A. Definición y objeto de estudio B. Origen C. Desarrollo histórico D. Dominio, partes, ramas E. Características-caracterización, descripción
A. DEFINICIÓN Y OBJETO DE ESTUDIO La semiótica, también semiología, es la ciencia que estudia el signo. El signo, en su definición nuclear: elemento dotado de unidad y carga informativa, tiene una naturaleza diversa, pues, signo es la letra, el gesto, el canto del pájaro, la marca en la tierra, el entramado senaléptico del aeropuerto, una marca en la piel, el cero, el uno, el olor a humo, el calor de la piedra, las ruinas, los fósiles, una acumulación de agua, el sabor de un fruto, el sonido de un pulmón... La tarea de enumerar y enunciar los muchos signos que participan de aquello que, en una suerte de convención que se sabe insuficiente, llamaremos “mundo” -y no “realidad” porque ineludiblemente negaría la participación del signo en aquello que “realidad” no enuncia- dicha tarea, necesariamente, enfrenta al hombre, animal semiótico, a las clásicas fronteras que, desde antiguo, se manifiestan en todo proceso de conocimiento en el que se aspira a estudiar aquello que nos es más próximo, a saber, aquello que nos conforma y que lo hace de tal forma que es a un tiempo objeto y reflejo. Así, el signo, en su definición última y primera, comparte naturaleza con el espejo. Heterogéneo e infinito, el signo es indesligable del sujeto. En el marco de una aproximación preliminar a la Semiótica, el sujeto o sujeto cognosciente es aquel que está dotado de sentidos e inteligencia: capacidades cognitivas. Los cinco sentidos o canales perceptivos (vista, oído, olfato, gusto, tacto), sumados a la inteligencia, entendida, en una de sus teorizaciones más celebradas como facultad compleja y, por lo tanto, estructurada en torno a subcomponentes (inteligencia lingüístico-verbal, lógico-matemática, espacial, musical, cinestésica-corporal, intrapersonal, interpersonal, naturalista) conforman el entramado o mecanismo que permite las dos grandes actividades que fundamentan la función del signo: actividad de recepción (recepción e interpretación de estructuras de signos: mensajes) y actividad de producción (generación de estructuras de signos: mensajes). La recepción y la producción de signos son actividades nucleares y constantes "el canal siempre está abierto "; en suma e interrelación, dan lugar al macrofenómeno denotado a través del término “comunicación”. La comunicación es posible debido a que los signos -unidades por definición: recuérdese la definición nuclear de signo- establecen relaciones combinatorias -una semiosis- con otros signos mediante reglas más o menos fijas articulando códigos estructurados, o lenguajes, que producen mensajes: intercambios.
En consecuencia, la Semiótica, como ciencia que estudia el signo, germen del lenguaje y del pensamiento, se relaciona de forma inmediata con la Lingüística y las Neurociencias. A su vez, la omnipresencia del signo en el macrofenómeno comunicativo, convierte a la Semiótica en una metaciencia, es decir, una ciencia general que, por un lado, subyace a todo conocimiento y a toda actividad científica y, por otro, se edifica sobre un campo de estudio interdisciplinar cuyo alcance es extensible sin excepción a cualquier conocimiento y actividad humana. En rigor, el semiotista, es uno de los muchos especialistas que se ocupa del estudio del signo. Sin embargo, se distingue, claro está, por su objetivo, pues, a diferencia del médico, el químico, el biólogo, el periodista, el artista, el crítico, el turista, el escritor, el agricultor o el mecánico, el semiotista emprende una tarea de estudio del signo que, en su sentido primero, es integral, total y especular. Integral y total porque ningún signo ni ninguna actividad comunicativa son ajenos o quedan excluidos del estudio, o lo que es lo mismo, todo signo y toda actividad comunicativa, cualquiera que sea su naturaleza y ámbito, son susceptibles de ser objeto de estudio semiótico y especular porque el signo mismo y la comunicación misma son objeto de estudio. Por lo tanto, retomando la definición de Semiótica, si bien en un primer estadio y en sentido esencial, la ciencia semiótica parte del planteamiento de una problemática y de la construcción de un dominio propio para el estudio del concepto teórico o abstracto “signo”, en su materialización más concreta, la Semiótica es la ciencia que discrimina y estudia las diferentes clases de signos, y las reglas y los elementos que gobiernan, por un lado, su generación, producción, selección, uso, combinación-relación, transmisión, transferencia e intercambio y, por otro, su recepción e interpretación. Como ha sido apuntado, signo, pensamiento y comunicación son indesligables. La formulación hipotética de la neutralización del signo sustenta de forma decisiva dicho planteamiento; en ausencia de signos ,no es posible la relación con el mundo, con uno mismo ni con el otro. Sin signos no es posible el pensamiento, el conocimiento ni el aprendizaje. Tal hipótesis privativa es extensible a muchos otros núcleos como la sociedad o la cultura, puesto que, en definitiva, son estructuras semióticas. En conclusión, el signo participa de forma retroactiva de todos aquellos elementos, que, en conjunto, configuran la naturaleza y la actividad humana. Apuntada como actividad protagonista con relación al signo, la comunicación, esto es, la recepción y producción de mensajes o estructuras dotadas de carga informativa a través de signos, debe ser entendida como actividad general que articula un conjunto
