Universidad de Santiago de Chile Facultad de Humanidades Departamento de Lingüística y Literatura Programa de Magíster en Literatura Latinoamericana y Chilena Representaciones del racismo en la literatura latinoamericana.
Buen Criollo: la humanización del héroe negro. Víctor Estivales Sánchez
I La polémica novela de Adolfo Caminha, O Bom Crioulo (1895), sin ser la primera de temática homosexual o negra, se ha constituido en una obra rodeada de polémicas. En efecto, durante los años que siguieron a su recepción, y hasta avanzada la primera mitad del siglo XX, fue considerada por la crítica como una obra chocante y de mal gusto (Bezerr a, 2006, pág. 94) 1. Por otro lado, un sector importante de la crítica, ha hecho hincapié en el carácter documental del texto. Desde esta perspectiva, podemos señalar una larga lista de estudiosos que han querido ver en Bom-Crioulo, una novela natur alista al estilo de la novela experimental de Zolá (Mendes, Peres Alós, Mérian, entre otros). Otros autores, por su parte, ven en la novela una alegoría de un proyecto de nación relacionado con la diversidad étnica y cultural que componen el Brasil. Así, la relación homosexual entre los protagonistas configura un correlato de las relaciones entre dichos sustratos raciales que culmina en la destrucción debido al mestizaje. Esta idea se complementaría con el racismo científico predominante en la época y que influiría al autor (Heredia).
1 En
este artículo se cita la recepción crítica de la obra, incorporando un fragmento de Lúcia Miguel Pereira de 1960 donde se señala que: “O tema ja de si abjeto, abjeto, é tratado de modo que o torna extremadamente chocante, com pormenores de todo em todo desnecessários, por vezes com um mau gosto declamatório espantoso num escritor da categoría de Adolfo Caminha” (Bezerra, 2006, pág. 94). 1
A pesar de lo anterior, creemos ver en Bom-Crioulo una novela que, enmarcada dentro del contexto del naturalismo positivista de fines del XIX, recurre a elementos propios de dicha estética, incorporando, sintetizando y priorizando de manera novelada, elementos propios de la tragedia en su sentido clásico, de manera tal que la construcción del héroe y su destino opera como como una suerte de lucha por inversión del orden, utilizando para ello un carácter doblemente subordinado: negro y homosexual. Así, los acontecimientos protagonizados por Amaro, son acciones constitutivas de una toma de conciencia-de-sí y para-sí, a través de las cuales intenta subvertir su calidad de siervo (Hegel, 1983), estatuyendo al negro como sujeto válido y factor constitutivo del proyecto de nación que se construye en el periodo en Brasil.
II Buen Criollo relata la historia de Amaro, un esclavo negro fugitivo que ha decidido incorporarse a la marina de guerra de Brasil a fin de obtener seguridad frente a su condición ilegal. Durante un viaje que realiza en una vieja goleta de guerra conoce a Aleixo, un adolescente pobre cuyos padres han enlistado como grumete para darle una mejor vida. Amaro, se enamora del joven marino y comienza a granjearse su amistad por medio de favores, regalos y protección. Aleixo y Amaro consumarán su amor estando a punto de tocar puerto, sobre la cubierta del barco, en Río. Una vez en la entonces capital del Brasil, Buen Criollo arrendará una pieza en la que la pareja encontrará un lugar para vivir juntos, en la pensión de Doña Carolina, un exprostituta portuguesa. A poco tiempo de radicarse en el cuarto, Buen Criollo será destinado a otra nave y, por lo tanto, separado de Aleixo. Esto acarreará grandes problemas pues, el negro, celoso 2
