Índice Titulo Copyright Inicio 1 FINAL E INICIO 2 ALEX O SOPHIE? 3 HIPNOSIS Y MITOS 4 PROBLEMAS Y MEMORIAS 5 CONSCIENC CONSCIENCIA IA Y CEREBRO 6 PADRES E HIJOS 7 ANIMALES Y ALMAS 8 ALMAS GEMELAS Agradecimientos El Autor
ALEX B. RACO
NUNCA ES EL FINAL VIDAS PASADAS DESTINO PRESENTE
Primera edición: abril, 2016 Copyright © 2015 Alex B. Raco Todos los derechos reservados. www.terapiaregresiva.org Diseño: Giorgio Gandolfo Todos los personajes, historias y lugares que se mencionan en este libro son reales. Los nombres de los personajes han sido cambiados para proteger los derechos de privacidad de los individuos.. El autor de este libro no otorga consejos médicos ni prescribe el uso de ninguna técnica como forma de tratamiento para probl problemas emas físi físicos cos y médicos médicos sin sin el e l consejo consejo de un médico, médico, directa directa o indi indirectamente. rectamente. La intenció ntenciónn del autor es simplemente ofrecer información de carácter general para ayudar al lector en su búsqueda de bienestar físico, emocional y espiritual. En caso de que el lector utilice la información de este libro para su bien personal, que está en su derecho, el autor y el editor no asumen ninguna responsabilidad por sus acciones.
A Elena Orlandi, sin la l a cual no existir exis tiría ía este est e libro libr o
FINAL E INICIO
"Me despierto sobresaltada por un ruido repentino y lejano. Creo que es un trueno. Me parece haber dormido meses enteros, siento el cuerpo entumecido y rígido, la cabeza pesada. Trato de abrir los ojos, pero la luz duele demasiado. Estoy tumbada sobre algo duro y húmedo, algo que no reconozco. Extrañamente, no me molesta. Es como si mi cuerpo hubiera tomado la forma de aquel lecho. Pero ¿dónde estoy? Intento cerrar los ojos de nuevo, estiro los brazos cubriéndome el rostro para protegerlos rotegerlos de la l a luz. luz. Enton Entonces ces descubro que que mis mis brazos están cu cubiertos biertos con una gruesa capa de pelo oscuro. Son enormes brazos, musculosos y robustos. No tengo manos, sino grandes zarpas de color marrón cubiertas de tierra. Garras. Soy ... soy ... ¡un oso! Soy un oso, grande y fuerte, y no estoy en mi habitación, sino en una cueva, en medio de un grande y denso bosque". Puedo imaginar perfectamente tu expresión de desconcierto, querido lector. Es probablemen robablemente te la misma misma cara que puse puse cuando cuando oí esta historia, historia, sentado en la silla si lla de mi consulta en Barcelona, una cálida mañana de abril hace unos años. Las palabras salieron de manera casi automática de la boca de una chica de ni siquiera treinta años, años , rubia y delgada, que entró en mi mi consulta consulta tímida y con paso inseguro. inseguro. La chica, a la cual llamaré Marta para proteger su identidad, vino a visitarme desde Italia porque el año anterior anterior hab había ía asistido as istido a un seminario seminario del Dr. Brian Weiss. Me dijo que le había impresionado mi historia personal, que tuve la oportunidad de contar cuando el Dr. Weiss me llamó a subir al escenario, frente a más de mil personas. Hizo más de mil kilómetros para venir a Barcelona, donde desde hace años me me dedico a la terapia regresiva a vidas vi das pasadas siguiendo siguiendo el método del Dr. Weiss. Con más de seiscientas sesiones de experiencia, fue la primera vez qu quee fui fui testigo testigo de la regresión de un unaa persona que que experimen experimentaba taba su vida pasada en form formaa anim animal. al. Para aquellos que no estén familiarizados con el tema, quiero explicar de manera breve qué es la terapia terapia regresiva. Se induce induce en el sujeto un un estado hipnót hipnótico ico moderado que estimu estimula la l a activación de áreas específicas del cerebro. cer ebro. Puede ser descrito como un estado de hiperconciencia durante el cual el sujeto puede acceder a recuerdos aparentemente olvidados. En un capítulo posterior explicaré en detalle cuáles son las áreas activadas y su funcionamiento, así como intentaré disipar tantos de los mitos que existen sobre la hipnosis. Al escuchar las palabras de Marta, mi cerebro y mi experiencia se pusieron en estado de alerta. aler ta. Consideré Consideré la posibili posi bilidad dad de que se estu es tuviese viese inventan inventando do todo, de que no hubiese alcanzado un estado hipnótico suficientemente profundo. Sin embargo, las circunstancias indicaban lo contrario: Marta estaba completamente inmóvil, acostada en el diván en la penumbra de mi estudio, pude ver sus ojos
moviéndose ovié ndose rápida rá pidam mente ente en fase REM (Rapid Eye Movement Movement)) a través travé s de d e sus s us párpados cerrados, cerr ados, respiraba respir aba regular regular y profu profundamen damente te y algun algunas lágrimas lágrimas rodaron por sus mejil mejillas. las. Todos las señales s eñales de un estado hipnót hipnótico ico profun profundo, pensé. pensé. Justo en ese momento, esa máquina complicada y a veces molesta que reside en el cráneo de todos nosotros me hizo recordar los estudios sobre etología animal llevados a cabo en la juventud. —¿De ¿De qué qué color son los árboles del bosque?— pregun pregunté. —No sé— dijo Marta, Marta, —no —no consigo consigo disting distinguir los colores. Todo es marrón, marrón, un una gama gama de colores col ores similar similar a la corteza corteza de los l os árboles. árbol es. Es como ver todo a través de un filtro sepia —. Mi corazón se aceleró de repente. Cuando era joven he tenido la oportunidad de estudiar el comportamiento animal durante un curso al que fui en Nueva York. Lo que había estudiado confirmaba las palabras de Marta. Los animales no ven los colores como las personas, sino de una forma muy parecida a la que mi paciente acababa de describir. —¿V ¿Vives allí? all í? ¿En esa cueva? — Pregunt Pregunté. é. —Sí, pero el bosque es mío. mío. Todo me me pertenece.— pertenece.— dijo Marta Marta "Todo lo que que veo es mío. mío. Soy el rey de la selva sel va —. —¿Qu ¿Quéé sensaciones sensaciones tienes?— tienes?— Contin Continuué. —El aire es fresco. Me siento siento grande, grande, pesado—. —¿Dón ¿Dónde de están tus tus padres?— pregun pregunté con ingen ingenuuidad. —No sé— respondió respondió Marta Marta después de pensar pensar unos unos segun segundos. —No me me acuerdo, acuerdo, ni siquiera consigo recordar a mis padres. No recuerdo nada de lo que me ha pasado antes de ahora —. Mi entusiasmo se hizo aún más grande. Era obvio que Marta no estaba imaginando nada. Las funciones funciones cerebra cer ebrales les de la l a memori memoriaa animal animal funcionan funcionan de forma diferent difere nte. e. Y los osos son animales solitarios, los únicos momentos en que socializan con sus iguales son cuando una madre pasa tiempo con sus crías o el breve período en el que machos y hembras hembras se encuent encuentran ran con fines reprod r eproduct uctivos ivos.. La historia histor ia de Marta me sorpr s orprendió endió enormement enormemente. e. He sido sid o testigo testi go de muchas muchas experiencias exp eriencias in i ncreíbles creíbl es de vidas vi das pasadas, pasadas , pero era la prim pri mera vez que que me me pasaba algo así. Entiendo porqué me afectó tanto: había presenciado todo tipo de experiencias y vidas, contadas por muchas personas durante el trance: soldados, óvenes romanos, guerreros mongoles, campesinos... Pero ésta fue la primera vez que unaa persona un per sona decía decí a ser s er un animal. animal. Sólo después de hablar habla r con c on Emanu Emanuela ela,, una una ínt í ntim imaa amiga de Roma, también certificada desde hace muchos años por el Dr. Weiss, con la cual hice mis primeras regresiones, descubrí que las vidas en forma animal, a pesar de ser verdaderam ver daderamen ente te insóli insólitas, tas, ocurren ocurren en personas que que han han sido indios americanos en vidas anteriores. Se trata del tótem animal, guía espiritual con la cual los indios americanos se reunían utilizando técnicas similares a la meditación o la hipnosis de hoy en día. El tema se repite: también Jung, psiquiatra y psicólogo, padre de la psicolog psicol ogía ía analítica, se ocu ocupa pa de la l a cuestión de la relación relaci ón entre entre animales animales y psique hu human ana. a.
El caso de Marta era especialm especi alment entee particular como como para causar causar mi sorpresa; sor presa; sin si n embargo, aún hoy, después de cientos de regresiones, continúo sorprendiéndome por lo que veo. La incapacidad incapacidad para par a acostum acostumbrarse a lo increíble depende del cerebro, c erebro, una maquina que pertenece a nuestra dimensión terrenal y que pretende tener el control de todo, incluyendo cosas que él mismo no llega a entender. Debería estar listo a oír experiencias de lo más extremas. Pero no es así. Hasta hace poco tiempo, yo mismo no habría creído nada de lo que voy a decir y, si alguien me hubiese hablado hab lado de vidas pasadas, me habría habría reído, acusando al pobre de loco. He cambiado cambiado de opinión. Todo comenzó durante las vacaciones de Navidad de 2007. Después de una breve visita a mi familia de origen, en Roma, decidí pasar unos días en Milán, donde viví durante unos 14 años de mi vida. En ese momento todavía era directivo de una de las muchas multinacionales dónde, por suerte o por desgracia, he trabajado. Empecé muy joven, a los 25 años ya tenía un título y una MBA (Master en Administración de Empresas) de la Universidad Bocconi, así como mi primer trabajo en un cargo de semi-gestión. Después de casi catorce años había tenido un buen progreso en mi carrera profesional, pasando de una empresa a otra, había creado mi propio negocio y vivido en varias ciudades europeas. europeas. Esas navidades tenía ganas ganas de ver y saludar a much uchos os de mis viejos vi ejos amigos, amigos, ya que desde des de mi última mudan mudanza za a Barcelona Barc elona no podía podí a verles con frecuencia. Sobre todo, quería abrazar a mi querida amiga Patrizia, veterinaria que conozco desde hace más de veinte años. Su madre había muerto el pasado mes mes de julio de ese mism mismoo año. Era una una señora encantadora encantadora llamada llamada Lia, Lia, que cada vez que me veía se deshacía en halagos mostrando el afecto y la estima que sentía hacía mí. Yo sabía cuánto Patrizia, en una relación marcada por el amor-odio, como sucede a menudo con los hijos únicos, adoraba a su madre. Y cuánto la echaba de men menos. os. Así que decidí pasar pas ar por su clínica a saludarla. Siempre me entretiene ir a visitarla al trabajo. Mientras esperaba junto a una señora que me describía las aventuras de su pobre gato enfermo que nos miraba triste desde dentro de su transportín, me vinieron a la mente recuerdos de hace tantos años, cuando traje a consulta a mi gata Brenda, y las palabras que me dijo Patrizia cuando le describí conmovido el vacío que sentía después de su muerte. "Es normal. Durante los últimos 10 años has cambiado todo: ciudad, hogar, trabajo, has cambiado incluso de pareja. La única constante en tu vida ha sido ella, Brenda". Jamás existieron palabras más ciertas. Hoy, a la luz de la experiencia y el conocimiento conocimiento de los l os caminos caminos del alma de los l os que fui fui testigo, tes tigo, me me gusta gusta pensar que, probablemen robablemente, te, la fun función ción de nu nuestros estros queridos queridos animales animales de compañía compañía sea esa, la de acompañarnos durante distintos moment momentos os de d e nuestra nuestra vida, vida , pequeños mensajeros ensajer os y maestros celestes del infinito amor incondicional del que estamos hechos. Partes reales de alma o emanaciones directas de nuestros espíritus guía, como experimentaban los indios de América. Valiosas ayudas a la existencia diaria, cuyo amor nos recuerda la esencia divina de todo ser y de la naturaleza misma. Mientras tanto Patrizia había terminado la revisión al gato de la señora. Y
finalmente pude volver a verla y abrazarla. —Ven Ven a cenar cenar a casa— dijo, dij o, en un tono tono que que no no admitía admitía réplica. répli ca. Patrizia es la persona más dulce y respetuosa del mundo, pero al mismo tiempo, habiendo nacido bajo el signo de Tauro es terca e inamovible. Así que era inútil darle vueltas al asunto, por lo que acepté la invitación con mucho gusto. Conduje con ella hasta las afueras de Milán, donde vive con su pareja y, mientras nos adentrábamos en las calles geométricamente perfectas del complejo residencial, cuyas cuy as casas casa s todas lujosas e iguales iguales recuerdan a las de una una serie ser ie de televisión estadounidense, me contó lo triste que estaba por la muerte de su madre. Las cuestiones sobre su existencia parecían haber salido a la superficie y estaba viviendo un momento de crisis. Llegamos a la pequeña plaza donde se encuentra su casa, idén i déntica tica a las l as otras cu cuatro atro o cinco que la rodeaban. Al abrir la puerta del ardín, nos recibió moviéndose de un lado a otro llena de alegría Mia, el chihuahua que había adoptado mi amiga. Patrizia siempre ha tratado de rescatar a cualquier animal indefenso. Recuerdo cuando curó y tuvo durante semanas una paloma callejera libre en su consulta. Incluso le dio un nombre, Gerry. La compasión que siente hacia el mundo animal no tiene fin, no le echa para atrás ni siquiera el hecho de no ser pagada. Yo la criticaba cr iticaba por ello. En la obtusa y materialis materialista ta visión de la vida que me ha acompañado hasta hace unos pocos años, no había espacio para el voluntariado. voluntariado. En abstracto, apreciaba el hecho echo de qu quee hiciera el bien, bi en, pero criticaba cri ticaba sin piedad que lo hiciese de forma gratuita. Es increíble cómo puede cambiar uno. Hoy a los 48 años, si s i miro hacia atrás, casi no puedo reconocer reconocer a la persona per sona que que era y el milagro que provocó ese único y fortuito episodio que estaba a punto de suceder. Una vez dentro de casa vinieron felices a darnos la bienvenida los demás perros de Patrizia seguidos de Marco, su pareja. Marco, directivo de una empresa, acababa de volver de trabajar y estaba preparando la cena. Patrizia entró en casa como un terremoto, de manera afectuosa le regañó por no haber preparado todavía la comida para los perros per ros y lo apartó de de la cocina para hacerlo hacerlo ella. ell a. Los Los perros tienen prioridad rior idad sobre el resto r esto de tareas tareas domésticas domésticas para Patrizia, siempre siempre la han tenido. tenido. Los invitados podemos esperar espe rar.. Somos hum humanos y entendem entendemos os la situ si tuaci ación. ón. Marco Marco me abrazó abr azó y me me hizo un millar il lar de pregu pr egunt ntas as acerca acer ca de mi nu nueva eva vida v ida en Barcelona, Barcel ona, sobre mi trabajo y mi salud. Hace unos diez años empecé a sufrir síntomas similares a los de la enfermedad de Crohn, Crohn, una una enfermedad enfermedad crónica autoinm autoinmun unee que puede afectar a fectar a varias vari as partes del tracto gastrointestinal. El problema inició durante la hora del almuerzo, cuando trabajaba como gerente en el departamento creativo de Walt Disney, en Milán. Estaba almorzando con algunos compañeros de trabajo y todavía recuerdo perfectament erfectamentee la gran en ensalada salada con alcachofas alcachofas crudas crudas que había pedido. Durant Durantee los siguientes dos días no fui capaz de comer nada, a causa de un dolor abdominal intenso intenso y una una sensación realmen r ealmente te doloros dolo rosaa de hinchaz hinchazón. ón. Poco después de spués los l os síntom s íntomas as pasaron pero el alivio alivi o duró duró poco y me encon encontré tré frent frentee a un una pesadilla pesadill a aún peor. Empecé a necesitar ir al baño constantemente, incluso trece o catorce veces al día.
Dejé de asimilar los alimentos, no conseguía retener nada. Ante la sospecha de una intoxicación alimentaria, mi médico me recomendó una dieta a base de arroz hervido, pollo y calabacín al vapor. Fue todo lo que comí durante los diez años sigu si guientes ientes y, para un unaa perso pe rsona na como como yo, que bromeaba con terminar terminar en el inf i nfier ierno no de los golosos, no fue fácil. Descubriremos más adelante en este libro que, afortunadamente, no existen ni el demonio ni el infierno, así como que, muchos de los sufrim sufrimient ientos os que a veces podrían podr ían parecer problemas problemas fisicos, fisi cos, son s on en realidad causados por simples memorias, y se pueden resolver muy rápidamente. Una de mis mayores mayores satisfacciones satis facciones tiene precisa prec isam mente ente que ver con un problem probl emaa gastrointestinal. Y con co n un un hom hombre bre al que llam ll amaremos aremos Daniel. Daniel me llamó hace unos años pidiendo una cita. Cuando llegó a mi consulta me di cuenta de que en su rostro maltratado se intuían bastantes más años de los 40 que decía tener. Explicó que desde que tenía dieciocho años de edad sufría un grave problema roblema de irritación irri tación de colon, qu quee los medicam medicamen entos tos habían habían fu funcionado ncionado durant durantee los primeros primeros diez años como como paliativo pali ativo y que que ahora el dolor dol or era er a más más agresivo que nunca. —Usted Usted es mi mi última última esperanza— esperanza— dijo en voz baja. Le pregunté si su médico estaba al tanto de nuestra reunión. Él dijo que sí. Le aseguré que lo haría lo mejor posible. Le recordé que, de todos modos, no debía interrumpir ningún tipo de atención médica que tuviese en el momento y que siguiese bajo supervisión del doctor. Le Le expliqué, expliqué, como como siempre siempre hago, hago, que que la terapia regresiva regres iva debe ser considerada consider ada un complemen complemento to y nun nunca ca un sustituto sustituto de la l a medicina tradicional. Después de explicarle la metodología, le pedí que se tumbase en el diván. Lo conduje a un estado de trance hipnótico bastante profundo. Daniel respondía bien a la técnica de inducción. —Hace mu much choo calor aquí, demasiado demasiado calor. calor . Casi no no puedo puedo respirar respir ar —, comen comenzzó a quejarse. Vi que su rostro enrojecía cada vez más, que estaba empezando a sudar y que realmente le costaba respirar. Lo cual era extraño, porque era diciembre y en la habitación no hacía calor en absoluto. Su reacción, del tipo kinestésica, me confirmó que el estado de trance era profundo. —Ahora Ahora voy a contar contar del uno uno al tres, y cuando cuando llegue llegue al tres podrás respirar res pirar con facilidad y no sentirás más el calor—, le dije. Cuando llegué al tres, toqué suavemente su frente. Entonces volvió a respirar con normalidad y dejó de sudar. —Mira Mira tus tus pies, ¿qué ¿qué tipo de calzado calzado llevas? ¿De qu qué material material es? ¿De ¿De qué qué color? — le pregun pregunté. —Calzo Calzo botas neg negras. ras. Soy un un ho hom mbre. Estoy en el desierto. desier to. Hace Hace mu much choo calor. Hay un montón de arena, oscura— continuó. —¿Cóm ¿Cómoo vas vestido?— le pregun pregunté a contin continuuación. —Llevo Llevo pantalones pantalones de lino de color claro clar o metidos metidos por dentro dentro de las botas. Parecen Pare cen blancos. Llevo un uniforme. iforme. Soy un un soldado. solda do. Tengo una una escopeta escope ta vieja. vie ja. Con un un cuchillo atado a la punta del cañón. Ha habido una batalla, todos los demás han
muerto. Hemos sobrevivido pocos, estamos perdidos en el desierto —. —¿En ¿En qu quee parte del mu mundo estás?— le pregun pregunté. —Estoy en Egipto. Egipto. Soy francés, francés, vengo vengo de un una pequeña pequeña ciudad en la frontera frontera con Alemania Alemania y hemos hemos venido v enido a coloniz colo nizar ar Egipto. Egipto. Con Napoleón Napole ón —. —¿Com ¿Comoo te llamas?— llamas?— pregun pregunté. —Me Me llamo François—. —¿Cu ¿Cuánt ántos os años tienes?—. tienes?—. —28—. —¿Qu ¿Quéé año es?—. —1798—. La información cobraba sentido. Como pude descubrir más tarde, debido a mi ignorancia, la campaña egipcia de Napoleón tuvo lugar precisamente entre los años 1798 y 1801. Sólo duró tres años. Un período insignificante en la historia de la hum hu manidad que Daniel, sin embargo, fue fue capaz ca paz de ident i dentifica ificarr de d e manera manera precisa. preci sa. Más tarde me confirmó que no tenía ni idea de en qué año se llevó a cabo la campaña de Egipto. —Hemos Hemos sobrevivido sobrevi vido cinco—, contin continuuó, —estoy mon ontan tando do a camello, camello, ahora. Los Los nómadas nos están ayudando. Nos guían hacia la costa, donde hay un barco que nos llevará llevar á a Italia, desde ahí podremos podremos volver a Francia —. —Ahora Ahora voy a contar contar del uno uno al cinco. Cu Cuand andoo llegue llegue al cinco, te te desplazarás hasta el momento más importante de tu vida— le dije. —de la vida de François—, añadí. Cuando Cu ando llegu ll eguéé a cinco le l e pregu pr egunt ntéé qué estaba es taba pasando pas ando y por qué q ué ese moment momentoo era er a tan importante para esa existencia. —Estamos Estamos en una habitación habitación grande. Es Es un palacio. La habitación habitación es enorme. enorme. El techo parece estar decorado con estuco. Las ventanas son enormes. Parece... es... un tribunal militar. Estamos nosotros cinco. Tenemos delante a los jueces militares. Nos están haciendo preguntas. Les resulta extraño que lográramos sobrevivir. Creen que somos desertores. Pero conseguimos explicar todo. No nos condenan. De lo contrario, habría sido pena de muerte —. —Ahora Ahora contaré contaré del uno uno al tres. A la de tres, tres, te encon encontrarás trarás en el mom momen ento to de tu tu muerte. La muerte de François —, le dije. Y conté. —Teng Tengo alrededor de sesen ses enta ta años—, dijo, —me —me siento siento muy muy débil, cansado. No No consigo mantenerme en pie. Caigo al suelo con facilidad. Estoy sentado en una silla. Mi madre está junto a mí. Es muy anciana. Son los efectos de una enfermedad debilitante que debo haber contraído en Egipto —. Entonces procedí a la parte final de la sesión, y Daniel, como le ocurre a muchas otras personas, experimentó la muerte y pudo dejar a François el sufrimiento que tanto estaba comprometiendo su calidad de vida, simples recuerdos de una vida pasada . Después Después de unas unas seman semanas as y unas cuantas cuantas sesiones, en uno de los días más felices de mi vida, recibí un mensaje de Daniel confirmando que el problema se había reducido sustancialmente y que su vida volvía a ser casi normal. Pero, hag hagam amos os de nuevo nuevo un paso atrás en el tiem ti empo po y volvam vol vamos os a mi enfermedad, enfermedad,
esa que hacía de mi vida un infierno. En dos años llegué a perder más de veinticinco quilos de peso. Volví al médico, quien me recetó antibióticos. Pero la situación no mejoró. En ese momento habían ya pasado casi cuatro meses, había tenido que pedir la baja laboral porque la enfermedad me impedía llevar una vida normal. En aquella época vivía en un pequeño apartamento en el centro de Milán, después de diez años de convivencia me acababa de separar, poco después de celebrar una boda fugaz en Las Vegas - ceremonia en aquellos tiempos única en su especie - y un divorcio igualmente rápido. Había llegado al punto de no tener la fuerza para bajar al supermercado de debajo de casa. Digo todo esto, no tanto porque quiera aburrirte, querido lector, con la historia clínica de mi vida, sino porque es una pieza fundamental de los increíbles acontecimientos que iban a suceder. Aparte de mi estado de salud, no podía ni siquiera sentirme desafortunado: el seguro laboral me había permitido someterme a innumerables análisis clínicos, visitas al gastroenterólogo, endocrinólogo, control de enfermedades infecciosass y hacerme unaa gastroscopia un gastrosc opia y una una colonoscopia. colonoscop ia. Pero nada. No encontrar encontraron on nada; nada; sin si n embargo, embargo, continué yendo al baño y perdiendo peso. Y viéndome impedido a llevar una vida normal. Me vi obligado a vegetar en el sofá la mayor parte del tiempo. Algo impensable para una persona como yo, que, de acuerdo a mi mejor amiga, había vivido más experiencias en una vida de las que una persona normal puede vivir durante más de tres vidas. Un día estaba tan mal que decidí volver a la sala de urgencias del Hospital Sacco de Milán, centro de excelencia para las enfermedades gastrointestinales. Me pasé toda la mañana entre salas y departamentos, que hicieron más análisis para luego llevarme a la consulta del mayor ilustre entre los ilustres, que por razones obvias no voy a nombrar. Admitió que no sabía qué decirme. No fue posible realizar r ealizar un un diagnóstico, diagnóstico, ya ya que que todas las pruebas fu fueron neg negativas. ativas. De camino camino a casa, desesperado, des esperado, decidí deci dí pasar pas ar por la consulta consulta de mi mi médico médico de cabecera a pedir pedi r otros medicamen edicamentos tos para aliviar alivi ar los síntom síntomas. as. Fue allí donde me encontré con uno de mis ángeles de la guarda. Una médico oven llamada Laura, que sustituía a mi médico, que estaba de vacaciones. Casualmente era especialista en gastroenterología. Hoy sé que la casualidad no existe y que cualquier acontecimiento, por simple que parezca, es el resultado de una meticulosa organización del universo y su dinámica. Pero ese día, pensé que había sido aleatorio. Entonces le describí mi penosa situación. Ella reflexionó durante unos minutos. —Señor Raco—, dijo, —tal vez me equivoque, pero podría ser una manifestación leve de la enfermedad de Crohn. Vaya usted a la consulta de una muy buena uena médico en el Hospital Hospital Policlínico Policl ínico para hacerte hacerte una una radiografía del sistema sistema digestivo con contraste —. La palabra radiografía no provocó ninguna reacción en mí. Pensé que iba a hacerme sólo la placa. Estaba equivocado. Al día siguiente tuve que apelar a todo mi autocontrol para no desmayarme, mientras la médico me insería en la nariz un tubo largo que bajaba por la garganta, que continuaba hacia abajo, hasta el estómago y el íleon, la parte inicial del tracto intestinal . Pasé la tarde durmiendo. Probablemente, la dosis de Valium que me habían dado era demasiado alta, pensé. Me sorprendió
mucho, cuando volví a recoger el examen, comprobar que no me habían dado ningún tranquil tranquilizant izante. e. La médic médicoo dijo di jo que el examen examen había había sido si do int i ntrusivo rusivo y me me había dormido en respuesta al estrés. No pude entender la reacción de mi propio cuerpo, porque en ese mom momen ento, to, a pesar de cuatro cuatro años de psicoanálisis psicoanálisi s como como paciente, paciente, no no tenía tenía noción alguna alguna sobre neu neurobi robiología. ología. Volví inmedia inmediatam tament entee a la consulta de Laura, la médico gastroenterólogo. Después de leer detenidamente el informe y controlar los exámenes, Laura me dijo que sufría un engrosamiento de la pared del íleon, una de las características de la enfermedad de Crohn, que habían sido incapaz de diagnosticar previamente ya que no cumplía los parámetros clínicos. Explicó que, probablemen robablemente, te, los demás demás médicos médicos no lo habían habían notado notado antes antes porque porque ni ni con la gastroscopia ni con la colonoscopia consiguieron llegar al íleon, una parte anatómica situada situada demasiado demasiado abajo para par a ser alcanzado alcanzado por la gastroscopia, pero demasiado demasiado alta para que pueda llegar la cánula endoscópica. El origen de mis sufrimientos era, sencillamente, el espesamiento del íleon. ¡Tenía un diagnóstico! Pero ahora, ¿qué se podía hacer? Laura me tranquilizó: los síntomas podían ser controlados de algu al guna na manera manera y me me recetó r ecetó un anti-i anti-inf nflamat lamatori orioo especí es pecífico fico de liberación prolongada, una novedad en ese momento. Su característica de resistencia gástrica gástrica lo hacía perfecto para llegar l legar hasta hasta el con condu ducto cto ileal don donde de podía liberar liber ar su su efecto. En ese momento me pareció la mejor noticia jamás recibida desde los días en que todavía creía en los Reyes Magos. Habría querido abrazar y besar a Laura. En cambio, me limité a darle las gracias y coger mi receta. Unas semanas más tarde estaba mejor, a pesar de que no podía comer nada que no fuera pollo, arroz blanco hervido y calabacín, empecé a recuperar mis fuerzas. Hoy sé que alguien de allá arriba se aseguró de que el alma de Laura tuviera que realizar la sustitución exactament exactamentee aquel día. La casualida ca sualidad, d, com co mo veremos, ve remos, no existe. Después de un par de años a ños de tratam tra tamiento iento con antianti-inflam inflamatorio atorio,, mi mi enf e nfermedad ermedad se consideró en remisión. Esto significa que podría llevar a cabo una vida normal, aunque aun que con frecuentes frecuentes visi vi sitas tas al baño, y una una dieta que no me me perm per mite caer ca er en la tentación de la gula. Sin embargo, yo lo consideraba un milagro. No sabía que el verdadero milagro, milagro, gracias a la l a terapia de reg r egresi resión ón,, sucedería sólo unos pocos años más tarde. Unos diez años más tarde, durante la cena en casa de Patrizia y Marco, los acontecimientos que cambiarían radicalmente mi vida estaban a punto de suceder. Entonces respondí a la pregunta de Marco sobre mi salud. Le expliqué que la enfermedad estaba en remisión y que, a pesar de la dieta, no me encontraba del todo mal. Dijo que Patrizia le había avisado y que había preparado calabacín como plato de acompañamiento. Y que había preparado la pasta sin salsa. Después Después de la cena, Patrizia nos nos in i nvitó a sentarnos sentarnos en la sala s ala de estar para ch charlar arlar un poco. Mientras hablábamos un poco de todo, y recordábamos viejos tiempos cuando su madre todavía vivía, Patrizia se levantó y cogió un libro de la biblioteca. Me lo acercó y me preguntó: —¿Lo has leído?—. Miré la portada del libro con el título "Muchas Vidas, Muchos Maestros", del Dr. Brian Weiss. Le dije que no. —Se trata de un conocido psiquiatra americano—, dijo Patrizia. —Se graduó en Medicina
en la Universidad de Columbia en Nueva York y se especializó en la Universidad de Yale—, y añadió, como si no lo supiera, —¡están entre las mejores universidades del mundo! Además, es Presidente Emérito del departamento de psiquiatría del hospital Mount Sinai de Miami. Trabaja con la terapia de vidas pasadas —. —¡Qu ¡Qué interesant interesante!— e!— coment comenté, é, ahog ahogan ando do una una carcajada. Pensé que que mi mi amiga amiga había alcanzado un nivel de profunda desesperación por la pérdida de su madre. Mi cerebro realmente se esforzó por comprender cómo una persona de formación científica y médica como Patrizia podía creer semejante disparate. Durant Du rantee todos estos años, a pesar de la abrumadora abrumadora eviden evi dencia cia sobre s obre la la inmortalidad de la conciencia y la existencia de vidas pasadas, puedo agradecer a mi cerebro que, como aquella noche, fue capaz de mantener siempre una visión científica y empírica, que de alguna manera se podría definir como escéptica. El argumento es en sí mismo "increíble" y la capacidad de mantener una perspectiva independiente sigue siendo en mi opinión una de las características de profesionalidad que que cualquier cualquier profesional que que se dedique a este este campo campo debe poseer. Y mi cerebro durante todos estos años se ha mantenido atento observador científico y "abogado "abogado del diablo". Me despedí despe dí saludán sal udándola dola con un un abrazo muy muy fuerte, fuerte, sabie s abiendo ndo que en los próxim p róximos os años no la volvería vol vería a ver, y me me metí metí en el coche de alquiler para volver al hotel. hotel. Apenas metí la llave en el contacto me pregunté de nuevo cómo era posible creer en ese tipo de tonterías. "Debe de estar realmente desesperada", me dije. ¡No sabía cuánto me equivocaba! De vuelta a casa, en Barcelona, una noche me encontré perdiendo el tiempo en el ordenador y de nuevo me vino a la mente la conversación con Patrizia sobre las vidas pasadas. Estaba preocupado por mi amiga: ¿quién era ese doctor con teorías extrañas del cual se fiaba tanto? Así que decidí investigar, quería entender qué es lo que había convencido a Patrizia a creer en ese sin sentido. Busqué la página web del Dr. Brian Weiss y, para sorpresa mía, comprobé con mis propios ojos todas sus credenciales académicas y profesionales. Me pareció un hombre sin escrúpulos que quería enriquecerse enriquecers e aprovec ap rovechan hando do el sufrimiento sufrimiento de gente gente com co mo mi amiga. amiga. Vi Vi por p or primera vez su rostro rostro y no no me me pareció en absoluto absoluto el típico típico guaperas guaperas llen ll enoo de carisma capaz de mover a las masas. "Pero, ¿cómo puede la gente como Patrizia creer semejante disparate?" me pregunté de nuevo. Como directivo de empresa y de marketing, arketing, sim si mplemente plemente no podía creer cree r cóm c ómoo una una persona per sona sencilla sencil la y para nada llamativa como el Dr. Weiss había sido capaz de vender millones de libros en todo el mun undo do y tener cient cie ntos os de miles de segu s eguidor idores es de todo el mun undo. do. Para mi asombro, vi que el único evento programado en Europa ese año era un seminario en Barcelona, exactamente cinco días más tarde. Me pareció una extraña coincidencia. También se explicaba en la web que tendría lugar una firma de libros para todos los participantes participantes del seminario. seminario. Me Me decidí a ir, ir , consegu conseguir ir que me me firmase firmase un libro libr o dedicado a Patrizia y descubrir descubrir al farsante. Total, Total, en el peor de los casos siempre podía ir y divertirme a costa de los "pobres ingenuos", pensé. Así que compré el billete y cinco días más tarde estaba haciendo cola con cientos de
personas más más esperando para ver de cerca a este "gu "gurú". Cuando llegó mi turno me acerqué al Dr. Weiss, que me sonrió y me dio la mano. Tenía delante de mis ojos a un hombre sencillo, desprovisto de la arrogancia que parece acompañar acompañar a los líderes. l íderes. Un hombre ombre que, a pesar de ser famoso famoso y haber vendido millones de libros, parecía carente de ego. Un hombre cuyo carisma y energía emanaban a través de sus ojos brillantes y cargados de luz. Y una calma casi sobrenatural. No, no dije nada desmoralizador, ni lo critiqué. Volví a casa con una extraña sensación de paz. Tal vez fue esa sensación la que me convenció a volver a la mañana siguiente, a la segunda parte del seminario. Junto con otras miles de personas estaba sentado entre el público, en un gran centro de conferen con ferencias cias de la capital capi tal catalana. catalana. El Dr. Weiss, desde el escenario, invitaba a los asistentes a ponerse cómodos con el fin de participar todos en grupo en una regresió a vidas pasadas. Decidí probar, en parte para demostrarme a mí mismo que era todo unaa farsa. Podía cambiar un cambiar mis prejuicios pr ejuicios sobre s obre el doctor, pero no podía aceptar su s us teorías. Miré a mi alrededor al rededor y pensé pobres de las personas que estaban allí. allí . Los Los miraba con una mezcla entre piedad y prejuicio. Creía que eran personas sufriendo en busca de alguna solución que pudiese disipar su dolor. Personas que se habrían tragado cualquier bulo. Cerré los ojos, me dejé llevar y lo que vi me confirmó, en mi propia piel, que no podía estar más más lejos de la verdad.
ALEX O SOPHIE?
