q
tovou/ uévljv
ké^euv4, que se inserta en
la serie de léxicos sobre sinónim os del tipo de P to lo m e o A scolon ita, de A m m o n io o de E rem nio F iló n (v. supra). En el s. v i aparece un diccion ario titulado ’ E9vixás con feccion ado p or Esteban de Bizancio. Esteban hace uso de todos los conocim ientos históricos y geográficos de H e ró d o to , P o lib io o Estrabón así com o de obras perdidas com o la de F iló n de B iblos ílepi nókecov xai oüq éxáarr¡ acitlúv év5ó^ouq fjveyMe6.
1 C f. la serie de artícu los de P. B u rgu iére, « C y r il li a n a » I, II y I I I , R evu e des E tu des Anciennes 63, 1961, pp. 345-361, 64, 1962, pp, 95-108 y 72, 1970, p p . 364-384, especialm ente este últim o. 2 L , B a c h m a n n , Anécdota Graeca, L e ip z ig 1828 [H ild e sh e im 1965], vol. I, pp. 3-422. 3 Ph otii patriarchae lexicón, ed. S. A . N a b e r , L e id e n 1864-65 (A m s t e rd a m 1965], P r o le g o m e n a , p. 127 ss. 4 P. E g e n o lff,
loannis
P hilopon i collectio
vocum,
quae p ro
diversa
significatione accentum
diversum accipiunt, B re sla u 1880 [ L G M , p. 359] 5 Stephan v o n B y zan z, E thnika, ed. A . M e in e k e , B e rlín 1849 [G r a z 1958] 6 B. N ie s e , D e Stephanii Byzantii auctoribus, tCiel 1873.
CONCEPCION SERRANO AYBAR
102
Tam bién utiliza Esteban el libro de O ro ¡lepl édvixü.jv1, en el que están tam bién los com entarios de H om ero, Calim aco, A p o lo n io de R odas, L ico frón, de los que se vale. Para los problem as gram aticales utiliza la obra de H ero d ia n o ílepi H
X IV . E L R E N A C I M I E N T O D E F O C IO Y L A B A J A E D A D M E D I A En el s. ix F o c io 5, patriarca de Constantinopla, con una visión genial fijó su atención sistemáticamente sobre el inmenso tesoro de la A n tigü ed a d C lá sica que estaba a punto de desaparecer, ya que la m ayoría de las obras estaban a punto de perderse o andaban dispersas. Q uedaba en la vid a inte lectual de la época un contacto con los áridos manuales de gram ática y de retórica, así com o subsistían unas antologías de los poetas antiguos, los historiadores y los oradores, pero tod o ello de una manera m uy pobre. En este ambiente las dos grandes obras de F o c io son providenciales para la historia de la filo lo g ía . U n a es la Biblioteca, dedicada a su herm ano Tarasio, en la que resume códices leídos p or él o en las reuniones de su círculo. D e esta manera, resúmenes de obras de la A n tigü edad perdidas en la actualidad han llegado a nosotros al menos de esta form a. Para nuestro estudio m ayor interés tiene el L é x ic o (Aé^eojv auvaytoyfí), escrito en fecha más tardía que la Biblioteca y com puesto a base de diferentes fuentes com o verem os más adelante. Hasta el s. x ix esta obra de F o c io era sólo con ocida p or el llam ado Ms. Galeanus del s. xi, del que hay p or lo m enos 24 copias m odernas directas o indirectas, conservado en la B iblioteca del T rin ity C ollege de C am bridge y en el que al m enos un tercio del texto fa lta 6. En 1896 algunos nuevos fragm entos fueron editados a partir de un Ms. de A te n a s 7. M ás im portante resultó la aparición en 1901 de un M s. en Berlín que Reitzenstein p u b licó 8. Este estado de cosas se ha m antenido hasta 1959
1 R . Reitzenstein, Geschichre..., p. 316. 2 A . L en tz, H erodiani..., vol. I, pp. 1-547. 3 A . Lentz, H erodiani.,.., voi. II, pp. 407-611. 4 U n fragm en to se co n serva en el C ó d ic e P a latin o de H e id e ib e rg n. 398 ed. p o r F . Jacoby, F G r H is t ., n. 390. 5 C f. K . K ru m b a c h e r, Geschichte der Byzantinischen Litteratur, M u n ic h 18972, p. 515 ss. 6 S o b re este M s. está hecha la ed ició n de S, A . N a b e r , Photius... 7 C . F red e ric h y G . W en tzes, « A n é c d o t a aus einer athenischen H a n d s c h rift, Nach. v. d. Konigl. Gesellschaft d. Wiss. zu Góttingen 1896, p. 336 ss. 8 R . Reitzenstein, D e r A nfang des L ex icon s des Photius, L e ip z ig -B e rlin 1907.
LEXICOGRAFIA GRIEGA ANTIGUA Y MEDIEVAL
103
en que eí profesor L. Politis descubrió en el m onasterio de San N ican or en Zavord a (M aced on ia) el texto com pleto del L é x ico en un Ms. del s.
x iii
o
x i v 1. Desgraciadamente no se ha hecho todavía una edición que utilice este Ms., aunque hay una com isión nom brada para preparar una nueva publica ción de F ocio y la obra de K . Tsantsanoglou2 se puede considerar la in tro ducción a la futura edición. Entrando ya en el contenido del L é x ic o de Focio, las fuentes de las que se ha servido para su com posición son las siguientes: las obras de los aticistas E lio D ionisio y Pausanias, la lofLarixi] Trponapaaneufj de Frínico, un epítom e de H arpocración,
A l h u iv
d v ó / ja r a
y
A é g e ig
p r ¡T o p i x a í
del Coislinianus 345, que
son léxicos retóricos m edievales3, los glosarios de Platón de Boeto y Tim eo, y el L exicón H om ericum de A p o lo n io Sofista. A parte de estas fuentes princi pales, la lectura de un gran número de códices para la B iblioteca aportó im portante material para el L é x ico . D el círculo lexicográfico de F o cio dimanan varios E tym ologica , con lo que se siguen así a lo largo de toda la Edad M edia una larga serie de trabajos que se van apoyando unos en otros. E l más antiguo de estos trabajos anónim os puede que sea el Etym ologicum Genuinum, del s. ix, del que partirán los más importantes Etym ologica. Sobre esta obra hay una bibliografía bastante amplia, pero falta una edición com pleta de ella a pesar de no ser más que dos los Mss. conservados4. D el mismo círculo es el Etym ologicum Parvum, llam ado así por M ille r5 frente al Magnum , que luego sería conocido por Genuinum. Este E tym o logicum tiene com o fuentes principales los Epim erism os a H om ero y a los Salmos (probablem ente escritos por el gram ático
Querobosco
en el si
glo v i) com o novedad, además de las fuentes tradicionales que hemos visto hasta ahora6. Tam bién en estrechísima relación con F ocio está el L e x icó n Sabbaiticum 1, aparecido en los márgenes de un Ms. de Jerusalén del siglo x iv y que después del descubrimiento del Ms. Zavordensis hecho por Politis parece una copia de una porción de ese M s 8. Dependiendo en sus fuentes directamente del Genuinum está el E ty m olo gicum Gudianum, llam ado así por el nom bre del poseedor de uno de los Mss.
1 L. Politis, « D i e
H an d sch riften sam m lu n g des K losters Z a v o r d a und die neu aufgefu n d en e
P h o tio s-H a n d sc h rift», Philologus 105, 1961, pp. 136-144. 2
K . T san tsa n o glou , Tó A
to ü
«P c j t ío u . X p o v o Á O Y ¡jc r r ¡, x ^ ‘ p ó y p o i< p r¡ n u p á ó o o r ),
Saló n ica Í967.
3 E. Bekker, Anécdota..., vol. I, pp. 181-194 y 195-318. 4 Cf. R. Reitzenstein, Geschichte, pp. 1-69; A . C o lo n n a , Etym ologicum Genuinum. Littera A, R o m a 1967; C . C aíam e, E tym ologicum Gennuinum: les citations de poetes liriques, R o m a
1970;
G . Berger, Etym ologicum Genuinum et Etym ologicum Symeonis (jS), M eisenh eim am G la n 1972; F. L aserre y N . L iv a d a ra s. E tym ologicum M a gn u m Genuinum. Symeonis Etym ologicum . E tym olog i cum M a gn u m A uctum , vol. I, á-á^w ayéncjg, R o m a 1976. 5 E. M iller, M élanges..., pp. 319-340. 6 C f. R . P in ía u d i, E tym ologicum Parvum quod vocatur, M ilá n 1973. 7 A . P a p a d o p u lo s -K e ra m e u s , L ex icó n Sabbaiticum, P etersbu rgo s Cf. K . T san tsa n o glo u , Tó A£Ít«o...
1892-93 [ L G M , pp. 39-60],
CONCEPCION SERRANO AYBAR
104
más m odernos, el danés M . Gude. E l Gudianum es del xi y sus fuentes están anotadas en el m ejor de los Ms. conservados, el Barberinus I 701. D el s. x ii es el Etym ologicum Magnum, basado en el Genuinum con adicio nes del Gudianum y de Esteban de Bizancio y T rifón . Fue editado p o r prim era vez por Callierges en 1499 y él fue el que le dio el nom bre de M agnum con el que se le conoce en la actualidad. En estos m om entos está siendo editado nuevamente por Lasserre y L ivadaras2. O bra un poco anterior al M agnum y que depende directamente del Genui num y del Gudianum es el E tym ologicum Symeonis 3 que también tiene glosas procedentes de Esteban de Bizancio.
Et. Genui num
C on este gráfico creemos que se aclara la form a en que se interrelaciona, rían los diferentes E tym ologica medievales. Tam bién del siglo xn es el que la moderna crítica ha dado en llamar Zonarae L e x ic ó n 4', que tiene la particularidad de estar ordenado alfabética
1 A . de Stefani, E tym ologicum Gudianum, L eip zig 1909-20 [A m s te rd a m
1965]; F. Z . Sturz,
E tym ologicum Gudianum, L eip zig 1818 [H ildesh eim 1973]. 2 F. Lasserre y N . L iv ad ara s, E tym olog icu m ...; T.
G a is fo rd , E tym ologicum
M a gn u m , O x
fo rd 1848 [A m sterd am 1967], 3 F. Lasserre y N . L iv a d a ra s, E tym olog icu m ...; H . Sell, D as E tym ologicum Symeonis (a -áíiú), M eisenh eím am G la n 1968. 4 H . A lp e rs, R E s. v, Zonarae L e x ic ó n ; frente a este trabajo , m u y actualizad o, las ediciones son antiquísim as: Anécdota
J. A .
Graeca e
H.
Codd.
heim 1967), vol. IV , p. 83.
Tittm an , lohannis Zonarae Lexicón , L eip zig Manuscriptis Bibliothecae
Regiae
Parisiensis,
1808; J. O x fo r d
A.
C ram er,
1839
(H ild e s
LEXICOGRAFIA GRIEGA ANTIGUA Y MEDIEVAL
mente pero p or apartados ápoevinóv, OrjAunóv,
ouSétepov,
105
pr¡pa, émppqpa. Las
fuentes son el E tym ologicu m Genuinum, com o se ve en el gráfico, y el glosario de C irilo, además de la Suda (v. in fra) y escolios y com entarios a gran número de escritores clásicos. V o lvien d o de nuevo al siglo x, nos encontram os con la actividad en ciclo pédica desarrollada en la corte del em perador Constantino V I I Porfirogéneta. D e esa época es una obra sobre cuyo nom bre mucho se ha discutido; se va desde creer que se refiere a alguna persona en concreto, a la opin ión que interpreta «S u d a », pues a esta ob ra nos estábamos refiriendo, com o un nom bre en una lengua que no nos es conocida y que indica «c o le c c ió n » o «en ciclo p ed ia ». E fectivam ente la Suda es una com binación de léxico y enci clopedia cuyos artículos sobre historia de la literatura nos son fundamentales. L a obra se autodefine com o un epítom e de la de H esiquio de M ile to (v. supra), pero abarca una serie de conocim ientos de tod o tipo, p o r lo que sus fuentes son m uy numerosas; entre otras citarem os el epítom e de H arpocración, E lio D ion isio, Pausanias, H e la d io ; los escolios a H o m ero , Sófocles, Aristófanes y Tucídides y los com entarios a A ristóteles; prácticam ente todos los historiadores y los excerpta de Constantino P orfirogén eta. E n la actuali dad sus fuentes y glosas marginales han sido m uy bien estudiadas p o r A. A d le r 1. Aunque no es propiam ente un lexicógrafo, no podía faltar en una historia, por breve que ésta sea, de la lexicografía griega la figura de E ustacio2, arzobispo de Tesalónica en la segunda m itad del siglo xn, ya que en sus com entarios a H o m ero se encuentran num erosos fragm entos de trabajos lexicográficos de época antigua que se hubieran perdido definitivam ente si no hubiera sido p or su labor de com pilador. Es el caso de las Aé⁣ de A ris tó fanes de Bizancio, los léxicos de los aticistas E lio D ion isio y Pausanias y muchos o tro s 3. D e época ya m uy tardía, de principios del siglo x iv, es el L e x ic ó n Vindobonense4, del cual figura com o autor un tal A ndreas L o p a d io te s 5. El interés de este léxico tardío radica en que además de utilizar glosas de fuentes conocidas, com o los oradores o padres de la Iglesia, gracias a él se han conservado fragm entos de poetas que de otra form a se hubieran perdido. C ontem poráneo del L e x icó n Vindobonense es M anuel M oscópulos, entre cuyas obras escolares se encuentra una Xi/AAoyr) ovo¡iárgüv ’Attihcov6.
1 A . A d le r , Suidae L ex icó n , L e ip z ig 1928. 2 K , K ru m b a c h e r, Geschichte.,., p, 536 ss. 3 Eustathii C om m entarii ad H o m e r i Iliadem et Odysseam ad fidem exem pli Rom ani, 7 vols., L e ip z ig 1825-30 [H iid esh e im 1960]; M . V a n D e r V a lk , Eustathii com mentarii ad H o m e r i Iliadem pertinentes, L e id e n 1971. 4 L ex icó n Vindobonense, ed. A . N a u c k , San P e tersbu rgo 1867 [H iid esh e im 1965], 5
E l título co m p leto d ice: Te^vo Xoyía nepi yp a lp a r ixfjq xará at o i x e í g v auvTíBeiaa napa
tih w tq íto u
xvpíou ' Avópéa
to ü
6 E l título en los M ss. es ' Ovofiárojv 0doaTpáTpou, rjv
s^ é Soto
Ó
to ü
ypa^ifia-
A o n a fiic Ü T o u .
oocpÚTaTaq
A ttlm ü v
auÁÁoyrj éxÁeyelaa ánó rrjc TíxvoÁoyia^, tcüv eíxóvwv toü
xúptoq Mavouijk ó MoaxónouKoq, xai ánó
auvETédq 6é évraüBa nara crroixeíov, ed. F. A s u la n u s , V en ec ia 1524.
tü s v
(Sifikítúv
tQ v
noirjrQv.
CONCEPCION SERRANO AYBAR
106
P o r otra parte, surgió en Bizancio una tradición lexicográfica dedicada a la interpretación de diversos autores cristianos. A sí, citam os la carta de T eo d o sio eí G ram ático, que en la Sicilia bizantina del s. ix redacta un léxico exp licativo de los Cánones de S. Juan D am ascen o1. Aunque ya es de plena E dad M od ern a (finales del x v , principios del x v i) querem os cerrar esta breve historia de la lexicografía griega con la figura del humanista italiano V a rin o F ayorin o Camers, con ocid o por F a vo rin o , ya que sus obras están en la línea de la lexicografía m edieval. U n a de ellas es un com pendio, resumen principalm ente de E u sta cio: ’Ek tcüv Eüaradíou j-ícü áÁÁcov évSó^oov ypa/jfiartKCüv Bapívou Káprjrpog ¿MÁoyai xarrá oroixztov2. Es tam bién autor de un diccionario com p ilad or del E ty m ologicu m M a gn u m , la Suda, Eustacio y otras conocidas fuentes3.
1 C f. G . de A n d ré s , « C a r t a de T e o d o s io el G r a m á tic o (s. ix ) so bre el léxico de los C á n o n e s de San Juan D a m a sc e n o según el códice com plu tense V illa a m il, n. 30 », E m érita , 41, 1973, pp. 377-395. 2 E d . A ld u s in TJtesaurus Cornucopiae et horti Adonidis, V en ec ia 1496. 3 M a g n u m et perutile Dictionarium , quod quidem Varinus Phavorinus C am ers N ucerinus episcopus ex multis variisque auctoribus in ordinem alpha.beti collegit, R o m a per Z . C a llie rg i 1523.
1.3 Historia de la lexicografía griega moderna
1.
L O S PRECURSO RES
Después de las invasiones de los bárbaros, com o es sabido, se abandonó en gran m edida el estudio del griego en Europa Occidental. El graecum est, non legitur puede ser la frase que resuma la situación de ignorancia de las letras griegas que existió entre nosotros durante siglos. L a situación em pezó a cam biar poco a poco en Italia durante la Baja Edad M edia. E l renovado interés p or el mundo clásico rom ano hizo que los estudiosos italianos sintiesen cada vez más la atracción por la cultura griega y estuviesen cada vez más ansiosos por aprender la lengua de H om ero y de Platón. Es conocida la escena de Petrarca llorando de im potencia ante un códice griego que no conseguía entender... En 1360 un tal Leon cio Pilato, griego de Tesalónica (¿o de Calabria?), llegaba a Yenecia. P o r iniciativa de Bocaccio, a quien le dio clases particulares de griego, acabaría convirtiéndose en el primer profesor público de griego en Europa Occidental. Esta primera experiencia fue efím era: L eon cio Pilato se v o lv ió a su país y cuando intentaba regresar a Italia murió trágicam ente1. En las décadas siguientes todo aquel que quería aprender griego tenía que ir forzosam ente a Grecia, lo cual, evidentemente, resultaba muy caro y muy engorroso. Y a hacia finales del siglo em pezó el «b ra in drain » de sabios bizantinos hacia Italia (M a n u el Crisoloras) que a partir de la conquista de Grecia por los turcos adquiriría carácter de desbandada (T e o d o ro de Gaza, A n d rón ico de Calisto, M iguel A p ostolio, Constantino Láscaris, D em etrio M osco, D em e trio Calcóndilo, M arco Musuro, Juan Láscaris, etc.). Estos eruditos com ienzan enseguida la producción de gramáticas, edicio nes, etc. En 1476 se edita en M ilán el prim er libro impreso en griego: la Gram ática de Constantino Láscaris. D os años después se publica el prim er
1 C f. L e g ra n d , E ., Bibliographie Hellénique des X V S et X V I e siécles. P a ris 1962, p. X V I I I .
JAVIER LOPEZ FACAL
108
diccionario ( D ictionarium Graecum , M ediolani 1478)1 y es tal la dem anda de diccionarios griegos que en un siglo escaso se editan no menos de m edio centenar. T o d o s estos diccionarios, anteriores al Thesaurus de Stephanus, tienen hoy un m ero interés arqueológico. Se trata de obras generalmente m uy heterogé neas que incluyen los opúsculos de lexicógrafos o gram áticos antiguos que iban apareciendo, com o las obras de F ilop on o, A m m on io, C irilo, etc. A d e más de estas obras antiguas solían incluir apéndices gramaticales com o la cornu copia que A ld o M anucio incluyó en su diccionario y que los demás copiaron. En este sentido fueron muy utilizados los Com m entarii linguae graecae de G uillaum e Budé, por poner un ejem plo célebre. L e o p o ld Cohn en su Griechische L exik ogra p h ie2 inventaría 32 de estos diccionarios publicados entre 1478 y 1568. A éstos habría que sumarles 14 más (desde la prim era edición del Crastoni, quizá de 1476, hasta el del célebre Calepino D ictionarium hexaglottum cum C. Gesneri onomástico, Basilea 1568) que recoge A . Autenrieth en edición anterior del mismo Handbuch d. K. Altertum sw .3 Este autor además incluye, a mi juicio con buen criterio, cinco diccionarios más que, si bien son casi todos ellos cronológicam ente posterio res al Thesaurus de Stephanus, son de hecho prestephanianos en su concep ción y envergadura. R em ito a las obras de Cohn y Autenrieth para la relación de estos diccionarios. En tod o caso, insisto, el interés de estos léxicos anteriores a 1572 es hoy m uy escaso: se trata de obras que nupíu>g 5év rjoav áXXo ti j) aveu Mpíoeojq xarqpTia¡iéva YXtjüoaápia, év oig eig tó Afjju/ia npoaeTÍdevTO pía rj 5úo Xanvtnal aqpaoíai com o dice la bella traducción de Soteriadis de la obra de A u ten rieth 4.
2.
El T
hesaurus y
s u s s u c e s iv a s e d ic io n e s
E l verdadero com ienzo de la lexicografía griega m oderna lo marca el Qr}oaupóq rfjg ‘ EXXrjvtxfjg ÍXúaarjg. Thesaurus Graecae Linguae ab H en rico Stephano constructus. In quo,praeter alia plurim a, quae prim uspraestititJ (paternae in Thesauro latino diligentiae aemulus) vocabula in certas classes distribuit, m ultiplici derivatorum serie ad prim igenia, tanquam ad radices unde pullulant,
1 Este diccionario parece ser de G io v a n n i C ra sto n i o C restoni. T u v o éste varias ediciones en el siglo xv, y es p ro b a b le que la 1.a sea de 1476, con lo cual h a b ía que re b a ja r en d o s añ o s la fecha de ap arició n del p rim er diccionario griego de é p o ca m oderna. 2 L e o p o ld C o h n . «G rie c h is c h e L e x ik o g ra p h ie » en Handbuch der Klassischen Altertumswissenschaft II, 1 hrsg. v o n Iw a n M ü lle r, 4.a ed. a carg o de A . T h u m b , M u n ich 1913, pp. 681-730; cf. especialm ente pp. 706-720. 3 R e p ro d u c id o tam bién en el p ró lo g o del Méya
ae ^ m ó v
rfjg 'EXXrjvixfjg rAwaarjg, trad u cció n del
L id d ell-S c o tt ai griego m o d e rn o , A te n a s 1901-1904. A d e m á s de estos 14 que d a A uten rieth co n o ce m os otros d os no recogidos en n ingun a historia de la lexico grafía griega (lo s de Ph avo rin us, R o m a 1523,2.® ed. B asilea 1538 y J. T u san u s, Paris 1552) reco gid o s en W . Z a u n m ü lle r, Bibliographisches Handbuch der Sprachwórterbücher, Stuttgart 1958, p. 170. 4 Cf. supra, n. 3.
HISTORIA DE LA LEXICOGRAFIA GRIEGA MODERNA
109
revócala... París 1572. Esta obra monumental en 5 tomos tamaño folio, que pretendía emular al Thesaurus latino del padre de Henri Estienne, Robert, habría de ser mucho más im portante para la lexicografía griega que el de R obert para la latina. En realidad hasta el Passow y el Liddell-Scott no fue superado, y aún hoy, después de sus ediciones decimonónicas en Londres y París, sigue siendo una obra de consulta obligada1. El Thesaurus, al contrario de los diccionarios anteriormente mencionados, se basa en una labor de investigación de fuentes de prim era mano, a base del despojo de muchos autores que el mismo Stephanus había editado. Adem ás no se limita a dar el «equ ivalen te» latino de la palabra griega en cuestión sino que organiza ya el artículo conform e a las acepciones de las palabras, ofrece ejemplos y cita a los autores y obras en que aparecen las palabras. L a organización del artículo se basa en un criterio etim ológico o histórico según el cual se da en primer lugar la «U rb ed eu tu n g» o significado origi nario y, a partir de éste, se desarrollan las otras acepciones. Con frecuencia cuando se trata de palabras difíciles, Stephanus nos ofrece los datos de los lexicógrafos antiguos, com o Pollux, H arpocración, Hesiquio, la Suda, los Etym ologica, etc., que él conocía bien, así com o los escolios. Por todas estas razones el Thesaurus supone un inmenso paso adelante y resulta ^increíble que una sola persona2 haya sido capaz de realizar en tan pocos años una obra semejante. Nuestra admiración es m ayor cuando considera mos que prácticamente carecía de precursores y de trabajos"previos en que basarse. Aparte los Comm entarii de Budé, que cita con frecuencia, casi todo lo demás es obra suya, incluidas muchas de las ediciones de autores que da en su lista inicial. C om o deficiencias más claras del Thesaurus hay que notar que su manera de citar es muy incom pleta: no dice más que Homerus o Hesiodus in Theogonia, por ejemplo. En este punto los lexicógrafos antiguos, que a veces citan por obra y libro o capítulo, o canto, son más com pletos3. O tro inconveniente de esta obra es el orden de las palabras: no sigue el orden alfabético, sino el etim ológico, de acuerdo con las raíces de las palabras, y así hay que mirar, por ej., noAAayópacrog s.v. áyopá o TTspiocyxum^oo s.v. áyncóv. Esta ordenación resulta muy incóm oda y haría muy difícil de manejar el diccionario si no fuera por un índice alfabético que da al final. Tam bién en esto, y aún con todas sus imperfecciones, el orden xará aroixsíov de los antiguos era mejor.
1 C f. in fra p. 112, n. 1. 2 L a in form ación de Autenrieth, o b. cit., de que le h a b ía ay u d ad o B udé es falsa: B u d é se h ab ía m uerto treinta años antes, en 1540. Sin e m bargo , en realidad no p odem os decir que hubiese trab ajad o absolutam ente s o lo : en prim er lu gar h ab ía heredado de su p ad re R o b e rt un a gran cantidad de m aterial p rep ara d o p ara co m p ilar un Thesaurus griego. E n segundo lu g a r nos consta que le ay u d aron su alum no F. Sylburgius, p ersona m uy competente, y el m ism o
J.
Scapula. T o d o
esto, sin e m b argo , no dism inuye el m érito de H . Stephanus a quien se le debe el Thesaurus casi en exclusiva. V éase la divertida historia de la lexicografía griega p u blicad a p o r el o bisp o B lo m field en Quarterly Review 20, 1819, p. 302 ss., especialm ente la p. 318. 3 Cf. supra en Serrano A y b a r «H is t o r ia de la lexicografía griega antigua y m ed ieval».
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P o r lo demás, la influencia de Stephanus fue tan grande en la lexicografía griega posterior que aun en este siglo el D iccion ario de C ronert (cf. infra) sigue un orden no alfabético y no cita con precisión. A h o ra bien estos fallos son peccata minuta com parados con la m agnitud de la obra que ha seguido vigente casi hasta nuestros días y aún h oy im pre siona. P o r lo demás el Thesaurus ha sido la fuente en donde han bebido, directa o indirectamente, todos los diccionarios griegos hasta el de Passow. T en ía razón el autor cuando en la prim era página de la obra decía: nunc alii intrepide vestigia nostra sequantur / me duce plana via est quae salebrosa fu it. En la B iblioteca N a cio n a l de M ad rid se conserva un ejem plar de la prim era edición del Thesaurus... expurgado p or la Santa Inquisición. En la prim era página en donde dice Thesaurus Graeeae Linguae ab H en rico Stephano constructus el funcionario del Santo oficio añadió auctore damnato. Opus cum expurgatione permissum. Y a continuación, ya dentro del diccionario se encuentran aquí y allá las expurgaciones del celoso inquisidor. Sin em bargo, no es ésta, para desgracia de Stephanus, la única expurgación que se hizo a su obra. M ientras el libro se estaba im prim iendo, su corrector, Iohannes Scapula, se quedó con unas pruebas y en el año 1579 publicó con su nom bre un epítom e de la obra de Stephanus en un solo tom o y en cuarto, con el índice alfabético incorporado. Esta obrita fraudulenta, p or su tam año y su precio se había de hacer muy popular, robándole a su verdadero autor la fam a y frutos de su ingente tarea. Y así, mientras Stephanus se arruinaba, Scapula veía editar su diccionario escolar una y otra vez con el descarado título de L e x icó n graecolatinum novum... Johannis Scapulae opera et studio. A l año siguiente, 1580, publicó Stephanus una segunda edición, apenas m odificada de su Thesaurus. En la prim era página ofrece al lector un dístico en el que alude a Scapula con un ju ego de palabras: quídam éniréiivouv me, capulo tenus abdidit ensem: aeger eram a scapulis, sanus at huc redeo y a continuación nos presenta una H en rici Stepkani admonitio de Thesauri sui epitom e, quae titulum le x ici graecolatini novi praefert. Pero esta admonitio no consiguió desprestigiar al diccionario de Scapula (que siguió im prim iéndose nada menos que hasta 1820, en O x fo rd ) ni enri quecer a Stephanus, tan injustamente tratado por sus contem poráneos: de él, a quien debe tanto la filo lo g ía griega, decía Julio César E scalígero que no era más que un «co rru p to r de textos a n tigu o s»1. E l léxico de Scapula se reeditó muchas veces: entre 1579 y 1820 nos encontram os con algo más de una docena de reediciones, alguna de las cuales incluye diversos apéndices y suplementos. P o r su parte el Thesaurus siguió siendo la base y la fuente de los diccio narios griegos hsta el siglo xix, o quizá m ejor hasta el xx , si consideram os el m alogrado proyecto de Cronert que es deudor del Thesaurus en gran medida.
1 J. E. Sandys, A H istory o f Classical Scholarship II, C a m b rid g e 1908, p. 176 y n o ta 4.
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A dem ás de ser la fuente de los diccionarios griegos entre el siglo x v i y el xix, el Thesaurus acaparó de nuevo la atención de los helenistas en el siglo xix. En efecto, mientras que en A lem a n ia p o r los años 20 del siglo pasado existían ya diccionarios griego-alem án de gran difusión, en otros países se seguían utilizando los diccionarios griego-latín, y en general n o se había superado el nivel m arcado por Stephanus. D eb id o a ello tanto en Inglaterra com o en Francia se proced ió a poner al día el viejo Thesaurus no con fines eruditos o para b ib liófilos, sino porque se carecía de un instrumento m ejor de trabajo. En este sentido el librero inglés A . J. V a lp y (1787-1854) encargó a los helenistas Barker (1788-1839) y D ib d ín que hiciesen una nueva edición del Thesaurus. L a idea era respetar tod o el m aterial de Stephanus, corrigien do sus errores y añadiéndole los descubrim ientos posteriores, tales com o el m aterial de léxicos de autor que entonces em pezaban a publicarse, las parcelas de léxico que Schneider había aportado, el léxico de los diferentes Anécdota que iban apareciendo, etc. U n a serie 'de helenistas en viaron sus ejem plares del Thesaurus o el Scapula con sus anotaciones m arginales, así com o m on ografías (c o m o la Disputatio de P a rtícu la áv que G o ttfrie d Hermann, qui ín ter eruditos fa c ile est princeps, les enviara). U n a cosa que salta a la vista en esta edición p o r el tipo de letra em pleado, es el m aterial hebreo y copto que se in corp oró. E l resultado de este esfuerzo — onus Aetna gravius según sus autores— fue una editio nova a u ctior e t emendatior del Thesaurus en 8 volú m enes1 tam año fo lio , publicada en Londres in aedibus Valpianis entre los años 1816 y 1828. E l m aterial añadido es m uy considerable y aún h oy es una obra de consulta obligada. Sin em bargo, com o señaló Passow en una reseña a la o b r a 2, se trata de una rudis indigestaque moles, una mera acum ulación de m ateriales y estratos sin m ayor selección crítica ni reelabora ción a fon d o. Las reseñas a la ob ra fueron bastante negativas, com o la de G . H erm ann en Classical Journal 35, 1818. D e hecho el m anejo de esta obra resulta e n o jo s o : el m ism o orden de palabras no alfabético, sino etim ológico (respetando la p o co afortunada elección de Stephanus) d ific ú lta la andadura a través del bosque im penetrable de erudición p o c o práctica. P o r o tra parte todos los opúsculos y m on ografías añadidas están de sobra en un diccion ario; hubiera sido preferible publicarlos aparte com o ediciones o estudios. P o c o después de terminarse la publicación del Thesaurus valpiano, se p rocedió en París a una nueva reelaboración del m ism o, con m a y o r fortuna. En 1830 un fo lleto de un equ ipo de la Académ ie des inscriptions e t belles lettres anunciaba el pian y trazaba las dem arcaciones y m ejoras con respecto a la
1 A u ten rieth , o b. cit., dice que son 6 vo lú m en es p u b lic a d o s entre 1818 y 1820 lo c u a l es un e r r o r ; C o h n p o r su p arte dice q u e son 9 (1816-1828). Y o no c o n o z c o m á s que 8 y en el 8.° hay un g ra n d esb araju ste co n las fech as: en la p rim e ra p á g in a dice 1825, en la 2.a 1816-1826, la d e d ic a to ria — al b a r ó n de G re n v ille — y el p r ó lo g o están fec h ad o s en 1828 y en c o lo fó n tras el Finis vuelve a ap arecer 1826. 2 E n Jahrb. fú r Wissenschaftl. Kritik 1831, p. 708 ss. M u c h o m ás larga , p r o lija y llen a de an écdotas (c o m o el n ú m e ro de gu ineas q u e co s ta b a la su scrip ció n de c a d a v o lu m e n ) es la larg u ísim a reseña p u b lic a d a en Q u arterly R eview 21, 1819, cit. s u p ra p. 109, n. 2.
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ed ició n londinense que había que conseguir. E l erudito; lib rero A m b ró is e F irm in D id o t (1790-1876) se en cargó de la ed ición . L a la b o r cien tífica se en com en d ó a una serie de especialistas com o K a r l B enedict H ase, L u d w ig v o n Sinner, T h e o b a ld F ix, los herm anos D in d o r f (K a r l W ilh e lm y L u d w ig ) y Johann F ried rich D übner. E l p rim er volu m en salió y a en 1831 y en los 34 años siguientes fu eron aparecien do los 8 tom os restantes (P a rís 1831-1865). E l títu lo rezaba... Thesaurus Graecae linguae ab H e n rico Stephano constructus. P o s t editionem A n g lica m novis additamentis auctum ordineque alphabetico digestum ... E sta ob ra respetaba e l m aterial o rigin a l de Stephanus p ero supri m ía sus errores, orga n iza b a alfabéticam ente los artículos (esto es una gran ven taja a la h ora de m an ejarlo frente al de V a lp y ) y, lo que es más im p o rta n te, co m p leta b a las citas con o b ra y n u m eración correspon dien te, frente a las vagas referencias de Stephanus del tip o Hesiodus in Theogonia. E l m aterial n u evo va entre paréntesis (en la ed ición de L on d res le precede un asterisco) y lleva la firm a del autor al estilo del L e x ic ó n des frühgriechischen E pos de B. Snell. Sin em b argo, a pesar de la reorga n iza ción alfabética y los m uchos añ adidos (p rin cip alm en te de autores cristianos, n om bres p rop ios, gram áticos, datos de p rosod ia, etc.) esta o b ra resulta tam bién bastante indigesta. M ás que un d iccion ario, cuya ra zón de ser es la u tilidad, es un m on u m en to de eru d i ción escasam ente útil y d ifícilm en te m anejable. Esta es, a grandes rasgos, la historia del Thesaurus de Steph an u s: m o n u m ento gran dioso al co m ien zo de la lex ico g ra fía griega m odern a, c o m o una Ilía d a , ha sido casi insustituible hasta bien en trado el siglo x ix . Y , co m o decíam os antes, to d a v ía en este siglo C ron ert acude a él con frecu en cia 1.
3. L o s
e p íg o n o s
d e
S
t e p h a n u s
D u ran te los siglos x v n y x v m la le x ico g ra fía general griega no ofrece progresos notables. E ntre Stephanus y Passow no es exagerad o decir que prácticam ente tod os los diccion arios que se publican son m eros resúm enes de la ob ra de Stephanus o Scapula, si bien con frecuencia tienen el buen criterio de o rga n iza r el m aterial alfabéticam ente, p artien do d el índice de StephanusScapula. P o d em o s m en cion ar (sin con tar las reedicion es) las obras de J. Crispinus (1581), D . H oeschelius (1589), J. Gretserus (1596), C. Schrevelius (1665), W . R ob ertson u s (1676), J. C. Suicerus (1683), J. R utgersius-F. Strunzius (1719), B. H ed erich (1722), D . Scott ( A p pen d ix ad Thesaurum Graecae L in guae ab H e n rico Stephano constructum et ad L é x ic a Constantini et Scapulae, 2
vols., Lon d res,
1745-46), J. Sim onis (1766),
Ch.
Z im m erm an n (1771),
I. B. P ick el (1792) adem ás de otros diccion arios m enos im portan tes y obras m enores c o m o glosarios tri- o plurilingües, índices, etc. T o d o s ellos están en
1 T o d a v ía m u y recien tem en te C . O . B r in k en su H o r a c e on P o e t r y , C a m b r id g e
1963, p. 76
d e c ía : « A s o fte n in th at d ic tio n a ry (se. the L .S .J .) the raean in gs are n o t clearly d e lim ita d a n d they are in su fñ c ie n tly illu stra te d b y e x am p les. I t is in effec t still necesary to consult Stephanus’ Thesaurus a n d the in d ex e s to the re lev a n t w r it e r s ...» (c u rs iv a s m ía s).
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latín com o lengua de salida. Entre estos diccionarios quizá el más conocido, y el que más difusión alcanzó, quizá p or tratarse del prim er diccionario organizado alfabéticam ente, fue el L e x ic ó n manuale graecolatinum , Lugduni Batavorum 1665 (y otras ediciones) de C orn elio Schrevelius que no es in fre cuente encontrarse en bibliotecas españolas. Tam bién es interesante destacar el Graecum lexicón manuale de Benjamín H ederich (L e ip z ig 1722) que si bien carece de im portancia en sí mism o, sirvió de base al diccionario de Schneider y en este sentido es un eslabón de la cadena que llega hasta nuestros días. Finalm ente es interesante señalar cóm o a finales del siglo
x v iii
el latín deja
de ser la única lengua de salida y em piezan a aparecer las lenguas europeas. L a prehistoria de este proceso, a nuestro ju icio, son los glosarios plurilingües en donde tím idam ente al lado del latín em piezan a aparecer las lenguas modernas. Tam bién contribuyen a rom per el m on op olio del latín las explica ciones que se dan en lenguas m odernas com o las del diccionario de G regorio Constantino (V en ecia 1754) con expücaciones en latín e italiano. Sin em bargo el paso adelante decidido en este terreno se da en Alem ania. En 1784 aparecen dos diccionarios con el alemán com o lengua de salida: el Griechisch- Deutsches Handwdrterbuch zum Schulgebrauch, L e ip zig 1784, de J. Ch. V ollb ed in g y el Griechisch-Deutsches W órterbuch fü r d. Jugend, L e ip zig 1784, de F. W . J. Dillenius. En años siguientes, y siempre con fines escolares, aparecen nuevos diccionarios griego-alem án por obra de Reichenbach (L e ip zig 1801-1802), R iem er (Jena 1802-1804) etc. de los que se suceden las ediciones en un breve plazo.
4.
L e x i c o g r a f í a e s p e c ia l g r i e g a d u r a n t e l o s s ig lo s
x v ii
y xvm
Si bien es verdad que durante los siglos x v ii y x v m los diccionarios generales griegos no supusieron un progreso apreciable con respecto a Ste phanus, sin em bargo, el conocim iento general del léxico griego creció, gracias a una serie de léxicos especializados de la literatura neotestamentaria, tardía y técnica. N o s referim os a obras com o el Thesaurus graecus latinus ecclesiasticus de J. C. Suicerus — al que nos hemos encontrado ya anteriorm ente— , publicado en Am sterdam en 1632, el L e x ic ó n graecum latinum in N ovum Testamentum de G regorius Pasor (1636) y, sobre todo, el Glosarium ad scriptores mediae et infimae graecitatis de Charles du Fresne, Sieur du Cange (L y o n 1688), en dos volúmenes, con un apéndice sobre la latinidad tardía (G lossarium mediae et infimae latinitatis) y un breve diccionario etim ológico francés, además de una serie de índices de autores, de léxico botánico, etc. Esta obra es la única de que han dispuesto los helenistas sobre léxico tardío y bizantino hasta la publicación del diccionario de Sophocles (cf. in fra), y aun a pesar de éste, todavía se ha m anejado el D u Cange hasta nuestros días. Y a en el siglo x v m podem os m encionar un diccionario de términos m édi cos griego-latín-alem án de Blancard (H a lle 1718), el L e x icó n technologiae Graecorum rhetoricae de Johann Christian G ottlieb Ernest, L e ip zig 1795 [Olms 1962] con una breve lista de autores, índice de palabras griegas e índice
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de palabras latinas. V ollb ed in g, a quien ya hem os m encionado, pu blicó en L e ip z ig en 1787 unas Geographische Zusatze und Erlauterungen zum griech. W órterb. y a principios de este m ism o siglo el m aestro de escuela Benjam ín H ederich (ya m en cion ado tam bién) publicó un léxico de m ito lo g ía que tuvo m ucho é x ito 1. T od a s estas obras son independientes del Thesaurus y suponen un p ro g re so en el con ocim ien to del léxico griego. D e ellas sin duda la más im portante es la de D u Cange.
5.
F
ranz
P a sso w . Sus
antecesores y
c o n t in u a d o r e s
En el á rb ol gen ealógico de nuestros actuales diccionarios un eslabón im portante es el K ritisches Griechisch-Deutsches Handw órterbuch de Johann G o ttlo b Schneider, Züllichau 1797-1798, en dos volúm enes. Esta ob ra supone a la vez un pequeño progreso con respecto al Thesaurus y un cierto retroceso. E l progreso se circunscribe al léxico técnico y de ciencias naturales que el autor había investigado personalm ente en su calidad de naturalista (había ed itad o p o r ejem p lo las obras zo o ló gica s de E liano y A ristóteles). Sin em bar go, aparte esta parcela del léxico griego, en lo demás es in ferio r a la o b ra de Stephanus. En efecto, Schneider no se había basado directam ente en la ob ra de Stephanus o en el ep itom e de Scapula, sino en uno de sus epígon os, el diccionario de B. H ederich (cf. supra). D e b id o a ello le falta m ucho m aterial que estaba ya en el Thesaurus com o palabras de H o m ero , H esíod o, Pín daro, los trágicos, A ristófanes, H e ró d o to y Tucídides, Platón , D em óstenes, etc. A d em ás de estas lagunas, desaprovechó el léxico técnico de Ernesti, recién publicado. N o da la prosod ia de las palabras y su m anera de citar no es más precisa que la de los diccionarios anteriores (d a sólo el n om bre del autor o com o m ucho, de la obra, sin ninguna num eración). Cuando se trata de pasajes de autores antiguos conservados en gram áticos o lexicógrafos, no m enciona a los autores originales, sino al gram ático o lex icó gra fo en cuestión. En realidad este diccion ario es bastante im perfecto y su m érito prin cipal es haber servido de base al diccion ario de Passow. En efecto, e l d iccionario de Schneider estaba consiguiendo un gran éxito y se sucedían las ediciones (2.a ed. 1805-6, 3.a ed. 1819, Suppl. 1821). R iem er (cf. supra) b a jo la supervisión del m ism o Schneider h izo un resumen escolar de este diccion ario que se con virtió en la ob ra standard en A lem an ia. Sim ultáneam ente Fran z Passow, discípulo predilecto de Jacobs y H ermann, era n om b rad o profesor en Breslau. En el año 1812 este jo v e n helenista publicaba un célebre opúsculo de teoría de la lexicografía titulado Ueber Zw eck , Anlage und Ergánzung griechischer W órterbücher (B erlín ). E n él criti
1
R ea lm en te B. H e d e ric h p u b lic ó d o s d ic c io n a rio s de m ito lo g ía y realia. E l q u e m ás éxito tuvo
fue el R eales S ch u l-L ex icon ... L e ip z ig 1717 (1731, 1748). E l o tro se titula Griindliches Antiquitáten L e x ic ó n , L e ip z ig 1743.
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caba las deficiencias del diccionario de Schneider y exponía los criterios en que debía basarse una lexicografía griega científica. Schneider se enteró de que el jo ven Passow había escrito sobre un ejem plar del diccionario escolar de R iem er la in form ación prosódica que faltaba y le p id ió a Passow que se encargase de una nueva edición del diccionario. Este exigió libertad de acción y no sólo añadió la prosodia sino tam bién grandes cantidades de léxico, principalm ente hom érico y hesiódico, que faltaban en su m odelo. D e esta m anera en 1819 salió el Johann G ottlob Schneider's Handwórterbuch der griech. Sprache. N ach der dritten Ausgabe des grosseren G riech.- deut. W 'órterbuchs m it besonderer Berücksichtigung des Hom erischen und Hesiodischen Sprachgebrauchs und m it genauer Angabe der Sylbenlangen ausgearb. von D r. Franz Passow (L eip zig , dos vols. 1819-1823). C om o vem os p o r el título en este prim er trabajo Passow había añadido la prosodia y el léxico hom érico y hesiódico. A dem ás su tratam iento de las preposiciones y conjunciones era mucho más com pleto que en el Schneider. L a ordenación de los artículos era estrictamente cronológica, com o la de Stephanus, y su m anera de citar, a pesar de lo que él había postulado en su opúsculo program ático, no era mucho más com pleta que la de sus predecesores. Fran z Passow pensaba seguir haciendo sucesivas ediciones del d iccion a rio1 y en ellas pensaba ir revisando y aum entando p o r orden cron ológico el léxico de los autores griegos. N o pudo hacerlo del tod o p o r la rapidez con que se sucedieron las ediciones: la 2.a y 3.a del Schneider-Passow son de 1825 y 1827 respectivam ente y en ellas se ocupó de los líricos y prim eros prosistas. En 1831 sale la 6.a ed i ción del Schneider, 4.a del Schneider-Passow, en la que ya no aparece el nom bre de Schneider en la portada. C om o dice el p ró lo g o del L id d ell-S co tt2 «th e w ork, thus rem odelled, he considered so com pletely his ow n child, that he dropped the ñame o f Schneider fro m the title-page». A s í nació el Handworterbuch der griech. Sprache von D r. Franz Passow (2 volúm enes, L e ip zig 1831). D esgraciadam ente Passow m urió enseguida (el 11 - I I I - 1833) y no pudo continuar su empresa, que dejó a sucesivas generaciones de filólogos. H a y que advertir que el hecho de haber prescindido Passow del nom bre de Schneider en su 4.a edición no es un robo intelectual com o el que perpetró Scapula contra Schneider. Passow superó con creces a su antecesor y es a él a quien debem os el indudable progreso que hizo la lexicografía griega en tan pocos años, después de más de dos siglos de estancamiento. Su influencia, com o verem os, había de ser m uy grande. E l diccionario de Passow com o tal es una obra excelente para su época. L a lástima es que su autor no hubiera tenido tiem po de desarrollar su p r o gram a y aplicar su concepción teórica de la lexicografía griega. Su in form ación gram atical (principalm ente en los verbos) y etim ológica es
1 V éase su carta a J aco bs en Franz P a ssow 's L aeben und Briefe, B reslau 1839, re p ro d u c id a en el p ró lo g o de la 1.a edición del d iccio n ario de L id d e ll-S c o tt, O x fo r d 1843. 2 C f. n o ta anterior.
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generalm ente nueva y correcta. Las traducciones de los ejem plos son precisas (cf. «yóvu youvóq ájueí/Jcov ein knie m it dem andern wechseln lassend, Um schreibung des Einherschreitens, II. 11.546» s.v. áneípu}, p o r pon er un ejem p lo ) y la organ ización de los artículos es m uy aceptable. En cuanto a la precisión a la hora de citar, el criterio seguido es m uy heterogéneo y m uy p o c o satisfac to rio : en los verbos generalm ente da citas precisas (p o r ej. el artículo áfisípoo es a s í: «áfieípu, fut. ápepco (/.isípofiai) untheilhaft machen, entziehn, berauben, m. d. gen. d. sache, Pind. P. 6, 2 7 »). E n cam bio en los sustantivos no da cita de ningún autor (así: «á/iéXeia, des áfieXrjq.»)
(áfieXrjg) S orglosigk eit: Charakter, Betragen
A la m uerte de Passow continuó su tarea V alen tin Christian F riedrich R ost, quien ya había publicado un diccion ario escolar (griego-alem án y alem án-griego, en 1818-1820), con la ayuda de F. Palm , O. Kreussler, K . K e il, F. Peter y G u stav E duard Benseler. L a nueva edición, que hace el núm ero 5 de la ob ra passowiana, apareció entre 1841 y 1857, en cuatro fascículos (L e ip z ig 1841, 1847, 1852 y 1857).) L a aportación de R o st y sus colaboradores es notable y realm ente los artículos del diccionario de P a ssow -R ost son m anifiestam ente superiores a los del sim ple Passow. Q u izá lo p eor de este diccion ario es el prim er fascículo, de la a a la 5, que da la im presión de haber sido rehecho más apresuradamente y cuyas etim ologías, en concreto, son anticuadas e inutilizables. Esta ob ra sufrió en A lem a n ia la com petencia del Pape-Sengebusch (es decir la 3.a ed ición del diccionario de W ilh elm Pape, Braunschweig 1842-3, realizada p o r M a x Sengebusch en 1880). A u n qu e no es m uy fiab le el testim onio, en una nota ed itorial de la edición de 1914 del Pape-Sengebusch se dice que « v o n alien W orterbüchern... ragt das W ó rterbuch von W . Pape noch inm er ais das beste hervor, um so m ehr ais das W órterb u ch v o n Passow in der dritten L ieferu n g Stecken b lie b », lo cual es una prueba de la rivalidad existente entre ambas obras. E n to d o caso, a partir de Passow, la antorcha del progreso en lexicogra fía general griega pasa de A lem a n ia a Inglaterra, a pesar de la poca atención que los historiadores de la lexicografía griega alemanes dedican al L id d e ll-S c o tt1. A n tes de pasar a estudiar este diccionario, conviene sin em b argo que nos detengam os en un intento m uy interesante de puesta al día del Passow -R ost. N o s referim os al diccion ario inacabado de W ilh elm C ron ert Passow's W ó r terbuch der griechischen Sprache, vóttig neu bearbeitét von D r. W . C., G ó ttin gen 1912-14. Este autor com en zó en solitario un am bicioso plan de puesta al día del diccion ario de Passow y no pudo llegar más que hasta ává. Este diccionario, p o co con ocid o, es a la v e z una obra maestra de la lexicogra fía
1
L e o p o ld C o h n , cf. o. c., n o dedica al L id d e ll-S c o tt m ás q u e las siguientes p a la b r a s : « I n
E n g la n d ist stark v erb reitet das G r e e k -E n g lis h L e x ic ó n v o n H . G . L id d e ll u n d R . Scott, O x fo r d 1843 u. ó. (ein e fü r die G riech isch en beso rgte N e u b e a rb e itu n g , erschien in A th e n
1901-1904)».
co n sid e ra n que su o b r a es
nokü
Méya
rfjq 'EAArjvtKÍjg rxójaar¡<;
P o r su parte lo s au to res de esta trad u cció n n X o u o iú T s p o v
to ü
n p u iT o T ú n o u
del
L id d e ll-S c o tt
(o b . cit. p. X I I I , n o ta ), de d o n d e se
in feriría q u e el fiéya Xe^inóv es el m e jo r d ic c io n a rio del m u n d o , en su época.
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griega y un frustrante suplicio para el que lo maneja. N o existe ningún diccionario griego publicado que ofrezca tal riqueza de m aterial entre a y ává. E l m ism o Jones en el p ró lo g o a la 9.a edición del Liddell-S cott decía: «T h is present volum en w ill not challenge com parison in scale w ith the revisión o f Passow ’ s W órterbuch... by W ilh elm C rónert ... This m onum ent o f Herculean toil w ill, i f and when it is com pleted (...) bulk about three times as lar ge as Lid d ell-S cott». En G lotta V I, p. 300 ss. Paul Kretschm er dice de él, p or e je m p lo : «S o steht es in der M itte zwischen einem Thesaurus und einem provisorischen W órterbuch. Es kann und w ill nicht einen Thesaurus ersetzen, aber es hat den N ach teil eines Solchen - die voraussichtlich sehr lange D auer des Erscheinens». Y más adelante continúa «W a s hilft es uns, dass w ir jetzt 29 Spalten über áv erhalten, wenn w ir für O und I und ¡1 Z e it unseres Lebens au f die alten Lexik a angewiesen sin d?». En definitiva Kretschm er era parti dario de una obra más humilde, más realista y más útil, algo así com o lo que había de ser la 9.a edición del Liddell-Scott. D e hecho C rónert se m urió y dejó su obra apenas com enzada: disponem os de tres fascículos publicados: a-aí/naTÓppuTog
(1912), odf¿atTooTió5r}Toq-á\
se calculaba la totalidad de la obra. Adem ás hay una parte inédita hasta casi el com ienzo de la épsilon (? ) que está bástente trabajada y no habría exigido demasiado esfuerzo term inarla y enviarla a la imprenta. Finalm ente hay una serie de anotaciones manuscritas, obra de Crónert, en los márgenes del Passow a lo largo del corpus de toda la obra. Estas anotaciones m arginales en letra gótica son h oy casi ilegibles, e incluso la parte trabajada pero no publicada a partir de ává, no ha debido de ser utilizada por nadie, a pesar de que se conserva en el Sem inario de G riego de G óttingen. A unque todo esto parece darle la razón a Kretschm er, a nuestro ju icio no es la fieyofAonpcfyjuoaúvr/ de C rónert lo más criticable, sino una serie de deficiencias concretas. A sí, su p ró lo g o tiene apenas unas líneas que no dicen nada de su m étod o de trabajo, concepción del léxico, fuentes utilizadas, etc. Su lista de autores es enorm e mente incom pleta (unas 200 entradas, es decir m enos que los autores que em piezan p or A - en la 9.a ed. del L id d e ll-S c o tt): de hecho incluye muchos menos autores de los que luego cita en el corpus del diccionario, y a que, p or ejem plo, en su lista una entrada es A P ( A nthologia P a la tin a ) y otra es F H G (Fragm enta hist. g ra e c .), cuando luego dentro del diccionario distingue in d i vidualm ente entre los historiadores de F H G y los poetas de A P . Casi nunca especifica la edición que sigue o, com o mucho, da sólo el nom bre del editor sin más (así p o r ejem plo, puede decir «M a x im . M axim us (L u d w ic h )» sin m ayores detalles). L a lista de inscripciones y papiros es mucho más in com pleta todavía, de m anera que nunca sabemos qué textos ha u tilizado realm en te o qué ediciones ha seguido. Su m anera de citar es m uy incom pleta y bastante caótica: puede decir simplemente S p (a te r) o K S (Kirchenschriftste11er) o IChrys. (Juan C risóstom o) sin m ayores precisiones. Cuando dos auto res tienen el m ism o nom bre o com ienzan p or las mismas letras, no sabemos generalmente a cuál se está refiriendo más que tras deducciones p or exclusión. Cuando sus citas son precisas — lo cual es infrecuente— utiliza las form as más
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arcaicas de hacerlo: tal es el caso de A ristóteles o H ipócrates a quienes cita p or las iniciales en griego de sus obras (sin haberlas presentado, naturalm en te, en la lista inicial). Esto ob liga a una penosa lab or detectivesca para averiguar de qué ob ra se tra ta : evidentem ente Arist. Zt no puede ser más que Arist. H A , es decir, H istoria animalium (Zc^cov loropíá), pero otras veces, sobre to d o tratándose de H ipócrates, al usuario del diccionario no se le ocurre tan fácilm ente la equivalencia. Es pues, una lástima que p o r no haber hecho bien la lista de autores, obras, papiros e inscripciones y abreviaturas, resulten inlocalizables, y p or lo tanto se pierdan docum entaciones, palabras y acep ciones que sólo están recogidas en el Cronert. En efecto, si tras un hápax nos pone sin más QS ( =
Quintus Smyrnaeus) no tenemos form a de com p rob ar y
localizar esa palabra, a no ser que revisem os los 8.700 y pico versos que escribió este autor. G om o este caso es frecuente y a veces se refiere a autores de obra más extensa, com o Juan Crisóstom o, el resultado es que el gran esfuerzo realizado se pierde muchas veces. Otras críticas que se le pueden hacer a esta obra es que no sigue un orden alfabético, sino una solución de com prom iso m uy p oco satisfactoria entre orden alfabético y etim ológico. Es de lam entar tam bién que con frecuencia no traduce las palabras que constituyen los lemas, lim itándose a dar los contextos. Esto en las palabras cortas. En las largas a veces da una traducción al principio y después una larguísim a relación de docum entaciones, muchas de las cuales no tienen nada que ver con la traducción inicial. P o r ejem plo, en á¡i£vr¡vóq tras una única traducción inicial «K r a ftlo s , schw ach» incluye una serie de pasajes entre los cuales aparece «x
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N o s hemos detenido, quizá en exceso, en criticar la obra de Crónert. Sin em bargo quiero que quede claro que, a pesar de sus limitaciones, es una obra maestra de la lexicografía griega y aunque su autor no hubiera escrito otra cosa en su vida, merecería ocupar sólo p or estos tres fascículos un lugar de honor entre los helenistas que en el mundo han sido.
6.
E
l
L
id d e l l
-S
c o t t
D os años después de la muerte de Passow parece ser que un librero de O xford, de nom bre M r. Talboys, propuso al joven « fe llo w » R ob ert Scott (a la sazón de 26 años de edad) que le hiciese un diccionario griego-inglés basado en la obra del lexicógrafo alemán. Téngase en cuenta que los diccio narios griegos hechos en Inglaterra por aquellas fechas (los de D onnegan que iban por la 4.a edición, D unbar y G iles) eran muy p oco satisfactorios para las demandas de la época. Según una versión, R ob ert Scott puso com o condición para aceptar el encargo de Talboys que se incluyese en el p ro grama a su coetáneo H enry G eorge Lid d ell del Christ Church. Existen otras versiones del com ienzo de la empresa, pero lo cierto es que estos dos jóvenes debieron com enzar su obra hacia 1835 y la terminaron en 1843. En la prim era página se puede leer A Greek-English L e x icó n based on the Germán W ork o f Francis Passow by H . G. Liddell... and R. Scott. O xford. A t the University Press 1843.
.
Cuando salió la obra unos estudiantes escribieron unos versitos, no dema siado inspirados, que clavaron en la puerta de Liddell. Estos decían: A b ook has been written by Liddell and Scott, the one o f them learned, the other was not. The one w ho was learned was certainly Scott and L id d ell the one who was certainly n o t.1 En el p rólogo em piezan justificando el uso del inglés com o lengua de salida: « I t may be asked, whether such a Lexicón should not be in Latin, as in the oíd times; whether the other (se. English) is not an unworthy condescension to the indolence o f the age». Téngase en cuenta que, salvo en A lem a nia, lo frecuente era todavía utilizar el latín com o lengua de salida de los diccionarios griegos.-Concluyen que si bien « a Frenchman may have reason fo r using a G reek-Latin Lexicón ; an Englishman can have n on e», dada la riqueza y «lib e rta d » del inglés, com parado con el latín.
’ N o re sp o n d o de la exactitud del texto p o rq u e lo recibí p o r transm isión o ra l del R ev. Joseph M .-F . M ariq u e, S. J., director de la revista Classical Folia.
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Se consideran a sí mism os continuadores de Passow : «w e proposed to ourselves (...) to carry on what Passow had begun». Confiesan que en un principio habían pensado en una simple traducción del diccionario alemán, pero que habían decidido posteriorm ente m ejorarlo, llevando la lexicografía griega un paso adelante. Les hizo tom ar esta decisión el incom pleto trata m iento del léxico posthesiódico p or parte de Passow. Este, com o sabemos, había despojado concienzudam ente H om ero y H esíodo, pero lo posterior lo había hecho m uy superficialmente porque no había tenido tiem po. D eb id o a ello L id d e ll y Scott se repartieron el trabajo y uno despojó H e ró d o to y otro Tucídides, así com o tam bién dedicaron más atención a los líricos, prim eros prosistas, trágicos y cóm icos, etc. Adem ás de lecturas directas incorporaron, previa com probación, el m aterial de los léxicos e índices que habían ido apareciendo com o el de Esquilo de W ellauer, Sófocles de Ellendt, Eurípides de Beck, Aristófanes de Caravella, Platón de A st, Jenofonte de Sturz, Plutar co de W yttenbach, O radores de Reiske y M itchel, Píndaro de Bóckh, P o lib io de Schweigháuser, T eofrasto de Schneider, etc. Prescindiendo de este considerable aumento de material, la ob ra en sí m ism a está m uy bien hecha. Frente a los diccionarios alemanes en general (Passow, Pape) su manera de citar suele ser más com pleta (A p . Rh. 3.147, Opp. H . 5. 636) y además más fiable: apenas hay erratas en las citas ya que todas ellas fueron corregidas y com probadas una y otra vez en pruebas. H a y que advertir, sin em bargo, que no todos los autores tienen cita precisa (p o r ejem plo con frecuencia nos encontram os con Arist., Anth., H dt., H ipp., etc. sin m ayores precisiones), ni todas las palabras llevan su docum entación correspondiente (así: «áváppuoiq, eusq. r¡ (ávapifípúoHíú, ppcoao¡iai) an eating up» ) A veces en vez de citar un autor se da una indicación vaga del género com o M edie. ( =
autores m édicos), etc.
A pesar de estas imprecisiones el paso dado con respecto a Passow es muy grande. En cuanto a la concepción teórica subyacente y a la organ ización de los artículos, se siguen las ideas del Ueber Zw eck, Anlage... de Passow. D e esta prim era edición se tiraron nada menos que 6.000 ejemplares, que se vendieron a tod a velocidad, a pesar de que costaban 42 chelines. D o s años después salía la 2.a edición que increm entó el m aterial a base del diccionario de Pape, ya m encionado, a quien los autores expresan su gratitud en el p ró lo go , a la vez que critican su escasa fiabilidad a la hora de citar y la gran cantidad de erratas en los números. Adem ás perfeccio naron y aumentaron la lista de autores y obras que ya desde la 1.a edición era la más com pleta hasta la fecha. En los años subsiguientes apareció la tercera edición (1849) y la cuar ta (1855). Esta m arca un progreso notable, principalm ente en los escritos hipocráticos y los oradores áticos. A
partir de esta edición desaparece el
nom bre de Passow de la 1.a página. Se vendieron 8.000 ejemplares de esta edición, habiéndose reducido el precio a 30 chelines. L a 5 .a edición «co rregid a y aum entada» salió en 1861 y en ella se utilizó mucho la5.a edición de Passow hecha por R ost y Palm. A sim ism o se m od ificó totalm ente la parte etim o ló g i
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ca, que desde la prim era ed ició n se había basado en las E tym ologisch e F o rschungeñ de P o tt (1833-36), inspirándose ah ora en la Griechische E ty m o lo g ie de Curtius que acababa de publicarse (1858). En la 6 .a edición, de 1869, m uy aum entada, con unas 220 páginas más, se in co rp o ra ro n las form as verbales de m anera más com p leta gracias al lib ro de W . Veitch, G reek Verbs, irregu la r and defective (2.a ed. 1865). E n tre esta ed ición y la siguiente m uere Scott cuyas relaciones con L id d e ll parece que no eran m uy am istosas en los últim os tie m p o s 1. E n 1882 sale la séptim a ed ición revisada y aum entada p o r L id d ell. E l diccion ario, que hasta entonces había aparecido en 4.°, aum enta de tam año alcanzado su actual aspecto. D e b id o a ello se reduce algo el núm ero de páginas a pesar de los continuos añadidos. En con creto en esta ú ltim a ed ición se in c o rp o ró m aterial del In d ice de A ristóteles de B on itz y del In d ice del C IG de R o eh l. A sim ism o se in trod u jeron añadidos que habían en via d o profesores am ericanos com o G ild ersleeve y otros, referidos principalm ente a tecnicism os ju rídicos. En 1897 salió la octa va ed ición con sólo pequeños retoques, con vistas a no alterar la paginación. D e b id o a e llo se com en zaron los Addenda y Corrigenda del final, que in co rp o ra ro n la 'AQrjvaíojv noAireía de A ristóteles recién descubierta, y m aterial ep igráfico. En 1898, a los 87 años, m oría L id d e ll2, p ocos meses después de aparecer la octa va ed ición del diccion ario.
