Manual de capacitación de
Ancianos Gobernantes y Diáconos
Editorial CLIR San José, Costa Rica
© 2010 por la Confraternidad Latinoamericana Latinoamericana de Iglesias Reformadas Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro podrá ser reproducida, procesada en algún sistema de recuperación, o transmitida en alguna forma o por algún medio electrónico, mecánico, fotocopia, grabación o de cualquier otra manera, sin el permiso previo del editorial, CLIR 2070-2100, Guadalupe, Costa Rica. Diseño de la portada: Andrés Barrientos
CLIR Confraternidad Confraternidad Latinoamericana de Iglesias Reformadas
“¿Dónde está el diácono del AT?” por C. Van Dam, traducido por Valentín Alpuche, del libro “Perspectives on Worship, Law and Faith: The Old Testament Speaks Today”. Publiado en inglés por Pro Ecclesia Publishers, PO Box 189, Kelmscott Western Australia 6991. Usado con el debido permiso.
Fotografías por © www.reformationart.com www.reformationart.com.. Usadas con el debido permiso. Todos los derechos reservados. Fotos incluídas: Página 11: James Bannerman Página 13: Juan Knox Página 45: Tomás Chalmers Página 203: Rut y Booz
Contenido Colaboradores Introducción Capítulo 1 La naturaleza del gobierno eclesiástico
Capítulo 2 La función bíblica del anciano
Capítulo 3 La disciplina eclesiástica
Capítulo 4 El diácono
Apéndice A ¿Dónde está el diácono del AT?
Apéndice B Cómo seleccionar a los ancianos
Índice Referencias bíblicas
COLABORADORES Dr. Alonzo Ramírez • Dr. Ramírez es pastor de la Iglesia Evangélica Presbiteriana del Perú.
Actualmente vive con su esposa y sus dos hijos en Cajamarca, donde trabaja en la plantación de iglesias. Además de ser profesor de seminario, el Dr. Ramírez supervisa el ministerio universitario en la Universidad Nacional de Cajamarca. También es conferencista reconocido. Estudió en Escocia y recibió su PhD del Reformed Theological Seminary en Jackson, Mississippi. Es miembro de la Junta Directiva de CLIR y colaborador desde hace muchos años. Rev. Nicolás Lammé • El Rev. Lammé es actual a ctual pastor de la Iglesia Presbiteriana y Reformada de
Cartago en la antigua capital de Costa Rica. Se dedica al trabajo de diseño gráfico y redacción de libros para la Confraternidad Latinoamericana de Iglesias Reformadas (CLIR) en San S an José. También es profesor de Griego del Nuevo Testamento. Estudió Es tudió y recibió su Maestría en Divinidades de MidAmerica Reformed Seminary en Dyer, IN. Dr. Cornelis Van Dam • El Dr. Van Dam ha sido profesor de Antiguo Testamento desde 1981 y
actualmente es profesor de Theological College of the Canadian Reformed Churches de Ontario, Canadá. Es autor de más de cinco libros sobre la aplicación actual del Antiguo Testamento a varios temas contemporáneos, incluyendo el rol del anciano y diácono en la iglesia. El Dr. Van Dam recibió su ThD de la Universidad de Teología de Kampen, de los Países Bajos, en 1986. Rev. Roland Barnes • El Rev. Barnes es pastor de Trinity Presbiterian Church, Statesboro, Georgia. El
Rev. Barnes ha ministrado a los de habla hispana a lo largo de dos décadas de ministerio en Statesboro. También sirve como asesor de Perú Mission desde el año 2000. Dos veces al año, el pastor Barnes visita Trujillo y Cajamarca, Perú. El y su esposa, Peaches, tienen cuatro hijos. Rev. Valentín Alpuche • El Rev. Alpuche es natural de Campeche, México. Estudió para pastor en
Mid-America Reformed Seminary, Dyer, IN, donde recibió su Maestría en Divinidades. Actualmente vive con su esposa y sus dos hijos en Chicago, laborando en la plantación de iglesias. Valentín es pastor ordenado con las Iglesias Reformadas Unidas de los Estados Unidos de América y se dedica a la traducción de obras teológicas reformadas del inglés al español.
CLIR Confraternidad Latinoamericana de Iglesias Reformadas
I NTRODUCCIÓN
E
STE MANUAL FUE ESCRITO POR PASTORES PARA SUS iglesias.
Cada uno de los autores que colaboraron en este proyecto tienen el deseo de velar por el bienestar de la iglesia de Jesucristo en sus respectivos países. El presente manual se escribió con la convicción de que no puede haber una iglesia fuerte y estable sin hombres de Dios, llamados y bien equipados, dotados de los dones necesarios para pastorear a la grey de Dios. Con esta finalidad en mente, la CLIR les brinda esta humilde contribución. Es nuestra convicción que un gran porcentaje de los problemas que se manifiestan en las iglesias se debe a que los miembros de las mismas no tienen una visión bíblica de lo que es la iglesia. No entienden la naturaleza de la autoridad espiritual de la iglesia ni la función de sus ministros, sean docentes o gobernantes. Debido a esta ignorancia, tanto los miembros como sus líderes van de extremo en extremo. Una semana fácilmente rinden al pastor una veneración casi seráfica, y en la próxima, estas mismas personas que profesaban tanto amor y obedienca al pastor, se unen a la multitud colérica, exigiendo que el pastor se vaya por alguna infracción u otra. Casos de esta clase son comúnes por todos lados y sobre todo dañinos a la estabilidad y salud de la iglesia. Pero en si mismos, estos casos no son “el problema”.
El problema es que la naturaleza de la iglesia está muy mal interpretada y en muchos lugares la iglesia no es mucho más que un club social religioso. Nos urge recuperar la doctrina bíblica de la iglesia de Jesucristo. La enseñanza sobre ancianos gobernantes y diáconos forma una parte integral de esta doctrina. Es menester la sólida formación de ancianos gobernantes y diáconos que entienden qué es la iglesia y cuál es su tarea en la tierra. Si los oficiales de la iglesia no saben por qué existe, jamás los miembros sabrán. Por eso existe este libro. En el 2009, la junta directiva de la CLIR se reunió en San José, Costa Rica. Comisionó al Editorial CLIR a que publicara literatura sobre ancianos y diáconos. Este manual es el primer paso hacia el cumplimiento de aquella directiva. Todo el equipo del Editorial CLIR extiende un agradeciemiento a los autores que colaboraron en este proyecto. Agradecemos la labor del Dr. Alonzo Ramírez, quien redactó la mayor parte de este manual. Su erudición académica y amor para con la iglesia de Jesucristo se combinan a fin de brindar a la Iglesia Reformada de Latinoamérica una base inestimable de instrucción bíblica que servirá al crecimiento y difusión de la fe reformada por generaciones. También queremos agradecer al Rev. Valentín Alpuche, quien ha colaborado con la traducción del Apéndice A de este manual, ¿Dónde está el diácono del AT?, redactado en inglés por el Dr. Cornelis Van Dam. Sus muchas contribuciones a través de los últimos dos años han sido de bendición. También reconocemos al Rev. Alan D. Strange, pastor de la Iglesia Presbiteriana Ortodoxa en los Estados Unidos, y actual profesor de apologética e historia de Mid-America Reformed Seminary en Dyer, IN. Prestó su conocimiento experto en orden eclesiástico para la redacción del capítulo sobre la disciplina eclesiástica. Este manual lo ofrecemos con el deseo de que la iglesia de Dios en nuestros países latinos crezcan sobre el único fundamento que es Cristo Jesús. Jesucristo mismo estableció su iglesia por medio de los apóstoles y ellos encomendaron el ministerio a otros hombres calificados. Dos mil años después del CLIR Confraternidad Latinoamericana de Iglesias Reformadas CLIR Confraternidad Latinoamericana de Iglesias Reformadas CLIR Confraternidad Latinoamericana de Iglesias Reformadas CLIR Confraternidad Latinoamericana de Iglesias Reformadas
ministerio de los doce, Dios sigue edificando su iglesia por medio de obreros aprobados quienes retienen y enseñan la Palabra Apostólica. Soli Deo Gloria, Editoral CLIR Febrero 2010
Capítulo 1
LA NATURALEZA DEL GOBIERNO ECLESIÁSTICO Dr. Alonzo Ramírez
Contenido El gobierno eclesiástico en general 1.1 El gobierno de la iglesia es de origen divino 1.2 La Biblia norma la forma de gobierno eclesiástico 1.3 Los detalles del gobierno deben basarse en el orden y la decencia
La cuestión del poder y autoridad en la iglesia 2.1 El poder de las llaves del reino (Mt. 16:19; 18:18, Jn. 20:22, 23) 2.2 ¿Qué aspectos abarca del poder de las llaves?
Principios bíblicos del gobierno presbiteriano 3.1 Primer Principio 3.2 Segundo Principio
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3.3 Tercer Principio 3.4 Cuarto Principio 3.5 Quinto Principio
I NTRODUCCIÓN
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N GENERAL, HAY TRES SISTEMAS DE GOBIERNO ENTRE LAS IGLESIAS cristianas.
En primer lugar está la forma de gobierno de los Congregacionalistas, o llamados también Independientes o Separatistas, quienes sostienen que cada congregación debe ser autogobernada, y que no debe aceptar ninguna decisión externa a sus límites congregacionales. En segundo lugar, tenemos el gobierno de la iglesia católicorromana. Ellos sostienen que puesto que hay una unidad del cuerpo de Cristo, por lo tanto, debe haber conexión entre las partes de la iglesia visible. Sin embargo, buscan representar esta unidad en una estructura episcopal de carácter monárquico. En tercer lugar, está la forma de gobierno presbiteriano que es un sistema de política eclesiástica que difiere de las dos anteriores. El presbiterianismo basa su forma de gobierno eclesiástico en el estudio serio y sincero de las Sagradas Escrituras, especialmente en la doctrina de la iglesia. Nuestros antepasados presbiterianos, los reformadores, y particularmente Juan Calvino, sabían cuál era el modelo de gobierno bíblico en la iglesia del Nuevo Testamento. En su estudio encontraron que Cristo estableció el gobierno de la iglesia y ha dado los principios en los cuales debe basarse dicho gobierno. En el presente estudio, abordaremos el tema del gobierno presbiteriano en dos partes. En La primera parte trataremos acerca de la enseñanza de las Escrituras en general en cuanto al gobierno eclesiástico. Pero además, expondremos también la cuestión de la autoridad en la iglesia y los principios bíblicos del gobierno presbiteriano en particular. En la segunda parte trataremos acerca de la enseñanza bíblica sobre el rol de los presbíteros o ancianos. En esta parte sistematizaremos la enseñanza del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento en cuanto al rol de los ancianos, finalizando con una breve exposición de las funciones que el Nuevo Testamento asigna a los pastores o presbíteros docentes.
PRIMERA PARTE 1. EL GOBIERNO ECLESIÁSTICO EN GENERAL
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IGUIENDO LAS ENSEÑANZAS DE LAS ESCRITURAS , LA FAMILIA presbiteriana y reformada nunca ha puesto
en duda la necesidad de tener gobierno en la iglesia de Cristo. Por ejemplo, dirigiéndose a la iglesia presbiteriana de Nueva York, Samuel Miller dijo: En esta comunidad sagrada, el gobierno es absolutamente necesario. Hasta en la perfectamente santa y armónica sociedad celestial hay gobierno, es decir, hay ley y autoridad, bajo la cual toda la familia celestial está unida en perfecto amor. Mucho más importante e indispensable es el
gobierno entre los seres humanos caídos y depravados, entre los cuales es inconcebible que no surjan ofensas, y a quienes la disciplina de la Escritura y la ley eclesiástica pura es una de las más preciosos medios de gracia. De manera que investigar las enseñanzas bíblicas en cuanto al gobierno eclesiástico es de importancia para el pueblo de Dios, a fin conducirse bajo los designios del Dios en la manera como se gobierna la iglesia por la cual Jesucristo derramó su sangre. 1.1 El gobierno de la iglesia es de origen divino
¿Ha dejado Dios a criterio de los miembros de la iglesia lo concerniente a la política eclesiástica? ¿Hay en la Sagrada Escritura un modelo de gobierno eclesiástico? ¿O es que cada iglesia puede organizarse según sus propios criterios, según el país donde vive o según sea conveniente a su funcionalidad? En otras palabras: ¿Quién determina la forma de gobierno eclesiástico, Dios o el hombre? Los presbiterianos creemos, como lo dijera Bannerman, que en el NT «es posible encontrar las principales y esenciales características de un sistema de gobierno que viene de la autoridad divina y es de obligación universal». Una lectura consciente y sistemática del NT ciertamente nos deja comprender que la iglesia de Cristo tenía una manera de organización que fue dada mediante inspiración divina a sus s antos apóstoles. No afirmamos que el NT nos da todos los detalles de la organización de la iglesia. Sin embargo, tal como en forma tan sabia lo ha expresado el mismo Bannerman, la Palabra de Dios «encierra los principios generales y un esquema de una política eclesiástica, adecuada para ser el modelo autoritativo para todas las iglesias, capaz de adaptarse a las exigencias de los diferentes tiempos y países, y que a pesar de ello puedan exhibir una unidad de carácter y ordenamiento en armonía con el modelo bíblico». De lo dicho, concluimos que Dios no ha dejado el gobierno de la iglesia a la voluntad humana. No es tampoco el producto del desarrollo de las circunstancias políticas de un país, ni de la voluntad mayoritaria de una iglesia. Pues, así como la iglesia pertenece a Cristo, quien es su cabeza y ella es su cuerpo, el gobierno de su iglesia es «modelado y establecido no por la sabiduría del hombre, sino por la cabeza de la iglesia. No descansa sobre la base de las conveniencias humanas sino en lo establecido divinamente». 1.2 La Biblia norma la forma de gobierno eclesiástico
Ciertamente, la Biblia norma la forma de gobierno eclesiástico. Pero esta afirmación levanta dos preguntas fundamentales. ¿Por qué el gobierno de la iglesia está determinado solamente por la Palabra de Dios? y ¿Por qué el hombre no puede determinar la forma de gobierno haciendo uso de su sola inteligencia? A la primera pregunta podemos responder en términos sencillos diciendo: Porque la iglesia no es una sociedad meramente humana. Tiene origen divino y por lo tanto está bajo la autoridad divina, bajo el gobierno de Cristo. De manera que Dios no acepta que alguien que no sea Cristo determine cómo debe gobernarse su cuerpo. El carácter y constitución de la iglesia no puede pues, ser determinado por el hombre sobre la sola base de la conveniencia, de factores culturales ancestrales ni de consideraciones políticas coyunturales. Siempre será la Palabra de Dios la que determina la forma de gobierno de la iglesia cristiana. Los miembros de la iglesia no pueden decidir la política eclesiástica por libre voluntad, ni por unanimidad, ni por mayoría de votos. Pues, ellos no son los creadores, ni fundadores de la iglesia. Ellos han sido convocados por Dios para ser su pueblo. Ellos han sido llamados por Dios en Cristo, para ser adoptados como hijos suyos, y reunidos bajo una sola cabeza que es Cristo. Por lo tanto es Dios quien nos da las instrucciones en su Palabra, de cómo deben conducirse sus hijos que forman la iglesia de Cristo. De modo que si como cristianos aceptamos que la iglesia de Cristo es divinamente instituida, concluiremos
que «es muy claro que el hombre ni está autorizado, ni es competente para emitir juicio sobre su organización». A la segunda pregunta podemos responder afirmando que hay dos razones fundamentales, por las cuales, el hombre no está capacitado para determinar la forma de gobierno de la iglesia: 1. La primera razón es el contraste entre la pecaminosidad del hombre y la santidad de Dios. Desde la caída, el hombre ha quedado inhabilitado para que por medio de la sola razón, no pueda determinar y regular la constitución de la iglesia en lo referente a su gobierno, ordenanzas y adoración a Dios. El hombre pecador no puede determinar por sí mismo la manera de cómo acercarse a Dios en adoración, ni la manera de cómo debe organizarse la iglesia ni determinar las doctrinas que desea creer. Todo ello está determinado por Dios en su Palabra. Esto nos diferencia de aquellos, que llamándose cristianos, no toman en consideración la Palabra de Dios para normar el gobierno, la adoración y la doctrina de sus congregaciones. 2. La segunda razón es que la iglesia representa el reino visible de Dios, del cual Cristo es su Rey. Esto quiere decir que, en tanto representa un reino visible, la iglesia no sólo es diferente a los reinos de este mundo o las sociedades formadas por voluntad humana, sino que es un reino donde Cristo está personalmente presente como su gobernante y fundador. Por lo tanto, no hay duda que nosotros, los miembros de la iglesia, somos los siervos de Cristo nuestro Rey. El es quien reina en su iglesia, nosotros somos sus servidores. Este principio nos lleva a concluir junto con Bannerman que «El hombre no es el legislador de la iglesia cristiana, ni se le ha dejado lugar para estructurar su constitución o su forma de administración. Su lugar en ella es el de ministro o servidor de aquel que es la Cabeza». Conclusión: El gobierno de la iglesia no es un asunto de decisión humana, ni está sujeto a la conveniencia de sus miembros, sino más bien, como lo explica Bannerman, «es un establecimiento positivo de Cristo y que la Escritura es la suficiente y autoritativa guía respecto a la constitución externa de la sociedad cristiana, no menos que respecto a sus doctrinas, su adoración y sus sacramentos». 1.3 Los detalles del gobierno deben basarse en el orden y la decencia
Como ya lo hemos dado a entender al responder a la segunda pregunta, no todos los detalles del gobierno eclesiástico se encuentran claramente estipulados en la Escritura. En estos detalles, las mismas iglesias presbiterianas pueden tener ciertas diferencias entre uno y otro país. Hay dos aclaraciones de orden teológico que debemos hacer aquí: 1. Primero, aunque la Biblia es nuestra suficiente guía para establecer la constitución y ordenanzas de la iglesia, sin embrago, no encontramos en ella un cuerpo sistemático de legislación eclesiástica. Por lo tanto la iglesia está llamada a formular sus propias declaraciones o explicaciones. Pero, aún en esto s detalles, estamos en la obligación de conservar los principios generales de la Escritura. Creemos que el principio de orden y decencia establecido en 1 Co. 14:40 debe guiarnos en todo momento. 2. Segundo, aunque la Biblia es nuestra suficiente guía para establecer la constitución y ordenanzas de la iglesia, sin embrago, debemos distinguir aquello que es esencial a la estructura eclesiástica de lo que son características circunstanciales. Por lo tanto, en todo aquello que la iglesia como sociedad tiene en común con otras sociedades, corresponde a la iglesia determinar los arreglos necesarios para su bienestar. Estos arreglos que son comunes a otras sociedades deben realizarse teniendo en cuenta tres criterios.
2.1. Primer criterio: Debemos estar seguros que dicho asunto es solamente circunstancial y no esencial. Por ejemplo, el número de veces al año que debe reunirse el presbiterio, es un asunto circunstancial que debe ser determinado por la mejor conveniencia de sus asociados. 2.2. Segundo criteri o: Debe ser un asunto para el cual no podemos encontrar pautas en la Escritura. Por ejemplo, la Escritura no nos indica cuántas congregaciones deben haber en un presbiterio, ni cuántos ancianos del consistorio deben ser delegados al presbiterio. Estos son asuntos que se determinan conforme a lo que más conviene a las normas de representatividad. 2.3. Tercer criterio: Debe ser un asunto en el que, cualquiera sea la decisión que se tome, existan razones claras y satisfactorias. Por ejemplo, si decidimos que las asambleas generales se lleven a cabo en la capital de la república por ser el lugar más central para todos los presbiterios, es algo razonable y viable. En la aplicación de estos tres criterios es de mucha ayuda la experiencia histórica de la iglesia cristiana y, en especial, la jurisprudencia de las iglesias reformadas de otros países, en tanto éstas sean viables en nuestro propio medio.
2. LA CUESTIÓN DEL PODER Y AUTORIDAD EN LA IGLESIA 2.1 El poder de las llaves del reino (Mt. 16:19; 18:18, Jn. 20:22, 23)
La cuestión del poder y la autoridad en la iglesia tiene que ver con lo que se ha denominado «el poder de las llaves». Este tema ha sido muy debatido, principalmente entre los teólogos reformados y los de la iglesia Católicorromana. La iglesia romana cree que los pasajes arriba citados autorizan a la iglesia a ejercer este poder, respecto al gobierno de la iglesia y especialmente respecto a lo que ella llama el sacramento de la penitencia. Por la naturaleza de nuestro tema dejaremos de lado la cuestión de la penitencia y trataremos la cuestión del significado del poder de las llaves dado a los apóstoles. Nuestra Confesión deja en claro que, ciertamente, Cristo ha dado este poder a los presbíteros de la iglesia. Es decir, este poder dado originalmente a los apóstoles, continúa presente en los presbíteros para la iglesia de todos los tiempos. Sin embargo, la aplicación de este poder es eminentemente espiritual, y ha de hacerse solamente por la vía del ministerio del Evangelio y la disciplina eclesiástica. Esto implica que los ministros del evangelio no tienen poder en sí mismos, sino que el poder de cerrar o abrir el reino a los hombres se ejerce mediante el ministerio del Evangelio. Cunningham explica muy bien este punto cuando nos dice que este poder se ejerce por medio de la Palabra, solamente por la explicación de las declaraciones de la Escritura y por hacerles conocer las decisiones y ordenanzas de Dios respecto a la salvación de los pecadores. Su acción de atar o desatar es válida y eficaz, siempre y cuando, sus exposiciones de la doctrina y deber correspondan con la norma infalible y la Palabra escrita. Los teólogos reformados pensaron profundamente sobre este tema, y en este sentido, establecieron dos recomendaciones, que a manera de principios deben observarse al ejercitar el poder de las llaves del reino por todo ministro cristiano, y por cada iglesia cristiana. 1. La primera recomendación es que debe existir un genuino convencimiento que su declaración de censura esté basado en la Escritura que es la única norma por la cual se regula la iglesia de Cristo. 2. La segunda recomendación es que las censuras eclesiásticas sean pronunciadas por personas que han sido investidas con el poder de las llaves, es decir, a quienes se les haya dado del deber de
administrar los asuntos de la iglesia de Cristo y de predicar la Palabra de Dios. Esto se refiere a lo que nosotros, hoy en día, llamamos presbíteros ordenados por el presbiterio. Cuando una medida de censura o disciplina ha sido ejercida conforme a estas dos condiciones, entonces es digna de ser recibida por los miembros de la iglesia con reverencia y temor de Dios. Si esta censura es apelada, la instancia mayor deberá examinarla con el debido respeto, buscando siempre que el honor de Cristo sea debidamente resguardado y la restauración del transgresor al cuerpo de Cristo. La Confesión de Fe de Westminster nos enseña que, cuando las instancias de gobierno toman decisiones o emiten decretos conforme a lo establecido en la Palabra, entonces «deben ser recibidos con reverencia y sumisión, no sólo por estar de acuerdo con la Palabra, sino también por el poder con el cual están hechos, como ordenanza de Dos instituida en su palabra para este fin». 2.2 ¿Qué aspectos abarca del poder de las llaves?
Algunos sostienen que este poder abarca las funciones de la predicación de la Palabra, la administración de los sacramentos y la administración de los asuntos referidos a la iglesia como cuerpo visible (es decir a la política eclesiástica). Sin embargo, concordamos con nuestra Confesión en afirmar que este poder de las llaves tiene un sentido más restringido y está referido a lo que actualmente podríamos llamar política eclesiástica, teniendo en mente la iglesia visible de Cristo. La Confesión, al mencionar qué funciones no permite al magistrado civil, nos dice: «El magistrado civil no debe arrogarse la administración de la Palabra y de los sacramentos, o el poder de las llaves del reino de los cielos…» Los teólogos de Westminster distinguieron claramente el poder de las llaves de la administración de la Palabra y los sacramentos. Cabe preguntarse entonces, ¿qué aspectos abarca el poder de las llaves del reino en su sentido restringido? La respuesta es clara: la administración de los asuntos que corresponden a la política eclesiástica o gobierno eclesiástico. Por política eclesiástica debemos entender la toma de decisiones en asuntos de controversia doctrinales u otras, la elaboración de las regulaciones necesarias para la Adoración, la administración de asuntos prácticos como la ordenación de oficiales y la aplicación de disciplina. En el ejercicio del poder de gobierno eclesiástico, Calvino y sus seguidores establecieron cuatro principios con los que desbarataron la tiranía papal. Dichos principios sirven aún hoy para detener cualquier indicio de desórdenes eclesiásticos, o para detener cualquier intento de reemplazar la tiranía papal, por una posible tiranía presbiterial. Estos principios son: 1. Primero, que solamente la Palabra de Dios escrita, es la única regla por la cual debe regirse la administración de los asuntos eclesiásticos y el ejercicio de las funciones de los oficiales. 2. Segundo, que la adoración y el gobierno de la iglesia están establecidos en la Escritura, y que es ilegal y carente de autoridad la introducción de nuevas cosas en la adoración o gobierno de la iglesia que no tenga sustento en la Palabra de Dios. 3. Tercero, que no deben hacerse leyes o reglas innecesarias, excepto aquellas que siendo de necesidad para la iglesia, no estén determinadas en la Escritura. 4. Cuarto, que las leyes y reglas determinadas por las autoridades eclesiásticas, aún cuando concuerden con estos principios, no obligan directamente y por sí mismas las conciencias de los hombres. Es decir, acertamos el derecho del juicio privado, derecho universal de todo creyente.
3. PRINCIPIOS BÍBLICOS DEL GOBIERNO PRESBITERIANO
Habiendo explicado brevemente lo referente al gobierno y al poder en la iglesia, cabe mencionar que el sistema de gobierno presbiteriano se apoya en cinco principios fundamentales, a saber: 3.1 Primer Principio Cristo es la Cabeza de la iglesia y la única fuente de su autoridad.
Esto quiere decir que, ni el jefe de Estado, ni individuo alguno puede pretender ser cabeza de la iglesia visible. La cabeza de la iglesia anglicana es la reina de Inglaterra y la cabeza de la iglesia romana es el obispo de Roma, o también llamado Papa. Pero ello está totalmente fuera de la enseñanza bíblica (Mt. 28:18; Ef. 1:20 – 22; Fil 2:10, 11; Ap. 17:14; 19:6). La autoridad de Cristo como cabeza de la iglesia se hace manifiesta en que: A. El instituyó la iglesia cristiana: Mt. 16:18; B. El instituyó los medios por los cuales se administra su iglesia: la palabra y los sacramentos: Mt. 28:19 – 20; Lc. 22:17 – 20; 1 Co. 11:23 – 29. C. El ha señalado quiénes deben gobernar su iglesia: Mt. 10:40; 2 Co. 13:3 D. Siendo Cristo el Rey de la iglesia, toda autoridad que ejercita todo un órgano de gobierno eclesiástico dentro de su iglesia, se deriva de Cristo. 3.2 Segundo Principio Cristo ejerce su autoridad por medio de su Palabra.
Este principio se sustenta en el hecho de que la autoridad que regula la vida y misión de la iglesia es la Palabra de Dios. De modo que ninguna persona puede arrogarse la autoridad de hablar infaliblemente en asuntos de fe y conducta según lo establece Mt. 16:17, 18; Jn. 20:21 – 23, y 2 Co. 2:6 – 8. 3.3 Tercer Principio Cristo como Rey ha otorgado poder a su iglesia.
Tal como lo afirma Berkhof: Cristo otorga el poder eclesiástico a toda la iglesia, incluyendo a los miembros y a los oficiales igualmente, pero además de esto, los oficiales reciben tal medida de poder adicional tal cual es requerido para el ejercicio de sus respectivos deberes en la iglesia de Cristo. Ellos comparten el poder original otorgado a toda la iglesia y como oficiales reciben su autoridad y poder directamente de Cristo. Ellos son representantes, pero no meros delegados o diputados del pueblo. Según Berkhof esta opinión merece preferencia, y nos dice además que los antiguos reformados tales como Bannerman por ejemplo, creían que en primer lugar Cristo ha otorgado su poder a toda la iglesia y en segundo lugar, pero en forma especial y directamente por Cristo, a los oficiales. Sin embargo, me parece que Berkhof distorsiona la enseñanza de los antiguos teólogos presbiterianos ortodoxos a quienes él se refiere. Por ejemplo, el profesor Bannerman sostiene que el poder en la iglesia no es dado a toda la congregación, sino a los oficiales de ella. El dice: «Se desprende de la Escritura que los ejercicios del poder y autoridad eclesiástica son uniforme y firmemente ejecutados por aquellos de la
iglesia que poseen oficio y nunca por los miembros en general». Es más, Bannerman, en su firme polémica contra el congregacionalismo (que cree que el poder y gobierno es compartido entre los oficiales y la congregación), concluye que: Primero, tenemos una evidencia Escritural clara en cuanto a la institución del oficio de gobierno y autoridad en manos de los que poseen oficio, sin otros; y no un oficio distribuido o dividido entre los oficiales y los miembros. Segundo, tenemos clara evidencia Escritural de que la administración de los poderes de este oficio, en todos los diferentes departamentos de su ejercicio, era invariablemente conducido por los oficiales de la iglesia y no por los miembros de todo el cuerpo eclesiástico. La posición de Bannerman es demostrable por la enseñanza Escritural. 1. E n primer lugar , podemos ver que los títulos que se usan en la Biblia para referirse a la autoridad están restringidos a un grupo de oficiales llamados presbíteros y no indiscriminadamente a todos los miembros de la iglesia. 2. E n segundo lugar , los requisitos establecidos para ser elegido oficial de la iglesia están referidos a los que van a ser oficiales y no a todos los miembros de una congregación, tal como se ve en 1 Ti. 3:1 – 7. 3. E n tercer lugar , las instrucciones dadas en la Biblia para el desempeño de las funciones de gobierno, están referidas a los oficiales y no a todos los miembros de una congregación esto se ve con claridad en 1 Ti. 3:4, 5; 5:17. 4. E n cuarto lugar , los ejemplos del desempeño de funciones de gobierno que encontramos en la Biblia, se refieren a los oficiales, ellos aparecen ejerciendo la autoridad, y no hay ejemplos en la Biblia donde todos los miembros de una congregación ejercen la autoridad en forma colectiva. Lo que sí se ve en la Escritura es que aun cuando la congregación entera esté de acuerdo con una decisión planteada por los oficiales, se considera sin embargo, como una decisión de los oficiales y no de toda la congregación, tal como puede verse en Hechos 15:23 – 25. Para precisar los puntos anteriores, podemos mostrar tres ejemplos concretos que nos dan a comprender claramente, que el poder y la autoridad han sido delegados por Cristo a los oficiales solamente y no a todos los miembros de una congregación. Primero, el poder eclesiástico respecto a la doctrina, siempre pertenece a los pastores y nunca a toda la membresía. Ciertamente, los miembros de una congregación debidamente establecida tienen el derecho de elegir a su pastor, pero no tienen el derecho de predicar a la congregación, ni de ordenar a alguien para el oficio de pastor. No hay ningún ejemplo que esto hubiese sucedido en condiciones normales de una iglesia del Nuevo Testamento (1 Ti. 4:14). Segundo, el poder eclesiástico respecto a las ordenanzas de la iglesia corresponde a los que poseen oficio y nunca a todos los miembros de una congregación. En la ordenación de presbíteros y pastores, solamente imponen las manos los presbíteros de la iglesia y no hay ejemplo bíblico donde todos los miembros imponen las manos en la ordenación. En la administración de la Santa Cena, son también los presbíteros docentes debidamente autorizados, los que la administran. El bautismo es también administrado por los presbíteros docentes, no hay ejemplo bíblico donde miembros que no tienen oficio hayan bautizado. Tercero, el poder eclesiástico con respecto al gobierno y la disciplina corresponde a aquellos que poseen oficio en la iglesia y nunca a todos y cada uno de los miembros de una congregación. Esto se ve
claramente de los mandatos de Pablo a Timoteo quien había sido ordenado como oficial para desempeñar las funciones de pastor en Efeso (2 Ti. 4:2; 1 Ti. 5:19ss; Tito 2:15; 3:10). 3.4 Cuarto Principio Cristo ha determinado que el ejercicio del poder se realice por medio de órganos representativos.
En la mayoría de denominaciones presbiterianas, estos órganos representativos son: El consistorio, el presbiterio, el sínodo y la asamblea general. Los partidarios del sistema independentista sostienen que no hay fundamento bíblico para que las congregaciones, vía sus órganos representativos, se asocien para ejercer gobierno y autoridad. Sin embargo, los presbiterianos creemos que hay suficiente base bíblica para la asociación de varias congregaciones que formen presbiterios y luego asambleas generales para trabajar como iglesia nacional y para el ejercicio del gobierno denominacional común. La legitimidad de la asociación de los órganos representativos para el ejercicio del común gobierno puede demostrarse por lo siguientes argumentos. En primer lugar, por la unidad de la iglesia visible. Todos los miembros que se admiten en una iglesia local son admitidos por su profesión de Fe en Cristo, en virtud de la cual se les administra el bautismo y participan de la Santa Cena. Sin embargo, la admisión de un creyente no se circunscribe exclusivamente a una congregación local, sino a la iglesia universal de Cristo. De la misma manera que la ordenación de un pastor, no es una ordenación circunscrita exclusivamente a una iglesia local sino a la iglesia universal de Cristo. Lo mismo puede decirse de un presbítero gobernante. Esto es así porque la iglesia de Cristo es una sola y su unidad visible debe ponerse de manifiesto donde quiera que esta exista. Dijimos al comienzo que, el gobierno presbiteriano difiere de aquellos modelos que sostienen la total independencia de las congregaciones locales y del gobierno católicorromano que busca la unidad visible de la iglesia por medio de un gobierno monárquico. El gobierno presbiteriano, basado en las Escrituras, expresa la unidad de la iglesia visible en una armoniosa interdependencia de la más pequeña unidad eclesiástica con las unidades mayores, en una serie progresiva de cortes o cuerpos presbiteriales. La gradación de cortes o cuerpos presbiteriales dentro del sistema presbiteriano, constituye una clara manifestación de unidad e interdependencia de las diferentes congregaciones o grupos locales con la iglesia como entidad nacional. En nuestra denominación las cortes o cuerpos presbiteriales son: consistorio, presbiterio, sínodo y asamblea general. En cada corte o cuerpo presbiterial, la iglesia local está representada por los presbíteros que han sido elegidos por ella misma. Esta política eclesiástica muestra la unidad de iglesia en tres hechos fundamentales: 1. La unidad de la iglesia de Cristo se hace visible Es decir, creemos que hay una relación necesaria entre los creyentes de tal manera que nadie existe en forma aislada. Este principio de existencia en relación mutua, fue establecido por Dios con la formación de la primera pareja humana y se manifiesta en la familia, unidad básica de toda sociedad. Así también en la iglesia, que es considerada como familia de Dios, esta relación entre los creyentes es de fundamental importancia como expresión de la unidad del cuerpo de Cristo, de la familia de Dios (Juan 1:13) La unidad de la iglesia es forjada por obra de la Trinidad. Sin embargo, Cristo nos ha encomendado como deber, una constante lucha para mostrar al mundo la unidad de los cristianos para que éste crea (Juan 17:21). De manera que no es correcto espiritualizar la unidad de la iglesia, ni recurrir a la un idad espiritual de la iglesia invisible para escapar a nuestra responsabilidad bíblica de expresar la unidad en la vida orgánica de la iglesia visible. Ya en el siglo XIX, Thornwell amonestó a los presbiterianos norteamericanos a no caer en este peligro. Decía Thornwell:
Una iglesia que no pueda lograr una unidad visible y de esta manera procurar coincidir con la iglesia invisible, esta autocondenada; y cualquier constitución que no reconozca este hecho es convicta de ser antibíblica. Este principio de la unidad de la iglesia es el fundamento de la política eclesiástica presbiteriana, y en todas sus particularidades está diseñado para llevarla a cabo y para darle expresión formal. De la misma manera, allá por el año 1964 John Murray advertía a los pastores reunidos en LeicesterInglaterra a no caer en este peligro. Decía Murray: La iglesia no debe ser definida como una entidad totalmente invisible a la percepción y observación humanas. Necesitamos comprender que, sea que se vea a la iglesia como la comunión global de los santos, o como la asamblea de creyentes en un hogar, una ciudad o en un pueblo, es siempre una entidad visible que puede observarse. Los hechos espirituales que hacen a las personas miembros de la iglesia, aun cuando son invisibles, sin embargo encuentran su expresión en lo que es observable. Así que no hay razón bíblica para descuidar la unidad orgánica de la iglesia en su sistema de gobierno. El funcionamiento de la iglesia como una unidad orgánica está implícita en los nombres con los cuales se la describe en el Nuevo Testamento. Se le denomina como el cuerpo de Cristo, ciudad, hogar, edificio y templo. Estas designaciones implican, pues, que la iglesia es una unidad donde hay complementariedad en su funcionamiento. Cada parte tiene su propia función y las funciones de cada parte no son para el beneficio sólo de las partes sino para el bienestar del todo. La iglesia Católicorromana intenta representar esta unidad y complementariedad del cuerpo de Cristo con una cabeza terrenal, el obispo de Roma o llamado también El Papa. El obispo de Roma clama para sí ser Cabeza de la iglesia, puesto que se asume que sólo él está en comunión con Cristo en tanto miembro de la iglesia. De ser cierta esta pretensión, se debe pensar que el Papas es cabeza real de la iglesia o que es una cabeza simbólica. Si es cabeza real, significaría que la iglesia tiene dos cabezas, una en el cielo (Cristo) y otra en la tierra (el Papa), lo cual es contrario la enseñanza de la Biblia porque la iglesia tendría como única cabeza a Cristo. Si se asume que el Papa es cabeza simbólica, entonces se destruye la realidad de la iglesia, porque la Biblia enseña que la iglesia tiene en Cristo una cabeza real y no simbólica. La iglesia presbiteriana, por el contrario, exhibe en la tierra solamente la unidad del cuerpo y la conecta con la Cabeza celestial que es Cristo. En nuestro sistema de gobierno, la unidad de la iglesia se conserva bajo el Señorío de Cristo sobre todos los creyentes, lo cual, obviamente, incluye a los oficiales y las cortes que estos forman. Ningún oficial o corte eclesiástica puede ni debe pretender erigirse como cabeza de la iglesia. 2. La unidad se logra mediante asambleas colegiadas y representativas En la iglesia presbiteriana, el gobierno no reside en una sola persona, puesto que no es una monarquía. Tampoco reside en toda la congregación puesto que eso sería una democracia o quizás un democratismo. En nuestra iglesia, el gobierno se ejerce por un cuerpo colegiado de presbíteros previamente elegidos por las congregaciones. Es decir que el gobierno se administra por medio de asambleas representativas que constituyen el lazo de unión entre las congregaciones y el conjunto de congregaciones que denominamos iglesia nacional. De esta manera el sistema de gobierno presbiteriano, expresa armoniosamente la unidad de la iglesia visible. Nuestra denominación, por ejemplo, existe como una sola iglesia, formada por un conjunto de congregaciones unidas por el nexo de un cuerpo colegiado que hace las veces de un parlamento. Como lo explicaba Thornwell: «Cada congregación tiene todos los elementos de la iglesia universal y ésta tiene
todas las características de cada congregación. No hay diferencia orgánica entre el consistorio con la asamblea más grande. Todas las cortes reconocen la unidad del todo. Es ciertamente un sistema hermoso». El principio de representación es el lazo de unión y el medio para la ejecución de acciones comunes entre las congregaciones. Este principio de representación permite pues, que todas las partes de la iglesia puedan trabajar juntas y cooperar mutuamente para la causa de Cristo y del bienestar de la iglesia en su conjunto. 3. Los elementos que conforman los cuerpos o asambleas representativas son los presbíteros elegidos en forma libre por cada congregación De esta manera, una congregación local, manifiesta su voluntad de ser representada por miembros en plena comunión que cumplen los requisitos bíblicos para ser ordenados presbíteros. Una vez ordenados como presbíteros, ellos asumen su rol de representar a la congregación en los diferentes cuerpos eclesiásticos de gobierno. Los presbíteros reunidos en cuerpos o asambleas no ejercen autoridad suprema, sino que tienen autoridad delegada por Cristo, es El quien ejerce su autoridad por medio de los presbíteros. Sólo Cristo es supremo, y todos los demás gobernantes están subordinados a Cristo y derivan su autoridad de Cristo. Por eso se dice que el presbítero ejerce autoridad bajo prescripción, bajo las normas escriturales, confesionales y eclesiales. En nuestro caso, el presbítero ejercerá su labor pastoral y de gobierno sobre la base de la enseñanza de la Escritura, sobre la base de nuestra Confesión de Fe, los Catecismos Mayor y Menor, y de nuestras normas eclesiásticas aprobadas por la Asamblea general. En segundo lugar, es evidente según la Escritura que en la iglesia del Nuevo Testamento ya había este tipo de asociación presbiteriana para el ejercicio del gobierno común de varias congregaciones locales. El ejemplo más claro es, quizás, la iglesia que estaba en Efeso. Desde Mileto, Pablo envía a llamar a los ancianos de Efeso, y es obvio que en Efeso había varias congregaciones que formaban un presbiterio (Hch. 20 y 1 Ti. 4:14). En el NT, el mismo término ekklesia tiene también el sentido de una asociación de varias congregaciones vecinas representadas por sus presbíteros. En este sentido se usa la palabra iglesia en singular para referirse a «la iglesia en Jerusalén», la «iglesia en Antioquía», la «iglesia en Corinto». En todas estas ciudades existían varias congregaciones unidas por sus consistorios para su gobierno común. Siempre vemos, en el libro de los Hechos, a los apóstoles junto con los ancianos para tratar asuntos de carácter doctrinal, pastoral y de gobierno (Hch. 15 y 20). En tercer lugar, no sólo hay evidencia bíblica que los ancianos de varias congregaciones vecinas se asociaron para el gobierno común, sino también vemos la asociación de los oficiales de toda la iglesia ya existente hasta Hechos 15, que aparecen el Concilio de Jerusalén. Allí vemos a los apóstoles unidos a los ancianos formando una gran corte para tomar decisiones sobre asuntos eclesiásticos para toda la iglesia existente. En este concilio o asamblea general, vemos tres hechos que demuestran que en la iglesia de Cristo hay lugar para la asociación unitaria de los órganos representativos para tratar y decidir sobre asuntos de su iglesia: 1. Se ve que el presbiterio de Antioquía planteó un problema doctrinal y del deber eclesial a una Asamblea General en Jerusalén. 2. Es evidente que asistieron delegados del presbiterio de Antioquía, probablemente de Siria y Cilicia para tomar parte en dicha Asamblea General de la iglesia.
3. Los representantes de estos presbiterios en unión con los ancianos y apóstoles en Jerusalén tomaron una decisión que fue aplicada luego a las iglesias de Jerusalén, Antioquía y Cilicia. Y que dicha decisión fue informada por los respectivos oficiales. Pero además, todo lo sucedido en el Concilio de Jerusalén, nos enseña cuatro pautas acerca de política eclesiástica, las cuales deben ser puestas en práctica por la iglesia hoy. 3.4.1 Primera Pauta Enseña que los oficiales de la iglesia tienen autoridad. Es decir, establece la autoridad que Cristo a dado a los oficiales, a diferencia del resto de la membresía, para emitir juicio sobre controversias en asuntos eclesiásticos. En este caso concreto, ellos actuaron como los intérpretes y administradores de las normas de Cristo para el buen gobierno de su iglesia. No hay duda, según esta narrativa, que solamente fueron los apóstoles y los presbíteros quienes constituían esta Asamblea. Las expresiones bíblicas «y se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer este asunto» de Hechos 15:6 confirman esta afirmación. Es más, el texto bíblico deja en claro que las ordenanzas que iban entregando Pablo y Timoteo al pasar por las ciudades, eran «las ordenanzas que habían acordado los apóstoles y los ancianos que estaban en Jerusalén». Ver también Hch. 16:4. Cunningham, al analizar lo sucedido en el Concilio de Jerusalén llega a la conclusión de que: «El NT hace, verdaderamente, una clara distinción entre los oficiales y los miembros ordinarios de la iglesia. Los oficiales son descritos como los gobernantes y que por supuesto han sido investidos de cierta clase y grado de autoridad, y el resto que está en la obligación de rendir cierta medida y grado de sumisión y obediencia». Al decir esto de ninguna manera debemos entender que los oficiales tienen una autoridad ilimitada y de por sí mismos sobre los asuntos de la iglesia y sobre el resto de los miembros de la iglesia. Hay aquí tres limitaciones claras en cuanto a la autoridad de los oficiales: 1. E n primer lugar , su autoridad no es señorial, jurídica o discrecional, sino solamente ministerial, la cual se ejerce en el nombre de Cristo. Explicando esta limitación de la autoridad de los oficiales, Cunningham dice que ellos «no tienen dominio sobre la heredad de Dios: es decir que no tienen dominio sobre la fe del hombre, ni tampoco jurisdicción sobre la conciencia, pues son meros intérpretes de la palabra de Cristo, y meros administradores de las leyes que El ha promulgado». 2. E n segundo lugar , su autoridad no es infalible. Esto significa que los oficiales de la iglesia no deben pretender que se les obedezca sin dudas ni murmuraciones. La autoridad que Cristo les ha delegado no les debe llevar a usurpar el dominio sobre la conciencia que sólo corresponde a Dios. 3. E n tercer lugar , su autoridad no les da el derecho de ser los exclusivos intérpretes de la palabra de Dios. De acuerdo con la enseñanza de la Biblia, la posición reformada ha sido siempre que el creyente tiene el derecho de juicio privado. Es decir que cada creyente «tiene el derecho de interpretar la Palabra por sí mismo bajo su propia responsabilidad, para la regulación de sus propias opiniones y conducta, para el ejercicio de sus funciones y para el desempeño de sus deberes cualquiera que sean, y a ningún grupo humano Cristo le ha conferido poder alguno que se interponga al ejercicio de este derecho». Sin embargo, habiendo dicho todo esto, debemos decir que tampoco el derecho al juicio privado implica que cada uno puede creer como mejor le parezca acerca de las doctrinas de las Escrituras. La Biblia deja en claro que cuando los decretos de los oficiales están de acuerdo a la Palabra de Dios (Hch. 15:15, 19, 24, 27 – 31; 16:4; Mt. 18:17 – 20), éstos han de obedecerse en forma debida. Nuestra Confesión de Fe confirma esta enseñanza cuando dice que:
Corresponde a los sínodos o concilios resolver ministerialmente las controversias sobre fe y casos de conciencia, establecer reglas e instrucciones para el mejor orden de la adoración pública y gobierno de su iglesia; recibir reclamos en casos de mala administración y resolverlos autoritativamente. Estos decretos y determinaciones, si están de acuerdo con la Palabra, deben ser recibidos con reverencia y sumisión, no sólo por estar de acuerdo con la Palabra, sino también por el poder con el cual son hechos, como ordenanza de Dios instituida en su Palabra para este fin. 3.4.2 Segunda Pauta Enseña que los Miembros de la iglesia tienen un rol dentro de ella. No podemos negar que en el Concilio de Jerusalén, estaban presentes un número significativo de miembros de la iglesia. Al parecer, toda la iglesia de Jerusalén estaba allí reunida ansiosa de escuchar acerca de la obra misionera entre los gentiles y de cómo se resolvería el conflicto doctrinal suscitado. En Hechos 15:4 se dice que los delegados de Antioquía fueron recibidos (en Gr. paredeechtesan = recibir, o mejor dicho la iglesia les dio la bienvenida) por la iglesia (tees ekklesias) y los apóstoles y los ancianos. Aquí por el uso del artículo determinativo la iglesia, podemos deducir que se trataría de la congregación de Jerusalén en particular, que seguramente fue la congregación anfitriona de la Asamblea. En el v. 12 se nos dice que después del discurso de Pedro, la multitud (pleetos) calló, para luego seguir oyendo a Pablo y Bernabé. Había allí un gran número de creyentes reunidos además de los ancianos y los apóstoles. En el v. 22, en el contexto de la elección de los portadores de las cartas con los decretos, otra vez se nos dice que pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia. ¿Que nos enseña la presencia de la membresía de la iglesia de Jerusalén en dicha Asamblea general? Bueno, aquí no hay lugar para especulaciones. Este hecho nos enseña que, después que los apóstoles y los ancianos habían llegado a una decisión sobre el asunto consultado, ellos expusieron su decisión ante la multitud y ellos se convencieron de lo correcto de dicha decisión doctrinal y de la manera de implementar dicha decisión en toda la iglesia. Pero ello no implica que la congregación allí presente haya ejercido una autoridad judicial para decidir el asunto consultado. La autoridad judicial en la decisión fue tomada por los apóstoles y los ancianos, es decir por los oficiales de la iglesia de ese entonces. 3.4.3 Tercera Pauta Enseña que dentro de la iglesia de Cristo debe haber una subordinación de los órganos representativos menores a los mayores. En otras palabras, aprendemos que los órganos representativos mayores (como sínodos o asambleas generales) tienen el derecho de ejercer autoridad o jurisdicción sobre los consistorios y presbiterios. Nos ilustra acerca del derecho que tienen las asambleas generales de recibir consultas sobre asuntos doctrinales y resolverlos con la autoridad que les confiere el Señor dentro de su iglesia. Esta es una buena base bíblica para el funcionamiento de nuestro sistema presbiteriano de gobierno. 3.4.4 Cuarta Pauta Enseña que la iglesia de hoy debe seguir esta práctica apostólica. Puesto que la manera como los apóstoles y los ancianos condujeron los asuntos de organización y gobierno de la iglesia del Señor, no fue cambiada en la breve historia de la Iglesia Primitiva, ésta nos obliga a moldear nuestras iglesias actuales, respecto al gobierno y al tratamiento de los asuntos eclesiásticos, al patrón organizativo de la Iglesia Primitiva. Esta afirmación implica tener en cuenta tres cosas: 1. E n primer lugar , que en el gobierno de la iglesia no debe admitirse aquello que no tiene la aprobación de la Escritura. Sin embargo, hay circunstancias respecto al gobierno de la iglesia que no están expresamente dichas en la Biblia. En estos casos la Confesión de fe nos aconseja que actuemos
con sentido común y con prudencia, pero que en ambos casos, siempre observemos los principios generales de la Palabra de Dios. 2. E n segundo lugar , que los fundamentos bíblicos de la manera como los apóstoles y ancianos organizaron la iglesia nos obliga a adoptarlo en nuestras iglesias de hoy. 3. E n tercer lugar , quienes deliberadamente omitan aquello que es sancionado por la práctica apostólica en cuanto a la forma del gobierno, deben mostrar razones satisfactorias para hacerlo, o tendrían que demostrar que dicha práctica apostólica que se resisten a aplicar, tenía carácter temporal en la iglesia. 3.5 Quinto Principio El poder de la iglesia reside, en primer lugar, en el cuerpo de gobierno u órgano representativo de la iglesia local.
Sin embargo, cuando varios órganos se asocian para el común gobierno y trabajo eclesiástico (misionero u otro), rige el principio de la subordinación del órgano representativo menor al órgano representativo mayor. Es decir el consistorio se subordina al presbiterio y éste al sínodo el cual a su vez está subordinado la asamblea general. Esto puede deducirse con claridad de lo sucedido en el Concilio de Jerusalén, de lo cual ya hemos hablado anteriormente. Aún cuando esta es la posición presbiteriana clásica, hay respetables teólogos presbiterianos que opinan un tanto diferente. Por ejemplo los hay quienes afirman que, en el gobierno presbiteriano, el poder reside fundamentalmente en el cuerpo y se ejercita mediante cortes organizadas. Esto quiere decir que el poder reside en la iglesia. Es la iglesia misma la que, de acuerdo a la enseñanza bíblica, establece las cortes y elige los gobernantes. Por tanto, cuando estos gobernantes se reúnen en asamblea, ellos constituyen la iglesia. Es decir, el consistorio reunido, el presbiterio reunido, la asamblea general reunida, cada una de estas asambleas son la iglesia. De manera que sus decisiones deben ser tomadas con toda seriedad y reverencia, y una vez tomadas, toda la congregación, o congregaciones, o la iglesia nacional, dependiendo de la corte que tome las decisiones, deberán estimar dichas decisiones con toda seriedad y reverencia. Sin embargo, ya hemos mencionado antes que la evidencia bíblica, tomada en conjunto, demostraría que el poder otorgado por Cristo reside en los oficiales debidamente elegidos por la iglesia local. Por lo tanto no vamos, por ahora, a ahondar más en este debate.
Comprobación de Lectura Instrucciones: Conteste las siguientes preguntas conforme a las lecturas. Algunas de estas preguntas pueden ser contestadas directamente del la lectura, pero otras son preguntas de aplicación, las cuales exigen que el estudiante use los principios que aprendió en el capítulo para contestarlas. Preguntas de repaso | §, p. 11 •
¿Cuáles son los tres tipos de gobierno eclesiástico?
