Mapa de Áreas
Arqueológicas
Potenciales del Valle de
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gobierno municipal de la paz o•cialia mayor de culturas dirección de patrimonio tangible y natural
mapa de áreas arqueológicas potenciales del valle de la paz
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Publicación de la O•cialía Mayor de Culturas, Dirección de Patrimonio Tangible y Natural Juan del Granado Cosío Walter Gómez Méndez Wilma Cordero Aranibar
Indice 06 Agradecimientos 07 Glosario 09 Presentación 11 Prefacio 12 Consideraciones teóricas 13 Antecedentes generales 14 Antecedentes etnohistóricos 16 Antecedentes arqueológicos
Alcalde Municipal de la Ciudad de La Paz O•cial Mayor de Culturas Directora de Patrimonio Tangible y Natural
Depósito legal 4-1-1773-08 Autores Carlos Lémuz Aguirre y Karina Aranda Alvarez Contribución especial Claudia Rivera Casanovas José Huidobro Bellido Equipo técnico que apoyó en los trabajos de campo y gabinete José Luís Paz Adolfo Pérez Carlos Estellano Schulze Oswaldo Cáceres Maribel Pérez José Capriles Francesca Canedo Dennise Rodas Víctor Plaza Martínez Sabrina Álvarez Duran Dagner Salvatierra López Javier Méncias Bedoya Edición Karina Aranda Alvarez - Juan Manuel Miranda Martinez Diseño y Diagramado Ysrael A. Mendoza Maldonado
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Mapa de Áreas Arqueológicas Potenciales Introducción Consideraciones metodológicas Resultados Mapa de Áreas Arqueológicas Potenciales Mapa de Áreas Arqueológicas Potenciales amenazadas por la expansión urbana Mapa de Áreas Arqueológicas Potenciales amenazadas por la erosión Conclusiones y recomendaciones 41 Estudios Arqueológicos en la Cuenca 41 Maks Portugal Zamora. En busca de los antiguos asentamientos del Valle de La Paz 51 Mira•ores Introducción Antecedentes arqueológicos y de investigación Características del asentamiento: Hallazgos, composición, tamaño y antigüedad de la ocupación Síntesis e interpretación Conclusión 65 Pampahasi Introducción Antecedentes arqueológicos y de investigación Síntesis e interpretación Conclusiones 74 Kellumani Introducción Antecedentes arqueológicos y de investigación Características del asentamiento: Hallazgos, composición, tamaño y antigüedad de la ocupación Síntesis e interpretación 90 Chullpani (Ciudadela Estronguista) Introducción Antecedentes arqueológicos y de investigación Características del asentamiento: Hallazgos, composición, tamaño y antigüedad de la ocupación Síntesis e interpretación Conclusión 105 Arqueología Colonial de La Paz Introducción Arqueología histórica Síntesis de Desarrollo de la Ciudad de La Paz Arqueología Histórica en la Ciudad de La Paz Patrimonio, legislación y políticas de investigación para la implementación de una arqueología histórica urbana 116 Bibliografía Anexo 1: Mapas A: Mapa de Áreas Arqueológicas Potenciales del Valle de La Paz B: Mapa de Áreas Arqueológicas Potenciales del Valle de La Paz, amenazadas por la expansión urbana C: Mapa de Áreas arqueológicas Potenciales del Valle de La Paz, amenazadas por la erosión D: Mapa de Áreas Arqueológicas Potenciales, según presencia de patrimonio arqueológico E: Mapa de entidades Arqueológicas identi•cadas en el Valle de La Paz 126 Anexo 2: Cuadro de referencias cronológicas
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Glosario Alteración. Grado intermedio de afectación de un agente en un medio, que presenta una incidencia física sin llegar a suponer su destrucción. Complementariedad. Valor que posee una entidad patrimonial en cuanto a componente de un conjunto de entidades. Diagnostico de impacto arqueológico. Proceso de análisis por el que se identi•ca y valora el impacto producido por un proyecto sobre una entidad arqueológica, a partir de un examen de las múltiples afecciones que sobre la misma se producirán en las diferentes fases del proyecto.
Agradecimientos El presente trabajo no habría sido posible sin el apoyo documental de Arik Ohnstad de la Universidad de Vanderbilt (EEUU), Scott Smith de la Universidad de California Riverside, Ivica Tadic Pereira, Responsable de la Biblioteca Municipal Costa de la Torre, y el apoyo cartográ•co de los siguientes colegas y amigos: Dr. Rodolfo Ayala de la Dirección de Cuencas y Prevención de Riesgos de la O•cialía Mayor Técnica del GMLP, Ing. María Alejandra Rodríguez de la Dirección de Información Territorial del GMLP, el Ing. José Luis Delgado, de la Carrera de Topografía y Geodesia, la Lic. Giovanna Salinas de la Dirección de Calidad Ambiental y el Arq. Jhonny Orihuela del Instituto de Ecología de la UMSA.
Emplazamiento. Conjunto de valoraciones realizadas desde la arqueología, a través de una serie de técnicas de análisis, acerca de las distintas clases de relación con el entorno que puede presentar una entidad patrimonial. En este sentido, el emplazamiento considera aspectos tan diversos como las formas •siográ•cas del entorno inmediato del elemento, las vías de tránsito natural en el entorno mismo, las condiciones de visibilidad y visualización respecto de su entorno, la topografía del terreno en el que se asienta, las condiciones edafológicas y agrológicas de su entorno y las relaciones que se establecen entre la propia entidad y otros elementos, distintos o semejantes que se localizan en su entorno. Entidad Arqueológica. Denominación usada para referirse a aspectos tangibles e intangibles, muebles e inmuebles de la cultura material prehispánica, “son valores intelectuales adscritos a elementos físicos que existen fuera de la sociedad, pero no son nada sin ella, ya que fueron el producto de otra sociedad distinta” (Criado 1996b, citado en Amado et al 2002)). Su alcance cubre a objetos reales o corpóreos como a objetos hipotéticos, constituidos esencialmente por valoraciones.
Agradecemos de manera especial el apoyo del arqueólogo José Capriles y del estudiante Carlos Estellano Schulze, en los trabajos de prospección regional, y de los colegas arqueólogos José Luís Paz, Dante Ángelo, Adolfo Pérez, Maribel Pérez, Oswaldo Cáceres, Dennise Rodas y Francesca Canedo por su desinteresada y entusiasta participación en el estudio de la arqueología del valle de Chuquiabo.
Entorno. Espacio que rodea, en abstracto, a una determinada entidad arqueológica, tratándose en realidad de una área adaptable a las propias características de la entidad y a su relación con los distintos componentes del medio físico y humano que se encuentran próximos.
Destacamos el apoyo y comprometido trabajo del Señor José Bozo, quien contribuyó por muchos años para despertar la sensibilidad municipal respecto de su patrimonio arqueológico y agradecemos al Arq. Jorge Rivera por compartir con los autores su conocimiento y bibliografía sobre la historia urbana de la ciudad de La Paz.
Estructura. En el sistema de información y clasi•cación proveniente de la corriente paisajística española (Barreiro Martínez 2000), se entiende estructura a cualquier elemento de la cultura material no mueble, que bien puede constituir una entidad por sí sola o hallarse incluida en una entidad de nivel superior, como puede ser un asentamiento o una zona.
Finalmente agradecemos a los Arqueólogos Javier Escalante y Eduardo Pareja de la Unidad Nacional de Arqueología (UNAR) por brindarnos su apoyo personal e institucional para hacer posible estudios e intervenciones en favor de patrimonio arqueológico de la Ciudad de La Paz .
Estudio de Impacto Arqueológico. Estudio técnico por el que se identi•ca (relaciones de causa y efecto), predice (cuanti•ca), valora (interpreta), previene (corrige de forma preventiva) y comunica (consulta pública) el impacto arqueológico de un proyecto en el caso de que se ejecute. Impacto Arqueológico. Efectos directos o indirectos, físicos, químicos o visuales, de la acción humana actual sobre el patrimonio arqueológico y cultural. Paisaje. El paisaje es una serie de locales nombrados, un conjunto de lugares relacionales conectados por senderos, movimientos y narrativas. Es una topografía natural perspectivamente conectada con el ser existencial del cuerpo en el espacio de la sociedad (Tilley 1994). Los paisajes son construcciones dinámicas de cada comunidad y cada generación imponiendo su propio mapa cognitivo en un mundo antropogénico de interconectada morfología, distribución y signi•cado coherente (Anschuetz et al. 2001). Finalmente paisaje es el producto socio-cultural creado por la objetivación, sobre el medio y en términos espaciales, de la acción social, tanto de carácter material como imaginario (Criado 1999).
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Presentación Patrimonio Arqueológico. Conjunto de bienes, prehispánicos, coloniales o republicanos, susceptibles de ser identi•cados y estudiados mediante metodología arqueológica. Patrimonio Cultural. Conjunto de entidades (de carácter real o simbólico-imaginario) que representa la memoria social a través de sus manifestaciones materiales y folklóricas. Registro Arqueológico. Conjunto de formas producidas (elementos muebles e inmuebles) por la acción social pretérita, que restan después del efectos del tiempo sobre ellos, y que resultan inaccesibles en la actualidad a través de un proceso de análisis e interpretación realizado de un contexto social e institucional. Valoración Arqueológica. Practica interpretativa centrada en la estimación del valor arqueológico de una entidad como documento histórico, elaborada a partir de una síntesis de las evidencias documentadas, abarcando el entorno de las mismas, y planteando una hipótesis sobre su signi•cado dentro de aquél. Valoración patrimonial. Práctica interpretativa que intenta señalar o calcular el valor actual de un elemento arqueológico desde el punto de vista patrimonial, a partir de la contextualización del mismo en relación con la riqueza, carácter y uso del patrimonio arqueológico en la zona a la que representa. Zona Arqueológica. Zona que tanto puede comprender una o varias áreas de actividad de época prehispánica o histórica, detectables a través de evidencias materiales o de estructuras, como aglutinar entidades arqueológicas de igual o diverso tipo, naturaleza (visible o invisible) y adscripción arqueocultural, conformando una entidad extensa en sí y asimilable a la categoría de paisaje arqueológico.
La historia
de Chuquiapu Marka deberá ser contada desde mucho antes que el capitán español Alonso de Mendoza, cumpliendo el mandato de La Gasca, fundara la ciudad de La Paz en 1548. Desde hace 3.000 años, el valle de La Paz albergó una serie de ocupaciones prehispánicas multiétnicas que patentizaron su presencia mediante la modi•cación intensiva del paisaje, dedicándose sus pobladores al desarrollo de labores agrícolas y mineras. Este bagaje histórico fue sepultado paulatinamente bajo el trazado citadino, dejando escasas evidencias de la densa ocupación cultural que existió en el valle paceño. No es sino a partir de 1936 que diversos investigadores nacionales y extranjeros se dedicaron a dilucidar nuestro rico pasado precolombino, evidenciado en los hallazgos de material cultural formativo, tiwanacota, de señoríos regionales e incaico, encontrado en zonas como Llojeta, Villa Pabón, Pampahasi y Purapura y en el mismo centro de nuestra ciudad. Los resultados de estos emprendimientos fueron publicados en la Primera mesa redonda de arqueología boliviana por el insigne investigador boliviano Maks Portugal Zamora en la década del ‘50. Más de medio siglo debería pasar para que se lleve adelante un nuevo trabajo que no sólo compile los descubrimientos arqueológicos recientes, sino que también nos otorgue una visión “más cotidiana” del acontecer social de nuestros pueblos, el cual aún se encuentra vigente entre los pobladores de la ciudad, los cuales mantienen sin saberlo el mismo componente multiétnico que la caracterizara en tiempos precolombinos. Desde esta perspectiva, el presente Mapa Potencial de áreas Arqueológicas del valle de La Paz, constituye una obra importante y necesaria, ya que no sólo actualiza y amplía los datos aportados por los investigadores actuales y de antaño sobre el pasado precolombino de nuestra ciudad, develándonos un hasta entonces desconocido panorama político, ritual, económico y productivo de los diferentes grupos humanos que se asentaron en el valle; sino que también constituye el primer paso por parte del Municipio para valorar nuestros bienes arqueológicos y generar políticas públicas que protejan y preserven el patrimonio arqueológico paceño.
Juan del Granado Cosio Alcalde Municipal de La Paz
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Prefacio A pesar de la intensa modi•cación que ha sufrido el Valle de La Paz en su topografía en casi 450 años de ocupación hispánica, aun es posible identi•car en todo su panorama evidencias de la intensa actividad humana que durante más de 3.000 años transformaron su paisaje. Lamentablemente gran parte de estas evidencias han sido destruidas o se hallan enterradas bajo el pavimento y las construcciones urbanas que conforman la Ciudad de La Paz, cuyo crecimiento en los últimos 30 años ha llevado a que incluso las laderas mas empinadas y suelos del más alto riesgo geológico hayan sido tomados por los crecientes contingentes urbanos. El proceso de destrucción y perdida del patrimonio arqueológico del valle de Chuquiabo como consecuencia del crecimiento poblacional y los efectos erosivos de los fenómenos climáticos ya fueron advertidos por Maks Portugal Zamora (1957) a principios de la década de 1930 cuando, a partir del Museo Nacional de Arqueología, se inició una campaña para documentar los sitios arqueológicos de La Paz y rescatar los objetos arqueológicos cuyos hallazgos eran periódicamente reportados por la ciudadanía. Lamentablemente, más allá del trabajo de Portugal y los esporádicos esfuerzos de algunos arqueólogos, muy poco se ha recuperado como información de las poblaciones prehispánicas de la región. La cobertura urbana de gran parte de la cuenca nos obliga a resignar la aplicación de los métodos y técnicas regulares de la arqueología tradicional e induce a avanzar sobre otros enfoques y técnicas contemporáneas que permitan inferir, aunque de manera periférica, tangencial, complementaria o indirecta, aspectos concernientes a la presencia poblacional, subsistencia y prácticas culturales de las antiguas poblaciones prehispánicas. En tal sentido, el presente trabajo aborda el uso de un enfoque de paisaje, que a partir del análisis exploratorio de datos cartográ•cos SIG y el desarrollo de modelos de análisis espacial, permitirá complementar los esfuerzos de la investigación arqueológica tradicional, para obtener o recuperar importante información sobre diversos tópicos acerca de pasadas actuaciones culturales asociadas al paisaje (estrategias de subsistencia, tecnología, movilidad, prácticas rituales, explotación de recursos e identidad, entre las más importantes). Así mismo se destaca que la implementación de un estudio arqueológico sistemático debe necesariamente cuanti•car el volumen de esfuerzo, tiempo y recursos que serán invertidos en el proyecto a •n de, con recursos limitados, alcanzar de manera exitosa los objetivos y metas planteadas. El estudio exploratorio y la elaboración de modelos predictivos SIG son también herramientas importantes para evacuar conclusiones preliminares, desarrollar marcos hipotéticos de trabajo, delimitar etapas en el proceso de investigación (especialmente cuando este tiene carácter regional o territorial), y diseñar modelos de impacto. El presente trabajo nos ofrece en su primera parte algunas consideraciones teóricas sobre las cuales se constituyen los modelos predictivos en general y su trascendencia particular en la arqueología de los últimos 20 años. Mas adelante se exponen los antecedentes generales de la cuenca del Río La Paz y el estado de las investigaciones arqueológicas desarrolladas en esta y las cuencas vecinas. Seguidamente se desarrolla, de manera sintética, la metodología aplicada en el estudio así como algunas de las técnicas usadas en el levantamiento de datos y la interpretación de los resultados intermedios. En la parte central del trabajo se exponen los resultados alcanzados en cada fase del modelo agregando algunas consideraciones en torno a sus alcances y limitaciones.
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Consideraciones Teóricas Seguidamente se presentan las descripciones del mapa principal y los mapas secundarios emergentes del análisis, culminando con las conclusiones más relevantes, las re•exiones y perspectivas que se abren tras los resultados obtenidos, principalmente para la formulación de políticas municipales de conservación para el patrimonio arqueológico. Finalmente, se presenta una síntesis de los estudios arqueológicos desarrollados en cinco de las zonas más importantes para la arqueología del valle, donde se consignan datos inéditos e información básica para continuar ampliando el conocimiento del paisaje prehispánico de nuestra cuenca.
Los modelos arqueológicos predictivos han sido un componente importante en el manejo y estudio de recursos culturales en los últimos treinta años en países como Inglaterra y Estados Unidos, donde tales herramientas metodológicas se han con•gurado a partir de técnicas históricamente ligadas a las ciencias espaciales como la geografía. Técnicas cuantitativas y estadísticas como la regresión logística, el análisis multivariante y la correlación múltiple (Hair et al 1999) han precedido a modelos como la autocorrelación espacial o los Sistemas de Información Geográ•cos (SIG) y percepción remota. Los modelos predictivos existentes representan una variedad de enfoques teóricos, cuyas bases más fuertes han sido hasta hace unos pocos años, de naturaleza positivista, sin embargo recientemente ha surgido un creciente enfoque cuyo bastión es el paisaje, la fenomenología, el cognitivismo y el postprocesualismo, que han emprendido el desarrollo de nuevas aplicaciones para los modelos predictivos sostenidos en análisis de datos exploratorios y Sistemas de Información Geográ•cos. Dentro de las ciencias sociales y particularmente en la Arqueología, el desarrollo de los modelos predictivos adquiere mayor atención a partir de los años 1950s con antropólogos como Julian Steward y Leslie White quienes embebidos en los conceptos de ecología cultural alentaron pioneros estudios en la investigación de los patrones de asentamiento arqueológico, cuyo impulso •nal habría de darlo Gordon Willey con su estudio de Patrones de Asentamiento Arqueológico en el Valle de Viru. La ecología cultural es un acercamiento neo-evolutivo que pone énfasis en el impacto que tienen el ambiente y la tecnología en la adaptación cultural. El concepto de paisaje se halla unido a la tradición de Geografía Cultural que ha encontrado su asilo en los recientes estudios arqueológicos, probablemente no en la magnitud que se podría esperar, pero con una perspectiva y potencialidad que en los últimos 5 a 10 años ha rebasado sus fronteras natales anglosajonas y emergido con nuevas aplicaciones y técnicas en las arqueologías de países que no forman parte del llamado “primer mundo”. El término “paisaje cultural” generalmente se re•ere a cualquier paisaje que ha sido modi•cado por la actividad humana. Otros re•nan esta visión incluyendo sólo aquellos paisajes humanos que tienen signi•cado cultural. El uso de este concepto dentro de modelos predictivos permite a los investigadores enfocarse en los paisajes en lugar de los sitios para responder preguntas especí•cas que hasta entonces han sido solo abordadas a partir de enfoques procesualistas del estudio de patrones de asentamiento arqueológico. La predictibilidad o e•cacia de un modelo predictivo está directamente relacionado con la cantidad de información que un modelo puede predecir sobre determinadas situaciones individuales. Cada situación debe ser considerada fuera del todo, porque mientras hay algunas situaciones para las que el modelo es pertinente, hay otras para las que no puede ser conveniente. La habilidad de un modelo de hacer predicciones radica en el empleo del menor número de aserciones y el de de•nir aspectos relevantes sobre la estructura, lo cual puede ser un buen indicador de su e•cacia. Esta habilidad es importante en tanto que hay a menudo poca información disponible con la que apoyarse en la parametrización del modelo. Finalmente, la exactitud de un modelo está medida por la confrontación de las predicciones que hace el modelo con las observaciones empíricas que pueden hacerse para evaluarla. En el presente estudio se emplean las herramientas predictivas que el análisis espacial, a partir de los modelos que los Sistemas de Información Geográ•co, prestan a las distintas ramas del saber geográ•co, histórico, biológico y humano, estando en mente el uso de otras herramientas estadísticas, etnográ•cas, arqueológicas y económicas para perfeccionar el modelo y los mapas presentados como resultado inicial del estudio.
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Antecedentes Generales El valle de La Paz (Figura 1), esta situado en la provincia Murillo del departamento de
La Paz, y corresponde a la parte más erosionada de una cuenca extensa compuesta principalmente por rellenos cuaternarios conformados por gravas •uvio glaciales del altiplano (Ahlfeld y Branisa 1960).
Precisamente el incremento de la gradiente de los •ancos (principalmente debido a fenómenos de erosión y el aporte de su inmensa red hídrica) permite que deslizamientos de menores proporciones continúen dándose en diversas zonas de la cuenca (como los registrados por fuentes etnohistóricas en Achocalla [1582], o Tembladerani [1877]). Las marcadas diferencias altitudinales que presenta el valle de La Paz (desde los 2.400 hasta los casi 3.900 msnm), generan diversos ambientes con una estructura variada de vegetación (Lorini 1991), principalmente vegetación típica de puna, prepuna y valles secos (Beck y García 1991). Esta división es también usada como referente para entender las estrategias de ocupación de las antiguas poblaciones prehispánicas y la manera en la que modi•caron el paisaje, explotaron sus recursos, establecieron su organización social y territorial y construyeron sus vias de comunicación y mobilidad. El presente mapa comprende principalmente el área urbana del municipio de La Paz y de manera complementaria el distrito rural de Hampaturi y otras zonas de los municipios colindantes de Palca, Achocalla y Mecapaca. Por la naturaleza del análisis y las herramientas utilizadas, los límites empleados están comprendidos dentro de las coordenadas UTM 19s (WGS 84): (588281, 8164256) y (608313 y 8195285) correspondientes a la Ciudad de La Paz y al distrito rural de Hampaturi, incluyéndose en él las cuencas de los ríos Orkhojawira, Callapa, Achumani, Wilakhota, Lakakhollu, Choqueyapu-Kaluyo, Chicani o Irpavi, Achocalla-La Paz y Ovejuyo.
Antecedentes etnohistóricos Mucho antes que los españoles hubieran pisado por primera vez el suelo de este
territorio, profundas y extensivas modi•caciones se habían efectuado en el paisaje para satisfacer las necesidades sociales, ideológicas, políticas y económicas de las poblaciones locales. CIUDAD DE LA PAZ
Figura 1: Vista satelital del Valle de La Paz (Landsat 7, comp RVA)
Cuatro son los principales ríos que drenan la cuenca: el río Choqueyapu, el río Orkojahuira, el río Irpavi y el río Achumani. Estos se extienden sobre una super•cie de 508 km2, entre los 5.392 y 3.175 msnm, marcando una pendiente promedio de 7% que caracteriza la predominancia de una topografía de cabecera de valle (Ramírez et.al. 1995). Es justamente la pendiente de estos ríos, la que condiciona la presencia de numerosas y profundas quebradas, las cuales promueven la erosión de buena parte de la super•cie, otorgando una difícil y compleja topografía al valle.
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Si bien el clima (“tropical de alta montaña” según Troll o “tropical de ritmo diario” según Lauer [García 1991].) - más benigno que el del vecino altiplano- favoreció el asentamiento de grupos humanos en el valle, la naturaleza poco consolidada de los sedimentos de relleno y el ahondamiento del lecho del río Choqueyapu y sus a•uentes produjeron modi•caciones en torno a las estrategias de ocupación y orientaciones de uso de suelos.
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En el caso particular del valle de La Paz, las fuentes etnohistóricas otorgan una primera aproximación al complejo panorama de poblamiento que se desarrolló en el valle a lo largo de 3.000 años. Ya para el año de 1533 la hoyada de Chuquiago Marka constituía un importante y poblado valle dedicado a las labores mineras, tanto en socavones como en pozos abiertos; siendo explotados los primeros por los incas y los segundos por mitimaes pertenecientes a distintos señoríos como los Lupaca y los Pacajes (Saignes 1985, citado en Barragán); pues los torrentes del Chuquiapu y del Orkojawira eran conocidos desde épocas preincaicas por su riqueza áurea, proveniente desde los deshielos de Churiumani (Salinas 1948). Precisamente el hallazgo, en el área de la Cuchilla Chuquiaguillo, de fragmentos de cerámica Tiwanakota e incaica, junto a restos de instrumentos de hueso empleados para explotar las arenas auríferas de los yacimientos aluviales (Muñoz Reyes 1925), permite constatar que desde épocas precolombinas se establecieron lavaderos de oro en las márgenes del río Orkojawira (Portugal 1957). Dicha actividad se halla ampliamente corroborada por algunas crónicas coloniales que dejan entrever que los incas… “tuvieron por gran cosa a este Chuquiabo” (Pedro Cieza de León 2000 [1553]) ya que “en tiempos de los Reyes Inga sacóse mucho en lavaderos de sus ríos” (Fray Diego de Mendoza citado en Siles 1975). Estas actividades eran complementadas con la elaboración de cerámica (Monje Ortiz 1941); pues ya desde épocas precolombinas existían diversos gremios alfareros establecidos en las zonas de Willquipata y Laikakota, lugares donde se encontraban numerosos hornos de cocción y se extraían tierras mineralizadas para la elaboración de vasijas y tinajas.
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Las bondades climáticas que ofrecía el valle de La Paz, aunadas a la riqueza orgánica del suelo y la profusión de ríos y vertientes determinaron la vocación agrícola del lugar, una actividad que se desarrolló de manera intensiva durante épocas prehispánicas.
Los ayllus Chinchasuyu y Cana de 1770 se unieron en uno solo en 1792, al cual denominaron Chicani, siendo convertido en hacienda poco más tarde, manteniéndose este nombre hasta la actualidad.
En la cuenca de Chicani por ejemplo, se registra la existencia de grupos Tiwanaku que se establecieron en las laderas de montaña (Callapa, Chicani) las cuales se encontraban asociadas a los principales ríos del lugar facilitando el desarrollo de las labores agrícolas.
La cuenca de Achumani formaba parte del Ayllu Pacaxa de Achumani, cuyas tierras se hallaban adscritas bajo la jurisdicción de la Parroquia de San Pedro y hasta 1792 estuvieron bajo la administración de los religiosos jesuitas que manejaban la factoría de Obrajes. Hacia 1767 la corona española decidió la expulsión de los Jesuitas, quedando la factoría en poder de los gobernantes locales así como una gran parte de las haciendas de los valles de las cuencas de los ríos Choqueyapu, Orkojawira y Achumani. En 1796 el edi•cio y los terrenos dependientes fueron subastados, adjudicándose las propiedades a las monjas del Monasterio de El Carmen, quienes no sólo emplearon a los pobladores de la Hacienda de Achumani como yanaconas, sino que hasta 1870 poseían el 43% de las haciendas de Achumani, Apaña, Chiraque, Ovejuyo, Obrajes del Carmen, Ananta, Tacobamba y Mallasa (Barragán 1990; Paredes 1947) .
Posteriormente diversas entidades políticas aymaras ocuparían el territorio, dando lugar a asentamientos multiétnicos provenientes de diferentes ayllus y markas, principalmente de origen altiplánico; los mismos que ampliarían la frontera agrícola hacia las cuencas adyacentes con el objetivo de abastecer los requerimientos alimenticios del área yungueña, la cual para esa época ya constituía el eje neurálgico de la producción y distribución de coca. El resistido contingente incaico que se instaló en el valle de La Paz por el 1500 d.C. (Crespo 1904), sistematizó la producción agrícola de la región ampliando el tendido de terrazas agrícolas hasta llegar a obtener un impresionante complejo cuyos vestigios se pueden apreciar hasta la actualidad. Ya para 1573, luego de la colonización española, los antiguos asentamientos indígenas dispersos a lo largo del valle, fueron reducidos a la margen derecha del Choqueyapu en varios “curatos” o parroquias como San Pedro, Chuquiaguillo, Achumani, Callapa y Ampaturi. Allí fueron reagrupados mitmas provenientes de los señoríos altiplánicos de Canchis, Canas, Lupacas, Pacajes y Chinchaysuyus del norte peruano entre otros (Barragán 1990). A partir de entonces, todas las comunidades que compartían un territorio estaban organizadas en dos parcialidades; el ayllu de Callapa por ejemplo, se encontraba en la parcialidad superior o Hanansaya, llamada San Pedro. De entre todos los ayllus que conformaban esta parcialidad el nombre de Callapa era el único que rememoraba a alguna etnia, ya que Callapa recuerda al pueblo de Pacajes, el cual según fuentes etnohistóricas habitaba el valle de La paz antes de la llegada de los Incas; tal como lo indica hacia 1586 el corregidor Diego Cabeza de Vaca en su “descripción”, declarando que la ciudad de Nuestra Señora de la Paz, pertenecía en aquel tiempo a la provincia “de los Pacasas”. (Citado en Portugal op.cit.). Hacia 1578, cinco años después de haberse establecido el pueblo indígena (San Pedro y Santiago), Chuquiabo tenia un total de 2.310 personas y su jurisdicción iba “desde la entrada de esta ciudad y Río Abajo, hasta Lipari y Ampaturi” (Saignes 1985:304, citado en Barragán op.cit).
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Posteriormente (a •nales de 1800) la hacienda Achumani pasó a poder del Monasterio de las Reverendas Madres Concepcionistas con una super•cie de mil tablones que ascendía aproximadamente a 7804 Ha. En 1955 la propiedad fue afectada por la reforma Agraria a favor del Sindicato Agrario Campesino de Achumani, a partir del cual y mediante un acuerdo conciliatorio la propiedad de las madres concepcionistas se redujo a 52 ha. en tierras de pastoreo.
Antecedentes arqueológicos En este contexto y a la sazón de algunos hallazgos arqueológico fortuitos, la importancia del valle de La Paz como repositorio de asentamientos prehispánicos fue vislumbrada recién a partir de la década de los treinta, cuando se iniciaron esporádicas investigaciones en áreas peri-urbanas con el objetivo de salvaguardar los materiales arqueológicos que las constantes remociones de suelo –impulsadas por la creciente urbanizaciónamenazaban con destruir. Zonas como Llojeta (excavada por Bennett en 1936), Guitarrani (Mira•ores), Anco Anco (Sopocachi alto y Tembladerani) y Villa Pabón, fueron identi•cadas como sitios arqueológicos prehispánicos de •liación Tiwanaku, ubicados en un mapa arqueológico de La Paz por el investigador Maks Portugal Zamora en una publicación de 1956. En la misma describe hallazgos de artefactos incaicos en la actual calle Jaen, la zona de Pura Pura, el morro de Santa Bárbara, la zona de Tembladerani y •nalmente Villa Pabón.
