Colección PSICOTECA MAYOR Serie Freudiana O sca r M a s o tta Lecciones Lecc iones de introducción introdu cción a l psico ps icoan anális álisis is
V íc to r T a u s k Trabajos psicoanalíticos
S. F e u d
y
is s E. W e is
Prob Pr oblem lem as de la prá p ráctic ctica a psico ps icoan analít alítica ica
S. F r e u d
y
K. A b r a h a m
Correspondencia
S . F r e u d y A . Z w e ig ig Correspondencia
S a r a h K o f m a n E l en enigm igma a de la m ujer uj er
JACQUES JACQUES SEDA T y OTROS ¿Retomo a LacanP
S e r g e L e c l a ir e Un encantamiento que se rompe
M a rio F ra n c i o n i Psico Ps icoan anális álisis, is, lingü lin güísti ística ca y epistem epis temolog ología ía en Jacques Jacq ues Lacan Lac an
PSICOANÁLISIS, LINGÜÍSTICA Y EPISTEMOLOGÍA EN JACQUES LACAN
por
Mario Francioni
SANC O DE LA JUSWÍBUm. HBUOTECA LUIS ANGEl ARAK»* PROCESOS TLCNICOS
Se. Acca 30 Provador
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PSICOANÁLISIS, LINGÜÍSTICA Y EPISTEMOLOGÍA EN JACQUES LACAN
por
Mario Francioni
SANC O DE LA JUSWÍBUm. HBUOTECA LUIS ANGEl ARAK»* PROCESOS TLCNICOS
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Título del original en italiano: Psicoanalisi lingü lingüisti istica ca ed epist epistemol emologí ogíaa in Jacques Jacques Locan Locan © by Editare Boringhieri, Torino, 1978 Traducción: Ramón Traducción: Ramón Alcalde Primera edición, julio de 1983, Buenos Aires, Argentina Derechos para todas las ediciones en castellano © by Editorial Gedisa S.A. Muntaner 460 460,, entlo, entlo, I a . Tel. 201-60 00 Barcel Barcelonaona-6, 6, España E spaña ISBN N° 84-7432-183-2 Gestión, representación y dirección para esta edición Editorial Celtia S.A.C.I.F. de M. y R. Avda. Belgrano 355, 6o piso 1092 - Buenos Aires, Argentina ISBN N° 950-9106-44-5 Hecho el depósito que establece la ley 11.723 Impreso en Argentina Printed in Argentina Se terminó de imprimir en offset en el mes de agosto de 1983, en los talleres gráficos de L a P r e n s a M é d i c a A r g e n t i n a S.R.L. Junín 845, Buenos Aires, Argentina. Queda prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio medio de impresión, en forma idéntica, extractada o modificada, en castellano o cualquier otro idioma.
ÍNDICE Prefacio
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*1. La psicolingüística freudiana. La estructura alienante de la subjetividad y del lenguaje 1. Premisa: historia histo ria de la ciencia cienc ia y epistemología 2. La metapsicología de Freud, rees reestr truct uctura urada da por por L a c a n 3. Lo "simbólico” en Freud y L a c a n 4. La "fase del del espejo” . El "o " o tro tr o ” propio propio (el yo) y los "o " o tro tr o s ” fuera fue ra de sí 5. La estructura de la subjetividad y de la intersubjetividad. El "esquema L” L” 6. La estructura alienante del lenguaje fundada sobre el modelo diádico de la subjetividad '*>7. Criterios epistemológicos y contextos histérico-culturales 2. Los significantes significan tes en el inconscie inco nsciente. nte. La letra y la metáfora metáfora del del des deseo eo al al le n g u a je .......................................................
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1.' El deseo en la estructura lingüística del inconsciente 2. El determinismo combinatorio del "signific "sig nificante ante ” en las las formaciones formaciones de compromiso 3. El nuevo estatuto de lo "simbólico" en la interpretac interpr etación ión de de un sueño sueño 4. La "literalidad” del significante físicosensorial predo pre dom m ina sobre el significado 5. El intento de "matematización de metáforas me táforas y significantes privilegiados . . 6. El sujeto en el movimiento movimiento de la cadena cade na significante 7. Psicoan Psic oanális álisis is y filosofía; o sea, sea , Lacan Lac an contra Lacan
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Apéndice. Apéndice. Epistemología e ideología en Lacan . . 89 1. El posible "sentido” y la "retórica” de la epistemología lacaniana 91 2. La "falta” estructural y la no-creatividad del a r te 95 3. La interpretación ideológica "materialista” de la metapsicología freudiana 98 4. La "crisis” del freudismo y la identificación identific ación de la moral con la técnica técnic a 103 5. El "sentido” último más allá de la historia y de dell mae m aestr stroo 1066 10 ................
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Bibliografía de Jacques Lacan Bibliografía de de las obras citadas citada s 8
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Pr P r e f a c i o
En este est e breve estudio estu dio se inte in tent ntaa prim pr imer eram amen ente te de de linear la estructura, y contribuir luego a la valuación del psicoanálisis lingüístico de Jacques Locan , surgid sur gidoo con el programa prog rama polémico polém ico de un retorno retorno al "verdadero Fre F reuu d ”, progra pro grama ma muy problem prob lemáti ático co p o r el doble m oti oti vo e intento de conseguir conjuntamente el rigor epis temológico y la fidelidad a un determinado mensaje histórico, el del maestro vienés. A través de una mediac me diación ión interd int erdisc iscipli iplinari nariaa tod t oda a vía no madura, buscada sobre todo en la antropología y la lingüís ling üística tica estructural, estructur al, Locan entre ent retej tejee aquellos dos motivos diversos, introduciendo con frecuencia la 9
aproximación conceptual metafórica en sus formula ciones, oscuras y a la vez penetrantes. Mas si el nivel de análisis no es siempre riguroso, es imposible desco nocer la amplitud, la audacia y el interés de su proyec to de conciliar paradójicamente Erótica y Matemática, manteniéndose fiel a su concepción subversiva del su jeto humano como sujetado a la omnipotencia del "símbolo ” (detrás del lenguaje-mediador de "natura leza” y "cultura) presionaría esencialmente la pulsión inconsciente del deseo, y no la visión consciente del pensamiento). El psicoanálisis en su totalidad — reinterpretado y reestructurado así, aun dentro de la bus cada fidelidad de un retorno a Freud — resulta fecun damente solicitado en sus fundamentos científicos e ideológicos. Lacan, es verdad, no consigue mejorar el estatuto científico del psicoanálisis (está en otra línea, por ejemplo, de la seguida por un Rapaport), pero contri buye a esclarecer la epiesteme (en el sentido amplio, por ejemplo, de un Foucault), pues tiene conciencia de la imposibilidad de axiomatizarlo o de desarrollar una experimentación verdadera y propia. Insiste en el des nivel entre verdad y saber, expresándolo en términos que no pueden agradar a los "cientificistas” puros, pe ro que son coherentes con la tesis que él cree encontrar en la base del revolucionario descubrimiento o ruptura epistemológica de Freud: "En el hombre, la verdadera intención, la del inconsciente, o está inconscientemen te expresada o conscientemente reprimida”. Según Lacan, la fuerza mayéutica desmitificante de la tesis freudiana implica el reconocimiento de que la dinámica de la alienación humana es enteramente 10
impersonal. Por ello toma posición frente a las es quemáticas elecciones ideológicas que, por ejemplo, en lo referente al campo marxista, han llegado a proponer (por emplear aquí metáforas análogas a las suyas) o ”multiplicaciones lógicas” (Freud y Marx) o "adi ciones lógicas” (Freud o Marx), con iguales preten siones de coherente "racionalidad" y de acertada "historicidad”. Pero también la posición de Lacan pa rece con frecuencia contaminada de motivos puramen te ideológicos, aunque sumamente esfumados. El momento ideológico —que persuade a actuar en cierta dirección "praxificando” la teoría — es casi inevitable en la formación misma de la ciencia, en sen tido tanto negativo como positivo. Y si sólo distancián dose en el tiempo parece posible distinguir el aspecto ' filosófico ” del "!ideológico ” (público o privado) en el curso del pensamiento científico, ello no excluye el in tento de acortar la duración de este tiempo. Eso es lo que se intenta hacer críticamente en este breve trabajo: individualizar los movimientos ideológi cos de Lacan que están detrás de su (metáforica) matematización del psicoanálisis, precisamente para contri buir a una mejor clarificación epistemológica de este último. Entre estos movimientos parece relevante la rtdenegación” del discurso filosófico en cuanto tal, por parte de un autor que cita continuamente los filósofos y que distingue adecuadamente verdad y saber, técnica y terapia. Lacan se ha lamentado de que en los estudios a él dedicados exista una transmisión literal de su pensa miento, es decir, hecha por estudiosos que, valiéndose 11
exclusivamente de sus Escritos, lo traicionan inevi tablemente, "tels que l ’ambre gardant la mouche, pour ne rien savoir de son vol”.1 Esperamos no haber impedido el "vuelo” de Lacan hacia horizontes más vastos.2
1 El "la m en to " de Lacen cierra su P refacio, que se incluye en lengua fran cesa, en la traducción italiana del estudio que Anika Rifflet-Lemaire le dedicó (1972, página 15). 2 Una primera redacción parcial del presente ensayo apareció en 1973, en Filtuo fla, revista dirigida por Augusto Cuzio.
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1.
La psicolingtíística freudiana. La estructura alienante de la subjetividad y del lenguaje
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1. Premisa: historia de la ciencia y epistemología Casi siempre el análisis histórico de una teoría científica aclara su naturaleza conceptual, facilitando la comprensión o la invención de alternativas posibles, de retoques que la simplifican o la mejoran. Hay veces en que tal análisisjleva a encontrar en ella una "antici pación a la época” , o a provocar "retornos a los oríge nes” y a un juicio eventual sobre las vicisitudes de la teoría misma. Tal ha sucedido con Freud, urgido por la indagación de Jacques Lacan.1 De hecho, Lacan condena el "freudismo históri co” , especialmente el de Estados Unidos, que no habría reconocido o habría traicionado, la ruptura epistemológica llevada a cabo por Freud, para ade cuarse a nuestra mistificante "civilización” . Por ello reivindica un "retorno a Freud” psicolingüista, o me jor, metalingüista, de acuerdo con los métodos de la 1Lacan compiló casi todos sus trabajos en un volumen de Écrits (Seuil, Pa rís, 1966). A continuación se citarán, entre paréntesis, con la letra £ seguida del número de la página; la traducción italiana, Scritti, a cargo de Giacomo Contri (Einaudi, Turín, 1974), se citará , en cam bio, con la letra S.
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antropología estructuralista contemporánea (LéviStrauss, Foucault, Derrida y otros), que serían ade cuados para interpretar al auténtico Freud. La restructuración epistemológica intuida por Freud puede ser llevada a los hechos —según Lacan— mediante una lógica del "deseo” que se convierte en lenguaje, que descentre totalmente el "pensamiento” del auténtico sujeto humano parlante, es decir, del in consciente (entendido precisamente como fuente del deseo mismo). Finalmente, por obra de esta nueva "ló gica” del lenguaje, el "pensamiento” consciente no usurparía más una función genética que no es suya. En efecto, Lacan simplifica el modelo de sujeto humano propuesto por Freud, con el fin de aprehender en él las razones más profundas. Por ello, en este pri mer capítulo sobre Lacan intentaremos iniciar un reco nocimiento histórico de sus estudios, partiendo de aquéllos actualmente célebres que tratan sobre la así llamada "fase del espejo” y del "esquema L” de las relaciones intrasubjetivas e intersubjetivas. Estas rela ciones son fundamentales para comprender la natura leza del lenguaje y, precisamente, la relación radical mente alienante entre significante y significado. Pero convendrá primeramente esquematizar "el Freud de Lacan” , centrado como está sobre la misma metapsicología, simplificatoria ya, del Maestro vienés.
2. La metapsicología de Freud, reestructurada por Lacan "El hombre es hablado” condensa todo el Freud 16
de Lacan. Pero entonces, ¿quién es el hablante? Si el yo queda destituido, algún otro habla en el hombre: el inconsciente, estructurado por el lenguaje mismo. Según Lacan, pues, la "revolución copernicana” cumplida por Freud consiste —dicho con menos esoterismo— en la subversión de la concepción tradicional egológica y logocéntrica de la subjetividad, que culmi na en Descartes. De ahí se derivan las siguientes tesis paradojales: 1) el inconsciente, que es el centro pulsional con dicionado por las estructuras del lenguaje, coincide realmente con el sujeto en su integridad; 2) el yo, por su función puramente defensiva, y por ende narcisística, no es más que el sujeto imaginario, es decir sujetado * sin verdadera autonomía o libertad, por conflictos o desconocimientos alienantes; 3) la cura —la mayéutica freudiana— no busca la curación, sino la verdad, de la cual la ciencia conoce solamente algunos efectos: sin embargo, la curación puede sobrevenir por añadidura. Por ello, los psicoanalistas del yo, especialmente los estadounidenses —por ejemplo Hartmann (1966 y 1976)—, que en la cura querrían reemplazar un "yo débil” por un "yo fuerte” —fuertemente adaptativo a la realidad ambiental— traicionarían las exigencias profundas del pensamiento de Freud. El Freud de Lacan, así esquematizado, evidente mente destaca y valoriza la esencia especulativa del Freud metapsicólogo, descuidado en cambio por la praxificación estadounidense de la psicología. Praxifi17
cación "racionalizada” mediante aquellos pretextos cientificistas que querrían relegar a la pura mitología —véase, por ejemplo, Hook (1967)— las intuiciones fundamentales sobre el Eros como ripulsión de vida” (y no sólo libido) en conflicto radical con Tánatos como '[pulsión de muerte” . Es el Freud que descubre que es ineludible, para la posibilidad misma de pensar el fun cionamiento de la psiquis según el primer modelo mecanicista del Proyecto de una psicología, de 1895, introducir luego (como dice un título de 1920) Más allá del principio de placer no sólo el principio de realidad que se contrapone a ella, sino también el de la "pul sión de muerte” , atestiguado por el fenómeno de la compulsión a la repetición, presente en todo el mundo biológico. El primer Freud había separado psicoanálisis y ciencias naturales (y medicina) por el solo hecho de que en la "situación psicoanalítica” resulta imposible la repetibilidad del experimento, pero la economía y la dinámica del psiquismo eran interpretadas de hecho mediante analogías fisicalistas, que conectaban direc tamente los tradicionales modelos físico-matemáticos con las "espacializaciones” de las dos tópicas sucesi vas (consciente, preconsciente, inconsciente; yo, superyó, ello). El Freud metapsicológico, en cambio, biologiza, por así decir, la psicología y al mismo tiempo psicologiza la biología, después de haber aceptado el fenómeno automático de la compulsión a repetir como universal mente característico —de modo negativo— de la vida. De esta manera, la verdadera dicotomía se daría entre realidad inorgánica (física) y realidad orgánica (vivien 18
te). Pero este fenómeno aparece en Freud como doble mente misterioso: por una parte, el fin al cual tiende toda la vida parece ser la muerte, aun cuando la exis tencia de lo no viviente es anterior a la de lo viviente; por la otra, no se comprende tampoco cómo comenzó la vida misma. Considerada en sí misma, la coacción a repetir aparecería superflua y a la vez insuficiente. De hecho, si los instintos orgánicos conservado res, adquiridos en el transcurso del tiempo, tienden a la reproducción regresiva de los estadios precedentes, la evolución orgánica progresiva, aunque puede depen der de causas externas perturbadoras que impidan al organismo "marcar el paso” , presupone por lo menos el comienzo de la vida misma, además de su nueva adaptación; dicho con otras palabras, al variar el am biente, el camino nuevo, más largo y complicado para "retornar” por fin simplemente al origen inorgánico requeriría que primeramente se hubiera producido la radical "novedad” del "desprenderse” de él, es decir, un verdadero salto cualitativo. De ahí que Freud re curra a la poco "operativa” connotación del Eros, que mantiene unidas las partes en la sustancia viviente (¿dando o conservando la vida?), en contraposición al Tánatos. Si no el comienzo de la vida, sí por lo menos su continuación, implica, pues, el acceso a "muertes par ciales” , hasta llegar a la muerte total y definitiva. Lacan reconoce la mortífera "compulsión a la repetición” freudiana en el fenómeno humano funda mental del acceso a la esfera del lenguaje, es decir, a la dimensión de lo simbólico: la originalidad del intérpre te parisiense consiste en el esfuerzo por hacer reen 19
contrar en este plano simbólico el descubrimiento esencial del propio Freud (véase especialmente E, 237322 y 493-528; S, 230-316 y 488-523. Sobre las premisas teóricas generalísimas y "deliberadas” de Freud refe rentes a la extensión del significado de las dos polari dades "vida” y "muerte” —positiva y negativa— del campo biológico, véase Laplanche, 1972).
3. Lo “simbólico” en Freud y Lacan El "descubrimiento” atribuido a Freud presupo ne, según Lacan, la conexión entre la compulsión a re petir y la memoria; por obra de ésta, la pulsión general de vida no se actúa bajo la forma de necesidades natu rales, puras y renovadas, que pueden satisfacerse con determinados objetos (por ejemplo, los alimentos) sino bajo la forma de deseos ligados perennemente a "huellas mnémicas” y susceptibles de ser satisfechos, por consiguiente, mediante la reproducción alucinatoria de representaciones que se han convertido en sig nos de una satisfacción anterior. El "deseo” nostálgi co (mediante la combinación correlativa de estos sig nos, es decir, el "fantasma” ), a la vez que repite alucinatoriamente la experiencia pasada y reencuentra, pe ro ya en el plano fantasmático del sueño y del síntoma, el objeto perdido, busca también (o por lo menos "que rría”) una realización, aunque condicionada por el vínculo con los signos. De suerte que, en síntesis, la doble dinámica conflictual y defensiva del deseo, que tiende y alucina, es presidida por una lógica de la "fal ta”, sea negativamente en el plano real (por ejemplo 20
en el "compromiso” del síntoma), sea positivamente, pero sobre el plano imaginario (por ejemplo, en el sueño), para usar los términos de Lacan.2 Del modo que sea, lo que se intenta es colmar una "falta ” . En este punto, para mostrar mejor la verdad de Freud, Lacan cree necesario individualizar un tercer plano, precisamente el ya mencionado de lo simbólico, es decir, un orden en el cual domina el lenguaje, y agre gar al concepto de necesidad y de deseo el concepto de demanda, es decir, el de un pedido dirigido a otros. En tanto que la necesidad se satisface con un objeto espe cífico de la naturaleza y la demanda exige un amor incondicionado y el reconocimiento del otro, el deseo, por obra de la lógica de la falta, aparecería precisa mente en la distancia, imposible de colmar entre la ne cesidad y la dembnda. Esta presencia explícita de los "otros” parece, al menos por ahora, una novedad de Lacan, aun cuando la introduce precisamente para valorar la' centralidad del descubrimiento freudiano sobre el deseo, en la me dida que, en el Freud más conocido, el deseo incons ciente, ligado a signos infantiles no destructibles, aun que aparece en el conflicto defensivo con lo real, no lo hace con la dimensión necesaria del otro como tal: pa ra Freud el "otro” no sería esencialmente distinto del campo único de resistencias y facilitaciones presenta das por la realidad externa. De todas maneras, la novedad de Lacan no sólo parece compatible con el pensamiento freudiano, sino 2 Acerca de eate pu nto , coincidiendo con Lacan, v é u e Safouan (1971, pági na* 447-57) y, bajo el aapecto epistemológico y filosófico, Wahl (1971, página« 447-57), Ricoeur (1967, pp. 85-150 y 383-442, tam bién 1977) hace u na c rític a ep is temológica que culmina en un plano "h erm ené utico ” discutible pero interesante.