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¿Qué es lo que caracteriza el primer sistema de gobierno eclesiástico?
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¿Qué clase de estructura es el sistema católicorromano?
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¿En qué pretende basarse la forma de gobierno presbiteriano?
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¿Quiénes son los antepasados del presbiterianismo?
Lecturas adicionales • L. Berkhof, Teología sistemática (Grand Rapids: Libros Desafío, 2009), 661–670. Preguntas de repaso | §1, p. 13 •
¿Cuáles son las razones que da Samuel Miller para establecer la necesidad del gobierno eclesiástico?
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¿Ha dejado Dios el gobierno de su iglesia a criterio de los miembros? ¿Por qué o por qué no?
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¿Qué es la diferencia entre la iglesia y otras sociedades voluntarias? ¿Es la iglesia una organización voluntaria? Amplíe su respuesta.
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¿Por qué no tiene el hombre capacidad ni competencia para determinar para sí la forma de gobierno eclesiástico?
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¿Qué se debe hacer cuando parece que la Biblia no nos brinda los detalles del gobierno eclesiástico?
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Si Dios determina en su Palabra la forma en la que se debe gobernar su iglesia, ¿por qué nos preocupamos por una forma de gobierno oficial en la iglesia? ¿Por qué no simplemente usamos la Biblia?
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Cuando se hace evidente que la Biblia no dice con claridad o especificidad lo que debemos hacer, ¿cómo seguimos?
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Con respecto a los tres criterios, ¿Difieren las iglesias presbiterianas de otras iglesias con diferentes ordenes eclesiásticos, como por ejemplo los Católicos o los Bautistas? Amplíe su respuesta.
Lecturas adicionales • L. Berkhof, Teología sistemática (Grand Rapids: Libros Desafío, 2009), 671–694. • Juan Calvino, Institución de la religión cristiana, tomo 2 (Barcelona: FELiRe, 1999), IV, I–II. • Confesión de fe de Westminster , capítulos 25 y 26. Preguntas de repaso | §2, p. 18 •
¿De dónde se deriva el poder de la iglesia?
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¿Qué son las llaves del reino y cómo las ejerce la iglesia de Cristo?
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¿Por medio de quiénes es ejercido el poder de la iglesia? ¿Por qué rechazamos la autoridad del Papa?
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¿Cómo es diferente el concepto de autoridad eclesiástico en la iglesia católicorromana al de la presbiteriana?
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¿Cómo se hace eficaz el pronunciamiento de la iglesia por medio de sus presbíteros? ¿Cuáles son los requisitos que hacen que sus decisiones sean válidas?
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¿Qué es el poder de las llaves en su aspecto restringido?
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¿Qué es la diferencia entre poder eclesiástico y poder civil? ¿Por qué no tiene potestad o derecho el rey, presidente, alcalde o cualquier autoridad civil para administrar los sacramentos o ejercer disciplina eclesiástica en la iglesia de Dios?
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Define los límites del poder eclesiástico.
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Identifique por lo menos tres cosas que la iglesia no tiene potestad de mandar y explique por qué le falta autoridad en dichos casos.
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Explique la siguiente aseveración: «El poder de la iglesia es ministerial y declarativo, jamás magisterial y legislativo».
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¿Cómo encaja la libertad de conciencia en el asunto de las llaves del reino de Dios?
Lecturas adicionales • L. Berkhof, Teología sistemática (Grand Rapids: Libros Desafío, 2009), 709–721. • Juan Calvino, Institución de la religión cristiana, tomo 2 (Barcelona: FELiRe, 1999), IV, V–VII. • Confesión de fe de Westminster , capítulos 19 –20, 23, 30. Preguntas de repaso | §3, p. 22 •
¿Cuáles son las implicaciones de la enseñanza que Cristo es la Cabeza de la iglesia y no los hombres? ¿Qué nos enseña sobre el rol de los ancianos?
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¿Por qué no reina Cristo sobre su iglesia en persona en la iglesia? ¿De qué forma ha escogido Cristo gobernar a su iglesia?
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¿Cuándo o bajo cuáles circunstancias deben los miembros de la iglesia someterse voluntariamente a los ancianos? Explique por qué.
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¿Por qué los ancianos se llaman representantes y no delegados de la congregación?
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¿A quiénes les ha dotado Dios de poder en la iglesia? ¿Cuál fundamento bíblico existe para su respuesta?
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Define el presbiterianismo en sus propias palabras. ¿De qué base bíblica disfruta?
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Resume lo que dice Bannerman sobre aquellos que tienen poder eclesiástico?
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¿Cuántos y cuáles son los órganos representativos? Provea una descripción de la función y alcance de la autoridad de cada uno.
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¿Qué conección existe entre las ordenanzas de la iglesia y la autoridad eclesiástica? ¿Cuáles son estas ordenanzas?
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¿Qué tiene que ver la unidad de la iglesia con la formación de sus diversos órganos representativos? Provea una base bíblica para su respuesta.
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¿Cuáles son las tres maneras por las que la política eclesiástica demuestra la unidad de la iglesia?
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¿Por qué debemos manifestar visiblemente nuestra unidad con otras iglesias locales de igual fe y práctica?
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¿Por qué no podemos concebir de la iglesia estrictamente como una entidad invisible? ¿Qué dice Thronwell y Murray?
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Elabore la diferencia que existe entre la iglesia católicorromana y la iglesia presbiteriana con respecto a sus conceptos de la unidad de la iglesia.
•
¿Es la iglesia una democracia? ¿Por qué o por qué no? ¿Cómo es diferente la iglesia presbiteriana que una iglesia congregacional?
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Explique el concepto bíblico de la interindependencia entre las iglesias locales.
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¿Por qué son los ancianos los representantes de la iglesia y no otras personas?
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¿Por qué son elegidos libremente los ancianos por la congregación en vez de ser nombrados o designados a aquel oficio por otros oficiales?
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Elabore una explicación de lo que limita la autoridad de los oficiales eclesiásticos y explique por qué no tienen una autoridad ilimitada en la iglesia y sobre las vidas de los miembros.
Lecturas adicionales • L. Berkhof, Teología sistemática (Grand Rapids: Libros Desafío, 2009), 695–708. • Juan Calvino, Institución de la religión cristiana, tomo 2 (Barcelona: FELiRe, 1999), IV, III–IV. • La confesión de fe de Westminster , cáp. 31. • El catecismo mayor de Westminster , P&R. 126–133. • G.I. Williamson, La confesión de fe de Westminster , (Philadelphia: El Estandarte de la Verdad, 2004), 223–261, 281–297, 341–353. • Archibald Alexander Hodge, Comentario de la confesión de fe de Westminster , (Barcelona: CLIE, 1987), cáps. 20 –21, 25–26, 30.
Capítulo 2
LA FUNCIÓN BÍBLICA DEL ANCIANO Dr. Alonzo Ramírez
Contenido Los ancianos y su rol en el Antiguo Testamento 1.1 Origen de los ancianos en relación al Antiguo Testamento 1.2 Significado termino anciano en el Antiguo Testamento 1.3 Funciones de los ancianos en el Antiguo Testamento 1.4 Conclusión
Los ancianos en el Nuevo Testamento 2.1 El rol del Sanedrín en el tiempo de Jesús 2.2 Los ancianos en la iglesia en el Nuevo Testamento
E NSEÑANZA BÍBLICA ACERCA DEL ROL DE LOS ANCIANOS O PRESBÍTEROS 1. LOS ANCIANOS Y SU ROL EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
H
ASTA AQUÍ HEMOS MENCIONADO , VARIAS VECES , QUE NUESTRO sistema de gobierno es presbiteriano, y
hemos explicado los principios sobre los cuales se basa. Pero seguramente, algunos todavía tienen la siguiente pregunta en la mente: ¿De dónde viene este término de ancianos o presbíteros? ¿Cómo podemos trazar en la Biblia el trabajo de los ancianos? En esta parte trataremos de esbozar el origen bíblico del oficio de anciano o presbítero y en qué consiste su función o su rol. 1.1 Origen de los ancianos en relación al Antiguo Testamento
No sabemos con exactitud en qué momento de la historia los pueblos antiguos del oriente comenzaron a gobernarse por medio de ancianos. Pero según algunas referencias bíblicas, el gobierno de los pueblos antiguos por medio de ancianos era común. Por ejemplo, se nos cuenta que dentro de la casa de Faraón
había ancianos en el sentido de grupo gobernante (Gn. 50:7). Lo mismo se dice de la casa de David (2 S. 12:17). Habían, además, ancianos en el pueblo mismo. Por ejemplo, la Biblia menciona a los ancianos gobernantes entre los moabitas y madianitas (Nm. 22:4, 7) y también entre los gabaonitas (Jos. 9:11). En cuanto a la edad requerida para ser considerado como viejo o anciano, no hay regla en el AT. No podemos, por lo tanto, especular a qué edad era elegido un hombre como anciano gobernante del pueblo de Israel. Pero sí podemos decir que ello sucedía a una edad en la que el hombre haya alcanzado la vejez. 1.2 Significado termino anciano en el Antiguo Testamento
Cuando leemos el AT, nos damos cuenta que el pueblo de Dios tenía «ancianos» y que estos ocupan un lugar prominente en el gobierno. Pero ¿qué significa el término anciano en el Antiguo Testamento? Anciano es la traducción del adjetivo hebreo zaqen. Este adjetivo podría traducirse literalmente como: viejo. Este término viene de la palabra zaqan cuyo significado es «barba». Sin embrago, zaqen, en forma genérica se usa en la Escritura como adjetivo o como sustantivo, para describir a una persona (masculina o femenina) que, en contraste con el joven (na’ar ), ha llegado a un estado de la vida que se llama vejez. Llegar a la vejez, en la sociedad judía, significaba ser un hombre o una mujer llenos de años o días (Gn. 25:8; 35:29; Job. 42:17). Cuando zaqen se usa como sustantivo, generalmente ocurre en plural y constituyen un término técnico. En este sentido técnico se usa unas 100 veces en la Biblia. Pero solamente el contexto en el que dicho termino se utiliza nos puede decir si la referencia es al cuerpo gobernante llamado «ancianos de Israel» o si se usa en el sentido genérico. 1.3 Funciones de los ancianos en el Antiguo Testamento
Para no seguir abundando sobre el significado del término en forma aislada, pasaremos a detallar lo que el Antiguo Testamento enseña acerca del rol, o funciones que cumplían los ancianos, las cuales eran las siguientes: 1.3.1 Los ancianos cumplían la función de consejeros Al hombre viejo se le debía honor (Lv. 19:32, Lam. 5:12), tanto era así que estaba establecido que si un joven quería hablar, debía esperar hasta que terminara de hablar el hombre viejo. Por eso Job tuvo que esperar que terminaran de hablar sus tres amigos para luego hablar él. La razón era que sus tres amigos eran más viejos que él (Job 32:4). Los hombres viejos eran los consejeros ideales. El rechazo del consejo de los ancianos y la aceptación del consejo de los jóvenes, podía llevar al fracaso a un gobernante. Esto es lo que la Biblia nos presenta en la historia del fracaso de Roboam (1 R. 12:16ss). El valor de sus consejos era muy bien reconocido, a tal punto que la ausencia del consejo de los ancianos era un indicador de que el fin de la sociedad estaba cerca (Ez. 7:26). 1.3.2 Los ancianos cumplían una función administrativa Desde antes que el pueblo de Dios saliera de Egipto ya tenían ancianos. Ellos cumplían un rol administrativo (Ex. 3:16 – 18; 24:1). Después es muy probable que los ancianos eran los jefes de familia y de los clanes de las doce tribus. Pero más tarde, los ancianos eran distinguidos ciudadanos encargados de los asuntos públicos de las ciudades. 1.3.3 Los ancianos cumplían una función judicial Durante el viaje por el desierto, los ancianos reemplazaron al Moisés en la función judicial, cuando éste subió al monte de Sinaí (Ex. 24:14). Luego vemos que los ancianos formaban las cortes judiciales de cada ciudad de Israel, cumpliendo así una función judicial en casos civiles y penales. Sus reuniones para
administrar justicia se realizaban a las puertas de la ciudad. Pasajes como Dt. 21:19; 22:15; 25:7; Rt. 4:1 – 2; Pr. 31:23, Lam. 5:14, nos muestran que los ancianos tenían poder para apresar a los asesinos (Dt. 19:12), resolvían asuntos matrimoniales (Dt. 22:15), resolvían los asuntos del levirato (Dt. 25:7 – 8), resolvían los asuntos de asilo (Josué 20:4) y resolvían los asuntos de propiedades (Rt 4:9, 11) y juzgaban los casos de asesinatos (Dt. 19:12,; 21:1ss; Jos. 20:4). En tiempos de David y Salomón, al parecer, se habían establecido cortes distritales y una corte central de apelaciones en Jerusalén, dicha corte central estaba presidida por el mismo Rey (2 S. 14:4 – 17, 15:2, 1 R. 3:16 – 28). Lo que sí es muy claro en la Escritura es que, Josafat introdujo una reforma en el aspecto judicial de Israel: El creó las cortes distritales y la corte suprema en Jerusalén para resolver los casos más difíciles (2 Cr. 19:4 – 11). 1.3.4 Los ancianos cumplían una función de testigos válidos Los ancianos cumplían la función de testigos presenciales de hechos importantes. Por ejemplo, los ancianos de Israel fueron llamados como testigos cuando Moisés golpeó la roca de Horeb (Ex. 17:5, 6). Un grupo de 70 ancianos, presenciaron en el desierto, la ceremonia del Pacto (Ex. 24:1, 9). Cuando los hijos de Coré, utilizando a la «santidad de toda la congregación» se rebelaron contra la autoridad de Moisés, 25 ancianos fueron llamados como testigos del castigo de Dios contra Datán y Abiram (Nm. 16:25). Los ancianos, junto con los jueces, estaban de pie junto al Arca del pacto cuando se leía el Libro de la Ley (Josué 8:33; 23:2; 24:1). En esta misma dirección, vemos que el rey Josías convocó a los ancianos de Judá y Jerusalén para presenciar la lectura de la redescubierta Ley de Dios, para luego ser testigos de la profunda reforma religiosa que Josías llevó a cabo durante su reinado (2 R. 23:1). 1.3.5 Los ancianos cumplían una función sacerdotal Los ancianos cumplían un rol sacerdotal, imponiendo las manos cuando toda la congregación había pecado y ofrecía sacrificio por el pecado (Lv. 4:15). No es que ellos eran sacerdotes, pero participaban junto con ellos como testigos de que había habido confesión de pecados y arrepentimiento de parte del pecador. 1.3.6 Los ancianos cumplían una función política Los ancianos cumplían un rol de gobierno y se preocupaban por la situación política de Israel. Fueron los ancianos los que pidieron a Samuel que les ungiera un Rey para ser como las demás naciones (1 S. 8:4). Incluso después de instaurada la monarquía en Israel, los ancianos jugaban un rol prominente en la elección del rey. Eran tan influyentes con cuerpo político, que David tuvo que hacer un Pacto con ellos antes de que ellos lo ungieran como rey en Hebrón (2 S 5:3). En las revoluciones y golpes de Estado, los ancianos jugaban un rol decisivo, tal es el caso de la revuelta de Absalón, para lo cual tuvo que ganarse el favor de los ancianos (2 S. 17:14, 15). El mismo David, no podía retornar nuevamente al palacio para reinstalarse como rey, sino con el consentimiento de los ancianos de Judá (2 S. 19:11) Durante la monarquía los ancianos conservaron su rol de consejeros del rey y actuaban como el parlamento del rey. El consejo de los ancianos era escuchado y ejecutado por el rey (1 R. 20:7). Sin embargo, los ancianos también mantenían una autoridad autónoma y podían tomar decisiones políticas en sus propias ciudades. Lamentablemente, hay un caso donde los ancianos deciden apoyar a la esposa de Acab en el asesinato de Nabot. Pero ese caso ilustra el poder político-religioso que tenían los ancianos (1 Reyes 21:8 – 14), y la forma negativa en que se usó dicho poder. 1.3.7 Los ancianos cumplían una función representativa Los ancianos continuaron cumpliendo un rol muy importante durante el exilio en Babilonia. Cuando, desde Jerusalén, el profeta Jeremías se dirige a los exiliados, los ancianos son mencionados en primer
lugar, luego los sacerdotes, luego los profetas y después el pueblo. Esto evidencia su rol como el primer cuerpo representativo del pueblo exiliado. Cuando Ezequiel recibe una visión de Dios acerca de las abominaciones cometidas en Jerusalén, lo primero que ve es a los ancianos delante de él. Ellos están allí en representación de toda Judá, ellos están allí para escuchar el juicio de Dios contra Judá (Ez. 8:1ss). Lo cual demuestra que los ancianos son contados como responsables de las desviaciones doctrinales y morales del pueblo de Dios. Cuando los ancianos participaban directamente en estas desviaciones doctrinales y morales, entonces ellos también eran declarados culpables y castigados por Dios (Ez. 14:1 – 7) Durante el período posexílico los ancianos siguen jugando un rol prominente como autoridades del pueblo de Judá. Después de los príncipes, ellos tenían un rol político decisivo. Ellos aparecen firmando el decreto que convocaba a todo Judá para una solemne asamblea bajo pena de confiscación a los que no obedecieran dicha convocatoria (Esd. 10:7 – 8). 1.4 Conclusión
Los ancianos en Israel cumplían un rol de gobierno. Pero esta autoridad estaba circunscrita fundamentalmente en asuntos civiles y administrativos del pueblo de Israel. Los ancianos de Israel eran hombres, como lo expresa MacArthur, maduros y jefes de sus familias (Ex. 12:21); en cuanto a su capacidad, eran hombres hábiles de fuerte carácter y moralidad, que temían a Dios, que amaban la verdad y la integridad (Ex. 18:20, 21). Eran hombres llenos del Espíritu Santo (Núm. 11:16, 17), que poseían sabiduría, discernimiento y experiencia, lo cual les permitía interceder, juzgar y enseñar con justicia y equidad (Dt. 1:13 – 17). Todas estas características de los ancianos de Israel son relevantes también para los ancianos en el NT.
2. LOS ANCIANOS EN EL NUEVO TESTAMENTO En el Nuevo Testamento encontramos que la palabra hebrea zaqen ha sido traducida al griego por la palabra presbuteros, la cual a su vez, se ha traducido al español como presbítero, a veces se la ha traducido como anciano en algunos pasajes del Nuevo Testamento. El conjunto de presbíteros reunidos se denomina, algunas veces, «el concilio de ancianos», y otras, «el sanedrín». El término griego utilizado para «concilio de ancianos» es presbuterion, que también se puede traducir como presbiterio. Hay tres pasajes en el Nuevo Testamento en los que se usa el término presbuterion (Lucas 22:66 y Hechos 22:5) en el sentido de un grupo de personas mayores de edad que formaba el concilio de ancianos, denominado también Sanedrín. El presbiterio o concilio de ancianos era la corte judía de más alta autoridad en Jerusalén. Sin embargo cuando Pablo usó este término se refería a una asamblea de ancianos de la iglesia y se ha traducido como presbiterio (1 Ti. 4:14). 2.1 El rol del Sanedrín en el tiempo de Jesús
El Sanedrín tuvo su origen en lo que se llamaba gerousía durante el período de influencia helénica sobre Palestina. El gerousía era el senado que gobernaba la nación judía, estaba presidido por el sumo sacerdote (1 Mac. 12:6 y Judit 4:8). En los tiempos del Nuevo Testamento, este gerousía llegó a denominarse concilio o Sanedrín. El Sanedrín era una corte de justicia, pero que también cumplía funciones legislativas y ejecutivas. El término Sanedrín empezó a usarse desde el tiempo en que Gabinio administró los asuntos públicos de la provincia de Siria bajo la dirección de Pompeyo. Flavio Josefo nos informa que Gabinio llegó de
Roma a Siria como comandante de las fuerzas romanas y que después de haber «ordenado cinco concilios, distribuyó la nación en el mismo número de partes: de manera que los concilios gobernaban el pueblo, el primero se encontraba en Jerusalén, el segundo en Gadara, el tercero en Amato, el cuarto en Jericó y el quinto en Seforis de Galilea. De manera que los judíos fueron libertados de la monarquía para ser gobernados por una aristocracia». El concilio o Sanedrín fue eliminado por el emperador romano Julio Cesar, pero los judíos volvieron otra vez al gerousía. Ahora bien, con Herodes el Grande que ejerció gran poder sobre Judea, este gobierno central quedó casi anulado en la práctica. Sin embargo, en los tiempos de Jesús, el «Sanedrín había vuelto a ser un cuerpo activo y poderoso, teniendo permiso para administrar los asuntos judíos sin interferencia, excepto en aquellas cuestiones que involucraban a la política y la jurisdicción romana… encabezado por el sumo sacerdote, el concilio tenía setenta miembros elegidos
entre los aristocráticos cuadros sacerdotales, en los que la influencia saducea era fuerte, de entre los ancianos del pueblo y de entre los escribas». En realidad a todo el conjunto se les llamaba los ancianos. Estaba presidido por el sumo sacerdote, quien a su vez, era nombrado o depuesto por el gobernador romano de turno, por eso muchas veces el sumo sacerdote no era más que un títere de Roma. En el NT a los cuadros sacerdotales aristocráticos se les llama los hoi archiereis que se traduce como «principales sacerdotes». Ellos eran empleados permanentes del templo y tenían jurisdicción sobre todos los sacerdotes. Tal como lo revela el NT, ellos pertenecían a la aristocracia sacerdotal (Hch. 4:6) y no todos los sacerdotes accedían a ser «principales sacerdotes». El jefe de los «principales sacerdotes» era el llamado «capitán del templo», y era el segundo después del sumo sacerdote. Luego estaban como miembros de este cuerpo sacerdotal, el líder del turno semanal, más los líderes de los 4 ó 9 turnos diarios. El capitán del templo se encargaba de los arreglos externos del templo y de los servicios. Bajo él habían siete supervisores del templo y tres tesoreros permanentes del templo. Este cuerpo sacerdotal llamado «principales sacerdotes» tenía el rol prominente de administrar y ejecutar las acciones acordadas por el Sanedrín, pues ellos actuaban como los guardianes de la religión judía. Por ejemplo, ellos decidían acerca del gasto del dinero del templo, por eso ellos decidieron la suma de dinero a pagarle a Judas por la traición a Jesús (Mt. 27:6). «Los principales sacerdotes» actuaban como la policía del templo y en esta capacidad planearon con Judas la estrategia para arrestar a Jesús (Mt. 26:14, 15 ver pasajes paralelos). Pero el arresto ya había sido previamente aprobado por el Sanedrín o Concilio (Mt. 26:3ss) Ellos ordenaron que la corte del templo arrestara a los apóstoles (Hch. 5:17, 21) y a ellos se le dio el informe de la resurrección de Jesús por parte de la guardia del sepulcro (Mt. 28:11). Asimismo a ellos se les comunicó del escape de Pedro y Juan de la cárcel en Hch. 5:22 – 24. En esta misma función fueron los «principales sacerdotes» quienes dieron autorización a Saulo para arrestar y maltratar a los cristianos (Hch. 9:14, 21; 26:10; 26:12). Resumiendo lo anterior podemos afirmar que el Sanedrín estaba formado por tres grupos: «Los principales sacerdotes» encabezados por el Sumo sacerdote, «los escribas» y «los ancianos». Ahora nos interesa comprender el rol de los ancianos en el tiempo del NT. En el período posexílico y en el NT, los ancianos eran los cabezas de familia más influyentes que representaban la nobleza secular. Esto puede verse cuando en el NT, como sinónimo de los ancianos, que eran el tercer grupo en el Sanedrín, se usa la expresión hoi prootoi tou laou, que podemos traducir como los «principales del pueblo» (Lc. 19:47). José de Arimatea era un anciano rico de nobleza secular judía que se había convertido en discípulo de Jesús (Mr. 15:43) y era miembro de Sanedrín (Lucas 23:50). Históricamente hablando, la mayoría de la nobleza laica eran saduceos, pues no todos los saduceos eran sacerdotes. Esto se evidencia claramente en Hechos 4:1 donde se considera a los sacerdotes y a los saduceos como dos grupos distintos. Pero los «principales sacerdotes» eran saduceos, de manera que podemos estar convencidos que el partido saduceo tenía en sus filas a sacerdotes («principales
sacerdotes») y laicos (los ancianos). Esto se muestra con claridad en Hechos 23, donde se nos dice que el concilio se dividió en dos grupos: los fariseos a favor de Pablo y los saduceos contra Pablo (Hch. 23:6). Pero al siguiente día se menciona un complot contra Pablo formado por «los «principales sacerdotes y los ancianos» es decir los saduceos en bloque (Hch. 23:12 – 14). Por otro lado, la totalidad del partido de los fariseos estaba compuesto totalmente por escribas. Esto puede inferirse de dos textos paralelos del NT. Mateo 21:45 menciona a los «principales sacerdotes» con los fariseos, sin embargo, Lucas 20:19 que se refiere al mismo incidente describe a estos dos grupos como los «principales sacerdotes» y los escribas. Pero en ningún lugar del NT se menciona a los fariseos y escribas como dos grupos separados, por lo tanto es seguro concluir que todos los fariseos eran escribas. En conclusión podemos decir que los ancianos eran mayormente miembros del partido saduceo y conformaban un solo bloque con ellos en el Concilio o Sanedrín, y en éste, ellos cumplían un rol de gobierno y administración de justicia, lo cual era a su vez, la esencia de la función del Sanedrín. Debemos señalar que el NT mencionan con nombre propio a dos miembros del Sanedrín como discípulos de Jesús, el uno era un anciano del partido saduceo, José de Arimatea, y el otro era Escriba del partido fariseo, Nicodemo. 2.2 Los ancianos en la iglesia en el Nuevo Testamento
2.2.1 Significado el término «presbítero» en el NT En el NT el término «presbítero» se usa en dos sentidos: un sentido genérico y un sentido técnico. En el sentido genérico, presbítero significa «avanzado de edad» «viejo» en contraste con el joven. En este sentido general se usa en varios pasajes, a saber: 1. E n H echos 2:17 , cuando Pedro anuncia el cumplimiento de la profecía de Joel, menciona la palabra presbuteroi para referirse a hombres avanzados de edad en comparación con los jóvenes. 2. E n 1 Timoteo 5:12, se usa presbuteras para referirse a las mujeres ancianas en contraste con las mujeres más jóvenes. 3. E n 1 Pedro 5:5, nuevamente presbutreois se usa en contraste con los más jóvenes. En estos tres pasajes los presbíteros son las personas mayores de edad en comparación con los jóvenes. Son aquellas personas que han alcanzado la edad madura y que nosotros llamaríamos los viejos en el camino de la vida. Por lo tanto, es muy claro que el término presbuteros se usa en algunas partes del NT para referirse a la edad, sin ninguna conexión con un cargo u oficio eclesiástico. Pero, el término presbuteros también se usa con un sentido técnico, para referirse a la persona o personas que ocupaban un cargo de liderazgo en la iglesia. En este sentido se usa en unos veinte pasajes en Hechos y las epístolas de Pablo. Históricamente hablando, no sabemos con exactitud desde qué año la iglesia empezó a gobernarse por presbíteros. Probablemente la iglesia de Jerusalén era gobernada por presbíteros desde sus inicios. Esto puede deducirse del hecho que la iglesia de Antioquía tenía presbíteros, y sabiendo que fue fundada como una obra de extensión misionera de la iglesia de Jerusalén, por buena y necesaria consecuencia podemos deducir que de la iglesia madre aprendieron esta forma de gobierno. 2.2.2 Funciones del anciano o presbítero en la iglesia del NT Para comprender el rol del presbítero en la iglesia del Nuevo Testamento, tenemos que estudiar los principales textos bíblicos que se refieren a los presbíteros en forma directa.
A. Juzgar y determinar controversias doctrinales
En Hechos 15 hemos visto claramente cómo los ancianos, en aquel tiempo junto con los apóstoles determinaron, bajo la guía del Espíritu Santo, la posición doctrinal de la iglesia cristiana frente a las posiciones judaizantes que se estaban difundiendo dentro de las iglesias cristianas en Antioquía. Esta es una función que en muchas denominaciones presbiterianas se ha dejado de lado para dar lugar al puro aspecto administrativo. Y las que tratan de ejercer esta función, o lo hacen de manera meramente política, o dejan esta tarea a los consistorios locales. De esta manera no sólo abdican a sus deberes de función, sino que están sembrando las semillas de la división y la corrupción doctrinal en la denominación. Cuando hay alguna controversia doctrinal que se inicia en algún consistorio o presbiterio, son los presbíteros reunidos en la asamblea general los que deben juzgar y determinar la correcta interpretación sobre la base de la Palabra de Dios y los documentos confesionales subordinados a dicha Palabra de Dios. B. Supervisar a la iglesia de Cristo
Pablo le dice a Timoteo (1 Ti. 3:1 – 7), «si alguno busca obispado, buena obra busca». Aquí se menciona el término «obispado,» e implica que habían obispos en la iglesia en el tiempo de Pablo. Pero en la iglesia presbiteriana no hablamos de los «obispos del consistorio», ni tampoco decimos que vamos a organizar el «encuentro nacional de obispos». ¿Por qué?, Permítanme explicar, brevemente, la relación que existe entre los términos «obispo» «presbítero» y «anciano». En realidad, el Nuevo Testamento usa estos tres términos para referirse al mismo oficio. Es decir que el oficio es «anciano» o «presbítero», pero el término «obispo» indica una función del oficio de anciano o presbítero. Los tres nombres se refieren al mismo oficio. No hay una gradación jerárquica entre ellos. El nombre griego episkopos (obispo) se usa cinco veces en el NT: 1. E n 1 Pedro 2:25, se dice que Jesús es el episkopos de nuestras almas, con lo cual quiere decir que Jesús es el guardián de nuestras almas, que cuida de nuestras vidas, que supervisa nuestra vida entera. 2. E n H echos 20:28, se nos dice «el Espíritu Santo os ha puesto por episkopous» para referirse a la tarea de supervisión de la grey de Dios por parte de los ancianos reunidos en Mileto. 3. E n 1 Ti. 3:2, se nos habla de episkopee (obispado) también en el sentido de cuidar y de supervisar. 4. E n Tito 1:7 , habla también de los requisitos para el episkopos en el sentido de supervisor. 5. E n Filipenses 1:1, Pablo se incluye con los episkopois también en el sentido de supervisores. En conclusión, la palabra episkopos (obispo) significa una persona o un equipo de personas que tienen la función específica de supervisión y de cuidado dentro de una sociedad. Episkopos indica fundamentalmente una función. Anteriormente ya hemos demostrado que la Palabra presbuteros es la traducción griega para el término hebreo zaqen que significa el oficio de anciano. De manera que las palabras anciano y presbítero son sinónimos y se refieren al oficio, o como se dice en la administración moderna, es el nombre del cargo u oficio. Pero lo interesante es que en el NT, el cargo u oficio de presbítero, o anciano, tiene como una de sus funciones «la supervisión». Cuando Pablo llama desde Mileto a los ancianos de Efeso (Hch. 20:17) a estos mismos ancianos reunidos, Pablo les dice que ellos han sido puestos por Dios como episkopous (obispos), es decir como supervisores.
Cuando Pedro se dirige a los ancianos en 1 Pedro 5:1 – 2 les encarga que cumplan la función de «supervisar» (episkopountes = supervisando, cuidando) el rebaño de Dios en forma voluntaria, sin el uso de la fuerza. 6. E n Tito 1:5 – 7, se nos dice que Tito fue dejado en Creta para que ordenase ancianos (presbuteros) en cada ciudad, luego le da los requisitos y añade «porque es necesario que el episkopon sea irreprensible como administrador de Dios». Es decir, con ambos términos se refiere al mismo oficio. Por lo tanto, los presbíteros tienen como una de sus funciones la de ser obispos o supervisores de la grey de Dios. En conclusión, el presbítero, el anciano y el obispo son diferentes nombres para referirse al mismo oficio, pero mayormente se llama el oficio de presbítero. Como muy bien lo expresa MacArthur, «episkopos enfatiza la función y presbuteros enfatiza el carácter». Volvamos ahora al rol de supervisión. Hemos visto pues, que el presbítero está llamado por Dios para desempeñar el rol de supervisor de la iglesia. Este rol supervisor implica, de acuerdo con el significado del término obispo, cuidar, guardar (proteger) y supervisar. En la administración moderna a esta labor se le llama función de superintendencia. C. Pastorear y enseñar la grey de Dios
Esta es una función principal que el NT asigna al presbítero. En 1 Timoteo 3:2 menciona entre los requisitos del presbítero la aptitud para enseñar. El término griego usado aquí para enseñar es diaktikon, es decir alguien calificado para enseñar. Pero este término también indica la idoneidad para enseñar a otros la tradición de los apóstoles ( paradosis = precepto, doctrina, instrucción para ser pasada de mano en mano). Es en este mismo sentido que se usa el término didaktikos en 2 Ti. 2:4 y en otros pasajes más. Pero también en el NT, señala que el presbítero debe ser alguien que desempeña un rol pastoral. Entonces debemos preguntarnos si todos los presbíteros en el NT ejercían el rol pastoral, y si a todos los presbíteros se les llama también pastores. O quizás sólo algunos presbíteros cumplían el rol de gobierno y otros cumplían un doble rol: el de gobierno y pastoral al mismo tiempo. Siempre ha sido la posición reformada que el NT hace una distinción entre presbíteros gobernantes y presbíteros docentes, o también llamados pastores. Veamos la validez bíblica de esta interpretación y de esta manera también irá apareciendo también en qué consiste esta actividad pastoral. En primer lugar, debemos afirmar que es muy claro que a todos los presbíteros se les ha encomendado la función de ejercer el gobierno en la iglesia y de cuidado pastoral en general (Stg. 5:14). Esto está debidamente atestiguado en 1 Ti. 3:5; 5:17; 1 Pedro 5:3; He. 13:17; 1 Ts. 5:12, aunque en estos dos últimos pasajes no se menciona a los ancianos, es obvio que se refieren a ellos. En este sentido todos los presbíteros son gobernantes y todas realizan labor pastoral. En segundo lugar, está también igualmente claro que algunos presbíteros hacían la labor de gobernantes y a la vez de pastores en el sentido de predicadores de la Palabra como una función, por así decirlo, especializada. A estos ancianos que gobernaban y se dedicaban a la enseñanza y predicación se les denomina pastores, o presbíteros docentes. En 1 Ti. 3:2 ya se menciona esta calificación didáctica como requisito para ser presbítero, apuntando así al rol de la enseñanza y predicación de la Palabra de Dios. Pero en 1 Ti. 5:17 se nos aclara más la función específica que desempeñaban algunos presbíteros. Este texto puede traducirse literalmente así: «Los presbíteros que gobiernan excelentemente sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente a los que trabajan en la predicación y en la enseñanza». Trabajar en la Palabra y en la enseñanza (Gr. kopiontess en logoo kai didaskalai) lleva consigo la idea de trabajar. En el idioma griego, kopioonta significa trabajar duro, con afán, con esfuerzo, y con esperanza. El doble
honor debe estar siempre precedido del doble trabajo también. La misma palabra griega se usa para expresar que el labrador trabaja primero antes de cosechar en 2 Ti. 2:6. El término griego usado para predicación aquí es logoo que significa Palabra. Esto hace mención a la labor de exposición de la Palabra, o a lo que comúnmente llamamos predicación, mientras que el término didaskalia significa la ocupación en la enseñanza (Ro. 12:7; 1 Ti. 4:13). Significa también información, instrucción (Ro. 15:4, 2 Ti. 3:16). Significa, pensamiento, tema, precepto, doctrina (Mt. 15:9; 1 Ti. 1:10). Los que se dedicaban a esta ocupación se llamaban didaskalos que quiere decir «maestro». Entonces, habían ancianos que en forma especial, aparte de su normal tarea de gobierno, realizaban la labor de ser predicadores y maestros en la iglesia, a quienes se les llama pastores. El pastorado como tarea específica de algunos presbíteros fue desarrollándose gradualmente en la iglesia del NT. Efesios 4:11 ya nos habla que el Cristo resucitado dio a la iglesia «pastores y maestros», o literalmente hablando «pastoresmaestros» quienes se encargaban de la predicación (les hablaron de la Palabra). Lo que sucedió fue que cuando los apóstoles murieron y las herejías comenzaron a penetrar en la iglesia, la tarea de enseñanza se hizo mucho más urgente (2 Ti. 2:2; Tito 1:9). Aquellos que se dedicaron a la exclusiva tarea de enseñar y predicar llegaron a ser sostenidos por las iglesias, y es muy probable que, los llamados «ángeles» de las iglesias de Asia Menor mencionadas en Apocalipsis se refiera los pastores-maestros de aquellas iglesias tal como se ve en Apocalipsis 2:1; 8, 12, 18; 3:1, 7, 14. D. Gobernar y administrar la iglesia de Cristo
El rol de gobierno queda claramente establecido en 1 Ti. 3:4. El término griego aquí usado para gobernar es proistamenon, el cual nos da dos grandes ideas acerca de lo que significa el gobierno o la tarea de gobernar. En primer lugar, proistamenon significa «estar a la cabeza de» para dirigir, gobernar, conducir y administrar. Este significado describe la tarea del presbítero como la de liderazgo y de administración de la iglesia del Señor. En segundo lugar, proistamenon significa «tener preocupación por», «cuidar», «ayudar». Este significado califica la tarea del liderazgo y de gobierno como, fundamentalmente, estar al cuidado de la iglesia de Dios, de ayudar a los miembros de la congregación. En este sentido el mismo texto aquí usa el término epileomai para referirse «cuidar». Epileomai significa «dirigir el cuidado hacia» alguien que no es uno mismo. En este caso el cuidado se dirige hacia la iglesia que pertenece a Dios. Este mismo término epileomai se usa cuando se nos narra que el samaritano se dirigió hacia el herido y lo auxilió y al final nos dice que «cuidó» de él. De manera que este cuidar, implica pues, un cuidado diligente que busca el bienestar de la iglesia de Cristo. Habíamos mencionado el término administración y precisamente Tito 1:7 dice que el obispo o anciano es administrador de Dios (ho theou oikonomon). Para Pablo, la iglesia es la oikos o casa (1 Ti. 3:15), Dios es el oikodespotees o Señor de la casa, y los miembros de la iglesia son los oikeioi, o familia (Gl. 6:10; Ef. 2:19). Así que la administración del presbítero no tiene que ver, en primer lugar, con cosas sino con la familia de Dios. Esto nos indica que ser administrador de la casa de Dios es un llamado divino y no meramente una profesión o manera de ganarse la vida. Es una administración de la casa que no es nuestra propiedad, sino que el administrador mismo es parte de la propiedad de Dios. 2.2.3 ¿Cómo deben los pastores ejercer el trabajo pastoral? Esta pregunta nos lleva a conocer lo que la Escritura enseña acerca del trabajo pastoral. En Hechos 20 y 1 Pedro 5 encontramos algunos lineamientos básicos que deben moldear nuestra tarea pastoral como ancianos y pastores de la iglesia de Cristo:
A. Consiste en ser guardián de sí mismo.
Es decir, el conjunto de presbíteros quienes tienen que cuidarse a sí mismos y por inferencia cada presbítero deberá cuidarse a sí mismo. La idea del griego prsechete heautois significa heautois significa «cuidar de» o «proveer para» lo cual nos da la idea de cuidado y provisión. B. Consiste en ser guardianes de la grey.
Es muy claro que si uno no puede cuidarse y alimentarse a sí mismo, tampoco puede cuidar de otros. Pero es tarea del presbítero cuidar de la iglesia. Es la misma lógica que se usa para la tarea de gobierno. C. Consiste en pastorear la grey.
En Hechos 20:28 y 1 Pedro 5:3 se mencionan la labor de «apacentar» o «pastorear». El presbítero tiene que hacer la labor de «pastor» que en griego es poimeen y que proviene del verbo poimanoo y originalmente significaba «alimentar» el rebaño. Esta labor pastoral debía hacerse con buena disposición, con entusiasmo (1 Pedro 5:2). En una palabra, los presbíteros debían supervisar y pastorear con buena voluntad. D. Consiste en proteger el rebaño.
El pastor debe proteger el rebaño de los peligros internos y externos. Protegerlos de las herejías que puedan levantarse dentro, y de las que vienen desde afuera. En la iglesia, el consistorio tiene que actuar como pastor de las ovejas del Señor, por eso no debe dejar que cualquiera predique en la iglesia. Tiene que saber con claridad qué enseñanza o doctrina trae, porque si no se hace esto, se estará exponiendo el rebaño al peligro de toda toda suerte de errores y herejías. Los presbíteros tienen que identificar quiénes son los lobos rapaces y alejarlos del rebaño o ganarlos por medio de la buena enseñanza de la Palabra. Ahora andan demasiados predicadores de doctrinas erróneas, que no sólo esparcen errores, sino que además, piden ofrendas a los hermanos. De esta manera, los consistorios están pagando para que el rebaño sea envenenado con el veneno mortal del error. Un consistorio que actúa así se ha desnaturalizado. Ha perdido su función, por tanto, deberían renunciar a su función, para otros hombres fieles se encarguen de cuidar el rebaño del señor. E. Consiste en pastorear en sumisión al Señor, dando ejemplo de vida cristiana.
En 1 Pedro 5:3 se explica claramente que la labor pastoral de los ancianos se hace en sumisión al Señor de la Grey. No podemos erigirnos eri girnos como señores señor es de la Grey porque estamos al servicio del Señor de la grey. Eso significa que la tarea pastoral debe ejercitarse teniendo en cuenta que no somos dueños del rebaño, pues Dios la ganó por su propia sangre. (Hch. 20) Pero, a la vez, Pedro nos manda a ser ejemplos para la grey, ejemplos en la manera como vivimos la vida cristiana.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
Bauer’s Walter, A Greek English Lexicon of the New Testament and other Early Christian Literature. The
University of Chicago Press, USA, USA, second edition, 1970. Bannerman, James, The Church of Christ: A treatise on the nature, nature , powers, ordinances, discipline and government of the christian church. Still Waters Revival Books, USA, reprinetd edition, May 1991, vol. 2., p. 204. Bimson, John. The World of the Old Testament. Scripture Union, London Union, London,, first poublished, 1988. Berkhof, Louis, Systematic Theology. Theology. The Banner of Truth Trust, Edinburgh, Scotland, reprinted 1974. Confesión de Fe de Westminster . Trad., por Alonzo Ramírez Alvarado, Lima, Octubre de 1993.
Cunningham, William, Historical Theology: A review of the Principal Doctrinnal Discussions in the Christian Curhch Sionce The Apostolic Age. Age . Still Waters Revival Books, vol. 1., reprint edition, USA, march 1991. Harrison, Evertt F., Introducción F., Introducción al Nuevo Testamento. Testamento . Trad. Norberto Wolfd, Subcomsión de Literatura Cristiana reformada, USA, 1980. T imes of Jesús. Jesús. scm Press Ltd., England, 1969, trad, by F.H. y C.H. Jeremías, Joachim, Jersulaem Joachim, Jersulaem in the Times Cave. MacArthur, John F., Answering F., Answering the Key Questions About Elders. Elders. Word of Grace Comunications, USA, second printing, 1986. Miller, Samuel, An Essay on the Warrant: Nature and Duties of the Offcie of the Ruling Elder in the Presbiterian Church, Church, (Presbyterian Herirage Publications: Jackson, Mississippi, 1987) Murray, John, Collected Wrritings, Wrritings, volume two: Select Lectures in Systematic Theology. The Banner of Truth Trust, Edinburgh, 1977. Macleod, Murdo A., Hold A., Hold Fast your Confession: Studies in Church Principles. Principles. The Knox Press, Einburgh, firts edition, 1978. Perschbacher, Wesley J., The New Analytical Greek Lexicon. Lexicon. Hendrickson Publishers, USA, 1990. Testamento. Editorial clie, vol. iv «las espístolas de Robertson, Thomas A., Imagenes A., Imagenes Verbales del Nuevo Testamento. Pablo», Barcelona- España, 1979. Thornwell, James Henley, The Collected Writings, Writings , volume iv Eclesiastical. Edited by John B. Adger and John L. Giradeau. Presbyterian Committee of Publication: Richmond, 1873. Vos, Geerhardus, The teaching of Jesús Concerning the Kingdom of God and the Church (Presbyterian Church (Presbyterian and Reformed Publishing Company: Philipsburg, New Jersey, 1972).
Comprobación de Lectura Instrucciones: Conteste Instrucciones: Conteste las siguientes preguntas conforme a las lecturas. Algunas de estas preguntas pueden ser contestadas directamente del la lectura, pero otras son preguntas de aplicación, las cuales exigen que el estudiante use los principios que aprendió en el capítulo para contestarlas. Preguntas de repaso | §1, p. 45 •
¿Cuáles son las raíces veterotestamentarias veterotestame ntarias del término anciano?
•
¿Qué nos comunican los términos hebreos para anciano sobre su posición en la sociedad hebrea?
•
¿Se limitaba limitaba el concepto del del anciano a los hebreos? Provea varios ejemplos ejemplos de la presencia presencia de este oficio y tarea en el Antiguo Testamento.
•
¿Qué importancia concede el Antiguo Antiguo Testamento Testamento a la autoridad del del anciano? anciano? En su respuesta, respuesta, considera 1 Reyes 12:16ss.
•
¿Cuáles funciones cumplían los ancianos ancianos del Antiguo Testamento? Provea una explicación explicación breve de cada una.
•
Hasta donde sabemos, sabemos, ¿quiénes eran los candidatos ideales para ser ancianos en Israel? Israel?
•
¿A cuál ámbito de actuación se limitaba limitaba el ejercicio ejercicio de la autoridad de los ancianos ancianos de Israel Israel en el Antiguo Testamento? Haga una comparación y contraste entre los ancianos, sacerdotes sacerdotes y reyes de Israel.
Preguntas de repaso | §2, p. 50 •
¿Cómo se desarrolló desarrolló el concepto concepto del anciano anciano en el el Nuevo Testamento?
•
Haga una comparación comparación y contraste contraste entre el anciano anciano preexílico y el posexílico.
•
¿Qué es la obra pastoral pastoral de los los ancianos ancianos de «cuidar la grey de Dios»?
•
Elabore un breve análisis análisis de la comparación comparación y contraste que el Nuevo Testamento Testamento hace entre los ancianos gobernantes y ancianos docentes. Apoye su respuesta con evidencia bíblica. bíblica.
•
Explique por qué la siguiente frase es errónea: «El pastor tiene tiene más autoridad que sus ancianos».
•
En sus propias palabras, describa la obra pastoral pastoral del anciano.
•
Elabore las las implicaciones implicaciones de ser «administrador» «administrador» en la casa de Dios. ¿Por qué no son llamados reyes o jefes los ancianos?
Lecturas adicionales • Hechos 20; 1 Timoteo 3:1–7; 2 Timoteo 2:14–26; Tito 1:5–16; 1 Pedro 5. • Guillermo Green, «La « La disciplina eclesial», Reforma Siglo 21 vol. 7, núm. 1 (Marzo 2005): 114–122. • Hermisten Maia Pereira da Costa, «La centralidad de la predicación de la Palabra en el culto», Reforma Siglo 21 vol. 6, núm. 2 (Octubre 2004): 56–67. (También disponible en portugués) • Guillermo Green, «Renovando pacto con Dios», Reforma Siglo 21 vol. 6, núm. 2 (Octubre 2004): 152–184.
• Solano Portela, «Pecado, pecadito, pecadote», Reforma Siglo 21 10, núm. 2 (Octubre 2008): 41 –
49. (También disponible en portugués) • Augustus Nicodemus Lópes, «¡Sólo doy cuentas a Dios!», Reforma Siglo 21 10, núm. 2 (Octubre 2008): 99–100.
Capítulo 3
LA DISCIPLINA ECLESIÁSTICA Nicolás G. Lammé
Contenido Dios mismo nos disciplina La naturaleza del poder eclesiástico y su propósito 2.1 Poder ministerial y declarativo 2.2 Poder moral y persuasivo
Los límites del poder eclesiástico El propósito de la disciplina eclesiástica 4.1 Un propósito tripartito 4.2 Principios de la disciplina eclesiástica de Mateo 18 y Lucas 17
La actitud de todos los que están involucrados en el proceso 5.1 La parte ofendida y el consistorio 5.2 La parte que ofende
Cómo el juzgado eclesiástico puede manejar los casos 6.1 ¿Cómo puede presentarse un caso ante el juzgado? 6.2 El proceso general que el consistorio debe seguir
El juicio eclesiástico 7.1 El juzgado 7.2 El secretario y las actas 7.3 El acusado 7.4 Los testigos 7.5 La evidencia 7.6 Proceso de recurso
¿Se debe hacer confesión pública de pecado? La importancia de la disciplina eclesiástica SU FUNDAMENTO BÍBLICO 1. DIOS MISMO NOS DISCIPLINA
L
A BASE FUNDAMENTAL DE TODA DISCIPLINA ECLESIÁSTICA , Y SU necesidad, se asienta sobre el hecho de
que Dios mismo disciplina a todos sus hijos. Tenemos una abundancia de testimonio escritural que nos muestra el amor de Dios en la disciplina de sus hijos. Por ejemplo: «No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová, ni te fatigues de su corrección; porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere». Proverbios 3:11 – 12 “Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre
no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitado”. Hebreos 12:7– 11
De los textos anteriormente citados, aprendemos lo siguiente: No hay hijo sin disciplina. Sin disciplina todos nos extraviaríamos, tal como los hijos naturales. El propósito de la disciplina de Dios es refrenar el pecado y las inclinaciones pecaminosas de nuestros corazones, a fin de prepararnos para la herencia. Son los hijos ilegítimos los que no reciben esta gracia de la disciplina de Dios. Se debe notar que hasta el Hijo unigénito de Dios, Jesucristo, experimentó sufrimiento como disciplina: “Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia” (He. 5:8). Fue el teólogo Charles H. Spurgeon quien comentó
correctamente que Dios tuvo un hijo sin pecado, pero ningún hijo sin sufrimiento. Dios no nos castiga porque nos odia o porque desea condenarnos, sino porque nos ama, y con el fin de santificarnos (véase Dt. 8). Por tanto, debemos ser disciplinados en tres diferentes maneras: 7. Por medio de la obra del Señor mismo en nosotros. Dios obra por medio de pruebas y aflicciones, por la obra de su Espíritu Santo y su Palabra, por la predicación de la misma, por la reflexión de la Santa Cena, por las malas consecuencias de nuestros propios males y errores, etc. (véase también el Catecismo mayor de Westminster, P&R. 78 – 81). 8. Por medio de otras personas en nuestras vidas. Dios usa el ministerio de los otros seres humanos en nuestras vidas (Pr. 27:17), el ejemplo de los santos para que lo sigamos, el ejemplo de los incrédulos y reprobados para que lo evitemos, los consejos privados y toda clase de relación que nosotros tengamos. 9. Por medio los gobernantes que Dios ha establecido en sus propios lugares. Por ejemplo, hay padres de familia (quinto mandamiento, Ex. 20:12), el estado civil (Gn. 9) y la iglesia (Mt. 16 y 18). En cada una de estas esferas de la vida, Dios ha ordenado a gobernantes que sirvan en representación suya. Cada una de estas esferas tiene su propia autoridad que ha sido establecida y otorgada por Dios. Sin embargo, solamente la autoridad de la iglesia en la disciplina, como representante de Dios en la tierra, concierne el presente estudio.
