Luis Sepúlveda HISTORIA DE UN PERRO LLAMADO LEAL
LUIS SEPÚLVEDA HISTORIA DE UN PERRO LLAMADO LEAL Ilustraciones de Marta R. Gustems
1.ª edición: mayo de 2016
© Luis Sepúlveda, 2016 Publicado por acuerdo con Literarische Agentur Mertin Inh. Nicole Witt e.K., Frankfurt am Main, Alemania.
© de las ilustraciones: Marta R. Gustems, 2016 Diseño de la colección: Guillemot-Navares Guillemot-Navares Reservados todos los derechos de esta edición para Tusquets Editores, S.A. - Av. Diagonal, 662-664- 08034 Barcelona www.tusquetseditores.com ISBN: 978-84-9066-281-6 Depósito legal: B. 5.878-2016 Fotocomposición: Moelmo, S.C.P. Impresión: Liberdúplex, S.L. Impreso en España Queda rigurosamente prohibida cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación total o parcial de esta obra sin el permiso escrito de los titulares de los derechos de explotación.
Índice
Dungu. Palab Palabras ras . . . . . . . . . . . . . . . . . . Kiñé. Un Unoo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Epu. Dos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Küla. Tre Tress . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Meli. Cu Cuatr atroo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Kechu. Cinc Cincoo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Kayu. Seis Seis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Reqle. Siete . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Pura. Och Ochoo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Aylla. Nuev Nuevee . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Mari. Diez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
11 13 19 25 33 41 49 59 69 75 81
Glosario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89
Kiñé
Uno
La manada de hombres tiene miedo. Lo sé porque soy un perro y el olor ácido del miedo me llega al olfato. El miedo huele siempre igual y da lo mismo si lo siente un hombre temeroso de la oscuridad de la noche, o si lo siente waren, el ratón que come hasta que su peso se convierte en lastre, cuando wigña, el gato del monte, se mueve sigiloso entre los arbustos. Es tan fuerte el hedor del miedo de los hombres que perturba los aromas de la tierra húmeda, de los árboles y de las plantas, de las bayas, de los hongos y del musgo que el viento me trae desde la espesura del bosque. El aire también me trae, aunque levemente, el olor del fugitivo, pero él huele 13
diferente, huele a leña seca, a harina y a manzana. Huele a todo lo que perdí. —El indio se oculta al otro lado del río. ¿No deberíamos soltar al perro? —pregunta uno de los hombres. —No. Está muy oscuro. Lo soltaremos con la primera luz del alba —responde el hombre que comanda la manada. La manada de hombres se divide entre los que se sientan en torno al fuego, que encienden maldiciendo la leña húmeda, y los que con sus armas de matar en las manos miran hacia la oscuridad del bosque y no ven nada más que sombras. Yo también me echo sobre las patas, alejado de ellos. Me gustaría estar cerca del calor, pero evito el fuego que han encendido, pues el humo me nublaría los ojos y mi olfato no percibiría los cambiantes olores. Han encendido un mal fuego y se les apagará muy pronto. Los hombres de esta manada ignoran que lemu, el bosque, da buena leña seca, tan sólo hay que pedírsela diciendo mamüll, mamüll, y entonces el bosque 14
entiende que el hombre tiene frío y autoriza a encender un fuego. Llega hasta mis orejas, que siempre están alerta, el croar de llüngki, la rana, oculta entre las piedras de la otra orilla de leufü, el río que baja de las montañas. A ratos, konkon, el búho, imita al viento desde lo pinüyke, yke, el murmás alto de los árboles; y pinü ciélago, bate las alas mientras vuela y devora insectos nocturnos voladores. La manada de hombres teme los ruidos del bosque. Se mueven inquietos y yo siento el penetrante hedor del miedo que no les deja descansar. Intento alejarme un poco de ellos, pero me lo impide la cadena que llevo al cuello y que han atado, por el otro extremo, a un tronco. —¿Le damos algo de comer al perro? —pregunta uno de los hombres. —No. Un perro caza mejor cuando está hambriento —contesta el jefe de la manada. Cierro los ojos, tengo hambre y sed, pero no me importa. No me importa que para la 16
manada de hombres yo no sea más que el perro, y de ellos no espero otra cosa que el látigo. No me importa, porque desde la oscuridad me llega el tenue aroma de lo que perdí.
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