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coherente con una interpretación verdaderamente Un* giiística de éste, de gran alcance epistemologico, por la valoración implícita del estatuto metodològico, y aun ontològico, del inconsciente (estatuto mediante el cual, por ejemplo, el deseo inconsciente enmascarado en el propio sueño no sería solamente impenetrable en cuan to tendiente a objetos, si no que se remitiría realmente (¿pero a quién? ¿y cómo?) a otro sujeto, destinatario de una "demanda” intencional y global). De hecho, el descubrimiento del orden simbólico por parte de Freud es entendido por Lacan no como el sondeo de un "contenido” oculto dentro de las vesti duras del símbolo, sino como la intuición, y luego la comprobación, de que la dinámica pulsional del in consciente sigue leyes semejantes a las leyes estructu rales que son propias de la lingüística de Saussure (1970) y de la antropología de Lévi-Strauss (1966). A Lacan le corresponde tan sólo desarrollar esa in tuición: explicitar cómo la incumbencia inconsciente del orden simbólico en las relaciones intersubjetivas (por ejemplo, en el parentesco) y la trascendencia del lenguaje [la langue] respecto del hablante individual son características que se reencuentran en el automa tismo de repetición, que regula la rica fenomenología de los mecanismos psicoanalíticos (sueño, síntoma, lap sus, etcétera). Esta explicitación hace surgir precisamente nue vos conceptos de "o tro” y de "dem anda” , que im plican una "lógica de la falta” que puede precisarse con mayor exactitud y permite expresar el "deseo” de acuerdo con algunos módulos de la lingüística de Saus sure. Pero, contrariamente a la primera impresión, el 22
reconocimiento de los "otros” no lleva a dar mayor importancia a la pluralidad de los sujetos, aunque sí a la relegación por igual al campo de lo imaginario del "mí” [moí\ y de los otros, en favor de un otro absoluto que, bajo ciertos aspectos, presenta invertida la rela ción kantiana entre un yo trascendental y un yo psico lógico cualquiera. El hombre resulta no sólo domina do, sino también secuestrado por la alteridad del orden simbólico, al que accede dejando como protagonista al inconsciente en su identificación tendencial con el otro.3 El primado de lo simbólico, según Lacan, en cuan to correlativo al primado del inconsciente, permite a la vez una adecuación al verdadero espíritu del freudis mo y un estudio de rigor casi matemático de la lógica del deseo que se convierte en lenguaje, es decir, un es tudio (al menos en las aspiraciones), llevado a cabo con los instrumentos modernos de la logística, del cálculo combinatorio y de la lingüística estructural: la lógica cualitativa de la falta o de la incompletud se convierte en lógica de las "cadenas simbólicas” que se entrecru zan ( E, 269 ss., S, 262 ss.) en la "sobredeterminación” freudiana,4 así como en la estructura del deseo, situado 3 Sobre la concepción general de Lacan, véase Palmier (1975), RiffletLemaire (1972), Fages (1972), Bertherat (1967), Corvez (1968) y Cancrini (1968). Acerca del concepto de " O tro ” , véase W aelhens (1961, páginas 122-67). Algunos aspectos filosóficos y semiológicos l
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\reconocimiento (también él inadecuado) del otro seme jante a uno mismo, es decir, la institución de la relación intersubjetiva: posibilidad implícita en el hecho de que el yo del niño se forma dualmente a partir de un sí [mismo], que es ya Ja imagen de un propio semejante (el propio yo especular que a partir de ahora seguirá siendo el único yo); o bien en el hecho de que, inversa mente, sólo pueda existir un "otro” semejante (un otro que sea como sí mismo) porque en realidad el yo es ya originariamente un otro (respecto del sujeto verdadero). Lacan no dice —por más que sea un problema que hay que discutir— de dónde surge la exigencia de re conocerse como unidad, como si el cuerpo biológico sea "uno” de por sí y de por sí implique esa exigencia; presupone también que puede existir una única Gestalt interior que logre sin más identificarse visualmen te con-una imagen externa, con tal que ésta sea por lo menos de contorno cerrado y móvil; admite sin embar go agudamente que habría que hipotetizar en tal caso en el niño una especie de "espejo intraorgánico” (miroir intraorganique, E, 97; S, 91), pero que todavía no funciona, mediante el cual, al no lograr verse, por así decir, cenestésicamente, en forma adecuada, en y des de el propio interior, el niño mismo no puede, en com pensación, hacer más que reencontrarse y captarse en la imagen externa ilusoria y alienante: "el estadio del espejo es un drama cuyo desenlace interno es precipi tado por la insuficiencia de la anticipación” , debido al cual el sujeto queda "preso en el engaño de la identifi cación espacial” ( E, 97; S, 91). Para ía lógica de la "falta”, la insuficiencia "cenestésica” del niño se convierte ahora en una trágica 26
mente positiva anticipación "visual”, que signa todo el futuro desarrollo mental del hombre con la rigidez de una Gestalt, convirtiendo al propio yo solamente en una irreal "unidad ideal” y una gozosa pero engañosa "imago sana” {E, 113; S, 107): queda siempre latente para él el angustioso fantasma de su "cuerpo fragmen tado” infantil (corps mórcele), vivido con pena en el nivel inconsciente antes de la fase del espejo, y descu bierto luego retroactivamente en ciertos momentos de angustia, por causa de la misma fase falsamente libera dora y después de ella (como habrá de resultar para Lacan más claramente aún de la evocación que debe ins tituirse durante la cura psicoanalítica). El yo, por lo tanto,7 nace "otro” respecto de sí mismo, es decir, en el nivel imaginario de la concien cia; y ésta, al preferir la imagen a la "realidad del cuer po” , coloca para siempre al Sujeto en el estado de re cusación de la realidad misma. Sin embargo, por el mismo motivo, surge también la única posibilidad efec tiva de una "relación intersubjetiva”, aunque sea con una dinámica automáticamente mistificante. En tal re 7 En la exposición que sigue a continuación intentamos, tratando de adherimo s lo mas posible al texto —ya brillante, ya oscuro— de Lacan, un a "sistematización” que haga sintéticamente coherente y unitaria su concepción de una alienación radical del yo, sin serle infiel, pero tratando aJ mismo tiempo de lograr resultados esclarecedores. Esto vale también para la interpretación del "esquema V \ según las tres modalidades estructurales bien diferenciadas propuestas aquí, para evitar ciertas posibles confu siones que tal vez aparezcan en algunos desarrollos de la Escuela de Lacan. A este res pecto sólo podemos hablar de "E scuela” , en la m edida en que es imposible citar individuaimente ningún autor de ella, ya que en Scilicet, que recoge los trabajos de la Es* cuela Freudiana de París, los trabajos aparecen sin firm a (entre ellos, los de Lacan), por analogía con el grupo de matemáticos llamados " Bo uba rki” , que se autodesignan co lectivamente m ediante un nombre compuesto p or las iniciales de s u b nombres. Pero los "boubarquistas” lacanianos son demasiado numerosos como para que pueda formarse con sus iniciales un único nombre pronunciable (En Scilicet, n° 2/3 de 1970, página 400, aparece un primer elenco de 21 nombres).
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lación, la propia alteridad (el yo) es proyectada y atri buida a la imagen del "otro” extemo, que resulta re conocido en su alteridad, pero no en su subjetividad verdadera o en su fundamento: la realidad biológica. Y esto sucede porque sólo la imagen del "otro” (en la confrontación necesaria para la fase del espejo) había sido ya la mediadora de la defectuosa identifica ción de sí misma. De esto deriva que la "captación de la forma humana por parte de la imago... domina a tal punto la Einfühlung afectiva, que el niño de esta edad puede desconocer la identidad de las personas (personnes) que le son más familiares, si le aparecen en un am biente de personas (entourage) enteramente renovado” (E, 113-14; S, 107-108)8 Al estar conjuntamente presentes los dos elemen tos de la pulsión freudiana, el afecto y la representa ción, el yo constituido como otro y el otro constituido como alter ego tienden a confundirse. Lacan observa que "el niño que pega dice que le pegaron; el que ve caer a otro, llora” (E, 113; S, 107): debido a este transitivismo, por ejemplo, la pelota que interesa al otro niño le interesa también a él, hasta llegar al litigio en una "concurrencia agresiva” (concurrence agresive) ( E, 113: 5. 108), surgida de la identificación pulsional con el deseo de la imagen. Dialécticamente, la atracción "erótica” se convierte en tensión agresiva, pero preci samente porque, en estas primeras relaciones sociales, 8 El texto c itado ilustra muy bien el dominio co ndiciona nte d e iodos los ele mentos del campo visual en su interdepend encia conjunta. En tal campo, estructu rado por "figuras’' (las "personnes") y "fondo” , {¡’entourage) este ú ltimo parece pose er una eficacia individuan te parangonab le co n aq uéllas. Esto es cohere nte co n la linea "estruc turalista” , y, se diría, "v isualística” , del psicoanálisis de Lacan, en contraste con la "con tenidista” , que acentúa la importancia del " afe cto” respec to de la "represen tación” .
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«c comienza a preferir "al otro” (por intermedio de la imagen de éste) a los profundos empujes libidinales del A,'s, y se pasa de la ”naturaleza ” biológica a la "cultu ra ’’ social (que es sublimación mediadora de los deseos ajenos).9 Por lo demás, dada su ambigüedad estructural, el primer "otro” sobre el cual se inviste —en términos freudianos— inadecuadamente la carga libidinal es el propio yo, y esto es lo que hace que se pueda pasar del autoerotismo al narcicismo: pasaje fatal. Lacan recalca y renueva la pregnancia dual del mito de Narciso, amante y agresor de sí mismo, y subraya el carácter alienante que posee ya la primera sociedad, la so ciedad consigo mismo, constituida por esta primera re lación erótica societaria, que define de la siguiente ma nera: "Relación erótica en la cual el individuo humano se fija en una imagen que lo aliena de sí mismo; ésta es la energía y ésta es la forma en la que tiene su origen esa organización pasional que él llamará su yo' ’ (E, 113; 5, 107). La alienación de la verdad de lo "biológico” , ini ciada con la formación pulsional, pero imaginaria del 9 La bibliografía sobre la dicotomía clásica entre *'natu rale za 1’ y "c u ltu ra ” y sus campos respectivos es inmensa (y hasta puede sostenerse que comienza con ei "surgimiento" del pensamiento reflexivo mismo). Para atenernos a un campo, el "estructuralista” en sentido lato, convergente en parte con el de Lacan, véase, entre muchos otros estudios, el de Derrida (1966) interesante por la proyección retrospectiva de su tratamiento, en el que se destacan las distinciones de nivel entre los dos campos. Lacan subraya, más que la distinción, la derivación de la "cultu ra*’ (es decir, de su nivel "im ag ina rio ” , y por ende "lingütstico”, de la "n atu ral ez a” : la natu raleza biológicamente insuficiente del homb re. Lacan confir* mó a Caruso (1969, págin a 172) que el estadio deJ espejo " e st á entend ido en una 'acepción biológica (la bas tard illa es nuestra). Es ta posición de Lacan se en* cuentra también en el capítulo que le dedica Auzias (1969, páginas 139-70), que el prop io Lacan ha señ alado en Scilicei, n° 1, 41 (1968) como una fiel síntesis de su pe ns am iento.
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yo, es la que lleva paradójicamente a la "normalidad” funcional e integradora de las futuras negaciones de los instintos. La sociedad los considerará peligrosos, y serán reprimidos mediante el propio yo, de manera que el dominio de la imagen, que por su inmediatez no puede ser olvidada ni reconocida como tal y, por consi guiente, no puede ser desmitificada, recorre la curva suicida que va desde la "pulsión de vida” a la "pul sión de muerte” (aun cuando, paradójicamente, subsis te, para Lacan, una posibilidad de salvación en la me nos alienada y más veraz así llamada "alienación men- . tal”). Separado en la falsa lucidez —alienante y enaje nante— de su nivel consciente, el yo es, pues, la "ima gen” y no la "realidad” , el representante engañoso y no el verdadero sujeto: el sujeto es el inconsciente, y sus tancialmente, el Es. La vida del sujeto está "del lado de acá” de la relación imaginaria que va y viene entre la propia yoidad y la del "otro” externo. De hecho, el yo es el "otro propio” (no el "mí”), vinculado al reco nocimiento, pero también al deseo de los "otros” de afuera de él con los cuales se identifica, dependiendo de ellos de distintas maneras intercambiablemente ina decuadas en el plano imaginario. La tradicional pomposidad del "yo” se ve mortifi cada no sólo en una hipotética confusión de muchos pero reales "yos” , sino que decae directamente en la objetivación recíproca de la alteridad de "yos” imagi narios: de hecho, un "yo” es ya, estructuralmente, un "otro ” , es decir, un "objeto” en vez de un "sujeto” . No basta, por consiguiente, un "tercer otro para autenticar los otros dos miembros de la relación dual,
ya que, clásicamente, resultaría un proceso de remi sión al infinito. Por lo cual, para que pueda darse un reconocimiento verdaderamente objetivo de los sujetos y de las relaciones intersubjetivas, Lacan, queriendo hacerse cargo de la exigencia particular de cada uno de ellos, postula la necesidad de un Otro absoluto, del otro lado de la especular "relación imaginaria” (un otro de los "otros”). En la determinación del concepto de otro se pre senta un punto muy peculiar de Lacan, por más que él lo considere sustancialmente implícito en el concepto freudiano del inconsciente como "otra escena” (ein andere Schauplatz. Véase Mannoni, 1969),' aquella donde se recita el drama de la verdadera subjetividad (pulsional). Por más que en todos los escritos nunca se encuentra una definición formal única del concepto de otro, aunque sí una serie de funciones asociadas al tér mino, asumido como principio de ellas, sin embargo resulta claro su significado ambivalente: el otro es el absoluto "del otro lado de” la conciencia (se diría el objeto), que dialécticamente tiende a coincidir con lo absoluto "de este lado” de ésta: su verdadero sujeto (el inconsciente o el Es). En el primer momento dialéctico, el otro es fuente de verdadera objetividad, de auténtico reconocimiento de la particularidad de cada uno de los demás "otros” (cada "yo”), pero, así como no es un yo (es otro de los "o tros” ), tampoco puede devenir un tú con el cual ca da "yo” pueda identificarse: posee la verdad, pero también la alienidad de la muerte; en el segundo mo mento dialéctico, el otro resulta la subjetividad imper sonal del inconsciente, estructurado por leyes objeti 31
vas, agente que está "de este lado” de la ficción del l yo: es la vida biológica y precisamente real del Es (o del Id). Entendido así, el otro permite el acceso al "plano de lo simbólico” . Inmediatez, transitismo, reciprocidad, alienación han hecho del yo una función imaginaria de negación de aquello que en lo semejante es desemejante, diver so, heterogéneo, opuesto: la conciencia, puesta en el plano de lo imaginario, confunde lúcidamente lo idén tico con lo diverso. Así es como, transversalmente (en travers) respecto de este plano, el otro —en una de sus funciones propuestas por Lacan— coloca el plano de lo simbólico (o de la palabra), en el cual hace reconocer en lo semejante la diferencia, alejamiento, división, contraste, articulaciones eludidas por la conciencia: el otro, en coincidencia dialéctica inconsciente con el ver dadero sujeto, diversifica lo idéntico imaginario. Y el fracaso de lo consciente (falso) es la victoria del incons ciente (verdadero).
5. La estructura de la subjetividad y de la ¡ntersubjetividad. El “esquema L”. La naturaleza netamente metapsicológica del con cepto de otro en Lacan surge con evidencia de lo ex puesto hasta aquí: es imposible "demostrar” verdade ramente cómo puede el otro revelarse al analista, con lo que él llama la "palabra” verdadera o plena del in consciente; se puede señalar tan sólo que la construc ción teórica ya delineada, aunque se presenta en abs tracto y como válida para la situación intrasubjetiva, 32
mi su origen tuvo por fin autenticar la situación psicoanalítica. Con este objetivo, Lacan había ideado el su ahora célebre "esquema L” (E, 53 y 548; S, 50 y 545), representación polivalente que puede sintetizar las hi pótesis expuestas, y asimismo interpretar ulteriores de sarrollos. Damos aquí una versión adecuada. (dfl lado de acá)
ESQUEMA L
El esquema interpreta: 1) La estructura doblemente dual del sujeto. Las leyes simbólico-lingüísticas que dominan ("del'lado de acá” de la conciencia: líneas cortadas) la existencia pulsional (Es) del verdadero sujeto, S, derivan de un principio objetivo ("del lado de allá” de la conciencia (líneas continuas), representable como el otro (O), el cual, dialécticamente, en nivel inconsciente, tiende a coincidir con el sujeto. Pero el acoplamiento simbólicoreal A-S es negado, en nivel consciente, debido a la "relación imaginaria” o-o' (especular), que constituye el "yo” a partir de lá "fase del espejo” : la captación de sí mismo en la propia imagen ha puesto, de hecho, al "yo” como un "otro” (o) del sujeto, en cuanto identificable con cualquier "otro” (o’), tomando también como imagen, y ha puesto, consiguientemente, a am* 33
bos como recíprocamente objetivables, pero sobre el plano imaginario. La conciencia narcisística, represen tare dualmente por la cupla imaginaria o-o ’, se pone como mistificante "en diagonal” respecto de la verda dera cupla O-S, que indica la estructuración simbólica objetiva del Es inconsciente y pulsional. 2) La relación especular con el otro sujeto (l tersubjetividad) Dados dos sujetos en igual y recíproca relación in tersubjetiva, para cada uno de ellos surgen tres obje tos: el "otro” propio o (el "yo” ); el "otro” o ’fuera de él (en relación especular imaginaria con o); el verdade ro otro O ("del lado de allá” de la relación imaginaria °-° 'i y» "del lado de acá” de él, el sujeto propio verda dero S (el Es). Evidentemente, el esquema, L representa la intersubjetividad recíproca de los dos componentes de la diada, pero simbolizada desde el punto de vista de uno de ellos (el sujeto indicado por los dos polos de la izquierda): de todas maneras, resulta fácil invertir las partes (intercambiando especularmente 5 con O; o con o ’ etcétera). Importa más distinguir la nueva con notación de "otro”, aun cuando está ligada con la pri mera (hasta el punto, que se diría que Lacan se ha di vertido o entrampado en su posible confusión); aquí, del nivel ideal del otro absoluto (como principio objeti vo de las leyes simbólicas)'se desciende al nivel real del otro singular, escondido detrás del "otro” que se ve. Por lo cual, el término "otro” significa, no la especularidad, sino la "alteridad” subjetiva diferenciada del otro componente de la diada, el cual posee un Es pro* pió y particular, aun cuando esté "form ado” según las leyes del otro absoluto. Dicho con otras palabras: aquí, 34
O simboliza, en la estructura común del inconsciente (de donde deriva el "estructuralismo” de Lacan), la simple singularidad de los otros sujetos, haciendo abs tracción de los contenidos inconscientes particulares, que sin embargo son determinantes de la diferencia de cada uno de ellos. De esto se sigue que, en este caso, S y O, concretos ambos, no son dialécticamente coinci dentes, sino distintos aunque equivalentes: mientras que o y o’ conservan la función identificatoria que niega —en el plano imaginario— la verdadera singula ridad de los sujetos. 3) La relación no especular entre pacientes y ana lista. El psicoanalista no debe ni dirigir al paciente ni identificarse con él, sino dirigir la cura de acuerdo con una regla objetiva que sostenga y libere la transferen cia del paciente mismo. Es decir, normativamente tiene que identificarse con el otro absoluto, "del lado de allá” de los dos protagonistas individuales de la cu ra. De hecho, las "palabras” pronunciadas por el pa ciente a (sus suéños, en las asociaciones libres, etcéte ra) contienen ya las respuestas (mezcladas con las pre guntas) que provienen de su "de este lado” de sí, es decir, de su verdadero sujeto S (el Es): se trata de in terpretarlas de acuerdo con las leyes simbólicas genera les, que regulan y superan los contenidos y mecanis mos particulares de cualquier Es. En su mayeútica, por consiguiente, el analista tiene que "hacerse el muerto” , ya sea (como otro absoluto, O) en la escucha silenciosa de la "palabra plena” del paciente, sea (co mo "otro” , o ’) en la anulación de las propias "resis tencias” inevitables en el cumplimiento de este deber. (El otro es a la vez Verdad y Muerte). Idealmente, la re 35
lación paciente-analista no es, por lo tanto, simétrica de la de analista-paciente: el analista es un mediador, que debe liberar al paciente de la "situación analí tica” transitoria, inventando todo posible intercambio entre la cupla S-A y la o-o (Sobre esta mediación ideal problemática, véase, por ejemplo, E, 54; 5, 51.)