En el siglo XVIII sus pobladores pertenecían a ayllus agrupados en torno al Curato de la parroquia de San Pedro, a la cual también pertenecían los ayllus de Alpacoma, Alto y Bajo San Pedro, Tembladerani, Sopocachi, San Jorge, Irpavi, Achumani, Callapa, Cupini, Chicani, el noroeste de Chuquiaguillo y Ampaturi.
Durante la década de los ochenta nuevos hallazgos arqueológicos son reportados en seis diferentes zonas de la urbe: la Av. Ecuador, la zona de Sopocachi, el barrio de El Kenko (El Alto), Chasquipampa, Ovejuyo y Achumani. Todos estos, teniendo por evidencia a una importante cantidad de material cerámico y algunas estructuras de clara procedencia Tiwanaku (Huidobro 1981, 1984).
Datos de la Parroquia de San Pedro indican que poblaciones Checa Lupaca habitaron al sur de la quebrada de Hampaturi, junto con pobladores mitimaes Canchas que ocupaban la parte baja de la meseta de Chicani. Los ayllus de Chicani, pertenecían a la parcialidad Hanansaya, que en 1770 estuvo conformada principalmente por agregados, forasteros y yanaconas.
De la misma manera y aproximadamente en la misma temporada, se identi•có una importante ocupación Tiwanaku en un sector elevado emplazado al este del centro de la ciudad de La Paz, en la zona denominada Pampahasi, cuyos vestigios fueron estudiados desde entonces por numerosos investigadores (Portugal Zamora 1979, 1981; Huidobro 1984, Aranda y Lima 1996 entre otros).
Estos ayllus parecen haber tenido continuidad a pesar de su perdida de tierras ante el avance de la población española, que incorporaba nuevas tierras a sus haciendas.
Bajo la tutela de la Dirección Nacional de Antropología y Arqueología, fueron registrados y estudiados nuevos sitios de •liación Tiwanaku y post Tiwanaku en las zonas de Chasquipampa (Villamor y Portugal 1993; Villamor, Escalante y Vilela 1992), San Francisco (Portugal, J. 1993), la calle Illampu (Michel y asociados, comunicación personal) y la avenida Busch (Rendón 2003; Capriles 2002, Rivera, comunicación personal 2005).
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Tabla Nº1 Principales entidades arqueológicas identi•cadas en el Valle de La Paz Finalmente, en las zonas de Achumani y Kellumani fueron identi•cados sitios de carácter eminentemente agrícola, de •liación Tiwanaku y post Tiwanaku. (Paz et.al 2000, Lémuz et.al 2001; Lémuz y Aranda 2006; Lémuz 2008). Aunque no propiamente en el Valle de La Paz, pero íntimamente ligado a él, tal como ocurre con el valle de Achocalla, fueron identi•cados una serie de sitios arqueológicos que incluyen depósitos super•ciales de material arqueológico, torres funerarias y manifestaciones rupestres. Registrados por diversos investigadores (Portugal Zamora 1956, Strecker 1983, Heredia et.al. 1991, Michel et.al. 1999, Michel 2000, Paz et.al. 2001 y Lémuz y Rivera 2006), los sitios arqueológicos del valle de Achocalla presentan ocupaciones que van desde el Formativo hasta el período Pacajes y se ensamblan de manera directa a los que existieron en la Cuenca del Valle de La Paz, incluyendo Mallasa y Mallasilla.11 Otra de las regiones íntimamente asociadas al Valle de La Paz es el Valle de Palca, de donde se conocen reportes de asentamientos y rasgos funerarios en las serranías que limitan los municipios de La Paz y Palca al sureste de La Paz, además de numerosos senderos antiguos para el trá•co de camélidos y rastros de los caminos prehispánicos que vinculaban el Valle de La Paz,con Palca y los caminos empedrados que enlazan a la región yungueña. La tabla Nº 1 muestra un resumen de las 32 entidades arqueológicas (integradas por zonas, asentamientos y hallazgos puntuales) más importantes reportadas en el Valle de La Paz.
Nº
NOMBRE
Santa
1
Bárbara
2
Guitarrani
3
Chuqui-
4
aguillo
Plaza Busch
UBICACIÓN
Alto Mira•ores
MATERIALES
ESTRUCTURAS
ESTRUCTURAS
ARQUEOLÓGICOS
DOMESTICAS
FUNERARIAS
Cerámica, tupus de
RASGOS
INFRAESTRUC-
AGRÍCOLAS
TURA PRODUC-
cobre
y cistas
Mira•ores
Torres funerarias Rastros de vias
Caiconi
Cerámica
empedradas y senderos
Mira•ores
Cerámica, lítico y
Cistas
huesos
Av Brasil y
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Estado de
Socavones
Mira•ores
de minería
Guyana
6 7 8 9 10
Samaypata Chaski pampa Ovejuyo
Achumani
Pampajasi - Entel
prehispánica
Villa Pabón
Chaskipampa
Ovejuyo
Cerámica, hachas líticas, laurakes y tupus Cerámica
Cistas Cistas y torres
Cerámica
funerarias
Achumani
Torres funerarias
meseta Pampajasi Estación Terrena
Cerámica, artefactos líticos y de hueso
Estructuras
Pampajasi
11
– Ciudad
Villa Salomé
Estructuras
del Niño
12
Llojeta
Llojeta
13
Chicani
Chicani
14
Kallapa
TIVA O VIAL
Torres funerarias
Kallapa
Cerámica, artefactos
Cistas y entierros directos
Cistas y entierros
Terrazas
directos
agrícolas
Entierros directos y cistas
líticos y de hueso
Torres funerarias, cistas
Cerámica
Cerámica
Torres funerarias
Terrazas agrícolas y qolcas
Rastros de senderos y caminos caravaneros
Terrazas agrícolas Senderos y
15
Kellumani 1
Kellumani
Cerámica, lítico, huesos
Estructuras residenciales
Entierros directos, Torres funerarias, cistas
Estructuras habitacionales
Entierros directos y cistas
Terrazas agrícolas
rastros de caminos hacia la cumbre
a
16
Ciudadela Estronguista
Achumani Alto
Cerámica, lítico y hueso
17
Rosales
Cuenca de Achumani
Cerámica
18
Meseta este – Lomas de Achumani
Cuenca de Achumani
Lítico
Cerámica
Qochas
Cistas
Entierros directos
1 Los trabajos desarrollados por Strecker, Rivera, Michel et al, Capriles y Lémuz dan cuenta de 49 entidades reconocidas en la parte alta y media del Valle de Achocalla.
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MATERIALES
ESTRUCTURAS
ESTRUCTURAS
ARQUEOLÓGICOS
DOMESTICAS
FUNERARIAS
Nº
NOMBRE
19
Tejada Sorzano
Mira•ores
20
Chullpani
Mallasilla
Cerámica, huesos
21
Hampaturi
Hampaturi
Cerámica
22
Ánimas de Putupampa
Alto de Ánimas
23
Cota Cota
Cota Cota
24
Achachicala 1
Achachicala
25
Chuquiaguillo
Cuchilla Chuquiaguillo
26
Jonkhomarka
Achumani
Cerámica
27
Peskollo
Achumani Alto
Cerámica
28
Ticani
Ticani
Cerámica
29
Bosquecillo de PuraPura
Pura Pura
Cerámica
30
Illampu
Illampu y Murillo
Cerámica
31
Caja de Agua
Calle Jaén
Tumi de Cobre
32
Obelisco
Av. Camacho
Cerámica
33
San Francisco
Zona Central
Cerámica
UBICACIÓN
RASGOS
INFRAESTRUC-
AGRÍCO-
TURA PRODUC-
LAS
TIVA O VIAL
Cerámica y huesos animales Cistas Terrazas agrícolas y canales de riego
Caminos empedrados y vías troperas Caminos caravaneros
Cerámica,
Torres funerarias, cistas
Huesos
Caminos
Cerámica
caravaneros Terrazas
Camino
agrícolas
empedrado
Terrazas agrícolas
Corrales
Fuente : (Portugal Zamora 1957; Huidobro 1984, 1995, Villamor et al 1993; Rendon 2003; Datos propios de campo Elaboración: propia).
Este registro de ubicación de zonas, asentamientos y hallazgos arqueológicos comprende en particular un total de 86 puntos documentados de evidencia material que son representados en el mapa E del anexo 1. Tal evidencia, no sólo muestra una historia ocupacional prolongada y compleja, sino que debela, mediante la elección de los espacios de asentamiento, producción agrícola, extracción de recursos y métodos de explotación, las estrategias de subsistencia de los diferentes grupos humanos para cada tiempo y espacio. Las formas en que cada uno de estos grupos accede a los recursos del valle, caracterizan su conocimiento, experiencia, permanencia y transformación del paisaje. Todos estos hallazgos permiten considerar que los primeros asentamientos humanos sedentarios en el valle de La Paz se registraron ya desde el 800 a.C.; estos grupos basaban su subsistencia en el desarrollo de actividades agrícolas, pastoreo de camélidos y producción de bienes domésticos (vasijas cerámicas, utensilios líticos para la faena agrícola, etc.), además de la extracción y transformación de minerales para la producción e intercambio de metales fundidos o artefactos modelados. Posteriormente la tecnología, ideología y organización Tiwanaku (400 d.C.) habría de hacerse presente en el Valle, desarrollando un sistema plani•cado de explotación agrícola, manejo del territorio y organización social y política. La plani•cación de asentamientos -para las ocupaciones Tiwanaku principalmente- se re•eja en un patrón que tiende a minimizar el impacto de ocupación sobre las zonas potencialmente agrícolas (contrariamente a lo que sucede hoy en día), limitando el área destinada a actividades domésticas a las zonas altas de las mesetas; reservando así para el laboreo agrícola los márgenes de los principales ríos que surcan el valle (Aranda 2004). Aunado a ello, fueron aprovechadas las laderas altas de montaña para el cultivo rotativo de tubérculos andinos (Erickson 1996), mediante el despliegue de un sistema de terrazas que permitía salvar los problemas de pendiente, humedad y erosión del suelo Con seguridad, antes, durante y después de la presencia Tiwanaku el valle de La Paz tuvo un rol importante en la economía regional debido a su estratégica ubicación geográ•ca que lo posiciona como un distribuidor natural y puerta de acceso a valles secos, puna alta, yungas y altiplano lacustre. Este hecho se veri•ca por la presencia de caminos prehispánicos que salen del valle con dirección a estos puntos y a otros más lejanos como las costas peruana y chilena, donde también se hallan evidencias de estrecho contacto con entidades culturales y políticas altiplánicas (Lémuz 2006). Con el colapso del sistema ideológico y político de Tiwanaku, la dinámica de territorio parece haberse incrementado, el Valle de La Paz, pudo ser entonces un asentamiento multiétnico con una importante presencia aymara (1.200-1.400 d.C.), cuya actividad se centraba no sólo en el cultivo de productos agrícolas (cuyo destino principal pudo ser el área yungueña), sino también en la explotación aurífera de los principales ríos del valle. Este panorama se mantuvo con menos variaciones hasta la ocupación Inca de la cuenca del Lago Titicaca (1.500 d.C.), a partir de la cual se imprimió una política agresiva de extracción de materia prima introduciendo para ello nueva tecnología en agricultura, minería y transformación de recursos, ampliando y mejorando la infraestructura de vinculación caminera para posibilitar un mejor y mayor •ujo de productos hacia y desde sus principales centros de administración y consumo. La etnohistoria da cuenta del gran movimiento de mitimaes que impuso la administración inca tanto en el valle como en los yungas y como estos fueron percibidos en momentos de la irrupción española (Barragán, 1990)
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La presencia hispana y la consecuente reducción del asentamiento indígena de “Chuquiabo” a partir de 1.548 estuvo determinada, no precisamente por las bondades climáticas o auríferas que ofrecía el valle, sino por su carácter de área neutra frente al denso componente multiétnico del próximo altiplano y su importante ubicación de frontera con la amazonía (yungas) y la puna. A esto se sumaba la posibilidad de control de todo el movimiento económico que circulaba por este distribuidor, especialmente aquel que vinculaba el altiplano y valles del sur con el Cuzco y los Valles secos del norte con las ocupaciones altiplánicas de los valles costeros de Arica y Moquegua. Muchas de las interrogantes que plantea el conocimiento del pasado prehispánico del Valle de La Paz ya no pueden ser abordadas a partir de los meros restos arqueológicos convencionales como artefactos cerámicos o líticos, pues gran parte de estos ya no pueden ser recuperados con información contextual, debido al avance urbano y el proceso de destrucción del registro que esto involucra, por ello es necesario apelar alternativamente a otras fuentes como el estudio del propio paisaje, de los lugares y localidades de los que aún es posible obtener signi•cados y evidencias de actividad humana, no solo productiva, sino cotidiana, política, ritual y económica.
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Introducción Con base en una serie de trabajos arqueológicos de rescate desarrollados entre 1930
y 1950 por el Museo Municipal de Cultura Boliviana, La Casa de Murillo y el Museo Nacional Tiwanaku, Maks Portugal Zamora (1957) elaboró un primer plano arqueológico de la ciudad de La Paz en 1952, el cual fue presentado a Primera Mesa Redonda de Arqueología Boliviana en 1953 y publicado en 1957 en las Memorias de la Primera Mesa Redonda de Arqueología Boliviana por la Alcaldía Municipal de La Paz, durante la gestión del Alcalde Juan Luis Gutierrez Granier. Un segundo mapa ajustado, fue elaborado por Maks Portugal en 1956, el cual fue publicado en la Revista Municipal Khana ese mismo año bajo el título: “Plano Arqueológico de la Ciudad de La Paz, La Antigua Chuqui Apu Marka”. Posteriores trabajos de rescate e investigación fueron desarrollados entre 1957 y 1988, los que fueron incorporados en otro mapa de hallazgos arqueológicos publicado por José Huidobro en 1994. Un año más tarde Javier Escalante con el apoyo del Instituto Nacional de Arqueología publicó un nuevo mapa de la “Arqueología de la Cuenca Paceña” donde se consignaron zonas arqueológicas más que hallazgos aislados de estructuras o artefactos. En este documento, por primera vez se establecen polígonos aproximados de 9 zonas arqueológicas incluyendo Achocalla. En el marco del proyecto de rescate arqueológico de Ciudadela Estronguista fue elaborado otro mapa que incorpora mayor detalle en los hallazgos (Paz et al 2000; Aranda y Lémuz 2006), incluyéndose en él los sitios identi•cados en Achocalla21 y otros sectores del valle de La Paz durante la década de 1990, allí se consignaron 56 proveniencias de hallazgos arqueológicos, de las cuales poco más de la mitad tenían delimitaciones espaciales. Durante los últimos 30 años, se han desarrollado trabajos en Pampahasi (Portugal 1981; Huidobro 1981; Aranda y Lima 1996), Chullpani o Ciudadela Estronguista (Paz et al 2000), Kellumani (Lémuz 2008), Mira•ores (Rendón et al 2003; Rendón 2006; Capriles 2002; Lémuz y Rivera 2008), entre otros; los cuales quedan como casos aislados y desarticulados para la documentación de la historia de la ocupación prehispánica de La Paz. En este sentido, resulta necesario concentrar toda esta información dispersa en la formulación de un nuevo mapa, pero mucho más necesario es identi•car las áreas arqueológicas potenciales que pudieran estar inminentemente amenazadas por el impacto del crecimiento urbano o los procesos naturales que afectan el entorno inmediato de la cuenca paceña. La información concentrada en este mapa no sólo servirá para difundir aspectos de la Arqueología del valle de La Paz o del Municipio, sino que se espera sea utilizado como un instrumento de política de protección del patrimonio, de plani•cación del crecimiento urbano y de prevención para acciones que pueden afectar o impactar el registro arqueológico (Aranda 2007). La Dirección de Patrimonio Tangible y Natural de la O•cialía Mayor de Culturas del Gobierno Municipal de La Paz ha tomado la iniciativa de comenzar con una primera aproximación al mapa arqueológico del Municipio de La Paz, promoviendo la elaboración y publicación del mapa de Áreas Arqueológicas Potenciales del Valle de La Paz como una primera medida para proteger, conservar y estudiar el patrimonio arqueológico del municipio, que en el corto plazo permitirá la delimitación cabal y rescate de las principales áreas arqueológicas que se encuentran dentro del área urbana además de promover acciones de prevención y mitigación de impactos en zonas arqueológicas periféricas que se hallen amenazadas por la expansión urbana, la erosión o la construcción de obras de infraestructura urbana.
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Este trabajo servirá también para promover, fomentar e incentivar futuros trabajos de investigación y conservación en el Municipio de La Paz y dar un sentido integral a todos los trabajos arqueológicos precedentes desarrollados en la ciudad de La Paz, información que seguramente será importante insumo para ampliar los datos que la oferta turística brinda a los visitantes cuando llegan y recorren nuestra ciudad.
Consideraciones metodológicas A •n de alcanzar de manera satisfactoria todos los objetivos trazados por el estudio, se efectuó en principio una desagregación temática de los elementos considerados más relevantes para las estrategias de ocupación y subsistencia de las antiguas poblaciones prehispánicas que se asentaron en el valle de La Paz. Aspectos como accesibilidad a recursos (agua, suelos, clima), características geomorfológicas y altitudinales, riesgos y amenazas geológicas y ambientales, prácticas culturales e información proveniente de estudios arqueológicos de la región y de otras zonas con características similares, fueron considerados para la construcción del modelo predictivo de distribución potencial de asentamientos y actividades de subsistencia. El procedimiento metodológico empleado constó de cuatro fases: A) Levantamiento de datos de campo y recopilación de información cartográ•ca y documental B) Diseño exploratorio de identi•cación y selección de las principales variables cartográ•cas C) De•nición de criterios para el análisis espacial y la construcción de sub-modelos de distribución potencial, entre los cuales se hallan: Áreas para agricultura, Áreas para pastoreo y Áreas para asentamiento humano, considerando en todos los casos restricciones del medio natural y antecedentes conocidos respecto a las necesidades y prácticas culturales de las poblaciones nativas prehispánicas. De manera complementaria se efectúa una selección de datos cartográ•cos municipales sobre la degradación actual del suelo, riesgos y amenazas antropogénicas y ambientales D) Construcción de un modelo cartográ•co de impacto arqueológico urbano a partir de la información más relevante obtenida como resultado de los modelos procesados para obtener los mapas de áreas arqueológicas potenciales, áreas amenazadas por erosión y áreas urbanizadas o en proceso de expansión urbana. Como soporte se utilizaron los siguientes insumos: Mapas IGM 1:50.000 de la ciudad de La Paz, Imágenes Landsat 7, con bandas del visible y del infrarrojo en formato Geotiff. Imágenes satelitales Quickbird, con las bandas multiespectrales y pancromáticas para toda el área urbana de La Paz y ampliaciones para una fracción del distrito de Hampaturi. Ortofotos de las zonas seleccionadas de la ciudad de La Paz en formato Tiff, Mapas catastrales de la ciudad de La Paz en formato CAD. Mapa de riesgo socionatural especí•co de la ciudad de La Paz 2004, en formato CAD.
2 Michel et al 1999; Michel 2000; Strecker 1986; Heredia y Rivera 1991 y notas de campo de Capriles 2001.
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Mapa geológico y de suelos en formato shape; versión actualizada sobre la base del plan de desar rollo urbano de la ciudad de La Paz de 1977. Mapa de sitios arqueológicos (ProvSA 56) y base de datos descriptiva.
Tomando en cuenta la altura como segundo criterio, se establecieron las siguientes limitaciones: Clasi•cación de tipos de agricultura según altura
Categoría
Mapa de Áreas protegidas del municipio de La Paz.
Rango msnm
Descripción Agricultura de parcelas y terrazas bajas
Plano USPA 2007 de la Ciudad de La Paz.
1
3200 – 3800
Modelo numérico altitudinal (MNA) de Bolivia en formato raster con resolución de 90 m. SRTM DEM, obtenido del sitio virtual http://srtm.csi.cgiar.org/
2
3800 – 3950
Agricultura de terrazas
Mayor a 3950
Agricultura esporádica de baja pendiente, sin terraceo
3
Las zonas visitadas fueron: • Zona Central, Sopocachi, Mira•ores, Villa Fátima, Pura Pura, Santa Bárbara, Tembladerani, Llojeta y Pampajasi, donde se georeferenciaron los hallazgos efectuados hasta 1957 • Ciudadela Estronguista o Chullpani, Kellumani, Rosales y Huayllani, donde se efectuaron intervenciones sistemáticas de naturaleza super•cial y/o estratigrá•ca. • Chijipata, Huayllani, Carboña Alto y Bajo, Rosales, Ciudadela Estronguista, Aruntaya, Jonkhomarka, Ticani, Condores Lakota, Lomas de Achumani, Alto Irpavi, Ovejuyo, Qota Qota, Chasquipampa, Pampahasi, Villa Pavón, Mallasa, Cerro Challaloma; Cuchilla Chuquiaguillo, Condoriri, Huaripampa, Callapa, Chicani, Hampaturi, algunos segmentos de la zona de Alto de Animas, Muela del Diablo y Mallasilla, donde se registraron rasgos arqueológicos super•ciales • Pura Pura, Sopocachi y Llojeta, donde se identi•caron rastros super•ciales de actividad agrícola Los criterios más relevantes seleccionados para la construcción de los submodelos fueron: a) Áreas potenciales para agricultura. En esta fase se empleó la clasi•cación de áreas potenciales para agricultura contemplando criterios de altura, pendiente y cercanía a fuentes de agua. Como ejemplo de estudios en valles mesotermos y secos, donde se desarrolló una intensa y variada tecnología agrícola prehispánica, se uso la experiencia de Charazani (Schulte 1996) Según pendiente se uni•caron los siguientes criterios:
Hasta 3° 3° a 10°
10° a 20° Mayor a 20°
a
A partir de Schulte 1996
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Valor (%) Hasta 5 % 5 a 19 %
19 a 38 % Mayor a 38%
b) Áreas potenciales para pastoreo Para determinar el área potencial para actividades prehispánicas y coloniales de pastoreo se emplearon 3 variables: Altura, Pendiente y tipo de vegetación. Así se estableció que, según altura, Por la información etnográ•ca y arqueológica disponible sobre pastoreo de camélidos en los Andes, el área propicia para la cría de camélidos se halla arriba de los 3800 metros (Flores Ochoa 1977, Parsons 2002: 66). Según el criterio de pendientes, los espacios con pendientes mayores o iguales al 45 % cubren principalmente zonas de farallones o quebradas inclinadas, las cuales carecen de propiedades aptas para el pastoreo o manejo de camélidos. Un tercer criterio esta compuesto por zonas de vegetación aptas para el desarrollo de especies alimenticias, las cuales fueron detectadas a partir de una “clasi•cación supervisada” de rasgos de vegetación identi•cados por combinación de bandas de la imagen Landsat. Los rasgos más importantes destacados por el análisis de respuesta fueron áreas con presencia de césped denso de gramíneas y graminoides, descritas en detalle por Beck y García (1991), y consideradas aptas como forraje de llamas y otros camélidos andinos. El cruce de estos tres criterios permitió elaborar un mapa con las áreas que con mayor probabilidad albergaron conjuntos de pastores de camélidos empleados para provisión de proteína o dispuestos para las actividades de trá•co e intercambio.
Clasi•cación de pendientes en la región de Charazani
Medición
A partir de Schulte 1996 Finalmente se estableció que la zona de agricultura se encontrase fuera del cauce de ríos, playas aluviales y zonas de inundación.
Clasi•cación
Práctica agrícola Tradicional
Plano Poca pendiente
En parcela Parcelas y chacras en terrazas amplias
Regular pendiente Mucha pendiente
Pendientes con terraza Pendiente sin terraza y pequeñas chacras terraceadas.
c) Áreas aptas para asentamiento humano Tomando en cuenta estudios arqueológicos y etnográ•cos previos (Albarracín Jordan 1996, Lémuz 2001, Stanish et al. 1997) fueron establecidos algunos criterios como parámetros plausibles de ser aplicados para describir algunas pautas de comportamiento en el establecimiento de zonas de asentamiento poblacional dentro de los pueblos prehispánicos de la Cuenca del Lago Titicaca y los valles mesotermos de la cuenca amazónica. A saber: •
Los asentamientos se encuentran fuera de áreas inundables o ríos.
• Las ocupaciones prehispánicas se hallan con mayor frecuencia en laderas o coluvios de baja pendiente (hasta 20%) o media pendiente (20 a 38%) existiendo en el pasado la práctica de modi•car arti•cialmente la pendiente empleando terrazas con fuertes muros de contención como base para núcleos de asentamientos residenciales (Janusek 2004).
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Resultados Mapa de Áreas Arqueológicas Potenciales del Valle de La Paz • Según la altura sobre el nivel del mar, la ocupación nucleada en cabeceras de valles mesotérmicos o valles secos de altura se dan entre los 3.400 y 3.950 metros (Aranda 2004, Aranda y Lémuz 2005, Fernández 2005, Lémuz et.al 2001, Michel et.al. 1999). • El establecimiento de áreas de población prehispánica para •nes residenciales en el área de la cuenca del lago Titicaca se halla por lo general dentro los 500 metros de distancia de una fuente de agua permanente (ríos y/o acuíferos) (Lémuz op.cit, Rouse 2000), este dato fue considerado como referencia para determinar áreas de mayor probabilidad de asentamiento. El submodelo culmina con la adición de zonas de in•uencia de las áreas de asentamiento reconocidas a partir de indagaciones sistemáticas o reportes de concentración de hallazgos en una misma zona, ajustando así los datos reportados por el modelo predictivo con la evidencia arqueológica (Rouse op.cit).
El mapa •nal de áreas arqueológicas potenciales (Anexo 1 A) comprende una super•-
cie susceptible de albergar entidades arqueológicas de 401.33 Km2; en ella se identi•can grandes rasgos, áreas de carácter residencial, áreas aptas para la implementación de labores agrícolas (ya sea en parcelas o en terrazas), y áreas de pastoreo (principalmente en zonas de puna y bofedales). Las áreas identi•cadas dieron como resultado la obtención de siete categorías de orientación de uso de suelo en épocas prehispánicas:
Comprende pequeñas ocupaciones agrícolas arriba de los 3.800 msnm en planicies de baja pendiente (menores a 19%).
Mapa síntesis Con la información concluyente arrojada por los submodelos se construyó el mapa de zoni•cación territorial prehispánica de orientaciones de uso, según siete categorías básicas. A saber: 1. Área de agricultura esporádica en zonas de puna 2. Área de asentamientos residenciales dispersos y agricultura intensiva 3. Área de asentamientos residenciales nucleados y agricultura intensiva 4. Área apta para asentamientos humanos y agricultura en terrazas y mesetas 5. Área de escaso potencial residencial y/o productivo 6. Área de asentamientos humanos y rasgos arqueológicos dispersos 7. Área exclusiva para pastoreo de camélidos Finalmente con el objetivo de enriquecer y contribuir a la discusión •nal y al desarrollo de conclusiones que sean substanciales a la necesidad de protección del patrimonio arqueológico del valle de La Paz, fue incluido un mapa de impactos naturales y culturales sobre las áreas arqueológicas potenciales y efectivas, en el que se sobreponen al área potencial de ocupación prehispánica, zonas de erosión super•cial y subterránea y la mancha urbana del municipio de La Paz, que es el principal agente de alteración o destrucción del patrimonio arqueológico. En la misma línea se elaboró un mapa de amenazas a las áreas arqueológicas potenciales y efectivas como efecto de la expansión urbana.
Figura 2 : Estructuras residenciales actuales asociadas a corrales y pequeñas parcelas en zona de puna
Estas zonas de puna o piso puneño (Beck y García 1991), albergaban una serie de parcelas de escasas dimensiones (ver Figura 2), las cuales eran empleadas para el cultivo de algunos tubérculos andinos (papa, oca y ulluco). En esta categoría se encuentran algunas altiplanicies del sector de la Cumbre y las zonas de Ciudad Satélite, El Kenko, Santiago Segundo y Alto Lima de la ciudad de El Alto.
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Abarca áreas de baja pendiente (entre 5 a 19%) y coluvios de valle bajo. Se trata de zonas de alta productividad agrícola, ubicadas a alturas de entre 3.200 y 3.800 msnm, próximas a ríos principales o de carácter tributario (Figura 3).
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Esta categoría comprende áreas de pendiente regular (entre 19 a 38%) y coluvios, abarcando en su mayoría terrazas de gravas (que se presentan como escalonamientos del terreno próximo a las laderas), ubicadas a alturas mayores a los 3.400 msnm., con anchos variables y alturas irregulares. En estos sectores se establecían los lugares de vivienda; lo su•cientemente próximos a las zonas productivas como para controlar las labores agrícolas, pero a la vez lo su•cientemente alejados para minimizar el impacto de ocupación sobre áreas potencialmente cultivables.
