CUADERNOS CUADER NOS DE LE LENG NGUA UA ES ESPA PAÑO ÑOLA LA 23
Graciela Reyes
El abecé de la pragmática
ARCO/LIBROS,S.L
Graciela Reyes
El abecé de la pragmática
ARCO/LIBROS,S.L.
CUADERNOS CUADERNOS DE
Lengua Española Dirección: L. Gómez Torrego
1. a edición, 2.a edición, 3.a edición, 4.a edición, 5.a edición, 6.a edición, 7.a edición,
1995. 1996. 1998. 2000. 2002. 2003. 2007.
© by Arco Libros, S.L., 2007 Juan Bautista de Toledo, 28. 28002 Madrid ISBN: 978-84-7635-169-7 Depósito legal: M. 156-2007 Printed in Spain - Impreso por Lavel, S. A. (Madrid)
ÍNDICE
I N T R O D U C C I Ó N
Pág-
1. Pragmática eres tú 2. El significado de l habl ante CAP ÍT UL O I.
1. 2. 3. 4.
Ora ció n y enunc iado La codif icació n del cont exto Qué hacer co n el exceso El con tex to, los contextos
CA PÍ TU LO I I .
1. 2. 3. 4. 5. 6.
Lo DI CH O Y LO IMPL ICA DO: EL MOD EL O DE GRICE ...
El pr in ci pi o de coope ració n Ejemplos de implica turas Tip os de implicatura s Lógica y conversación
CA PÍ TU LO IV. VANCIA
1. 2. 3. 4.
¿Q UÉ ES LA PRAGMÁTICA?
Definic iones La sinfonía, los músicos y sus ejecuciones defectuosas El lenguaje no es siemp re gra matical ni siempre lóg ico ... La teoría de los actos de hab la El significado int enc ion al La pragmátic a actual
CA PÍ TU LO I I I .
1. 2. 3. 4.
EL SIGNIFICADO CON TEX TUA L
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Lo DIC HO Y LO IMPL ICAD O: LA TEORÍ A DE LA RELE
El concepto de relevancia Interf erenci as y con tex to La expl icat ura La relevancia de las metáforas
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EJERCICIOS
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BIBLIOGRAFÍA
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INTRODUCCIÓN
1. PR AGM ÁTI CA ERES TÚ
Usamos el lenguaje todos los días, lo usamos descuidada mente, dificultosamente, placenteramente, artísticamente. Tene mos conciencia de usarlo con mayor o menor corrección o efec tividad, pero rara vez nos paramos a pensar en el mecanismo oculto que hace funcionar la comunicación, es decir, en los principios que guían el empleo del lenguaje en nuestros diálo gos con los demás. Las palabras significan por sí mismas, y, sin embargo, la co municación exige mucho más que intercambiar significados pre establecidos. Piénsese en la diferencia entre preguntar "¿Qué quiere decir esa palabra?" y "¿Qué quieres decir con esa pala bra?" En el primer caso estamos pidiendo una información so bre el lenguaje, que se encuentra, por ejemplo, en el dicciona rio. En el segundo caso, estamos planteando un problema de interpretación que tiene que ver con la intención del hablante al usar la palabra: estamos preguntando por el significado que debemos interpretar en ese contexto. La pragmática lingüística estudia esa segunda dimensión del significado, analizando el lenguaje en uso, o, más específica mente, los procesos por medio de los cuales los seres humanos producimos e interpretamos significados cuando usamos el len guaje. En estos últimos años, la pragmática se ha afianzado y ex tendido de manera notable, como atestiguan varios congresos internacionales multitudinarios, nuevas revistas especializadas, y un número creciente de libros, manuales, artículos y tesis doc torales. El estudio del uso del lenguaje no es nada nuevo (lleva, pro bablemente, más de dos milenios), pero la pragmática es el pri mer intento de hacer, dentro de la lingüística, una teoría del
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significado de las palabras en su relación con hablantes y con textos. El programa de la pragmática es muy provocativo: se tra ta de explicar, entre otras cosas, en qué consiste la interpreta ción de un enunciado, cuál es la función del contexto, qué relación hay entre el significado literal y el significado comuni cado, por qué hablamos con figuras, cómo afecta la función co municativa a la gramática de las lenguas. Para estudiar estos fenómenos es preciso volverse hacia el usuario y observar sistemáticamente qué hace con el lenguaje. Somos nosotros los que nos comunicamos, no nuestros mensa jes, y por eso puede decirse que la pragmática trata de nosotros, los hablantes. La pregunta ¿qué es la pragmática?, que es una de las que debemos contestar en estas páginas, tiene algo en co mún con aquella del poema de Bécquer: ¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas? Poesía eres tú. (Rima XXI)
A "¿Qué es la pragmática?" podría contestarse también "Prag mática eres tú". Lo bello, fascinante y complejo de la mujer que pregunta, en el poema de Bécquer, cualidades que la asimilan, para el poeta, a la poesía misma, se transforma, en nuestra ver sión prosaica, en lo bello, fascinante y complejo de nuestra ca pacidad para comunicarnos por medio del lenguaje. 2.
EL SIGNIFICADO DEL HABLANTE
La pragmática se ocupa de estudiar el significado lingüístico, pero no el significado de las palabras aisladas de contexto, ni de las oraciones aisladas de contexto, sino el significado de las palabras (u oraciones, o fragmentos de oraciones) usadas en ac tos de comunicación. El significado del lenguaje usado se suele llamar "significado del hablante", y se caracteriza por ser inten cional y depender de las circunstancias en que se produce el ac to de la palabra. Las palabras que usamos constituyen casi siempre un esbozo, un dibujo aproximado, una guía imprecisa y cambiante según la ocasión, guía que tiene la virtud, sin embargo, de suscitar cier tas imágenes mentales en nuestros interlocutores. Si esas imáge nes coinciden aproximadamente con las que queríamos provo-
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car, consideramos que nos hemos comunicado. El proceso es muy complicado y cuanto más se lo analiza más se admira uno de que la comunicación se realice con tanta frecuencia y for tuna. Si al volver a casa después de unos días de vacaciones en contramos un mensaje en el contestador que dice algo como Soy Juana, y quería decirte que el martes salgo para Roma
enten dem os, ent re otras cosas no dichas, que Juana no habl aba desde Roma, que el día que llamó era cualquiera menos el lu nes anterior a su salida (porque en ese caso hubiera dicho "ma ñana" o "mañana martes"), y también entendemos, o debería mos enten der, ent re otras cosas posibles, q uié n es Ju an a y para qué nos da esa información. La pragmática estudia los princi pios regulares que guían los procesos de interpretación lingüís tica. Al estudiar esos principios, la pragmática estudia también la naturaleza del lenguaje como instrumento de comunicación. La noción de significado del hablante se opone a la de sig nificado convencional, a veces llamado literal, que es el que las expresiones poseen por convención, el que comparte toda la co munidad de hablantes y suele estar registrado en gramáticas y diccionarios. Este nivel de significado es estudiado por la se mántica. Problemas como la ambigüedad y la polisemia de ciertas expresiones corresponden al campo de estudio de la se mántica. En un sentido más estricto, la semántica estudia la co rrespondencia entre las oraciones y el mundo, es decir, las con diciones veritativas que deben cumplirse para que una oración sea verdadera o falsa. Al usarse el lenguaje se producen signifi cados que desbordan el valor veritativo de las oraciones; estos significados residuales, no preestablecidos, deben ser teorizados por la pragmática, que muchos lingüistas ven como un comple mento de la semántica y por lo tanto como una parte de la lin güística. El proceso de entender literalmente una expresión lingüísti ca es ya bastante complicado, sobre todo cuando el mensaje, aunque explícito, es difícil de descifrar por su tema, por su vo cabulario, y a veces porque no conocemos suficientemente al emisor o a las circunstancias en que fue emitido. En otros ca sos, el significado convencional de las palabras no es suficiente. Algunas expresiones como, por ejemplo, yo, este, allá, maña na, solo significan cuando se las pone en un contexto. Si alguien
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golpea la puerta y dice Abre, soy yo debo reconocer la voz para decidir a quién le abriré o no la puerta, ya que la palabra yo no remite a ninguna persona específica, sino que meramente seña la al que habla. Yo y otras expresiones similares dejan de refe rirse al mundo cuando se las saca de contexto: sin un punto de origen (un hablante en su lugar y tiempo, dotado de intención comunicativa) resultan vacías. Otras expresiones tienen pleno significado, pero este varía según quién las use, cuándo, y con qué intención. Cuando de cimos no, a veces queremos decir quizá, e incluso sí, y decirle que sí a un niño no es lo mismo que decirle que sí al juez. La referencia al mundo de ciertas palabras puede también cambiar. Tibio no significa lo mismo en El biberón está tibio y en La cerveza está tibia: en cada caso la palabra tibio se refiere a una tempera tura diferente e implica una serie de cosas diferentes (entre es tas, por ejemplo, que el bebé ya puede tomar el biberón, y que es imposible beber la cerveza). La expresión el libro de Rosa no es fácil de descodificar, ya que la relación entre "el libro" y "Rosa" (si Rosa es la autora o es la dueña del libro) depende de principios pragmáticos. Como veremos en los capítulos m y rv, para seleccionar la interpreta ción correcta de una expresión como esta el oyente debe partir del supuesto de que el hablante está diciendo algo pertinente y comprensible, es decir, debe partir de principios pragmáticos para establecer el significado de la expresión. Pero una vez que se llega a entender lo que alguien ha di cho (lo explícito) falta todavía un gran paso para completar la interpretación de un enunciado. El significado que el hablante quiere comunicar tiene una parte explícita y una parte implíci ta, lo que no se dice pero también se comunica. Por "significa do del hablante" debemos entender el significado completo de un enunciado, constituido por lo que el hablante quiere comu nicar explícita e implícitamente. La interpretación de este signi ficado es el resultado de una operación de descodificación (des codificamos los signos lingüísticos usados) y de la derivación de inferencias: inferimos lo que se nos quiere decir, que no suele estar totalmente explícito. En las páginas que siguen intentaré explicar cómo estudia la pragmática actual el funcionamiento del lenguaje. Me he pro puesto hacerlo de la manera más sencilla y menos técnica posi ble, para que la exposición resulte de algún provecho a quienes se inician en la pragmática, y también a los lectores sin prepa-
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ración en lingüística, que solo tengan interés por ver cómo se estudia hoy en día el uso del lenguaje. Debido a la falta de espacio, quedarán sin tratarse unos cuantos temas. En la Bibliografía final se encontrará una lista de introducciones generales a la pragmática, seguida de otra lis ta que incluye dos tipos de estudios: los citados en el texto y otros que son recomendables. La finalidad de los Ejercicios no es tanto comprobar los co nocimientos adquiridos cuanto estimular la práctica de cierto ti po de reflexiones sobre el lenguaje. Estos ejercicios admiten di ferentes respuestas correctas o adecuadas, por lo cual no se encontrarán aquí las soluciones. Quisiera que el lector tomara este librito no solamente co mo una guía, sino sobre todo como una invitación a seguir es tudiando pragmática.
CAPÍTULO I
EL SIGNIFICADO CONTEXTUAL
1.
OR AC IÓ N Y ENUNCIAD O
Hemos distinguido, en la Introducción, dos tipos de signifi cado, el significado de la oración y el significado del hablante, y hemos dicho que la semántica estudia el primer tipo de signi ficado, y la pragmática, en cambio, el segundo. El significado del hablante es el que expresan sus enuncia dos. El enunciado es una unidad comunicativa que equivale a la intervención o contribución de un hablante en una conversa ción, y que puede consistir en una oración completa o en un fragmento de oración. Los enunciados se pueden definir así: unidades lingüísticas (habladas o escritas) que están inherente mente contextualizadas (cf. Schiffrin, Approaches to discourse, pág. 41). Aunque no siempre tengan forma de oración, suele decir se, para simplificar, que los enunciados son oraciones puestas en uso, es decir, puestas en contexto. Los ejemplos que suelen analizarse en pragmática son casi siempre representaciones de enunciados, no verdaderos enun ciados, ya que carecen de contexto; para interpretarlos debemos imaginar algún contexto, aunque sea mínimo. En los ejemplos de este librito (que proceden, en su mayor parte, de diálogos reales) pondré entre paréntesis, cuando me parezca necesario, algunos datos del contexto. Las oraciones tienen significados convencionales (o gramati cales). Véase la siguiente oración: (1) El ni ñ o está enf ermo .
Esta oración está compuesta por una serie de elementos léxicos (el, niño, etc.), y estos elementos se han combinado según las
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reglas de la gramática. Las reglas de concordancia exigen que el sujeto y el verbo concuerden en número y persona, las reglas sobre orden de palabras estipulan que el artículo preceda al nombre, etc. (1) reproduce una oración bien formada porque respeta las reglas gramaticales del español. Si no las respetara, diríamos que la oración es agramatical. La versión siguiente de (1), por ejemplo, tiene una anomalía sintáctica, y así lo indica mos poniendo un asterisco: (1') *N iñ o el está enf ermo.
Tanto los significados de los elementos léxicos como el con j u n t o de reglas para combinarlos son convencionales, es decir, no naturales, lo que significa que no obedecen a leyes físicas ni a principios de lógica, sino que son arbitrarios y se han ido con solidando a lo largo de la práctica del lenguaje en una comuni dad. "Convencional" significa 'acordado', 'preestablecido'. Por supuesto muchas de esas convenciones están motivadas precisa mente por las necesidades comunicativas de los hablantes, y esa motivación se percibe mejor en los procesos de cambios lin güísticos. Pero una vez que el cambio se ha impuesto, la nueva forma o construcción pasa a formar parte de un sistema de re gularidades, y estas son convencionales. Las lenguas humanas son convencionales, no "naturales". En efecto: aunque la facultad del lenguaje es natural a la especie humana y parte de su herencia biológica, las lenguas que ha blamos son productos culturales y por lo tanto convencionales en sus estructuras fónicas, sintácticas y semánticas. No hay que dejarse confundir por la expresión "lenguas naturales", que se aplica a las lenguas humanas para distinguirlas de las lenguas artificiales. Ninguna ley física nos obliga a pronunciar de cierta manera y no de otra una palabra, o nos obliga a mantener la concordancia entre sustantivo y adjetivo, o nos obliga a decir la sartén en lugar de el sartén (cuando lo decimos). La gramática (en la que incluyo fonología, morfosintaxis y semántica) es la disciplina lingüística que estudia las estructuras convencionales de sonidos, combinaciones de morfemas y signi ficados. La pragmática, a su vez, estudia la porción de significa do que no es convencional o gramatical, es decir, que no está codificado por reglas. Esta distinción es válida, pero, como ve remos enseguida, no es tan nítida como uno quisiera.
