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Pero, ¿quién creó a Dios? Hacia una sociedad solidaria Alejandro Sanvisens Herreros
Pero, ¿quién creó a Dios? Etapa catalana: 1881-1921
Serie: Religión
ALEJANDRO SANVISENS HERREROS
PERO, A ¿QUIÉN DIOS? CREÓ Etapa catalana: 1881-1921 Tercera edición corregida
EDICIONES UNIVERSIDAD DE NAVARRA, S.A. PAMPLONA
Prólogo
En el siglo XXI se sigue creyendo en Dios. Primeras figuras de nuestro tiempo atestiguan que la ciencia y el pensamiento conducen a la creencia en Dios. La cuestión merece ser revisada. En los momentos difíciles de la vida —entierros, desgracias, fracasos— el escéptico se lamenta: «¡Quién pudiera creer! ¡Qué suerte poder creer en Dios!». No voy a negar que sea una suerte creer en Dios. Ahora bien, la suerte de creer en Dios no es como la suerte de que le toque a uno la lotería, ni como la suerte de tener una buena memoria, ni de nada que pueda estar lejos de ser conseguido por propia Quien noda cree es aporque quiere existe, ya que yDios, que es a finvoluntad. de cuentas quien la fe quien no la desea, su existencia puede ser demostrada. La cuestión de la existencia de Dios no es particularmente difícil, pero sí muy entretenida porque algunos escépticos notables se han dedicado a atacar el fundamento de las pruebas, el llamado principio de causalidad, que, como el lector ya sabe, es también el fundamento de toda ciencia humana. Este principio se ha enunciado de muchas maneras y es un corolario de otro más general: el principio de razón suficiente. En su forma más usual dice lo siguiente: «Cualquier aparición de alguna cosa requiere una explicación, a la cual llamamos causa». El escéptico se ve obligado a negar este principio —y así lo hacen eminentes ateos— y en su lugar debe aceptar otro, —el contrario—, que reza así: «Puede haber apariciones de cosas que no requieran absolutamente ninguna explicación».
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apostar fuerte en este juego. Se apuesta la vida, su sentido, su dignidad, su destino. Los ateos y en la práctica también los agnósticos1 juegan al «no» y no desean pensar que se han podido equivocar. Los creyentes juegan al «sí» y ven el mundo de otra manera. Una de las reglas más conspicuas de la filosofía del «no» es el culto a la satisfacción de los deseos temporales (de placer, conocimiento, fama, seguridad, estética...), al cual está supeditado todo. Claro está que en el mundo no todo es satisfacción y que el dolor y el sufrimiento irrumpen por doquier sin respetar edades, sexos, posiciones ni nacionalidades. Por eso la supervivencia del agnóstico depende de adquirir una cierta amnesia: amnesia de la juventud que se escapa rápidamente, de los familiares y amigos queridos muertos, del dolor queamnesia nos rodea nosotros, a nuestros allegados, otros desconocidos... dela conocimiento de nuestra propiaamuerte, de las injusticias propias y ajenas, pasadas y futuras, de los fracasos, de las nostalgias, de las angustias y desesperaciones... amnesia de la amnesia misma. El creyente tiene la suerte de no tener que invocar constantemente todas esas amnesias, de poder encarar el sufrimiento con ilusión y esperanza para él y para toda persona justa. El sufrimiento se convierte en algo que tiene un sentido más allá de la vida presente: un sentido forzosamente misterioso porque desconocemos los datos principales de la relación entre Dios y la naturaleza humana individual y colectiva. Evidentemente la filosofía del «sí» es más atractiva, pero mucha gente no desea aceptarla por temor a perder lo que llaman «calidad de vida», ¡y eso que algunos fuman! Dejaré para otra ocasión el análisis de las auténticas causas de esa aversión al «sí». Aquí me dedicaré únicamente a mostrar que la filosofía del «sí» es la correcta racionalmente. Ya es bastante para empezar.
1. El término agnosticismo fue introducido por el biólogo T. H. Huxley para referirse a la postura del que considera que las nociones de absoluto, de infinito y de Dios son totalmente inaccesibles al entendimiento humano. Los agnósticos son escépticos en materia de religión.
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Creemos que hay Dios; de otra forma no se explicaría la existencia del mundo, ni sus leyes —como veremos—. Ahora bien, igual que ocurre con el electrón, Dios no puede verse ni imaginarse, pero esto ya no debería ser un obstáculo para un buen pensador del siglo XXI.
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de sentido que el hombre tiene para todos sus actos, la tiene también para su vida entera, y la tecnología no se lo ofrece. Dios es el fundamento de las leyes que rigen el mundo y el proyectista que da un sentido al universo, a la vida y al hombre. Éste es el Dios cuya existencia debe ser demostrada. Esta definición no es más que una concreción de la dada en el prólogo, porque es una explicitación del concepto de creador. Antes de dar paso a las demostraciones, veamos una analogía del concepto de Dios. Un ser muy inteligente procedente de cierta galaxia se encuentra un día con una caja de música de la Tierra. Al abrirla suena una canción que habla de una tal Susana. Al extraterrestre le parece que hay dos posibilidades: o bien la canción que sale de la caja se explica por medio de un «duende-dios», o bien puede explicarse perfectamente por mecanismos científico-técnicos. El extraterrestre, tras una minuciosa investigación, acaba hallando todos los resortes y las tarjetas perforadas y las ruedas dentadas, y las cuerdas que acaban de explicar hasta el más mínimo detalle todo el funcionamiento de la caja de música. Plenamente satisfecho de su trabajo, concluye: «No hace falta ningún «duende-dios» para explicar el funcionamiento de esa caja. Todo mecanismo queda explicado a través de un sistema deelruedas y muelles, detalladamente descrito en ingenioso mi informe. No hace falta nada más.» Lástima, diremos nosotros: la primera parte de esta declaración donde descartaba al falso dios, al «duende-dios» y lo sustituía por un mecanismo científico-técnico, era correcta, pero la segunda parte, donde manifiesta que «no hace falta nada más», es patentemente falsa, porque lo que falta es, precisamente, lo más importante: el ser que diseñó la caja, que ordenó las cosas según cierta disposición, que compuso la música y que la dedicó a una tal Susana. Ese ser es necesario si queremos explicar la caja decon música, pero el extraterrestre muy inteligente jamás lo encontrará su metodología científica: esa metodología se queda sólo en el mecanismo, pero no alcanza al diseño y al sentido.
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dencia y libertad interior consiste en experimentar el sufrimiento de la soledad, la separación, la añoranza... Sólo lossuperar que seelexponen al desprestigio o aYlalacrítica consiguen miedo oallaridículo, timidez desde su infancia. única forma de vencer la timidez sigue siendo exponiéndose al ridículo, al desprestigio o a la crítica. De mayores estos males son más lacerantes y más temibles, y por eso son muy pocos los tímidos que salen de su estado. Esas cosas son bien conocidas. Lo que ya no se conoce tanto son los efectos trascendentales del dolor y del sufrimiento. Si hay unas leyes que rigen los campos físicos (eléctrico, gravitatorio, etc.), ¿por quéuna no resonancia puede haberfísica, también leyes para campos psíquicos? Si hay ¿no puede haberlosuna resonancia psíquica? ¿Nadie ha experimentado un estado de euforia compartida con un hermano o con un amigo? ¿No se contagia la risa? ¿No se contagia el llanto? ¿Nadie recuerda aquella amistad perdida por culpa de cierta pereza, desidia o falta de entrega o de paciencia por nuestra parte? Fue la falta de capacidad para el dolor o el sufrimiento la verdadera causa. sufrimiento la única forma de reestablecertambién ciertas resonanciasElpsíquicas entreeslas personas y probablemente entre el hombre y Dios. El sufrimiento es ineludible tal como están las cosas, para poder acceder al nivel de vida al que está llamado todo ser humano. Si no se sufre en esta vida, debe sufrirse en la otra. Es un hecho algo misterioso que los seres humanos estan intercomunicados de forma tal que los efectos del dolor en unos repercuten en los otros, como las notas musicales en unos instrumentos hacen vibrar a los del mismo tono en otros. Se conocen noticias fidedignas de madres que han notado el momento exacto en que morían sus hijos. El dolor implica cierto grado de conciencia (el sufrimiento aún más). Sólo los seres que son capaces de adquirir cierto nivel de vida son capaces de sentir sufrimiento, y ese sufrimiento les hace posible desarraigarse de su propio ego totalmente, para acceder a una participación en el ser mismo de Dios. No importa cuál sea el srcen (ac-
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cidental o planificado por parte de seres malvados), si el sufrimiento puede comportar algún bien en quien lo experimenta, Dios lo permite. Eso no significa que el hombre no tenga que luchar por minimizar el sufrimiento, ya que el amor, directamente puede conseguir lo mismo o mucho más que el sufrimiento. Nadie sabe si los animales de cierto grado pueden llegar también, a su manera, a participar del amor de Dios eternamente1. El dolor del inocente es eficaz en grado sumo para conseguir el bien de aquéllos que le aman o que le amarán, y, sin duda repercutirá en bien suyo. Nos sentimos tanto más unidos a otros, cuanto más hemos compartido el dolor o el sufrimiento. Por eso, de alguna manera Dios mismo tenía que sufrir si teníamos que unirnos a Él, pero para tenía que participar de laennaturaleza humana. El hombre cristianismosufrir es, precisamente, la religión la que Dios se hace 1. No faltan quienes han visto en el dolor animal el máximo obstáculo para aceptar la existencia de Dios. No ven cómo puede armonizarse la bondad de Dios con la muerte violenta y programada de las presas en las fauces de los depredadores, y tampoco ven que haya ninguna compensación ni actual ni futura para dichas presas. El argumento falla, sin embargo, porque no tiene en cuenta la fisiología del dolor animal. Sólo determinadas clases biológicas, las que han llegado a cierto desarrollo cerebral, pueden experimentar dolor. Justo en estas clases existe todo un sistema extraordinario de mensajes de neurotransmisores, entre los que figuran los opiáceos endógenos, que se ponen en funcionamiento en el lugar y en el momento en que son necesarios. Se da la curiosísima coincidencia de que la información genética para las hormonas de estrés está yuxtapuesta a la información para las substancias opiáceas, de forma que en las situaciones de pánico y de ataque se liberan simultáneamente las hormonas de estrés (encargadas de las operaciones de huida y defensa o del comportamiento de quietud y concentración) y los opiáceos endógenos, encargados de eliminar las sensaciones dolorosas (necesarias en otros momentos). Se sabe de personas que en momentos de pánico no experimentaron ningún dolor en sus cuerpos destrozados por la metralla o las heridas en guerras y en otras situaciones. Dios pensó en el dolor animal y actúa, sin lugar a dudas, contrarrestando, allí donde haga falta, el mal incontrolable inflingido por el ser humano en los animales. No hay nada que nos impida pensar que la providencia de Dios llega a todas partes. No hay ningún dolor innecesario. Por otra parte no podemos atribuir a los animales el mismo «qualia» de dolor que al hombre. Puede ser que reaccionen de la misma manera o incluso más ruidosamente (es eficaz que sea así), pero su grado de conciencia y de sensibilidad son muy diferentes, y sus sistemas de defensa contra el dolor son enormemente eficaces. De ninguna manera pretendo justificar aquí los malos tratos a los animales. Estoy convencido de que Dios no lo quiere, como tampoco quiere que se torture ni perjudique a los seres humanos.
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creando. Todo el tiempo de la creación y del desarrollo del mundo no es tiempo para Dios, sino un perpetuo presente. Nada ha desaparecido; nada tiene que llegar para Él. Sus operaciones no se desarrollan según un antes y un después. Dios es un campo de existencia atemporal y aespacial. Este «campo» hace posible lo que para nosotros es una «aparición» del mundo creado. No hay un «antes» de esta «aparición», porque el tiempo aparece con el mundo creado y es una creación de Dios. Aunque esta concepción no cabe en nuestra imaginación, podemos establecer cierta analogía con lo que ocurre en la memoria. Hace unos años rompimos un jarrón. Ahora aquel jarrón ya no existe para nosotros, pero en cambio sí que existe en nuestra memoria. Se rompió y en cambio existe entero en nuestra que nuestra memoria es algo defectuosa y de difícilmemoria. acceso: noClaro tenemos ni siquiera idea de lo que es. Pensemos ahora en una memoria mucho más perfecta; tan perfecta que reproduzca exactamente la realidad. Cuando un jarrón se rompa, el mismo jarrón seguirá intacto en esta memoria. Esta memoria puede ser tan grande como se quiera, y hace posible que lo roto y lo intacto coexistan. En un ordenador electrónico, sin ir más lejos, un mismo dato puede llevarse a dos direcciones de memoria al mismo tiempo sin más que activar la operación de copiado. En una dirección el dato puede variar y en la otra conservarse. Para este ordenador el dato original siempre existe inalterado en la memoria y puede ser devuelto a la dirección donde ese dato varía. Mirando las cosas desde la posición del dato, se da una evolución temporal, pero desde el ordenador existe una permanencia de las cosas y una prodigiosa variedad. El mundo ha comenzado, en un sentido, pero, en otro sentido, no ha comenzado, como el jarrón que se ha roto, pero por otra parte está intacto.
IV ¿Por qué no caen lluvias de diamantes?
El escéptico dice que duda de la existencia de Dios porque tiene muy claro que el principio de razón suficiente, que es el pilar de toda demostración de la existencia de Dios, o bien es falso o bien no es demostrable ni evidente, sino que es subjetivo y limitado a los fenómenos de la experiencia ordinaria. El principio de razón suficiente dice que todo ser tiene una razón de ser. En la vida ordinaria no hay nada más evidente que este principio. Si por la mañana alguien observa una mancha de tinta china roja en su camisa, inmediatamente pone el grito en el cielo: —¿Quién ha sido el que ha manchado mi camisa? ¡No me diréis que ha aparecido porque sí, sin ninguna razón! Si alguien se atreve a sugerir que el principio de razón suficiente es dudoso, o subjetivo, o que puede fallar, se hace inmediatamente sospechoso de haber manchado la camisa. De todas formas, los escépticos, desde Hume, se han vuelto muy exigentes en este punto. No les basta la evidencia ordinaria. Necesitan una demostración para la objetividad y la universalidad de este principio, y no la encuentran. Vamos a demostrar este principio partiendo del análisis de la posibilidad. Después daremos una demostración más compleja y definitiva. Imagine el lector que en la última página de este libro estuviera incrustado un caramelo de menta (si no lo está es porque las ganancias de esta edición no me han permitido hacer tamaños obsequios a mis lectores). Suponga entonces que yo le informe de que existe tal
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porque no es un mundo acabado, sino indefinido), sería posible que todos ellos hicieran juntos su aparición en el mundo real; en tal caso tendríamos en dicho mundo real una colección infinita de granos de arena, lo cual, como hemos visto, es imposible. El error del escéptico es el de creer que no hace falta una causa para la aparición de cualquier ser; es decir, el error consiste en desconfiar del principio de razón suficiente. Con eso, este principio queda bien establecido. Para los filósofos sensatos, en el mundo hay n granos de arena porque hay n causas (o razones) determinantes de cada uno de ellos, y no podría haber n+1, ni ningún otro número de granos si no hubiera las correspondientes causas que lo explicaran. El mundo no es incomprensible si se admite el principio de razón suficiente. El filósofo escéptico cree que vive en un mundo de cuento de hadas, en el que nunca puede estar seguro de que no aparecerá ante sus narices un nuevo grano de arena, o un elefante volador. En este mundo de cuento, ciertamente es imposible demostrar la existencia de Dios, pero, por suerte, éste no es nuestro mundo real, como hemos visto. Hay que advertir que esta demostración es tan válida para los objetos de la experiencia como para cualquier otro ser. Es una demostración universal que permite afirmar la objetividad y certeza absoluta Los del principio suficiente. hallazgos de de razón la física cuántica no contradicen este principio, como algunos autores mal informados han sostenido. Basta indicar, por ejemplo, que si los átomos radiactivos se desintegraran según un azar absoluto (sin ninguna razón suficiente) nunca podríamos encontrar diferencias en los períodos de semidesintegración de los distintos elementos. Para evitar otros errores de interpretación de la física cuántica hay que indicar que no es lo mismo indeterminación que imprevisibilidad. Si se tiene en cuenta esta distinción, no hay nada (tampoco el principio de incertidumbre) que se oponga al principio de razón suficiente. Veamos un poco de cerca esta cuestión. Un suceso puede ser determinado (causado) pero, al mismo tiempo, imprevisible. Por ejemplo, la decisión de hacer justamente lo contrario de lo que prevean que se va a hacer, srcinará un suceso perfectamente determinado,
V ¿En qué se equivocó Estratón de Lámpsaco?
Todos los ateos —si realmente existen— son estratónicos. Este calificativo hace referencia a un tal Estratón de Lámpsaco, que fue el tercer director de la Academia del Liceo tras Aristóteles y Teofrasto. Pedro Bayle, David Hume y ahora Antony Flew han sacado de nuevo a la luz las viejas doctrinas de este peripatético autor del siglo III a.C. Estratón consideraba que la naturaleza se explica totalmente por sus propias leyes naturales. Siendo así, Dios no es necesario, y, si mucho se apuran las cosas, se puede considerar que Dios es la misma naturaleza, lo cual se conoce como panteísmo o ateísmo según se prefiera. Esta concepción de Estratón es moderna. Mucha gente piensa así en nuestros días, sin saber que han pasado dos mil trescientos años desde que se coció este desaguisado, y que, en este tiempo se han llegado a conocer ciertas cosas que descalifican estas ideas. Resulta extremadamente paradójico que fuera David Hume quien resucitara la memoria y la doctrina de Estratón, porque nunca nadie dio un argumento tan claro contra el estratonismo como el mismo Hume. Vamos a seguirlo ahora para llegar hasta el final en estas consideraciones. El niño de diez años es particularmente atormentador con los mayores y, cuando descubre a un estratónico, es implacable. El estratónico pretende que en el mundo se encuentran las respuestas a todo lo que sucede en él, y empieza a contestar con optimismo las preguntas que el inocente niño formula: —¿Por qué se cae al suelo esta caja cuando la suelto?
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tractos de difícil definición. Las proposiciones son comparaciones entre juicios. No se pueden ni ver ni tocar. El físico, el químico, el biólogo, son los únicos encargados de contestar las «cuestiones de hecho», pero su respuesta remite siempre, indefectiblemente, a otrascuestiones ulteriores. El ser a sus distintos niveles se manifiesta ante sus investigadores como algo desconocido, con unas leyes propias que sólo se averiguan por medio de la observación (la costumbre). A los muy obsesionados por la matematización de la física, les he de recordar que su ilusión sólo podía acariciarse antes del descubrimiento de las geometrías no euclidianas. Ahora nadie puede pretender demostrar racionalmente la necesidad de ningún principio físico partiendo geometría, porque antes nadaaños debe por qué escogede unlatipo de geometría y no otra.que Hace queexplicar se demostró que todas las geometrías (euclidiana, riemaniana, de Bolyai, de Lobachevsky) son igualmente válidas (son sistemas axiomáticos congruentes), pero en el mundo real rige cierta geometría y no otra. No hay nada en la lógica ni en la matemática que dicte la geometría que hay que adoptar. * * * Al llegar a este punto,porlasello esperanzas de fundamentar los estratónicos desvanecen y precisamente es posible unaseimponente prueba de la existencia de Dios. Veámosla. Ya vimos en el capítulo anterior que no se puede dudar del principio de razón suficiente: «Todo tiene una razón de ser». También hemos visto ahora que las últimas «cuestiones de hecho» (las leyes de la naturaleza) no tienen una razón de ser lógica o matemática. Ahora bien, no hay más que dos maneras de explicar las cosas: o bien porque hay una necesidad de orden lógico-matemático, o bien porque hay una voluntad que ha determinado que existan esas cosas y que sean tal como son. Si alguien está pensando en «otras razones» de orden físico, químico o biológico, desengáñese de su recalcitrante estratonismo: la física, la química y la biología no se fundamenta en razones, sino en observaciones, tal como hemos visto detenidamente en los párrafos anteriores.