se generan en torno al uso, combinación, transmisión, intercambio, recepción e interpretación de signos, que, como una suerte de extensión, permiten el viaje de ida y vuelta que subyace en el proceso de transferencia que fundamenta toda actividad comunicativa. La Semiótica es el pálpito del todo. Se trata de una ciencia que genera un campo de estudio total debido no solo a la omnipresencia del signo, sino también debido a que su alcance se abre configurando un ámbito de conocimiento que afecta a todo ser humano-social y, como hipótesis, a animales y organismos que, presuntamente, estarían dotados de sistemas comunicativos. En conclusión, la Semiótica es una metaciencia inmediatamente vinculada al lenguaje, la cognición, la comunicación y la organización social. Por lo tanto, se trata de una ciencia o campo de estudio vinculado, en último término, al entramado o fenómeno que las incluye: la acción humana-social. Una ciencia que asume un objetivo amplio, complejo y ambicioso. Así, la semiótica es la ciencia que, como una atmósfera, envuelve y atraviesa la vida, la supervivencia y la existencia. Un dominio que, tal como apunta Sebastià Serrano, convierte esa atmósfera en un espacio epistemológico: “Pensemos que una comunidad comunicativa no es un conjunto de seres ideales que mantienen unas relaciones ideales establecidas por alguien también ideal. Más bien está formada por personas, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, de diferentes clases sociales, que hablan, se saludan, se despiden, se tocan, conversan... es decir, que mantienen relaciones de comunicación [se comunican- se relacionan-desarrollan intercambios]. La estructura de estas relaciones [o de este intercambio], verdaderamente complejas, configura un dominio que por unos conceptos pertenece a una disciplina científica y por otros conceptos a otra. Es un dominio de intersección, que, epistemológicamente, pertenecía a todos y a nadie. Sobre este dominio de intersección se edifica la Semiótica” (Serrano, 2001: 8).
B. ORIGEN Como sucede con relación a la mayor parte de los conocimientos y ciencias occidentales, el origen de la Semiótica se sitúa en la antigüedad clásica; en Grecia. Antes de abordar propiamente el origen y el desarrollo histórico de la Semiótica, conviene preguntarse qué implica la búsqueda del origen. Según afirma S. Serrano, “investigar los orígenes de la Semiótica es investigar en los orígenes de la reflexión cogniscitiva, dicho de otra manera, investigar los orígenes del conocimiento o, lo que es lo mismo, investigar sobre las primeras interpretaciones de la realidad y sobre las primeras formas de explicación de estas interpretaciones”. Así, sería posible distinguir dos vértices que constituyen las raíces más profundas de la Semiótica. La primera raíz es extrínseca puesto que es consustancial a la existencia y la actividad de percepción-observación. La segunda raíz de la es intrínseca y deriva del desarrollo y la organización del conocimiento. Esto es, la primera raíz deriva de la relación del sujeto con el mundo y de la presencia irreversible del mundo, el mundo entendido en su naturaleza esencial, es decir, vinculado a tiempo y espacio, por tanto, vinculado, también, a vida y muerte. Una raíz primera que atiende a la supervivencia y a la vida, a la observación de las entidades en su diversidad: al cielo, la naturaleza, el cuerpo, es decir, a un universo manifiesto y ya caracterizado por la omnipresencia del signo. La segunda raíz atiende a la existencia, a las posibilidades del sujeto (percepción y cognición) y, en su derivación, a las posibilidades del lenguaje. En conjunto, una y otra raíz, o uno y otro vértice, articulan, confluyen y conducen a la búsqueda epistemológica, a conocer. El origen de la Semiótica se localiza, por tanto, en las primeras reflexiones sobre el mundo y el sujeto que se fundamentaron en la omnipresencia del signo. Reflexiones, que, como ha sido apuntado y según permite establecer el legado histórico occidental, arrancan en Grecia.
Primeras aportaciones protosemióticas: la Medicina
La Medicina, vinculada a la primera raíz de la ciencia semiótica referida: a la observación orientada a la supervivencia y a la vida, es una de las disciplinas que genera primeros testimonios de estudio semiótico o protosemiótico. Concretamente, a través de la observación de las enfermedades. A lo largo de los años 460 y 370 a. C., Hipócrates, considerado padre de la medicina, tuvo un papel decisivo. Rechazando la superstición, estudió la enfermedad y al enfermo a través de la observación de los signos y su conexión de contigüidad (parte por el todo) y causalidad (causa-efecto / acción-reacción). Con ello, Hipócrates, ya prefiguró el concepto de índice, formulado por Peirce siglos después, que fue popularizado dentro de la disciplina médica con el término síntoma. En un texto titulado Prognóstico , Hipócrates observa y describe la cara del moribundo. Un texto que, desde la actualidad, puede ser entendido como un clásico de Semiótica. En su estudio, Hipócrates afirma que la primera observación del médico delante del enfermo ha de ser la cara. El médico debe comparar la cara del enfermo con la cara de un sujeto sano para detectar las diferencias. Dichas diferencias son índices, es decir, los signos o síntomas (parte/ efecto) de la enfermedad (todo/ causa). Por consiguiente, cabe notar que una gran parte de la actividad médica es semiótica, debido a que se basa en la búsqueda, observación, análisis e interpretación de signos. Hipócrates llega a una semiótica de la muerte, horizonte continuo del médico. Así, el médico simboliza, por antonomasia, la relación entre semiótica y supervivencia. La muerte se manifiesta a través de signos: ojos y pómulos hundidos, orejas frías con los lóbulos salidos, piel seca y tirante, y color, entre amarillo y gris, semejante al plomo. La cara que muestra tales signos es el extremo más opuesto a la salud e indica que no hay posibilidad mantener con vida al enfermo. Ahora bien, la actividad semiótica exige análisis complejo de los signos y sus relaciones combinatorias ya desde el origen, pues, cada uno de los signos enumerados puede participar en diferentes enfermedades, cuya curación, a su vez, se manifestará, por oposición, a través de la desaparición de dichos signos.
