TEORÍA GRAMATICAL II Profs. Carmen Acquarone – Alicia Gil – Carmen Lepre
UNIDAD 6 LECTURA Nº 3
Gonzalo Sobejano: E L EPÍTETO EN LA LÍRICA ESPAÑOLA Gredos. Madrid, 1956, pp. 122-144.
VI.—FUNCIÓN SINTÁCTICA DEL ADJETIVO El adjetivo, como parte de la oración distinta de todas las demás, es aquella palabra en potencia de poseer dos géneros gramaticales y cuyo contenido semántico está constituido por la noción de cualidad o por una noción determinativa de relación o de cantidad. Las nociones de cualidad, relación y cantidad exigen necesariamente la noción de sustancia, sin la cual no podrían darse. Entre aquellas nociones y la de sustancia existe una subordinación de aquéllas a ésta. Es lo que se ha llamado también "inferencia"1. Este carácter subordinado o inferido de las nociones expresadas por el adjetivo respecto de las expresadas por el sustantivo se manifiesta en el plano del funcionamiento, es decir en el campo de las relaciones de unas palabras con otras dentro de la. frase, en el terreno sintáctico, por el hecho de que el adjetivo desempeña una función secundaria respecto del sustantivo, que desempeña una función primaria, principal. Así, en efecto, por esta vía lógico-sintáctica se ha llegado a la mejor definición del adjetivo como aquella palabra que funciona habitualmente de término adjunto o secundario.2 Prescindiendo de aquellos casos en que el adjetivo sólo nombra la noción de cualidad, de relación o de determinación cuantitativa sin aplicación a un sujeto y, por tanto, sin congruencia gramatical con el representante de ese sujeto (por ej.: lo blanco, lo futuro, por lo más intrincado, salir de lo escondido, el profundo, el ridículo, tener mucho de bueno, etc.) y prescindiendo asimismo de aquellos otros en que el adjetivo acompaña a un sujeto elíptico en la frase, pero implícito en la mente del que la pronuncia (por ej.: justos y pecadores, los fuertes, el sano y el doliente, prefiero los azules, etc.), es decir, prescindiendo de aquellos casos en que el adjetivo no funciona como término secundario junto, a un término principal, sino como término principal él mismo o bien como término secundario sin término principal expreso, fenómenos que suelen encerrarse bajo el epígrafe general de "sustantivación de adjetivos", las funciones sintácticas del adjetivo morfológica y semánticamente tal pueden clasificarse conforme al esquema siguiente: a.
Adjetivo predicativo: 1. Con verbo copulativo explícito: Mi amigo es fuerte. Mi amigo está fuerte. Mi amigo se puso fuerte enseguida. enseguida. Mi amigo nació fuerte.
1
M. SANDMANN, op. cit., pág. 90: "Vom reinen Formstandpunkt ist das Substantiv die Form der Isolierung: [...], das Adjektiv die Form der Inferenz: , das Verb die Form der Konnexion: .” Sandmann dice preferir la expresión "inferencia" a la de "inherencia" empleada por Ammann, porque aquella parece reproducir mejor el hecho de la coordinación semántica (Beddentungszuordnung) propia del adjetivo. Creo que ambos términos y conceptos son ligeramente diferentes y apuntan a diferentes cosas: "inherencia" es el estar la cualidad en la sustancia: "inferencia" es el derivar o o depender toda tod a noción no ción adjetival adjet ival –sea calificati calificativa va o no– de la noción noción sustantiva sustantiva.. 2 ESPERSEN op. cit., The Three Ranks, O. J , Chapter VII: especialmente pág. 98.
Mi amigo quedó fuerte después de la transfusión. Mi amigo parecía fuerte. . Mi amigo se crió fuerte.
Etc. 2. Sin verbo copulativo (en frases absolutas): Difícil aquel camino, tuve que echar por otro. Se levantó y, silencioso el auditorio, empezó a hablar.
Etc. 3. Predicado de complemento (con verbo transitivo explícito): Encontré a mi amigo pensativo. Argumenté tanto que dejé a mi amigo pensativo. Todos tenían a mi amigo por pensativo. Tantas meditaciones hicieron pensativo a mi amigo. Me molesta ver a mi amigo pensativo.
Etc. 4. Predicado de complemento (sin verbo transitivo): α) Con + artículo + sustantivo + predicado: Con las cabezas despeinadas. Con los ojos húmedos por el llanto. Con la voz temblorosa.
Etc. β) En frase absoluta: Regresó, inseguros sus pasos a causa de la oscuridad . Es morena, los ojos negros, esbelto el talle.
Etc. b.
Adjetivo atributivo: 1. Inmediato: α) Antepuesto: Las estrellas brillan en el cielo inmenso. β) Pospuesto: Las estrellas brillan en el inmenso cielo. 2. Mediato: α) Anticipado: Contempla inmenso, con inmensidad que sobrecoge, el cielo de esta noche de verano.
β)
Retardado: Contempla el cielo de esta noche de verano, sobre el sueño de los hombres inmenso.
γ) En aposición: Juana la Loca. Felipe el Hermoso. La muerte, la celosa. c.
Adjetivo atributivo-adverbial: Inquietas liban las abejas el néctar. Pura mana la fuente.
