SIMBOLOS FEMENINOS Analía Bernardo Colección Mitología Femenina
© Analía Bernardo, 2008 Buenos Aires, Argentina Prohibida su reproducción, duplicación y copiado electrónico o impreso. Todos los derechos reservados
2ª Parte
Notas y Reflexiones Indice 1. Anticoncepción y Prácticas Ancestrales 2. Parir como las Diosas 3. Sexofobia judeocristiana vs. Sexualidades espiritualizadas 4. Masculinidad patriarcal en crisis 5. Las Mujeres de la Diosa 6. Plumas, Serpientes, Flores y Jaguares: símbolos y arquetipos de las diosas indígenas 7. Coca Madre 8. Soñando con el Hombre Oscuro 9. Cusiyá, Pachamama, Cusiyá 10. Deméter y Perséfone, el mito de transformación cíclica 11. La Diosa de Miguel Ángel en el techo de la Sixtina 12. En memoria Ethel Morgan, maestra, hermana y amiga 13. Cacerolas, Vasijas y Calderos 14. Cambiar la fuente de origen, la huelga sexual de Lisístrata 15. Los Amores de Afrodita 16. Diosa Creadora y Diosa Solar, Año Nuevo, Hemisferio Sur 17. Sobre la autora
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A propósito de la sanción de la Ley de Salud Reproductiva en Argentina
Anticoncepción y Prácticas Ancestrales Convención Latinoamericana por los derechos Sexuales y Reproductivos
Celebro y felicito a las mujeres y ongs. que trabajaron por la Ley de Salud Reproductiva sancionada recientemente por el Senado de la Nación (en Argentina). Y aún cuando la ley contenga algunas parcialidades es un gran logro para todas gracias a la persistencia de las agrupaciones y mujeres que lucharon sin bajar los brazos. Celebro esta ley porque, de alguna manera, nos devuelve una ancestral práctica femenina en América latina y de otras partes del mundo donde médicas y chamanas aborígenes que veneraban a las Diosas conocían y utilizaban plantas anticonceptivas, poniéndolas a disposición de las mujeres que las necesitaban. Algunas de esas hierbas anticonceptivas aún hoy día llevan el nombre de la Diosa como sucede con la "artemisa", una planta originaria de Crimea donde la Triple Diosa Luna era venerada en el templo de Táuride. En su faz de Virgen o Anciana (creciente o menguante), la Diosa Luna expresaba la libertad sexual de las mujeres que no se embarazaban, así como en su faz de Madre (luna llena) celebraba la maternidad de la mujer. La artemisa y otras plantas anticonceptivas impedían la anidación o hacían volver la menstruación en los primeros meses de lunas sin sangrado. En muchos casos la misma planta anticonceptiva era utilizada por las parteras para dilatar y ascelerar el parto. De esta manera, en los cultos de las Diosas aborígenes y prepatriarcales, la maternidad y la anticoncepción no eran posibilidades opuestas sino complementarias, dándoles a ambas un contenido sagrado y teológico que a penas podemos imaginar desde la mentalidad occidental y cristiana. En su aspecto de Virgen Ártemis o de Anciana Hécate, la Diosa Luna aparece como protectora de las parteras y los recién nacidos pero ni Ártemis ni Hécate tienen hijos propios ni aparecen embarazadas en sus templos, siendo sexualmente activas (no crean en la "virginidad" de abstinencia sexual de Ártemis, ésa es una deformación de los poetas de la edad clásica). Ártemis y Hécate son además las patronas de médicas, chamanas y brujas que utilizan hierbas para sanar, para parir y para la anticoncepción. Estos dos aspectos de la Diosa Luna nos dicen que las jóvenes que tenían actividad sexual no se embarazaban hasta formar una pareja más o menos estable y fundar una familia matrilineal. También las mujeres de mediana edad y las mayores evitaban la concepción para dedicarse a actividades productivas, artísticas, sanadoras, sacerdotales o chamánicas disponiendo de todo el potencial de sus energías y de sus conciencias para dichas actividades, sin renunciar a la sexualidad considerada como fuente esencia para dichas actividades. Actualmente, una mujer chamán en una comunidad aborigen rara vez tiene más de dos hijos, especialmente si su comunidad no está invadida por la cultura y religión patriarcal. Las plantas y preparados anticonceptivos aborígenes también estaban al alcance de las mujeres que optaban una o varias veces por la maternidad. Esto responde a que la mujer aborigen en culturas agrícolas no es una madre encerrada en la casa y rodeada de niños a la espera del sustento traído por el marido.
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Muy por el contrario, es activa y se desempeña como cosechadora, artesana, maestra, sanadora, chamán, etc. dentro y fuera del hogar. Las mujeres sabían que era un número limitado de hijos pueden desarrollarse mejor que una cantidad desproporcionada que hiciera tambalear los recursos y sobrevivencia de la comunidad toda. Las plantas anticonceptivas incluso eran usadas por mujeres con una familia matrilineal amplia donde abuelas, tías, hermanas, primas y parientes masculinos de la mujer compartían con ella la crianza y sustento de los hijos, posibilitándole actuar e intervenir en numerosos asuntos de la vida familiar y comunitaria. Por último, el conocimiento de plantas anticonceptivas era un saber que pasaba de una generación de mujeres a la siguiente sin la intervención de los varones y los que participaban del chamanismo de la Madre Tierra aprendían de las mujeres chamanes a usar esas hierbas en beneficio de las mujeres. Sin embargo, no siempre los chamanes varones sabían cómo usarlas. En este sentido, no había un Dios o una autoridad masculina que prohibiera estas prácticas. Por el contrario, la Triple Diosa Luna permitía ambas posibilidades:la maternidad y la anticoncepción, ya que era la divinidad que representaba a las mujeres en todas sus capacidades, posibilidades y poderes. Una última acotación: es curioso y hasta contradictorio que María, la madre de Jesús (utilizada por los católicos contra los derechos a la anticoncepción) sea una mujer que llegó a la tercera edad y sobrevivió a la muerte de su único hijo sin embarazos sucesivos. Los textos bíblicos no dicen una sola palabra sobre la falta de de embarazos de María ni cómo los evitó. En ningún pasaje se alude a una decisión de María de haber llevado una larga vida de abstinencia sexual. (El pasaje de Mateo sobre los "hermanos de Jesús" no lo tomo en cuenta y no señalaría más que dos posibles hermanos además de lo dudosa de la expresión que en arameo podría aludir a los hijos de las hermanas o primas de María que se consideraban así mismos hermanos de sangre). Más allá de "esta" falta de embarazos en la Virgen María, creo que es un grave error pensar que solamente una iglesia puede expresarse desde lo sagrado en temas como la anticoncepción y los derechos reproductivos. El Dios de los católicos que prohibe a través de sus obispos y sacerdotes el acceso a la anticoncepción libre y responsablemente es, desde la perspectiva sagrada, una deidad entre muchas otras. Recordemos que no es la deidad originaria de América latina, ni la más antigua en el largo registro arqueológico y espiritual de la humanidad.
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Parir como las diosas Recuperando el parto vertical Cristianismo y la medicina le quitaron a las mujeres el conocimiento sobre sus partos Para la medicina es el médico el que trae al niño al mundo, no la madre Triple Jornada, mayo 2004
Mujeres urbanas están comenzando a reclamar el parto vertical, sentadas o en
cuclillas, que aún practican de manera satisfactoria las indígenas y campesinas en distintas partes del planeta. Figuras arqueológicas muestran a diosas y a mujeres pariendo desnudas en estas posiciones. Una de ellas, con seis mil años de antigüedad, muestra a la Gran Diosa de Catal Hüyük (Anatolia, hoy Turquía) pariendo desnuda sentada en un trono, flanqueada por dos leopardos sobre los que apoya sus manos mientras su vagina comienza a coronar. El trono de gobierno de esta primigenia Diosa de la Vida es la silla de parto de la mujer prehistórica del neolítico agrícola. En Australia, la Serpiente Arco Iris fue pintada en una cueva como una parturienta desnuda y con las piernas abiertas y flexionadas -en forma de m- luego de haber parido a las madres de los ancestros australianos que aparecen en la pintura rupestre debajo de la diosa creadora. En Mesoamérica, los aztecas esculpieron una hermosa escultura de Tlazolteotl (la diosa luna de la fértil tierra, patrona del erotismo, del parto y del destino) pariendo desnuda en cuclillas, las manos sobre sus nalgas y la boca abierta mostrando los dientes y gritando mientras emerge un bebé hacia abajo y mirando hacia adelante de entre sus piernas. Tlazolteotl apoya sus pies sobre unos tacos de pocos centímetros elevando los talones para así estabilizar la postura. Una Pachamama pariendo en cuclillas, con la luna, el sol y las estrellas pintados sobre el rostro, fue desenterrada en Villa Las Rosas, ciudad de Salta, Argentina. Una de las tantas imágenes que representan el conocido parto vertical precolombino como así también el poder sagrado de la Diosa Tierra (1). Los gestos y actitudes de estas y otras diosas son un reflejo de las prácticas y tradiciones de las mujeres respecto del parto, a la vez que el parto vertical y en cuclillas de las diosas es un arquetipo femenino creador de la vida y de la cultura.
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Tlazolteoltl, diosa del parto y del erotismo femenino
Estas prácticas persistieron en las primeras sociedades patriarcales de Occidente como eran la griega y la romana. La diosa Ilitia, patrona de las parturientas y las parteras griegas, suele aparecer arrodillada representando tanto a la partera como a la parturienta en una variante de la posición en cuclillas. Y durante el Imperio Romano se tallaron frisos que muestran la forma en que parían las mujeres: sentadas en un sillón mientras que la partera espera arrodillada y otra mujer sostiene a la parturienta por debajo de los brazos (2). En las crónicas sobre el Buda, que se remontan al siglo V A.C., encontramos a la reina Maya pariendo parada. Ella viajaba con su cortejo y a medio camino comenzó el trabajo de parto. El cortejo se detuvo y la reina se adentró en el bosque junto con sus doncellas, que formaron un círculo en torno a ella. Maya tomó con sus dos manos la rama flexible de un árbol y comenzó a parir en forma vertical al pequeño príncipe. Una estatuilla procedente de la India del siglo XVI sigue mostrando esta forma de dar a luz: una mujer parada junto a dos mujeres, una a cada lado, a las que abraza apoyando sus brazos en los hombros de sus compañeras pudiendo de esta manera poner los pies sobre la tierra y flexionar las rodillas; bajando y subiendo el cuerpo con cada contracción. Las dos compañeras llevan frascos con preparados de hierbas que aplican masajeando el vientre de la parturienta. Las tres figuras se completan con la partera arrodillada recibiendo al niño o niña que emerge cabeza abajo. En la Europa cristianizada el parto seguía estando en manos de las mujeres y de las parteras, que heredaron estas prácticas ancestrales. Sin embargo, la persecución de las brujas -muchas de las cuales eran parteras experimentadas- y la naciente medicina moderna durante el Renacimiento transformaron progresivamente el parto natural vertical en una enfermedad y a la parturienta en una paciente débil y sin conciencia que debía permanecer en posición horizontal en la cama, y más tarde en el hospital. Esta inmovilidad y debilitamiento psicofísico estaba sustentado por otras posiciones sexuales, sociales, religiosas y económicas de opresión. El parto horizontal en la cama matrimonial es consecuente con la postura de la mujer durante el acto sexual y está asociado con estar enferma en la cama y con entregar el cuerpo al accionar del médico. En Argentina, el gobierno de Néstor Kirchner ha presentado un proyecto para "humanizar el parto". Este reconoce el derecho de la parturienta a estar acompañada por una persona de su confianza durante el parto. Hay países donde en clínicas privadas también se permite esta compañía, pero es apenas un primer paso, insuficiente para cambiar las prácticas médicas del parto horizontal. Esta presencia podría aminorar el maltrato psicofísico que sufren las parturientas en hospitales y clínicas, públicas y privadas, siempre y cuando el/la acompañante no termine aliándose con el médico y reforzando el sometimiento de la mujer o desmayándose y
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generando culpas en la parturienta. Parecería más conveniente que la mujer vaya acompañada por una mujer (familiar o una amiga) que ya haya pasado por la experiencia del parto y tenga una conciencia formada de respeto y dignidad hacia la mujer que está dando a luz. La compañía durante el parto no toca ni modifica las prácticas médicas del parto horizontal en sí mismas, entre las cuales, según la nota "Parir" del suplemento Las 12 (3), están atar a las parturientas a las camillas, silenciarlas, no dejarlas deambular ni ponerse en cuclillas. Una práctica patriarcal en la que, según especialistas consultados, la corporación médica se apropia del parto, maltratando con expresiones desvalorizantes a las parturientas, tratándolas como niñas tontas y culpabilizándolas si el parto se alarga o se complica, cuando en realidad es la misma posición horizontal la que alarga y complica el parto, aumentando el sufrimiento de la mujer y del feto que debe transitar por un canal que se ha estrechado e ir en contra de la ley de la gravedad mientras que la madre, inmovilizada, no dispone de todo su cuerpo para parir.
Parto vertical, vasija moche
Esta evidencia ampliamente certificada por médicos especialistas en parto vertical es constantemente ignorada en las facultades de medicina de nuestro continente. Al enseñar e imponer aquella posición antinatural que anula la energía corporal y la conciencia de la parturienta para moverse y dirigir el parto, la corporación médica le da la espalda a milenios de experiencia femenina. Las hembras sapiens han parido a la humanidad en cuclillas y en posición vertical desde la prehistoria y aún lo siguen haciendo en grandes áreas del planeta con éxito y eficacia, pariendo más rápido y con menos dolor. El parto horizontal rompe con esta experiencia milenaria presentándose desde hace apenas unos pocos siglos como la única forma aceptable y exitosa de parir, lo cual es parcial y cuestionable. Una nota de la revista argentina Clarín daba cuenta tiempo atrás del éxito del parto en cuclillas entre mujeres indígenas del sur del Brasil, con menos complicaciones que las mujeres occidentalizadas. Sin embargo, pocas veces las corporaciones médicas toman en cuenta la experiencia de las mujeres, menos aún la de los pueblos originarios, y desacreditan ese saber desde el más puro androcentrismo. Una imagen sintetiza esta negación. En libros de obstetricia y enciclopedias de divulgación médica se suele mostrar el perfil de una embarazada parada con el bebé saliendo por el canal de parto, arqueándose a través del mismo, emergiendo hacia abajo y adelante. Esta imagen del parto natural-vertical luego es negada en la práctica médica con el parto horizontal. Con todo, en estos últimos años han surgido agrupaciones de mujeres, médicos y parteras que vuelven a estas ancestrales prácticas integrándolas a los conocimientos modernos. La cuestión de fondo es saber si el Estado modificará el parto horizontal en la enseñanza y práctica médica para que los beneficios del parto vertical lleguen a las
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mujeres de todos los sectores a través de una política de género que humanice el parto de manera integral y en consonancia con los derechos de las mujeres. Como en muchos otros temas de la problemática femenina, los símbolos y creencias religiosas pueden jugar a favor o en contra. Tener un dios masculino que crea sólo con la palabra y saca a la mujer de la costilla de Adán, por ejemplo, cuando en el mundo natural ninguna mujer nace de un varón y ninguna hembra (o varón) de un macho, es un modelo simbólico muy distinto a tener primigenias diosas que crean con sus cuerpos desplegados, dinámicos y concientes; accionando durante el propio parto y sobre la creación que están llevando a cabo. La influencia del modelo religioso cristiano puede verse en la práctica del parto horizontal donde el médico aparece como creador. Es él quien “saca el bebé del cuerpo de la mujer", el que "lo trae al mundo". El médico controla y dirige el parto mientras que la parturienta es una participante pasiva y asustada que sólo puede mirar al techo de la sala de partos y acatar órdenes sin demasiada conciencia de lo que sucede en su cuerpo ni lo que otros hacen con él. En posición horizontal la mujer no ve nacer a su hijo o hija, el médico sí. La parturienta asume una posición incómoda, limitada y dolorosa para que el médico se mueva cómoda y libremente. Por otra parte, haber pasado de aquellas diosas creadoras con cuerpos desnudos y activos a la figura de María como modelo femenino ejemplar, ha tenido consecuencias directas sobre la experiencia del parto como así también sobre el cuerpo, la sexualidad, la anticoncepción y la conciencia autónoma de las mujeres. A María nunca se la representó pariendo y pocas veces embarazada o dando de mamar. "La Madonna del Parto" de Piero della Francesca (1460) es uno de los pocos frescos donde la Virgen aparece con un prominente vientre de nueve meses, parada y con un vestido medieval color verde mientras dos ángeles abren las cortinas de la cueva-tienda para dejar a la vista a la que va a parir (4). Muchas veces se ha comparado la vida de Buda con la de Jesús. Sin embargo, el parto de María ha sido ocultado, reforzando la pasividad e ignorancia de las mujeres occidentales sobre el cuerpo y la sexualidad femenina. O bien ridiculizado, como cuando las monjas de mi escuela primaria nos decían que Jesús había nacido de la rodilla derecha de María y que ella no había sentido nada. De la misma manera las madres tuvieron que mentir a sus hijas sobre el proceso natural del parto con aquello de "salir de un repollo" o “venir de Paris”. Aún en las películas, María suele aparecer pariendo acostada convenientemente tapada, cosa que ninguna mujer de su época haría, más aún si iba a tener que asistirse a sí misma, ya que los relatos bíblicos no mencionan partera alguna. Entonces su posición habría sido permanecer sentada o en cuclillas, pariendo sobre unas mantas. Además, el arte cristiano persiste en presentar a María con un cuerpo femenino preadolescente, sin pechos desarrollados y sin curvas, pronunciadamente delgado. Hasta hubo épocas, como la colonial en América Latina, en la que la iglesia católica prohibió a los artesanos modelar el cuerpo de la madre de Jesús exceptuando el rostro y las manos montadas sobre un soporte, oculto debajo de los amplios vestidos de la Virgen.