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Volvamos a la oración (1). Para la semántica, que estudia el significado lingüístico, este consiste en la relación entre las ex presiones y el mundo, o, más exactamente, en las condiciones veritativas de la oración: las que deben cumplirse para que una expresión describa una situación de manera verdadera. Así, para explicar el significado de (1), hay que verificar la relación entre la situación descrita y el mundo: el contenido de la oración, llamado proposición, es verdadero si el niño está en fermo. Un hecho curioso y sin duda digno de estudio (por eso lo estamos estudiando) es que los hablantes no usan la oración (1) exclusivamente para decir que el niño está enfermo, que es lo que la oración significa semánticamente. (1), como parte de un diálogo, es decir, convertida en enunciado, puede tener otros significados. Si una madre, por ejemplo, usa esa frase cuando la invita una amiga suya a salir de compras, su enunciado puede implicar, entre otras cosas, que no puede salir esa tarde. Las ora ciones, una vez puestas en uso, se llenan de significados nuevos, incluso algunos que contradicen los significados semánticos (co mo veremos en el ejemplo (7), abajo). La semántica relaciona unas formas lingüísticas con los objetos del mundo que esas for mas representan, y no se pregunta para qué le sirve a un ha blante emitir esas formas en un contexto comunicativo: esa es tarea de la pragmática. 2.
LA CODIFICACIÓN DEL CONTEXTO
No siempre son nítidas, como hemos dicho, las diferencias entre el significado semántico y el pragmático. Obsérvese, por ejemplo, la siguiente oración: (2)
Un li brit o así va a interesarles.
Tenemos aquí una oración bien formada, de acuerdo con las reglas de la gramática española. No es fácil, sin embargo, esta blecer el significado o representación semántica de (2), porque algunas de las palabras de la oración no significan nada, o no significan fuera de contexto. Esas palabras son así y les. ¿Qué quiere decir así? ¿Qué quiere decir les? Por supuesto, todos los hablantes de español reconocemos esas formas; las podemos en contrar, incluso, en el diccionario, pero el diccionario no nos va
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a ayudar a entender la oración (2), porque tenemos que saber algo más: necesitamos datos del contexto. Las lenguas humanas poseen elementos gramaticales que co difican algunos aspectos del contexto. Entre estos elementos se encuentran los deícticos. El funcionamiento de los deícticos no se puede estudiar sin acudir a la noción de contexto, porque los deícticos hacen conexiones entre lo que se dice y entidades del contexto. Les, en el ejemplo (2), se refiere a ciertas perso nas presentes en el contexto. Para asignar referencia a les debe mos saber quiénes son esas personas. Lo mismo pasa con el ad verbio así: no tiene significado si no se lo asocia a un contexto. Son deícticos los pronombres personales, que identifican a los participantes del acto comunicativo; también lo son expresiones como aquí, allí, ahora, ayer y los tiempos verbales, que relacio nan la acción del verbo con un tiempo medido desde el pre sente del hablante. El futuro va a interesarles solo puede enten derse a partir del presente del hablante que produjo el enunciado: el presente del hablante (y por lo tanto el hablante) forman parte del significado temporal de los verbos. De modo que para interpretar semánticamente (2), que con tiene deícticos, debemos insertar la oración en un contexto. Lo mismo pasa con (3) y (4): (3) Yo peso 60 kilos. (4) No , este no , pre fie ro aquel.
Si no sabemos a quién remite yo, en (3), mal podemos com prender la oración y por lo tanto hacer ningún juicio sobre su valor de verdad. Igualmente vacíos de significado, fuera de con texto, resultan las formas este, aquel, y el morfema de primera persona en (4). Los deícticos están en el límite entre la semántica y la prag mática. ¿Hasta dónde llega la semántica, y dónde empieza la pragmática? Para muchos lingüistas, la pragmática empieza con los deícticos y otros elementos similares, que forman parte de la gramática de una lengua, pero no son independientes del con texto. A partir del momento en que, para asignar significado a expresiones lingüísticas, debemos recurrir al contexto, estamos haciendo pragmática. El ejemplo (2) de arriba reproduce algo verdaderamente di cho (en este caso, escrito), cuando el director de esta serie y yo
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empezamos a discutir la idea de un cuaderno dedicado a la pragmática. Así quer ía decir, en ese diál ogo , un l i b ri t o co n cier tas características ya comentadas antes por nosotros, y el pro nombre personal les se refería a los profesores de lengua y a otras personas interesadas en un librito de esas características; toda esa información formaba parte de nuestro contexto. Lo que parece una oración oscura e incomprensible es, como enun ciado, perfectamente interpretable. Allá lejos y hace tiempo, cuando las líneas telefónicas se unían, no era raro levantar el tubo del teléfono y escuchar una conversación entre desconocidos. Quien haya tenido tal expe riencia sabe que es muy difícil entender la conversación ajena. ¿Quién es "mi cuñado", qué pasó el lunes, a quién vio ella, por qué Ju an d ij o eso, qué sign ifica "eso", y, en t od o caso, q uién se rá Juan? Ta mp oc o sabemos bi en de qué se ríen cu an do se rí en . Adivinamos algunas cosas, pero no sabemos "de qué va", real mente, porque nos faltan los contextos. Toda la semántica del mundo no nos sirve para curiosear la vida verbal ajena. En otros intercambios lingüísticos el contexto se hace explí cito para evitar malentendidos. En la "conversación" con el ca j e r o automático, por ejemplo, nos queda poco que inferir, casi todo lo pertinente a la transacción está previsto de antemano y enunciado. Pero esas conversaciones son las menos interesantes, son las menos humanas, precisamente. El problema entre semántica y pragmática es un problema de límites, que podría plantearse así: ¿dónde empiezan los significados contextúales? Las expresiones referenciales como el niño, por ejemplo, en nuestra oración (1), ¿no remiten tam bién a un contexto que hay que conocer para asignar a la ora ción valor de verdad? ¿Dónde termina la semántica? ¿Hasta dón de llega el contexto? 3.
Q U É HACER CON EL EXCESO
Dije arriba que muchos lingüistas creen que la pragmática comienza en los deícticos y otras expresiones similares cuyo sig nificado depende del contexto. Debo agregar ahora que muchos de esos lingüistas creen que la pragmática empieza y termina en esas expresiones. Su argumento es más o menos así: si se quie re considerar a la pragmática una de las subdisciplinas de la lin güística, debe asignársele un objeto lingüístico. Digamos que ese
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objeto es la porción sobrante de significado, lo que no puede ser analizado por el criterio del valor de verdad. Esa sobra, ese exceso, está parcialmente incorporado a la gramática en los di ferentes subsistemas deícticos (pronombres, adverbios, tiempos verbales) y en fenómenos convencionales, o parcialmente con vencionales, como ciertas implicaciones (que veremos en el ca pítulo III). Lo que no está en la gramática no es lingüístico, y por lo tanto no puede ser objeto de una ciencia lingüística. Esta postura es válida, pero deja fuera de la lingüística mu chos fenómenos que, sin embargo, tienen que ver con el len guaje, con su estructura y su significado. El siguiente enuncia do, producido durante una comida, tiene un significado pragmático que no está relacionado directamente con su signi ficado semántico: (5) Estas sopas de ve rd ur a qu edan siempre un poco sosas, ¿no?
Quien hace tal observación mientras toma la sopa no pretende, quizá, informar a sus oyentes de las cualidades generales de cier tas sopas, sino indicar que su sopa está sosa y que le gustaría ponerle sal. La finalidad del enunciado (5) podría ser pedir sal (sin ofender al que hizo la sopa, por ejemplo), algo que cum ple de manera bastante indirecta, pero efectiva si obtiene como consecuencia que alguno de los comensales lo tome como una petición. Ni siquiera (6) significa lo mismo literal que pragmá ticamente: (6) ¿Podrías pasarme la sal?
Semánticamente, la pregunta indaga sobre lo que el interlocu tor puede o no puede hacer. Pero, pragmáticamente, (6) fun ciona como un pedido o una orden de pasar la sal. En (7) el desnivel es todavía más notorio. Supóngase, para seguir con la sopa, que Mafalda, que odia ese alimento (pun tualmente presente, por lo menos una vez al día, en las mesas de todos los niños del país de Mafalda), lo prueba y dice, con claras manifestaciones de náusea: (7) ¡Qué rica sopa!
El significado de Mafalda no tiene mucho que ver con el valor de verdad de la oración que usa. Si Mafalda dijera la verdad,
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emitiría algo como "¡Qué asquerosa sopa!". Pero no se trata aquí de decir la verdad, sino de usar el lenguaje de cierta ma nera, de modo que signifique otra cosa que lo que convencionalmente significan las palabras empleadas. Ejemplos del tipo de (5), (6) y (7) muestran desniveles en tre el significado literal y el significado que podríamos llamar "real", el que el hablante realmente quiere transmitir. No se tra ta de un mero exceso de significado, sino de un verdadero des plazamiento. El hablante quiere decir algo que está más allá de sus palabras. Y esto sucede todos los días, es parte de nuestra rutina de hablantes. No hay, sin embargo, señales gramaticales que nos orienten. No hay un morfema especial, por ejemplo, que indique a la madre de Mafalda que Mafalda está hablando con ironía, ni tampoco esa señora necesita la ayuda del morfe ma: le basta con conocer a su hija. (La ironía puede marcarse con ciertos elementos lingüísticos como la entonación o el vo cabulario, pero estas marcas no son indispensables. Ni siquiera los gestos lo son.) La pragmática de los últimos años tiende a presentarse co mo una teoría sobre la producción e interpretación de los sig nificados lingüísticos gramaticalizados y también y sobre todo los no gramaticalizados. La pragmática se propone estudiar to do el exceso posible, pero, como no es fácil delimitar el exceso, tenemos en estos momentos (mediados de 1994), tendencias di ferentes dentro de la pragmática. Antes de pasar a una caracterización de esos modelos, lo que haremos en el capítulo siguiente, debemos ver, aunque sea su mariamente, qué problemas presenta la noción de contexto. 4.
EL CONT EXT O, LOS CONTEXTOS
Hemos hablado hasta ahora de contexto, sin delimitar esa noción, tan comprensible intuitivamente, y sin embargo tan di fícil de definir, porque cada teoría lingüística le da un significa do diferente, y los significados técnicos se superponen a los del lenguaje corriente, que también varían. En general, se entiende por contexto, en lingüística, el conjunto de conocimientos y creencias compartidos por los interlocutores de un intercambio verbal y que son pertinentes para producir e interpretar sus enunciados.
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Los intentos de teorizar el exceso de significado han llevado a varias teorías sobre el contexto. Se suelen deslindar tres üpos de contexto: el lingüístico, el situacional y el sociocultural. El primero está formado por el material lingüístico que precede y sigue a un enunciado, y se lo llama a veces cotexto. El segundo tipo, o contexto situacional, es el conjunto de datos accesibles a los participantes de una conversación, que se encuentran en el contorno físico inmediato. Por ejemplo: para que el enunciado Cierre la puerta, por favor tenga sentido, es necesario que haya ciertos requisitos contextúales que son parte de la situación de habla: que haya una puerta en el lugar donde ocurre el diálo go, y que esté abierta, entre otras cosas. Finalmente, el contex to sociocultural es la configuración de datos que proceden de condicionamientos sociales y culturales sobre el comportamien to verbal y su adecuación a diferentes circunstancias. Hay regu laciones sociales sobre cómo saludar, por ejemplo, o sobre qué tratamiento o registro lingüístico usar en cada tipo de situación. No todos los pragmatistas están dispuestos a incluir en sus teorías los contextos socioculturales (como se verá revisando los manuales de pragmática, donde a veces ni se los menciona). Pero estos contextos contribuyen activamente a la interpretación de enunciados. Hasta las instituciones mismas funcionan como contextos: el lenguaje legal, el religioso, el burocrático, han es tandarizado formas lingüísticas que permiten el funcionamiento de esas mismas instituciones. Uno de los aspectos más interesantes del contexto sociocul tural está constituido por los marcos de referencia {frames): los enunciados se interpretan siempre dentro de un marco metacomunicativo que clasifica la situación de habla y el papel de los participantes. Así, por ejemplo, el marco puede indicar "habla mos en serio" o "hablamos en broma". Los marcos generan ex pectativas y presuposiciones sin las cuales sería imposible el tra bajo de producir e interpretar lenguaje. Otras veces, los frames nos proveen de una serie de datos necesarios para la comunica ción: son, cognoscitivamente, estructuras estereotípicas sobre situaciones o conceptos, que nos permiten asociar unos signifi cados con otros, de modo que si decimos, por ejemplo, "biblio teca", se cristalizará automáticamente un contexto constituido por entidades como "libros", "estantes", "bibliotecarios", etc. En situaciones de habla ritualizadas, el valor de verdad de las oraciones que usamos pasa a segundo plano. La institución del regalo, por ejemplo, exige en algunas sociedades que el que
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regala debe restar valor a lo que ofrece, y el que lo recibe debe exagerar el valor de lo recibido. En esas sociedades, cualquier transgresión a esta norma se penaliza, al margen de la verdad sobre el valor del obsequio. Del mismo modo, en nuestra socie dad no se puede decir a la flamante madre, con todo cariño y verdad, "¡Qué bebé tan feo, por Dios!", salvo en broma (jamás escuché tal broma, sin embargo). En cada ocasión decimos lo que queremos decir pero también lo que se espera que diga mos, porque nuestra vida lingüística está fuertemente codificada por normas sociales. Y estas codificaciones son parte del con texto, ya que determinan el significado de los enunciados. A veces puede pasar que las condiciones sociales que rigen el uso del lenguaje sean más fuertes que las reglas de la gramá tica, mal que les pese a los gramáticos. Un buen ejemplo son expresiones com o la catedrático, la médico, la ingeniero, de uso nor mal en España. Tales expresiones son monstruos sintácticos, ya que violan la sacrosanta concordancia de género entre el sustantivo y la per sona a quien designan, que es una mujer, como muestra el ar tículo la. Los hablantes que dicen la catedrático jamás dirían la secretario o la enfermero. En el Diccionario de uso del español de María Moliner se lee lo siguiente: catedrático, -a (Admitida
por la R. A. la forma femenina, se con sidera incorrecto el empleo de la masculina con el artículo fe meni no) .
El hecho de que la Real Academia de la Lengua haya tenido que admitir la forma femenina indica que tal forma es una re lativa novedad en los usos lingüísticos. Como sabemos, ciertas profesiones son tradicionalmente masculinas y los hablantes si guen usando el masculino por inercia. También hay que recor dar que las formas femeninas arrastran una connotación peyo rativa, como si lo femenino fuera intrínsecamente inferior. De ahí que algunas poetisas, contribuyendo a mantener los estereo tipos misóginos, no quieran ser llamadas poetisas, sino poetas, ya que aceptan el hecho ratificado por la sociedad (y reflejado en el lenguaje) de que lo femenino es inferior o cursi. El pobre m o rf e m a -isa significa pues, en ciertos casos, no sólo 'género femenino', sino, pongamos, 'cursi'. Quizá a ciertas mujeres ser ingenieras les suene también peyorativo, o, en todo caso, raro, demasiado marcado, excepto cuando se aplica (pero es desusa do) a la cónyuge del que tiene el título en cuestión.
