de afinidad sino un grupo de simpáticos socios que reuniéndose por la tarde pueden hablar de cualquier cosa. Por el contrario un grupo que se reúne para discutir pero que discutiendo se coloca en conjunto para hacer y que haciendo contribuye a desarrollar la discusión que llevada adelante se transforma en otras ocasiones de hacer, éste es el mecanismo de los grupos de afinidad. ¿Cuál puede ser después el modo en que a los grupos de afinidad les sea posible entrar en contacto con otros grupos de afinidad respecto a los cuales no es necesario el conocimiento profundo que por el contrario es indispensable dentro de cada grupo? Este contacto puede ser asegurado por la organización informal. ¿Pero qué es una organización informal? Entre los diversos grupos de afinidad que entran en contacto entre si, para intercambiarse ideas y hacer cosas conjuntamente, puede haber una relación de naturaleza informal y consecuentemente la construcción de una organización, incluso amplísima a nivel territorial, incluso de decenas y, por qué no, de centenares de organizaciones, de estructuras, de grupos, que tienen una característica informal que es siempre justamente la discusión, la periódica profundización de problemas, de las cosas a hacer juntos, y cosas así. Esta estructura organizativa del anarquismo insurreccional es diferente de la organización de la que habíamos discutido antes a propósito de las formas del anarco-sindicalismo. Pero este análisis de las formas organizativas, dicho acá en pocas palabras, merecería una profundización, cosa que no puedo hacer aquí, en el ámbito de una conferencia. Una organización de este tipo, en efecto, quedaría a mi modo de ver sólo como un hecho interno al movimiento si no se realizase también en relaciones con el exterior, esto es a través de la construcción de grupos de referencia externos, de núcleos externos basados también en una característica informal. No es necesario que estos grupos de base estén constituidos sólo por anarquistas: en su interior podrá participar la gente que tiene intención de luchar para alcanzar la determinados objetivos, aunque sean circunscritos, a condición de que estén basados en algunas condiciones esenciales. Primero de todo la “conflictividad permanente”, es decir grupos que tienen la
tidades de personas. Las ideas de masas o las ideas masificadas son opiniones. El mantener estas opiniones es importante para el poder porque es mediante la opinión, la gestión de la opinión, como se obtienen determinados resultados, sin ir más lejos, por ejemplo, el mecanismo de la propaganda a través de los grandes medios de información, la realización de los procesos electorales, etc. La formación de las nuevas élites de poder no tiene lugar por medio de las ideas, sino que tiene lugar por medio de las opiniones. ¿Contraponerse a la formación de opinión qué quiere decir? ¿Quiere decir quizá adquirir un mayor número de informaciones? Es decir, ¿contraponerse a la información con una contrainformación? No, eso no es posible, porque por más vueltas que demos al problema no podemos tener la capacidad de colocar contra el grandísimo número de informaciones por el que somos bombardeados cotidianamente, nuestra contrainformación capaz de “desvelar”, a través de un proceso de ver lo que hay detrás, la realidad que ha sido “sustituida” por la verborrea informativa. No podemos obrar en ese sentido. Cuando hacemos ese trabajo muy rápidamente vemos que es inútil, no logramos convencer a las personas. He aquí porqué los anarquistas han afrontado críticamente el problema de la propaganda. Sí, claro, como veis hay una mesita bien surtida, como sucede en todos los lugares cuando se realizan iniciativas y conferencias de este tipo. Siempre están nuestros folletos, siempre están nuestros libros. Estamos supercargados de periódicos y tenemos mucha capacidad haciendo este tipo de publicismo. Pero no es sólo ése el trabajo que debemos hacer, y cuando ese trabajo hagamos no debe contener elementos de contrainformación, o que si los contenga se trate de hechos accidentales. Este trabajo está dirigido esencialmente, o debería estar dirigido, a constituir una idea o unas pocas ideas de base, unas pocas ideas fuerza. Pongamos un único ejemplo. En los últimos tres o cuatro años se ha desarrollado el asunto que los periódicos, con una palabra horrenda, llaman de “Tangentopoli” o de Manos Limpias, y tal. Ahora, toda esta operación ¿Qué ha construido en las personas? Ha construido la opinión de que la magistratura es capaz de arreglar las cosas, de hacer condenar a los políticos, de cambiar las condiciones, por lo tanto de llevarnos de las viejas concepciones típicas de la primera República Italiana a la nueva de la segunda República Italiana. Está claro que este proceso, esta opinión, es muy útil, por ejemplo ha permitido el crecimiento de una “nueva” élite de poder, que ha sustituido a la precedente. Nueva por decir algo, nueva hasta un cierto punto, se mire como se mire con ciertas
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características de novedad y con tristes representaciones de viejas costumbres y de viejos personajes. De esta manera funciona la opinión. Ahora comparad este proceso de formación de una opinión que ha dado beneficios considerables sólo para ellos, con la construcción de una idea fuerza como podría ser una análisis profundo del concepto de justicia. La diferencia es abismal. ¿Pero qué es justo? Por ejemplo, ha sido ciertamente justo para muchos, y lo hemos considerado justo también nosotros, que Craxi[1] haya sido obligado a recluirse en su villa tunecina. La cosa ha sido simpática, incluso nos ha hecho reír, incluso nos ha hecho sentirnos bien, porque cuando cerdos de este nivel acaban siendo apartados es algo simpático. ¿Pero es ésta la verdadera justicia? Por ejemplo, Andreotti[2] se encuentra en apuros, al parecer se ha besado en las mejillas con Riina[3]. Noticias de este tipo está claro que nos inspiran simpatía, nos hacen estar mejor porque un puerco como Andreotti no hay duda de que molestaba incluso a nivel físico, simplemente con mirarlo en televisión. ¿Pero es éste el concepto de justicia? Fijaos que en lo que respecta a Di Pietro[4] y Borrelli[5] hay un entusiasmo de estadio. ¿Qué quiere decir un entusiasmo de estadio? Quiere decir que millones de personas se han visto envueltas en el proceso de uniformación de la opinión. Mientras que el concepto de justicia sobre el que nosotros deberemos tratar de reflexionar es diferente. ¿A qué nos debería llevar el concepto de justicia? Nos debería llevar a admitir que si son responsables Craxi o Andreotti al mismo título que ellos es responsable gente como Borrelli y Di Pietro. Porque si los primeros eran hombres políticos los otros son magistrados. Concepto de justicia significa fijar una línea de demarcación entre quién es sostén y justificación y fuerza del poder y quien a éste se contrapone. Si el poder es injusto en cuanto a su misma existencia lo vuelve injusto, y si todos los intentos para justificarse a sí mismo, algunos de los cuales hemos visto antes, se revelan timos, cualquier hombre del poder, más o menos demócrata, sea lo que sea que haga estará siempre en el extremo opuesto de la justicia. La construcción de un concepto de justicia de este tipo es evidentemente la formación de una idea, de una idea que no se encuentra sobre los periódicos, de una idea sobre la que no se profundiza en las aulas de las escuelas o en las aulas universitarias, que no puede constituir elemento de opinión, que no puede llevar a la gente a votar. Más bien, esta idea lleva a la gente a estar en contraposición consigo misma. Porque ante el tribunal de sí mismo cada uno se pregunta: “¿Pero yo, ante la idea de justicia, cuando me parece bonito lo que hace Di Pietro, cómo me coloco, también yo me dejo meter en el saco, también yo soy
existía aún una fuerte clase obrera, se nos podía ilusionar con aquel pase, se nos organizaba en consecuencia. Por ejemplo, las hipótesis organizativas del anarco-sindicalismo preveían un fuerte movimiento sindical que, penetrando en la clase obrera y organizándola casi en su totalidad, realizase esa expropiación y ese pase. No estando ya este sujeto colectivo que probablemente ha sido mítico desde su nacimiento, y que en cualquier caso ahora no existe ni siquiera en su misma visión mítica transcurrida, ¿Qué sentido tendría, y que sentido tiene, un movimiento sindical anarco-sindicalista? Ningún sentido. Por lo tanto la lucha debe partir de otros sitios, debe partir con otras ideas y debe partir con otros métodos. De ahí que nosotros hayamos desarrollado desde hace aproximadamente quince años una crítica del sindicalismo y del anarco-sindicalismo, de ahí que nosotros seamos y nos definamos anarquistas insurreccionalistas. No porque pensemos que la solución sean las barricadas. Las barricadas quizá pueden ser una trágica consecuencia de elecciones que no son las nuestras, sino que somos insurreccionalistas porque pensamos que la acción del anarquismo debe necesariamente afrontar problemas gravísimos que no son queridos por el anarquismo pero que son impuestos por la realidad que los dominadores han construido, y que no podemos eliminar con un simple vuelo de nuestro deseo. Una organización anarquista que se proyecta hacia el futuro debería consecuentemente ser más ágil. No puede presentarse con las características pesadas, cuantitativamente pesadas, de las estructuras del pasado. No puede presentarse a través de una dimensión de síntesis, como por ejemplo la organización del pasado cuya estructura organizativa anarquista pretendía reasumir la realidad en su propio interior a través de determinadas “comisiones” que trataban los varios problemas, comisiones que después tomaban sus propias decisiones en un congreso periódico anual que se pronunciaba sobre la base de tesis que probablememe se remontaban al siglo pasado. Todo esto tuvo su época, no porque haya pasado un siglo desde que fue ideado, sino porque la realidad ha cambiado. De ahí que nosotros sostengamos la necesidad de la formación de pequeños grupos basados en el concepto de afinidad, grupos incluso minúsculos que están constituidos por pocos compañeros que se conocen, que profundizan en ese conocimiento, porque no puede haber afinidad si no nos conocemos. Nos podemos reconocer como afines sólo profundizando precisamente los elementos que determinan las diferencias, frecuentándose. Este conocimiento es un hecho personal, pero es también un hecho de ideas, de debates, de discusiones. Mas, en vigor del
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quista, según los anarco-sindicalitas, no era más que la sociedad de hoy libre del poder, con las mismas estructuras productivas que hoy, pero no ya en manos del capitalista sino en manos de la colectividad que la administraría colectivamente. Este concepto hoy es absolutamente impracticable por diversos motivos. Primero de todo, porque las transformaciones tecnológicas que se han realizado no permiten un paso simple y lineal de la sociedad precedente, actual, en que vivimos a una sociedad futura en la que desearíamos vivir. Este pase directo es imposible por un motivo muy simple, por ejemplo la tecnología telemática no podría ser utilizada de una forma liberada, de una forma liberadora. La tecnología y las implicaciones telemáticas no se han limitado sólo a realizar determinadas modificaciones en el interior de ciertos instrumentos, sino que han transformado también las otras tecnologías. Pongamos, la fábrica no es la estructura de la fábrica de ayer con encima la agregación del medio telemático, sino que es la fábrica telemática, que es absolutamente otra cosa. Tengamos en cuenta que de, todos estos conceptos naturalmente podemos hablar de manera muy general porque requerirían un tiempo considerable para ser mejor profundizados. Consecuentemente la imposibilidad de utilizar este patrimonio, y por lo tanto este pase, camina paralelamente al final del mito de la centralidad de la clase obrera. Actualmente, en una situación en la que la clase obrera se ha prácticamente pulverizado, no existe la posibilidad de utilización de los denominados medios de producción que se deberían expropiar, y entonces, ¿Cuál es la conclusión? No queda otra conclusión posible que esta masa de medios de producción que tenemos enfrente debe ser destruida. Sólo nos queda la posibilidad de pasar a través de una dramática realidad de destrucción. La revolución que podemos teorizar, y de la cual además no estamos seguros, no es la revolución de ayer que se imaginaba un simple hecho, que podía además acaecer sólo en un día o en una hermosa tarde, sino un largo, trágico, sangrantísimo asunto que podrá pasar por procesos inimaginablemente violentos, inimaginablemente trágicos. Y es hacia este tipo de realidad que nos acercamos. No porque este sea nuestro deseo, no porque nos gusta la violencia, la sangre, la destrucción o la guerra civil, las muertes, las violaciones, la barbarie, no es eso, sino porque es el único camino plausible, es el único que las transformaciones queridas por quien nos domina y por quien nos manda han convertido necesario. Se han dirigido ellos hacia este camino. No podemos ahora sólo con un simple vuelo de nuestro deseo, una simple imaginación, cambiar algo. Entonces, si en la teoría pasada, en la que
un instrumento de opinión, también yo soy la terminal de un enorme proceso de formación del poder y consecuentemente también yo me convierto no sólo en esclavo del poder sino en cómplice del poder?”. Por fin hemos llegado, hemos llegado a nuestras implicaciones. Porque si es cierto el concepto del que hemos partido de que para el anarquista no hay diferencia entre teoría y acción, en el momento en que esta idea de justicia se hace luz en nosotros, si esta idea ilumina sea siquiera por un instante nuestro cerebro, esta luz no podrá apagarse jamás porque cada momento, cualquier cosa que pensemos, nos sentiremos culpables, nos sentiremos cómplices, cómplices de un proceso de discriminación, represión, genocidio, muerte, proceso del que no podremos ya nunca considerarnos ajenos. ¿Cómo podemos definirnos entonces revolucionarios, anarquistas? ¿Cómo podemos definirnos sostenedores de la libertad? ¿De qué libertad hablamos si hemos dado nuestra complicidad a los asesinos que están al poder?. Mirad como es de diferente y crítica la situación de quien inmediatamente alcanza, por análisis profundo de la realidad o simplemente por casualidad o desgracia, a hacer penetrar en su propio cerebro una idea tan clara como la idea de justicia. Ideas de este tipo no hay muchísimas. La idea de libertad, por ejemplo, es lo mismo. Quien por un instante piensa en qué es la libertad, no puede contentarse con hacer algo para que se pueda aumentar un poquito las libertades de la situación en que vive. Desde aquel momento en adelante él se sentirá culpable y tratará de hacer algo para aliviar su sentido de sufrimiento. Se sentirá culpable por no haber hecho algo hasta ese momento, y desde ese momento entrará en las condiciones de una vida diferente. En el fondo, con la formación de opinión, ¿qué quiere el Estado? ¿El poder qué quiere?. Sí, por supuesto, quieren crear una opinión media para que después a partir de ésta se puedan realizar ciertos movimientos del tipo delegación electoralista, formación de las minorías de poder y cosas por el estilo. Pero no quieren sólo eso, quieren nuestro consenso, quieren nuestra aprobación, y el consenso es hallado mediante determinados instrumentos, especialmente de naturaleza cultural. Por ejemplo, la escuela es uno de los almacenes a través de los cuales se halla el consenso y se construye la futura mano de obra de naturaleza intelectual, y no sólo intelectual. Las transformaciones productivas del capitalismo de hoy necesitan un tipo de hombre diferente al de ayer. Ayer, hasta hace poco tiempo, había necesidad de un hombre que tuviese su capacidad profesional, su orgullo de esta capacidad, su cualificación profesional. Ahora la situación ha cambiado bastante. El mundo del trabajo pide una cualificación
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media, mejor incluso baja, y pide cualidades que una vez no sólo no estuvieron presentes sino que ni siquiera eran pensables, por ejemplo la flexibilidad, la adaptabilidad, la tolerancia, la capacidad de intervenir a nivel asambleario. Mientras antes; por poner un ejemplo específico, la producción de las grandes empresas se basaba en la realización de las grandes líneas de producción basadas en las cadenas de montaje, ahora se tienen estructuras diferentes o robotizadas o construidas sobre la base de las islas, de pequeños grupos que trabajan juntos, que se conocen, que se controlan mutuamente y cosas así. Este tipo de mentalidad no es sólo la mentalidad de la fábrica, no es sólo “el obrero nuevo” que están construyendo, sino que es “el hombre nuevo” que están construyendo: un hombre flexible, con ideas medias, opaco en sus deseos, con una reducción fortísima del nivel cultural, con un lenguaje empobrecido, con lecturas estandarizadas que son sólo ésas, siempre ésas, una capacidad de razonamiento circunscrita contrapuesta a una capacidad elevadísima de saber decidir con brevedad entre el sí y el no de una solución, de saber escoger entre dos posibilidades, un botón amarillo, un botón rojo; un botón negro, un botón blanco. Helo aquí, este tipo de mentalidad están construyendo. ¿Y dónde lo están construyendo? Lo están construyendo en la escuela, pero lo construyen también en la vida de todos los días. ¿Qué harán con un hombre de este tipo? Les servirá para poder realizar todas las modificaciones que son importantes para la reestructuración del capital. Les servirá para poder gestionar mejor las condiciones y las relaciones de mañana. ¿Cómo serán estas relaciones? Éstas estarán basadas en modificaciones cada vez más veloces, apelando a la satisfacción de deseos absolutamente inexistentes pero pilotados y queridos de una manera determinada en pequeños grupos paso a paso más consistentes. Este tipo de hombre nuevo es exactamente lo contrario de lo que nosotros podamos desear e imaginar, lo contrario de la calidad, lo contrario de la creatividad, lo contrario del deseo real, de la alegría de vivir, lo contrario de todo esto. ¿Cómo podemos combatir contra la realización de este hombre tecnológico? ¿Cómo podemos luchar contra esta situación? ¿Podemos esperar a que llegue un día, un hermoso día, para poner el mundo patas arriba, lo que los anarquistas del siglo pasado llamaban “la grande soirée”, la gran tarde o el gran día -”le grand jour”-, en el que fuerzas que nadie puede prever acabarán por tomar las riendas y explotar en el conflicto social que todos esperamos y que se llama revolución por el que todo cambiará y será el mundo de la perfección y de la alegría?.
Ésta es una teoría milenarista. Ahora que se avecina el fin del milenio podría incluso volverse a erguir. Pero las condiciones son diferentes, no es ésta la realidad, no es esta espera lo que nos puede interesar. En vez de eso nos interesa otra intervención, una intervención mucho más pequeña, más modesta pero capaz de conseguir algo. Nosotros, como anarquistas, estamos llamados a hacer algo, somos llamados por nuestras responsabilidades y por lo que decíamos antes. En el momento en que la idea se enciende en nuestra mente, no la idea de la anarquía, sino la idea de la justicia, de la libertad, cuando estas ideas se encienden en nuestra mente y cuando a través de estas ideas alcanzamos a entender cómo es el engaño que tenemos enfrente, que podremos definir, hoy como nunca, un engaño democrático, ¿qué hacemos? Nos debemos poner manos a la obra y este manos a la obra significa también organizarse, significa crear las condiciones de enlazamiento y referencia entre nosotros anarquistas que deben ser diferentes de las que eran las condiciones de ayer. Hoy la realidad ha cambiado. Como decíamos antes, están construyendo un hombre diferente, un hombre descualificado y lo están construyendo porque tienen necesidad de crear una sociedad descualificada. Pero, descualificado el hombre, han quitado del centro de la concepción de la sociedad política de ayer la que era la figura del trabajador. El trabajador ayer soportaba el peor peso de la explotación. Por este motivo se pensaba que debiese ser él, como figura social, quien diese inicio a la revolución. Basta con pensar en el análisis marxista. En el fondo, todo “El Capital” de Marx está dedicado a la “liberación” del trabajador. Cuando Marx habla del hombre, se sobreentiende el trabajador; cuando desarrolla su análisis sobre el valor, habla de tiempos de trabajo; cuando desarrolla su análisis sobre la alienación, habla del trabajo. No hay nada que no tenga que ver con el trabajo. Pero eso porque en el análisis marxista, en los tiempos en que fue desarrollado, el trabajador permanecía central, efectivamente la clase trabajadora podía ser teorizada como centro de la estructura social. Si bien con análisis diferentes, también los anarquistas se acercaron a una consideración bastante similar en lo que se refería a la posición del trabajador como centro del mundo social, la clase trabajadora como centro. Pensemos en el análisis anarco-sindicalista. Para los anarco-sindicalistas se trataba sólo de llevar a las extremas consecuencias el concepto de lucha sindical, desvincularlo de la más restringida dimensión de la reivindicación sindical, para poderlo desarrollar hasta la realización, mediante la huelga general, del hecho revolucionario. Consecuentemente la sociedad del mañana, la sociedad liberada o anar-
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Selección de textos “No habrá revolución hasta que no bajen los Cosacos.” Coeurderoy VIII
Alfredo Maria Bonanno Este libro ha recobrado vigencia, pero de una manera diferente. No como crítica a la pesada estructura monopolizante que ya no existe, sino porque puede hacer notar las potentes capacidades del individuo en su camino, con placer, hacia la destrucción de todo lo que le oprime y le regula. Antes de terminar debería mencionar que se ordenó la destrucción de este libro en Italia. El tribunal supremo italiano ordenó que se quemara. Todas las librerías que tenían una copia, recibieron una circular del Ministerio de Interior ordenando su incineración. Más de un librero se negó a quemar el libro, considerando tal práctica equivalente a la de los nazis o la inquisición, pero por ley el volumen no se puede consultar. Por la misma razón el libro no se puede distribuir legalmente en Italia y a muchos compañeros que tenían copias se las confiscaron durante una vasta oleada de redadas, llevadas a cabo con ese propósito. Fui sentenciado a 18 meses de prisión por escribir este libro. Alfredo M. Bonnano Catania, 14 de julio 1993
Incluso el juego en la lógica del capital es enigmático y contradictorio, que lo usa como uno de los componentes del espectáculo de la mercancía. Adquiere una ambigüedad que no posee en sí mismo. Esta ambigüedad proviene de la estructura ilusoria de la producción capitalista. De esta forma, el juego deviene en suspensión de la producción, un paréntesis de “tranquilidad” en la vida cotidiana. Así el juego es programado y usado escénicamente. Fuera del dominio del capital el juego es armoniosamente estructurado por su propio impulso creativo. No está ligado a esta o aquella representación deseada por las fuerzas del mundo de la producción, sino que se desarrolla autónomamente. Sólo en esta realidad el juego es alegre, da placer. No “suspende” la tristeza del desgarro causado por la explotación; al contrario, la realiza por completo, devolviéndola participante en la realidad de la vida. De esta forma opone a los engaños puestos en acción por la realidad de la muerte –incluso a través del juego– para hacer la tristeza menos triste. Los destructores de la realidad de la muerte luchan contra el reino mítico de la ilusión capitalista, un reino que, aspirando a la eternidad, rueda en el polvo de la contingencia. El placer emerge del juego de la acción destructiva, del reconocimiento de la profunda tragedia que implica, de la conciencia del entusiasmo que es capaz de abatir las telarañas de la muerte. No es cuestión de oponer horror al horror, tragedia a la tragedia, muerte a la muerte. Es una confrontación entre placer y horror, placer y tragedia, placer y muerte. Para matar a un policía no es necesario ponerse la toga de juez, apresurándose a limpiarla de la sangre de anteriores sentencias. Los tribunales y las sentencias de las revoluciones son siempre parte del espectáculo del capital, incluso cuando son revolucionarios quienes juegan esos papeles. Cuando se mata a un policía no se pesa su responsabilidad, el enfrentamiento de clase no se convierte en una cuestión de aritmética. Uno no programa una visión de la relación entre el movimiento revolucionario y los explotadores. Se responde a nivel inmediato de una exigencia que ha venido a ser estructurada en el movimiento revolucionario, una necesidad de todos los análisis y justificaciones del mundo nunca podrán haber impuesto. Esta exigencia es el ataque al enemigo, al explotador y a sus siervos. Madura lentamente en las estructuras del movimiento. Sólo cuando aparece, el movimiento pasa de la defensa al ataque. El análisis y la justificación moral está río arriba, no en
¿Por qué diablos estos benditos muchachos disparan a Montanelli en las piernas? ¿No habría sido mejor haberle disparado en la boca? Por supuesto que sí. Pero además habría sido más grave. Más vengativo y sombrío. Dejar coja a una bestia como esa, puede tener un lado más significativo, más profundo, que va más allá de la venganza, del castigo por la responsabilidad de Montanelli, periodista fascista y siervo de los amos. Lisiarle significa obligarle a claudicar, hacerle recordar. Por otra parte, es una diversión más agradable que dispararle en la boca, con pedazos de cerebro saliendo a chorros por los ojos. El compañero que cada mañana se levanta para ir a trabajar, que se pone en camino en la niebla y camina hacia la sofocante atmósfera de la fábrica, o la oficina, para volver a ver las mismas caras: el capataz, el cronometrador, el espía de turno, el estakhanovista-consiete-niños-que-mantener... Siente la necesidad de revolución, de lucha
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La Gioia Armata (El Placer Armado) En parís, 1848, la revolución fue una fiesta sin un principio o final. Bakunin I
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y de choque físico, incluso mortal. Pero además siente que todo esto le debe aportar algo de placer ahora, no después. Y nutre este placer con sus fantasías, mientras camina cabizbajo en la niebla, mientras pasa horas en trenes o tranvías, mientras se ahoga bajo las inútiles prácticas de la oficina o ante los inútiles tornillos que sirven para mantener los inútiles mecanismos del capital juntos. El placer remunerado, fines de semana libres o vacaciones pagadas por el jefe, es como pagar para hacer el amor. Parece lo mismo, pero hay algo que falla. Cientos de discursos se apilan en libros, panfletos y periódicos revolucionarios. Es necesario hacer esto, es preciso hacer aquello, hay que ver las cosas así, como dijo éste o como dijo aquél, porque ellos son los verdaderos intérpretes de estos o aquellos del pasado, estos en letras mayúsculas que llenan los sofocantes volúmenes de los clásicos. También es necesario tener estos a mano. Forma parte de la liturgia. El no tenerlos podría ser un mal signo, sería sospechoso. De acuerdo que tenerlos a mano puede ser útil, siendo volúmenes pesados siempre se pueden usar para tirárselos a la cara a algún pelmazo. No una nueva, pero no obstante una agradable confirmación de la validez de los textos revolucionarios del pasado (y del presente). Nunca hay nada sobre el placer de estos tomos. La austeridad del claustro no tiene nada que envidiar de la atmósfera que uno respira en sus páginas. Sus autores, sacerdotes de la revolución de la venganza y el castigo, pasan su tiempo pesando y contabilizando culpas y penas. Por otra parte, estos vestales en vaqueros han hecho voto de castidad, por tanto lo esperan y lo imponen. Quieren ser recompensados por su sacrificio. Primero abandonaron los cómodos ambientes de su clase de origen, después pusieron su capacidad al servicio de los desheredados, después se han acostumbrado a utilizar un lenguaje que no es el suyo y a soportar sábanas sucias y camas sin hacer. Por tanto, que les escuchen, al menos. Sueñan con revoluciones ordenadas, principios pulcramente elaborados, anarquía sin turbulencias. Cuando la realidad toma un giro diferente empiezan a gritar “provocación”, vociferando hasta hacerse escuchar por la policía. Los revolucionarios son gente devota. La revolución no.
rente. Estas estructuras actúan sobre la base de estímulos que no entran en el cuadro de nuestro análisis. Una pacífica mañana, durante una pacífica manifestación autorizada, la policía empieza a disparar, la estructura reacciona, los compañeros también disparan, los policías caen. ¡Moraleja! La manifestación era pacífica, para que haya degenerado en pequeñas acciones de guerrilla debe haber habido provocación. Nada puede salir del cuadro perfecto de nuestra organización ideológica, que no es sólo una “parte” de la realidad, sino que es “toda” la realidad. Lo que vaya más allá es locura y provocación. Se destruyen algunos supermercados, algunos negocios, se saquean almacenes de comida y armerías, se queman coches de gran cilindrada. Es un ataque al espectáculo mercantil, en sus formas más conspicuas. Las nuevas estructuras se mueven en esa dirección. Toman forma de repente, con una mínima orientación estratégica preventiva indispensable. Sin alardes, sin grandes premisas analíticas, sin complejas teorías de apoyo. Atacan. Los compañeros se identifican con estas estructuras. Rechazan las organizaciones del equilibrio del poder, de la espera, de la muerte, su acción es una crítica concreta de la posición de estera, suicida, de estas organizaciones. ¡Moraleja! Ha tenido que haber provocación. Se atacan los modelos tradicionales de “hacer” política. Se incide fuerte y críticamente sobre el movimiento mismo. Se usan las armas de la ironía. No limita al estudio cerrado de un escritor, sino en masa, por las calles. No sólo los siervos de los amos, los ya reconocidos a nivel oficial, sino los guías revolucionarios de un pasado lejano y reciente, se encuentran en dificultades. La mentalidad del jefe de poca monta de un grupo es puesta es crisis. ¡Moraleja! La crítica sólo es legítima contra los amos, y según las reglas fijadas por la tradición histórica de la lucha de clases. Quien se desvíe del seminario es un provocador. A la gente le hastían las reuniones, la lectura de los clásicos, las manifestaciones inútiles, las discusiones teóricas, las infinitas distinciones, la monotonía y la extrema miseria de ciertos análisis políticos. Ante todo esto la gente prefiere hacer el amor, fumar, escuchar música, caminar, dormir, reír, jugar, matar policías, lisiar periodistas, ajusticiar magistrados, volar comisarías. ¡Moraleja! La lucha es legítima sólo cuando es comprensible para los jefes de la revolución. En caso contrario, existiendo el riesgo de que la situación se escape a su control, tiene que haber habido provocación. Date prisa, compañero, dispara pronto al policía, al juez, al jefe, antes de que una nueva policía te lo impida. Date prisa es decir no, antes de que una nueva represión te convenza que es inútil, loco, de que aceptes la hospitalidad del manicomio. Date prisa en atacar al Capital, antes de que una nueva ideología lo haga sagrado para ti. Date prisa en rechazar el trabajo, antes de que un nuevo sofista te diga, una vez más, que “el trabajo te hace libre”. Date prisa en jugar, Date prisa en armarte.
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Alfredo Maria Bonanno Llamo a un gato un gato Boileau
nos encontramos en el interior de una estructura del movimiento que está muy lejana de las formas históricas de organización. Esta estructura se modifica continuamente, escapando a toda tentativa de cristalización. Se caracteriza por la autoorganización de los productores en el lugar de trabajo, y la simultánea autoorganización de las formas de lucha contra el trabajo. No tomar los medios de producción a través de las organizaciones históricas, sino rechazar de la producción a través del empuje de estructuras organizativas que se modifican continuamente. Lo mismo ocurre en la realidad no garantizada (parados, trabajo temporal). Las estructuras emergen sobre la base de la autoorganización, estimuladas por la huida del aburrimiento y la alineación. La introducción de objetivos programados e impuestos por una organización ajena a estas estructuras mataría al movimiento y lo regalaría al espectáculo de la mercancía. Muchos de nosotros estamos atados a esta visión de la organización revolucionaria. Incluso los anarquistas, que rechazamos la organización autoritaria, no dejan de reconocer validez a sus formaciones históricas. Sobre esta base aceptamos que la realidad contradictoria del Capital puede ser atacada con medios similares. Lo hacemos porque estamos convencidos de que estos medios son legítimos, emergentes del mismo terreno del enfrentamiento con el Capital. Rechazamos admitir que alguien pueda no ver las cosas como nosotros lo hacemos. Nuestra teoría es idéntica a la práctica y la estrategia de nuestras organizaciones. Hay muchas diferencias entre nosotros y los autoritarios. Pero todas se hunden ante nuestra fe común en la organización histórica. Se llegará a la anarquía a través de la obra de estas organizaciones (las diferencias –sustanciales- sólo aparecen a través de métodos aproximativos). Pero esta fe demuestra algo muy importante: la pretensión de toda nuestra cultura racionalista de explicar el movimiento de la realidad, y de explicarlo de un modo progresivo. Esta cultura se basa en la idea de la irreversibilidad de la historia y en la capacidad analítica de la ciencia. Todo esto nos hace ver el momento presente como el punto de confluencia de todos los esfuerzos del pasado, como el punto más alto de la lucha contra el poder de las tinieblas (la explotación capitalista). Así nosotros estaríamos, de un modo absoluto, más avanzados que nuestros predecesores, capaces de elaborar y poner en práctica teorías y estrategias organizativas que serían resultado de la suma de todas las experiencias pasadas. Todos aquellos que rechazan esta interpretación se encuentran autónomamente fuera de la realidad, que es por definición histórica, progreso y ciencia. Quien rechaza es antihistórico, antiprogresista y anticientífico. Condenas sin apelación. Reforzados con esta coraza ideológica salimos a la calle. Aquí nos encontramos con una realidad de lucha estructurada de modo dife-
Todos estamos preocupados con el problema revolucionario de cómo y qué producir, pero nadie habla del producir como problema revolucionario. Si la producción es la base de la explotación capitalista, cambiar el modo de producción significa cambiar el modo de explotación, no eliminarla. Un gato, aunque lo pintes de rojo, es siempre un gato. El productor es sagrado. No se toca. Santifica, mejor, su sacrificio, en nombre de la revolución, y el juego está hecho. ¿Y qué comeremos?, se preguntan los más preocupados. Pan y estopa, responden los realistas simplificadores, con un ojo en la olla y otro en el fusil. Ideas, responden los chapuceros idealistas, con un ojo en el libro de los sueños y otro en el género humano. Cualquiera que toca la productividad muere. El capitalismo y aquellos que luchan contra él, se sientan el uno junto al otro sobre el cadáver del productor, con tal de que el mundo de la producción continúe. La crítica de la economía política es una racionalización del modo de producción con el mínimo esfuerzo (de aquellos que disfrutan de los beneficios de la producción). El resto, aquellos que sufren la explotación, deben tener cuidado de que nada falte. Si no, ¿cómo viviríamos? Cuando sale a la luz, el hijo de la oscuridad no ve nada, como cuando andaba a tientas en la oscuridad. El placer le ciega. Le mata. Así que dice que es una alucinación y lo condena. Los burgueses, panzudos y mantecosos, gozan de su opulento no hacer nada. Gozar es, por tanto, pecaminoso. Eso significa compartir los mismos estímulos que la burguesía y traicionar a los del proletario productor. No es verdad. Lo burgueses hacen enormes esfuerzos para mantener el proceso de explotación en marcha. También ellos están estresados y nunca encuentran tiempo para el placer. Sus cruceros son ocasiones para nuevas inversiones, sus amantes son quintas columnas para conseguir información de la competencia. La diosa productividad mata incluso a sus humildes servidores. Arranca sus cabezas, nada más que saldrá un diluvio de inmundicia. El hambriento desgraciado abriga sentimientos de venganza cuando ve al rico rodeado de sus siervos. Destruir al enemigo antes que nada. Pero
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que el botín se salve. La riqueza no se debe destruir, se debe utilizar. No importa lo que sea, qué forma o qué perspectivas de empleo permita. Lo que cuenta es arrancársela al que actualmente la detenta, para disponer todos libremente de ella. ¿Todos? Por supuesto, todos. ¿Y cómo ocurrirá esto? Con la violencia revolucionaria. Bonita respuesta. Pero, en concreto, ¿Qué haremos después de haber cortado tantas cabezas que nos aburramos? ¿Qué haremos cuando no encontremos más patrones aunque los busquemos con linterna? Entonces será el reino de la revolución. A cada cual según sus necesidades, de cada cual según sus posibilidades. Presta atención, compañero. Aquí huele a contabilidad. Se habla de consumo y producción. Seguimos en la dimensión de la productividad. La aritmética hace que nos sintamos seguros. Dos y dos son cuatro. Nadie podrá desmentir esta “verdad”. Los números gobiernan el mundo. Si lo han hecho desde siempre ¿Por qué no deberían hacerlo por siempre? Todos necesitamos algo sólido y duro. Piedras sobre las que construir un muro contra los impulsos que empiezan a ahogarnos. Todos necesitamos objetividad. El patrón jura por su cartera, el campesino por su arado, el revolucionario por su pistola. Abre un respiradero crítico y todo el andamiaje objetivo caerá. En su pesada objetividad, el mundo cotidiano nos condiciona y nos reproduce. Todos somos hijos de la banalidad diaria. Incluso cuando hablamos de “cosas importantes” como la revolución, nuestros ojos están todavía pegados al calendario. El patrón teme la revolución porque le privaría de su riqueza, el campesino hará la revolución para conseguir un pedazo de tierra, el revolucionario para verificar su teoría.Si se ve el problema en estos términos, no hay diferencia entre cartera, tierra y teoría revolucionaria. Estos objetos son puramente imaginarios, espejos de la ilusión humana. Sólo la lucha es real. Distingue al patrón del campesino y establece la alianza entre éste y el revolucionario. Las formas organizativas de la producción de objetos son los vehículos ideológicos que cubren la sustancial ilusión de la identidad individual. Esta identidad viene proyectada en la imaginación económica del valor. Un código establece su interpretación. Algunos elementos de este código están en manos de los patronos, como hemos aprendido con el consumismo. También la tecnología de la guerra psicológica y la represión total son elementos de una interpretación del ser hombres a condición de ser productores. Otros elementos del código están disponibles para un uso modi-
gente piensa que realmente las reformas pueden cambiar las cosas. Pero esto es más una cubierta ideológica que otra cosa. Saben muy bien que cambiar los papeles es una de las reglas del sistema. Ajustando las cosas un poco en el momento se obtiene el resultado de ser útil al capital. Después está el movimiento revolucionario donde no faltan aquellos que atacan verbalmente el poder del Capital. Esta gente causa una gran confusión, recurren a grandes frases pero no impresionan a nadie, mucho menos al Capital, que los usa socarronamente para la parte más difícil de su espectáculo. En los momentos en que precisa su solista, hace salir a escena a uno de estos personajes. El resultado es penoso. La verdad es que es necesario romper el mecanismo espectacular de la mercancía, entrando en el dominio del Capital, en los centros de coordinación, en el núcleo mismo de la producción. Imagina qué maravillosa explosión de placer, qué gran salto creativo hacia delante, qué extraordinario objetivo “sin objetivo”. Sólo que es muy difícil traspasar el mecanismo del capital placenteramente, con los símbolos de la vida. La lucha armada es, a menudo, símbolo de muerte. No porque dé muerte a los amos y a sus sirvientes, sino porque pretende imponer las estructuras de dominio de la muerte. Concebida de manera diferente, realmente sería placer en acción, cuando fuese capaz de romper las condiciones estructurales impuestas por el mismo espectáculo de la mercancía como, por ejemplo, el partido militar, la conquista del poder o la vanguardia. He aquí al otro enemigo del movimiento revolucionario, la falta de comprensión. Cerrazón ante las nuevas condiciones del conflicto. La insistencia en imponer modelos pasados que ya se han convertido en parte del espectáculo de la mercancía. El desconocimiento de la nueva realidad revolucionaria alimenta un desconocimiento teórico y estratégico de las capacidades revolucionarias del movimiento mismo. Y no viene a cuento afirmar que hay enemigos tan cercanos como para hacer necesaria una intervención inmediata, más allá de las presiones internas de carácter teórico. Todo esto oculta la incapacidad de afrontar la nueva realidad del movimiento, la incapacidad de superar errores del pasado que tienen graves consecuencias en el presente. Y esta cerrazón alimenta todo tipo de ilusiones políticas racionalistas. Las categorías de la venganza, del líder, del partido, de la vanguardia, del crecimiento cuantitativo, tienen sentido en la dimensión de nuestra sociedad, y es un sentido que favorece la perpetuación del poder. Si uno ve las cosas desde el punto de vista revolucionario, es decir de la eliminación total y definitiva de todo poder, estas categorías dejan de tener sentido. Moviéndonos dentro del no-lugar de la utopía, trastocando la ética del trabajo en el aquí y ahora del placer realizado,
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Selección de textos “La vida es tan aburrida que no tenemos otra cosa que hacer que gastar nuestro sueldo en la última falda o camisa. Hermanos y hermanas, ¿Cuáles son vuestros deseos reales? ¿Estar sentados en un bar, la mirada distante y vacía, aburrido, bebiendo un insípido café? O quizás VOLARLO O PEGARLE FUEGO” The Angry Brigade VII
Alfredo Maria Bonanno ficativo. No revolucionario, sino simplemente modificativo. Pensemos, por ejemplo, en el consumismo de masa que ha sustituido al consumismo de lujo en los últimos años. Pero luego hay otras formas más refinadas, El control autogestionado de la producción es otro elemento del código de la explotación. Y así sucesivamente. Si a alguien se le ocurre organizarme la vida, nunca podrá ser mi compañero. Si intentan justificar esto con la excusa de que alguien debe “producir” o todos perderemos nuestra identidad de seres humanos y seremos vencidos por la “salvaje naturaleza”, contestamos que la relación hombre-naturaleza es un producto de la burguesía marxista iluminada. ¿Por qué quieren convertir una espada en una horca*? ¿Por qué el hombre debe siempre procurar distinguirse de la naturaleza?