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El mandato aceptado por María de "hágase en mí según su voluntad", es decir la del dios masculino, ha sido otro elemento simbólico para subordinar el cuerpo y la conciencia de la mujer durante el parto horizontal al poder del médico patriarcal. Para las mujeres de culturas precristianas, parir verticalmente asistidas por parteras experimentadas y acompañadas por parientas que ya han pasado por esa experiencia iniciática, era un importante ritual femenino que expresaba la dignidad y el poder de la mujer dentro de la comunidad. Y allí estaban las diosas y las Pachamamas para guiar a las mujeres con actitudes y posturas que liberaban las energías del cuerpo y del alma en el momento de parir y en otras situaciones. Los movimientos y contorsiones de la que está dando a luz en posición vertical dieron origen a muchas danzas del vientre y, el lugar del parto a un espacio sagrado, cálido y protegido que los templos reprodujeron con capillas, arcos y formas vaginales y uterinas. Los gemidos y gritos de la parturienta, sus instintos liberados, sus sensaciones orgásmicas y la técnica de parto vertical en sí misma servían de instrucción para las novatas que eventualmente presenciaban el parto. Y en un caso de emergencia podían parir solas. Indígenas latinoamericanas suelen hacerlo, dando a luz en cuclillas sobre la tierra depositando al bebé con su vagina sobre una manta o un colchón de hojas y recibiéndolo con sus propias manos. En medios urbanos esto también suele suceder cuando una joven da a luz sobre el piso del baño siendo ella misma, partera y parturienta. ¿Por qué en nuestra sociedad las mujeres no presenciamos el parto de otras mujeres y sólo comenzamos a tener una vaga idea cuando ya estamos en la camilla de parto horizontal sin poder ver y decidir? Ver anticipadamente la práctica del parto horizontal -y del vertical- brindaría a las mujeres una mayor conciencia sobre lo que ocurre con sus cuerpos y sobre cuáles son las posibilidades para parir de otra manera más satisfactoria. Imagino que la corporación médica, tarde o temprano, tendrá que asumir su propio "complejo de útero" y dejar de proyectarlo como sombra sobre las parturientas, oscureciendo sus conciencias, cuerpos, instintos, biología e intuición. Si ellos no están dispuestos a arrodillarse -casi reverencialmente- ante la mujer que está dando a luz, a escuchar sus gritos, a esperar mientras ella camina y deambula, sin ser rasurada ni tajeada, será muy conveniente que se corran a un costado y dejen a médicas/os, obstetras y parteras que sí están dispuestos a una nueva, y ancestral, cultura del parto donde la parturienta pueda reencontrarse con su cuerpo y con su poder creador, posicionándose como la protagonista del mismo. La mayoría de las mujeres aceptan el parto horizontal-patriarcal porque no conocen otra cosa que hospitalizarse como enfermas. Modificar esta situación no sólo corresponde al Estado, las facultades de medicina y a la práctica médica sino a las mismas mujeres que tendremos que cambiar física y mentalmente las actitudes hacia el parto.* escritora y periodista, experta en tradiciones de las diosas 1.Las figuras de diosas y mujeres pariendo que se mencionan en la nota, se pueden encontrar en el libro La Diosa, de Adele Getty, Editorial Debate, con excepción de la figura de Pachamama en "Argentina Indígena" de Ibarra Grasso, ed. Tea. 2. Historia de las Grandes Civilizaciones, Tomo II. Viscontea. 3. Diario Página 12, 17-10-03 4. La Diosa, de Adele Getty
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La sexofobia judeocristiana versus sexualidades espiritualizadas de otras culturas
La visión demoníaca de la sexualidad cristiana reclama la participación del Estado para la información. Sexualidad precolombina: fuerza sagrada dignificadora de las capacidades humanas y no necesariamente reproductiva Triple Jornada, enero 2005
La educación sexual es una herramienta indispensable en las sociedades latinoamericanas a fin de reconocer y difundir los derechos sexuales y reproductivos y hacer de la sexualidad una experiencia democrática de respeto y dignidad entre los géneros. En varios países, el Movimiento de Mujeres junto a otros sectores sociales reclama la educación sexual en el sistema educativo como una obligación del Estado hacia las jóvenes generaciones, que, según la Convención Internacional de los Derechos del Niño, provea de un conocimiento integral de la sexualidad a los menores y los ayude a desarrollarse como personas adultas, plenas y responsables. De esta manera, la educación sexual es un instrumento pedagógico y cultural de largo alcance en la concientización de esos derechos sexuales y reproductivos, tanto en sus aspectos sanitaristas y biológicos como culturales; junto a la información sobre métodos anticonceptivos, prevención de embarazos adolescentes, del contagio del VIH Sida y de situaciones de violencia y abuso sexual contra menores y mujeres. Así, la educación sexual transformaría ideas y costumbres prejuiciosas, patriarcales y de riesgo que afectan a las/los latinoamericanos. La iglesia Católica y las evangélicas conservadoras suelen oponerse a la educación sexual en el sistema educativo proclamando que los padres son los únicos que tienen el derecho a educar a sus hijos/as en esta materia. En Argentina, estas iglesias estuvieron presionando para impedir la sanción de una ley que implementará como obligatoria la educación sexual en todos los niveles educativos de la Ciudad de Buenos Aires, desde el preescolar hasta el nivel medio en establecimientos públicos y privados. El proyecto, de la legisladora Ana María Suppa, incluye contenidos como la diversidad de géneros, las prácticas sexuales, el erotismo, el ciclo menstrual, el embarazo, la anticoncepción, maternidad/paternidad responsable, el Sida, la homosexualidad,
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entre otros. Pero la exclusividad de los padres que reclaman las iglesias no fue avalada por la ciudadanía. Una encuesta reveló que un 97 por ciento de la población considera necesaria la educación sexual en las escuelas y estuvo de acuerdo mayoritariamente con los contenidos temáticos (diario Página 12, 26/09/04). Además, la iniciativa de Suppa, a la que se sumaron legisladores/as de otros bloques políticos, cuenta con el apoyo del Ministro de Salud de la Nación y del gobernador de la Ciudad ya que la educación sexual está prevista en la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires y en la Ley Nacional de Salud Reproductiva del 2002. A diferencia de lo que piensan las iglesias, las mujeres en un 99.2 y los varones en un 93.6 por ciento consideran necesaria la participación del Estado en la educación sexual a raíz de los prejuicios para hablar de sexualidad en el ámbito familiar con el que se criaron tantas generaciones de padres y madres; también por falta de información y experiencia para darla. Situación que se repite en otros países latinoamericanos dejando sin información y formación sexual a sus hijos/as ante riesgos como el contagio del Sida, los embarazos adolescentes reiterados y no deseados, el aborto clandestino, el riesgo de muerte materna y la falta de una anticoncepción segura y accesible a las/los jóvenes. Con todo, las mujeres y los varones de la región toman cada vez más conciencia de estas situaciones y reclaman al Estado algún tipo de ayuda a medida que descubren las limitaciones de las enseñanzas religiosas sobre la sexualidad en sus vidas y las de sus hijos/as. Al final se trata de la misión de los padres que demandan las iglesias pero con opciones y resultados muy diferentes a los que desean los clérigos. Por otra parte, ante el aumento de estas problemáticas sexuales que afectan a niños/as y adolescentes, los Estados democráticos no pueden seguir mirando para otra parte, tampoco imponer visiones religiosas que no todos comparten, dentro y fuera de los cultos católico y evangélicos. Más aún, los Estados no pueden darle la espalda a estas problemáticas cuando las familias y las iglesias no lograron resolverlos entre los menores -y los adultos- por medio de la abstinencia sexual, el no uso de anticonceptivos y las relaciones sexuales orientadas únicamente a la reproducción dentro del matrimonio; siendo los sectores populares mayoritarios los más perjudicados. Los grupos Pro Vida han llegaron a decir que no quieren ninguna prevención para sus hijos por parte del Estado y que sólo quieren la castidad enseñada por los padres. Postura que no representa a la mayoría y que se transforma en un peligro sanitario y social latente al favorecer situaciones de riesgo y negarles a los menores el derecho a la información, la libertad de elección, la educación sexual y la salud. Las iglesias pretenden también incorporar "espiritualidad y valores éticos religiosos" en la educación sexual, pero ¿por qué la visión judeocristiana sobre la sexualidad tiene que ser la única presente en las escuelas cuando las iglesias y credos tienen sus propios espacios para difundirla? ¿Acaso no hay otras visiones espirituales acerca de la sexualidad?
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Sexualidad Sagrada El problema no está en darle a la sexualidad una dimensión espiritual o religiosa. Muchos pueblos originarios lo han hecho desde hace milenios y los precolombinos no han sido una excepción, al considerar a la sexualidad una experiencia vinculada a la espiritualidad.
Vasija moche El problema está en difundir una sexualidad estereotipada, prejuiciosa y represiva, producto del divorcio entre sexualidad y religión que heredamos del Cristianismo europeo. Y ese Cristianismo "antisexo" fue el que se impuso a través de la Conquista y la evangelización a los pueblos originarios de América, sin respetar ni sus prácticas sexuales ni su visión espiritual, considerándolas “demoníacas y antinaturales”. Pero la sexualidad precolombina no estaba fundada en ese divorcio. Más bien se la celebraba como una fuerza innata, poderosa y sagrada que favorecía el desarrollo de la comunidad en contacto con lo divino. No fueron sociedades idílicas pero en muchas de ellas la violencia y el abuso sexual hacia las mujeres y los menores no eran males endémicos, como sucede en la Latinoamérica "occidental y cristiana" de ahora. En las tradiciones originarias encontramos a diosas y dioses que practican el amor sexual en los relatos y simbología sagrada a fin de enaltecer con estas deidades la sexualidad humana y la relación entre los géneros. Alom y Qaholom, la Mujer y el Varón de la pareja primordial maya, al igual que la quichua Pachamama e Illapa, la inca Inti y Mamaquilla, la azteca Tonacatecutl y Tonacaciuatl, son algunas de esas deidades que practican el amor sexual en los relatos de origen sin que las diosas sean pasivas o estén subordinadas a los dioses masculinos. También la diosa Xochiquetzal y el dios Xochipilli aparecen en el panteón de Mesoamérica como deidades que presiden las relaciones sexuales y la pasión amorosa. Los relatos y símbolos seguramente tenían un impacto educativo al presentar lo
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femenino y lo masculino, a la mujer y al varón, dignificados en sus identidades sexuales, proyectando un tipo de igualdad presente entre las divinidades y dentro de la comunidad. Si miramos desde esta óptica el modelo cristiano nos encontramos con un Dios Padre que no tiene pareja sexual ni amorosa y tampoco deja manifestarse a ninguna diosa frente a él. Su Hijo, como dios y como hombre, tampoco tiene pareja. Los Evangelios gnósticos que sugieren una relación sexual-amorosa, no matrimonial, de Jesús con María Magdalena fueron excluidos del canon de las escrituras por los Padres de la Iglesia. Y María, la madre de Jesús, es presentada por la teología católica como eternamente virgen, sin usar su sexualidad, y sólo es tocada místicamente por el Espíritu Santo -una forma asexuada de Dios- para embarazarla. Detrás de ella, una multitud de santos y santas se caracterizan por el rechazo y represión de sus sexualidades, a las que tenían como contrarias a la santidad. Y como sucede con toda religión, lo que ocurre en el nivel del arquetipo sagrado se traslada a la cultura y se convierte en modelo para la vida de las personas, favoreciendo o reprimiendo aquello que la deidad valora o niega. El Cristianismo siempre tuvo una mirada negativa hacia la sexualidad y los laicos -y los religiosos- han sufrido la falta de una visión integral y sana de esta potencialidad humana a raíz de esa no práctica de la sexualidad del ser supremo.
Transmisión del saber sexual comunitario De las visiones sagradas precolombinas se desprenden los ritos de iniciación que marcan el pasaje de la infancia a la adultez cuando las adolescentes tenían su primera menstruación y los adolescentes sus primeras emisiones nocturnas de semen. Las madres y padres suelen ser los que anuncian a toda la comunidad estos felices acontecimientos. Las madres son las que suelen iniciar a sus hijas y los padres a sus hijos. Pero también eran iniciados por personas (chamanas/chamanes, ancianas/ancianos) que no pertenecían al núcleo familiar y que eran los depositarios de la transmisión del saber sexual, cultural y espiritual. La mayoría de los ritos de iniciación precolombinos de los que tenemos noticias habilitaban a las/los jóvenes a tener relaciones antes de formar una pareja estable y tener hijos, por ejemplo, entre los tobas y pilagás del noroeste argentino. Por su parte, los pueblos incaicos practicaron el llamado "matrimonio de prueba" por el cual una joven pareja ya iniciada convivía durante un año, antes de formalizar la unión. Pero si la relación no funcionaba, cada uno volvía al estado de soltería y buscaba otra pareja. En algunos pueblos las jovencitas accedían a través de sus madres, madrinas y chamanas a anticonceptivos para evitar o interrumpir embarazos, utilizando una variedad de hierbas que aún se pueden encontrar en la herboristería indígena. En los Andes patagónicos, cuando una jovencita del pueblo Mapuche menstrúa por primera vez, su madre anuncia el evento y con otras mujeres planta cuatro cañas que cubren con mantas para formar una choza de iniciación donde se desarrollará el Ulchatrum, el ritual de iniciación femenina que lleva el nombre de Ulcha, la diosa Mujer Joven, una de las cuatro deidades mapuches. Luego, la joven ingresa a la choza
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acompañada por su madrina, que la instruirá durante varios días sin salir ni ver el sol. Expresión del retorno al útero de la Diosa Madre para que muera la niña y nazca la mujer. La menstruación es el poder que la transforma y la sacraliza. Al emerger de la choza, la joven es recibida por toda la comunidad con gritos de júbilo y alabanzas, paseada por todo el pueblo en andas de dos grupos de mujeres, uno de adultas y otro de jóvenes, hasta el centro del poblado, donde comienza una fiesta con danzas, cantos y comida. Entre los tobas y pilagás, la madre inicia a la hija y cuando termina el ritual la comunidad festeja y brinda con "aloja", bebida fermentada en el tronco de un algarrobo, cuya madera es rojiza como la menstruación de la hija y que el padre ha preparado durante los días de iniciación para convidar y celebrar. Entre los Wichi de la misma región, la muchacha menstruante se coloca en el centro de un círculo y sus amigas bailan las fases de la luna a su alrededor durante toda una noche y al día siguiente se suma toda la comunidad. Los jóvenes indígenas también participaban en ritos similares, y como las jóvenes, recibían instrucción en distintas artes y oficios, además de la educación sexual y religiosa.
Erotismos precolombinos Más de un centenar de vasijas mochicas con sus picos "de estribo" presentan en relieve una gran variedad de posturas y formas de realizar el acto sexual. En las vasijas las mujeres aparecen arriba, de costado y debajo de sus compañeros. Tampoco faltan vulvas, penes y andróginas. Este "Kama Sutra Moche", como lo llaman los arqueólogos, presenta a diosas y dioses, mujeres y varones, en desnudos completos, mirándose y tocándose, de un modo espontáneo y natural. Una erótica de género, diseñada por las mujeres que eran las alfareras de este pueblo preincaico del noroeste de Perú.
Sacerdotisa de Xochiquetzal, códice azteca
En Mesoamérica, Xochiquetzal era la diosa de las flores y de las relaciones sexuales no dirigidas a la reproducción y, sus sacerdotisas, las maqui, realizaban rituales sexuales que se consideraban sagrados. También estaban bajo su protección mujeres libres que no formaban una familia tradicional y que los antropólogos se apuran en calificarlas como prostitutas. Esta diosa tenía relaciones sexuales con Xochipilli, Tlaloc y Tezcatlipoca, considerados sus amantes consortes. Pero además estaba Tlazolteotl, diosa del placer y el erotismo como así también del parto y la maternidad entre otros atributos, indicándonos que las funciones maternales de la esposa nahuatl se sustentaban en el goce sexual. Otra forma de erotismo precolombino la encontramos en las incontables danzas
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folklóricas con raíces indígenas de latinoamericana que describen el cortejo mutuo de la mujer y del varón que danzan en pareja. Y cuando la mujer se zarandea levantando su falda, expresa su potencial sexualgenital dejándolo "al descubierto". Lo mismo hace el varón zapateando. Las danzas culminan con la pareja entrelazada en el centro indicando el objetivo final del cortejo: la unión sexual. Los ritos de iniciación a la vida adulta similares se han encontrado entre los indios norteamericanos, del Amazonas, del Caribe, los afrobrasileños y en otros continentes mostrando sentimientos comunes respecto de la sexualidad. También porque, al igual que las danzas de cortejo, los ritos de iniciación reactualizan el relato de la creación y/o de origen de los pueblos donde las parejas divinas surgen de una ancestral diosa creadora (por ejemplo Inti y Quilla del lago-útero de Mamacocha, el Titicaca) y se cortejaban poniendo en acción la dinámica de las energías femenina y masculina. La salida de las y los jóvenes del poblado para adentrarse en el bosque donde está la choza ritual significa una vuelta a los orígenes, a los comienzos de la creación. Sus padres y parientes despiden a los futuros/as iniciados/as con lamentos propios de un funeral. Esto les permite asimilar el cambio durante la ausencia, porque cuando vuelven toda la comunidad deberá tratarlos como personas adultas dejando atrás las actitudes que utilizaban cuando eran niños y niñas. El relato de origen cristiano con el pecado de Eva y Adán y la condena que sufren, ha servido para presentar a la sexualidad como algo sucio y decadente que tiñe toda la vida. En el Cristianismo las danzas de cortejo y los ritos de iniciación a la vida sexual nunca fueron desarrollados. Hoy día las/los jóvenes quizás presten poca atención a esa historia bíblica pero asimilan su mensaje por muchos medios donde aquella visión negativa adopta nuevas formas violentas, consumistas y pornográficas y donde las personas, especialmente las mujeres, carecen de dignidad y son objetos sexuales manipulables según los deseos de los otros. Con todo, las y los menores están abiertos a otro tipo de sexualidad. Sólo necesitan que las y los adultos los ayudemos a descubrirla y desarrollarla para convertirse en ciudadanas/os sexualmente democráticos.
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Necesario modificar arquetipos religiosos
Masculinidad patriarcal en crisis Triple Jornada, junio 2005
Cada vez con más frecuencia escuchamos hablar de la crisis de la masculinidad, y los varones se sorprenden, se sienten desubicados y desconcertados cuando son cuestionados –y denunciados– por tener conductas sexistas y discriminatorias. La mayoría de las problemáticas de género (maltrato, violación, abuso sexual, discriminación laboral, etcétera) implican a los varones como género y sector de poder. Para Juan Carlos Volnovich, médico psicoanalista argentino, el Movimiento de Mujeres ha desafiado al viejo machismo latinoamericano y la conocida masculinidad patriarcal se enfrenta a nuevas experiencias de masculinidad “en tránsito”. El reclamo de las mujeres por una democratización en las relaciones entre los géneros a nivel familiar, social e institucional obliga a los varones a revisar y modificar actitudes, dogmas, leyes, mandatos y prácticas patriarcales que fueron consideradas normales y aceptables en los últimos dos milenios. “Soy de los que ven al patriarcado como un sistema de opresión y explotación del ser humano basado en su pertenencia al sexo femenino”, expresa Volnovich, y agrega: “el patriarcado es un sistema de dominio, de presión y represión basado en una definición cultural de la femineidad y de la masculinidad que impide a todos los seres humanos realizar todas nuestras capacidades potenciales”. Para detectar esas limitaciones que coartan las potencialidades humanas, las mujeres cuestionamos el modelo femenino patriarcal y desarrollamos una identidad más allá de las fronteras y estereotipos impuestos. ¿Y los varones? Para Volnovich aún están muy rezagados en el cuestionamiento de la masculinidad patriarcal. Además, el patriarcado sigue brindándoles imágenes de poder dominante y sexista, como la manera “exitosa” de ser varón. Aún así, es necesario preguntarse por qué los varones han tenido –y siguen teniendo – tantas dificultades para relacionarse de manera igualitaria y respetuosa con las mujeres y con otros varones. ¿Por qué crearon tantas estructuras culturales, políticas, económicas, sexuales y religiosas que han oprimido a la mujer y la han excluido de todos los ámbitos durante tanto tiempo? ¿Por qué el poder para ser y actuar sólo en manos masculinas…?
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Una de las respuestas se encuentra en las figuras consagradas que han llevado a los varones a considerarse superiores y no iguales a las mujeres. El arquetipo del Dios Padre, masculino y monoteísta, ha tenido un fuerte impacto en la conciencia masculina, individual y colectiva, al presentarse como un ser supremo que no convive con ningún otro ser divino, como si prefiriese la soledad a la vinculación. Teólogos judíos, cristianos e islámicos suelen indicar que Dios no tiene sexo ni género. Sin embargo la percepción que los y las creyentes tienen es que Dios es masculino, es varón. Las escrituras, las catequesis, las teologías y los cultos constantemente hablan de “Él” y no, por ejemplo, de “Ella”. Tampoco se ocuparon en crear un lenguaje inclusivo para dar a entender que Dios contenía lo femenino además de lo masculino. O bien un lenguaje neutro para esa deidad que trasciende los géneros. La Cábala judía sí lo intentó al desarrollar un Árbol de la Vida con un pilar femenino y otro masculino para conciliarse en un tercero, pero esas visiones apenas transcendieron los círculos de eruditos. El Judaísmo y el Islam –que no usan símbolos figurativos para Dios– en sus textos sagrados no pueden evitar hablar de Dios utilizando metáforas e imágenes de género masculino para referirse a la deidad. Por su parte, el Cristianismo dejó de lado esa restricción simbólica y plasmó lo que se daba por sentado: Dios es varón, y así lo representó en el arte sacro, como un hombre poderoso, un patriarca, un rey, un juez. Y a esa figura del Dios Padre se sumaron las del Hijo y el Espíritu Santo, formando una trinidad sin ninguna persona divina femenina. El Cristianismo casi rompe el tradicional monoteísmo de la religión judía. Y si lo hace es para incorporar más figuras masculinas. La Virgen María no participa de la trinidad de la misma manera que el Padre y el Hijo como Diosa Madre o como una deidad femenina de cualquier otro tipo; siempre está un escalón más abajo. Para imponerse, la iglesia Católica creó una trinidad que reemplazara a las trinidades precristianas y a las ancestrales triples diosas lunares que en el primer milenio d. C. seguían siendo adoradas en Europa con el nombre de Diana, Isis, Selene, Hécate, las Parcas, junto a sus hijas, hijos y consortes. Más tarde, la Reforma protestante eliminó las figuras antropomórficas para Dios Padre y Jesús, el culto de la Virgen y de los santos, para concentrarse sólo en la cruz desnuda y la Biblia. Teólogas católicas y evangélicas progresistas suelen señalar la necesidad de un lenguaje inclusivo, masculino y femenino para Dios como “Dios Padre y Diosa Madre” en las lecturas bíblicas y el culto. Pero cuando se les pregunta sobre la manera de representar esa doble potencialidad en la divinidad monoteísta de manera icónica, reconocen que resultaría muy exótico, incluso chocante, para la mayoría de las/los fieles representar a Dios/Diosa con una figura femenina. Mucho menos con una andrógina, aún cuando la feligresía se ha acostumbrado a ver personificaciones masculinas de Dios en las iglesias. De hecho, aún no pueden incorporar la expresión “Dios Padre, Diosa Madre” que sería la más
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adecuada desde la perspectiva de género. Así, vemos que el arquetipo nuclear que está detrás de la masculinidad patriarcal es un modelo estereotipado con grandes dificultades para expresar una relación armónica entre lo masculino y lo femenino; para expresar diversidad e igualdad entre los géneros. Los egipcios, que eran la civilización más avanzada del primer milenio a. C. del Cercano Oriente, incluso en igualdad de género, no toleraron más de un faraón (Akenatón) imponiendo un culto monoteísta. Apenas se murió se restituyeron los numerosos cultos y deidades femeninas y masculinas. Algo similar encontramos en las culturas nativas precolombinas donde no existen evidencias de un monoteísmo masculino sin representación sagrada femenina, ni una discriminación sexual y cultural hacia la mujer de las mismas dimensiones que la judeocristiana o islámica. El pueblo Mapuche representa a sus deidades de manera cuaternaria, doblemente femenina y masculina, a través de un símbolo mandálico* que la machi sacerdotisa/curandera) pinta sobre el parche del kultrún (tambor ritual de madera y cuero): un círculo con una cruz de cuatro brazos iguales que representan a Küshe, la diosa mujer anciana, Fücha, el dios hombre anciano, Ülcha, la diosa mujer joven y Weche, el dios hombre joven. El ave sagrada de los mapuches, el Choiqué, suele considerarse un ser primordial andrógino. Esta cultura, una de las más antiguas de los Andes patagónicos de Sudamérica, rara vez recurre a las imágenes antropomórficas. Aquel mandala –símbolo de totalidad y diversidad– es suficiente para expresar la importancia y dignidad de ambos géneros en sus vidas y costumbres, en la dimensión divina y en la terrena. En este pueblo, por ejemplo, la violencia doméstica hacia la mujer y los hijos/as prácticamente no existe en las comunidades, especialmente en las menos influidas por la cultura occidental. La crisis de la masculinidad patriarcal apenas comienza, siendo un momento histórico y cultural para transformar modelos y prácticas que nos han limitado como personas masculinas y femeninas. Mujeres y varones necesitamos llevarla adelante en beneficio mutuo. * Mandala es una palabra hindú que significa círculo. Los mandalas hindues y los tibetanos son una forma de reunir en un símbolo distintas energías, deidades, las cuatro direcciones, los cuatro budas o dioses y diosas, etcétera.