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Por estas razones, que no son lingüísticas, poca gente ha he cho caso a la Real Academia en lo de la catedrático. Personas cul tas dicen, en Castilla, Carmen es médico, o Su mujer es arquitecto, oraciones que deberían llevar el asterisco que las excluye de la gramática española. ¿Deben o no llevarlo? Ambas oraciones son agramaticales, pero así se usan normalmente, es decir, son enun ciados que los castellanohablantes consideran correctos y ade cuados. Es difícil resolver el problema de cómo una expresión puede estar fuera de la gramática y a la vez servir para los usos normales y aceptados del lenguaje. Como es fácil imaginar, este tipo de dilema da lugar a discusiones no siempre cordiales en tre los lingüistas. Algunos opinan que el concepto de oración bien formada no sirve, teóricamente, para mucho. Otros opinan que si vamos a prestar atención a cómo habla la gente, jamás podremos describir las estructuras básicas de la lengua, descrip ción que, dicen, es lo que debe interesar al lingüista. Sin contar a los puristas, que piensan que todos hablamos mal, y cada vez peor, además, de Cicerón acá (¿qué es esto de estudiar cómo usa la gente el lenguaje, si la gente usa mal el lenguaje?). Como muestran la catedrático y la poeta, la influencia de los condicionamientos sociales es tan fuerte como para mover los pilares de la gramática. ¿Debemos dejar estos condicionamien tos fuera de la lingüística? O, para volver a lo que decíamos al principio de este apartado, ¿hasta dónde llega el contexto, y, por lo tanto, cuál es el alcance de la pragmática? Desgraciadamente, no podemos contestar a esta pregunta dentro de los límites de este librito. Pero quiero dejarla plantea da desde el principio, porque así el lector ponderará mejor los méritos y limitaciones de las soluciones que da la pragmática a los problemas que vamos a tratar en los capítulos siguientes.
CAPÍTULO II
¿QUÉ ES LA PRA GMÁ TI CA?
1.
DEFINICIONES
Cuando se empezó a hablar de pragmática se la asociaba, medio en broma y medio en serio, con un cubo de basura don de la lingüística tiraba los problemas de semántica e incluso de sintaxis que no podía resolver satisfactoriamente (algunos de los contenidos del cubo de basura se verán en este capítulo). Hasta cierto punto, el problema de que la pragmática carece de uni dad teórica y metodológica y de que es difícil definirla (aunque haberla, la hay) sigue sin resolver. En un libro panorámico sobre la lingüística moderna, publi cado en 1988, el autor del capítulo dedicado a la pragmática, Laurence Horn, comenta la dificultad de dar una definición, contraponiendo esta dificultad al hecho de que la pragmática ya es, por derecho propio, una disciplina académica, con un im presionante caudal de estudios realizados y ciertas líneas o ten dencias bien claras de investigación en curso. Pero el campo de la pragmática sigue siendo muy amplio, y todavía se discute si debe ser considerada una subdisciplina den tro de la lingüística, si es otra lingüística (¿la lingüística alterna tiva del fin del siglo?), o si es una ciencia social distinta de la lingüística, como quieren algunos investigadores europeos. La posición tomada en este librito es que la pragmática es una subdisciplina lingüística, y su objeto el significado del len guaje en uso. Hasta aquí me he valido, para caracterizar la prag mática así entendida, de metáforas que sugieren un cambio de enfoque en el estudio del significado: he dicho, por ejemplo, parodiando a Bécquer, que la pragmática "eres tú", el hablante, y también que la pragmática estudia el exceso de significado, el que desborda a la semántica. Estas metáforas sugieren apertura, incluso apertura ilimitada, y es hora de acotar esa apertura. Para
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eso nos resultarán útiles algunas definiciones o caracterizacio nes recientes de la pragmática. El lector puede quedarse con la que más le guste (decisión que puede postergar hasta terminar de leer este cuaderno). Stephen Levinson, autor del más celebrado de los manuales de pragmática, dice lo siguiente (cito por la versión española): a partir de sucesiones de enunciados, junto con asunciones de fondo acerca del uso del lenguaje, podemos calcular inferencias mu y detalladas acerca de la ín do le de las las asunciones asuncio nes que hacen los participantes y de los propósitos para los que se utilizan los enunciados. Para participar en el uso ordinario del lenguaje, uno tiene que ser capaz de hacer tales cálculos tanto en la produc ción como en la interpretación. Esta capacidad es independiente de creencias, sentimientos y usos idiosincráticos [...] y se basa en su mayor parte en principios bastante regulares y relativamente abstractos. La pragmática puede entenderse como la descripción de esta habilidad (Pragmática, pág. 46).
Nótese que si no tuviéramos esa capacidad a la que se refiere Levinson, de nada nos valdría saber perfectamente la gramática de nuestra lengua o de cualquier lengua: el conocimiento de las reglas gramaticales no es suficiente para usar el lenguaje efectivamente, ni siquiera en diálogos sencillos. Nuestra capaci dad pragmática nos permite construir enunciados, es decir, tex tos que son parte de redes de textos, y nos permite interpretar los enunciados ajenos. La caracterización de Levinson sugiere que una lingüística concentrada en nuestra competencia lin güística, o conocimiento de las reglas de la gramática, sería una lingüística lingüística inc omplet a. Para Georgia Green, hablar y escribir, y aún más comunicar se (palabra, dice ella, que muchos usan como equivalente a ha blar o escribir, como si todo uso del lenguaje alcanzara a cum plir la meta de la comunicación) son actos de fe, y la pragmática es "el estudio de los mecanismos que sostienen esa fe" (Pragmatics and Natural Language Understanding, pág. 1). Para Green, la pragmática "está en la intersección de una cantidad de cam pos, dentro y fuera de la ciencia de la cognición: contribuyen a su dominio no solo la lingüística, la psicología cognitiva, la an tropología cultural y la filosofía (lógica, semántica, teoría de la acción), sino también la sociología (dinámica interpersonal y convención social) y la retórica" (pág. 2; trad. mía). Horn, en el artículo de 1988 mencionado arriba, comenta
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que la pragmática es todavía un conjunto de investigaciones di fíciles de unificar, y afirma: "la pragmática se ha convertido en depósito de todo tipo de consideraciones extragramaticales y de los efectos de esos factores en la forma gramatical y léxica" ("Teoría pragmática", pág. 147). Unos años después escribe, ci tando a Stalnaker, que la pragmática contemporánea "es el es tudio de los actos lingüísticos y de los contextos en que se rea lizan", y continúa: "abarca los aspectos del significado que dependen del contexto; estos aspectos son abstraídos sistemáti camente por la semántica pura que trata de la forma lógica" ("Pragmatics, Implicature, and Presupposition", pág. 260, trad. mía.) Para Dan Sperber y Deirdre Wilson, autores de la teoría de la relevancia, que veremos en el capítulo rv, la pragmática es "el estudio de la interpretación de los enunciados" (Relevance, pág. 10). "La tarea de la pragmática", escribe Diane Blakemore, pro ponente de la misma teoría, "es mostrar cómo el oyente es ca paz de convertir el blueprint [esbozo de significado ofrecido por la oración] en una proposición completa, basándose en conoci miento contextual" (Understanding Utterances, pág. 43; trad. mía). Jacob Mey nos da la siguiente definición: El lenguaje es el medio principal por el que la gente se comuni ca. El uso del lenguaje para diferentes propósitos está gobernado por las condiciones de la sociedad, en la medida en que esas con diciones determinan el acceso del usuario a ese medio de comu nicación, y el dominio que tiene de él. Por lo tanto la pragmática es el estudio de las condiciones del uso hu mano del lenguaje en cuanto determinados por el contexto de la sociedad
[subrayado en el original].
(Pragmatics, pág.
42; trad. mía)
Mey se distancia de los estudios centrados exclusivamente en los mecanismos psicológicos de interpretación (véanse las defi niciones de Sperber y Wilson y de Blakemore, especialmente) para insistir en las condiciones sociales, políticas, culturales, his tóricas, que determinan nuestro uso del lenguaje, o, como él di ce, determinan "de quién es" el lenguaje.
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2. IA SINFONÍ SINF ONÍA, A, LOS MÚSICOS Y SUS EJECUCIONES EJECUCIONES DEFECTUO DEFECTUOSAS SAS
Hay algo en común en las definiciones anteriores y en otras que no he citado: en todas se reconoce, explícita o implícita mente, la existencia de un significado lingüístico contextual, que por eso parece estar a caballo entre lo propiamente lingüístico (lo gramaticalizado) y lo extralingüístico. A la lingüís tica del siglo xx le ha costado mucho admitir que lo extralin güístico deba formar parte del objeto de la lingüística: es como abrir la puerta al desorden y al ruido de la calle y desbaratar la preciosa homogeneidad de lo solamente lingüístico. Ferdinand de Saussure, padre de la lingüística moderna, dis tinguió tajantemente la lengua, o sistema gramatical virtualmente existente en los cerebros de todos los individuos de una co munidad, del habla, actualización voluntaria de ese sistema en actos lingüísticos individuales. Para Saussure el único objeto po sible de la lingüística es la lengua, que, dice, "puede comparar se con una sinfonía cuya realidad es independiente de la mane ra en que se ejecute; las faltas que puedan cometer los músicos no comprometen lo más mínimo esa realidad" (Curso de lingüís tica general, pág. 63). Saussure reconoce que no hay lengua sin habla y que esta es la fuerza motriz del lenguaje, pero elige la lengua, sistema autónomo de signos, independientes de su uso, como objeto bien deslindado y homogéneo de la lingüística. Al eliminar todo lo que le parecía teóricamente intratable, expulsa de la lingüística al hablante: para estudiar la sinfonía, Saussure tiene que poner a los músicos de patitas en la calle, ahorrándo se así sus ejecuciones quizá defectuosas. La lingüística generativa y transformacional fundada por Chomsky, sin duda la más importante e influyente de las teorías lingüísticas modernas, se propone hacer una caracterización for mal de las propiedades sintácticas del lenguaje, abstrayendo el lenguaje, para ello, de las ejecuciones (más o menos defectuo sas) de los hablantes, y concentrándose en la descripción del sis tema ideal o conjunto de conocimientos que posee un hablan te sobre su propia lengua. El corpus de enunciados de una lengua sirve, en esta teoría, para confirmar (o no) la gramática internalizada o conocimiento innato de esa lengua. Saussure, Chomsky y todos los lingüistas que han observado el lenguaje seriamente saben que este es un fenómeno extraor-
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dinariamente complejo que no se puede explicar solamente co mo un conjunto de propiedades inscritas en el cerebro, aisladas de toda situación real de empleo. La decisión de amputar el len guaje de estas situaciones no significa que nieguen la importan cia (obvia) del uso de la lengua, sino que no le dan cabida en su teoría, que pretende explicar rasgos sistemáticos, generales y universales del lenguaje. Es esta voluntad teórica la que ha ido cambiando en los úl timos treinta años, a medida que crece el desengaño por las formalizaciones que pretenden explicar propiedades sintácticas fundadas, en última instancia, en las intuiciones de los mismos lingüistas acerca de la aceptabilidad de esta o aquella frase, sin recurrir nunca a lo que la gente dice realmente todos los días. Actualmente ningún lingüista puede poner en duda que hay re gularidades lingüísticas que no dependen solamente de reglas gramaticales, sino de la manera en que usamos el lenguaje. De ahí que, mientras en los principios de la lingüística "científica" el hablante salía por una puerta, tres o cuatro décadas después, a fines de los sesenta, entraba por otra: casa con dos puertas mala es de guardar, y el indeseable hablante fue invitado a en trar por la puerta de atrás del edificio teórico de la lingüística, cuando esta se vio en dificultades para explicar ciertos fenóme nos que solo pueden explicarse acudiendo a la noción de con texto. El valor explicativo del contexto para describir regularida des y generalidades del lenguaje se verá mejor con algunos ejemplos. 3.
EL LENGUAJE NO ES SIEMPRE GRAM ATI CAL NT SIEMPRE LÓGICO
El caso de la catedrático, visto en el capítulo anterior, pone en cuestión una noción básica de la lingüística generativa, la no ción de oración bien formada. Según Chomsky y sus seguidores, una lengua consiste en una serie de oraciones bien formadas; de acuerdo con este criterio, las oraciones mal formadas no per tenecen a la lengua o el dialecto estudiado. Para explicar que la catedrático es un caso diferente que la enfermero hay que recu rrir, forzosamente, a nociones no lingüísticas, ya que esta abe rración gramatical no se puede explicar dentro de los confines
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teóricos de un sistema gramatical autónomo, independiente del uso. Un ejemplo clásico de fenómeno gramatical que no puede explicarse satisfactoriamente sin acudir a información pragmáti ca es el del orden de palabras o distribución de la información en la oración. Obsérvense los dos ejemplos siguientes: (1) No hay tomates. (2) Tomates no hay.
Las condiciones de verdad de (1) y (2) son idénticas, de modo que si es cierto que no hay tomates, tanto (1) como (2) son verdaderos. Pero (1) y (2) no se pueden usar indistintamente; el orden de palabras del español es muy flexible, pero elegi mos un orden en lugar de los otros posibles por razones con textúales, no al azar. Para explicar la estructura comunicativa de (1) y de (2) tenemos que recurrir al contexto en que ambos textos pueden producirse. Limitémonos a (2), que tiene una construcción más llamativa que (1). Para emitir (2), necesita mos un enunciado anterior, cercano, en el que se hayan men cionado los tomates, por ejemplo Voy a preparar salsa de tomates, a lo cual puede contestarse con (2). O bien se precisa un frame o marco de referencia (un conjunto de ideas estereotípicas so bre algo; cfr. capí tul o I, § 4) co mo , po r eje mpl o, el marc o de referencia "ensalada". Si se está hablando de una ensalada, si se están enumerando, pongamos, los ingredientes que hay en la nevera para hacerla, resulta normal emitir (2), aunque los tomates no. se hayan me nc io na do antes, po rq ue estos suelen asociarse automáticamente con la ensalada, lo que los hace presentes, disponibles, en el contexto. En términos de pragmá tica, la relevancia de nombrar los tomates al principio de la ora ción, donde suele estar el tema del que se habla, lo ya conoci do, se debe a que el concepto 'tomate' se recupera más o menos aut omát ica ment e a pa rt ir de l de 'ensalada'. Y esto expl i ca que la oración esté construida como está: la pragmática ex plica la gramática. Tampoco puede considerarse exclusivamente como un pro blema gramatical independiente la fluctuación del punto de vis ta del hablante, que lo lleva a proferir enunciados como el si guiente:
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(3) [Al enco nt rar las llaves, después de haberlas buscado un buen rato] ¡Aquí estaban las malditas!
El hablante ha elegido el pasado en lugar del presente, que tam bién podía haber usado. El uso de un pasado como reacción a una situación presente (la aparición de las llaves) es consecuen cia de un desplazamiento del punto de vista: el hablante se re fiere al presente indirectamente, enfocando el pasado en el cual estuvo buscando las llaves. Lo desconcertante es que el pasado estaban equivale, lógicamente, a un presente, es decir, parecen anularse distinciones muy básicas del sistema gramatical de la lengua, en beneficio de lo que podemos llamar apropiadamen te el significado del hablante. Los tratamientos nos dan un buen ejemplo de elementos gramaticales que no aportan nada al valor estrictamente semán tico de la oración, pero que sin embargo codifican información importante sobre los interlocutores y su comunicación. El em pleo de tú y usted no altera las condiciones de verdad de un enunciado, de modo que (4) y (5) tienen el mismo valor lógico: (4) Tú eres el nuevo je fe, ¿verdad? (5) Ust ed es el nuevo jefe, ¿verdad?