El huésped atravesó silencioso el vestíbulo.
Etc. d.
Adjetivo adverbial: La muchacha llamó recio a la puerta. La señora hablaba muy alto.
En d) el adjetivo está traspuesto en adverbio, de manera que, en vez de funcionar como termino secundario, funciona como término terciario, como subjunto3. El adjetivo propiamente tal, no traspuesto en término primario (sustantivado) ni en término terciario (adverbializado), el adjetivo que funciona como término secundario sólo tiene, pues, dos posibles papeles sintácticos: o es predicativo o es .atributivo (el adjetivo atributivo-adverbial, a pesar de su funcionamiento mixto, sigue siendo atributivo más que adverbial). La diferencia radical entre el adjetivo predicativo y el adjetivo atributivo consiste en que el primero acaba una frase (un juicio completo) y el segundo acompaña a una parte de la frase. El predicativo es, pues, un miembro de frase, el atributivo es parte de un miembro de frase. Entre el cielo / es / inmenso y el cielo inmenso/se oscurece existe la diferencia de que la primera frase no tendría sentido ninguno si faltase el miembro predicativo inmenso, que es, pues, un miembro necesario para que la frase acabe su sentido, mientras que la segunda frase tendría sentido completo aunque faltase la parte del primer miembro representada por el atributivo inmenso, que aquí es nonecesario o no-restrictivo (epíteto), pero que aunque fuese restrictivo o distintivo y, por tanto, necesario, no acabaría la frase, sino que sólo acabaría –distinguiéndolo, restringiéndolo– un miembro de frase. Junto a esta diferencia fundamental relativa al juicio lógico y a su realización lingüística en la frase hay que añadir la que estriba en la "concreción". Todo calificativo es, ya hemos dicho, "abstracto", toda cualidad es abstracta. Y ello no sólo en el sentido de que la cualidad es una noción que se abstrae de otra noción, sino también en el sentido4 de que es una noción inconcreta, es decir, falta de espacialidad y de temporalidad. Ahora bien: cuando la cualidad se expresa predicativamente, mediante un verbo copulativo, este último connota siempre la idea de tiempo: mi amigo es fuerte, mi amigo era fuerte, mi amigo estará fuerte, etc. Y de esta manera la cualidad queda demarcada en el tiempo, concretada5. En el caso del adjetivo atributivo no existe, en cambio, especificación o concreción temporal de ninguna clase: en el cielo inmenso, la inmensidad se aplica al cielo abstractamente, tanto porque se abstrae del sujeto cielo como porque permanece en el plano de una calificación intemporal. No vamos a examinar aquí los valores del adjetivo predicativo. Una concepción exclusivamente literaria de la caracterización cualitativa pudo conducir a considerar epíteto incluso el adjetivo predicativo (vid. Introducción); pero desde la Antigüedad hasta hoy ha sido criterio predominante y decisivo el tener por epíteto precisamente al adjetivo atributivo, y a él hemos de atender únicamente. Ténganse en cuenta, sin embargo, algunas observaciones a propósito del adjetivo predicativo. En primer lugar, sirviéndonos de la distinción de Jespersen entre "junction" y "nexus"6, 3
JESPERSEN, ibidem. Según Sandmann. loc. cit. 5 Vid. VENDRYES, op. cit., pág. 144: "Le type normal de la phrasec nominale en indoeuropéen est sans copule: c'est ce qu'on appelle la phrase nominale pure." Pag. 146: L’introduction de la copule dans la phrase nominale s'explique aisément. II y a en effet une notion que le simple rapprochement du sujet et du prédicat ne suffit pas à exprimer: c'est la notion du temps. Le verbe, en tant que symbole de temps, devenait alors nécessaire." 4
6
JESPERSEN, op. cit., Chapter VIII.