1 L id d e ll, c o m o es s a b id o , lle g ó a d e c a n o en O x f o r d y a p e rs o n a im p o rtan te . R e c u é rd e s e que fu e a su h ija A lic ia a q u ien « L e w i s C a r r o l l » d e d ic ó su A lic ia en e l País de las maravillas. R ec u é rd e se ta m b ié n la estatu a suya q u e h ay en O x fo r d . D e s g r a c ia d a m e n te n o he p o d id o m a n e ja r la L if e o f H . G. L id d ell de H . L . T h o m p s o n , cf. n. siguiente. 2 A la m u e rte de L id d e ll, tras la o c ta v a ed ició n T h o m a s H a r d y p u b lic a b a los siguientes v e rso s : « W e l l , th o u g h it seem s B e y o n d o u r d re a m s », S a id L id d e ll to Scott, « W e ’ ve re a lly g o t T o the v e ry end, A l l in k ed a n d p en n ed B lo tless a n d fa ir W it h o u t tu rn in g a hair, T h is sultry su m m e r day, A . D . E ig h te e n h u n d r e d a n d fo rty -th re e ». « I ’ve o ften , I o w n , B e lc h e d m a n y a m o a n A t u n d e r ta k in g it, A n d d re a m t fo rs a k in g it. — Y e s , o n to Pí, W h e n the e n d lo o m e d nigh, A n d frie n d s s a id : « Y o u 'v e as g o o d as d o n e », 1 a lm o st w is h e d w e ’d n o t b egu n . E v e n n o w , i f p e o p le o n ly k n e w M y sink ings, as w e s lo w ly d re w A l o n g th ro u g h K a p p a , L a m b d a , M u , T h e y ’ d b e co n c e rn e d at m y m isgivin g , A n d h o w I m u s e d o n a C o lle g e liv in g R ig h t d o w n to S igm a, B u t fe a re d a stigm a
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Esta es la historia del L id d ell-S cott durante el siglo x ix , una ob ra que no sólo se había con vertid o en el m ejor diccionario griego-lengua m oderna, sino que tam bién había ejercido una notable influencia en la lexicogra fía inglesa m o derna1.
I f I su ccu m bed , a n d left o íd D o n n e g a n F o r w e a ry fresh m en ’s eyes to con a g a in : A n d h o w I o ften , o ften w o n d e re d W h a t c o u ld h ave led m e to have b lu n d e re d So fa r a w a y fr o m s o u n d th eo lo gy T o dialects a n d e ty m o lo g y ; W o r d s , accents n o t to be bre ath e d b y m en O f an y co u n try e v er a g a in !». « M y h eart m o st failed, In d eed , quite q u a ile d », S a id Scott to L id d e ll, 'L o n g ere the m id d le !... ’T w a s o ne w et d a w n W h e n , slippers on, A n d a c o la in the h ea d anew, G a z in g at D e lta I tu rn ed a n d felt a W is h fo r b e d anew , A n d to let supersedin gs O f P a s s o w ’s readin gs In dialects go. 'T h a t G e r m á n has read M o r e th an w e !’ I said ; Y e a , several tim es d id I fe e l s o !...» « O that ñrst m o rn in g , sm ilin g b lah d , W it h sheetS o f fo o ls c a p , q u ills in h an d, T o w rite áácrrog a n d áayr¡q, F o llo w e d b y fifteen h u n d re d p ages, W h a t nerve w a s o u rs S o to b a c k o u r p ow e rs, A s s u r e d that w e s h o u ld re ach ijcüfirjg W h ile there w as b reath left in o u r b o d i e s !» L id d e ll re p lie d : « W e l l , th at’s past n o w ; T h e j o b ’s d on e, th an k G o d , A n y h o w » . « A n d yet it’s n o t,’ C o n sid e re d Scott, 'F o r w e ’ve to get S u b scrib ers yet W e m ust re m e m b e r; Y e s ; b y S e p te m b e r». «O
L o r d ; dism iss that, W c 'l l succeed.
D in n e r is m y im m e d iate need. I feel as h o llo w as a fidd le, W o r k i n g so m a n y h o u r s », said L id d e ll. 1
S egún H a n s A a r s le ff, « T h e E a rly H is to ry o f the O E D » , Bulletin o f the N e w
Y o rk P u b lic
L ib r a r y 66, 1962, p. 417 ss., el O x f o r d English D ictionary d e b e m ás a P a s s o w y a las técnicas le x ic o g rá ñ c a s de L id d e ll y Scott q u e a d ic c io n a rio s ingleses anteriores. V é a s e R o n a ld A . W e lls , D ictionaries and the authoritarian tradition, L a H a y a 1973, p. 28, n o ta 81.
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En los últim os años del siglo pasado y prim eros de éste se suscitó la cuestión de la conveniencia o posibilidades de hacer un nuévo Thesaurus griego. L a idea se fue abandonando (cf. infra) y ya con un criterio más realista, tras algunos tanteos iniciales, la C larendon Press encargó en 1911 a H en ry Stuart Jones que hiciera una revisión del Lidell-S cott. En un principio se pensaba en hacer una revisión superficial que había de estar lista en cinco años. Posteriorm ente, se cam bió de idea y se siguió el plan más am bicioso de poner realm ente al día el diccionario, creando así un instrumento de trabajo acorde con el nivel de la F ilo lo g ía griega del siglo xx . M u ch o es lo añadido y m ejorado p o r Jones y M cken zie (qu e se m urieron sin ver term inada su ob ra) con respecto a la 8.a edición, pero no podem os bajar a detalles1. Q uizá lo m ejor de esta edición (prescindiendo de la enorm e cañt-idad de m aterial nuevo in corporado, la corrección de errores y el perfeccion a m ie n to de la r e d a c c ió n ) sea qu e p o r p r im e r a v e z se dan r e fe r e n c ia s precisas de todos los pasajes citados, frente a ediciones anteriores de L . S. en que con frecuencia se daba sólo el nom bre
del autor o
una vaga
referencia. Esto es «o n e o f the features which distinguish the new edition fro m C ro n e rt» com o dice Jones2. P o r el contrario, lo menos conseguido, a mi ju icio, es la exclusión volu n taria del léxico patrístico basándose en razones p oco convincentes. Si los editores se ponen com o lím ite el año 600 d.C., es arbitrario discrim inar a ciertos autores nada más que p or su religión : tan autor griego del siglo iv es D íd im o A lejan d rin o com o A d am an cio F isiogn óm ico o H efestión A s tró lo g o y no hay razón para excluir al prim ero e incluir a los segundos. E l caso extrem o es N o n n o de quien se recogen las Dionysiaca y en cam bio se rechazan las Paráfrasis del Evangelio de S. Juan. D ecía L. H jelm slev3 que e l «te ló n de a cero » no es más que una fron tera semántica entre dos poderosos cam pos lingüísticos. Si esto es así, y si la id eo lo gía produce cam bios semánticos apreciables (co m o creem os), im agínese el interés que tiene estudiar el léxico de los autores cristianos anteriores al año 600. U n diccionario, y m enos uno de griego antiguo, no puede perm itirse el lujo de ser purista a estas alturas, so pena de con vertir una actividad científica (la lexicografía, com parable a la botánica) en una actividad artística o estética, semejante a la jardinería. O tro aspecto no m uy conseguido del L.S.J. es su tratam iento de la term i n ología métrica. D ice D o v e r 4 que «in L.S.J. (...) the principal articles on m etrical terms are characterised by the highest degree o f confusion and erro r». Sin ser tan radical com o D o v e r lo cierto es que nosotros hemos encontrado algún error n o to rio com o el artículo «áócjvápta, rá kind o f shoes
1 P a r a m ás detalles de esta ed ició n véase H , S. Jones, « T h e m a k in g o f a L e x ic ó n », C .R . 1941, p. 1 ss., y el p r ó lo g o de la 9.a ed ició n del L.S.J. 2 A rt . cit., p. 10. 3 E n u n a co n feren cia p ro n u n c ia d a en la U n iv e r s id a d de C o p e n h a g u e en 1953. C f. B. M a lm b erg, L a lengua y el hom bre p. 107 s. 4 C f. « T h e p oetry o f A rc h ilo c h u s », pp. 185-186 de los Entretiens sur FAntiquité Classique, X , G en év e 1963.
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(prob . w ith play on á-priv., Lat. donarium, worthless g ifis ), P ro co p . G az. Ep. 146» cuando realm ente es un tipo de verso, al que se alude despectivam ente: ójSoAotv xciiv Eüpinídou pam cov rrjv éf¿r¡v oixía v ávénÁrjaacg, ádcjvápia néfiifiag áppu9¡ia ( me has llenado la casa de harapos euripideos de a dos óbolos, enviándome ver suchos sin r itm o ). Evidentem ente áóojvápia es un térm ino despectivo creado sobre dScóvtov y se debe referir a cancioncillas versificadas de baja especie. P o r lo dem ás los errores, aun incluyendo las erratas m ecánicas de cita, son escasos. En el artículo de Jones m en cion ado anteriorm ente, éste recogía y criticaba una serie de errores del antiguo Lid d ell-S cott, de C ro n ert y del Thesaurus. C o n realism o y hum ildad recon ocía que ningún lex icó g ra fo puede evita r estos fallos c o m o así es en efecto : la novena ed ición de L.S.J. tiene tam bién sus errores com o s.v. dcyvoLTTTog I I donde dice not cleansed, unawashed Plu. 2. 169 c y debe decir estera, arpillera (p o r lo tanto un substantivo y no un a d jetivo), o s.v. aifiovón g que dice «ep ith . o f H ecate P M a g . P a r. 1.2864; o f the M o o n H ym n. M a g . 5.53» cuando realm ente el pap iro m á gico parisino 1 y e l him no m á gico 5 son el m ism o te x to ; o s.v. áAírrjg en donde cita un «L u d w . Anecd. 175» no recogid o en sus listas iniciales, o s.v. áAwprjTai que traduce «w atchers o f S a lí... E M 72.48» y debe traducir «vig ila n tes de las e ra s » (roüg rá g
áÁcog fuÁáTTOvrag), o s.v. áfiévqTog, ov ... H dn. G r. 2.684 que es palabra que no existe, sino que se trata del gen itivo de áfiévrjg, etc: E n to d o caso, estam os de acuerdo con Jones, estos son errores que todos los lexicógrafos están o b lig a dos a com eter en obras con tantos datos com o son los diccionarios, y en ningún caso hacen desm erecer al L.S.J. que, sin duda, es el m ejo r d iccion ario griego existente. Esta 9.a edición , que se pu blicó entre 1925 y 1940, tu vo una serie de reim presiones (en 1948, 1951, 1953, 1958, 1961, 1966 y 1968). En este últim o año apareció además el Supplem ent editado p o r E. A . Barber, P. Mass, M . Scheller, y M . L . W est, tras 12 años de «con tin u ou s w o r k » 1. E l suplem ento
1 V é a n s e las reseñas a esta o b r a d e J. B in g en , Chr. d E g ., 1968, p. 433 s., A . G r illi, Paideia 1969, p. 273 ss. (m u y d o c u m e n ta d a ), G . M e ssin g , C L Ph. 1969, p. 238 s., D . M . P ip p id i, Stud. Cías. 1969 p. 331 s., M . B a rr o s o d e A lb u q u e r q u e , Euphrosyne 1969, p. 283 ss., J. P e g u e ro le s , Stud. Pap. 1970, p. 67, J. L . F a c a l, E m érita 1970, p. 463 ss. y ta m bién J. A . L . L e e « A
N o t e o n S e p tu agin t
m aterial in the S u p p le m e n t to L id d e ll a n d S c o tt», G lotta 1969, p. 234 ss. L a reseñ a de G . M . M e s s in g te rm in a co n los siguientes versos del re cen sen te: S a ys Scott to L id d e ll, « I s there so m e j o t o r tittle o f G r e e k that w e ’ve n o t In o u r lexicó n got? E d itío n s reach nine A n d I w a n t to re s ig n ; I ’m ju st skin a n d bones, T h o u g h w e d id b r in g in J o n e s .» S a y s L id d e ll to Scott, « D e s p it e all o u r sw ot, B y nineteen sixty- eigh t G r e e k w o r d s are in spate— P a p y ri, p otsh erd s, L o r d , all the n e w w o r d s ! »
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aporta bastante m aterial nuevo, incorpora los addenda y corrigenda que se habían ido acumulando desde 1925, y en este sentido es una obra m uy de agradecer. Sin em bargo, com o decía yo en m i reseña (cit. en nota anterior) no se trata de un com plem ento sistemático de los sectores del léxico menos estudiados p or L.S.J. sino de un m ero añadido asistemático y bastante anár quico. Puede haber, por poner un solo ejem plo, nuevas palabras (m arcadas con asterisco) procedentes de los P a pyri Graecae M agicae, pero eso no quiere decir que se haya despojado esa obra sistemáticamente; de hecho en ella aparecen tod avía docenas de hápax que los autores del Suplem ento no reco gen. Es decir, aporta bastante material, pero da la im presión de que se lim ita a incluir palabras que le han ido enviando diversos especialistas y que han recogido sus autores saltuariamente. E l Suplemento, en definitiva, nos deja con las ganas de una 10.a edición, hecha con ia misma profundidad de que dieron pruebas Jones y M ackenzie. P o r lo demás, para m ayores datos acerca de esta obra, véase su p ró lo go y las reseñas que m encionábam os en la nota anterior.
7.
L e x ic o g r a f ía
e s p e c ia l d e l s ig l o x ix
N o es nuestra intención historiar aquí en detalle la aparición gradual de léxicos, índices y concordancias de autores griegos. T a m p o co podem os ser muy explícitos en el tratam iento de los diccionarios especiales com o los etim ológicos y gramaticales, los de griego cristiano y tardío, etc. Nuestra intención es hacer la historia de los diccionarios generales griegos para tratar de ver cóm o ha progresado la lexicografía en este cam po desde el siglo x v i hasta nuestros días. Sin em bargo, y a pesar de que en otros capítulos de este libro se trata de los diccionarios de autor bajo otras perspectivas, debem os detenernos, aun que sólo sea brevemente, en el fenóm eno de la aparición de léxicos o índices y otros diccionarios especiales durante el siglo xix.
A . D iccionarios de autor En últim a instancia, com o es bien sabido, la confección de diccionarios de autor se rem onta a la A n tigü edad: las yAü x j o g u *Ofirjpixaí dé Filetas, Zen ódo-
Says Scott to L id d e ll, « I ju st w o n ’t ñ d d le w ith m o re Addenda Ñ o r yet Corrigenda. O u r laurels are a g e -p ro o f, I w o n ’t re ad m o re p a g e -p ro o f, N o m o re errant glosses, L e t’s cut o u r losses— I f w e ’ve m issed a couple, W e ’ll leave them fo r Suppl. .'»
JAVIER LO PE Z F A C A L
126
to y A ris ta rc o , e l nepi rfjq *0¡ir)pou ouvrjQeíaq de Z e n o d o r o , e l 'Aníuivoq yAüxraai
cO pr¡pixaí de A p ió n , e l ’Apicrrápxou 'HpoSóTou ümfj.vr]fia de A ris ta rc o (c o n s e rv a d o en los P . A m h e rs t I I . 3), las Aé^eiq ’!Tmoupárouq de E u fo rió n en 6 libros, e l
tüv
n ap a OouxuSíótj %r¡TOujuévuv x a r á Áé&v de E v á g o ra s de L in d o s, y un la rg o etc., pu eden ser ejem p lo s de d iccio n a rio s de au tor de la antigüedad. T a m b ié n durante la E d a d M e d ia se h icieron obras de este tipo, c o m o las C on cord a n tia e M o ra le s de S. A n to n io de Padu a, o las C oncordantiae S a cro ru m L ib ro ru m , tam b ién llam adas S a n cti J a co b i d el d o m in ic o H u g h de St. C h e r 1, Y , n atu ral m ente, en la ed a d m o d ern a se con tin u a ron h acien d o d iccio n a rio s de au tor co m o , p o r eje m p lo , y sin salirse de H o m e r o , los de Seber, W . ( In d e x vocabulo ru m in H o m e ri non tantum Ilia d e atque Odyssea... H e id e lb e rg 1604), D a m m , C. T . ( N o v u m lex icó n ... et elucidationes H o m e rica e e t P in d a rica e, B erlín 1765), B erndt, J. G . ( L e x ic ó n H o m e ricu m ... Stendal 1795-1796). Sin em b a rgo , es en e l siglo x ix cu an do se com ien zan a h acer léxicos, índices y con cord an cias de una m an era m ás sistem ática y cien tífica. U n a rela ció n exh au stiva de este tip o de d iccio n a rio s está fu era de lu gar a q u í2. V a m o s pues a m en cio n a r sólo algunos d iccio n a rio s de los au tores m ás im p o r tantes de la literatu ra g rie g a : H o m e r o : Prendergast, G . L ., A C om p lete C oncordance to the Ilia d o f H o m e r, L o n d re s 1875. D u n bar, H . A ., A C om p lete C oncordance to the Odyssey and H ym n s o f H o m e r, O x fo r d 1880. G eh rin g, A ., In d e x H om ericu s, L e ip z ig 1891. E b elin g, H ., L e x ic ó n H o m e ricu m , L e ip z ig 1885. H e s io d o : Pau lson , J., In d e x H esiodeus, L u n d 1890. P ín d a ro : R u m p el, J., L e x ic ó n P in d a ricu m , L e ip z ig 1883. E s q u ilo : W e lla u e r, A ., L e x ic ó n A eschyleum , L e ip z ig 1830-31. S ó fo c le s : E llen dt, F. T ., L e x ic ó n S ophocleum , K o n ig s b e rg 1835. E u ríp id es: M a tth ia e, A ., C. y B., L e x ic ó n E u rip id eu m , L e ip z ig 1841. A ris tó fa n e s : C ara vella , J., In d e x A rístoph a n icu s, O x fo r d 1822. H e r ó d o t o : Schw eigháuser, J., L e x ic ó n H erod oteu m , O x fo r d 1825. T u c íd id e s : Bétant, E .-A ., L e x ic ó n Thucydideum , G in e b ra 1843-47. J en o fo n te: Sturz, F. W ., L e x ic ó n X enophonteum , L e ip z ig 1801-4. P la tó n : A st, F ., L e x ic ó n P la to n icu m ..., L e ip z ig 1835-8. A ris tó te le s : B on itz, H ., In d e x A ris to te licu s , B erlín 1870. T e ó c r it o : R u m p el, J., L e x ic ó n Th eocriteu m , L e ip z ig 1879. P lu ta rc o : W ytten b a ch , D ., L e x ic ó n P lu ta rch eu m , L e ip z ig 1 43.
1 C f. s u p ra en S e rra n o A y b a r , cit. 2 E l in v e n ta rio m á s c o m p le t o y p u e s to a l d ía d e d ic c io n a rio s g r ie g o s de a u t o r es e l R ep e rto riu m L ex ico g ra p h ic u m G ra ecu m de H a r a ld y B le n d a R íe s e n fe ld , E s t o c o lm o 1954, q u e v in o a su stitu ir al s u p e r a d o de H . S c h o n e , L e ip z ig 1907.
HISTORIA DE L A LEXICOGRAFIA GRIEGA MODERNA
127
B. D iccion a rios de griego cristiano y tardío Los textos bíblicos, sobre todo los neotestam entarios, atrajeron desde antiguo la atención de los lexicógrafos. A partir del siglo x v i encontram os docenas de concordancias, índices y léxicos del nuevo testam ento1. Y a en el siglo x ix la selección es difícil dada la gran cantidad de m aterial. Piénsese que incluso en lenguas con escasa tradición lexicográfica griega com o el sueco2 y en lugares tan poco céntricos com o A b o u O rebro se publicaban sendos léxicos neotestam entarios en 1840 (F atten borg, H .H , G rekiskt hand-lexicon ófver N ya Testamentets S k rifte r) y 1853 (M illé n , J. A -, G rekiskt och svenskt hand-lexicon ófver N ya Testamentets S k rifter). P o r lo tanto m encionarem os sólo tres ejem plos bien con ocidos de finales del x i x : Thayer, J. H ., A G reek-English L e x ic ó n o f the New Testamenta being G rim m ’s W ilk e ’ s Clavis N o v i Testamenti translated, revised and enlarged, Edim bur go 1886. Hatch, E., Redpath, H . A ., A Concordance to the Septuagint and the other Greek Versions o f the O íd Testament, O x fo rd 1892-1906. M ou lton , W . F., Geden, A . S., A
Concordance to the Greek Testament...
E dim burgo 1897. En cuanto a diccionarios de griego tardío la ob ra fundam ental es la de E. A . Sophocles, A Glossary o f later and Byzantine Greek, Cam bridge 1860, hoy m ejor conocida p or el título de la 2.a edición Greek L e x icó n o f the Rom án and Byzantine Periods (F ro m
B. C. 146 to A . D . 1100), 2 vols., N u eva
Y o r k 1887. Esta obra, com o dice C ohn (cf. o.c.), es el D u Cange del siglo xix, y todavía no ha sido superada para desgracia de sus usuarios, ya que, com o es lógico, está basada en ediciones antiguas, muchas de ellas inaccesibles, y en numeraciones arcaicas, no siempre fáciles de localizar. Tiene una lista de autores bastante com pleta, con indicaciones de fecha, una larga introducción sobre historia de la lengua griega, unas tablas cronológicas de autores cristia nos en relación con los escritores paganos, un estudio sobre «T h e foreign elements o f the G reek lan gu age» y unas «gra m m a tica l observation s» en las que incluye la métrica tardía y una breve an tología de textos tardíos. Sin duda es un buen diccionario a pesar de que hoy, com o hem os dicho, resulte cuando menos in cóm od o que cite a D ioscorides p o r K ü h n (L e ip z ig 1829) o por Saracenus (L y o n 1598) p or poner un ejem plo.
1 E n esta p a rc e la del léxico griego los precu rsores so n los au to res de la P o lig lo ta C o m p lu te n se; cf. el p ró lo g o de la versió n in glesa del B a u e r q u e c o m ie n za : « T h e history o f d ictionaries specifically intented fo r the G r e e k N e w T estam en t o pen s w ith a G r e e k -L a t in glo ssary o f seventy-five u n n u m b ered p ages in the flrst v o lu m e o f the C o m p lu te n sian P o ly g lo t o f 1522...» 2 E l prim er d iccio n ario su ec o-griego de que tengo noticia es el de V . L in d e r y K . A . W a lb e r g de 1862.
JAVIER LOPEZ FACAL
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C. D iccio n a rio s etim ológ icos y gram aticales A u n q u e existen diccion arios e tim o ló g ic o s griegos desde antiguo, realm en te no p od em os hablar de etim o lo gía , tal co m o h oy entendem os esta ciencia, antes de la lingüística com parada o qu izá con más rig o r aún, antes de los neogram áticos. E n este sentido carecen de interés obras com o las de Len n epius (1808), H o o g e v e e n (1800, 1810), N i z (1806), Buttm ann (1818-1825), etcétera. L o s prim eros diccion arios etim o ló g ico s que pueden m erecer el n o m bre de tales son los de W ilh e lm Pape (B erlín 1836), J. K a ltsch m id t (L e ip z ig 1839-1840) y T . B en fey (B erlín 1839-1842). Son tam bién im portantes las E tym ologisch e Forschungen de P o tt (1833-1836) que L id d e ll y Scott u tilizaron en las 4 prim eras ediciones de su diccionario. C o n to d o la o b ra fundam ental del x ix en este terreno son los Grundzüge der griechischen
E ty m o lo g ié
de
G e o rg
Curtius,
L e ip z ig
1858-1862,
c o n v a r ia s e d ic io n e s en e l s ig lo p a s a d o 1. Se c o m p o n e de un e s tu d io inicial teó rico («G ru n d s á tze und H a u p tfragen der griech. E t y m o lo g ié ») b ajo un b ello lem a de S. A gu stin
(U t
S om niorum
in terpreta tio ita
verborum
o rig o p ro cuiusque ingenio iu d ica tu r), un segundo lib ro de «R eg elm á ssig e L a u tvertretu n g » en don de estudia las etim ología s griegas siguiendo n o un orden alfabético sino fon em á tico (em p ieza p o r las guturales: h, y, x etc.) y finalm ente una serie de índices («R e a lid e n x », e índices de palabras griegas, itálicas, rom ánicas, sánscritas, iranias, armenias, germ ánicas, balto-eslavas y célticas). Es p o r lo tanto, n o sólo el antepasado del Frisk, sino tam bién del P o k o rn y . E l lem a de la segunda parte está tan bien eleg id o co m o el de la p rim era : ¿yo» uu/ipáAAo/jaí rdiai é/utpavéoi
toc
fii) yiyvcoa^ójufva re^fíaipójisvoq H dt. 2.
33. A n tes de term inar el siglo se p u blicaron tod avía, p o r lo m enos, otros dos diccion arios etim o ló g ico s p o r ob ra de A . V an icek (L e ip z ig 1877) y W . Prellw itz (1892). Este ú ltim o tiene la ventaja de seguir el orden alfa b ético de palabras griegas. Es decir, es un E ty m olo gis ches W órterbuch der griech. Sprache tal com o h o y entendem os este térm in o (la o b ra de Curtius, al fin y al cabo, era una especie de estudio p o r fonem as de las palabras griegas). Si no hubiera sido p o r la aparición del B oisacq a principios del siglo x x , sin duda la o b ra de P re llw itz habría tenido una m a y o r acogida. E ntre los diccion arios gram aticales del x ix lo más destacable es el lib ro de W illia m V eitch , G reek Verbs Irre g u la r and D e fe cti ve, their fo rm s , meaning and quantity, em bracing a ll the Tenses used by the G reek W riters... O x fo r d 1848 (1865, 1871, 1879, etc.) usado, co m o sabem os, p o r L id d e ll y S c o tt2.
1 Y o he u tiliz ad o , p o r e je m p lo , la «F ü n ft e , u n ter M it w ir k u n g v o n E rn st W in d is c h u m g e a rb e itete A u f l a g e » , L e ip z ig 1879. 2 A d e m á s d el lib ro d e V e itc h q u e sigue sien d o h o y la o b r a s ta n d a rd , se p u e d e n m e n c io n a r o tro s d o s de m e n o r d ifu s ió n : W . H e n se ll, Griechisch V e rb a l- Verzeichnis..., P r a g a 1881 y G . T r a u t , L e x ik o n iiber die F o rm en der griech. Verba, G ie s se n 1867.
129
HISTORIA DE L A LEXICOGRAFIA GRIEGA MODERNA
Existen
otros
varios
diccionarios
de
S in on im ia1, P ro s o d ia 2, Présta
mos, etc., de m enor interés.
D . D iccion a rios de nombres propios, m itológicos y realia U n a vez más nos encontram os con el problem a de la selección de títulos y el escaso espacio. M u y brevem ente vam os a citar las obras principales de este epígrafe del x ix : G . Ch. Crusius, Griechisch-deutsches Wdrterbuch der mythologischen, historischen und geographischen Eigennamen, nebst beigefügter K urzer E rklarung und Angabe der Silbenlange, H an n over 1832. A . Pauly, R eal-Encyclopádie der classischen Altertumswissenschaft, 6 vols, 1839-52. W . Pape, W drterbuch der griechischen Eigennamen, Braunschweig 1842. R e e laboración de G. Benseler, L e ip z ig 1862. A . Fick, D ie griechischen Personennamen, G óttin gen 1874. R eelab oración de F. Bechtel, G óttin gen 1894. W . H . Roscher, Ausführliches L e x ic ó n der griechischen und rómischen M y th o logie, L e ip z ig 1884 y ss. C ualquiera de estas obras exigiría un com entario p o r lo largo (y en concreto el Pau ly-W issow a m erecería una tesis de licenciatura o de d o cto rado). Sin em bargo, los diccionarios de realia tienen un interés muy tan gencial para nosotros y es p o r ello p o r lo que nos lim itam os a m encionar los más conocidos.
E. L a L e x ico g ra fía en Francia L o s diccionarios griego-francés merecen un epígrafe aparte p or la influen cia que han ejercido en España y en los otros países latinos. L a prim era obra im portante es el D ictionnaire Grec-Frangais, composé sur un nouveau plan, oü sont reunís et coordonnés les travaux de H enri-E tienne, de Schneider, de Passow e t des m eilleurs lexicographes et grammariens anciens et modernes de C. A lexan dre, París 1830, obra excelente para su época. Sin em bargo, la ob ra más im portante y que hem os m anejado todos en
1 E ntre los d iccio n ario s de sin o n im ia, recuérdense las o b ra s de. J. T h . V ó m e l, D éutsch -griech isches synonym isches W drterbuch, F r a n k fu rt 1819; J. H . H . Schm idt, Synonym ik der griechischen Sprache, L e ip z ig
1876-86 (4 v o ls .);
F.
B o isso n ad e, L ex iq u e
de synonym es grecs,
P a ris
1883 y
G . H ein e, Synonym ik des neutestamentlichen Griechisch, L e ip z ig 1898. 2 E x istían d iccio n ario s p oéticos (c o n vistas a la versific ació n ) y a desde el siglo xv i. E n el siglo x ix los m ás c o n o c id o s so n los de J. F . C . G r á ffe , Prosodisches L e x ic ó n der griech. Sprache, aus den heroischen D ichtern Zusam m engetragen,
G ó ttin g e n
1811, J.
Plan ch e,
Dictionnaire
du style
poétique dans la langue grecque, avec la concordance des trois poésies grecque, latine et frangaise, P a ris 1849 y E. M a tt b y , G reek Gradus, with a L a tin and English translation, L o n d re s , 3.a ed. 1850 (la 1.a ed. de esta o b r a h a b ía sid o h echa p o r T h . M o r e e l en E to n , 1762).
130
JAVIER LOPEZ FACAL
España es el D iction n a ire Grec-Frangais, rédigé avec le concours de M . E. E gger, a Fusage des éléves des Lycées et des Colleges, comprenant... par M . A . Bailly, París 1894 (26.a edición revisada p or L. Séchan y P. Chantraine, 1963). Se trata de un diccionario escolar, pero excelente: quizá el m ejor que exista1. E l m ism o autor se confiesa «m oin s étendu que les volum ineux répertoires de Passow ou de Pape en A llem agn e, de Liddell-S cott en A n g leterre». E n este sentido suprime, p o r ejem plo, las glosas y palabras raras que un alum no no suele necesitar. N o obstante esto, en algunos aspectos es más com p leto que los diccionarios gran des: p o r ejem plo, en el tratam iento de léxico cristiano y tardío, en la especificación de m étrica y prosodia, en la etim o lo gía (sigue a Curtius), en la inclusión de nom bres propios, en sus apéndices de realia (los «ta b le a u x » del final), en la traducción sistemática de los ejem plos. T am b ién es más preciso y com pleto a la hora de citar que sus predecesores y con tem porá neos: en un prin cipio pensaba ofrecer sólo el nom bre del autor griego, pero aprovechando un proyecto de cam bio de planes de estudios, no publicó ensegui da el diccionario, sino que — esperando a tiem pos más favorables a los estudios griegos— lo com pletó con las menciones expresas de ob ra y num eración precisa de cada cita. R eco ge la in form ación aparecida últim am ente en las obras de Sophocles, K ou m a n u d is2, Veitch, M eisterhans3 y Curtius. L o s artículos del diccionario están m uy bien hechos y tienen un aspecto unitario que se echa en falta en diccionarios m ayores (se nota que son obra de una sola persona). Se com ponen de fo rm a del lema, cantidad (entre corchetes), sentidos organizados a partir de la «G ru n d b ed eu tu n g» e tim o ló g i ca, in form ación m o rfo ló g ic a y dialectal y, finalmente, etim ología. Su lista de autores es bastante com pleta pero las ediciones que sigue están hoy superadas en su m ayoría. Adem ás, las sucesivas revisiones no las han m od ificad o y h oy resultan muy incóm odas. P o r otra parte, y ya desde la prim era edición, es frecuente que para un solo autor dé varias ediciones sin que sepamos cuál sigue en cada caso ya que el criterio es bastante arbitrario. T a l es el caso, p or poner un ejem plo, de Platón, para el que da las ediciones de Baiter, O relli y W inckelm ann (1839-74), de Stalbaum (1827-77), de C. F. H erm ann (1873-74) y de M . Schanz (1875-87). A dem ás el fa llo principal de no haber tenido en cuenta las nuevas ediciones que han aparecido en este siglo, es que los textos antiguos cam bian y un estudiante que m aneje el B ailly se encontrará con muchas pala bras que no aparecen en su diccionario, lo cual le crea problem as. R ecu erdo que en m i ejem plar del B ailly de mis tiem pos de estudiante, iba anotando en los márgenes las palabras que m e encontraba en los textos y no estaban docum en
1 C o m o es s a b id o existen versiones «in te rm e d ía te » y «lit t le » d el L .S .J ., p e ro son a m i ju ic io in feriores al B a illy a p esar de su in discutible calid ad . U n a o b r a m u y interesante de tipo e sc o la r es el D iziona río Ilústralo G reco-Italiano, «e d iz io n e a d attata e a g g io r n a t a » del Interm edíate (F lo r e n cia 1975), re alizad o p o r Q . C a ta u d e lla , M . M a n fr e d i y F. di Benedetto.
2 X u va yw yí) Xé^ eojv á9r¡aau p íaru v év
t o ií-
éXAr/vimig
A e ^ in o íg , ím d A. K o u fia vo u ó r j, A te n a s 1883,
3 Gram m atik der attischen Inschriften, 2.a ed., B erlín 1888.
131
HISTORIA DE L A LEXICOGRAFIA GRIEGA MODERNA
tadas en el d iccio n a rio : son un núm ero considerable a pesar de los no muchos autores que maneja un estudiante de clásicas. P o r lo demás el diccionario es excelente no sólo para su época, sino incluso hoy día para los estudiantes de Francia, Italia, España, etc. M ientras sigan estando inexplicablem ente ausentes de nuestras licenciaturas los textos ! ■ papiráceos documentales y, en m enor m edida, los epigráficos, el B ailly segui rá siendo un diccionario casi perfecto.
8.
El
s ig l o
xx:
p o l é m ic a a
p r o p ó s it o d e u n
nuevo
T
hesaurus
A finales del siglo pasado se fundaba en V ien a el A rc h iv o de L ex ico gra fía latina con su revista correspondiente, con vistas a com enzar los trabajos de edición de un nuevo Thesaurus Linguae Latinae. Esta obra se in ició en el año 1900 y, com o es sabido, todavía está inconclusa. E l ejem plo de los lexicógrafos latinos estimuló a los helenistas a plantearse la conveniencia de iniciar tam bién un verdadero Thesaurus Linguae Graecae. En este sentido, en 1904, Sir R ich ard Jebb lanzó la propuesta en la Asam blea general de la A so cia ción Internacional de Academ ias: el Thesaurus griego abarcaría el léxico com prendido entre H o m ero y el siglo vn d. C. Se nom bró un com ité encargado de p rom over la empresa, com puesto p o r Jebb, H, Diels, G om perz, H eiberg, Krum bacher, L e o y Perrot. En 1905 entró a form ar parte del com ité P. Kretschm er, quien propuso la fundación de un « A r c h iv » p erió dico y un centro para el alm acenam iento de material. Sin em bargo Herm ann Diels abrigaba serias dudas con respecto a la viabilidad
del proyecto.
Ya
en
1899 en su introducción
a Elem entum
(p. I X ss.), dirigida a W . v. H artel, había publicado sus puntos de vista referentes a esta cuestión. D ecía que el com enzar p o r un Thesaurus latino en vez de uno griego, era un
u a re p ov rrpÓTepov
ya que no se podía estudiar el léxico
latino sin conocer previam ente el griego, que tanto había influido sobre aquél. Sin em bargo, adm itía ya que la empresa, tan necesaria, había que dejarla para generaciones futuras. En 1905 en un artículo publicado en Neue Jahrbücher (p. 692 ss.) insistía Diels en la im posibilidad de la tarea. Según él la literatura griega era, p or lo menos, diez veces más extensa que la latina y además tenía la dificultad de las variantes dialectales, la enorm e riqueza léxica, la extensión tem poral, carecía de ediciones críticas para muchos autores, faltaban ediciones de fragmentos, etc. P o r otra parte — continúa Diels—
aun suponiendo que
disponem os de todas las ediciones, que éstas son despojadas y papeleteadas p o r un ejército de colaboradores, archivadas las fichas en un inmenso local, ¿de dónde sacaremos el dinero, el tiem po y el poder para organizar este material, introduciendo N ou s en el Caos? M ás aún, si las Academ ias pudie ran reunir los 10 m illones de m arcos necesarios para redactar un Thesaurus de unos 120 volúmenes, ¿qué helenista tendría dinero para com prar esta obra que podría costar 6.000 m arcos? Y si pudiese com prarla, ¿quién podría leer y usar semejante m onstruosidad? P o r todas estas razones D iels era partidario
132
JAVIER LOPEZ FACAL
de hacer no un Thesaurus, sino 10 (id ea que ya había expuesto E. A . W o l f casi un siglo antes1), es decir, uno p o r cada una de las ramas principales de la literatura griega: épica, lírica, tragedia, com edia, filosofía, historia, m ate m ática y técnica, m edicina, gram ática y literatura judeo-cristiana, cada uno de los cuales sería, en su opin ión , igual que el Thesaurus latino. A pesar de estas críticas de Diels, la idea no se abandona de m om ento. En este m ism o año muere Sir R ich ard Jebb y es sucedido p o r B yw ater que cede el puesto a G om p erz. A l año siguiente hay una reunión en V ien a para tratar del problem a. En ella, y en otras reuniones posteriores, se decide abandonar la idea de los 10 Thesauri p or antieconóm ica e in có m o d a : había que m anejar sim ultáneam ente diez obras y repetir en cada una de ellas las mismas palabras y las mismas traducciones, con lo cual se desaprovechaba tiem po, espacio y dinero. Existían además problem as teóricos que desaconse jaban esta solución, com o el hecho de que la lengua es unitaria ya la use un trágico o un cóm ico. Se rechazó asim ism o la propuesta de K ru m bach er de incluir el griego bizantino y m edieval, y las propuestas de filó lo g o s griegos de incluir el griego m oderno. Se encargó a la A ca d em ia británica que hiciese cálculos econ óm icos y estudiasen el modus operandi. Estos decidieron que el m ejor m o d elo n o era el Thesaurus latino sino el New English D iction a ry on H is to ric a l P rin cip ie s 2. Se planteó e l p roblem a de cuál había de ser la lengua de salida (en el com ité había anglo- franco- y alem ano-hablantes) y otras muchas cuestiones3. En tod o caso eí tem a fue m uriendo p or consunción, com o asim ism o el p atriótico p royecto lanzado p o r filó lo g o s helenos de hacer un Thesaurus cuya publicación había de com enzar en 1921, coincidiendo con el prim er centena rio de la independencia de G recia. Finalm ente la 1.a G uerra M u n d ial acabaría p o r dar la puntilla al proyecto. D e esta m anera se abandonó — quizá ya para siempre— la idea de hacer un Thesaurus griego. H o y en día, en el ú ltim o cuarto del siglo xx, es quizá un anacronism o plantear la necesidad de un Thesaurus griego c lá s ic o : los ordenadores electró nicos, com o verem os, han revolu cion ado los m étodos, y el con cepto m ism o, de este tipo de obras.
9.
D
ic c i o n a r i o s e s p e c ia l e s d e l s ig l o x x
L a lexicografía griega del siglo x x continúa los mism os m étodos y fines que la del xix. R ealícen te el cam bio de siglo no supone solución de continui
1 F . A . W o l f , Vorlesungen über die Altertumswissenschaft, 1, p. 187. 2 12 v o ls., O x fo r d 1888-1961. A p ro p ó s ito de esta o b r a m aestra de la le x ic o g ra fía p u e d e n verse su « I n t r o d u c t io n », escrita p o r Jam es A . H . M u r r a y en 1933, o el artículo de H a n s A a r s le ff, citad o en p. 122, n. 1, entre o tr a ab u n d a n te b ib lio g r a fía . V e r W e lls , o b . cit. 3 P a r a esta cuestión es interesante (a u n q u e reiterativo y a lg o c o n fu s o ) el artíc u lo d e P. K re ts c h m er, « D e r P la n eines T h e sa u ru s der griechischen S p ra c h e » p u b lic a d o en el p rim e r n ú m e ro d e Glotta (19 09) p p . 339-348.
HISTORIA DE L A LEXICOGRAFIA GRIEGA MODERNA
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dad en este cam po, y sólo a partir de la década de 1950 a 1960 em piezan a cam biar las cosas con la aplicación p rogresiva de ordenadores electrónicos a trabajos lexicográficos. E videntem ente el siglo x x supone un progreso con respecto al precedente, p o r cuanto se opera con ediciones m ejores, se hacen diccionarios de autores y géneros que el siglo x ix había pasado p o r alto y se dispone de un andam iaje teórico (desarrollo de la sem ántica) más depurado. Sin pretensiones de exhaustividad, veam os ahora los logros principales de nuestro siglo en esta parcela.
A . D iccion a rios de autor R em itim os una v e z más al R ep ertoriu m L éxicogra p h icu m Graecum de Riensenfeld y al P r ó lo g o del D iccio n a rio G riego-E spañol para un in ven tario de los diccionarios de autor. N o obstante vam os a exam inar ahora algunos de éstos. H o m e ro : en 1955 salió el prim er fascículo del elefantiásico L e x ic ó n
des
frühgriechischen Epos... herausgegeben vo n Bruno Snell. V eran tw ortlích er R ed a k to r H ans Joachim M ette, G óttin gen 1955. Esta obra, que incluye tam bién a H esíod o, H im nos, Vitae, Certamen y fragm entos, se enm arca dentro de un vasto plan que, de acuerdo con las propuestas de H erm ann D iels (cf. supra), pretende ir haciendo un Thesaurus Linguae Graecae en porciones. C uando esté term inado el L fg rE , a pesar de su reducido cam po de estudio, abarcará «e tw a a u f den anderthalbfachen U m fa n g des G reekEnglish L ex icó n v o n L id d e ll-S c o tt...» (p. IX ). U n a o b ra tan am biciosa exigiría un com entario detenido, ya que resuelve en la práctica una serie de cuestiones que se habían suscitado y discutido a principios de este siglo. N o es este el lugar para hacerlo. R em itim os al lector a la ob ra m ism a y a la reseña larguísim a y enorm em ente crítica que publicó B. M a rzu llo en Philologus 101, 1957, pp. 169-216 con el título «Z u m L ex ik o n des F rü h griechischen E p o s». H e s ío d o : L e x ic ó n Hesiodeum cum Índice inverso par M . H o fin g er, tom o 1 (a-5), Leiden 1975, In d ex inversus, Leiden 1973. Excelente léxico que viene a sustituir al superado In d ex de J. Paulson (L u n d 1890). L ír ic o s : Ind ex Verborum zur frühgriechischen L y r ik vo n G. Fatou ros, H eidelberg 1966. A pesar de sus frecuentes errores y om isiones y de lo m al editado que está, es la única obra de conjunto de que disponem os. Véase la larga y crítica reseña que hizo de esta obra M . F ern án dez-G alian o en Gnomon 41, 1969, pp. 1-9. P resocráticos: e l tom o I I I de la con ocid a obra de D ie ls -K ra n z D ie Fragm ente der V orsokratiker contiene un W ortind ex realizado p o r W . K ra n z bastante aceptable. L a 1f ed ición es de 1903. C arecem os de léxico de estos filósofos. P índaro : L e x ic ó n to
by W illia m J. Slater, Berlín 1969. O bra excelente.
E squ ilo: disponem os de un In d ex general, realizado p o r G. Ita lie (L e i den 1955) y una serie de C oncordancias hechas con ayuda de ord en ad or
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JAVIER LOPEZ FAC AL
p or H . H o lm b o e ( Persas, P ro m e te o Encadenado, A arh u s 1971). Este autor piensa hacer posteriorm ente unas concordancias generales de E squ ilo. E u rípides: A Concordance to Eurípides by J. T. A lie n and G . Italie, L o n dres 1954. C. C o lla rd está haciendo un léxico eu ripideo (cf. « A
p rop osa l
fo r a lexicón to E u ríp id es» B IC S 18, 1971, pp. 134-143). A ristó fa n es: In d e x Aristophaneus de O. J. T o d d , C am b rid ge (M a s s .)
1932.
H e r ó d o to : L e x ic ó n to H erodotus de J. E. P o w ell, C am b rid ge 1938. E xcelente obra. P o lib io : P o ly b io s -L e x ico n ... bearb. vo n A . M auersberger, Berlin 1956 ss. F ilo d e m o :
L e x ic ó n
Philodem eum ,
C.
J.
V ooys,
Pu rm eren d -A m sterd am
1934-1941. F iló n A le ja n d rin o : Indices ad P h ilon is A lexa n d rin i O pera com p osu it I. Leisegang, Berlin 1926-1930. M ás com p leto en cuanto a lem as y con más docum entaciones (aunque carece en absoluto de con textos)
es el In d e x
Philoneus de G . M a yer, Berlin 1974. J osefo: A L e x ic ó n to Josephus, H . St. John T h ack eray y R . M arcus, P a ris 1930 ss.; A C om plete Concordance to Flavius Josephus, K . H . R en gsto rf, L eid en 1973 ss. N o n n o : L e x ic ó n zu den D ionysiaka des Nonnos, W . Peek, H ild esh eim 1968 ss. H a y que m en cion ar tam bién el In d ice H ip o c rá tic o que se está haciendo en H a m b u rg o b ajo la dirección de U . Fleischer y del que to d a v ía no se ha pu blicado nada, aunque está bastante avan zado (n o so tro s hem os m an ejado una fo to c o p ia del origin 1 de a a ánpocpámoroq). T a m b ién debe recordarse la benem érita la b or de G e o r g O lm s y A d o l f M . H a k k ert que reim prim en obras del X V I I I y X I X difíciles de conseguir.
B. D iccio n a rio s de griego cristiano Se ha p rogresado m ucho en este cam po durante el siglo x x , a pesar de lo m ucho que se había trabajado y a en el x i x : el descubrim iento de la p a p iro lo g ía supuso una ayuda fundam ental para con ocer el léxico eva n gélico y patrístico. Las obras principales de este siglo son: W.
Bauer,
G riechisch-D eutsches
W órterbuch zu den S ch riften
des Neuen
Testaments und der übrigen urchristlichen L ite ra tu r. L a prim era ed ición de esta o b ra (G iessen 1928) era una revisión del d iccion a rio de E rw in Preuschen, al que m ejorab a m anifiestam ente. E n 1937 salió la 2.a ed ición (3.a de Preuschen). L a 4.a ed ición supuso un gran paso adelante (1952). D e ésta se hizo una versión al inglés (A
G reek-E nglish L e x ic ó n o f the
New Testam ent and other early Christian L itera tu re, p o r W . F. A r n d t y F. W . G rin grich , C h icago 1957) que es, h oy p o r hoy, la ob ra m e jo r en su género. A ñ a d e bastante m aterial al origin a l (palabras nuevas, etc.) e incluye etim ología . M o u lto n , J. H . y M illiga n , G .,
The
Vocabulary o f the G reek
Testament,
Londres, 1930 (p rim ero se había pu blicado en fascículos y sólo en 1 30
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HISTORIA DE L A LEXICOGRAFIA GRIEGA MODERNA
apareció editado en un volum en). Este diccionario hace un gran uso de los papiros (dedica la «G e n e ra l In tro d u ctio n » casi exclusivam ente a este tema, incluyendo una breve historia de la p a p irología y un estudio del papiro com o m aterial de escritura, entre otras cosas) y del léxico más o menos contem poráneo al N . T. L o s artículos son muy a típ icos: contienen prolijas explicaciones de las palabras y con frecuencia se lim itan a dar las traducciones de los editores de papiros, inscripciones, etc. Es una obra útil, pero no tan precisa y tan rica com o el B auer-Arndt-G ingrich. G. K ittel, G . Friedrich, Theologisches W drterbuch zum Neuen
Testament,
Stuttgart 1933 ss. (traducción italiana Grande Lessico del Nuovo Testamen to, Brescia 1965 ss.). Esta obra m onum ental (en italiano se publicaba el volum en 9.°en 1974, y la obra está aún inconclusa) no es tanto un d iccio nario léxico cuanto un diccionario teológico de realia. Los artículos son largos y p rolijos: estudian la palabra en el m undo griego y helenístico, trazan su historia en el A n tigu o Testam ento y pasan después al N . T ., en donde insisten en los aspectos teológicos. E l artículo aytoq, p o r ejem plo, redactado p or O. Prokosch, ocupa de la colum na 234 a la 298 de la edición italiana. G . W . H . Lam pe, A P a tristic Greek L e x ic ó n , O x fo rd 1961-1968. Este d iccio nario útilísim o y utilizadísim o tiene, a nuestro juicio, un defecto grave: haber sido concebido com o un com plem ento del L. S. J. (cf. p. I X : «n o w ord which is w ell attested in the latter — e. d. el L.S.J.— and has no particular interest fo r the reader o f the Fathers is included in this b o o k »). O tro defecto es el m encionar varias ediciones para un m ism o autor y citar p or la que m ejor parezca en cada caso. A propósito de su exhaustividad, me hace sospechar que no sea m uy grande el que a veces se encuentran en C ronert palabras — incluso hápax— de literatura patrística que no están documentadas p or Lam pe. A pesar de estos fallos, es una obra insustitui ble y útilísima y en la m edida en que se solapa con Sophocles y D u Cange ha convertido a éstos en meras curiosidades históricas.
C. D iccionarios etim ológicos, gram aticales e inversos E l prim er diccionario etim ológico que se publica en este siglo es el Handbuch der griechischen E ty m ologie de L e o
M eyer (L e ip z ig 1901-1902,
4 vols.), del que dice Boisacq en su p ró lo g o «q u i n’est pourtant pas un manuel, car ce livre ne contient ni régles ni préceptes, et n’est pas autre chose qu’ un dictionnaire bizarrem ént ordonné et aussi peu étym ologiqu e que possible: la plupart des m ots y son suivis de la m ention «d u n k e l» ou «u n erk la rt» ou «etym o lo gisch nicht verstándlich», alors que des solutions définitives ou du moins satisfaisantes ont été trouvés pour un gran nom bre d ’entre eu x...» En 1916 salía en H eid elb erg (W in ter) y Paris (K lin ck sieck ) el D ic tio n naire étym ologique de la langue grecque... de É m ile Boisacq. Este autor constata en el p ró lo g o que «les vues se sont profondém ent m odifiées depuis
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JAVIER LOPEZ FACAL
Fim portan t ou vrage de G e o rg Curtius, Grundzüge der griechischen E ty m o logie, 5.e éd ition (1879). U n principe dom ine la n éo gra m m a ire: « L e s lois phonétiques ne souffrent pas d’e x c e p tio n »; seule, l’ analogie tend á n iveler les p arad igm es...» Este d iccion ario está hecho, pues, dentro de la o rto d o x ia neogram ática y dentro de esta concepción y de las lim itaciones que tienen todos los diccionarios etim ológicos, es una ob ra excelente a la que e l Frisk no ha arrinconado. A lo largo del siglo se publicaron otros varios diccionarios más o m enos escolares en los que no vam os a detenernos. En 1954, tam bién en la W in te r de H eidelberg, aparecía la L ie fe ru n g .1 del Griechisches Etym ologisches W órterbuch de H ja lm a r Frisk, que se term inaría de publicar en 1970 {Lieferu n g 22). Posteriorm ente, en 1972, se rem ataba la ob ra con un to m ito de N achtráge, W ortregister, Corrigenda y N achw ort. Este es, sin duda, el d iccion ario más com p leto de la actualidad. Su m érito principal es la concisión, la abundancia de referencias bibliográficas y de m aterial en general. Su inconveniente más grave es quizá un exceso de cautela y conser vadurism o aunque se utilizan los datos del m icénico — -con m ucha pruden cia— , se ign ora la teoría laringal y en general las nuevas concepciones de la indoeuropeística, lo cual, a estas alturas, lo con vierte en una especie de ep ígo n o de los neogram áticos. Pierre Chantraine, que a lo largo de su fecunda vida había publicado m uchos trabajos sobre vocab u lario griego, sacó en 1968 el prim er fascículo de su D iction n a ire étym ologique de la langue grecque.
H istoire
des mots
(París, K lín ck sieck ). Esta obra atiende más a la historia de las palabras que a la etim o lo g ía propiam ente dicha. T ien e com o m od elo el E rn ou t-M eillet de latín, haciendo especial hincapié en la parte de pura diacron ía de Ernout.
Sus concepciones teóricas son m enos cautas que las de
Frisk:
acepta sin recelos el m icénico y la teoría laringal, y está de acuerdo con la sem ántica estructural («le s élém ents du vocabu laire
appartiennent á un
systéme et se déñnissent par o p p o sitio n entre eux. M a is ils cou vren t chacun un certain cham p sém antique...», p. X I).
D ed ica especial atención a la
onom ástica (lo cual es un acierto a nuestro ju icio ), a los com puestos y al vocab u lario ep igrá fico y de glosas. En to d o caso el D iction n a ire... es más interesante para estudiar diacrónicam ente los significados de las palabras que para la e tim o lo g ía propiam en te dicha. L a ob ra ha quedado in com pleta a la muerte de Chantraine: el fascículo segundo (e-n) apareció en 1970 y el tercero (A-rr) en diciem bre de 1974. C han traine había dejado un m anuscrito term inado hasta
HISTORIA DE L A LEXICOGRAFIA GRIEGA M ODERNA
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escribo’» , sino del francés photographie, n eologism o acuñado sobre un posible tpioTOYpoupía, y otros útiles datos de este tip o 1. Entre los diccionarios gram aticales publicados en este siglo puede m en cio narse el de John J. B odoh , A n In d ex o f G reek Verb Form s, H ild esh eim -N u eva Y o r k 1970, escolar, pero útil. En este siglo se han publicado tam bién varios diccionarios inversos del griego y griego m odern o. Su utilidad es evidente, p o r ejem plo, para llenar las lagunas de los textos papiráceos, averiguar el sentido de com puestos hápax, etc. Entre ellos son m uy u tilizados el R ücklaufiges W órterbuch der griech. Sprache, G o ttin gen 1944, de Paul K retsch m er (ausgearb. vo n Ernst L o ck er). H a y una segunda ed ición de 1963 «m it Ergánzungen v o n G e o rg K isser». T am b ién es con ocid o A Reverse In d ex o f G reek N oun and Adjectives... de C a ri D a rlin g Buck, C h icago 1945, que a diferencia del anterior m enciona los autores, papiros, inscripciones, etc., que docum entan las palabras. Este lib ro no está organ izad o alfabéticam ente (m ejo r dicho, antialfabéticam ente) com o un diccionario, sino p o r temas (vocales, nasales, líquidas, etc.). R ealm en te se com plem enta con el Kretschm er. H a y adem ás un d iccion ario inverso de nom bres propios, de D o r n s e iff y Hansen (B erlin, 1957), de textos papiráceos (d e O tto vo n G raden w itz, B er lin 1951), de autores (H e s ío d o , cf. supra), etc. En griego m od ern o se ha pu blicado tam bién un ’Avríarpoipov Xe^imv Trjg véaq ¿AArjviwjg de G . I. K ou rm u lis, A ten as 1967.
D. D iccion a rios de realia y nombres propios L a produ cción de enciclopedias del m undo clásico es m uy abundante en casi todos los países de E u rop a en este siglo. L a ob ra más extensa es, naturalm ente, el P au ly-W issow a que si bien se com en zó a finales del siglo pasado, es en este siglo cuando se publican más volúm enes y se termina. C on tan do sus volúm enes físicos (es decir, contando cada H albband com o un to m o ) tiene 67, más 14 de Suplem entos, lo cual la convierte no y á “'en la enciclopedia clásica más extensa, sino incluso en una de las enciclopedias más extensas que se hayan hecho en cualquier especialidad (L a grande encyclopédie tiene 31 volúm enes, la B ritannica en su últim a ed ición de tres partes — M icrop a ed ia , M acrop aed ia, P ro p a ed ia — tiene 30 volúm enes, etc.). D e esta ob ra se ha hecho una especie de resumen llam ado D e r K lein e Pauly. L e x ik o n der A n tik e... bearb. und hrsg. von K . Z ie g le r und W . Sontheimer. Se pretendía hacer una ob ra de 4 volúm enes de 800 páginas, a dos colum nas p o r página, pero se ha llegado a 5 vols. de más de 1.500 pp. cada
1 E l p o r lo d em ás excelente D iccionario crítico etim ológico de la lengua castellana de J o a n C o r a m in a s es u n eje m p lo d e im p re cisió n y fa lta de a c rib ía en eí trata m ien to de la s etim o lo g ía s griegas.
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JAVIER LO PEZ F A C A L
uno. E l p rim er fascícu lo carece de fecha, el 2.° trae 1962 en el C o p y rig h t; e l ú ltim o es de 1975. T a m b ié n en A le m a n ia se pueden m en cion ar el R e a lle x ik o n f ü r A n tik e und C hristentum (T . K lau ser, Stuttgart 1950 ss., 8 tom os in c o m p le to s ; la L ie fe ru n g 69, de 1975, llega hasta « G e l d » («G e ld w ir ts c h a ft»). E l R A C , c o m o suele citarse, es la o b ra standard p ara los p rim eros siglos del cristianism o. D e las obras en un solo to m o sin duda la m e jo r es el L e x ik o n der A lte n W e lt de la e d ito ria l A rte m is de Z ü rich y Stuttgart (1965), en la que han c o la b o ra d o , entre otros, H a rtm u t Erbse y O l o f G ig o n . D e n tro del ep íg ra fe de n om bres p ro p io s el estudio in evitab le es la P ro s o pogra p h ia a ttica de J. E. K irch n er, 2 vols., 1901-1903, que inclu ye los n om b res aparecidos en fuentes literarias y ep igráficas del A tic a hasta la é p o c a de A u gu sto. T a m b ién es útil el L e x iq u e de géographie ancienne de M . Besnier, Paris 1914. A p a rte de las en ciclopedias alem anas, es m uy u tiliza d a para estudios de a rq u e o lo g ía y arte la E nciclop ed ia delFarte antica classica e o rié n tale (G . Treccan i, R o m a 1957-1966, 7 vols.). E ntre las obras m enores p o r su tam año destaca e l The O x fo r d C lassical D ic tio n a ry (O x fo r d
1949, 2.a ed. 1970) ed ita d o p o r N . G . L .
H am m ond y
H . H . Scullard que en sus m il y p ico páginas a dos colum nas, o fre c e una increíble riqu eza de in fo rm a c ió n co n una gran clarid ad y a un p recio m u y asequible incluso para estudiantes. F inalm ente, en España, d eb em os record ar el D ic c io n a rio del mundo clásico d irig id o p o r el P. I. E rran don ea, M a d rid , L a b o r 1954, en dos volú m en es que no descuella p o r su exactitu d y rigor. E n cuanto a d iccion arios de papiros, a pesar de fo rm a r parte de la le x ic o gra fía especial d el siglo x x , nos ocu p arem os de ellos en o tro cap ítu lo de este lib ro (cf. in fra I I . 3).
10. E l D ic c io n a r io G r ie g o -E s p a ñ o l (D G E ) L a 9.a ed ició n de L.S.J. de 1940 supuso un gran avance con respecto a la 8.a de 1897, c o m o ya hem os dicho. Sin em b a rgo , el suplem ento de 1968 no m arca un p rogreso com parable. E sta tarea de hacer dar a la le x ic o g ra fía griega un d ecid id o paso adelante desde la co ta alcanzada p o r L.S.J. corre a ca rgo actualm ente del D .G .E . Se trata de una o b ra com en za d a en 1962 p o r D . Fran cisco R o d ríg u e z A d ra d o s y un gru po de colab orad ores, en el In stitu to « A n t o n io de N e b r ija » del C on sejo S u p erior de In vestigacion es C ien tíficas. En el m o m en to de redactar estas líneas está en im pren ta el p rim er fascícu lo que com p ren d e un a m p lio p ró lo g o , las listas de autores y obras, pu blicacion es p a p irológica s, pu blicaciones ep igráficas y lista general de abreviaturas, así c o m o los artículos del d iccion a rio hasta áAAá inclusive. E l p ro greso que supone esta o b ra con respecto a L.S.J. es grande. P ara em pezar, los autores con que trabaja son 1000 (un m illa r) más que los de Liddell-S cott-Jon es, el núm ero de coleccion es p a p iro ló gica s du plica las de L.S.J. y el de inscripciones es tam bién bastante más com p leto. D e to d o e llo
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HISTORIA DE L A LEXICOGRAFIA GRIEGA M ODERNA
procede una m asa de m aterial d ifícilm en te cuantificable pero que en to d o caso supera al d iccion ario inglés entre un 30 % y un 50 %. A diferen cia del diccion ario oxoniense incluye nom bres p rop ios (to d o s los de la literatura griega antigua y los de H ispania antigua) y el léxico cristiano y patrístico. Las razones para incluir estas parcelas del léxico son obvias y y a las hem os expuesto de pasada: un d iccion ario no es un fin en sí m ism o, sino un m edio. E l criterio fundam ental que debe presidir su e la b o ra ció n es la utilidad, y en este sentido es m uy útil y necesario disponer de los nom bres p rop ios en un diccion ario general para no tener que acudir a uno especializado a cada paso. A d em ás los nom bres p rop ios son tan palabras de una lengua c o m o el resto del voca b u la rio y con frecuencia ofrecen una in fo rm a ció n m uy ú til (cf. supra eí tratam iento de los nom bres p rop ios en el diccion ario de Chantraine). P o r lo qúe respecta al léxico cristiano y a hem os dicho que es de to d o punto arbitraria su exclu sión p or razones de purism o o de cualquier o tro tipo. El tratam iento que hace L.S.J. del léxico de N o n n o (cf. supra) es un ejem p lo de ío que no debe hacer un d iccion ario general griego. E l D .G .E . tiene adem ás la ventaja sobre L.S.J. de haberse em p eza d o a hacer en 1962. Esto le perm ite op erar con ediciones m odernas, más asequi bles para sus usuarios y m ejores. L e perm ite adem ás disponer de léxicos, índices y concordancias realizadas en este siglo. L e perm ite tener acceso a nuevas publicaciones de textos principalm ente p a p iro ló g ico s y epigráficos (piénsese en M en a n d ro, o en el nu evo fragm en to de A r q u ílo c o publicado p o r M erk elb ach y W e s t en Z P E 14, 1974, p. 97 ss., etc.). A d em á s puede op erar a partir de los presupuestos de la sem ántica y la lexicogra fía m o dernas, disciplinas sobre las que su director y colab orad ores han escrito estudios m o n o g rá fic o s 1. P o r to d o ello el D .G .E . es el d iccion ario griego a la altura de nuestra época, co m o lo era el de Passow a principios del x ix o e l L.S. a finales del siglo pasado. E l D .G .E . se basa en sus predecesores, continúa su tra d ición y avanza en el cam ino que ellos m arcaron. D em ostrar este progreso es m uy fá cil: no habría más que co p ia r uno al la d o de o tro una serie de artículos del L.S.J. y el D .G .E . N o p od em os hacerlo porqu e ocuparían m ucho espacio (piénsese, p o r ejem p lo, que el artículo á\f¡6sia que en L.S.J. tiene unas 50 d o cum entaciones en el D .G .E . tiene unas 150, lo cual ocu paría varias páginas con esta tip o gra fía ). Sin em b argo, vam os a reproducir, p o r curiosidad, el prim er artículo de am bos diccionarios, ya que es breve: L.S.J.9: A , a, áA
tó
e lg
and
tó
indecl., first letter o f the G r. alph abet:
npÓ JTog,
as
but ,a — 1000
indecl. I en e l sistema gráf. y fo n o ló g ic o alfa
ópag
... o t i t o ü
a... Pl. Cra. 393 e, etc. II c o m o num eral 1 uno, p rim e ro , I G 9 (1). 334.11 (L ó c rid e V a. C .), etc. (se distingue de la letra p o r diferente p osición y
1
A p ro p ó s it o de las co n c e p c io n e s teóricas so bre las q u e descan sa el D . G . E . y d e la o r g a n iz a
ción sem án tica de sus artícu los, v éase la 3.“ p a rte de este lib ro y s o b re to d o e l cap . I I I . 1.
140
JAVIER L O P E Z F A C A L
signos d ia crítico s: <
: A : , Á á , A ' a’). 2 c. o tro s signos d ia c rític o s (,a ’A,
A ’) m il Tihároq xai nfjxoq ópyuitúv, á noioQoai kírpaq 5 H e r o G eom . p. 198. 3. fig. p r in c ip io ¿ycL> eipl tó
A
nal tó O A p o c . 1.8 (v a r.), e f .P M a s p . 4.21 ( V I d .C .).
