F L AT I N OA M É R I CA volumen 10 • número 3 julio-septiembre de 2010
La geografía del poder chino ¿Qué tan lejos puede llegar Beijing en tierra o en alta mar?
Robert D. Kaplan
La geografía del poder chino ¿Qué tan lejos puede llegar Beijing en tierra o en alta mar?
Robert D. Kaplan c El geógrafo inglés Sir Halford Mackinder finalizó su famoso artículo de 1904,
“The Geographical Pivot of History”, con una perturbadora referencia a China. Tras explicar por qué Eurasia era el fulcro geoestratégico del poder mundial, planteó que los chinos, si expandieran su poder más allá de sus fronteras, “podrían constituir la amenaza amarilla a la libertad del mundo sólo porque le agregarían una fachada oceánica a los recursos del gran continente, una ventaja que hasta ahora se le ha negado al ocupante ruso de la importante región”. Dejando de lado el racismo de esta idea, que era común en la época, así como la histeria generada por el surgimiento de una potencia no occidental en cualquier momento, Mackinder tenía razón: mientras Rusia, el otro gigante eurasiático, era básica mente, y lo sigue siendo, una potencia en tierra con un frente oceánico bloqueado por hielo, China, debido a un litoral templado de 9 000 millas [14 500 km] de extensión con muchos puertos naturales adecuados, es una potencia tanto en tierra como en alta mar. (Mackinder realmente temía que China algún día conquistara a Rusia.) El alcance virtual de China se extiende desde Asia central, con toda su riqueza mineral y en hidrocarburos, hasta las principales vías marítimas del océano Pacífico. Robert D. Kaplan es investigador titular en el Center for a New Ame-
rican Security y corresponsal de la revista The Atlantic. Su libro Monsoon: The Indian Ocean and the Future of American Power será publicado en el otoño de 2010. Para consultar una guía comentada sobre este tema, refiérase a “What to Read on Geopolitics” en www.foreignaffairs.com/readinglists/geopolitics.
© material original de fore ign affairs · Volumen 89 Número 3
[ 1 ]
Robert D. Kaplan
Posteriormente, en Democratic Ideals and Reality , Mackinder predijo que junto con Estados Unidos y el Reino Unido, China, tarde o temprano, dirigiría al mundo “construyendo una nueva civilización —ni totalmente oriental ni totalmente occidental— para una cuarta parte de la humanidad”. La privilegiada geografía de China es un punto tan obvio que se tiende a pasar por alto en las discusiones sobre el dinamismo económico y la determinación nacional de dicho país. Sin embargo, es esencial: implica que China estará en el centro de la geopolítica incluso si el camino del país hacia el poder global no es necesariamente lineal. (China ha tenido habitualmente tasas de crecimiento del pib de más del 10% anual durante los últimos 30 años, pero muy probablemente no durarán otros 30.) China combina una modernidad extrema al estilo occidental con una “civilización hidráulica” (término acuñado por el historiador Karl Wittfogel para describir a las sociedades que ejercen un control centralizado so bre la irrigación) que evoca al antiguo Oriente: gracias al control central, el régimen puede, por ejemplo, utilizar la mano de obra de millones de personas para construir infraestructura importante. Esto hace que China sea implacablemente dinámica de maneras que las democracias, con todos sus retrasos, no pueden serlo. Como los dirigentes nominalmente comunistas de China —los descendientes de alrededor de veinticinco dinastías que se remontan 4 000 años— están absorbiendo la tecnología y las prácticas de Occidente, están incorporándolas a un sistema cultural disciplinado y complejo con una experiencia única en, entre otras cosas, la formación de relaciones tributarias con otros Estados. “Los chinos”, me comentó un funcionario de Singapur a principios de 2010, “son encantadores cuando desean serlo y explotadores cuando lo desean, y lo hacen de forma bastante sistemática”. El dinamismo interno de China crea ambiciones externas. Los imperios rara vez surgen por designio; crecen orgánicamente. A medida que los Estados se fortalecen, crean nuevas necesidades y —esto podría parecer ilógico— recelos que los fuerzan a expandirse de diversas formas. Incluso bajo el liderazgo de algunos de los presidentes menos memorables —Rutherford Hayes, James Garfield, Chester Arthur, Benjamin Harrison— la economía de Estados Unidos creció de forma sostenida y discreta a finales del siglo xix. A medida que el país tenía más transacciones con el mundo exterior, desarrolló complejos intereses económicos y estratégicos en lugares lejanos. En ocasiones, como en Sudamérica y la región del Pacífico, por ejemplo, estos intereses justificaban la acción militar. Estados Unidos también pudo comenzar a concentrarse en el exterior durante ese período porque ya había consolidado el interior del continente; la última batalla importante de las Guerras Indias se libró en 1890. China hoy en día está consolidando sus fronteras en tierra y está comenzando a mirar al exterior. Las ambiciones de política exterior de China son tan agresivas como las de Estados Unidos hace un siglo, pero por razones completamente diferentes. China no tiene una aproximación misionera hacia los asuntos internacio-
[ 2 ]
foreign affairs latinoamérica · Volumen 10
Número 3
La geografía del poder chino