podemos definir el adjetivo predicativo como adjetivo “conexo” y el atributivo como adjetivo “adjunto”. Conexo (adjetivo “unido con" la cópula al sustantivo) es un término de inequívoca claridad para designar la característica esencial del predicado, que es ir unido con el término primario mediante otro término secundario, la cópula. Adjunto (adjetivo "añadido a" un sustantivo) es también un término acertado para denominar el atributo es lo que tiene de esencial: su. agregación directa al término primario, sin ligamen. El adjetivo predicativo o conexo puede ir unido con el sustantivo por medio de una cópula explícita o de una cópula implícita omitida en la frase, pero latente en la conciencia del hablante. Cuando la cópula es explícita, ésta imprime a la cualidad denotada por el adjetivo la marca concreta de un modo de un tiempo de un aspecto. Mi amigo es fuerte quiere decir: es fuerte realmente (modo indicativo), fuerte actualmente (tiempo presente), f uerte durativamente (aspecto imperfectivo). Las mismas notas de modo, tiempo y aspecto se dan implícitamente en los casos de omisión de cópula que la Gramática de la Academia consigna en los § 197 y 198; en frases absolutas como Difícil aquel camino, tuve que echar por otro, donde late implícito un gerundio siendo, no es la cúpula implícita la que aporta las señales de lo verbal, puesto que se trata de una forma verbal infinita o verboide, sino el conjunto de ambas cláusulas, la absoluta y la principal, en relación con el verbo finito de la última. Verbo copulativo por antonomasia es ser cuando no tiene su significación primitiva de "existir", sino un mero valor formal de vinculo. Pero verbos copulativos son también otros muchos que, aun siendo de por sí verbos de significado pleno, actúan, al ligar sustantivo con adjetivo predicativo, de manera equivalente al copulativo puro ser, de quien sólo se diferencian por agregar a la mera función copulativa una representación semántica que nunca es del todo la de su significado pleno, aun teniendo este mismo significado, y que siempre pueden reducirse en último extremo a la copula de esencia (ser), a la cópula de estado (estar) o a la cópula de devenir (en español representada por perífrasis: llegar a ser, etc.). Entre estas frases copulativas no meramente tales, como por ej.: Mi amigo nació fuerte, y aquellas frases en que el adjetivo atributivo va unido al sustantivo por un verbo que ni es copulativo puro ni es reductible a la cópula pura de esencia, estado o devenir (por ej.: Inquietas liban las abejas el néctar) hay una gran diferencia, que no aparece esclarecida, sino confundida, en las gramáticas7. La diferencia estriba en que los verbos que, sin perder totalmente la plenitud de su significado, actúan de cúpula entre un sustantivo y un adjetivo predicativo en concordancia con él (ponerse, quedar, andar, nacer, parecer, crecer , etc.) son siempre verbos intransitivos, que significan esencia o apariencia, estado o devenir, pero nunca acción realizada por el mismo sujeto, sino a lo sumo acción verificada en él, mientras que los otros verbos mantienen la plenitud íntegra de su significado, pueden ser transitivos e intransitivos indistintamente (El huésped atravesó silencioso el vestíbulo; El huésped cruzó silencioso) y denotan siempre actividad ejercida por el sujeto mismo. No tienen, pues, razón las gramáticas aludidas en considerar que en aquellas primeras frases el adjetivo predicativo actúa al mismo tiempo de predicado del sustantivo y de modificación adverbial del verbo. En Mi amigo nació fuerte es absurdo pensar que fuerte se refiera a la vez a amigo y a nació: se refiere exclusivamente a amigo, y la mejor prueba de evidencia está en que sería imposible construir una frase Mi amigo nació fuertemente. Cuando el adjetivo predicativo se refiere al mismo tiempo al sustantivo y al verbo es en ese otro tipo de frases en que el verbo de actividad no actúa en absoluto como cópula: Inquietas liban las abejas el néctar. Aquí inquietas es atributivo de abejas como se manifiesta en su forma y concordancia adjetival, pero modifica adverbialmente a liban, y sería perfectamente correcto e inteligible decir: Las abejas liban inquietamente el néctar. La inquietud está en la abeja y en su acción de libar: la fuerza, en el otro ejemplo, sólo está en el amigo (en su cuerpo, en su naturaleza), pero no en el nacer. Si la explicación que dan esas gramáticas confunde oraciones de verbo copulativo con predicado 7
Así en ACADEMIA, § 228 a; GILI y GAYA, págs. 64 y 196.
nominal (adjetival) y oraciones con verbo no copulativo en que el atributo adjetival del sustantivo es también atributo adverbial del verbo, su terminología no es menos inexacta. Allí se dice que en casos como El hombre nace desnudo o Quedaron muy satisfechos (nacer y quedar son verbos intransitivos, no de acción, sino de pasión, y reductibles a las cópulas devenir y estar respectivamente) los adjetivos desnudo y satisfechos son "predicados de complemento". Ahora bien: dada la asimilación de tales verbos con la cópula propiamente tal, no hay por qué llamar a los adjetivos predicativos ligados por la cópula pura (es, está) "adjetivos predicativos" y a los adjetivos ligados por verbos copulativos no meramente formales (nace, se pone, se halla, etc.) con otro nombre, que además resulta inapropiado. Tan adjetivos predicativos son los unos como los otros. Me parece mucho más adecuado, y la denominación perfectamente inequívoca, llamar “predicados de complemento” a adjetivos como los que aparecen en frases transitivas de este tipo: Encontré a mi amigo pensativo, Considero ese problema muy difícil, Tengo a tu hermano por inteligente, Encontramos a tu padre enfermo, etc. En estos casos el adjetivo sigue siendo
predicativo, pero no va unido por cópula explícita a su sustantivo; la predicación es implícita y agregada al complemento directo de un verbo transitivo8. Para toda clase de adjetivos predicativos (con cópula explícita, con cópula implícita, predicados de complemento) lo diferencial respecto de los adjetivos atributivos es que aquéllos –como ya hemos dicho– terminan la enunciación de un juicio, acabando la frase en que éste se expresa. Si decimos mi amigo es se produce una suspensión en espera del término del juicio: ¿cómo es?: fuerte. La misma expectación en Argumenté tanto que deje a mi amigo: ¿cómo lo dejaste?: pensativo. El adjetivo, sirve estas predicaciones de meta del .verbo. Por eso el adjetivo predicativo aparece siempre como un elemento necesario. Se pone un tema (lo sustantivo) y se dice, se predica algo de él: Mi amigo (tema) corre (predicado verbal); Mi amigo (tema) es fuerte (predicado nominal). En cualquier caso el predicado es la terminación necesaria del juicio. Puede decirse con v. der Gabelentz que el modo de enunciación predicativa es aditivo o sumativo mientras toda enunciación atributiva recuerda a la división9. En el cuadro más arriba expuesto hemos trazado esquemáticamente las posibilidades de colocación en la frase del adjetivo atributivo. Este puede ser inmediato, es decir, aparecer adjunto al sustantivo sin intermedio de pausa; y puede ser mediato, esto es, aparecer adjunto al sustantivo, pero a distancia de él, por intromisión, entre uno y otro, de pausa. En el primer caso (atributivo inmediato) el adjetivo puede estar emplazado inmediatamente delante de su sustantivo o inmediatamente detrás de él: buen amigo, amigo bueno. En el segundo caso (atributivo mediato) el adjetivo puede anticiparse a su sustantivo o retardarse respecto de él: bueno hasta la santidad, mi amigo cedió; mi amigo, bueno y generoso, cedió; mi amigo el santo.