Ambos enunciados son lógicamente equivalentes, pero todo ha blante de español sabe que no tienen el mismo significado. Tú transmite, entre otras cosas posibles, simpatía, familiaridad, per tenencia al mismo grupo, o bien muestra falta de respeto. La elección de tú en lugar de usted (o viceversa) modela de cierta manera la situación de habla y la relación entre los parti cipantes, y depende de una serie de presuposiciones socioculturales. El traductor anónimo de la novela Jane Eyre, que leí con fas cinación en la adolescencia, decidió en el momento apropiado cambiar el tr ata mien to c on que Mr . Rochester se dir ig ía a Jane Eyre: de usted pasó a tú. Como el inglés no tiene esa distinción, y el traductor quería ser fiel a ambas lenguas, reprodujo la ver sión original neutra siguiendo las normas de uso del español: cuando Mr. Rochester ya no es el patrón, sino el amante, pue de tutear a la ins tit utr iz Jane Eyre. Pues bi en , el m o me n to d el paso de usted a tú es memorable, y cambia drásticamente el frame de los protagonistas y el curso de la novela, y le corta la respiración a un a lectora jov enci ta e impresionab le. Un tú bien
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usado vale más que mil discursos, en ciertas circunstancias. Y en el uso del lenguaje, todo es cuestión de circunstancias. El lenguaje no es ni üene por qué ser "lógico". La conjun ción y, por ejemplo, no es equivalente a la conjunción lógica &. De acuerdo con la lógica, dos proposiciones p y q pueden coor dinarse en cualquier orden, sin que se altere su equivalencia: p & q es lo mismo que q & p. Según esto, Las rosas son rojas y los claveles son blancos tiene el mismo valor de verdad que Los clave les son blancos y las rosas son rojas. Pero la conjunción y puede ad quirir otros valores, como 'y después', 'y en consecuencia', etc. Los siguientes ejemplos de enunciados no son equivalentes: (6) Decidí descansar un rato y te rmin ar el trabajo. (7) Decidí te rm in ar el trabajo y descansar un rato.
En ambos casos la conjunción y significa 'y después', y por eso (6) y (7) tienen condiciones veritativas distintas; esto es así no porque el ítem léxico y quiera decir a veces una cosa y a veces otra, sino porque hay un principio pragmático según el cual contamos las acciones o sucesos en orden cronológico, salvo que indiquemos lo contrario. Como este principio guía la interpretación de (6) y (7), resulta que no podemos asignar valor veritativo a estas oraciones sin introducir un principio pragmático. La consecuencia de lo que venimos diciendo es que las ex plicaciones pragmáticas son necesarias para describir una serie de regularidades lingüísticas, y que es muy difícil (y quizá teóri camente errado) estudiar el lenguaje como un sistema de reglas autónomo, es decir, independiente del uso. 4.
LA TEORÍA DE LOS ACTOS DE HABLA
Las explicaciones pragmáticas de algunos fenómenos grama ticales (del tipo de las que acabamos de esbozar en los ejemplos (l)-(7)) empezaron a interesar a los lingüistas a finales de los años sesenta, cuando se intentó ampliar el modelo de la lin güística generativa, centrada en la sintaxis. Surgieron por esos años varias subespecializaciones o doctrinas (la semántica gene rativa, el análisis del discurso, la lingüística textual, entre ellas) que intentaban dar cabida al hablante en la teoría de la lengua.
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Algunos proyectos sucumbieron (la semántica generativa, por ejemplo), pero el intento tuvo éxito, como muestra la lozanía presente de la pragmática. Los lingüistas innovadores de los años sesenta encontraron el campo ya cultivado por los filósofos del lenguaje que estu diaban, desde hacía tiempo, los actos de habla. El pionero, en tre los filósofos, fue John Austin, a quien suele considerarse el iniciador de la pragmática moderna. Su teoría fue perfecciona da y consolidada por un discípulo suyo, John Searle. La idea central de la teoría de los actos de habla es que el lenguaje no solamente sirve para describir el mundo, sino tam bién para hacer cosas. En una serie de conferencias dadas en Harvard en 1955 y publicadas postumamente en 1962, Austin analizó por primera vez los usos del lenguaje corriente, y echó las bases de la teoría de los actos de habla. Austin distinguió dos tipos de enunciados: los asertivos o constatativos, estudiados durante dos mil años por la filosofía, que se caracterizan por admitir asignaciones de verdad o false dad, y los performativos, a los que solo pueden asignárseles con diciones de "felicidad". (8) es un constatativo, y (9) un performativo: (8) Está nevando.
(9) Sí, ju r o.
En los enunciados performativos se hace exactamente lo que se dice, en el caso de (9) jurar. En este tipo de emisión hablar es, literalmente, hacer. Las lenguas poseen cientos de verbos que cumplen la función de performativos explícitos, es decir, que nombran la acción que se hace precisamente cuando se la nom bra y solamente mediante la palabra: Juro, prometo, declaro, niego, pido, ordeno, bautizo, etc. Al concepto de verdad (correspondencia entre la afirmación de un estado de cosas y ese estado de cosas) se opone, en la teoría de los actos de habla, el de felicidad, o sea, el de acción llevada a buen término. La verdad de las oraciones con perfor mativos, como (9), es inverificable, porque los performativos no pueden ser ciertos ni falsos, sino solo ser afortunados o desa fortunados, según salgan bien o mal. El infortunio procede no de la mala correspondencia entre el lenguaje y la verdad, sino de una insatisfacción (infelicidad):
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la falta de coincidencia entre lo que el enunciado dice que ha ce y lo que en realidad hace. Para que haya matrimonio, debe decir Sí, quiero el contrayente y no el testigo, y no un actor que hace el papel de contrayente en el escenario, etc., ni un con trayente a quien todavía no se lo han preguntado, etc. El performativo hace lo que dice siempre y cuando lo use quien de be, como se debe, donde se debe, cuando se debe, y con quien se debe. Después de diseñar su teoría de los infortunios, Austin des construyó su oposición inicial entre actos performativos y actos constatativos, admitiendo que todas las oraciones, también las que afirman verdades o falsedades, sirven para cumplir actos, aunque no tengan performativos explícitos. Así, Está nevando es una afirmación, aunque no contenga el verbo afirmar. Esto nos permite distinguir significado de fuerza: significado del enunciado -lo que las palabras dicen- y fuerza de la enun ciación -lo que las palabras hacen, por ejemplo afirmar, jurar, pedir, ordenar-. El acto por el que se produce significado es locucionario (locutionary act); la fuerza, en cambio, es el poder de hacer, y proviene del acto ilocucionario {illocutionary act). A esto se agrega un tercer acto posible pero no siempre identificable, el perlocucionario (perlocutionary act), por el cual se producen efectos en el interlocutor (convencerlo, sorprenderlo, asustarlo). Para Searle, los actos de habla son las unidades de la comu nicación lingüística, y se realizan de acuerdo con reglas: "hablar consiste en realizar actos conforme a reglas" (Actos de habla, pág. 31). Agrupando los actos de habla por géneros (por ejemplo prometer, ordenar, saludar, agradecer, etc.), Searle se propone enunciar las condiciones que hacen posible realizar esos actos de habla, y de las condiciones extraer reglas. Estas reglas son re glas semánticas constitutivas, que determinan qué tipo de emi sión lingüística, en qué circunstancias, cuenta como tal acto de habla. Entre las condiciones que permiten la realización afortuna da de un acto lingüístico como, por ejemplo, el de pedir, tenemos algunas de tipo general: las que hacen posible la comunicación (por ejemplo, hablar inteligiblemente), y las con diciones de contenido proposicional (en este caso, que el con tenido de la emisión se refiera a un acto futuro del oyente). Otras son preparatorias (en la petición, que el oyente sea capaz de hacer lo que se le pide, y que no parezca estar dispuesto a
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hacerlo espontáneamente). La condición de sinceridad estipula que el hablante desea sinceramente que su interlocutor haga lo que le pide, y la condición esencial es la que hace que una pe tición sea una petición y no otro acto: dadas las condiciones an teriores, el acto de habla cuenta como un intento de que el oyen te haga lo que se le pide. Las reglas correlativas de estas condiciones sirven para defi nir los actos de habla. Estas reglas no son meramente regulati vas, son constitutivas, porque crean o definen una forma de com portamiento. Las reglas constitutivas del fútbol, por ejemplo, no solamente regula n la manera de ju ga r al fú tb ol , sino que crean la posibilidad misma de jugar al fútbol; esas reglas determinan que, dadas ciertas condiciones, algunos movimientos cuenten como goles, como faltas, etc. Hablar una lengua es también ac tuar según reglas constitutivas, de modo que la emisión de cier tas formas lingüísticas, dadas las condiciones necesarias, cuente como determinado acto de habla en el marco institucional en que se desarrolla nuestra actividad lingüística. La regla constitutiva del acto de pedir, por ejemplo, extraída de la condición esencial, es que la emisión de una determinada forma lingüística (nunca la forma misma, sin ser usada, claro) cuenta como el intento de que el oyente haga algo. Searle afirma que hay una correlación entre la forma lin güística y el acto de habla, de modo que las afirmaciones se ha cen usando formas declarativas, y las preguntas usando interro gativos, etc., cuando el lenguaje se usa literalmente. Pero son tantos los casos en que los hablantes usan el lenguaje de mane ra indirecta, no literal, que la teoría debe proporcionar una ex plicación adecuada. Recuérdese nuestro ejemplo del comensal que pedía sal, en el capítulo anterior. Su petición era, literalmente, en un caso una afirmación sobre las sopas, y en el otro una pregunta (esta última típica: ¿Me quieres pasar la sal?). Searle explica los actos de habla indirectos como la superposición de dos actos, uno li teral y el otro no. El oyente interpreta el "verdadero" acto de habla (el no literal) gracias a su conocimiento del contexto institucional y particular en que se realiza el acto, y a su capa cidad para interpretar (según principios que veremos en el ca pítulo siguiente) la intención del hablante al hacer la preguntapetición. La teoría de los actos de habla influyó mucho en las nuevas
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corrientes de lingüística que veían el lenguaje no solamente como la asociación de unos sonidos y unos significados, según quería la tradición saussureana, sino como acción. Aunque Searle no desarrolla una teoría de los contextos (problema que, dijimos al final del capítulo anterior, sigue siendo nebuloso), es evidente que las condiciones y reglas de los actos de habla solo se cumplen en ciertos contextos, tanto institucionales como particulares. El hecho de que un porcentaje tan alto de actos de habla no lleve intención de literalidad nos advierte que el papel del contexto sobrepasa al de las reglas mismas. Piénsese, sin ir más lejos, en las ironías y metáforas de la conversación, o en las "amenazas" e "insultos" tan frecuentes en los diálogos de la intimidad (Te voy a comer a besos, Tú lo que eres es un sinver güenza); en estos y tantos casos semejantes, es el contexto el que da su ju st o signi ficado a las formas usadas. En el cont ex to ope ran, como veremos en el capítulo siguiente, una serie de ex pectativas sobre la conducta lingüística de nuestro interlocutor, que contribuyen a diseñar el significado de lo que nos quiere decir. 5.
EL SIGNIFICADO INT ENC ION AL
Hemos dicho, a propósito de los actos de habla indirectos, que la posibilidad de interpretarlos depende del reconocimien to de la intención del hablante. Esto es válido para todos los ac tos de habla, sean indirectos o directos. Uno de los pilares teó ricos de la pragmática es la noción de significado intencional. En otra parte he tratado la diferencia entre decir, querer de cir y decir sin querer (véase La pragmática lingüística, cap. 2), que aquí me limito a esquematizar. Lo que decimos tiene un significado que depende de las expresiones usadas y está sujeto a un análisis de sus condiciones veritativas; lo que queremos de cir tiene fuerza pragmática y es la pragmática la que conjetura cuáles son los principios que nos permiten interpretar esa fuer za. Lo que decimos sin querer queda fuera de la lingüística, en principio, aunque no es un tema ajeno a nuestra disciplina, pues forma parte del significado. Si alguien nos dice Qué frío hace aquí interpretaremos natu ralmente no solo el significado de sus palabras, sino la inten ción con que las dice, lo que nos llevará, por ejemplo, a cerrar la ventana o encender la calefacción. Comunicarse es lograr que
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el interlocutor reconozca nuestra intención, y no solamente el significado literal de lo que decimos. Lo que la persona en cues tión comunica sin querer, en el ejemplo, podría ser que está en ferma o cansada, o que se siente incómoda por estar donde está, etc. Lo que decimos sin querer, los lapsus linguae y otras gracias y desdichas de la comunicación interesan, sobre todo, a los psicólogos. La pragmática estudia el significado intencional, lo que uno quiere decir. El filósofo Paul Grice, que elaboró dos teorías cla ves para la pragmática, la del significado "no natural" y la de las implicaturas, describe el significado intencional, que él llama no natural (meaning-nn), con la siguiente fórmula, donde H signifi ca 'hablante', O 'oyente', E 'enunciado' y z 'creencia o acto de voluntad de O' (traduzco la versión, ligeramente modificada, de Levinson, Pragmatics, pág. 16): H quiere decir no naturalmente z cuando profiere E si y solo si: (i) H intenta que E cause un efecto z en O. (ii) H inte nta que (i) se cum pla simplem ente por que O reco noce la intención (i).
Según esta fórmula, el significado no natural es un tipo especial de intención destinada a ser reconocida como tal por quien la recibe. La significación "natural" se produce, en cambio, sin in tervención alguna de intencionalidad, como cuando decimos Esta fiebre significa que hay infección; Está su abrigo en el perchero, lo que significa que ha llegado. Interpretar lo que otro dice es reconocerle una intención co municativa, y esto es mucho más que reconocer el significado de sus palabras. La comunicación parte de un acuerdo previo de los hablantes, de una lógica de la conversación que permite pasar del significado de las palabras al significado de los hablantes. De esa lógica hablaremos en los dos capítulos si guientes. 6.
