Índice
“SUMA Y NARRACIÓN DE LOS INCAS” I NCAS”............... ................................ ................................. .................................. ...................... .... 2 AUTOR: JUAN DE BETANZOS BETANZOS .................. ........ ................... ................... ................... .................. .................. ................... ................ ...... 2 ANALISIS DE LA OBRA OBRA .................. ......... .................. ................... ................... ................... ................... .................. ................... .............. .... 3 "EL SEÑORÍO DE LOS INCAS".................................................................................... 8 AUTOR: PEDRO CIEZA DE LEON ................... .......... ................... ................... .................. ................... ................... .................. ......... 8 ANALISIS DE LA OBRA OBRA .................. ......... .................. ................... ................... ................... ................... .................. ................... .............. .... 9 BIBLIOGRAF BIBLIOGRAFIA IA ............................... ................................................. .................................. ................................. .................................. ......................... ........ 12
LITERATURA DE LA CONQUISTA
SUMA Y NARRACIÓN DE LOS INCAS
“
”
De juan de Betanzos
AUTOR: JUAN DE BETANZOS
Conquistador español del Perú que participó en las Guerras Civiles. Nació en Betanzos hacia 1510 y murió en Cuzco en 1576. Fue intérprete de quechua de la Real Audiencia de Lima y autor de varias obras, entre las que destacó la Suma y narración de los incas. Betanzos debió de llegar al Perú con los primeros conquistadores, aunque se desconocen datos de su vida anteriores a su llegada a Indias. Posiblemente participó en los ataques a los últimos focos incas después de la batalla de Cajamarca (1532) y en las guerras de pizarristas y almagristas, que obligaron a la Corona a enviar al Licenciado Cristóbal Vaca de Castro como visitador y co-gobernador del Perú. Tras el asesinato de Francisco Pizarro por los almagristas (26-VI-1541) y la victoria de Vaca de Castro en la batalla de Chupas (1542), Betanzos se convirtió en asesor del nuevo gobernador. Se casó entonces con doña Angelina, antigua concubina de Francisco Pizarro (de quien tuvo un hijo del mismo nombre) y anteriormente Cuxirimay Ocllo, esposa principal de Atahualpa. Doña Angelina (BETANZOS J. D., 1987) enseñó a su nuevo marido la lengua y tradiciones de los incas, materias en las que se convirtió en experto. Al sobrevenir la rebelión de Gonzalo Pizarro como consecuencia de las Leyes Nuevas en 1542, Betanzos figuró en el bando encomendero, aunque pasó luego al realista capitaneado por don Pedro de la Gasca. Tras su victoria fue premiado con una encomienda en Piura y con el cargo de intérprete oficial de la Audiencia. El Virrey Marqués de Cañete requirió sus servicios durante la rebelión del inca Sayri Tupac Yupanqui en Vilcabamba; Betanzos acudió en ayuda del virrey y figuró en la Comisión negociadora que logró el sometimiento de los rebeldes y el asentamiento en Cuzco. Posteriormente se ocupó de su obra literaria, formada por un catecismo y varios vocabularios quechuas, así como por la Suma y narración de los Incas que los indios llamaron Capaccuna, que fueron señores de la ciudad del Cuzco y de todo lo a ella subjeto. Se trata de una de las mejores historias escritas sobre los incas -pues su autor obtuvo valiosas informaciones orales de sus propios parientes y la escribió, tal como dijo, “guardando la manera y orden de hablar de los naturales (UREÑA, 1963)” - que Betanzos dedicó al virrey Antonio de Mendoza.Se conservaban sólo sus 18 primeros capítulos, publicados en Madrid por Marcos Jiménez de la Espada en 1880. La historiadora Carmen Martín Rubio encontró el manuscrito original de dicha obra en un archivo de Mallorca y llevó a cabo su publicación en 1987. La misma historiadora participó en una expedición que halló la remota Vilcabamba, último refugio de los Incas, diez años después. Página 2 de 12