Figura 3: Zona de agricultura intensiva y ocupación residencial dispersa en Apaña y el Valle de Ovejuyo
Corresponde a esta categoría toda el área central del valle de La Paz, la cual fue preservada para uso agrícola, debido a la alta productividad de su suelo, entre cuyos atributos principales destacan la calidad de su componente orgánico, su apropiado nivel de humedad, el bajo grado de erosionabilidad y su buena permeabilidad. Agrupadas bajo estas características se hallan parte de la zona Norte del valle de La Paz (San Pedro, Parque Riosinho, Achachicala), toda el área Central (Mira•ores, San Jorge), las áreas planas y bien drenadas del •anco oeste del valle (Sopocachi y Llojeta), los sectores de coluvio de las cuencas de escurrimiento ubicadas al este de la ciudad (San Antonio, Pampahasi, Chicani) y un gran porcentaje de la zona Sur (Obrajes, Calacoto, Irpavi, Achumani, Cota Cota, Ovejuyo, Chasquipampa, La Florida, Mallasa y todo el valle vecino de Achocalla). Los primeros asentamientos agrícolas en esta zona parecen haber arribado durante el Período Formativo (1000 a 100 a.C.), tal como dan cuenta algunos hallazgos identi•cados en Kellumani y Pampahasi. La presencia poblacional se fue acrecentando paulatinamente hasta el 500 d.C. cuando emerge la entidad política Tiwanaku como un poder ideológico, económico y político en toda la Cuenca del Lago Titicaca, cuya evidencia se halla distribuida en un grupo muy concreto de asentamientos, principalmente ocupando espacios que permiten explotar toda el área que corresponde a esta categoría. Aunque no se modi•có su carácter agrícola con las concomitantes o posteriores ocupaciones (grupos multiétnicos, Incas, etc.), si se incrementaron las actividades de pastoreo de camélidos como producto de la transformación del lugar en una área importante de tránsito, que conectaba al valle de Chuquiabo con los pródigos yungas paceños mediante rutas que partían de otras cuencas (Achocalla por ejemplo) y se conectaban con una extensa red de caminos que unían costa, valles y altiplano.
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Ya a mediados de 1.800 (época en que se inicia la escasez de tierras, la presión urbana y la modi•cación de los curatos-parroquiales en haciendas), cambiaría en algunos sectores su aptitud netamente agrícola para instalar también labores ganaderas y manufactureras.
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Figura 4: Terraza de Pampajasi como ejemplo de zona donde en el pasado se practicó agricultura intensiva y se emplazaron asentamientos nucleados
Tanto la zona central (San Pedro, Said, Pura Pura, Arce, San Jorge, Mira•ores Alto), como la zona Este (Villa Fátima, Pampahasi [ver Figura 5], Villa El Carmen, Chuquiaguillo) y la zona Sureste (Irpavi, Chicani, Achumani, Calacoto, Cota Cota, Ovejuyo, Chasquipampa) del valle de La Paz presentaban las características idóneas para contener asentamientos residenciales prehispánicos. Tal aseveración se ve corroborada por la evidencia arqueológica hallada en buena parte de las áreas mencionadas (Ver Anexo 1 E). Poblaciones que ocuparon el lugar durante la Fase Tiwanaku estaban dedicadas principalmente al laboreo agrícola aprovechando el generoso caudal de los ríos Choqueyapu, Orkojahuira, Irpavi y Achumani entre otros. La presencia de torres funerarias, material cerámico, lítico e instrumentos de cobre y hueso, atestiguan la presencia de grupos poblacionales aymaras que posteriormente habitaron y explotaron el valle como parte de una estrategia de subsistencia a partir de la ocupación y aprovechamiento de diferentes ecozonas (Murra 1972). El hallazgo de evidencias de asentamientos prehispánicos en lugares como Guitarrani, Av. Héroes del Pací•co (Portugal 1957), Monumento a Busch (Rendón 2006, Lémuz y Rivera en este volumen), entre otros, refrendan la importancia de la zona tanto por sus características agrícolas como por sus bondades hidrogeológicas y mineralógicas.
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Comprende áreas de alta pendiente (mayores a 38%) donde sólo es posible practicar la agricultura apelando a la modi•cación arti•cial del paisaje, esto es, desarrollando todo un complejo sistema de terraceo, que permita aprovechar las pendientes próximas a las áreas domésticas, implementado una serie de muros de contención, canales de desagüe y silos (Figura 5).
El resistido contingente incaico que se instaló en el valle de La Paz por el 1500 d.C. (Crespo 1904), reorganizó la producción agrícola de la región ampliando el tendido de terrazas agrícolas hasta llegar a obtener un impresionante complejo cuyos vestigios aún se pueden apreciar en las laderas de los cerros que se enlazan con las rutas prehispánicas de salida a los valles yungueños (Figura 5), junto con la ampliación y mejora de la red de caminos que vinculaban el valle de Chuquiabo con otras regiones (Figura 6).
Figura 5: Terrazas y espacios de asentamiento humano en la zona de Lorokota, Cuenca del Río Irpavi
Zonas como Pampahasi, Kupini, Kallapa y Alto Achumani son expuestas por el modelo como posibles áreas de agricultura en terrazas y el emplazamiento de asentamientos residenciales prehispánicos, criterios que se corresponden con las características adelantadas por los estudios arqueológicos preliminares. El rico pasado histórico cultural que albergan estas zonas, se remonta hasta épocas prehispánicas, registrándose para la región la existencia de grupos Tiwanaku que establecieron sus asentamientos en las laderas de montaña (Kallapa, Lorokota, Karpani y Chicani), las cuales se encontraban asociadas a los principales ríos y drenajes del lugar, que incrementaban la productividad de la producción agrícola.
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Posteriormente poblaciones aymaras pertenecientes a diferentes grupos étnicos, ayllus o segmentos de entidades políticas regionales ocuparian el valle, los mismos que ampliarían la frontera agrícola hacia las cuencas adyacentes, motivados por la necesidad de abastecer los requerimientos de sus comunidades de origen y otros emplazamientos relacionados que se localizaban en suelos de valles y yungas. En especial éste último, pues para esta época ya constituía el eje neurálgico de la producción y distribución de coca.
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Figura 6: Restos de un camino prehispánico secundario de la zona de Hampaturi perteneciente a la red que enlaza el Valle de La Paz con la zona yungueña
Se trata de farallones y cárcavas de mucha pendiente, ubicados generalmente en zonas de altura (arriba de 3.800 msnm).
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a
7. Área exclusiva para pastoreo de camélidos Corresponde a la zona de Puna, en alturas superiores a los 3950 msnm, allí el modelo identi•có áreas que reúnen las condiciones básicas para llevar adelante actividades de ganadería de camélidos (ver Figura 9). Se trata de áreas próximas a bofedales y espejos glaciales de agua, las cuales albergan césped abierto apto para la alimentación de camélidos En concordancia con el análisis cartográ•co se cotejó la presencia de senderos troperos o rutas caravaneras en la región de Putupampa, Hampaturi, La Cumbre y Achachicala; llegándose inclusive a comprobar que hasta hace algunos años aún se practicaba el caravaneo de camélidos en la zona de Achachicala - La Cumbre, para intercambiar tubérculos andinos y carne de llama con algunas regiones de Los yungas.
Figura 7: Farallones de la Quebrada Lunthatuma - Kellumani
Figura 8: Camino prehispánico en las cercanías de la Muela del Diablo
El carácter geomorfológico y la alta actividad erosiva (ya sea de índole eólico o pluvial) de estas zonas (Figura 7), determinan su escaso potencial como áreas de ocupación temporal o permanente y como zonas productivas. Sin embargo, no se descarta del todo la presencia de algunos rasgos de carácter vial (caminos empedrados y senderos troperos, ver Figura 8) e inclusive funerarios.
Para una interpretación más sencilla de las categorías empleadas en el mapa de áreas arqueológicas potenciales, se ha reclasi•cado estas categorías en función de su sensibilidad respecto a su contenido de vestigios de patrimonio arqueológico prehispánico (Ver Anexo 1 D). De esta manera se establecen 4 categorías principales: A) Baja sensibilidad a la presencia de patrimonio arqueológico, que corresponde a la categoría 6 de “asentamientos y rasgos arqueológicos dispersos”; B) Moderada sensibilidad a la presencia de patrimonio arqueológico, que equivale a la categoría 4, “Asentamientos humanos y agricultura intensiva en terrazas y mesetas”; C) Alta sensibilidad a la presencia de vestigios de patrimonio arqueológico prehispánico, que corresponde a la categoría 2, “Área de asentamientos residenciales dispersos y agricultura intensiva” y D) Muy alta sensibilidad a la presencia de rasgos o vestigios arqueológicos prehispánicos, correspondiente a la categoría 1, “Asentamientos residenciales nucleados y agricultura intensiva”. Las restantes categorías (1,5 y 7) de “Agricultura esporádica de puna”, “Área de escaso potencial residencial y/o productivo” y “Área exclusiva para el pastoreo de camélidos” no fueron consideradas para este mapa alterno debido a que su potencial de contener vestigios arqueológicos es muy bajo o altamente especí•co, tales como caminos prehispánicos, corrales, rasgos de actividad ritual o ceremonial o zonas de antiguos bofedales.
Estas áreas se encuentran principalmente en la ladera oeste del valle de La Paz, la zona de Ánimas y algunos segmentos del sector de La Cumbre.
El modelo cartográ•co identi•có en esta categoría a aquellos rasgos de carácter vial, ceremonial (apachetas, lugares de paso), funerario (Torres funerarias, cistas), asentamientos temporales, áreas de explotación (de arcillas, minerales y líticos) que no se ajustan a los requerimientos estándar, empleados en este trabajo para identi•car usos potenciales de suelo. Los resultados obtenidos se corrobora con la identi•cación realizada durante el trabajo de campo, permitiendo la tipi•cación de rasgos funerarios en zonas como Chicani, Ticani, Mallasilla o Llojeta; y la veri•cación de caminos empedrados y senderos troperos en las zonas de Hampaturi, Animas, Achachicala, Chuquiaguillo, Cuñamani o Muela del Diablo (ver •guras 6 y 8).
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Figura 9: Zona de pastoreo de camélidos en Alto Achachicala, camino a la Cumbre
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Mapa de Áreas Arqueológicas Potenciales amenazadas por la expansión urbana
De manera complementaria al mapa •nal de áreas arqueológicas potenciales del valle
de La Paz, se presenta un mapa de las principales áreas potenciales que se hallan amenazadas por el acelerado crecimiento urbano (Anexo 1 B) y la intrusión fuera de norma de quienes intervienen los espacios rurales periféricos para especular en los mercados locales de bienes raíces. Para evaluar el nivel de la magnitud del potencial daño o amenaza que implica la expansión urbana sobre las áreas consideradas como posibles o efectivas portadoras de evidencia cultural prehispánica, se han de•nido tres categorías31 : Categoría
Descripción Situación
que involucra la cercanía (espacio), inmediatez
(tiempo) o inminencia (inevitabilidad) de alteraciones drásticas, destrucción o afección profunda sobre el patrimonio arqueológico super•cial o subyacente en un determinado espacio urbano o periurbano, como efecto de acciones plani•cadas o improvisadas de modi•caciones del paisaje para permitir
Amenaza crítica por efecto del crecimiento urbano
El presente estudio ha colocado dentro de la categoría de amenaza crítica por expansión o crecimiento urbano a todo el espacio clasi•cado como área arqueológica potencial para asentamientos residenciales dispersos y nucleados en zonas aptas para actividades de agricultura intensiva, que se hallan dentro del área de expansión urbana inmediata. Algunas de las zonas contempladas dentro de esta categoría son: a) Dentro de la Cuenca del Río Irpavi – Kallapa: Pampajasi, Kallapa, Villa Salomé, Chikani, Lorokota, Karpani, Aruntaya y Serranìas de Aruntaya; b) en la Cuenca del Río Achumani: Ciudadela Estronguista, Huayllani, Pesqollo, Rosales, Jonkhomarka, Ticani y Lomas de Achumani (Figura 10); c) En la Cuenca de Choqueyapu: Llojeta; d) En la Cuenca del Río Achocalla y La Paz: Cerros y lomas de Chullpani y Huiata; e) En la Cuenca del Río Ovejuyo – Wila Qota: Ovejuyo, Apaña, Codavisa, Tujsaqota, Apaña y Huni. Conviene destacar que gran parte de la mancha urbana que corresponde a la zona central y sur (Cuencas de Achumani, Irpavi y Ovejuyo) se halla sobre zonas de asentamiento nuclear y disperso en zonas que en el pasado fueron aprovechadas para la explotación agrícola intensiva.
nuevos asentamientos humanos. Las amenazas críticas dan como resultado impactos críticos sobre el patrimonio arqueológico, que implican acciones cuya magnitud de afección sobre éste es irrecuperable e irreversible, aún adoptando medidas de mitigación, de protección o corrección. Se trata de la afección más grave que se puede cometer sobre una entidad arqueológica, lo cual puede implicar frecuentemente su desaparición total o parcial.
Estado por el cual un determinado espacio patrimonial se halla ubicado
parcial
o totalmente dentro del área de expansión
urbana en el mediano plazo y/o las condiciones de vulnerabilidad física o legal permiten su deterioro gradual y sostenido como efecto de la relativa cercanía de agentes culturales urbanos. Las amenazas signi•cativas dan como efecto impactos severos
Amenaza signi•cativa por efecto del crecimiento urbano
en el mediano plazo, siendo estos capaces de ser mitigados o corregidos a •n de aminorar o eliminar sus efectos por la vía de acciones de intervención técnica especializada (investigación, preservación o restauración), física (protección a partir de limitaciones al acceso, expropiación, incentivos a la protección de áreas patrimoniales, etc.), o legal (emisión de normativas tendientes a proteger el patrimonio arqueológico de los agentes de alteración o destrucción presentes en el medio).
Situación que implica riesgos de afección relativos sobre áreas patrimoniales en el mediano o largo plazo, existiendo condi-
Amenaza moderada por efecto del crecimiento urbano
ciones su•cientes de tiempo y espacio para poder efectuar labores de mitigación, corrección, conservación y preservación para la salvaguarda de las entidades arqueológicas contenidas en la zona amenazada. Se cuentan también dentro de esta categoría zonas que cuentan con mejores condiciones respecto a la vulnerabilidad física y legal.
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3 Sobre la base conceptual de Amado, X; Barreiro, D; Criado, F y Martínez, M de C. 2002: Especi•caciones para una Gestión Integral del Impacto desde la Arqueología de Paisaje, Laboratorio de Patrimonio, Paleoambiente y Paisaje, Santiago de Compostela, Galicia
Figura 10: Zona habilitada para urbanización en el sector de Ticani
Se ha considerado como zonas de amenaza signi•cativa por crecimiento urbano e impacto severo a todas aquellas que fueron clasi•cadas como asentamientos y agricultura intensiva en terrazas y mesetas que no se encuentran dentro de espacios de área urbana, pero que por la cercanía de extensiones urbanas recientes, se hallan en riesgo de ser impactadas en su contenido patrimonial. Dentro de esta categoría se pueden mencionar las siguientes zonas: a) Cuenca de Choqueyapu: bosquecillo de Pura Pura: Final Alpacoma y Alto Llojeta; b) Cuenca Orkojawira: Ladera oeste y sur de la Cuchilla Chuquiaguillo; c) En la Cuenca del Río Irpavi: los sectores de terrazas agrícolas al noreste de Pampajasi, Loroqota, Karpani y Palcoco, en ambos •ancos del Rìo Kallapa; d) En la Cuenca del Río Achumani: Aruntaya, Carboña, terrazas agrícolas altas de Kellumani – Chijipata, Rosales y Jonkhomarka; y e) En la Cuenca del Río Ovejuyo Wila Qota: Coluvio alto y laderas de Jonkhomarka, Ovejuyo, Apaña, Tujsaqota y Huni.
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La mancha urbana se halla sobre áreas de esta categoría en toda la parte de laderas al oeste del Valle, principalmente cubriendo las zonas de ladera de Max Paredes y Cotahuma, siendo su eje central la avenida Buenos Aires, la parte alta de Tembladerani, el sector medio de Llojeta y Alpacoma. La franja de este tipo de asentamientos se extiende hasta la parte central y alta de Achocalla, lugar donde se encontró la mayor concentración de asentamientos arqueológicos de esa región.
Dentro de esta categoría han sido clasi•cadas todas las áreas arqueológicas potenciales que albergan asentamientos y rasgos dispersos que se hallan contiguos o dentro del área de expansión urbana. Algunas zonas que se hallan dentro de esta categoría son: a) Cuenca de los Ríos Qaluyu y Choqueyapu: Sector de la ladera sur que media entre la terraza de las 7 lagunas y el Río Choqueyapu además de una zona recientemente urbanizada por los comunarios de Alto Achachicala; Una pequeña franja que se extiende sobre un sector de terrazas de coluvio al oeste de la meseta de ocupación de Huaripampa .; b) Cuenca del Río Orkojawira: Final Chuquiaguillo, sobre ambos •ancos del río (que incluyen las laderas oeste de la Cuchilla Chuquiaguillo y la ladera este del Cerro Condoriri); Parte media y alta del cerro ChojñaQota, conde se halla emplazado el mirador de Killi Killi y el Cerro Calvario; y c) cuenca de Ovejuyo: terrazas altas y medias de las terrazas que •anquean las nacientes del Río Ovejuyo y el sector de terrazas de altura de los cerros Kura Khollu y Antaqawa, que media entre las Cuencas de Ovejuyo y Achumani. Una parte importante de la zona de asentamientos y rasgos dispersos se hallan en el entorno y sobre el •anco sur de la serranía sobre la cual se yergue la Muela del Diablo, esta zona alberga restos de estructuras temporales para vigilancia de ganado, rasgos funerarios sobre y subsuper•ciales y caminos o senderos prehispánicos además de pequeñas concentraciones de material cerámico. El mapa de zonas arqueológicas potenciales amenazadas por la expansión urbana orienta de manera general las zonas que deben ser intervenidas ante la eventualidad del avance urbano y a los diversos tipos de impactos que implican sobre zonas contiguas que albergan evidencias culturales prehispánicas.
Mapa de Áreas Arqueológicas Potenciales amenazadas por la erosión El valle de La Paz presenta sendos fenómenos de sedimentación y erosión (de carácter
eólico y pluvial), lo que ha determinado que algunas regiones se encuentren sujetas a acciones constantes de deslizamientos de enormes masas de sedimentos poco •rmes. La presencia de rocas sedimentarias blandas esculpidas formando agujas, pináculos, pilares y diversas formas de erosión, se encuentran extendidas con rumbo noroeste, desde el Alto de Sopocachi hacia el oeste dentro del valle de Achocalla (Dobrovolny 1956). Esta característica determinó que en el pasado prehispánico, se considerasen estas zonas con riesgo de deslizamiento como no aptas para asentamientos residenciales, destinándolas a otros usos (funerarios, ceremoniales e inclusive agrícolas). En la actualidad, la escasez de tierras y la presión urbana establecieron el incremento de áreas super•ciales de erosión, gracias a la pérdida de cobertura vegetal, las canalizaciones de ríos y la presencia de áreas compactadas, lo que las más de las veces, deriva en la creación de torrentes de barro y deslizamientos de terreno, principalmente en la época de lluvias.
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El incremento de estos fenómenos erosivos y movimientos de tierra, determinaron en las últimas décadas, la destrucción de in•nidad de yacimientos arqueológicos, cuya información ya no es posible rescatar. A raíz de ello, se decidió elaborar un modelo potencial de zonas arqueológicas amenazadas por la erosión super•cial y subterránea (Anexo 1 C). Para ello fue necesario seleccionar del mapa geotécnico de la Dirección de Cuencas del Gobierno Municipal de La Paz, los mapas de erosión super•cial y subterránea, mapa de erosión e inestabilidad y mapa de zonas saturadas, los mismos que fueron cruzados con el mapa de áreas arqueológicas potenciales, dando como resultado cinco categorías de amenazas. A saber:
Se trata de áreas inestables susceptibles a una profusa dinámica geológica, altamente vulnerables frente a amenazas de deslizamientos o inundación. Este tipo de amenaza se encuentra localizada en la porción Sur del valle paceño, en las zonas de La Florida, Aránjuez, el sector Noroeste de Mallasilla y el Valle de La Luna.
Todos los sedimentos de relleno de la cuenca, así como los de la Formación La Paz, son muy poco consolidados, lo que aunado a la presencia de gravas de granito blanco (material grueso mal compactado, muy poroso y permeable) en algunos sectores, determina la erosión de buena parte del valle. Al oeste del borde del valle, el suelo altiplánico es delgado permitiendo que gran parte del agua de lluvia se insuma en el terreno llegando a formar parte del nivel freático del subsuelo y saliendo en forma de vertiente en el valle de Achocalla (Dobrovolny op.cit.). Las zonas identi•cadas con estos fenómenos erosivos son profusas y afectan fuertemente la conservación de las áreas arqueológicas identi•cadas en Achumani (Ciudadela Estronguista, Rosales, Jonkhomarca y Cerro Ticani), Cota Cota (torres funerarias), Pampahasi (asentamientos domésticos y funerarios), Callapa (terrazas agrícolas, torres funerarias, caminos), Pura Pura (asentamientos residenciales), Alto Sopocachi (áreas ceremoniales y residenciales), Llojeta (áreas funerarias y residenciales), Mallasilla (entierros en cista) y todo el valle de Achocalla (torres funerarias, asentamientos residenciales, arte rupestre).
Se trata de áreas que involucran movimientos de las capas super•ciales por presencia de torrentes de barro y deslizamientos de terreno. Precisamente, estos últimos determinaron cambios menores en la dirección de los cauces •uviales del valle de La Paz, siendo activos al •n de las estaciones lluviosas. Zonas como Pampajasi se encuentran a merced de este tipo de amenazas, viéndose afectadas las áreas arqueológicas existentes en el lugar.
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Los procesos se evidencian generalmente sobre las laderas contribuyendo al ensanchamiento del valle. Los declives pronunciados y la naturaleza blanda del terreno determinan movimientos de detritos (piedras sueltas, suelos, arbustos) que acentúan el carácter abrupto e inestable de estas zonas.
Del mismo modo, se ha podido validar y demostrar la potencialidad del modelo predictivo empleado, al veri•car que los hallazgos antecedentes y los logrados como efecto del trabajo de campo del estudio se ajustan con •delidad a los criterios generales de comportamiento productivo y residencial estimados por el modelo.
Las áreas arqueológicas de Kellumani (Achumani) y Guitarrani (Villa Fátima) se encuentran emplazadas en estas zonas inestables, perdiéndose paulatinamente la información que albergan.
Los resultados del presente trabajo deben servir de insumos para el desarrollo de mecanismos más e•cientes de plani•cación territorial, diseño de políticas públicas a favor de la protección del patrimonio y la implementación de medidas de urgencia para salvaguardar las posibles pérdidas patrimoniales como efecto de la acelerada y caótica expansión urbana (Aranda y Lémuz 2007).
Son áreas que atestiguan una marcada presencia de farallones y cárcavas modelados por acción de la erosión eólica y pluvial en las terrazas •uvioglaciares. En el valle de La Paz, sólo las quebradas ubicadas entre los cerros Pachajalla y Cuñamani corresponden a esta categoría, afectando al camino prehispánico que conecta la zona de los yungas del sur con los valles de Achocalla.
Conclusiones y recomendaciones Los resultados nos permiten constatar que el espacio con mayor amenaza sobre el
patrimonio arqueológico se encuentra en los sectores sur y este de la ciudad de La Paz, involucrando a los macrodistritos Sur, Hampaturi y parte de San Antonio, donde el avance urbano plani•cado y no plani•cado viene impactando áreas arqueológicas potenciales y efectivas ante la pasiva acción de sus autoridades municipales con tuición territorial (subalcaldías) y sectorial (O•cialía Mayor de Culturas) que guardan una indiferente actitud respecto a la protección de este tipo de patrimonio cultural. La ejecución del presente documento a permitido efectuar avances importantes en los siguientes aspectos: a) La valoración arqueológica general del paisaje cultural del municipio de La Paz b) La valoración patrimonial de las áreas arqueológicas potenciales identi•cadas a partir de condiciones hipotéticas del comportamiento humano y productivo del pasado c) La valoración de las posibles amenazas, riesgos e impactos a los que están expuestos los espacios contenedores de entidades e información respecto del pasado prehispánico d) El reconocimiento de nuevas entidades prehispánicas para el registro arqueológico del municipio de La Paz, que incluyen nuevas zonas arqueológicas, asentamientos residenciales, estructuras funerarias, domésticas, productivas y agrícolas, la identi•cación de segmentos de caminos prehispánicos empedrados, rutas caravaneras, espacios rituales, concentraciones de material cerámico y hallazgos aislados de material arqueológico. e) El conocimiento de las posibles estrategias de aprovechamiento de recursos agrícolas y ganaderos y las posibles vinculaciones económicas locales con entidades políticas más allá del Valle de La Paz.
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El presente mapa de áreas arqueológicas potenciales debe ser perfeccionado en la perspectiva de construir una herramienta con mayores elementos empíricos de sostén, debiendo para ello implementarse estudios sistemáticos en todas las áreas que disponen evidencia arqueológica material y de paisaje. Como recomendación para las intervenciones municipales o de las entidades culturales nacionales responsables de estos temas, se indica que es imperativo establecer un plan de trabajo concensuado con todos los actores involucrados en la protección y cuidado del patrimonio arqueológico, de modo que sea factible aminorar la vulnerabilidad física y legal a los que están expuestos. La manera más promisoria para ello es involucrar de manera activa a la ciudadanía organizada sensibilizándolos acerca de la importancia de preservar esta importante herencia ancestral. Es también ineludible el implementar procedimientos que permitan evaluar la pertinencia de poner en valor turístico entidades arqueológicas patrimoniales en el corto, mediano y largo plazo, tanto como establecer normativas y procedimientos municipales que permitan realizar tareas de evaluación y mitigación del impacto arqueológico a través de intervenciones de rescate arqueológico cada vez que se desarrollen obras civiles (construcción, electri•cación, tendido de redes de agua potable, alcantarillado, etc), principalmente en aquellas áreas urbanizadas que se hallen dentro de la extensión espacial marcada con la categoría 3 (área de asentamientos residenciales nucleados y agricultura intensiva) del Mapa de Áreas Arqueológicas Potenciales del Municipio de La Paz (Anexo 1 A), la cual muestra una alta probabilidad de contener restos de cultura material prehispánica de importancia signi•cativa. Esta categoría esta principalmente dispuesta entre la •nal Montes (Nivel de Industrias Venado) y San Jorge, extendiéndose de oeste a este entre la zona Cementerio y la zona Riosinho. Al sureste, la mancha que comprende esta categoría cubre toda la zona de Irpavi, Alto Irpavi, Calacoto, San Miguel, Cota Cota, Chasquipampa y Ovejuyo, entre otras urbanizaciones y barrios aledaños. En cuanto al espacio urbano comprendido dentro de la categoría de Asentamientos residenciales dispersos y agricultura intensiva (pintado con celeste en el mapa de Áreas Arqueológicas Potenciales del Municipio de La Paz: Anexo 1 A), estos también deben ser evaluados en la medida en que se implementen trabajos que involucren movimientos masivos de tierra o excavaciones que penetren más allá de los 3 metros de profundidad, extendiéndose por debajo del rango del estrato de relleno de nivelación. En el espacio urbano que se sobreponga con la categoría de “Asentamientos y Agricultura intensiva en terrazas y mesetas” (Anexo 1 A, capa verde), se debe monitorear las intervenciones que implique remociones signi•cativas sobre suelo, en especial en los barrios que comprenden los macrodistritos de San Antonio (Distrito 16), Max Paredes, Periférica (Distritos 12 y 13) , Sur (Distrito 19) y Cotahuma (Distritos 4 y 5). Al ser el mapa un instrumento de plani•cación territorial, es necesario que este sea adecuadamente difundido, discutido y perfeccionado participativamente, para que las políticas que emerjan de él, sean aceptadas y apropiadas por la población, que en última instancia es la que puede otorgar al patrimonio arqueológico su verdadero valor.
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Estudios Arqueológicos
desarrollados
La antigüedad del valle de La Paz, ya se vislumbraba antaño gracias a las fuentes etnohistóricas que atestiguaban la presencia de grupos incaicos en el valle dedicados a la extracción aurífera y la agricultura intensiva; sin embargo es recién a partir de 1934 que se tienen evidencias materiales de la presencia de grupos prehispánicos en estas regiones gracias a las excavaciones arqueológicas realizadas por Wendel Bennett en un pequeño montículo ubicado en Llojeta. En el mismo realizó una trinchera y rescató artefactos existentes en las áreas ya disturbadas (Bennett citado en Portugal 1957). El vasto material colectado comprendía fragmentos cerámicos de •liación tiwanacota. Kerus, trípodes y escudillas fueron registrados junto a una importante cantidad de instrumental lítico, compuesto principalmente por hachas, cuchillos, raspadores y alisadores (algunos trabajados en obsidiana), junto a ellos también se hallaron raspadores tallados en hueso y una tumba con revestimiento lítico que contenía un esqueleto humano tapado con el esqueleto de una llama. Un sondeo posterior en el montículo indicaría la presencia de otros entierros. Si bien este hallazgo no fue muy determinante para Bennett debido al disturbadísimo contexto, le permitió plantear algunas conjeturas sobre la naturaleza del sitio caracterizándolo como parte de un área ocupacional tiwanacota, la cual en función a la proximidad del famoso pueblo de Tiwanaku (a 80 Km. de distancia), formaría -junto con el valle paceño- parte de su área de in•uencia. Esta hipótesis se vería corroborada (según el autor) con el hallazgo (también en Llojeta) de una roca esculpida que presentaba grabados semejantes a los de la •gura central de la Puerta del Sol (Posnansky citado en Portugal O. 1998). (Figura1)
Maks Portugal Zamora
En busca de
los antiguos asentamientos
del Valle de
La Paz
Karina Aranda Álvarez
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Figura 1 Estela lítica labrada encontrada en Llojeta (fotografía y dibujo de Portugal Z.)