nales, con la intención de difundir una ideología o un sistema de gobierno. El progreso moral en asuntos internacionales es una meta estadounidense, no china. Las acciones de China en el extranjero son impulsadas por su necesidad de asegurar energía, metales y minerales estratégicos con el fin de sustentar los crecientes estándares de vida de su inmensa población, que representa alrededor del 20% de la población mundial. Para lograr esta tarea, China ha establecido ventajosas relaciones de poder tanto en territorios vecinos como en regiones lejanas que son ricas en los recursos que requiere para impulsar su crecimiento. Debido a que lo que impulsa a China en el extranjero tiene que ver con un interés nacional básico —la supervivencia económica— el país puede ser definido como una potencia hiperrealista. Trata de desarrollar una presencia sólida en las regiones de África que están bien dotadas de petróleo y minerales y desea asegurar acceso portuario a lo largo del océano Índico y del mar del Sur de China, que conectan el mundo árabe-persa, rico en hidrocarburos, con el litoral chino. Al no tener otra opción, a Beijing le tiene sin cuidado el tipo de régimen con el que establece relaciones; requiere estabilidad, no virtud como la concibe Occidente. Y, debido a que algunos de estos regímenes —como los de Irán, Myanmar (también conocido como Birmania) y Sudán— son oscurantistas y autoritarios, esta búsqueda mundial de recursos pone a China en conflicto con la orientación misionera de Estados Unidos, y de otros países como la India y Rusia, contra cuyas esferas de influencia está chocando. Sin duda, China no representa un problema existencial para esos Estados. La probabilidad de una guerra entre China y Estados Unidos es remota; la amenaza del ejército chino es sólo indirecta para Washington. El desafío que representa China es principalmente geográfico, a pesar de cuestiones críticas relati vas a deuda, comercio y calentamiento global. El área de influencia emergente de China en Eurasia y África está aumentando, no en el sentido imperialista decimonónico, sino de una forma más sutil y acorde con la era de la globalización. Simplemente al asegurar sus necesidades económicas, China está cambiando el equilibrio de poder en el hemisferio oriental, y eso debe preocupar enormemente a Estados Unidos. En tierra y en alta mar, fomentada por la favorable ubicación geográfica de China, la influencia de Beijing está surgiendo en Asia central y expandiéndose hacia el mar del Sur de China, desde el Lejano Este Ruso hacia el océano Índico. China está surgiendo como una potencia continental, y, como dijera Napoleón, las políticas de actuación de dichos Estados son inherentes a su geografía. síndrome de frontera irri table
son las dos principales áreas dentro del Estado chino cuyos habitantes se han resistido a la atracción de la civilización china. Esto los convierte, de cierto modo, en propiedades imperiales de Beijing. Además, las ten-
Xinjiang y el Tíbet
foreign affairs latinoamérica
o
[ 3 ]
Robert D. Kaplan
siones nacionalistas étnicas en estas regiones están complicando la relación de Beijing con los Estados vecinos. “Xinjiang”, el nombre de la provincia más occidental de China, significa “nuevo dominio” y se refiere al Turquestán chino, un área del doble del tamaño del estado de Texas que está muy alejada de la región central de China, al otro lado del desierto de Gobi. China ha sido una entidad política desde hace milenios, pero Xinjiang se convirtió formalmente en parte de ella a finales del siglo xix . Desde entonces, como lo explicara el diplomático británico Sir Fitzroy Maclean, la historia de la provincia “ha sido una de turbulencia sostenida”, salpicada de revueltas y diferentes períodos de gobierno independiente hasta bien entrada la década de los cuarenta. En 1949, los comunistas de Mao Tse Tung marcharon sobre Xinjiang e integraron la provincia al resto de China por la fuerza. Pero, en tiempos tan re cientes como 1990 y de nuevo en 2009, los uigures túrquicos —descendientes de los turcos que gobernaron Mongolia en los siglos vii y viii— se rebelaron contra el gobierno de Beijing. En China, el número de uigures es de alrededor de 8 millones de personas y representan menos del 1% de la población de China; sin embargo, constituyen el 45% de la población de Xinjiang. La mayoría de la población de la etnia han de Chi na está principalmente concentrada en las tierras bajas del centro del país y a lo largo del Pacífico, mientras que los altiplanos más secos del oeste y suroeste del país son el hogar histórico de las minorías uigur y tibetana. Esta distribución es una fuente continua de tensión, porque para Beijing, el Estado chino moderno debe ejercer un control total sobre estas planicies. Con el fin de asegurar estas áreas —y el petróleo, el gas natural, el cobre y el mineral de hierro de su subsuelo—, Beijing ha estado poblándolas durante décadas con chinos de la etnia han provenientes del centro del país. También ha cortejado agresivamente a las repúblicas túrquicas independientes de Asia central, en parte para privar a los uigures de Xinjiang de cualquier base trasera posible. Beijing también ha cortejado a los gobiernos de Asia central con el fin de ampliar su esfera de influencia; China ya ha penetrado en gran parte de Eurasia, pero no lo suficiente dada su demanda de recursos naturales. La influencia de Beijing en Asia central se materializa en dos importantes ductos que van hacia Xinjiang que pronto serán terminados: uno que llevará petróleo del mar Caspio a través de Kazajistán, el otro transportará gas natural de Turkmenistán a través de Uzbekistán y Kazajistán. La sed de recursos naturales que tiene China también significa que Beijing tomará importantes riesgos para asegurarlos. Está extrayendo cobre al sur de Kabul, en el devastado por la guerra Afganistán, y tiene la vista puesta en el hierro, oro, uranio y piedras preciosas de dicho país (la región tiene algunos de los últimos depósitos no explotados del mundo). Beijing también espera construir caminos y ductos para energéticos a través de Afganistán y Pakistán, uniendo su floreciente dominio de Asia central con los puertos del océano Índico. La estratégica ubicación geográfica de China aumentaría si Estados Unidos estabiliza Afganistán.