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ANALISIS DE LA OBRA Para nuestro cronista, Pachacutec el noveno Inca también llamado. Inca Yupanque, es el auténtico creador del imperio. Hasta llegar a él, aunque explica con precisas leyendas los orígenes del mundo andino, y del mismo Cuzco, casi se limita a insertar los nombres de los monarcas anteriores, sin apenas mencionar acontecimientos importantes en sus gobiernos. Desde Pachacutec, la minuciosidad en el relato, es su principal característica; y sobre todo cuando se refiere a Cuzco. Escribió que Inga Yupanque, después de vencer a su padre Viracocha Inga y a Uscovilca, el jefe de los chancas, salió a pasear para ver cómo estaba fundada la urbe sagrada y encontró que se hallaba sobre ciénagas y manantiales; asimismo, las casas eran pequeñas, bajas y mal edificadas; las calles sin proporción y arte de pueblo. Pareciéndole que todo estaba malparado; y las tierras de labranza de su alrededor también decidió rectificarlas. Más en un sistema teocrático, donde la figura del Inca, era la encarnación de su Dios, el Sol, y del Dios hacedor: Viracochapachayachachic como hijo, lógicamente había que empezar por dotar de todo el esplendor posible el templo dedicado a la deidad, y representarla en una gran escultura o bulto, a la que se hiciesen ofrendas y sacrificios. Garcilaso de la Vega explicó que en un altar mayor se encontraba la imagen del Sol de oro macizo y que correspondió al conquistador Mancio Sierra de Leguizano quien se la jugó y perdió en una noche. Pero volviendo a Betanzos, sigue diciendo que Pachacutec expuso la idea a los señores caciques de la ciudad, que entonces le acompañaban y a todos les pareció bien. (VEGA, 1960)A continuación escogió et sitio, y mandando llevarle un cordel, el mismo con sus manos midió y trazó la casa del Sol. Después partió con los suyos, a un pueblo llamado Salu que era una cantera, situada a cinco leguas, de donde se sacaban las piedras para edificar, y señaló las necesarias. Así se construyó la gran y bellísima cancha hallada por los españoles a su llegada al Cuzco, denominada Korikancha. Pero es preciso indicar que anteriormente ya existía el templo, también conocido por el mismo nombre, y que había sido construido desde los tiempos del creador de Tahuantinsuyo, Manco Capac, y adornado sucesivamente por sus descendientes; lo cual está corroborado en recientes excavaciones, e incluso que hubo otro templo que perteneció a culturas anteriores como demostraron los arqueólogos Barreda Murillo, y Alfredo Valencia. Son embargo Pachacutec, gran reformador del Incanato, como su nombre indica, y muy en especial de su capital. Cuzco, a la cual convirtió en el corazón de un enorme pulpo, de colosales tentáculos, aglutinadores de las demás etnias andinas, quiso que en el seno de la urbe sagrada se alzara la casa más impresionante de su reino, y lo consiguió. Todavía actualmente, se pueden contemplar sus bellísimos muros de piedras de diorita verde, noblemente pulidas y perfectamente ensambladas unas con otras; sin posibilidades de poder introducir una punta de alfiler entre ellas, pese a no llevar argamasa en las juntas. Tal vez, también a ese momento corresponde el famoso muro curvo, del que Jhon Rowe indica haber sido construido como un balcón para contener la quebrada del terreno. En poco tiempo, dice Betanzos, se acabó de construir el Korikancha, pues trabajaron muchas gentes de otras comarcas, bajo la dirección de Pachacutec y los señores orejones que le acompañaban. Después mandó llevar quinientas doncellas para su servicio y cuidado; y a doscientos mozos yanaconas o criados, quienes tenían que cultivar las tierras señaladas para el sustento del templo; todo bajo la dirección de un señor anciano, honesto y de fama, que hacía las veces de mayordomo del Dios astro, el Huillac Humo.. A los diez días, tras de haber hecho llevar gran cantidad de maíz, ovejas y corderos, ropa fina y cierta suma de niños y niñas, ordenó realizar un sacrificio al Sol, llamado capacocha. Consistía en prender un gran fuego, en el cual se echaban las ovejas y corderos, una vez degollados, junto con la ropa fina y el maíz. Mientras tanto, se había vestido con todo lujo a los niños Página 3 de 12
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y niñas, y después de emparejarlos, hombre-mujer, como si estuvieran casados, les dieron un ajuar de oro, cual si fueran a vivir en su casa, pero en lugar de ello, les enterraron vivos en el templo. Asimismo, a base de sangre de animales, Pachacutec y los orejones hicieron rayas en las paredes, con mucha reverencia, estando descalzos; y también a los nobles y a las mamaconas, servidores de la casa. El pueblo participó, pasando todos los vecinos descalzos y con los ojos bajos, por delante de la hoguera mientras arrojaban y quemaban un poco de maíz y coca. Al salir el mayordomo del Sol, les pintaba en los rostros la misma raya que a los nobles, con la sangre de los animales, significando que estaban purificados. Desde aquel momento hasta terminar el bulto del Sol, mandó Pachacutec que todos ayunasen; no comiendo carne, pescado, ají, verduras, sal; ni tampoco mantuviesen relaciones sexuales con mujeres; sólo se les permitía ingerir maíz crudo y beber chicha (igualmente de maíz). De lo cual parece desprenderse que esta planta tenía un