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Así pues, si ha de haber una razón o explicación última de las leyes naturales y esa razón no puede ser lógica (basada en axiomas), por fuerza ha de ser psicológica (basada en una voluntad). Ya que ningún principio de la lógica ni de la matemática puede explicar las leyes fundamentales de la naturaleza, estas leyes han de ser la expresión de una voluntad. Ha de existir, pues, una voluntad que determine la existencia de las partículas elementales y de las leyes fundamentales de la naturaleza. Esta voluntad es un ser, que, con su querer, crea y mantiene en la existencia a todo el universo: insufla «fuego en las ecuaciones» que rigen el funcionamiento del mundo, guarda el secreto del por qué de todo este funcionamiento y de esta existencia. Este ser con voluntad es Dios. Su esencia es precisamente unaunvoluntad muy especial, un amorNo creador, estade esencia hace de Él ser necesariamente existente. puede ydejar existir aquél cuya voluntad crea y es una voluntad que se quiere a sí mismo. Todos los seres que hay en el universo, y el universo entero, tienen una característica que nos indica que no pueden ser los sujetos de esta voluntad explicativa: su temporalidad: tienen un comienzo y unos cambios. Por eso no pueden ser la voluntad última explicativa de todo. El universo no es Dios. Dios es otro.
VI Un tiempo un poco largo
Los filósofos estratónicos a los que me he referido en el capítulo anterior renuncian a toda metafísica y a todo concepto que no sea representable y exento de misterio. Creen que viven en un universo conceptual totalmente libre de brumas. Por eso huyen del tema de los orígenes del mundo como del fuego. Es prudente no hablar de aquello que se desconoce, pero se da la curiosa circunstancia de que el estratonismo está comprometido con una teoría de los orígenes: la teoría de que no hay tal srcen; es decir, la teoría de la infinitud temporal del universo. Esta teoría es una consecuencia del postulado fundamental de Estratón, que dice el mundo y autosuficiente. tro del mundo debeque haber, según es él,necesario una explicación para todo. DenEsta explicación se halla en el pasado. El pasado explica el presente. Siendo así, nadie puede pretender que haya habido un momento —el comienzo del mundo— sin un pasado por el cual ser explicado; sería un momento inexplicable por nada del mundo. Si todo ha de ser explicado desde el mundo, por fuerza el mundo no puede tener un comienzo: ha de ser de duración infinita. La duración infinita es una bruma metafísica que impregna, pues, la filosofía estratónica hasta su misma médula. El estratónico intenta olvidar por todos los medios esta «tan larga» duración de su universo. Se procura una cierta amnesia filosófica en este punto crucial. No quiere oír hablar de orígenes, ni de infinitos. En el fondo sabe que el infinito no es físico, ni siquiera es representable... en el fondo sabe que el infinito, en el sentido de una duración incontable, no existe.
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No les gusta nada esta idea y sólo la aceptan a regañadientes, sobre todo porque saben que el primero que la formuló fue un sacerdote católico, el abad George Lemaître. Muchos ateos han creído que podían salvar su querida (y brumosa) eternidad del universo, imaginando un sin fin debig bangs y de big crunchs (expansiones y contracciones) del mismo. Un universo oscilante así tendría infinitos años de edad. Lástima que en el mundo físico no haya infinito de nada. Pueden pasar mil años, un millón de años. Mil millones ya tarda más, pero infinitos no acaban nunca... nunca de pasar y por eso no habríamos llegado a ningún punto del tiempo si hubiéramos tenido que esperar a que pasasen infinitos años. Bien sabemos que, tal como están las cosas en el mundo, nada sinlos quealumnos antes nopensando haya pasado todo el tiempo anterior.no Nollega se ilusionen que vendrán las vacaciones el jueves que viene, sin que pasen los exámenes del miércoles. No piense nadie que se librará del martes trece de esta semana, y que podrá pasar del doce al catorce. Si los tiempos anteriores (contados en años, en minutos o en segundos) son infinitos, no se podrá llegar a ningún momento: no podríamos haber llegado al día de hoy. No podríamos estar ahora leyendo estas páginas, ni mucho menos podríamos llegar nunca a la hora de tomar el aperitivo. Algunos filósofos ateos no quieren aceptar de ninguna manera que pueda existir un Ser eterno que haya existido siempre. Prefieren pensar que en algún momento no hubo ser alguno, reinando la nada absoluta —si puede pensarse una cosa así—. Pero la nada es estéril, no tiene gérmenes de nada, no tiene ni siquiera fluctuaciones sutiles de alguna cosa, ya que esa cosa ya sería algo. Por eso, la nada está condenada a seguir igual de vacía para siempre, por toda su eternidad. Si hay la nada, no puede aparecer ser alguno. Se equivocan, pues, estos ateos. Un Ser eterno es necesario, pero este ser no es el universo, que es mudable y no puede ser eterno. El Ser eterno y necesario, ya lo sabemos... es Dios.
VII La cuerda del reloj
Nuestro mundo es, por lo que hace al movimiento, comparable a un reloj de cuerda. Si lo observamos durante un rato, vemos que el reloj parece autónomo: no se ve que dependa de nadie para proseguir en su incesante tic tac. Pero cuando se observa durante más de una semana, uno se da cuenta de algo trascendental: el reloj se para, y una vez en dicho estado, es incapaz de reiniciar la marcha por sí mismo; precisa de alguien que le dé cuerda. Nuestro universo tiene también una determinada cantidad de «cuerda», a la que los físicos llaman energía libre. No me refiero a la energía total del de universo, ésta se mantiene constante, sino a la energía capaz produciryaunque trabajo útil. Esta energía libre disminuye inexorablemente con el tiempo y es incluso una medida del paso del tiempo, que puede estimarse por la disminución de la cantidad del combustible cósmico por antonomasia, el hidrógeno. Esta realidad probada por las ciencias físico-cosmológicas nos lleva a pensar en una cuestión metafísica ineludible: ¿quién le dio cuerda al reloj del cosmos? Los agnósticos no quieren pensar en esta pregunta porque —en contra de todas las evidencias científicas— de que en el mundo existen objetos que se muevenestán por síconvencidos mismos, como «relojes» que no precisan de nadie que les dé cuerda para moverse. Para defender esta postura presentan dos ejemplos típicos: el automóvil y el caballo, y hay que reconocer que son ejemplos bien escogidos, porque a primera vista parece que se mueven sin causas externas; parece que el movimiento nazca en su mismo interior.
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ba o hacia abajo; por tanto su movimiento en un sentido u otro no puede estar determinado por su estatuto ontológico por sí solo, ya que de ser así, un mismo estatuto determinaría todos los posibles movimientos de la roca, y ella por fuerza debería quedarse quieta, al estar solicitada en todas direcciones. No es, pues, el estatuto de la roca lo que la lleva a moverse, sino el hecho de ponerse en relación con algo exterior a ella, como por ejemplo la mano de un forzudo. El movimiento siempre expresa una relación y se verifica gracias a una relación entre seres; por eso es absurdo hablar de un ser que se mueve por sí mismo. Este razonamiento viene a confirmar algo que la intuición muestra claramente y que las ciencias comprueban constantemente, hasta el punto de que se han dado leyes que son, de una forma o de otra, expresiones de este principio tan general. Recordemos la ley de la inercia, según la cual todo cuerpo continúa en su estado de reposo o de movimiento uniforme, a no ser que intervenga una fuerza exterior. El movimiento uniforme, a diferencia del movimiento acelerado, debe considerarse una permanencia, una forma de no modificar el propio estado. No se modifica el estado cinético o energético del ser. Se permanece en el estado energético creado en un momento dado; ello lleva a modificar la posición, pero no las propiedades del ser, entre las que se cuenta su energía.uniforme en el espacio no depende tamIncluso el movimiento poco de las propiedades del ser, sino que tiene su causa fuera de él, en un momento alejado del tiempo. Perdóneme el lector por alargarme tanto en esta cuestión. De ahí a demostrar la existencia de Dios falta muy poco porque este principio de la «no autonomía» del movimiento es el puntal de la demostración por el movimiento, y el que lo admite está perdido —o está salvado, según se mire— porque a partir de él Dios aparece rápidamente. Vamos a verlo. DIOS COMO CREADOR DE LA ENERGÍA Hemos visto que los cuerpos no se mueven por sí mismos, sino a causa de otros. Éstos otros, para mover, han de ponerse en relación
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la «locomotora» del mundo, ha sido llamado «primer motor», y es Dios. Antes de ver algunas cosas de esta «locomotora», respondamos a una objeción fundamental que suele hacerse a esta argumentación. ¿No podría darse una cadena de causas cíclica? ¿No podría ser el mundo como un pez que se muerde la cola? El agnóstico piensa en la inmensidad del universo. Es tan enorme el número de cuerpos que hay que considerar que, después de todo, con un poco de bruma de por medio es fácil imaginar que el sistema funcione por sí mismo después de que las causas del movimiento hayan recorrido un camino circular muy tortuoso para regresar al punto de partida. Pero, por fortuna, la teoría de sistemas nos enseña a estudiar las cosas dividiéndolas en bloques. Si dividimos al universo en dos bloques: A y B, resultará entonces que A es la causa del movimiento de B, y a su vez, B es la causa del movimiento de A. Eso lo podemos comparar con lo que sucede al intentar explicar por qué Agustín le pegó una bofetada a Pedro. Resulta ser que lo hizo porque Pedro le había pegado a él. Pero Pedro había pegado a Agustín porque éste le había pegado a él. No sé si a los escépticos esta «explicación» cíclica de las bofetadas les parece convincente. A mí me parece que no explica nada en absoluto, nadie sabe al final es realmente ble de estaporque agresividad aparecida en quién el mundo. Ni PedroelniresponsaAgustín son los culpables, pero, por otra parte, la culpa es de los dos. Las cadenas de causas cíclicas, como vemos, no explican la verdad acerca del srcen del movimiento: sólo lo envuelven en una bruma que lo hace apto para el gusto de la filosofía escéptica. Cuando los instrumentos eran de cuerda, la gente se encontraba a menudo con su reloj parado y podía entender que el comienzo del movimiento tenía que ver con una voluntad: la voluntad de dar más o menos cuerda al reloj. y parecen de duración indefinida, y laAhora gentelos serelojes olvidason de de quecuarzo su reloj tiene una energía libre limitada y de que la pila que lo alimenta no es eterna ni mucho menos. De vez en cuando tiene que ir a la tienda a comprar otra pila y no cae en la cuenta de que la energía de esta pila ha sido acumulada por una voluntad humana. Una vez creada, la energía se conserva y se convierte, pero en su srcen está una voluntad.
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Hay una cierta energía en el mundo; una cierta cuerda... y eso me recuerda que en los relojes también hay una cierta cantidad de cuerda: precisamente la que ha dispuesto la voluntad del relojero o la voluntad del propietario del reloj. La energía del mundo se conserva, pero se degrada, pasa a unas formas que tienden a repartirse homogéneamente en el espacio imposibilitando la realización de trabajos útiles. Las formas útiles de la energía se consumen como la cuerda de los relojes, y existen en cantidades inmensas pero limitadas. Como en los relojes, su srcen hay que ir a buscarlo en una voluntad exterior al sistema. Esa voluntad decidió cuánta energía hacía falta y cómo había que distribuirla. Esa voluntad se puede llamar como usted quiera, pero existe y es exterior al mundo, como el relojero es exterior al reloj. Estábamos hablando del primer motor: aquél que establece una relación permanente de conocimiento y de voluntad creadora de movimiento con todos los seres del universo, sin experimentar cambio alguno en sí mismo. Al no cambiar, no precisa ninguna causa previa de movimiento. El primer motor mueve sin ser movido, a diferencia de todos los motores del mundo, que para mover han de ser movidos desde fuera. Tras un breve desconcierto ante esta antigua prueba, el agnóstico consiente en aceptarla; después de todo no hay nadie que haya podido rebatirla como no sea negando el principio de causalidad, pero, con todo, se reserva el derecho de hacer una irónica observación: —¿Así que Dios es una especie de locomotora? Bien sabemos que nadie ve con buena cara a los que rezan a las locomotoras. El agnóstico puede admitir la existencia de una cierta locomotora indescriptible y extracósmica, a la que nadie reza y a la que nadie que esté en sus cabales dedica más de un minuto de consideración. Pero el agnóstico no ha entendido lo principal de esta prueba; no ha comprendido lo que es el movimiento ni lo que significa en realidad la figura de una locomotora. Ciertamente, Dios es una locomotora extracósmica, del mismo modo que podríamos decir que el hombre es una locomotora que mueve los avances científicos, las creaciones musicales, literarias y pictóricas y la evolución de las tecnologías. Este tipo de locomotora (la humana) ya no recuerda tanto una máquina de vapor, porque el
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movimiento que promueve no es sólo el mecánico, sino un movimiento mucho más sutil, que pertenece al orden del espíritu. Aun y así, en este orden el hombre requiere todavía un impulso exterior; sobre todo porque la voluntad, que es la esencia de esta locomotora, requiere motivos externos. Dios es una voluntad creadora, que tiene en sí mismo todos los motivos que se requieren para que los seres del mundo inicien el movimiento físico y espiritual. Dios es inteligente, porque el movimiento sigue leyes coordinadas que requieren inteligencia, aunque esto lo veremos mejor en otras pruebas. Dios es, pues, una voluntad inteligente, es decir, un Alguien personal, a quien bien se puede rezar, que quiere decir, hablar y amar. La prueba de la existencia de Dios a partir del movimiento de los seres ha sido intencionadamente mal interpretada por algunos positivistas, pero, como acabamos de ver, ni el principio de inercia ni el principio de conservación de la energía se oponen a ella en absoluto. Cualquier porción de la energía cósmica requiere ser explicada en su srcen, y no digamos su totalidad, por mucho que se conserve. Además tenemos el segundo principio de la termodinámica que, sin ser una demostración, ayuda mucho a aceptar empíricamente lo que dice la prueba por el movimiento. En el universo, según el segundo principio, va disminuyendo el orden; eso significa que en su srcen había un orden máximo, en el sentido físico: una situación energética de altísima improbabilidad. El paso del tiempo ha ido llevando a situaciones cada vez más probables, más desordenadas. Las leyes del mundo, las leyes «estratónicas» tienden a desordenarlo cada vez más. ¿De dónde y a partir de qué ley estratónica o intramundana pudo aparecer el orden inicial? Los descubrimientos contemporáneos no sólo no han invalidado la vieja prueba sino que la han revitalizado enormemente, hasta el punto de hacerla casi palpable. Es lo que vamos a ver a continuación. SIMULACIÓN DEL MOVIMIENTO FÍSICO El movimiento físico puede ser simulado («imitado») en un monitor de ordenador. Este tipo de simulaciones permitió en su momento llegar a la Luna y a los planetas del sistema solar.
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Las cosas del mundo pueden ser representadas por medio de puntos en el espacio de una pantalla. Los puntos se mueven simulando el movimiento de las cosas, siguiendo unas leyes determinadas en el programa del ordenador. Cuando dos puntos, a los que se asignan ciertas características, se encuentran, reaccionan según la dinámica prevista en las leyes del mismo programa. Un sistema de puntos puede moverse durante cierto tiempo, mientras se disponga de todo el conjunto de leyes que hacen falta para todas las situaciones. Ante situaciones imprevistas, los dos puntos que se encuentran no reaccionan en absoluto; la dinámica se detiene y un anuncio insistente y perturbador nos avisa: «¡Error en el sistema! ¡Error en el sistema!» Que suceda esto en el monitor de nuestros ordenadores es algo que tiene mucho queparadas ver contanla irritantes demostración de la existencia de Dios. de un Estas nos indican que el movimiento punto (que representa un ser del universo) es algo que se explica por medio de dos tipos de causas a las que podríamos llamar históricas y actuales. Las causas históricas corresponden a toda una secuencia de movimientos anteriores de otros puntos, que ha terminado con una interacción que ha hecho mover a nuestro punto. Las causas actuales son todo un conjunto de condiciones y leyes que determinan que el movimiento se produzca y que sea de cierta manera. Estas causas actuales se subordinan unas a otras como las rutinas y subrutinas de un programa y dependen todas ellas de la operatividad del programa, de la energía del ordenador, y, en última instancia, de la inteligencia y voluntad del programador. Es inútil intentar explicar el movimiento de los cuerpos partiendo sólo de las causas históricas. Sin las causas actuales la dinámica se detendría: los cuerpos no sabrían lo que deben hacer. Observemos bien ahora la analogía: la pantalla del monitor representa el mundo de los seres reales en un proceso de evolución histórico. Para que se dé algún tipo de movimiento en la pantalla es absolutamente imprescindible que esté conectada a unocurre ordenador dondelos se seres hallanrealas leyes del movimiento. En el mundo lo mismo: les están en el universo, que viene a ser como una gran pantalla tridimensional. Se hace necesario que el universo esté «conectado» con su ordenador, con el ser que posea las condiciones y las leyes del movimiento; un ser exterior al universo y causa primera de su movimiento. A ese ser se le llama Dios.
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Los agnósticos podrían alegar que el universo no es análogo a ningún monitor tridimensional dependiente de un ordenador. Según el escéptico, cada ser del mundo podría tener incorporado un manual de instrucciones que le indicaría cómo debe comportarse en cada circunstancia, sin necesidad de tener que depender del programa de un ordenador central. El manual de instrucciones en que piensa el escéptico no es otra cosa que lo que llamamos las leyes del universo. Ya vimos en el capítulo III que Estratón estaba equivocado y que las leyes del universo no son, en realidad, explicables por el propio ser del universo, sino que son la expresión constante de la voluntad de Dios. No voy a repetir ahora los argumentos dados en dicho capítulo, sino que me limitaré a ponerpara unos ejemplos que nos de brinda la ciencia gía actuales, ilustrar el concepto causas actualesyylasutecnolodependencia de una causa externa. Abrir una puerta con un mando a distancia es bastante fácil; basta apretar el botón. El que lo hace siente el inmenso placer de pensar que es un buen abridor de puertas porque lo hace sin ninguna dificultad. Pero ¿realmente es el que aprieta el botón el que abre la puerta? Sin lugar a dudas el que aprieta el botón está involucrado en la operación; sin su voluntad y su movimiento no se abriría la puerta. Pero si el mando a distancia no tuviera pilas la puerta tampoco se abriría. Si el mando a distancia estuviera estropeado o si el dispositivo que hay dentro de la cerradura funcionara mal, tampocose abriría la puerta. Si el mando a distancia correspondiera a otra cerradura, la puerta seguiría sin abrirse. Como vemos, el hecho de que se abra una puerta al accionar el mando depende de muchos factores y de muchas leyes. Una de estas leyes es la ley de la resonancia. Esta ley podría ser una ley elemental o bien podría depender de otras, pero tarde o temprano tendremos que llegar a una ley elemental de la naturaleza, una ley física que no dependa de otras. Esta ley no se fundamenta en nada de este mundo —si loenhiciera ya no sería una ley elemental— ni se fundamenta tampoco un principio matemático, porque la matemática da razón únicamente a las relaciones entre números y figuras, pero no obliga a ningún movimiento. La matemática nos dice en qué punto encontraremos a un objeto que siga un movimiento circular al cabo de cierto tiempo, pero no puede obligar a ningún objeto a seguir un movimiento circular, ni siquiera a moverse de alguna manera.