III 1 p a ra represen tar en n o ta ció n , a lgeb ra ica o no, cu a lq u ier n ú m ero o m a g n itu d x Tpelq ávákoyov earcjoav opot oí A B Í sean x y z tres térm in os en p ro p o rc ió n g e o m é tric a P ap p . p. 88, corto aúp.fi£Tpa ¡íeyédea AB,
tó
ABÍ
ópdrjv é'xov Tfjv uno B A Í yuivíav sea A B C un triá n g u lo rectá n gu lo que tiene e l ángulo re c to B A C Eu. 1.47. 3 c o m o s ím b o lo de un á to m o óiaqtépsi y dtp t ó fiév A
to ü
N o x w q ti L eu cip p . (o D e m o c r .) A 6. 4 c o m o n o ta m u sical a « a i
jBapeía la n o ta m ás agu da en e l m o d o h ip e re o lio según e l g én ero d ia tó n ico , A ly p . 6.31. IV c o m o s o n id o m á g ic o (inclu so, tal vez, en una especie de n o ta c ió n m u sical) en ab racad ab ras P M a g .
1.13, etc., y otras fó rm u la s
m ágicas, rep etid a aa a a a a P M a g . 2.96, 13. 79, etc., frec. en series a lfa b é ticas y vo cá lica s aerjtouoj, etc., P M a g .
13.905. V
p ara rep resen tar una
sílaba b reve en un esqu em a m é tric o jSajSa jSaa/J ajSj3a (e l e p ic o riá m b ic o o en d eca síla b o s á fic o ) H ep h . M e t r . 14. 1, cf. 14.3-7. H e m o s e le g id o este artícu lo un p o c o al azar y p o r cu riosidad. N a tu r a l m en te e l au m ento n o es siem pre tan grande, p ero co n frecu en cia se d u p lican y aún trip lica n los artícu los de L.S.J. A d e m á s eí n ú m ero de p alab ras nuevas (gen era lm en te h á p a x) d el D .G .E . que aparecen p o r v e z p rim era en d ic c io n a rios es m u y n otab le. O cu rre a veces que e l D . G . E trae palabras o a cep cion es d el léx ico p a p ir o ló g ic o n o docu m en tad as en los d iccio n a rio s esp ecia liza d os, e tc .1 P o r to d o e llo y aunque nem o esse iud ex in sua causa p o te s t n o parece a ven tu ra d o a firm a r que hasta d o n d e llega e l D . G . E es e l m ás c o m p le to d ic c io n a rio de g rie g o a cu alqu ier len gu a m odern a.
11.
E l TLG
d e
C
a l if o r n ia
A p rin cip io s de este siglo n o p o d ía p rever H erm a n n D ie ls la solu ción que los helenistas h ab ían de dar, 70 años después, a la a p o ría de crear un Thesau rus de la len gu a griega. E n e fe c to , desde que se han e m p e za d o a a p lica r los o rd en a d o res a tareas de le x ic o g ra fía grieg a y la tin a 2, ex istía la p o s ib ilid a d de p rocesa r to d o el
1 P a r a m a y o r in fo r m a c ió n s o b re e l D . G . E v éase « E l D ic c io n a r io G r i e g o - E s p a ñ o l : E s t a d o a c tu a l d e lo s t r a b a j o s » , E m é r ita 39,
1971, p p .
1 -3 3 ; « L e
traitem en t d u le x iq u e
D . G . E » , M u s e u m P h ilo lo g u m L o n d in e n se (e n p r e n s a ); « A
p a p y r o lo g iq u e d a n s le
n e w G r e e k L e x i c ó n » , L iv e r p o o l C la ssica l
M o n th ly , O c t. 1976, y e l p r ó lo g o d e l D . G . E . 2 C f. « P a n o r a m a g e n e ra l de los tra ta m ie n to s p o r o r d e n a d o r en F i lo l o g í a y L in g ü ís t ic a g r ie g a y la t in a » , R ev ista de la U n iversid a d C o m p lu ten s e de M a d r i d 25, 102, M a r z o - A b r i l 1976, d e J a v ie r L ó p e z F a c a l y E m ilio F e r n á n d e z G a l i a n o , en d o n d e e x p o n e m o s la h is to ria d e la a p lic a c ió n o r d e n a d o r e s a estas d is c ip lin a s y lo s c a m p o s q u e se h a t r a b a ja d o , e infra c a p ít u lo I I . 7.
de
141
HISTORIA DE L A LEXICOGRAFIA GRIEGA M ODERNA
léxico de la literatura griega en cuestión de meses y era factible realizar esto con ayuda de unas pocas personas. E l inm enso ejército de lexicógra fos d iri gidos p o r una especie de general, trabajan do durante decenios, que se im a g i naba D iels, se reducía a una docen a de especialistas en literatura griega y orden adores que en un par de años despojan veinte m illones de palabras. C o n esta p osib ilid a d en la m ano, en m a yo de 1971 se co m en zó a plan ificar un Thesaurus Linguae Graecae en la U n iversid ad de Irvin e (C a lifo rn ia ), y en ju lio de 1972 se com en zó a trabajar en el p royecto. L o que se p ro p o n e el eq u ip o californ ian o, que dirige el p ro fe s o r T h e o d o re F. Brunner, no es, en realidad, p rodu cir un Thesaurus sem ejante al latin o que va ya a ser pu blicado en m astodón ticos e innum erables volúm enes. L a fin a li dad lex ico grá fica es sólo una entre las m uchas que persigue el T L G , y es m uy p rob ab le que nunca llegue a publicarse, al m enos en la fo rm a a qúe estam os acostum brados. E l eq u ip o ca lifo rn ia n o persigue, en cam bio, crear un banco de datos de tod a la literatura griega antigua (d e H o m e ro al año 700 d .C .) que pueda ser consultado y u tiliza d o p o r m uy diferentes especialistas y con fines m uy v a rio s: lexicógrafos, p a p iró lo go s, epigrafistas, editores de ediciones críticas, lingüistas, d ia lectólogos, estudiosos de religión , filo s o fía , historia, etc. Es decir, frente a los d iccion arios clásicos que son obras term inadas y cerradas, el banco de datos del T L G p o d ría definirse com o un «Thesaurus a b ie r to » que perm ite tratam ientos y utilizaciones m uy dispares. L o s autores d el T L G han calculado que tod a la literatura griega antigua contiene unos 90 m illon es de palabras. A u n con orden adores esta cifra es excesivam ente alta para operar con ella desde un p rin cip io. D e b id o a esto han fra ccio n a d o el p ro y ecto en varias etapas, la prim era de las cuales, actualm ente en ejecución, abarca desde H o m e ro al año 200 d.C. y asciende a 20 m illones de palabras. E l proceso de creación del banco de datos fu n cion a de la siguiente m an e r a 1 : el eq u ip o d el T L G ha hecho una «M a s te r L is t » que contiene unos 1900 autores y obras del p e río d o actualm ente en estudio. En consulta con un com ité de la «A m e r ic a n P h ilo lo g ic a l A s s o c ia tio n » selecciona una ed ició n para cada ob ra que va a ser procesada. U n a v e z adqu irida ésta la prepara página a página («p r e - e d itin g ») y la en vía a una com p añ ía de proceso de datos de C orea. L o s coreanos (¡qu é diría H erm an n D iels de to d o e s t o !) transcriben los textos al c ó d ig o com pren sible p o r la m áquina, p o r du plicado y p o r dos personas diferentes. Se colacion an las dos versiones codificadas y se p erfora n en tarjetas tam bién p o r duplicado. L as tarjetas p erforadas son pasadas a dos cintas que una vez grabadas sufren una colación de la que resulta una cinta
1
H e s a c a d o esta in fo rm a c ió n de u n a c o n fe re n c ia p r o n u n c ia d a en M a d r id (e l 2 8 -IV -7 5 ) p o r T h .
F . B ru n n e r en el m a rc o de u n « C o l o q u i o
s o b re U t iliz a c ió n
de
O rd e n a d o re s en
p r o b le m a s
de
lin g ü ís tic a » o r g a n iz a d o p o r la U n iv e r s id a d C o m p lu te n s e . L a c o n fe ren c ia se h a p u b lic a d o (c f. n o ta a n te rio r) en la R evista de la U niversidad Com plutense de M a d r id c o n el títu lo « E l tra ta m ie n to del léxico g riego co n o r d e n a d o re s en e l Thesaurus L in g u a e G ra eca e» . A d e m á s el T . L . G p u b lic a unas N ew sletter de p e r io d ic id a d v a r ia b le e n las q u e se in fo r m a de la m a rc h a d el p ro y ecto .
142
JAVIER L O P E Z F A C A L
única. E sta c in ta se e n v ía al T L G
qu e c o m p ru e b a su e x a c titu d (s e g ú n e l
c o n tr a to la p r o p o r c ió n de e rro re s n o p u ed e e x c e d e r de 1 p o r 25.000 p u ls a c io n es) c o n u n os m é to d o s de v e r ific a c ió n m u y in g e n io s o s (c f. fu en tes cita d a s en n o ta a n te rio r). U n a v e z v e r ific a d o e l te x to en cu estió n pasa al b a n c o d e d a tos de d o n d e p u ed e sacarse b ien e n la in c ó m o d a fo r m a c o d ific a d a o e n un a lfa b e to g r ie g o g e n e ra d o p o r p r o g r a m a c ió n y que se d e ja leer m u y bien . E ste b a n c o de d a to s c o m e n z ó a h acerse en fe b r e r o de 1974. Se h a p r o g r e sa d o a un r itm o de un m illó n de p a la b ra s p o r m es, p o r lo cu a l está p rá c tic a m en te te r m in a d o (e n la p rim e ra e ta p a de 20 m illo n e s de p a la b ra s ). U n a v e z c re a d o el b a n c o de d a to s (fa s e 1) se pasará a la fase 2, con sisten te en la « c r e a t io n o f a C om p u ter p r o g r a m d esig n ed to s o rt the ru n n in g te x t in to a p p r o p r ia te w o r d g ro u p s (in c lu d in g le m m a n tiz a tio n )». A c o n tin u a c ió n v ie n e n las fases m ás p r o b le m á tic a s d el p r o y e c to . E n la fase 3 se e n v ía e l m a te ria l a h elenistas, le x ic ó g r a fo s , etc. p a ra su o r g a n iz a c ió n sem án tica. E n la fa se 4 e l e q u ip o c a lifo r n ia n o reú n e y e d ita e l m a te ria l e la b o r a d o p o r lo s d ife re n te s c o la b o r a d o r e s e s p o n tá n e o s de t o d o e l m u n d o . F in a lm e n te en la fase 5 se p u b lic a n los resu lta d o s en fa scícu lo s « o n
a firs t-c o m p le te d firs t-p u b lis h e d
basis w ith o u t in m e d ia te em p h a is o n a lp h a b e tic a l p r o g r e s s io n ». A
c o n tin u a
c ió n se p a s a ría a la segu n d a e ta p a (lo s 70 m illo n e s d e p a la b ra s restan tes). D ig o qu e las fases 3, 4 y 5 de la e ta p a p rim e ra son p ro b le m á tic a s p o r q u e su p o n en una d esin teresa d a c o la b o r a c ió n y un v o lu n ta r io s o m e tim ie n to a una e m p re s a c o m ú n de los esp ecialistas en filo lo g ía g riega , y está p o r v e r qu e se p ro d u z c a n éstas. N o o b sta n te, au n qu e las fases 3, 4 y 5 n o se cu m p la n , o fu n c io n e n s ó lo a m ed ias, e l b a n c o de d a to s en sí es y a un Hrij/ja éc¡ áeí de p o s ib ilid a d e s in sosp ech ad as. A d e m á s e l e q u ip o c a lifo r n ia n o está e m b a rc a d o en una serie de a c tiv id a d e s a u tó n o m a s y su b sid iarias d e l T L G qu e serán d e gra n u tilid a d : e l ín d ic e d e los m é d ic o s g rie g o s qu e tien e en p r o y e c to es una n ecesid a d a p re m ia n te p a ra le x ic ó g r a fo s , h is to ria d o re s de la m e d ic in a a n tig u a y filó lo g o s e n g en era l, y las c o n c o rd a n c ia s o ín d ices de au tores a n tig u o s q u e p e rm ite re a liz a r c o n fa c ilid a d e l B a n c o de d atos, c o lm a rá n las m ú ltip les lagu n as existen tes en la le x ic o g r a fía es p e c ia l g riega . L o m is m o p u ed e d ecirse d el ín d ic e de las B e ric h tig u n g s lis te (c u y a u tilid a d n o h a y que p o n d e r a r ) y otra s o b ra s de este tip o . *
#
*
A d e m á s de la b ib lio g r a fía m e n c io n a d a a lo la r g o d e l c a p ítu lo y s o b re to d o en n otas, he m a n e ja d o d os re p e r to r io s m u y ú tiles (a u n q u e m u y in c o m p le to s p a ra n u estra d is c ip lin a ): W o lfr a m
.
Z a u n m ü lle r, B ib lio g ra p h is ch e s H a n d bu ch der S p ra c h w ó rte rb ü c h e r,
S tu ttg a rt 1958. G e r t A . Z is c h k a , In d e x L e x ic o r u m . B ib lio g ra p h ie der L e x ik a lis c h e n N a ch s ch lagew erke, V ie n a 1959.
Los diccionarios griegos: panorama general y problemática
II.l
Tipos de diccionarios en general y griegos en particular
A pesar de que en los últimos veinticinco años se ha dedicado a la lexico grafía una serie de estudios teóricos y especulativos, ésta sigue siendo todavía una actividad tan empírica y práctica que carecemos de una definición válida del hecho «d iccio n a rio » y de una tipología de los diccionarios. A lain R e y 1 critica las definiciones y tipologías existentes y ofrece unos m odelos tip ológi cos tan teóricos y «cartesianos» que apenas tienen utilidad práctica. L. Zgusta 2 acepta una definición bastante inhábil y nos da una tipología muy pobre, aunque quizá suficiente para los propósitos de su manual. Gert A . Zischka3, por citar un solo ejem plo de repertorios de diccionarios, nos presenta una tipología exclusivamente práctica, por temas (R eligión, Filosofía, Pedago gía, etc.) que si bien puede valer para este tipo de obras, es insatisfactoria por sus carencias m etodológicas y su clasificación de diccionarios diferentes dentro de un mismo apartado. Joseph H. Friend en la enciclopedia Britannica4 (s. v. D ictionary) constata que los «dictionaries vary widely in size, comprehensiveness, purposes, and quality, as in auspices, dates o f compilation and publication, and price», con lo cual tendríamos que dividir los diccionarios en gordos/delgados (size), buenos/malos (quality), viejos/nuevos (dates o f com pilation and publication), caros/baratos (price). En la cita anterior de Friend podíamos, además, sustituir «diction aries» por «c a rs » o «houses» o mil cosas más. Por lo demás este autor da una definición muy estrecha de los diccionarios y una clasificación que incluye casi únicamente los diccionarios ingleses monolingües. Y así podíamos seguir5. Realmente definir y clasificar la realidad «d iccio n a rio » no es fácil. Es un
1 «T y p o lo g ie génétique des dictionnaires» en L a Lexicographie, Langages 19, 1970, p. 48 ss. 2 M anual o f Lexicography, L a H a y a 1971, capítulo 5. 3 Index lexicorum, V ie n a 1959. 4 E dición de 1973. 5 E stando en pruebas este libro me llegó el volum en colectivo Problem s in Lexicography, In d ian a 1975, en el que h ay un interesante capítulo de Y . M a lk ie l sobre tip o lo gía: « A T y p o lo gica l Classification o f Dictionaries on the Basis o f Distinctive Features». N o he p o d id o utilizarlo para este capítulo, aunque su lectura no influye m ucho sobre él.
JAVIER LOPEZ FACAL
146
hecho muy polisém ico (si se me permite la m etáfora) con infinidad de varian tes, con una larga diacronía y una ancha sincronía. P o r todo ello nosotros en este capítulo no vam os a tratar de ofrecer una nueva definición, ni vam os a aventurar una tipología general. Nuestro propósito es más m odesto y más pedagógico: tratamos de presentar los diccionarios griegos que hay y, com o son centenares, recurrimos a agruparlos en tipos más o menos hom ogéneos. Para hacer estos tipos recurrimos a una serie de rasgos distintivos que crean, a veces, oposiciones binarias, otras veces árboles y otras veces oposiciones multilaterales o cadenas. Esto quiere decir que los rasgos distintivos que proponem os no son mutuamente exclusivos, lo cual es una lástima desde el punto de vista estético, ya que, caso de ser rasgos mutuamente excluyentes, nos resultaría un árbol muy hermoso. A sí pues, los diccionarios que poseemos se pueden clasificar de la siguien te manera: 1. D iccionarios de realia frente a diccionarios léxicos o lingüísticos. Los diccionarios de realia no recogen el léxico común griego sino sólo las «cosas», lugares y personas (históricas o de ficción) de la cultura griega. Estos diccio narios pueden no estar organizados alfabéticamente, sino p or temas. E jem plos clásicos de este tipo son las enciclopedias (Pauly-W issow a, Artem is, O x fo rd Classical D ictionary, e tc .)1, los diccionarios de m itología (W . H . Roscher, P. G rim al), de instituciones, etc. P o r oposición a éstos se pueden definir los diccionarios lingüísticos o léxicos que se ocupan del léxico común de una lengua, en nuestro caso el griego. Pueden darse, sin em bargo, y de hecho se dan tipos mixtos que no son exactamente de realia ni puramente léxicos. T a l es el caso de los diccionarios filosóficos, teológicos, científicos, etc., que si bien recogen y explican lexías de la lengua, lo hacen con una cierta insitencia o preponderancia de los aspectos de realia sobre los lingüísticos o lexicográficos. Un ejem plo caracte rístico de este tipo mixto sería el Theologisches Wdrterbuch... de Kittel. 2. Los diccionarios lingüísticos o léxicos, a su vez, se pueden dividir en dos grupos: generales y especiales. L os generales recogen las palabras de la lengua con un criterio pancrónico, pantópico, pansistémico... Es decir intentan recoger todo (o lo más sobresaliente de) el léxico de la lengua a lo largo de un período muy am plio; por ejemplo, de H om ero a Justiniano, etc. Ejem plos clásicos de diccionarios generales griegos serían el L id dell-Seo tt-Jones, el Bailly, el Passow, etc. N i que decir tiene que la oposi ción general/especial no coincide con la oposición exhaustivo/selectivo: hay diccionarios generales muy selectivos (com o los escolares, tipo PabónEchauri o el Slownik G reck o-P olsk i de Z. A b ram ow icz) y diccionarios especiales exhaustivos. Frente a los generales, los diccionarios especiales
1
N o d am o s aq u í los d atos com pletos de los diccionarios p o rq u e en o tros cap ítulos de la
segu nda parte (cf. sobre to d o I I . 2) se describen con m ás detalle.
TIPOS DE DICCIONARIOS
147
atienden sólo a un subsistema del léxico griego. Este subsistema puede ser un autor, una obra, un género literario, etc. 3. D ado que los subsistemas que se pueden aislar dentro del sistema léxico de una lengua son muchos y muy variados, los diccionarios especiales pueden adoptar form as muy diversas. D entro de la lexicografía griega los principales tipos de diccionarios especiales son los siguientes: 3.1 Diccionarios de autor u obra. Son aquellos que recogen todo (o prácticamente tod o) el léxico de un autor o una obra. D entro de ellos se distinguen tres tipos clásicos: índices (de Aristófanes de T odd, A p o lo n io de W ellauer, Lisias de Holm es, índices de la colección Teubner, etc.), léxicos (H eród oto de Pow ell, Píndaro de Slater, H esíodo de H ofinger, etc.) y concor dancias ( litada de Prendergast, Odisea de Dunbar, Esquilo de H olm boe, etc.). Existen también tipos mixtos de diccionarios de autor que incluyen los m éto dos de los dos o tres tipos básicos. A estos diccionarios les dedicamos más adelante un estudio (cf. infra I I . 2) por lo que no vamos a detenernos más en ellos. 3.2 Existen diccionarios especiales dedicados a un género literario, gene ralmente circunscritos además a una determinada época. T a l es el caso del m onum ental1 L exik on des frühgriechischen Epos de Bruno Snell y Hans J. Mette o el no muy afortu nado2 Index Verborum zur frühgriechischen L y rik de G. Fatouros. En este apartado se pueden mencionar también obras com o el índice de los presocráticos de W . K ranz, de los estoicos de V o n Arnim , de los oradores áticos de Reiske, etc. Obsérvese que sobre este tipo de dicciona rio especial de género literario se superpone la división del apartado ante rior (3.1) y según esto tenemos un léxico de la épica arcaica, un índice de la lírica, por ejem plo, y podríam os tener una concordancia de la comedia, pon gamos por caso. 3.3 Quizá com o una manifestación especial del apartado anterior deban entenderse los diversos diccionarios neotestamentarios y de literatura cristia na y patrística. Sin em bargo, los agrupamos en una categoría aparte porque en primer lugar este tipo de literatura no es propiam ente un género literario y, en segundo lugar, tienen una larga tradición3. A este grupo pertenecerían diccionarios del N u evo Testam ento com o el Bauer o el M ou lton and M illigan, o diccionarios de la patrística com o el Lampe. Tam bién, p or afinidad, podríam os incluir en este apartado a los diccionarios de los L X X com o la Concordance to the Septuagint de Hatch y Redpath. 3.4 O tro grupo de diccionarios especiales es el basado en el m aterial de escritura. N o s referim os a los diccionarios de inscripciones y papiros. Entre los primeros pueden mencionarse al L exicón Graecum suppletorium et dialecticum de H. van H erwerden (Leiden 1902) que aunque recoge también papiros
1 C f. reseña de B. M a rz u llo en Philologus 101, 1957, p. 169 ss. 2 Cf. reseña de M . F e rn á n d e z -G a lia n o en Gnom on 41, 1969, p. 1 ss. 3 Cf. in fra I I .4 a p ro pó sito de los orígenes de las concordancias y I I . 2 p a ra la historia de los diccionarios neotestam entarios.
148
JAVIER LOPEZ FACAL
y autores literarios, atiende sobre todo al léxico de inscripciones, y sobre todo a los índices de colecciones y antologías com o las de IG , S IG , etc. En cuanto a los diccionarios de papiros la situación es — com parativam ente— muy buena: recuérdese las obras de Preisigke, Kiessling, Daris, H ohlw ein, Foraboschi, etc. así com o los índices de colecciones1. 3.5 Existen también diccionarios especíales de determinadas épocas. En realidad había que hablar con más propiedad de diccionarios generales pero circunscritos a una época concreta, ya que se trata de obras más o menos sincrónicas pero que en todo caso recogen léxico de distintos autores, géne ros, estratos, etc. Ejem plos clásicos de este apartado son los diccionarios de griego tardío com o el Sophocles, el D u Cange, el Ae^ixó rrjg necaKjJvinfjg
éÁÁrjviHfjg... de E. K riará, etc. 3.6 Existen parcelas del léxico griego más o m enos especializadas que a veces han llegado a crear un léxico técnico en sentido estricto. A ellas se les han dedicado una serie de estudios y, a veces, también diccionarios. T a l es el caso de las obras de Th om pson sobre nombres de pájaros ( A glossary o f greek birds) o de peces (A glossary o f the greek fish es), del libro de F. E. Peters Greek philosophical terms. A H istórica l Lexicón , de los de Ch. M u gler ( D ictionnaire historique de la term inologie optique des grecs, id. de la term inologie géom étrique des g re cs ), etc. 4. Adem ás de estos diccionarios generales y especiales que hemos m en cio nado en 2) y 3) existen otros indiferentes a esta oposición. Esto quiere decir que todos los diccionarios que vam os a m encionar en 4) pueden referirse a un subsistema restringido (un autor, una obra, un género, etc.) o al sistema general. Entre ellos los más im portantes son los siguientes: 4.1 D iccionarios etim ológicos. Generalm ente son diccionarios generales com o el Frisk, Boisaq, Chantraine, etc. pero también existen diccionarios especiales etim ológicos, com o el D ictionnaire étym ologique des noms grecs de plantes de A . C arnoy o el Snell de la épica arcaica, p o r ejem plo, que incluye tam bién la etim ología. Existen también diccionarios etim ológicos plurilin gües, que abarcan otras lenguas además del griego, com o el P ok orn y (In d o germanisches Etym ologisches W órterbuch) entre otros. 4.2 D iccionarios de nombres propios o de onomástica. D isponem os de diccionarios de toponom ástica generales com o el Pape-Benseler o especiales com o el Namenbuch de Preisigke o los numerosos índices de nom bres propios de ediciones, inscripciones, etc. 4.3 D iccionarios de sinónimos. Desde diccionarios plurilingües com o el de Buck ( A dictionary o f selected synonyms in the prin cipa l indoeuropean languages) a diccionarios generales griegos com o la Synonymik der griechischen Sprache de H.- Schmidt, a diccionarios especiales com o el New Testament Synonyms del arzobispo R. Ch. Trench, también esta parcela ha sido traba jada por la lexicografía griega. Sin em bargo, no se ha dedicado mucha aten-
1 A p ro p ó sito de los d iccion arios de p a p iro s véase el capítulo I I . 3.
TIPOS DE DICCIONARIOS
149
ción a este aspecto del léxico (los dos últimos no son, en puridad, ni siquiera diccionarios) quizá por su escaso interés lexicográfico. 4.4 Diccionarios inversos. Tenem os diccionarios inversos generales com o el Kretschm er-Locker, el Buck-Petersen o el Kourm oulis de griego m oderno, y especiales com o el Index Inversus de Hesiodo, hecho por H ofinger, o el ' AvTÍOTpotpoq mvaxag twv ¿mpprj/nÓTcov aé -cog rfjg ápxccíag éÁÁrjviHfjg de Y . D. Foris, entre otros. A propósito de los papiros, véase el capítulo correspondiente. 5. Para terminar conviene aludir al hecho de que existen diccionarios — escolares— en que el griego no es lengua de entrada, com o es costumbre, sino lengua de salida frente a otras lenguas europeas. T a l es el caso del Dictionnaire Fran^ais-Grec... Hatier, París 1956, entre otros. Tam bién podría mos aludir al hecho de que para hacer una tipología de los diccionarios
D iccionarios griegos
150
JAVIER LOPEZ FACAL
griegos podríam os establecer otras series de oposiciones diferentes a las que hemos utilizado. P o r ejem plo, se podrían proponer oposiciones tales com o diccionarios
sincrónicos/diacrónicos,
alfabéticos/no
alfabéticos,
m onolin-
gües/bilingües, normativos/descriptivos, ilustrados/no ilustrados, etc. Los parámetros que hemos elegido nos parecen, sin em bargo, más didácticos, y en resumen nos ofrecerían un cuadro tip ológico com o el de la página anterior. C om o decíam os al principio este árbol no es, ni con mucho, perfecto. Piénsese que los tipos «ín d ic e », «lé x ic o », «co n co rd a n cia » no se dan sólo en los diccionarios de autor sino que afectan a otros grupos, o repárese en la falta de género para definir los etim ológicos, sinonímicos, inversos, etc. En todo caso, insistimos, la finalidad de esta tipología es de tipo práctico y didáctico.
Los diccionarios de autor. Tipos, metodología y estado actual
1.
L O S O R ÍG E N E S
Los diccionarios de autor o género literario no son un hallazgo reciente de la lexicografía griega. Y a en la A n tigü edad encontram os glosarios e inclu so auténticos léxicos de una serie de autores y géneros, de alguno de los cuales, paradójicam ente, carecemos hoy de repertorio léxico. T a l es el caso, con algunas reservas, de las obras de E u fron io y L ic o fró n nepi H0j¡iu>5íag, del TTEpi á p x a ía q Hop¡iu)5íaq de Eratóstenes,Tas yX üooai ' Ofirjpixaí de Filetas, Zenó-
doto y Aristarco, el nepl Tr¡g 'O^r/pou ouvqQsíag de Z en od oro, el ’ Anííovog yXüooai 'Ojur/pwaí de A p ió n , etc. Tam bién se ocuparon los lexicógrafos antiguos de los prosistas, com o puede ser el caso de A ristarco con su ’ Apiorápxou ' Hpoóórou üm¡ivr¡iia que nos han conservado ios PAm herst, y los numerosos índices y glosarios de H ipócrates com o los de Baqueo de Tanagra, Epicles de Creta, A p o lo n io O fis y Heráclides de Tarento, que ataca al prim ero de estos autores en su libro npdg BaxxzTov n epi
tc ó v
'¡TmoMpárouq Xé^eojv. A este últim o a su vez
lo ataca Glauquias E m pírico, que es el prim ero en hacer un léxico alfabético (H a r á o r o ix e ío v ).
E u forión escribió
X é^ eig ' In n o H p á ro u g
en 6 libros. Esto p o r lo
que se refiere a la prim era época de la lexicografía griega. En la segunda época, bajo el im perio, la actividad lexicográfica en este cam po es ya muy im portante y las obras ofrecen un rigor y una calidad que las asemeja a las modernas. Podríam os citar de esta etapa a A p o lo n io el Sofista, que compuso un léxico hom érico ordenado alfabéticam ente por las dos primeras letras (conservado en el Codex Coislinianus 345), a Casio Lon gin o, que escribió tw v
n ep l
nap' Q/jfipcfjTToXXá aqfiaivouaójv en- 4 libros, a un tal A p o lo n io que, compuso
una é%fiYr}oiq tcüv ‘ H poS órou y X u ioo & v, a Claudio D íd im o, que se ocupó de Tucídides en n e p l tü v fifiapTTj¡j.évu¡v napa ttjv ávaXoyíav OouxuSídr]. al igual que Evágoras de Lin dos en su tcüv rro¡pá QouHu6í5r¡ %r¡Touiiévu)v naja. Xé^iv. D e los historiadores se ocu pó Partenio en el
nepl t ú v
napa r o l g t oTopixoiq Xé^scov
t¡r)Toufjiévojv. D e Platón com puso H arpocración de A rg o s un com entario en 24 libros y unas Xé^sig nXáTuivoq en 2 libros. Sobre este autor trabajaron también Clemente y Boeto. D e H ipócrates se ocuparon nada menos que E rotiano y
152
JAVIER LOPEZ FACAL
Galeno. L a obra de Erotiano era un auténtico «in d e x » con citas precisas de todos los pasajes. Conservam os un epitom e de él: t g j v nap’'In m xp á T ei K é ^ e c o v auvayvúyf]. P o r su parte G aleno asumió los trabajos anteriormente citados de Baqueo y Erotiano, así com o las obras de Pánfilo, Dioscorides y una serie de Onomástica y publicó r w v ' Innoupároug yAcjacrcov é^r¡yqoiq y rrepi iarpixtúv óvofiúTojv entre otras obras. Podíam os citar más ejemplos pero sin duda no son necesarios ya que en este mismo libro (cf. supra capítulo 1.2) hay un capítulo que trata de este tema. En todo caso de lo dicho parece desprenderse que los diccionarios especiales y de autor no son un invento reciente de la lexicografía. En cuanto a las concordancias, su origen es muy posterior pero anterior, en todo caso, a Henricus Stephanus. N acieron en el ambiente de cultura monacal de la Edad M edia europea, dedicándose exclusivamente al estudio de la Biblia. Partían del supuesto de que unas partes de la Sagrada Escri tura eran solidarias de otras, debido a la inspiración divina, y por lo tanto em pezaron a confecionar listas de loci paralleli para poder seguir las p ro fecías. L a primera de la que se tiene noticias se atribuye a S. A n to n io de Padua ( Concordantiae M orales de com ienzos del siglo x i i i ) pero la primera conocida es la del dom inico H u go de St. Cher ( f 1264) titulada Concordan tiae Sacrorum Lib roru m o Sancti Jacobi. P o r cierto, apenas m edio siglo más tarde el español Juan de Segovia hizo unas nuevas concordancias que sustituyeron a las de H u go de St. Cher y gozaron de gran éxito en su época. Evidentemente estas concordancias estaban hechas sobre la Vulgata latina: hasta la Edad M oderna no aparecen las concordancias hechas sobre los L X X . Para terminar esta breve introducción histórica conviene insistir en una cuestión teórica que no ha sido subrayada por la lingüística moderna. N o s referim os al hecho de que la existencia de léxicos e índices (y posterior mente concordancias) presupone la conciencia de la noción de idiolecto, de una form a empírica, mucho antes de que se formulase este concepto en Lingüística. En efecto, de la misma form a que la escritura ideográfica supone un análisis im plícito de la lengua en palabras (análisis lexicológico), y que la escritura alfabética presupone también im plícitamente la noción de fon em a 1, la existencia de diccionarios de autor (que, entre otras cosas, serían para hacer centones e im itar el estilo del autor en cuestión) es una manera em pírica de llegar al concepto de idiolecto form ulado por H ockett no hace muchos años2. Este hecho nos demuestra por una parte el carácter eminentemente práctico y em pírico de la lexicografía y por otra el olvido o desinterés que la lingüística teórica ha tenido p or la actividad lexicográ fica.
1 P a ra to d o esto cf. supra el capítulo 1.1. 2 E n su o b ra A course in modern linguistics, cap. 38, T h e M a c M illa n C o ., N u e v a Y o r k , 1958.
LOS DICCIONARIOS DE AUTO R
2.
T
ip o s d e
d ic c io n a rio s
de
153
a u to r
H em os m encionado tres tipos diferentes de diccionarios de autor: índices, léxicos y concordancias. A u n qu e no suelen aparecer en estado puro, sino que con frecuencia una ob ra es a la vez léxico e índice o concordancia e índice, sin em bargo vam os a definir cada uno de los tipos. U n índice es un inventario exhaustivo de las palabras de autor, obra, género literario, corpus de inscripciones o papiros, etc., con citas m uy precisas de los pasajes en que aparecen, ordenadas generalm ente p o r orden alfabético y (esto es lo más característico) sin traducción. Teóricam ente, los índices no deberían tener en cuenta criterios m o rfo ló g ico s o semánticos en su orden a ción ; es decir, form as com o Aú0rjri, éAuaáfirjv, etc., n o deberían aparecer s.v. Aúw sino en el lugar en que les correspondiese p o r orden alfabético. Sin em bargo esta estricta ordenación alfabética raram ente se sigue y, com o m u cho, en las form as m orfológica m en te raras hay una referencia que rem ite al lema en cuestión. L o s índices incluyen las palabras plenas y las relaciónales aunque no es raro que prescindan de palabras muy frecuentes (tip o naí, eijií, etcétera) según el grado de exhaustividad que persigan. Cuando se trata de un autor con restos papiráceos los índices suelen incluir tam bién los fragm en tos de palabras incom pletas. En cuanto a la fo rm a de publicación, los índices pueden consistir en libros autónom os o en apéndices de obras varias, com o ediciones de autor (cf. los frecuentes índices de la colección Teubner, los índices de los Poetae M e lic i G raeci de Page, de los lesbios el L ob eí-P a ge, C alim aco de P feiffer, etc.), colecciones de inscripciones ( I G , S IG , etc.) o papiros ( P O x y ., P S I, etc.). En cuanto a los prim eros (libros au tón om os) la relación pod ría ser m uy larga. P o r poner algún ejem plo reciente, piénsese en el Index Philoneus de G ünter M ayer, W a lte r de G ruyter, Berlin, 1974, o en los realizados con ayuda de orden ador que m encionam os en el capítulo dedicado a esta cu estión 1. C om o decíam os los índices pueden ser exhaustivos o (más o m enos) selectivos. Pueden incluir o excluir los nom bres p rop ios; pueden d ivid ir el léxico en diferentes parcelas y establecer subapartados para léxico literario, léxico docum ental, nom bres propios geográficos, de meses, de reyes y em pe radores, etc., com o suelen hacer, p o r ej., los índices de las colecciones de papiros. Finalm ente pueden seguir un orden alfabético directo (d e izquierda a derecha) o inverso (de derecha a izquierda). En resumen los índices son un instrum ento de trabajo fundam ental para el editor de un texto, el papiro lo go (piénsese en la utilidad del Sp oglio de D aris para los editores de papiros), el filó lo g o , el lingüista, el lexicógra fo y a partir de ellos se pueden hacer una serie de investigaciones sobre estadística lingüística, atribución y datación de textos, etc.
1 C f. infra cap ítu lo I I . 7.
154
JAVIER LOPEZ FACAL
Otra form a que adoptan los diccionarios de autor es la de concordancias. U na concordancia es, aproximadamente, un índice con contextos, es decir, una relación alfabética de las palabras de un autor u obra precedidas, segui das o en m edio de un contexto significativo. Quizá el problem a principal que se plantean las concordancias sea precisamente el de aislar el contexto real mente significativo. Esta cuestión es «resu elta» por los autores de concordan cias con ayuda de ordenador en base al cóm odo procedim iento del K W I C (K ey-w ords-in-context) que mecánicamente ofrece un número de caracteres variable antes y después de la palabra clave. Este expediente ha sido criticado por los autores del Centro de L ie ja 1 y los autores de índices que defienden la m ayor utilidad de éstos frente a las concordancias. Puestos a tom ar partido en este enfrentam iento yo me inclinaría del lado de los autores de índices y en contra de los de concordancias por las razones que expondré a continua ción. En efecto, com o hemos dicho, una concordancia es aproxim adam ente un índice de palabras plenas dentro de un contexto. E l problem a *es, sin em bargo, aislar ese contexto. Dadas las necesidades de concisión y brevedad este contexto a veces es muy incom pleto e inútil para la com prensión correcta de la palabra. Cuando se trata de poetas
xa rá
o t í/ o v
los autores de concor
dancias suelen zanjar la cuestión citando el verso com pleto en el que aparece la palabra clave. A h o ra bien, el hipérbaton y los encabalgamientos son causa de que un verso aislado de los demás resulte, con frecuencia, incomprensible. D e esta manera el que utiliza una concordancia tiene que tener delante constantemente la edición, ya que el contexto le resulta insuficiente e inútil. Y si el contexto es inútil, ¿qué razón hay para darlo? Adem ás una concor dancia p or la servidumbre del contexto suele renunciar a dar una relación exhaustiva de las palabras del autor u obra, con lo que acaba resultando más incom pleta que un índice, a pesar de ser más voluminosa. P o r otra parte dar el contexto necesario es muy difícil (piénsese en un diálogo platónico en el que, a veces, el contexto semántico necesario son varias páginas) y los autores de concordancias siguen criterios tan subjetivos para delim itarlo que cuando poseemos dos concordancias de un mismo autor no suelen coincidir casi nunca en la fijación del contexto. Esto es lo que ocurre, por ejem plo, en dos concordancias del Corpus Tibullianum aparecidas casi simultáneamente (Edw a rd O ’ N e il, A C r it ic a l C o n co rd a n ce o f the T ib u llia n C orp u s, N u e v a Y o rk , 1963 y A drian a della Casa, L e concordance del Corpus Tibullianum, Génova, 1964) que discrepan sistemáticamente en este punto. Adem ás, las concordancias p or su misma disposición y presentación del material carecen de datos estadísticos del em pleo de las palabras y en este sentido son poco más útiles que los textos mismos. T am p oco suelen señalar las veces que sale una palabra en un verso, contentándose con recogerla una
1
C f . infra capítulo I I . 7, así co m o el n.
1 de Revue (1965), pp.
1 y ss. y el artículo
J. J. D u g g a n , « T h e valué o f C om p u ter-gen erated C on co rd an ces in linguistics R e se a rc h », R evue 3, p. 51 ss., ju n to con la b ib lio g ra fía citada en él.
de
LOS DICCIONARIOS DE AUTOR
155
vez. N o establecen distinción en el caso de hom ónim os y hom ógrafos de manera que cum preposición y conjunción o tempus 'tiempo* y 'sien’ aparecen anárquicamente mezclados. Finalmente, cuando siguen de manera mecánica el orden alfabético y no el criterio m orfológico-sem ántico resulta desconcer tante encontrar form as nominales y verbales desperdigadas, separadas de la form a base. Por todas estas razones, de los diccionarios de autor son las concordancias las que presentan m ayores deficiencias prácticas y sus funciones pueden ser desempeñadas igual por los índices, si exceptuamos la de los locip a ra lleli y la de la colección de frases que presenta una concordancia, útil para la fabricación de centones y retro versiones y para hacer citas eruditas de autores clásicos. L a tercera form a, sin duda la más completa, que adoptan los diccionarios de autor es la de léxico. U n léxico es un diccionario de un autor, obra o género literario que, dependiendo de su grado de exhaustividad consistirá en una especie de índice con los significados de las palabras y con una ordena ción al menos parcialmente morfosemántica. En efecto, en la m edida en que un léxico pretende dar los significados de las palabras, no tiene más remedio que agrupar bajo un mismo artículo todas las formas de un verbo, substan tivo o adjetivo ya que su significado es el mismo aunque alfabéticamente no debieran ir unidas. Sin em bargo, esta dificultad que surge de la distinta finalidad de un léxico y un índice puede se resuelta de manera bastante aceptable. En efecto, si tom am os com o ejem plos el léxico herodoteo de P ow ell (C am bridge 1937) o el de Píndaro de Slater (Berlín 1969), que en muchos aspectos son paradigmas de los léxicos de autor, vemos que dedican artículos independientes a sítjov, d n a , d p ó ¡ir¡v (el Pow ell) y Aéyoj y que s.u. Aéyco se limitan a remitir a s ln a . Asim ism o el léxico de Powell, s.v. ei/ií da todas las formas de este verbo com o si fuese un índice. Hasta cierto punto, pues, es factible hacer a la vez un léxico y un índice y es, quizá, el desiderátum. Siguiendo con Pow ell vem os que pretende incluir absolutamente todas las palabras herodoteas excepto hoú, que recoge todas sus ocurrencias, que da sistemáticamente el número de veces que aparece cada una (entre paréntesis y al com ienzo del artículo). Su única diferencia con un índice es que si lo fuera en puridad, debería dar las palabras dos veces: una por su form a y otra por su contenido. N i que decir tiene que para la inmensa m ayoría de los usuarios la form a ideal de los diccionarios de autor es la de léxico-índice o léxico exhaustivo. Para terminar hay que advertir que la diferencia entre estos tres tipos de diccionarios no suele ser clara: los léxicos suelen incluir m aterial más propio de índices (p or ej., el de P ow ell) o de concordancias; los índices pueden incluir contextos com o si fueran concordancias (p o r ej., el Index Aeschyleus de Italie) y así sucesivamente. Es decir, lo que suelen darse no son índices, concordancias o léxicos en estado químicamente puro sino «uneasy com promises between any tw o or even all three categories»1. ' C . C o lla rd , « A p ro p o s a l fo r a L exicó n to E u ríp id e s » B I C S 18, 1971, p, 136.
156
3.
JAVIER LOPEZ FACAL
M
e t o d o l o g ía d e lo s d ic c io n a r io s d e a u t o r
El carácter em pírico de la lexicografía en general y más especialmente de la lexicografía de autor hace que exista una bibliografía escasísima sobre m etod ología de los diccionarios de autor. Se puede decir que prácticamente todo lo que se ha escrito sobre esta materia aparece recogido en la bib liogra fía del artículo citado en la nota anterior. N osotros vam os a seguir funda mentalmente las ideas expuestas por W . A . Oldfather en «Suggestions for Guidance in the Preparation o f a Critical Index Verborum fo r Latin and G reek authors» ( T A P h A 68, 1937, pp. 1-10) a pesar de que a veces discrepe mos de él, y por lo tanto suprimamos algunos de sus puntos y añadamos otros. En definitiva los principios que deben presidir la confección de un diccionario de autor son los siguientes: a) P o r tratarse de un autor, obra o género literario, con un vocabulario más o menos reducido, pero en todo caso asequible, deben recogerse absolu tamente todas las palabras con todas sus ocurrencias (al menos en el caso de los índices). L o s léxicos y concordancias podrían desechar alguna palabra muy frecuente y conocida (com o hace P ow ell con xaí, etc.) aunque ni siquiera esto es aconsejable ya que dificulta o im posibilita investigaciones ulteriores de tipo estadístico-com parativo. En caso de que se decida prescindir de alguna palabra, por demasiado conocida, deberían incluirse sin em bargo sus usos más anóm alos o infrecuentes. Cuando no se sigue este principio los resultados son insatisfactorios: ta le s el caso de los dos diccionarios de F ilón que poseemos, los Indices ad Philonis Alexandrini Opera de J. Leisegang, Berlín 1926, que es muy selectivo (le faltan infinidad de palabras) pero da con frecuencia contextos, y el Index Philoneus de G. M ayer, Berlín 1974, que es un puro índice, sin contexto alguno y sin em bargo pone passim, en vez de cita precisa, en las palabras más frecuentes. D ebido a ello para estudiar el léxico de F ilón hay que utilizar forzosam ente los dos y aún así se echa en falta a veces una obra realmente exhaustiva. b) E l diccionario debe seguir una edición com o base y atenerse a sus lecturas, a pesar de lo cual debe dar también otras lecturas de manuscritos, variae lectiones e incluso falsae lectiones y conjeturas com o hace, p o r poner un ejem plo reciente, el Indice de la edición de Píndaro de Snell-M aehler (Teubner 1975). E l progreso de la crítica textual hace cam biar una serie de lecturas tenidas com o canónicas y si el diccionario no cumple este requisito, su suerte iría ligada peligrosam ente a la de la edición básica, que puede quedar anticuada en pocos años. Sin em bargo, estas variae, dubiae, falsae lectiones deben ir marcadas de alguna manera que las distinga del texto base (Pow ell, p or ejem plo, indica las variantes con paréntesis redondos y las conjeturas con corchetes). c) Las palabras dudosas de pasajes corruptos deben ir asimismo m ar cadas con un obelos o de alguna otra manera. P ow ell reserva el obelos, en
157
LOS DICCIONARIOS DE AUTOR
cambio, para marcar las
voces prim um
dictae.
Asim ism o,
las palabras
nuevas-(hápax procedentes de papiros, por ejem plo) deben ser indicadas convenientemente por m edio de un asterisco o quizá con dobles corchetes, com o propone Oldfather. En cuanto a fragm entos de palabras incompletas aparecidas in frustulis papyraceis es evidente que sólo podrían ser recogidas por un léxico cuando son traducibles, p o r una concordancia cuando son comprensibles en su contexto y p o r un índice en cualquier caso. Sin em bargo, el sentido común decidirá cuándo estos restos son desechables. C om o ejem plo de buen proceder en estos puntos a), b) y c) véase, p o r ej., el L e x icó n Hesiodeum de M . H ofin ger, Leiden 1975, que tam bién es un ejem plo de cóm o se debe hacer un léxico, y el excelente L é x ic o
de los
Him nos de Calim aco de E m ilio Fernández-G aliano (M a d rid 1976). d) Las citas deben ser muy precisas: libro, capítulo y línea, o lib ro y número de verso, etc. (cf. por ejem plo numeración de P ow ell), de manera que no sea preciso leer un largo pasaje para localizar una palabra (com o es el caso, por ej., del L e x icó n Xenophonteum de Sturz). Si es necesario se puede añadir una num eración supletoria a la de la edición base. En tod o caso deben seguirse las numeraciones tradicionales (d el tipo Platón-Stephanus, A ristóte les-Bekker, etc.) so pena de que localizar una palabra sea una tarea engorrosa, com o ocurre con el Index Philoneus citado anteriormente que ignora la clásica numeración de M an gey (y la de C ohn-W endland) y se inventa una de su cosecha a base de dar un número a cada una de las obras de este autor. e) En el caso de los léxicos deben recogerse las variantes de colom etría y orden que im pliquen cam bios de sentido. f) N o parece oportuno recoger las ünodéaeig, fiíoi t o ü auyyponpéojs, didascalias, títulos, T á r o O Spáptarog npóacona, testimonios, etc., excepto en la medida en que alguno de estos textos marginales pueda proceder del m ism o autor y pertenezca por lo tanto a su léxico. En el caso de recoger este tipo de textos convendría distinguirlos de alguna manera. g) Si una palabra tiene dos o más form as (áéAtog / ákiog, aedXog / áQXog etcétera) deben recogerse las dos bajo la prim era alfabéticamente, o la más frecuente, y en la otra poner una referencia cruzada. Las referencias cruzadas son asimismo obligadas para los polirrizos, sígase con ellos el criterio que se siga (partirlos por raíces com o P o w ell o aunarlos bajo un solo lema). L o que no se debe hacer en ningún caso es inventar una form a no atestiguada por m or de la regularidad, com o hace Bailly con el verbo Aéyca-eAE^a 'acostarse’ o el Liddell-Scott con presentes fantasmas com o eíSco. h) L o mism o puede decirse de los adverbios en -cóg, adjetivos verba les, etc., que deben tener referencias cruzadas con la form a base si no están incluidos bajo el lema. i) C om o hemos dicho ya las palabras flexionadas deben recogerse p o r el orden gram atical y no p or el alfabético. Que Aúeiv aparezca antes que Aúgj es un trastorno al que el lector nunca se acostumbrará. Las form as verbales deben ir bajo el presente de indicativo activo, si existe, y las nominales bajo el nom inativo singular (m asculino). Y a dentro de los artículos del diccionario
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JAVIER LOPEZ FACAL
es preferible seguir el orden gramatical al alfabético. C onviene desambiguar las form as hom ógrafas indicando brevemente su función. A s í: áyaOóv (nom . sing. neutro). j) Las perífrasis y epítetos de nombres propios (áva£ áv5pwv, ó 'ArpeWrjq, etcétera) deben darse en su lugar correspondiente pero con una referencia en la form a base (en este caso s. v. ’ Aya^é/ivcdv). k) Las personificaciones y prosopopeyas deben hacerse constar y quizá conviene incluirlas al final de cada artículo. Igualm ente los adjetivos sustan tivados deben ir bajo el lema del adjetivo en cuestión (qu izá con alguna excepción en el caso de los ya acuñados com o los abstractos en -kíj, tipo Ypa/jL[iaTinr¡, que suelen usarse com o sustantivos, sin réxvr}). 1) Las enclíticas pueden mencionarse dos veces (en el caso de los índices), unidas a las tónicas correspondientes y separadas. m ) Es muy útil ofrecer el número de ocurrencias de cada palabra (tras el lema, por ejem plo) p or las posibilidades de estudio que ofrece este dato. n) Tam bién son útiles todas las inform aciones suplementarias de métrica, prosodia, etc. ñ) U n problem a más grave, y que exigiría un estudio por sí solo, es el de la estructura del artículo propiam ente dicho. P or tratarse de un autor u obra en el que difícilm ente caben organizaciones diacrónicas de los artículos, quizá el criterio más correcto sería el de organizar la palabra griega conform e a dos principios, a prim era vista contradictorios, pero en la práctica com plem enta rios : nos referim os a la distribución de la palabra griega y a sus traducciones a la lengua de salida. Es decir, se trataría de form alizar, si ello es posible, en qué distribuciones de la lengua de entrada se basan las traducciones a la lengua de salida, entendiendo por distribución el contexto gram atical (singu lar-plural, activa-m edia), semántico (clases y subclases de palabras) y aun situacional o de contexto muy amplio. Adem ás de estas cuestiones más o menos concretas o técnicas (y de otras que m enciona Oldfather, com o tipografía, puntuación, etc.) existen otras más generales que deben tenerse en cuenta también a la hora de hacer un diccio nario de autor. Así, p or ejem plo, al hacer un léxico, el traducir determinadas palabras, com o Xóyog, supone haber tom ado partido en la interpretación global de la doctrina de un autor filosófico, por ejem plo, interpretación que debe indicarse en algún lugar, com o el p rólogo de la obra. T a l puede ser el caso de P ío tino, o Proclo, o de los autores técnicos, matemáticos, m édi cos, etc. El autor de léxicos o índices también tiene que plantearse a veces cuestiones de autenticidad, datación y atribución de un texto nuevo a un título conocido por la traditio medieval, reconstrucción de una obra a base de disponer los fragm entos en un orden determinado, etc. Piénsese en M enandro del que por una parte conocem os los títulos de más de dos docenas de obras y por otra parte disponemos de fragm entos — a veces largos— de ocho o nueve fabulae incertae. ¿Qué títulos de los que conocem os por la traditio casan con esas fabulae incertae? ¿Es la Fabula incerta I I el Apistos?
LOS DICCIONARIOS DE AUTOR
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¿Es la Fabula Incerta I V el M isogy n esl ¿Es el. papiro de O xirrineo 2020, por ejem plo, de M enandro o de otro autor cóm ico? Si es de M enandro, ¿de qué obra es? A todas estas cuestiones — que Oldfather ignora— debe buscar solución el autor de léxicos y quizá influya en el hecho de que carezcamos de diccionarios de M enandro, Plotino, Proclo, etc., el que estos autores planteen problemas tan espinosos. P or lo demás, en una actividad tan em pírica com o es la lexicografía especial, el m étodo nunca es predecible al ciento p or ciento: cada autor, cada obra o cada género plantean unas exigencias m etodológicas própias. Adem ás el m étodo variará mucho también según las ambiciones de la obra a realizar : es evidente que el L e x ik o n des frühgriechischen Epos de B. S n e ll'H . J. M ette y otros seguirá unos criterios diferentes al L exicón Hesiodeum de H o fin ger a pesar de tratarse en ambos casos de léxicos de autores griegos arcaicos, y a pesar de ser obras excelentes las dos.
II.3 Diccionarios de papiros. Problemas, existencias, deficiencias
1.
A
n t e c e d e n t e s
h is t ó r ic o s
E l derrum bam iento de la estructura social que se p rodu jo a finales de la A n tigü edad trajo consigo, entre otras cosas, el abandono paulatino del siste ma de riegos que estaba tan m inuciosam ente organizado en el E gipto grecorom ano. D eb id o a ello, el desierto avanzó sobre el valle del N ilo y em pezó a ocupar ciudades en o tro tiem po prósperas. L a p ob lación al abandonarlas dejaba tras de sí infinidad de objetos, inútiles en una mudanza más o menos apresurada, pero que hoy constituyen tesoros inapreciables para los investi gadores. C on frecuencia, en las afueras de estas ciudades se habían acumula do escom bros y materiales de desecho entre los que abundaban textos escritos que, quizá p o r el respeto que se siente ante la letra, no fueron quemados. T an to las ciudades com o las escom breras se fueron cubriendo de la fina y seca arena del desierto llegando a form ar pequeñas colinas de aspecto caracterís tico. H asta donde no alcanzan las aguas del N ilo el desierto actuó co m o la m ejor caja de caudales para conservarnos lo que el p a p iró lo go finlandés H. Zilliacus llam a una «m in a de o r o » 1. C o m o dice C ari G rim b e rg 2, «la arena y el clim a seco de E gip to han contribuido a com pensar los daños causados p or el hom bre a fines de la A n tigü edad y principios de la E dad M e d ia ». Se dice que en la segunda m itad del siglo x v m los beduinos com enzaron a excavar estas colinas en busca de. tesoros. Se dice tam bién que cuando encontraban rollos de papiros los quem aban p or el buen arom a que despren dían, pero M illigan y G ood sp eed quem aron experim entalm ente trozos de papiro y albergan serias dudas a p ropósito de la parte arom ática de esta historia3. En to d o caso lo cierto es que en 1778 un m ercader italiano adquirió en E gip to un texto papiráceo que regaló al cardenal B orgia para su museo de
1 H e n rík Z illia c u s , N y a Vagar till Antiken, H e lsin g fo rs 1948, p. 110. 2 G recia, D a im o n , B a rc e lo n a 1&73, p. 331, trad. esp. de la serie Varldhistoria, Folkens L i v och Kultur. 3 C f. G . M illig a n , Seleciions fr o m the G reek papyri, C a m b rid g e 1910, p. X X I V , n. 2.
162
JAVIER LO PEZ FAC AL
V elletri. Este texto, de 685 líneas en 13 colum nas y algunos fragm en tos más, es una lista de trabajadores de los diques y puede leerse h o y en Sam m elbuch 5124. A finales del m ism o siglo la exp ed ición n apoleón ica a E gip to , con su coh orte de sabios, a v iv ó el interés eu rop eo p o r la antigüedad egip cia y p o r los papiros. D u ran te la prim era m itad del siglo x ix los cónsules de las p oten cias europeas, los com erciantes y los eruditos em pezaron a ad qu irir grandes cantidades de papiros a anticuarios y cam pesinos egipcios. D e esta m anera se fu eron in ician do las grandes colecciones europeas c o m o la del A rch id u q u e R a in iero de A u stria que contiene más de 100.000 textos, de los cuales 70.000 g rie g o s 1. U n a vez que se com p ren d ió la gran im p ortan cia de estos textos los sabios m ism os em p ezaron a hacer excavaciones sistemáticas. En 1888 F lin ders Petrie se traslada a E g ip to y em p ieza a excavar, en 1897 G re n fe ll y H u n t dieron con la «m in a de o r o » de O xirrin co, y de otros países acudieron tam bién p ro gresiva mente tod a una legión de p a p iró lo g o s que desenterraron m illares de textos. Sim ultáneam ente se había p ro ced id o a la pu blicación de los p ap iros y a su estudio sistem ático. D esde el prim er tercio del siglo x ix se habían ven id o publicando estos textos pero es a finales de siglo cuando la a ctivid a d se institucionaliza, se con vierte en ciencia y em pieza a p rod u cir sus fru tos de una fo rm a m asiva: los P R a in ., P O x y ., P G re n f., B G U , etc., com en za ron a p u b li carse a finales del siglo pasado y algunos de ellos han seguido publicándose a lo largo del presente. Fin alm en te con nuestro siglo aparecieron las revistas especializadas (e l A rch iv f ü r Papyrusforschung es de 1900), las cátedras y sem inarios de p a p irología , los congresos, los diccionarios, etcétera. Es d ifíc il calcular con exactitu d el núm ero de textos papiráceos publicados o conocidos. En to d o caso son m uchos m illares: piénsese que los P O x y . publicados son más de 3.000, los B G U más de 2.000 y el Sam m elbuch (qu e com o es sabido incluye tam bién inscripciones, óstraca y textos ya pu b licad os) pasa de 10.000.
2.
C
o n t e n id o
d e
lo s
p a p ir o s
T ra d icion a lm en te se han ven id o clasificando los textos papiráceos en dos grupos: papiros literarios y papiros docum entales. L o s papiros literarios nos han p ro p o rcio n a d o una gran cantidad de obras y fragm en tos de la literatura antigua de la que n o teníam os n oticia o de* la que sólo sabíam os que había existido. D esd e la C onstitución de Atenas de A ristóteles, aparecida en un p ap iro de Lon d res ( P L it.L o n d A Q S ) y o tro de Berlín y publicada ya en el siglo pasado, al nu evo fragm en to de A r q u ílo c o
1
P a r a u n a h isto ria de lo s d escu b rim ie n to s p a p iro ló g ic o s p u e d e verse e l m a n u a l d e A . C a ld e -
rini, M a n u a le di Papirología... M ilá n 1938, c a p ítu lo s 5 y 6, de la que existe tra d u c c ió n e s p a ñ o la a c a rg o d el P. O ’C a lla g h a n , M o n te v e c c h i, T u r ín 1973.
B a rc e lo n a
1963,
o el excelente m a n u a l L a
Pa pirología
de O r s o lin a
DICCIONARIOS DE PAPIROS
163
aparecido en un papiro de C o lo n ia ( P C o lo n . inv. 7511) y publicado p or M erkelbach -W est en Z P E 14, 1974, m ucho es lo que las arenas de E gip to nos han salvado de la catástrofe sufrida p or la literatura griega a finales de la antigüedad: piénsese que el repertorio de P a c k 1 inventaría más de 3.000 tex tos de autores identificados o anónim os (dram a, lírica, épica, libros de agri cultura, química, astronom ía, botánica, cocina, ep istolografía, gram ática, historia, matemáticas, oratoria, taquigrafía, etc.) y desde la fecha de publica ción de este repertorio han sido publicados muchos textos literarios nuevos, alguno de ellos tan im portante com o el m encionado de A rq u ílo co . A dem ás los papiros no sólo nos ofrecen textos de los grandes autores de la literatura griega, com o H om ero, del que han aparecido centenares de fragm entos, sino que tam bién nos han perm itido con ocer .la interesantísima literatura popular de los m im os, la lírica popular, etc. Sin em bargo, para lo que nos interesa ahora, tienen m ayor im portancia los textos documentales. G racias a «u n a de las m ayores indiscreciones de la historia del m u n d o», com o se la ha denom inado, nos hem os p o d id o enterar de las intim idades de los ciudadanos greco-egipcios de la A ntigüedad. Se ha encontrado de to d o : invitaciones a banquetes, listas de la com pra, actas de d ivorcio, cartas de recom endación, de am or, de reprensión, com erciales, proposiciones deshonestas, borradores de docum entos, ejercicios de escritura, denuncias, recibos, órdenes de arresto, multas, listas de trabajadores o solda dos, leyes, albaranes, oraciones, giros... to d o lo que una sociedad letrada, organizada y m uy burocratizada ponía p o r escrito sobre las chartae de papiro y otro m aterial de escritura. Estos llam ados «d o cu m en to s» fueron escritos, evidentem ente, sin ninguna pretensión literaria y sin conciencia de que fuesen a resistir el paso de los siglos. Precisam ente en ello radica su interés ya que nos reproducen unos niveles de lengua que la literatura no utiliza. G racias a los papiros podem os conocer la xoivi) popular, reflejo más o menos fiel de la lengua hablada en la época. Después de su descubrim iento se han derrum bado una serie de mitos, com o el de la existencia de un llam ado griego bíblico que, hoy sabemos, no es otra cosa que la noivrj popular que reproducen los papiros documentales, con algún escaso sem itism o1.
3.
L É X IC O
D E L O S P A P IR O S
L o s papiros documentales, com o se desprende de lo anterior, están escri tos en
holvti
popu lar (naturalm ente hay papiros escritos en otras lenguas com o
el latín, cop to o árabe, pero aquí nos referim os sólo a los griegos). Sus características lingüísticas y léxicas son las de este dialecto y pueden verse en
1 R oger A . Pack,
The G reek and Latín L itera ry
T exis frorn G re c o -R o m a n E g y p t, Seco n d
R evised an d E n la rg é d E d itio n , A n n A r b o r Í965. 2 C f. el lib ro de A . D eissm a n n , The P h ilolog y o f the G reek Bible, L o n d r e s 1908 en el q u e se trata d espacio este punto.
164
JAVIER LOPEZ FACAL
cualquier m anual de historia de la lengua grieg a 1. Sin em bargo, vam os a resumirlas m uy brevem ente. Es frecuente en la xoivi) popular una gran sim plificación y regu larización de los paradigm as que trae consigo la sustitución de las flexiones atem áticas (n om in al y verb a l) p o r la más fá cil y regular fo rm a temática. E ncontram os, p or ejem p lo, ícrrávco o iaráoj en vez de íotíjíu, xúvgj en vez de ttóóiov
rraióíov, ápvíov,
en vez de nalg, áprjv, noOg, etc. Obsérvese que tam bién en latín vu lgar es
frecuente esta extensión del dim inutivo a expensas del p ositivo ( apicula, aurícula, ovicula p or apis, auris, ovis). En el ám bito del vocabu lario ocurren varios fenóm enos im p o rta n tes: en prim er lugar desaparecen los sustantivos atem áticos dando paso a palabras de la flex ió n tem ática (oíg > Tipófiarov, üg > x 0iP°S> vaüg > nAoíov) sobre to d o cuando podían producirse casos de colisión h om ofón ica p o r efecto del iotacism o (üg I olg). En segundo lugar se sustituyen una serie de palabras gastadas p o r térm inos más expresivos (ní/jinXqiii > nXqpóco, enofiai > ámXouQéuy; ópáoj > fSXénoj; epxo/jai >
óvívrjfii > dxpeAéco;
ttapsúopaí).
tienden a elim inar los m on osílabos (üei > /3péx^i, veo >
Estas sustituciones
xoXu¡jí(í &, eü
> xaXóóg)
y a introducir en la lengua escrita habitual térm inos procedentes d el argot fam iliar (éaQíoo > rpoáyco, xopévvufi > /opTá^w, [íioQóg > ótpdjvLov). En tercer lugar se producen una serie de desplazam ientos semánticos en los significados antiguos de las palabras (xoprjyéco > «avitu allar, p ro v e e r» vpo^Evt]Tf¡g > « p r o x e n e ta ») y una serie de calcos de traducción y préstam os de lenguas extran jeras, com o en latín (cf. infra). Se crea el sufijo -laoa que había de tener tanto éxito en las lenguas europeas y se extiende el ju ego de sufijos -í£oj, -iorf¡g, -tofióg sobre el m od elo tipo mQapí^ui, mQapiorqg, mdapiayióg. Se sustituye o p o r a en los aoristos del tipo sida, fj\6a. A sim ism o se producen una serie de hipercaracterizaciones com o la -v que se añade a los acusativos atem áticos OpAéjSav). Finalm ente, es característico del léxico de los papiros la confusión ei / 01 ¡ u / 1 a que ya hem os aludido (io ta cism o ) y la de 5 / t ( 5éyrru)v / téhtwv, (¡adí^eiv ¡ patí^eiv), esta últim a p or efecto del substrato copto. Estos dos fenóm enos deben ser tenidos m uy en cuenta p o r el lexicógra fo so pena de recoger voces nihili (co m o ocurre a veces en el diccion ario de Preisigke y otros) p o r no caer en la cuenta de la falta de ortografía, enm ascarada a veces p o r efecto de hipercorrecciones. A d em ás de estos rasgos más o m enos form ales el léxico de los papiros se caracteriza p o r reproducir una serie de parcelas léxicas que no eran conocidas p o r la literatura: los térm inos técnicos de la adm inistración, e l regadío y los
1 P a r a estu d iar la le n g u a de los p a p iro s la o b r a fu n d a m e n ta l es la G ram m atik der griech. P a p y ri aus der P tolem áerzeit mit Einschluss der... Ostraka und... Inschriften de E.