singular valor sagrado en el contexto religioso incaico. Aquellos que quebrantasen el ayuno, sería sacrificados en la hoguera, cuyo fuego era animado constantemente con maderas labradas, en tanto se finalizase la figura del Dios. Sobre la imagen del Sol, Betanzos se expresa de forma diferente a los demás historiadores, quienes coincidiendo con Garcilaso, la describen como un gran disco de rayos, similar al astro. En cambio, para nuestro cronista, según escuchó de los nobles cuzqueños, se asemejaba a un niño desnudo, de tamaño y proporción de un año, tal como se le apareció a Inga Yupangue, antes de entrar en batalla por la posesión del Cuzco. La mandó realizar a plateros cuzqueños, de oro macizo, y ya en el templo la vistieron con rico traje de lana y oro, y en la cabeza le colocaron cierta atadura con una borla a su uso: sin duda, la mascapaycha. Sigue contando Betanzos que después de entronizado en un escaño de maderas, cubierto de plumas, le encendieron fuego perenne en un brasero también de oro, y el mayordomo en un principio, le echó pájaros, maíz y chica para que comiera; después le preparaban guisos con exquisitos manjares, y se los quemaban mañana y tarde, en otros braseros de plata. Pero hasta la imagen del Dios, sólo podían llegar los incas y los orejones; el pueblo le adoraba y hacia sacrificios de animales en la plaza, donde después instalaron los españoles el royo, en una piedra, de forma de pan de azúcar puntiaguda, clavada en un hoyo, al que antes de cerrarlo, los vecinos habían llevado piezas de oro, y sobre el que construyeron una pila de cantería, en la que también enterraron figurillas de oro, del tamaño de un dedo, correspondientes a los linajes existentes en la ciudad, desde que fue fundada por Manco Capac, hasta entonces. Y en medio de la pila colocaron la simbólica piedra del Sol. De esta forma, Pachacutec, mucho tiempo después de Manco Inca, volvió a institucionalizar el culto solar, base de su omnímodo poder. Acabada esta fundamental tarea, decidió reestructurar el espacio urbano del Cuzco. A este fin, mandó cierto día juntarse a los caciques principales de la ciudad, para que éstos, una vez conocidas sus órdenes, enviasen orejones por todas las provincias sujetas, con el mandato de hacer ir a la ciudad sagrada a sus poderosos señores, a entrevistarse con el monarca. Llegados a este punto, conviene indicar que la sociedad incaica alcanzó inusitado grado de perfección. Se había conseguido una forma de vida, en que el hombre estaba protegido por el Estado, desde su nacimiento hasta la muerte. Fue un régimen, denominado socialismo paternalista, en el que el Inca se hallaba en el vértice de una pirámide, estratificada por cinco clases de nobles o privilegiados. Eran: los miembros de sus reales panacas, a las que pertenecían, hijos, hermanos, y otros descendientes; las personas importantes de los valles cercanos a Cuzco; los curacas o jefes de las naciones conquistadas y anexionadas; los llamados por Garcilaso de la Vega, incas de privilegio, distinguidos en campañas bélicas, o bien expertos constructores; los sacerdotes. Que al frente del Huillac Humo, se encargaban del buen funcionamiento y de las aparatosas ceremonias de los templos, como ya se ha apuntado al hablar de las efectuadas en el Página 4 de 12
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Korikancha. Por encima de todos aquellos, estaba el consejo real, formado por el Inca y los jefes supremos de los cuatro ayllus: Chinchaysuyo, Collasuyo, Andesuyo y Condesuyo, las diferentes regiones del Tahuantinsuyo. Este fue justamente el consejo reunido por Pachacutec, al que alude Betanzos, donde se acordó reestructurar el Cuzco. Se sigue contando también en la Suma y narración...( (BETANZOS J. D.)), que los responsables.de las provincias, conociendo el poder de Pachacutec, llegaron lo más pronto posible. Y cuando los tuvo delante, éste les dijo que en aquellos momentos el Sol les era propicio, por lo tanto había que aprovecharlos para reparar las tierras, dado que además, después se lo impediría la guerra. Efectivamente, la época de Pachacutec correspondió a un período de gran expansión, que Betanzos relata minuciosamente. De ahí que la tarea fuera urgente. Se pretendía conseguir que la capital se sustentase a sí misma, preparando tierras, en las que pudiesen sembrar a perpetuidad ellos y sus descendientes. Desde tiempos ancestrales, una característica de las ciudades incas fue el autoabastecimiento de cada una; sin embargo, en el Cuzco resultaba difícil, por las múltiples aguas subterráneas contenidas en el casco neurálgico, y por los dos ríos que la atravesaban, los cuales periódicamente la inundaban. De ahí que Pachacutec, decidiera en primer lugar hacer acequias y tomas de agua, mediante