6. La estructura alienante del lenguaje fundada sobre el modelo diàdico de la subjetividad. La original propuesta y el empleo del "esquema £ ” por parte de Lacan significan una "elección” epis temológica y no solamente la elección de una técnica didáctica o terapéutica. La verificación experimental imposible es reemplazada por una interpretación estructurada de entidades y de relaciones que, en el lí mite, pueden entrar en una lógica rigurosa, es decir, perfectamente dominable. El alcance filosófico (ontolò gico) y científico (funcional) de estas entidades y de es tas relaciones, sólo en parte aclarado por Lacan, mere ce, por lo tanto, ser ampliamente discutido. Mas por el momento basta señalar, conjuntamen te, la gran simplificación y la total subversión que implica el modelo psicoanalítico del sujeto humano que, discutiblemente, Lacan atribuye en esencia al pro pio Freud. Ambas características son importantes, por que condicionan radicalmente la estructura del len guaje mismo. Ante todo, la simplificación. Debido al "desfasa je” biologico-sensorial provocado por la "prematura36
ción del nacimiento” ya descrita, se forma un yo vi sible pero imaginario, de acuerdo con una dinámica de la que están excluidos, en cuanto no esenciales, todo los factores del ambiente externo, comprendidos los facto res parentales que explicarían la autonomía de un su peryó: subsiste, aunque oculta, la sola realidad del in consciente { = Es), engañado permanentemente por el consciente (= yo) "imaginario” . En segundo lugar, la subversión que de ahí resul ta. De hecho, la consecuencia que se sigue es la destitu ción de la racionalidad de la conciencia, por la pérdida de verdad de las funciones autoconscientes propias de ésta, y la asunción por parte del inconsciente de lo que había sido su primacía. De esta manera, resulta centra do —o mejor, descentrado— el sujeto humano: el in consciente es la verdadera realidad estructural, por lo cual la alienación, del sujeto consciente no depende de inadecuaciones funcionales corregibles mediante un cambio de contenidos o de tareas externas, sino de la naturaleza intrínsecamente supraestructural del yo. La economía subversiva que preside la dinámica del sujeto humano, que es la que convierte en subrogatoria la función del "yo” , no puede sino dominar el nacimiento y el desarrollo del lenguaje, en la medida en que, consecuentemente con tal dinámica, el len guaje mismo surge como pérdida irrecuperable del sig nificado que está detrás del significante que, sin em bargo lo pone. El explicar tal consecuencia equivale, para Lacan, a discernir la correspondencia genética entre las funciones del "significante” lingüístico y la de la "imagen” visual en la "fase del espejo” (es de cir, una función de mistificación de uno mismo y del 37
"otro” ) que, en sede lingüística, equivale precisamen te a la pérdida del verdadero ’’significado” de la ’’co sa” de la cual se habla). De ahí la fundamental importancia de la estructu ra del lenguaje, que< individualiza propiamente la sub jetividad humana, surgida del "desfasaje” biológicosensorial del animal-hombre, a la que Lacan reconduce a la peculiar naturaleza existencial del cogito freudiano: un "cogito” que resulta más bien ser un "desídero” carente y pulsional (aun cuando hable en él, o mejor dicho, porque habla en él un otro, el incons ciente). De hecho, el deseo, situado lacanianamente entre la necesidad biológica y la demanda del "otro” se mueve según una peculiar "lógica de la falta” , la del deseo que deviene lenguaje, a la que hemos aludido ya. Se gún esta "lógica” , fundamentalmente, la "palabra” es el subrogado de la "cosa” , de la misma manera co mo lo son el yo respecto del Es (que es el verdadero su jeto) y la imagen del otro de sí mismo respecto de la realidad intangible de este "otro” mismo. Lacan, usando con mucha libertad los términos que encuentra en Saussure (E, 497; $. 491 y sigs.), afir ma que el "significante” S no puede sino estar radical mente separado del "significado” s, y por consiguien te, separa necesariamente, como una barrera, al hablante mismo respecto de las "cosas” de las cuales habla. Tal barrera se expresa mediante la línea de frac ción que separa S de s, en el signo comprehensivo pro puesto por Saussure, al que Lacan, interpretativamen 38
te, te, llama llama "el algoritmo algoritmo saus s aussuria suriano no”” , simplif simplificánd icándolo olo de la siguiente manera: _5 _5 s Mientras Saussure, encerrando gráficamente el signo en una elipse, quiere expresar la presencia de una variada correspondencia paralela entre S y s, s, Lacan, haciendo resaltar la línea de fracción, quiere afir mar que el sign el signific ificado ado s f l u y e co cont ntin inua uam m en ente te por po r de deba ba jo de dell signi sig nific fican ante te S, o S, o mejor, que la llamada "cadena de los significados” fluye por debajo de la "cadena de los los significantes” significan tes” . Ad Adem emás ás de que, por las las "a "aso so ciaciones” contraídas en el momento de surgir, a las que sigue sigue ligado posteriormente posteriorm ente también en el el nivel nivel in consciente, el sig el signi tiene la primacía (y también nific fican ante te tiene se comporta como amo) respecto del significado, de suerte que, por la estructura misma del lenguaje, nun ca puede llegarse a un lenguaje ideal de palabras que tengan un un signi signifi fica cado do "p " p rop ro p io” io ” . Lo qu quee se logra siempre, siem pre, es eviden evi dente, te, tan sólo un lengu len guaje aje dive di vers rsam amen en te ' fig fi g u r a d o ”, cuya lógica es, es, debido deb ido a ell ello, o, la misma mis ma de la " retórica”. El "escurrimiento del significado bajo el signifi cante” crea las infinitas fi infinitas figg u ras ra s de todas las poaiblai poéti po éticas cas y de los disti di stint ntos os estilos estil os person per sonale ales. s. L a o u ha detenido particularmente en la metáfora y la MÉfel (E, 515 sigs; S, 510 S, 510 sigs.), en cuanto figttnf (Éjm nimia (E, pue p uede denn ex expli plicar car los co corre rresp spon ondi dien ente tess meca me caai aiNM NMÉf Éflft lft conscientes de la "condensación y del to” to ” , descrito descritoss ya mucho mucho antes en término! por aquel Freud Freu d al que Lacan quiere "hftO "hftOtf tf
M
Esta estructura linguistica del inconsciente sostenida por s u i gè gène Lacan lo sitúa en el ámbito de un estructuralismo su ris, ris, que habremos de discutir. Por ahora convendrá decir que (aun a riesgo de forzarlos en cierto modo) son estructu ralmente ralmente equivalentes o proporcionales las siguientes rela ciones diádicas: ' 'psicol 'psicológico” ógico”
_
"biológico”
=
Imagen Realidad
_
Consc Con scie ient ntee _
Yo _
Inconsciente
Es E s
Palabra Cosa
=
Visi Visión ón
_
Cenestesias
SIGNIF SIGNIFICA ICANTE NTE SIGNIFICADO
en las cuales la "línea de fracción” expresa, para Lacan. más una ba rrera que una "zo na de intercamb intercamb io” ; más una "discontinuidad” que una derivación o correspondencia. Por Po r ell ello, o, lo que él llama llama "algoritm o saussuriano saus suriano ” tiene sola sola m ente la vestidura externa del signo signo originario, que Saussu re (1970, 84-85) encerró en una elipse, para subrayar, como ya se dijo, la unidad funcional de la "entidad psíquica con dos caras” constituida por el significante y el significado correlativo.10
10 Lacan guita (le la representación espacial y y la transcripción "gráfica” de loi dinamismos psíquicos, debido a lo cual, anticipándonos, se podría hablar, también por el predominio radical asignado a la imagen, de un psicoanálisis "vi su al” o "v iiuallstico” . Esto, por lo demás, es coincidente coincidente con algunas algunas tendencias actuales a hacer predominar el signo escrito escrito sobre el signo hablado, hablado, en relación con modelos del aparato psíquico (propuestos para explicar la conservación de la huella ronémi huella ronémica), ca), que d erivan del P del Pro ro ye cto ct o d e u n a psic ps icoo log lo g ía , redactado por Freud en 1895 1895.. Véase (Derrida). Miller Miller (1966) (1966) y, pa ra a clar ar el alcanc e ling üístico de los mecanismos psicológicos considerados explicativos, el artículo "La condeasation condeasation et le déplacement: une élucidation'', Scilicet n° 2/3, páginas 195-220 (1970). Se trata de un artículo anónimo.
En Freud, pues, y luego en Lacan, los fenómenos de condensación y de desplazamiento de las represen taciones, en los distintos síntomas psicopatológicos y, sobre todo, ya en los sueños, se describen como un "trabajo” de naturaleza lingüística (por ejemplo, en la Inter In terpr preta etació ciónn de los sueños, s ueños, de 1899, en el capítulo 6: "La elaboración onírica”), es decir, como producto de proceso pro cesoss qu quee son, resp re spec ectiv tivam amen ente, te, metafóricos y metonímicos. Por lo cual, se puede hablar de "psicolingüística güística freudiana” , en cuanto doctrina d octrina que encuentra el fundamento del proceso lingüístico en la misma mo psic ológic gicaa de los mecanismos de compromiso dalidad psicoló del inconsciente —por ejemplo, los ya citados de la con densación y el desplazamiento—, presentados ya lin güísticamente por Freud. Mas estos mecanismos son reconducidos por Lacan esencialmente a una estructu ra diàdica (y no triàdica, como la original de Freud) y alienante del aparato psíquico, reducido a las dos ins tancias de dell Es y del yo, es decir, con exclusión de la ter cera instancia freudiana, el superyó. A pesar de esta exclusión, Lacan cree interpretar auténticamente un retorno al espíritu del verdadero Freud, en la medida en que el superyó sería en el pro pio Freu Fr eudd " ins in s tan ta n c ia” ia ” de depp en endi dien ente te de las dist di stin inta tass for for maciones "históricas” contingentes, incluida, por ejemplo, la familia, que daría origen al complejo edipi co. En el hombre, la autoalienación del "sentido de sí mismo” (debida a la vida biológica insuficiente) en la "visión” "visió n” inadecuada, pero seductora de la la propia ima ima gen (que da origen a la vida psíqu ps íquica ica)) es un fenómeno exclusivamente mlrasubjetivo: está excluida la esencialidad del mundo míersubjetivo, es decir, de la vasta 41
gama de fenómenos de la sociabilidad y de la históricidad. El lenguaje sería, pues, de naturaleza estricta e ín timamente psicológica, y no de naturaleza sociológicaconvenciónal. 7. Criterios epistemológicos y contextos históricoculturales Mediante su retorno a los orígenes históricos del psicoanálisis, importante, coma dijimos desde el co mienzo desde el punto de vista epistemológico, Lacan inserta la "retórica del inconsciente” en la dinámica lingüística general. Esta extensión y generalización en el campo del lenguaje le ha sido posible mediante una operación análoga, que aquí hemos reconstruido sinté ticamente, en el ámbito de la estructura de la subjetivi dad y de la intersubjetividad, operación que lo lleva a proponer una inserción del psicoanálisis en una psico logía general.1,v Como es natural, sólo por medio de un análisis mi nucioso del texto de sus Écrits y de su ascendencia histórico-cultural se podrán proponer valuaciones críti cas particulares de las distintas soluciones propuestas por Lacan. Por el momento, sólo es posible señalar que el modelo de sujeto humano, colocado en el fundamen to de la estructura alienante del lenguaje humano, aun 11 Perm ítasenos, gracias a la continuidad metodo lógica, rem itir aq uí a algu nos de nuestros trabajos anteriores, en los cuales (1967 y 1976) se estud ia además ba jo el asp ec to histórico y epistemológico (en otro contexto cultural, el bergsoniano y fenomenológico) el alcance del así llamado "prolongamiento del campo ps ic op atológico norm al” , an álog o al de la ope ració n meto doló gic a laca nia na; y también (1969-70) se discute la "situación epistemológica” de las ciencias huma nas, con particular referencia a una casuística psicopatológica.
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cuando proviene de una psicología que quiere ser freudiána (y de ahíla propuesta de un retprno a los orí genes), encuentra de hecho un contexto históricocultural particular, entretejido de negaciones (o limita ciones) problemáticas y pesimistas del valor de la histo ria humana: un contexto "elegido” , por otra parte, en la medida en que no agota de ninguna manera todos los contextos históricos contemporáneos de Lacan en el ámbito de las ciencias del hombre.12 Pero esta indicación epistemológicamente genéri ca de historia y de filosofía de la ciencia, aun siendo de por sí orientadora, reclama desarrollos, controles, reto ques o desmentidas en profundizaciones puntuales de cada uno de los sectores de la investigación lacaniana: resta todavía, aislado en sí mismo, y al mismo tiempo fundamental respecto de los otros, el sector que tiene que ver con la dinámica de los significantes en el in consciente freudiano —que será objeto de una "siste matización” ulterior en el próximo capítulo— y que es el que permite proponer el concepto de una psicolin giiística psicoanalítica, evidenciada por Lacan.13 12 Al respecto, basta pensar, como un ejemplo entre muchos, la coinciden cia con Heidegger y los contrastes con Sartre po r parte de Lacan y su "elección” correlativa de un modelo de sujeto (propuesto paradójicamente como freudiano) en el qu e d esaparece el superyó (y junto con él, la historia) y el yo se con vierte sólo en alienante y no adaptativo. Compárese IJseling (1969), Lapouge (1966) y, en el ám bito de la Escuela de Lacan, M annon i (1970). Dem oulin (1970), en c am bio, apli ca una óptica fenomenológica que intenta conciliar motivos existencialistas y estructuralistas —tomados de autores como, por ejemplo Merleau-Ponty, Sartre, Lévi-Strauss— con los de Lacan. 13 Véanse, en p articular, como fuente del pen saiqieoio tacanian o en tal senti do, los dos ensayos "Fonction et champ de la parole etdii langage en psichanalyse” y "L’instance de la lettre dans l’inconscient ou la raison depuis Freud” (E, 237-322 y 493-598; S, 230-316 y 488-523).
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2 Los significantes en el inconsciente. La letra y la metáfora del deseo al lenguaje
1. £1 deseo en la estructura lingüística del inconsciente Para Jacques Lacan, la "demanda” humana de amor y de reconocimiento por parte de los "otros” , y a su vez la de amar y reconocerlos como tales, constituye el límite superior inalcanzable de un camino ideal, que el "deseo” quiere recorrer después de haberse alimen tado y alejado del límite inferior de la "necesidad” pu ramente biológica, que de por sí puede ser satisfecha de manera instintiva mediante objetos específicos de la naturaleza: en este alejamiento cualitativo, y por ello imposible de colmar, entre necesidad y demanda, él circunscribe la novedad y la centralidad del descubri miento freudiano del "deseo” que se transforma en "lenguaje ”, aplicando una lógica rigurosamente de terminista (aun en el fenómeno de la «otredeterminación, que aparentemente contrasta con ella). Dicho con términos todavía más lacanianos: la in serción violenta de las estructuras del lenguaje (que se presenta como "otro” ) en la necesidad instintiva, a la vez que suscita, constituye y condiciona el deseo in 47
consciente, ofrece al mismo tiempo la única y precaria posibil pos ibilida idadd de una formulación formu lación consciente conscie nte de la de manda, que jamás puede realizarse de modo puro y "pleno” (a pesar de las que Lacan hipotetiza como "palabras plenas”). "El lenguaje, pues, es la condi ción misma misma del del inconsciente,” 1pues con su estructura estruc tura intrínsecamente metaforizante permite la dinámica de condensaciones y desplazamientos que lo libera —me diante distintos distintos "comprom "com promisos” isos” — de la censura, pe pero ro es una condición que implica, mediante las distintas posibil pos ibilida idade dess combin com binato atoria rias, s, las "c "con onst stri ricc ccio ione nes” s” im puesta pue stass por la " m a teri te riaa lid li d a d ” (en el sentido sen tido saussusaussurianoj 2 del siglo lingüístico, es decir, los vínculos es tablecidos por la "literalidad” del significante, en su predom pre dominio inio (y no cierto "ser "s ervi vici cio” o” , según seg ún Lacan) sobre el significado a expresar. Lacan, con el objetivo de dar un estatuto científi co exacto y coh cohere erente nte (y no sólo sólo conjetural conje tural)) al al psicoan psic oaná á lisis, toma prestados y generaliza (deformándolos si es necesario), nociones y métodos del cálculo combinato rio y de la lingüística, animado por su mismo querer llevar a cabo un "retorno a Freud” sustancialmente fiel, aun cuando para ello recorre inventivamente los caminos requeridos por el nuevo rigor epistemológi co. De hecho, conserva el carácter automático del de1 Esta es la formulación que Lacan defiende y enfatiza en 1969, contra la interpretación de su mismo pensamiento por su discípulo Jean Laplanche (véase Laplanche y Leclaire, 1966), quien consideraría en cambio al inconsciente como condición del lenguaje. Véase el prefacio de Jacques Jacan a Rifflet-Lemaire (1972, páginas 14 y 299). y 299). 2 ''M ateria lidad ” que hay hay que atribuir a la "sen sbria Jidad ” del signific significan an te, únicamente únicamente porque este último último generalmente es es menos "a b str ac to ” que el el con cepto significado. Véase Saussure (1970, página 84).
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terminismo que Freud descubre en el deseo, deseo, ligado perm pe rman anen ente tem m en ente te a las hue huellas llas mnémicas, mnémic as, y que po porr lo tanto sólo puede satisfacerse —en virtud del principio de la compulsión a la repetición— mediante la repro ducción alucinatoria de percepciones que se han con vertido en signos sign os de de una satisfacción originaria (o por lo menos, anterior). Pero amplía y precisa también el alcance de este automatismo, encontrándolo condi cionado por modalidades lógicas polivalentes, que, me diante distintas intersecciones recíprocas, aun en el ri gor, explican el carácter "retórico” y "figurado” del lenguaje inconsciente, con su insistencia y riqueza (o debilidad y pobreza) sobredeterminadas. Lo que, empleando una metáfora, se puede interpretar como una "astucia” antropomórfica del deseo (pulsión sorprendentemente inteligente en el eludir la censura) es el simple resultado, en el nivel de la "representación” , de un "escurr "es currim imiento” iento” determiníst determinístico ico de dell signi ficado bajo el significante, llevado a cabo de acuerdo con las posibilidades y los vínculos de este último. 2. E l determinismo determinism o combinatorio com binatorio de dell “signif “ significante” icante” en las formaciones de compromiso Valiéndose de un encuadre metodológico nuevo, "estructuralista” en sentido lato y convencional, Lacan reconoce la naturaleza pulsional del deseo incons ciente freudiano, ligado a "signos” fantasmáticos in. fantiles indestructibles, surgidos y fijados traumática mente, y que tienden a retornar a la conciencia, de 1^ que habían sido desalojados hacia el inconsciente, me49
diante fo diante form rmac acio ione ness de compr com prom omiso iso con las exigencia* defensivas de la censura: de un "compromiso” hasta tal punto deformante, que torna complicado como un jeroglífico jeroglífi co la recomb reco mbin inaci ación ón de aquellos aquel los " sig si g n o s ” representativos, ahora partes irreconocibles de nuevos fantasmas (véase, por ejemplo, el compromiso que constituye el sueño manifiesto, manifiesto, cuyo contenido latente no es, ciertamente, fácil de interpretar). Lacan torna, sin embargo, más rigurosa técnicamente y más eviden te la posición freudiana, aclarando de qué manera las relaciones simbólicas psicoanalíticas no son objeto de una intuición que sondee primeramente determinados contenidos o significados ocultos en las distintas imá genes y que luego descubra en ellas otras correspon dencias dencias "significa "sign ificativas tivas”” : tales tales relaciones relaciones,, aun siendo siendo simbólicas, se instituyen sob instituyen sobre re todo por todo por vía de vínculos y conexiones entre los múltiples elementos (las "letras”) de los diversos "significantes” en ellas representados, entendidos en el sentido más lato (imá genes sensoriales diversas de los "rasgos” acústicos, gráficos, visuales, olfativos, etcétera). De esto se deriva que sólo con la identificación de las realizaciones efec tivas (singulares o múltiples) de las posibilidades ofre cidas por estos vínculos y conexiones puede alcanzarse la interpretación de un determinado inconsciente, se para pa rado do como como en " o t r a esce es cena na”” —así as í dice F reu re u d — res re s pecto pec to del proscenio prosc enio de la concienc conc iencia ia p arti ar ticu cula larr co corr rres es pond po ndien iente. te. Esta impostación lacaniana se halla, pues, en una misma línea con las consideraciones y valuaciones que Freud Freu d hace, por ejemplo, sobre sobre del sueño, es es decir, sobre esa típica "formación de compromiso” ya cita50
da: el "trabajo del sueño” que fuerza a la unidad3 sus distintos materiales (residuos oníricos y estímulos so máticos, pero sobre todo "pensamientos” latentes del deseo) no es en absoluto creativo, porque se limita a transformarlos, mediante desplazamientos y condensa ciones, de acuerdo con una rigurosa lógica determinísti-ca, aunque disfrazada por la aparente extrañeza inven tiva del sueño manifiesto. Tal lógica no es, en modo al guno, propia del sueño: es la misma lógica, pero im puesta por la particular "materialidad” del significan te (es decir, aquella que guía la pseudorriqueza y sus tancial pasividad de las asociaciones entre las distintas imágenes sensoriales), pero derivada, en última instan cia, del carácter inercial y pasivo de la materia en ge neral. El rigor de las leyes causales de asociación no es desmentido, por otra parte, por lo que parece, en el ca so de ciertos juegos combinatorios de imágenes, una tolerancia arbitraria en el admitir como funcionalmen te idénticos fragmentos de significantes levemente di versos entre sí: el grado efectivo de una tolerancia, a la par de la frecuencia de un suceso posible, es suscep tible de un cálculo probabilístico exacto, que puede eli minar la presunta "conjeturalidad” intrínseca del psi coanálisis. Dice precisamente Lacan: "La oposición ciencias exactas-ciencias conjeturales no puede subsis tir desde el momento en el cual la conjetura es suscep tible de un cálculo exacto (probabilidad), y en el cual la exactitud no se funda más que sobre un formalismo 3 Véase F reud , Interpretación de los sueñ os , página 170 [de la traducción ita liana), donde dice que el sueño ''ob ed ece a la constricción de con stituir una unidad** (con "d os o más experiencias aptas para provocar sueños” ) sin —a decir v e rd a d explicar después si esta unidad no es eventualm ente otr a cosa que una simple yuxta posición, dada la "no-creativida d* ’ del sueñ o mismo.