El gran espectáculo del capital nos ha engullido hasta el cuello. Actores y espectadores de turno. Alternamos los papeles, cada uno se queda boquiabierto mirando a los otros o hace que otros se fijen en uno. Hemos subido todos a la carroza de cristal, aun cuando sabemos que no es más que una calabaza. Las ilusiones de la madrina han anulado nuestra conciencia crítica. Ahora debemos jugar el juego. Al menos hasta medianoche. Miseria y hambre siguen siendo los elementos propulsivos de la revolución. Pero el capital está extendiendo el espectáculo. Pretende introducir nuevos actores en escena. El mayor espectáculo del mundo continúa sorprendiéndonos. Cada vez es más complicado y cada vez mejor organizado. Nuevos payasos están listos para subir a la tribuna. Nuevas fieras serán domadas. Los defensores de lo cuantitativo, los amantes de la aritmética, entrarán los primeros y serán cegados por los focos de las primeras filas. Llevarán detrás de sí a las masas de la necesidad y las ideologías del chantaje. Pero lo que no podrán eliminar será su seriedad. El mayor peligro al que harán frente será una sonrisa. En el interior del espectáculo del capital el placer es mortal. Todo es lúgubre y funeral, todo es serio y ordenado, todo es racional y programado, precisamente porque todo es falso e ilusorio. Además de las crisis, además de las contradicciones del subdesarrollo, además de la miseria y el hambre, el capital deberá sostener la última batalla, la decisiva, contra el aburrimiento. También el movimiento revolucionario deberá librar sus batallas. No sólo las tradicionales contra el Capital, sino otras nuevas, contra sí mismo. El aburrimiento lo está atacando desde dentro, lo está rompiendo, haciéndolo asfixiante, inhabitable. Dejemos solos a los que aman el espectáculo del Capital. Aquellos que están tranquilos y felices recitando hasta el final sus papeles. Esta
El hombre necesita muchas cosas. Esta afirmación se interpreta normalmente en el sentido de que el hombre tiene necesidades, y que está obligado a satisfacerlas.Se tiene, de este modo, la transformación del hombre de una unidad bien precisa históricamente en una dualidad (medio y fin al mismo tiempo). En efecto, se realiza en la satisfacción de sus necesidades (es decir en el trabajo) y es, por tanto, el instrumento de su propia realización. Cualquiera puede ver cuánta mitología se oculta en estas afirmaciones. Si el hombre no se diferencia de la naturaleza sin el trabajo, ¿Cómo puede realizarse en la satisfacción de sus necesidades? Para hacer esto debería ser ya hombre, por tanto debería haber satisfecho sus necesidades, por tanto no debería tener necesidad de trabajar. La mercancía construye por sí misma la profunda utilidad del símbolo. Se convierte así en punto de referencia, en unidad de medida, en valor de cambio. Empieza el espectáculo. Se asignan los papeles. Se reproducen. Hasta el infinito. Sin modificaciones dignas de mención, los actores se empeñan en recitar. La satisfacción de las necesidades se convierte en efecto reflejo, marginal. Lo más importante es la transformación del hombre en “cosa” y con el hombre todo lo demás. La naturaleza se convierte en “cosa”. Usada, es corrompida y los instintos vitrales del hombre junto con ella. Un abismo se abre entre el hombre y la naturale-
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Los hombres, si no alcanzan lo que es necesario, se fatigan por lo que es inútil. Goethe III
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za, que se debe rellenar. La expansión del mercado mercantil se encarga de eso. El espectáculo se expande hasta el punto de devorarse a sí mismo junto a sus contradicciones. El escenario y el público entran en una misma dimensión, proponiéndose a un nivel superior, más amplio, del espectáculo mismo, y así hasta el infinito. Quienes escapan al código mercantil no reciben su objetivización y caen “fuera” del área real del espectáculo. A estos se les señala. Están rodeados por alambres de espino. Si no aceptan la propuesta de englobarlos, si rechazan un nuevo nivel de codificación, se los criminaliza. Su “locura” es evidente. No está permitido negar lo ilusorio en un mundo que ha basado la realidad en ilusión, lo concreto en lo ficticio. El capital gestiona el espectáculo sobre la base de las leyes de la acumulación. Pero nada se puede acumular indefinidamente. Ni siquiera el capital. Un proceso cuantitativo absoluto es una ilusión, una ilusión cuantitativa. Los amos entienden esto perfectamente. La explotación adopta formas y modelos ideológicos, precisamente para garantizar, de un modo cualitativamente diferente, esta acumulación, ya que no puede continuar indefinidamente en el aspecto cuantitativo. El hecho de que el proceso entero sea paradójico e ilusorio es algo que no le importa mucho al Capital, porque es precisamente él quien lleva las riendas y fija las reglas. Si tiene que vender ilusión por realidad y eso hace dinero, entonces vamos a seguir sin hacer demasiadas preguntas. Son los explotados los que pagan la cuenta. Así que depende de ellos advertir la ilusión y preocuparse de reconocer la realidad. Para el capital las cosas están bien como están, aunque estén basadas en el mayor espectáculo del mundo. Los explotados casi sienten nostalgia por esta ilusión. Han crecido acostumbrados a sus cadenas y se han aficionado. De vez en cuando sueñan con sublevaciones fascinantes y baños de sangre, pero luego se dejan engañar por los discursos de los nuevos líderes políticos. El partido revolucionario extiende la perspectiva ilusoria del capital a horizontes que nunca podría alcanzar por sí mismo. Y entonces la ilusión cuantitativa hace estragos. Los explotados se unen, se cuentan, se suman, escriben sus conclusiones. Los fieros eslogans hacen que los corazones burgueses se estremezcan. Cuanto mayor sea el número más se pavonearán arrogadamente los líderes y más exigentes se convertirán. Elaboran programas de conquista. El nuevo poder se prepara para extenderse sobre los despojos del viejo. El alma de Bonaparte sonríe satisfecha. Por supuesto, se programan cambios profundos en el código de las ilusiones. Pero todo se tiene que someter al símbolo de la acumulación cuantitativa. Crecen las fuerzas militantes, por tanto las pretensio-
locura. Pero eso es exactamente lo que el Capital busca. La experiencia del tiempo libre programado por los explotadores es letal. Te hace desear ir a trabajar. Uno acaba por preferir una muerte cierta a una vida aparente. Ningún placer real nos puede llegar a través del mecanismo racional de la explotación capitalista. El placer no ha fijado reglas que lo categoricen. Aun así, debemos desear el placer. De otro modo estaríamos perdidos. La búsqueda del placer es por esto un acto de voluntad. Un firme rechazo de las condiciones fijadas por el Capital, es decir, de sus valores. El primero de estos rechazos es el rechazo al trabajo. La búsqueda del placer sólo puede venir a través de la búsqueda del juego. Así el juego asume un significado diferente del que estamos acostumbrados a darle en la dimensión del capital. Como ociosidad serena, el juego que se opone a las responsabilidades de la vida es una falsa y distorsionada imagen de lo que realmente es. En la realidad de lucha contra el capital, en el presente periodo del enfrentamiento y en sus relativas contradicciones, el juego no es un “pasatiempo” sino un arma de lucha. Por una extraña ironía, los papeles están invertidos. Si la vida es algo serio, la muerte es una ilusión, en cuanto que mientras estamos vivos la muerte no existe. Ahora, el reino de la muerte, es decir, el Capital, que niega nuestra verdadera existencia como seres humanos y nos reduce a “cosas”, es “aparentemente” muy serio, metódico, disciplinado. Pero su paroxismo posesivo, su rigurosidad ética, su obsesión por hacer, esconden una gran ilusión: el vacío total del espectáculo de la mercancía, la inutilidad de la acumulación indefinida, el absurdo de la explotación. Así la gran seriedad del mundo del trabajo y de la productividad oculta una total carencia de seriedad. Al contrario, la negación de este mundo obtuso, la búsqueda del placer, del sueño, de la utopía, en su declarada “falta de seriedad”, oculta la cosa más seria de la vida: la negación de la muerte. Incluso en este lado de la barrera, en el enfrentamiento físico con el capital, el juego puede asumir diversas formas. Se pueden hacer muchas cosas “juguetonamente”, aunque muchas de las cosas que hacemos las hacemos “seriamente”, llevando la máscara de muerte que hemos tomado prestada del capital. El juego se caracteriza por el impulso vital, siempre nuevo, siempre en movimiento.Actuando como lo hacemos cuando jugamos cargamos nuestras acciones con este impulso. Nos liberamos de la muerte. El juego nos hace sentir vivos. Nos da la emoción de la vida. De la otra forma asumimos todo como un deber, como algo que “debemos” hacer, como una obligación. En esta emoción siempre nueva, totalmente opuesta a la alineación y la locura del capital, podemos identificar el placer. En el placer reside la posibilidad de ruptura con el viejo mundo y de identificación de nuevos objetivos, de necesidades y valores diferentes. Incluso aunque el placer, en sí mismo, no pueda considerarse el objetivo del hombre, es indudable su dimensión privilegiada, voluntariamente identificada, que hace diferente el enfrentamiento con el Capital.
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No existe el trabajo libre. No existe el trabajo integrado (manualintelectual). Lo que existe es la división del trabajo y la venta de la fuerza de trabajo, es decir, el mundo capitalista de la producción. La revolución será siempre y solamente la negación del trabajo, la afirmación del placer. Toda tentativa de imponer la idea del trabajo “sólo trabajo”, sin explotación, del “trabajo autogestionado” en el cual los explotados se reapropian de la totalidad del proceso productivo es una mistificación. El concepto de la autogestión de la producción es válido sólo como esquema de lucha contra el capital, de hecho no se puede separar del concepto de autogestión de la lucha. Si se extingue la lucha, la autogestión no es nada más que la autogestión de la explotación. Realizada victoriosamente la lucha, la autogestión de la producción se vuelve superflua, porque después de la revolución la organización de la producción es superflua y contrarrevolucionaria.
Todos creemos tener experiencia del placer. Cada uno de nosotros cree haber gozado al menos una vez en la vida. Sólo que esta experiencia de placer ha sido siempre pasiva. No ocurre que gozamos. No podemos “desear” nuestro placer ni tampoco obligar al placer a presentarse. Todo esto, esta separación entre nosotros y el placer, depende de nuestro estar “separados” de nosotros mismos, cortados en dos por el proceso de explotación. Trabajamos durante todo el año para obtener el “placer” de las vacaciones. Cuando éstas llegan nos sentimos “obligados” a “divertirnos” por el hecho de estar en vacaciones. Una forma de tortura como cualquier otra. Lo mismo pasa con los domingos. Un día espantoso. El enrarecimiento de la ilusión del tiempo libre nos muestra el vacío del espectáculo mercantil en el que vivimos. Buscar placer en las entrañas de cualquiera de las variadas “versiones” del espectáculo capitalista sería una
nes de la revolución. De la misma manera, la tasa de las ganancias sociales que está tomando el lugar de las ganancias privadas debe crecer. Así el capital entra en una nueva fase ilusoria y espectacular. Las viejas necesidades atacan bajo nuevas etiquetas. La diosa productividad sigue dominando sin rivales. Qué bonito es contarnos. Hace que nos creamos fuertes. Los sindicatos se cuentan. Los partidos se cuentan. Los amos se cuentan. Contémonos también nosotros. El corro de la patata. Y cuando paremos de contarnos intentemos dejar las cosas como estaban. Si el cambio es necesario, hagámoslo sin molestar a nadie. Se penetra muy fácilmente en los fantasmas. La política reaparece periódicamente. A menudo el capital encuentra soluciones geniales. Entonces la paz social nos golpea. El silencio del cementerio. La ilusión se generaliza de un modo tal que el espectáculo absorbe casi todas las fuerzas posibles. Todo enmudece. Después se releen los defectos y la monotonía de la puesta en escena. La cortina se levanta en situaciones imprevistas. La máquina capitalista acusa los golpes. Entonces redescubrimos el empeño revolucionario. Ocurrió en el sesenta y ocho. Todo el mundo con los ojos desorbitados. Todos ferocísimos. Octavillas por todas partes. Montañas de octavillas y panfletos y papeles y libros. Viejos matices ideológicos alineados como soldaditos de plomo. También los anarquistas se redescubrieron a sí mismos. Y lo hicieron históricamente, de acuerdo con las necesidades del momento. Todos torpes. Los anarquistas también, torpes. Algunas personas se despertaron de su espectacular sueño, y buscando alrededor espacio y aire que respirar, viendo a los anarquistas dijeron: ¡por fin! aquí están con los que quiero estar. Poco después se dieron cuenta de su estupidez. Tampoco en esa dirección las cosas fueron como habrían debido ir. Allí también: estupidez y espectáculo. Y entonces alguno huía. Se encerraba en sí mismo. Se apeaba. Aceptaba el juego del capital. Y si no aceptaba era desterrado, incluso por los anarquistas. La máquina del 68 produjo los mejores sirvientes civiles del nuevo Estado tecnoburocrático. Pero además también produjo sus anticuerpos. Los procesos de la ilusión cuantitativa se hicieron visibles. Por una parte recibieron nueva linfa para construir una nueva visión del espectáculo mercantil. Por otra sufrieron resquebrajaduras. Se ha vuelto evidente la inutilidad de la confrontación al nivel de producción. Tomad las fábricas, y los campos, y las escuelas, y los barrios, y autogestionadlos, decían los viejos anarquistas. Destruyamos el poder en toda sus formas, añadían justo después. Pero sin penetrar más a fondo, no mostraban la verdadera realidad de la lacra. Aunque
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En la medida en que te lanzas a ti mismo, todo es destreza y fácil victoria; sólo si de repente te conviertes en quien coge la pelota que una eterna compañera de juegos te lanza, a tu centro, en todas sus fuerzas, en uno de esos grandes y divinos arcos de constructores de puentes, sólo entonces saber cogerla, es una fuerza –no tuya, de un mundo. Rilke VI
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conscientes de su gravedad y su extensión, prefirieron ignorarla, poniendo sus esperanzas en la espontaneidad creadora de la revolución. Sólo que querían esperar los resultados de esta espontaneidad con las manos sobre los medios de producción. Ocurra lo que ocurra, sea cual fuere la forma creativa que tome la revolución, debemos tener los medios de producción. Y para hacer eso empezaron a aceptar todo tipo de compromisos. Para no alejarse demasiado del lugar de decisiones espectaculares terminaron creando otra forma de espectáculo, algunas veces incluso más macabro. La ilusión espectacular tiene sus reglas. Quien quiera gestionarla tiene que someterse a ellas. Debe conocerlas, imponerlas y jurar sobre ellas. Quien no produce no es un hombre, la revolución no es para él. ¿Por qué deberíamos tolerar parásitos? ¿Deberíamos ir a trabajar en su lugar quizás? ¿Deberíamos asegurar su supervivencia? Además, ¿Toda esa gente sin ideas claras y con pretensión de hacer lo que les apetezca, no resultaría ser “objetivamente” útiles a la contrarrevolución? Por tanto será mejor atacarles inmediatamente. Sabemos quienes son nuestros aliados, de qué lado queremos ponernos. Si queremos dar miedo, entonces vamos a hacerlo juntos, organizados y en perfecto orden, y que nadie ponga los pies en la mesa o se baje los pantalones. Organicemos nuestras organizaciones específicas. Formemos militantes que conozcan perfectamente las técnicas de lucha en los sectores de producción. Sólo los que produzcan harán la revolución, y nosotros estaremos allí para impedir que hagan bobadas. No, no todo está equivocado. ¿De qué modo podríamos impedirles hacer bobadas? En el plano del espectáculo ilusorio de la organización hay algunos que son capaces de hacer más ruido que nosotros. Y tienen aliento de sobra. Lucha en el lugar de trabajo. Lucha por la defensa del empleo. Lucha por la producción. ¿Cuándo romperemos el cerco? ¿Cuándo pararemos de perseguirnos el rabo?
¡Qué locura es el amor al trabajo! Qué gran habilidad escénica la del capital, que ha sabido hacer que el explotado ame la explotación, el ahorcado la cuerda y el esclavo las cadenas. Esta idealización del trabajo ha sido la muerte de la revolución hasta ahora. El movimiento de los explotados ha sido corrompido por la moralidad burguesa de la producción, la cual no es sólo ajena al movimiento sino con-
la cual las masacres de la historia se han sucedido con preocupante regularidad. Esta gente no puede comprender que es posible no producir plusvalor, que incluso pudiendo producirlo se puede rechazar hacerlo. Que es posible afirmar contra el trabajo una voluntad no productiva, capaz de luchar no sólo contra las estructuras económicas de los patronos sino también contra las ideologías que atraviesan todo el pensamiento occidental. Es indispensable entender que la ética del trabajo constituye también la base del proyecto revolucionario cuantitativo. No tendría fundamento un discurso en contra del trabajo hecho por organizaciones revolucionarias metidas en la lógica del crecimiento cuantitativo. La sustitución de la ética del trabajo por la estética del placer no impide la vida, como tantos compañeros preocupados afirman. A la pregunta ¿Qué comeremos? Se puede responder, con toda tranquilidad: “lo que produzcamos”. Sólo que la producción no sería ya la dimensión en la que el hombre se autodetermina, la producción pasaría a la esfera del juego y del placer. Se podrá producir, no como algo separado de la naturaleza, que una vez realizado reúne con ella. Sino como algo que es la naturaleza misma. Por lo cual será posible parar de producir en cualquier momento, cuando haya suficiente. Sólo el placer será imparable. Una fuerza desconocida para las larvas civilizadas que pueblan nuestra era. Una fuerza que multiplicará por mil el impulso creativo de la revolución. La riqueza social del mundo comunista no se mide por la acumulación de plusvalía, aunque sea gestionada por una minoría llamada partido del proletario. Esta situación reproduce el poder, negando el mismo fundamento de la anarquía. La riqueza social comunista viene dada por la potencialidad de la vida que se realiza tras la revolución. La acumulación cualitativa, no cuantitativa (aunque sea gestionada por un partido), debe sustituir a la acumulación capitalista. La revolución de la vida sustituye a la mera revolución económica. La potencialidad productiva a la producción cristalizada. El placer al espectáculo. La negación del mercado espectacular de la ilusión capitalista impondrá otro tipo de intercambio. Del ficticio cambio cuantitativo a uno real cualitativo. La circulación no se basará en objetos ni por tanto en su ilusoria reificación, sino en el sentido que los objetos tienen para la vida. Y un sentido “para la vida” debe ser un sentido de vida, no de muerte. Por tanto estos objetos estarán limitados al momento en que sean intercambiados, y tendrán un significado diferente según las situaciones que determinen el intercambio. El mismo objeto podrá tener “valores” profundamente distintos. Se personificará. Nada que ver con la producción tal y como la conocemos en la dimensión del Capital. El propio intercambio tendrá un sentido diferente visto a través del rechazo a la producción ilimitada.
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El hombre deforme siempre encuentra espejos que le hacen bello. De Sade IV
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mente por esto, serán los nuevos amos. Sea como sea, los amos deben “pagar” por sus culpas. ¡Bien! Habremos llevado de este modo la ética cristiana del pecado, de la condena y de la expiación al interior de la revolución. Sin hablar de los conceptos de “deuda” y “pago”, de clara derivación mercantil. Todo esto forma parte del espectáculo. Cuando no se gestiona directamente por el poder, puede ser reanudado fácilmente. El cambio de papeles forma parte de las técnicas dramatúrgicas. Puede ser indispensable atacar con sus armas de la venganza y el castigo en un cierto nivel del enfrentamiento de clases. El movimiento puede no tener otras. Es, entonces, el momento de la guillotina. Pero los revolucionarios deben ser conscientes de los límites de estas armas. No pueden hacer ilusiones ni ilusionar a los demás. En el cuadro paranoico de una máquina racionalizadora como el Capital, el concepto de revolución de la venganza puede también entrar a formar parte de las continuas modificaciones del espectáculo. El movimiento aprende que la producción se desenvuelve gracias a la bendición de la ciencia económica, pero en realidad se basa en la antropología ilusoria de la separación de tareas. No hay placer en el trabajo. Ni siquiera en el trabajo autogestionado. La revolución no puede reducirse a una simple modificación de la organización del trabajo. No sólo a eso. No hay placer en el sacrificio, en la muerte, en la venganza. Como no hay placer en contarse. La aritmética es la negación del placer. Quien desea vivir no produce la muerte. La transitoria aceptación de la guillotina conduce a la institucionalización. Pero al mismo tiempo, quien ama la vida no abraza a su explotador. En caso contrario odiaría la vida y amaría el sacrificio, el autocastigo, el trabajo y la muerte. En el cementerio del trabajo siglos de explotación han acumulado una montaña de venganza. Los jefes del movimiento revolucionario se sientan impasibles en esta montaña. Estudian el mejor modo de beneficiarse de ella. La carga de violencia vengadora debe ser dirigida hacia los intereses de la nueva casta de poder. Símbolos y banderas. Slogans y complicados análisis. El aparato ideológico se dispone a hacer lo que sea necesario. La ética del trabajo hace posible esta instrumentalización. Quienes aman el trabajo quieren apoderarse de los medios de producción, no quieren que se avance ciegamente. Saben por experiencia que los jefes han tenido una fuerte organización de su parte para hacer posible la explotación. Piensan que sólo una organización igualmente fuerte y perfecta podrá hacer posible la liberación. Hagamos todo lo posible, la liberación debe salvarse. Qué inmenso engaño. La ética del trabajo es la ética cristiana del sacrificio, la ética de los amos, gracias a
traria a éste. No es casualidad que los sindicatos fueran los primeros en ser corrompidos, precisamente por su mayor cercanía a la gestión del espectáculo de la producción. Es necesario oponer la estética del no trabajo a la ética del trabajo. Debemos oponer a la satisfacción de necesidades espectaculares impuestas por la sociedad mercantil la satisfacción de las necesidades naturales del hombre revalorizadas a la luz de la necesidad primaria y esencial: la necesidad de comunismo. De este modo la valoración cuantitativa de la presión que las necesidades ejercen sobre el hombre se desmorona. La necesidad de comunismo transforma todas las otras necesidades y su presión sobre el hombre. La miseria del hombre objeto de la explotación, ha sido vista como base de la redención futura. El cristianismo y los movimientos revolucionarios se dan la mano a través de la historia. Debemos sufrir para conquistar el paraíso o para adquirir la conciencia de clase que nos llevará a la revolución. Sin la ética del trabajo la noción marxista de “proletario” no tendría sentido. Pero la ética del trabajo es un producto del mismo racionalismo burgués que permitió a la burguesía conquistar el poder. El corporativismo vuelve a salir a la superficie, a través de la malla del internacionalismo proletario. Todos luchan dentro de un propio sector. Como mucho establecen contratos con sectores similares de otros países, a través de los sindicatos. A las monolíticas multinacionales se oponen monolíticos sindicatos internacionales. Hagamos la revolución, pero salvemos la máquina, el instrumento de trabajo, ese objeto mítico que reproduce la virtud histórica de la burguesía, ahora en manos del proletario. El heredero de los destinos de la revolución es el sujeto destinado a convertirse en el consumador y actor principal del espectáculo futuro del capital. La clase revolucionaria, idealizada a nivel de conflicto de clase como beneficiaria de su resultado, se desvanece en el idealismo de la producción. Cuando los explotados son recluidos dentro de una clase que se han confirmado ya todos los elementos de la ilusión espectacular, los mismos de la clase burguesa. El único camino que los explotados pueden tomar para escapar del proyecto globalizador del capital es el que pasa por el rechazo del trabajo, de la producción y de la economía política. Pero el rechazo del trabajo no se debe confundir con “falta de trabajo” en una sociedad basada en el trabajo. El marginado busca trabajo. No lo encuentra. Se le empuja a la guetización. Es criminalizado. Todo esto forma parte de la gestión del espectáculo productivo como un todo. Tanto los que producen como los desempleados son indispensables para el capital. Pero el equilibrio es delicado. Las contradicciones estallan y producen varios tipos de cri-
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sis, en cuyo interior se produce la intervención revolucionaria. Por tanto, el rechazo del trabajo, la destrucción del trabajo, es la afirmación de la necesidad de no-trabajo. La afirmación de que el hombre puede autoproducirse y autoobjetivarse a través del no trabajo, a través de los estímulos del no trabajo que le procura. La idea de destruir el trabajo es absurda si se ve desde el punto de vista de la ética del trabajo. Pero ¿cómo? Tanta gente está buscando trabajo, tanta sin empleo, ¿y tú hablas de “destrucción del trabajo”? El fantasma luddita aparece y pone a todos los revolucionarios-que-han-leído-todos-los-clásicos a temblar de miedo. El esquema del ataque frontal y cuantitativo a las fuerzas del capital debe permanecer intacto. No importan los errores y sufrimientos del pasado, no importan las vergüenzas y traiciones. ¡Adelante, mejores días vendrán, de nuevo hacia delante! Para espantar a los proletarios y empujarles a la atmósfera estancada de las organizaciones de clase (partidos, sindicatos y movimientos parásitos), basta con hacer ver dónde se anega hoy el concepto de “tiempo libre”, de la suspensión del trabajo. El espectáculo ofrecido por las organizaciones burocráticas del tiempo libre está hecho aposta para deprimir incluso las imaginaciones más fértiles. Pero este modo de actuar no es más que una cubierta ideológica, uno de los mucho instrumentos de la guerra total que constituye la base del espectáculo como un todo. La necesidad de comunismo transforma todo. A través de la necesidad de comunismo la necesidad de no trabajo pasa del aspecto negativo (contraposición al trabajo) al positivo: la completa disponibilidad del individuo ante sí mismo, la totalidad de expresarse libremente, ruptura de todos los esquemas, incluso de aquellos considerados fundamentales e indispensables, como el esquema de la producción. Pero los revolucionarios son gente obediente y tienen miedo a romper todos los esquemas, incluido el de la revolución si ésta constituye –en cuanto esquema- un obstáculo a la plena realización de cuanto el concepto significa. Tienen miedo de encontrarse sin arte ni parte. ¿Alguna vez te has encontrado con un revolucionario que no tenga un proyecto revolucionario? ¿Un proyecto que esté bien definido y presentado claramente a las masas? ¿Qué raza de revolucionario sería aquella que pretendiera destruir el esquema, la envoltura, el fundamento de la revolución? Golpeando los conceptos de cuantificación, clase, proyecto, modelo, misión histórica y otras antiguallas similares, uno podría correr el riesgo de no tener nada que hacer, de ser obligado a actuar en la realidad, modestamente como cualquier otro. Como millones de otros que están construyendo la revolución día a día sin esperar el signo de un fatal vencimiento de plazos. Y para esto se necesita coraje.
Con los esquemas y los juegos cuantitativos se está en lo ficticio, esto es en el proyecto ilusorio de la revolución, una amplificación del espectáculo del capital; con la abolición de la ética productiva se entra directamente en la realidad revolucionaria. Es difícil incluso hablar sobre tales cosas porque no tiene sentido hablar de ellas en las páginas de un tratado. Pero reducir estos problemas a un análisis completo y definitivo sería perder el punto. Lo mejor sería una discusión informal capaz de ocasionar esa sutil magia de los juegos de las palabras. Hablar seriamente del placer es una verdadera contradicción.
Los explotados también encuentran tiempo para jugar. Pero su juego no es placer. Es una liturgia macabra. Una espera de la muerte. Una suspensión del trabajo para descargar la violencia acumulada en el curso de la producción. En el ilusorio mundo de la mercancía, jugar es también ilusorio. Nos imaginamos que estamos jugando, mientras no se hace otra cosa que repetir monótonamente los roles asignados por el capital. Cuando nos hacemos conscientes del proceso de explotación lo primero en que se piensa es en la venganza, lo último es el placer. La liberación es vista como recomposición de un equilibrio roto por la perversidad del capitalismo, no como la llegada de un mundo de juego que sustituirá al mundo del trabajo. Es la primera fase del ataque a los amos, la fase de la conciencia inmediata. Lo que nos golpea son las cadenas, el látigo, los muros de las prisiones, las barreras sexuales y raciales. Todo eso debe caer. Por eso nos armamos y golpeamos al adversario, al responsable. En la noche de la guillotina yacen las bases de un nuevo espectáculo, el capital reconstruye sus fuerzas: primero caen las cabezas de los patronos, después las de los revolucionarios. Es imposible hacer la revolución sólo con la guillotina. La venganza es la antecámara del poder. Quien quiera vengarse necesita un jefe. Un jefe que le conduzca a la victoria y restaure la justicia herida. Y quien quiere venganza se verá llevado a envidiar la posesión de lo que le han quitado. Hasta la abstracción suprema, la expropiación de la plusvalía. El mundo del futuro debe ser un mundo en el que todos trabajen. ¡Bien! Entonces habremos impuesto la esclavitud para todos, excepto para aquellos que la hacen funcionar y que, precisa-
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Las noches de verano son pesadas. En las pequeñas habitaciones se duerme mal. Es la vigilia de la guillotina. Zo d’Axa V
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mientos de masa. No es una cuestión para tener miedo, pero debemos de pasar a la acción correcta antes de que sea demasiado tarde. Grandes fuentes de material están ahora disponibles en técnicas de insurrecciones conscientes –yo mismo he aportado mi grano de arena en la cuestión- para aquellxs compañerxs que aún están en la superficialidad, con ideas inconclusivas y sin las cosas claras. Brevemente, me reafirmo en el hecho de que el método insurreccional sólo puede ser aplicado por las organizaciones anarquistas informales. Ya que éstas son capaces de establecerse y participar activamente en el funcionamiento de las estructuras de base (organizaciones de masa) que tengan claro el principio de atacar y destruir el mundo establecido, aplicando los principios de la autogestión, lucha permanente y acción directa.
el valle, a los pies de quienes salen a las calles para hacerlos tropezar. Se encuentran en los siglos de violencia sistemática que el capital ha ejercido sobre los explotados. Pero no se encuentran necesariamente de forma compleja y lista para usar. Esta pretensión es una ulterior forma de nuestras intenciones racionalizantes, de nuestro sueño de imponer a la realidad un modelo que no se le ajusta. Hagamos descender a estos Cosacos. No apoyamos el papel de la reacción, eso no es para nosotros. No aceptamos la equívoca invitación del capital. Mejor que disparar a nuestros compañeros o a nosotros mismos, es disparar a los policías. Hay momentos en la historia en los que la ciencia existe en la conciencia de aquellos que luchan. En estos momentos no hay necesidad de intérpretes de la verdad. Ésta emerge de las cosas. La realidad de las luchas produce la teoría del movimiento. El nacimiento del mercado marcó la formación del capital, el paso de un modelo feudal del producción al modelo capitalista. Con la entrada de la producción en su fase espectacular de la mercancía se ha extendido a todo lo existente: amor, ciencia, sentimientos, conciencia, etc. El espectáculo se ha ensanchado enormemente. La segunda fase no constituye, como mantienen los marxistas, una corrupción de la primera. Es una fase diferente. El capital lo devora todo, incluso la revolución. Si ésta no rompe con el esquema de la producción, si pretende imponer una producción alternativa, el capitalismo la engullirá en el espectáculo mercantil. Sólo la lucha en la realidad del enfrentamiento no puede ser engullida. Algunas de sus formas, cristalizándose en formas organizativas precisas, pueden terminar siendo arrastradas al espectáculo. Pero cuando rompen con el significado fundamental que el capital asigna a la producción, se hace extremadamente difícil. En la segunda fase las cuestiones de la aritmética y de la venganza no tienen sentido. Si son mencionadas adquieren un significado metafórico. El juego ilusorio del capital (el espectáculo de la mercancía) debe ser sustituido por el juego real del ataque armado contra el capital, por la destrucción de lo irreal y del espectáculo.
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Selección de textos Hazlo por ti mismo “Manual hazlo por ti mismo” IX Es fácil, puedes hacerlo por ti mismo. Sólo o con unos cuantos compañeros de confianza. No se necesitan grandes medios. Ni siquiera grandes conocimientos técnicos. El Capital es vulnerable. Basta con estar decidido. Una inmensidad de chácharas nos ha hecho obtusos. No es una cuestión de miedo. No estamos asustados, sólo estúpidamente llenos de ideas prefabricadas. No logramos liberarnos de ellas. Quien está decidido a llevar a cabo sus actos no es una persona corajuda. Es simplemente alguien que ha clarificado sus ideas, que se ha dado cuenta de la futilidad de hacer esfuerzos por jugar bien el papel que le ha sido asignado por el Capital en la representación. Consciente, ataca con fría determinación. Y al hacerlo se realiza como hombre. Se realiza a sí mismo en el placer. El reino de la muerte desaparece ante él. Incluso si crea la destrucción y el terror de los amos, en su corazón, y en el corazón de los explotados, hay placer y calma. Las organizaciones revolucionarias tienen dificultades en comprender todo esto. Imponen un modelo que reproduce la simulación de la realidad productiva. El destino cuantitativo les impide realizar cualquier movimiento cualitativo al nivel de la estética del placer. Estas organizaciones también ven el ataque armado en clave cuantitativa. Los objetos se fijan sobre la base del choque frontal. De esta forma el capital es capaz de controlar cualquier emergencia. Puede incluso permitirse el lujo de aceptar las contradicciones, señalar los objetivos espectaculares, explotar los efectos negativos en los productores para agrandar el espectáculo. El capital acepta el enfrentamiento en el campo cuantitativo porque allí conoce todas las respuestas. Tiene el monopolio de las respuestas. Tiene el monopolio de las reglas y produce él mismo las soluciones. Por el contrario el placer del acto revolucionario es contagioso. Se expande como una mancha de aceite. El juego adquiere significado cuando actúa en la realidad. Pero este significado no cristaliza en un modelo dirigido desde arriba. Se deshace en mil significados, todos productivos e inestables. La conexión interna del juego mismo se consume en la acción de ataque. Pero sobrevive el significado exterior, el significado que tiene el juego para aquellos que están fuera y quieren apropiarse de él. Las conexiones entre quienes juegan primero y quienes “observan” las consecuencias liberatorias del juego, son esenciales para el
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Alfredo Maria Bonanno mundo “mejor”, más agradable, con nuevos conflictos apocalípticos, o eventualmente, menos tensiones de tipo económico. Pero, pese a todo, incrementaran paulatinamente una tensión irracional. De algunas áreas periféricas del planeta, el proyecto capitalista de explotación podrá encontrarse con obstáculos de naturaleza étnica o geográfica, pero las áreas más centrales, en donde las divisiones de clase son más rígidas, los conflictos de base económica decrecerán a favor de conflictos de naturaleza irracional. En sus proyectos de control lxs incluidxs generan un consenso para reducir las dificultades económicas de lxs excluidxs, y también dispondrán del control tecnológico gracias a su prefabricado y parcial lenguaje. Podrán dar una vida materialmente mejor a lxs excluidxs, pero no podrán hacer nada frente a estallidos de violencia irracional que surgirán desde diferentes espacios como la atmósfera mortífera del ghetto. Por ejemplo, en el Reino Unido siempre se está un paso adelante en el desarrollo de los proyectos represivos del Capital, y precisamente se puede ver el inicio de esta tendencia. El Estado no tiene garantizada su supervivencia, ya que tiene una inmensa masa de la población en la pobreza y el desempleo, pero los disturbios que regularmente surjan –especialmente entre lxs Indixs- y que conocemos, especialmente entre lxs jóvenes, son cada vez más significativos pese a no representar aún una amenaza auténtica, sin embargo estos sectores empiezan a sentirse fuera del Sistema, de “los Otros”. Del disturbio irracional a la insurrección consciente. Los movimientos de masa que dan la impresión a muchxs compañerxs actuales de ser peligrosos y –en su opinión- inútiles, son, en verdad, los signos de las luchas que en el día de mañana llegarán. Hoy mucha gente joven no tiene la capacidad para evaluar la situación en que ellxs mismxs estarán en el futuro. Desprovistxs de una mínima cultura que la escuela supuestamente debería dar, bombardeadxs continuamente con mensajes cargados de violencia gratuita, ellxs llevan la semilla de millares, irracionales y espontáneas rebeliones, y desprovistas de objetivos políticos en los que las generaciones pasadas creían ciegamente. Los “lugares” y las expresiones de estas explosiones colectivas variarán mucho, las ocasiones también. En cada caso, sin embargo, ellxs están trazando la intolerancia de la sociedad, causada por el mortal control realizado por el Capital, el Estado y sus secuaces. Hay que replantearse muchas cosas en las ideas tradicionales que tenemos y que en muchos casos creen en una Revolución sin movi-
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La inaccesibilidad del lenguaje dominante llegará a ser aún más efectiva en referencia a la segregación que en los tradicionales confines del ghetto. El incremento de dificultad en lograr y alcanzar el lenguaje dominante, gradualmente, logrará que llegue a ser absolutamente “otro” lenguaje. En el momento en que desaparecerá de los deseos de lxs excluidxs y permanecerá ignorado por ellxs, en ese momento, lxs incluidxs serán “lxs otrxs” para lxs excluidxs y viceversa. Este proceso de exclusión es esencial para el proyecto represivo. Conceptos fundamentales del pasado, tales como la Solidaridad, Comunismo, Revolución, Anarquía, basaban su validez en el común reconocimiento del concepto de igualdad. Pero, para los miembros del castillo de “guerrerxs Teutonxs”, lxs excluidxs no serán personas, simplemente serán cosas, objetos que fueron comprados o vendidos de la misma forma que lxs esclavxs lo fueron para nuestrxs predecesorxs. Nosotrxs no sentimos igualdad hacia un perro, ya que está limitado a ladridos, no puede “hablar” nuestro lenguaje. Podemos incluso tenerle cariño pero necesariamente sentimos que es “otro”, y a nostrxs no nos preocupa demasiado su mundo, al fin y al cabo no estamos al nivel de ellxs, pero algo nos hace tener preferencia por un perro que nos dé obediencia, afecto o su fiereza hacia nuestrxs enemigxs... Un proceso similar ocurrirá en la relación con todxs aquellxs que no sigan nuestro lenguaje. En este punto, no obstante, no debemos de confundir lenguaje con “Lengua”. Nuestra progresiva y revolucionara tradición nos ha hecho pensar que todas las personas eran iguales por encima o por debajo de las diferencias de nuestra lengua materna. Aquí estamos hablando del posible desarrollo represivo que privará a lxs excluidxs de cualquier posibilidad de comunicación con lxs incluidxs. Por la gran reducción de utilidad de letra escrita, haciendo que gradualmente se reemplacen los libros y los periódicos por imágenes, colores y música. Por ejemplo, la estructura del poder del mañana podría construir un lenguaje encaminado a dejar a lxs excluidxs aislados. Entonces éstos, a su vez, podrían crear un diferente, a la vez que creativo, tipo de reproducción lingüística, pero siempre con sus propios códigos lo suficientemente diferentes con respecto a los códigos de lxs incluidxs, dejando cualquier posibilidad de entendimiento entre ambos mundos como algo imposible. El reformismo está, por lo tanto, en un periodo de muerte agónica. No será durante mucho tiempo más el catalizador del descontento, porque sencillamente no sabrá que decir en un mundo que habrá dejado de serle comprensible o interesante. Desarraigadxs del lenguaje de lxs incluidxs, también estarán desarraigadxs de la nueva tecnología. Sin embargo ellxs vivirán en un
juego mismo. Se estructura así la comunidad del placer. Una forma espontánea de entrar en contacto, fundamental para la realización de los más profundos significados del juego. Jugar es un acto comunitario. Raramente se presenta como acción aislada. Si lo hace, a menudo contiene los elementos negativos de la alineación psicológica. No es una aceptación positiva del juego como momento creativo en una realidad de lucha. Es el sentido comunitario del juego lo que impide la arbitrariedad en la elección de los significados del juego mismo. En ausencia de relaciones comunitarias el individuo podría imponer sus propias reglas y significados, que podrían ser incomprensibles a los demás, haciendo el juego una suspensión temporal de las consecuencias negativas de sus problemas individuales (problemas del trabajo, la alineación y la explotación). En el acuerdo comunitario el juego es enriquecido por un flujo de acciones recíprocas. La creatividad es mayor cuando proviene de fantasías liberadas y verificadas recíprocamente. Cada invención, cada nueva posibilidad puede ser vivida colectivamente, sin modelos preconstruidos, y tener una influencia vital, incluso por ser simplemente un modelo creativo, incluso si encuentra mil dificultades para su realización. Una organización revolucionaria tradicional termina imponiendo a sus técnicos. No puede evitar el peligro tecnocrático. La gran importancia asignada al momento instrumental de la acción condena a este camino. La estructura revolucionaria que busca el momento del placer en la acción dirigida a destruir el poder considera los instrumentos usados para llevar a cabo esa destrucción como instrumentos, como medios. Los que usan estos instrumentos no deben convertirse en sus esclavos. Así como quienes no saben usarlos no deben convertirse en esclavos de los que sí saben. La dictadura del instrumento es la peor de las dictaduras. E los revolucionarios es su determinación, su conciencia, su decisión para actuar, su individualidad. Las armas concretas son instrumentos que deberían estar continuamente sometidas a evaluación crítica. Es necesario desarrollar una crítica de las armas. Hemos visto demasiadas sacralizaciones de la metralleta y de la eficiencia militar. La lucha armada no es algo que concierna sólo a las armas. No pueden representar, por sí mismas, la dimensión revolucionaria. Es peligroso reducir la compleja realidad a una sola cosa. De hecho, el juego envuelve este riesgo, el de reducir el experimento vital al juguete, haciéndolo algo mágico y absoluto. No por casualidad la metralleta aparece en el símbolo de muchas organizaciones revolucionarias combatientes. Debemos ir más allá para comprender el profundo significado de la lucha
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revolucionaria como placer, escapando a las ilusiones y a las trampas de una representación del espectáculo mercantil a través de objetos míticos o mitificados. El capital hace su último esfuerzo cuando encara la lucha armada. Libra la batalla en su última frontera. Necesita el apoyo de la opinión pública para actuar en un terreno en el que no está seguro de sí mismo. De ahí que desencadene una guerra psicológica que emplea las armas más refinadas de la propaganda moderna. En sustancia el capital, en su actual organización física, es vulnerable ante una estructura revolucionaria que decida los tiempos y los modos del ataque. Es consciente de esta debilidad y se apresura a contrarrestarla. La policía no basta. Ni siquiera el ejército. Necesita vigilancia continua por parte de la misma gente. Incluso de la parte más humilde del proletariado. Para hacer esto debe dividir el frente de clase. Debe diseminar el mito de la peligrosidad de las organizaciones armadas entre los pobres, el mito de la bondad del Estado, de la ley, etc. Por tanto empuja a las organizaciones y a sus militantes a asumir un papel. Una vez en este “papel” el juego pierde todo sentido. Todo se vuelve “serio”, por tanto ilusorio, espectacular y mercantil. El placer se transforma en “máscara”. El individuo se hace anónimo, vive en su papel y ya no es capaz de distinguir entre apariencia y realidad. Para romper el cerco mágico de la dramaturgia mercantil debemos rechazar los roles, incluido el de “revolucionario profesional”. La lucha armada debe escapar a la caracterización de la “profesionalidad”, a la división de tareas que el aspecto extremo de la producción capitalista quiere imponerle. “Hazlo por ti mismo”. No rompas el aspecto global del juego para empobrecerlo mediante roles. Defiende tu derecho a gozar de la vida. Obstruye el proyecto de muerte del capital. Éste puede penetrar en el mundo de la creatividad del juego sólo si transforma al que juega en jugador, al viviente creador en el muerto que imagina estar vivo. No tiene sentido hablar del juego si el “mundo del juego” se centraliza. Proponiendo nuestro discurso sobre el “placer armado” debemos también prever la posibilidad de que el capital recoja la propuesta revolucionaria. Y este recoger puede ser hecho a través de la gestión externa del juego: fijando el rol del jugador, los roles de la reciprocidad de la comunidad del juego, la mitología del juguete. Rompiendo las ataduras de la centralización del partido militar, se obtiene el resultado de confundir las ideas del capital, ajustadas como lo están dentro del código de la productividad espectacular del mercado cuantitativo. De este modo la acción coordinada por el placer es un enigma para
Por la modificación de proyectos, elementos de la inversión productiva también son modificados, traspasando ellos mismos del capitalismo tradicional (principalmente financiero) al capitalismo del futuro (principalmente intelectual). La gestión de lo diferente es uno de los fundamentales elementos del tiempo real. Mediante el perfeccionamiento de la relación entre políticxs y la economía se pone fin a las contradicciones producidas por la competitividad, por la organización consensuada y, más importante aún, por programar todo esto en la perspectiva en tiempo real, el poder estructural separa una larga parte de la sociedad: la parte de lxs excluidxs. El fuerte incremento de la velocidad en las operaciones productivas será mayor que cualquier otra cosa que resurja en una modificación cultural y lingüística. Aquí reside el mayor peligro para lxs ghettizadxs.