El método desarrollado por Hipócrates no se fundamenta en analizar qué es una enfermedad, sino en cómo se manifiesta, cuáles son sus indicios, es decir, cómo reconocerla, diagnosticarla y curarla a través del estudio de los signos. Así, es posible identificar un procedimiento, el diagnóstico, que constituye el germen de la medicina y, que, sin lugar a dudas, supone, desde los inicios, la práctica de una actividad semiótica que supone la prefiguración de la propia Semiótica como ciencia. Unos siglos después, entre el 130 y el 216 después de Cristo, Galeno desarrolló y delimitó la especialidad médica comúnmente denominada sintomatología, que él denominaba semeiotica. Galeno formuló que la semeiotica constituía una de las seis ramas principales de la medicina que consideró que se dividía, a su vez, en tres partes: 1. una semiótica de aquí y ahora: la diagnosis, 2. sus proyecciones en el pasado: el conocimiento de la historia del caso, búsqueda de las causas y orígenes, y 3. sus proyecciones en el futuro: la hipótesis o pronóstico, esto es, la formulación del curso más probable de la enfermedad y de los mecanismos de prevención. En conclusión, la medicina nace como ciencia ligada a la semiótica y, en la actualidad, todavía depende en gran medida del auxilio de una buena teoría de los signos.
Primeras aportaciones protosemióticas: la Retórica
Por otra parte, la Retórica, vinculada a la segunda raíz de la ciencia semiótica referida: la reflexión sobre los medios de conocimiento y expresión, ofrece la máxima aportación a los primeros estudios semióticos o protosemióticos vinculados a este segundo campo. Es preciso considerar, en primer lugar, que desde los comienzos la palabra fue entendida como un arma 1 destinada a influir en el otro: delante de un tribunal, en una asamblea pública. Un arma decisiva para obtener la victoria en luchas o contextos en las que el discurso era decisivo. Gorgias el sofista, uno de los primeros retóricos, afirmó:“quien posee la palabra posee la espada”.
En consecuencia, desde su origen la Retórica consistió en forjar maestros del arte de influir por medio de un intercambio fundamentado en signos. Fue el arte o la técnica que hizo al discurso consciente de sí mismo; fijó la persuasión como un fin que alcanzar por medio de un uso estratégico y consciente del discurso; y constituyó, junto a la Filosofía, los pilares sobre los que se asientan conocimiento y comunicación. El conocimiento de la técnica de influir en el otro concede un poder incuestionable, pues, concede el poder de disponer de las palabras, o signos lingüísticos, sin necesidad de las cosas y el poder de disponer de las personas como consecuencia de la disposición de las palabras. Por lo tanto, la Retórica sentó las bases de un conocimiento que determina el devenir histórico, que sigue vigente, y que alcanza una rigurosa actualidad en el presente, pues, quien hoy dispone del lenguaje -de la palabra, de la imagen, de los diversos medios y mecanismos de comunicación, es decir, de los diversos medios sobre los que operan los diversos sistemas de signos, dispone de las personas: ejerce poder. Sin embargo, en el presente, a la palabra o signo lingüístico, aun siendo tan importante como en el contexto de los primeros retóricos, cabe sumar una serie de sistemas lingüísticos, medios y tecnologías interconectados, que dan lugar a un contexto evolucionado y complejo, pero que, en definitiva, responden a los mismos fines: influir para ejercer poder o controlar, confirmando que tal como afirmó Giuseppe Tomasi di Lampedusa “algo debe cambiar para que todo siga igual”. La Retórica estaba estrechamente relacionada con otras disciplinas como la, ya mencionada Filosofía, la Gramática o la Lógica de modo que, como en el caso de la Semiótica, plantea una innegable dificultad para establecer su alcance como consecuencia de la naturaleza amplia e interdisciplinar de su actividad. Además de prestar atención a la elección de las palabras, la disciplina retórica hizo uso de la inferencia y de la prueba: bases del razonamiento; buscó formas adecuadas de refutación; analizó la validez de los argumentos y los razonamientos; desarrolló estrategias de argumentación; y legó las primeras investigaciones lingüísticas, lógicas y semióticas abordando el lenguaje en su total complejidad y heterogeneidad prefigurando las tres líneas que fundamentan su estudio hasta la actualidad: la sintaxis, la semántica y la pragmática.
Con ello, la Retórica estableció el primer eslabón nuclear de la historia de la Semiótica, que, en lo sucesivo, estará marcada por dos períodos fundamentales relacionados con crisis del lenguaje: 1. Período de Génesis: que hunde sus raíces en la Medicina, la Retórica y otras disciplinas como la lógica. Dicho periodo se extiende hasta la constitución de la Semiótica como ciencia identitaria a principios del siglo XX, a través de Charles Sanders Peirce y Ferdinand de Saussure. 2. Período de desarrollo: que comienza con Peirce y Saussure y se extiende hasta la actualidad.
