A favor fa vor de la l a pena p ena de muerte m uerte Desde los prime primeros ros sist sistemas emas penal penales es cono conocidos cidos,, como la Ley del Taliónhasta las modernas legislaciones de aquellos países que conservan vigente la pena de muerte, permanece la ancestral dinámica de la venganza como respuesta a la ofensa o perjuicio recibidos. La Ley del Talión, y los sucesivos suces ivos códig códigos os de d e leyes l eyes que inclu incluyen yen la pen a de d e muerte mu erte,, se aprop apropian, ian, en nombre de la justicia, de la administración de la venganza. En el Anti Antiguo guo Testame Te stamento nto,, Dios prote protege ge a Caín a pesar de que qu e ha mata matado do a su herman hermano o Abel. El quin quinto to de los Diez Manda Mandamient mientos os dic dicee “no “ no matar matarás”. ás”. Pero al mismo tie tiempo, mpo, a lo largo del Penta Pentateuc teuco o (los (l os primer p rimeros os cinco c inco libros de la Biblia), la pena de muerte está a la orden del día: en distintos episodi os se aplica ap lica por asesinat as esinato, o, adulter ad ulterio, io, hechic h echicería ería,, paganismo paga nismo,, homosexu hom osexualid alidad, ad, zoofilia, zoofi lia, blasf blasfemia emia,, violaci vio lación, ón, rebel r ebelión, ión, apost aposta a sía… A lo largo de los siglo siglos, s, filós filósofos ofos y pensa pensadore doress justi justificaro ficaron n su util utilizaci ización. ón. Por ejemp e jemplo, lo, Plató Platón n y Arist Aristótel óteles es en e n Grecia Gr ecia.. Y más tard tarde, e, en e n Roma, Ro ma, Sén Séneca eca (acusado de conspirar contra Nerón, el mismo fue condenado a muerte, obligado a suicidarse como Sócrates anteriormente en Grecia). Santo Tomás de Aquino (1225-1274) era también partidario de la pena capital: “Otros aseguraron que con este mandamiento el matar a un hombre quedaba prohibido de manera absoluta. Y afirman que son homicidas los jueces que, de conformidad con las leyes, pronuncian sentencia sente ncia de muerte m uerte.. (…) pued pueden en lícita l ícitamente mente matar quien quienes es lo hace hacen n por mandato de Dios, porque entonces es Dios el que lo hace.” Rousseau Rouss eau (1712 (1712-1778) -1778),, en su obra ob ra El Contra Contrato to Socia S ocial, l, exponí e xponía: a: “Todo malhechor, atacando el atacando el derecho social, conviértete en rebelde y traidor a la patria (…) La conservación del Estado es entonces incompatible con la suya; es preciso que uno de los dos perezca.” A partir par tir del d el siglo si glo XVIII, serán tambi también én partid pa rtidarios arios de la l a pena pe na de d e muerte, mu erte, entre otros, los filósofos Montesquieu, Immanuel Kant, Hegel y Jaime Balmes. Balme s.