y desesperado por la imposibilidad de estar con el adolescente, incurrirá en una grave falta que le significará un duro castigo a latigazos y que lo dejará postrado en un hospital dura nte un largo periodo. Durante la ausencia del negro, Aleixo comienza una relación con Carolina, olvidándose de su amante y llegando incluso a odiarlo. Sin embargo, durante su estadía en el hospital, Amaro se entera de la actitud de Aleixo y escapa para vengarse: cuando encuentra a Aleixo le da muerte. III Como se ha señalado en los primeros párrafos del presente trabajo, muchos de los elementos de la obra responden a la estética y a los recursos empleados por la novela naturalista. Así, para Peres (pág. 19), a pesar de algunas excepciones tales como las transgresiones narrativas (una analepsis en el capítulo II y una prolepsis en el X), elementos tales como la incorporación de tipos humanos (el negro, el sodomita y una mujer masculinizada) y de un focalizador externo imperceptible por su condición de narrador heterodiegético objetivo frente a los actos narrados 2, nos confirman la idea de una novela naturalista. Además de estos elementos estructurales, elementos propios de la historia parecen confirmar esta idea. Así, Caminha configura un mundo en el que transitan personajes pertenecientes a los más bajos escalones sociales de la época: todos los personajes son pobres, marginados: un esclavo prófugo, una portuguesa que ha ejercido la prostitución y
2 Respecto
de juicios de valor que se vislumbran en el narrador, cabe señalar que éste solo se hace eco de la valoración que otros personajes de la obra, como los marinos manifiestan respecto de estos actos. 3
un adolescente a quien sus padres han debido hacer marino para asegurarle el sustento. Y no solo en lo relativo a los personajes que componen el triángulo actancial, sino además a todos los demás personajes que los rodean, con escasas excepciones. El tipo humano de los personajes, por otro lado, permite también identificar las influencias de la herencia y el medio ejercen sobre ellos, presentándonos personajes predestinados por estos elementos. Así, de acuerdo con el paradigma positivista de la época, el negro, en cuanto raza inferior, tiende hacia la destrucción y el caos, logrando corromper a Aleixo. Amaro aparece en esta fórmula naturalista, condenado de antemano por su herencia (raza). En palabras de Mérian (pág. 52) , “Adolfo Caminha, em O Bom crioulo (1894) ilustra perfeitamente este preconceito ligado á ideia da animalidade do negra, á sua perversao nata. O bom crioulo é vítima da sua condicao de negro”. En efecto, el personaje es destacado por el narrador desde las primeras líneas dedicadas a su presentación, en virtud de su físico, de su fuerza y de la bestialidad que muestra cuando el exceso de alcohol lo enajena. “Buen Criollo, con su corpachón rudo, una gran pinta de sangre en el ojo izquierdo, el rostro ancho de un prognatismo evidente, no hacía caso a la opinión de los demás. Que no se lo dijesen a la cara, porque si no el asunto se pondría feo... El látigo se había hecho para el marinero: recibiría azotes hasta morir, como un animal empecinado, ¡pero tendría que demostrar lo que es ser hombre! ” (Caminha, pág. 15). “Hasta los oficiales estaban extrañados por su comportamiento y admiraban sus modales. «Eso es algo pasajero –insinuaba el teniente Sousa –. Dentro de poco lo tendremos aquí, borracho y enfurecido. Siempre ha sido enemigo de toda norma de vida. Hoy manso como un cordero, mañana tempestuoso como una fiera. Cosas del carácter africano...»” (Caminha, pág. 32).
La raza será también al determinante del carácter servil, esclavo, de Amaro. De hecho, su incorporación a la marina se produce como consecuencia de la búsqueda de libertad asumida por el personaje. Negro, esclavo y prófugo, encuentra en la vida naval la ansiada libertad, la independencia. Sin embargo, esta libertad es aparente, pues 4
prontamente aparece la subordinación con nuevas formas: el servicio de la marina y, tema central del relato, la pasión: “Pero había orden de no desembarcar, y Buen Criollo, como toda la guarnición, pasó la tarde con gran disgusto, cabeceando de fatiga y sueño, ocupado en pequeños tr abajos de limpieza y maniobras rudimentarias. –¡Qué asco de vida sin descanso! El tiempo era poco para que un desgraciado cumpliese todas las órdenes. Y si no las cumpliese... ¡a la argolla con él!, cuando no se lo metía en el calabozo... ¡Ah, qué vida, qué vida!... Esclavo en la hacienda, esclavo a bordo, esclavo en todas partes... ¡Y eso se llamaba servir a la patria! ” (Caminha, pág. 27).