2. LA NATURALEZA DEL PODER ECLESIÁSTICO Y SU PROPÓSITO 2.1 Poder ministerial y declarativo
El poder de la iglesia es ministerial y declarativo. Ministerial quiere decir en primer lugar que la iglesia tiene poder para servir y para instruir. En Juan 13, Jesús lavó los pies de los discípulos y dijo: “Vosotros
me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (vv 13– 15). Fueron los discípulos de Jesucristo, que luego se convertirían en los apóstoles, los que recibieron del Maestro el mandamiento de ser siervos. El mundo no considera el servicio como un poder, pero es esencial a la autoridad del anciano de Jesucristo. Pablo entendió muy bien este aspecto de la autoridad apostólica cuando defendió su apostolado a los Corintios. En 1 Corintios 3, Pablo recuerda a los corintios que él y Apolos eran “servidores por medio de los cuales habéis creído” (3:5). El servicio de los apóstoles era una prueba de que ellos eran de Dios (3:9)
y por medio de su humilde servicio a las iglesias, Dios mismo estaba sirviendo a las iglesias (2 Co. 11; 1 P. 4:11). El servicio de los ancianos es un sermón vivo del Señor Jesucristo, porque mediante su servicio, salvó a su pueblo (Fil. 2:1 – 18). Aunque nosotros no salvamos a nadie por nuestras obras y servicio,
llegamos a ser testigos fieles de la gracia de Dios en Cristo y esto hace más eficaz y poderoso nuestro mensaje. El servicio cristiano es un poder eclesiástico. Es lo que protege a la iglesia de hacerse un poder despótico o tiránico. Es lo que protege a los ancianos de hacerse reyes y jefes, y grandes y eminentes gobernadores del pueblo. Mantiene la integridad de todo lo que la iglesia haga o diga, porque la autoridad que Dios le ha dado no puede usarse para el beneficio propio, sino para el beneficio de los santos por quienes Cristo se entregó. Esto es aun más importante cuando hablamos de la disciplina. El poder declarativo de la iglesia tiene que ver con su tarea de proclamar las buenas nuevas del reino de Dios. La iglesia no puede proclamar nada que no sea la Palabra de Dios. Tiene que limitarse a lo revelado y no tiene poder en la tierra para pronunciar cosa alguna que Dios no haya pronunciado. Su poder es estrictamente declarativo, declarando abiertamente y sin temor, y con toda autoridad divina, lo que Dios ha revelado y declarado a los hombres. La iglesia tiene este poder y toda carne está obligada a prestarle atención. Calvino dice en su Institución: Por esto san Pedro, muy bien adoctrinado por su Maestro, no toma para sí mismo ni para los otros más autoridad de la que debía; o sea, dispensar la doctrina que Dios le había confiado. “Si alguno
habla, hable conforme a las palabras de Dios (1 Pe. 4:11); quiere decir, no titubeando, como suelen hacerlo los que tienen mala conciencia, sino con gran confianza, como conviene que hable el siervo de Dios… He aquí la suma autoridad de los pastores de Cristo, llámense como quieran, deben
tener: que armados con la Palabra de Dios sean animosos para acometer cualquier hazaña, de manera que fuercen todo el poder, la gloria, sabiduría y alteza del mundo a someterse y a obedecer a la Palabra de Dios” (Institución IV, viii, 9).
La Palabra de Dios es la suma autoridad de los ministros de Dios, sean ancianos gobernantes o docentes. De esta manera, observa Calvino, Dios es el único Maestro de su iglesia y el único que posee autoridad sobre ella. Si él sometió a los apóstoles a la Palabra de Dios, quienes fueron inspirados y cuyas palabras llegaron a reconocerse como escritura divina, ¿cuánto más nosotros? Cuando la iglesia y sus ancianos se someten a la Palabra de Dios, la iglesia funciona como una institución ministerial, ministrando fielmente los oráculos de Dios. Toda la autoridad de la iglesia se debe considerar ministerial y declarativa. Podemos servir a los santos y podemos con toda autoridad declararles la voluntad de Dios usando las Escrituras. Pero más allá no podemos ir. Miren lo que dice Pablo a Timoteo: “Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza” (1 Ti. 4:13). Pablo le dice que se dedique a la lectura y esto contextualmente es la Palabra
de Dios. También tenía una responsabilidad de exhortar y enseñar con base en esta lectura. Toda la labor ministerial se resume en estas tres actividades de leer, exhortar y enseñar toda palabra que Dios ha hablado. Así dice el apóstol a su aprendiz joven cuando le escribe: “Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques las palabra…” (2 Ti. 4:1– 2a). Cuando el anciano declara a un pecador la remisión de pecados, lo hace según la Palabra de Dios y no según sus propias opiniones. Y cuando decimos a un pecador que morirá en sus pecados, lo hacemos según la declaración de Dios. No tenemos autoridad para inventar o legislar, sino sólo para declarar como ministros de Dios. Una palabra final. Si todo el poder de la iglesia es ministerial y declarativo, no es magisterial ni legislativo. Es decir, la iglesia no es la corte de un rey ni del oligarca. No es un cuerpo que hace leyes. El poder de la iglesia no es creativo. Los ancianos no son legisladores. La iglesia tampoco es una democracia, reino o cualquier otra forma de gobierno civil. La iglesia se limita y se somete a la ley de Dios y al gobierno de Cristo, su Rey y Salvador.
Cuando consideramos el asunto de disciplina, en el que el bienestar de las vidas y almas de los miembros de la iglesia de Cristo están en nuestras manos, con toda seriedad y sobriedad debemos reconocer que la totalidad de nuestra autoridad es derivada de Dios y limitada por su Palabra. Si declaramos sólo lo que la Palabra nos permite, seremos fieles ministros de Dios y nuestros pronunciamientos tendrán toda la autoridad de Cristo, tanto en la tierra como en el cielo. 2.2 Poder moral y persuasivo
El poder de la iglesia es moral y persuasivo, no legal y coactivo. Este poder se interesa por el pecado y la justicia y busca procurar la obediencia a Dios. No es igual al poder del estado civil. El estado civil también se interesa por el pecado y la justicia y busca obligar a obedecer. Pero, los motivos de las dos instituciones son bastante diferentes. El estado tiene la espada, pero la iglesia tiene las llaves del reino. El estado se dedica a la letra de la ley y su poder es coactivo. Se interesa por la justicia estricta y tiene poder de castigar corporal y temporalmente a los transgresores. En cambio, la iglesia tiene poder moral para persuadir y convencer de pecado, justicia y juicio de Dios. No se dedica a la estricta justicia civil, sino a la justicia estricta de la cruz donde Dios juzgó a su pueblo en Cristo. El estado con la espada nos obliga, mientras que la iglesia con la Palabra nos llama y nos persuade por el evangelio. La iglesia no coacciona con la espada ni con amenazas de cárcel ni otro castigo corporal, sino llama por el evangelio, anunciando las buenas nuevas. En otras palabras, el uso del poder de la iglesia se dedica a la restauración del hombre que ofende al Dios ofendido. Busca la reconciliación del transgresor. En casos de disciplina, la meta es siempre reconciliar al mundo con Dios. Pero, el poder de la iglesia no está en contra de la justicia de Dios ni la humana. El poder de la iglesia se basa en la justicia de Dios en la cruz. El ministerio que ha recibido de Dios no es el ministerio de vengador, sino de reconciliador. Por eso, el poder de la iglesia es moral y persuasivo, no legal y coactivo.
3. LOS LÍMITES DEL PODER ECLESIÁSTICO Todo poder terrenal se deriva del quinto mandamiento (véase el catecismo mayor 123 – 133) pero se tiene y se ejerce diferentemente según la ordenanza de Dios. Por ejemplo, la familia recibió el poder de la vara y no el de las llaves ni de la espada. El estado recibió el poder de la espada y no el de las llaves ni de la vara. La iglesia recibió el poder de las llaves y no el de la espada ni de la vara. El poder de la familia se extiende a la sabiduría y discreción (especialmente con respecto a los jóvenes), mientras que el poder del estado se extiende a la pena de muerte, aunque el estado no puede castigar pecados que no son delitos. Por ejemplo, el estado no castiga la rudeza, la grosería, chismes entre amigos, sexo prematrimonial entre adultos, o la homosexualidad. Los padres tienen la responsabilidad de cuidar a los hijos, el estado de asegurar una sociedad justa y segura y la iglesia de reconciliar con Dios. Cada uno tiene su autoridad y ninguno tiene derecho de transgredir la del otro. En otras palabras, aunque los ancianos de la iglesia se parecen a los padres, no tienen el poder de compeler con respecto a la discreción o sabiduría. Por ejemplo, los ancianos no pueden de cir: “No puedes comer helado” o “No debes comprar aquellos zapatos o salir con tu amigo”. Los ancianos no son como
los gobernantes civiles que pueden flagelar, encarcelar o de algún otro modo castigar corporalmente. Si entendemos bien el poder de la iglesia, es el más temible, aún más que la pena de muerte, porque el castigo de la iglesia que se manifiesta en la excomunión es la pena de muerte espiritual (Lc. 12:4). Los límites de la autoridad eclesiástica son espirituales y regidos por la Palabra de Dios.
4. EL PROPÓSITO DE LA DISCIPLINA ECLESIÁSTICA
4.1 Un propósito tripartito
Tradicionalmente, se reconoce un propósito tripartito de la disciplina eclesiástica. 1. La gloria de Dios: todo pecado es contra Dios y él tiene que ser vindicado. Pecado escandaloso que no se resuelve o del cual no se arrepiente, deshonra al nombre de Dios (Gn. 39:9; Sal. 51). La disciplina es importante para honrar el nombre de Dios en el mundo. 2. La pureza de la iglesia: pecado escandaloso que se tolera en la iglesia contamina todo el cuerpo (H ch. 5). 3. La recuperación del transgresor: nosotros entregamos al transgresor que no se arrepiente a Satanás para que aprenda a no blasfemar (1 Ti. 1:18 – 20). Siempre nos preocupamos por la restauración del pecador (1 Ti. 1:15). Aunque estos son los propósitos tradicionales, hay un cuarto propósito: justicia para la parte ofendida. Si una persona severamente ofendida se encuentra con un consistorio que no quiere obligar al ofensor a arrepentirse, provoca en la parte ofendida amargura y rencor. No es amor por la víctima que la iglesia le diga “¡Supéralo!” En cambio, nosotros debemos buscar justicia para la víctima de algún pecado. La iglesia no puede extender las promesas del evangelio a la parte ofendida ni al transgresor si se niega a cumplir su deber ante el Señor de juzgar justamente. 4.2 Principios de la disciplina eclesiástica de Mateo 18 y Lucas 17
Las ofensas deben tratarse de la forma más privada posible. Esto es lo que nuestro Señor nos enseña en Mateo 18:15 – 20 y Lucas 17:3ss. Si nuestro hermano peca contra nosotros, debemos ir a nuestro hermano y reprenderle. De este modo buscamos ganar a nuestro hermano. Pero la Biblia nos da algunos consejos antes que vayamos a nuestro hermano. Nos dice que primero miremos por nosotros mismos. ¿Qué será mi parte en todo esto? ¿He pecado yo contra mi hermano (Mt. 5:23 – 24)? Después puedo determinar qué es la ofensa. ¿Qué mandamiento ha quebrado? ¿Es la ofensa severa? ¿Perjudica mi comunión o compañerismo? También debemos preguntarnos si podemos cubrir la ofensa en amor (1 P. 4:8). Tratar las ofensas en un espíritu de humildad. Si es una ofensa verdadera que molesta la comunión, se debe ir al ofensor con mansedumbre y humildad (el mismo espíritu de Gálatas 6). Con respecto a este principio, se deben tomar en cuenta algunas consideraciones: Con respecto a Mateo 18, hay que reconocer que la persona ofendida está tratando pecados contra sí misma. La parte ofendida no es el Espíritu Santo y no es su derecho o responsabilidad corregir. Eso es el deber de los “espirituales” o los ancianos de la iglesia. El propósito de Mateo 18 es el de ganar a su
hermano. Puede ser muy útil y aun necesario que la parte ofendida busque consejo no chismoso de su pastor o los ancianos. Ellos pueden ser parte de la solución, especialmente si la ofensa es severa, problemática o dañina. La parte ofendida debe resistir el impulso común de chismear, calumniar, murmurar o quejarse y debe estar preparado a escuchar y contestar humildemente al presunto transgresor. La parte ofendida debe hacer todo lo posible para resolver el conflicto personalmente. Esto quiere decir que tal vez una resolución requiera más de una visita con el ofensor. Nuestro deber va más allá. Debemos buscar paz con nuestro hermano con toda nuestra fuerza y sólo cuando no es posible debemos intensificar el asunto.
Este proceso se debe abordar en persona. Si es posible, siempre debe evitar estas confrontaciones por correo, email o teléfono. El ofensor no es el único con deberes en este asunto. Las palabras “repréndele” y “perdónele” de Lucas 17 y las palabras “ve” y “repréndele” de Mateo 18:15 obliga también a la parte
ofendida a que cumpla con su deber ante Dios. Mateo 18 reconoce que a veces el ofensor no escuchará o no se arrepentirá, pero esta posibilidad no anula la responsabilidad de la persona ofendida de buscar ganar a su hermano. Hasta donde dependa de él, tiene que buscar la reconciliación usando todos los medios posibles y sólo cuando esto falle, debe buscar otro remedio. Este proceso debe ser lo más personal posible y lo más local posible. Cualquier deseo de chismorrear y contarlo a todo el mundo, a la corte supr ema o “la iglesia”, es un pecado y de esto se debe arrepentir. Si los intentos privados no son exitosos, entonces, debe traer testigos. Los mejores testigos serían en la mayoría de los casos los ancianos de la iglesia. Los dos o tres testigos de los que habla Mateo 18 no son un grupo de los amigos de la persona ofendida, sino testigos fiables que pueden dar buen testimonio a la iglesia. Esto no debe ser un ataque contra el ofensor. ¿Qué es el propósito de los testigos? Los testigos deben poder escuchar y atestiguar de una forma imparcial lo que ambas partes dicen. Deben facilitar la comunicación entre las dos partes si esto fuera necesario (y posible). También cuando sea necesario y una o ambas partes manifiesten un espíritu irrazonable y poco caritativo, los testigos pueden intervenir y buscar una resolución. Pueden instar el perdón si la parte ofendida no lo quiere ofrecer y hacer otras cosas para procurar la reconciliación. En este momento, si el ofensor no quiere escuchar a la parte ofendida (junto con los testigos) dígaselo a la iglesia. Pero, ¿qué quiere decir “la iglesia”? Quiere decir los ancianos, es decir, el consistorio. El
asunto debe ser traído ante los gobernadores y representantes de la iglesia. Luego, el consistorio da consejo y actúa.
5. LA ACTITUD DE TODOS LOS QUE ESTÁN INVOLUCRADOS EN EL PROCESO Lo que más se necesita en todo caso de disciplina es la humildad. Todas las partes, la ofendida y la ofensora, son llamadas a andar en humildad coram Deo, es decir, delante del rostro de Dios. Pero cada uno tiene responsabilidades propias. Evaluemos el rol de cada parte en el proceso de disciplina y reconciliación. 5.1 La parte ofendida y el consistorio
Los siguientes pasajes dan instrucciones a una persona ofendida para que en todo se comporten de una manera que glorifique a Dios y no contribuya más pecado al problema. Estos pasajes son Mateo 7:1 – 5 y Gálatas 6:1 – 5: 5.1.1 Mateo 7:1 – 5 “No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados,
y con la medida con que medís, os será medido. ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano”.
Podemos hacer unas cuantas observaciones. La parte ofendida debe ser bien consciente de su propio pecado y la manera en la que él ha contribuido a la ofensa. Podemos correctamente hablar de “la parte inocente”, pero aun la parte inocente no está sin pecado. Tendemos a minimizar nuestros defectos y a
extremar los de los demás. La verdadera humildad reconoce su propia debilidad y necesidad de la gracia de Dios. Qué interesante que nuestro Señor no nos dice que no saquemos la paja del ojo de nuestro hermano, sino que primero saquemos la viga del nuestro. ¿Qué nos enseña? Nos enseña que aunque en algún conflicto no tengamos ninguna culpa (por ejemplo, la parte inocente en un divorcio), esto no implica que estamos libres de todo pecado. Debo ser consciente de cuanto Dios me ha perdonado. Soy recipiente de gracia inmerecida. Esto tiene que cambiar mi perspectiva de los que me ofenden. Por eso Jesús nos dice que perdonemos a nuestro hermano si siete veces pecare contra nosotros y siete veces se arrepiente y nos pide perdón. ¿Cuántas veces al día pecamos y pedimos a Dios perdón? Y nos perdona por causa de Cristo y porque en Cristo somos sus hijos adoptados y amados. Sólo pide que nosotros también perdonemos (Ef. 4:32; 2 Co. 2:7 – 11) y nos amenaza con castigo si no queremos perdonar a nuestro hermano de nuestro corazón (Mt. 6:14 – 15; 18:35). Puede ser que mi hermano, el que me ofendió, no merezca mi perdón. ¿Pero no es cierto que yo no merecía el perdón y gracia de Cristo? Es el evangelio que nos debe guiar. Este pasaje nos muestra la necesidad de verdadera humildad de corazón ante Dios y los hombres. 5.1.2 Gálatas 6:1 – 5 “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales,
restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo. Porque el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña. Así que, cada uno someta a prueba su propia obra, y entonces tendrá motivo de gloriarse sólo respecto de sí mismo, y no en otro; porque cada uno llevará su propia carga”.
Aunque este pasaje es más relevante al consistorio como la parte restaurativa, instruye también a la parte ofendida. Con respecto al consistorio, Dios también da el mismo consejo a ellos que a la parte ofendida, esto es, que deban reconocer su propia debilidad delante de Dios. No son capaces en sí mismos de efectuar ningún cambio en el corazón humano, sino que ellos mismos son propensos a caer y a pecar. Entonces, con humildad siguen adelante como siervos de Dios para buscar la restauración del ofensor y la reconciliación de las partes divididas por pecado. Ellos también son siervos de la persona ofendida y del ofensor. Tienen que sobrellevar las cargas de otros y así cumplir la ley Cristo. No deben creerse gran cosa, ya que en realidad no son nada. No son más que siervos de Cristo y de la grey de Dios. Ahora, también instruye a la parte ofendida que no pueden y no deben tomar en sus propias manos la tarea de la justicia. La venganza es del Señor. Y cuando los procesos normales y privados de reconciliación han fallado, la persona ofendida tiene que humillarse delante de Dios y voluntariamente entregar el caso a las manos de los ancianos y al escrutinio de su juicio. Tanto como el ofensor, el ofendido tiene una responsabilidad de escuchar y someterse en el Señor al consistorio. Esta sumisión es una manifestación de la humildad que es tan necesaria en este proceso. 5.2 La parte que ofende
El objetivo del proceso de disciplina es el arrepentimiento y humildad del pecador. Esto es lo que se requiere de él. ¿Qué es el arrepentimiento bíblico? El arrepentimiento bíblico (que refleja la fe) se manifiesta en que el pecador… 1. …reconoce su pecado. La santa ley de Dios ha sido violada. No disculpa su pecado minimizándolo
como una mera falta o error. Reconoce que lo que ha hecho es un pecado contra Dios (Sal. 51).
2. …se aborrece a sí mismo y a su pecado. Se esfuerza por tener la actitud de Dios hacia su pecado.
No minimiza la maldad o perversidad de sus hechos ni los atesora en su corazón. Sino los aborrece y aborrece los restos del viejo hombre que en él todavía se encuentra. 3. …se aparta del pecado y busca procurar una nueva obediencia. Esto es el fruto del arrepentimiento.
El pecador vuelve a Dios y da la espalda a su pecado, confiando en Dios. Esto no quiere decir que el pecador arrepentido ya no tiene lucha contra el pecado. Todavía puede haber luchas y peleas. Pero ¿no es eso el punto? Los cristianos luchamos contra lo malo que está en nosotros, mientras que antes de conocer a Cristo, nos entregamos a nuestros deseos. Esto es una prueba de la obra espiritual del arrepentimiento cristiano. N.B. Cuando el pecador muestra verdadero remordimiento por su pecado, la iglesia lo debe restaurar. La caridad debe prevalecer entre los seres humanos. No somos Dios. No somos el Espíritu Santo. Todos somos susceptibles a caer. No debemos requerir victoria total sobre el pecado en la vida de un ofensor, sino arrepentimiento y sus frutos. Dejamos lo demás a Dios.
6. CÓMO EL JUZGADO ECLESIÁSTICO PUEDE MANEJAR LOS CASOS N.B. El anciano o pastor debe consultar el orden eclesiástico de su propia iglesia o denominación. Aquí sólo se presentan pautas generales para estos procedimientos. Los procedimientos específicos dependerán de la forma de gobierno de cada iglesia particular. 6.1 ¿Cómo puede presentarse un caso ante el juzgado?
Un caso puede presentarse ante el juzgado de la iglesia (el consistorio) en maneras diferentes. Por ejemplo, una persona puede comparecerse como su propio acusador. Cuando esto ocurre, el juzgado debe averiguar 1) ¿qué es la ofensa?: Esta no se debe presuponer, sino que se debe establecer claramente de la ley de Dios. 2) su naturaleza: ¿Es un pecado grave? Puede ser que baste el consejo pastoral o consistorial. Si el asunto puede ser resuelto sin un juicio, es mejor. Si podemos ganar al pecador sin proceder formalmente contra él, debemos hacerlo y dar gracias a Dios por su misericordia. Este paso se debe tratar con cuidado y paciencia. 3) el arrepentimiento de la parte ofensora. ¿Se ha arrepentido? ¿Qué será la censura? Un caso también puede ser presentado ante el consistorio por la parte ofendida y los testigos. Pero los que llevan el caso al consistorio deben poder testificar que no fue posible resolver el asunto siguiendo los primeros dos pasos de Mateo 18. O porque la ofensa es de tal naturaleza (p.ej. el adulterio) que es obligatorio traerlo ante el consistorio, aunque sólo unos pocos conozcan el caso y la(s) parte(s) culpable(s) parezca(n) arrepentida(s). En este caso es importante que se presente un cargo formal según recomienda la forma de gobierno eclesiástico de la iglesia. Pero las siguientes pautas normalmente aplican a la presentación de un cargo: 1. El cargo debe ser por escrito. 2. Debe establecer la supuesta ofensa. 3. No debe establecer otra cosa que la ofensa en cuestión. 4. Debe incluir referencias aplicables a la Palabra de Dios. 5. Donde sea pertinente, también debe hacer referencia a porciones aplicables de los estándares confesionales.
6. Debe establecer la naturaleza grave de la ofensa, la cual justifica la necesidad del juicio. Un caso puede presentarse ante el consistorio si es una ofensa público o contra el consistorio mismo. Una ofensa pública no tiene que ser una ofensa escandalosa. Puede ser una ofensa que se conoce de forma general por muchas personas. El caso puede estar contra todo el consistorio debido a una decisión que tomó o algo que hicieron. También puede estar contra el pastor o un anciano individual. En ese caso, el consistorio debe escuchar la queja con toda seriedad y si ha habido ofensas deben tratarlas. 6.2 El proceso general que el consistorio debe seguir
Cuando un caso es presentado ente el consistorio, el consistorio debe 1) Procurar afirmar que el caso debe ser tratado por ellos. Deben asegurar que las partes implicadas han hecho todo lo posible para resolver el problema privadamente por medios escriturales (Mt. 18:15 – 17; Mt. 5:21 – 27; Gl. 6:1). Antes de proceder, el consistorio tiene la obligación de asegurar que existe una ofensa genuina y seria que se necesita tratar. 2) Una vez que el consistorio ha determinado que pueda haber una ofensa seria, puede invitar al acusado a venir como su propio acusador, si a éste le parece. Si el acusado niega comparecerse como su propio acusador, el consistorio puede comenzar los procedimientos judiciales de acuerdo con su forma de gobierno eclesiástico. Lo siguiente es un ejemplo del proceso que se debe seguir: Antes del juicio, el juzgado debe proceder a una investigación preliminar. En tal clase de investigación, el consistorio evalúa los cargos, la forma en la que los cargos son presentados, la evidencia, la competencia de los testigos, la autenticidad, relevancia y admisibilidad de cualesquier documentos, archivos o grabaciones adjuntos a los cargos, y si los cargos, si se demuestren ciertos, son suficientemente graves para justificar un juicio eclesiástico. Este paso no es superficial ni de poca importancia. De hecho si estamos tratando un caso doctrinal, este paso puede ser el más necesario e importante. El consistorio no debe juzgar a la ligera. Debe buscar la justicia de Dios. Esto quiere decir que tampoco queremos juzgar o condenar injustamente o erróneamente. Debemos aclarar los hechos y lo que sucedió porque juzgamos en tierra delante de Dios. Un proceso cuidadoso también da tiempo al ofensor de pensar en sus acciones y arrepentirse. Recuerde que la meta es siempre el arrepentimiento y reconciliación. Después de una investigación preliminar, si dicha investigación demuestra la necesaria justificación, el juzgado continuará al juicio eclesiástico.
7. EL JUICIO ECLESIÁSTICO Lo siguiente es un bosquejo de las partes esenciales a un juicio eclesiástico. No entramos en los específicos, los cuales serán determinados por las diferentes formas de gobierno de las iglesias. Pero en general, ¿qué se puede esperar?: 7.1 El juzgado
Puertas abiertas: Normalmente, los juzgados deben reunirse con puertas abiertas al público. Tiene que haber una muy buena razón para entrar en una sesión cerrada. Por ejemplo, cuando hay testimonio extraordinariamente delicado o en casos donde es importante para proteger el buen nombre de un testigo, puede haber una sesión cerrada. Pero, en el caso de herejía, las puertas nunca deben ser cerradas, puesto que toda enseñanza es pública.
Privilegios de oficio o membresía: El juzgado debe suspender al acusado de sus privilegios de oficio o membresía (o ambos) hasta que el juicio concluya. Esto se hace generalmente en el caso de pecado escandaloso o notorio. En el caso de herejía, un oficial que enseña debe ser prohibido de enseñar cuando pueda hacer daño a la iglesia si continúa. 7.1.1 Un juicio in absentia Un juicio in absentia es cuando el acusador no se comparece, pero el juzgado realiza el juicio in absentia, o “en su ausencia”, es decir, a pesar de que no está presente. Una segunda citación: Si el acusado no se comparece la primera vez, el juzgado no debe proceder al juicio, sino debe emitir otro orden de comparecencia. Si no se comparece la segunda vez, el juzgado puede continuar al juicio en su ausencia. No estamos hablando de razones legítimas que el acusado pueda tener. El juicio in absentia es legítimo cuando hay una mala gana de parte del acusado de cumplir con la orden de la iglesia de comparecerse ante el consistorio. Cargos adicionales: Algunas iglesias consideran la falta de comparecerse como una violación de su voto de membresía de someterse voluntariamente en el Señor a la disciplina de la iglesia (ver la forma de gobierno sobre los votos de membresía). Esta violación puede constituir la razón de cargos adicionales. El consistorio debe evaluar las razones por las cuales el acusado no se compareció y decidir si cargos adicionales son necesarios o útiles en el caso en cuestión. 7.2 El secretario y las actas
El secretario debe pasar lista antes del comienzo de cada sesión. Una persona debe estar presente para poder votar. También debe tomar minutas detalladas, aunque una transcripción no es necesario (tampoco se prohíbe). 7.3 El acusado
El acusado se considera inocente hasta que su culpabilidad se haya probado. Esto es un principio bíblico y es la base de todo juicio ya sea de la iglesia o del estado civil. Nosotros no somos el Juez eterno. Tenemos que juzgar a base de la evidencia. Hay momentos en los que la evidencia no es suficiente para condenar. ¿Qué hacemos? Debemos respetar los límites de nuestro conocimiento y no juzgar más allá de lo que nos permita la evidencia que tenemos. ¿Pero quiere decir que nosotros dejemos escapar a un culpable de la justa sentencia de la iglesia sólo porque no tenemos suficiente evidencia como para probar más allá de una duda razonable que es culpable? Sí. Aunque sospechamos que sea culpable, si la evidencia no soporta la acusación, tenemos que considerarlo no culpable. El culpable puede escapar la sentencia de los hombres, pero Dios sabe y él es el eterno Juez. Ninguno escapará su justo juicio. Si el acusado es un oficial de la iglesia, nunca debe evaluar ninguna parte de su propio juicio, inclusive la investigación preliminar. El acusado tiene derecho a un abogado, siempre y cuando esa persona sea un miembro de buena reputación en la iglesia. Este defensor no debe ser de otra denominación o iglesia, sino de la misma que el acusado. ¿Por qué tiene derecho a un abogado un pecador en las cortes de la iglesia? La respuesta es sencilla y concuerda con el evangelio. La Palabra de Dios nos dice claramente: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Jn. 2:1). Dice que para los pecadores, cuya culpa no está en duda alguna, Dios
proveyó un abogado con el Padre, y éste se llama Jesucristo el justo. Nuestro abogado es el justo y aboga por los pecadores. Dios se interesó por nosotros, los culpables, y nos defendió -a nosotros que no tenemos defensa. La institución del abogado es principalmente bíblica y la iglesia siempre debe mantenerla. Si
Dios dio un abogado para nosotros los culpables, ¿no debemos nosotros defender a los que tal vez no lo sean? Hasta los culpables deben tener un representante para asegurar que los ancianos le traten justamente. Todo acusado tiene este derecho porque es una reflexión de la gracia de Dios en Cristo. 7.4 Los testigos
Todo testigo debe ser competente y está sujeto a la contraexaminación. Tienen que ser testigos de verdad. Debemos tener cuidado con los chismosos. Estos no deben ser testigos. Debe ser un testigo de primera mano. Los testigos deben dar declaraciones juradas al comité o al consistorio que hace la investigación preliminar y una vez citados, son obligados a comparecerse ante el juzgado para dar testimonio público. Es importante que los testigos den su testimonio de antemano para que todas las partes tengan la oportunidad de evaluar el testimonio que se dará. En algunas circunstancias se permite que el acusado pida que los testigos no den su testimonio en la presencia de otros testigos. 7.5 La evidencia
Toda la evidencia tiene que basarse en los hechos, no en las opiniones o conclusiones privadas. La evidencia puede ser de varios tipos: evidencia directa como testigos oculares, cartas, (emails) [correos electrónicos], etc. o circunstancial. Por ejemplo, “Yo pasé por la casa a las 9:30 y su carro estaba afuera”. Aunque esta clase de evidencia no prueba directamente que el acusado cometió el pecado, apoya la evidencia directa que sí existe. Las especificaciones del caso se pueden establecer a base del testimonio de más de un testigo o documentación autentificada. Como hemos dicho antes, si carecemos de evidencia, no tenemos que respetar nuestros límites. No es nuestro derecho traer a la luz lo que sólo el Día de Juicio puede. Puede ser que estamos seguros de la culpabilidad de una persona, pero sin los testigos necesarios, no debemos sucumbir a la tentación de sacar la última justicia ahora. Esperemos en Dios que juzgará los motivos de los corazones y traerá a la luz toda obra de los hombres, sea buena o mala. El examinador (el fiscal): El examinador debe ser nombrado por el juzgado y es la persona que maneja los procedimientos en pro del juzgado, aunque los miembros del cuerpo siempre tienen derecho de participar. Los testigos del fiscal son examinados primero por el juzgado y después por el acusado. El juzgado puede volver a examinar al testigo si desea. Los testigos de la defensa son examinados primero por el acusado y después por el juzgado. Y por supuesto la defensa tiene el derecho de volver a examinar sus testigos si desea hacerlo. Nueva evidencia: se permite la introducción de nueva evidencia cuando viene a la luz. Si la evidencia está en contra del acusado, se le debe dar un período razonable para poder evaluar la evidencia y formular una respuesta. La evidencia a favor del acusado debe ser examinada por el juzgado y éste debe responder de acuerdo con lo que descubren. 7.6 Proceso de recurso
Si al acusado se le declara culpable, el juzgado tiene el derecho de apelar la decisión a una corte superior. En el caso de un juicio a nivel consistorial, el recurso iría al presbiterio. El acusado tiene el derecho de apelar la decisión de toda corte inferior hasta que el caso sea decidido por la asamblea general, la corte más alta de la iglesia. Diferentes denominaciones presbiterianas tiene varias maneras de tratar los
pasos de d e estos procedimientos, y esto debe determinarse por la forma de gobierno, pero estos principios generales siguen siendo ciertos. Si una corte superior decide que la inferior ha cometido errores, puede volcar el fallo original o devolver el caso al juzgado original para que lo reevalúen. Debe haber un proceso para quejas. Las quejas se deben hacer lo más pronto posible (es ideal dentro de tres meses). El acusado debe especificar con tanta claridad como le sea posible los alegados errores o faltas del juzgado original. Esta queja llega a ser s er la base del recurso y tiene que ser evaluada por el juzgado superior conforme con sus méritos.
8. ¿SE DEBE HACER CONFESIÓN PÚBLICA DE PECADO? Esta es una pregunta muy importante. En respuesta, yo creo que no. En el caso de un pecado público, el consistorio que adjudicó el caso debe reportar los resultados públicamente, identificando el pecado, hasta tal vez leyendo alguna carta del ofensor, y notificando a la iglesia de la censura. En casos en los que el pecador se ha arrepentido, la congregación no debe ser instruida a perdonar, sino que se les debe decir que el perdón ha sido ministrado. La razón es sencilla. No es la congregación la que administra la disciplina, sino sólo los ancianos. El reportar el caso a la congregación es estrictamente para el buen mantenimiento del orden de la iglesia, no para que la congregación realice “su parte en el proceso”. Los
detalles del caso no se deben reportar. Son sólo para los ancianos. A ellos se hace confesión de pecado y son ellos los que hacen la declaración de perdón, hasta donde sea apropiado, conforme con la Palabra de Dios y su oficio. Recuérdese que son los ancianos quienes tienen las llaves del reino de Dios. Algunas censuras tienen que ser reportadas, pero censuras por ofensas privadas no deben ser (generalmente) reportadas, especialmente en el caso de una persona arrepentida. arr epentida. La confidencialidad es indispensable. En todo caso de disciplina, los ancianos tienen que cumplir con su responsabilidad a Dios, a los miembros involucrados y a la iglesia. No deben convertir un proceso tan solemne en un circo de chismes.
9. LA IMPORTANCIA DE LA DISCIPLINA ECLESIÁSTICA La disciplina es una de las tres marcas de la verdadera iglesia junto con la predicación verdadera de la Palabra y la administración bíblica de los sacramentos. Estas marcas de la verdadera iglesia son una manifestación de los atributos de la iglesia, que ella es una, santa, católica y apostólica. En primer lugar, la disciplina debe ser autoadministrada y es la aplicación personal de la predicación de la Palabra y la administración de los sacramentos. Cada miembro se considera responsable ante Dios delante de sus hermanos con el ejercicio propio de la disciplina. Esto se manifiesta en la manera en la que uno responde a la predicación, busca y recibe consejo espiritual, o recibe la amonestación de un hermano. Cuando un miembro niega disciplinarse o aplicarse la Palabra de Dios, la disciplina debe ser impuesta, primero por otras personas, y si el individuo persiste en su pecado, por toda la iglesia. Este proceso sirve a la pureza y a la paz de la iglesia y al bienestar de todo miembro, ya sean los ofendidos o los ofensores. Por estas razones, debemos prestar toda atención a este es te muy importante asunto. Como ancianos, no tenemos derecho de ignorarlo, sea por pereza o por conveniencia. Esto es parte de nuestra tarea tar ea de pastorear la grey de Dios.
Comprobación de Lectura
Instrucciones: Conteste Instrucciones: Conteste las siguientes preguntas conforme a las lecturas. Algunas de estas preguntas pueden ser contestadas directamente del la lectura, pero otras son preguntas de aplicación, las cuales exigen que el estudiante use los principios que aprendió en el capítulo para contestarlas. Preguntas de repaso | pp. 59– 78 78 •
¿Qué es la base de toda disciplina eclesiástica?
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¿Qué tipo de poder ejerce la iglesia?
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¿Cómo se distingue distingue el poder poder de la iglesia iglesia del poder poder estatal estatal o familiar?
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¿Qué es el propósito de la disciplina eclesiástica?
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Elabore los principios de la disciplina eclesiástica. eclesiástica.
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¿Cómo debe debe ser la la actitud de los que están involucrados en el proceso de la disciplina? disciplina? Explique por qué.
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Elabore los diferentes diferentes aspectos de un juicio eclesiástico eclesiástico y sus funciones. funciones.
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¿Qué opina ud.? ¿Se debe hacer confesión pública de pecados? pecados?
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¿Por qué es importante la disciplina?
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¿Qué debe debe hacer cuando el acusado no se comparece comparece o no responde al llamado llamado del juzgado?
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¿Qué debe hacer hacer el consistorio con un miembro que deja deja de asistir regularmente al culto? culto?
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¿Qué debe hacer hacer el consistorio con un miembro que se traslada a otra iglesia no reformada? reformada?
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¿Qué debe debe hacer el consistorio consistorio con con una persona persona que se traslada traslada a su iglesia, iglesia, pero está bajo bajo disciplina en la iglesia que acaba de dejar?
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¿En caso de un hombre que obstinadamente obstinadamente se niega a proveer para su familia, familia, qué hace el consistorio? ¿Qué consejo le da a su esposa? ¿Qué debe hacer la esposa en caso de una excomulgación excomulgación de su marido?
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¿Cómo debería responder responder el el consistorio consistorio a un pastor cuya esposa esposa se suicidó? ¿Debe continuar continuar en el ministerio este pastor? ¿Es culpable de la muerte de su esposa? ¿Qué deben decir los ancianos a las personas que preguntan sobre el estado eterno de la esposa del pastor?
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¿Qué debe hacer el consistorio consistorio en el caso caso de un miembro miembro que está está practicando la homosexualidad?
Capítulo 4
EL DIÁCONO Dr. Alonzo Ramírez
Contenido Introducción El carácter de la relación de Dios con el hombre 1.1 En la creación: Dios revela su misericordia proveedora proveedora 1.2 En el pacto Dios promete el bienestar del hombre
La ley de Dios y el servicio a los demás 2.1 Las leyes agrarias promovían también el servicio 2.2 Las leyes económicas también tenían propósito servicial servicial 2.3 El servicio tiene promesa de bendición divina
Diezmo y servicio
3.1 El diezmo en su función de servicio 3.2 Ejemplos de héroes del servicio a los pobres 3.3 La tarea social en la perspectiva profética
Una reflexión sobre el capítulo I Significado bíblico del servicio o diaconía El servicio como deber universal de los creyentes 2.1 El ejemplo de Jesús como Redentor y Servidor. 2.2 Milagros a favor de la diaconía 2.3 Mediante el servicio se expresa el amor al prójimo.
El valor de la diaconia en la práctica apostólica 3.1 Diaconía: parte de la vida de los primeros Cristianos 3.2 La diaconía como deber cristiano: una enseñanza apostólica 3.3 La pobreza de la iglesia no detiene la diaconía
La Diaconía manifiesta el amor y la fe Teologia biblica de la diaconia 5.1 La vida y obra de Cristo revelan a un Dios compasivo 5.2 La diaconía nos revelan el amor y la obediencia a Dios por parte de su pueblo 5.3 ¿Cómo se encuentran el rico y el pobre?
La diaconía cristiana es parte de la escatología bíblica Algunas conclusiones sobre la diaconía Institución del oficio de diácono La ordenación al oficio de diácono
2.1 Exégesis de Romanos 16:1– 2 2.2 Exégesis de 1 Timoteo 3:11 2.3 Exégesis de Hechos 6:3
Comprender la realidad que nos rodea Hay que descubrir los problemas claves Descubrir las necesidades claves Distinguir bien entre causas Y consecuencias El caso de Montecampo El caso de Gentío Ser conscientes de la causa última 3.1 Descubrir los recursos que tiene la comunidad 3.2 Descubrir como funciona la comunidad 3.3 Organizacion de comisiones de diaconia 3.4 Plan de trabajo congregacional 3.5 Reflexion congregacional
FUNDAMENTOS BÍBLICOS DE LA DIACONÍA CRISTIANA 1. INTRODUCCIÓN
L
A SOCIEDAD EN LA QUE VIVIMOS HOY ES UNA SOCIEDAD MODERNA - posmoderna. Es una mezcla de éxitos
y de sombrías esperanzas respecto a la continuidad de la prosperidad. Como lo señalaba Carl Henry, una década atrás, «sólo el éxito experimental de la ciencia moderna esconde de nosotros la terrible enfermedad terminal de nuestra creciente civilización tecnológica» (Henry 1988, 15). Cómo enfrentar tal situación, con soluciones más integrales, es materia de debate tanto a nivel popular como a nivel de los pensadores académicos. En los ambientes académicos, se habla de que estamos viviendo una realidad social de enormes desafíos y transformaciones (Woodhouse 1996, xii). Desde estos
desafíos y transformaciones, con gran fe filosófica, se confía que emergerá un nuevo paradigma. En su libro Pardigm Wars: Worldviews for a New Age, Woodhouse formula, lo que para él constituyen las metáforas más importantes de la cambiante visión occidental del mundo. Dichas metáforas son: fragmentación, reduccionismo, competitividad, control jerárquico y el temor. A partir de estas metáforas Woodhouse argumenta que las respuestas más prometedoras son aquellas basadas en metáforas inclusivistas de integración, balance, salud multidimensional, cooperación de mutuo fortalecimiento, y finalmente el amor. Woodhouse no es cristiano, pero afirma que «ciertamente, el desarrollar una visión del mundo que nutra maneras de fortalecimiento sostenibles de relacionarse con el planeta y con los demás no es solamente una agenda americana. Es una agenda global» (Woodhouse 1996, xiii). Es más, Woodhouse propone que hay dos agendas maestras para nuestro tiempo. Una es la meta interna de explorar y transformar la consciencia. La otra es un meta externa de crear una cultura global sostenible» (Woodhouse 1996, xiv). Woodhouse está en lo correcto en cuanto a la agenda principal para nuestro tiempo. No concordamos, sin embargo, con su marcado pluralismo religioso, pero su percepción de los desafíos de nuestra realidad occidental es correcta. Es más, Woodhouse incluye la religión dentro de su análisis de una propuesta inclusivista, pero la relega sólo a la esfera de la espiritualidad. Según él, «ha llegado a ser muy claro que cualquier actividad meritoria que se hace en nombre de la religión, tal como ayudar a los pobres, puede hacerse también en nombre de algo diferente» (Woodhouse 1996, 34). Como creyente en el único Dios del universo que nos ha redimido mediante Cristo, quien es Rey de reyes y Señor de señores, me resisto a aceptar el rol que Woodhouse asigna a la religión cristiana. Creo firmemente que el cristianismo bíblico ofrece una visión integral del hombre, de la sociedad y de la realidad total. Por lo tanto, el Cristianismo no puede ni debe ser relegado a la esfera meramente espiritual,1 por dos razones fundamentales. En primer lugar, porque la Biblia no nos presenta al hombre compartamentalizado en cuerpo y alma sin relación entre ellos. Al contrario, nos presenta al hombre creado como una unidad psicosomática (Gn. 2:7 – 8). En segundo lugar porque Cristo mismo nos ha redimido para ser sal y luz del mundo. No sólo para ser unas veces sal y otras veces luz por separado, sino sal y luz como una unidad actuante.2 En esta pequeña contribución, no pretendo plantear todos los elementos que integran la visión cristiana del mundo, pero presento ante ustedes un elemento que podría ayudar en la formulación de dicha visión. Este elemento para una visión cristiana del mundo y la sociedad es lo que llamamos la diaconía cristiana. Dentro de esta limitación, esta presentación se concentra en lo que son los fundamentos bíblicos de dicha diaconía. ¿No es que la acción social cristiana es un tema demasiado manipulado? Creo que no, por una razón teológica esencial: podemos observar que existe entre los cristianos, especialmente entre los evangélicos, 1
En su ya célebre Christanity, a Total World and Life System, Kuyper decía que cuando el corazón humano ha «Obtenido la paz eterna con Dios, fortalecido con esta comunión divina, descubre su alto y santo llamado a consagrar cada energía y departamento de la vida a su disposición para la gloria de Dios» (Kuyper 1898, 11). 2
Schlossberg and Alasky nos recuerdan con claridad nuestra función como cristianos en la sociedad cuando dicen: «No creemos que la Biblia es aplicable sólo a una sociedad particular que vivió e la antigüedad, si así fuera, habría poca razón de leer la Biblia como un todo. Creemos que la Palabra de Dios nos equipa adecuadamente para desarrollar aplicaciones específicas para vivir piadosamente y par la transformación, tanto de sociedades como de individuos-- si es que la leemos con piedad y la razón» (Schlossberg and Olasky 1987, 138 – 139).
una concepción limitada de la misión de la iglesia. Esto se evidencia en el hecho que la gran mayoría de los creyentes tienen conocimiento acerca de la centralidad de la gran comisión de Mateo 28:19 – 20 20 en la vida cristiana y eclesiástica. De allí que los evangélicos creen firmemente que la Biblia nos manda a predicar el Evangelio para que los pecadores se s e conviertan en discípulos de Cristo. Pero no siempre hay la misma convicción acerca del mandato de Jesucristo en cuanto al servicio o diaconía. Es más, hay evangélicos que están convencidos que la acción social es de segunda importancia en la tarea de la iglesia,3 puesto que las buenas obras no salvan, s alvan, sino sólo la fe en Jesucristo. Peor aún es la mal-llamada ‘Teología de la Prosperidad’ que predica el neo-pentecostalismo. Estas corrientes convierten la vida cristiana en la búsqueda egoísta de fortunas personales en nombre de la fe cristiana. Arrasando a miles en todo el continente, esta traición del evangelio ha dejado a muchas pers onas totalmente confundidas en cuanto a la verdadera esencia del cristianismo. Este mensaje ha llegado a ser un verdadero ‘opio del pueblo’, ya que produce una religión individualista y egoísta. Como suele decir el
Rev. Ludgero Bonilha, el mensaje de prosperidad es «una vacuna contra la verdad». verdad ». Las personas que han sido dañadas por sus mentiras aún después de irse de sus iglesias, permanecen resistentes al mensaje bíblico y al servicio cristiano. Hay indicadores en todos los países de Latinoamérica de que la taza de deserción sube cada día — y una gran parte de esta deserción se da en las iglesias neopentecostales.4 Sin embargo, los que salen no regresan a una práctica más bíblica, sino que más bien, se convierten en noreligiosos, rechazando toda forma de religión. ¡Menos tienen deseos de practicar una fe bíblica! Lamentablemente, mientras las presiones sociales aumentan, muchas iglesias realizan sus cultos, Encuentros, campañas y maratónicas pidiendo dinero — ¡todo ¡todo como si el mundo afuera no existiera! Toda esta corriente milita en contra de la diaconía bíblica. Estas maneras de entender la enseñanza bíblica acerca de tarea de la iglesia no sólo adolece de limitaciones teológicas, sino que en esencia no se ajusta a la verdad bíblica. La Biblia enseña que la predicación del evangelio y el servicio son s on dos aspectos de la misma mis ma tarea de la iglesia: la extensión ex tensión del 5 Reino de Dios para la gloria del Dios.
3
C. Peter Wagner por ejemplo habla de la «primacía del evangelismo» y define la meta del evangelismo como «la conversión del los pecadores, la salvación y el hacer discípulos» (Wagner 1982, 153). El menciona que no estaba aceptando el dualismo griego al decir que el alma es mas importante que el cuerpo (1982, 154). Además, Wagner sostiene que puede haber evangelismo sin obra social y viceversa (1982, 153). Pero Wagner no discute exegéticamente las implicaciones del hecho que Cristo mantuvo su ministerio de proclamación de las buenas nuevas sin dejar su ministerio social. Tampoco discute exegéticamente el hecho de que alma en el Nuevo Testamento se refiere también al hombre total. Su antropología bíblica, tiene pues, bases dudosas. Newbigin está en lo correcto al objetar que Wagner confunde conversión que es la actividad del Espíritu Santo, con el evangelismo que es la actividad de los creyentes (Newbigin 1982, 154). 4
Ver Edward Cleary, «Shopping Around: Questions About Latin America Conversions» en International Bulletin of Missionary Research, Vol. 28, No. 2, April 2004, pp 50 – 54, 54, y Guillermo Green, «Crisis en las iglesias evangélicas», Reforma Siglo 21, Vol. 6, No. 2, pp. 9 – 15. 15. 5
Debemos reconocer que el pacto de Lausana mantiene la distinción entre evangelismo y responsabilidad social, sin embargo, claramente afirma que «tanto el evangelismo como la participación socio-política son parte de nuestro deber cristiano» (Stott 1997, 24).
Este estudio consta de dos partes. En la primera parte, en dos capítulos, trataremos de mostrar en forma resumida, los fundamentos bíblicos de la diaconía cristiana tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos. Los términos «servicio», u «obra diaconal» se usarán como sinónimos. En la segunda parte sólo abarcamos un capítulo donde exponemos cómo organizar la obra diaconal en la iglesia local.
CAPÍTULO I ANTIGUO TESTAMENTO SOBRE LA DIACONÍA DIACONÍA E NSEÑANZA DEL ANTIGUO
D
ESDE LA CREACIÓN, DIOS IMPRIMIÓ EN SUS MANDATOS UNIVERSAles las directrices
pilares de cómo sus diaconía no separa lo espiritual de lo material como hijos deben servir a Dios y al prójimo. Este servicio o diaconía no si fueran mutuamente excluyentes. El mismo Dios que creó el todo (cielo y tierra), es el Dios que dio ordenanzas acerca de la diaconía como parte de Su pacto con la humanidad y luego con su pueblo escogido.