C. DESARROLLO HISTÓRICO Hasta llegar a Peirce y Saussure, los progresos históricos de la Lógica y la Gramática ofrecen testimonios en los que subyace el estudio semiótico: Aristóteles, los estoicos, los alejandrinos, San Agustín, los gramáticos latinos, los lógicos medievales, Ramón Llull o Guillermo de Occam. Y, de los lógicos medievales a Descartes y Leibniz. Pero, en todo caso, la forma de expresión de los lógicos, matemáticos o filósofos varía poco desde el mundo griego hasta la edad moderna.
Leibniz Leibniz tiene un papel destacado. Introdujo el nuevo lenguaje del cálculo diferencial e integral y propuso algunas bases para una lógica simbólica. Su preocupación fundamental fue estudiar, comprender y, por necesidad, construir sistemas de signos, de caracteres y de notaciones simbólicas. Desde su juventud hasta su muerte, abordó la empresa de elaborar una notación simbólica universal que llegara a ser instrumento adecuado y definitivo para el avance y el perfeccionamiento de la ciencia y la filosofía, al tiempo que condujera al entendimiento entre todas las personas y, finalmente, guiara al hombre por el buen camino.
Leibniz también desarrolló su actividad en otros terrenos que son dominio de la Semiótica como la criptografía, la cartografía, la numismática, el origen de la escritura o los sistemas de comunicación de ciegos y sordomudos. Sin embargo, a pesar de que reflexionó sobre los signos y creó algunos sistemas de signos, no estableció totalmente una doctrina coherente ni utilizó el término “semiótica” o “semiología” nunca. Por el contrario, el término que empleó siempre fue “lógica”.
Locke La incorporación del término “semiótica” con la denotación actual se debe a John Locke. A finales del siglo XVII, el filósofo empirista inglés, incorporó“semiótica” al discurso filosófico para abarcar una de las tres ramas de la Ciencia: la doctrina de los signos. El filósofo identificó la semiótica con la lógica y formuló una definición propia estableciendo que la tarea de estudio semiótico “es la de considerar la naturaleza de los signos que la mente utiliza para entender las cosas o para transmitir su conocimiento de ellas a los demás” (Locke, Essay LV, 26, 4). De los textos de Locke, se deduce que los signos poseen diferentes funciones en relación con el pensamiento y el conocimiento. Funciones reducibles a dos grandes rasgos: 1. La contribución de los signos a la exteriorización del pensamiento 2. La contribución de los signos a la formación del pensamiento Dentro del primer grupo, la contribución de los signos a la exteriorización del pensamiento, se sitúa la función comunicativa de los signos, esencial para la acumulación y transmisión de: conocimientos y cultura, y para el progreso de las ciencias. Dentro del segundo grupo, la contribución de los signos a la formación del pensamiento, se sitúan todas las contribuciones directas de los signos a las que Locke identificó como cuatro principales operaciones de nuestro espíritu: concebir, juzgar, razonar y ordenar.
Nacimiento de la Semiótica Hasta aquí, es posible hablar de período de génesis y precedentes. La primera afirmación de la existencia de un dominio propio para la ciencia de los signos tal como se entiende hasta la actualidad la hacen, casi de forma sincrónica y en total desconocimiento mutuo, el filósofo americano Charles S. Peirce (1839-1914) y el lingüista suizo Ferdinand de Saussure (1857-1913). Los planteamientos de ambos son distintos cualitativa y cuantitativamente. Peirce era heredero de la tradición lógico-filosófica y científica, y gran conocedor de la matemática, la física, la obra de Descartes, de Leibniz y, muy singularmente, de Kant, que , junto a la matemática, fue el sustrato de su universo intelectual. Peirce fue pionero. Lo fue en numerosos dominios como la lógica, la física, los juegos o la teoría de la ciencia, pero sin dejar nunca de trabajar en la construcción y fundamentación de una teoría de los signos. El propio Peirce tuvo conciencia del carácter precursor de su actividad. En 1867, escribe: “soy, por lo que llego a saber, un pionero en la tarea de clarificar y explorar lo que denomino semiótica”, que, según su propia definición, es “la doctrina de la naturaleza esencial y de las variedades fundamentales de la semiosis posible”. Una doctrina que abarca un campo que, según sus propias revelaciones, “resulta demasiado impresionante para quien, por vez primera, se adentra en ella”. Desde 1867, la actividad de Peirce está atravesada por una constante obsesiva: la elaboración de una Semiótica y la fundamentación del estudio semiótico. ¿Cómo? utilizándolo como método de análisis de diversas disciplinas ya mencionadas: la lógica, las matemáticas, la física, la filosofía y la religión. Peirce concibe la Semiótica como el marco para una teoría del conocimiento y su objetivo esencial es elaborarla como un “álgebra universal de los signos” fundamentada en el álgebra universal de las relaciones. Por álgebra cabe entender la rama de la matemática que estudia la combinación de elementos en función de reglas + o – fijas, o sea, la forma en que los elementos operan entre sí. Así pues, Peirce se propone estudiar (observar, analizar, describir, interpretar, clasificar y teorizar) de forma universal la combinación de los signos y las reglas que la rigen.
