3. Patrimonio artístico, arqueológico y antropológico.
Noemí Lozano Fernández TEMARIO PARA AYUDANTE DE MUSEO
3.1 LAS COLECCIONES REALES ESPAÑOLAS. FORMACIÓN Y EVOLUCIÓN A LO LARGO DE LA HISTORIA. EL PATRIMONIO NACIONAL : ESPECIFICIDAD INSTITUCIONAL Y ÁMBITO DE ACCIÓN . Í NDICE: 1. 2. 3. 4.
Introducción. Las colecciones reales: formación y evolución. Patrimonio Nacional: institución y ámbito de acción. Bibliografía.
I NTRODUCCIÓN Podemos decir que el origen de las colecciones reales lo encontramos a finales de la Edad Media. Los Reyes Católicos, como el resto de monarcas europeos poseían obras de arte principalmente de temática religiosa. A lo largo de los siglos veremos como el interés de los soberanos por el arte va creciendo y con él sus ansias de coleccionismo. Como consecuencia, los reyes serán los grandes protectores y mecenas de los artistas. Se diversifican los temas, no solo se trata la religión, que siempre estará presente, también hablaremos de retrato, paisaje, mitología… desarrollándose ti pologías dentro de cada tema. Dentro del amplio grupo de colecciones reales no solo debemos hablar de pintura, también encontramos las siguientes categorías: escultura, armería, textiles y tapicerías, relojes, instrumentos musicales, carruajes, mobiliario, abanicos, falúas, indumentaria, dibujo, juegos y cristales. En la actualidad todas estas obras de arte están dispersas. Por un lado, el mayor grupo de pintura, sobre todo las obras maestras son depósitos temporales de Patrimonio Nacional al Museo del Prado institución creada bajo el fin de albergarlas. Por otro lado, el resto se localizan en diferentes edificios -palacios y monasterios- gestionados por Patrimonio Nacional. Institución que surge en 1982 con el fin de administrar los bienes y derechos de las colecciones legadas por la Corona.
LAS COLECCIONES REALES: FORMACIÓN Y EVOLUCIÓN El final de la Edad Media En las últimas décadas del periodo medieval comenzamos a apreciar en todo el ámbito europeo un aumento del interés por aunar obras de arte. Concretamente a finales del siglo XV y comienzos del XVI hay que señalar en la Península Ibérica la figura de los Reyes Católicos como grandes mecenas. Aunque es muy difícil para los historiadores del arte considerar a estos monarcas como coleccionistas a la manera renacentista, o al modo, por ejemplo, del duque de Berry en Borgoña, si es claro que la reunión de objetos artísticos que acumularon a lo largo de su 1
vida, en donde la pintura juega un importante papel, supera de manera definitiva la idea medieval de tesoro predominante hasta estos momentos. En el inventario de los soberanos hablamos, sobre todo, de obras de temática religiosa de diferente formato: pinturas (destaca sobre todo el gusto por los artistas flamencos), tapices y libros – mandados depositar por Felipe II en la Biblioteca de El Escorial en la segunda mitad del s. XVI – ; pero no solo de eso, también hay que destacar el mobiliario doméstico y las joyas. Cabe destacar la acentuación del carácter políticos e impositivo que comienzan a tener algunas de sus intervenciones (San Juan de los Reyes, heráldica por todas partes, donaciones de retratos…).
Carlos V Desde finales del siglo XV abuelo de Carlos V (padre de Felipe el hermoso y Margarita de Austria (casada con el infante Juan)) desarrolla un mecenazgo artístico completamente distinto al que hemos visto anteriormente. Enfatiza los aspectos suntuosos y de alto contenido simbólico. Esta imagen, que ya se encontraba presente en la iconografía de sus padres, es heredada también por Carlos V. Las colecciones del monarca no llegaron a estar colocadas en ninguno de los edificios que el eligió para su residencia: las obras en los alcázares de Madrid y de Toledo y las del Pardo impidieron que los cuadros y esculturas que reunió pudieran encontrar el sitio adecuado para su contemplación. Se conocen los objetos artísticos que el soberano heredo de su madre la Reina doña Juana y también los tesoros que él mismo tenía reunidos en Simancas y Yuste a su muerte. En total se calculan en varios centenares las obras pictóricas que llego a reunir, por compra o herencia a su muerte. En su testamento es posible identificar los cuadros que se integraron en la Colección Real que hoy integra el Museo del Prado. Cuando el monarca falleció el príncipe Felipe decidió quedarse con la obra pictórica y dejar lo demás (alhajas imperiales heredadas por Carlos V de sus antepasados – vestiduras de ceremonia, ricos paramentos, coronas, cetros, espadas, vajillas, objetos cuajados de pedrerías y perlas “obras de los más insignes or febres del renacimiento – .)