la construcción de paredes de piedra. Las obras se empezaron, pero iban más despacio de lo previsto, por lo que otra vez Pachacutec reunió a los caciques, y les hizo saber la necesidad de que en la ciudad hubiese depósitos para almacenar toda clase de comidas, tanto de maíz, como de ají, frijoles, quinua, carnes secas, y otros alimentos curados, que acostumbraban a consumir. Para ello, era preciso que se lo mandasen de sus tierras. A todo asintieron los señores, aunque también les dijo que estos envíos, no debían ser momentáneos, sino constantes, mientras el Inca no ordenase otra cosa. Ya tenía Pachacutec comida suficiente, pero no existían lugares apropiados para almacenarla, así pues también les pidió la construcción de qolqas o depósitos en las laderas de las sierras cercanas a la urbe. Cinco años tardaron en realizarse estos trabajos, pero al fin se terminaron. Entonces Pachacutec, para compensarles repartió a los caciques joyas, dos de sus trajes a cada uno, y señoras de su linaje, porque pensaba que siendo madres de sus herederos, nunca se le rebelarían. Pero todo esto, sólo fueron preparativos, mediante los cuales habría comida en cantidad para reedificar el Cuzco. De momento, como aquellos grandes señores necesitaban descansar, les envió a sus tierras por un año, recomendándoles que sembrasen en ellas, y no hubiese ociosidad entre sus deudos. Mientras tanto el Inca también descansó. Se dedicó a cazar y a pasear por la urbe, imaginando donde asentaría lo nuevos edificios. Lo primero que debían reparar eran las dos corrientes fluviales; así transcurrió el tiempo previsto y volvieron los caciques, cargados con las provisiones pedidas, y muchos hombres para trabajar. Después de haber llenado los almacenes, programaron cinco días de fiestas, tras los cuales Pachacutec les dio órdenes de iniciar los trabajos desde el final de la ciudad, en el paraje llamado Pumachupan, que significa cola del puma -lugar donde se juntaban los dos ríos- hasta el pueblo de Muyna, a cuatro leguas. Las obras debían efectuarse de piedra tosca, y con un barro especial pegajoso, que el agua no podía deshacer. Por supuesto, que los caciques lo mandaron realizar, tal como les indicó su soberano. También pensó Pachacutec, que necesitaba tener almacenes de ropa y mantas de cabuya, para todas aquellas gentes venidas de fuera. Con esta intención organizó una gran y lujosa fiesta en la plaza de Aucaypata, de más de diez hectáreas de extensión; sitio donde se celebraban esplendorosas ceremonias litúrgicas y rituales. En medio de la fiesta comunicó a los caciques dicha necesidad, aclarando que las mantas tendrían cordeles en las puntas para atarlas los trabajadores al cuello. De esta forma acarearían las piedras y tierras precisas. Como consecuencia de esta petición, los caciques mandaron que en sus pueblos se juntasen algunos hombres y mujeres en corrales y Página 5 de 12
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tejiesen mantas con lanas que les fueron repartidas, y otros confeccionasen ropas. Cuando estuvieron acabadas, las llevaron al Cuzco y las metieron en los depósitos ya preparados. A continuación, de ellas, repartieron a los trabajadores que fortalecían y cimentaban la ciudad. Para Betanzos se tardaron cuatro años en realizar las obras, y al cabo de los cuales se preparó una fiesta de un mes de duración. Pachacutec estaba contento: se habían cumplido sus dos grandes objetivos, sanear la ciudad y llenarla de provisiones. Corroborando esta política el cronista Sancho de la Hoz, uno de los primeros españoles que conocieron el Cuzco en 1534, dijo que Sacsayhuaman era un depósito de armas, porras, lanzas, arcos, flechas, hachas, rodelas, y otras provisiones tanto bélicas como de mantenimientos precisos a la sociedad cuzqueña. Aparte de este gran almacén. Cuzco contó con otros. Fueron imprescindibles para el desarrollo político programado por sus soberanos, sobre todo desde Pachacutec, quien según John Rowe, ascendió al poder en 1438 y murió en 1471. Con él, la etnia fundada por Manco Capac en el pequeño valle, se transformó en un pueblo conquistador, adquiriendo potestad gubernativa sobre las provincias anexionadas. Mas volviendo a la Suma y narración..., dice Betanzos, que después Pachacutec mandó a los orejones sacar cuenta exacta en las personas de sus llactacamayos o mayordomos, de la cantidad de mancebos y mozas solteras, existentes en los pueblos; y hecho esto, ordenó que los casasen a los de unas provincias con los de las otras, para que crecieran y se multiplicaran en perfecta hermandad. Por su parte, a los del Cuzco, los casó él mismo, entregándoles ropas, mantas y ajuares de los almacenes. El colectivismo presidía casi todos los actos importantes del individuo; desde los matrimonios