Mis brazos comenzaron a moverse por sí solos, con nerviosismo, mientras estaba sentado con los ojos cerrados en una butaca del Forum de Barcelona, un gran centro de convenciones con aforo de más de mil personas. Las yemas de los dedos de ambas ambas mano manoss recorrían recor rían ida y vuelta vuelta el espacio espaci o entre entre las l as rodillas rodi llas y la pelvis, arriba ar riba y abajo, rítmica y repetidamente. Escapaban de mi control. "¿Qué "¿Q ué diablos diabl os me está es tá pasando?", pas ando?", pensé, conf co nfuso uso y un un poco asustado. as ustado. No conseguía dejar quietos los brazos. Seguían moviéndose solos. Siguiendo las instrucciones de la voz del Dr. Weiss, que desde el escenario guiaba a los participantes, bajé la mirada, hacia mis pies. Estaba usando una técnica hipnótica hipnótica llamada relajación relajaci ón progresiva, progresiva, una de las l as pocas capaces de llevar a un estado de trance a una gran cantidad de personas al mismo tiempo, sin efectos secundarios. secundarios . Es un unaa técnica muy relaja rel ajant ntee y agradable, agradabl e, totalmente totalmente positiva, posi tiva, que q ue yo yo mismo utilizo a menudo. Es muy parecida a una meditación guiada. Mientras probaba a enfocar la vista hacia abajo, aparecieron finalmente mis pies. Llevaba zapatos negros con punta redonda y medias blancas. Eran zapatos de niña. Mi cerebro, que por lo general general es muy muy atento atento y an analítico, alítico, esta vez fue fue pillado pill ado por sorpresa. sorpres a. No eran imaginaciones mías. Miré hacia la derecha y delante de mis ojos aparecieron las paredes de un edificio gris, hech hechas as de losas de piedra. pi edra. Se trataba trataba de un un edificio histórico de varias plantas con una gran puerta negra redondeada en la parte superior, con enormes pomos de plata brillante. Mi atención se centró por un tiempo en esos pomos, me resultaban realmente familiares. Las ventanas eran blancas, enormes y desprovistas de persianas. No tenía ninguna duda, esa era mi casa, siempre siempre había vivido vivi do allí, all í, y estaba en Lon Londres, dres, sabía s abía que tenía tenía seis s eis años, sabía sabí a que era 1812 y sabía sa bía que me me llamaba l lamaba Sophie. Todo esto es to en menos menos de un segundo. segundo. No podía creer lo l o que que me me estaba pasando. pasando. Mi cerebro me decía "te lo estás inventando, te lo estás inventando todo", pero sentí una una fuerte sensación sensaci ón de que esa es a inf i nformación ormación y esas im i mágenes ágenes no eran product prod uctoo de mi imaginación, sino que venían desde fuera, llegaron solas. Se presentaron de una manera demasiado rápida y espontánea para ser producto de mi imaginación. Parecían ser recuerdos. Hoy sé a ciencia cierta que no era mi imaginación. Para imaginar algo el cerebro necesita unas fracciones de segundo para producir la "invención", mientras que la memoria emerge y se produce instantáneamente. Y fue exactamente lo que me estaba pasando, estaba, literalment literalmente, e, recibiendo un una gran gran cantidad cantidad de inform información ación con la certeza absoluta de ser yo mismo el sujeto. De hecho, uno uno de los métodos que util utilizo izo normalmen normalmente te con las l as personas pers onas que vienen a consulta para determinar si se trata de memorias o de imaginación consiste precisam recis ament entee en bu buscar scar inmediatez inmediatez en las respu res puestas. estas. En pocas palabras, palabras , no no dejo tiempo a su cerebro para imaginar nada. Si la información llega al instante es una
prueba fiable fiable de que son recuerdos reales de una una vida pasada. Quienes Qu ienes llegan ll egan a consulta esperan espe ran ver algo. Vivimos en un mun undo do donde d onde los estímu estímulos visuales son los prioritarios. priori tarios. De nuestros nuestros cinco sentidos, sentidos, la l a vista vis ta es, sin duda, el que más utilizamos. Por tanto, si esperamos vivir la experiencia de una vida pasada, queremos queremos imágen imágenes. es. Para no crear expectativas expectativas falsas o exag exageradas, eradas, por lo general explico que es realmente imposible "ver" algo. Lo que hago es guiarlos en un proceso de recopilación recopi lación de inform información ación o sensaciones sensaciones sobre sus vidas, que que más más tarde es procesada pr ocesada por nuestro cerebro cerebr o con el fin de comprenderla. comprenderla. Los Los ojos son herramientas que, como pequeñas cámaras, envían imágenes al cerebro a través de los nervios ópticos. Así que si los párpados pár pados están cerrados, como ocurre ocurre du durant rantee la hipnosis, es imposible ver algo. Sin embargo, hay personas que durante una regresión pueden tener experiencias visuales al más mínimo detalle. No es mi caso. La única experiencia "sobrenatu "sobr enatural ral"" que había tenido antes antes de ese e se moment omentoo y en toda mi vida acababa de pasar unos minutos antes, cuando Brian había llevado a cabo un ejercicio de psicom psi cometría. etría. Brian: el Dr. Weiss realm r ealmen ente te quiere quiere ser llamado por su nom nombre bre de pila, lo cual resalta la hum humildad de este hom hombre, bre, a pesar de haber vendido millones de libros y haber cambiado la vida de millones de personas. Me había hab ía prestado a seguir seguir el ejercicio ejerci cio sen s encill cillam amen ente te porque todos los qu quee me me rodeaban r odeaban lo estaban haciendo y no querí queríaa llamar l lamar la atención. atención. Por supuesto, supuesto, en e n ese moment momentoo yo estaba convencido de que fuese charlatanería. Era un ejercicio en pareja y consistía en recibir información durante un leve estado de meditación, sosteniendo entre las manos un objeto de la otra persona, un desconocido, información que no era posible conocer previamente. Mi hemisferio izquierdo, la parte más racional del cerebro, en ese momento continuó a burlarse de mí, mi pareja y todos los pobres crédulos aspirantes a médium de la sala. Mi pareja era un chico joven sentado justo detrás de mí. Como Como no tenía nada más, más, me dio di o el móvil. óvil . Que, sin lug l ugar ar a dudas, siem sie mpre llevaba con consigo. sigo. Cerré los ojos y me me dejé llevar. l levar. Durante Durante el ejercicio ejerc icio tuve la sensación de cómo su teléfono, que tenía en mis manos, se expandía y tomaba gradualmente la forma y textura de una pelota, una pelota con forma ligeramente alargada. No podéis imaginar mi sorpresa y la de mi racional cerebro, cuando al final del ejercicio el chico me contó que había jugado profesionalmente durante más de quince años a fútbol americano, un deporte para nada popular en Europa. ¡Qué casualidad! - pensé. Entonces todavía no había tenido la oportunidad de descubrir que la casualidad no existe. Las personas que se someten a una regresión a vidas pasadas pueden tener experiencias experie ncias totalment totalmentee diferentes di ferentes entre sí. sí . Algunos Algunos tienen experi experiencias encias purament puramentee visuales con diferentes diferentes niveles de detalle, otros tienen ex experiencias periencias oníricas, oníricas , es decir, experimentan los sucesos pasados como si fuese un sueño. Estas personas son capaces de percibir per cibir con claridad sólo sól o alguno algunoss detalles a la vez, incluso incluso sien si endo do totalmente conscientes de lo que ocurre a su alrededor, como si estuviesen viendo una escena a través de un telescopio. Otras personas tienen experiencias kinestésicas, o sea, sensaciones corporales, como calor, frío o movimientos, como
mis brazos que habían comenzado a moverse por sí solos. En retrospectiva, puedo decir que aquel día, durante mi regresión en la sala, estaba viviendo una experiencia de sueño-kinestésica. Miré hacia abajo de nuevo y traté de enfocar mi atención en los zapatos. Vi que llevaba puesto un vestido largo de color gris hasta las rodillas, con mucho vuelo. No conseguía verme la cara, pero tenía la sensación de tener el pelo rubio ondulado y llevar una cofia blanca en la cabeza. Estaba sentada muy por encima del suelo, y me di cuenta de que estaba viendo la mansión a mi derecha a través de una pequeña ventana; era la ventanilla de un coche, pensé. Inmediatamente entendí que era un carruaje, frente a mí había un asiento de madera cubierto con tela gris oscuro parecida al terciopelo terci opelo con pequ pequeños eños botones, botones, más más allá all á de la ventan ventanaa podía ver una una lámpara lámpara dorada dor ada que colgaba del borde su s uperior del carruaje. car ruaje. Toda esta inform información ación me llegaba en fracciones de segundo, una velocidad inimaginable para la capacidad normal normal de mi cerebro. cer ebro. Nu Nunca nca me me he considerado conside rado tonto, tonto, pero per o en ese es e moment momentoo parecí par ecíaa que las funciones funciones de mi cerebro cere bro habían sido hasta entonces entonces de un unaa lent l entitud itud exasperante. Todavía no lo sabía, pero en los últimos quince años, muchos estudios sobre el cerebro a través de herramientas de diagnóstico por imagen como la RMN (Resonancia Magnética Nuclear) o PET (Tomografía por Emisión de Positrones), han demostrado demostrado que durante durante un estado meditativo o de trance hipnótico hipnótico (un estado muy similar al experimentado durante una regresión, como veremos en un capítulo posterior de este libro), libro) , se disparan varias áreas neu euronales ronales que que durant durantee un un estado normal normal de conciencia c onciencia perm pe rmanecen anecen latentes. latentes. No quiero aburrir aburri r a ningu ninguno no con conocimientos detallados de neuroanatomía, por lo que me limitaré a decir que durante el estado hipnótico, en la parte frontal del cerebro, aumenta el flujo sanguíneo cerebral regional, mientras que al mismo tiempo se produce una reducción de la l a conectividad conectividad fun funcional de la l a red r ed frontoparietal frontoparietal lateral. Si con consider sideram amos os que el primero de los dos, el lóbulo front frontal al de la corteza cerebral, es aquel en el que se cree que reside la conciencia, mientras que la segunda, la red frontoparietal lateral, es respon res ponsable sable de recibir recibi r los estímu estímulos sensoriales s ensoriales externos, externos, todo parece más más claro clar o incluso a los ojos de un inexperto: durante un estado meditativo o hipnótico los estímulos estímulos externos externos cobra c obrann cada vez ve z menos menos importancia importancia y, al mismo mismo tiempo, se logra acceder a un estado de hiperconciencia. Lo que en aquel moment momentoo estaba es taba experim experi mentando entando sin si n ni ni siquiera siq uiera saberlo saber lo tenía tenía que ser un estado de hiperconciencia. La cantidad de información que recibía era muy superior a la capacidad de procesamient rocesamientoo de datos datos de mi mi cerebro. En un un capítulo capítulo posterior voy a discutir discutir con más detalle acerca de nuestro cerebro cerebr o y el papel de la con conciencia. ciencia. Por ahora sólo sól o diré que en ese momento era como si hubiesen conectado un cable de datos de fibra óptica a un ordenador de los años ochenta. La vida de Sophie, mi vida, aparecía en detalle en sólo unos segundos. Pido disculpas a los lectores si estoy divagando, pero es porque me gustaría que se entendiera bien lo que realmente sucede durante una sesión de terapia regresiva,
cuando las constantes interferencias del racional hemisferio izquierdo continúan a interrumpir interrumpir y divagar mientras mientras un unaa parte pa rte de consciencia aparent apar entem ement entee incon i ncontrolad troladaa y desconocida coge ventaja. Y mi cerebro, por suerte o por desgracia, ha sido siempre muy presente, práctico y racional. Incluso hoy en día, varios años después, continúa a darme guerra y a mantenerse escéptico. Por otro lado, tener fe es siempre la parte más fácil; fácil ; más más difícil difíci l es manten mantener er un unaa actitu ac titudd escéptica es céptica teniendo teniendo una una mentali entalidad dad abier a bierta. ta. Me hace gracia pensar que, cuando cuando algu al guien ien entra en mi mi consulta, consulta, espera encontrar algún tipo de médium, debido al tema sobrenatural de las vidas pasadas. En esas situ si tuaciones aciones cedo la palabra a mi mi cerebro cerebr o y exp explico lico a la persona per sona qu quee tengo tengo delante de mí que no poseo ningún ningún tipo de poder extras extrasensoria ensorial.l. Hag Hagoo mi trabajo, digo. Trato de hacer las cosas bien, pero soy sólo un canal, aplico una técnica que permite unir la conciencia y el alma de cada uno. Y recibir información sobre existencias diferentes a la actual. Y eso es lo que suele ocurrir durante una regresión. Como yo mismo estaba experimentando en aquel momento en el Forum de Barcelona. Desvié la mirada hacia mi izquierda y vi una mujer sentada a mi lado, tenía más o menos treint trei ntaa años. año s. A mí me me pareció par eció muy mayor, pero per o era er a sólo s ólo porque yo era er a una una niña. Ella también llevaba una cofia en la cabeza, pero la suya era oscura y más rígida. Nunca antes había visto un tocado así. Parecía un uniforme. No podía ver bien su cara así que me me concen concentré tré en el vestido. También También gris, gris, pero per o era un un tono tono mucho más oscuro que el mío, de un color que hoy en día, irónicamente, definimos niebla de Londres. Desde la ventanilla del carruaje pude ver el cielo gris y una especie de niebla que llenaba llenaba la calle c alle y no me me dejaba ver demasiado. demasiado. No sabía si la la niebla era producto de mi imaginación y de la dificultad de visión de mi cerebro, o si era realmente niebla. Estando en Londres, ese aspecto era irrelevante. Miré de nuevo nu evo a la señora sen s entada tada a mi mi lado la do en el asiento asiento del carro: car ro: parecía par ecía severa s evera pero maternal al mismo tiempo. Parecía ser mi madre. Pero algo dentro de mí me decía que no era así. Llevaba guantes oscuros y sus manos eran regordetas. Al contrario que mis manos, que eran delgadas, limpias y de una tez muy blanca. Recuerdo perfectament erfectamentee de haber haber visto también también mis mis uñas de niña, niña, perfectamen perfectamente te delineadas. La La señora junto a mí era mi niñera. Ahora estaba claro. Sus zapatos también llamaron mi atención. Eran botines con botones de peltre. Perfectamente limpios. Debíamos de ser muy ricos pensé, a juzgar por el palacio y por la ropa que llevábamos, tanto ella como yo. Y a juzgar incluso por las personas que veía mirando a través de la ventanil ventanilla. la. Todos vestidos vestido s im i mpecablem pecabl ement ente, e, tanto hom hombres bres como como mujer mujeres. es. El carru carr uaje entretant entretantoo había dejado la l a calle call e señorial señori al en la que vivíam viví amos os y los pocos transeúnt transeúntes es que caminaban caminaban por la acera y fuera fuera de ella. Las Las mujeres mujeres llevaban vestidos largos y los hombre sombreros de copa, algunos incluso de copa muy alta. Me parecieron muy elegantes. En ese moment momentoo estábam es tábamos os en una una zona zona más más céntri céntrica ca de d e la l a ciudad, ci udad, creo. cre o. La calle call e se había vuelto polvorienta, dado el intenso tráfico de carruajes y peatones. La gente ya no no vestía ves tía elegan el egantem tement ente, e, algu al gunos nos incluso lleva l levaban ban ropajes ropaj es hu hum mildes, il des, como como trapos. trapo s. Me sentía fuera de lugar y a la vez un poco culpable. Esas personas tenían
claramente dificultades para sobrevivir de manera decente y yo, a pesar de ser una niña, sabía que era muy rica. Miré de nuevo a mi niñera, dentro del carruaje, y por fin pude ver su cara. Un sinfín de pecas cubría sus mejillas carnosas y el resto de la cara. Tenía una boca fina pero una una expresión expresión mu muy cariñosa y matern maternal. al. Me acarició dulcement dulcementee la cara. Mientras lo hacía, y siguiendo las sabias instrucciones de Brian, me quedé mirando sus profundos ojos azules y pude sentir su alma. En ese momento no tuve duda, era el alma de mi tía. De la tía de Alex de la vida actual. Desentrañada la confusión confusión evident evid ente, e, y todo en una una fracción frac ción de segundo, segundo, me me di cuenta de que el alma de mi tía Marisa me acompañaba ya desde esa vida pasada. Aquella a la cual llamaba tía, porque dejó su vida actual hace ya muchos años, era en realidad la mejor amiga de mi madre. Una persona que, como mi querida niñera, incluso en esta vida actual me ha acompañado desde la infancia para dejarme más tarde cuando, siendo ya adulto, mi camino se había vuelto seguro. En retrospectiva, cuando conecté toda la información, me pareció divertido cómo, precisamente mi tía Marisa, a mis dieciséis diecis éis años me me regaló un viaje a Londres, Londres, ella el la y yo solos. En ese moment momento, o, mirando a mi niñera a los l os ojos, ojos , pude también también entender entender por qué mi alma había decidido mostrarme esa vida en particular; recibí uno de los mensajes que debería deber ía haber hecho mío. mío. "Haz lo que quieras quiera s hacer, hacer , siem si empre. pre. En todo todo moment momento" o" - estas palabras hicieron eco en mi cabeza como un mensaje proveniente de una dimensión diferente a la terrestre. De hecho, mi tía ha tenido una vida bastante complicada. Habiéndola diagnosticado de cáncer con sólo veinte años, ha sido operada varias veces y murió más tarde a los 57 años, siendo hasta la fecha, dicho por su cirujano, cirujano, un una de las pacientes que que han han sobrevivido sobrevivi do más más tiempo tiempo a este tipo tipo de patología. atología. Gracias a ser una una mu mujer realm real men ente te activa activa y ten tenaz, az, ha viajado por todo el mundo y su enfermedad nunca ha sido capaz de detenerla. Un ejemplo del hecho de que tenemos que vivir el presente, cada momento al máximo, sin preocuparse del futuro o sentirse culpable del pasado. Haz pasado. Haz lo que quieras hacer, siempre, si empre, en todo momento. momento. Exacto. Curi Cu riosamen osamente, te, al menos para par a mí en ese moment omento, o, mi niñera no se parecí pa recíaa en absoluto a la tía Marisa. Mi tía era una mujer menuda, para nada gorda, con el pelo castaño o caoba, dependiendo de los innumerables tintes que se hacía, de ojos marrones teñidos de verde. No se parecía en nada porque no era ella, era su alma. En base a lo qu quee he podido conocer, a través de mis dieciséis diecis éis regresiones y los cientos de personas a las cuales he inducido la hipnosis, nuestras almas deciden venir a la Tierra para aprender algunas lecciones. Se ponen de acuerdo antes de nacer. Saben perfectamente desde el principio lo que les pasará durante la vida terrena. Aunque a veces las lecciones pueden ser extremadamente duras o dolorosas, nuestras nu estras almas eligen el igen espontáneam espontáneament entee ese es e papel, pa pel, esa existencia. Los seres se res hu hum manos sufren, las almas no conocen el sufrimiento. Como explica muy bien el mismo Brian Weiss, que, gracias a su habilidad narrativa, ha pasado de ser médico y científico a eminencia mundial en el campo de las vidas pasadas, el alma es como un actor, el ser humano es el protagonista de una obra teatral. Al final del espectáculo, el actor
regresa a casa, satisfecho y contento con su rendimiento, a pesar de que en escena hayaa tenido que suf hay s ufri rirr o morir ori r de manera manera violent viol enta. a. Del mismo modo modo que el alma, al terminar su existencia terrenal, llega a casa y se deshace de cualquier tipo de sufrimiento. Para aquellos que me preguntan si existe el infierno, contesto que sí. El infierno existe en la tierra, basta sólo mirar alrededor y ver el sufrimiento que nos rodea. En el más all a lláá no existe el sufri sufrim miento. Sólo hay amor. amor. La única energía que nos une une a todos. Una forma de energía de otro mundo y muy diferente del amor que experimentam experimentamos os aquí en la Tierra. Tier ra. Un amor amor incondicional, infinito. infinito. Esto Es to es lo que me me describen todos al experimentar la regresión. Entre ellos he encontrado gente de todo tipo: gente problemática, enferma, pesimista, incluso adepta a los ritos vudú. Pero todos, sin excepción, durante la regresión, una vez que dejan la vida terrenal, han experimentado este tipo de sentimiento, este amor incondicional. Nadie se ha topado amás amás con demonios, demonios, malos espíri espí ritu tuss o ningún ningún otro tipo de forma mali malign gna. a. Nuestras uestras almas almas viajan viaja n a través del tiempo, tiempo, a través través de mu much chas as vidas, en grupos grupos de ampli amplias as famil familias ias compuestas compuestas por much uchos os miembros miembros.. Y mi tía era er a mi niñera durante durante la la vida de Sophie. Sop hie. Nuestras alm a lmas as viajan viaj an juntas juntas para par a ayudarse mutuam utuament entee a comprender el amor que nos rodea. Nada más simple. Brian nos guió después hasta el momento más importante de la existencia que estábamos experim experi mentando entando sim si multáneam ultáneament ente, e, pero p ero en vidas separadas sepa radas.. Y mis manos manos comenzaron de nuevo a moverse solas, ida y vuelta a lo largo de los muslos. Un sentimiento de ansiedad crecía dentro de mí. No podía ver nada y respiraba con dificultad, o por lo menos tenía esa sensación, ya que durante el trance hipnótico las sensaciones percibidas pueden incrementarse. Vi sangre. Poco a poco las imágenes comenzaron a aparecer. Y toda la informació informaciónn llegó de repent repe nte, e, en una una fracción frac ción de segundo. segundo. Estaba tendida inclinada i nclinada en una cama, en una habitación enorme. Las ventanas eran muy altas y grandes, las mismas que había visto desde fuera, desde el interior del carruaje. Estaba en mi casa, casa , en mi mi mansión, en mi mi dormitorio. d ormitorio. A mi mi derecha, dere cha, sentada en una una sil s illa la estaba mi niñera que me miraba con una preocupación mezclada con amor y confianza, sostenía vendas de tejido blanco, posiblemente húmedas. A través de su mirada entendí que no me estaba muriendo. La niñera me pareció mucho mayor que antes. Era una mujer de unos cincuenta años. Las pocas arrugas que rodeaban sus suaves ojos azules evidenciaban la edad de esa cara c ara reg r egordeta. ordeta. Las Las pecas se habían mu multiplicado y ahora cubrían todo el rostro. Estaba vestida casi de la misma manera, con un vestido largo, ancho en la parte inferior pero estrecho en la cintura, de color gris oscuro. Pero no llevaba la cofia. El pelo blanco, que una vez fue rubio, estaba recogido en un moño. Yo misma misma era er a ahora un unaa mujer mujer de treinta tre inta años. Era 1836. 1 836. Yo no sé de dónde llegó esa información, pero llegó toda con tal claridad y velocidad que la hacían irrevocab irr evocable. le. La cam ca ma era er a gigante, gigante, en compara comparación ción con una una cam ca ma de hoy en día. De madera de color marrón decorada con grabados florales; pude ver mis piernas cubiertas cubiertas por un camisón camisón blanco, blanco, bordado y de un un tejido de gran gran valor. Y manchado de sangre.
La sangre cubría toda mi pelvis y parte de las piernas, tiñendo de rojo el camisón. Mis manos manos se s e movían furi furiosamen osamente te ida y vuelta vuelta sobre s obre mis muslos, frotándolo frotándoloss a través del tejido. teji do. El dolor era in i nsoportable. Lloraba Lloraba y chillaba. Estaba suf s ufri riendo endo un aborto abor to involuntario. involuntario. Mi cerebro se quedó en espera. Aquella situación estaba realmente fuera de cualquier tipo de control consciente y de cualquier imaginación. ¿Cómo era posible que yo, Alex, manager de cuarenta años con prestigiosos estudios y una brillante carrera a mis espaldas, me estuviese viendo a mí mismo como Sophie, una mujer de treinta años de edad, en medio de un aborto, ciento setenta años antes? Ya había había alcanz al canzado ado casi todos los pasos de una brillante bri llante carrera en empresas empresas multinacionales de alto nivel, empenzando en Procter & Gamble, he trabajado en Sara Lee, Walt Disney y Stepstone. Estaba ya listo para el cargo de director general de una gran empresa. Por decisión personal, me acababa de mudar a Barcelona y, en un año sabático, estaba considerando ofertas de varias compañías. Vivía en un maravilloso aravil loso ático á tico de diseño dis eño con un una terraza de madera madera desde des de donde se podía ver incluso el mar, en una de las zonas más elegantes de la ciudad. Tenía una sólida relación relaci ón román romántica tica desde hace más más de seis años. En el garaje de alquiler a lquiler de mi casa cas a tenía aparcado un Mercedes SLK descapotable, iba al gimnasio más exclusivo de la ciudad, acababa de pasar las pruebas teóricas y había hecho muchas horas de vuelo de un curso de piloto pil oto privado en el aeropuert a eropuerto, o, cerca de Sabadell. Sabadell . Mi vida consistía en cenas en restaurantes, viajes y entretenimiento. Tenía todo lo que un hombre de mi edad podría desear. ¿Qué teníamos en común Sophie y yo? Absolutamente nada. Ninguna de mis novias de la adolescencia había abortado, no tengo hermanas, y en mi casa nunca se trató el tema, si no era por cuestiones políticas. Nada. Si me hubiesen preguntado antes de ese día si creía en vidas pasadas, como ya he explicado, habría pensado que el interlocutor era un pobre hombre al que le faltaba un tornillo. Y, si realmente hubiese tenido que imaginar una vida pasada, habría pensado, ensado, quién quién sabe, en la vida de un mosquetero osquetero de la corte del Rey Sol. No en Sophie, desde luego. Y en su, en mi aborto. Hoy entiendo la razón de algunas extrañas sensaciones, que tuve años antes, durante mis frecuentes viajes de negocios. Déjà vu. La repulsión que sentía cada vez que me subía a un avión con destino a Londres, a pesar de llevarme muy bien con los ingleses, que siempre me han parecido simpáticos, de los cuales aprecio su sentido del humor y con quienes comparto idioma y parte de mi cultura. Cada vez que iba a Londres, y en esa época iba todas las semanas, sentía una gran sensación de incomodidad. Me sentía triste incluso cuando el sol brillaba, los enormes edificios, a pesar de que me parecían bonitos estéticamente, me daban miedo. Había algo extraño en esa ciudad maravillosa, cosmopolita y animada. Tenía un aura negativa para mí, como un filtro que oscurecía la vitalidad y positividad. Siempre me he preguntado cómo un lugar del que me encantaban las vistas, los
monu onum mentos, entos, la gen gente, te, el estilo estil o rétro, r étro, el e l hu hum mor y hasta hasta la l a com co mida, podía podí a provocar pr ovocarm me sentimientos tan desagradables. Siempre había atribuido esos sentimientos a la insatisfacción insatisfacción por exceso de trabajo y estrés estrés qu quee las responsabilidades de mi mi carg car go directivo implicaban. Insatisfacciones que en los períodos más oscuros de mi vida me llevaron incluso a desarrollar trastornos conductuales. Hoy puedo decir gracias a esas insatisfacciones. Porque sé que eran una llamada de atención desde mi mente: había algo al go que que no funcionaba funcionaba en e n mi mi vida, vida , aparent apar entem ement entee perfecta, pe rfecta, si me sent s entía ía así de infeliz. Después de una noche de insomnio en la cual controlé los gastos anuales en ropa, viajes y ocio de mi tarjeta platino, que ascendían a lo que era entonces el precio de un estudio en Milán, decidí que era el momento de acabar con esas locuras y pedí ayuda a un famoso psiquiatra de Milán, profesor de la Universidad de Urbino. Comenzaba una de las mejores etapas de mi vida: cuatro años y medio de sesiones psicoanalíticas dos veces por semana, semana, que que además además de haberm habermee convertido convertido en una persona mejor, mejor, me me han han proporcionado un una base sólida sóli da para hacer hacer frente frente con confianza y preparación a mi profesión. A la izquierda de la cama ensangrentada de Sophie había dos hombres. El primero tenía el pelo blanco ralo y en torno a cincuenta años, mal llevados diría hoy, gafas minúsculas y ovaladas, casi redondas, de metal. Tenía los ojos marrones, pequeños y brillant ril lantes es y llevaba una una camisa camisa blanca con un cu cuello ello mao mao y ex extraños traños pantalon pantalones es con una gran aleta delantera cerrada por cuatro botones, dos a cada lado. Llevaba la camisa arremangada. Era mi médico. Él trataba de evitar lo peor y repetía al resto de los presentes presentes que todo iría bien. Un poco más atrás, a distancia pero atento, había un segundo hombre, más joven, muy atractivo. Tenía el pelo oscuro, fuerte y ondulado y patillas largas y pobladas. Su piel era clara y su rostro resaltaba unos maravillosos y profundos ojos azules. Sus rasgos ras gos eran era n perfectos. Una nariz recta rec ta pero per o im i mponen ponente, te, una una mandíbula mandíbula armonios armoniosaa pero de carácter fuerte. fuerte. Era alto y vestía muy muy elegantem elegantemen ente. te. Los Los pantalones pantalones resaltaban unas piernas torneadas, y la camisa ajustada revelaba un cuerpo poderoso. Su nombre era John y era mi marido. El marido de Sophie. Él era un hombre de negocios, un banquero. Gracias a él éramos muy ricos y podíamos odíamos vivir en un una man mansión. sión. Nos Nos conocim conocimos os en un evento evento de la alta sociedad, todavía recuerdo la forma en que me miraba y los sentimientos que provocó esa mirada en la joven que yo era en aquel momento. Una mezcla de amor y protección, fuerza y pasión. Por mi parte fue amor a primera vista, el deseo de abandonarme a su virilidad y vivir toda mi vida con él. Sus ojos me capturaron. Nuestros parientes no se opusieron a nuestros sentimientos, todos ellos tenían algo que ganar. Mi familia era de ascendencia noble, pero nuestra situación económica estaba empeorando gradualment gradualmente; e; su famil familia ia era muy rica ric a y con ganas ganas de una posición posic ión de pres p restigio tigio en la sociedad. Así que nos casamos en una lujosa y elegante ceremonia, con gran repercusión social. Allí, Allí , en ese moment omento, o, en mi mi dormitorio, d ormitorio, su mir mirada ada se había convertido convertid o en una una mezcla de amor y desaprobación. La decepción era evidente en esos profundos ojos
azules que en otra época fueron capaces de irradiar una vitalidad indescriptible y de mostrarm ostrar me el amor amor más grande grande y sincero. si ncero. Su primogénito, mi hijo, nunca nacería. Una sensación de tristeza profunda, vacío y abandono se apoderó de mí. Era como si ya no tuviera un propósito en la vida. Como si me hubiese apagado. Vacío total. Habría preferido estar muerta. La mirada dulce y llena de amor de mi niñera nada pudo udo hacer hacer contra contra la frialdad de esos ojos azules azules que me me estaban matando, atando, como como agujas de decepción. Al mismo tiempo había perdido mi primer hijo y la persona que más amaba del mundo. Siguiendo todavía las válidas instrucciones de Brian, me distancié de la experiencia y observé la escena desde fuera como si fuese una película. Inmediatamente, como por arte de magia, la sensación de dolor insoportable se redujo al mínimo, así como la tristeza. Sólo quedaban las ganas de saber, sin ningún tipo de implicación ni física ni emocional. Simplemente, sabía que sentía esas sensaciones, sensaciones, pero per o ya no las vivía vi vía en prim pri mera persona. per sona. A aquellas sensaciones pronto se sumó una felicidad extrema. A pesar de saber que mi mi marido ari do me ignorar ignoraría, ía, tanto tanto física físi ca com c omoo emocionalment emocionalmente, e, durante el resto res to de vida, sabía que volvería a ver a mi hijo. Supe en un un instante instante que dentro de mi hijo, el bebé que nun nunca ca nacería, nacer ía, estaba el alma del hermano de Alex. ¡El alma de mi hermano! Sabía que se quedaría conmigo. Que iba a regresar. Que podría abrazarlo y amarlo. Era feliz. Una sensación de amor indescriptible me atravesó por completo. Ahora entiendo perfectamente el vínculo tan especial que tengo con mi hermano. Un hom hombre bre de cuarent c uarentaa y cinco ci nco años de edad, ed ad, padre pa dre de familia y funcionario funcionario de d e una una empresa de propiedad estatal, de constitución robusta, igual que yo, que a pesar de ser una persona adulta e independiente en todos los aspectos, a mis ojos sigue siendo un niño al que proteger. Vivimos en dos países diferentes, pero hablamos todos los días, por teléfono teléfono o videollam videol lamada. ada. Mi vida sin él sería s ería im i mposible y después después de ese es e día lo vi aún más claro. El universo me lo ha restituido de la mejor forma posible, como como hermano, hermano, cuyo cuyo víncu ví nculo lo de am a mor es indisoluble indiso luble por p or naturaleza. naturaleza. Y como para compensar el sufrimiento de Sophie, la persona concreta de mi hermano, en todos estos maravillosos años me ha dado siempre y sólo alegrías y nunca preocupaciones. Un regalo divino. di vino. Entonces fuimos guiados, gracias a la placentera voz de Brian, a una época posterior de esa mism mismaa vida. Me Me vi en un una céntrica céntrica calle de Londres, Londres, Knigh Knightsbridge. tsbridge. Acababa de bajarm bajar me del carruaje famili familiar ar y estaba cruzan cruzando do la calle para ir i r de compras a una tienda nueva que habían abierto hace poco. Más tarde descubrí que se trataba de Harrods de Harrods,, que en esa epoca se había trasladado a Knightsbridge. Le di la mano a mis tres hijas, dos a la derecha y la más pequeña a mi izquierda, caminábamos todas juntas, paralelas entre sí. Vestíamos lujosamente, con vestidos largos de terciopelo terciopel o y tejidos de lu l ujo que llegaban casi hasta hasta los pies. La sensación que sentía en aquel moment momentoo era er a de gran alegría y emoción. emoción. Uno Uno de los raros rar os
momentos de felicidad que la vida de Sophie me ofreció después del aborto. John y yo había habíam mos tenido tres hijas, todas niñas, niñas , a las que amaba amaba profun p rofundam dament ente. e. Ellas eran la razón de mi vida, me regalaban todos los días una felicidad que, de alguna manera, parecía amortiguar el vacío causado por la falta de interés de mi marido hacia mí. Y hacia nuestras hijas, a las cuales no prestaba demasiada atención. Simplemente, por puro sentido de la responsabilidad, no había permitido jamás que les faltase nada, las había criado con todas todas las comodidades, comodidades, rodeadas de todos los lujos, pero nu nunca nca las había amado. Ningun Ningunaa cari c aricia, cia, ningún ningún cum cumplido. pli do. Nuestra familia no era lo que él hubiera deseado. No teníamos un heredero varón. La mayor de mis hijas, que caminaba cogida de mi mano derecha, tenía unos 9 años, el pelo ondulado y oscuro de su padre, era bastante alta para su edad y muy responsable. Ella siempre cuidó de sus hermanas pequeñas como si fuese su madre. Con sólo mirarla desde arriba, mientras cruzábamos Knightsbridge, supe ya cuál era su alma, Alex ya sabía quién era ella. Mi hija tenía el alma de mi tía Maria Luisa, la hermana de mi padre en mi vida actual. Aunque no la he visto con frecuencia de adulto, ella me cuidó cuando era todavía un niño pequeño. Curiosamente, tal como lo hizo 150 años antes con sus hermanas menores, con mis hijas, las hijas de Sophie. En una foto que he vuelto a ver hace poco me me tiene tiene en sus brazos brazos siendo un un recién nacido nacido y la forma forma en qu quee nos nos miram miramos os el uno al otro en esa foto no da lugar a dudas. Nuestras almas se conocían desde siempre. Y lo sabía ya poco después de nacer, mi mirada en la imagen parece decir: "Aquí estoy mi pequeña, estoy de vuelta. Estamos juntas de nuevo". La hermana mediana, la que me cogía la otra mano, no es un alma presente en mi vida actual. Pero eso no quiere decir que el amor que sentía por ella en aquel moment omento, o, y que todavía hoy sient si entoo por ella, ell a, sea s ea menor. menor. Sé que mi alma la conoce, somos parte de la misma familia celestial, y es probable que nos volvamos a encontrar encontrar en alguna alguna otra vida. vi da. Como herman hermanas, as, hermanos, hermanos, padre padr e e hijo o abuela y nieto, quien sabe. Nacemos acemos mu much chas as veces porque hay hay muchas lecciones lecciones que aprender en la Tierra. Tierra . Sólo experimentando todos los roles posibles nuestras almas crecen, se fortalecen, se llenan ll enan de energ e nergía ía y amor amor infinito. infinito. La pequeña, a la cual daba la mano y caminaba a mi izquierda, tenía casi cuatro años. Era rubia como yo, con el pelo ondulado, la cara redondeada y pecosa y dos enormes ojos azules que me miraban llenos de amor. No tenía ninguna duda. Incluso su alma me me resultaba r esultaba familiar. familiar . Viendo Viendo sus s us profundos profundos ojos azules azules me di cuenta cuenta de que q ue dentro de mi hija estaba presente el alma de mi tía María Antonietta, la hermana de la madre de Alex. ¿Otra tía? Un analista diría sin duda que tengo una obsesión con las tías. Pero conociendo bien el tem tema, a, y habiendo llegado llegado a conocerm conocermee en profund profundidad, idad, puedo dar fe de que que no es así. Yo mismo durante la regresión me sorprendí mucho. Fue otro elemento que cercioraba el hecho de que yo no estaba inventando nada. Si tuviera que inventar una vida pasada puedo asegurar que no habría entrañado ninguna tía. De todos modos, en los últimos años, durante distintas regresiones a vidas
pasadas, pude ver de nu nuevo a mi mi tía Maria Maria Anton Antonietta ietta un un par de veces. Y siempre siempre en forma de hija. Pero no quiero aburrir al lector con información personal irrelevante. Sólo voy a decir que de niño siempre decía que ella era mi tía favorita. Ahora entiendo que nuestras almas están unidas de forma indisoluble y que siempre vuelven con la misma función, como miembros cercanos de la familia, muy probablemente para darnos un una mano mano y ay ayud udarnos arnos durant durantee cada un una de las distintas distintas vidas. Almas Almas gemelas. Como descubriremos, las almas gemelas pueden aparecer en diversos roles en nuestras vidas. En cualquier caso, y con independencia de la naturaleza y duración de la l a relac r elación, ión, tienen siempre un papel muy muy importante. importante. Guiado por la experta voz de Brian di un salto a los últimos momentos de la vida de Sophie. Me encontraba en la misma cama en la que treinta y seis años antes tuve el aborto, tenía 66 años. La enorme ventana a mi derecha dejaba entrar una gran cantidad de luz en la habitación. Algo inusual en Londres, un lujo del que sólo las personas mu muy ricas podían podí an ben beneficiarse. eficiarse. Comprendí inmediatamente que John había sido mi marido durante el resto de mi vida y me había garantizado una vida de lujos, pero no me había vuelto a amar de verdad. La nuestra había continuado siendo una fuerte relación social y familiar, pero sin amor. amor. De hecho, hecho, no lo vi en mi mi habitación habitación ese día, el día de mi mi mu muerte. Él estaba en uno de esos viajes de negocios que se habían vuelto, a lo largo de los años, cada vez más frecuentes, y que a menudo lo habían mantenido alejado de mí y de nuestras hijas. Mis tres hijas estaban allí, todas alrededor de mi cama. De inmediato reconocí a Maria Antonietta y Maria Luisa, las llamaré igual que a mis tías, con las cuales comparten alma, ya que no he podido descubrir sus nombres en esa vida pasada. Se habían convertido en mujeres espléndidas. Todavía vestían y peinaban lujosamente. Sus miradas eran tristes, fluían lágrimas de sus maravillosos ojos. Yo sabía que habíamos tenido una maravillosa relación de amor madre-hija. Eran mis joyas, mi orgullo, orgullo, mis recursos. No quería dejarlas. dejar las. Dos cam ca mareras arer as en uniform uniformee gris y delantal iban i ban y venían venían en el enorme enorme dorm do rmitori itorio, o, ocupadas, pero no había ni rastro de mi querida niñera. Nos había dejado a todas unos un os años a ños antes, antes, pero en ese moment momentoo supe s upe que su cuerpo descansaba des cansaba en e n nuestra nuestra noble cripta familiar. Como merecía el miembro indispensable de nuestra familia que ella había sido. Tenía fiebre y las fuerzas me estaban abandonando. Brian contó del un unoo al tres, y en ese moment momentoo supe s upe lo que q ue significa mori morir. r. Mi alma había abandonado su cuerpo y fui capaz de observar la escena desde arriba. La sensación física que sentía en aquel momento es indescriptible. No es un sentimiento humano, tal como verifican casi todas las personas a las que he tratado. Se abandon a bandonaa el estado físico físi co y se experimenta experimenta un sentimiento sentimiento de amor que no tiene igual igual desde des de el pu punnto de vista vis ta terrenal. terrenal. El dolor físico desaparece des aparece en pocos segun segundos, así com c omoo el emocional emocional provocado por tener tener que dejar a los seres s eres queridos de aqu aquella ella vida. vida . Llega una una paz profunda, profunda, realmen r ealmente te eterna, en el sentido de que se alcanza a lcanza un un estado más allá de la concepción humana del tiempo.
Dejé a Sophie y nuestra vida. La miré con ternura y amor infinito sabiendo que era y sigue siendo parte de mí. Estaba dejando con ella el sufrimiento y la tristeza que la habían acompañado durante toda su s u vida, y traía conmigo conmigo en nuestra nuestra alma, el amor amor por mis mis hijas y las importan importantísim tísimas as leccion lecci ones es que su vida me me había había permitido permitido aprender. Primero y ante todo el don de haber encontrado a mis hijos en la forma de un hermano al que adoro y tres tías verdaderamente dulces y siempre presentes. Más tarde he podido comprender que el hecho de no haber tenido hijos en esta vida, la vida de Alex, no es más que un regalo de Dios o del Universo, elegid vosotros cómo llamar a la maravillosa energía del amor puro del que todos estamos hechos. Después del sufrimiento a causa del aborto y la vida sin amor de Sophie, me di cuenta de que la existencia de Alex representa un descanso donde se me permite dedicar mi tiempo y mi energía a otro tipo de amor. El amor por el prójimo. "Debes dedicarte a ayudar a los demás", me dijeron. O mejor dicho, esa frase resonó con una voz telepática que no necesitaba de oídos para ser escuchada, que se extendía como la energía y que podía entenderse directamente desde todo mi ser, mi esencia, mi alma. Todavía no lo sabía, pero per o ellos ell os eran aquellos aquellos a los qu quee Brian en sus libros llama Maestros. Maestros. Efectivam Efectivamen ente, te, a mi mi lado l ado percibía perci bía con claridad dos presencias pr esencias etéreas hechas de luz. Era como si me mirasen, me sonriesen, me tendiesen la mano, me abrazasen y me impregnasen. Todo al mismo tiempo. Me trasmitían un amor que todavía hoy me cuesta expresar en palabras. Salí del Forum de Barcelona esa noche con la sensación clara e inequívoca de que nada de lo l o que había experimentado experimentado fuese imaginado. imaginado. ¡No tenía la menor idea id ea de cómo cómo iba a cambiar cambiar mi vida a partir de ese día! dí a! Recuerdo que desde de sde la mañana sigu si guiente, iente, durante durante el desayu desa yuno no en la terraza terr aza con mi mi habitual habitual café americano, bagels b agels con crem cre ma de queso y mermelada, mermelada, un hábito que traigo conmigo desde mi juventud en los Estados Unidos, bajo la sombrilla gigante que me protegía del magnífico sol que Barcelona regala a todos sus habitantes incluso en el mes de enero, había perdido por completo el miedo a la muerte. Durante las próximas dos semanas desaparecieron por completo los síntomas de mi enf e nfermedad, ermedad, el síndrom sí ndromee de Crohn, Crohn, que, aunque aunque en fase de remisión, había acompañado hasta el moment omentoo puntual puntual mis mis días. días . Poco a poco poc o empecé a comer comer de todo. Sin ningún tipo de efectos secundarios. Y hoy, hoy, después des pués de tantos tantos años, año s, sigo s igo comiendo comiendo de todo y sin tener ningún ningún tipo de síntoma. Comprendí, para mi asombro, que la enfermedad y el dolor severo en el bajo vientre vientre que lo caracterizaban caracterizaban,, eran simplem simplemen ente te debidos a los recuerdos que que había traído conmigo a través de los siglos. Los recuerdos del sufrimiento de Sophie, el aborto y la pérdida pérdi da de su hijo. hijo. Mi hijo. Gracias a la regresión mi alma había sido capaz de experimentar esa sensación de nuevo y había sido capaz de comprender el origen de esos sufrimientos, liberando finalmente mi cuerpo, el cuerpo de Alex, de los síntomas. Estaba muy feliz y sorprendido. Empecé a hablar de esa experiencia con todo el mundo, incluso si en ese momento el tema, a pesar de los esfuerzos del Dr. Weiss,
era todavía poco conocido y la mayoría de la gente me tomaba por loco. Tal como había hecho yo con mi pobre amiga Patrizia y los participantes en el seminario de Brian. Ahora sabía que el ignorante era yo. Mi existencia hasta entonces entonces materiali ateri alista sta y absolutam abso lutament entee terrenal terr enal estaba es taba a pun punto to de cambiar, desarrollaba una nueva conciencia; ya no tenía que dedicar todas mis energías como un egoísta a mí mismo, sino que tenía que concentrarme en los demás. Un par de semanas después decidí abandonar mi carrera como manager y acepté un trabajo peor pagado y con pocas responsabilidades, que me ocupaba sólo media ornada. Me lo podía permitir gracias a mis ahorros, a la ayuda de mis padres y el coste de vida, qu quee en Barcelona no no era comparable comparable con el nivel de vida vi da que llevaba en Milán. Alquilé un pequeño y modesto apartamento, dejé el curso de piloto, cambié el coche por un scooter de segunda mano, empecé a ir a un gimnasio local y reduje las salidas sali das a cenar, cenar, in i nvitando vitando a los l os pocos amigos amigos cercanos a mi mi casa. cas a. Comprendí que lo que realmente importaba en mi vida no eran los bienes materiales. Reduciendo drásticamente el coste y la forma de vida podía llegar a tener más tiempo libre para dedicar a mí mismo y a los demás, al igual que mis guías celestiales habían sugerido. sugerido. Empecé a ampliar mis conocimientos sobre psicología y psicoterapia. Asistí a más seminarios de Brian Weiss e hice como paciente una serie de regresiones a vidas pasadas con Emanuela, mi amiga de Roma que el mismo Brian me había recomendado. También empecé a asistir a un centro budista donde aprendí las mindfulness, es decir, "atención plena". No me considero prácticas de meditación meditación y mindfulness, budista udista en el sentido sentido estricto, pero en much chos os aspectos, el hom hombre que soy hoy hoy vive de una manera consistente con la filosofía de Buda. Mis nuevos estudios me absorbían casi a tiempo completo, vivía solo de eso. Una fuerza sorprendente que ni siquiera sabía que tenía me dio el impulso y el deseo de continuar. Tanto es así que decidí matricularme en un curso universitario de postgrado ostgrado de especialista especial ista en trastornos trastornos del estado de ánim ánimoo y an ansiedad. siedad. Un Un cu curso rso generalmente reservado para médicos y psicólogos clínicos. Pero el conocimiento que había adquirido por mí mismo junto con mis años de psicoanálisis y el deseo de aprender me han permitido completarlo con éxito. Todavía recuerdo, ahora con nostalgia, las primeras tardes y noches dedicadas a estudiar neurobiología y psicopatología, en las que la dificultad dificultad de las materias materias y el tem temor or de no no consegu conseguirl irloo me hicieron llorar de rabia rabi a y desesperación desesperaci ón.. Pero no estaba solo. Ahora puedo realmente confirmar que podía contar con ayuda sobrehumana. Estaba decidido a abordar el asunto con seriedad, así que empecé a seguir incluso un emocionante curso de hipnosis para principiantes, del que salí encantado. Me inscribí a un taller de formación universitaria profesional de hipnosis clínica, en Madrid. Gracias al postgrado en psicología no tuve ningún problema para ser admitido. Fue la decisión correcta, ya que el curso lo impartía un experto en hipnosis clínica en toda España, un profesor universitario realmente competente, una verdadera eminen eminencia cia en la materia. El prim pr imer er día dí a del cu curso, rso, le l e hablé de la l a terapia de regresión a vidas pasadas y se mostró escéptico. Elegí no abordar más el tema,
entendiendo su punto de vista: el mundo académico es ya bastante cerrado hacia la hipnosis hipnosis clínica, por desgracia, como como para hablar sobre vidas vi das pasadas. pasadas . Sin embargo, embargo, algunos de los conocimientos que pude aprender de él en Madrid han contribuido much uchoo a mi práctic p rácticaa actu ac tual al y, como como mis mis otros estudios, son un valioso vali oso complemen complemento to a la metodología del Dr. Brian Weiss, que aplico en mis sesiones. En la vida nada es aleatorio, ahora sé que todas las cosas que me han ocurrido hasta ahora han servido para prepararme. Al igual que las pequeñas piezas de un rompecabezas, una por sí sola no representa nada, pero en conjunto pueden producir imágenes imágenes de un unaa belleza bel leza deslum des lumbrante. brante. Como Como mi formaci formación ón y el haber creci c recido do dando la vuelta al mundo, que me han permitido adquirir fluidez en cuatro idiomas y, por lo tanto, poder ayudar a más personas. Estoy profundamente agradecido al universo y me gusta pensar que este es exactamente el regalo que la vida tenía reservado para mí. Incluso hoy en día parece increíble el cambio radical que, sin mucho esfuerzo por mi parte, se produjo en mi vida. De una vida centrada en el placer, el despilfarro, el lujo y el egoísmo egoísmo pasé pas é a un unaa vida vi da casi c asi monacal. De un apartam apar tament entoo que no habría desent dese ntonado onado en una una revis r evista ta a un pequeño estudio, de un Mercedes a un pequeño pequeño utilitario usado. ¿Era realmente yo? ¿El exitoso manager con un M.B.A. que todos conocían? Era justo el caso de decir que tenía un alma nueva. Durante mi último viaje a Nueva ueva York, York, donde donde me me dirigía por un curso de especialización con Brian Weiss Weiss y su mujer Carole, tuve la oportunidad de darme realmente cuenta de que se había producido un un en enorm ormee cambio cambio en mi mi vida. Los asientos de la clase turista del avión, la única en la que ahora me puedo permitir ermitir viajar, viaja r, siendo hoy hoy en día mis mis viajes viaj es de man manag ager er en primera primera clase un simple simple recuerdo que observo sin nostalgia, tienen pantallas de entretenimiento personal. M arigold , una película muy agradable con Maggie Estaba viendo El viendo El Exótico Hotel Marigold Smith en la que los protagonistas, un grupo de ancianos ingleses, deciden trasladarse a la India porque sus pensiones no le permiten llevar una vida decente en Inglaterra. El chico de al lado veía en cambio una película americana cuyo protagonista, un multimillonario de Beverly Hills, conducía un increíble Ferrari rojo. Casi no me reconocí cuando sentí una extraña sensación de serenidad y felicidad interior mirando las habitaciones en mal estado del Hotel Marigold, mientras que sentí una extraña repulsión hacia la lujosa casa de Beverly Hills y el coche. ¿Realmente era yo?? yo Al llegar a Nueva York, la ciudad que me ha formado más que ninguna y donde tuve tuve la suerte suerte de vivir vi vir de adolescen adoles cente, te, lo tuve tuve claro. clar o. En comparación con las otras veces, Nueva York me pareció esta vez más triste, caótica, agitada e incompleta. ¿Qué le había pasado a Nueva York? Nada, absolutam absolutamen ente te nada. nada. Era la mism mismaa maravil maravillosa losa metrópoli metrópoli de siempre. Era Era yo el que había cambiado. Las personas que andaban rápidamente por las calles me parecieron arecier on por primera vez seres sin si n alma alma corriendo hacía hacía una una meta meta que que ni ni siquiera ellos ell os mismos mismos conocían. Una Una ilusión ilusi ón materia materiall que sólo alcanz alca nzaa uno uno entre un mil millón, lón,
para luego luego descubrir que que no no da la felicidad. Durant Durantee años había había sido si do como como ellos, pero ahora por primera primera vez les veía como como esclavos, prisioneros pri sioneros de un un mecanism ecanismoo brutal, rutal, dormidos dormidos en el metro metro después después de demasiadas demasiadas horas de trabajo para pagar un un alquiler desproporcionado, con el fin de participar en una gran lotería cuyo premio no se conoce jamás. Hoy en día no podría vivir allí. Soy yo el que ha cambiado, de hecho, Nueva York siempre será esa ciudad vibrante y llena también de energía positiva, que tantas veces ha sabido sabi do acogerm a cogerme, e, inspirar i nspirarm me y recondu rec onducir cirm me. La ciudad que q ue nun nunca ca duerme, de hecho. El crisol de razas y culturas, donde cada uno puede encontrar su propio espacio. El lugar mágico al que regresan mis recuerdos de juventud. No hay que uzgar. Gracias a las experiencias de muchas personas que me han ofrecido el privilegio de su confianza, gracias también a sus regresiones - algunas descritas en este libro he comprendido que cada uno tiene su propio camino y, con el fin de aprender, todos debemos hacer el mayor número de experiencias distintas posibles. Tenemos que ser hombres y mujeres, blancos, negros, asiáticos, cristianos, musulmanes, judíos, budistas, udistas, hindúes, hindúes, ateos, heterosex heterosexuuales, homosexu homosexuales, ales, ricos, ri cos, pobres ... Para eso venimos al mundo. Para aprender todas las materias. Es nuestra escuela. "No existe nada bueno ni malo; es el pensamiento humano el que lo hace arecer así." a firm fir ma Shakespeare, Shakespeare , cuando Hamlet Hamlet se s e diri di rige ge a Rosencrant Rose ncrantz. z. Y nada es realm real mente ente bueno o malo, malo, es nu nuestra estra mente ente la l a que lo l o hace así. as í.