Por otra parte, Peirce destaca por dos aportaciones semióticas elementales: 1. La definición tricotómica de signo que se fundamenta en la distinción de representamen, objeto e interpretante (RIO). 2. La distinción de tres partes en la Semiótica según se refieran a los tres elementos que actualizan su definición de signo, es decir, representamen, objeto e interpretante. Las tres partes de la Semiótica que propuso Peirce son: gramática, lógica y retórica, que, en la terminología de algunos de sus seguidores como Morris o Carnap, se corresponden con la sintaxis, la semántica y la pragmática. Las dos primeras tratarían del problema de las relaciones y de la verdad respectivamente. La tercera resulta más difícil de delimitar porque el interpretamen es el elemento del signo que queda menos definido por Peirce pero, en todo caso, subyace el estudio de la relación entre signo e interpretamen. Con relación a Saussure, sus preocupaciones semióticas, o lo que es lo mismo, sus preocupación por la problemática de los signos, se manifiesta en su obra cumbre: Curso de lingüística general , de 1916, que es una reconstrucción póstuma a partir de las notas de clase tomadas por sus alumnos. En el Curso de lingüística general , Saussure afirma que es posible concebir una ciencia del signo, que denomina “semiología” (del griego semeion, “signo”). Una ciencia, que define como aquella “que estudia la vida de los signos en el seno de la vida social” y que incluye como “parte de la psicología social y, por consiguiente, de la psicología general”. Saussure destaca que el estadio de alumbramiento o de formulación de la semiología, implica asumir un terreno de ignorancia e incertidumbre que, sin embargo, no niega su derecho constitutivo ni su alcance. Un alcance que reconoce superior al de la Lingüística, pues, Saussure entiende la lingüística como una parte de la Semiótica concibiéndola como nueva ciencia general que, como tal, descubrirá leyes aplicables no solo a la Lingüística, sino también a otras disciplinas científicas. El objetivo de Saussure es más concreto que el de Peirce. Su objetivo nuclear es fundamentar la lingüística. Una tarea que le conduce a postular como necesaria la existencia de la Semiótica.
El caso es que Saussure, formulada su distinción fundamental, la distinción entre lengua y habla, define lengua como “sistema de signos lingüísticos”. Como es obvio, tal definición presupone la de signo lingüístico, y la de signo lingüístico, a su vez, presupone la de signo. En consecuencia, Saussure necesita la Semiótica porque es estudioso de los signos lingüísticos, y, como tal, necesita una ciencia general que estudie los signos y las reglas que los gobiernan. Una ciencia general que no existía o de la que, al menos, solo existían prefiguraciones y que, por consiguiente, propone y reivindica. En conclusión, uno y otro autor postularon la entidad de la Semiótica como ciencia y señalaron la naturaleza amplia e interdisciplinar de su estudio. Lo que los diferencia es, por una parte, los objetivos a largo plazo de sus planteamientos y, por otra, su concepción del signo: Saussure habló siempre de signo lingüístico; Peirce, se refirió al signo en general. Asimismo, Saussure, partiendo de la Lingüística como ciencia que fundamentar, necesitó de la Semiótica, pero nunca abandonó el terreno de la Lingüística; Peirce, por el contrario, partió de la Semiótica, pues, por una parte, trabajó en la conceptualización y teorización de la Semiótica y, por otra, intentó analizar las nociones básicas de diversas disciplinas, a partir de la Semiótica. En todo caso, el análisis de Peirce tuvo un objetivo recursivo y doble: establecer los fundamentos de la Semiótica como disciplina en sí misma y establecer los fundamentos de las diversas disciplinas por él analizadas, desde una perspectiva semiótica, es decir, aplicando los fundamentos semióticos que él mismo establece. Dicho de otro modo, Saussure llevo a cabo una Semiótica descriptiva y aplicada mientras que Peirce llevó a cabo un estudio semiótico amplio, a través de las que es posible identificar como las 3 ramas fundamentales de la ciencia del signo: la Semiótica teórica, la Semiótica descriptiva y la Semiótica aplicada. Con todo, es posible notar coincidencias fundamentales entre Peirce y Saussure que fijan los dos principios nucleares de la ciencia semiótica: A. NO EXISTE PENSAMIENTO SIN SIGNOS Saussure afirma: “Sin el concurso de los signos, seríamos incapaces de distinguir dos ideas de una manera clara y constante” (Saussure, 155). Peirce afirma: “Todo lo que es, cualquiera que sea, pasa por el signo” (Peirce, 5251).
B. PRINCIPIO DE DIFERENCIA O DE OPOSICIÓN Saussure afirma que la existencia de un signo y, por tanto, su definición, depende no tanto de lo que es como de lo que no es y añade que “aunque el significado y el significante sean, cada uno por su parte, puramente diferenciales y negativos, su combinación es un hecho positivo (166) ya que genera un sistema de valores que constituye el lazo efectivo entre los elementos fónicos y psíquicos en el interior de cada signo”. Peirce afirma: “¿estas dos cosas recubren prácticamente la misma función? Entonces apliquémosle la misma palabra. ¿No cubren la misma función? Entonces las distinguiremos”.