“La figura del muchachito, rechoncha y deslumbrante, recorría su imaginación provocadoramente, seduciéndolo, arrastrándolo a un mundo de goces, a una atmósfera de lubricidad, al silencio misterioso de una existencia consagrada al amor clandestino, al regalo soberano de la carne, a todos los delirios de una pasión que llegaba a la locura. La ausencia aumentaba su desesperación, aquella vida triste de hospital lo llenaba de hastío, era un castigo sin nombre para quien, como él, reclama libertad y amor, libertad absoluta de proceder según su temperamento, amor físico por una persona del mismo sexo que el suyo, extraordinariamente querida como Aleixo...” (Caminha, pág. 57).
El carácter determinista de la herencia, característica propia de la novela naturalista que queremos demostrar en Buen Criollo, se manifiesta también en la historia que rodea a los otros dos personajes que conforman el triángulo central. Nos referimos a Aleixo y a Doña Carolina. En el primero, destaca su origen pobre. Desde esta perspectiva, podemos señalar que Aleixo, al intentar superar el determinismo propio de la herencia y el ambiente (recordemos que nace en el seno de una familia pobre y, como tal se inicia en la marinería, oficio de hombres pobres), solo alcanza la destrucción. “Era hijo de una pobre familia de pescadores que lo habían hecho sentar plaza en Santa Catarina, y se estaba haciendo adolescente. Su trabajo a bordo consistía en recoger los cabos y lustrar los metales, cuando no se ocupaba de la ronda por la noc he” (Caminha, pág. 15). “Aleixo iba en brazos de dos marineros, llevado como un fardo, con el cuerpo flojo, la cabeza colgando hacia atrás, morado, con los ojos inmóviles, la boca entreabierta. El azul oscuro de su camisa y los pantalones blancos tenían grandes manchas rojas. El cuello estaba envuelto con una compresa de trapos. Los brazos le caían sin vida, inertes, laxos, con una flojera de miembros mutilados” (Caminha, pág. 77). 5
Y Doña Carolina: “Siendo joven, con unos veinte años, abrió una cas a de citas en la Rua da Lampadosa. ¡Buenos tiempos! El dinero entraba a raudales por la puerta como la luz del día, sin hacer demasiado esfuerzo. ¡Una fortuna de joyas, oro y brillantes! Ya era regordeta entonces: la llamaban Carola Bunda, un apodo de mal gusto, creación de la calle... Después estuvo muy enferma, se le abrieron heridas en todo el cuerpo, creyó que no saldría de ésa. Y, como todo pasa, ya no volvió a recuperarse nunca y no tuvo más remedio, por desgracia, que empeñar las joyas y todos sus bienes porque nadie la buscaba, porque nadie la quería: pobre perra sin dueño... Sufrió miserias y hasta quiso entrar en un teatro para hacer lo que fuere, incluso de criada. Fue en esa época, un día de carnaval (¡se acordaba bien!) cuando comenzó a mejorar su suerte. Un pequeño club le pagó unos mil réis para que hiciese de Venus en lo alto de una carroza triunfal. Fue un «éxito» clamoroso: le tiraron flores, le dieron vivas, muchos aplausos, regalos, la mar de cosas. Durante casi un año sólo se habló de Carola, de las piernas de Carola, de la portuguesa de la Rua do Núncio” (Caminha, pág. 29).