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que separa axiomas y leyes de reagrupamiento de lo* símbolos” ( E, 863; S, 867). ; Su tesis de una legalidad causal que régula el len guaje del inconsciente vale, naturalmente, como postu lación teórica (juntamente con el principio económico freudiano de la conservación de la energía psíquica), en la medida en que los factores psíquicos en juego son demasiado numerosos por su cantidad y cualidad como para que puedan matematizarse causalísticamente to das las motivaciones y todas las asociaciones de cual quier formación concreta del inconsciente (o de una formación psíquica, en general). En la praxis de la in terpretación psicoanalítica, sobre todo para ponerla en marcha y luego para avanzar) habrá que valerse siempre, por supuesto, de las insistencias (o ausencias) de imágenes o de "significantes” en general, que de por sí parezcan a primera vista carecer de motivación o de significado; sin embargo se descubrirán siempre luego en ellas las sobrecargas o, por así decirlo, las sobreabundantes confluencias "causales” de significa do que constituyen precisamente la "sobredeterminación” o "determinación múltiple” freudiana. Pero to do ello no afecta a la suposición teórica lacaniana, ri gurosamente económica, de un determinismo único, complejo pero unitario, el cual, por consiguiente, orienta regulativamente para ahuyentar cualquier in terpretación simbólica "misteriosa” o "profunda” y para centrar la atención en los mecanismos semánticos debidos a la "materialidad” o la "literalidad” del sig nificante.
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,'i. El nuevo estatuto de lo “simbólico” en la interpretación de un sueflo. Es oportuno, habiendo llegado a este punto, ejemplificar brevemente tales "mecanismos semán ticos” condicionantes. Para ello expondremos aquí un fragmento muy simplificado del "sueño del uni cornio” que tuvo un tal Felipe, sueño sobre el cual in formó un conocido estudioso y psicoanalista de la es cuela lacaniana.4 Felipe, un paciente de treinta años, narra el sueño al analista: "Busco algo en una plaza desierta; aparece con los pies desnudos Liliana, a la que no conozco, y me dice: 'Hace mucho tiempo he vis to una arena igualmente fina’. Estamos en un bosque de árboles coloridos, y mientras estoy por decirle que en él debería haber muchos animales, un unicornio atraviesa repentinamente el camino. Los tres nos enca minamos a un claro no lejano” . En el análisis, que se ría demasiado largo relatar, el sueño resulta ser la sa tisfacción de una "sed” infantil por Lili, conocida en una playa, durante las vacaciones y que se convirtió pronto en ocasión para afirmar, muchas veces, la pro pia autonomía respecto de la madre, demasiado posesi va (pero amiga coetánea de Lili: es decir, se llega a un "compromiso” con la censura, que veda el recuerdo explícito de Lili, pero que no puede impedir la aso* Véase Leclaire (1968, páginas 69-83 de la traducción italiana). Adviértase para lo que sigue que el uso de los térm inos (" lo s si gnific ante s” ) italianos, traduci dos del francés, más que d aña r, favorece la comprensión de aquella tolerancia aso ciativa de| inconsciente de la que se ha hablado antes, siempre que se tenga pre sente que aquí se propone u na versión " po sib le” , a título ejemplificativo, aunque sugerida por el texto brillante del psicoanalista francés.
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dación de los ”significantes ” de los sucesos o los de*' seos prohibidos con los de otros episodios indiferentes,> cercanos o lejanos, y de otros deseos neutros (otras "sedes”). Entre los restos diurnos del sueño aparece, de hecho, el comienzo de frase: "Hace mucho tiempo vi” , que había sido dicho el día anterior a la sobrina, Ana, mientras paseaba por entre unos matorrales (a los que se considera opulentos y coloridos como los de muchos años atrás) y la sed provocada por el sustan cioso plato de "arenques del Báltico” , comido pocas horas antes, que había puesto en acción la motivación latente del sueño. Es sabido que, según Freud, el contenido latente, para evitar la censura, se convierte en sueño manifiesto por medio de largas asociaciones, que lo transforman en elementos centralizadores insignificantes, general mente inofensivos, repetidos sin razón aparente: la "condensación” de los elementos de más cadenas aso ciativas que se entrecruzan, y que están conectadas con el mismo contenido prohibido, se ve favorecida por el posible "desplazamiento” de intereses de una representación a otra, hasta poner en evidencia los ele mentos de los cuales la censura no se defiende, dejan do en la oscuridad los elementos prohibidos. Ahora bien, este complicado juego del inconsciente, dirigido a llegar a la conciencia a través de sucesivos compro misos, y que Lacan asimila al juego lingüístico de las "metáforas” y de las "metonimias” ,5 no puede tornar se enteramente claro, tampoco en el sueño de Felipe, si no se menciona el examen de los recuerdos infantiles 5 Véase el artículo anónim o ya citad o, "La condensation et le déplacem ent: une élucidation
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suscitados ulteriormente con ayuda del analista, lo cual, como ya se señaló, no nos es aquí posible. Mas pa ra el proposito de ilustración que nos interesa, bastará considerar solamente algunos resultados formales del análisis, que tienen que ver más propiamente con la "literalidad” de los significantes intercambiados que con las motivaciones y las pulsiones removidas (pero significadas junto con los "contenidos” latentes del sueño). He aquí, pues, algunos fragmentos de las "in terpretaciones” . Felipe busca en la plaza una fuente coronada por la imagen de un unicornio, en la que de niño había apla cado su sed. "Liliana” , el nombre de la señora desco nocida, está compuesto de "Lili” y de "An(n)a”. "Ha ce mucho tiempo vi” , había sido pronunciado no por Liliana, sino por Felipe, la tarde anterior cuando había admirado con Anna los matorrales, y no la "are na” , pero la "arena” era la de la playa en la que había co nocido a Lili. Los. pies desnudos de Liliana recuerdan las huellas dejadas por Lili sobre la playa, pero tam bién el deseo infantil de Felipe de poder correr con los pies de planta endurecida como un "cuerno” , es decir, invulnerables y por ende excluidos de las preocupa ciones maternas. Unicornio [licorne, en francés] es una palabra compuesta de "li” y de "cuerno” [come], que aparece a su vez en los extremos de una secuencia de algunas palabras clave muchas veces repetidas, que forman verdaderas encrucijadas del discurso de Felipe: "Lili-sed-playa-huella-piel-pie-cuerno [c o m e ]. "Felipe” es un nombre que también contiene la sílaba "Ii”. Tal interpretación es coherente con la concep ción freudiana que se opone a la tesis de un cierto ca 55
rácter "simbólico” del sueño. Para Freud, por parte, son excepcionales en éste ciertas "simboliz ciones” directas y recurrentes, ligadas, por ejempl con el miembro masculino (objetos con punta, etcéter y, por la otra, tampoco el "conjunto” mismo del sueñ constituye una escena simbolizante: sus elementos soi$ en general imágenes separadamente ligadas a los re* cuerdos personales por un vínculo causal, y por lo tan»» to son "signos” que implican una interpretación, no; de acuerdo con un presunto valor que tendrían como imagen por sí misma "significativa” (directa y univer salmente simbolizante), sino precisamente por sü valor estructural de signo, que reemplaza el recuerdo sin gular y personal removido. Se sigue de esto que ese vínculo causal no sólo es compatible con la "arbitra riedad” , y por lo tanto con la sustitubilidad del signi ficante del signo, cuando entra en acción el mecanismo deformante que mediante sus compromisos elude la censura, sino que es su condición misma. Esto es pues to de relieve por el planteo lingüístico saussuriano del psicoanálisis de Lacan, para quien el "orden simbóli co ” , pese a su nombre, es estructuralmente combinato rio y sistemático, pero no naturalístico o arquetípico, y mucho menos alegórico y místico. En el caso del sueño de Felipe expuesto anterior mente, el "unicornio” no parece presentarse predomi nantemente como "símbolo” de la castidad, fidelidad o algo semejante (él había conocido algunos tapices ale góricos que lo presentaban así), sino por la posibili dad ofrecida por su significante fónico mediado para combinar partes (sílabas o "letras”) de otros signifi cantes lingüísticos, a los que corresponden significa 56
dos censurados. Y si bien el "mecanismo semántico” del inconsciente no se refiere solamente a la "literali dad” sensorial (fónica, gráfica, etcétera) del significan te, de todas maneras las distintas asociaciones entre significado y significado (aun, por ejemplo, las alegóri cas) están subordinadas a las posibilidadas brindadas por la "materialidad” , "fragmentariedad” , "literali dad” del significante como tal: la técnica mediante la cual la "prohibida” Lili eludirá, enmascarándose, la censura consiste en combinar su significante, en el ám bito del lenguaje hablado, con el de Anna ("Liü-a(n)a), mediante cierta tolerancia de la inexactitud); o en co nectar parte de él ("Li”) con un significante ("cuerno”) muy lejano, al término de una red de "significados” asociados, tan larga que hace desvanecer en la indife rencia su peligrosa carga emotiva; red equivalente a la generada por el nombre inocuo de Anna (Li-corno), también con una posible tolerancia; o aun en identifi car la misma primera sílaba o la segunda acentuada ("li” ) en el nombre mismo de Fe/ipe.
4. La “literalidad” del significante físico-sensorial predomina sobre el significado El ejemplo extraído del sueño de Felipe, aunque quizás muy simplificado y elaborado, parece ilustrar con suficiente exactitud el predominio del "significan te”, que Lacan sostiene presentándolo como una tesis ya aceptada genuinamente por Freud al reconocer las grandes disponibilidades técnicas (incluidas las raras "simbolizaciones directas” ya mencionadas) de los 57
procesos primarios del inconsciente, pero que sólo laf ciencias lingüísticas contemporáneas le han permitido; formular con mayor rigor. Todas las "asociaciones” o "combinaciones” señaladas se refieren solamente a significantes "acústicos” (los nombres) mediados por significantes "visuales” del contenido censura do, los cuales, a su vez, originarán por propia cuenta otras combinaciones semánticas, no mencionadas aquí porque son más complejas y menos evidentes. Pero no hay que olvidar que la asociatividad de los significantes es múltiple desde el punto de vista cuantitativo y cualitativo; que, por ejemplo, el cuerno del unicornio habría o habrá podido valer también co mo significante visual o táctil, y no sólo como significante acústico del lenguaje norm al (la imagen visual del cuerno y su sensación táctil son, de hecho, una cosa distinta del sonido y la escritura de la palabra "cuerno”).
De todas maneras, lo que aquí importa es el realce general que asume en Lacan la físico-sensorialidad de la "letra” (E, 493-528; S, 488-523) del signifícame en la economía de la totalidad del aparato psíquico (real ce que servirá después para determinar el nivel episte mológico del psicoanálisis mismo): en el nivel incons ciente y en la dinámica de la relación conscienteinconsciente los "signos se asocian entre sí no sólo mediante su "significado ” sino, según el caso, princi pal o exclusivamente mediante su ''significante”. Las asociaciones literales del significante son unas veces de simple refuerzo y otras determinantes exclusivos del resultado final, pero en todos los casos son necesarias bajo cierto respecto: las eventuales conexiones alegóri 58
cas, "simbólicos” y semejantes no pueden evitar el vínculo con los elementos del significante. A la inversa, puede resultar suficiente por sí misma la simple cone xión asociativa de las singularidades físico-sensoriales que constituyen los significantes o sus partes. De aquí surgirá posteriormente en Lacan la tesis de una cierta "independencia”, una casi "monopolaridad” del significante, todavía no presente bajo tal forma en Freud, aunque coherente con su "descubrimiento” de una /?/urt-asociatividad que permite las distintas sobredeterminaciones de las representaciones, y el evi tar, mediante compromiso, la censura. Para Freud, aquélla se realizaba mediante los mecanismos de la condensación y del desplazamiento —que Lacan valo ra ya en él como metaforizantes y metonimizantes res pectivamente, es decir, estructuralmente lingüísticoretóricos—, pero no por cierto en un grado tal que puedan hacer perder su propia naturaleza al signifi cante, es decir, su referencia funcional a un significado (como sucederá, en cambio, en los casos extremos, en Lacan). Sin embargo, aunque para Lacan el sentido para dójicamente profundo del freudismo consistirá final mente en esta independencia asociativa tendencial del significante, por ahora nos interesan en él las fun ciones esenciales del significante (mediadoras entre el inconsciente y la conciencia), brindadas por una físicosensorialidad que lo constituye como tal. Esta cualidad es aproximadamente análoga a la de los grafemas, fo nemas o sonidos (las "letras” del contexto lacaniano), que de por sí no son todavía significantes, pero que constituyen los monemas o morfemas, es decir, las uni 59
dades mínimas significativas o, precisamente, "signifi cantes”. Es útil volver una vez más al fácil ejemplo del sueño para ilustrar las modalidades particulares de ta les funciones del significante. Es verdad que los signi ficantes del sueño manifiesto no están biunívocamente ligados con los significados de su contexto latente: en rigor, ellos significan de por sí elementos del sueño manifiesto mismo, y en este sentido obviamente mere cen ya el nombre de significantes (la imagen visual del unicornio soñado y luego la imagen "acústica” o "gráfica” de la palabra equivalente, pronunciadas o escritas, significan el concepto del "animal” corres pondiente). Pero lo que importa en el sueño es que por lo menos parte de las "letras” de cada significante manifiesto en cuanto tal (es decir, con el propio "sig nificado” manifiesto, por ejemplo, el "unicornio”) son derivadas de una o más ("L i” de "Lili), o de todas, las "letras” (cuerno) de uno o más "significantes” dis tintos, que no pueden comparecer como tales por tener el significado Censurado (por ejemplo, Lili). Dicho de otra manera: de un "significado” (censurado) que no puede manifestarse como tal (es decir, con el "signifi cante” como tal) se encuentran todavía en el nivel de la conciencia una parte, e incluso la totalidad, de las letras de un significante propio, el cual significante no comparece, por ello, formalmente como tal, sino como materialmente compuesto de "letras” de cierta físicosensorialidad. Generalizando más allá del caso del sueño, se puede decir, por consiguiente, que la '’letra” en cuan to tal (acústica, fónica, gráfica, visual, olfativa, táctil, 60
etcétera) constituye las posibilidades combinatorias cualitativas y cuantitativas de los significantes, y el in consciente se vale automáticamente de ellas para supe rar la censura (y aun la posibilidad ideal de una poste rior dinámica de ellos, desvinculada de los significa dos, que la haga considerar "significantes” sólo por una convención paradójica: la alienante de Lacan). 5. £1 intento de “matematización” de metáforas y significantes privilegiados Lacan propone, por lo tanto, una "matematiza ción” tendencial del lenguaje del inconsciente, que va ya en contra de la "psicotogización, de la que se va lastrando cada vez más la práctica del psicoanálisis, en oposición al descubrimiento de Freud” (E, 721; S, 718). En un proceso gradual de abstracción, Lacan tu vo, primero, que poner de relieve el dominio de la acci dentalidad histórica individual (la biografía) en la fija ción originaria de determinados vínculos pulsionales entre significante y significado, arbitrarios y, por ende, separables idealmente; luego, debió reconocer la espe cial determinación "simbólica” a la que está sometido el "significante” inconsciente (por su "literalidad” físico-sensorial), que opera de acuerdo a una legalidad combinatoria universal, que es la que regula el Len guaje, que tiene, por ello, que ser considerado la condi ción del inconsciente, estructurado por los ejes de la selección (paradigmático) y de la combinación (sintag mático).
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Tales "conexiones pulsionales” no son, por consiguiente, "lógicas” o "significativas” de por sí, sino producidas por las asociaciones de hecho acontecidas durante una expe riencia libidinal infantil y establecidas luego como una es pecie de usus loquendi privado. Por ejemplo, la "im age n de un lunar” y el "olor del cuello” de una madre pueden con vertirse en significantes (de por sí no significativos) y fijarse como "placer del abrazo” de su hijo. Tal fijación, si se vuel ve rígida, puede ocasionar, en la edad adulta, algunas limi taciones neuróticas obsesivas, que pueden descubrirse sólo por la mediación de posteriores significantes (tam bién de ti po físico-sensorial) asociados con los primeros y que esca pan a la censura. Esta mediación se produce especialmente a través de los infinitos caminos ofrecidos por la "literali dad ” de los semejantes mismos. (Acerca de esta "aliena ción en el significante” , véase Rifflet-Lemaire, 1972, pp. 204206.)
Ahora bien, la "letra” al ser elemento físico discreto,6 objeto de un cálculo combinatorio exacto, y a la vez elemento lingüístico mínimo (aunque no signi ficante) se había presentado quizás a Lacan como po sible mediación, simple y rigurosa, entre los mecanis mos del inconsciente (condensación y desplazamiento) y los del lenguaje (metáfora y metonimia), complejos y sobredeterminados. Por ello, fascinado por el ideal de rigorizar completamente el psicoanálisis, termina por forzar los esbozos que cree encontrar en el modelo saussuriano del lenguaje,7 hasta el punto de considerar 4 Por lo cual, para emplear u n ejemplo fácil, cualquier deformación g ráfica o fó nica de la letra " p ” , siempre que siga siendo reconocible, vale " p ” , porque no hay va riación en grado de la letra: o es enteramente " p ” o "n o p ” . 7 Sauaaure (1970, página 152) subraya que se pueden establecer relaciones aso ciativas entre términos lingüístico« "a partir de la mera comunidad de las imágenes acústicas (por ejemplo, enseignement y justment)” , aunque no haya analogía de signifi cado, comunidad de radical o sufijo, y asi sucesivamente.