pluralistas, celebrados por el Inca o sus representantes en determinadas épocas del año, hasta las tareas que habían de ejecutar, de orden patrimonial y estatal, como era el cultivo de las tierras familiares, a base de reprocidad igualatoria entre los unidos por vínculos de parentesco de un mismo ayllu. También en este régimen pluralista, trabajaban las tierras del Inca y del Sol, o sea las pertenecientes al gobierno y la iglesia incaicas. Además tenían la obligación del tumo de la mita, o servicio al Estado durante tres meses al año, durante los cuales, unos hombres, de hasta cincuenta años, se integraban en los ejércitos, y otros, construían los edificios públicos. Pero continuando nuestra narración, Betanzos dice que una vez realizados los preparativos anteriormente vistos, Pachacutec dejó descansar por dos años a los caciques, durante los cuales debían dedicarse a cultivar sus tierras para abastecer bien al Cuzco. Al cabo de éstos les hizo regresar y comenzaron a reedificar la ciudad; para lo cual, en primer lugar hizo salir de ella a todos los habitantes, y los instaló provisionalmente en pueblos cercanos. Después derribó las viejas casas, y allanó los terrenos, y con un cordel señaló y midió los solares y las estructuras que se habrían de levantar. Luego abrieron los cimientos, sobre los cuales edificaron las nuevas casas. Cincuenta mil hombres trabajaron durante veinte años; al término de dicho tiempo, Pachacute reunió a todos los señores principales y a los demás moradores residentes; y haciendo llevar la traza de la ciudad y su pintura, ejecutada anteriormente en barro, cuando las tuvo delante, repartió los edificios. No solamente Betanzos habla de las construcciones realizadas por Pachacutec; en general, los cronistas coinciden en que es este monarca quien dotó de su máximo esplendor al Incanato, dirigiendo las trazas de los más sofisticados edificios del Cuzco y del valle del Urubamba. Pedro Sarmiento de Gamboa contó, que después de acabadas las fiestas el mismo Pachacutec diseñó el pueblo como había previsto, con las importantes calles que tenía cuando entraron los españoles. Fue a partir de entonces, hacia 1540, cuando el Inca, según cuenta Sarmiento de Gamboa, acababa de vencer a los chancas, y empezaba a consolidarse la expansión del Incanato, cuando se produjo el empuje constructivo, continuado ya por Tupac Inca Yupanqui y Huayna Capac. En tan sólo ochenta años hubieron de buscar soluciones arquitectónicas y urbanísticas, al inmenso territorio comprendido desde el Página 6 de 12
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sur de Colombia, el noroeste de Argentina, Solivia, el mismo Perú, y por Chile, hasta el río Bio-Bio. Estas soluciones se impusieron con la confección de patrones estandarizados y programados concienzudamente desde la metrópoli en maquetas. Precisamente Garcilaso de la Vega dejó la minuciosa descripción de una, en el pueblo de Muyna, y Betanzos menciona la efectuada para la casa del Sol, antes de incidir en las de los edificios cuzqueños. El profesor Luis A. Pardo estudió toda una colección existente en el museo de Arqueología de la Universidad de San Antonio Abad () , y comprobó que representaban templos, fortalezas, palacios, e incluso viviendas particulares, tumbas, y huacas. Todas estaban realizadas en materiales de piedra, granito y arcilla cocida. Indudablemente, no hubiera sido posible el trazado de edificios sumamente exactos y perfectos, en un terreno tan amplio y accidentado, sin una planificación previa y adecuada a cada lugar, donde antes se estudiarían los problemas de orden técnico. Este hecho, con el uso constante de los mismos materiales (granito, pórfido, andesita y diorita) han dotado a las construcciones incaicas del carácter repetitivo, que haría exclamar a los viajeros, que todas parecían hechas por una sola mano. Al hablar de la reestructuración urbana del Cuzco, se ha visto como Pachacutec, las intercalaba entre los duros trabajos de la ciudad. Aparte de estas fiestas, que denominaríamos circunstanciales, hubo un extenso calendario, como las dedicadas a las deidades del Korikancha, a los Incas fallecidos, a los triunfadores en las campañas bélicas, etc. De entre todas, fue especialmente importante la denominada Inti Raymi, dedicada al ordenamiento de los orejones y al Sol. Se contaba entre las preferidas, porque se ponían a prueba las fuerzas físicas de los jóvenes que iban a ser armados caballeros, en medio de grandes ayunos. Dice Betanzos que aunque fueron prohibidas por la corona española, en 1551, las seguían celebrando ocultamente en los pueblos. Todavía hoy, constituye un magnífico espectáculo, digno de ser presenciado cada año el 24 de junio, en el incomparable marco de Sacsayhuaman. Sucede a