M a y se r, B e rlín -L e ip -
z ig 1 1923 ss., co n varias ediciones y re e la b o ra c io n e s posteriores. Se trata de u n a o b r a de in creíble riq u e z a d e d a to s p e ro co n u n a d isp o sic ió n n o m u y clara y p o r e llo m en o s útil de lo q u e p o d ría ser.
DICCIONARIOS DE PAPIROS
165
trabajos en los diques, etc., exigen un estudio porm enorizado p or parte de especialistas. D ebido a ello ya desde el com ienzo de la papirología se sintió la necesidad de disponer de repertorios especializados del léxico papirológico y hoy en día esta parte del léxico griego está m uy satisfactoriamente trabaja da, si la com param os con el léxico procedente de inscripciones.
4.
D
ic c io n a r io s
d e
p a p ir o s
y
o tro s
e s t u d io s
l e x ic o g r á f ic o s
El léxico de los papiros documentales, com o hemos dicho, está bastante bien trabajado. En prim er lugar las colecciones de papiros suelen disponer de índices exhaustivos organizados en varios epígrafes (R eyes y E m perado res, Meses y Días, N om bres de personas, geográficos, términos militares y administrativos, léxico religioso, oficios y com ercio, pesas y medidas, e índice general de palabras). En este punto los papirólogos son un m odelo a imitar por otros editores de textos antiguos y, en especial, por los epigrafistas. Adem ás de estos excelentes índices de colecciones (que, p o r otra parte, son los únicos despojos lexicográficos de los papiros literarios) disponemos de una serie de diccionarios, índices y estudios clasificables en varios apartados:
1.
D
ic c io n a r io s
g e n e r a le s
L a obra standard es el W órterbuch der griechischen Papyrusurkunden... von Dr. Friedrich Preisigke, Heidelberg-Berlin 1925-1927, cuyo autor no llegó a verlo publicado ya que la muerte íe sorprendió recién terminada la obra. Es el único diccionario de papiros, en sentido estricto, de que disponemos. Incluye además algunos corpora de inscripciones (C IG , O G I ) , óstraca y documentos menores. Su lem atización no siempre es correcta ( voces nihili debidas a iotacism o y otros errores) y sus traducciones son, con frecuencia, muy revisables. En tod o caso esto puede ser debido a que es el prim er y único diccionario de léxico papirológico y los precursores están expuestos siempre a incurrir en fallos que luego el progreso de la disciplina va subsanando. Es molesto que se dé la referencia del papiro antes de la cita griega (esto ha inducido a errores ya que generalmente los diccionarios suelen poner la referencia al autor u obra después de la cita). Frente a esto es de agradecer que se ofrezca la fecha del papiro, bien p o r siglo: [III v], bien por m edio de alguna indicación del tipo [arab.] E l continuador de la obra de Preisigke ha sido E, Kiessling quien, todavía en plena guerra (1944), publicaba el I V Band, 1.a Lieferung (a-áprog), en 1958 con apoyo de la Unesco la 2.a Lieferung ( áprog-óévdpov), en 1966 la 3.a Lieferung (Sévdpov-Elpqvijg énoímov) y en 1971 la 4.a ( Eiprivíntog-éninónrcj). K iessling p or su parte, con ayuda de W . Rübsam publicaba un índice de Suplemento a la obra, en 1969 ( oe-h). En 1968 apareció el volum inoso índice de S. Daris titulado Spoglio Lessicale P a p irologico, publicado en M ilán en 3 volúmenes, de 1750 pp. en total.
JAVIER LO PEZ FAC AL
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Esta ob ra fue con cebida c o m o un suplem ento al Preisigke y sin duda rinde servicios útiles en este sentido. Sin em bargo, es una o b ra en ojosa de m anejar p o r el p o c o cuidado con que parece estar h ech a : em p ieza p o r tener una encuadernación tal que se le desprenden las hojas al m anejarla. L a lista in icial de textos despojados es m uy incom pleta, m uy heterogénea, y tiene unas abreviaturas bastante arbitrarias que no coin ciden con las de L.S.J., ni P re i sigke- K iesslin g-R ü b sam , ni las colecciones de papiros m ism as, ni siquiera con otras publicaciones de D aris c o m o su larguísim a reseña al K iesslin g-R ü b sa m (A egyptus 1968, p. 167 y ss. y 1969, p. 203 ss.). A d em ás, a veces las citas no coinciden con el lem a sino con o tra palabra de las cercanías (¿traspapeleo de fichas?) e incluso se com eten errores c o m o entender el a d verb io aieí de Sam m elbuch 7648.4 c o m o una fo rm a del verb o aíto (ver S p og lio s. v.). C reem os que al Institu to di P a p iro lo g ia delF U n iversitá C a tto lica del Sacro C u ore le sobra com petencia para hacer una ob ra m ejor. Es una lástim a pues que a la altura de 1968 se haya hecho un índice, y no un diccion ario, y adem ás con tan p oca acribía. P o r lo demás, la obra es útil y de hecho es m uy m anejada p o r p a p iró lo g o s y lexicógrafos.
2.
D
ic c io n a r io s
e s p e c ia l e s
A . N o m b re s propios. A p a rte de los índices de las coleccion es los d ic c io narios de nom bres p rop ios más im portantes son el Nam enbuch de F. P reisig ke, H e id elb erg 1922 (H a k k ert, A m sterd a m 1967) de nom bres de persona, con su suplem ento O nom asticon A lte ru m P a p y rolog icu m de D . F orab osch i, M ilá n , sin fecha, pu blicado en 3 fascículos (e l últim o llega a naTü/j.ig). E n el año 1901 ya se publicaban unos Aegyptische und Griechische Eigennam en... m anuscrito a dos colum nas, d ifícil de m anejar, p or ob ra de W ilh e lm S p iegelb erg (L e ip z ig 1901). D e nom bres geográ ficos la o b ra clásica es el D iz io n a rio dei nom i g e o g ra fici e to p o g ra fici d e lf E g itto G reco-R om a n o de, A . C alderini, p u blicado p o r v o lú m enes en diferentes lugares y épocas (C a iro 1935, M a d rid , G S IC 1966, etc.) y actualm ente reeditado en M ilá n p o r C isa lp in o -G o lia rd ica (ristam p a anastática 1972). B. Inversos. D a d o el estado fragm en tario e in co m p leto de los textos papiráceos, un tip o de estudios m u y útiles en p a p iro lo g ía son los d iccion arios inversos. Sin em b argo, a pesar de que ya en 1900 hacía G ra d en w itz un intento en este sentido en su Einführung in die Papyruskünde, no es m ucho lo que tenem os de léxico p a p iro ló g ic o ord en ad o de esta m anera: apenas si dispon e m os de m ás que el H eid elberg K on tra rin d ex der griech. Papyru s-U rku n d en , B erlín 1931, del m ism o O tto G ran den w itz. Esta laguna se puede suplir con los diccion arios inversos del léxico com ún griego que existen, p ero en el caso de los nom bres p ro p io s sería m uy útil disponer de un índice inverso. H o y esto o frece m enos d ificu ltad debido a la ayuda que p ro p o rcio n a n los ordenadores. Esperem os pues que esta laguna se colm e pron to, C. D iccio n a rio s especializados. D a d o el léxico técnico esp ecializad o tan
DICCIONARIOS DE PAPIROS
167
frecuente en los papiros documentales, los repertorios y estudios de estos cam pos son fundam entales tanto para el especialista com o para el lego en la materia. C o m o obras más puram ente lexicográficas podem os m encionar aquí el R ecueil des termes techniques relatifs aux institutions politiques et administratives de l'E gy p te romaine, suivi d u n choix de textes papyrologiques, Bruse las 1912, de H . H o h lw ein ; las dos obras de F. Preisigke, Fachw órter des offentlichen Verwaltungsdienstes Aegyptens in den griech. Papyrusurkunden der ptolem áisch-róm ischen Z e it, G óttin gen 1915, y el I I I Band del ya m encionado W orterbuch... herausgegeben von D r. E. Kiessling, Berlin 1931, d ivid id o en 23 Abschnitte y dedicado to d o él a térm inos técnicos (préstam os latinos, nom bres propios, indictiones, eras, meses, días, oficios, títulos, etc.). Especí ficam ente de préstam os latinos poseem os un estudio de S. Daris, I I lessico latino nel greco d E g itto , Barcelona 1971, que es lo más com p leto en este cam po. Tam bién es interesante m encionar el Inventory o f Compulsory services in P tolem a ic and R om án Egypt, de N . Lewis, N u eva Y o r k -T o r o n to 1968. P o r lo demás, aunque no en form a de diccionario o índice, la b ib liogra fía especializada es m uy extensa, tanto en lo que respecta a estudios de realia com o el con ocid o de F. O ertel sobre la «litu rg ia », los de Taubenschlag sobre las leyes, el de Preisigke sobre los giros, etc., com o sobre estudios de palabras de los papiros. Para no extendernos sobre este punto rem itim os a los m anua les de papirología, las revistas especializadas1 y aun las colecciones mismas que suelen incluir abundantes repertorios b ibliográficos. Finalm ente conviene recordar la progresiva utilización de los ordenadores en e l cam po de la lexicografía p ap irológica: el Thesaurus Linguae Graecae de Irvin e (C a lifo rn ia ) ha hecho un índice de las Berichtigunsliste que es de gran utilidad (ver C a lcu li, p. 193). Se han hecho además índices de colecciones y estudios varios. Para tod o ello, cf. C a lcu li, In dex II, G eneral s. v. P a p y ro lo g y y passim, y en este m ism o libro mi capítulo sobre ordenadores y lexicografía griega.
1
E s especialm ente útil la sección b ib lio g rá fic a de la revista A egyptus, en d o n d e se p u ed en
segu ir las p u b licac io n es so bre p a p iro lo g ía .
II.4 Léxico de inscripciones y dialectal Existencias y problemas
I.
E L L E X IC O D E L A S IN S C R IP C IO N E S
1.
I
n s c r ip c io n e s
y
d ia l e c t o s
Si em pleam os el térm ino «d ia le c to » en el sentido convencional en que suele emplearse en la Gram ática griega, a saber, referido a todas las variantes no áticas y no de koiné de la lengua griega, nos encontramos con que las inscripciones son una de las fuentes principales para su conocim iento. A h o ra bien, los problem as que el léxico dialectal presenta en cuanto que es dialectal son fundamentalmente los mismos que los del léxico dialectal transm itido por vía literaria: por tanto, dejam os su estudio para un segundo apartado, en que nos ocupamos del léxico dialectal, sea cual sea la vía de su transmisión hasta nosotros. Pero desde ahora mismo conviene hacer dos observaciones, que son espe cialmente pertinentes para el léxico dialectal transmitido a través de las inscripciones: 1. M ientras que, con pocas excepciones, los textos literarios están escritos exclusivamente en el alfabeto jónico, las inscripciones conservan abundantes huellas de otros alfabetos, lo que crea problem as de transcripción, que serán estudiados infra II. 8. Tenem os incluso inscripciones escritas en silabario micénico, de las que nos ocupam os en I I . 5, y en silabario chipriota, de cuya transcripción hablam os en I I . 8. 2. C on más frecuencia que los textos literarios, las inscripciones nos ofrecen dialectos locales, no literarios. Es, p or ejem plo, más variable y menos norm alizado el griego de las inscripciones áticas del s. V que el de la prosa; es más auténtico, menos influido por H om ero, el lesbio de las inscripciones que el de Safo o A lc e o ; y observam os en las inscripciones m ejor que en los textos literarios el proceso p o r el cual se pasa de los antiguos dialectos a la koiné; esto ha sido estudiado, por ejem plo, para las inscripciones de M agn e
FRANCISCO R. ADRADOS
170
sia, M ile to , D e lfo s y otros lugares. E n lo que respecta al vocab u lario, éste se presenta con m enos m ezcla de elem entos litera rio s1. Sin em b argo, hay que m atizar esta observación : a) Existen inscripciones que transm iten textos literarios dialectales, tales los fragm en tos de A r q u ílo c o procedentes de inscripciones del H e ro o n erigid o en h on or del p oeta en ép oca helenística en su Paros natal; o el óstracon de S afo de que procede su fr. 2. En realidad, éstos son textos literarios com o otros cualesquiera, incluidos en las ediciones de los autores respectivos. b ) Otras inscripciones tienen de p or sí carácter literario, pertenecen a un determ inado género. A sí, los num erosos epigram as, sepulcrales y v o tiv o s sobre tod o, que encontram os en inscripciones a partir de finés del s. v iii y que están escritos en las lenguas literarias usuales en los m etros que em plean (hexám etros, dísticos elegiacos, incluso trím etros yám bicos). P ero no sólo aquí. C onservam os, p o r ejem p lo, num erosos oráculos hexam étricos d el orácu lo de D íd im a, en M ile t o 2: están escritos en lenguaje épico, dentro natural m ente de una tradición que ha id o evolu cion an d o y en la cual es notable la aparición de palabras que, en la literatura, no aparecen hasta textos m uy posteriores c o m o son los O racula Sibyllina. Y tam bién hay inscripciones en prosa de tipo lite r a r io : citem os, p o r pon er un ejem plo, la fam osa inscripción de A n tío c o de C om agene, que ya citaba N o r d e n 3 com o ejem p lo de prosa retórica asiánica, fuertem ente poetizan te en su vocabu lario, entre otras cosas. c) P o r el con trario, determ inadas inscripciones tienen un carácter suma mente vulgar, con grafías que reflejan pronunciaciones que nunca alcanzaron difu sión general, con léxico m ezclad o usado p o r las capas más bajas de la pob lación , form adas p o r gentes de varios orígenes. Esto es lo que ha hecho ver, p o r lo que respecta a los vasos áticos, el excelente lib ro de K retsch m er4; se añaden datos de las D e fix io n u m tabellae, tablillas de p lo m o con m a ld icio nes5 y algunos de fuentes literarias. A partir de aquí Th u m b -S ch erer6 han p o d id o escribir un capítu lo sobre e l ático vulgar, que no sólo presenta toda clase de variantes fonéticas (epéntesis, asim ilaciones, disim ilaciones, m etáte sis, etc.), sino tam bién hechos léxicos esp eciales: naddídq/ii 'encadeno* ju n to a naraSéoj, p or ejem plo.
1 S o b r e el ático de las in sc rip cion es cf. K . M eiste rh an s, E . S ch w y zer, Gra m m a tik der A ttischen Inschriften, 3.a ed., B e rlín 1900, c o m p le ta d o p a r a la F o n é tic a p o r L . L u p a s , P h o n o lo g ie du g rec attique, L a H a y a 1972. S o b re las de M a g n e s ia , E. N a c h m a n s o n , L a u te und F orm en der magnetischen Inschriften, U p s a la 1903. S o b r e las de M ile to , B. B o n d e s so n , D e sonis et fo r m is titulorum M ile s io ru m D id ym a eoru m qu e, D iss., L u n d 1936. S o b r e las de D e lfo s , J. J. M o r a lííjo , Gram ática de las inscrip ciones délficas, S a n tia g o 1972. 2 E d ita d o s p o r T h . W ie g a n d , D id y m a I I : D i e Inschriften, ed. A . R e h m , B e rlín 1958. 3 E. N o r d e n , D i e antike Kunstsprache, S tu ttgart 1958 (2 .a e d .). 4 C f. P. K re tsch m er, D ie griechischen Vaseninschriften ihrer Sprache nach untersucht,
Güters-
lo h 1894. 5 C f. R . W ü n s c h , D e fix io n u m tabellae in A ttiea regione repertae, I G lín 1897; E . Z ie b a r th , N e u e attische Fluchtafeln, N G W G 1899, pp. 105-135. 6 O b . cit., p. 306 ss.
III
3, A p p e n d ix , B e r
171
LEXICO DE INSCRIPCIONES Y DIALECTAL
d)
D e todas maneras, las inscripciones tienden a desarrollar una lengua
de cancillería que las aleja de la realidad de los dialectos vivos. E sto es lo que suponemos que ocurre con el dialecto micénico, prácticamente uniform e en Pilos, Cnosos, Micenas y Tebas. Es también la explicación de que el dialecto jón ico de Asia, tal com o aparece en las inscripciones, sea esencialmente uniform e y no nos perm ita confirm ar la afirm ación de H e ró d o to I 142 sobre diferencias de lengua entre las ciudades jónicas. P o r otra parte, las oscilacio nes del délfico de los siglos iv y m a.C. entre la tendencia a diluirse en la koiné jónico-ática y la contraria a estabilizarse dentro de un tipo dialectal del N .O . de Grecia, dependen de corrientes políticas en pugna. Así, la relación entre dialectos e inscripciones no es simple. E l vocabulario dialectal de las inscripciones debe juzgarse dentro de estas coordenadas.
2.
E
l
l é x ic o
d e
la s
in s c r ip c io n e s
e n
g e n e r a l
Prescindiendo ya de su carácter dialectal o no, en el sentido restringido atribuido más arriba a esta palabra, hemos de añadir que el vocabulario de las inscripciones en general presenta rasgos que derivan de las características generales de la lengua de las inscripciones. N o s referim os ahora a las que no son de carácter literario, pues el estudio de éstas debe hacerse, com o hemos apuntado, en conexión con el de las lenguas literarias en general. En líneas generales, no es acertada la idea de que las inscripciones son un buen testigo de la lengua popular. Son ciertamente, con las excepciones a lu d id a s, no lite ra ria s y así nos sirv e n de c o n t r o l p a ra d e s ta c a r las características de ciertas lenguas literarias. Es lo que hace, p or ejem plo Ch. F a v re 1 cuando estudia el vocabulario de H eró d o to , tan lleno de tér minos épicos, com parándolo con las inscripciones jónicas. Igu al se podría, por ejem plo, destacar los poetism os de ciertos diálogos de Platón (pasajes del Fedro y Banquete, sobre to d o ) o los
dorismos de Jenofonte
o
los
vulgarismos de H iponacte, com parando las inscripciones contemporáneas áticas o jónicas, respectivamente. Pero, con excepciones, tam poco representan propiam ente las inscripciones la lengua popular. Estas excepciones se refieren sobre todo a inscripciones «vu lg a res» arriba aludidas, tales las de ciertos vasos y óstraca y las de las defixionum tabellae. P o r otro lado, el concepto de «v u lg a r » no coincide exactamente con el de «p o p u la r »: el ático popular es reflejado mucho m ejor p or Aristófanes que p o r las inscripciones. Aunque en éstas, en todas ellas en general, haya una gran variedad de construcciones sintácticas y de form as flexionadas, m enor rigidez en esto que en los texto's escritos. A h o ra bien, por lo que al vocabulario y la fraseología se refiere, hay que
1 Thesaurus verborum quae in titulis lonicis leguntur cum H e id e lb e rg 1914.
H erod oteo
sermone comparatus,
FRANCISCO R. ADRADOS
172
hacer constar que la m ayoría de las inscripciones pertenecen a la que p o d ría m os llam ar «len gu a de can cillería», que ha fijad o fórm ulas y usos que se repiten con m on oton ía. Las inscripciones «p a rticu la res» son escasas y b re v e s : sobre to d o sepulcrales y dedicatorias (p ero las más extensas están en verso), tam bién llenas, p o r lo demás, de fórm ulas. A p a rte están, decíam os, las esca sas y breves inscripciones «v u lg a re s ». E l grueso de las inscripciones griegas son, efectivam ente, inscripciones oficiales, de las ciudades, tem plos, etc. E ncontram os tod a clase de listas (m uertos en las guerras, vencedores en Juegos y Certám enes, servidores de santuarios, listas de inventario, e tc.); de cuentas (ingresos y pagos, arrenda m ientos, e tc .); de contratos (para la construcción de ed ificios públicos y tem p lo s); de decretos, leyes, tratados; de actas de m anum isión; etc. D om in a n casi siempre el léxico arcaico, las fórm ulas fijas. Sucede, de otra parte, que así co m o es cierto que las inscripciones están libres en general de préstam os literarios y de lengua vulgar, no es m enos cierto que en e l d om in io legal se crea una especie de léxico griego com ún, es decir, que no es nada seguro que el vocab u lario de una inscripción dialectal contenga solam ente térm inos dialectales. E llo es sobre to d o claro cuando ese léxico legal, de origen ático, se expande conservando sus características fo n é ticas. A veces, hay casos m ixtos; en el dom in io dórico encontram os 5a¡ióoioi (lac. ba^ohioq), con asim ilación ática de la -t- ante -i-, pero con alfa. C o n frecuencia la interpretación es dudosa: R u ijg h 1 p o r ejem p lo supone que en beoc. TTSTparri y are. rerparoq es aticism o la voca liza ción de / en pa. E sto es sumamente dudoso. T o d o esto está en relación con e l hecho de que nuestras inscripciones anteriores al s. iv a.C. son m uy escasas; y precisam ente en ese siglo tiene lugar la gran expansión de las form as del ático, que da origen a la koiné. In versa mente, com ienzan a penetrar en el ático palabras jónicas y de otros dialectos, dentro del m ism o fen óm en o de la unificación de la lengua griega. T o d o ello hace d ifícil ju zga r los hechos. En tod o caso, resulta claro que la utilización del léxico de las inscripciones com o contraste para definir dialectalm ente y desde el punto de vista de los niveles de lengua el léxico de los textos literarios, debe hacerse con sumo cuidado, teniendo en cuenta en cada caso el carácter y fecha de las inscrip ciones com paradas. C on tod o, es im portante la con tribu ción de las inscripciones a nuestro con ocim ien to del léxico griego, tan va rio y extenso. A p a rte de lo que se deduce de las consideraciones anteriores, añadam os que el carácter con creto y técnico de numerosas inscripciones nos ofrece palabras que nos son desco nocidas p o r vía literaria. H a y incluso m ucho hapax procedentes de inscrip ciones. Y hay un vocab u lario que es p ro p io de determ inadas inscripciones : así
1
« L e traitem ent des sonantes vo y elles d a n s les dialectes grecs et la p o sitio n d u M y c é n ie n »,
M n e m o s y n e 14, 1961, pp. 193-216.
173
LEXICO DE INSCRIPCIONES Y DIALECTAL
la term in ología sepulcral que encontram os en A s ia M e n o r 1, con palabras com o nvi)(i£Íov, rácpoq, aopóq, oojfiaTo$f¡nr¡, eiaúcrrr). A h o ra bien, estos térm inos técnicos o especializados, que figuran en listas y relaciones, no siempre son fáciles de definir. Pienso, p o r ejem plo, en los objetos que figuran en los inventarios del tem plo de D élos com o el de 1G 1. (2) 161 B o en S E G 24.361 (b eo cio Qpáyava, Fayávto, noúpaufia, Cimag ); en los pescados citados en una inscripción beocia que los tasa2. Muchas veces la traducción de estos términos es aproxim ada o conjetural.
3.
P
r o b le m a s
d e l
l é x ic o
d e
la s
in s c r ip c io n e s
U n m aterial con frecuencia fragm entario de lectura dudosa com o son las inscripciones presenta al lexicógrafo numerosos problem as de ed ición ; si una determ inada form a es un error del lapicida o si tiene una interpretación de orden fon ético o dialectal o de form ación de palabras; cuál es la restitución correcta de las palabras transmitidas fragm entariam ente. T o d o esto com porta problem as de interpretación. P o r otra parte, en lo relativo a la manera de citar las inscripciones el lexicógrafo se encuentra ante un dilem a; sí seguir las grandes colecciones o bien nuevos tratam ientos m onográficos, en las revistas, del texto de inscripciones determinadas. Estos nuevos tratam ientos suelen contener cosas de interés, pero en cam bio el riesgo está en que una misma inscripción sea considerada alternativam ente según varias ediciones. Este riesgo no es pura im aginación. En E m érita 39, lo ejem plificábam os con la inscripción deifica que nos ha conservado las leyes de la fratría de los Labiadas, la cual es citada diversam ente p or L S J según las diversas palabras: para Foíxco cita Schwyzer 323, para dapárai M ic h e l 995, para áfiquXXéyu} G D I 2561, para áyaioq S IG 438. M u ch o más grave es que L S J da dtAexrópiov tradu cido com o poultry-yard , con la referencia IG R o m 4.921 (C y b ira ) y su Supplement cita a su vez áXXexTópiov, prob. =
Lat. adlectoriujn, reading-room , S E G
6.277 (C ybira, I I a. D ., written áXex-). Pues bien, conviene saber que se trata de dos lecturas, en dos ediciones, de la m ism a palabra, traducida una vez p or 'corral de gallos’ y otra p or 'sala de lectura*. En nuestro, D G E hemos establecido un orden jerárqu ico respecto a las citas: I G y grandes co rp o ra ; colecciones m on ográficas; Supplementum E p igraphicum G raecum ; publicaciones originales. Pero, aunque cuando se cita por una edición es elem ental dar exactam ente el texto de esa edición, es fuerza recoger también, con las indicaciones pertinentes, el texto de las nuevas lecturas y conjeturas: las del citado Supplementum I - X X V
Leiden, Brill,
1923 ss.; las de una gran b ib liografía dispersa en revistas sobre todo. D en tro de ella destacan las publicaciones de L . R o b e rt: el «B u lletin E p igrap h iqu e»
1 J. K u b in o k a , L e s monuments funéraires dans les inscriptions grecques de Í A s i e V a rs o v ia 1968. 2 F. Salviat et C . V atin , Inscriptions de la G rece centrale, P a rís 1971, p p . 95-109.
M in e u re ,
174
FRANCISCO R. ADRADOS
que publica la Revue des Etudes G recs; sus Opera M in o ra Selecta, I- I I I , A m sterdam , 1969-74; H ellenica I - X I I I , París 1940-65. H a y que añadir los artículos de D rew -B ear en G lotta, a partir del vol. 46, 1968, m ejora n d o L S J desde el punto de vista e p ig r á fic o ; las diversas revisiones de inscripciones p or Peek en la Zeitsch sch rift f ü r P a pyrologie und E p ig ra p h ik ; y muchas pu blica ciones más. L a dificultad del trabajo en ep igrafía griega se m u ltiplica p o r causa del m ín im o m aterial auxiliar que en general presentan nuestras ediciones. Es lo más frecuente que éstas no ofrezcan com entario in terpretativo alguno (así las IG , las Feuilles de Delphes, las Inscriptions de D élos , etc.) o que este com en tario sea extrem adam ente parco. H a y ciertam ente excepciones com o, entre otros ejem plos, L . et J. R ob ert, L a C arie, París 1954 ss., A . et E. Bernard, Les inscriptions du Colosse de M em non, París 1960. E n cuanto al léxico, algunas ofrecen listas de nom bres p rop ios y de palabras escogidas, sin m ás; así, p o r ej., las IG . Otras veces ni siquiera contam os con esta ayuda. Y
no existen léxicos de inscripciones apenas. L a principal excepción es
bien parcial, el L éx ico contenido en el vo l. I I I de la S ylloge Inscriptionum Graecarum de D itten b erger1, es decir, de una an tología de inscripciones. T a m p o c o se trata, propiam ente, de un L éxico, sino de un índice que da, eso sí, el con texto de las palabras. A sí, aunque insuficiente, el m ejor rep ertorio d el léxico de las inscripciones es el contenido en L S J , que h izo a este respecto una ob ra m eritoria. El Supplem ent despojó algunas colecciones más, pero m uy saltuariam ente, com o hem os hecho ver en el p ró lo g o al D G E . Es im prescindible, pues, acudir a las propias colecciones y a los estudios m on ográficos, lo m ism o para las colec ciones no m encionadas, p or ser posteriores, en el L S J y el Supplement, que para las contenidas en éste. Y carecem os de dos instrum entos auxiliares que, en nuestra opin ión , serían del mas alto v a lo r: a) U n a tabla de correspondencias que diera todas las ediciones de cada inscripción. Según están las cosas es m uy difícil, p o r ejem plo, ver si ciertas inscripciones que aparecen en viejas publicaciones com o el C IG , G D I, O G I, IG R o m . han vu elto a ser publicadas y dónde. b) U n a lista de correcciones (sem ejante a la que existe para los papiros) que nos ofreciera todas las nuevas lecturas y conjeturas (e incluso todas las nuevas interpretaciones) de todas las inscripciones, con un índice que la hiciera utilizable. L a fo rm a desorganizada en que se ha trabajado en E p igra fía griega ha hecho que el m aterial léxico de las inscripciones nos sea más difícilm ente accesible que ningún otro y que haya sido u tilizado m enos de lo debido.
1 3.a ed., L e ip z ig 1915-24, 4 vols.
LEXICO DE INSCRIPCIONES Y DIALECTAL
175
H em os intentado de todos m odos dar una idea tanto del. carácter de este léxico c o m o de nuestro conocim iento de él. Aunque algo añadirem os al hablar del léxico d ialectal
II. E L L E X IC O D I A L E C T A L 1.
G
e n e r a l id a d e s
U n D iccion ario griego recoge un diasistema, es decir, una serie de siste mas léxicos, ya contem poráneos, ya sucesivos; sistemas, p o r otra parte, que se interpenetran sobre la base de un núcleo común. Tenem os, p or ejem plo: a) U na serie de dialectos locales, con diferenciaciones internas: el beocio, por ejem plo, tiene variedades locales (de Tebas, Tanagra, Tespias...) y a su vez es una variedad del eolio. b) U n a serie de dialectos literarios, que suelen tener su base en un dialecto local, con influjo de otros dialectos locales o literarios: hemos m encionado esto para H eró d o to y Safo, pero igual puede hablarse del cuasi-dorio (con elementos hom éricos) de la lírica coral, del cuasi-jonio (con jonism os y homerismos) de la elegía, etc. En el caso de H om ero, el origen de la m ezcla de elementos dialectales que presenta es un problem a de H istoria literaria. c) U n a serie de niveles de lenguaje: lenguaje de cancillería, popular, vulgar, técnico y científico, etc. Esto es sobre tod o cierto para la época helenística. A q u í encontram os el griego popular del N u e v o Testam ento y ciertos papiros privados, al lado de la koiné literaria más antigua (P olib io, Filón el M ecánico, etc.) y de la koiné literaria posterior, que va incluyendo dosis cada vez más fuertes sea de aticismos, sea de poetismos. Puede decirse que si bien el léxico es más bien un dato accesorio, al lado de los fonéticos y m orfológicos, en la caracterización de los dialectos locales, su papel es absolutamente decisivo en la de los dialectos literarios y los niveles de lenguaje, verdaderos «d ialectos sociales». En todos los casos hay que insistir en que el léxico pertenece a una zona de la lengua especialmente permeable. Existen, ciertamente, palabras excluidas de ciertos dialectos o niveles y otras exclusivas de ellos, caracterizadoras de los m ism os; los poetas épicos de edad helenística y rom ana reintroducen homerismos, a veces con interpretación defectuosa; los aticistas de edad im perial reintroducen térm i nos áticos hacía tiem po caídos en desuso. Pero al lado de estas palabras y de las comunes a todo el griego hay otras propias de varios dialectos o niveles, aunque aparezcan en ellos con frecuencias variables. Proceden ya de los orígenes mismos, ya de préstamos posteriores; en uno y otro caso adquieren un valor de estilo o género. Así, surgen, p or ejem plo, las llamadas «palabras poéticas» que, sea cualquiera su origen, caracterizan ciertos estilos, desde el discurso de D io tim a en el Banquete de Platón a un autor com o H im erio. N o existe, pues, un léxico absolutamente fijo en cada dialecto, sino que hay una gradación. Aunque tuviéramos, que no lo tenemos, un despojo
FRANCISCO R. ADRADOS
176
exhau stivo de los distintos dialectos locales o literarios, los distintos géneros y estilos, con e llo no tendríam os m ás que un instrum ento para com en za r la in vestigación de los distintos léxicos especiales en cuanto a su o rigen y en cuanto a su v a lo r de estilo. E stando c o m o están las cosas se puede to d o
lo más tratar de dis
pon er a) L éxicos, con cordan cias e índices de autores o grupos de autores, d ia lectos locales, etc., a que nos hem os referid o en II. 1 y 2. Y , p o r supuesto, estudios sobre estos diferentes léxicos desde los puntos de vista m encionados. b ) U n D ic c io n a rio general en que se dé la m áxim a d ocu m en tación de cada palabra a lo la rgo tanto de la c ro n o lo g ía c o m o de los dialectos locales y literarios. E l id ea l sería docu m entar la palabra en tod os aqu ellos en que esté presente, de m o d o que, p o r ejem p lo, la falta de citas de prosistas áticos significara la no aparición de la m ism a en ático. A este id ea l quiere responder en alguna m ed id a el D G E . C on vien e hacer algunas indicaciones de carácter p ráctico sobre la in clu sión en un D ic c io n a rio general del léxico dialectal. C u an do la diferen cia es solam ente fon ética, n o hay o tra solu ción que dar todas las form as b a jo un lem a con ven cion al, que suele ser el del ático (e l D G E da la fo rm a jó n ic a y de otros dialectos para los verb os en -croco y los en -áoo, -éio, -ów, para e l grupo
-p a -). P o r supuesto, cuando form as c o m o iepóg, ia p ó g jp o g quedan m u y sepa radas, es preciso dar referencias. P e ro cuando una fo rm a fo n ética dialectal no tiene correspon den cia en ático, es absurdo reconstruir una fo rm a ática: hay que dar la prim era tal cual. Y lo m ism o con las m o rfo ló gica s. E n cuanto a la transcripción, cualquier criterio es adm isible (véase infra I I . 8 el del D G E ) con una c o n d ició n : que no altere los rasgos fo n ético s y m o rfo ló g ic o s p ro p io s de los dialectos. N o se puede, p or ej., transcribir p o r et la e de ciertos dialectos que carecen de q : se sugiere así que dichos dialectos poseen la op o sició n e / f , lo que no es verdad.
2.
El
lé x ic o
de
lo s
d ia le c t o s
lo c a le s
L o p rim ero que hay que decir de este léxico es que está insuficientem ente recogid o. H a y algunas colecciones de m ateriales, pero incom pletas, en: H.
V a n H erw erd en , L e x ic u m G raecum S u ppletorium e t D ia le cticu m , L ei-
den 1910, 2 vols. Fr. Bechtel, D ie griechische D ia le k te , tres vols., Berlín 1921-24 (a p r o p ó sito de cada dialecto da su léxico más característico). L o s índices de obras de D ia le c to lo g ía c o m o Thu m b-Scherer, Handbuch der griechischen D ia le k te , Z w e ite r T e il, H eid e lb e rg 1959 o E. Schw yzer, D ia le ctoru m gra ecoru m exem pla epigraphica p o tio ra , L e ip z ig 1923. A u n q u e resul te extraño, en índices co m o éstos se encuentran cosas que faltan en L S J . E n segundo térm ino, no está hecha la historia del léxico de lo s dialectos griegos. Si la fragm en tación de los dialectos en lo que respecta a sus caracterís-
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ticas fonéticas y m orfológicas está som etida a discusiones, en las que no p o d e m os entrar aquí, un elem ento mucho más flu ido y sujeto a préstam os com o es el léxico, es lógico que históricam ente sea mucho menos seguible todavía. D e un lado, hem os dicho que nuestras inscripciones dialectales, proceden tes en su m ayor parte del s. i v a. C., contienen préstamos del ático, asim ilados o no a la fonética de los respectivos dialectos. Y que en los textos dialectales literarios no siempre es fácil separar entre el léxico propiam ente dialectal y los préstamos de tipo lite ra rio ; insistiremos sobre este punto. P o r otra parte, habríam os de plantearnos el problem a de los orígenes del léxico de los dialectos locales dentro de un panoram a más am plio. C om o en cualquier otro nivel de la lengua, en el léxico hay que distinguir entre arcaís mos, elecciones e innovaciones, aunque no siempre sea fácil decidir: 1. Arcaísm os. P o r ejem plo, las coincidencias entre el léxico de H o m e ro y el del m icénico y tam bién a veces el del arcadio-chipriota, sobre las que decim os algo infra, I I . 8, deben interpretarse com o arcaísmos dentro de un grupo dialectal, ya sea el G rieg o O riental del segundo m ilenio, ya un sector dialectal de él. L a no aparición de este sector del vocabu lario en otros dialectos debe atribuirse, simplemente, a pérdfdas sufridas p or los mismos. A sí, si ávor? 'señor* se encuentra en H om ero, m icénico y chipriota, pero no en otros dialectos, salvo com o hom erism o en lengua poética, la prueba de que tam bién existió fuera de allí es el nom bre "Avaxeq de los D ioscuros (y ’ Avaxdov de su tem plo) en el A tic a y otros lugares. M u y concretam ente, sobre la base de la topon im ia del A tic a y de diversas frases hechas y arcaísmos del ático hem os establecido en otros lugares 1 que el ático con oció en fecha antigua, hasta el s. v i a. C. inclusive, palabras que luego fueron elim inadas del m ism o o reducidas a un em pleo m ín im o : palabras com o áyaAjua, áyopá 'asam blea’ , aí0co, xpouvóq, £loorrip , 9éyaq, ¡léyapov, etc. A sí, en una cierta m edida al menos, las diferencias léxicas entre los dialectos locales provienen de pérdidas de palabras radicales o derivadas. Estas pérdidas tuvieron lugar sin duda en áreas progresivam ente más reduci das, según avanzaba la fragm entación dialectal. P ero ello no es todo. 2. Elecciones. C on frecuencia, la caracterización léxica de un dialecto de pende de que se ha llegado a una elección entre pares de térm inos más o menos sin ón im os: aipé u y áypécú, ne5á y jurrá, áv y m . Sucede que, a veces, el térm ino no elegido en un dialecto aparece ocasionalm ente en él com o arcaísm o: en ático hay derivados de áypéco como.£coypécu, xcjÁaHpérrjq <
-ypÉrrjq, etc.; en
arcadio se halla sin, lo que es una huella de x e en un dialecto que generaliza
áv. Otras veces, hay dialectos que todavía no han hecho lay elección: en m icénico hay ntSá y fierá, m ientras que los demás dialectos eligen.
1
C f. F ran cisco R . A d r a d o s , « L a to p o n im ia y el p ro b le m a de ias Ursprachen» , A ctas del V
Congreso Internacional de Ciencias Onom ásticas, S a la m a n c a 1958, II, pp. 3-12; Estudios de Lingüís tica General2, B a rc e lo n a 1974, pp. 207-219; y «O r íg e n e s d el v o c a b u la rio á t ic o », E m érita 22, 1954, pp. 123-162, 25, 1957, pp. 81-121.
178
FRANCISCO R. ADRADOS
3.
Innovaciones. SÍ bien las raíces indoeuropeas que se encuentran en
griego hay que suponer que estaban presentes desde el principio en todo él y que si faltan en un dialecto ello se debe a elim inaciones secundarias (aunque quizá, en algún caso, desde fecha muy rem ota), no todos los derivados y com puestos han de ser p or fuerza pangriegos, sino que pueden haber surgido en tal o cual dialecto o lugar, difundiéndose posteriorm ente en un área más o menos vasta. L a cron ología es variable y difícil. A veces, se trata ya de extensiones que presagian la creación de la k oin é, com o hemos d ic h o ; otras, pueden ser más antiguas. Es éste un dom in io en el que se ha trabajado m uy poco. H aría falta disponer de la totalidad de los datos; dispersión dialectal de las palabras, su frecuencia en cada dialecto, cron ología de los testimonios. En estas circunstancias, y mientras esta labor exhaustiva no se realice, un D iccion ario general debe aspirar a recoger todas las palabras dialectales, con la m áxim a docum entación respecto a su localización y cron ología. Salvo frecuencia alta en un dialecto am plio que justifique que la palabra es, p or ej., beocia, es más recom endable dar las localizaciones precisas.
3.
E l
l é x ic o
de
l o s d ia l e c t o s
l it e r a r io s
C o m o hemos dicho, las lenguas literarias de G recia no tienen, en términos generales, un léxico dialectal «p u r o », sino que contienen siempre una cierta dosis de léxico «lite ra rio ». Procede muchas veces de H om ero, en ocasiones introduciendo m odificaciones diversas, conservando otras incluso la fraseolo gía; así en la elegía, el yam bo de un A rq u ílo co incluso, en H e ró d o to , en H eráclito, Esquilo, mélica, etc. Pueden encontrarse datos abundantes en obras sobre H istoria de la lengua griega: M eillet, Apergu (fuñe H istoire de la langue grecque1, París 1948; O. H offm an , A . Debrunner, A . Scherer, H istoria de la lengua griega, trad. esp., M adrid, 1973; R. Hiersche, Grundzüge der griechischen Sprache, W iesbaden 1970. A ñ adim os en nota alguna b ib liografía especializada, referente al conjunto de los problem as del lé x ic o 2. Naturalm ente, este elem ento hom érico aparece en gradaciones diversas. En ocasiones, desciende a un m ínim o o desaparece y entra, en cam bio, léxico popular o vu lgar; así en A rq u ílo co , en H ip o n a cte3, en la Com edia. Y no es, tam poco, la única fuente del léxico literario y poético. En artículos arriba citados he hecho ver que una parte del léxico de la
1 O b . cit., p. 306 ss. 2 D . P a g e «A rch il'o ch u s a n d the O r a l T ra d itio n », Fondation Hardt, Entretiens X . Archilochus, G in e b r a 1964, pp. 117-181; M . U ntersteiner, L a lingua di E rodoto, B a ri 1949; H . B. R o sén , Eine L aut und Form enlehre der Herodotischen Sprache, H e id e lb e rg
1962; B. Snell,
Tyrtaios und die
Sprache des E p o s 2, G ó ttin g e n 1969; E. M . H a m m , Gram m atik zu Sappho und Alkaius, B e rlín 1958; E. Risch, « D i e Sprache A lk m a n s », M H
11, 1954, p p . 20-37; A . Sideras, Aeschylus H om ericus,
G ó ttin g e n 1971; etc. 3 C f. C . N e n c io n i, Jpponatte nelT am biente culturale e lingüístico delFAnatolia I parte, N á p o le s 19 0.
Occidentale,
LEXICO DE INSCRIPCIONES Y DIALECTAL
179
tragedia griega considerado com o «p o é tic o » proviene, en realidad, del v o c a bulario común del ático del s. vi, en que nació la tragedia en Atenas. C om o este léxico coincide ya con el hom érico ya con el jón ico, de ahí que posterior mente haya entrado léxico de estas procedencias en una función de m ero léxico poético o literario. Por otra parte, una nueva fuente de léxico poético fue la lírica coral. H a y que hacer constar que las lenguas literarias griegas arrancan, unas de los dialectos locales (jónico, lesbio, ático, laconio de A lem án ), incrementados luego con léxicos hom erizante; otras, de lenguas que fueron literarias desde el principio, difundidas por aedos y poetas viajeros; caso de la épica, la elegía y la lírica coral. Sobre un fon do, respectivamente, jón ico y dórico, el influjo externo, literario, fue aquí mucho mayor. Concretamente, el dorio de la elegía fue un ligero barniz, unos cuantos fenóm enos fonéticos aplicados solamente a un repertorio léxico muy lim ita d o ; esto es lo que ha hecho ver claramente para la lengua de los corales de la tragedia el libro de G. Bjórck, Das alpha impurum und die tragische Kunstsprache, U ppsala 1950. C on elementos de varia procedencia e historia, las lenguas literarias de G recia tenían p or función prim ordial dar una definición form al y un tono em ocional prop io a los distintos géneros literarios o a distintas unidades literarias dentro de una misma obra. Esto es lo que hemos hecho ver para el teatro ático (tragedia y com edia, diálogo y corales) en un trabajo titulado « L a lengua del teatro á t ic o »1. En términos generales puede decirse que en época arcaica y clásica tiende a desarrollarse en G recia un léxico internacional, propio tanto de la poesía com o de la prosa jónica. H ay, desde luego, determinadas excepciones y zonas aparte: léxico propiam ente hom érico, vulgarismos del yam bo, etc. A sí, surge el concepto de «voca b u la rio p o ético », muy útil para caracterizar los distintos estilos de la koiné; desempeña esa función independientemente de su origen. P o r otra parte, la existencia de este dom inio léxico, sobre todo relativo a la vida humana, el pensamiento y eí sentimiento, permite hacer estudios de campos semánticos que operan con un material relativam ente hom ogéneo. Esto ha sido probado en estudios com o el de E. G angutia sobre E l campo semántico Vidal M u erte de H om ero a Platón, M adrid 1977. Y en otros trabajos más, dirigidos p or nosotros. En cambio, la prosa ática, tras un m om ento inicial, el de G orgias, fuerte mente poetizante en lo relativo al léxico y en otros aspectos, nace en los años veinte del s. v a. C. com o una fuerte reacción contra to d o este ambiente léxico. D ado que la prosa ática (e incluso la C om edia) está caracterizada por la ausencia de una serie de palabras presentes en varios dialectos anteriores así com o en poesía, presentes incluso en ático del s. v i a ju zgar p o r nuestro estudio antes citado, y presentes luego también en koiné, surge la hipótesis de que el origen de esta prosa ha consistido, entre otras cosas que afectan a la
1 E n Estudios sobre los géneros literarios, S alam an ca, U n iv e rsid a d , 1975, pp. 29-48.
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FRANCISCO R. ADRADOS
sintaxis, etc., en una elim inación de un am plio sector del léxico. Es m uy im portante que la falta en los autores áticos de una palabra, en un D iccio n a rio general, signifique precisamente que no la usan (salvo, a veces, en pasajes que buscan un tono poético, com o ya hemos dicho). Pero, al tiem po, la prosa ática com porta otro rasgo im portante. E l m o v i m iento de la Ilustración aporta el desarrollo de una serie de hechos léxicos: creación de nuevos abstractos en -fia, -aig, de sustantivaciones con artícu lo; extensión de los adjetivos m ediante el sufijo -móg sobre todo, constituyéndose series correlativas del tipo -Tr\g / -tikíí / - t ia¡ióg, enorm e desarrollo de la com posición y derivación. Es el origen del léxico intelectual del griego de la koiné y, a la larga, de todas las lenguas del mundo. Es im portante señalar las prim eras apariciones de estas palabras, cuya historia no está escrita exhaus tivamente. H ay, sin em bargo, que hacer constar que la creación de un léxico filo s ó fico y científico es anterior a la prosa ática, que no hizo más que continuar el m ovim ien to. Precisam ente cuando estudiamos el léxico de autores com o H erá clito y Parm énides nos encontram os con que las mismas palabras, Xóyog p or ejem plo, están usadas ya en sentido vulgar, ya con especializaciones que responden a su pensamiento. En H ipócrates, que escribe en jó n ico , palabras jónicas norm ales y palabras hom éricas son usadas con sentidos m édicos muy p recisos; e incluso palabras com o las de las com idas o las estaciones tienden a tom ar sentidos absolutam ente precisos, carentes de tod a am bigü edad1. Y a desde ahora la lengua científica tiende al ideal que la caracteriza, una palabra para cada concepto, un concepto para cada palabra. P ero con frecuencia quedan, incluso en unos mism os autores, huellas de los usos antiguos ju nto a los nuevos. A sí, a partir del jó n ico y otros dialectos de los filósofos y científicos y a través del ático, se va form an d o un nuevo sector del vocabu lario griego que llega a época helenística y se desarrolla am pliam ente en ella y en la rom ana. Es este un factor de continuidad. Pero no hay que olvidar, al tiem po, un factor de discontinuidad. Si, tras H o m ero y H esíod o, la lengua poética y jón ica fo rm a un conjunto aproxim adam ente uniform e apto para el estudio de ciertos cam pos semánticos, la prosa ática es la tercera lengua griega a p ro x i m adam ente uniform e. C on mucha frecuencia un mismo cam po semántico se estructura de m anera m uy diferente al de la lengua jó n ica y poética. C on precedentes en la ciencia jo n ia surge ahora un nuevo universo m ental, que en lo esencial ha continuado sin grandes rupturas. L a estructuración del cam po sem ántico de la V id a y la M uerte, a que aludíam os arriba, p o r ejem plo, está en P latón m ucho más p róxim a al de nuestro vocabu lario com ún que al del vocabu lario griego precedente. A partir de esta época los conceptos que las palabras griegas revisten están m ucho más próxim os a los nuestros en sus definiciones y sus oposiciones.
1 C f. C , R o u r a , E l campo semántico « tiem po» de H o m e ro al ático del siglo v, M a d r id 1970.
LEXICO DE INSCRIPCIONES Y DIALECTAL
4. E l
«G R IE G O
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C O M Ú N » O K O IN É
A lo largo del siglo iv, sobre todo en su últim a parte, se va creando el griego común o koiné, que dom inará la escena durante las épocas helenística y rom ana y del cual nacerá el griego m oderno; los dialectos antiguos van quedando arrinconados, convertidos en puramente locales. L a koiné nace, com o es sabido, en torno al ático, usado com o lengua franca desde el s. v en todo el Egeo, dom inado políticam ente p o r Atenas, y también en la corte de M acedonia. Es, en sustancia, un ático que ha perdido algunos de sus fenóm enos fonéticos más llam ativos y provinciales (tt en vez de era, pp en vez de pa); que ha desarrollado ciertas evoluciones com o oíSa/jev, ¿Orina)lev, con frecuencia con perfecta concordancia con otros dialectos; y que ha desarrollado asimismo un nuevo vocabulario, ya de origen dialectal, jón ico sobre todo, ya integrado p or toda clase de derivados y compuestos que continúan precisamente la lengua de la ilustración y el pensamiento ateniense. A lo largo del s. iv vem os cóm o las inscripciones de D elfos o Magnesia, p or ejem plo, van siendo cada vez más invadidas p o r elementos áticos y que al vocabulario ático administrativo, legal e intelectual se extiende por do quier. Vem os también, en el dom inio de la literatura, el proceso in verso: la entrada en la prosa ática del vocabulario extra-ático. Esto se ve, por ej., en Jenofonte, hom bre que v iv ió casi siempre fuera de Atenas y que presenta términos dóricos y jó n ico s1. Pero se ve también en Platón, cuyos últimos diálogos, Las Leyes sobre todo, presentan un nuevo vocabulario que anticipa el de la koiné; precisamente su aparición gradual hace posible fechar relati vamente los últimos d iá logos2. Y es interesante notar cóm o en M enandro, a fines del s. iv, son numerosísimas las palabras no testimoniadas en la litera tura ática anterior3. Es con frecuencia difícil fijar si este nuevo vocabulario procede de tal o cual dialecto. L o más frecuente es que esté, al tiempo, en jón ico y en poesía, pero puede faltar en tal o cual género poético o estar también en dorio. Sospechamos, en ocasiones, que parte de este vocabulario ha perm anecido en ático en estado latente durante la época de la prosa anterior, proscrito por así decirlo de ella. En cuanto a la koiné propiam ente dicha, a partir del s, i i i a. C., para hacer el estudio de su vocabulario hay que distinguir tres sectores del mismo, por lo demás a veces entremezclados. 1.
L a koiné popular, conocida sobre todo por los papiros privados y por
el N u evo Testam ento que desde el libro de A . Deissm ann 4 sabemos que está
1 C f. G au ttier, L a langue de Xenophon, G en e ve 1911. 2 C f. A . D ia z T ejera, «E n s a y o de un m étod o lingüístico p a ra la c ro n o lo g ía de P la t ó n », Emérita 29, 1961, pp. 241-286. 3 C f. B. D . D u rh a m , The Voeabulary o f M en a n d er1, A m ste rd a m 1969. 4 Licht vom Osten, 4.a ed. 1923.
182
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escrito fundam entalm ente en el griego hablado de la época. D esde el lib ro de T h u m b 1 sabemos que el léxico de la lengua popular está lleno
de
dialectalism os, jonism os sobre todo. L a gram ática de M ayser ofrece largas listas de estas palabras1. H a y que añadir la flora ción de un nuevo léxico, incluso en koiné popular, al que y a hemos hecho referencia. Y la presencia de latinism os1. L a m ayor parte del léxico de la koiné popular está recogida críticam ente en el libro de M ou lto n -M illiga n , The vocabulary o f the Greek Testament, Lon dres 19304-. 2. E l griego judaizante, no estrictamente distinto del anterior. Sobre tod o para ju zgar leí griego de la versión de los L X X es necesario con ocer los originales h ebreos1, entre otra bibliografía. E l Theologisches W drterbuch zum Neuen Testament de K it t e l 1 es m uy útil para el estudio del vocab u lario griego com o transcripción de un vocabu lario y una id eo lo gía judías y cristianas. 3. L a koiné literaria. En el s. in a. C. los escritos de los estoicos y otros filósofos, de tratadistas de M ecánica, Poliorcética y Ciencia N atu ral, de eruditos diversos, de historiadores, se escriben en una prosa que, aproxim án dose a la de la koiné popular p o r rechazar ciertos sectores de la gram ática y el léxico áticos, está de todas maneras más próxim a a la prosa ática. Y a partir del s. i a. C., con D ion isio de H alicarnaso y C ecilio de Caleacte, surge el m ovim ien to aticista, que gradualm ente vuelve a reintroducir la gram ática y el léxico áticos, más ciertam ente en unos autores que en otros. E l m ovim ien to culmina con la segunda sofística, en el s.
ii
d. C . : D ió n C risóstom o,
Luciano, Arístides, etc. Pero prosigue hasta el s. iv y aun hasta el v, aunque a partir de un cierto m om ento no es sólo el vocabulario ático el que es de nuevo usado, sino incluso el vocabu lario poético. H im erio, en el s. iv d. C., tom a a Safo p o r m odelo. M ucho más que p o r la gram ática, los distintos géneros de la koiné literaria se caracterizan y diferencian p or el léxico. H arían falta estudios exhaustivos, de tipo
estadístico,
para establecer las diferentes
dosis de
vocabu lario ático y p oético según la cron ología (hay un aumento constan te), los géneros literarios, los autores. N o so tro s hemos utilizado este recurso para caracterizar estilísticamente y fechar las varias colecciones de fábulas esópicas anónim as1. E l problem a es semejante al de lenguas de vocabu lario m ixto, com o el antiguo inglés (léxico germ ánico y latin o) o el ruso (ele m entos del antiguo eslavo).
1 D ie
Griechische Sprache im Z eita lter des Hellenism us, E s tra sb u rg o
2
E. M a y se r, Gram m atik der griechischen P a p yri aus der Ptolem áerzeit, B e rlín 1926-70.
C f.
3 C f.
S. D a ris , 11 Lessico latino del greco d?Egitto, B a rc e lo n a 1971.
4
tam bién W .
C f.
B au e r, A
G reek-E nglish L e x ic ó n o f the N e w
1901,2.a ed. 1974, p. 210 ss
Testament and other early
christian Literature, C h ic a g o 1957. 5 D . H ill, G reek W ords and H e b re w M eanin gs, C a m b rid g e 1967; S. D a n ie l, Recherches sur le vocabulaire du cuite dans la Septante, P a rís 1966. 6 Stuttgart 1932-70; trad. italiana, M ilá n 1965-74. 7 F ran cisco R . A d r a d o s , Estudios sobre el léxico de las fábulas esópicas, M a d r id 1948.
:
LEXICO DE INSCRIPCIONES Y DIALECTAL
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Pero mientras estos casos han sido objeto de algunos estudios estadísti cos1, el cam po en griego está prácticamente virgen desde este punto de vista. Y apenas contam os con instrumentos auxiliares. L o más notable es la obra de W . Schmid, D e r Átticism us in seinen H auptvertreter2, H ildesheim 1964, que da listas de palabras áticas que vuelven a aparecer en los distintos aticistas. Pero, com o se ha visto en I I . 2, apenas contamos para el griego de época helenística y rom ana con léxicos e índices. D e todas maneras, mientras esta deficiencia se subsana, es claro que un D iccionario general que quiera dar una imagen aproxim ada del léxico griego deberá registrar la reentrada en la literatura griega del vocabulario ático y poético desaparecido anteriormente. L os D iccionarios existentes son m uy pobres a este respecto; un autor tan im portante com o Plutarco, p o r ej., está a este respecto muy poco utilizado. M ás útiles son, sin em bargo, para recoger las nuevas palabras derivadas o compuestas que constantemente se fueron creando en la literatura de la época helenística y romana. En lo relativo al vocabulario específico de la literatura cristiana, presta un gran servicio el léxico patrístico de L a m p e2, aunque se concentra más en la term inología teológica que en el léxico general de la lengua griega que se va creando y del que los autores cristianos participan igual que los demás.
1 C f. p o r ej., G . H e rd a n , Quantitative Linguistics, L o n d re s 1964, p. 133 ss. 2 O x fo rd 1961-1968 (2 .a ed .)
II.5 Micénico
1.
L O S T E X T O S M IC É N IC O S : SUS C A R A C T E R ÍS T IC A S Y
SU E S C R IT U R A
A partir del desciframiento de las tablillas micénicas el año 1953 por obra de M ichael Ventris, tenemos a nuestra disposición textos griegos del s. xm a. C. (los de Cnosos, en Creta, del x v según la opinión dominante), lo que por fuerza no puede dejar de aumentar, entre otras cosas, nuestro conoci miento del léxico griego. Aunque es cierto que el vocabulario de la épica, de H om ero concretamente, conserva numerosos arcaísmos de fecha contem po ránea a la de las tablillas micénicas; es sabido que la épica es una poesía tradicional que se transmitió durante mucho tiempo por vía oral y que conserva vocabulario, hechos gramaticales y datos culturales de fecha muy anterior a aquella, el s. vm , en que se convirtió en obra literaria escrita. Así, numerosos rasgos de la Gram ática y del vocabulario hom éricos han sido reencontrados en las tablillas. Pero, naturalmente, el vocabulario de las tablillas debe ser estudiado por sí mismo. Junto a los términos también conocidos por H om ero contiene otros muchos que luego fueron propios de varios dialectos o que son conocidos ahora por primera vez o con un significado nuevo. Otras veces, es muy difícil lograr la interpretación griega de una palabra micénica, por razón ya de la grafía ya de problemas generales de interpretación de las tablillas. A veces es seguro o probable, por lo menos, que se trata de un topónim o (y podemos incluso proponer una localización aproxim ada) o de un nombre de persona o un étnico o de una palabra referente a un determinado dom inio (nombres de oficios, de plantas aromáticas,’ etc.) H o y día, tenemos a nuestra disposición, bien editadas en general, varios miles de tablillas micénicas, procedentes de los palacios de Pilos, Cnosos, Micenas, Tebas y Tirinto. Están escritas en un silabario, el llam ado linear B, aunque éste se com plem enta con una serie de signos: a) Ideogram as o jeroglíficos: a veces son un dibujo que expresa claramen te lo que representa, otras son más convencionales y difíciles de inter pretar; en ocasiones se liga al ideogram a un signo silábico para dife-
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ren dar entre varios significados del mismo ideogram a: así en el caso de los ideogram as de la «te la », la «p ie l», etc. H a y ideogram as de personas, animales, unidades diversas de m edida y peso, arras, mue bles, vasijas, textiles, productos vegetales, metales, carros y sus piezas, etc. Sucede con frecuencia que en la misma o en distintas tablillas se dé, además de la transcripción por ideogram as, la norm al p o r silabogramas. b) Num erales y unidades diversas: m edidas de áridos, de líquidos, unida des de peso. En realidad, son ideogramas. En ocasiones conocem os las palabras griegas a que corresponden, en otras no. c) Signos silábicos usados com o ideogram as (acrón im os): puede escribir se, por ej., ko, en vez del nom bre com pleto del coriandro o culandro Oko-ri-ja -d o-n o). Otras veces preceden com o adjuntos a un ideogram a: así o- que indica que se trata de algo adeudado ( o-pe-ro 'deuda’ ). d) M on ogram as: son especie de ideogram as cuyo origen, sin em bargo, parece estar en la com binación o ligadura de silabogramas, no en una representación figurada de la cosa. En definitiva el sistema, aunque posee desarrollos propios, es esencial mente el m ism o que se encuentra en las lenguas del p róxim o
Oriente
escritas en cuneiform e: junto a estos silabogramas poseen ideogram as que son los mismos trátese de cualquier lengua (sumerio, acadio, asirio-babilonio, hetita, etc.). Es también el mism o sistema del m inoico, escrito en C reta en la llam ada escritura lineal A , predecesora de la lineal B que ya nota griego, en fecha anterior a la de ésta (prim era m itad del segundo m ilenio a. C.). Desde el punto de vista de la lexicografía hay que notar que no sólo los grupos de silabogramas, separados unos de otros p o r una rayita vertical, sino tam bién los ideogram as y sus variantes, incluidos los numerales y demás y los m onogram as, corresponden a unidades lexicales. E l problem a es que las más de las veces desconocem os su trascripción silábica, en escritura fonética a base de silabogramas, y más aún su transcripción en alfabeto griego. Pero aunque sea con un tratam iento especial, aparte, estos signos deben entrar en un diccionario griego: el desconocim iento de su fonética en ocasiones no estorba a que tengamos una idea, a veces muy precisa, sobre el significado. A sí, en el caso de las unidades de capacidad para áridos podem os fijar aproxim adam ente la equivalencia con las nuestras; y cuando se refieren a la m edición del grano, conocem os las áreas o superficies que representan, es decir, aquellas sembradas con tal cantidad. C onviene que pasemos ahora, sin em bargo, a ocuparnos de nuestros tema central: las palabras escritas en silabogramas. Pero para que el lector pueda apreciar m ejor el estado de la cuestión de un tem a que incluso a los helenistas de form ación tradicional les es con frecuencia poco fam iliar, conviene decir algunas cosas sobre el carácter y contenido de las tablillas y sobre el sistema gráfico de la escritura lineal B.