HIPNOSIS Y MITOS
Conocí a Adrián un tibio y soleado día de finales de septiembre, uno de esos días todavía de verano que Barcelona sabe dar, sin humedad ni excesivo calor. Había tenido ocasión de reflexionar sobre la agradable suavidad del tiempo mientras esperaba en un un banco banco el tren que que me me lleva ll eva a la l a ciudad desde la l a localidad local idad costera cos tera en la que tengo la suerte de vivir y, después, mientras recorría a pie la distancia que separa la estación de tren de mi consulta. La semana anterior me había parecido una tortura tener que llevar camisa y caminar por las calles expuestas al sol. Adrián Adriá n acababa de entrar en mi mi consu c onsulta. lta. Era Er a un hom hombre bre de unos unos cuarenta cuarenta años, año s, alto y delgado, de cabello negro y ondulado. Llevaba gafas de vista de metal, de forma ovalada, que le hacían parecer menos agraciado de lo que era. Tenía la nariz larga lar ga y estrecha; los ojos pequeños, ligeram li gerament entee alm al mendrados, extremadam extremadament entee expresivos. Vestía unos vaqueros grises y una camisa blanca de mangas largas. Le estreché la mano dándole la bienvenida y noté que le sudaba. Es una situación bastante astante común común en entre tre las personas que que entran entran por primera vez en mi consulta: consulta: no no saber a qué atenerse las pone nerviosas. Una vez sentado, me fijé sorprendido en su camisa, manchada con enormes cercos de sudor. Adrián se excusó, echando la culpa al excesivo calor cal or del verano. Pero aquel era un suave día de septiem s eptiembre, bre, cualquier cualquier cosa excepto caluroso o húmedo. Y si una persona con ligero sobrepeso como yo había podido apreciar el aire fresco y seco, era imposible que un hombre tan delgado como Adrián pudiese sudar tanto por el calor. No me me equivocaba. equivocaba. Si Adrián sudaba, sudaba, la culpa culpa no era del tiem tiempo po en Barcelona. Vi que le temblaban las manos mientras me contaba la razón de su visita. Tenía la cara roja y evitaba de modo constante cualquier contacto visual que yo en vano tratase de establecer. Siempre procuro hacer que las personas que vienen a hacer una regresión se sientan a gusto; sonrío, intento demostrar empatía y siempre mantengo, al inicio de una sesión, una actitud despreocupada y bromista. Pero con Adrián me resultaba verdaderamente imposible establecer un contacto. Me contó los motivos que le habían empujado a recurrir a mi ayuda; refería un estado de ánimo depresivo; hablaba de anhedonia anhedonia– es decir, de una una incapacidad para encontrar encontrar placer en cualquier cualquier actividad–, baja autoest autoestim ima, a, falta falta de apetito, apetito, insomnio. Todo esto acompañado últimamente de un intenso pánico con palpitaciones y dificultades dificultades respiratorias; respi ratorias; crisis crisi s que se estaban haciendo cada vez más recurrent recurr entes. es. Los trastornos habían había n comenz comenzado ado a volverse volve rse más importantes importantes a partir del año anterior, anterior, con motivo motivo de la mu muerte de un un tío al que que le unía unía un fuerte fuerte vínculo. Padre de dos hijos que aún no habían entrado en la adolescencia, Adrián acababa de divorciarse. divorci arse. Me dijo que experimen experimentaba taba un una especie es pecie de bloqueo psicológ sicol ógico ico cada vez qu quee estaba solo con niños. Esto empez empezaba aba a ocasionarle problemas, roblemas, puesto puesto que que se encon encontraba traba con frecuen frecuencia cia en la necesidad necesidad de ocuparse de
los hijos sin su exmujer. Cuando le pedí que me contase la relación que había tenido con su padre, me dijo que siempre había sido conflictiva, desde que tenía alrededor de siete u ocho años. Todo me inducía a pensar que se trataba de un trastorno depresivo mayor, o sea, de una depresión clínica severa con ansiedad comórbida –es decir, como síntoma accesorio–. La ansiedad es un síntoma que acompaña muchos trastornos psíquicos. Los pacientes refieren con frecuencia padecer ansiedad, si bien en la mayoría de ocasiones este no es el síntoma principal en la raíz del malestar, sino que constituye una señal de alarma, un síntoma que indica la presencia de otro problema. —No sé nada nada sobre su método, método, señor Raco —me —me dijo—. Ven Venggo por consejo consejo de una amiga que le conoce y ya ha hecho regresiones con usted. Al oír aquellas palabras, comprendí de inmediato la razón de todo ese nerviosismo, de los temblores y del sudor. —Adrián, Adrián, ¿cu ¿cuáles áles son tu tus conocimient conocimientos os sobre la hipnosis? —le pregun pregunté. —Buen Bueno, o, no no estoy seguro seguro —dijo—. Creo que es como como sucede sucede en las pelícu pelí culas las o en televisión, usted dirá algunas palabras y me dormiré —añadió—. Me hará entrar en un profundo estado de inconsciencia. En ese estado podré ver cosas que, aunque luego no las recordaré, me ayudarán a curarme y a estar mejor. Una vez asistí a un espectáculo de hipnosis en el teatro. El hipnotizador contaba, tocaba o hacía gestos extraños, y la gente en el escenario caía dormida y hacía todo lo que él les pedía que hiciese. Se comportaban como autómatas, parecían haber perdido el control. Con razón el pobre estaba nervioso. También yo habría estado bastante nervioso si me encontrase frente a un desconocido que, aun con una buena reputación y conocido de una amiga, hubiese podido transformarme en un autómata apoderándose de mi voluntad. —Adrián, Adrián, nada nada más más lejos de la realidad reali dad —le dije—. Permítem Permítemee que que te explique explique qué es la hipnosis. Le expliqué expliqué que lo que acababa de describi des cribirr era er a ficción escénica. —Enton Entonces, ces, ¿no ¿no perderé el control? —me —me pregun preguntó. —Absolutam Absolutamen ente te no. no. En ningún ingún momen omento to —le dije—. Lo Lo que que llamam llamamos os hipnosis, hipnosis, en realidad debería definirse como un estado de autohipnosis. El terapeuta sirve para facilitar el proceso; guía guía a la persona per sona a través de la l a experiencia, pero solam sol amen ente te si el paciente aciente se lo permite. permite. Es un un trabajo de dos. La La hipnosis hipnosis sirve para par a ayu ayudar a las personas a comprender comprender sensaciones, sensaciones, experiencias experiencias o recuerdos, pero no no puede puede forzar forzar a hacerlo. El paciente siempre tiene el control; puede negarse a responder a las pregun reguntas, hacer hacer exactam exactament entee lo contrari contrarioo de lo que que se le pide. Puede incluso incluso salir del estado hipnótico hipnótico si lo l o desea. —Si no fuera fuera así —prosegu —pr oseguí—, í—, ¿qu ¿quéé te sucedería sucedería si a mí mí me me sobreviniese cualquier imprevisto? ¿Te quedarías ahí, en estado hipnótico para siempre? — bromeé—. romeé—. En absoluto. absoluto. Si dejase de hablarte o de interactu interactuar ar mient mientras ras te encuen encuentras tras en un estado hipnótico, lo peor que podría ocurrirte sería que te durmieras y te despertara desp ertarass por po r ti mismo algunos algunos minu minutos tos después. des pués. O sim si mplemente plemente pensarías: pensarí as: "¿Q "¿Qué ué le ocurre a este es te tipo?" tipo?" Y saldrías saldrí as del estado hipnót hipnótico, ico, abrien abri endo do los ojos oj os por ti
mismo —le expliqué con claridad, como hago con todas las personas al inicio de una sesión. Gracias a las modernas técnicas de neuroimagen, en los últimos años se han realiz reali zado num numerosos estudios estudios sobre la eficacia eficaci a de la hipnosis y los cambios cambios qu quee producen en las áreas cerebrales cerebral es involucradas. involucradas. Un Un estudio estudio de 2009 (McGeown et al.) al.)d emuestra cómo durante un estado meditativo o hipnótico se reduce la actividad de una red cerebral llamada "red neuronal por defecto". Esta red, que comprende estructuras frontales y subcorticales, es una agrupación de áreas cerebrales que se activan cuando las personas no están implicadas en ningún tipo de tarea cognitiva específica y dejan su mente en un estado de relajación. Una reducción de actividad en estas áreas indica, por tanto, un desplazamiento activo de la atención, dirigido a las indicaciones proporcionadas por el terapeuta. Este estudio demuestra que la hipnosis no es un proceso pasivo en el que hay una persona que da información y otra que la recibe. Al contrario, es un proceso constructivo en el que la persona involucrada escucha activamente las palabras del terapeuta y construye sus propias ideas, sensaciones sensaciones y percepcion percepci ones. es. —¿Así ¿Así que que no no me me dormiré? dormiré? —pregunt —preguntóó enton entonces ces Adrián. —Espero que que no no —repliqué—, de lo contrario contrario no serviría servir ía de nada. La inducción de un estado hipnótico y el trabajo terapéutico que puede aplicarse durante este estado mental producen resultados solo si la parte consciente de la persona perman permanece ece presente presente y a pleno rendim rendimient iento. o. Durant Durantee el estado hipnót hipnótico ico se activan áreas de conciencia de la corteza cerebral que normalmente no lo están en un estado de vigilia. Es un estado en el que consciente e inconsciente pueden trabajar untos, y en la mayoría de ocasiones se obtienen resultados que el análisis únicamente consciente nunca podría llegar a producir. Es precisamente gracias a este trabajo de equ equipo ipo como el cerebro cer ebro consigue consigue reelaborar re elaborar a nivel consciente consciente sensaciones o percepciones que se encuentran en el crisol del inconsciente, logrando así situar situar las l as cosas en su justa justa perspectiva, recon rec onstru struyyend endoo el equ equili ilibrio brio y modificando memorias erróneas o ya no "actuales". Al igual que si se tratara de un programa rograma de ordenador, ordenador, el estado hipnót hipnótico ico permite permite al cerebro acceder al disco di sco duro "externo" del inconsciente; abre un archivo que contiene un recuerdo, lo modifica y vuelve a guardarlo. El archivo está entonces listo para ser utilizado de modo funcional, funcional, pues p ues cont co ntiene iene informaci información ón actualizada. No deseo comparar comparar la divina di vina e infin infinita ita belleza de nu nuestro cerebro y de nuestra uestra psique con una máqu máquina ina creada por el hom hombre. bre. Sin embargo, embargo, es cierto que la comparación es acertada y que los ordenadores han sido creados a nuestra imagen y semejanza, precisamente para poder interactuar mejor con nosotros. Del mismo modo en que un ordenador funciona de manera más fiable y eficiente con un archivo actualizado y correcto, igualmente nuestra mente se vuelve más serena y equilibrada cuando un recuerdo, sea o no de naturaleza traumática, es reelaborado y puesto en su justa perspectiva. Y esto es lo que, como veremos, sucedió con Adrián. —Pero enton entonces, ces, si no me me dormiré, dormiré, no fu funcionará —replicó Adrián, con un aire de
frustración y decepción—. Como ve, señor Raco, no estoy nada relajado en este momento. —La La palabra hipnosis hipnosis proviene pr oviene del griego griego antig antiguuo hypnos, hypnos, que significa sueño — le expliqué—, pero las personas bajo hipnosis están cualquier cosa menos dormidas; en realidad se encuentran en un estado de hiperconsciencia, en el que el cerebro, como te decía, está relajado pero al mismo tiempo extremadamente activo. —Si me me lo permites permites —proseguí—, —proseguí—, emplearem emplearemos os durante durante la sesión un un electroencefalógrafo, ele ctroencefalógrafo, un BCI BCI (brain (bra in comput computer er interface) de d e últim úl timaa generación que nos permitirá medir tu actividad cerebral. Así podré conocer en todo momento el nivel de profundidad de tu estado y eso me ayudará a guiarte mejor y a hacer que tu experiencia exp eriencia sea la mejor posible. posibl e. Como Como verás en la grabación al final final de la sesión, s esión, las on ondas das cerebrales cer ebrales predominan predominantes tes serán las on ondas das A Alfa lfa,, propias de un estado de relajación en el cual el cerebro se mantiene al mismo tiempo atento y en vigilia. —Es precisamente precisamente la coexisten coexistencia cia de estos dos estados—contin estados—continuué explicándole explicándole —, el estado de consciencia consciencia y el afloramient afloramientoo del inconscient inconsciente, e, lo que que produce los mayores resultados. Si provocásemos con fármacos un estado de anestesia o de inconsciencia, estado en el que a nivel cerebral predominan las ondas Delta Delta del coma cerebral, no recordarías nada, puesto que la parte consciente de tu cerebro no sería capaz de elaborar la información ni, por tanto, de extraer beneficio alguno —le dije—. Aunque, como podremos ver en un capítulo posterior, durante una regresión a vidas pasadas en algunos individuos han aparecido incluso ondas Delta ondas Delta en circunstancias que, puedo dar testimonio de ello, son increíbles. Muchísimos Muchísimos estu es tudios dios de neuroimagen neuroimagen realizados reali zados con RMN y otras otras técnica técnicass han demostrado que la hipnosis produce cambios a nivel cerebral, que a su vez parecen estar en la base de mejoras terapéuticas. ¿Podemos decir lo mismo por lo que respecta a las regresiones a vidas pasadas? Tratándose de una técnica hipnótica, esto parecería bastante obvio. Pero mientras que damos por sentado que las memorias del pasado de nuestra vida actual residen en partes de nuestro cerebro, si bien ocultas, ¿de dónde provienen en cambio las memorias de una vida pasada? ¿Se trata del inconsciente colectivo hipotetizado por Jung? ¿Son memorias celulares que viajan con nosotros desde la noche de los tiempos? Si pu pudiera diera proporcionar una respuest r espuestaa cien ci entífica tífica y empíri empírica ca satisfact s atisfactoria, oria, habría resuelto res uelto el mayor mis misterio terio de la l a hum humanidad. Quizá sería ser ía más famoso famoso que Leonardo Leonardo o Galileo. Peor no creo que este pueda ser uno de mis objetivos, ni el de ningún otro hombre, puesto que la imposibilidad de dar una respuesta a esta interrogación reside en la propia naturaleza humana. "Es una ilusión común creer que lo que sabemos hoy día es todo lo que se puede llegar a saber. Nada es más vulnerable vulnerable que la teoría científica, la cual es un intento efímero de explicar hechos y no una verdad eterna." Carl Gustav Jung
Nosotros osotros los seres s eres hum humano anoss y nu nuestra ciencia somos somos extrem extremadam adament entee presuntu resuntuosos. osos. Pretendem Pretendemos os explicar todo fenó fenóm men enoo basándonos basándonos en demostraciones demostraciones empíricas, en la observación de hechos, en la experiencia y en los fenómenos. De esta manera, la ciencia se detiene ante el insuperable límite definido por nuestros cinco sentidos y por los instrumentos –de todos modos construidos por nosotros– que intentan intentan ampli amplificarl ficarlos. os. ¿No os parece un límite enorme? Ahora, pensad en una lombriz. Un gusano que vive bajo tierra, provisto únicamente de rudimentarias células fotorreceptoras capaces de distinguir la luz de la oscuridad, dotado de un único sentido –el tacto– que le permite distinguir la materia con que se topa y percibir las vibraciones procedentes del mundo exterior, alertándolo en caso de peligro. Por ejemplo, de la aproximación de un topo. ¿Quiénes somos nosotros para la lombriz? La lom l ombri brizz científica diría dir ía que los hu hum manos no existimos. Empír Empírica icam mente ente observaría tan solo una especie de terremoto cuando caminamos sobre el terreno que tiene encima. Por nuestra parte, el universo de la lombriz es extremadamente limitado desde nuestro nu estro pun punto to de vista, vi sta, com co mo lo l o sería se ríann nuestro nuestro univer universo so y nuestra nuestra volun vol untad tad de explicar exp licarlo lo todo, de ser ex expu puestos estos a la l a observación observaci ón de cualquier cualquier ser qu quee estuviese dotado de un número de sentidos superior a cinco. Seríamos para él lo que la lombriz lombriz es para no nosotros. sotros. La nuestra –la de los seres humanos– es precisamente ignorancia y presunción. Me enfado enfado conm c onmigo igo mis mism mo cuando pienso en mi mi escep e scepticis ticism mo. Pese Pes e a dedicarme dedi carme desde hace años a la terapia de regresión a vidas pasadas, pasadas , recogiendo recogiendo pruebas estadísticas y huellas increíbles sobre la existencia de una realidad mucho más amplia que la material, sigo manteniendo una humana y testaruda actitud empírica y científica. La parte izqu izquierda y racional de mi mi limitado limitado cerebro hum human anoo se niega niega a admitir admitir nada que que no pueda medir, a despecho de los propios hechos que, aunque a veces no sean demostrables, no dejan de ser hechos. "Solo podemos podemos explicar y saber si reducimos reducimos las intuiciones a un conocimiento exacto de los hechos y de sus conexiones lógicas. El investigador honrado tiene que admitir que no siempre puede hacer eso, pero no sería honrado no tenerlo siempre en cuenta. cuent a. Incluso un científ ci entífico ico es un ser se r humano. Por tanto, para él es natural, como para otros, aborrecer las cosas que no puede explicar." Carl Gustav Jung Como Como hombre hombre de ciencia, c iencia, puedo entender entender perfectament perfectamentee cómo la hipnosis y las regresiones a vidas pasadas se han enfrentado siempre, y todavía en nuestros días lo hacen, a una considerable resistencia por parte del mundo científico, académico e institucional. Pero una visión más aristotélica de la realidad podría hacernos intuir que en ocasiones la propia presencia de un hecho constituye por sí misma su explicación.
La ciencia humana es limitada; debemos ser conscientes de ello y aceptar nuestros lím lí mites. Au Aunqu nquee en la teoría hay hayam amos os llegado ll egado a rem r emont ontarnos arnos hasta el e l ori o rigen gen del universo –el Big Bang–, no somos capaces de explicar qué lo provocó. Los físicos teóricos saben bien que nuestras teorías más importantes, la Relatividad General y la Mecánica Mecánica Cu Cuánt ántica, ica, son incom i ncompatibl patibles es a nivel fundam fundament ental. al. La física físi ca contemporá contemporánea nea viaja en dos carriles paralelos y es hasta la fecha incapaz de formular una teoría capaz de describir todos los fenómenos. Pero atengámonos a los límites humanos y volvamos a nuestra voluntad de explicar científicamente todos los fenómenos, incluidas las regresiones a vidas pasadas. El Dr. Daniel Daniel Amen Amen,, un un ilustre psiquiatra psiquiatra neurocien neurocientíf tífico ico clín clí nico estadounidense, premiado en numerosas ocasiones, autor de libros y publicaciones científicas, científicas, se dedica desde des de hace años al estudio estudio del cerebro mediante mediante la SPECT – Tomografía computarizada de emisión monofotónica–, una técnica de neuroimagen extremadamente innovadora en relación con otras porque permite la observación del cerebro en 3D. Entre las más de ochenta mil SPECT realizadas por el Dr. Amen para examinar y documentar el estado cerebral de miles de pacientes, una de ellas le fue realizada a un paciente sometido a regresión a vidas pasadas. Los resultados fueron increíbles: el cerebro se "iluminó" "iluminó" literalmen literalmente te de múltiples áreas neuronales euronales nuevas. Densas áreas de memorias no pertenecientes a la vida actual del paciente, sino a una vida pasada. Le mostré a Adrián la imagen de esa SPECT, quien parecia más relajado, aunque aparentem aparentement entee turbado turbado por todas estas explicaciones. Había perdido per dido el color rojo del rostro y el cuerpo mostraba menos señales de nerviosismo. Había sido un hueso duro de roer; me había topado con una persona aún más escéptica y empírica de cuanto lo había sido yo a mi vez años antes. Pero estaba contento. Me había dado la oportunidad de recordarle también a mi racional cerebro humano que no es omnipotente. Lo había conseguido. El nerviosismo de Adrián había desaparecido. —¿Te ¿Te asustan asustan las películas pelí culas de terror? terror? —le —l e pregun pregunté. —No particularm particularmen ente te —respondió—, —respondió—, no no me me interesan. interesan. Pero ahora ahora que lo pienso, siempre que veo una calavera me asalta una sensación de angustia. No sé por qué. No ten tenggo miedo, miedo, pero me me siento siento profun profundamen damente te incóm incómodo. odo. Me Me provoca ansiedad ansiedad y no no consigo con sigo descubrir la cau ca usa. En aquel momento no presté particular atención al asunto. Pensé que se trataría del corriente corr iente miedo miedo a la l a muerte. muerte. Miedo que puntu puntualmen almente te desapare des aparece ce tras un unaa regresió r egresión, n, cuando cuando el individuo indivi duo se da cuenta cuenta precis pr ecisam ament entee de que nadie nadie muere. ¿A fin de cuentas, a quién le gustan las calaveras? Siempre han sido un denso arquetipo de significados claramente negativos. Era decididamente un hueso duro de roer, pensé. Siempre planteo esta pregunta sobre las películas de terror porqu por quee proporcion proporci onaa una una inmediata inmediata indicación sobre la profun rofundidad de la experiencia experiencia que la persona persona que que está ante ante mí mí será capaz de experimentar. Hay una altísima correlación entre la identificación que se produce en el espectador de una película de terror y la capacidad de entrar en un estado hipnótico. Y Adrián no la tenía.
Fantástic Fantásticoo -pensé - pensé con sarca s arcasm smoo- un unaa mente mente extremadam extremadament entee raci r acional onal con poca poc a capacidad de identificación. El peor sujeto para una sesión de hipnosis. Era un reto: tenía que poner en marcha todas mis habilidades. En la actuali actualidad dad un unaa situación s ituación de este e ste tipo me preocuparí pr eocuparíaa mucho mucho menos. menos. Tengo Tengo much uchaa más experiencia experi encia y, com co mo decía de cía antes, antes, desde desd e hace un tiempo tiempo em e mpleo, pleo , con co n consentimiento previo del interesado, un aparato BCI (interfaz cerebro-ordenador), un medidor EEG (electroencefalógrafo) que registra la actividad cerebral de la persona durant durantee la sesión sesi ón.. Un Un software software de última última gen generación eración instalado instalado en mi ordenador recibe continuamente los datos procedentes del cerebro y muestra la tipología de ondas cerebrales predominantes, así como el nivel de atención y de relajación. Puedo por tanto saber en todo momento qué tipo de experiencia está viviendo la persona, así como la profundidad de la misma. Obviamente, todo esto mejora notablemen otablemente te la calidad de la l a experiencia para ambos: ambos: la persona per sona puede puede vivir vivi r una experiencia mucho más profunda y envolvente, y yo puedo guiarla del modo más apropiad apro piadoo en cada ca da moment momento. o. Pero aquel día con Adrián ningún aparato habría podido ayudarme. El paso siguient siguientee era establecer un tipo tipo de relación relaci ón no no crítica crí tica hacia la metodología, algo que sería imprescindible para el éxito de la misma. Porque, como nunca me cansaré de repetir, la hipnosis es un trabajo de dos; sin la cooperación paciente-terapeu aciente-terapeuta ta es imposible imposible in i nstaurar staurar ning ningún tipo de comu comunicación entre entre las partes consciente consciente e inconscient inconsciente. e. —Algu Algunas personas piensan qu quee durant durantee el estado hipnót hipnótico ico contarán contarán todos todos sus secretos, ya sean los más oscuros o profundos de su mente. —La La hipnosis hipnosis no no es un suero de la verdad —le expliqué—, expliqué—, durant durantee la hipnosis hipnosis tú mantendrás siempre el control y decidirás qué decirme y qué no. Si no quieres decirme algo, te aseguro que no me lo dirás. Si yo te pregunto algo que de ninguna manera quieres compartir, simplemente me dirás que no es asunto mío. Nadie podrá obligarte nunca en modo alguno a revelar información que tu mente considere personal. Durant Durantee el estado hipnót hipnótico ico el sujeto es capaz incluso incluso de men mentir. tir. Obviamente Obviamente no te estoy es toy diciendo dicie ndo que lo hag hagas, as, porque no tendría ningún ningún sentido. Adrián parecía notablemente más tranquilo e interesado. Su postura y su expresión reflejaban ese cambio cambio de actitud. actitud. Ahora Ahora estaba sen s entado tado sobre el borde de la sill s illa, a, con el pecho adelantado hacia mí. Me miraba directamente a los ojos y no quedaba rastro de enrojecimiento en su cara. Los pequeños ojos estaban encendidos y mostraban un creciente interés; y sobre todo, desde mi punto de vista, una mayor voluntad de someterse a esta nueva experiencia. Estaba a punto de expresar su último temor. —¿Pero ¿Pero usted usted cree que con consegu seguiré iré ser hipnotizado? ipnotizado? —me —me pregun preguntó—. Con lo racional que soy. —No te te preocupes. Si confías confías en mí y trabajamo trabajamoss juntos, juntos, ese será problema problema mío mío —le respondí. Para enorme alegría de mi ego, puedo decir que mi tasa de éxito es muy alta, incluso con sujetos extremadam extremadament entee raci r acionales, onales, como como Adrián. Adri án.
—Prácticamen Prácticamente te cualquiera cualquiera puede puede ser hipnotiz hipnotizado ado —le aseguré—, aseguré—, las capacidades de un terapeuta vienen dadas por la experiencia y por su habilidad para encontrar la metodología de inducción adecuada para cada persona. Con estos parámetros arámetros el éxito éxito está prácticam prácticamen ente te asegu asegurado. Solo debes dejarte llevar por mis mis instrucciones. Nuestro propósito aquí y ahora es recoger información, no analizarla. Tendremos todo el tiempo del mundo, después de la sesión, para hacerlo y para llegar a conclusiones. Conviene también recordar que la hipnosis tan solo es un instrumento y que no constituye por sí misma una terapia. El efecto se alcanza mediante el trabajo en sinergia entre el consciente y el inconsciente, que la técnica hipnótica sin duda puede facilitar; pero el beneficio terapéutico se debe obviamente también a la experiencia y a la formación del terapeuta. De no especificar esto, traicionaría mi enfoque unguiano, los cuatro años y las más de 350 sesiones de psicoterapia analítica como paciente aciente que que forman forman parte integ integrant rantee de mi mi formación formación y de mi mi método. método. Es obvio que que por lo que respecta al resultado resultado terapéut terapéutico, ico, lo último último que que se hace hace es desatender desatender la función desempeñada por el alma, la verdadera gran protagonista de cualquier trabajo interior interior.. De hecho, la tasa de éxito de la técnica hipnótica puede resultar en ocasiones realmente sorprendente, incluso para los propios terapeutas. Recuerdo un seminario de regresión a vidas pasadas que tuve el privilegio y la suerte de dirigir durante un congreso internacional; en aquel seminario más del sesenta por ciento de los alrededor de doscien dosci entos tos participantes participantes fueron fueron capaces de recordar r ecordar una vida pasada. Y era una regresión de grupo, en la que no se tiene la posibilidad de personalizar la técnica de inducción ni de guiar individualmente a las personas a través de la experiencia. —Cualquiera Cualquiera puede puede alcanzar alcanzar el estado hipnót hipnótico, ico, a veces se trata simplem simplemen ente te de práctica —proseguí—. —proseguí—. Es un un estado en el que nos nos encontram encontramos os en numerosísim erosís imas as veces cada día, quizás sin saberlo. Cuando leemos un libro y, aunque absortos por la historia, sabemos perfectamente qué sucede a nuestro alrededor, nos encontramos en estado hipnótico. Mientras conducimos un coche y al mismo tiempo hablamos por teléfono (¡por favor, con el manos libres!), nos encontramos en un estado hipnótico. Mientras cocinamos y hablamos con familiares o amigos, nos encontramos en un estado hipnótico. Son muchísimas las veces en las que entramos cada día en estado hipnótico; hipnótico; lo l o hacemos hacemos tan bien bie n que que ya ni siquiera si quiera nos damos damos cuen c uenta. ta. También También la la meditación editaci ón es, de hecho, hecho, un estado de autohipnosis. autohipnosis. Y, como como hemos hemos visto, vis to, las la s técnicas de neuroimagen lo demuestran. —¿Cu ¿Cuál ál es, enton entonces, ces, la diferencia entre entre hipnosis hipnosis y meditación? editación? —me —me pregun preguntó Adrián, llegados a este punto. —A nivel nivel cerebral cere bral no hay hay una diferencia diferencia de estado. La La diferencia diferencia es puramen puramente te técnica. En la meditación es la propia persona quien debe provocar ese determinado estado de conciencia; y puede hacerlo de varias maneras, mediante la respiración, la relajación, la focalización, la concentración, la conciencia plena, etc. Normalmente requiere bastante esfuerzo, a veces incluso años de práctica, puesto que es difícil
detener el funcionamiento automático y perenne de nuestro cerebro. Durante una sesión de hipnosis, es el terapeuta quien induce el estado en el paciente, lo que sucede por lo general en pocos minutos, a veces incluso en pocos segundos. —Otra Otra diferencia —prosegu —proseguí— es que el estado meditativo norm normalm almen ente te dura dura solo unos pocos segundos o minutos, en caso de que la persona lleve mucho tiempo practicando. Con la hipnosis hipnosis el terapeuta terapeuta puede puede man manten tener er al paciente en este estado durante mucho más tiempo, permitiéndole comprender muchas más cosas. Y, sobre todo, puede guiar al paciente durante la experiencia, algo que resulta imposible con la meditación, donde el papel de guía es desempeñado por la parte consciente del cerebro, qu quee la may ayoría oría de veces es cualquier cualquier cosa men menos os cooperadora. cooperador a. Sin duda alguna, la comparación con la meditación había completado la obra. Adrián estaba ahora mucho más relajado, hasta el punto de esbozarme una sonrisa. Parecía otra persona respecto al momento en el que había entrado en mi estudio. Tal vez, como defiende Milton Erickson, uno de los grandes padres de la hipnosis, cuyas teorías y metodologías han contribuido a mi formación como especialización universitaria de postgrado, la técnica hipnótica puede ser muy similar a una conversación conversa ción corri cor rient ente, e, que q ue con frecuencia frecuencia emplea emplea metáforas y un un lenguaje lenguaje persuasivo y poético. Según Según Erickson, Erickson, a través de las palabras el terapeuta terapeuta puede puede sugerir sugerir pistas de solución al inconscient inconsciente, e, sorteando las resistencias r esistencias y la represión repr esión que la consciencia opondría ante el cambio. Precisamente lo que Adrián y yo habíamos hecho durante esta primera parte de la sesión, pensé. Había sido más fuerte que yo; probablemente no volvería a tener una conversación de persona normal. Sería para siempre "un hipnotizador", pensé con sarcasmo. En todo caso, aquella conversación tuvo un resultado positivo en Adrián, que ya estaba listo. De modo que lo invité a tumbarse sobre el diván que utilizo para las regresiones y procedí con la auténtica técnica de inducción, que lo condujo en pocos minutos a un estado profundo. —Veo Veo pies pequeños —Adrián —Adrián comen comenzó zó a hablar—. hablar—. Están limpios. Parecen los pies de un niño. Estoy caminan caminando do por la hierba; es un un hermoso ermoso día, no hace ni ni frío ni calor. Me encuentro en un campo. —No son los pies de un un niño, ¡soy una mujer! —dijo Adrián, con tono tono de sorpresa. —¿Cóm ¿Cómoo te llamas? llamas? —le pregun pregunté a él. O debería decir a ella. —Me Me llamo Lucille —me —me respondió al instan instante, te, sin rastro de duda. duda. Y se rio. El propio Adrián se había dado cuenta en aquel momento de que no había posibilidad osibil idad algun alguna de que que su men ente te conscient conscientee estuviese estuviese produciendo produciendo aquella aquella información. —¿Cu ¿Cuánt ántos os años tienes? tienes? —pregunt —pregunté. é. —Teng Tengo alrededor de treinta años. —¿Dón ¿Dónde de te encuen encuentras? tras? —En Francia, en el sur de Francia. Francia. —¿Qu ¿Quéé año es?