Felipe II Desde sus viajes juveniles a los Países Bajos, el hijo del emperador Carlos V desarrolló una profunda atracción por la pintura que solo terminó con su muerte a fines del siglo XVI y que comprendía obras tanto de la escuela italiana, fundamentalmente Tiziano, como de la flamenca, sobre todo Van der Weyden, Patinir y El Bosco, y la española, especialmente los retratos de Alonso Sánchez Coello y la pintura religiosa de Navarrete el Mudo. A esta incipiente colección generada por el gusto por la pintura del monarca hay que añadirle la ventaja del legado de las obras heredadas de su padre, como se mencionó con anterioridad y un factor también muy importante: la colección de su tía, Margarita de
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Hungría que pasó a ser de su propiedad en 1558. Una colección numerosa y muy relevante1. Junto a esta afición por el coleccionismo de pintura, el rey desarrolló una no menos intensa pasión por la arquitectura, lo que le llevó no solo a ampliar y terminar algunas de las obras emprendidas por su padre, como los palacios de El Pardo o Valsaín y el Real Alcázar de Madrid, sino a grandiosas obras de nueva planta, destacando entre todas el Monasterio de El Escorial, su lugar favorito. Fue para estos edificios, principalmente el Alcázar, El Pardo y El Escorial, para los que reunió una de las principales colecciones de pintura del siglo XVI 2. Con Felipe II comienza a surgir una nueva consideración hacia la figura del artista. En este momento, cobra una gran importancia la actitud que tenía el comitente con respecto a una obra determinada. Las obras que se coleccionan nos acercan más al gusto personal del monarca y el resultado suele ser configurar espacios que, según Fernando Checa Cremades, pueden ser considerados como incipientes museos de pinturas y esculturas3. Se pueden considerar productos del coleccionismo de Felipe II gran número de pinturas que colgaban de las salas del Alcázar madrileño, del Palacio de El Pardo y del Monasterio de El Escorial, sobre todo cuando se trataba de obras de grandes artistas. Un ejemplo muy claro es el caso de Tiziano. Las cartas y documentos del rey hablan de una especial afición por el veneciano, cuyas obras se pensaron desde un primer momento para ser colocadas en espacios muy concretos ( Ultima cena – refectorio del Monasterio de El Escorial. La obra fue mutilada para que encajara en el espacio al que estaba destinada). También es destacable su afición por un artista fallecido con anterioridad a la vida del monarca, El Bosco, como lo atestiguan la compra y adquisición de obra del flamenco.
Felipe III Hasta la fecha muchos historiadores coinciden en que tanto en arte como en política el reinado de Felipe III presenta un aspecto deslucido en comparación con su predecesor y sucesor. Mientras que Felipe II y Felipe IV sobresalen entre los mecenas y coleccionistas de su época, la presencia de Felipe III en el mundo artístico apenas se aprecia4. Consciente de su poca capacidad para el gobierno y lo que atañía a las artes puso al cargo al Duque de Lerma, lo que provocó un cambio muy relevante. Hasta ese momento la nobleza se había mantenido apartada de la sede de gobierno, sin embargo, el Duque de
1 Brown,
J., La Edad de Oro de la pintura en España . Madrid, 1991, pp. 56-58. F., Colección de Felipe II , https://www.museodelprado.es/aprende/enciclopedia/voz/coleccion-de-felipe-ii/45870d5a-e780-40ea b62e-ab85bd39b988, (en línea: 03/02/2016) 3 Checa, F., Felipe II mecenas de las artes , Madrid, 1997, p. 301. 4 Brown, J., op. cit., p. 73. 2 Checa,
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Lerma les introdujo de nuevo y, a través de su propio ejemplo les animó a optar por el mercado artístico5. Como en el caso anterior, Felipe III también adquirió pinturas del testamento de su padre. La colección se acrecentó con la compra en 1608 de la colección del Conde de Mansfeld, consistente en tablas, lienzos y en estatuas y bustos de mármol y bronce. También adquirió algunos cuadros de la almoneda del cardenal Sandoval fallecido en 1609. Las dos sedes palaciegas en las que el reinado de Felipe III se centró fueron Valladolid, sede capitalina entre 1602 y 1606, y el Real Sitio de El Pardo. Hacia estos dos ámbitos se desplazó y reordenó una parte importante de las colecciones pictóricas de la Corona, se redecoraron al fresco algunas estancias significativas de los palacios de Valladolid y El Pardo6.