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ya metafóricas y metonímicas las asociaciones y combi naciones que sé refieren a la sola "literalidad” de los significantes.8 Pero evita, por otra parte, la tentación de proponer los instrumentos de la "teoría de la infor mación” , en la medida en que, aun considerando que el lenguaje real (la langue) se impone al hombre en el inconsciente como un sistema externo impersonal, lo reconoce como debido al uso concretamente histórico y comunitario. De ahí que Lacan no haga lugar a esta teoría, que implica la elección de "convenciones” libres y codificadas entre comunicantes conscientes, y busca la "matematización” del inconsciente, usando como palanca las reglas propuestas por una lingüística de lenguas existentes. Lacan mismo confirma esta in terpretación: "L a lingüística, es decir, el estudio de las lenguas existentes centrado en la estructura de éstas y en las leyes que ahí se revelan, excluye la teoría de los códigos abstractos impropiamente colocada en la teoría de la comunicación, en la teoría de estructura físi ca, llamada 'de la información', y en cualquier se miología más o menos hipotéticamente generalizada” (E, 496; S, 491).9 0 Evidentemente, sólo forzando el concepto de metáfora se puede atribuir una semejanza metafórica (por más que ésta implique cierta "identidad parcial”), por ejemplo, entre los sonidos de los términos "Y o casta" y "Canasta”, de la misma mane ra que es forzado —para retornar al sueño anteriormente expuesto— una supuesta re* lación metonímica entre "Lili” o "A nna” y "Lilian(n)a” , del tipo "pa rte por el todo " o viceversa, que es válido, en cambio, en el nivel del significado: por ejemplo, "vela” por "emba rcación de vela1’. 9 Evidentemente, Lacan elude la "teoría de la información porque, lo que para ésta —en la com unicac ió n— son las re dundancia s in útiles o para sitarias de los lenguajes concretos, para él resultan ser un factor esencial, que alimenta la ri queza de aq uellas relaciones asociativas (inconscientes o habladas) que satisfacen a la rogón vital misma del lenguaje humano (que consiste en la realización de la "demanda de reconocimiento y amor, imposible de un modo integralmetne autén*
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La referencia al carácter concreto histórico de loá, datos de la lingüística de la clínica y, sobre todo, de las obras del propio Freud, lleva de este modo a Lacan a una paradójica incoherencia o forzamiento de los su puestos matematizantes tomados como punto de parti da, los que terminan por convertirse frecuentemente en una "modalidad estilística” personal de una in terpretación psicoanalítica (que de esta manera resulta más oscura) de fenómenos de por sí ya complejos, cuando no pasan a ser expresiones o cobertura de "elecciones” ideológicas o culturales muy densas. Pe ro esta "incoherencia” , en ciertas contraposiciones extremistas, vuelve más fecunda la problemática y más clara la epistemología del psicoanálisis mismo, hasta el punto que, en definitiva, resulta la fuente de sus más interesantes aportes a la comprensión del plurivalente "mensaje” freudiano. Por ello conviene señalar de qué manera algunos de estos aportes se encuadran am bivalentemente, con nueva coherencia epistemológica, dentro de la simplificación radical y subversión total de su modelo psicoanalítico del sujeto humano. Por una parte, Lacan piensa poder emplear la ma temática y la psicología a través directamente de la lin güística estructural (y no de la física y la biología) co mo medios para superar10 cierto naturalismo asociado tico y sólo viable por obra de un compromiso, pasando por las distintas libera ciones lingüísticas del "deseo" censurado). 10 De hecho, Lacan dice (1966): "El significante es la materia que se tras* ciende en lenguaje". En otro lugar describe icásticamente Ja "distancia" del len* guaje respecto de la natura leza, proponiendo el caso de un niño q ue, por jueg o, in venta: "El perro hace miau; el gato hace guau-guau, mediante lo cual, el niño, des* conectando la cosa de su grito, eleva el signo a la función del sign ificante y la reali dad a la sofística del significado..." (£., 805). "Distancia" que de todas maneras
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con los modelos fisicalistas freudianos; pero, por otra, encuentra "contenidos” predeterminados a convertirse en los "significantes” fundamentales del lenguaje, escritos ya, por así decir, en la naturaleza biosocial humana. Así, encuentra antes que nada y originariamente, el "falo” , y consiguientemente la "castración” , el "padre muerto” , etcétera. No se trata, pues, de una red o plurirred saussuriana de puras "diferencias” , carentes de por sí de cualquier inicio o privilegio de algún significante o significado. Se puede ahora'explicar en cierta medida por qué luego puede hablar sólo esotéricomente de significantes que se encadenan sin la mediación de un significado. En efecto, confirmando involuntariamente que el significante es por esencia "significante de” , sus presuntos "significantes en sí” resultan originados por primitivos significantessignificado, es decir, de simbolizaciones naturales arquetípicas, autónomas de por sí, aun cuando posterior mente asumen (en. las cadenas significativas) la función de significantes de otros significados, o viceversa. Es verdad, por ejemplo, que Lacan se esfuerza por raciona lizar y desexualizar el "falo” , pero luego recalca un "falocentrismo” naturalístico, connotado estilísticamente por to nalidades, movimientos y ecos que se dirían casi "reli giosos” (o, si se quiere, desacralizadores y obsesivos): de implica una cierta continuidad imposible de "tras ce nd er” , porque la noverosimilitud, para atenernos al ejemplo propuesto por Lacan, del "perro que m aúlla” no excluye, sino que, por el con trario, incluye, una semejanza metafórica entre ma ullar y ladra r, reconocible ya, por así decirlo, en la na turaleza biológica de los dos animales: condición no " m atem ática” , para que el "de scub rimiento” lingüístico del nifio sea posible.)
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órgano-objeto que puede ser o no perdido, que puede es o no en erección, resulta, primero, el "significante” ló~‘ primordial de la alternativa entre el "sí” y el "no” , entre negativo y lo positivo, entre los valores de una numeració binaria (0;1), etcétera, pero luego se convierte en el símbo. de las relaciones vitales del sujeto pulsional con el signifi cante racional, es decir, "el significante privilegiado” dé esta relación naturalístico-cultural, en la cual "la parte del; logos se conjuga con el advenimiento del deseo” (E, 692; S, 689). Lacan rechaza, pues, el concepto de "arqu etipo” , pre sente en Jung, sólo porque sería un símbolo espiritualístico del "florecimiento del alma” (E, 469; S, 463), pero parece atribuir, en definitiva, al "falo” concreto un valor arquetí pico fundamental, como símbolo copulatorio: "S e puede de cir también que por su turgidez es la imagen del flujo vital, en cuanto pasa en la generación” ( E, 692; S, 689). La "racionalización” del falo como puro significante "lógi co” no logra enmascarar el fundamento naturalístico de la diferencia sexual (machohembra) preconstituida biológica mente. La misma valencia lógica doble del "significante” fálico se podría encontrar, por ejemplo, en la abertura o cierre de los ojos, de la boca, etcétera, pero evidentemente sin el "significado” sexual y pulsional originario del "falo” como tal. "Significado” primordial que demuestra ser tan necesario para aquello que Lacan denomina el "orden” simbólico.
Lacan no puede, por ello enmascarar verdadera mente —con lenguaje "esotérico” , como se ha dicho— su renuncia de hecho al mito de una pura lega lidad combinatoria aplicada externamente por las "letras” a los significantes, que quedarían, por otra parte, sin la atribución de una causalidad adecuada. El concepto freudiano de un "recuerdo” removi do, que tendría una acción traumática diferida en el 66
momento de la comprensión de su "significado” había sugerido a Lacan la idea de un "significante” (el "re cuerdo”) completamente desvinculado del contenido significable y, por ende, "matematizable” , dada su composición mediante "letras” físico-sensoriales.11 Tal idea, cada vez más radicalizada, debía llevarlo a la concepción de un "orden simbólico” de los significan tes, regido por leyes que determinan su presunta o apa rente causalidad combinatoria y tales que expliquen estructuralmente las insistencias de la "sobredeterminación freudiana” en el traer a la conciencia (con desli zamientos y superposiciones lingüísticas) contenidos significativos particulares. Y por ser "la estructura sincrónica del material del lenguaje” (E, 414; 5 404) determinante del conjunto diacrònico de la experien cia consciente e inconsciente, se sigue de ello la posibi lidad de transcribir fen términos lógicos la totalidad del psiquismo humano, al cual el psicoanálisis habría es tablecido como equivalente de la totalidad de los complejos fenómenos de la memoria.
11 Un ejemplo sen cillo pued e tom arse de u n deta lle del cono cidísimo caso freudiano del "Hombre de los Lobos’*: hay que considerar como una y la misma "l e tra ” cada raya de " am arillo” que aparece en mom entos distintos: en la "m ar i p osa” , en la "avisp a” , en la " p e ra ” . Pero m ie ntr as que en Fre ud el am arillo puede re sultar elem en to de refuerzo d e asociaciones de po r sí significativas, en Lacan, la "letra” en cuanto tal, que ha sido expresamente definida (Cahiers po ur l ’Ana lyse, n° 3, 95, 1966) como "insignificado” en el "significante” puede orga nizar cadenas autónomas de significantes. Es muy conocido el gráfico en el cual Lacan representa —con dos curvas que se entrecruzan dos veces— el largo re corrido de la "c ad en a de los significantes” , que se encu entra en sólo dos puntos (pointsX casuales y no repetible s de por sí, con la "c ade ria de los sign ificado s” : "p u nt os de capito né ” , los llama, aludiendo aquellos en los cuales el revestimien to de ciertos muebles es sujetado en losanjes por el hilo del capitoné.
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Como es natural, es preciso, de hecho, prestar más atenci' en Lacan a la exigencia del rigor (por motivos, quizás, tam bién "psicoanalíticos” e "ideológicos” ) y su línea de orien tación, que al producto, a veces reduccionista y arbitrario« de sus modelos interpretativos d e la psiquis. La de Lacan es ' una "matematización” extrapolada e interpretada, por así decirlo, metafórica y alusivamente (no carente, además de; un grano de "divertissement”). Valga el ejemplo siguiente: Dada una serie de resultados casuales de + y —, por ejemplo:
+ + + — + + — —+ — 1 2
3
2 2 2 2
3 etcetera
(en lacual: + + + , — - —= 1; + — —, — + + , + + - + = 2 ; + - + , - + —= 3) es evi dente que cada número no puede tener (según la posición) más que uno u otro de dos valores determinados entre tres abstractamente posibles (en el ejemplo, al 1 le hubiera podi do seguir todavía 1, pero no 3). Mas decir por ello que en la determinación de cada número de la serie se tiene memoria de los precedentes, como en la sobredeterminación freudiana de una cadena de significantes, es una paradoja típica de Lacan (E, 47-52; S, 44-50), el cual no puede decir (para atenernos al ejemplo) quién tendrá "e sa ” duración de memoria (limitada solamente a los dos resultados inme diatamente precedentes, y sobre todo quién habrá hecho la convención de significar numéricamente, exactamente me diante "ternas” de resultados, la continuidad de la serie causal binaria . (Se sigue que la exclusión del 3 después del 1 en el ejemplo precedente se debe a una sola de las tantas lecturas posibles de la serie de productos absolutamente ca suales.) Lacan encuentra, por lo demás, en la constante repetición combinatoria (de exclusiones e inclusiones) razones para aquella persistencia indestructible del deseo inconsciente ( E , 52; S, 49), con su cadena significante de base, que no se-
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ría compatible o explicable por ella con la insuficiente iner cia material (afectada por la entropía) de los procesos pura mente biológicos.
La objetividad matematizable del "orden simbóli co” explica, pues, por qué el lenguaje, que para Lacan es la "condición” misma del inconsciente, es decir, del verdadero sujeto, se presenta como el otro impersonal, pero auténtico y autenticante, respecto de cada una de las múltiplea experiencias egológicas, subjetivamente "imaginarias”. Pero esta impostación antipsicologista extrema, que se propone programáticamente desmitifi car las ilusiones "conciencialistas” radicales, en cuentra luego dificultades al interpretar de manera tan reductiva ("matemática”) la dinámica de los procesos metafóricos y metonímicos. De hecho, estos procesos que, precisamente para Lacan, constituyen la vida lin güística misma del inconsciente (en su liberarse de la censura), implican conjuntamente de una manera "la tente” o bien "patente” (E, 315; 5, 510) el "significado” , debido a lo cual, las motivaciones de "contenido” y de "sentido”, de tipo "conciencialista” vuelven a ser reintroducidas en los presuntos juegos automáticos de las "letras” en el inconsciente. Si el carácter "discreto” de la "letra” sugiere a Lacan el recurso de una lógica y a un cálculo combinatorio, la "se mejanza” metafórica lo lleva a anhelar el recurso a una geometría cualitativa, que estudie la "semejanza” en las transformaciones topológicas operadas con continuidad. Con mucho ingenio, ilustrará de hecho complicados aspec tos del sujeto humano consciente-inconsciente (que sería in
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teresante examinar con minuciosidad) mediante las "cintas de M oebius’’, pero, para atenernos a un caso más simple, se puede alegar aquí la fácil "semejanza* * entre la "deform a ción” de las representaciones inconscientes en el "trabajo onírico” (exigida por la censura) y la que, por ejemplo, lleva a transformar un círculo, de elipse en elipse, en un segmen to de recta. Idealmente, Lacan, por una exigencia radicalizada de uni dad, tiende a atribuir a la "literalidad” del significante la capacidad de hacer que se produzcan verdaderas sustitu ciones metafóricas, a pesar de que esto presenta dificulta des. Pero parece posible objetar ya desde ahora que de estas sustituciones sólo por... metáfora llegan a convertirse en "m etafóricas” , entre sí, algunas de las muchas combina ciones de " le tra s” de los "significante s” , siempre que se produzcan automáticamente, sin motivación de "significa dos” . Y aun cuando no estén implicados "a rquetip os” o "simbolizaciones natura les” , es evidente que cuando pen samos, por broma, en "este diablo” , refiriéndonos al "falo” (para quedarnos dentro del clima lacaniano) se con sigue una "sem ejanza m etafórica” en la cual, sin embargo, no está implicada ninguna relación entre la "físicosensorialidad” de los significantes, pero sí en cambio una "decisión” del hablante en su elección, y aun cuando esta "decisión” sea efectivamente un "consenso” inconsciente, lo es respecto de un acuerdo "metafórico” entre "campos significativos” (por ejemplo, el sexual y el diabólico resul tan aquí ambos "prohibidos”), entre "atmósferas” semán ticas, etcétera, pero no entre las palabras individuales en cuanto tales, sacadas de su contexto.
Pero cuando el "dominio del significante” se res quebraja, en el sentido puramente combinatorio y sincrónico, Lacan conserva paradójicamente este con cepto, congruentemente con el motivo de pensamiento 70
de un lenguaje como "otro” , atribuyendo al "signifi cante” una connotación que está situada entre la de un "arquetipo estructural” y la. de un "apriori mate rial” , es decir, sin asumir los contenidos de la historici dad diacrónica.
6. El sujeto en el movimiento de la cadena significante El dominio o "primado” del significante, tenien do en cuenta las consideraciones precedentes, surge paulatinamente en Lacan como un postulado indepen diente de la "matematización” integral (lograda o no) de los mecanismos lingüísticos del inconsciente* la cual, no tanto deja sin formular el funcionamiento de estos últimos, cuanto expresa el sentido de la "trascen dencia” del lenguaje. Se diría que ciertas motiva ciones o instancias "filosóficas” —tal vez por ser ne gadas como tales (¿por formación reactiva?) o por estar "instrumentalizadas” verbalmente— están presentes en Lacan sin una conciencia plena de su ambivalencia o problematicidad. Lacan expresa motivos auténtica mente "platónicos” junto con declaraciones puramen te "ideológicas” de materialismo, sufragando su posi ción con la cristalización (y no la superación) de valen cias contrapuestas, tomadas en préstamo de cierto estructuralismo lingüístico y antropológico: la. ideali dad de estructuras eternas y la materialidad de los da tos históricos.
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Por ejemplo, después de haber ligado la "insistencia”pe renne del "o rd en simbólico” con el "autom atismo de repe tición” de Freud (al cual éste mismo, en un texto famoso, habría atribuido "motivaciones previtales y transbiológicas"), y de haberla interpretado como "inconmensurable” con todas las reacciones vitales (en continua degradación por la entropía) estudiadas por la "p sicología auténtica mente experimental” , proclama repentinamente que no hay que abandonarse a "cierta aberración conceptual” en la cual filósofos y médicos encuentran fácilmente con qué cal mar sus resfriados religiosos” ( E , 52; S, 48), por la cual sería posible considerar tales interpretacio nes como "espiri tualistas” . Y, refiriéndose al texto "p eligroso ” de Freud (mencionado anteriormente) hace el siguiente comentario: "Es imposible pensar que, salido de su,pluma, se trate de un recurso espiritualista : de lo que aquí se trata es de la estructura de la determinación. La materia que ella en sus efectoB desplaza supera con mucho en amplitud la de la or ganización cerebral, a cuyas vicisitudes algunos de estos efectos están confiados, mientras que los otros ,p o r el hecho de materializarse de otra manera, permanecen no menos ac tivos y estructurados como simbólicos” ( E , 52-53; S, 49, la bastard illa no está en el original). Comentario que parece ilustrar adecuadamente una concepción precipitadamente "ideológica” , más que científicamente "re gu lativa ” , del "materialismo” reivindicado por Lacan.
De la cristalización de las antedichas valencias contrapuestas de idealidad y materialidad deriva que, por ejemplo, aquellos significantes determinados, que siempre tienen que desempeñar un papel en la cadena lingüística legalmente indefinida, tiendan de hecho (por estar de hecho privilegiados ya naturalísticamen te) a ''desmaterializarse” cada vez más: el "falo” se convierte en el "significante del deseo del otro” ( E , 72
694; S, 691); a su vez, el "otro” re0u^ a el lugar de los significantes” (y recuerda un lugaí* platónico hiperuránico,12 "de las Ideas” ); y el "p a¿re” >todavía dema siado real (símbolo de la ley, que» atan d o el incesto, inaugura el lenguaje en el infat *s) se refina en el "nombre del padre” ("aquel” n o ^ r e religiosamente escondido: el nombre de una idea y al mismo tiempo la idea de un nombre, indecible, con*0 el de Jahvé), y así sucesivamente. De esta manera, el signifi(7flnte trasciende los "significados” (que son tales sol»111611^ en y Para los sujetos históricos individuales, qu¿ ^acan considera en estado de sujeción) como paradí£ma* modelo, idea, estructura, arquetipo de las exPenenc*as humanas siempre inadecuadas, que de hecfr° son siempre reite rativas. Lacan, aun cuando quiere insistir en su segun da polaridad, el carácter concreté» n0 llega a Ia real historicidad diacrónica, o no la toma en cuenta. Por ejemplo, cuando sostiene que en 1®ba8e de cada in consciente particular se ha constit^1^0 originariamente determinada "cadena de significar*1®8 (una especie de "apriori material” de un sujeto individual) no pone de manifiesto el ulterior movimiento ( histórico’ ) de las sucesivas cadenas, sino que busca Ia 'estructura de re misión al falo” , como primer signi^Cante»Q116 hay ^ue postular en cada caso (y que deb6 ^encontrarse en la cura, la mayéutica freudiana que ^ace encontrar esta verdad). Por lo cual, "platónicamtf*1^ *el significante 12 Pue de se r ¡mereoante compararlo con la S¡güle"te evalu“ i6n (o extrapola ción) formulada por Mann oni (1969, página 7), que 0e ha formado notoriam ente en la "atmósfera” lacaniana: "La Idea de Platón, ahora lo vemo8 con claridad, no era o tra cosa que el signific ante de Saussure".
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tendría que ser interpretado como hipersignificado, si no lo obstaculizara la impostación misma, ideológica en el sentido lato, del propio Lacan. El cual, al poner de re lieve más la "letra” que el "significado” de los "sig nificantes” inconscientes, había intentado, en definiti va, sostener que "la letra es el espíritu”, es decir, ga rantizar el primado del inconsciente, ya sea privile giándolo en una estructura diádica y subversiva redu cida (el Es por sobre el yo) del aparato psíquico, ya sea, principalmente, connotando su dinámica con modula ciones y expresiones cada vez más enfáticas, en las que parece posible reencontrar cierta dialéctica religiosa negativa.
Efectivamente, Lacan, en la "fase del espejo” infantil, había considerado fatalmente alienante la sustitución del "signifi cado” Qa realidad) por el "sign ificante” (la "im ag en ” ), sus titución provocada por el "desfasaje” biológico-sensorial entre "visión” y "cenestesias” , típico del animal-hombre. Pero progresivamente convierte este "de sfasaje” interno de dicho ser viviente en "heteronomía” y supremacía del "or den simbólico” , connotado como verdadero, respecto de los "significados” inadecuados que se presentan al sujeto hu mano. Se sigue de ello, en su versión más "ideológica” , que el inconsciente, estructurado por este "o rd en ” , posee la "v erd ad era ” y salutífera sabiduría de los significantes, a la cual la conciencia sólo indirectamente puede acceder. (Se diría, paradójicamente, que el motivo "platónico” —esta "sublimación” lacaniana objetivada— se convierte en "islá mico”: la "palabra” es más que la idea, casi como la litera lidad de la palabra de Dios "escrita” en un Corán eterno, a la que nunca pueden adaptarse el texto ni los recuerdos de
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los fieles; o bien se vuelve cristiano: un significante actuaría sapiencialmente en el inconsciente, de manera autónoma y fecunda, dando la gracia como un sacramento: ex opere operato.)