—Es 1920. —¿Cóm ¿Cómoo estás vestida? —Llevo Llevo un vestido largo, blanco blanco y celeste. Me Me llega casi hasta hasta los pies y llevo también también unas unas enaguas, enaguas, creo. cre o. Llevo un cinturón cinturón de tela tel a de un color colo r más oscuro, os curo, casi cas i negro. neg ro. Tengo Tengo el cabello rubio y lo llevo recogido detrás de la l a cabeza. —¿V ¿Vives cerca? —preg —pr eguunté. —Sí. Puedo Puedo ver mi mi casa. Es una una casa sencilla, de madera. madera. Y hay hay también también un un señor con bigote y una carretilla. Es gracioso. Lleva pantalones abombachados hasta debajo de la rodilla de un marrón claro, una camisa blanca y un chaleco oscuro. Parece de hace mucho tiempo. —¡Es ¡Es de hace hace mu much choo tiempo! tiempo! Es Es 1920 —añadí, sabiendo que que la parte conscient conscientee y racional de su cerebro estaba intentando analizar y entrometerse para recuperar el control. —Sobre los escalon escal ones es de madera madera que llevan a mi mi casa hay un niño. Tiene el cabello rizado y hermosísimo. Tiene cinco años; se llama Augustin. ¡Es mi hijo! Unas pocas lágrimas recorrieron el rostro de Adrián; eran lágrimas de alegría; eran las lágrimas de Lucille. Pero eran también las lágrimas de Adrián, porque cuando cuando le l e pregu pr egunt ntéé si s i el e l pequeño Augustin Augustin era algu al guien ien a quien q uien su alma alma conocía ya en la vida actual, me respondió de inmediato: —¡Es ¡Es mi mi hijo pequeño, pequeño, Iván! Iván! —y las lágrimas lágrimas se convirtieron en un au autén téntico, tico, liberador, llanto de alegría. Es normal que esto suceda. Uno de nuestros mayores miedos no reside en la muerte en sí, sino en el hecho de deber abandonar a las personas que más amamos. Saber que se trata únicamente de un hasta luego, que nuestros seres queridos no nos abandonan sino que viajan con nosotros durante muchas vidas nos serena y libera nuestra alma de los vínculos terrenales que la atan. Y el rostro de Adrián reflejaba en aquel mom moment entoo ese es e estado es tado de inmensa inmensa felicida feli cidad. d. —¿En ¿En qu quéé trabajas? ¿Cóm ¿Cómoo ocupas ocupas tus tus días? —le pregu pr egunnté cuan cuando do le vi recuperado. —Voy Voy al río rí o a lavar la ropa. Cuido de Au Augustin ustin y de los animales. animales. Tenemos Tenemos gallinas, caballos. Me ocupo ocupo de la casa. Lo llevé l levé entonces entonces a un moment omentoo posterior pos terior de la l a existencia de Lucil Lucille le y ambos ambos descubrimos que, aunque no lo hubiéramos solicitado, se trataba del momento de su muerte. —Estoy en otra casa. En una cama. cama. No consigo consigo respirar —comenzó —comenzó.. Y la cara se le puso completament completamentee roja. r oja. En un instante logré que acabase la sensación física que estaba experimentando y volvió a respirar respir ar con norm normalidad. alidad. —Teng Tengo un unos setenta setenta años —prosiguió—, —prosiguió—, estoy muriendo de algo algo en los pulm ulmon ones es porque no no consigo consigo respirar. respirar . Hay un señor con barba en la habitación, habitación, quiz quizáá sea un hospital, porque es un médico. También hay una mujer que me toma la mano; es una querida amiga mía. En mi vida actual no la conozco, pero siento que Lucille la quiere mucho. Era mi amiga más querida. No quiere que yo muera, está muy triste. S
amistad y su presencia me habían ayudado de muchas maneras durante la vida. Augu Au gustin stin había ido i do a la gu guerr erra, a, durante la Segunda Segunda Guerr Guerraa Mundial. Mundial. No volvió vol vió — comenzó a llorar de nuevo, después murió. —¿Qu ¿Quéé se siente al morir morir?? ¿Cu ¿Cuál ál es la sensación? —le pregu pregunté—. Si Si tuvieses tuvieses que explicárselo a un ser humano, ¿cómo lo harías? —añadí. Es conveniente especificar que la mayoría de personas que han hecho una regresión bajo mi guía se han mostrado incapaces de describir las sensaciones ultraterrenas, etiquetándolas en la mayoría de ocasiones como sensaciones que nunca habían experimentado, cuya fuerza y profundidad van más allá del conocimiento humano. Y la prueba estadística, incluso para un ser racional y testarudo como yo, es que todos describen el mismo tipo de experiencia. —Estoy bien, mu muy bien. Estoy Estoy flotan flotando do sobre mi mi cuerpo. Me Me siento siento mu muy en paz, paz, ya ya no sufro. —Enton Entonces ces la mu muerte, que que tanto tanto nos nos asusta asusta a todos, ¿en ¿en realidad reali dad es una una ex experiencia periencia feliz? —pregunté. —Sí. Estoy muy bien. Solo Solo estoy un poco triste porque porque no no volveré a ver a Augustin. Por experiencia, puedo decir que también este tipo de sensación es muy común. Resulta casi absurdo pensar que Adrián, que había reconocido en el pequeño Augustin a su hijo Iván, que a fecha de hoy vive con él y al que ve cada día, experimentaba experimentaba una una sensación s ensación de tristeza tan fuerte. fuerte. Se S e trataba de una prueba más más del hecho hecho de que en aquel mom moment entoo estaba es taba suf s ufri riendo endo al ponerse en el lug l ugar ar de Lucil Lucille. le. En los instantes instantes inm i nmedia ediatam tament entee posteri po steriores ores a la l a muerte muerte a menudo menudo seguimos seguimos apegados a la l a existen e xistencia cia que estamos estamos dejando. deja ndo. Aun Aun encontrán encontrándonos donos ya en forma forma etérea, e térea, seguimos experimentando las sensaciones de aquella vida, hacemos balance de aquella existencia, nos licenciamos y nos despedimos de las personas a quienes hemos hemos amado amado.. Y así estaba sucediendo con Adrián; en el lugar de Lucille, estaba despidiéndose de su Augustin, aunque en un espacio de una hora se reencontraría con el alma de Augustin en su hijo Iván y podría volver a abrazarlo. "Lo que una vida nos quita, otra nos lo devuelve." El sufrimiento nunca es un fin en sí mismo. El universo siempre tiene buenos motivos, incluso incluso si a veces las l as cosas pu pueden eden parecer crueles o inútiles. —Estoy subiendo subiendo cada vez más alto —dijo Adrián—. Veo la casa desde lo alto, al to, no era un hospital, era la casa de mi amiga. Ahora lo sé. —Hay una presencia cerca de mí. mí. Es mu muy luminosa. luminosa. Un Una luz fuerte, fuerte, pero no no me me molesta. Es como si pasase dentro de mí. Me siento bien. Me está abrazando y sonriendo. No tiene brazos ni rostro. Pero sé que es ella, es mi madre, la mamá de Lucille. Dice que no tenga miedo, que esté tranquila porque pronto volveré a ver a Augustin. Así era en efecto, porque su hijo Iván lo estaba esperando en casa y pronto se encontrarían. Desperté a Adrián, conduciéndolo a un estado de consciencia normal. Si bien me sentía feliz porque había conseguido dejarse llevar, comprender y
experimentar la inmortalidad del alma, entender que él y su hijo Iván se conocían desde siempre, algo me decía que las cosas no terminaban ahí. Había todavía demasiados interrogantes en el aire que aquella existencia no había logrado explicar. Normalmente la primera vida que nuestra alma nos permite recordar es una vida importante y decisiva. ¿Había sido así también con Adrián? Había entendido sin duda que su hijo Iván era la persona más importante de su vida actual. Pero mi experiencia me decía que faltaban aún algunas piezas del rompecabezas. No lograba comprender cómo lo que Adrián acababa de experimentar podría ayudarle ayudarle con su sintom sintomatolog atología ía depresiva. depresi va. Así que que le pregun pregunté si estaba dispuesto a volver para otra sesión. Me respondió que sí y acordamos una nueva cita. Cuando a la semana siguiente Adrián volvió a mi consulta, llevaba de nuevo una camis camisaa blanca. bl anca. Noté que esta vez ve z no no estaba es taba sudado en absolut absol utoo y me me saludó s aludó con una una enorme y radiante sonrisa. Le pregunté cómo le había ido y me dijo que aquella semana no había tenido ataques de pánico y que se sentía más sereno; había sido escéptico y sin embargo la terapia estaba teniendo efectos positivos. Así que le hice acomodarse en el diván y procedí con la técnica de inducción. Esta vez resultó mucho más sencillo y rápido. La hipnosis es un ejercicio de la mente. Cuanto más se hace, más sencillo resulta. Y es precisamente por esto por lo que siempre he enseñado técnicas de autohipnosis a las personas que han realizado un cierto número de sesiones conmigo, para relajarse en caso de que les cueste dormirse o com c omoo instru i nstrum mento ento de d e meditación. En lug lugar de con condu ducirl cirloo a una una vida pasada, previo previ o acuerdo con él decidí evocar su su infancia. infancia. Es una técnica que empleo con frecuencia frecuencia,, como también también veremos ve remos después des pués cuando hable con más detalle sobre la metodología que he desarrollado. —Estoy en una habitación habitación con poca luz —comenz —comenzóó Adrián—, Adrián—, teng tengo miedo. miedo. Su voz ya se había hecho más estridente y aguda. Los tonos y las expresiones eran en efecto los de un niño. Signo de que el estado hipnótico era bastante profundo. —¿Cu ¿Cuánt ántos os años tienes? tienes? —le pregun pregunté. —Teng Tengo ocho ocho años. —¿Es ¿Es de noch noche? e? —pregun —pregunté. —No. Es Es de día. Pero las persianas per sianas están bajadas. Solo entra entra un poco de luz. luz. ¡Quiero irme de aquí! —¿Estás ¿Estás en tu casa? ¿Dón ¿Dónde de te encu encuen entras? tras? —Estoy en casa de mis mis vecinos, en el garaje. —¿Hay ¿Hay alguien alguien contig contigo? o? —No. Ah Ahora no hay nadie. Me ha ha dicho que que lo espere aquí. —¿Qu ¿Quién ién te te ha ha dicho qu que lo esperes ah a hí? —El vecino. Su mujer y su hija están en casa, en la sala de estar. es tar. Él me me esta ayudando a reparar mi bicicleta. Siempre me dice que lo espere ahí. Delante de mí, en la pared del garaje, hay un póster con una calavera, me da miedo. —¿Por ¿Por qué debes esperarlo esperar lo ahí? —pregun —pregunté té con cu curiosi riosidad, dad, pero al mism mismoo tiempo tiempo
preocupado, porque tem temía ía saber cómo podría concluir concluir la l a historia. historia. —Me Me dice siempre que que espere. Cuand Cuandoo vuelve vuelve debo encontrarm encontrarmee con los pantalon antalones es bajados, de lo contrari contrarioo se enfada. enfada. —¿Por ¿Por qué? —pregun —pregunté, sabiendo sabiendo perfectam perfectamen ente te cuál cuál sería serí a la respuesta. —Porque qu quiere iere tocarme. tocarme. —¿Dón ¿Dónde? de? —Ahí Ahí abajo. Yo no no quiero. quiero. Me da miedo, miedo, me me da asco. Pero si no le dejo, se lo contará todo a mis padres. Dirá que he sido yo quien me he bajado los pantalones. Quiero que pare. Adrián comenzó a llorar, igual que habría hecho un niño de ocho años. —Ahora Ahora quisiera que imag imaginaras inaras a tu vecino ahí, ahí, en el garaje, delante delante de ti —le dije—. Te mira, pero no puede hablar, no puede gritar, no puede tocarte, no puede reírs reí rsee de ti, no puede pegarte, no puede puede am a menazarte, enazarte, no puede hacer absolut absol utam ament entee nada que no sea escucharte sin replicar. ¿Puedes imaginarlo? —le pregunté. —Sí —respondió Adrián. Adrián. —Quisier Quisieraa que que ahora ahora hablaras directamen directamente te con él y le dijeras lo que piensas piensas y cómo te hace sentir su comportamiento. Quisiera que le hicieses comprender las sensaciones que experimentas. Debe darse cuenta de las consecuencias que sus acciones tienen sobre ti. Esta técnica de revivificación es muy eficaz y se emplea en el tratamiento del trastorno por estrés postraumático, pues permite a la parte consciente del cerebro reelaborar reelabor ar recu r ecuerdos erdos olvidados en el inconscient inconscientee y reparar heridas traum traumáticas. —Me Me das asco. Te odio. Eres un un cerdo asqueroso —gritó —gritó Adrián lloran llor ando. do. Y continuó continuó gri gritan tando do un buen buen rato contra aquel vecino, veci no, ordenándole que parase, par ase, vaciando su alma alma de la l a rabia, rabi a, del odio, del rencor que que tenía tenía desde des de que era niño. Dijo todo cuanto no había tenido el valor de decir cuando era pequeño. Gritó y lloró hasta alcanzar un aparente estado de calma. Llevé a continuación a Adrián a un recuerdo agradable de su infancia. Volvió a verse a sí mismo durante la fiesta de su cuarto cumpleaños, rodeado por una familia que lo quería, en una atmósfera de gran alegría y serenidad. Procedo siempre de este modo antes de despertar y devolver al estado normal de consciencia a alguien que acaba de revivificar acontecimientos tan traumáticos. Dado que de todos modos el trabajo inconsciente ya se ha llevado a cabo, este paso constituye un regreso más dulce du lce al presente. presente. Adrián Adriá n estaba muy muy conmovid conmovidoo y agradablem agradabl ement entee afectado por aquella experiencia. Me dijo que hasta hacía pocos minutos no recordaba nada de aquellos episodios. Debía haberlos borrado por completo para poder continuar viviendo normalmente, pensé. ensé. Probablement Probablementee no no habría habría logrado convivir convivir con el malestar malestar interior interior que aquellos aquello s hechos le l e habían causado. Una reacción reacc ión absolutam abs olutament entee normal normal y comprensib comprensible. le. En presencia prese ncia de un acontecimiento acontecimiento traumático traumático que nos causa profundo profundo dolor, al cual no podemos enfrentarnos de modo alguno, nuestro cerebro pone en marcha una una estrategia es trategia de supervivencia supervi vencia sum s umam ament entee eficaz: efic az: elimin el iminaa el recuerdo y lo esconde en el inconsciente. Esto nos permite seguir adelante, sobrevivir al dolor. Sin
embargo, el recuerdo permanece presente y, hasta que es elaborado de modo que se restablece un equilibrio, puede causar importantes trastornos psicofísicos. Como en el caso de Adrián. Algunos meses después tuve la ocasión de volver a ver a Adrián. Me contó que la sintomatología ansiosa y depresiva ha desaparecido del todo, ha vuelto a dormir con norm no rmalidad alidad y a dedicarse a las actividades que más más le l e interesan. interesan. Me dijo que se siente mucho más feliz y seguro de sí mismo, dueño de su vida. Que no tiene ningún problema roblema para encontrarse encontrarse solo con sus sus hijos ni ni con otros otros niños niños en general. general. Qu Que incluso organizó él la fiesta de cumpleaños de Iván. Me contó que había ultimado su separación y se había ido a vivir solo. Está muy feliz de que los dos niños, Iván y su hermano hermano mayor, mayor, su otro hijo, pasen pa sen los fines de semana semana en su casa. cas a. También la relación con su padre ha cambiado por completo; tras aquella regresión se dio cuenta de haber culpabilizado siempre a su padre, que no conocía los hechos, porque en aquella época no había sido capaz de protegerlo del vecino. "Y quiero que elijas un momento del pasado en que tú eras una niña muy, muy equeña. Y mi voz irá contigo. Y mi voz se convertirá en la voz de tus padres, tus vecinos, tus amigos, tus compañeros de escuela, tus compañeros de juegos, tus maestras. Y quiero que te veas sentada en el aula, una niña pequeña que se siente contenta por algo, algo que pasó hace mucho tiempo, algo que tú has olvidado hace mucho tiempo." ilton H. Erickson
PROBLEMAS Y MEMORIAS
Cuando Marta volvió a visitarme, después de la primera regresión en la que se había visto como un oso en el bosque, tenía el rostro más radiante y la expresión aún más dulce. Algo había cambiado en aquella mujer que, ya desde el primer día en que la vi, irradiaba una potente energía. Su complexión delicada y cuerpo menudo, la gracia de sus s us movimient movimientos os y el refinamiento refinamiento femenin femeninoo en el vestir resaltaban res altaban la potencia que emanaba su mirada. Ojos hipnóticos, capaces de transmitir firmeza y serenidad, generosos en amor incondicional. Era un verdadero placer volver a verla para una nueva sesión. Llevaba el cabello, corto y rubio, en un peinado bob y su belleza no requería maquillaje para ser resaltada. La serenidad de su mirada atraía la atención haciendo pasar a segun segundo plano cualquier cualquier otra cosa. Era un día de prim pr imavera, avera, uno uno de esos días en los que las mesas al aire libre de los restaurantes y cafés de la Rambla de Catalunya de Barcelona se llenan de personas y de alegría. Marta llevaba un vestido vestido de seda verde esmeralda esmeralda qu quee apenas le llegaba l legaba a la rodilla, con un pequeño cinturón de color oro colocado bajo el seno. Un modelo que parecía salido de una portada de Vogue de los años cincuenta; un vestido estilo "Audrey "Au drey Hepburn", Hepburn", que enfatizaba enfatizaba el carácter cará cter dulce, d ulce, encantador, encantador, puro y terriblemen terri blemente te vital de Marta. Se refería r efería a mí llam ll amándom ándomee "Maestro" y habla hablaba ba poco; po co; nunca nunca ha sido un unaa mujer mujer de charla insustancial, sino que cada palabra suya parecía colmada de significado, importante. importante. Estaba sentada frente a mí mí y yo yo ya no estaba seguro seguro de quién era el hipnotizador y quién el hipnotizado, de quién era el discípulo y quién el maestro. He considerado esta profesión como una misión que me proporciona grandes privilegios; rivi legios; el primero primero de todos, la posibilidad posibili dad de interactu interactuar ar con tan tantas tas personas, almas maravillosas, maestros y ángeles terrenales que en ocasiones, como en el caso de Marta, ni ni siquiera s iquiera sospech sos pechan an serlo. Aquel día tenía frente a mí a una rubia y moderna Audrey Hepburn. "Quién sabe", pensé, ensé, "si Marta no no será precisam preci samen ente te la reencarnación reencarnación del alma alma de la etérea actriz". actriz". Pronto Pronto tendríamos tendríamos ocasión de descubrirlo. Sonreí Sonreí para mis adentros, adentros, divertido diver tido por aquel pensam p ensamiento. iento. Era un unaa event e ventualidad ualidad muy improb improbable able,, prácticamen pr ácticamente te imposible. imposibl e. Sé perfectamente, gracias a los cientos de regresiones que he podido guiar en otros tantos pacientes, que la posibilidad de haber sido un personaje famoso en cualquier vida pasada es casi cero. El número de sesiones sigue aumentando mientras escribo este libro, agrandando mi gratitud hacia el universo, que ha sabido indicarme el camino adecuado que recorrer. Todavía recuerdo mi primera regresión con Brian hace nueve años y las palabras de mis maestros maestros celestes: debes dedicarte dedi carte a ayu ayudar a los demás, demás, me me dijeron. Aquella experiencia me llevó a la conclusión de que dedicaría parte de mi tiempo a las regresiones y lo haría a fines benévolos. benévolos. Y así ha sido. si do. Esta decisión ha
permitido ermitido dirigirse a mí mí a personas que que no no tenían tenían recursos. recursos. Y obviamen obviamente te ha ha influido influido en el número de casos que he tenido la suerte y la capacidad de tratar. Hoy estoy todavía más seguro de que fue la elección correcta y de que el universo ha sabido recompensarme con la práctica y la gran experiencia que he podido adquirir en un período de tiempo tiempo relativament relativamentee breve. Y sin si n embargo, embargo, aun con tant tantas as regresi r egresiones ones a mis espal e spaldas, das, solam sol ament entee me he he tropezado una vez con un personaje famoso. Describiré detalladamente aquella experiencia en un capítulo posterior. El hecho de no encontrar casi nunca personajes célebres en las vidas pasadas provoca pr ovoca gran satisfacción satisfacción en la parte izquierda izquierda de mi mi cerebro, la más racional y escéptica, que encuentra mucho más verosímil una experiencia de regresión de personas anónimas. Me confirma que se trata de experiencias genuinas; si se tratase de imaginaciones, mis sesiones serían probablemen robablemente te frecuen frecuentadas tadas por nu numerosos Napoleones, Juan Juanas as de Arco y Marilyn Monroe. La estadística, gracias al gran número de regresiones realizadas, me ha permitido confirmar que con la hipnosis despierto memorias. He tenido la fortuna de ser espectador de cientos de experiencias normales y corrientes, historias aparentemente simples pero, al mismo tiempo, humanamente conmovedoras. Aquel día decidí emplear el tiempo de la sesión en hacer que Marta retrocediese a episodios de su infancia, dado que no me esperaba ninguna experiencia desagradable a juzg juzgar por la seren ser enidad idad que la joven irradiaba. irradi aba. La invité por tanto a tumbarse en el diván e inicié la inducción al estado de relajación relaj ación hipnótica. hipnótica. —Estoy en la habitación habitación con mi herman hermanaa —comenz —comenzóó Marta. Marta. —¿Cu ¿Cuánt ántos os años tienes? tienes? —le pregun pregunté. —Dos años —dijo—. Qué Qué extraño, extraño, me me había había olvidado por completo completo de esta habitación porque por que al año sigu s iguiente iente nos mudam mudamos os de d e casa. ca sa. Es toda azul. azul. Mi hermana hermana y yo nos divertimos. Jugamos y saltamos sobre la cama, ella en la suya y yo en la mía. Me encanta... —¡Oh ¡Oh, no! no! —con —contin tinuuó Marta—. Marta—. Al Al saltar me me he he caído al suelo. Me Me he he golpeado golpeado la cara con la esquina del armario. ¡Qué daño! —¿Te ¿Te duele duele de verdad? —pregunt —pregunté. é. Hago esto siempre que veo que cambia la expresión de las personas tumbadas con los ojos cerrados delante de mí. No deseo que experimenten sensaciones reales de dolor. —Sí —respondió. —Me Me duelen duelen la frent frentee y la cabeza. — Gracias a una eficaz sugestión hipnótica, suprimí por completo el dolor; ahora el rostro de Marta ya no estaba enrojecido y su expresión era de nuevo relajada. —Me Me he he hech hechoo un un corte en la frente. frente. Ya Ya no no siento siento dolor, pero sé que me me han han llevado al hospital, porque tendrán que ponerme una decena de puntos de sutura externos y otros tantos internos. Se infectarán y la cicatriz se quedará para siempre. La sesión prosiguió con otros momentos de su infancia y su adolescencia sin
ningún ningún acontecimiento acontecimiento sorprendente sor prendente ni ni episodio epis odioss particularm partic ularment entee fuera de d e lo l o com co mún. L a sorpresa me llegó aquella misma noche, cuando recibí el siguiente mensaje de Marta que transcribo textualmente: He regresado al apartamento apar tamento en el que vivo, vi vo, he cenado pronto y me he sentado sent ado en el sofá para escribir a mi compañero y ponerle al día sobre lo que ha pasado hoy. De pronto se ha ido la luz. Aparte de la luz de la sala no había nada más en uncionamiento, ningún electrodoméstico. He llamado inmediatamente a la ropietaria de la casa porque el diferencial parecía bloqueado y me ha prometido que llamaría inmediatamente a un electricista de confianza. Después me ha hecho notar que tendría que asomarme a la ventana para estar atenta a la llegada del técnico, porque sin electricidad el telefonillo no iba i ba a funcionar. Tenía que asomarme. ¡Desde un quinto piso! Para mí, una empresa imposible. Unos metros a son suficientes para aterrorizarme, por lo general. Sin embargo, me sentía extrañamente fuerte, después de la hipnosis. Preparada para intentarlo. Parecía como si el destino quisiera ofrecerme la ocasión de hacerlo. Si bien normalmente no habría conseguido ni siquiera acercarme a la ventana, esta noche me he asomado lentamente. Y, con inmensa alegría, he conseguido ver, de inmediato y sin pánico, la acera de abajo. ¡Cinco plantas más abajo! Siempre es mágico asistir a resultados tan sorprendentes de esta increíble técnica. Ver desaparecer en el arco de algunas horas problemas o fobias que pueden limitar la vida entera de una persona, como el vértigo de Marta, me recuerda a diario lo afortunado que soy de dedicar mi tiempo a algo tan maravilloso. Obviamente permanezco en contacto con Marta, que recientemente me ha confirmado confirmado que q ue ha ha vuelto a enfrentarse enfrentarse a altu al turas ras y que que ya no tiene problemas. prob lemas. Está incluso pensan pe nsando do en e n hacer hacer parapent parap ente, e, com c omoo ella el la misma ha podido podi do com c oment entarme. arme. Un Un objetivo absolutamente impensable antes de la experiencia de hipnosis. Una histor historia ia sim si milar il ar es la de una joven cuyo cuyo seudón se udónimo, imo, que que utilizaré utili zaré como siempre para preservar su intimidad, es Carla. En su caso, como veremos, la raíz del problema roblema tendría tendría que encon encontrarse trarse mu much choo más más atrás en el tiempo tiempo que que en el caso de Marta. Carla es una chica delgada y no muy alta, de larga melena rubia y rizada, y con una sonrisa sonris a lum l uminosa. inosa. La primera pr imera vez que la vi me di cuenta cuenta de que q ue era muy tímida, tímida, pero que su radiante sonrisa comunicaba más que mil palabras. Se notaba que era una persona positiva, de grandes grandes ojos verdes increíblemen increíblemente te brillantes. Se vestía con un estilo hippie-chic hippie-chic y parecía salida de una furgoneta Volkswagen de los años 60 que acabase de volver de un concierto de rock. Llevaba una blusa color crema combinada con un chaleco marrón claro de falso ante; colgadas de la blusa llevaba unas gafas de sol de montura metálica redonda, que después descubrí que estaban muy de moda. Vaqueros Vaqueros de pata pa ta de elefante e lefante y bolso en bandolera completaba completabann el look. Dejaba entender que para ella aquel vestuario era completamente natural, que no trataba de seguir una tendencia. Me dijo que estaba contenta de haber venido a
verme y que estaba impaciente por probar lo que ella misma definía como una experiencia exp eriencia increíble. Había leído l eído sobre sobr e hipnosis hipnosis y regresiones, regresiones, pero no podía creer que lo que estaba a punto de experimentar pudiera suceder en realidad. Un reto para mí, pensé. Es difícil responder a expectativas tan altas y la tarea de un buen profesional es también la de conducirlas a un nivel real. "El trance es una capacidad natural, una experiencia cotidiana", nos recuerda de hecho Milton Erickson, padre de la hipnosis moderna. Aunque muchas personas esperan que así sea, la experiencia hipnótica no es comparable con una película en 3D, una alucinación o un sueño lúcido. Como Como siempre s iempre hago, hago, int i ntent entéé que se encontrara encontrara cómoda cómoda y le l e pedí ped í que me me hablase hablas e sobre su vida y sobre si había motivos concretos que la hubiesen traído en esta dirección. Me explicó que había viajado mucho y que acababa de terminar un curso de Reiki de Reiki (antigua disciplina de origen japonés que persigue la armonización energética del cuerpo), que en cierto modo le había hecho comprender la importancia del campo energético humano y reflexionar sobre hasta qué punto nuestra energía puede sobrevivir a nuestro cuerpo. De ahí nacía su curiosidad por las regresiones a vidas pasadas. Me dijo que, si la energía existía también fuera del cuerpo, podría entonces ser capaz de permanecer incluso después de la muerte. Me contó que había venido sobre todo por curiosidad, pero que también tenía un problema roblema práctico que que la afligía: acababa de cambiar cambiar de trabajo y el nu nuevo le exigía exigía desplazamientos frecuentes. Por desgracia, Carla hacía cuatro años que no era capaz de conducir. Me dijo que cuando subía a un coche y superaba los 30 km/h, velocidad impensable fuera de la ciudad, entraba en un fuerte estado de ansiedad, dificultades respiratorias y palpitaciones. Le pregunté si aquel problema había surgido a raíz de algún acontecimiento concreto de su vida, para tratar de excluir complicaciones de tipo clínico y eventualmente aconsejarle un buen psiquiatra o psicólogo clínico. Me respondió que no. Todo había comenzado por casualidad, a la vuelta de un viaje por el norte de Europa. Le pedí que me contase aquella situación con detalle, pero no parecía haber ning ninguuna correlación correlaci ón en entre tre el viaje y el inicio inicio de la sint s intom omatolog atología ía que le impedía conducir. El asunto se volvía verdaderamente interesante, desde mi punto de vista. Quizás la razón había había que buscarla buscarl a mucho mucho más más atrás en el tiem ti empo. po. Y mi sexto sentido no se equivocaba. Le pedí que se tumbara en el diván y encendí la música de fondo. Seguidamente, procedí con la técnica hipnótica de relajación progresiva. Carla comenzó a moverse bruscamente, sin pronunciar palabra ni emitir sonido alguno. Había perdido su expresión radiante y su rostro parecía profundamente preocupado. Sus Sus mejil mejillas las comen comenzaron zaron a enrojecer enrojecerse se mient mientras ras empez empezaba aba a moverse moverse convulsivamente. —¿Qu ¿Quéé sucede? —le —le pregun pregunté. —Me Me están siguiendo siguiendo —dijo. —¿Qu ¿Quién? ién? —Caballeros, los l os teng tengo en los talones. Llevan Llevan armadu armadura. ra. También También yo yo la llevo y me me parece llevar ll evar al costado un una espada pesadísim pesadísi ma; no no consigo consigo ver bien desde dentro dentro
del yelmo. Estoy escapando, pero mi caballo no es lo bastante veloz. Pronto me alcanzarán. —¿Dón ¿Dónde de te encuen encuentras? tras? —Estoy en un campo, campo, parece un un claro, está rodeado de bosque. Se ve nu nuestra ciudad. Estoy combatiendo para salvarla. —¿De ¿De qué qué ciudad se trata? trata? —le pregun pregunté. —Es un una pequeña pequeña ciudad de Bélgica, Bélgica, al noroeste de Bruselas. Bruselas. —¿Cóm ¿Cómoo te llamas? llamas? —le pregun pregunté, pensando pensando que que en aqu aquella ella vida habría sido si do un un hombre. —Mary Mary Ann Ann —respondió Carla. —¿Eres ¿Eres una una mu mujer? —repliqué —repl iqué con extrem extremaa sorpresa. sorpres a. —Sí, soy un una mu mujer. Pero estoy vestida vestida de hom hombre y llevo arm ar madu adura ra como como un un caballero. —¿Por ¿Por qué te sigu siguen en?? —Estamos Estamos combatien combatiendo. do. Han invadido nu nuestra ciudad y han matado al hom hombre bre al que amaba. Se llama John. Lo amaba profundamente y lo han matado. También él intentaba defender nuestra ciudad de los invasores. Entonces he decidido tomar su lugar, luchar, vengar su muerte. —¿Qu ¿Quéé año es? —le pregun pregunté. —1584 —dijo Carla. Respondió inmedia inmediatam tament entee y sin si n dudarl dudarlo. o. Aún no acabo de acostum a costumbrar brarm me; incluso después de tantísimas regresiones, siempre es curioso ver cómo los detalles históricos de las vidas anteriores aparecen ante las personas de un modo tan inmediato y preciso. Siempre me responden al instante y sin la menor sombra de duda. La parte escéptica y racional de mi cerebro resulta profundamente sorprendida cada vez: no tienen tiempo literal para pensar y mucho menos para inventárselo. —Casi me me han han alcanzado alcanzado —prosiguió —prosiguió Carla—. Estamos Estamos cabalgando cabalgando velozmen velozmente. te. Hieren a mi mi caballo, cabal lo, que cae sobre sobr e su lado iz i zqu quierdo. ierdo. Soy catapultada catapultada por el aire; estoy volando. Caigo Cai go a tierra, tier ra, me golpeo contra contra un unaa roca r oca pun puntiagu tiaguda. da. Noto que estoy es toy muriendo. Estoy muerta. He abandonado el cuerpo y puedo ver la escena desde arriba. Hay cinco caballeros enemigos sobre mí; quieren asegurarse de que esté muerta de verdad. Ni siquiera me quitan la armadura. No les interesa saber quién soy, no imaginan imaginan haber acabado aca bado con la mujer de John. John. Pero Per o ya no me me int i nteres eresa, a, estoy es toy dejando deja ndo la vida v ida de Mary Ann. Ann. Noto Noto haber entendido entendido muchas muchas cosas, cos as, haber comprendido comprendido lo importante importante que es mi independencia de mujer. No me quedé a mirar ir ar en aquella vida, actué, fui valiente. Noto que este valor me pertenece también ahora en la vida de Carla, me siento fuerte, libre. Terminada la sesión, Carla parecía incluso más serena y radiante que antes. Me confirmó que se sentía optimista, segura de sí misma. Preparada para afrontar los retos laborales labor ales qu quee la vida le l e tenía tenía preparados; pr eparados; al igual igual que había sucedido en la vida de Mary Ann, no se detendría ante ningún obstáculo. Era una mujer valiente y lo sabía. Desde siem s iempre. pre. Pero la l a verdadera verdader a sorpresa sorpr esa llegó l legó tan solo unos unos días dí as después, cuando cuando recibí reci bí un
mensaje de Carla. Me daba las gracias emocionadamente porque después de más de cuatro años había sido capaz de conducir por la autopista, nada menos que en dos ocasiones distintas. distintas. Haber logrado revivir la caída caí da del caballo cabal lo en la vida de Mary An Ann había había liberado li berado finalmente a Carla de aquella memoria inconsciente y centenaria que le impedía moverse a sus anchas. Era realmente, y de nuevo, libre. No siempre siempre es necesario recurrir a una una regresión para liberarnos liber arnos de un una mem memoria oria de vidas pasadas que nos atrapa en situaciones o malestares de la vida presente. Las vidas vida s pasadas pasa das también también pueden manifestarse manifestarse en nuestro nuestro inconsciente y en nuestra nuestra consciencia mediante sueños o experiencias cotidianas, como los déjà-vu. Así lo demuestra la experiencia de Albert, un hombre de cuarenta años que vive en Milán y que en la actualidad se ha convertido en un buen amigo mío. Albert siempre ha sido un apasionado de Hungría, sin razón aparente. Ha visitado este país en numerosas ocasiones y en una de ellas incluso fue mi guía, permitién ermitiéndom domee conocer conocer en detalle detalle la l a belleza del art nou nouveau veau y las costumbres costumbres de la maravillosa ciudad de Budapest. Transcribo textualmente la experiencia de Albert: —Volvía Volvía un atardecer de un una salida por el sur de Hu Hung ngría ría organizada organizada con un querido amigo húngaro. Habíamos ido a Szeged, su ciudad natal, para visitar a sus padres. De vuelta vuelta a la capital, mi mi amigo amigo decidió quedarse quedarse en casa. Yo, Yo, conten contento to por aquella aqu ella hermosa ermosa excursión excursión y por el día soleado, s oleado, decidí deci dí dedicar dedi car lo l o que quedaba quedaba de la la tarde a explorar el distrito octavo de Budapest. En la actualidad es un barrio un poco peligroso, si bien en los lím lí mites de esta zon zona, a, cerca de la plaza Blaha Blaha Lu Lujza, se encuentra un refinado hotel de diseño. Me adentré en una calle oscura y llena de caras poco recomendables. recomendables. Los habitan habi tantes tes de Bu Budapes dapestt evitan esta parte p arte de d e la l a ciudad ci udad como como tus hermanos hermanos neoyorquinos se mantienen alejados del Bronx (Albert se refería a mi estancia de uventud en Estados Unidos). Decidí ir de todos modos, sintiéndome seguro por la hora ho ra (no eran más más que las seis sei s de la l a tarde) y por el espléndido es pléndido sol. El distrito di strito octavo limita también con el Corvin Negyed, la plaza contigua al bellísimo Museo de Artes Aplicadas, el que tiene un enorme tejado de mayólica verde. Comencé a caminar desde allí, guiado por una brújula interior. Había echado un vistazo superficial a la distribución del distrito sobre el plano y a las calles qu quee se in i nternaban ternaban en el barrio, barr io, pero sin estudiarl estudiarloo con detalle. Me Me habían habían llamado llamado la atención atención los jardines públicos en medio de la plaza Mattia, nombre del mítico y queridísimo rey magiar de la Edad Media, en un barrio totalmente desprovisto de zonas verdes. De este modo, proseguí guiado por la intuición y llegué a la plaza Horváth Mihály. Admiré la hermosa escuela, construida en estilo art nouveau, nouveau, fijándome en una casa esquinera y en una enorme iglesia amarilla. No dejaba de mirar a mi alrededor como un simple simple turi turista. sta. Después, inexplicablemente, en lugar de girar a la izquierda para volver hacia el centro, me dije: "No, debo ir a la izquierda." Sabía muy bien que la calle Baross Utca, en esa dirección, lleva al cementerio, que no era en absoluto mi meta. Vi entonces entonces una una casa ca sa con dos torrecil torrec illas las en punta punta y una una extraña extraña fachada fachada metálica. etáli ca. Me
decía algo, tenía la sensación de conocerla ya. Entonces decidí continuar; y en la primera calle a la izquierda izquierda sentí que que debía seguir seguir por aquella calle. call e. No había había ning ningú motivo para p ara adentrarse en aquella calle call e anónima; anónima; y sin embargo embargo algo al go me me empujaba empujaba a ir por aquel lado. Un deseo irracional y sin causa. Al llegar al fondo, me quedé asombrado y fascinado por la placita en la que desembocaba la calle y a la que daban dos escuelas de música, en un rincón pintoresco, vedado a los coches. Proseguí, alejándome del centro, si bien sabía que me encontraba en un barrio poco recomendable. De este modo, desde la placita con las dos escuelas en la que me encontraba giré a la derecha. De pronto, en el cruce siguiente tuve un sobresalto: vi un crucifijo de madera, en medio de la calle, muy cerca de una casita blanca en ruinas. ¡Yo ya había visto aquel crucifijo! ¿Pero dónde? ¿Dónde? ¿Quizá en los paseos por el campo campo de niño? niño? ¿En ¿En algún libro libr o de arte? No No lograba recordarlo, y sin embargo embargo tenía una sensación muy cierta de conocerlo. Lo conocía. Me quedé algunos minutos en estado de shock y después decidí continuar. Pocos metros después del crucifijo llegué a la plaza Mattia, la de los jardines públicos; vi en la esquina un espléndido edificio art nouveau, nouveau, obra de principios del siglo XX, con una antiguo cartel Magda Udvár (Grandes Almacenes Magda) Me vino a la mente Magda, empleada en una empresa cliente del estudio en el que trabajo, y la extraña sensación de familiaridad que experimentaba experimentaba cada vez que sentía pronu pro nunciar nciar su nombre, nombre, a pesar pes ar de no conocerla con ocerla en realidad. Caminé durante algunos metros por la plaza, cruzándola en diagonal, a lo largo de un caminito de los jardines públicos que conducía directamente a una casa. De repente, una sensación violenta, fuerte e increíble me asaltó. ¡Miré la casa y vi una ventana! ¡Aquel balcón acristalado! El corazón me latía con mucha intensidad. Escalofríos. Temblaba. Eché a llorar sin si n poder evitarlo, evitar lo, aun aunque que no había había motivo alguno alguno de tristeza. tri steza. Una Una voz dentro dentro de d e mí me decía —Vivías aquí. Y en la casa baja de al lado, a la l a izquierda, izquierda, al otro lado de la calle, vivían tus amigos—. Todavía ahora cuando lo estoy contando, con la distan dis tancia cia de los l os años, me entran escalofríos escal ofríos.. Tuve que sentarme sentarme en un banco banco y me me quedé allí atónito, llorando durante largo tiempo. Los días siguientes sentí la necesidad de volver a diario. Como si fuese un peregrinaje. Con la ayuda de sueños y meditaciones logré poco a poco recordar los acontecimientos de aquellos últimos años del siglo XIX. La habitación del balcón acristalado, aquella gran ventana, una amplia mesa, un gran mapamundi de madera, una chimenea, yo vestido con una camisa blanca, pajarita y tirantes. Recordé que aquel día de 1892 estaba precisamente mirando hacia fuera por la ventana cuando Mark, mi amante, un diplomático inglés de estancia en Budapest, había intentado apuñalarm apuñalar me en la espalda espal da con c on un un enorme enorme cuchil cuchillo. lo. Sé que éram ér amos os homosexu homosexuale aless y que habíamos tenido una relación clandestina, pero no recuerdo los otros detalles; siempre he sentido temor a profundizar. Habiendo leído los libros de Brian Weiss, obviamente he pensado en ti. Me produce placer podértelo contar ahora —concluyó Albert.
Albert es también homosexual en la vida actual. Esta experiencia le ha ayudado a comprender muchos de los acontecimientos de su vida presente; el final de la historia de amor con su pareja, las sensaciones de temor y desconfianza, y los enfrentamientos incesantes que le habían llevado a poner fin a aquella relación. Aquellas sensaciones no tenían nada que ver con la pareja actual de Albert, porque pertenecían ertenecían a la vida pasada, en Bu Budapest, dapest, pero habían habían influ influido ido negativam negativamen ente te sobre la pareja. Hoy Albert y su ex son amigos y por fin se aprecian, un hilo invisible vincula sus almas para siempre, como con todas las almas gemelas. Después de acceder, aunque de manera espontánea, a la experiencia de aquella vida, Albert es e la actualidad un hombre preparado para amar de nuevo, sin miedos ni temores. La experiencia de Albert no es común y esto es así por diferentes motivos: el primero –evidente– –evidente– por el hech hechoo de haber haber logrado acceder de modo modo espontán espontáneo eo y exhaustivo a acontecimientos de una vida pasada; otro, no siempre recurrente, es haber revivido una vida pasada en la que era homosexual, como en la actual. Durante las vidas vi das pasadas se nos da a todos la posibil pos ibilidad idad de in i nterpretar mu much chos os papeles, papeles , como como hombres hombres y mu mujeres, jeres , y de vivir vivi r todos los aspectos posibles posibl es de la esfera afectiva y sexual. Nunca olvidaré el estupor, divertido en el fondo, de una señora de la alta burgu urguesía esía conservadora de más más de setenta setenta años, madre madre de tres hijos hijos y abuela abuela de cinco nietos: me visitó para una regresión y se vio como un hombre joven de la antigüedad, antigüedad, enamorado enamorado de un esclavo escla vo suy s uyo, o, con el que mant mantenía enía relaci re laciones ones sexuales más o menos menos clandestinas. cla ndestinas. Y también la historia de otra joven, a la que llamaré Sarah, tiene algunos puntos en común con las historias relatadas hasta ahora. Sarah tenía veintinueve años cuando vino a visitarme por primera vez. Era una bella joven j oven,, de cabello largo y rubio. Tenía Tenía grandes grandes y profun profundos ojos verdes y un un color de piel blanco pálido. Pensé que su piel y sus rasgos la hacían perfecta perfecta para la publici ublicidad dad de un una compañía compañía de cosméticos. cosméticos. Tenía Tenía un rostro angelical angelical y parecía emanar energía positiva. Hace algunos años no habría utilizado nunca esta expresión. Mi actitud científica y materialista no me habría permitido conjeturar siquiera que las personas pudieran irradiar energía. Todavía recuerdo hace años, cuando el Dr. Brian Weiss, durante un seminario suyo, me escogió de entre más de mil personas para una regresión individual. Apenas subí a la tarima, me dijo que me había elegido porque había visto que emanaba una luz particular. Me sentí muy agasajado aunque por aquel entonces yo no creyese en aquel tipo de cosas. Algunos años más tarde, en Estados Unidos, tuve ocasión de hablar con una médium que había participado en estudios científicos sobre las capacidades mediúmn ediúmnicas. Le pedí qu quee me me ilust i lustrase rase al respecto, r especto, pregun reguntándole tándole si también también ella era capaz de ver la luz qu quee eman emanaban aban las person pers onas. as. Me respondió que todos podíamos hacerlo, que todos estamos conectados, que se trata únicamente de practicar nuestras habilidades. Aunque en aquella época me pareció una tontería, en la actualidad puedo deciros que es absolutamente posible. Gracias a la experiencia, y después de haber conocido en lo más profundo de su alma a un gran número de personas, he empezado a percibir poco a poco la luz que cada uno de
nosotros irradia. Y puedo confirmar lo que entonces me dijo aquella médium: todos podemos odemos hacerlo. Tiene Tiene que que ver con lo que llamam llamamos os común comúnm men ente te intu intuición, ición, un un sexto sexto sentido que siempre nos acompaña. Se trata de aprender su lenguaje, reconocer sus dinámicas. Pero no es difícil ni imposible. Es el lenguaje del alma. Si yo lo he conseguido siendo un escéptico total, también vosotros podéis hacerlo. El páli p álido do rostro r ostro de Sarah Sa rah y su energía energía contras contrastaban taban con su vestiment vestimentaa neo-punk: neo-punk: leggings leggings negros negros con botas de estilo estil o mil militar itar de cuero c uero negro negro y una una camis camiseta eta negra negra heavy metal. Era una chica que a simple vista cualquiera habría considerado como rebelde; este era el mensaje de su look. Tras algunos minutos de conversación le pedí que me hablase de sí misma; descubrí que efectivamente era una rebelde, pero su rebeldía consistía en ser pacifista, amante de los animales y vegana. Estuvimos hablando de la elección de ser s er veganos veganos o veg vegetarianos etarianos y de las motivaciones otivaciones personales per sonales asociadas a esta elección. Le expliqué que yo personalmente la comprendía: desde hacía algunos años ya no bebía leche ni comía apenas productos lácteos o queso. No soy intransigente intransigente en mi mi elec e lección; ción; si soy invitado a casa ca sa de d e amigos no me me hago el melindroso ni pido un cambio de menú. Obviamente, tampoco intento hacer proselitism roseli tismo; o; mi mi elección elecci ón es personal, un una forma forma de respeto hacia hacia los animales. animales. En realidad, no soy contrario a la alimentación a base de carne como tal, sino a las granjas industriales, donde los animales llevan existencias llenas de sufrimiento. Las antiguas poblaciones, como los indios americanos, siempre se han alimentado de animales; forma parte de la cadena alimentaria, pero siempre lo han hecho sin provocar sufrimien sufrimientos tos inútiles, inútiles, mostrán mostrándose dose agradecidos y hon onrando rando el sacrificio de las criaturas muertas. Por esto he elegido limitar al máximo la ingesta de productos de origen animal, permitiéndome en ocasiones únicamente la mozzarella en una pizza, izza, algo de de sushi sushi o una una fritura fritura de pescado. Sarah se reveló mu much choo más más intransigente que yo. Todavía tengo mucho que aprender, pensé, admitiendo una vez más que cualquiera puede ser maestro nuestro en la vida. Le pregu pr egunt nté, é, com co mo siempre s iempre hago, hago, qué la l a había movido a venir ve nir a verme. —Sufro Sufro de ansiedad ansiedad desde hace algu algunos años. Pero últimam últimamen ente te la situación situación está está empeorando —respondió Sarah—, a veces cuando me vienen los ataques me falta el aire y esto es muy grave en mi caso, porque padezco asma bronquial desde alrededor de los ocho años. —Entien Entiendo do —respondí— y pu puedo edo confirm confirmarte arte que que mu muchas de las personas que que sufren ataques de pánico con agorafobia padecen la misma desagradable sensación. La ansiedad ansie dad constitu c onstituye ye nuestra nuestra respuesta re spuesta fisiológica fisi ológica a un estímulo estímulo externo externo que el cerebro percibe como un peligro; a veces puede tratarse también de una simple situación cotidiana que no deseamos afrontar. Frente a este "peligro", el cerebro se activa: el corazón bombea sangre con mayor velocidad y aumenta el ritmo cardíaco, el ritmo de la respiración se acelera para llevar más oxígeno a la musculatura. Son mecanismos ancestrales que nos permiten preparar el cuerpo para reaccionar o para escapar esca par frente frente a un unaa amenaza, amenaza, mecanismos mecanismos que se activan aunque aunque el peligro peli gro no sea real sino tan solo percibido. Es más, la definición de "peligro" es completamente subjetiva, así que lo que para alguien puede ser un simple imprevisto para otra
persona puede puede constitu constituir ir un acontecim acontecimient ientoo ansiógen ansiógeno. o. Mu Much chas as personas piensan incluso que pueden morir de asfixia a causa de un ataque de pánico. Esto es totalmente imposible en una persona de capacidades pulmonares normales, puesto que el efecto es exactamente el contrario: al aumentar el ritmo de la respiración se introduce una una mayor mayor cantidad cantidad de aire ai re en los pulmones. pulmones. Obviam Obvia mente ente esto es to no es lo lo mismo para una persona que padece asma, puesto que su capacidad pulmonar está comprometida, de modo que comprendo perfectamente tu estado de agitación. Antes de nada, te enseñaré algunos ejercicios de respiración que podrán ayudarte a dominar la sensación de ansiedad —le aseguré a continuación a Sarah, que parecía realmente muy preocupada. mindfulness, o atención plena, según Son ejercicios ejercici os que provienen de técnicas técnicas de mindfulness, la definición de Jon Kabat-Zinn, mayor experto mundial de esta disciplina —le expliqué—. Mindfulness hace referencia a la conciencia que aparece al prestar atención deliberadamente, en el momento presente y sin juzgar. Se trata por tanto de prestar voluntariam voluntariamen ente te aten atención ción a lo que que sucede en nu nuestro estro cuerpo cuerpo y a nu nuestro alrededor, momento a momento, observando la experiencia por lo que es, sin valorarla valorar la o criticarla. criticarl a. La práctica de esta discipli dis ciplinna, que podemos podemos definir también también como "conciencia plena", deriva del budismo theravada, theravada, una de las dos mayores corrientes del pensamiento budista, difundida desde hace 2.500 años en el sur y el suroeste de Asia, especialmente en Birmania, Camboya, Laos, Sri Lanka y Tailandia, tanto en el ámbito monástico como en el laico. El empleo, por parte de la medicina mindfulness c omo técnica para la salud es sin embargo una occidental, occidental, de la mindfulness adquisición relativamente reciente, iniciada en los años setenta en los Estados Unidos por el propio Kabat-Zinn con las primeras metodologías de reducción del estrés mediante la mindfulness. mindfulness. Aprendí esta metodología durante una formación en Mindf en Mindfulness ulness Based Cognitive Cognit ive Therapy, Therapy, terapia cognitiva que utiliza la meditación y la mindfulness mindfulness para prevenir las recaídas en los estados depresivos, depr esivos, y te te aseguro aseguro que da óptimos óptimos resu res ultados en la gestión de la ansiedad. Debes utilizarla en cuanto empieces a percibir el inicio del estado de ansiedad.— Le pedí entonces que permaneciera sentada, que cerrara los ojos y apoyara las manos en las rodillas, dejando caer cómodamente los brazos. —Haz tres respiraciones respir aciones profun profundas —le dije dij e a Sarah, y una vez terminó terminó las tres respiraciones—, ahora empieza a respirar con normalidad por la nariz. Quiero que prestes atención atención al aire que que entra entra y sale de la nariz. Ahora cuenta mentalmente conmigo —proseguí y, siguiendo el ritmo de su respiración, empecé a contar en voz alta —, uno uno i nspira por la nariz, dos dose xpira tres inspira, cuatro cuatroe xpira, cinco cinco inspira, seis seise xpira, siete siet e también por la nariz, tres inspira, ocho ocho e xpira, nueve nueve inspira, diez dieze xpira xpir a —y continué continué después cont c ontando ando hacia atrás, en orden decreciente—, diez diez inspira, nueve nuevee xpira, ocho ocho inspira, siete siet ee xpira, seis seis inspira, cinco cincoe xpira, cuatro cuatro inspira, tres trese xpira, dos dos inspira, uno uno e xpira.— Tuve cuidado de repetir el ejercicio un par de veces, contando alternativamente de uno a diez y después de diez a uno, con Sarah respirando y contando mentalmente
conmigo. —Ahora Ahora abre los ojos. oj os. —Le —Le pregun pregunté cómo cómo se sentía. sentía. —Me Me siento siento mu much choo más más tranqu tranquila ila —replicó —repl icó Sarah—, como como si me me hu hubiese desaparecido un peso del pecho, estoy más serena —su rostro había asumido una expresión de sorpresa. Le expliqué expliqué el principio sobre sobr e el qu quee se basa este ejercici ej ercicio. o. Me gust gustaa que las personas sepan exactam exactamen ente te qué qué hay hay detrás de cada técnica técnica que utilizo, utilizo, porque porque en mi opinión la relación de confianza que se crea gracias a una correcta información contribuye contribuye notablement notablementee al éxito de cualquier técnica. —Te parece un una locura, ¿verdad? ¿verdad? Que Que simplem simplemen ente te contan contando do las respiraci res piracion ones es se pueda ueda reducir el estado ansioso ansioso —dije. —dij e. Y prosegu proseguí— Si te hu hubiese pedido que contaras de uno a veinte no habría funcionado —añadí—. Porque mientras que nuestro nu estro cerebro cere bro puede contar en modo modo ascendent a scendentee y pensar al mismo tiempo tiempo sin s in problemas, roblemas, no pu puede ede pensar pensar en otra otra cosa mient mientras ras cuenta cuenta hacia hacia atrás. Eliminamos así momentáneamente los pensamientos que causan el aumento del estado de ansiedad. Eso es todo. Parece increíble, y sin embargo embargo así es. —Solo hace falta un un poco de práctica —añadí—, deberás asegurarte asegurarte de comen comenzar zar desde el principio en caso de que un pensamiento interrumpa tu cuenta hacia atrás de las respiraciones. respiraciones. Invito al lector a recordar esta simple técnica y a experimentarla en caso de encontrarse ante la aparición de un estado momentáneo de ansiedad. Su eficacia está demostrada y los resultados pueden ser verdaderamente sorprendentes. Sarah parecía ahora mucho más tranquila. Estábamos preparados para iniciar la sesión de regresión. De modo que la invité a acostarse en el diván y comencé la inducción del estado de trance. —Llevo Llevo sandalias —comenz —comenzóó Sarah—, Sarah—, teng tengo la piel oscu osc ura. Soy una mujer, mujer, ten tenggo un cabello negro y rizado que me llega a los hombros. Mi vestido está sucio; es claro, cla ro, un unaa túnica con c on un un cinturón cinturón marr marrón. ón. Tiene una una hebilla hebil la metálica etáli ca cuadrada cuadra da con c on ribetes plateados pla teados por todo su borde. —¿Te ¿Te llama llama la atención atención algún algún detalle? —le pregun pregunté. —Llevo Llevo un brazalete de de cuerda cuerda en el que que están cog cogidas idas algun algunas piedras, piedras , son much uchas as —me —me respondió res pondió Sarah. —¿Cu ¿Cuánt ántos os años tienes? tienes? —continu —continué. é. —Veint Veintisi isiete. ete. —¿Te ¿Te encuen encuentras tras al aire libre l ibre o dentro dentro de algún edificio? —le pregunt pregunté. é. —Al aire libre, li bre, en un campo, campo, hay hay hierba. —Sin pensarlo, pensarlo, quiero que me me digas qué qué año es. —1880 —respondió de inm inmediato. —¿Dón ¿Dónde de te encuen encuentras? tras? —Estoy en Sudáfrica. Sudáfrica. —¿Hay ¿Hay otras personas cerca de ti? ti? —No. Solo Solo está Erik. —¿Qu ¿Quién ién es Erik? Erik?