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infinito, porque, como cada interacción causal requeriría como mínimo un átomo de tiempo, todavía faltaría infinito tiempo para que se estableciera la relación actual causante del movimiento. Ahora bien, si la cadena causal histórica es finita, por fuerza ha de haber un primer elemento cuya relación con el siguiente se explique a través de una relación especial con un ser exterior a la cadena y que no requiera a ningún otro ser anterior que explique el establecimiento de una relación entre él y el primer elemento de la cadena. Eso sólo es posible si este ser está ya siempre estableciendo relación con este primer elemento de la cadena (y en realidad con todos, como veremos enseguida), y esta relación debe realizarse sin información del exterior. La información interior es lo propio de la inteligencia; por consiguiente sólo una inteligencia y una voluntad creativas pueden conseguir esto. EL PRIMER MOTOR ES DIOS Todos los seres de este mundo van estableciendo relaciones múltiples con los otros seres. No hay cadenas aisladas. Eso significa que debe existir una perfecta sincronización y armonización entre todas las relaciones causales del universo, de lo contrario se darían contradicciones por ejemplo, estar roto ylógicas enterocomo, al mismo tiempo. que un mismo ser tuviera que Si hubiera toda una colección de seres exteriores (primeros motores) causantes de las relaciones causales, debería existir una relación entre ellos para armonizar los efectos y evitar las contradicciones; en otras palabras, para hacer posible que el mundo sea un cosmos como realmente es, es decir, una unidad ordenada y congruente, y no absurda y contradictoria. Pero entonces haría falta otro ser que explicara esta relación entre los seres exteriores, y estos seres no serían independientes, sino dependientes de la información de este nuevo ser. Es preciso, pues, que ese serexterior especial sea único, con información autónoma acerca de la totalidad de los seres y relacionado actualmente a través de un conocimiento activo con todos los seres a quienes hace posible el movimiento. El primer motor mueve sin ser movido, es una inteligencia y una voluntad, y además es único. Al no ser movido por otro, no experi-
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menta cambios y es siempre el mismo, y por consiguiente es eterno, en el sentido de atemporal. Al establecer relación íntima con todos los seres del universo, es omnipresente, y al ser creador de la dinámica, de las leyes y del mismo ser de las cosas, ha de conocer la totalidad de la matemática y de la física cósmica y ha de ser omnipotente en todo aquello que no se oponga a la matemática ni a la lógica. Al tener inteligencia y voluntad, ha de ser una mente. A los seres mentales los podemos llamar personas, por analogía a las personas humanas. El primer motor tiene, pues, todos los atributos de Dios. Dios es mucho más que un primer motor, y además no sabemos exactamente en qué consiste eso de ser un primer motor, pero no hay duda de que es un primer motor y de que, para serlo, debe existir.
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poder exprimir, el interés se pierde ante la dificultad y enseguida abandona la búsqueda. Pero el filósofo serio debe sentir más urgencia por esta búsqueda que por cualquier otra, porque comprende que al final de ella se encuentra Alguien trascendental; Alguien que no remite a ulteriores explicaciones porque se explica por sí mismo: Alguien que responde: —«Yo he decidido que esto exista y que exista según estas leyes fundamentales, inexplicables por sí mismas». Este «Yo» es Dios. Su existencia no requiere ulterior explicación ya que ha existido siempre debido a que siempre lo ha querido así y su voluntad es ley. Negarse a admitir la existencia de Dios equivale a adoptar la postura del que pregunta al jefe de personal: —¿No tiene bastante explicación de lo ocurrido después de haber recibido veintitrés respuestas? Veintitrés respuestas que hacen referencia a otras ulteriores de igual insuficiencia son suficientes para un filósofo poco exigente, pero no le sirven de nada a un filósofo serio. Comentando esta segunda prueba de la existencia de Dios, Antony Flew confiesa que el agnóstico debe detenerse «en el nivel de las leyes más generales de la materia»1. No se da cuenta de que cualquier ley de la materia es descriptiva; dice lo que sucede, no por qué sucede. Por tanto no hay ninguna ley que pueda ser la explicación que buscamos. Sólo un legislador puede satisfacer nuestra ansia de respuesta. Ninguna ley se explica por sí misma. ¿Cómo podría ser una cosa así? Si así fuera la ley debería hacer referencia a sí misma en lugar de a los seres reales, o bien la ley debería ser una consecuencia de un conjunto de axiomas de la lógica y de la matemática. Pero la lógica y la matemática no hacen jamás referencia a ser alguno, sino a proposiciones, y no son ningún ontológico nada. Los lógicos y los matemáticos estánfundamento cansados de insistir en ladeidea de que sus disciplinas son aplicables a todo, pero no son el fundamento óntico de nada. La lógica dice: «Si A es verdad, entonces también se1. Cf. F LEW, A., Dios y la filosofía, El Ateneo, Buenos Aires, 1976, p. 106.
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da seguridad existe un ser que tiene en sí mismo la razón de su propia existencia, determinando con su gran decisión de crear, la razón de ser de todos los demás. Hay, por lo tanto, un ser necesario que no es nada de lo que hallamos en este mundo creado y sensible; un ser que da necesidad existencial a todo lo creado. Ese ser necesario es Dios. Efectivamente, el Ser necesario es Dios ya que no ha sido creado, no cambia, no es de este mundo sensible, es eterno (ya que no cambia) y, como veremos enseguida, es un ser con voluntad y personalidad. Si alguien se está preguntando por qué el Ser necesario no puede cambiar, piense que si existe una razón de su ser tal como es, esa misma razón no le puede permitir ser de una manera diferente, porque entraría en contradicción lógica. La cuestión de la voluntad ya la hemos tratado anteriormente, pero no estará de más recordarla ahora. La necesidad absoluta sólo puede hallarse en dos tipos de realidad: la realidad lógico-matemática o la voluntad. Pero la necesidad lógico-matemática sólo se aplica a los números, a las figuras o a las proposiciones, que sólo existen dentro de una mente; no puede aplicarse a los objetos no mentales. La necesidad absoluta es, por fuerza, una voluntad que puede decidir su existencia la de todos seres. El Ser necesario es, pues, una voluntad que yconoce y quelos crea: es Dios. Entre una infinidad de mundos posibles, Dios escoge una posibilidad por una razón. Esa razón es ya un conocimiento. Por eso digo que la voluntad de Dios conoce y tiene las prerrogativas de la personalidad. Como ocurre con todas las pruebas tomistas de la existencia de Dios, no hay escapatoria posible. Hay que aceptarlas, pero muchos no están dispuestos a ello y por eso hacen esfuerzos sobrehumanos para eludirlas. Veamos a continuación cómo lo han intentado. LOS SIGNOS DE LA CONTINGENCIA Al revisar la bibliografía sobre esta prueba, resulta muy sorprendente que los escépticos se hayan empeñado en desacreditarla par-
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tiendo de supuestos contradictorios. En efecto, para unos el mundo es necesario (éste es el supuesto estratónico), pero para otros no puede existir ningún ser necesario porque en él se reflejaría la contingencia de los seres contingentes dependientes de él. Vamos a analizar primero el supuesto estratónico. Para ello nada más sencillo que revisar los signos de la contingencia de los seres. Hay varios indicios o señales de que un ser es contingente. Si observamos estos indicios en el mundo deberemos concluir que es contingente. El primer signo, ya lo hemos visto: se trata del cambio. Lo que cambia es contingente, y el mundo está cambiando constantemente en tamaño, en energía libre, en entropía, en forma, organización y en capacidad mental (como mínimo la capacidad mental ha variado en el planeta Tierra). El mundo no se mantiene igual a sí mismo y por tanto no tiene su razón de ser en sí mismo. Sería contradictorio que la razón de ser fuera la razón de pasar a un ser distinto de aquél de quien es la razón de ser. Otro signo de contingencia es la limitación. Limitado significa susceptible de aumentar de algún modo o variar. Si un ser puede aumentar es que no tiene en sí la razón de ser tal como es, pues si la tuviera, esta razón impediría que fuera de otra manera, es decir impediría todo aumento. Por tanto todo signo de limitación es un signo de contingencia. La ubicación en cierto lugar es otra señal de contingencia, pues si el ser tuviera en sí la razón plena de su ser tal como es y como está, no variaría sus posiciones relativas a los otros seres, pero sabemos que algunas cosas se mueven en el espacio, lo cual hace que, desde un punto de vista relativo, cualquier ser situado en el espacio está cambiando su posición relativa respecto a estas cosas. La ubicación en el espacio implica dependencia y por tanto contingencia. Los «estatutos del ser» no pueden determinar su ubicación, ya que dicha ubicación cambia o puede cambiar, por consiguiente dicha ubicación es dependiente de algo exterior. El ser necesario no puede ocupar un lugar; su relación respecto a los seres contingentes ha de ser de ubicuidad, de omnipresencia. La composición o estructuración en partes es otro signo de contingencia. Las partes pueden separarse, desapareciendo la estructura
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y el ser. Ninguna parte puede explicar la estructura; el conjunto de partes tampoco puede, pues es concebible que las partes estén separadas, de lo contrario no podríamos hablar propiamente de partes, sino de un todo con aspectos diferenciables inseparables. La separabilidad en partes muestra que las partes no tienen ninguna necesidad intrínseca de estar juntas formando un ser complejo determinado: el hecho de que así sea no depende pues de las partes que constituyen el todo, sino de algo exterior: esta dependencia es, precisamente, la contingencia. Ahora que conocemos los signos de la contingencia estamos en disposición de averiguar si las cosas del universo, y el universo mismo, son contingentes o necesarias. Inmediatamente podemos identificar enlatodas las cosas que vemos enla ellimitación, universo alguno de esosensignos de contingencia: el cambio, la ubicación el espacio o la constitución de partes. El universo mismo cambia, es limitado y consta de partes. Podemos, pues, asegurar que el universo y todo lo que existe en él es contingente y no necesario. El supuesto estratónico es absolutamente falso. Para quedar plenamente convencidos de la contingencia de todo lo que existe en el universo, hemos de eliminar una última posibilidad: ¿y si las partículas subatómicas fueran necesarias? Estudiemos una de ellas: el electrón. Nadie sabe lo que es un electrón y qué clase de existencia tiene. Podría ser que no tuviera partes ni localización precisa. Podría ser incluso que no fuera limitado, pero en cambio la contingencia se manifiesta por el hecho de que los electrones pueden aparecer y desaparecer en las reacciones atómicas (nucleares). Si aparecen es que antes no existían y han llegado a la existencia; por tanto esta existencia no es necesaria: depende de otros. Además el electrón, en su manifestación corpuscular, ocupa un lugar pudiendo ocupar otro, lo cual es otro signo de contingencia. El electrón, por último tiene una masa determinada; se trata de un número que podría ser mayor o menor. No ha sido el propio electrón quien ha dispuesto que su masa fuera precisamente ésta y no otra: es otra señal de dependencia o de contingencia. Los electrones pueden desaparecer en cualquier momento si interaccionan con positrones. Y lo mismo que hemos visto en los electrones es aplicable a las demás partículas subatómicas. * * *
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Nos queda por fin estudiar la posibilidad contraria según la cual no puede haber nada necesario. Como ya sabemos que nada de lo que hay en el mundo, ni siquiera los electrones, ni tampoco el mundo mismo como totalidad puede ser necesario, lo único que podría ser necesario sería Dios, es decir un ser eterno, exterior al mundo, omnipresente y sin composición de partes (un ser espiritual). Por consiguiente algunos escépticos se han dedicado fervientemente a demostrar que Dios también es contingente. Así razona, por ejemplo P. Béraud1: «¿Qué es menester para que sea necesario? Es preciso que no podamos suponer su inexistencia. A pesar de todo, y digan lo que quieran los espiritualistas, es posible suponer, concebir que Dios no existe. Para ello apelo a los ateos que no creen Dios, incurre y es cierto queerror hay bastante ateos sinceros...». Aquí,en Béraud en un importante. Hace depender la necesidad ontológica de la creencia, como si el creer o no creer en la existencia de una cosa pudiera afectar a su condición de necesaria o de contingente. Para poner un ejemplo de lo que esto representa, consideremos el famoso problema de la cuadratura del círculo: ¿es posible encontrar utilizando sólo regla y compás, un cuadrado cuya área sea igual a la de un círculo dado? En 1882 el matemático Lindemann demostró que la posibilidad de la cuadratura del círculo equivalía a la posibilidad de que el número pi fuera la raíz de una ecuación con coeficientes enteros. Como no existe ninguna ecuación de coeficientes enteros cuya raíz sea pi (al ser pi un número trascendente y no algebraico), se demostró que es necesariamente imposible realizar la cuadratura del círculo. Sin embargo eminentísimos y sincerísimos sabios que vivieron antes de 1882 creyeron firmemente que era posible cuadrar el círculo. Eso demuestra que la necesidad de la trascendencia de pi no es una cuestión que dependa de las creencias de los sabios; si así fuera, varios de ellos hubieran jurado que pi no era un número trascendente. La necesidad de la imposibilidad de cuadrar el círculo es independiente de las creencias correctas o incorrectas de los sabios de este mundo. De la misma manera, el hecho de que haya ateos sinceros no demuestra en absoluto que Dios no sea necesario. 1. BÉRAUD, P., La existencia de Dios. Su pro y su contra, Atlante, Barcelona, 1ª ed. española sin fecha. Es un libro publicado antes de 1940, pp. 81-107.
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sería una limitación para uno de los dos, con lo cual ya no sería necesario. Cuando se ha demostrado la existencia de un ser necesario a partir de la contingencia de todos los seres del universo y del universo mismo, se ve que este ser no es del universo, no es material, pues no tiene partes, y es la causa eterna creadora del universo; se trata, pues, de Dios. Dios no es un tapaagujeros de nuestra ignorancia, como gustan calificarlo los ateos. No decimos que Dios existe para cubrir una causa desconocida. Jamás se acude a causas desconocidas para demostrar la existencia de Dios. Desde santo Tomás, la teología diferencia la causa primera (Dios) de las causas segundas. Las causas segundas, para serno encontradas, requieren el usoteólogo de la metodología cuando se hallan, no hay ningún que se lance científica, a exclamary que dispone de una nueva prueba de la existencia de Dios. De ser así, los tratados de teología estarían abarrotados de pruebas de la existencia de Dios: tantas cuantas causas desconocidas tiene la ciencia moderna, que no son pocas. Esta ingenua y falsa acusación suele reforzarse con ejemplos tomados de la mitología y de los dioses de los pueblos primitivos. Había el dios del trueno, dicen, porque los primitivos desconocían la causa del trueno y lo atribuían a un dios. Y lo mismo sucedía con el dios de la lluvia, del viento, del cereal, etc. Según Burnett Taylor, la religión comenzó con el animismo. Se atribuyó un alma a las cosas inanimadas y al universo, y así se creyó en el dios del cielo, de la lluvia o del fuego4. La teoría de Taylor fue desacreditada por las investigaciones de Andrew Lang sobre la religión de los primitivos. El animismo se mostró entonces como una degeneración de una religión monoteísta primaria. Wilhelm Schmidt, a través de investigaciones independientes llegó a la misma conclusión e invalidó por la vía experimental lasdetesis de las teorías animista, evolucionista y sociológica del 5 srcen la religión . 4. Cf. Q UILES, I., Filosofía de la Religión,Espasa Calpe, Madrid, 1973, 3ª ed., pp. 37 y ss. 5. Cf. Í DEM, pp. 41-42.
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pecho, unos pelos, unos ojos... Tarda su tiempo en conseguir la unificación, y cuando lo logra, su madre empieza a existir para él. Bien es verdad que la madre también existe para ella misma, ya que es consciente y tiene conocimiento de sí misma. No es posible la existencia sin la unificación que consigue únicamente la mente. Esa intuición de que el ser está estrechamente relacionado con la mente se hace una evidencia cuando caemos en la cuenta de algo que vamos repitiendo en cada capítulo: que todo ser tiene una razón de ser que lo determina a existir. La palabra razón hace referencia al conocimiento y el conocimiento es propio de las mentes. La razón de ser explica el cómo y el por qué de la existencia a una mente. Eso significa que los seres son cognoscibles, y que su paso a la existencia en que han sido seleccionados entre otros posibles por una consiste razón conocida. Un clásico test de inteligencia nos presenta una cierta figura dibujada sobre papel, donde aparece, según como se mire, un jarrón o bien un par de caras de perfil que se miran mutuamente. ¿Cuál es el ser real? ¿Cuál es el ser que tiene una razón de ser? Ni el jarrón ni las dos caras ni cualquier otra posibilidad entre una infinitud de figuras posibles puede considerarse real hasta que no es observada y percibida por una mente. En otro test, en un mismo dibujo, pueden observarse o bien una mujer anciana vista de cara, o bien una mujer joven vista de espaldas. ¿Existen las dos mujeres? No. Cada figura es una selección que hace una mente según su voluntad. El observador crea el fenómeno. Claro está que hay un dibujo, represente lo que represente, dirán los escépticos. Así era antes de que los filósofos se percataran de que un dibujo era sólo real para el observador humano: sobre el papel había sólo unos fragmentos de carbonilla dispersos depositados por alguna actividad voluntaria (o involuntaria). La carbonilla no era otra cosa que un conjunto de átomos estableciendo una serie de relaciones con otros. Hace falta un observador para seleccionar esas relaciones entre un sinfín de otras relaciones que cada átomo establece con todo el universo. Los átomos tampoco tienen autonomía. Su composición revela todo un mar de relaciones complejísimas entre las partículas subatómicas. Los científicos ya saben desde hace tiempo que no existe al final de este proceso nada parecido a una bolita pequeñita y esférica de materia o de energía que sería la base de todo.
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La palabra campo nos sugiere, primero, una gran extensión de hierba. A los más adentrados enla física les recuerda un lugar sometido a alguna fuerza. Cuando progresamos en nuestro estudio, llegamos a entender que la fuerza es indefinible en términos físicos nos y adentramos en una concepción mágica, donde los campos son zonas de influencia caracterizados por matrices numéricas. Luego se matematiza totalmente la física y se llega a una visión pitagórica del mundo, donde la realidad está hecha de números y figuras. Sólo queda un paso por dar: preguntarse ¿qué hay detrás de esos números y de esas figuras? ¿Acaso son sólo ideas puras al estilo platónico? Mucho me temo que las ideas puras son una abstracción, y hacer de ellas la base de la realidad es un engaño, y en cierta medida una tomadura de pelo, estrechamente relacionada connutren la filosofía atea llevada sus consecuencias lógicas. Las ideas que los campos de la afísica han de tener una entidad, pero la entidad propia de las ideas es la mental. El campo físico, en su última determinación, es un campo mental: el despliegue de una voluntad inteligente que concibe unas formas y las proyecta creando un espacio de influencias, que es el mundo en que vivimos. La pregunta «¿pero quién creó a Dios?, se transforma aquí en: «¿Pero quién conoce a Dios?». Las cosas de este mundo, incluso los seres conscientes, incluso los pensadores más penetrantes, no se conocen aenteramente, fondo a sí mismos. Diosla se conoce a llamada sí mismo«Dios» profundamente, con lo cual posibilidad está forzosamente determinada a existir ya que, al ser un campo de existencia o de conocimiento, se conoce a sí mismo. Los ateos se encuentran ante una dificultad insalvable cuando tratan de establecer la necesidad del mundo. Tras formular la vieja pregunta «¿por qué hay algo y no nada?», se quedan sin respuesta y se contentan con la siguiente formulación contradictoria: «Hay algo que no puede explicarse por la lógica-matemática; por consiguiente, no es necesario, y, sin embargo, es necesario: debe ser cosa de la bruma». Nosotros dejamos la bruma para los poco exigentes, y proponemos la explicación alternativa: hay algo, y es necesario que lo haya ya que la nada absoluta es imposible, pues el campo de conocimiento que se refleja a sí mismo, es decir, Dios, resulta deseable, y se ama a sí mismo. Es lógico que el ser cuya esencia es existir (conocer y ser conocido y amado) debe existir necesariamente.