1. EL CARÁCTER DE LA RELACIÓN DE DIOS CON EL HOMBRE Todas las relaciones de Dios con el hombre se encuentran dentro del marco de pacto de pacto.. Este concepto es importante para cualquier estudio de la Biblia, y en especial, para nuestro tema — la la diaconía. ¿Por qué destacamos la naturaleza ‘pactual’ de la diaconía? Hay varias razones. En primer lugar, hay actualmente una corriente que mal-interpreta el concepto de pacto, y más bien lo coloca dentro de un marco casi mágico y semipagano. Se oye hoy de que el Cristiano debe ‘pactar’ con
Dios (usualmente esto significa prometer dar dinero a algún televangelista o pastor), y que Dios está en la obligación de cumplir su cumplir su lado lado del trato. En este arreglo, es el hombre que inicia el pacto, y Dios debe cumplir si la persona que pactó cumplió su parte. par te. Tales conceptos son meramente el viejo paganismo, que q ue manipula a sus dioses, claro que a ello se le ha añadido un bañito superficial de ‘Cristianismo’. Las
religiones paganas enseñan que el hombre debe complacer a los dioses primero, para recibir bendición terrenal después. Este concepto de ‘pactar’ con Dios simplemente no se encuentra en la Biblia.6 Cuando hablamos de la diaconía como ‘pactual’, nos alejamos de aquellos conceptos en los que el hombre pacta
con Dios para recibir algún beneficio. En segundo lugar, destacamos el carácter pactual de la diaconía, porque Dios siempre trata con todo hombre a través de una relación re lación pactual. Dios estableció un pacto con Adán (y con todos en él, como padre de la humanidad — Ro. Ro. 5:12 – 21). 21). La esencia básica de un pacto es «un voto solemne bajo sanciones divinas». ‘Pacto’ implica una relación permanente y permeante — bajo bajo las bendiciones del pacto, o bajo 6
En las dos ocasiones en que se encuentra la frase ‘hacer un pacto con Dios’ (2 Cr. 29:10; Esd. 10:3) es
obvio que no se está haciendo un pacto nuevo con Dios, sino re-confirmando el pacto que Dios hizo con Israel por Moisés.
las maldiciones del pacto. En la Biblia, cuando se trata de la relación entre el hombre y Dios, siempre Dios, siempre es es Dios quien tiene la preeminencia y toma la iniciativa. En la creación con Adán, es Dios quien pone las condiciones y las sanciones, y en los demás pactos encontramos lo mismo. Podemos ampliar un poco este concepto de d e pacto de la siguiente forma, y nos ayudará ayudar á a entender cómo la diaconía llega a ser una parte necesaria de la redención del hombre. Citamos una obra escrita por Herman Witsius en el siglo 17 que contiene riquezas para nuestra comprensión del pacto: El pacto de parte de Dios se compone de tres elementos en general. Primero: una promesa de suma felicidad y vida eterna; segundo: las estipulaciones y prescripciones de la condición por medio de la cual el hombre podrá obtener la promesa; tercero: una sanción y castigo contra aquellos que no cumplen la condición. Todas estas cosas tocan el hombre entero,… tanto el cuerpo como el alma. La promesa de felicidad es a cada parte, requiere la santificación de cada una y también advierte de la destrucción de ambas. De esta manera Dios se le aparece al hombre entero como glorioso.7 Cuando entendemos que Dios toma al hombre entero para relacionarse con él, cuerpo y alma — no no sólo para esta vida sino para la eternidad — comenzamos comenzamos a apreciar lo importante que es un enfoque pactal. Podemos valorar la seriedad de nuestra relación con Dios y llegamos a entender que es imposible hacer aquellas distinciones que a menudo hacemos en la religión. Tanto el Catolicismo como el Protestantismo han sido tentados a hacer separaciones dicotómicas de la vida que un enfoque pactual no las admite. La teología católicorromana clásica hacía la distinción entre ‘gracia’ y ‘naturaleza’, estimando más ‘sagrados’ las órdenes eclesiásticas que a los trabajos comunes. Lo mismo ha sucedido en muchas iglesias evangélicas con la distinción entre lo ‘secular’ y ‘el ministerio’. Se tocarán estos temas mas adelante. Baste aquí notar que cuando Dios establece una relación pactual con el ser humano, esta relación cubre toda faceta de su vida, vida, y santifica toda faceta de su vida. Ningún aspecto queda fuera de su relación con Dios. Sabemos que Adán falló en cumplir las condiciones del primer pacto, y ganó para sí y para todos sus hijos las justas consecuencias — la la muerte. Pero también sabemos por las Escrituras que Dios retomó a sus criaturas y les hizo una promesa pro mesa que la simiente de la mujer un día aplastaría la cabeza de la serpiente. se rpiente. Sería Cristo — el el Postrer Adán — quien quien cumpliría las condiciones del pacto. La historia histor ia de redención toma la forma de un grandioso pacto de gracia, administrado en una serie de pactos subordinados, en el cual Dios siempre trata al hombre entero. entero. La diaconía es una de las facetas en que el hombre responde a Dios en el pacto. En tercer lugar, el pacto entre Dios y el hombre nunca es individual, sino corporativo. El pacto con Adán, por ejemplo, abarcó toda la humanidad. El pacto con Abraham incluía una bendición ben dición paratodas para todas las familias de la tierra tierr a (Gn. 12:3). El pacto que Dios hizo con Jesucristo incluía a los ‘hermanos’ de Cristo la iglesia: « He aquí, yo y los hijos que Dios me dio» dio» (He. 2:13). La relación pactual siempre es — la comunitaria, nunca individualista. individualista. En esto falla el neopentecostalismo actual, pues enfatiza pactos individuales con Dios. Esto nunca ha sido el caso en la Biblia. El pacto que Dios ha establecido es con un pueblo en Cristo. Cristo. Entonces, si la salvación es ‘pactual’, también es corporativa, es comunitaria — nunca nunca individualista. Esto afecta profundamente nuestro concepto de la diaconía. Ningún cristiano puede pensar de sí mismo como alguien que tiene una relación exclusiva con Dios. Ante todo, somos el ‘pueblo’ del pacto, la ‘congregación’ reunida por medio del pacto.8 7
Herman Witsius, The Economy of the Covenants between God and Man, Man, (Escondido: The DenDulk Foundation, 1990, p.46). Énfasis mío. 8
El término ‘qahal’ (congregación) en el Antiguo Testamento viene a ser uno de los más comunes comun es que Dios usa para describir a su pueblo. Dios comienza a dirigirse a Israel como ‘congregación’ sólo
Nuestra relación con Dios es pactual, abarcando cuerpo y alma, y en Cristo somos colocados como parte de un solo cuerpo. Así que la diaconía, o nuestro servicio de los unos para con los otros, que involucra cuerpo y alma como una unidad psicosomática, llega a ser una expresión natural de nuestra esencia. 1.1 En la creación: Dios revela su misericordia proveedora
El hecho de proveer de bienestar a sus criaturas es un atributo de la naturaleza de Dios que Él mismo revela en la creación: su misericordia. Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Lo creó como algo tan especial que la Biblia nos dice que Dios moldeó al hombre (Gn. 2:7). 9 Esta relación especial de Dios con el hombre puede verse en su preocupación por su bienestar espiritual al prohibirle comer del fruto que más tarde le traería condenación. Pero esta relación especial puede verse también en la preocupación de Dios por el bienestar material del ser humano. Dios mismo lo ubicó en Edén, lugar de delicia. Aquí viviría el hombre disfrutando del trabajo en las mejores condiciones de equilibrio ecológico. Pero un hombre solo en medio de un huerto de delicias, relacionándose solamente con los animales, no era lo más adecuado. Por ello Dios le dio una compañía idónea, formando así la primera comunidad humana. Es decir, el creador estaba preocupado por la vida y destino del hombre, por lo cual Dios instituyó la familia y el trabajo como manifestaciones claras de su amor, misericordia y provisión por la primera pareja humana. Sin embargo, Dios no sólo estaba preocupado por la actividad física y sentimental del hombre, sino que lo dotó también de capacidad para el ejercicio intelectual. De allí que encontramos a Adán dando nombres a los animales, clasificándolos según sus características, naciendo así la actividad científica humana. Familia, trabajo y ciencia, organizadas en el marco de reverencia a Dios, eran las bases para el bienestar humano, y estas instituciones que podríamos llamar «materiales», forman parte del santo consejo de Dios. Esta actividad de la providencia de Dios podría muy bien llamarse la preocupación de Dios por el bienestar integral del ser humano. Esta acción que refleja el carácter mismo de Dios, provee al cristiano el fundamento primario para la acción social. Es en respuesta a la gracia y misericordia de Dios que el hombre debía glorificar a Dios y disfrutar de su gracia para siempre.10 El amor y la misericordia proveedora de Dios es tan grande, que a pesar de la desobediencia de Adán y Eva, Dios mismo les confeccionó vestidos para cubrir su desnudez.11 Si la desnudez pecaminosa, después de sacarlos de Egipto y en razón del pacto establecido con ellos en Israel. El pacto los establece como ‘congregación’. 9
9 El verbo hebreo para «hacer» que se usa en este versículo es yatzar, que literalmente significa moldear. Lleva en sí la idea del alfarero que moldea el barro hasta darle la forma deseada a su obra de arte. 10
Con razón Ross afirma que el mensaje del relato de la creación del hombre y la mujer en Génesis 2:4 – 25 es que «Dios creó el primer hombre con la capacidad de servir a Dios y la responsabilidad de guardar sus mandamientos, poniéndolo en un medio-ambiente perfecto con toda provisión y completándolo con una compañera en el servicio a Dios» (Ross 1996, 119 – 120). 11
Comentaristas como Calvino (Génesis 1:18 – 22) y Wenham (1987, 85) están en lo correcto cuando afirman que el propósito de Dios al vestir a Adán y Eva era para recordarles su pecaminosidad y para enseñar que no se puede acercar a Dios en desnudez. Ciertamente, el uso de la lengua hebrea indica esta noción. Pero no por ello deja de ser un acto de gracia y misericordia del creador la cual indica que El mismo es quien puede tratar nuestro pecado y solucionar el problema de nuestra desnudez. Con razón
vergonzante y miserable de nuestros primeros padres fue cubierta con vestiduras hechas por manos divinas, ¿no será acaso importante que la iglesia alce la mirada y vea la desnudez vergonzante de millares de hombres y mujeres, cuya condición, en último análisis, se debe a su propio pecado y al pecado de otros contra ellos? ¿No debiera movernos a misericordia dicha desnudez humana del presente y hacer todo lo que podemos por ellos tanto en el terreno evangelístico como social? Los cristianos que estamos llamados a glorificar a Dios, lo estamos también a sentir compasión y amor por el prójimo en respuesta al inmenso amor y misericordia de Dios manifestados en nuestra salvación. En el ejemplo de la misericordia proveedora del creador, está inmerso el principio de extender la misericordia hacia el mundo necesitado. 1.2 En el pacto Dios promete el bienestar del hombre
1.2.1 Pacto de Dios con Noé «Mientras la tierra permanezca, no cesarán la sementera y la siega, el frío y calor, el verano y el invierno, y el día y la noche… Bendijo Dios a Noé y a sus hijos, y les dijo: Fructificad y
multiplicaos, y llenad la tierra. El temor y el miedo de vosotros estarán sobre todo animal de la tierra, y sobre toda ave de los cielos, en todo lo que se mueva sobre la tierra, y en todos los peces del mar; en vuestra mano son entregados. Todo lo que se mueve y vive, os será para mantenimiento: así como legumbres y plantas verdes, os lo he dado todo». (Gn. 8:22 – 9:1 – 3) En el Pacto con Noé, Dios le promete condiciones ecológicas que harán posible la continuidad y el desarrollo de la sociedad (Gn. 8:22). Es decir, la bendición de Dios para Noé implicaba la promesa de la preservación y la continuidad de la vida.12 Para que dicha promesa se haga realidad Dios estableció cuatro principios fundamentales que deberán regir la relación hombre-creación. 7. E n primer lugar , establece la superioridad del hombre sobre los animales, lo cual teológicamente alude al hecho de que la primera pareja humana sucumbió bajo la sugerencia tentadora de uno de los animales de la creación, la serpiente. Nuevamente el hombre es investido de autoridad sobre ellos y debe mantener dicha autoridad sobe ellos como representante de Dios. 8. E n segundo lugar , la alimentación a partir de carne y vegetales. Lo cual implica una correcta relación de cuidado, manejo y domesticación, como sello de autoridad sobre la creación bajo los límites dados por el Creador. 9. E n tercer lugar , la continuidad de las estaciones del año para garantizar la producción alimentaria y un equilibrio ecológico para el bienestar de todas la criaturas, mediante lo cual, el hombre debe recordar siempre la gracia preservadora de Dios el creador. 10. E n cuarto lugar , la prevención de la violencia para garantizar una adecuada relación entre los hombres. Esto ayudará al hombre a recordar que la creciente violencia trajo consigo el horrendo
Bailey afirma que en su misericordia Dios provee al hombre no sólo de vestimenta pero también de descendencia (Bailey 1994, 269). 12
Robertson llama a este pacto «el pacto de preservación», y explica que: «El pacto con Noé enlaza los propósitos de Dios en la creación con sus propósitos en la redención. Noé, su simiente, y toda la creación de beneficia de esta relación de gracia» (Robertson 1980, 11).
castigo de Dios mediante el Diluvio. De modo que la violencia debe restringirse al costo de la pena capital. En estos cuatro principios Dios establece las bases para una vida de bienestar y de servicio a Dios. En el Pacto con Noé Dios sigue mostrando su misericordia para con el hombre, al incluir en éste los principios fundamentales del bienestar humano: Fuentes de alimentación, relación armoniosa entre los hombres, y la continuidad de la raza humana. Además de lo dicho anteriormente, no hay que olvidar, como muy bien lo afirma Dumbrell, que este pasaje «en los términos más generales proclama el señorío de Dios en la creación y su cuidado por lo que ha sido creado. Así pues, es una indicación que detrás de las leyes inalterables de la creación, a las cuales se refiere Gn. 8:21 – 22 mediante las cuales el sol sale sobre justos e injustos, está el mismo Dios, el Dios personal de la creación» (Dumbrell 1984, 27). 1.2.2 El pacto de Dios con Abraham El pastor Robertson denomina a este pacto como: El Pacto de la Promesa (Robertson 1980, 8). Ciertamente, para nuestro propósito, nos interesa resaltar el significado de una de estas promesas:la tierra como heredad . El pacto de Dios con Abraham se registra en Génesis 17:7 – 8. Entre las promesas de Dios, se incluye la tierra como heredad. Aunque la tierra es también una garantía para la continuidad de la vida, sin embargo, no debemos limitarla a un mero substrato para garantizar la vida humana. La tierra simboliza primordialmente el lugar de encuentro entre Dios y el hombre, y es el símbolo escatológico de la patria celestial (He. 11:13 – 16). La tierra prometida no es una tierra cualquiera, pues se nos dice en Éxodo 3:17 que es una tierra que fluye leche y miel. Es interesante notar que la buena calidad (fertilidad) escogida por Dios para su pueblo lleva en sí la noción de bienestar. Más aún, si contrastamos tan productiva tierra con la vida esclavizada de Israel en Egipto, nos damos cuenta que Dios estaba buscando un lugar con las mejores condiciones a fin de que su pueblo tenga bienestar para servir a Dios con gratitud de corazón. Así pues, el Pacto con Noé trata primordialmente de la relación y encuentro entre Dios y el hombre, pero considera también los aspectos sociales de la vida humana. Dios está preocupado activamente en el bienestar integral del hombre. Aquí está presente, por así decirlo, la preocupación social de nuestro creador. 1.2.3 El pacto de Dios con Israel en Sinaí o pacto sinaítico La distintividad del Pacto Sinaítico con respecto al pacto con los patriarcas está en que, mientras a los patriarcas Dios les había revelado su voluntad en términos globales, en el Pacto Sinaítico Dios les revela su voluntad en forma escrita en las diez palabras13 o mandamientos. En este pacto, la segunda tabla de la ley, es decir del quinto al décimo mandamientos, se refieren a la relación entre los seres humanos, mientras que los cuatro primeros, o primera tabla de la ley, se refiere a la relación del ser humano con Dios.14 13
En el idioma hebreo se habla de «las diez palabras» (He. hadebraim asereth) para referirse a lo que hoy conocemos como diez mandamientos. 14
Esta es la enseñanza de nuestro Catecismo Mayor en la respuesta a la pregunta 98 cuyo texto dice: «La ley moral está contenida en forma resumida en los diez mandamientos, los cuales fueron dados mediante la voz de Dios en el Monte Sinaí, y escritos por El en dos tablas de piedra, y están registrados en el capítulo 20 del Éxodo. Los cuatro primeros contienen nuestro deber para con Dios y los otros seis nuestro deber para con los hombres».
Nos interesa particularmente la segunda tabla de la ley para el propósito de nuestro tema. Y podríamos resumir la segunda tabla en las palabras de Jesús: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Mr. 12:31). Desde la perspectiva del Nuevo Testamento, la segunda tabla de la ley tiene como propósito el que la práctica de la ley redunde para la gloria de Dios y el bienestar del hombre. De manera que el bienestar humano, según la Biblia, está anclado y depende en primer lugar, del amor a Dios sobre todas las cosas. Si esto es así, entonces podríamos afirmar categóricamente que en la relación del hombre con Dios, mediante los pactos establecidos, Dios estaba revelando al hombre no sólo su propósito redentor, sino también los principios de la ética de los redimidos. Dentro de la ética de los redimidos, el servicio a los demás, como producto del amor a Dios, es uno de los principios de vida que debe pernear a todo ser humano que vive en relación con el Dios del Pacto.
2. LA LEY DE DIOS Y EL SERVICIO A LOS DEMÁS 2.1 Las leyes agrarias promovían también el servicio
«Seis años sembrarás tu tierra, y recogerás su cosecha; mas el séptimo año las dejarás libre para que coman los pobres de tu pueblo; y de lo que quedare comerán las bestias del campo; así harás con tu viña y con tu olivar». (Ex. 23:10 – 11). «Seis años sembrarás tu tierra, y seis años podarás tu viña y recogerás sus frutos. Pero el séptimo año la tierra tendrá descanso, reposo para Jehová; no sembrarás tu tierra ni podarás tu viña. Lo que de suyo naciere en tu tierra segada, no lo segarás y las uvas de tu viñedo no vendimiarás; año de reposos será para la tierra. Mas el descanso de la tierra te dará para comer a ti, a tu siervo, a tu sierva, a tu criado, y a tu extranjero que morare contigo; y a tu animal, y a la bestia que hubiere en tu tierra, será todo el fruto de ella para comer». (Lv. 25:3 – 7) «Cuando siegues tu mies en tu campo, y olvides a una gavilla en el campo, no volverás para recogerlas; será para el extranjero, para el huérfano y para la viuda; para que te bendiga Jehová tu Dios en toda obra de tus manos. Cuando sacudas tus olivos, no recorrerás las ramas que hayas dejado tras de ti, serán para el huérfano y para la viuda; acuérdate que fuiste siervo en la tierra de Egipto, yo te mando que hagas esto». (Dt. 24:19 – 22) Dios decretó estas leyes relativas a la economía agraria con la finalidad que sus hijos participen en la búsqueda de bienestar para los necesitados. Dios tenía como propósito proteger a los más débiles de la sociedad israelita a quien se le había prometido la tierra. Hay aquí dos principios fundamentales de política agraria y social. El primer principio es el de compartir . El que tiene recursos (la tierra), debe poner parte de su producción al servicio (diaconía) de los pobres, huérfanos, viudas, extranjeros, incluso también los animales. La Biblia relaciona la tenencia de bienes con el servicio a los demás. Si Dios otorgó propiedades al hombre, éste debía asumir un compromiso triple: Dar a Dios los diezmos de la producción, dejar comer a otros y también usufructuar él mismo con su familia. Por lo tanto, este es un principio que ningún hijo de Dios debería olvidar, al contrario, debemos comprender que sólo somos mayordomos de los bienes que Dios nos ha encargado. Debemos entonces usarlos bajo los principios establecidos por Dios en su palabra. Puede ser que no tengamos tierra en producción, pero sí tenemos bienes de distinta naturaleza. De todo bien que Dios nos ha dado en posesión, debemos compartir con los necesitados. El hecho que los teólogos o eticistas digan que los que más tienen deben compartir con los que tienen casi nada ha sido severamente criticado por ciertos economistas cristianos. La crítica se centra en que el lenguaje de dar a los pobres está animado por la envidia, y porque la pobreza es tomada como base para
expandir la ideología de la lucha de clases. Este es ciertamente un peligro que como cristianos debemos verlo con claridad y evitarlo. Sin embargo, el principio bíblico de compartir no está basado en la envidia sino en el conocimiento, fe y aceptación de que somos mayordomos de lo que Dios nos ha dado. Hay otro error que debemos prevenir cuando hablamos de compartir con los pobres. Es el error de hacer de los pobres mendigos perpetuos, pues de esta manera se les arrancha la dignidad de ser ellos también imagen de Dios. En esta perspectiva, la iglesia y las instituciones cristianas de desarrollo tendrán que diseñar planes y programas que ayuden a la gente a salir de la pobreza. Programas que aunque sea de manera indirecta ayuden a los pobres a mantenerse en la pobreza, o que sirvan a para perpetuar nuestros empleos como trabajadores sociales, son contrarios a la naturaleza de la acción social desde la perspe ctiva bíblica. El segundo principio es el de uso racional y social de los bienes. En el Antiguo Testamento la tierra como bien fundamental de la economía israelita no debía ser esclavizada perpetuamente a la producción para el consumo privado solamente. Dios también demandaba que la tierra tenga libertad, es decir que sea utilizada racionalmente. La tierra solo podía ser cultivada por seis años, y el séptimo no debía cultivarse sino que se le debía descansar un año, en el cual sólo produciría naturalmente. De esta manera cada israelita podía recordar su pasado: de haber vivido como esclavos y maltratados del emperador egipcio. Pero Dios los había roto las cadenas opresoras de Egipto, y de esta manera había liberado a su pueblo de ese ominoso pasado. Ellos, por lo tanto, en gratitud su Dios libertador, debían usar los recursos según la dirección de Dios. El principio de usar los recursos naturales racionalmente tiene una doble función: social y ecológica. La función social consiste en que Dios quiere que el año séptimo la producción natural de la tierra sirva a los más necesitados de su pueblo. Durante todo este año los «propietarios» podían observar cuanto necesitado vivía alrededor de ellos, podían ver cuáles eran sus angustias, podían, en fin, observar la alegría de tener libre acceso a la producción, sin las restricciones ni los temores de ser mal vistos por los segadores. En la función ecológica, el descanso de la tierra permitía lograr restablecer el equilibrio ecológico a tres niveles. Primero, la tierra podía recuperar sus nutrientes. El crecimiento natural de plantas cuyas raíces penetran en el suelo a diferentes profundidades, permite que se aprovechen bien los nutrientes que se encuentran distribuidos en las diferentes horizontes del suelo. Además permite que las sustancias perdidas en las diferentes profundidades de la tierra sean otra vez devueltas a su lugar adecuado para ser absorbidas por los cultivos de los años siguientes. Segundo, no permitía la extinción de plantas benéficas para la agricultura. Sabemos que por efecto de una labranza continua, muchas de las plantas que fertilizan la tierra tienden a desaparecer. Pero con el descanso de la tierra por un año, se garantizaba que las plantas benéficas pudieran crecer y reproducirse, y éstas contribuían al enriquecimiento del suelo. Tercero, no permitía la extinción de la fauna. Sabemos también que por el efecto de las restricciones de los pocos cultivos las aves y otros animales pequeños, que son aliados del agricultor, tienden a desaparecer. Pero durante el año de descanso, todos estos animales ahora podían recuperar sus niveles de reproducción. En conclusión, el descanso de la tierra ayudaba a mantener el equilibrio ecológico de la creación cuyo orden Dios ha establecido. El creador con su sabiduría única, que conoce todos los mecanismos de funcionamiento de su creación, legisló en materia agraria, sin perder de vista la vida humana y su entorno ecológico. El Pacto consideraba lo religioso, lo social y lo ecológico como una unidad, de tal manera que la falta de uno de estos elementos causaba serios desequilibrios. Esto implica que la comunidad cristiana debería tomar muy en serio los criterios bíblicos cuando planifica su economía familiar o empresarial. ¿Consideraremos solamente la rentabilidad económica de nuestras propiedades agrícolas, sin considerar
los aspectos de diaconía y los aspectos ecológicos? ¿Debemos solamente pensar en la rentabilidad de nuestros negocios dejando de lado los daños que pueden producir a nuestros empleados y al medio ambiente? Creemos que estos principios no sólo son exigencias para el pueblo israelita, hay aquí una profunda enseñanza de lo que podemos hacer los cristianos de hoy a partir de nuestras chacras y de nuestros ganados, negocios y profesiones. La aplicación de los principios que estas leyes enseñan tienen la promesa de bendición para los que las practican. Aunque cada pueblo actual no está obligado a cumplir estas leyes lateralmente, sin embargo, los principios deben ser aplicados a nuestras realidades y su práctica nos harían mucho bien a nosotros y al prójimo. 2.2 Las leyes económicas también tenían propósito servicial
Las leyes económicas establecidas por Dios, establecen a su vez, principios que están íntimamente ligados al servicio. Algunos pasajes bíblicos nos ayudarán a desentrañar estos principios y cómo pueden ser aplicados en la formulación de una visión cristiana para reformas sociales de pequeña y gran escala. F. Principio de solidaridad servicial
«Cuando tu hermano empobreciere y se acogiere a ti, tu lo ampararás; como forastero y extranjero vivirá contigo. No le darás tu dinero a usura, ni tus víveres a ganancia». (Lv. 25:35 – 37). «No exigirás a tu hermano interés de dinero, ni interés de comestibles, ni de cosa alguna de que se suele exigir interés. Del extraño podrás exigir interés, más de tu hermano no lo exigirás, para que te bendiga Jehová tu Dios en toda obra de tus manos en la tierra a donde vas para tomar posesión de ella». (Dt. 23:19 – 20). En primer lugar Dios estableció que la solidaridad servicial debería practicarse entre los miembros de su pueblo. Los que tenían más deberían de acoger a los empobrecidos, y éstos tenían el derecho a la protección. Los ricos debían guardarse celosamente de aprovechar la situación de pobreza para seguir enriqueciéndose. Sabido es que las tasas de interés por el dinero y los sobreprecios de los alimentos cuando son escasos eran maneras apetecibles de generar riquezas a corto plazo. Este fue el método utilizado por el régimen político de Jeroboam II en tiempos de Amós, pero este fue también el motivo principal del castigo divino. La religión de Israel estaba desligada del principio de solidaridad servicial, por lo cual sus prácticas financieras violaban la legislación divina. No es de sorprenderse, pues, la presencia del castigo divino (ver Am. 8). El pueblo de Dios no debe, bajo pretextos de la realidad actual, poner en práctica métodos de enriquecimiento que contradicen la Ley de Dios. Se podría argumentar que estas leyes ya no nos obligan a nosotros los cristianos mal interpretando nuestra Confesión de Fe de Westminster (XIX.4). Sin embargo, aun si estas leyes fuesen judiciales, no puede negarse sus implicaciones morales, por lo tanto sus principios deben ser tomados en cuenta como se podría inferir de la misma Confesión (XIX.5). La especulación financiera y el enriquecimiento que se aprovecha de la pobreza de los demás, son prácticas pecaminosas y ajenas a la ética bíblica y reformada. Por ejemplo, en su explicación de uno de los diez mandamientos, el Catecismo Mayor es enfático en rechazar los monopolios ilícitos cuyo fin sea el aumentar el precio injustamente (Pregunta 142). Este principio de solidaridad servicial, invita al creyente a glorificar a Dios precisamente mostrándole que administra sus recursos financieros teniendo en cuenta el servicio a los más pobres. Esto constituye una dura crítica a las prácticas financieras pecaminosas que existen en tanto en los países ricos como también en los pobres, tanto en la ciudad como en el campo.
En muchos lugares del área rural del Perú, por ejemplo, se compra la producción por adelantado y a bajos precios. Luego de la cosecha los comerciantes se enriquecen y el agricultor se empobrece aún más. En las ciudades, aprovechando de las necesidades financieras urgentes de los pobres, los ricos les prestan dinero en dólares y con intereses elevados. De esta manera los ricos se protegen de la inflación y devaluación, mientras que los pobres no sólo se empobrecen velozmente, sino que ven también que su vida se acorta a gran velocidad. Estas son prácticas pecaminosas. Los cristianos deben alejarse de ellas, pues Dios nos manda a ser solidarios con el pobre. Estas prácticas son pecaminosas porque violan el principio de solidaridad servicial que Dios ha establecido. Además porque somete a los pobres a una angustia tal, que se asemeja una condena a la muerte mediante la cadena perpetua de pobreza. G. Principio de liberalidad servicial
«Cuando haya en medio de ti menesteroso de alguno de tus hermanos en algunas de tus ciudades, en la tierra que Jehová tu Dios te da, no endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano contra tu hermano pobre, sino abrirás tu mano liberalmente y en efecto le prestarás lo que necesite. Guárdate de tener en tu corazón pensamiento perverso, diciendo: cerca esta el año séptimo, el de la remisión y mires con malos ojos a tu hermano menesteroso por no darle; porque él podrá clamar contra ti a Jehová, y se te contará por pecado. Sin falta le darás, y no serás de mezquino de corazón cuando le des; porque por ello te bendecirá Jehová tu Dios en todos tus hechos, y en todo lo que emprendas. Porque no faltan menesterosos en medio de la tierra; por eso yo te mando, diciendo: Abrirás tu mano a tu hermano al pobre y al menesteroso en la tierra». (Dt. 15:7 – 11). El egoísmo es uno de los pecados que marca a la sociedad humana de hoy como a la del pasado. El hecho de ser insensibles a las necesidades de los más pobres e insensibles al dolor ajeno, es un síntoma que evidencia dicho pecado. Los hijos de Dios son llamados a despojarse de este pecado que, es como un monstruo que está destruyendo las bases mismas de la existencia y de la fraternidad entre los hombres. Pero no hay manera de despojarse de él si es que primero no aceptamos la soberanía y la gracia de Dios en nuestras propias vidas. Es decir, tenemos que entender y aceptar que todo cuanto tenemos se lo debemos a Dios, y que a Él tenemos que rendirle cuentas de cómo administramos lo Él que nos ha dado.15 Los que somos de Cristo tenemos la posibilidad de estrangular a este monstruo mediante el antídoto del dar con liberalidad, de compartir con los necesitados dentro y fuera de la iglesia. Dar con liberalidad significa dar sin mezquindad y sin mala gana. El texto que hemos citado pone en evidencia que la mezquindad era una tentación grande para el hombre rico que prestaba dinero, especialmente cuando se acercaba el año de la remisión de deudas. Pero aún en estas circunstancias Dios le manda a dar con liberalidad y de buena gana. El Nuevo Testamento, recogiendo este principio, manda a los cristianos que es su deber servir con liberalidad (Ro. 12). 2.3 El servicio tiene promesa de bendición divina 15
Schlossberg está en lo correcto cuando critica a la declaración de Oxford sobre la pobreza por no haber elaborado suficientemente sobre la relación de la pobreza con la economía. Además hace bien en señalar el peligro de enarbolar las banderas de la re-distribución de la riqueza animados por envidia y por la ideología marxista de la lucha de clases (Schlossberg 1994, 118 – 19). Pero ello no invalida la legitimidad que la Biblia asigna la obligación de compartir con los pobres bajo los principios que aquí estamos delineando.
El egoísmo y la mezquindad tienen promesa de castigo de parte de Dios. Sin embargo, el dar con liberalidad tiene promesa de bendición. Es decir cuando el cristiano administra los recursos de Dios al servicio de Dios y del hombre, la bendición de Dios le acompañará en todas sus empresas. Pero cuando se administran los recursos como si los hombres estuvieran al servicio de ellos, entonces habremos caído en la idolatría, y el juicio de Dios no se hará esperar. La actual economía mundial exige que todo se haga con y por dinero. Ya casi nadie quiere prestar dinero a los pobres, menos prestar en moneda nacional. Una de las razones para no prestar dinero a los pobres o, incluso a quienes no siendo pobres, cuando sus ingresos no son suficientemente elevados como par devolver el préstamo inmediatamente, es la pérdida de valor del poder adquisitivo del dinero a medida que transcurre el tiempo. La inflación es la principal causa de esta pérdida del valor del dinero en el tiempo. Esta pérdida del valor del dinero en el tiempo es lo que los economistas llaman la «Teoría Cuantitativa» del dinero. Las tazas de interés tienen como finalidad evitar dicha perdida y hacer que mas bien el capital se reproduzca a tal punto de generar ganancias. Esta teoría se ha convertido en una ley «inevitable» en las finanzas. Ello muestra cómo el hombre, que debe administrar el dinero, termina por someterse a las leyes del dinero como si fuera su dios.16 Sin embargo, Dios ha decretado una ley más grande para la administración del dinero: el dinero debe administrarse con el criterio de servir a los necesitados. Está prohibida la exigencia de intereses cuando se presta dinero al hermano, porque el propósito del dinero es usarlo para servir. Según la ley de Dios, el valor de la vida de los pobres y menesterosos está por encima del valor del dinero en el tiempo. Así que la «Teoría Cuantitativa» del dinero debe estar sujeta a la «Teoría Cualitativa» de la vida y del servicio. Es decir, el evitar la pérdida de vidas humanas, víctimas de las leyes de una economía deificada por sus esclavos, es más importante que la pérdida del valor del dinero. Invertir en servir a los pobres, no es perder dinero, es más bien, invertir en bendición. No es un soborno para que Dios nos dé más. Invertir en bendición significa usar el dinero en obediencia a lo establecido por Dios. Es esa obediencia la que trae bendición. De manera que, poner en práctica de los principios que contienen estas leyes, traerá bendición a quienes las practican. Cuando administramos los recursos financieros bajo esta perspectiva, estaremos sembrando paz, esperanza y bienestar, en la iglesia y en el país. ¿No serían estos principios la base para la salud espiritual y económica de nuestras sociedades Latino Americanas pobres?
3. DIEZMO Y SERVICIO Si alguna vez hemos pensado que en tiempos bíblicos el diezmo era dedicado solamente para mantener los oficiales eclesiásticos es un error que pronto debiéramos corregir. O si pensamos que la enseñanza bíblica es que el diezmo solamente debe dedicarse para pagar el salario del pastor y del personal que trabaja a tiempo parcial o tiempo completo en la iglesia es otro error similar al primero.
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Con esto no queremos dar la impresión que cuando la gente deje de ser egoísta el problema de la pobreza será automáticamente solucionado. Como bien lo remarca Hill: «El crecimiento económico necesita un ambiente institucional y un conjunto de actitudes culturales específicas hacia el trabajo, el riesgo, el ahorro y la responsabilidad personal. No debemos asumir que la reducción de la conducta egoísta automáticamente crea las condiciones apropiadas para la creación de riqueza» (Hill 1994, 103).
Debemos pues entender que Dios estableció el diezmo con dos propósitos básicos: para mantener el servicio de adoración y para proteger a los más necesitados. Los textos que aquí presentamos no dejan duda alguna al respecto. «Indefectiblemente diezmarás todo el producto del grano que rindiere tu campo cada año y no desamparará al levita que habitare en tus poblaciones; por que no tiene parte ni heredad contigo. Al fin de cada tres años sacarás todo el diezmo de tus productos de aquel año, y lo guardarás en tus ciudades. Y vendrá el levita que no tiene parte ni heredad contigo, y el extranjero, el huérfano y la viuda que hubiere en tus poblaciones, y comerán y serán saciados; para que Jehová tu Dios te bendiga en toda obra que emprendiere tus manos». (Dt. 14:22, 27 – 29). «Cuando acabes de diezmar todo el diezmo de tus frutos en el año tercero, el año del diezmo, darás también al levita, al extranjero, al huérfano, y a la viuda; y comerán en tus aldeas y se saciarán». (Dt. 26:12) 3.1 El diezmo en su función de servicio
Damos por sentado que el diezmo continúa como práctica de la iglesia cristiana. Damos también por sentado que el diezmo sirve para solventar los funcionarios que a dedicación exclusiva cumplen labores pastorales o de otra índole en la iglesia. Dejando en claro esto, nuestra intención aquí es desentrañar la función servicial del diezmo. Vemos en Dt. 14:22, 27 – 29 y 26:12 que el diezmo se usaba también para servir a los necesitados. Utilizar parte del diezmo para ayudar a los necesitados es una enseñanza del Antiguo Testamento que debería cobrar fuerza dentro de toda iglesia cristiana. Sin embargo, se puede constatar que la realidad es diferente. Actualmente los diezmos de muchas de nuestras denominaciones ni siquiera son suficientes para pagar los sueldos de nuestros «levitas» o sea de nuestros pastores. Si algunas denominaciones no recibiéramos fondos de iglesias hermanas del extranjero, seguramente ya no tendríamos pastores o quizás ya los mantendríamos por sí solos. Esta realidad, sin embargo, no exime a la iglesia de Cristo de usar sus ingresos vía diezmos u ofrendas para el organizar bien la diaconía local o nacional. Los pastores tienen, entre sus sagrados deberes, el deber de enseñar a diezmar correctamente a toda la iglesia. Empezando por dar el ejemplo ellos mismos. Todos los miembros, seamos pobres o ricos podemos y debemos diezmar de lo que producimos, de lo que ganamos, de los recursos que Dios nos ha dado. En realidad la falta de dinero o de recursos para asumir nuestras obligaciones para con nuestros pastores y para el servicio a los necesitados, se debe a que los cristianos no estamos diezmando, o a que no lo estamos haciendo correctamente. Muchas veces, los hermanos del campo dicen: «Ah pastor, pero yo soy un pobre agricultor, vivo de la chacra, no tengo dinero, ¿cómo he de diezmar?» Esta es una pregunta muy válida. Sin embargo, no nos exime de nuestra responsabilidad delante de Dios. Digámosle a nuestro hermano agricultor que si puede debe diezmar de sus cosechas y de sus animalitos que cría. Si cosecho 40 sacos de arroz, mi diezmo serán 4 sacos, eso debo llevar a la iglesia. Si crío animales, mi diezmo es una cabeza por cada diez, y lo debo llevar a la iglesia. Estos productos pueden, si fuera necesario, ser convertidos en dinero. Los hermanos comerciantes a veces nos dicen que no saben cómo diezmar, si deben hacerlo del capital o sólo de las ganancias, si deben hacerlo antes o después de pagar impuestos. Son dudas válidas. Pero no les exime de su responsabilidad ante Dios. Bueno, si nunca ha diezmado, comience diezmando de todo el dinero acumulado que posee en este momento, es decir, del capital más las ganancias. Luego ya diezmará solamente de las ganancias. Pero si es un diezmador antiguo, se supone que ya ha diezmado de su capital, entonces le corresponde diezmar solamente de las ganancias antes de pagar sus impuestos por su puesto.
Pues, por así decirlo, primero apartemos el «impuesto» para Dios sin dejar de cumplir nuestra obligación para con los impuestos del Estado. Sería muy triste y pecaminoso que un cristiano evada los impuestos al Estado, pero lo es más aún, si evade los impuestos para con Dios. El mismo principio debe aplicarse a los que reciben sueldo, sea alto o bajo. Muchas veces las preguntas de si debemos diezmar del sueldo básico o del bruto, antes o después de pagar impuestos, son solamente excusas para esconder nuestra realidad de evasores delante de Dios. Diezmar, sin embargo, trae bendición al diezmador, a la iglesia y a los necesitados. Cuando no lo hacemos, las expresiones del profeta Malaquías 3:8 – 10 nos estarán acusando permanentemente. Creemos que es menester confesar nuestra falta de obediencia a la palabra de Dios en este aspecto, y que nos afirmemos en las promesas de Dios. Es necesario dar fielmente nuestros diezmos al Señor para que, además de poder mantener a nuestros pastores, hayan recursos para servir a los necesitados. De esta manera haremos que, con la bendición de Dios, la obra de servicio al prójimo florezca en cada congregación. Con parte de los diezmos la congregación local podrá realizar su tarea social como agente de servicio en su comunidad. De esta manera los cristianos anuncian a su comunidad que los bienes son dones de Dios y que de estos dones están dispuestos a compartir con los pobres. 3.2 Ejemplos de héroes del servicio a los pobres
3.2.1 Nehemías: un buen gobernante y servidor En Nehemías 5:1 – 19 leemos de su valentía y de su dedicación a la reconstrucción de los muros de Jerusalén. Pero hay algo más de Nehemías que debemos destacar: su fidelidad y respeto por la Palabra de Dios, y su compromiso servicial para con su pueblo. Como gobernador tenía una función política, ocupó un alto cargo público. Desde esta función, siempre estuvo atento de las necesidades de los más necesitados. En su tiempo, los pobres estaban siendo maltratados por parte de los nobles y por los oficiales (5:7). Estos poderosos, valiéndose del cobro de intereses por el dinero y por los alimentos, habían esclavizado y despojado sus casas, chacras, hijos e hijas a sus propios compatriotas. Además los pobres habían quedado endeudados con deudas impagables. Esta era una situación de abierta desobediencia a las leyes de Dios que debían regir en el manejo de los recursos económicos. Nehemías como un creyente piadoso lo sabía muy bien, y decidió enfrentar y resolver este problema. Su plan fue llevar el asunto a la luz pública y enfrentar a los nobles y oficiales con la Palabra de Dios en una asamblea abierta (Neh. 5:7). Les hizo ver que no estaban guardando reverencia a Dios con esa conducta, y apelando a su conciencia religiosa les rogó que dejasen sin efecto los intereses y que devuelvan todo lo que habían tomado por las deudas. Así que después de un profundo silencio y meditación, todos los que habían cometido tales faltas, respondieron que dejarían sin efecto las deudas. Este ejemplo de Nehemías encierra una enseñanza para nosotros hoy. Nos confirma que, incluso la función política, deberá usarse para servir a los necesitados. Esta fue una acción por la justicia social desde la perspectiva de la Ley de Dios. Pues, la acción social es también eso, una búsqueda de justicia social en la sociedad donde nuestro Redentor os ha dado la oportunidad de vivir. El ejemplo de Nehemías nos ayuda a comprender dos cosas. Primero, que los creyentes que tienen cargos públicos o alguna función política deberán, desde esas posiciones, buscar la justicia para con los desvalidos y marginados de esta sociedad. Segundo, que los creyentes no deben evadir los cargos públicos
y la función política.17 Pues Dios nos ha mandado a todos a ser sus siervos en cualquier lugar, posición social o circunstancia (Col. 3:17). 3.2.2 Job: Su Servicio a los Pobres era un Indicador de su Piedad «Porque yo libraba al pobre que clamaba, y al huérfano que carecía de ayudador. La bendición del que se iba a perder venía sobre mi, y al corazón de la viuda yo daba alegría. Me vestía de justicia, y ella me cubría, como manto y diadema era mi rectitud. Yo era ojos al ciego, y pies al cojo. A los menesterosos era padre, y de la causa que no entendía, me informaba con diligencia; y quebrantaba los colmillos del inicuo, y de sus dientes hacia soltar la presa». (Job 29:12 – 25) Para defender su piedad e integridad ante las infundadas acusaciones de sus amigos, Job hace un recuento de sus acciones de justicia para con los débiles de la sociedad.18 En una palabra, su testimonio de servicio hacia los más necesitados, era un indicador de su integridad delante Dios. La visión y práctica social de Job era una acción por la justicia, y por el logro del bienestar para los débiles de la sociedad.19 El bienestar lo concebía Job en los siguientes términos globales: 1. La devolución de la alegría al desamparado 2. La búsqueda de liberación para los pobres 3. La protección a los menesterosos 4. Ser la luz para los ciegos 5. Ser el sostén para los minusválidos. ¿No son estos, ciertamente, los valores y paradigmas que debe buscar todo creyente y toda iglesia que desarrolla o que desea emprender su tarea social? He aquí, en Job, un ejemplo de obra social integral, cuyos principios son muy ricos y válidos para nuestros tiempos. 17
Goudzwaard observa que en el afán de prosperidad y salud la sociedad occidental ha creado sus dioses, pero como la tendencia de la gente «es ponerse bajo la dependencia de sus propios dioses, invariablemente llega el momento cuando aquellas cosas o fuerzas toman el control. Las cosas o fuerzas controlan a sus creadores como ídolos, como dioses que traicionan a sus hacedores» (Goudzwaard 1984, 13). Este fenómeno sucede en toda sociedad humana en razón de que el ser humano, cuando no adora al Dios verdadero, siempre termina en la idolatría. 18
Es interesante notar que en su reciente estudio titulado Public Religions in the Modern World, José Casanova demuestra que hay una creciente conciencia de participación en los asuntos públicos por parte de la iglesia Católica Romana en España, Polonia y en Brazil. Muestra también que en los EE.UU. tanto Católicos como Protestantes están aprendiendo nuevas maneras de participan en la política (Casanova 1994) citado en (Wuthnow 1996, 42). Cabe mencionar que en 1990, 19 parlamentarios evangélicos fueron elegidos por el pueblo peruano, y en la actualidad un similar número de parlamentarios evangélicos están presentes en el Parlamento de Brazil. 19
Derek Thomas correctamente afirma que Job era un anciano y miembro del consejo de ancianos de la ciudad de Uz, y que «la vida de Job había estado determinada por la rectitud y la justicia de la cual se había vestido» (Thomas 1995, 227). Ver también (Holladay 1995, 248).
3.3 La tarea social en la perspectiva profética
3.3.1 Isaías: la unidad entre la religiosidad y el servicio Judá, como parte de pueblo escogido de Dios, debía ser una nación que dé el ejemplo a las demás naciones mediante una vida de servicio a Dios y al prójimo. Sin embargo, una breve lectura de Isaías capítulo 1, y especialmente del capítulo 58:1 – 12, nos enseña que el pueblo de Dios había fallado en esto. Isaías 58 condena aquella concepción, que implícita o explícita, afirma que es «posible ser verdaderamente religioso y socialmente indiferente» (Motyer 1993, 478). Israel había perdido la noción de ser una nación fiel al pacto.20 Al contrario, en tiempos de Isaías, Israel se hallaba sumida en el más cuestionable formalismo religioso. Practicaban el ayuno, se reunían en asambleas solemnes, celebraban muchas fiestas religiosas. Pero esta religiosidad estaba vacía de la moral diaria. Su teología estaba desligada de la justicia y del amor hacia los pobres. No había compasión hacia los trabajadores ni hacia los quebrantados. En suma, apartándose de la ley de Dios llegaron a tener una religión sin obra diaconal, una teología sin moral, una vida sin la dirección y autoridad de la Palabra. Con el ayuno intentaban someter a Dios, o hacerlo cómplice de sus hazañas explotadoras e injustas. Veamos la lista de acciones de las que Dios considera ser parte de la verdadera religión: libertar los oprimidos, compartir y mantener la justicia. El texto menciona las siguientes acciones: 1. Desatar las ligaduras de impiedad 2. Soltar las cargas de opresión 3. Dejar libres a los quebrantados 4. Romper todo yugo 5. Partir el pan con el hambriento 6. Albergar en casa a los pobres errantes 7. Cubrir al desnudo 8. No esconderse del hermano 9. No hablar vanidad 10. Quitar el dedo amenazador 11. Saciar el alma afligida Esta lista de acciones que Dios demanda de su pueblo, es un verdadero programa de acción social integral. Si en obediencia a Dios, los cristianos pusiéramos en marcha este programa, bien podríamos resolver varios de los problemas que nos aquejan. En efecto, esta no es una simple lista de acciones
20
Con razón Kuyper decía: «La justicia es siempre un concepto forense, pero en el Antiguo Testamento, la tarea más importante y la evidencia mas poderosa de la justicia es la protección de los oprimidos, y la liberación de los oprimidos de la injusticia y de la persecución a la cual están sometidos. Ese era el contenido de la justicia de Dios, por lo tanto la ejecución de su juicio en representación de los necesitados llegó a ser la tarea primordial del rey y del juez» (Kuyper 1951, 219).
aisladas que el pueblo israelita debía poner en marcha, es más bien, el programa con el cual se debe enfrentar la situación de crisis moral y social del pueblo.21 Analizando detenidamente el versículo 6, podemos inferir que se tratan de medidas políticas de escala nacional. Es posible que ello era un llamado dirigido al rey y a las autoridades políticas.22 El principio que se desprende de esta voluntad expresa de Dios es que un gobierno, basado en conceptos bíblicos, tiene que desarrollar una obra diaconal, de tal naturaleza y magnitud que busque la justicia social y la moralización de la economía. El versículo 7 trata, además, de obras asistenciales que debe hacer todo miembro del pueblo de Dios. En nuestro caso, cada creyente, cada congregación puede hacer este tipo de obra diaconal. Nos damos cuenta, pues, que la perspectiva profética de la acción social abarca escalas nacionales y escalas más pequeñas. Isaías concibe dos cosas: que la religión verdadera no debe estar desligada de la moral bíblica, la cual debe aplicarse en las relaciones humanas, y que la función política debe estar al servicio del bienestar de los más necesitados.23 De modo pues, que la religiosidad verdadera se manifiesta en el servicio, ambas cosas van juntas. 3.3.2 Amos: relación entre religiosidad y la moral política Pasamos ahora del reino del sur al reino del norte, Israel. En el tiempo de Amós el reino del norte era próspero. «La paz había vuelto a posibilitar el dominio de las grandes rutas que iban hacia el norte y hacia el sur a través del país. Una fuerte clase de mercaderes había surgido en los agitados días de la época reciente. El pequeño comerciante había desaparecido, pues sus propiedades habían sido absorbidas por los que edificaban grandes establecimientos. Los nuevos ricos y mercaderes habían encontrado su lugar en el peldaño más alto de la escala social. Ya no había verdadera clase media. Los ricos estaban construyendo y gozando de sus mansiones de verano, terminología usada por Amós, pero que quizá era muy poco oída antes de aquel tiempo».24 Estamos otra vez frente al enojo de Dios porque su pueblo había abandonado sus ordenanzas. Israel había relegado la religión a la esfera ritual y la había desligado de la moral Política. Estaban obrando impíamente contra los pobres, los desvalidos y los humildes de su pueblo. Dios no puede aguantar semejantes cosas, los castigará porque él se pone a la diestra del pobre para librar su alma de los que le juzgan (Sal. 109:31). Estas obras impías contra los débiles, no permiten que el Señor escuche ni acepte el culto israelita, por eso Dios dice: «Quita de mi la multitud de los cantares, pues no escucharé las salmodias de tus 21
Motyer reconoce que Isaías 58:1 – 14 constituye un «llamado al pueblo de Dios a reconocer sus pecados y rebelión» un pueblo que estaba viviendo bajo los principios cananeos en vez de los principios de Jehová (Motyer 1993, 478). 22
Young mantiene un balance correcto al entender que en este pasaje las frases referentes a la opresión tienen un sentido marcadamente social. Pero al mismo tiempo, Young nota que a menos que los corazones estén llenos del amor de y por Dios no habrá servicio alguno por los oprimidos (Young 1974, 3:420). 23
En efecto, Motyer explica que los versos 6 y 7 «urgen que el objetivo del día del ayuno es la creación de una sociedad justa, la satisfacción de las necesidades individuales y el cuidado doméstico» (Motyer 1993, 481). 24
Así es como Yates describe la situación del reino del norte en tiempos de Jeroboam II y del profeta Amós (Yates 1968, 17).
instrumentos. Pero corra el juicio como las aguas y la justicia como impetuoso arroyo» (Am. 5:23 – 24). Sin embargo el Señor llama a su pueblo a obrar el bien como condición previa para escucharlo y para darle su bendición (Am. 5:14). Es un hecho que este juicio de Dios a través del profeta va dirigido al Rey de Israel, pero igualmente va dirigido al pueblo. Por eso tenga el cristiano función política, o tenga función de simple miembro de su congregación, esta llamado a servir a la entera sociedad. Desde la perspectiva bíblica, la religiosidad (piedad) verdadera se evidencia en las obras de justicia tanto a nivel individual como a público.
4. UNA REFLEXIÓN SOBRE EL CAPÍTULO I Tanto Isaías como Amos tuvieron serios problemas que enfrentar por ser fieles a la proclamación del mensaje de Dios. Un cristiano o una iglesia que quiera involucrase en la acción social, desde la perspectiva bíblica, podría en algún momento, enfrentar serios problemas. Quizá sea por esto que muchos líderes cristianos han dicho que antes de meterse en la acción social, hay que pensar seriamente en los problemas que pueden sobrevenir a la iglesia y a los hermanos. Otros con mayor cautela preguntan qué hacer para evitar los problemas que trae consigo la acción social. Creemos que estas actitudes reflejan un inadecuado entendimiento de los principios bíblicos sobre la responsabilidad social del cristiano. En lugar de ponernos a pensar en los problemas que nos sobrevendrán, hay que pensar más bien en los problemas que nuestra acción social puede resolver en la iglesia y en la sociedad. Si los profetas de Dios se hubiesen puesto a pensar en los problemas que enfrentarían, o Dios los capacitaba para enfrentarlos, o simplemente los desestimaba por ser ineptos para este oficio. Nuestro deber es llevar adelante la acción social, guardando la cordura y la prudencia, pero sin faltar al mensaje del Señor, de lo contrario dejaríamos de ser iglesia de Cristo. Estamos llamados a hacer el bien, a no permitir que el mal reine en la sociedad. Justamente Dios enjuicia a su pueblo por dejar de hacer el bien, por permitir que el pecado expresado en obras impías contra los débiles creciera hasta convertirse en vil injusticia. Antes que pensar en los problemas que tendremos al promover la acción social, pensemos pues, en cuántos problemas causamos por dejar de hacerla, y cuánta bendición deja de recibir y de compartir una iglesia que no la hace.
CAPÍTULO II LA ENSEÑANZA DEL NUEVO TESTAMENTO SOBRE LA DIACONÍA
¿H
ABÍA UNA ÉTICA SOCIAL EN LA ENSEÑANZA DE JESÚS ? QUIZÁS ESTA sea
la pregunta más básica para un diálogo con los teóricos en teología y de las ciencias sociales de los círculos cristianos y seculares. Ciertamente algunos han respondido a esta pregunta afirmando que las enseñanzas de Jesús son irrelevantes para una ética social, porque según ellos, las enseñanzas eran de carácter puramente religioso. Desde luego, dicha respuesta no es correcta. Pues como muy bien lo señala Hauerwas, acerca de quienes
así piensan, «el problema no es que Jesús no haya tenido una ética social, el problema es que la ética de Jesús no coincide con lo que ellos requieren o demandan» (Hauerwas 1981, 38). Siendo así, entonces a continuación trataremos de esbozar la enseñanza del Nuevo Testamento acerca del servicio y de sus implicaciones para una ética social de la iglesia cristiana.