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Las Mujeres de la Diosa
El pecado original, la culpa de Eva, el Dios padre, el Diablo no forman parte de esta cosmovisión ancestral La arqueomitología desentrañó el tránsito de las culturas matrilineales a la patriarcal Triple Jornada, octubre 2005 A mediados de la década de los 70, dentro del movimiento feminista de Estados Unidos, Zsuzsanna Budapest y Starhawk vincularon la tradición de las Diosas y de las brujas con las luchas por los derechos de las mujeres, creando junto a otras investigadoras de lo Sagrado Femenino una corriente espiritual cuya cosmovisión y práctica ritual no provenía de ninguna iglesia o religión judeocristiana. Así surgió el Movimiento de la Diosa, la Witchcraft y la Espiritualidad Femenina que celebra a la Gran Diosa inmanente en la naturaleza, en las mujeres y en las relaciones culturales que surgen de esa cosmovisión. Una espiritualidad que nos ha devuelto a las mujeres el derecho a la libertad de culto de lo Divino Femenino sin una autoridad religiosa masculina o gurú iluminado que defina en qué deben creer las mujeres y cómo hacerlo. Más bien, fueron las mujeres las se apropiaron de ese derecho recreando la antigua religión de la Diosa con proyecciones políticas, sexuales, de género, ecológicas y comunitarias que estuvieron presentes en las tradiciones de las brujas, sacerdotisas y chamanas en la Europa precristiana y en otros sitios donde la Gran Diosa expresaba las potencialidades de los cuerpos, almas, mentes y creaciones de las mujeres de manera positiva, otorgando libertad, dignidad y poder de vinculación con otros sin subordinación sexual. El pecado original, la culpa de Eva, el Dios padre, el Diablo y la necesidad de redención de la naturaleza caída no forman parte de esta cosmovisión ancestral. Hasta entonces las religiones que mayoritariamente las mujeres conocían y practicaban eran espiritualidades y teologías creadas y dirigidas por varones, centradas en figuras masculinas como Yahveh, Jesús, Alá, Krisna, Buda; donde la
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discriminación y desvalorización de las mujeres y de lo divino femenino se mantenía sin modificaciones desde hacia siglos. Con todo, dos milenios de cristianismo, por ejemplo, es un tiempo relativamente corto si se lo compara con el culto a la Gran Diosa, adorada a partir del Paleolítico Superior, 20 mil años a. C. y en el Neolítico agrícola, 7 mil años a. C., hasta las culturas clásicas de la antigüedad y los primeros siglos del cristianismo. Y aún cuando Constantino había cerrado los templos de las Diosas y declarado al cristianismo la religión oficial, los pueblos de Europa seguían practicando el culto de lo Divino Femenino con distintos nombres y ritos lunares, estacionales y chamánicos. Entonces, la Iglesia creó un sistema de persecución, tortura y muerte inimaginable para erradicar esta religiosidad tan arraigada en la vida de la gente común y que posicionaba a las mujeres en un lugar de respeto y dignidad, especialmente a las brujas como sacerdotisas de ritos lunares y agrícolas, parteras, conocedoras de hierbas sanadoras y anticonceptivas y de técnicas chamánicas de visión sagrada, como personas con poder personal, social y espiritual dentro de las comunidades. El retorno de la Gran Diosa En 1976, Merlin Stone publicó “Cuando Dios era Mujer” abriendo el camino a una serie de estudios sobre la influencia de las religiones en la dignificación o en la opresión de las mujeres. Aquel libro fue pionero e inspiró otras investigaciones que reinterpretaron mitos, tradiciones, ritos y evidencias arqueológicas y antropológicas sobre la religión de las diosas prepatriarcales, realizados por Barbara Walker, Mónica Sjöö, Riane Eisler, Caitlin Matthews, Mary Daly, Vicky Noble, Charlene Spretnak, Carol Christ y las citadas Budapest y Starhawk. La espiritualidad feminista cuenta con el trabajo arqueológico de Marija Gimbutas, quien dirigió excavaciones en Europa Central y del Este, sacando a la luz evidencias de la Civilización de la Diosa -como ella la llamó- que evolucionó entre el 6 mil 500 y el 3 mil 500 a. C., de manera independiente de la Mesopotamia, como una sociedad pacífica que no construía armas de guerra y se dedicaba a la agricultura, el arte, el comercio y la religión, y en la que -según evidencias funerarias- no había una jerarquización de los géneros. Mujeres y varones se percibían como hijos de una Madre Origen común, la Gran Diosa, vivenciando algún tipo de igualdad de géneros. Gimbutas interpretó numerosas estatuillas de la Diosa, objetos rituales y de la vida cotidiana en los que se expresa esa cosmovisión sagrada asociada a los ciclos de la luna, de la mujer, de la naturaleza, de la conciencia humana y de todos los seres vivos con el arquetipo de la Diosa Pájaro-Serpiente creadora, la
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Diosa Sustentadora (del cereal, la agricultura y la cultura) y la Diosa de la Muerte y el Renacimiento. Una trinidad femenina más antigua que la cristiana o la hindú, por ejemplo, celebrada junto a sus hijas/os y consortes. Esta investigadora de origen lituano, hizo una lectura arqueomitológica, encontrando que las simbologías sagradas y arquetípicas de las diosas de culturas posteriores ya estaban presentes en los asentamientos neolíticos. Gimbutas destacó la continuidad de la cosmovisión de la Diosa neolítica procedente de las “Venus” paleolíticas de las/los sapiens recolectoras y cazadores de las cavernas y su pervivencia en las tradiciones de las diosas posteriores al Neolítico que conocemos con el nombre de Eurínome, Gea, Ártemis, Hécate, Atenea, Isis, Nut, Maat, Inanna, Ishtar, Alat, Aserá, Rhea, Deméter, Perséfone, Diana, Juno, Minerva, Eire, Brigid, Freya, Baba Yagá, las Musas, las Parcas, las Gracias, entre muchas otras. Gimbutas comprobó la tesis de Jean Ellen Harrison, experta en mitología griega de Cambridge en los años 30, la primera en señalar que las diosas griegas procedían de una época histórica preolímpica anterior y que el casamiento de Hera con Zeus no existió en sus orígenes. Ese casamiento forzado, más bien reflejaba el tránsito, a veces dramático y violento, de las culturas matrilineales a la patriarcal luego de una conquista armada y una inversión de los mitos de origen. Incluso diferenciaba a los dioses guerreros de los agrícolas de la edad matrilineal: Hermes, Pan, Dionisio, indicándonos que el culto a las diosas no excluía lo Sagrado Masculino pero tampoco adoraba a un dios padre guerrero y dominante, ni a deidades masculinas que violaban y mataban a diosas y a mujeres como sucede en los mitos tardíos, surgidos de aquella conquista y reforma. Para Harrison los mitos griegos eran intentos, a veces groseros y desesperados, para cambiar la tradición de la Gran Madre por propaganda política-religiosa como es el mito de Atenea naciendo de la cabeza de Zeus, armada como una guerrera, reemplazando a la ancestral Atenea, una deidad sin padre, patrona de la sabiduría y la inteligencia y así presentar a los dioses “archipatriarcales” (como Harrison los calificó) como primigenios, mejores y supremos. Robert Graves difundió fuera del ámbito académico el trabajo de Harrison pero fue Gimbutas la que proporcionó las pruebas arqueológicas de las olas invasoras patrilineales como así también la cosmovisión cultural y religiosa de la Gran Diosa hasta entonces considerada por muchos como simples “cultos de fertilidad”. Por su parte, la antropóloga Margaret Murray presentó pruebas de la tradición de las brujas como un chamanismo europeo cuyos orígenes se remontan a los
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chamanes/as paleolíticos y siberianos.
Las neojunguianas Silvia Brinton Perera, Marion Woodman, Jean Shinoda Bolen y Clarissa Pinkola Estés, realizaron una tarea similar a la arqueológica a fin de desenterrar el arquetipo de la Gran Diosa de las profundidades del inconsciente personal y colectivo de las mujeres adonde la cultura y el ego patriarcal lo habían recluído, reprimiéndolo para que las diosas no otorgaran poder espiritual, emocional y cultural al cuerpo, la sexualidad, la libertad y la conciencia de las mujeres.
Para las junguianas, los mitos tardíos como el de Atenea naciendo de la cabeza de Zeus se hicieron carne en las mujeres que fueron educadas según el ideario femenino de la mentalidad patriarcal, teniendo que adoptar en los últimos tiempos modos patriarcales a fin de ser reconocidas como “Hijas del Padre” y tener éxito profesional o intelectual.
Tealogía de la espiritualidad feminista Así, las prácticas del Movimiento de la Diosa cuentan con una tealogía (de Tea, la Diosa) rica y variada, procedentes de muchas fuentes -no sólo académicas- ya que no es un discurso unificado dictado por una autoridad centralizada. Para la tealogía, la Diosa es vivenciada por las mujeres de muchas maneras a través de unas cosmovisiones básicas con la clara intención de que no reproduzcan estereotipos femeninos y masculinos. A la Diosa creadora se la celebra en la naturaleza como una deidad que permanece inmanente en el mundo y el universo que ha creado. Ella es la vida, la naturaleza, la creación, el espíritu, en las plantas, las montañas, los lagos, los animales y las personas. Es la reina del cielo, de la tierra y del otro mundo, abarcando los tres mundos como sucede con la Triple Pachamama: Janaj Pacha, Kay Pacha y Uku Pacha. La tealogía de la Diosa comparte muchas visiones con tradiciones de pueblos originarios e indígenas que celebran lo Sagrado Femenino en las diosas Andra Mari, Cerridwen, Ilamatecutli, Ixchel, Pachamama, Mujer Araña, Mujer Bisonte, Sedna, Qomolagna, Nu Kwa, Amaterazu, Pele, Iemanjá, Umai, Kali. La Creadora se presenta cíclicamente como triple Diosa: la Virgen de la luna creciente y de la primavera (virgen porque se pertenece a sí misma), la Madre o Adulta Plena de la luna llena y del verano, y Anciana Sabia de la luna menguante y del otoño para luego transformarse en la Diosa Oscura de la luna nueva y del
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invierno, el aspecto que está por detrás de la trinidad manifiesta. Ella es celebrada por las mujeres de este movimiento en cada ciclo lunar y en cada estación. La Triple Diosa celebra las tres edades de la mujer y a las tres generaciones de mujeres que conviven en un mismo tiempo y cultura. Y vincula a las/los antepasados con las mujeres y varones del presente y con las generaciones futuras. Esta Trinidad Femenina también es un arquetipo en la conciencia profunda de la mujer en cualquier edad biológica porque expresa diferentes procesos internos y capacidades para ser y actuar. En mi trabajo con la Triple Diosa, este arquetipo expresa la energía vital, la autoestima y la libertad (la Virgen), la capacidad de vinculación con otros/as sin subordinación (la Adulta) y la capacidad de cambio y transformación (la Anciana), mientras que un poder transpersonal más hondo sostiene a todas esas cualidades (la Oscura, la Diosa Origen). Además, muchas diosas son patronas o protectoras de una potencialidad específica: la diosa del amor, de la fertilidad, de la sanación, de las artes, de la justicia, etcétera, y las mujeres las invocan para una problemática en particular con sus nombres: Afrodita, Ceres, Higeia, las Musas y Themis respectivamente, o sus equivalentes indígenas. Este movimiento no es un monoteísmo con polleras (faldas), por eso también celebra lo Sagrado Masculino a partir del ancestral arquetipo del Dios Astado de la tradición paleolítica y del Dios de la Vegetación neolítico como hijo, amante consorte e iniciado con diversas manifestaciones estacionales y cíclicas. Círculos y asambleas Budapest y Starhawk junto a otras brujas y sacerdotisas se han dedicado a la formación espiritual de las mujeres en las asambleas y círculos con conciencia de género. Han publicaron libros con rituales para los Sabbats estacionales y los Esbats lunares. Y proponen ritos de iniciación a la menstruación, la mediana edad, la maternidad y la menopausia. Y otros rituales para afrontar problemáticas como el abuso sexual, detener a un violador, decidir la interrupción de un embarazo no deseado, tratar la baja autoestima, el odio hacia el cuerpo o la depresión. También hechizos de magia femenina como medios para dirigir la conciencia ante necesidades básicas de trabajo, vivienda, sanación, estudio, pareja. Es una espiritualidad donde la magia se suma al trabajo político o psicológico por los derechos de las mujeres, y en la que la sabia serpiente, el triángulo de la vulva y
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la sangre menstrual son algunos de los símbolos de sacralidad femenina que vuelven a ser utilizados por las mujeres. En este movimiento no existen estructuras eclesiales ni dogmas ni papas y toda mujer puede celebrar a la Diosa tenga mucha o poca formación previa, convocando a otras y formando un grupo. En EU hay asambleas de mujeres heterosexuales y/o lesbianas y están las que integran a mujeres y varones; en ellas se promueve un compromiso con la vida del planeta y la justicia a través de acciones individuales y colectivas. La Diosa en América Latina En la región, las mujeres tenemos noticias de los libros, talleres y celebraciones del Movimiento de la Diosa. Quizás lo más desafiante sea invocar a una deidad femenina en esta parte del continente donde la religión masculina sigue influyendo en la autoestima de las mujeres, negándole derechos y presentando a María como una mujer subordinada al Dios masculino. Cuando las latinoamericanas escuchan hablar de la Gran Diosa en relación a sus problemáticas la reciben como un manantial de agua fresca en medio del desierto. Después de todo, hace tan solo cinco siglos que las mujeres adoraban a las diosas precolombinas y aún lo siguen haciendo en muchas comunidades. Así, las mujeres de la Diosa en América Latina estamos rescatando a las diosas indígenas a fin de reencontrar en ellas la dimensión sagrada de nuestros derechos. Feministas académicas y políticas suelen temer que esta espiritualidad sea una moda escapista que aleje a las mujeres de la lucha por los derechos, ya que todas las religiones que han conocido han sido opresivas y no imaginan algo diferente. Pero las tres décadas del Movimiento de la Diosa son suficientes para comprobar la íntima relación que han tejido las feministas espirituales entre derechos y espiritualidad. Para las que celebramos a la Diosa ambos hilos se tejen juntos. En “La Danza en Espiral”, Starhawk expresa que el movimiento feminista de por sí es mágico-espiritual, además de político. Es espiritual porque está dirigido a la liberación del espíritu humano, a sanar nuestra fragmentación, a llegar a estar completas. Es mágico porque cambia la conciencia, expande nuestra percepción y nos da una nueva visión, utilizando un concepto de la brujería, esto es, el arte de cambiar la conciencia a voluntad. “Para mí había una conexión natural entre el movimiento para darle poder a las mujeres y una tradición espiritual basada en la Diosa”, expresa Starhawk.
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Para las mujeres de la Diosa, la religión es una dimensión de la vida demasiado importante para dejarla sólo en manos de los varones y de las religiones patriarcales como únicas opciones de espiritualidad. Las mujeres que no se identifican con el ateísmo o el agnosticismo, desean terminar con el vacío de sacralidad que el patriarcado dejó en sus almas y cuerpos. Un vacío casi siempre ocupado por imágenes negativas de sí mismas. El retorno de la Diosa expresa esa necesidad y ese derecho.