—Mi Mi aman amante. te. Nos Nos amam amamos os pero no no noss está permitido permitido estar juntos juntos por el color de nuestra piel. Me tiene junto a él y me acaricia el rostro con dulzura. Me siento protegida rotegida y amada, amada, ahí ahí entre entre sus fu fuertes brazos. Qu Quisiera isi era quedarme quedarme ahí ahí para siem si empre. pre. —¿Pu ¿Puedes edes describírm descri bírmelo? elo? —Sí. Es guap guapoo y está mu muy bien vestido. vestido. Lleva Lleva pantalones pantalones caqui caqui y un una camisa camisa blanca. Tam También bién su piel es blan bl anca. ca. Él no no es de aquí. aquí. Tiene el cabello oscuro y la piel clara. Debe volver a Europa, porque aquí lo matarán, y quiere que me vaya con él. Pero yo no puedo irme con él, no quiero dejar mi tierra y mi pueblo. Hay una guerra terrible en marcha y debo quedarme para ayudar a mis seres queridos, no puedo abandonarlos. Estoy muy triste, pero debo aprender a aceptar las cosas; sé que él me ama ama y esto es e s lo l o que cuenta. cuenta. Nuestro amor continuará continuará por siem sie mpre aun aunque que nos separe sepa re la distancia. El amor no tiene tiempo ni duración. Sé que somos almas gemelas, noto que lo conozco desde siempre. Sé que volveré a verlo muchas más veces en otras vidas. Nunca nos dejaremos de verdad. Vi que Sarah estaba llorando; estaba visiblemente turbada, por lo que decidí acabar con esa escena y llevarla más adelante en el tiempo, a un momento posterior de aquella vida. —Es el mom moment entoo de mi mi mu muerte —comen —comenzó zó Sarah. —Me Me dispara un hombre ombre de un uniforme; iforme; lleva un una chaqu chaqueta eta verde y un ex extraño traño sombrero del mismo color. Lleva botas oscuras. Puedo ver claramente su rostro. Es de piel p iel blanca muy muy clara. clara . Veo también también su fusil; es antigu antiguo, o, tiene la l a culata de d e madera. Me está apuntando con él ahora... —la cara de Sarah asumió una expresión de temor. —¿Cu ¿Cuánt ántos os años tienes? tienes? —le pregun pregunté. —Teng Tengo veintiocho; veintiocho; solo ha pasado un un año. Erik se marchó marchó hace hace un unos meses. meses. —¿Qu ¿Quéé sucede? —El soldado me me está disparando. Lo Lo veo todo a cámara cámara lenta. lenta. Me Me acierta en el pecho y caigo a tierr tierra. a. Ya no pu puedo edo respirar. respir ar. Viendo que, durante la sesión en mi consulta, el rostro de Sarah se había enrojecido y en efecto le costaba respirar, le di algunas instrucciones hipnóticas que pudieran udieran hacer hacer desaparecer aqu aquella ella sensación. —Estoy muerta, ahora ahora —dijo—. Puedo respirar perfect per fectam amen ente te y ver la escena desde arriba. Mi cuerpo está echado en el suelo, sin vida. Pero experimento una sensación de paz, de bienestar. Me siento libre, aunque triste porque he tenido que dejar a mi gente tan pronto, sin poder ayudarla. Hay muchos soldados allá abajo, están haciendo una masacre, matando a muchísima gente. La guerra es ciertamente inútil. Somos Somos todos iguales iguales,, som s omos os todos lo mism is mo. ¿Cuándo ¿Cuándo entenderem entenderemos os que matando a otras personas nos matamos también a nosotros mismos? Sarah se echó a llorar. Era un llanto liberador, estaba comprendiendo a fondo la inutilidad de la guerra, un concepto que ya conocía bien. Tras la sesión tuve ocasión de descubrir que había sido muerta durante la Primera Guerra Bóer en Sudáfrica, en la prim pr imavera avera de 1881. Pese a que Sarah no conocía siquiera la existencia de aquel breve conflicto que duró menos de un año y que los propios historiadores tienen dificultad para definir
como tal, los datos y las descripciones que ella proporcionó eran absolutamente precisos. recis os. Como Como el color verde de las l as casacas de los soldados britán bri tánicos, icos, un color que en aquella época vestía únicamente la infantería equipada con fusiles. Me sucede con frecuencia, tras las sesiones, realizar investigaciones históricas que puedan confirmar lo experimentado durante las regresiones a vidas pasadas y encontrar datos realmente insólitos o peculiares, que desafían los conocimientos incluso del historiador más curtido. Conocimientos que para las personas que viven la experiencia de la regresión parecen sin embargo muy claros y simples, casi naturales, a pesar de que hasta pocos momentos antes ignorasen por completo su existencia. En estos años he asistido a numerosas situaciones en las que personas a menu enudo do con co n nivel niveles es cultural culturales es o de escolar esco larización ización muy muy bajos, bajo s, relatan r elatan con extrema extrema precisión recis ión hecho hechoss históricos acontecidos acontecidos cientos cientos de años antes, antes, en tierras lejan lej anas as y en contextos contextos y períodos perí odos históricos histórico s ext e xtremadam remadament entee restri r estring ngidos idos.. Precis Pr ecisam ament entee como había hecho Sarah en aquella ocasión. Incluso queriendo ser escépticos, como yo mismo me me considera consi deraba ba hasta hace algu al gunos nos años, años , es absolutam abso lutament entee im i mprobable proba ble que Sarah hubiese podido conocer detalles como el año exacto y la misma existencia de aquel conf co nfli licto, cto, que en nuestros nuestros días no disfruta de ningún ningún eco mediático y que que no se estudia estudia siqu si quiera iera en el país de orig ori gen de Sarah, Sarah, España. Aparte de las correspondencias históricas, lo que más me emocionó de la experiencia de Sarah fue lo que ella misma me escribió algunos meses después de nuestro encuentro. Me dijo que la ansiedad ya no la afligía y que aquella vida pasada le había hecho comprender la importancia de su papel en la ayuda de las personas que le son queridas en la vida presente. Además, a pesar de estar en pleno agosto, me confirmó que ya desde los primeros momentos posteriores a la sesión había conseguido respirar profundamente y que el asma que padecía desde hacía años había hab ía desaparecido desapareci do por completo. completo. Tras años de práctica, aún me sorprendo frente al poder solucionador que una regresión puede ejercer frente a un problema. Como si nuestro cerebro fuese realm real mente ente capaz cap az de desvela des velarr memori memorias as que se encu e ncuent entran ran fuera fuera del mism is mo, en otro espacio o tiempo, y que sin embargo condicionan su comportamiento. Parecería, como como sostien sos tienee la l a teoría de la l a física cuántica cuántica sobre los microtúbulos icrotúbulos y la consciencia (en la que están trabajando desde 1996 el médico estadounidense Dr. Stuart Hameroff, director del Centro de Estudios sobre la Consciencia de la Universidad de Arizona, y Roger Penrose, físico matemático y profesor emérito de la Universidad de Oxford), que no existiese una verdadera separación entre lo que está dentro y lo que está fuera de nosotros, y que la consciencia se encontrase en ambas posiciones. Nuestro uestro cerebro desempeña desempeña tareas instrum instrumen entales tales y, y, como como un un complejo complejo ordenador que utiliza redes inalámbricas, parece ser capaz de recibir documentos y programas procedentes rocedentes del exterior exterior,, que que le permiten permiten fun funcionar de modo modo más más eficaz. eficaz. Exactam Exactamen ente te como si en el momento de nuestra muerte estuviésemos simplemente cambiando el viejo ordenador por uno nuevo; la máquina vieja se apaga, pero la información y la consciencia permanecen en el universo, listas para ser utilizadas en el nuevo ordenador, en nuestra nueva vida.
Tras reelaborar r eelaborar la experiencia de la l a mu muerte en aquella aquella vida pasada, pas ada, Sarah había había logrado liberarse de la memoria que no concernía a su existencia actual. Había logrado comprender de manera inmediata y directa que la opresión en el pecho y la fatiga respiratoria que habían caracterizado su vida hasta aquel momento eran debidas al disparo de fusil recibido durante aquella vida pasada. Sarah era finalmente capaz de vivir de nuevo la alegría de poder respirar a pleno pulmón. "Yo uso la hypnosis no como una cura, sino como un medio para establecer un clima favorable para aprender." ilton H. Erickson
CONSCIENCIA Y CEREBRO
Se estaba verdaderam ver daderamen ente te bien, aquella aquella tarde de principios pr incipios del verano, en la terraza del apartamento romano del joven director de cine que celebraba su cuarenta cumplea cumpleaños ños con una una fiesta a la que había había sido sid o invitado i nvitado por un amigo amigo común. común. La terraza, llena de plantas ornamentales y de fruto, daba a un inmenso jardín de antiguos y vigorosos árboles, entre el verde de aquella elegante zona residencial de Roma. Como toda la casa, también la terraza estaba decorada con gusto, don que ciertamen ciertamente te no no le faltaba faltaba al propietario de la casa. Entre Entre las l as piez pi ezas as del mobiliario obili ario destacaban dos maravil maravillosos losos sofás de cerám c erámica ica de prin pri ncipios del siglo veinte, cuyo cuyoss brazos representaban representaban las cabezas de dos leones rug rugientes. ientes. Estaban perfectament perfectamentee conservados. Pensé que debían de haber costado una fortuna y me equivocaba. El propietario de la casa cas a me me explicó explicó después que que habían habían sido un un regalo hech hechoo a sus padres por un an antig tiguuo casero cuando, cuando, al poco de conocerse, conocerse, se habían ido a vivir untos a una casita modernista de aquella misma zona a la que ahora se asomaba la terraza en la que estábamos de celebración. Una vez más, había emitido un juicio aventurado, fruto de ideas preconcebidas. Ciertamente, tenía aún mucho que aprender, me recordé a mí mismo. Culpa de mi ego,, listo ego li sto para ex extraer traer conclusiones conclusiones precipitadas. preci pitadas. Y precisamente de Ego de Ego se acabó hablando aquella noche. Enésima prueba de que no existe la casualidad y que el Universo, o Dios, o Alá, la Naturaleza, el Cosmos, la Energía –como queráis llamarlo– aprovechaba los acontecimientos para enseñarme algo nuevo. Me encontraba sentado ante el espléndido panorama de los tejados de Roma, Roma, con un excele excelent ntee Gin Tonic arom ar omatizado atizado al jengibr jengibree al que dar algún que que otro sorbo, feliz de haberme quedado al margen. Me había sentido un poco fuera de lugar desde el principio de la fiesta, al no estar habituado a los eventos mundanos; además, al vivir en el extranjero y ocuparme de un tema tan controvertido como las vidas pasadas, me había convertido muy pronto en centro de atención de los otros invitados, amigos amigos del propietario pr opietario de la casa, cas a, personajes del teatro teatro y el cin ci ne romanos, romanos, profesionales liberales liberal es y personas de cultu cultura. ra. Me sentía sentía observado, sensación sensación que que había despertado en mí una ligera ansiedad social. En aquel momento observé cómo el sol, s ol, ya bajo en el horizonte, orizonte, creaba destellos de luz rosa entre entre las l as vigorosas plantas lantas y pen pensé sé que, de haber haber vivido yo allí, aquella terraza terraza habría habría constitu constituido un lugar ideal para acoger mis meditaciones cotidianas. Estaba disfrutando de un moment omentoo de paz y de reflexión, re flexión, plácidam pláci dament entee sent s entado. ado. Parec P arecía ía que estaba haciendo haci endo lo mismo la taciturna joven que ocupaba el sillón de cerámica junto a mí. —¿En ¿Enton tonces ces es cierto cier to que que ahora ahora te ocupas ocupas de vidas pasadas? pasadas ? —me —me pregun preguntó Julia Julia pasado un rato, rompiendo rompiendo así el silen sil encio. cio. Seudón Seudónim imoo escogido por ella mism misma, a, Julia Julia es una joven directora bastante conocida en el mundillo del teatro romano. Me contará más más tarde que q ue ha ha escogido es cogido este es te seudónimo seudónimo en honor honor a la l a protag pr otagonista onista femenina de "1984" , el famoso libro de George Orwell, pero en aquel momento
pensé ensé que estaba estaba relacion relaci onado ado con su excepcional excepcional parecido con Julia Roberts. Llevaba el mismo corte y color de cabello, castaño rojizo, largo hasta los hombros. Sus dulces rasgos y sus ojos tenían el mismo trazo que los de la famosa actriz de Hollywood, ganadora de premios Óscar y Globos de Oro. Oro. Llevaba apenas un toque de maqu maquill illaje, aje, eyeliner negro negro y un un brillo de labios labi os rosa r osa pálido pál ido que hacía hacía ju j usticia a la perfecta forma forma de sus labios. Estaba vestida vestida de modo modo sobrio y elegan elegante: te: llevaba un vestido negro que se le ajustaba al cuerpo y que apenas le llegaba por encima de la rodilla y una chaqueta corta, roja, que le acentuaba la cintura. Me llamó la atención el gran broche enganchado a la chaqueta; un detalle insólito para una mujer de su edad. Era un mosaico que representaba un pavo real, realizado con muchísimas piedras de varios var ios colores. color es. Un Una nota nota de carácter carácter que no habría desentonado desentonado en la mismísima Roberts y que dejaba al descubierto la naturaleza ligeramente egocéntrica de la Julia romana, romana, característica caracterís tica conservada desde su s u pasado de actriz. Julia no lo sabía, pero aquel día era aún una simple marioneta en las manos de su propio ego, como como lo es cualquiera cualquiera de nosotros nosotros hasta qu quee se da cuen cuenta ta de ello. Aún debía descubrir muchas cosas sobre sí misma y sobre la naturaleza humana; sobre cómo esta última iba bastante más allá de la existencia meramente material. Utilizando una metáfora, citada con frecuencia por el propio Dr. Weiss y que encaja a la perfección en el contexto de aquella tarde-noche, creo que cada uno de nosotros es un personaje teatral y que nuestra vida terrenal representa la obra en escena, al final de la cual los actores abandonan el personaje y vuelven a casa. Exactamente como nuestras almas que, acabada la función terrenal, regresan a nuestra casa celeste, listas para interpretar nuevos guiones. —Sí —respondí—, hace hace años que que me me dedico a la terapia regresiva. —¡Ven ¡Vengga ya! ya! —dijo Julia, Julia, a quien le costaba disimular disimular una una sonrisa de incredulidad mezclada con diversión—. Perdona la franqueza, pero yo no creo en absoluto en esas cosas. Soy atea y para mí no existe la reencarnación. —También También yo yo pensaba pensaba como como tú —repli —repliqu qué—. é—. Pero he he tenido tenido que reconsiderar reconsiderarlo. lo. He asistido a experiencias de muchas personas que me han contado cosas verdaderament verdaderamentee increíbles. —Es cierto, la gen gente te tem temee a la mu muerte y necesita creer en cualquier cualquier cosa —dijo Julia. —¿Has ¿Has meditado meditado algu alguna vez? vez? —le pregun pregunté—. ¿Has ¿Has leído algún texto texto budista? budista? —No me me hables hables de religion rel igiones; es; no no están en absoluto absoluto hechas hechas para mí mí —respondió —. Pero creo que que he he tenido tenido experiencias experiencias parecidas pareci das a la meditación. meditación. ¿Sabes?, ¿Sabes?, en los cursos de teatro hacemos ejercicios de visualización que me parece que pueden asimilarse a las técnicas de meditación, por lo que tengo entendido. —¿En ¿Enton tonces ces aceptas que que puede puede haber haber más más de un ún único ico estado men mental? tal? —pregu —pregunté. —Buen Bueno, o, sí. Estoy con conven vencida cida de que sí. Pero es mi mi cerebro el qu quee decide qué visualizar —y añadió —Aunque, mientras hago los ejercicios en el teatro, a veces parece que los pensam pensamient ientos os se paren y qu quee todo se me me presente presente como como más más claro. Tengo la impresión de quedarme en blanco y saberlo todo a la vez. —Creo que que no no se trata solamen solamente te del miedo miedo a morir morir —dije—. —di je—. Es un una necesidad necesidad
del género humano, la de explicarse a sí mismo, buscar los propios orígenes. La eterna pregu pre gunt ntaa para par a la l a que el hombre hombre aún no no ha encontrado encontrado respuesta: res puesta: ¿Quiénes ¿Quiénes somos y de dónde venimos? —Si el hombre hombre se explica a sí mism mismo, o, es como como si se observara obser vara desde el exterior. exterior. ¿Por eso me has preguntado si he meditado? ¿Porque cuando hago los ejercicios de visualización en el teatro tengo la sensación de que una parte de mí observe a la otra? —preguntó con curiosidad Julia. —Sí, eso es exactam exactamen ente. te. Acabas Acabas de describirm describi rmee la autocon autoconsciencia. sciencia. Un Un eterno eterno debate. Se habló de ella en la era de la psicología y de Freud, con sus sus Yo/Ello/Superyó, Yo/Ello/Superyó , pero el tema también ha sido abordado por muchos filósofos, desde la antigüedad. Una cuestión compleja, que todavía en nuestra época atañe a la psicolog sicol ogía, ía, la filosofía, la religión rel igión y much chas as otras disciplinas. discipl inas. Y el elemen elemento to alrededor del cual gira la cuestión, en mi opinión, es precisamente el concepto de autoconsciencia, una característica que los neurocientíficos reconocen solo en el hombre y en otras poquísimas especies animales —respondí. —Si es como como dices, me me parece más más que nada un un tema tema científico, científico, que que tiene tiene que que ver con la psicolo psi cología gía y el funcionam funcionamiento iento del ser hu hum mano. No veo nada transcendental transcendental — replicó Julia, recordándome que me encontraba frente a una auténtica materialista convencida. —No olvidemos olvidemos que que el significado significado de la palabra psyché psyché en griego clásico es alma. Por lo tanto, la psicología sería precisamente el estudio del alma. Ha sido más tarde cuando cuando el e l sign s ignificad ificadoo ha cambiado a "ánimo" "ánimo" o "ment "mente". e". Como Como ves, ves , hace muchísimo tiempo que la cuestión sigue abierta. Yo me permito dar mi opinión, puesto uesto que que el fun funcionamient cionamientoo del cerebro, en especial en el campo campo de la consciencia, consciencia, representa repr esenta todavía un unaa gran incógnita incógnita también también para par a los l os neu neuroci rocient entíficos íficos.. Hemos Hemos logrado atribuir fun funciones concretas concretas a las diferentes diferentes regiones regiones del cerebro, pero aún no hemos conseguido explicar su funcionamiento con exactitud. ¡Es una masa gris realmente grande! —solo yo me reí del chiste, mientras Julia seguía mirándome con expresión seria y atenta. —Existe Existe un una teoría científica científica que que explica explica cómo cómo nu nuestras experiencias experiencias conscientes conscientes son el resultado de la gravedad cuántica en el interior de los microtúbulos, pequeñísi equeñísim mas estructu estructuras del citoesqu ci toesqueleto eleto de las neu neuronas ronas —inten —intenté té enton entonces ces explicarle la teoría de Penrose y Hameroff, que describí brevemente al final del capítulo anterior, según la cual la consciencia estaría formada por elementos materiales y no materiales, como en la metáfora del ordenador y el software, y que incluso la misma ciencia estaba comenzando a hipotetizar que la consciencia podría existir también fuera del cerebro. —¡Qu ¡Qué fuerte! fuerte! —ex —exclam clamóó Julia—. Parece Matri Parece Matrixx —aludiendo a la famosa película de 1990. Había conseguido despertar su interés; la joven me miraba ahora con respeto. Había proporcionado bases científicas para apoyar mi razonamiento. Ante sus ojos, había dejado de ser un señor de mediana edad un poco chalado. —Es exactam exactament entee como como Matrix Matri x —repliqué—: la realidad que percibimos
cotidianam cotidi anament entee es e s solam sol ament entee una ilusión, il usión, una una int i nterpr erpretación etación que nuestro nuestro cerebro cere bro atribuye a determinados estímulos sensoriales. Cambiando estos estímulos se puede cambiar literalmente la realidad. La consciencia parecería ser por tanto producto de estímulos externos, el software, interpretados por el cerebro, el ordenador. Un recient reci entee experim experi mento ento explica expli ca de d e un modo modo simple s imple lo l o que estoy es toy diciendo. A una una persona acostada en un diván se le ponía ponía un visor de realidad r ealidad virtu vir tual al (una (una tecnología tecnología actualm actualmen ente te al alcance de todos, gracias a la l a realidad real idad inmersiva inmersiva de Google Cardboard), al que se conectaba una cámara situada en la cabeza de una muñeca Barbie. La persona veía el cuerpo de la muñeca en lugar del suyo propio y, subiendo o bajando la mirada, veía las piernas o el bu busto sto de la Barbie. Cuando Cuando el científico científico que dirigía el experimento tocaba una pierna de la persona, también lo hacía simultáneamente en la pierna correspondiente de la muñeca. En aquel momento la mente del individuo comenzaba a identificarse con la muñeca; reconocía la pierna de la muñeca como parte de su propio cuerpo. Y la ilusión era real hasta el punto de que la persona comenzaba a percibir los objetos de su alrededor como mucho más grandes grandes y lejanos. El propio pr opio dedo del científico científico o el lápiz con el que tocaba tocaba la pierna eran ahora percibidos como enormes y pesados. —Increíbl Increíblee —comen —comentó tó Julia. Julia. —Sí, verdaderamen verdaderamente te increíble increíble —repliqué—. —r epliqué—. Y esto es lo que que hacem hacemos os desde los primeros meses meses de vida; nos nos identificam identificamos os con nuestro uestro cuerpo y nuestro cerebro, exactamente como lo hacía con la muñeca la persona del experimento. Pero en realidad somos mucho más que un cuerpo y un cerebro. Si no quieres que lo llame alma, ¿puedo por lo menos llamarlo información? —le pregunté entre risas. —De acuerdo acuerdo —concedió la joven, joven, sonriéndom sonriéndome. e. La conversación se había vuelto agradable; podía verse que la joven era una persona curiosa, curiosa, dotada de espíritu espíri tu crítico y de un una men mente te abierta. —Piensa en un niño nada más más nacer, en sus primeros primeros meses meses de vida —le dije—. di je—. Al principio, llora y ríe mientras mira a su mamá, a su papá, la casa y el mundo que hay a su alrededor. Pero aún no es consciente de ser una entidad separada del resto. Para él, mamá, papá, su cuna y el mundo circunstante son lo mismo. Un inmenso mar sin separación. Aún no tiene consciencia de sí mismo, la famosa autoconsciencia. Y es precis prec isam ament entee así. a sí. La inf i nformación, ormación, o alm a lma, a, hace muy poco tiempo tiempo que q ue ha entrado entrado en su cerebro y está empezando a ser elaborada. El niño antes de cumplir unos seis meses de edad aún no ha construido y delimitado los límites de su propio cuerpo. Todavía no sabe qué es, como el sujeto del experimento de la muñeca. Y no se equivoca. Porque, como hemos visto, esas delimitaciones del cuerpo constituyen una mera ilusión. La física clásica explica cómo en realidad los átomos que conforman cualquier cosa, incluido el cuerpo humano, están compuestos de partículas más pequeñas; equeñas; las más más pequeñas y elemen elementales, tales, llamadas llamadas fermiones, fermiones, son comu comunes a cualquier tipo de materia. Las diferencias entre las cosas, ya sean objetos o animales, vienen dadas por las diversas combinaciones de las mismas e idénticas partículas. También También el aire está form formado ado por las mism mismas as micropar micropartícu tículas las de las qu quee está compuesto nuestro cuerpo. Esto significa que entre el cuerpo del niño y el de
mamá no hay separación, y lo mismo sucede con papá, la cuna y el resto del mundo. El recién nacido no se equivoca, nosotros nos equivocamos. También a nivel material somos todos lo mismo. Entre mi cerebro, mi cráneo, el aire que nos separa, tu cráneo, y tu cerebro no hay una separación real a nivel de materia. Deberíamos dejar de considerarnos entidades separadas de las otras y, en lugar de concentrarnos en las diferencias, abrazar nuestras similitudes. Todos somos lo mismo. Deberíamos por fin darnos cuen cuenta ta de ello y dejar de juzg juzgar y odiar al prójimo solo porque porque lo consideramos distinto de nosotros. Numerosos experimentos de psicometría han intentado demostrar que podríamos incluso poseer capacidades telepáticas, puesto que la información a la que accedemos es la misma. Si a todo esto le añadimos las nanopartículas de la mecánica cuántica, entonces también desde el punto de vista no material estamos todos hechos de la misma información. información . Uso este término para contentarte, Julia, pero yo habría usado con gusto la palabra alma. alma. —Absurdo. Absurdo. Me estás haciendo haciendo venir venir dolor de cabeza. Ahora Ahora ya no no sé quién quién soy. soy. ¿Tomam ¿Tomamos os otra copa? co pa? —propuso — propuso entonces entonces Julia, Juli a, brom br omeando. eando. Acepté la invitación invitació n pero me lim li mité a tomar tomar un unaa tónica. No me gusta gusta abusar del alcohol, tras haber tenido ocasión de estudiar a fondo los efectos devastadores que puede uede causar causar –entre –entre otras cosas– sobre las l as valiosas valios as neuronas neuronas de las que que estamos estamos hablando. Entramos en la casa, puesto que ya había oscurecido y en la terraza estaba refrescando. Nos sentamos en el gran sofá blanco de piel, donde otras personas se unieron a escuchar nuestra conversación, mostrándose interesadas por el tema que estábamos debatiendo. —Pero enton entonces, ces, ¿por qué qué nos nos sentim sentimos os personas de carne carne y hueso? —me —me pregun preguntó Julia. Parecía que, sin darse cuenta, ya estaba dando por sentado que era algo más que un sim si mple cuerpo. —Todo es culpa culpa del ego —respondí. —respondí. Y añadí: —Me —Me refiero a la definición definición que que dan los budistas. De lo contrario nos arriesgamos a confundirlo con el término Ego, Ego, que Freud utilizó para describir otra parte de la mente. No sé cuánto sabes de psicolog sicol ogía, ía, pero el Ego el Ego budista quizá se corresponda mejor con el Superyó freudiano o con el observador de los post-racionalistas y, por tanto, con el concepto de autoconsciencia explorado en la actualidad por los modernos neurobiólogos. Le expliqué que yo había dedicado, por pasión, gran parte de mi tiempo libre durante toda la vida al estudio de la psicología y que, a pesar de haber estudiado una especialización especial ización un universitaria iversi taria en Psicopatolog Psi copatología ía Clínica con perspectiva cog cognnitivoconductual, siempre he sido fiel a mi experiencia inicial psicoanalítica junguiana. Según Jung, de hecho, el Ego el Ego e s la l a parte consciente consciente de la person pers onalidad, alidad, el sujeto de todas las acciones conscientes. conscientes. Una parte completamen completamente te separad se paradaa del de l subconsciente que, si bien totalmente totalmente ignorado por los cognitivo-conductuales, en realidad constituye parte integrante de nuestro ser. —El ego ego es la verdadera ilusión i lusión.. Un Un producto producto del cerebro que para legitim legitimar ar su
propia existencia existencia necesita autoproclam autoproclamar ar su indepen independen dencia cia del resto res to del mu mundo. Cuando el niño de pocos meses, al observar por primera vez el movimiento de los dedos de su pequeña mano, comprende que controla su movimiento, comienza entonces la identificación del ego. Ahí es donde se lía todo. El ser eterno e infinito que somos se ve encerrado en un envoltorio de carne y huesos, prisionero de su propio ego. Un Un tirano qu quee no no deja espacio a nuestra nuestra verdadera natu naturaleza pacífica. Con frecuencia, viendo a los recién nacidos llorar, pienso que tienen sobradas razones para hacerlo y me pregunto si ese llanto no expresará la desesperación de un ser que, nada más dejar su casa y su naturaleza divinas se encuentra inmóvil y confinado confinado en e n un un limitado cuerpo terreno. ter reno. Y, perm per míteme íteme que lo l o diga, di ga, a merce mercedd de pañales sucios, dolor de barriga barr iga e imposibil imposibilidad idad de comu comunicarse. Con el paso del tiempo, nuestro ego adquiere cada vez mayor control a expensas de nuestro verdadero ser, esa criatura de paz que en realidad somos, con el que logramos conectar durante las regresiones o la meditación. Por esta razón te he pregun reguntado al principio si habías probado a meditar. meditar. —Es cierto que que cuand cuandoo hag hagoo los ejercicios ejer cicios de meditación meditación me me siento siento mu much choo más más serena, siento un una paz casi surreal —dijo —di jo Ju J ulia. —Eso es porque mediante ediante esos ejercicios, ejerc icios, en todo todo similar similares es a un una meditación, meditación, consigues percibir lo que verdaderamente eres. Sin los miles de pensamientos que tu cerebro, tu ego, produce para mantenerte ocupada —le expliqué—. Tú no eres tu cerebro —añadí. —Madre Madre mía. mía. En efecto, efecto, nun nunca ca dejo de pensar. pensar. ¡Ojalá pudiera! pudiera! —replicó la l a joven. —Piensa que que nu nuestro cerebro, dominado dominado por el ego, ego, produce produce cada día sesenta mil pensam ensamient ientos, os, ¡nada ¡nada meno menoss que sesenta sesenta mil! mil! —observé. A continuación continuación le pregu p regunt nté: é: —¿En tu caso, la l a mayorí mayoríaa de estos pensamientos pensamientos son inten intencionales cionales o vienen por sí s í solos? s olos? —Se manif manifiestan iestan por sí solos sol os —dijo—. Yo no no decido pensar pensar en esas cosas. —Enton Entonces, ces, si tú no no los produces inten intencionalm cionalmen ente, te, ¿qu ¿quién ién los produce? produce? —añadí —. Es por tanto tanto correcto afirmar afirmar que que tú y tu cerebro no sois la mism mismaa entidad. entidad. O mejor dicho, que en tu cerebro coexisten dos entidades. La consciencia y la autoconsciencia. El Yo y el Superyó. Lo Observado y el Observador. El Yo y el Ego. Llámalos como desees. Y la mayoría de estos sesenta mil pensamientos cotidianos en tu opinión, ¿son negativos o positivos? —proseguí. —Hum Humm... —reflexionó —reflexionó Julia—, Julia—, diría dir ía que neg negativos. ativos. —No eres la única única —le hice notar—. notar—. Nos Nos sucede lo mism mismoo a todos. La La may mayoría oría de los pensamientos que el ego produce mediante nuestro cerebro son negativos. Es unaa manera un manera de ejercer ejer cer su propio prop io control. Nos mueve constantem constantement entee ent e ntre re preocupaciones reocupaciones futu futuras, ras, que se encu encuen entran tran en la raíz raí z de los estados de ansiedad, ansiedad, y arrepentim arr epentimientos ientos pasados, pas ados, que generan generan sent s entimien imientos tos de culpa y evitan ev itan que actuemos. actuemos. Y moviendo continuamente nuestra atención entre el pasado y el futuro nos priva de la facultad de decidir en el único momento en el que podemos hacerlo. El único momento en el que somos libres: el Ahora. Un auténtico tirano que decide con plena autonomía y nos dice en todo momento lo
que es justo que hagam hagamos, os, si hemos hemos actuado bien, como deberíamos deber íamos habernos comportados. Que no deja espacio a nuestro verdadero Yo, una entidad de paz y amor infinito, libre de preocupaciones, juicios, ideas preconcebidas o sufrimiento. —Me Me describes como como un una esquizofrén esquizofrénica ica —dijo —dij o Julia Julia alg al go preocupada—. ¿Entonces cómo puedo liberarme de este monstruo que tengo en la cabeza? —No te te preocupes —reí—. La La esquizofren esquizofrenia ia es algo totalm totalmen ente te distinto. distinto. Este Este "monstru "monstruo", o", como lo llam ll amas, as, lo tenem tenemos os todos y por desgraci de sgraciaa nos mueve mueve a su antojo antojo como marionetas. Pero tengo una buena noticia. En el mismo momento en el que has tenido conocimiento de su existencia, precisamente ahora, has llegado ya a buen pun unto. Puedes Puedes iniciar tu pequ pequeña eña revolución interior, interior, puedes por fin comprender comprender que, que, al no ser tú tu cerebro, puedes actuar con plena autonomía en cuanto a él. No debes por fuerza fuerza estar estar de acuerdo con los pensamient pensamientos os que que produce, con las directrices dir ectrices quee te da, con lo que para él es just qu j ustoo o equivocado. Sabiendo reconocerlos, podrás decidir si validar o desechar cada uno de estos pensamientos. ¡Bienvenida a tu nueva vida, libre de la tiranía! —Qué Qué locura —dijo Julia—. Nu Nunca lo había pensado. pensado. Siempre Siempre había creído ser yo el origen de mis pensamientos y hasta ahora había asumido yo misma las responsabilidades y culpas. culpas. —Todo esto para explicarte lo que que sucede du durant rantee un una regresión a vidas pasadas —le dije—. dij e—. Simplem Simplemen ente, te, mediant mediantee un una inducción inducción hipnót hipnótica ica se alcanza alcanza un un estado alterado de consciencia, un estado en el que el ego no pueda tener el control. A fin de permitir el contacto con el alma, permitir a esa información de la que hemos hablado antes entrar dentro de nosotros y ser elaborada por la consciencia mediante el cerebro. —¿Sabes ¿Sabes lo que te te digo? —dijo —dijo Julia—. Has hecho hecho qu quee me me entren entren ganas de probar. ¿Mañan ¿Mañanaa por la noche noche estarás aún en Roma? Roma? ¿Te ¿Te apetece apetece venir venir a cenar a mi mi casa y probar? Mi marido es chef y mañana por la noche tiene libre. ¿Qué te parece? Mi ego decidió aceptar, tal vez movido por el hambre que estaba despierta desde la hora de cenar cenar o tal vez por el desafío que Julia Julia representaba, materialis materialista ta atea convencida. "De acuerdo", dije. Y nos dirigimos ambos a la gigantesca mesa lujosamente preparada, donde tuvimos que separarnos porque el Universo o quizá la tarjeta de mesa decretaron que aquella noche deberíamos sentarnos en esquinas diferentes de la gran mesa. A la noche siguiente, a pesar de la actitud materialista, atea y completamente terrenal de Julia, la experiencia de regresión se reveló como una de las más completas completas y precisas a las qu quee he tenido tenido ocasión ocas ión de asistir. asis tir. Llegué a casa de Julia en el coche de alquiler y recuerdo que para llegar conduje un buen trecho a través del barrio romano cercano al río Tíber. Era una zona en otra época popular, si bien escogida desde hacía años por la Roma joven e intelectual. La casa de Julia se ajustaba ajustaba perfectamen perfectamente te a la categoría. categoría. Estaba decorada decora da al estilo chic , una industrial y shabby y shabby chic, una com co mbinación por entonces entonces aún poco po co conocida, c onocida, un uniendo iendo estructuras de tipo industrial y tonos fríos a piezas de mobiliario vintage revisitadas. Debía habérmelo habérmelo esperado: es perado: después de todo ella era una una artista y había había viajado vi ajado
mucho; era obvio que la decoración de su casa sería de vanguardia. Abrí la puerta y me recibió con una gran sonrisa. Detrás de ella se alzaba una enorme estantería repleta de libros antiguos y modernos, un detalle insólito en una persona de su edad. Probablemente si aquella casa me llamó tanto la atención fue también por el pequeñísi equeñísim mo estudio estudio a la orilla oril la del mar mar donde vivo y don donde de tuve tuve que que elegir un una decoración feng decoración feng shui, shui , renunciar a acumular libros y limitarme a lo esencial. Mis centenares de libros están ahora contenidos en un pequeño Kindle pequeño Kindle,, un lector digital, que llevo siempre conmigo donde quiera que vaya. No tuve el valor de confesárselo a Julia, que como buena intelectual creo que habría perdido todo tipo de estima hacia mi persona. —Acomódate Acomódate —me —me dijo—. Te presento presento a Sebastián, Sebastián, mi mi marido. marido. —Encant Encantado ado —respondí—. Julia Julia me me ha ha hablado hablado mu much choo de ti y de tu cocina. Gracias por haberme invitado. Sebastián tenía la misma edad que su mujer; era alto y delgado, tenía grandes ojos azules y el cabello castaño y corto, ligeramente canoso a pesar de su joven edad. Una simple cam c amis iseta eta oscura os cura sin s in ningun ningunaa inscripc i nscripción ión y unos unos vaqueros completaban completaban su su look. Su carácter sosegado compensaba a la perfección el más bien enérgico de Julia. —Te hem hemos os preparado un men enúú completam completament entee vegetarian vegetariano. o. Julia me me ha ha contado contado las acrobacias qu quee tuviste tuviste que hacer hacer con los cu cubiertos biertos para con consegu seguir ir separar la verdura del resto y comer algo, en la fiesta de ayer por la noche —dijo bromeando Sebastián. Era un tipo simpát s impático. ico. Su sentido sentido del hu hum mor ligeram li gerament entee britis br itishh me me conquistó. Por otra parte, sus involtini veganos en hojas de vid eran ciertamente excelentes y daban fe, además de sus habilidad habil idades es como como chef, del hecho hecho de que se puede p uede comer comer un menú exquisito sin productos animales. Acabamos pronto de cenar y dedicamos la sobremesa al trabajo de regresión. Sebastián se retiró al estudio y nos dejó libre el salón. Pregunté a Julia, quien de inmediato dio su aprobación, si podíamos explorar algún episodio de su infancia antes de pasar a una vida pasada. Es un procedimiento que utilizo con frecuencia con las personas per sonas más más racion raci onales, ales, a las cuales el hemisferio emisferio iz i zqu quierdo ierdo del cerebro no les permite ermite dejar con facilidad el mu mundo material material y terrenal. terrenal. Pasar por algún episodio de la infancia es un pequeño "truco" con el que se hace creer al cerebro que mantiene un control completo. Después de todo, se trata de recuerdos terrenales y por tanto controlables, aunque las pruebas demuestran que muchos de los recuerdos infantiles que emergen durante una regresión corresponden a episodios reales, aunque olvidados. Hice que Julia se acostara cómodamente en el sofá y le pedí que se pusier usieraa el casco electro-encefalográfico. electro-encefalográfico. Se trata trata de un un instrum instrumen ento to que, que, conectado conectado a mi orden or denador ador portátil, mide la actividad cerebral del sujeto, por medio medio de la cual aquella noche podría supervisar en todo momento la profundidad del estado hipnótico alcanzado por la joven. Comenzamos, pues, la inducción, a mitad de la cual me di cuenta de que Julia ya había alcanzado un estado de trance muy profundo. Sus ojos, que habían empezado a
moverse con rapidez dentro de los párpados cerrados, lagrimaban espontáneamente sin que ella se diera cuenta y su cuerpo se había vuelto completamente rígido. —¿Dón ¿Dónde de te encuen encuentras? tras? —le pregun pregunté. —Estoy en casa de mis mis padres. padres . —¿Cu ¿Cuánt ántos os años tienes? tienes? —Teng Tengo un unos cuatro cuatro años. Estoy sentada sentada en el sofá jun junto con mi abuela. Me Me sonríe. sonríe . También También está es tá nuestro nuestro perro, perr o, una una hembra hembra con mezcla mezcla de yorkshire. yorkshire. Me parece parec e grandísima ahora, aunque en realidad era de talla pequeña. Soy yo, que soy pequeña. También la abuela es grande. Puedo ver perfectamente todos los detalles de la casa de mis padres. El sofá tiene un diseño florido de tonos azules, feísimo. Estamos a primera hora hora de la tarde, la abuela está está conm conmigo porque porque mis mis padres están e stán todavía en el trabajo, pero volverán pronto. Me siento feliz, con ella. —¿Hay ¿Hay algún otro detalle detalle que te te llame la atención? atención? —Sí. El vestido de mi mi abuela. Puedo Puedo verlo perfectamen perfectamente. te. No No lo recordaba. Es marrón claro, con pequeñísimos dibujos geométricos, cuadrados negros. —¿Qu ¿Quéé sucede ahora? ahora? —le pregun pregunté, viendo viendo que que la expresión de la joven había había cambiado. —Mis Mis padres han vu vuelto. elto. La La abuela abuela se ha ido y ya no no estoy tranqu tranquila. ila. —¿Por ¿Por qué no estás tranqu tranquila? ila? —Teng Tengo miedo miedo de equivocarme. equivocarme. No importa importa lo que que hag haga. a. Teng Tengo miedo miedo de mostrarme frágil delante de ellos; tengo miedo de fallar. No hago nada por miedo a equivocarme. —¿Son ¿Son muy exigen exigentes tes contig contigo? o? —le pregun pregunté. Con frecuencia este tipo de sensaciones se debe a la educación proporcionada por padres perfeccionistas que que exigen exigen much choo a sus sus niños. —No, todo todo lo contrari contrarioo —respondió Julia—. Julia—. A ellos siem si empre pre les parece par ece bien todo todo lo que hago. Me dicen siempre que lo he hecho muy bien, por cualquier cosa. Precisamente por esto me siento frágil y tengo miedo. Si todo va siempre bien, ¿como podré saber qué es lo correcto y qué lo equivocado? Prefiero no hacer nada. —Comprendo Comprendo —le —le aseguré, aseguré, sabiendo por experiencia experiencia que que su insegu inseguridad no provenía del comportam comportamient ientoo de sus sus padres, sin si no que que tenía tenía raíces raíc es mu much choo más más lejanas. Por otro lado, el solo hecho de haber revivido este episodio la liberaría del miedo a equivocarse. El gran poder que puede tener una única regresión. —Ahora Ahora querría, si estás de acuerdo, ir un un poco más más atrás en el tiempo... tiempo... —y procedí a guiarl guiarlaa hacia hacia una una vida pasada. —Es de noch noche. e. Está oscuro. oscuro. Hace frío frío —comen —comenzó zó Julia, empezan empezando do a temblar. temblar. —¿Dón ¿Dónde de te encuen encuentras? tras? —le pregun pregunté. —Parece el mu muelle de un gran puerto. puerto. Hay Hay un edificio enorme enorme frente frente a mí. mí. Estoy en la esqu es quina ina entre entre el muelle y el edificio y puedo puedo leer bien la inscripción inscripci ón sobre el edificio, dice Todd Pacific Corporation, Corporation, me parece. —¿Cóm ¿Cómoo estás vestido o vestida? vestida? —Llevo Llevo zapatos zapatos negros negros de hombre. hombre. Pantalon Pantalones es ligeros de lana, de excelent excelentee corte. Debo de ser rico. ri co. Llevo un unaa camisa planchada y limpia y una una chaqueta, también también
oscura y de excelente calidad. —¿Com ¿Comoo es el cabello? cabell o? —Es corto, castaño castaño y peinado hacia hacia atrás pero... ¡soy una mu mujer! ¡Llevo ¡Llevo ropa de hombre pero soy una mujer! También mis manos son manos de mujer. ¡Caramba! —¿Cóm ¿Cómoo te llamas? llamas? —Me Me llamo Janet. Janet. Janet Browning Browning —añadió de inmediato. inmediato. —¿Cu ¿Cuánt ántos os años tienes? tienes? —Alrededor de cuarenta cuarenta —respondió —respondió Julia sin dudarlo. dudarlo. —¿Dón ¿Dónde de te encuen encuentras? tras? ¿Qu ¿Quéé año es? —Estoy en el puerto puerto de San Francisco. Es 1942, creo. —¿Qu ¿Quéé haces haces ahí? —Estoy esperando a algu alguien. —¿A ¿A quién quién estás estás esperando? —Espero a la mu mujer que amo. amo. —¿Cóm ¿Cómoo que que a la mu mujer? Al hombre, hombre, querrás querrás decir. deci r. —No, no. no. A la mu mujer que amo. amo. Creo que que soy lesbian lesbi anaa —dijo la joven j oven,, entre entre risitas por su propia sorpresa—. Se llam ll amaa Sarah —añadió—. —añadió—. Sarah Todd. Todd. —¿Todd ¿Todd como como el nom nombre que hay sobre el edificio? edi ficio? —Sí. Es de su famili familia. a. Son armadores. armadores. Pero han tenido tenido que convertir convertir los astilleros astil leros en fábrica de material de guerra. Estamos en guerra. Es la Segunda Guerra Mundial. El padre de Sarah se opone a nuestro amor y le ha prohibido verme. La ha obligado a casarse con un hombre, pero ella sigue viéndome a escondidas. —¿Tú ¿Tú cómo cómo te sientes? sientes? ¿Qu ¿Quéé sensaciones sensaciones experimen experimentas? tas? —Soy feliz porque dentro dentro de poco la veré pero al mism mismoo tiempo tiempo estoy triste. Recuerdo que hace algunos años, antes de que Sarah se casara, fui a hablar con su padre e inten intenté té explicar explicarle le la situ si tuación. ación. Me Me insultó insultó rabiosamen rabiosamente te y me trató de malas malas maneras. Hizo que sus emplea empleados dos me echaran ec haran por la l a fuerza, quienes me me trataron tratar on sin respeto res peto algu al guno, no, como como si fuera fuera un animal. animal. Precisamen Preci samente te a mí, que en el cuerpo de Janet soy una mujer fuerte y segura de mí misma. —¿Estás ¿Estás mu muy enamorada enamorada de Sarah? —Sí. La La amo amo mu much chísi ísim mo. Desde siempre. siempre. Pero también también estoy estoy en enfadada fadada con ella. Siempre Siempre le l e reproch repr ocharé aré no haber tenido tenido el e l valor val or de reaccionar. Se ha sometido sometido por completo a la voluntad de su familia, de su padre y de su hermano. Estoy llena de resentimiento hacia ellos. —¿Cóm ¿Cómoo es Sarah? ¿Pu ¿Puedes edes describírm descri bírmela? ela? —Es bellísim bellís ima. a. Al men menos os para mí. mí. Es joven, tiene tiene ocho ocho años men menos os que yo, yo, de rasgos delicados y maravillosos ojos azules. Se mueve con dulzura y me sonríe. Es muy femenina, femenina, una una verdadera verdad era lady. Lleva un vestido claro clar o de tipo taill tai lleur eur con un cinturón de piel que le estrecha la cintura y destaca sus maravillosas caderas. Lleva también un sombrerito, o quizá una cinta que recoge su larga cabellera rubia. Es tan elegante; me siento tan orgullosa de ser el objeto de su amor. —Míral Míralaa profun profundamen damente te a los ojos y dim dimee si tienes la sensación sensación de que que en el cuerpo de Sarah puede estar el alma de una persona que Julia pueda conocer en su
vida actual —le pregunté, como siempre hago en estos casos. —¡Oh ¡Oh, Dios mío, mío, sí! Es Sebastián. Sebastián. ¡Am ¡Amor or mío! mío! —dijo Julia llorando de alegría. alegría. Una vez más, más, me encontraba encontraba ante ante dos almas gemela gemelas. s. Dos seres ser es que se amaban amaban desde siempre y que habían compartido numerosas existencias, interpretando múltiples y variados papeles, papel es, como como era el caso cas o de Janet J anet y Sarah. Sarah. —¿Cóm ¿Cómoo conociste conociste a Sarah? Sarah? —le pregun pregunté. —En la juventu juventud, d, cuan cuando do llegué llegué a América América desde Escocia, Escoci a, donde donde nací, nací, en un pueblecito ueblecito llamado Ay Ayrshire, rshire, tuve tuve un una relación relaci ón sentim sentimen ental tal con el hermano hermano de Sarah. Después me enamoré enamoré de Sarah. —¿Estás ¿Estás casada? —Sí. —¿Cóm ¿Cómoo es tu marido? —Es un un hombre ombre elegante, elegante, probablemen probablemente te tam también bién él mu muy rico. Viendo Viendo la ropa y pensando ensando en cómo cómo es nuest nuestra ra casa, puedo decirlo decirl o sin sombra sombra de duda. duda. Está ahora ahora a mi lado. —¿Pu ¿Puedes edes mirar mirarlo lo a los ojos, ojos , por favor? —le sug sugerí. —Pero si es mi herm herman ano. o. Teng Tengo la segura segura sensación de que que el alma alma de mi mi marido marido en la vida de Janet es la misma de mi hermano en la vida actual. El hermano de Julia. Es increíble. —¿Dón ¿Dónde de os encon encontráis? tráis? —Han pasado algun algunos años y estam estamos os volviendo a casa. Es de noch noche. e. Creo que que es el momento de mi muerte... —¿Y ¿Y cómo cómo sucede? sucede? ¿Cuán ¿Cuántos tos años tienes? tienes? —Han pasado pocos años, todavía soy joven. Mient Mientras ras paseamos volviendo volviendo a pie hacia nuestra elegante casa de San Francisco, se acerca un hombre con una pistola. Es el hermano de Sarah. Me apunta con ella y me mira a los ojos bajo la mirada atónita de mi marido, que no puede hacer nada. Mientras me dispara, leo en la mirada del hermano de Sarah que me respeta, que respeta mi elección. Sé que nunca hubier hu bieraa querido queri do hacerlo, hacerl o, aunque aunque siente s iente algún resentimiento resentimiento hacia mí porque por que nos nos dejamos hace años y por la historia con Sarah. Ha sido obligado por su familia. Me está disparan dispar ando. do. El rostro de Julia se contraía rítmicamente y sus piernas comenzaron a moverse solas. —Siento Siento que que me me tiemblan tiemblan las piernas. No No logro sostener sostener mi mi propio peso. pes o. Hago Hago un un esfuerzo por int i ntent entar ar mantenerm antenermee en pie, pi e, pero pe ro no lo consigo. co nsigo. Caigo entre entre los brazos de mi marido. Siento una gran gratitud hacia él. Es un hombre bueno, siempre me ha respetado y me ha apreciado mucho, por más que estuviese al corriente de mi relación clandestina con Sarah. —¿Cóm ¿Cómoo te sientes sientes ahora? ahora? —Estoy sufriendo sufriendo much mucho. o. No pu puedo edo creer que sea precisamen precisamente te yo yo quien quien vaya vaya a morir ahora. No me lo esperaba —comenzó a llorar—. Lamento no haber logrado hacer lo que quería, cuando era Janet. —¿Cóm ¿Cómoo es morir morir?? —le pregun pregunté enton entonces. ces.