Felipe IV Durante el reinado de Felipe IV despierta en España un gran afán por el coleccionismo. En la corte de los Austrias llegó a haber más coleccionistas que en ninguna ciudad de Europa de entonces. Todos ellos fueron superados por Felipe IV tanto en afán coleccionista como en conocimiento de las obras de arte, anticipándose en el tiempo a sus contemporáneos en la valoración de las nuevas corrientes artísticas. Los virreyes, gobernadores, y embajadores tenían el encargo de adquirir pinturas y esculturas en cuantas ocasiones hubiera para ello, en los distintos países de Europa, sobre todo en Italia y Flandes. Y comisiono para ello, entre otros a Velazquez por confiar en sus conocimientos sobre arte. A la adquisición de cuadros contribuyó con Felipe IV la Reina Isabel de Borbón que en 1623 hizo traer de Flandes pint uras de Rubens, los Brueghel… para decorar el Real Alcázar. La decoración del Palacio del Buen Retiro dio lugar a importantes compras entre las que destaca las de la almoneda de Carlos I Estuardo de Gales. También fueron importantes los numerosos regalos que los nobles hicieron al monarca. A todo esto, hay que añadir las pinturas que ingresaron en las colecciones como resultado de los encargos para decorar el palacio del Buen Retiro, el Alcázar de Madrid, el Palacio del Pardo, el Monasterio del Escorial y la Torre de la Parada entre otras residencias y pabellones reales. Otro aspecto importante del reinado de Felipe IV es que el monarca quiso vincular a la Corona todas las “pinturas, bufetes y vasos de pórfido y de diferentes piedras” que
5 Ibídem,
p. 87. Gómez, L., Colección de Felipe III , https://www.museodelprado.es/aprende/enciclopedia/voz/coleccion-de-felipe-iii/9e26c7c2-4d35-48279c97-2e3c56a40e9b (en línea: 07/02/2017) 6 Ruiz
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hubiera en el Real Palacio de Madrid, y para que se supiera de que piezas hablaba mando realizar un inventario de todas ellas.
Carlos II La colección artística del último monarca de la dinastía Habsburgo en España, Carlos II, el soberano que reinó más tiempo en el siglo XVII (1665-1700), estaba constituida por el conjunto de la colección real, que sus antepasados y él mismo acrecentaron a lo largo de casi dos siglos. El propio Carlos era consciente de la importancia simbólica del conjunto, repartido por los diversos palacios y sitios reales, pues en su testamento, siguiendo la estela de su padre, no solo vinculó las obras del Palacio de Madrid, sino que, vinculó todas las piezas a la corona y sus sucesores, de todos los palacios y pabellones reales, prohibiendo su venta o desmembración. Más allá del valor económico del ingente cúmulo de pinturas, esculturas y elementos de artes decorativas, estos últimos los más numerosos (tapicerías, muebles, alhajas), que hacían de él uno de los más completos e imponentes de Europa, la colección expresaba tanto los gustos artísticos como amparaba a diario el transcurrir de la vida del monarca. Ese concepto hereditario y político no impidió que en ocasiones fueran sustraídas algunas piezas significativas, como la Reconciliación de Jacob y Esaú, de Rubens (Schloss Schleisseim), que la segunda mujer de Carlos II, Mariana de Neoburgo, consiguió en 1694 para su hermano, el elector Juan Guillermo del Palatinado. Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones triunfó la decisión real de preservar la integridad de las colecciones y, lo que es menos conocido, mantuvo el afán por aumentarla y modernizarla. De hecho, los inventarios realizados durante su reinado y a su fallecimiento, son los documentos más completos sobre el acervo artístico de los Habsburgo que se conservan. La gran mayoría de sus pinturas y esculturas se conservan en las colecciones del Museo Nacional del Prado y del Patrimonio Nacional, solo mermadas por el incendio del Alcázar de Madrid de 1734 y algunas pérdidas sufridas durante la Guerra de la Independencia.