En una era que podía ser definida como industrial, el consenso estaba basado en la posibilidad de participar en los beneficios de la producción. En una era donde la capacidad del Capital para transformarse es prácticamente infinita, el dúo Capital / Estado requiere de un lenguaje propio, separado e inaccesible a la comprensión que en esta nueva perspectiva tienen lxs excluidxs.
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Fin del reformismo, fin del partido El partido está basado en las hipótesis reformistas. Éstas requieren una comunidad de lenguaje, puesto que si no carecen de interés. Lo que pasa con los partidos también se puede aplicar a los sindicatos. La comunidad del lenguaje se traduce ella misma en una clase de oposición fictícea que se caracterizaba por una petición de mejoras por un lado, y la resistencia a concederlas por el otro lado. Para hablar de algo se requiere un lenguaje en común con quienquiera que se quiera transmitir. Ahora el proyecto represivo global está empeñado al rompimiento de esta comunidad. Y esto no se hace mediante las vallas de prisiones especiales, ghettos, ciudades satélites o grandes centros industriales, ya que, por el contrario, por una producción descentralizada, diferentes servicios, aplicamiento de principios ecológicos en la producción, todo eso materializa en la mayor y absoluta segregación de lxs excluidxs. Esta segregación será obtenida por la progresiva eliminación en ellxs de un lenguaje que antes poseían en común con el resto de la sociedad. Conseguido el objetivo, no tendrán nada que decir. Lxs excluidxs sin voz.
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pañerxs jóvenes que buscan y abren relaciones informales con el movimiento revolucionario, también, siendo más importante, ésta ha muerto en la misma realidad social. Si las condiciones de producción industriales hacían la lucha sindicalista razonable, ya fuese mediante los métodos marxistas, o de aquellas organizaciones libertarias de síntesis, hoy, bajo una perspectiva posindustrial y con una realidad que ha cambiado profundamente, la única estrategia posible para lxs anarquistas es la informalidad. Ésta se basa en los grupos de compañerxs que se une para objetivos precisos, en base a la afinidad recíproca, y contribuyen en crear estructuras de masa siendo ellos mismos parte de estas, mientras construyen condiciones mínimas para transformar situaciones de simples disturbios en situaciones insurreccionales. El partido marxista está muerto. El símil anarquista también. Cuando leo críticas que surgen de ecologistas que afirman que el anarquismo está muerto pienso que es una cuestión de lenguaje, de falta de habilidad para examinar los problemas y divergencias dentro del movimiento anarquista. Lo que está muerto para ellxs –y también para mí- es el anarquismo que piensa que puede ser el punto de referencia para la próxima revolución, que se reconoce en si mismo como una estructura de síntesis capaz de generar múltiples formas de creatividad humana dirigidas a la ruptura de las estructuras estatales de consenso y represión. Lo que está muerto es el anarquismo estático de las organizaciones tradicionales, basado en reclamar mejores condiciones y reformas, y por supuesto metas cuantitativas. La idea que la Revolución Social es algo que necesariamente surge de nuestras luchas planificadas se ha comprobado que es falsa. El determinismo está muerto, y la blindada ley de la causa y el efecto con él. Los principios revolucionarios que nosotrxs empleamos, incluyendo la insurrección, no necesariamente liderarán una revolución social. El modelo causalista que quieren lxs positivistas del último siglo en realidad no existe. La Revolución puede llegar a ser posible precisamente por esa razón.
el capital. No es nada, algo sin objetivo, desprovisto de realidad. Y esto porque el ser, el objetivo y la realidad del capital son ilusorios mientras que el ser, el objetivo y la realidad de la revolución son concretos. El código de la necesidad de comunismo sustituye al código de la necesidad de producir. A la luz de esta nueva necesidad las decisiones del individuo adquieren un sentido en la comunidad del juego. La ausencia de realidad y de consistencia de los modelos de muerte del pasado es descubierta. La destrucción de los amos es la destrucción de la mercancía, y la destrucción de la mercancía es la destrucción de los amos.
Que vuele la lechuza Proverbio ateniense X Que vuele la lechuza. Que las acciones mal empezadas lleguen a buen puerto. Que la revolución, tanto tiempo aplazada por los revolucionarios, sea realizada
Velocidad y multiplicación. La reducción del tiempo en la transformación de datos produce la aceleración de las decisiones programadas que se tengan que hacer. Si el tiempo se reduce a cero (lo que en electrónica se llama “tiempo real”), las decisiones programadas no sólo se habrán acelerado, también se habrán transformado. Llegando a ser cosas diferentes.
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Análisis de un periodo de cambio Traducido por el Ateneo Libertario Besós (BCN) Texto extraído del libreto “From Riot to Insurrection” editado en los 80 por Elephant Editions De las ilusiones posindustriales a las individualidades posrevolucionarias. Cambios en la sociedad En la evolución de las contradicciones sociales en todos estos últimos años, ciertas tendencias, han llegado a ser tan pronunciadas que pueden ser vistas como auténticos cambios reales. La estructura de dominación ha cambiado de unas sencillas reglas arbitrarias a una relación basada en la adaptación y el compromiso. Esto ha significado un considerable incremento en la demanda de servicios en comparación con las tradicionales demandas de duraderos bienes de consumo. El resultado ha sido un incremento de los aspectos productivos basados en la información tecnológica, la robotización del sector productivo y la mayor importancia del sector servicios (comercio, turismo, transportes, seguros, banca, administración pública, etc.) sobre la industria y la agricultura. Esto no significa que la industria haya desaparecido o sea algo insignificante; sencillamente este sector emplea cada vez a menos trabajadorxs mientras que los niveles productivos siguen igual o, incluso, han aumentado. El mismo caso ocurre si nos referimos a la agricultura, incluso más afectada se muestra ante este proceso y otros procesos industriales anteriores, aunque estadísticamente es menos relevante cuantitativamente en términos sociales. Esta situación se desarrolla más como una “transición”, no como algo cortante y seco, pero sí como una tendencia. No hay separaciones visibles entre el periodo industrial y el posindustrial. Se hace visible el cambio de fase cuando se aprecia claramente la superación de las obsoletas instituciones al ser reestructuradas por completo. Aún así, todavía no se ha alcanzado al cierre de todas las factorías y el establecimiento de un mundo con la producción completamente computerizada...
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Alfredo Maria Bonanno Esto es solamente más o menos un unánime acuerdo que lxs trabajadorxs han sido despalazadxs de su posición central. Primero, de forma tímida, en el seno de movimientos fuera de la fábrica en el amplio terreno social. También, de forma más decisiva, en el seno de una progresiva substitución de la manufactura por los servicios. El ocaso de algunas de las ilusiones anarquistas Lxs anarquistas también tenían ilusiones como las antes mencionadas pero éstas también se han marchitado. Estrictamente hablando, mientras esas ilusiones no decayeron sobre el rol central obrero, el mundo obrero fue considerado fundamental y de vital importancia, dando preferencia a la industria sobre el sector primario (agricultura, ganadería, etc.). Este tipo de concepción fue alimentada por las concepciones anarcosindicalistas. Incluso en tiempos actuales ha habido mucho entusiasmo por el resurgimiento de la CNT -n.d.t: la CNT se reconstruye en el estado español en 1976, alcanzando en sus primeros años un importante crecimiento numérico, pero ya inicios de los 80 estaba inmersa en una profunda crisis que provocó escisiones, personalismos, luchas por el control organizativo, etc.- en especial entre aquellxs que son los más radicales partidarixs de los nuevos “caminos” del anarquismo reformista actual. El concepto principal de esta centralidad obrera (diferente con respecto a la marxista, pero menor de lo que comúnmente se cree), era la sombra del Partido. Durante mucho tiempo el movimiento anarquista ha actuado mediante la organización de síntesis, que es, en definitiva, como un partido. No todo el movimiento anarquista, pero sí sus formas organizativas. Tomaremos el ejemplo de la FAI (Federación Anarquista Italiana). A día de hoy es una organización de síntesis. Esto significa que se basa en un programa, el cual se decide en Congresos, el momento central de actividad. En éstos se analiza la realidad exterior desde el punto de vista del “centro” (organización de síntesis), resultando la síntesis entre la realidad exterior del movimiento (que es la realidad revolucionaria) y la realidad específica del movimiento anarquista. Por supuesto, muchxs compañerxs podrán objetar que estas apreciaciones son demasiado generales, pero no podrán negar que la mentalidad que surge mediante la relación de síntesis que una organización anarquista específica establece con la realidad exterior del movimiento, es, en el fondo muy cercana a la mentalidad del “partido”. Buenas intenciones no son suficientes. Esta mentalidad ha muerto. No solamente porque muchxs com-
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dología usada en los proyectos era empírica, se basaba en la experimentación, mientras que la organización del proceso productivo se basaba en el crecimiento ilimitado. En el periodo posindustrial al que nos acercamos, pero que aún no estamos plenamente inmersxs –n.d.t: este texto es de los años 80, actualmente se puede decir que estamos más inmersxs en el periodo posindustrial que hace 20 años...-, el Estado prevalece sobre la competencia capitalista e impone sus sistemas de mantenimiento del consenso y la producción, puesto que de lo que se trata es del mantenimiento de la paz social. La elaboración de datos y la transformación de servicios traerá un modo tecnificado de la manufactura. El sector predominante en el ámbito económico será el sector terciario (servicios), el cuaternario (finanzas especializadas), el quinario (I+D, educación, administración pública...). El principal recurso transformador es la información que está compuesta por un complejo sistema de transmisión de datos, mientras que el recurso estratégico esta suministrado por el conocimiento que lentamente va tomando el puesto al Capital Financiero. La tecnología está abandonando su componente mecánico para focalizarse ella misma como componente intelectual. El método usado en el proyecto está basado en la teoría abstracta, y de hecho la organización del proceso productivo está basada en la codificación del conocimiento teórico.
La tendencia de romper unidades de producción y la demanda de pequeños núcleos autoexplotados conjuntamente a un proyecto de producción centralizada dominará el panorama en los próximos años. Pero igualmente el sector industrial vendrá acompañado por diferentes pequeños cambios y ajustes, usando los medios tradicionales. Entre el expediente de las estrategias cautelosas y bien preparadas del Capital.
El ocaso del predominio del rol obrero. Dirigiendo nuestra atención en la fase productiva industrial, el marxismo consideró la contribución de la clase obrera como fundamental para la solución revolucionaria a las contradicciones sociales. Éste produjo en las estrategias del movimiento obrero que estuviese fuertemente condicionado por el objetivo de conquistar el poder. La ambigüedad hegeliana, renovada por Marx, planteaba este razonamiento: como la oposición dialéctica entre el proletariado y la burguesía podía ser exacerbada por el fortalecimiento del proletariado indirectamente mediante el fortalecimiento del capital y del estado. Así cada victoria por represión era vista la antecámara de la futura victoria proletaria. El asunto fue decorado en una visión progresiva –típicamente iluminada- en la posibilidad de construir el “espíritu” en el mundo en cuestión. Con algunas, sin dudas interesantes, modificaciones, esta vieja concepción de la lucha de clases todavía persiste actualmente, resurgiendo en algunos sueños, de forma ocasional, los viejos proyectos de gloria y conquista... Un análisis serio nos demuestra que son puras concepciones imaginarias.
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Islas de personas perdidas. Volviendo a las fábricas en este lento y, posiblemente, irreversible proceso, lxs trabajadorxs de ayer se ven envueltxs dentro de una fuerte atmósfera competitiva. El objetivo intencionado es incrementar la productividad, el único producto consumible con respecto a la computerizada lógica de los centros productivos. Los conflictos atomizados que se producen dentro del Capitalismo serán extinguidos por el propio Sistema, ya sea cualquier alternativa, fuerza revolucionaria, con su intención de exacerbar las diferencias de clases y transformarlas en infranqueables. Los mejores “logros” de lxs pobladorxs de las “islas” productivas son claros: su aparentemente fantástica “Libertad”, su flexibilidad horaria laboral, los cambios cualitativos (siempre dentro de la lógica competitiva de mercado dirigida desde los centros de mando y control) refuerza la creencia de que se ha alcanzado la “Tierra Prometida”, el reino de la felicidad y el bienestar. Siempre incrementando el provecho y con mayor “creatividad”. Estas islas productivas, auténticas islas de la muerte, por otro lado, están rodeadas por una barrera física y psíquica, para forzar a aquellas personas que no tienen cabida en ellas a un océano tempestuoso donde no hay sitio para la supervivencia. Entonces, aquí, en este punto, el problema se revela a sí mismo y es, precisamente, en lxs excluidxs. Dos reservas para la Revolución Lxs excluidxs y lxs incluidxs. Lxs primeros son aquellxs que permanecen marginadxs. Expoliadxs del proceso productivo y penalizadxs por su incapacidad de insertarse ellxs mismxs dentro de la nueva lógica competitiva del Capital, no están muchas veces preparadxs para lograr los mínimos niveles de supervivencia que les puedan asignar los servicios asistenciales del Estado (aunque cada vez está más claro que estos servicios son reliquias de un pasado diferente que choca en el presente con
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la exaltación de las virtudes del “self-made man” u hombre hecho a sí mismo) -n.d.t: para quienes no lo sepan, un “self-made man” viene a ser el/la típicx imbécil que desde un origen humilde triunfa en la lógica capitalista. Ejemplos podrían ser tipejos como Bill Gates, Felipe González, etc.-. Estxs no serán sencillamente un estrato social condenado a este rol por su origen étnico -hoy, por ejemplo, lxs indixs occidentales en la sociedad británica, catalizadorxs de recientes disturbios en ese país- ya que con el desarrollo de los cambios sociales que estamos comentando, los estratos sociales que en el pasado estaban adormecidxs por la seguridad de los salarios y, ahora, se encuentran en una situación de rápido y radical cambio también formaran parte de este estrato de excluidxs. Lo mismo ocurre con los resortes residuales que estos estratos sociales tenían hacia los beneficios que podían tener (pensiones tempranas, subsidios de desempleo, Seguridad Social, etc.), no aceptaran fácilmente una situación de creciente discriminación. Y tampoco se debe olvidar que el descenso del consumo de estos estratos expelidos no puede ser comparada con los grupos étnicos que nunca han podido establecerse en la esfera de la seguridad salarial. Esto seguramente avanzará en explosiones y revueltas sociales de diferente índole, además esto irá unido con revolucionarixs que se unirán a ellxs y compartirán las más elementales erupciones de rebelión. Por otro lado nos encontramos con lxs incluidxs, aquellxs que permanecen asfixiadxs en las “islas del privilegio”. Aquí el argumento amenaza con llegar a ser más complicado y sólo puede ser claramente situado si unx está preparadx a creer en la persona y su necesidad real de Libertad. Casi ciertamente podríamos afirmar que lxs rebeldes de este sector serán quienes sean los más despiadadxs ejecutantes del ataque al Capital en su nueva forma. Vamos hacia periodos de sangrientos choques y de brutal represión. La Paz Social, sueño de una cara y pesadilla de la otra, será el más inaccesible mito de esta nueva utopía capitalista, heredera de la lógica “pacifista” del liberalismo que limpiaba el pollo en la sala de estar mientras que en la cocina se descuartizaba, dando prosperidad en casa y masacrando en las colonias. Las nuevas oportunidades para las pequeñas, míseras y asquerosas libertades diarias serán pagadas por la profunda, cruel y sistemática discriminación hacia un vasto estrato social. Tarde o temprano esto engendrará el crecimiento de una conciencia de explotación dentro del estrato privilegiado, el cual no podrá fallar en causar rebeliones. Finalmente, deberíamos de comentar que no hay un duradero y fuerte apoyo ideológico para la nueva perspectiva capitalista como sí existía en el pasado, capaz de crear apoyo entre lxs explotadxs y, aún más impor-
dades, son en ellos mismos una necesidad colosal. Estas habilidades serán lo bastante importantes para la empobrecida calidad de vida en el ghetto. Será también posible producir objetos de una complejidad considerable a un coste razonable, y anunciándolos con una aureola de exclusividad que atrape al/la comprador/a, ahora una víctima de los proyectos del Capital. Más aún, con las nuevas condiciones productivas no tardaremos mucho tiempo en tener repeticiones del mismo objeto en serie, o cambio y desarrollo en tecnología sólo con una dificultad y un coste considerable. En cambio ahí será flexible, articulando procesos que son intercambiables. Será posible poner las nuevas formas de control en uso con un bajo coste, influir a la demanda guiándola y de este modo crear las condiciones esenciales para la producción de una paz social. Esta aparente simplificación de la vida, tanto para lxs incluidxs y lxs excluidxs, esta “libertad” tecnológica ha liderado a sociólogxs y economistas –como la buena gente que siempre han sido- a adelantar y esbozar el contorno de una sociedad interclasista capaz de vivir “bien” sin el resurgimiento de los monstruos de la lucha de clase: comunismo o anarquía. El declive del interés en las uniones (sindicatos, partidos...) y la supresión de cualquier significado reformista que ellxs podían haber tenido en el pasado –habiendo llegado a ser merxs campanas transmisoras de las órdenes de lxs jefxs- han venido a ser vistos como la prueba visible del fin de la guerra de clases y el comienzo de la sociedad posindustrial. Esto no tiene sentido por una variedad de razones que veremos aquí más adelante. El sindicalismo (trade-unionismo) de cualquier tipo ha perdido su significado reformista, no porque la lucha de clases esté acabada, más bien porque las condiciones de enfrentamiento han cambiado profundamente. Básicamente, estamos encaradxs con la continuación de las contradicciones que son mayores que nunca y que permanece sin resolver.
Para ser sistemático, dos fases pueden ser identificadas. En el periodo industrial capitalista la competencia y la producción se basaban en la manufactura, que era el sector dominante. La manufactura o industria era el sector económicamente más importante, el cual usaba la energía producida como el recurso transformador, siendo el capital financiero el recurso estratégico. La tecnología de este periodo era esencialmente mecánica y el productor más importante era el trabajador/a. La meto-
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Dos fases
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miento, a parte de otras cosas, de la escasez de contenido real en la *jibbenish* -n.d.t: no he podido encontrar el significado de esta palabra, disculpen queridxs lectorxs...- ideológica que ha sido administrada sobre nosotrxs en las pasadas centúrias. El Capital tenderá a abandonar cualquier cosa que no sea inmediatamente traducible a su nuevo y generalizado lenguaje. El proceso educativo tradicional llegará a ser devaluado y disminuido de contenido, descubriendo su real (y selectiva) sustancia como mercancía. En el lugar del lenguaje, los nuevos cánones de conducta serán suministrados, formados por reglas equitativamente precisas y, en su mayoría, desarrolladas por el viejo proceso de democratización y asambleísmo, que el Capital ha aprendido a controlar perfectamente. Esto será doblemente provechoso porque también dará a lxs excluidxs la impresión de que estarán “participando” en los asuntos públicos. La sociedad computerizada del mañana puede que limpie mares y “casi” salvaguarde perfectamente los recursos limitados del entorno, pero será una jungla de prohibiciones y reglas, una pesadilla en forma de profundas decisiones personales sobre el participamiento en el bien común. Deprivando de un lenguaje de referencia común, lxs ghettizadxs no tardarán en poder leer entre las líneas de los mensajes del poder, y no tendrán otra salida que el disturbio espontáneo, irracional y destructivo, y fin en sí mismo. La colaboración de aquellxs miembros de lxs incluidxs, descontentxs con la libertad artificial del Capital, serán portadorxs revolucionarixs de una, aunque pequeña, parte de su tecnología que han manejado para arrebatársela al Capital, aunque no será suficiente para construir un puente o suministro de lenguaje en el cual se base el conocimiento y una cuidada contrainformación. El trabajo organizado de futuras insurrecciones tendrá que solventar este problema, tendrá que construir -puede que empezando por rasguños- los términos básicos de una comunicación que está a punto de ser cerrada, ya que, precisamente en el momento del cierre, puede dar vida, mediante espontáneas e incontroladas reacciones, a diferentes manifestaciones de violencia que harán que las experiencias pasadas palidezcan en la insignificancia.
tante, la intermediación de la capa de mandos. La prosperidad por motivo de esto no es suficiente, especialmente por los muchos grupos de personas que, en un reciente o más lejano pasado, ha experimentado, o sencillamente ha leído sobre utopías libertarias, sueños revolucionarios y los intentos, aunque limitados, de proyectos insurgentes. No todxs lxs incluidxs vivirán ciegamente en la felicidad artificial del Capital. Muchxs de ellxs se darán cuenta que la miseria de una parte de la Sociedad envenena la aparente buenaventura del resto, y transformará la “Libertad” (con el punzante alambre de la cerca) en una prisión virtual. Precauciones estatales.
Unx no debería de ver al nuevo ghetto como el barrio chabolista del pasado, o como pedazos de basura forzados al sufrimiento y la depravación. El nuevo ghetto, codificado por las reglas del nuevo lenguaje, será el beneficiario pasivo de la tecnología del futuro. También estará en disposición de poseer las habilidades manuales rudimentarias requeridas para el funcionamiento de objetos que, más que satisfacer necesi-
En estos últimos años el proyecto industrial también ha sido modificado por la fusión de los controles y métodos del estado enlazados con el interés político de controlar el consenso. Mirándolo por el lado técnico, unx puede ver como la organización de la producción se ha transformado. La Producción no hace mucho estaba emplazada en una única localización (la fábrica), aunque ahora está cada vez más y más diseminada por todo el territorio, también a distancias considerables. Esto permite proyectos industriales de desarrollos que tienen en cuenta una mejor, más equilibrada distribución desde los centros productivos con el territorio, erradicando muchos de los aspectos del desorden social que han existido en el pasado tales como áreas ghetto y súper-concentraciones industriales, áreas de alta polución y con ecosistemas sistemáticamente destruidos. El Capital actualmente mira hacia a un futuro ecológico, abriendo sus armas a una gran mezcolanza de ambientalistas y llegando a ser un campeón de la salvaguarda de los recursos naturales, haciendo que parezca posible la construcción de ciudades del futuro con una “cara humana”, sea o no socialista. El motivo real que conduce al proyecto capitalista a atravesar tierras tan lejanas, pareciéndose a las utopías pasadas es muy simple y no responde a ninguna vía filantrópica: es la necesidad de reducir el descontento de clase al mínimo, cegando los ojos ante cualquier confrontación mediante una dulce capa de desarrollo progresivo basado en una fe blindada en la tecnología futura. Es algo obvio que las propuestas más atractivas estarán hechas para lxs “Incluidxs”, probar todo lo que sea posible para evitar defectos, que será la verdadera espina en el lado de lxs capitalistas del mañana. Las personas, si viene de dentro de la esfera del proceso productivo, que
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Empobrecimiento generalizado
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giran sus finalidades en una dirección revolucionaria, tendrán armas reales para ponerlas a disposición de la Revolución contra las reglas de explotación. Por lo tanto, la fe utópica de los gobernantes del mundo sobre una “buena” tecnología se ha demostrado a si misma que es imposible, porque nunca ha tenido en cuenta el problema de la dimensión física en la que ha asignado al ghetto de lxs “excluidxs”... La tensión y las repetidas explosiones de rabia pondrán a la caprichosa utopía de lxs explotadorxs en serias dificultades.
hasta ahora invisibles cambios para posibles productos. Esto destapa horizontes soñados de “Libertad” para la clase media; para lxs cuadros productivos, y conjuntamente también crea el dorado aislamiento de las clases dirigentes. Pero esto es más bien como la libertad del castillo para estxs caballerxs Teutonxs de la especie nazi. Rodeadxs por las vallas de las mansiones, armadxs hasta los dientes, sólo la paz del cementerio reina con ellxs. Ningunx de lxs creadorxs de ideologías del capitalismo posindustrial se han preguntado a ellxs mismxs qué hacer contra el peligro que vendrá del otro lado de las vallas. Los disturbios del futuro legarán a ser aún más sangrientos y temibles. Aún más cuando nostrxs sepamos como transformarlos en insurrecciones de masa.
El fin de la competición irracional. Ha sido desde hace tiempo evidente. La competición y el monopolismo han amenazado de provocar a las estructuras productivas dentro de una serie de recurrentes “crisis”. Crisis de producción en la mayor parte de los casos. Para la vieja mentalidad capitalista era algo esencial para lograr las denominadas “economías de escala”, y esto sólo era posible estando trabajando siempre con largos volúmenes de producción en orden para propagar los gastos fijos tanto como fuese posible. Esto avanzaba hacia una estandarización de la producción: la acumulación de unidades productivas en localizaciones particulares, distribuidas al azar con una lógica colonizadora (por ejemplo las clásicas “catedrales en el desierto” sicilianas: áreas industriales aisladas, refinerías de petróleo, etc., que han servido como puntos de agregación). La uniformidad de productos; la división del capital y trabajo, etc. Los primeros ajustes de esto vinieron de mano de la masiva intervención del Estado. La presencia estatal abrió varias oportunidades. El Estado no es durante mucho tiempo un espectador pasivo, un simple “cajero” del Capital, puesto que ha llegado a ser operador activo, “banquero” y emprendedor. En esencia, estos ajustes han pretendido la disminución del valor de uso, y un incremento en la producción del cambio de valor en los intereses de mantenimiento de la paz social. Llevando a un final este ultra-competitivo periodo, el Capital ha encontrado una solución parcial para sus problemas. El Estado ha invertido mucho esfuerzo con el propósito de transformar completamente la producción económica en la producción de la paz social. Este proyecto utópico es claramente irrealizable, tarde o temprano la máquina destrozará. El nuevo proceso productivo –a veces se ha definido como “posindustrial”- quiere obtener los menores costes productivos para pequeñas cantidades de bienes; puede obtener considerables modificaciones productivas con sólo modestas inyecciones de Capital; haciendo
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Conciencia y ghettoización. En el futuro, estar en paro será la forma que negativamente defina a quienes estarán excluidxs del “castillo de lxs caballerxs teutonxs”, pero principalmente lo estarán por la pérdida de acceso real a la información. El nuevo modelo de producción reducirá la necesidad de disponibilidad de información. Esto sólo es en parte debido a la computerización de la sociedad. Esta es una de las condiciones básicas de la nueva dominación y que en parte ha sido desarrollada en los últimos 20 años, encontrando su clímax en una enseñanza de masa que está ya desprovista de cualquier contenido operativo concreto. Simplemente, en el inicio de las máquinas, éstas causaron una reducción en la capacidad para la autodeterminación durante la Revolución Industrial, encuadrando a la masa de trabajadorxs en fábricas, destruyendo su cultura y dando al Capital una fuerza de trabajo que era prácticamente incapaz de “entender” el contenido del nuevo mundo mecanizado que estaba comenzando a emerger; pero ahora la revolución de la computadora, corrompida para el proceso de ajustamiento de las contradicciones capitalistas por parte del Estado, deja al proletariado fabril en manos de un nuevo tipo de maquinaria que está armada con un lenguaje comprensible sólo para una privilegiada minoría. El resto será perseguido y obligado a formar parte del ghetto. El viejo conocimiento, que también estaba filtrado por lxs intelectuales mediante el espejo deformador de la ideología, será codificado en un lenguaje de máquinas y entregado a la compatibilidad con las nuevas necesidades. Esto será una de las ocasiones históricas para el descubri-
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Selección de textos cuencias a que da lugar no son más que unos pocos. Sólo podemos intervenir en el mundo de la producción usando medios que no se sitúan en la perspectiva cuantitativa. No pueden, por lo tanto, exigir tener a organizaciones anarquistas específicas detrás de ellos trabajando sobre la hipótesis de la síntesis revolucionaria. Esto nos lleva a un método diferente de intervención, el de la construcción de “núcleos” de fábrica o de “núcleos” de zona, que se limitan a mantenerse en contacto con una estructura anarquista específica, y que están exclusivamente basados en la afinidad. Es a partir de la relación entre el núcleo de base y la estructura anarquista específica que emerge un nuevo modelo de lucha revolucionaria, para atacar las estructuras del capital y el Estado a través del recurso a los métodos insurreccionales. Esto permite un mejor seguimiento de las profundas transformaciones que están teniendo lugar en las estructuras productivas. La fábrica está a punto de desaparecer, nuevas organizaciones productivas están tomando su lugar, basadas principalmente en la automatización. Los obreros de ayer serán parcialmente integrados en una situación de apoyo o, simplemente, en una situación de seguridad social a corto plazo; a largo plazo, de supervivencia. Nuevas formas de trabajo aparecerán en el horizonte. Ya no existe el clásico frente obrero. Asimismo tampoco el sindicato, como es evidente. Al menos, ya no existe en la forma en que lo hemos conocido hasta ahora. Se ha convertido en una empresa como cualquier otra. Una red de relaciones crecientemente diferentes, todas bajo la bandera de la participación, el pluralismo, la democracia, etc., se extenderán sobre la sociedad frenando casi todas las fuerzas de subversión. Los aspectos extremos del proyecto revolucionario serán sistemáticamente criminalizados.
Pero la lucha tomará nuevos caminos, se filtrará hacia mil nuevos cauces subterráneos que emergerán en cien mil explosiones de rabia y destrucción, con una nueva e incomprensible simbología. Como anarquistas, debemos tener cuidado, ya que somos portadores de una -a menudo pesada- hipoteca del pasado, de no permanecer distanciados de un fenómeno que no terminamos de entender, y cuya violencia podría un buen día asustarnos incluso. Y, en el primer caso, debemos tener cuidado de desarrollar plenamente nuestro análisis. a.m.b.
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EL NÚCLEO DE BASE AUTÓNOMO Estructuras de masas, los núcleos de base autónomos son el elemento que enlaza la organización anarquista informal a las luchas sociales. El núcleo de base autónomo no es una forma de lucha enteramente nueva. Se han hecho intentos de desarrollar estas estructuras en Italia durante los pasados diez años. Los más notables de estos han sido el Movimiento Autónomo de los Trabajadores del Ferrocarril de Turín, y las ligas autogestionadas contra la base de misiles crucero en Comiso. Nosotros creemos que la lucha revolucionaria es, sin duda, una lucha de masas. Por tanto, vemos la necesidad de construir estructuras capaces de organizar tantos grupos de explotados como sea posible. Siempre hemos considerado críticamente la perspectiva sindicalista, tanto a causa de sus limitaciones como instrumento, como por su trágica involución histórica, que ninguna pincelada de pintura anarquista puede cubrir. Así que llegamos a la hipótesis de construir núcleos autónomos de base, que no tuviesen las características de estructuras minisindicalistas, teniendo otros objetivos y relaciones organizativas. A través de estas estructuras se ha hecho un esfuerzo por enlazar el movimiento anarquista específico a las luchas sociales. Una barrera considerable de reticencia e incomprensión se ha encontrado entre los camaradas, y esto ha sido un obstáculo para realizar este método organizativo. Es en momentos de acción cuando emergen las diferencias entre camaradas que están de acuerdo en los principios con la propaganda anarquista, la lucha contra el Estado, la autogestión y la acción directa. Cuando nos trasladamos a una fase organizativa, sin embargo, debemos desarrollar un proyecto que esté en contacto con el nivel actual del enfrentamiento entre las clases. Nosotros creemos que, debido a la profunda transformación social, es inconcebible que una sola estructura intente contener toda la lucha social y económica dentro de sí. En cualquier caso, ¿por qué habrían los explotados de entrar y hacerse parte de una organización anarquista específica para llevar a cabo su lucha? Un cambio radical del modo en que funciona la sociedad -la explotación- sólo puede lograrse mediante la revolución. Es por esto por lo que estamos intentando intervenir con un proyecto insurreccional. Las luchas del mañana sólo tendrán un resultado positivo si la relación entre
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la estructura anarquista específica informal y la estructura de masas de núcleos autónomos de base se clarifica y se lleva a efecto. El objetivo principal del núcleo no es abolir el Estado o el Capital, que son prácticamente inatacables mientras tanto sigan siendo un concepto general. El objetivo del núcleo es luchar y atacar este Estado y este Capital en sus estructuras menores y más asequibles, recurriendo al método insurreccional. Los grupos autónomos de base son las estructuras de masas y constituyen el punto de encuentro entre la organización anarquista informal y las luchas sociales. La organización dentro del núcleo se distingue por las características siguientes: la autonomía respecto a cualquier fuerza política o sindical; la conflictividad permanente (una lucha constante y efectiva hacia los objetivos que se deciden, no intervenciones ocasionales esporádicas); el ataque (el rechazo del compromiso, la mediación y el acomodamiento que cuestionan el ataque al objetivo elegido). En lo que respecta a los objetivos, estos son decididos y realizados a través de ataques a las estructuras represivas, militares y productivas, etc... La importancia de la conflictividad permanente y del ataque es fundamental. Estos ataques son organizados por los núcleos en colaboración con las estructuras anarquistas específicas, que proporcionan apoyo práctico y teórico, desarrollando la búsqueda de los medios requeridos para la acción, señalando las estructuras e individuos responsables de la represión y ofreciendo un mínimo de defensa contra intentos de recuperación política o ideológica por el poder o contra la represión pura y simple. A primera vista, la relación entre la organización anarquista específica y el núcleo de base autónomo podría parecer contradictoria. La estructura específica sigue una perspectiva insurreccional, mientras que los núcleos parecen estar en un plano completamente distinto, el de la lucha intermedia. Pero esta lucha sólo permanece tal al comienzo. Si el análisis en el que se basa el proyecto coincide con los intereses de los explotados en la situación en que se encuentran, entonces un resultado insurreccional de la lucha es posible. Por supuesto, este resultado no es algo cierto. Esto no puede garantizarlo nadie. Este método puede ser acusado de ser incompleto y de no tener en cuenta el hecho que un ataque contra una o más estructuras siempre terminan incrementando la represión. Los camaradas pueden reflexionar sobre estas acusaciones. Nosotros pensamos que nunca es posible ver el resultado de una lucha en avance. Incluso una lucha limitada puede tener las consecuencias más inesperadas. Y, en cualquier caso, el pasaje de las diversas insurrecciones -limitadas y circunscritas- a la revolución no puede nunca garantizarse por adelantado mediante ningún procedimiento. Nosotros seguimos adelante mediante el ensayo y el error, y decimos a cualquiera que, si tiene un método mejor, que lo aplique. A. M. Bonanno.