Pachacutec, su hijo Tupac Inca Yupanqui. Este monarca siguió la política expansiva de su padre. En el Cuzco su obra más importante fue la creación de una fortaleza, pues pensó que con tener edificios tan majestuosos, no contaba con defensas, y decidió fundar un fuerte inexpugnable, de piedras parecidas a las de los palacios cuzqueños. Se eligió el lugar llamado Sacsayhuaman Urco. Después de tomar medidas y llevar piedras de las canteras de Orna, Salu, y Guairanga, trabajaron en la construcción diez mil hombres durante seis años. Algunas piedras necesitaban hasta quinientos para ser transportadas, por lo que Betanzos comentaba con extrañeza, que hubiesen sido pulidas y colocadas por manos humanas, y pese a que ya en su tiempo, la fortaleza estaba gran parte derribada, la considera como una de las maravillas del mundo. El sucesor, Huayna Capac se encontró con una urbe muy hermosa, pero poco podía disfrutarla, dados los continuos levantamientos de las etnias sojuzgadas. Estos imperativos, le hicieron afincarse por bastante tiempo en Quito, donde murió. De sus hijos Huáscar y Atahualpa, cuenta Betanzos, la guerra civil que sangró cruelmente a la capital sagrada, y a todo el Incanato; pero ya no la describe, a no ser cuando se refiere a ceremonias de los Incas fallecidos. En plena guerra de los dos hermanos, se produce la llegada de los españoles; a partir de ese momento, el Cuzco absorbería la influencia hispana. De la simbiosis de las dos culturas, surge una nueva ciudad, pero tampoco Betanzos siente interés por describirla, prefiriendo narrar los históricos acontecimientos, ocurridos en ella; quizá porque el Cuzco, ya no era el de los grandes soberanos Incas; había perdido majestad.
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"EL SEÑORÍO DE LOS INCAS" DE PEDRO CIEZA DE LEÓN
AUTOR: PEDRO CIEZA DE LEON
Cronista e historiador español nacido en Llerena (Badajoz) hacia 1520 y muerto en Sevilla en 1554. Nacido en una familia de comerciantes y escribanos, estuvo como militar en América desde 1535 hasta 1550. Embarcó al Nuevo Mundo bajo las órdenes de Jorge Robledo y participó en la fundación de Santa Ana de los Caballeros. En 1547 llegó a Perú y fue testigo de la contienda civil que se desató entre los conquistadores. Su primer intento de estudio etnológico se desarrolla en Perú, donde pasó tres años estudiando y escribiendo sobre la geografía y la población indígena. Al regresar a España publicó Parte primera de la crónica de Perú (1553), única que llegó a ser impresa en vida del autor, es una especie de amplia introducción en forma de itinerario que se ocupa de "la demarcación de sus provincias y la descripción de ellas, las fundaciones de las nuevas ciudades, los ritos y costumbres de los indios". Se trata, en suma, de una exposición de la geografía, la historia natural y la etnografía del extenso territorio comprendido entre Cartagena de Indias y la zona norte del actual Chile. Su principal valor reside en que procede, en su mayor parte, de la observación directa : "Mucho de lo que escribo vi por mis ojos, estando presente." (LEON P. C., OBRAS COMPLETAS - LAS CRONICASL PERU PARTE I - GUERRAS CIVILES PERUANAS, 1984, pág. 3). La Segunda parte de la crónica del Perú apareció después de su muerte. La tercera parte de su Crónica estuvo perdida hasta que fue redescubierta por Rafael Loredo, que publicó algunos fragmentos en El mercurio peruano (1956). La cuarta parte se publicó con el título de Guerras civiles del Perú (1877). Fue un libro de notable difusión, con el que llegaron a Europa algunas de las primeras noticias sobre animales como la zarigüeya o sobre vegetales como la patata. Cieza fue un cronista admirable, el primero que emprendió la historia de los Incas y que abarcó todo el cuadro de la historia peruana, indígena y española. En opinión de Raúl Porras "trazó el cuadro completo del escenario peruano, describiendo detenidamente, con profundo amor, al Perú: el territorio, sus llanos y sierras, ríos, valles y montañas, las ciudades, el hombre de cada región y sus costumbres, creencias, habitaciones y vestidos". (LEON P. C., CRONICA DEL PERU CUARTA PARTE - LAS GUERRAS CIVILES - VOLUMEN 2 GUERRA DE CHUPAS, 1994) - (PORRAS BARRENECHEA, Piza"o) - (PORRAS BARRENECHEA, Pizarro)
El libro de Cieza tuvo una gran difusión a través de once reediciones, cuatro en castellano, siete en italiano y una en inglés, siendo frecuentemente citado y a veces plagiado por naturalistas de toda Europa.
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La segunda y tercera partes de la Chronica del Perú fueron terminadas por Cieza, quien encargó a sus albaceas que fueran impresas. Sin embargo, la segunda no fue publicada hasta 1880 y la tercera, tras varias ediciones parciales, hasta 1978.