MICENICO
187
Las tablillas que, procedentes de los palacios citados (en el caso de Micenas, de instalaciones exteriores), poseemos son de arcilla y están secadas al sol: sólo el incendido de los palacios, en el m om ento de la destrucción de éstos, ha hecho que se cocieran y ha posibilitado su con servación. Schliemann no las encontró en Micenas en sus excavaciones de 1876; sin duda las arrojó inadvertidamente con los escombros. Pero sí las halló Evans en sus excavaciones de Cnosos a partir de 1900 y las publicó, aunque incompletamente, en sus Scripta M inoa, I, de 1909 (sólo 14 tablillas) y otras publicaciones de 1935 y 1952. Las halló sobre todo Blegen en Pilos en 1939, siendo publicadas por Bennet en 195.1. Sobre la base de estas tablillas, más explícitas que las de Cnosos, tuvo lugar el desciframiento de Ventris, que se apoyó tanto en el estudio de ideogramas y numerales com o en un m étodo com binatorio. Desde entonces ha aumen tado progresivam ente el número de inscripciones halladas en estos lugares y en Micenas, últimamente también en Tebas y T ir in to ; y se han m ejorado las lecturas, se han unido fragmentos, en suma, se ha hecho un importante trabajo editorial y, también, de interpretación. Las tablillas proceden de los archivos de los palacios y se refieren a la administración de los reinos micénicos, estrictamente centralizados bajo el mando de sus reyes. Son la obra de un cuerpo de escribas, cuyas manos podem os en gran parte reconocer, y que usan un sistema gráfico, una lengua y unas convenciones que son en lo esencial las mismas. Su contenido es nada literario, puramente administrativo. H a y listas de personal (de los santuarios, de los talleres textiles, de las fuerzas m ilitares...); inventarios (de armas, muebles, vasijas, carros, rebaños...); relaciones de impuestos o prestaciones y su pago; otras referentes a las entregas de tierra por parte del palacio al personal, religioso y otro, del m ism o; estipulaciones sobre ofrendas que deben hacerse en determinadas fechas a santuarios y dioses; etc. Estamos ante Estados muy centralizados en que lo político y lo religioso y económ ico se unen, a la manera de m odelos orientales, desde Sumeria a la Creta m inoica. Pero el detalle de las instituciones debemos deducirlo de las tablillas, más algunos datos de la arqu eología; y a su vez estas tablillas debemos interpretarlas a partir de dichas instituciones. Hay, pues, un círculo vicioso, no siempre fácil de romper. A q u í está la razón profunda de la dificultad de la interpretación del léxico micénico, sobre todo si se añade que se trata de anotaciones para personas que conocían perfectamente el contexto institucional. Estaban destinadas, parece, a ser destruidas, sólo consérvamos las del último año de la vida de los palacios y eso gracias a la circunstancia del incendio. O sea, son anotaciones abreviadas que, una vez desaparecido el contexto institucional, resultan con frecuencia oscuras. Pero la oscuridad aumenta, sobre todo, por causa del sistema gráfico. La escritura lineal B, deducida de la línea A , que notaba una lengua no griega, está muy m al adaptada a la lengua griega: a una misma notación pueden corresponder fonéticam ente, con frecuencia, varias palabras griegas: y si el
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contexto no es claro, es d ifícil elegir entre ellas. C on más razón en el caso de los nom bres de persona y, sobre tod o, los de lugar, que sin duda era frecuen temente de origen no griego. H e aquí algunos rasgos de dicho sistema grá fico: a) N o distingue oclusivas sordas, sonoras y aspiradas ni distingue entre l y r ; no nota m, n ni, generalm ente, i ante consonante, ni /, m, n, r, i en final. b) En cam bio, n ota con una serie especial las labiovelares y conserva en ocasiones la y o d indoeu ropea (n otada j ) , a más de la wau (w ). c) N o distingue las cantidades de las vocales. d) C o m o es im posible notar una consonante sola, hay que escribir un silabogram a con una v o ca l puram ente gráfica, que suele ser la de la sílaba siguiente. e) H a y una serie de h om ófon os, dos signos que tienen o parecen tener el m ism o valor. L a nueva investigación ha resuelto a veces el problem a, redu ciendo, p o r ej., a 3 a ai y aA a au, con lo cual ciertas interpretaciones anteriores quedan descartadas. Otras veces el problem a subsiste. Y continúan existiendo algunas silabogram as no interpretados o no interpretados con unanim idad. En consecuencia, a -k e -ra 2-te puede equivaler, entre otras cosas, a dcyydAavo áyeípavTeg, prescindiendo de que la fonética jón ico-ática de estas dos transcripciones no es m icénica; ra -q i-ti-ra z puede ser pampía 'm u jer que cose’ o KajjLTTTpía 'p o rta d o ra de una antorcha’ , entre otras cosas; etc. Si se añade que podem os im aginar palabras no conocidas p o r el griego posterior y aun pala bras no griegas (sobre todo en los topónim os, p o r lo demás no siempre fáciles de aislar), las dificultades del tratam iento del léxico m icénico son evidentes. A u nqu e no conviene exagerar: wa-na-ka es a todas luces Fáva%, te-o-jo es fteoío, k o-to-n a o k o -to -i-n a es la HToiva a que se refiere H esiqu io en su glosa: HToivaC
2.
5rj/iog /j.sfi£pio/jévog.
C ó m o t r a t a r e l l é x i c o m ic é n ic o
Estas circunstancias son las que hacen que el tratam iento del léxico m icé nico deba ser especial, aparte del del resto del griego. Esto nos resultó claro desde el principio en cuanto decidim os in corp orar el léxico m icénico al D G E . U n a cosa es evidente: no se puede in corp orar directam ente el léxico m icénico dentro de un D iccion ario griego norm al com o el D G E , N o sólo una mism a palabra m icénica puede tener varias interpretaciones griegas, entre las cuales a veces se duda, sino que puede no tener ninguna o puede tenerla puram ente conjetural. P ero tam poco parece justo dejar de tom ar en cuenta en el D iccio n a rio griego aquellos datos de interés que el léxico m icénico puede aportar. P o r ello, en el caso del D G E hem os adoptado un sistema doble. a)
E l D G E incluye referencias al D M ic . (D iccio n a rio M icén ico ) en aque
llos lemas de los cuales se consideran transcripción determ inadas palabras micénicas. P o r ejem plo, en la palabra áyeípco se añade una referencia del
MI CENI CO
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tipo D M ic . a -k e-ra 2-te (un part. de aor. de: ese verbo, que es lo que se encuentra en las tablillas y es a su vez lema del D M ic .). A h o ra bien, cuando la propuesta de que el lema griego reproduce una palabra mícénica es sola mente verosím il, la referencia añade una (?). P o r ejem plo, no sólo en áyeípco sino también en óyyéAAou se da una referencia a a -ke-ra2-te, sólo que aquí se añade (?). Naturalm ente, este proceder supone una serie de tomas de posición que pueden tener un grado variable de acierto, com o cualesquiera otras. b) E l D M ic . se redacta ordenando los lemas micénicos p or orden alfabé tico, con independencia de cuál sea la transcripción griega o de si hay una transcripción griega segura o verosím il. Cuando hay varias form as flexionales de un mismo nom bre o verbo, se agrupan; pero cuando hay sólo una, sea cualquiera, es esa la que se da, sin recontruir nom inativos de singular o primeras personas también de singular. U n D iccion ario M icén ico debe, por lo demás, atenerse a las normas generales de los D iccionarios bilingües, haciendo referencia al contexto y clasificando las acepciones de acuerdo con él. Solamente, el cam po del M ic é nico es a veces tan problem ático, que es justo que aquí se mencionen las diferencias de opinión, dando la bibliografía pertinente; incluso pueden tener acogida propuestas de transcripción al griego que no es lógico sean citadas en un D iccion ario griego (el D G E en nuestro caso) para no dar una falsa impresión de seguridad. D ada la naturaleza de los textos micénicos, el concepto de contexto no es idéntico al del resto del griego. En él entra el tipo de la tablilla: la serie a que pertenece (en relación con los ideogram as), el set o conjunto (e.d., la perte nencia a un m ism o escriba com o parte de un conjunto de documentos) y, sobre todo, la com paración con otras apariciones de la palabra: dada la escasez de los datos, el estudio debe ser exhaustivo. Piénsese que el estado fragm entario de muchas tablillas hace la tarea m uy difícil, aparte de los problemas comunes a todas, ya mencionados. Resultaría conveniente disponer de un D iccion ario M icénico que, m edian te signos especiales, notara todo lo que aporta de nuevo el M icénico al conocim iento del léxico griego: en palabras nuevas, variantes fonéticas o m orfológicas nuevas, sentidos nuevos. Que diera una prosopografía micénica completa, sean transcribibles o no los nombres al griego y p or muchas dudas que haya, que las hay, sobre si dos apariciones de un mism o nom bre se refieren al mism o individuo o no. Que diera, igualmente, todos los datos de los topónim os, incluidas las propuestas de localización y prescindiendo, otra vez, de cuál puede ser la transcripción, para lo cual lo lógico es dar las propuestas sin garantía alguna sólo exem pli gratia. H ay que añadir que el D iccionario debería ir acom pañado, p o r razones expuestas más arriba, de una relación de ideogram as y sus variantes, m onogram as y signos numerales o de unidades diversas, con las interpretaciones que para ellos disponemos y la equivalencia griega, cuando nos es conocida. H ay que añadir que la tarea del autor de un D iccion ario M icénico no termina cuando com prueba que tal palabra micénica es considerada com o
190
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transcripción de tal palabra griega. P o r ejem plo, qa-si-re-u es reconocidam en te paotXeúg, pero traducir 're y ’ es poca cosa; hay que diferenciarlo del wa-naka o Fáva%, hay que decir algo sobre su papel com o funcionario local, su estar som etido a contribuciones, etc. A veces la interpretación es controvertida, así hay dudas sobre la función de los te-re-ta (gr.
te Ae o t u í ) o
los e-qe-ta, sobre lo
que es en realidad la tierra ki-ti-m e-n a y la ke-ke-m e-na (transcritas unánim e mente com o HTifiéva y meheihevo). E l lexicógrafo, aquí com o en tantas ocasio nes, debe tom ar posición sobre cuestiones de fon d o y debe dar, además, una idea sobre las opiniones emitidas en cuanto presentan posibilidades serias. Tam bién debe señalar, en el caso de significados peculiarm ente micénicos, la huella de su parcial perduración en el griego posterior.
3.
E
s t a d o a c t u a l d e l o s e s t u d io s so br e e l l é x ic o m ic é n ic o
Propuesto este ideal, al que en alguna form a trata de aproxim arse nues tro D M ic ., es llegado el m om ento de hacer una exposición del estado actual del estudio del léxico m icénico. D isponem os de varios léxicos y diccionarios, útiles pero ya anticuados p o r la existencia de nuevas y más com pletas ed icio nes de los textos y de estudios m onográficos, filológicos y lingüísticos poste riores. D am os a continuación referencia de los mismos, para indicar seguida mente las obras que deben estar en la base de la confección de un nuevo D iccion ario M icén ico: J. Chadwick y L . Baumbach, «T h e M ycenaean G reek V o ca b u la ry », G lotta 41, 1963, pp. 157-271, com pletado por L. Baumbach, «T h e M ycenaean G reek Vocabulary, I I » , G lotta 49, 1971, pp. 151-190. Estos dos artículos recogen las palabras griegas que con m ayor o m enor verosim ilitud se propone encontrar en los textos micénicos, para lo cual se da la docum entación pertinente. Anna
M orp u rgo,
Mycenaeae
Graecitatis
Lexicón .
R om a,
E dizion i
dell’ A ten eo, 1963, 465 pp. Es nuestro léxico m icénico fundamental. Es obra realizada con mucho cuidado filo ló g ico , aunque quizá en exceso escueta. D a las propuestas existentes, con b ib liografía; no transcribe al alfabeto griego más que en casos de gran verosim ilitud. Pero ha quedado m uy anticuada. M ichel Lejeune, Index inverse du grec mucénien. París, Centre N a tio n a l de la Recherche Scientifique, 1964, 116 pp. Está escrito sobre la base del Léxico de A .
M orp u rgo, con ciertas adiciones; su utilidad principal es
com parar, para la reconstrucción o interpretación, palabras cuyo com ienzo se ha perdido. Anna
M orp u rgo,
«Id eo gra m m a ta
M ycen aea»,
A tti
e
M e m o rie
del
1. C o n g r. In t. di M ic e n o lo g ia , I I , R o m a , E d iz io n i d e ll’ A t e n e o , 1968, pp. 513-555. M e jo ra y pone al día, p or lo que se refiere a este apartado, el Lexicón . A n n a Sacconí, « G li ideogram m i micenei per le cifre ed i segni di m isura», Kadmos 10, 1971, pp. 125-134. H ein z Geiss (ed.), Indices to Abbreviations and Adjuncts in the Knossos Tablets. Berlín, A kadem ie der Wissenschaften, 1970.
MICENICO
191
O. Landau, M ykenisch-Griechische Personennamen. G otem bu rgo, U n iver sidad, 1958, 306 pp. Indispensable todavía para los antropónim os, pero terriblemente anticuado. Las propuestas de transcripción son con mucha frecuencia meras posibilidades, otras veces son im posibles p o r las nuevas lecturas o interpretaciones de silabogramas. J. P, O livier, L. G odart, C. Seydel, C. Sourvinou, Index Généraux du Lineaire B. R om a, E dizion i dell’ A teneo, 1973, 407 pp. Es la base para cual quier D iccion ario que pueda realizarse. P ero está ya parcialm ente anticuado por la publicación posterior de tablillas de Tebas y Tirin to, de nuevas edicio nes de las de M icenas y de los vasos y de uniones y añadidos a las de Cnosos. H ay que advertir que se refiere no sólo a los textos en silabogramas, sino también a los ideogramas. A cta Mycenaea, I : M inutes, Resolutions and Reports. Salamanca, U n iver sidad, 1972, 205 pp. En pp. X V I - X X I I I se incluyen las «F in a l R esolu tions», con las decisiones del C o lo q u io m icénico de Salamanca sobre la transcripción de silabogramas e ideogramas. A sí, en definitiva, carecemos de un Léxico micénico com pleto, a la altura de nuestro conocim iento de los textos. L os que poseem os no incluyen los últimos hallazgos, ni son suficientemente explícitos. E l atraso es especialmen te notable por lo que respecta a los topónim os y más aún para los antropó nim os; no hay ningún léxico especial de los mismos. D e todas maneras, hay que hacer constar que contamos hoy con ciertas ayudas para m ejorar el tratam iento anterior del léxico m icénico. Prescindien do de los estudios m on ográficos relativos a cada palabra o á grupos de textos, hay que llam ar la atención sobre los siguientes puntos: a) L a existencia de repertorios prosopográficos com o son para Pilos el de M argareta Lindgren, The People o f Pylos. Prosoprographical and M eth od olog ica l Studies in the Pylos Archives, Upssala 1973; y el de D. Ferrin Sutton, An analytical Prosopography and statistical Guide to the La n d Tenure Tablets fro m Pylos, m icrofilm , U niversity o f W isconsin, Í970. b) El desarrollo de los estudios sobre las «m a n o s » de los escribas, que ayudan a clasificar éstas en sets, con ventaja para su interpretación. Esto es lo que, para Cnosos, ha hecho J. P. O livier en sus Les scribes de Cnosos R om a 1967; ha sido utilizado en la edición cuarta de estas tablillas. Sobre las de Pilos ha hecho estudios Bennet, estudios utilizados en la nueva edición de Bennet y Olivier. L a nueva edición de las tablillas de M icenas de A . Sacconi incluye también estudio de las manos. c) E l avance sobre la localización de los topónim os, en buena m edida en conexión con los estudios sobre los sets y las manos. Para esto conviene referirse a nuevos estudios de W as, Palm er, H iller, Shelmerdine y Chadwick, entre otros. H e aquí ahora la situación de las obras generales sobre Gram ática. Ten e mos : E. V ilb org, A tentative Gram m ar o f Mycenaean Greek, G otem burgo, 1960,
192
FRANCISCO R. ADRADOS
169 pp. U til para su tiem po, esta G ram ática ha quedado anticuada ante ios nuevos textos, las nuevas ediciones y las nuevas interpretaciones. A n tó n Scherer, «M y k e n is c h » en Handbuch der griechischen D ialekte, II, 2.a ed. H eidelberg, W inter, 1959. Buena exposición, pero esquem ática y con los inconvenientes de la obra anterior. M ich el Lejeune, Phonétique H istorique du M ycénien et du G rec A nden. París, Klincksieck, 1972, 398 pp. O bra más al día, pero referida sólo a la F onética y no exhaustiva. H a y que anotar que el trabajo de detalle realizado sobre problem as con cretos de G ram ática micénica, que afectan a todo L éx ico m icénico que pueda redactarse, es m uy am plio. N o está recogido sistemáticamente en parte algu na: hay que buscarlo, así com o trabajos especiales sobre el L éxico, en los repertorios bibliográficos de que hablarem os más adelante. A sí, pues, puesto que la L ex ico gra fía micénica debe hacerse, en definitiva, a partir de las ediciones de textos y de los trabajos de interpretación de los mismos, resulta a todas luces conveniente presentar el estado en que se encuentran dichas ediciones, así com o la bibliografía. C om encem os p or las primeras.
4.
L
a s e d ic io n e s d e t e x t o s m ic é n ic o s
Para cada grupo de tablillas tenemos una edición standard, que m en cio naremos junto con la indicación de la b ib liografía suplementaria. Para las tablillas de Pilos: E m m et L. Bennet Jr., Jean-Pierre O livier, The Pylos Tablets transcribed, R om a, E d izion i d ell’A ten eo, 1973. 287 pp. Incluye todas las tablillas que han id o añadiéndose, en las nuevas campañas, a las prim eram ente pu bli cadas, así com o nuevas lecturas.
Las notas son un verdadero
aparato
crítico. L o s autores prom eten la publicación de un segundo tom o, con el estudio sobre las manos, un Indice y apéndices. L a edición no com prende dibujos (para lo cual hay que referirse a la anterior edición, net, 1955), ni fotografías.
de
Ben
Para las de Cnosos: J. Chadwick, J. T. K illen , J. P. O livier, The Knossos Tablets, fourth edition. C am bridge U niversity Press, 1971, 472 pp. Esta edición supera en mucho a las anteriores, aunque sigue sin com prender dibujos ni fotografías. A h o ra bien, posteriorm ente a la publicación de la misma, se han publicado uniones de tablillas ya conocidas, así com o fragm entos nuevos, m aterial todo él que falta tod avía en Ind ex Généraux... citado arriba: L. G odart, J. P. O livier, «N o u v e a u x fragm ents de tablettes en Linéaire B de Cnossos», B C H 9 1 , 1973, pp. 5-22. J. Sakellarakis, J. P. O livier, «D e u x fragm ents de tablettes en Linéaire B de Cnossos au M usée N a tio n a l d’ A th én es», A A A 5, 1972, pp. 289-292. L. G odart, J. P. O livier, «119 raccords et quasi-raccords de fragm ents dans les tablettes de Cnossos», S M E A 15, 1972, pp. 33-50.
193
MICENICO
L. G odart, J. P. O livier «98 raccords et quasi raccords de fragm ents dans les tablettes de C nossos», M in os 13, 1972, pp. 113-129. Para las tablillas de M icenas: A n n a Sacconi, Corpus delle iscrizioni in lineare B di M icene, R om a , E d i zioni dell’ A ten eo, 1974, 150 pp. Es la edición más al día: además de una nueva lectura y un aparato crítico, com p orta dibujos y fotogra fía s de las tablillas. D a además una clasiñcación p or escribas. Para las tablillas de Tebas: Th. G. Spuropulos, J. Chadwick, The Thebes Tablets I I . U niversidad de Salamanca, 1975, 120 pp. Au m enta mucho el m aterial de la anterior edición (es posterior a Ind ex Généraux...) Para unas pocas inscripciones de T irin to, aparecidas últim am ente (y, p or tanto, no incluidas en Ind ex Généraux...)'. L. G od art, J. P. O livier «N o u v e a u x Textes en Linéaire B de T y rin te », A A A 7, 1974, pp. 25-26. Para las inscripciones en los va so s: A n n a Sacconi, Corpus delle iscrizioni vascolari in lineare B. R om a, E d iz io ni d ell’ A ten eo, 1974, 246 pp. Esta edición sustituye con ventaja a la de Raison, utilizada en Ind ex Généraux... Está hecha con criterio ep igráfico y com portaba más de la edición, aparato crítico, dibujos, fotografías y tablas. A ñ ade inscripciones nuevas y elim ina otras que no son de lineal B.
5.
B ib l io g r a f ía M
ic é n ic a
Siendo im posible intentar aquí una B ib liografía M icénica extensa, añadi mos a la dada más arriba, relativa a Léxicos, Gram áticas y Ediciones, alguna de la más fundam ental, dividida en cuatro apartados: obras generales y colecciones de artículos; A ctas de Congresos, H om enajes; R evistas; y R ep er torios bib liográficos: a) Obras generales y colecciones de artículos. Las dos obras generales más notables son Docum ents in M ycenaean Greek de M . Ventris, J. C hadw ick (2.a ed .d e J. Chadw ick, C am bridge 1973) y The Interpretation o f M ycenaean Greek Texts de L. R. Palm er (2.a ed., O x fo rd 1969). H ay que añadir los tres volúm enes en que se recogen los artículos científicos de M . Lejeune, titulados M ém oires de P h ilolog ie M ycénienneQ . .a serie París 1958, 2. R o m a 1971,3.aR o m a 1972); el volum en de C. J. R uijgh, Études sur la Gram m aire et le Vocabulaire du Grec M ycénien, Am sterdam i 967; y el tom o de hom enaje a J. Sundw all titulado M in o ica y publicado en Berlín, 1958. b) Actas de Congresos. Están en prim er térm ino las A ctas de los cinco coloquios celebrados en París 1956, P avía 1958, W in gspread 1961, C a m b rid ge 1964 y Salamanca 1970; han aparecido, en los lugares citados, en los años 1956,
1958, 1964,
1966 y
1972.
Se añaden los Studia
M ycenaea,
Brno 1965, actas de un congreso celebrado en dicha ciudad en 1966; y los A tti del C ongreso de R o m a de 1967, publicados en 1960.
194
FRANCISCO R. ADRADOS
c) Revistas. Se dedican a la M ic e n o lo g ía y dom inios conexos las siguientes revistas: Kadm os (M anchester, W a lte r de G ru y ter); M in o s (U n iv e rs id a d de Salam anca); Studi M ic e n e i ed E g e o -A n a to lic i i =
S M E A , R o m a , Istitu to di
Studi M icen ei). Se ocupan con frecuencia de estos temas otras muchas revis tas filo ló g ica s y arqueológicas. d ) R epertorios bibliográficos. H a y el de E. G rum ach, B ibliographie der K retisch 'M y k en isch en E p igra p h ik , M unich y Berlín 1963; hay un suplem ento para la b ib lio g ra fía de los años 1962-1965, publicado en 1967. A p a rte de esto, existen cuatro publicaciones utilizadas, que aparecen p erió d ica m en te: N éstor, ed itad o p o r Bennet en la U n iversidad de W iscon sin y en via d o p o r páginas sueltas, según aparece. Studies in M ycenaean Inscriptions and D ia lect, que salen anualm ente (c o n un cierto retraso) en el Institute o f Classical Studies de Lon d res, editados p o r J. J. D . Richardson. Es una publicación m uy útil que contiene lista de autores, lista de palabras m icénicas estudiadas (con in dicación de las nuevas propuestas), índices de tablillas estudiadas. L . Baum bach ha pu blicado en un tom o (R o m a 1968) los volúm enes correspondientes a 1953-64. E pigra fía Jurídica M ic é n ic a , ob ra de Francisco R. A d ra d o s y Francisco A u ra J orro y publicada cada tres o cuatro años en la revista rom an a Studia et D ocum enta H istoria e luris. H a salido cinco veces. Presenta y com enta las publicaciones fundam entales sobre epigrafía, ediciones,
gra
m ática, arqu eología, etc., y, más detenidam ente, to d o lo rela tivo a In sti tuciones micénicas. D ie Aegaische Frühzeit, una serie de inform es (han salido seis) firm ad os p o r F. Schacherm eyr sobre progresos en el estudio a rq u eo ló gico e histórico del m undo egeo. A p arecen en el A nzeiger f ü r die Altertum sw issenschaft, de Viena. N atu ralm ente, se encuentran tam bién datos en publicaciones b ib lio g rá fi cas generales, sobre to d o L 'A n n é e P h ilolog iq u e de París y la B ibliographie Linguistique publicada en U trech t p o r la U N E S C O .
9.
A l g u n o s r a s g o s d e l l é x ic o m ic é n ic o
L o prim ero que hay que notar es que con ocem os e l léxico m icénico p o r unos docum entos m uy especiales, según hem os d ich o: de ahí que dicho con ocim ien to sea fragm en tario y nos dé una idea im precisa sobre el léxico m icénico en general. P o r ejem plo, con ocem os m uy pocos verbos y éstos en m uy
pocas
vocab u lario
form as
flexion ales;
y
es paupérrim a la
docum entación
abstracto y del de tip o intelectual en general.
En
del
cam bio,
conocem os bien el de tod a clase de productos animales, vegetales, m inera les, etc., armas, utensilios, etc., y el vocab u lario p o lítico y adm inistrativo. A u n qu e en la interpretación de esta zon a léxica encontram os, ya dijim os, grandes dificultades. P ero aun en estos dom in ios hay sin duda lagunas. Piénsese que nuestros docum entos son los archivos de palacio, y que instituciones, dioses, etc., que
195
MICENICO
caen fuera de la esfera del palacio real, no se recogen o se recogen sólo indirectamente. D e todas maneras, todas estas zonas léxicas aumentan grandem ente nues tro conocim iento del léxico griego, aunque el detalle del significado difiera a veces del que tenían las mismas palabras en época clásica. Tam bién es suma mente im portante el enriquecim iento de nuestro conocim iento de los antropónim os: el encontrar usados p or personas comunes nom bres com o los de Teseo, Eteocles, A lectrión , etc., que sólo conocíam os atribuidos a personajes del m ito o de la leyenda épica. Y el dato de la existencia de una am plia serie de topónim os que apenas podem os reducir a los griegos posteriores; sean griegos o no, es claro que eran usados en la época y, quizá, en fecha posterior también. H ay que añadir un criterio que explica las anom alías del léxico m icénico; su carácter dialectal. E l m icénico es el único dialecto griego que conocem os directamente en su estado del segundo m ilenio a. C. Y a hemos dicho que pertenece al grupo dialectal griego oriental, a una fase previa a los dialectos del prim er m ilenio, tal com o quedaron constituidos, y al mismo dialecto hom érico. Es decir, tanto en H o m ero com o en ciertos dialectos del grupo oriental se conservan palabras micénicas, sin que esto quiera decir que sean exactamente derivados del M icénico. H o y más bien vem os al M icénico com o una lengua de cancillería, al lado de la cual habría variantes cuya relación con los dialectos posteriores sería fluyente. P o r otra parte, dado el arcaísmo del M icénico es aceptable en principio la idea de que contenga arcaísmos léxicos conservados sólo en tal o cual dialecto oriental o incluso occidental y desa parecidos de otros, incluso de H om ero. A p a rte de que el distinto carácter de la E popeya y de unos docum entos burocráticos es suficiente para explicar la solo parcial coincidencia entre una y o tro s 1. C on todas estas cauciones y la ulterior de que el léxico es el elem ento de la lengua menos estrechamente ligado a las divisiones dialectales, no deja de ser im portante estudiar las coincidencias entre el léxico m icénico y el de H om ero y los dialectos posteriores. H a y que estudiarlas, p o r supuesto, al tiem po que hechos de Fonética y M o rfo lo g ía . Estas coincidencias aparecen con la m ayor frecuencia entre M icénico y dialecto hom érico, M icén ico y A rcadio-C h ipriota, M icénico y E olio. O entre más de dos de estos dialectos: 5énag 'co p a ' y
1
V éan se detalles en F ran cisco
é p ic o », Em érita 44, 1976, pp. 65-113.
R.
A drad os,
«M ic é n ic o ,
dialectos p aram icén ico s y a q u e o
196
FRANCISCO R. ADRADOS
otras ocasiones que la con trapartida griega de la fo rm a m icénica sólo m uy tarde está docum entada, lo cual no quiere decir que no haya existid o antes: así k e-d o-si-ja 'ta ller textil’ pertenece a la fa m ilia de yépóioq, ‘ tejed o r’ no testim oniada hasta fecha tardía p o r su carácter técnico. N o p od em os entrar aquí en el detalle, pero es claro que el estudio del léxico m icénico en este m arco y teniendo al tiem po en cuenta las diferencias de fecha y el carácter docum ental de nuestras tablillas, es susceptible de m ejorar nuestro con ocim ien to de los dialectos griegos y de su historia, inclui da la historia del dialecto hom érico. Y , tam bién, el con ocim ien to del léxico griego en gen eral: voca b u la rio técnico, antropónim os, top ón im os, etcétera.
II.6 Etimología
1.
L
e x ic o g r a f ía
y
E
t im o l o g ía
L a consideración de la etim ología en un libro de lexicografía se justifica porque es nuestro instrumento para penetrar en la prehistoria del léxico de una lengua, en nuestro caso del G riego. Efectivam ente, un D iccion ario griego de corte tradicional suministra los materiales a partir de los cuales podría escribirse la historia del vocabulario griego; desarrollo y cron ología de las nuevas form aciones, de los nuevos significados de las palabras, de la nueva estructura de los cam pos semánticos y de las subclases de palabras. Es lo que, para los dos prim eros de los cuatro apartados que acabamos de mencionar, intenta hacer en alguna m edida el D ictionnaire E tym ologique de la Langue Grecque. H istoire des mots, de Pierre Chantraine1. Pero esos mismos D iccionarios tradicionales no ofrecen la posibilidad de reconstruir en algún m odo la prehistoria del léxico griego si no van acom pañados de una parte propiam ente etim ológica. L a etim ología del griego no debe limitarse a dar el entroque indoeuropeo o no indoerupeo de las diferentes raíces. A veces es posible etim ologizar no sólo las raíces, sino las palabras de ellas derivadas, anteriores a la creación del G riego propiam ente dicho. Y
es im portante ver, dentro del dom inio
indoeuropeo, cuáles son las lenguas que com parten con el G riego esas pala bras o raíces: éste es el instrumento que permite decidir a qué área dialectal indoeuropea pertenecía el griego, qué relaciones tiene con tales o cuáles lenguas indoeuropeas. A p oyán d ose sobre tod o en el vocabulario P o r z ig 2 ha establecido un estrecho parentesco 'del grupo del In do-iranio, el G riego y el A rm en io, grupo ligado a su v e z de una m anera a veces más laxa con e l del Báltico y Eslavo. N o se trata sólo de que estas lenguas conserven las mismas raíces, sino tam bién de que han desarrollado derivados comunes y aceptado evoluciones semánticas también comunes.
1 París, K linck sieck , 1968 y ss. 2 D ie Gliederung des Indogermanischen Sprachgebietes, H eid elberg , W ín te r, 1954.
FRANCISCO R. ADRADOS
198
E l estudio e tim o ló g ic o es útil tam bién para establecer las conexiones no in doeuropeas del G rie g o , ya se deban a razones de substrato, de adstrato o de préstam o. Este estudio tiene un v a lo r m uy grande para establecer una serie de hechos de gran significado histórico o histórico-cultural, relativos a las rela cio nes de los griegos con las distintas poblaciones que conquistaron o con las que entraron en contacto y que in flu yeron poderosam ente sobre ellos. E l id ea l es establecer una c ro n o lo g ía de estos contactos y precisarlos lo más posible. Estos contactos son en ocasiones con lenguas in doeuropeas no g rie g a s : a veces es seguro, otras es en to d o caso una hipótesis. A u n q u e el lím ite entre lo que es G rieg o , lo que es In d oeu rop eo no griego y lo qu es no in d oeu rop eo es con frecuencia m uy d ifícil de trazar y está som etido a teorías y opiniones sobre las que tratarem os de dar una idea. Finalm ente, en el caso de cualquiera de estos sectores d el léxico queda pendiente la cuestión de si se trata de raíces o palabras pangriegas o de si están lim itadas a ciertos dialectos (qu e eventualm ente tienen relaciones direc tas con ciertas lenguas indoeuropeas vecinas). Pero con frecuencia estos hechos dependen de innovaciones de fecha griega, tales co m o la elim in ación de algunas palabras en ciertos dialectos; hablam os de ello en II.4 .II.2 . E n to d o caso, el e tim ó lo g o está o b lig a d o a dar la e tim o lo g ía de todas las palabras griegas, en la m edida en que esto es posible, y luego el D iccio n a rio ha de reseñar su difusión dentro del cuadro de los dialectos.
2.
E
stado a c t u a l
de l a
e t im o l o g ía g r ie g a
U n a serie de D iccion arios sucesivamente aparecidos y que recogen lo esencial de la investigación, desperdigada en libros y artículos de revista, nos ofrecen el cuadro de lo que sabem os sobre e tim o lo g ía griega palabra p o r p alab ra; hay que añadir los estudios generales sobre problem as que afectan al tota l de la e tim o lo g ía del léxico griego y a los que más adelante harem os referencia. L o s D iccion arios e tim o ló gico s son, p o r orden c ro n o ló g ic o , los siguientes: G . Curtius, Grundzüge der griechischen E ty m o lo g ie ,l.a ed., L e ip z ig 1858-62, 5.a 1879. W . P rellw itz, Etym ologisches W órterbuch der griechischen Sprache, G o ttingen 1892,2.a ed. 1905. E. Boisaq, D iction n a ire étym ologique de la langue grecque, H eid e lb e rg 1907, con varias reediciones. J.
B.
H ofm an n ,
Etym ologisches
W órterbuch
des
Griechischen,
M u
nich 1950. H . Frisk, Griechisches Etym ologisches W órterbuch, H eid elb erg 1954-72. P. Chantraine, D iction n a ire E tym ologiqu e de la Langue Grecque. H is to ire des mots. Paris, K lin cksieck, 1968 ss. Junto a los D iccion a rios etim o ló gico s del G rie g o son de u tilidad los del In d o eu ro p eo y los de lenguas indoeu ropeas diversas. D estacam os entre e llo s: J. P o k o rn y, Indogerm anisches Etym ologisches W órterbuch, Berna 1959-69.
ETIMOLOGIA
199
A . W alde, J. B. H offm ann, Lateinisches Etymologisches Wdrterbuch, H e i delberg 1938-54. Mientras que los Diccionarios de Curtius y Prellw itz pueden considerarse superados, todos los demás son dignos de ser utilizados. Concretamente, el de Frisk, que está más al día en cuanto incluye la nueva b ib lio gra fía 1 y elimina hipótesis hoy generalmente desechadas, no anula enteramente a los deBoisacq, H ofm ann, P ok orn y y W alde-H ofm ann. Estos ofrecen con frecuen cia bibliografía más am plia y una m ayor explicitud; no todo lo que ha dejado fuera Frisk carece de interés. En cuanto al D iccionario de Chantraine, si bien con frecuencia se lim ita a extractar a Frisk,.contiene algunos datos nuevos y observaciones agudas relativas al significado de las palabras. Puede decirse, resumiendo el panorama que ofrecen estos Diccionarios, que no hay entre ellos demasiadas diferencias. T od os presentan un corpus de palabras griegas con etim ología indoeuropea clara o aceptada com o tal; la verdad es que son relativamente escasas." Para una zona muy grande del vocabulario griego o no existe etim ología en absoluto o se dan etim ologías griegas a las que no se atribuye gran seguridad. H ay luego un gran número de palabras para las que existen propuestas de etim ología ya a partir de lenguas indoeuropeas no griegas (el «p elá sg ico » y lenguas minoraisáticas sobre tod o) ya a partir de lenguas no indoeuropeas, por lo demás difíciles de precisar. Los límites entre estas interpretaciones son fluyentes. Así, lo más común es que los D iccionarios califiquen ciertas palabras com o «m editerráneas» o «pregriegas», simplemente: palabras com o los nombres del ciprés (nunápiatioq), el olivo (¿Ama), el vino (olvog) y tantas otras. Esto es poco com prom etido, pero no nos lleva muy lejos. L o que no existe en ninguna parte es un repertorio que recoja la totalidad de adscripciones atribuidas p o r los diferentes lingüistas a este vocabulario no griego. D entro del vocabulario propiam ente griego pensamos que existe un gran desfase al manejar los autores de D iccionarios la teoría laringal en una form a insuficiente. N o sólo se hace imposible establecer relaciones internas entre las que son, pensamos, variantes de una misma raíz, sino que no se llega a establecer correctamente la form ación de las palabras (grados de alternancia, etc.) D e esto nos ocupamos infra, 3. A llí hablamos también de otros puntos en los cuales una concepción más realista de la evolución fonética es suscep tible de m ejorar nuestro conocim iento sobre la etim ología y las relaciones internas de muchas palabras. El influjo de la etim ología neogramática, en suma, es todavía omnipresente; a él se debe el que, com o decimos, de Boisacq hasta aquí se haya progresado, en realidad, poco. Tam bién debe aumentarse la utilización del micénico, muy tímida en Frisk, algo m ayor en Chantraine. Y es lamentable que los Diccionarios etim ológicos simplemente no mencionen muchísimas palabras, sobre todo
1
H a y que tener m uy en cuenta el tercer tom o, ap arecid o en 1972, que contiene u n a im portante
serie de « N a c h t r a g e » o A d d e n d a .
FRANCISCO R. ADRADOS
200
glosas de H esiquio, que perm iten a pesar de todas sus dificultades establecer una relación con otras palabras sí mencionadas. P o r ejem plo, el D iccion ario de Frisk tiene un artículo relativo a urjynov, pero no a f3r¡MÚ)viov, evidentem ente em parentados. Basta echar una ojeada al Indice de palabras del lib ro de Furnée m encionado abajo, en 4, y a otra b ib liografía sobre el vocab u lario no griego, para encontrar en nuestros D iccionarios etim ológicos numerosísimas lagunas. O tro problem a grave es el de la toponim ia, m uy explotada en las investi gaciones sobre las lenguas pregriegas, pero que nunca ha sido som etida a un tratam iento sistemático. N o es fácil recoger los datos relativos a hipótesis sobre los distintos topónim os. Y , sin em bargo, la decisión sobre los elem entos no griegos del vocabu lario griego pende en buena m edida de lo que se opine sobre el origen de la top on im ia griega.
3.
Palabras
d e o r ig e n
g r ie g o
A ) Avances en la teoría laringal E l avance m ayor que puede lograrse en lo relativo a estas palabras es, en opin ión de los autores de este libro, la aplicación de las conclusiones sobre la evolu ción de las laringales en G rie g o antiguo en Estudios sobre las sonantes y laringales indoeuropeas, de uno de los autores del m ism o 1. Son estas ideas las que han sido aplicadas en la parte etim ológica del D G E p or Francisco R od rígu ez A d ra d o s y Francisco V illar. Resulta im posible dar aquí el detalle de las mismas, que en definitiva se centran en adm itir la existencia de seis larin gales; tres palatales, con los timbres e, a y o (laringales H\, H\ y H \), y tres velares, tam bién con esos mism os tres tim bres (H 'i, H\ y H f ). L a fecundidad de los resultados alcanzados se deduce no solam ente del lib ro citado, en que se establecen relaciones etim ológicas entre raíces antes consideradas independientes y se explica la relación entre variantes de las mismas, sino tam bién de diversas obras sobre la m o rfo lo g ía del In d oeu rop eo, que es susceptible de ser renovada p or esta v ía 2. En líneas generales, de todas maneras, los principales resultados de esta nueva versión de las laringales son los siguientes: a)
En inicial ante v o c a l las dos series se neutralizan, con lo que las
laringales tiñen la voca l que sigue con su tim bre respectivo, sin m á s : en esto se continúa la teoría tradicional (oíycü < * H 2egd, etc.)
1 F ran cisc o R o d ríg u e z A d r a d o s , Estudios sobre las sonantes y laringales indoeuropeas, 2.a ed., M a d r id , C .S .I .C ., 1973. C f. ta m bién A lb e r t o B e rn a b é , H etita y laringales indoeuropeas, tesis d o c to ra l inédita, M a d r id 1973, «R e s u lt a d o s en griego de las raíces con d os larin gales (tip o H E H - ) » , R S E L 5, 1975, « A C ritica l R e v ie w o f som e in terpretation o f the I E lo n g d ip h th o n g s », A rch ivu m Linguisticum N S 7, 1976. 2 C f.
F ran cisco
R o d ríg u e z A d r a d o s ,
E volución y
estructura
del verbo
indoeuropeo 2,® ed.
au m en tada, M a d r id , C .S .I.C ., 1974; F ran cisco V illa r, O rigen de la fle x ió n nom inal indoeuropea, M a d r id , d o s 1975.
C .S .I.C .,
1974; F ran cisc o
R o d ríg u e z A d r a d o s , Lingüistica Indoeuropea,
M a d r id ,
G re-
201
ETIMOLOGIA
b) Tam bién en el grupo vocal + laringal + consonante, en pronuncia ción tautosilábica, desaparecen los apéndices: el resultado es una vocal larga del timbre de la laringal. Tam bién aquí se siguen ideas anteriores ( tí 9t¡¡í i < *-d h e H 1-). c) En cambio, los apéndices dejan huella de su existencia entre consonan te y vocal (5épF a < g^erH l ; páMaj < paX¡w < guelH{); tras vocal cuando hay tratamiento disilábico (nÁéu) al lado de ttAoj-, de *pleH% ; 5moo al lado de 5rj-, de *d e H [ ); en vocalizaciones entre consonantes (£uyóv, grado cero de *HieH\ junto al pleno £ ú > w u fu ; m v w , grado cero de *peH\ , junto al pleno ttcóvgü). C on esto damos sólo los casos más notables. Esta teoría supone una regularidad en la evolución fonética siempré que se dan las mismas circunstancias. A dm ite, por supuesto, regularizaciones de tipo analógico, com o la que hace que en yévog no se halle huella de la u que se esperaba. A p arte de ello, admite la existencia de alófon os libres en estos tres casos: a) Diferencias
de
silabación.
D ebido
a ellas, encontram os junto
a
form as con á (tautosilábicas) otras con eu o ou dísilábicas, en las que la laringal es H -2: deja huella el apéndice, pero el timbre de la vocal precedente no es afectado, según hemos visto. En otras raíces, junto a formas con a, las hay con ei o o i: se trata de raíces con H\. Paralelamente, hay alternancias éjeu, ei (y ou, o í); ojeu, ei (y ou, oi). Sólo así es posible explicar la relación entre form as com o enXeuaa / enku>oa, / x^vvu/ii, nQ¡ia / neí/iai y tantísimas otras más. b) Gem inaciones de la laringal. A ellas se deben alternancias del tipo á/au (y eu), con otras paralelas. Así, junto a váv hay vaüg, váFcj y también véFoj, de *neH\. c) Vacilaciones de timbre en las vocalizaciones. Cuando la laringal vo ca liza entre consonantes ya hemos dicho que puede dejar una voca l de igual timbre que su apéndice; es decir, u o i. Pero también existen vocalizaciones a (e incluso au y ai) de las mismas raíces; hay yévuq junto a yvaQoq, ¡ioáúvu} junto a fiéXag, ho/ií^ui junto a xá fia rog , los dos primeros casos de raíces en H* (el timbre es indiferente), el tercero en H s. Estas vacilaciones, dependientes de tendencias contrapuestas, ya asimilatorias de los fonemas vecinos, ya a la máxima diferenciación de abertura entre los elementos de la sílaba, se dan también en el caso de la vocalización de las demás sonantes, véase más abajo. Las regularizaciones posteriores no afectaron a palabras que habían quedado semántica o m orfológicam ente disociadas. A plican do esta doctrina, aquí sólo mínimamente desarrollada, se puede introducir una racionalidad m ayor en las etim ologías habituales del griego. P or ejem plo, es bien conocido el parentesco etim ológico de las palabras que son sin em bargo lemas independientes en Frisk. Pero sólo mediante la teoría laringal, com binada con el estudio de las alternancias, se puede seguir la derivación exacta de estas palabras a partir de una misma raíz * g e r B Otras veces, la ganancia consiste, com o decíamos, en etim ologizar com o de una
FRANCISCO R. ADRADOS
202
misma raíz palabras consideradas de etim ología diferente, según se hace ya con frecuencia en E studios...; o en evitar hipótesis azarosas y artificiales com o las que hace Frisk para derivar x (*}vvu¡JLI- de la raíz de x¿,rw- Es esencial, también, en la explicación del origen, a partir de gram aticalizaciones secun darias, de elem entos m o rfo ló gico s de tantos y tan variados usos com o
-u-,
-a-, -e- y otros. N ótese que con frecuencia,
las etim ologías
que gracias a la nueva
teoría pueden proponerse, se basan no sólo en la existencia de correspon dencias regulares,
clave
del m étod o
com parativo,
sino
tam bién
en
los
datos del hetita, que conserva h en el lugar de la laringal. L o s datos del hetita, efectivam ente, han sido hasta el m om ento menos utilizados de lo que m erecen para la etim ología del G riego.
P o r ejem plo, el het. sanh-
establece que la raíz de gr. avu/icu, es *senH~\ warfyunu- 'hacer fro n d o s o ’ establece que hay una i/ H ( H
más exactam ente)
en
el
origen
de
gr.
slpoq < epFoq, cf. mic. we-we y Fpfjv; het. haliya- 'arrodillarse’ explica la alternancia de gr. óAe- < * H 3el-, djXévr) < * e H 3l-, aÁa% < H 21-; het. eh.ur- y gr. ú g , *oFaroq etc. rem ontan a *e¡óH%-, etc.
B) O tros avances en e l campo del Indoeuropeísmo L o s D iccionarios etim ológicos de que disponem os deben ser increm enta dos, com o decimos, con las nuevas investigaciones sobre la etim o lo gía del hetita; cito entre otras la obra de E. Benveniste, H ittife et indo-européen, París 1962; la E ty m ologie der H ettitischen Sprache de H . Kronasser, W iesbaden 1962; y los trabajos de A . Bernabé citados anteriormente. P o r dar un pequeño ejem plo de la repercusión de estas investigaciones en la etim o lo gía del griego en un caso en que no intervienen laringales, citam os un trabajo reciente de uno de los autores de este lib r o 1. M ediante la aducción de una serie de paralelos hetitas, en este trabajo se hace ver que las tres raíces en que los D iccionarios etim ológicos reparten los deri vados de gr. xaP_5 se reducen a una. A sí, se logra establecer el parentesco etim o ló gico de xapxapóóouq, xoftpoj, x^PM ^ X^pnct, x aP0TTóq, x a Pl0t> X“ PMH 'punta de lanza’ j x^P^pa, yápai^, etc. E llo im plica, p or lo demás, el reconocim iento de un hecho de fonética expresiva: la aspiración facultativa de las sordas en ciertas palabras. Las palabras referidas son, pues, de la misma raíz que nápxapov, etc. Esto nos lleva a la necesidad de prestar m ayor atención en la etim o lo gía indoeuropea a los fenóm enos de fonética expresiva, a saber, aspiraciones, gem inaciones, etc. A las primeras ha dedicado un artículo F. V illa r 2. M u y im portante es tam bién la existencia de vacilaciones de cantidad, otras entre oclusivas y en los timbres de las vocales dentro del sistema de las raíces
1 F ran cisco R o d ríg u e z A d r a d o s , « G r i e g o
napxaípu) y hetita hahharlia-, fcahhars-, hitri-,
Irars- » , H o m e n a je a A ntonio Tovar, M a d r id , G r e d o s , 1972, pp. 39-45. 2 « E l p ro b le m a de las so rd as a sp ira d a s in d o e u ro p e a s », R S E L 1, 1971, pp. 129-160,
ETIMOLOGIA
203
pronom inal-adverbiales1. Tenem os ahora un instrumento para com prender dobles form as del tipo vúv / vu, ye ¡ ya etc. Tam bién hemos aludido, más arriba a las fluctuaciones en la vocalización de las sonantes, recogidas e interpretadas en Estudios... mediante la com bina ción de una consideración fo n o ló gica (m uy necesaria en tod a la fonética del Indoeuropeo, cf. Lingüística Indoeuropea del mismo autor) y de una conside ración realista de lo que es la evolu ción fon ética 2. L a etim ología indoeuropea puede ahora interpretar directamente form as del tipo de áyupiq, cpúÁXov, húAí£, */3pú£, pí%a, cuya relación con raíces conocidas o no se da o se explícita vagam ente en los D iccionarios al uso. En suma, la etim ología del G riego a partir del In doeu ropeo es un cam po que continúa abierto y ofrece buenas perspectivas, una vez que se aumenta el m aterial de base con los datos del hetita y otros, se penetra en la historia de laringales, aspiradas, raíces pronom inal-adverbiales, etc., y se aplican puntos de vista fon ológicos y otros basados en una superación del concepto neogram ático de ley fonética. En puntos com o la evolución de las labiovelares, por ejem plo, la Lingüística griega permanece todavía presa de esos antiguos prejuicios, que tienden a oscurecer la interpretación de la etim ología y fo n é tica micénicas, también. Las relaciones entre los dialectos tienden, en virtud de los mismos prejuicios, a colocarse a una luz falsa, com o si el panoram a fuera siempre el de una perturbación secundaria de antiguas fronteras fo n é ticas absolutamente nítidas y regulares. C on esto sólo hemos intentado hacer ver que en este cam po un estanca m iento derivado de una falta de renovación teórica puede ser superado y que es mucho lo que en etim ología griega, es decir, de las palabras propiam ente de origen griego, queda todavía por hacer.
4.
Palabras
d e e t im o l o g ía p r e g r ie g a
Según hemos indicado, tanto en el vocabulario común com o en los to p ó nimos del griego se encuentran numerosísimas palabras que no son o no parecen ser estrictamente griegas. Si descontamos los préstamos de lenguas conocidas, semítico y egipcio sobre todo, a los que luego aludiremos, se trata de un vocabulario cuyo origen es difícil de interpretar. Se han propuesto numerosas hipótesis, ya sosteniendo la existencia en Grecia, cuando los griegos llegaron, de un substrato indoeuropeo no griego, variam ente definido p or lo demás; ya de un subtrato no indoeuropeo. P o r supuesto, estas hipóte sis no son incom patibles; podía haber varias lenguas en Grecia, indoeuropeas o no. Otras veces se postula que tal o cual palabra ha sido tom ada en préstamo de lenguas vecinas, es decir, no del substrato. En cuanto a los
1 C f. Julia M e n d o z a , E volución y estructura del sistema pronom inal indoeuropeo, tésis d o c to ra l inédita, M a d r id , 1974, p u b licac ió n abre v ia d a , M a d r id 1974. 2 C f. vario s artículos re co gid o s en Estudios de Lingüística General, 2.a ed., B arc elo n a , P la n e ta 1974.
FRANCISCO R. ADRADOS
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recursos m etodológicos que se siguen, son de dos órdenes, que a veces se com b in an : ya se trata de encontrar paralelas a las palabras griegas en las de otras lenguas o en topónim os de diversas zonas próxim as a G recia ; ya de descubrir en una determ inada zon a del vocabulario griego una serie de regulariades fonéticas que lo refieren, supuestamente, a una misma lengua, in doeuropea o no. Según decíamos, no existe solución unánimemente reconocida y lo más verosím il es que el griego haya experim entado el influ jo de distintos substra tos y adstratos indoeuropeos y no indoeuropeos. Los D iccion arios e tim o ló gicos suelen dar referencias vagas y cambiantes («térm in o m editerrán eo», «p a la b ra quizá m inorasiática», etc.) Conviene dar una idea sobre las distintas teorías existentes y, luego, algunas indicaciones sobre los problem as fonéticos que van im plicados en ellas. Puede encontrarse un estado de la cuestión muy aceptable en un artículo de Luis G i l 1 que se com pleta con la introducción del libro de Furnée sobre el P regriego 2. U n a prim era serie de teorías es la iniciada p or Kretschm er con su «P r o to in d o e u ro p e ó »3, continuada p or G eo rgiev y van W indekens con su «Pelásg ic o » y seguida p or el «P s i-g r ie g o » de M erligen. En todos los casos, se propon e que el G riego posee un abundante vocabulario y num erosos to p ó n i mos procedentes de una lengua indoeuropea o un conjunto de lenguas in doeuropeas consideradas com únm ente com o de substrato (aunque la teoría de D e v o to del Peri-indoeu ropeo habla de adstrato)4. Se trataría de lenguas indoeuropeas desconocidas, siendo la denom inación de «P e lá s g ic o » tentativa; se reconstruyen por los recursos m encionados, a saber, la coherencia fonética de los térm inos en cuestión y su difusión p or un área mediterránea, m inora siática sobre todo, más am plia que Grecia. L a teoría llegó a su culm inación con los trabajos de G e o rg ie v 5 y van W indekens 6 que,
continuando
las intuiciones
de
Kretschm er,
creyeron
reconocer en una am plia zon a del vocabulario griego la presencia de unas leyes fonéticas que actuarían sobre el fon d o indoeuropeo de un m od o diferente a com o lo hacen las leyes fonéticas del griego. P o r ejem plo, habría una m utación consonántica parecida á la del germ ánico, palatalización de las oclusivas, vocalización de las sonantes con tim bre u, paso de o a a, de u a b etc. Serían pelásgico, p or ejem plo, TÚpLpoq (gr. rá(pog),
205
ETIMOLOGIA
E l im pacto que ocasionó esta teoría se ha difum inado progresivam ente. En parte opera con argum entos circulares y puede pensarse que las palabras com paradas no tienen relación entre sí ó que son griegas (caso sin duda de Túfifiog). En ocasiones nuestros conocim ientos actuales nos llevan en otra dirección: áaá/div6og es com parado h oy día con el sum erio-babilonio asam 'recipiente para agua’ . Y , sin em bargo, sufijos com o -v0og y -aaóg, atribuidos a esta lengua y presentes en form a más o m enos m odificada en topónim os de A sia M enor, parecen claramente indoeuropeos. P o r otra parte, parte del vocabulario no griego del G rie g o se ajusta mal, a veces, a estas leyes fonéticas; de ahí la teoría del «P s i-g r ie g o » de M erlingen 1, quien propuso la existencia en el substrato del G riego, de una lengua con una m utación consonántica p or la cual k, t, p > £, a, ifi: gr. ij/áÁAcj tendría que ver con lat. pello, tpuxri con aesl. puchati 'soplar’ , etc. Esta teoría no ha tenido gran aceptación y, al perder tam bién aceptabili dad la del pelásgico, el ambiente general se dirige más bien a las teorías que hablan vagam ente de substrato m editerráneo; así, en el caso de romanistas cóm o Alessio, Hubschm id, etc,, ya sin precisar la adscripción a una ram a lingüística concreta ya a lenguas no indoeuropeas. Sin em bargo, en los ú lti mos tiempos ha surgido otra teoría que relaciona el substrato no in doeu ropeo del griego (incluyendo los sufijos -v 9 - n d - , -ss-) con lenguas indoeuropeas de A sia M enor, y concretam ente con el lu vita2. Incluso el L in eal A de C reta pertenecería, según algunos investigadores, a este área lingüística. E l m aterial de topónim os y sufijos aducido es interesante, pero eí de nom bres comunes adolece de escaso. Parece claro que, de cualquier m anera que se le califique, hay en G riego vocabulario indoeu ropeo entrado en él p or vía de substrato o de adstrato y presente tam bién fuera de G recia ; algunos de los térm inos en cuestión, tal la palabra Xafiúpivdog, aparecen ya en L in eal B, es decir, los préstam os son m uy antiguos. Pero este hecho no excluye la posibilidad de que otros térm inos no griegos del G riego sean de origen no indoeuropeo, incluso en el caso de que lleven sufijos indoeuropeos. Precisamente el lib ro de Furnée a que hemos hecho referencia más arriba sostiene la hipótesis del carácter no indoeu ropeo de lo que él llam a el Pregriego y que ejem plifica con una larga serie de palabras del v o c a bulario griego. Sin negar la posibilidad de que tam bién haya en G riego vocabulario in doeu ropeo no griego, en la práctica tiende a interpretar com o no indoeu ropeo todo el vocabulario no griego. Encuentra en él una serie de alternancias consonánticas que explica bien por hechos expresivos, bien com o destinadas a facilitar ciertas articulaciones. A sí, alternancias entre oclusivas sordas y aspiradas y entre b / m, b / F, m ¡ F: tipos yAóyog /
1 C f. M erlin g en , Eine altere Lehnwortschicht im Griechischen, V ie n a 1963 y 1967. 2 C f. entre o tros trab ajo s L.
R. P a lm e r « L u v ia n a n d L in e a r A » ,
T P h S 1958, pp. 75-100;
A . H eu b e ck , Praegraeca, E rlan ge n , 1961; E . L a ro c h e , «E t u d e s de to p o n im ie an a to lie n n e », R H A 19, 1961, pp. 57-98.
206
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nXáyog, pr¡xL0V / /3^>í¡ov, nápxapog j xápxapov, fiudóg / áfiuóóv, cmápog / afiapíg, épéfiivdog / lat. eruum , etc. L a verdad es que el m aterial de Furnée es tan abundante com o dudoso. En gran m edida se trata de glosas difícilm ente controlables; en otra, se asume relación entre palabras que nada indica la tengan; en otra todavía, se trata a todas luces de palabras indoeuropeas, griegas o no (casos de épéf3ivdoq, nápxapog, etc.) Las aspiraciones de oclusivas, p or ejem plo, son con frecuencia claramente indoeuropeas, en palabras expresivas. L a alternancia sonora/sor da aparece a veces tam bién en lenguas indoeuropeas y precisamente los partidarios de la hipótesis luvita destacan la unificación de las oclusivas en lenguas minorasiáticas y L in eal A , lo que daría lugar en los préstam os a notaciones varias. En definitiva, el G riego presenta una abundante cantidad de palabras difíciles de etim ologizar y
de atribuir a una lengua definida,
pero en
ocasiones relacionables entre sí dentro de grupos. E s im portante el fijar las variantes fonéticas que se presentan, para p oder así más fácilm ente esta blecer estas relaciones; con ello y teniendo en cuenta los criterios estable cidos en 3 no es im posible m ejorar nuestro conocim iento del sector «g r ie g o » del G riego, más am plio, creemos, de lo que se piensa y, también, de otros sectores indoeuropeos o no.
5.
O
tro s préstam o s
Tenem os, luego, los préstam os de lenguas m ejor o peor conocidas, d ifíci les a veces de separar de la zon a anterior del vocabulario. SÍ el p ro to tip o del áaáfitvdog 'bañera’ lo encontram os, según decimos, en sumerio y babilon io, el del 'le ó n ’ (A é F gjv) aparece en asirio labbu, egip. labu, etc. A l estudio de los préstam os semíticos del griego se han dedicado varios trab ajos1. Sin contar con la teoría de G o rd o n según la cual el L in ea l A es semítico, es claro en todo caso que los préstamos semíticos son m uy antiguos; ya en L in eal B aparecen palabras de origen sem ítico tan claras com o el 'o r o ’ (ku-ru-so, XPU°°g ), el 'c o m in o ’ (k u -m i-n o, núfiivov), el ‘ m a rfil’ (ie-re-pa, ¿Aéqoag), etc. Existen luego préstamos de otros varios orígenes: egip cios2; orientales en general3; iranios4; tracios, etc. En época helenística y rom ana el vocabu lario griego se acrece con un gran núm ero de préstamos latin os5, pero no sólo
1 C f. O . M a s so n , Recherches sur les plus anciens emprunts sémitiques en grec,
P a rís 1967;
M . C . A s to u r , H ellenosem ítica, L e id e n 1965. 2 C f. M a c g re a d y , «E g y p t ia n W o r d s in the G r e e k V o c a b u la r y , Glotta 46, 1968,
p. 247 s s .;
R . H o lt o n Pierce, « E g y p t ia n lo a n w o rd s in A n c ie n t G r e e k », S O 46, 1971, p p . 96-107. 3 O.
Szem erényi, « T h e origins o f the G r e e k L e x ic ó n : ex oriente lu x », J H S 94,
1974, pp.
144-157. 4 H e m m e rd in g e r, «15 8 nom s co m m u n s grecs d ’o rigin e iranienne, d ’E schyle au G r e c m o d e rn e », Byzantinoslavica 30, 1969, pp. 18-41. 5 C f. S. D a ris , I I lessico latino nel g feco di E g itto, B a rc e lo n a 1971.
ETIMOLOGIA
207
latinos; los hay tam bién coptos y de otros varios orígenes. A u n qu e más im portante es en esta fecha e l in flu jo que ejerce el léxico griego sobre el copto, etíope, arm enio, siriaco, gótico, etc., y, p o r supuesto, sobre el latino.
6.
C o n c l u s io n e s
Si el G rie g o nos presenta un inm enso despliegue de palabras siempre nuevas, en gracia a sus m últiples dialectos y a su facilid ad para la derivación y com posición, y ofrece asimismo múltiples evoluciones semánticas que am plían cada vez más la capacidad expresiva de su vocabu lario, no es m enos claro que el punto de partida, las diversas palabras y raíces que presenta el inventario inicial de la lengua, es m uy am plio. El estudio etim o ló gico de este vocab u lario «in ic ia l» del griego se ve d ifi cultado p o r diversas causas: deficiente con ocim ien to nuestro del G rie g o histórico, con frecuencia a través de glosas o citas p oco seguras; falta de con ocim ien to directo de las lenguas, indoeuropeas o no, con las que los griegos se encontraron al llegar a G recia ; insuficiencia de los m étodos de reconstrucción neogram áticos, tod avía en boga, y de la im agen tradicion al de la F o n o lo g ía del In d oeu rop eo. A pesar de todo, operan do a partir, sobre todo, de una m ejora de estas últim as circunstancias y de una crítica de las teorías sobre el «p r e g r ie g o », es posible, pensamos, m ejorar nuestro co n o ci m iento de la etim o lo g ía del G riego. Esta m ejora es susceptible de tender un puente entre el vocabu lario in doeu ropeo y el del G rie g o ; ya adscribiendo éste a una determ inada zon a del In d oeu rop eo, ya vien do sus puntos de partida, desde los cuales se puede trazar con una cierta exactitud una línea hasta el vocabu lario del G riego histórico. Puede así com prenderse y seguirse m ejor la evolu ción del léxico de éste. En definitiva, la reconstrucción etim o ló gica continúa hacia una fecha más antigua la investigación sobre la historia del léxico griego, de igual m anera que la reconstrucción de la m o rfo lo g ía griega en fecha pre histórica facilita la com prensión de la evolu ción del total de la m o rfo lo g ía griega. Insistim os en que, en el cam po del léxico, que incluye la form ación de palabras, es posible, con nuestros instrumentos actuales, un progreso en esta dirección. Y que este progreso aumentará, sin duda, e l sector del léxico considerado propiam ente griego y dism inuirá el que suele designarse com o in d oeu ropeo no griego, no indoeu ropeo o, simplemente, de origen desco nocido.
II.7 Ordenadores y lexicografía griega. £1 Banco de datos
1.
I n t r o d u c c ió n ,
h is t o r ia y
estado
de l a
c u e s t ió n
E l m undo de los ordenadores para la F ilo lo g ía Clásica y, en general, para los estudios de Hum anidades es todavía poco m enos que
ánóppr^Tov.
Q uizá
pronto deje de serlo; desde hace algunos años estas máquinas han irrum pido en las Facultades de Letras y están provocan do tal revolución que es probable que en un futuro más o m enos próxim o su utilización p o r parte de los humanistas sea un hecho banal. E l fenóm eno es reciente pero ha adquirido ya grandes proporciones. Repasem os brevem ente la historia de los últimos años. En 1944 H o w a rd A ik en term inaba su orden ador M a rk I, un arm atoste electrom ecánico que puede considerarse el prim er ordenador sensu stricto. D os años después y por necesidades de la política de defensa norteam ericana se creaba el prim er ordenador electrónico. A pesar de sus servidumbres basadas en la fragilidad de sus válvulas y en el consumo exagerado de electricidad (es con ocid o el hecho de que cuando entraba en funcionam iento dejaba casi a oscuras barrios enteros de Filadelñ a) este ordenador, el E N I A C , supuso un gran avance sobre el M ark I. A l año siguiente, en Inglaterra, se conseguía un ordenador que podía cam biar de program a sin necesidad de m odificar los circuitos de ia m áquina, con lo cual se había superado el inconveniente principal del E N IA C . L a década de los 40 es, pues, la de los diferentes prototipos que van superando las dificultades técnicas hásta conseguir un ordenador com ercializable. En los años 50 em pieza la fabricación en serie; en 1951 aparece el U N I V A C I y en 1956 el 705 de IB M , ambos de válvulas, es decir, pertene cientes a la llam ada prim era generación. En esta misma década al sustituirse las válvulas p or transistores se da paso a la segunda generación de orden ado res que ya obtienen un gran éxito en el m ercado; las series 1400 y 1700 de IB M , el 1107 de R an d y el 3600 de C D C se colocan p or m illares en empresas públicas y privadas.