Felipe V La llegada al trono español de Felipe V, y con él la de una nueva dinastía, supuso un importante cambio de rumbo dentro de la dirección que iba a seguir la colección real. Un cambio de rumbo que es doble, pues, si por una parte los gustos del rey en materia pictórica no coincidían exactamente con los de sus predecesores y le inclinaban hacia las corrientes clasicistas encarnadas por artistas como Annibale Carracci, Nicolas Poussin o Carlo Maratta, por otra, tanto él como su segunda mujer, Isabel de Farnesio, a diferencia de los Austrias, sintieron un vivísimo interés por la escultura e intentaron compensar la ausencia casi absoluta en las colecciones reales de buenas estatuas clásicas con dos grandes adquisiciones masivas: la de la reina Cristina de Suecia -en aquel momento 5
propiedad de la familia Odescalchi-, primero, y, después, la que había reunido en Nápoles y Roma el VII marqués de Carpio -entonces propiedad del duque de Alba-. Ambas colecciones -la primera de ellas impulsada especialmente por la reina- se encontraban en La Granja en 1725 y en 1728, respectivamente, y se instalaron en una galería del palacio muy poco tiempo antes del fallecimiento del monarca. También para la decoración de La Granja encargo cuadros a Andrea Procaccini, Michel-Ange Houasse, Jean Ranc y a Louis-Michel van Loo. No todo fueron adquisiciones, también hubo pérdidas, en concreto las del incendio del Alcázar en la noche de Navidad de 1734. En este caso se conocen cuáles eran las obras desaparecidas gracias a un Inventario General , el más completo que se hizo en los años 1745 y 1746 a la muerte de Felipe V en el que se explica en una memoria el proceso para identificar los cuadros perdidos. Durante el siglo XVIII se desarrollan las manufacturas españolas, empezando por los tapices de la Real Fábrica, fundada en Madrid en 1719, para la que trabajaría haciendo cartones Francisco de Goya posteriormente. También se crean los talleres de vidrio y cristal de la Granja, la fábrica de porcelanas del Buen Retiro y el laboratorio de piedras duras. Finalmente, no se puede olvidar que una parte importante de la colección de Felipe V procedía de la herencia de su padre, el gran delfín y en ella, junto a algunos pequeños bronces, relojes y muebles, se encuentra un espectacular conjunto de vasos y copas de cristal y piedras duras de los siglos XVI y XVII que se conoce con el nombre de «Alhajas» o «Tesoro del Delfín» y que, aunque en un primer momento se pensó instalarlo en el Alcázar de una manera similar a como estaba dispuesto en la colección de su padre, las piezas acabaron guardadas en sus estuches en la Casa de las Alhajas de La Granja, sin que se llegaran a instalar nunca en su palacio.
Fernando VI A Fernando VI se le considera el gran protector de las artes y las ciencias gracias a la fundación de la Real Academia de las Artes de San Fernando en 1782. En cuanto al coleccionismo de pintura, el rey no destaca mucho por encima de sus predecesores ni sus sucesores, se encontraba más interesado en otras artes como la música. Sin embargo, en este momento será relevante la colección de Cenón de Somodevilla, Marqués de la Ensenada. Dado el interés que tenían estas obras, veintinueve de ellas serán adquiridas con posterioridad por el rey Carlos III, asesorado por Mengs, y anexionadas a la colección real. Únicamente en 1751, tal y como señala Bottineau, el rey concibió el proyecto de comprar en Bruselas una serie de tapices de Teniers y Brueghel con escenas de género. Tanto Fernando VI como Bárbara de Braganza fueron grandes coleccionistas de objetos artísticos que encargaban en París por medio de la Embajada de España en la capital francesa. Vajillas y bibelots de porcelana, tabaqueras, polveras, frascos, gafas, abanicos, 6
collares, pendientes, sortijas, dijes, bastones, relojes, piedras preciosas y otras fruslerías eran comprados o encargados a los artistas y artesanos galos. También vestidos, telas para trajes, ropa interior y zapatos. Capítulo importante es el encargo de carruajes o carrozas de gran vistosidad. Respecto al capítulo del gusto por los objetos suntuarios hay que recordar que Fernando VI, en su breve reinado, fue proclive a la ostentación, tal como señaló elogiosamente Juan Sempere y Guarinos en su célebre libro Historia del Luxo y de las Leyes Suntuarias de España , publicado por la Imprenta Real de Madrid en 1788. El arte rococó y su casi efímera manifestación en España debe sus mejores creaciones, tanto en la pintura y escultura, como en la arquitectura, decoración y mobiliario, al brillante reinado de Fernando VI.