—Es muy muy bon bonito. ito. He He dejado el cuerpo de Janet, Janet, ahora. ahora. Me siento siento ligera ligera y ya ya no no sufro, es más, estoy extrañamente sosegada. Acabo de morir, pero estoy tranquila, me siento en paz —sus piernas dejaron de moverse y también su rostro adoptó una expresión relajada. —Deja ahora ahora definitivam definitivamen ente te la vida de Janet Janet —le sug sugerí—. ¿Qu ¿Qué has has aprendido de esa vida? —He aprendido aprendido que soy fu fuerte y aho ahora ra poseo todas las características caracterís ticas y las capacidades para tomar mis propias decisiones. Como Julia, ahora tengo la oportunidad de hacer lo que quiero, oportunidad que le había sido negada a Janet. Debo aprovecharlo. Debo actuar. —¿Qu ¿Quéé sucede ahora? ahora? —Estoy subiendo. subiendo. Veo Veo la calle y la ciudad desde lo alto. Mi Mi marido marido me me acaricia acarici a el rostro. El hermano de Sarah no escapa. Parece casi asombrado, atónito por el gesto que acaba de realizar. Yo sigo subiendo, cada vez más arriba. Me siento tan ligera y feliz. Subo cada vez más hasta las nubes. Una palabra me resuena en la cabeza. ¡Valentía! Y sigo subiendo cada vez más arriba. Estoy ahora entre las nubes y siento que se acerca alguien. Es una presencia masculina. No estoy asustada, es más, me resulta extrañamente familiar, aunque ni yo como Julia o como Janet lo conozcamos directamente. Pero siento conocerlo desde siempre. Siento que me quiere; sé que se llama David y tal vez sea mi guía, una especie de ángel de la guardia —dijo entre risas, ris as, dándose cuenta cuenta de lo qu que, e, materialis materialista ta conven convencida, cida, acababa de decir. decir . —¿Tiene ¿Tiene algún men ensaje saje para ti? —pregun —pregunté. —Sí. No habla. habla. Es como como si con todo todo su ser me me repitiese este men mensaje: saje: ¡Es ¡Es la hora! Apenas terminó la joven de pronunciar estas palabras, sucedió algo verdaderamente increíble y sentí la adrenalina cruzar de pronto mi cuerpo. Sobre la pantalla antalla de mi mi ordenador, los datos relativos a la actividad de Julia, medidos medidos por el electroencefalógrafo que la joven llevaba puesto, mostraron durante algunos instantes instantes un predom predo minio de d e ondas delta. Las ondas delta del ta no son predom pred ominant inantes es en el estado de vigilia de las personas, sino que únicamente lo son durante el sueño muy profun rofundo, la anestesia anestesia general general y algu algunos estados de coma. coma. Pero en aqu aquel el mom momen ento to Julia estaba allí ante mis ojos y no estaba en absoluto dormida. Me quedé en estado de shock. Aquellas ondas no deberían haber podido presentarse resentarse en un una situación situación como como aquella. aquella. Era como como si su consciencia consciencia estuviese estuviese efectivamente reelaborando autónomamente datos del cerebro, que en aquel momento parecía recibir r ecibir aquella información información de la que que hem hemos os hablado antes, antes, tan tan similar similar al concepto de alma. Parecía que no fuese Julia quien hablaba, sino su propia alma. —Aquella Aquella in i nformación formación de la que me me hablabas hablabas antes... antes... —comenz —comenzóó la joven— está está compuesta de amor. Todo es amor. Es la única energía que existe. No hay otra cosa. El amor lo es todo. Estas últimas afirmaciones, sin embargo, no me sorprendieron tanto. He asistido a cientos de regresiones y prácticamente todas las personas mencionan el Amor como
la única forma de energía existente, que es común a todos los seres vivos y a todas las cosas. También a los ojos de una persona que no abraza ninguna religión terrenal, el amor descrito por quienes experimentan una regresión se parece mucho al concepto de Dios. Observé el cuerpo de la joven y noté que estaba relajado y su rostro había asumido una expresión de total felicidad. Decidí entonces que era hora de despertarla y devolverla al sofá de su casa, que aquella aquella noch ochee le había permitido permitido viajar en el espacio y en el tiempo. Al año sig si guiente iente tuve tuve ocasión ocasi ón de volver a hablar con Julia, Julia, para saber s aber si la regresión había tenido efectos en su vida. Lo hicimos con ocasión de una sesión de hipnosis en la que me pidió que le hiciera dejar de fumar, tan positivamente impresionada había quedado en cuanto al poder de la técnica hipnótica. Me contó que la obra de teatro que aquel año había llevado a escena como directora en un famoso famoso teatro rom ro mano había había obtenido un enorme enorme éxito. Es más, más, gracias a su s u valentía y a sus renovadas capacidades, la escuela es cuela de declamación declamación que que dirigía dir igía había emprendido nuevas y muy ambiciosas iniciativas. Ya no se ponía roja ni se empequeñecía empequeñecía fingiendo fingiendo que no había pasado p asado nada cuando cuando algu al guien ien le hacía un cumplido; es más, lo aceptaba con alegría y convencida de merecerlo. También su historia de amor con Sebastián se había reforzado y consolidado, porque ahora Julia sabía que en él estaba su alma gemela, la cual estaba a su lado y lo estaría por siempre. Ahora era una mujer que se atrevía. Me contó que había descubierto en internet que las industrias navales Todd habían existido de verdad y que en aquel período efectivamente se habían reconvertido para la producción de material de guerra. Me dijo también que había encontrado los registros de nacimiento de Janet Browning, nacida en el pequeño pueblo de Ayrshire, en Escocia, en 1901, y de Sarah Todd, nacida en 1909 en los Estados Unidos. Es decir d ecir,, pruebas pr uebas tangibl tangibles es también también para pa ra un unaa mente mente racional ra cional y totalmen totalmente te terrenal como la suya. La experiencia de Julia nos recuerda las infinitas capacidades de nuestra consciencia, o quizá de la propia alma, que consigue llevarnos a revivir precisam recis ament entee aquellos aquellos acontecimient acontecimientos os que que han han marcado cambios cambios cruciales en nuestras existencias, como lo había sido la infancia de Julia, que tenía miedo de equivocars equ ivocarsee y pensaba pensaba no ser capaz de hacer hacer las l as cosas, cosas , sensaciones estas que la acompañaban desde la existencia de Janet, quien no había tenido la posibilidad de escoger, de hacer lo que deseaba. El destino negado a Janet estaba a punto de reproducirse en e n la frustración frustración de Julia, de no hab haber er sido s ido por la regresión r egresión que que le permitió ermitió comprender comprender cómo cómo aquellos aquellos lím l ímites, ites, aquellas aquellas cadenas invisibles, se debían debí an a acontecimientos acontecimientos que no tienen nada nada que ver con el present pres ente. e. Con su existencia actu ac tual, al, hoy llena de grandes éxitos. "Aquellos que no aprenden nada de los hechos desagradables de sus vidas, uerzan a la conciencia cósmica a que los reproduzca tantas veces como sea necesario para aprender lo que enseña el drama de lo sucedido."
Carl Gustav Jung
PADRES E HIJOS
Se me encogió el corazón cuando recibí la llamada de Aurora. Estaba en casa, preparando algo algo para la cena, y sonó el teléfon teléfono. o. Pasada cierta hora, hora, apago el ordenador y el móvil, no respondo a las llamadas y no leo los mensajes. Prefiero dedicar las noches a un sano recogimiento que me ayuda a recuperar energía para el día siguiente. Ni siquiera escucho música, me inclino por el silencio absoluto. Como confirmación del hecho de que no existen las coincidencias, precisamente aquella noche había dejado encendido el móvil. —¿Dig ¿Diga? a? —respondí. —¿Hola? ¿Hola? —respondió un una voz femen femenina ina entrecortada entrecortada por sollozos—. ¿Hablo ¿Hablo con Álex? —Soy yo. —Me Me llamo Au Aurora. rora. Perdone que que le moleste moleste a estas horas, horas, pero quisiera tomar tomar hora con usted. De verdad que es muy urgente. —No se preocupe preocupe —dije, enternecido enternecido por las lágrimas lágrimas de la mu mujer. Recibo num nu merosas eros as llam ll amadas adas telefónicas de perso pe rsonas nas que sostienen sos tienen tener tener un problema urgent urgente, e, aunque la mayoría de veces el carácter de la urgencia resulta ser por completo subjetivo. Por eso, para garantizar un enfoque profesional e igualitario hacia todos los que me llaman, antes de fijar una cita pido que se me ilumine sobre la naturaleza del problema, para así poder decidir si efectivamente hay necesidad de ayudar a esa persona antes antes que que a las otras. —¿De ¿De qué qué se trata? —pregu —pregunnté. —Ha muert muertoo mi mi niño, ¡m ¡mi pequeño David! David! —dijo la mu mujer entre entre solloz soll ozos—. os—. Apenas acababa de cumplir dos meses. Estaba perfectamente y de pronto nos ha dejado. No logro seguir viviendo. ¡Ayúdeme, por favor! —dijo. Después volvió a romper en un llanto inconsolable. —¿Pu ¿Puede ede venir venir mañan mañanaa mism mismo? o? —le propuse cuand cuandoo se calmaron calmaron los sollozos. No había había tiempo tiempo que que perder; aquella aquella mujer mujer estaba realmente realmente necesitada necesitada de ayu ayuda. No hay hay mayo ayorr dolor que el de la pérdida de un hijo, no importa importa si es un feto, feto, un un bebé, un adolescente o un adulto. No forma parte del orden de las cosas terrenales, esas que conocemos y controlamos, por más que este tipo de tragedias pueda formar parte de un plan más grande que nosotros. No soy padre, pero perder hijos me ha ocurrido en otras vidas y, a pesar de que el dolor ya no sea tan lacerante en esta existencia, el recuerdo de aquellos a quellos acontecimientos acontecimientos sigu si guee existiendo, existi endo, como como un eco en mi mi alma. —¿A ¿A qué qué hora? hora? —pregun —preguntó la mu mujer. —A la un una —respondí, dándom dándomee cuent cuentaa de que que era el único mom moment entoo libre de la la ornada. Me quedaría sin comer, pero la gravedad de los hechos no dejaba opción. —Much Muchas as gracias, de verdad, no no sé cómo cómo agradecérsel agradecérseloo —dijo Aurora, Aurora, con un un tono tono de voz que parecía parec ía ligeram li gerament entee más tranquil tranquilo. o. Después de colgar, una extraña sensación me invadió la mente y el cuerpo. Pese a
acabar de hablar con una mujer desconsolada y a haber sido informado de hechos de una profunda tristeza, me sentía sereno. La vida ponía ante mí la posibilidad de hacer el bien bi en.. Se trata de una sensación que ahora me es familiar, pero que según descubrí recientemente, tiene bases científicas. Un reciente estudio de la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford demuestra que la compasión hacia los otros produce enorm enormes es beneficios beneficios a nivel psico-físico, psico- físico, contribu contribuyen yendo do a nu nuestro bienestar. bienestar. Aquella llamada telefónica, que en teoría habría debido desbaratar mi tranquilidad, en realidad me había dado una serenidad aún mayor. Al día siguiente, cuando abrí la puerta, me encontré frente a una mujer completamente distinta del pequeño ser triste y apagado que me esperaba encontrar tras haber hablado con ella al teléfono la noche anterior. Aurora era una mujer alta y de atractivas formas. Tenía el cabello negro, largo, rizado y rebelde. Los pómulos pronun ronunciados y las mejil mejillas las sonrosadas habrían sugerido sugerido un origen viking vikingo, de no no haber sido por el tono de piel mediterráneo de la mujer. Estaba bien vestida y perfectament erfectamentee maqu maquill illada. ada. Intu Intuíí que lo había había hecho hecho simplem simplemen ente te por causar causar buena buena impresión y para enmascarar con el maquillaje el dolor que sus ojos apagados y sin vida comun comunica icaban ban en aquel dificil dific ilísi ísim mo mom moment entoo de su existencia. —Gracias por recibirm reci birmee —me —me dijo abrazándom abrazándomee inesperadamen inesperadamente, te, sin qu quee yo yo pudiera udiera evitarlo. evi tarlo. Nun Nunca doy pie para el contacto contacto físico y siempre siempre experimen experimento to cierto embarazo. No es una cuestión de frialdad o falta de empatía, es más bien una herencia que llevo conmigo desde mi experiencia psicoanalítica, según la cual todo tipo de contacto físico entre terapeuta y paciente es absolutamente no recomendable. —Gracias a ti, Aurora, Aurora, por tu con confian fianza. za. Acomódate Acomódate —le respondí respondí con un una sonrisa tranquilizadora. Y la invité a sentarse ante mi mesa para que me contara su experiencia. —Sucedió Sucedió hace dos dos seman semanas. as. Estábamos Estábamos en casa. Yo, Yo, mi mi marido marido y mi mi hijo may mayor, or, de nueve años. Mi marido y yo nos encontrábamos en la cocina y la cuna de David estaba a nuestro lado. Estaba preparando la cena mientras mi marido veía la televisión. David parecía dormir plácidamente. Pero me di cuenta de que había algo extraño. Me giraba constantemente para mirarlo, mientras preparaba la cena; parecía que en los últimos minutos David había mantenido exactamente la misma postura. Entré en alerta, una extraña sensación que me empujó a dejar la cena para correr a la cuna. Ahí descubrí que David ya no respiraba. Grité presa del pánico; mi marido llam ll amóó a la ambulancia. ambulancia. Tras Tra s unos instantes instantes en los que me me quedé inm i nmóvil óvil,, mientras mientras mi marido llamaba pidiendo auxilio, intenté reanimarlo de todos los modos posibles, pero no sirvió de nada. nada. En el arco de pocos minu minutos tos mi mi precioso precios o niñito niñito nos nos había dejado —contó Aurora entre lágrimas y sollozos. —Lo Lo siento siento tanto, tanto, de de verdad —dije apenas terminó terminó de llorar. llor ar. Le Le pregun pregunté si los médicos habían logrado establecer la causa de la muerte del pequeño David. —Dijeron solamen solamente te que que su corazoncito corazoncito se había había parado. Nada más. más. Piensan qu quee se trata de SMSL, el síndrome de la muerte súbita del lactante. No hay causas aparentes. Esto hace que me desespere aún más. No comprendo por qué ha sucedido.
Y por qué precisamente a mí. No encuentro paz. Estoy tomando calmantes pero ya no duermo duermo por la noch nochee —explicó, —e xplicó, ahora con co n voz plana—. Le ruego ruego que me me ayude — añadió a continuación, sin cambiar de tono. —Espero poder hacerlo. De De verdad que sí —respon —res pondí. dí. Y era absolutam absolutamen ente te sincero. Procedí a explicarle la metodología que iba a utilizar; le hice algunas preguntas de costumbre para preparar la sesión, la invité a echarse en el diván y pasamos de inmediato a la regresión. —Veo Veo mis mis zapatos, zapatos, son de mujer, botines cortos. cortos. Llevo Llevo un vestido largo, decorado con encajes, gris y estrecho en la cintura. El vestido tiene un cuello a la coreana, cerrado con boton botones. es. Lo llevo abrochado. Teng Tengo el cabello castaño claro, recogido detrás de la nuca. Creo que soy rica, estoy vestida como una mujer de clase. —¿Dón ¿Dónde de te encuen encuentras? tras? —le pregun pregunté. —Estoy en mi casa. Sentada Sentada en un sillón. sil lón. Estoy Estoy bordando y cerca de mí mí hay un hombre joven que lee el periódico sentado ante un gran y lujoso escritorio de madera. Es mi hijo. Debo tener unos cuarenta y cinco años y él veinte. Noto que lo quiero mucho; he dedicado mi existencia a él. Lo he criado con todo el amor y las atenciones posibles. Ahora es un joven de talento; estudia en la universidad. —¿Pu ¿Puedes edes mirar mirarlo lo atentam atentamen ente te y describírm describí rmelo, elo, por favor? —pregu —pregunté a la mu mujer. —Está elegan elegantem temen ente te vestido vestido de negro, negro, con camisa camisa blanca y corbatín. corbatín. Su elegante elegante ropa resalta su cabello rubio y sus ojos azules —la mujer se interrumpió antes de exclamar—. ¡Oh, Dios mío! ¡Pero si es el pequeño David! ¡Reconozco a David, es la misma alma en dos vidas distintas! Aurora se echó de nuevo a llorar sin parar, pero esta vez era un llanto de alegría y emoción. Dejé que disfrutase de su niño. Pasados algunos minutos, su expresión se ensombreció. Había dejado de llorar pero parecía preocup pr eocupada. ada. —¿Qu ¿Quéé sucede? —le —le pregun pregunté. —Es la última última hora hora de la tarde, ya ya casi está oscuro. Estoy Estoy caminan caminando do rápidamen rápidamente te por la acera de la l a calle. Tengo Tengo una una bolsa de piel marrón; marrón; llevo un un sombrero sombrero mu muy elaborado de ala ancha. Tengo la impresión de seguir a alguien. —¿Tú ¿Tú estás sigu siguiendo a algu alguien o te te están siguiendo siguiendo a ti? ti? —pregun —pregunté. —No. Soy Soy yo quien quien estoy estoy siguiendo siguiendo a algu alguien. Un Un joven. Sé que que lo conozco conozco pero él no me conoce. —¿Dón ¿Dónde de te encuen encuentras? tras? —Chicago, Chicago, Estados Estados Un Unidos. —¿V ¿Vivís ahí? —Sí. —¿Qu ¿Quéé año es? —Es 1902. —¿Qu ¿Quién ién es el joven al que estás estás siguiendo? siguiendo? —Es otro hijo hijo mío. mío. Pero él no sabe que que lo es. Tiene alrededor de 22 años. Nació de una relación clandestina y no pude quedármelo porque ya estaba casada cuando
me quedé embarazada. Después de él tuve el otro hijo, el que he visto antes en casa, que es más pequeño y al que he podido criar. Mi marido descubrió aquella relación clandestina y me obligó a entregar a mi hijo, que ahora es el chico al que estoy siguiendo. Para no abortar tuve que dejar la ciudad durante los últimos meses de embarazo; por entonces vivíamos en Nueva York. Somos muy ricos, mi marido es un hombre de negocios; se dedica al comercio con Europa. Nunca lo he amado; pero fui obligada a casarme con él; nuestras familias pertenecen a la alta burguesía inglesa y el nuestro no ha sido un matrimonio entre personas, sino entre intereses económicos. Siempre me ha respetado como yo lo he respetado a él, pero no nos amamos. Él ha tenido y todavía tiene muchas mujeres. —¿Por ¿Por qué estás siguiendo siguiendo a tu tu hijo ileg il egítim ítimo? o? —Hace poco consegu conseguíí saber dónde podría encon encontrarlo. trarlo. He ten tenido ido que sobornar sobornar a oficiales e incluso a alg al gunas monjas, monjas, relig reli giosas sin escrúpulos, para par a consegu conseguir saber quien era. Fue dado en e n adopción adopció n a una una famil familia ia de deli de lincu ncuent entes. es. Lo han utili utilizado zado desde niño para sus oscuras actividades, encauzándolo hacia la delincuencia. Segu Seguirlo irl o es arriesgado, arri esgado, pero quiero verlo. Qu Quiero iero ver a mi hijo. De improviso el cuerpo de Aurora se puso rígido. La expresión de su cara se hizo tensa y preocupada y su piel comenzó a enrojecer. —¿Qu ¿Quéé está sucediendo? sucediendo? —le pregu pregunté, curioso. curioso. —Acaba de girar girar una esquina esquina y ha entrado entrado en un callejón callej ón.. Está apu apunntando tando un una pistola contra contra otro hom hombre. bre. Estoy muy asustada. asustada. No puedo puedo creer que mi mi hijo sea malo. Parece un criminal. Parece que esté intentando robar a ese hombre. ¡Oh, no! —¿Qu ¿Quéé sucede? —pregu —pregunnté nuev nuevam amen ente, te, viendo viendo que que su cara asumía asumía una una expresi expresión ón de puro terror. —El otro hom hombre bre ha sacado un una pistola. Y ha ha disparado contra contra mi mi hijo, que que ahora ahora ha caído al suelo. Creo que está muriendo. No puedo hacer más que ir a su encuentro; sin preocuparme del peligro intento auxiliarle mientras el asesino se da a la fuga. —Mira Mira a tu hijo a los ojos, por favor, y dime dime si su alma alma pertenece pertenece a alguien alguien a quien puedas puedas reconocer reco nocer como Auror Aurora, a, en tu exis existen tencia cia actual —le pregunté pregunté entonces, entonces, sabiendo que podríamos encontrarnos ante otra sorpresa. —Sí. Lo Lo conoz conozco. co. Es mi mi hijo en la vida de ahora, en la vida de Aurora. Aurora. El de nueve años. —Bien —dije—. También También él ha ha vuelto vuelto a ti, ti, en esta vida. —Sí. Me siento tan feliz, aho ahora. ra. Aun Aunqu quee ha ha mu muerto, sé que que volveré a verlo. verl o. Que Que volverá a mí. Exactamente como también lo ha hecho David. Su expresión se serenó notablemente: durante aquella vida pasada acababa de asistir a la muerte de su hijo y sin embargo sabía que él había vuelto para compartir con ella la vida actual. En aquel mismo momento, en el presente, la esperaba en casa. Aurora además había comprendido que el alma del pequeño David, prematu rematuram ramen ente te mu muerto en esta vida, estaba a su lado y la acompañaba acompañaba desde siempre. David sigue siendo parte de su familia celeste. El numeroso grupo de almas con
las que compartimos nuestras múltiples existencias terrenales, con las cuales aprendemos nuestras lecciones y aprendemos el amor, la compasión y el respeto hacia los demás y hacia todas las formas de vida. Guie a continuación a Aurora hasta el momento de su muerte, que sucedió sin traumas. Después de la muerte, el pequeño David se le manifestó en forma de alma. Le revel r evelóó que segu se guía ía protegiéndola en todo mom moment entoo desde des de aquel aq uel lugar en el que ahora se encontraba. David ya había tenido la oportunidad de compartir una vida larga y feliz con ella, y había podido experimentar a fondo su amor materno. Algo que le había faltado a su hermano, ilegítimo en la otra vida. Su pérdida, con tan solo dos meses de vida, tomaba tomaba la forma forma de un grandís grandísimo imo gesto gesto de amor amor hacia el hermano. hermano. Había vuelto a vivir durante un breve período, recordando a Aurora la fuerza de su vínculo, eterno e indisoluble. Auror Au roraa se s e fue aquel día dí a mucho mucho más más serena ser ena en relació rel aciónn a cuando cuando llegó, l legó, algu al gunas nas horas antes. Tuve ocasión de volver a hablar con ella algunas semanas después y me confirmó que estaba rehaciéndose a sí misma y su propia vida, disfrutando plenamente de cada momento transcurrido con su otro hijo de nueve años, sabiendo que David estaba siempre siempre a su lado. La historia de Aurora nos enseña cómo, en nuestra vida, también los acontecimientos acontecimientos que aparentem ap arentement entee parec p arecen en colmados de tristeza y sufrimiento sufrimiento en realidad pueden formar parte de un gran diseño, cuyo único objetivo es compartir un amor eterno e indisoluble. Para comprender lo que significa ser padres no es necesario, sin embargo, tener hijos, como demuestra la experiencia de Isabel, la mujer de la que ahora hablaré. Su regresión se ha convertido para mí en un acontecimiento único, pese a los cientos de experiencias exp eriencias a las qu quee he tenido tenido ocasión ocas ión de asistir. asistir . Isabel es un unaa mujer mujer de cuarent cuare ntaa y cuatro años, años , aunque aunque cuando cuando la l a vi pensé que tendría como mínimo diez años menos. Parecía salida de una revista de moda. Era alta y bella. bella . Sus rasgos r asgos dulces dulce s com c ombinaban binaban perfectament perfectamentee con co n su natu natural raleza eza mediterránea y con su largo cabello negro que le llegaba hasta la mitad de la espalda, liso y brillante. Llevaba gafas de vista, aunque también le quedaban bien, enmarcando la belleza de sus ojos ligeramente almendrados. Vino a verme v erme por consejo de un amigo. amigo. Me contó que que había venido principal pr incipalm mente ente por curiosidad y que que no no tenía tenía ningú ningúnn problema, problema, ni ni físico ni de natu naturaleza raleza psicológica. Se sorprendió mucho cuando conoció mis orígenes italianos. Me contó que en su vida había estado es tado siempre siempre rodeada de italianos, siempre por coin coi ncidencia, sin una una razón concreta. Incluso su trabajo la había llevado a vivir muchos años en Italia, aunque por familia y por nacimiento es catalana. Se ocupa de comunicaciones de alto nivel y su trabajo la lleva a tomar cada día decisiones muy importantes, que pueden influir en la vida de muchas personas, dentro y fuera de la empresa en la que trabaja. Aquel día, antes de la regresión y, dado mi pasado como directivo, intercambiamos también algunas anécdotas sobre el mundo empresarial italiano. Me dijo que su vida
familiar, además de la profesional, era satisfactoria. Tenía un compañero que la amaba y dos bonitas casas: una en la zona de las Villas Vénetas, en Italia, y la otra e Barcelona. No tenía hijos; me confesó que no sentía la necesidad de tenerlos ni, en su opinión opi nión,, estaba e staba particularm parti cularment entee dotada d otada de instinto instinto maternal. maternal. Cu Cuando ando terminam terminamos os de charlar, le l e pedí qu quee se acomodara acomodara en la chaise longue longue para proceder con la regresión. La induje a continuación a un profundo estado de trance, cuando comenzó a hablar. —Me Me encu encuent entro ro en un un jardín jardí n, es grandísim grandísimo. o. Debe de de ser verano, porque porque el aire es tibio. —¿Cóm ¿Cómoo estás vestido o vestida? vestida? —le pregun pregunté. —Soy una mu mujer. Tengo Tengo un un vestido amplio, amplio, estrecho en el busto busto y muy ancho ancho por debajo. Llega Llega hasta hasta los pies. Es blanco rosado, de un precioso tejido, decorado decor ado con encajes y bordados de oro. Debo de ser realmente rica, porque este enorme parque es mío. Es el jardín del palacio donde vivo. Es un palacio inmenso, justo detrás de mí. Es tan grande que mi campo visual con logra abarcarlo; parece formado por cinco o seis palacios, todos en fila. —¿Dón ¿Dónde de se encuen encuentra tra este palacio? ¿L ¿Lo sabes? —le pregun pregunté. —Estoy en Au Austria. stria. —¿Cu ¿Cuánt ántos os años tienes? tienes? ¿Cóm ¿Cómoo te llamas? llamas? —Me Me llamo Elisabeth, Elisabeth, teng tengo veintidós veintidós años. —¿Qu ¿Quéé estás haciendo haciendo en el jardín jardí n? —Estoy esperando a mi mi marido, marido, que ha ha llegado precisamen precisamente te ahora. ahora. —¿Cóm ¿Cómoo es él? —le pregunt pregunté, é, movido movido por la curiosidad. —Se llama llama Joseph; es hermoso hermoso y alto. También También yo yo soy alta, casi como como él. Tiene Tiene el cabello rubio y bellísimos ojos claros. Debe de ser un militar importante porque lleva ll eva un uniform uniformee azul y rojo con much muchos os detalles detall es en oro. Ya no percibo perci bo amor entre nosotros. O mejor dicho, sé que él ya no me ama. Lo estoy esperando para decirle que pretendo dejar el palacio e irme a vivir lejos durante una temporada. Ya no se me pregunta antes de tomar ningún tipo de decisión y mi opinión ya no parece tener ninguna importancia. Me siento inútil aquí. —¿Ten ¿Tenéis éis hijos? —le pregun pregunté. —Sí. Dos niñas niñas y un un niño que ha nacido nacido hace poco. Sé que que la may mayor or se llam ll amaa Sofía y tiene cinco años. Estoy muy triste porque sé que no podré llevarme a los niños conmigo. Me gustaría tanto poder ocuparme de ellos, de su educación, pero no me dejan hacerlo. —¿Por ¿Por qué? ¿N ¿Noo eres tú la madre? madre? —Sí. Pero también también ocupo ocupo un un papel importan importante te en la vida social soci al de nuestra nuestra famili familiaa y no no puedo ocuparm oc uparmee personalm per sonalment entee de la educación de mis hijos; no me me está es tá permitido. ermitido. —¿Qu ¿Quéé año es? —No lo sé. Alrededor Alrededor de mediados mediados del siglo s iglo diecinueve diecinueve —añadió—. Pero sé que que nací en 1837 —como si la información le hubiese llegado de pronto. —Ahora Ahora quisiera que fu fueras más más adelante adelante en el tiempo, tiempo, hasta hasta un un acontecim acontecimient ientoo
importante de aquella vida —la guie entonces. —Ahora Ahora estoy en otra casa, un una villa grande, pero mu much choo más más pequeña qu quee el palacio de antes. antes. Han pasado algun algunos meses. meses. Joseph no no está conm conmigo; teng tengo solo una una dama de compañía. —¿L ¿La aprecias? —No particularm particularmen ente, te, pero le estoy ag agradecida radecida porque me me asiste cuand cuandoo mon monto to a caballo, me acompaña durante largos paseos y me ayuda cuando lo necesito. Me hace compañía, de hecho —respondió, dando por descontado el hecho de saber cuál era el papel de una dama de compañía de aquella época. —¿Dón ¿Dónde de se encuen encuentra tra esta villa? —Está en Italia Italia —dijo —dij o sin ning ningún ún gén énero ero de duda—. duda—. Cerca de Venecia. Venecia. Estoy Estoy feliz de encontrarme aquí, amo este lugar. Me siento por fin libre de las presiones sociales y puedo dedicarme a mí misma y a mi bienestar. Aunque no soy muy bien vista por este lugar. No puedo salir de la villa cuando quiero, aunque me gustaría. —¿En ¿Enton tonces ces estás bien? —Sí —respondió—, pero echo echo mu muy en falta falta a mis mis niños. Sé que que están bien, pero tengo tengo un un peso en el corazón c orazón que que me impide impide estar serena. ser ena. —Comprendo Comprendo —dije—. —dije—. Quisier Quisieraa que que fuéram fuéramos os aún más adelante, adelante, hasta hasta el moment omentoo de tu muerte, muerte, de la l a muerte muerte de Elisabeth. Elis abeth. Quisi Quisiera era que me me dijer di jeras as dónde te encuent encuentras ras,, de qué mueres, mueres, cuán c uántos tos años tienes y si hay alguien a tu lado. —Estoy paseando sobre un un pu puen ente, te, sobre la orilla orill a de un un lago. Teng Tengo entre entre cuarent cuarentaa y cincuent cincuentaa años, añ os, no soy vieja. viej a. Estoy esperando espe rando algo. al go. Veo Veo ahora a hora un hombre hombre que se acerca; es un desconocido y esconde algo... un cuchillo. Me hiere en el pecho antes de que yo pueda gritar o escapar. No siento nada, pero ahora me empiezan a temblar las piernas, ya no logro estar en pie. Caigo sin vida. La guie guie definitivament definitivamentee fuera de la vida de Elisa El isabeth beth y pudimos pudimos entonces entonces comprender las enseñanzas que la mujer había adquirido de aquella existencia. Isabel comprendió por qué no tenía hijos en la vida actual. Le había sido concedido recuperarse, no tener responsabilidades en ese sentido, dado el sufrimiento que le había hab ía provocado pr ovocado no poder criar a sus niños, en la precedente vida de Elisabeth Eli sabeth.. La mujer se dio cuenta además de la razón por la que, en el presente, le daba tanta satisfacción satis facción un trabajo trabaj o que le exigía exigía tomar tomar constantem constantement entee decis dec isiones iones im i mportantes. Se trataba también en este caso de una recompensa, puesto que en la vida precedente también le había sido negada esta oportunidad. Para concluir, comprendió el motivo de la presencia de tantos italianos en su vida. Esta era una última recompensa porque le gustaba su cultura. Elisabeth, como austríaca, era mal vista por los italianos de aquel tiempo; no había tenido ocasión de conocer a fondo sus costumbres. Isabel se fue muy feliz de mi consulta. No solo había conseguido revivir una experiencia de vida pasada, sino que también había tenido la sensación de que su vida actual iba en la dirección correcta, que su trabajo en Italia tenía un sentido, como lo tenía también el hecho de que en esta vida hubiese decidido no tener hijos. Pero la historia de Isabel no termina aquí. No os podéis imag imaginar inar siquiera mi mi sorpresa sorpr esa cuando, cuando, como como suelo hacer, hacer, en los días
siguientes me puse en busca de una mujer noble austríaca vivida en aquellos tiempos y comprendí que el alma de Isabel había sido probablemente nada menos que Isabel de Baviera, emperatriz de Austria, reina de Hungría, Bohemia y Croacia. Recuerdo las palpitaciones de aquella noche, mientras descubría que, uno tras otro, todos los detalles citados ci tados por Isabel —fechas, —fechas, lugares, lugares, personas per sonas y descripciones— resultaban ser precisos. Todo cuadraba. La llamé inmediatamente y le conté lo que acababa de descubrir. Isabel se quedó algunos segundos con la boca abierta, en un estupor mudo. Después dijo que era increíble. Volvió a llamarme algunas horas después diciéndome diciéndome que, entre entre los varios retratos que que había podido ver de Isabel de Bavaria, uno en particular le provocaba emociones intensas. Decidió enviármelo. Confieso que me quedé verdaderamente impresionado. Yo mismo, mirando a los ojos de la mujer del retrato, veía la mirada de la mujer que algunos días antes había recibido e mi consulta. Y las sorpresas no acabaron ahí. Algunos días después me llamó de nuevo nu evo y me me dijo di jo que, pese a nunca nunca haberse dado cuen c uenta, ta, un colgante colgante de oro que su madre le l e había regalado hacía años y que ella siem si empre pre llevaba l levaba al cu cuello ello representaba precisam recis ament entee un una antig antiguua mon moneda eda austríaca austríaca de aquella época. Episodios como el de Isabel son muy raros. Solo uno entre más de seiscientas regresiones, en mi caso. Pero aquella vez no tuve dificultades para creer que era precisam recis ament entee así. La La precisión precisi ón de los episodios episodi os descritos descri tos por la mu mujer no daba lug lugar a interpretaciones ni siquiera a mi testarudo hemisferio izquierdo, la parte más racional del cerebro. También la siguiente regresión, la de Óscar, nos demuestra cómo los acontecimientos acontecimientos de nu nuestro estro pasado pasad o pueden de alguna alguna manera manera inf i nfluir luir directam dir ectament entee en en nuestro modo de vivir la vida presente. Óscar es un joven de poco más de treinta años. Vino a verme por un problema concreto que afligía su vida cotidiana, especialmente en su papel como padre. Tenía un niño de dos años y estaba a la espera, junto a su compañera, de otro hijo, una niña. Óscar era un hombre como tantos otros, también en su aspecto. Durante la conversación inicial no identifiqué ningún síntoma de naturaleza clínica o relacional, excepto el problema que él mismo me describió. No conseguía mostrar afecto hacia su pequeño primogénito, que apenas tenía dos años. Sabía que era su hijo y lo quería, pero cada vez que debía tomarlo en brazos experimentaba una sensación de frialdad hacia el niño que no le permitía ermitía jugar jugar con él o mostrarle mostrarle la efusividad que que habría habría deseado. Inicial Inicialm mente ente estuve de acuerdo con él y pensé que este problema estaba vinculado al hecho de que él mismo mismo había había perdido per dido a su padre a la tierna edad de cuatro cuatro años. años . Efectivament Efectivamente, e, me contó que su padre era frío y distante hacia él y que no recordaba episodios durante los cuales su padre se hubiese ocupado de él o le hubiese demostrado ternura. ternura. Au Aunqu nque, e, me confirmó, confirmó, había recibido reci bido much uchoo afecto por parte de su madre madre y de su nuevo compañero, su padre adoptivo, una persona a la que Óscar adoraba. Las cosas no me me resultaban claras al cien por cien. El afecto recibido del nuevo nuevo padre habría hab ría debido perm per mitir a Óscar un correcto desarrollo desarr ollo emocional. emocional. No había aparentemente una relación causa-efecto directa que explicase su problema actual. Las razones había que buscarlas, una vez más, en el pasado.