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Plumas, Serpientes, Flores y Jaguares: símbolos y arquetipos de las diosas indígenas Con-Spirando, 1997
Ocultas durante siglos en las bambalinas del escenario histórico del continente, las diosas indígenas de América Latina nos hablan de arquetipos femeninos: potencialidades psíquicas de ser y actuar, que dieron forma a las culturas nativas. Hoy días nos preguntamos: sus símbolos y ritos ¿tienen algún eco en la identidad femenina de las latinoamericanas? Diosa creadora Cuando leí el génesis del Popa Vuh con los “nuevos ojos” que me dieron eruditas como Marija Gimbutas, me encontré frente a una cosmovisión femenina similar a la de la diosa creadora Eurínome y la serpiente Orión de los pelasgos prehelenos. El Popol Vuh describe los comienzos como un abismo acuoso, sin límites ni luz, el gran útero de la Madre Oscura retrarado en miles de tradiciones. En ese ambiente, Tepeu y Gucumatz, la Serpiente Emplumada modeladora de formas, celebran consejo sobre las aguas e inician la creación. Más adelante, Tepeu y Gucumatz llaman a la Antigua Ocultadora y a la Abuela del Día, diosas ancestrales para crear a los humanos. El redactor de esta cosmovisión era un indígena bajo la dirección de un religioso católico, lo cual hace sospechar sobre la identidad masculina de la deidad creadora. Ademá, el texto da cuenta, en otros capítulos históricos, de un héroe guerrero quiché, deificado, llamado Tepeu, al cual se le adjudicaron funciones supremas; especialmente luego de una conquista. Generalmente, Tepeu y Gucumatz son considerados una pareja de dioses serpientes: Alom-Qaholom, madre-padre. Pero no siempre se destaca la precedencia de la diosa, madre-creadora de sus consortes, como sucede con Gea, engendrando a Urano y las deidades griegas. Los mitos de origen de los chibchas de Colombia cuenta que todo fue engendrado por una sola Madre común: Bachue. Y cuentan que la Diosa surgió de una laguna, llevando a un niño de tres años en los brazos. Cuando el pequeño creció ella lo
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desposó y de esa unión nacieron los primeros seres humanos. Cuando Bachue y su consorte llegaron a la vejez volvieron a la laguna convertido en serpientes. Las diosas precolombinas proceden del culto agrícola de la Gran Madre. Pero el panteón maya y azteca, por ejemplo, está poblado de dioses supremos con esponas subordinadas. La llegada de pueblos nómades-guerreros a Mesoamérica, la unificación de poblados y la contienda armada, por momentos endémica, deterioró en parte las originales tradiciones de lo sagrado femenino. A este proceso se sumó luego la acción devastadora de la conquista y la evangelización compulsa. Existen mitos que registran esos cambios: el del Sol Huitzilopochtli desalojando del cielo a la diosa Luna Coyolxauhqui, la hija de Coatlicué. O bien la profecía del Águila tótem del dios solar atrapando a la serpiente de la Madre Tierra. Y en “Los Indios de México y Nueva España” Bartolomé de Las Casas da cuento de lo que podríamos llamar “patriarcado agrícola tardío”. Los pueblos asimilados a los aztecas, como los totonacas, adoraban a la Gran Diosa del Cielo Tonacayohua, “la conservadora de la carne”, convertida en esposa del dios Sol. Los totonacas le seguían dando culto porque ella aborrecía y prohibía los sacrificios humanos. T creían que los liberaría de la servidumbre azteca. Las Casas señala que Huitzilopochtli fue un guerrero deificado que llegó a la región con sus armas y emblemas (las tunas) e impuso el rito del sacrificio humano “que en toda aquella tierra nunca antes hecho, ni visto”. Diosa serpiente Entre los mayas encontramos a Ixchel, la diosa serpiente, dadora y tomadora de vida. Ixchel, diosa de la vida era representada como una mujer adulta, con falda y el pecho desnudo, portando una serpiente enroscada sobre su cabeza, dedicada al tejido. Como diosa de la muerte y la regeneración es la anciana airada, vestida con túnica, pies en forma de garras de jaguar, el mismo tocado de serpiente y un cántaro con agua, el recipiente uterino del renacimiento. Los santuarios de Tulum junto al mar (México) están dedicados a ella y eran lugares de iniciación al que peregrinaban las mujeres. Los frisos interiores tienen escenas del ciclo de la gestación. La azteca Coatlicue es idéntica a Ixchel. Esta “Señora de la Falda de Serpiente” era la madre que Quetzalcoatl, la Serpiente Emplumada que muere y resucita con la cosecha y presidía los proceso cíclicos de la vida. Aparece como una madre sosteniendo un bebé, patrona de hogares y protectora de la vida que crece y como deidad del mundo subterráneo esta diosa aparece con la imagen de una mujer con el rostro descarnado y falda de serpiente. Este doble arquetipo de la diosa de la vida y de la muerte cíclica también está presente en el calendario azteca en los signos “Coatl –serpiente- y “Miquiztli” –muerte, calavera-. En el museo de Arqueología de México se encuentra una de sus imágenes más impactantes. Coatlicue es un monolito de 12 toneladas de piedra, con dos cabezas de serpientes enfrentadas, brazos y piernas terminadas en garras, y una falda de víboras enlazadas y sobre el pecho un cráneo y manos. Muchos han visto en esta imagen la exaltación de la muerte truculenta del sacrificio humano. Considera un “dominio” por los arqueólogos sufrió la misma descalificación que la imagen de Kali en el museo británico. Pero la diosa serpiente representó el poder regenerador de la vida y la sabiduría ancestral. Una antepasada de estas diosas fue Tonantzin, la Mujer Serpiente, diosa de la agricultura que habitaba el monte Tepeyac, al cual peregrinaban los nahuas para preesntarle los primeros frutos de la cosecha. Su templo fue destruído por los misioneros pero en 1531 Juan Diego vio una luz que emanaba
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del cerro y una hermosa mujer mexicana que le habló en su lengua. El obispo Zumárraga ante el relto del indio, se apresuró a adjudicar la aparición a la Virgen De Extremadura. Diosa del amor, de las artes y el destino Xochiquetzal, la flor emplumada, diosa del amor y las flores, es otro arquetipo de la diosa serpiente. Como patrona de la espiritualidad erótica era celebrada con danzas sagradas. Su influencia quedó fijada en el signo Xochitl –flor- del calendario azteca y los nacidos en ese día eran alegres, ingeniosos, inclinados a la música, la poesía recitada y las artes. Las mujeres flor eran artesanas consumadas y sabían disfrutar de los placeres de la vida. En un códice, Xochiquetzal está ataviada con una capa de plumas de quetzal y de su boca salen flores. En sus pies lleva atado un jaguar y una serpiente. Por su parte, Tlazolteoltl era la diosa de la carnalidad y el destino, asociada a las zonas tropicales cuyos habitantes tenían relaciones sexuales más libres que los aztecas. En esculturas y códices, Tlazolteoltl aparece desnuda, pariendo en cuclillas (costumbre que las indígenas aún practican, siendo la manera natural de parir) o bien sosteniendo una serpiente que se enrosca al cuerpo de un niño. Era la patrona de la medicina, las embarazadas y las parteras. Los nahuas se confesaban una vez en la vida ante la dios, especialmente al llegar a la vejez esperando un buen destino luego de la muerte. La desnudez de Tlazolteoltl, despojada de vestidos y adornos, me hace pensar en sus arquetipos dobles y triples. Al igual que Ixchel y Coatlicue, ella es útero y tumba, preside el nacimiento y el destino luego de la muerte. En medio de todos estos atributos, aparece otro: la sexualidad o la medicina. Además, Tlazolteoltl es uno de los nueve dioses del año del calendario azteca, vinculada con la influencia del planeta Venus. Chamanas y sacerdotisas En la tradición mixteca y del Monte Albán hubo y aún hay sacerdotisas jaguares. El jaguar era la encarnación nocturna del sol que debía realizar su viaje a las profundidades de la Madre Tierra para renovar su potencial en el mundo subterráneo, donde se encuentran los poderes curativos y de regeneración. La sacerdotisa se transformaba en jaguar durante sus ritos de sanación. Este felino fue atributo de sacerdotisas mucho antes que emblema de los guerreros. En el calendario azteca Ocelotl –jaguar- era un día en el que hacían mujeres muy diferentes a la tradicional ama de casa azteca, subordinada al varón. Las mujeres jaguares eran independientes, emancipadas, de carácter fuerte y original, atributos necesarios para desempeñarse como chamanas sagradas. Entre los indígenas de los Andes se cuenta que la Pachamama elige a los y las chamanes encarnando a la Mujer Jaguar que se le aparece dando zarpazos. Y si el o la elegida se sobrepone y no huy, la diosa se metamorfosea en Pachamama, dándole de mamar de su seno la sabiduría y el conocimiento. Madre Tierra sustentadora En las comunidades indígenas aún se baila en los campos de cultivo para despertar la fertilidad de la Diosa. Esta costumbre también alcanza a los jíbaros de la selva amazónica. La danza y la música invitan a la diosa Nunguí a los claros de la selva donde las jíbaros practican la agricultura de la yuca. Si la diosa danza durante toda la noche, habrá una buena cosecha. Este arquetipo es hoy día uno de los más celebrados de las diosas madres, como sucede con la Pachamama y
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sus hijas: Saramama (diosa del maíz), Cocamama (de la coca), Axomama (de la papa), Coyamama (de los metales) y Sañumama (de la arcilla y la alfarería). Sentidos y contradicciones Las feministas de América Latina estamos ante un gran desafío respecto de los cultos de las diosas indígenas. La defensa de los derechos indígenas y la diversidad de culturas deben alcanzar este plano religioso. Si las sacerdotisas indígenas pierden contacto con sus arquetipos sagrados, pierden la fuente de su poder-ser y es posible que terminen ejerciendo como herboristas o sanadoras de ocasión. Para las feministas cristianas el desafío es crucial. Las iglesias trabajan en la defensa de los indígenas, proporcionándoles un lugar de promoción humana inexistente en varios países. Sin embargo, la cultura indígena que intentan proteger, muchas veces, está “descabezada”, sin la base teológica y el culto activo, ocupado por el dios padre judeocristiano. Es posible que las indígenas conectadas con las diosas todavía se oculten. La Inquisición persiguió y procesó a sacerdotisas y mujeres de los Andes que se resistían al bautismo y la catequesis. Muchas de ellas escaparon a la puna ante una opresión que exigía la desaparición de sus deidades que ni siquiera el imperio Inca había pretendido eliminar. Creo que las diosas indígenas creadoras, sustentadoras y patronas de los ciclos de vida constituyen una herencia de identidad femenina latinoamericana desconocida por mucha mujeres de la región. Conectarnos con esta sabiduría posiblemente nos ayudará a vivir el presente y proyectar el futuro.
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COCA MADRE Las 12, enero 2007
Estatuillas de sacerdotisas y chamanes coqueando con las típicas protuberancias en ambos cachetes, algunas del 2500 y el 1500 AC, fueron presentadas por María Estelina Quinatoa con el orgullo de quien ha buscado mucho y por fin encontró su tesoro. Antropóloga y curadora de la reserva arqueológica del Banco Central de su país, Ecuador, Quinatoa ha publicado numerosas investigaciones sobre los pueblos andinos y el uso que daban a la planta de coca. Es que para esta académica quichua –que suele vestir el traje tradicional de su pueblo– es una pérdida para el patrimonio cultural de su país que la misma planta que ha perdurando como alimento, medicina y ofrenda sagrada en ceremonias entre los indígenas de Colombia, Perú, Bolivia, el norte de Argentina y Chile, haya sido directamente “extirpada” de Ecuador desde la época colonial, cuando la Iglesia Católica condenó a la planta como satánica.
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Estelina junto a una planta de coca
“Lamentablemente, a comienzo del siglo XVI la coca es extirpada de la población indígena ecuatoriana, no así en la Amazonía, donde su uso pervive; allí no se la cultiva, se la recolecta. Pero la población indígena de los Andes en mi país no conoce ni utiliza la coca. Nos sacaron este conocimiento y lo que estamos haciendo es despertar la conciencia junto con la recuperación de nuestra historia antigua donde la coca ocupa un importante lugar. Queremos que las prohibiciones legales que existen en mi país y en otros dejen de asociar la coca madre con la cocaína”, expresa María Estelina. “Queremos recuperar este patrimonio religioso que hemos tenido durante 11.000 años y que nos han prohibido en estos últimos 500 años.” La antropóloga otavaleña afirma que durante la colonia la Iglesia Católica cobraba un diezmo al comercio de la coca. Pero cuando los sacerdotes comenzaron a coquear aparecen las bulas papales que prohíben terminantemente la agricultura, comercialización y uso de la coca porque la vincularon con el diablo. Por otra parte, “en el Ecuador no había las grandes minas que justificaran el uso de la coca para resistir el duro trabajo de explotación y para el siglo XVIII ya no se la conocía, siendo que el Ecuador había sido una alta zona productora. Tenemos sitios arqueológicos con terrazas donde fue cultivada”.
La diosa verde Hablar de esta planta llamándola coca madre o mama coca revela su condición femenina y sagrada. “Así es”, explica sencillamente Quinatoa. “En el mundo andino cada elemento de la naturaleza –plantas, animales, mares, árboles, montañas, el sol, la luna, los seres humanos, etc.– está sexuado y tiene su propio espíritu. El ser humano no es el dominador de la naturaleza, no se ubica por encima de ella, sino que forma parte de ella, de la Pachamama. Y sabemos qué papel cumple cada uno para mantener el equilibrio de la naturaleza. Cuando alguno no está en equilibrio sobreviene el caos. Este conocimiento, en los últimos 500 años, ha sido visto como idolatría y así lo han mantenido ciertas mentalidades dominantes. Pero ahora las ciencias exactas están demostrando que teníamos razón, que no hay seres inertes, que todos tienen energía y están relacionados. Con estos códigos entendemos la vida, el mundo y nos entendemos a nosotros mismos. Con esta cosmovisión se desarrollaron pueblos que han llegado hasta la actualidad, con representaciones arquetípicas femeninas que siguen presentes, por eso, hablamos de la Madre Agua, de la Madre Luna, de las Madres Árboles, las Madres Plantas, de la Madre Montaña, la Tocatachi en mi país junto a Taita Imbabura, el Padre Montaña.”
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Venus de Valdivia
Venus morenas
Las “Venus de Valdivia” representan un gran descubrimiento arqueológico en península de Santa Elena, Ecuador. Se trata de estatuillas femeninas desnudas (casi no hay masculinas), las cerámicas más antiguas de todo el continente americano –las primeras fueron creadas hace 6 mil años, aunque continuaron produciéndose–. “Se han elaborado las teorías más diversas en torno de esas figuras que al principio fueron modeladas en piedra y luego en arcilla cocida y que aparecen en la sociedad sedentaria más antigua encontrada y la primera que trabajó la cerámica en toda América. Yo adhiero al estudio de una investigadora de mi país que las analizó desde una perspectiva matrilineal y descubrió que las figuras mostraban el paso de la infancia a la adultez. Algunas figuras son de niñas calvas o con poco pelo y a medida que las figuras aparecen con cuerpos más desarrollados, de mujeres adultas, tienen más cabello hasta llegar a importantes cabelleras, largas hasta la cintura. Algunas están embarazadas, otras no. Algunas son abstractas o muy estilizadas. Hay figuras con una pierna rota por motivos rituales. Otras que se usaron como colgantes, o son sonajas chamánicas como las que se usan en la curación y el sonido que emiten es casi imperceptible, sólo lo percibía la persona que era sanada... Todas tienen modelada la vulva.” Quinatoa no las considera imágenes de deidades femeninas –porque, entre otras razones, las deidades eran representadas con formas zoomórficas– pero sí importantes representaciones que exaltan el papel de las mujeres en el desarrollo de las sociedades precolombinas. “Está comprobado etnográficamente que la cerámica precolombina es una actividad de las mujeres. He podido acompañar a las mujeres del pueblo Suar del Amazonas cuando van a un yacimiento escondido y le piden permiso a la diosa Nunguí para extraer arcilla y ellas producen una cerámica con la misma técnica que se usó en Valdivia hace tanto tiempo atrás. Las Venus no parecen imágenes de una diosa como Nunguí, más bien parecen ofrendas ceremoniales para ella, para la Madre Tierra.” “Creo que la parte femenina fue más importante en esas épocas tempranas por la capacidad de la mujer para tener hijos, crear alimentos, saber de plantas sanadoras para curar a sus hijos y familias y el nexo con el clan, con el pueblo. Estas cualidades fueron más importantes que saber, por ejemplo, quién era el padre”, afirma Quinatoa. Cualidades femeninas que en la cosmovisión indígena tienen un sentido muy distinto a “las cualidades femeninas” occidentales, al destacar la presencia activa de las mujeres en los ámbitos públicos y privados de los pueblos precolombinos. Para la antropóloga es posible imaginar a las ceramistas de Valdivia como mujeres
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conscientes de sí mismas al expresar en las estatuillas el proceso transformador de niña a mujer en sus vidas.
Recuadro: Mis ancestros los doctores En el norte argentino, en Bolivia y en Perú existen indígenas de ambos sexos que leen la hoja de coca. María Estelina Quinatoa conoce a yachas, médicos y chamanes/as de los Andes centrales que poseen el arte de consultar y ver el futuro con la coca. Si bien en Ecuador no hay lectores de la hoja de coca por la temprana prohibición, las y los indígenas que habitan su país recurren a otras maneras de conectarse con los espíritus y consultarlos. “Para mi pueblo es muy importante el mundo onírico y tenemos nuestros propios códigos para interpretar los sueños y sabemos dialogar con otras sustancias como la ayahuasca. Su padre fue chamán y conoce por herencia y por experiencia propia la forma tradicional de toma de la ayahuasca. Ella lamenta que esta sabiduría milenaria esté siendo distorsionada por “iglesias nuevas (como la llamada del Santo Daime)” y las tomas grupales en ciudades, lo cual, nos dice, es muy riesgoso, porque esta planta está vinculada con la vida y la muerte, y el modo más seguro de hacer la experiencia en una relación de dos: chamán–paciente. “Tenemos registro arqueológico de las dos copitas que se utilizaron para la ayahuasca. La planta que prepara la mujer amazónica con 20 litros de agua queda reducida a esas dos medidas que beben el paciente y el chamán y no más, el riesgo es mortal. Esta planta no es para purificar como muchos creen, es para ver todos tus problemas y conflictos como en una película y en esa relación médico-paciente, el chamán te ayuda a procesar todo eso poniendo su atención en una sola persona, no en un grupo. En el medio ambiente donde vive la planta y no en una ciudad.” ¿Por qué los chamanes de la ayahuasca son varones? Son varones los chamanes que atienden al paciente pero la que prepara la planta es una mujer, generalmente su esposa, y ella y los ayudantes del chamán tienen conocimientos y participan de la experiencia desempeñando otras funciones. En los Andes también están las “mamas” que curan y utilizan plantas. “Hay un despertar de la religión andina increíble –expresa Quinatoa–, en parte debido a que la Iglesia Católica y las otras iglesias no han brindado soluciones a muchos problemas de las personas. En ese despertar se mezcla cualquier cosa como lo hace la Nueva Era y se presenta como religión indígena algo que no lo es. Creo que todos tienen derecho a crear sus propios rituales y a conocer la religión y medicina indígena, pero hay que dar los créditos correspondientes y no saquear lo indígena. Es legítimo aprender pero con el mismo respeto con que se estudia la medicina occidental. Al experto,
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al médico, al chamán indígenas (mujer o varón) hay que darles el mismo respeto y crédito, el que ya tienen en sus comunidades.”
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Soñando con el Hombre Oscuro, el depredador del alma femenina Red RIMA, 2002
Todas las mujeres soñamos al menos una vez en la vida con el Hombre Oscuro y basta mencionar tal sueño para que lo evoquemos con inquietud. Pero ¿quién es o qué es? Durante el sueño aparece como un merodeador, un asaltante o violador vestido de negro que ingresa en la casa o al cuarto de la soñante para atacarla en la cama. Su rostro permanece en penumbras y sus rasgos están desdibujados. Es un desconocido a veces “conocido”, aunque no veamos su rostro. Solemos pensar que se trata de una fantasía de violación pero el Hombre Oscuro rara vez ataca sexualmente. Más bien es un depredador cuyo objetivo es la garganta, el centro vital por donde fluye nuestro aliento; por donde nos alimentamos y expresamos ideas y sentimientos. De esta manera, el Hombre Oscuro impide que respiremos con libertad y profundidad, que nos expresemos y obtengamos la nutrición material y espiritual que necesitamos. Durante el sueño intenta inmovilizar a la soñante sujetándola con fuerza mientras que ella lucha para liberarse. Pero otras veces se siente impotente para liberarse, gritar pidiendo ayuda y enfrentar al depredador. Es un ataque de amplias dimensiones al deberíamos prestarle atención antes de descartarlo como una tontería sin sentido. Ignorar este sueño no hace más que darle más fuerza y poder a un aspecto interno de la psiquis femenina que se ha desmadrado por diversos motivos, y se ha identificado con una mirada negativa de lo femenino. Para las psicólogas junguianas Clarissa Pinkola Estés, Marion Woodman y Ann Ulanov este tipo de sueños se produce cuando las mujeres estamos atravesando un importante cambio en nuestra vida como suele suceder con la entrada a la juventud y en la mediana edad, entre los 40 a los 50 años, por ejemplo. Entonces el Hombre Oscuro intenta abrumar al ego de la mujer para que no haga el cambio y deje todo como está a costa de que la soñante termine deprimida, insatisfecha e irritable sin saber de dónde proviene su malestar. También cuando la vida, aparentemente normal -con esposo, hijos, trabajo, profesión- ha llevado a la mujer a desconectarse de su naturaleza femenina y de su Yo más profundo. Otras veces es un claro indicio de una persona o situación depredadora externa en la vida cotidiana de la mujer. Para la junguiana Marie-Louise Von Franz, el Hombre Oscuro es un “ánimus negativo” que en lugar de ayudar a la mujer a realizar su travesía por la vida se vuelve en su contra y obstruye su desarrollo espiritual, emocional, intelectual, social. Y es posible que la mujer haya depositado en ese ánimus las proyecciones negativas acerca de lo
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femenino que ha recibido de su familia, la religión y de la cultura. La desvalorización y la baja autoestima alimentan a este Hombre Oscuro que aparece en el sueño a reclamar su víctima. Este sueño ¿es un anuncio, una premonición? En cierta manera sí. Para Pinkola Estés, Marion Woodman y Ann Ulanov como también para sus antecesores, Carl Jung y Von Franz, el sueño con el Hombre Oscuro le está advirtiendo a la mujer de una situación que no puede dejar pasar y que va a tener su correlato en la vida exterior. Una persona o situación la va atacar, o ella misma se va a inflingir algún daño. Trabajando con mujeres y sus sueños he podido observar que algunas tienen dificultad para respirar profundamente y lo hacen de una manera superficial, entrecortada y por la boca. Otras sufren persistentes alergias nasales que desmejoran su calidad respiratoria y sus cuellos y hombros están muy tensionando. Y si se indaga un poco más es posible advertir una actitud de indiferencia o desconexión con el cuerpo. O bien, teniendo todo preparado la mujer hace fracasar sus propios proyectos y actividades, o deja que otros lo hagan. El objetivo del Hombre Oscuro es que el ego de la mujer (nuestro yo civilizado, nuestra personalidad) no haga contacto con el Sí Mismo, la Mujer Salvaje, la Diosa interior, el Yo más profundo, sabio e intuitivo, que toda mujer posee para desarrollarse, madurar y/o cambiar hacia una vida más plena e integral. Porque, como lo expresa Marie-Lousie Von Franz, los sueños registran el proceso de individuación, la travesía del ego hasta ponerse en contacto con el Sí Mismo, el centro regulador y organizador de la psiquis. Un centro interno representado en tantos mitos y tradiciones femeninas con las Diosas. En este sentido, el Hombre Oscuro es una parte interna de la psiquis femenina que está depredando el alma, libertad, creatividad y autoestima de la mujer, asustando al ego y reforzando los temores, prejuicios e ideas patriarcales que el ego ha asimilado. Siguiendo a las junguianas vemos que el Hombre Oscuro puede llegar a frenar y detener la evolución de la mujer sumergiéndola en “una noche oscura del alma”. Y a veces lo logra. Pero en otras ocasiones sólo es un intento cuando el ego de la mujer mantiene canales abiertos con el Sí Mismo, la Mujer Salvaje o Diosa Interior que mencionamos. Es decir, con el arquetipo femenino que surge de las profundidades del inconsciente proveyendo de sabiduría, vitalidad y creatividad, autoestima y sanación, intuición y realización. Según el desarrollo de cada mujer el Hombre Oscuro aparece cuando: 1. La soñante está deseando un cambio importante en su vida o está por aventurarse a algo nuevo y diferente a lo que hecho hasta el presente. 2. La soñante vive una profunda desconexión interna con su naturaleza femenina y su cuerpo, se desvaloriza, se autocrítica exageramente, y hace cosas que le hacen bajar su autoestima. 3. La soñante se apoya en un ego inmaduro y muy ingenuo. O su ego se ha vuelto muy rígido y racional, lo que demuestra inmadurez y hasta ingenuidad. También cuando su ego se orienta a agradar a los demás y a satisfacer las demandas de los otros sin atender las propias. 4. La soñante ha asimilado las proyecciones negativas de la familia, las religiones y la cultura acerca de lo femenino. 5. La soñante es una mujer que ha sido maltratada y/o violada y aún no ha terminado de elaborar esa experiencia. 6. La soñante es una joven o mujer adulta con problemas de anorexia o bulimia y somete a su cuerpo a continuas dietas, purgas y encorseta su cuerpo, su mente y su alma al “modelo” de mujer que le venden las revistas, la publicidad y las ideologías patriarcales. En el sueño el depredador le roba la comida o aparece como un personaje muy obeso. 7. Cuando la naturaleza femenina de la soñante se está secando y congelando emocionalmente y el ego no hunde sus raíces en la fuerza, energía y sabiduría del Sí Mismo. Como sucede en los sueños la mujer debe luchar enfrentando a esta fuerza
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depredadora para limitar su accionar, quitarle poder y eventualmente transformarlo en otra cosa. Por eso, cuando este sueño se hace presente en nuestro mundo onírico es una excelente ocasión para comenzar un trabajo interno, una iniciación, que traerá muchos beneficios. Para ello escribir el sueño y darle nombre a este Hombre Oscuro es uno de los primeros pasos efectivos. Luego viene un trabajo más intenso para descubrir la conexión que hay entre este sueño y la vida cotidiana de la soñante y con otros sueños que darán indicios para desactivar al Hombre Oscuro. Lo maravilloso es que el Sí Mismo, la Diosa interior, va guiando e instruyendo al ego en lo que tiene que hacer y el ego va apareciendo como más fuerte y sustancial. Cuando se hace un trabajo consciente con el Hombre Oscuro suelen aparecer figuras femeninas que ayudan a la mujer: la Joven Vital, la Vieja Sabia, la Sacerdotisa, la Hermana Gemela, la Chamán. Animales hembras como así también otros símbolos femeninas (calderos, lunas, sangre menstrual, mandalas, flores, lagos, etc.) son utilizados por el Sí Mismo para darse a entender y guiarnos. También empiezan los sueños con la Pareja Sagrada y un personaje masculino ama y apoya a la mujer sin que ella se someta a él y sin que él esté sometido a la soñante, convirtiéndose en un “ánimus positivo” conectado a la Mujer Salvaje. En momentos de crisis socio-económica los sueños con el Hombre Oscuro se han intensificado porque los peligros de la vida externa han aumentado infiltrándose en la psiquis fomentando actitudes destructivas. Sin embargo, el Sí Mismo, la Diosa Interior, también toma cartas en el asunto intensificando sus mensajes y advertencias para que el ego adopte actitudes protectoras y de cambio. Además, cuando trabajamos mitos y cuentos encontramos al Hombre Oscuro personificado en Barba Azul o en el dios griego Hades. Y al propio ego femenino representado por la joven e ingenua esposa de Barba Azul o en la joven diosa Core secuestrada por Hades. En ambos relatos también aparecen otros personajes que ayudan y liberan a la protagonista (las hermanas y hermanos del cuento de Perrault y la diosa madre Deméter y la diosa bruja Hécate en el mito griego) simbolizando aspectos positivos del ego y del Sí Mismo. “La Hermana Serpiente” es una interesante leyenda quichua donde la mujer recibe instrucciones de su hermana gemela con aspecto de serpiente para que, llegado el momento, pueda liberarse del depredador al cual ha confundido con un seductor hombre que quiere casarse con ella. En la leyenda mapuche “El Diablo de barba verde” se presenta la misma situación de la que la protagonista se liberará tomando un rol activo y protagónico, contando con la ayuda de su Sí Mismo que aparece en ambos relatos bajo la forma de un animal guía.