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Este registro constituiría un primer antecedente de excavaciones arqueológicas sistemáticas para el valle de La Paz, gracias al cual, un par de años después se iniciarían los trabajos de identi•cación de hallazgos arqueológicos del lugar, de la mano del joven profesor Maks Portugal Zamora, quien ya para 1952 realizaría el primer mapa de zonas arqueológicas de la ciudad (Figura 2).
Algo similar ocurriría en la calle Jaén (Zona Caja de Agua), donde sólo se recuperaría un tumi51 de cobre y algunos fragmentos de cerámica cuya •liación sería atribuida a los señoríos regionales. El crecimiento urbano sin plani•cación establecía que los descubrimientos se realizasen casi sucesivamente en diferentes zonas de la ciudad, lo que estipulaba la imposibilidad de ejercer cualquier control previo. En virtud a ello es que Portugal registra principalmente hallazgos generalmente aislados, donde se prioriza el objeto más que el contexto. A pesar de este hecho, logra armar un patrón de asentamientos general para los sitios descubiertos, conjuncionando información etnohistórica, topónimos y datos obtenidos del registro arqueológico. La necesidad de complementar el panorama prehispánico del valle determinaría más tarde la identi•cación y registro de nuevos hallazgos, los cuales ayudarían a establecer de manera primigenia la secuencia ocupacional precolombina del área; a saber: tiwanaku, señoríos aymaras e incas. Posteriormente, el descubrimiento de tres torres funerarias o “chullpas” en Guitarrani (Mira•ores) permitiría a Portugal corroborar la secuencia establecida principalmente para períodos de ocupación tardíos, comparando las estructuras funerarias (hechas de adobe, piedra o ambos) halladas en el valle con aquellas ubicadas en buena parte del altiplano circumlacustre (Ramos Gavilán 1621-1976, Cieza de León 2000[1553]), las cuales constituyen una constante para el período de los señoríos regionales altiplánicos o señoríos de habla aymara post-tiwanaku (también denominado Intermedio Tardío) y épocas posteriores, Los datos etnohistóricos que otorgaban al valle una gran importancia como sementera aurífera (Saignes op.cit), fundamentalmente en épocas incaicas y coloniales, se verían refrendados por el hallazgo de fragmentos de cerámica incaica y un sahumador tiwanacota en las inmediaciones del río Orkojawira (famoso antaño por sus lavaderos de oro), junto a restos de instrumentos de hueso empleados para explotar las arenas auríferas de los yacimientos aluviales (Muñoz Reyes 1925).
Figura 2 Mapa de zonas arqueológicas de la ciudad de La Paz (Portugal 1957)
Como la mayor parte de los descubrimientos en el valle, los hallazgos de Portugal se realizarían principalmente a raíz de la implementación de obras de construcción civil en diversas áreas de la ciudad. De esta manera, se efectuaría en el año de 1941, el hallazgo de un entierro colectivo en el morro de Santa Bárbara (entre la Av. Frías y la calle Pinilla), identi•cándose restos óseos correspondientes a 20 individuos (entre adultos e infantes) en posición •exionada, muchos ostentando deformación craneana y asociados al esqueleto de un perro y algunos tupus41 de cobre, gracias a los cuales Portugal Zamora determinaría el hallazgo como de •liación aymara (1.200-1.400 d.C.). Un nuevo descubrimiento de tres tupus de plata se realizaría posteriormente en la zona de Purapura (1945), mientras se trabajaban los cimientos de una casa; lamentablemente y a pesar de las infructuosas gestiones impulsadas por el investigador con el alcalde de ese entonces (Juan Luís Gutiérrez Granier) no se pudo concretar una intervención arqueológica en el área quedándose la investigación sólo en el hallazgo del material descontextualizado.
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A comienzos de 1952 se realizaría un importante descubrimiento de restos óseos, fragmentos cerámicos y tiestos completos de •liación tiwanacota en la zona de Mira•ores (entre la Av. Chile y la Plaza Carrasco), a pesar de que se encontraban muy disturbados por las obras de alcantarillado realizadas en el lugar, Portugal pudo determinar que se trataba de un área funeraria prehispánica; hallazgo que se complementaría más tarde con el descubrimiento, en la zona de La Merced (Villa Fátima) de una tumba incaica que asociaba un aríbalo pequeño con un tupu de cobre (Portugal O. 1998). Dos años después (1954) localizaría unos yacimientos arqueológicos en la zona de Anco Anco, lugar que ya había sido documentado en las postrimerías de la década de los treinta por el investigador Fritz Buck (1951), quien menciona el hallazgo de tumbas tiwanacotas y algunos fragmentos de cerámica incaica.(Figura3)
5 Cuchillo semicircular o semilunar, realizado generalmente en cobre o bronce y empleado por los indios (Bertonio1984 citado en Sagarnaga 1989).
4 Prendedor o broche de metal empleado en la vestimenta indígena (Portugal 1948).
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Figura 3. Ollita inca encontrada en Anco Anco
El valioso material colectado por Portugal en el sector de Sopocachi Alto y Tembladerani (Av. General Lanza), comprendía kerus (con típicos motivos antropomorfos, zoomorfos y geométricos escalonados), jarras, jarros, escudillas (exquisitamente decoradas sobre un fondo rojo con tintes negros, blancos, amarillos y grises) y sahumadores zoomorfos; los mismos que constituyen actualmente la colección más importante y representativa de artefactos tiwanacotas encontrados en el valle de La Paz. (Figuras 4 y 5) Figura 5: Sahumador zoomorfo hallado en Anco Anco
Posteriormente y gracias a las obras de terraplenado del terreno en el sitio denominado Samaypata (Villa Pabón) fueron encontrados algunos artefactos prehispánicos por los vecinos del lugar, lo que determinó la intervención de los investigadores Manuel de Lucca y Hugo Monrroy del Museo Municipal, quienes realizaron tres trincheras en diversos sectores de la colina. A pesar de que el terreno ya se encontraba muy disturbado pudieron recuperar un hacha de piedra (un inusual hallazgo, ya que el registro arqueológico hasta entonces no presentaba ningún artefacto lítico de estas características), algunos fragmentos óseos y diferentes piezas cerámicas.
Figura 4: Cántaro tiwanacota encontrado en tembladerani
El material encontrado consignaba aríbalos inca muy bien conservados (con motivos geométricos trazados en rojo, negro, blanco y naranja), vasos “zonarios”, kerus con decoración plástica zoomorfa, platitos con decoración interna y modelados ornitomorfos (cabezas de patos), escudillas, algunos tupus de cobre y dos lauraques61 antropomorfos, uno de los cuales aún presentaba un resto de cordel tejido de lana negra de llama. Todo este material determinaría que el sitio fuese considerado como un asentamiento eminentemente incaico. (Fig. 6, 7 y 8) Ya para 1979 Portugal da cuenta de un sitio encontrado por Mario Montaño en una ladera altamente erosionada de la zona de Kenko Alto. En la misma encontraría fragmentos cerámicos (tanto en super•cie como en excavación) tipi•cados por presentar decoración negra sobre engobe rojo y algunos tipos incisos ( inciso negro e inciso rojo) correspondientes al período Intermedio tardío. 6 Pequeño idolillo metálico que iba entrelazado en los extremos de las trenzas de las mujeres (Sagárnaga, op.cit).
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Figura 6: Vaso con modelado zoomorfo (Villa Pabón-Samaypata)
Este estilo cerámico se encuentra también en el área de torres funerarias encontradas en Viscachani (Rivera 1989) y se halla asociado según algunos autores (Ibarra y Querejazu 1986) a los grupos Pacajes que antiguamente habitaban el valle (Arce y Barragán 1988). Actualmente el establecimiento de esta cronología para el estilo inciso se encuentra en estudio, ya que las características de acabado, pasta, cocción y antiplástico determinarían su pertenencia al Horizonte Medio (500-1200 d.C.) según datos aportados por nuevos hallazgos dentro del valle paceño (ver Kellumani y Chullpani en este volumen). Asociado a este material se hallaban raspadores, raederas y puntas de proyectil líticas junto a restos óseos de camélidos. Un descubrimiento por demás interesante ya que presenta similitud con los hallazgos realizados en otras áreas del valle (cuenca de Achumani), otorgando una pauta sobre las actividades de caza, descarne y tratado de pieles que se estarían desarrollando en el lugar; lamentablemente y quizá debido a que el registro de material lítico para los sitios del valle de La Paz era muy exiguo, no se realizó un apropiado análisis de estos instrumentos, dejando una incógnita sobre su antigüedad, tipología, la tecnología empleada para su fabricación, la materia prima explotada y su aprovisionamiento. El último hallazgo reportado por Portugal se realizaría en 1981 junto a José Huidobro y Max Portugal Ortíz, quienes efectuarían excavaciones arqueológicas en la zona de Villa Salome- Pampahasi, encontrando un asentamiento poblacional tiwanacota asociado a terrazas de cultivo y entierros.
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Figura 7: Aríbalo inca de Villa Pabón
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La pionera labor arqueológica emprendida por Maks Portugal Zamora se constituiría en uno de los primeros trabajos de sistematización de hallazgos arqueológicos para el valle de La Paz, a partir del cual no sólo se obtendría el primer mapa arqueológico del lugar, también se sentarían las bases de las futuras investigaciones desarrolladas en la ciudad. Introdujo también el análisis multidisciplinario a la investigación, lo que le permitió hipotetizar sobre las actividades desarrolladas en torno a la explotación aurífera, la extracción de áridos y arcillas y las actividades agrícolas desarrolladas en épocas prehispánicas. Los trabajos emprendidos por Portugal Zamora le permitieron establecer la primera secuencia ocupacional para el valle paceño, considerando como primigenia la presencia tiwanaku (una aseveración discutible en la actualidad, ya que los últimos trabajos realizados en La Paz por Lémuz, determinan la presencia de grupos Formativos tardíos), seguida de un largo período de ocupaciones aymaras y uno más breve de dominación incaica. Determinó la importancia del valle de La Paz en el panorama arqueológico, entendida principalmente como eje articulador en términos regionales, resaltando la privilegiada ubicación que poseía en función a las extensas redes viales que con•uían en el valle y que facilitaban el acceso y/o control de diversos nichos ecológicos por parte de las principales urbes andinas. Los actuales trabajos desarrollados en el área urbana y rural de la ciudad de La Paz, refrendan buena parte de los planteamientos esbozados por Portugal Zamora ya en la década del 50, considerando principalmente el estudio del patrón de asentamientos desarrollado por el autor para los sitios tiwanaku; y las primeras intenciones de incorporar un estudio de plani•cación de uso de suelos para las ocupaciones prehispánicas (Aranda op.cit.).
Figura 8: plato Inca de morfología ornitomorfa
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Introducción Mira•ores fue desde tiempos prehispánicos una zona con características aptas para la
ocupación humana relacionada con actividades agrícolas y mineras. Esta importancia se ve re•ejada en una cantidad de hallazgos arqueológicos que corresponden a ocupaciones humanas de distintos períodos (p. ej. Portugal 1957). En este contexto, no resulta vano que una copia del Templete Semisubterráneo de Tiwanaku y el propio monolito Bennett hubieran sido ubicados justo en un lugar con tanta trascendencia local para esta fase, y donde, con absoluta seguridad, estuvieron en un espacio históricamente familiar a este tipo de manifestaciones (Diez de Medina 1948:19). A pesar del valor de estos hallazgos como indicadores de la existencia de importantes sitios arqueológicos en la zona, la urbanización de la misma - desde los años 40 - ha ido destruyendo o disturbando de manera dramática estos yacimientos sin que se hubieran realizado trabajos de investigación arqueológica de manera sistemática. Es así, que muchos contextos arqueológicos no estudiados yacen bajo calles, parques, viviendas y otras edi•caciones. Tenemos conocimiento de ellos ocasionalmente, cuando distintos trabajos de renovación urbana y/o instalación de servicios ponen al descubierto los restos de tales vestigios. En una de estas ocasiones en 1995, durante los trabajos de ejecución de la séptima ampliación de COTEL (Cooperativa de Teléfonos de La Paz) efectuados en los alrededores del monumento a Busch, se tuvo la oportunidad de realizar un pequeño trabajo de salvamento arqueológico. Este estuvo enfocado a recolectar material cultural que se hallaba en promontorios de tierra removida proveniente de las zanjas abiertas para instalar el cableado telefónico. También se pudo documentar de manera somera, mediante fotografías, algunos cortes que mostraban estratigrafía cultural seriamente disturbada por los distintos trabajos de renovación urbana. Los resultados del estudio de los materiales recolectados en aquel entonces más otras informaciones adicionales son relevantes pues nos permiten explorar las características de las ocupaciones humanas a través del tiempo y sus materiales asociados para acercarnos, aunque de manera preliminar, a un pasado prehispánico complejo. Es imprescindible, por tanto, que ante la presencia de contextos arqueológicos en el subsuelo mira•orino el Gobierno Municipal tome medidas normativas para precautelar estos contextos arqueológicos y garantizar su estudio cuando se lleven a cabo obras civiles y de remoción de terreno.
Antecedentes arqueológicos y de investigación
Carlos Lémuz Claudia Rivera
Los primeros reportes sobre la presencia de una intensa ocupación residencial prehispánica en Mira•ores pueden encontrarse en los registros etnohistóricos que indican que gran parte de esta plataforma de baja pendiente fue poblada principalmente por los ayllus “Cupi” (derecha) y “Chamoco” (Barragán 1990). Sin embargo, es probable que otros ayllus locales dispusieran de cierta proporción de parcelas debido a que, por tratarse de un enclave particular para cierto tipo de agricultura y recursos, la disposición territorial mantuviera un orden muy •exible. Es decir que un ayllu podía poseer tierras en diferentes zonas de manera discontinua, según el tipo de suelo, acceso a agua, altura, pendiente o microambiente.
Es muy probable que durante la expansión urbana en Mira•ores71, entre 1920 y 194882, el hallazgo de material cerámico, lítico y artefactos de metal prehispánico fuera un acontecimiento cotidiano para quienes edi•caban sus casas en la zona, y un acontecimiento excepcional para el interés de coleccionistas como Fernando Diez de Medina o Fritz Buck, en cuyas colecciones •guran artefactos arqueológicos recolectados en diferentes zonas del valle de La Paz, incluyendo Mira•ores.
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7 San Isidro de Putu putu, lugar donde las familias con mayor poder económico de La Paz poseían sus Chacarillas. 8 En 1847, durante el Gobierno de José Ballivián, el radio urbano de la ciudad de La Paz fue extendido hasta el Río Orkojawira por el lado de la zona de Putu putu.
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Carlos Ponce (1967:214), indicaba que Mira•ores poseía un núcleo poblacional Tiwanaku muy importante en el sector de la actual Av. Busch, hipotetizando que inclusive podría contener edi•caciones de naturaleza templaria. Estas ideas probablemente fueron alentadas por el tamaño que insinuaba la dispersión de los hallazgos reportados y la calidad de los objetos Tiwanaku encontrados en el lugar. No obstante, ninguno de los reportes o denuncias documentadas hasta la fecha permiten veri•car esta apreciación. En 1995, como parte de la ampliación de los servicios de la Cooperativa de Teléfonos de La Paz, una serie de zanjas fueron abiertas en varios •ancos de la Plaza Carrasco y Av. Busch, de las cuales emergieron cantidades signi•cativas de material arqueológico. Este aspecto fue advertido por los arqueólogos de la Empresa Consultora ECOAR Juan Albarracin-Jordan, Claudia Rivera y Marcos Michel, quienes conjuntamente con los entonces estudiantes de la carrera de Arqueología de la Universidad Mayor de San Andrés, Pilar Lima y Dante Angelo, efectuaron colecciones de referencia en todos los puntos de donde fueron excavadas las zanjas. Lamentablemente, esta acción no pudo culminar en una intervención sistemática debido a aspectos de orden institucional ligados a la entonces Dirección Nacional de Arqueología. Se sabe que personal de esta entidad también efectuó colecciones de material, pero a la fecha no se conoce resultados al respecto.
Figura1: Keru Tiwanaku recuperado por Maks Portugal en 1952 en el sector comprendido entre las calles Chile (actualmente Héroes del Pací•co) y Plaza Carrasco (al noroeste del Monumento a Busch)
Algunos sitios reportados por Maks Portugal Zamora (1957:350-351) son Guitarrani en Mira•ores Alto, donde existían tres torres funerarias o chullpas, así como Chuquiaguillo donde se encontró cerámica fragmentada de estilo inkaico que, probablemente, estaba relacionada con ocupaciones vinculadas a los lavaderos de oro del río Orkojawira durante la época Inka.
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Hallazgos como estos y experiencias vívidas con el material arqueológico de la zona de Mira•ores indujeron a Maks Portugal Zamora a estudiar la arqueología de La Paz, lo cual se plasmó en acciones concretas a partir de 1936, una vez que fue nombrado Director del Museo Nacional Tiwanaku. No obstante su principal intervención en la zona de Mira•ores recién la efectuó en abril de 1952 a consecuencia de la exposición de vestigios arqueológicos durante la nivelación de la calle Chile (Hoy Héroes del Pací•co) y la Plaza Carrasco (al noroeste de la actual Plaza del Monumento a Busch). En aquélla ocasión numerosos artefactos arqueológicos fueron colectados por Jorge Carrasco Núñez del Prado como un esfuerzo por rescatar evidencias de la ocupación prehispánica en la zona (Figura 1). Dicho material fue entregado a la sección prehispánica del Museo Municipal. Portugal abrió una unidad de excavación en esta área para intentar identi•car la proveniencia de los artefactos y la probable secuencia de ocupación. Sin embargo, esta tarea se realizó sin mucho éxito debido a que parte del lugar fue removido y rellenado por la construcción de una canalización y ducto de alcantarillado hacia el río Orkojawira. Por la cantidad de restos óseos humanos disturbados hallados en super•cie y en su unidad de sondeo, Portugal concluyó preliminarmente que estos trabajos habrían impactado sobre un sector funerario precolonial (Portugal Zamora 1956, 1957).
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Figura 2: Zanja abierta para la remodelación de la Plaza Busch el año 2002. Su per•l oeste fue registrado por Rendón y asociados (2003)
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Siete años más tarde, en octubre del 2002 el arqueólogo José Capriles (2002) realizó una intervención de rescate en los predios del Edi•cio “Rada”, ubicado en la Av. Busch, entre el Monumento a Busch y la calle Panamá. El motivo principal, fue el hallazgo fortuito de un conjunto de huesos humanos y material arqueológico acaecido mientras se ejecutaba la excavación de una zanja para el vaciado de sus cimientos. El rasgo fue documentado y sus restos materiales analizados, concluyéndose que se trataría de un entierro directo Tiwanaku. Terminada la evaluación no se efectuaron mayores estudios estratigrá•cos.
El área del sector de Mira•ores (Putu putu), que muestra de manera homogénea estas características, alcanza un total de 144 hectáreas, de las cuales 50 corresponden al sector donde se identi•có algún tipo de rasgo de actividad cultural prehispánica, mientras que en poco más de la mitad de esta fracción (26 ha) se detectó la mayor intensidad arqueológica de rasgos funerarios, rituales y residenciales. Este último sector está comprendido entre las calles Haití por el norte; la Av. José Carrasco por el sur; las Avs. Iturralde y Soria por el este y la calle Paraguay por el oeste.
Tres semanas después (18 de noviembre del 2002), en circunstancias en el que una empresa contratista del Gobierno Municipal de La Paz ejecutaba tareas de remodelación en la plaza del Monumento a Busch, fueron hallados restos humanos, material cerámico y artefactos líticos. Tras este hecho el arqueólogo Pablo Rendón de la Unidad Nacional de Arqueología y un pequeño equipo de apoyo registraron el per•l estratigrá•co (Figura 2) expuesto por las obras y abrieron una trinchera de excavación de 4 m x 1.3 m, sobre un espacio adyacente, al norte de la base del monumento. Preliminarmente se indicó (Rendón et al. 2003; Rendón 2007) que la excavación fue emplazada sobre dos fases de relleno, la más profunda que corresponde a una fase de nivelación de la antigua Plaza Carrasco, y la más super•cial, a las remociones ocasionadas por la instalación del Monumento a Busch. Más allá de estas intervenciones arqueológicas, ningún otro estudio ha sido llevado a cabo en esta importante zona arqueológica, quedando pendientes los estudios del material proveniente de las zanjas de la séptima ampliación de COTEL y las excavaciones implementadas el 2002 por Rendón y su equipo. Complementariamente a lo expuesto, tanto la UNAR como el Gobierno Municipal de La Paz han recibido reiteradas denuncias, crónicas y testimonios sobre la presencia de material arqueológico en otras partes de Mira•ores que comprometen sectores como el Estadio Hernando Siles, el Hospital Obrero, la Plaza Villarroel, la calle Guatemala, la plaza Benito Juárez y el Parque Triangular. Entre los hallazgos reportados también •gura la presencia de minas prehispánicas en un sector ubicado sobre la Av. Brasil, entre la calle Estado de Guyana y la calle Lucas Jaimes, así como en las cercanías de la calle Paraguay y plaza Benito Juárez.
Características del asentamiento: Hallazgos, composición, tamaño y antigüedad de la ocupación
La zona arqueológica de Mira•ores se dispone sobre una meseta que se extiende de
norte a sur con una pendiente de entre 5 y 19%, descendiendo desde los 3750 hasta los 3550 m.s.n.m. Tres quebradas importantes drenan el •anco este del cerro Calvario, dos que desembocan al río Orkojawira y uno al río Choqueyapu. Al margen de las lluvias de temporada, estos drenajes son alimentados por el agua que emerge de zonas saturadas y acuíferos ubicados en la parte media de la ladera del cerro Calvario (Figura 3). El suelo de toda la plataforma, conformado por el arrastre del coluvio y la propia formación de su estructura geológica, fue sumamente apropiado para la agricultura, lo cual añadido a otros factores como el acceso a agua, pendiente, altura y temperatura, hacen de este uno de los mejores lugares para el aprovechamiento agrícola y la ocupación humana, toda vez que la estrategia de asentamiento prehispánico en valles mesotermos privilegiaba las mesetas para la actividad residencial, y las zonas de plano aluvial y terrazas, para la agricultura intensiva. tura
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Figura 3: Mapa de la zona de Mira•ores (Putu putu) y su sistema de drenaje
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Gran parte de lo que se sabe de la arqueología de Mira•ores ha sido producto de indagaciones diagnósticas o referenciales más que de trabajos plani•cados o sistemáticamente desarrollados. No obstante, los hallazgos efectuados hasta la fecha nos permiten conocer que la zona de la ex Plaza Carrasco, que comprende el Monumento a Busch y la esquina entre las avenidas Héroes del Pací•co y Busch formó parte del núcleo de un asentamiento Tiwanaku de gran intensidad (Portugal 1957), donde se desarrollaron concurrentemente actividades domésticas, funerarias y rituales. Las nivelaciones del relieve, aperturas de calles, construcción de servicios de agua, energía eléctrica, alcantarillado y canalización de los drenajes afectaron drásticamente parte del asentamiento (Portugal 1957; Rendón 2007), generando recientes depósitos de relleno con el producto de los suelos culturales removidos. Este hecho parece más ostensible en los sectores de calles y avenidas donde se aprecian cambios drásticos de pendiente, tal como ocurre en la zona del Monumento a Busch. Casi 200 metros hacia el sur de los primeros hallazgos de Portugal, se documentó un enterramiento directo y primario muy deteriorado, que yacía aproximadamente a un metro debajo de la super•cie (Capriles 2002). El material cerámico asociado al único individuo identi•cado era de •liación Tiwanaku, junto con el cual también se registraron fragmentos de carbón, nódulos de arcilla cocida y un posible azadón elaborado en cuarcita. Capriles observa en su informe que tanto los materiales y contextos arqueológicos identi•cados en la intervención de la UNAR en el Monumento a Busch, así como el entierro excavado metros más al sur, pertenecen a una ocupación residencial Tiwanaku. Concluye esto debido a que en ciertos sectores pueden identi•carse aún “vestigios de super•cies de ocupación, fogones, bolsones y rellenos de basura, tumbas con lajas, entre otros diversos rasgos que indican la utilización intensiva del asentamiento” (Capriles 2002:2). Es importante mencionar que la ocupación Tiwanaku en el área del Monumento a Busch podría extenderse hasta las inmediaciones de la Plaza Benito Juárez donde comienza la quebrada del río Orkojawira. La información oral proporcionada por los vecinos del lugar indica que hace unos 50 años, cuando todavía existían terrenos de cultivo en el lugar, se podía apreciar un estrato de tierra negra de unos 70 cm en el que se encontraban fragmentos de cerámica. Asimismo, en este sector y hacia la quebrada, también existían galerías para la explotación de oro aluvial cuya data podría ser prehispánica (Waldo Jordán, comunicación personal 2008). Un análisis del material arqueológico colectado en 1995 por Rivera y asociados en algunas zanjas de la séptima ampliación de COTEL (Lémuz y Rivera 2008) muestra que de los 917 fragmentos cerámicos colectados, 0.7% (6 fragmentos) guardan relación con el período Formativo Tardío (Figura 4), 47.7% con el período Tiwanaku (Figura 5), 16.8% con el período de ocupaciones multiétnicas posteriores a Tiwanaku, 8.9% con poblaciones Pacajes, 10.1% con la presencia Inka en la región (Figura 6), 14.2% con el período colonial, y sólo un fragmento con la ocupación republicana posterior.
Figura 4: Bordes período Formativo Tardío
Figura 5: fragmentos Tiwanaku
Las zanjas de proveniencia del material estuvieron ubicadas en cinco sectores91 : 1) sobre la acera este de la intersección entre las avenidas Brasil y Busch; 2) a unos 20 metros al sur del Monumento a Busch, exactamente al inicio de las actuales jardineras centrales; 3) en la esquina entre la avenida Héroes del Pací•co y calle San Salvador; 4) unos 40 metros hacia el norte de la esquina Héroes del Pací•co y Busch; y 5) sobre la acera derecha de la jardinera este, entre calles San Salvador y Guatemala (ver Figura 7).
Del total de la muestra cerámica analizada, la fracción decorada representa el 8.8% que equivale a 81 fragmentos, principalmente Tiwanaku e Inka-Pacajes.
Figura 6: Fragmentos Inka - Pacajes
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9 Las posiciones de estos puntos son en coordenadas UTM (WGS84): 1) acera Avenidas Busch y Brasil (593801;8176146); 2) jardineras al sur del monumento a Busch (Cámara) (593780; 8176137); 3) esquina Héroes del Pací•co y San Salvador (593750;81 76166); 4) sobre la acera de las jardineras laterales (Oeste Av. Busch), 40 metros al norte de la esquina Héroes del Pací•co y Busch (593753; 8176199) y 5) en las jardineras de la acera este de la Av. Busch, entre las calles Salvador y Guatemala (593791;8176281).
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El material cerámico colectado en la zanja abierta en el sector 1 muestra también una presencia signi•cativa de material Tiwanaku, que aparece mezclado con menores proporciones de material Pacajes, InkaPacajes y Colonial (Lémuz y Rivera 2008). Finalmente, la zanja excavada en el sector 2 (donde COTEL instala una cámara de distribución), expuso en un 80% material netamente Tiwanaku, entremezclado en algunos sectores con material Pacajes, Inka-Pacajes y ocupaciones multiétnicas en proporciones menores al 10%. Uno de los artefactos que más llamó la atención de este sector es una urna cerámica funeraria de 34 cm de diámetro de base y altura estimada superior a 80 cm, la cual fue parcialmente destruida por la obra (Figura 9). En el mismo rasgo se colectó una vasija compartimentada Tiwanaku (Figura 10) y elevado número de bordes de keru y sahumadores.
Figura 8: Vista de la zanja abierta en 1995 en la con•uencia de las avenidas Héroes del Pací•co, Busch y calle San Salvador (sector 3)
Figura 7: Imagen satelital del Monumento a Busch con la ubicación de las zanjas de proveniencia de las muestras colectadas en 1995
Casi la mitad de los fragmentos colectados provienen del sector 5, donde el material Tiwanaku es dominante, siguiéndole en proporción la cerámica de ocupaciones multiétnicas, colonial e Inka-Pacaje. En el sector 3 (Figuras 7 y 8) sólo se detectó la presencia de Tiwanaku y ocupaciones multiétnicas con similar proporción de material cerámico dentro la muestra. Metros más al norte, en el sector 4, sólo se colectó material Tiwanaku.
Figura 9: Base de una urna cerámica destruida en la apertura de una zanja en la Av Busch en 1995
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Se ha mencionado la importancia que tuvo Mira•ores como un área para la explotación de oro aluvial durante la época prehispánica. En el rio Orkojawira y las terrazas paleo•uviales aledañas a este se lavó oro y se lo explotó mediante galerías. La existencia de dichas galerías ha sido reportada a lo largo de las márgenes del río Orkojawira: Chuquiaguillo, el sector del Club de Tenis Sucre, las inmediaciones de la plaza Benito Juárez y el sector de la avenida Brasil entre las calles Estado de Guyana y Lucas Jaimes. En el sector de la avenida Brasil, aproximadamente a 200 metros del borde de la terraza que da al río Orkojawira, tres galerías fueron identi•cadas casualmente en 1999 mientras se realizaba la excavación y nivelación del terreno para poner las zapatas de los cimientos del edi•cio de la Universidad Central (Av. Brasil, entre Estado de Guyana y Lucas Jaimes). La excavación profunda produjo cortes de terreno con las propiedades colindantes en la parte este y sur, lo cual puso al descubierto a unos 3 y 4 m de profundidad en relación a la super•cie actual, la existencia de galerías con entradas de unos 60 cm de alto por 60 cm de ancho y profundidad de hasta 2 m, más allá de la cual el paso se hallaba cortado por el relleno producido por derrumbes (Jorge Rivera comunicación personal 2007) (Figura 12).