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ALLÁ DEL OBRERISMO , MÁS ALLÁ
DEL SINDICALISMO . El fin del sindicalismo corresponde al fin del obrerismo. Para nosotros éste es también el fin de la ilusión cuantitativa del partido y de la organización específica de síntesis. La revuelta del mañana debe buscar nuevos caminos. El sindicalismo está en su declive. Para lo bueno como para lo malo, con esta forma estructural de lucha está desapareciendo una era, un modelo y un mundo futuro vistos en términos de una reproducción mejorada y corregida del viejo. Nos estamos moviendo hacia nuevas y profundas transformaciones. En la estructura productiva, en la estructura social. Los métodos de lucha, las perspectivas, incluso los proyectos a corto plazo están también transformándose. En una sociedad industrial en expansión, el sindicato se desplaza de instrumento de lucha a instrumento de apoyo a la estructura productiva misma. El sindicalismo revolucionario también ha tenido su papel: impulsando a los obreros más combativos hacia delante, pero, al mismo tiempo, empujándolos hacia atrás, en términos de capacidad de ver la sociedad futura o las necesidades creativas de la revolución. Todo siguió parcelado dentro de la dimensión de la fábrica. El obrerismo no es sólo común al comunismo autoritario. Singularizando áreas privilegiadas del enfrentamiento de clases, es todavía hoy uno de los hábitos más enraizados y que es difícil abandonar. Es el fin del sindicalismo, por consiguiente. Lo hemos estado diciendo desde hace quince años. En un momento dado esto provocó críticas y asombro, especialmente cuando incluimos al anarcosindicalismo en nuestra crítica. Hoy se nos acepta con mayor facilidad. Básicamente, ¿Quién no critica hoy a los sindicatos? Nadie, o casi nadie. Pero una conexión se pasa por alto. Nuestra crítica del sindicalismo era, también, una crítica del método “cuantitativo”, que tiene todas las características del partido en embrión. Era también una crítica de las organizaciones específicas de síntesis. Era también una crítica de la respetabilidad de clase, tomada en préstamo a la burguesía y filtrada a través de los clichés de la llamada moral proletaria. Todo eso no puede ignorarse. Si muchos camaradas están hoy de acuerdo con nosotros en nuestra crítica -ahora tradicional- del sindicalismo, aquéllos que comparten la visión de todas las conse-
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organizaciones del capital y del estado. En un mundo como el que se está consolidando bajo nuestros ojos, donde el capital informático está ya saldando definitivamente las condiciones del control y del dominio, a un nivel de totalidad sin precedentes, aplicando una tecnología que no podrá ser nunca usada de un modo diferente a mantener este dominio, el sabotaje vuelve a ser el arma clásica de lucha de todos los excluidos.
Unas breves notas sobre Sacco y Vanzetti.
POR QUÉ SOMOS ANARQUISTAS INSURRECCIONALISTAS. Porque luchamos junto a todos los excluidos por aligerar y posiblemente abolir las condiciones de explotación impuestas por los incluidos. Porque mantenemos que es posible contribuir al desarrollo de las revueltas que van naciendo espontáneamente por todas partes haciéndolas volverse insurrecciones de masa y por tanto reales y verdaderas revoluciones. Porque queremos destruir el orden capitalista de la realidad mundial que gracias a la reestructuración informática se ha convertido tecnológicamente útil, solamente a los gestores del dominio de clase. Porque estamos por el ataque inmediato y destructivo contra estructuras concretas, individuos y organizaciones del capital y del estado. Porque criticamos constructivamente a todos aquellos que se retardan en posiciones de compromiso con el poder o que sostienen ya imposible la lucha revolucionaria. Porque mucho mejor que esperar, estamos decididos a pasar a la acción incluso cuando los tiempos no están maduros. Porque queremos acabar con este estado de cosas ya, y no cuando las condiciones externas hagan posible su transformación. He aquí los motivos por los que somos anarquistas, revolucionarios e insurreccionalistas. Alfredo Maria Bonanno *El presente texto se incluye en el libro “No podreis Pararnos” editado conjuntamente por la Editorial Klinamen y las Ediciones Conspiracion.
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Naturalmente que nos encontramos muy lejos de los tiempos y las condiciones en las cuales tuvo lugar la tragedia de Sacco y Vanzetti. ¿Pero realmente han cambiado tanto lo concerniente, a la forma en la que la opinión democrática mundial reacciona? ¿Por qué? ¿Quizás debido a la falta de claridad y a ciertos malentendidos? Estas son las cuestiones que discutiré en las notas que siguen a continuación. ¿Por qué estas anotaciones? Tras leer “Acto en el día de estudio sobre el caso de Sacco y Vanzetti” presentado en Villafalletto el 4 y 5 de septiembre de 1987, me pregunté cuanta importancia tuvo y tiene todavía hoy el hecho de que estos dos compañeros fueran inocentes. ¿Si los dos compañeros se hubiesen declarado responsables o hubiesen sido innegablemente considerados responsables de las acciones que se les atribuía, hubiesen seguido siendo defendidos por el movimiento anarquista internacional? ¿Cuál hubiese sido entonces el apoyo recibido a nivel mundial en ese caso? Por supuesto la historia no se escribe con “hipótesis”, soy completamente consciente de ello. Y no es mi intención realizar una contribución a la “historia” de Sacco y Vanzetti. Tengo grandes sospechas sobre los historiadores profesionales, y más que una pequeña duda sobre la historia misma, y obviamente sospecho de todos los políticos, antiguos y nuevos, y de su buena fe para ocupar “eventos” históricos. Por otro lado, no me cabe la menor duda del hecho de que Sacco y Vanzetti no tuvieron nada que ver con las acciones de las que se les acusaba. Pero esta certeza es personal y completamente ajena a los hechos que pueden ser verificados o ensombrecidos durante el transcurso de un juicio, y no impide que me haga preguntas, y espero que aquellos poc@s compañer@s que puedan leer estas anotaciones, también se hagan preguntas inquietantes. Morir inocente significa mayor rabia Por supuesto que debe ser terrible morir inocente, y esto se debe a que el valor moral de la justicia está arraigado en cada un@ de nosotr@s. No la justicia intocable de la rebelión proletaria que lo vuelca todo y ajusta cuentas en un empuje colectivo de destrucción, sino la justicia técnica, judicial, tradicional.... La vieja justicia con los ojos vendados
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que nosotr@s desenmascaramos para descubrir con horror que está completamente podrida. Pero a pesar de haber leído sobre ello y de ser conscientes de todo esto, aún seguimos convencid@s de que la justicia debería funcionar. ¡Cielos! ¡Cómo se puede mandar a dos hombres inocentes a la muerte¡ La sagrada indignación de tant@s compañer@s anarquistas va de la mano de la laica indignación de comunistas, demócratas y diversas tendencias de otros colores. La gloriosa cruzada de la izquierda se recompone inequívocamente, cada vez que los nombres de Sacco y Vanzetti son mencionados. Y lo que les vincula con ellos es precisamente la cuestión general y objetivamente justificable de su inocencia. Pero la rabia que se encuentra en la raíz de esto, la rabia ante la muerte de dos compañeros a manos del Estado, no debe permitir que cerremos nuestros ojos frente a otras cuestiones.
Me parece que el flujo de personalidades democráticas, las literarias y artísticas incluso más que las judiciales y académicas, contribuyeron enormemente a la divulgación del “caso” de Sacco y Vanzetti. Hecho que condujo la inmensa propaganda a nivel mundial, aunque también provocó una disminución en el nivel de enfrentamiento que sin duda alguna tuvo lugar en América, y más concretamente en el tribunal. Demasiados discursos, demasiadas representaciones teatrales, demasiados periodistas democráticos, demasiados políticos. Y esto, como un continuo y corrupto hilo que aún está ocurriendo en nuestros días, con intentos de recuperación por parte del aspirante a la Casa Blanca, Dukakis. (n.d.t. En agosto de 1977, el gobernador de Massachusetts, Michael Dukakis firmó una declaración en la que reconocía los errores cometidos durante el juicio y afirmaba la inocencia de Sacco y Vanzetti) ¿Pero cómo decidir de otro modo? Tomemos el ejemplo de Piazza Fontana (1967- una bomba en la Banca de Agricultura de Milán mata a 17 personas. Los anarquistas son acusados de esta masacre estatal, que fue denunciada por la izquierda en su conjunto) ¿Se podría haber dicho al Partido Comunista que se largase y haber dejado de recibir su apoyo? Si los anarquistas hacen cualquier cosa por hacer pública su propaganda para así involucrar a la gente y ser escuchados por el mayor número posible de personas, ¿Cómo podrían renunciar a la colaboración con las fuerzas políticas e intelectuales aún cuando supiesen perfectamente hacia donde les conducía dicha colaboración? No es una cuestión fácil de contestar. En el tiempo de Sacco y Vanzetti, ¿Podían haber rechazado el apoyo de gente como Sinclair Lewis, Eugene O´Neill,
movimiento, sino que viene dado por el conjunto de las situaciones de lucha que devienen así en ataques contra el enemigo de clase y momentos de reflexión y de profundización teórica. Los grupos de afinidad pueden a su vez contribuir a la construcción de núcleos de base. El objetivo de estas estructuras es el de sustituir, en el ámbito de las luchas intermedias, a las viejas organizaciones sindicales de resistencia, también a aquellas que insisten en la ideología anarcosindicalista. El ámbito de acción de los núcleos de base está constituido por tanto por la fábrica, por lo que permanece de esta, los barrios, las escuelas, los guettos sociales y de todas aquellas situaciones en las que se materializa la exclusión de clase, la separación entre incluidos y excluidos. Cada núcleo de base es constituido casi siempre por la acción propulsiva de los anarquistas insurreccionalistas, pero no está constituido sólo por anarquistas. En su gestión asamblearia los anarquistas deben desarrollar al máximo su función propulsiva contra los objetivos del enemigo de clase. Diversos núcleos de base pueden constituir coordinadoras con el mismo objetivo, dándose estructuras organizativas más específicas pero siempre fundadas sobre los principios de la conflictividad permanente, la autogestión y el ataque. Por conflictividad permanente entendemos la lucha ininterrumpida e incisiva contra las realizaciones y los hombres que realizan y gestionan el dominio de clase. Por autogestión entendemos la independencia absoluta de cualquier partido, sindicato... La búsqueda de los medios necesarios para la organización y la lucha debe ser por tanto hecha exclusivamente a base de suscripciones espontáneas. Por ataque entendemos el rechazo de todo pacto, mediación, pacificación, compromiso con el enemigo de clase. El campo de acción de los grupos de afinidad y de los núcleos de base está constituido por las luchas de masas. Estas luchas son casi siempre luchas intermedias, las cuales no tienen un carácter directamente e inmediatamente destructivo, sino que se proponen a menudo como simples reivindicaciones, teniendo el objetivo de recuperar más fuerza para mejor desarrollar la lucha hacia otros objetivos. El objetivo final de estas luchas intermedias sigue siendo de cualquier modo el ataque. Naturalmente, compañeros solos o grupos de afinidad, independientemente de cualquier relación organizativa más compleja, pueden decidir atacar directamente estructuras, individuos y
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La presencia inoportuna
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Alfredo Maria Bonanno
po, somos hijos de este fin de milenio, y portadores de la radical transformación de la sociedad que vemos bajo nuestros ojos. No sólo mantenemos posible una lucha insurreccional, sino que, en la total disgregación de los valores resistenciales, pensamos que esta sea la perspectiva a través de la cual nos deberíamos encaminar si no queremos aceptar totalmente las condiciones impuestas por el enemigo, si no queremos convertirnos en esclavos lobotomizados, peleles sin significado en el mecanismo telemático que nos hospedará en un futuro ya en la puerta. Franjas cada vez más consistentes de excluidos se están descolgando de cualquier consenso, por tanto de cualquier relación de aceptación y de esperanza en un porvenir mejor. Estratos sociales que antes se consideraban establemente fuera de cualquier riesgo social, están actualmente implicados en una inconsciente precariedad, de la cual no pueden salir empleando los viejos métodos de la dedicación en el trabajo y de la moderación en el consumo. Los anarquistas insurreccionalistas se insertan precisamente en este contexto extremadamente disgregado, y desde aquí avanzan en su proyectualidad revolucionaria.
Pensamos que en sustitución de las federaciones y los grupos organizados de modo tradicional, modelos justificados por estructuras sociales de una realidad ya inexistente y superada, habrá que construir grupos de afinidad, constituidos por un número no muy grande de compañeros, ligados por un profundo conocimiento personal, grupos capaces de unirse entre ellos a través de las ocasiones periódicas de luchas, teniendo el objetivo de realizar acciones precisas contra el enemigo. En el curso de estas acciones se debe poder encontrar el modo de discutir y por tanto profundizar los aspectos teóricos y prácticos de las posibles futuras acciones a realizar. Respecto a los aspectos prácticos se pondrá de acuerdo para la colaboración entre grupos e individualidades, encontrando los medios, la documentación y todo cuanto sea necesario para la realización de las acciones mismas. Respecto a los análisis se intentará hacerlos circular lo máximo posible, ya a través de nuestra prensa, ya a través de reuniones y debates que tengan por objeto argumentos específicos. El punto central en torno al cual hacer rotar una estructura organizativa insurreccional no es por tanto el congreso periódico, típico de las grandes organizaciones de síntesis o de las federaciones oficiales del
Walter Lippman, John Dos Passos, además de los Roman Rollands, Thomas Manns, Albert Einsteins, etc, a lo largo de todo el mundo quienes apoyaron la inocencia de los anarquistas? Sí, hubiese sido difícil. Pero no es mi intención traer a colación el totalmente legítimo punto de vista de que los compañeros deberían haber sido exclusivamente defendidos por el movimiento internacional anarquista, con propaganda limitada a estas últimas motivaciones aceptando solamente aquellas fuerzas externas que hubiesen mantenido voluntariamente la cuestión dentro de estos límites. Sólo quiero decir que el tipo de colaboración impuesta por el abogado Moore, necesariamente tuvo que tener la marca de aprobación del Comite de Defensa y de los dos compañeros en prisión.No se previó como se iba a resaltar la inocencia de los dos compañeros, y como se desatendería su culpabilidad en principio, debido a su militancia y a su pertenencia a una parte específica de América y al movimiento anarquista internacional, colocándolo en un segundo plano. Este fue el precio de la colaboración. Después de esto, podríamos jugar con el interrogante, y esto ocurre todavía actualmente, de que fue una cuestión de dos inmigrantes, dos trabajadores honestos, y subrayar el elemento nacionalista y de clases que ciertamente produjo resultados en su momento pero que no aclara nada respecto a las personalidades anarquistas y revolucionarias de Sacco y Vanzetti. ¿Fue la presencia de las fuerzas de la “izquierda” internacional útil para el objetivo de salvar sus vidas? Uno debe sacar como conclusión que no lo fueron, dado que los dos compañeros fueron asesinados de todas formas. El hecho de que redujeran cualquier posibilidad de que su actividad anarquista fuese considerada también fue negativo. ¿Qué hubiese ocurrido si este apoyo hubiese sido rechazado? Los dos compañeros hubiesen sido defendidos de la misma manera que otr@s que acabaron sobre el patíbulo, algun@s inocentes, algun@s culpables, según lo escrito por Galleani (n.d.t. Luiggi Galleani, anarquista italiano creador del periódico “Cronaca Sovversiva”). Y aquí llegamos a la pregunta: ¿Pero tiene algún sentido esta diferenciación entre “culpable” e “inocente”? Francamente, no lo sé. Tras releer “Acto de estudio sobre el caso de Sacco y Vanzetti”, vi que tanto Sacco como Vanzetti colaboraron con “Cronaca Sovversiva” (“Crónica Subversiva). Debido a ello ambos deberían ser conscientes de la postura de Galleani frente a este falso problema. El hecho de que ellos fueran “inocentes” no pudo hacer que regresaran a una total aceptación de la vía inocentista, por lo menos en los términos desarrollados en el juicio. Por lo tanto estoy de acuerdo con Pedretti cuando escribe “Bartolomeo Vanzetti no era una persona acríti-
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LAORGANIZACIÓN REVOLUCIONARIAANARQUISTAINSURRECCIONALISTA.
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ca unidimensional, denunció el mecanismo que permitió la heroicización de su derrota hacia el amargo final: era esencialmente un anarquista comunista, profundamente convencido y enormemente orgulloso de sus opciones políticas y existenciales...de hecho nunca escondió su odio hacia la injusticia de la que fue víctima y su deseo de ser vengado” (p.130). Por una parte, una vez tomada la decisión fue necesario continuar hacia el amargo final, directos hacia la situación (impuesto por los “progresistas asustad@s”, quienes constituían la gran masa de las personas que apoyaban a Sacco y Vanzetti) de que el que fueran anarquistas apareciese entre líneas. “Inocente” o “Culpable” El hecho de que Sacco y Vanzetti fueran asesinados a pesar de la evidencia de su inocencia, únicamente probaría que tanto el concepto de inocencia como el de culpabilidad no son un dato objetivo, sino una medida impuesta por la lucha de clases. Las técnicas legales y los procedimientos policiales que establecen si una persona es culpable o inocente, son parte de la cultura del poder. Para un@ anarquista revolucionari@ los procedimientos que se exponen como “evidencias” lógicas no tienen ningún valor. Es a la propia consciencia revolucionaria a la que un@ debe responder, y no a la evidencia de la situación orquestada por el enemigo que hace y deshace las reglas del juego a su placer. Para un@ “demócrata” por el contrario, hay una neta diferencia entre ser culpable o inocente. Culpable es aquel que quebranta la ley de una manera clara, y ha sido juzgado y condenado por ello. Por el contrario, inocentes son los que no hicieron aquello de lo que habían sido acusados por la gran masa, constituida por tod@s l@s que todavía se estremecen con horror cuando piensan en el final de Sacco y Vanzetti, debido a que nuestros dos compañeros eran inocentes, ni robaron, ni mataron y a pesar de ello, murieron en la silla eléctrica. Una pequeña minoría, y entre ellos debe haber habido anarquistas, se estremecieron de horror no sólo por los atroces e ignominiosos métodos con los que el proceso judicial tuvo éxito y pudo mantener la responsabilidad de ambos sobre los sucesos, sino porque Sacco y Vanzetti fueron asesinados por el Estado. ¿Este horror del que estamos hablando, habría existido -a parte de en esa pequeña minoría para los cuales por una razón u otra no les parecía de relevancia el hecho objetivo de su inocencia- si los dos anarquistas hubiesen tenido un juicio más digno (desde el punto de vista de las pruebas establecidas) y hubiese resultado que ellos habían cometido el crimen? Estamos segur@s de que las cosas hubiesen sido bastante diferentes.
el coordinamiento operativo de estos grupos con el fin de crear las mejores condiciones para una salida insurreccional de masa, encuentra inmediatamente, también entre los compañeros más interesados, una dificultad inicial no fácilmente superable. Muchos sostienen que se trata de una postura ya fuera de tiempo, válido a finales del siglo pasado pero hoy decididamente “pasado de moda”. Y las cosas serían simplemente así si las condiciones productivas, particularmente la estructura de la fábrica, hubiesen permanecido las mismas que hace cien o ciento cincuenta años. Con aquellas estructuras, y con las correspondientes organizaciones sindicales de resistencia, el proyecto insurreccional, vistas las mutadas condiciones conjuntas políticas y militares a nivel internacional, estaría entonces más perdido. Pero esas estructuras no existen ya. También han desparecido la relativa mentalidad productiva, el respeto por el puesto de trabajo, el placer de la calidad del trabajo, la posibilidad de carrera, el sentimiento de pertenencia a un grupo productivo, del cual se derivaban los sentimientos asociativos del grupo de resistencia sindical, que en caso de necesidad podía también transformarse en grupo de ataque para luchas más duras, para sabotajes, actividad antifascista y cosas así. Ahora bien, estas condiciones han desaparecido. Todo se ha modificado radicalmente. La mentalidad de la fábrica no existe más. El sindicato es una palestra para negociantes y políticos, la resistencia salarial y defensiva en general es un filtro para garantizar pasajes dulces a niveles de costo de la mano de obra cada vez más adaptados a los nuevos ajustes del capital. La disgregación se ha extendido fuera de la fábrica, llegando al tejido social, despedazando vínculos de solidaridad y de significado en las relaciones humanas, transformando a la gente en extraños sin rostro, en autómatas inmersos en el caldo imbebible de la gran ciudad o en el silencio mortal de la provincia. Los intereses reales son sustituidos por imágenes virtuales, creadas a propósito y utilizadas para garantizar el mínimo de cohesión indispensable al mecanismo social en su conjunto. Televisión, deporte, espectáculos, arte y cultura tejen una red en la cual permanecen enredados todos aquellos que están en la práctica esperando los acontecimientos, aparcados en espera de la próxima revuelta, de la próxima crisis económica, de la próxima guerra civil. Es esta la condición general que es necesario tener presente cuando hablamos de insurrección. Nosotros anarquistas insurreccionalistas y revolucionarios nos referimos a una condición en acto, no a cualquier cosa que debe todavía llegar, que esperamos que llegue pero de la cual no estamos seguros. Ni siquiera nos referimos a un modelo lejano en el tiempo, que como soñadores tratamos de reconstruir ignorando las grandes transformaciones presentes. Nosotros vivimos en nuestro tiem-
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adecuado al papel policiaco desarrollado por los USA, papel que debería continuar todavía durante varios años, hasta que nuevas caídas y nuevas crisis puedan intervenir y rediseñar rápidamente nuevos equilibrios tan precarios y peligrosos como los actuales. En esta perspectiva el renacer del nacionalismo comporta un elemento positivo, aunque sea limitado, y un elemento negativo de considerable peligrosidad. El primero es rápidamente especificado: consiste en el abatimiento y en el relativo desmembramiento de los grandes estados. Todo movimiento que se dirija hacia este objetivo es siempre de saludar como un acontecimiento positivo, no como un movimiento regresivo, incluso si en su aspecto exterior se presenta como portador de valores tradicionales y ahistóricos. El segundo elemento, peligroso en grado máximo, viene dado por el riesgo de una progresiva difusión de pequeñas guerras entre pequeños estados, guerras declaradas y combatidas con inaudita ferocidad, capaces de causar sufrimientos inhumanos, en nombre de principios miserables y de intereses otro tanto miserables. Muchas de estas guerras favorecerán a un mejor orden productivo del capitalismo post-industrial, muchas de ellas serán pilotadas y gestionadas por su cuenta por grandes colosos multinacionales, pero en el fondo representaran una enfermedad transitoria, una gravísima crisis epiléptica, después de la cual las condiciones sociales podrán desarrollarse hacia la constitución de fuertes estados a nivel internacional, en grado de controlar las estructuras más pequeñas, o hacia violentas transformaciones por añadidura impensables, siempre más destructivas de cualquier recuerdo de los viejos organismos estatales. De momento, podemos indicar sólo en líneas generales una posible evolución, partiendo del examen de las condiciones presentes.
El fin de la función defensiva y resistencial de las grandes organizaciones sindicales de trabajadores, correspondiente a la caída del centralismo clásico de la clase obrera, permite hoy examinar de manera diferente una posible organización de lucha partiendo de los posibilidades reales de los excluidos, es decir de esa gran masa de explotados, productores y no productores, que al momento se encuentran desde ya fuera del ámbito salarial protegido o están por ser arrojados fuera. En efecto, el anarquismo insurreccional y revolucionario, proponiendo un modelo de intervención en la realidad de las luchas que se funda precisamente sobre la organización de grupos de afinidad y sobre
La gran masa de aquell@s que son respetables de profesión, habrían estado a favor de la condena, y es algo que entendemos. Por otro lado una pequeña minoría incluyendo a l@s anarquistas, como Galleani, hubiesen afirmado que no hay diferencia entre culpabilidad o inocencia. Si hubiesen sido Sacco y Vanzetti realmente responsables de estas acciones sólo hubiese habido una modesta demostración de defensa por parte de compañer@s, tal y como se dio poco antes de la tragedia de Sacco y Vanzetti, con Ravachol por ejemplo. Por otro lado, compañeros que se colocan en la óptica de la expropiación no pueden presumir de tener un movimiento tras ell@s, independientemente de cuales sean sus condiciones objetivas y el nivel de conciencia teórica dentro de éstas. ¿Por qué no podemos esperar tales apoyos? Por al menos dos buenas razones. La primera, porque la decisión de llevar a cabo determinadas acciones, incluyendo aquellas cuyo objetivo es contribuir a través de un meticuloso esfuerzo, al aumento de la disponibilidad de ciertos instrumentos revolucionarios, es siempre una decisión personal y por lo tanto debe ser sostenida, tanto en lo bueno como en lo malo, por cada compañero y su conciencia madura. En segundo lugar, porque un movimiento, incluso uno revolucionario, necesita desarrollarse, tener divergencia de opiniones, ciertas reservas legítimas que no pueden ser desechadas todas de golpe. Por este camino, debidamente hasta donde yo puedo entender, no hay nada de extraño en guardar las distancias en tales casos, mostrando así claramente que somos ajenos a esta cuestión. ¿Por qué jamás debería un@ implicarse a posteriori en algo con lo que inicialmente no estaba de acuerdo? La única posición criticable es la moralista, la cual termina necesariamente convergiendo en el reino de las moralejas del poder producidas e impuestas por los jefes. Esta breve reflexión debería ayudarnos a ver determinadas situaciones de una forma más clara, en primer lugar la de Sacco y Vanzetti. Si ser inocente no es más que un factor externo que podría o no existir y en el caso de los dos compañeros asesinados en América, eran inocentes- l@s compañer@s deberían ser defendidos en todas partes, incluso aunque fuesen “culpables”. Ahora, sí esto es así, no podemos constituir amplios frentes cuando l@s compañer@s son inocentes, y limitarnos a una pequeña parte del movimiento anarquista cuando l@s compañer@s son “culpables”. Las cosas deberían abordarse de la misma manera, al menos teóricamente, si admitimos en primer lugar, como debería ser obvio, que no pueden existir “inocentes” y “culpables” excepto en la lógica del poder.
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POSIBILIDADES DE DESARROLLO DE LA LUCHA INSURRECCIONAL DE MASAS HACIA EL COMUNISMO ANARQUISTA.
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¿Cómo escapar de este dilema? De forma bastante sencilla. Comenzando siempre por el hecho de que para nosotr@s el aspecto técnico es secundario, y que si algun@ compañer@ es acusad@, encarcelad@ y en algunos casos asesinad@ es debido, a parte del hecho objetivo que constituye el elemento de debate en el juicio y el cual tiene un interés marginal para nosotr@s, a su ideología anarquista. No podemos hacer que las razones técnicas se conviertan en los elementos centrales de la campaña de defensa. Much@s compañer@s, incluso con buena intención, piensan de forma diferente porque son víctimas de las banalidades de las ideas dominantes. La demanda de objetividad es una de las piedras angulares de la filosofía de l@s vencedor@s. Es importante entender esto porque siempre nos pilla por sorpresa, reapareciendo cuando menos lo esperamos. Que esta realidad es algo que puede ser determinado de manera precisa es uno de los muchos mitos de las bases del nuevo pensamiento científico, justo como cuando emergieron de las complejas condiciones del Renacimiento, digamos, en las ideas de Galileo: racionalismo reducido a la descripción, no más como esencia. Y la ley contemporánea es una digna heredera del racionalismo, al no haber cambiado demasiado las certezas concernientes a la “manera” en que las cosas fueron. Uno todavía asiste hoy en día a cómicas “reconstrucciones” y cosas por el estilo en los juicios. Nos hemos acostumbrado tanto a esta forma de pensar que ni siquiera somos conscientes de ello. Cuando decimos que Sacco y Vanzetti no eran inocentes sino por el contrario culpables, pero sólo de ser anarquistas, introducimos en el juicio que afirma ser objetivo (por consiguiente de una naturaleza cuantitativa), un elemento que es ajeno al juicio en si mismo (o por lo menos considerado así por la ciencia judicial), un elemento de naturaleza cualitativa. Y todavía esto no funciona de esta manera. La realidad es precisamente este hecho complejo, que no puede ser reducido al resultado de un procedimiento legal. Esto último siempre será algo arbitrario y basado no en evidencias sino en la fuerza, no en la lógica sino en el poder. ¿Una manera difícil de razonar? Quizá sí, pero una vez empleada nunca la olvidas.
mano de obra cualificada, sino que viene directamente dispuesto sobre la línea productiva a través de simples programaciones del robot que manejamos. Esto consiente reducciones increíbles de los costos de almacenamiento y distribución, mientras se incrementan los costes derivados de la obsolescencia de los productos no vendidos. Todo esto, como posibilidad del Capital, ideado podríamos decir en torno a la primera mitad de los años 80, se volvió objeto del capital a finales de estos mismos 80. Por lo cual el reflejo político de los nuevos arreglos económicos no podían permanecer igual que antes. De aquí los considerables cambios del último tramo del pasado decenio y del inicio de este en el que nos encontramos. Estos cambios se orientaban hacia una preventiva y decidida selección de los aparatos de dirección y control, con objeto de abastecer a las nuevas necesidades productivas, por lo cual muchos aspectos gubernativos de algunos países industrializados avanzados han visto un periodo de mayor autoritarismo, como ha sucedido en países símbolo de un cierto modelo productivo, USA y Gran Bretaña. Para más tarde pasar a gestiones políticas más articuladas y flexibles, para satisfacer siempre mejor las necesidades económicas de todo un conjunto de países que ahora va tomando un orden coordinado a nivel mundial.
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CAÍDA DEL SOCIALISMO REAL, RENACIMIENTO DE NACIONALISMOS DIVERSOS. En una realidad capitalista retraída no era pensable un acercamiento de los países del socialismo real más allá de la línea de la cauta y recíproca sospecha. Pero el nacimiento de un nuevo capitalismo, fundado sobre una capacidad productiva basada sobre la automatización telemática a nivel mundial no sólo ha hecho posible este acercamiento sino que lo ha transformado en un cambio radical primero, y en una caída definitiva e irreversible, cuanto indecente, después. Regímenes fuertemente autoritarios, fundados sobre el equívoco del internacionalismo proletario (o sobre otro equívoco más o menos aparentemente antitético) regían malamente las nuevas necesidades impuestas por la producción y el enlace económico a nivel mundial. Los regímenes autoritarios que aún quedan, si no quieren quedarse en una precaria y temporal situación marginal, deben abrirse a profundos cambios en sentido democrático. Todo endurecimiento constriñe a los grandes partners internacionales del desarrollo industrial a endurecerse y a declarar la guerra, de un modo u otro. En este sentido también ha cambiado profundamente el papel del instrumento represivo militar en sentido específico. Es decir, se ha agudizado su función represiva interna, mientras que la externa se ha
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LA REESTRUCTURACIÓN TECNOLÓGICA. La revolución tecnológica contemporánea, fundada esencialmente sobre la instalación informática generalizada a todos los aspectos de la vida, sobre el láser, el átomo y la ciencia de las partículas subatómicas, sobre nuevos materiales que permiten el transporte y la utilización de energía antes impensable, sobre las modificaciones genéticas aplicadas no sólo a la agricultura y los animales sino también al hombre, no se ha limitado a cambiar el mundo. Ha hecho más. Ha producido condiciones de imprevisibilidad tales que no es posible hacer previsiones o programas atendibles, no sólo por parte de todos aquellos que intentan mantener el estado de cosas presente todo el tiempo posible, sino también por parte de todos aquellos que intentan destruirlo. El motivo esencial es debido al hecho de que las nuevas tecnologías, interactuando entre nosotros e insertándose en un contexto tecnológico que tiene una historia y un desarrollo de al menos dos mil años de antigüedad, puede producir consecuencias inimaginables, algunas totalmente destructivas, bien al margen de los absurdamente pensables efectos de cualquier explosión atómica De aquí la necesidad de un proyecto destructivo de la tecnología en su conjunto, de un proyecto de lucha que piensa como fase primera y esencial la destrucción, que funde todo su acercamiento programático, de naturaleza política y social, sobre la indispensabilidad de parar el actual proceso, de otro modo irreversible, de la tecnología.
Texto historico de Alfredo M. Bonanno donde se analizan las diferentas transformaciones del capitalismo en su fase postindustrial y la posibilidad de intervenir sobre ellas de una manera anarquica. Los carabinieri y la magistratura romana descontestualizaron el presente texto alegando que se trataba del programa fundacional de una banda armada denominada O.R.A.I (Organizacion Revolucionaria Anarquista Insureccionalista) dando inicio al denomonado “Proceso Marini”.
NUEVA “VUELTA DE TUERCA” DEL CAPITALISMO DESARROLLO DEL CAPITALISMO A NIVEL MUNDIAL.
En la práctica, la reestructuración tecnológica se realiza a través de profundas modificaciones en el sector económico. Estos cambios tienen consecuencias sobre el orden político de los países del capitalismo avanzado, mientras el sector militar sufre ulteriores modificaciones, ya sea seguido de cuanto va aconteciendo en el sector económico, del cual es inseparable, ya sea seguido de cuanto va acaeciendo en el orden político y en las formas de reunión del consenso. Las nuevas fronteras del capitalismo post-industrial se basan en procesos de larga difusión y sus disposiciones continuamente en movimiento. A la vieja concepción estática de la producción, legada al volante de las grandes instalaciones, volante capaz de poner en movimiento los multiplicadores del consumo, se va sustituyendo la idea genial de la velocidad de cambio, de la continua y siempre más aguerrida competencia en la producción especializada, en el detalle dotado de estilo y personalidad. El nuevo producto post industrial ya no tiene necesidad de
Al terminar los años 70 y a principios de los 80, el orden industrial productivo de los países más avanzados, en condiciones de guiar el capitalismo en todo el mundo, estaba en crisis. La relación entre instalaciones y productividad nunca había sido peor. La lucha sindical y proletaria en general, especialmente las manifestaciones más agresivas y violentas guiadas por varias estructuras revolucionarias de clase, había consolidado un costo de la mano de obra totalmente desproporcionado a los ingresos del capital. Parecía que todo el sistema caminara hacia su natural colapso, siendo incapaz de reajustarse internamente o bien no teniendo la fuerza para recurrir a drásticas reducciones del costo del trabajo y la ocupación. Pero desde ya, en la primera mitad de los años 80 las cosas fueron cambiando velozmente. La reestructuración industrial tomó el camino de la electrónica, los sectores productivos , primario y secundario, es decir agricultura e industria, se contrajeron con fuertes reducciones ocupacionales, mientras el sector terciario se amplió con desmesura, absorbiendo una parte de la mano de obra licenciada y atenuando por consiguiente los contragolpes sociales que los capitalistas temían más que cualquier otra cosa. En suma, no se produjeron aquellas sublevaciones y aquellas revoluciones metropolitanas que los patrones temían, no se produjo una presión real e intolerable del ejército proletario de reserva, sino que todo tendió suavemente hacía una modificación productiva. Las grandes industrias sustituyeron las instalaciones fijas por nuevas instalaciones robotizadas en condiciones de alcanzar, con modestas inversiones, niveles de flexibilidad productiva antes impensables. El costo del trabajo disminuyó en su relación con la producción, sin con ello causar una reducción en la demanda, porque el sector terciario estaba abasteciendo óptimamente líneas de rédito suficientes para bombear el sistema capitalista en
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REESTRUCTURACION POLÍTICA, ECONOMICA Y MILITAR.
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su conjunto. La mayor parte de los trabajadores licenciados, si no encontraron otra ocupación, lograron encontrar un modo de apañarse entre los pliegues del nuevo modelo capitalista: flexible y permisivo.
deseosa solamente de encontrar un nicho en el cual sobrevivir, trabajando lo menos posible, aceptando todas las reglas del sistema, despreciando ideales y proyectos, sueños y utopías. Los trabajadores del capital han hecho un óptimo trabajo en este sentido, de la escuela a la fábrica, de la cultura al deporte, todo colabora y concuerda con construir individuos modestos en todos los aspectos, incapaces de sufrir, de encontrar al enemigo, de soñar, de desear, de luchar, de agitar. Después, condición relacionada con la precedente, el segundo obstáculo está dado de la marginación del papel productivo en el conjunto del complejo post-industrial. El desmembramiento de la clase de los productores es ya una realidad no sólo un proyecto nebuloso, y estas divisiones en tantos pequeños sectores, a menudo antitéticos unos de otros, produce un agravamiento de la misma marginación. Esto produce la superación veloz de cualquier estructura tradicional de resistencia del proletariado, partidos y sindicatos en primer lugar. Estos últimos años han hecho ver el ocaso progresivo del sindicalismo a la vieja usanza, incluyendo aquel que conservaba veleidades revolucionarias y autogestionarias, pero más que cualquier otra cosa han hecho ver el ocaso de los partidos comunistas que pretendían imponer la construcción de un estado donde el socialismo se realizaba, en sustancia, a partir del control policiaco y la represión ideologizada. De frente a estas dos colosales claudicaciones, no se puede decir que haya sido especificada una estrategia organizativa en condiciones de responder a las mutadas condiciones de la realidad productiva y social en su conjunto. La propuesta que los anarquistas insurreccionalistas han avanzado, especialmente aquellas que más coherentemente se dirigen hacía la constitución de estructuras informales basadas en la afinidad de individuos y grupos, no han sido todavía comprendidas en sus posibles desarrollos prácticos, y han recibido una acogida tibia de parte de no pocos compañeros, y esto es debido a una cierta reticencia , en cualquier caso comprensible, a abandonar la antigua mentalidad para aplicar nuevas concepciones de lucha y nuevos métodos organizativos. Más adelante diremos más sobre este punto que en nuestra opinión permanece central en la lucha contra las nuevas estructuras de la represión y el control total por parte del Estado y el Capital.
LA NUEVA MENTALIDAD, CAPITALISTA Y DEMOCRÁTICA. Todo esto no habría sido posible sin el surgir de una nueva mentalidad, flexible en el puesto de trabajo, con reducción de la cualificación profesional y aumento de la demanda de pequeños trabajos complementarios unos de otros, y principalmente sin la consolidación de la mentalidad democrática. La antigua ilusión jerárquica, sobre la cual se basaban los sueños de la carrera de las clases medias y de mejoras salariales del proletariado, ha muerto para siempre. Y esto fue posible gracias a una intervención articulada a todos los niveles. En la escuela, con la adopción de programas de enseñanza menos rígidos, más asamblearios, menos cargados de contenidos, pero más adaptados a construir en los jóvenes estudiantes una personalidad “suave” en grado de adaptarse a un futuro incierto que habría hecho espantarse a sus progenitores. En la gestión política de los países capitalistas avanzados, donde un autoritarismo a menudo formal se casaba con formulas periféricas de democratización gestionaria, donde la gente es consultada no tanto en decisiones serias como en los procesos ficticios del mecanismo electoral y refrendario. En la producción donde, como habíamos visto, la desaparición de la cualificación profesional volvía a los productores domesticados y flexibles. En el mismo espíritu de los tiempos, que veía acabar cualquier veleidad de certeza filosófica y científica, para proponer un modelo “débil”, pero basado no sobre la búsqueda de el riesgo y sobre la elección del coraje, sino sobre el arreglo en el periodo más breve, sobre el principio de que nada es seguro pero todo se puede arreglar. La mentalidad democrática así construida no contribuye solamente a la desaparición del viejo, y por tantos aspectos superado, autoritarismo, sino también a la formación de una condición pasiva de posibles compromisos, al nivel que sea. Una degradación moral en la cual la dignidad del oprimido terminaba por estar controlada y malvendida tras la garantía de una penosa supervivencia. Las luchas se alejaban y se debilitaban. OBSTÁCULOS A LA LUCHA INSURRECCIONAL CONTRA EL CAPITALISMO POSTINDUSTRIAL Y EL ESTADO Sin duda el primer obstáculo está constituido por esa mentalidad flexible, amorfa, no tanto asistencialista a la vieja manera, en cuanto
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Selección de textos movimiento de base: la lucha contra todo tipo de poder. Pero este movimiento anarquista real no debe asumir ninguna forma de prevalencia sobre las organizaciones del movimiento de los trabajadores y no puede ser administradas por especialistas iluminados capaces de mantenerlas en vida en momentos de cansancio. El punto esencial a no olvidar es que estos famosos momentos de reflujo lo son para el movimiento ficticio de los trabajadores, no para el movimiento real, sometido en todo instante a la presión incansable de la explotación y el genocidio. El movimiento ficticio y el dominio de lo aparente
Alfredo Maria Bonanno
ENTREVISTA RADIOFÓNICA Transcripción de una entrevista radiofónica realizada a Alfredo Maria Bonanno donde se analizan la principales claves del denominado “Proceso Marini”, hechos por los que el compañero se encuentra actualmente encarcelado en Italia.