1. SIGNIFICADO BÍBLICO DEL SERVICIO O DIACONÍA La palabra diaconía ha llegado a ser muy utilizada en el lenguaje corriente entre los cristianos. En efecto, diaconía es un término eminentemente bíblico para referirse al servicio. Por lo tanto bien vale detenerse por unos instantes a averiguar el uso que este término tiene, especialmente en el Nuevo Testamento. En el Nuevo Testamento encontramos el verbo diakoneo (servir), el sustantivo diakonia (servicio) y el adjetivo diakonos (servidor), todos ellos relacionados con el servicio (Arndet y Grinrich 1979, 184). El verbo diakoneo y sus derivados mencionados, tenía varios sentidos en el mundo griego. En primer lugar tenía el sentido de camarero, mozo. El diákonos era la persona que se encargaba de servir la comida a las mesas en las grandes cenas griegas. En este sentido usaban el término los griegos de Creta, Díodo, los intelctuales judíos como Filón y Josefo. Jesús le dio el mismo sentido en los siguientes pasajes: 1. E n Lucas 12:37 , «Dichosos aquellos siervos a quienes el señor, al venir, halle velando; en verdad os digo que se ceñirá para servir , y los sentará a la mesa, y acercándose, les servirá». Aquí se presente a Jesús como el diácono sirviendo a sus esclavos, es decir a los creyentes fieles. 2. E n Lucas 22:26, «Pero no es así con vosotros; antes, el mayor entre vosotros hágase como el menor, y el que dirige como el que sirve. El que sirve aquí es el diácono y así debe ser el dirigente. 3. E n Juan 2:5, 9 y 12:2 se usa el verbo diakoneo también para referirse a alguien que sirve a las mesas. En segundo lugar el verbo diakoneo tenía el sentido general de servir . Se usaba para el servicio de cualquier clase. Veamos los siguientes ejemplos: 1. E n Mt. 4:11, El servicio que los ángeles prestaban a Jesús después que el diablo dejó de tentarlo se describe como diakoneo. «El diablo entonces le dejó; y he aquí, ángeles vinieron y le servían (καὶ διηκόνουν αὐτῷ) 2. E n Mt. 8:15, Con el verbo diakoneo se describe el servicio (servir comida) que la suegra de Pedro prestó a Jesús y sus discípulos después que la sanó de fiebre. «Le tocó la mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó y le servía (καὶ διηκόνει αὐτῷ)». 3. E n Mt. 27:55 – 56 , Diakoneo describe también los varios tipos de servicios que le brindaron un grupo de mujeres que seguían a Jesús. «Y muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle (διακονοῦσαι αὐτῷ), estaban allí, mirando de lejos; entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo». En tercer lugar , el verbo diakoneo significaba cuidar o estar al cuidado de cosas, tal como se expresa en Hch. 6:2, «Entonces los doce convocaron a la congregación de los discípulos, y dijeron: No es conveniente que nosotros descuidemos la palabra de Dios para servir mesas (καταλείψαντας τὸν λόγον τοῦ θεοῦ διακονεῖν τραπέζαις). Obviamente, aquí no se refiere, simplemente, a servir la comida a las mesas. Ser refiere más bien a vigilar que lo que llega a las mesas tenga una administración adecuada. Es una referencia a la
responsabilidad por la buena marcha de las colectas de comida que la iglesia estaba realizando para ayudar a las viudas de los judíos y gentiles más pobres. Este uso del verbo diakoneo hace alusión, entonces, a una administración cuidadosa. En el lenguaje de las nuevas teorías de organizaciones, diríamos que se refiere al buen desempeño administrativo. En este mismo sentido, el verbo diakoneo se refería al cuidado que debía observar el cartero que entregaba correspondencia. Ese cuidado a fin de que la carta llegue a su destino se denomina diakonestheisa en 2 Co. 3:3. Veamos dos traducciones de este verso. 1. En este verso la BLA traduce: «siendo manifiesto que sois carta de Cristo redactada (διακονηθεῖσα) por nosotros, no escrita con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de corazones humanos». 2. La RV60 traduce «siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida (διακονηθεῖσα) por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón». De modo que ambas versiones no captan con la debida precisión el sentido más profundo del término διακονηθεῖσα que equivale a «carta servida a [con cuidado] a ustedes, por nosotros». En cuarto lugar , el verbo diakoneo se usaba para describir la ayuda o sostenimiento que se le daba a alguien o se hacía para alguien. En este sentido lo usa Jesús en los siguientes pasajes: 1. E n Mt. 25:44, «Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos (καὶ οὐ διηκονήσαμέν σοι)?» Cristo tomará en cuenta en el juicio final, como una de las pruebas del delito de pecado el hecho de no haber servido al necesitado. La iglesia y el creyente tiene como deber sagrado servir a los necesitados de la congregación y de la sociedad. Es decir, ¿y no te prestamos ayuda concreta? En forma mucho más precisa, con el verbo diakoneo se describe la ayuda material que algunas mujeres daban a Jesús en Lc. 8:3 «…y otras muchas que le servían de sus bienes».). Asimismo cuando el Nuevo Testamento describe la distribución de bienes usa el verbo diakoneo como en Hch. 6:1; 11:29; 12:25 y también para referirse a las contribuciones para los más pobres como en 2 Co. 8:4; 9:1, 12. En quinto lugar , el término diakonia se aplicaba también en un sentido genérico al oficio del apóstol (Hch. 1:17), de los profetas, de los obispos, y a la obra del mimso Jesús. Este uso aparece en los siguientes pasajes del NT: Romanos 15:25; 1 Corintios 3:5; 12:5; 16:15; 2 Corintios 3:3, 6 – 9; 4:1; 6:4; 11:15, 23; Efesios 3:7; 4:12; 6:21; Colosenses 1:7, 23, 25; 4:7, 1 Timoteo 1:12; 4:6; 2 Timoteo 1:18; 4:11; Filemón 13. En casi todos estos pasajes la RV60 traduce el término diakonía como «ministerio» y otras veces como «servicio»: 1. Romanos 15:25, «Mas ahora voy a Jerusalén para ministrar (διακονῶν τοῖς ἁγίοις) a los santos». 2. 1 Corintios 3:5, «¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos? Servidores (διάκονοι διʼ ὧν ἐπιστεύσατε) por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor». 3. E fesios 3:7 , «del cual yo fui hecho ministro (διάκονος) por el don de la gracia de Dios que me ha sido dado según la operación de su poder». 4. Colosenses 1:7 , «como lo habéis aprendido de Epafras, nuestro consiervo amado, que es un fiel ministro (διάκονος) de Cristo para vosotros…»
5. 1 Timoteo 1:12, «Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio (εἰς διακονίαν)…» Está claro que en todos estos pasajes el término diácono o diaconía hace referencia al servicio en general que los creyentes hacen para Dios. Por eso el término ministerio debe ser usado en este sentido, sin las distorsiones que con que se usa en algunas iglesias, donde casi a cualquier cosa que se haga se le llama ministerio, no en el sentido de servicio general, sino para darle el rango oficial o casi oficial. Sin embargo, este no es el sentido bíblico del ministerio de los creyentes. El verdadero sentido de «ministerio» es responsabilidad y servicio en capacidad oficial establecida por las Sagradas Escrituras. Finalmente, el verbo diakoneo adquirió un sentido muy específico o técnico para describir el oficio específico de los diáconos de la iglesia del NT. Su función bien desempeñada tiene promesa de honra y confianza de fe en Cristo. Esto desde ya no dice la importancia que tenía este oficio en la iglesia de Cristo. Este uso técnico es muy claro en 1 Ti. 3:10, 13 y en Fil. 1:1 y Ro. 12:7. 1. 1 Timoteo 3:8, 12: «los diáconos (Διακόνους) asimismo deben ser honestos, sin doblez, no dados a mucho vino, no codiciosos de ganancias deshonestas». V 13 «Porque los que ejerzan bien el diaconado (διακονήσαντες), ganan para sí un grado honroso, y mucha confianza en la fe que es en Cristo Jesús». 2. F ilipenses 1:1, «Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos σὺν ἐπισκόποις καὶ διακόνοις)». 3. Romanos 12:7 , «o si de servicio, en servir (εἴτε διακονίαν ἐν τῇ διακονίᾳ); o el que enseña, en la enseñanza». El hecho de que aquí se mencionen el servicio y la enseñanza como dones específicos hace pensar que el término diakonía utilizado hace referencia al oficio del diácono y del presbítero didáctico o maestro. De este brevísimo estudio del sentido bíblico del servicio podemos afirmar que, en el Nuevo Testamento, la diaconía o servicio se ejercía a dos niveles fundamentales. En primer lugar está la diaconía o servicio que se refiere a la ayuda material y espiritual que todo creyente puede y debe prestar a otros. En este sentido todo creyente es un diácono. Hasta Cristo mismo se consideró un diácono (Ro. 15:25, Gl. 2:17; Mr. 10:45), el diácono por excelencia. En segundo lugar está el servicio como un oficio específico referido a los diáconos que son ordenados para ejercer dicho ministerio u oficio en la iglesia.
2. EL SERVICIO COMO DEBER UNIVERSAL DE LOS CREYENTES En esta sección trataremos del ejemplo de Jesús como redentor y servidor, de sus milagros a favor de la diaconía y de la diaconía como expresión del amor al prójimo. 2.1 El ejemplo de Jesús como Redentor y Servidor
«Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Más entre vosotros no será así, sino que el quiera hacerse grande entre vosotros será nuestro servidor (diakonos), y el que quiera ser el primero entre vosotros será nuestro siervo, como el Hijo del hombre no vino para ser servido (diakoneestheenai), sino para servir (diakoneesai), y para dar su vida en rescate por muchos» (Mt. 20:25 – 28).
La experiencia de Jesús dentro de la sociedad judía, y su profundo análisis acerca de la situación política de la misma, lo llevaron a afirmar que, los gobernantes de los gentiles usaban el poder político para ejercer potestad y señorío. Este uso de la función pública no debía ser imitada por los discípulos de Cristo. Potestad y señorío no sólo caracterizaban la función pública de los gobernantes paganos sino también de algunos reyes del mismo pueblo de Dios en el Antiguo Testamento. De modo que al cuestionar el concepto pagano de «grandeza» como principio de gobierno, Jesús se identifica plenamente con la denuncia de los profetas contra al este tipo de ejercicio del poder.1 Carson explica que «señorío» aquí significa que las estructuras paganas de poder no deben ser copiadas por los seguidores de Cristo (Carson 1984, 8:432). De ninguna manera Jesús proscribe la función pública, o la más alta magistratura. Lo que Jesús hace es definir cómo se debe ejercer esta función. Jesús declara que, entre los discípulos, o en la iglesia, la función pública y el anhelo de tener los primeros puestos, han de ser utilizados para servir. En este sentido, el servicio abarca también el poder político o cualquier otra función de gobierno en el Estado, o en la iglesia. Pero la nota distintiva de estas funciones públicas o eclesiásticas es que deberán ser ejercidas en la perspectiva del Reino de Dios. Ello significa que la diaconía es en un característica distintiva en la etica de reino, y como tal es un signo que caracteriza a los hijos del reino, y de hecho, a todo creyente sin excepción.2 Jesús ha sido constituido por el Padre como el Rey de reyes y Señor de señores (Mt. 28:18, Ap. 19:16). Él está investido de todo poder, gloria y majestad, los cuales siempre tuvo, incluso antes de la fundación del mundo (Jn. 17:5). Sin embargo Jesús vino como un Rey-Siervo; vino a este mundo para servir, y servir sacrificialmente. Jesús, como Rey, tiene toda potestad en el cielo y en la tierra, pero él no ejerció su poder al estilo de los gobernantes de su tiempo. No vino para ser servido por vasallos y criados. Jesús vino para servir a Dios y para dar su vida en rescate por muchos (Mr. 10:45). Por eso podría decirse que Jesús es el diácono por excelencia. El servicio de Jesús fue ejemplar, sacrificial, humilde y virtuoso. Su servicio es sin par. Pero además, Jesús mismo nos dice que vino también para dar su vida en rescate por muchos, es decir, vino como Redentor . En este sentido, en la persona y obra de Cristo la diaconía y la redención se encuentran, se estrechan la mano y caminan juntas. Por eso, los cristianos y la iglesia, están llamados a servir a los necesitados, pero al mismo tiempo, están llamados a anunciarles el mensaje de redención en Cristo. El servicio alivia la vida temporal del hombre y contribuye a la sanidad integral de las naciones, y el mensaje redentor conduce a los hombres a la vida eterna. Nuestras naciones necesitan ser impactadas tanto por el servicio cristiano como por el mensaje redentor del evangelio. Diaconía y proclamación de las buenas nuevas son una unidad. Entonces, podemos afirmar que tanto la acción social a pequeña escala como una reforma social de carácter nacional deben mantener esta doble dimensión sacrificial y redentora. Sacrificial para aquellos que sirven hasta las últimas consecuencias y redentora para aquellos que mediante la acción social cristiana, encuentran la salvación en Cristo, la cual producirá en los individuos y naciones la alegría, libertad, paz, amor y esperanza. 1
Esta división de la vida entre dos esferas sin relación es parecida a la actual división que la iglesia cristiana hace entre la moral pública y la moral privada, problema que al entender de Hauerwas afecta tanto a las iglesias conservadores como liberales de los EE.UU (Hauerwas 1991, 93 – 111). Nosotros sabemos que en América Latina ello no es esencialmente diferente. 2
Matthew Henry comenta que este pasaje «no sólo prohíbe la tiranía y el abuso del poder sino también el derecho o el uso de una autoridad secular tal cual es ejercida por los gobernantes gentiles» (1991, 5:235).
2.2 Milagros a favor de la diaconía
«Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda la dolencia en el pueblo». (Mt. 9:35). No es nuestro propósito aquí hacer una exégesis de cada milagro de Jesús. Queremos resaltar, más bien, que en el ministerio de Jesús, la predicación, la enseñanza y el servicio al pueblo estaban indesligablemente unidos. El Señor Jesús usó su poder de obrar milagros, no solamente para exhibir sus credenciales de ser hijo de Dios, sino también, para servir a los necesitados.3 En el milagro de la alimentación de los cinco mil (Mt. 14:13 – 21), Jesús desafía a sus discípulos a dar de comer a la multitud que lo había seguido para escucharle. Sin embargo, ellos pensando en la gran cantidad de dinero que necesitarían para alimentar a tan grande multitud, confesaron su impotencia. Entonces Jesús obra el milagro de la multiplicación de los panes y los peces. Los panes y los peces no cayeron del cielo, sino que estaban, en manos de uno de sus seguidores de Jesús. Este muchacho (según el evangelio de Juan) a solicitud de Jesús mostró disposición y buena voluntad de entregarle su pan. Sobre esta disposición y buena voluntad de compartir, Jesús obró el milagro de la multiplicación de los panes y los peces. «Dadles vosotros de comer» fueron las palabras que resonaron a los oídos de los discípulos. Estas son las palabras que debieran también resonar cada día a los oídos de todos los cristianos y de todas nuestras congregaciones. Estar dispuestos a poner nuestros pocos panes y nuestros pocos peces en las manos de Jesús para que sean multiplicados y compartidos con los necesitados, es una actitud que no siempre esta presente en nuestra vida y en nuestras costumbres. Sin embargo una iglesia agradecida a su Salvador ha de estar siempre dispuesta a poner sus recursos, sean muchos o pocos, en las manos de Jesús. El los multiplicará a fin de que haya que compartir con tanto necesitado que hay a nuestro alrededor y en las naciones pobres. Sobre los recursos que estemos dispuestos a compartir, el Señor obrará milagros. Oremos siempre para que el Señor multiplique las cosas y el dinero que ponemos a su disposición para la acción social. Pero sobre todo, oremos para que el Señor obre en nosotros el milagro de estar dispuestos a compartir lo que tenemos. 2.3 Mediante el servicio se expresa el amor al prójimo
«Aquel respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. Y él le dijo: Bien has respondido, haz esto y vivirás» (Lc. 10:25 – 37). Los cristianos estamos llamados a amar y glorificar a Dios con todo nuestro ser, y también a amar al prójimo como a nosotros mismos. Pero la expresión concreta de nuestro amor al prójimo es el servicio. No se trata solamente de saber, o de comprender bien este mandamiento del Señor.4 Este era el problema del intérprete de la Ley, pero Jesús le indicó que se trata de hacerlo, de practicarlo. Es interesante ver 3
Esta característica distintiva se hace aún más necesaria porque la «teoría política moderna está llena de ateísmo puesto que rechaza a Dios como irrelevante para la paz, la perpetuidad, y la prosperidad de las naciones» (Henry 1988, 24). 4
Hendriksen correctamente aclara que Jesús sentía en su corazón la condición de los pobres y oprimidos, y que movido por la compasión, Jesús hizo suyos los dolores del pueblo (Hendriksen 1973, 439).
cómo el intérprete de la Ley sólo quería saber quién es su prójimo. Pero Jesús, al contarle la parábola del amor y servicio del samaritano, no le responde quién es su prójimo. Mediante la parábola Jesús le hace comprender cómo y cuándo el maestro de la Ley debe ser prójimo de otros. El prójimo es la persona que necesita nuestra ayuda inmediata.5 El sacerdote era aquel cuyo oficio estaba ligado al conocimiento de las leyes de Dios. El era un intercesor por la salvación de su pueblo. Sin embargo el sacerdote vio al caído y pasó de largo. Este sacerdote sabía cosas acerca de Dios pero no tenía amor. Este sacerdote no obró misericordia, no le interesó servir ni atender al herido. Seguramente no quiso hacerse problemas. En este sentido, el sacerdote de esta parábola, pensó y actuó como muchos de los evangélicos de hoy piensan y actúan, ya sea en las naciones ricas como también en las naciones pobres. El Levita, el hombre del culto, también entendido en la Ley de Dios, sin embargo, pasó de largo, no atendió al herido. Así quizás, nosotros, viendo los problemas a nuestro alrededor, los miramos y pasamos de largo, no nos importa atenderlos. Sin embargo, es posible que nos gloriemos que sí conocemos el evangelio y que somos siervos de Cristo. ¿Lo seremos de verdad? Como el sacerdote y el Levita, conocedores de las cosas de Dios, pero que nada hicieron por este hombre que yacía herido y maltrecho junto al camino, así son hoy en día muchas de nuestras iglesias evangélicas. No hacen nada, o hacen muy poco, por aquellos heridos y necesitados que están junto al camino y en el camino. Es más, muchas veces, no nos damos cuenta que dentro de la propia congregación hay heridos y necesitados, Dios nos libre de semejante actitud. Pongamos atención a la calidad del servicio brindado por el samaritano y tratemos de pensar en cómo nosotros y nuestras congregaciones, podemos mejorar nuestro servicio. Primero, el samaritano, viendo al herido fue movido a compasión.6 El no fue insensible como el sacerdote y el levita, o como aquellas iglesias evangélicas de hoy que se jactan de ser muy bíblicas, con mucho avivamiento, o muy reformadas, pero que detestan la acción social. Segundo, el samaritano no fue un teórico que se quedó parado analizando y reflexionando sobre la situación del herido, o sobre los métodos de acción social, o sobre la visión cristiana para la sanidad integral de las naciones!. Tampoco convocó a una conferencia internacional para analizar lo que dice la Ley sobre la ayuda al prójimo. Esto es precisamente lo que hacen muchas organizaciones y cristianos. Enormes cantidades de dinero se gasta en analizar y reflexionar sobre la reforma social desde la perspectiva cristiana, o sobre la situación de los pobres. Ello no es negativo en sí mismo, sin embargo, algunas instituciones dan la impresión que existen para vivir a costa de reflexiones y de la necesidad de los pobres. Pero el samaritano inmediatamente procedió a servir al herido. Veamos cómo lo hizo y que principios podemos aprender de la calidad de su servicio. Acercándose vendó sus heridas. El servicio del samaritano está marcado por un tierno contacto personal con el herido. A veces el trato personal y misericordioso es el más poderoso remedio que poseen los cristianos que sirven a los necesitados. La solidaridad, expresada en nuestro trato personal con el necesitado, junto al servicio brindado, son de capital importancia para la acción social instituciones paraeclesiásticas o de iglesias. 5
En efecto, el texto nos dice que a la pregunta de Jesús el maestro de la ley respondió en forma ortodoxa (griego orthos) o correcta (Liefeld 1984, 942). 6
Con razón Nolland comenta que «necesitamos tener en mente que la historia es contada desde la perspectiva del herido y no desde la perspectiva del samaritano. Ello es cierto en la historia misma y en el diálogo anexado al final, es el herido que encuentra a su prójimo más no el samaritano. La historia es un desafío a asumir la perspectiva de la víctima» (Nolland 1993, 597).
El samaritano tuvo una actitud de desprendimiento. Gastó lo suyo, su aceite y su vino, para ayudar al necesitado. No pensó en sí mismo, no meditó en que quizás él se quedaría sin comida para el resto de su viaje. Fue una actitud de desprendimiento, estaba dispuesto a sacrificar su propio alimento, seguramente muy preciado para él. Esta es la actitud que falta en los millares de cristianos en general y en particular de evangélicos de nuestra presente sociedad marcada por una cultura egoísta en insensible al prójimo. Si cada ciudadano de cada nación tuviese la actitud del samaritano, cada vez habrían menos naciones con gran miseria como las hay hoy día. Al mismo tiempo, si las estructuras sociales y económicas estuvieran construidas sobre el principio del amor al prójimo, no se incrementaría cada año vertiginosamente el número de compatriotas en extrema pobreza. ¡Que lejos están nuestras iglesias y nuestro Estados de los paradigmas bíblicos del servicio!7 El samaritano tuvo una actitud de compromiso. No estaba satisfecho con atender la emergencia. No le bastó satisfacer su conciencia de haber ayudado a alguien en una emergencia. No, el samaritano asumió un compromiso más profundo para con el necesitado. Este compromiso tiene tres características que muy bien pueden y deben marcar nuestra obra diaconal. Primero, es un compromiso que nos puede llevar a la incomodidad. Al usar su asno para el herido, probablemente el samaritano tuvo que caminar, o quizás tenía que sudar duro sosteniendo al herido mientras ambos cabalgaban.8 Un cristiano, una iglesia, o una institución que hace obra diaconal tendrá que sufrir incomodidades muchas veces. No debemos quejarnos, entonces, cuando nuestros colegios usan casi todos los ambientes de la iglesia, a tal punto que, a veces, nosotros mismos no tenemos donde reunirnos. Tampoco debemos quejarnos cuando invitamos a la vecindad a una comida de fraternidad y nos dejan los pisos, los manteles, los utensilios y los pisos totalmente sucios y tenemos que trabajar duro para dejarlos limpios otra vez. No debemos quejarnos cuando servimos otros, pues nosotros mismos tenemos que privarnos de ciertas privacidades o comodidades. Segundo, es un compromiso que exige dedicación de «nuestro» tiempo. El samaritano le llevó a su «beneficiario» a un hotel y allí cuidó de él hasta verlo con signos de vida. Obviamente el samaritano invirtió su tiempo, se dedicó a proteger la vida de su congénere.9 Asimismo, un cristiano, una iglesia, o una institución que hace obra diaconal, no sólo debe dedicarse a atender las emergencias, sino que tiene que dedicarse pacientemente a cuidar de los heridos de la sociedad peruana hasta ver signos de vida en ellos, si es posible de vida abundante en ellos. Tercero, es un compromiso que requiere sacrificio económico. El samaritano tenía que pagar los gastos de hotel para su «beneficiario» y para él mismo. Es más, cuando lo vio ya sanándose, pagó al hotelero para que lo cuidase y se comprometió a devolver los gastos adicionales que dicho cuidado implicaba. El compromiso económico es inevitable en el servicio al prójimo. ¿Es que el samaritano era un capitalista 7
La palabra griega utilizada aquí para compasión es eslanchnisthe que implica un profundo sentimiento de simpatía, y es la misma palabra que se usa en Mateo 9:36 para describir la compasión que Jesús sintió por las multitudes (Leifeld 1984, 943). 8
Es necesario que los cristianos reconozcamos que el hecho de que por mandato divino estamos en el deber de ayudar al pobre, no por ello, debemos concluir que el mismo principio se aplica a los no creyentes de toda una nación. Bandow muy bien nos advierte que los cristianos «tenemos que ayudar a necesitado, pero la Biblia no nos enseña a tomar los recursos de los no creyentes para re-distribuirlos a los pobres» (Bandow 1988, xiii). 9
Hendriksen afirma: «Que vista tan maravillosa: El samaritano caminando al lado de su asno y sosteniendo a la trágica figura en camino hacia el hospedaje» (Henriksen 1978, 595).
con mucho dinero? No lo sabemos. Lo que si sabemos es que samaritano actuó así porque era un hombre de misericordia, con un amor concreto por el prójimo. Al decir te lo pagaré cuando regrese, el samaritano revela que ya no tenía más dinero, que había dado todo lo que tenía. En conclusión, el amor y la misericordia son las columnas sobre las cuales se edifica toda acción social cristiana. La solidaridad y el compromiso son su insignia. Todo lo demás, buenas reflexiones, buenos discursos, incluso buenos manuales, son necesarios y sin duda que ayudarán a una buena comprensión, pero aislados de la acción comprometida no expresan el amor al prójimo. En cambio, en acción social concreta el amor expresa en forma visible. Por eso dijo el Señor: «Ve y haz tu lo mismo». Es decir, haz lo mismo que hizo el samaritano. Este el desafío para cada creyente en cada iglesia, para cada institución de acción y reflexión social.
3. EL VALOR DE LA DIACONIA EN LA PRÁCTICA APOSTÓLICA Para tener una visión panorámica acerca de la práctica apostólica respecto a la diaconía, revisaremos cuatro aspectos calves revelados en las Sagradas Escrituras. Estos son: Que la diaconía era parte de la vida de los primeros cristianos, que los apóstoles declaran a la diaconía como un deber cristiano, que la pobreza de una iglesia local no impide la diaconía y que el amor y la fe se demuestran también en la diaconía. 3.1 Diaconía: parte de la vida de los primeros Cristianos
«Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Y perseverando unánimes cada día en el templo, partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando al Dios, teniendo favor con todo el pueblo…» Hechos 2:44– 47 . «Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y de un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. Así que no había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad» Hechos 4:32, 34, 35. El nuevo estilo de vida de los primeros cristianos establece principios que son un verdadero reto para nosotros hoy. La primera iglesia era unida y solidaria, compartían sus cosas y repartían a cada uno según su necesidad. No hay duda que este estilo de vida era uno de los frutos de la llenura del Espíritu Santo.10 No había entre ellos ningún necesitado. Todos los que tenían lo compartían. Así es cuando el Espíritu de Dios obra en nuestra vida, sentimos el privilegio de compartir, porque el fruto del Espíritu es amor y éste se expresa en obras concretas al servicio a los demás. Podríamos, seguramente, encontrar muchos argumentos hermenéuticos bien pensados y rebuscados para afirmar que este estilo de vida no se puede repetir ahora. Es más, ciertamente, esta es una conclusión esencialmente correcta. Pero nadie debe dudar que cuando el Espíritu del Señor está obrando permanentemente en nuestras vidas, estamos dispuestos a compartir lo que tenemos y poner nuestros bienes al servicio de los demás. Así que el principio de compartir sigue siendo aplicable para cada creyente 10
Hendriksen se expresa similarmente cuando dice: «Cuando llegaron al hospedaje, el samaritano no dijo: ‘Aquí termina mi responsabilidad. Ya he gastado bastante tiempo en este hombre. Ahora que otros continúen.’ No, sino que cuidó de él personalmente» (Hendrisksen 1978, 595).
y para toda la iglesia de hoy. Pidamos al Señor para que nos llene con su Espíritu y produzca en nosotros la voluntad de compartir y rendir frutos abundantes en nuestra acción social. 3.2 La diaconía como deber cristiano: una enseñanza apostólica
El compartir era una característica de la iglesia apostólica. Escribiendo a la iglesia en Roma Pablo dice: «Compartiendo para las necesidades de los santos, practicando la hospitalidad» (Ro. 12:13). El capítulo 12 de Romanos enfatiza lo que debe ser la respuesta cristiana a la gracia de Dios en Cristo (Moo 1996, 748). La ética cristiana demanda de los cristianos una actitud de compartir para las necesidades de los santos. Compartir es una expresión de la acción social al interior de la congregación local o de la iglesia nacional. De manera que, si en nuestras congregaciones hay necesitados, es una señal de que la ética cristiana no está siendo practicada en su plenitud. Esto nos debe llevar a una seria revisión y confront ación de nuestras actitudes individuales y congregacionales con la enseñanza apostólica.11 Es decir que debe ser parte de la labor pastoral de enseñar con toda claridad que la diaconía es un deber de todo creyente. Pues, este verso habla de mantener comunión con los creyentes que son más pobres (Moo 1996, 780). La hospitalidad era otra de las actitudes básicas de la iglesia apostólica. Los cristianos y especialmente los diáconos y los ancianos de la iglesia eran examinados para comprobar si poseían esta cualidad (1 Ti. 3:1 – 13). La hospitalidad no exige de nosotros tanto costo en términos de dinero, pero si exige de nuestro amor y paciencia para alojar a nuestros hermanos en casa. Nos puede causar incomodidades, nos puede quitar, por unos días, la muchas veces idolatrada privacidad matrimonial o individual. Sin embargo, estamos llamados a ser hospitalarios como una expresión de nuestra conversión a Cristo. La diaconía es un deber de todo cristiano hacia otros cristianos principalmente. Sin embargo, no debemos dar la impresión de que solamente estamos llamados a servir a los hermanos de la iglesia. Pues Pablo dice a los Gálatas: «no nos cansemos, pues, de hacer el bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe» (Gl. 6:9 – 10.) Nuestra actitud y deber de servir, en principio se entiende a todos, pero mayormente a los de la familia de la fe. Esto es muy lógico, desde la familia de la fe se irradia el servicio, desde lo que podamos hacer por los necesitados de nuestra congregación nos proyectamos al resto de la sociedad. Si no mostramos amor para con nuestros hermanos de la iglesia, ¿cómo podremos mostrarlo hacia afuera? La diaconía exige no cansarse, ni desmayar, por eso necesitamos la sabiduría, la ayuda del Espíritu Santo y el buen testimonio. Esta es una fuerza que sólo la puede dar nuestro Dios (Is. 40:28 – 31). 3.3 La pobreza de la iglesia no detiene la diaconía
«Asimismo, hermanos, os hacemos saber la gracia de Dios que se ha dada en las iglesias de Macedonia; que en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad. Pues doy testimonio de que con agrado han dado
11
F.F. Bruce comentando sobre estos versos dice que «los miembros de la nueva comunidad viviendo juntos y así experimentando un profundo sentido de la unidad del Espíritu, renunciaron a todo pensamiento de propiedad privada y tenían todas las cosas en común» (Bruce 1988, 74). Además, Bruce nota que de este modo «los miembros más ricos proveían para los más pobres, y por un tiempo ninguno se quejaba de hambre o necesidad» (Bruce 1988, 101).
conforme a sus fuerzas, y aún más allá de sus fuerzas, pidiéndonos con muchos ruegos que les concediésemos el privilegio de participar en este servicio para los santos». 2 Corintios 8:1 – 5. El argumento, que más parece una queja o una autojustificación, de muchas de nuestras iglesias es este: «no podemos hacer diaconía porque somos iglesias pobres». Pero más allá de ser un argumento, una queja, o simplemente una autojustificación, podría ser una actitud escapista. En el fondo, esta actitud manifiesta la falta de la ética de compartir, la falta de amor que es el fruto del Espíritu. Los cristianos pobres tenemos el ejemplo de las iglesias de Macedonia (Filipos, Tesalónica y Berea). Ellos eran muy pobres, pero estaban llenos del Espíritu Santo lo cual se manifestaba en el amor que ellos tenían por otros hermanos de otro país. Los macedonios mismos rogaron a Pablo que se les permitiera tener el privilegio de poner sus ofrendas al servicio de los santos pobres de Jerusalén. Para las iglesias de Macedonia el servicio diaconal era un privilegio. Su pobreza no estorbó su privilegio de servir en amor.12 Es más, su pobreza era profunda y estaban pasando por tribulaciones, pero todo esto no fue obstáculo para la diaconía. Compartieron sus cosas más allá de sus fuerzas, porque la gracia de Dios era su fuerza motivadora.13 Nuestra pobreza no debe, pues, llevarnos a abandonar nuestra disposición y privilegio de servir. Una diaconía bien organizada y sustentada en el amor vencerá la pobreza, porque nuestro Dios es dueño de todo y él bendecirá el fruto de nuestro trabajo para que no falte lo necesario.
4. LA DIACONÍA MANIFIESTA EL AMOR Y LA FE «La Religión verdadera y sin mácula es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse si mancha del mundo». Santiago 1:27. «Hermanos míos, ¿de que aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿podrá la fe salvarle?. Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas necesarias para el cuerpo ¿de qué aprovecha?. Así también la fe, sin obras es muerta en si misma». Santiago 2:14 – 17. «En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestra vida por los hermanos. Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?. Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad» 1 Juan 3:16 – 18. Estos pasajes nos enseñan que una de las manifestaciones de la fe y de la religión verdadera son las buenas obras. Además nos muestran también que una de las manifestaciones del amor es el servicio a los 12
Moo nota correctamente que en el capítulo 12 versos 10 y 13 se conciben las relaciones entre cristianos como relaciones de una familia extendida. Las palabras griegas usadas en el v. 10 philostorgoi y philadeplhia, es decir «dedicados a» y «amor filial» indican estas relaciones familiares. Mientras que en le verso 13 Pablo enfatiza la «koinonia» que la Reina-Valera traduce como «compartir» y que indica el grado de solidaridad (comunión) para con las necesidades de los santos. La koinonia es con las necesidades de los santos, no con los santos en sí mismos y debía manifestarse en philostenia u hospitalidad (Moo 1996, 777). 13
Matthew Henry dice que «cuando nosotros mismos nos entregamos al Señor, entonces le damos a él todo lo que tenemos para lo que se necesite y para que se disponga de acuerdo a su voluntad (1996, 6:506).
destituidos de la sociedad.14 Las palabras y las correctas formulaciones teológicas, sin duda, son necesarias y ayudan mucho a nuestro entendimiento de lo que es la fe y el amor. Sin embargo, no lo evidencian, ni tampoco lo demuestran.15 En cambio, el servicio concreto a los destituidos de la sociedad expresa el amor de Dios y el amor de los cristianos. El principio enseñado aquí es que el servicio cristiano es, pues, una manifestación visible de la fe y del amor de Dios en nuestras vidas tal como lo señala el apóstol San Juan en el pasaje arriba citado.16 El apóstol San Juan sin duda cuestiona la falta de sinceridad cristiana. El mantiene que la falta de sinceridad cristiana se evidencia en la falta de compartir con el hermano necesitado. Como muy bien lo ha señalado Robert S. Candlish, Juan establece aquí siguiente principio: «No puede haber fe donde no hay consciencia, ni hay mayor fe que lo que hay de consciencia, ni fe firme sin consciencia. En términos más claros, no puedo mirar el rostro de Dios si es que no puedo mirar mi propio rostro» (Candlish 1877, 254). Este mismo principio es expresado en otras palabras por un comentarista más moderno en los siguientes términos: «Aquellos que son tocados por el amor de Dios no deben escapar a su obligación de que ese amor que han recibido para sí se haga realidad para otros. Dicho autosacrificio se debe antes que nada a los hermanos y hermanas, y de esta manera se hace un fenómeno intracomunitraio» (Strecker 1996, 115).17
5. TEOLOGIA BIBLICA DE LA DIACONIA En esta parte nos debemos preguntar si los textos bíblicos del AT y NT nos revelan que es un imperativo divino servir a Dios y al prójimo, entonces ¿Qué nos dice de Dios el servicio o diaconía?. Es decir, ¿cuál es la teología bíblica de la diaconía cristiana? 5.1 La vida y obra de Cristo revelan a un Dios compasivo
14
Manton, autocríticamente nos recuerda que «la varadera bondad es el dar a quienes no nos pueden devolver» (Manton 1693, 176) tal como lo enseña Lucas 14:12 – 14. Manton continua diciendo: «muchas veces hacemos un negocio de nuestra caridad y buscamos sacar ventajas. No consideremos, nuestras más dulces influencias caerán por tierra: visitar a la viudas ricas solamente es cortesía, pero visitar a los pobres y hacerlo en sus aflicciones, eso es caridad» (Manton 1693, 176). 15
Es sabido que esta carta está dirigida a creyentes. Zodhiates afirma que este grupo de creyentes eran los «cristianos ortodoxos, aquellos cuya principal preocupación era tener el credo correcto y saber como recitarlo y saber como enseñarlo a sus hijos, pero no tenían el deseo de vivir vidas que emulan a Cristo» (Zohdiates 1960, 12). 16
Zodhiates comenta que Santiago esta enseñando aquí que «cosas como el asentimiento intelectual, el pasar al frente y decir q aceptamos a Cristo, levantar nuestras manos en una reunión evangelística, nuestra profesión de fe, no significan mucho a menos que todo ello sea demostrado mediante los frutos de la fe» (Zodhiates 1960, 12). 17
La ilustración más poderosa de la actitud de servicio del creyente es el hecho que para el año 251 dC los cristianos de Roma apoyaban económicamente nada menos que a 1500 personas entre viudas y gente pobre en general (Eusebio Echaste. 6:43.11 – 12).
Algunos piensan que la acción social de la iglesia, por su vínculo con lo material, no tiene que ver con el núcleo o el corazón del Evangelio. De allí que la consideren como una tarea de segundo orden en la misión de la iglesia en este mundo. Pero justamente, es la revelación de Dios la que nos explica que en la propia misión de Cristo, su obra de redención no estaba desligada de su compasión por las necesidades de los necesitados. Es más, y en este mismo contexto, el mismo Jesucristo dejo que él había venido para servir y dar su vida en rescate por muchos (Mt. 20:25 – 28). En un sentido, toda su vida y obra estuvo marcada por su servicio al Padre, pero este servicio al Padre era un servicio que se expresaba en la proclamación de la voluntad del Padre y en obras de misericordia y compasión tales como los milagros realizados para los necesitados (Mt. 9:35). Por lo tanto, no se podría mantener una división tajante y excluyente entre una misión proclamadora y una misión diaconal sin destruir la unidad con la que Cristo presentó y practicó su propia misión. Si la misión de Cristo debe reflejarse en la misión de la iglesia queda claro, entonces, que es la voluntad de Dios que la iglesia Cristiana mantenga una misión en la que la proclamación de la Palabra esté íntimamente unida a la acción diaconal. En este sentido, la diaconía nos dice que el Dios revelado en la Biblia es el mismo Creador que siempre se ha interesado en alcanzar sus hijos con bienestar, justicia, santidad y salvación. La diaconía unida a la proclamación del evangelio nos dice que nuestro Dios es un Dios de compasión. 5.2 La diaconía nos revelan el amor y la obediencia a Dios por parte de su pueblo
Los apóstoles, y mucho más el paradigmático apóstol Pablo, no sólo enseñaron acerca de la importancia de diaconía cristiana, sino que la pusieron en práctica en su trabajo misionero. Asimismo, la obra diaconal era parte de la experiencia de los cristianos de la Primera iglesia de Cristo. Ello significa que el mensaje revelado y actuado del Dios de la Biblia, ya formaba parte de la cosmovisión de los primeros cristianos. Era su respuesta de obediencia a su nueva condición de pueblo de Dios. Por lo tanto, los cristianos de este presente tercer milenio no podemos menos que seguir en el camino de obediencia requerida por Dios, y practicada por nuestros antecesores, como parte de nuestra obediencia a Dios. La diaconía es nuestro deber cristiano. Es insoslayable al pueblo de Dios y a cada miembro del pueblo de Dios. Es una marca de ser hijos obedientes de Dios. Valga la ocasión para comentar los que decía un predilecto amigo, que pastor y misionero con quien uno de los autores trabajó en condición de diácono en la congregación en la que él fue instrumental en su organización y establecimiento en Lima, Perú.18 El solía decir que la experiencia de los que realizan (in)conscientemente alguna forma de acción social nos hace aprender y comprender que, el compartir dones, bienes, dinero y tiempo, cuesta bastante más de lo que comúnmente se piensa. El explicaba que esto era así porque ello implica negarse a sí mismo. Cuando escribimos juntos un manual para diáconos para nuestra denominación, lo que él escribió respecto a que al servir uno vive por gracia, y si vive por gracia, entonces, es una vida de compartir. La forma cómo él formuló esta idea teológica me impactó mucho, por eso en lo que sigue transcribo su escrito literalmente en cursivas (las notas son mías):
18
McGavran, por ejemplo, aunque reconoce la necesidad de una aproximación integral en el trabajo misionero y la necesidad de mejoramiento social como consecuencia de la conversión a Cristo, sin embrago reduce la misión de la iglesia al discipulado de las naciones (Glasser and McGavran 1983, 28 – 29). Reduce también la salivación solamente al alma (Glasser and McGavran 1983, 67), lo cual es una teología defectuosa en este punto.
«Si el amor al dinero es la raíz de todos los males tal como lo dice Pablo en 1 Timoteo 6:10, entonces el servicio cristiano es un buen método de Dios para sabernos pecadores delante de Él.19 Muchos en América Latina, incluso, guardamos el dinero en el bolsillo izquierdo de la camisa, junto al corazón. Esta práctica cultural es una buena alegoría de cuánto el hombre latino ama el dinero. Lo que debemos hacer es invitar a Jesús a morar y gobernar nuestro corazón, pero también nuestro bolsillo (Mt. 6:19 – 21). Nuestra conversión a Cristo resultará incompleta cuando no entregamos nuestra plata y todo lo que tenemos bajo el señorío de Él. Sucede, pues, a veces, que quienes más critican la acción social, son los más avaros, egoístas y materialistas. La acción social sólo se hace práctica de la iglesia cuando somos conscientes de la gracia y justicia de Dios. Es decir, cuando somos conscientes que nuestra salvación es un don gratuito de Dios, y que todo cuanto somos y tenemos se lo debemos a que Dios nos lo dio por gracia, por amor. ¿Quién se siente merecedor de la gracia de Dios? Cuando más nos maravillamos y sentimos el unilateral amor de Dios, tanto más dispuestos estaremos a compartir lo que somos y lo que tenemos, aunque nos cueste sacrificio. Asimismo, en base a la gracia incondicional de Dios podemos también servir incondicionalmente. No se trata de ayudar esperando ser ayudados más tarde. Pues no se trata de un trueque, por el cual podamos decir, yo te doy ahora, para que tu me des mañana. Solamente la gracia rompe este circulo vicioso y nos hace capaces en primer lugar, para pedir perdón por nuestros pecados, y en segundo lugar para servir sin que el receptor cumpla los requisitos para ser ayudado. La gracia de Dios produce en nosotros las buenas obras. Vivir en la gracia de Dios nos mueve a compartir y perseverar hasta el final, sirviendo al prójimo. Una iglesia cristiana, será una iglesia con perspectiva bíblica de misión, en la medida que celebre y viva diariamente su fe en el Dios de la gracia. Así, pues, vivir la gracia divina es la fuente de toda iniciativa social y de la energía para su organización. En la Biblia el servicio a Dios y al prójimo, están íntimamente ligados. Ello nos da la fuerza y la autoridad para decir, que ningún cristiano menosprecie la acción social relegándola a un plano secundario. 5.3 ¿Cómo se encuentran el rico y el pobre?
La Biblia no habla con abstracciones sobre el problema de la pobreza, ni hace énfasis en las teologías e ideologías que tienen los pobres y los ricos. Sin embargo, en la actualidad, hay mucha gente que gana mucho dinero predicando o escribiendo sobre los pobres, y es posible que nunca se hayan encontrado realmente con un pobre. Es muy simple hablar de dos clase sociales, pobres y ricos, aunque éstas existen objetivamente. Pero la Biblia tiene como propósito fundamental mostrar cómo el rico, a raíz de encontrar a un pobre, se pierde o se convierte. Ese encuentro es, por fin, más profundo y elocuente que hablar sobre la pugna entre estas dos clases sociales, aún cuando no se puede negar su realidad. Otra manera simplista de ver el problema de la pobreza es hablar de generalizaciones, es decir que los pobres son flojos y que los ricos son explotadores. Otra es afirmar que los pobres deben contentarse con la actual situación, porque en el más allá tendrán felicidad, y que el rico aquí en la tierra vivirá bien y será atormentado en el más allá. Esto sería simplemente un escapismo teológico, una distorsión del evangelio, o quizás, una traición al mensaje bíblico.
19
Nos referimos al pastor Leonard Smelt Dekker con quien el pastor Alonzo trabajó en la congregación «Los Olivos» de la iglesia Evangélica Presbiteriana del Perú durante los años 1986 – 1987, y en la que este coautor fue pastor durante los años 1992 – 1995.
Lucas 16:19 – 31 nos da la base para preguntarnos ¿por qué se pierde el rico? ¿No es acaso porque realmente no ve al pobre Lázaro que está delante de su puerta? El hombre rico no encuentra a Lázaro, el pobre. En esta parábola hay tres aspectos inseparables: No ver ni encontrar al pobre, no hacer caso a la ley y a los profetas y no descubrir que Jesús cumplió la ley y los profetas. El mensaje principal de este pasaje está dirigido a los hermanos del rico que todavía viven en la tierra. Ellos tienen que escuchar a la ley y a los profetas, es decir, la Palabra de Dios. Ellos deben ver y encontrarse con el pobre. Ellos tienen que conocer a Jesucristo. En una palabra, ellos tienen que convertirse.20 El encuentro con el pobre es importante en la teología bíblica, no por las cualidades (o vicios) del pobre, sino porque Dios lo puso en el camino del rico para que éste se convierta. ¿Cuántas veces perdiste una oportunidad de convertirte por no encontrarte de verdad con alguien que es más pobre que tú? Todas las discusiones sobre teologías, ideologías y políticas, sólo tendrán sentido cuando no se pierde de vista el aspecto más central: ¿qué ocurre cuando un rico se encuentra de verdad con un pobre?, ¿endurecerá su corazón, cerrará su mano contra él? Un verdadero encuentro con el pobre lleva a un compartir en obediencia a la ley y los profetas.21 Un encuentro personal con Cristo tiene una relación mística con el encuentro con el pobre (Mt. 25:31 – 46), una relación que no está basada en las cualidades del pobre, sino más bien, en la misericordia y el amor de Dios por los despreciados».
6. LA DIACONÍA CRISTIANA ES PARTE DE LA ESCATOLOGÍA BÍBLICA Este acápite parece muy extraño para hablar de una teología bíblica de la diaconía. Pero no lo es para Cristo y su evangelio. La diaconía, en tanto distintivo cristiano, nos acompaña hasta el momento mismo del juicio final. ¿Se imagina usted como cristiano puesto de pie en el juicio final, donde el mismo Cristo será el Juez? Esto exactamente sucederá. ¿Se imagina cuáles serán las preguntas centrales del interrogatorio durante este juicio? Seguramente habrá varias preguntas de lo que nosotros llamamos de carácter teológico, aunque no tenemos detalles de éstas. Pero lo que sí es muy claro es que el Señor nos declarará malditos de Dios, es decir nos haremos acreedores de las maldiciones del pacto, si es que nos hemos puesto en práctica la diaconía cristiana hacia dentro de la iglesia y también hacia afuera de ella (Gl. 6:10). 20
Como decía Kuyper: «Puesto que el rico y el pobre se han dividido porque han perdido su punto de unión en Dios, él los llamó a volver al padre que está en el cielo. Dios vio como la idolatría del dinero había matada la nobleza del corazón humano el puso al descubierto ‘la adoración a mammon’ delante de
sus seguidores como un objeto al cual deben un profundo desprecio. Puesto que Jesús entendió la maldición que existe en el capital, especialmente para el hombre rico, le mandó que detuviese su acumulación de capital … El rechazó al rico porque no pudo decidir venderlo todo y darlo a los pobres. En su corazón Jesús no odió a los ricos sino que sintió una profunda compasión por su lastimosa condición» (Kuyper 1991, 37). 21
Nolland resume el mensaje de esta parábola en las siguientes palabras: «El hombre rico goza del status quo que había sido muy generoso con él, pero es ciego a las demandas sobre él para con las necesidades de su vecino mendigo, Lázaro. Quienes así viven descubrirán en el infierno la amarga verdad de las implicaciones de su desprecio por las demandas básicas de la ley y de los profetas. Y los que así viven, a pesar de su pretendida piedad, no enmendarán sus caminos aunque que alguien resucite de entre los muertos para advertírselo» (Nolland 1993, 827).
Creo que bien vale la pena transcribir, en este punto, las propias solemnes palabras de Cristo (Mt. 25:41 – 45). «Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. 42 Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; 43 fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfer mo, y en la cárcel, y no me visitasteis. 44 Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos? 45 Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis» Mateo 25:41 – 45. En el eschaton, o sea en tiempo final, Dios toma en cuenta la obra diaconal como una prueba de tres aspectos de la vida cristiana auténtica: De la fidelidad a la enseñanza de Cristo, como evidencia del amor a Dios y de de la fe en Cristo, y como evidencia de la unción del Espíritu que nos hace obrar conforme a su dirección. El mensaje de la práctica de la diaconía es muy claro, y es el siguiente: La comunidad de los redimidos por Cristo practica la diaconía como parte de su nueva naturaleza, como un distintivo de su obediencia a Dios. Entonces, vivamos hoy practicando la diaconía a la luz de las demandas escatológicas de Cristo. Nuestra meta cristiana es estar entre los benditos de Dios, como comunidad redimida, como comunidad que proclama el evangelio sin dejar de lado la diaconía.
7. ALGUNAS CONCLUSIONES SOBRE LA DIACONÍA El Antiguo Testamento provee de principios fundamentales para guiar la diaconía cristiana y para comprender nuestras sociedades desde la perspectiva bíblica. El viejo pacto, pues, nos muestra al único Dios del Universo proveyendo para las necesidades del hombre con una inquebrantable misericordia. Nos muestra su acción de velar por las necesidades de los pobres, desvalidos y menesterosos. Sus leyes y mandamientos nos muestran su voluntad de bienestar para su pueblo, a través del cual otras naciones serían bendecidas. De manera que la desobediencia, o la negligencia de los principios que estos mandatos enseñan una falta que Dios severamente denuncia. He aquí la tremenda importancia del Antiguo Testamento para una visión bíblica de la sociedad y del servicio al prójimo. En el Nuevo Testamento, el Dios encarnado en Jesucristo, expresa su abundante gracia, llevando su obra de misericordia a las profundidades del servicio y la redención. El pueblo escogido es la iglesia de Cristo que es de dimensión universal. Esta comunidad redimida, como expresión concreta del amor y la gracia, se transforma también en una comunidad de servicio. El amor y la gracia mueven al cristiano a compartir, no solamente la salvación en Cristo sino también a servir como él enseñó. Así, pues, esta comunidad redimida y servicial, se vuelve, a la vez, en comunidad evangelizadora porque su mensaje es buenas nuevas para el hombre completo.
CAPÍTULO III
QUIENES DEBEN SER LOS DIACONOS
A
UNQUE CADA CRISTIANO DEBE SER UN DIÁCONO EN EL SENTIDO general
de ser servidor, la Biblia claramente distingue la diaconía general del oficio de diácono en forma específica. El Nuevo Testamento habla de los diáconos como un grupo de oficiales de la iglesia. De esta manera, el oficio de obispo, o presbítero o anciano, quedó distinguido totalmente del ministerio de la administración o servicio, el cual quedó, por así decirlo, en manos de los diáconos. La proclamación de la Palabra quedó bajo la responsabilidad de los Apóstoles y luego de los Presbíteros. Sin embargo el hecho que haya una separación de responsabilidades entre estos dos oficios, ello de ninguna manera significa que andan separados, pues ambos oficios son parte de la misma iglesia y sirven para promover la causa del evangelio. De manera que intentar verlos separados es hacer violencia a la enseñanza bíblica. Vemos como se instituyó el diaconado oficial.
1. INSTITUCIÓN DEL OFICIO DE DIÁCONO En aquellos días como creciera el número de los discípulos, hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, de que las viudas de aquellos eran desatendidas en la distribución. Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: «No es justo que nosotros dejemos la Palabra de Dios, para servir a las mesas. Buscad, pues, entre vosotros a siete varones den buen testimonio, llenos de Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos este trabajo» (Hch. 6:1 – 3). El ministerio de la Palabra y la diaconía, al parecer, antes de las murmuraciones, eran ejercidas por los apóstoles. Pero cuando la iglesia apostólica creció y hubieron problemas en la distribución, ser presentaron quejas de desigualdad y de preferencia racial. Es verdad, cuando una iglesia trata de tener un ministerio integral trae consigo este tipo de problemas. Problemas que a muchos cristianos e iglesias, les desanima a mantener la unidad diaconía-proclamación, y contrariamente a la enseñanza bíblica deciden dedicarse sólo a la predicación. Sin embargo, el ministerio apostólico tenía dos pies: proclamación y diaconía. Y de ninguna manera los apóstoles resolvieron el problema cortando un pie a su ministerio, porque eso habría sido mutilar el cuerpo de Cristo. No, eliminar la diaconía del ministerio de la iglesia no es una solución apostólica. Los apóstoles guiados por el Espíritu Santo entendieron que la solución al problema era una buena organización de la distribución. Tarea que recayó en lo que se podría llamar el primer consejo de diáconos. La institución del diaconado como oficio dentro de la iglesia apostólica constituye una instrucción dada por Espíritu Santo a la iglesia de hoy también. La diaconía fue tan importante en la misión de la iglesia que los diáconos debían ser de un buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría. No eran personas comunes y corrientes, ellos poseían aptitudes humanas y espirituales para ejercer su ministerio. Por eso en nuestras congregaciones tenemos que dejar atrás esa vieja práctica, según la cual, se elige diáconos pensando en el aseo de los locales eclesiásticos, la portería, la decoración, y otras cosas por el estilo. Pensar y hacer así, sería disminuir la importancia de este oficio. Estas tareas podrán ser parte de la función diaconal, pero en ellas no se agota este ministerio. En este sentido, los reglamentos de nuestras iglesias son muy limitados en el entendimiento de la diaconía. Este es un problema de interpretación y práctica eclesiástica que debe ser superado, dándole verdadero valor al oficio de diácono. A medida que transcurrió el tiempo, la iglesia organizó mejor el oficio de diácono. Por eso, en Filipenses 1:1 leemos que Pablo les envía saludos con los obispos y diáconos, σὺν ἐπισκόποις καὶ διακόνοις. Como vemos aquí los diáconos aparecen después de los obispos (quienes también son llamados presbíteros o ancianos) claramente en calidad de oficiales de la iglesia. La misma idea se encuentra en 1 Timoteo 3:1ss donde después de establecer los requisitos para elegir a los obispos, se establecen también
los requisitos para elegir a los diáconos. Al dar por cerrado el canon del Nuevo Testamento nos encontramos con una iglesia bien organizada con obispos y diáconos, como los dos oficios claramente instituidos por los apóstoles bajo la guía del Espíritu Santo. Y este es el modelo de iglesia para hoy día también. La tarea principal de los diáconos era encargarse de los asuntos administrativos y de servicio práctico de la iglesia como su nombre mismo lo indica, y a lo cual hemos hecho referencia en el significado bíblico del término servicio.