LA PRAGMÁTICA AC TUA L
Recapitulando lo anterior, vemos que la pragmática surgió de un descontento dentro de la lingüística, que llevó a la bús queda de mejores explicaciones para ciertos fenómenos. Esa
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búsqueda coincidió con las nuevas teorías de los filósofos sobre la relación entre la forma lingüística, el significado y el contex to. En los sesenta y los setenta los nuevos gramáticos reivindica ron todo lo que quedaba "más allá" de la oración, y escribieron manifiestos sobre la centralidad teórica del discurso frente a la centralidad tradicional de la oración. Florecieron la lingüística textual y las diversas corrientes de análisis del discurso, surgie ron teorías funcionalistas en gramática, y se propuso el trabajo interdisciplinar en conjunción con la psicología, la filosofía, la sociología. La retórica (que muchos consideran la más antigua de las lingüísticas del texto) y la teoría literaria fueron graciosa mente invitadas a formar parte de la lingüística. Como es de su poner, algunos lingüistas opinaban que de esa mezcolanza no podía salir nada bueno. La pragmática adquiere status de subdisciplina lingüística (o, para algunos, disciplina independiente) cuando Grice pre senta una teoría muy influyente sobre cómo inferimos los ha blantes el significado implícito. De esa teoría, que veremos en el capítulo siguiente, han derivado las reflexiones más intere santes y más fecundas sobre los procesos mediante los cua les los hablantes producimos e interpretamos significado lin güístico. Hoy en día, la pragmática sigue confundida con otras cien cias que estudian el discurso, y está en la intersección de una serie de enfoques sobre la comunicación y la cognición, como nota Green en la definición citada arriba. La pragmática com parte el interés por la relación entre lenguaje, sociedad y cultu ra con otras disciplinas del discurso, sobre todo con dos de ellas: con la sociolingüística (especialmente la que estudia los proce sos de interacción lingüística), y con el análisis de la conversa ción. Tanto la pragmática como la sociolingüística y el análisis de la conversación estudian la comunicación lingüística en la complejidad de sus contextos. Sin embargo, la pragmática tra baja con enunciados construidos, como ya hemos notado, y tien de a concentrarse en el estudio de los procesos inferenciales por los cuales comprendemos lo implícito. No todos los pragmatis tas, sin embargo, están dispuestos a descartar el tratamiento di recto de las condiciones sociales del uso del lenguaje, y sigue vi gente la pregunta sobre el alcance teórico de la noción "significado contextuar, la pregunta que planteamos al final del capítulo anterior. La pragmática parece concentrarse, en estos últimos años,
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en dos conjuntos de problemas interconectados. El primer con j u n t o está formad o por asuntos relacionados con la estructura de la lengua, y el segundo por los mecanismos inferenciales que hacen posible la comunicación. Los ejemplos (l)-(7) vistos en este capítulo ilustran algunos problemas del primer tipo: se trata de fenómenos lingüísticos como el orden de palabras, el uso de los deícticos, y también la estructura de los actos de habla, que no pueden explicarse co rrectamente sin ayuda de un análisis pragmático, y que por lo tanto suelen aducirse para dar validez a la existencia de la pragmática dentro de la lingüística. Podríamos hablar, en este caso, de una pragmática entendida como complemento de la gramática, que se pregunta, sobre todo, cómo afecta la función comunicativa a la estructura gramatical de las lenguas. Algunos de los ejemplos que vimos en la introducción y en el capítulo i ilustraban, en cambio, el problema de la discre pancia entre el significado lógico o gramatical y el significado contextual, y ponían de relieve los procesos por los cuales nos entendemos. La ironía, como vimos en el ejemplo de la sopa de Mafalda, consiste en decir una cosa y querer decir otra: ¿por qué confiamos en que nuestro interlocutor va a entender lo que no le decimos, por qué nuestro interlocutor efectivamente lo entiende (cuando lo entiende), y por qué elegimos esa manera complicada de comunicarnos? Si se compara el problema de la ironía con el problema del orden de palabras en la oración, por tomar dos ejemplos entre tantos, se verán, contrapuestas, las dos tendencias de la prag mática actual. Por un lado, una pragmática interesada en anali zar la lengua en relación con su función comunicativa. Por otro, una pragmática interesada en estudiar el contexto en que se produce el enunciado y que determina en gran parte lo que ese enunciado significa (los principios que guían la comprensión de lo que se comunica implícitamente, como el significado iróni co). En el primer caso, el análisis va del lenguaje al contexto, con la intención de describir más adecuadamente la estructura del código lingüístico. En el segundo caso, se analizan sobre to do los mecanismos de la comunicación, que permiten explicar el significado de los signos lingüísticos puestos en uso. En los capítulos restantes veremos las dos teorías más im portantes de la segunda tendencia en pragmática.
CAPÍTULO III
LO DI CH O Y LO IM PL IC AD O: EL MODELO DE GRICE
1. EL PRINC IPIO DE COOPE RACI ÓN
Lo que queremos comunicar cuando hablamos puede ser más que lo que decimos. Lo que decimos está determinado por las condiciones de verdad literales de nuestro enunciado. Lo que queremos comunicar con lo que decimos depende del contenido de lo dicho y de otro tipo de factores. Como hemos visto, una de las tendencias más importantes de la pragmática actual es la que estudia la relación entre lo dicho y lo comuni cado por implicación. Hay dos teorías en competencia, en estos momentos: la teoría de Grice, a la que dedicaremos este capí tulo, y la teoría de la relevancia, que veremos en el capítulo si guiente. Si la comunicación es un acto de fe (como dice Green, se gún vimos en el capítulo anterior, §1), es un acto de fe en el lenguaje, pero, sobre todo, en el interlocutor. Tenemos con fianza no solo en las personas que conocemos, sino también en interlocutores desconocidos e incluso hostiles. Sabemos que, en circunstancias normales, cualquier desconocido va a prestarnos atención si le dirigimos la palabra, y probablemente va a con testarnos. Pero además sabemos que nuestro interlocutor, cono cido o desconocido, amigo o enemigo, va a tratar, por lo gene ral, de entender lo que intentamos comunicarle. Y esto es así, según la teoría de Grice, porque entre los hablantes hay un acuerdo previo, tácito, de colaboración en la tarea de comuni carse. Grice llama a este acuerdo "principio de cooperación". En una famosa conferencia de 1967 ("Logic and Conversation", incluida ahora en Studies in the Way of Words), Grice sostuvo que hasta ese momento no se había prestado debida atención a la naturaleza e importancia de las condiciones que
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gobiernan la conversación. Supóngase, dice Grice, que A y B están hablando de un amigo común C, que trabaja en un ban co. A le pregunta a B qué tal le va a C en su trabajo, y B res ponde: Bien, creo; le gusta trabajar allí, y todavía no lo han metido en la cárcel. Según Grice, lo que B quiere decir, implica, o sugiere me diante sus palabras es diferente de lo que dice: lo que dice lite ralmente, por medio del significado convencional de las pala bras, es simplemente que C todavía no ha ido a la cárcel. Lo que quiere decir puede ser, por ejemplo, que C es el tipo de persona a quien tienta demasiado el dinero. Este significado adi cional es una implicatura de lo dicho. La implicatura (término acuñado por Grice) es un tipo de implicación pragmática, que Grice intenta contrastar con las implicaciones lógicas, los entrañamientos y las consecuencias lógicas; estos tipos de implicación, a di ferencia de las implicaturas, se infieren exclusivamente del con tenido lógico o semántico de una expresión. También debe distinguirse la implicatura de otro tipo de inferencia, la presupo sición, que se deriva más directamente del significado semántico de las expresiones, como veremos abajo, en § 3. Hay, sin embargo, implicaturas que están asociadas al signifi cado de las expresiones, aunque no al valor de verdad de esas expresiones, como explicaré en su momento. A las implicaturas que (como en el ejemplo que acabamos de ver) no dependen del significado convencional de las palabras emitidas, Grice las llama implicaturas conversacionales. Para explicar las implicaturas conversacionales, por lo tanto, no hay que analizar las propie dades semánticas de las palabras, sino los principios que regu lan la conversación. Vamos a concentrarnos, por ahora, en las implicaturas conversacionales. Dice Grice que nuestros intercambios comunicativos corrien tes no consisten en una sucesión de observaciones desconecta das, ya que esto no sería racional. La conversación comporta, normalmente, un esfuerzo por colaborar con nuestro interlocu tor: los hablantes tienen por lo general algún propósito común, más o menos definido, y tratan de alcanzarlo. El principio de cooperación es el principio general que guía a los interlocuto res en la conversación, y que vale también para otros compor tamientos. Grice lo formula así: "Su aporte a la conversación de be ser, en cada etapa de esta, tal como lo exija la finalidad o la dirección del intercambio verbal aceptada por ambas partes". "Debemos" comportarnos así porque es lo que los demás es-
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peran de nosotros, y nosotros de los demás. Tan fuerte es esa expectativa, que, si el hablante parece no cumplir con el prin cipio de cooperación, el oyente, en lugar de pensar que efecti vamente el hablante no cumple, va a pensar que el hablante quiere decir otra cosa. Esa otra cosa será una implicatura, es de cir, un significado adicional comunicado por el hablante e infe rido por el oyente. Esta pirueta de la comunicación (comunicar sin decir, y contar con que el oyente va a inferir lo implicado) es posible siempre y cuando los hablantes descuenten el cum plimiento del principio de cooperación. Este comprende ciertas categorías que Grice llama máximas, que a su vez contienen submáximas. Siguiendo a Kant, Grice enumera las máximas de cantidad, de cualidad, de relación y de manera, y asigna a cada una submáximas específicas. Estos prin cipios de comportamiento son los siguientes (cf. Grice, "Logic and conversation"): MÁXIMA DE CANTIDAD: 1. Que su co nt rib uc ió n sea tod o lo infor mativ a que requiera el propósito de la conversación. 2. Que su co nt ri bu ci ón no sea más informativa de lo reque rido. MÁXIMA DE CUALIDAD: que su contribución sea verdadera. 1. No diga nada que crea falso. 2. No diga nada de cuya verda d no tenga pruebas.
MÁXIMA DE RELACIÓN: sea relevante ['relevante', que toma mos en préstamo del inglés, significa 'pertinente', 'que viene al caso']. MÁXIMA DE MANERA: sea claro. 1. Evite la oscuridad de expresión. 2. Evite la ambigüe dad. 3. Sea breve (evite la pr ol ij id ad innecesaria). 4. Sea ordenado.
(Nótese que la submáxima 3 parece contravenirse a sí misma, ya que es innecesariamente prolija. La máxima de manera está enunciada en el original con la expresión be perspicuous, "sea perspicuo", expresión algo oscura, de modo que también pare ce contravenirse a sí misma. ¿Chistes de Grice?)
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Pese a la enunciación imperativa de estas categorías, lo im portante para la teoría de Grice no es tanto el cumplimiento de estos supuestos mandatos como el hecho, mucho más intere sante, de que los interlocutores actúan como si descontaran su cumplimiento. Sin esta actitud de los hablantes, no habría implicaturas, y quizá no habría conversación posible. Las implicaturas conversacionales son supuestos que se origi nan en que el hablante diga lo que dice en determinado con texto compartido por los interlocutores, y en la presunción de que está observando el principio de cooperación. La implicatura se produce en los siguientes casos: a) cuando el hablante obedece las máximas, b) cuando parece violarlas pe ro no las viola, c) cuando tiene que violar una para no violar otra a la que concede mayor importancia, y d) cuando viola una máxima deliberada y abiertamente. Veamos algunos ejemplos. 2. EJEMPLOS DE IMPLICATURAS
a) Obediencia a las máximas Los casos de implicatura por obediencia a las máximas son los que requieren menos cálculo por parte del oyente. Supón gase que me doy cuenta, antes de ir a clase, de que se me ha aflojado un botón del abrigo, y lo comento con la secretaria. Si ella me dice: (1) Yo tengo aguja e hilo
entiendo que me los está ofreciendo, pues no sería cooperativo, ni racional, mencionar esos elementos para no ofrecérmelos. En este caso, simplemente amplío lo que dice la secretaria y saco la implicatura correspondiente. Recuérdense los casos de actos de habla indirectos que vimos en el capítulo anterior, que son se mejantes, ya que requieren un cálculo mínimo por parte del oyente. Más abajo, al considerar una subclase de implicaturas conversacionales, las que Grice llama "generalizadas", veremos cómo en algunos casos no se requiere ningún cálculo para sa car una implicatura, cuando las máximas son observadas por el hablante.
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b) Violación aparente A veces el hablante parece violar las máximas, lo que puede dar lugar a implicaturas, si el oyente cree, como es normal, que el hablante obedece las máximas, o al menos que respeta el principio de cooperación. Grice da, entre otros ejemplos, el de una carta de recomen dación que contiene información insuficiente sobre el reco mendado. Alterándolo un poquito, es como sigue. El profesor de filosofía escribe una carta de recomendación para su alum no, que aspira a ingresar en un programa doctoral. La carta di ce, en síntesis, algo así: (2) El Sr. X asiste siempre a clase, hace pu nt ua lm en te todos sus trabajos, y se expresa con propiedad.
La carta da menos información de la esperada, ya que no indi ca si el alumno tiene talento para la filosofía. El destinatario sa cará la implicatura de que el señor X no tiene ningún talento filosófico, porque de lo contrario tendría que pensar que el au tor de la carta no quiere cooperar, y esto es improbable, ya que se ha molestado en escribir la carta. c) Choques entre máximas A veces no podemos dar una información sin mentir porque no la sabemos, y por lo tanto damos información aproximada, violando la máxima de cantidad para no violar la de calidad. Así, por ejemplo, si me preguntan dónde queda la biblioteca y no lo sé con exactitud, diré algo como (3) Queda más al sur, pasando el parque.
El oyente, al recibir esta información insuficiente, puede pensar que no quiero cooperar, o, más probablemente, puede sacar la implicatura de que eso es todo lo que sé sobre el asunto. Aunque la máxima de calidad, "Diga la verdad", parece ser de jerarquía más alta que las otras, es decir, es la que tendemos a obedecer primero, hay algunos hablantes que prefieren mentir a pasar por poco cooperativos. Si pedimos instrucciones sobre cómo llegar a un sitio, por ejemplo, a alguien que debería sa-
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berlo (por vivir en el lugar o por otro motivo) pero no lo sabe, puede pasar que recibamos información insuficiente e incluso equivocada, si esa persona es incapaz de admitir su ignorancia. d) Violación ostentosa Finalmente, podemos calcular implicaturas si advertimos que el interlocutor está violando las máximas con deliberación. Imagínese un diálogo como el siguiente: (4) N I Ñ O (por décima vez): -¿Cuándo comemos, mamá? MADRE : -Cuando esta señora que ahora está escribiendo ter mine de hacer su trabajo y se levante de esta silla y vaya a la cocina y ponga a calentar la cena...
La prolijidad de la respuesta (en abierta violación de una de las submáximas de manera) tiene por misión que el niño infiera la actitud de la madre ante su insistencia. 3.
TI PO S DE IMPLICATUR AS
Grice distingue tres tipos de implicaturas: las implicaturas convencionales, las implicaturas conversacionales particulariza das, y las implicaturas conversacionales generalizadas. Para caracterizar estos tipos de implicaturas, Grice tiene en cuenta si son convencionales, si son calculables, si son cancelables, y si son separables. La propiedad "convencional" se opo ne, como sabemos, a la propiedad "conversacional". La propie dad que Grice llama "calculabilidad" se aplica a las implicaturas que resultan de un proceso inferencial en el que el oyente ha sopesado tres factores: lo que el hablante dice, los datos del contexto, y el acuerdo mutuo de respetar el principio de coope ración. Las implicaturas son cancelables cuando pueden eliminarse sin que haya co nt ra di cc ió n. Son, finalmente, separables, si desa parecen al enunciarse la expresión de otra manera. Veamos caso por caso, incluyendo las presuposiciones, que pertenecen también al grupo de las implicaciones pragmáticas.