JAVIER LOPEZ FACAL
210
El em pleo de circuitos integrados y el desarrollo del «s o ftw a r e » se consi deran com o las características defm itorias de la tercera generación. T o d o esto es m uy con ocid o y no vam os a detenernos más en ello. Adejnás existen en español una serie de libros introductorios sobre este tem a 1, en donde se pueden encontrar inform aciones más porm enorizadas sobre la his toria y características de los prim eros ordenadores. L o que sí es im portante subrayar es que a pesar de antecedentes heroicos y bien conocidos, es a partir de la tercera generación cuando los ordenadores entran p or la puerta grande de la investigación científica. Evidentem ente esto no es e x tra ñ o ; los prim eros ordenadores trataban únicamente problem as numéricos y no com prendían más que su lenguaje. Sólo al ampliarse su cam po de aplicación y, sobre todo, desarrollarse el «s o ftw a r e » pudieron aplicarse cóm odam ente a la investiga ción científica. En nuestro cam po concreto, la F ilo lo g ía griega (y latina), el m aridaje ordenador-investigación se consuma en los 60. Sin em bargo ya en la década de 1950 a 1960 se habían fundado centros de aplicación de ordenadores al estudio de las Humanidades. Los pioneros en este cam po, según mis in fo r maciones, son el P. Busa con su Centro p e r la Autom azione de ir Analisi Lingüistica de Gallarate, Várese; el Laboratoire cPAnalyse lexicologiqu e de Besangon y el Centre cfAnalyse documentaire pour CA rchéo lo gie (C .A .D .A .) de M arsella. A h o ra bien, com o es sabido estos centros no se dedican exclusi vam ente a F ilo lo g ía G reco-latina. En este terreno el prim er centro específico es el Laboratoire cfAnalyse statistique des langues anciennes (L .A .S .L .A .) con sede en Lieja. Realm ente este organism o es un poco el pionero y norte de la nueva filo lo g ía clásica realizada con ayuda de ordenador. Tendrem os ocasión de m encionarlo más veces por su revista y la im portancia de sus investigacio nes y m étodos de trabajo. A partir de 1961, año en el que se fundó el L A S L A , se produce una eclosión de este tipo de centros. D ebem os distinguir, sin em bargo, dos tipos de organ izacion es: los centros de cálculo universitarios polivalentes y dedicados a diferentes disciplinas (com o el m ism o centro de cálculo de la U niversidad de M a d rid ) y los que se ocupan específica o prim ordialm ente de filo lo g ía y lingüística greco-latinas. Entre éstos cabe m encionar el Departm ent o f Classics del D artm ou th College, H annover, N e w Ham pshire que dirige Stephen F. W aite, «e d it o r » de la Utilísima revista Calculi, el Center f o r Com puter Research in the Humanities del C ollege Station de la U niversidad de Texas, el m alogrado Institute f o r Com puter Research in the Hum anities de la N e w Y o r k U niversity, U niversity Heights, y finalm ente el im portante proyecto de Thesaurus Linguae Graecae de la U niversidad de California, Irvine. A dem ás de estos centros, hay otros de contenido más general que también
1 V éase p o r ej., el lib ro de H o llin g d a ie y T o o till, Com putadores electrónicos, A lia n z a E d ito rial, M a d r id 1967,
ORDENADORES Y LEXICOGRAFIA GRIEGA
211
han trabajado en nuestra especialidad. Recordem os el In stitu í f o r Lingvistik de la Universidad de Aarhus (D inam arca) en donde el profesor H olm b oe ha publicado las concordancia .8 de Esquilo, el Zentrum fü r Datenverarbeitung donde W , O tt desarrolla sus trabajos sobre métrica latina, el Harvard Com puter Center donde D avid Packard ha hecho las monumentales concordancias de T ito L ivio, el Department o f Computer Science de Edim burgo en donde A ndrew Q. M orton y Sidney Michaelson han trabajado, entre otras cosas, en lexicografía griega, etc. A medida que se creaban los centros y progresaba el volumen de trabajo realizado con ayuda de ordenador, se hizo necesario publicar revistas espe cializadas que informasen de la marcha de los trabajos para evitar duplica ciones, poner en contacto a los cada vez más numerosos especialistas y exponer el cuerpo de doctrina y métodos que se iban creando paulatinamente. U na vez más abrió fuego en este campo el L A S L A de Lieja, que lanzó su primer volumen de la ya célebre Revue el año 1965. Su director es Louís Delatte y hasta la fecha han salido 11 volúmenes de 4 fascículos cada uno (cuatro fascículos por año, excepto el l . er año que sólo salió un fascículo). En segundo lugar es de justicia mencionar la benemérita labor desarrolla da por Stephen W aite, cuya revista Calculi mantiene al día sobre proyectos, publicaciones, conferencias y otras útiles informaciones. Adem ás de su utili dad Calculi tiene una característica digna de m ención: es gratuita. Existen otras muchas revistas más o menos periódicas y de finalidad diferente. Frente a la concepción de Calculi, que inform a sólo de trabajos publicados o en curso de publicación, pero no publica originales, la revista Computers and the Humanities editada por Joseph Raben, del Queens College de N .Y .U . Flushing, publica artículos sobre nuestra disciplina. T od os estos centros y publicaciones periódicas 1 recibieron el espaldarazo deí reconocim iento oficial en el V Congreso Internacional de Estudios Clásicos de Bonn (1969). En él p or primera vez hubo una sesión dedicada a los «P rob lem e der elektronischen D atenverarbeitung» que presidió L. D elatte y en ía que se trataron cuestiones de m etodología y su solución por el equipo de L A S L A (Etienne Evrad), problemas de métrica estudiada con ayuda de ordenador (W . O tt), así com o otros temas de aplicación de las máquinas. Adem ás, una vez terminado el congreso un grupo de personas se trasladaron a Lieja para asistir a un «C o llo q u e International sur la Recherche Computationnelle en P h ilologie». P o r otra parte ya desde 1965 en V A n n é e Philologique los filólogos clásicos encontraban entre las siglas de las revistas una nueva, R E L O , con !a que se designa en este anuario a la Revue de Lieja. Sin embar go, todavía hoy no han entrado en U Année Philologique revistas tan im por tantes com o las dos americanas últimamente citadas.
1
P a r a m ayor in fo rm ació n sobre revistas y centros de aplicación de ordenadores p u ed e verse
el artículo «P a n o r a m a general de los tratam ientos p o r o rd e n a d o r en filo lo g ía y lingüística griega y latin a» p u b licad o p o r E m ilio F e rn á n d e z -G a lia n o y p or mí en la Revista de la Universidad Complu tense de M a d rid 25, 102. 1976, así com o la Revue, Calculi y otras publicaciones especializadas.
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2.
JAVIER LOPEZ FACAL
T r a b a jo s le x ic o g r á f ic o s c o n o r d e n a d o r
Con ayuda de ordenador se han realizado estudios sobre parcelas muy variadas de la filo lo g ía grecolatina, com o la arqueología, p apirología, crítica textual, métrica, cuestiones de autenticidad, cron ología y fuentes, prosodia, bibliografía, etc. Es evidente que el área específica de aplicación del ordena dor es aquella en la que hay que manejar miles o aún m illones de datos aislados, susceptibles de clasificación siguiendo una serie de criterios muy varia. El ordenador no piensa, ordena datos. En este sentido no es extraño que la disciplina que antes y con mayores frutos haya usado esta nueva técnica sea la lexicografía. Es claro que un ordenador solo no puede hacer un diccionario o un léxico ya que ni siquiera «s a b e » lem atizar sin la ayuda de un lexicógrafo. A lo más que llega es a hacer un índice o una concordancia de una manera mecánica. Es decir, el ordenador resuelve las tareas primeras o previas a las que tiene que enfrentarse el lexicógrafo, tales com o la recogida de m aterial (papeleteo) y prim era clasificación (alfabetización). Las tareas subsiguientes com o la lem atización o el análisis y clasificación semántica deí léxico escapan ya al ordenador y son tarea del le x ic ó g ra fo 1. L im itad o pues el em pleo del ordenador a un mero papel de desbrozador de terreno, la p olém ica 2 suscitada entre defensores y detractores de la m áqui na creemos que resulta irrelevante; el ordenador com o ayuda para el lexicó grafo es m uy útil, com o sustituto de éste es inviable. D e todas formas, aun en los casos en que se publica en bruto el material salido del ordenador, sin ulterior reelaboración, el resultado puede merecer la pena cuando se trata de autores que carecían de despojos lexicográficos; el hecho de que en las Concordancias de L iv io de D. Packard se confundan el cum preposicional y el cum conjunción no descalifica a esta obra ya que la volum inosa producción literaria de T ito L iv io resulta ahora más asequible y estas Concordancias rinden un servicio inapreciable. Sin em bargo, desde nuestra perspectiva de lexicógrafos no vem os la utilidad de seguir publicando índices o concordan cias de autores que ya disponían de excelentes diccionarios realizados «m a nualm ente». P o r ejem plo, cuando ya disponem os de los léxicos de Píndaro de Slater o de H esíodo de H ofin ger, obras casi insuperables, ¿qué objeto tienen los índices o concordancias electrónicas de estos autores realizados p or Hans
1 « T iie lab o riu s, yet utterly u n a v o id a b le task o f p rocessing lexical m aterials w ill be relegated to the C om puter an d o th er au tom atizing equipm ent, thus en a b lin g the linguist ío de vote his ful) attention to the cieative an d o rga n iz in g aspects o f s c h o la rsh ip », H a r r y H . Josselson, «L e x ic o g r a p h y an d tile C o m p u t e r» en To H o n o r Rom án Jakobson, L a H a y a , M o u to n , vol. II, p. 1048. 2 A p ro p ó sito de esta polém ica entre L . D elatte y Pierre G r im a l, con in clu sión de otros autores posteriorm ente, véase L . D elatte, « A
p ro p o s d’une c o n c o rd a n c e », Ü Ántiquité Classique 34, 1965,
p. 536 ss., P. G r im a l, ibid., p. 534 ss., R E L 44, 1966, p, 108 ss., P. T o m b e u r, R evu e 1967, 2, p, 15 ss., L.
D elatte, R evu e
1967, 3, p. 97 ss., etcétera.
V éase tb.
la b ib lio g ra fía ,
m uy
C . C o lla rd , « A p ro p o sa i fo r a L e x ic ó n to E u rip íd e s », B I C S 18, 1971, p. 134 ss.
útil,
citad a en
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A . Pohlsander (concordancia de Píndaro) y M argaret Thom pson (C o n c o r dancia de H esíodo)? L o mismo podríamos decir de H om ero, Esquilo, Eurí pides, Filón de Alejandría y muchos autores más. D a la impresión de que los que trabajan con ordenadores no tienen en cuenta lo que se ha hecho antes de ellos y que pretenden partir de cero haciendo borrón y cuenta nueva. Esto es un error muy grave: de los tres millares de autores de la literatura griega antigua hay muchos centenares que carecen de índice, léxico o concordancia, o que disponen de alguno muy incom pleto o muy anticuado (casos de Jeno fonte, Sófocles, Teócrito y otros bucólicos, G aleno y otros médicos, los padres de la iglesia, etc.)- U rge pues que algún organism o internacional establezca una lista de deslderata y que se siga un orden de prioridades con el fin de que, a la vuelta de pocos años, dispongamos de diccionarios de autor de toda la literatura griega. H abría que replantear el plan de Hermann Diels de principios de s ig lo 1 para acabar con este caos de espontáneos que se lanzan a hacer repertorios léxicos sin saber si ese autor está estudiado o no, si conocem os bien su léxico o si es necesario realmente un índice o una concor dancia de él. Antes de ofrecer la relación de diccionarios realizados con ayuda de ordenador vamos a exponer una característica de estos trabajos que constitu ye una ruptura con todo lo anterior. Hasta ahora cuando se hacía un diccionario, léxico, índice o concordancia se comenzaba estableciendo un fichero con ayuda del cual se hacía la o b ra en cuestión. U na vez que el fichero se copiaba en páginas seguidas y se enviaba a la imprenta, dejaba de tener utilidad y se tiraba o se conservaba sólo por razones sentimentales o pensando en una hipotética utilidad futura para escribir una historia de ía lexicografía o algo p or el estilo. Es decir, hasta ahora lo im portante era el resultado, el léxico de tal autor u obra, y el fichero era el medio, el instrumento. Esta situación ha cambiado radicalmente cuan do se trata de trabajos realizados con ayuda de ordenador; actualmente lo importante es el fichero en sí, ya que es susceptible de usos muy variados, y lo de menos es tal o cual resultado que no es más que uno de los posibles empleos del fichero. Hasta tal punto esto es así que con frecuencia los índices o concordancias están hecho pero no publicados (com o es el caso de las concordancias antes citadas de Pohlsander y Thom pson). Si alguien desea ía concordancia se solicita de su autor o del centro que la haya realizado y le pueden enviar al interesado una cinta magnética, p or ejem plo, a partir de la cual se puede sacar la concordancia. Este hecho ha m odificado copérnicamente los presupuestos sobre los que se basaba la galaxia gutembergiana y afecta, naturalmente, a las obras que relacionamos a continuación; estas obras están hechas o haciéndose, pero ello no quiere decir que estén publicadas o vayan
1 N o com parto en este punto el parecer de D eiatte (R evu e 1965, p. 3) de que «tous les Indices existants devront étre recom m encés sur ord in a teu r». A p ro pó sito del plan d e H . Diels, cf. supra cap. 1.3.
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a publicarse en la form a a que estamos acostum brados desde la invención de la imprenta. Finalm ente y aunque sea m uy brevem ente hay que aludir a tres form as que adoptan ios índices o concordancias griegos realizados con orden ador: o bien ofrecen el griego transcrito en mayúsculas latinas (sobre los sistemas de transcripción, véase Calculi), sistema muy in cóm odo de m anejar para el no iniciado, o bien lo editan en griego a base de acoplar al orden ador una im presora convencional (solución de L ieja ) o bien com ponen el griego con un «p lo tte r » (solución del Thesaurus de C aliforn ia). Indices realizados con ayuda de ordenador. Se han hecho índices de H o m ero (directo e inverso, p or obra de A . Q. M orton ), H im nos H om éricos (C o ra A . Sow a), Platón (el general, obra de Leon ard B ran d w ood y el del C ritón de J. Schiff), Lisias (A , Q. M o rto n y A . D . W inspear), Anábasis de Jenofonte (C ord elia M . Birch), Poética de Aristóteles (W . T. M e K ib b e n y J. Crosset), M enandro (A . H . K ro m h o lz), Cartas de Tem ístocles (N o rm a n A . D oenges), L o n gin o (W . T . M cK ib b en y J. Crosset), D io d o ro
Sículo
(J. I. M cD o u ga ll), D e O p ificio mundi y Legum allegoriae de F iló n (P. Borgen y R. Skarsten), Basilio de Cesarea (A . Smets y M . van E sbroeck), Juan-Orisóstom o (A . M . M aíingrey). Se ha com putadorizado tam bién en la U n iversi dad Libre de Bruselas el Mycenaeae Graecitatis L e x icó n de A . M o rp u rgo con lo
que se le ha sacado un m ayor rendim iento ya que, p or ejem plo, ahora
disponem os de un índice inverso de m icénico más com pleto. Tam bién se puede m encionar entre los índices el índice acum ulativo de las Berichtigungsliste realizado por el equipo del Thesaurus Linguae Graecae de Ir vine. C ali forn ia com o un eslabón más de la cadena de textos que form arán el banco de datos del T L G . En cuanto a las concordancias realizadas con ordenador hay que recordar las de H esíod o (M a rga ret Th om pson ), Píndaro (H ans A . Pohlsander), A g a menón, Suplicantes, Persas, Prom eteo y Siete de Esquilo (H . H o lm b o e ), Iseo (R . W eavers), tom o I V de Inscriptiones Creticae (D . Packard y G. N a g y ), Y á m b lic o (J. M . D illon ), el L ib e r Antiquitatum Bihlicarum del Ps. F ilón (D . J. H arrin gton ), diversas concordancias de los Evangelios y H echos de los Apóstoles (J. A . Baird, A . Q. M orton , etc.), las Epístolas Cínicas (H . A ttird ge), el Poimandres del Corpus H erm eticum (D . G eorgi, J. Strugnell), el D e o p ificio mundi de F iló n (P. Borgen y R. Skarsten), etc. H a y además una serie de proyectos para hacer concordancias de autores com o A rtem id o ro D aldiano, Clemente A lejandrino, F la vio Filóstrato, Juliano, Fragm entos G n ósti cos, etc. Es muy im portante tam bién el proyecto del equipo del T L G de C aliforn ia de hacer un diccionario de los escritores m édicos griegos, autores de obra muy extensa y muy deficientem ente estudiada desde el punto de vista lexicográfico. Para m ayor in form ación acerca de estos índices, concordancias y proyectos, rem itim os a la revista Calculi en la que se relacionan las direc ciones de sus autores a las que se pueden pedir estas obras. H ay que advertir, una vez más, que con frecuencia estos trabajos no están publicados, sino en cinta o fichas perforadas y que una vez procesada la cinta,
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el resultado es un índice o concordancia a menudo con el griego transcrito. Tam bién hay que añadir que si bien el ordenador se ha em pleado hasta la fecha predominante en la confección de índices y concordancias, existe tam bién el proyecto de hacer un léxico con ayuda de ordenador. Este es e l caso del léxico de Platón de K on rad Gaiser que se está haciendo en Tübingen. Finalmente conviene recordar la existencia del banco de datos (cf. supra 1.3.11) que progresivamente y desde diferentes países se va enriqueciendo con nuevos textos de la literatura griega. D e seguir este ritmo se puede añrmar que dentro de pocos años se dispondrá de toda la literatura griega antigua en form a legible por la máquina, con los incalculables servicios que este hecho puede rendir a la lexicografía y a la filología en general.
IL8
Problemas prácticos que plantea un diccionario griego: Grafía, Gramática, Lemas, Prosodia
I. G R A F I A I.
O r i g e n d e l a l f a b e t o g r ie g o u s a d o m o d e r n a m e n t e
T o d o el que trabaje en lexicografía griega, y en Lingüística griega en general, tiene que darse cuenta antes que de ninguna otra cosa de que nues tras letras griegas son una standardización más o menos convencional de las letras de un determinado alfabeto griego, entre varios que existieron: el alfabeto jónico. En definitiva, nuestras mayúsculas provienen en líneas generales de la form a de las letras griegas del alfabeto jónico, que se hizo oficial en Atenas el año 403 a. C. después de haberse generalizado poco a p oco su uso. Estas letras las encontram os en las inscripciones griegas a partir del m om ento en que aparecen, en los papiros literarios a partir del s. iv a. C. (p a p iro de Tim oteo, papiro órñ co de Salónica, etc.) y en la llamada uncial de nuestros más antiguos códices griegos, desde el s. v d. C .: códice Sinaítico del A n tigu o Testamento, D ioscórides de Viena, etc. Luego esta uncial se m odifica en el s. ix d. C. y, por otra parte, una vez desarrollada la minúscula, se usa precisamente en la función de mayúscula. Este es el uso que se fijó en los textos reproducidos por la imprenta, a partir de fines del s. xv, y el que mantenemos. En cuanto a la minúscula, proviene de una standardización por la im pren ta de la minúscula griega, que se desarrolló en Bizancio a partir del s. ix d. C. Es un tipo de letras más claro que la cursiva ya usada en ép oca helenística en documentos privados; carece de ligaduras y, en su form a de minúscula anti gua (siglos ix y x ), posee una gran belleza. Es en la minúscula antigua y en ia m edia (s. x i) más que en la m oderna de los siglos xn -xv (p ero tam bién en ésta a veces) en la que se inspiraron los tipógrafos de la imprenta recién descubierta para llegar a tipos de alfabetos standard, como los que, con pocas variaciones, usan nuestras imprentas. Así, pues, nuestra com binación de mayúsculas y minúsculas que rem ontan al alfabeto jón ico es usada en nuestros diccionarios para notar los diversos alfabetos griegos y, dentro del jónico, las diversas maneras de escribirlo a lo
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FRANCISCO R. ADRADOS
largo de los tiem pos: variantes diversas de la capital o uncial, de la cursiva, de la minúscula, taquigrafía. L a usamos incluso para transcribir al griego los textos chipriotas en silabario e incluso, cuando ello nos es dado, los textos m icénicos escritos en un silabario predecesor del chipriota. Sin em bargo, hay que notar que nuestros signos de puntuación y acentua^ ción no proceden del antiguo alfabeto jón ico, que escribía las palabras segui das (s crip tio continua) sin acentos ni puntuación, Proceden de la filo lo g ía alejandrina, que trataba de facilitar así la interpretación de textos poéticos y dialectales difíciles; y fueron perfeccionados p or los escribas bizantinos. Es sabido que hay mucho de convencional en ia puntuación de nuestras ed icio nes de textos griegos. Y
que incluso la división de las palabras presenta
problem as para el lexicógrafo. D os ejem plos: a) C on frecuencia es dudoso si nos hallam os ante un verbo com puesto con tmesis o ante un grupo de adverbio + verbo separados p or otras pala bras. A veces esto es especialmente grave para el le x ic ó g ra fo : si adoptam os la segunda interpretación el verb o áfítpicppá^ojLiai en II. 18. 254, deja de existir y con ello debe desaparecer el verb o de los diccionarios, pues es el único ejem plo que se cita. b) T am b ién frecuentem ente los editores vacilan en si dar com o una o dos palabras un grupo tónica + átona; en si escribir, p or ej., xaím p o xaí nep. Si el lexicógrafo elige la segunda solución, desaparece la palabra
hcúttep
de su
d iccio n a rio ; aunque es ló gico que, dentro de nocí, establezca un apartado m í nsp. Si se lim ita a seguir la grafía de las distintas ediciones en cada pasaje, introduce con ello en su diccionario criterios contradictorios. En cuanto a la acentuación, e) sistema que se ha generalizado y que rem onta también a época alejandrina, tiene bastante de convencional. A sí, las preposiciones m onosilábicas no llevan acento, com o proclíticas que son; si las disilábicas, igualm ente proclíticas y otras proclíticas más lo llevan tes p o r una decisión arbitraria. Está tam bién som etida a dudas la regla de acento concer niente a las sinenclíticas (se acentúan todas menos la últim a), pues los manuscri tos discrepan a veces: hay dudas sobre la acentuación sari tras oü, nací, si, áÁXá, ¿jg,
toüto
;
es difícil de interpretar la baritonesis de los oxíton os en la frase. Y
así podríam os seguir. En realidad, com o en tantos otros casos el lexicógra fo debe atenerse al uso de las ediciones que m aneja, si no quiere perderse en teorizaciones que exceden de su com petencia, debe limitarse a dar ios datos. P o r otra parte, la falta de acentos en las inscripciones hace que, cuando existe la m enor duda, lo m ejor sea dejar las palabras en cuestión sin acento.
2.
La
r e p r e s e n t a c ió n d e lo s d is t in t o s a l f a b e t o s
Transcribir en nuestro alfabeto jó n ic o las palabras que conocem os escritas en otros alfabetos no siempre es tarea fá cil; en realidad, nos vem os forzad os en ocasiones a am pliar el alfabeto jó n ico con signos especiales, si no quere m os ser infieles a la fonética y fo n o lo g ía de los dialectos.
GRAFIA, GRAMATICA, LEMAS, PROSODIA
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Este proceder no es nuevo. La escritura de las palabras áticas con espíritu representa una am pliación del alfabeto jónico, por obra de alejandrinos y bizantinos, para no dejar de notar un rasgo fon ológico del ático que el alfabeto jónico (que había dado a H el valor de é ) era incapaz de notar. Por otra parte, los alejandrinos escribían convencionalm ente la digamma com o y y ¡S, sobre todo, a juzgar por glosas que nos han llegado. Para estudiar convenientemente este problem a hemos de distinguir las cuestiones puramente gráficas de las que son al tiem po fonéticas; y de unas y otras hay que separar las concernientes a la alfabetización y lematización. 1. Cuestiones puramente gráficas. En el alfabeto del Sur, arcaizante, que encontramos en Creta, M elos y Tera y a veces en otros lugares, faltan las consonantes O, X, ^ y Z : se escribe, respectivamente, fí, K, Í1I y K I. Podríam os convencionalm ente transcribir por las letras jónicas correspondientes, pero parece preferible respetar ia grafía, aunque la alfabetización se haga por el alfabeto jón ico (cret. dfxm-, áSeAnóg se dan bajo áfifi-, ádekyóg, por ej.) Ello, sobre todo, porque puede presentarse algún caso de duda; cuando hay uq por por ej., no sabemos exactamente si la h representa k o kh , pues en ático arcaico encontramos ya x, ya xEn otros casos las variantes puramente gráficas de una misma letr
deben
transcribirse, com o usualmente se hace, por la variante standard del jónico. Así, cuando esas variantes proceden de dos letras fenicias, que el griego hace coincidir fonéticam ente; caso la sigma, que se escribe ya M (sadé fen icio) ya I (áin fenicio, es decir, j). Otras veces, las variantes, procedentes de m o d ifi caciones locales de las letras fenicias o las nuevas que se crearon, tam poco tienen por qué reflejarse en la labor del lexicógrafo. N o s referim os a variantes com o estas: épsilonEH
'
eta: B H zeta: ® ® G lam bda: V T A x i: Z X + 2 ji: X V Y \k Algunas de estas letras denotan según los dialectos distintos fonem as o grupos de fonem as; ahora no tocamos este punto, sólo decimos que n o se toman en cuenta las variantes gráficas. Pero este uso diferente de las letras según los dialectos también debe ocuparnos. Es sabido que en los dialectos occidentales la x nota ks, la ip ( o sus variantes), kh, faltando la 5. En este caso se pueden usar las grafías jónicas, puesto que el problem a es más bien gráfico. Con todo, no estamos absoluta mente seguros de que x note ks y no khs; es más neutral usar la grafía local, siguiendo, eso sí, la alfabetización del jónico. Otro problem a de este tipo nos lo ofrecen Paros y otras islas, que intercam bian los valores de O y fí. N o parece que haya ninguna im plicación fonética ni que, por tanto, el lexicógrafo haya de tener en cuenta este fenóm eno.
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FRANCISCO R. ADRADOS
2. Cuestiones con implicaciones fonéticas. El que una letra tenga o pueda tener varios valores fonéticos según los lugares o épocas (así la Z, por ejem plo) no debe preocupar al lexicógrafo; salvo en algún caso com o el de la 0 y O en Paros, debe dar la transcripción usual y es cosa del gram ático entrar en el problem a fonético. Su papel se lim ita a no dar los datos en form a tal que creen dificultades de interpretación. D e ahí, la im portancia de la lem atización. Si nuestras fuentes vacilan en transcribir, por ejem plo, una palabra lesbia con o con IA , deben darse ambas transcripciones, pero haciendo referencia de una a otra y estudiándolas bajo el mismo lema, para que no falte el dato útil en el m om ento oportuno. D e ahí, que las grafías de los alfabetos locales, en su form a estandardiza da, deban respetarse siempre que tienen im plicaciones fonéticas. Así, debe mantener el uso de la F, propio de tantos d ialectos; el de la 9 que, al menos en una fase antigua, se escribía ante vocales posteriores, lo que im plica un valor fonético especial; el de la N (tsadé de M antinea) y el de t (sampi de Efeso, etc.), que tienen tam bién valores fonéticos propios. Y si en ático arcaico se escribe ya K I ya X I en vez de Z, ya I I I ya
deben
respetarse dichas grafías, que no son idénticas fonétic mente entre sí. Escribir Z y Us es descartar la existencia de form as con aspiración. L a aspiración, allí donde la haya, debe notarse con h. E l más im portante de todos es el problem a planteado p o r la épsilon y la óm icron. A q u í se suelen com eter errores graves, transcribiéndolas en cada palabra de acuerdo con las correspondencias del ático: E, El, H según en este dialecto correspondan e, e o e ; 0, OY o Q de una manera paralela. Si sólo se tratara de distinguir entre breve y larga, la cosa sería justificable; sería introducir una precisión en e) alfabeto jónico. Pero al distinguirse entre larga abierta y cerrada en dialectos que no presentan esa distinción, se falsean ios hechos. Efectivam ente, es sabido que el jón ico a partir de un cierto m om ento usó la H para notar una e que nacía de la a y sólo luego su uso se extendió a toda i de origen indoeuropeo; y que en un área dialectal algo más extensa que el jónico-ático se creó un fonem a e notada en dicho dialecto p or EL Pero hay dialectos con sólo E y otros en que H se introdujo para notar la continua ción de la e indoeuropea y a veces la e de alargamiento, pero no la de contracción, y en ningún caso se usó la El para notar e. Cosas parecidas sucedieron con la 0 y la Q. En estas circunstancias si una o o una e nota una larga, puede indicarse esto escribiendo E, ó, pero no debe escribirse ni H, Q ni El, OY. En suma, debe escribirse notaiyveTT] en una inscripción arcaica, de N a x o s; escribir naatyvrjTT] es perder un rasgo fonético. Debe escribirse éxaifiriv en cretense, no form as de eí/ií ni fftií, que introducirían una distinción abierta/ce rrada que dicho dialecto no conoce. P o r supuesto, cuando se hace la transcripción al griego de palabras micénicas o chipriotas, no deben introducirse grafías que prejuzguen hechos fonéticos en el sentido del jónico-ático.
GRAFIA, GRAMATICA, LEMAS, PROSODIA
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3. Cuestiones de alfabetización. H ay que insistir en que el lexicógrafo, igual que debe evitar dar transcrip ciones que prejuzguen, y sobre todo que prejuzguen en un sentido falso, los hechos fonéticos y fonológicos, debe usar una alfabetización y lematización adecuadas, que impidan que por hechos de grafía queden sin conexión formas de la misma palabra. L o más práctico es que la F y la h se consideren com o no existentes a efectos de alfabetización; que K y Í1 en alfabetos del Sur, cuando son aspira das, se alfabeticen bajo X, F; 9, N y t , bajo K, I y TT, respectivamente; X y i p en alfabetos occidentales, bajo E y X; £ y 0 bajo El o H, OY o Q, según el dialecto. Son recursos convencionales que en nada afectan a la conserva ción de los datos fonéticos, como tampoco afectan a ellos la lematización sobre la base del ático, a que nos referiremos.
3.
V
a r ia n t e s d e g r a f ía
d e n t r o d e l a l f a b e t o j ó n ic o
Es claro que las variantes de grafía que se deben a evoluciones fonéticas de fonemas o grupos en determinados dialectos o fechas, deben registrarse en un diccionario griego. A sí, las formas dorias y de otros dialectos en -a junto a las jónico-átic s en-rj; las palabras en -éwoq frente a las jónico-áticas en -sivóg; yívojuat en jón ico y griego tardío junto a yíyvofiai; variantes áticas y de otros dialectos ttoiégj / ttoéw, etc. T o d o esto no ofrece discusión y el único problem a es el de lem atizar en form a que sea fácil reencontrar las diversas variantes. Pero conviene hacer algunas observaciones: a) En ocasiones estas grafías dependen de las ediciones: el texto de Heródoto o el de Teócrito, por ejemplo, difieren mucho de editor a editor a este respecto. Para H om ero, la fijación dialectal de las diversas formas depende de una larga tradición que no es seguro que siempre respete el estado origi nario. b) Carece posiblemente de interés el registrar en cada palabra variantes fonéticas dependiente de fenómenos muy ampliamente atestiguados. Muy concretamente, en griego helenístico ios frecuentísimos fenómenos de iotacismo y los de la confusión de vocales largas y breves caen dentro de esta categoría. Aunque a veces existen dudas de interpretación: si hay una palabra con iotacismo u otra diferente. Así ¡i£TÓx^r¡Giq ' a p alan c am ien to 5 que da el editor de Hefestión Astrónom o ¿recubre fisTÓx^iPig, de un juetoxAí^íj homérico y poético, o es una creación en -qcjig? Sin embargo posiblemente el mayor interés que existe para notar estos hechos, es el de orientar al lector del Diccionario sobre la interpretación de una palabra: hacerle ver, por ej., que íAavro es aoristo de otipéu> en S. D ow , Hesperia, Sup. 1, p. 186. c) Con frecuencia, en inscripciones y papiros, ciertas grafías son simple mente errores; el darlas en un Diccionario, cuando sean difícilmente corregi bles, tiene igual finalidad. Pero no siempre es fácil trazar el límite entre los
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FRANCISCO R. ADRADOS
errores y los hechos fonéticos. P o r ejem plo, para vo lv e r al griego helenístico, el frecuente em pleo de o en vez de a, la confusión de oclusivas sonoras y sordas, etc., pueden responder a pronunciaciones ocasionales, bien p o r ten dencias internas del griego que luego fueron rechazadas, bien p o r influ jo egipcio. E l que no haya quedado rastro de esto en griego m od ern o no quiere decir que no haya tenido una realidad fo n é tic a ; aunque ta m p o c o podem os afirm arlo siempre. C on cierta frecuencia, form as oscuras son interpretadas com o errores en la transcripción de palabras conocidas. Incluso si estas interpretaciones apare cen dadas ya en las ediciones usadas, en cuyo caso son de la responsabilidad del editor, es más riguroso acom pañar tam bién la grafía original.
4.
P
ro blem as en
t e x t o s m u t il a d o s o p o c o
l e g ib l e s
Sucede que palabras p o r lo demás bien conocidas se encuentran mutiladas o p oco legibles en ciertos textos, tanto transm itidos p o r m anuscritos m edie vales com o papiráceos o ep igráficos; la cita de esos pasajes, cuando se da in extenso, debe hacerse introduciendo los signos diacríticos pertinentes que indican la parte de la palabra que está seguramente transm itida y la que se debe a restitución del editor, propuesta de lectura de letras dudosas, etc. N aturalm ente, cuando se trata de palabras raras o hapax, esta exigencia es enteram ente indispensable. P o r ejem plo, una palabra dTepjnovírj existe solam ente gracias a una lectura que en mis L íric o s G riegos, I, M a d rid 1956, hago de T irte o I, 54. E l lex icó grafo que eventualm ente recoja esta palabra deberá hacer constar que sigue mi e d ic ió n ; debe, de otra parte, citarla en la fo rm a árepjiovíT], que indica que la lectura de tres letras es dudosa. O tro ejem plo tod a vía : áycoviortíp existe solam ente en virtud de una con je tura de M erkelbach en Z P E 6 , 1970, p. 270 a IG II. 4. 1053. 30; donde la lápida da Í1APA ...ÍQ N il/TH PQ N según IG , él lee y com pleta i!APA [TONA] rQNiZTHPON. Es preciso hacer constar claram ente que se trata de una lectura y restitución de dicho autor. Los signos críticos que se usan en nuestras ediciones han adqu irido una generalidad bastante grande, pero a veces no total. P o r ello resulta con ven ien te indicar aquí los que parecen más adecuados; si una edición usada p o r el lexicógrafo em plea otros diferentes, es conveniente sustituirlos p o r éstos, que tom am os de las Norm as para los Colaboradores, M a d rid 1974, de la C olección H ispánica de A u tores G riegos y L a tin o s : { }
C orchetes: m arcan interpolaciones que el ed itor elim ina.
[ ]
Corchetes verticales: m arcan lagunas o partes que faltan. Se pueden suplir o dejar en blanco o llenar con el núm ero aproxim ado de letras.
O
Corchetes angulares: marcan adiciones, esto es, suplem entos del editor.
GRAFIA, GRAMATICA, LEMAS, PROSODIA
***
223
Tres asteriscos: indican lagunas sólo-probables.
11
Cruces: indican pasajes corruptos.
—
Puntos bajo las letras: indican que la lectura es dudosa.
[ 1
D obles corchetes verticales: indican borraduras, tachaduras, etc.
LJ
M edios corchetes verticales con la parte in ferior com pleta: indican partes lagunosas suplidas con ayuda de la tradición indirecta,
r 1
M edios corchetes verticales con la parte superior co m p leta : indican las partes de una palabra transmitidas p o r un p ap iro secundario.
Para más detalles, rem itim os a dichas N orm as. Es im portante la regulari dad en el uso de los signos, pues, por ejem plo, los paréntesis cuadrados son usados con significado diferente en ediciones com o la de L a tte de H esiquio.
II. G R A M A T I C A Tradicionalm ente, el estudio de la Gram ática va separado de la L e x ic o grafía. L o s límites son, sin em bargo, m enos fáciles de definir de lo que podría pensarse. 1. Fonética. E l lexicógrafo debe aspirar a recoger todas las variantes fonéticas que aparezcan en los diferentes dialectos, épocas y niveles de lengua. T o d o lo dicho anteriorm ente sobre la transcripción de los diferentes alfabetos y las grafías en general está basado en el principio de que los hechos fonéticos quedan registrados y no encubiertos. Incluso hechos no propiam ente dialec tales, sino paneronicos en ciertos niveles, com o son epéntesis, asimilaciones, metátesis, etc., deben quedar registrados. Aunque no sea preciso recoger todas las veces que aparecen fenóm enos muy repetidos del griego helenístico y aunque, pensamos, los fenóm enos de fonética sintáctica que se producen en inscripciones y papiros (tam bién en manuscritos), en que es frecuente, por ejem plo, la asim ilación de ia -v final, no es fo rzo so que sean recogidos sistemáticamente por los D iccionarios. 2. M orfo lo g ía . E l estudio de la M o rfo lo g ía encuentra tradicionalm ente su lugar en las G ram áticas; en realidad, precisa de un sistematismo del que carece un D iccionario. Y , precisamente por este asistematismo, no parece necesario que un D iccion ario general registre todas las form as flexionadas de cada palabra o indique la falta de testim onios sobre algunas de ellas; sólo un Thesaurus exhaustivo de la lengua griega podría aspirar a este ideal. Parece lo más prudente que en la parte m o rfo ló g ica de los artículos de un D iccion ario general queden excluidas las formas flexionales de tipo «re g u lar», es decir, las comunes en ático y que no pertenezcan al grupo de las form aciones de m enor sistematismo (aoristos radicales, form as de verbos polirrizos, etc.) Las exigencias mínimas de un D iccion ario general en cuanto a M o rfo lo g ía debería ser, en nuestra o p in ió n :
224
FRANCISCO R. ADRADOS
a) R ecoger, p or supuesto, ía totalidad de las palabras compuestas y derivadas, suministrando así datos com pletos para cualquier estudio sobre com posición y derivación. b) N o restituir form as inexistentes o no atestiguadas. U n verb o oí8a debe lematizarse com o tal y n o bajo *a5cj, p or ejem plo. N i deben darse form as flexionadas no atestiguadas. Cuando las distintas form as que se agrupan en un paradigm a conservan huellas semánticas de su independencia, deben tra tarse una a una independientem ente del criterio de lem atización que se a d o p t e : así, p or ejem plo, en el caso de los com parativos y superlativos de áyaGóq. V olverem os sobre esto al hablar de la lem atización. c) R ecoger todas las form as flexionales anómalas en el sentido ya indica do; tanto de época arcaica y clásica com o de época helenística y posterior. Es m uy frecuente, en efecto, que en los apartados m o rfo ló gico s de los D iccion a rios griegos haya datos bastante abundantes del griego dialectal en general, pero no de la koiné: que falten, p or ejem plo, form as éfiév, aév en los p ron om bres personales o form as com o é^iaSúnaiisv,
e ¡ jíe
Xkí], rjÁQajisv en el verbo, que
testimonian una fusión de los dos tiempos aoristo y perfecto. El lexicógrafo puede, al tiem po que despoja los textos buscando léxico, prestar una gran ayuda al lingüista recogiendo form as flexionadas olvidadas, elim inando otras puramente fantasmas, etc. A
su vez recibirá ayuda no
solamente de los Indices de Colecciones y Gram áticas de los textos dialecta les, epigráficos o literarios, sino también de Gram áticas generales (véase, por ejem plo, el tom o II I , de Indices, de la de Schwyzer), de otras muchas espe ciales (p o r ej., la de M ayser sobre los Papiros Ptolem aicos) y de una abun dante b ib liografía lingüística. En lo relativo al verbo, que es el capítulo más com plicado, conviene tener siempre presentes tres repertorios que, si no com pletos, sí resultan muy útiles: W . Veitch, Greek Verbs irregular and defective, Hildesheim , Olms, 1967. J. J. Bodoh, A 17 ín d ex o f Greek Verb form s, Hildesheim , Olms, 1970. B. M andilaras, The Verb in the Greek N o n -L ite ra ry Papyri, Atenas 1973. Finalm ente, hay que insistir que, lo m ism o que en lo que se refiere a la tarea lexicográfica propiam ente dicha, en lo relativo a las form as flexionales existe siempre una cuestión previa de edición. E l ideal consistiría en recoger no sólo las form as tai com o las dan los editores, sino sus variantes en los diversos manuscritos, inscripciones, papiros. Pero esto, aparte de ser im posi ble, no solucionaría tam poco la cuestión; habría que separar los errores, lo que im plica una tarea de edición. E l lexicógrafo (y el gram ático) sólo en casos especiales pueden convertirse tam bién en editores. L o esencial, entonces, es que las referencias sean claras y unívocas, haciéndose ver qué edición se sigue en cada caso; y, cuando se propone otra cosa, bajo la autoridad de quién se hace. 3. Sintaxis. Indirectam ente la Lexicogra fía incide sobre la Sintaxis: a)
U n D iccion ario recoge palabras em inentemente sintácticas; artículo,
preposiciones, áv, etc. Es im posible redactar estos artículos sin hacer al
GE A H A, GRAMATICA, LEMAS, PROSODIA
225
tiempo una descripción sintáctica del uso. Por otra parte, dentro de un mismo artículo hay que distinguir, con frecuencia, entre el uso de la v o z activa y ei de la media, el del aoristo y el perfecto, etc. T o d o esto lleva al lexicógrafo al terreno de la Sintaxis; en realidad, es un terreno m ixto o común. N o se puede hacer lexicografía desentendiéndose de los problem as que surgen de aquí. b) El estudio distribucional de las acepciones de las palabras nos lleva otra vez a la Sintaxis, al describim os las construcciones de cada palabra y la repercusión de estas distribuciones en el significado de las mismas. L a lexicografía griega puede aportar materiales im portantísim os a la Sintaxis, que en ocasiones recibe tratamientos demasiado esquemáticos, por trabajar con escaso m aterial o dejar en la penumbra alguno. U n estudio inductivo, a partir de los datos, de las categorías y funciones sintácticas, de las construcciones, debería ir precedido de un riguroso despojo de los d a tos1. A h ora bien, también en este terreno hay que tener presente que el lexicó grafo debe por fuerza de trabajar sobre ediciones y que éstas, a veces, regu larizan la sintaxis. H ay un círculo vicioso; ciertas ideas sintácticas llevan a regularizar indebidamente los textos, y estos textos regularizados llevan a su vez a confirm ar las ideas regularistas en Sintaxis. N o es el lexicógrafo el llamado a rom per este círculo. Pero, de todas formas, aun dentro de las limitaciones que le son impuestas, puede aportar muchísimo a un plantea miento más realista y menos esquemático de los problem as sintácticos, sobre la base de una descripción más exacta y completa.
III. L E M A S Deben agruparse dentro de un mismo lema las formas flexionales perte necientes a un mism o paradigma. Es decir, es lógico que se den bajo el mismo lema en un D iccionario las variantes dependientes del uso de varios alfabetos o de evoluciones puramente fonéticas, con la única condición de notar estric tamente los datos. Pero no pueden pertenecer al mismo lem a variantes m or fológicas de la form a notada convencionalm ente com o lem a: el nom inativo de sg. de los nombres, adjetivos y pronom bres y la 1 . pers. sg. del presente de indicativo activo de los verbos. T o d o lo más, cuando los lemas así resultantes quedan distanciados en el D iccion ario, es lógico incluir referencias de unos a otros.
1
V éase un tratam iento p ro gra m ático del tem a en m i com un icació n al X I C on greso de L in g ü ís
tica, «P r o b le m a s y m étodos de la descripción sintáctica» {en los Proceedings II, B o lo n ia , 1975, pp. 793-798 y en Estudios de Semántica y Sintaxis, B arc elo n a 1975), d onde a m p lío cosas d ichas en Lingüística Estructural1, M a d r id 1974, p. 582 ss. E l m étodo está em pleado en J. L ó p e z F a c a l, L os usos ad ver bales del acusativo, dativo y genitivo en la lengua de H e rú doto, M a d r id 1974, y en la tesis inédita de A . M a rtín e z V a lla d a re s, E t sistema de las preposiciones en Tucidides, M a d rid 1972, con anticipos p u b licad o s en R S E L 3, 1973, pp. 185-194 y Emérita 38, 1970, p p . 53-4.
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226
L a inclusión de form as de alfabeto o grafía diferente bajo un solo lem a y tam bién de las de diferente fon ética sólo puede obtenerse siguiendo un crite rio convencional. En el D G E ha sido adoptado ei de seguir el alfabeto jón ico y la grafía y fon ética del ático, con algunas excepciones: escribir sin contraer los verbos contractos y dar los grupos no áticos
per
y ao en vez de pp y
tt
.
A veces el sistema ob liga a dar referencias del tip o : áápuj v , ctípu, dándose dentro de atpco la form a ásípu>. Pues to d o lema debe incluir una parte inicial referente a esta clase de variantes. A h o ra bien, cuando conocem os una form a dialectal, pero no existe o no se ha transm itido la correspondiente ática, es la form a dialectal la que cons tituye el lema, no deben reconstruirse form as inexistentes. En cam bio, cuando intervienen diferencias m orfológicas es ló gico que se conviertan en lemas independientes form as c o m o : aídojiai y al6éo¡iat ájinéxto y áfiníaxoj áxsúuj, áxéco, áxofiai, áxvuptai y áxa/í^oj et'AAto, fíAAéoü, í'AAcü y fíAAcj ÓtarrÍTVfjjit, Sianérafiai, Óianérofíat y SiarrsrávvLf/ii El problem a principal está en los verbos. Con frecuencia a dos o más temas de presente, que corresponden a distintos lemas, corresponde un solo tem a en otros tiem pos: ápnsaxov frente a ápnéxoj y ájiníax^ p o r ejem plo. En casos com o éste parece que ese otro tiem po debe incluirse bajo el presente más antiguo o frecuente o el que dé la relación más regular; p or supuesto, siempre que la semántica no aconseje una adscripción concreta. En tod o caso, un sistema de referencias es indispensable. Estos problem as derivan de que el verbo griego sólo en m edida reducida com porta un sistema de conjugación regular y sistemático. En buena m edida los temas son todavía independientes y su relación recíproca, defectiva o indefinida. E n estas circunstancias hay algo de arbitrario en la lem atización. Esto se ve bien, sobre todo, en el caso de los verbos polirrizos, donde nos encontram os con problem as com o el de si incluir eí/ii, com o futuro, en el paradigm a de ’épxopcxi o el de sí dar a Aéyco un aoristo dnov o lem atizar éste independientemente. El problem a es, en el prim er caso, que £Í¡ii es con fre cuencia presente; en el segundo, que Aéyco conserva a veces el significado ‘ recoger’ y elnov no lo tiene. Son casos de sem iintegración, que pueden resol verse en los dos sentidos (el D G E lo hace en e! de la independencia). Otras veces, inversamente, una form a verbal tiende a independizarse; así L S J lem atiza ápékst independientem ente de á/jsAéco, nosotros lo incluim os en este verbo. El problem a no es sólo de verbos. Veam os algunos casos más: a)
Los com parativos y superlativos de distinta raíz que el positivo tienen
en buena m edida sentidos independientes. Lem atizar bajo áyaOóq el gran número de com parativos y superlativos que se le asignan ob ligaría o a perder
GRAFIA, GRAMATICA, LEMAS, PROSODIA
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los matices significativos de éstos o a asignarles apartados independientes, casi com o lemas. b) H ay el problem a de la relación de nombres y adjetivos. L o habitual, es dar dentro de los adjetivos las form as sustantivadas, en apartados indepen dientes, cuando se trata de form as neutras. Pero las formas femeninas sustantivizadas se dan a veces en artículos independientes; otras veces no, r) o
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IV . P R O S O D I A U n D iccio n a rio griego debe recoger las cantidades de las vocales allí donde el alfabeto no es suficiente para notarlas y tam poco se deducen de los hechos m o rfo ló g ic o s : una a y una a son distintos fonem as, c o m o puedan serlo una 17 y una s. C laro está, que sólo pod rá hacerse cuando haya datos suficientes para ello. T am b ién es indispensable notar hechos prosódicos no ya generales del griego, sino dependientes de un uso establecido p o r tal o cual dialecto, género literario o p oeta ; así, en el caso del grupo de voca l seguida p o r muta cum liquida. Y las irregularidades o arbitrariedades m étricas de los diversos p o e tas, en este caso y en el más general de las cantidades de las vocales en final o sílaba abierta. Efectivam ente, la prosodia consiste en una serie de hechos lingüísticos generales y en un aprovecham iento particular de posibilidades de la lengua. Es tan digna de estudio com o las variantes fonéticas. Solam ente, no podem os hacer otra cosa que recoger con e l m áxim o cuidado los hechos existentes, no generalizar ni inventar. D ebe darse bien en el m ism o lema, bien, cuando esto crea problem as tipográficos, a continuación. E llo es indispensable para estu dios etim ológicos, m étricos y lingüísticos en general; también, para separar lemas y establecer fam ilias de palabras.
III. L a nueva Semántica
y la Lexicografía griega
Problemas de lingüística general en relación con la lexicografía. Aplicación a la lengua griega
I.
L A P A L A B R A C O M O U N I D A D L IN G Ü IS T IC A
1,
L
a
U NID AD «P A L A B R A »: EL
in v e n t a r io
T o d o Diccionario de una lengua, un autor, un período, etc., trata de recoger un inventario com pleto de las palabras existentes; con excepción, claro está, del caso de los Diccionarios normativos, com o el de la Real Academ ia Española, que dan solamente las palabras y acepciones que consi deran «d e buen uso». Adem ás del inventario, un Diccionario no norm ativo trata de dar la definición semántica de todas las palabras que recoge, con todas sus acepciones. La diferencia entre el Diccionario monolingüe y el bilingüe es que el primero da esa definición mediante perífrasis en la misma lengua y el segundo mediante palabras o perífrasis en la lengua «de salida», a la cual se traduce. Hemos visto que en la Antigüedad existen precedentes tanto de los D ic cionarios normativos (léxicos de los distintos aticistas) como de los de finali dad puramente descriptiva. Son éstos los que, con las excepciones referidas, continúa la Lexicografía moderna. Pero la ambición de recoger todo el vocabulario de una lengua no es sin problema, aun prescindiendo de m om en to del problema semántico. Por lo que se refiere a la Lexicografía griega la realización de un inventario com pleto de las palabras griegas es una empresa utópica. Hay una parte importante de la Literatura griega, según el lector podrá ver en diversos capítulos de II, para la cual carecemos de despojos exhaustivos de vocabulario: de léxicos, índices, estudios lexicográficos. Cada nueva publi cación de esta índole nos ofrece nuevas palabras: el caso más notable lo ofrece el A Patristic Greek Lexicón de Lampe (O xford, 1961 ss.), que a cada página de Liddell-Scott-Jones añade aproximadamente 10 palabras nuevas. Se encuentran sobre todo en gran número en los nuevos fragmentos poéticos que nos transmiten los papiros y también en inscripciones poéticas
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com o las del oráculo de D ídim a. Pero también en toda suerte de textos en prosa no patrísticos, com o, por poner dos únicos ejemplos, en los Papyri Graecae M agicae editados por Preisendanz (2.a ed., Stuttgart, Teubner 1973-74) o en Hefestion al astrólogo, editado ahora en la colección Teubner (ed. Pingree, 1973-74), pero ya conocido desde antiguo. E llo se debe a una característica de la lengua griega sobre la que llam ába mos la atención en un trabajo publicado hace años1. Esta característica consiste en que el G riego, dentro de las unidades significativas, da una gran preferencia a la palabra. A llí donde, en otras lenguas, se recurriría a sintag mas o perífrasis para notar un nuevo significado, en G riego se recurre a la creación de nuevas palabras, derivadas o compuestas. D e ahí el número grandísimo de hapax, palabras testimoniadas una sola vez, que se encuentran en los Diccionarios griegos: a veces, por causa de la pobreza de nuestra documentación, otras, sin duda, porque son creaciones momentáneas de un autor. Las palabras con una sola referencia (lo que normalmente quiere decir que o no hay otra o no es conocida) que aparecen en LSJ son muchos millares. Y la extensión del léxico griego antiguo, excluidos los nombres propios, se evalúa en más de las 80.000 palabras (aproxim adam ente) de LSJ. P o r otra parte, la lengua griega se ha desarrollado durante un período de tiem po muy extenso: tenemos testimonios de la misma desde el s. xm (o el x v , quizá) a. C. hasta nuestros días. Aunque nos quedemos sólo con el G riego antiguo, hasta el 600 d. C., son de todos m odos 2.000 años. Y su literatura se escinde en géneros muy diferentes, que usan precisamente un vocabulario en buena parte diferente, característico de. los mismos. U n D iccionario griego representa, pues, un diasistema, un conjunto de voca bulario de distintas épocas y géneros o con significados diferentes en las distintas épocas y géneros. Pero este inventario, más o menos incom pleto, nos será siempre difícil asegurar que sea exacto. Es muy grave el problem a del establecimiento de los lemas de un D iccionario y ello debido a que a veces están som etidos a dudas los límites de la palabra y también existen dudas sobre las form as flexionadas que deben atribuirse a una misma palabra y sobre si dos form as idénticas pertenecen a una misma palabra o n o 2. Esta parcial indeterm inación de la palabra es, por lo demás, un simple caso dentro del más general de la inde terminación de todas las unidades lingüísticas. La indeterminación no tiene im portancia al nivel de la lengua realizada, en que la interpretación semántica es total o de conjunto, pudiéndose prescindir ocasionalmente de la delim ita ción exacta de las unidades inferiores, la palabra en este caso3. En realidad estas unidades, com o todas, son abstracciones que subsumen casos particula
1 «Id e a s para u n a tipo lo gía del g rie g o », Estudios Clásicos 12, 1968, pp. 225-248, re co gid o en Estudios de Lingüistica General, 2.a ed., B arcelo n a 1974, pp. 111-135. 2 Cf. Lingüistica Estructural,2 .a ed., M a d rid 1974, p. 246 ss. * C f. « L e s uní tés linguisliques et !e principe d 'i n d e termi nació n », Folia Lingüística 1, 1967, pp. 146-152 y reco gid o en español en Estudios de Lingüística Gener I cit., pp. 101-110.
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LINGÜISTICA GENERAL Y LEXICOGRAFIA GRIEGA
res, es decir, ios distintos usos: éstos no tienen problemas, pero sí la abstrac ción. Y es ésta, sin em bargo, lo que, p o r lo que a la palabra se refiere, ha de recoger un D iccionario. Este no puede ahorrarse el tomar decisiones, aunque sean en ocasiones decisiones arbitrarias, no justificadas p o r todos los casos de uso o todos los casos paralelos. Encontramos, pues, respecto al establecim iento de los lemas de un D ic cionario, los siguientes problem as: a) Problem as del corte de palabras. Aunque habitualmente se da entre los rasgos de la palabra el de ser irrom pible y el orden de sus elementos invariable, el hecho es que históricamente se han producido fenóm enos de aglutinación y que resulta dudoso en griego en ocasiones si estamos ante dos palabras o ante una. Este es el caso, sobre todo, de los verbos con preverbio, que en H om ero pueden a veces interpretarse de otro m od o: com o un adverbio y un verbo simple, separados p or otra palabra (tmesis). Se da también el caso de la anástrofe (verbo seguido del preverbio, por otra parte interpretable a veces com o un adverbio). Otras veces es dudoso si nos hallamos ante uno o dos adverbios o partículas: la decisión depen de de que se acepte que hay aglutinación o no. En I I . 8 .I I I encontrará el lector ejem plos concretos. b) Problem as de la clasificación de formas. Nuestro concepto de pa labra admite que existen algunas palabras, llamadas flexionadas, que com portan una serie de variantes gramaticales: de género, caso, v o z , etc. Históricam ente nos hallamos, unas veces, ante formas alargadas de anti guas formas no flexionadas; otras, ante antiguas form as independientes que luego se han considerado com o form ando parte de una misma pala bra: así, en el caso de los llamados antiguos verbos
independientes.
A h o ra
temas temporales bien, en uno y
quedado a veces vacilaciones en la clasificación, de lo
de los verbos, otro
caso
han
que se deducen
ciertas incertidumbres en el establecimiento de los lemas. Tam bién de esto hablamos con ejem plos en I I . 8.III. c) Problem as del significado. U na palabra es la unión de una form a dotada de determinadas características y de un contenido que se presume en principio que es unitario. Ciertas dudas o vacilaciones sobre la definición form al son las que plantean los problem as de lem atización de los tipos a ) y b). En cuanto al contenido, la existencia de dos significados absolutamente diferentes unidos a una m ism a form a o significante testimonia en principio que nos hallamos ante dos palabras. Es un problem a de hom inim ia: dos palabras con igual significante. A h o ra bien, el problem a de distingjir entre hom ónim os y acepciones de una misma palabra no es siempre fácil. En alemán Glas es ‘ cristal’ y *vaso=; en gr. es 'vencer, m atar’ (a un guerrero), 'v io la r” (a una mujer), 'd om ar’ (a un anim al): pero no sería adecuado establecer sobre esta base hom ónim os, palabras independientes. H a y pese a tod o una unidad de signi
FRANCISCO R. ADRADOS
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ficado, los sentidos no se concretan en esas lenguas del m od o tan tajante que sugieren las traducciones. H ay contextos en que más de una traducción es p o sib le: así en el caso anterior de al. Glas, en el de gr. j3tog 'v id a ’ y 'hacienda’ . Cf. más detalle infra. El lexicógrafo necesita operar con criterios prácticos y desechar las inter pretaciones subjetivas. L a tradición generalmente aceptada es la de adm itir que hay palabras diferentes cuando varía la clase de palabras: ingl. bear es com o nom bre una palabra ('o s o ’), com o verbo otra ('lle v a r’ ). Tam bién, cuando la etim ología es diferente: caso de gr. dvotría, cf. I I . 8 , I I I ; de átpuXaxTéui 'ladrar (ácp-ukaxTécj) y 'n o vigilar’
(á -rp u Á a x T é u )).
En los demás casos se suele
dar un lem a único, sin duda por pensarse que en un tiem po los h om ón om os eran acepciones: el concepto de banco 'institución de crédito’ viene, efectiva mente, del de banco 'asiento*. Este criterio historicista no es aceptable en una descripción sincrónica, pero en D iccionarios que describen una lengua a ío largo de toda su historia y cuyo m aterial ofrece toda clase de transiciones entre la hom onim ia y las acepciones es, sin duda, el único posible. P o r otra parte, a veces se incluyen en un mism o lema dos palabras de etim ología diferente, pero que han coin cidido form alm ente y se han fusionado semánti camente: así gr. é'xoj, de *segho 'retener, dom inar’ y *uegho 'condu cir un vehículo’ , etc. Finalm ente, un D iccion ario deberá incluir, en principio, todas las varian tes flexionales de las palabras que recoge. A h o ra bien, com o estas variantes están estudiadas en las G ram áticas — la G ram ática se refiere, precisamente, a los elementos más sistemáticos y regulares de la lengua— , en la práctica los D iccionarios pueden prescindir y prescinden de recoger esas variantes. Sin em bargo, en el caso de form as menos regulares o propias de tal o cual dialecto o época, es usual que los D iccionarios las recojan. Este es el criterio que se ha seguido en el D G E , cf. I I . 8 ,
2.
La
u n id a d
palabr a
: e l s ig n if ic a d o e n r e l a c ió n
con
otras
u n id a d e s
H acem os abstracción, de‘ m om ento, del problem a de la hom inim ia y del de las acepciones en que se diferencia el significado de una palabra; también, de las organizaciones superiores (cam pos semánticos, clases y subclases de palabras) en que se integra dicho significado. H a y otra clase de problem atismos referentes a él de los que queremos ocuparnos. L a palabra es una unidad integrada por otra u otras inferiores (m orfem as, aunque tam bién puede suceder que un m orfem a sea al tiem po una palabra) y que, a su vez, se integra en otras superiores (sintagmas, oraciones de diversos tipos). Su significado puede ser, pues, enfocado, bien com o una suma de significados parciales, bien com o una parte integrante de un significado superior. Veam os los dos puntos de vista separadamente. D ad o que el m orfem a, llam ado p or otros m onem a, es la unidad significa tiva elemental, hay quien ha postulado que el análisis semántico debería hacerse a partir de él y que, incluso, sería conveniente hacer diccionarios de
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m o rfem a s1. P ero éste es, a todas luces, un proceder eq u ivoca d o, al m enos en lenguas com o las indoeu ropeas que atribuyen a ía palabra un papel m ucho más relevante que el del m orfem a. Las objeciones son numerosas: a) L a segm entación en m orfem as de la palabra es con frecuencia m uy difícil, pues varían en las diversas form as flexionales y existen hechos de am algam a. P o r otra parte, es m uy frecuente el sin cretism o: un m orfem a tiene simultáneam ente varios sign ifica d os: indica a la vez, por ejem plo, fem enino, nom in ativo y sg. (caso de la -a final en G rieg o ). b) E l significado de los m orfem as se degrada con frecuencia, hasta hacer se puramente distin tivo: caso muchas veces citado, en español, de re-, con-, di- etcétera, seguidos de -fe rir. En diversos usos, el que form alm en te es el m ism o m orfem a, tiene significados m uy diferentes o no tiene ninguno. Esto es frecuente en elem entos m o rfo ló g ic o s c o m o la v o c a l tem ática y alargam ien tos diversos. c) A u n en los casos en que la segm entación en m orfem as es clara y el significado de éstos es in equ ívoco, siem pre queda que el significado de la palabra no es la suma de los significados de los m orfem as. Estos están entre sí en diversas relaciones (determ inaciones sucesivas y otras). En realidad, la com prensión del sentido de la palabra es tota l; las unida des inferiores que en globa con frecuencia no acceden a nuestra conciencia más que al nivel distintivo o cuando, m ediante un acto de reflexión, realiza m os un análisis del significado. L o m ism o sucede respecto a las relaciones entre esos m orfem as. Continúa, pues, siendo m ucho más práctico definir el significado de la palabra bien p o r paráfrasis dentro de la m ism a lengua bien p o r traducciones a otra, aunque en ocasiones lo que se haga es exponer, directa o indirecta mente, significados parciales de los m orfem as y relaciones entre los mismos. L a insuficiencia de con vertir en general y sistem ático este proceder se ve porque el análisis com pon en cial del significado, al que en otro lugar nos referirem os, trabaja independientem ente de la división en m orfem as, dem a siado obscurecida en nuestras lenguas. C on esto tenem os contestada 1a prim era cuestión: si analizar el significado de la palabra en significados parciales, de los m orfem as que la form an. L a segunda cuestión parte del hecho de que, a su vez, la palabra es un c o m p o nente de un significado más am plio, el del sintagm a o la oración e incluso unidades superiores. Es absolutam ente evidente, desde luego, que e l significado de la palabra con m uchísim a frecuencia no queda com pletam ente d efin ido hasta qu e lo integram os dentro de las unidades de que fo rm a parte. A l hablar de las
! C f. p o r e je m p lo L . A n ta !, Questions o f M e a n in g , L a H a y a 1963, «S o b r e el sign ificad o d e las u n id ad e s lin gü ísticas», Estudios de Lingüistica G en era l cit., pp. 91-100.
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acepciones, el uso ñgurado, el valor de estilo, etc., esperamos poner en claro la gran im portancia de este punto de vista. A h ora bien, el problem a consiste en que nos apoyam os en el significado de la unidad inferior, palabra, para establecer el de las superiores; y nos apoyam os en ja visión global de este significado para establecer analíticamente el de la palabra. N o s hallamos ante un círculo vicioso: toda definición que se dé desde un punto de partida o desde otro es solamente provisional. El partir de la palabra obliga, ciertamente, al D iccion ario a especificar significados diferentes en función de las unidades superiores: es decir, de la distribución dentro de la frase. Pero aun así es el recurso analítico más práctico. Es lo contrario de lo que veíamos antes: el significado de la palabra es precisado analíticamente mediante el de los morfemas, pero es más prácti co partir de la palabra. La palabra es, en nuestras lenguas, el centro de cristalización más claro del significado, aunque sólo se com plete con la referencia a las unidades inferiores y superiores; aunque, de resultas de esta última referencia, según la distribución el significado variará y el significado total o general de la palabra com o abstracción se tornará problem ático. L a palabra en sí, aislada, no tiene existencia; lleva una serie de referencias a su integración en unidades superio res y a su división en inferiores y solo a partir de ellas se concreta el sentido en cada uso particular. Pero com o instrumento de análisis del significado es el más real y v iv o de que disponemos. En todo caso, su estudio en los D iccionarios y en obras de Semántica no es obstáculo al estudio de los significados de otras unidades en otras parcelas del estudio lingüístico. Conviene, sin em bargo, especificar que el D iccionario es el lugar adecuado para tratar casos en que los límites entre la palabra y el sintagma tienden a borrarse y otros en que la palabra es, al tiempo, una oración. E l prim er caso es el de sintagmas cuyo significado es unitario y dentro de los cuales las palabras funcionan, en realidad, com o morfem as con va lor a veces puramente distin tivo; pero que desde el punto de vista form al (existen cia de junturas intermedias, de acentos independientes, etc.) están constitui dos por dos o más palabras. Estos sintagmas son ios que Pottier ha llam ado lexías y equivalen a casi todos los efectos a una palabra: tipo diente de león para designar una planta. En realidad, un D iccionario debería considerar a las lexías com o lemas independientes: pero hay casos de transición que hacen que resulte generalmente más práctico incluirlas, a m odo de apéndice, en los lemas de una u otra de las palabras que las componen. Aunque no se trata de que el sentido de una palabra sea precisado en un contexto especial, sino de una síntesis total. Tam bién se recoge dentro de los lemas normales de las palabras el caso en que una palabra es usada com o una oración. Que una unidad funcione al tiem po com o equivalente a una superior es norm al: de igual m odo que hay m orfem as que son al tiempo palabras, hay palabras que en ocasiones al menos, son al tiem po oraciones (fu e g o !). Esto puede notarse dentro del lema respectivo, cuando no resulta innecesario por resultar ob vio en el contexto.