ANALISIS DE LA OBRA Cieza escribe la segunda parte de su gran proyecto historiográfico en un contexto sangriento: llega al Perú con la expedición de La Gasca en 1548, para luchar contra Gonzalo Pizarro y los encomenderos y así ponerle fin a la Guerra Civil del Perú. Este contexto tiñe la escritura de Cieza, que estará dividida entre la alabanza de un pasado mejor y la observación lúcida de un presente en ruinas. Por ello, el estudio de la civilización inca servirá siempre como un modelo de posible aplicación en la actualidad del siglo XVI.
Cieza representa a los incas como “ señores naturales” (LEON P. D., 2005) del Perú, rechazando así otras visiones de los mismos como tiranos y usurpadores. Pese a que el mismo Cieza reconoce que los incas eran migrantes provenientes del sur, que se instalaron en la zona del Cuzco en tiempos más bien tardíos, esto no es obstáculo para concederles una legitimidad basada en su condición de transmisores de civilización. Es interesante notar, respecto de la condición migrante de los incas, que Garcilaso les adjudica en los “ Comentarios reales ” el ser hablantes de una “ lengua secreta”, distinta del quechua, que podría ser el aymara, puesto que el lugar de procedencia de los incas era el área del lago Titicaca. Más tarde, en el siglo XVII, habrá un giro en la representación: ante el avance de las ideas lascasianas de restitución, se potenciará la imagen de los incas como tiranos. Cieza dedica un espacio importante a discutir las técnicas de expansión de los incas y sus estrategias para controlar a los distintos pueblos anexados al imperio. Recalca, en aras de la legitimidad, que el método de conquista implica siempre en primer lugar una oferta de amistad, y que sólo cuando esta es rechazada se recurre a la violencia. Esta se desata siempre en respuesta a la agresión de otros grupos, como los chancas. También se destaca que los incas son los responsables de introducir, en los pueblos conquistados, una serie de bienes civilizados; y se insiste en la transformación de zonas yermas en tierras fértiles, gracias a sus avanzados conocimientos agrícolas. Por otra parte, se hace hincapié en la redistribución imperial de los impuestos entre los más necesitados (“los pobres y las viudas”), lo cual para algunos autores explica el éxito de la organización imperial inca (“To feed and to be fed”, de Susan Ramírez). Claramente, Cieza enfrenta ciertos problemas conceptuales cuando reflexiona sobre la religión inca y sobre el sistema de descendencia real. En cuanto a la religión, tanto él como Garcilaso se ven en apuros para demostrar el monoteísmo de los incas, ya que a todas luces los incas tenían numerosos dioses de gran importancia, como Ticiwiracocha y Pachacámac. Así como esta pluralidad causa problemas, también los causa el asunto del linaje real y sus representantes. Cieza adopta el modelo occidental lineal basado en el primogénito; sin embargo, investigaciones mucho más recientes (véase Rostworowski) sugieren la existencia de cuatro incas simultáneos, un inca hurin y un inca hanan, cada cual con su yanapak o doble. Cieza registra esta posibilidad cuando menciona a los delegados y lugartenientes de los incas, que podrían haber correspondido a alguno de los miembros del cuarteto regente. Página 9 de 12
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Es posible hablar de un etnocentrismo cuzqueño por parte de Cieza. Ello se debe al tipo de informante al que el historiador accedió: los orejones, los nobles y los viejos de origen cuzqueño, fueron los sujetos privilegiados, de acuerdo con las normas del decoro vigentes en la época. Claramente, esta selección le imprimió un sesgo cuzco-céntrico a la representación de los incas. También se debe tener en cuenta que Cieza no tuvo que lidiar con un archivo armónico y homogéneo: por el contrario, su escritura refleja muchas veces los conflictos de interpretación existentes entre las panacas, que vertían su particular perspectiva en los cantos e historias orales. Cieza recoge estos conflictos entre panacas, por ejemplo en la pugna entre Huáscar y Atahualpa, y naturalmente se alinea con Huáscar, representante del poder cuzqueño (en oposición al líder máximo de la nobleza norteña, asociada a Quito). Así como Garcilaso, que vendría después para subrayar la misma visión, Cieza divide la historia andina en dos grandes periodos: el inca y el pre-inca. Cabe aquí una utilización de la dicotomía civilización/barbarie, en la que la segunda es la ausencia de la primera. Si los incas traen la civilización a través de su organización estatal, lo que los procede es el imperio del desorden primitivo. Por ejemplo, Cieza emplea el término “behetría” para referirse a los pre-incas: una behetría es un grupo social sin “policía”, que no revela una organización político-social explícita. Por supuesto, existe otra versión de la historia andina, cuyo representante más destacado es Guamán Poma. Para él, los incas no son más que el resultado final y la culminación de un antiguo proceso civilizatorio que empezó mucho antes y que continuó a través de ellos, llegando así a un esplendor largamente preparado por la evolución