No parece, pues, dudoso, que la "matematización” de Lacan se transforme, de idea-proyecto de un cálculo combinatorio operativo, en la "semantización” de los distintos signos de cálculo, elevados a símbolos o significantes universales: se diría que un esotérico motivo "pitagórico” traduce aquel motivo "platónico” (ya de por sí tan misterioso) en la propues ta "estructuralista” de despsicologizar por completo el psicoanálisis del sujeto humano. Por ejemplo, hemos señalado ya cómo el segmento de recta, que en Saussure distingue convencionalmente el significante del sig nificado, del signo, se ha convertido en la "línea de fracción” del "algoritmo saussuriano” inventado por Lacan, línea que expresa metafóricamente una "barra de separación” sobre el significante y el significado. Pero posteriormente se convierte casi en una idea pla tónica pitagorizada, que trasciende como paradigma eterno toda una serie de realidades "significadas” , pe ro significativas precisamente por causa del significan te que las domina: el ser "fraccionado” ("despedaza do” ) del sujeto en su Spaltung entre Es y yo; la divi sión entre el lenguaje consciente y el del inconsciente; la "castración”; la "remoción originaria” que consti tuye el inconsciente, y así sucesivamente. Hasta el pun to de que significado de la "línea de fracción” no re sulta efectivamente de valor "matemático” (indican do, por ejemplo, la operación matemática de la divi 75
sión), como lo habría requerido el programa de "matematización” originario. Este último programa se reve la cada vez más como un "sueño manifiesto” que ocul ta un "contenido latente” más profundo de carácter metapsicológico. Las motivaciones profundas del "sueño manifies to” de Lacan, el de transferir el cálculo combinatorio de la "letra” a todos los procesos lingüísticos, lo sal van de los excesos matematizantes en que incurrirán algunos de sus discípulos. El, si no llega, por ejemplo, a matematizar la metáfora de un modo operativo, la matematiza (permítase el retruécano) de modo metafó rico. Son conocidas sus fórmulas de la "metáfora” o de la "sustitución significante” ( E , 515 y 557; 5, 510 y 553), que por su "apariencia” matemática han dado origen a confusiones entre la multiplicación lógica y la aritmética, entre la proporción y el producto de las re laciones, etcétera, "confusiones de las que podría de cirse que son del mismo tipo que las del inconsciente freudiano (y esto debería ser significativo), cuando és te, por ejemplo confunde (eludiendo "astutamente” la censura) significados diversos del mismo significante por medio de identificaciones alienantes y deformantes. Por lo que puede decirse que la "barra de se paración” en el "algoritmo saussuriano” , propuesta por el propio Lacan, pierde súbitamente el valor mate mático no bien se le atribuye una función operativa, y no tan sólo metafóricamente expresiva.13 Lacan seguirá siempre fascinado por las fórmulas m atemáticas y los gráfi cos. En uno de los últimos Écrits el algoritmo sa ussuriano” da lugar a un tentativo movimiento (¿cómo llamarlo cálculo?) algebraico, por el cual aparece, por ejemplo, la raíz cuadrada de-1 para significar el valor "imaginario*’ pero fun-
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Lacan, al decir que el significante trasciende y predomina sobre el significado, no quiere, es verdad, reconocer un poder mítico del sujeto en el establecer convenciones libres (los "significantes”), sino que, al contrario, niega todo poder y autonomía también al su jeto, el cual no sólo se encuentra sujetado al significan te, sino que es directamente efecto de él, en la medida en que el significado es solamente "significado-alsujeto” . Mediante una inversión paradójica, Lacan opone al concepto tradicional de "signo” 0° que representa algo para alguien) su propio concepto de "significante” : "Nuestra definición de significante (no hay otras) es: un significante es aquello que repre senta el sujeto para otro significante” ( E , 819; 5, 822). Ya según la interpretación común, los significantes, al constituir una cadena asociativa entre las tantas po sibles, dependen de la experiencia del sujeto, el cual resulta, por ello, en cierto modo, representado como protagonista. Pero ésta sería una interpretación dema siado "psicológica” . Con su formulación, Lacan quie re significar que el süjeto está presente en la cadena como la "ausencia” de una "falta” (aunque sea deter minada). Con lo cual se hace evidente la mortificación radical ("ideológica”) del sujeto; el significante S, representá el sujeto, no a otro sujeto sino al significan te S2 de la cadena (y así sucesivamente: ¿por qué enton ces S2 no a S|?).14 cional de realidad (el "O tro ” , el "p eca do original” , etcétera) de tipo religioso. La "li cit u d ” de este lenguaje se reconocería más fácilmente si se admitiese la validez de u n "discurso metafísico” (inevitablemente metafórico) al lado del "cien tífico” . Se diría que Lacan practica, sin darse cu enta, lo que niega por principio, con todas las consecuencias que de allí se siguen. Los secuaces de L acan discrepan acerca de si se debe rep rese ntar con -1 o
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Hipervaloración del significante15 llevada a cabd por Lacan tiene, por consiguiente, el "sentido” de unife subvaloración del sujeto consciente, y no ciertamente el de una desmentida de la concepción freudiana, par#1 la cual no existe en la vida psíquica ninguna cosa ca rente de "significado” .16 Las "letras” pueden combi narse de distintas maneras, pero con la condición de constituir en definitiva "significantes” , aunque más no sea "significantes-al-sujeto” , es decir, por referen cia a un "sujeto” en estado de sujetamiento al significon 0 (cero) el sujeto. Ingeniosamente, por ejemplo, J.-A Miller (1972, página 72) afirma que la cadena de Jos " sig nifi ca nte s" se mueve a la par de la serie de los nú meros natu rales: se pasa de 1 a 2 a 3 porqu e, dada la presencia previa del cero (0, 1,2 ,3...), el es ei segun do n úm ero; el 2 es el 3°; y el 3 es el 4° , y as í sucesivam ente, de lo que nacería una tensión aJ infinito para restablecer el orden: análogamente, si el sujeto tiene la función del " ce ro ” , puede ser reducido a la simple "po sibili dad de un significante más”»en Ja cadena de los significantes. Se puede afirmar que estas argumentaciones "m atem áticas” , aun admitidas como válidas en sí mis mas, tienen, cuando se las aplica a la psicología, la validez (o no validez) de ciertos instrumentos m atem atizantes del estructuraJismo, que a veces corre n el riesgo de co nocerse tan sólo a sí mismos (y no los objetos a los cuales se aplican, de manera de* masiado amplia o demasiado restrictiva). Se podría observar una especie de "significantitU” progresiva en Lacan. Georges M ounin (1972, página s J 79-82), al estud iar la "co lor aci ón lógicoma temática” y la "ling üística ” , de Lacan, lamenta su apresu rada sustitución de "significativo'’ por "significante", tras su tardío descubrimiento de Saussure. 16 Serg e Leclaire (1966, pág inas 4-5), hab lan do de u n pa cien te qu e d ec lara te* nerse que ausentar " las 5 sesion es próximas” , se pregunta: ¿por qué p recisamente 5 y no, por ejemplo, 4 ,6 , 7?” Y freudianame nte sostiene que el " 5 ” no puede ser casual, y que por lo tanto podría estar motivado por un "significado” escondido detrás de más "s ignifican tes” homófonos de 5 (cin'k). £1 analista deberá enten der el enigma del 5: ¿por qué 5 sesiones? 5 a 7: "cinq cents, cinq sens o Saint Saens, Saint, sein, cein t o sein g” . Aquí comienza el análisis. Y resulta evidente q ue la lite ralidad físico-sensorial, aun cuando no fuera de simple refuerzo de una "sobredeterminación” ya suficiente, se afirmaría sólo porque encuentra "sig nific ad o” « Sin embargo así resulta evidente que tal aspecto físico-sensoriaJ de la JiteraJidad hace necesario reproducir la frase pron unciada po r el paciente en su lengua origina l (el francés), única en donde está garantizada Ja homofonía de (os significantes prece dentemente mencionados, diversos entre sí desde el punto de vista gráfico y, na tu ralmente, desde el del "significado ” .
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cante. Si Lacan no habla de un "primado del significa do” (el cual, para él, al igual que el significante, es in dependiente de un referente externo que lo vincule) es porque quiere anular el valor del sujeto en favor de un "orden simbólico” , en el cual, de todos modos, no logra siempre "sublimar” la naturalidad de ciertos símbolos (el falo, etcétera), matematizados mediante ingeniosos esfuerzos. El de Lacan, pues, es un "solipsismo lingüístico” , por el cual el sujeto ni habla ni reci be palabras, sino que permanece enredado en la malla de los significantes, que se ligan entre sí tan sólo por el grado de recíproca insuficiencia en el significar.
7. Psicoanálisis y filosofía; o sea, Lacan contra Lacan Los instrumentos de la lógica matemática y de la lingüística estructural (y en general de todas las otras ciencias) son usa'dos, pues, por Lacan para hacer verifi car (bajo la vestimenta del rigor que les es propio) la inadecuación constitucional de la conciencia humana respecto de la verdad del "orden simbólico” que vive en el inconsciente: el yo, narcisista y paranoico, tiene que dejar el campo a la instancia impersonal del Es pa ra que reine el significante. Por ello, la famosa frase freudiana "ÍVo Es war, solí Ich werden” no es in terpretada en el sentido de una ampliación posesiva de los límites del yo, sino en el sentido de su retorno remi sivo a donde se encontraba ya en la fórmula auténtica del Es: un "no estar allí” , más que un "estar allí” , se diría que un "serse” ["essersi”]. 79
Mediante este "serse” intentamos expresar aquí el sentí de la ingeniosa invención lacaniana del verbo " s ’être ”, p«| ra subrayar que, en la fórmula de Freud, "Wo Es toar, ]w Ich werden ” (el cual, en un título famoso, escribió —con lofartículos— Das Ich and das Es), "E s” aparece como ' 'suje* to desprovisto de cualquier das u otro artículo objetivante" (E, 417; S, 407), es decir, como modo de un sujeto sin polari dad, por lo cual sería mejor hace r que el ça francés (que traduce Es) fuera absorbido lingüísticamente po r el verbo être. Véase cómo justifica y propone Lacan traducir la fórmula freudiana: "...la production d’un verbe: s’être, où s’expri merait le mode de la subjectivité absolue, en tant que Freud l’a proprement découverte dans son excentricité radicale: 'Là où c’était, peut-on dire, là où s’était, voudrions-nous faire qu’on entendit, c’est mon devoir que je vienne à être’ ” ("...la produzione di un verbo: s’être, essersi, in cui si esprimerebbe il modo délia soggettività assoluta ("...la pro ducción de un verbo s ’être, serse, en el que se expresaría el modo de la subjetividad absoluta, de la manera en que Freud la descubrió en su excentricidad radical: "Allí donde c ’était, podemos decir, allí donde s ’était, se era, querríamos hacer que se entendiera: es mi deber que yo llegue a ser”), (E, 417-18; S, 408). Y en otro pasaje: "Là où c ’etait, là com me sujet dois-je a dvenir” (donde era eso, debo acontecer co mo sujeto). (£, 864; S, 868). Adviértase que precisamente el Lacan negador del yo que domina la langue, está, sin embargo, en favor del "orden simbólico” más profundo. El abandono al inconsciente no lo lleva, por esto, a una obediencia lingüística pasiva, sino a un "estilo” (y quizás a una "estructura automática” surrealista) que sea "homólogo” con su tema. A propósito de esto se ha señalado que, desde el momento en que la ver dad del inconsciente no puede ser jam ás plenamente alcan zada, "esto puede dar un sentido más serio a la homología del estilo de Lacan y de su tema (el inconsciente), puesto
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que él habla de aquello que no dice: discurso convergente hacia el punto límite que falta” (véase el artículo anónimo Introduction à la topologie des fo rm ations de l ’inconscient, Scilicet, n° 2/3, 188, 1970).
El "no-sentido” aparente del inconsciente es, pues, el "verdadero” sentido de los lenguajes huma nos conscientes, que no pueden adecuarse nunca —con sus "significantes-al*sujeto” , al "orden simbóli co” que los trasciende inconscientemente. Dice Lacan: "La verdad del inconsciente debe situarse entre lineas” (E, 437; 5,427), y también: "Esta exterioridad de lo simbólico por relación con el hombre es la noción mis ma de inconsciente. Y Freud demostró constantemente atenerse a ella como al principio mismo de su expe riencia” (£', 469; S, 463). Y si sólo con la total pérdida de los "significados” (siempre parcialmente alienados e inadecuados) se puede ahora conseguir la verdadera adecuación al "orden simbólico” , se sigue que sólo el psicòtico, privado de la defensa del yo mistificador, puede ser auténticamente invadido por la verdad: para poseerla, es necesario dejarse alienar en ella.17 Formu lación, ésta, que parece sintetizarme brevemente la subversiva posición de Lacan. Posición que no es negada. Mediante la "instrumentalización” de temas y motivos presocráticos, pía17 Pa ra Lacan, la esencia de la psicosis se m anifiesta en la im posibilida d de distinguir entre significante y significado, provocada por la radicalidad de ciernas represiones. Con el concepto de tal (jfeliz!) imposibilidad, a la que llama "forchi* sión” o "pr eclusion” , unlversaliza y estabiliza el término freudiano de Verwer* fu n g (dotado de varias acepcionesX aplicando su típico extremismo interpretativo (véase Demoulin, 1970, páginas 187-97).
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tónicos, agustinianos, hegelianos, heideggerianos,18 Lacan la connota abundantemente en la transcripción lingüística que,hace del psicoanálisis. En esta trans' cripción parece, por lo tanto, lícito reconocer "elec-‘ ciones” ideológicas y culturales de pesimismo anti humanístico que, si bien desmitifican radicalmente el "freudismo histórico”, reivindican "excesivamente el retorno a Freud” . El propósito de dar un estatuto epis temológico riguroso al psicoanálisis se ve complicado significativamente por un vivísimo sentimiento de la verdad inobjetivable: para Lacan, en el campo de la verdad, donde ella es como un polo "imaginario” , ca da uno de nosotros está sujeto a sus efectos, que sólo como tales son estudiables por las ciencias, pues la "verdad como causa permanece oculta para éstas. De ahí surge la posibilidad (y la problemática) de una ex tensión indefinida de los instrumentos interdisciplina rios de los que debe valerse el psicoanálisis (por ejemplo, matemática, lingüística y antropología, pero también arte y religión) y surge también la posibilidad de interpretaciones de la verdad demasiado alejadas del programa de Freud. Parecería, en efecto, que en Freud predomina el proyecto de un análisis racional de la posible alie nación e inercia presentes en el hombre, es decir, en otros términos, una descripción racional de la pérdida de la racionalidad. Lacan, en cambio, reemplaza la 18 El filósofo que representa lo diametralmente opuesto de Lacan es Deseartes» desde el momento que para aquél el ello mismo piensa, en tanto que para éste el pensar es " el es tar presente a la "con cien cia” . De ah í los juegos de palabras de Lacan sobre el " co gito ’*, el uso de fórmulas como "pien so d onde no soy” , "co gi to fálico” , per-sona, etcétera.
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"cura de palabra” mediante las "palabras de una ver dad” heterónoma en la cual alienarse por completo (los significantes), olvidando que, originariamente, el psicoanálisis, quizá con dogmatismo, sostenía el "pri mado del significado” (quizá menos oscuro que el del significante), y que, Freud, consiguientemente, quería pasar de la presunta interpretación hermenéutica de un "sentido” profundo, a la ciencia de un "significa do” que explicase la emergencia de los síntomas, pos tulados, es verdad, a priori como "significantes” (si se quiere), pero significantes significativos. Con estos comentarios se pretende solamente se ñalar de qué manera puede resultar equívoco un "re torno” a un pensador pretérito cuando se niega (aun cuando sea con una feliz contradicción) validez al "dis curso filosófico” , que sin embargo se efectúa luego ideológicamente. Lacan se encuentra de esta manera enredado entre el "verdadero Freud” y el "Freud ver dadero” , privado como está, además, de una prospecti va histórica y de un sentido del futuro. Y si ello lo con serva, a decir verdad, en el espíritu del psicoanálisis, entendido como "profecía del pasado” o "retorno a lo removido” (aquí lo Removido es el propio Freud), no le permite, sin embargo, explicar (además de constatar) la mistificación del "freudismo histórico” . Si la "ver dad del inconsciente” se contrapone a la "verdad de la historia” , no puede el psicoanálisis, por sí solo, propo ner el criterio de una eventual elección entre ellas, y menos aun, dar el "poder” para ejercitarla. No puede más que "abrir retrospectivas” , en vez de prospectivas sobre el futuro. El criterio para evaluar a Lacan no depende, por 83
consiguiente, de su fidelidad o falta de ella en el "re torno a Freud” : su mensaje es polivalente y no depen de de una constatación histórica verificada ni de la pu ra coherencia formal. Se puede encontrar en él, más que un tratamiento epistemológico, una "fantasía epistemológica” , viciada de extremismo, arbitrarismo, dogmatismo pesimista y aun de fetichismo obsesivo,19 pero en definitiva Lacan transmite expresivamente la realidad de aquella "cosa freudiana” que es el incons ciente, cuya lógica es, precisamente, una lógica de lo negativo o de la "falta”. El discurso "aproximativo” de Lacan puede, por ende, resultar válido, aun cuando quizá debe leérselo invirtiendo su "sentido” . "Lógica de lo negativo o de la falta”, hemos dicho. De hecho, la riqueza del inconsciente es "pobre” (una "crea ción negativa” ): se debe, por ejemplo, a la insuficiencia de sus identificaciones-proyecciones (que confund en en vez de conectar), a la degradación de la palabra en "letra” (cuya "legalidad” aproximativa no hace más que reintroducir una anarquía), hasta el punto de que la "astucia ” en eludir la censura puede atribuirse solamente a la inteligencia del analista "consciente ”, que sabe interpretar los "com promi sos” como tales. Pero no ha de valuarse como "pobre” la aproximación de Lacan, que puede considerarse congruen te con la "confusión” del inconsciente, el cual sólo puede ^ Como la ya considerada " b a rr a " del algoritmo sauBsuriano, a la cual corresponden más significantes o realidad, también un cierto objeto, el (a) ad quiere en L acan gran v ariedad de funciones, aun cuando sigue siendo siem pre él mismo como signo. Tal " ob jet o” , identificado por la letra a (minúscula, inicial de autre, " o tr o ” , contrap uesta a la A mayúscula, inicial de Autre, "O tro ” ) es "fa lta’ \ "ca us a", "fetiche ” , "m ediación” , "re sto” , etcétera, pero siempre el "objeto ( a / \ implicado en la lógica del "des eo deJ Otro ” . Esto hay que rela cionarlo con la letra a (y a ’) del " es qu em a L” , analizado en el capítulo pre ceden te. Véase también Green (1966).
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emerger por medio de "deformaciones” y "equivoca ciones” (felices). Desde el punto de vista teórico, al ser dis tintos los dos planos del "s en tido ” y del "significad o” , esto es conciliable con un determinismo perfecto. Adviértase, por otra parte, que el inconsciente (como surge ya de la co nocida cuestión que lo afecta: ¿"s usta ntiv o” o "adje tivo” ?) es una entidad postulada por la plena "pensabilidad” del "consciente” tal como aparece: el inconsciente, "objetiva do” por el analista, es leído sobre el "con sciente” . La "aproximación” de Lacan, su sintaxis distorsionada, su brillante oscuridad, ¿permitirán entonces hacer leer mejor entre líneas el inconsciente? Esto puede sostenerse: acaso Lacan sea un (fragmento de) inconsciente en p rimera p erso na, con su " estilo ” y su "re tó ric a” .20
Si, por consiguiente, la inversión de "lectura” no tiene que ver con el fundamento presuntamente cientí fico sino con el "sentido” que éste recubre, es viable encontrar en Lacan la ambivalencia inevitable de quien, queriendo escuchar el mensaje del inconsciente, se ve constreñido luego a escogerle a este último su verdad. £1 inconsciente, de por sí, no posee ninguna. Las mismas modalidades de la traducción "lin güística” de Freud la hacen interpretable, si se quie re, como una espiritualización inicial (logos + car ne), que conduce a desmitificar —se diría calvinísticamente— la vanidad del yo y de sus alienaciones y subli maciones. Y esto a pesar de las protestas anticipadas 20 Conviene, por otra parte, aclarar que las objeciones a la tentativa que La can hace de "matematizar” el inconsciente no ponen en tela de juicio sus méritos de psicoanalista y de estudioso. Al respecto, téngase presente el siguiente pasaje de Enry Ey (1963, páginas 410-11), psiquiatra perteneciente a una escuela distinta: "Ex égesis sustanciales de los textos freudianos, incursiones brillantes en el campo de la clínica, de los niños, de las instituciones... constituyen la riqueza de la enseñanza que Lacan prod iga en sus serúinarios” .