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I. IM PLIC ATUR AS CONVENCIONALES Y PRESUPOSICIONES
Las implicaturas convencionales forman parte del contenido de ciertas expresiones lingüísticas. Son significados adicionales, pero no se calculan, pues vienen incorporados en el contenido de las expresiones. Véase este ejemplo: (5) María logró terminar la tesis.
Este enunciado significa que María terminó la tesis, y que le cos tó algún esfuerzo terminarla, por la razón que fuera. La idea de esfuerzo o dificultad está implícita en la construcción lograr + in finitivo, es una implicatura convencional de esa expresión. Como todas las implicaturas, la implicatura convencional es un significado adicional implícito. Pero las implicaturas conven cionales se diferencian de las conversacionales en que no re quieren ningún contexto específico, ya que están adheridas a las construcciones lingüísticas. Por otra parte, como son impli caturas, y no implicaciones lógicas, no ejercen ninguna influen cia sobre el valor de verdad de la oración en que aparecen. Nótese que (5) tiene el mismo valor veritativo que (6): (6) María te rm in ó la tesis.
(5) y (6) significan, estrictamente, lo mismo, pero en (5) hay un significado extra, la implicatura convencional 'tuvo que ha cer un esfuerzo para terminar la tesis' o algo semejante, que no afecta la proposición básica 'María terminó la tesis'. Las expresiones subrayadas en los siguientes ejemplos provo can también implicaturas convencionales: (7) Elisa es porteña, por lo tanto es pedante.
(8) Son pobres, pero honrados.
En (7), si Elisa es porteña y pedante la oración es verdadera, sin necesidad del significado implícito añadido por por lo tanto, que señala que ser pedante se sigue de ser porteña. En (8), igualmente, las condiciones de verdad se satisfacen si los indivi duos de los que se habla son pobres y honrados; pero añade una oposición independiente del valor veritativo de la oración. Las implicaturas convencionales limitan lo apropiado del uso
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de una expresión, ya que no su valor de verdad. (9), por ejem plo, es un enunciado anómalo, como señala el signo de inte rrogación puesto al principio: (9) ?Juanita es inteligente, pero escribió un libro buenísimo.
Por supuesto, si Jua nit a es int eli gen te y escribió un li br o buení simo, (9) es una proposición verdadera, pese a la contradicción aportada por pero. Él uso de pero, sin embargo, convierte el enunciado en poco aceptable pragmáticamente. También son convencionales otras implicaciones estudiadas desde hace muchos años por la semántica: las presuposiciones. Vale la pena que las consideremos aquí un momento, antes de pasar a las implicaturas conversacionales. Las presuposiciones son significados adicionales que están implícitos en ciertas expresiones, y que cuentan para evaluar la verdad de la oración; esto último las diferencia de las implica turas convencionales. La expresión dejar de + infinitivo acarrea, por ejemplo, una presuposición: (10) Gutiérrez dejó de llam arme.
En (10) hay una proposición presupuesta, 'Gutiérrez me llama ba', que debe ser cierta para que (10) sea cierto. La presuposi ción subsiste incluso si se niega la oración, como en (11): (11) Gutiérrez no dejó de llamarme.
Otros ejemplos de presuposición son los siguientes: (12) Lam ent o que sea dif íci l ('e s di fí ci l' ). (13) Cuando me propuso casamiento, me eché a reí r ('me pro puso casamiento').
Las presuposiciones y las implicaturas convencionales, por ser significados convencionales de las expresiones, no se pue den anular fácilmente, es decir, no se pueden eliminar del con texto sin que el hablante se contradiga, como sucede en (14), ejemplo de presuposición, y en (15), ejemplo de implicatura convencional (el asterisco indica que hay una anomalía semán tica) :
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EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA (14) *Gutiérrez dejó de llamarme, pero nun ca me llamó . (15) *María logr ó termin ar la tesis, pero no la te rm in ó.
Ambos tipos de implicación admiten, sin embargo, ser suspen didos: (16) Qué bi en que Luis haya dejado de fumar, si es que en rea lidad ha dejado. (17) Julián es capricorniano, y por lo tanto perseverante, si es cierto lo que dicen los astrólogos.
A lo largo de una conversación se van produciendo signi ficados más flexibles, más matiza dos y sujetos a cambios que los que admiten las oraciones aisladas de los lógicos, de modo que, en el contexto adecuado, también las implicaciones con vencionales pueden quedar anuladas sin que el hablante se contradiga o se contradiga totalmente. Pero, a los efectos de dis tinguir lo convencional de lo conversacional, es útil, en princi pio, considerar que las implicaciones convencionales tienen la pr op ie da d de ser no cancelables, j u n t o co n la de ser no calcu lables. Para distinguir las presuposiciones de las implicaturas con vencionales hay que tener en cuenta otra propiedad, la separabilidad. Para Grice, las implicaciones, en general, no son sepa rables cuando se infieren del significado y no de la forma de una expresión, de modo que, si se dice lo mismo con otras pa labras, la implicación persiste. Las presuposiciones no son sepa rables, como muestran los ejemplos siguientes: (18) Luis dejó de fuma r ('antes fumaba '). (19) Luis ya no fuma ('antes fum aba '). (20) Luis no fuma más ('antes fumaba').
Las implicaturas convencionales, en cambio, son separables, porque al decir algo con el mismo valor de verdad, usando una expresión diferente, la implicatura desaparece: (21) Son pobres, pero honrado s (una co nd ic ión se opon e a la otra). (22) Son pobres y honrado s (no hay opo sic ión ).
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I I . IMPLICATURAS CONVERSACIONALES PARTICULARIZADAS
Se trata de las implicaturas que hemos ejemplificado arriba, en § 2. Sus propiedades son las siguientes: son calculables, cancelables y no separables. Precisamente porque dependen de un contexto específico, las implicaturas conversacionales particularizadas pueden cance larse o anularse. En el caso de la carta de recomendación, bas taría que el alumno descrito tan mezquinamente por su profe sor no aspirara a ingresar en un programa de filosofía, sino en algún otro que requiriera precisamente las cualidades mencio nadas. Otra manera de anular la implicatura sería simplemente agregar algo como Y además es muy bueno en filosofía. Estas implicaturas no son separables, pues no están adheri das, como las convencionales, a ciertas expresiones lingüísticas. Si en lugar de lo indicado en (2) el profesor dijera lo mismo con otras palabras, por ejemplo: (23) El Sr. X es aplica do, punt ua l, y escribe con gran correc ción,
la implicatura 'no sirve para la filosofía' seguiría vigente. III.
IMPLICATURAS CONVERSACIONALES GENERALIZADAS
Estas implicaturas, por ser conversacionales, se pueden can celar, pero se diferencian de las otras en que no dependen de un contexto específico. El ejemplo clásico es el del artículo un, usado como en el ejemplo siguiente: (24) Mar ta va a encontrarse con un ho mb re esta noche.
Un implica que ese hombre no es su marido, ni ningún miem bro inmediato de su familia, ni siquiera, diría Grice, un amigo platónico. El artículo un, en muchos de sus usos, implica que no hay una relación cercana entre la entidad a la que se refie re el artículo y el individuo pertinente del contexto. Lo mismo sucede en (25): (25) Entr é en una casa.
Aquí una casa no puede ser 'mi casa'.
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Las implicaturas generalizadas surgen de una asociación fre cuente entre una expresión y los contextos posibles de esa ex presión. Entre las implicaturas conversacionales particularizadas y las generalizadas hay, solamente, una diferencia de grado en cuanto a su dependencia del contexto. La observación de la máxima de cantidad provoca implica turas conversacionales generalizadas. Véase el siguiente ejemplo: (26) Juli a escribió tres libros.
La primera submáxima de cantidad ("que su contribución sea todo lo informativa que requiera el propósito de la conversa ción") nos obliga a dar la cantidad de información exacta, ni más, ni menos. Como descontamos que el hablante cumplirá co n esa má xi ma , ent end emos , en el caso de (2 6) , que Ju li a escribió tres libros, y no dos, ni cinco. Pero ese significado ('exactamente tres') es una implicatura. La expresión tres, por sí misma, no significa 'exactamente tres', sino que significa, estric tam ent e, ' po r lo menos tres'. Nótese que si Ju li a escribió siete libros, sigue siendo verdad que escribió tres. Pero sería muy po co cooperativo decir que escribió tres si escribió más de tres; una información tan insuficiente se tomaría, en la conversación, por equivalente a una mentira, aunque lógicamente no lo sea. El numeral tres pertenece a un conjunto de expresiones que pueden ordenarse en una escala, de menor a mayor valor in formativo. Las expresiones de este tipo son ambiguas, pues sig nifican 'por lo menos x' y 'exactamente x'. En la conversación, sin embargo, solo vale el segundo significado, debido a la exi gencia de cumplir la máxima de cantidad. Como se ve, la lógi ca propia de la conversación desambigua las expresiones lin güísticas. En el cuadro i se resumen las características de los tipos de implicaciones que hemos visto. 4. LÓGICA Y CONVERSACIÓN
La lógica, dice Grice, acepta sin discusión que hay una di vergencia de significado entre las expresiones del lenguaje for ma l, co mo A, v, y sus contr apa rti das en el lengu aje na tu ra l (y, o). Las expresiones lingüísticas carecen de la precisión de las no lingüísticas, a las que se ha dotado de una interpretación
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IMPLICACIONES PRAGMÁTICAS Tipos
Propiedades
no calculable no cancelable no separable
PRESUPOSICIÓN
Ejemplos
Jua n dejó de fumar .
IMPI.ICATURA CONVENCIONAL
no calculable no cancelable separable
Es pobre pero honr ado.
IMPI.ICATURA CONVERSACIONAL PARTICULARIZADA
calculable
X es aplicado y pun tua l
cancelable
no separable IMPLICATURA CONVERSACIONAL GENERALIZADA
calculable
Ent ré en una casa.
cancelable
no separable
CUADRO I
con dos valores que es inequívoca e invariable. Como muchas expresiones lingüísticas son, por el contrario, equívocas y varia bles, resulta difícil asignar valor de verdad a las oraciones en que aparecen. Para quienes ven el lenguaje natural como defectuoso, es de cir, no totalmente inteligible, lo propio sería, dice Grice, cons truir un lenguaje ideal, cuyas oraciones fueran claras, determi nadas en cuanto a su valor de verdad, libres de implicaciones metafísicas; de este modo, los fundamentos de las ciencias se rían filosóficamente seguros, ya que las afirmaciones de los cien tíficos se podrían expresar usando este lenguaje ideal. Para los que, en cambio, confían en que el lenguaje natural sirve para hacer ciencia, la exigencia de un lenguaje ideal des cansa en presupuestos equivocados, entre ellos que el rasero pa ra medir el grado de adecuación de una lengua es su capacidad para servir a la ciencia. El lenguaje tiene muchas funciones im-
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portantes aparte de las que se relacionan con la investigación científica; sabemos perfectamente bien lo que significa una ex presión sin necesidad de analizarla. Según Grice, el presupues to, común a las dos partes, de que hay una divergencia entre las expresiones de un lenguaje formal y las de las lenguas naturales es erróneo, y deriva de una falta de atención a las condiciones que gobiernan el uso del lenguaje en la conversación corriente, y a la importancia de esas condiciones. Como hemos visto, Grice se propuso elaborar un modelo que explicara esas condiciones. El concepto de significado intencional (meaning-nn) y el re conocimiento de que existe un contrato que se cumple o se es pera que se cumpla en todos los intercambios comunicativos, contribuyen a reivindicar el lenguaje natural, acusado de ambi güedad e imprecisión. Hay una lógica en el uso del lenguaje, articulada por las máximas del principio de cooperación: la co municación intencional obedece a una lógica según la cual pro ducimos e interpretamos significado lingüístico de un modo muy eficiente. Para los lingüistas, una consecuencia interesante de la teoría de Grice es que permite hacer descripciones menos engorrosas o incompletas de los significados de numerosas expresiones: en lugar de atribuir a esas expresiones varios significados posibles, se puede considerar que los diferentes significados son implicaturas producidas de un modo perfectamente previsible al usarse las expresiones en la comunicación. Volvamos a un ejemplo ya visto en el capítulo anterior, el de la conjunción copulativa. Como dijimos, y puede significar sola mente adición, o recubrirse de otros significados: (27) Elena enseña lingüística y Pedro enseña historia. (28) Llegamos a casa y encend imos la calefacción. (29) No le aum entaron el sueldo y presentó la renuncia.
En (27) y significa solo adición, el valor básico de la conjunción copulativa. En (28), en cambio, significa 'y luego', por lo que resultaría inaceptable cambiar el orden de los dos sucesos. En (29) y significa 'como consecuencia', lo que impide también que se cambie el orden y se mantenga el valor de verdad. Se puede considerar, por lo tanto, o bien que la conjunción y es ambigua, o bien que los significados de las palabras son, en ge neral, vagos, y dependen de las normas de uso del lenguaje.
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En el primer caso, la semántica tiene que producir inacaba bles listas de significados posibles para las palabras de aparien cia más inocente. Habría que prever casos como el siguiente: (30) a. Compr é un pañuelo azul. b. Compré un pañuelo azul y rojo.
En (30a), azul significa 'totalmente azul'; en (30b), azul signifi ca 'parcialmente azul'. ¿Debemos asignar al adjetivo azul estos dos significados, aparte de otros posibles? Si tomamos esa deci sión, la semántica tendría que habérselas con numerosos sig nificados para cada expresión, en contra del principio de eco nomía o parsimonia teórica, que exige no multiplicar las entidades más allá de lo necesario. Un enfoque pragmático es, como corresponde, un enfoque económico. La noción de impli cat ura jus ti fi ca teór ica ment e que las expresiones del lenguaje natural tienden a tener significados simples, unitarios y esta bles, que, una vez que las expresiones se ponen en contexto, pueden recubrirse de otros significados o matices: una sobre carga pragmática fácil de ser concebida como un conjunto de implicaturas. En el modelo de Grice, el acto de comunicarse crea ciertas expectativas que los hablantes aprovechan de un modo racional y eficiente. Por eso la indeterminación de las expresiones lin güísticas no es un obstáculo para la comunicación. Un compor tamiento lingüístico bastante frecuente y siempre bien visto pa rece contradecir este principio, sin embargo: la cortesía. Por cortesía, el hablante se comporta a veces de un modo que pa rece irracional y poco eficiente. Se ha propuesto resolver el problema agregando al conjunto de máximas del principio de cooperación otro conjunto de má ximas, las correspondientes a un "principio de cortesía". Leech, autor de la propuesta, distingue una serie de máximas en ac ción, entre ellas la de Tacto, la de Generosidad, la de Aproba ción, la de Modestia (Leech, Principies of Pragmatics). Sostiene Leech que muchas veces decimos, de una manera perfectamen te apropiada, cosas que son falsas o menos informativas que lo requerido. Esto es verdad, y también que la cortesía está regu lada socialmente y que contribuye a la buena fortuna de la co municación. Sin embargo, los comportamientos corteses, aun que necesarios y efectivos, no se dan automáticamente por descontados para avanzar en la conversación, como parece su-
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ceder siempre con los principios básicos de cooperación de Grice: es muy difícil socavar la suposición de que nuestros in terlocutores son cooperativos; la de que siempre son, por aña didura, corteses, es, en cambio, una suposición mucho más dé bil. Resulta difícil no ser cooperativo en una conversación, pero no es tan difícil ser descortés: esto revela que se trata de prin cipios de índole diferente. En el paradigma actual de la pragmática que se conoce co mo "neogriceano", las máximas del principio de cooperación se han reducido, no amplificado. Remito al lector a dos versiones recientes del modelo de Grice, el de Levinson ("Minimizatíon and Conversatíonal Inference") y el de Horn ("Toward a New Taxonomy for Pragmatic Inference: Q-based and R-based Implicature"). Otra revisión, que no es fiel al maestro, es la que ve remos en el capítulo siguiente.