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No podemos hablar siquiera de «lo que ha sucedido en la tienda» si nadie lo observa y lo conoce, porque fuera de la mente no hay orden temporal para clasificar, estructurar, identificar, interpretar y relacionar fenómenos. Cuando no hay mente, no hay unificación posible, y en última instancia no podemos hablar de nada, ni tan sólo de partículas elementales. Varias mentes pueden descubrir y participar de una misma verdad, pero esa verdad existente y objetiva no depende de ninguna de esas mentes. Cualquiera de esas mentes puede desaparecer y la verdad permanece. Pero aunque no dependa de ninguna de esas mentes, la verdad depende de una mente, porque sólo la mente interpreta, unifica, conoce, da realidad y la guarda en la memoria. Esa mente de la cual depende todae ínfimo, verdad es mente que yobserva y conoce hasta más íntimo y lela da sentido significado; es eltodo, campo de lo la verdad y del conocimiento, el campo de la existencia; es Dios. El famoso teorema de Gödel dice que en cualquier conjunto consistente de axiomas aritméticos, existen afirmaciones aritméticas que son indecidibles, es decir, de las que es imposible probar su verdad o falsedad mediante el uso de los axiomas del conjunto. Es posible que la llamada conjetura de Goldbach relativa a los números primos sea indecidible a partir de los axiomas del sistema de la aritmética. Este teorema es fundamental para demostrar la limitación del método axiomático y computacional, y para demostrar que la mente humana no puede simularse por medio de ningún ordenador que obra algorítmicamente (de forma computacional), porque hay verdades accesibles a la mente, pero inaccesibles a todo sistema axiomático. Pero además, el teorema de Gödel nos indica claramente que la verdad existente, en algunos casos, es inaccesible por métodos deductivos, que son los únicos posibles para el hombre. Esas verdades deben ser conocidas —de otra manera— en el campo de la verdad, en la mente de Dios. EL PROBLEMA DEL TIEMPO El tiempo no es ninguna substancia que pase, como un tren, a cierta velocidad, delante de nosotros. El tiempo es un puro concepto relacional. Somos nosotros los que cambiamos e integramos todo
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otro circuito para cobrar unidad, y ese otro circuito debería ser observado por otro y así hasta el infinito. Se haría necesario un último observador que no requiriera ser observado, y toda materia requiere ser observada. Por caminos independientes llegamos a una misma conclusión: existe una mente, que es un campo de verdad, de existencia, de razón lógica y matemática. Este campo contiene las ecuaciones del universo y de la materia que vimos en el capítulo XI, y hace que estas ecuaciones se proyecten en una realidad que llamamos energía, y luego materia, cuya esencia es básicamente una voluntad. Por eso los límites de la materia no son escudriñables por la ciencia.
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habrían reunido juntos todos los protones del universo, imposibilitando toda forma de organización. Si las fuerzas nucleares fueran sólo un poco más débiles de lo que son, no se podrían formar núcleos más complejos y sólo habría hidrógeno en el universo1. Los astrofísicos Fred Hoyle y William Fowler averiguaron que el oxígeno y el carbono, elementos básicos de la vida, se producen en cantidades iguales en el interior de las estrellas. Si no fuera así tampoco sería posible la vida. En realidad Fred Hoyle, en base al principio antrópico, predijo el valor del nivel energético que debería tener el núcleo del carbono ordinario para que pudiera estar en resonancia con la energía de las partículas de helio y berilio constituyentes en las condiciones estelares. Su predicción posteriormente. Por otra parte, si el nivel energéticofue delconfirmada oxígeno fuera sólo un 1% menor, todo el carbono de las estrellas pasaría a oxígeno y luego a elementos más pesados, y no habría vida basada en el carbono. Ahora bien, para que el carbono formado en el interior de las estrellas saliera de allí, debería haber una explosión. Las supernovas explotan de forma asombrosamente controlada a través de una coincidencia cósmica en el valor de la fuerza débil (que determina la interacción entre neutrinos y bariones). Si esta fuerza fuera sólo algo menor de lo que es, la onda de choque que se srcina al desplomarse el material circundante sobre la estrella de neutrones que se forma en el centro, sería transparente a los neutrinos y éstos no empujarían a la envoltura externa de la estrella hacia fuera. Pero si fuera mayor, los neutrinos se implicarían en las reacciones del núcleo estelar y no saldrían de él, y por tanto no podrían empujar a la materia estelar hacia el exterior para que pudieran formarse planetas con carbono para la vida. Además, la fuerza débil ha de tener exactamente la intensidad que tiene, pues, de otra forma, o bien todo el hidrógeno srcinal del universo se hubiera en helio rápidamente, bien no se habría producido nadaconvertido de helio. En ninguno de los dosocasos se hubiera podido formar la vida. 1. Cf. G RIBBIN, J. y R EES, M., Coincidencias cósmicas, Pirámide, Madrid, 1991, p. 23.
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La velocidad de expansión del universo es exactamente la adecuada para que puedan formarse galaxias, estrellas y planetas como la Tierra, donde vive el ser humano2. De hecho todas las constantes cosmológicas, incluyendo la densidad inicial del universo, la constante de gravitación, la velocidad de la luz, la constante de Planck, la temperatura del cero absoluto, etc. están exquisitamente calibradas para que pueda existir un universo con vida. El universo que observamos, según Collins y Hawking, es privilegiadísimo porque la velocidad de recesión de la materia creada en la gran explosión tiene un valor decisivo entre un sinnúmero de posibilidades: es exactamente igual a la velocidad de escape de la materia (la que se requiere para superar la atracción gravitatoria). Ello debe ser así (es paradecir, que elcon universo seay isótropo a gran escala,depero no homogéneo galaxias otras acumulaciones materia). Pero, sin la existencia de galaxias, nosotros no estaríamos aquí. Hay otras coincidencias tan asombrosas como las que he mencionado. El filósofo atento y sin prejuicios debería quedar admirado de estos hechos, y, si se aplicara un poco a pensar que estas coincidencias en los valores de constantes reales tienen una probabilidad de exactamente cero (porque el campo de variabilidad es infinito potencialmente), debería llegar a la conclusión de que esta calibración tan precisa debe ser obra de una inteligencia creadora (Dios). El principio antrópico, tal como lo hemos presentado (en su versión llamada «fuerte»), no tiene escapatoria posible: tiene que existir Dios. Si alguien niega la existencia de Dios ha de acudir a la extravagante teoría de los muchos mundos. Paul Davies enDios y la nueva física se pregunta: «¿Es más fácil creer en un Diseñador cósmico que en la multiplicidad de universos necesaria para que el principio antrópico funcione dentro del ateísmo?». Lógicamente a Paul Davies, como a todo el que se formula esta cuestión seriamente, le resulta mucho más satisfactoria la explicación por la existencia de un Diseñador. Para darnos cuenta de la gran ingenuidad que supone dejar de creer en Dios cuando se conocen estas cosas, es muy ilustrativo re2. Cf. G ALE, G., «El principio antrópico», enInvestigación y ciencia, n. 65 (febrero 1982), p. 101; Cf. GRIBBIN, op. cit., p. 27.
XV El orden funcional
Hay órdenes estructurales que son la consecuencia del sometimiento de la materia a leyes establecidas. Por ejemplo las leyes del crecimiento de los cristales comportan la aparición de ordenamientos geométricos fantásticos. Las leyes de disolución de las rocas calcáreas llevan a la formación de prodigiosas grutas con estalactitas y estalagmitas. No vamos a utilizar este tipo de orden para la demostración de la existencia de Dios. Aquí nos interesa el orden funcional, es decir, aquél en el que están involucradas cosas de diferente naturaleza y srcen en una disposición única entre un ilimitado número de posibilidades porque realiza alguna función necesaria o útil para la existencia de algún ser. Un ejemplo tomado de la inventiva humana es la pistola. En ella están involucrados hierro, pólvora, plomo y detonante. Hay una bala cuya forma encaja perfectamente dentro del cañón y que tiene un detonante con pólvora justo en su base, en la proximidad de un gatillo que hace percusión en dicho detonante. Sería un loco quien pretendiera que una pistola es fruto del azar. Nadie lo creería. Pues bien, en la naturaleza existen muchos dispositivos tanto o más ingeniosos que una pistola y no menos complejos. Para no ir más lejos, y hablando de defensa,enpodemos mencionar a los cnidoblastos, quedispositivos son célulasdesituadas los tentáculos de pólipos y medusas. Estas células están provistas de un filamento retráctil con la base cubierta de púas, en comunicación con una cápsula llena de un líquido irritante y con un disparador (cnidocilio) que regula su actividad según el estado alimenticio de la célula. Es evidente la analogía con la pistola. Cada cosa está en su lugar (siendo de diferente na-
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turaleza y srcen), y todas son necesarias para conseguir el efecto de paralizar a las presas. Cada parte por separado resultaría inútil. El líquido urticante vertido al agua se diluiría y no heriría a la presa. El filamento sin el líquido acariciaría a la presa. El disparador, por sí solo, sería un motivo de adorno inservible y absurdo. La mezcla de todos estos componentes sin el orden necesario, podría ser incluso fatal pues podría conseguir inyectar el líquido en el propio animal. Podría estar desconectado el disparador de la cápsula o estar todo el sistema colocado al revés. ¿Cómo sabe la medusa en qué posición debe colocar sus armas? No cabe la posibilidad de que la presencia de cada cosa en su lugar obedezca a las leyes del azar. Lo que era imposible para una pistola, lo es a fortiori para un cnidoblasto. No cabe tampoco que alguna especie de selección natural haya ido reuniendo poco a poco las diversas partes, ya que el instrumento sólo funciona como un todo, y las partes, por sí solas, no realizan ninguna función útil, como hemos visto. Es bien conocido, pero poco meditado, el hecho de que justo en el acrosoma de los espermatozoides (su cápsula delantera), exista un enzima, la hialuronidasa que tiene como función deshacer la substancia cementante de los tejidos (el ácido hialurónico). No es casual que el enzima esté situado justopaso allí, al porqu e es precisamente donde hace falta para ir abriendo espermatozoide en suallí camino hacia el óvulo. Tampoco es casual que los peces macho depositen su esperma justo allí donde las hembras han puesto los óvulos. Ni qué decir tiene que estas conductas están muy favorecidas por la selección natural, pero, antes de que la selección pueda favorecerlas, primero deben haber sido determinadas y ordenadas genéticamente o de cualquier otra manera que hiciera posible su herencia. ¿Fue el azar el artífice de estas conductas inteligentes? Creo que hay que ser muy recalcitrante para admitir una cosa así. Sócrates exponía este argumento con fuerza singular por medio del siguiente ejemplo: «¿No te parece que cabe considerar como un acto de previsión el hecho de que la vista, órgano frágil, esté provista de párpados a modo de puertas que se abren cuando se necesita ver y se cierran durante el sueño; y que en esos párpados estén fijadas
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un orden no funcional y no se requiere inteligencia para producirlo. Consideremos ahora el caso de un aparato gota a gota cuya frecuencia de goteo fuera la justa para mantener a un enfermo en un estado de homeostasis. Entre una infinidad de ritmos posibles que se pueden srcinar, tenemos el justo requerido para la vida, y además, entre una infinidad de líquidos que podrían pasar por los tubos, tenemos justo la mezcla de medicamentos que necesita el paciente. Hay aquí una ley funcional con previsión e inteligencia. Para explicar un orden no funcional basta hacer un estudio físicoquímico. Para explicar un orden funcional hace falta dar cuenta de la selección oportuna de una ley entre una infinidad de opciones, y sólo una inteligencia es capaz de realizar tal selección. Existe un ambicioso proyecto de explicar la morfogénesis (el origen de las formas biológicas, y parte de la evolución) por medio de leyes físico-químicas que se traducen en dinamismos o campos físicos que dan srcen a las formas de los seres vivos. Hay muchas personas trabajando en este proyecto, el cual ha comenzado a dar sus frutos. Los que colaboran en él se han dado cuenta de la total impotencia del neodarwinismo para explicar la forma, y ellos creen haber encontrado el secreto. Ahora bien, todos los modelos de campos morfogenéticos físicoquímicos refractarios), se basan en lay interacción entre elementos excitables (con períodos tienen como sistema ejemplar la famosa reacción de Beloussov-Zhabotinsky. El campo morfogenético queda definido por el modo de interacción entre partes en el tiempo (cinética) y en el espacio (relación entre los estados de regiones vecinas)3. Una vez explicado el orden formal que resulta de estos modelos, los científicos no tienen ya nada más que hacer (ya es mucho), pero ello no quiere decir que no haga falta explicar la aparición de las condiciones requeridas para la aparición de estos campos entre una infinidad. Ciertamente se requiere previsión e inteligencia para establecer los elementos que harán posible todo este desarrollo. Para entender esto basta pensar un poco en el ejemplo de la tortuga electrónica de Grey Walter. Se trata de un organismo cibernéti3. Cf. G OODWIN, B., Las manchas del leopardo. La evolución de la complejidad, Tusquets, Barcelona, 1998, p. 73.
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co que responde a la luz y a diversos factores ambientales, e incluso se autoalimenta de electricidad. Ciertamente no posee en su interior ningún conjunto de instrucciones, pero eso no significa que no haya sido planificada y diseñada por la inteligencia nada menos que de Grey Walter, y sería muy descuidado todo el que pretendiera explicar todo el misterio del comportamiento de esta tortuga sobre la base únicamente de sus circuitos electrónicos, sin considerar para nada la actividad intelectual del creador de la tortuga. Los modelos de campos morfogenéticos se basan en elementos excitables y, precisamente ahí está el diseño y la inteligencia. Estos elementos disponen de estructuras físicoquímicas que obedecen leyes finalísticas que hacen posible la aparición de una ley compleja (el campo morfogenético). Veámoslo condel algunos ejemplos. , desEn el caso más elemental de la forma algaAcetabularia crito por Brian Goodwin4, la entrada de calcio en las células no es casual; su influencia sobre las proteínas del citoesqueleto y sobre el módulo de elasticidad de la pared celular tampoco es casual. El calcio debe ligarse a proteínas especiales y debe ser recluido en cámaras de almacenamiento o ser bombeado fuera de la célula, lo cual tampoco es casual. La modulación de la morfogénesis a través de actividades que dependen del estado de turgencia del citoplasma, del citoesqueleto y de la pared celular, requiere multitud de actividades enzimáticas reguladas. Sin todo este bagaje molecular altamente complejo, no podrían surgir patrones de retroacción y por tanto campos físicos responsables de la forma del alga. Decir que no hay aquí previsión e inteligencia es un absurdo enorme. La prueba está en que eliminando un solo elemento del sistema operativo se hace imposible la aparición de la forma. Todos están allí donde deben estar. El gran mérito de todos estos investigadores de campos morfogenéticos consiste en que están escrutando el «pensamiento de Dios», las «ecuaciones» que Dios tuvo en cuenta al procurar que se unieran elementos tanpie dispares formando unidades replicativaselysrcen excitables. Sigue en el gran problema de la evolución: de los nuevos genes y de los órganos nuevos. La teoría de los campos morfogenéticos no explica (ni tampoco lo intenta) el srcen de la informa4. Cf. Í DEM, pp. 101-143.
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das. El problema con estas hipótesis es, sin embargo, el mismo que con las terrestres, sólo que trasladado algo más lejos. Los estudios de la materia orgánica extraterrestre no pueden alentar las nuevas hipótesis, porque se hanhallado pocos aminoácidos, en poca concentración y además, en su mayoría, distintos de los terrestres; y por lo que hace a otras moléculas, siguen sin hallarse estructuras fundamentales para la vida. Por fin, sigue siendo ilusorio el paso de este material a través de la atmósfera, en estado incandescente, por medio de un meteorito y su acumulación en los océanos, donde se produciría una rápida dilución, o en los volcanes donde se daría una tostación que srcinaría proteinoides, muy diferentes a las proteínas, y sin otros componentes igualmente necesarios para la vida. La producción de vida requiere diseño, orden, previsión, inteligencia. Últimamente ha surgido la hipótesis de Stuart Kauffman y Walter Fontana, según la cual se van produciendo progresivamente más y más polímeros catalíticos hasta llegar a un conjunto que es autocatalítico, donde existen catalizadores para todas las reacciones necesarias para producir los propios catalizadores. Me parece bien que se investigue la dinámica de la catálisis recíproca. Lo que no puede hacerse es extrapolar estas sugerencias y considerar que la autocatálisis es capaz de explicar la vida y su srcen. La razón es que la vida requiere un mínimo de información materializada en moléculas codificantes (como los ácidos nucleicos). Hace falta información para srcinar sistemas energéticos, sistemas de membrana, sistemas de reproducción y sistemas relacionantes con el medio (como mínimo nutricionales). Se trata de informaciones dispares, reunidas en una unidad dinámica funcional. Por eso el srcen de la vida, como orden funcional (o finalístico), requiere un proyecto, un diseño, una inteligencia. La teoría de Gaia, por último, da nuevo vigor a las pruebas de existencia de finalidad, de previsión y de diseño en los campos morfogenéticos, a nivel global de la biosfera, y tal vez a nivel del universo. LA FINALIDAD EN LA MITOSIS CELULAR Desde que Jacques Monod publicó su polémico libroEl azar y la necesidad, muchos biólogos rehuyeron utilizar la palabra finalidad
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en biología. Este miedo es completamente injustificado. Jacques Monod hizo excelentes aportaciones a la biología, pero no supo ver claro en filosofía. Al negar la existencia de teleología, hubo de inventar un término indigerible: teleonomía, absolutamente obscuro. Es una lástima que el prestigio de Monod haya sido el responsable de una desorientación tan grande en estas cuestiones, porque para negar la existencia de finalidad en biología, como vamos a ver en el caso de la mitosis, hay que cerrar los ojos y la inteligencia. Hemos visto que lo que nos obliga a pensar en términos de finalidad, es decir, de intención de una voluntad, es el hecho de encontrar las cosas justo donde deben estar para conseguir un efecto conveniente para la existencia de algún ser, siempre que esta situación sea extremadamente improbable queuniverso. no pueda conseguirse al azar tan en un tiempo razonable a escala del Vamos a considerar brevemente un programa de animación (la mitosis) que consigue que los cromosomas duplicados (cada uno en dos cromátidas) de una célula se repartan equitativamente entre las células hijas. La cuestión la expresa magníficamente el Dr. Daniel Mazia, especialista en mitosis: «Lo que la mitosis significa puede adivinarse con sólo verla al microscopio, y esto ya se hizo hace muchos años. Ahora comenzamos a realizar algún progreso hacia una comprensión más profunda de lo que en realidad sucede en la célula que se está dividiendo». Si nos preguntamos cómo se alinean los cromosomas en el plano geométrico adecuado antes de separarse o cómo encuentran su camino hacia los polos opuestos, descubrimos que estamos frente a problemas de un orden que no encajan en los métodos ni en la manera corriente de pensar sobre los acontecimientos biológicos. Vamos sabiendo gran cantidad de cosas sobre la química de las células, pero seguimos muy lejos de comprender cómo cualquier parte de la célula sabe donde está»5. Un ingeniero bioquímico tendría tema para pensar durante toda su paraeucariota. solucionarCada el problema quehasedepresenta antecopia la división de vida la célula célula hija recibir una de cada uno de los cromosomas además de obtener una buena representa5. MAZIA, D., «División celular» en VV.AA., Física y química de la vida, Alianza, Madrid, 1969, pp. 234-235.