Carlos III Es muy importante el papel que tiene Carlos III en la configuración definitiva de las colecciones reales. De su interés por la pintura antigua es testimonio la noticia de que a su venida de Nápoles trajo consigo algunas obras de arte. A Carlos III le corresponde la conclusión y decoración del Palacio Nuevo, y la remodelación de los transformados palacios de Aranjuez y del Pardo (redecoración y organización de las colecciones de los Austrias almacenadas desde el incendio moviendo en gran parte algunas a la Zarzuela y otras a la Torre de la Parada). En estas campañas decorativas emprendidas por iniciativa de Carlos III en los principales reales sitios, estuvieron contratados casi la totalidad de los artistas que conformaron el entramado pictórico de las postreras décadas del siglo de las luces. Además, la selectiva política de compras promovida por Carlos III en las almonedas de mayor relevancia que acaecieron hacia estas décadas de la centuria enciclopedista en la capital madrileña, plasma su impronta en el palmario perfil de la colección real. A lo largo de su reinado resulta habitual advertir cómo el monarca acude a estas ventas públicas a modo de comprador particular en el ocaso de colecciones como la de la duquesa de Arcos. Entre todas estas incorporaciones, la de mayor envergadura será quizás la acontecida en 1764 con el lote de pinturas compendiadas por el propio Mengs entre las ofertadas por la viuda de Juan Kelly, sin olvidar la adquisición de obras del Marqués de la Ensenada unos años más tarde. Con este monarca se dictan las primeras disposiciones en 1779 de protección del patrimonio artístico peninsular ante el continuado expolio de compradores internacionales. En este reinado no solo se da salida a un proceso de revalorización de la pintura española, sino también se advierte un activo interés por organizar y dar a conocer la colección real. Además, en 1775 el propio Mengs subrayaba a Antonio Ponz su deseo de que en el palacio real se recogieran todas las obras repartidas en los sitios reales para que fuesen conocidas y estudiadas. Con el devenir del tiempo estos pensamientos habrían de constituir el germen de un proyecto que culminaría con la fundación del Museo del Prado. 7
Carlos IV A pesar de la mala prensa que ha tenido para la memoria histórica, Carlos IV se nos presenta como un gran mecenas y coleccionista, una faceta poco conocida pero muy relevante para el coleccionismo del siglo XVIII. Como ha estudiado Juan J. Luna, Carlos IV se inclinó hacia las últimas novedades en materia pictórica, y buscaba aquello que era incluso difícil de encontrar o adquirir. En su colección predominan la pintura profana y los cuadros de carácter histórico, mitológico, de paisaje o de género. También era aficionado a la música y compró piezas únicas de pianos y violines. Las esculturas, bronces, porcelanas, tapices y libros no le fueron tampoco indiferentes y los relojes constituyeron una de sus pasiones preferidas. Pero por lo que más atraído se sentía Carlos IV era por la pintura. Su afición se deja ver ya desde que es Príncipe de Asturias. La Casita del Príncipe albergó su colección privada de pintura. El gusto del monarca era muy personal, pues el mismo fue quien selecciono las obras, como haría después en su exilio romano.