CAPÍTULO
IV
LO DI CH O Y LO IMP LI CAD O: LA TEORÍA DE LA RELEVANCIA
1.
EL CONCEPTO DE RELEVANCIA
La teoría de la relevancia, expuesta por sus autores, Dan Sperber y Deirdre Wilson, en un libro publicado en 1986 (Relevance. Communication and cognition), no fue bien recibida por el establishment de la pragmática. Aunque muchas de las críticas siguen siendo válidas (véanse Levinson, "A Review of Relevance", y Mey y Talbot, "Computation and the Soul"), este modelo ha ido ganando aceptación en los últimos años, y hoy en día pued e considerarse, j u n t o con el mod el o neogrice ano, una de las dos teorías más influyentes en pragmáüca. Aunque está inspirada en Grice, la teoría de la relevancia no puede tratarse como una mera extensión del programa de Grice, ya que propone una manera diferente de explicar el proceso de la comunicación lingüística. Muchos lingüistas consideran que el modelo de la relevancia supera al de Grice en poder explicativo, y que además satisface la intuición que tenemos, como usuarios del lenguaje, acerca de los proce sos de comunicación verbal (véase Wilson y Smith, Relevance Theory). La relevancia (palabra técnica cuya versión más cercana en el lenguaje corriente sería pertinencia) es el principio que expli ca todos los actos comunicativos lingüísticos, sin excepción al guna: porque descontamos que nuestro interlocutor es relevan te le prestamos atención. Grice nos enseñó que, para que la comunicación sea posi ble, los hablantes deben tener ciertas expectativas sobre la con ducta de sus interlocutores. Según Grice, los hablantes damos por descontado que, en la conversación y en otras tareas que hacemos en compañía, somos cooperativos. Pero ¿por qué so-
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mos cooperativos? Según Sperber y Wilson, porque tenemos al go que ganar: conocimiento del mundo. En efecto, a cambio del esfuerzo de dedicar atención, tiem po, memoria, para entender lo que nos dicen, recibimos, o, por lo menos, descontamos que siempre vamos a recibir, "efectos cognoscitivos", es decir, una modificación o enriquecimiento de nuestro conocimiento del mundo. Lo que esperamos de nues tro interlocutor es que tenga la intención de ser relevante, o sea, de decirnos algo que contribuya de algún modo a enrique cer nuestro conocimiento del mundo, sin exigirnos un esfuerzo desmedido de interpretación, porque tendemos a equilibrar ga nancia y esfuerzo. Cuantos más efectos cognoscitivos produzca un enunciado, y menos esfuerzo de interpretación exija, más re levante será. Cada enunciado lingüístico intencional viene con una ga rantía de relevancia. Como, según Sperber y Wilson, todas nues tras actividades informativas se orientan hacia la meta general y abstracta de mejorar nuestro conocimiento del mundo, la garantía de relevancia permite contar con que, si una persona produce un estímulo verbal deliberado, ese estímulo merece nuestra atención y el esfuerzo de interpretarlo, ya que produ ce los efectos cognoscitivos que nos interesan, a corto o a largo plazo. En nuestro entorno cognoscitivo hay información inmediata mente accesible, que no necesita ser procesada, y hay informa ción totalmente desconectada, que exigiría un gran esfuerzo de procesamiento, quizá en buena parte inútil. Un tercer tipo de información es nueva pero conectada con la que ya tenemos: la conexión provoca más información nueva, que no se hubiera podido inferir sin la conexión. Esta información es la más rele vante, pues produce un efecto de multiplicación, con menos coste de procesamiento. Los resultados de esta multiplicación se llaman "efectos con textúales". Una nueva información puede tener efectos contex túales de dos maneras: a) la in fo rm ac ió n nueva per mit e reforzar in fo rm ac ió n ya existente en la memoria; b) la in fo rm ac ió n nueva contradice o debil ita in fo rm ac ió n anterior. Cuando un ítem informativo tiene efectos contextúales en
LO DICHO Y LO IMPLICADO: LA TEORÍA DE LA RELEVANCIA
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un determinado contexto, Sperber y Wilson lo consideran rele vante- en ese contexto. El de relevancia no es un concepto ab soluto: hay grados de relevancia. Para medir la relevancia de un enunciado, debe calcularse la relación entre efectos contextúa les y coste de procesamiento. La relevancia puede representarse como una fracción: Relevancia =
Efectos cognoscitivos Esfuerzo de procesamiento
Según la teoría de la relevancia, lo que quiere decir el ha blante está determinado por su intención de ser relevante, y la interpretación del oyente está guiada exclusivamente por la pre sunción de que lo que se le dice es relevante. La relevancia es el engranaje oculto que pone en relación lo dicho y lo transmi tido por implicación, y, del otro lado del circuito, la relación entre lo transmitido y lo interpretado por el oyente. Sperber y Wilson consideran que la pragmática es la teoría de la interpretación de los enunciados, y destacan el papel fun damental de la inferencia en ese proceso de interpretación. Entender un enunciado tiene dos aspectos: por un lado, se des codifican los signos lingüísticos; por otro, se salta el escalón que va entre lo dicho y lo implicado, y esto no se hace mediante más descodificación, sino mediante inferencias. A Grice debe mos la primera elaboración de un modelo del proceso inferencial. Sperber y Wilson han querido llegar más lejos, y explicar la comunicación mediante un principio no solo único sino tam bién más general y más explicativo que las máximas de Grice, el principio de relevancia. Este principio, por ser cognoscitivo, puede postularse como universal. Una vez que se propone que la conducta lingüística de los seres humanos está fundada en un principio cognoscitivo uni versal que incluye toda forma de cooperación, las máximas del principio de cooperación resultan superfluas: el principio de re levancia basta para explicar la comunicación lingüística. Este principio, a diferencia de las máximas, no admite ser seguido o ser violado: los hablantes no "respetan" el principio de relevan cia, ni lo pueden violar por más que quieran, ni tienen que co nocerlo, ni aprenderlo: se aplica a todos los actos de comunica ción intencional, sin excepción. Por supuesto el hablante puede fracasar en su intento comunicativo y no ser relevante. Lo que
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basta es que transmita, con su enunciado, la presunción de que este es óptimamente relevante, porque esa relevancia determina la interpretación de dicho enunciado. 2.
INFERENCIAS Y CONTEXTO
La inferencia es un proceso de razonamiento deductivo. Se parte de ciertas premisas para llegar a una conclusión que se si gue lógicamente de esas premisas. Lo interesante es cómo se leccionamos las premisas en nuestro trabajo interpretativo, que es, como queda dicho, una búsqueda de relevancia. Véase un ejemplo. (1) A. -¿Vas a co mprar el diccionario? B. -Gasté todo el dinero que tenía.
En el esquema griceano, la respuesta de B parece violar la máxima de relevancia, pero el oyente hace un breve razona miento y descubre su relevancia: B no va a comprar el diccio nario porque no tiene dinero. Para Sperber y Wilson, esta es una explicación post fado, y además insuficiente, ya que deja a oscuras por qué se hace la conexión entre comprar el dicciona rio y haber gastado el dinero. Según la teoría de la relevancia, para interpretar la respues ta de B, A construye un contexto, que es, más o menos, el que B esperaba que construyera. En este contexto figuran ciertos co nocimientos y creencias, por ejemplo que se necesita cierta can tidad de dinero para comprar un diccionario y que B no tiene dinero. De estas premisas B saca la implicatura "B no va a com prar el diccionario". El contexto constituido por las premisas es un subconjunto de las creencias y conocimientos de toda índo le que probablemente posee A; tal conjunto está formado por conocimientos científicos, culturales, sociales, religiosos, políti cos, económicos, lingüísticos, y conocimientos que surgen de la situación, conocimientos sobre el interlocutor y su historia pa sada, sobre el modo en que gasta el dinero, sobre por qué ga na poco, sobre la relación entre ellos, etc. El contexto que el oyente tiene a su alcance puede incluir también conocimientos sobre los diccionarios, sobre cuáles son los mejores, sobre cómo se hacen, sobre por qué son caros, etc. Nótese que toda esa in formación está a disposición del hablante, y sin embargo este
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sólo selecciona el subconjunto de conocimientos que le sirve pa ra interpretar lo que dice B. Y esto es así porque A sabe que B quiere ser relevante, y la única interpretación consistente con el principio de relevancia es que B no puede comprar el diccio nario. Esa es, pues, la interpretación más plausible, y por lo tan to la implicatura más importante del enunciado de B. Digo "la más importante" porque la respuesta de B es más rica en infor mación que un simple "No voy a comprar el diccionario", y per mite inferir otras implicaturas también, es decir, se liga con otros subconjuntos de conocimientos del oyente y produce más efectos contextúales (por ejemplo, que a B no le alcanza el di nero, o que B es una persona derrochona, etc.). Volveremos en seguida sobre este fenómeno. El contexto, en la teoría de la relevancia, se define en tér minos psicológicos, no sociales, culturales, o discursivos, de mo do que la definición es unitaria, y evita las dificultades que he mos visto en el capítulo i. Las creencias operativas que forman el contexto de cada interacción pueden derivar de la percep ción inmediata de la situación, de lo que se ha dicho antes, o provenir de la memoria. Lo importante es que los interlocuto res comparten o creen compartir una versión parecida del con texto. La comunicación exitosa depende de cierto conocimien to mutuo: de lo que cada interlocutor sabe y sabe que el otro sabe. Véase el siguiente caso: (2)
(Qui qu e se acerca a la autora, que está sentada fre nte a la computadora, trabajando.) Quiq ue : -¿Estás ocupada? GR: - N o . Estoy ju ga nd o a un video game. (Quique se ríe y se va.)
(Permítaseme decir, ya que viene al caso, que Quique y yo nos comunicamos en dos lenguas, como millones de personas. También nos comunicamos en dos dialectos del español, y en varios registros. Al lado de nuestras conversaciones, los ejemplos de los libros de pragmática resultan irreales, por la homogenei dad lingüística, cultural, social, generacional, que sugieren co mo norma ejemplificante. Que tal homogeneidad no se dé siem pre y que quizá sea atípica es también un problema de pragmática, uno de los que se dejan de lado en las teorías inferenciales que estamos tratando.) En (2) Quique, para construir el contexto en que debe in-
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terpretar mi respuesta, extrae algunos elementos de la situación. Ve, por ejemplo, que en la pantalla de la computadora hay un texto, no un juego. Por otra parte, él sabe (y sabe que yo sé que él sabe) que yo uso la computadora solamente para trabajar, de modo que interpreta mi respuesta como el enunciado no literal que es, haciendo ciertas inferencias. Infiere, sobre todo, que yo le he transmitido que estoy ocupada y no quiero interrupcio nes. Por supuesto, mi enunciado irónico exige de él cierto es fuerzo extra de procesamiento, ya que contiene una crítica a su pregunta (es evidente que estoy ocupada, y él sabe que yo sé que lo sabe), pero también indica que yo sé que él sabe que es toy hablando cariñosamente, y que, quizá, no me ha molestado su interrupción, y que los dos nos entendemos bien. Todos es tos significados bien valen el esfuerzo extra de entender una afirmación absurda, y la risita del niño expresa, entre otras co sas, que es mi cómplice en la buena comunicación. Como ya vimos para el caso (1), la respuesta de (2) produ ce más de una implicatura. Ninguno de los dos casos es anó malo, ya que nuestros enunciados cotidianos suelen tener una gama, a veces muy amplia, de significados posibles. Antes de ver cómo explica este fenómeno la teoría de la relevancia, debemos considerar cuál es el papel que Sperber y Wilson asignan a la inferencia en la interpretación de enunciados lingüísticos. 3.
LA EXPLI CATURA
Grice distinguió entre lo dicho y lo que se transmite me diante implicaturas; por "lo dicho" se ha de entender aquella parte de la comunicación que puede evaluarse según el criterio de verdad. Todo lo demás es implícito. Así, en (3), (3) Le rue go que se vaya de aquí,
el uso de usted puede implicar que el hablante quiere poner dis tancia con la persona con la que habla. Como el uso de tuteo (Te ruego que te vayas de aquí) satisfaría las mismas condiciones veritativas, la implicatura convencional provocada por el empleo de usted no afecta el valor de verdad de (3). Sin embargo, la im plicatura convencional bien puede considerarse parte de lo dicho en (3). En el esquema de Grice, esta distinción queda borrosa.
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Grice es consciente, sin embargo, de que lo dicho no está determinado por el contenido semántico de la oración. Hay ele mentos de lo dicho que adquieren significado solamente al emi tirse la oración en una situación concreta de habla. Ya hemos visto el caso de los deícticos, que requieren un contexto para ser interpretados. Del mismo modo, hay palabras ambiguas cu ya desambiguación es necesaria para recuperar lo dicho, y otras que tienen significados insuficientes, imprecisos, que solo se completan en el contexto. En la teoría de la relevancia, de manera más clara que en la teoría de Grice, se considera que lo dicho está formado no so lamente por los significados convencionales, sino por el resulta do de la asignación de referencias, la desambiguación y el enri quecimiento de algunas expresiones. De modo que podemos distinguir tres niveles de significado: Niv el 1: el significado conve ncio nal de la ora ció n. Ni ve l 2: lo dic ho. Nive l 3: lo comu nica do. El nivel 3 resulta, como sabemos, del resultado de los proce sos de descodificación e inferencia, incluyendo la inferencia de implicaturas conversacionales. En el modelo griceano y en el neogriceano se ha enfocado de preferencia el paso del nivel 2 al nivel 3, que consiste en recuperar significados implícitos. La teoría de la relevancia intenta explicar cómo llegamos a inter pretar el nivel 2, lo dicho, proponiendo que el paso del primer nivel al segundo se cumple mediante un proceso inferencial se mejante al requerido para el paso de lo dicho a lo comunicado. En esta teoría, lo dicho es la explicatura del enunciado, es decir, la proposición completa que expresa el hablante. Debe considerarse parte de lo dicho, por lo tanto, la por ción de significado que no se manifiesta explícitamente, sino que es el resultado de procesos de desambiguación, asignación de referencia y enriquecimiento. Estos procesos son inferenciales. En (4), por ejemplo, para reconstruir la explicatura es nece sario desambiguar el contenido de la palabra muñecas: (4)
(U na anciana a otra): -¿Y qué tal van tus muñecas?