Todos los lingüistas están de acuerdo en reconocer la supremacía de la función atributiva del adjetivo sobre su función predicativa. Dicha supremacía se basa en el papel originario y principal del adjetivo como portador de la "distinción" entre cosas y cosas, personas y personas, según hemos dicho más arriba. El tantas veces citado Locker pone de relieve en este: "Die Adj. werden aber dann wichtig, wenn es gilt, sonst Gleiches voneinander zu u nterscheiden:" "Daraus ergibt sich, dass das Adj. besonders gerne attributiv verwendet wird, während man in prädikativer Stellung oft einen substantivischen oder verbalen Ausdruck bevorzugt"10. Desde el punto de vista del lenguaje hablado, del lenguaje como instrumento necesario de intercomunicación humana, no cabe duda, en efecto, sobre el hecho de que la atribución distintiva o restrictiva es superior en importancia y frecuencia a la atribución expositiva o expresiva que el epíteto representa. 8
Para estos adjetivos, tanto cuando el verbo transitivo va expreso, como cuando el verbo transitivo no va expreso(con vid. S. FERNÁNDEZ RAMÍREZ, op. cit., página 202. 9 "In der prädicativen Rede erscheint die Eigenschaft als Zuthat zum Dinge,– der Hergang ist so zu sagen addirend. In der attributiven Rede Erscheint das Ding als Kern seiner Egenschaften: das Werfahren erinnert an die Division." G. Von der GABELENTZ, O p. cit.. pág. 453 . 10 E. LOCKER, op. cit.. pág. 10. la voz temblorosa; regresó, inseguros sus pasos...)
¿En qué relación está la naturaleza restrictiva o no restrictiva de una atribución adjetival con la colocación del semantema adjetivo respecto del semantema sustantivo? Ya hemos dicho en la Introducción que para algunos el emplazamiento del adjetivo con relación a su sustantivo servía incluso de criterio para diferenciar un epíteto de lo que no lo es. Podemos ahora destacar una vez más que lo que constituye la peculiaridad del epíteto frente a toda otra clase de adjetivos no es estrictamente el lugar que ocupe –anterior o posterior al sustantivo al que va adjunto–, sino el hecho de que cumpla una función atributiva, es decir, sin nexo verbal, en la cual función vaya enunciada una cualidad libremente. Libremente significa que la enunciación de la cualidad no sea necesaria. Cuando una cualidad se enuncia necesariamente es para distinguir frente a otra cosa, persona o entidad ideal la cosa, persona o entidad ideal significada por el sustantivo al que la cualidad se atribuye. No es, por tanto, un criterio sintáctico el que falla sobre la índole o restrictiva o epitética de un adjetivo, sino un criterio semántico. Ello sobre la premisa de que el adjetivo cumpla, desde luego, la función sintáctica de atributo y no la de predicado. Respecto al emplazamiento del adjetivo atributivo, la bibliografía existente acerca de este punto es sobremanera abundante11. El problema, empero, como todos los que atañen al orden de palabras en la frase, es sumamente espinoso y delicado para lenguas en las que existe una libertad posicional –relativa, desde luego– por parte del adjetivo atributivo, como son las lenguas románicas todas, frente a las germánicas. Aun dentro de las románicas, el español, más libre en este punto que el francés, aventaja a éste en problematicidad. No podemos aquí abordar el tema exhaustivamente, ni siquiera con la suficiencia que su importancia merece. Nos limitamos, pues, a unas cuantas observaciones de carácter general. En primer lugar: los adjetivos determinativos en función atributiva pueden clasificarse, según su posición respecto al sustantivo, en dos grandes grupos. Los determinativos pronominales, esto es, los demostrativos, posesivos, indefinidos y numerales, forman un grupo de determinativos que normalmente se anteponen al sustantivo: aquella ventana, nuestra casa, otro día, siete pecados. Siempre que algunos de estos adjetivos se posponen, lo cual sucede raras veces, se dan condiciones sintácticas especiales (aparición del artículo: la ventana aquella, la casa nuestra; formulación negativa en: no tiene dinero alguno, frente a: tiene algún dinero, etc.), y la posposición –que puede considerarse anormal– lleva emparejada una modificación, no del significado mismo del adjetivo, pero sí de la voluntad significativa del hablante, que cuando antepone el adjetivo no hace sino determinar puramente y cuando lo pospone acentúa de una manera más marcada el valor distintivo que ya por sí mismos tienen estos determinativos pronominales (la ventana aquélla: precisamente aquélla, y no otra: la casa nuestra, precisamente la de nosotros, no la de otros; Enrique Octavo, clasificando, frente a: el octavo Enrique, que clasifica de manera menos marcada) o bien pone de relieve un valor estilístico especial, valor estilístico que queda patente gracias a la anormalidad del orden de palabras frente a la normalidad del orden por la lengua establecido en la enunciación lógica (énfasis: gracias mil, frente a mil gracias; desprecio o desdén: los libros esos, frente a esos 11