2. LA ORDENACIÓN AL OFICIO DE DIÁCONO La Biblia sólo autoriza ordenar varones que cumplen los requisitos establecidos por Dios mismo, por lo cual los argumentos a favor de ordenar diaconisas no es sostenible bíblicamente. Por lo tanto creemos que, en fidelidad a la Palabra de Dios, una iglesia evangélica debe abstenerse de tomar pasos para ordenar diaconisas. Nuestra firme posición se basa en la exégesis de aquellos pasajes que aparentan autorizar la ordenación de diaconisas. Presentamos a continuación los resultados de nuestra investigación bíblica. 2.1 Exégesis de Romanos 16:1 –2
«Recomiendo también ante ustedes a Febe, hermana nuestra, quien está siempre al servicio (o quien es una sierva, ( διάκονον) de la iglesia en Cencrea, para que la reciban en el Señor como merecen los santos, y que la ayuden en cualquier cosa práctica que ella pudiera necesitar de ustedes (subjuntivo), porque ella también ha ayudado a muchos y llegó (ἐγενήθη) a ser ayudadora de mi mismo». En estos versículos, Pablo expone las razones por las que recomienda a Febe a fin de que sea bienvenida por la iglesia de Roma. Es muy posible que ella era la portadora de la carta a los Romanos. Tres cosas se saben de Febe en este texto: En primer lugar, su nombre, el cual significa radiante o resplandeciente.22 En segundo lugar que era una creyente en Cristo Jesús, por lo cual Pablo la llama «hermana nuestra». En tercer lugar, que ella siempre está al servicio de la iglesia (διάκονον τῆς ἐκκλησίας). Febe sirvió en forma permanente y activa (uso del participio οὖσαν) dentro de la iglesia en Cencrea. Este servicio lo hizo a muchos y también con Pablo mismo. Su vida cristiana de servicio la calificaban como una siervidora (διάκονον) de Dios, digna de ser recibida por la iglesia que estaba en Roma. En la frase «al servicio de la iglesia,» se usa la palabra griega διάκονον. En algunas versiones de la Biblia, este término se traduce como diaconisa. Por ello, muchos sacan la conclusión de que en la Iglesia Primitiva se ordenaban diaconisas. ¿Pero fue esto realmente así? La manera más adecuada de llegar a un veredicto sobre el significado de este término en este contexto, es mediante la exégesis del texto y la consideración de la práctica de la iglesia apostólica. El debate se centra en lo siguiente: si el término διάκονον se usa en su sentido técnico (es decir si designa el oficio de diácono), o si se usa en un sentido general (es decir si designa un servicio sin referencia particular al oficio de diácono). 22
Aparentemente, el hombre rico «no estaba haciendo mas que vivir la vida de su clase social, influenciada como estaba por los paradigmas del conspicuo consumo desarrollado en la Roma imperial. El pudo ser rico y benefactor, pero en lugar de ello, su extravagancia se concentró en su propio gozo de las buenas cosas de la vida» (Nolland 1993, 832).
La opinión generalizada de respetables eruditos es que aquí el término se usa en su sentido técnico, para expresar el oficio de diácono, tal como en Filipenses 1:1 y 1 Timoteo 3:8. Por lo tanto habría que traducir διάκονον por diaconisa. Ello significaría que Febe había sido ordenada a tal oficio, aunque no se sepa quién la ordenó, ni en qué manera la ordenaron. Sin embargo, esta opinión no resiste a una Exégesis rigurosa del texto. En primer lugar, en ningún otro lugar del NT se usa o se evidencia que había el oficio de diaconisas. Por lo tanto no se puede asegurar que en la iglesia del NT hayan existido diaconisas. En segundo lugar, históricamente hablando, las diaconisas se mencionan en las Constituciones Apostólicas, pero este escrito pertenece al período posapostólico. Por lo tanto no es, necesariamente, una garantía de ortodoxia bíblica, más bien podría ser una evidencia de desviación doctrinal, que por aquel entonces ya había penetrado en algunos sectores de la iglesia posapostólica. Pero a pesar de estos argumentos, los eruditos que ven en el término διάκονον un sentido técnico, o el oficio de diácono, sostienen que Febe era diaconisa en la iglesia de Cencrea.23 No porque haya una sólida base exegética, sino porque hay en ellos una fuerte influencia de la nueva corriente filosófica modernizante que sobrevalora el rol de la mujer más allá de lo que la Biblia indica. Veamos ahora el contexto del pasaje, como muy bien lo sugiere Hendriksen, el contexto nos puede dar la pauta en cuanto al servicio que Febe desempeñaba en la iglesia de Cencrea. Es decir, Pablo está solicitando que los cristianos de Roma den la bienvenida a Febe, que le den hospitalidad. Pero a su vez, Pablo dice que ella merece esta ayuda, porque ella también ayudó a Pablo mismo. Esto nos sugiere que ella daba hospitalidad a Pablo cuando él arribó (y cuando muchos otros creyentes pasaron por aquí) a este puerto de Cencrea. Ello sugiere también que el sentido del término διάκονον: no describe el oficio de Febe sino un tipo de servicio de hospitalidad hacia los hermanos que pasaban por aquel puerto de Corinto ubicado en el golfo sarónico.24 La hospitalidad era y es un servicio que siempre han brindado, brindan y deben brindar nuestras hermanas sin la necesidad de un oficio, sino más bien porque es parte de la vida del cristiano. John Murray correctamente afirma que el término διάκονον aquí, como es usual en el NT, puede referirse a cualquier tipo de ministerio que una persona ejercía. Es evidente, dice él, que Febe ejerció un ministerio en Cencrea tal como lo afirma el v2, pero que no hay la autoridad ni las pruebas para afirmar que ella tenía el oficio del diaconado.25 2.2 Exégesis de 1 Timoteo 3:11
23
Archibaldo Tomas Ruboricen. Imágenes Verbales en el Nuevo Testamento. Editorial CLIE, Vol. IV, Las Cartas de Pablo, Barcelona-España, 1989, p. 567. 24
Cranfield sostiene que el término en este contexto se refiere a un oficio definido. Que significaba la diaconisa de la iglesia en el mismo sentido de Fil. 1:1, 1 Tim. 3:8, 12. Ver Cranfield. C.E.B. A Critical and Exegetical Comentary on the Epistle to the Romans, vol. 2. T & T Clark, Edinburgh, 1989, p. 781. 25
Consultar Hendriksen, William. New Testament Commentary, Romans. The Banner of Truth Trust, Edinburgh, 1980, p. 500.
Los que procuran un desviación de la doctrina apostólica, proponiendo la ordenación de diaconisas en la iglesia cristiana, afirman que: las mujeres aquí referidas no son las esposas de los diáconos, sino las mujeres diáconos, o sea las diaconisas.26 Creo que es sabio afirmar que estas mujeres (γυναῖκας, gunaikas) eran ayudantes de los diáconos (Hendriksen). Pues el texto griego no dice «asimismo las diaconisas», ni usa el término que usó en Romanos 16:1 para referirse a Febe. Pero también existe la posibilidad de que las mujeres aquí mencionadas eran las esposas de los diáconos, las ayudantes más cercanas de éstos (Calvino).27 Pues, la palabra griega γυναῖκας tiene ambos significados: mujer en general y también esposa. Algunos estudiosos de este tema se preguntan por qué aparecen requisitos para mujeres cuando se habla de requisitos para diáconos. A esta pregunta responden diciendo que se trata, pues, de diaconisas.28 Una posible respuesta a esta pregunta está en el contenido del v 12, donde dice que los diáconos sean maridos de una sola mujer (γυναῖκας) que es la misma palabra usada para mujeres en el v 11. Entonces el v 11 habla de los requisitos que debe reunir la esposa del diácono. Creo que don Berth Van Donkersgoed, mediante una exégesis muy clara ha llegado a la conclusión correcta cuando dice que a causa de la debilidad de los argumentos que se usan en estos dos pasajes «no me parece ser justificado basar la diaconía oficial de las mujeres en estos textos».29 2.3 Exégesis de Hechos 6:3
Aunque muchos estudiosos de la Biblia ponen en duda que este pasaje se refiera específicamente al oficio de diácono, el contexto de servicio y administración de alimentos sugiere claramente que se trataba de formar la primera organización eclesiástica para servir mejor a las multitudes. Es más, la imposición de manos, no se hacía a la ligera en el tiempo apostólico, por lo cual aunque no se encuentre en el pasaje la palabra diácono, no debemos dudar que estos siete varones fueron ordenados para desempeñar el oficio de diáconos. Su oficio está implícito en la función que cumplieron. Lo claro de este texto, en relación al tema que estamos discutiendo, es que los apóstoles plantearon a la iglesia a elegir, no a siete hermanos en general, sino a siete hermanos varones, y en el texto griego se separa hermanos de varones con una coma para clarificar que se trataba de varones y no de hermanos en general (ἀδελφοί, ἄνδρας = αδελοφοί ανδρας). La misma idea clara de que los diáconos son varones se encuentra en 1 Timoteo 3:2 cuando dice que los diáconos deben ser «maridos de una sola mujer». Los 26
Murray, John. The Epistle to the Romans: The English Text with Introduction, Exposition and Notes. Wm. B. Eerdmans Publishing Co., Grand Rapids Michigan, Reprinted, 1990, p. 226. 27
Esta es la posición de A.T. Robertson (op. cit., p. 756) y otros.
28
Juan Calvino dice en su comentario a la primera Epístola a Timoteo; « En el capítulo tercero, después de haber declarado la excelencia del obispado, describe a un verdadero obispo, y enumera las cualidades que debe tener. Luego, describe las cualidades de los diáconos, y de las esposas, tanto de éstos como de los obispos» Ver COMENTARIO A LA PRIMERA EPISTOLA PASTORAL DE SAN PABLO A TIMOTEO, por Juan Calvino, disponible en www.iglesiareformada.com 29
Ver por ejemplo, Foh, Susan T. Woman and the Word of God: A Response to Biblical Feminism. Presbyterian and Reformed Publishing Co., 1979, p. 96. Ella afirma que la subordinación de la mujer no es incompatible con el oficio de diaconisa. Y que este pasaje se refiere a diaconisas, pues, διάκονον es también un nombre femenino calificado por οὖσαν, lo cual describiría un título oficial.
apóstoles no fueron ambiguos ni nos dejaron, en este pasaje, en una laguna de dudas. Por lo que me parece muy difícil pretender presuponer que algunos de los apóstoles, como Pablo, hayan intentado cambiar esta opinión apostólica original, para autorizar la ordenación de mujeres al oficio de diácono. Finalmente, si γυναῖκας se refiere a las diaconisas, tendríamos que concluir que Pablo exige de ellas requisitos menos estrictos que para los hombres, lo cual sería contraproducente. Por lo tanto la pregunta de si es bíblicamente fundada la ordenación de diaconisas en una iglesia cristiana tiene como respuesta que no. Por eso, no es base suficiente tomar Romanos 16:1 como el texto base para proponer el oficio de diaconisa en la iglesia de Cristo. La verdad es que, a falta de argumentos bíblicos sólidos y que no dejen lugar a dudas, los «eruditos» están siendo influenciados por la moda de la sociedad. Moda que cada vez exige la eliminación de las diferencias entre el hombre y la mujer, y que en realidad, promueve que en la iglesia se establezca un orden ajeno al dado por Dios en su Palabra. Por eso, los cristianos no debemos ser presas fáciles de argumentos culturales, o situacionales. Ni la cultura de nuestras sociedades supuestamente igualitarias e inclusivas, ni las circunstancias de cualquier tipo deben violar el orden establecido por Dios en su iglesia. Promover la ordenación de hermanas mujeres como diaconisas, violenta la Palabra de Dios y, por lo tanto, atenta contra la Cabeza de la iglesia, Cristo el Rey. Los reformados no negamos que nuestras hermanas mujeres son iguales a los hombres respeto a la salvación, al juicio y a la ética. Pero en cuanto al oficio de diáconos, la Biblia enseña que ello sólo corresponde a los varones. Pero no a cualquier varón, sino a varones con características espirituales determinadas en su Palabra. El hecho que una hermana no sea autorizada por Cristo para ser diaconisa, no significa que no puede o que no debe servir. Todos estamos llamados a servir, Dios requiere que todos sus hijos sean servidores a Dios y a los hombres. Como muy bien lo expresa el Rev. Andrew M. Fraser, «un servicio sólo necesita una oportunidad y no un oficio».30
SEGUNDA PARTE
ORGANIZACION PARA LA OBRA DIACONAL En la primera parte hemos aprendido que, en las Sagradas Escrituras, Dios nos enseña y nos llama a hacer obras de bien a favor de quienes lo necesitan, por lo tanto tenemos fundamentos bíblicos para nuestra obra diaconal. En esta segunda parte trataremos de enseñar cuáles son los aspectos más importantes que los diáconos, comisiones de diaconía y nuestras congregaciones deben comprender adecuadamente con la finalidad de llevar a cabo en forma planificada la obra diaconal. También se explica brevemente como se procede en cada uno de esos aspectos.
1. COMPRENDER LA REALIDAD QUE NOS RODEA
30
Van Donkersgoed, Berth. El Oficio y el Carisma. Manuscrito, p. 16.
Los especialistas prefieren decir que el primer paso para poner en marcha cualquier acción, es hacer un diagnóstico de la situación. A nosotros no basta decir que la realidad donde queremos hacer la obra diaconal es muy importante. La siguiente historia ilustra esta afirmación. El pastor había llegado hace unos seis meses, predicó unos 24 sermones en la iglesia, de los cuales, unos 4 fueron sobre el amor hacia los demás. Miserio es un caserío pequeño. No hay riego y la gente tiene chacras pequeñitas. Está muy lejos de la ciudad llamada Mejoría. El pastor tenía mucha pena por lo que pasaba en Miserio. Decidió entonces hacer algo por solucionar este problema. Pensó que debería venir un médico para dar charlas sobre como curar la tosferina y para trabajar por los demás problemas de la salud que habían en el caserío. Escribió a la misión de Estados Unidos haciendo un informe de lo que pasaba y solicitando, que si fuera posible, a la brevedad, enviaran un médico misionero. La misión se preocupó mucho, hizo todos los arreglos, encontró un médico que felizmente sabía hablar castellano porque antes había trabajado en España, y lo envió. El misionero médico llegó a Miserio y fue muy bienvenido por el pastor y por toda la gente. Los niños seguían muriendo, el llanto de las madres volvió a ser escuchado, por lo cual el médico, sin descansar, y con ayuda del pastor, hablaron con los profesores del caserío y lograron reunir a toda la gente para iniciar las charlas tan esperadas por el pastor. De frente les explicó sistemáticamente, qué es la tosferina, cómo se origina, cuáles son los síntomas y cómo se cura y qué remedio es el más efectivo. Además en un sólo día se hizo revisión médica a muchos niños y a cada padre se le dio las recetas. Los padres de familia no se entusiasmaron nada, miraban las recetas y leían varios nombres de remedios y a qué hora se debían tomar, pero no recibieron ninguna medicina como ellos imaginaban antes de la llegada del médico. Comentaban en voz baja en grupitos de a dos y de a tres. Decían ellos: ¿De qué vale saber lo que es bueno, cuando no hay con qué comprarlo?. Concluido el primer día de charlas y consultas gratuitas para todos, tanto el pastor como el médico iban muy satisfechos por este servicio gratuito para el caserío. Agradecían a Dios por esta oportunidad de dar testimonio de amor hacia los demás. Dos días después un anciano de la iglesia llamó al pastor para contarle que 3 niños más acababan de morir, uno de ellos era hijo de una hermana de la iglesia. Esta situación turbó un poco al pastor y al médico, quienes se preguntaron ¿Qué sucede? Ahora ellos ¡ya saben qué remedio comprar! Todos saben dónde están las farmacias de la ciudad. ¿Por qué pues, no se han ido a comprar? Así preocupados, reunieron otra vez a todos los padres de familia para indagar un poco más sobre lo que estaba pasando. Tomó la palabra el pastor, y dijo: «Ustedes saben hermanos y amigos que tenemos aquí presente a un buen médico, que ha venido desde los Estados Unidos, gracias a la preocupación mía y de la iglesia, de lo cual estamos agradecidos a Dios. Hace dos días ya se ha explicado como curar la tosferina, todos han tenido consulta gratis y ya tienen sus recetas; pero enterándome que nuevamente siguen muriendo más niños, me ha parecido necesario decirles y animarles, para que ahora sin mas tardanza todos compren la medicina y no permitan que sus hijos, que tienen mucho valor para ustedes y para Dios, sigan muriendo por negligencia de vuestra parte». El pastor esperaba alguna reacción de la asamblea, y esperó un momento en silencio mirando fijamente a toda la asamblea. Había un suave murmullo atrás en las últimas bancas del aula. Allí está don Justo Pobri, con su ponchito ocre que cubría sus raídos trajes, sin zapatos, un poco agripado; él era el autor del murmullo. ¿Alguien desea decir o saber algo? dijo el pastor amablemente. Hubo un momento de silencio, varios se miraban unos a otros, en eso se puso de pie don Justo Pobri. Puso sus manos sobre la carpeta e inclinando un poco la cara hacia su pecho, dijo en voz alta y triste:
«Muy estimado pastor y señor doctorcito, damos gracias a Dios, por la buena bondad y vuestra buenísima intención. Sin embargo, es triste, señorcito, saber cuál es la enfermedad, saber que la humana invención ha descubierto medicina para curarla, pero no hay dinero con qué comprarla». «Esa es la verdad, esa es la verdad», decía la asamblea a voz suave, pero en coro, de manera que el pastor y el médico escucharon y se dieron cuenta claramente que todos eran de la misma opinión. Se sentó don Justo Pobri, sin faltarle ganas de llorar porque a él se le habían muerto dos niños con la misma enfermedad.
2. HAY QUE DESCUBRIR LOS PROBLEMAS CLAVES El problema más importante en este caserío, no era la falta de conocimiento sobre qué remedios curan la tosferina, por eso después que los campesinos escucharon las charlas, los niños se seguían muriendo con la misma enfermedad. El problema clave era la falta de dinero, este problema fue muy bien formulado por don Justo Pobri. El era consciente de esta realidad, como también era consciente de la bondad y buena intención del pastor y del médico. Se dice que un problema es clave, cuando al atacarlo con nuestra obra diaconal, se resuelve de tal mado que ya no aparecen más sus consecuencias; o por lo menos las consecuencias llegan a ser menos negativas. Los campesinos si sabían qué es la tosferina y cómo se cura, porque hacía muchos años que venían sufriendo dicha enfermedad. La acción bien intencionada del pastor no resolvió la consecuencia que esta falta de dinero causaba en el caserío, que en este caso era la muerte temprana de los niños. El pastor no había considerado ni descubierto cuál era el prbolema clave. Esto nos puede pasar a muchos, a muchas iglesias, a muchas instituciones de acción social. Podemos estar trabajando duro y con la mejor intención del mundo y por muchos años, pero sin resolver satisfactoriamente los problemas más importantes de una comunidad. La manera de descubrir los problemas claves en una comunidad, asentamiento humano, barrio o incluso en la congregación, es sin lugar a dudas, dialogando muy de cerca con las familias que sufren los problmeas en carne propia. Pero el diálogo debe ser acompañado de una permanencia en el lugar, es decir, vivir un tiempo allí y observar con toda la sitiuación con profundidad. Ayuda mucho leer algún estudio que se haya hecho sobre el lugar y conversar con otras personas que ya tienen experiencias de trabajo diaconal en lugares parecidos. Se deben elaborar listas de todos los problemas que se van observando, y de aquellos que la gente nos va informando. Luego se debe analizar dichos problemas con la gente del lugar para determinar cuáles son los problemas más graves según elos. Así se puede ir elaborando una lista ordenada de los problemas según la gravedad, sabiendo que los más graves vienen a ser generalmente los más importantes, a los cuales debemos acometer con muestra obra diaconal, congregacional o institucional. El efceto positivo y la eficacia de nuestra obra diaconal dependerá de la mayor certeza con que sepamos descubrir cuál es o cuáles son los problemas claves.
3. DESCUBRIR LAS NECESIDADES CLAVES Casi siempre un problema clave produce muchas necesidades, pero no todas son igualmente urgentes de solucionar. Si comenzamos por solucionar la necesidad menos urgente corremos el riesgo de que el problema siga intacto. Por eso es importantísimo darse cuenta de esto, para resolver lo que es más urgente y así vencer con mas efectividad el problema.
En el caserío donde sucedió la historia que hemos contado, el problema clave era la falta de dinero para comprar la medicina, y la consecuencia de este problema era que los niños se seguían muriendo cada semana. Hagamos un cuadrito de esta situación: Problema Clave
Consecuencias
Pobreza
Necesidades
Muerte temprana de niños
Falta de dinero y de médico
Tristeza en el caserío
Falta sanitario Falta de botiquín
Ahora solamente estamos tratando de consecuencias y necesidades de problemas de la salud. Pero igual se puede hacer un cuadro para consecuencias y necesidades de otro tipo de problemas. En nuestro cuadro, de las cuatro necesidades anotadas, la más importante y urgente es la falta de dinero para comprar la medicina. Entonces, nuestra obra diaconal tendrá que apuntar a resolver esta necesidad urgentemente, por ejemplo, otorgando préstamos sin intereses y para que sean devueltos en plazos convenients para los pobres, o consiguiendo donaciones de medicinas, o creando otras fuentes de trabajo que generen ingresos. Luego de esto podemos pensar en tener botiquín en la comunidad, luego un sanitario y luego, quizás, un médico. De esta manera podríamos ir estableciendo las prioridades para la obra diaconal en esa realidad que nos rodea.
4. DISTINGUIR BIEN ENTRE CAUSAS Y CONSECUENCIAS Se entiende por causa a aquella que da origen directamente a algo, y consecuencia como la manifestación visible de esta causa. Cada problema tiene causas y consecuencias, Así, si tomamos el problema de la pobreza y el problema de la enfermedad por separado, cada uno tiene sus causas y consecuencias. Veamos el siguiente esquema comprensivo: Problema
Causas
Consecuencias
Pobreza
Politicas de Estado
Enfermedades
Tosferina
Bacterias, microbios
Malestar
Analizando más a fondo el problema de la pobreza, éste tiene su origen en la manera como una sociedad está organizada. La máxima expresión de esta organización social es el Estado y el gobierno, desde aquí emanan las leyes sobre las relaciones económicas y las principales decisiones políticas que rigen la vida de un país, con todos sus pueblitos. Pero los que toman las decisiones para organizar el Estado, es decir los gobernantes tienen y defienden intereses. Esto no quiere decir que solamente decidan en base a inetreses propios. Ciertamente nuestros estados tienen, en general, una buena Constitución. Pero las decisiones fundamentales en la orgaización económica propuestas por los gobiernos y aprobadas por los parlamentos, en general, desfavorecen a los más pobres. Por ejemplo un ministro de economía a conveniencia de los ricos decide el precio de los alimentos, pero estos precios sólo convienen a los dueños de las industrias y a los ricos que se dedican al importación de alimentos y medicinas, etc. Los precios de los alimentos producidos por los pobres son muy bajos en ralación a los precios de los productos industrales. Esto genera un desequilibrio económico y social que agudiza la probreza.
Este desequilibrio afecta a los pobres porque al vender sus productos no pueden comprar suficientes alimentos manufacturados porque el poco dinero que obtienen de sus productos agrícolas no se lo permite. Esto produce tuberculosis, desnutrición y finalmente muerte temprana. Pero esto no es todo. Los precios de los productos de los campesinos y agricultores no sólo son muy baratos, sino que no tienen la misma protección del Estado que la industria importadora. En consecuencia, los pobres venden barato su producción y compran carísima la producción de los ricos. Por eso los pobres nunca pueden salir de su pobreza, porque hay un intercambio muy desigual, no hay un encuentro justo entre pobres y ricos. Claro que no es muy fácil darse cuenta de esto, pero así funcionan las cosas en nuestros países. Es importante darnos cuenta de la causa principal de los problemas, porque si las soluciones que intentemos con nuestra acción diaconal no atacan a las causas del problema, éste sigue intacto, no se soluciona con eficacia.
CASOS PARA DIALOGAR
1. EL CASO DE MONTECAMPO En la aldea Montecampo vivía muchas familias esparcidas, cada una con su terrenito y su ranchito. Todos eran muy pobres, y había mucha enfermedad entre ellos, y moría más de la mitad de los niños antes de llegar a los cinco años. Una organización cristiana llamada «Manos a la obra» se interesó en ellos, y con mucho amor comenzó a trabajar con la comunidad. Después de haber hecho un análisis con trabajadores sociales y médicos, llamaron a toda la comunidad a una serie de reuniones, con el apoyo total del alcalde del distrito. Les explicó que el amor de Dios los impulsaba a ayudarles con uno de los problemas más basicos que tenían — las enfermedades y muerte de sus hijos. Los padres se alegraron y asistían a las reuniones con fidelidad. Expertos en medicina les explicaba con gráficos y videos cómo la falta de letrinas los estaba afectando. Les explicaron que los gérmenes y bacterias de las eces humanas se lavaban y caían en los mismos pozos de donde sacaban agua para beber. Les mostraron que con solamente hacer letrinas podrían eliminar una gran parte del riesgo de enfermedades y muertes prematuras. Y no sólo eso, prometieron traer una letrina para cada familia que cavara un hoyo. El alcalde de la región dijo que la idea era buena, y dijo que todos debían hacer un hoyo dentro de 15 días, cuando traerían las letrinas. Pasaron los 15 días, y la gente de «Manos a la obra» llegaron con caminones llenos de letrinas. Para su sorpresa, nadie había cavado un hoyo. Ahí estaban todos en sus ocupaciones normales. Llamaron al alcalde para ver qué podían hacer. El Alcalde montó su caballo y fue a hablar con las familias. Uno por uno los hombres le daban alguna excusa u otra. No tuvieron tiempo. Tenían que trabajar y nadie les iba a pagar el tiempo para hacer el hoyo, etc. Los de «Manos a la obra» no sabían más qué hacer. Creían que todos habían entendido bien el problema y que la solución en realidad era sencilla. ¿No les importaba la salud de sus hijos? Llamaron a un pastor local llamado David, quien tenía muchos años viviendo allí, para consultar con él sobre el problema y orar juntos. Después de pedir la dirección de Dios, comenzaron a conversar sobre el asunto. El pastor había escuchado comentarios, y también conocía bien a su gente. Les dijo, «Vean, estimados hermanos. Por un lado uds. están peleando con algunas costumbres de siglos. La gente dice que esa vaina de letrinas es de los gringos, y que nosotros hemso sido criados sin letrinas, y que no nos vamos a meter en ningún cajón hediondo para hacer sus necesidades. Que eso más bien les va a producir enferemedades, porque ¡imagínate el criadero de moscas que hay en cada letrina! Por otro lado, la gente
dice que la razón por la que sus hijos se enferman y mueren tiene que ser otra cosa que algún germano (ellos enredaron el término gérmen) invisible. La gente dice que algo tan pequeño e invisible no tiene el poder de matar. Que ellos sospechan brujería y espíritus, y que desde que murió el viejo brujo hay más enfermedad porque no tienen quién les ayude». Los hermanos de «Manos a la obra» se miraban unos a otros. Ya se les había complicado el cuadro. ¿Y qué hacer con los caminones llenos de letrinas esperando afuera? Analice: el problema, las causas y consecuencias, y soluciones posibles.
2. EL CASO DE GENTÍO Muchas personas habían migrado a la ciudad Gentío para buscar trabajo. En los alrrededores de la ciudad crecieron barrios marginados de ranchos de latas y cartón. La iglesia Nuevos Comienzos en Cristo decidió adoptar uno de estos barrios llamado La última parada, nombre que se les puso porque la pobreza era profunda, y la violencia fuera de control. De hecho, la policía nunca entraba, ni los taxis. El lugar tenía tan mala fama que la mayoría de los que vivían ahí mentían cuando buscaban trabajo y les preguntaba su dirección de domicilio. La iglesia Nuevos Comienzos en Cristo buscó una organización misionera llamada Fundación Bernabé para ayudarles con la comunidad. Después de conversar con muchas personas y andar en el barrio, determinaron que el problema era la falta de trabajo. Todo el mundo les decía eso, que no tenían trabajo y que no podían conseguir. Por lo tanto crearon un programa muy completo que proveería: 1) Capacitación en alguna vocación como sastrería o maquila, zapatería, panadería, soldadura, artesanía y muchas vocaciones más. La Fundación Bernabé realizó mucho trabajo contactando instancias tanto del gobierno como privadas que podrían brindar el entrenamiento ya gratis, o a bajo costo. 2) En segundo lugar, la Fundación Bernabé iba a formar un banco comunitario de préstamos, como una cooperativa. Todos los participantes se ayudarían y se beneficiarían juntos. El banco cobraría intereses mínimos, sólo para cubrir la inflación. 3) La Fundación Bernabé ofrecería orientación y capacitación tanto en mercadeo como en la administración de su negocio. Ayudarían montar una sencilla contabilidad para cada familia que participaba. 4) Finalmente, la iglesia Nuevos Comienzos en Cristo ofrecería clases bíblicas para niños y adultos para los que querían. Todos estaban animados. La comunidad buscó un lote que no se estaba usando y la Fundación Bernabé construyó un salón comunal para usar en las capacitaciones. Todo estaba listo. Llegó el momento de que las personas escogieran una actividad, y comenzaran con capacitación y trabajo. Los dineros estaban disponibles. Pasó la primera semana y se reunieron los trabajadores de la Fundación Bernabé y los de la iglesia Nuevos Comienzos en Cristo. Ninguno tenía un candidato. Conversaron sobre lo que estaba pasando, y decidieron dedicar más tiempo la segunda semana conversando con la gente, con quienes a estas alturas ya tenían confianza. Al reunirse después de la segunda semana, todavía no tenían a nadie dispuesto a comenzar. Pero habían oído algunos rumores y comentarios que los tenían confundidos. Oían que seguramente la Fundación Bernabé quería prestarles dinero para luego quitarles su rancho si no pagaban. Otros comentaban que ¿para qué aprender zapatería o panadería si los ricos ya tenían acaparados el mercado? Otros decían que la iglesia sólo quería usarlos de conejillos de Indias para sacarles fotos y enviar a Estados Unidos para recibir más dinero. No sabiendo cómo enfrentar todos estos rumores, la Fundación y la iglesia abandonaron el proyecto. La comunidad alquilaba el salón comunal para bailes los fines de semana, y lo prestaba para Alcoholicos Anónimos. Analice El problema (o los problemas) de fondo, sus causas y consecuencias, y soluciones posibles.
3. SER CONSCIENTES DE LA CAUSA ÚLTIMA Hemos aprendido que cada problema tiene causas y éstas se pueden identificar, explicar y atacar con soluciones en su raíz. Pero también es necesario, estar conscientes, como cristianos, que la causa última de todos los problemas sociales, económicos, políticos y morales de una persona o país, está en el pecado del hombre. Saber esto nos ayuda a entender que no todo se soluciona con pura imaginación, buena planificación o ayuda externa, o con pura organización. Estos elementos son muy importantes como herramientas de trabajo, pero no son todo. Muchos problemas se solucionan, pues, con la esperanza que da el evangelio de Cristo, para atacar el pecado en su raíz. Esto es importante decirlo y practicarlo, porque hay quienes dicen que si el pecado es la causa última de todos los males de la sociedad, la predicación del Evangelio y la conversión de los pecadores ya lo resuelve todo. Pero esto es demasiado simplista. Si así de sencillas fueran las cosas, todos los que se convierten a Cristo no tuvieran problemas de hambre y miseria, lo cual no es cierto porque en medio de nuestras congregaciones hay pobreza a pesar de ser cristianos. Tampoco es cierto de que sólo con la obra diaconal se pueden resolver los problemas, por eso no debemos descuidar la enseñanza bíblica de que, predicación y obra diaconal nunca van separadas de la misión de la iglesia. 3.1 Descubrir los recursos que tiene la comunidad
Una vez que ya sabemos, los problemas claves, las necesidades claves, sus causas y consecuencias, es necesario tener un idea clara de los recursos con que cuenta la comunidad donde queremos hacer la obra diaconal. Por mas pobreza que haya en un pueblo, caserío o comunidad siempre hay recursos. Esta es la potencialidad económica de los pueblos. Muchas escuelas, puentes, caminos, canales, han sido construidos con mano de obra comunal. De manera que cuando una iglesia quiere hacer obra diaconal, especialmente en la sierra y selva, tiene que imaginar como va a dar uso a esta potencialidad. Lo mismo se puede decir de las ciudades porque allí uno de los problemas claves es la desocupación. Aparte del recurso fuerza de trabajo, hay lo que se llama recursos naturales como: tierra, agua, minerales, madera, materiales de construcción. Es muy importante hacer un inventario de todos estos recursos y ver como se podría actuar de ubicación. En la ciudad, la basura orgánica es un buen recurso material. Por ejemplo, se puede hacer huertos en sacos de plástico con de basura. 3.2 Descubrir como funciona la comunidad
Cada pueblo tiene sus costumbres, su manera de pensar, de trabajar, de expresar, su alegría o su tristeza, sus formas de organizarse. Al conjunto de estos aspectos, los científicos sociales le dan el nombre de cultura. Entender la cultura de un pueblo nos ayuda a relacionarnos de manera adecuada con ese pueblo. Nos ayuda a respetar las costumbres, y, nos permite encontrar formas efectivas de participación de la gente en el proceso de ejecutar la obra diaconal. En esta parte es importante descubrir como es la organización de la comunidad, quiénes son las autoridades, como es la iglesia, quiénes son los responsables de la salud, etc. Finalmente, el conocimiento de como funciona la comunidad nos ayudará mucho para poder llegar con el mensaje de salvación aplicándolo a su propia realidad.
Todo lo que hemos dicho este capítulo ayudara a comprender la realidad que nos rodea. Esta comprensión es muy importante para hacer frente a ello, como hacerlo y hasta qué punto podemos comprometernos con la solución de los problemas. 3.3 Organizacion de comisiones de diaconia
En algunas congregaciones presbiterianas hay pocos diáconos, y a veces ninguno. Pero siempre habrá voluntad de trabajar de parte de los diáconos y de los miembros de la congregación. En este caso es preferible organizar una comisión de diaconía presidida necesariamente por un diácono. En esta comisión de diaconía puede tener varios miembros incluso hermanas. Veamos lo que hizo la congregación «Los Olivos» de la iglesia Evangélica Presbiterina del Perú. El consistorio de esta congregación propuso a la reunión congregacional la formación de una comisión de diaconía, que se encargase de todo el aspecto diaconal. La Asamblea nombró a nueve personas, entre hermanos y hermanas, presidida por los diáconos. Actualmente esta comisión tiene un manual de organización y funciones aprobadas por el consistorio en muy estrecha cooperación y supervisión. Esta organización permitía armonizar muy bien la obra diaconal con el ministerio de la predicación, y así veíamos signos de la iglesia apostólica entre nosotros. Esta es una experiencia concreta y funcional, de la cual podemos aprender que para ejercer la diaconía es indispensable un órgano diaconal dentro de la congregación, y que es de fundamental importancia la coordinación entre el consistorio y el consejo de diáconos con una información permanente a la congregación. Esto promueve la reflexión conjunta, la oración comunitaria, y la participación congregacional para el avance de la obra de Cristo en cada iglesia local. Viendo la madurez de los hermanos de la comisión de diaconía, andando el tiempo, el consistorio ya puede implementar una capacitación específica a los varones que han trabajado en estas comisiones, para luego poder proponerlos como candidatos a diáconos para que la congregación los elija como diáconos. De esta manera la iglesia puede organizarse mejor para este ministerio de misericordia o ministerio diaconal. 3.4 Plan de trabajo congregacional
Una congregación que no tiene plan de trabajo, es como un barco con piloto, lleno de pasajeros, pero sin brújula, sin dirección. Claro, sabemos que es el Señor quien guía a su iglesia, él es la cabeza y el maestro, de eso no cabe la menor duda. Sin embargo es de gran ayuda hacer un plan de trabajo congregacional, donde la iglesia se fije sus objetivos, sus programas de trabajo, sus metas para cada año, estrategias de evangelización, y, buscando dar oportunidad a cada hermano para desempeñarse en la obra del Señor. Dentro de este plan congregacional, como un programa de trabajo deberá figurar, indiscutiblemente la obra diaconal o ministerio de misericordia. Idealmente, este plan deberá enmarcase en la plan genral de la denominación si esta lo tuviera, de lo contrario debería impuslsarse mediante el presbiterio respetivo. En conclusión, si la obra diaconal (o ministerio de misericordia) no forma parte de plan de trabajo congregacional, de hecho, dicho plan tendrá muchas dificultades para implementarse, y corre el riesgo de aislarse de la congregación, fracturarándose así el testimonio de la iglesia. 3.5 Reflexion congregacional
Puede ser que el consejo de diáconos, o las comisiones de diaconía, hagan un trabajo muy eficiente, pero que sólo esté bajo el conocimiento del consistorio, de manera que la congregación sólo escuche mencionar las cosas que se hacen en cada asamblea congregacional, o de vez en cuando en un anuncio. Aunque esto ya es positivo de por sí, sin embargo, para que el testimonio y unidad de la iglesia es muy necesario que la congregación sea convocada a reuniones de reflexión sobre sus programas diaconales y sobre el Plan General de trabajo. Nuestros consistorios y nuestros consejos de diáconos, o comisiones de diáconos, no deberán repetir la política de nuestros gobernantes, que sólo necesitan los votos del piueblo para llegar al poder. Una vez el poder, hacen las cosas y toman las decisiones, por su cuenta y riesgo, sin ninguna consulta o reflexión con el pueblo. La función diaconal no debe ser así, como lo dijo Jesús: «más entre vosotros no será así». La reflexión conjunta es muy importante a fin de mejorar la obra diaconal, y a fin de que la congregación sienta que ésta es totalmente suya. Ayuda también para que todos puedan orar por las dificultades que se puedan presentar, y para que todos puedan juntos alabar a Dios por los buenos resultados en la obra diaconal, para la gloria de Dios.
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Comprobación de Lectura Instrucciones: Conteste las siguientes preguntas conforme a las lecturas. Algunas de estas preguntas pueden ser contestadas directamente del la lectura, pero otras son preguntas de aplicación, las cuales exigen que el estudiante use los principios que aprendió en el capítulo para contestarlas. Preguntas de repaso | p. 103 •
¿Por qué el Cristianismo no puede relegarse a la esfera meramente espiritual?
•
¿Cómo presenta la Biblia al hombre?
•
¿Cuáles factores religiosos militan en contra de la diaconía bíblica entre los que se profesan ser cristianos?
Preguntas de repaso | p. 108 •
¿Por qué es antibíblica la idea de que nosotros pactamos con Dios?
•
¿Qué doctrina bíblica más caracteriza la diaconía?
•
¿Por cuáles razones destacamos el carácter pactual de la diaconía?
•
¿Qué es la esencia básica de un pacto?
•
En todos los pactos bíblicos entre Dios y el hombre, ¿en cuáles toma la iniciativa el hombre? ¿Quién siempre determina las condiciones y sanciones?
•
Según el teólogo Herman Witsius, ¿de qué elementos consta el pacto de parte de Dios?
•
¿Por qué no admite un enfoque pactual las separaciones dicotómicas como «gracia» y «naturaleza» o «secular» y «espiritual»? ¿Cuáles son las implicaciones de su respuesta para la diaconía?
•
¿Por qué se dice que la salvación no es individualista? ¿Qué será la diferencia entre los términos individual e individualista?
•
¿Cómo cuidó Dios de las necesidades corporales de Adán en el huerto?
•
¿Qué estableció Dios en el principio como las bases para el bienestar humano?
•
¿Qué debe motivarnos al sentir de compasión por nuestro prójimo?
•
¿Qué cuatro principios deberían regir la relación hombre-creación?
•
¿Qué indican las palabras «la tierra como heredad» en el pacto de Dios con Abraham?
Preguntas de repaso | p. 117 •
¿De qué se trata la segunda tabla de la ley? ¿Cómo se resume?
•
¿En qué se distinguen el pacto con Abraham y el pacto sinaítico?
•
Explique como el pacto con Dios afecta nuestra relación con los demás.
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Elabore sobre la conexión entre el pacto de Dios y nuestras actitudes hacia la pobreza.
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¿Cuáles son los dos principios que la ley de Moisés nos enseña sobre como debemos considerar la ayuda caritativa y el uso de nuestros bienes?
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¿A base de qué argumento critican algunos la idea de que los que tienen más deben dar a los que tienen menos?
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Explique lo que usted entiende por «la lucha de clases». ¿Es bueno o malo? ¿Como cristianos la debemos evitar o promover? ¿Qué debe ser la actitud de la iglesia hacia diferentes clases económicas?
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¿Por qué tenían que hacer descansar la tierra los israelitas? ¿Cómo podemos aplicar este principio hoy en día?
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¿Qué efectos ecológicos tuvo el descansar la tierra cada sétimo año?
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¿Cuáles tres elementos considera el pacto de Dios?
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¿Qué principio revelan Lv. 25:35–37 y Dt. 23:19–20? ¿Cómo debe aplicarse a nuestra sociedad y a la diaconía de la iglesia?
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¿Qué principio resalta Dt. 15:7–11 y cómo debe aplicarse a nuestra sociedad y a la diaconía de la iglesia?
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¿Qué son síntomas en nuestra sociedad, iglesia, familia y vida personal del egoísmo? ¿Qué actitud de corazón se opone a este pecado?
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¿Qué es la teoría cuantitativa? ¿Cómo llega a ser este principio una herramienta opresora de los pobres?
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Explique por qué el principio cualitativo de la vida humana supera el valor cuantitativo de nuestros bienes.
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¿Qué propósito fundamental bíblico tiene el dinero?
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¿Qué significa invertir en bendición?
Preguntas de repaso | p. 126 •
¿Por qué estableció Dios el diezmo?
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¿Cuáles son las dudas que las personas suelen tener sobre el diezmar? ¿Cómo cree usted que debemos contestar estas dudas?
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Explique usted las ventajas y desventajas de recibir ayuda monetaria desde afuera del país de iglesias más ricas. ¿Cómo puede una iglesia pequeña esforzarse por ser independiente de estas ayudas?
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¿Cómo ejemplifican Nehemías y Job el servicio a los pobres?
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¿Qué nos enseñan los profetas sobre la religión verdadera y su relación a la diaconía?
Preguntas de repaso | p. 166 •
Elabore los usos de diakoneo y sus derivados en el Nuevo Testamento.
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¿Qué es el concepto bíblico de ministerio? ¿Qué cosas deben considerarse parte ministerio oficial de la iglesia de Jesucristo?
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¿Cómo debemos usar nuestros puestos de poder o eminencia?
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¿Por qué es la diaconía una característica de los hijos del reino?
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Elabore la relación que hay entre el servicio y el evangelio, diaconía y proclamación.
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¿Es legítimo para la iglesia desarrollar una acción social sin la predicación del evangelio?
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¿Qué será el propósito diaconal de los milagros de Jesús?
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¿Qué es la expresión concreta de nuestro amor para con el prójimo?
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¿Quién, según la parábola del buen samaritano, es nuestro prójimo?
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¿Qué se nota más del servicio del samaritano? ¿Cuáles principios podemos extrapolar para la iglesia hoy en día?
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¿En qué sentido debemos imitar la iglesia del primer signo, tal como su estilo de comunidad se expresa en Hechos 2 y 4? ¿Qué nos enseña su amor mutuo?
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¿Qué enseñaron los apóstoles sobre el privilegio de compartir?
Comprobación de Lectura Lecturas adicionales | El diácono • Juan Calvino, Institución de la religión cristiana, tomos 1 y 2 (Barcelona: FELiRe, 1999). •
En el orden eclesiástico: IV, xix, 22 y ss, 28, 32
•
En la Iglesia Primitiva: IV, iv, 5
•
Su elección en el papado: IV, v, 4 y ss
•
Su ministerio: IV, iii, 9; iv, 5; v, 15 y ss
•
Las calidades necesarias: IV, iii, 12
•
De la creación: I, xiv, 2
Lecturas adicionales | El diezmo • Juan Calvino, Institución de la religión cristiana, tomos 1 y 2 (Barcelona: FELiRe, 1999), IV, xiii, 4. Lecturas adicionales | La caridad • Juan Calvino, Institución de la religión cristiana, tomos 1 y 2 (Barcelona: FELiRe, 1999), II, viii, 46;
III, xviii, 6. Lecturas adicionales | La pobreza • Juan Calvino, Institución de la religión cristiana, tomos 1 y 2 (Barcelona: FELiRe, 1999), II, viii, 46;
III, xviii, 6. •
La pobreza: III, x, 5
•
La ayuda en la Iglesia Primitiva: IV, iv, 6
Lecturas adicionales | Las riquezas • Juan Calvino, Institución de la religión cristiana, tomos 1 y 2 (Barcelona: FELiRe, 1999), II, viii, 45ss;
III, xix, 9; III, xx, 46. Lecturas adicionales | Servidores • Juan Calvino, Institución de la religión cristiana, tomos 1 y 2 (Barcelona: FELiRe, 1999). •
Sus deberes: II, viii, 46
Apéndice A
¿DÓNDE ESTÁ EL DIÁCONO DEL AT? Dr. C. Van Dam trad. Valentín Alpuche
CUIDANDO DE LOS POBRES ANTES Y AHORA
¿
DÓNDE ESTÁ EL DIÁCONO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO ? A PESAR DE las
sugerencias de lo contrario, él no se encuentra en ninguna parte. No hay un precedente directo en el Antiguo Testamento, o un precursor, del oficio de diácono como nosotros lo conocemos el día de hoy. Al mismo tiempo, todos somos conscientes de que el Señor ciertamente no olvidó a los pobres en la antigua dispensación. Pero, ¿cómo se cuidaba de los pobres en los tiempos del Antiguo Testamento, y qué podemos aprender de ello para nuestra tarea en el presente? Ese es el verdadero asunto detrás de la pregunta y detrás de nuestro tópico para el día de hoy, «¿Dónde está el diácono en el Antiguo Testamento?»
1
1
Para la opinión de que los Levitas eran los diáconos del Antiguo Testamento, ver p.ej., R.J. Rushdoony, «Government and the Diaconate», Chalcedon Report , Enero de 1995, pág. 28.
Por lo tanto, no nos extenderemos mucho sobre el «por qué» como sobre el «cómo» de la provisión para los pobres.2 ¿Cómo de una manera concreta era hecha la provisión, y qué principios podemos derivar de eso para la labor diaconal de hoy? Para responder a esas preguntas, propongo hacer lo siguiente. Primero, investiguemos quiénes son los pobres en el Antiguo Testamento. Segundo, consideraremos su provisión en el Antiguo Testamento junto con las implicaciones del Nuevo Testamento que resultaron de ello. Finalmente, extraeremos todos los elementos claves y reflexionaremos sobre nuestra situación el día de hoy.
1. ¿QUIÉNES SON LOS POBRES? ¿Quiénes son esas personas que son llamadas pobres y necesitadas en el Antiguo Testamento? Al responder a esta pregunta, primero debemos notar que hay un extenso vocabulario que trata con los pobres. Para nuestros propósitos, podemos notar tres categorías principales de términos Hebreos para los pobres los cuales llegan a nosotros en español con la traducción «los pobres» o algo similar. 1.1 Los pobres materialmente
Esta primera y más obvia categoría comprende a aquellos que carecían de las necesidades básicas para existir. Son destituidos y sin ninguna esperanza a menos que reciban ayuda de otros. De esta manera leemos, por ejemplo, en Deuteronomio 15 en el contexto del aplazamiento del pago de la deuda cada siete años, que no debe haber pobres en Israel (Dt. 15:4 y pássim; 24:14; Sal. 109:16). 1.2 Los pobres impotentes
Estos son aquellos que han experimentado una reducción o pérdida grave de su prosperidad y condición social. Como tales, ellos son lo opuesto a los ricos (Éx. 30:15), y por lo tanto pueden ofrecer sacrificios menos caros (cf. Lv. 14:21 – 22). Tales personas también pueden llegar a ser dañados físicamente y psicológicamente, y así convertirse en necesitados y desamparados (Job 34:28; Sal. 82:3; Pr. 22:22; Jer. 40:7). 1.3 Los afligidos y oprimidos
Los afligidos y oprimidos son aquellos que son intimidados y explotados por los ricos (Is. 3:14; Ez. 18:16 – 18; Am. 2:7). También estos pobres pueden ser los piadosos que son agraviados por los impíos (Sal. 10:2; Is. 14:32). En breve, ellos son los victimizados, aquellos que son agobiados y de baja condición, con la gente tomando ventaja de sus circunstancias humildes.3 2
Para la motivación del interés del Señor por los pobres, ver C. Van Dam, «The Diaconal Task: Some Old Testament Roots and Their Continuing Significance», Diakonia 2:2 (1988) y también reimpreso en Ordained Servant 1:1 (1992). 3
El término hebreo para este grupo nunca se usa para «pobreza merecida sino siempre se usa para denotar a aquellos que son explotados e injustamente empobrecidos (Job 24:4; Sal. 37:14; Is. 32:7)». W.J. Dumbrell, en W.A. VanGemeren editor, New International Dictionary of Old Testament Theology and Exegesis (5 Vols.; Grand Rapids: Zondervan, 1997) 3.455.
Así pues, había tres clases de pobres: los pobres materialmente, los pobres impotentes y los afligidos. Ahora bien, no tenemos que imaginarnos que éstos eran tres categorías separadas de israelitas. No. Estos términos a menudo son usados como sinónimos de cada uno y pueden (pero no necesariamente tienen que) referirse a la misma gente, vista desde perspectivas diferentes. Los matices específicos de los diferentes términos hebreos para «los pobres» son difíciles de hacer resaltar en una traducción castellana, pero estos diferentes matices existen en la Escritura.4 ¿Por qué es importante notar esto? Bueno, muestra que los pobres en Israel no sólo son aquellos sin dinero, sino que ellos incluyen a los desaventajados, los oprimidos, y los desamparados. Este amplio rango de significados para el término «los pobres» asimismo indica que no debemos tener una idea de los pobres entre nosotros muy estrechamente en el presente. Pueden incluir no solamente a los pobres materialmente, sino también a los desaventajados y afligidos.