[ 4 ]
foreign affairs latinoamérica · Volumen 10
Número 3
Al igual que Xinjiang, el Tíbet es esencial para la autoconcepción territorial de China, y como Xinjiang, afecta las relaciones exteriores de China. La planicie montañosa tibetana, rica en cobre y mineral de hierro, constituye gran parte del territorio de China. Por eso, Beijing ve con horror la posibilidad de la autonomía tibetana, no se diga la independencia, y por eso construye frenéticamente caminos y ferrocarriles por toda el área. Sin el Tíbet, China sólo sería un despojo, e India le agregaría una zona septentrional a su base de poder subcontinental. Con una población de más de mil millones de habitantes, India ya es una roma cuña geográfica en la zona de influencia de China en Asia. Un mapa de la “Gran China” del libro The Grand Chessboard , que Zbigniew Brzezinski publicó en 1997, representa claramente este punto. En cierto modo, China e India están, en efecto, destinadas a ser rivales debido a la geografía: vecinos con poblaciones inmensas, culturas ricas y vulnerables, y pretensiones contrapuestas por diferentes territorios (por ejemplo, el estado indio de Arunachal Pradesh). El tema del Tíbet sólo foreign affairs latinoamérica
o
[ 5 ]
Robert D. Kaplan
exacerba estos problemas. India ha acogido al gobierno en el exilio del Dalai Lama desde 1957, y según Daniel Twining, investigador titular del Fondo Marshall de Alemania, las recientes tensiones fronterizas entre China y la India “podrían estar relacionadas con la preocupación de Beijing por el sucesor del Dalai Lama”: el siguiente Dalai Lama podría provenir del cinturón cultural tibetano que abarca el norte de la India, Nepal y Bután, lo que posiblemente lo hace aún más proindio y antichino. China y la India participarán en un “gran juego” no sólo en esas áreas, también en Bangladesh y Sri Lanka. Xinjiang y el Tíbet están dentro de las fronteras legales de China, pero las tensas relaciones del gobierno chino con la población de ambas provincias sugieren que a medida que Beijing amplíe su influencia más allá del núcleo étnico han, estará destinado a encontrar resistencia. control paulatino
donde las fronteras de China están seguras, la forma misma del país lo hace parecer como si estuviera peligrosamente incompleto —como si algunas partes de la Gran China original hubieran sido suprimidas. La frontera norte de China circunda a Mongolia, un territorio gigante que parece como si hubiese sido extirpado del lomo de China. Mongolia tiene una de las densidades poblacionales más bajas del mundo y ahora se ve demográficamente amenazada por una civilización urbana china vecina. Habiendo conquistado una vez a Mongolia exterior para tener acceso a más tierra cultivable, Beijing está empeñado en conquistar Mongolia de nuevo, en cierta medida, con el fin de satisfacer su sed del petróleo, el carbón, el uranio y las ricas y vacías praderas del país. Las compañías mineras chinas han estado explorando grandes porciones de los activos subterráneos de Mongolia porque la industrialización y urbanización irrestricta han convertido a China en el principal consumidor mundial de aluminio, cobre, plomo, níquel, cinc, estaño y mineral de hierro; la participación de China en el consumo de metales del mundo ha saltado del 10% al 25% desde finales de los noventa. Debido a que Tíbet, Macao y Hong Kong ya están bajo el control de Beijing, lo que suceda entre China y Mongolia será un modelo para juzgar el grado en que China alberga intenciones imperialistas. El norte de Mongolia y el norte de las tres provincias nororientales de China se encuentran en la región del Lejano Este Ruso, una pasmosa extensión del doble del tamaño de Europa con una exigua y decreciente población. El Estado ruso extendió su alcance hacia esta área en el siglo xix y a principios del xx , cuando China era débil. Ahora, China es fuerte, y la autoridad del gobierno ruso es particularmente débil en el tercio oriental del país. Unos cien millones de chinos viven en las tres provincias chinas colindantes, justo al otro lado de la frontera de los alrededor de siete millones de rusos que habitan el Lejano Este Ruso —una cifra que podría reducirse hasta 4.5 millones para 2015—: la densidad poblacional es 62 veces mayor en el lado chino que en el ruso. Los migrantes chinos se Incluso allí
[ 6 ]
foreign affairs latinoamérica · Volumen 10
Número 3
La geografía del poder chino
han estado filtrando hacia Rusia, asentándose en grandes números en la ciudad de Chita, en el norte de Mongolia y en otras partes de la región. La adquisición de recursos es el principal objetivo de la política exterior de China en todas partes, y el escasamente poblado Lejano Este Ruso tiene grandes reservas de gas natural, petróleo, madera, diamantes y oro. “A Moscú le preocupan las grandes cantidades de colonos chinos que llegan a esta región, trayendo compañías mineras y madereras con ellos”, escribió David Blair, corresponsal del Daily Telegraph de Londres, el verano de 2009. Al igual que en Mongolia, el temor no es que el ejército chino invada o se anexe formalmente el Lejano Este Ruso algún día. Lo que temen es que el paulatino control demográfico y corporativo que ejerce Beijing sobre la región —China ocupó brevemente partes de esta región durante la dinastía Qing— está aumentando sin cesar. Durante la Guerra Fría, los conflictos fronterizos entre China y la Unión Soviética movilizaron a cientos de miles de soldados hacia esta remota región siberiana y en ocasiones provocaron enfrentamientos. A finales de los sesenta, estas tensiones produjeron la escisión sino-soviética. La geografía podría alejar a China y a Rusia, ya que su alianza actual es puramente táctica; esto podría beneficiar a Estados Unidos. En los setenta, el gobierno de Nixon pudo sacar ventaja del distanciamiento de Beijing y Moscú para abrirse hacia China. En el futuro, ya que China es la superpotencia, es posible que Estados Unidos se asocie con Rusia en una alianza estratégica para crear un equilibrio frente al Reino Medio. promesas del sur La influencia de China también se extiende hacia el sudeste. De hecho, es con