Un resumen bien hecho de la bibliografía anterior, desde el principio de Gröber sobre el valor afectivo del adjetivo antepuesto y el valor lógico del adjetivo pospuesto hasta la fecha de publicación de su propio estudio, trae K. ARNHOLDT, Die Stellung des attributiven Adjektivs in ltalienischen und Spanischen, Greifswald, 1916; Introducción, 114.— Sobre este estudio vid. las reseñas de E. LERCH en ASNS, 1920, XXXIX, -242-256, y V. GARCÍA DE DIECO en RFE, VIII, 1921, 415-416. Sobre el español trabajó también E. G. BROWNELL, The position of the attributive adjetive in the Don Quixote, en RHI, XIX, 1908. 20-50. El campo de atención más explorado ha sido, sin embargo, el francés, idioma en el que rigen normas y hábitos mucho más fijos para la colocación del adjetivo respecto de! sustantivo. Cron, Schoningh, Clédat, Tobler, Kalepky, Y von, Haas, Van Driesh, Boer. F. Meyer. Blinkenberg, Pariselle, Boillut y Marouzeau. entre otros, se han ocupado especialmente del asunto en obras monográficas o generales, cuya consulta y mención no hacen al caso dados nuestros límites y finalidades. Vid. EUGEN LERCH, Historische, francaische Syntax, Leipzig, 1925-1934. tres vols.; vol. III. págs. 480-494 Consúltense, además, para !o español, las obras ya citadas de BELLO, § 47: LENZ, 176-179; GILI y GAYA, 191-196, y S. FERNÁNDEZ RAMÍREZ, 140-148, quien trata del problema con escrupulosas precisiones y gran riqueza de ejemplos. Muy clarividentes las páginas de Ch. BALLY Linguistique, Génerale 232-236.
libros, etc.). Lo determinante –que es siempre distintivo– antecede, en estos casos, a lo determinado, normalmente: en condiciones sintácticas especiales y con modificación de la voluntad significativa lo determinante sucede, en estos casos, a lo determinado, anormalmente, para subrayar lo distintivo de la determinación o para denotar un valor expresivo nuevo. El segundo grupo que podemos distinguir entre los que hemos llamado desde un principio adjetivos determinativos (frente a los calificativos) está integrado por aquellos adjetivos que trasponen funcionalmente a un adverbio, a un sustantivo o a un verbo y que no indican, por tanto, cualidad, sino relación: son todos esos adjetivos que indican situación, orden, tiempo, nacionalidad, pertenencia, origen, materia, asunto, clase, etc., en suma, relación. Todos estos adjetivos van, normalmente, pospuestos, respondiendo a la secuencia progresiva (Bally) que caracteriza idiomas como el francés y como el español, secuencia consistente en que aquello que determina se enuncia después de aquello que va a ser determinado: el terreno social, las luchas políticas, el palacio episcopal, el Barroco español, el ganado vacuno, los problemas financieros, la vía férrea, el código penal, los dientes inferiores, la técnica americana, etc., etc. En todos estos ejemplos la anteposición es insólita. Si algunos de estos adjetivos se anteponen –lo que sucede pocas veces– es que el adjetivo ya no traspone de una manera meramente funcional al sustantivo, al verbo o al adverbio, sino funcional y semánticamente, en cuyo caso ya no significa relación determinativa, sino cualidad: por ej., episcopales vestiduras (características de un obispo), una férrea voluntad (fuerte como el hierro), con vacuna mansedumbre (propia de una vaca), etc. En los casos en que la anteposición anormal de estos adjetivos no implica una trasposición a la vez funcional y semántica del sustantivo, el verbo o el adverbio –estos casos son los más problemáticos y los que parecen hacer de esta cuestión de la colocación del adjetivo una cuestión sin esperanza de regulación explicable– siempre cabe descubrir en la voluntad del hablante, o del escritor (casi siempre del escritor, sólo raras veces del hablante, que no usa casi nunca tales anteposiciones) un motivo estético, rítmico, de eufonía, de novedad, de ironía, etc., en suma, un deseo de alterar el orden normal no para significar cosa distinta, ni tampoco porque la representación mental en el que así se expresa sea puramente aperceptiva y no presentativa y en consecuencia exista un impulso, un estimulo psicodinámico12 a anticipar la determinación adjetival al sustantivo, sino meramente para dar forma a esa intención estética, a ese rasgo irónico que se desea subrayar, a esa nueva elegancia que se quiere ostentar, etc. A lo normal en el lenguaje hablado, comunicativo, lógico en el orden de sus elementos, opone entonces el escritor o el hablante una variación, que en el lenguaje escrito hace el efecto de un moderado hipérbaton y en el lenguaje hablado –las pocas veces que se produce– trasmite en seguida la impresión de un resabio de la lengua escrita. En un texto escrito no nos extrañaría mucho hallar anteposiciones como éstas: Las anteriores causas me inducen a reflexionar; allí se demostró la española cortesía; se había entregado a políticas discusiones que no le podían llevar a nada; etc. Pero esas mismas frases tendrían un efecto pedante, o al menos literario, siempre, pues, anormal desde el punto de vista del orden observado por la lengua hablada, si las oyésemos decir a alguien, sobre todo en la conversación, no claro está en una expresión semiliteraria, como en un discurso o en una polémica, etc. Que la anteposición obre en estos sintagmas a base de adjetivo determinativo más sustantivo con un efecto literario no tiene nada de extraño, dado que también los calificativos antepuestos –cuando no 12