2. LOS POBRES EN LA SOCIEDAD DE ISRAEL A fin de apreciar tanto como sea posible lo que la Palabra de Dios (el Antiguo Testamento) nos dice en sus extensas prescripciones de los pobres, será de mucha ventaja hacer una pausa e intentar representar delante de nosotros las principales manifestaciones de la pobreza, como apenas se notó, dentro de la sociedad israelita, y ver a quiénes se aplican estas etiquetas de pobres, impotentes y afligidos.5 Entonces notaremos que hay diferentes maneras en las cuales el Israelita se enfrentaba a los pobres en su vida diaria. Veremos también qué soluciones tiene el Señor para los pobres. 2.1 Los campesinos y los pobres sin tierras
Estos no estaban totalmente destituidos. Aunque ellos sufrían económicamente, se esperaba de ellos que ofrecieran sacrificios, si bien ellos podían ofrecer animales de menos valor que los que ofrecían de los ricos en sus sacrificios (Lv. 5:7, 11; 12:8; 14:21). Ellos tenían que dar el dinero de la expiación junto con los ricos (Éx. 30:15). Ellos tenían que pagar sus impuestos (Am. 5:11). Especialmente en los días de Jeroboam II (782 – 753 a. C.), pequeños terratenientes eran a menudo reducidos a la pobreza por los ricos de tal manera que Dios, a través de Amós, advirtió a Israel de su ira (Am. 2:6 – 7; cf. 8:4 – 6). Similarmente, por ejemplo, Isaías profetizó en su día (Is. 26:5 – 6) y prometió la restauración de los pobres (Is. 29:19 – 20). Los pobres sin tierras (Éx. 23:11; Lv. 19:10; 23:22; cf. p.ej., Jer. 39:10) eran especialmente vulnerables. Ellos eran obreros que eran completamente dependientes de otros para su sustento. Fácilmente podían ser explotados y abusados (Sal. 37:14; Is. 32:7). Dios, por lo tanto, protegía a estas personas a corto plazo por medio de medidas tales como el pago diario inmediato de sus salarios, préstamos libres de intereses, y el retorno de sus capas o vestidos a la puesta del sol (si las habían entregado como garantía) para que el pobre pudiera abrigarse con ella (Éx. 22:25 – 27; Dt. 24:10 – 15). Ellos también 4
Cf. p.ej., el texto hebreo de Éx. 23:3, 6; también Éx. 23:11 y la legislación paralela en Lv. 19:9ss; 23:22. Ver además sobre este punto C. Van Leeuwen, Social besef in Israel (Baarn: Bosch & Koning, n.d.) 11 – 12. 5
Sigo este enfoque antes que ligar cada término hebreo con una manifestación particular de pobreza ya que tengo mis dudas sobre si esto puede ser hecho consistentemente. Cf. el estudio de J.D. Pleins, «Poor, Poverty», en D.N. Freedman, editor, Anchor Bible Dictionary (6 Vols.; New York: Doubleday, 1992) 5.402 – 414 y esp. p.ej., 404b (en relación a los pobres materialmente como a los pobres sin tierras).
podían recoger lo que crecía por sí solo cuando los campos no eran cultivados cada siete años, cosechar las uvas que quedaban, y recoger de los campos cosechados (Éx. 23:11; Lv. 19:9 – 10; 23:22).6 A largo plazo, Dios proveía un año para no pagar los préstamos cada siete años (Dt. 15)7 y un año de Jubileo cada cincuenta años, para que la tierra pudiera ser retornada al dueño original (Lv. 25). 2.2 Las viudas y los huérfanos
Con la muerte de su esposo, una mujer, especialmente una que estaba sola, estaba en todos los sentidos en una posición muy precaria. Esto es evidente del hecho de que el término hebreo para «viudez» puede significar también «destitución». Había, básicamente, dos opciones para una viuda, asumiendo que no tenía hijos pequeños o de mayor edad.8 Si ella no tenía hijos, un cuñado soltero podía casarse con ella (el así llamado matrimonio del levirato) y el primer hijo por nacer sería considerado como el heredero de la propiedad del difunto, y él continuaría la línea del difunto. Sin embargo, tal cuñado podía rehusarse a cooperar (Dt. 25:5 – 10; cf. Gn. 38:8), y la opción de familiares más distantes para cumplir con este deber era posible (Rut 4:5 – 6). Ella podía regresar a la casa de su padre donde podría esperar para el matrimonio del levirato con un hermano de su esposo difunto si era demasiado joven en ese momento (cf. Gn. 38:11; Lv. 22:13; cf. Rut 1:8, 11). Por supuesto, una viuda podía técnicamente volver a casarse, especialmente si ella era joven o rica (como David se casó con la viuda Abigail, 1 S. 25:39 – 42). La otra opción era que ella sustentara a sus hijos por su cuenta. Sin embargo, ser rica y viuda era excepcional y, como ya ha sido notado, la palabra para «viudez» también significaba «destitución».9 Cuando se convertía en viuda con hijos menores, entonces sus hijos llegaban a ser huérfanos.10 Obviamente, la débil posición de la viuda también estaba 6
Ver además sobre estos L.G. Perdue en L.G. Perdue, et al., editores, Families in Ancient Israel (Louisville, Kentucky: Westminster John Knox, 1977), 199. 7
Dt. 15 se refiere a la suspensión de las deudas durante un año, queriendo decir que un segundo pago no podía demandarse en ese periodo de tiempo. Ver P.C. Craigie, The Book of Deuteronomy (NICOT: Grand Rapids: Zondervan, 1984; originalmente en Holandés, 1950 – 1951), 180 – 181. Cada cincuenta años toda deuda sería completamente cancelada (Lv. 25). Ver G.J. Wenham, The Book of Leviticus (NICOT; Grand Rapids: Eerdmans, 1979), 317. 8
Si ella tenía hijos mayores, ella podía mudarse donde su familia. Cf. Rut 1:3 y 2 S. 14:5ss. H.E. Van Waldow, «Social Responsability and Social Structure in Ancient Israel», Catholic Biblical Quaterly 32 (1970) 187. 9
Tal vez las logísticas y habilidades brillantes que se necesitaban para manejar y echar a andar (con beneficios) exitosamente la propiedad dejada por su esposo era demasiado para el promedio de viudas cuyas habilidades eran más bien domésticas. Especialmente si ella no tenía el apoyo de su familia, su posición podía llegar a ser muy precaria en corto tiempo y llevar a problemas tales como las deudas. En última instancia, si no se volvía a casar, la propiedad de la viuda sería revertida a la familia de su difunto esposo. Cf. el orden de herencia en Núm. 27:8 – 11. Cf. E. Neufeld, Ancient Hebrew Marriage Laws (London: Longmans, Green and Co., 1944), 240 – 242. 10
Un huérfano es uno sin padre. Ver, p.ej., Éx. 22:24 [He. 23]; Lam. 5:3.
reflejada en la condición desesperada de los huérfanos (cf. Lam. 5:3).11 Ahora bien, en tanto que los lazos familiares eran fuertes (como se suponían que fueran, especialmente en los días del establecimiento de Israel en la Tierra Prometida), se podía esperar que las viudas y los huérfanos fueran bien cuidados (ver opciones 1 y 2 arriba). Sin embargo, con el establecimiento de un gobierno más centralizado, y el desarrollo de una gran prosperidad económica, la viuda era aparentemente marginalizada. Aunque una viuda heredara la propiedad de su esposo (cf. Rut 4:3; Pr. 15:25), con todo ella era vulnerable de perder su propiedad a través de fraude e injusticia.12 Las protestas ruidosas de los profetas en relación al maltrato de las viudas y huérfanos muestra que su posición era realmente vulnerable (Is. 1:17, 23; 10:2; Jer. 7:6 – 7; 22:3 – 5; Ez. 22:7; Zac. 7:8 – 14; Ml. 3:5). El Señor, sin embargo, proveía para las necesidades de las viudas y los huérfanos en su ley. El advirtió a Israel de no afligirlos y que si lo hacían, la ira de Dios ardería en contra de ellos y convertiría a sus esposas en viudas y a sus hijos en huérfanos (Éx. 22:21 – 24 [He. 20 – 23]). Los huérfanos estaban para ser tratados justamente, y el vestido de la viuda no debía ser tomado en prenda (Dt. 24:17). Las viudas y los huérfanos podían participar en las festividades del diezmo del producto de la tierra cada tercer año, junto con el Levita y el forastero (Dt. 16:14). Podían de la misma manera participar en las celebraciones de la Fiesta de las Semanas (Dt. 16:11) y la Fiesta de las Tiendas (Dt. 16:14). Estaban con toda probabilidad incluidos con los pobres cuando se trataba del privilegio de recoger las orillas y las esquinas del campo (Lv. 19:9; 23:22) y recibir el producto del año Sabático (Éx. 23:10 – 11). El Señor le recordaba a su pueblo que él era el protector y sustentador de las viudas y los huérfanos (Sal. 68:5 [He. 6]; 146:9). 2.3 Los forasteros y los extranjeros
Otra parte importante del mosaico de la sociedad Israelita eran los forasteros, extranjeros y residentes temporales. El forastero era un extranjero que se había asentado y establecido en Israel pero que realmente no pertenecía allí, debido a que él vivía en medio de un pueblo con quien no tenía ningún lazo sanguíneo. Los ejemplos de Abraham en Canaán (Gn. 23:4), Israel en Egipto (Éx. 22:20), y Elimelec con su familia en Moab (Rut 1:1) vienen a la mente. Sin embargo, debido a que un forastero se había establecido durante un tiempo en la tierra entre los Israelitas, no era llamado un extranjero y también tenía ciertos derechos y 11
La viuda habría tenido grandes dificultades soportando pleitos legales por cuenta propia, una circunstancia que podía resultar en la pérdida de sus hijos ya sea por muerte (cf. 2 S. 14:5 – 6) o por esclavitud por deuda (cf. 2 R. 4:1 – 7). Ver además S. Bendor, The Social Structure of Ancient Israel (Jerusalem Biblical Studies 7; Simor, 1996), 193 – 194. 12
Si Noemí podía vender la tierra de su esposo difunto Elimelec, entonces ella era claramente la heredera (Rut 4:3). Cf. también Pr. 15:25 que ordena dejar los linderos de la viuda intactos. Además, no hay evidencia firme de que la viuda no tenía el derecho de heredar la propiedad de su esposo, contra C. Van Leeuwen en VanGemeren, editorial, New International Dictionary of Old Testament Theology and Exegesis 1.413 (y también C. van Leeuwen, Sociaal besef in Israel , 23). Núm. 27:8 – 11 no afirma que las viudas no tenían el derecho de heredar la propiedad del esposo, sino que este pasaje trata con la cuestión de las hijas de Zelofehad heredando la propiedad de su padre porque no habían hijos varones. El lugar de la viuda no es tratado aquí. Ver además C.F. Keil, Manual of Biblical Archaeology (2 Vols.; Edinburgh: T. & T. Clark, 1887, 1888; originalmente publicado en Alemán), 2.308 – 309. El asunto de si la viuda heredaba la propiedad es complicado. Ver la discusión en Neufeld, Ancient Hebrew Marriage Laws, 241 – 242.
privilegios.13 Uno pudiera decir que el forastero era un inmigrante (para usar un término moderno). O uno pudiera resumirlo notando que tal persona había dejado su medio social original y entrado en una nueva relación dependiente dentro de un nuevo medio social.14 En esa luz debe notarse que un Israelita que se mudaba, o era forzado a mudarse, de su medio social original a alguna otra parte dentro de Canaán era en esencia un inmigrante, y el podía también ser llamado un forastero en su nuevo lugar de residencia. Él había perdido el apoyo de su familia.15 Tenemos ejemplos de éstos en la Escritura. En Jueces 17 leemos de un joven Levita, que hasta cierto punto dejó una ciudad Levita, y había estado morando (como un extranjero) con la tribu de Judá en el pueblo no levita de Belén. El dejó su lugar en busca de otro lugar para morar. Él fue al norte hacia Efraín (Jue. 17:7 – 13).16 Otro ejemplo se halla en Jueces 19:16 que habla de un hombre viejo de Efraín que estaba morando en Gabaa de Benjamín, lejos de su familia. De modo que, aunque las personas en estos ejemplos eran Israelitas, no obstante eran extranjeros en un lugar fuera de su medio social y contexto original, y eran de esta manera dependientes de su nuevo medio social para la ayuda que llegaran a necesitar. Usualmente, pero ciertamente no siempre (Lv. 25:47), el extranjero o forastero era siervo de alguien (Dt. 24:14) y era pobre y vulnerable (Dt. 10:18; 14:29; 24:14, 17 – 21; Ez. 22:29).17 Los extranjeros que estaban desaventajados económicamente podían esperar ayuda tal y como la viuda y el huérfano, incluyendo el derecho a recoger (Lv. 19:10; 23:22; Dt. 24:19 – 21), de recibir el diezmo para los pobres y las festividades conectadas con ello cada tercer año (Dt. 14:29), y el producto que crecía por sí solo en el año sabático (Lv. 25:6). La opresión del forastero estaba estrictamente prohibida (Éx. 22:21; 23:9; Lv. 19:33 – 34; Dt. 24:14 – 15, 17 – 18; 27:19).18 Los términos para el extranjero y el forastero son a menudo usados sinónimamente.19 Lo que puede que los haya distinguido es que el extranjero estaba menos integrado, o asimilado, en la vida social y religiosa de Israel que lo que estaba el forastero. Sin embargo, ambos parecen haberse identificado muy fuertemente con Israel, incluyendo el compromiso al Dios de Israel.
13
Ver, p.ej., R. Martín-Acharden E. Jenni y C. Westermann, editores, Theological Lexicon of the Old Testament (2 Vols.; Peabody, MA: Hendrickson, 1997; originalmente en Alemán, 1971 – 1976) 1.308. 14
Ver Spina, «Israelites as gerim», en C.L. Meyers y M. O´Connor, editores, The Word of the Lord Shall Go Forth (Fs Freedman; Winona Lake, Indiana: Eisenbrauns, 1983), 323. 15
Él puede que también haya perdido el derecho a ese apoyo. Ver Bendor, The Social Structure of Ancient Israel , 241. 16
Solamente a los sacerdotes se les repartieron lugares de habitación dentro de Judá (Jos. 21:9 – 19; cf. 21:20ss). 17
Otros ejemplos, además de Lv. 25:47, de forasteros prósperos son: Doeg el Edomita (1 S. 21:8); Selec el Amonita (2 S. 23:37) y Urías el Hitita (2 S. 11:3), todos los oficiales en la corte real o el ejército. Ver además D.I. Block, en G.W. Bromiley, editor, The International Standard Bible Encyclopedia (4 Vols.; 2a edición; Grand Rapids: Eerdmans, 1979 – 1998) 4.561; J. Milgrom, «The Alien in Your Midst», Bible Review 11:6 (Dic. 1995), pág. 18. 18
Cf. también las advertencias de los profetas en contra de su maltrato: Jer. 7:6; 22:3; Zac. 7:10.
19
Lv. 25 pássim; Sal. 39:12 [He. 13]; 1 Cr. 29:15.
2.4 El residente temporal
El extranjero o residente temporal estaba atado a su tierra natal y planeaba retornar a ella. El no era un residente permanente en Israel, como lo eran el forastero y el extranjero (o residente permanente). Tampoco tenía una asociación cercana con el Dios del pueblo. Esto quería decir que había una distancia entre ellos e Israel y que está reflejada en la legislación. Si él le debía a un Israelita, no obtenía ningún alivio de sus pagos en el año Sabático (Dt. 15:3). Se le cobraba interés por el dinero que le debía a un Israelita (Dt. 23:20 [He. 21]). 2.5 Los levitas
En último lugar, pero no por ello menos importante, se hallaban dispersados por todo Israel como maestros de la ley (cf. Dt. 33:10; 2 Cr. 17:7 – 9), miembros de la tribu de Leví, que habían sido apartados en lugar de los primogénitos para el servicio especial de Dios (Núm. 3:40 – 51). Debido a que el Señor era su herencia (Dt. 10:9; 18:2), ellos no tenían propiedad de tierras, como las otras tribus sí tenían, dedicados a su uso exclusivo,20 y debían ser mantenidos por medio de los diezmos de Israel. Tales diezmos incluían todo el producto del campo (Núm. 18:21 – 32). A pesar de su condición privilegiada, los Levitas eran, sin embargo, contados entre los pobres y necesitados que requerían el apoyo especial de la comunidad para sobrevivir. Ellos también eran claramente vulnerables al descuido y abuso de sus derechos. El Señor le ordenó a su pueblo que no olvide a los Levitas, sino hacerlos partícipes de sus festividades y ofrendas y fiestas principales, junto con los otros pobres en Israel (Dt. 12:12, 18, 19; 14:28 – 29; 16:11 – 14; 26:11 – 13).21
3. CÓMO ERAN AYUDADOS LOS POBRES Hasta ahora hemos visto, tan detalladamente dentro de lo posible en el tiempo permitido, quiénes eran los pobres, y de qué manera en verdad los pobres podían ser hallados en la sociedad del Antiguo Testamento. Ahora necesitamos considerar cómo, prácticamente hablando, sus necesidades eran cubiertas. Ya hemos visto algo acerca de la manera en que el Señor proveía para los pobres por medio de varias leyes que fueron diseñadas para aliviar sus necesidades. Nuestra meta ahora es considerar la voluntad de Dios para el cuidado de los pobres desde la perspectiva de «¿quién es responsable de qué?» ¿Cuáles son las estructuras a su vez para el cuidado de los necesitados? Enfocado de esta manera, podemos derivar principios que podemos hallar en el Nuevo Testamento, o aplicar directamente al día de hoy. 3.1 El lugar de la familia
20
Aunque 48 ciudades les fueron asignadas (Núm. 35:1 – 8), estas ciudades no eran aparentemente para el uso exclusivo de los Levitas. Otros habitaban en ellas también, pero los Levitas tenían ciertos privilegios en ellas, incluyendo el derecho para recuperar las casas hipotecadas después que el año de redención había pasado. No se le permitía a un Levita vender su tierra del ejido alrededor de sus ciudades (Lv. 25:32 – 34). 21
Se sugiere a veces, p.ej., que el Sal. 73 (un Sal. de Asaf, líder de uno de los coros Levitas) refleja la situación de un Levita. Ver Van Leeuwen, Sociaal besef in Israel , 33.
Ninguna sociedad o agrupación de seres humanos viviendo juntos es imaginable sin la familia. Para el propósito de nuestro tópico, es importante notar que en Israel, la familia extensa, o clan, era una unidad y poder económico dentro de la sociedad. La familia extensa fungía como una asociación protectora de las familias u hogares (la casa del padre)22 para preservar las condiciones mínimas necesarias para la integridad de cada miembro de las familias brindando ayuda cuando era necesario.23 Dios la diseñó de esta manera en el tipo basado en la agricultura y en el trabajo intensivo de la sociedad que él ordenó para Israel. De esta manera, la vasta acumulación de la riqueza en las manos de unos pocos era prevenida,24 y la familia podía sobrevivir intacta. Consideremos algunos ejemplos que ilustran cómo la viabilidad económica de una familia (la casa del padre) era mantenida. Si la tierra se perdía debido a la pobreza y la deuda, entonces el pariente más cercano debía redimir lo que fue vendido para mantenerla dentro de la familia o clan (Lv. 25:23 – 28; Jer. 32). El orden de responsabilidad iba desde el hermano, el tío y hasta el primo o cualquier familiar sanguíneo (Lv. 25:49). El que redimía era el pariente redentor. Esta redención de la tierra muestra que cada familia tenía que preservar su herencia, para que de este modo fuera económicamente auto-suficiente. El año del Jubileo, que caía cada cincuenta años, aseguraba que la tierra perdida eventualmente sería retornada a la familia original. Dios diseñó la economía de Israel con los intereses de la unidad más baja socio-económica en mente — las familias extensas en su tierra patrimonial. Para este fin, se esperaba también del pariente redentor, pero no se le obligaba, que se casara con su cuñada cuando ésta enviudaba sin ningún heredero varón, para que el pariente redentor pudiera levantar un heredero para ella (Dt. 25:5 – 10).25 También, para mantener la viabilidad económica de la familia, el pariente redentor tenía que mantener o redimir a la persona o dependientes de un pariente redentor endeudado (Lv. 25:35 – 55). Se esperaba, de esta manera, que él proveyera préstamos libres de intereses (Lv. 25:35ss), y, si el familiar necesitado había perdido su tierra (hasta el año del Jubileo), el pariente redentor podía tomarlo como un siervo — no un esclavo, y alimentarlo con toda su familia (Lv. 25:39 – 43). Si el miembro de la familia había sido forzado 22
La «casa del padre» era la estructura de parentesco con la que uno sentía el sentido más fuerte de inclusión. Era la unidad pequeña más importante en la nación y para el Israelita individual, y era la unidad básica para el sistema de tenencia de tierra de Israel. La casa del padre «incluía la cabeza de la casa y su esposa (o esposas), sus hijos y sus esposas, sus nietos y sus esposas, mas cualquier hijo o hija solteros en las generaciones debajo de él, junto con todos los dependientes que no eran familiares». Esto pudo haber incluido hasta 100 – 150 personas, residiendo en un grupo de lugares habitacionales. Ver C.J.H. Wright, «Family» en Freedman, editor, Anchor Bible Dictionary 2.762, 763. Ver también Perdue, et al., editores, en Families in Ancient Israel , 175. 23
Ver el tratamiento resumido por Wrighten Freedman, editor, Anchor Bible Dictionary 2.763.
24
También la posesión comunal de toda la tierra vía el estado estaba prevenida con este arreglo. Ver Wenham, Leviticus, 323. Para el aspecto de la labor intensiva ver Perdue, et al.; editores, en Families in Ancient Israel , 168 – 170. 25
Ver el resumen oportuno de los asuntos implicados en Wright, en Freedman, editor, Anchor Bible Dictionary 2.763, L.G. Perdue, et al., editores, en Families in Ancient Israel , 168 – 170, 192 – 193. El hecho de que el pariente redentor no era forzado, solamente avergonzado en público si descuidaba sus responsabilidades (Dt. 25:5 – 10), indica la naturaleza de la ley aquí. Tenía que ser obedecida en amor y gratitud. Ver información adicional más adelante bajo las reflexiones finales.
a venderse fuera del clan, entonces se esperaba del pariente redentor que lo redimiera de la esclavitud (Lv. 25:47ss).26 De este modo, la familia y su viabilidad económica eran protegidas de varios modos. En adición, podemos pensar en el deber de apoyar a los pobres, especialmente a las viudas y a los huérfanos. Los primeros en ayudar habría sido la familia nuclear (como con la redención), y de ahí sucesivamente. Tales personas necesitadas podrían ser incorporadas a la casa del padre (cf. Job 31:18; Est. 2:7, 15). Vimos, sin embargo, que la pobreza es más amplia que la economía de una cuenta de banco en quiebra. Ciertamente, a menudo junto con las dificultades de la pobreza materiales se hallaban las dificultades adjuntas de ser afligido y oprimido por otros en la sociedad, o por las circunstancias que estaban fuera de control. Aquí también la familia sería la primera en línea para ayudar a sus miembros oprimidos. Este es un punto muy importante ya que trata con la capacidad de funcionar como Dios lo deseaba, y para ello Dios permitía tales viudas, huérfanos o pobres y afligidos. La ayuda tenía que ser brindada. Y la familia, nuclear o extensa, es la primera en línea para proveer la ayuda. Ahora bien, como cualquier oficial de la iglesia sabe, las cosas no siempre salen de la manera en que se suponen que debieran. También en Israel éste era el caso. Podía suceder que por una razón u otra, la tierra de una familia se perdiera, ya sea por razones económicas o por conflictos familiares destructivos sin resolver. El resultado sería la dispersión o destrucción de esa familia como una unidad viable. Ahora, podía suceder que no todos los miembros de la familia fueran capaces de agregarse a las casas de un padre como miembros de la familia. Entonces, ¿qué sucedía con aquellos que quedaban fuera? Las opciones restantes eran: llegar a ser miembros marginales de otras casas de un padre no emparentadas como siervo s endeudados o jornaleros, o uno podía unirse a las clases más bajas y marginadas de los pobres quienes básicamente vivían de la buena voluntad de la sociedad.27 Otras posibles razones para tal infortunio (además de la destrucción de la unidad de la familia) podían ser: si una viuda y sus hijos no podían ser ayudados por la familia debido a cualquier razón. Entonces, ella se hallaba en una situación desesperada. En verdad, leemos de una viuda que estaba en peligro de perder a sus hijos para ser esclavos a fin de pagar la deuda de un esposo difunto (2 R. 4:1; cf. 1 R. 17:8 – 15). Otra posible causa de infortunio sería si un miembro de una familia voluntariamente se mudaba a otra parte, lejos de la seguridad social y económica de su clan y su familia. Tal persona se convertiría en un forastero, como el Levita en Jueces 17, y sería dependiente de otros para su seguridad económica, especialmente si se hallaba en dificultades. Todo esto nos lleva a nuestro siguiente punto: cómo la sociedad fuera de la familia cuidaba de los pobres y desaventajados en Israel. 3.2 El lugar de la sociedad
26
Ver Wright, en Freedman, editor, Anchor Bible Dictionary 2.763, Perdue, et al., editores, en Families in Ancient Israel , 192, 195 – 198 (en relación a los siervos endeudados y esclavos endeudados). 27
ÉX. 21:2 – 11; Lv. 25:35 – 55; 2 R. 4:1 y Neh. 5:1 – 5. Ver para todo esto Perdue, et al., editores, en Families in Ancient Israel, 169, 193ss. Ver en mayor detalle Bendor, The Social Structure in Ancient Israel, 230 – 244.
En el caso de que uno fuera privado del apoyo de la familia, Dios proveyó leyes para su pueblo para que la sociedad cuidara de ellos.28 Tenemos que recordar que este pueblo es la iglesia. La sociedad de la que estamos hablando es la comunión de fe del Antiguo Testamento — al menos así es como debía ser. Estas leyes tenían en mente dos necesidades básicas. Primero, la justicia de los pobres y sus derechos tenían que ser defendidos y aplicados (Éx. 23:3; Dt. 16:19; Sal. 82:3). En segundo lugar, la caridad tenía que ser ejercitada hacia los pobres. La ayuda y asistencia les debían ser dadas. Uno no tiene que ser tacaño sino bondadoso hacia los pobres (Dt. 15:7 – 11). Un principio fundamental es que todas las necesidades en la comunidad deberían ser satisfechas. No todos tendrán las mismas necesidades, pero todas deberán ser igualmente satisfechas (cf. Éx. 16:17 – 18; 2 Co. 8:15). Ya notamos cómo los pobres, las viudas, huérfanos y Levitas eran protegidos por la ley de Dios al no haber ninguna familia que se ocupara de ellos. Entre otras cosas, a los necesitados se les permitía pedir prestado utensilios o implementos sin dejar su vestido como prenda (Dt. 24:17; Job 24:3; cf. Éx. 22:22 – 26; Am. 2:8), y a las familias se les ordenaba incluirlos en sus festividades que seguían a las cos echas (Dt. 16:9 – 15). Ellos podían comer grano o fruto de los campos y viñas de sus vecinos antes de la cosecha (Dt. 23:24 – 25), y después de la cosecha, recoger lo que quedaba (Lv. 19:9 – 10; 23:22; Dt. 24:19 – 21). Ellos también podían vivir de la tierra durante los años Sabáticos (cada siete años) (Éx. 23:11; Lv. 25:6). Anualmente ellos debían ser incluidos en las festividades y comidas asociadas con la Fiesta de las Semanas y la Fiesta de los Tabernáculos (Dt. 16:11, 14). Noten cómo esta última estipulación no solamente ayudaba a llenar el estómago de los desaventajados, sino también les proveía compañerismo y un sentido de pertenencia. Ellos podían tener parte en el gozo del pueblo de Dios y ser alentados. También había todo un cuerpo de leyes que trataban con asuntos de importancia financiera. Por ejemplo, a un nivel sencillo, a los pobres no se les debía cobrar interés (Éx. 22:25; Lv. 25:36; Dt. 23:20). Asimismo, el arreglo entero de los asuntos financieros de Israel tenía que seguir la voluntad de Dios. Esto significaba, por ejemplo, que cada séptimo año no habría pago de préstamos (Dt. 15) y cada cincuenta años era el año del Jubileo cuando la propiedad retornaba a su dueño original.29 Para entender este cuerpo de legislación, que de una u otra manera toma nota de la condición de los pobres, uno tiene que entender una cosa muy bien. Esta legislación está basada en una simple demanda de Dios, a saber, que uno ame a su prójimo como a sí mismo (Lv. 19:18).30 Al amar a tu prójimo, tú no solamente piensas en tu familia inmediata, sino también te mueves fuera de ese círculo. Incluyes a aquellos que están separados de su estructura familiar y son vulnerables y están a sus expensas. Ahora bien, hay varias implicaciones de este mandamiento de amor subyaciendo a toda la legislación detallada. La ley de Dios no es, en primer lugar, un código legal con un sistema comprensivo de penas y castigos por la desobediencia, sino es una ley del pacto, enseñándole a Israel el camino correcto por dónde
28
Ver Bendor, The Social Structure of Israel , 242.
29
Ver también concerniente a su protección Dt. 10:18; 24:17 – 21; 26:12 – 13; 27:19; cf. Job 29:13; Is. 1:23; Jer. 7:6; 22:3. Dt. 27:19 emite una maldición en contra de aquellos que subvierten la justicia debida a las viudas. Cf. Perdue, et al., editores, en Families in Ancient Israel , 194, 201 – 202. 30
Con referencia específica a la demanda del amor y los pobres, ver Dt. 10:12 – 20 y específicamente el extranjero, Lv. 19:33. Sobre la ley como centrada en el amor por Dios ver W. Eichrodt, Theology of the Old Testament (2 Vols.; Phildelphia: Westminster, 1961, 1967; originalmente en Alemán, 1959, 1964) 1.93.
ir.31 Israel debía estar motivado a obedecer la ley, no por temor, sino por gratitud por la liberación de Dios (Éx. 19:4 – 6; 20:2; Dt. 5:6) y por amor a la elección de Dios como una nación santa (Dt. 7:6, 11; 14:2; 26:18). Uno también puede decir que esta es la ley predicada, con sus advertencias, motivaciones y metas todas dirigidas a nuestra relación con Dios.32 Con respecto a las leyes concernientes al cuidado de los pobres, esta caracterización de la ley significaba que las leyes no eran seguidas por penalidades detalladas por causa de la desobediencia.33 Las directivas para cuidar de los pobres eran una apelación al corazón para la obediencia — parte de la regla de gratitud. Dios no estaba interesado en fomentar el legalismo sino el amor por Dios y por el prójimo.34 Esto significaba que podía ser difícil hacer cumplir las leyes en relación a los pobres, si el pueblo era reacio y desviado de Dios. La historia de Israel y el interés de Dios por los pobres por medio de sus profetas confirman este punto. Un segundo punto relacionado es que debido a que la ley no era un detallado código legal de lo que no estaba y de lo que sí estaba permitido, la ley principalmente enunciaba principios. No era un catálogo exhaustivo de cómo los pobres podían ser ayudados. Le correspondía al pueblo de Dios hacer una aplicación ulterior.35 Un tercer punto es que el mandamiento de amor se divide en dos maneras. El amor ayuda con víveres, pero también el amor demuestra responsabilidad. No es de poca importancia entonces que el Señor esperara de los pobres que trabajasen para su comida y bebida e ingresos. Podemos pensar en la ley de recoger y tomar las uvas que quedaban después de la cosecha (Lv. 19:10; 23:22; Dt. 24:19), y la ley de vivir del producto del año sabático (Éx. 23:11; Lv. 25:6). Ambos requerían trabajo duro para recolectar suficiente cantidad. Piensen en Rut trabajando desde muy de mañana hasta tarde en la noche. El corolario de esto es que los pobres perezosos no debían ser asistidos, porque tal alivio sería únicamente para estimularlos en su conducta impía. En breve, no sería mostrar amor al prójimo. Eso no los ayudaría, y de esta manera uno no debía mostrar amor ayudando a los pobres flojos, al perezoso, como se le llama en Proverbios. Después de todo, la flojera resulta en pobreza (Pr. 6:10 – 11; 14:23; 19:15; 20:13; 21:5; 24:33 – 34). Ciertamente, la pereza incluso puede conducir a la muerte (Pr. 21:25), y por ello uno necesita aprender de la hormiga diligente y ser sabio (Pr. 6:6). De la misma manera, aquellos que gastan más de lo que ganan invitan a la pobreza para que venga sobre ellos mismos (Pr. 21:17), y su condición debe ser corregida antes que la asistencia sea dada.
31
Para el predominio o autoridad de la ley apodíctica ver B. Maarsingh, Onderzoek naar de ethiek van de wetten in Deuteronomium (Winterswijk: Van Amstel, 1961) 136 – 140. 32
R.K. Harrison, «Law in the OT» en Bromiley, editor, International Standard Bible Enciclopedia 3.76 – 77; N.D. Kloosterman, «Casuistry as Ministerial Ethics», en J.H.F. Schaeffer, J.H. Smit y Th. Tromp, editores, Nuchtere noodzaak (Fs Douma; Kampen: Kok, 1997), 113. Dios cuida a las viudas (Job 5:15), los pobres (Sal. 140:12 [13]); y escucha sus súplicas de ayuda (Sal. 69:33 [34]). 33
H.A. Brongers, «Rijkdom en armoede in Israel,» Nederlands Theologisch Tijdschrift 29 (1975) 33s; M.J.C. Blok, «Hetdiakonaat in de Heillige Schrift», Dienst (1976 — Edición Especial), 9; Van Woldow, «Social Responsability and Social Structure in Early Israel», CatholicBiblical Quaterly 32 (1970) 189s. 34
Eichrodt, Theology of the Old Testament , 1.92 – 93.
35
Ver N.D. Kloosterman, en Schaeffer, et al., editores, Nuchtere noodzaak , 113 – 114.
3.3 El lugar del rey y del estado
Hemos visto cómo la sociedad y las familias individuales tenían obligaciones de ayudar a los pobres. ¿Qué con respecto al gobierno civil en Israel? ¿Tenía obligaciones? Cuando hacemos ese tipo de pregunta, tenemos que ser cuidadosos por supuesto para no imponer nuestras problemáticas a la Escritura, porque la Biblia no sabe del tipo de red de seguridad auspiciada por el gobierno con la que estamos familiarizados el día de hoy. Es claro en la Escritura que la respons abilidad de cuidar de los pobres fue claramente dada al pueblo como un todo, y no en primer lugar al rey o al estado como el mediador entre los ricos y los pobres.36 Sin embargo, habiendo dicho eso, el rey como el representante terrenal de Dios, sí tenía obligaciones aquí. Este punto es obvio del hecho de que la oración de Salomón por su reinado (Sal. 72) inicia diciendo (vv. 1 – 4): Oh Dios, da tus juicios al rey, y tu justicia al hijo del rey. El juzgará a tu pueblo con justicia, y a tus afligidos con juicio. Los montes llevarán paz al pueblo, y los collados justicia. Juzgará a los afligidos del pueblo, salvará a los hijos del menesteroso, y aplastará al opresor. Posteriormente Salomón continúa (vs. 11 – 14): Todos los reyes se postrarán delante de él; todas las naciones le servirán. Porque él librará al menesteroso que clamare, y al afligido que no tuviera quien le socorra. Tendrá misericordia del pobre y del menesteroso, y salvará la vida de los pobres. De engaño y de violencia redimirá sus almas, y la sangre de ellos será preciosa ante sus ojos. 37 El rey de Israel era el rey mesiánico y como el representante de Dios, el rey de Israel tenía que mostrar algo de la gloria del rey, el Señor Dios mismo. Esto también se aplica a su relación con los pobres. El rey tenía que ver que también los pobres participaran en la redención y salvación del pueblo de Dios como se observa en la prosperidad material que Dios había dado en la tierra fluyendo leche y miel. El tenía las responsabilidades de ver que los oprimidos recibieran alivio, y que los afligidos recibieran justicia. En verdad, del rey Josías fue dicho: ¿No comió y bebió tu padre, e hizo juicio y justicia, y entonces le fue bien? El juzgó la causa del afligido y del menesteroso, y entonces estuvo bien. ¿No es esto conocerme a mí? Dice Jehová. Del gran rey mesiánico venidero fue predicho (en Is. 11:4): Sino que juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la tierra. Exactamente todo lo que estaba incluido en el oficio del rey en términos de defender a los pobres y necesitados, no lo sabemos. Ciertamente, el deber del rey como la corte de apelación era un aspecto muy importante (p.ej., 2 R. 3:16 – 27; Pr. 31:1, 8 – 9; cf. 2 S. 8:15).38 Como el vicegerente de Dios, y representante, y siervo, el rey tenía que ver que la ley de Dios fuera guardada en la tierra (cf. también Sal. 82:3 – 4). 36
Ver Bendor, The Social Structure of Ancient Israel , 242; J.D. Levenson, «Povertyland the State in Biblical Thought», Judaism 25 (1976), 10 – 11. 37 38
Cf. también Pr. 31:5, 8 – 9.
Ver también 2 S. 23:6 – 7; Sal. 45:3; 101; 110:1 – 2, 5 – 7; 89:21 – 23. También, Keith W. Whitelam, «King and Kingship», en Freedman, editor, Anchor Bible Dictionary 4.45.
Ya sea que el rey defendiera la causa de los pobres y defendiera sus derechos, tenía un tremendo impacto sobre el bienestar de su trono y país (Pr. 29:14; cf. Ez. 16:49) debido a que era la ley de Dios que el rey tenía que poner en vigor (Dt. 17:18 – 20). En verdad, si Israel mantenía la ley, entonces la tierra sería bendecida también económicamente, porque también los principios económicos provenían de Dios y guiarían a la prosperidad.
4. HACIA EL NUEVO TESTAMENTO Antes de dejar la parte de nuestra discusión del Antiguo Testamento, será bueno que recordemos que el exilio se ocasionó, en parte, debido al cuidado miserable de los pobres. Como la responsabilidad primaria era del pueblo como un todo, el pueblo como un todo también llevó el castigo (cf. Ez. 16:49).39 Es de interés notar que después del exilio, había cierta evidencia de sensibilidad hacia las necesidades de los pobres. La fiesta de Purim fue establecida con la provisión de que hubiera banquete y gozo, como también dar regalos de comida de uno a otro, y dádivas a los pobres (Est. 9:22). Similarmente, los pobres tenían porción en el gozo de la fiesta en la ocasión de la lectura de la ley en los días de Nehemías (Neh. 8:10; cf. Dt. 15:7, 11). Al pasar el tiempo, mucha ayuda para los pobres fue organizada en la sinagoga de acuerdo a las principios sugeridos por el Antiguo Testamento. Cada viernes, aquellos que calificaban recibían suficiente dinero de la canasta de los pobres para catorce comidas. Este dinero provenía de las limosnas que se habían recolectado. Los extranjeros recibían comida diariamente del tazón de los pobres, comida que había sido recolectada de puerta en puerta por aquellos designados para esta tarea. Había también raciones diarias y la distribución de las limosnas. Significativamente, se esperaba de los pobres que también dieran limosnas (cf. cómo se esperaba que los pobres sacrificaran, por ejemplo, en el Antiguo Testamento). Los sacerdotes y levitas sin bienes, extranjeros, viudas, y huérfanos podían esperar recibir los diezmos para los pobres que se pagaban al final de cada tercer año (cf. el diezmo de los pobres cada tercer año en el Antiguo Testamento; Dt. 14:29; 26:12).40 Hemos pasado mucho tiempo sobre cómo los pobres eran asistidos en la dispensación del Antiguo Testamento porque ese es el foco de nuestra atención. Sin embargo, nuestro tratamiento no estaría completo sin considerar lo que hacemos con todo esto el día de hoy. Vengamos al tiempo presente vía el Nuevo Testamento.
5. LAS IMPLICACIONES DEL NUEVO TESTAMENTO PARA EL DÍA DE HOY 5.1 El Señor Jesús
39
Ver Blok, Dienst (edición especial 1976), 9 – 10. Ver también para los desarrollos después del exilio Blok, Dienst (edición especial 1976), 10 – 11. 40
Para lo de arriba, ver p.ej., H.-H. Esser y K. Hess respectivamente en C. Brown, editor, New International Dictionary of New Testament Theology (4 Vols., Grand Rapids: Zondervan, 1975 – 1978; originalmente en Alemán, 1967 – 1971) 2.823; 3.545.
El Señor Jesucristo enseñó de palabra y hecho cómo uno tiene que servir a los pobres y necesitados.41 Él constantemente enseñó, como siervo del Señor (cf. Is. 53:5 – 12), ser el último para ser el primero (Mt. 20:25 – 28). Su definición de los pobres y necesitados era general y amplia, tal y como en el Antiguo Testamento. ¡Cómo buscaba a los enfermos (cf. Mt. 8:14 – 17), los oprimidos, los despreciados y afligidos en la iglesia de su día (cf. Is. 61:1, 2)! Él advirtió en contra del materialismo y la confianza en las riquezas, el egoísmo y la autocentricidad.42 ¿Qué significa cuando el Señor dijo a sus discípulos: «Vended lo que poseéis y dad limosna (dad a los pobres) (Lc. 12:33; cf. 14:33)? Esto nos recuerda lo que le dijo al joven rico que pensaba que había guardado la ley: «Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo» (Lc. 18:22). Al tratar estas demandas de nuestro Señor, tenemos que comprender que el Señor no vino para deshacer la ley, sino para cumplirla. En otras palabras, Cristo no se estaba oponiendo a la estipulación en la ley de que la herencia familiar no podía ser vendida (Mt. 5:17; 23:3) ni a la idea de que los padres deban ahorrar para sus hijos (2 Co. 12:14). El significado de la palabra griega para «posesiones» (Lc. 12:33) es aquello que en el momento está a la disposición de uno. En otras palabras, cualquier cosa disponible y para lo cual no hay una necesidad directa inmediata debe estar disponible para los pobres. Lo que se quiere decir no es una venta de bienes raíces de todo lo que tú tienes, sino un uso intensivo de lo que está disponible para los pobres y necesitados, para que así todas las necesidades sean satisfechas (cf. Éx. 16:18).43 También sabemos que nuestro Salvador no glorificó la pobreza ni hizo del ascetismo lo ideal. El hecho de que él no tuviera ningún lugar donde recostar su cabeza (Mt. 8:20) es más un testimonio de la urgencia y prisa de su oficio Mesiánico que Cristo siendo pobre.44 Finalmente, el Señor Jesús afirmó el principio del Antiguo Testamento de que los pobres también deben ofrendar y dar. Él ordena a la viuda pobre a dar de su pobreza (Mr. 12:41 – 44). 5.2 La iglesia en pentecostés
La obra de Cristo fructificó en la iglesia de Pentecostés. Cuando la pobreza emergió en la congregación (después de todo, los cristianos perdieron los beneficios económicos de ser parte de la comunidad sinagogal), entonces hubo inmediatamente un compartir de los recursos. Los creyentes vendieron sus posesiones y productos, y se lo dieron a aquéllos con necesidades (Hch. 2:44 – 45). Ellos entendieron sus obligaciones de la enseñanza de Cristo transmitida a través de los apóstoles (Hch. 2:42), y de su habilidad de aplicar la ley del Antiguo Testamento a su situación. Después de todo, el Espíritu había sido derramado, 41
Para lo que sigue, ver p.ej., Blok, Dienst (edición especial 1976), 11 – 12; W. Steenbergen, «Bijbelse achtergronden», en D. Koole y W.H. Velema, editores, Nichtbare liefde van Christus (Kampen: Kok, 1991) 18 – 23. 42
Mt. 23:23; 25:31 – 46; Lc. 6:23 – 26; 12:13 – 21; 16:19 – 31; 18:18 – 27.
43
El término griego se deriva del verbo que significa «existir, estar presente, estar a la disposición de uno» (W.F. Arndt y F.W. Gingrich, A Greek-English Lexicon of the New Testament and Other Early Christian Literature [Chicago: University of ChicagoPress, 1957; una traducción y adaptación de la obra alemana de W. Bauer, 4ª edición, 1952] 845). ver también C.H. Lindijer, De armen en de rijken bij Lucas (`s-Gravenhage: Boekencentrum, 1981), 110 – 11. 44
Blok, Dienst (edición especial 1976), 11 – 12.
y la ley estaba escrita en sus corazones (cf. Jer. 31:33; 32:40), y ellos estaban unidos por el Espíritu en una unidad viva (Hch. 4:32). Al mismo tiempo, así como en el Antiguo Testamento, todo esto debía ser conducido por la compulsión del amor hacia el prójimo y nada más. Cuando Ananías y Safira intentaron usar la ocasión de vender sus posesiones para gloriarse de su propia condición y exaltarse a sí mismos, fueron castigados por ello (Hch. 5:1 – 11). Noten, todo este compartir y cuidado tuvo lugar sin el oficio del diaconado. Así como en el Antiguo Testamento, también en la iglesia del Nuevo Testamento la comprensión de que, era el deber del pueblo de Dios como un todo cuidar de los pobres, era fuerte. Solamente leemos de los diáconos cuando no todas las necesidades estaban siendo satisfechas. Solamente entonces fueron asignados hermanos especiales para servir a las mesas45 para asegurar la distribución correcta de la comida y las necesidades (Hch. 6:1 – 6). De esta manera, el Cristo resucitado bendijo a su iglesia y más tarde leemos del oficio especial de diácono (cf. Fil. 1:1).46 Así pues, a diferencia del Antiguo Testamento, ahora existe un oficio especial con relación a los pobres, necesitados, afligidos y oprimidos en la congregación. Sin embargo, el hecho de que los oficiales de la iglesia sean ahora nombrados, no cambia el hecho de que todos estén involucrados en el cuidado de los necesitados. Ese continúa siendo el caso. ¿Cómo eran satisfechas las necesidades de los pobres en los tiempos del Nuevo Testamento? 5.3 La familia
Así como en el Antiguo Testamento, la familia estaba en primer lugar. Hay una clara continuidad aquí entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. Leemos en 1 Timoteo 5:3 – 4, 8: Honra a las viudas que en verdad lo son. Pero si alguna viuda tiene hijos, o nietos, aprendan éstos primero a ser piadosos para con su propia familia, y a recompensar a sus padres; porque esto es lo bueno y agradable delante de Dios…porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su
casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo. Aquí especialmente los deberes de los hijos hacia sus padres son enfatizados. Este cuidado no puede ser transferido a otros. Los padres pueden esperar la ayuda amorosa de los hijos si ellos llegan a ser indigentes. Esto es agradable a Dios (Éx. 20:12; Mt. 15:1 – 9). En el versículo 8, el mandato es generalizado: «Porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo». No se puede cometer un error acerca de esto. Los familiares tienen la primera tarea. Como en el Antiguo Testamento, así también en el Nuevo Testamento, y por lo tanto también actualmente, esto es claramente el caso. Ya vimos en el Antiguo Testamento que los casos podían surgir, en los cuales, alguien abandonaba la red de la seguridad social que la familia brindaba, mudándose a otra parte y estableciéndose como un extranjero y forastero, donde tal persona estaría sin el apoyo de sus familiares. En nuestra era móvil, este punto es, como todos somos conscientes, no algo puramente teórico. Los occidentales se mudan el este y los sureños se mudan al oeste, algunas veces en vista de un nuevo empleo que ha sido asignado, o algunas veces simplemente en busca de mejores pastos verdes que se dice crecer en otra parte. Personas solteras (jóvenes) o familias luchan por sí mismas. Cuando el desempleo y la pobreza o alguna otra calamidad 45
Para el lugar central de las mesas, como también del interés de Cristo por los pobres, ver Steenbergen, en Koole y Velema, editores, Zichtbare liefde van Christus, 22 – 23. 46
Ver el breve pero útil tratamiento sobre el lugar de Hechos 6 y el oficio de diácono en Blok, Dienst (edición especial 1976), 12. También cf. Steenbergen, en Zichtbare liefde van Christus, 31 – 32. Para más detalles ver J. Van Bruggen, Ambten in de apostolische kerk ) Kampen: Kok, 1984), 65 – 77.
golpea (tal como una seria enfermedad — física o mental), ¿qué debe ser hecho? Dado que la Escritura le da mayor importancia al envolvimiento de la familia, debe haber idealmente un contacto inmediato y constante con los familiares quienes mejor conocen a los involucrados, para que así un enfoque apropiado del problema pueda ser desarrollado. A menudo el mejor enfoque no es simplemente arrojar el dinero en la dificultad. En muchos casos, sería mejor enviar al joven a casa donde pueda recibir el mejor apoyo posible ya sea emocional, mental y material. En otros casos, donde tal retorno a la familia inmediata no es posible, hay varios ejemplos. Si la dificultad es de una naturaleza emocional o mental — ellos también están entre los pobres y afligidos — entonces es casi imposible para la familia distante ofrecer un apoyo continuo, y una solución tendrá que ser hallada dentro de la comunidad de fe inmediata o proveer servicios de otra clase. Si el problema es financiero (aunque el problema es raramente sólo financiero), los diáconos de la comunidad en la cual la dificultad se encuentra, deben informar completamente a la familia inmediata tan pronto como sea posible de lo que está sucediendo y buscar su consejo y asistencia. Los diáconos deben insistir en, y hacer posible, la inversión plena de los familiares inmediatos a pesar de que puedan vivir lejos debido a que se puede esperar de ellos que conozcan mejor a aquellos afectados. Entonces el plan de apoyo puede ser correctamente desarrollado. Si tal consulta con la familia no se lleva a cabo por cualquier razón, entonces los hermanos y hermanas en la comunidad de fe en la cual las dificultades surgen, son los primeros en línea para ejercer sus responsabilidades directamente hacia aquellos involucrados. En tal situación, la familia de carne y sangre está, de hecho, fuera del alcance y los extranjeros y forasteros en esa congregación necesitan ser ayudados como tales, así como en los tiempos del Antiguo Testamento cuando las familias no podían estar fácilmente involucradas en las dificultades de sus miembros distantes.47 El apóstol en 1 Timoteo 5 también menciona otro caso en el cual la familia debe estar involucrada en primer lugar. Leemos en el versículo 16: Si algún creyente, o alguna creyente, tiene viudas, que las mantenga, y no sea agravada la iglesia, a fin de que haya lo suficiente para las que en verdad son viudas. Este es otro ejemplo de la familia ayudando a la familia. Hay, sin embargo, más con respecto al problema de las viudas que merece nuestra atención y que muestra continuidad con los principios del Antiguo Testamento. El apóstol enfatiza que solamente aquellas viudas que realmente están en necesidad deben ser ayudadas. Él da reglas prácticas: Solamente aquellas viudas que se demuestre que en verdad lo sean y mayores de 60 años se les debe dar asistencia. Que las viudas jóvenes se casen para que no tengan problemas (1 Ti. 5:1 – 15). Esto muestra que si es necesario, medidas drásticas pueden ser tomadas para el bien de aquellos que necesitan asistencia, y también para no cargar a la iglesia innecesariamente. Sin duda alguna, la familia estaría involucrada en consejería para el matrimonio, ya que ellos conocen mejor la situación. Actualmente, podríamos también añadir la opción de que una viuda necesitada trabaje de una manera u otra y así apoyarse y a sus dependientes al menos en parte, si eso es del todo posible. 5.4 La comunidad de la iglesia
47
Sobre algunos de los principios bíblicos de por qué es importante que la familia esté envuelta en el cuidado de sus pobres, ver G. Grant, «The Essential Elements of Biblical Charity: Faith, Family, and Work» en D.W.may, editor, Welfare Reformed: A Compassionate Approach (Philipnsburgh, New Jersey: P & R, 1994), 73 – 75.
Como ya se notó, si la familia no puede aliviar la necesidad por cualquier razón, la comunidad de la iglesia tiene responsabilidades. Esto no significa inmediatamente que los diáconos tienen la responsabilidad. Después de todo, el oficio especial aquí es activar los dones de todos los creyentes (cf. Ef. 4:11 – 16). No, primero la comunidad de creyentes puede ejercer sus iniciativas y responsabilidades. Ya vimos este principio con la iglesia en Pentecostés donde ellos tenían todo en común (Hch. 2:44). También vemos este principio en 1 Corintios 12 donde la imagen del cuerpo se usa para la iglesia. Leemos (vv. 24b – 26): Pero Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba, para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros. De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan. También, toda la congregación es ordenada a apoyar a la iglesia en Jerusalén (1 Co. 8 – 9; cf. Hch. 11:29). Al exhortar a la congregación, el apóstol menciona al menos dos principios importantes. El primero es que las necesidades sean satisfechas igualmente en la iglesia. Como está expresado en 2 Corintios 8:13 – 15: Porque no digo esto para que haya para otros holgura, y para vosotros estrechez, sino para que en este tiempo, con igualdad, la abundancia vuestra supla la escasez de ellos, para que también la abundancia de ellos supla la necesidad vuestra, para que haya igualdad, como está escrito: El que recogió mucho, no tuvo más, y el que poco, no tuvo menos (refiriéndose a Éx. 16:18). 48 El segundo principio es que uno deba dar en amor, no por compulsión. Dios recompensará tal actitud: Cada uno dé cómo propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. Y poderoso es Dios para hacer que abunden en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra; como está escrito: Repartió, dio a los pobres; su justicia permanece para siempre…para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad… (2 Co. 9:7– 11).
Otra indicación de responsabilidad de todos en la congregación es la ordenanza del apóstol Juan en 1 Juan 3:17: Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Negativamente, la responsabilidad de la congregación está subrayada por las admoniciones por no recordar a los pobres que están dirigidas a la congregación (p.ej., Stg. 2:5 – 17). También la congregación tiene que usar discernimiento al ayudar a los pobres. No cualquiera sin dinero califica para la asistencia. Un ejemplo se halla en 2 Tesalonicenses 3 donde el apóstol advierte en contra de dar ayuda a los ociosos y flojos. El ordena: «Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma» (2 Ts. 3:10; cf. Pr. 15:19).49 Para que tales personas no sean estimuladas en su pecado de ociosidad, el apóstol 48 49
Sobre las citas del Sal. 112, ver Blok, en Dienst (edición especial 1976), 9 – 10.
