En la terraza lateral los rehenes alcanzaron a abrir la puerta blindada. Sucesivamente comenzaron a escapar, uno de ellos era Francisco Tudela. Sin embargo, un terrorista al verlo salir lanza una granada y le dispara hiriéndolo en la pierna. Es allí donde el comandante Valer corre a defender al canciller, recibiendo una ráfaga a la altura del estomago. Sin dejar de hacer fuego, el valeroso comando logra que Tudela se ponga a salvo, pero ya estaba gravemente herido. Los otros oficiales, que seguían llegando, logran abatir al terrorista. "El terrorista me ve rampando en la terraza y arroja una granada que estalla en el aire, de haber estallado en el suelo me hubiera matado instantáneamente. En cambio, sólo siento un pellizcón en la espalda; se me clavaron siete esquirlas" (Francisco Tudela, canciller) "Inmediatamente después de la explosión vi a un efectivo militar emerger en medio del humo. Se cercioró que éramos rehenes y nos pidió calma. Después abrió la puerta y dijo que saliéramos. (Samuel Matsuda, congresista)* Segundos apenas después del estallido inicial, las tropas de élite surgieron corriendo desde el cráter dejado por esta explosión, barriendo a balazos las escaleras donde se encontraban Cerpa Cartolini y otro emerretista. Acompañados del segundo equipo comando que venía a la carrera desde la destrozada puerta principal subieron sabiendo que cada segundo podía significar un rehén muerto. Sin embargo en el segundo piso los terroristas ofrecieron resistencia. "En el segundo piso, el ingreso fue verdaderamente impresionante (comandos): Los accesos corredores y puertas estaban preparadas con explosivos para impedir nuestro ingreso. La primera explosión que hicimos por ese lugar produjo el estallido de las trampas preparadas por los terroristas, lo que origino la caída de una pared, creándose una nube de polvo y gases tóxicos, volaron pedazos de ladrillo y cemento lanzando a un equipo de comando hacía atrás y el resto del grupo tuvo que retroceder unos metros. Pero allí dentro del equipo que retrocedió por la explosión escucho bramar a mis hombres con ese sentimiento que sólo tienen los hombres decididos y que llevan dentro de sí valores tan sublimes que los hacen grandes en esos momentos. Los hombres se levantaron como una ola incontenible y a la carrera fueron desapareciendo por la brecha abierta momentos antes, era verdaderamente emocionante ser testigo de ello, de este equipo que se lanzaba contra las granadas y el fuego enemigo, muere en ese ataque el capitán Jiménez por un trozo de metralla en la garganta e impactos de bala, perdió una pierna el comando Cruz , pero seguían avanzando, todos fueron heridos, los diez de este equipo, en mayor o menor intensidad”. "Otro comando encontró una ruma de muebles en el corredor del primer piso, sabía que podía estar minada sin embargo no le quedo alternativa y los retiro lo más rápido posible pues de ello dependía la vida de los rehenes, se encontró con lo temido, una explosión no le permitió continuar, otro compañero derribó a un terrorista que resistía, mientras que el herido pasaba a su lado arrastrándose como podía en busca del médico. Así, con heridos y dos caídos, ganamos la residencia y cumplimos nuestra misión". (General de brigada José Williams Zapata , comandante en jefe de la operación, combatiente.) Finalmente los comandos logran neutralizar el último foco de resistencia enemigo haciendo fuego desde el techo hacia el interior de la residencia de la residencia. Este tiroteo marcaría el final de la operación comando más exitoso en Latinoamérica. Luego en un acto de desprecio y triunfo, las tropas arriaron la bandera del MRTA, entonaron el himno nacional y celebraron el final de la crisis. Al costo de un rehén y dos valerosos comandos EP caídos, una veintena de heridos de diversa consideración entre las fuerzas del orden, y los 14 emerretistas abatidos, las fuerzas armadas peruanas se anotaron una victoria espectacular, que sería reconocido entre los rescates más exitosos de rehenes dentro de la historia mundial. La gente en las calles comenzó a aplaudir cuando vieron a los cautivos salir en libertad. Luego muchos no pudieron reprimir la emoción y se volcaron a saludar el paso de los rehenes que se dirigían a encontrar con sus familias en el Centro Cultural Peruano Japonés. Finalmente en libertad, muchos rompieron a llorar al reencontrarse con los suyos, con los hijos, con la esposa. Después de 126 días de dolor, incertidumbre, y muerte en el alma, la angustia llegaba a su fin.