Fernando VII El interés de Fernando VII por las artes y su faceta coleccionista son aspectos de su personalidad que permanecen ensombrecidos por la orientación general de su reinado, en el que pugnó por restablecer el absolutismo frente a las nacientes reivindicaciones liberales. No obstante, sin llegar a la pasión colectora de su padre Carlos IV, añadió nuevas piezas a la colección real y fundó el Museo del Prado (1819). Ésta fue su máxima aportación cultural, si bien emprendida a instancias de su segunda esposa, Isabel de Braganza. Curiosamente el rey mostró una desidia selectiva a la hora de actuar frente al expolio sufrido por las colecciones reales durante la Guerra de la Independencia (18081814). Al recobrar la Corona, regaló al I duque de Wellington, Arthur Wellesley, la parte de la colección real que éste había rescatado en la batalla de Vitoria (1813), desprendiéndose de importantes pinturas de Velázquez, Claudio de Lorena, Correggio o Van Dyck, al no aceptar la devolución que pretendía inicialmente el militar inglés. En cambio, reclamó otras piezas notables a Francia, como es el caso de Caída en el camino del Calvario, «el pasmo de Sicilia» o las Sagradas Familias conocidas como «la perla» y del roble, las tres de Rafael Sanzio y recobradas en 1818. Pese a esta ambigüedad, sin duda motivada por razones de prestigio, es evidente la conciencia de Fernando VII respecto a la importancia simbólica de la colección y el hecho de que buena parte de las adquisiciones que hizo a expensas de su patrimonio fueran obras destinadas ex profeso al Prado. El museo pasaba a ser el principal depósito de las colecciones de la Corona, con un afán instructivo pero a la vez propagandístico. Por ello, se patrocinó la impresión de la Colección litográfica de los cuadros del rey de España , ambiciosa obra que pretendía divulgar los mejores tesoros pictóricos pertenecientes a Fernando VII, no solo en el Prado, 8
sino en todos los sitios reales. Promovida por José de Madrazo, director artístico del Real Establecimiento Litográfico y posteriormente director del Prado, la costosa edición en la innovadora técnica de la litografía es otra muestra del interés que suscitaba el conjunto de la colección real con el que, a la postre, se estaba configurando la primera historia gráfica de la pintura en España. Además de la adquisición de pinturas con pretensiones museísticas, en época de Fernando VII se redecoraron los sitios reales, con las consiguientes implicaciones pictóricas. Desde Fernando VII hasta la Segunda República, continua el incremento de bienes artísticos adquiriendo objetos en talleres extranjeros. Como ejemplos destacan, la cristalería de las virtudes de manufactura centroeuropea que data de mediados del siglo XIX y la cristalería de gala de Isabel II procedente de Baccat. Se incrementan las colecciones de carruajes con berlinas, carretelas y coches de gala y media gala. En la pintura, sobre todo durante el reinado de Isabel II, se incorporan artistas románticos como Pérez de Villamil y paisajistas de raíz realista como Carlos de Haes.
La época contemporánea Durante el reinado de Alfonso XIII, el organismo que regulaba los bienes de la Corona era la Real Casa y Patrimonio de la Corona de España. Con la Segunda República Española se incautaron estas propiedades convirtiéndolas en Patrimonio de la República por Ley de 22 de marzo de 1932. Durante el régimen de Franco se acuño el término de Patrimonio Nacional por la Ley del 7 de marzo de 1940, y el 16 de junio de 1982 se promulgó la Ley de Patrimonio Nacional. A partir de 1987 se completa la colección de pintura con adquisiciones de arte contemporáneo. Están representados artistas informalistas del grupo El Paso, la abstracción catalana, la nueva figuración de los sesenta, y las nuevas tendencias de los años noventa, con artistas como Miquel Barceló o Pérez Villalba. Entre 1963 y 1964 se construye en el Jardín del Príncipe en Aranjuez el Museo de las Falúas reales que alberga la colección de embarcaciones fluviales de recreo, se sitúa en las inmediaciones del embarcadero real en el rio Taje. La falúa más antigua corresponde al reinado de Carlos II que adquirió una góndola en Nápoles para usarla en los canales de los jardines madrileños del Buen Retiro, pero la mayoría de las embarcaciones son del periodo borbónico, con ejemplos sobresalientes construidos en El Ferrol. También muy importante es el Museo de telas medievales en el Monasterio de Santa María la Real de las Huelgas de Burgos. La abadía cisterciense fue fundada en 1187 por los reyes Alfonso VIII y Leonor de Plantagenet, también pertenece a Patrimonio Nacional, el edificio destaca, entre otras muchas características, por ser convertido en Panteón Real de la corona durante el siglo XIII de modo que en los sepulcros se han preservado hasta nuestros días preciosos textiles medievales que, exhumados y estudiados en el siglo XX, se exhiben en una instalación museística especial fundada en 1987 y reabierto en 2008. Entre sus piezas más importantes destacan el Pendón de las Navas de 9
Tolosa y los ajuares funerarios de Alfonso VIII, Leonor de Plantagenet y el Infante Fernando de la Cerda; este último conservado en su totalidad. Fuera del museo también destaca la colección de indumentaria perteneciente a P. N. que va desde las ropas relacionadas con actos religiosos como los viáticos del siglo XVI y los mantos de ordenes reales como la de Carlos III, hasta los vestidos de lujo de la familia real, como los vestidos de novia de las infantas y la reina Letizia. El proyecto más contemporáneo de Patrimonio Nacional como institución es la creación del Museo de las Colecciones Reales. Los precedentes se pueden encontrar en el Decreto de fundación del Museo de Armas y Carruajes en 1936 por Manuel Azaña, último presidente de la II República. La idea se paraliza por el estallido de la Guerra civil y no será hasta finales del siglo XX cuando surja de nuevo, esta vez bajo la premisa de un Museo que aúne todas las piezas de las Colecciones Reales que, por falta de espacio, no se exponen en ninguno de los reales sitios. El edificio fue adjudicado por concurso a Tuñón y Mansilla y finalizado en 2016. A la espera de la realización del plan museográfico, su inauguración está prevista para 2020.