Lo anteriormente expuesto, particularmente, el devenir de los personajes blancos de la novela (Aleixo y Carolina), se contradice con las características del naturalismo expuestas por el mismo Mérian. Al respecto, señala que durante fines del siglo XIX, los autores intentaban ilustrar el campo cultural con las teorías llegadas de Europa sobre la superioridad de la raza blanca (Mérian, pág. 52), es más, al no existir debate, lo científico se tornó prácticamente una fe, y esta fe indicaba que el negro
estaba destinado a
desaparecer en poco más de un siglo. Así, la muerte de Aleixo y la supervivencia de Amaro, contradicen el supuesto espíritu naturalista, ergo racista, de Buen Criollo: en el programa literario de este movimiento, el negro no puede sobreponerse al blanco. Buen Criollo es normalmente incluida entre las obras naturalistas de la literatura brasilera debido a su contenido sexual explícito y al hecho de que retrata un ambiente social bajo. Sin embargo, su cercanía a Otelo de Shakespeare (las relaciones inter raciales del protagonista y el asesinato del ser amado a causa de los celos) la emparenta con la tragedia (Howes, pág. 180).
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Esto nos lleva a la segunda idea, planteada en las primeras páginas de nuestro trabajo: en la novela de Caminha emergen elementos propios de la tragedia clásica griega de manera tal que la construcción del héroe y su destino opera como como una suerte de lucha por inversión del orden ( peripeteia), utilizando para ello un carácter doblemente subordinado: negro y homosexual. El protagonista, se torna héroe clásico pues “Apesar da sua baixa clase social, tem as qualidades heroicas de forca física, coragem, compaixao e perseveranca, qualidades que ele demostra quando sofre os castigos , salva Dona Carolina dos ladroes e ajuda o homem sofrendo um ataque epiléptico. Tanto os oficiais quanto os marinheiros têm medo dele e o respeitam” (Howes, pág. 180).
Contrariamente a lo que pudiese esperarse de una novela racista, Amaro es presentado como un personaje que se mueve entre dos extremos: no es ni totalmente malo ni totalmente bueno y su destino se torna trágico cuando yerra: “–Es aquí –dijo Buen Criollo reconociendo la casa y desapareció en el pasillo sin luz que iba a dar a la pensión. Aleixo lo acompañaba taciturno, silencioso, arrimándose a la pared, como quien entra por primera vez en un lugar extraño. –¡Vamos, tonto! –le dijo el negro sujetándole el brazo –. ¿De qué tienes miedo?... Subieron cautelosos una escalera triste y desierta, cuyos peldaños, muy empinados, amenazaban con deslizarse bajo sus pies. El negro tiró del cordón q ue colgaba de la cancela y allí dentro, en el comedor, sonó sordamente el timbre. Nadie apareció. Buen Criollo volvió a tirar con fuerza. –¿Quién es? ¡Oh!... –Soy yo, doña Carolina: ¿me puede atender? –Ya voy... Y al rato el marinero se echaba a los brazos de una señora gorda, redonda y algo vieja, estrechándola contra su pecho, alzándola incluso, a pesar de su gordura, con esa alegría natural de personas que vuelven a verse d espués de un tiempo de ausencia” (Caminha, pág. 29).
Desde este punto de vista, el error que convierte la prosperidad en desgracia, radica en la llegada a la casa de Doña Carolina y la consecuente seducción del joven por parte de la portuguesa. Así, en último término es la homosexualidad, y no la raza, la que se interpreta como el defecto del héroe, junto con su apetito sexual desenfrenado por el joven grumete.