Desarrollo de la Semiótica
Los trabajos que siguen a las aportaciones de los fundadores Peirce y Saussure dan lugar a diversas escuelas que, por un lado, comparten preocupaciones y, por otro, parten de presupuestos muy diferentes. Dentro de esas diversas escuelas, destacan tres: 1. La escuela americana: es heredera de Peirce y está representada entre otros por Charles. W. Morris, Rudolph Carnap, Thomas A. Sebeok o Umberto Eco con amplias conexiones en todo el mundo anglosajón, en Italia y en la antigua Unión Soviética. 2. La escuela europea o francesa: es heredera de Saussure y está representada entre otros por Eric Buysseus, Louis Hjelmslev, Jose Luis Prieto o Roland Barthes. 3. La escuela generada a partir de la Teoría de la comunicación y la información y por el desarrollo de la cibernética: representada entre otros por Claude E. Shannon, Collin Cherry, Doede Nauta, Andrei N. Kolmogorov o Sebastian K. Saumjan. Por otra parte, hay que sumar el campo de estudio interdisciplinar, es decir, el campo de estudio situado en terrenos de intersección, debido a que los problemas centrales de la Semiótica también ocupan un espacio central en múltiples disciplinas científicas como: la Lingüística, la Psicología, la Sociología, la Historia, la Paleografía o la Historia del Arte, entre otras.
En la actualidad
Según señala Sebastià Serrano, hoy por hoy, la Semiótica todavía no es una ciencia fundamentada. El incremento de estudios y publicaciones en su campo ha sido considerable en los últimos años, pero el crecimiento cuantitativo no ha ido acompañado de un crecimiento cualitativo capaz de clarificación, unificación y fundamentación. En consecuencia, es posible valorar que la Semiótica es una ciencia que está en estadio pre-paradigmático. Un estadio relacionado con la juventud de la disciplina, el enfrentamiento de sus diversas escuelas y el debate continuado que se genera en torno a tres cuestiones: 1. La intención de autonomía necesaria para que una ciencia encuentre su especifidad epistemológica y su “objeto formal”. 2. La necesidad de fundamentar la especificidad de la Semiótica confrontándola con las especificidades propias de las restantes ciencias humanas y la Filosofía. 3. La tendencia a abrir su dominio a numerosas actividades tan diversas como: la morfología del cuento popular, la teoría de la arquitectura, la crítica de cine, la crítica de arte, la cocina, la moda, es decir, su acción no solo dentro de campos reconocidos con estatus científico: el de las ciencias humanas, sino también su acción con relación a los mass media que, pese a que están claramente vinculados a las ciencias humanas, no han encontrado todavía una especificidad propia que consagre su estudio como disciplina científica. La Semiótica, por tanto, tiene discusiones fundamentales que resolver pero también tiene objetivos pendientes: 1. Distinguir los componentes del signo, es decir, los diferentes elementos que están presentes cuando algo funciona como signo. 2. Analizar las relaciones que se dan entre los componentes del signo. 3. Ofrecer una clasificación de los signos. 4. Ofrecer una tipología de los sistemas de signos.
Ahora bien, es posible concluir que, en caso de lograr superar el estadio pre-paradigmático llegando a estar sólidamente fundamentada, la Semiótica, tal como advirtieron tanto los estudiosos señalados como precedentes como sus fundadores y desarrolladores, será la ciencia humana por excelencia, porque se constituirá como disciplina científica que, ineludiblemente, explicará todo lo que denominamos comunicación llevando a cabo una doble tarea epistemológica: fundamentar un dominio propio y formar un marco epistemológico interdisciplinar.
D. DOMINIOS, PARTES, RAMAS
A través del recorrido histórico y del análisis del estado de la cuestión, han sido identificadas las tres escuelas fundamentales de la Semiótica: la escuela americana, la escuela europea o francesa y la escuela generada en torno a la Teoría de la comunicación y la información, y el desarrollo de la cibernética. Asimismo, ha sido identificada una cuarta línea de investigación semiótica generada en torno al campo de estudio interdisciplinar. Es decir, el campo de estudio generado por las múltiples disciplinas científicas que abordan elementos y fenómenos semióticos centrales. Con la intención de abarcar en su totalidad la ramificación del estudio semiótico, es pertinente abordar la cuestión desde el punto de vista metodológico. No obstante, es decisivo constatar que, a pesar de que en la Semiótica alcanza una formulación específica, la clasificiación resultante de dicho enfoque no afecta de forma exclusiva a la Semiótica sino que se trata, por el contrario, de una clasificación científica general, o lo que es lo mismo, común a todas las ciencias. A partir de dicha clasificación general, es posible identificar tres ramas semióticas: la Semiótica teórica, la Semiótica descriptiva y la Semiótica aplicada. 1. La Semiótica teórica: tiene como tarea definir las nociones y los conceptos epistemológicos básicos. En el caso de la Semiótica, esos conceptos básicos son dos: signo y sistema-lenguaje. De modo que la semiótica teórica responde a dos preguntas fundamentales: a. ¿Qué es un signo?