PATRIMONIO NACIONAL: ESPECIFICIDAD INSTITUCIONAL Y ÁMBITO DE ACCIÓN
El patrimonio histórico-artístico vinculado a la Monarquía en España recibe la denominación de Patrimonio Nacional, una institución encargada del legado formado por las colecciones reales, gestionado por un Consejo de Administración que depende del Ministerio dela Presidencia del Gobierno de España. Los bienes de titularidad del estado español a disposición del rey y la familia real están formados por colecciones acumuladas por las monarquías que han reinado en España, por los regalos que pueda recibir el Rey en la actualidad, así como por los bienes adquiridos desde esta institución dentro de su política de adquisiciones.
Vinculación del Patrimonio Nacional a la Corona española. El reconocimiento del estado como titular único de los bienes que configuran Patrimonio Nacional (por primera vez en la Ley 18 de diciembre de 1869) lo convierten en una institución aplicable a la Jefatura de Estado, sea cual sea el carácter de esta: monárquica o republicana. Los bienes de Patrimonio Nacional son bienes del Estado sometidos a un régimen singular, se les aplica el régimen jurídico que se determina por la Ley de Patrimonio Nacional 23/1982, de 16 de junio, en su artículo 6, y al Reglamento de la Ley, aprobado por Real Decreto 485/1987, de 18 de marzo, y con carácter supletorio la Ley de Patrimonio del Estado y en su caso la Ley de Patrimonio Histórico-Artístico Nacional. Existe una garantía en la diferenciación entre los bienes de patrimonio privado del Rey y los bienes del Patrimonio Nacional, y que deriva de la desvinculación 10
presupuestaria de los tipos de bienes. La autonomía administrativa del Patrimonio nacional con relación a la Corona viene determinada por su Consejo de Administración, que actúa independientemente de la corona, y que, por el sistema de designación del mismo, proyecta la responsabilidad de su actividad al Gobierno, debiendo ser por ello controlado por el Parlamento. La ley garantiza la separación administrativa y presupuestaria entre Patrimonio Nacional y la Casa del Rey. la condición de titularidad estatal que recae sobre los bienes que conforman el Patrimonio Nacional y su mera afectación 7al servicio y uso del Rey y su Real Familia, impiden a la Corona cualquier acto de enajenación 8que pudiera efectuar el Rey sobre aquellos. El conjunto de bienes que forman el Patrimonio Nacional no es necesariamente permanente y estable de continuo, ya que esta masa de bienes puede aumentar o disminuir. La masa de bienes que conforma el Patrimonio Nacional, en especial los de valor histórico-artístico, goza de una naturaleza similar a la de bienes de dominio público, por ser inembargables, imprescindibles e inalienables 9.