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Para asignar a muñecas el significado 'parte del brazo' es pre ciso seguir un itinerario inferencial semejante al que se sigue para derivar implicaturas, y guiado también por el principio de relevancia. La oyente intepreta la pregunta en un contexto en el cual figura, por ejemplo, su artritis, los comentarios anterio res sobre su dolor de muñecas, etc. Veamos ejemplos de asignación de referencia y de enrique cimiento: (5) (Por el por ter o eléctri co): A: -¿Quién es? B: -Yo. A: -Pasa. (6) (Eligiendo pañuelos de seda.) Co mpra do ra: -¿Estos son los de 1.990 pesetas? ¿Y aquel verde, cuánto cuesta? Vended ora: -Bu eno , ese es un poq uit o caro. (7) Luisa ya tiene cierta edad.
En (5) A debe asignar referencia al pronombre personal antes de abrir la puerta. La explicatura de yo es, por ejemplo, "Soy Pepe", proposición que debe reconstruir el oyente a partir de la forma deíctica y datos provenientes del entorno (la voz del ha blante, la hora, etc.). En (6) y (7) los enunciados no son tan parcos como en (5), pero el oyente tiene que hacer ciertas inferencias para recons truir lo "dicho". En (6), hay que completar el significado que tiene la palabra poquito en este contexto, para recuperar una ex plicatura como "el pañuelo verde es bastante más caro", o "ese pañuelo es más caro de lo que usted parece dispuesta a pagar". Por supuesto, ese no es el significado básico o semántico de po quito, pero lo adquiere en algunos contextos, y ese significado extra es parte de la explicatura, pues contribuye a conformar la proposición completa expresada por la vendedora. El ejemplo (7) nos muestra otra vez la indeterminación de algunas expresiones y la necesidad de enriquecerlas para recu perar la explicatura. Cierto quiere decir, por ejemplo, 'determi nado', como en ciertas palabras, cierto día, pero cuando se habla de una persona d'une certain age las cosas cambian: en esos ca sos, cierto significa que la persona en cuestión es 'ya mayor', "de-
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masiado vieja como para hacer algo', 'mayor de lo que uno pen saría', o algo semejante. La explicatura de un enunciado es, pues, la proposición que resulta de lo expresado convencionalmente y de los procesos de desambiguación, enriquecimiento y asignación de referencia. Solo una vez que cumple con estas operaciones, cuando son ne cesarias, el oyente tiene una proposición completa, de la cual extraerá las implicaturas que correspondan. Este análisis amplía el campo de la pragmática, que ya no se limita a ofrecer una explicación de cómo recuperamos implicaturas, sino también de cómo entendemos lo explícito, aplicando el mismo principio de relevancia que aplicamos para inferir implicaturas. 4.
IA RELEVANCIA DE LAS METÁFORAS
Según la teoría de Sperber y Wilson, para comunicarse lo que importa es ser relevante, y no, en cambio, decir la verdad literal. Supóngase la siguiente situación. Yo vivo en un suburbio de Chicago, Evanston, exactamente a una manzana de distancia de la calle que marca el límite de la ciudad. No hay ninguna di ferencia entre mi calle y la siguiente, que ya forma parte de Chicago, pero yo tengo otro código postal, otro prefijo telefóni co, etc. Una persona que acabo de conocer en Madrid, digamos que Julia, me pregunta dónde vivo. Mi respuesta normal sería la siguiente: (8) Vivo en Chicago.
Si dijera la verdad literal, es decir, que vivo en Evanston, Julia no podría obtener efectos contextúales. Mi respuesta es rele vante porq ue lo que qu ier o comu nic ar a Ju lia es un subconjunto de implicaciones acarreadas por (8): que vivo en Estados Unidos, que hago vida de ciudad, que esa ciudad está en el cen tro de los Estados Unidos (o que no está en California, o que no es Nueva York), que puede ir a visitarme a Chicago. Lo que garantizo es la verdad de esas implicaciones, no la verdad literal del enunciado que uso para comunicarlas. Si fuera, en cambio, a registrarme para votar, y me preguntaran lo mismo, mi res puesta sería "Vivo en Evanston", pues en este caso la verdad li teral es lo relevante. El enunciado (8) es un ejemplo de lo que Sperber y Wilson
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llaman loóse talk, o lenguaje aproximado. Las metáforas son, se gún Sperber y Wilson, un subtipo de loóse talk, y pueden anali zarse de la misma manera. En el modelo de Grice, cuando un significado literal parece inapropiado, el oyente deriva una implicatura. El significado li teral de las metáforas es siempre inapropiado. Véase el siguien te ejemplo (tomado de Sperber y Wilson, "Loóse talk"): (9) (La madre al ni ño ): -Eres un cerdito.
El significado principal de este enunciado no es el literal, como bien sabe el niño, sino algo así como 'eres un niño sucio'. Un problema que queda sin resolver en la teoría de Grice y que resulta clave para entender el lenguaje figurado es el si guiente: por qué las figuras no pueden parafrasearse sin que pierdan casi todo su sentido. En (9), no es lo mismo que la ma dre le diga al niño "cerdito" que "niño sucio". Según Sperber y Wilson, los hablantes comunicamos pensa mientos complejos, es decir, pensamientos formados de varias proposiciones, algunas de las cuales sobresalen más que otras. Una sola de esas proposiciones, la que esté disponible inmedia tamente y cumpla con la presunción de relevancia óptima, será la proposición más importante de todas las que se transmiten o se intentan transmitir. En (9), la proposición transmitida es, pro bablemente, 'eres un niño sucio', y a esta la consideramos, por lo tanto, la implicatura más fuerte. Pero (9) transmite también otras implicaturas más débiles, por ejemplo que el niño es ado rable pese a ser sucio. En casos como (8) y (9), y también (2), arriba, los hablantes producen enunciados en donde no se dice la verdad literal, con la intención de que los oyentes extraigan solamente un subcon j u n t o de las implicaciones acarreadas por ese enunciado. En esos casos los hablantes no garantizan la verdad literal de lo que dicen, sino que garantizan la verdad del subconjunto de impli caciones que quieren transmitir y que son relevantes en ese con texto. Estas implicaciones tienen diferente fuerza: como las on das que se forman en el agua al arrojar una piedra, algunas implicaturas son más y más débiles y borrosas según vayan que dando más lejos de la intención comunicativa central del enun ciado. Los enunciados figurados exigen, sí, más esfuerzo de proce-
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Sarniento, pero también producen mayor ganancia cognoscitiva: un solo enunciado permite derivar un significado mucho más complejo que su paráfrasis literal. Decirle al niño "cerdito" transmite, condensadamente, mucho más significado que decir le "sucio". Por eso las metáforas e ironías no son adornos de la conversación, sino medios de comunicar gamas muy amplias de implicaturas de diferente rango. Entre las implicaturas débiles así comunicadas, algunas son tan débiles que ni siquiera están totalmente presentes en la conciencia del que habla, por lo cual el oyente es más responsable de ellas que el hablante. (Sobre los tipos de implicatura en la ironía, desde esta misma perspec tiva teórica, puede verse el análisis que he hecho en otro cua derno de esta colección: Los procedimientos de cita: citas encubiertas y ecos, ca pítulo IV.) El lenguaje figurado, tanto en la conversación como en la li teratura, exige más esfuerzo inferencial, pero lo compensa con más efectos cognoscitivos. Su interpretación, según esta teoría, no se diferencia en nada de la interpretación del lenguaje lite ral, ya que se explica por el mismo principio de relevancia.
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Sarniento, pero también producen mayor ganancia cognoscitiva: un solo enunciado permite derivar un significado mucho más complejo que su paráfrasis literal. Decirle al niño "cerdito" transmite, condensadamente, mucho más significado que decir le "sucio". Por eso las metáforas e ironías no son adornos de la conversación, sino medios de comunicar gamas muy amplias de implicaturas de diferente rango. Entre las implicaturas débiles así comunicadas, algunas son tan débiles que ni siquiera están totalmente presentes en la conciencia del que habla, por lo cual el oyente es más responsable de ellas que el hablante. (Sobre los tipos de implicatura en la ironía, desde esta misma perspec tiva teórica, puede verse el análisis que he hecho en otro cua derno de esta colección: Los procedimientos de uta: citas encubiertas y ecos, ca pítulo IV.) El lenguaje figurado, tanto en la conversación como en la li teratura, exige más esfuerzo inferencial, pero lo compensa con más efectos cognoscitivos. Su interpretación, según esta teoría, no se diferencia en nada de la interpretación del lenguaje lite ral, ya que se explica por el mismo principio de relevancia.
EJERCICIOS 1. N O C I Ó N DE CONTEXTO. En la Introducción se da comien zo a un diálogo real entre la autora y los lectores. ¿Cuáles son los contextos de este diálogo, y cómo van modificándose a lo largo de la lectura de este librito? Indique primero los conoci mientos, expectativas y presupuestos previos de las dos partes al comenzar la escritura y la lectura, y pase luego a los contextos que se van creando. ¿Cuántos niveles contextúales son operati vos en este caso? ¿Puede imaginar mis propios marcos de refe rencia, y compararlos con los suyos? No siempre los interlocu tores comparten los contextos. ¿Puede señalar malentendidos o ambigüedades en su interpretación de nuestro diálogo, y anali zarlos? ¿Cuáles son las diferencias fundamentales, en cuanto a los contextos, entre las conversaciones cara a cara y la interac ción escritor-lector? Puede atenerse a una comunicación como la nuestra, o extender su análisis a textos de otro tipo, por ejem plo una carta personal, una novela, un artículo periodístico. 2. N O C I Ó N DE CONTEXTO. Se ha dicho que el contexto de una conversación es el mundo entero. ¿Le parece una observa ción correcta? ¿Le parece aceptable desde el punto de vista de la pragmática? ¿Por qué sí o no? Compare esa noción de con texto con la de Sperber y Wilson. 3. ACTOS DE HABLA. Co mp ar e la teorí a de los actos de habla con las teorías inferenciales vistas en los dos últimos capítulos. Saque todas las conclusiones posibles sobre la utilidad de una y otras para explicar la comunicación lingüística. 4. ACTOS DE HABLA. El enunciado "¿Quieres bajar a tomar un café?", dicho por un compañero de trabajo al otro a la hora del café (en un sitio donde se acostumbre a tomar un café a media mañana, por ejemplo), se interpreta naturalmente como una invitación, que tiene la forma (literal) de una pregunta. Indique otros enunciados, con diferente forma (que no sean
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preguntas, por ejemplo) que cumplan la misma función, y ana lice las condiciones que se requieren para que sean interpreta dos como invitaciones. 5. ACT OS DE HABLA. Intente esbozar las condiciones prepa ratorias y la condición esencial del acto de habla de prometer. (Puede comparar su descripción con la de Searle, Actos de habla, cap ítu lo III.) 6. PRAGMÁTICA Y GRAMÁTICA. Hay fenó meno s gramaticales que solo se pueden explicar de manera satisfactoria acudiendo a información pragmática. El imperfecto español significa, se mánticamente, 'acción pasada vista en su transcurso', pero, en enunciados concretos, puede adquirir otros significados. Analice los usos del imperfecto en los siguientes ejemplos, e indique de qué factores depende la interpretación de estos casos: a) Buenas tardes. Quería una docena de sobres. b) (Trat ando de com pon er un aparato.) Qué di fíc il era arre glar esto. c) Y mañana volvía su marido, Dios santo. d) Este jue ves cantaba Pavarotti, pero no voy a poder ir a verlo. 7. DEFINICIONES DE PRAGMÁTICA. Elija una de las definiciones de pragmática que se dan en el capítulo n, y explique por qué le parece buena (o mala). 8. M O D E L O DE GRICE. Explique por qué el operador lógi co V y su contrapartida en el lenguaje natural, la conjunción o, no tienen diferencias de significado, sino diferencias de uso. 9. M O D E L O DE GRICE. LOS siguientes enunciados, semejantes a los que vimos en el capítulo III, dan lugar a implicaturas. En algunos casos, va entre corchetes la continuación posible del enunciado, para facilitar el análisis. En cada ejemplo, indique el contenido aproximado de la implicatura más probable, y clasifíquela (convencional, conversacional particularizada, conversa cional generalizada). a)
-¿Qué quieres que te regale para Navidad? -Lo que más necesito es una computadora portátil.
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b) -¿Has visto mis gafas? -Fíjate en la cocina. c) - L o s Góme z ti en en tres coches. [En realidad tienen cuatro, si contamos el Rolls Royce antiguo que tienen guardado.] d) (Di ál ogo entr e dos automovilistas, en la call e): - M i coche se ha que dad o sin batería. -¿Lleva el cable para conectar baterías? e) (L a mu jer al ma ri do , en un a fies ta, después de co mp ro bar que son las tres de la mañana): -¿Tú sabes qué hora es? f) -R odr ígu ez se las arr egl ó para queda r bi en con el je fe . g) -¿A qu é hor a vuelve tu padre? - N o antes de las 8 o las 9. h) - C o n esta máq ui na foto gráf ica, hasta tú vas a sacar bue nas fotos. i) - T u vi e r on dos hijos y se casaron. j) - A n a vivió en Londres más de quince años. [Y todavía vive.] 10. TEORÍA DE LA RELEVANCIA. Intente reconstruir el proceso deductivo por el que A infiere la implicatura principal más pro bable de la respuesta de B en el ejemplo siguiente. Indique cuá les serían las premisas implicadas, y cuál la conclusión: A: -¿Has visto la pe lí cu la que estre na ron ayer? B: - N u n c a voy a ver melod rama s. 11 . T E O R Í A DE LA RELEVANCIA. En los tres enunciados si guientes hay metáforas. ¿Cuál es la implicatura más fuerte y cuá les son algunas de las implicaturas débiles que pueden producir estas metáforas, cuando se utilizan efectivamente en la conver sación o en un poema? a) Juan es un cerdo. b) El du eñ o es un verd ader o mafioso. b) (D ic ho de un bosqu e): Era un a catedra l.
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1 1. MO DE LO S INFERENCIALES. Carmen y Amalia, que se aca ban de conocer, hablan sobre las ventajas y desventajas de tener una carrera y atender simultáneamente una familia. Am al ia : Car men : Ama li a: Car men :
-B ue no , no creo que yo vaya a tener hijos, de to dos modos. -Sí, mujer, po r qué no . -Pues así co mo me ve. .., ya he cu mp li do los 40. -B ue no , todavía pued e tenerlos.
¿Cuántos años tiene Amalia? ¿Cómo sabe usted eso? Suponga que a Carmen le cuentan, luego, que Amalia tiene 47 años, y Carmen se queja de que Amalia le ha mentido. ¿Se queja con razón? ¿Por qué sí o no? Tanto Grice como Sperber y Wilson sostienen que la comunicación es posible porque los hablantes tenemos ciertas expectativas sobre la naturaleza de los enuncia dos. Explique esto partiendo del ejemplo de Carmen y Amalia. Proponga algún ejemplo semejante, si es posible extraído de su propia experiencia.
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