Figura 10: Cuenco Tiwanaku compartimentado colectado en una zanja de la Av. Busch en 1995
La muestra de material también contiene restos óseos (286 especímenes), de los cuales el 99% pertenecen a la familia camelidae (llamas, alpacas o vicuñas) y sólo un 1% (4 especímenes) a la familia cervidae (venados o tarucas) (ver •gura 11). En cuanto al material lítico, se colectó una bola de arenisca, una azada de pizarra101 , dos alisadores y 10 lascas de cuarcita.
Figura 12: Vista de sección de una galería de explotación aurífera prehispánica hallada en los predios de la Universidad Central
Figura 11: Fragmento de una asta de venado o Taruca (Hipocamelus sp.) colectado en las zanjas abiertas en 1995 en el Monumento a Busch
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Estos rasgos fueron identi•cados fehacientemente como restos de antiguas minas Inka para la explotación de los depósitos pesados de oro aluvial asentados en los lechos de paleocanales formados en el sustrato de las gravas Mira•ores. El oro era extraído a partir de pequeñas minas, siguiendo el curso de paleocanales contenedores de depósitos auríferos, corrientemente hallados en asociación con otros minerales pesados como la magnetita, circón y apatita. Tales minerales dejan una clara mancha negra, usada frecuentemente como indicador para identi•car la presencia de oro. La profundidad media de este tipo de minas o galerías era de unos 200 metros y por ellas podía desplazarse un solo individuo.
10 Herramienta prehispánica para el trabajo agrícola
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Síntesis e interpretación
Conclusiones
Los escasos hallazgos e intervenciones arqueológicas sistemáticas en la zona de
Los datos presentados en este capítulo muestran la importancia que la zona de
Mira•ores se han concentrado en torno a la Plaza del Monumento a Busch, a partir de ello se puede inferir que la zona fue aprovechada intensamente para la actividad agrícola y residencial desde tan temprano como el período Formativo Tardío (100 a.C. 500 d.C.), cuyas evidencias están sugeridas en las colecciones cerámicas de super•cie y aguardan aún por su con•rmación estratigrá•ca.
Mira•ores tuvo para diferentes sociedades prehispánicas. El relieve topográ•co, los tipos de suelos, así como los depósitos geológicos dieron lugar a asentamientos humanos vinculados principalmente con la explotación agrícola. Sin embargo, las prácticas mineras de explotación de fuentes de oro aluvial en torno al río Orkojawira también fueron considerables en el pasado (Portugal Ortiz 1972).
Tiwanaku habría ocupado la región desde el 500 o 600 d.C. poblándola y explotándola de manera intensiva, tal como evidencian los restos materiales y contextos hallados. Los gruesos estratos identi•cados para este período contienen concentraciones muy densas de restos de la dieta de la época •ncada en la carne de camélido y venado, artefactos de actividad doméstica y agricultura, entierros directos, huesos humanos, tiestos de cerámica simple o •namente decorada. Estos materiales forman parte de pisos, super•cies de uso y rellenos de ocupaciones que pudieron extenderse hasta el 1100 o 1200 d.C. Por la información disponible, es posible suponer que el núcleo de esta ocupación haya tenido lugar justamente en la zona del Monumento a Busch, extendiéndose hacia el sur hasta la altura del estadium Hernando Siles y hacia el norte hasta el nivel de la Calle Haití. El límite oeste parece haber alcanzado la Av. Iturralde y el este el margen de la meseta que da al río Orkojawira.
Los contextos y materiales arqueológicos asociados nos permiten una primera aproximación a la arqueología de Mira•ores y los períodos de ocupación identi•cados hasta el momento. Es así que se ha de•nido una secuencia de al menos cuatro períodos para la época prehispánica: el período Formativo (circa 2000 a.C.-500 d.C.) representado por una pequeña muestra de fragmentos cerámicos que sugiere la existencia de asentamientos aldeanos; el Horizonte Medio con la presencia Tiwanaku (500-1100 d.C.) ya descrita; el período Intermedio Tardío (1100-1430 d.C.) representado por materiales cerámicos pertenecientes a una diversidad de grupos entre los que podemos identi•car a los Pacajes y •nalmente el Horizonte Tardío (1430-1548 d.C.) caracterizado por la ocupación Inka en la región.
La presencia Pacajes (1200 - 1430 d.C.) en Mira•ores parece haber seguido a la Tiwanaku, pero con menor intensidad y mayor discontinuidad, de manera muy similar a la de las ocupaciones multiétnicas (1200 - 1548 d.C.) que precedieron, fueron contemporáneas y sucedieron a la presencia Inka en la región. La evidencia de la presencia Inka (1430 - 1548 d.C.) fue detectada en varios puntos en torno al Monumento a Busch, pero su patrón de asentamientos aún no puede de•nirse con claridad debido a la carencia de un registro estratigrá•co asociado. Sin embargo, es probable que la presencia Inka en Mira•ores este articulada con otros hallazgos importantes como son las rutas viales hacia la cumbre y los Yungas por el norte o la presencia de importantes centros residenciales y rituales en los cerros de Santa Bárbara y Villa Pabón al oeste, así como los lavaderos de oro y galerías mineras en torno al río Orkojawira, ya mencionados en los documentos coloniales tempranos (Berthelot111 1986; Saignes 1985). Debido a las características de la cobertura y uso actual del suelo de esta zona, la evaluación de la extensión y profundidad de la ocupación sólo puede efectuarse a partir de indagaciones estratigrá•cas sistemáticas dentro de áreas públicas o privadas en condiciones de ser excavadas. Por otro lado, futuras intervenciones de rescate deberían estar amparadas por un reglamento que establezca con claridad las responsabilidades, incentivos, penas y procedimientos para la evaluación de impacto arqueológico de todos los predios inmersos en áreas sensibles al patrimonio arqueológico.
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11 La cita de Berthelot, si bien no hace referencia especí•ca respecto a Mira•ores, menciona que habían minas de oro de Chuquiago que se explotaban en los cerros y colinas. Dos tipos de minas, las del Inka, mucho más importantes en riqueza , eran trabajados por mitmaqunas y población local con técnicas so•sticadas de lavado, galerías y canales. Había guardias para cuidar que durante los cuatro meses anuales que duraba el trabajo, no existan robos por parte de los trabajadores. El segundo tipo de minas, se re•ere a los implementados por grupos locales, generalmente por los señores y gente del lugar. Técnicas más rudimentarias eran aplicadas, tales como hacer hoyos y galerías hasta donde se podía y luego abandonarlos para empezar la tarea en otro lugar. Ref: Jean Berthelot 1986. The extraction of precios metals at the time of the Inka. En Anthropological History of Andean Polities, editado por John Murra, Nathan Wachtel y Jacques Revel, pp. 69-88. Cambridge University Press & Editions de la Maison des Sciences de l’Homme, Cambridge-París.
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Introducción El rápido proceso de poblamiento de las áreas periféricas de la ciudad de La Paz permitió que en la implementación de nuevas urbanizaciones no plani•cadas se realice el hallazgo circunstancial de una importante área arqueológica en la zona de Pampahasi durante la década del 80. Sucesivas intervenciones arqueológicas posteriores permitieron determinar una secuencia ocupacional primigenia otorgándole una antigüedad relativa de 1.000 a.C. La posterior identi•cación de áreas arqueológicas monumentales (de carácter agrícola principalmente) en las zonas colindantes al hallazgo de Pampahasi, permiten hacernos una idea de la antigüedad que presentan los procesos antrópicos de modi•cación del paisaje y la adaptación de las poblaciones al medio. Los trabajos desarrollados hasta el momento sólo esbozan de manera muy super•cial la importancia de los descubrimientos realizados en el lugar, dejando un campo aún por explorar en torno al establecimiento de ocupaciones arcaicas en el valle paceño; la dinámica de los asentamientos tiwanacotas y la interacción de la región con diversos nichos ecológicos a partir de la implementación de una serie de caminos prehispánicos (intra e interegionales) que conectan altiplano, valle y yungas.
Antecedentes arqueológicos y de investigación La zona de Pampahasi constituye un área periférica de la ciudad de La Paz; ubicada a
casi 3.800 m.s.n.m.(Figura 1), presenta una topografía un tanto erosionada por tratarse de una ladera correspondiente a la macro estructura de gravas de la terraza Pampahasi (Huidobro 1984).
Karina Aranda José Huidobro
Figura 1: Ubicación del área arqueológica de Pampahasi
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Al igual que un buen porcentaje de los hallazgos arqueológicos realizados en el valle de La Paz, el Área arqueológica de Pampahasi fue identi•cada gracias a descubrimientos fortuitos y saqueos realizados por los vecinos del lugar; esta situación dio lugar a que en 1981 el investigador Maks Portugal Zamora, junto a Max Portugal O. y José Huidobro Bellido, propiciaran la implementación de un proyecto de excavación arqueológica en el barrio de Villa Salomé, en parte de la ladera boscosa perteneciente a la Ciudad del Niño (Huidobro 1984). La realización de cuatro pozos de sondeo y una pequeña trinchera (Figura 2) en las áreas denominadas “montículo I” y “montículo II”, arrojaron como resultado la identi•cación de 4 estratos, trabajados por niveles arbitrarios de 15 y 20 cm.
Los resultados de esta investigación indican que Pampahasi fue una pequeña “aldea” en tiempos de tiwanaku post clásico (800-1100 d.C.), cuya base económica era la agricultura complementada con el tejido, la ganadería de camélidos y la manufactura de cerámica. Cronológicamente Portugal no obtuvo ningún fechado absoluto para el sitio, pero otorgó un fechado relativo de 1050 d.C. Con estos antecedentes es que en el año de 1996 (Aranda y Lima) fue realizada una nueva prospección arqueológica en el lugar, considerando como límite arbitrario la delimitación de la estación terrena “Tiwanaku” de ENTEL, cuya ubicación (una plataforma colindante con el área trabajada por Portugal y su equipo) y denominación resultaron por demás signi•cativos para buscar una continuidad de los hallazgos realizados en 1981. El trabajo comprendió la división del área en tres sectores orientados de N a S, con el objetivo de determinar la identi•cación de rasgos en super•cie; de esta manera se priorizarían áreas que atestigüen evidencias de actividad cultural o que establezcan la presencia de estructuras subsuper•ciales, ya descritas para el área por Portugal Z. El sector 1 arrojó un alto porcentaje de material doméstico, compuesto principalmente por fragmentos de ollas, cántaros y jarras pequeñas, el material decorado pertenecía a fragmentos de kerus y tazones de •liación tiwanacota.
Figura 2: Vista del pozo N3E3 de Pampahasi (foto Huidobro)
De los 2.220 fragmentos cerámicos que fueron colectados en Pampahasi, cerca al 90% correspondió a material utilitario tiznado (ollas y cántaros), de acabado tosco y antiplástico de mica. El material decorado, con sus motivos geométricos trazados en negro con reborde blanco sobre fondo rojo o marrón, correspondía a kerus, trípodes y escudillas, de indiscutible factura Tiwanacota. Asociado a este se encontrarían escasos fragmentos de material inciso con motivos punteados. Paralelamente también se colectarían instrumentos líticos para molienda y corte (batanes y raederas) y algunos fragmentos óseos de camélido. Quizá uno de los hallazgos más relevantes del trabajo de Portugal se corresponde con la identi•cación, en uno de los pozos de excavación (N2W2), de una gradería asociada a una calzada empedrada de aproximadamente 5 metros de extensión, sobre la que se encontraron dos azadas líticas. Este hallazgo fue inmediatamente asociado con los restos de tres terrazas agrícolas ubicadas en el área colindante al denominado “montículo II”, lo que le permitió al autor determinar una cronología relativa para estas últimas, a•liándolas a Tiwanaku V o postclásico.
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De igual forma fueron registrados dos entierros directos, el primero ubicado en el pozo N2W2, se encontraba limitado por una serie de cuatro lajas dispuestas de manera vertical y asociado a restos óseos de camélidos y una “wichuña”121 trabajada en hueso. El segundo entierro, se encontró en la trinchera N5E3, no presentando ninguna estructura ni material cultural asociado.
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12 Especie de peine manual precolombino, fabricado con hueso de llama o alpaca. Empleado generalmente para presionar el hilo de trama de manera que el tejido sea más compacto y ofrezca una mayor resistencia.
Figura 3: Artefactos hallados en Pampahasi pertenecientes al Museo de la estación terrena Tiwanaku
En el límite sur de este sector fueron detectadas un grupo de cistas, trabajadas por mampostería ordinaria y sin el empleo de argamasa. En general presentan un diámetro aproximado de 70 cm., encontrándose en su mayoría saqueadas. Los escasos especimenes rescatados forman parte de una pequeña colección existente en las o•cinas de la estación terrena de ENTEL, comprendiendo en su mayoría ceramios completos y fragmentos de •liación tiwanacota (Figura 3), junto a fragmentos de batanes líticos y artefactos de carácter votivo. El sector 2 también mostró una preponderancia de material doméstico, del cual un gran porcentaje pertenecía a fragmentos de ollas y tinajas, siendo más común el uso de arena como antiplástico principalmente para la cerámica ceremonial pintada, la cual tambien se encuentra en el sector, en asociación con el área funeraria detectada.
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El sector 3, presentó predominancia de material doméstico con una mayor concentración en el •anco Sur Oeste, el antiplástico empleado es arena y mica con cuarzo, siendo las formas más usuales las ollas y tinajas, junto a una signi•cativa presencia de kerus. También se observó material con decoración plástica e incisa: “ñuñus” con cruces centrales y líneas verticales incisas en el borde de los artefactos. Material similar fue identi•cado recientemente en la zona de Chullpani-Mallasilla, lugar donde se registró un área funeraria altamente deteriorada por acciones antrópicas y dinámicas eólicas y pluviales (Aranda. y Lémuz 2007). El análisis del material super•cial recolectado permitió observar una alta presencia de artefactos utilitarios dispersos por toda la plataforma; caracterizados por la presencia de cuarzo y mica como antiplástico. Por otra parte el material decorado se identi•caba en su generalidad como Tiwanaku, sus atributos más representativos son: su •no acabado con engobe, cocción en atmósfera oxidante, el empleo de arena •na como antiplástico y el uso en el decorado de motivos geométricos trazados en negro, rojo, naranja, blanco y marrón. Luego de identi•car los rasgos en super•cie fue realizado un pozo de sondeo de 2x1m, con orientación N-S al SE de la antena principal de ENTEL, debido al alto nivel de disturbación del terreno (expresado en la presencia de bolsones de arenas, gravas y clastos) se llegó a nivel esteril a 0.50cm de la super•cie, siendo escasos los fragmentos cerámicos hallados, los cuales parecen corresponder al nivel de destrucción. El material cultural hallado en el sitio arqueológico de Villa Salome sugiere la presencia de un pequeño núcleo poblacional por la presencia abundante de material cerámico doméstico y restos de batanes líticos. Si bien se halla material decorado de •liación tiwanacota, este parece estar más relacionado al área de cistas identi•cadas en el límite del sector 1-2 que a la plataforma en su conjunto. La presencia de un área funeraria bien delimitada inmersa en una ocupación de carácter doméstico, constituye un patrón comúnmente empleado para las áreas habitacionales Chiripa (1.350-100 a.C.). Sin embargo en el caso particular de Pampahasi, esta disposición parece presentar mayor correspondencia con el sitio arqueológico de Ciudadela Estronguista (Alto Achumani), lugar donde se evidenció la presencia de un área ocupacional asociada a restos de tumbas cista (ver Lémuz en este documento). La importancia de los hallazgos realizados y la inminencia de ejecutar un salvataje arqueológico en el área ante las obras de construcción para la ampliación del sistema de telecomunicaciones de ENTEL, permitió que en 1998 se llevara adelante un nuevo proyecto arqueológico en Pampahasi, a cargo de la Dirección Nacional de Arqueología y bajo el auspicio de ENTEL (Reguerin 2001). Durante esta intervención se llevó a cabo una prospección intensiva dentro de la estación terrena y en las inmediaciones de la zona de Chicani, realizándose posteriormente siete pozos de excavación. Lamentablemente y debido a que no existen informes sobre los resultados de estos trabajos sólo se cuenta con datos de tres pozos dispuestos en el área central de la estación Tiwanaku (Figura 4), en torno al sector de ubicación de las cistas.
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Figura 4: Mapa de ubicación de las áreas de intervenciones arqueológicas llevadas a cabo en los años 1981, 1996, 1998 y 1999.
En uno de los pozos (PPJS-4) fueron identi•cados siete estratos(Figura 5), encontrando un piso de ocupación a 70cm. de profundidad, en el estrato IV, el cual presentaba una suerte de empedrado compuesto por cantos rodados. Asociado a este se descubrieron algunos fragmentos cerámicos, líticos y óseos. Lamentablemente ninguno de estos se halla descrito. El estrato VI (a casi 1m. de profundidad) se presenta también como de ocupación cultural, consignando el hallazgo de cerámica utilitaria (cuencos), material lítico (no descrito), restos óseos de cuy y carbón. El hallazgo más importante de esta unidad se encontró a 1,10 m. de profundidad, en el estrato VII y corresponde al descubrimiento de una gran cantidad de huesos de camélidos y cérvidos asociados a un importante conjunto de puntas de proyectil (de diversa morfología y tamaño), preformas y cortadores, elaborados en cuarcita, basalto y calcedonia. Desgraciadamente el informe de estos trabajos no cuenta con ninguna descripción de este material, quedándose el hallazgo sólo en lo ya descrito. Otra de las unidades realizadas (PPJS-7) en el área central de la estación terrena, comprendió la identi•cación de cinco estratos hasta llegar a nivel estéril (a 1,25 m. de profundidad). Uno de los hallazgos más signi•cativos de esta unidad fue la identi•cación de un muro doble de rocas alineadas, de aproximadamente 1 metro de largo. Asociado al mismo se encontraron fragmentos cerámicos decorados y no decorados (estos últimos asumidos por los investigadores como utilitarios) y restos de material óseo no identi•cado.
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Síntesis e interpretación Las características de la estructura hallada aunadas al material cerámico encontrado, llevaron a los investigadores a identi•car el rasgo como de •liación tiwanaku, ya que el muro doble constituye una característica arquitectónica de este período ampliamente descrita para otras áreas (Escalante 1994, Janusek 1994). Los resultados del trabajo realizado por Reguerin y asociados, les lleva a plantear que el área fue empleada para actividades diferentes en los distintos momentos de ocupación. Inicialmente habría sido utilizada como campamento de caza, para posteriormente albergar áreas eminentemente agrícolas hasta el establecimiento de grupos poblacionales tiwanaku. En el año 2002, un reconocimiento de área realizado por los arqueólogos José Capriles, Carlos Lémuz, José Luís Paz y Karina Aranda, en la zona de Pampahasi-Chicani, llevó a identi•car en super•cie la existencia de material cerámico correspondiente al período Formativo Medio (1.000-100 a.C.). El hallazgo de artefactos con temperante orgánico y cuarzo, núcleo reducido, engobe rojo interno y externo, acabado externo alisado a guijarro y pulido; constituyen una evidencia importante que atestigua que el valle de La Paz habría sido ocupado mucho antes de registrarse la extensa presencia tiwanacota en el área. En los últimos años aparentemente se están llevando a cabo excavaciones a mayor escala en el área de la estación terrena de ENTEL, las mismas que son visibles a través de imágenes satelitales, pero de las cuales lamentablemente no se tiene aún ningún reporte131 en la Unidad Nacional de Arqueología.
Las evidencias arqueológicas permiten señalar que el área de Pampahasi albergó
diferentes ocupaciones humanas a lo largo del tiempo. Sus características geomorfológicas (mesetas, quebradas y valles relativamente amplios) determinan que se trate de una zona altamente potencial para el desarrollo de la caza, la agricultura y la ganadería. Geográ•camente Pampahasi une el valle de La Paz con la zona cordillerana del norte, siendo una suerte de paso obligado para acceder a las cuencas del sur (Achumani, Irpavi, Ovejuyo) que se conectan con el área yungueña y los valles centrales. Esta situación posiblemente determinó que ya desde épocas tempranas se asentasen en el lugar comunidades arcaicas de cazadores recolectores, dedicados a la caza de camélidos y cérvidos (tarucas), y a la producción de instrumentos líticos de caza y descarne. Una hipótesis que parece ser refrendada por el hallazgo de Reguerín en la estación terrena Tiwanaku, de puntas de proyectil asociadas a restos óseos de mamíferos en el primer estrato de ocupación sobre nivel estéril. Desafortunadamente no se cuenta con fechados absolutos para la unidad, ni se posee información referida a la tipología y morfología de las piezas líticas, lo que imposibilita el desarrollo de dataciones relativas. Será necesario desarrollar nuevas investigaciones a futuro para dilucidar la antigüedad de los asentamientos tempranos en el área. El registro arqueológico permite identi•car posteriormente la presencia de asentamientos formativos (1.000-100 a.C.) en las mesetas próximas al río Irpavi; expresados en el hallazgo de material cerámico Formativo en las laderas de villa Salomé. A partir del mismo es posible inferir que se asentaron en el lugar unidades domésticas dedicadas a las prácticas hortícolas y a la domesticación y crianza de camélidos, tal y como ocurrió en otras zonas del valle (Kellumani y Villa Fátima) y el altiplano circumlacustre (Lumbreras 1999). Posteriormente se habrían asentado en el área pequeños núcleos poblacionales tiwanacotas (800-1.100 d.C.), quienes habrían plani•cado sus asentamientos en función al aprovechamiento de uso de suelos, desarrollando andenería complementaría que les permitiese acceder a nuevas áreas de siembra en ladera por un lado y a conservar suelos frente a la erosión hídrica por el otro (Schulte 1996). Tal aseveración se sustenta en el hallazgo de una amplia red de terrazas de cultivo que se hayan asociadas el área ocupacional de Pampahasi (Berazain et.al. 1999) y que en épocas posteriores se ampliarían hasta modi•car de manera dramática el paisaje que une a estas cabeceras de valle con las estribaciones cordilleranas del norte y que durante el período de ocupación incaico y posteriormente colonial jugarían un papel determinante en el abastecimiento de productos para el área de Nor Yungas; eje (junto a los yungas del sur) de la producción de coca. Paralelamente empezarían a desarrollar una vasta red de caminos que conectarían entre sí a las diversas cuencas del valle, y a estas con el altiplano y los yungas, tornando inclusive más accesibles las inmensas áreas de pastoreo y caza presentes en las altiplanicies de Huallatanipampa y la Cumbre; aprovechando la extensa red hídrica del área que conforma una suerte de rutas naturales (Angelo 2005).
Figura 5: Per• l Norte, unidad PPJS4 (tomado de Reguerin 1998)
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Al respecto los hallazgos de Portugal Zamora nos permiten determinar que durante la ocupación tiwanacota del área, se estaban implementando caminos formales amplios y bien consolidados, los cuales partían de las unidades domésticas hacia diversos puntos del valle (posiblemente conectando zonas como Irpavi, Achumani y Chasquipampa) o áreas más alejadas como los valles vecinos (Achocalla, Palca), los valles centrales y el altiplano; obteniendo así el acceso a diferentes recursos naturales.
13 De acuerdo a informaciones otorgadas por los trabajadores de la estación terrena Tiwanaku, se sabe que en el pasado fueron los propios guardias de seguridad de la estación quienes se encargaron de saquear el área de cistas existente en el predio
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Conclusión Los resultados de las investigaciones realizadas dan cuenta de una importante ocupación prehispánica en la zona de Pampahasi desde períodos tempranos. El estudio del área permitió bosquejar una secuencia ocupacional que va desde el arcaico tardío (6000-4000 A.P.), pasando por el Formativo Medio hasta derivar en las últimas ocupaciones tiwanacotas, dedicadas principalmente al laboreo agrícola y la crianza y pastoreo de camélidos; estando su presencia más consolidada tanto en tiempo como en espacio.
Es interesante constatar que tratándose de un área rica en recursos y con una posición estratégica (en atención a su proximidad con otras zonas ecológicas), sólo se halla evidenciado la presencia de material correspondiente a los períodos Formativo y Tiwanaku, más aún considerando que en el área colindante de Kallapa se evidenció la predominancia del componente cultural Pacajes; aunando a ello el hecho de que la etnohistoria re•ere la existencia de asentamientos de mitimaes de los distintos señoríos que se habrían dedicado a la explotación de oro en las márgenes del Choqueyapu y sus a•uentes( Saignes 1985 citado en Portugal), así como de la breve pero contundente presencia inca en la región. Quizá este hecho responda a que el patrón de ocupación es distinto a partir del intermedio tardío y que las áreas domésticas se hallan en zonas distanciadas de las áreas agrícolas, o que en atención a •nes defensivos se priorizasen áreas de mayor altura para el establecimiento de zonas de ocupación. Futuras investigaciones en el área permitirán dilucidar este punto. Por otro lado es interesante constatar que el área arqueológica de Pampahasi ha captado la atención no sólo de aquellos investigadores que realizaron esporádicos trabajos en el lugar, sino también de aquellas personas particulares que, como en el caso de los operarios de la estación terrena de ENTEL, supieron valorar -en cierta medida- el potencial patrimonial de la zona, resguardando en un improvisado “museo” el material hallado de manera incidental, para posteriormente consentir y auspiciar nuevas investigaciones arqueológicas dentro de sus predios. Lamentablemente el carácter “privado” de esta área también permitió que algunos de sus funcionarios se dediquen a saquear el sitio arqueológico en repetidas oportunidades, destruyendo información valiosa e irrecuperable sobre la historia ocupacional de nuestra ciudad.
Carlos Lémuz
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Introducción Kellumani - Ch’ijipata (Figura 1) es una de las 4 mesetas de la Cuenca de Achumani,
de las cuales se conoce albergaron ocupaciones residenciales prehispánicas. A diferencia de las otras tres, la meseta de Ch’ijipata (lugar de pastos) estuvo exenta de construcciones hasta hace unos 15 años, no obstante que las tareas de nivelación y loteamiento del lugar acontecieron hace unos 25 años. Recientemente, los propietarios han saneado sus terrenos y puesto en regla los papeles de sus urbanizaciones, con lo que el proceso de edi•caciones se va acelerando, lo cual ha dado lugar a que muchos sectores que albergan evidencias arqueológicas prehispánicas monumentales y estratigrá•cas sean dañadas o destruidas con extrema velocidad e inclemencia.
Antecedentes arqueológicos y de investigación El asentamiento arqueológico de Kellumani141 no fue del interés de los arqueólogos sino hasta principios del presente siglo, merced a la visita que efectuara el arqueólogo José Capriles el año 2001, motivado por la presencia de una torre funeraria de adobe y varias cistas dispuestas en su entorno (ver Figuras 2, 3 y 4). Mas tarde (abril del 2002), Capriles junto a los arqueólogos Carlos Lémuz, Karina Aranda y José Luís Paz efectuarían una nueva visita de reconocimiento a la meseta y su entorno para documentar fotográ•camente el monumento funerario e inspeccionar el entorno en búsqueda de otros rasgos arqueológicos que puedan ayudar a su entendimiento. Como resultado se identi•có una signi•cativa cantidad de artefactos dispuestos en la super•cie o formando parte de cortes estratigrá•cos incidentales, muros y cimientos de las casas del vecindario de Chíjipata. Más allá de observarse en super•cie materiales propios de las poblaciones Pacajes o de otros grupos étnicos – que se conoce poblaron el valle de Chuquiapu – se identi•caron fragmentos cerámicos diagnósticos de las fases Inka, Formativo Tardío y Formativo Medio, lo cual dio una preliminar referencia de que la ocupación humana en Kellumani – Ch’ijipata se remontaba hasta por lo menos el 1.500 a.C.
Figura 1: Vista de la meseta de kellumani – Ch’ijipata desde el •anco sur
La presencia de una torre funeraria en el borde sur de la meseta llamó la atención, no sólo para implementar una campaña de sensibilización a favor de preservar este patrimonio monumental en franco proceso de destrucción, sino para que mayores estudios arqueológicos puedan implementarse en el lugar y la propia cuenca de Achumani. Hasta la fecha se ha ejecutado una prospección intensiva de toda la meseta, prospecciones en las zonas aledañas y excavaciones de sondeo en un sector periférico, al sur del núcleo residencial. La información que se desarrolla en la presente publicación es una síntesis de los resultados alcanzados a partir de las investigaciones efectuadas desde el año 2005.
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Figura 2: Torre funeraria de Ch’ijipata fotogra•ada en mayo del 2002
Frente al deterioro acelerado de la torre funeraria, en junio, noviembre y diciembre del 2004152 se efectuaron reiteradas visitas en compañía de la prensa a •n de sensibilizar a las autoridades municipales y gubernamentales responsables de la protección del patrimonio cultural, sin lograr mayores resultados. 14 15
Nombre que viene del vocablo aymara Q’illumani que signi•ca Río de Aguas amarillas, según Medinacelli y asociados (1998) LA PRENSA, 5 de diciembre del 2004; La Época, 9 de enero del 2005; Revista Escape, 8 de enero del 2005; El Diario 15 de noviembredel 2004.