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1º de Agosto: Día de la Pachamama
Cusiyá, Pachamama, Cusiyá (Ayúdanos, Pachamama, ayúdanos) Agenda de las Mujeres 2003
Para los aborígenes de los Andes la Pachamama es la primordial Diosa de la Vida, la fertilidad de la tierra, las semillas y los frutos, las estaciones, los tejidos, los metales, la cerámica, el chamanismo y la sanación. Pachamama es la deidad Creadora por excelencia y su culto expresa la vivencia espiritual con lo Sagrado Femenino encarnado en la naturaleza, las mujeres y en la comunidad con un profundo sentido ético, ecológico y de sabiduría. El 1º de Agosto, una de las ocho fiestas religiosas del calendario andino, se la venera de una manera muy especial con una ofrenda de comida y bebida al interior de su cuerpo. Dentro de la cosmovisión sagrada de Pachamama todas las personas son hijas e hijos de esta Madre Común y están hermanadas entre sí. Esta hermandad hace que todos tengan derecho y acceso a la tierra y a sus frutos, a sus energías creativas y sanadoras. En este sentido, Pachamama no acepta que unos pocos posean la tierra, el trabajo agrícola y sus frutos mientras que otros pasan hambre y enfermedad En los pueblos andinos esta cosmovisión fue llevada a la práctica a través de la propiedad y el trabajo comunitario de la tierra. Así, el culto a esta Diosa andina inspiró una visión ética y de justicia social integrada a lo sagrado. También ecológica porque en la espiritualidad de la Pachamama las plantas y animales, los ríos y las montañas forman parte de su familia y las todas las especies vivientes tienen derecho a sus propios habitat, recursos y ecosistemas en el cuerpo de la Pachamama. El ritual del 1º de Agosto ha sido celebrado durante siglos por aymaras, quichuas, kollas y criollos. Actualmente, las mujeres que practicamos la Espiritualidad de la Diosa
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celebramos esta fiesta como una manera de vincularnos y desarrollar esta espiritualidad femenina arraigada a la naturaleza, muy similar al culto de otras diosas agrícolas y de la tierra como Deméter y Ceres, por ejemplo, a las que estamos trayendo a a nuestras vidas con una perspectiva de género. Esta fiesta se celebra después del Año Nuevo aborigen del solsticio de Invierno (21 de junio) y antes del resurgir de las flores y de las fertilizantes lluvias del equinoccio de Primavera. La celebración marca el retorno de la Pachamama desde las profundidades a donde se ha replegado durante su descanso invernal para mantener la vida desde las raíces. Por eso, el ritual y la ofrenda tienen la intención de despertar a Pachamama, llamarla e invitarla a beber y comer para que vuelva a manifestar su fertilidad y poder. Este ritual se realiza antes de comenzar a trabajar la tierra y a sembrar (en el hemisferio norte corresponde a la tradición pagana de La Candelaria el 2 de febrero). Todas las mujeres y los varones que se conecten con esta sacralidad de la Pachamama pueden celebrarla con sus parejas, familias, grupos o solas en algún lugar en contacto con la tierra (el patio de la casa, en un parque o fuera de la ciudad) siguiendo los pasos de la ceremonia aborigen: 1) La comunidad, familia o grupo se reúne en círculo para expresar esta igualdad y hermandad ante la Pachamama. Si una hace el ritual sola es bueno marcar el círculo con una rama o piedras. El centro del círculo representa a la Diosa. De esta forma se expresa esa igualdad y hermandad; todos están a la misma distancia de ese centro sagrado y pueden acceder a él. 2) En el centro se abre un pozo con mucho respeto pidiéndole permiso a la Diosa. Abrir este pozo es abrir su seno, su útero fértil y creador. También se canta y se baila antes de la ofrenda para llamar y despertar a la Diosa danzando descalzos para captar las energías regeneradoras de la Pachamama. 3) Luego se ofrenda bebida y comida a Pachamama en el pozo. Se le da de comer y beber a la Diosa que ha despertado de su sueño invernal. También se le ofrendan semillas, hojas de coca, y cada persona o comunidad pude honrarla con algo particular. Sahumando las ofrendas y el pozo con carbones encendidos y hierbas o aceites esenciales se hacen invocaciones y pedidos diciendo: "Cusiyá, Pachamama, cusiyá... (Ayúdanos, Pachamama, ayúdanos) Tú que nos das todo, ahora que has bebido y comido, a Ti te pido salud y fecundidad, entierra a los malos espíritus y que florezcan de tus semillas la bondad y la vida". 4) Al finalizar se cubre el pozo con una piedra plana o con la tierra y encima se señala el lugar con piedras redondas formando un montículo de veneración. El ritual concluye con más bailes y danzas celebrando el retorno de Pachamama. La comunidad también comparte la comida y bebida que se ha ofrendado a la Diosa. El culto a Pachamama persiste en las otras fiestas del calendario andino,
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especialmente del 2 de febrero al 22 de marzo cuando es celebrada como Saramama, la Pachamama del Maíz y de la Cosecha durante el carnaval norteño. Por otra parte, esta Diosa andina se manifiesta como Mamacocha, diosa del Mar; Pajsamama, la Luna; Coyamama, patrona de los metales y piedras preciosas; Cocamama, diosa chamánica de la sanación y de los oráculos; Sañumama, maestra de los tejidos y la cerámica. Las mujeres sabias suelen recibir el nombre de Pachacomadres cuando ejercen como sacerdotisas, médicas, profetisas y chamanas por estar inspiradas y guiadas con la sabiduría de Pachamama. A Pachamama se la considera la creadora del sol, la luna y de las Cuatro Pachamitas, las estaciones, y como diosa celeste habita la constelación de la Cruz del Sur. Un mito sagrado cuenta que en el principio de los tiempos Ella bajó de las estrellas a la tierra para crear la vida. Junto a Illapa o Pachacamac la Diosa forma parte de la Pareja Sagrada con alguno de estos dioses andinos, y en la visiones de los y las chamanes se transforma en la Mujer Jaguar. Como sucede con las ancestrales diosas percibidas y veneradas por las mujeres a través de sus cuerpos, mentes y almas en distintas partes del mundo, Pachamama también es una Triple Diosa, la trinidad que habita el Cielo "Janaj Pacha", la Tierra "Kay Pacha" y las Profundidades "Ukhu Pacha". La ofrenda del 1º de Agosto la celebra en esta triple dimensión con el simbolismo de las piedras: el cielo y las estrellas. La comida y bebida: los frutos de su cuerpo terrestre. Y el pozo: su útero y su presencia en las profundidades.
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Diosa Creadora y Diosa Solar Año Nuevo en el Hemisferio Sur Agenda de las Mujeres 2004
Las mujeres de la espiritualidad de la Diosa el solsticio de invierno es el momento del año en que la vida es recreada y regenerada luego de su muerte cíclica, natural y estacional. El 21 de junio, en la noche más larga del año celebramos a la Diosa Origen, la Creadora, que en su noche cósmica creó el universo, la vida y el mundo surgiendo de las aguas primordiales, gestando y pariendo en su divino útero y con su divina conciencia a todo cuanto existe. Después del solsticio de verano y durante el otoño la vida y el sol han ido en descenso, regresando a seno de la Diosa para morir, regenerarse y renacer. Por esto, también celebramos a Lucina, la Diosa Sol que desciende a las profundidades de la tierra, al útero de su Madre Creadora, para renacer en el amanecer del solsticio de invierno. Lucina es el nombre de la deidad solar de la Europa precristiana. En Japón es venerada como la gran diosa solar Amaterazu y en Oceanía es la solar Diety, la
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creadora cuyas Hijas Gemelas parieron a los primeros seres humanos. En los Andes a Pachamama también la veneraban como PACHACANCHAY, la luz del universo identificada con el sol. Para los tobas del Chaco argentino y paraguayo es Aquehua, la diosa sol presente en el relato de origen y que periódicamente pasa de joven a vieja y de vieja la joven en cada solsticio. Diosa y Dios solares aparecen en distintas tradiciones como hija o hijo de la Creadora para expresar este renacer cíclico. En cada solsticio de invierno celebramos este nacimiento de la vida y del mundo reactualizando el relato de creación, recitándolo, danzándolo, cantándolo y llevando a la propia conciencia a esa instancia primordial en el profundo y oscuro seno de la Creadora para despojarnos de lo negativo y de lo que perece para luego ascender con su luminosa Hija, la diosa solar. De esta manera, como sucede en las culturas aborígenes que sintonizan con los ciclos de la naturaleza, el 21 de junio es el verdadero Año Nuevo en el hemisferio sur, así como el 21 de diciembre lo es para el hemisferio norte. Todas las tradiciones ancestrales que festejan el comienzo de año -que de hecho se da en la naturaleza- lo hacen en su propio solsticio de invierno, o algunos días después, y el motivo de la fiesta es inaugurar un nuevo ciclo de vida, reviviendo el relato de creación y la gloria de la creación en la próxima primavera y verano. Las mujeres que practicamos la espiritualidad de la Diosa coincidimos con nuestros hermanos y hermanas aborígenes de América del Sur en celebrar el Año Nuevo el 21 de junio. Un nuevo año estacional que también es el comienzo del Año Nuevo espiritual y sagrado, ya que la divinidad creadora (predominantemente femenina en la mayoría de las tradiciones nativas como es Pachamama, Bauche, Nunguí, Xalpen, Cipactli, Ixmucana, la Madre Tierra, etc.) está presente en el mundo que ha creado y es ella la que hace renacer a su hija o hijo solar. Ella es la ley natural presente en el flujo de solsticios y equinoccios, es la ley sagrada inmanente. Festejar el Año Nuevo estacional, sagrado y social el 31 de diciembre en el hemisferio sur es contradictorio, ya que es una fecha importada del norte que no se ajusta a nuestras necesidades personales y colectivas más profundas, obligándonos a a celebrar un nuevo comienzo cuando la energía empieza su lento descenso a medida que los días se acortan, los frutos caen a tierra, los árboles se despojan de sus hojas y la savia baja a la raíces. Una fase del año necesaria y sagrada pero inadecuada para los comienzos de actividades, proyectos, desarrollos, trabajos y relaciones. No es casualidad que los pueblos de América del Sur vivamos situaciones de subdesarrollo y carencias, entre otras cosas, a raíz de que estamos a contra pelo con los ciclos estacionales y energéticos que influyen en nuestras vidas, ubicando el Año Nuevo y nuestros inicios en una época del calendario de culminación e introspección y no de renacimiento y manifestación. El solsticio de invierno es, particularmente para las mujeres, un tiempo de re-originamiento para nuestra alma, cuerpo, derechos, relaciones y creaciones, en el que la conciencia lunar creadora vuelve a gestar y parir nuestra conciencia solar femenina para actuar en el mundo.
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Deméter y Perséfone El mito de transformación cíclica Mithos, 1997
Deméter y Perséfone -Ceres y Proserpina para los romanos- las diosas gemelas percibidas como madre e hija, representaron para los pueblos de la antigüedad los poderes de la naturaleza, su transformación y emergencia cíclica. Los Misterios de Eleusis que celebraban a estas Diosas eran ritos de pasaje destinados a personas adultas que proporcionaron un espacio sagrado para vivenciar nuevos estados de conciencia y una percepción de la vida que surge de la muerte. Conocemos este mito por los poetas griegos de la segunda mitad del primer milenio a. C. que tomaron el mito de una tradición oral anterior, varios siglos después de las invasiones de nómades guerreros de las estepas caucásicas producidas durante la Edad de Bronce y de Hierro, conocidos como indoeuropeos. Estos pueblos invasores, aqueos y dorios, conquistaron la cultura de la Diosa agrícola e introdujeron reformas sociales y religiosas colocando a Démeter, Perséfone y otras deidades bajo la influencia de Zeus, Posidón y Hades, los dioses de los nómades. El mito de Deméter y Perséfone procede de una tradición agrícola pre-helena que adoraba a la Gran Diosa, la creadora primigenia en la Antigua Europa y Medio Oriente. A comienzo del siglo XX la investigadora Jane E. Harrison fue una de las primeras eruditas en señalar la antigüedad de las diosas del panteón griego respecto de los dioses indo-arios de épocas posteriores advirtiendo que en Olimpia donde Zeus gobernó como deidad suprema, el templo de Hera, el Heraión antecede por mucho al templo del dios del Rayo y que el matrimonio de Hera con Zeus no existió desde el principio como tampoco la paternidad de Zeus sobre Atenea, la ancestral diosa de la sabiduría, hija de la titana pre-helena Metis. El culto a Deméter y Perséfone continuó en la cultura helena que emergió luego de las conquistas no sólo porque los nómades guerreros se asentaron en los poblados agrícolas que invadieron adoptando el estilo de vida sedentario sino porque la mentalidad sagrada de los dioses guerreros no poseía una cosmovisión tan desarrollada sobre los misterios de la vida, la muerte y el renacimiento. Pero, como veremos, adoptaron el mito y el culto con significativas variantes. El mito griego Las versiones griegas cuentan que Hades, dios que rige en el Tártaro o Mundo de los Muertos secuestra a Core-Perséfone, la hija primaveral de Démeter cuando ella recogía flores en los campos acompañada de un cortejo de ninfas para hacerla su esposa a la fuerza. En los relatos se destaca el dolor de Démeter, la diosa de la fértil Tierra ante la desaparición de su hija y su búsqueda desesperada. Ella abandona el Olimpo, la sede de los dioses y comienza a buscar a Core durante nueve días y noches, sin beber ni comer. En su peregrinaje la acompaña Hécate, la diosa de las Encrucijadas (o Anciana Sabia que con la Doncella y la Madre forma la Triple Diosa pre-patriarcal). Démeter se viste de negro en señal de duelo,
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transformando su belleza y esplendor divino en la imagen de una madre humana angustiada. En su peregrinaje llega a la casa de la reina Metanira en Eleusis y es tomada como nodriza Demofonte, hijo menor de la reina. En agradecimiento por la hospitalidad Démeter decide convertir al niño en inmortal colocándolo en el fuego sagrado. Pero la reina asustada interrumpe el proceso y la Diosa revela su verdadera identidad dando indicaciones para que se construya su templo en Eleusis donde se llevarán a cabo sus misterios sagrados. Además, entrega a Triptólemo, otro hijo de la reina, un carro tirado por serpientes y las semillas para que difunda uno de sus mayores dones: la agricultura. El joven príncipe había informado a Démeter sobre el rapto de Core presenciado por sus hermanos que vieron cómo se abría la tierra para que entrara un carro tirado por corceles negros. El rostro del conductor era invisible y con el brazo derecho sujetaba fuertemente a una muchacha que gritaba. Con esa información, Deméter y Hécate van ante Helios, el dios sol "que todo lo ve" para que admita ante ellas quién es el raptor. Helios confirma la sospecha de Démeter: Hades, el hermano de Zeus es el secuestrador de Core. Démeter está tan indignada que deja de sustentar la vida, impidiendo que florezca sobre la tierra. Zeus envía regalos y mensajes a Deméter para que deponga su actitud y acepte los hechos, es decir su voluntad y la de su hermano. Pero ella responde que la tierra seguirá estéril hasta que Core sea devuelta. Entonces Zeus ordena a su hermano que devuelva a Core, diciéndole que si no lo hacía "todos estaremos acabados". También le respondió a Démeter que su hija sería restituída siempre y cuando no haya probado la comida de los muertos. Mientras tanto, en el Tártaro, Core llora continuamente, negándose a comer o beber los manjares que Hades le ofrece. Ocultando su bronca por la noticia recibida de su hermano, Hades se acerca a Core y le comunica que él la dejará en libertad porque ve que es desdichada y su madre llora por ella. Entonces Core deja de llorar y acepta las semillas de una granada que Hades le ofrece. Finalmente, en Eleusis, Démeter se reencuentra con su hija abrazándola llena de alegría. Pero un testigo informa sobre la granada y Démeter se sintió muy desalentada al saber que Core había comido en el mundo de los muertos quedándo así vinculada a Hades. Entonces dijo: "No volveré al Olimpo ni anularé mi maldición sobre la tierra". Desesperado Zeus instó a Rea, madre de Hades, Demeter, Zeus y demás dioses olímpicos, para que suplique a Demeter no cumplir su amenaza. Al final se llega a un acuerdo: Core-Perséfone pasará tres meses con Hades en el Tártaro y el resto del año con Démeter sobre la faz de la tierra. Hécate se encargará personalmente de la protección de Core ofreciéndose como garante para hacer que el pacto se cumpla. Alteraciones al mito original Mucho antes que Hades, Core con el nombre de Perséfone era la Reina de los Muertos cuyo fruto sagrado de vida era la granada. Junto a Hera, la Reina del Cielo y Demeter, la Madre Tierra, Perséfone formaba parte de una tríada divina femenina muy antigua conocida con distintos nombres y atributos en la Europa Antigua y Medio Oriente. El rapto de Core al igual que el matrimonio forzado de Hera con Zeus y la violación de Posidón a Démeter son evidencias de los acontecimientos históricos antes mencionados documentado por la arqueología moderna.