cultural del área andina. Otro asunto de gran importancia es el sistema vial inca, pues fue la red de caminos que llegaban a todos los confines del imperio lo que permitió sostener una organización política percibida por Cieza como de alta eficiencia. Así, Cuzco era el centro del cual partían los cuatro caminos reales que conducían a los cuatro suyos. Además de estos cuatro caminos, existían otros construidos por los distintos incas; además, estaban los sekes, o líneas que unían los santuarios, creando así un sistema informal de peregrinación religiosa paralelo a los caminos reales. Cieza se ocupa, también, de los mitos de origen de los incas, y al hacerlo, procura unificar, con un criterio historiográfico, una serie de líneas divergentes. A fin de cuentas, su esfuerzo es el resultado imperfecto, autoconsciente de sus vacíos y limitaciones, del intento de conciliar y sintetizar la multiplicidad de versiones de las distintas panacas, que tenía cada cual su historia y sus mitos. Respecto al origen, Cieza consigna el mito de los hermanos Ayar, ligado a la huaca de Pacaritambo; aunque se trata de un mito ofrecido por casi todos los cronistas, salvo Garcilaso (que se aferra al mito solar), la versión de Cieza es heterodoxa. Por ejemplo, sólo habla de tres parejas de hermanos, y no de cuatro, como era lo usual. Además, está ausente el mito de Pachacútec y los guerreros de piedra, omisión de la cual Cieza es consciente. Con todo, el historiador no deja de dar constancia de los trabajos que pasó para componer su historia. En general, Cieza destaca ciertos aspectos de los incas, como el orden, la riqueza, la productividad, su amistad con otros grupos, su pacifismo, su sitema de tributación, el uso de los mitimaes. En particular, es interesante la distribución demográfica: estaban los colonos migrantes, encargados de quechuizar a los extranjeros; estaban los que constituían las guarniciones militares en las fronteras; estaban los que ocupaban los diferentes pisos ecológicos, para mejor aprovechamiento de la variedad de recursos disponibles en ellos.
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En conclusión, podríamos decir que la mirada de Cieza estudia el pasado para extraer de él modelos actualizables para su reutilización en el presente, un presente signado por la guerra y la desorganización que debía mirar hacia el ejemplo inca para poder regenerarse. Precisamente, los incas constituían un modelo positivo porque habían logrado imponer el orden en el mismo espacio geográfico diverso y conflictivo que los españoles deseaban recuperar. De hecho, los rasgos señalados por Cieza como esenciales al sistema administrativo incaico, serán poco más de diez años después recogidos y puestos en práctica por el virrey Toledo: la tributación, el sistema de mitas y la organización poblacional en reducciones son estos elementos. Por eso podemos decir que, en conjunto, el proyecto historiográfico de Cieza ve en su horizonte una finalidad política práctica. Cada uno de los cuatro volúmenes de este proyecto cumple un rol determinado. Por ejemplo, el primero, la “Crónica del Perú”, es tanto una bitácora de viaje como una descripción geográfica y cultural del área que los incas dominaron, y que los españoles deben aprender a dominar. En este sentido, Cieza cumple el precepto de Fox Morcillo, quien recomendaba describir, en primer lugar, el escenario, para luego proceder a la narración histórica. Por otra parte, los siguientes capítulos, el tercero y el cuarto, son para el historiador los más importantes, pues se ocupan de explicar las Guerras Civiles del Perú, que fueron la causa de la destrucción que se pretende corregir gracias al estudio de la administración incaica que nos presenta el “Señorío de los incas”, la segunda parte. En otras palabras, el modelo general de Cieza es un humanismo basado en la virtud de la prudencia: los incas son el paradigma de buen gobierno que es necesario imitar en el presente. Vemos aquí, entonces, una mezcla de Cicerón (por la Historia como Magistra Vitae) y de Tácito, por el énfasis puesto en los métodos de coerción -esa combinación de amistad y violencia- para lograr el poder. Si bien las similitudes con Garcilaso son notorias, también lo son las diferencias. Hay que recordar que Garcilaso escribió en un contexto diferente: en el siglo XVII, su objetivo no es ya reconstruir el país, sino buscar la restitución de los títulos nobiliarios a los hijos de la nobleza inca, entre quienes él mismo se incluye. Garcilaso parte, además, desde una tradición neoplatónica italiana, a partir de la cual el individuo es entendido como un ser dotado de potencialidades infinitas. Así, para Garcilaso cada inca es un semiodiós capaz de transformar el mundo, un héroe que con sus hazañas particulares mueve la rueda de la Historia. Por contraste, para Cieza los nombres particulares de los incas carecen de importancia: lo que le importa analizar es el funcionamiento de una estructura política, social, económica y tributaria, perfectamente adecuada a la naturaleza del espacio geográfico y del terreno cultural.
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