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3.
L
a
u n id a d
palab ra
:
s ig n if ic a d o
s e m á n t ic o
y
s ig n if ic a d o
237
g r a m a t ic a l
H ay que hacer algunas observaciones y que sentar algunas precisiones en relación con el carácter semántico o no semántico de los significados a que se refieren los D iccionarios. Pues sobre esto suele haber bastantes confu sio nes. M ás que con el término «sem á n tico» conviene operar con el térm ino «le x ic a l». Efectivam ente, carácter semántico se atribuye a ciertos usos gramaticales que no por ello dejan de ser tales: un caso locativo o un genitivo de precio tienen, en definitiva, iguales significados que determinados adverbios o determinados nombres. P o r supuesto, un D iccion ario no se ocupa de nada de esto. Inversamente, una palabra com o padre tiene p o r lo m enos dos niveles de significación: uno lexical y otro gramatical, el de «m a scu lin o » y «s g .». El D iccion ario podrá hacer constar (explícitam ente o por exclusión) que se trata de un mase, y un sg., pero no definirá qué es el masculino o el singular, sólo se ocupará del significado lexical. En suma, significado «le x ic a l» quiere decir «sign ificado de las p a la b ra s »: de esto es de lo que se ocupa un D iccionario. Y , concretamente, del signifi cado de las palabras una a una, per se, y no com o parte de un grupo de palabras o form as (nom inativo, fem enino...) En una palabra com o madre el significado lexical que interesa al D iccionario es un significado semántico: este térm ino designa no ya lo específico o concreto, sino, sobre todo, lo no generalizado, no usado con carácter sistemático, P ero en una palabra com o a el significado lexical que interesa al D iccion ario es un significado gramatical. Mientras que un D iccion ario de una lengua de casos, com o el griego, no se ocupa del significado del acusativo o el dativo, el de una lengua sin ellos, com o el español, se ocupa del significado de la preposición a, más o menos próxim o al de esos casos. Y un D iccion ario del griego se ocupa del significado de otras palabras gramaticales com o preposiciones, artículo, etc. H ay, pues, una cierta arbitrariedad en cuanto al significado estudiado por los D iccionarios: arbitrariedad que se justifica mediante su referencia a lo propiam ente lexical. Las cosas son aproxim adam ente com o sigue1. U n te x to de u n a len g u a c o m p re n d e , si to m a m o s la p a la b ra c o m o unidad, a) una serie de unidades, b) una serie de clasificaciones de esas unidades, c) una serie de relaciones entre las primeras. L a s unidades son, según nuestra posición de principio, palabras, que son estudiadas en su significado lexical. A h o ra bien, las clasificaciones de las palabras sólo en cierta m edida son realizadas con ayuda de otras palabras, así por el artículo cuando sustantiviza un adjetivo: estas palabras gramaticales son ciertamente estudiadas, pero
1
R esp ecto a los conceptos q u e m an ejam os, cf. « R a s g o s semánticos, ra sg o s gram aticales y
rasgos sintácticos», R S E L 2, 1972, pp. 249-258 y Estudios de Sem ántica y Sintaxis, B a rc e lo n a 1975, pp. 197-207.
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cuando la clasificación o categorización se realiza m ediante la fo rm a de la palabra o m ediante elem entos ajenos a ellas (concordancia, orden de p ala bras, etc.) no es estudiada p o r los D iccion arios que, todo lo más, indican de un m o d o u otro si se trata de un fem. o un pl. o un verb o trans. o un n om bre o un adjetivo, etc. En las palabras flexionales, de otra parte, los D iccion arios eligen arbitrariam ente una form a en representación de la palabra: p o r ello ni siquiera indican que la form a que dan es un nom . sg. o una I. pers. sg. de ind. pres. act. Y m enos se ocupan de decir nada sobre el significado gram a tical de las form as que no se dan com o lema. H a y que hacer, sin em bargo, alguna restricción sobre lo que acabam os de decir. U n D iccio n a rio G riego-E sp añ ol dará en ocasiones un tratam iento especial, dentro de un verbo, a las form as de v o z m edia o de aoristo, p o r ejem plo. E llo se debe a que el anisom orfism o del griego respecto al español hace que categorías com o éstas no sean directam ente traducibles p o r otras categorías gram aticales y se traduzcan m ediante el recurso ai léxico. E l aor. É'yvwv de ytyvwawco se traduce bien, con frecuencia, p o r 'darse cuenta’ en vez de ‘ con ocer’ , P o r lo
e o ttjo
a
es 'deten er’ frente a
que respecta al punto c)
Eo ttjv
‘ detenerse’ .
de arriba,
las relaciones entre las
unidades, hay que decir cosas semejantes. En la m edida en que se notan m ediante
palabras, estas palabras serán estudiadas p o r el
D iccion ario,
aunque sus significados lexicales sean puramente gramaticales. En cam bio, cuando la relación se m arca m ediante sufijos o desinencias de las palabras o m ediante el orden de palabras y otros recursos, quedan fuera del estudio del D iccion ario. Puede suceder así que una palabra tenga tres niveles de sign ificado:
lexical
sem ántico;
categorial
o
cla sifíca to rio ;
propiam ente
sintáctico: así, cuando la m arca de género es al tiem po, en virtud de la concordancia, indicio sintáctico de relación. Pues bien, sólo lo lexical es estudiado. Queda fuera del centro de estudio del lexicógrafo el elucidar problem as del significado gram atical, tales com o los elem entos de este que son puram en te clasificatorios o relaciónales en general. Pero cuando un significado lexical es gram atical, es estudiado igual que sí fuera semántico. Y ello con buena razón, puesto que los principios del significado gram atical son los m ism os del significado sem án tico: se accede a él, en la m edida en que se accede, m ediante la misma com binación de la consideración paradigm ática y la sintagm ática, el m ism o recurso a distinguir centro y márgenes, etc .1. L a separación del estudio del significado gram atical encarnado en pala bras y de aquel o tro que es un segundo nivel de significado de palabras lexicales o de las diversas form as de las mismas es, pues, cosa de conveniencia m etod ológica, de división práctica del trab ajo: nada más. Esto está de acuerdo con las ideas que cada vez en m ayor m edida se im ponen sobre las relaciones entre Sem ántica y Sintaxis (G ra m á tica diríam os
J C f. en gen era] Lingüística Estructural cit., caps. V I I I y IX .
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239
nosotros). Efectivam ente, las más antiguas form ulaciones de la G ram ática Generativa, prim ero las de C hom sky en sus Sem antic S tru ctu res 1 y luego las de K a tz y F o d o r 2, sostenían que la estructura profunda de una lengua (las oraciones nucleares, se decía en un prim er m om en to) estaba constituida p o r una serie de m arcadores sintácticos que establecían relaciones entre una serie de términos definidos p o r su clase de palabras; luego intervenían, para llegar a la estructura de superficie, unas reglas de transform ación y una interpreta ción semántica. Es decir, la semántica com enzaba allí donde term inaba la gram ática: las palabras de las distintas clases y subclases se introducían allí donde la Sintaxis lo perm itía y con las acepciones que esa Sintaxis y, luego, las distintas palabras, aceptaban com o compatibles. Pues bien, esta teoría 3 se encuentra hoy -prácticamente rebasada en los nuevos estudios de G ram ática Generativa. Encontram os, efectivam ente, en estas corrientes algunos puntos de vista que nos interesan desde el que ahora nos ocupa: a) Tiende a abandonarse la idea de una estructura profunda dom inada por las clases de palabras y los tipos de relaciones y oraciones de las lenguas indoeuropeas y, más concretam ente, del inglés. L a tendencia a considerar la estructura profunda de las lenguas com o universa! choca, en efecto, con la adopción com o tal de una basada, en el fon do, en una lengua particular4. D e ahí la reacción de autores com o L a k o ff y F illm o re 5 que encuentran en la estructura profunda de todas las lenguas una serie de estructuras derivadas de la lógica natural. Piénsese lo que se quiera de esto 6 resulta claro que la época de la absoluta separación de Sintaxis y Semántica y de la preminencia de la prim era sobre la segunda ha pasado. b) A u n sin llegarse a esto, ya desde Chom sky, Aspects (1965) se veía claro lo problem ático que resulta el trazar los límites y las dependencias entre Sintaxis y Semántica. En otro trabajo posterior el mismo a u to r 7 accedía a incluir en la estructura profunda ciertos rasgos semánticos. L a k o ff, Film ore, W ein reich 8 y otros autores más han insistido en que o bien hay elem entos sintácticos en la estructura profunda o bien Sintaxis y Semántica constituyen
1 L a H a y a 1957. 2 « T h e Structure o f a Sem antic T h e o r y », Language 39, 1963, p p . 170-202. -1 E specificad a y d efen d id a p o r K a tz , J. J. y ' P o sta l, J. A ., An integrated Theory o f J.inguislíc Description, C a m b rid g e , M ass., 1964, C h o m sk y , N ., Aspects o f ¡he Theory o f S i n t a x , C a m b rid g e , M ass., 1965; K atz, J. J., Semantic Theory, N e w Y o r k 1972. 4 C f. nuestra crítica en Lingüística Estructural cit.. p. 480. 5 L o s m ás im portantes trab ajo s de L a k o f f están recogidos en Semántica y Sintaxis en la Gramática Transformatoria, ed. V . S ánchez de Z a v a la , M a d r id 1974. P a ra F illm o re véase entre otros « T h e C ase fo r C a s e », en E . B ach y R .T . H a rm s, Universals in Linguistic Theory, N e w Y o r k 1968. 6 C f. Lingüistica Estructura! cit., p. 943 ss. 7 C f. C h o m sk y , Studies on Semantics in Generative Grammar, L a H a y a 1972. 8 Explorations in Semantic Theory en S e b e o k ed., Curren¡ Trends in Lingttistícs, I I I , L a H a y a 1966.
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un solo com ponente o, incluso en que el com ponente más p rofu n do sería de ín d ole semántica. Sánchez de Z avala ha form u lad o e s to 1 diciendo que la sintaxis introduce una serie de cortapisas al com ponente semántico- P o r su parte J a ck en d o rff 2 opina con razón que al hacerse m uy abstracta la estructu ra profunda, de naturaleza sintáctica, se hace im posible fundar en ella la totalid ad de la interpretación sem ántica: debe proceder de varios niveles de transform ación. N o s o tro s pensam os que tod o esto es, todavía, insuficiente: que Sintaxis y Sem ántica se refieren a una misma cosa, aunque tengan transiciones y una tendencia a la p ola riza ción ; la clasificación es en buena parte cuestión de conveniencia, cosa arbitraria. Y que, igualmente, la distinción de una o varias estructuras profundas y la atribución de los distintos elem entos a unas u otras, depende de criterios de clasificación nuestros, no de cosas que existen en sí. Véase nuestro trabajo «R e fle x io n e s sobre Semántica, Sintaxis y Estruc tura P ro fu n d a », R S E L 6 , 1976, p. 1 ss. c)
A lu d am os tam bién a la hipótesis, de que más adelante nos ocu pa
rem os, de que existen universales semánticos en la estructura p rofu n d a: universales que luego cada lengua organ iza a su m anera en
un léxico
propio. En defin itiva y volvien d o
a lo
que más
de cerca
nos interesa:
las
relaciones entre las palabras se deducen de su prop ia coexistencia dentro de la palabra. A h o ra bien, aquellas que son más frecuentes y regulares, las relaciones (y tam bién las clasificaciones) gramaticales, tienden a fo r m alizarse, expresándose m ediante m arcas com o el orden de palabras, los sufijos, desinencias y, tam bién, m ediante palabras especiales. N o siempre es así, hemos visto que en ocasiones una palabra tiene «n iv e le s » de sentido sem ántico, categorial y puram ente sintáctico: el segundo y tercero deriva dos, sin du da3. L a G ram ática es, sin duda, un n ivel secundario, creado para clasificar unidades y relaciones y para crear significados sistemáticos. Se expresa de varias maneras y es convencional estudiarlas en un D iccion a rio o una G ra m ática: en el fo n d o todos estos significados operan sobre unos m ism os principios, aunque han introdu cido secundariamente algunas diferencias, com o es el caso de los significados gram aticales puram ente clasificatorios que no hallan paralelo en lo lexical.
1 H acia una epistemología de! lenguaje, M a d r id 1972, p . 90. 1 Semantic Interpretación in gencrative Grammar, C a m b r id g e , M a s s ., 1972, 3
D e s d e el p u n to d e vista estructuralista se llega ta m bién a conclusion es sem ejantes, así en
N a g y , G . O ., A b riss elner funktionellen Semantik, L a H a y a 1973,
LINGÜISTICA GENERAL Y LEXICOGRAFÍA GRIEGA
II. 1.
241
P A L A B R A Y C A M P O S E M A N T IC O G
e n e r a l id a d e s
U n D iccion ario ordena las palabras en un orden alfabético, es decir, en un orden convencional que no tiene más justificación que su caracter prácti co. En realidad, nosotros distinguimos el significado de las palabras p o r su oposición al de otras palabras que conocem os y que poseen idéntica o análo ga distribución. Las palabras que son capaces de conmutarse cam biando el sentido de to d o el pasaje constituyen un cam po semántico. O, si se quiere, un cam po semántico es un paradigm a lexical que fragm enta y organiza en un sistema com plejo de oposiciones un continuo semántico. En consecuencia, el significado de una palabra solamente puede establecerse con ayuda de las oposiciones que contrae dentro de su propio cam po semántico. Es ésta una concepción que contrasta con la de la antigua escuela que estudiaba las palabras en m on ografías independientes: escuela que produ jo una abundante bibliografía a partir del estudio de H ein ze sobre Fides 1 y que, concretamente, ha dedicado mucho trabajo al estudio de diversas palabras de im portancia cultural dentro del léxico g r ie g o : cf. infra. p. E l estudio de los cam pos semánticos arranca del libro de J. T rier, D er deutsche W ortschatz im Sinnbezirk des Verstandes2 y ha sido y es im portante en las escuelas lingüísticas europeas. Continúa en realidad la consideración paradigm ática de los «v a lo r e s » de las palabras inaugurada por Saussure. A esta orientación paradigm ática del estudio de los contenidos responden trabajos numerosos de Coseriu, Pottier, G lin z, Lyons, Geckeler, Lehrer. A lin ei, Apresjan, Tru jillo, de mí m ism o. D o y la b ib liografía más fundam en tal: Coseriu, E., «P o u r une Sém antique diachronique structurale», T L L S , 2, 1964, 139 ss. y trabajos posteriores, cf. P roble me der strukturellen Sem antik, Tübingen 1973; Pottier, B., Linguistique Générale. Théorie et Description, París 1974 (últim a exposición, después de otras varias); G lin z, H., Grundbegriffe und M ethoden inhaltsbezogener T ext- und Spra.cha.nalyse, D u sseldorf 1965 (tendencia emparentada, solam ente); Lyons, J., Stru ctu ra l Semantics, O x fo rd 1963; Geckeler, M ., Strukturelle Semantik und W ortfeIdtheorie, M u nich 19713 (doctrin a de Coseriu, casi exclusivam ente); Lehrer, A ., Sem antic Fieíds and L e x ic a l Structure, A m sterdam 1974; A lin ei, M ., L a struttura del Lessico, B olon ia 1974; Apresjan, O., «A n a ly s e distributionnelle des significations et champs sémantiques structurés», Langages 1, 1969, pp. 44-74 y Principies and M ethods o f Contem porary Structural Linguistics, L a H a y a 1973 (sobre todo p. 274 ss. «M o d e ls o f Semantic Analysis and Synthesis»); Truji-
1 1929. R e c o g id o en Vom G eist des R om ertum s, L eí p n g -B e r lín 1939, p p . 25-58. - H e id e lb e rg 1931. 3 T ra d . esp., M a d r id 1976.
242
FRANCISCO R. ADRADOS
lio, R .. E l campo sem ántico de ¡a valoración intelectual en español, L a L a g u na 1970; la exposición de conjunto de R. H o b erg , D ie Leh re vom Sprachlichen Feld, D ü sseld orf 1970. M is trabajos (qu e arrancan de 1964) están recogid os en ios dos libros Estudios de Lingüística G eneral y Estudios de Sem ántica y Sintaxis, así com o en la L in gü ística Estructural. Véase varios trabajos de diversos autores recogid os en A . R ey, L a L e x ic o lo g ie , París 1970. A h o ra bien, hay que hacer constar, de una parte, que dista de existir en este m om en to una teoría general del cam po sem ántico y de las oposicion es en él contenidas; y que, de otra parte, no contam os en absoluto con descrip ciones de cam pos sem ánticos particulares que hagan posible tener en cuenta sistem áticam ente este punto de vista al redactar un D iccion a rio. E llo es especialm ente cierto en el caso del G rie g o antiguo. A u n así, tratarem os de expon er el estado de la cuestión y las posibilidades, para un futuro más o m enos p ró x im o , de utilizar sistem áticam ente el estudio de los cam pos sem án ticos para la redacción de artículos en los D iccionarios, y concretam ente, en el D iccio n a rio del G rie g o antiguo. N o s apoyam os, de una parte, en estudios m on ográficos nuestros 1 o de nuestros discípu los2; y tam bién, en datos procedentes del D G E ; además, en nuestras tom as de posición teóricas en los libros ya m encionados, más una serie de consecuencias obtenidas de libros y artículos a que hem os hecho
alusión y
que, en
ocasiones,
son posteriores
a la redacción
de
nuestros trabajos. Pensam os que la totalid ad d el léxico de una lengua debe considerarse com o interrelacionada, com o ha propuesto explícitam ente A lin ei. U n a p ala bra puede entrar alternativam ente en dos cam pos semánticos, según e l sema o rasgo distintivo que se constituye en f o c o : con lo cual, añadim os nosotros, se crean dos acepciones. U n a palabra puede reclasificarse, pasando de un cam po a o tro ; y ello según la fecha, el dialecto, el n ivel de lengua, especial!zaciones diversas en lenguas especiales o p o r efecto de in n ovacion es in d ivi duales. P o r o tra parte, los cam pos se opon en y jerarqu izan entre sí. A lin e i distin gue entre dom inios, con un solo rasgo distintivo com ún, así el del «c a b a llo », y sistemas, con dos rasgos, así el del «s o n id o del c a b a llo ». L a jera rq u ía sube hacia arriba y, tam bién, baja hacia abajo si cortam os en algún punto el árbol del «s o n id o del ca b a llo ». Lateralm en te los cortes que p od am os hacer son bastante arbitrarios. N o s o tro s preferim os, com o A lin e i y al co n tra rio de Apresjan, in trodu cir dentro de un m ism o cam po clases y subclases de pala bras diferentes; in trodu cim os tam bién antónim os, sinónim os, etc., cosa p o r lo demás habitual.
1 C f. m is tres tra b a jo s « L e n g u a , O n t o lo g ía y L ó g ic a en los sofistas y P la t ó n », « E l c a m p o sem án tico d el a m o r en S a f o » y « E l sistem a de H e rá c lito : estu dio a p a rt ir del lé x ic o », re c o g id o s en
Estudios de Semántica y Sintaxis. 2 T r a b a jo s
de E .
G a n g u t ia ;
C.
R ou ra;
J. L ,
C a lv o ;
O.
G u n tíñ a s
citad o s
m ás
adelante.
LINGÜISTICA GENERAL Y LEXICOGRAFIA GRIEGA
243
Sólo dentro de este tejido y, más concretamente, de las oposiciones que en él se dan, puede comprenderse cóm o actúa la función significativa de la lengua. C on frecuencia es descrito con excesiva simplicidad; no se habla de la posibilidad de que una palabra pertenezca a dos campos ni se relaciona eí tema de los campos semánticos con el de los distintos tipos de semas: es decir, se rehúye el tema de la existencia de acepciones al tratar de los campos. Tam poco se insiste apenas en la mutabilidad de éstos dentro de una misma lengua, en la existencia de campos «p aralelos» o parcialmente coincidentes, de que hablaremos, en la multiplicidad de organización de los campos: árboles, cadenas, paradigmas sobre más de un rasgo; campos simétricos y asimétricos, con expresión o no independiente de los géneros, con o sin neutralizaciones. Para todo esto remitimos al capítulo anterior y a anteriores exposiciones nuestras. Pienso, de todas maneras, que con todas las diferencias existentes, la noción de campo semántico ha alcanzado un nivel de generalidad suficiente para poder intentar utilizarla al redactar un Diccionario. Es claro que repre senta una abstracción: que si en principio las oposiciones son en igual distri bución, las asimetrías y otros fenómenos han hecho que el conjunto de palabras de un campo formen una entidad aunque las oposiciones sólo en ciertas circunstancias tengan lugar. Igual sucede en paradigmas gramaticales complejos, como, por ejemplo, el de los casos: un acusativo y un genitivo no pueden oponerse en todas las distribuciones, pero no por ello dejan de pertenecer al mismo paradigma. Pues bien, esta abstracción, com o todas las abstracciones lingüísticas, se justiñca por la utilidad de la clasificación que engloba: ía de una serie de palabras y acepciones de ias mismas que actúan en un espacio distribucional suficientemente homogéneo. Hablemos ahora ya de las oposiciones de las palabras dentro de los campos, haciendo abstracción de momento del caso en que una palabra aparece alternativa o simultáneamente en dos campos o aparece en dos formas diversas adoptadas en el mismo campo: cosas ambas que se traducen en la existencia de acepciones. Lo que nos interesa aquí ver es cóm o se traducen a nivel de Diccionario los rasgos distintivos o, si se quiere, los semas que actúan en las oposiciones.
2.
Palabras
d e n t r o d e u n c a m p o s e m á n t ic o
Las oposiciones que las palabras contraen dentro de un campo semántico son, según es sabido, de varios tipos1. Encontramos fundamentalmente: a) Oposiciones restrictivas (privativas) en que los dos términos tienen sentidos diferenciados por un rasgo distintivo pero, además, uno de ellos (el
1 Cf. supra así com o Lingüistica Estructural, p, 498 ss. y Estudios de Semántica y Sintaxis, p. 123 ss.
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n egativo) puede tener, en determ inadas distribuciones, un sentido neutro respecto a Ja oposición. b) O posiciones distintivas (equivalentes), en que el uso neutro aparece en am bos términos. c) O posiciones exclusivas, sin uso neutro en ningún térm ino. d) O posiciones graduales. Es bien claro que en todos estos casos los sentidos polarizad os o neutros deben entrar en un D iccio n a rio al nivel de acepciones, pero lo lógico sería que una vez que se hiciera la descripción com pleta del sistema de cam pos semánticos de una lengua, se hiciera referencia a la situación de las acepciones en el cam po sem ántico respectivo. Se introduciría, p o r ej., en ávr¡p una acep ción « v a r ó n » (co m o opuesto a yuwí) y otra «h o m b r e » (con neutralización de la oposición, en frases com o ncm/p ávdpCiv re QeQv re). Para defin ir Satftwv es preciso hacer referencia al térm ino opuesto Bzóq. con indicación de la diferen cia: Saífiuv se refiere a un dios no personal; pero hay que hacer referencia igualm ente a los hechos de neutralización de este sistema p o r los cuales 5aí¡iu}v puede aplicarse, p o r ej., a A fr o d ita (11. 3.420) o, al revés, 6eóg es una divin idad cu alqu iera1. Pensam os que una atención a estos hechos opositivos es necesaria para dar una buena descripción de las acepciones de una palabra. H a y que hacer constar, por ej., en yiw ) que, com o térm ino p ositivo de una oposición , no se neutraliza; o al hablar de 65e hay que hacer referencia a su op osición con oóroq y a que el rasgo distintivo de la misma puede variar, ocasionando dos acep ciones de ambas palabras: ya apuntan a personas diferentes (o 6f «yo»/oüTog « t u » ) ya a segm entos diferentes del discurso (o8e referid o a lo que sigue, oOrot; a lo que precede). En oposiciones graduales es conveniente, igualm ente, la referencia al sistema. N o es indiferente, en efecto, hacer constar que vsavíag ñgura situado en una escala en que le rodean nocíg y ávijp. O tro punto de interés es el relativo a los térm inos genéricos que, en ocasiones, subsumen el signiñcado de dos o más térm inos opuestos, lo que evita e l recurso a la neutralización. ,rAvQpcúTrog subsume ávrjp y y uvr¡, p or ejem plo, y de aquí hay que partir para entender ciertos em pleos estilísticos de la palabra, cuando se dice, p o r ejem plo, íj cfvSpujnog de una esclava. Tam bién las cadenas presentan térm inos genéricos. P o r ejem plo, en el m om en to en que en griego los nom bres de las cuatro estaciones, ia p , 6épog, ómóprj y /eijugOv form an una cadena, Qépoq al tiem po que com o térm ino específico funciona com o térm ino genérico del «n o -v e r a n o » y Tu cídides puede escribir (5.40) á¡ia óé tój f¡pi eúdüg
toO
ÉniytYvofiévou dépoug. Es im portante notar esto explícitam en
te. A h o ra bien, estas oposiciones se dan dentro de cam pos semánticos de estructuras muy varías, que nunca han sido descritas exhaustivam ente. P o r no
1 C f. m ás detalles e n Estudios de Lingüistica G enera l cit., p. 44.
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hablar de los «cam pos paralelos», a que haremos referencia en seguida, hay que apuntar a las graves asimetrías que se observan en los cam pos y no sólo a las referentes a la existencia o no de términos genéricos. N o sólo hay árboles (ram ificados muy diversamente) y cadenas, así com o com binaciones de lo uno y lo. otro, sino también paradigmas en que entran simultáneamente más de dos rasgos, tipos concéntricos en que se escalonan oposiciones en que se añade siempre un nuevo rasgo, etc. H e aquí unos pocos ejemplos. El sistema de los términos económ icos de H om ero, tal com o ha sido estudiado por E. G an gu tia1, puede representarse mediante un árbol en el que M irlara es término genérico de ht e ó l t e o o i y píoroq, los cuales a su vez son términos negativos frente a, respectivamente, nsiiiffha y oiToq, fiéQu. Hasta aquí todo está en orden. Pero rrpó^aaig «g a n a d o » está subordinado tanto a ureársocL com o a jSíoto^ que funcionan, ambos, com o térm inos negativos frente al primero. D e donde se deduce que xTEáreooi puede ser tanto «o b je to s de m e ta l» com o «g a n a d o », f í í o T o q tanto «g ra n o », « v in o » com o «g a n a d o ». Es bien claro que todo esto tiene im portancia semántica y que al analizar cada térm ino debe hacerse referencia a los demás. A los paradigmas hemos de referirnos a propósito de las palabras que se encuentran simultáneamente en varios cam pos: se trata del caso en que el rasgo semántico con que un término se opone a otro es al tiem po común a un segundo campo semántico. Pero aquí vamos a hacer referencia a los campos concéntricos, com o el de los verbos de acción sacral en griego, estudiados por J. L. C a lv o 2. U n verbo téAélu relativo a la acción sacral en general, funciona com o término negativo frente a 5páuj, que acentúa el rasgo «m ovim ien to físico » en ciertos contextos; éste a su vez es térm ino negativo frente a opxéo}iai «d a n z a r »; y en otros más reducidos este verb o com porta a su vez un término negativo ¡j.i^.éo¡iat «rea liza r m im éticam ente». L o que acabamos de decir nos hace entrar en o tro punto que también es im portante: el del contexto. H em os dicho que las palabras contraen o p o si ciones dentro de contextos determ inados: y precisamente esos contextos son el m ejor recurso para definir la base de las oposiciones. En estudios nuestros sobre el am or sáñeo o la filo so fía heraclítea 3 hemos puesto de relieve este punto de vista. N o son definibles los verbos de «a m a r » en Safo si no se explícita que sólo admiten com o sujeto al agente o amante; ni es definible el kóyogy sus cuasisinónimos en H eráclito si no se describen sus distribuciones y se dice que excluyen el que sean sujetos de un verbo transitivo. Finalmente, dentro de este apartado, resulta interesante aludir a palabras que se refieren a lo mismo (al menos en'algunos de sus usos) pero a partir de campos semánticos diferentes. A sí, junto a spapai y otros verbos aparece en
1 «S o b r e el v o c a b u la rio econ óm ico de H o m e ro y H e s ío d o », Emérita 37, 1969, pp. 63-92. (inédita). 3
T esis d octo ral Investigaciones estructurales sobre ei vocabulario religioso griego, M a d r id 1971 « E l cam p o sem ántico del a m o r en S a fo » y « E l sistema de H erá c lito : estu dio a p artir del
léxico», recogid os en Estudios de Semántica y Si nía is cit., p. 247 ss.
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Safo (píAr^ijw exactam ente en las mismas distribuciones; pero tam bién en otras. L le v a no sólo el sujeto de la relación am orosa, sino tam bién e l o b je to ; lleva un com plem en to no personal (la áj3pocrúva p or e je m p lo ); se refiere tam bién a relaciones fam iliares. A sí, la relación am ante-am ado expresada p o r gpapm tiene un m atiz diferente (d eseo) de ia expresada p o r (ptAíftijiu (in tim id ad de gru p o ); parece útil m en cion arlo. Y m ás que, dado el carácter en el fo n d o artificioso de la separación de los cam pos semánticos, p od em os m uy bien incluir el uso que nos interesa de (píAíjjujui en el cam po d el ipog: estaría, pues, sim ultáneam ente en dos cam pos, situación que es la que estudiam os en 4.
3.
Palabras
en
c a m p o s se m á n t ic o s a l t e r n a t iv o s , p a r a l e l o s o
S IM U L T Á N E O S
L a existencia de un cam po sem ántico fijo en el cual está definitivam ente integrada una palabra es en el fo n d o una ficción, sobre to d o si nuestro ob jeto de estudio es una lengua con una larga historia y una rica diferenciación dialectal, literaria y sociolingüística, caso del griego. U n a palabra puede estar integrada alternativam ente en varios sistemas paralelos. P o r ejem p lo, es frecuente la oposición naXg¡ávr¡p, pero no lo es m enos la que presenta un térm ino interm edio, natg/veavíaq/ávfjp; si a ello se añade la existencia de una op osición paralela véogfyépcjv que reparte en form a diferente el tiem po y que en cierta m edida está neutralizada p o r veavíag se verá lo com p lejo de la situación. Néog opuesto a yépcov y na\aióg se refiere a personas y cosas, pero en otra op osición alternativa, frente a yrjpatóg y npéafiug, se refiere sólo a personas. Y hay que añadir que estas oposiciones no coexisten todas en griego, algunos de los térm inos m encionados son sólo h o m érico s1. P o r otra parte, los cam pos sem ánticos evolu cion an con el tiem po. D e l sistema de las dos estaciones, una de ellas subdividida, se pasa en griego antiguo al sistema de las cuatro estaciones, con oposiciones exclu sivas: am bos sistemas con viven durante cierto tiem po. D el com p lejo sistema «m u erte/ vid a » descrito p o r E. G an gu tia para la ép oca h om érica y arcaica 2 se pasó a partir de P la tó n a uno que tenía ya un térm ino específico,
para la « v id a » , que
op on ía Gtóiia/tjjuxri c o m o «c u e rp o »/ «a lm a », etc. Es precisam ente la creación en G recia del pensam iento filo s ó fic o y cientí fico la que llevó a la creación de térm inos técnicos de sentido in equ ívoco, con oposiciones exclu sivas: es decir, a la refección de m uchos cam pos semánticos. Es notable, p o r ejem plo, ver cóm o en H ip ócrates se crean sistemas de estos para los nom bres de las com idas, las estaciones; cóm o H erá clito hace entrar el térm ino Aóyog en nuevas op osicion es; cóm o Platón altera to d o el sistema
J C f. C . R o u r a , E l cam po semántico « tiem po» de H o m e r o a ! ático del siglo V , tesis d o c to ra l en extracto , M a d r id 1970. 2 C f. E l cam po semántico «m u e r te ¡v id a » de H o m e r o a P latón, C .S .I.C . en prensa.
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de los adjetivos y nom bres de valor, para crear una clara oposición exclusiva dentro de cada uno de cuyos términos tienden a convertirse en sinónimos, respectivamente, a y a Oóq, xaXóg, Síxaioq y
koímóc ;,
aiuxpóg, á5ixog, contrariam ente
al uso común de la lengua g rie g a 1. N o menos interesante es ver, por ejem plo, cóm o evoluciona el sistema de los verbos de «d e v e n ir» del griego com ún a Platón y de éste a A ristóteles: la evolución del pensamiento se refleja en una evolución del cam po sem ántico2. A estas creaciones hay que añadir las que proceden de grupos sociales, como, por ejem plo, las que tendían a identificar á y a 0 o í ya con los aristócratas, ya con los demócratas (cf. Lisias 31.30); las tendencias a especializar ciertas palabras en sentido religioso, en el de diversas ciencias, etc. D e todo ello resulta una situación bastante confusa, que el D iccion ario debe esforzarse en reflejar. P o r ejem plo, en nuestro trabajo arriba citado sobre el vocabulario de H eráclito hemos hecho ver cóm o no solamente Aóyog, sino también otras palabras tienden a integrarse en su sistema. N o es posible una buena definición del sentido de ¡íérpov, 5í>frj, ápiiovíri, etc. en H eráclito sin relacionarlo con el de Aóyog y separarlo de los usos «n o rm a le s »; nüp debe referirse a sv, etc. Pero estos términos guardan huellas de su antiguo uso «n o rm a l», así su carácter divinizado en ocasiones. T o d o esto ha de estudiarse por fuerza, al nivel del D iccionario, m edían te el establecimiento de acepciones. D e un m odo paralelo podrem os estu diar así, por ejem plo, la especialización de una serie de térm inos en usos religiosos diversos, junto a los cuales continúan vivos los profanos: así en los verbos reAéco, etc. aludidos arriba, pero también en otros casos más. E n verbos de «sa crifica r» com o Buto, ayá^ui, x¿<^, etc. es fácil separar los usos profanos de los sagrados; y dentro de éstos establecer las especializaciones respectivas, dentro de un árbol encabezado por 6úcj, de v a lo r puramente sacral. La indicación de los contextos hace ver claramente si se trata de ofrendar animales o vegetales, o bien líquidos, y éstos bien en el culto ctónico-funerario, bien no, etc. Claro está, apuntábamos arriba que hechos com o éstos pueden ser descri tos bien a base de dos campos semánticos, bien de uno solo en el que, en un nodo del árbol, entra una nota nueva: en este caso ía del «sa crificio ». L a separación es más bien cuestión de conveniencia. P o r otra parte, cuando en una palabra coinciden dos notas o rasgos propios de dos cam pos semánticos, podem os concebirla com o un punto de enlace entre los mismos. Así, en el cam po «vida/m uerte» aludido arriba hallamos que en aidtv, que es « v id a » o "«principio v ita l», aparece en ciertos contextos una dim ensión tem poral: hay enlace con el cam po del tiem po,
1 Cf. la b ib lio g ra fía antes citada y «L e n g u a , O n to lo g ía y L ó g ic a en los sofistas y P la t ó n », reco gid o en Estudios de Semántica y Sintaxis cit., p. 267 ss. 2 Cf. O . G u n tiñ as, E l cam po semántico deI devenir en Platón y Aristóteles, tesis d octo ral in édita, M a d r id 1975.
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com o en ftiog lo hay con el de la econom ía. En el sistema de los nom bres de edad de las mujeres, en napdévog se entrecruza una nueva nota, la de «n o casada», con lo cual napQévog y yuvf] se oponen sobre dos notas diferentes. Nuestra idea es que una palabra puede oponerse a varias otras sobre notas diferentes que engendran acepciones: escrictamente, cada una pertenece a un cam po semántico. Pero hay que distinguir los casos de hom onim ia, en que los significados son sentidos com o totalmente diferentes, sin puente alguno, de los de la simple existencia de acepciones. En este caso la palabra se siente com o perteneciendo simultáneamente a ambos campos (así aiúv, fiíoq) o bien com o subordinándolos bajo una idea común (ía de violencia en el caso de Sctfívrjfii, cf. infra). Sería equ ivocado rom per la unidad del lema. Pero la atención a los campos semánticos en que simultáneamente está la palabra o los que subordina es tan im portante para fijar las acepciones com o la aten ción a los campos semánticos alternativos.
4. C ó m o d e f i n ir e l s i g n i f i c a d o
Sin haber llegado a penetrar a fo n d o en los distintos tipos de distribución de las palabras, resulta claro desde ahora que estas distribuciones están en relación con la posición de las mismas dentro de campos semánticos suma mente alternativos y variables, a veces organizados en torno a una misma palabra, y que com portan oposiciones de distintos tipos, neutralizaciones, variantes sociales o individuales. T o d o esto hace, pensamos, que resulten sumamente insuficientes aquellos ensayos de descripción del significado que se apoyan en relaciones fijas y uniform es o en semas igualmente fijos y bien tipificados. Téngase en cuenta que, en realidad, el operar con semas o con tipos de oposición es fa cu lta tivo : son conceptos com plem entarios. U n a prim era propuesta para lograr definiciones semánticas claras e ine quívocas es la consistente en dar, para una palara, la totalidad de los semas o
átom os semánticos que la distinguen de otras del cam po: taburete será,
junto a silla, sillón etc. un «a s ie n to » provisto de los semas «sin brazos», «sin respaldo», etc. E l sema común será el archisemema, punto de cruce de los sememas (conjunto de semas de las distintas palabras del cam po). Este es el análisis bien con ocido de Pottier, al cual añade en un libro reciente 1 ejem plos com o las palabras cuyo archisemema es «m anifestación sonora bu cal» (a boyer, crier, glousser, m iauler...) o ías de «transporte de personas» (voiture, ta xi, autobús, a u to c a r...). Estos sistemas en que cada palabra contiene varios semas, form an paradigmas en los cuales las palabras contraen oposiciones varias según los semas. L a objeción que puede ponerse antes que ninguna otra a esta propuesta es que se trata de ejem plos muy simples, de objetos concretos o actividades
1 Linguistique G enérale , París 1974. p. 61 ss.
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también concretas: igual en el caso de otros autores, por ej., los sistemas de semas propuestos p o r A . Lehrer en su libro antes citado sobre sistemas léxicos en el cam po de los guisos o de los productos de pastelería en diversas lenguas, o los de M. A lin ei, relativos al «c a b a llo » o al «so n id o del cab allo». Es mucho más difícil establecer los semas de palabras relativas, por ejem plo, al reino vegetal (manzana, pera, m elocotón ...) o animal (p erro, gato, caballo.,,) o al dom inio de lo abstracto (belleza, fealdad...). A la segunda objeción, consistente en la variabilidad del significado de las palabras, ha respondido P ottier con su. teoría de los semas virtuales que sólo aparecen en determ inados contextos. A
su oposición de semas estables y
semas virtuales responde muy aproxim adam ente, en la Lingüística americana, la oposición entre distinguishers y selection restrictions propuesta por K a tz y F o d o r y seguida p o r Chom sky y otros autores1. L a teoría que subyace es la de que, a pesar de todo, la palabra tiene un núcleo sénaico absolutamente fijo , por lo que los rasgos distintivos en contextos especiales serían de un tipo especial. Pero eso no es cierto, llámese a ios rasgos distintivos propios sólo de distribucio nes especiales virtuemas, selection restrictions o (co m o quiere W einreich) transfe r fea tures. El núcleo común es borroso en grados diversos y no existe en los casos de hom inim ia; con frecuencia las acepciones tienen igual nivel jerárquico y son variantes de un núcleo central sumamente vago. En un cierto sentido, todos los semas son virtuales: sólo aparecen en determinadas distribuciones. Tod os pueden desaparecer: puede haber un hermano que sólo lo es figurada mente, un tigre de papel al que queda poco del tigre real. C oncebir los sentidos «m a ta r», « v io la r » y «d o m a r » de óájivrjii (cf. I I I .1 .1-1) com o suma de un semema «v io le n c ia » y semas particulares resulta artificioso. Pero, sobre todo, aunque extendam os el análisis com ponencial a cada acepción prescindiendo de diferencias de jerarquía, una serie de lingüistas han presentado la objeción de que los semas que integran una palabra 110 se suman simplemente, sino que entran en relaciones. L a estructura profunda de una palabra, según esta concepción de W einreich. Heger, Parisi, Fillm ore, A lin ei y otros2, com prende tanto unidades semánticas cóm o relaciones entre estas unidades: es, en definitiva, una frase o una oración. Se ha intentado explicitarla bien mediante diagramas (Parisi), bien mediante fórmulas (H e g e r) bien mediante transposiciones a lenguas modernas (A lin ei). Esta podría ser otra vía de ataque al problem a de la exposición del significado de la palabra. Pero hay que observar que no carece, ésta también, de inconvenientes. Realm ente, es un dom inio en que no disponem os de instrumentos de control que aseguren la exactitud de los análisis que, unas
! V éase la crítica de U . W e in re ic h , «E x p lo ra t io n s in Sem antic T h e o r y », en Semántica ed. D. D . Stein berg y L. A . Jak o bo vits, C a m b rid g e , M ass. 1971, p, 317 ss. 2
C f. U , W ein reich , art. cít.; D . Parisi, « U n m o déle com pon entiel d u sign ifié», Lingüistica
M atem atica e Cakolatori. F lo re n c ia 1973, p. 481 s s .; K . H e g e r, Teoría Sem ántica II. H a c ia una Semántica M o d ern a , M a d r id 1974; J. F illm o re, «T y p e s o f lexical In fo rm a tio n », en Se man ti es cií., p. 370 ss .; M . A lin ei, o b . cit.
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veces explícita y otras im plícitam ente, nos llevan a la existencia de una serie de átom os semánticos universales y otra serie de relaciones también univer sales de tipo lógico. Es, simplemente, una hipótesis, que el análisis semántico de dentist sea un conjunto de verbo y com plem ento (algo así com o f i x y teeth) com o propon e W einreich; parece un análisis nuestro entre otros posibles, más que una relación objetiva de los elem entos componentes. E igual los análisis de A lin ei, de H eger, etc., que en realidad lo que hacen es analizar unas palabras p or m edio de otras más relaciones gramaticales entre ellas. Es evidente que toda teoría semántica tiende a la sim plificación, pero no debemos dejarnos arrastrar excesivam ente por ella. En realidad existe la tendencia a dos sim plificaciones contrarias entre sí y ambas peligrosas si se aceptan con exclusivism o: a) U n a de ellas es la que encuentra en los significados de las palabras elem entos fijos y constantes com binados en form as fijas y constantes. Es la que nos ha ocupado hasta aquí, en una derivación del análisis com ponencial. P ero en términos puramente opositivos tam bién aparece en las obras de Lyon s y Lehrer citadas más arriba, cuando tienden a reducir las oposiciones de las palabras a unas cuantas etiquetas: sinonimia, in com pa tibilidad, inclusión de clase, antonim ia, com plem entariedad, reciprocidad, «p arte d e », segmentos que se solapan, grado o jerarquía. Estos conceptos pueden ser útiles, pero es claro que no agotan las relaciones opositivas entre las palabras. b) Inversa es la tendencia a establecer una rígida separación entre las oposiciones de palabras y las de una jerarquía superior. P o r ejem plo, P ottier ha propuesto la existencia de clasemas, que caracterizan a clases de palabras por rasgos del tipo «tra n s itiv o » frente a «in tra n sitivo », «h u m a n o » frente a «n o hum ano», etc. Es paralelo el proceder de K a tz y F o d o r y de C hom sky al separar entre semantic tnarkers, equivalentes a los clasemas, y distinguishers. H o y día, sin em bargo, es general la respulsa a esta te o ría : véase lo que dicen, entre otros, U . W ein reich 1 y V. Sánchez de Z a v a la 2. L a pura verdad es que, si es cierto que hay rasgos más o menos abstractos, más o menos generales, no existe una jerarquía absoluta entre los mismos. Rasgos idénticos a los clasemas apareceij distinguiendo acepciones de una misma palabra; rasgos concretos distinguen cam pos semánticos enteros y subclases de palabras3. El tejido de relaciones en que están envueltas las palabras y sus acepciones es muy com p lejo; hemos de insistir, a más de lo dicho, en las subclases de palabras, en las distribuciones determinadas gram aticalm ente o no, etc. T ra tar de hallar unas unidades mínim as fijas y finitas o, al contrarío, establecer jerarquías que separen tajantemente los rasgos lexicales de los demás, no ha
1 L o e . cit., p. 317.
1 Ob. c i t , p. 150.
3 Sintaxis,
Cf. «S u b c la s e s c it, p. 177 ss.
de p ala b ras,
campos
sem ánticos
y
ace p cio n es», en Estudios de Semántica y
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dado hasta el m om ento resultados decisivos. Da la impresión de que existen, efectivamente, elementos universales o muy repetidos dentro de las lenguas, pero existen también otros muy concretos y difíciles de definir. Se llega siempre a la misma conclusión: es mucho más fácil captar las oposiciones que los rasgos en que se basan o los semas que dibujan. Sigue siendo imposible establecer un sistema de símbolos y fórmulas que dé cuenta de la sustancia del significado. ¿Cóm o definir de esta form a los términos de la serie hermoso ¡ guapo j belfo j fe o o, com o decíamos arriba, pera ¡ manzana j melocotón, etcétera? El trazar un foso tajante frente a la Sintaxis y a las agrupaciones de palabras es igualmente irreal, por más que los Diccionarios, convencional mente, eliminen una parte del problem a al estudiar palabras y no campos semánticos, significados lexicales y no otros. ¿Cóm o proceder entonces? N o existe una respuesta simple. En realidad hay tres caminos, todos insuficientes: 1. E l significado de las palabras es captado por los hablantes de una lengua gracias a la red de relaciones que se establecen entre ellas: a los sistemas opositivos en que entran (campos semánticos), las clasificaciones en que se integran (clases y subclases de palabras), sus distribuciones, su frecuen cia. El D iccionario ha de dar, pues, los máximos datos sobre todos estos extrem os; en lo relativo a distribuciones y frecuencias y también transforma ciones hemos de precisar más aún. Si fuera posible recoger la distribución y frecuencia exacta, los sistemas opositivos exactos, teniendo en cuenta que se trata de un material cambiante, de un diasistema simplemente, tendríamos ante nosotros los mismos datos que los hablantes de la lengua. Ello, eviden temente. no es posible; no sólo por insuficiencia de datos, sino también por el fenóm eno de la abertura de las lenguas, de sus reclasificaciones constantes, del factor que para la interpretación del significado representan los rasgos propios de los diversos emisores y receptores. H ay un factor de ambigüedad no resoluble nunca del todo. 2. Aparte de los datos que nos son accesibles sobre las relaciones de cada palabra en el sistema léxico de la lengua estudiada, es claro que el Diccionario debe sugerir una interpretación. Esta interpretación consiste en descripciones tentativas de ias oposiciones, obtenidas de la consideración de la distribución de los términos; a veces la transformación de la frase facilita la interpretación. La diferencia de sentido entre dos variantes de una misma frase (o frases transformables) con un solo término conmutado o entre un mismo término en dos distribuciones diferentes, incluyendo en el concepto de distribución el contexto extraverbal, sigue siendo el m ejor camino para la interpretación del significado. 3. Junto a él está el de la traducción. N o es cuestión de insistir aquí sobre sus insuficiencias por el hecho bien conocido del anisomorfismo de las len guas. Ello no im pide que ía traducción sea imprescindible: unas veces, tra tándose de cosas concretas, porque no es posible form ular en form a breve los rasgos distintivos; otras, com o punto de partida.
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E fectivam ente, es claro que un concepto com o el nuestro de « a m o r » no responde exactam ente al ipog sáfico o que « a ir e » no es en todos los casos una traducción suficiente de ár¡p. Son, sin em bargo, el punto de partida, al cual se pueden añadir precisiones m ediante la aducción de las redes léxicas que rodean las palabras respectivas en distribuciones dadas (pu n to 1 ) o la fo rm u lación perifrástica de los rasgos distintivos (pu n to 2 ). P o r supuesto, todo esto debe aplicarse tanto a los lemas en su conjunto com o a sus acepciones o grupos de acepciones. Y es claro que en paráfrasis y traducciones pueden entrar elem entos fijos o repetidos, ídentificables con semas o rasgos op ositivos típicos. Son, solam ente, insuficientes, al m enos en el estado actual de nuestros conocim ientos. Si no fuera así, no tendríam os necesidad de introducir, com o elem ento no sólo de con trol, sino tam bién de sugerencia de interpretaciones, el m áxim o de datos relativos a las relaciones internas de cada lema con los dem ás de la lengua ob jeto de estudio.
III.
CLASES Y SU BCLASES DE P A L A B R A S ,
T R A N S F O R M A C IO N E S 1.
I
d e a
g e n e r a l
L a consideración paradigm ática, a base de cam pos sem ánticos y o p o s ic io nes, no es suficiente para definir los significados de palabras y acepciones, sobre tod o si operam os sobre una lengua, tal el griego antiguo, que sólo nos es con ocid a de una m anera indirecta, a través de datos más o m enos co m p le tos. En realidad, el sistema de oposicion es y cam pos es algo que deducim os y establecem os a partir del estudio de las distribuciones. Este estudio se realiza a partir de una tipificación de las distribu cion es: se establecen las distribuciones-tipo de una palabra y se estudia lu ego cuáles otras son conm utables en las mismas. Es el procedim ien to que hem os seguido en estudios nuestros y de nuestros discípulos arriba m encionados y es, tam bién, el que independientem ente han precon izado autores com o A p re s ja n 1 y N a g y 2, que operan, respectivam ente, sobre el inglés y el alemán. A h o r a bien, la escasez de los datos puede com pletarse acudiendo a las transform aciones. P o r ejem plo, al establecer las distribuciones de A ó yo g en H erá clito, el tipo en que A ó y o g es sujeto de éarí es suplem entado con construcciones transform ables en éstas: t o ü 5k A ó yo u to 05' éóvroq equ ivale a 6 Aóyog éarlv o5e. D e esta m anera se lo g ra una m a yo r exhaustividad y sim plicidad en la descripción. A h o ra bien, cuando vam os al problem a de tip ificar las distribuciones, nos encontram os en prim er térm ino con rasgos sintáticos. Se trata de los distintos regím enes o construcciones que pueden ad m itir ios verbos, ya en distintas
1 A rt . cit. en Langages 1. 2 A briss einer funktioneUen Sem antik, L a H a y a 1973.
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acepciones ya en una misma (neutralización); se trata también de ias fu n cio nes en que puede usarse un nom bre o un adjetivo, por ejem plo, explicitadas con frecuencia por los casos. Hem os hablando de verbos, nombres, adjetivos: con esto hemos in trodu cido la noción de las clases de palabras. U n D iccion ario no sólo indica a qué clase de palabras pertenecen sus lemas, sino que, dentro de ellos, indica con qué clases de palabras se com binan o dejan de combinarse. U n adjetivo en nom. sg. no se traduce igual si determina a un nom bre o a un verbo p or ejem plo. Es decir, las clases de palabras son relevantes a efectos de la distri bución del lema, pero también a efectos de la distribución de las acepciones. Naturalm ente, la diferencia de distribución no significa siempre diferencia de acepción; dos distribuciones diferentes pueden corresponder a una m ism a acepción o, al menos, a una misma traducción, según se ve en cualquier D iccionario bilingüe. T o d o esto, así com o lo que sigue, será ejem plificado con datos del D G E en I I I . 2. Pero con esto no hace sino com enzar la tipificación de las distribuciones. El segundo paso está en la intervención de las subclases de palabras, a las que ya hemos hecho referencia. Es característico de ciertos adjetivos — y hemos visto algún ejem plo— referirse sólo a personas, mientras oíros pueden ser de persona o cosa; las acepciones de ciertos verbos difieren según el sujeto o el com plem ento sean de persona o de nom bre de lugar o de nom bre de acción, etcétera; otras veces el verbo sólo admite el sujeto o el com plem ento de uno de estos tipos. Es decir: la subdivisión de las clases de palabras en grupos (subclases) tiene trascendencia distribucional y deñne el significado bien de las palabras que con ellas se combinan, bien de las acepciones que se co m b i nan. Esto quiere decir que el rasgo característico de la subclase de palabras (clase ma para Pottier, se man tic marker para los semánticos americanos) y a se adscribe a una palabra, ya a acepciones de la misma. Es m ás: una subclase puede eventualmente abarcar palabras de varias clases. P o r ejemplo, los cuantificadores pertenecen a un tipo distribucional único (el que define, p or ejem plo, el genitivo p artitivo); pues bien, a ellos pertenecen tanto adjetivos com o pronom bres com o numerales. A partir de estas subclases se definen muchas de las nociones que inter vienen en las oposiciones de las palabras. P o r ejem plo, el m atiz tem poral de c ü ú j v , que incluye a esta palabra en esa acepción en el cam po semántico «tie m p o », aparece en contextos con subclases de palabras, del verbo sobre todo, que designan tiempo. Igual sucede en Sintaxis: el acusativo de tiem po se da en nombres que son régimen de verbos de tiem po. En definitiva, tanto el léxico com o las categorías y funciones sintácticas se com patibiiizan en la cadena hablada; y esa com patibilización es la que prom ueve una reclasifica ción de los campos semánticos y sus oposiciones y crea significados totales y acepciones. Pero hay que advertir que este segundo grado de tipificación de las distribuciones creado p or las subclases de palabras va seguido del repre sentado por grupos de palabras cada vez más reducidos, cada vez más laxos y variables; el últim o extrem o es la distribución consistente en una sola
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palabra, es decir, la que crea frases hechas o lexías. Y hay que recordar que existen distribuciones no verbales: según las circunstancias en que se realiza la com unicación lingüística, según quienes tom an parte en ella, según signos extraiingüísticos que se acom pañan, el sentido de palabras y acepciones varía; esto debe hacerse constar tam bién en un D iccion ario. Y debe añadir, fin a l mente, referencia a la distribución lejana. R ecordem os,
de otra parte, que un cam po
sem ántico
com pren de
o
puede com prender palabras de varias clases. En trabajos de nuestra es cuela se ha p rocedido siem pre así, estudiándose sucesivamente, dentro de un cam po, el plano del verbo, el del nom bre, el del a d jetivo ; son estudiables tam bién o tr o s 1. Se trata, si se quiere, de pequeños cam pos in de pendientes, pero estrecham ente relacionados porque actúan analógicam ente unos sobre otros. Estos pequeños cam pos son con la m ayor frecuencia asim étricos. En griego antiguo frente a un verb o
« v iv ir » no existe en fecha antigua un
n om bre « v id a » y sí varios abstractos con notaciones ajenas al verbo. En los nom bres concretos hay en H o m e ro una op osición
/ v£upóq que op on e lo
anim ado a lo hum ano dentro de la n oción de «c a d á v e r », cosa extraña a los verbos « v i v i r » y « m o r ir » ; pero la palabra «cu erp o v iv o » (óé/iag) ign ora esa op osición y, es más, se extiende a estructuras sólo figuradam ente considera das com o vivas. T o d o esto tiene relevancia a la hora de establecer el significado.
Es
im portante, para cada palabra, saber las posibilidades de transform ación que llevan a otras clases de palabras o directam ente a otras (varias subclases de nom bres,
por ejem plo).
subclases
H a y que tenerlas presentes
porqu e con frecuencia son un útil paralelo para establecer los sign ificados; además, cuando nuestra docum entación en cuanto a distribuciones es esca sa, una transform ación nos da, com o hemos dicho, distribuciones eq u iva lentes. En térm inos generales las distribuciones de los verbos son las m ejor definidas gram aticalm ente, adm itiendo m ayor núm ero de construcciones; el significado del nom bre, con sus acepciones, puede obtenerse, así, m ediante una transform ación de este tipo. P ero hay peligro p o r el hecho de la asim etría de las oposiciones dentro de cada clase y aun subclase de palabras; del m ism o m od o que hay asimetrías entre sectores del cam po ocupados p or una m ism a clase de palabras. Esta com plicada red de relaciones en que se encuentran inmersas las palabras de cualquier lengua se hará, quizá, más clara m ediante un diagram a referente a ios hechos de sistema o paradigm áticos que, com o sabem os, tienen a su vez un reflejo en hechos sintagm áticos o distribucionales. El diagram a establece cuatro niveles, los de la C P (ciase de palabras), S C P (subclase de
1
C ie rto s lingüistas, co m o A p r e s ja n , se lim itan siem pre a u n a clase de p a la b r a s m ientras que
A lin e i p r o p u g n a explícitam ente la in tervención de varias clases; otros au to res n o se p ro n u n c ia n , a u n q u e se suele o p e ra r m ás bien con p a la b ra s d e un a clase.
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palabras), P (palabra) y A C (a cep ción ); indica m ediante líneas de trazos y flechas las transform aciones; los trazos más largos delim itan un cam po se m ántico ; y hace ver la asim etría entre los elem entos de clases y subclases que entran en un m ism o cam po semántico, y el hecho de que ya son palabras ya acepciones las que entran en él. Es incapaz, en cam bio, de dejar ver qu e los rasgos distintivos de subclases, palabras y acepciones son en ocasiones los mismos, en otras n o :
2.
M ÁS
SO B R E L A S S U B C L A S E S D E P A L A B R A S
T o d o estudio de descripción gram atical o semántica debe arrancar, pues, de un estudio de las distribuciones, que es precisamente aquel que con m ayor claridad explícita un D iccion ario. Este es el program a que hem os descrito en otro lu ga r1: com enzar p or un estudio de las distribuciones seguido de o tro de las transform aciones y deducir a partir de ahí consecuencias sobre el sistema opositivo. A ñ ad im os la necesidad de un estudio de frecuencias, destinado a hacer ver el peso respectivo de las distintas acepciones (fundadas en distribu ciones) en el significado de la palabra. D en tro de ese estudio distribucional es sumamente im portante la conside ración, después de los factores gramaticales, de los derivados de las subclases de palabras. En dos tesis doctorales'dirigidas p o r nosotros, la del D r. L ó p ez Facal sobre L o s usos adverbales del acusativo, dativo y genitivo en la lengua de H e ró d o to 2 y la de la D ra.
M artín ez Valladares sobre Estudios sobre ¡a
1 «P r o b le m a s y m éto d o s de la descripción sintáctica», re c o g id o en Estudios de Sem ántica y Sintaxis cít., pp. 165-175. 2 M a d r id , C .S .I .C ., 1974.
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estructura del sistema de las preposiciones en Tucidides 1 se ha aplicado siste m áticam ente el estudio de distribuciones sobre la base de las subclases de palabras del griego, con resultados que creem os im portantes. N o s interesa a este respecto preferentem ente e l trabajo de la D ra. V alladares p o r referirse al significado de palabras que, aunque sean gram aticales com o las p rep o sicio nes, no dejan de ser palabras de D iccion a rio. Es un p ro gra m a absolutam ente factible, y realizado en el caso de Tu cídides, tip ifica r la distribución de las preposiciones sobre la base de las subclases de palabras del sujeto, verb o y régim en ; otras distribuciones que no encajan a prim era vista en este esquem a se reducen a él m ediante transform ación. A su vez, los tres factores decisivos de la distribución que hem os m en cion ado y que sim bolizam os p o r A , B y C respectivam ente pueden ser referidos a un núm ero fin ito de subclases, que se tabulan independientem ente para el sujeto, el verb o y el régim en. Puede darse así una fórm u la para cada distribución tipificada de una preposición. P o r ejem p lo, el sujeto ( A ) puede ser 1 (n om b re de persona o asim ilado), 2 (n om b re de lu gar) o 3 (n om b re de acción o neutro). E l verb o (B ) tiene seis núm eros (de m o vim ien to , de estado, de acción, de acontecim iento, intransitivo, p asivo), cada uno de los cuales se subdivide, com pren dien do, p o r ejem p lo : el tipo 1 (d e m o vim ien to ) ios de m o vim ien to real (a ) y figu rad o ( b ) ; el tip o 2 (de estado) una serie de letras que van de a) (fíva i y estado en general) a k) (£/£iv + a d v,), y así sucesivamente. E l régim en (C ) com pren de och o nú m eros: nom bres de lugar, tiem po, acción, ob jeto concreto, persona, p ron om b res y neutros, los cuales a su vez se subdividen en letras: p o r ejem p lo 5 (ñ om bres de persona) se divide en a) de persona en sg., b ) de persona en pl. y étnicos, c) nom bres de linajes. En ocasiones estas subdivisiones se subdividen a su vez. Estas subclases de palabras no están establecidas caprichosam ente, sino que se deducen de los hechos de distribución en cuando afectan al significado. Es visible, p o r ejem plo, que palabras co m o nókq y vaüg entran co m o sujetos de ciertos verbos en la misma clase que nom bres de personas y colectivos c om o
o T p a ró q .
Sin em bargo, la división en subclases está determ inada p o r los
casos de m a yor restricción en cuanto a los sujetos o verb os o regím enes posibles: otras veces las oposiciones se neutralizan, es decir, a una subclase deí verb o responden dos o tres clases del sujeto o del régim en ; o inversam en te. T am b ién hay que notar que son posibles las reclasificaciones: TróAig o
v o l v í;
se integran alternativam ente en la subclase indicada o en la de nom bres de lugar, e tc .; y existen fenóm enos ocasionales de uso figu rad o que m o d ifica n el sistema. E llo depende de la abertura general de la lengua y no es de extrañar. P ero es interesante m edir la frecuencia de estos hechos para separar las acepciones m arginales u ocasionales de las que ocupan el centro dei sign ifi cado o son acepciones norm ales.
1 P u b lic a d a en extracto , M a d r id 1973; cf. ta m bién E m érita 38, 1970, p p . 53-94 y R S E L 3, 1973, p p . 185-194.
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Insistamos, de otra parte, en que hay dos escalones en las subclases de palabras, el que designamos con numerables árabes y otro in ferior indicado con letras minúsculas. P o r ejem plo, en nuestro sistema llam am os 1 a los verbos de m ovim ien to, siendo los a) de m ovim iento real y los b) de m o v i m iento y figurado. Es claro que los fenóm enos de recíasifícación son más frecuentes cuanto más se desciende en la escala. M ediante este sistema es factible establecer todas las fórm ulas posibles de una preposición, dando asimismo la frecuencia absoluta de cada una. N o menos claro es que a m ayor diferencia de las fórmulas, m ayor será la diferen cia del significado. En cam bio, hemos considerado sinónimas fórm ulas que difieren, dentro de uno de sus tres térm inos o de dos de ellos, p or subclases de palabras cuya oposición hemos dicho que en este caso se neutraliza. E llo se deduce de que, conm utando la preposición p or otra, cam bia el sentido de la misma m anera: no hay, pues, dos distribuciones, sino una sola. Más difícil es, para nosotros, captar la diferencia semántica entre dos fórm ulas de que obtenemos igual traducción, pero que sería forzad o, sobre esta sola base, com binar en una. P o r otra parte, la división en subclases del sujeto es mucho más restringida que la del régimen, siendo am bos nom bres: evidentem ente, su repercusión sobre el significado se efectúa a través de un m enor número de matices. Veam os unos ejem plos que aclararán lo dicho hasta aquí. a) L a prim era fórm ula distribucional de ia preposición dnó con genitivo, que llamamos I a 1 , es Ai -
Bl a
drró -
C ia/c
En ella el sujeto es de persona, el verbo de m ovim iento y el. régimen bien de persona bien de lugar: entran en este tipo frases com o ánó-5é t rjg 1E
M u y diferente es el caso II a 1, fórm ula
— B2j — dnó C ic/5a, que
com porta un verbo accipiendi y un régim en que ya es nom bre de persona, ya pronom bre personal; el verbo es transitivo. A q u í en una frase com o ávrrruxeív émmupíaq á
Si pasamos a I a 2, con fórm u la A , — B 3 — ánó — C 1; es decir, al tipo
con sujeto de persona, verbo de acción y régim en de lugar, vem os que se im pone una traducción diferente, desde: ánó vecóv éu^ofiáxouv es libraban una batalla de a pie desde ¡as naves. N ótese que la subclase «v e rb o s de a cció n » neutraliza muchas subclases subordinadas e igual la de «n om b res de lu ga r». Y que el m ayor alejam iento de esta fórm ula respecto a la prim era se justifica
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p o r la presencia de un verb o de acción, frente al cual el de m o v im ie n to y el accipiendi están relativam en te p róxim os, y p o r la ausencia de los n om bres de persona del régim en. Sin em b argo, con esto no está dicho tod o. Las tradu cciones no son suficientes, insistim os, para darnos una idea de una lengua extraña. R e c o g ie n do datos del p ian o p arad igm ático de la m ism a vem os que nuestras fórm u las a) y c) tienen de com ún fren te a c) el que adm itan una con m u ta ción de ánó p o r ég para in d icar una d irección con traria del m o v im ie n to : a eso se debe el que las agru pem os c o m o I a 1 y I a 2. E fectivam en te una o p o s ic ió n com ún hace ve ro s ím il una unidad de sentido. A h o r a bien, I a 1 y I a 2 se diferen cian p orq u e la prim era adm ite una o p o s ic ió n ánó / ó í, dentro de la m ism a d irec ción del m o vim ien to , m ientras que ni I a 2 ni I I a 1 adm iten ¿h. E sto tiene que ve r tam bién con el s e n tid o : la p osib ilid a d de in trod u cir éx se ju stifica p o r un m o v im ie n to que puede arrancar desde dentro del punto de p a rtid a (én, frente a ánó p o la riza d o o neutro). H a y , pues, en cada fó rm u la un punto de vista diferente. A s í, sin h aber in tro d u cid o los datos de las transform aciones ni de las frecuencias, puede verse cuán d elicado es el p ro b lem a de deducir consecuen cias sem ánticas a partir de las distribuciones, pero, tam bién, que e l p rin cip io es justo. A sim ism o, puede verse que ei p rob lem a de la in terrelación de las palabras en una lengua, con sus con com itan cias sem ánticas, no es exactam en te el m ism o que el de traducir a una segunda lengua, que es precisam ente el p rob lem a del D iccio n a rio . P ero sob re esto hem os de insistir to d a v ía en 111.2. A q u í nuestro tem a era el de los sistemas sem ánticos den tro de una lengua dada c o m o pu n to de partid a — uno de los puntos de p a rtid a— traducción.
para la
II 1.2 Organización de los artículos del diccionario. Criterios a seguir
I.