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ción de cada uno de los orgánulos citoplasmáticos, y hay que prever que todo este reparto ha de suceder justo antes de que la célula se escinda, se estrangule o se tabique en dos. Si numeramos los cromosomas de una célula, no debe permitirse que ninguna de las células hijas se quede sin una copia del cromosoma número 1, ni del 2, ni del 3... ¿Cómo puede saber cada cromosoma, que no tiene ojos ni inteligencia, a qué parte de la célula debe dirigirse? La pregunta tiene una respuesta, pero no se da con ella casualmente, sin inteligencia, sin un diseño. Es precisamente un diseño intracelular conseguido a base de reunir en un mismo lugar ciertas proteínas y elementos capaces de autoensamblarse y organizar un campo físico direccional lo que permite resolver el problema. Curiosamente, la concentración de calcio y de de la proteína fijadora del calcio, la calmodulina,deejercen una función control en el ensamblaje y desensamblaje los microtúbulos del huso de fibras que determinan la dinámica del proceso. Esta circunstancia alegrará a los partidarios de los campos morfogenéticos, y estoy completamente seguro de que dentro de poco nos sorprenderán con sugestivos modelos de cómo tiene lugar tal maravilloso proceso. Lo que no se explica nunca en las teorías de campos morfogenéticos es cómo las cosas están justo en su lugar. La ciencia va descubriendo con gran esfuerzo este desplegamiento del proyecto, del diseño; va observando las piezas del rompecabezas que encajan unas con otras dando una forma increíble (el huso mitótico) y una dinámica de separación todavía no muy bien comprendida, y los filósofos positivistas piensan ingenuamente que, una vez hayan podido comprender todo este mecanismo gracias al progreso de la ciencia, podrán decir que ya está todo explicado. Estos filósofos no han llegado todavía a comprender la fuerza penetrativa del pensamiento de santo Tomás de Aquino: la ciencia descubre las causas segundas, pero es incapaz metodológicamente de acceder a la causa primera, en este caso una causa final. Podríamos el pensamiento de los positivistas miento de unoscomparar extraterrestres que analizaran el proceso aldepensaautomontaje de una cadena de automóviles. Tras días de investigación llegarían a obtener un dossier con «toda» la explicación, teniendo en cuenta palancas, tuercas, fuerzas, circuitos autocontrolados, regeneración de material, autocaptura de materia prima, etc. Ciertamente en este dossier estarían todas las explicaciones necesarias para com-
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prender cómo funciona una cadena de automontaje, y no haría falta nada más. No haría falta ningún ser que estuviera haciendo algo desconocido desde el exterior. Pero, en realidad, la explicación última, la auténtica explicación estaría ausente en eldossier, porque no es visible ni experimentable, ni observable. No es accesible al método científico. La última explicación está en los días de intenso trabajo intelectual que estuvo ocupando a varios ingenieros expertos que diseñaron el proyecto y en la labor de dirección materializada en el origen de la cadena de montaje que ahora se autocontrola. La mitosis reúne más elementos que una cadena de montaje para automóviles. El tiempo y el espacio celular se ordenan en una increíble procesión de formas. Todo está en su lugar; todo ocurre en su momento; todotodo tieneeste un diseño, sentido esta y una finalidadesque se ve con observar. Pero finalidad, el proyecto desólo una inteligencia y de una voluntad. FINALIDAD EN EL COMPORTAMIENTO Las conductas instintivas de los animales son necesarias para la supervivencia y suelen ser bastante complejas. Cada acto simple de dichas conductas guarda relación con la consecución del resultado final, aunque en sí mismo no tenga ninguna función útil: sólo el conjunto demuestra tener un sentido, una finalidad clara. Cosas así no pueden surgir por azar, ni tampoco por un azar guiado por la selección natural acumulativa porque la selección tendría que hacerse entre actos simples de ésos que no tienen en sí mismos funciones útiles y que son absurdos o indiferentes considerados aisladamente. Sólo mirando hacia el fin adquieren un sentido. Por eso el darwinismo es incapaz de explicarlos, y por eso hace falta una inteligencia directora para crearlos o encauzarlos. 6
Pongamos un ejemplo . El gorgojo del abedul (Rhynchites betulae ) es un entre insectomillones que construye una guarida ali6. Es un clásico que extraigo y resumo del famoso libro de SIMON, J., A Dios por la ciencia, Alonso, Madrid, 1979, pp. 360-364. Cf. también WIGGLESWORTH, V. B., La vida de los insectos, Tomo 7, Destino, Barcelona, 1974, p. 124.
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menticia para sus larvas. Para ello escoge una hoja de abedul, luego la corta desde un borde hasta el nervio (al cual sólo rompe un poquito para que la hoja quede floja pero viva) siguiendo cierta curva en forma de «s» directa y a continuación, pasando al otro lado, hace lo propio desde el otro borde siguiendo otra curva inversa a la anterior en forma de «s» recostada. De esta manera, al arrollar la hoja, el borde formará ángulo recto con las líneas arrollantes, que serán tangentes a la curva. A continuación este escarabajo forma un embudo con la hoja ya cortada. Agarra la hoja con las uñas de su parte izquierda y la estrecha a su cuerpo, y con las de su parte derecha va caminando hasta que el embudo queda listo. Repite la misma operación con las dos mitades de la hoja. Cuando termina esta complicada labor, practica ciertos agujeros a modo de receptáculos donde deposita los huevos y por fin cierra el embudo por medio de una ingeniosa costura que realiza con su trompa (a modo de aguja). Para terminar, cierra la abertura grande por medio de un trozo de hoja triangular que sale, dando vueltas alrededor del cuerpo. No es una operación sencilla. Cualquiera puede comprobarlo si intenta construir una especie de cucurucho permanente con una hoja. Además, hay algo que rebasa nuestra comprensión. Es la forma de la curva que traza el insecto en el borde de la hoja para cortarla. Se trata de la resolución de un problema de cálculo diferencial en geometría fue resuelto Huyghenshay en 1673: considerando que el borde deque la hoja sea unapor envolvente, que trazar la respectiva evoluta cuyas líneas arrollantes formen ángulos rectos con el borde y sean tangentes a la evoluta. Cualquier conducta instintiva es la expresión de una inteligencia, porque hace referencia a una finalidad. Sólo la inteligencia se mueve por causas finales, ya que al hallarse en el futuro, dichas causas no pueden actuar físicamente sobre el presente. La conducta instintiva es llevada a cabo, sin embargo, precisamente sin usar la inteligencia, e incluso por seres que no tienen inteligencia, como es el caso de los insectos. El hecho de que no tienen inteligencia se ha demostrado infinidad de veces, modificando las condiciones del medio y observando cómo el insecto sigue realizando los mismos actos, pero ahora carentes de todo sentido. La conducta inteligente realizada por un ser sin inteligencia, nos recuerda las operaciones maravillosas realizadas por un ordenador
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bien programado. Son inexplicables sin la existencia de un programador inteligente. No importa que existan variantes de estas conductas, ni que exista cierta evolución (tanto en conductas como en formas): la línea inteligente está trazada desde el principio para que pueda proseguir con éxito hasta el final en formas más o menos modificadas. El plan básico es inteligente y ni el azar ni la necesidad matemática dan cuenta de la realización de conductas inteligentes compuestas por subconductas independientes reunidas en una totalidad con sentido. Sólo una teoría como la de la resonancia de campos mórficos, de R. Sheldrake, podría dar cuenta de estas conductas, en su operatividad, pero sin explicar el srcen de estos campos, que, sin lugar a dudas, requieren de una inteligencia. LEYES, INFORMACIÓN Y CÓDIGOS Tanto la existencia de leyes dinámicas como la existencia de información operativa en el mundo de los seres vivos requieren la existencia de una inteligencia muy por encima de la inteligencia del hombre. Se trata de la inteligencia de Dios. Al final de este capítulo me ocuparé de la objeción de los que creen en posibles inteligencias de seres extraterrestres creadores de todo este orden. Tanto la ley moral como la ley física son imperativas. La ley moral va a ser considerada en el capítulo XVII. Aquí vamos a tratar de la ley física y vamos a mostrar que su existencia manifiesta inequívocamente la existencia de un legislador. A muchos les parece tentador suponer que, en última instancia, todas las leyes se reducen a principios lógico-matemáticos; es la vieja tentación del racionalismo cartesiano. Es una postura muy comprensible, porque aspira a poder conocerlo todo hasta el final, sin que quede nada oculto ni misterioso. Sin embargo, el empirismo del siglo XVIII deshizo esta ilusión, y sólo los que no han penetrado el pensamiento de David Hume pueden seguir albergando estas esperanzas. La razón profunda por la cual es imposible reducir las leyes físicas o dinámicas a principios a priori de la lógica y de la matemática
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es porque las leyes físicas ordenan e imponen el cambio, mientras que las leyes lógico-matemáticas no ordenan ni imponen ningún cambio, sino que son condicionales y descriptivas y no pueden explicar ninguna modificación del estado de las cosas. Hagamos un esfuerzo por penetrar esta razón, por comprender que los principios lógico-matemáticos son estáticos (aunque puedan servir para describir la dinámica de un sistema físico). Acudamos a los ejemplos: el principio de identidad, pongamos por caso, dice: A es A. No obliga a que se pase de A a B (lo cual sería un cambio). Otro principio lógico dice lo siguiente: «Si A implica B y B implica C, entonces A implica C». Este principio no indica que deba cumplirse (ocurrir) ni A ni B ni C. Es sólo un principio condicional: si se cumpliera que A implica B, ocurriría que...dinámico o legislador de ningún tipo de Noentonces hay ningún principio realidad en los dominios de la matemática ni de la lógica. Se ve muy claramente esta verdad cuando consideramos la existencia simultánea de varias geometrías igualmente válidas desde el punto de vista lógico-matemático. Éste fue un éxito de la matemática del siglo XIX. Pero en cambio, en la realidad física se ha decidido entre una de estas geometrías. ¿Quién lo ha decidido? Desde luego no ha sido ningún principio lógico-matemático, ya que todas las geometrías tienen la misma «fuerza» lógica. Sólo una voluntad puede decidir, y esa voluntad decide aquí el tipo de realidad o de mundo que se hará efectivo y esa misma voluntad decide también las leyes básicas que regirán para siempre el orden maravilloso que se encuentra en el cosmos. Con la información ocurre algo parecido a lo que acabamos de ver. La información instructiva, operativa y constitucional7 supone un informador inteligente. Hay información en el mundo de los seres que no tienen inteligencia y por lo tanto debe existir un informador inteligente. En los seres vivos hay información genética. Es ineludible estudiar El darwinismo es la de única mecanicista intentasudarsrcen. una explicación al srcen estateoría información, peroque es una explicación que no encaja con loshechos biológicos. En efecto, según 7. Cf. S ANVISENS, A., «Entidad y srcen de la información», en Convivium, n.º 9 (1996), p. 130.
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el darwinismo toda información procede de otra información anterior modificada al azar y seleccionada. Si esto fuera verdad, todas las informaciones (todos los genes) actuales tendrían una representación en el pasado en otros tantos genes, excepto para las familias de genes que pueden proceder de duplicaciones. De ser así,las bacterias primitivas deberían tener una cantidad de información equivalente a la que existe en todos los seres vivos actuales. Esto es imposible porque incluso las bacterias actuales no tienen más de mil genes. Por otra parte, para el darwinismo, la única fuerza evolutiva es la eficacia reproductora, y la evolución es un proceso de incremento constante de eficacia reproductora, pero esto es totalmente falso porque los seres con mayor eficacia reproductora son las bacterias, que son los menos evolucionados. fin el darwinista de la evolución consiste en copiar conPor errores lasproceso informaciones anteriores y someter el resultado al veredicto de la selección natural. Esto supone un gradualismo evolutivo que choca frontalmente con el auténtico registro paleontológico que es discontinuo y drástico, y además no es un proceso eficaz para crear novedades, sino que es eficaz para mantener las que existen y para destruir las variedades ineficaces. Se ha probado hasta la saciedad que la mutación provoca enfermedades, cáncer, destrucción y muerte. En algunos casos produce variantes que han existido desde siempre en el seno de las poblaciones, alternando sus frecuencias valores altos overse bajosque según las condiciones del medio.genéticas Nunca seentre ha visto ni puede el azar cree un órgano nuevo, un comportamiento complejo o una molécula realmente adaptada para realizar algo absolutamente nuevo. No sería azar sino previsión, diseño, inteligencia. Hay todavía otro argumento poco comentado que permite deducir la existencia de un ser inteligente a partir de la existencia de información genética. Si no existiera un código genético, los ácidos nucleicos no darían información a la célula porque no habría posibilidad de traducción. Muy pocos autores se han preocupado de este problema. No se han dado cuenta de que tienen un diccionario dentro de sus células materializado en moléculas de ácido ribonucleico llamado de transferencia. Los diccionarios son engendros de la inteligencia puestos sobre las mesas de los inexpertos en lenguas para que puedan traducir y enterarse de las informaciones de los escritos y actuar en consecuencia.
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El diccionario molecular está completo y es óptimo (en cuanto a su poder de evitar mutaciones), y está, a su vez, codificado en los genes para que pueda pasar a las células descendientes. Muy poco se sabe, si puede decirse que se sabe algo que no sean meras conjeturas, acerca del srcen del código genético sin el cual nada tendría sentido dentro de las células. Es muy arriesgado hablar de evolución del código por mutación, ya que una mutación del código sería mortal para el ser vivo: todos sus mensajes genéticos serían mal traducidos a proteínas defectuosas e inoperantes y la enfermedad o la muerte serían las consecuencias ineludibles. El código, como un todo, con toda su complejidad y su perfección, aparece desde el principio y acompaña a toda forma viviente desde más remotos orígenes, exceptuando algunas protozoos. ligerísimas varianteslos halladas en mitocondrias, bacterias y algunos La existencia de un código genético molecular en el interior de las células es una prueba de la existencia de Dios, porque quien dice código dice semántica (significado) y el significado hace referencia a una inteligencia que planificó toda la evolución. Si los ácidos nucleicos habían de tener algún sentido (o significado), tenían que ser portadores de información, era necesario crear un diccionario de correspondencias entre nucleótidos (tripletes de nucleótidos) y aminoácidos, pero,de¿quién podía comprender la importancia, la necesidad, la urgencia este diccionario? ¿Era necesario traducir?, ¿qué?, ¿para quién? Se supone que el diccionario surgió antes de la vida porque ningún ser vivo sobrevive sin ese diccionario molecular, pero antes de la vida, ¿a quién favorece? ¿Será acaso una necesidad físico-química? Eso pensaron los primeros investigadores del tema, pero pronto se vio que no era así, porque no existía ninguna afinidad química entre los tripletes de nucleótidos y los aminoácidos; eso se demostró en parte por la existencia de las variantes en el código descubiertas primeramente en las mitocondrias. Además se puede establecer un medio artificial con nucleótidos y aminoácidos y se puede mezclar y calentar y diluir y acidular y añadir arcillas y azúcares y de todo, pero jamás aparece un código. El código (ahora se sabe) es la consecuencia de la información proporcionada por ciertos genes, los cuales (usando el código) se tradu-
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cen a proteínas enzimáticas. Estas enzimas (ARNt-sintetasas) determinan las asociaciones entre los tripletes situados en cierto ARNt y los aminoácidos. Por consiguiente, tenemos un pez que se muerde la cola: hace falta el código para crear el código en cada generación celular desde los orígenes de la vida. Ocurre igual que en una fábrica de automontaje de automóviles totalmente automatizada. La propia fábrica se renueva a sí misma usando tarjetas informatizadas que ella misma reproduce. Para que estas tarjetas se reproduzcan se requiere el núcleo informático de la fábrica, pero ese núcleo requiere las tarjetas para renovarse y regenerarse. La pregunta es obvia: ¿quién es el ingeniero? ¿quién pensó este orden tan bien planificado e integral? Con la vida ocurre exactamente igual,una sóloevolución que requiere mayor inteligencia y perfección que permite programada y un progreso hacia laporcomunicación. Se impone por consiguiente la misma pregunta: ¿quién es el ingeniero? Hay una respuesta clara a esta pregunta y es la siguiente: «Vanos por naturaleza son todos los hombres que han ignorado a Dios, y por los bienes visibles no lograron conocer al que existe, ni considerando sus obras reconocieron al artífice, sino que juzgaron por dioses rectores del mundo, sea el fuego, sea el viento, sea el aire ligero, sea la bóveda estrellada, el agua impetuosa o los luceros del cielo. Pues si, embelesados con su hermosura, los tuvieron por dioses, comprendan cuánto más hermoso es el Señor de todas estas cosas; pues el autor mismo de la belleza las creó. Y si fueron heridos de admiración por su poder y energía, debieron deducir de ello cuánto más poderoso es quien los formó. Pues por la grandeza y hermosura de las criaturas se deja ver, por analogía, su Hacedor»8. Consideremos por fin la información genética en sí. La información genética contenida en el núcleo de cada célula humana equivale a la información contenida en toda una biblioteca de más de tres mil volúmenes. Sería un ymal no se preguntara de dónde proviene tanto orden aúnfilósofo peor si elseque contentara con una respuesta elusiva como la que suele darse: «Ha surgido en el proceso de la evolución a lo largo de millones de años». 8. Sabiduría 13, 1-6.
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LA ALTERNATIVA DARWINIANA La filosofía atea del siglo XX se encuentra necesariamente asociada al darwinismo, según el cual todo ese prodigioso orden funcional surgió del azar guiado por la selección natural. No hay otra alternativa cuando se miran las cosas a nivel molecular, porque las cadenas de nucleótidos que constituyen los ácidos nucleicos tienen una estabilidad independiente de la información que llevan, y porque se sabe que los cambios en los nucleótidos producidos por el ambiente, son indiscriminados y azarosos, y que los seres vivos no tienen suficiente inteligencia para saber la relación que existe entre el orden de sus nucleótidos y la funcionalidad de sus proteínas. Por eso deben reduccionismoso físico-químicos mos» odescartarse vitalismoslos neolamarckianos bergsonianos. y los «animisPero el darwinismo sólo se sostiene porque es obligatorio dentro del ateísmo, no porque tenga pruebas a su favor, ni porque no existan pruebas en contra de él9. Una forma moderna de ver la inviabilidad del darwinismo consiste en simularlo en el ordenador, no para crear dibujos sin significado (orden no funcional), sino para crear nuevos programas que funcionen (orden funcional). Para ello basta escribir un programa de unas cinco líneas, traducirlo a lenguaje de secuencia máquina, resultante utilizando aúnicamente ceros y unos, y luego someter la un proceso de mutación al azar y selección natural. Todo programa que funciona y da un resultado es seleccionado, y luego es sometido de nuevo a modificación y a prueba. ¿Es creíble que por medio de un procedimiento así se consiga llegar a un programa capaz de enviar cohetes a la Luna o a cualquier cosa interesante de alto nivel? Eso es lo que intentan hacernos creer los darwinistas, pero todos los que utilizamos ordenadores sabemos bien que este sistema no es viable. Estamos cansados de que aparezca en nuestro monitor algún mensaje de que inutiliza el programa y nos obliga a Como empezar de suernuevo.«error» Como mucho, los errores pasan desapercibidos. gran te dan una variación o un atajo a lo que ya se hacía, pero todo lo que 9. Cf. S ANVISENS, A., Toda la verdad sobre la evolución , P.P.U., Barcelona, 1996.