Juntos, decidimos realizar una regresión a la infancia, y rogué a Óscar que se acomodase en el diván. Procedí entones a la inducción del estado de relajación hipnótica. —¿Cu ¿Cuánt ántos os años tienes? tienes? —le pregun pregunté. —Teng Tengo alrededor de cuatro cuatro años. —¿Dón ¿Dónde de te encuen encuentras? tras? —Estoy en nuestra casa de la playa. Es verano. verano. Hemos Hemos venido aquí aquí para las vacaciones. vacac iones. Yo, mi madre, mi padre padr e y mi mi hermana hermana mayor. mayor. Ella Ell a tiene tie ne ocho años. —¿Es ¿Es de día o de noch noche? e? —Primera Primera hora de la tarde. tarde. Hace calor. Estoy desnudo, desnudo, solo llevo encima encima el bañador. —¿En ¿En qu quéé habitación habitación de la casa te encu encuen entras? tras? —Estoy en el balcón. —¿Hay ¿Hay alguien alguien ahí ahí contigo? contigo? —Sí, mi mi padre. —¿Qu ¿Quéé está haciendo? haciendo? —Me Me abraza fu fuerte, me me sonríe. Me Me besa —mient —mientras ras pronun pronunciaba aquellas palabras, alabras , Óscar se echó echó a llorar en entre tre grandes grandes y fuertes fuertes sollozos. Pero era un llanto de profun p rofunda da felici fel icidad—. dad—. Noto que me me quiere quier e mucho. mucho. Es feliz feli z de estar es tar conmigo. conmigo. Me dice que soy su hombrecito. Estar en sus brazos me hace sentir seguro. ¡Te quiero mucho, papá! Pero vi que de pronto adquirió una expresión aterrorizada y comenzó a llorar de nuevo. Esta vez cayendo en una profunda, infinita, tristeza. —¿Qu ¿Quéé sucede? —pregu —pregunnté de inm inmediato. No respondió, respondió, llorand llor andoo cada vez más fuerte. fuerte. En cuanto cuanto se calmó, calmó, prosiguió: prosiguió: —Papá se ha ha caído de pronto pronto al suelo. Mi Mi madre, madre, oyén oyéndom domee llorar llor ar y gritar, ha ha venido corriendo al balcón. Lo llama, lo zarandea, pero papá no responde. Ha muerto. Sé que tuvo un infarto. Me lo contó mi madre, pero no recordaba haber sido el único testigo presente pr esente en el preciso preci so moment omentoo de su muerte. muerte. Ahora Ahora sé que q ue me me quería mucho. Aún siento sus caricias y sus besos, el abrazo estrecho y fuerte, el amor amor que sentía por mí. De regreso regres o a un estado mental ental consciente, Óscar comprendió comprendió efectivament efectivamentee que en realidad real idad su padre le quería much uchoo y que su ment mentee sim s implemen plemente te había cancelado c ancelado temporalmente el recuerdo. Cuando apenas había cumplido cuatro años, su inconsciente había asociado aquel momento de mimos y de ternura con la pérdida irreparable y definitiva del padre. Por un mecanismo de protección, su propio cerebro había retirado aquel episodio de la memoria consciente, puesto que provocaba demasiado demasiado dolor y no le habría permitido permitido contin continuuar con su vida cotidiana y serena sere na de niño. Nu Nuestro estro cerebro, cere bro, máquina extremadam extremadament entee práctica pr áctica y funcional, funcional, viene en nuestra nuestra ayu ayuda da y nos perm per mite afront afro ntar ar las situaciones más duras e impensables, calculando con exactitud los costes y los beneficios de cada acción. Pero el costo que parecía adecuado para el Óscar niño se había demostrado muy alto para el Óscar padre, cuyo cuyo inconscient inconscientee no no le permitía permitía aquellos aquellos comportam comportamient ientos os que,
erróneamente a los ojos de un niño, habían tenido un efecto tan nefasto. A través de la reg r egresi resión ón,, el hombre ombre había conseguido conseguido restablecer r establecer aquel equilibrio equilibr io preciso recis o entre entre ment mentee conscient conscientee y inconscient inconsciente. e. Ahora Ahora sabía perfect per fectam amen ente te que que la efusividad, los mimos y las demostraciones de afecto no producen sino amor. —No veo la hora hora de ir corriendo cor riendo a casa a abrazar abrazar a mi mi hijo —dijo Óscar cuando cuando nos despedimos. Muy similar a la de Óscar es la historia de Mónica, una mujer joven de poco más de treinta años que vino a verme un verano de hace algunos años. Al contrario que la experiencia anterior, las razones de su malestar se mostraron, como veremos, ligadas a hechos ocurridos mucho más atrás en el tiempo. Mónica es una joven agraciada, de complexión proporcionada. Aquel día vestía de manera informal: pantalones vaqueros de color marrón, cinturón de gruesa hebilla dorada, zapatos de tacón alto de aspecto bastante caro y una elegante blusa beige. Un pañuelo de seda de una famosa firma de moda parisina, a juego con su cabello castaño, completaba su look. La mirada abierta y la sonrisa radiante traicionaban el malestar interior que la joven llevaba consigo desde hacía mucho tiempo. Me habló de su infancia infeliz, durante la cual había tenido que ocuparse de sus tres hermanitas pequeñas, supliendo el papel de su madre, una mujer muy ausente por motivos de trabajo, pero no solo eso. Depresiva y negativa, la madre de Mónica nunca nu nca le había dem de mostrado afecto de manera manera sincera; si ncera; siem si empre pre se había mostrado muy muy crítica y en competición con la hija. La actitud de la madre había producido enormes inseguridades en la joven, que se habían proyectado sobre las decisiones presentes. Durante Du rante la entrevi entrevista sta me contó, contó, en efecto, que no estaba segura segura de querer hijos y que que esta inseguridad le había traído la ruptura de muchas historias sentimentales, haciéndola aún más infeliz. Me dijo que el papel de madre ya lo había interpretado cuando cuando se s e ocupó oc upó de sus s us tres hermanas hermanas pequeñas y que que ya no sentía instin i nstinto to maternal. maternal. Esta explicación podía perfectamente tener sentido a los ojos de la joven, pero no a los míos. Gracias a la experiencia, he tenido ocasión de aprender que en la may ayoría oría de ocasion ocasi ones, es, en especial en el caso de las mujeres, jeres , la falta de sentido sentido maternal tiene raíces que se remontan a otras existencias. Memorias lejanas capaces de modificar nuestro destino presente. A continuación invité a la joven a tumbarse y procedimos con la relajación. —¡Qu ¡Qué peste! —comen —comenzzó Món Mónica—. ica—. Qué Qué peste nau nauseabun seabunda. da. Casi no no puedo puedo respirar. Efectivamente, su rostro se enrojeció y arrugó la nariz, como si de verdad percibiera ercibi era algún tipo de sustan sustancia cia maloli malolien ente. te. Com Comen enzzó a respirar respir ar trabajosament trabajosamentee y tuve que emplear una técnica hipnótica para permitirle volver a respirar con normalidad. —¿A ¿A qué qué se debe este mal mal olor? —le —l e pregun pregunté enton entonces. ces. —Es peste de pieles. Pieles de animales. animales. Hay otras mu mujeres aquí conm conmigo. Las Las estamos curtiendo y tiñendo. ¡Qué peste! —y volvió a respirar con esfuerzo, obligándome a repetir una vez más la técnica usada poco antes.
—Es de día. Hace mu much choo calor. Hay humedad. Estoy Estoy caminan caminando do en el barro. Parece el desierto. des ierto. Tengo Tengo los pies descalzos. ¡Qué ¡Qué pies enormes! enormes! —¿En ¿Enton tonces ces eres un hombre? ombre? —No. Soy Soy una mu mujer, pero tengo tengo los pies muy muy grandes grandes —dijo sonriendo. —¿Dón ¿Dónde de te encuen encuentras? tras? —Estoy en África, África, en la parte noreste noreste de África. África. —¿Qu ¿Quéé año es? —921 d.C. —Mírate Mírate de nu nuevo los pies, por favor. ¿Tienes ¿Tienes la piel oscura? —No. Ten Tengo go la piel blan bl anca. ca. En un primer momento pensé que lo que me estaba contando no tenía ningún sentido: ¿qué hacía una mujer de piel blanca en África en aquel período? —¿Cóm ¿Cómoo te llamas? llamas? —le pregun pregunté. —Rania Rania —respondió de inmediato inmediato sin dudarlo. dudarlo. —¿Cóm ¿Cómoo estás vestida? —Llevo Llevo un vestido gris gris claro, cl aro, de un un extraño extraño tejido que parece piel, piel , largo hasta hasta las rodillas, con bolsillos en la parte delantera y un cinturón fino. Tengo el cabello rojo y largo, aunque ya se está volviendo gris. —¿Cu ¿Cuánt ántos os años tienes? tienes? —le pregun pregunté. —Teng Tengo entre entre cuarent cuarentaa y cincuen cincuenta ta años —respondió, —respondió, insegu insegura sobre su propia edad exacta. —¿Estás ¿Estás casada? —Sí. Con un hombre ombre mu much choo más más viejo que yo, yo, más más bajo y más más feo. Es Es realmente realmente muy feo, tiene la piel oscura. Pero me trata bien. Está vestido v estido much uchoo mejor mejor que yo; yo; lleva ropa lujosa. —¿Cóm ¿Cómoo es eso? —pregun —pregunté. —Es un un fun funcionario. Recauda Recauda los impu impuestos. estos. Es bastante bastante rico. —Pero si él es rico, ¿por qué qué tú estás estás vestida peor y trabajas en la curtidu curtiduría? ría? — objeté, al no lograr darle un sentido lógico a toda aquella historia. Una mujer blanca en África, África, en el sig si glo décim déci mo, oblig obli gada por su propio marido, marido, de piel oscura, a trabajar trabaj ar en una una curtidurí curtiduría. a. No tenía en e n absoluto sentido algu al guno, no, al menos menos según s egún mis limitados conocimientos históricos. —He sido vendida vendida a él por mi mi propio padre. padre . Yo no soy originaria originaria de aquí. Soy unaa esclava. un escl ava. He sido si do traída aqu aquíí desde des de Europa, mi mi tierra. ¿Una ¿U na esclava escl ava blanca b lanca y europea en Áfri África? ca? Comenz Comenzaba aba a estar verdadera verda deram mente ente sorprendido. —¿Qu ¿Quién ién te te ha ha llevado a África? ¿Tu ¿Tu marido? —pregun —pregunté enton entonces. ces. —No. Un Unos soldados, hombres hombres a caballo. caball o. Recuerdo Recuerdo que ten tenían ían un una bandera bandera blanca y roja. Todavía puedo recordar la dulce mirada mirada de mi mi madre y su cabello largo, rojo como el mío. Veo también la mirada de mi padre mientras me llevan; tiene los ojos azules. Nunca me habría dejado ir, pero ha sido obligado. —¿Ten ¿Tenéis éis hijos, tu marido y tú? tú? —No. No No puedo puedo tener tener hijos. Pero es mejor mejor así. así . No deseo tenerlos tenerlos en estas
condiciones de vida, aunque le estoy agradecida a mi marido porque me trata bien. Me conten c ontento. to. —Comprendo Comprendo —dije. —dije. Ya estaba claro a qué qué se debía en realidad la ausencia ausencia de sentido maternal que experimentaba Mónica en la vida actual. No era en absoluto debido a su infancia, sino que se trataba más bien de la memoria que se remontaba a su vida de esclava en África, en su papel de Rania—. Ahora quisiera que fueses adelante en el tiempo, hasta el momento de tu muerte —le propuse a continuación. —Teng Tengo alrededor de sesen ses enta ta años —dijo la joven—. Me Me encuen encuentro tro en una cama, cama, en una pequeña casa, hecha de tierra. Tengo fiebre alta y todo mi cuerpo hierve. Tengo fuertes dolores. —¿Hay ¿Hay alguien alguien a tu tu lado? ¿Tu ¿Tu marido? —No. Él Él no está. está. A los hom hombres bres no les está permitido permitido entrar. entrar. Estoy enferm enferma. a. Es la regla. Hay tres mujeres aquí conmigo. Una de ellas es la mujer de mi cuñado, el hermano de mi marido. Somos amigas; entre mujeres siempre nos hemos ayudado. Su marido sin embargo es más joven que su hermano. Es también más bueno, ella no está obligada a trabajar. También hay una mujer anciana que me hace las veces de madre. adre . Es un ritu ri tual al fúnebre fúnebre.. Pedí a Mónica que abandonara el cuerpo y la vida de Rania para que pudiese aprender las lecciones de aquella vida y liberarse liber arse definitivam definitivament entee del bloqueo que que le impedía ser madre en la vida presente. Hoy, Mónica es una persona más equilibrada y serena, en especial en lo concerniente a su vida sentimental. Por fin está lista para formar una familia, deseosa de dar, a su compañero y a los hijos que vendrán, el infinito amor que distingue su ser. Más tarde, para mi enorme sorpresa, pude saber que la mujer había sido una Saqaliba, Saqaliba, del árabe Siqlabi. Siqlabi. Término que definía a los esclavos en el mundo árabe medieval, muchos de los cuales eran eslavos. Más altos por lo general y de piel blanca, de cabello rubio rubio o rojo, provenían precisamente precisamente de Europa. Europa. Ex Exactament actamentee lo que Mónica había descrito. Además, el nombre Rania se reveló absolutamente difundido en aquella época y en aquella zona de Africa. En nuestras muchas vidas tenemos ocasión de ser tanto padres como hijos y de aprender todas las facetas de las dinámicas que caracterizan estas profundas relaciones. En una vida somos hijos, en otra padres. Interpretamos papeles diferentes, pero siempre encontramos a nuestros padres y nuestras madres, a nuestros hijos y a nuestras hijas, para aprender a demostrar y compartir el amor del que todos nosotros estamos estamos compuestos. compuestos. Es importante, como padres, ser capaces de comprender que el cuidado y las demostraciones demostraciones de afecto, afecto, ya sean verbales o físicas, son s on indispensables indispensables para par a el adecuado desarrollo emocional de nuestros hijos, como demuestra el caso de Óscar. Pero es igualmente importante, como hijos, no culpabilizar a nuestros padres, sino comprender comprender que son seres ser es hu hum manos como nosotros, almas que nos acom a compañan pañan durante durante nuestra nuestra existencia terrena, terr ena, que de común común acuerdo hemos hemos escogido, esco gido, y que están aquí para aprender lecciones, exactamente como nosotros. A veces cuando se
tiene hijos se tiende a reproducir exactamente los errores de nuestros padres; en otras ocasiones nos comportamos de manera diametralmente opuesta para tratar de no parecernos a ellos. Deberíamos recordar que el equilibrio siempre se encuentra en el medio. Personalmente, les estoy verdaderamente agradecido a mis padres en esta existencia terrena por haber estado a mi lado en todo momento. Sin sus virtudes y sus errores, hoy no sería la persona que soy. Una persona que, gracias también a su ayuda, he aprendido a amar y respetar. "La mayor influencia psicológica en la vida de los hijos es la vida no vivida de los padres" Carl Gustav Jung
ANIMALES Y ALMAS
Animal, del latín A latín Anima nima (alma). La La etimología etimología de la palabra pal abra debería, deberí a, ya por sí sola, sol a, dar respuesta a una de las preguntas que más frecuentemente se me plantean: ¿tam ¿también bién los lo s anim a nimales ales tienen alma? alma? Los datos da tos estadísti es tadísticos cos en mi mi poses p osesión ión y mi mi experiencia confirman esta hipótesis. Son numerosas, de hecho, las regresiones durante las cuales, en el más allá, las personas ven animales o incluso se perciben a sí mismas en el cuerpo de un animal, como en el caso de Marta, quien había sido un oso. Los animales parecen no solo desempeñar, a veces, funciones de espíritu guía, como atestiguan desde hace cientos de años los indios de América, sino que pueden ser fieles compañeros en muchas vidas, cuando no incluso volver a reencarnarse múltiples veces en el curso de nuestra existencia actual. No es infrecu infrecuent ente, e, de hecho, hecho, qu quee el alma alma de Lu Lucky cky,, nu nuestro adorado perro, nos deje al término de su vida para volver a manifestarse algunos años más tarde en el cuerpo de otro animal de compañía nuestro. Las historias que siguen nos hablan precisam recis ament entee de esto, de cómo cómo estas almas almas puras nos nos acompañan acompañan desde siempre, para alegrar nuestras nuestras existencias existencias y, a veces, impartirnos impartirnos valiosas leccion lecci ones. es. Cuando saludé a Martín, recién llegado a la recepción del centro donde me dedico a la terapia regresiva, me sorprendió el candor candor de su sonrisa. sonrisa. Los dien di entes tes blanquísi lanquísim mos y perfectos perfectos de aquel aquel joven de veintin veintinuueve años reforzaban reforzaban sensiblemente su atractivo general. Era alto, de piel blanca y perfecta, unida a grandes ojos verdes; dotaban al joven de una presencia casi angelical. Cuando me contó que era de orígenes argentinos, pensé en lo atractivos que suelen ser los hombres de ese país, fruto genético de una elaborada mezcla de culturas. Martín me explicó las razones de su visita. Él y su novia hacía poco que se habían dejado tras una relación de tres años. Se sentía muy triste y quería comprender si el final de su relació rel aciónn tenía tenía un unaa natural naturaleza eza kármica kármica.. Le expliqué antes que nada que el significado de la palabra karma, en mi opinión, es frecuentem frecuentement entee conf co nfun undido dido.. Se tiende a hablar de "deudas kármicas kármicas", ", asocia as ociando ndo erróneamente la valencia negativa de la palabra, debido a un concepto que, por el contrario, debería ser extremadamente positivo. El karma es el conjunto de las lecciones apren apre ndidas gracias a nuestras nuestras accion acci ones es pasadas, pas adas, que nos permiten permiten continuar aprendiendo y creciendo. No se trata del "ojo por ojo, diente por diente" bíblico. íbli co. El propósito no no es hacernos hacernos sufrir, sufrir, sino ayu ayudarnos a evolucionar. evolucionar. Me contó contó que él y su novia novia habían llegado lle gado juntos juntos desde des de Argentina Argentina hacía algunos algunos años y que habían vivido juntos, desde entonces, durante todo el tiempo. Tras la separación, Martín había seguido viviendo en el mismo apartamento que habían tomado en alquiler. De este modo Kitty, la gata de tres años de la pareja, su única compañera de piso actual, se había quedado a vivir con él. Me dijo además que, aparte de lo que me había descrito, no había otro motivo que le hubiese empujado a ponerse onerse en contact contactoo conm conmigo, excepto excepto un una cierta curiosi curiosidad dad hacia hacia el tema tema de las
vidas pasadas. Le invité entonces a tumbarse en la chaise longue longue y comencé la inducción del estado hipnótico. —¡No! ¡No! —exclam —exclamóó Martín Martín de improviso, improviso, echándose echándose a llorar. llor ar. Su rostro se enrojeció mientras las lágrim lágri mas comenz comenzaban aban a descender desc ender abun a bundantem dantement ente. e. Estaba sufriendo de verdad; también su modo de respirar había cambiado y se había hecho más trabajoso. —¿Qu ¿Quéé sucede? ¿Dón ¿Dónde de estás? —pregu —pregunté, nté, curioso curioso y deseoso de evitarle, si estaba en mi mano, un sufrimiento inútil. —Estoy en casa de mi mi abuela. Papá y mamá amá acaban de morir morir —dijo, —di jo, con voz voz de niño pequeño. —¿Cu ¿Cuánt ántos os años tienes? tienes? —Teng Tengo seis años —respondió, —r espondió, mant manten eniendo iendo el mism mismoo tono tono de voz de niño. niño. Me producía un una extraña extraña sensación sensación escuch escuchar ar la voz de un un niño salir sali r del cuerpo de un un hombre joven. —¿Cóm ¿Cómoo te llamas? llamas? —le pregun pregunté enton entonces. ces. —Marie Marie —dijo, —dij o, sin que que el hecho hecho de ser una una niña niña en aquella aquella vida le l e produjera algún tipo de reacción. —De acuerdo, acuerdo, Marie —repliqué—. ¿Pu ¿Puedes edes decirme cómo cómo estás vestida? —Llevo Llevo zapatos zapatos que parecen parecen de tela, tela, una una extraña extraña tela tela dura, parece piel pero no lo es. Mi vestido es beige oscuro y parece bastante sucio, o por lo menos manchado. Llevo un cinturón de cuerda. Tengo el cabello castaño, recogido en una trenza. Me la ha hecho hecho la abuela. Ahora es e s ell e llaa quien cuida de d e mí. Es muy muy ancia anciana, na, tengo tengo miedo miedo de que también también ella el la se muera. Si se muri muriese, ese, me quedaría quedarí a com co mpletamente pletamente sola—. sol a—. Tengo tanto tanto miedo miedo —añadió, —añadi ó, con el tono tono realmen r ealmente te preocupado preo cupado que habría mostrado un unaa niña de pocos años. —¿Pu ¿Puedes edes describirm descri birmee a tu abu abuela? ela? ¿Está ¿Está ahí ahí contigo? contigo? —Sí. Está aquí aquí en casa. Su casa es mu muy humilde. Parece más más bien un una cabaña, con el techo de madera. Está a las afueras, en medio de los campos. Mi abuela tiene el cabello blanco y recogido con un pañuelo claro anudado sobre la cabeza. Lleva un vestido muy parecido al mío. Está cansada porque todavía tiene que trabajar, no tenemos a nadie que nos ayude. Sale por la mañana temprano. Primero trabaja en los campos y después prepara la masa del pan. Me ha enseñado a hacerlo yo también. —¿Pu ¿Puedes edes mirar mirarla la a los ojos, oj os, por favor? Si la miras miras a los l os ojos sabrás sabr ás inmedia inmediatam tament entee si s i su s u alma alma es la misma de algu a lguien ien a quien q uien Martín Martín puede conocer en la vida actual. actual. —¡Oh ¡Oh, sí! Si es Diana, Diana, mi mi herman hermanaa pequeña pequeña en la vida de Martín. Martín. Me Me doy cuenta cuenta de que verdaderamente la quiero mucho, tanto en el papel de abuela como en el de hermana hermana en la vida v ida actual; estamos estamos muy un unidos idos.. La diferencia es que en la vida v ida actual soy yo quien cuida de ella. —¿Qu ¿Quéé les ha pasado a tu tus padres? ¿Por qué qué han han muerto? —Se pusieron pusieron enferm enfermos. os. Hay much chas as personas enferm enfermas as aquí. La La abuela abuela vive un poco fuera fuera de la ciudad y no ha ha enferm enfermado; ado; por este motivo me me han han traído aquí. aquí. En la
ciudad todos están e stán enfermos. enfermos. Están muriendo muriendo todos. —¿Dón ¿Dónde de te encuen encuentras? tras? —En el sur de Francia. Francia. Es un una pequeña pequeña ciudad cercana cercana a Marsel Marsella; la; se llama llama Arlés. Yo vivía en la ciudad con mamá, papá y mi hermanito. Pero los tres han muerto —echó de nuevo a llorar sin consuelo. —¿De ¿De qué qué han han muerto? —le pregun pregunté cuan cuando do vi que se había calmado calmado un un poco. —No lo sé. Tenían Tenían fiebre fiebre alta al ta y murieron rier on.. Se los han han llevado. —¿Podem ¿Podemos os pasar ahora a un un momen omento to posterior posterior de la l a vida de Marie? —le pregun regunté. —Sí. Ahora Ahora soy mayo mayor. r. Teng Tengo veintiséi veintiséiss años, creo. —¿Qu ¿Quéé ropa llevas? llevas ? —Llevo Llevo un vestido marrón marrón claro, de la mism mismaa tela que que he he visto antes. antes. Más Más que un auténtico vestido parecen harapos, pero están limpios. Llevo también una especie de delantal y una cinta de tejido que me recoge el cabello. —¿Qu ¿Quéé año es? —pregun —pregunté. —Es 1740 —respondió —respondió sin dudarlo. dudarlo. —¿Dón ¿Dónde de te encuen encuentras tras ahora? ahora? —Estoy caminan caminando do por un un camino camino de tierra que bordea el campo. campo. —¿V ¿Vives cerca de ahí? —Sí. Todavía vivo en la mism mismaa casa. La La abuela abuela mu murió hace algu algunos años. La La echo echo mucho de menos. Me he quedado sola. —¿No ¿No te te has has casado? —No. Nadie Nadie quiere casarse conmigo conmigo porque porque no no teng tengo padres, no teng tengo famili familiaa ni ni dote. Ni siquiera me he enamorado nunca —añadió con un tono que, más que tristeza, transmitía transmitía resign res ignaci ación. ón. —¿Qu ¿Quéé trabajo tienes? tienes? —La La abuela abuela me me enseñó enseñó a preparar el pan pan,, así que cada día tom tomoo la masa masa que he he preparado el día dí a anterior anterior y lo llevo a la ciudad. Precisamen Precisamente te ahora ahora estoy yen endo do allí. Hay un un gran gran horno común común donde se puede p uede pagar por po r cocer c ocer el pan. Una Una vez cocido, cocid o, lo lo llevo a la calle, a un mercado donde se venden productos alimenticios, además de muchas otras cosas. —¿Con ¿Consigu sigues es vivir de esto? —Sí, pero soy muy muy pobre. —¿No ¿No tienes tienes amigos? amigos? ¿Con ¿Conocidos? ocidos? —No. Vivo Vivo sola con mi mi perro. Le ten tenggo mu much choo cariño porque me me hace hace compañía compañía y me protege. —¿Pu ¿Puedes edes mirar mirarlo lo bien y describírm descri bírmelo, elo, por favor? —le pregun pregunté enton entonces. ces. —Sí. Es un un gran perro de pastor, completam completamen ente te neg negro. ro. ¡Es Kitty Kitty!! Estoy Estoy seguro, seguro, mi mi perro negro negro tiene tiene la mism mismaa alma alma de Kitty Kitty,, la gatita gatita de Martín. Martín. Ha vuelto vuelto bajo otra forma en esta vida. ¡Qué alegría! Mientras pronunciaba estas palabras, algunas pequeñas lágrimas descendían por las mejillas del joven. Había adoptado una expresión serena y parecía sonriente. Eran lágrimas de alegría.
—¿Estás ¿Estás de acuerdo acuerdo en qu quee ahora ahora nos movam movamos os hasta hasta el mom moment entoo de tu muerte? ¿De la muerte de Marie? —le pregunté al joven, viendo que estaba lo bastante calmado para afrontar esta última experiencia. —Sí, claro —respon —res pondió—. dió—. Es de noch noche, e, son alrededor de las l as cinco de la mañan mañanaa y me encuentro en casa, en mi cama. La casa es muy pequeña; en realidad es solo una habitación con algunos muebles de madera basta. Mi perro negro duerme en el suelo, cerca de mí. Me siento feliz, aunque esté sola. Mi vida es sencilla, pero me gusta. —¿Cu ¿Cuánt ántos os años tienes? tienes? —Teng Tengo alrededor de cuarenta cuarenta años. —¿Mu ¿Mueres eres de algun alguna enferm enfermedad? edad? —le pregunt pregunté. é. —No. Oigo Oigo pasos fu fuera, un fuerte fuerte ruido ruido —exclamó —exclamó el joven. De De nu nuevo, su rostro reflejó el terror que estaba experimentando como Marie—. Echan abajo la puerta. Entran dos soldados. Mientras uno hace guardia en la puerta, el otro me arranca la ropa y me obliga a tener una relación sexual con él —dijo Martín, después de lo cual dejó de hablar durante unos instantes. —¿Qu ¿Quéé sucede? —pregu —pregunnté, para comprender comprender el motivo motivo de aquel aquel silen sil encio cio repentino en un momento tan dramático. —No puedo puedo hablar. hablar. Me tiene tiene cerrada la boca con una mano mano mientras ientras abusa de mi mi cuerpo. Pero es mejor mejor así. as í. Si gritase, mi mi perro perr o saldría saldr ía de detrás del mu mueble donde se ha escondido y ellos lo matarían. Espero que termine rápido y se vayan sin hacerle daño —dijo el joven, y prosiguió—. Ahora el primer soldado ha salido y ha entrado el segundo. También él está abusando de mí. Lloro en silencio, esperando que la violencia termine pronto. ¡Oh, no! ¡No! —exclamó entonces Martín, evidentemente preso del terror. terror . —¿Qu ¿Quéé está sucediendo sucediendo ahora? ahora? —Ha sacado un una espada y me la está clavando en entre tre las piernas. Como Como último último desprecio hacia mí. Siento el dolor, fortísimo y sordo. Y grito desesperadamente. Veo a mi perro saltarle al cuello, morderle, y la sangre salir abundantemente de la yugular del soldado. Pero justo ahora entra el primer soldado y mata a mi perro, cortándole cortándole la l a cabeza de cuajo con la espada. El dolor ha desaparecido; desapar ecido; siento que que las fuerzas me fallan y que la vida me está abandonando. Pero estoy serena. Gracias, negro amigo, compañero en tantos momentos de soledad, que no has dudado en dar tu vida para par a proteger la mía. mía. —Bien —con —contin tinuué guián guiándolo—, dolo—, deja ahora el cuerpo cuerpo de Marie y mira la escen es cenaa desde arriba, por favor. —¿Qu ¿Quéé has has aprendido de esa vida? —le pregun pregunté enton entonces. ces. —He aprendido aprendido el valor de la l a hu humildad y de la sencill sencillez ez —dijo Martín. Martín. Efectivamente, por lo que me había contado durante la entrevista, y a pesar de su atractivo, parecía ser de verdad una persona muy humilde. —¿Alg ¿Algoo más? más? —Sí. Que Que la vida existe en todas las formas formas y qu quee hay hay qu quee respetarla. Que Que también también los animales animales son seres ser es de luz l uz y amor, amor, exactament exactamentee com co mo nosotros. nosotros . Su alma es pura. He querido mucho a mi perro y él ha cuidado de mí hasta el final.
—Quisier Quisieraa que que ahora ahora dejaras definitivam definitivament entee la vida de Marie —dije al joven j oven.. —Estoy subiendo subiendo cada vez más arriba. arri ba. Me Me encuen encuentro tro entre entre las nubes, nubes, en el cielo. ciel o. Subo cada vez más. Las nubes han desaparecido, al igual que el cielo. Hay solo una intensí intensísima sima luz blanca, pero per o no me me molesta. Es como como si s i pudiera caminar caminar flotan flo tando. do. Me siento sin peso y completamente en paz. Noto una sensación de ligereza increíble. Una serenidad nunca antes experimentada. Un amor verdaderamente profundo. Su cuerpo cuerpo se relajó relaj ó por com c ompleto, pleto, así como como la ex expresi presión ón de su rostro. —¿Has ¿Has experim experiment entado ado algun alguna vez una sensación de amor amor tan fuerte fuerte en la vida terrena? —le pregunté en aquel momento a Martín. —Solo una una vez, vez, en los brazos de mi mi madre, madre, nada más nacer —respondió, —respondió, y comen comenzó zó a llorar llor ar con sollozos sol lozos de alegría. al egría. Como Como todos nosotros, el único moment momentoo en el que el joven jove n efectivament efectivamentee había experimentado un amor tan fuerte era inmediatamente después de su nacimiento. Al llegar, cuando nacemos en la vida terrena, durante unos instantes somos todavía capaces capac es de experim experi mentar, entar, también también físicam físi cament ente, e, esa es a sensación s ensación de amor amor infinito infinito que constituye nuestra verdadera esencia. Antes de volver a nacer de nuevo en la dimensi dimensión ón hum humana ana somos somos seres ser es espiri espi ritu tuales ales,, compuestos compuestos de aquella a quella luz y de aquel aq uel amor tan poderoso que Martín acababa de describir y que ahora, gracias a la regresión, había podido experimentar de nuevo. —Mi Mi perro negro negro está viniendo viniendo a mi mi encuen encuentro tro —exclam —exclamóó enton entonces ces el joven, mientras ientras la l a expresión de su cara con los ojos oj os cerrados cerr ados reflejaba todavía la aleg ale gría que estaba experimentando—. Está flotando también él entre las nubes y se me acerca. Me lame la mano. Mientras lo hace, resuenan en mi mente estas palabras: estaremos siempre juntos, como si de hecho me estuviese hablando. Soy feliz. Sé que estaremos juntos nuevamente. Lo sé. Él es Kitty. Mi gata. Ha vuelto también en esta vida para estar conmigo. conmigo. Ahora Ahora Kitty duerme duerme siempre s iempre conmigo conmigo en la cama. cama. Y cada ca da mañana me me despi de spierta erta con c on grandes grandes efusi efusiones. ones. Martín, gracias a la regresión, había comprendido que su karma, que él erróneamente suponía deudor, no tenía nada que ver con sus vicisitudes sentimentales ni con su relación de pareja recién terminada. La existencia de Marie demuestra, por el contrario, la pureza de su alma y las lecciones positivas que había podido aprender el papel de la campesina campesina francesa. francesa. Acababa Acababa de experim experimen entar tar en su propia piel qu quee el amor amor no tiene tiene form formaa ni ni género género y que que todos nosotros, nosotros, seres del univer un iverso, so, estamos estamos compuestos compuestos de él de la l a misma misma manera. manera. También la vida de Pamela, protagonista de la próxima historia, demuestra las conexiones que, como seres humanos, nos vinculan al mundo animal. Es una mujer mujer menuda, menuda, de cuerpo armonios armoniosoo y poco más de treint trei ntaa años. año s. Hacía Hací a mucho calor aquella tarde de verano y ella, obviamente, llevaba ropa ligera. Aunque era una persona dulce y agraciada, parecía que no hubiese dedicado mucha atención al arreglarse aquel día. La camiseta que llevaba la tenía puesta al contrario y una gran etiqueta etiqueta blanca destacaba sobre la l a base del cuello. El cabello largo y rubio rubio estaba bien peinado solamente en el flequillo y el maquillaje en los ojos era poco preciso. recis o.
Después de hablar durante algunos minutos comprendí que aquellos detalles fuera de lugar no eran debidos al desinterés de la mujer, sino a una falta de tiempo real. Me contó que estaba casada y trabajaba a tiempo completo. Me dijo que ella y su marido se veían poco y apenas se hablaban. Por lo que decía, esto no la hacía sufrir particularment articularmente. e. Se habían habían conocido conocido algun algunos años antes. antes. Él, bastante bastante may mayor, or, había había encontrado en ella una respuesta a su crisis de media edad. Ella, joven y huérfana, había encontrado en él la figura paterna que tanta falta le había hecho. Hasta aquí, su historia era similar a la de muchas mujeres. Además de las obligaciones del trabajo y la casa, Pamela también gestionaba con gran satisfacción un refugio para animales. Se ocupaba cotidianamente de decenas de perros y gatos abandonados, a los que ofrecía una casa y una cariñosa atención. Sin embargo, estas obligaciones habían contribuido, con los años, a introducir nuevas tensiones en su vida famili familiar. ar. Me contó que durante su vida había tenido varios compañeros, pero sin haberse sentido nunca realmente amada. Había venido a verme precisamente para descubrir si la falta de amor romántico en su vida podía tener raíces lejanas en el tiempo. Se sentía privada de algo importante y sostenía que también ella, como todos, tenía derecho. No comprendía la razón de esa ausencia en su vida y esto la hacía sentirse desgraciada y distinta distinta del resto de personas. per sonas. Antes An tes de iniciar la reg r egresión, resión, aquel día decidí deci dí leerle l eerle a Pamela Pamela alg al gunas frases qu quee me había apuntado precisamente algunas semanas antes, leyendo la recensión de uno de los libros libr os del Dalai Lama: Lama: Se debe reflexionar sobre la naturaleza esencial de las relaciones. Este es el unto de partida. Con frecuencia se trata de un sentimiento de naturaleza egoísta, por tanto fuente de numerosas fricciones... En una pareja, con frecuencia la relación se basa inicialmente más en el cariño que en el verdadero amor. Se construye en función de las proyecciones de los dos compañeros, quienes a partir de sus respectivos deseos y expectativas ejercen un cierto ascendente el uno sobre el otro y aman para ser amados. Es este, por ejemplo, el caso del amor romántico. l poderoso deseo que lo suscita lleva a enfatizar las cualidades del compañero y, or el contrario, a exagerar sus defectos cuando su actitud comienza a cambiar o cuando estos dejan de corresponderse con la imagen que de él ha sido construida... Cuando cambian nuestras proyecciones, el cariño disminuye, puesto que en este caso el amor no se basa en el deseo de hacer feliz al otro, sino en una necesidad egoísta que ha vencido a la razón. Esperé algunos segundos, para que la mujer pudiese comprender a fondo su significado y a continuación le pedí que se acomodara en el sillón reclinable para comenz comenzar ar la inducción del trance. Estado que q ue alcanzó en apenas unos unos instan i nstantes, tes, demostrando lo difícil que puede ser para algunas personas llegar a este estado de consciencia con sciencia y lo fácil qu quee puede ser para par a otras. —Estoy caminan caminando do en medio de la jung jungla —comen —comenzzó la mu mujer.
—Mírate Mírate los pies, pies , por favor —le pedí. —Son pies de mujer. mujer. Estoy Estoy descalza. Mi Mi piel no es oscura, más más bien diría quemada por el sol. —¿Cóm ¿Cómoo estás vestida? —Estoy prácticament prácticamentee desnuda, desnuda, excepto excepto por la cintu cintura. ra. Llevo Llevo pieles de anim animales. ales. Llevo también también un collar colla r hecho hecho con co n dientes de animale animaless y trozos de tortu tor tuga. ga. —¿Qu ¿Quéé sensaciones sensaciones experiment experimentas? as? —Me Me encu encuent entro ro a gusto. gusto. Es Es un lugar lugar hermosísi hermosísim mo. Hay much chísi ísim mas plantas plantas con hojas de todas las formas. Creo que las conozco todas. Son muy importantes para nosotros. Algunas plantas las podemos comer, otras nos curan de las enfermedades. Son de muchísimas tonalidades distintas de verde. No creo haber visto nunca tantas. —Comprendo Comprendo —dije. —dije. Lo que cont c ontaba aba Pamela Pamela tenía tenía sentido. El ojo hu hum mano es, en efecto, particularmen par ticularmente te sensible a las frecuen frecuencias cias correspondientes correspondientes a la luz l uz verde, de la cual puede percibir percibi r innumerables tonalidades. Esta peculiaridad se debe al hecho de que las primeras formas de vida aparecidas sobre la tierra fueron las plantas, que representan una importante fuente de alimento, puesto que están en la base de nuestra cadena alim ali mentari entaria. a. Esta omniprese omnipresencia ncia del componen componente te verde verd e perm per mite a nu nuestro estro órgano visual distin dis tingguir de modo modo particular las diversas tonalidades tonalidades de verde para tener mayores posibilidades de supervivencia, como por ejemplo durante la caza o la selecci sel ección ón del alim ali mento. ento. Exactament Exactamentee lo l o que Pam Pa mela estaba experimentan experimentando. do. —¿Cu ¿Cuánt ántos os años tienes? tienes? —pregunt —preguntéé enton entonces ces a la mu mujer. —Veint Veintiun iuno. o. —¿Es ¿Es de día o de noch noche? e? —Está empez empezand andoo a oscurecer. Estoy Estoy recogiendo recogiendo leña para la noche, noche, para el fuego. Nos protege de los animales. —¿Dón ¿Dónde de te encuen encuentras? tras? —En América, América, creo que en México. —¿Qu ¿Quéé año es? —966. —¿Estás ¿Estás casada? —Sí. Mi marido marido es la l a persona más más importan importante te de la tribu. tribu. Un Una especie de jefe. Es un guerrero. Todavía recuerdo cuando nos casamos. Me eligió entre veinticinco pretendient retendientes es porque yo yo era la más más bella. Me ama ama much muchoo y me respeta. También También yo yo lo quiero mucho y para mí es un gran honor ser la elegida. Él me ha regalado, como símbolo símbolo de su amor, amor, los l os collares coll ares y los otros adornos que todavía llevo ho hoyy. —¿Cóm ¿Cómoo es él? —Es un un poco más más alto que que yo. yo. Tiene Tiene la piel bron br onceada, ceada, el cabello largo l argo y negro como yo y lleva un adorno hecho con plumas de papagayo. —¿Ten ¿Tenéis éis hijos? —Sí, tenem tenemos os tres hijos hijos.. Teníam Teníamos os también también un un cu cuarto, arto, que que mu murió hace algu algunos años. Nunca volvió de la jungla. —¿Estás ¿Estás triste triste por este motivo? motivo?