T E O R IA G E N E R A L
1.
D
ato s
de
p a r t id a
Los diferentes capítulos de la Parte Segunda habrán hecho ver al lector el estado en que se encuentra actualmente la Lexicografía griega; ese estado ha de ser por fuerza nuestro punto de partida, aunque intentemos mejorar la situación aportando materiales directamente de los textos o revisando las interpretaciones propuestas. P or supuesto, ese material ha de sufrir un trata miento fundado en puntos de vista de Lingüística G en eral; aunque en la Parte Primera se habrá echado de ver, primero, que con frecuencia no se ha llegado a soluciones unánimemente aceptadas y, segundo, que en la práctica, por razones ya teóricas ya del escaso trabajo de detalle realizado, ese tratamiento no es fácil de aplicar a nuestro material lexicográfico. A h ora bien, no puede esperarse para realizar un Diccionario Griego a que llegue el momento en que la totalidad del material esté convenientemente recogido, en que se hayan alcanzado conocimientos teóricos suficientes y seguros en el campo de la Lexicografía General y en que esos conocimientos hayan sido aplicados a ese material. En ese momento, sin duda muy lejano, podría realizarse un Diccionario exhaustivo y completo de ía lengua griega. Pero de m omento es importante, a la vista de unos materiales y unos conocimientos teóricos que son de todos m odos importantes, realizar un Diccionario que dé una visión de conjunto del léxico griego, más ajustada que ías actuales. Aunque para ello haya que incurrir en ciertas desigualdades o acudir a determinados atajos o expedientes. En lo relativo a los datos o material el ideal seria contar con un banco de datos ya completado como el que está reuniendo el Thesaurus Linguae Graecae de California; todas las palabras, bien lematizadas, con todas sus distribucio nes. N o sería tarea fácil, de todos modos, tipificarlas y deducir de ahí los sistemas de clasificaciones y campos semánticos. En todo caso, con el material de que disponemos, procedente de toda clase de léxicos e índices, de estudios
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lexicográficos en libros y revistas, de despojos realizados directamente, es facti ble intentar en la m edida que cabe esa tipificación de los contextos. Y hacerse una idea de su frecuencia, para no dar igual relieve a las acepciones centrales o. en todo caso primarias y a las marginales, los usos figurados, los hapax semán ticos, las ambigüedades y juegos de palabras, los usos estilísticos diversos. P or supuesto, los resultados son provisionales; no sólo no disponemos de la totalidad de las distribuciones, con lo que todo estudio de frecuencias que hagamos será provisional, sino que, dado el carácter fragm entario de nuestro conocim iento de la lengua griega, incluso si tuviéramos esos datos totales los resultados de su estudio serían provisionales todavía. C on mucha frecuencia los resultados que se obtengan al redactar el D ic cionario superarán a los datos o puntos de partida. H ay demasiada deducción precipitada para atribuir a tal o cual palabra carácter dialectal (de este o el otro dialecto) o pertenencia a tal o cual nivel literario. Constantemente, se han venido encontrando estrechas las definiciones que atribuían en exclusiva ciertas palabras al jónico o al griego cristiano. El estudio del léxico de los dialectos, de los distintos niveles de koíné, etc., debe, inversamente, progresar a partir de los nuevos Diccionarios, que en lo posible es m ejor que se absten gan de poner etiquetas de uso a las distintas palabras. A l contrario, quedan por definir los géneros propios de algunas palabras. N o está escrita la historia detallada de la creación del vocabulario científico e intelectual, con su exten sión. O bien podemos adelantar que la aparición de ciertas palabras en los Oracuia Sybillina y en escritos órficos tardíos, pero también en oráculos de D ídim a y de Egipto mucho más antiguos de época helenística, hace suponer la existencia de un léxico órfico especial ya desde el s. vi a. C .: un fragmento de esta literatura, del siglo iv, apareció hace poco com o es sabido en un papiro de Salónica. Incluso sin aumentar o aumentando moderadamente los datos se puede llegar fácilmente a definiciones de las palabras más exactas que las habituales. Así ocurre con verbos y nombres relativos al culto, estudiados en la tesis de J. L. C alvo arriba citada, y así ocurre también con adjetivos com o áyvóg o áyto^, cuya adscripción y sentidos originales son fáciles de establecer, concre tando traducciones vagas com o las de 'pu ro’ o ‘ santo’ . Cf. infra. Puede decirse, en general, que por escaso que sea nuestro conocimiento de la Literatura Griega, unas veces por las pérdidas que ésta ha experimen tado, otras por el atraso de la Lexicografía griega, hoy podem os hacemos una idea bastante aproximada del Léxico griego en sus diversas épocas y usos. C on un tratamiento crítico y científico puede obtenerse del material existente más de lo que es habitual.
2.
P
r o blem as
d e l
a n á l is is
s e m á n t ic o
y
s o l u c io n e s
H ay cosas que pueden evitarse y cosas que no pueden evitarse en un D iccionario amplio que aspire a abarcar toda la larga historia de una lengua com o el G riego.
ORGANIZACION DE LOS ARTICULOS DEL DICCIONARIO
261
Puede evitarse que ios artículos contengan un amontonam iento caótico de traducciones sin que el usuario tenga criterio sobre cuándo aplicar las unas o las otras. U n D iccionario bilingüe debe suministrar datos para elegir entre esas traducciones. Tam bién pueden evitarse soluciones que sólo aparentemen te ponen orden en ese caos; la de dar los ejemplos por orden cronológico o la de darlos por un orden supuestamente «ló g ic o ». Para evitar estos errores basta aplicar los criterios deducidos de las consideraciones de Lingüística General recogidas en nuestra Parte Primera. N o puede evitarse que el D iccionario recoja una lengua que en realidad no ha existido nunca, es una suma de elementos existentes en distintos m o mentos y lugares. U n gran D iccionario de una lengua como el griego recoge inevitablemente un diasistema: palabras y acepciones antiguas y recientes, de unos y otros dialectos, unos y otros géneros literarios, unos y otros autores. L a falta de datos hace que ni siquiera podam os deñnir exactamente las distintas partes del diasistema. L o más práctico es que se procure ejem plificar las distintas palabras y acepciones en las épocas, dialectos y niveles en que aparecen; a ser posible, con una representación proporcional a su frecuencia. Pero este es un ideal difícil de alcanzar. De todo esto se deduce que, sobre la base de un material lo más am plio, diversificado y críticamente interpretado que sea posible, la organización de los artículos debe establecerse según criterios distribucionales jerarquizados. Es decir: tienen prioridad las distribuciones más amplias, menos específicas, que dan el sentido central a los sentidos prim arios; luego van las distribucio nes más especializadas, hasta acabar con las lexías y los hapax semánticos, que responden quizá a innovaciones individuales. A h o ra bien, dentro de una distribución puede haber tipos distribucionales subordinados, que son con co mitantes con sentidos de la palabra estudiada subordinados al sentido general que tiene en el tipo distribucional que subordina a estos otros. Se impone, pues, una organización escalonada de los artículos: A, B, C...; I, II, III...; 1, 2, 3...; a, b, c... Naturalmente, con la m ayor frecuencia son suficientes sólo dos escalones (I, II, III...; 1, 2, 3...) o incluso solo uno (1, 2, 3...). Pero hay que insistir en que no se trata de jerarquizaciones arbitrarias, sino condicionadas distribucionalmente. E l criterio cronológico puede acep tarse, todo lo más, com o subsidiario; para ordenar dos tipos distribucionales jerárquicamente iguales o los ejemplos de un tipo distribucional D e igual m odo que es un criterio subsidiario, com o decíamos, el introducir material de fechas, lugares y niveles diferentes, incluso cuando distribucionalmente es equivalente. Así, se logrará no sólo establecer las acepciones de las palabras sino también, en cierta medida, referirías a su ambiente cronológico, local, sociolingüístico o de estilo. Los tipos distribucionales, por lo demás, no siempre son estrictamente separables; no lo son sobre tod o cuando no se fundan en hechos de G ram á tica o en las subclases de palabras, sino en grupos léxicos restringidos y mal definidos. Si a ello se añade que las variaciones dentro de una distribución fundamental con frecuencia no se reflejan en la traducción, de ahí se deduce
262
FRANCISCO R. ADRADOS
que es más práctico darlas mediante separaciones menos tajantes que los apartados antes citados. N o so tro s em pleam os el punto y com a en este caso e incluso cuando dos distribuciones diferentes responden a un mismo sentido y una m ism a traducción de la palabra estudiada. T o d o esto será precisado luego m ediante ejem plos adecuados. La distribución gram atical o fundada en el orden de palabras puede darse en general en form a abreviada; indicación del caso regido o de la construc ción, del carácter intransitivo o transitivo del verbo, de ia clase de palabras del nom bre sujeto, de la clase del verbo ( accipiendi, de m ovim iento, de m ovim iento figurado, de «d e c ir»), etc. Pero en ocasiones se hace necesario el em pleo de paráfrasis, sobre todo, cuando se trata de un contexto am plio difícilm ente fo rm a liza b le; hablam os de «m o vim ien to hacia el su jeto» o «a le jándose del sujeto», de «con texto a firm a tivo » o «n e g a tiv o », «p o s itiv o » o «p e y o ra tiv o », etc. Otras veces eí contexto es demasiado com plicado o se trata de usos raros o incluso hapax; resulta más práctico entonces dar, dentro del apartado correspondiente, la frase textual con su traducción. P ero es un recurso extrem o y ello no sóio porque consume espacio, sino, sobre todo, porque hace más difícil de seguir el esquema de los tipos distribucionales. C onviene recordar, al llegarse a este punto, que la distribución no es solamente verbal. Eí contexto extraverbal decide con mucha frecuencia el sentido de las palabras y a él ha de hacerse por fuerza referencia. Tam bién im porta indicar el lenguaje científico o técnico al que pertenece un uso de una determ inada palabra: música, astronomía, lógica, geom etría, etc. En el fo n do, pertenece al mism o orden de cosas el indicar que un sentido de una palabra es prop io, por ejem plo, del lenguaje cristiano, tal bautizar para j3cmTÍ£tü. Se trata de un contexto o distribución muy am plio, concepto que aquí llega a confundirse con el de dialecto o nivel lingüístico. P ero en este terreno hay que proceder con prudencia. T o d o s los dialectos y niveles del griego tienen com o común el centro del c ó d ig o ; y definir qué es lo que en el código es central y qué es lo m arginal, así com o los distintos márgenes, ya hemos advertido que no es tarea sencilla. Ciertas distribuciones especiales tienen sobre el significado de las palabras efectos que son, p or decirlo así, de tipo general. Crean, p o r ejem plo, los usos figurados, caracterizados por la reclasificación de las palabras dentro de las subclases de palabras y por el coeficiente de abertura y baja frecuencia. Las distribuciones únicas y exclusivas crean las lexías. L a coincidencia de dos distribuciones de una mism a palabra, por un hecho de am bigüedad, crea los dobles sentidos, las alusiones, los juegos de palabras cóm icos; el autor de un D iccion ario debe hacer alusión a tod o esto, incluso m ediante referencias cruzadas de unos apartados a otros dentro del m ism o lema. L o s diversos efectos de estilo también quedan inclusos en este apartado, aunque sea mucho más difícil señalarlos en un D iccion ario; hacerlo exhaustivamente es im posi ble, selectivamente tiene problemas. A l llegar aquí hemos de recordar que el sentido de las palabras accede a la conciencia de los hablantes de una lengua no solamente a través de las
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263
distribuciones y su frecuencia, sino también a través de su papel en el sistema opositivo y- en las transformaciones. Pero el sistema opositivo hemos de deducirlo del distribucional, así com o también el transformativo. Para el autor de un Diccionario el sistema distribucional es la base de todo. Pero una vez que, a partir de él, se han deducido consecuencias sobre los otros, es importante hacerlas constar, para orientación del lector. En III. 1 hemos indicado lo que puede hacerse a este respecto. Pueden indicarse los usos neutros, las oposiciones, los términos genéricos, los siste mas de oposiciones paralelos (es decir, que nalg, por ejemplo, puede ya oponerse a ávr¡p, ya a ve a vía g y ávffp), las oposiciones múltiples que crean dos o más semas o rasgos distintivos (y uvr¡ com o mujer casada, por ejem plo), la existencia de sistemas alternativos o simultáneos, com o los que crean usos técnicos de ciertas palabras al lado de los comunes, etc. Tam bién puede aludirse a las diferencias de uso o asimetrías entre sectores de un campo o en las transformaciones, haciendo ver cóm o se subsanan en épocas posteriores. T od o esto es sumamente interesante para captar el sentido de las palabras, al referirlas unas a otras; el problema es el atraso en que se encuentra este género de estudios, que sólo pueden avanzar sobre la base de estudios distribucionales de todas las palabras del campo. Es decir, sobre Diccionarios bien hechos y lo más exhaustivos posible. Efectivamente, ensayos com o el de Alinei, ya citado, o el de A g ríc o la 1 para crear un Thesaurus o repertorio total de léxico de una lengua, con indicación de las relaciones (en sentido am plio) de cada palabra con las demás mediante un sistema form alizado, más que otra cosa nos hacen ver lo difícil de la empresa, lo alejados que estamos de ella. En definitiva las relaciones se fijan intuitivamente y se expresan mediante palabras de la lengua, las listas de las mismas son abiertas, se reconocen los infinitos casos de abertura, etc. Es, simplemente, tratar de circunscribir con la m ayor precisión posible los hechos a que hemos estado aludiendo en este capítulo y en el anterior. En suma: no existe hoy día posibilidad de dar una especificación directa, exhaustiva y form alizada de las acepciones de las palabras. H ay que acudir a los recursos que hemos mencionado, renunciando de todos m odos a la exhaustividad. Pero tenemos además a nuestra disposición otro recurso más, el de las traducciones. Veam os sus ventajas e inconvenientes.
3.
P
ro blem as
de
l a
t r a d u c c ió n
y
s o l u c io n e s
Hemos visto en III. 1 que el significado es captable, para los hablantes de una lengua, por las relaciones entre las palabras; por coordenadas, p or decirlo así, entre distribución y situación en sistema, todo lo cual implica la consideración de clases y subclases de palabras, transformaciones y frecuen cias. Se captan, en suma, diferencias, que delimitan en cada casó el «c o n to r
1 Semunlische Relationen im Text und im System 2, L a H ay a, 1969.
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n o » de la palabra o acepción y precisan el detalle con que el referente es aludido o captado. A sí accede a nosotros el significado de las acepciones, a partir del cual sólo de una manera vaga e imprecisa construimos, a veces, un significado total de la palabra; una abstracción que ha de precisarse en cada caso. Aunque, a decir verdad, también el significado de las acepciones es una abstracción, pues si hablamos de tipificación de referentes, de frecuencias, etc., la verdad es que con ello introducim os generalizaciones, pues no hay dos usos idénticos de una misma palabra. Y el límite del sentido de la palabra dentro del total de la distribución es más bien un corte arbitrario que hace mos cuando practicamos la reflexión. D e ahí la dificultad o im posibilidad, m ejor, de segmentar en semas, universales o particulares, el contenido de las palabras; de ahí el carácter más bien arbitrario de las clasificaciones de los semas, lo indem ostrable de los análisis en semas. H ay otra dificultad más grave. Esos semas no pueden enunciarse más que con palabras de la lengua, usada com o metalengua. A n alizam os palabras mediante otras palabras que a su vez necesitan ser analizadas y sentamos, por hipótesis, una concepción circular en la que unas palabras por decirlo así elementales se combinan variamente para crear las demás. Esto no pasa de ser una hipótesis, com o la del carácter lógico de las relaciones entre las mismas. Y , sin em bargo, por impreciso que el procedim iento sea, no tenemos otro para m artar las relaciones entre las palabras que definir esos rasgos opositivos o distintivos mediante la propia lengua objeto de estudio (o una traduc ción a otra). Así procede la tradición lexicográfica griega, nacida para expli car las «palabras d ifíciles» de H om ero y otros autores y cuya larga tradición hemos seguido en 1.2 y 3. Exponiéndose, por supuesto, a errores y distando mucho de dar definiciones exhaustivas que precisen sobre los distintos signi ficados con todos los datos distributivos y oposicionales. H a y que observar que cuando hablamos de semas o cuando acudimos a sim bolizaciones diver sas, en realidad no se varía de p rocedim ien to; se trata siempre de definir el m áxim o de rasgos de la palabra o la organización de los mismos mediante el uso de la metalengua, aunque a veces, para m ayor com odidad, sea traducida previam ente a un inventario reducido de símbolos. H em os hecho notar que no contam os con inventarios suficientes de los mismos ni creemos que pueda encontrarse uno que satisfaga a todas las necesidades de la definición semán tica. Este proceder continúa siendo absolutamente necesario y sobre ello hemos de volver. Pero tiene que ser com plem entado, según hem os dicho, por datos distribucionales, opositivos y otros que hablan al lector más clara y directa mente que las paráfrasis metalingüísticas y le llevan a deducir consecuencias que sería largo y engorroso explicar en palabras. Estos recursos, además, dan al usuario del D iccionario un m edio de control muy conveniente. Paráfrasis e indicaciones directas se complementan y se controlan recíprocamente. A h o ra bien, cuando se trata de un D iccionario bilingüe hay que añadir un
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tercer recurso para definir el significado y es aquél al que queremos referirnos en el presente a p artad o: la traducción a la lengua de salida. Esta traducción tiene, ciertamente, inconvenientes muy graves; ya hem os adelantado cosas y volverem os sobre ello. Pero también tiene ventajas consi derables y, además, responde precisamente a las necesidades y exigencias de dichos Diccionarios. Veam os los dos puntos independientemente: 1. Las traducciones son, ciertamente, imprecisas: aire no es lo mismo que áf}p, puro no es lo mismo que áyvóc, bueno no es lo mismo que áyadóg, ju sticia no es lo mismo que Síkj], am or no es lo mismo que ipmq o ‘époq, pero nos dan una primera aproxim ación, directa y no opositiva, al contenido. P or otra parte, el uso del criterio distribucional en la redacción de los artículos perm ite disminuir los riesgos; las traducciones responden a determinadas distribucio nes de las palabras griegas, no a todas; y las palabras españolas se emplean com o traducción sólo en el sentido dado p o r la distribución que corresponde en español a la de la frase griega a traducir. El problem a es que el sentido de la palabra griega en esa distribución puede ser más restringido; el spog de Safo es amor, pero un am or que va de un sujeto a un objeto, que es inspirado p o r los dioses, etc. 'Ayvógespuro pero en sentidos diferentes; se dice de un hom bre que no ha derramado sangre, de hombres o mujeres que no han tenido relaciones sexuales incestuosas o que se han purificado tras el acto sexual, de mujeres vírgenes, en literatura cristiana del que está libre de pecado, etc. A h ora bien, estas precisiones pueden darse mediante el uso de paráfrasis, obtenidas por vía distribucional y oposiciona!. Por otra parte, un recurso útil es el de traducir una palabra en una distribución no por una sola palabra española, sino por una serie de ellas; una de sentido más genérico y otras de sentido más restringido, pudiendo encabezar también la palabra genérica otra u otras distribuciones. En una palabra com o áyvóq, que acabamos de mencionar, el D G E traduce en varías acepciones:pu ro, santo, que no rompe ninguna ley religiosa, bueno, re cto ; puro, no contaminado p or relación consanguínea; puro, purificado después de las relaciones sexuales; puro, casto. Llam am os a éstas traducciones complejas. Así, la traducción tiene sólo un carácter indicativo, debe ser com pletada mediante las traducciones paralelas y mediante toda la otra serie de indica ciones ; datos sobre el sistema léxico, ya expuestos directamente, ya mediante paráfrasis. Así, se supera el tipo de diccionario que da una serie desordenada de traducciones no relacionadas explícitamente con los usos del original. La traducción es una aproxim ación, un punto de partida para penetrar más profundamente en el sistema sign ifica tivo! de la lengua origina! o en los distintos sistemas de la misma, ligados a sectores de pensamiento, niveles de lengua, etc. 2. U n D iccionario bilingüe trata, en definitiva, de superponer el «m a p a sem ántico» de cada palabra de la lengua de entrada (el griego antiguo en nuestro caso) y el de diversas palabras de la lengua de salida (el español). Esta es su finalidad, lograda ya mediante traducciones, ya mediante indicaciones
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diversas que apuntan a lo diferencial de los hechos griegos. P o r tanto, si prescindiéram os de las traducciones, esta finalidad suya quedaría incum plida, tendría que suplirla el lector. P o r ello, la organ ización de los artículos o lemas del D G E (co m o de cualquier D iccion ario bilingüe) se realiza en función de los significados de la lengua de salida, el español en nuestro caso. A h o ra bien, si nos interesam os p or ia articulación de ios significados de las palabras griegas, este proceder tiene ciertam ente un efecto distorsionante, pero tam bién procura ayudas y ventajas. V eam os uno a uno los dos puntos. a) Es un hecho bien con ocido, sobre el que no es cuestión de insistir aquí, el del anisom orfism o de ias lenguas1. A llí donde una lengua ve unidad, otra ve m u ltiplicidad; al bois francés responden en esp. bosque y madera, al cerdo español responden en ingl. p ig y p o rk , etc. Es claro que al traducir de una lengua a o tra se introducen distinciones, así al traducir del fr. al esp. y del esp. al ingl. las palabras citadas; y al p ro p io tiem po se pierden distinciones, así al traducir, inversamente, del esp. al fr. y del ingl, al esp. Otras veces las correspondencias son sólo aproxim adas, así en los casos arriba m encionados. O bien lo que en una lengua es gram atical en otra es lexical (véase ejem plo supra) o al revés. P o r tanto, organ izan do las distribuciones de una palabra griega de m odo que cada grupo de ellas corresponda aproxim adam ente a una palabra españo la nos expon em os a dividir lo que desde el punto de vista del griego es una unidad y, al tiem po, a unir en un solo apartado io que quizá presente d ife rencias de significado, pese a la traducción común. P o r ejem plo, hemos visto más arriba dos distribuciones de ánó que se traducen p o r de y una que se traduce p o r desde; pues bien, si las distribuim os en dos apartados nos exponem os a englobar en uno de ellos dos cosas en cierto m o d o diferentes, a ju zgar sobre todo por las oposiciones. O bien: hemos hablado de las tres traducciones españolas de
según el com ple
m ento que lle v e ; pero nada nos indica que desde el punto de vista del griego haya conciencia de la diferencia entre esas acepciones. b) Y , sin em bargo, la com paración de un sistema sem ántico con otro u tilizado com o metalengua para exponer el prim ero, que es lo que hacen los D iccion arios bilingües aunque se auxilien tam bién con otros datos, p or muy distorsionante que sea para el prim er sistema, es quizá el m ejo r o incluso el único m o d o de expon erlo en form a tal que no sólo se refiera a rasgos o relaciones, sino tam bién directamente a contenidos. En palabras muy frecuentes y que, p o r tanto, se com binan con una gran parte del léxico de la lengua, una exposición distribucional seguida de otra
1 C f. so b re este p u n to, entre o tra literatura.
M o u n in ,
G .,
L es prohlém es
rhéoriques de la
traduction, París 1963, trad. esp. 1973; G ü ttin ger, F., Z iehprache. Theorie und Technik d e s 'U e b e r setzens, Z ü ric h 1963; N id a , E ., Towards a Science o f Translating, L e id e n 1964; L . J o d s k a n o v , A ., Traduction humaine e t traduction mécanique, P a rís 1969; m i Lingüística Estructural cit,, p. 912 ss. y passim ; K o lle r , W ., Grundprobiem e der Uebersetzung, B o n n 1972.
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opositiva y de datos de frecuencia produce un número muy elevado de posibles acepciones; acepciones que no son, por lo demás, otra cosa que abstracciones de usos más diversificados todavía según las palabras de la distribución y segmentaciones a veces sin clara" vigencia en la conciencia lingüística de signifi cados totales de las respectivas distribuciones. Por otra parte, el problem a de cuándo las oposiciones representan una polarización de los sentidos o cuándo hay neutralización (de ánó y ¿x, por ejem plo), es muy difícil. Carecemos, en definitiva, de criterios claros para dibujar el mapa de la significación agrupando distribuciones o, p o r el contrario, separándolas. Las muy diferentes y con oposiciones muy diferentes es verosím il que se refieran a significados diferentes; pero hay zonas de transición sobre las que es m uy difícil decidir. En cambio, la exposición de un sistema léxico por m edio de otro usado com o metalengua suministra el instrumento para esa descripción. Puesto que las traducciones se refieren a diferencias de distribución y sistema, es claro que el m ayor daño que pueden hacer es dar un relieve excesivo o insuficiente a la organización del significado en la lengua de en trad a; o bien atribuir una traducción solamente aproximada. Pero permite agrupar hechos y trazar líneas de organización. C onociendo los principios de la Semántica, sabiendo interpretar además los datos sobre distribuciones y demás, las paráfrasis, etc., puede el lector interesado acercarse a la interpretación del sistema léxico de la lengua de entrada. Quizá sea la m ayor aproxim ación posible, por ahora, si no queremos caer en el atom ism o de las múltiples distribuciones que se degradan; es desde luego preferible, pensamos, a sim plificaciones artificiales a base de semas o rasgos opositivos fijos y universales. Con todo, no hay que olvidar que la finalidad principal del D iccionario bilingüe no es ésta. Su finalidad principal es indicar a qué traducciones precisas (para m ayor precisión las palabras de la lengua de salida son c o m pletadas con paráfrasis y otros datos) responden usos precisos de las palabras de la lengua de entrada. Para llegar a conseguir este ideal, en la medida en que es asequible, el D iccionario bilingüe p or fuerza ha de realizar un estudio profundo de la estructura del significado de la lengua de entrada. Esta estruc tura es la que traduce, con una distorsión quizá inevitable, pero que, a d icio nada con determinadas correcciones, deja en cierta manera reconocerla. Así, el D iccionario bilingüe, a más de su finalidad propia, tiene la segunda de ayudarnos a profundizar en la estructura semántica de la lengua estudiada. Y a hemos dicho que suministra datos inestimables para e llo ; y que los estudios sobre semántica de la lengua de entrada son valiosos para él. En realidad, h oy por hoy, es un instrumento del que no podem os prescindir para estudiar la estructura semántica de una lengua. Pues el carácter escurridizo de los hechos semánticos obliga a utilizar para apresarlos todos los m edios disponibles; y la traducción (relación con otro sistema) es, según hemos visto, un medio importante, aunque evidentem ente no único. Pues precisamente el suplementar las meras traducciones con otros datos es el m ayor progreso que se puede aportar a la Lexicografía.
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II. E J E M P L IF IC A C IO N A P A R T I R D E L D G E 1.
C
asos
de
d is t r ib u c ió n
g r a m a t ic a l
y
por
.
su bc lases
de
p a la b r a s
e x p l í
c it a s
La organización dAAá revela un árbol consideración de las muy generales. Dan
de las acepciones de traducción de una palabra com o muy claro, basado exclusiva o casi exclusivamente en la construcciones gramaticales y ciertos rasgos sintácticos la clave para que el que vierte al español elija entre
traducciones com o p e r o ; sino; al menos, sin embargo, ea, así pues, pues entonces, etc. H ay que notar, con todo, que en ocasiones las traducciones del D G E son parcialmente iguales en dos acepciones: en B I 1 damos sino, en B I 2 sino, no otro que; en C I 1 al menos, sin embargo, en C I I p o r lo menos; en A I 1 pero, en D I 3 pues, pero. En estos casos acudimos al recurso, para introducir una misma palabra española con dos matices, de acompañarla, en alguna o algunas de sus apariciones, de otra. Tam bién hay que indicar que a veces la traducción no puede darse para dAAá independientemente, sino para una agrupación de palabras en que se incluye. Estos dos recursos, el de la traducción múltiple y ei de la traducción por sintagmas o grupos, han sido ya debidamente justificados. L a ram ificación de dAAd es la siguiente, reducida a lo esencial y prescin diendo de ejem plificad o nes que serían fáciles de d a r: A ) Introduciendo una adversativa, dependiente de frases afirmativas. I. 1 pero (¿y ¿o ¡isvéca ... aAA’ erepov népncú). 2 áXX' oü pero no. B) Id. id., dependiente de frases negativas. I. 1 sino ( oü xam q dAA’ dyaOóg). 2. L a neg. expresada con ákXoq e indefinidos sino, no otro que ( o l í t í ¡io i aaioq áXXoq ... áAAá t o h í j e ) . 3 Id. con advs. comparativos no tanto ... como (wai ecriv ó rróAejiog oúx ottAlüv t ó ttAéov, dAAá óarrcmjt;) II. id., introduciéndola con /irj (¡íáXXá) no ... sino más bien (fxcüv fjXiaoTá; ¡íáXXá Qarépou rpórtou). C ) Introduciendo principales de oraciones condicionales o causales. I
1 Con subords. afirmativas al menos, sin embargo ( sí rrép yáp re XóAov ... MaT
En órdenes, ruegos, con idea de oposición. 1 C on im perati vo, etc. ea, así pues (cü véou dAAá 2 En respuestas de varios matices pues entonces (narépa 8é poi 5bq eloióstv. -— oúx av TÚxotq.— dAAá napBévouq ádsX
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II.
E)
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Id., con idea de asentimiento sí, bien, en verdad (épú)TCt r) árroxpívou.— áXXá n o ii) o ü j T a i n a ) .
III. En comienzos de discurso bueno , bien. Grupos de áXXá y otras partículas (om itim os la descripción).
Com o puede verse, eí concepto de sintaxis es un tanto am plio; abarca desde los tipos de oraciones (principales o subordinadas de varias clases) a las palabras gramaticales (/ir), indefinidos), al concepto de «fra s e » que engloba ei de oración y el de unidades inferiores a ésta; abarca incluso las unidades literarias (diálogo, discurso). Estos rasgos sintácticos se jerarquizan en la form a indicada, que corresponde aproximadamente con la jerarquización de las traducciones. En efecto, las de A de centran en p e ro , las de B en sino, las de C en al menos, las de D en así pues. Veamos ahora un ejemplo en que la consideración de los hechos grama ticales se combina con la de sólo dos subclases de palabras, los nombres de cosa y de persona, para dar un árbol de acepciones de traducción igualmente deí tipo «d ire c to » con correspondencia, en principio, de una traducción para cada acepción. N os referimos al verbo d/júvco. El esquema e s : I
A cí. y med., ac. de cosa o pers., alejar algo nocivo de alguien. 1 Act. y med., rechazar (SoúAiov ífyíap). 2 A ct., ac. de pers. y gen. de cosa apartar algo de alguien (rpcliag vewv). 3 Act., d a t de pers. y ac. de cosa librar a alguien de algo {Aavaóíoiv Aotyóv). II. Act. y med., generalmente sin ac. ir en ayuda de alguien. 1 Act., dat. de pers. asistir, ayudar a alguien CApy^íoiaiV}. 2 A ct. y med. abs. ayudar, socorrer (^ uvÓmcíotclí ... áfiúvocre). 3 Act. y med., gen. 0 prep. y gen. luchar p o r proteger a (vetov). 4 Ac. cosa beneficiar (véase infra). III. Generalmente med., corresponder a alguien con algo. 1 Ac. pers. vengarse de (ci8f}pt¡j... f¡¡uuváfiriv aúróv). 2 Id. agradecer ( tqu; ófíoíoig r//iác). En este esquema es muy clara la form alización de I y I I (en este falta eí ac. salvo en 4) y muy claros los sentidos generales de I, I I y III. Es interesante notar que, a más de la oposición de las dos subclases del nombre citadas, entran factores nuevos com o son la oposición de voces y el régimen casual del verbo. También hay que notar que es un hecho que caracteriza a las acepciones el que en ellas las oposiciones puedan neutralizarse; la de las voces se neutraliza en I 1, I I 2, 3, a veces en I I I : a efectos de traducción, pues puede ser perceptibíe el matiz distintivo; la oposición cosas/personas se neutraliza en I 1 y II 3. U n problema que nos lleva a un terreno nuevo es el de la aparente ambigüedad en parte deí cuadro; iguales construcciones con diferente traduc ción. Tenemos un régimen de ac. en I, II 4 y III, con sentidos muy distintos. Y son muy distintos los dos sentidos de las acepciones I I I 1 y 2. Esta ambigüedades sólo aparente. I I 4, con ac. de cosa, form a una excepción
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dentro de íl, donde se clasifica por la traducción; es un uso muy raro y tardío, sólo conocem os un ejem plo de N icandro, 77?, 868 (con vr¡5úv), de m odo que sincrónicamente cae fuera del sistema y no procura problema. En cuanto a la ambigüedad de III, en primer término hay que decir que es m enor de lo que parece; I I I sólo tiene vo z media y sólo ac. de pers., y no está atestiguado en H om ero y textos bélicos, a ios que se refiere la m ayoría de los ejemplos de I, además faltan los regímenes de gen. y dat. característicos de I 2 y 3. Más todavía: aunque no recogido en el cuadro, I I I suele presentar un segundo régimen, que indica causa de la venganza o gratitud (üttép, etc.) Y , sobre todo, el contexto am plio refiere esa causa al pasado y especifica si la acción pasada es perjudicial o benéfica y, por tanto, si el verbo indica venganza o gratitud. Así, pues, por primera vez en nuestros ejemplos interviene eí contexto lejano. Pero dejemos de momento este tema, que nos aleja de las distribuciones más simples que ahora estamos estudiando. Estudiemos el influjo de las SCP en el establecimiento de acepciones, libre ahora de condicionamientos grama ticales o dentro de un único condicionamiento posible. A sí com o en la organización de las acepciones de áfióvw intervienen los diferentes tipos de sujeto (siempre es de pers.), en un verbo com o ¿Mfxá^co las acepciones se organizan precisamente en función del sujeto. Señalemos algu nas: de frutos estar maduro , estar en sazón; de personas estar en pleno vigor, alcanzar la madurez, tb. de animales; de ciudades y Estados alcanzar el mayor florecim iento o pod er/ de abstractos indicando procesos o actividad estar en su momento culminante o más violento (jiupETÓq, váooq, ttóAejuog, dupóq e tc .) ; del N ilo estar crecido; de palabras de tiempo estar avanzado ( ’éap, ’é roq). Se trata de SCP, válidas al menos para la distribución de casi todas, además, de validez general. Claro está, pueden contribuir al sentido otros hechos distribucionales: con sujeto de pers., ciudades, etc., un dat. instr. que procura el sentido de abundar en
(ttA oú tíjj, p w fiT j),
sobre todo abundar en efectivos
militares ( cwjjIckti, voíuctí etc.). Otro ejem plo simple es el de los adjetivos, que suelen organizar sus acepciones según las SCP de los nombres que determinan; aunque en este caso los matices suelen ser muy fluctuantes, igual que las SCP. Es claro, por ejem plo, lo que ocurre con el término homérico y poético á^éyaproq: con pers. es desventurado, con cosas, normalmente abstractos, lamentable, espantoso', no son desventurados rróvoq, ávTfif}, sino los hombres im plicados en ellos, calificados con eí mismo adjetivo. D e un m odo paralelo, ánparog es, referente a cosas, sin mezcla, mientras que para personas, se ha llegado a partir de la idea de falta de m oderación a un sentido inmoderado, destemplado. La distinción es fácil. Pero con los nombres de cosa hay muy varios matices. Es puro el vino y otros líquidos, pu ro , vivo, intenso se dice de colores y olores; para cualidades, etc. interviene un sentido figurado, puro, no contaminado, no adulterado, com o se ve hay una gradación, usamos traducciones complejas. A h ora bien, no debe creerse que los adjetivos se definen sólo mediante este proceso. L o que sucede es que las relaciones gramaticales de un adjetivo
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suelen estar, por así decirlo, latentes; el adjetivo es una simple determinación del nombre y los tipos más generales (gramaticales) de determinación sólo se reconocen por transformación. Una transformación verbal del adjetivo áxonog por ejemplo, nos llevaría de un lado a un part. pasivo (ou n£m¡inévoq), de otro a uno activo (oú hóutojv) ; de ahí los dos sentidos pasivo y activo de nuestras dos acepciones I y I I de la palabra, que luego se subdividen según las SC P del nombre (I no golpeado, cansado, m olido, cortado, apolillado; II que no cansa, que quita el cansancio). Pero dejemos de m om ento el criterio de las transformaciones, sobre el que hemos de volver. Tam bién en el caso de los nombres es decisivo el criterio de las SC P del contexto, salvo excepciones con un determinante que es gen. de nombre o adjetivo. U n nombre com o ánp.r¡, del cual es un denom inativo áx¡iá^tú estudiado más arriba, se traduce de acuerdo con las SCP del gen., siempre subjetivo; hay una relación estricta con el verbo. Nuestro grupo I se refiere a nombres concretos (filo o punta de armas, instrumentos, extremidades del cuerpo); el II a frutos, personas, conceptos que admiten gradación ( maduración de las plantas, madurez o florecim iento de personas, culminación de la belleza, la inteligencia, e tc .); el I I I a palabras de tiempo (época avanzada de una esta ción momento justo para, con inf.). Hasta qué punto estas acepciones deben ocupar apartados independientes o separarse con punto y com a dentro de uno o darse mediante el sistema de «traducciones m últiples», es tema altamente subjetivo. C om o lo es e l de la real unidad o grado de unidad de las acepciones; objeto de especulación más para el semantista que para el autor de un Diccionario bilingüe. U n problem a semejante se nos presenta con los usos figurados. Se basan en determinar el nombre mediante una SCP anóm ala; por ello es claro que merecen un tratamiento aparte, un número especial con la indicación fig. Pero es discutible en qué medida se introduce una diferencia de traducción. Cuando son frecuentemente determinados p or la misma SCP, tienden a desgajarse, a perder casi su carácter de figurados y, entonces, la traducción por una palabra distinta de la comúnmente usada es de regla. Otras veces hay situaciones intermedias: áxpov, que es habitualmente pico, cima, cumbre (de un monte, etc.) o cabo, punta, prom ontorio puede admitir en su uso fig. (con determinantes abstractos) una traducción com pleja como eminencia, culmina ción, cumbre, que repite parcialmente la de I. El caso es favorable, porque cumbre tiene, com o la palabra griega, los dos usos concretos y figurado. Pero veamos atxfuí punta (de lanza, de flecha, etc.), lanza. Los usos figu rados equivalen objetivamente a guerra, valor, imperio, tropa, sentidos muy distintos, que nosotros hemos preferido dar bajo apartados diferentes en el D G E . Puede objetarse que se pierde precisamente el carácter figurado del uso. A h ora bien, es admisible que un traductor del Agamenón de Esquilo, 483, hable de la lanza de una mujer para referirse a la dominación de CHtemestra; pero el autor de un Diccionario se ve obligado a precisar, en casos com o éste, entre los varios sentidos figurados, porque si no deja de orientar a sus
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lectores. P o r supuesto, esos varios sentidos se fundan en las S C P y en el contexto más am plio, que deciden si se trata de la guerra (lacrim osa, de A res...), el valor (de soldados, etc.) y así sucesivamente.
III. H E C H O S D IS T R IB U C IO N A L E S C O M P L E M E N T A R IO S Y H E C H O S O P O S IT IV O S En la exposición anterior se ha echado ya de ver que la distribución próxim a y explícita presenta a veces problem as y que hay que echar m ano de criterios adicion ales; hemos aludido m uy concretamente al de la transform a ción. Vam os a hablar de otros más. Supongam os un nom bre cuya organización en acepciones está con dicio nada p or una serie de determinaciones en gen., según hemos expuesto. Es claro que si en un pasaje dado falta la determ inación en gen., pero puede suplirse por el contexto amplio, el efecto es el mismo. H a y que indicar el hecho, naturalmente, mediante una paráfrasis. A s í áuptxnépiov aparece en el sentido de cabo, prom on torio con determina ción de gen. en pasajes com o Hdt. 4.43, Th. i. 30, Plb. 16.29.13; pero sólo el contexto am plio define pasajes sin gen. com o Arist. M etaph. 1024 a 25, donde se trata del extrem o de una vasija o de usos com o mascarón de proa en M ichel 116 (D elfos V I a. C .) y acrótera en PL C riti. 116 d., etc. L a palabra ár¡p, entre otras infinitas, nos suministra igualmente ejem plos de este tipo, pero tam bién otros que nos permitirán avanzar más. Si un gen. j3otAavdou determina el sentido sala de vapor de áf}p en Gal. 11. 14 y otro t o O jScjjuou el sentido espacio superior de un pedestal en una inscripción en G lotta to O
50. 61, en cam bio tenemos que recurrir al contexto am plio o situacional para ár¡p terraza, azotea en P M on a c. 8,12 (V I d. C.), etcétera. M ás tod avía; sólo ese contexto am plio determina, en H om ero, si nos hallam os ante una nube verdadera o ante una especie de niebla producida por los dioses para salvar a sus protegidos en el m om ento del peligro. En cam bio, el sentido clima se denota mediante determinaciones adjetivales. E l concepto de contexto am plio es precisado y hecho más utilizable, en ocasiones, mediante dos recursos. Uno, el género literario o especialidad científica; en el caso de los textos filosóficos, aíslan y unifican entre sí una serie de textos en que aire es uno de los elementos. El segundo recurso confluye con éste; se trata de las oposiciones. Cuando árjp se opone a yala, yíj, es aire, no nube o niebla; y cuando se opone tam bién a T r v e O j ia ,
de
acepciones de palabras de im portancia cultural; son necesarias también las
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paráfrasis, pues con frecuencia la traducción pura y simple no resulta suficiente. En una palabra com o 5ó£oc la oposición entre I expectación, opinión y II reputación, buena fam a es más claramente visible acudiendo a las transform a ciones (éycj 5oxút fiot doytzi ¡ boxti) que a una suma de distribuciones muy larga: Só£a II va con íx u y verbos similares o se caracteriza por ciertos adjetivos, el gen. objetivo, etc. P or otra parte, la distinción entre I 1, 2 y 3 se logra, tanto por vía distribucional (I 1 expectación es con giros preposicionales o con fu t, etc.) como por vía opositiva: I 3 opinión (desvalorizada) se opone a áAlífteia y émarf¡fir¡; se trata, además, de textos filosóficos. D e todas maneras, es lo más frecuente que en palabras difíciles haya que manejar simultánea o alternativamente todos los recursos. Veam os algunos tipos frecuentes de contextos amplios que intervienen en las clasificaciones y que son ya previos, ya posteriores a la intervención de otros recursos: 1. Contexto neutro/positivo/peyorativo. Los hemos em pleado ya para jus tificar la oposición vengarse de ¡agradecer en ájiúvcó I I I 1/2. Es un fenóm eno frecuente. Explica, p or ejemplo, la oposición reputación / buena fama en d6%a I I 1/2; la de causante / culpable en aÍTiog I 1¡2, la de recompensar ¡ castigar en á¡id^ea8ai II 1, las acepciones C de aiaxOvt] ( pundonor, heroísm o) frente a las B ( deshonra, vergüenza, etc.). En estos casos y en muchos más el que el contexto amplio juzgue positiva o peyorativam ente o no juzgue la acción verbal subsume una larga serie de hechos de distribución muy difíciles de form alizar. 2. Contexto temporal/atemporal. Esta clasificación es la que, por ejem plo jerarquiza toda la organización de las acepciones de aicóv ( c f supra III. 1.I I . 3). A q u í consideramos A como indiferente al tiempo, lo mismo los sentidos I (1 fuerza vital, 2 médula) que II mundo; sentido este proveniente de una traduc ción del hebreo y propio de los L X X y escritores cristianos, lo que hace ver hasta qué punto una clasificación estructural difiere o puede diferir de una sobre base diacrónica e histórica. En cambio, todo el vasto sector de las acepciones 3 está condicionado por la idea del tiem po, presente directa o indirectamente en el contexto. Son los valores etim ológicos de aítóv (vida, edad, tiempo, etc.), pero al haberse creado los sentidos A l e introducido luego los A II, sólo el contexto es el determinante del sentido. Las subdivisiones se hacen por referencia a la vida humana o animal, a sus subdivisiones, a la vida de los dioses (aquí interviene la oposición a la humana: vida inm ortal), a la neutralización de estas referencias ( tiem po). Sólo así pueden clasificarse en amplios grupos distribuciones muy numerosas, que luego escinden cada grupo en varios hasta llegarse a las acepciones de traducción. 3. Contexto que opone la vida humana a otros niveles. Es lo que sucede en áíxrj, pero vamos a presentar algún ejem plo más. A sí 5ínr¡, donde hay contextos referentes al curso de las cosas en general (norma, realidad...), recogidos en I ? y otros de la vida humana (I I y siguientes: justicia, etc.). P o r supuesto, son útiles al tiempo otros recursos, tales la sinonim ia con íó ov en I 3 la realidad y la oposición a pía, ü¡3piq en II 2.
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4. Contextos referentes a aspectos de la actividad humana. En áÁ/70£ia por ejemplo, señalamos dentro de II, referente a acciones, personas, cosas (en I es com plem ento de verbos de «d e c ir»), acepciones que responden: 1 al plano ético ( verdad, veracidad); 2 al epistem ológico ( verdad, lo verdadero) / 3 al ontológico ( verdad, realidad). C om o se ve, usamos traducciones «co m p leja s»: su posibilidad es lo que garantiza que estas subdivisiones se ajustan a los hechos del español. Pero oposiciones y sinonimias dentro del griego (2 opues to a 5ó£a, 3 sinónimo de ró ov, en los mismos contextos) hacen ver que se ajustan también a los hechos del griego1. M a yo r duda puede caber de esto cuando este contraste falta, así en las acepciones IV castigo , satisfacción y V 1 sentencia de 6'wrj. En casos com o éste, es ei español el que da la pauta, clasificando distribuciones: castigo suele ir com o régimen de 5i5óvm y sinóni mos, sentencia con síttsív, etc. y distribuciones lejanas comparables. En cam bio V 2 pleito, causa es una acepción más seguramente griega, a juzgar por su oposición a ypct
IV . D E S A J U S T E E N T R E A C E P C IO N E S G R IE G A S Y A C E P C IO N E S E S P A Ñ O L A S
A lo largo de los distintos epígrafes de este capítulo venimos hallando una y otra vez el problem a de que a veces no sabemos hasta qué punto las clasificaciones de las distribuciones responden a hechos griegos o a hechos españoles. El problem a tiene dos caras, la primera de las cuales nos va a ocupar mucho más rápidamente, porque ya hemos hablado de ella más despacio. Se trata de que, con frecuencia, dentro de una acepción con traduc ción única en español englobamos varias distribuciones. Puede tratarse, insis timos, ya de que esas distribuciones están unificadas en griego por hechos opositivos de distribución lejana; ya de que la unificación del sentido es propia del español; y hay hechos de transición. L a segunda cara del problem a ha sido apuntada en este mismo capítulo
1 Cf. 1.3, III.
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(cf. 13). Consiste en que amor, bueno, pu ro, etc. son traducciones demasiado imprecisas de palabras com o eptog, áya&óq, áyvóq. Prescindiendo, entonces, de que nuestra división responda exactamente a la organización griega de las acepciones, es claró que desde el punto de vista de la traducción y aun de la comprensión misma de la palabra griega por el estudioso m oderno es nece sario establecer, mediante el uso de distribuciones de varios tipos, referencias a hechos exíraverbales, otras paráfrasis, oposiciones, etc., a qué cosas o situaciones concretas o abstractas se refiere el uso de las palabras estudiadas, aunque desde el punto de vista griego las acepciones puedan simplemente no existir. Las traducciones «co m p leja s» son también una ayuda. El caso más simple lo encontramos, por ejem plo, en dju£íj3tj, donde el principal problem a está en el régimen a introducir tras la traducción española más frecuente, cam biar; o, si se quiere, precisar los sentidos en que se emplea este verbo. Casi todos los usos A tienen relación con este concepto. C on ac. de cosa es cambiar de; si se añade un gen. es dar A a cambio de B, sí £Íq y ac. es cambiar A efí B ; si dvrí y gen., recibir A a cambio de B. Existen otras acepciones, determinadas gramaticalmente o por SC P y también, algunas, por el contexto lejano, que son muy diferentes: pagar, castigar, alternarse, etc. Pero no es este caso el que más nos interesa; en realidad, no hacemos otra cosa que traducir variamente con sintagmas que contienen las palabras cam biar, cambio. Com enzam os la ejem plificación con el verbo áyanáw, cuya traducción amar es tan exacta, en general, com o insuficiente. Baste saber que, con frecuencia, el verbo no es conmutable con épáu) y (piAétu, ni siquiera en los períodos o autores en que los tres son posibles. Es necesario, pues, definir cada uno de estos verbos m ediante un análisis distribucional, que se com ple menta, en el mismo m om ento o en otro posterior, mediante otro de tipo opositivo. Sólo así podrá decidirse en la antigua controversia de si dycmáw describe un am or cristiano, distinto del de tpón¿; o si tiene razón Joly1, para quien todos estos verbos son sinónim os; o si hay puntos comunes y diferen tes, aparte de que la frecuencia de áyanáoj aumente en época helenística. Pensamos que solo el m étodo estructural puede resolver problemas como éste, generalmente m al planteados. L os sentidos de deyanáw están determinados p o r un sujeto de pers. (rara mente de animal) y un com pl. dir. entre los muy varios que son posibles; de este esquema sólo se destacan las construcciones con ínf. gustar de y con part. contentarse con. P o r otra parte, hay unos pocos pasajes en que el contexto am plio sugiere una manifestación física del am or o cariño: abrazos, caricias, etc., es el sentido I del D G E . Fuera de esto, hay que hacer las siguientes consideraciones: a) En lo relativo al sujeto, no sólo lo hay de pers., sino también de diversas divinidades orientales (Isis, etc.) así com o del D io s cristiano.
1 L e vocahulaire chrétien de Famaur, Bruselas 1968.
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b) En lo relativo al objeto, puede tratarse de un o una amante, de perso nas de la fam ilia (hijos sobre tod o), reyes, benefactores, am igos, pueblos, maestros, etc., tam bién de dioses, muertos. Las traducciones pueden ser, según los casos, amar , apreciar, estimar , querer, simpatizar, rendir honores, etc. Es claro que el verbo no pertenece, com o épácü, al cam po semántico deí deseo, sino, com o
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sociales e ideológicos); y que, pensamos, la escisión semántica está más acusada dentro del griego. Una combinación de factores, a saber, las SCP del nombre concertado, ciertas determinaciones próximas y el contexto lejano, crean un primer grupo de acepciones, relativas a personas, que especifican proezas o habilidades (un guerrero valiente, un artesano hábil), así como, en general, los sentidos de benéfico, favorable (un vecino, un dios...) Pero a su vez la falta de determina ciones explícitas respecto a la actividad y la presencia de ciertas distribuciones (■rto c T p b q é % á y a d o ü , o i á y a d o í etc.) crea el significado traducible por noble; y es un contexto social más evolucionado y la referencia, a veces, a valores m ora les o intelectuales, a ios nombres de magistrados, funcionarios, etc., el que crea el sentido de recto, honrado. Con la palabra referida a nombres de cosas, existen una serie de divisiones más o menos paralelas. En este caso hay referencias explícitas entre los griegos o diferencias de concepción respecto a lo que es bueno o excelente; diferencias de sentido pues, lo que concuerda con el carácter com plejo de la determinación de las acepciones, en la cual se incluye una serie de oposiciones muy amplia. Digam os algo finalmente, para no dejar a los nombres fuera de esta consideración, sobre la palabra aícxúvr]. Aparte de los usos valorados positi vamente (cf. supra) en el sentido de vergüenza, honor, del uso subjetivo escrúpulo, timidez (precisable sobre todo por transformación) y del uso con creto vergüenzas, partes sexuales, la palabra significa vergüenza, deshonor, tanto en el sentido de sanción social, com o en el de la vergüenza que ello implica; salvo en el caso de ciertos m ovimientos filosóficos no hay distinción entre ello, lo cual supone una diferencia importante respecto al uso español. En cambio, resulta importante la enumeración de las cosas que producen aicxúvri; en relación con el valor guerrero, con la situación social, con el comportamiento sexual de las mujeres, con comportamientos inadecuados para la familia o los amigos, etc. Las traducciones españolas deshonra, ver güenza, infamia, ridículo, mala fama, etc., se adhieren variamente a estas distribuciones. Así, la división en acepciones de todo el apartado B de aía/úv^ en el D G E responde más bien a una conveniencia práctica para dar idea de a qué se refiere concretamente la vergüenza designada por aioxúvr], que a una real parcelación del sentido dentro del griego. Si comparamos ahora el senti do de esta palabra con el de aí5tóg veremos que hay una zona común, relativa a la sanción social de la falta de valor guerrero o de pudor en las mujeres, pero que el sentido de atStóg rebasa al de aivxúvr¡ en cuanto establece relacio nes recíprocas de respeto en el entramado social, mientras que aloxúvrj a su vez desborda a otióúg en lo relativo a compromisos adquiridos y al respeto de normas ya moralizadas. H ay una oposición equipolente en cuanto a los dominios a que se refieren ambos términos, una acentuación en otttrxívrj del factor de presión social respecto al de respeto espontáneo, que sólo secunda riamente aparece.
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V. A L G U N O S C A S O S E S P E C IA L E S N o s ocupam os, finalm ente, de algunos casos especiales del establecim ien to de las acepciones. Un prim er apartado es el constituido p or los hechos de am bigüedad, no querida o querida, según los casos, por el autor an tigu o1. H e aquí algunos tipos de esta am bigüedad: a) H ay toda clase de casos de transición entre dos sentidos de una pala bra, que pueden incluso permanecer com o indistintos. Así, los dos sentidos noble y hom bre honrado de la palabra áyaBóg pueden ya aparecer el uno o el otro, ya darse p or supuesto que coinciden. El D iccion ario tiene que tener en cuenta este problem a. b) Otras veces hay sim ple.am bigüedad o duda sobre la traducción; con viene entonces introducir indicaciones de que el significado que se da es sólo probable o verosím il; o, simplemente, de que es dudoso. c) L o s autores antiguos pueden indicar ellos mismos la existencia de dos sentidos de una palabra: de Eris en H esiodo, Op. 11, de aiócóg- en E. Hipp. 385, etcétera. Estos ejem plos deben introducirse en dos apartados, con refe rencias cruzadas. d) Pero el autor antiguo puede también ju gar con dos acepciones de la misma palabra en situaciones en que el contexto perm ite ambas. A sí, en los casos en que se hacen alusiones oblicuas o en los casos de ju ego de palabras o chiste. L o s cóm icos, sobre todo, están llenos de hechos com o estos, pero tam bién se dan en otros autores. E l D iccion ario tiene que ilustrar a su usuario sobre estos hechos, explicando la referencia o chiste. T o d o esto se refiere al ju ego de las distribuciones, incluidas las extraverbales, en ios casos de ambigüedad. O tra aclaración que conviene hacer es la relativa a distribuciones amplias de dialecto, hechos sociolingúísticos, lenguas especiales, etc., a que es absolu tamente necesario hacer referencia para determinar las acepciones. P o r ejem plo, una palabra com o áxoo\iía sólo en Creta, en virtud de un hecho institucional, tiene un sentido diferente: falta de
unos m agistra
dos. Otras veces se trata de ios sentidos especiales de ciertas palabras en las distintas lenguas técnicas. H em os aludido a sentidos especiales de áfjp y otras palabras en la literatura filosófica. D e igual manera, hay que hacer alusión a
1 S o b re la a m b ig ü e d a d
cf. Lingüística Estructural cit.,
p. 318 s s .; L .
M ich e len a,
«D e
la
a m b ig ü e d a d sin táctica» R S E L 2, 1972, pp. 249-281; H . W e id í. « D i e sprachiiche A m b ig u lt a t », R S E L 4,
1974, pp.
347-71; J. G .
K o o ij, A m bigu ity in N atu ral language, A m s te r d a m
1971. S o b re la
a m b ig ü e d a d có m ic a la tesis d o c to ral (in é d ita) de E . R o d ríg u e z , Estudios sobre la lengua de A ris tó fanes, M a d r id 1972 y su estudio «C o m ic id a d ve rb a l y sistema de ¡a le n g u a », Actas del I I I Congreso Español de Estudios Clásicos, M a d r id 1968, III, pp. 177-92.
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las diversas ciencias y artes o técnicas (Astronom ía, Música, Matemática, Retórica, Agricultura, etc.) en las cuales las palabras toman sentidos especí ficos. Es esta distribución general y no la verbal próxim a la que en estos casos es necesaria. Piénsese que con frecuencia no se trata de palabras técnicas propiamente dichas, sino sólo de usos dentro de ciertos ambientes; así diver sas acepciones de áxpóa¡ia y áxpóaoi<;. En cuanto a ías palabras técnicas o científicas propiamente dichas, es claro que una simple indicación del dom inio de que proceden, orienta sobre su significado, aunque éste haya luego de ser precisado. Esta precisión, sin embargo, no es siempre fácil. Es sabido que en el mundo de la Biología, G eología, etc., las palabras antiguas pueden responder a dos o más términos m odernos; a los antiguos les faltaban distinciones que sólo las lenguas modernas o la Ciencia moderna han introducido. Así, a veces el contexto nos hace ver si ánpiq es cigarra o saltamontes o langosta, pero otras no es fácil o no es posible llegar a una conclusión; los antiguos no diferenciaban allí donde nosotros diferenciamos. En otras ocasiones (nombres de aves, plantas, peces...) tenemos simplemente duda de a qué especie o grupo de especies se refieren palabras que para nosotros son muy vagas. Puede suceder también, inversamente al caso ante rior, que el griego distinga allí donde nosotros no distinguimos; o que deter minada planta o pez no exista en nuestro país o en los países de los autores de Diccionarios y estudios sobre el léxico griego. Así, áyaAAíg tal vez sea el Iris a i tica, pero para m ayor seguridad (y porque la traducción de una poesía, como el Him no a Dem eter 7 en este caso, no admite nombres científicos) hay que traducir simplemente lirio o bien seguir un sistema mixto en que se indica un nombre vulgar aproxim ado y uno o varios nombres científicos, con indi cación, si ello es preciso, de su carácter dudoso. T o d o este campo es extremadamente difícil; dependemos de las descrip ciones que hagan los autores antiguos, cuando las hacen, así como de una serie de conocimientos especializados. A lg o parecido puede decirse de los nombres técnicos y de los de toda clase de objetos, aunque aquí con frecuencia estemos en mejor situación. L a tra ducción de términos relativos a la construcción, a los barcos, a las armas, a ias prendas de vestir, a las piezas de una cerradura, al mobiliario, etc., no puede hacerse, con frecuencia, con una palabra española más que al precio de introducir vaguedades o inexactitudes, errores a veces. Es absolutamente imprescindible dar precisiones en form a de paráfrasis. Claro está, muchas veces somos incapaces de introducir precisiones; así en palabras de los inven tarios (cf. II.4.I.2) o, por ejemplo, en términos relativos a la moda, que cambian constantemente. ¿Qué es áp-n£xóvr¡, que generalmente es un quitón femenino de tela muy ligera, pero que en D. H. 4.74 se refiere al manto de un rey? ¿Qué es x a ¡i íoiov únoósikixóv ( ¿camisa de noche?, ¿traje de tarde?) en un inventario de prendas empeñadas en P M ic h . 607. 31 ? Qué clase de calzado es ápfíocpmpa que L S J traduce buttoned boots y nosotros preferimos leer ájU
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Es bien claro que en todos estos casos y en muchos otros de los vocabu larios especiales, sólo un atento estudio de la B ib liografía m oderna relativa a los distintos dom inios del mundo natural, las ciencias, técnicas, oficios, etc., pod rá servir de ayuda al redactor de un D iccion ario general que trata de contribuir al conocim iento del léxico griego en su conjunto. H a y que señalar que L S J supuso en estos respectos un avance considerable, pero el.esfuerzo en este cam po debe continuarse. D e un lado, falta en L S J m ucho vocabulario relativo a astrología, mecánica, administración de los reinos helenísticos, e tc .; de otro, el conocim iento de la filosofía, matemática, m edicina, técnica naval, etc., de los griegos ha progresado mucho. En cuanto a los nombres propios, geográficos, étnicos, personales, m íti cos, etc., presentan igualm ente dificultades m uy graves. Tam bién en este caso hay que referirse a la bibliografía especializada (G eo gra fía , M ito lo g ía , H isto ria, Prosopografías, etc.) y vo lver a estudiar de nuevo cada caso. C on frecuen cia, en los datos antiguos hay lagunas o bien contradicciones o bien nom bres dobles. P o r supuesto, la labor de un D iccion ario general no debe confundirse con la de un repertorio prosopográfico que pretenda ser com pleto y asignar cada m ención de un nom bre a un personaje diferente (tarea p or lo demás im posible). En realidad, un D iccionario de nom bres propios que intentara ser exhaustivo a este respecto y al de los nombres geográficos tendría, para el G riego, tanta extensión al menos com o un D iccion ario del léxico común. Los puntos de partida, además, serían más difíciles, por ser incom pletas o estar atrasadas las obras especializadas. Para terminar, hagam os una nueva referencia a las lexías (cf. supra), las frases hechas, etc. Es claro que en un artículo &xpa hay que introducir un apartado especial para x a t’ áytpag (d estru ir) completamente, en uno áyaBoq otro para xoíXbq Mayados, en uno aijua una serie de sintagmas aíjuat + gen. que designan diversas plantas, etc. Existe, ya lo hem os dicho, el problem a de los límites. Y
es preciso dar igualm ente las expresiones figuradas del tip o tiq áépa
fiáXÁsiv hablar en vano, etc. y las puramente proverbiales, indicando su signi ficado p rop io a más del literal. Son, puede verse, muchísimos los problem as que esperan solución del lexicógrafo, variadas las técnicas a que éste ha de acudir, enorm e y difusa, y pese a todo, incom pleta la bibliografía que ha de m anejar. Sus conocim ientos han de extenderse desde la Semántica a las más varias técnicas y especialida des. Si se trata de una lengua com o el griego antiguo, de un vocabu lario extensísimo y lleno de enigmas, la tarea es más dura todavía, si cabe. P o r eso, si todo autor de un trabajo científico tiene derecho a benevolencia siempre que haya procedido m etódica y honestamente, ello es más el caso de los autores de D iccio n a rio s; verdaderos tejedores de una tela de Penélope nunca conclusa y en la que son más fáciles de ver los errores, en definitiva inevita bles, y las insuficiencias, que las aportaciones y aciertos ante tantas exigencias com o se íes presentan.