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La objeción del avance de la ciencia
La apologética del ateísmo nos trae a menudo el siguiente argumento: «A medida que la ciencia avanza, desaparece el misterio y por tanto deja de hacer falta Dios como causa explicativa del orden de las cosas». Ya hemos indicado en varias ocasiones que las pruebas de la existencia de Dios no se basan en la existencia de misterios, sino en una exigencia positiva. De la misma manera que la radioactividad llevó a los esposos Curie a buscar la causa exigida, la finalidad en las cosas lleva a buscar también su causa exigida: la inteligencia, por mucho que los mecanismos vayan siendo descubiertos progresivamente poreslos de ladesde ciencia. Cada nuevoatisbar descubrimiento científico un avances nuevo punto donde se puede la exigencia de la causa final. La ciencia sólo puede darnos causas segundas. Cuando la ciencia esté completa, seguirá siendo necesaria una causa primera; en este caso una causa final. La objeción del orden que procede del desorden a través del azar o del caos
Ya ahemos que el orden en general puede desorden travésvisto de procesos aleatorios o regidos porproceder leyes sindel finalidad; pero no ocurre igual con el orden funcional. Siempre que algún autor intenta demostrar que aparece un orden funcional a partir del desorden, sin previsión, diseño e inteligencia, coloca subrepticiamente un orden intencional en el punto de partida, capaz de explicar el efecto. Por ejemplo, un gradiente térmico a lo largo de cierto substrato puede srcinar un orden (en las experiencias de Prigogine), pero, ¿no es acaso dicho gradiente un orden difícil de mantener?, y ¿no es más orden aún la presencia de dicho gradiente justo en el substrato que es capaz de dejarse organizar por aquél? El orden que surge de la reacción de Beloussov-Zhabotinsky (formas espirales) no sirve para nada, ni ayuda al mantenimiento de la reacción (no es un orden funcional); en cambio el orden que aparece por agregación de células excitables sí que es funcional, pero la misma ley de excitabilidad, el mismo periodo refractario, el mismo
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La objeción del panteísmo
Estamos asistiendo a un cambio de paradigma en ciencia. La concepción mecanicista-materialista que ha dominado durante el siglo XX se está desmoronando a causa de las paradojas, aporías, problemas insolubles y contradicciones que han aparecido en el seno de la física, la cosmología, la biología y la psicología. Diversos autores han sugerido doctrinas revolucionarias que se apartan radicalmente de las tesis materialistas, sobre bases empíricas y con un impresionante respaldo teórico. Uno de los más notables es, sin duda, Ervin Laszlo, una autoridad mundial en Teoría de sistemas y evolución general. En su último libro El cosmos creativo, Laszlo muestra que las insuficiencias en física cuántica, en teoría de la evolución y en la concepción de la mente, son una consecuencia de no tener en cuenta el factor principal o básico de la constitución de los seres: un campo psi de naturaleza subcuántica. Este campo es capaz de guardar memoria de todo lo acontecido en el mundo y es el responsable de la comunicación de cada cosa con todas las restantes del universo. Es un campo con características de holograma. Ahora bien, la fascinación por esta solución unificadora le lleva a Laszlo a otorgar a dicho campo las características de Dios y de Dios en evolución. Fue el error cometido también por Teilhard de Chardin y más recientemente R. Sheldrake y por F. J. Tippler. Fue el antiquísimo error de lospor panteístas. El panteísmo otorga a la naturaleza las potestades y los atributos de Dios: necesidad, eternidad, omnisciencia, omnipresencia, omnipotencia. El panteísmo considera que existe Dios, pero Dios es el universo, la totalidad de lo que vemos. Eso equivale a decir que no existe un Dios creador del mundo y de la naturaleza, inmaterial y distinto de todo lo que vemos. Por eso el panteísmo es la forma más refinada del ateísmo: es el estratonismo en su formulación definitiva. Pero otorgar necesidad y eternidad a aquello que cambia y evoluciona temporalmente es un error elemental, ya que si una totalidad cambia es señal inequívoca de que no es necesaria y de que tampoco puede ser eterna. Para mayor confusión estos científicos consideran la eternidad como una especie de infinito temporal, lo cual es un imposible físico, porque no hay nada físico que sea infinito. Incluso
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sición a esta finalidad. El ateo, al negar precisamente la finalidad, está negando la posibilidad misma de atribuir una connotación moral a las cosas. El creyente, en cambio, considera que existe esta finalidad, pero no la conoce en su profundidad, y sabe que lo que puede parecer bueno, en realidad, puede ser malo y viceversa, y sabe también que la muerte no es el final de la vida, y que lo que parece irreparable es reparable, perfectible, y lo que parece un mal puede servir para un bien mayor. Todo es cuestión de conocer con mayor profundidad las cosas miradas desde el punto de vista de Dios y no desde el limitado punto de vista humano.
XVI Aquello que los cirujanos no encontraron
No podemos fiarnos de nuestros sentidos. Nos engañan a través de ilusiones, espejismos, alucinaciones, sugestiones y otras distorsiones. Nos pueden hacer ver objetos allí donde no hay nada; pueden hacernos creer que una puerta absolutamente quieta se está abriendo, o que un objeto blanco es negro. Tampoco podemos fiarnos de lo que dicen otras personas, por muy sabias y honradas que sean. Han podido equivocarse, han podido ser engañadas. En principio no podemos, pues, creer en nada. Podemos —tal vez debemos— dudar de la existencia de la materia y del mundo exterior a nosotros mismos. Éste fue el punto de partida de la filosofía de Descartes. Pero, sistemática, viene una primera certeza: «Yo, como sertras queesta dudaduda y que piensa, existo». Es sorprendente que nuestra primera certeza sea la dela existencia de un yo pensante y dubitativo, es decir, de lo que llamamos un alma. Podríamos decir que el yo (el alma) es lo único de lo cual tenemos una experiencia inmediata. Las actividades materiales sólo pueden ser percibidas, integradas y pensadas por una mente (un alma) y todo lo que sabemos de ellas es que son dimensionales, vectoriales y automáticas: acción-reacción, estímulo-respuesta, atracción, repulsión. Por el contrario, las actividades de la mente son órdenes, mandatos, deseos, contemplaciones, consideraciones y hacen referencia a una información (un motivo, una intención, una finalidad, un conocimiento). Si estimulamos a la materia en un sentido determinado, siempre es posible aplicarle otro estímulo que contrarreste la acción del primero, de forma que la materia se quede exactamente igual que al
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principio, como si nada hubiera pasado. El alma, en cambio, guarda memoria, y, si se olvida, queda un vacío, nunca una indiferencia. La mente, el alma, el campo mental o psíquico, no es vectorial como lo son todos los campos de fuerzas del mundo material. La capacidad de elección que tiene el alma humana y su posibilidad de libertad activa, es decir, de autodeterminación, hace pensar que estamos tratando con algo que escapa a la maraña de interrelaciones de la materia del universo: tal vez algo divino. Sin embargo, el alma humana no es divina, ni mucho menos. Para empezar no sabe cómo es, ni cómo funciona. Por si esto fuera poco, tiene conciencia de su srcen temporal; sabe que comenzó a existir. Por último encuentra en sí misma bondad y maldad, conocimiento y obscuridad, alegría y tristeza, placerde y dolor, mente las prerrogativas Dios. amor y odio. No son éstas precisaEsta bondad, este conocimiento, este amor, no están controlados; no fluyen del alma como algo propio y natural, puesto que muy a menudo se hacen presentes, sin previo aviso, las disposiciones contrarias. Habiendo visto en capítulos anteriores que toda forma de existencia requiere una razón de ser, es evidente que el alma humana no escapa a esta exigencia. La causa que explica la existencia del alma humana debe dominar la espiritualidad y ha de saber cómo generarla; debealmas dominar la ciencia, la bondad el amor y saber inducirlos en las creadas. La existencia delyalma humana lleva directamente a establecer la existencia de Dios, como causa creadora y como causa final. Los ateos, con cierta perspicacia, intuyeron este argumento desde los tiempos de Lucrecio y por eso, salvo raras excepciones, son concomitantemente materialistas. La destrucción del materialismo los deja inermes ante el tema de Dios. Vamos, pues, a destruir los principales puntales de dicho materialismo. Vamos a establecer la existencia del alma humana más allá de toda duda razonable. LO QUE NO PUEDE HACER UN ORDENADOR Los ordenadores son muy útiles en filosofía porque permiten simular, es decir, imitar el comportamiento de los sistemas materiales.
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Por otra parte, la materia constituyente de un cuerpo vivo varía constantemente. No tenemos ni un solo átomo de los que formaban parte de nuestro propio organismo hace algunos años, y en cambio somos los mismos, con más experiencia, con más o menos sabiduría, pero nos identificamos con nosotros mismos en el pasado. No es ciertamente nada material lo que permite tal identificación, ya que toda la materia ha sido cambiada a través del metabolismo, la erosión, la nutrición, la excreción y las secreciones. El ser vivo, el cuerpo vivo, es un cuerpo que mantiene una forma, una estructura que le permite renovarse y persistir. El alma sensitiva es la forma que permite la sensibilidad; el alma racional es la forma que permite el entendimiento y la voluntad. Cuando dejan de informar al cuerpo, éste sey convierte en por un cadáver, el cual, 2 de renovarse, se degrada es devorado las bacterias . en lugar Esta primera evidencia de la existencia del alma no material no es negada por ningún bioquímico bien informado en la actualidad3. LA ANALOGÍA DEL TELEVISOR Supongamos que un científico no humano se encontrara con un televisor e intentara averiguar cómo funciona. Si este científico no conociera las ondas, querría explicarlo todo en términos de cables, conexiones, relés, válvulas y transistores. Conseguiría explicar mucho. Por de pronto descubriría que el aparato no funciona sin electricidad. También observaría que la corriente se distribuye dentro del aparato siguiendo el flujo de las imágenes. No tardaría en descubrir que las mismas imágenes podrían pasar de un televisor a otro por medio de un adecuado flujo de información eléctrica. Estimulando eléctricamente ciertos puntos de la pantalla obtendría imágenes. 2. Hay muchas causas distintas de muerte, pero, en última instancia, al final siempre ocurre que el cuerpo es incapaz de generar la energía que se requería para activar el alma (no para generarla). La pérdida de energía procedente del metabolismo se manifiesta también en el fenómeno de la frialdad del cadáver. 3. Cf. T RESMONTANT, C., El problema del alma, Herder, Barcelona, 1974, pp. 133 y ss.
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Hasta aquí una simple teoría o imagen que no tiene por qué ser necesariamente cierta, pero que despierta la imaginación para concebir otras formas de entender la relación entre alma y cuerpo. Se ha criticado la idea de que el alma espiritual pueda actuar sobre el cuerpo material y viceversa, diciendo que es inconcebible tal interacción entre lo material y lo inmaterial, pero ya el mismo Descartes respondía a esta acusación invitando a los materialistas a explicar la interacción entre dos seres materiales. No hay ni siquiera ahora, con los enormes avances de la física, ni un atisbo de esta explicación. No es imaginable cómo interactúan los cuerpos físicos. ¿Qué son las fuerzas o de dónde proceden? ¿Qué es la energía y por qué se transforma? ¿Qué es la luz en términos aptos a nuestra imaginación y a ecuaciones nuestro entendimiento? ¿Hay alguna teoría que pueda explicar sin qué es la gravedad? ¿En qué consiste curvarse el espacio-tiempo? ¿No son eso palabras? ¿No son acaso el espacio y el tiempo puros conceptos? Los campos físicos (gravitatorio, electromagnético, neutrónico, electrónico, etc.) regidos por la física cuántica no pueden explicarse en términos de materia: sólo pueden describirse (no entenderse) en términos matemáticos y detectarse (no percibirse) por sus efectos. La materia se explica como una interacción entre campos esencialmente misteriosos e imperceptibles. Cuando se observan fenómenos que requieren nuevas entidades (campos) para ser explicados, los físicos no dudan en introducirlos en su cuerpo doctrinal. Pues bien, los fenómenos psíquicos o mentales son irreducibles a los electrónicos, gravitatorios, neutrónicos y muónicos. Hace falta a todas luces un tipo de campo diferente para dar cuenta de ellos: el campo psi, como ha sido llamado modernamente; un campo ligado al alma. El campo psi es tan elemental como una partícula subatómica, y, al igual que dichas partículas, puede individualizarse en cuantos que tienen una inextricable interconexión. Esos cuantos están en relación inmediata con los individuos o almas individuales, las cuales pueden establecer relaciones de resonancia consigo mismo en el pasado (que es la memoria) y con otras personas, con mayor dificultad (que es la telepatía). Existe un código mental que permite relacionar los estados anímicos con los estados cerebrales. Probablemente dicho código tenga que ver con los múltiples estados cuánticos de las partículas subatómicas.
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EL ALMA COMO SER UNIFICADOR Es tan difícil definir el alma como definir la materia. Nadie sabe cómo hacerlo. En lugar de ello la ciencia se dedica a estudiar las reglas de funcionamiento de las cosas; por eso podemos hablar ciertamente de una ciencia del alma. Aunque no se conozca la esencia misma del alma, sí se pueden mostrar las características que son incapaces de ser realizadas por los seres que llamamos materiales. En primer lugar nos referiremos al hecho de que el alma es un ser capaz de unificar (integrar), dando un significado a lo múltiple y a lo móvil. Imaginemos una serie de veinte puntos dispuestos en círculo. El alma conserva una información de cada uno de esos puntos y unifica esas informaciones sinaparece mezclarlas ni fundirlas, en una uni-o dadtodas de significado, y entonces un círculo en la conciencia en la preconsciencia. La materia es incapaz de conseguir una cosa así porque un centro unificador material, cuando es alterado por una nueva información, modifica su vieja conformación; en eso se basa cualquier almacenamiento material de información. Pero modificar la conformación quiere decir perder la vieja para adquirir la nueva: no pueden coexistir dos conformaciones distintas en una misma estructura material simultáneamente. Si un centro material pretendiera unificar veinte informaciones, lo que haría sería fundirlas, de forma que, cuando entrara la vigésima información, las diecinueve anteriores ya no existirían. Toda memoria material ocupa un lugar, y ese lugar no puede ser ocupado simultáneamente por otra memoria al mismo tiempo. Todo el que haya realizado alguna vez un programa de ordenador sabe bien que, si quiere conservar cierta información situada en un lugar, debe llevar una copia suya a otro lugar de la memoria, porque toda nueva información en cualquier lugar destruye la que había allí con anterioridad. A la materia le es imposible unificar. de queque al realiza percibiry algo, vemos,un oímos y sentimos.Démonos Son tres cuenta operaciones que unifica mismo sujeto. No son tres sujetos distintos, sino uno solo. En el cerebro hay tres centros distintos relacionados con la captación de esas tres informaciones: cada uno de esos tres centros está especializado en su función y no sabe nada de las otras funciones. Pero nosotros buscamos un sujeto que aprecie, valore y unifique las tres informaciones. En vano
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buscaremos un centro cerebral tan plurifacético que sea capaz de percibir tan variadas cualidades. El alma es la que consigue dicha unión en una unidad de experiencia. LOS QUALIA El alma, además de captar formas y movimientos, es la sede de los qualia (las sensaciones y las emociones). La materia se reduce a una rica colección de vibraciones de distinta frecuencia e intensidad. Losqualia acompañan a esas vibraciones, pero no son vibraciones porque aquéllas se pueden describir y especificar con toda de forma que nota son diferencial comunicables cualquiera puede tenerexactitud, idea de ellas; su única es lay frecuencia. Los qualia, en cambio, son indescriptibles; no hay forma de hacer comprender lo que son o cómo son si no se han experimentado. ¿Cómo explicar a un ciego en qué consiste el color verde? Lo indescriptible no es, pues, idéntico a lo descriptible. Lo inexpresable no puede equivaler a lo expresable por mucho que exista una estrecha correlación entre ambas cosas. LA VOLUNTAD El alma es, por otra parte, la sede de la voluntad. En este campo tenemos la suerte de que hay experimentos que demuestran claramente la existencia del alma. Fueron llevados a cabo, entre otros, por Wilder Penfield en enfermos conscientes a quienes aplicaba electrodos en diversos lugares del encéfalo. Una señora, por ejemplo, movía el brazo cuando se le estimulaba cierta área cortical. Al preguntársele si había tenido la voluntad de mover el brazo, respondía que no, sido que ella no había sidosequien había movido el brazo, sinoseque había el doctor quien lo había hecho mover. Penfield limitaba a estimular las células cerebrales responsables del movimiento, pero estas células no eran las causantes de la voluntad del movimiento. En vano buscó Penfield por todas partes algún centro que creara la voluntad de mover el brazo al ser estimulado, pero jamás lo pudo encontrar. No existe tal centro.
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Ahora se sabe, gracias a delicados estudios del electroencefalograma y por otros medios, que el proceso del movimiento del brazo comienza con un potencial eléctrico de la corteza cerebral correlacionado con el acto voluntario. La cuestión es: ¿este potencial eléctrico es la voluntad? Bien sabemos que no, porque ese potencial podría realizar cualquier otro proceso mecánico si lo aplicáramos a otra neurona, en cambio la voluntad es una determinación a hacer algo concreto. No es una energía ciega, como la energía neuronal, sino una energía con conocimiento de lo que pretende. Cuando un ser humano tiene la intención de moverse, genera unos potenciales eléctricos en su cerebro que irán seguidos por los movimientos de los músculos. La intención genera potenciales, pero es mental.generador Según el de materialismo, intención es un complejo de los potenciales movimiento,lapero eso esimposible, porque potenciales generadores de movimiento son posteriores ala intención. El potencial negativo cortical (llamado de presteza) (P.P.) que se srcina durante la intención para llevar a cabo una acción voluntaria, es la contrapartida fisiológica del acto de desear un movimiento4. No podemos identificar este potencial con la propia intención, como hace el materialismo, porque el potencial es ya un movimiento electrónico y, como tal, requeriría una ulterior determinación que podría llamarse la intención de la intención, y así ad infinitum. No existen estos supuestos potenciales previos, y mucho menos en número infinito. La mente (el alma) es precisamente la substancia que permite una determinación inmediata a partir de motivaciones. Cuando se tiene una intención de movimiento «se srcina una activación simétrica de los patrones de los módulos espacio-temporales en las áreas parietal y precentral que, unos 400 ms antes del movimiento voluntario, empieza a converger hacia el hemisferio opuesto» 5. Luego, unos 50 ms antes, la actividad modular comienza a activar las células piramidales en el área motora cortical correcta para dar lugar movimiento requerido. Es evidente quedel el P.P. ser generadoalpor un acto mental de voluntad: un acto alma.haSidefuera el cerebro el desencadenante de esta reacción, no podría generarse si4. Cf. E CCLES, J. C., La psique humana, Tecnos, Madrid, 1986, p. 121. 5. ÍDEM, p. 124.