Nosotros somos partidarios de la organización, pero la organización no puede ser un problema en sí misma, aislada de la lucha; un obstáculo para acceder al combate de clase. El conjunto organizativo despegado de la realidad cae en el dominio de lo aparente y se eleva a la categoría de catedral en el desierto. En su interior se producen todo tipo de disputas entorno a las estrategias y tácticas, que nada tienen que envidiar a las reales; sólo que todo sucede en mundo ficticio. El motivo de esta situación se deberia buscar en la existencia de pequeños centros de poder que empujan a muchos compañeros a rotar en torno a ellos, mientras los pocos que administran estos centros, en base a la ley de cualquier organización de poder, no pueden hacer otra cosa que continuar administrándolos. Nos parece que estos compañeros, aunque de buena fe, son responsables directos de esta situación si continúan sin hacer nada al respecto. Es verdaderamente extraordinario el esmero con el que son embalsamadas ciertas momias por quien debería ser por definición contrario a todo tipo de conservadurismos. En sustancia es la ilusión producida por la apariencia lo que empuja a estos compañeros a comprometerse en algo que no tiene sentido si no es considerado un fin en sí mismo. De ahí las grandes fatigas para mantener en pie organizaciones que sólo tienden a perpetuarse a sí misma esperando que llegue el día glorioso de pasar a la acción. El proyecto revolucionario anarquista parte del contexto específico de la realidad de las luchas. No es un producto de la minoría, no es elaborado por ésta y exportado al movimiento de los trabajadores, que lo adquiere en bloque o a plazos. El proyecto revolucionario no es ni siquiera una realización acabada en todas sus partes. Los anarquistas no deben imponer su conciencia de minoría revolucionaria a la clase trabajadora. Actuar en este sentido significa, involuntariamente, perpetuar la violencia leninista. Al contrario, participando en el proceso de autoorganización de la masa, trabajando dentro, no como teóricos políticos o especialistas militares, sino como masa, se
Radio Onda Rossa: Hemos podido contactar telefónicamente con Alfredo Bonanno, uno de los compañeros excarcelados a consecuencia del recurso al Tribunal Supremo, el 30 de octubre de 1997, después de 13 meses de reclusión. Entrando en las imputaciones específicas de este proceso: banda armada y asociación subversiva, teniendo en cuenta que para la acusación esta O.R.A.I (Organización Revolucionaria Anarquista Insureccionalista) estaría dirigida por Alfredo Bonanno. Alfredo, quisiéramos entrar por un momento a analizar el concepto de grupo de afinidad, de núcleo de base, visto que son estos puntos, extrapolados de una serie de intervenciones, a los que la fiscalía hace referencia en su acusación formal .
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Para tratar de entender mejor este problema, es necesario decir que se trata de teorías que poseen un aspecto organizativo y que tienen también un aspecto práctico, un modo en el cual los anarquistas tratan de organizarse, no solo dentro de los propios grupos de afinidad, sino también la actividad revolucionaria a desarrollar en un territorio dado conjuntamente con la gente que no es anarquista. Esta relación naturalmente puede verse de diverso modo según los diferentes objetivos que quieran alcanzarse. Esto no quiere decir que todos los anarquistas se organicen en grupos de afinidad o núcleos de base: algunos anarquistas poseen una concepción diferente de la organización, por ejemplo, aquellos que pertenecen a la FAI -Federación Anarquista Italiana- persiguen una finalidad organizativa diferente, es decir, una organización fija que permanente en el tiempo, etc... que prefigura una relación con las personas compartimentada en diferentes sectores de intervención: escuela, trabajo, etc... Nosotros sin embargo pensamos, desde hace ya más de 10 años, que la organización de grupos anarquistas debería partir del concepto de afinidad. Compañeros que se conocen personalmente, y que
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comparten un pasado común a sus espaldas, que conjuntamente abordan, desde la teoría pero también desde la práctica, determinados problemas, que se dedican a una actividad de información y de difusión de las ideas en un determinado territorio, (porque obviamente el conocerse esta casi siempre circunscrito a un punto de vista territorial), dan vida a un grupo de afinidad, al cual podríamos definir como un grupo de conocimiento y actividad común, con un proyecto común en perspectiva. Las luchas a desarrollar pueden ser, por ejemplo, de diversa naturaleza: escuela, fabrica, barrio, centros sociales, etc...Esto en cuanto al grupo de afinidad constituido exclusivamente por anarquistas. Pero, en el momento en el que se da una determinada situación en el territorio, como por ejemplo se dio de manera clamorosa en 1983 en Comiso, la lucha contra la base de misiles americana o como podría darse ahora mismo, una lucha contra las líneas ferroviarias de alta velocidad, nos adentramos en la posibilidad de una intervención informal anarquista. Esta claro que estos problemas se relaciona con intereses comunes de determinadas personas, que se encuentran en una zona concreta, en un determinado territorio. Estas personas no son para nada anarquistas y tienen poco interés en profundizar en la anarquía a través de un discurso teórico, pero sin embargo tiene interesen atajar el problema que suponen las decisiones que el Estado realiza en su nombre, imponiendo la materialización de determinadas estructuras estatales, sociales y productivas que ellos no comparten. En este caso, puede suceder que diversos grupos de afinidad entren en contacto con estas personas, trabajando conjuntamente, luchando conjuntamente, manifestando por igual el deseo de poner freno a todo aquello que el Estado trata de imponerlos, como las líneas de alta velocidad por ejemplo, y de esta manera conseguir ser capaces de poner en marcha una cohesión basada en la solidaridad: anarquistas y no anarquistas. En este momento se crean nuevos grupos de naturaleza territorial, los núcleos de base, los cuales poseen como finalidad la consecución de un preciso objetivo, en este caso impedir el desarrollo de las líneas de alta velocidad, al igual que en Comiso el objetivo era impedir la construcción de la base. Esta unión entre anarquistas y no anarquistas no se produce dentro de los grupos de afinidad, sino en los nuevos núcleos que se han creado en un determinado territorio como una organización de lucha, estos son los núcleos de base, núcleos que representan estructuras organizadas en un territorio. Cuando estos núcleos son numerosos puede ser necesario establecer una determinada coordinación entre los mismos, como sucedió en el caso de Comiso y como podría darse en otras tantas situaciones. Cuando además, en el momento de actuar nos
to anarquista real. Pero, en general, el movimiento anarquista no molesta mucho y se le deja dormitar en paz. La ilusión democrática abre espacios de acción imaginaria ante los ojos de muchos compañeros y los induce al error.
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El movimiento anarquista real La parte no desdeñable del movimiento anarquista internacional que está constituida por los grupos autónomos, como habíamos indicado, no tiene un derecho mayor que cualquier otra, a declararse parte -o constituyente- del movimiento anarquista real. También aquí se pueden verificar fenómenos de concentración elitista, de elefantismo obtuso, de atraso en los análisis en en las estrategias de lucha. Al contrario, nos parece que el lugar más seguro para buscar el movimiento anarquista real está fuera de los esquemas y de las iglesias. Se sitúa en las masas que en concreto plasman sus postulados en la confusión y en los cambios de opinión, en los errores y en los titubeos, pero con un notable esfuerzo de autoorganización de la lucha, empleando en ellos una estrategia anarquista de aproximación a la revolución social. Pero esta búsqueda en las masas no se puede hacer de modo ciego. En las masas explotadas la organización de los ataques al poder (patronos, sindicatos, partidos) es un hecho espontáneo, emergente de modo inmediato del proceso de explotación. En estas luchas se dan un mínimo de condiciones para el crecimiento de un movimiento real que no es cuantificable en términos de grupos o federaciones, sino que, indirectamente, resulta medible sobre la base del número de acciones de un cierto tipo que son realizadas sobre la base de la circulación de ciertas ideas, sobre la base de la respuesta que ciertas ideas reciben en determinados ambientes de explotación. En esta perspectiva las tesis anarquistas del pasado no pueden ser aceptadas de forma sagrada, sino que deben ser leídas en clave de actualidad, como modelos de acción y no como estereotipos momificados. Sólo de este modo se podrá tener un movimiento anarquista real que no resulte atrasado frente a los estímulos teóricos procedentes de las situaciones reales impuestas por el movimiento real de los trabajadores. Este, resistiendo a la eliminación física en las cárceles y en los manicomios, rechazando jugar el rol asignado por el poder, desarrolla una organización autónoma que puede también llegar a formas bien precisas de articulación. El movimiento anarquista real no puede ser extraño a esta germinación organizativa espontánea: obligatoriamente debe formar parte de ella tratando de garantizar la esencia libertaria que emerge del
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Resumiendo, tenemos pues un movimiento que se coloca como depositario de un patrimonio de ideas, análisis y experiencias bien precisas, pero que no tiene una relación directa con las luchas. Falta su presencia en las masas, que se considera como condición «única» de su mismo llamarse movimiento anarquista. Pero no todos los compañeros que se sitúan dentro de este movimiento comparten las ideas susodichas, no todos se acomodan a la espera de un crecimiento cuantitativo que debe producirse dentro del movimiento, crecimiento determinante para cualquier acción a desarrollar «en las» masas. Algunos ven el problema en sentido opuesto. En general este distinto análisis es realizado por los denominados grupos autónomos, aunque no es para nada homogéneo o universalmente aceptado.
encontramos ante un basto territorio con diversas localidades, con diferentes zonas, y por lo tanto con la existencia de varios núcleos, se hace necesario que el trabajo, pongamos de lucha, de manifestación de las ideas, de la difusión de los problemas, e incluso, finalmente la intervención violenta contra las estructuras que el Estado quiere imponer, sea realizado de manera coordinada, para ello es necesario la creación de una coordinadora de los núcleos de base, que puede ser una estructura permanente, como sucedió en Comiso donde existía una sede con el teléfono y demás, donde permanecimos durante dos años para coordinar la intervención de los diferentes núcleos de base. Esto no tiene nada que ver con una organización de carácter clandestino .
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Radio Onda Rossa: En efecto, la acusación ,y el R.O.S. en particular, extrapolan algunas frases, algunos conceptos, para deducir un doble nivel: uno público y otro oculto, una actividad digamos “clandestina” y otra que se desarrollaría a través de las publicaciones semanales y de los centros sociales, etc. Sin embargo estos conceptos han sido difundidos a través de conferencias realizadas incluso en Grecia, como según tenemos entendido. ¿Nos podrías explicar más detalladamente todo esto?.
Consideramos como movimiento anarquista ficticio el conjunto de los compañeros que administran una posición de poder dentro del movimiento, que no hacen un preciso trabajo anarquista contribuyendo al crecimiento de la conciencia revolucionaria en las masas, sino que se limitan a presidir las reuniones y congresos, tratando de dirigir a los compañeros más jóvenes o menos preparados hacia lo que ellos consideran los principios indiscutibles del anarquismo. Quedan los otros compañeros que por debilidad o por aquiescencia acaban por adecuarse a las decisiones que son tomadas siempre por las mismas personas. Esos, aunque comprometidos en las luchas concretas desnaturalizan el significado mismo de la necesidad de la delegación y no se ocupan de prepararse de modo tal que válidamente se contrapongan a la «tiranía» del compañero más competente o de más autoridad. El resto del movimiento comprende dos direcciones bien precisas: los que teorizan la necesidad de la minoría específica, constituyéndose como vanguardia destinada a tutelar los sacros principios del anarquismo (o anarco-leninismo); y los autónomos, que se debaten entre entre el estímulo originario del crecimiento y una nueva visión del movimiento en sentido real En el caso de que estos últimos grupos se autoconsideren los depositarios de la verdad y, como tales, destinados a recoger la herencia de las sacras virtudes anarquistas del pasado, su destino está señalado con anticipación. Muy prestos también ellos encontrarán a su líder (si no lo han encontrado ya) y marcharán en las filas del movimiento ficticio; en el caso de que giren la mirada fuera de la organización, hacia la realidad concreta de las luchas, entonces tal vez sean los compañeros más indicados para darnos un nuevo análisis de la esencia y las posibilidades de un movimien-
El problema es quizá un poco más complejo. Este tipo de aportaciones teóricas se vienen realizando dentro del movimiento anarquista desde hace más de 10 años en diferentes libros, opúsculos y conferencias, pero también han sido llevadas a la práctica, y esto es muy importante, porque no es solamente una teoría plasmada en un trozo de papel. En el periodo de la ocupación de la base de misiles de Comiso, durante dos años, los hechos demostraron lo que nosotros habíamos venido teorizado. Lo mismo ocurrió en Turín con la creación de una organización del mismo tipo, basada igualmente en grupos de afinidad por un lado, y núcleos de base por otro, actuando en la realidad de las luchas del Compartimiento de Turín, para desarrollar una lucha de tipo laboral, si, es cierto, pero capaz de recurrir a diversos e incisivos instrumentos, como por ejemplo al sabotaje, por lo tanto no solamente la simple huelga. Ahora bien, esta actividad no tiene nada que ver con la imputación que trata de endosarnos la acusación, una banda armada con la capacidad de actuar en un doble nivel, es decir uno de publicaciones teóricas y otro de realizaciones clandestinas, porque las publicaciones y las propuestas que hemos venido materializando han sido siempre visibles a plena luz, en tanto que intervenciones concretas llevadas acabo conjuntamente con la gente, intervenciones de masa en el territorio y teorías
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que ilustran este modelo de intervención. La cuestión del doble nivel, es en cierta medida necesaria como concepto para la acusación, ya que sin este concepto no podrían hablar de banda armada en tanto que, si se examina detenidamente los escritos y las diversas teorías, lo que ellos consideran una banda armada, se observa efectivamente que de lo que se trata es de una organización de masas, una organización basada en grupos de afinidad y núcleos de base, que llevan acabo intervenciones muy amplias, que necesitan de una coordinación. Y esto queda completamente claro si analizamos tanto las cosas que se han escrito como las que se han llevado acabo. Pero, dado que ellos quieren condenarnos en base a la acusación de banda armada, es necesario falsear lo escrito, no tanto en el significado particular de las palabras, ya que esto no habrían podido hacerlo, sino en la conclusión, trastocarlo y falsearlo como conclusión, y así increíblemente, a partir de una serie de escritos que hablan de una organización de masas, la acusación llega a la conclusión que en realidad a lo que nos estamos refiriendo es a una organización clandestina. De esta manera, ellos exponen como texto particularmente significativo un artículo mío publicado en “Anarchismo” titulado: “Nuevas vuelta de tuerca del capitalismo”. El título mismo ya nos deja perplejos, si se hubiese tratado, como dicen los carabinieri, de un texto referido a una organización clandestina y a una banda armada, en cuyo caso algo que debería haber sido muy conciso, es decir, un texto que habla de banda armada y estructura clandestina, es sin embargo un borrador de las conferencias que realicé en 1993 en dos universidades griegas: en el Politécnico de Atenas y la Facultad de Letras de Tesalónica. Y bien, este borrador fue usado como base para estas conferencias y contiene una serie de puntos donde se desarrolla un discurso, realizado en público antes centenares de personas. Es obvio que si se hubiese tratado de un texto, como sostiene la acusación, donde se teoriza la puesta en marcha de una organización paramilitar clandestina, no podría haberlo expuesto delante de centenares de personas. Y he aquí el dilema con el que se han encontrado fiscalía y carabinieri: o el texto se refiere a una organización de masas, como efectivamente se trata, y por lo tanto leyéndolo se demuestra que Bonanno fue a Grecia a realizar unas conferencias; o por el contrario, dado que por fuerza tenemos que hacer pasar el texto por la teorización de una banda armada, Bonanno no puede haber ido a Grecia a realizar estas conferencias. Conclusión: Bonanno no ha ido a Grecia a realizar estas conferencias, y sin embargo yo presenté ante el Juez para las Investigaciones Preliminares D’Angelo diversa documentación que prue-
El movimiento anarquista en su estructura está compuesto por pequeños centros de poder que se desarrollan, actúan, juzgan, condenan, absuelven, deciden y se equivocan como todos los centros de poder. La función que desarrollan es semejante a la de sindicatos y partidos al servir de enlace entre las exigencias del Capital y las presiones del embate de clase. Su óptica es la de sumar el mayor número posible de personas bajo una sigla o bandera. En este caso, el poder se mide en base al número de militantes, o mejor, el número de grupos federados (que la cosa impresiona más en cuanto no se sabe si un grupo está constituido por 2 o 200 militantes). Muchos compañeros están más atentos a los congresos y a las reuniones que a las propias luchas; más inclinados a redactar artículos filosóficos para las revistas que insisten en publicarles que al compromiso personal; no tan preocupados en atacar al poder como en tratar de molestarlo lo menos posible para seguir disponiendo de pequeñísimos espacios donde luchar o donde ilusionar con su lucha. La verdad es que en Italia el movimiento es, en su mayor parte, un movimiento ficticio. Quitando raros casos, está fuera de las luchas. Luchas que no pocos grupos y federaciones se atribuyen. Algún grupo va más adelante y se complace haciéndonos conocer sus experiencias dentro de algún consejo de fábrica o comité de barrio. Lo que aquí queremos subrayar es que, a menudo, detrás de toda esta tendencia o colectivo se pueden encontrar algunas personalidades más fuertes que otras, que acaban por construir un verdadero y propio centro de poder, administrándolo en perfecta armonía con las reglas universales del poder. No falta, y es evidente de modo particular en el movimiento anarquista italiano la tendencia a sobrevalorar la importancia del movimiento en sentido específico como elemento dinamizador de la revolución libertaria. Es de nuevo la manía del crecimiento cuantitativo, de la fuerza numérica, tanto más fuerte y desconcertante cuanto menos se es, y cuanto más lejos se está de las condiciones que hacen posible el crecimiento mismo.
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Pero la enfermedad puede convertirse en un arma si entendemos tanto sus causas como sus efectos. Puede ser importante para mi entender cuales son las causas externas de mi enfermedad: capitalismo y explotadores, Estado y Capital. Pero esto no es suficiente. También necesito clarificar mi relación con MI ENFERMEDAD, que no debería ser solamente sufrimiento, dolor y muerte.
ba la existencia de dichas conferencias, en tanto que aquella vez ofrecí una entrevista al periódico griego de mayor tirada, con fotografías y demás. Es una documentación que existe objetivamente.
Debería también ser un método por el que poder entenderme y entender a los demás mejor, así como la realidad que me rodea y que es necesario hacer para transformarla, y obtener a su vez una mejor comprensión de las salidas revolucionarias. Los errores que se han cometido en el pasado sobre esta materia provienen de la falta de claridad debido a la interpretación marxista. Que se basa en la reclamación de establecer una relación DIRECTA entre enfermedad y capitalismo. Nosotros creemos que esta relación debería ser INDIRECTA, esto es siendo conscientes de la enfermedad, pero no la enfermedad en general como una condición de ANORMALIDAD, sino mi enfermedad como parte de mi vida, un elemento de MI NORMALIDAD. Y después vendrá la lucha contra esta enfermedad. Incluso aunque no todas las luchas terminan en Victoria. Alfredo M. Bonanno Traducción Palabras de Guerra
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Radio Onda Rossa: Otro de los aspectos que viene extrapolado por la acusación es el insureccionalismo anarquista como teoría y como hecho concreto. Quisiéramos saber por tu parte:¿Cómo ha sido usado por la acusación para después delinear esta “O.R.A.I”?. También aquí el problema es un poco más amplio. Se trata de dos elementos diferentes: 1) El insureccionalismo anarquista; 2) Como ha sido instrumentalizado por la acusación. Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que nosotros somos anarquistas, pero somos también insurreccionalistas y consideremos que hoy no se puede ya partir de las viejas concepciones del anarquismo, es decir, desde un planteamiento de lucha revolucionaria destinado a organizar a las masas, en el sentido tradicional del término, es decir, el anarquismo tradicional, como pudo haber sido el anarco-sindicalismo, práctica similar hoy al COBAS . El anarquismo tradicional pretendía acercarse a la destrucción del poder a través de una progresiva penetración en las masas, nosotros pensamos que la estructura actual del Capital y del Estado, dada la formación de una sociedad basada en un desarrollo tecnológico irreversible, fundado sobre la tecnología telemática, etc... una estructura de este tipo no puede ser más que destruida, no puede ser utilizada, transformada o mejorada. No puede ser, bajo esta estructura, fundada una sociedad libre, una sociedad donde el hombre pueda llamarse verdaderamente tal. Por lo tanto se da la necesidad de la destrucción. Nosotros pensamos que la destrucción debe realizarse parcialmente a partir de hoy mismo, porque el concepto de sociedad modificable en sentido revolucionario pertenece al bagaje del pasado. Hoy el poder ha dado vida a una sociedad que no puede ser ya transformada, no puede ser ya salvada, no puede ser tomada por los revolucionarios y los anarquistas y transformada en algo mejor. Es por esto que decimos que el concepto de insurrección parte del concepto mismo de ataque inmediato contra las que son hoy las estructuras del Estado. Hoy es necesario entender que significa este concepto de ataque inmediato. Es necesario sobre todo, que sean los anarquistas los que lleven acabo este ataque, pero no solos, que sean los anarquistas junto con la gente. Y aquí retomamos el argumento de la relación entre la minoría, que está constituida por grupos de afinidad, y las varias situaciones objetivas que se desarrollan en le territorio, que son constituidas por los grupos de base, por personas que tratan de alcanzar un objetivo concreto, por ejemplo, impe-
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dir determinados proyectos destructivos que trata de imponer el Estado. Por lo que, antes que otra cosa, el insureccionalismo es un hecho personal, cada uno debe llevar a cabo una insurrección consigo mismo, modificar las propias ideas, transformar la realidad que lo rodea, empezando por la familia, por la escuela, que son estructuras que nos mantienen prisioneros, a cada uno de nosotros, en un modelo del que no somos capaces de escapar. Mis palabras, quizás confusas, y un poco superficiales, tratan hacer entender el concepto de anarquismo insureccionalista, y sin embargo la instrumentalización por parte de la acusación de este concepto ha llevado incluso a la creación de una sigla, inventada por la propia acusación, y que existe únicamente en sus documentos, en las relaciones e informes de la fiscalía. Los únicos que han hablado de esta O.R.A.I. han sido ellos, para que te hagas una idea, incluso cada cierto tiempo se confunden: unas veces es denominada de una manera, y otras tantas de otra, no hay un modo unívoco de denominar a esta fantasmagórica organización, porque efectivamente ha sido demostrado que esta organización no existe, sino que es una teoría, no de organización clandestina como quieren hacer creer, sino de masas. La lucha revolucionaria e insurreccional se transforma en muy poca cosa en el momento en el que se la encierra en la estructura mínima de una organización clandestina específica, como todas aquellas que en los últimos veinte años han vivido la experiencia, negativa o positiva (no estamos aquí para juzgar) , de ataques contra el Estado, una vez que viene encerrada en el modelo clásico, que podría ser representado por las Brigadas Rojas. Si la magistratura continua teniendo en mente este modelo clásico de organización clandestina, inevitablemente no pueden entender lo que pretendemos hacer y tratará de endosarnos una vestimenta que siempre nos estará estrecha, porque ese tipo de dinámica a nosotros sinceramente no nos interesa.
Las causas de la enfermedad son consideradas como consecuencia exclusiva del capitalismo, el cual aliena al hombre a través del trabajo, exponiéndole a una relación distorsionada con la naturaleza y la “normalidad”, el otro lado de la enfermedad.
Radio Onda Rossa: Se trata de otro de los elementos que lleva a una interpretación instrumental, de este proceso instrumental, cuya finalidad es eliminar a los enemigos del Estado, los cuales no son encuadrables en las denominadas instituciones democráticas. Más allá de las irregularidades de este proceso, un elemento sobre el que seguramente es necesario detenerse un momento es la nota informativa del R.O.S. que fue enviada por correo a algunas radios del movimiento, propiamente durante la audiencia preliminar en julio. En esta nota informativa se delineaba como conseguir poner fuera de juego e estos peligrosos enemigos del Estado, prescindiendo de la existencia de un peligro concreto,
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En nuestra opinión ni las tesis positivistas que ven a la enfermedad como el mal funcionamiento del organismo, ni las marxistas que consideran que todo mal es debido al crimen del capitalismo son suficientes. Las cosas son algo más complicadas. Básicamente, no podríamos decir que las enfermedades no existirían en una sociedad liberada. No podríamos decir que si se lograse ese maravilloso evento, la enfermedad se reduciría a un simple debilitamiento de alguna fuerza hipotética que se encuentra todavía por descubrir. Creemos que la enfermedad es parte de la naturaleza del estado del hombre que vive en sociedad, y que sería el precio a pagar por corregir un poco las condiciones óptimas de la naturaleza para obtener la artificialidad necesaria para construir incluso la más libre de las sociedades. Ciertamente, el crecimiento exponencial de la enfermedad en una sociedad libre donde la artifiacilidad entre individuos sería reducida a lo estrictamente imprescindible, no podría compararse con el que habría en una sociedad basada en la explotación, tal y como es nuestra sociedad actual. Se puede entender de esta idea, que la lucha contra la enfermedad es una parte integral del conflicto de clases. No tanto porque la enfermedad este causada por el Capital -que sería una declaración determinista y por lo tanto inaceptable- sino porque una sociedad libre sería diferente.Incluso en su negatividad estaría más cerca de la vida, de ser humano. Así la enfermedad podría ser una expresión de nuestra humanidad tal y como hoy en día es una expresión de nuestra terrible inhumanidad. Esta es la razón por la cual nunca estaremos de acuerdo con la tesis simplista resumida en la frase “hacer de la enfermedad un arma”, incluso a pesar de que merece ser digna de respeto, especialmente en lo concerniente a enfermedades mentales. No es realmente posible proponer al paciente una cura basada exclusivamente en la lucha contra el enemigo de clase. Aquí la simplificación podría ser absurda. La enfermedad también significa sufrimiento, dolor, confusión, incertidumbre, duda, soledad, y estos elementos negativos no se limitan al cuerpo, también atacan a la conciencia y a la voluntad. Construir programas de lucha sobre tales bases sería bastante irreal y terriblemente inhumano.
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Alfredo Maria Bonanno por lo tanto entendida como una acción de contrarrevolución preventiva, con la intención de bloquear el surgimiento desde su propio nacimiento, de impedir el desarrollo de determinadas prácticas, de determinadas teorías que son incompatibles con este sistema. Quisiéramos preguntarte: ¿Qué es lo que pensasteis cuando fue recibida dicha nota informativa?
ENFERMEDAD Y CAPITAL. La enfermedad, entendida como un mal funcionamiento del organismo, no es algo exclusivamente humano. Los animales también padecen enfermedades, e incluso las cosas en su propio sentido presentan defectos en su funcionamiento. La idea de la enfermedad como una anormalidad, es la idea clásica desarrollada por la ciencia médica. La respuesta a la enfermedad, principalmente gracias a la ideología positivista que domina la medicina actualmente, es la de la cura, consistente en una intervención externa elegida desde prácticas específicas, cuyo objetivo es restaurar las condiciones de una supuesta idea de normalidad. A pesar de todo, sería un error pensar que la búsqueda de las causas de la enfermedad siempre han ido paralelas a esta necesidad científica de restaurar la normalidad. Durante décadas los remedios no se han basado en los estudios de las causas, ya que en aquellos tiempos estos eran absolutamente fantásticos. Los remedios tenian su propia lógica, especialmente cuando se basaban en conocimientos empíricos de las fuerzas de la naturaleza. En los últimos tiempos una crítica del sectarismo de la ciencia, incluida de la medicina, se ha basado en la idea de la totalidad del hombre: una entidad construida por varios elementos-intelectuales, económicos, sociales, culturales, políticos, etc. Es en esta nueva perspectiva donde se inserta la hipótesis materialística y dialéctica del marxismo. La totalidad de un hombre nuevo y real descrita de varios modos, no más tiempo dividida en los sectores que el viejo positivismo nos tenía acostumbrados, fue de nuevo resumida en un determinismo de una sola dirección por los Marxistas.
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Me encuentro plenamente de acuerdo con lo tú que has dicho, porque efectivamente los anarquistas insurreccionalistas constituyen un elemento de gran preocupación para los Estados, en tanto que ellos podrían representar un punto de referencia para una eventual agregación de todos aquellos elementos irreductibles que no aceptan la anunciada defunción de la lucha de clases, y por lo tanto están siempre dispuestos a la puesta en marcha de una práctica de ataque contra el Estado y sus realizaciones materiales, y por lo tanto también contra sus proyectos.[...] Es necesario comprender que el Estado se esta organizando dentro de una realidad social que tiende siempre hacia una forma cada vez más rígida e irreversible, contra la que cual será cada vez más difícil combatir. Cuando hemos dicho que prácticamente nos controlan, que prácticamente nos están encerrando en el interior de un circuito telemático absoluto, dentro del cual un individuo será solamente un número, en cualquier momento fácil de localizar y controlar, y dentro de dicho circuito sus acciones serán controladas a priori y a posteriori, no es que estemos hablando de ciencia ficción, porque en efecto, expulsados casi totalmente del circuito productivo clásico, en donde la explotación era, como podríamos decirlo, palpable, hoy estamos avanzando hacia una realidad productiva y social en la que la explotación existe de igual manera, e incluso más radicalizada, pero es menos comprensible. En esta realidad es necesario hacer algo, aquí y ahora, no cuando estemos completamente encerrados en el proyecto de control del Capital y del Estado. Este concepto molesta ciertamente, en tanto que dice: hagamos algo y rápido, yo he teorizado y he escrito todas estas cosas y he sido incluso procesado por haberlas escrito, como por ejemplo en el caso de los postes de la luz abatidos, cuando dijimos: es necesario que se haga algo para impedir el gran desarrollo de las multinacionales telemáticas. En efecto este llamamiento, insertado dentro del contexto de los diferentes luchas que sobre este tema se estaban realizando a nivel europeo, fue ampliamente secundado. De las noticias que nosotros tenemos, ya sea a través de los periódicos, o ya sea o través de las acusaciones que nos llueven de múltiples lados, se comprende que han
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sido llevadas acabo numerosas acciones, es decir, que bastantes compañeros se han decido a atacar al Estado. Ahora bien, yo he sido primeramente condenado por haber teorizado la tesis de las pequeñas acciones, sin embargo en un segundo momento fui absuelto, porque, efectivamente, el Tribunal Supremo dictaminó absolverme en tanto que para ellos una cosa es la teoría y otra la práctica. Estos te pueden condenar solo después de haber demostrado que tú has hecho una cosa, no por haberla pensado. Pero la simple teorización de estas cosas ya mete miedo, y su puesta en práctica mete aun más miedo todavía porque no termina por averiguarse quien realiza este tipo de acciones en toda Europa, y ese no averiguarse por un lado atemoriza al Estado, y por otro le hace mirar hacia el pasado para buscar aquellos modelos organizativos antiestatales y anticapitalistas sobre los que ha logrado imponerse. El modelo antagonista que el Estado tiene siempre ante sus ojos es el modelo cerrado, clandestino, el modelo que ha sido realizado en Alemania por la R.A.F., en Francia por Acción Directa, realizado por los vascos de E.T.A y en Italia por las Brigadas Rojas. Estos modelos, a pesar de no tener nada que ver con nosotros, nos son continuamente endosados, porque en estas acusaciones, leyendo los cientos de papeles que ascienden a miles de páginas, uno se da cuenta que lo que ellos tienen en mente este tipo de modelo, es decir, no han entendido que nuestro fin revolucionario es encaminarse hacía otro tipo de ataque contra el Estado, convencer a la gente que es necesario hacer algo, aunque sea poco, partiendo de hoy mismo, no organizarse para llevar acabo un enfrentamiento definitivo contra el corazón del estado, como era el modelo clásico de organizaciones tipo Brigadas Rojas, alcanzar la victoria y apoderarse del Estado y gestionarlo. Nosotros somos anarquistas, no tenemos nada que ver con una eventual gestión del Estado, nuestro fin es la destrucción de los proyectos y las realizaciones que en este momento se están llevando a cabo, que podían terminar por encerrarnos en una estructura de control que a posteriori sería absolutamente insuperable. El último argumento, que había olvidado, es el documento del R.O.S. que ha sido recibido por algunas radios. El documento presenta detalladamente la manera maquinal en la que ha sido construida esta chiquilla, presentándola como “arrepentida”,mientras que realmente se trata de una pobrecilla a la que le han sido sugeridas todas y cada una de las cosas que dice. Leyendo este documento uno se da cuenta que perdura la misma mentalidad de siempre, es decir, la mentalidad golpista de los años setenta, que parte de Plaza Fontana y demás episodios, la misma en este caso concreto,
mismos gestos, como todo el mundo sabe (pero sistemáticamente olvida), en la antesala del consenso. Por su parte el Capital está obligado a tomar de nosotros el espacio porque no puede dejar ninguna oportunidad libre a nuestra creatividad, nuestra capacidad para pensar en las cosas, nuestro deseo de innovar (que es el primer estímulo para buscar soluciones y que se puede convertir en una increíble capacidad de espontaneidad y riqueza). Si el Capital dejase espacio para semejantes fuerzas individuales no sería capaz de alcanzar el paso de repetición indispensable para la producción. Piensa en los esfuerzos (apoyados en la tecnología) que el capital está haciendo para satisfacer los deseos de todo el mundo con la máxima (centralizada y codificada) diversidad. Los grandes nombres de la moda, las cadenas de comida rápida..., sus anuncios que remarcan el sabor individual dentro de la producción masiva no son más que intentos de bloquear diversos caminos que hoy podrían ser explorados. A pesar de que el espacio que es producido y reproducido se basa en el consenso, contiene una cantidad considerable de elementos puramente represivos, en el sentido policial de la palabra. El control regula el movimiento en todos los sentidos. Materiales y personas, ideas y máquinas, dinero y deseos. Todo esto está coordinado porque todo ha sido previamente homogeneizado. Las diferencias no son mas que eso, diferencias superficiales; no son diversidades radicales. Han sido reducidas al rango de las apariencias y en esta nueva capacidad se las elogia como el reino de la libertad. La estrategia del poder es por lo tanto controlar “todo” el espacio en la misma medida que controla “todo” el tiempo. No es simplemente una cuestión de control policial, es más que nada un control basado en el consenso y la aceptación de los modelos de comportamiento y escalas de valores propios de los tecnócratas capitalistas. ¿Qué hacer, pues? ¿Ir en busca del tiempo perdido? ¿Del espacio perdido? No en el sentido de un viaje nostálgico, de vuelta atrás en el tiempo. Nada en la vida va hacia atrás, así como ninguna cosa se presenta a si misma dos veces de una forma idéntica o absolutamente diferente. Las viejas relaciones con el espacio dejaban la huella de un lugar físico. La huella del hombre y sus cosas. Un camino, una plaza, un sendero, un río, el mar y el cielo, bosques y montañas, estaban en discurso abierto con los individuos que sabían (y querían) escucharles. Y era la afinidad con otros individuos la que llevaba a la gente a unos mismos lugares, animaba sus sentimientos y les empujaba a la acción y a la reflexión. Uno se encontraba a si mismo como individuo, mientras que hoy se esconde como parte de un todo, de una multitud. Una vez estuvimos abiertos, a menudo tambien desprevenidos y vulnerables. Ahora todos estamos protegidos por la uniformidad y la repetición. Nos sentimos más seguros porque pertenecemos a la masa. Todo está siendo producido y reproducido. Todo está a punto de convertirse en una comodidad. En esta perspectiva la lucha por el espacio se convierte en una lucha por la apropiación de todo el “territorio”, más allá del control y del consenso.
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Nuestro ataque no puede fallar en causar ruina y destrucción. Es la lógica de la guerra de las cosas, la lógica de la guerra de clases. El proyecto del poder es global. No puede permitir la existencia de “espacios vacíos” o “espacios libres”. Nuestro proyecto de liberación es global, por la razón opuesta. Si permitimos que el Capital alcance la meta de la dominación global, estamos muertos. Afortunadamente, el camino o que el poder debe recorrer para alcanzar la globalización todavía es largo. A parte de saquear el espacio (y el tiempo) a un nivel global, el capital está comenzando a dividir la realidad en dos partes separadas. Ya no es una cuestión de vieja fragmentación, es una división neta, un muro real entre incluidos y excluidos. A los primeros se les garantizará una posición de privilegio, dominación, alto nivel cultural, proyectualidad y creatividad; a los segundos, condiciones de supervivencia, consenso, subculturas, aceptación supina, ausencia de simulación y quizás hasta de necesidades. Desde esta perspectiva el Capital y el Estado requieren una completa disposición del espacio social. Nada debe escapar a su control. Y eso no es todo. Ahora el Capital tiene tecnologías en su poder que le permite no tanto la posesión del espacio como su producción. Piensa en su capacidad para comunicar en “tiempo real” dos puntos del espacio separados por miles de kilómetros. Eso no solo cambia el orden productivo (variedad, creatividad, stocks, etc.), también, y sobretodo, el orden humano de relaciones sociales (que también son económicas). De modo que el Capital está produciendo espacio en base a su proyecto de explotación y dominio. Está transformando y destruyendo la naturaleza, modificando las ciudades y el campo, destruyendo mares, ríos y lagos, sometiendo distancias estelares a su lógica militarista. El espacio producido de esta forma sirve entonces para canales individuales. Y así nos encontramos atrapados en enormes atascos de tráfico, acelerando en una autopista o esperando en la cola del supermercado. Estamos continuamente preocupados por retenciones de tráfico que no podemos superar, compromisos a los que no podemos faltar e intereses ficticios que nos hacen sentir mal, obligándonos a permanecer continuamente en movimiento de forma totalmente absurda. Nos movemos por espacios que han sido programados para nosotros pero que imaginamos haber escogido nosotros mismos. Nuestras casas están llenas de objetos inútiles y nocivos. El espacio ha sido restringido (cuando no cambiado) de acuerdo con las necesidades de la producción capitalista, que necesita vender televisores, neveras, lavadoras, muebles y cocinas prefabricadas. De modo que, casi sin notarlo, nuestro tiempo está desapareciendo y nuestro espacio se está reduciendo a relaciones con objetos que atestiguan el poder del Capital para convencer. En este proceso hemos sido educados para la repetición. Mostramos los
en la que un grupo de personas pertenecientes a la autoridad constituida actúa como organización paralela, y decide tentar, como podríamos decirlo, a la suerte, puesto que sus cartas en el proceso no eran del todo buenas, y no se lograba incriminar totalmente a los compañeros que habían intentado realizar un atraco en Trento ,y además se les quería endosar algunos más.Así pues partiendo de todo esto, se ha intentado encauzar el proceso utilizando a esta chica, haciéndole decir cosas increíbles, como el hecho mismo que ella personalmente participó en aquel atraco, pero después en sus declaraciones ella no recuerda nada, no se acuerda del sitio, ni el cuándo, ni el donde, ni como iban vestidos los atracadores, ni tan siquiera como se desarrollaron los hechos en el interior del banco. De todo ello se desprende que todo este proceso ha sido prefabricado a conciencia, pero tampoco muy bien que digamos. Todo ello demuestra la necesidad de los órganos del Estado de realizar urgentemente algo contra nosotros, pero la precipitación de esta gente no les ha permitido ni tan siquiera barajar bien sus propias cartas para tratar de impedir a un grupo de anarquistas insurreccionalistas, esparcidos hoy por Europa, la realización de su proyecto de ataque contra el Estado y contra el Capital, un proyecto que mete miedo.