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Creemos necesario señalar, en este punto, que Caminha, lejos de condenar al negro desde un punto de vista racial, lo que hace es consolidarlo como un sujeto válido, como un elemento constitutivo más de un programa de construcción de la nación justo en un periodo en el que el Brasil transita por un periodo de crisis política y social. Caminha vive una sociedad de transición entre la república y el imperio en el que, la esclavitud y la monarquía operan como obstáculos para la estabilidad tan ansiada. El protagonista actúa, por lo tanto, como “um negro da boa índole nascido no Brasil” (Howes, pág. 181), idea que nos viene reforzada desde su propio apodo: Buen Criollo. Así las cosas, el intento de convertir a un esclavo negro, prófugo, celoso y homosexual en el protagonista de una tragedia, eleva al personaje a la altura de un héroe, de un sujeto válido, capaz de luchar contra un sino trágic o o, como pretendemos demostrar, capaz de llevar a cabo las acciones necesarias para invertir un estado de cosas que no solo le es adverso, sino que, por sobre todo, lo subordina y cosifica. La inversión intentada por el personaje responde a un acto, en términos hegelianos, de toma de conciencia-de-sí y para-sí por parte del sujeto. Desde esta perspectiva, el proceso de toma de conciencia- de-sí y para-sí por parte del protagonista, es una acto que necesariamente implica la negación de la(s) otra(s) conciencia(s)-de-sí y para-sí que están en juego en el mundo narrado (Hegel, pág. 290). Este proceso caracterizado como una lucha, como un enfrentamiento, implica una desigualdad, pues se traduce en la transformación de una de las autoconciencias en reconocida y de la otra como reconociente. Este acto de reconocimiento de una autoconciencia por parte de otra constituye, por un lado, el carácter agónico de Amaro: su carácter de héroe trágico lo sitúa en un enfrentamiento constante frente a los otros sujetos ante los cuales busca ser reconocido (hecho que en términos aristotélicos se denomina anagnóris):
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“–Me escapé –dijo el marinero naturalmente, mientras abría los brazos y los acompañaba con un bostezo –. Vine en la chalupa de la compra y aquí estoy, sin permiso. –¡Qué locura, hijo! Son capaces de mandar que te detengan... –¡... que los parió! No soy esclavo de nadie. Me escapo todas las veces que quiera, nadie puede prohibírmelo... –Modérese, muchacho. Hay que andar con cuidado... –¡Qué cuidado ni qué nada, señora! Desde que estoy en ese barco no he tenido descanso. Eso es demasiado! – Anda, hijo, paciencia. Dios ha de ayudarte... –Ya, es la historia de siempre: fíate de la Virgen y no corras...” (Caminha, pág. 45).
Por otro lado, la conciencia-de-sí y para-sí, como ya lo hemos dicho, implica una relación de fuerzas pues, en el reconocimiento mutuo se produce una exclusión de todo otro, “lo que el otro [o lo otro] [la otra autoconciencia] es para ella, es objeto inesencial, marcado por el carácter de lo negativo” (Hegel, pág. 290). Así, la relación que se suscita entre Amaro, en su proceso de toma de conciencia-de-sí y para-sí, frente a Aleixo es un acto de negación y de objetivación (cosificación), en el que el adolescente se convierte en objeto (de deseo, de posesión, de goce sexual y de realización propia: “Buen Criollo no se contentaba con poseerlo a cualquier hora del día o de la noche, quería mucho más, lo obligaba a ciertos excesos, hacía de él un esclavo, una «mujer a su antojo», proponiéndole cuantas extravagancias le venían a la imaginación. Ya la primera noche le exigió que se quedase desnudo por completo: quería ver su cuerpo... ” (Caminha, pág. 33)
En el proceso de cosificación de Aleixo, observamos también la inversión de roles en términos sociales, es decir, el esclavo (Amaro) a través de la toma de conciencia-de-sí, asigna su calidad al otro (Aleixo), a la otra autoconciencia, situándolo en la posición de esclavo y constituyéndose en el ser al cual el al cual el siervo se atiene, perdiendo autonomía y consistencia de manera cosificada (Hegel, pág. 295). Siguiendo esta dinámica, la relación entre el amo y el siervo, será una relación mediática en la que, el señor se relaciona con el objeto de deseo (en este caso el cuerpo de Aleixo) a través del siervo (Aleixo) quien también es cosa, pues es una conciencia-para-sí mediante otro, en este caso el señor (Amaro): 9
“Estaba satisfecha la voluntad de Buen Criollo. Aleixo aparecía ahora frente a él en plena y exuberante desnudez, muy blanco, las formas rollizas de sus hermosas nalgas resaltaban en la semiobscuridad voluptuosa del aposento, en la penumbra acariciadora de aquel ignorado e impúdico santuario de pasiones inconfesables... Bello modelo de efebo que la Grecia de Venus tal vez inmortalizase en estrofas de oro límpido y estatuas de una escultura sensual y pujante. Sodoma resurgía ahora en un triste y desolado cuartucho de la Rua da Misericórdia, donde a aquella hora todo se mantenía en la dulce quietud de un yermo lejano” (Caminha, pág. 33).