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La prospección sistemática estuvo principalmente dirigida a comprender la naturaleza y composición del asentamiento emplazado en la meseta de Ch’ijipata - Kellumani y estimar como se articula con su entorno ambiental, de recursos, social y político dentro de la región. Este conocimiento no sólo contempló como base el hallazgo de artefactos o evidencias monumentales de la presencia residencial prehispánica, sino el estudio del paisaje agrícola, vial, ritual y simbólico relacionado con el asentamiento y los diferentes lugares donde las poblaciones históricas residentes realizaron actividades sociales o productivas. Uno de los resultados importantes logrados por esta prospección fue la valoración de los posibles impactos que podría tener el crecimiento urbano sobre las diferentes evidencias o rasgos arqueológicos de la zona y el haber propuesto una estrategia de implementación de acciones de mitigación o de rescate arqueológico a partir de excavaciones extensivas e intensivas, además de sugerencias de posibles medidas de protección física y legal para las áreas de mayor importancia patrimonial y arqueológica. Figura 3: Restos de la base de una de las tres torres funerarias colapsadas
En mayo del 2005, Lémuz, Capriles y Aranda efectuaron las primeras tareas de prospección en la meseta de Ch’ijipata y las plataformas aledañas a este y oeste, labor que continuaría entre julio y septiembre del mismo año con el apoyo institucional de la Carrera de Arqueología de la Universidad Mayor de San Andrés161 . Como resultado se identi•có, georeferenció y delimitó un conjunto de cinco rasgos arqueológicos dentro de la meseta de Ch’ijipata y se efectuó estimaciones acerca de las intensidad de ocupación que habría tenido lugar en el asentamiento durante las diferentes fases culturales. Esta prospección se extendió a las mesetas contiguas y a las zonas de Rosales y Jonkhomarka, además de cerros Kura Khollu y Antacahua al este del Río Huayllani (Lémuz y Aranda 2006)
A partir de los resultados de estas primeras investigaciones el Gobierno Municipal de La Paz, a través de su Proyecto de Regularización de Urbanizaciones y Remodelaciones (PRUR) estableció el requisito de evaluaciones arqueológicas previas a la ejecución de nuevas edi•caciones sobre las áreas donde se hallaron los rasgos arqueológicos. Merced a los requisitos planteados por el PRUR, una organización que opera y tiene propiedades en la meseta solicitó se efectuara una evaluación de impacto arqueológico en sus terrenos como estudio previo al diseño de la ampliación de sus instalaciones. De esta manera, entre el 14 de octubre y el 3 de noviembre del 2007, un equipo de arqueólogos de la Sociedad de Arqueología de La Paz171 , bajo la dirección del arqueólogo Carlos Lémuz (2008), efectuó excavaciones selectivas que expusieron 20m2 de super•cie distribuidos en 8 unidades dentro del terreno de la Fundación que cubría un total de 2433 m2. Sólo en 4 unidades se detectó material cultural, principalmente en la que fue emplazada en la esquina suroeste, lugar donde la evidencia cultural llega hasta 2.1 m por debajo de la super•cie. El área excavada se halla en un espacio periférico de la principal ocupación residencial de la meseta. En este sector más del 90 % del terreno se encuentra altamente disturbado por recientes movimientos de tierra efectuados para nivelar el terreno, lo que también contribuyó al acrecentamiento de la erosión del suelo en tiempo de lluvias. El único sector con evidencias culturales se halla sobre una estrecha franja contigua al muro perimetral norte del terreno, que expone el límite sur del montículo, el cual forma el núcleo de la ocupación residencial. La secuencia de ocupación en este sector se inicia desde los 2.30 cm BS, con la presencia de sucesivos episodios de relleno, super•cies de uso y rasgos funerarios y residenciales, que datan de entre el Formativo Tardío (100 a.C. – 500 d. C.) hasta la presencia Tiwanaku (Ca. 500 – 1200 d.C.)
Figura 4: Entierros o cistas construidas durante la fase de Ocupaciones Multiétnicas (1200 – 1548 d.C.) 17 El Equipo de intervención estuvo conformado por Sabrina Duran y Dagner Salvatierra en excavación, Victor Plaza en Topogra•a y Karina Aranda en sensibilización. El apoyó •nanciero provino de la Fundación Bernabé.
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16 La campaña del 2005 estuvo reforzada con la participación de Carlos Estellano Schulze como parte del equipo de prospección
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Características del asentamiento: Hallazgos, composición, tamaño y antigüedad de la ocupación
ÁREA NUCLEAR DEL ASENTAMIENTO ARQUEOLÓGICO DE
KELLUMANI - CH`IJIPATA
El asentamiento arqueológico residencial, funerario y agrícola se extiende sobre gran parte de la meseta denominada Chijipata, perteneciente a la zona Kellumani, ubicado a una altura promedio de 3.750 m.s.n.m., sobre la intersección entre la Quebrada Achumani y el Río Humapalca, cuya altura esta a 3.600 m.s.n.m. Geológicamente la meseta de Chijipata es parte de las terrazas Mira•ores, cuya estructura esta compuesta de gravas con clastos de granito de gran tamaño y su zona mas elevada, compuesta de coluvios y serranías de relieve abrupto, pertenece a la formación La Paz (GEOBOL 1995). La parte llana (margen este de Chijipata), se halla sobre un depósito de terraza •uviolacustre compuesto de areniscas arcillosas, arcilitas, tobas y gravas; mientras que su extremo suroeste esta conformado por depósitos •uvioglaciares de cantos, gravas, arenas, limos y arcillas. Cerca al 20% de la meseta, principalmente en su sector norte, esta cubierta por depósitos de abanico aluvial y depósitos coluviales181(Ahlfeld y Branisa 1960).
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1 PERFIL INCIDENTAL RASGO 5
PERFIL NORTE
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4 BATAN
MORTERO
Con referencia a sus suelos, estos pueden clasi•carse dentro de los típicos suelos de terrazas antiguas o paleoglaciares, de estos una menor proporción (en el sector central y oeste) esta minoritariamente afectada por la erosión, mientras que la mayor parte de la terraza, principalmente la de coluvios y abanicos aluviales, se halla fuertemente erosionada y guarda elevados niveles de salinidad. Por las características del paisaje, de la disposición de agua y de las técnicas implementadas en tiempo prehispánico para la explotación agrícola, los suelos de la parte central y este pudieron ser muy fértiles y ampliamente aptos para cultivos. Este hecho es apoyado por el hallazgo de capas de tierra altamente orgánicas hasta un metro por debajo de la super•cie, principalmente en la parte central de la meseta, donde se emplaza el núcleo del asentamiento prehispánico. Adicionalmente, se debe considerar que, en por lo menos 8 sectores, se hallan importantes acuíferos super•ciales que probablemente permitieron la construcción de bofedales para las labores de crianza de camélidos y el suministro de agua para el consumo humano (Lémuz 2008).
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Figura 5: Alisador litico
ARTEFACTOS AGRÍCOLAS
TORRE FUNERARIA “CHULLPA”
ARTEFACTOS LÍTICOS DE MOLIENDA
CISTAS
18 Estudio Geotécnico para la Urbanización “Adriana”, Chijipata.
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Figura 6: Ubicación de los principales rasgos arqueológicos de la meseta de Ch’ijipata y sus características mas destacadas
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La prospección del 2005 detectó 5 entidades arqueológicas super•ciales discretas: La primera, ubicada en el extremo sur de la meseta que colinda con la planicie aluvial del Río Humapalca (Figura 6), se compone de un conjunto de 4 torres funerarias de adobe y por lo menos cuatro cistas o entierros subterráneos. En torno a estos rasgos funerarios se halla disperso material cerámico y lítico con una densidad muy variable, cuya principal concentración se extiende 78 m al oeste y 195 metros al este de la torre funeraria que aún se mantienen en pie. El material cubre una franja que comienza en la cornisa sur de la meseta y termina en una antigua corriente de drenaje, que actualmente se halla nivelada para formar la avenida que desciende a la zona de Huayllani, ubicada en la base sur de la meseta. Por los rastros de material de adobe y alineamientos de piedra dispuestos en forma cuadrangular se identi•can los restos de 3 antiguas torres funerarias o “chullpas” colapsadas (Figura 3). Este hecho parece haber sucedido hace no más de 50 años. Por otro lado, las cistas registradas a unos 40 metros al este de las torres se hallaban en regular estado de conservación hasta hace unos 3 años. Recientemente una cista fue destruida por efecto de la nivelación de un segmento del terreno contiguo a la torre, habilitada para emplazar una pequeña edi•cación de vivienda. La destrucción de este rasgo expuso los restos óseos de un individuo junto con una pequeña cantidad de material cerámico y lítico, parte del cual fue empleado en el relleno de la base de la edi•cación y sus cimientos.
Una cuarta entidad o rasgo arqueológico super•cial fue registrado en un sector contiguo y espacialmente ligado a la entidad o rasgo 2. Por sus características, se trata de un sector que formó una unidad ocupacional con el rasgo 2, pero por efecto de la nivelación de la meseta, su suelo cultural fue casi totalmente removido y posteriormente lavado por la erosiva acción de las lluvias y el viento. Muy poco material cerámico pudo colectarse o evaluarse en su super•cie, la mayoría estilo Pacajes, el c ual compartía el sustrato con lascas de cuarzo, arenisca, pizarra y diorita. Lamentablemente una buena proporción del material que todavía contenía el suelo residual de algunos sectores, fue lavado y llevado por las corrientes pluviales que arrastraron el material hacia una quebrada que baja a la base de la meseta. Finalmente, un último y quinto rasgo, fue ubicado al noroeste de la meseta, en un pequeño sector, donde un trazado vial dejo expuesto un segmento de un corte estratigrá•co que muestra dos eventos de ocupación, cuyos depósitos permanecen inalterados en un área muy pequeña de suelo. La totalidad de la muestra colectada del lugar corresponde a fragmentos muy erosionados estilo Pacajes - Colonial.
El material lítico hallado en una densidad signi•cativa en las cercanías del conjunto funerario se compone principalmente de artefactos de molienda de grano como batanes y manos de mortero, alisadores de pared o piso(•gura 5), alisadores de cerámica, lascas de cuarzo y cuarcita y artefactos de uso agrícola como azadas, desterronadores y palas (Figura 6). En cuanto al material cerámico, la mayoría se trata de recipientes de servicio y de almacenaje, como tazones, kerus, platos, jarras y tinajas, principalmente estilo Pacajes, con decoración negro sobre rojo y negro sobre naranja. Todo este conjunto de artefactos sugiere una intensa actividad comensal en torno al conjunto funerario, que tiene que ver con la preparación y el servicio de alimentos. Otros artefactos como azadas y palas probablemente sirvieron para la nivelación del terreno y la construcción de las torres, mientras que los alisadores de pared y piso sirvieron para el acabado de las paredes y pisos de los recintos funerarios. Un segundo rasgo, fue identi•cado en la parte central de la meseta, sobre un espacio de 2.765 hectáreas que comprende el sector ubicado entre la cancha de fútbol y la calle principal que dista entre 100 y 163 metros de la avenida principal de Ch’ijipata, hacia el este. Dicho sector cuenta con la mayor densidad de material domestico en super•cie y expone una serie de per•les incidentales generado por la apertura de vías, nivelación del terreno donde fue construida la sede vecinal o la cancha de fútbol. En estos cortes pueden observarse manos de mortero, batanes y restos funerarios dispuestos en, por lo menos, dos estratos de ceniza y bolsones de basural con abundante material cerámico, huesos de camélido, artefactos fracturados de molienda de grano y lascas líticas. En este rasgo es donde se ha identi•cado material cerámico Formativo Medio, Formativo Tardío e Inca en proporciones muy pequeñas, mientras que el material Tiwanaku puede hallarse tanto en super•cie como en los per•les incidentales. Una tercera entidad arqueológica fue identi•cada al noreste del terreno de antenas Radio FIDES, muy cerca del extremo noreste de la meseta que linda con una profunda quebrada de drenaje temporal denominada Quebrada Juntumani, cuya corriente alimenta al Río Humapalca. Se trata de una concentración de material cerámico Pacajes-colonial, cuya distribución es discontinua sobre un espacio irregular de no más de 700 m2.
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Figura 7: Excavaciones efectuadas en Ch’ijipata el año 2007 por la Sociedad de Arqueología de La Paz
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Las excavaciones implementadas a •nales del 2007 (Figura 7) validaron la profundidad temporal asignada a la meseta a partir de los materiales arqueológicos de super•cie, no obstante que gran parte del área excavada se hallaba en la periferie sur del rasgo 2, donde buena parte del terreno había sido removido para nivelar las irregularidades del relieve formadas por los efectos de la erosión de las corrientes de drenaje. Durante el lapso que comprende la presencia Pacajes, Inka y de ocupaciones multiétnicas, el sector sur de la meseta fue usado principalmente para la agricultura. Las excavaciones dan cuenta de dos eventos de relleno y nivelación implementados para acondicionar el terreno para la práctica agrícola. En ambos casos, tras un periodo intenso de uso, que también pudo comprender episodios de ocupación residencial o doméstica, el lugar fue abandonado. Dos de las unidades con mayor deposición estratigrá•ca (al noroeste del terreno) dan evidencia de otra fase signi•cativa de abandono antes de la presencia Pacajes en el lugar. Figuras 9: Material cerámico Tiwanaku proveniente de excavación
SECTOR 4, UNIDAD 1 per•l acumulativo este
E1(UE4-[1,3]-01) E2(UE4-[1,3]-02) E3(UE4-[1,3]-03) (UE4-[1,3]-05)
Todos los hallazgos super•ciales y estratigrá•cos conducen a pensar que la meseta de Ch’ijipata - Kellumani comenzó a ser ocupada durante algún momento del Formativo Medio (1000 – 100 a.C.), cuyo material diagnóstico fue detectado tanto en super•cie como en un relleno estratigrá•co temprano.191Este material presenta un alto contenido de desgrasante vegetal y cuarzo blanco en granos gruesos y angulares (•gura 10), muy semejantes a los descritos por Mohr (1967), Steadman (1995), Hastorf et al (1999) y Lémuz (2001) para el Chiripa Tardío (800 – 100 a.C.), Estando principalmente concentrado en la parte central de la primera plataforma del Rasgo 2, a menos de 50 metros al noroeste del lugar donde se abrieron las unidades estratigrá•cas 1 y 3 del sector 4 del área de intervención (Lémuz 2008).
E4(UE4-[1,3]-04)
R1(UE4-[1,3]-06) E5(UE4-[1,3]-07) BOLSON DE ARENA
Figura 8: Per• l estratigrá•co de las unidades 1 y 3 en el sector 4 excavadas en Ch’ijipata por la Sociedad de Arqueología de La Paz
(UE4-[1,3]-08) R2(UE4-[1,3]-12) E6(UE4-[1,3]-11) E7(UE4-[1,3]-12)
LENTES DE CENIZA
ARCILLA QUEMADA
ÁREA NO EXCAVADA
BOLSON DE ARENA
BLOQUES Y CANTOS
MATRIZ DE RASGO
ARCILLA ROJA
La ocupación Tiwanaku fue la más intensa en el lugar, dos estratos con un espesor conjunto de más de un metro son referencia de esta aseveración. La excavación muestra que el lugar fue tempranamente usado para propósitos residenciales por gente Tiwanaku, y que tras su destrucción, fue abandonado y rellenado para acondicionar el área para uso agrícola. Sin embargo, previa a la presencia Tiwanaku el lugar fue ocupado durante el Formativo Tardío, tal como lo muestra el material cerámico hallado en los estratos 6 y 7 de las unidades 1 y 3 del sector 4, que se encuentran entre los 190 y 210 cm. bajo la super•cie (Figura 8 y 9). Lamentablemente no se cuenta con un contexto muy claro que nos pueda ayudar a comprender la naturaleza o función del lugar durante esta fase.
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Figura 10: Fragmentos de cerámica Formativo Medio (semejanza con el Chiripa Tardío [Steadman 2001])
RODADOS
Aunque no se conoce cuanto tiempo hubieron permanecido las ocupaciones humanas durante el Formativo Medio,202 la meseta nuevamente fue poblada por gente que producía un estilo cerámico considerablemente diferente al “Chiripa” entre el 100 a.C. y el 500 d.C., pero respondía a estrategias políticas, sociales y económicas muy semejantes. Esta nueva tecnología y estilo cerámico ha sido identi•cado recientemente como propio de un conjunto de entidades políticas no centralizadas que poblaron la región de la cuenca del Lago Titicaca y valles aledaños durante el periodo Formativo Tardío (Lémuz 2001, Janusek 2001, Bandy 2001). 19 Portugal Ortiz (1972: 54-58) ya había anunciado que la ocupación en el valle de La Paz podría remontarse a 1000 a.C. a partir del hallazgo de un antiguo cementerio precolombino en la Ciudad de La Paz donde identi•có material estilo “Chiripa”. 20 Durante la fase Formativo Medio (1000 – 100 a.C.) las zonas de Achocalla y Pampahasi también contaban con población que producía y/o usaba recipientes cerámicos con la tecnología característica de las poblaciones denominadas “Chiripa” (Portugal Ortiz 1992) de la Cuenca del Lago Titicaca.
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La muestra analizada corresponde principalmente a recipientes de servicio y de cocina, estando los primeros decorados con pintura negra sobre base marrón y los artefactos de cocina exhibiendo sólo una fuerte capa de tiznado en la cara externa. Un per•l incidental cortado para nivelar el terreno donde fue construida la sede de la organización comunal, al norte de la actual cancha de fútbol, expone claramente una secuencia con varias fases de ocupación, en cuyas capas inferiores se observan tiestos con las características particulares de este tipo de componente cerámico. La ocupación posterior al Formativo Tardío, es contemporánea con la presencia regional Tiwanaku (500 – 1200 d.C.), y parece haber persistido de manera continua hasta la presencia de otras manifestaciones culturales Pacajes, Lupacas, Chinchas, Canas o Canchis, manteniendo contemporaneidad con otros asentamientos cercanos como Pampajasi, Mira•ores, Sopocachi y Ovejuyo durante la fase de ocupación Tiwanaku. Durante la fase Tiwanaku se efectuaron varios episodios de remodelación de la meseta, principalmente para habilitar nuevas áreas residenciales o introducir nuevas técnicas en la construcción y mantenimiento de terrazas agrícolas, esto guarda correspondencia con los datos hallados en excavación, que dan cuenta de por lo menos dos fases de relleno y acondicionamiento del terreno para propósitos agrícolas antes de la presencia de poblaciones Pacajes.
La presencia Pacajes en la meseta es la que mejor puede reconocerse en el material cerámico dispuesto en super•cie y depósito. Sin embargo, es posible que junto con la población de esta entidad política post Tiwanaku hayan cohabitado otros grupos poblacionales étnica y culturalmente diferenciados. El material Pacajes aparece en las cinco entidades o rasgos arqueológicos registrados para la meseta de Ch’ijipata y de manera dispersa en toda la extensión de la meseta ubicada al este, donde no sólo fue registrado el conjunto de terrazas, sino también las ruinas de una quinta torre funeraria de adobe y lajas, de la cual sólo permanece en pie una fracción de su pared sur. El hallazgo, en estratos post Tiwanaku (ocupaciones multiétnicas), de alisadores de pared y manos de mortero con adhesión de restos de colorante, parece coincidir con aquellos registrados en las inmediaciones del conjunto funerario, indicando que durante esta fase el área de culto y actividad con esta función podría haberse extendido hasta los márgenes del pequeño montículo que forma el área nuclear de la ocupación residencial de la meseta.
Figura 12: Sector norte de la Torre funeraria donde se observa el grado de deterioro que acusa
Figura 11: Meseta contigua al este de Ch’ijipata donde se observan Terrazas agrícolas Tiwanaku
Cabe hacer notar que durante las excavaciones se colectaron 517 fragmentos cerámicos, de los cuales sólo pudieron •liarse con•ablemente el 46% (238 fragmentos). De estos 153 (64.28%) corresponden al estilo y/o tecnología Tiwanaku.
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Una meseta contigua a la de Ch’ijipata, emplazada al este, entre el margen norte del Río Humapalca y la quebrada Juntutumani, muestra un conjunto de cuatro plataformas arti•cialmente niveladas de hasta 75 metros de longitud y 25 y 45 metros de ancho (ver •gura 11), apoyadas en muros de contención de poco más de un metro de altura. Las características constructivas de estas plataformas son muy semejantes a las que se difundieron por toda la cuenca del Lago Titicaca durante el periodo de expansión de la entidad política Tiwanaku, aunque su uso probablemente persistió sin muchas modi•caciones hasta mediados del siglo pasado.
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La torre funeraria de adobe que aún se mantiene en pie tiene planta cuadrangular de 4.27 m por 3.35 m y altura de 2.17 m. Su abertura o puerta es de forma ojival con dintel de piedra laja, cuyo ancho actual es de 0.90 cm por 1.09 de alto. La erosión ha deteriorado ostensiblemente la parte norte de la estructura (ver •gura 12), cuya planta original pudo haber tenido cerca de 5 metros en sus caras este y oeste y 4 metros en sus caras norte y sur. Su altura probablemente superaba los 4 metros y la abertura debió tener menos de 0.5 m de ancho por 0.9 m de alto.
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El recinto mide 2.8x2.5, cuyo techo esta construido en adobe y lajas de pizarra y arenisca mediante una bóveda falsa o de avance hasta una altura de 1.5 metros. Probablemente el recinto haya estado originalmente revocado con una mezcla de arcilla y paja, pero actualmente se halla completamente erosionado (ver •gura 13), lo cual seguramente se agravó en los últimos años debido al colapso de la parte noreste del techo donde se abre un gran boquete que expone a la intemperie gran parte del recinto interior.
Figura 14: Material cerámico Inca colectado en la super•cie del Rasgo 2, área nuclear del asentamiento residencial prehispánico de Ch’ijipata
Síntesis e interpretación Las investigaciones arqueológicas desarrolladas hasta la fecha en la meseta de
Ch’ijipata – Kellumani y zonas aledañas sugieren que este asentamiento fue un complejo doméstico, funerario y agrícola que estuvo vinculado a la red de tra•co e intercambio que unía al Valle de La Paz con lugares diversos como la región del altiplano de la cuenca del Lago Titicaca, Yungas y probablemente los valles secos ubicados aguas abajo del Río La Paz. Este hecho parece haber sucedido tan temprano como el Formativo y consolidado y expandido durante el Horizonte Medio o fase de expansión Tiwanaku en el Valle de La Paz. Durante la ocupación Tiwanaku, Kellumani pudo no ser más que un pequeño poblado de paso ligado a un conjunto de áreas de explotación agrícola y movimiento de bienes movilizados entre estas regiones. Sin embargo su posición geográ•ca respecto a otros poblados como Pampahasi, Achocalla, Anco Anco y Chullpani parecen ubicarla como un importante componente dentro de la red que articulaba la actividad económica y política de la cuenca. Figura 13: Vista de la parte interior de la torre funeraria de Ch’ijipata mostrando la falsa bóveda
La presencia Inca en Ch’ijipata - Kellumani parece haber sido muy especí•ca o focalizada, ya que la prospección sólo pudo detectar un pequeño conjunto de tiestos decorados (negro sobre blanco y negro sobre rojo con motivos triangulares, rombos y viñetas de llamitas estilizadas (ver Figura 14), en la parte central del Rasgo 2 (Lémuz y Aranda 2006; Lémuz 2008). Las excavaciones ubicadas en el extremo sur de este rasgo fueron estériles con respecto a este componente, no obstante que los hallazgos super•ciales se ubican a menos de 60 metros de la posición de las unidades excavadas.
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En el extremo este de la meseta de Ch’ijipata son visibles una serie de senderos que descendiendo a la quebrada, se enrumban a la parte montañosa y se conectan con otra red de senderos y caminos de tropas llameras que tienen como uno de sus puntos intermedios de llegada a la cumbre y se extienden hacia la zona yungueña, tanto por el sector de Palca como por la ruta de la Apacheta Chucura o el camino prehispánico que lleva a Zongo.
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Durante el intermedio tardío la meseta pudo albergar un área residencial dispersa, con pequeñas •ncas o ranchos dispuestos de manera irregular. Gran parte de las terrazas construidas durante fases anteriores siguieron en uso, probablemente con algún grado de mantenimiento y remodelación del paisaje. De la misma manera, la actividad de pastoreo y tra•co de bienes continúo, pero de manera menos intensiva y sostenida en las relaciones de parentesco, a•nidades étnicas o intereses económicos. Es interesante hacer notar la existencia de importantes áreas de humedal en la propia meseta y en áreas cercanas como Pantini o Pesqollo, distantes apenas dos y medio kilómetros del lugar. Datos preliminares de una prospección en curso (Lémuz y Aranda 2006) indican que la ocupación de mesetas y zonas aluviales, río abajo en la Cuenca de Achumani, guarda un patrón muy semejante al de Ch’ijipata. La presencia de un área funeraria en la zona sur de la meseta podría sugerir un principio identitario de las familias que poblaban la meseta y ser al mismo tiempo un demarcador de aprovechamiento espacial (Kesseli y Parssinen 2005), el cual podría tener que ver con el uso de las zonas altas para el pastoreo, con el manejo de humedales, las fuentes de agua, cabeceras de río y el control de cuencas.
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Por otro lado, la presencia de torres y cistas dentro de un mismo espacio funerario pueden revelar diferencias jerárquicas, a•liaciones de identidad o de grupo. Muchos investigadores sostienen que las torres tenían el objetivo de establecer un principio de jerarquía, autoridad o linaje que trascienda en el tiempo (incluso después de la muerte) y remarque las diferencias de poder, estatus económico o social en una comunidad. Debido a esto, no resulta extraño que rasgos geográ•cos como las mesetas sean elegidas como lugares apropiados para su construcción, dado que muchas de ellas eran concebidas como deidades protectoras (Apus). Esta percepción es patente en los mitos de origen que remarcan la tierra ancestral de donde proviene una comunidad (Paqarina) que es también el lugar a donde tienen que volver en el momento de la muerte (Tantalean 2006; Arkush 2005). Algunas fuentes etnohistóricas indican que el valle de Chuquiapu resistió tenazmente el avance Inca en la región211y que su presencia estuvo siempre bajo la sombra de la inestabilidad y la tensión. Debido a lo cual el Inca debió acrecentar la – ya existente- diversidad étnica en la región, movilizando mitimaes desde diferentes lugares del Tawantinsuyo, principalmente para apoyar en el control y la producción de alimentos destinados a las zonas yungueñas productoras de coca y asegurar su tránsito hacia otras regiones ocupadas por los Inca (Julien 2004; Cieza de León 2000[1553 y 1554]). Los hallazgos efectuados hasta la fecha nos muestran que la ocupación Inca estuvo focalizada en algunas zonas especí•cas como Mira•ores (Putu putu), Pura Pura, Chicani, Chuquiaguillo, Santa Bárbara, Villa Pabón, Llojeta y el sector de la Plaza Riosiño, no habiéndose reportado ningún rastro de este componente en las cuencas de los Ríos Achumani y Ovejuyo, sino hasta el trabajo de prospección implementado el 2005. No obstante, los hallazgos no son de signi•cativa magnitud como para establecer el tamaño o intensidad de la presencia Inca en la zona, apenas un conjunto de fragmentos concentrados hallados en super•cie. Resta, por tanto, efectuar mayores indagaciones para conocer la relación que se habría dado entre las poblaciones Pacajes (o de otros grupos étnicos) con la recién llegada población Inca que se asentó en el Valle de La Paz e impulsó la explotación intensiva de diversos recursos. Finalmente remarcamos que Kellumani y en particular Ch’ijipata se hallaban dentro de una de las muchas rutas que conectaban el Valle de La Paz (Chuquiapu) con la región de Los Yungas: sendas, caminos prehispánicos y trazados de rutas caravaneras son posibles de identi•car a menos de 1000 metros al este del asentamiento. La vinculación de la Cuenca de Achumani con los caminos a Yungas pudieron ser parte del entramado de caminos que incluye a Ovejuyo, Chuquiaguillo, Achachicala y Hampaturi, donde se detectaron rastros muy bien conservados de caminos prehispánicos que vinculaban cultural y económicamente al Valle de La Paz con las zonas bajas tropicales amazónicas (Lémuz y Aranda 2006, 2007).
Carlos Lémuz
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21 Sobre la tenaz resistencia de las poblaciones que habitaron el Valle de La Paz antes de la llegada de la ocupación Inca no se reportan evidencias arqueológicas o materiales. Sin embargo se conoce que las poblaciones Omasuyos ofrecieron algún grado de resistencia o rehuyeron inicialmente el servicio al Inca (Cobo 1983 [1653]); Hyslop 1976). Tales sucesos pudieron ocurrir durante el tiempo del Inca Pachacuti, aproximadamente 1471 (Stanish 2003)
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Introduccion Todos los antecedentes expuestos en esta y otras secciones del presente mapa de áreas
arqueológicas potenciales del Valle de La Paz, exponen un panorama histórico que resalta su importancia dentro del contexto regional, interpretado por varios autores (Portugal Z. 1957; Ponce 1967; Huidobro 1984, 1994; Crespo 1906; Diez de Medina 1948), como parte de un cuadro político y económico fuertemente enlazado con el desarrollo de las principales capitales andinas prehispánicas (Paz et al 2000). Resulta probable que estas tuvieran mucho que ver con las características de la con•guración de los asentamientos en el paisaje, pero parece más evidente que la razón de cada emplazamiento, este mas relacionada con los recursos propios del Valle y el sistema de organización política que regulaba su explotación, que con determinantes exógenos panregionales. Es con este enfoque que se abordó el trabajo de investigación del asentamiento prehispánico de la meseta de Chullpani o Ciudadela Estronguista, ubicada sobre un sector serrano entre las cuencas de Irpavi y Achumani. Los trabajos arqueológicos implementados casi inmediatamente después a su identi•cación dieron a conocer que tamaño tuvo, quienes lo habitaron, desde cuando y como fue habitado y que relación probable tuvo con otras zonas de la cuenca y fuera de ella. En la presente sección resumimos algunos de los resultados más importantes alcanzados por los arqueólogos que trabajaron en la prospección general y el registro y documentación del área nuclear de este asentamiento prehispánico.