los Estados relativamente débiles del sudeste de Asia que el surgimiento de una Gran China enfrenta menos resistencia. Hay relativamente pocos impedimentos geográficos que separen a China de Vietnam, Laos, Tailandia y Myanmar. La capital natural de una esfera de influencia que se centre en el río Mekong y una a todos los países de Indochina por tierra y por agua sería Kunming, en la pro vincia Yunnan de China. El país más grande del sudeste de Asia continental es Myanmar. Si Pakistán es los Balcanes de Asia, que corre el riesgo de ser desmembrado, Myanmar es como la Bélgica de principios del siglo xx , que corre el riesgo de ser rebasada por sus grandes vecinos. Al igual que Mongolia, el Lejano Este Ruso y otros territorios que colindan con las fronteras terrestres de China, Myanmar es un Estado débil con los abundantes recursos naturales que China necesita desesperadamente. China e India están compitiendo por desarrollar el puerto de aguas profundas de Sittwe, en la costa del océano Índico de Myanmar; ambos tienen la esperanza de construir, con el tiempo, gasoductos desde los yacimientos marinos del golfo de Bengala. En cuanto a la región en conjunto, Beijing ha adoptado, en cierto sentido, una estrategia de “divide y vencerás”. En el pasado, negociaba con cada país de la foreign affairs latinoamérica
o
[ 7 ]
Robert D. Kaplan
Asociación de Naciones del Sureste Asiático ( ansea) por separado, no con todos ellos como unidad. Incluso su recién inaugurado tratado para un área de libre comercio con la ansea demuestra la forma en que China sigue desarrollando relaciones redituables con sus vecinos del sur. Utiliza a la ansea como mercado para vender productos manufacturados chinos de alto costo mientras le compra productos agrícolas de bajo costo. Esto ha producido superávit comerciales en China, mientras los países de la ansea se están convirtiendo en el vertedero para los productos industriales manufacturados por la barata mano de obra urbana china. Esto ocurre mientras el antes fuerte Estado de Tailandia, que últimamente ha sido sacudido por problemas políticos internos, tiene un papel cada vez menos importante como ancla regional y contrapeso inherente para China. La familia real tailandesa, con un rey enfermo, no puede ser la fuerza estabilizadora que alguna vez fuera, y el sectarismo agita al ejército tailandés. (China está desarrollando una relación militar bilateral con Tailandia, además de establecer relaciones similares con otros países del sudeste asiático, mientras Estados Unidos se centra menos en los ejercicios militares en la región con el fin de concentrarse en las guerras que libra en Afganistán e Iraq.) Al sur de Tailandia, tanto Malasia como Singapur están iniciando complicadas transiciones democráticas mientras sus líderes constructores de Estado, Mahathir bin Mohamad y Lee Kuan Yew, respectivamente, salen de escena. Malasia está cada vez más bajo la sombra económica de China, mientras su población de etnia china se siente amenazada por la mayoría de malayos musulmanes. El gobierno de Singapur —aunque es un Estado cuya población es principalmente de etnia china— teme convertirse en vasallo de China; desde hace años, ha fomentado una relación de entrenamiento militar con Taiwán. Lee ha exhortado públicamente a Estados Unidos para que siga involucrado en la región, tanto militar como diplomáticamente. Indonesia, por su parte, está atrapada entre necesitar la presencia naval de Estados Unidos para protegerse de China y el temor de que si aparenta en demasía ser aliado de Estados Unidos encolerizará al resto del mundo islámico. A medida que el poder de Estados Unidos en el sudeste de Asia deja atrás su mejor momento, los países de la región han comenzado a cooperar más entre sí para atenuar la estrategia de “divide y vencerás” de Beijing. Indonesia, Malasia y Singapur se han unido contra la piratería, por ejemplo. Mientras más independientes sean estos países, menos amenazados estarán por el auge de China. en el ejército Asia central , Mongolia, el Lejano Este Ruso y
el sudeste de Asia son zonas naturales de influencia china. Pero también son zonas cuyas fronteras políticas probablemente no cambiarán. La situación de la península de Corea es diferente: el mapa de China está especialmente truncado en esa región, y las fronteras políticas bien podrían cambiar.
[ 8 ]
foreign affairs latinoamérica · Volumen 10
Número 3
La geografía del poder chino
El hermético régimen norcoreano es fundamentalmente inestable, y su deterioro podría afectar a toda la región. La península de Corea, que parece un apéndice de Manchuria, controla todo el tráfico marino desde y hacia el noreste de China. Nadie espera realmente que China se anexione alguna parte de la península de Corea, por supuesto, aunque China sigue molesta por la soberanía de los otros Estados de la península, especialmente en el norte. Y aunque apoya el China proyectará régimen estalinista de Kim Jong Il, Beijing tiene planes para la península que van más allá de su reinado. poder duro en el Beijing desearía enviar de vuelta, con el tiempo, a los exterior principalmente miles de desertores norcoreanos que ahora viven en China para que puedan construir una base política a través de su marina favorable para que Beijing pueda hacer una toma económica gradual de la cuenca del río Tumen, don- de guerra. de China, Corea del Norte y Rusia se unen y la cual tiene buenas instalaciones portuarias frente a Japón en el océano Pacífico. Esta es una de las razones por las que Beijing preferiría que un Estado mucho más moderno y autoritario se desarrolle en Corea del Norte; un Estado como ése crearía una zona de amortiguación entre China y la vibrante democracia burguesa de Corea del Sur. Sin embargo, la reunificación de la península Coreana también beneficiaría a Beijing a la larga. Una Corea reunificada sería nacionalista y albergaría cierta hostilidad hacia China y Japón, países que han tratado de ocupar la en el pasado. Pero la animadversión de Corea hacia Japón es significativamente mayor que la que siente hacia China. ( Japón ocupó la península de 1910 a 1945, y Seúl y Tokio siguen discutiendo sobre la situación de los islotes de Tokdo/Take shima.) Las relaciones económicas serían más sólidas con China que con Japón: una Corea unificada estaría relativamente bajo el control de Seúl, y China ya es el socio comercial más importante de Corea del Sur. Finalmente, una Corea reuni ficada ligeramente inclinada hacia Beijing y alejada de Japón tendría pocas razones para continuar albergando tropas estadounidenses. En otras palabras, es fácil concebir un futuro coreano dentro de una Gran China y un momento en que la presencia de Estados Unidos en el noreste de Asia disminuirá. Como lo muestra el ejemplo de la península Coreana, las fronteras terrestres de China presentan más oportunidades que riesgos. Como lo sugirió Mackinder, China parece desarrollarse como una gran potencia en tierra y alta mar que por lo menos opacará a Rusia y Eurasia. El politólogo John Mearsheimer escribió en The Tragedy of Great Power Politics que “los Estados más peligrosos del sistema internacional son las potencias continentales con grandes ejércitos”. Ésta podría ser la razón para temer la influencia de China a medida que el país se convierte en una potencia continental, pero China sólo se ajusta parcialmente a la descripción de Mearsheimer: su ejército, con 1.6 millones de soldados, es el más grande foreign affairs latinoamérica
