2|revista!| REPORTAJE
|Domingo, 10 de octubre de 2010
DIARIODE DIARIODEPONTEVEDRA PONTEVEDRA
nerv io rápido. Se sorprende a sí mismo recitando en mitad ENTREVISTA|Autor de una obra breve y fulgurante, Carlos Oroza conserva el nervio de la entrevista y reitera su mensaje: “La poesía se habla”. El hombre pequeño y flaco de ojos acuosos enhebra un discurso serpeante que apenas sale de la pasión del poema, al que se consagró desde niño. Dejó las trincheras del antifranquismo para buscar l a pureza del paisaje. No desfallece desfallec e pese a sus intensidades y se recrea en la tribuna. Cobra 3.000 euros por recital reci tal y llena teatros. Sob Sobre re sus huesos ya se construyen leyendas. Pero Oroza anda por aquí aguantando las l as embestidas, feliz como el pájaro que siempre lleva al hombro.
Carlos Oroza Poeta [escribe Manuel Jabois | fotografía Javier Cervera-Mercadillo]
“Ser poeta es “Ser es un au autén ténttico fraca racaso so.. No te te sale sa le nada” nada” Carlos Oroza (Viveiro, 1933) tiene el café humeante a medias y el periódico sobre una mesa del bar Royal Atlántico. A su espalda reposa el teatro García Barbón; allí mete el poeta a 600 personas en éxtasis en sus recitales más clamorosos. Este gallego salvaje es una leyenda viva de la poesía española, un bardo en huida que abomina de etiquetas y cuadrillas entregado a la naturaleza, porque él, dice, es un poeta en expansión, un ca ntor que busca la luz. Inmarchitable y voraz, su canto siembra en silencio la atmósfera de una ciudad que ama y detesta. Aquí está el terrible Oroza de poesía llameante que en los sesenta levantaba multitudes en la universidad contra Franco; el que dormía en el suelo al lado de una pensión de obreros. En 1979 lo estaban dando por muerto en el Café Gijón, donde reinó una década. “Desapareció de pronto sin dejar rastro ni noticia. Algunos dicen que ha muerto y que su espíritu se aparece”, dijo uno ese año en El País. Pero para entonces ese espíritu ya cantaba en Vigo. Llegó a la ciudad escoltado por una falsa ‘secreta’ que lo sacó detenido del Teatro Malvar de Pontevedra en 1975 para evitar que lo linchase la multitud tras recitar Desfile de la Victoria, “o mellor poema antifranquista que coñezo”, dijo Manuel Rivas. Aquí lo depositó la policía postiza. Sin más. De paso, puestos a tomar decisiones, abandonó la poesía protesta. Alguna tarde al mes se sube al
autobús y aparece en Pontevedra a dar paseos furiosos por el casco viejo, porque Oroza masca las pala bras a ritmo de caminante. Lo paran por Vigo para celebrarlo como si fuese una estrella de rock, que en cierto modo es. Ni beat, ni maldito. Si acaso, un fugaz precursor del rap y un hombre tremendamente delgado. Fuma durante la entrevista un cigarro tras otro, y cuando aca bamos, le ofrezco la cajetilla, en la que quedan dos: “¡Quita, quita! Eso me escaralla la garganta”. Eléncar, Cabalum, En el norte hay un mar que es más alto que el cielo... Sus libros son inencontrables. —Se agotan todos. Ese último de la Diputación era un horror. Había muchos errores. La disglosia, que es terrible. La oralidad viene de orar, pero no en las iglesias, sino ante lo que amas. ¿Qué ama usted? —La luz de pensamiento. Y la luz bajo el ojo cósmico, que es el sol. Yo soy un vagabundo. No sé a dónde voy, pero mientras exista luz, me dirigiré hacia ella. Sin el pensamiento no hay poesía ni hay nada. Hay que vivir en poeta y escribir en poeta. Yo no comprendo el ser artista artis ta en horas horas libres. Si se le posó a uno el pájaro en el hombro y le empezó a cantar, es necesario recibir el mensaje de ese pájaro. Y lo demás son pajas mentales. Sus recitales impresionan. Yo tuve la suerte de encontrar a un tipo que es Carlos Vilas Bugallo, pintor y filósofo. Me comprendió.
Hizo dos vídeos, uno de Cabalum y otro de Alicia. ¿A usted ese pájaro cuando se le posa? —No lo sé. ¡Si lo supiera! ¿Cómo fue su niñez? —De una soledad profunda. Eran unos tiempos terriblemente oscuros en este país. Hemos vivido muy alejados de esa cosa propicia que es la naturaleza, la amistad, la solidaridad. La naturaleza se venga de nosotros si la maltratamos. Vienen las tempestades a destiempo... Se está poniendo todo al revés. Como no cuidemos el paisaje lo vamos a pagar muy caro. ¿Cómo era su relación con sus padres? —Pues bien. Yo tengo un oído muy predispuesto a la palabra porque he oído cantar muy bien en mi casa. Tuvimos necesidades como todo quisqui, pero había un instrumento en cada rincón: un violín, un piano. Y siempre se sacaba alguna nota. Los padres siempre prefieren que sus hijos les digan que quieren ser notarios. —Claro. Y viene la amenaza, porque la poesía una amenaza. Una carga de fatalidad. Muy hermosa, porque sin poesía no existe la vida. La poesía es un canto; un canto sin rima, pero con ritmo interno. Dice Withman: “Aquel que camina una sola legua sin amor camina amortajado hacia su propia tumba”. Y de repente me dicen: ‘Ahora usted se contradice’. contradice’. Sí, me contradigo porque contengo multitudes. Una per-
“Yo tengo un oído muy predispuesto a la palabra porque he oído cantar muy bien en mi casa. Había un instrumento en cada rincón” “Mi niñez fue de una soledad profunda. Eran unos tiempos terriblemente terriblemente oscuros en este país. Tuvimos necesidades como todos” “Hay que vivir en poeta y escribir en poeta. Yo no comprendo comprendo el ser ar tista en horas libres. Si posó el pájaro en el hombro, hay que escucharlo” “No me arrepiento, pero me he equivocado. Y bien equivocado. equivocado. A veces eso produce grandes hallazgos. Y lo exacto no existe”
sona sin contradicciones no tiene afecto a nada. Defiende la poesía de los bardos. —Los bardos de aquí. Estuve hace unos días en San Simón “As ondas do mar de Vigo...”. Los poetas gallegos antiguos cantaban a la naturaleza, al amor... Usted fue un poeta de la protesta. —Sí, sí. Pero esa etapa la superé. Me he interiorizado más. He regresado a mí mismo. ¿Al silencio? —El silencio también se escucha y también provoca. El silencio te dibuja el camino y te da la pauta. Es necesario escuchar. Mis poemas nacieron oralmente y no lo transcribo al papel sino con verdadera repugnancia. Totalmente. Hemos pasado de la palabra al signo. ¿Se arrepiente de algo? —No. Me he equivocado. Y bien equivocado. A veces eso produce grandes hallazgos. Lo exacto no existe. Mira el milagro de la naturaleza: estamos en otoño, pero ya hemos entrado en invier no. Yo no sé a dónde vamos, pero tampoco me preocupa. Peor es no saber de dónde se viene. —Eso es el terror. Eso da pánico, porque el niño ése es irrecupera ble. El estado de la inocencia es irrecuperable. Después ya viene la madurez, el desengaño, la fatalidad de existir. Yo siempre he envidiado a la gente que duerme en los bancos de los parques a pleno sol. Siempre están esperando el ca nto.