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En los tiempos helenos cuando el mito es redactado, las diosas de la tierra y de la sabiduría femenina habían perdido su estatus anterior subordinadas a los héroes y dioses, "esos bárbaros marimachos", según el historiador Arnold Toynbee, que tanto desagradaban a los filósofos griegos de la época clásica. Si bien los filósofos comenzaron a tratar la cuestión sagrada en términos abstractos sin prefigurar diosas y dioses, conservaron algunos prejuicios de los nómades indoeuropeos sobre la mujer y lo femenino. En la cultura helena los Misterios de Eleusis eran practicados por ambos sexos y por todas las clases sociales a excepción de los homicidas. Las mujeres conservaron algunos ritos femeninos pre-patriarcales como la Tesmoforia en un marco de creciente subordinación de la mujer al varón. Por ejemplo, en las ciudades-estados la mujer no podía votar ni poseer bienes y sus matrimonios eran concertados entre el padre y el novio. Por su parte, las hetairas y cortesanas -antiguas sacerdotisas orgiásticas de la Diosa- conservaron cierta libertad y autonomía interviniendo en la vida intelectual y política de los varones con sus habilidades eróticas-poéticas. Aspasia, una cortesana fue la amante y compañera intelectual de Pericles y Diótima fue para Sócrates la sacerdotisa que le enseñó la filosofía del amor en "El Banquete" de Platón. Sin embargo, tanto Pericles, Platón y otros pensadores consideraron a la mujer como inferior al varón cuya única función era engendrar hijos en el cerrado ámbito del gineceo. La amenaza de Demeter de dejar la tierra yerta e infértil hasta que su hija le fuera devuelta del Tártaro donde Hades la tiene secuestrada, revela el antiguo poder de la Gran Diosa como gobernante y legisladora de las leyes ecológicas y éticas. Pero la treta de la granada y los tres meses que Core-Perséfone debe permanecer en el Mundo de los Muertos como esposa de Hades es una metáfora patriarcal para que sea aceptada la supremacía de los dioses masculinos. Los dioses y héroes invasores, además de someter a Deméter y Perséfone, persiguen, violan o matan a otras manifestaciones de lo divino femenino encarnado en ninfas, serpientes sagradas y sacerdotisas. En este sentido, los mitos griegos sirvieron para crear en la conciencia femenina la dependencia al varón y atemorizar a las mujeres con la violencia o la violación para que dejaran de actuar libremente como sucedía en época de la Diosa pre-patriarcal y así afirmar el dominio masculino en lo sagrado como en lo cotidiano. Por eso, para comprender la importancia de este mito de transformación cíclica necesitamos recuperar su visión original para percibir los valores que el mito puede aportar. La Gran Diosa Para la arqueóloga Marija Gimbutas -que excavó poblados agrícolas en Europa del Este con una antigüedad de 7000 y 8000 años- las diosas del tipo de Deméter representan a la Dadora de Vida y Dispensadora de la Muerte cíclica. Ella es útero y tumba similar a la Pachamama de los indígenas latinoamericanos. Y su hija Perséfone es la Doncella del Renacimiento y la Regeneración identificada con la luna, la primavera, las serpientes y el Mundo Subterráneo. Esta Gran Diosa, desdoblada en dos o tres aspectos, representa el poder sustentador de la vida presente en las fuerzas y energías de la tierra, con sus florecimientos y repliegues estacionales que influían en la vida de las personas y en sus formas culturales. Los pueblos agrícolas veneraban estos arquetipos sagrados femeninos para obtener alimento, salud y bienestar sabiendo que Démeter-Perséfone era su fuente de origen, la Diosa de los comienzos o Diosa de la Creación que periódicamente volvía a recrear el mundo manifestando la abundancia de los comienzos en cada primavera y en cada cosecha.
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A pesar de las distorsiones helenas, en la mitología griega hay una línea contínua que va desde Eurínome -la creadora pelasga- a través de Gea y Rea, abuela y madre de Démeter, que persiste en Perséfone como diosa de la Vida y de la Muerte cíclica. En Perséfone tenemos a la ancestral diosa que desciende al Mundo Subterráneo actuando redentora o resurrectora; un rol mítico también característico en Inanna, Ishtar e Isis. La Gran Diosa engendra no sólo hijas divinas sino también hijos y amantes-consortes identificados con el potencial de la vegetación, el cereal y el renacimiento cíclico. Dentro de los Misterios de Eleusis esta el culto de Dioniso, dios de los nuevos brotes y arquetipo masculino, y el de Adonis como amante de Perséfone-Afrodita para celebrar el "hierosgamos" la unión sexual sagrada de la pareja divina. Rastros del mito original Como Diosa Madre, Deméter engendra a su Hija junto con la creación simbolizada en la primavera y la agricultura. Ambas viven juntas poniendo en marcha los ciclos de vida cósmica, vegetal, animal, humana. La Hija recibe las iniciaciones de la Madre para que colme de poder y sabiduría esos ciclos, ejerciendo como protectora de las leyes de la Diosa Madre. A medida que crece y madura, la Hija comienza a alejarse de la Madre. Recorre distintos lugares animando la creación y por donde ella camina todo crece y florece. Un día escucha unos lamentos que provienen del fondo de una cueva. Entonces la Hija enciende una antorcha y desciende al Mundo Subterráneo de los Muertos. Cuando éstos ven la luz dejan de gemir y se alegran con la presencia de la joven diosa. Como Perséfone es la Diosa de la Vida y la Regeneración, los muertos encuentran en ella una esperanza de renacimiento. Ella se queda a vivir con los muertos siendo su Reina-sacerdotisa ofreciéndoles el fruto del Árbol de la Vida: la granada. Su estancia en este ámbito trae el otoño y comienzan los repliegues cíclicos permitiendo a la naturaleza y a los seres vivientes despojarse de lo viejo en espera de lo nuevo. Un proceso también vivido por las almas de los muertos a las cuales Perséfone está iniciando para su ingreso en otra forma de vida. Después de educar, iniciar e impulsar a la Hija, Demeter se repliega ante su ausencia asumiendo su faz de Hécate, diosa otoñal e invernal de la tierra y de las encrucijadas. En este sentido, ella no es una madre desesperada ni una mujer atormentada por la pérdida sino una Anciana Sabia oculta en las raíces y las hierbas curativas, debajo de la tierra y dentro de las cuevas donde la vida se refugia hasta que el ciclo de vida se complete. Este retraimiento de la Madre, más el descenso de la Hija al Mundo de los Muertos, manifiestan a la "Tomadora de Todo", la dispensadora de una "muerte temporal", resguardando en lo profundo de su ser divino y de cada ser vivo la llama de la vida en estado de latencia y espectación. El grano de cereal aventado y almacenado en las vasijas del templo de la Diosa agrícola también era un "muerto durmiente" en espera de su futura resurrección en la nueva planta. Cuando los habitantes de la cultura agrícola de la Diosa sembraban enterrando esas diminutas semillas secas e inertes, éstas seguían la simbólica del invierno y de la muerte cíclica. Las semillas debían ser sepultadas en el útero-tumba a la espera del milagro que las convertía en una potente fuente de alimento y prosperidad. La siembra y el invierno a su vez recordaban la gestación uterina cuando la sangre menstrual de la mujer fluía hacia adentro para alimentar el feto que crecía en las penumbras de su cuerpo. Con el retorno de la primavera cuando la Hija emerge del Mundo Subterráneo, la Madre vuelve a poblar el mundo y la vida durmiente nace sobre la tierra: las hembras paren, las plantas florecen y los árboles dan sus frutos. Los humanos
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participan de este retorno primaveral expresando sentimientos de amor, amistad y solidaridad. Realizan alegres danzas; celebran ritos de iniciación de las nuevas generaciones de jóvenes y la vida de la comunidad como la de la naturaleza, se renueva. Hay festejos y esperanzas compartidas. No es difícil imaginar a las jóvenes de las comunidades agrícolas celebrar la primavera adornadas con coronas de flores participando de iniciaciones femeninas identificándose con la joven Core y la amante Perséfone. Y a los jóvenes celebrando sus iniciaciones del Dios Verde de la vegetación: el joven Adonis y el excitante Dioniso. En este contexto las jóvenes no corrían riesgo de ser raptadas, violadas, ni degradas. Al encarnar el aspecto de Core eran altamente respetadas y disponían de su sexualidad celebrando uniones libres con sus compañeros en los campos y los bosques. El mito ancestral de transformación cíclica de Inanna y Dumuzi; Ishtar y Tamuz; Isis y Osiris como así también los cultos del folklore pagano europeo estudiado por Sir James Frazer en "La Rama Dorada" siguen el mismo patrón arquetípico de Deméter y Perséfone. Por su parte, los evangelistas rodearon la figura de Jesús con las metáforas sagradas del mito matrístico para predicar la muerte y resurrección de hijo divino identificado con el grano de trigo y así difundir una nueva religión sin la Diosa Madre. El mito en nuestros días Una podría preguntarse por qué los occidentales hemos sido tan sensibles al mito de la madre doliente que llora a su hija, hijo o consorte que desaparece o muere violentamente. Por qué el símbolo tardío de la Virgen María frente a su hijo crucificado sigue resonando en la conciencia de las personas. Posiblemente porque el mito griego y el cristiano exaltan la muerte injusta y el dolor materno como arquetipo de amor sublime y abnegado. La muerte injusta y el dolor materno implícitamente nos hablan sobre la vigencia de sistemas de dominación que victimiza a madres, hijas e hijos en la historia de Occidente. Las Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo reclamando por sus familiares desaparecidos y las Marchas de Silencio en Catamarca encabezas por la madre de María Soledad y la hermana Pelloni (todas encarnando el arquetipo Deméter y Hécate) por ejemplo, reactualizaron el mito griego de Démeter y Perséfone, como así también lo siguen haciendo las periódicas violaciones, acosos sexuales y asesinatos "pasionales" que sufren las mujeres en nuestra sociedad. Pero el significado ancestral del mito de Deméter-Perséfone no está en el dolor y el desgarro. Tampoco en la muerte injusta y el rapto violento como símbolo para expresar los repliegues en la naturaleza o la muerte del humano. El significado ancestral más bien se refiere a una concepción sagrada donde vidamuerte conforman parte de un mismo proceso. Ambos no están dualizados y no funcionan como opuestos irreconciliables. La muerte natural como la vida es una experiencia de transformación, iluminación y maduración que abarca dimensiones espirituales, psicológicas y culturales de las personas. En este sentido, la interrelación e interconexión de las diferentes formas de vida es un tema central en este mito matrístico agrícola. Así la Diosa Madre agrícola no sólo debe apreciarse como una productora de alimentos. El arquetipo expresa los métodos de subsistencia más inteligentes y benéficos para las especies y para la comunidad humana. En esta concepción ancestral también se tenía en cuenta la existencia de situaciones injustas que podían surgir en el seno de la comunidad. En su cualidad de Madre, la Diosa ejercía como legisladora y patrona de la justicia, indicándonos
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que las mujeres y varones agrícolas poseían normas y procedimientos para juzgar a los transgresores de la ley. Temis y Atenea, por ejemplo, tenían a su cargo administrar justicia ya sea desde el templo o el tribunal. Es posible que el mito pre-patriarcal de Deméter-Perséfone aún sea una cuenta pendiente, una experiencia existencial poco transitada en toda su dimensión. Algunas personas presienten la necesidad de este mito ante la acelerada destrucción ecológica y en el dominio de los recursos naturales por unos pocos "Hades" de la economía mundial. No pocas personas sienten que la vida en las grandes ciudades las ha desconectado de la naturaleza y de los ciclos que la mente, el cuerpo y el espíritu necesitan para vivir en armonía y plenitud. La pobreza que afecta a millones de personas sucede como un largo e interminable invierno decretado no por la Madre Tierra a la cual no se tiene acceso sino por los "Zeus" que detentan poder sobre otros. Con todo, mujeres y varones en distintos ámbitos están recuperando algo de la cualidad de las diosas gemelas y de sus hijos-consortes cuando buscan soluciones y alternativas al repetido rapto de la vida y la esterilidad provocada por la mentalidad patriarcal. Las mujeres, particularmente, con el desarrollo de la Conciencia Femenina sagrada están devolviéndonos los rostros originales de la Diosa ancestral influyendo en las formas culturales de vinculación con la naturaleza y entre los humanos. Los mitos son muy persistentes, decía Mircea Eliade, porque contienen modos de ser y actuar que son relevantes para las personas. Al estar encarnados en diosas y dioses, animales, plantas o lugares sagrados, los mitos pre-patriarcales y sus símbolos arquetípicos comunican una historia de los tiempos primordiales que pueden iluminar las búsquedas del presente. Muchos mitos y arquetipos como el de Deméter-Perséfone siguen latentes en el inconsciente colectivo y a veces saltan a la conciencia de las personas en momentos de crisis y de cambio.
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La Diosa de Miguel Ángel en el techo de la Sixtina Tras las huellas de la Pareja Sagrada La Tertulia, 2002 En el techo de la capilla Sixtina una Diosa acompaña al Dios judeocristiano durante la creación de Adán. Una imagen insólita y a la vez única en el arte sacro cristiano. Observemos por un instante la escena: el Dios creador extiende su dedo para animar a Adán que está recostado sobre la tierra y levanta su mano para recibir la chispa divina. Centenares de veces hemos visto esta imagen, generalmente recortada, para focalizar la atención entre el creador -masculino- y el primer ser humano –también masculinocreado por él. Una concepción de origen que no sólo el Cristianismo ha reforzado una y
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otra vez. Los medios de comunicación, por ejemplo, suelen utilizar esta escena como arquetipo creador en diferentes mensajes masivos. Pero si abrimos el foco y contemplamos la escena completa vemos que el Dios de Miguel Ángel abraza a una Mujer Divina, a una Diosa, y Ella también toma el brazo de Él de manera amorosa, como lo haría cualquier pareja occidental. Así, Ella aparece como su par, su pareja, su consorte. Esta Diosa está en el centro de la nube celeste y al mismo nivel que Dios. Junto a Ella aparece un niño completando un cuadro familiar perfectamente diferenciable de los ángeles que rodean y sostienen la nube. Ella no parece prefigurar a una recatada Virgen María con la vista baja, tal como Miguel Ángel la retrató sobre el altar del mismo templo, en El Juicio Final. La Diosa del techo no lleva velo, su peinado es similar al de las Diosas griegas, sus hombros están desnudos y toca a Dios con una íntima confianza. Su mirada se dirige directamente al joven y desnudo Adán sin pudor. Pero ¿qué hace esta Diosa junto al Dios cristiano y cómo sobrevivió en el corazón del Vaticano? ¿Pensaba Miguel Ángel en la Madre Divina de los cristianos gnósticos? ¿Pensaba en la Shekinah y en la Madre Binah del Árbol de la Cábala con su pilar femenino? ¿Personificó a Sofía, la Sabiduría grecolatina que el Antiguo Testamento también menciona como ayudante del creador judeocristiano? ¿Fue el texto del Génesis "Hagamos..." y la idea de una deidad más plural y menos monolítica? ¿Pensaba en aquello que las actuales teólogas judías y cristianas señalan como los aspectos femeninos de Dios? Lo impactante es que Miguel Ángel personificó lo femenino de la divinidad con una imagen separada de la personificación masculina, al mismo tiempo que los enlaza y presenta a ambos como una Pareja Divina, un arquetipo básico y universal en todos los cultos no monoteístas de los pueblos originarios, a fin de representar de manera igualitaria a mujeres y varones con esta pareja arquetípica como son: Isis y Osiris, Inanna y Dumuzi, Ixchel e Itzamná, Quilla e Inti, Yin y Yang, Shiva y Shakti, entre muchos otros. Consciente o no de ello, es probable que Miguel Ángel jugara con algunas de estas cosmovisiones intentando, además, combinar estéticamente los dos relatos bíblicos de la creación. En la nube celeste el Dios y la Diosa, esta Pareja Sagrada, apelan al relato donde la deidad se expresa de manera plural: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza", emergiendo el macho y la hembra al mismo tiempo. Pero al ver el fresco, el solitario Adán apunta al otro relato donde es creado en primer lugar y Eva mucho después a partir de la costilla de aquel. Miguel Ángel parece haber restituído a la Diosa al nivel del arquetipo divino mientras que, por otro lado, privilegia la identidad masculina de la humanidad al presentar a Adán sin Eva. En las escenas de la Sixtina que siguen, Adán aparece con Eva y la Diosa desaparece por completo. O bien, reaparece en la Serpiente con rostro y formas femeninas del Árbol del Conocimiento, pero negativizada. Al fin de cuentas y más allá
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de su osado espíritu renacentista, Miguel Ángel debía ajustarse a la ortodoxia católica de su tiempo, y la Inquisición ya era una realidad más que palpable. La Diosa de Miguel Ángel también nos sugiere otras reflexiones. Según uno de los relatos del Génesis Adán no quiere ser único en su especie, no quiere el modelo monoteísta del Dios masculino para sí. Quiere una compañera, reclama una diversidad que él capta en las demás especies vivientes, en el cielo y en la tierra en la luna y el sol. Quiere vivenciar el arquetipo de la Pareja Divina y no el modelo del Dios solitario sin una semejante divina femenina, con una primigenia Diosa. El pedido de Adán da lugar a la creación de Eva saliendo de su costado según el relato que conocemos y que tantas distorsiones ha provocado, presentando un acto que “contra-natura” como modelo ejemplar, en el sentido de que machos y hembras lo mismo que varones y mujeres nacen de hembras, de mujeres, no de machos o varones. Además, el reclamo de la compañera delata una excesiva masculinización de la divinidad que se ha despojado de lo femenino y lo excluye de la dimensión sagrada. Hace unos años entrevisté a teólogas católicas y evangélicas que hacen un análisis de género en los textos bíblicos a fin de destacar los aspectos femeninos de un Dios que se ha vuelto demasiado patriarcal y que no las representa y enfrentándose al dilema de los símbolos visuales y linguísticos necesarios para expresar la presencia divina y la experiencia espiritual. Sin embargo, pocas llegan a una representación tan enfática del arquetipo de la Pareja Divina como la de Miguel Ángel y no utilizan la palabra "Diosa" para hablar de aquellos aspectos femeninos. Algunas propusieron a las iglesias la expresión: "Dios Padre y Madre" durante la liturgia y el rezo del “Padrenuestro”. Pero pronto descubrieron que lo femenino quedaba, una vez más, limitado a un único rol materno que dejaba afuera a otras mujeres que no eran madres y a otros atributos femeninos de Dios que no eran maternales. Tampoco utilizan el símbolo del andrógino que mantendría la idea monoteísta pero destacando las partes femeninas y masculinas de la deidad por igual y al mismo tiempo. Estos dilemas y tensiones en el arte, en los símbolos sagrados y en la teología también son los nuestros porque estas contradicciones atraviesan las relaciones entre mujeres y varones cuando nos percibimos unos a otros a través de estereotipos, sin conjugar la igualdad y la diferencia; las semejanzas humanas afines y las particularidades de cada género. Solemos utilizar la palabra "hombre" para referirnos a la humanidad y aceptamos figuras o íconos gráficos con formas masculinas para representar a ambos sexos ocultando e invisibilizando lo femenino por debajo de lo masculino, como si las formas femeninas no pudieran expresar a la humanidad, como si fueran una excepción a la regla. Pocas veces utilizamos una forma o símbolo masculino y otro femenino para expresar al ser humano, a la humanidad. Y a la divinidad. Mucho menos una figura andrógina para indicar la mitad femenina y la mitad masculina de la única raza humana que habita el planeta, la sapiens. Uno de los pocos lugares donde ambas
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figuras son paralalelas, simétricas, igualmente importantes dentro del paisaje visual urbano es en los íconos de las puertas de los baños públicos. Esta pobreza visual de la Pareja Divina en la cultura occidental y cristiana llevó a no pocas mujeres a sentirse menos que los varones y a demasiados varones a creer tienen más derechos que las mujeres en las relaciones sexuales, económicas y espirituales.Sin embargo, en numerosas tradiciones ancestrales, no sólo una, sino múltiples Parejas Divinas fueron simbolizadas, celebrada, ritualizadas, a fin de alentar en la conciencia de las personas y de las comunidades la identidad de mujeres y varones, con sus semejanzas, igualdad y diversidad mutua, especialmente en pueblos originarios. A muchos de estos pueblos la Diosa del fresco de Miguel Ángel no les habría resultado rara ni exótica. Más bien la considerarían necesaria e indispensable.