La acción culmina cuando Aleixo, en su calidad de siervo incurre en el hacer inesencial pues como conciencia ha situado su ser ( siente) en la dependencia de otra autoconciencia que lo determina. Así, termina repudiando a Buen Criollo y la relación establecida, aparentemente se dispone a apropiarse de su cuerpo (cosa que mediaba la relación de reconocimiento entre ambos), sin embargo, solo se ha incorporado en una nueva relación servil con Doña Carolina: Aleixo no deja de ser sino una cosa de la cual solo un amo puede gozar. “Dio un portazo y comenzó a desnudarse a toda prisa, frente a Aleixo, mientras él se dejaba estar inmóvil, muy admirado ante esa mujerhombre que quería desflorarlo allí mism o, torpemente, como un animal. – Anda, bobito, desnúdate tú también: aprende con tu vieja... ¡Anda, que estoy ardiendo como una brasa!... Aleixo no tenía tiempo de coordinar ideas. Doña Carolina lo absorbía, transfigurándose a sus ojos” (Caminha, pág. 41).
El destino clásico del personaje de Amaro, por lo tanto, el Pathos, sobreviene con el castigo del que es objeto y que le acarrea una extensa est adía en el hospital y que termina por alejarlo de Aleixo.
A su vez, es esta relación, doblemente prohibida (interracial-
homoerótica) la que constituye la lucha del héroe, su toma de autoconciencia. Desde esta perspectiva, tenemos la convicción que, lejos de condenar la raza o la sexualidad del protagonista, Caminha logra elevarlo a la categoría de sujeto, de ser conciente de sí y dispuesto a llevar a cabo las acciones necesarias para ser reconocido: “Buen Criollo estaba de descanso. Su espíritu no se había sosegado en toda la tarde, rumiando estratagemas para trabar la batalla definitiva con el grumete y realizar, por fin, su fuerte deseo de macho tor turado por la carnalidad griega” (Caminha, pág. 23).
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Creemos necesario insistir en la idea anterior: nos resulta trascendental el hecho de que Caminha no se refiera al protagonista por su condición sexual (homosexual, pederasta) sino por su negritud. El énfasis en la raza constituye, junto con la dicotomía que se construye a partir de igual énfasis en la pertenencia a la raza blanca de Aleixo, un hecho relevante para afirmar la ausencia de componentes racistas en la novela. Si a lo anterior agregamos la virtual ausencia del componente mulato (entre la totalidad de los personajes, solo se menciona a dos) en el mundo narrado situado en una territorio caracterizado por el mestizaje, resulta evidente, al menos en parte, la idea propuesta por algunos críticos en términos de considerar esta obra como una apología del negro como elemento constitutivo de la nación. Surge un cuestionamiento válido, ¿por qué si Caminha piensa al negro como sujeto lo construye como un héroe trágico capaz de semejante violencia? A nuestro juicio, la respuesta pasa por concebir a este sujeto como el protagonista de su propia tragedia, es decir, como un individuo capaz de enfrentarse a su destino, sin que por ello adquiera características especiales que lo coloquen por sobre otros sujetos. Es más, en la novela de Caminha podemos observar cómo todas las acciones de Amaro tendientes a situarse por sobre o a dominar al otro, lo conducen a la destrucción. Dicho en otros términos, lo sitúa como un igual, capaz de generar no lástima sino, más bien, la posibilidad de verse en él, es decir, capaz de desencadenar la catarsis, la restitución del orden: “La calle se llenaba de gente por las ventanas, por las puertas, por las calzadas. ¡Era una curiosidad tumultuosa y flagrante que sobresalía en los ojos, un deseo irresist ible de ver, una irresistible atracción, un impulso ansioso! A nadie le importaba el «otro», el negro, que allá iba, calle abajo, tri ste y desolado, entre bayonetas, a la luz calurosa de la mañana: todos, sin embargo, todos querían «ver el cadáver», analizar la herida, meter las narices en la llaga... Pero circuló un coche, muy lúgubre, muy cerrado, y la ola de los curiosos se fue dispersando, dispersando, hasta que todo cayó en la monotonía habitual, en el eterno vaivén” (Caminha, pág. 78).