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multáneamente en los dos hemisferios para luego concentrarse en las células piramidales oportunas para el movimiento. LA CONSCIENCIA El alma es, en fin, un ser consciente o preconsciente. Eso significa que se da cuenta de su propia existencia y de su conocimiento de las cosas. El cerebro no consigue tal empresa, aunque Francis Crick haya hallado una frecuencia del EEG de 40 hercios correlacionada con la conciencia. ¡Cuántas modalidades deconsciencia, cuántos pensamientos conscientes distintos para una misma frecuencia del EEG! Nadie dejarse por las eminentes. correlaciones. Es un gran peligro en debe el que caen aimpresionar veces científicos La conciencia es algo que sucede correlativamente a cierta frecuencia neuronal, pero eso no significa que esa frecuencia neuronal sea la consciencia ni nada que se le parezca. Los campos psíquicos (y mórficos) asociados al alma requieren cierta energía para ser generados. No puede extrañarnos queesa energía tenga una determinada frecuencia de emisión, tal vez relacionada con los ritmos del EEG. El alma extrae información de esos campos psíquicos. Como ya hemos dicho, la interacción entre lo físico y lo psíquico es tan difícil de entender como la relación entre lo físico y lo físico. Hay unas leyes que se cumplen y eso es todo lo que se sabe. Claro está que la consciencia se disipa durante el sueño o por un contundente golpe en el cráneo. En estas circunstancias no se produce el ritmo adecuado ni la energía necesaria. El alma duerme exactamente igual que durante la muerte. Los campos psíquicos han dejado de formarse por falta de energía y se conservan los generados en el pasado, pero el alma dormida no escudriña el pasado si no hay una actualización de los campos en el campo presente. El subconsciente es un estado del alma que recibe informaciones mezcladas e inconexas debido a la asociación con campos dispersos del pasado o asociados a otras almas. Falta energía para dar orden y coherencia. El estado de coma sumerge al alma en la inactividad total. Los campos del pasado se conservan, pero no aparecen de nuevos. Por
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eso, al despertar de dicho estado, el paciente cree continuar la vida como si nada hubiera pasado. El materialismo es incapaz de explicar este estado, porque si los estados mentales fueran estados cerebrales, el comatoso, al despertar, debería tener conciencia de haber pasado por estados mentales diversos, ya que sus estados cerebrales varían constantemente. Nada vivo permanece quieto. LA MEMORIA Es frecuente ignorar los problemas lógicos insolubles que han sido planteados contra la teoría del almacenamiento de la memoria en el cerebro. Uno de ellos se refiere al proceso de recuperación de esos recuerdos. El sistema fisiológico ha de poder reconocer el recuerdo almacenado para identificarlo, pero para ello debe tener en sí otro almacén de memoria dotado, a su vez, con otro sistema de recuperación y así indefinidamente. Para recordar la cara de una persona no es suficiente que nos enseñen su fotografía. Se requiere que nosotros identifiquemos esa fotografía con la imagen que tenemos en nuestra memoria. Todo reconocimiento es una comparación entre un dato presentado y un dato recordado. Por eso, unos supuestos datos almacenados en el cerebro, si se presentan al centro de reconocimiento, como si fueran fotografías o documentos externos. El centro actúan de reconocimiento debe compararlos con los que tiene en alguna otra memoria. Y lo mismo ocurre con los datos de esa otra memoria de dicho centro. El problema no tiene solución porque el reconocimiento y la identificación no es un proceso material, sino anímico y porque la memoria de nuestros recuerdos no está en el cerebro, aunque la energía de ciertos centros cerebrales es necesaria para recuperarla. Todos los complicados modelos holográficos con modificación de las sinapsis que se han elaborado para explicar la memoria tal vez ayuden a entender qué sucede en el cerebro cuando evocamos recuerdos, sobre todo los que involucran actividades mecánicas, pero no sirven de nada para explicar la conciencia del reconocimiento. Aparte de esta limitación insuperable, el sistema materialista jamás ha considerado un aspecto que confiere cierta monstruosidad a su teoría de la memoria, y es el hecho de que los recuerdos se deberían
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da anímica y sus campos mórficos. Las substancias químicas actuando sobre el sistema nervioso pueden modular la energía psíquica e inducir cambios en el alma. LA IMPLEMENTACIÓN ALGORÍTMICA Un algoritmo es una serie de instrucciones secuenciales que permiten conseguir una determinada transformación de elementos. Mientras un sistema va realizando el algoritmo, va pasando de unos estados a otros. Algunos autores creen que la realización o ejecución de las instrucciones del algoritmo (lo que se llama implementación) es una experiencia fenoménica como la de tener conciencia de algo, de comprender un teorema, de ver un color, sentir una emoción o tener una intención. Otros autores (como David J. Chalmers6) piensan que dicha implementación no «es», sino que «srcina» una experiencia fenoménica no física, siguiendo unas leyes llamadas psicofísicas. Son posturas parecidas y yo me permito llamarlas a las dos, posturas materialistas, en el sentido de que consideran que lo único operativo es la materia, y que el espíritu es un epifenómeno resultante de la implementación de un algoritmo. Por desgracia para estas teorías, el análisis de la implementación las descalifica a las dos. Veámoslo. Las implementaciones son procesos formales que producen combinaciones de los elementos de partida. Si partimos de símbolos obtenemos símbolos; si partimos de alimentos, obtenemos alimentos; si partimos de frecuencias neuronales, obtenemos otras frecuencias neuronales. Así pues, no cabe esperar que una operación formal con frecuencias neuronales nos dé como producto algo de distinta naturaleza: eso sería milagroso. Los partidarios de que el srcen de las experiencias fenoménicas son las implementaciones algorítmicas, no se refieren pues alresultado de dichas operaciones, sino al propio proceso computacional, al proceso de implementación o ejecución de las instrucciones algorítmicas. Ahora bien, mientras se desarrolla el proceso no podemos de6. David J. Chalmers expone su ingenioso punto de vista afín al panpsiquismo. Véase CHALMERS, D. J., La mente consciente, Gedisa, Barcelona, 1999.
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nómeno era debido a su presencia y su estado de ánimo determinaba las características del poltergeist. No tan evidentes ni cotidianas, pero quizás más famosos fueron los poltergeists que con bastante probabilidad acompañaron al premio Nobel Wolfgang Pauli. Estos fenómenos contribuyeron a que colaborara con Jung en la elaboración de la teoría del sincronismo, un principio de conexión que llamaron acausal, pero que según ellos fundaba un orden metafísico absoluto. Los poltergeists que tuvieron lugar en las oficinas del Dr. Sigmund Adam, en Rosenheim (Baviera) fueron objeto de estudio exhaustivo por parte del Departamento de Investigación Criminal de la Policía. Todo el sistema eléctrico (que fue sustituido varias veces) se comportaba estuviera encantado ende cambio no existía ningún defecto como en lassiinstalaciones ni en la yred suministro. Además giraban los cuadros y las lámparas y se movían pesados armarios. A la Policía se le unieron los ingenieros de la compañía Siemens, los de la compañía de teléfonos y la CID. Uno de los equipos de estudio fue el del profesor Hans Bender, de la Universidad de Friburgo, el cual estableció que las anomalías se relacionaban con la presencia de la señorita Annemarie S., aprendiz de dieciocho años, que fue desarrollando una histeria. La existencia probada de poltergeist demuestra que la mente inconsciente puede actuar sobre la materia con cierta direccionalidad. Ello indica que existe alguna forma de energía espiritual (dirigida por cierto campo) que puede operar sobre la materia. Algunos físicos hablan de una nueva forma de interacción natural. La energía no es el alma, pero hace posible su activación, así como la de la materia. Es posible que ni el alma ni la materia sean substancias completas. Ambas requieren energía para expresarse: energía creada, energía que se conserva. BILOCACIÓN Tenemos constancia segura de varios casos de bilocación ocurridos a algunos santos de la Iglesia Católica. San Alfonso M.ª de Ligorio permaneció casi dos días abatido, sin moverse, sin hablar y sin comer. Cuando se decidió a agitar su cam-
XVII El árbol de la ciencia
Conforme ha ido creciendo la moda del ateísmo, ha ido aumentando la preocupación por la ética. Los ateos, una vez despachada la cuestión de la existencia de Dios, se preguntan vivamente por la fundamentación de la ética. És lógico que sea así. Todo el mundo siente en su interior el imperativo moral. El ateo —si es honesto— desea actuar rectamente, pero se ve sacudido por una pregunta un poco inoportuna e inesperada muchas veces: ¿qué es lo recto? ¿Qué es lo que debo hacer y por qué? ¿Dónde está ese dichoso árbol de la ciencia del bien y del mal? ¿Acaso hay alguna fórmula que permita deducir qué es lo que debemos partir del conocimiento científico acerca de lo hacemos yhacer de loaque somos? No parece que haya nada de eso. El que ser y el deber ser son dos cosas muy diferentes y los ateos harían bien en seguir en este punto el principio fundamental del padre del escepticismo moderno, David Hume, para quien no hay forma humana de deducir lo que debe ser a partir del conocimiento de lo que es. Quien cree lo contrario cae en la famosa falacia naturalista, que hizo estragos entre muchos ateos impresionados por el darwinismo. De hecho no hacía falta esperar a Hume ni a Moore, ni a tantos otros esforzados pensadores Aristóteles dado en el clavo en esta cuestión. Lamodernos; cuestión del deber seryaeshabía una cuestión de finalidad. El deber es algo relativo a una finalidad. ¿Qué pretendo conseguir? ¿ir a la Luna?; entonces lo que debo hacer (lo que está bien) es tomar un cohete. Si mi finalidad es ir a Santiago de Compostela, entonces —perdonadme que os lo diga tan francamente— tomar un cohete es una auténtica necedad.
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Sin finalidad el hecho de tomar un cohete no está ni bien ni mal. Sólo respecto a una finalidad cobra sentido la cuestión acerca de lo que debo hacer y lo que no debo. El problema que tenemos ahora es decidir a qué finalidad hemos de referirnos para definir el orden moral, porque está bien claro que nadie considera malo tomar un cohete por la simple razón de que no es apropiado ni útil para llegar a Santiago de Compostela; en todo caso podrá considerarse inapropiado, o absurdo, pero no malo. Son otras las consideraciones que hacemos para decidir acerca de la maldad o bondad de este acto. La adecuación a conseguir ciertos fines, la llamamos mejor utilidad. Coger un cohete es útil para ir a la Luna, pero todavía no sabemos si es bueno o si es malo. ¿A qué finalidad tenemos que referirnos para poder contestar a esta cuestión? ¿Respecto a qué finalidad el acto de coger un cohete puede considerarse apropiado universalmente (bueno) o inapropiado universalmente (malo)? Evidentemente no podemos referirnos a ninguna intención que persiga tal o cual persona, por muy sabia que sea. Otra persona podría tener intenciones contrarias. Unas se preocupan predominantemente por la economía, otras por la ecología, otras por la estética y otras por la ciencia... ¿Quién tiene razón? Ninguno de estos enfoques puede ser, por consiguiente, el punto de referencia universal,enyaestas quecuestiones los seres humanos jamás llegamos a ponernos de acuerdo de preeminencia. Sólo si hay una finalidad universal podremos hablar de lo bueno y de lo malo, porque sólo entonces podremos preguntar: ¿es apropiado este acto mío para conseguir dicha finalidad? ¿Sí? Entonces es un acto bueno y debo hacerlo. ¿No? Entonces es un acto malo y debo evitarlo. Ya se comprende que esta finalidad universal —finalidad para todo ser humano— no es otra que la finalidad del ser humano: la finalidad por la que existe el ser humano. Las finalidades concretas de este hombre o de aquella mujer nunca podrán ser finalidades universales, es decir, finalidades para todo ser humano. Llegamos así a la pregunta central de la ética: ¿hay una finalidad humana? ¿Para qué existe el ser humano? Si hay una finalidad humana, entonces, y sólo entonces podremos hablar del bien y del mal, de lo bueno y de lo malo, en definitiva, de moralidad, porque sólo
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entonces podremos preguntar: ¿mi forma de actuar es la apropiada para conseguir mi finalidad y la de todo ser humano? La respuesta a esta pregunta nos hará ver la bondad o la maldad de nuestro modo de actuar. Pero si nuestra filosofía —como ocurre en el ateísmo— nos impide creer en la existencia de una finalidad humana, ya que la vida del hombre acaba —según dicha filosofía— en la muerte y en el olvido, entonces, no cabe hablar ni del bien ni del mal; hay que prescindir de la moralidad y resignarse a obrar siguiendo las órdenes de una bruma cerebral indefinida, ni buena ni mala, sólo lo suficientemente fuerte como para que la selección natural no la haya eliminado de la faz de la tierra. Ahora bien, si nos preguntamos ¿para qué existe el hombre?, hemos de saber que todo «para qué existencial de algo» hace referencia a una intención del creador de ese algo. Si yo me pregunto por el «para qué de ese vaso que hay sobre mi mesa», en realidad estoy preguntando cuál fue la intención que tuvo el que fabricó o creó ese vaso. ¿Para qué lo hizo? Así pues, preguntarse el «para qué» del ser humano equivale a considerar que el ser humano fue creado y concebido por Alguien que tuvo una intención. Quien no crea que el hombre fue creado y concebido porpuede Dios con relacionada con el más allátande la muerte, no creeruna queintención exista una finalidad humana, y por to debe desistir de su inútil búsqueda de la fundamentación de su ética. Ya lo sentenció Dostoievski: «Si Dios no existe, todo está permitido». El ateo reconoce el imperativo moral, pero no acepta que ha sido impuesto por Dios con un fin trascendente, y que, precisamente por eso, exige, incluso a veces, el sacrificio de la propia vida. En este punto, allí donde el ateísmo se encuentra con el agua al cuello, se presenta una atractiva forma la falacia naturalista, según la cualpor la norma moral (lo bueno y lodemalo) es algo que ha sido impuesto la omnipresente selección natural. Los ateos se ven condenados a creer que su moralidad, su imperativo moral es algo impuesto desde fuera y absolutamente encaminado a establecer la supervivencia de los sistemas más reproductivos. Pero lo dictado por la selección natural no es un deber, sino algo que se presenta como un deber: una es-
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clavitud genética. Esta «moral» atea es algo obsesivo y bestial. Además, con un poco de audacia y atrevimiento, a pesar de esta supuesta atroz imposición genética, uno siempre puede saltarse la ley y autoconvencerse de que ha hecho bien; así que sigue siendo válida la sentencia de Dostoievski: «Si Dios no existe, todo está permitido». El imperativo moral está impreso en la conciencia de todo ser humano y está relacionado con un amor incondicional, que no es otro que el amor de Dios, objeto de la búsqueda inconsciente del hombre y de su finalidad y felicidad. El hecho de que el ser humano tienda a la felicidad nos hace pensar que dicha felicidad absoluta puede ser posible puesto que la naturaleza nunca obra en vano y no promovería deseos que no se pueden satisfacer. El deseo de felicidad no es un producto la selección sino un testimonio de la Dios. existencia delde único ser capaznatural, de saciar dicho deseo en suvivo plenitud:
XVIII ¿Qué vale un ser humano?
Aldous Huxley en Un mundo feliz concibió una sociedad futura en la que el condicionamiento era la base de la felicidad. Se condicionaba desde el nacimiento a los seres humanos según su estado a que se adaptaran a realizar las labores que se les encomendaran. De esta manera, y a base del «soma», una especie de droga, se hacía posible una situación de bienestar. Si uno realizaba su trabajo, consiguía el soma y era «feliz». Muchos hombres tienen esta filosofía de la vida: la única que admite el ateísmo. Es una mezcla de epicureísmo y estoicismo. Pero hay un dato empírico en la naturaleza del ser humano que no encaja en ninguna filosofía atea; seque trata sentimientocon de ladignidad: un sentimiento que no permite nosdel conformemos naturaleza, ni con el placer, ni con nada... El hombre no se resigna a ser un esclavo de unas fuerzas ciegas que le obligan a vivir y a sentir ganas de vivir y que le recompensan con cierto grado de placer, y a veces con enfermedad, y que acaban aniquilando su ser hasta la nada en la muerte. El hombre siente la convicción de tener un valor. Cree profundamente que su ser es insustituible y que no es un esclavo condicionado y que su «paga» no puede ser la droga barata del placer cotidiano. Este valor incondicional del ser humano (independiente de su cuna, de su fortuna, de su fuerza, de su salud e inteligencia e incluso de su voluntad) es lo que llamamos dignidad. El ser humano siente su dignidad. Se indigna cuando lo ofenden. Protege al desvalido, al anciano, al pobre, al niño y al no nacido en el vientre de su madre, porque reconoce en todos ellos su dignidad,
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la cual no depende de su utilidad, de su belleza física, o de su voluntad: sólo depende del hecho de ser humano. Esta realidad, la conciencia de la dignidad y la profunda repugnancia consciente o inconsciente1 que provoca cualquier atentado contra ella, requiere ser explicada por una causa apropiada. Hay dos opciones: o bien el hombre tiene realmente un valor incondicional basado en que ha sido creado por Alguien que le ha dado una elevada finalidad trascendente, o bien el hombre no tiene dignidad en absoluto, pero cree tenerla y actúa como si la tuviera. Incluso puede enredarse el lenguaje hasta el punto de considerar que la dignidad existe porque consiste en creer que se tiene, por lo cual el hombre desea ser respetado y se hace acreedor de derechos. Analicemos estas posibilidades. Detrás de un valor debe haber algo o Alguien. Veámoslo con unos ejemplos: una copa de cristal vale por su belleza, por su utilidad como recipiente; un libro vale por su interés, por sus datos... ¿Cuál es el valor incondicional que está detrás del ser humano y que fundamenta su dignidad? No puede ser su utilidad porque la utilidad está condicionada a sus capacidades; tampoco puede ser su belleza o su inteligencia. Un feo o un tonto no serían dignos si así fuera. Nada que un ateo pueda considerar puede ser base incondicional de valor,a ya todo lo que vale en el material está condicionado lasque capacidades y por tanto no mundo puede ser incondicional. El ateo, por tanto, sólo puede concebir una falsa dignidad: una ilusión de dignidad. Y aun esta ilusión de dignidad debería ser explicada en su srcen, y a eso vamos, porque tanto si la dignidad existe (como es el caso), como si no, hay un sentimiento de dignidad que no tiene origen en ningún principio materialista ni sociológico (porque no confiere eficacia cara a la supervivencia), ni cultural porque no se trata de un mero comportamiento, sino de un sentimiento psicológico2. 1. Adviértase la tremenda carga emocional y el arrepentimiento que sienten durante toda su vida las mujeres que abortan por su voluntad, según confiesan ellas mismas. 2. Burrhus F. Skinner lleva a sus últimas consecuencias la posición atea respecto a la libertad y la dignidad. En su famoso libro:Más allá de la libertad y de la dignidad (con traducción castellana en Salvat, Barcelona, 1987), dice Skinner: «La libertad y la dignidad ilustran este problema. Ambas cualidades constituyen el teso-
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El sentimiento de dignidad a veces desaparece y el hombre se siente indigno y cree no merecer respeto. Esto sólo ocurre cuando se enloquece o cuando se viola algún principio moral, lo cual nos indica claramente que el sentimiento de dignidad está estrechamente ligado a la conciencia de obrar según el imperativo moral, como si al violar este imperativo dejáramos de estar ligados a aquello que nos confiere realmente valor. Esta realidad tampoco tiene explicación dentro del ateísmo, pero en cambio, cobra un profundo significado en la filosofía religiosa cristiana, porque precisamente Aquél que nos da la dignidad al crearnos con un fin trascendente nos marca el imperativo al cual condiciona dicho fin. Por eso, al violar este imperativo, sentimos que no merecemos fin y que nos apartamos de la fuente de la dignidad, que es Dios el mismo. EL SENTIDO DE LA VIDA HUMANA Albert Camus definió toda una época literario-filosófica cuando dijo: «Pienso que el sentido de la vida es la cuestión más apremiante» 3. El sentido indica hacia dónde se dirige algo. El sentido de una conducta es la meta o fin que persigue. Si hay finalidad, entonces hay sentido. Si el hombre no tiene finalidad alguna porque su fin definitivo es la muerte, la desaparición y la nada, entonces no existe sentiro irrenunciable del «hombre autónomo»de la teoría tradicional.Y resultan de esencial importancia para explicar situaciones prácticas en las que a la persona se le reputa como responsable de sus actos, y acreedora, por tanto, de reconocimiento por los éxitos obtenidos. Un análisis científico transfiere tanto esa responsabilidad como esos éxitos al ambiente» (p. 23). Por mucho que otros ateos, como Antony Flew, hayan intentado sofocar esas palabras insoportables, el ateísmo no tiene armas contra ellas, como tampoco tiene armas contra las devastadoras ideas de R. Dawkins, según las cuales el hombre es una máquina de genes y de «memes», y toda esperanza de rebeldía (como la que ingénuamente propone este autor enEl gen egoísta, en su párrafo final) es autocontradictoria. El nervio de toda la teoría de Dawkins, es decir, el nervio del ateísmo consecuente, está en el egoísmo, contra el que no cabe ninguna rebeldía que pudiera venir de alguna parte noble del hombre. 3. CAMUS, A., Le Mythe de Sysiphe, Gallimard, 1942, p. 16.