b. ¿Cómo se organizan los signos? O ¿Qué relaciones establecen los signos? O ¿Cómo se combinan los signos? Además de delimitar su objeto de estudio, el signo, y a través de ese mismo objetivo: la delimitación y la definición del signo, la semiótica teórica se ocupa: de su propia delimitación y definición, de construir un aparato teórico con el que abordar su estudio, de establecer un marco de estudio: la comunicación, de formular y responder preguntas que fundamentan su objeto de estudio, y de fijar criterios para definir, clasificar y analizar. Por consiguiente, en síntesis, esta rama de la Semiótica genera un aparato teórico que asume un doble objetivo: dotar a la semiótica de estatus científico y abordar con especificidad su campo de estudio a través de teorías y conceptos. 2. Semiótica descriptiva: describe múltiples fenómenos que confluyen en el seno de las situaciones comunicativas, a través de procedimientos de análisis, que consisten fundamentalmente en segmentar, estructurar y clasificar. Por lo tanto, la semiótica descriptiva es taxonómica. Como ejemplo de los múltiples fenómenos descritos por esta rama de la semiótica, es posible mencionar: un enunciado, un texto, un anuncio publicitario, una despedida, el lenguaje de sordomudos, una conversación, una escena cinematográfica, una escenografía, una estructura arquitectónica, una ciudad, una fotografía, un cuadro. Como ejemplo paradigmático y sintético de Semiótica descriptiva es posible destacar el análisis sintáctico, puesto que el gráfico resultante, familiar para cualquier sujeto alfabetizado, describe las relaciones sintácticas-algebraicas que establecen los signos y, en último término, estructura y clasifica. Hacer un árbol sintáctico es describir un enunciado, es decir, es describir la naturaleza de los signos verbales (palabras) que lo integran y las relaciones combinatorias y funcionales que dichos signos establecen a nivel intraestructural e interestructural. Hacer un gráfico es describir y estructurar información. Describir un gesto es más difícil, pero un gesto también es un signo y, como tal, es susceptible de ser objeto de la semiótica descriptiva. También son objeto de la semiótica descriptiva: una conversación, un rito, un banquete o una manifestación. Por otra parte, todo relato o toda enunciación supone una semiótica sea cuál sea la intención y el contexto que lo genera, si bien las
por Roland Barthes acerca del “yo” y la “enunciación” (Véase el documento Anexo Roland Barthes) fundamentan una premisa que abre un horizonte interpretativo según el cual todo acto comunicativo, tanto aquel comúnmente aceptado como objetivo: la ciencia (fundamentada en lo objetivable-demostrable), como aquel comúnmente aceptado como subjetivo: el relato (fundamentado en lo no objetivable-demostrable: la memoria, lo hipotético, lo posible) responden a un proceso germinal que los iguala: la semiosis o selección y combinación de signos. Describir en términos semióticos, por tanto, no solo es aislar, identificar o enumerar. Describir, hasta sus últimas consecuencias, es “conectar los puntos”, es decir, establecer unidades, estructurarlas, clasificarlas y ofrecer reglas combinatorias, o sea, formular una organización secuencial, pero también dar pie o formular una teoría, una hipótesis o una interpretación. No parece posible otro planteamiento sin parcelar y reducir la semiosis, pues, en último término, la parcelación es artificiosa y la división de ramas no es posible más que con fines didácticos, puesto que, por lo demás, descripción y la teoría confluyen. Solo los sistemas que están dotados de unidades ampliamente definidas y clasificadas, y solo aquellos que están dotados de unidades ampliamente definidas y clasificadas en función de criterios asimismo bien definidos, solo dichos sistemas permiten una explicación rigurosa tanto en que no parcelarán ni ajustarán el objeto de estudio al aparato metodológico sino que enfrentarán la siempre colosal tarea de ampliar y revisar en continuum el aparato metodológico con el objetivo de abordar en su totalidad el objeto de estudio. Por lo tanto, el propio concepto de descripción es también analizado por la semiótica, debido a que la Semiótica, como ha sido apuntando a lo largo de las consideraciones expuestas, es una disciplina metacientífica, metacognoscitiva, metareflexiva o especular. Para cerrar la información y las reflexiones relacionadas con la semiótica descriptiva, es relevante concluir, que descripción y teoría son dos vértices indivisibles, aunque pertinentemente aislables, de la comprensión de un fenómeno. Descripción y teoría son las dos caras del conocimiento científico. No están separadas y funcionan en interacción e interdepencia, es decir, descripción y teoría se articulan en confluencia, de modo que la una impacta sobre la otra y la otra impacta sobre la una. 3. Semiótica aplicada: se ocupa de la aplicación de la Semiótica a diferentes ámbitos y disciplinas. Es un campo muy amplio y diverso. La amplitud y la diversidad de esta rama es consecuencia lógica directa del rasgo constitutivo, y ya ampliamente referido, de la semiótica: la heterogeneidad o interdisciplinaridad.