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En
memoria
Ethel Morgan, 1932-2008 Maestra, Hermana y Amiga
El pasado 18 de junio falleció en Buenos Aires Ethel Morgan, pionera de la Nueva Espiritualidad de las Mujeres y del Movimiento de la Diosa en Argentina. Una Maestra que despertó en muchas mujeres una conciencia espiritual de género, inmanente y sanadora. En los años 80 Ethel tomó contacto con el Movimiento de la Diosa encontrándose con un feminismo que no rechazaba la dimensión sagrada de la vida sino que, por el contrario, surgía de la defensa de los derechos de las mujeres y cuestionaba profundamente el patriarcado de las religiones tradicionales y la violencia hacia la mujer enraizada en muchas de esas teologías. Al mismo tiempo, ese movimiento empoderaba a las mujeres para que recrearan su propia sacralidad, sus propias tealogías, cosmovisiones, rituales y experiencias espirituales, inspiradas tanto en las ancestrales Diosas, muchas procedentes de pueblos y períodos prepatriarcales, como en los arquetipos femeninos que resurgían del inconsciente personal y colectivo de las mujeres. Ethel quedó fascinada, había encontrado algo que deseaba profundamente: un tipo de sacralidad donde podía integrar sus búsquedas espirituales con la liberación femenina a la que adhería sin dudas, para reencontrarse con su
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verdadero yo femenino. Para ella, la Diosa se transformó en el núcleo que reunió “los pedazos de mi feminidad desconocida y fragmentada, perdida y dispersa; adherida por partes a los que creía amar y que eran sólo proyecciones de mi propia identidad desconectada su núcleo aglutinante”, Ethel Morgan “La Diosa en Nosotras”. Ella comprendió intensamente lo que proponían las impulsoras de este Movimiento y se nutrió de todas las investigaciones, visiones y creaciones de sacralidad femenina de esta corriente desde sus inicios. Una de esas creaciones fue el tarot Madre Paz que Ethel adoptó rápidamente como una herramienta conectora de las tradiciones ancestrales de las Diosas, el feminismo, la psicología arquetípica, la problemáticas de género y la nueva conciencia femenina. Con este tarot de Vicky Noble y Karen Vogel, el primero creado íntegramente por mujeres y con un criterio feminista, en 1988 Ethel comenzó a dar cursos con el afán de poner en contacto a las mujeres con esta nueva espiritualidad y cosmovisiones desarrolladas por mujeres con conciencia de género, algo totalmente inédito para las argentinas que solo conocían espiritualidades o religiones creadas y dominadas por varones. El trabajo de Ethel fue inmenso, entre otras cosas, porque tradujo una cantidad considerable de investigaciones de arqueólogas, antropólogas, expertas en mitos, sacerdotisas, chamanas y ritualistas, ocultistas feministas, psicólogas junguianas, etc., de EEUU y Europa a las que solo se accedía en idioma inglés. Ethel quería compartir todo el potencial de este movimiento que estaba revisando la historia sagrada de las mujeres, de las brujas y de las Diosas, sus incontables manifestaciones simbólicas, sociales y sexuales y su posterior eliminación con la llegada del patriarcado religioso y cultural. Su tarea también fue innovadora porque en aquellos años los varones dominaban la espiritualidad tradicional y la naciente “la nueva era” como autoridades religiosas y maestros indiscutibles que -en la mayoría de los casosseguían difundiendo un modelo femenino subordinado. En sus cursos Ethel siempre ofrecía ópticas diferentes de lo femenino (y de lo masculino) y en el último que dictó, por ej., propuso trabajar con una Cábala Femenina llevando a las Diosas a las diez esferas del Árbol de la Vida, algo que a ningún maestro varón se le había ocurrido en estas tierras. Siendo una mujer de gran erudición, experiencia y comprensión de lo Sagrado Femenino, Ethel no se posicionaba como los maestros espirituales conocidos y nunca exigió veneración ni pleitesía de sus alumnas y compañeras. Más bien retomaba las palabras de Zsazsanna Budapest cuando decía que “ninguna bruja se inclina ante nadie”. Así, alentaba a las mujeres a que siguieran sus propias intuiciones antes que someterse a dictados espirituales de una sola persona, sea varón o mujer. Algo de eso se reflejó cuando Ethel adoptó el nombre Morgan para honrar a Morgana con la que se identificó para expresarse espiritualidad, y no con un nombre dado por un maestro o gurú. Por otra parte, con este nombre también podía tomar distancia de su apellido familiar Contusi, asociado al mundo artístico masculino, ya que su abuelo y padre son los famosos poetas y autores de tangos.
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La visión de lo Divino Femenino y de la conciencia femenina, reprimida por el patriarcado, que retornaba en la segundo mitad del siglo XX con una nueva espiritualidad femenina, inspiró a Ethel su obra más importante: “La Diosa en Nosotras, diez maneras de ser mujer” publicado en 1993. Un libro que hoy día sigue arrojando luz al presentar la identidad de género con una trama de nueve arquetipos que emanan de la diosa Creadora, bajo la forma de la Energizadora, Limitadora, Protectora, Iniciadora, Desafiante, Liberadora, Conectora, Nutricia y Potenciadora. Un conjunto psicológico sanador más amplio e integral que la tradicional dualidad femenina del patriarcado (santas o pecadoras, madre o puta, etc.). “Estos diez aspectos han sido venerados en las diversas religiones de la raza humana, pero pueden encarnarse como otras tantas maneras de ser que se abren en la mujer universal en su momento de gran florecimiento. La Diosa ante todo es un modelo múltiple, que puede mostrarnos nuestra verdadera esencia multiforme… El concepto de la Diosa no nos ubica en un campo religioso separado de la cotidianeidad terrestre, así como tampoco la verdadera espiritualidad de las mujeres se desentiende del aquí y ahora. Por el contrario nos reconecta con una amplia gama de posibilidades prácticas y concretas de lo femenino arquetípico, según un proceso en el que lo divino y lo humano femenino se realimentan mutuamente”, Ethel Morgan “La Diosa en cada mujer”. Ethel siguió los pasos de Caitlín Matthews, una de sus maestras espirituales más queridas, al dar su propia visión de los diez arquetipos que esta maestra galesa redescubrió en la leyenda artúrica, en las cosmovisiones indígenas de América y en los mitos de Cercano y Lejano Oriente. Y se nutrió con la sabiduría de Marija Gimbutas, Barbara Wlaker, Merlin Stone, Charlene Spretnak, Mary Daly, Marion Woodman, Christine Dorwinng, Silvia Brinton Perera, Jean Shinoda Bolen, Mónica Sjöö, Starhawk y Budapest, entre muchas otras, a las cuales siempre nombraba y reconocía como importantes influencias en su trabajo y en su vida. De esta manera, todo el aporte del Movimiento de la Diosa se amalgamó en Ethel con sus experiencias personales, proporcionándole una actitud de vida original y liberadora. En los años 90 Ethel escribió numerosos artículos sobre esta nueva Conciencia Femenina lunar y solar -como le gustaba sintetizar- en la revista Uno Mismo y suplementos de esta publicación editados en varios países de Latinoamérica. Y en el nuevo siglo, retirada ya de sus cursos, escribió sobre la Nueva Espiritualidad de las Mujeres, Diosa, Lilith, Ginergía y Tealogía para el “Diccionario de Estudios de Género y Feminismo” coordinado por Susana Gamba y en el
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“Diccionario de Ciencias Sociales y Políticas” editado por Torcuato di Tella, Gamba y otros. También participó en algunas ediciones del portal y de la Agenda de las Mujeres, sabiendo lo importante que es difundir los estudios espirituales de género para las generaciones presentes y futuras de habla hispana. “Con su acento en la inmanencia, que permite percibir lo divino en el plano material, la nueva Tealogía ya les ha posibilitado a las mujeres recuperar el sentido de sacralidad de sus cuerpos y sus procesos naturales y ha fomentado una preocupación ecológica acorde con el respeto por la vida que la cultura patriarcal ha olvidado o dejado de tener en cuenta”, Ethel Morgan, Diccionario de Estudios de Género y Feminismos. En su velatorio, despojado de cualquier imagen cristiana y masculina, sus enseñanzas se hicieron carne cuando sus amigas, compañeras y parientes formamos un círculo tomadas de la mano alrededor del féretro para invocar a Isis, la Gran Diosa de la que Ethel era muy devota, conectarnos con el cielo, la tierra y el otro mundo, con lo sagrado femenino y lo sagrado masculino y cantar para nuestra Maestra expresando nuestras emociones, reconocimiento y agradecimientos a esta gran mujer que trajo tantas revelaciones y sabiduría a nuestras vidas. Al finalizar cada una/o se trazó sobre el cuerpo la estrella de cinco puntas, la estrella de Venus y de las brujas, tal como Ethel nos enseñó. En su propio ritual de muertos ella nos reunió en una ceremonia que para la mayoría fue inédita e iniciatica. Tuve la enorme gracia de tenerla como Maestra espiritual, Hermana del alma y Amiga. Gracias a ella mi vida cambió, se amplió y profundizó cuando Ethel me enseñó a percatarme del gran poder creativo, sanador y transformador de lo Sagrado Femenino en cada mujer y sobre los arquetipos guías de nuestra conciencia profunda a fin de vivir como mujeres plenas y realizadas con una identidad de género integral en la vida cotidiana. Con ella aprendí que no era necesario renunciar a la dimensión sagrada para ser feminista y a la vez participar de la recreación de lo Sagrado Femenino como un derecho indispensable que recuperamos como propio. ¡Hasta la próxima querida Maestra, amiga y hermana, te deseamos una buena vida en el Otro Mundo!!! Solsticio de Invierno 2008, Hemisferio Sur
Cacerolas, Vasijas y Calderos Agenda de las Mujeres 2003 La cacerola, descendiente directa de la vasija aborigen y el caldero de las brujas, apareció en la escena nacional como un instrumento de cambio y transformación. Una función que las cacerolas ya desempeñaban al transformar los alimentos
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sobre el fuego de la cocina, a veces, alcanzando alcanzando una dimensión chamánica y sanadora cuando la comida surgida de esta alquimia casera contenía propiedades curartivas, depurativas, energizadotas e incluso afrodisíacas. De este modo, las cacerolas comenzaron a sonar –en diciembre del 2001- cuando quedaron vacías del alimento, la medicina y el placer más elemental que necesitamos para vivir. La cacerola es un invento y una creación femenina que se remonta al final del Paleolítico Superior (10.000 a. C.) cuando las mujeres descubren la agricultura y comienzan a modelar vasijas de barro, utilizando sus propios pechos como moldes y sus úteros como modelos, endureciéndolas en primitivos hornos para que fueran resistentes y permitieran almacenar agua o semillas secas y cocer alimentos crudos y duros, especialmente para sus niños y bebés con frágiles dientes. De esta época, la vasija sirvió para preparar medicinas ya que la mujer arrastraba más de 100.000 años de recolección de hierbas, raíces, hongos y frutos de todo tipo. De ahí la típica imagen de la bruja del caldero y de la chamán aborigen elaborando distintos preparados, filtros, afrodisíacos y bebidas que sanaban el cuerpo y el alma. En los primeros templos la vasija y el caldero fueron el cáliz de la Gran Diosa que la sacerdotisa ofrecía a la comunidad con su alimento sagrado. Las Diosas del Caldero como son la sumeria Ninhursag, las egipcias Isis y Nefthys, la maya Ixchel, la incaica Sañumama, la celta Cerridwen y la rusa Baba Tagá, entre muchas otras, representan esta función femenina transformadora por medio de la vasija, el caldero, el cáliz y la cacerola. Pero en la cultura patriarcal las cacerolas se volvieron ´simbolos de opresión femenina y la cocina un espacio de encierro sin ninguna conexión con el afuera, Por eso, durante la liberación femenina abandonamos la cocina a fin de cambiar y transformar ese asfixiante estereotipo. Aún así, las mujeres somos las principales elaboradoras de alimentos e integramos la cocina con otros roles, especialmente cuando descubrimos la opresión del modelo anoréxico y la ideología de la no nutrición femenina, o de la mala nutrición de la comida chatarra. Ahora, se suma la anorexia financiera del corralito y la desocupación. Entonces, las cacerolas volvieron a nuestras manos con una nueva función transformadora. Esta vez salieron de la cocina con nosotras para liberar una energía y una conciencia que echó a un ministro intocable y a un presidente más que ciego. Y siguen sonando… como si fueran un tambor ritual para expulsar a los malos espíritus, lo cual no es poca cosa como muy bien lo sabe cualquier mujer chamán cuando tiene la tarea de recuperar la armonía, salud y conciencia de un enfermo o de toda la aldea. En este sentido, los cacerolazos con un alto porcentaje de protagonismo femenino son rituales colectivos donde las mujeres estamos cerca de la chamán aborigen, la bruja desafiante y la sacerdotisa del cáliz sagrado. Si el caldero y la vasija surgieron del ámbito arquetípico femenino con esta función transformadora, es posible que ahora retornemos a la cocina y a las cacerolas con una visión más integral entre lo que se cocina en el hogar y lo que se cocina en la sociedad. Las cacerolas dentro y fuera de la cocina son un puente entre el mundo privado y el público. Y una conciencia en desarrollo sobro lo que hay que hacer en, y entre, ambos mundos.
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Cambiar la fuente de origen la huelga sexual de Lisístrata Con-Spirando, 1996 Al preguntarnos por una ética ecofeminista, una historia saltó de mi memoria. Fui a mi biblioteca y allí estaba un relato antiguo acerca de la ética femenina en tiempos patriarcales. No es un texto mitológico pero sí arquetípico. El relato es tan actual que por momentos una puede olvidarse de la época en que fue escrito. Quiero narrarlo para ustedes y compartir algunas reflexiones. El comandante de la guardia enfrenta a las mujeres que cierran el paso de entrada a la ciudadela, seguido por su tropa y por un grupo de ancianos. Presionado por los ancianos –comerciantes, políticos y escritores exceptuados de ir a guerrear a los enemigos del sur- ordena detener a esas mujeres. “Tóquenme un solo dedo, dice una, y van a chillar”. Entonces pronuncia el nombre de la diosa de los hechizos. Los gendarmes se detienen, prefieren morir en combate que estar bajo el influjo de algún embrujo. Enfurecido el comandante ordena traer palancas, ignorar a las mujeres y forzar la cerradura. “Nada de palancas, advierte otra, adentro hay escuadrones de mujeres. Vendedoras de legumbres y de placer, panaderas y criadas, todas están armadas y con ganas de guerrear”. El comandante no la escucha y va hacia la puerta en el momento en que las mujeres armadas salen de la ciudadela y se produce una trifulca de gritos, arañazos y golpes. Una de las líderes de la revuelta pide parar y los soldados retroceden, desconcertados. “¿Creíste que éramos una legión de esclavas? ¿Y que las mujeres no tenemos nuestro corajito?” dice la líder. “Malditas!!! ¿Qué pretenden ocupando la ciudadela con estas barricadas?” grita el comandante. Y ellas contestan: “Cuidar la plata y estobar en los planes de la guerra. ¿No somos nosotras las que administramos los bienes de la casa a favor vuestro? ¿Para qué la guerra? ¿Para defendernos? Nosotras los defenderemos y salvaremos tu vida, mi amigo”. El comandante se burla, piensa que están locas. Pero horas antes las ancianas habían tomado las calles ocupando la ciudadela con la excusa de un ritual. Las jóvenes se armaron y las esposas se entrevistaron en secreto con las mujeres del sur. Juntas firmaron un pacto que acabaría con la guerra entre ambos pueblos. Todas estaban agobiadas por la continua pérdida de hijos, nietos, maridos, amantes, hermanos y amigos. Deprimidas porque la vida se les escpacaba de las manos, impedidas de disfrutarla con tanto duelos y ausencias. Pero también estaban furiosas porque los hombres decidían sin consultarlas y consumían los recursos económicos de la ciudad en combates absurdos. Entonces la líder informa que todas las mujeres se resistirán a complacer sexualmente a los hombres y que éstos cuando no soporten más la abstinencia con el “arma enhiesta” firmarán la paz. Los ancianos las insultan y amenazan con el cepo. “Hemos soportado demasiadas penas. Primero parimos hijos y luego son despachados a la guerra, mientras ustedes hablan y hablan tanta necedad. Y cuando preguntamos sobre los desaciertos y el fin de los conflictos, nos mandan a tejer la tela y nos dicen que no nos metamos porque la guerra escosa de hombres. Pero si toman resoluciones perniciosas tenemos derecho a sugerir otras soluciones”. Usando metáforas del
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tejido la líder expresa cómo gobernarían las mujeres: desarmando la madeja de los problemas que los abruman, expulsando a los corruptos de los puestos de poder). Y con los ciudadanos, refugiados y enemigos harían un solo ovillo para “tejer un gran mando para el pueblo”. En ese momento llega la noticia: el ejército está de regreso en la ciudad y los hombres reclaman a sus esposas y amantes. La historia continúa con escenas de maridos llamando a las mujeres refugiadas en la fortaleza. Algunos hombres van con sus hijos para persuadirlas, lamentándose por el desastroso estado de la casa y los críos. Algunas mujeres salen de la ciudadela porque sus esposos ni siquiera saben cuidar a los pequeños. Sin embargo, la mayoría, aún dentro de las casas, resiste. Sólo tendrán amor sexual cuando haya paz. Los hombres las seducen, las amenazan con abandonarlas, las golpean pero ellas mantienen el pacto. Habían acordado que si eran violentadas irían a la cama pasivamente, sin ganas. “Porque donde hay violencia, dijeron, no hay placer”. “Que se sometan a la condición que hemos impuesto” exclaman desde la fortaleza ocupada. Y después de varios días de huelga sexual, los hombres andan encorvados e irritados. Con escudos y túnicas esconden el miembro erecto, al borde de un ataque de nervios. Entonces deciden convocar a los enemigos. Los hombres de la delegación del pueblo del sur no están en mejores condiciones. El agotamiento y la tensión se manifiestan claramente. Sus mujeres no se unen a ellos. Y sin necesidad de gastar palabras llaman a la líder de la revuelta y ante ella firman la paz. Luego hay música, danzas, festejos de mujeres y hombres que se aman, mientras alguien canta “el varón junto a la mujer y la mujer junto al varón…” Esta historia llamada “Lisístrata” es una comedia escrita por Artistófanes, representada en Atenas en el año 411 a. C. durante le patriarcado de la edad clásica. La decisión de estas mujeres de dos pueblos en guerra de llevar adelante una medida que frene una de las formas más terribles de eliminación de las especies, simboliza esto que llamamos ética ecofeminista. La situación beligerante ante la cual las mujeres decretan la huelga sexual, puede reemplazarse hoy con las guerras regionales, la pobreza estructural, la explotación abusiva de la naturaleza y los esfuerzos de las mujeres por modificar estas situaciones. Actualmente investigadoras feministas están registrando la emergencia de una neuva ética que definen como un poder con otros, en lugar de un poder sobre otros. Algunas dirigen la mirada hacia la cultura de la Diosa ante la necesidad de encontrar un símbolo, un arquetipo, que revele, la nueva visión. No basta con rechazar los estereotipos femeninos del patriarcado. Hay que reemplazarlos por otros más plenos, como meta y guía de realización porque, en momentos de crisis (personal o comunitaria) fácilmente se vuvle a los viejos modelos en busca de sentido para entender lo que pasa. Sally Gearhart –citada por Charlene Spretnak en “Política de la espiritualidad femenina”- afirma que es necesario un “reoriginamiento”, un cambio de fuente de origen. “Las mujeres, dice, están re-originando y reformulando sus actitudes hacia el mundo, articulando un nuevo sistema de valores, una nueva ética que posibilitará usos de la energía más favorables a la vida (todo tipo de energías y conciencia). En este sentido se orientan las investigaciones acerca de la tradición de la Diosa pre-patriarcal. De estas investigaciones recojo las denominaciones utilizadas por Ethel Morgan en su libro “La Diosa en Nosotras” para designar nueve aspectos en los que se revelaría la Diosa Creadora: la Energizadota, la Limitadora, la Protectora, la Iniciadora, la Desafiante, la Liberadora, la Conectora,
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la Nutricia y la Potenciadota. Sus mitos y tradiciones contienen los arquetipos de una cosmovisión diferente, y brindan pistas para relabrar una identidad femenina más completa, en concordancia con todos los ecosistemas. Limitar al que limita En la época de Aristófanes el hilado y le tejido habían perdido sus significados sagrados y eran utilizados por el primitivo patriarcado griego para segregar a las mujeres en el hogar, alejándolas de las decisiones de la comunidad. Las mujeres, ciudadanas de segunda categoría no votaban, no participaban del gobierno ni del tribunal, no poseían bienes ni recibían educación. Las mujeres de la revuelta abandonan ese estereotipo del patriarcado y asumen a la Limitadora, en este caso, limitando al que limita. Tejen nuevas relaciones entre ellas y con las mujeres de otro pueblo. Perciben algo de su ancestral pasado, son concientes del presente que el patriarcado les impone y, entonces, proyectan un futuro diferente. Algunas, armadas como Artemisa (la diosa que invocan cuando intentan arrestarlas) encarnan a la Protectora que dispara sus flechas cuando se destruye la vida que ella anima como protectora de los recién nacidos y de todos los animales que maman. Y toman la Acrópolis, sede el gobierno donde estaba el templo de Atenea, el Partenón, y era el lugar del tesoro público. Atenea era la antigua ninfa roja del amor y la fertilidad, guardiana de la comunidad, antes que diosa guerrera. Como patrona de las artes y de la sabiduría, ella representaba el pensar decidido asociado a una nueva manera de centrar la conciencia en algo que es importante; ir directo hacia un objetivo, una meta, una obra creativa. Igual que Artemisa y Atenea, las mujeres se vuelven vírgenes, según la idea clásica, rechazando el contacto sexual y el embarazo, protegiendo la sobrevivencia de los ya nacidos hasta que las cosas cambien. Pero también asumen el atributo más antiguo de la Diosa Parthenos: dueña de sí misma, libre e independiente. Bajo el influjo de estos arquetipos femeninos, la huelga sexual frena y corta “el hilo” de la destrucción. Transforma una situación injusta tejiendo nuevas pautas de convivencia (amor sexual en un marco de paz, hijos para la vida y no para la muerte, reconciliación con los enemigos y recursos económicos orientados al bienestar comunitario). Sin embargo, Aristófanes no pudo decirnos cómo y en qué medida se transformaron las relaciones y el ejercicio del poder entre ambos sexos. Sólo propone una igualdad tímidamente expresada. Ese vacío, ese después, es la historia que las mujeres vienen tejiendo en los último tiempos. Es la ética ecofeminista practicada por miles de mujeres en su actuar en la sociedad y la cultura patriarcal de hoy. Desde le punto de vista arquetípico, implica la activación de otros aspectos: la Liberadora, la Conectora, la Potenciadora, etc. El eco que escucho en el presente de la historia de Lisístrata es una voz firme y persistente, que se niega a reproducir y entregar vidas al patriarcado, a seguir sosteniendo estructuras que marginan a la mujer, que multiplican la pobreza y explotan los ecosistemas poniendo en riesgo la vida del planeta. Una voz que se niega a seguir sosteniendo todo esto con el fruto de nuestro cuerpo y de nuestras almas.