o
[ 9 ]
Robert D. Kaplan
del mundo, pero no tendrá capacidad expedicionaria en muchos años. El Ejército Popular de Liberación ( epl ) respondió a la emergencia provocada por el terremoto en Sichuan en 2008, a los recientes disturbios en el Tíbet y en Xinjiang, y al desafío a la seguridad que representaron los Juegos Olímpicos de 2008 en Beijing. Sin embargo, según Abraham Denmark del Center for a New American Security, esto sólo muestra que el epl puede movilizar a sus tropas de un extremo de China continental al otro, no que pueda transportar suministros y equipo pesado a la velocidad requerida para un despliegue militar. Quizá obtener tal capacidad no importaría mucho, de todos modos, ya que es poco probable que el epl cruce las fronteras de China, a no ser por error (si hay otra guerra con la India) o para llenar un vacío (si el régimen norcoreano colapsara). China puede llenar los vacíos de poder de sus vastas fronteras con medios demográficos y corporativos, sin necesitar el respaldo de una fuerza expedicionaria de tierra. La fuerza sin precedentes de China en tierra se debe en parte a los diplomáticos chinos, que en años recientes han resuelto afanosamente muchos conflictos fronterizos con otras repúblicas del centro de Asia, con Rusia y con otros vecinos (la India es la excepción notable). No se puede dejar de recalcar la importancia de este cambio. Ya no hay un ejército que avance hacia Manchuria; durante la Guerra Fría, esa ominosa presencia forzó a Mao a concentrar el presupuesto de defensa de China en su ejército y a descuidar su marina de guerra. Como lo atestigua la Gran Muralla, China había estado preocupada por invasiones terrestres de uno u otro tipo desde la antigüedad. Ya no es así. piernas de mar Gracias a esta situación favorable en tierra, ahora China tiene la libertad para
construir una gran marina de guerra. Mientras las ciudades-estado costeras y los países isleños aspiran al poder en el mar como algo natural, esto sería un lujo para las potencias continentales históricamente aisladas como China. En el caso de China, esto podría ser un lujo bastante fácil de alcanzar ya que el país está tan bien dotado en sus litorales como en sus provincias continentales. China domina la costa del este de Asia en las zonas templadas y tropicales del Pacífico, y su frontera sur está tan cerca del océano Índico que algún día podría unirse a éste mediante carretera y ductos para energéticos. En el siglo xxi, China proyectará poder duro en el exterior principalmente a través de su marina de guerra. Dicho esto, se enfrenta a un entorno aún más hostil en alta mar del que enfrenta en tierra. La marina china considera que sólo habrá problemas en lo que llama la “primera cadena de islas”: la península de Corea, las islas Kuriles, Japón (incluidas las islas Ryukyu), Taiwán, Filipinas, Indonesia y Australia. Todos excepto Australia son posibles puntos de ignición. China ya está enfrascada en varios conflictos por porciones del lecho marino rico en energéticos del mar del Este de China y del mar del Sur de China: con Japón por las islas Diaoyu/Senkaku y con
[ 10 ]
foreign affairs latinoamérica · Volumen 10
Número 3
La geografía del poder chino
Filipinas y Vietnam por las islas Spratly. Tales conflictos permiten que Beijing avive el nacionalismo en casa, pero para los estrategas navales chinos, la escena marina es sombría en su mayoría. Esta primera cadena de islas es, en palabras de James Holmes y Toshi Yoshihara de la Academia Naval de Estados Unidos, una especie de “Gran Muralla a la inversa”: una línea bien organizada de aliados estadounidenses que sirven como torre de vigilancia para monitorear y quizá bloquear el acceso de China al océano Pacífico. En ocasiones, la respuesta de China a sentirse tan encajonada ha sido la agresión. El poder naval es generalmente más benigno que el poder terrestre: las marinas de guerra no pueden ocupar áreas extensas por sí solas y deben hacer mucho más que luchar, como proteger el comercio, por ejemplo. Por ende, se hubiese esperado que China fuera tan benévola como otros países marítimos antes que ella —Venecia, Gran Bretaña, Estados Unidos— y se preocupara principalmente, como lo hicieron esas potencias, por preservar un sistema marítimo pacífico, que incluye el libre tránsito del comercio. Pero China no tiene tanta confianza en sí misma. A pesar de ser una potencia marítima, sigue concibiendo al mar de forma territorial: los términos “primera cadena de islas” y “segunda cadena de islas” (la segunda cadena incluye los territorios estadounidenses de Guam y las islas Marianas del Norte) sugieren que los chinos consideran que todas estas islas son extensiones archipielágicas de China continental. Al pensar de una forma tan cerrada sobre los mares vecinos de su país, los líderes de la marina de China están mostrando la agresiva filosofía del estratega naval finisecular estadounidense Alfred Thayer Mahan, quien argumentaba a favor del control del mar y de la batalla decisiva. Pero aún no tienen la fuerza de aguas profundas suficiente para lograr este control y esta discrepancia entre sus aspiraciones y sus medios ha producido algunos embarazosos incidentes en los últimos años. En octubre de 2006, un submarino chino acechó al USS Kitty Hawk y luego salió a superficie a distancia de tiro de la embarcación. En noviembre de 2007, los chinos le negaron al grupo aeronaval del USS Kitty Hawk la entrada al puerto de Victoria cuando buscaba refugio de los mares embravecidos y del mal clima. (El Kitty Hawk hizo una visita a Hong Kong en 2010.) En marzo de 2009, unas cuantas naves del Ejército Popular de Liberación agredieron a la nave de reconocimiento estadounidense USNS Impeccable mientras realizaba operaciones de manera abierta fuera del límite territorial de China de 12 millas en el mar del Sur de China, bloqueándole el paso y fingiendo que la embestirían. Éstas no son las acciones de una gran potencia, son las de una potencia que aún no madura. La asertividad de China en alta mar también se demuestra a través de sus compras de capital. Beijing está desarrollando capacidades nicho asimétricas diseñadas para evitar que la marina de Estados Unidos entre al mar del Sur de China y a otras aguas territoriales chinas. China ha modernizado su flota de destructores y tiene planes para adquirir uno o dos portaviones, pero no está comprando buques de guerra en general. Por el contrario, se ha centrado en construir nuevas clases foreign affairs latinoamérica