—No. Tal Tal vez se perdió o quizá quizá mu murió durante durante la caza.Para caza.Para nosotros nosotros es algo absolutam abso lutament entee normal. normal. Los anim a nimales ales y la natural naturaleza eza nos dan la vida, vida , pero per o también también nosotros no sotros les damos damos a ellos el los la l a vida. Es el orden de las cosas. cosas . Estoy serena por esta razón. —Bien —dije, y la condu conduje je hasta hasta el mom momen ento to del final final de aquella aquella existencia. existencia. —Me Me ataca un un pu pum ma. Me Me estaba esperando esperando sobre un árbol. Me ha ha oído llegar. Se lanza sobre mí y me me derri der riba. ba. Ya estoy muerta. muerta. Todo ha sucedido sucedi do muy muy rápido, rápid o, ni siquiera he suf s ufrido. rido. —¿Cu ¿Cuánt ántos os años tenías? tenías? —Treinta Treinta y cu cuatro atro —respondió —respondió Pamela. Pamela. Su rostro asumió asumió enton entonces ces una una expresión expresión de paz. —¿Has ¿Has salido del cuerpo? —le pregun pregunté enton entonces, ces, viendo su exp expresi resión ón.. —Sí. He aprendido aprendido mu much choo de esta vida. En primer primer lugar, lugar, la importan importancia cia de los animales y de la naturaleza. Nosotros no pensábamos ser mejores que ellos. Vivíamos en armonía con los animales. Eran un gran peligro, pero también una forma de sustento, como nosotros para ellos. Sentía un enorme respeto hacia ellos. Ser muerta por un puma era considerado casi un privilegio. Es el rey de la jungla, y yo era la mujer de un rey. Había equilibrio —y prosiguió—, el hombre no es mejor que los animales. Tenemos que respetarlos y tratarlos como nuestros semejantes, que es lo que son. Podemos aprender mucho de ellos. Son nuestros maestros. Y lo mismo vale para la naturaleza. Debemos respetarla y amarla como a nosotros mismos. Estamos Estamos hechos hechos de la l a misma misma energía que los animales animales y las plantas. Son como nosotros. Somos Somos lo l o mismo. mismo. Estuve Estuve escuchán e scuchándola dola con atención. atención. La lección lec ción que Pamela me me estaba es taba record r ecordando ando en aquel mom moment entoo no tenía precio. pre cio. Pensé que con demasiada frecuencia frecuencia nos dejam deja mos llevar por nuestra vida tecnológica, frenética, por nuestro ego cínico y ciego, y olvidamos nuestra verdadera naturaleza de animales. En las sesiones posteriores, Pamela pudo descubrir que, durante sus numerosas vidas pasadas, había experimentado más de una vez el amor romántico, que no le había sido negado en absoluto. Había sido deseada, amada y respetada en la Antigua Roma, en Mongolia más de mil años antes, en la América del siglo diecinueve, en la Francia medieval e incluso como mujer de un vikingo. Había tenido la oportunidad, en más de una ocasión, de aprender las lecciones que nos tiene reservado el amor romántico, el vinculado a la pasión y a la vida en pareja. En su existencia actual, sin embargo, embargo, le había sido dada la oportun oportunidad de refrescar otras leccion lecci ones, es, como como la del respeto por los animales, sus adorados perros y gatos. Que a su vez no dudaban en recompensarla a través de la pureza de su amor, el mismo amor desinteresado que también había mostrado el perro negro de la historia de Martín, que no había dudado en entreg entregar ar su vida para salvar s alvar a la du dueña eña en peligro. Hoy, Pamela se ve rodeada por una forma de amor distinto del romántico, pero no por ello menos menos fuerte fuerte o importan importante. te. Los animales son para nosotros fieles compañeros de la vida y maestros de los que aprender. Pueden permanecer a nuestro lado, volviendo en más de una
existencia, cuando no incluso volver a acompañarnos bajo distintas formas en el curso de d e la l a misma misma vida. vi da. Ellos El los conocen un un modo modo de d e amor distinto di stinto del hu hum mano. El que ellos experimentan es puro, no filtrado por el ego, y proviene directamente de su esencia, de su alma. Y no pide nada a cambio. "Muchos primitivos suponen que el hombre tiene un 'alma ' alma selvática', además de la suya propia, y que esta alma selvática está encarnada en un animal salvaje o en un árbol, con el cual el individuo i ndividuo humano humano tiene cierta clase de identidad síquica... síquic a... Si el alma selvática selváti ca es la de un animal, ani mal, al propio animal ani mal se le considera consi dera como una especie de hermano del hombre." Carl Gustav Jung
ALMAS GEMELAS
¿Existe de verdad el alma gemela' A juzg juzgar por los cientos cientos de regresiones a las qu quee he asistido, diría di ría qu quee sí sin duda. duda. Sin embargo, otra cosa es el significado que comúnmente le atribuimos a la definición de alma gemela. Es opinión común pensar que el alma gemela debe ser el compañero de uno, la persona objeto de nuestro amor en esta vida. Quizá incluyendo en este im i maginario también una una completa completa y feliz existencia jun j untos. tos. "Y vivier vi vieron on felices por siempre", nos contaban, contaban, de hech hecho, o, los cuentos cuentos que que escuchábam escuchábamos os de niños. niños. ¿Pero es siempre así? No, en absoluto. absoluto. Nuestra Nuestra famili familiaa celeste, el grupo grupo de almas almas con las que viajamos viajamos a través de muchas muchas vidas vi das para aprender apre nder sus lecci l ecciones, ones, es muy nu num merosa. eros a. Imagin Imaginad ad una gran y atestada aula universitaria que pueda acoger a todos los estudiantes de cada curso. Un día puede suceder que nos sentemos junto a un determinado compañero, otro día sucede que tenemos a nuestro lado a una persona diferente, que estaba sentada en un lugar completamente distinto, a decenas de personas de distancia. Es precisam recis ament entee así como como se mu mueven nuestras uestras almas. En En una vida podemos podemos tener tener a nuestro nu estro lado un unaa persona, per sona, un alma alma gemela gemela o inclu i ncluso so más de una, una, en otra vida nu nuestros estros compañeros cambian. Si estuviéramos en esa aula universitaria, nada nos impediría volver volv er a sent s entarnos arnos de nu nuevo, evo, o durante durante más días, día s, jun j unto to a la l a misma misma persona. per sona. Lo mis mism mo sucede durante durante nuestras nuestras much uchas as existencias. Podemos encontrar encontrar repetidam repe tidament entee el el alma de la misma persona, de una persona amada, de un alma gemela. Tampoco tiene por qué coincidir obligatoriamente nuestra alma gemela con nuestra pareja actual. Puede volver a vivir con nosotros en el cuerpo de nuestro mejor amigo, de nuestra madre, de un profesor o de una compañera de trabajo. En todo caso, dejará con seguridad una huella indeleble en nuestra vida. Nos ayudará en el proceso de aprendizaje. Será una maestra excepcional. Tampoco nos enfademos si a veces nos hace sufrir sufrir,, porque las lecciones l ecciones pueden ser difíciles de comprender. comprender. Me parece apropiado, a este respecto, citar aquí una interesante definición de alma gemela, la que da Elizabeth Gilbert en su libro en su libro Comer, Rezar, mar : "La gente cree que un alma gemela es la persona con la que encajas erfectamente, que es lo que quiere todo el mundo. Pero un alma gemela auténtica es un espejo, es la persona que te saca todo lo que tienes reprimido, que te hace volver la mirada hacia dentro para que puedas cambiar tu vida. Una verdadera alma gemela es, seguramente, la persona más importante que vayas a conocer en tu vida, porque te tira abajo todos los muros y te despierta de un portazo." Con frecuencia nos sentimos desgraciados y pensamos que aún no hemos encontrado el amor; o bien nos parece que la historia que acabamos de terminar ha sido un desastre. Y nos ponemos otra vez en búsqueda del alma gemela. Sin darnos cuenta de que esta última podía ser la persona que acabamos de dejar. Y que su
papel de alma alma gem gemela ela en esta esta vida nuestra nuestra simplem simplemen ente te había había terminado. terminado. Podremos Podremos entender si verdaderamente nos encontramos frente a nuestra alma gemela solamente después, cuando seamos capaces de valorar los grandes cambios que ha sabido aportar a nuestra vida. Por otro lado, un alma gemela no tiene por qué encontrarse en un cuerpo. Aunque no esté físicamente a nuestro lado en esta vida, esto no significa que no lo esté como alma. Podremos encontrarla en esta vida presente, si no nos ha sucedido ya, o en otras vidas. Pero el hecho de que nos acompañe en todo momento prescinde de la condición condici ón física. física . Las alm al mas gemela gemelass nunca nunca se s e abandon aba ndonan. an. En otras existencias, sin embargo, nuestra realidad terrena es más parecida al imaginario colectivo de las fábulas y nos resulta mucho más sencillo comprender si nos encontramos encontramos verdader ver daderam ament entee en e n presencia pres encia de nu nuestra estra alma gemela gemela.. En estas vidas, nos basta con mirar profundamente en sus ojos para saber que la conocemos desde siem s iempre. pre. Este es el caso de Verónica, la joven protagonista de la próxima historia. Verónica se presentó en mi consulta un día en pleno verano. Era una joven de veintitrés veintitrés años, ni demasiado alta ni demasiado demasiado baja, de largo cabello liso, rojiz roji zo, quee le llegaba hasta qu hasta la mitad de la espalda. Tenía los ojos grandes y castaños, castaños, los rasgos del rostro regulares. Cualquiera la habría definido como una bella joven, a pesar de que no no estuviese estuviese en absoluto absoluto maqu maquill illada. ada. Llevaba Llevaba un par de vaqueros vaqueros rotos y una camiseta de tirantes color burdeos que le dejaba los hombros totalmente al aire. Su cuerpo era delgado pero musculoso, enormemente armónico en las formas. —¿Qu ¿Quéé trabajo haces? haces? —le pregun pregunté, curioso curioso por aquel cuerpo de atleta. atleta. —Soy bailarina bailar ina —respondió —respondió Verónica, Verónica, confirm confirmand andoo mi mi hipótesis—. hipótesis—. Me gu gusta much uchoo mi trabajo. trabaj o. Por encima encima de todo, es un unaa pasió pa sión. n. La La tengo tengo desde des de pequeña. pe queña. He ganado concursos importantes y me da muchas satisfacciones. Además, he comen comenzad zadoo a enseñar en la escuela a la qu quee asisto asi sto —los ojos oj os de la joven j oven,, efectivamente, brillaban de alegría mientras me hablaba de su profesión. —¿Qu ¿Quéé hace hace aquí aquí una una joven de tu edad? —le pregun pregunté enton entonces. ces. Se lo pregunto siempre a los jóvenes que vienen a verme, al ser la búsqueda de la espiritualidad por lo general una prerrogativa de personas más adultas. —Sobre todo curiosi curiosidad dad —dijo. Y añadió— Pero teng tengo también también mu mucho miedo de la muerte. No tengo ningún motivo para tenerlo, pero me angustia este pensamiento. —No te te preocupes, lo entien entiendo. do. Segu Seguro que podremos podremos hacer algo algo al respecto — respondí. Sabía Sabí a que uno uno de los mayores y más frecuentes frecuentes beneficios benefici os que q ue una una persona pers ona puede obtener de una regresión es precisamente la pérdida de cualquier miedo ante la muerte. Yo mismo lo experimenté años antes precisamente a partir del día siguiente al de mi primera regresión. Había perdido por completo cualquier miedo a morir. A pesar de su atractivo, la joven me explicó que todavía no había tenido mucha suerte en el amor. Había tenido breves relaciones, pero sin que desembocaran nunca en una una histor historia ia verdaderamen verda deramente te importante. importante. Esto no le preocupaba, preo cupaba, dada su juventud, juventud, pero me me confió confió que que le gustaría gustaría encontrar encontrar a su alma alma gem gemela. ela.
—Si no tienes tienes otras pregun preguntas, podemos podemos proceder con la regresión regresión —dije entonces. —Sí, teng tengo un una pregun pregunta —añadió la joven—. joven—. ¿Cóm ¿Cómoo decides a qué vida llevarme? Imagino que habré vivido muchas. ¿Cómo decides cuál es la correcta? ¿Por qué una y no otra? —me preguntó. —Es sencillo —le respondí—. No soy yo yo quien quien decide. Es tu tu propia alma la que que escoge qué vida mostrarte. Yo soy un simple intermediario. Aplico una técnica hipnótica que te permite recibir la información que tu alma desea darte a conocer. Normalm ormalmen ente, te, y te lo digo digo por experiencia, experiencia, la vida que se te te mu muestra es la que resulta resulta ser más importante en este momento. Aquella que más impacto tiene en nuestra vida actual. Aquella cuy cuyos os acont a contecimient ecimientos os y mem memori orias as pueden contribuir contribuir a mejorar el presente. resente. El alma alma es sabia y sabe perfectam perfectamen ente te qué qué prioridad priori dad adoptar y si mostrarte mostrarte una vida antes de otra. Dejemos que ella decida, ¿te parece bien? —bromeé, e invité a Verónica a acostarse en el diván para comenzar la sesión. —Soy una mu mujer —comenz —comenzóó la joven. —¿Estás ¿Estás dentro dentro de un un edificio o al aire air e libre? ¿Es de día o de noch noche? e? —pregun —pregunté inmediatamente, para que no perdiese la concentración. —Estoy en una sala de un palacio. Es una una sala grande grande y luminosa. luminosa. —¿V ¿Vives ahí? —Sí. Vivo Vivo aquí. Es Es mi mi dormitorio. dormitorio. Hay una gran gran cama cama con dosel de column columnas de madera taraceada. Es una casa muy señorial. —¿Cóm ¿Cómoo te llamas? llamas? —Rose —respondió Verónica, Verónica, sin du dudarlo. darlo. —¿Cu ¿Cuánt ántos os años tienes? tienes? —Teng Tengo veintitrés veintitrés años, como como ahora. ahora. —¿Dón ¿Dónde de te encuen encuentras? tras? —Estoy en el norte norte de Francia. Francia. —¿Qu ¿Quéé año es? —1764. —¿Cóm ¿Cómoo estás vestida? —Llevo Llevo un vestido blanco. Está bordado, de un tejido de much muchoo valor. El escote es ampli amplioo y rectan rec tangu gular lar,, con volant vol antes. es. Las mang angas as me llegan l legan hasta hasta la l a mitad de los l os antebrazos y también están finamente decoradas. Tengo la piel muy clara, parece casi blanco leche. leche. Estoy sentada sentada ante ante un un tocador de madera madera con un un espejo y me me estoy arreglando. Puedo verme. Soy joven y hermosa. Llevo el cabello recogido detrás de la cabeza. Es muy voluminoso y parece blanco, casi violáceo... ¡Qué extraño! ¡Ah, sí, es una peluca! —¿Hay ¿Hay algún otro detalle detalle que te te llame la atención? atención? —Sí. Llevo Llevo un grueso anill anilloo de plata con una piedra preciosa preci osa verde, de forma forma ovalada. Creo que es un anillo de compromiso. —¿Hay ¿Hay otras personas a tu tu alrededor? —Aquí Aquí en la habitación habitación está mi mi gobernant gobernanta; a; me me está ayu ayudan dando do a prepararme. prepararme. En otras salas de la casa están ahora mi madre y mi padre.
—¿Pu ¿Puedes edes describírm descri bírmelos? elos? —Sí. Mi madre madre es más más delgada y más baja que yo. yo. También También su cabello es extraño; lleva una peluca que parece todavía más voluminosa que la mía, con diseños enormes a los lados de la cabeza. La peluca de mi padre es blanca y más pequeña. Lleva varias prendas, una encima de otra, y por encima una chaqueta verde de un tejido muy muy elaborado qu quee parece par ece terciopelo. terciopel o. —Parecéis vestidos ves tidos de man manera era mu muy elegante. elegante. Me Me has has dicho que que os estáis preparando. ¿Dón ¿Dónde de tenéis tenéis que ir? —pregun —pregunté. —¡Ten ¡Tengo go qu quee casarme! casarme! —exclam —exclamóó Verónica, Verónica, de pronto pronto presa de la emoción—. emoción—. Es el día dí a de mi mi boda. —¿Cóm ¿Cómoo es tu futu futuro ro marido? marido? —Es alto y bellísim bellí simo. o. Se llama llama Alexan Alexandre. dre. Tiene el cabello largo y castaño, aunque en este momento también él lleva peluca. Está elegantemente vestido y lleva un extraño cuello rígido muy alto. Puedo ver sus maravillosos ojos verdes. Lo amo muchísimo y sé que también él me ama. ¡Soy tan feliz! —dijo la joven, comenzando a llorar ll orar de alegría a legría y emoción, emoción, como si en aquel mom moment entoo estu es tuvies viesee efectivam efectiv ament entee casándose. —¿Qu ¿Quéé sucede ahora? ahora? —le pregun pregunté, después después de haberle haberle dejado dej ado algun algunos minu minutos tos para que disfrut disfrutara ara plenamen plenamente te de aquella aquella felicitad felici tad tan tan profun profunda. —Me Me dice que me me ama ama más más que a ning ninguuna otra cosa en el mu mundo y me entreg entregaa el anillo anill o de matrimonio. atrimonio. Es un magn magnífico ífico brill bri llant antee montado montado sobre s obre un anillo anill o más pequeño equeño que que el verde, pero mu mucho más valioso. valios o. Es realmen realmente te magn magnífico. ífico. Miro Miro a mi mi madre y la veo llorar emocionada —dijo entonces Verónica, comenzando ella también a llorar de nuevo. Esperé algunos minutos más y le pregunté si deseaba pasar a explorar un momento posterior de la existencia existencia de Rose. Me Me respondió que que estaba de acuerdo. acuerdo. —¿Dón ¿Dónde de te encuen encuentras? tras? ¿Cu ¿Cuánt ántos os años tienes? tienes? —Estoy muy enferm enferma, a, la fiebre no no baja. Estoy pálida, sudo y siento siento frío al mism mismoo tiempo —dijo la joven. Viendo que, efectivamente, comenzaba a sudar frío, también allí en mi consulta, tuve que recurrir rápidamente a una sugestión hipnótica para limitar aquellas molestias y continuar con la experiencia de regresión. —¿Cóm ¿Cómoo te sientes sientes ahora? ahora? —le pregun pregunté. —Ya no no teng tengo frío, físic físicam amen ente te me me siento siento bien, pero pero sé que aún teng tengo fiebre. Me Me encuentro en una carroza. Me están llevando al hospital. También están conmigo mi marido y mi madre. —¿Cu ¿Cuánt ántos os años tienes? tienes? —le pregun pregunté comprendien comprendiendo, do, dada la presencia de la madre, adre , que estaba es taba muriendo muriendo joven. jov en. —Teng Tengo veintisi veintisiete ete años. Mu Muero de tuberculosis. tuberculosis. —De acuerdo. acuerdo. Deja el cuerpo y la vida de Rose, enton entonces. ces. ¿Qu ¿Qué has has aprendido? ¿Cu ¿Cuáles han sido las lecciones de esa es a vida? —Ha sido un una vida corta pero intensa. intensa. He He sido mu muy afortu afortunada. Mu Muy feliz. He conocido el amor terrenal. Mi marido me ha amado mucho y yo le he amado a él.
Ahora percibo Ahora perc ibo claram clar ament entee que él es mi alma gem gemela. ela. Sigue Sigue llegándom l legándomee más información de aquella vida y él me está comunicando que no tema por nuestro amor porque volveremos volveremos a vernos. Sé que que lo volveré a ver. Tengo Tengo un una sensación de absoluta abso luta certeza. Sé que no no nos dejar de jarem emos os nunca nunca y que seguiremos seguiremos viviendo vivi endo juntos juntos para siempre. Aquel día Verónica no se equivocaba. Como de costumbre, la información obtenida durante la experiencia de regresión se demostró precisa. Un par de meses después volvió a visitarme y me contó que había conocido a un joven que desde hacía algu al gunas nas semanas semanas se había convertido co nvertido en su pareja. par eja. Estaban muy muy enamorado enamoradoss el el unoo del otro. El encuent un encuentro ro había habí a sucedido s ucedido de d e manera manera completamen completamente te casual, cas ual, en vista vis ta de que el joven vivía a más de quinientos kilómetros de distancia. Había sido un flechazo; les había bastado con mirarse a los ojos durante un instante para no volver a separarse, hasta el punto de que ya pensaban en vivir juntos. Verónica me dijo claramente que, en los ojos de su actual pareja, había reconocido desde el primer momento el alma de Alexandre, su amado marido en la vida de Rose. Había vuelto a encontrar su alma gemela y estaban de nuevo juntos y felices. Pero no acabaron ahí las sorpresas. Verónica y su nuevo novio fueron efectivamente a vivir juntos. Después de algunos meses de convivencia, ella le contó la experiencia que había vivido durante la regresión y le confesó su deseo de que también experimentara también él los beneficios eneficios de esta técnica. técnica. En con concreto, creto, la joven le pidió hacer juntos juntos una una regresión, guiados por una grabación mía. Yo mismo había subido el año anterior aquella grabación grabaci ón a Youtube Youtube y a Vimeo. Vimeo. Era una regresión regresi ón de grupo con casi doscient dosci entos os participantes articipantes que diri diriggí durante durante un un seminario. seminario. El se mostró mostró en un principio mu muy escéptico respecto res pecto al tema, tema, hasta hasta que un un día decidió probar, para par a satisfacer los l os deseos de su amada. La joven j oven me me cont co ntóó que en aquella aquell a ocasi oca sión ón se vio vi o como Betsy, una una mujer mujer joven j oven de Seattle, en los Estados Unidos en 1962, mientras jugaba a los bolos con un grupo de amigos y amigas. Vio a un joven que lanzaba la bola; se llamaba Frank y en él reconoció de inmediato el alma de su novio actual. Estaba muy enamorada de él, también en la vida de Betsy, y él la correspondía. A pesar de no estar haciendo la experiencia de regresión con un terapeuta que les guiase, sino con una grabación, logró ver también el momento de su muerte, que sucedió a causa de un accidente de coche. Frank, el joven de la bolera, su enamorado, estaba conduciendo a gran velocidad un coche deportivo, se divertía haciendo una carrera con otro coche e invadía el carril car ril con contrario. trario. Ella estaba sentada sentada en el asiento del pasajero. Murió Murió en el sitio cuando chocaron con otro vehículo que circulaba en sentido contrario. Percibió su ánima salir del cuerpo de Betsy y vio la cabeza ensangrentada de Frank sobre el volante. La joven me contó que, mientras ascendía dejando el cuerpo de Betsy, su único deseo era volver con él, verlo de nuevo. Debía tratarse verdaderamente de un alma gemela, pensé. Al final de la grabación, Verónica le pregun reguntó expectan expectante te a su novio qué había había visto él. Y no os podéis imaginar mi sorpresa cuando me contó que él se había visto en las
Black Mount Mountains, ains, en e n Canadá, Canadá, a solo s olo algunas algunas horas en coche coc he de Seatt Sea ttle. le. Le contó que se encontraba en un bosque de árboles inmensos, altísimos, un lugar frío y salvaje. No vivía allí; allí ; había había ido en busca busca de oro, porque de aqu aquella ella manera manera consegu conseguía ganarse bien la vida. Sus amigos lo llamaban Racer (en inglés: corredor), dada su pasión por los coches veloces. Le Le explicó explicó también también que, que, durant durantee la regresión, en un moment omentoo posterior pos terior a la l a muerte muerte había percibido perci bido su alma mientras mientras llegaba l legaba a un lugar lugar lleno de luz. Allí, un guía celeste le decía que no se preocupara porque nunca perdería erderí a a su amada; amada; Betsy Betsy y él estarían junt juntos os por siempre. La historia de Verónica y de su novio es ciertamente extraordinaria; dos almas gemelas gemelas que en el mismo mismo mom moment entoo reviv r eviven en la experiencia e xperiencia de una misma misma vida, vida , vivida vi vida untos más de cincuenta años antes. Al cabo de pocos meses desde la primera regresión, la vida de la joven ciertam cie rtament entee había cambiad cambiado. o. Ahora no solo sol o sabía sa bía que tenía tenía un alma gemela gemela,, sino si no que que además la tenía a su lado cada día. El mismo hombre que siempre la había amado, en su papel de Alexandre en la Francia del siglo dieciocho y en el del intrépido Frank en la América de los años sesenta, había vuelto a su lado para seguir cuidando de ella. También la experiencia de Christian, el protagonista de la próxima historia, nos muestra cómo el amor amor no tiene lím lí mites ni duración. duració n. Christian vino a verme una tarde de invierno de hace algunos años. Llegó empapado; recuerdo que aquel día había llovido hasta el punto de obligar a las autoridades a cerrar algunas estaciones de metro, que se habían inundado. Llevaba el cabello corto, todavía oscuro, mucho para un hombre de cuarenta y ocho años. De sus rasgos y de la seguridad en sí mismo de la que hacía gala se deducía que de oven debía haber sido un hombre atractivo. Llevaba una camisa deportiva de marca y un par de vaqueros, que en aquel momento estaban mojados hasta las rodillas. Encendí de inmediato la calefacción de la sala y, antes de comenzar, mientras esperaba a que sus pantalones se secaran al menos un poco, le pedí que me contara el motivo de su visita. Me dijo que más que otra cosa le movía la curiosidad, pero también el hecho de que, a pesar de ya no ser joven, creía no haber encontrado el autént auténtico ico amor. amor. Se había casado casad o pront pr ontoo y había tenido dos d os hijas. Una importante importante carrera como directivo lo había mantenido lejos de casa con frecuencia y, aunque quería mucho a su mujer, ella había terminado separándose de él después de dieciocho años de vida en común. A la separación había seguido otra relación estable con una nueva compañera que había durado ocho años, pero que también había acabado. Le pregunté si había amado, o si seguía amando, a las dos mujeres. Me respondió que sí, que había querido mucho a su mujer y a su expareja, pero había tenido la clara sensación de no haber sentido, por ninguna de las dos, un amor verdader verd aderam ament entee profu pr ofundo. ndo. Le Le hice entonces entonces algu al gunas nas pregu pr egunt ntas as para comprender comprender su estado mental y asegurarme de que esta ausencia de amor no se debiera a un problema roblema psíquico de personalidad, a fin fin de sug sugerirle, erirl e, si era el caso, cas o, que que consult consultara ara a un psiquiatra o a un psicólogo clínico. Christian parecía, sin embargo, ser perfectament erfectamentee coherent coherente, e, en mi opinión al men menos. os.
Mientras tanto, vi que los pantalones se habían secado y propuse al hombre que iniciáramos la sesión de regresión. Terminada la técnica de inducción hipnótica, Christian comenzó espontáneamente a hablar. —Me Me encu encuent entro ro en el centro centro de un un pequ pequeño eño pueblo. pueblo. Está nu nublado y hace hace bastante bastante frío. Hay much muchaa gente gente y un pozo justo en el centro centro de la l a plaza. pl aza. Los Los edificios edific ios son de piedra, grises como como el cielo. Hay una música música fuerte fuerte y extraña. extraña. Estamos Estamos bailando todos. Es un unaa gran fiesta. —¿Cóm ¿Cómoo estás vestido o vestida? vestida? —le pregun pregunté. —Llevo Llevo una una falda verde que que me me llega hasta hasta las rodillas rodil las —respon —res pondió dió el hombre—. hombre—. Es verde oscuro, de un tejido muy pesado que parece fieltro. ¡Pero no soy una mujer! Tengo las piernas musculosas y peludas. ¡Soy un hombre con falda! —comenzó a reír, como si aquello no tuviera ningún sentido. —¿Qu ¿Quéé más más llevas? llevas ? —Gruesos Gruesos calcetines grises grises,, de lana. lana. Y zapatos zapatos de hom hombre bre marrón marrón oscuro oscuro y sucios sucios de barro. Llevo una casaca, también muy gruesa; parece de piel. Tengo el cabello rojo y largo, y una poblada barba roja. Tengo la piel de un tono rojo, pero puede que se deba al hecho de que en este momento creo que estoy borracho. Estoy bailando abrazado a mi amada. Es un baile bastante cómico, estamos dando saltitos. —¿Cóm ¿Cómoo es ella? ¿Puedes ¿Puedes describírm descri bírmela? ela? —Sí. Es verdaderamen verdaderamente te bellísim bellísi ma. Tiene Tiene el cabello ru r ubio rojizo roji zo,, largos y estupendos mechones. Rasgos delicados y piel blanca, con los pómulos enrojecidos por la danza, danza, y los ojos azules. azules. Me siento siento mu muy atraído por ella. Siento qu quee la amo amo con todo mi ser. Nunca he amado a nadie tanto —lágrimas de emoción comenzaron a descender por los ojos cerrados del hombre. —¿Nu ¿Nunnca has has experiment experimentado ado un una sensación similar similar en esta vida? —le pregun pregunté té a Christian. —No. Nu Nunca. Siento Siento cómo cómo mi mi amor amor por ella ell a invade todo todo mi mi cuerpo. Mient Mientras ras bailamos la miro miro a los ojos oj os y es como como si nos fun fundiéram diéramos os juntos. juntos. —¿Cóm ¿Cómoo se llama? llama? —Laura. Laura. —¿Y ¿Y tú tú cómo cómo te llamas? llamas? —Charles. Charles. —¿Dón ¿Dónde de os encon encontráis, tráis, geográficam geográficamen ente te hablando? hablando? —Estamos Estamos en Escocia. —¿Qu ¿Quéé año es? —1446. —¿Cóm ¿Cómoo te sientes? sientes? —Soy muy feliz. Sé que que Laura Laura y yo nos casaremos. casaremos. Estamos Estamos prometidos prometidos y ya nos nos hemos jurado amor eterno. Pronto deberé partir a una batalla, hay guerras entre varios pueblos. Pero en cuanto vuelva nos casaremos. Nos amamos tanto. —¿Estás ¿Estás de acuerdo acuerdo con pasar a un momen omento to posterior posterior de la l a vida de Charles Charles,, para ver qué sucede? —pregu —p regunt ntéé entonces entonces a Christian. Chris tian. —Estoy haciendo el amor amor con Lau Laura ra —respondió, tras algu algunos minu minutos, tos, el
hombre. Vi que el rostro se le enrojecía y las expresiones faciales cambiaban, mostrando la pasión que estaba experimentando en aquel momento—. Nunca he hecho el amor así. La tomo entre mis brazos y experimento un placer inmenso, un amor infinitamente profundo. Como si ella y yo fuésemos un único cuerpo. Dejé que disfrutara plenamente de aquel momento. Cuando finalmente su cuerpo y su rostro se relajaron, retomé las preguntas. —¿Qu ¿Quéé sucede ahora? ahora? —Estoy en batalla, en un campo campo inmen inmenso. so. El cielo está nublado nublado y hace hace mu mucho frío. Somos Somos much uchos os y avanz ava nzam amos os en filas paralela paral elas. s. Justo J usto a mi mi lado l ado está e stá mi mejor mejor amigo. amigo. También él lleva barba y tiene el cabello rojo. Nos parecemos. Nos conocemos desde desd e niños y lo apreci apr ecioo much mucho; o; tenem tenemos os la mism is ma edad ed ad y hemos hemos crecido crec ido juntos juntos en el mismo pueblo. Confío en él, es como un hermano. —¿Pu ¿Puedes edes mirar mirarlo lo profun profundament damentee a los ojos, por favor? —le pedí—. ¿Puedes ¿Puedes decirme si su alma pertenece a alguien a quien Christian pueda conocer en tu vida actual? —Sí. Es mi mi tío. El herm hermano ano de mi mi padre. En esta vida no no hem hemos os tenido tenido una una buen buenaa relación, me resulta insoportable. Nunca había comprendido por qué, pero ahora lo tengo claro. —¿Cóm ¿Cómoo es que que lo tienes tienes claro? —Nos estamos estamos preparando para el asalto y corremos corremos todos hacia hacia el enemigo. enemigo. Comenzamos a combatir. Mato a varias personas y después soy herido en un brazo. De pronto siento una espada atravesarme el costado derecho. Me giro e incrédulo descubro con horror que mi asesino es precisamente él, mi mejor amigo. Caigo a tierra presa del dolor y mis ojos lo miran fijamente mientras se aleja, como si no hubiese sucedido nada, continuando el combate. El dolor desaparece poco a poco. Estoy muriendo. Salgo del cuerpo y siento una maravillosa sensación de paz y bienestar, ienestar, que se mezcla mezcla con la rabia y la incredulidad incredulidad que siento siento hacia hacia aquella absurda traición sin motivo. Mientras, poco a poco, abandono el cuerpo de Charles, comprendo lo que sucederá después de la batalla. Mi mejor amigo volverá y esposará a Laura, mi amada. Fingirá dolor por mi muerte y esto los unirá, conseguirá que también ella le quiera. Siento dolor y un inmenso sentido de frustración. Continúo subiendo cada vez más hacia arriba, hacia el cielo. Ahora las nubes desapare desa parecen cen y se transforman transforman en una una luz brillant brill antee y clarí cl arísima. sima. La La paz y el amor amor comienzan a predominar. Laura se acerca a mí, o mejor dicho, creo que es su alma. Sin hablar, sus palabras me dicen que no me preocupe, que nuestro amor es eterno y nunca terminará, y que volveremos a estar juntos en otra vida. Me susurra que esté tranquilo, que no tenga prisa. Aunque ella no volverá en esta vida, y Christian no tendrá ocasión de volver a verla, nos espera una vida futura y feliz. Volveremos a estar juntos, juntos, nunca nunca nos dejaremos. deja remos. Llevé entonces entonces al hombre hombre a un estado de d e consciencia c onsciencia normal normal y estuve algunos algunos minutos sin hablar. Su rostro denotaba una expresión de increíble sorpresa. A continuación, me confirmó que estaba muy feliz porque finalmente había comprendido que era capaz de amar de una manera tan profunda. También él tenía un
alma gemela gemela y sentía sentía la presencia pres encia de Laura fuerte fuerte y clara cl ara a su s u lado en todo mom moment ento. o. Percibía su amor y la correspondía. Era ahora un hombre completamente diferente. Sabía que ella seguía amándolo desde otra dimensión y que se trataba simplemente de tener paciencia. Ella volvería a él en una próxima vida. Un alma gemela está a nuestro lado en cada instante, aunque no sea de forma física, como en el caso de Christian –Charles en la vida pasada– y en el de Laura, quee parece verdaderamen qu verdaderamente te increíble. Es difícil aceptar que Christian no tenga tampoco la oportunidad de conocer en esta vida a la persona a la que más profundamente ha amado. Pero han compartido unaa vida un vi da pasada pa sada y compartir compartirán án una una futu futura. ra. Sus almas en reali rea lidad dad nunca nunca se s e han dejado, son almas gemelas que viajan desde siempre unidas, a través del tiempo y del espacio. Aunqu Au nquee físicamen fís icamente te separados sepa rados,, Charles y Laura Laura perm per manecen para siempre s iempre unidos unidos por la única fuerz fuerzaa que que existe, existe, el amor. amor. La próxima historia nos muestra cómo se puede volver a amar incluso después de muchísimo tiempo y tiene como protagonista a Marta, la misma joven que se había visto como un oso en el bosque. Marta vino a verme por tercera vez desde Italia y sentí hacia ella un inmenso placer y un un profun profundo agradecim agradecimient ientoo por haberlo haberlo hecho. hecho. Verla Verla siem si empre pre es un placer; su energía consigue iluminar iluminar cualquier c ualquier lug l ugar ar o persona. per sona. Los dos juntos juntos ya hemos hemos afrontado y hemos resuelto varios asuntos, gracias a numerosas regresiones. Y lo que descubrimos aquel día no hizo sino confirmar lo que la joven ya sabía en lo más profun rofundo de su corazón. corazón. Después de saludarnos y de un poco de charla, le pedí que se acomodara en la chaise longue longue de costumbre y que cerrara los ojos. Procedí entonces a inducir en ella un profundo estado de relajamiento hipnótico. Me resultó bastante sencillo, no solo gracias a la disposición natural de la joven, sino también porque alcanzar un estado de trance es cuestión de práctica. Y con Marta habíamos hecho bastante. —Llevo Llevo sandalias de piel marrón. marrón. Todo el suelo suelo alrededor alre dedor es de tierra oscura — comenzó la joven. —¿Son ¿Son pies de hombre hombre o de mu mujer? —Soy un hombre. ombre. Mi piel es oscura. Llevo Llevo una una túnica túnica clara de fibras naturales. naturales. Parece muy antigua. Soy egipcio. —¿Cóm ¿Cómoo te llamas? llamas? —Eliyah. Eliyah. —¿Cu ¿Cuánt ántos os años tienes? tienes? —Teng Tengo veintiocho veintiocho años. —¿Dón ¿Dónde de te encuen encuentras? tras? —Estoy en Mesopotamia. esopotamia. —¿Qu ¿Quéé año es? —321 d.C. —¿Qu ¿Quéé estás haciendo? haciendo? —Estoy escapando. Me están están persiguiendo. persiguiendo.
—¿Qu ¿Quién ién te te persigue? persigue? —Los Los otros. He desertado. desertado. Debí haber haber partido, pero no creo en la gu guerra. Es estúpida y no soluciona las cosas. Trae solo destrucción y sufrimiento. Quiero quedarme en casa, con mi mujer. La amo muchísimo. Tengo dos hijos y estamos esperando el tercero. —De acuerdo. acuerdo. Ahora Ahora quisiera que fu fueras a un momen omento to importan importante te de la vida de Eliyah —pedí a Marta. —Estoy en casa —dijo la l a joven—. Es un una cabaña de piedra con el tech techoo de paja. Estoy mirando a mi mujer que está de parto. Soy feliz de estar aquí con ella. Me siento muy orgulloso de ser padre otra vez. Ella tiene veintiséis años, dos años menos que yo. Es tan hermosa y la amo tanto. —¿Pu ¿Puedes edes mirar mirarla la a los ojos, oj os, por favor? —Sí. Veo Veo claramen claramente te sus sus ojos acercarse acerca rse cada vez más. más. Un Un azu azul lig li geramen eramente te verde. Ella no tiene los ojos claros, pero veo dentro de sus ojos la misma luz que siempre he visto en los ojos de mi actual pareja. Son los mismos ojos, tienen la misma alma. También el día en que lo conocí, en esta vida presente, al mirarlo a los ojos supe que ya nos nos habíamos habíamos conocido. c onocido. Siempre he sabido sab ido que era un alma gemela gemela.. Y ahora tengo finalmente la prueba. —¿Ha ¿Ha nacido nacido vuestro vuestro hijo? —Sí, es un varón. También También los otros otros dos son varones. varones. —¿Podem ¿Podemos os continu continuar ar ahora hasta hasta un un momen omento to posterior posterior de la l a vida de Eliyah? Eliyah? — pregun regunté enton entonces ces a Marta. Marta. La La joven consin consintió. tió. —Es el mom moment entoo de mi mi mu muerte. Estoy Estoy combatien combatiendo. do. Al final final no no he he tenido tenido elección. He tenido que ir a la guerra. Ha pasado solo un año, tengo veintinueve años. Por ese motivo sentía que no quería salir: sabía que moriría y no quería dejar a mis seres queridos. queridos . Me hieren con una una lanz l anzaa que me me atravies atra viesaa entre el corazón y el hombro. hombro. Me duele mucho, no logro estar en pie y caigo a tierra. —Abandon Abandonaa la vida de Eliyah —le pedí enton entonces, ces, viendo que que estaba sufrien sufriendo. do. —Ahora Ahora me me siento siento libre y ligero. Estoy Estoy flotan flotando do sobre la escena, veo mi mi cuerpo tum tumbado en el suelo. Y cont c ontinúo inúo subiendo, cada c ada vez v ez más más alto. Me siento s iento sereno ser eno porque sé que que volveré a ver a mi mi adorada mu mujer; volverá conmigo, conmigo, casi dos mil mil años después estaremos todavía juntos, unidos por siempre. Es en verdad como si nunca nos hubiésemos dejado. Ahora percibo una presencia junto a mí. Creo que es un maestro o un guía celeste. Le pregunto cómo se llama, me responde únicamente que durante su existencia terrestre lo llamaban "El Rey" . Ha venido a recordarme que la guerra es inútil porque estamos todos unidos, somos todos seres perfectos y maravillosos. Y tiene también un mensaje para ti —añadió Marta, para mi absoluta sorpresa. —¿Qu ¿Qué? é? —pregun —pregunté, entre entre asombrado asombrado y hon honrado. rado. —Será posible posibl e explicar explicar el fun funcionamient cionamientoo del universo universo únicamen únicamente te cuan cuando do se Rey. logre comprender el tiempo —dijo El —dijo El Rey.
AGRADECIMIENTOS
Quiero agradecer profundamente la sabiduría y los conocimientos del Dr. Brian Weiss y de su mujer Carole. Sin su amor y apoyo no hubiese podido ayudar a tantas personas. También quiero dar las gracias a Valentina Camerini, mi querida amiga, cuyas sugerencias han mejorado mucho la edición italiana de este libro. Por último, quiero agradecer el amor de mis padres Ettorina y Natale Raco; mis tios Maria Antonietta y Giambattista Ialongo por su ayuda; mi hermano Ennio Valerio y mi cuñada Giuliana Santin por sus consejos; Barbara Barsi, Silvia Zomparelli, Micaela Picozzi y Giorgio Gandolfo por su apoyo moral; Patrizia Perricone, Emanuela Bertozzini, Bel Cotes y Fabrizio Gelli por los cambios que han sido capaces de aportar a mi existencia.
EL AUTOR
Alex B. Raco es Especialista en Trastornos del Estado de Ánimo y Ansiedad por la Universidad de León. Su formación incluye Postgrados en Psicopatología Clínica de la Universidad de Barcelona y en Hipnosis Ericksoniana de la Universidad de Valencia, junto a talleres de Hipnosis Clínica en la Universidad Autónoma de Madrid y una experiencia psicoanalítica jungíana de cuatro años. Discípulo del Dr. Brian Weiss, se ha formado profesionalmente con él en Terapia de Regresiones a Vidas Pasadas en el Omega Institute for Holistic Studies, en el Estado de Nueva York. M.B.A M.B.A.. de la l a Un Universidad iversi dad Bocconi Bocconi de Milán, antes antes de dedicarse dedicars e a la l a Terapia de Vidas Pasadas, ha trabajado como ejecutivo en empresas multinacionales.