Durante el siglo XX, entre los intelectuales, los defensores de la pena de muerte han sido minoría. La lucha contra la pena de muerte dista mucho de haber concluido. Al margen de los países que siguen aplicándola, hay que tener en cuenta la reclamación de su reimplantación por parte de sectores de la sociedad en países en los que ha sido abolida. Unas reclamaciones relacionadas normalmente con un aumento de la inseguridad ciudadana a causa de la aparición de delincuentes especialmente violentos, o relacionadas con las actividades terroristas. En España, uno de los defensores de la pena capital es el filósofo Gustavo Bueno: “Un individuo que mata a navajazos a cinco personas y luego hace picadillo a su mujer ¿qué puedes hacer con él? ¿Reinsertarle? Sólo existen dos soluciones: o que se suicide, o bien aplicarle la pena capital, que es una manera educada y elegante de invitarle a suicidarse. Es, diríamos, una atención que tiene la sociedad con el criminal.” En contra de la pena de muerte La primera referencia documentada contraria a su aplicación se circunscribe a un suceso puntual. En el año 427 a.c., Diodoto, argumentando que esta pena no tenía valor disuasorio, convenció a la Asamblea de Atenas de que revocara su decisión de ejecutar a todos los varones adultos de la ciudad rebelde de Mitilene. Tucídides relata este hecho excepcional en la “Historia de las Guerras del Peloponeso”.El
impulso mayor se produjo tras la Segunda Guerra Mundial. A medida que fue creciendo el movimiento en pro de los derechos humanos fue aumentado también la tendencia a favor de la abolición de la pena capital. Primero la proclamación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos por parte de las Naciones Unidas en 1948, y posteriormente, el Segundo Protocolo Facultativo del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, destinado a abolir la pena de muerte (1989), junto con distintos documentos regionales, fueron consolidando el movimiento abolicionista. Hasta el siglo XVIII, la potestad de la sociedad de aplicar la pena de muerte en determinados casos a uno de sus individuos, no se discutía. En las distintas culturas variaban las formas de ejecución, los delitos merecedores de la pena capital, la discriminación entre ciudadanos libres y esclavos en cuanto a su aplicación, los atenuantes o agravantes contemplados, etc., pero la pena de muerte en sí no se cuestionaba, y el discurso favorable a su aplicación apenas sufrió alteraciones a lo largo de los siglos.
Tomás Moro, víctima él mismo de la pena de muerte (acusado de alta traición por no reconocer la legalidad del divorcio de Enrique VIII y Catalina de Aragón), en su obra Utopía (Libro Primero) se manifestó también en contra de la pena de muerte: “Dios prohíbe matar. ¿Y vamos a
matar nosotros porque alguien ha robado unas monedas? Y no vale decir que dicho mandamiento del Señor haya que entenderlo en el sentido de que nadie puede matar, mientras no lo establezca la ley humana. Por ese camino no hay obstáculos para permitir el estupro, el adulterio y el perjurio. Dios nos ha negado el derecho de disponer de nuestras vidas y de la vida de nuestros semejantes. ¿Podrían, por tanto, los hombres, de mutuo acuerdo, determinar las condiciones que les otorgaran el derecho a matarse?” Pero son aisladas excepciones, opiniones minoritarias o iniciativas puntuales que no perduran. No es hasta mucho más tarde, durante el siglo XVIII en Europa, cuando se empieza a cuestionar, cada vez de forma más consistente, la pena de muerte. Ocurre al mismo tiempo que por un lado se cuestiona el uso de la tortura (usada hasta entonces como procedimiento judicial para obtener confesiones y como pena asociada a determinados delitos), y que por otro lado se empiezan a bus car métodos de ejecución más rápidos y menos dolorosos, como la guillotina. En España, a partir del siglo XIX, distintos escritores se posicionarán en contra de la pena de muerte. Como Mariano José de Larra. Concepción Arenal t ambién tuvo una postura activa en el debate abolicionista. Ya en el siglo XX, sin duda el escritor posicionado con más firmeza contra la pena de muerte es Albert Camús: “Si el crimen pertenece a la naturaleza humana, la ley no pretende imitar o reproducir tal naturaleza. Está hecha para corregirla.” A estos escritores hay que añadir, entre otros, a Azorín, Miguel de Unamuno, Valle-Inclán, José Saramago, Salman Rushdie, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez y Truman Capote. A finales de 2005, el balance era el siguiente: 76 países y territorios mantenían y aplicaban la pena de muerte. 122 países habían abolido la pena de muerte en su legislación o en la práctica. De estos, 86 países y territorios habían abolido la pena de muerte para todos los delitos;11 países habían abolido la pena de muerte salvo en casos excepcionales (delitos cometidos en tiempo de guerra);25 países eran considerados como abolicionistas de hecho (a pesar de mantener en su legislación la pena de muerte no habían llevado a cabo ninguna ejecución durante los últimos 10 años).
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1 comentario ( +¿añadir los tuyos? ) valeria
1.
mar 30, 2011 @ 10:13:01
hola chicas! he leido este articulo que me ha parecido muy interesante porque yo viví en mi pais un caso personal relacionado con la pena de muerte. Solo queria expresar aquí mi opinion en contra de una practica que por poco lleva a un miembro de mi familia a la muerte. buen trabajo y un besito!