Antecedentes arqueológicos y de investigación Alto Achumani o Ciudadela Estronguista fue identi•cada como zona arqueológica
a mediados del año 2000, en ocasión de una visita casual al lugar por parte de los arqueólogos Carlos Lémuz y Karina Aranda. Inicialmente se pensó que la abundante cantidad de material cerámico dispuesta en super•cie provendría de un conjunto de rasgos funerarios destruidos como efecto de la nivelación del terreno, esta idea parecía estar reforzada por la denominación de “Chullpani” (lugar de Chullpas o entierros), que originalmente se daba a esta altiplanicie. Sin embargo, la evaluación del material cerámico de super•cie efectuada en esta primera visita, sugería que el rasgo hallado se extendía sobre una mancha de más de cien metros de diámetro, habiendo resbalado buena parte del material sobre la pendiente noroeste que termina en las quebradas de Aruntaya (ver •gura 1). Una visita posterior, efectuada en noviembre del mismo año, en compañía de otros arqueólogos, permitió establecer preliminarmente la ubicación y tamaño del núcleo del asentamiento principal compuesto por un conjunto de estructuras domésticas extendidas sobre un área superior a una y media hectárea, que es el lugar de donde principalmente se arrastran los artefactos que se hallan pendiente abajo hacia el noroeste de la meseta. Gracias a la información colectada en este reconocimiento, el equipo de arqueólogos elaboró un proyecto de rescate arqueológico que fue presentado a la Dirección de Patrimonio Tangible, Intangible y Natural de la O•cialía Mayor de Culturas en diciembre del 2000. La propuesta fue bien recibida y su tratamiento fue incorporado como proyecto dentro del Plan Operativo del 2001de la O•cialía Mayor de Culturas (OMC) y se consiguió el permiso de la Dirección Nacional de Antropología y Arqueología. Se organizaron charlas y visitas al sitio para los propietarios de los terrenos de la urbanización a •n de sensibilizarlos de la importancia de implementar un trabajo inmediato y urgente de rescate de la información y material patrimonial del lugar.
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Figura 1: Ubicación de la zona arqueológica de Chullpani o Ciudadela Estronguista
Lamentablemente, los representantes vecinales y propietarios de los terrenos de la zona, vieron este interés como una ventaja y oportunidad para presionar al Gobierno Municipal para que de curso a una serie de requerimientos de infraestructura como condición para dar su permiso a la intervención. Numerosas fueron las concesiones municipales, pero ninguna su•ciente para lograr el apoyo de la junta directiva. A •nes del 2001, sin esperar más tiempo y contando con el apoyo institucional de la DINAAR y la OMC municipal, un equipo voluntario de arqueólogos, egresados y estudiantes de arqueología,221fectuaron la prospección por cobertura total de la meseta (55.6 ha) y el levantamiento y registro sistemático detallado de 1.88 ha del núcleo residencial (cuya máxima extensión alcanza las 4 ha), trabajo que fue completado de manera intermitente entre noviembre del 2001 y enero del 2002. Un total de 350 unidades de 4x4 metros fueron registradas detalladamente y colectado todo el material arqueológico visible en super•cie. La tenaz oposición vecinal no permitió que se desarrollaran los trabajos de excavación programados para la temporada del 2002, lo cual también se apoyó en la falta de interés de las nuevas autoridades ediles de la OMC, quedando la iniciativa congelada no obstante el acelerado deterioro que acusaban las estructuras residenciales y funerarias de la zona de Chullpani como resultado de las lluvias y su efecto erosivo. 22 El equipo estuvo conformado por Karina Aranda, Carlos Lémuz , José Luís Paz, Oswaldo Cáceres, Maribel Pérez, Adolfo Pérez, Dennise Rodas, Francesca Canedo y Eduardo Machicado
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El estudio de áreas arqueológicas potenciales identi•ca la meseta de Chullpani como mayoritariamente apta para la agricultura intensiva de baja pendiente y en algunos sectores para el desarrollo de agricultura en zonas de coluvio con aplicación de tecnologías para el manejo de suelos. Su posición, pendiente y acceso a agua la hacen también propicia para albergar asentamientos humanos prehispánicos en concordancia con algunas de las estrategias conocidas para la ocupación de valles por parte de las antiguas poblaciones agrícolas de la región (Angelo 2002).
A •nales del 2004, gracias a una iniciativa aislada de uno de los técnicos de la O•cialía Mayor de Culturas, se elaboró un proyecto de Ordenanza Municipal para declarar Área de Patrimonio Arqueológico municipal a un sector de la Ciudadela Estronguista, para de este modo facilitar la intervención de rescate en el sitio. Sensiblemente la propuesta no fue correctamente entendida por los concejales231 que al no comprender la urgencia de la medida decidieron posponer su tratamiento242 . Hasta diciembre del 2007 un segmento del sector sur del área nuclear del asentamiento fue removido y nivelado para permitir la construcción de un par de edi•caciones además de haberse intensi•cado el proceso de erosión en casi la totalidad del asentamiento, dejando expuestos otra importante cantidad de tiestos cerámicos, líticos y restos óseos humanos y animales, quedando pendiente la efectivización de acciones de rescate que recuperen la información que todavía posee el depósito de este importante asentamiento arqueológico (Ver •gura 2)
Figura 2: Vista panorámica de la meseta de Chullpani (Ciudadela Estronguista), tomada desde el noreste
Características del asentamiento:Hallazgos,composición, tamaño y antigüedad de la ocupación La meseta de Chullpani, ocupada actualmente por la urbanización Ciudadela
Estronguista tiene un área de poco más de 0.5 Km2. Limita al este y norte con las serranías de Aruntaya y al sur con la urbanización 23 de Marzo que se instala sobre un nivel altitudinal más bajo; su sector este acaba junto a un profundo precipicio en cuya base serpentea el río Achumani. Una fracción mayoritaria de la zona tiene actualmente una pendiente de entre 5 a 19 % con dirección oeste, mientras que los espacios cercanos a las quebradas del Aruntaya y las laderas de las serranías norte, ostentan entre 19 a 38% de pendiente. La parte más alta de la meseta esta a 3650 m.s.n.m., mientras que la más baja (a orillas de la quebrada) se encuentra a 3600 m.s.n.m. Una apreciable porción del terreno estuvo surcada por una red de drenaje muy amplia que descarga sus cauces de temporada al Río Irpavi a través de tres quebradas principales y por lo menos 20 ramales pequeños, la mayoría de los cuales fue cubierto por el trabajo de nivelación efectuado para emplazar la urbanización. ´ Geológicamente la zona corresponde a un sector de areniscas arcillosas, arcilitas, tobas y gravas de la formación La Paz donde se presenta una remoción masiva de masa antigua tipo Achocalla, Llojeta o Villa San Antonio, en parte esta masa se halla parcialmente estabilizada en su dinámica de deslizamiento, pero se encuentra cortada por procesos de erosión pluvial e interna muy fuertes.325
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PROYECCIÓN UTM - ZONA 19 S Datum: UTM WGS 84
Referencias Entidades Arqueológicas
Figura 3: Ubicación de hallazgos arqueológicos efectuados en la prospección de la meseta de Chullpani
23 El proyecto fue presentado por la concejal Maritza Jiménez, apoyado por la H. Fortun y rechazado por los concejales Pringle, Ulloa, Ortega y Marconi en cesión del 13 de octubre del 2004. 24 El Diario, lunes 15 de noviembre del 2004, pag 7 25 Mapa geotécnico de La Paz 2004. Dirección de Cuencas de la O•cialía Mayor Técnica del Gobierno Municipal de La Paz
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La prospección sistemática de la meseta, implementada en septiembre del 2001, permitió identi•car 12 espacios con material arqueológico prehispánico (Figura 3), principalmente fragmentos de recipientes cerámicos, la mayoría muy erosionados y probablemente fuera de contexto (Paz et al 2002). Un total de 179 fragmentos cerámicos fueron colectados, de los cuales casi el 46% no pudo ser identi•cado debido a su estado altamente erosionado y la escasa singularidad de sus pastas. No obstante, el 26.6 % de esta muestra corresponde a formas y acabados muy extendidos en el Valle de La Paz y la Cuenca del Lago Titicaca para el Horizonte Medio o de expansión y hegemonía Tiwanaku en la región (Figura 4).
Junto con el material cerámico fueron colectados 15 artefactos líticos, entre los que se destacan azadas, alisadores, raspadores, perforadores, puntas de proyectil y cortadores, la mayoría confeccionada en piedra pizarra, limolita y andesita (Figura 6). Sólo las puntas de proyectil muestran materiales como jaspe, cuarzo y cuarcita.
Figura 6: Artefactos líticos colectados en prospección (a) desterronador; (b) perforador y (c) Hacha
Figura 4: Material cerámico local usado durante la fase Tiwanaku
Un 20% tiene origen colonial; 4.6% pudo haber sido manufacturado durante la presencia de diferentes grupos étnicos altiplánicos en la región (1200 – 1548 d.C) y un 2.3% (4 fragmentos) corresponden a la presencia humana durante la fase Formativo Tardío (100 a.C. a 500 d.C) (Figura 5). En ninguno de los rasgos identi•cados se veri•có la presencia de material Pacajes o Inca.
La mayoría de los hallazgos no pudieron ser con•ablemente delimitados y salvo el asentamiento nuclear de 4 hectáreas, ninguno ofrece la su•ciente evidencia como para atribuirle una función especí•ca. Sin embargo, el patrón nos lleva a hipotetizar que el asentamiento residencial de mayor tamaño y complejidad se dio durante la fase local de expansión Tiwanaku y cubrió el área central de 4 has del sector este de la meseta, desde donde se desprenden o enlazan una serie de pequeños caseríos dispersos en la parte baja al oeste y norte, donde también pudieron haberse ubicado algunos enterramientos, probablemente mas numerosos después de la fase Tiwanaku.
Relevamiento super•cial del asentamiento residencial principal de Chullpani Más allá de la evidencia material de la presencia prehispánica en la zona, la pros-
pección general permitió constatar que los trabajos de nivelación efectuados en toda la meseta habían impactado severamente en la mayor parte del núcleo residencial, y que lo que aún quedaba estaba expuesto a un acelerado deterioro por efecto del intemperismo estacional, acrecentado por la falta de previsión de los loteadores para implementar algún sistema de drenaje que evite el arrastre del suelo y la nueva formación de quebradas y cárcavas en el sector urbanizado. El objetivo principal del trabajo sistemático super•cial de registro y recolección del material arqueológico se plani•có para documentar un sector de 1.88 has del núcleo residencial antes de que este sufriera mayores daños por efecto de la construcción de nuevas casas o el destrozo ocasionado por la gente local. El equipo de arqueólogos dispuso intervenir cuatro de los ocho manzanos comprometidos, lo cual equivale al 47% del área total de 4 has reconocida como parte del asentamiento principal de la meseta (ver Figura 3: Área arqueológica principal [AA10] ) . La colección y registro se efectuó sobre la base de cuadrantes de 4x4 metros, cada uno de los cuales fue fotogra•ado y dibujado con gran detalle.
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Figura 5: Material cerámico Formativo Tardío estilo Qesani
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El plano construido a base de estos levantamientos muestra alineamientos de cantos rodados y bloques que parecen haber sido las bases o cimientos de los recintos residenciales del poblado. Lamentablemente no fue registrada ninguna base o estructura completa, estimándose que algunos de los recintos tuvieron una dimensión de entre 3 a 4 metros de lado, habiendo estado construidos con adobe y piedra. En medio de las estructuras se identi•caron 4 entierros y 8 posibles estructuras funerarias (sugeridas por la presencia alineamientos circulares o espacios de suelo circular con diferente coloración), la mayoría concentrada en el sector este del área de intervención (ver •gura 7).
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La muestra de material analizado, comprende un conjunto de 2148 fragmentos cerámicos y 394 artefactos líticos que corresponde al 30% del material total colectado. La muestra cerámica esta compuesta de un 98% de material simple, sin decoración, proveniente en su mayoría de recipientes de servicio y cocina, más que de recipientes de almacenaje (tinajas) o vasijas ceremoniales, cuya escasa presencia se circunscribe a algunos contextos funerarios ubicados en el sector sur del área de intervención.
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Figura 9: Acabado externo alisado liso en bandejas de paredes evertidas; los per•les de los recipientes (a) y (b) se muestran de manera adjunta
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Figura 7: Rastros de un entierro ubicado en el sector oeste del área de recolección sistemática
El 91.2% del material cerámico parece haber sido manufacturado con pastas eminentemente locales, arcillas con una signi•cativa proporción de feldespato y desgrasante de arena y cuarzo angular •no. Sus bordes y formas son muy semejantes a las encontradas en casi toda la cuenca del Lago Titicaca entre el •nal del Formativo Tardío (400 a 500 d.C) y el declive de la presencia Tiwanaku (1200 d.C), lo cual sugiere que la ocupación poblacional de mayor intensidad de la meseta se dio en algún momento entre estas fechas. Otras características importantes de este material son: a) La presencia importante de una pasta gris con desgrasante de arena y cuarzo en cuencos, bandejas y tazones (Figura 8); b) el acabado externo alisado tosco y a veces estriado con acabado interno alisado liso, a espátula o a guijarro (Figura 9). En algunos ejemplares es posible ver acabado interno y externo brochado, especialmente en tazones y bandejas de paredes evertidas; c) La frecuente decoración con modelado de borde o de banda lateral con incisiones (Figura 10) y d) La elaboración de ollas globulares con impronta en la base261(Figura 11).
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26 Este tipo de imprentas de base aparecen de manera profusa en algunos sitios ubicados en la localidad de Ayma (Municipio de Achocalla), donde se hallan asociados super•cialmente a materiales Formativo Tardío y Tiwanaku (Lémuz y Rivera 2006)
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Figura 8: Tiesto de un tazon en pasta grisácea
Inicialmente se consideró que las estructuras emergieron a la super•cie y se hicieron visibles junto con todos sus artefactos debido a la acción de la nivelación mecánica del terreno, pero que estratigrá•camente era posible encontrar material en mejores condiciones que nos permitan utilizar la decoración para •liar con mayor certeza el material. Sin embargo, tras implementar la recolección super•cial y observar el estado de los tiestos que cotidianamente emergen a la super•cie, vemos que el estado de erosión y deterioro del material se mantiene, lo cual nos induce a pensar que las estructuras y el material dispuesto en su super•cie original permanecieron abandonados por mucho
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tiempo antes que una nueva presencia residencial humana ocupara la meseta, lo cual parece haber ocurrido durante la colonia.
recuperados en el lugar cuyas características de manufactura y decoración las enlazan directamente con el estilo Qesani encontrado en la localidad de Kallamarka (Albarracin el tal 1994; Lémuz y Paz 2001), cuya ubicación temporal corresponde a la fase •nal del Formativo Tardío donde los estilos Qeya (Wallace 1957, Janusek 2003), Qesani e incluso Kalasasaya (Ponce 1971) tuvieron presencia en algunos contextos especí•cos de la región. Llama poderosamente la atención la enorme cantidad de material lítico que fue recuperado de tan pequeña fracción de terreno. Cerca de 400 artefactos líticos manufacturados para propósitos agrícolas y domésticos fueron colectados de un espacio menor a 0.6 hectáreas. De estos 17.5% son azadas, 9.6% azadones, 17% raspadores, 8.9% cortadores, 3.3% machacadores, 2.5% alisadores , 0.8% puntas de proyectil, 0.8% batanes, 0.8% manos de mortero y 0.3% palas (ver •guras 13 a 14). También se recuperaron lascas que suman el 21.7% y núcleos, que representan el 4.3%, la mayor parte con muy poco deterioro o desgaste.
Figura 10: Decorados de banda lateral
Figura 12: Fragmento con decoración pintada e incisa post cocción estilo Qesani del Formativo Tardío (200 – 500 d.C.)
La materia prima empleada para los artefactos agrícolas y domésticos fue principalmente pizarra, limolita y en menor medida cuarcita, andesita basáltica, siltita y basalto, mientras que para artefactos más pequeños o instrumentos de corte se empleó prioritariamente la cuarcita, el cuarzo, el jaspe y la limolita. En cuanto a los batanes y manos de mortero, se emplearon principalmente granito y arenisca.
Figura 11: Olla globular con impronta en la base
Por otro lado, sólo 0.7% de la muestra presenta características propias del ensamble cerámico Pacajes y un sólo fragmento con las características de manufactura y acabado de la alfarería Inka, lo que podría signi•car que Chullpani pudo gozar de una posición bastante marginal durante la presencia Inka en la región, casi tanto o igual que lo pudo ser para las poblaciones Pacajes.
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Aunque hace falta mayor evidencia material, la zona parece haber estado ocupada desde •nales del Formativo Tardío, entre el 200 y 500 d.C., tal como lo muestran 5 fragmentos (Figura 5 y 12)
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Figura 13: Azadas y azadones provenientes del área arqueológica principal manufacturados en diferentes materias primas
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También fueron hallados en contextos funerarios cuentas de lapislázuli, sodalita y cuarzo y restos de pequeños artefactos de cobre. En general, gran parte del material usado para la fabricación de las herramientas agrícolas como domésticas no fueron obtenidas de la zona inmediata al asentamiento (Aranda 2006). Las pizarras fueron traídas probablemente de la cumbre o la zona aledaña a los nevados de la Cordillera oriental (Chacaltaya, Chicani, Chucura o Palca), las limolitas, andesita basáltica y basaltos de la zona este del nevado Illimani (Palca y Kohoni), el cuarzo y el jaspe de las cercanías de Achacachi o Pucarani y los otros materiales exóticos probablemente arribaron al lugar como producto terminado a través de alguna forma de trá•co e intercambio. Respecto a los huesos animales colectados en super•cie, se identi•có la presencia masiva de especimenes de camélido, cérvido y ave, sin que todavía se haya avanzado en un análisis más profundo de identi•cación de familia o especie.
Síntesis e interpretación CORTADORES
RASPADORES
Desde su reconocimiento como una de las más importantes áreas arqueológicas de
la Cuenca de Achumani, el asentamiento prehispánico de Chullpani o Ciudadela Estronguista ha llamado la atención de una buena parte de la comunidad de arqueólogos de La Paz y de funcionarios de la O•cialía Mayor de Culturas del Gobierno Municipal, quienes por diferentes medios han intentado, de manera infructuosa, llevar adelante acciones coordinadas y participativas con los vecinos del lugar, para recuperar y proteger el patrimonio arqueológico que alberga tan importante asentamiento. No obstante estos obstáculos, arqueólogos y gobierno municipal han hecho posible la implementación de una prospección de la meseta y el levantamiento de un registro sistemático del núcleo residencial, colectándose de super•cie todos los vestigios arqueológicos que puedan ayudar a comprender las características e historia de este asentamiento en tiempos prehispánicos.
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MORTERO
MANOS DE MORTERO
PALA LÍTICA
PUNTA DE PROYECTIL
Figura 14: Artefactos líticos recuperados del área arqueológica principal de Chullpani
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Figura 15: Puntas de proyectil enlazadas con el período Arcaico en el valle de La Paz
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Conclusión El trabajo arqueológico emprendido entre los años 2001 y 2002 permitió detectar rastros de la presencia de una temprana actividad de caza a partir del hallazgo de dos puntas de proyectil, una de las cuales (Figura 15 a) podría estar relacionada con el Arcaico Tardío (6000 – 4000 AP) de Aldenderfer (1998) o con el arcaico temprano (10000 a 8000 AP) según Santoro y Nuñez (1987) (ver •gura 15). Sin embargo, el hallazgo resulta aislado, pues la metodología aplicada a la prospección no estuvo diseñada para rastrear este tipo de evidencias tempranas. Las primeras evidencias de asentamientos agrícolas se habrían dado a •nales del Formativo Tardío (200 – 500 d.C), de manera contemporánea con la aparición del estilo Qeya y Qesani en la Cuenca del Lago Titicaca, probablemente con un conjunto cerámico mayoritariamente no decorado y formas muy similares al usado posteriormente por grupos poblacionales que compartieron el territorio con poblaciones •liadas a la entidad política Tiwanaku.
Las investigaciones efectuadas hasta la fecha en la meseta de Chullpani (Ciudadela
Estronguista), nos muestran aspectos sumamente interesantes de la actividad prehispánica de los habitantes del Valle de La Paz. No obstante, aunque pudieran realizarse a corto plazo investigaciones estratigrá•cas más profundas, es imprescindible concretar estudios regionales sistemáticos que ayuden a comprender el patrón y sistema de asentamientos de estas entidades políticas locales y su vinculación con otras más allá de la cuenca. Este entendimiento nos introducirá con mayor éxito al conocimiento de los grandes cambios económicos, políticos y sociales acontecidos en la región de la Cuenca del Lago Titicaca y su entorno de in•uencia en valles y costa.
La presencia cultural de mayor signi•cación en el asentamiento se dio justamente durante el periodo en que la entidad política Tiwanaku fue hegemónica en la cuenca del Lago Titicaca (500 d.C. – 1200 d.C), en algún momento de este periodo el asentamiento alcanzó el tamaño de poco más de 4 hectáreas, albergando a una población cuya principal actividad estuvo ligada a la agricultura de las cuencas de Achumani e Irpavi. La elevada densidad de artefactos, la distribución de sus formas, su grado de uso y el tipo de materia prima empleado nos lleva a pensar que el poblado pudo tener directa vinculación con la explotación agrícola intensiva, la producción o trá•co de herramientas líticas para la agricultura o el manejo corporativo de la labor agrícola en la zona. La posición de Chullpani que le otorga signi•cativo dominio visual respecto a otros importantes asentamientos o áreas de producción agrícola como Pampahasi, Kellumani, Kallapa, Rosales y todas las mesetas, laderas y playas aluviales de las cuenca de Achumani e Irpavi, podría sugerir algún tipo de conexión o algún nivel de coordinación con estos asentamientos respecto al tema de producción o provisión de materiales y herramientas para la explotación agrícola. Lamentablemente, en el estado actual de conocimiento del registro arqueológico actual es imposible articular una explicación plausible para entender cual fue la función principal de esta ocupación en el ámbito de la cuenca de Achumani o el Valle de La Paz. Por otro lado, llama también la atención la presencia de una importante depresión del relieve en la parte central de la meseta, interpretada inicialmente como una Qocha o reservorio para la cosecha temporal de agua, probablemente asociada - desde muy temprano - al asentamiento agrícola o residencial emplazado allí. La presencia masiva de material cerámico erosionado o deteriorado en el contexto de las estructuras habitacionales del asentamiento núcleo, sugiere que en algún momento concomitante o posterior a la fase Tiwanaku, la meseta fue abandonada hasta los albores de la presencia española en el Valle de La Paz. El material colectado en el lugar sugiere que tras el abandono, la zona pudo haber albergado algunos pequeños caseríos aislados además de áreas funerarias donde se instalaron cistas o torres funerarias propias de alguno de los diversos grupos étnicos que habitaron en lugar. La presencia Inka y Pacajes en el lugar esta aun poco documentada pero es probable que la meseta haya sido un lugar de poco interés para estos grupos.
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Introducción En este capítulo se discute el estado actual de la arqueología histórica en la ciudad de
La Paz. Aunque existe una legislación vigente sobre el patrimonio histórico de la ciudad sustentada por leyes, decretos, ordenanzas y normas reguladoras tanto nacionales como municipales, poco o nada se ha hecho por proteger, conservar y estudiar sistemáticamente las edi•caciones y espacios históricos dentro de la ciudad y sus áreas de expansión dentro de una perspectiva arqueológica. La arqueología tiene un gran potencial para estudiar procesos históricos coloniales y republicanos de distinta índole tomando como base los restos materiales y brindar luces sobre las formas de vida y prácticas cotidianas que acompañaron el crecimiento y expansión de la ciudad a través del tiempo. Por estas razones es urgente que las autoridades locales y nacionales, en coordinación con arqueólogos, establezcan mecanismos prácticos para no solamente preservar el patrimonio histórico sino también para estudiarlo dentro de un programa de arqueología urbana (Rivera Casanovas 2006).
Arqueología histórica La arqueología es una ciencia social que a partir de restos materiales estudia a las
sociedades pasadas. Por sociedades pasadas no solamente entendemos a aquellas que se desarrollaron en tiempos prehispánicos sino también a las que se desenvolvieron durante la época Colonial y Republicana. En un sentido estricto, se podría hacer una arqueología de las sociedades actuales considerando un pasado reciente.
Claudia Rivera Casanovas
Muchas veces se ha cuestionado la incursión de la arqueología en temas históricos pero es evidente que existen muchas similitudes entre los objetivos de la arqueología y la historia. Ambas disciplinas, con objetos de investigación distintos, aportan al estudio y entendimiento de las sociedades pasadas y presentes, los procesos históricos, las contradicciones y con•ictos sociales, y de una manera implícita o explicita están inmersas dentro de lo que son las realidades sociales y políticas contemporáneas. Dentro de esta perspectiva, la arqueología histórica ha sido de•nida, en un contexto actual, como el estudio de los procesos de expansión del colonialismo y capitalismo en el mundo. Esta es multidisciplinaria dado que parte de la combinación de distintas fuentes como el registro material, los documentos históricos, las tradiciones orales, entre otras (Andrade Lima 1999; Funari 1996) y su relevancia radica en que al tratar directamente con la cultura material es capaz de brindar información valiosa y única sobre la vida cotidiana y el común de la gente. En este sentido, la arqueología democratiza el entendimiento del pasado al proporcionar información sobre la vida de las grandes mayorías (Deetz 1991; Hall 1991 citados en Funari 1996). La historia tradicional comúnmente se enfoca en temas que salen de lo que son las prácticas cotidianas dejando importantes vacíos de información. Al mismo tiempo, la arqueología complementa a la historia pues muchos temas que le son invisibles a esta son accesibles mediante los restos materiales. Es así que la historia o•cial puede ser reevaluada a través de la arqueología con perspectivas nuevas y diversas. La arqueología histórica en América abarca el período comprendido entre la llegada de los europeos al continente y el presente. Al estudiar el desarrollo y la expansión del capitalismo engloba diferentes aspectos de las sociedades tales como: la vida diaria, las relaciones domésticas, los procesos económicos, sociales y políticos, el poder y la difusión de nuevas ideologías observados desde perspectivas locales y regionales. En esta visión, el estudio de la desigualdad social y las contradicciones dentro de una sociedad son los temas relevantes de investigación (Andrade Lima 1999; Funari 1996; Thomas 1998). En nuestro país esta arqueología comprende un amplio rango de tiempo que puede subdividirse en cuatro períodos: el período de contacto hispano-indígena (1532-1573 d.C.), el período colonial (1573-1825 d.C.), el período republicano temprano (1825-1900 d.C.) y el periodo republicano tardío (1900-hasta la actualidad).
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Síntesis del desarrollo de la Ciudad de La Paz La arqueología histórica en Bolivia se ha desarrollado muy poco debido a que la práctica de la disciplina, impulsada por el Estado, ha estado ligada sobre todo al estudio de las sociedades prehispánicas. Tal situación no solamente se dio en nuestro país sino en la mayoría de los países andinos, como Perú y Ecuador, donde existe una gran población indígena. Esta situación contrasta notablemente con la de países con poblaciones de origen europeo más grandes como Argentina, Uruguay o Brasil donde hay un marcado desarrollo de la arqueología histórica debido a que existe una mayor identi•cación con un pasado reciente por parte de poblaciones con un origen europeo (Funari 1996). En Bolivia, después de la revolución nacional de 1952, el Estado, dentro de su nueva ideología, estimuló el estudio del pasado prehispánico dando un gran énfasis a Tiwanaku como la cultura matriz que habría constituido la raíz de lo que posteriormente vendría a ser el Estado nacional boliviano (Albarracín-Jordán 1997). Dentro de las políticas nacionalistas la arqueología prehispánica se priorizó debido a que la mayoría de la población del país tiene raíces indígenas y por lo tanto la ideología nacional exigía una identi•cación directa con este pasado remoto, común e imponente en el ámbito andino. En este entendido, la identidad nacional como proyecto estatal adquirió un carácter mestizo donde premeditadamente se ocultó la diversidad y las contradicciones existentes (Sanjinés 2005). El período colonial, identi•cado con la opresión y sojuzgamiento de las poblaciones indígenas fue dejado de lado y sus contradicciones olvidadas pues su estudio implicaba desnudar la situación de colonialismo y opresión sobre la que se había formado el Estado moderno. De esta forma, los estudios de esta época pasaron a la historia y las manifestaciones materiales se estudiaron considerando a las obras arquitectónicas y bienes muebles desde una perspectiva de la historia de la arquitectura y el arte (Gisbert 1980; Mesa y Gisbert 1992, entre otros). Al igual que en muchos otros países de Latinoamérica, la arqueología histórica en Bolivia ha estado enmarcada principalmente dentro de lo que se denomina arqueología de salvamento y rescate (Fournier 2003; Gómez y Fernández 2000) caracterizada por la falta de una orientación teórica y metodológica así como de políticas claras sobre el tema. Cuando por diferentes circunstancias, especialmente en obras civiles, se encuentran contextos arqueológicos, se procede a rescatar lo poco que queda de la información de manera apresurada y sin una estrategia de investigación. Estos trabajos quedan en su mayoría plasmados en reportes e informes que no se publican y que no son de acceso público. De esta manera, los estudios arqueológicos históricos quedan relegados y la información obtenida frecuentemente se pierde. Son pocos los trabajos de investigación sobre arqueología histórica que se han realizado en nuestro país y han traspasado el nivel descriptivo de informes vinculados a arqueología de rescate o trabajos de restauración de monumentos. Entre ellos tenemos la descripción de estilos cerámicos y patrones de asentamiento coloniales tempranos en el altiplano paceño (Albarracin y Mathews 1990), administración colonial y procesos de migración en la cuenca sur del lago Titicaca (Bandy y Janusek 2005), patrones funerarios en las iglesias coloniales potosinas (Mantilla 1984) y el estudio de procesos de etnicidad y de las relaciones económicas y de poder en la sociedad colonial potosina, re•ejadas en los patrones de consumo de bienes suntuarios y domésticos durante la colonia temprana (Van Buren 1999).