En este proceso todo está todavía aún por verse, esta claro que la precipitación de la que hemos hablado antes se percibía desde el inicio. Por ejemplo, el no respeto hacia sus propias reglas ha quedado reflejado desde el comienzo: arrestos de personas contra las cuales no existían acusaciones, a excepción de las declaraciones de una chiquilla que continua diciendo que existe una organización, pero qué demonios es esta organización, ni ella misma lo sabe. Un fantasma que ha sido creadoporlaacusaciónyunavezcreadosehaconvertidoenunacontinuareferencia,comoporejemploalafirmar:“Yodigoqueexisteestaorganización,despuésenunmilardepáginasexpongoloqueesaorganizaciónhahecho,y,porelsimplehechodehaberla,yofiscal,hechoexistir,estaorganización existeyporlotantolaacusaciónimputadasesostiene”. Todo esto, como puede verse claramente, no sigue ninguna regla lógica, ni tan siquiera la del mismo orden argumentativo. De ello se puede entreverse el modo en el que han actuado y la precipitación de la que se han servido, y el hecho mismo que no han respetado ni tan siquierasuspropiasreglas.Enestemomentolasuperficialidadsehavueltocontra ellos mismos, pues nosotros deberíamos haber sido interrogados en un plazo de 5 días, pero sin embargo el Juez para las Investigaciones Preliminares lo ha hecho casi después de 10 meses. Por este motivo, el Tribunal Supremo ha decidido que otra compañera y yo fuésemos excarcelados. El 26 de noviembre se celebrará una nueva audiencia en el Supremo, que debería dejar fuera a otros compañeros , pero esto no resta nada de la extrema dificultad de este proceso, dadas sus manifiestas intenciones de condenarnos, porque el hecho de estar a pie libre no significa nada. Puedes actuar mejor, puedes defenderte mejor, puedes hacer entender
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Radio Onda Rossa: Quería preguntarte si quieres añadir algo más sobre el proceso, que sirviese cono aclaración de lo que está sucediendo en este momento desde un punto de vista jurídico.
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cuales son las condiciones en las que el proceso se ha desarrollado, pero, objetivamente hablando, nos enfrentamos a gravísimas acusaciones y a toda la voluntad por su parte de condenarnos. Esto es lo que tenemos que tener presente.
Espacio y Capital El presente texto se incluye en el libro: “No podréis pararnos. La lucha del anarquismo revolucionario en Italia” editado conjuntamente por la Editorial Klinamen y las Ediciones Conspiración.
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No hay un solo lugar que se libre de la interferencia del Capital, ya sea el espacio exterior o las profundidades del océano, las montañas o los ríos, la gran metrópoli o la diminuta aldea. Toda una serie de relaciones se cruzan y sobreponen: elementos sin relación aparente están conectados por el engranaje general de explotación. Uno podría intentar largarse lejos de aquí, “fuera de este mundo” como dicen, sólo para descubrir que los mecanismos del capital siguen alcanzándole y funcionan perfectamente. Eso explica porqué estamos en contra del ecologismo, así como estamos en contra de cualquier otra propuesta “alternativa” que trate de hacer algo contra la explotación aislando una parte de la realidad del resto. Por supuesto, tambien nosotros partimos de unos puntos específicos en nuestras intervenciones, pero no nos engañamos pensando que podemos atacar al enemigo sólo desde esos puntos, en esa parte concreta. Para movernos y atacar debemos superar la fragmentación que en ciertos momentos resulta una opción necesaria pero que esencialmente es una estrategia que nos ha sido impuesta por el Capital. El saqueo más grande llevado a cabo por la explotación, el de más grandes consecuencias, es el robo del tiempo y el espacio. Estos dos robos están sustancialmente unidos. El Capital roba nuestro tiempo obligándonos a trabajar y condicionando nuestras vidas, infectándola con relojes, compromisos, fechas tope, y así hasta el más ínfimo detalle. Robando nuestro tiempo impide que nos entendamos a nosotras mismas. Nos aliena. Sin nada de tiempo ni siquiera notaríamos el robo del espacio. Necesitamos tiempo para percibir la presencia del espacio. Para pensar, para escuchar, para soñar, para desear. Viviendo el espacio en términos de distancia, de kilómetros a ser recorridos cuanto antes, moviendonos de un lado para otro, perdemos la percepción de nuestra relación con las cosas, la naturaleza, el mundo. Primero el capital nos roba el tiempo (lo necesita para la producción), luego vienen los sistemas de control represión y, finalmente, la generalización del consenso. Ahora nos enfrentamos a la necesidad de movernos para reapropiarnos de nuestro tiempo y nuestro espacio.
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dad del progreso social, la educación y la elevación intelectual, porque son un paso hacia la revolución, una victoria sobre las fuerzas del pasado.”
puede evitar el obstáculo insuperable de la minoría separada que intenta «viajar» hacia la totalidad de la masa, pero no sabe decidirse sobre la metodología a emplear. Es necesario partir del nivel real de las luchas, del nivel concreto y material del combate de clase, construyendo pequeños organismos de base, autónomos, capaces de colocarse en el punto de coincidencia entre la visión total de la liberación y la visión estratégica parcial que la colaboración revolucionaria hace indispensable. No se trata pues de propaganda, de «hacerse conocer» por las masas, no se trata de acceder a los grandes medios de comunicación, no se trata de hablar en televisión a millones de espectadores; se trata de realizar en cada hecho de la lucha de masa la conciencia revolucionaria de la minoría, transformando en hecho-concreto la conciencia que en convento minoritario, quedaba en simple abstracción; haciendo que la necesidad del comunismo advertida por las masas se realice, poco a poco, en una concreción cotidiana, en una organización material de la vida.
Si la crítica gramsciana conducía al Partido como solución, la crítica sindicalista revolucionaria, heredera de Pelloutier y Delesalle, acaba en el sindicalismo mismo. La presunción de eficiencia cae, y sólo queda la ideología sindicalista: el embrión de un Estado dentro del Estado burgués. No entenderían que la organización sindicalista, como el partido político, no puede conducir a la revolución social, aunque pueda determinar condiciones revolucionarias paralelamente al desarrollo de otras condiciones, justo como lo hace el capitalismo (a través de su mismo proceso de explotación). Al día siguiente de la revolución, si realmente queremos que sea tal, no puede haber tal cosa como una organización partidaria o sindicalista, igual que no puede haber capitalismo. Las estructuras del futuro serán simplemente económicas, no políticas, federaciones de organizaciones de base; de otro modo el trabajo tendrá que empezar de nuevo por completo.
¿Qué movimiento? Aquí cae otra crítica, contenida indirectamente en la de la burocratización: la crítica de la eficacia del sindicato. Los burócratas son acusados de oponerse a la presión proveniente de la base, porque ésta última se mueve en una cierta dirección, generalmente la de usar formas más duras de lucha (como la huelga salvaje) y la acción directa. Este hecho puede explicarse fácilmente. El presente autor ha tenido personalmente choques con la “policía sindical”, y ha observado otros durante demostraciones-enfrentamientos, de tal brutalidad (y estupidez) como para dar envidia a la más belicosa policía antidisturbios. En cualquier caso, lo que debe notarse es que la ineficacia de la Dirección sindical no es debida simplemente a una perspectiva equivocada por su parte, sino que es uno de sus rasgos esenciales. Cualquier acción directa, si se realiza dentro de los límites del sindicato -imaginémoslo como caso extremo-, perdería su significación y acabaría siendo presa fácil de la ineficacia típica de la estructura en cuestión. (...) “El desarrollo, o más bien la degeneración de las estructuras sindicales modernas en todo el mundo, tiene un aspecto en común: su reconciliación y fusión con el Estado.”
Pero, en definitiva ¿Qué cosa debemos entender por movimiento anarquista? Pensamos que debe ser entendido en el sentido más amplio de término, como el conjunto de todas las fuerzas que luchan por la realización de una revolución social libertaria; pero pensamos también que la cristalización oficial de algunos componentes de este movimiento, el ponerse cómodo sobre temáticas escolásticas, el encerrarse en conventos que escupen sentencias de absolución o condena, haya acabado, al día de hoy, por transformar la parte más grande de este movimiento en un pesado e inútil carrozón ideológico. Sin embargo, más allá de la estructura, que está matando todo, hay compañeros, individuos que intentan luchar por su ideal, que ven con claridad como este choque continuo con la estructura acaba por oprimirlo cuando debía exaltarlo y hacerlo realizable. Estos compañeros son los destinatarios privilegiados de nuestro discurso. La organización
“Este proceso es característico de todos los sindicatos, sean neutrales, socialdemócratas, comunistas o anarquistas. Esto solo muestra que la tendencia a amalgamarse con el Estado no es inherente a una doctrina particular, sino un resultado de las condiciones sociales comunes a todos los sindicatos y organizaciones sindicales.” (L. Trotsky)
La organización específica de las masas explotadas se da a través de la autoorganización. Esta puede extenderse en el curso del combate y del desarrollo de las contradicciones, pero sin perder su fundamento espontáneo de autorregulación. Esto garantizará la persistencia de una estructura horizontal, única salvaguardia para continuar la lucha. El aislamiento es la causa de la derrota revolucionaria, no sólo sobre el
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plano militar, sino, más todavía, sobre el político. Ello no es posible cuando el organismo actuante no es producto de un dualismo (organismo de masas-organización específica), sino que es la masa misma la que extiende su actividad estructurándose de modo autónomo. Todo está todavía por hacer en esta dirección. La masa desarrolla e incrementa diariamente su necesidad de comunismo, elabora su propia teoría, determina sus enemigos. No podemos continuar quedándonos en lo cerrado de nuestros grupos, meditando análisis y proponiendo estrategias de acción como producto de un organismo que se considera interlocutor privilegiado de la masa. Debemos poner al revés el razonamiento, dejar de contarnos y comenzar a contar a los explotados y guettizados.
En sí misma, esta crítica no es equivocada. Pero generalmente se usa equivocadamente, de acuerdo con los intereses políticos que motivan al analista. Poniendo en relieve la crítica de los sindicatos tocamos, quizás involuntariamente, las diferencias objetivas que existen entre las diversas confederaciones en Italia hoy. Sin embargo, entrar en estas diferencias en profundidad nos llevaría lejos de nuestro problema. (...)
De nuevo sobre el error del crecimiento cuantitativo de la minoría La vieja ideología cuantitativa se puede transferir bajo la forma de objetivación de la minoría misma. El compromiso por la lucha viene dado por la búsqueda del crecimiento del movimiento específico, de la minoría. No debemos basarnos en las propias perspectivas y en los intereses propios, utilizando las ocasionales instancias del movimiento de los trabajadores como detonador del proceso de desarrollo y de amp!iación, sino, al contrario, el punto de partida debe ser la transformación de la realidad misma, esto es, la transformación de la relación existente entre autoorganización y delegación de las luchas. Por eso, el «terreno» sobre el que comprometerse sólo puede ser el propuesto por los estímulos de la realidad misma, tomando en cuenta, como sabemos, que estos estímulos están divididos entre el empuje hacia la autoorganización de las luchas y el impulso hacia la delegación. Si en un barrio crece el descontento por ciertas carencias del poder que causan disfunciones (aumento de la explotación), esto no significa que el barrio esté dispuesto a autoorganizar la lucha para resolver el problema inicial, hacer disminuir la explotación que lo golpea y pasar a profundizar la lucha por otros objetivos más generales y más específicamente revolucionarios. A menudo, todo lo que está dispuesto a hacer es esperar para ver qué camino es el más eficaz para obtener aquello de lo que carece.. Por este simple motivo, sindicatos y partidos pueden en todo momento obligar al poder a eliminar las contradicciones y, haciéndolo así, a apagar las luchas. Nuestra tarea no puede ser, por tanto, sólo la de llegar antes que ellos, sino la de introducir la lucha en un cuadro más amplio, en un proyecto revolucionario más complejo, que pueda desplazar la relación autoorganizacióndelegación! del lado de la autoorganización. Y esto no es posible encerrándose en el hecho en cuanto tal, en la acción como fin en sí misma, o peor todavía, en una perspectiva de crecimiento cuantitativo de la minoría. En estos últimos tiempos, la necesidad de comprender bien esta relación se hace más apremiante. Podemos decir que el disenso se ha institucionalizado. La contestación, el formular peticiones
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[ Los límites de esta crítica y las falsas soluciones al problema ] Tal como podemos ver, existen diferencias considerables en las perspectivas y los niveles de intervención dentro de las filas sindicales; pero, a la luz de los acontecimientos, todos comparten la misma lógica: el pecado de la colaboración. Sea en la niebla del autoritarismo marxista o del posibilismo cristiano, los sindicatos no pueden escapar de su verdadera vocación, la de un papel crecientemente activo en el funcionamiento del Estado y en la explotación de los trabajadores. Déjesenos tomar a Gramsci como ejemplo. (...) La conclusión de la crítica de Gramsci es el partido obrero, es decir, el Partido Comunista. (...) Lo que importa es que esta crítica del sindicalismo es una crítica autoritaria, que apoya la ideología del partidoguía. Una crítica de las estructuras sindicales actuales es la realizada por los sindicalistas revolucionarios. El sindicato es acusado de volverse burocrático y hambriento de poder. “En la Internacional no puede haber problema alguno de corrupción venal, porque la Asociación es demasiado pobre. Pero hay otro tipo de corrupción al que desgraciadamente no puede escapar la Asociación Internacional: el de la vanidad y la ambición.” (Bakunin) De hecho, el crecimiento cuantitativo de la estructura sindical abre horizontes de poder (o de vanidad, como mencionaba Bakunin) que eran inconcebibles en la aurora de las luchas sindicales; pero que, como veremos más adelante, eran quizás creíbles incluso entonces. La teoría que toma el lugar del mito de Sorel es la expresada por Maurice Jouhaux (Federación Anarquista Francesa): “La acción revolucionaria consiste en realizar el máximo número de conquistas; no en la reforma, sino en la transformación social... No sólo porque esto significa una mejora inmediata en las condiciones de los trabajadores, sino también porque tales conquistas contienen la posibili-
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ca la preocupación de los capitalistas de tener que tratar con una masa tumultuosa y contradictoria que es incapaz de usar el lenguaje de los iniciados y que podría, fácilmente, pasar a los hechos consumados. (...)
no ortodoxas, una cierta animosidad de la base, cosas que hasta ayer causaban un cierto pánico en los sindicatos y en los partidos, hoy pueden ser objeto de debate en las instituciones. Mediante la discusión, la apertura, las asambleas de base, el diálogo, se impone, de forma limpia y sin escorias, lo que quiere el poder. Por tanto, el obietivo de intervención no puede ser establecido a priori, sino que va delimitándose en el curso de la intervención misma y sobre la base de las modificaciones que ello causa sobre la realidad de las luchas. No puede valorarse en base a resultados objetivos inmediatos por alcanzar, porque esta también puede ser tarea de partidos y sindicatos; no puede ni siquiera valorarse en base a una ideología a priori, que acaba por hacerse afirmación maximalista y, muchas veces, inoperante frente a una realidad que se va estructurando sobre una serie de contradicciones. Si, por ejemplo, nos limitásemos a denunciar las condiciones de los encarcelados, seríamos sin duda útiles a los compañeros a los compañeros que sufren la represión; pero limitándo. nos a esto, condenaríamos nuestra intervención a quedar en manos de una minoría externa que se acerca a la realidad y la divisa, se bate por ella y, - al límite, hace algo por cambiarla a mejor. Pero este «cambiar a mejor» es útil también para el poder que, antes o después, debe también decidirse a adoptar sistemas más refinados y socialdemócratas de represión; sistemas igualmente, si no más, eficaces. La acción práctica de la minoría es la realidad de las luchas es, pues, la de impulsar el desarrollo de la autoorganización, rompiendo con el delegacionismo y el dirigismo, aunque esté camuflado de proyecto revolucionario.
Los trabajadores sospechan de los sindicatos. Se unen a ellos porque piensan que serán apoyados si son despedidos o si tienen una pelea con el encargado, y porque piensan que están genéricamente bajo protección. El modo en que los sindicatos usan la huelga demuestra el papel absurdo que ellos mismos se han reducido a jugar. (...) Por su parte, los obreros y los campesinos tienen las ideas bastante claras sobre las limitaciones de los sindicatos: “La indiferencia hacia el sindicato es tal que tienen dificultades para encontrar obreros que estén preparados para hacerse candidatos a la delegación. Frecuentemente, el delegado no es elegido -lo que provocaría la creencia de que tiene que haber un número dado de reivindicantes, equivalente a los puestos vacantes- porque, de hecho, un número de puestos de delegados queda vacante después de poco tiempo, ya que los elegidos entregan su dimisión tan pronto como han pasado las elecciones”. (Andrieux Lignon, L’Ouvrier d’aujourd’hui -El obrero de hoy-, París, 1960). Por otro lado, el sistema está hoy tan integrado que a veces es capaz de hacerlo mejor que los sindicatos mismos. (...) Las críticas tradicionales del sindicalismo Éstas pueden resumirse en mostrar las limitaciones en el desarrollo de los sindicatos. Éstos últimos han nacido, de hecho, para oponerse a la explotación de los obreros por los capitalistas, es decir, han nacido en una situación histórica objetiva que ha evolucionado en el tiempo, de modo que ha habido también allí una evolución en la estructura de sus tareas. Una concentración monopolista de capital y una concentración sindical del trabajo se oponen finalmente entre sí sin tener ninguna la superioridad. El conflicto nunca se ha resuelto, y todo retraso es para el beneficio de la clase explotadora, que es así capaz de continuar su explotación incluso después de que las razones objetivas para hacerlo ya no existan.
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La fragmentación de la realidad de las luchas La existencia misma del poder y de la explotación es el indicio más seguro de la fragmentación de la realidad de las luchas. En caso de que éstas lograsen fundirse en una acción homogénea, es decir, hiciesen prevalecer la tendencia a la autoorganización, el poder sería barrido. Y dado que este último aprecia perfectamente el peligro, se organiza en consecuencia. Sus aliados más eficaces: los partidos y los sindicatos. Esta fragmentación no se traduce en una distinción de niveles según la presencia reformista, tecnocrática o revolucionaria. Es una fragmentación que desciende en vertical, en profundidad. Una realidad de lucha en una fábrica, barrio, guetto, escuela, manicomio, etc. no es nunca calificable como «realidad» reformista, tecnocrática, revolucionaria, etc., siempre tiene un conjunto de problemas y de estímulos que la caracterizan, un conjunto de tendencias y prejuicios, de separación y de empeño, de compromisos y de toma de conciencia. Sólo cerrando los ojos se puede admitir, por definición, que la minoría es monolítica porque ha tomado conciencia, mientras que la realidad es fragmentaria porque ha de ser conquistada por la minoría. En realidad las cosas son muy distintas, el proceso es, para ambos elementos de esta relación, una tendencia y una constante modificación.
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DESTRUYAMOS
EL TRABAJO.
El trabajo es el argumento que se repite en todos los periódicos, conferencias, debates políticos e incluso en artículos y panfletos escritos por compañeros. Las grandes preguntas que se plantean son: ¿Cómo hacer frente a la desocupación creciente? ¿Cómo volver a dar un sentido a la profesionalidad laboral penalizada por la actual reestructuración capitalista? ¿Cómo hallar caminos alternativos al trabajo tradicional? ¿es posible el reparto del trabajo?.
Alfredo Maria Bonanno Las subidas de los precios son un fenómeno necesario, no accidental, del capitalismo. No se deben a una mala administración o a una época desfavorable (la crisis del petróleo debe examinarse más de cerca en este sentido), ni se deben a una maniobra monetaria por el placer de la impresión de billetes. Son intrínsecos al sistema capitalista. Los sindicatos, siendo socios del capitalismo, no están afligidos por esto, sino por el hecho de que sus cómplices están culpándoles de algo en lo que colaboraron para determinar juntos. A nivel lógico-económico, las propuestas sindicales para lograr la estabilidad monetaria son del mismo valor que las acusaciones del capital de que los sindicatos son la causa de la crisis; pura demagogia. (...) [ El papel de los delegados sindicales ] El dirigente sindical es el mediador que tiene que crear las condiciones para que la administración capitalista pueda proceder del mejor modo posible.
La sociedad postindustrial ha resuelto el problema de la desocupación, al menos dentro de ciertos límites, dislocando la fuerza laboral hacia sectores más flexibles, fácilmente maniobrables y controlables. Ahora, en la realidad de los hechos, la amenaza social de la desocupación creciente es más teórica que práctica y es utilizada como arma política para disuadir a amplias capas de población de intentar direcciones organizativas que pongan en discusión las actuales directrices económicas. En la actualidad, siendo el trabajo mucho más controlable, precisamente en su forma cualificada, pegada al puesto de trabajo, se insiste sobre la necesidad de dar trabajo a la gente, por eso de reducir la desocupación. No porque ésta constituya un peligro en sí, sino más bien al contrario, porque el peligro podría venir de la misma experiencia de flexibilidad ahora ya hecha indispensable en las organizaciones productivas. El haber sustraído una identidad social que precisa el trabajador lleva a posibles consecuencias disgregativas que hacen más difícil el control. Del mismo modo, los intereses de formación profesional en su conjunto no permiten una formación de alto nivel, al menos no para la mayoría de los trabajadores. Se ha sustituido pues la pasada petición de profesionalidad por la actual de flexibilidad, es decir, de adaptabilidad a tareas laborales en constante modificación, a pesar de una empresa a otra; en suma, a una vida cambiante en función de las necesidades de los patronos. Desde la escuela se programa ahora esta adaptabilidad, evitando suministrar los elementos culturales de carácter institucional
Aquí la competición entre los distintos sindicatos se pone en segundo plano: lo que cuenta es tener el poder. Lo que encontramos en el centro del problema del delegado es la preparación para la gran tarea de dominación del mañana. (...)
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Es en este sentido que, el problema a que los sindicatos son más sensibles, es al de la reorganización. Dentro de las fábricas consejos de fábrica (dirigidos por los sindicatos, por supuesto) están tomando el lugar de las viejas comisiones internas, y fuera hay una perspectiva de estrechar lazos entre la fábrica y la sociedad. De este modo están brotando asociaciones vecinales, un experimento en estructuras fuera de la fábrica que apunta a garantizar la presencia de los sindicatos en emprendimientos que, de otra manera, podrían desarrollar una peligrosa autonomía.
La figura del delegado es esencial para el sindicato. Cambiando la relación, esto podría compararse a la figura del funcionario dentro de la estructura del capitalismo. Por un lado, el funcionario garantiza el control sobre la producción, por el otro garantiza los requisitos de la ciencia y del Estado. El delegado hace algo similar. Por un lado, garantiza la persistencia de la dirección sindical a nivel del centro de trabajo -una dimensión que podría muy bien, y en muchos casos lo hace, encontrarse en oposición a lo que el sindicato considera necesario-. Por el otro, él apla-
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“La propuesta política del octavo congreso de la C.G.I.L. se expresa en la adopción de un programa de desarrollo económico y social y de transformación política para asegurar que el país emplea plenamente sus recursos; una fase de impulso renovado en la energía productiva y moral, un entendimiento no construido ya sobre el sacrificio y la sobreexplotación de las masas”. (C.G.I.L.)
que una vez constituían el bagaje técnico mínimo sobre el cual el mundo del trabajo construía la profesionalidad. Esta ahora se reduce a unos pocos millares de personas que son preparadas en los másters universitarios, algunas veces a expensas de las mismas y grandes empresas que tratan así de acaparar a los sujetos más proclives a sufrir adoctrinamiento y, como consecuencia, un condicionamiento.
Esto es algo que los capitalistas podrían, por supuesto, suscribir; su único defecto es que no es realista. No tanto porque los (malos, feos) capitalistas no lo quieran, sino porque es imposible. El desarrollo social y económico sólo puede llevarse a cabo (en un sistema capitalista de producción) a través de una explotación más intensa del obrero. Cualquier alternativa a esto está aún por ser encontrada por los economistas burgueses que, de Keynes en adelante, han estado haciendo lo más que han podido, y los sindicatos lo saben muy bien.
Cambio de relaciones
Incluso en esta declaración, aparentemente tan concreta, hay una sombra de algo que no se dice. El fenómeno de las subidas de precios es inherente a la economía capitalista, que deriva grandes beneficios de él en su fase de crecimiento sólo para, después, padecer todas las consecuencias. La persistencia del ahorro, la incapacidad para seleccionar las inversiones esenciales y la necesaria apertura al consumismo (en la que los sindicatos colaboraron para la inclusión de los obreros): si no fuese por todo esto, la crisis actual se habría producido mucho antes (desde el fin de los años 50).
En el pasado el trabajador vivía en la empresa: tenía amistad con compañeros de trabajo; en el tiempo libre hablaba de los problemas del trabajo; frecuentaba estructuras recreativo-culturales de los trabajadores; y cuando iba de vacaciones acababa por hacerlo junto a la familia de otros compañeros de trabajo. Para completar el cuadro, especialmente en las grandes empresas, diferentes iniciativas sociales ligaban a las distintas familias con pasatiempos y excursiones; los hijos iban a escuelas asistidas financieramente por la misma empresa y cuando se jubilaba uno de ellos, era sustituido por alguno de sus hijos. Se cerraba así todo el círculo laboral que enmarcaba toda la personalidad del trabajador, pero también la de su familia, surgiendo de este modo una identificación total con la empresa. Pensemos, por poner un ejemplo, las decenas de operarios de la FIAT que animaban en Turín a la Juventus, el equipo de Agnelli. Todo este mundo ha decaído completamente. Aunque algún residuo continúa funcionando, ha desaparecido en su homogeneidad y en su uniformidad proyectual. En su lugar ha entrado una relación de trabajo donde la falta de una identidad profesional significa ausencia de una base sobre la cual el trabajador pueda proyectar su vida. Su único interés es ganar lo imprescindible para llegar a fin de mes o pagar el crédito de la casa. Ya en la condición precedente, la huida del trabajo se configuraba como una búsqueda de un modo alternativo de trabajar. El modelo era el del rechazo a la disciplina, el sabotaje sobre la línea de montaje, entendido como reducción de una opresiva cadencia, la búsqueda de retazos de tiempo. Así, el tiempo libre no institucionalizado, sino robado al atento control empresarial, estaba cargado de valor alternativo. Se respiraba fuera de los ritmos encarcelados de la fábrica o taller. Pero en aquellas condiciones el gusto del tiempo encontrado se envenenaba enseguida por la imposibilidad de suministrarle otro sentido que no fuera el mismo del ambiente laboral. Por eso, la abolición del trabajo significaba, hasta hace algunos años, la eliminación de fatiga, creación de un trabajo alternativo fácil y agradable, o bien -y esto en las tesis más avanzadas y bajo ciertos aspectos más utópicos y peregrinos- su
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“Sabemos bien que dos factores actúan sobre los precios. Uno es de carácter externo, así que es reflejado desde el extranjero, sobre todo desde los países con los que tenemos relaciones financieras. El otro factor está compuesto por maniobras monetarias y precios operados en este país directamente por los patronos y el gobierno. No hemos podido actuar de modo efectivo en lo que concierne a lo que nos afecta del exterior. Lo que nos choca es la indiferencia con que los patronos y el gobierno están operando en tres sectores: a) haciendo a los trabajadores pagar las consecuencias de la crisis, a través de las subidas de precios y la devaluación monetaria; b) recobrando fuerza, aún con la maniobra precedente, a costa de los incrementos salariales y de las pensiones que los trabajadores consiguieron ganar a través de una dura lucha; c) apuntando luego a los trabajadores y sus demandas como la causa de la crisis y el incremento del coste de la vida.” (C.G.l.L.)
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Alfredo Maria Bonanno
sustitución por el juego, pero un juego que obliga, provisto de reglas y capaz de dar al individuo una identidad como jugador-trabajador. Es un hecho si se quiere interesante, pero que no escapa a las reglas esenciales del trabajo entendido en términos de organización global del control. De esto deriva que nos sea posible ninguna abolición del trabajo en términos de reparto progresivo del mismo, sino que se necesita proceder de manera destructiva. Antes que nada es el mismo capital el que ha desmantelado desde hace tiempo su formación productiva, sustrayendo al trabajador su propia identidad. De este modo, lo ha hecho «alternativo» sin que se haya dado cuenta de ello. Tiene libertad de palabra, vestuario, variabilidad de tareas, un modesto compromiso intelectual pedido, la seguridad de los procedimientos, la reducción de los tiempos de trábajo. En definitiva, que haya necesidad de una cantidad de trabajo muy inferior a la hoy obligatoria para percibir un salario era una reivindicación que ayer venía ilustrada por teóricos revolucionarios, mientras que hoy es patrimonio analítico del capitalismo post-industrial y se discute en congresos y reuniones destinadas a reestructurar la producción. Luchas por una reducción, pongamos de veinte horas semanales, del horario de trabajo no tienen sentido revolucionario, en cuanto que abre el camino a la solución de algunos problemas del capital y no el de la posible liberación de todos. La válvula de escape del voluntariado, sobre el que tan poco se discute mientras se trata de un argumento que merecería toda nuestra atención, podría suministrar una de las soluciones operativas a la reducción del horario de trabajo, sin que surja la preocupación de cómo las grandes masas huérfanas del control de un tercio de su jornada pudieran emplear el tiempo encontrado de nuevo. Visto en estos términos, el problema de la desocupación no es el de la crisis más grave del sistema productivo actual, sino un momento constitucional a su estructura, momento que puede ser institucionalizado a nivel oficial y recuperado como empleo proyectual del tiempo libre, siempre por obra de la misma formación productiva, y a través de las estructuras creadas para este fin. Razonado de este modo, se comprende mejor el análisis del capitalismo post-industrial como sistema homogéneo dentro del cual el movimiento de la crisis no existe, habiendo sido transformado en uno de los momentos del proceso productivo mismo.
Los trabajadores están desilusionados con las organizaciones sindicales; pero, con todo, hoy persiste todavía un curioso residuo de lo que podríamos definir como una ideología sindicalista.
Ideales «alternativos»
[ Los sindicatos y la crisis capitalista ]
Otro punto a tratar es el de los ideales «alternativos» de vida fundados sobre el arreglárselas uno mismo. Estamos hablando de las pequeñas empresas fundadas sobre la autoproducción en laboratorios electrónicos y en otros pequeños almacenes, sin aire y sin luz para sobrecargarse de trabajo y demostrar que el capital de nuevo ha tenido razón. Si quisiéramos concentrar en una fórmula simple y breve el problema, podríamos decir que si una vez el trabajo confería una identidad
Éstos podrían resumirse en: colaboración con las estructuras del capitalismo. No hemos de ver nada extraño en eso. Dado que la función de los sindicatos es reclamar mejores condiciones, para hacerlo deben primero salvar la vida e incrementar la eficiencia de la contraparte; de otro modo, los términos concretos de las demandas estarían ausentes y, con ellos, la misma razón de existencia de los sindicatos.
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Las raíces de esa desconfianza de los sindicatos se encontrarán en los acontecimientos mismos. El abandono de la huelga, el desarrollo de una mentalidad corporativa y la renuncia a la lucha, han convertido a los sindicatos en un instrumento maleable en manos de los patrones. Por el contrario, la perspectiva deficiente, la carencia de análisis y una actitud obrerista han sido la causa de la persistencia de la ideología sindicalista entre muchos camaradas. En nuestra opinión, es tiempo de que hagamos todos los esfuerzos para clarificar unos cuantos puntos esenciales, para que los camaradas anarquistas entiendan que no basta con declararse “anarcosindicalista” para estar “dentro de la realidad de la lucha obrera”. (...) Intentaremos demostrar que las limitaciones del sindicalismo no están determinadas por una degeneración en la estructura sola (y relacionada con el incremento de las tareas y del número de adherentes), sino que son una consecuencia de la manera en que ésta última estructura se relaciona con el capitalismo. (...) Mantenemos que la tarea fundamental de los trabajadores es destruir el sistema de explotación y crear los fundamentos para una organización de la producción que parta del hombre. Naturalmente, para hacer esto uno debe sobrevivir, y para sobrevivir es necesario arrebatar lo que es necesario a la codicia capitalista. Pero esto no debe oscurecer, o volver secundaria, la lucha por la abolición de la explotación. El sindicalismo hoy: sus programas
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ras) es no delegar la toma de decisiones de la lucha al sindicato o a los representantes sindicales. El conflicto debe ser permanente. Ninguna organización de base (los Cobas u otra) acepta plenamente esta tesis, que es esencial para cualquier cambio real en los métodos.
social, la del trabajador. Esta identidad, integrada en la del ciudadano formaba el súbdito perfecto. Por ello, la huida del trabajo era un intento concretamente revolucionario, directo a romper el ahógo. Hoy, en el momento en que el capital no suministra más una identidad social al trabajador, sino que al contrario trata de utilizarlo de manera genérica y diferenciada, sin perspectiva y sin futuro, la única respuesta contraria al trabajo es la de destruirlo, procurando una propia proyectualidad, un propio futuro, una propia identidad social del todo nueva y contrapuesta a los intentos de nadificación puestos en marcha por el capitalismo postindustrial. Aquí vuelven a la actualidad algunas reflexiones que parecían de otro tiempo. El sabotaje, cuando se utilizaba, era solamente un medio de intimidación pero, lo que es más importante, golpeaba no sólo para obtener algo, sino que también y diré principalmente, para destruir. Y el objeto de destrucción es siempre el trabajo. Cierto que para atacar se necesita un proyecto, una conciencia de lo que se quiere hacer. El sabotaje es un juego fascinante, pero no puede ser el único juego que se desee jugar. Es necesario disponer de una multitud de juegos, varios y a menudo contrastantes, con el fin de evitar que la monotonía de uno de ellos o el conjunto de las reglas se transforme en un ulterior trabajo aburrido y repetitivo. El aspecto esencial de un proyecto de destrucción está ligado a la creatividad empujada al máximo nivel posible; ¿Qué podremos hacer con el dinero de todos los bancos que atraquemos si luego la única cosa que sabemos hecer es comprarnos un coche, una mansión, ir de discotecas, llenarnos de inútiles necesidades y aburrirnos a muerte hasta el próximo atraco?. Pienso que el rechazo del trabajo se puede identificar antes que nada con un deseo de hacer las cosas que más placen, por eso de transformar cualitativamente el hacer en actividad libre, esto es, en acción. Pero la condición actival el hacer libre, no se consigue de una vez por todas. No puede nunca pertenecer a una situación externa a nosotros y nosotras. Necesitamos profundizar en nuestro propio proyecto creativo, sobre lo que se quiere hacer de la propia vida y de los medios de los que se está en posesión no trabajando. Porque ninguna suma de dinero podrá nunca liberarnos de la necesidad de trabajar y de todas aquellas otras necesidades que se nos crean.
Pero el problema no acaba allí. Contrariamente a lo ocurrió a mediados de los 70, hoy está claro que el Capital se ha puesto en un camino de no retorno. La tecnología de la información ha llevado a la última ruptura de la clase obrera. Esto es también visible con la desaparición de los grandes complejos industriales que estaban ubicados, a menudo estratégicamente, en las áreas subdesarrolladas (las catedrales en el desierto). Éstos están ahora en curso de ser desmembrados y esparcidos por todo el país, mientras la fragmentación se ha vuelto aún más profunda, yo diría que más íntima. Ha penetrado la conciencia proletaria hasta el punto de hacerla dispuesta, maleable y abierta a todas las perspectivas sugeridas por los sindicatos para el beneficio del Capital. El nuevo productor, que ha emergido de esta convulsión en la configuración capitalista tradicional, está abandonado a sí mismo. Ya no tiene ninguna conciencia de clase, no ve lo que está después de la esquina y se le incita a participar en una falsa conflictividad dentro de las diversas fases de la producción. Se le ofrecen incentivos para impulsarle a actuar como policía o espía a respecto de cualquier comportamiento improductivo de sus ex-compañeros de trabajo. Ya no tiene ningún poder sobre las herramientas de trabajo, que nunca le pertenecieron y que una vez quiso apropiarse (ahora casi todas virtualizadas por la tecnología de computación). Ya no sueña con un mundo liberado del trabajo forzado, un mundo donde los medios de producción, finalmente expropiados al patrón, crearían la base para una feliz vida en común, para el bienestar colectivo. Sobrevive cuidándose de no ser arrojado del cerco de la flexibilidad: hoy soldado, mañana jardinero, luego sepulturero, panadero; y al final, conserje. Sobrevive sin esperar nada mejor que un salario, un salario cualquiera; para su descendencia, en una perspectiva de degeneración cultural, él no es ni siquiera consciente de los sueños de antaño; los sueños de revolución, la destrucción final de toda la explotación y el poder, han acabado. La muerte ha alcanzado ahora el corazón, muerte y supervivencia. Hoy, si queremos avanzar, en una época en la que casi todo lo que es necesario hacer tendrá que cambiarse de arriba a abajo, mientras la invisible neblina del embaucamiento tecnológico se instala en la humanidad, es indispensable librarse del obstáculo de la mentalidad sindicalista. Y este texto, que lo advirtió, arrojando la sospecha sobre los sindicatos -sobre todos los sindicatos, incluyendo los llamados anarquistas-, se ha vuelto tópico una vez más. Alfredo M. Bonanno . Catania, 6 el enero de 1998.
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Alfredo Maria Bonanno y abogados, aceptando trabajo de baja intensidad a cambio de la representación, que no es ahora más que un diente en las ruedas -y tampoco en las principalesdel engranaje capitalista. El ciclo de trabajo está emergiendo a nivel mundial, más allá de los confines y fronteras, mientras la revolución desde abajo es sobrepasada por la reestructuración desde arriba. (...)
Memoria Defensiva. Memoria defensiva presentada al Juez de la Audiencia Preliminar de Roma el 8 de marzo de 1997. Yo el abajo firmante Alfredo María Bonano, imputado en el procedimiento en curso n. 8447/95 junto con otras personas, con la presente Memoria deseo clarificar algunos elementos de la acusación que considero fundamentales. Declaro previamente que no es mi intención evaluar las imputaciones particular. Se ocupará de ello mi abogado. Declaro igualmente que no deseo entrar en los numerosísimos casos de la Ordenanza (texto de la acusación, ndt) en los que la hipótesis “a priori” de la existencia de una “banda armada” viene utilizada para explicar algunos hechos. También de esto se ocupará mi abogado. Me limitó a negar en el modo más absoluto la existencia de una “banda armada” denominada “Organización Revolucionaria Anarco Insureccionalista”, basada según la ordenanza del Juez para las Investigaciones Preliminares (juez de primera instancia, ndt) sobre la construcción de “Grupos de Afinidad”, de “Núcleos de Base” y “Coordinamientos”. Y ya que en esta ordenanza en cuestión, en su página 5, se afirma que tal organización ha sido por mi “teorizada”, me veo obligado a declarar de la manera más clara posible que jamás he teorizado nada del género, ni en mis escritos, publicados en periódicos, revistas y libros; ni en mis conferencias, debates o comicios públicos. Desafío a cualquiera a probar lo contrario. Me interesa remarcar que todo cuanto he escrito en el artículo “Nueva vuelta de tuerca del capitalismo”, considerado por los investigadores como la base teórica de la “Organización Revolucionaria Anarco Insureccionalista” no concierne a una “banda armada clandestina” y esto por dos motivos. Primero, porque una simple lectura de dicho texto clari-
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Quizás los sindicatos son más importantes hoy que nunca antes, no por las razones que los mantenían juntos en 1975 (y que continuaron dándoles apoyo hasta mediados de los 80), sino por razones completamente opuestas. Si una vez apoyaron a la clase obrera en su resistencia, mientras desviaban el impulso revolucionario al camino del diálogo y la recuperación contractual, ahora apoyan al Capital para garantizar la producción en una situación de movilidad generalizada de la fuerza de trabajo. La función del sindicato hoy es asegurar que la masa de los productores sea móvil, participando en los movimientos de los productores en cada sector para proporcionar trabajo sobre la base de la demanda. Eso significa a la vez interferencia ascendente y descendente del sindicato. Ascendente en los acuerdos con el Capital y el Estado, tanto para los convenios como para mantener el desempleo por debajo del nivel peligroso. Descendente en la organización de las demandas, deseos, sueños y aun necesidades, de aquellos todavía ligados a un salario vital [living wage, salario de subsistencia] (no supone diferencia si este salario corresponde a la productividad real en el sentido tradicional). Así, casi imperceptiblemente (y los anarquistas, como siempre, han hecho lo que han podido para no ver el fenómeno, excepto en sus aspectos marginales) esto ha conducido a un concepto más avanzado de resistencia de base: el de los Cobas. Por favor, nada excepcional. Pero era, con todo, una indicación. El objetivo era todavía el de reclamar mejores condiciones, pero aquí la atención se puso en los métodos, es decir, se enfatizó la importancia de los medios usados para alcanzar ciertos fines. No sé si la palabra “sabotaje” ha sido pronunciada alguna vez en las reuniones de esta buena gente, pero ciertamente la distancia que separa a estas estructuras de base de los sindicatos quedó marcada precisamente por este problema: ¿atacar el capital para despertarlo a un mejor entendimiento, o simplemente marcar la diferencia con una negociación más avanzada? No hay duda, como he dicho en más de una ocasión, de que la diferencia radical está siempre marcada por el abandono de los métodos de resistencia y el desplazamiento a métodos de ataque. La primera condición que se necesita para poner en funcionamiento estos métodos de ataque (aparte de las reivindicaciones, que pueden ser todavía por mejo-
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CRITICA A LOS
MÉTODOS SINDICALES
(...)—-partes suprimidas del original. Asi estaba por Internet... Introducción (...) A condiciones dadas de distribución de los medios de producción, corresponde una capacidad dada que organizar de las fuerzas de resistencia contra la explotación. (...)