Regulación jurídica del Patrimonio Nacional. A diferencia de lo que sucedía con anterioridad a la Constitución, el Patrimonio Nacional con posterioridad a 1978 se configura sobre una norma innovadora, ya que regula un conjunto de bienes adscritos al órgano constitucional de la Corona, pero su administración está vinculada a un Consejo de Administración que depende del Ministerio de la Presidencia. Su regulación se recoge en la Ley 23/1982, del 16 de junio, del Patrimonio Nacional y establece que “tienen la calificación jurídica de bienes de Patrimonio Nacional los de titularidad del Estado afectados al uso y servicio del Rey y su Real Familia”. La ley diferencia entre titularidad y afectación. Respecto a la titularidad refleja que los bienes de Patrimonio Nacional son de titularidad estatal, del Estado como institución, no de la Nación o de la Corona, quedando afectados al uso del Rey, no como persona individual sino como titular de la Jefatura del Estado. El Patrimonio Nacional se establece como una especialización funcional del Patrimonio del Estado para que la Corona ejerza dignamente la más alta representación del Estado que le atribuye el artículo 56 de la Constitución. El Rey y su Casa pueden utilizar, disfrutar materialmente del Patrimonio Nacional, pero no ejercen sobre él ninguna titularidad, y no pueden efectuar ningún acto de disposición o administración del mismo. El segundo aspecto del Patrimonio Nacional es la afectación. Esta característica no deriva de los derechos históricos, sino que se sustantiva ex novo de la propia ley. No se trata de un aspecto condicionante, sino la mera afectación que surge después de crearse la ley. De este modo los bienes que figuran actualmente en el Patrimonio Nacional no coinciden con los bienes delimitados con anterioridad a esta ley. Al mismo tiempo, la ley 7 Afectar:
En derecho: destinar bienes o derechos a un uso o servicio público. Vender o ceder la propiedad de algo u otros derechos. 9 Inalienable: Que no se puede enajenar. 8 Enajenar:
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tiene en cuenta los derechos históricos de la Corona, en referencia a los Patronos Reales. Dice la ley: “Además se integran en el citado Patrimonio los derechos y cargos d e Patronato sobre las fundaciones y Reales Patronatos”.
En suma, aunque la configuración del Patrimonio Nacional esté delimitada desde la ley, hay que reconocer jurídicamente los títulos de la Corona. Considera la ley al rey como causa dela calificación de un bien del Patrimonio Nacional como se establece en otro artículo de la Ley de Patrimonio Nacional: “Integran el Patrimonio Nacional las donaciones hechas al estado a través del Rey”.
Acciones y programas culturales de Patrimonio Nacional El ámbito de actuación del Patrimonio Nacional en la gestión de sus bienes se concreta en actuaciones y programas culturales que tratan de poner en valor el patrimonio inmobiliario y mobiliario. Por un lado, destaca su servicio de publicaciones, un organismo que está dedicado a editar anualmente los catálogos de las colecciones reales, monografías sobre monumentos y Reales Sitios, facsímiles de los ejemplares más destacados conservados en las bibliotecas reales y guías de visitas turísticas a los palacios y monasterios. Desde 1964 edita la revista “Reales Sitios”, publicaciones de investigación sobre los fondos
histórico-artísticos. Los programas educativos de Patrimonio Nacional están dedicados tanto a centros educativos como a familias y tratan de difundir el conocimiento de las colecciones reales adaptándose a las necesidades educativas de los diferentes grupos de edad. Según su Plan de actuación para el periodo de 2013 a 2016 Patrimonio nacional tiene los siguientes objetivos: o
Apoyo a la Jefatura del Estado
Garantizar la función de la institución de apoyo a la Jefatura del Estado, actualizando los protocolos de actuación y el equipamiento e infraestructura necesaria para la celebración de los Actos Oficiales en los edificios bajo dependencia de Patrimonio Nacional, así como el mantenimiento y adaptación de usos de las Residencias Reales. o
Conservación del Patrimonio
Mantener, mejorar y preservar el patrimonio de Inmuebles Históricos mediante el diseño de programas permanentes de rehabilitación y conservación de los Reales Sitios y Reales Patronatos y realizar planes y actuaciones de protección medioambiental en el Medio Natural. o
Colecciones Reales
Poner en valor las Colecciones y prepararlas para su exhibición en el Museo de las Colecciones Reales, mediante la restauración, conservación preventiva, estudio y 12
catalogación de las obras de arte que las componen, así como mediante la determinación de las obras a exhibir, museografía, puesta en marcha y explotación del nuevo Museo. o
Divulgación
Ampliar el conocimiento del patrimonio histórico-artístico y, en especial, de las Colecciones Reales, a través de la actividad museística, científica, educativa, cultural y de comunicación. o
Mejoras y modernización en la gestión
Actualizar y modernizar los ámbitos de gestión comercial, de patrocinio y mecenazgo y de racionalización del gasto, que permitan una institución económicamente equilibrada y los ámbitos internos de relaciones laborales, soporte tecnológico y procedimientos, que faciliten el cumplimiento de los fines y actividades del Organismo.
(CUIDADO: ESTAS ESTRATEGIAS CORRESPONDEN AL PLAN 20132016 HAY QUE ESTAR PENDIENTES POR SI SUBEN LAS CORRESPONDIENTES A 2017 EN ADELANTE) TOTAL (sin bibliografía): 12 págs.
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