La actual ciudad de La Paz se halla en un área intermedia entre el altiplano y la vertiente
oriental o Yungas, en un valle interandino que presenta una geografía muy abrupta, con diferencias altitudinales y bióticas marcadas. Esta posición intermedia hace de la región un área de paso y comunicación entre varios medios geográ•cos. La cuenca donde se asienta la actual urbe tiene una larga historia de ocupación a través del tiempo que va desde la época prehispánica hasta la actualidad. En términos de arqueología (ver los estudios de Aranda y Lémuz en este volumen), se ha dado un mayor énfasis al estudio de la parte prehispánica, existiendo varias publicaciones sobre el tema (Bennett 1936; Huidobro 1984; Portugal Zamora 1957; Ponce Sanginés 1967, Rendón 2007) y varios informes no publicados (Aranda 2004, 2006; Aranda y Lima 1996; Lémuz 2008; Lémuz y Aranda 2006, 2007; Lemuz, Aranda y Estellano 2006; Paz et al 2000). También existen estudios en la vecina cuenca de Achocalla que indican la larga data de los asentamientos humanos en la región (Heredia y Rivera 1995; Michel et al. 2000; Strecker 1986, Paz et al 2001, 2003, entre otros). De manera general estos estudios indican que en la época prehispánica la cuenca estuvo ocupada por lo menos desde el período Formativo (1500 a.C.), sino antes, con el establecimiento de las primeras sociedades aldeanas de agricultores. Posteriormente, durante el Horizonte Medio (500-1100 d.C.), existió una proliferación de asentamientos Tiwanaku que probablemente estuvieron dedicados a tareas agrícolas. Ya en el período Intermedio Tardío (1100-1450 d.C.) el valle estuvo ocupado por poblaciones de •liación Pacajes y más tardíamente, con el dominio inka de la región (circa 1450 d.C.), se implantaron grupos foráneos de mitmas que junto a una población local se dedicaron a la explotación de recursos agrícolas y auríferos en el valle (Berthelot 1986; Saignes 1985). La ciudad de La Paz fue fundada por Pedro Alonso de Mendoza en Laja en 1548 y refundada posteriormente en el valle de Chuquiabo. Su fundación obedeció, como la de muchas otras ciudades coloniales en América, a la necesidad de crear núcleos de conquista y colonización (Barragán 1990; Cuadros 2003). Su posición estratégica entre las tierras bajas de los Yungas y el altiplano paceño, así como su emplazamiento respecto a varias jurisdicciones étnicas hacían de ella un lugar de convergencia y tránsito (Saignes 1985). La urbe se estableció en Chuquiabo donde existía una población indígena, compuesta por mitmas asentados por el inka. Desde muy temprano la ciudad de La Paz presentó una con•guración espacial muy particular. El trazado de la ciudad se hizo, como en todas las ciudades coloniales españolas de América, usando el sistema de damero.271Sin embargo, debido a que las leyes coloniales prohibían que los españoles viviesen en pueblos de indios, se establecieron distintos barrios segregados espacialmente con adscripciones étnicas bien de•nidas. Es así que San Pedro y Santiago, San Sebastián y Santa Bárbara fueron barrios de indios, formados por la reducción de la población indígena que originalmente se hallaba dispersa en el valle, mientras que el centro de la ciudad, es decir los alrededores de la plaza Murillo, separado por los ríos Choqueyapu y Mejahuira de los barrios indígenas, formaba la ciudad española donde se asignaron solares a distintas familias de españoles. Esta con•guración urbana dual fue singular para la América colonial conociéndose sólo dos casos de este tipo: La Paz y Lima (Saignes 1985).
Lastimosamente, la arqueología histórica en la ciudad de La Paz no ha superado el nivel de reportes e informes descriptivos ya mencionado. Antes de pasar a su análisis veamos cual fue el desarrollo de esta ciudad en distintos períodos.
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27 El sistema de damero consiste en la plani•cación del trazo urbano en forma de ajedrezado. Es así que partiendo de una plaza central o mayor se de•nen los manzanos o cuadras siguiendo un trazado geométrico cuadrangular en el que cada cuadra tiene 100 x 100 metros.
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Debido a ello las divisiones duales de los barrios de indios en Hanan y Hurin y las •liaciones étnicas (Pacajes, Cañaris, Lupacas, etc.)281 desaparecieron (Saignes 1985). El asedio a La Paz también causó daños materiales a los conjuntos urbanos, muchos barrios, iglesias y puentes fueron incendiados y/o destruidos (Del Valle 1981), siendo en muchos casos reconstruidos posteriormente. Ya durante la república la ciudad sufrió los cambios de la modernización. La Paz se convirtió en un eje económico mayor y con la guerra federal de 1899 pasó a ser la sede de gobierno concentrando el aparato administrativo estatal. Estos cambios produjeron la modernización y expansión de la ciudad acompañadas de un crecimiento poblacional marcado (Barragán 1990; Cuadros 2003). Zonas agrícolas y de haciendas como Sopocachi y Obrajes comenzaron a convertirse en zonas urbanas de las elites. Después de la guerra del Chaco, en los años 30, Mira•ores también pasó a conformar parte de la ciudad y posteriormente áreas como La Florida y Calacoto. Con el advenimiento de la revolución de 1952 y los cambios de orden socioeconómico que esta generó, se produjo un marcado proceso de migración de la población rural hacia las ciudades, siendo La Paz la receptora de una gran masa poblacional que se asentó en las laderas de la cuenca y El Alto conformando barrios ya conocidos (Cuadros 2003).
Figura 1: Actividad de un tambo a mediados del siglo XX. Foto, cortesía de Jorge Rivera
La ciudad colonial de La Paz tenía una importante población indígena de la cual obtenía tributo, siendo los fundadores principalmente encomenderos cuyas actividades dieron lugar a haciendas para la producción agrícola y ganadera además de la lucrativa producción de coca en los Yungas que iba a cubrir las demandas de los centros mineros (Barragán 1990). El comercio también fue una actividad principal durante la colonia, siendo La Paz un centro comercial de mucha importancia ya que articulaba ejes comerciales entre Potosí, Cuzco y Lima. El comercio interno incorporaba bienes para el consumo urbano como productos agropecuarios y manufacturas, mientras que el comercio externo incluía productos de ultramar importados como licores, vajilla, telas, ropa, muebles, cristalería y papeles y la exportación de materias primas como metales y lana (Barragán 1990). Este movimiento de bienes no sólo se reducía al consumo citadino sino también al de otras regiones cuyos pobladores acudían a La Paz p ara comprar y vender productos. Dentro de esta dinámica los tambos se constituyeron en los centros de actividad económica (Figura 1). Sirviendo no sólo como lugares de expendió sino también como posadas se ubicaban en las vías principales de acceso a la ciudad, especialmente en los barrios indígenas. El sector artesanal también fue importante durante la colonia y su actividad estuvo enfocada a cubrir las necesidades de los habitantes urbanos. La panadería y la venta de carne fueron actividades básicas, así como la herrería, platería, fundición y sastrería. Los artesanos fueron indígenas forasteros o desplazados de sus tierras que tuvieron que incorporarse a este tipo de actividades para subsistir dentro del nuevo régimen (Barragán 1990). La rebelión de 1781 marcó un gran hito para La Paz pues esta fue cercada por varios meses y su población pereció en gran medida. Una vez controlada la revuelta, se vio que mucha de la población indígena, considerada originaria, había desaparecido y en su lugar nuevos forasteros arribaron y se establecieron en los tradicionales barrios de indios. Sin embargo, las autoridades coloniales introdujeron reformas para homogeneizar a la población indígena y volverla más citadina.
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En los últimos 50 años el área urbana de la ciudad de La Paz se ha extendido de una manera impresionante sobre las subcuencas vecinas y las laderas de los cerros creando una serie de problemas en el uso del espacio, una densidad de edi•caciones muy alta, problemas en el acceso a servicios básicos y un paisaje urbano de características únicas y singulares. Este proceso ha estado acompañado por un constante crecimiento de una población diversa que le da a nuestra ciudad un carácter cosmopolita. Esta rápida expansión también ha causado problemas en lo que se re•ere a la preservación del patrimonio arqueológico e histórico. Un sin •n de sitios arqueológicos han sido destruidos por nuevas urbanizaciones y construcciones sin que las autoridades tomen cartas en el asunto. Del mismo modo, conjuntos urbanos históricos y edi•caciones aisladas han sido destruidos bajo el lema de la modernización.
Arqueología histórica en la ciudad de La Paz Como se ha visto en el acápite anterior, la ciudad de La Paz paso por una serie de
procesos históricos económicos y políticos muy importantes, situaciones que se hallan mani•estas en la estructura de la ciudad, sus barrios y la historia de su expansión. Sin embargo, arqueológicamente poco se ha hecho para indagar desde esta disciplina. La mayoría de los trabajos de arqueología de rescate que se han llevado a cabo en la ciudad tales como las excavaciones en la iglesia de San Francisco en 1987, nunca se han publicado y los informes existentes no son accesibles.292 . En estos trabajos se encontró cerámica de •liación inka, se estudio las fases constructivas tanto de la iglesia original como de la actual y del convento y se encontró en una habitación un entierro múltiple de quienes se presume fueron víctimas del cerco de La Paz, así como huellas del incendio (Eduardo Pareja, comunicación personal 2005). Otros trabajos de arqueología histórica realizados fueron las excavaciones durante la restauración del tambo Quirquincho en Churubamba (1985) pero no existen informes accesibles al respecto. También la Carrera de Arqueología de la UMSA realizó algunos trabajos de rescate en la calle Illampu (Marcos Michel comunicación personal 2004) pero no existe información que pueda ser consultada.
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Los grupos étnicos Pacajes ocupaban parte del altiplano paceño en las actuales Provincias Pacajes, Ingavi, Murillo y Aroma, mientras que los Lupacas se encontraban ocupando la parte occidental del lago Titicaca en el actual Perú. Los Cañaris fueron un grupo de mitmas procedentes de la región de Cañar en Ecuador. La mayoría de estos informes deberían encontrarse en la actual Dirección de Patrimonio Histórico dependiente del Viceministerio de Cultura y en la Unidad Nacional de Arqueología.
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Figura 2: Apertura mecánica del tunel de San Francisco. Foto cortesía de J.L. Paz
Uno de los pocos trabajos publicados es el del rescate arqueológico que el INAR (Instituto Nacional de Arqueología) llevó a cabo cuando se abrió el paso a desnivel en San Francisco en 1993. En un corto artículo Paz y Portugal (1993) describen el trabajo de rescate realizado en el sector donde se construyó el paso (Figura 2). En este lugar, aproximadamente a dos metros de profundidad se hallaron los restos de una serie de canales de desagüe de data colonial y republicana, así como cámaras de agua y evidencias de antiguas canalizaciones del río Choqueyapu. Los canales coloniales están construidos con cal y canto mientras que los republicanos presentan ladrillos (Figura 3). El poco material asociado recuperado en un terreno removido consistió en 55 fragmentos de cerámica y huesos de animales. Los fragmentos cerámicos recuperados indicaron una •liación Pacajes-Inka, Pacajes Tardío (que data de la colonia temprana), así como cerámica colonial con esmalte. Estos datos son interesantes pues con•rman la existencia de un asentamiento prehispánico en el área sobre el que se desarrolló una ocupación histórica posterior. Es importante notar que la iglesia de San Francisco fue levantada sobre los restos prehispánicos de un adoratorio o huaca (Portugal Zamora 1957). Durante el año 2004 personal de la UNAR (Unidad Nacional de Arqueología) realizó trabajos de identi•cación de materiales en las obras de remodelación de la iglesia de San Sebastián en Churubamba, así como la exploración parcial de los sistemas de túneles subterráneos que unen a la iglesia de La Merced con otras edi•caciones próximas pero no existen informes accesibles (Eduardo Pareja comunicación personal 2004). Durante el año 2005, y a raíz del colapso de la cúpula de la iglesia de San Sebastián, la UNAR, en coordinación con las autoridades de patrimonio, implementó un plan de apoyo a las tareas de restauración del templo con la excavación de dos unidades de sondeo y una cala para entender los procesos de construcción, uso y renovación de dicho monumento. Los resultados preliminares indicaron la presencia de tres componentes cerámicos que marcarían ocupaciones temporales distintas: cerámica de posible tradición prehispánica, cerámica colonial y cerámica republicana (Rendón et al. 2007). Como podemos comprobar partiendo de la información presentada, no existen investigaciones sistemáticas ni planes estratégicos para un estudio de arqueología prehispánica y menos histórica de la ciudad de La Paz. Cabe entonces preguntarse ¿Qué políticas y pasos se hacen necesarios para establecer una arqueología urbana con normas de intervención, investigación y preservación bien de•nidas?
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Figura 3: Canal republicano construido con ladrillos bajo el sedimento removido en la construcción del tunel de San Francisco. Foto cortesía de J.L. Paz
Patrimonio, legislación y políticas de investigación para la implementación de una arqueología histórica urbana Haciendo una revisión exhaustiva de la normativa vigente sobre patrimonio histórico en
el país encontramos que la Constitución Política del Estado considera como patrimonio todo monumento o pieza con valor artístico, histórico o arqueológico que existiere en el país (Art. 199 CPE). Dentro de esta categoría entran los monumentos nacionales por presentar un valor artístico o arqueológico (Ley de Monumentos Nacional 8/5/1927) y se requiere de permisos de organismos estatales como el actual Viceministerio de Cultura (anteriormente la Dirección General de Bellas Artes o posteriormente el Instituto Boliviano de Cultura), para su intervención o restauración (Normas Monumentos Nacionales 15/4/1930). Las Normas Complementarias sobre Patrimonio Artístico, Histórico, Arqueológico y Monumental (Decreto Supremo 05918 del 6/11/1961) consideran como Tesoro Cultural a todo monumento o pieza con valor artístico, histórico o arqueológico en el país, comprendiendo lo arquitectónico de•nido como: ciudades, conjunto urbanos y monumentales, iglesias, conventos, casas parroquiales, edi•cios civiles (palacios, casas) y museos públicos con una antigüedad anterior a 1900. En su Art. 5 indican que el Estado es el encargado de proteger y conservar edi•cios y objetos declarados por resolución expresa monumentos nacionales, o de interés y valor histórico, artístico o arqueológico. Las Normas de Defensa del Tesoro Cultural de la Nación (Decreto Ley 15900 del 19/8/1978) norman el registro del patrimonio histórico en el Instituto Boliviano de Cultura para su catalogación y seguimiento, supervisión y control. Indican además que el patrimonio histórico puede ser expropiado para su preservación y que su deterioro tiene penalidad. En el caso particular de La Paz, diferentes administraciones municipales, intentaron normar el uso y preservación de los edi•cios históricos que se encuentran en el casco urbano central o casco viejo de la ciudad y áreas adyacentes de interés, constituidas principalmente por lo que fueron los antiguos barrios de indios, y áreas de haciendas o obrajes tales como Sopocachi, Mira•ores y Obrajes entre otras. Uno de los estudios más detallados que se realizaron fue el del casco urbano central en 1977 (Medeiros y colaboradores 1977). Dicho estudio intentó normar el desarrollo urbano a través de una plani•cación que tomaba en cuenta diversos factores técnicos, socio-económicos, históricos y culturales de la ciudad.
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Tomando en cuenta paisajes naturales y culturales además de la normativa internacional de la UNESCO sobre patrimonio y puesta en valor de monumentos históricos, se plantearon políticas de rehabilitación de las viviendas. Con base en una catalogación preliminar de 170 edi•cios de valor patrimonial en el casco urbano central que comprendían los períodos colonial y republicano, se establecieron seis grados de protección: valor absoluto (protegidos), valor de importancia (preservados), de interés (de acompañamiento), valor parcial, valor ambiental, y valor negativo (incompatibles), (Gisbert 1977). Este estudio reconocía la falta de disposiciones legales y de una organización técnico administrativa para un manejo integral del patrimonio arqueológico e histórico dentro de un territorio. Se recomendó la creación de una instancia nacional que norme los aspectos referentes al patrimonio monumental (edi•cios y conjuntos urbanos), que considerase desde lo prehispánico hasta lo actual. Esta instancia debía estar conformada por profesionales especialistas, coordinar acciones con distintas instancias del gobierno y elaborar una nueva normativa de protección al patrimonio. También se sugería que la alcaldía debía tener un departamento de patrimonio monumental e histórico para regular todo lo referido a reconstrucción y restauración. Se recomendaba la clasi•cación y •chaje de edi•cios, la declaración de monumentos nacionales, la zoni•cación del contexto urbano, el problema vial y su reglamentación para congelar áreas de preservación. Se propuso un régimen legal (Bedregal 1977) en el cual se normaba la preservación y conservación del patrimonio cultural (incluyendo el arqueológico) que dependería de una junta de Cali•cación y Conservación de Áreas Precautelables. Dentro sus funciones estaban la autorización, promoción y supervisión de investigaciones, excavaciones, exploraciones y restauraciones, así como una publicación sobre patrimonio.
Dentro de la normativa vigente, no se toma en cuenta las metodologías de la arqueología y los problemas inherentes a lo que son el estudio y preservación de contextos arqueológicos dentro de los conjuntos urbanos históricos. En el Reglamento de Excavaciones vigente (1998) apenas si se menciona que se debe pedir permiso a la Dirección Nacional de Arqueología para realizar excavaciones en sitios históricos. Por ejemplo, un contexto arqueológico está constituido por los depósitos culturales dejados a través del tiempo bajo los pisos y patios de las edi•caciones coloniales y republicanas. Por tanto, cada vez que se interviene uno de estos edi•cios y se altera el subsuelo con las refacciones, recimentaciones, introducción de cañerías y desagües y otras modi•caciones, se pierde la única información disponible para un estudio arqueológico de ese espacio (Gómez y Fernández 2000). Otro problema patente es que cuando se hacen intervenciones para restaurar inmuebles, estas se hallan dirigidas por arquitectos que desconocen la metodología de intervención arqueológica, y por lo tanto, las obras impactan los contextos arqueológicos que son destruidos sin remedio bajo el amparo de la normativa vigente. En general, cuando se intervienen los inmuebles se pone mucho cuidado en conservar las fachadas, las estructuras y espacios arquitectónicos pero no así los espacios del subsuelo (especialmente bajo los pisos y patios) donde se hallan los contextos arqueológicos.
Dicho estudio y el régimen legal fueron aprobados parcialmente y aplicados de la misma manera. Desde •nes de los 70 hasta la fecha no se ha avanzado sustancialmente al respecto, a pesar de haberse realizado algunas actualizaciones sobre este trabajo y me animaría a decir que hasta un 50% de los edi•cios patrimoniales y áreas de interés consignados en el mencionado estudio han desaparecido o han sido drásticamente modi•cados y sus contextos arqueológicos asociados dañados completamente. Dentro de la nueva normativa vigente, la Ley de Participación Popular (1994) y la Ley de Descentralización Administrativa (1995) trans•eren el control y manejo del patrimonio a las Prefecturas y Municipios, quienes ahora están encargados de velar por el estudio y conservación del mismo. La Ley de Municipalidades (1999), faculta a los municipios, en coordinación con organismos nacionales e internacionales, a precautelar y promover la conservación, preservación y mantenimiento de los bienes del Patrimonio históricocultural y arquitectónico de la Nación en su jurisdicción. Dentro estos bienes están los arqueológicos, históricos y los denominados ecológicos (Ley de Municipalidades, Art.95).
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Como hemos visto, a través de esta revisión sobre patrimonio histórico, uno de los mayores problemas que enfrenta la arqueología histórica en La Paz y toda Bolivia es la falta de una legislación especí•ca al respecto. En el caso de las ciudades, el concepto de patrimonio y la legislación sobre áreas de preservación históricas y bienes muebles están muy enmarcados dentro de los conceptos de preservación arquitectónica y de conjuntos urbanos dictados por los arquitectos. Sobre todo, se considera patrimonio histórico de preservación absoluta a edi•cios relacionados con las elites o que cumplieron funciones públicas o religiosas, como los palacios y residencias de personajes notables, dándosele menor importancia a distintos tipos de edi•caciones pertenecientes a otros estratos sociales o con funciones públicas consideradas menos importantes como por ejemplo los tambos o mercados, o las casas comunes en lo que fueron barrios de indios.
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Hacia el desarrollo de una arqueología histórica y una normativa adecuada El desconocimiento de la importancia de los restos arqueológicos por parte de los profesionales dedicados a normar y preservar conjuntos urbanos y edi•cios históricos (arquitectos, ingenieros, artistas, abogados, etc.) hace que los arqueólogos se vean impedidos de participar en tales tareas y no se realicen las investigaciones necesarias, situación que debe ser subsanada.
Por todo lo expuesto podemos ver que es imperativo contar con una normativa adecuada que contemple aspectos inherentes a el desarrollo de una arqueología prehispánica e histórica, especialmente un programa de arqueología urbana para la ciudad de La Paz que se re•eje en políticas públicas claras para preservar el patrimonio arqueológico (prehispánico e histórico). En este caso tanto el Viceministerio de Cultura, a través de sus instancias correspondientes, así como el Gobierno Municipal de La Paz, en consulta con todos los actores relacionados (Instituto de Investigaciones Antropológicas y Arqueológicas de la UMSA, Sociedad de Arqueología de La Paz, Colegio de Arquitectos, Cámara de la Construcción, Juntas de Vecinos y otras instancias pertinentes), son los encargados de establecer una normativa adecuada e implementarla para poder contar con estudios sistemáticos y proteger los contextos arqueológicos históricos. Una normativa de este tipo debe ser producto de una visión multidisciplinaria sobre la temática, conciliando todos los intereses y expectativas involucradas. Partiendo de una revisión del régimen actual vigente, es necesario construir un instrumento que incorpore consideraciones arqueológicas para el estudio de contextos históricos. Este debe incluir mecanismos en los que se de•nan claramente las responsabilidades de cada uno de los agentes de afección o impacto sobre patrimonio arqueológico prehispánico e histórico (propietarios, Gobierno Municipal, empresas de servicios, constructores, etc.). Las investigaciones arqueológicas en las áreas urbanas de la ciudad tienen un gran potencial para entender y explorar su desarrollo urbano, procesos sociales, económicos, políticos y la formación de los diferentes segmentos sociales (desde enfoques económicos, étnicos, culturales, de género, etc.). Temas como las transformaciones sufridas por la población indígena del valle y su incorporación a una vida urbana a través del tiempo son muy importantes así como el estudio de las prácticas sociales de distintos grupos y sus contradicciones vistas a través de la cultura material. Los procesos de mestizaje y género a través del tiempo también pueden ser entendidos a través del estudio de la cultura material. El desarrollo de haciendas o fundos durante la colonia y república en lo que fueron áreas próximas a la ciudad, como por ejemplo los obrajes, son temas que también merecen atención urgente. Cada día se ve como estas edi•caciones son derrumbadas sin que se haga nada al respecto. Ejemplos muy cercanos son la destrucción en diciembre del 2004 de la casa de hacienda colonial que estuvo situada en la calle Carrasco en Mira•ores, frente al colegio Hugo Dávila, así como la hacienda del Guindal situada al lado del actual parque Botánico en Mira•ores. En lo que fue la Villa de Obrajes innumerables residencias coloniales y de principios de siglo han sido demolidas para levantar nuevas edi•caciones sin que se haya hecho estudios de ningún tipo. Finalmente, es necesario enfatizar como recomendación principal, que es necesario e imperativo otorgar a la arqueología histórica la importancia que merece y generar los mecanismos institucionales y normativos que permitan su correcto desarrollo, en aras al bien del patrimonio histórico de nuestras ciudades.
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NOMBRE
UBICACIÓN
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01
Caja de agua
Calle Jaen
02
Said
Pura pura
03
Santa Barbara
Alto Mira•ores
04
Guitarrani
Mira•ores
05
Chuquiaguillo
Caiconi
06
Plaza Carrasco
Mira•ores
07
Anko Anko
Tembladerani
08
Samaypata
Villa Pabón
09
Av Ecuador
Sopocachi
10
Sopocachi
Sopocachi
11
Chaskipampa 1
Chaskipampa
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12
Ovejuyo
Ovejuyo
13
Achumani
Achumani meseta
14
El Montículo
Sopocachi
15
Pampajasi 1
Pampajasi Estación Terrena
16
Pampajasi 2
Villa Salomé
17
Pampajasi 3
Villa Salomé
18
Llojeta 1
Llojeta
TILLEY, C., 1994. A Phenomenology of Landscape. Berg Publishers, Oxford/ Providence, USA.
19
Chaskipampa 2
Chaskipampa
20
Chikani 1
Chikani
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21
Chikani 2
Chikani
22
Kallapa
Kallapa
VILLAMOR, W. y PORTUGAL, M., 1993. Informe de reconocimiento arqueológico en Chasquipampa. INAR, La Paz
23
Illampu
Calle Illampu
24
Chijipata 1
Kellumani - Chijipata
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Chijipata 2
Kellumani - Chijipata
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Chijipata 3
Kellumani - Chijipata
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27
Chullpani 1
Chullpani
28
Obelisco
Zona central
29
Chullpani 2
Chullpani
30
Rosales
Cuenca de Achumani
31
Meseta este Achumani
Cuenca de Achumani
32
Tejada Sorzano
Mira•ores
33
Pura pura
Pura pura
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a
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34
Mallasa - Chullpani bajo
Mallasa
35
Camino Muela - Mallasa 1
Chiaraque
36
Camino Muela - Mallasa 2
Chiaraque
37
Camino Muela - Mallasa 3
Chiaraque
38
Llojeta 2
Llojeta
125
a
a
Nº
NOMBRE
UBICACIÓN
Nº
NOMBRE
UBICACIÓN
39
Llojeta 3
Llojeta
78
ACH17
Alto Achachicala
40
Terrazas
Pesqollo
79
MA1
Mallasilla
41
Capilla
Pesqollo
80
MA2
Mallasilla
42
Ticani 2
Ticani
81
MA3
Mallasilla
43
Chullpani 3
Chullpani
82
MA4
Mallasilla
44
Apacheta del camino al Choro
Chucura
83
MA5
Mallasilla
45
HAMP1
Hampaturi
84
MA6
Mallasilla
46
HAMP2
Hampaturi
85
MA7
Mallasilla
47
HAMP3
Hampaturi
86
Chijipata 4
Kellumani - Chijipata
87
San Francisco
Zona Central
48
HAMP4
Hampaturi
49
Animas Putupampa 1
Alto de Animas
50
Animas Putupampa 2
Alto de Animas
51
Animas
Alto de Animas
52
Jonkhomarka 1
Jonkhomarka 1_A2
53
Jonkhomarka 2
Jonkhomarka 2_A3
55
Ticani 1
Ticani
56
HAMP5
Hampaturi
57
HAMP6
Hampaturi
58
HAMP7
Hampaturi
59
HAMP8
Hampaturi
60
HAMP9
Hampaturi
61
Chikani 3
Chikani
62
Chikani 4
Chikani
63
Chikani 5
Chikani
64
Chikani 6
Chikani
65
Chikani 7
Chikani
66
Chikani 8
Chikani
67
ACH1
Achachicala
68
ACH2
Achachicala
69
ACH3
Achachicala
70
ACH4
Achachicala
71
ACH5
Achachicala
72
ACH6
Achachicala
73
ACH7
Achachicala
74
ACH8
Achachicala
75
ACH9
Achachicala
76
ACH10
Achachicala
77
ACH11
Achachicala
126
127
a
Mapa de Entidades Arqueológicas identi•cadas en el Valle de La Paz
ANEXO 2: CUADRO DE REFERENCIAS CRONOLÓGICAS
Años
Cronología regional
Cronología regional
Tiwanaku (*)
Chiripa (**)
La Paz
1600
Colonial
Colonial temprano
Pacajes Tardío
Pacajes Colonial
Ocupaciones MultietnicasColonial
1500
Horizonte Tardío
Inca Expansivo
Pacajes Medio
Pacajes Inka
Expansión Inka
Señorios Aymaras
Pacajes Temprano
Pacajes
Ocupacione Multietnicas
Tiwanaku V tardío
Tiwanaku V
1400 1300 1200
Intermedio Tardío
1100 1000 900 800
Tiwanaku
Tiwanaku expansivo ocupaciones Multietnicas
Tiwanaku V temprano
Horizonte Medio 700
Tiwanaku IV tardío
600
Tiwanaku IV
Tiwanaku IV temprano
500 400
Formativo Tardío 2
300 200
Intermedio Temprano
Formativo Tardío
Formativo Tardío 1B
Queya Formativo Tardio
100 A.C./D.C.
Formativo Tardío 1A
kalasasaya
Chiripa Tardío
Chiripa Tardío
100 200 300 400 Horizonte Temprano 500 600
Formativo medio
Formativo Medio
700 800 900 1000 1100
Chiripa Medio
Chiripa Medio
Chiripa Temprano
Chiripa Temprano
Inicial
1200 1300
Formativo Temprano
1400
?
1500 1600
Leyenda
PROYECCIÓN UTM - ZONA 19 S Sistema Geodesico Mundial WGS 84
Entidades Arqueológicas Limites por Macro distritos
1700
Arcaico
Arcaico Tardio/ Terminal
Arcaico
Arcaico
1800
Mancha Urbana de la Ciudad de La Paz Lemuz y Aranda 2008
a
128
Rios y Areas de inundación
129
a
a
Aribalo Incaico encontrado en Villa Pabon
130