Alfredo Maria Bonanno fica mejor que cualquier comentario sobre su contenido. Segundo, porque tratándose de un borrador para las conferencias realizadas por mi en algunas Universidades Griegas en 1993, no podría ciertamente haber hablado de frente a centenares de personas de cómo organizar una “banda armada clandestina”. El redactor del R.O.S (Raggrupamento Operativo Speciali, sección antiterrorista de los carabinieri, ndt) se ha encontrado también de frente a este problema y ha deshecho el nudo cortando por lo sano, afirmando que estas conferencias nunca se han realizado. Afirmación por mi demostrada falsa. No podía existir otra conclusión posible para el redactor de la “Anotación”, en caso contrario, es decir, admitiendo la existencia de las conferencias griegas, debía admitir que el contenido de mi artículo era aquel en cuyo titulo se afirmaba, una digresión de las teorías que vengo sosteniendo desde al menos veinte años.
Las nuevas condiciones de producción presentan una heterogeneidad que habría sido impensable hace pocas décadas. Participantes activos en esta situación, los sindicatos no han perdido tiempo para hacerse sus cómplices. De hecho, se han convertido en sus arquitectos
¿Pero cuáles son estas teorías? Trataré aquí de resumirlas en pocas palabras. La reestructuración del capitalismo y del Estado, mediante el abundante empleo de las tecnologías telemáticas, ha transformado de tal manera el interior de los llamados medios de producción (sectores industriales, comerciales, de servicios, etcétera) hasta volver estos medios completamente inutilizables desde un punto de vista revolucionario. En el caso entonces de una revolución, no estaríamos delante de una situación que se ha producido otras veces en el pasado, es decir, el paso de los viejos poderes a los nuevos poderes revolucionarios, y una gestión de estos últimos de acuerdo a las diferentes posiciones, sea en vista del establecimiento de un nuevo poder (autoritarios marxistas),o sea en vista de la abolición de todo tipo de poder (antiautoritarios anarquistas). En definitiva, los medios de producción, a través de las actuales transformaciones tecnológicas, son completamente inutilizables, y por tanto deben ser destruidos, a partir de ya, sin esperar al momento revolucionario. Es en esta perspectiva donde se introduce la concepción insurreccional del anarquismo, que empuja a los anarquistas a tomar conciencia de la transformación del Capital y del Estado, y a organizarse en pequeños grupos llamados “grupos de afinidad”. ¿Pero qué es la afinidad?.El anarquismo no es solamente un proyecto político y social, es también un modo diferente de concebir la vida. Por este motivo debe partir del propio individuo y no de programas ideológicos preconfeccionados. Las relaciones entre anarquistas son entonces, antes que nada, personales. Son relaciones entre individuos que aman la libertad. Estas relaciones se fundan sobre un profundo y reciproco conocimiento. Sólo el mutuo conocimiento puede verificar si existe realmente afinidad, y por tanto si se puede hacer algo juntos. Un grupo de
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Era necesario escapar el obrerismo opresivo -la mentalidad de resistencia que prevalecía a medio camino de los años setenta-, para elaborar un análisis crítico del sindicalismo y, al hacerlo, no engañarse uno mismo con que podría cambiar las cosas desde fuera, simplemente por virtud de la validez del propio argumento. Básicamente, en aquel tiempo ahora lejano, el discurso de los sindicatos era el que la gente quería oír. Querían representantes en las fábricas capaces de defender sus luchas y de garantizar resultados, incluso aunque, en el mejor de los casos, todo concluyese en un trato sustentado en unas cuantas pequeñeces y concesiones, que pronto desaparecían a través del incremento de los precios al consumo. (...) Excluido, fragmentado, marginado, precario, roto en mil perspectivas, el proletariado como figura de antagonismo (si hubo alguna vez un tiempo en que esta figura tuvo un papel preciso en el tremendo enfrentamiento para liberarse a sí mismos de la explotación) está desapareciendo de la escena por completo, dejando atrás todas las ilusiones perdidas, los camaradas muertos, los ideales traicionados, las banderas en el barro.
Selección de textos afinidad es por lo tanto un conjunto de compañeros que se conocen y han verificado afinidades, ya sea en la vida cotidiana o en los análisis políticos o económico-sociales. Este grupo estudia, reflexiona, vive, ataca al poder, eligiendo de un modo absolutamente autónomo las maneras y los objetivos de esta su actividad anárquica, sin jefes y sin programas teóricos confeccionados fuera de su propio seno. Ciertas veces, en su vida, las grupos de afinidad, o simplemente cada compañero, deben afrontar problemas complejos, como por ejemplo participar en las luchas de masas contra ciertos objetivos. En este caso dan vida a las organizaciones informales. ¿Pero qué es una organización insureccionalista informal?. Es la unión temporal de individualidades anarquistas, de grupos de afinidad y de personas que no son anarquistas pero que tienen interés en participar en una lucha específica para revindicar sus derechos o para impedir que se cometan abusos. Solo dos ejemplos significativos: el Movimiento autónomo de base de ferroviarios del Compartimiento de Turín, que duro cerca de un año; la Coordinadora de las Ligas Autogestionadas contra la construcción de la base de mísiles de Comiso en Sicilia, que duro dos años. Antes de concluir quiero remarcar toda mi indignación por el intento de hacerme pasar como “capo” de una organización, cualquiera que esta sea. En tanto que anarquista estoy contra todo concepto de jefe, y sobre este punto, todos los anarquistas estamos de acuerdo sin excepciones. Ningún anarquista aceptaría formar parte de una estructura dotada de un organigrama jerárquico. La gran riqueza del anarquismo es su profundo deseo de libertad así como su profundo desprecio por todas las jerarquías y todos los poderes, incluso aquellos que se proclaman revolucionarios. Personalmente he luchado toda la vida en contra de la mentalidad autoritaria, también cuando tomaba la forma de la llamada izquierda revolucionaria. A los partidos armados he realizado siempre mi crítica con puntualidad. Una “banda armada”, una organización armada clandestina, es demasiado poca cosa para contener todo mi deseo de libertad y toda mi voluntad revolucionaria de destruir el poder, sería como encerrarme en una habitación cuando puedo tener delante de mis ojos el horizonte libre privo de nubes. El poder debe ser destruido, no conquistado. Quien piensa en poderlo conquistar para después destruirlo permanece prisionero para siempre, como los recientes hechos históricos demuestran con claridad. El proyecto revolucionario del que hablo se basa en luchar junto a la gente para hacerla insurgir contra cualquier abuso y cualquier represión. Lo que mueve a los anarquistas es el deseo de un mundo mejor, de una vida mejor, de una dignidad y una moral que
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Alfredo Maria Bonanno la economía y la política han destruido. Es por esto que los anarquistas dan miedo. Es por esto por lo que se les encierra en la cárcel. Es por esto por lo que son considerados peligrosos: por lo que piensan y por lo que hacen. Por lo que piensan: está claro. Nuestro pensamiento es absolutamente antiestatal. ¿Qué queréis que haga el Estado? Apenas le es posible, nos impide continuar moviéndonos en la sociedad condicionada y sin ideales donde podríamos representar la chispa para la rebelión. Sin duda, podríamos incluso no ser tan peligrosos, aunque eso nunca se sabe. Por lo que hacen. Cada anarquista es responsable de las acciones que emprende en su vida, desde los más pequeños hechos de la vida cotidiana, a los hechos a menudo más complejos, como el ataque contra el Estado, las instituciones y los hombres que lo representan. No existe una responsabilidad colectiva. Cada anarquista elige sus propios compañeros de lucha, habitualmente sobre la base de la afinidad, o sobre otras bases teóricas en las que solo él esta capacitado para delimitar y profundizar, y así va hacia delante, hasta el final, hasta la cárcel, hasta la muerte. Por eso los anarquistas no aceptan etiquetas confeccionadas por otros, y para otros funcionales. No aceptan ser considerados participes de una organización como la descrita en la “Ordenanza de custodia cautelar” que ciertamente sus redactores han visto actuar en otras ocasiones, ocasiones que no nos atañen, ni pueden hacerlo. Alfredo Maria Bonano Extraido libro “Autodefensa al proceso de Roma per banda armata” Edizioni Anarchismo, abril 200. Traducción: Ediciones Conspiración *Este es uno de los textos que figuran en el segundo número de la publicación anarquista intermitente “Conspiración”, que ve la luz a modo de dossier “sobre el montaje Marini y sus recientes reediciones”. Para solicitar copias podeis escribir al siguiente correo electrónico:
[email protected] La públicación se enviará gratuitamente a todos/as aquellos/as que la soliciten, para ello es importante señalar una dirección postal segura (no la de casa, mejor la de una apartado, ateneo, local, etc...). Las paginas de la publicación estan abiertas a cualquier aportación (interesante) para próximas ediciones, esperamos en breve tiempo
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El proceso degenerativo que sufrieron los soviets también es bien conocido como para requerir una mención aquí. Lo que importa es que el papel de las masas fue decisivo, y que el de las organizaciones sindicales no estuvo al mismo nivel. Podría argumentarse que esto se debió a un desarrollo inadecuado del instrumento, o a condiciones económicas no apropiadas; pero eso no resuelve el problema. Fueron las masas las que estaban listas para la revolución y las necesidades consecuentes. Lo que hicieron las organizaciones obreras -en primer lugar los partidos- fue seguir la evolución de la situación. (...)
Esta afirmación es correcta, incluso aunque vea al partido como solución. No es una cuestión de ineficacia, sino de colaboración. El sindicato no es más que un servicio público y, como tal, puede diferir en eficacia de acuerdo a cómo funciona su burocracia, pero no puede desarrollar ninguna otra perspectiva, quedando al margen las revolucionarias. Es interesante ver cómo funcionan los mecanismos para poner freno a la base de los trabajadores. Aquí está lo que, por ejemplo, escribe Daniel Mothe en Socialisme ou Barbarie (nº 13) a respecto de la huelga en la fábrica de Renault en agosto de 1953.
Si la revolución fue estrangulada en Rusia, en la Hungría (de los Consejos) nunca tuvo lugar. Fue diferente en Alemania, donde los marineros, al enfrentarse a la perspectiva de otra masacre inútil, se rebelaron con el movimiento de 1918. Tomaron tierra en Hamburgo, ondeando la bandera roja. Millones de obreros se les unieron y, en pocos días, toda Alemania era una red de consejos de obreros y campesinos. Los partidos y los sindicatos intentaron atacar este movimiento espontáneo, y eso explica por qué no progresó. Exhausto por la lucha contra la contrarrevolución, el proletariado tenía que rendirse, determinando así el fracaso de la revolución misma. Un fenómeno similar ha ocurrido en Italia y España, y donde quiera que la tensión entre los dirigentes y la masa revolucionaria se ha desarrollado en nombre de la perspicacia reformista.
“Cuatro meses antes, la táctica del sindicato era la de huelgas sucesivas. Esto alcanzó su punto más alto en el período de la huelga en la Sección 74, causando el cierre de toda la industria. Los obreros estaban preparados para actuar, pero a condición de que su acción no se confinase a una o dos secciones. Querían una huelga general o nada. Tomaron la iniciativa, creyendo que las otras secciones les seguirían. Fue sólo cuando comprendieron que, no sólo no había seguimiento, sino que los sindicatos estaban haciendo todo lo que podían para aislarles, que rechazaron la huelga. Durante años los métodos de lucha usados por los sindicatos fueron las suspensiones del trabajo limitadas a la mitad de la jornada, una hora, media hora o incluso un cuarto de hora, peticiones masivas, o una delegación de un puñado de hombres para ir ante el director de la sección. El mes de agosto los trabajadores comprendieron que tendrían que parar todo si querían que se reconsiderasen sus salarios.”
Lo que consideramos fundamental en la fase prerrevolucionaria es la organización de la base de los trabajadores independientemente de cualquier tipo de estructura política o sindical. La primera transferiría intereses de clase precisos, a un nivel tan amplio como para anularles completamente. La segunda les ataría a una reivindicación progresiva de mejores condiciones, lo que impediría la posibilidad de una visión radical de la revolución -o al menos sería incapaz de ponerla en práctica-.
Pero aún así los sindicatos se les opusieron, e intentaron mantener la huelga dentro de un marco legal. “En una asamblea general los obreros votaron a favor de una propuesta para enviar una delegación al Ministerio. Una vez más, los sindicatos asumieron la tarea de formar la delegación, limitándola a unos cuantos obreros. Ninguna demostración de masas podía permitirse por parte de una burocracia con ningún interés en absoluto en ver a un movimiento ir más allá de los límites de sus propios objetivos.”
Hemos de entender que el movimiento obrero en su guisa tradicional es un movimiento de los trabajadores y de sus dirigentes, cuyo único interés es insertarse ellos mismos dentro de la lógica del capital para salir airosos en la medida de lo posible. Es hora de que dejemos de crear ilusiones a este respecto. La fase prerrevolucionaria da lugar a situaciones específicas que implican maduración subjetiva y objetiva, pero que no puede evitar lo que es el caso: el movimiento sindicalista no es un movimiento revolucionario. Cuando se usan los instrumentos de este movimiento (o se reclama que se usen) en un sentido revolucionario, esto quiere decir una violación por una minoría. Los resultados son normalmente peores que el mal que querían exorcizar.
Este tipo de ineficacia operativa podría definirse como un dejar para mañana. Radicalizar la lucha no es uno de los fines del sindicato: las consecuencias positivas o negativas serían pagadas por los burócratas sindicales en primera persona. Su ineficacia es un reflejo, que contiene un colaboracionismo innato, una elefantiasis congénita.
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Pero existe otro tipo de ineficacia, la del “silencio”, de la restricción de la información. Manteniendo a las bases lejos de cualquier control de la información,
Selección de textos el mecanismo es bastante simple. Volvamos al análisis de Mothe: “El primer medio para oponerse a la acción espontánea de los obreros es el de no dar instrucciones: permaneciendo en silencio. Este silencio es lo más fácil cuando las publicaciones de la fábrica están en manos de los burócratas sindicales. Los obreros no tienen control alguno sobre ellas. Ocurre a menudo que los obreros que están preparados para seguir en huelga cambian de mentalidad, porque comprenden que no serán apoyados por los sindicatos. Si esta forma de pasividad no es suficiente para amortiguar la voluntad de los trabajadores, entonces extienden el derrotismo o desmoralizan a los combativos. Los métodos de la burocracia sindical no son muy diferentes a los de los jefes. Por encima de todo, esto significa dividir. La sospecha y la desconfianza se extienden entre los trabajadores. «Tu irás a la huelga, pero los otros no te seguirán incluso si dicen que quieren. Te abandonarán en mitad de la huelga». Arrojan sospechas sobre los más combativos de entre ellos: «Tu, tu estás por la huelga porque no tienes niños que alimentar.” Acusan a aquellos que quieren ir a la huelga de no haber hecho nada en el pasado. Intentan disuadir a los que están a favor de la huelga con argumentos políticos. Dan información falsa sobre la situación en otros sectores y hacen creer que los trabajadores no están de acuerdo.” (...) El problema no es tanto cómo hacer entender a los obreros los defectos de los sindicatos, como el de estudiar los medios para oponerse a esos defectos con las miras puestas en crear una ofensiva. Ahora el problema es el de construir una estructura obrera eficiente, basada en la acción directa y con una orientación completamente diferente, desde una base saludable lejos de los sindicatos y organizada horizontalmente. ¿Qué pueden hacer realmente los trabajadores dentro de los sindicatos? No sólo son organizaciones centralizadas, sino que sólo los delegados del taller tienen derecho a moverse por ellos e informarse. Y sabemos que los delegados representan a la estructura sindical, no a la base. Es una maniobra característica del sindicato proclamar su fuerza a los vientos cuando están intentando persuadir a los trabajadores de que se afilien; pero esta misma fuerza se evapora, siendo incapaz de cohesión y combate, cuando la Dirección se vuelve contra la base de los trabajadores.
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Alfredo Maria Bonanno balance sumario y se destacan los fenómenos positivos; quizás por amor al país, los negativos se mantienen en silencio. Pensamos que es hora, limitándonos al problema del sindicalismo, de poner en relieve algunos de estos aspectos negativos de la estructura. “El fascismo, en el sentido amplio de la palabra, no consiste en los símbolos o tipos de régimen que definimos como tales... es la autoridad en sus diversas formas y manifestaciones la que da lugar al fascismo. Hemos construido un ejército idéntico al del Estado y a los clásicos órganos de represión. Como antes, la policía está actuando contra los trabajadores que intentan hacer algo socialmente útil. Las milicias populares han desaparecido. En una palabra: la Revolución Social ha sido estrangulada”. (La Columna de Hierro, en «Línea de Fuego».) Las condiciones para la derrota militar estaban ahora firmemente establecidas. A esto se añadió la derrota de la moral y de los principios; esencialmente, la derrota de un cuerpo extraño que, en la forma de una mentalidad directiva, había infiltrado la organización sindical anarquista gracias a la composición particular de este tipo de organizaciones. El sindicalismo y la fase prerrevolucionaria Todo lo que hemos dicho hasta ahora sobre el problema del sindicalismo se vuelve particularmente importante en la fase prerrevolucionaria. Cuando las condiciones para una transformación radical están maduras, las masas se encuentran frente a problemas muy complejos y las organizaciones obreras tradicionales son llamadas a responder al momento histórico. Aquí el discurso podría extenderse a las organizaciones específicamente políticas, como los partidos, que presentan problemas similares; pero preferimos ocuparnos de las organizaciones sindicales solas, por motivos de simplicidad. [ Las experiencias históricas ] La revolución rusa se desarrolló sobre la base de los soviets. La idea de estas estructuras de base no tiene nada que ver con el sindicalismo. “La idea del soviet es una expresión exacta de lo que entendemos por revolución social; ésta corresponde a la parte constructiva del socialismo. La idea de la dictadura del proletariado es de origen burgués y no tiene en absoluto nada que ver con el socialismo.” (R. Rocker)
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Selección de textos En marzo de 1937 estallaron incidentes en Villena (Vilanese), cerca de Valencia, debido a un decreto gubernamental votado por el ministro anarquista López que era dañino para las colectividades locales (que habían sido formadas por la C.N.T. y la U.G.T. socialista). En mayo de 1937 un choque entre anarquistas y el Partido Comunista (ndt. La lucha fue contra los gobiernos español y la Generalitat de Catalunya en Barcelona condujo a una serie de luchas que duraron sobre una semana y se extendieron a cierto número de pueblos vecinos. Junto a los anarquistas de los grupos de Los Amigos de Durruti, estaban los grupos del P.O.U.M. (comunistas disidentes) y la Juventud Libertaria. Condenados por la C.N.T, Los Amigos de Durruti fueron obligados a suspender la lucha. El Partido Comunista envió inmediatamente una columna armada y empezó la represión, matando a numerosos camaradas. El periódico “Los Amigos de Durruti” se hizo clandestino. Cuando la división comunista de Lister empezó la destrucción sistemática de la colectividad de Aragón en 1937, camaradas quisieron organizar la resistencia pero fueron impedidos por una orden precisa de la C.N.T.. En el periódico “Espagne Nouvelle”, impreso clandestinamente en Francia a causa de que estaba prohibido en España, se lee: “Debimos haber defendido nuestros Consejos con las armas, a pesar de la actitud derrotista de la C.N.T.” (29 de octubre de 1937) Los camaradas del grupo Corale escriben: “No hace falta decir que en 1936 el anarcosindicalismo en España se encontró enfrentado al mismo fenómeno que ocurrió en Francia en 1906: la integración del movimiento a causa de su aceptación de las exigencias de la sociedad burguesa. Cuando es necesario, la burguesía republicana acepta la colectivización de la industria pesada para controlarla más tarde como industria de guerra. En Cataluña, donde la jurisdicción era diferente al resto de España, la colectivización fue promulgada para el conjunto de la industria en octubre de 1936. Las colectividades eran sólo toleradas en el sector servicios y en la agricultura. En lugar de tener presente las lecciones históricas de los espartaquistas y las dos caras del poder burgués en Alemania en 1919, y de los makhnovistas y comunistas en Ucrania en 1919, aplastaron a los revolucionarios eliminando así las conquistas obreras: los anarcosindicalistas, con las masas a su disposición, tomaron el poder político para sí mismos.” (Corale)
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[ La mistificación del problema por el sindicalismo revolucionario ] Otra crítica tradicional de los sindicatos es la que algunos anarquistas usan contra la tendencia anarcosindicalista, que apoya incondicionalmente el sindicalismo revolucionario sin intentar ver las limitaciones y peligrosas contradicciones del sindicalismo en general. Quizás uno de los debates más claros sobre este problema es el que tuvo lugar entre Monatte y Malatesta en el Congreso de Amsterdam de 1907. Monatte apoya un programa donde el sindicalismo y el anarquismo se complementarían: “en la tarea diaria de exigir mejores condiciones, el sindicalismo coordina la fuerza de los obreros y el crecimiento en su bienestar, consiguiendo mejoras inmediatas..., preparando la completa emancipación que es imposible sin la expropiación del capital.” (Monatte) Malatesta, observando una claridad fundamental sobre el problema, dice: “El sindicalismo puede aceptarse como un medio, pero no como un fin. Incluso la huelga general, que para el sindicalismo es sinónimo de revolución, no puede ser considerada más que como un medio.” El mismo año escribía en Les Temps Nouveau: “A pesar de las declaraciones de sus partidarios más ardientes, el sindicalismo contiene, por su misma naturaleza, todos los elementos de degeneración que han corrompido el movimiento obrero en el pasado. De hecho, siendo un movimiento que se propone defender los intereses de los obreros, tiene necesariamente que adaptarse a las condiciones del día presente.”
No hay muchos análisis de esto. A veces se entra en cuestiones particulares (por ejemplo, el problema militar) y otras se olvidan. A menudo se traza un
Como veremos más adelante, la posición de Malatesta es radical; pero nosotros no estamos totalmente de acuerdo con él. No hay duda de que el sindicalismo no es un fin en sí mismo; pero el hecho de que pueda ser considerado como un medio debe implicar que es un medio para preparar la revolución, no para continuar la explotación -o peor aún, para preparar la contrarrevolución-. Este es el problema. El problema del sindicalismo es un problema político del poder, lo mismo
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que el concerniente a cualquier otra organización que compita con el Estado. La dinámica de esta organización asume, a veces, características particulares tales que hacen difícil ver las contradicciones a nivel de la superficie, pero esto no cambia su esencia real.
militantes anarquistas, aquéllos que, en términos cotidianos, podríamos llamar dirigentes.” (G. Leval)
“Es esencial para el trabajador, por lo tanto, hacer conquistas en la sociedad, lo mismo que en la fábrica, para llevar a cabo la transformación social que se necesita. En cambio, el sindicato está obligado a aceptar la carga de esta necesidad no sólo para los trabajadores, sino también para las masas populares, así como para la mayor parte de las reivindicaciones del desarrollo económico, civil y democrático de todo el país.” (C.G.I.L.) (...) Aquí el programa es claro: el sindicato va a cuidar del funcionamiento del Estado. Frente a la incapacidad manifiesta (de acuerdo con la burocracia sindical) de los operadores políticos del gobierno, ellos consideran indispensable -en interés de los obreros- tomar a su cargo y gestionar la explotación ellos mismos. La relación entre el sindicato y el poder político aparece en su manifestación más espantosa: sindicato y capitalismo. El poder económico mantiene a la Dirección sindical condicionada dentro de los parámetros del reformismo y, al hacerlo, dirige su fuerza hacia esa “cogestión” del poder que es un futuro al alcance de la mano. Sindicalismo y capitalismo viejos y nuevos La colaboración de los sindicatos en la difícil vida del capitalismo ha tomado diversas formas durante las diversas fases de su crecimiento. Al capitalismo de la fábrica manufacturera, atado a una visión restringida del mercado y sin una clara orientación multinacional, corresponde (y todavía corresponde hoy, en las áreas menos desarrolladas) un tipo de sindicalismo corporativo al “viejo estilo”, con una ideología que exalta el trabajo. Aspira a incrementos salariales, pero principalmente se preocupa de cuestiones de entorno (la situación dentro de la fábrica, la seguridad en el trabajo, las relaciones con los superiores). Hoy, a un sindicalismo de “nuevo estilo” corresponde (en las áreas más desarrolladas) un capitalismo tecnocrático multinacional, un capitalismo que podríamos definir como de “nuevo estilo” y que está indirectamente gestionado por el Estado a través de financieros dotados de una lógica aritmética bastante peculiar (por ejemplo, en cuestiones de las
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“La verdad es que la base no fue consultada; sólo unos pocos de los elementos mejor conocidos de la C.N.T. y la F.A.I. estaban presentes en las reuniones. Eso fue una estafa más.” (Los Amigos de Durruti, en ‘Le Combate Socialist’, 1971.) Los dirigentes por un lado y las masas por el otro. El resultado: las últimas asumieron las grandes construcciones colectivistas y comunitarias, resolvieron problemas económicos de considerable importancia, lucharon en las calles contra los fascistas y contra los no menos peligrosos “fascistas rojos”; los dirigentes se mantuvieron a parte, ya previamente en el gobierno o totalmente incapaces de hacer nada. Ciertamente, Leval no puede ser acusado de estar contra la organización sindical, ni en general ni en el caso particular de la C.N.T.. Con todo, permítasenos ver lo que escribe: “El anarquismo español tenía muchos «dirigentes» que no asumieron ningún papel. Estaban absortos por los puestos oficiales que habían ocupado desde el principio... Eso les impidió continuar su tarea como dirigentes. Permanecieron fuera de esta gran obra de reconstrucción, donde el proletariado aprendería preciosas lecciones para el futuro... Diversos intelectuales en los márgenes de las tareas oficiales estaban lejos de la transformación radical de la sociedad.” (Leval) Como podemos ver, Leval no discute la presencia de un “dirigente” sindical, y quizás lo haga incluso menos que la de un dirigente político; pero no puede dejar de notar, como observador honesto que es, que los acontecimientos siguieron tal camino que las masas se dirigieron ellas mismas por un lado y los dirigentes por el otro. Las consecuencias no esperaron mucho para hacerse sentir. Así empezaron los conflictos, las luchas, la marginación y también la represión. Por toda España numerosos grupos anarquistas (y también aquellos que no eran anarquistas declarados, pero que estaban influenciados por estos últimos) estaban por la acción directa, el igualitarismo y la organización inmediata de la nueva sociedad, de modo que se desarrolló una forma de lucha entre la C.N.T. y la F.A.I. por un lado, y estos otros grupos por el otro.
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La situación está clara: en presencia de una estructura, a menudo -mejor digamos, siempre- se presenta una fractura entre los intereses económicos de los obreros (de los cuales ellos son conscientes de formas totalmente distintas) y la visión de los dirigentes obreros o de los representantes sindicales con sus propias perspectivas que, a menudo, no sólo están deformadas y son objetivamente peligrosas para los trabajadores, sino que también van ridículamente por detrás de los tiempos.
tasas fiscales), capaz de urdir un espeso tejido de apoyo internacional. Están fascinados por la posibilidad de un discurso confederal a un nivel europeo e internacional, y aunque no son todavía plenamente conscientes del posible poder que tal discurso les proporcionaría, están decididos sin embargo a no dejarlo escapar cuando venga. Igual que el capitalista tecnócrata tiene un equivalente en el sindicalista tecnócrata, el gran director internacional tiene el suyo en un gran sindicalista internacional. (...)
[ El caso español ]
El problema de la tecnocracia y lo multinacional fascina no sólo a los sindicalistas, sino también a muchos camaradas que acaban perdiendo la visión de la realidad capitalista que es, y siempre será, contradictoria. Tesis sobre la acumulación del capital, como las elaboradas por Hilferding, se vuelven de dudoso valor ante las revueltas que están tanteando la lógica capitalista en las fábricas, las escuelas y la tierra, haciendo imposibles las previsiones a medio y largo plazo.
Permítasenos considerar el caso clásico del anarcosindicalismo en España. Los anarquistas en el gobierno. La C.N.T. tiene cuatro ministros, a parte de los quince que constituyen el gobierno. Aquí está lo que escribía “Solidaridad Obrera” en 1936: “La entrada de la C.N.T. en el gobierno de Madrid es uno de los hechos más importantes de la historia política de nuestro país. La C.N.T. siempre ha sido, en sus principios y por convicción, anti-Estado y enemiga de toda forma de gobierno. Pero las circunstancias, casi siempre superiores a la voluntad humana, aunque determinadas por ella, han transformado la naturaleza del gobierno y del Estado español. En la actualidad, el gobierno, en tanto instrumento regular del Estado, ya no es una fuerza opresiva contra la clase obrera.” Pobre Bakunin (lo cual no es nada) y pobre clase obrera (lo cual es serio). Estos anarquistas, que intentan esconder su propia incapacidad personal para actuar detrás del aparente “realismo” de la bandera anarcosindicalista, no podrán nunca meditar lo bastante en este pasaje. Con estas líneas cayeron en España no sólo el antiestatismo anarquista, sino también el voluntarismo, amargamente reducido a simple jerga de un gacetillero no muy brillante.
En nuestra opinión, es importante ver ciertas características claramente: el nivel tecnológico de los diversos sectores industriales, la estructura interna de los países europeos, la política científica de las naciones militarmente fuertes, los nuevos desarrollos en las fuentes de energía, etc.. Otras observaciones sacan a la luz notables discrepancias entre los países más avanzados (de ahí el gran número de grados y de volumen de conocimiento), que no son sólo diferencias tecnológicas, sino también organizativas, entre las diferentes compañías; diferencias en el volumen de la investigación industrial financiado no sólo por el Estado, sino también por la industria misma u otros cuerpos (universidades, etc.); las contradicciones entre la política científica y la política financiera, y así sucesivamente.
“Quiero apuntar un hecho curioso: el fiasco de la cúspide, de la minoría dirigente, de los líderes. No estoy hablando sólo de los políticos socialistas y comunistas. También estoy hablando de los bien conocidos
Todo esto implica cambios importantes en el problema de la gestión; para los países que están en un momento como éste, implica una transformación de “la economía en sentido amplio” para salir de la crisis. Los sindicatos saben esto muy bien, y es en este sentido que están preparando también su transformación estructural. Los niveles salariales, las condiciones dentro de las fábricas, los convenios, la regulación del desempleo, las formas y los objetivos de la producción a una escala multinacional, son todas decisiones que serán tomadas por la dirección, o más bien por un pequeño número de burócratas móviles contra quienes no será fácil luchar. Los trabajadores, por otro lado, están -de acuerdo con los sindicatos- lo bastante maduros para dirigir su trabajo y continuar
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“Todos los hombres más prominentes de los grupos sindicalistas y anarquistas están presentes... Nos hemos unido al gobierno, pero las calles se nos han escapado...” (Federica Montseny)
Selección de textos la producción (al precio de una disposición centralizada, que significaría la autogestión de su propia miseria), de modo que debemos asegurarles la continuidad del trabajo (léase explotación) y asegurarnos a nosotros mismos la supervivencia como organización (léase trabajo recompensado). (...) A ojos de los funcionarios sindicales, la cogestión significa, en nuestra opinión, alcanzar dos objetivos esenciales. El primero refleja la concepción de todo el partido socialdemócrata (aliado a los sindicatos no a un nivel formal, sino debido a una simbiosis en el personal y en la mentalidad entre las dos organizaciones): se refiere a lograr una “regulación” de las relaciones sociales con el fin, dice un funcionario sindical, de atenuar en la medida de lo posible las injusticias sociales que resultan del proceso económico. El segundo permite la integración de toda una clase social de “funcionarios” sindicales en el proceso económico. Se están convirtiendo en parte del sistema económico y social para no dejar esta área de actividad abierta a los “directores” de la clase gestora del país. Así: eliminación de la discordia y el conflicto en la medida de lo posible, participación en la gestión económica en primera persona y, finalmente, integración en el sistema de la estructura anteriormente antisistema. Como es evidente, sería superfluo explicar que esta integración se hace posible no a causa de la degeneración de los sindicatos, sino debido a sus características esenciales, que se han vuelto más acentuadas en tanto el capitalismo se ha desarrollado más allá de sus orígenes tradicionales. (...) En Francia, por el contrario, uno puede todavía oír de la C.F.D.T.: “El concepto piramidal de estructuras de poder, en la forma de los consejos obreros o del centralismo democrático, debe rechazarse. La experiencia muestra que esta modalidad de gestionar el poder basada en la concepción rígida y jerárquica del delegado da lugar rápidamente a un proceso de burocratización y tecnocratización.”
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[ El caso sueco ] Permítasenos echar un vistazo al revisionismo anarcosindicalista sueco. Suecia, como otros países escandinavos (Noruega, Dinamarca y Holanda), es un Estado donde existe, a un nivel superficial, una ideología del “bienestar garantizado”. Hay tutelaje social por el Estado. Algo similar existe en una forma aún más racional en Nueva Zelanda y Australia. La organización anarcosindicalista S.A.C. (Sveriges Arbetaren Centralorganisation) está bastante bien extendida y es representativa. Permítasenos ver cómo se justifica el cambio de la táctica sindical en la dirección del revisionismo más rancio: “La población es consciente de haber creado una situación particular, porque la seguridad desde el nacimiento hasta la muerte les ha impedido escuchar a los profetas de la revolución, que imparten la idea de luchar en las barricadas y de la destrucción total del sistema social existente. Los anarcosindicalistas han vivido sus experiencias, cuyas conclusiones más o menos delineadas nosotros consideramos válidas sólo en situaciones como la de Suecia. Si el S.A.C. ha abandonado la propaganda insurreccional y ya no quiere conducir una agitación orientada a la destrucción de todas las demás fuerzas sociales, lo han hecho así porque es imposible proceder de otro modo en este país. La población piensa de acuerdo con líneas pacíficas y si intentásemos dirigirles a la acción revolucionaria haríamos el ridículo y provocaríamos la hostilidad general. Si fuésemos a proponer la acción violenta en una sociedad pacífica nos convertiríamos en el equivalente a toros en una tienda de loza.” (E. Arvidsson)
Pero esto es pura retórica adaptada al momento, que será en breve reemplazada por una forma completamente distinta. ¡Sólo imaginémonos un sindicato admitiendo abiertamente la necesidad de la burocratización! No debemos hacernos ilusiones. La necesidad de colaborar es esencial para los sindicatos; cualquier ruptura debe ser controlada y programada. La huelga debe ser un arma precisa: cuando más amena-
¡Fin de la transmisión! No hay ninguna alternativa. Mientras tanto, la base de los obreros suecos está buscando un nuevo camino, que apunte a la destrucción del trabajo: demandando tiempo completamente libre y la destrucción de un Estado, que impone el bienestar colectivo obligando a la gente a continuar de un modo dado, y que les impide elegir lo que quieren hacer. Mientras la base de los obreros, en completa oscuridad, en una angustia aún más terrible que la de la pobreza (no olvidemos los suicidios y otros fenómenos) están buscando nuevos métodos, adecuados a la estructura de poder que tienen que combatir, los obtusos dirigentes anarcosindicalistas están todavía hablando en términos de insurrección como de “toros en una tienda de loza”.
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Lo mismo debería decirse de los hombres y mujeres que trabajan dentro de la estructura anarcosindicalista. Sus ideas no provienen de los intereses económicos e históricamente determinados de los miembros, o del conjunto de la clase obrera, sino que existen por derecho propio y son, en cierto sentido, muy extensas. Van tan lejos como para perfilar una visión completa del mundo (un mundo anarquista o libertario), que influenciará necesariamente la elección del trabajo a realizar en cuestiones particulares o las alternativas políticas o económicas en no poca medida.
za con volverse eficiente, más debe usarse en pequeñas dosis. Por el contrario, si su eficiencia disminuye, es usada ampliamente, como en el caso de la huelga del servicio postal en Francia, que duró más de dos meses sin ningún resultado a fines de 1974.
Permítasenos imaginar que se está discutiendo el problema de la ocupación de una fábrica. El interés inmediato de los trabajadores -al menos en un marco como el que estamos viviendo en Italia hoy- es la continuación de sus salarios, un interés limitado que de ningún modo pone en cuestión la ética del trabajo. Los camaradas sindicalistas podrían tener sus propias ideas muy precisas sobre lo que significaría la autogestión de la fábrica dentro de la perspectiva de la administración capitalista. Es decir, podría ser que ellos quisieran “demostrar” algo más, algo de quizás mayor valor político que la mera continuación de los salarios para un restringido número de personas; pero algo que todavía no va nunca “más allá” de ciertos intereses objetivos y contingentes en nuestra opinión. Por supuesto, esto podría contribuir a expandir el movimiento como un todo; pero no debería convertirse en una coartada para pasar de contrabando las decisiones de la Dirección más allá de la trémula frontera de los intereses de los trabajadores. En resumen, teniendo en cuenta que sólo un restringido número de camaradas tienen las ideas claras sobre problemas que van más allá del área inmediata del sector económico (que frecuentemente requiere análisis laboriosos), y teniendo en cuenta que estos camaradas (con la mejor fe como anarquistas e individuos) no pueden más que luchar por el triunfo de sus ideas, nosotros encontramos cierto que cuando esto ocurre dentro de una estructura sindical ello abre inevitablemente el camino al compromiso o al autoritarismo.