o
[ 11 ]
Robert D. Kaplan
de submarinos convencionales, de ataque nuclear y de misiles balísticos. Según Seth Cropsey, ex subsecretario adjunto de la marina estadounidense, y Ronald O’Rourke del Servicio de Investigación del Congreso, China podría poner en marcha una fuerza de submarinos más grande que la de la marina estadounidense —que tiene 75 submarinos en servicio— en 15 años. Más aún, la marina china, dice Cropsey, planea utilizar radares que van más allá del alcance visual, satélites, redes de sonar en el lecho marino y ciberguerra al servicio de misiles balísticos antibuque. Esto, junto con la creciente flota de submarinos china, tiene la intención de impedirle, a la larga, el acceso fácil a la marina estadounidense a porciones significativas del Pacífico occidental. Como parte de su esfuerzo por controlar sus aguas en el estrecho de Taiwán y en el mar del Sur de China, Beijing también está mejorando su capacidad de guerra de minas, comprándole a Rusia aviones caza a reacción y destacando alrededor de 1 500 misiles tierra-aire a lo largo de sus litorales. Además, mientras tienen sistemas subterráneos de fibra óptica y trasladan sus capacidades de defensa al interior de China occidental, fuera del alcance de los misiles navales de sus enemigos en potencia, los chinos están desarrollando una estrategia ofensiva para atacar al ícono del poderío estadounidense: el portaviones. China no va a atacar un portaviones estadounidense en el futuro cercano, por supuesto, y aún está muy lejos de desafiar directamente a Estados Unidos en el ámbito militar. Pero su objetivo es desarrollar dichas capacidades a lo largo de su litoral para disuadir a Estados Unidos de intervenir entre la primera cadena de islas y la costa china cuando y donde lo desee. Dado que la capacidad de moldear el comportamiento del adversario es la esencia del poder, ésta es una prueba de que una Gran China se está materializando tanto en alta mar como en tierra. directo a taiwán
es lo más importante para el advenimiento de la Gran China. La cuestión de Taiwán se analiza a menudo en términos morales: Beijing habla de la necesidad de consolidar el patrimonio nacional y unificar China por el bien de toda la etnia china; Washington habla de resguardar su democracia modelo. Pero el problema real es diferente. Como lo dijera el general Douglas MacArthur, Taiwán es un “portaviones insumergible” a la mitad de la costa de China. Desde ahí, según los estrategas navales Holmes y Yoshihara, una potencia extranjera como Estados Unidos puede “irradiar” poder a lo largo de la periferia costera de China. Si Taiwán regresara al cobijo de China continental, la marina china no sólo tendría repentinamente una posición estratégica ventajosa con respecto a la primera cadena de islas, también tendría la libertad de proyectar poder más allá de ella, en un grado sin precedentes. El adjetivo “multipolar” se adjudica libremente para describir al siguiente orden mundial; sólo la fusión de Taiwán con China continental marcaría el verdadero surgimiento de un orden militar multipolar en Asia oriental. El futuro de Taiwán
[ 12 ]
foreign affairs latinoamérica · Volumen 10
Número 3
La geografía del poder chino
Según un estudio de rand de 2009, para el año 2020, Estados Unidos ya no podrá defender a Taiwán de un ataque chino. Los chinos, explica el informe, podrían derrotar para ese entonces a Estados Unidos en una guerra en el estrecho de Taiwán, aunque Estados Unidos contara con f22, dos grupos aeronavales de ataque y acceso continuo a la Base Aérea de Kadena en Okinawa, Japón. El informe hace hincapié en el combate aéreo. Los chinos aún tendrían que transportar decenas de miles de soldados por mar y serían susceptibles a los submarinos estado unidenses. Sin embargo, el informe, a pesar de todas sus advertencias, presenta una tendencia preocupante. China está a solo 100 millas [160 km] de Taiwán, mientras que Estados Unidos debe proyectar su poderío militar desde medio mundo de distancia y con un acceso más limitado a las bases extranjeras del que tenía durante la Guerra Fría. La estrategia de China de negarle a la marina estadounidense la en trada a ciertas aguas no sólo tiene la intención de mantener alejadas a las fuerzas de Estados Unidos en general, sino de propiciar, específicamente, su dominio sobre Taiwán. Beijing está preparándose para envolver a Taiwán no sólo militarmente, sino también económica y socialmente. Alrededor del 30% de las exportaciones de Taiwán van a China. Hay 270 vuelos comerciales a la semana entre Taiwán y el continente. Dos terceras partes de las compañías taiwanesas han invertido en China en los últimos 5 años. Medio millón de turistas van del continente a la isla cada año, y 750 000 taiwaneses residen en China durante aproximadamente 6 meses cada año. Una mayor integración parece probable; cómo se logrará, sin embargo, es incierto y será crucial para el futuro de la política de las grandes potencias de la región. Si Washington simplemente deja a Taiwán en manos de Beijing, entonces Japón, Corea del Sur, Filipinas, Australia y otros aliados de Estados Unidos en el océano Pacífico, así como la India e incluso algunos Estados africanos, comenzarán a dudar de la solidez del compromiso de Estados Unidos. Eso podría alentar a dichos países a acercarse a China y, por ende, permitiría el surgimiento de una Gran China de proporciones verdaderamente hemisféricas. Ésta es una de las razones por las que Washington y Taipéi deben considerar formas asimétricas de contrarrestar militarmente a China. El objetivo no debería ser derrotar a China en una guerra en el estrecho de Taiwán, sino hacer que la perspectiva de una guerra le parezca prohibitivamente costosa a Beijing. Estados Unidos podría entonces mantener su credibilidad con sus aliados manteniendo a Taiwán funcionalmente independiente hasta que China sea una sociedad más liberal. El anuncio del gobierno de Obama, a principios de 2010, de que le vendería a Taiwán armas con un valor de 6 400 millones de dólares es, por lo tanto, vital para la posición de Estados Unidos frente a China y en Eurasia en general. Además, el objetivo de transformar a China a nivel interno, no es un sueño de opio: los millones de turistas chinos que viajan a Taiwán ven sus animados programas de debate político y los subversivos títulos de sus librerías. Aún así, de forma algo ilógica, una China más democrática podría ser una gran potencia foreign affairs latinoamérica
o
[ 13 ]
Robert D. Kaplan