Th. KALEPKY (Zur jranzosischen Syntax, XXXIII : Die Unter-scheidung von 'apperzeptiver' und 'prasentativer’ Rede in ihrer Bedeutung für die Stellung des attributiven Adjektivs im Franzosischen. XXXIV: Hungt der Unterschied zwischen Voran- und Nachstellung des attr. Adjs. mit Einheit und Zweiheit des Apperzeptionsaktes zusammen? ZrPh. 1920. XLIX. págs. 27-49) ve la raíz psíquica de toda anteposición adjetival en un modo expresivo que traduce la pura apercepción, por parte del hablante, de la significación adjetiva, sin referencia al oyente, y en la pos-posición un modo de expresión que toma en cuenta al oyente, elaborando, apoyando la apercepción para presentarla al oyente más clara o intencionadamente. En pág. 36 pretende también explicar así adjetivaciones determinativas como leurs portatives bibliothèques, etc.
restringen, sino que expresan, es decir, como epítetos– pertenecen mucho más frecuentemente al orbe de la lengua literaria y poética, donde la expresión predomina sobre laintercomunicación, que al orbe de la lengua hablada, social, práctica en sus fines. Lo normal, con todo, es, en el caso de los adjetivos determinativos no pronominales, la posposición al sustantivo, conforme a la secuencia progresiva de nuestra lengua, y dada la trasposición que dichos adjetivos hacen de sustantivos, verbos y adverbios, los cuales, de no ir traspuestos, es decir, funcionando como adjetivos en concordancia con sustantivos, se pospondrían a éstos como segundos elementos de rección Hay, pues, una diferencia paradójica entre los determinativos pronominales y los determinativos no pronominales: aquéllos se anteponen normalmente, éstos se posponen normalmente. Ahora bien: desde el punto de vista de la secuencia progresiva del idioma español, que responde fielmente a la secuencia progresiva del pensar lógico, del expresar lógico y del entender lógico (primero lo determinado y tras él lo determinante) sería natural que todo adjetivo "determinativo" se pospusiera al sustantivo al que determina. Indagar por qué los determinativos pronominales suelen anteponerse en vez de posponerse es una tarea ardua que no nos compete y que no está aún bien elucidada. Señalemos únicamente la interpretación de Bally a este propósito. Bally explica la anormal posición anterior de los "actualisateurs” (demostrativos y posesivos) porque “sont atones et en contact étroit avec le terme suivant” y la anteposición de los "quantificateurs" (indefinidos, numerales) porque estos, como parte, son el verdadero determinado y su sustantivo, como totalidad, el determinante, en tal caso13. Pero ya en el valor más marcadamente determinativo (completivo) que cobran los demostrativos o posesivos, por ej., cuando van pospuestos y sobre todo en la posposición casi indefectible de los determinativos no pronominales queda patente que la norma general para todo adjetivo determinativo es la de su posposición, conforme al orden progresivo lógico, reflejado en la secuencia progresiva idiomática. Si ello es así para los adjetivos determinativos, en el caso de los adjetivos calificativos ya propiamente tales, ya trasponentes funcionales y semánticos de sustantivos, verbos y adverbios, podemos observar igualmente que existen dos grandes grupos. Estos dos grandes grupos (I°: adjetivos necesariamente pospuestos; 2.°: adjetivos de colocación libre, ya anterior, ya posterior al sustantivo) no están distribuidos según la índole misma de los adjetivos en su significación virtual, sino según el significado de dichos adjetivos en el sintagma o en la frase. De por sí, todo calificativo es susceptible de agregarse al sustantivo antes o después de la mención de éste; pero la intención del hablante y la intelección del oyente exigen determinada colocación. Un determinativo como civil ('de la ciudad, de los ciudadanos') exige virtualmente ser colocado después del sustantivo: el código civil, el orden civil; pero si civil es calificativo ('sociable, atento como los ciudadanos bien educados') entonces dependerá del contexto, del valor actual del adjetivo, el hecho de que tenga que ir necesariamente pospuesto (I°): yo aquí exijo maneras civiles, o pueda ir indistintamente (hasta cierto grado) antepuesto o pospuesto (2.0): Le agradaron mucho sus civiles maneras o sus maneras civiles. Efectivamente, la única norma existente en español para la colocación del adjetivo calificativo es ésta: el adjetivo que restringe o distingue la significación del sustantivo, al que acompaña se pospone a este último; el adjetivo que expone o expresa meramente una cualidad del sustantivo al que acompaña puede anteponerse o posponerse a éste. En otros términos: el adjetivo que enuncia una cualidad cuya enunciación es necesaria para la recta intelección de la frase, se pospone siempre; el adjetivo que enuncia una cualidad cuya enunciación no es necesaria para la recta intelección de la frase, puede anteponerse o posponerse. Es evidente que si un adjetivo es restrictivo o es epíteto sólo depende de cómo haya sido enunciado por el hablante y de cómo haya sido entendido por el oyente; aunque hay casos en que 13
Ch. BALLY. Linguistique..., págs. 227-230.