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de Lacan, el cual en vano alegará que para él todo el psiquismo se debe a la insuficiencia biológico-sensorial (por lo cual lo "psíquico” no sería más que el "fuer* de sí” de lo "biológico” ). De hecho, él mismo, al pro* poner como primitivos los conceptos de "demanda” (de reconocimiento y de amor) y de "otro” —me diados por el deseo—, supera la "biologicidad” de la necesidad y aquella especie de idealismo o solipsismo biológico (en clave materialista) del que había partido. .Evidentemente, el discurso, impostado así, podría continuar al infinito, porque, psicoanalíticamente, las "mistifica ciones” pueden convertirse en "sublimaciones” , según el " divertissement ” superior que Lacan atribuye proyectivamente al inconsciente. Sin embargo, es imposible no señalar que Lacan parece agregar a Freud los conceptos de "de manda” y de "otro” tan sólo para demostrar el "fracaso” de la primera y la infinita trascendencia negativa del segun do. El mismo ha connotado, aunque sea un modo negativo, la dialéctica presencia religiosa del otro, recordando al Dios agustiniano "e n nosotros más que nosotros mismos” . En su seminario de 1964, publicado bajo el cuidado de Miller (véa se Lacan, 1973, p. 247), él habla de la "presencia del deseo de ese Otro que yo llamo aquí el dios oscuro” (bastardilla de Lacan).
Pero, aun siendo posible hacer dos "lecturas” de Lacan, resulta todavía más importante la que el mismo Lacan hace —y hace hacer— de sí mismcj. Tal lectura es la de un pesimista radical, que niega el valor progre sivo (al menos como posible) de la historia humana, ali neándose con los múltiples propiciadores de aquella "muerte del hombre” proclamada implícitamente por 86
las ciencias que de él se ocupan. Para Lacan, el hombre és efectivamente la suma o la intersección im posible de lo "biológico” con lo "lingüístico” , es de cir, una unidad violenta que escapa diaspóricamente a sí misma. No sorprende, por ello, que su atribución a Freud (a un Freud "verdadero” , pero incomprendido o traicionado) de anticipaciones de esta tesis mortífera haya hecho surgir (o renovar) muchas "resistencias” , especialmente las "inconscientes” a la ingrata revela ción. Pero, con una feliz contradicción, Lacan las deplora acusatoriamente,21 demostrando, de manera implícita, de qué manera su discurso va más allá del mero psicoanálisis, como ciencia o como terapia. Va más allá, porque advierte un "sentido” huma no profundo (ontológicamente positivo o negativo) detrás de la ruptura epistemológica freudiana. De hecho, el Lacán acusador en nombre de la "ciencia freudiana” es el mismo Lacan científico que ostenta (tal vez por una especie de "formación reactiva”) un rechazo del discurso filosófico, pero que insinúa des pués, por ejemplo, motivos y tonos heideggerianos en su proyecto de dar al psicoanálisis un estatuto científi
21 Ya dos años después de la publicación de los Écrits> el propio Lacan (1968) reconoció el &acáso” ja "libera ción ” intentada por Freud. Fracaso que suena como condena deiofr-psicoanalistas adaptados actualmente a nuestra "civi lización” mistificadora. Pero podemos p regu ntarnos cómo era posible que no fra* casasen precisamente los mecanismos de d efensa del yo freudianos frente a la rea* 'idad más cruda de todas, la de la muerte. La condenación lacaniana del infiel "fre ud iano histórico” se ha cargado de agravan tes inexorables, en vez de aliviarse med iante atenu antes psicoanalíticos. Lacan (1970, página 166) "e lig e” , de hecho, la verd ad en lugar de la cura: f'La d iferencia, ¿po r qué no d ecirlo?, es que una psi cotera pia es manejo (tnpotage)que ha tenido éxito, en tan to que el psicoanálisis es una operación condenada esencialmente al fracaso (ratage). Y en esto consiste su éxito” .
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co más riguroso (el de la lingüística estructural). Resul ta de ello que, aunque enmascarado, un genuino sentid do filosófico orienta su restructuración epistemológica; Lacan habría aclarado mejor el alcance de su "elec ción” de valores en el ámbito de las ciencias humanas si hubiera reconocido, aun en el humano hacerse a sí misma de la ciencia, un movimiento del filosofar, en tendido como un elegir-consentir, un establecerreconocer valores, y no sólo el puramente inventivo hipotetizar-verificar leyes. Todavía, si el rigor metodo lógico de Lacan no siempre va a la par de la "decisión” que subtiende su incierta epistemología, ello quizás ponga aun más a la luz la importancia de su posición filosófica, aunque "negada” y, por consi guiente, ideologizada.22 Para Lacan, la Verdad es buscada humanamente o en el movimiento de retorno23 a una integridad bioló gica nunca poseída, o en la adecuación a un "orden simbólico” heterónomo proveniente "desde afuera” : búsqueda doblemente imposible, si queda librada a la sola iniciativa del hombre. Este trágico mensaje de Lacan puede aún, sin em bargo, reconducir el "narcisismo docto” de muchas "ciencias humanas”, al originario y traicionado "co nócete a ti mismo” de Sócrates. 22 Según la tesis de Nasif (1970, página 23), uno de sus discípulos, Lacan de bería en cambio des co nfiar de la filosofía, la cual serí a —desp ués de la psicología y la psiq uia tría— la terc era disciplina susceptible de oculta r el ámbito del discurso paicoa na lítico , como asim ismo de fa gocitar el sa ber que su puest am ente és te pro duciría”. a Sobre filosofía como —inclusive en otro sen tido— "ca m ino de reto rno ” , prese nte ta m bié n en un Lacan fuera de los esque mas estr uctu rali st as, veáse Wahl (1971, pág. 445).
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Apéndice Epistemología e ideología en Lacan
1. El posible “sentido” y la “retórica” de la epistemología lacaniana La importancia de la posición de Lacan puede ver se sobre todo en su provocación epistemológica, más que en su proyectada (aunque no formalizada) sistema tización del psicoanálisis. Por lo cual, el trabajo in terpretativo sobre Freud llevado a cabo por Lacan, que quiere evitar tanto una hermenéutica de lo profundo como las categorías fenomenológicas y existenciales "comprensivas” , pro'voca en quien lo estudia, precisa mente por su carácter dogmático y antinómico a la vez, un proceso crítico y luego interpretativo tal, que lo lle va a encontrar o elegir o introducir un "sentido” uni tario en la epistemología implícita o explícita de los Écrits. Este proceso doble, que puede aparecer suma mente problemático porque históricamente encuentra un cotejo oposicional en los desarrollos heterodoxos in mediatos de los poslacanianos (especialmente en contra del modelo intrapersonal de Lacan), en reali dad, por reacción contra estos mismos desarrollos, puede introducir desde ahora el concepto programáti91
co de un "retorno a Lacan”, heurísticamente váli„ para la búsqueda teórica, análogo a aquel "retorno Freud” propuesto por el propio Lacan. De hecho, n puede ser causal, sino fundamental, esta fenomenolo’ gía de ortodoxias y heterodoxias que una vez más i' viste al psicoanálisis, es decir, es imposible que eventu mente deje de quedar implicado su estatuto epistemol gico demasiado problemático o mítico, que Lacan —c‘ como defensa agresiva— querría "riguroso” y no sola mente "conjetural” como (dice que) sucede en Freud. Pero el propio Lacan sienta conceptos (el d "otro” , por ejemplo) o enunciados (como, por ejemplo, "el lenguaje es la condición del inconsciente” ) que no, permiten lograr una formalización o axiomatización operativa, ni siquiera parcial. No se trata, por ello, de invertir eventualmente los enunciados (como hace, pon ejemplo, su discípulo Laplanche: "el inconsciente es la condición del lenguaje”), sino de determinar operati vamente sus significados, cuando ello resulta posible. Basta considerar que su misma tesis fundamental de la inserción del lenguaje en lo biológico se presenta como una "metáfora científica” (no de forma figurada con significado científico sino de forma científica con sig nificado figurado) sin posibilidad de verificación efec tiva; de la misma manera se presenta la tesis del "or den simbólico” que domina, en cuanto otro, al hombre: por otra parte, los conceptos mismos, hipostasiados y expresados en palabras con mayúsculas ini ciales son generalmente indicios de una probable "ideologización” , que podría sobreponerse a la técnica conceptual adoptada (en este caso, la "estructural” ). 92
Pero se puede (y tal vez se deba) interpretar la ina decuación al programa "riguroso”, y la posible des viación ideológica, como una "crisis” , que evidencia de manera extremada hasta qué punto la reducción de la búsqueda epistemológica al solo aspecto metodoló gico resulta insuficiente: más allá de la pura operatividad, está el "sentido” orientativo fundamental que ha ce elegir entre posibles alternativas teóricas cuando ellas dan origen a distintas restructuraciones de las mismas conocimientos factuales acertados, que de por sí son limitados. La formulación, primero, y el mante nimiento ulterior de la "elección” pueden, ya de por sí, tener éxito tan sólo si son provisionales, en la medi da en que, naturalmente, siempre puede volver a exi girse, el imposible logro de la completud de los datos que hay que unificar y hacer coherentes. Pero esto re sulta más fácil cuando nos limitamos a desarrollar un único aspecto operativo, "orientado” por una toma de posición ideológica o filosófica. Y esto es precisamente lo que sucede (como se describió en el texto precedente) con la "elección ma terialista” de Lacan, la cual, desde un punto de vista riguroso, resulta compatible sólo con la identificación exhaustiva que él efectúa entre el concepto de "mate rialidad” y el de "divisibilidad” atribuido al signifi cante, y por consiguiente, con una "elección” que no queda demostrada como "materialista”, si no es subrepticiamente, en su globalidad doctrinaria. Caso evidentísimo, en suma, donde se hace más visible (en el proceso crítico-interpretativo) la necesidad general, no tanto de invertir simplista o polémicamente el "senti 93
do” de las elecciones, sino tan sólo de determinar ope rativamente el significado de los conceptos conjunta mente implicados y verificar su coherencia o falta de ella. Si queremos individualizar, ahora, un "sentido” más profundo y constante en el discurso de Lacan (más allá de parciales obsesiones religiosas y de paranoias seudofilosóficas), sólo parece posible encontrarlo rigu rosamente en la forma negativa de la "falta de” estructural, mistificada o enmascarada en las manifes taciones de la subjetividad, la cual está, en los hechos, desprovista de la iniciativa o del poder clarificador que se ilusiona con ejercitar. Se diría que ésta es la metapsicología final de Jacques Lacan (por detrás de los distintos niveles episte mológicos), la cual, situada en el nivel de la "psicolingüística” en el sentido reencontrado y definido aquí, se traduce en un solipsismo lingüístico absoluto, para el cual, paradójicamente, en el discurso hay un signifi cante que representa el "sujeto” para otro significan te, ambos sin significado, y «o (y éste es un ejemplo de "falta de”) un sujeto que habla a otro sujeto con pa labras compuestas de significante y significado. La retórica lacaniana que se corresponde con este último "sentido” consiste en la negación constante y llevada al extremo (en tantos casos ambiguamente in decibles) de una de las dos soluciones dicotómicas, que se presentan ambas como posibles de diversa manera en Freud, quien es ciertamente menos dogmático (o ar bitrario) que Lacan, más refinado, a pesar de que éste pretende "retornar” al maestro. Nos parece posible encontrar una primera ilustra 94
ción de esta técnica retórica de Lacan, que se podría llamar de la "privación de” , en la valorización (o des valorización) que hace de lo "literario” o del arte en general. Ya estamos en condiciones de analizarla.
2. La “falta” estructural y la no-creatividad del arte Las antinomias del psicoanálisis, que son de tal ín dole que pueden presentarse ya como ambivalencias, ya como ambigüedad, se reflejan en el mismo Freud, el cual, a la vez que considera como fuerzas motrices del arte los mismos conflictos que llevan a la neurosis, afir ma simultáneamente que la capacidad creativa del ar tista (crear ilusoriamente símbolos que suscitan afectos reales) no es un problema psicológico: el arte constitu ye un "reino intermedio” en la realidad que niega los deseos y el mundo de la fantasía que los satisface. Ahora bien; esta duplicidad de la concepción del arte en Freud (que tal vez sea una yuxtaposición de dos motivos heterogéneos y no relacionados entre sí) apa rece en Lacan superada teóricamente mediante un su puesto retórico simplificatorio. Sacrifica apriorísticamente la "creatividad” en favor de una legalidad lin güística que pone y condiciona al inconsciente en la producción de metáforas y metonimias que constitu yen lo "literario” tanto en la literatura como en el arte en general. De hecho, Lacan no valora estas dos figu ras retóricas como una "redundancia” neutra o como un "ornamento” pleonástico, en la medida en que son ellas las que componen y complican estructuralmente los infinitos "estilos” posibles, guiados por una 95
"estrategia combinatoria” rigurosamente matemática que sólo puede ser identificada por un "psicoanálisis lingüístico” freudiano (en los hechos, lacanianoX en los desplazamientos y condensaciones del inconsciente. Pero si por este camino el "Freud verdadero” se libera del "verdadero Freud” y de sus escorias román ticas, Lacan se ve obligado a "denegar” el valor autó nomo de su propia praxis estilística y a negar la especi ficidad cognoscitiva del arte, es decir, se ve obligado a superar la "literatura ” en favor de la "literalidad Naturalmente, esta elección o técnica retórica de Lacan, que hemos llamado de la "privación de” , en correspondencia abstracta con el sentido último de la "falta de” estructural, es fruto de una extremización ideológica y tendencial de conceptos, extremización que en realidad no se actúa completamente. Incurrien do, de hecho; en una feliz contradicción, reconduce la falsa riqueza de lo "literario” a una situación de ade cuación no completa, y no a una privación total de uno de los dos elementos en cuestión (la creatividad y/o la legalidad lingüística). Las "composiciones” literarias están destinadas a ser mecánicas, es decir, debidas a omisiones, confusiones, supraposiciones y separa ciones, parciales (sin verdadera invención, síntesis y recreación), por obra de restructuraciones simplemen te calidoscópicas, combinatorias, asociativas y fi nalmente fácticas. Mediante los éxitos de hecho conseguidos por La can (que son distintos de su programa abstracto extremizado y proclamado idealmente) el psicoanálisis haría resaltar aquí por lo menos un aspecto no-creativo de la obra de arte: los mecanismos psicoanalíticos, más que 96
la "modalidad” de la invención artística, aparecen co mo la resistencia a un impulso vital creativo, implícitamente supuesto, una carencia en su traslucirse, a me nos que se considere el arte como negatividad, repetitividad, automatismo, por el cansancio de una dinámica que permanece ausente o escondida. Todo esto es coherente con la metapsicología lacaniana, para la cual el psiquismo en su totalidad y en su esencia no es más que el "fuera de sí” de lo "biológi co” , en la medida en que su génesis (que se le revela en la "fase del espejo”) se debe sobre todo a una caren cia, es decir, al resultado de una insuficiencia biológico-sensorial (el desfasaje entre la anticipación "visiva” y el retardo "cenestésico” , en correlación con la prematuración del nacimiento específico del hombre). Se puede, por tanto, hablar del valor (o desva lor) antibiológico dé lo "literario” y del arte en gene ral según Lacan. Aun cuando en este terreno literario Lacan, pese a ser él mismo un literato, no logra resultados compa tibles con sus tesis, no es necesario olvidarlas, a pesar de que las enunciaciones teóricas asumidas para expre sarlas o sostenerlas proceden de una técnica retórica abstracta, a la que hemos dado aquí el nombre de "pri vación de” para poner de relieve su carácter ideológi co. En sus confrontaciones con el Freud, cuya "ver dad” hay que rescatar, Lacan no sólo vuelve rígidas evaluaciones como las que acabamos de mencionar en lo referente al arte (ámbito que puede considerarse co mo no primario o simplemente como de aplicación) si no que hace lo mismo con conceptos de fondo que tienen que ver con la estructura general del psiquismo 97
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o del aparato psíquico, tal como aparecen, aun con o: cilaciones significativas y aun inversiones de signific. do, en el propio Freud.