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Los amores de Afrodita La Tertulia, 2002
Esta historia comienza cuando los dioses guerreros de las espetas llegaron a Grecia y el Mediterráneo y empezaron a difundir sus leyes y costumbres, casándose con las diosas nativas e imponiéndoles el matrimonio monogámico de por vida. Muchas diosas se resistieron y Afrodita fue una de ellas. Imaginen a la Diosa del Amor, el Deseo, el Erotismo y la Risa restringida a una sola relación por toda la eternidad...? Por su parte, los dioses guerreros no se animaron a forzar o violar a Afrodita como lo hicieron con otras diosas porque temían que esta inconquistable diosa los terminara dominándolos a ellos. Sin embargo, insistieron con el asunto del casamiento y propusieron a Hefesto como marido de Afrodita, un dios nativo del fuego y la forja que trabajaba los metales y creaba los más bellos objetos, joyas y herramientas. Y Afrodita aceptó casarse con tal de que la dejaran tranquila. Hefesto no le desagradaba y la diosa pensó que una persona tan creativa y con un sentido estético tan alto debía tener un alma sensible y apasionada. Pero por fuera aquella aquella pareja parecía la Bella y la Bestia porque Afrodita, la más bella, se iba a casar con el más feo. Hefesto no era muy agraciado y además era cojo. El mismo se había fabricado unas piernas ortopédicas oro y plata para poder caminar. Hefesto siempre andaba todo tiznado y transpirado debido a tu trabajo en las forjas en el interior de los volcanes. Finalmente, Afrodita se casó con Hefestos y se fueron a vivir juntos a un castillo y por un tiempo la relación matrimonial funcionó bastante bien. Cada noche, la diosa y el dios se estrechaban apasionadamente y se amaban con sinceridad. Pero después de un tiempo la cosa cambió. Ares, el dios de la guerra, comenzó a seducir a Afrodita y ella no fue indiferente a las insinuaciones de Ares.. Afrodita volvió a sentir su desbordante erotismo. Tenía curiosidad porque Ares era un potente dios fálico de la vegetación que había devenido en guerrero. Entonces Afrodita llevó a Ares a su propio lecho matrimonial una tarde cuando Hefesto estaba en su taller. Y como Afrodita sentía que no hacía nada malo tuvo relaciones con Ares sin preocuparse en ocultar aquella relación. El resultado fue que Hefesto no tardó en enterarse de lo que sucedía. Hefesto estaba indignado, al final de cuentas todo aquel asunto del matrimonio era una farsa y profundamente herido decidió exigir justicia ante los dioses del Olimpo. Para lograrlo confeccionó una fina red de metal tan delgada que a penas se veía y tan fuerte que podía atrapar a una manada de toros. La colgó sobre el lecho matrimonial y la conectó a una palanca. Al día siguiente simuló que se iba de viaje a buscar metales para su taller pero se ocultó en el castillo junto a la palanca esperando el momento oportuno. Afrodita no tardó en hacer entrar a Ares a su cámara matrimonial y cuando ya estaban copulando apasionadamente, Hefesto accionó el mecanismo y dejó caer la delicada red que envolvió a los amantes y se cerró con fuerza inmovilizándolos completamente. Ni Afrodita ni Ares pudieron mover un dedo y allí se tuvieron que quedarse desnudos y copulando. Entonces Hefesto llamó a todos los dioses del Olimpo para que fueran testigos de la infidelidad de su esposa e impusieran a Ares y Afrodita de un castigo. Los dioses se presentaron pero las diosas no fueron, al parecer porque apoyaban a Afrodita. Hefesto exigió el divorcio y Zeus que actuaba como juez estaba indeciso sobre el castigo que debía aplicar para que el ejemplo no cundiera entre las diosas
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y las mujeres. Pero por otro lado temía que Afrodita y Ares se vengaran uniendo sus fuerzas contra los dioses guerreros. Mientras Zeus decidía, Apolo estaba junto a Hermes contemplaba a los amantes atrapados en plena cópula y Apolo le preguntó a Hermes si le gustaría estar en el lugar de Ares y él le contestó que sí y que no le importaría estar en esa misma situación con Afrodita envueltos por tres redes y con todos los dioses mirando con desaprobación. Finalmente, Zeus declaró que Afrodita debía dejar a Hefesto, devolver las joyas y tesoros de oro y plata que Hefesto le había regalado, entre ellos el famoso cinturón de oro que cuando la diosa se lo colocaba era irresistible y a Ares le aplicaría un castigo aún por determinar. Entonces Hefesto liberó a los amantes y Afrodita se fue a vivir a la isla de Chipre donde había un templo dedicado a ella regenteado por sacerdotisas orgiásticas. Luego de unos días Hefesto olvidó todo el asunto y a raíz de su amor por Afrodita permitió que se llevara, el cinturón, las joyas y tesoros. Afrodita continuó su relación con Ares como amantes. Ninguno de los dos quiso casarse. De esta manera, Afrodita recuperaba su antigua condición de diosa libre y Ares podía alardear de haberle robado la mujer a otro y haber conquistado a la diosa más inconquistable. Sin embargo, a Ares también le llegaría “su San Martín” (como decimos se decía antes) y fue cuando Afrodita se enteró que en los bosques de cedros del Líbano un joven cazador llamado Adonis iba todas las tardes a ese hermoso lugar a probar su arco y flechas. Afrodita conoció a Adonis cuando era un niño recién nacido, salido del tronco de la diosa árbol Esmirna, la patrona de la mirra, y con Perséfone había participado del parto y de la crianza del bebé durante varios meses turnándose cada diosa en el cuidado del pequeño, para luego entregarlo a las sacerdotisas del templo de Astarté para que continuaran con su crianza y educación, ya que la madre convertida en árbol de mirra no podía hacerlo. Ahora, Adonis era un hermoso y desarrollado joven humano y Afrodita sintió deseos de volver a verlo. Un día salió en su barca marina y cruzó el mar de Chipre hacia la costa del Líbano y lentamente ingresó en el bosque para que el muchacho no se asustara. A la distancia sintió el aroma a mirra que emanaba del cuerpo del joven. De a poco fue acercándose para no abrumar al joven humano con su energía divina y en un momento en que él giró para apuntar con su arco y flecha su mirada se encontró con la de Afrodita y el arma resbaló de las manos. Eso fue amor a primera vista tanto para él como para ella y luego de mirarse durante un largo rato se acercaron y se abrazaron y se besaron como si se conocieran desde siempre. Y ese encuentro se repitió muchas veces. Afrodita estaba fascinada con Adonis, sentía por él algo muy diferente a lo que sentía con Ares. Además de la pasión sexual, Adonis despertaba unos sentimientos que ampliaban la experiencias erótica. Y como sucedió anteriormente, Afrodita no ocultó esa relación y los dioses guerreros no tardaron en enterarse y comenzaron a cargar a Ares por estar en la misma situación que Hefesto, y peor aún, decían, porque su amante había elegido a un joven humano no a un dios para reemplazarlo. Ares sintió una furia y cólera desbordantes que lo llevaron a tomar venganza. El dios de la guerra no se tomó el trabajo de crear una ingeniosa trampa para poner en evidencia a los amantes como había hecho Hefestos. Tampoco podía reclamar derechos sobre la diosa que no era su esposa. Entonces, sintiéndose profundamente atacado y ridiculizado, Ares siguió a Afrodita cuando iba al bosque y convertido en un poderoso y temible jabalí se le adelantó y corrió directo hacia donde estaba Adonis esperando a la diosa. Lo derribó de un solo golpe y clavó los afilados colmillos en los genitales del joven. Desangrándose irremediablemente, Adonis se retorcía de dolor y sus gritos alarmaron a Afrodita que corrió hacia él
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encontrándolo muerto en un mar de sangre. Desesperada abrazó el cuerpo de su joven amado y comenzó a llorar desconsoladamente. Pero luego se levantó la vista para encontrar al atacante y a unos metros vió a un jabalí que se transformaba en Ares. La diosa lo maldijo negándole el amor de cualquier diosa y le prohibió que se acercara a ella. Luego volvió a llorar sobre el cuerpo de su joven amado suplicando a las diosas de la vida y de la muerte revivir a Adonis. Al rato se presentó Hermes, el mensajero de los dioses y el encargado de llevar a los muertos al Reino Subterráneo de Perséfone, y esperó que Afrodita terminara de desahogarse para cargar en sus brazos el cuerpo y el alma de Adonis. Entonces la diosa le dio un mensaje para Perséfone: “Oh Hermes, dile a la Reina de los Muertos que tenga compasión del joven Adonis cuya vida ha sido arrebatada violentamente por Ares y me conceda el deseo de tenerlo al menos un día cada año”. Llevándose al joven muerto Hermes voló hacia la morada de Perséfone para que la diosa de los muertos ejecutara los ritos de ultratumba. Al ver al joven que ella también había criado y amado, Perséfone se conmovió y le dijo a Hermes que accedía al pedido de Afrodita pero antes debía rociar al joven con el agua del olvido y retenerlo durante un año. Hermes llevó el mensaje a Afrodita y esa decisión la animó. Sin embargo, Afrodita seguía de duelo, lo cual preocupó a los dioses y diosas del Olimpo porque la tristeza de la diosa del amor se expandía cada vez más sobre la tierra y las personas vivían deprimidas e irritadas peleando por cualquier insignificancia. Al llegar la primavera, Perséfone llamó a Hermes y en su presencia revivió a Adonis con el agua de la vida y lo entregó para que por un día volviera a reunirse con Afrodita en el bosque de cedros. Allí la diosa y el joven volvieron a amarse intensamente pero Afrodita notó que el joven no recordaba nada de su vida anterior y que luego del acto amoroso caía en un profundo sueño. Esta situación se repitió año tras año y cuando Hermes se iba cona el joven para devolverlo al Mundo Subterráneo, Afrodita se deprimía aún más. Entonces, Afrodita tomó una decisión y le dijo a Hermes: “Ya es hora de que Adonis obtenga su descanso definitivo. Dile a Perséfone que si está de acuerdo le otorgue a nuestro amado joven el beneficio de ingresar en los Campos Elíseos para que pueda vivir en la luz y paz eterna”. Perséfone estuvo de acuerdo con la decisión de Afrodita y puso a Hermes como testigo del destino final de Adonis cuando lo roció una vez más con el agua del olvido y lo hizo ingresar en la morada eterna de la cual ya no se regresa. Al finalizar el ritual Hermes voló hasta Chipre para contarle cómo había resultado todo y allí se quedó conversando con Afrodita como dos viejos amigos. Afrodita le pidió que la visitara más seguido y le llevara noticias del cielo, la tierra y del mar porque la diosa a penas salía de su residencia. Un día Hermes le describió el preocupante panorama que asolaba a los seres humanos, privados de la energía y poder de Afrodita. Le habló sobre la violencia y las violaciones que se producían cada vez más seguido. En todas las ciudades y pueblos estallaban conflictos creándose un clima de odios, celos y venganzas pasionales de todo tipo. Y cómo Ares, aún enojado con la diosa desataba guerras y peleas a diestra y siniestra. “Es necesario que vuelvas, le dijo Hermes a Afrodita, sino el único que va a sacar provecho de todo esto es Ares. He visto demasiados muertos atravesados por el dolor y el desamor. Pero si tu vuelves a manifestar tu poder en el mundo las cosas van a cambiar y la alegría, el placer, el amor, la comprensión mutua, el arte, la música y las danzas volverán a alimentar la vida de los humanos y también de los dioses”.
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Afrodita lo escuchó sin decir nada y después de meditarlo le pidió a Hermes que la acompañara al mar donde la diosa ejecutaba uno de sus acostumbrados baños revitalizadores. Afrodita se desnudo e ingresó al mar dejando que las olas la mecieran suavemente. Hermes que la contemplaba extasiado desde la orilla estaba más que feliz porque ese baño anunciaba el retorno de la diosa. Desde la orilla Hermes le preguntó cómo se sentía y Afrodita miró a su amigo como si fuera la primera vez y se sorprendió de verlo tan hermoso y relajado. Hermes no necesitaba alardear como Ares para sentirse seguro de sí mismo. Era un ser que al conocer como pocos los misterios del Mundo de los Muertos mantenía un profundo respeto por la vida y un increíble sentido común para tratar a esa compleja sociedad de diosas y dioses. No es casualidad que la madre de Hermes haya sido Maya, pensó Afrodita, la única que pudo criarlo en la magia necesaria para entender a los vivos y los muertos. Afrodita estaba sumergida en estos pensamientos cuando volvió a escuchar la voz de su amigo que desde la playa una vez más le preguntaba cómo se sentía. “Me siento plena y completa”, contestó Afrodita preguntándoles: “Y tú, ¿como te sientes?”. “Mirándote, también me siento pleno y completo”, respondió Hermes. Entonces Afrodita invitó a Hermes a compartir ese momento con ella. Hermes se desnudó y nadó hacia la diosa que lo abrazó con sus brazos y piernas para hacer el amor con él. Dicen que la relación entre Hermes y Afrodita fue la más armónica y perfecta de todos los tiempos porque esa unión era de cuerpo, corazón y espíritu. Tan grande fue el amor de Hermes y Afrodita que en la Edad Media cuando el cristianismo ya había eliminado el culto a la diosa del amor, los alquimistas seguían recreando la unión perfecta de Hermes y Afrodita en sus laboratorios -y en sus almas- cuando obtenían la piedra hermafrodita, la piedra filosofal.
Diosa Creadora y Diosa Solar 21 de junio, Año Nuevo Hemisferio Sur Portal Agenda de las Mujeres, 2002 Para las mujeres de la espiritualidad de la Diosa el solsticio de invierno es el momento del año en que la vida es recreada y regenerada luego de su muerte cíclica, natural y estacional. El 21 de junio, en la noche más larga del año, celebramos a la Diosa Origen, la Creadora, que en su noche cósmica creó el universo, la vida y el mundo surgiendo de las aguas primordiales, gestando y pariendo en su divino útero y con su divina conciencia a todo cuanto existe. Después del solsticio de verano y durante el otoño la vida y el sol han ido en descenso, regresando a seno de la Diosa para morir, regenerarse y renacer. Por esto, también celebramos a Lucina, la Diosa Sol que desciende a las profundidades de la tierra, al útero de su Madre Creadora, para renacer en el amanecer del solsticio de invierno. Lucina es el nombre de la deidad solar de la Europa precristiana. En Japón es venerada como la gran diosa solar Amaterazu y en Oceanía es la solar Diety, la creadora cuyas Hijas Gemelas parieron a los primeros seres humanos. En los Andes a Pachamama también la veneraban como PACHACANCHAY, la luz del universo identificada con el sol.
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Para los tobas del Chaco argentino y paraguayo es Aquehua, la diosa sol presente en el relato de origen y que periódicamente pasa de joven a vieja y de vieja la joven en cada solsticio. Diosa y Dios solares aparecen en distintas tradiciones como hija o hijo de la Creadora para expresar este renacer cíclico. En cada solsticio de invierno celebramos este nacimiento de la vida y del mundo reactualizado el relato de creación, recitándolo, danzándolo, cantándolo y llevando a la propia conciencia a esa instancia primordial en el profundo y oscuro seno de la Creadora para despojarnos de lo negativo y de lo que perece para luego ascender con su luminosa Hija, la diosa solar. De esta manera, como sucede en las culturas aborígenes que sintonizan con los ciclos de la naturaleza, el 21 de junio es el verdadero Año Nuevo en el hemisferio sur, así como el 21 de diciembre lo es para el hemisferio norte. Todas las tradiciones ancestrales que festejan el comienzo de año -que de hecho se da en la naturaleza- lo hacen en su propio solsticio de invierno, o algunos días después, y el motivo de la fiesta es inaugurar un nuevo ciclo de vida, reviviendo el relato de creación y la gloria de la creación en la próxima primavera y verano. Las mujeres que practicamos la espiritualidad de la Diosa coincidimos con nuestros hermanos y hermanas aborígenes de América del Sur en celebrar el Año Nuevo el 21 de junio. Un nuevo año estacional que también es el comienzo del Año Nuevo espiritual y sagrado, ya que la divinidad creadora, predominantemente femenina en la mayoría de las tradiciones nativas como es Pachamama, Bauche, Nunguí, Xalpen, Cipactli, Ixmucana, la Madre Tierra, etc., está presente en el mundo que ha creado y es ella la que hace renacer a su hija o hijo solar. Ella es la ley natural presente en el flujo de solsticios y equinoccios, es la ley sagrada inmanente. Festejar el Año Nuevo estacional, sagrado y social el 31 de diciembre en el hemisferio sur es contradictorio, ya que es una fecha importada del norte que no se ajusta a nuestras necesidades personales y colectivas más profundas, obligándonos a a celebrar un nuevo comienzo cuando la energía empieza su lento descenso a medida que los días se acortan, los frutos caen a tierra, los árboles se despojan de sus hojas y la savia baja a la raíces. Una fase del año necesaria y sagrada pero inadecuada para los comienzos de actividades, proyectos, desarrollos, trabajos y relaciones. No es casualidad que los pueblos de América del Sur vivamos situaciones de subdesarrollo y carencias, entre otras cosas, a raíz de que estamos a contra pelo con los ciclos estacionales y energéticos que influyen en nuestras vidas, ubicando el Año Nuevo y nuestros inicios en una época del calendario de culminación e introspección y no de renacimiento y manifestación. El solsticio de invierno es, particularmente para las mujeres, un tiempo de reoriginamiento para nuestra alma, cuerpo, derechos, relaciones y creaciones, en el que la conciencia lunar creadora vuelve a gestar y parir nuestra conciencia solar femenina para actuar en el mundo.
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Sobre la Autora
Foto Javier Bernardo
Analía Bernardo nació en Mendoza en 1958. Es docente, periodista y escritora. Participa del movimiento de la Diosa, se formó con Ethel Morgan, pionera de la espiritualidad femenina en Argentina. Desde hace una década enseña la tradición de la Diosa y de los arquetipos femeninos en talleres presenciales y a distancia como son “La Triple Diosa en cada mujer”, “La Sabiduría de los Sueños”, “Arquetipos y Estereotipos Femeninos”, “Mitos y Relatos para mujeres”, “La Sangre Femenina” junto a Myriam Wigutov, “Diosa y Menopausia”. Ha publicado artículos, ritos y poemas sobre lo Sagrado Femenino con mirada de género en La Barca, Mithos, Con-Spirando, El Caldero, Milenia, La Tertulia, La Morada, Mujeres de Empresa, en el suplemento Triple Jornada y Las 12 y en el portal Agenda de las Mujeres, la Agenda de las Mujeres 2000, 2001, 2002, 2003 y 2004 (edición gráfica), la Arboleda de las Hijas de Gaia y El Círculo de Mujeres, entre otros sitios de internet. Y es autora de otros libros digitales: “Eurínome, la Diosa Creadora”, “Deirdré y la Diosa del Amor”, “Esfinge, Gorgonas y Sirenas, las desafiantes del lado oscuro” y “Diosas y Chamanas, orígenes de las Brujas”. Como bruja urbana y facilitadota de lo Sagrado Femenino trabaja con las diosas de la Cuaternidad Femenina presentes en el ciclo menstrual, en los sueños, utiliza varios tarot y juegos de cartas para descubrir los arquetipos guías. Para comunicarse con ella:
[email protected]
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