las condiciones sintácticas del enunciado son suficientemente claras, en otros muchos sólo la entonación del hablante marca la restricción o la no restricción, y a veces ni siquiera la entonación, sino sólo la situación, es decir. los subentendidos reales con que cuentan hablante y oyente. En un ejemplo como Prefiero una casa pequeña no cabe duda que el adjetivo está empleado con intención restrictiva, y así lo entenderá todo oyente. De manera semejante, en un ejemplo como Prefiero mi pequeña casa a todas las diversiones que brinda la ciudad, el adjetivo que fue enunciado sin duda alguna sin la menor intención restrictiva, fue enunciado libremente, como una nota estimativa de la casa, y así lo entenderá igualmente todo oyente. En cambio, en un ejemplo como Estaba recogiendo rosas blancas no sabríamos si blancas restringía el concepto rosas o exponía una nota cualitativa, ampliando la imagen representativa rosas. Tendríamos necesidad de saber en que situación se había pronunciado la frase. Si por ejemplo alguien había preguntado ¿Por qué no recoges rosas rojas?, aquella frase seria una respuesta en la que el adjetivo blancas tendría un sentido restrictivo: (No recojo rosas rojas porque) estaba recogiendo rosas blancas (solamente). P ero si la frase en cuestión apareciera, por ejemplo, en un texto narrativo, con intención meramente descriptiva por parte del narrador, Estaba recogiendo rosas blancas no implicaría probablemente restricción ninguna, y significaría: Estaba recogiendo rosas (rosas que eran blancas) y la frase también podría enunciarse así: Estaba recogiendo blancas rosas. Hay, pues, que descartar de la problemática de la colocación del adjetivo: a) Los pronombres adjetivos, que se anteponen normalmente, b) Los adjetivos determinativos, que se posponen normalmente, c) Los adjetivos calificativos restrictivos, que se posponen normalmente. Excepto los pronombres adjetivos, cuya anteposición puede explicarse con los argumentos de Bally aludidos, los determinativos y los calificativos restrictivos siguen la norma lógica del orden progresivo de determinado a determinante. Todo restrictivo completa la idea del sustantivo necesariamente, de manera que en cierto sentido puede decirse que un calificativo restrictivo es también un complemento de determinación, que acaba la idea del sustantivo, a la manera como el predicado acaba el juicio: Prefiero una casa pequeña es una frase en la cual, hasta la pronunciación del adjetivo, existe también una suspensión, una expectación que sólo el adjetivo resuelve: Prefiero una casa… (¿cómo?): pequeña. Además de los pronombres adjetivos, los adjetivos determinativos y los calificativos restrictivos, han de apartarse de la problemática de la colocación del adjetivo: d) Aquellos adjetivos calificativos que cambian de significación según vayan pospuestos o antepuestos a un sustantivo, y c) Adjetivos calificativos que ante determinados sustantivos sólo son susceptibles de una posición fija, consagrada por el uso idiomático. Conocidas son las diferencias de significado que existen para el mismo adjetivo según vaya antepuesto o pospuesto a un sustantivo, como muestran estos ejemplos: ciertos rasgos gran casa pequeño rey buen hombre mala sortija pobre familia bonita escena simple soldado nueva casa extraña persona triste oficinista
rasgos ciertos casa grande rey pequeño hombre bueno sortija mala familia pobre escena bonita soldado simple casa nueva persona extraña oficinista triste, etc.