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do de la vida y la vida del hombre es, como afirmaba Sartre, una pasión inútil. La concepción de que la vida carece de sentido es una consecuencia inmediata del ateísmo, ya que sólo un Creador intencional puede conferir finalidad (destino trascendente) al hombre. El ateísmo concibe al ser humano como a un producto esperpéntico condicionado por la selección natural a querer vivir, gozar, perpetuar su especie y a olvidar que debe morir como individuo y como especie; una máquina orgánica dotada de mecanismos instintivos para sobrevivir y de mecanismos psíquicos derivados del egoísmo básico de los genes. El ser humano, para el ateísmo, es un producto determinado por influencias genéticas y ambientales a creer que es valioso (digno) y que lo que hace es valioso, aunque lo que hace, en última instancia, es producir dióxido de carbono y otros excrementos. El ateo considera que la dignidad es una ilusión, pero una ilusión que se impone de forma invencible al hombre consciente que tiene suerte en la vida y recibe salud, cultura, bienes, afecto y autoestima. Por el contrario, esta ilusión es inexistente en el ser humano inconsciente y en el que se ve sometido a la pobreza o al dolor, y habla entonces de una vida indigna. No existe entonces, para el ateo, una fundamentación paradelos derechos, son, para él, tan arbitrarios como la ilusión dignidad en los quecuales se basan. El ateísmo duro y consecuente es concomitante con una visión absolutamente pesimista del mundo, donde el único consuelo es el de recibir placeres sensoriales. Incluso el amor queda reducido a una reacción química agradable y regida por aspectos egoístas: dar para recibir; ayudar para sentir autoadmiración, para no sentir un cosquilleo químico llamado remordimiento; compartir para no sentir soledad, desamparo, miedo, impotencia... ¿Qué puede haber de noble el ser humano? haber de desinteresado, de heroico, de en libre? Para un ateo,¿Qué nada.puede Todo se rige por la ley de acción de masas, por la ley de acción y reacción, por la ley de la selección natural... El ateo ve al mundo como un espectáculo de uñas y dientes, como una pesadilla de sangre y de dolor que acaba mal para todos y que sólo los que tienen suerte pueden suavizar a base de las morfinas y los ídolos que ofrece la civilización.
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que es inherente al hombre; por eso el hombre ha sido, es y será siempre religioso. La religiosidad es parte de la naturaleza humana: quien la rehuye, enferma. Hay una rama de la medicina llamada logoterapia, fundada por el profesor Víctor E. Frankl, que parte de la constatación empírica del daño que causa el sinsentido, es decir, el ateísmo. Pretende hacer reencontrar en el hombre la presencia ignorada de Dios en su inconsciente 6. LA MUERTE de lalamuerte muerteforma o ignorarla es la reírse o infravalorarla,Reírse porque parte de vida,deeslaunvida acontecimiento de la vida. No es sincero quien dice despreciar la muerte. «La ilusión de pensar como si no se tuviera que morir convierte en ilusorias la vida, la existencia y la muerte. Se trata de una pura experiencia verbal» 7. Hay un único problema, una única cuestión, dice Unamuno: la de la inmortalidad personal. Al estar la muerte de modo inevitable al final de la vida presente, podemos decir que el sentido de la muerte es el sentido de la vida: no cabe engañarse con subterfugios literarios o con evasivas. La muerte es temida por desconocida, pero amada como liberadora de una vida presente que no puede tener sentido en sí misma. Nadie querría vivir perpetuamente esa forma de vida presente, precisamente porque se comprende, aunque sea inconscientemente que, en sí, sin una perspectiva en un más allá distinto y elevado, la vida no tendría ningún sentido. Para muchos el sentido hace referencia a otros individuos, nobilísimo pensamiento, pero defectuoso, porque el referente tiene su sentido en otro y así sucesivamente hasta la muerte del sistema solar y la destrucción... donde se acaba todo el sentido (o aunque no hubiere tal destrucción, el referente último se hallaría en el infinito, y 6. Cf. F RANKL, V. E.,La presencia ignorada de Dios, Herder, Barcelona, 1977. 7. SCIACCA, M., Muerte e inmortalidad, Luis Miracle, Barcelona,1962, p. 19.
XIX La apuesta de Pascal
Este mundo es un casino en el que hay obligación de apostar y de apostar fuerte. Se apuesta la vida y sólo hay dos números en la ruleta: el cero (la nada, el absurdo) y el uno (Dios, la felicidad). Uno de los creadores del cálculo de probabilidades, Blas Pascal, ya se dio cuenta de esta disyuntiva y calculó cuál era la mejor jugada. Su respuesta era clara: apostar al uno, era, podríamos decir, infinitamente más sensato que hacerlo al cero. Pero Pascal ha sido criticado en nuestros días por Antony Flew porque en su estudio sólo se consideraba la alternativa entre el Dios católico y el ateísmo, cuando en realidad hay otras religiones, e incluso puede haber quien crea en Dios sin pertenecer a ninguna religión de las establecidas. Sin embargo Pascal ya sabía lo que hacía, porque tomaba el catolicismo como representante principal del reducidísimo grupo de religiones que permiten dar un sentido trascendente a la vida. La apologética católica tiene argumentos fortísimos para decidirse por el catolicismo dentro de este pequeño grupo de religiones. Para evitar la crítica de Flew podemos pues clasificar a todos los sistemas de pensamientos y creencias en dos grandes grupos: a) aquéllos que permiten dar un sentido a la vida y alcanzar la felicidad perdurable siempre que se cumplan ciertos requisitos de conducta. b) aquéllos que no admitan un sentido trascendente a la vida y que no hacen posible ninguna felicidad perdurable.
XX Milagros
Confiamos mucho en las leyes naturales porque suelen cumplirse. El mundo está sujeto a ellas y la ciencia se dedica a descubrirlas. Pero una cosa es descubrir las leyes y otra cosa muy diferente es deducirlas. Deducir una ley consiste en demostrarla a partir de puros principios lógicos. Nadie ha deducido nunca ninguna ley básica ni puede hacerse. Ya habíamos visto esta cuestión en capítulos anteriores. Grandes pensadores como santo Tomás de Aquino o el mismo Descartes conocían esta verdad, pero hubo que esperar a David Hume para encontrarla explícita y claramente. El pensamiento puro no dice nada acerca de la dinámica del mundo porque la lógica tiene una estructura condicional: «si ocurre A y ocurre B, entonces ocurre A y B». La lógica jamás se mete en cuestiones absolutas (de hecho) del tipo: «Ha de ocurrir A». En otras palabras, las leyes no son necesarias. Esta verdad escandalosa puede decirse que está en el núcleo mismo de la filosofía de Hume, paradójicamente padre del escepticismo moderno. Pero si, ciertamente, las leyes no son necesarias, entonces deberíamos esperar que, en ocasiones, no se cumplieran. Bien: he ahí el milagro. MIEDO AL MILAGRO La razón que hace que se cumplan las leyes naturales es la misma que la que, en ocasiones, permite que no se cumplan; es una razón que está por encima de lo natural y por eso se llama sobrenatu-
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Dios haga un milagro para evitar aquello que precisamente ayuda a la persona a alcanzar su finalidad y felicidad perdurable. ¿CÓMO SABER SI HAY O NO MILAGROS? David Hume se hizo esta pregunta y decidióa priori que el milagro era poco probable y que, por eso, no podía ocuparse en averiguar a partir de la experiencia si los milagros eran posibles. Eliminó a priori la posibilidad del milagro y en ello le han seguido a ciegas todos los escépticos del mundo. Su actitud fue harto incongruente con su propio sistema filosófico empirista. En realidad la falta de fe nunca es saber un acto racional. Para si hay o no milagros hay que hacer un estudio empírico de los casos que se han considerado milagrosos. Aquí nos ocuparemos de revisar la credibilidad de algunos milagros. Esta investigación debería realizarla todo filósofo honrado, sin cerrarse en su caparazón escéptico, como si no hubiera cosas más extrañas e impenetrables que los mismos milagros en las últimas cuestiones relativas al srcen y al análisis de la materia y de sus leyes. EL MILAGRO EN EL CRISTIANISMO Para los ateos todas las religiones son iguales, pero para los cristianos existe una diferencia abismal entre el cristianismo y el resto de las religiones. El cristianismo tiene continuidad con el judaísmo y contiene un núcleo doctrinal común, por lo que la religión en cuestión ha sido llamada a veces judeo-cristiana, pero lo esencial en ella es la creencia en Cristo. Hay milagros dentro del cristianismo que avalan esta doctrina; son milagros fundamentales guardan relaciónla con la persona de Cristo. La veracidad de estosque milagros confirma veracidad de esta persona y, por tanto, toda su doctrina. No ocurre igual en las otras religiones. Aunque existen algunos milagros realizados por o en virtud de miembros de otras religiones, son milagros esporádicos a los que la propia religión concede poquísima importancia, y ni siquiera están avalados por testigos credenciales (como son los mártires), y sobre
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resurrección que resume y convierte en una realidad todo aquello simbolizado por las realidades de la siembra y la recolección de los granos vegetales. Muchas religiones fueron filosofías que captaron el poder simbólico de estas realidades, pero se equivocaron de sujeto: atribuyeron fuerza sobrenatural al mismo grano, a la misma tierra-naturaleza, en lugar de ver que el grano sólo era un símbolo de Cristo. La diferencia radical entre el cristianismo y todas las demás religiones de la historia está en que sólo en el cristianismo se da el enlace real-histórico (y no simbólico o mitológico) entre Dios y el hombre; y por eso sólo el cristianismo ofrece una posibilidad real de salvación (de unión con Dios, de participación en Dios, de felicidad imperecedera y personal). Sólo el cristianismo está basado en un milagro. Para las demás religiones los milagros son evitables e incluso estorban. El cristianismo es una fe en el milagro de Cristo: un puente de paso entre lo natural y lo sobrenatural, porque tiene dos naturalezas. Por eso vamos a analizar a continuación las credenciales de ese milagro, particularmente las de la resurrección, que es el hecho más notable de la encarnación. EL MILAGRO DE LA RESURRECCIÓN Jesucristo, en el siglo I de nuestra era, fue crucificado, muerto y sepultado, pero resucitó al tercer día y se apareció corporalmente ante muchos testigos. La tumba en la que fue sepultado quedó vacía; sólo pudo recuperarse de ella la síndone o sábana en la que había sido envuelto su cuerpo ensangrentado. Probaremos: a) que los testigos son verídicos. b) que los testigos no son ilusos. c) que la tumba de Cristo quedó vacía sin que nadie se llevara el cuerpo. d) que la resurrección dejó una marca del cuerpo de Cristo grabada por radiación ortogonal sobre la Sábana Santa). Este úl-
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timo punto no es esencial, y las pruebas no son más que altas probabilidades. Podríamos prescindir de él. a) Los testigos son verídicos Consta históricamente que los apóstoles de Jesús dieron su vida por defender su testimonio acerca de la resurrección. Proclamaron su fe en Cristo hasta padecer martirio. Nadie da su vida por aquello en lo que no cree. Nadie se deja torturar por defender una teoría que considera que es falsa y que conduce a la muerte y a la ignominia. Si los apóstoles hubieran sabido que con la crucifixión de Cristo se acabó todo, no hubieran entregado su vida unasumentira a tan trágico Si fueron capaces de por sufrir martirioque es llevaba porque creyeron en lafinal. resurrección. b) Los testigos no son ilusos Tampoco puede pensarse que Cristo los engañó y les hizo creer en la resurrección por medio de algún truco, o que les convenció de que era preciso creer a pesar de las apariencias. La razón de que no se pueda pensar así es que el prestigio y la credibilidad de alguien está en función del cumplimiento de su palabra. Cristo prometió que resucitaría. Su poder sobre los apóstoles se hubiera venido abajo si en vez de resucitar, su cuerpo se hubiera podrido en una tumba. Incluso los hijos pierden la confianza en sus padres cuando éstos incumplen sus promesas. La decepción y el hastío es tanto mayor cuanto mayor es la expectativa, y no puede haber expectativa más grande que la de la resurrección. Jesucristo cambió el rumbo de la historia humana. Su nacimiento marcó el comienzo de nuestra era, la era cristiana. ¿Qué pudo hacer Jesucristo desde la tumba para provocar tal entusiasmo en sus apóstoles que se convirtieron pescadores y hombres corrientes más bien timoratos en mártiresdeque expandieron su fe por el mundoy entero en pocos años? Sólo una cosa podía hacer: resucitar, convertir su cuerpo en energía radiante (que probablemente dejó una imagen ortogonal en la sábana santa que se conserva en Turín) y luego aparecerse a san Pedro, nombrándolo primer jefe de la Iglesia, y luego a los demás apóstoles y a muchas otras personas.
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Por tanto, incluso los resultados de la datación por el carbono 14 podrían abogar por la autenticidad de la sábana, es decir, por el hecho de que dicha sábana envolvió el cuerpo de Cristo. Las pruebas de la autenticidad son espectaculares, y son muchas: anatómicas (sangre de los clavos en las muñecas y no en la palma, distinta forma de la sangre coagulada y no coagulada, forma de los latigazos con detalles sólo visibles con métodos sofisticados, marca de la lanzada en el costado correcto, cuando se equivocan todos los pintores medievales y renacentistas...), palinológicas (del polen propio de Palestina y otros lugares de Oriente medio), químicas (ausencia de pigmentos pictóricos, análisis de la sangre (del grupo AB), hallazgo de mirra y áloe socotrino...), físicas (trama de la tela en sarga de cuatro en espiga, procedente del Oriente Próximo, con trazas de algodón de la especie Gossypium herbaceum, que se cultivaba en Oriente medio a principios de nuestra era; partículas de tierra ocultas entre la sangre del pie y de las rodillas; falta de direccionalidad que presentaría si fuera pintura, superficialidad de la impresión característica de las impresiones caloríficas o por radiación, y no por impregnación de pigmentos con vehículos); fotográficas (negatividad de la imagen y tridimensionalidad), numismáticas (presencia de monedas romanas sobre los ojos, identificadas por métodos de ampliación), coincidencias topológicas y bioquímicas con la sangre del sudario conservado en correspondiente pañolón que cubrió lasobre cara del cadá-y verOviedo, de Cristo, etc. Existe unaalamplísima bibliografía el tema se ha creado una disciplina en torno al mismo, denominada sindonología, con congresos anuales internacionales. Sólo los muy obcecados ventilan todo este tema tan profundo ignorándolo. La fe en la resurrección de Cristo no depende en absoluto de la sábana santa de Turín, aunque ésta es, sin duda, una impresionante confirmación del hecho. Vale la pena una revisión detallada de esta temática; para ello remito al lector a la bibliografía2. 2. Cf. C ARREÑO, J. L., Las huellas de la resurrección, Hogar del Misionero, Alzuza (Navarra), 1978; SOLÉ, M., La sábana santa de Turín; su autenticidad y trascendencia, Mensajero, Bilbao, 1988; IGARTUA, J. M., El enigma de la sábana santa, Mensajero, Bilbao, 1988; ANSÓN, F., Después del carbono 14. La sábana santa, Arcaduz, Madrid, 1989; PETROSILLO, O. y MARINELLI, E., L’escàndol d’una mesura.
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conservaban el sabor. El cristal del copón donde se conservaron se llenó de mohos, y otras hostias no consagradas conservadas en recipientes junto al de las incorruptas se vieron alteradas y deshechas. Y no es éste el único milagro eucarístico sometido a control científico. Tenemos, por ejemplo, el milagro de Lanciano (en la costa del Adriático), donde un sacerdote en el siglo VIII, tras la consagración, tuvo dudas sobre la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Al instante la hostia se convirtió en un pedazo de carne. En 1970 esta carne fue analizada por profesores de la Universidad de Siena. La carne posee tejidos vivos musculares y adiposos y vasos sanguíneos, y no hay ni rastro de conservantes14. El análisis serológico dio el grupo sanguíneo AB (el mismo que el de la sangre de la sábana santa, 15 del sudario de Oviedo, consta su análisis) . y de los otros milagros eucarísticos de los que Otros importantes milagros eucarísticos son los de los corporales de Daroca, el de la sagrada forma de El Escorial y el milagro de los peces de Alboraya, que puede encontrar el lector sintetizados en el libro del padre Loring ya citado16. La importancia de los milagros eucarísticos radica en que, por medio de ellos, el poder sobrenatural de Dios no apunta sólo a su omnipotencia, a su omnisciencia o a su bondad,sino que está señalando claramente la verdad de una religión muy concreta: la religión católica. No acabaríamos de relatar milagros bien documentados, pero no es éste el objetivo de este libro. Para concluir este capítulo recomiendo encarecidamente a los más fervientes ateos que estudien el milagro del cojo de Calanda, en Zaragoza, realizado por intercesión de la Virgen del Pilar17, porque, siendo muy portentoso y estando muy bien comprobado y atestiguado históricamente, certifica la importancia de la fe en la invocación a la madre de Cristo, que es otro de los grandes distintivos de la religión católica.
14. Cf. L ORING, J., Motivos para creer, Planeta testimonio, Barcelona, 1997, pp. 130-132. 15. Cf. A NSÓN, F., Después del carbono 14. La sábana santa, Arcaduz, Madrid, 1989, p. 85. 16. Cf. L ORING, J., op. cit., pp. 127-130. 17. Cf. A NSÓN, F., Tres milagros para el siglo XXI, El Pilar (Siglo I), Guadalupe (1531), Fátima (1917), Arcaduz, Palabra, Madrid, 1992. Y más detalladamente: MESSORI, V., El gran milagro, Planeta testimonio, Barcelona, 1999.
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