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Conclusiones
Buen criollo, la novela de Adolfo Caminha, es una obra que transita entre la estética del Naturalismo y la estructura de la tragedia clásica griega a pesar del origen oscuro del protagonista. A pesar de lo primero, el autor logra desprenderse de las ideas científicas que inspiran la literatura de la época, particularmente del racismo científico de Gobineau que proclamaba la superioridad de la raza europea por otras razas. El segundo elemento, en cambio, obedece a una estrategia autorial tendiente a situar al negro como un sujeto válido, capaz de formar parte de un proyecto nacional que incorpora a los diversos componentes étnicos de la sociedad que se pretendía construir. Estatuido en héroe capaz de alzarse y luchar contra el determinismo (raza, herencia), Buen criollo decae a causa de su esclavitud, entendida ésta no como la posesión de un hombre por otro a través del derecho de propiedad sino, por el contrario, por medio de sus propias pasiones. No debemos entender, tampoco, que la novela condena la relación homoerótica entre el protagonista negro y el joven grumete blanco. Antes bien, podemos pensar incluso que la tolera, permitiendo su degradación, y consiguientemente la del personaje, a causa de fuertes pasiones que, lejos de animalizarlo o bestializarlo, como podría pretender una lectura superficial del texto, lo humaniza, situándolo a la altura de del hombre que le ha negado su humanidad, es decir, capaz de las más bajas pasiones de las que es capaz la naturaleza humana. 12
Creemos ver en la novela de Caminha una defensa del negro que apunta a destacar su calidad de sujeto sin incurrir en la sublimación o idealización de la raza, por el contrario, lo humaniza y construye a un personaje complejo y rico en su humanidad. Bibliografía Bezerra, C. E. (2006). Bom-Crioulo: Um romance da literatura gay made in Brazil. Revista de Letras, 94. Caminha, A. (2005). Buen Criollo. Madrid: Egales. Hegel, G. (1983). La verdad de la certeza de sí mismo. En G. Hegel, Fenomenología del espíritu (págs. 289-301). Madris: Fondo de cultura económica. Heredia, P. (2003). Biología del Monstruo. La identidad del Otro en el positivismo del Cono Sur. Revista da FAEEBA. Educacao e contemporaneidade, 53-60. Howes, R. (2005). Raca e sexualidades transgressiva em Bom-Crioulo de Adolfo Caminha. Graphos. Revista de P´s-Graduacao em Letras-UFPB., 171-190. Mendes, L. (2008). O romance republicano: naturalismo e identidade no Brasil 1880-90. Letras & Letras, 189-207. Mérian, J.-Y. (2008). O negro na literatura brasileira versus uma literatura afro-brasileira: mito e literatura. Navegacoes, 50-60. Peres Alós, A. (2010). Corpo e género no romance oitocentista brasileiro: uma leitura de Bom-Crioulo, de Adolfo Caminha. Terra Roxa e outras terras. Revista de estudos literários, 16-25.
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