3. La interpretación ideológica “materialista” de la metapsicología ireudiana
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Para atenernos a uno de los "rescates” laca-f nianos de Freud más importantes, consideremos la fa* mosa fórmula freudiana "Wo Es war, solí Iclé werden ”, que Lacan interpreta unilateral y dogmática? mente, sin dejar margen a las posibles inversiones o ambigüedad de sentido, que se encuentran, sin em bargo, en diversos textos de la larga búsqueda del Maestro. Baste pensar en las otras y varias formula ciones metapsicológicas, aparte de aquellas partes del discurso de Freud que presentan la intención y la con notación de un "mensaje” que va más allá de una "in terpretación” cualitativa y exclusivamente fisicalista de la vida psíquica humana. En el discurso metapsicológico de Freud, el yo no es tan sólo una función adaptativa a lo real, que puede describirse genéticamente mediante las relaciones que con ello se instauran en la historia individual, sino que presenta respecto del Es una autonomía relativa, cuyo "sentido” último no resulta unívoco. De aquí se deriva que tal discurso metapsicológico sea compatible con la alternativa de dos metapsicologías "otorgadoras de sentido” en cierta medida opuesto, que puede expre sarse esquemáticamente de la manera siguiente: "El yo y su inconsciente” o "El inconsciente y su yo” . La 98
primera fenomenología considera al inconsciente co mo un lastre (que se produce como resultado de la represión originaria” , misteriosamente carente de causa); la segunda considera al yo un "vidrio sucio” , que no permite ver, si no es de manera confusa, el in consciente del cual deriva). Pero Lacan opta directamente (para seguir em pleando el lenguaje metafórico con el cual él podría estar de acuerdo) por el yo como un "vidrio sucio” , que de por sí es imposible de limpiar y que además funciona como una lente irremediablemente deformante. Lacan efectúa una opción "ideológica” que lo lleva a un mo delo simplificado y exclusivamente intrapersonal del psiquismo humano, el cual quiere evitar las dificulta des inevitables, presentes ya en Freud, que presenta el fenómeno de la autoconciencia. La conciencia fes ya de por sí un escándalo para el inconsciente, porque en vez de presentarse como un más, por mera adaptación del inconsciente primitivo a lo real, se presenta como lo más, el valor, la sede de la autoconciencia. Pero esto sucede en el nivel de lo "vi vido” que es ya cultural , porque, freudianamente, la conciencia agrega a los "procesos primarios” del in consciente tan sólo la experiencia del tiempo y de la negación, sin que de por sí resulte convalidado aquel valor de la "conciencia autoconsciente” , en lo vivido que es "ya” cultural. El círculo vicioso parece impo sible de evitar. Aquí se impone el problema de la autovaluación o no de la "cultura” , sin referencia ni dependencia de la "naturaleza” , de la cual pueda considerarse desarrollo o producto. Si sólo en la conciencia autoconsciente 99
puede darse el privilegio que eventualmente opta por, y otorga valor al mismo Es (inconsciente) más bien que al yo (consciente), resulta indecidible la elección de una de las dos alternativas (mediante los conceptos simples de la "escolástica” freudiana más difundida) que se presentan ambas a diversos sujetos, como un da to primitivo (o inmediato) axiológico de la conciencia. Decimos que resulta indecidible porque, para el psico análisis, un dato vivido como "primitivo” puede ser, de hecho, una "sublimación” o una "racionalización” (es decir, un dato secundario), lo que equivale también a decir que un "dato primitivo” de la conciencia puede sufrir una racionalización y aun ser reprimido (es decir, no ser un dato primitivo verdadero). El círcu lo sigue siendo vicioso sin una "elección” cultural: pe ro precisamente tal es la elección "ideológica” de Lacan. Tal "elección” disuelve la "indeterminación” de Freud, nada propenso a esquematismos rígidos, me diante una concreción exhaustiva, que puede parecer una incertidumbre ambivalente. Por analogía con la del mundo físico, la situación epistemológica freudia na puede recordar la dualidad indeterminada ondacorpúsculo, no superada por la interpretación del fenó meno de la luz: los dos modelos abstractos, el "ondula torio” y el "corpuscular” , no se excluyen en concreto, sino que pueden adoptarse de manera más satisfacto ria según la intensidad y la frecuencia de onda de la luz (aun sin considerar el modelo de compromiso pro puesto por De Broglie, el de "una onda que porta su corpúsculo”). Es así cómo en Freud —sin forzar la analogía— 100
están simultáneamente presentes las ventajas y las difi cultades de las dos "fenomenologías” que anterior mente se propusieron para reencontrar un "sentido” a su metapsicología. Baste pensar en el laborioso proce so interpretativo que lo llevó, por ejemplo, a los con ceptos problemáticos de "sublimación” , "pulsión de muerte” , "represión originaria” , "masoquismo primi tivo” , "interdicción interna de los instintos” , etcétera. "Conceptos problemáticos” —y también discutibles— sin una elevación axiológica que privilegie, para de cirlo esquemáticamente, o al ello o al yo. Ahora bien, para Lacan, el ello, identificado con el inconsciente con el Otro, es, sin duda alguna, el valor, en tanto que el yo es lo imaginario. De esta manera se excluye la "fenomenología” que hemos mencionado anteriormente y está dada por la fórmula "el yo y su inconsciente” , que lleva a una lectura menos habitual (la presumiblemente débil o reaccionaria) de la totali dad de la metaps.icología freudiana. En cambio, me diante tal lectura, es posible considerar a cierta esco lástica psicoanalítica como la represión "histórica” de la misma "racionalidad” , debido a lo cual se hace difí cil el "retorno” de esta última ("lo reprimido”), ya que se resiste, si es necesario, a la verdad del "espíri tu” , en favor de la vitalidad del ello. El psicoanálisis histórico sería psicoanalizable "espiritualmente” aplicando sus mismos instrumentos conceptuales, pues el mismo arsenal teórico del psico análisis clásico —prescindiendo de la terapia como téc nica— contiene en su seno un antipsicoanálisis, como una especie de "nivel primario” que puede albergar las contradicciones. Bastaría considerar al Eros con 101
prescindencia de "agapé” y "amor” , es decir, con una degradación del "espíritu” originario, y refutar concepto discutible de "sublimación” , en la medi< en que lo religioso es más que lo biológico, como éi "socio” es más que el "individuo” . *. Pero entonces se trataría de una "elección” con1 motivaciones valorativas de nivel superior al psicoaná» lisis, la que, inversamente, podría preferir la elecciófl’; de la "ideología” psicoanalítica frente a la antipsico* analítica (en la medida en que el propio Freud pued#dar lugar a dos lecturas opuestas). Que esto sea así, lo^ confirma precisamente el procedimiento de Lacan, al extremar su técnica retórica, que suprime el valor dé uno de los elementos de la "ambivalencia” en favor del desarrollo del otro. Si el "esquema ideológico” de Lacan mortifica excesivamente la soberbia de "saberlo todo” acerca del yo, esto no excluye el poder clarificador de la extrematización subversiva. Como se ha mencionado ya a propósito de la reducción de la "materialidad” a "di visibilidad” , se trata de evaluar si la "contaminación” ideológica es tolerable (o no), o si oscurece el esclareci miento mismo conseguido en cierto ámbito teórico. Por ejemplo, se trata entonces de investigar si el "ma terialismo” programático de Lacan es necesario para sus presupuestos iniciales psicolingüísticos o si se trata de una elección ideológica que reestructura, sí, la "novedad” freudiana, defendiéndola accidentalmente en su núcleo rescatable (la psicolingüística de niVel científico-matemático), pero que esencial o primordial mente sirve para atacar como "religiosa” la imposta ción de Jung o de los fenomenólogos. En este segundo 102
caso se incurriría indudablemente en el exceso. De todas maneras, aun en este caso se trata de in dividualizar la lectura más operativa del propio Lacan. Y es innegable que ninguna desconfianza espiritualis ta puede llevar a negar la sutileza de la fenomenología lacaniana, aun o por lo menos en la descripción de la vida del espíritu, considerada como tal en acto y lo en potencia. Y le tocaría ahora al lector "espiritualista” explicar la emergencia y la difusión de la lectura "m a terialista” de Freud, sea en el texto de Lacan, sea en las ulteriores operaciones culturales de los poslacanianos. Mas parece que el propio Lacan puede ofrecer ya los primeros instrumentos conceptuales para ello. 4. La “crisis” del freudism o y la identificación de la moral con la técnica. La extremización lacaniana trae, efectivamente, la crisis al propio discurso de Freud, además de provo carla en el freudismo histórico, en la medida en que asume el psicoanálisis como ciencia que analiza los efectos, sea de los otros discursos, sea del propio. Ya al buscar los motivos por los cuales el freudismo históri co, estadounidense o no, había opuesto "resistencia” a la plena originalidad de Freud, Lacan no recurre a no ciones economicistas subalternas, como la adaptación ideológica del "yo” a la estructura capitalista, sino al contenido y a la estructura del mensaje mismo de Freud. De ello se deriva, por ejemplo, que la rígida or todoxia impuesta por el Maestro sea interpretada por Lacan como necesidad de una transmisión material 103
mente fiel por parte de los primeros adeptos, para sal vaguardar el propio "anticipo” histórico. Sólo en el momento histórico oportuno se habría podido, por ello, hacer explotar en una dirección el discurso de Freud, con la voluntad de regresar a él: el momento de Lacan. Mas todo esto vale también para el mismo Lacan, y no sólo para Freud, tanto en la reconsideración pura mente teórica de sus investigaciones, como en la eva luación de las apropiaciones que los poslacanianos ha cen de las instancias marxistas en sentido lato. Des pués de haber hecho "estallar” el discurso freudiano al alcanzar el nivel epistemológico más profundo —el del "sentido” axiológico último— sólo con un nuevo retorno, el "retorno a Lacan”, se puede evitar el des membramiento teórico, más allá de la praxis consumística y vulgarmente terapéutica, del psicoanálisis por él elucidado.1Superada la fase estructuralista y linguisti1Como es natural, lo que se llama eJ "sentido” último —de valor filosófico o ideológico— no siempre es presentado en el nivel "ontològico” o globalmente "d oc trin al” . Algunos autores lo identifican con la episteme general o simplemen te con el "contexto” histórico de la concepción teórica en cuestión. En el "senti do” se tomaría en cuenta solamente su capacidad de reordenamiento o de re estructuración, derivada de un supuesto fundam ental , aunque sea de mero valor pra gm ático , no ya de "práctica te óric a” . Pued e ser ilus trativ o y significativo para su contexto "histórico” y político el ejemplo ofrecido por el checoslovaco Kalivoda (1971, página 114), quien, asumiendo como fundamental "la liberación del hombre” y una "simbiosis crítica de Marx y Freud” declara " naturalmente ina ceptable ” la doctrina freudiana concreta de la "sublimación rep resiva” , que sería inevitablemente propuesta por el superyó en la constitución de las diversas cultu ras y civilizaciones. A juicio de este autor, es necesario convertir en optimismo marxista e( pesim is m o freudiano, que considera al hombre permanente e insupe rablemente desdichado. En su caso, la resistematización o reestructuración del freudismo requiere también una im portantísima " corre cción ” , que es aceptable sólo, en cuanto que el "sentido” último no está en Freud, si no en Marx (optimis tamen te motivado a buscar "el camino de la liberación del hom bre” ). Pero evi dentemente no es fácil hablar aquí de "sim biosis” , aunque sea crítica, porque se ha privilegiado al Maestro, que legitima el "sentido” último.
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ca, tal psicoanálisis no puede sino orientarse a retomar instancias fenomenológico-existencialistas que tienen que ser rescatadas; o si no, a buscad una superación en el marxismo en sentido lato (haciéndose cargo de la "historia” social). La segunda alternativa es la que por el momento se manifiesta más clamorosamente, sin po sibilidad de una esperable "historización” , en el mun do occidental más cercano.2 Se diría que, así como el "retorno a Freud” recla ma ahora el "retorno a Lacan”, tampoco la "cosa freudianá” puede revelarse si no es en la "costa lacaniana” . Mas para no sumar un esoterismo a otro esoterismo, convendrá aludir brevísimamente a otra ejemplificación de la posición "retórica” , en sentido fuerte, de Lacan. Y es la que atañe al valor ético atri buido a la "revolución freudiana” . ¿De qué ética se trata y cuál es su fundamento último? También en este punto el discurso lacaniano extremiza la simplificación teórica, identificando reductivamente los "fines” con los "medios”, dado el carácter rigurosamente antipe dagógico de la técnica psicoanalítica. La nueva sabidu ría, que podría llamarse neoepicúrea, consiste en sacri ficar todo fin que pueda reconducirse a un "sentido” último que ilusoriamente aluda a un "más allá” del in consciente. Pero el ejercicio de esta sabiduría, que exorciza los fines y que se basa sobre la ausencia de "sentido” , 2 De todas maneras parece posible proclamar oportuna la reconsideración de las razones de fondo de las elecciones ideológicas de Lacan, en su interpreta* ción de la metapsicología freudiana. Me diante tales razones — traducidas y enm as caradas "epistemológicamente” en la psicolingüística lacaniana que aquí hemos señalado— los poslacanianos occidentales tienen aún que arreglar cuentas, apa rentemente, para evitar que junto con el lacanismo entre en crisis su propio freudismo, legitimado ya o englobado en otro mensaje.
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resulta ardua, teórica y prácticamente, si la interven; ción del psicoanalista que nos proteja de las ilusione* cristalizadas en la cultura, es decir, convertidas en iité terdicciones y en obligaciones opuestas al ello. Aquí re*? sulta evidente el surgimiento de dificultades epistemo* lógicas radicales. Por un lado, Lacan funda su sabidu* ría en la "práctica psicoanalítica” , personal e inverifi* cable, a la que proclama apodíctica; por el otro, pone de manifiesto su terror (que podría calificarse de apriorístico) a perder la autenticidad de una mítica ex* periencia "originaria” (exenta aún de las interven* ciones de la "Gultura” ). La elección ideológica inmanentista lacaniana exi ge, además, excluir la asunción mística de un "senti do” más allá de la realidad, que sea controlable por una experiencia interior, porque tal "sentido” , even tualmente, es en su totalidad interno al inconsciente. Tal elección presenta la ventaja de desvincular teórica mente la cura terapéutica —entendida como pura téc nica a favor del inconsciente— de los "valores” preva lecientes en la historia, pero ignorados por el incons ciente como tales. 5. El “sentido” último más allá de la historia y del Maestro Una vez llegados a este punto, creemos que puede darse por suficientemente explicada la suposición ini cial acerca de la importancia de la provocación episte mológica lacaniana. Si en Lacan resulta mítica una sistematización 106
formalizada del psicoanálisis; si no llega siquiera a una teoría no metafórica de la metáfora; si, para usar preci samente una metáfora, hace "estallar” la metapsicología freudiana, ello queda compensado porque hace emerger el "sentido” último de la "falta de” estructu ral subyacente al psiquismo humano. La metapsicología final de Lacan, revelada, se di ría, con una sintaxis rigurosamente ambigua, origina una serie de "elecciones” ideológicas respecto de las soluciones ambivalentes de Freud. De estas "elec ciones” nos hemos ocupado aquí mediante tres ejemplificaciones, que llevan a otras tantas nega ciones: la falsa creatividad del arte; la univocidad ma terialista de la metapsicología freudiana; la moral re ducida a pura técnica.3 La verdad del inconsciente tiene que prevalecer (si es necesario) sobre la verdad de lo "re al” , ya que, para Lacan, la tentativa hecha por el psicoanálisis de hablar de la subjetividad consciente en términos de ob jetividad ha llevado a la desaparición del sujeto mismo, en favor del inconsciente. De ahí la imposibilidad que tiene el psicoanálisis de presentar prospectivas sobre el futuro, pues, como ya dijimos, no puede más que "abrir retrospectivas” . No queda sino recalcar el ca rácter "diaspórico” , esto es, fragmentario y dilacera do, de la subjetividad humana, difícilmente reducible a la unidad, pues no es una única escisión (Spaltung) la que la afecta. 3 Podemos recordar brevemente aquí otra simplificación "ideológica” laca* niana, la que afirma la unicidad de la libido masculina y femenina. Pero el motivo se encuentra ya en Freud. Pero Lacan enfatiza ulteriormente la "indecibiiidad” de Ja "difere ncia sex ual” , que "se niega al sa be r” , con negación, o aJ menos con limitación del lema optimista de Scilicet : "T ú puedes saber” .
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En efecto: la tentativa lacaniana de constituir unáí "psicología general” psicoanalítica logra tan sólo ins» trumentar una "psicolingüística” , original por otra parte, dotada de esclarecedores modelos operativos e interpretativos, pero en compensación resulta mucho más importante la toma de conciencia del "sentido” último que está por detrás de toda epistemología de las ciencias humanas, históricamente concretas. La rica fenomenología herética de las escuelas psicoanalíticas, que casi siempre se autoevalúan como or todoxas, encuentra una razón de fondo en la "provoca ción” lacaniana. Lo histórico de la ciencia, al moderar la impaciencia del teórico, espera serenamente el día en el cual no sólo no se tendrá miedo de ciertas infide lidades necesarias, sino que se descubrirá que se ha cambiado hasta de maestro.
B ibliografía de Jacques Lacan
Datos biográficos. Jacques* Lacan nació en París ei 13 de abril de 1901. Médico, psiquiatra y psicoana lista fundó en 1953 la "École Freudienne de Paris” (E.F.P.), separándose de la Asociación Psicoanalítica Internacional. Después de haber dictado durante una década cursos de psicoanálisis para médicos en la Clí nica Psiquiátrica Sainte-Anne (Universidad de París), comienza en 1964 «us seminarios, abiertos para oyen tes no psicoanalistas en la École Pratique des Hautes Études, en el seno de la École Normale Supérieure. En 1966, el mismo año en que se publican los Écrits lacanianos, un grupo de taies "normaliens ”, de formación predominantemente filosófica, edita el primer número de Cahiers pour I ’Analyse del Círculo de Epistemolo gía. En 1968 sale Scilicet, revista más específica de la Escuela Freudiana en Paris. En 1973 comienza la publicación de Le Séminaire de Jacques Lacan (al cuidado de J.-Miller), que prevé la aparición de 21 to mos: (1: Les écrits techniques de Freud; 2: Le moi dans la théorie de Freud et dans la technique de la psychanalyse; 3: Les psycho ses; 4: La relation d ’objet; 5: Les fo rmations de l ’inconscient; 6: Le
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désir et son interprétation; 7: L ’éthiq ue de la psychanalyse; 8: Le transfert; 9: L ’identification; 10: L ’angoisse; 11: Les quatre con cepts fondamentaux de la psychanalyse; 12: Problèmes cruciaux pour la psychanalyse; 13: L ’objet de la psychanalyse; 14: La logi que du fantasme; 15: L ’acte psychanalytique; 16: D ’un autre à ¡’A utre; 17: L ’envers de la psychanalyse; 18: D ’un discours qui ne serait pas du sem blant; 19: ...ou pire; 20: Encore; 21: Les nondupes errent.)
1. Artículos y ensayos de Lacan reunidos en los Ecrits: En el volumen de los Écrits (Seuil, Paris, 1966) La can presenta la mayor parte de sus trabajos en un de terminado orden lógico, precisando la publicación donde aparecieron orginariamente. Aquí nos limita mos, pues, a consignar título y año de redacción (o de publicación) en el orden cronológico indicado por el mismo Lacan al fin del volumen (£, pp. 917-20; 5, pp. 925-27): Au-delà "Principe de réalité” (1936). Le temps logique et l ’assertion de certitude anticipée (1945). L'agressivité en psychanalyse (1948). Le state du miroir comme fo rm ate ur de la fo nction du Je (1949). Introduction théorique aux fonctions de la psychanalyse en crim i nologie (en colab. con Michel Cénac) (1950). Propos sur la causalité psychiq ue (1950). Intervention sur le transfert (1951). Fonction et champ de la parole et du langage en psychanalyse (1953). Introduction et Réponse au commentaire de Jean Hyppolite sur la " Verneinung ” de Freud (1954).
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Variantes de la cure-type (1955). Le séminaire sur "la Lettre volé e” (1955). La chose freudie nne ou Sens du retour à Freud en psychanalyse (1956). Situación de la psychanalyse et formation du psychanalyste en 1956(1956). La psychanalyse et son enseignement (1957). L ’instance de la lettre dans l ’inconscient ou la raison depuis Freud (1957). D ’une question préliminaire à to ut traitement possible de la p sy chose (1958). Jeunesse de Gide ou la lettre et le désir (1958). La signification du phallus (Die Bedeutu ng des Phallus) (1958). La direction de la cure et ¿es princip es de son pouvoir (1958). Remarq ue sur le rapport de Daniel Lagache: "Psychanalyse et structure de la personnalité " (1958). A la mém oire d ’Ernest Jones: Sur sa théorie du symbolism e (1959). Propos directifs pour un Congrès sur la sexualité fé m in in e (1960). Subversion du sujet jet dialectique d u désir dans l ’inconscient freudie n (1960). Position de l ’inconscient (1960). Kant avec Sade (1962). Du "T rieb” de Freud et du désir du psychanalyste (1964). La science et la vérité (1966).
2. Estudios y articulo» sobre Lacan De los volúmenes mencionados a continuación, sólo tres están dedicados -exclusivamente a Lacan: los de Palmier (1969), Rifflet-Lemaire (1970) y Fages (1971). El segundo de éstos tiene importancia especial, mientras que los restantes volúmenes tratan sobre La can dentro de un cuadro más amplio, especialmente 113
estructuralista. Todos los trabajos estân consignados, al igual que los precedentes, en orden cronològico, pe ro dentro de cada apartado en orden alfabètico. Althusser L.t Freud et Lacan, La nouvelle Critique N. 161-62, 103 (1964). Huber W., Piron H. e Vergote A., La psychanalyse, science de l’homme (Dessart, Bruxelles 1964) [trad. C. Brutti (Boria, Tori no 1968)]. "Lettres de l’École Freudienne de Paris” (Bulletin intérieur de l’E.F.P.) (interventi vari dal 1964). Sébag L., Marxisme et Structuralisme (Payot, Parigi, 1964) [trad. M. Vitta (Feltrinelli, Milano 1972)]. Pontalis J.-B., Après Freud (Juilliard, Parigi 1965) [trad. F. Di For ti (Rizzoli, Milano 1973)]. "Cahiers pour l’Analyse” (Seuil, Parigi 1966-69); ne sono usciti dieci numeri; da segnalare specialmente gli articoli di Green. Leclaire, Miller, Milner. [Ed. it. Parziale, trad. R. Balzarotti, in unico volume omonimo (Boringhieri, Torino 1972)]. Entretien avec J. Lacan, Les Lettres Françaises (1-7 décembre 1966). Lacroix J., Les Écrits de Lacan ou retour à Freud, Le Monde (24 décembre 1966). Lapouge G., J. Lacan veut que la psychanalyse redevienne la pes te; Sartre contre Lacan, Le Figaro littéraire (1 e 29 dicembre 1966). Miller J.-A., Les graphes de Jacques Lacan, Cahiers pour l’Analy se, N. 1-2, 169-77 (1966). Anzieu D., Débat: Contre Lacan, La Quinzaine littéraire (20 gen naio 1967). Auzias J.-M., Clefs pour le structuralisme (Seghers, Parigi 1967) [trad. L. Banfi (Mursia, Milano 1969)].
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B ibliografía d e las obras citadas
Se mencionan en orden alfabético las obras cita das en el texto, con remisión, casi siempre, a la traduc ción italiana. En la sección 4 de la "Bibliografía de Jacques Lacan” que precede, estas obras están incluidas, en orden cronológico, según la edición origi nal y con datos bibliográficos más completos. Auzias M., La chiave dello strutturalism o, trad. L. Banfi (Mursia, Milano 1969). Bertherat Y., Freud avec Lacan ou la science avec le psychanalys te, Esprit, N. 12, 979-1003 (1967). Cancrini L., Jacques Lacan: psicoanalisi e strutturalism o, La Cul tura, N. 2, 184-220 (1968). Caruso P., Conversazioni con Claude Lévi-Strauss, Michel Faucault, Jacques Lacan (Mursia, Milano 1969). Corvez M., Le structuralism e de Jacques Lacan, Revue Philo sophique de Louvain, 282-308 (1968). Demoulin P., Nevrosi e psicosi, trad. J. Girardi (S.E.I., Torino 1970). Derrida J., Nature, Culture, Écriture (de Lévi-Strauss à Rousseau). Cahiers pour l’Analyse, N. 4 (1966). —Freud e la scena della scrittura, in Id., La scrittura e la diffe ren za, trad. G. Pozzi (Einaudi, Torino 1971). Eco U., La struttura assente (Bompiani, Milano 1968).
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