Aquí está un pasaje que es característico de esta colaboración, publicado en la revista Sindicalismo (especial “Autogestión”, nº 14-15): “No importa qué nivel de democratización haya dentro de la compañía o de la economía como un todo, el sindicalismo continúa teniendo autonomía en su función como fuerza de impacto para proteger a los trabajadores contra la voluntad de los patronos. El sindicato continúa siendo una escuela para la formación de obreros militantes, un lugar para elaborar la crítica social y un agente de transformación para ser usado y perfeccionado. La autonomía del sindicato y el reconocimiento de sus modos de acción, incluyendo la huelga, son tanto una necesidad como una garantía fundamental de la autogestión. El problema de la remuneración queda de último en la industria, junto con el de la jerarquía y la distribución de la producción. Es por eso que, al otro lado de la barricada, los jefes que gestionan el capital no trabajan desde un punto de vista humanitario (el trabajador está alienado, debemos liberarle) sino partiendo de cuestiones relacionadas con la producción (la degradación, la fatiga, tantos días de trabajo perdidos, tanto trabajo hecho mal, tanto despilfarro, falta de reinversión, etc..). Éstos son los elementos que los patrones usan para valorar el problema de los modos de producción. No sólo no dan ninguna tregua, también experimentan. Los primeros ejemplos tuvieron lugar en los Estados Unidos y en Suecia (Saab y Volvo). Esto es lo que resultó: trabajo inteligente (no sectorializado), menor fatiga, menor degradación, vuelta a un tipo de industria de oficio; desaparición del absentismo, menores obligaciones, trabajo de mejor calidad, eliminación de los sectores no productivos (pequeños jefes y controladores), beneficios más altos, incremento de la producción de capital.”
En el caso en que no existe ninguna estructura, donde los camaradas más preparados hablan en nombre de un grupo de productores con intereses precisos, y con medios para lograrlos mediante acciones coordinadas, apoyadas por la intervención de camaradas del exterior, cualquier cosa puede ocurrir. El discurso puede extenderse sin medida, hacerse social y político y trazar una visión total del mundo igualmente. Aquí ninguno hablará en el nombre de una organización que tendría que vivir y defenderse como tal.
Quizás nunca se advertirá suficientemente sobre los peligros de esta perspectiva, que es por lo que nosotros consideramos de gran importancia el estudio de los problemas de la autogestión. Quizás debamos denunciar más vehementemente a los teóricos de la ideología del trabajo, exponer su colaboración velada en la explotación capitalista, demostrando cómo incluso anarquistas caen a menudo en esta perspectiva.
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Esto es suficiente para ver el proceso de transformación que los sindicatos están haciendo efectivo, concerniente a los cambios en la estructura económica en que están operando. Como cualquier transformación estructural del capitalismo, ésta es funcional a ciertos requerimientos y llega a estar condicionada por ellos. Ha sido la enfermedad específica de ciertos movimientos revolucionarios ver en esto unas perspectivas y un contenido interesantes. Y, empezando por el sindicalismo, han perdido su matriz libertaria original por diversos caminos.
puede ocurrir sólo si estas organizaciones están separadas de los partidos políticos, de hecho “si no son solamente aparlamentarias, sino principalmente antiparlamentarias” (Lehning).
Las limitaciones del sindicalismo revolucionario (...) Fue Sorel quien, quizás involuntariamente, teorizó el sindicalismo revolucionario. La huelga general sería usada como un mito que ocupase el lugar de los mitos del progreso, la igualdad y la libertad: una perspectiva final que iba a coincidir con la revolución. Por el contrario, la huelga limitada sería vista como un “ejercicio revolucionario”. La élite revolucionaria iba a usar este ejercicio para dirigir a las masas a la rebelión contra el Estado, partiendo de reivindicaciones y procediendo, gradualmente, a la construcción de la nueva sociedad a partir del modelo sindicalista. Permítasenos empezar con la Carta de Amiens, punto de referencia constante del sindicalismo revolucionario. (...) En este papel se establecieron tanto los principios del apoliticismo sindicalista como los principios de la lucha contra los patrones por la abolición de los salarios. (...) El elemento esencial en el sindicalismo anarquista era el concepto de la acción directa, una consecuencia lógica de su ser apolítico (en el sentido del partido) y de la espontaneidad de la organización sindical. Los errores han de encontrarse en esta última parte. La organización sindical no puede basarse en la espontaneidad de masas más de lo que puede el partido político, incluso si se define a sí misma como “revolucionaria”. De la misma manera, ella no puede permanecer al margen de las vicisitudes de política de partido y, más pronto o más tarde, acaba sintiendo su influencia. Por último, en la perspectiva de la estructura sindical el problema de la acción directa se transforma, de un medio de lucha en manos de la base, en un medio de instrumentalizar a ésta última. Ésta fue la significación del “mito” soreliano de la huelga general, una trasposición efectiva de un concepto político en el campo de la lucha obrera. Todo lo que surge de este campo puede ser producido o
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“Quien esté tanto contra el capitalismo privado como contra el capitalismo de Estado, debe oponerse a estos con otro tipo de realidad social y otro tipo de organización económica. Y esto sólo puede hacerse por los productores agrupados juntos en sus organizaciones en el taller, la industria, etc.. Tienen que organizarse de modo tal que posean los medios de producción y organicen toda la vida económica sobre una base asociativa.” (Lehning) Pero estas organizaciones de los productores deben estar en manos de los productores mismos y organizadas de modo que sus acciones, que han elegido y determinado ellos mismos, no puedan ser impedidas. Si observamos atentamente, veremos que esto no puede ocurrir en el sindicalismo, incluso en el anarcosindicalismo. No puede ocurrir en las llamadas “degeneraciones” del tipo sueco o -dentro de ciertos límitesel español. No puede ocurrir porque no son los obreros mismos quienes deciden cuales son sus intereses objetivos, sino la dirección sindical, quienes, como vemos, existen y tienen la capacidad de seleccionar objetivos e intereses, incluso en el anarcosindicalismo. No debemos olvidar que el sindicalismo es un organismo de los productores, por lo tanto, de un alto índice económico; pero es también un organismo dirigido por hombres que están altamente politizados, incluso si sólo a un nivel personal. En el caso de una organización anarcosindicalista, estos hombres podrían ser anarquistas, de modo que rehusarían sus derechos como “dirigentes” sindicales. Muy bien, en ese caso la organización se dividiría o moriría para reaparecer en una serie de iniciativas dirigidas por la base sin que haya necesariamente ninguna línea centralizada a parte de sus comunes intereses económicos y revolucionarios. Pero, en ese caso, ya no estaríamos dentro del concepto del anarcosindicalismo. Éste último prevé la existencia de la estructura independientemente de la perspectiva económica. Tiene su mira en defender los intereses de los trabajadores (económicos y no económicos), pero sobre todo existe y es más importante cuanto más grande es y cuantos más miembros tiene.
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insospechadas hasta ahora”. (Ouvrier face aux appareils -El obrero frente a los aparatos-).
por la base (la acción directa, la espontaneidad, las organizaciones de los productores), o por el sindicato (los delegados, los comités, las peticiones oficiales, la negociación, las huelgas dispersas... hasta la huelga general). La diferencia es esencial.
Pero esto no surge de la organización sindical. Esta figura política es muy diferente de la de un agitador sindical, ahora un delegado privilegiado o un burócrata asalariado. El cambio en la figura humana o social va acompañado por cambios en los resultados de la acción que cumplen dentro del movimiento obrero. Obviamente, este activista debe trabajar en la dirección de las necesidades de los trabajadores. No puede colocarse en una actividad autodeterminante, creando problemas que no existen o magnificando los existentes para el solo fin de perpetuarse a sí mismo. Es más, es la dinámica de la acción directa la que mueve la realidad de los trabajadores en una dirección diferente a la “consagrada” por el sindicato. “Soy anarquista antes que cualquier otra cosa, luego sindicalista; pero pienso que muchos son sindicalistas primero, luego anarquistas. Hay una gran diferencia... El culto del sindicalismo es tan dañino como el del Estado: existe y amenaza con crecer día a día. Realmente parece que los hombres no pueden vivir sin la divinidad; no pasa mucho tiempo desde que han destruido una hasta que otra aparece.” (F. Domela Nienwenhuis) Las limitaciones del anarcosindicalismo El mismo argumento, con elementos específicos, se aplica al anarcosindicalismo. Aquí tenemos una solución anarquista al sindicalismo, la solución que arraigaba en la Asociación Internacional de Trabajadores de acuerdo con los principios de Bakunin, pero que todavía tiene defectos que son intrínsecos a todas las organizaciones sindicales, sean sindicalistas revolucionarias, comunistas autoritarias o las reformistas de la socialdemocracia. El anarcosindicalismo, si no es mantenido dentro de los límites de “medio”, como apuntaba apropiadamente Malatesta, corre el riesgo como el sindicalismo, no el anarquismo- de evolucionar hacia el revisionismo (ver Suecia) o el autoritarismo (ver España). Pero permítasenos intentar clarificar este problema antes de que caigamos en serias malas interpretaciones.
El error fundamental del sindicalismo revolucionario es claramente visible en las palabras de Griffuelhes: “La acción directa es una práctica que está creciendo a diario. Consecuentemente, en una cierta fase de su desarrollo ya no será posible llamarla acción directa, será una explosión generalizada que llamaremos huelga general y que concluirá en una revolución social.” Del mismo modo, Aristide Briand: “¿...la revolución? ¿...una alternativa? ¿...una analogía? La tendencia es a una identidad de la huelga general con la revolución. Este es el mito de la subversión pacífica, instantánea, realizada a través de la suspensión universal y simultánea del trabajo.” (...) Ya no hay alternativa, sino analogía; ruptura violenta (en el caso de los anarquistas como Griffuelhes) o pasaje pacífico (los reformistas como Briand), nada cambia. En esta perspectiva, el sindicalismo se convierte en un fin en sí mismo. Muchos militantes anarquistas, capaces como Pouget de hacer una distinción precisa entre anarquismo y sindicalismo, ya no lo son después de algunos años, cuando se convierten en meros sindicalistas, sin saberlo o sin quererlo. En nuestra opinión, los anarquistas deben reconocer que no es necesario llamar a la destrucción de las organizaciones sindicales; pero esto no debe llevar a la conclusión -excesivamente fácil- de que pueden trabajar dentro de éstas últimas para preparar camaradas para la revolución. El salto cualitativo es radical, y no deja espacio para las gradaciones cuantitativas. En este sentido, Malatesta, que ha vivido la experiencia del fascismo y de la incapacidad de los sindicatos para confrontarlo, está mejor orientado:
El anarcosindicalismo sabe perfectamente bien que la revolución sólo puede ser llevada a cabo por las masas trabajadoras organizadas en sus estructuras económicas para preparar la sociedad del futuro. Esto
“El sindicato es reformista por naturaleza... El sindicato puede surgir con un programa revolucionario o anarquista, y esto es lo que ocurre normalmente. Pero la lealtad a este programa sólo dura mientras tanto es débil e impotente, un mero grupo de propaganda. Cuanto más atrae trabajadores y se fortalece, menos es capaz de mantenerse fiel al
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programa inicial, que no se convierte en nada más que en una fórmula vacía.” (1925)
En nuestra opinión, la única manera de formar militantes revolucionarios reales es construir métodos de lucha que puedan desarrollarse activamente partiendo desde la base de los trabajadores. Esto también quiere decir enseñar las dificultades, aproximaciones, y principalmente las limitaciones objetivas, que la actividad “anarquista” encuentra dentro de las organizaciones sindicalistas. No es verdad que el sindicalismo sea la gran universidad popular que lleva a obreros a entender sus problemas o, si ese ya no es el caso, que deban hacerse todos los esfuerzos para que así sea. Esta es una vieja ilusión que puede haber contenido un grano de verdad en el pasado, pero que es completamente inservible en lo que concierne a los problemas actuales.
“Sería una gran y fatal ilusión creer, como lo hacen muchos, que el movimiento obrero puede y debe, en sí mismo por su propia naturaleza, conducir a la revolución. De ahí la necesidad imperativa de organizaciones realmente anarquistas para luchar, tanto dentro como fuera de los sindicatos, por la realización total del anarquismo, buscando esterilizar todos los gérmenes de degeneración y de reacción.” (1927) Como ya hemos dicho, consideramos un error hablar de una degeneración en el sindicalismo. Frecuentemente las críticas de los viejos militantes contienen este aspecto; recuerdan los tiempos mejores, cuando las relaciones de producción daban cabida a discusiones revolucionarias dentro de la estructura sindical, y los comparan con el presente, donde la naturaleza del poder económico se ha racionalizado, rebajando esto hasta la decadencia del sindicalismo. “La C.G.T. se ha hundido bajo el reformismo, se ha convertido en un diente del engranaje del gobierno y ha reducido a cenizas su respaldo a la revolución. Cada vez que los obreros miran a los hombres que encarnan el régimen capitalista, ven a sus propios dirigentes junto a ellos. Lo que es esencial para nosotros de la Carta de Amiens es nuestro concepto del sindicalismo: el gran artesano de la revolución capaz de hacerlo todo y, si es posible, de organizarlo todo al día siguiente de la revolución.” (Monatte)
A un nivel operativo, las ideologías sindicales reformista y revolucionaria son más o menos la misma. Ambas luchan por la preservación de la estructura sindical antes que cualquier otra cosa. En caso contrario, el problema no existiría. Los reformistas luchan por conquistas limitadas (salarios y regulaciones) porque esto habría de conducir a una socialización progresiva de los medios de producción, hasta su completa socialización en una coexistencia pacífica. Los revolucionarios luchan por ganancias limitadas (salarios y regulaciones), porque esto se convierte en una escuela para la revolución y porque la huelga es una preparación (un entrenamiento) para la suspensión general del trabajo que se identifica con la revolución. En realidad, ambos están luchando por reivindicaciones limitadas y lo hacen en una organización muy precisa, más o menos piramidal, que tiene sus propias normas, siendo la esencial de ellas su propia supervivencia como organización.
La crítica se desarrolla, pero la ilusión persiste. Es lo mismo que el argumento que los “reformistas” de la Federación Anarquista Francesa están proponiendo hoy:
“La clase obrera debe mirar más allá del capitalismo, mientras que el sindicalismo está totalmente confinado dentro de los límites del sistema capitalista.” (Pannekoek)
“Para nosotros los anarquistas no es una cuestión de compromiso o de maniobras políticas, ni aun de posiciones a ganar. Los sindicalistas de la federación anarquista deben decir, simplemente, incluso si son los únicos en decirlo (puede que sea preferible que sean ellos los únicos), que el sindicalismo se está moviendo en una dirección peligrosa y que, basándose en los principios, la historia y la evolución económica de los tiempos, de las dos grandes tendencias que existen hoy en el movimiento obrero ellos están a favor de la revolucionaria que, como declara la Carta de Amiens, aspira a «la supresión del sistema salarial».” (M. Joyeux)
Veremos más tarde en qué consiste este “mirar más allá”. Es importante señalar aquí que el teórico de los consejos obreros veía claramente la naturaleza intrínsecamente reformista de la organización sindical, y no tenía ilusiones sobre el potencial revolucionario o cualquier otro de tales reclamos.
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“En lugar de dirigentes o cuadros omnisapientes, nosotros proponemos el concepto de “animadores políticos” capaces de proponer iniciativas para estimular el desarrollo del individuo y para ayudar a coordinar estas iniciativas, poniendo de este modo en movimiento fuerzas
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[ La colaboración sindical en el capitalismo gerencial ] La atmósfera de los sindicatos está permeada por un espíritu de colaboración de clases, una visión corporativa de la economía que une a la burguesía y al proletariado con la intención de asegurar el máximo bienestar para los trabajadores. El capitalismo ha atravesado crisis de producción en el pasado, ha madurado en la moderna escuela democrática, se ha vuelto ágil y su propio amo y está animado por un fuerte espíritu de transformación e innovación. Es incapaz de concebir el desatino nacionalista y cosas así, estando en curso de elevarse a los requerimientos internacionales mediante el abandono de la vieja clase empresarial. El capitalismo al viejo estilo ha dejado lugar a una nueva versión gerencial. Es perfectamente consciente de que su mejor amigo y aliado es el sindicato. Sustituyendo el mito del hombre de negocios por el del tecnócrata, la gran familiaridad que existe entre el dirigente sindical y el gerente de fábrica, sus objetivos comunes, la dirección paralela de sus esfuerzos y la similaridad de su educación, se vuelven evidentes. El viejo representante sindical con sus manos callosas, capaz de sacudir violentamente al jefe, ha sido reemplazado por el intelectual que ha pasado por la universidad con las manos limpias y un cuello blanco. Puede encontrarse con el otro intelectual, que ha pasado por la misma universidad y tomado el puesto del gerente de fábrica, en términos de igualdad. Si el capitalismo está en proceso de escapar de las manos de los viejos leones, el sindicalismo se ha liberado de los viejos dirigentes sindicales por algún tiempo. Ha hecho frente a los requisitos del futuro de modo inteligente y antes de lo esperado. Creemos firmemente que, incluso en la época en que el viejo representante sindical asustaba al jefe con su osadía, las semillas de la situación presente ya existían, igual que las semillas de la evolución gerencial existían en el viejo capitalismo empresarial. La degeneración del cuerpo social nunca es un acontecimiento “nuevo”, como siempre ha enseñado el anarquismo, sino que es siempre una evolución, una modificación de la situación que ya existía. Y es el modo en que se usan los medios lo que condiciona los fines logrados. Aquí, otra vez, el uso de medios tales como reclamar mejores condiciones, o los intentos de una
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Selección de textos minoría para construir una estructura monolítica igual que a la que se oponen, han contribuido a la incapacidad actual para ver claramente los objetivos del proletariado.
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APRECIACIONES
FINALES DE LXS EDITORXS
2ª) los trabajadores, organizados en la base, discuten, incluso en grupos aislados, la posibilidad de la lucha contra la explotación capitalista y la colaboración sindical. Deciden sabotear (aún en el caso de los ferrocarriles) algunas de las loco-
Los escritos de Bonanno los encontramos altamente interesante y nos mostramos de acuerdo con gran parte de sus análisis, críticas y propuestas. Sus apreciaciones sobre el paso de una sociedad de tipo industrial a otra postindustrial nos parecen muy válidos, así como la crítica a las viejas formas de lucha, basadas en formalismos, tácticas reformistas, etc. También compartimos la necesidad de tejer redes informales que conecten a lxs propixs anarquistas entre sí y en las revueltas y luchas que surgen en el resto de la sociedad. Su análisis sobre lo cualitativo, la crítica visceral a vanguardias y a la cuantificación de la lucha nos parecen absolutamente brillantes. Nos sentimos anarquistas revolucionarios, y creemos que, por nuestras experiencias, el método insurreccional es el correcto. Empezando por unx mismx y extendiéndolo por todos los lugares posibles. Muestras que dan validez a la teoría planteada existen. Durante el huracán de Nueva Orleans se produjeron revueltas, las revueltas recientes en los suburbios franceses son otra muestra de que, dentro del propio Sistema se alzan voces de protesta y rabia contra el orden establecido. Si bien también es una constante que la lucha anarquista sigue en una fase mayoritariamente de ficción, ya que en muchos casos ha criticado al unisono de la “izquierda” y “derecha” estas revueltas. No hemos sabido insertarnos en conflictos sociales porque aún seguimos con esquemas caducos que hoy por hoy, y seguramente mañana también, no son válidos. Por otro lado seguimos en el completo aislacionismo entre nosotrxs mismxs, parece ser que la necesidad de conocimiento, de tejer relaciones de afinidad brillan a excepción de unos pocxs compañerxs entre sí. Oportunidades para el conflicto no faltan, aunque la estrategia de participar en luchas sociales que surjan también es compartida hoy día por gran cantidad de gentuza: ecosocialistas, maoístas, troskos y estalinistas trasnochadxs, indepes con vagas apelaciones al “socialisme”, peñita guay admiradora de las tesis de Negri... Sólo episodios esporádicos en el ámbito de la okupación o la excelente campaña contra el laboratorio de experimentación animal HLS se salvan de la quema. El resto de luchas presentes (contando alguna excepción), todas ellas bajo parámetros asamblearios, facilitador de la manipulación de organizaciones y tendencias externas a la asamblea, dan pena: la lucha contra la especulación inmobiliaria está dominada por socialdemócratas que en algunos casos forman parte directa en la especulación desde los gobiernos, en el ámbito estudiantil las asambleas que surgen son un caldo de batalla de futurxs políticxs, de los curros mejor ni hablar... La izquierda reformista está presente de algún modo u otro en la mayor parte de conflictos que surgen, y cuando no, lxs anarquistas que participan lo hacen bajo los mismo parámetros... Nosotrxs pensamos que el gran problema reside en el asamblearismo, al ser una forma de organización jerárquica lxs anarquistas debemos de superarla y no fomentarlo. Y eso se consigue con ideas y su puesta en práctica.
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[ La acción directa y el sindicalismo ] Por supuesto, el lector podría objetar fácilmente que ésta no es la perspectiva del anarcosindicalismo. Pero una cosa es hablar de la muerte y otra morirse. Una cosa es construir bellas fantasías sociales, otra ponerse en contacto con la realidad. Una cosa es querer salvar los principios anarquistas, incluso dentro de la organización sindical, y otra intentar hacerlos entrar en las reivindicaciones parciales a las que el sindicalismo -a sabiendas o sin saberlo- está atado por fuerza. Y no hay lugar aquí para la insistencia en la acción directa. Cuando una organización de lucha realmente se construye sobre la acción directa, o no es una organización sindical (en tanto que carece de la estructura basada en el territorio, la representación, la asistencia y la ideología típicas de la organización sindical, que reduciría la cuestión a la semántica), o es simplemente una parodia de la acción directa, es decir, acciones que aparentemente usan métodos típicos de la acción directa pero que no contienen el elemento básico de la autonomía de la base. Permítasenos tomar un ejemplo radical, el del sabotaje. El obrero ataca la estructura de explotación con las herramientas de su trabajo (su misma fuerza de resistencia, eso es) destruyendo así tanto la ideología del trabajo (fruto del régimen de sirvientes) como el rendimiento de la producción para la clase que está oprimiéndole. Imaginemos que este método de lucha se aplica al ferrocarril, por ejemplo. Podemos prever dos posibilidades: 1ª) el sindicato, usando secretamente medios que no posee por el momento, pero que podría desarrollar para este fin, da la orden de sabotear todas las locomotoras en posesión del ferrocarril. Por su parte, los trabajadores, obedeciendo las directivas sindicales, poner todas o algunas de las locomotoras en cuestión fuera de uso. De este modo, la fuerte presión del sindicato es colocada sobre la contraparte (en este caso, el Estado, pero el mismo argumento no cambiaría si se aplicase al sector privado) que acepta las reivindicaciones realizadas.
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1) La lucha. Ésta es donde el espíritu de clase nace y se desarrolla. Aquí las intenciones reales de los partidos y los sindicatos también se clarifican. Los métodos de acción directa se desarrollan: el sabotaje, el absentismo, los intentos de autogestión, la destrucción del trabajo, etc..
motoras, incluso en una sola área. Los otros trabajadores (de ahí la hipótesis de que la acción se extienda a otros sectores) comprenden la validez de tales acciones y, avalándose con una acción clandestina, o con cualquier otro instrumento que puedan decidir de acuerdo con el lugar y las necesidades del momento, extienden su iniciativa. Pueden hacerse proposiciones a la contraparte, pero no necesariamente.
2) La organización. Ésta crece de la necesidad de confrontación y verificación. Difiere mucho según el tiempo y el lugar, pero está unificada sustancialmente sobre la base de los intereses comunes en el proceso de producción. Los núcleos crecen, cada uno en un asentamiento social, económico y político diferente, pero todos dentro de los límites circunscritos por la realidad de la producción. Ésta es la esencia de la organización que da la posibilidad de una referencia constante a algo unitario. 3) La información. Esta debe conseguirse a través de una inversión gradual de las relaciones de producción, modificaciones en la división del trabajo y sabotaje de la producción, con análisis de los efectos y límites. La conquista de información se convierte así en el despertar de una conciencia política dentro de la dimensión concreta de la economía y la producción. Pero estos problemas van más allá de nuestra tarea aquí y requieren análisis más profundos. (...) Abreviaturas C.G.I.L.: Confederazione Generale Italiana del Lavoro (Confederación General Italiana del Trabajo), sindicato de izquierda dominado por el Partido Comunista, con una minoría socialista. C.G.T: Confederation Generale du Travail (Confederación General del Trabajo), sindicato francés con adherentes de un espectro amplio y en algunos casos no político, pero en manos de una dirección estalinista. S.A.C.: Sveriges Arbetares Centralorganisation (Organización central de los Trabajadores Suecos), sindicato anarquista sueco formado en 1910.
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El primer caso no es acción directa. El uso del sabotaje se hace efectivo por la organización sindical, sobre la base de la decisión de los dirigentes en vista de un reclamo. En la práctica, el uso de tal instrumento podría hacerse probable en caso de una evolución revolucionaria de los sindicatos, pero siempre sería una evolución en el sentido autoritario. En el mejor de los casos posibles, el resultado sería un intento blanquista en la revolución, con todas las consecuencias que se sucederían. Aun si fuesen sindicalistas libertarios los que pusiesen tal acción en práctica, anarcosindicalistas capaces de silenciar cualquier tendencia al autoritarismo determinada por la estructura de la organización, la tensión revolucionaria sería algo que estaría siendo impuesto a la masa. Cualquier decisión de actuar, dadas las condiciones objetivas, no encontraría suelo fértil para desarrollarse. Con motivo de este argumento, tomemos el caso de un fenómeno verdaderamente único, tal como encontrar dirigentes sindicales de tal franqueza mental desapasionada, y probada fe anarquista, como para no sentir ninguna atadura particular a sus propias tareas y posición. La separación entre estos “ángeles” y las masas trabajadoras, a veces incapaces de entender incluso el mensaje de un ángel, se volvería evidente. Éste sería un caso de acción directa. Si el ángel anarcosindicalista realmente lo es, querrá abandonar inmediatamente su propia posición y unirse a los otros en la tarea concreta, específica, que comienza en un lugar y podría extenderse a otros. Por supuesto, el trabajador podría no encontrar nunca por su cuenta la solución al problema de la organización directa de la lucha, y en el caso específico puede que no pueda encontrar la solución “moral” (no la técnica, porque esa la conoce mucho mejor que todos los sindicalistas y revolucionarios puestos juntos) para sabotear una locomotora, y es en este sentido que el trabajo del revolucionario sigue ahí y es justificable. Pero el trabajador nunca necesitará ciertamente a alguien para organizarle en sindicatos, partidos, sectas o cualquier otra forma de este tipo para llevar a cabo su liberación. [***]
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Los acontecimientos han mostrado siempre cómo los trabajadores necesitan estos análisis en cuanto quieren clarificación acerca de los objetivos a alcanzar y acerca de los medios para defenderse contra los patrones y sus “consejeros”. Y no sabiendo a donde volverse, a menudo buscan consejo y guía en un dirigente o en un partido -cuando no la vuelta al poder de la vieja estructura explotadora misma-. El esclavo que ha vivido toda su vida con cadenas, podría bien creer que ha hecho eso a causa de ellas, en lugar de a pesar de ellas, y atacar a quienquiera que intente romperlas. Pero esto es parte del trabajo indispensable que necesita hacerse ahora. No es un obstáculo insuperable que conduzca a la inevitabilidad de la dirección y del mando.
en la lucha, que podrían llegar siguiendo a la obtención de información crecientemente detallada y a la decisión de pasar a la expropiación final del capital, es decir, a la revolución. Será el obrero el que establezca los términos de la relación entre trabajo y producto. Hecho esto, no tendrá otra solución que ignorar cualquier tipo de organización que afirme el poder capitalista o de cualquier otro tipo, y proceder a la construcción de núcleos de producción, posiblemente haciéndolos durar a lo largo de todo el período de la lucha, hasta la eliminación final de la explotación.
En la fase prerrevolucionaria debe reconocerse, por parte de los trabajadores, que el sindicato es un colaborador con los patronos, un intermediario que garantiza ganar ciertos derechos limitados, pero que también lucha para perpetuar las condiciones que permiten que esta lucha tenga lugar. En caso de lo contrario, se trataría de un intermediario que lucha por su propia eliminación. Las organizaciones sindicales después de la revolución La prueba definitiva de las limitaciones de la organización sindicalista y de su peligro esencial puede verse en los efectos de su presencia en la fase inmediatamente postrevolucionaria. Si el acontecimiento revolucionario es conducido por un partido, o realizado por la acción militar de una minoría -capaz de atraer a la masa pero que ahoga toda su actividad espontánea-, entonces la acción de la organización sindical no hace más que consignar todo en manos del partido revolucionario, entregando a los trabajadores, en consecuencia, a la clase explotadora.
Para exponerlo de forma más simple, dado que la relación entre productor y producto es la base del proyecto revolucionario, está claro que ésta debe ser igualitaria (a cada uno según sus necesidades, de cada uno según sus capacidades), gestionada por la base, y ser simple y elemental (abolición del mecanismo del mercado que no sólo incrementa artificialmente las necesidades, sino también el aspecto financiero de la producción). Luchar por una organización autónoma de la lucha significa luchar por la organización autónoma de la producción al mismo tiempo. No es posible hacer una diferencia cuantitativa. En cierto sentido, incluso una distinción en fases temporales es imposible. Cuando los trabajadores organizan sus propios núcleos de producción están tomando un camino que es completamente distinto del de la organización sindical o el partido. Al hacerlo están ya dando un paso decisivo hacia dirigir no sólo la lucha en el sentido de la elección de los instrumentos a usar, sino también en la elección de los objetivos a ser alcanzados -y no sólo los objetivos de la lucha, sino también los de la producción-. [ Los elementos operativos de los núcleos autónomos ]
Si los trabajadores toman la iniciativa de modo espontáneo como lo hicieron en Rusia, Alemania e Italia-, forman sus propias organizaciones de base -sus consejos- y declaran la guerra a las estructuras de explotación, entonces los cuerpos sindicales se pasan al lado del Estado e intentan negociar (causando el menor daño posible) la transi-
Durante el evento revolucionario, la presencia de una fuerte organización sindical o partido en el sentido tradicional tiene la consecuencia inmediata de que el proletariado es declarado inmaduro, y la conclusión de que alguien -los dirigentes sindicales o del partido- debe decidir por ellos. Una estructura para la intervención es impuesta a la base. Las reuniones sindicales o partidarias son siempre dirigidas por los mismos burócratas y especialistas. Todo acaba pasando sobre las cabezas de los trabajadores. Algunos camaradas anarquistas, que podrían finalmente objetar algo a esto, deben recordar lo que ocurrió en España en el período de la decisión de entrar en el gobierno, o de la lucha por las colectividades. Los principales elementos operativos de los núcleos de base deben ser, por consiguiente:
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Si la revolución es eminentemente un evento burocrático, una crisis del Estado como en la Hungría de los Consejos, las organizaciones sindicales se convierten en el Estado en primera persona. Garantizan el pasaje seguro de la producción a manos del Estado, cuidando de amortiguar cualquier intento original, espontáneo, de la masa hacia su liberación definitiva.
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su sindicato, o para desorganizarlo, sino para hacerle ver los límites de todos los sindicatos y su esencia como servicio público.
ción a la fase subsiguiente de normalización y centralización. En la fase de centralización, como la que tuvo lugar en Rusia en la época del debut estalinista, los sindicatos perdieron terreno ante el partido.
La situación económica podría organizarse sin ninguna estructura opresiva que la controlase o dirigiese y que decidiese los objetivos a ser logrados. Esto el trabajador lo entiende muy bien. Sabe exactamente cómo está estructurada la fábrica y que, superada esta barrera, será capaz de emplear la economía en su propio interés. Sabe perfectamente que el derrumbamiento de este obstáculo significaría la transformación de las relaciones, tanto dentro como fuera de la fábrica, la escuela, la tierra y el conjunto de la sociedad. Para el trabajador, el concepto de gestión proletaria es por encima de todo el de la gestión de la producción. La gestión capitalista o estatal, por el contrario, significan la explotación de la producción en nombre de algún otro, o en nombre de pequeños grupos de capitalistas, burócratas de partido o gerentes. Es, por lo tanto, el control sobre el producto lo que está ausente en esta perspectiva, y con él las decisiones sobre las líneas de producción, elecciones a realizar, etc. La distribución también está enlazada con la producción. El trabajador sabe que sería posible establecer una relación simple entre la contribución personal de cada uno y el producto obtenido, establecer acuerdos entre sectores correlacionando las fábricas que producen las mismas cosas. También sabe que esta relación podría darle el derecho a la distribución de los productos obtenidos. Este razonamiento es técnicamente complejo, pero está vivo en la imaginación de los trabajadores. Lo que se requiere es explicarle la manera en que este mecanismo podría llevarse a cabo en una economía comunista, cómo podría llegar a poseer tantos productos como sean sus necesidades “reales” y cómo puede participar en la producción “útil” de acuerdo a su propio potencial. En esta perspectiva, la cuestión de una forma de organización alternativa a la estructura sindical se vuelve bastante simple. De hecho, es imposible concebir un programa de lucha directa en términos de contacto entre la fábrica y los diversos sectores, incluyendo la conquista de información técnica y el intercambio y mejora de esta información, excepto desde el interior de un agrupamiento de trabajadores organizados autónomamente en la base. Filtrar todo esto a través del sindicato, no importa como de puro se haya vuelto, resultaría en que la base recibiría información deformada completamente inapropiada para los objetivos a lograr. La necesidad primaria hoy es la lucha directa organizada por la base; pequeños grupos de trabajadores que ataquen los centros de producción. Esto sería un ejercicio de cohesión para desarrollos ulteriores
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Algunos dirán: pero éstos son sindicatos comunistas y socialdemócratas, no anarquistas; sería imposible para camaradas anarquistas comportarse de ese modo. Y estamos de acuerdo. No es posible... pero ocurre. Es imposible para camaradas anarquistas unirse al gobierno, para los anarcosindicalistas proponerse convertirse en parte del gobierno, pero ocurre. Es imposible para los periódicos anarquistas ser prohibidos por organizaciones anarquistas, pero ocurre. No es el anarquismo el que hace los hombres, sino los hombres quienes hacen el anarquismo. En el caso de las organizaciones anarcosindicalistas, lo más lógico sería para ellas disolverse para evitar caer en una lógica sindical estrecha, y si esto fuese a ocurrir nuestro análisis sería vano. Pero es posible que esto ocurra antes de la revolución, no sólo después de ella. Por otro lado, si continúan, lo más lógico que hacer para ellas será actuar como todas las organizaciones sindicales de este mundo, y los camaradas anarquistas que sigan en ellas serán forzados a hacer saltos mortales ideológicos para intentar reunir al diablo y a los santos. Ciertamente, no es posible prever que estado de la economía habrá después de la revolución. Se producirán por la fuerza acontecimientos de inmensa importancia en el momento de la crisis decisiva. Acontecimientos de menor importancia, pero sin embargo determinantes, restarán dentro del conjunto del sistema, haciendo imposibles otros intentos analíticos que los de gran aproximación. No es posible trazar un programa detallado, pero unas cuantas cosas pueden verse claramente. La presencia del control estatal es negativa. No puede evitar determinar las condiciones sociales porque configura la economía de un modo planificado. La economía postrevolucionaria, por otro lado, debe ser una economía natural, donde la producción y la distribución sean aseguradas a través de acuerdos horizontales entre productores que son también consumidores. Es fácil ver cómo los cuerpos sindicales podrían jugar un papel muy serio una vez la fase productiva de la economía postrevolucionaria esté funcionando. Podrían continuar siendo intermediarios con poder centralizado, y donde esto no exista podrían inventarlo para continuar desarrollando su eterna función de transmisión. El papel objetivamente contrarrevolucionario que juegan bajo un régimen de economía capitalista evolucionaría a un papel contrarrevolucionario activo en un régimen comunista.
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Algunos camaradas plantean la conclusión de que el sindicato o cuerpo sindical debería considerarse como un “servicio público”: “Realmente sólo una pequeña parte del proletariado se hace consciente del círculo «produce, consume, aliénate» impuesto por el capitalismo, pero esta pequeña parte es recuperada por el capitalismo (con la ayuda de los sindicatos). Esto ha sido reconsiderado por cierta gente joven, marginados, comunas, etc., así como otros estratos diversos.” “No podemos destruir el sindicato, pero no queremos trabajar dentro de él. En lugar de intentar transformar una organización que nunca (o dificilmente alguna vez) ha sido revolucionaria, en una que lo sea, sólo podemos esperar que los explotados trabajen ellos mismos para «desorganizar» los sindicatos, entonces intentar crear un instrumento adecuado a la tarea de la revolución.” (Corale) Conclusión No estamos de acuerdo en todo con los camaradas de Corale. Un proyecto para desorganizar los sindicatos requeriría una lógica destructiva que es incompatible con la de la perspectiva de intereses y necesidades menores de éstos últimos. Sería dispersivo poner energía (una energía que no poseemos) en tal perspectiva, y no el modo correcto de considerar el problema de la organización obrera. Más rápido y mejores resultados se obtendrían de hacer una crítica radical de los sindicatos y de extenderla igualmente al sindicalismo revolucionario y al anarcosindicalismo. Los trabajadores se volverán más conscientes de las limitaciones de los sindicatos si se les presenta una alternativa posible: la de abandonar su servicio público a su propio destino y prepararse para crear pequeñas organizaciones autónomas de base dedicadas a la lucha radical contra las actuales estructuras de producción. Estos grupos deben asumir la forma de núcleos de producción. No hay alternativa a esto. El trabajador es parte de la maquinaria y de la fábrica. La explotación capitalista continua a condenarle brutalmente a la alienación casi total de su personalidad, todavía hoy en la era de la tecnología avanzada. Una vez fuera de la fábrica, el obrero es un pobre hombre cansado, que sólo puede irse a la cama, hacer el amor y quedarse dormido. Su potencial de lucha es canalizado hacia fuera de él. Arrastrarle a las “incubadoras” revolucionarias sería un error, tanto psicológico como táctico. Sólo una pequeña minoría altamente sensibilizada son capaces de esto, y siempre con grandes limitaciones. Eso es por lo que cualquier organización, incluso las llamadas anarquistas, que parten de un punto fijo para determinar una línea de acción, han tirado todas sus cartas para una rápida degeneración.
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[ La construcción de los núcleos autónomos de base ] Dado que el verdadero lugar de la revolución es la fábrica, la tierra, la escuela, la urbanización, etc., las condiciones generales y particulares de explotación deben identificarse a estos niveles de experiencia. Todo esto requiere de análisis periódicos de las relaciones concernientes a las áreas de vida, las existentes entre las diferentes regiones, dentro de áreas totales (el Estado) o entre diferentes Estados, y muchos otros problemas además. Pero esto solo no llevará a los trabajadores a crear formas de organización alternativas. El trabajador debe reconocer no que esta sea una necesidad “revolucionaria”, sino que es una necesidad natural, ligada a su propia posibilidad de supervivencia, obligándole a trabajar duro e incluso a sufrir un poco más para estar mejor más tarde, no sólo él mismo sino también los demás. El discurso revolucionario dificilmente toca alguna vez al trabajador directamente. Por eso los sindicatos tienen tanto éxito; alcanzan al trabajador en sus intereses inmediatos, y por encima de todo en lo que más le preocupa, su trabajo. El trabajador está atado a la dimensión del sindicato no tanto porque le de una cierta suma de seguridad dentro de la fábrica, como porque su sindicato unifica a todos los trabajadores de su sector: gente con problemas similares a los suyos, con los que puede hablar competentemente y entre los que puede sentirse competente. Esto no es mezquindad corporativa, sino una consecuencia directa de la división del trabajo, que no puede ser abolida en un día. Extraerlo de su entorno y forzarle a escuchar argumentos vagos, que siguen durante horas y horas, con gente que usa un lenguaje que es incomprensible, casi inevitablemente acaba haciéndole rechazar cualquier apertura a lo que sea nuevo y diferente, y a preferir el ruido de la fábrica o el alboroto de los niños en casa. El trabajador debe vivir la revolución a través de la realidad de la economía. La diferencia entre una organización sindical y los grupos autónomos a nivel de base sólo puede entenderse en el nivel concreto de las relaciones económicas, no a través del filtro de una interpretación ideológica. En este sentido, hay un elemento de garantía en la sugerencia de arriba de que [no] se debe trabajar para separar al trabajador de
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