aún más dinámica de lo que podría ser una China represiva, en el sentido económico y, por ende, también en el sentido militar. Además de concentrar sus fuerzas en Taiwán, la marina de guerra china está proyectando más poder en el mar del Sur de China, que es la entrada de China al océano Índico y a la ruta de transporte de hidrocarburos del mundo. El desafío planteado por la piratería, el islamismo radical y el auge de la marina de guerra de la India se encuentran en el camino, incluso cerca de los cuellos de botella por donde debe pasar gran parte de los buques tanque y los barcos mercantes de China. En términos de importancia estratégica general, el mar del Sur de China podría convertirse, como algunos han establecido, en un “segundo golfo Pérsico”. Nicholas Spykman, el experto en geopolítica del siglo xx, notó que a lo largo de la historia, los países se han involucrado en “una expansión circunferencial y transmarina” para controlar los mares adyacentes. Grecia trató de controlar el Egeo; Roma, el Mediterráneo; Estados Unidos, el Caribe; ahora China está tratando de controlar el mar del Sur de China. Spykman llamó al Caribe “el Mediterráneo americano” para enfatizar su importancia para Estados Unidos. El mar del Sur de China po dría convertirse en “el Mediterráneo asiático” y en el corazón de la geopolítica de las siguientes décadas. inseguridad líquida Existe, sin embargo , una contradicción en el centro del esfuerzo de China por
proyectar poder en alta mar en el Mediterráneo asiático y más allá. Por un lado, China parece decidida a negarle a las naves estadounidenses un acceso fácil a sus mares costeros. Por otro lado, aún no es capaz de proteger sus líneas de comunicación en alta mar, lo que haría que cualquier ataque a un buque de guerra estado unidense fuera inútil, ya que la marina estadounidense simplemente podría cortar el suministro de energía a China prohibiendo el paso de embarcaciones chinas en los océanos Pacífico e Índico. ¿Por qué entonces molestarse con negar el acceso si nunca se tuvo la intención de cumplirlo? Según la asesora de defensa Jacqueline Newmyer, Beijing tiene la intención de crear “una disposición del poder tan favorable” que “en realidad no tendría que usar la fuerza para asegurar sus intereses”. Mostrar nuevos sistemas de armas, construir instalaciones portuarias y puestos de escucha en los océanos Pacífico e Índico, brindar asistencia militar a los Estados costaneros ubicados entre el territorio chino y el océano Índico, ninguno de estos movimientos es secreto; todos ellos son muestras deliberadas de poder. En lugar de luchar abiertamente con Estados Unidos, los chinos desean influir sobre el comportamiento estadounidense precisamente para evitar un enfrentamiento. No obstante, parece haber una arista dura en algunas de las actividades navales de China. China está construyendo una importante base naval en la punta sur de la isla de Hainan, justo en el corazón del mar del Sur de China, con instalaciones subterráneas que podrían alojar hasta 20 submarinos nucleares y con propulsión
[ 14 ]
foreign affairs latinoamérica · Volumen 10
Número 3
La geografía del poder chino
diesel-eléctrica. Éste es un ejercicio de soberanía al estilo de la Doctrina Monroe sobre las aguas internacionales cercanas. China quizá no tenga intenciones de ir a la guerra con Estados Unidos actualmente o en el futuro, pero los motivos pueden cambiar. Es mejor, en cambio, darle seguimiento a las capacidades. La actual situación de seguridad en los límites de Eurasia es, en el fondo, más complicada de lo que fue en los primeros años después de la Segunda Guerra Mundial. A medida que la hegemonía estadounidense disminuye y el tamaño de la marina de guerra de Estados Unidos se contrae o se estanca, mientras la economía y el ejército de China crecen, la multipolaridad definirá cada vez más las relaciones de poder en Asia. Estados Unidos le está suministrando a Taiwán 114 misiles de defensa aérea Patriot y docenas de avanzados sistemas de comunicación militar. China está construyendo bases para submarinos en la isla de Hainan y está desarrollando misiles antibuque. Japón y Corea del Sur siguen modernizando sus flotas. India está construyendo una gran marina de guerra. Cada uno de estos Estados está intentando cambiar el equilibrio de poder a su favor. Por esa razón, el rechazo de Hillary Clinton, la Secretaria de Estado estadounidense, a la política de equilibrio de poder como una reliquia del pasado es insincero o equivocado. Se está llevando a cabo una carrera armamentista en Asia, y Estados Unidos tendrá que enfrentar esta realidad en un momento en que está reduciendo sustancialmente sus fuerzas en Afganistán e Iraq. Aunque ningún país asiático tiene incentivos para ir a la guerra, el riesgo de un error de cálculo en el equilibrio de poder aumentará con el tiempo y con la acumulación de fuerzas aéreas y navales en la región (aunque sólo sean de China y la India). Las tensiones en tierra podrían reforzar las tensiones en alta mar: los vacíos de poder que China está llenando la pondrán en un molesto contacto, a su debido tiempo, con India y Rusia, por lo menos. Espacios que alguna vez estuvieron vacíos ahora se están llenando de gente, caminos, ductos, embarcaciones (...) y misiles. El politólogo de Yale, Paul Bracken advirtió en 1999 que Asia se estaba convirtiendo en una geografía cerrada y se enfrentaba a una crisis de “espacio”. Ese proceso simplemente ha continuado desde entonces. Entonces, ¿Estados Unidos puede trabajar para preservar la estabilidad en Asia, proteger a sus aliados de la región y limitar el surgimiento de la Gran China y evitar al mismo tiempo un conflicto con Beijing? El equilibrio en alta mar quizá no sea suficiente. Como me comentó un ex alto funcionario indio a principios de 2010, los principales aliados de Estados Unidos en Asia (como Corea del Sur, India, Japón y Singapur) desean que la Marina de Guerra y la Fuerza Aérea de Estados Unidos estén en “concierto” con sus propias fuerzas armadas, de modo que Estados Unidos se convierta en una parte integral del entorno terrestre y marino de Asia, no sólo una fuerza que acecha a lo lejos. Hay una gran diferencia entre negociar con Estados Unidos acerca de los derechos para establecer bases, como lo han hecho recientemente los japoneses, y desear el retiro total de las fuerzas estadounidenses. foreign affairs latinoamérica
o
[ 15 ]
Robert D. Kaplan