Dado que la semiótica aplicada es un campo amplio y diverso como consecuencia lógica directa de la heterogeneidad y la interdisciplinaridad que la constituyen, se ocupa del estudio semiótico del urbanismo, los objetos, la moda, el cine, la fotografía, la cocina, la publicidad, las matemáticas, la medicina, la psicología, el folklore, la lengua, los gestos, etcétera, porque sería posible seguir denotando un campo de estudio que tiende a infinito. A grandes rasgos, podríamos establecer dos distinciones generales. 1. La distinción entre la semiótica aplicada a los signos, sistemas y fenómenos verbales, y la semiótica aplicada a los signos, sistemas y fenómenos no verbales. 2. La distinción entre la semiótica aplicada a disciplinas científicas y la semiótica aplicada a la vida cotidiana, cuestión que merece una mención especial. Bajo la categoría “vida cotidiana” se incluyen la comida, los encuentros en la ciudad o los cafés, lo doméstico, las felicitaciones, los pésames, los banquetes, los objetos, las estaciones, aeropuertos... La identificación de esta segunda distinción es revolucionaria, puesto que cabe detenerse y reflexionar sobre en qué medida la semiótica aplicada a la vida cotidiana implica un cambio científico cualitativo decisivo. Lo cotidiano, dicho de otro modo, el amplio segmento que durante la mayor parte de la Historia no gozó de estatus científico o cultural como objeto de estudio, permaneció ocultado y, por lo tanto, en cierto sentido, marginado y estigmatizado. El ocultamiento se mantuvo hasta el SXIX, momento en que a través del movimiento realista, los cambios derivados de las revoluciones liberales y, posteriormente, el pragmatismo comienza a ser objeto de interés. Un interés que experimentó un notable y progresivo aumento hasta la actualidad. En la actualidad, el interés por el campo de estudio que, en términos muy generales, se agrupa bajo la categoría “vida cotidiana”, es muy alto y continúa en progresión. Sin embargo, como consecuencia de la “marginalidad histórica” que arrastra la categoría, hay que constatar que, en la actualidad, la preocupación por su estudio es mucho mayor que la capacidad para abordarlo, y, por lo tanto, constituye uno de los retos u objetivos y centros de interés de la Semiótica.
E. CARACTERÍSTICAS, CARACTERIZACIÓN, DESCRIPCIÓN El enfoque que sustenta este curso, abraza lo expuesto de forma que se desarrolla en torno a la interrelación de una actividad semiótica teórica y descriptiva, y distintas actividades de semiótica aplicada. Nuestro objetivo final es la semiótica aplicada. ¿A qué? Al ámbito de la comunicación y las industrias culturales, pero sin, por ello, desarrollar un enfoque reduccionista que conduciría a ignorar los conceptos generales y fundacionales de la ciencia semiótica, esos que son el suelo y la frontera a la que todo retorna y en la que, en potencia, está todo aquello que resulta una apertura, una contribución, un progreso y un legado. El objetivo de este curso de estudio semiótico, por tanto, no es únicamente estudiar y conocer las aportaciones de la ciencia tratada a través de sus autoridades, sino también reconducirlas, cuestionarlas y recontextualizarlas. Sebastià Serrano define el estudio semiótico como un viaje en un universo de signos. Estudiar semiótica es, en cierto sentido, desplazar o desautomatizar el pensamiento, cambiar la convencionalidad, la uniformidad y la ingenuidad por la búsqueda y el extrañamiento o asombro, y activar conciencias plurales, discontinuas, no uniformes. Despertar, en suma, a la observación y lectura del infinito universo de signos en el que todo sujeto está inmerso. La Semiótica es el viaje a través del espejo, de uno y otro lado. El viaje de Alicia, que entendida como símbolo es el niño, y el niño no es sino el símbolo del origen y el extrañamiento. Como Alicia, en el decurso de nuestro “viaje”, el objetivo, si es que hay otro posible sobre espacio y tiempo, escucharemos las voces de otros y miraremos a través de ojos que no son nuestros, dado que este curso aborda las teorías de los semiotistas más relevantes y plantea una actividad de recepción diversa (textos, imágenes, material audiovisual, museos, charlas). Como en el cuento de Carroll, el proceso de conocimiento confluye en una búsqueda y un encuentro, el encuentro con el otro lado, donde esperan todos los puntos, los otros puntos: el infinito, que quiebra lo conocido y nos enfrenta a una actividad de vaciado, de deconstrucción y construcción. Un fenómeno que, en suma, nos enfrenta a la pregunta como sustrato que nos conduce al origen, donde nada es, donde todo es susceptible de alterar su curso, donde lo conocido no basta, donde lo oscuro, lo obtuso, lo mediato se revela, donde todo son remisiones, reflejos.
Sea como sea, siempre hay un sujeto, que escucha, mira, toca, huele, paladea: percibe. La Semiótica, como la Filosofía, la Cultura y el Arte, se adentra en las muchas formas de comunicar y relacionar y relacionarse con lo comunicado. Por lo tanto, el viaje por el que la Semiótica conduce es un viaje que se dirime en el sujeto que, traspasado el cauce de lo conocido y resuelto, se sitúa del otro lado, en lo no resuelto, en un terreno donde el sujeto no responde sino interroga: busca, desplaza. Solo algunas de las preguntas que esperan “del otro lado” serán respondidas, pues, el viaje que plantea la Semiótica es un viaje de ida y vuelta infinito "infinito es lo que no tiene límites–. Cada ida y cada vuelta supone un cambio y un regreso más hondo al germen del conocimiento: el misterio. Ese que subyace y aspira a ser reconocido bajo el amplio conjunto de preguntas que los hombres se hacen desde el origen sin que las muchas respuestas que han suscitado las hayan resuelto, puesto que es en forma de pregunta y no de respuesta como regresan. Una vuelta –la que se produce con el constante regreso de ciertas preguntas " que quién sabe si nos devuelve como una huella, como un índice, a una suerte de pregunta primera, aquella donde la pregunta consentiría colocarse ante su especullum, aquella donde la pregunta, que aspiraría a conocerse, se desdobla y se nombra, la pregunta que se pregunta: qué es pregunta. Y, en desplazamiento, el sujeto, “del otro lado”, se enfrenta a todos los puntos.