En todos estos ejemplos puede observarse que los adjetivos cuando van pospuestos significan la cualidad (certeza, tamaño extenso o reducido, bondad o buena calidad, maldad o mala calidad,
pobreza, belleza, simplicidad, calidad de reciente o novedad, alienidad o misterio, tristeza), mientras que cuando van antepuestos no significan una cualidad del objeto mentado por el sustantivo, sino que indican una nota extrínseca a ese objeto: bien una determinación (indefinida: ciertos rasgos; nueva casa), bien una apreciación por parte del sujeto respecto del objeto (admiración, desprecio, compasión, indignación, etc.). Lo que el adjetivo enuncia del sustantivo al que se antepone en un ejemplo como pobre familia no es una cualidad del objeto mentado por este sustantivo (familia), sino una resonancia afectiva del mismo en el sujeto que lo considera, quien no califica a la familia, sino que la aprecia de determinada manera, sugiriendo o insinuando únicamente con su apreciación las cualidades que habrá de tener la familia, pero no nombrándolas. Téngase en cuenta que estas oposiciones no se dan virtualmente siempre de un modo absoluto. En esta es una sortija mala y esta es una mala sortija se significa por igual la "mala calidad' de la sortija; pero en no tengo ni una mala sortija hay una apreciación subjetiva que no afecta a sortija, sino que delata disgusto o lamentación del sujeto. Si alguien dice ponderativamente ¡Bonita escena!, al descorrerse las cortinas de un escenario, el adjetivo tiene el mismo significado que si el mismo sujeto dijese ¡Escena bonita (ésta)!, pero no si hace aquella primera enunciación en forma exclamativa de indignación o reconvención, pues en tal caso se da un "oxymoron" y el adjetivo significa lo contrario de lo enunciado. Respecto a aquellos adjetivos calificativos que ante tal o tal sustantivo han de guardar forzosamente una colocación fija, la mayoría de ellos están obligados a tal orden por una de estas dos razones: a) o porque forman con su sustantivo un concepto unitario, compuesto en sus elementos léxicos, pero uno e integral como concepto (buen gusto, mal humor, o "malhumor", hermano menor, Bellas Artes, la clase baja, etc.), o porque han venido a constituir frases hechas, locuciones fijas o clichés del habla (rara vez, cortas entendederas, a viva fuerza, un verdadero caos, etc., etc.). Si decimos que todos estos casos han de excluirse de la problemática de la colocación del adjetivo es naturalmente desde el punto de vista de nuestras finalidades literario-estilísticas. Los pronombres adjetivos, los determinativos, los calificativos restrictivos, los calificativos que cambian de significación según se antepongan o se pospongan y, en fin, los adjetivos que ante determinados sustantivos no pueden adoptar otra posición que la ya fijada por el uso idiomático: todos estos establecen fenómenos normalizados, hechos de habla convertidos en estados de lengua y, por tanto, generalmente incapaces de ofrecer al individuo la libertad de una opción de una elección. Yo no puedo decir, aunque quiera: casas estas; libros catorce; social situación; polar frío; inferiores extremidades. Busco el amable lado de la vida, no el adverso lado; ¡Qué lástima!, ¡Hombre pobre!; estoy de humor malo; te lo arrancaré a fuerza viva. Excluir, pues, todos estos casos, de la problemática de la colocación del adjetivo quiere decir: aceptarlos como estados de lengua y considerarlos sólo objeto de estudio desde el punto de vista de la génesis que dio lugar a su creación y fijación o desde el punto de vista estático de su valor y sentido en sí, fuera de la voluntad del individuo. La misma exclusión habríamos de hacer de todos aquellos adjetivos que van complementados (lleno de fe, fácil de leer, útil a la humanidad, ancho de rostro, etc.) y de los que conllevan una comparación perifrástica (más ágil que el viento, menos duro que entonces, tan vivaz como de costumbre) o una modificación adverbial (demasiado penoso, muy cruel, poco fiable, tentadoramente bella). Salvo casos de construcción artificiosa, estos adjetivos complementados o modificados se posponen normalmente al sustantivo. Quedan, pues, como objeto de un estudio de estilística individual en que se tome en cuenta la colocación del adjetivo calificativo atributivo aquellos calificativos de enunciación no necesaria y que, antepuestos o pospuestos (inmediatos), o anticipados o retardados en aposición (mediatos), enuncian la cualidad de un objeto para exponerla, con una finalidad expresiva, puramente expresiva ¿Qué principio puede, no regir, pero explicar satisfactoriamente la diferente colocación de estos adjetivos, es decir, de los epítetos, respecto del sustantivo al que se adjuntan?
No es nada extraño que los principios hasta ahora aducidos se .hayan basado en ecuaciones del tipo de: anteposición = afectividad, subjetividad; posposición = lógica, objetividad (Gröber y seguidores); anteposición = síntesis; posposición = análisis (Boer)14 y otras por este estilo. Si tenemos en cuenta que los determinativos se posponen y los calificativos que lógica, analíticamente, restringen la extensión del sustantivo se posponen también; si tenemos en cuenta asimismo que en los casos de diferente significación del adjetivo según su emplazamiento, es siempre el adjetivo emplazado después del sustantivo el que significa la cualidad del objeto y el adjetivo emplazado antes del sustantivo el que denota la apreciación del sujeto, y si, en fin. añadimos que todo adjetivo complementado o modificado –esto es, determinador en más matices y de manera más completa– suele posponerse también a su sustantivo, comprenderemos fácilmente que en la posposición se haya visto siempre el signo de una actitud lógica, analítica, objetiva, y en la anteposición precisamente el signo de lo contrario: de una actitud afectiva, sintética, subjetiva por parte del hablante, y que este principio se haya aplicado también a los adjetivos calificativos no restrictivos, a los epítetos, que. de por sí, tienen absoluta libertad de posición.
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Vid. S. FERNÁNDEZ RAMÍREZ, loc. cit .