Un plan que ha estado rondado por el Pentágono argumenta que Estados Unidos podría “contrarrestar el poder estratégico chino (…) sin una confrontación militar directa” con una flota estadounidense de 250 buques (menos de los 280 que tiene ahora) y un recorte del 15% en el gasto de defensa. Este plan, diseñado por el coronel retirado de la marina, Pat Garrett, es significativo porque introduce la importancia estratégica de Oceanía en la ecuación eurasiática. Guam y las islas Carolinas, Marshall, Marianas del Norte y Salomón son, todas ellas, terri torios estadounidenses, mancomunidades con acuerdos de defensa con Estados Unidos, o Estados independientes que probablemente estarían abiertos a acuerdos de ese tipo. Oceanía ganará importancia porque está relativamente cerca del este de Asia y fuera de la zona a la que China desea negar el acceso a los buques de guerra estadounidenses. Guam está a sólo cuatro horas de vuelo de Corea del Norte y a dos días en barco de Taiwán. Sería menos provocador que Estados Unidos tuviera bases en Oceanía en el futuro de lo que ha sido mantener tropas en Corea del Sur, Japón y Filipinas. La base Andersen de la Fuerza Aérea, en Guam, ya es la plataforma más dominante desde la que Estados Unidos proyecta poder duro. Con 100 000 bombas y misiles, y un depósito de 66 millones de galones de combustible para aviones, es la instalación estratégica de abastecimiento de combustible de la Fuerza Aérea estadounidense más grande del mundo. Largas filas de aviones Globemaster c-17 y Hornet f/a-18 llenan las pistas de la base. Guam también alberga un escuadrón de submarinos y se está ampliando como base naval. Guam y las vecinas islas Marianas del Norte están casi a la misma distancia de Japón y del estrecho de Ma laca. Además, el extremo suroccidental de Oceanía —a saber, los fondeaderos de las islas Ashmore y del islote Cartier (ambas propiedad de Australia) y del litoral occidental de Australia misma (desde Darwin hasta Perth)— mira desde la parte inferior del archipiélago indonesio hacia el océano Índico. Así, según el plan de Garrett, la Marina de Guerra y la Fuerza Aérea de Estados Unidos podrían to mar ventaja de la geografía de Oceanía para establecer una “presencia regional en potencia” ubicada “al otro lado del horizonte” de las fronteras informales de la Gran China y de las principales rutas marítimas de Eurasia. (La frase “presencia regional en potencia” hace eco a la utilizada por el historiador naval británico Sir Julian Corbett “flota en potencia” de hace un siglo, que se refería a un grupo de embarcaciones que podía agruparse rápidamente para formar una flota unificada de ser necesario. “Al otro lado del horizonte” refleja una confluencia de equilibrio desde el exterior y la participación en un concierto de poderes. Fortalecer la presencia de Estados Unidos en tierra y en alta mar en Oceanía sería una aproximación consensuada entre resistirse a una Gran China a cualquier costo y aceptar un futuro en el que la marina de guerra china patrulle la primera cadena de islas. Esta aproximación garantizaría que China pagara un alto precio por cualquier agresión militar a Taiwán. También permitiría que Es tados Unidos redujera sus “bases heredadas” en la primera cadena de islas, y aun
La geografía del poder chino
así permitir que los buques y aviones estadounidenses continúen patrullando el área. El plan Garrett también vislumbra una dramática expansión de la actividad naval estadounidense en el océano Índico. Sin embargo, no pretende expandir las bases estadounidenses existentes; prevé depender de instalaciones básicas en las islas Andaman, Comoros, Maldivas, Mauricio, Reunión y Seychelles (algunas de las cuales son operadas directa o indirectamente por Francia y la India), así como acuerdos de defensa con Brunei, Malasia y Singapur. Esto garantizaría la libre navegación y el flujo sin obstáculos de energéticos a través de Eurasia. Además, al restarle importancia a las bases estadounidenses existentes en Japón y Corea del Sur y diversificar la huella de Estados Unidos en Oceanía, el plan eliminaría las bases “maestras” fáciles de atacar. En todo caso, el control de Estados Unidos sobre la primera cadena de islas está comenzando a perder fuerza. La población local está cada vez menos conforme con la presencia de las tropas extranjeras en su entorno. Y el auge de China hace que Beijing sea intimidante y atractivo a la vez; sentimientos encontrados que podrían complicar las relaciones bilaterales de Estados Unidos con sus aliados del Pacífico. Ya era hora. La actual crisis en las relaciones entre Estados Unidos y Japón —que ha surgido debido a que el inexperto gobierno de Hatoyama desea re escribir la reglas de la relación bilateral a su favor mientras habla de desarrollar lazos más estrechos con China— debió haber ocurrido hace años. La posición de Estados Unidos en el océano Pacífico —aún extraordinariamente superior— es un anacrónico legado de la Segunda Guerra Mundial, una función de la devastación que China, Japón y Filipinas sufrieron durante el conflicto. La presencia de Estados Unidos en la península Coreana, un subproducto de una guerra que terminó hace más de medio siglo, tampoco puede ser eterna. Una Gran China podría estar emergiendo política, económica o militarmente en Asia central, en el océano Índico, en el Sudeste de Asia y en el Pacífico occidental. Pero allende este nuevo dominio habrá una gran cantidad de buques de guerra estadounidenses, muchos de ellos probablemente situados en Oceanía y colaborando con las fuerzas navales de la India, Japón y otras democracias. Con el tiempo, a medida que la confianza de China aumenta, su fuerza de aguas profundas podría desarrollar una estrategia menos territorial y ser atraída a una gran alianza naval regional. Mientras tanto, vale la pena tener presente que, como señalara el politólogo Robert Ross en 1999, en términos militares, la relación entre Estados Unidos y China será más estable que la de Estados Unidos y la Unión Soviética. Lo anterior se debe a la geografía específica del este de Asia. Durante la Guerra Fría, el poder marítimo de Estados Unidos por sí sólo no era suficiente para contener a la Unión Soviética; también se necesitaba una importante fuerza en tierra en Europa. Sin embargo, no se necesitará una fuerza en tierra como ésa en los límites de Eurasia, porque mientras la presencia de Estados Unidos alrededor de las fronteras de una foreign affairs latinoamérica
o
[ 17 ]
Robert D. Kaplan
Gran China está disminuyendo, la Marina de Estados Unidos seguirá siendo más fuerte que la marina de guerra china. Sin embargo, la realidad misma del creciente poderío económico y militar de China exacerbará la tensión entre Estados Unidos y China durante los próximos años. Parafraseando a Mearsheimer, Estados Unidos, el hegemón del hemisferio occidental, tratará de evitar que China se convierta en el hegemón de gran parte del hemisferio oriental. Esto podría ser el suceso señero de la época. c
[ 18 ]
foreign affairs latinoamérica · Volumen 10
Número 3