El apóstol «está procediendo de la idea que, en imitación del ejemplo de Cristo de amor autosacrificante por los suyos, aquéllos que son salvos por gracia deben llegar a ser tan generosos que ellos abominarán la idea misma de llegar a ser innecesariamente una carga para sus hermanos, y, por
estrictamente ordena a la iglesia no ayudar a tales personas sino a amonestarlos como a un hermano (2 Ts. 3:14 – 15).50 Cuando hablamos de la congregación, entonces también podemos pensar de las tareas especiales dentro de la congregación a las que algunos miembros están dedicados; por ejemplo, las viudas mencionadas anteriormente pueden dar hospedaje y ayudar a aquéllos en problemas (1 Ti. 5:10), y las diaconisas que parecen haber sido mujeres no ordenadas con dones especiales para ministrar a las diferentes necesidades en la congregación, pueden también asistir.51 Todo esto nos recuerda que los dones en la congregación tienen que ser estimulados y aprovechados. A pesar de que tenemos el oficio de diácono, los diáconos harían bien en involucrar a la congregación tanto como sea posible. Propagar los dones puede ser estimulado por medio de las visitas familiares, o por medio de publicar peticiones de ayuda para la asistencia en las necesidades particulares, o por medio de un inventario de las posibilidades que existen en la congregación, para satisfacer posibles necesidades en el futuro (por ejemplo, la necesidad de la hospitalidad para los recién llegados, aquellos con los dones para visitar a los enfermos y confinados , aquellos con un deseo para servir visitando a aquellos en prisión).52 5.5 El estado
Tengo al estado en tercer lugar, pero esto no significa que el estado siempre llega al final. Todo depende. Como alguien lo dijo: «La responsabilidad recae sobre el grupo con el cual el objeto de ayuda está en pacto (el estado siendo concebido como una unión pactal)».53 Uno pudiera pensar aquí en acuerdos tales como pensiones y contratos de empleo, para dar dos ejemplos obvios. Tales instrumentos serán primero activados antes de que venga alguna ayuda especial de la familia. Cuando pensamos sobre el lugar del estado, necesitamos recordar que también hoy el estado es un siervo de Dios (Ro. 13), y aquéllos en autoridad tienen el deber de defender a los pobres y necesitados (así como en el Antiguo Testamento). Hoy en día el estado vigila los intereses de los pobres por medio de una redistribución de ingresos (impuesto sobre la renta) y proyectos de beneficencia. Nos podemos lamentar del hecho de que esta asistencia a los pobres debiera ser propiamente la tarea de la iglesia y que el estado otro lado, ellos anhelarán la oportunidad de compartir lo que tienen con aquellos que realmente están en necesidad». W. Hendriksen, 1 and 2 Thessalonians (Grand Rapids: Baker, 1995), 202. Ver además sobre la importancia de este principio de trabajo, Grant, en May, editor, Welfare Reformed: A Compassionate Approach, 144 – 145. 50
Ver sobre esto también B.M. Abshire, «The Diaconal Ministry of the Church», Chalcedon Report , Febrero 1995, Pág. 28. Para un breve panorama de Calvino sobre esto ver D.W. may, «Earlier Paradigms for Welfare Reform» en may, editor, Welfare Reformed: A Compassionate Approach, 144 – 145. 51
Ver Ro. 16:1; Fil. 4:2, 3; 1 Ti. 3:11.
52
Sobre la tarea de los diáconos para motivar a la congregación, ver Steenbergen, en Koole y Velema, editores, Zichtbare liefde van Christus, 37 – 38; Blok, Dienst (edición especial 1976), 17 – 18. 53
L.J. Coppes, «The Discusión of the Theology of the Diaconate» en C.G. Dennison y R.C. Gamble, editores, Pressing Toward the Mark (Philadelphia: Committee for the Historian of the Ortodox Presbyterian Church, 1986), 431.
benefactor socave el oficio de diácono. Pero vivimos en una sociedad secular, y de este modo el gobierno difícilmente puede como, regla general, enviar gente necesitada a los diáconos. Tengan presente que el estado benefactor y especialmente la confianza en el abuelo estado, puede ser contraproducente para el bienestar de la congregación. Sin embargo, la Escritura no nos prohíbe aceptar fondos del gobierno para los necesitados entre nosotros, y tal aceptación no elimina el trabajo de la congregación o de los diáconos con respecto a mostrar misericordia y amor al prójimo necesitado. Todo lo que el gobierno puede dar es dinero. Pero Cristo, a través de su congregación y oficiales de la iglesia, tiene mucho más que ofrecer a aquellos en necesidad. ¡No consideremos la identidad y necesidades de los pobres y afligidos muy estrechamente! Cuando comprendemos cuánto como cristianos podemos ofrecer en apoyo espiritual a los necesitados, entonces la amenaza del estado benefactor es colocada de una manera mucho más realista. La iglesia no puede cambiar a la sociedad de la noche a la mañana, pero necesita funcionar positivamente dentro del contexto en el cual vive y buscar el cambio como una sal que da sabor.54 Una manera de hacer eso es mostrar el amor de Cristo también a aquellos en necesidad fuera del círculo de la iglesia. En verdad, la Escritura indica que nosotros tenemos responsabilidades hacia aquellos que están afuera. Leemos en Gálatas 6:9 – 10: No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe. En esto seguimos la enseñanza de nuestro Salvador.55 Al igual que la enseñanza de Cristo tanto en palabra como en acciones, tal asistencia especialmente se interesa por nuestro prójimo con quien llegamos a estar en contacto y quien pudiera necesitar ayuda. Incluso en nuestros días de un estado benefactor, tal ayuda puede ser dada en momentos y ocasiones inesperadas. Sin embargo, debe ser dada ayuda en nombre de Cristo para de este modo servir para su gloria.56
6. REFLEXIONES FINALES Permítanme ofrecer algunas conclusiones finales que conllevan algunos de los asuntos que han sido planteados. I. Normalmente, miramos al Antiguo Testamento y decimos, ellos tenían ayudas y apoyos para hacer la voluntad de Dios que nosotros no necesitamos el día de hoy. Sin embargo, con respecto a nuestro tópico permanece el hecho de que no había diáconos en los tiempos del Antiguo Testamento. Seguramente, la ausencia de diáconos en el Antiguo Testamento es una lección poderosa en más de un modo para nosotros actualmente. En lo mínimo podemos extraer dos conclusiones de eso. Primero, la ausencia del diácono en el Antiguo Testamento remarca la responsabilidad primaria de la congregación. No hay justificación para personas en la congregación para automáticamente referir los «casos» a los diáconos sin primero considerar si el problema puede ser tratado, sin los diáconos. En segundo lugar, cuando la iglesia ya no se identificaba con una sola nación y las circunstancias cambiaron, Cristo nos ha dado por pura gracia una 54
Para un breve estudio de las dificultades del estado y diácono ver, p.ej., A. Kooij en Dienst (edición especial 1976), 47 – 50 y para más detalles, E. van Middelkoop en A. Kooij y C. Trimp, editores, Zaaien op dankdag (Barneveld: Vuurbaak, 1998), 78 – 79. 55 Mt.
5:38 – 48; Lc. 9:54 – 55; 10:25 – 37 (el Buen Samaritano); 17:11 – 19 (la sanidad de los leprosos samaritanos); Juan 4:42; 1 Ti. 4:10. 56
Ver Coppes en Dennison y Gamble, editores, Pressing Toward the Mark , 431.
ayuda que su pueblo del Antiguo Testamento no tenía. Somos privilegiados de tener el oficio de diácono. No lo demos por sentado y mostremos de cualquier manera que nosotros apoyamos a los diáconos. II. La demanda básica del Señor respecto a nuestro tópico es que amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Por un lado, esta demanda es fácil de entender. Hacemos a otros lo que nos gustaría que ellos hicieran con nosotros. Es la así llamada regla de oro (Mt. 7:12). Sin embargo, la dificultad es que no siempre conocemos qué es verdaderamente bueno para nosotros, especialmente financieramente. ¿Cómo, dentro de los límites de nuestro tópico, realmente mostramos amor a nuestro prójimo en términos de hacer la voluntad de Dios? No olvidemos que la sabiduría financiera está basada casi enteramente sobre principios seculares donde más es siempre mejor y el fin justifica los medios. En mi opinión, una de las grandes necesidades del momento es para nosotros entender tan plenamente como sea posible la sabiduría bíblica que tiene que ver con el dinero, la propiedad y el manejo financiero. Entender esto haría la tarea de ayudar a los necesitados y la tarea de los diáconos mucho más fácil. Ciertamente, esto me lleva al siguiente punto. III. La ley de Dios respecto a los deberes hacia el prójimo no tenía la intención de ser exhaustiva. Como se mencionó, Dios no estaba interesado en promover el legalismo sino el amor a Dios y al prójimo. Eso significa que necesitamos entender los principios de la ley y trasmitirlos y así prevenir los problemas de pobreza y carencia en el sentido físico. Necesitamos trabajar preventivamente. IV. Trabajar preventivamente significa que llegamos a estar más familiarizados con la ley de Dios en cuanto tiene que ver con las finanzas, y necesitamos tomar una mirada crítica y dura de la perspectiva de la mayoría de la sabiduría financiera de nuestro día.57 Permítanme mencionar algunos simples ejemplos de que podemos trabajar preventivamente en un curso de consejería matrimonial o a través de visitas diaconales: i. La gente necesita entender claramente que las deudas esclavizan y no debemos ser esclavos como cristianos (cf. 1 Co. 6:12; 7:21 – 23; Ro. 13:8). La deuda también puede conducir a la pobreza cuando demasiado es tomado prestado y el ingreso se pierde. Lo que se toma prestado necesita ser pagado. La deuda también limita las opciones de uno para ayudar a aquellos en necesidad. ii. Necesitamos advertir a nuestra gente de los peligros del materialismo y enfatizar estilos de vidas sencillos. ¿Por qué estirarse hasta el límite por una casa que difícilmente podemos pagar? Es una receta para muchos problemas que pueden afectar profundamente a la familia de una manera negativa, y antes de que te des cuenta, la casa grande ya está vacía y uno necesita reducir el tamaño. La Escritura nos advierte sobre el peligro del dinero (mamón). iii. Los jóvenes deben ser estimulados a ahorrar para el futuro, y aquellos que se están preparando para una carrera y el matrimonio deben ser aconsejados para tener sus asuntos financieros en orden antes del matrimonio. Después de todo, además de la sabiduría obvia de prepararse para el costo del
57
La educación en la ley de Dios como se relaciona a los asuntos financieros tomará a más de un teólogo o experto del Antiguo Testamento. Necesitará ser interdisciplinaria. Pero, tal estudio valdrá la pena y no necesitamos esperar a los especialistas para iniciar. El «Report of the Committee to Study the Biblical Teaching on Loans» que se encuentra en las Minutes of the Fiftieth General Assembly of the Orthodox Presbyterian Church (2 – 9 de Junio, 1983), 134 – 140 es un buen ejemplo de la aplicación de principios bíblicos a esta área.
matrimonio, un hogar y los eventuales pagos escolares y otros gastos, el esposo promete en sus votos de matrimonio no solamente apoyar a su familia, sino también «ayudar a aquellos en necesidad».58 V. Dios dice que si obedecemos su ley no habrá pobres entre su pueblo (Dt. 15:4). Pero casi al mismo tiempo, como si comprendiera nuestra inhabilidad para guardar la ley (cf. Dt. 15:5), Dios dice que los pobres siempre estarán con nosotros (Dt. 15:11). El Señor Jesús dijo lo mismo (Jn. 12:8). Esta es una verdad que da que pensar pero tiene una perspectiva consoladora. Hay una bendición en tener a los pobres porque provee la oportunidad de regocijarnos juntamente en la salvación que Dios nos ha dado, una salvación que abarca toda la vida. Tratar con los problemas de los afligidos, oprimidos, pobres y humildes nos ayuda a enfocarnos sobre lo que es más importante. Los tesoros materiales de este mundo pasan, pero nosotros tenemos una herencia reservada para nosotros en el cielo que no se arruina (1 Pe. 1:4; cf. He. 11:26), y esa herencia incluye la liberación de todas las miserias de este mundo presente.
Apéndice B
CÓMO SELECCIONAR A LOS ANCIANOS Rev. Ronald Barns trad. Dr. Alonzo Ramírez
CONSEJOS PRÁCTICOS 1. INTRODUCCIÓN
U
NA DE LAS DECISIONES MÁS IMPORTANTES QUE JAMÁS UNA CON gregación
puede hacer es la de seleccionar oficiales. Los oficiales que seleccione la congregación serán los líderes de la iglesia y establecerán la dirección al ministerio de ésta. Esta es la razón por la cual es de la más alta importancia que cada miembro conozca, los requisitos bíblicos para elegir ancianos y diáconos, y el procedimiento para dicha selección. Si la congregación comete errores en esto, las consecuencias van a ser desastrosas para la vida y ministerio de la iglesia, y también serán difíciles de superar. El propósito de este folleto es proveer, a los miembros de la iglesia, con una clara presentación de las enseñanzas básicas de la escr itura respecto a los procedimientos para seleccionar hombres de Dios.
2. PROCEDIMIENTO BÍBLICO PARA CONSEGUIR HOMBRES DE DIOS 58
Ver la «Form for the Solemnization of Marriage», en Book of Praise. Anglo Genevan Psalter (edición revisada; Winnipeg: Premier, 1998), 637.
Siempre es muy malo que una iglesia lleve a cabo el proceso de selección de oficiales en forma apurada. El proceso utilizado para conseguir hombres que sirvan como ancianos y diáconos en la iglesia local es esencial para lograr seleccionar hombres piadosos que cuiden de la iglesia de Cristo tal como Cristo lo requiere. Esta es la razón por la cual la congregación no debe emprender este proceso de cualquier modo o de manera negligente. El Apóstol Pablo advierte en 1 Timoteo 5:22 «no impongas con ligereza las manos a ninguno, ni participes en pecados ajenos. Consérvate puro». Cuando la congregación selecciona oficiales en una manera apresurada, aumenta probabilidad que los hombres seleccionados no sean llamados por Dios para que sirvan en el oficio para el cual han sido elegidos. El énfasis que siempre debe tenerse en mente es que, al seleccionar oficiales, la congregación se involucre en una actividad de la más solemne y espiritual. La pregunta que debe estar ante la congregación es, ¿A qué hombres de nuestra congregación, si es que los hay, Dios ha equipado y llamado para servir como oficiales? Para descubrir quiénes son estos hombres, la congregación debe buscarlos cuidadosamente y en oración según los principios establecidos en la Biblia. Este procedimiento nunca debe emprenderse de manera indiferente [o como si no importara mucho]. El liderazgo de la iglesia debe procurar infundir en la congregación el hecho que ellos están eligiendo a quienes bajo cuya guardianía y cuidado va a estar la congregación. Este es el caso, particularmente, tratándose de la elección del oficio de anciano. En Hechos 20:28, el apóstol Pablo da instrucciones a los ancianos de la iglesia de Efeso, diciendo: «Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre». 2.1 A los ancianos se les encarga de pastorear el rebaño
La palabra griega transmite más claramente los deberes del pastor que con frecuencia se traduce como «supervisar». Esta palabra se traduce también como «obispo». Es una combinación de dos palabras griegas que cuando se combinan trasmiten el significado de un intenso cuidado y supervisión. En Tito 1:5 el apóstol Pablo da instrucciones a Tito respecto al llamamiento de ancianos en las iglesias de la Isla de Creta. En Tito 1:7 Pablo se refiere a estos ancianos con la palabra «supervisor» u «obispo». Así, pues, el anciano y el obispo o supervisor son una y la misma persona. El anciano debe funcionar como un supervisor, cuidando de aquellos que Cristo ha reunido en su iglesia por Su gracia. El lector debe consultar el orden eclesiástico de su iglesia, el cual también normalmente especifica las tareas específicas del anciano. Siendo las funciones del anciano serias y exigentes, sólo hombres llamados por Dios deben ser escogidos para esta tarea. Las congregaciones deben cuidarse de no seleccionar a quienes Dios no ha llamado o equipado. En Hebreos 13:17 la Biblia nos dice: «Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso». Puesto que su deber será el de obedecer a estos hombres y someterse a su liderazgo, la congregación debe luchar para seleccionar solamente a quienes Dios ha llamado. El no seguir las directrices de Dios conduciría a algunos grandes problemas en la vida de la iglesia. La iglesia no será lo que Dios ha establecido que sea is está desprovista de un liderazgo piadoso, lo cual es el requisito para el cumplimiento de este propósito.
3. PRINCIPIOS A TENER EN CUENTA EN LA SELECCIÓN DE OFICIALES
Entonces, ¿cómo debe realizar la iglesia la tarea de seleccionar para oficiales a quienes Dios ha llamado y equipado? Hay algunos principios que debemos tener en mente durante el proceso de elegir oficiales. 3.1 Dios ha otorgado gobernantes a la iglesia
La congregación debe estar consciente del hecho que Dios no ha dejado a Su iglesia sin el liderazgo adecuado que ella necesita para cumplir con la misión que Dios le ha confiado. Efesios 4:11 – 12 nos dice que el Cristo ascendido ha capturado una gran ejército de hombres de los cuales él es propietario por derecho de haberles redimido, y que de entre este ejército de cautivos Cristo ha seleccionado a algunos para dárselos como dones a la iglesia: «Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo» Algunos de los redimidos han sido escogidos por Cristo mismo para servir en la iglesia en la posición de pastores y maestros. La iglesia puede, por lo tanto, descansar segura que el Señor proveerá, de entre los varones de la congregación, el liderazgo que se necesita. La iglesia puede empezar orando a fin de identificar, a los varones de la congregación, a quienes Cristo los ha dado a la iglesia para servir como pastores y maestros. Es mi convicción que la designación «pastores-maestros» en este versículo se aplica tanto a los ancianos docentes y a los ancianos gobernantes. Sin embargo, aunque se niegue esta posibilidad, el principio es el mismo. Quienes deben servir como oficiales en la iglesia deben hacerlo porque Cristo mismo los ha elegido y dado a la iglesia como dones para el beneficio del crecimiento. Cuando una congregación entra en el proceso de elegir oficiales con esta convicción fundacional, esta elección va a ser más cuidadosa y diligente para elegir aquellos hombres a quienes Cristo ha llamado. 3.2 Los varones de la iglesia deben desear servir a cristo y a su iglesia
A los hombres de la congregación se les debe enseñar que anhelen el ser usados al máximo grado posible al servicio del Señor Jesucristo y a su iglesia. Cada hombre debe considerar en oración si su Señor lo ha equipado para servir como un oficial, o si su Señor lo está llamando para esta tarea. Un sentido de llamado es de muchísima importancia cuando se uno está tratando de determinar si es que debe o no debe buscar un oficio en la iglesia. Si un hermano llega a la convicción personal que el Señor lo está llamando a servir como un oficial y que el Señor lo ha equipado para hacerlo, entonces él debe declararlo a los líderes y a la congregación que aspira al oficio de anciano o diácono. Pues, 1 Timoteo 3:1 declara: «Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea». El posible oficial no es aquel que nunca en su vida ha pensado servir a Cristo y a Su iglesia en la capacidad de un oficial hasta el momento en que alguien lo propone para tal oficio. Al contrario, debe ser aquel que ya ha estado buscando ser de beneficio y bendición para el cuerpo de Cristo en el ejercicio de sus dones mientras que en oración ha estado discerniendo el llamado de Dios en su vida. La congregación debe elegir hombres que ya están convencidos, o en el proceso de estar convencidos en sus propios corazones y mentes que el Señor Jesús los está llamando a servir en Su iglesia en esta capacidad. Elegir para un oficio de la iglesia a un hombre que nunca ha considerado sus propios dones y su llamado, y a quien nunca ha estado involucrado en ministrar a los miembros de la congregación, en mi opinión, por decir lo menos, es demasiado atrevido. Se espera que el posible oficial ya ha estado orando
acerca de su utilidad a la iglesia de Cristo haya estado tratando de involucrarse en ministrar al cuerpo de creyentes. El apóstol Pablo alienta a los hombres a pensar en términos de si Dios los utilizaría o no en esta capacidad cuando dice: «Si alguno desea obispado, buena obra desea». No hay nada inherentemente malo que alguien «desee» un oficio en la iglesia. No es una señal segura de arrogancia, sino más bien una señal que dicho hermano está humildemente buscando la voluntad de Dios respecto al servicio en la iglesia de Cristo. La palabra «desear, o aspirar» significa el «estirar la mano para coger algo. La motivación para esta aspiración es extremadamente importante. No debe ser que dicho hermano busque el honor de los hombres, o el supuesto prestigio de la posición, sino más bien que él busque servir a la iglesia de Cristo y promover Su gloria. El posible candidato para el oficio en la iglesia debe examinar su corazón delante del Señor a la luz del carácter de los requisitos mencionados por el apóstol Pablo en 1 Timoteo 3:2 – 13 y Tito 1:6 – 9. En tanto que un hombre se convence que el Señor lo ha llamado a servir a la iglesia como oficial, éste debe someterse a una evaluación de los líderes de la iglesia y de los miembros de la congregación. Es aquí donde o ellos afirman o no sus convicciones. Nadie que no tiene la afirmación de la iglesia debe entrar al oficio de ministerio en la iglesia. 3.3 Instrucción a la congregación
La congregación debe recibir instrucción acerca de los requisitos y carácter de los hombres a quien Cristo quiere que sean los pastores y diáconos de Su iglesia. Puesto que la congregación tiene la responsabilidad de seleccionar los de entre sus propios miembros, es esencial que ellos sean entrenados para reconocer a aquellos que han sido llamados y dotados por Dios. Si no pueden reconocerlos, o no saben que es lo que deben buscar, inevitablemente van a emplear falsos criterios al elegir oficiales. Con frecuencia las iglesias eligen como oficiales a hombres en base a su posición social en la comunidad. Algunas veces se elige para ser oficial a un hombre porque es un buen empresario. Si se emplean estos criterios no bíblicos se elegirán a hombres que Dios no ha llamado ni equipado. Mientras muchos miembros de la iglesia lleguen a convencerse que un individuo en particular tiene los dones y que ya los está utilizando en el ministerio de la iglesia, ellos deben comunicar sus convicciones al mismo individuo y también al presente liderazgo de la iglesia. Esto es equivalente a proponer a este hermano como candidato para el oficio. 3.4 La iglesia debe proponer la elección y ordenación de sus oficiales
Cuando llega a ser claro que la iglesia tiene uno o varios hombres que son, en la opinión de la congregación, llamados y con dones dados por Dios para servir como oficiales en la iglesia, la iglesia debe proponer su elección y ordenación. El procedimiento específico para que el proceso llegue a materializarse, generalmente, es una variación de cinco aspectos: Propuesta de candidatos, capacitación, examen, elección, y la ordenación. 3.4.1 Propuesta de candidatos Ya hemos discutido lo de la propuesta de candidatos de una manera informal. Como he dicho anteriormente, cuando un miembro de la congregación está convencido que un hermano ha estado ejerciendo sus dones en la iglesia para el bien de ésta, ya sea como un servidor en obras de misericordia, o como maestro y supervisor de las necesidades espirituales, entonces dicho miembro que ha observado esto en la vida de su hermano debe comunicar su convicción a tal hermano. Al hacer esto, es equivalente a proponerlo como candidato para el oficio de diácono o anciano. Sin embargo, ello no sería una propuesta
formal. Cada iglesia ha establecido dentro de su forma de gobierno un método o procedimiento para recibir formalmente propuestas de candidatos de entre los miembros de la congregación. Cuando se ha establecido la fecha para recibir propuestas de candidatos, entonces se tiene que animar a los miembros de la congregación a dar, formalmente, el nombre de un hermano que ellos creen adecuado ante los líderes y ante la congregación para que dicho hermano sea examinado. 3.4.2 Capacitación En muchas iglesias, después de haber recibido los nombres de los candidatos se inicia una período de capacitación de parte del los líderes de la iglesia (Presbiterio o consistorio). Durante este tiempo se requiere de los varios candidatos un período de capacitación a fin de familiarizarlos con los asuntos doctrinales específicos, asuntos de gobierno, y las políticas de la iglesia. No hay nada erróneo con este procedimiento, pero necesitamos una palabra de advertencia respecto a esta práctica. En primer lugar, no hay cantidad de capacitación que haga de un hombre un diácono o un anciano. Solamente Dios equipa a los hombres para servir como diáconos o ancianos de la iglesia. En Hechos 20:28 Pablo exhorta a los ancianos de la iglesia de Efeso diciendo: «Guardaos vosotros mismos y a toda la iglesia en que el Espíritu Santo os ha puesto por supervisores [u obispos]…» Si el Señor mismo no ha equipado,
ni ha dado dones a alguien para desempeñar un oficio, no hay cantidad de capacitación que pueda convertirlo en oficial. Por esta razón es muy importante que las congregaciones reconozcan a los hombres de entre los hermanos a quienes Dios ha dado dones para el oficio. Nadie debe ser reclutado para ser un oficial en la iglesia y capacitarlo después de haber hecho esto. Ello sería hacer algo al contrario a lo que se establece en las Escrituras. Un hermano debe ser propuesto al oficio de anciano o diácono porque ha sido reconocido que tiene dones para desempeñarse en dicho oficio y porque ha observado por varios miembros de la congregación que se ha estado desempeñando en dicha capacidad. Esa es la razón por la que se la ha propuesto. No debe ser propuesto en base a que alguna supuesta utilidad para la iglesia, sobre la asunción que dicho hermano llegará a ser lo que debe ser durante su desempeño en el oficio. No es concebible que se pueda enseñar a un hermano de tal forma que entienda y adopte las doctrinas de la Biblia acerca del oficio de anciano o diácono en pocas semanas de capacitación. En las iglesias presbiterianas se requiere de los oficiales que adopten y reciban el sistema de doctrina de la Confesión de fe de Westminster. Con toda seguridad, es imposible que alguien sea capacitado en cuanto al significado e importancia de dicha Confesión de Fe en pocas semanas de capacitación. Los candidatos propuestos deben ser aquellos que ya han demostrado amor por la verdad de Dios y un deseo consciente de crecer en el conocimiento de dicha verdad, tal cual está establecida en la Biblia. Habiendo puesto la capacitación en perspectiva, debemos decir que no hay nada malo en tener un período de capacitación después que los ancianos hayan sido propuestos para refrescar la memoria, y para familiarizar el candidato con los procedimientos, etc. Este período de capacitación podría ser también útil a los candidatos para determinar si es que ellos son o no llamados por Dios para servir. Cuando haya terminado el período de capacitación, cada uno de los candidatos debe ser encaminando por los líderes (Presbiterio o consistorio) de la iglesia para garantizar que se cumpla con los requisitos. El testimonio personal de los candidatos debe ser claro, el conocimiento de las Escrituras por parte del candidato debe ser profundo, su comprensión de las doctrinas de nuestra fe deben ser también profunda. 3.4.3 Examen a los candidatos El candidato, como lo dice el apóstol Pablo en Tito 1:9, «debe ser apto para exhortar en sana doctrina y para refutar a quienes contradicen». El propósito del examen es asegurarse que los candidatos que van a ejercer el oficio de supervisión en la iglesia cumplan con los requisitos establecidos en las Escrituras. Los candidatos que reúnen los requisitos y que logren pasar el examen deben entonces ser presentados a la como quienes son aptos para ser elegidos.
3.4.4 Elección Luego de haberse completado los exámenes se entra en el momento de la elección. Este es el tiempo en el que los líderes de la iglesia presentan los candidatos que han completado los exámenes con éxito. Sin embargo, esto no significa que dichos candidatos serán automáticamente elegidos al oficio para el cual han sido propuestos. La elección de oficiales de la iglesia es la oportunidad para que cada miembro de la congregación exprese su convicción en cuanto a la voluntad de Dios para con cada candidato. Cada miembro, en una actitud de oración, debe llegar a la convicción respecto a la voluntad de Dios para con cada candidato propuesto. Cuando se da el voto, la congregación pone en evidencia su voluntad colectiva respecto a cada candidato propuesto. Esto constituye un control de este procedimiento, pues ningún miembro de la iglesia debe dictar a dicha iglesia quiénes deben ser sus oficiales. Al contrario, cada miembro da su voto de conciencia y luego tiene que estar dispuesto a someterse a sus demás hermanos respecto al resultado de la elección. 3.4.5 Ordenación Después que la elección de oficiales ha concluido, entonces los líderes de la iglesia deben determinar el tiempo en el cual ordenarán a los recién elegidos oficiales a sus respectivos oficios. Generalmente la iglesia ordena a los oficiales durante un servicio de adoración. Como ya lo dijimos anteriormente, nadie accede a un oficio en la iglesia mediante el auto-nombramiento. Al contrario, quienes hayan sido propuestos, capacitados, examinados, y elegidos deben ser llamados a su oficio de supervisión en la iglesia. Tienen que ser apartados de entre la congregación para el oficio mediante la imposición de manos y oración en la presencia de pueblo de Dios que los han reconocido como hombres de Dios dados a la congregación por el Señor mismo. Este proceso podría parecer largo y tedioso para algunos, pero si una congregación lo hace fielmente y con una actitud de oración, resultará ser una fuente de bendición para dicha congregación. Pues, mediante ello, la congregación descubre a los varones de Dios de entre sus miembros, y en ello encontrará una gran y abundante provisión de un liderazgo piadoso para ellos, lo cual hará de la iglesia una iglesia fuerte y efectiva para los muchos años por venir.
4. LOS REQUISITOS PARA LOS PRESBÍTEROS (1 TIMOTEO 3:1–13; TITO 1:6–9) 4.1 Requisitos positivos
6. I rreprensibles: Esto significa que no deberá haber nada digno de reproche en un presbítero potencial. La palabra griega literalmente significa «a lo que no se le puede pedir cuentas». La idea que se comunica es que no haya nada por lo cual uno pueda ser acusado para descalificarlo incluso después de una investigación pública. Cosas que hayan sido hechas en el pasado deben ser tratados y resueltas de manera bíblica. La vida del presbítero debe ser un buen ejemplo de moral y pureza para la grey. 7. F idelidad marital: «marido de una sola mujer». Si el presbítero potencial es casado, debe caracterizarse por una incuestionable fidelidad a su esposa. Si hay la menor duda acerca de la fidelidad a su propia esposa en un potencial presbítero, entonces no es apto para cuidar de la esposa de Cristo (la iglesia). Si el potencial presbítero es soltero, debe caracterizarse, en su trato con damas, por una fidelidad de corazón y por el concepto bíblico del matrimonio. 8. Que tenga hijos creyentes y en sujeción: Si hay niños en el hogar del potencial presbítero, ellos deben estar claramente bajo su control y autoridad. Deben ser hijos creyentes que están siendo entrenados por sus padres en las doctrinas de la Palabra de Dios. En 1 Timoteo 3:1 Pablo nos dice del anciano: «que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en toda sujeción con toda honestidad».
Creo que esto es lo que tiene en mente Pablo cuando nos instruye en Tito que el anciano debe ser padre de hijos creyentes. Estos son hijos del pacto y deben ser criados en un hogar creyente. Este es un deber pactual. El potencial presbítero debe ser un varón que entiende sus obligaciones de un padre bajo el pacto de su Dios. Sus hijos no deben estar acusados de disolución o de rebeldía. Si un varón no puede pastorear su propio rebaño (su familia), ¿cómo puede pastorear el rebaño de Dios? 9. H ospitalario: Traduciendo literalmente desde el texto griego, la palabra hospitalario significa «amador de foráneos». Su hogar debe ser un refugio de la gracia y misericordia de Dios para la gente que se encuentra en desesperación causada por la esclavitud del pecado. La oración y la práctica del presbítero debe estar acompañada de su ministerio al abrir su hogar hacia otros. El potencial presbítero debería orar así: «Oh, Señor, que la gente halle salvación dentro de las paredes de mi casa!» 10. Amante de lo bueno: El presbítero debe amar aquellas cosas que pueden disponerse para un impacto beneficioso sobre la gente. Por lo tanto, debe tener también el correspondiente rechazo para el mal y sus devastadores efectos sobre la gente. Debe ser un amante devoto de lo bueno, porque tiene un profundo amor por Dios que es especialmente bueno. 11. Sobrio: El presbítero debe tener una comprensión seria y realista de la vida. No debe ser un «idealista» que siempre esta soñando pero que no tiene conocimiento práctico para poder realizar las cosas. Sin embargo, debe estar comprometido con los ideales de la palabra de Dios. Debe evaluar todas las cosas a la luz de la Palabra de Dios y tomar los pasos apropiados de obedecerlos. No debe ser «un pesimista». En liderar al rebaño de Dios, no debe temer penetrar lo desconocido ni de intentar cosas nuevas. Debe estar en la capacidad de formular juicios sabios. No debe saltar a conclusiones, ni tampoco debe resistirse a tomar decisiones duras cuando sea necesario. 12. J usto: El presbítero debe ser un hombre que es justo en todos sus juicios, ya que se adhiere estrictamente a la justa Palabra de Dios como su única norma para juzgar. No debe mostrar favoritismo, ni siquiera a los miembros de su propia familia. Estos es particularmente importante cuando se trata de administrar disciplina eclesiástica. 13. Devoto: El presbítero debe ser un hombre de piedad y devoción. El testimonio de su vida diaria con Dios debe ser clara. Debe ocuparse diariamente de la Palabra de Dios buscando saber la voluntad revelada de Su salvador. Debe dedicarse diariamente a la oración, comunicándose con el Señor y encomendándole a El los detalles de su vida. Es esencial que el presbítero sea un hombre piadoso. El no debe tomar sus deberes pastorales de manera fría, ni a la manera de un mero empresario, sino que debe ver sus responsabilidades de una manera primordialmente espiritual. 14. Dueño de sí mismo: La palabra griega utilizada para «dominio de sí mismo» literalmente significa «tener fortaleza interna». Todas las pasiones y deseos del presbítero deben estar bajo su control, puesto que él viven una vida bajo el control del Espíritu Santo quien vive en él. Debe ser un hombre que manifiesta el fruto del Espíritu, pues parte de este fruto es el «domino de sí mismo». El presbítero debe tener «fortaleza interna» que lo capacita para mantener sus deseos bajo control y de esta manera canalizar sus energías para servir al Señor en obediencia. ¿Cómo puede ejercer un control piadoso sobre la iglesia del Señor Jesucristo si no puede controlarse a sí mismo? 15. Apto para enseñar: Esto significa que el presbítero debe conocer la sana doctrina de la Palabra de Dios de una manera profunda. (La Confesión de Fe de Westminster es el documento confesional de
las iglesias presbiterianas, y es considerada por ellas como una clara presentación de la sana doctrina de las Escrituras). El presbítero no sólo debe poseer un conocimiento personal de la doctrina bíblica, sino que debe tener la habilidad de enseñarla. Debe tener la destreza de comunicar la verdad de Dios de tal manera que la gente sea confrontada con ella. Debe ser un varón de tal manera dotado y equipado que tenga la capacidad de defender la sana doctrina de los ataques de quienes son enemigos de la fe. Debe estar en la capacidad de refutar a aquellos que contradicen la sana doctrina. Una cosa es conocer la verdad para uno mismo, pero otra cosa es tener la capacidad de explicarla a otros. Es más, es algo completamente distinto tener la capacidad de defender la verdad contra los ataques y de refutar quienes la atacan. 4.2 Requisitos negativos
1. No obstinado: El presbítero debe tener control de sí mismo, pero no debe ser obstinado. Es decir, no debe ser alguien que se preocupa por complacerse a sí mismo, o de imponerse sobre los demás. No debe ser dominado por interés propio. Sólo puede ser presbítero en la medida que demuestre que él se preocupa por las necesidades y los intereses de los demás. Tiene que pastorear las ovejas de Jesús. 2. No iracundo: El presbítero no debe ser alguien que se enoja con suma facilidad, o que fácilmente cae en la provocación. Debe ser alguien que pacifica enfrentamientos, puesto que es un administrador de Dios. No debe ser alguien que provoca pleitos. 3. No dado al vino: La palabra griega literalmente significa «esperar para el vino». La referencia es claramente dirigida a alguien que abusa del vino. El presbítero no debe ser controlado por ninguna influencia externa o sustancias extrañas. Solamente debe ser controlado por el Espíritu de Dios quien es el que produce el fruto del control de sí mismo. No se requiere de abstinencia total del vino. Aunque uno puede libremente elegir abstenerse del vino por diferentes razones. 4. No pendenciero: La palabra griega significa literalmente «un golpeador o un peleador». El presbítero no debe ser alguien que resuelve sus desacuerdos con los puños. Debe ser alguien diestro en el debate y la argumentación pacífica, razonando con la gente en base a las Escrituras. Debe ser pacificador y no alguien que provoca enfrentamientos, o alguien que resuelve dificultades amenazando a aquellos con quienes tiene discrepancias. 5. No amante de ganancias deshonestas: El presbítero no debe ser alguien abiertamente preocupado por dinero, o de usar el oficio de presbítero como un medio de enriquecerse. Esto no significa que el presbítero no tenga el derecho de recibir un salario por su trabajo como es el caso de los presbíteros docentes o pastores. Sin embrago, esto significa que el presbítero no debe pastorear el rebaño de Dios como un medio de llenarse los bolsillos. En efecto, los detalles financieros diarios de la iglesia no deben estar bajo su cuidado. Los diáconos de la iglesia, bajo la supervisión del consistorio, deben ser quienes manejan estos detalles y las finanzas de la iglesia. Muchos presbíteros se ha desviado por el engaño de las riquezas. Por lo tanto, debe quedar en claro que quien aspira al oficio de presbítero debe estar libre de este estorbo. 6. No un neófi to: El presbítero no debe ser un bebé en la fe. Debe ser un varón que ha pasado la prueba del tiempo en perseverancia. El nuevo convertido no es un varón probado y es susceptible de caer en pecado y de esta manera traer gran reproche al nombre de Cristo y de Su iglesia. El presbítero debe ser un cristiano maduro cuyo carácter ha sido provocado en las pruebas de la vida, y en situaciones
que han sucedido en el tiempo. El nuevo convertido no ha tenido el tiempo para crecer y madurar en su entendimiento de las Escrituras, pues toma tiempo adquirir sabiduría.
5. PRESBÍTEROS DOCENTES Y PRESBÍTEROS GOBERNANTES En la iglesia Presbiteriana siempre han habido presbíteros docentes (pastores), Presbíteros gobernantes, y los diáconos. Ha habido un continuo debate acerca de la relación entre el presbítero docente y el presbítero gobernante. Algunos han tomado el punto de vista que el presbítero docente y el presbítero gobernante son realmente dos oficios distintos y separados en la iglesia. Estos eruditos han argumentado que hay tres oficios en el liderazgo de la iglesia: El pastor o presbítero docente, el presbítero gobernante, y el diácono. Otros, incluido el presente autor, están convencidos que el oficio de presbítero es un solo oficio, y que la clasificación de presbítero docente y presbítero gobernante indican dos clases del mismo grupo de presbíteros. Por lo tanto, debemos analizar y responder la pregunta en cuanto a las diferencias entre estas dos clases de presbíteros. ¿Cómo y por qué el presbítero docente es diferente del presbítero gobernante? Esta pregunta ha sido respondida de varias maneras, y mucha confusión ha prevalecido como resultado de ello. Muchos formulan sus respuestas bajo una peligrosa comprensión de la diferencia esencial entre el presbítero docente y el presbítero gobernante, y con este mal entendimiento en mente responden a esta pregunta. Espero que este asunto quede clarificado en una manera que sea de ayuda a los miembros de la congregación en la elección de varones para el oficio de presbítero. 1 Timoteo 3:2 establece que el presbítero debe ser alguien que es apto para enseñar. Hay muchas iglesias que han mantenido una desafortunada distinción entre las dos clases de presbíteros. Pude entenderse que esta distinción haya ganado terreno en la mente de los creyentes, pues es originada de la misma nomenclatura que se utiliza para designar a las dos clases de presbíteros. La designación de una clase como «presbíteros gobernantes» ha conducido a algunos o, a creer en principio, o a negarlo en la práctica, que el «presbítero gobernante no debe desempeñarse en el ministerio de la enseñanza en la iglesia. En más de una oportunidad el autor se ha encontrado con presbíteros gobernantes que, cuando han sido desafiados con la necesidad que ellos deben tomar parte de las responsabilidades de enseñar en la iglesia, han respondido diciendo: «No soy apto para enseñar». Por su puesto, el problema en este sentido es evidente. Si uno no es «apto para enseñar,» entonces no puede ser presbítero en la iglesia. 1 Timoteo 3:2 exige que todos los presbíteros ya sean docentes o gobernantes deben ser aptos para enseñar. En efecto, los presbíteros gobiernan la iglesia solamente mediante la enseñanza y aplicación de la Palabra de Dios a la vida de la congregación. Por lo tanto, es claro que todos los ancianos, en virtud de su oficio, gobiernan y enseñan. Tanto presbíteros docentes como presbíteros gobernantes deben enseñar. Habiendo concluido que todos los presbíteros deben enseñar, revisemos nuevamente la explicación de la exigencia de «ser apto para enseñar». El presbítero debe ser apto para enseñar, es decir, debe conocer profundamente la sana doctrina de la Palabra de Dios. Debe ser diestro en comunicar la verdad de Dios de tal manera que la gente sea confrontada con ella. Debe, también, estar de tal manera dotado y equipado que tenga la habilidad de refutar a quienes contradicen la doctrina. Sin embargo, aún debemos considerar otro asunto respecto al oficio del presbítero. ¿Cuán fuerte debe ser la aptitud para enseñar por parte del presbítero? ¿Debe ser apto para dirigirse a grandes multitudes con gran entusiasmo y gran exhortación? ¿O, puede el presbítero «ser apto para enseñar» solamente en encuentros de uno a uno? El apóstol Pablo no da ninguna indicación de cuán fuerte debe ser la aptitud del presbítero para enseñar. Así, pues, debe permitirse como aceptable que la mínima la aptitud para enseñar sea la de
comunicar la Palabra de Dios a personas individuales. Sin embargo, es muy razonable que mientras mayor sea el don de enseñar, el pueblo de Dios estará en mejor condición. Aunque la iglesia debe orar para que Dios les de varones con excepcional aptitud, no debe tener ninguna noción preconcebida sobre cuán fuerte debe ser la aptitud del presbítero para enseñar. Dentro de los presbíteros de una iglesia, algunos poseerán diferentes proporciones del don de enseñar (Romanos 12:6). Algunos serán capaces de enseñar a multitudes con gran efecto. Otros, solamente tendrán la capacidad de dirigirse a pequeños grupos en forma efectiva. De todas maneras, el presbítero (todos los presbíteros) deben ser aptos para enseñar. Cada presbítero debe ser juzgado según su vida y ministerio. La congregación debe determinar si un potencial presbítero es, o no es pato para enseñar tan efectivamente como el que le sigue. Ahora bien, hay un asunto final que es necesario mencionar. Es muy claro que los presbíteros (todos ellos) gobiernan y enseñan. Es muy claro, también, que no todos gobiernan o enseñan con la misma fortaleza. Es, pues, aquí, en la diferencia de la fortaleza y la habilidad donde radica la diferencia entre el presbítero docente y el gobernante. El «presbítero docente» es diferente del presbítero gobernante no porque posea una llamado, o un oficio totalmente diferente. Más bien, el presbítero docente es apartado por la iglesia para predicar la Palabra en razón de la excepcional fortaleza de sus dones. Es sabio que la iglesia aparte ciertos varones excepcionalmente dotados para la tarea de la predicación y al enseñanza de la Palabra a tiempo completo. La iglesia será grandemente bendecida, si en su medio hay presbíteros que son financieramente apoyados para que dediquen todo su tiempo a enseñar y predicar a Su pueblo la verdad de Dios, que cambia la vida. Históricamente hablando, esta tarea se ha denominado el «llamado al ministerio del evangelio». En realidad, es un llamado a predicar. Es preocupante cuando presbíteros docentes que ha sido llamados por Dios para predicar la Palabra usan todo su tiempo para organizar programas y para actuar como un presentador de juegos los domingos por la mañana en vez de alimentar el rebaño con la comida sólida de la Palabra de Dios. El «presbítero docente» no es solamente un maestro de la Palabra de Dios, pero es también, alguien que posee el fuerte don de ser apto para predicar la palabra de Dios con gran convicción y con un impacto beneficioso sobre el pueblo de Dios. Aquí es donde radica la diferencia entre el «presbítero docente» y el «presbítero gobernante,» y en la aptitud para predicar la Palabra de Dios. Podría preguntarse, además, acerca de la distinción entre «predicar la Palabra» y «enseñar la Palabra». ¿Es esta una distinción legítima? Es difícil explicar la diferencia entres estas dos actividades y responsabilidades de los presbíteros de la iglesia. Cuando uno estudia las Escrituras para encontrar alguna clara y rápida diferencia de naturaleza objetiva, ésta no se encuentra. La gente tiene mayor aptitud para reconocer la predicación por sobre la enseñanza que la que tiene para describir las deferencias entre ellas. Algunos han propuesto que el ingrediente crucial es la exhortación. Sin embargo, toda buena predicación es tanto predicar como exhortar, y toda buena enseñanza incluye también la exhortación. Pero al estudiar las Escrituras detalladamente, parece que hay algunas diferencias entre estas dos tareas. El apóstol Pablo dice en 1 Timoteo 2:7 «para esto te aparté como predicador (kerusso) y como un apóstol (digo la verdad no miento) como maestro de los gentiles en fe y verdad». Y en 1 Timoteo 1:11 el apóstol declara algo perecido, «por lo cual te llamé como predicador (kerusso) y maestro. A partir de estos dos textos, parece que el apóstol reconocía una distinción entre la enseñanza y la predicación. Pablo dice que él fue llamado para ser, tanto predicador como maestro. La predicación parece ser siempre un ministerio más público de anunciar la verdad de Dios a un grupo, acompañada por la bendición del Espíritu Santo quien mueve a la acción a los corazones de Su pueblo (Hch. 20:20 – 27 y Ro. 10:14ss). Por otro lado, la enseñanza parece ser más un intento calculado de proclamar la Palabra de Dios ya sea a una sola persona o a muchas. Aunque la buena enseñanza es motivadora, parece que la predicación lo es mucho más.
Habiendo revisado la posible distinción entre la enseñanza y la predicación, aún queda una pregunta más que se debería hacer acerca del oficio de presbítero. ¿Todos los presbíteros deben ser aptos para predicar? Si lo que hemos dicho anteriormente, acerca de la diferencia entre la predicación y la enseñanza es correcto, la respuesta a esta pregunta es «no». No todos los presbíteros deben tener la aptitud de predicar aunque todos los presbíteros deben tener la aptitud para enseñar. Debe notarse, una vez más, que el apóstol Pablo no establece la aptitud de predicar como un requisito para los presbíteros en 1 Timoteo 3:1 – 7. Sin embargo, cuando el apóstol habla directamente a Timoteo, le exige predicar (kerusso). Es decir, el oficio y la posición de liderazgo de Timoteo exigía de él la habilidad de predicar además de la habilidad de enseñar. Hoy en día, el presbítero que tiene el encargo de predicar la Palabra a la congregación del pueblo de Dios se llama «ministro del evangelio,» o «predicador». ¿Es esta distinción correcta? Lo es en algún sentido, y no lo es en otros sentidos. La respuesta es «no» en el sentido que todos los presbíteros son ministros de la Palabra puesto que son responsables de enseñar la Palabra de Dios a Su pueblo. Ellos gobiernan el rebaño de Dios al enseñar y aplicar la verdad de Dios a todas las esferas de la vida. Si hay alguna diferencia entre los presbíteros, ésta no tiene que ver con que unos son ministros del evangelio y otros no. Sin embargo, hay otro sentido en que podemos decir que el presbítero que es llamado como «ministro del evangelio» si es diferente a la del resto de presbíteros. Tenemos que reconocer que algunos presbíteros no sólo tienen el don de enseñar, sino que también tienen la aptitud de predicar la Palabra de Dios. Estos presbíteros son dotados por Dios para ser heraldos de Su Palabra ante Su pueblo con tal efecto que según el principio de 1 Timoteo 5:17 – 18 ellos deben recibir una remuneración por dicho trabajo. Los presbíteros que solamente enseñan también podrían recibir un salario por su trabajo, pero especialmente aquellos que «trabajan en predicar y enseñar». Debe notarse que el oficio de presbítero es uno solo. Sea que uno sea «presbítero gobernante» o «presbítero docente,» Dios demanda del presbítero que enseñe las Escrituras y que ejerza cuidado pastoral sobre el rebaño. En otras palabras, existe una paridad (igualdad) entre el «presbítero docente» y el «presbítero gobernante,» ambos tienen el mismo oficio, la misma autoridad, y básicamente las mismas responsabilidades. Sin embargo, algunos presbíteros, en razón de la fortaleza de sus dones y de su aptitud para predicar, deben ser apartados o llamados en una manera especial para predicar la Palabra de Dios y ser remunerados por su trabajo para que ellos estén libres para desarrollar y utilizar sus dones para el mayor bendición de la iglesia de Cristo. A estos presbíteros se les denomina «presbíteros docentes». Quizás la mejor manera de hablar acerca de los presbíteros de la iglesia con respecto a sus diferentes llamados sea así:
6. CONSIDERACIONES BÁSICAS ACERCA DEL OFICIO DEL DIÁCONO Dos oficios han sido establecidos por Cristo en su iglesia. En primer lugar tenemos el oficio de Presbítero, cuyo deber es el cuidado espiritual y el bienestar del cuerpo de Cristo. En segundo lugar, tenemos el oficio de Diácono, cuyo deber es cuidar de las necesidades físicas de la congregación y de llevar adelante el ministerio de misericordia. Aunque esta distinción parezca bastante simplista, sin embargo esto es fundacional. Las diferencias entre el oficio del Presbítero y el Diácono están, en principio, establecidas en el episodio registrado en Hechos 6:1 – 6: En aquellos días, como creciera el número de los discípulos, hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, de que las viudas de aquéllos eran desatendidas en la distribución diaria. Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos
de este trabajo. Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra. Agradó la propuesta a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas, y a Nicolás prosélito de Antioquía; a los cuales presentaron ante los apóstoles, quienes, orando, les impusieron las manos. Notemos que el problema en cuestión en este texto es la necesidad física y el bienestar de las viudas. Aparentemente se había establecido la manera de cuidar de las viudas necesitadas por parte de la iglesia. La discusión resultó en base a que las viudas de los judíos-griegos no estaban siendo bien atendidas. Cuando este asunto fue dado a conocer a los apóstoles, ellos decidieron que «no es justo que dejemos la Palabra de Dios para servir a las mesas» (Hch. 6:2). Pero, aún más, ellos declararon «nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la Palabra». De esta manera los apóstoles establecieron una división del trabajo entre aquellos que cuidan de la iglesia. Los apóstoles sostenían que sus deberes primordiales estaban en la esfera del cuidado espiritual del pueblo de Dios, y que si se dedicaban a atender las necesidades físicas de la congregación se iban a desviar su deberes primordiales; es decir, de la ración y el ministerio de la Palabra. El oficio del Presbítero continúa la tradición apostólica del cuidado espiritual del pueblo de Dios. El Señor Jesucristo le encargó al apóstol Pedro que pastoreara Sus ovejas, y el apóstol Pedro a la vez encargó a los presbíteros de la iglesia (llamándolos compañeros presbíteros) el deber de pastorear el rebaño de Dios que está entre ellos (1 Pedro 5:1 – 5). Debe enfatizarse que los apóstoles no rehusaron el servir las mesas porque era algo que estaba muy por debajo de ellos, sino porque esto les desviaría de lo que Dios les había exigido como pastores del rebaño. Por lo tanto, se le instruyó al pueblo de Dios que elija a varones especiales de entre la congregación para que atiendan las necesidades físicas de la congregación. Estos varones eran, según Hechos 6:3, «varones de buena reputación, llenos del Espíritu Santo, y de sabiduría». Estos varones sirvieron en la misma capacidad que aquellos que más tarde sirvieron a la iglesia como diáconos. La palabra «diácono» (diakonos) literalmente significa «apurarse por algo, buscar». Así, pues, el diácono es llamado por Dios y confirmado por el pueblo de Dios como un servidor. El tiene que ocuparse de los asuntos de buscar al pueblo de Dios respecto a sus necesidades. El es alguien que sirve al pueblo de Dios con un corazón compadecido. En muchas congregaciones los diáconos hacen algo más que recoger los diezmos y las ofrendas, pagar los recibos de luz, agua, o de arreglar el jardín de la iglesia, cerrar o abrir las puertas, barrer la iglesia. Estos son deberes dignos, pero esto no es todo lo que debe hacer el diácono. En Hechos 6 estos protodiáconos eran los administradores del cuidado de las viudas de la iglesia. Según Santiago 1:27 es una señal de «la religión pura y sin mancha es esta, visitar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones». Los deberes del diácono son todo lo que es necesario dentro de los límites legítimos del ministerio de la iglesia para servir a las necesidades físicas del pueblo de Dios. Históricamente, el ministerio diaconal ha dado de comer a los necesitados, provisto de techo a los que no tienen casa, vestido a los desnudos, visitado a los encarcelados, educado a los ignorantes, y cuidado a los enfermos. En otras palabras, el plan de Dios para el bienestar que es parte inherente de la comunión de los santos y el ministerio diaconal de la iglesia está diseñado para promoverlo y desarrollarlo. Los diáconos deben ayudar al pueblo de Dios a administrar su dinero, ofrecer préstamos a los pobres sin interés en casos de emergencia, y ayudar a la congregación a manifestar la compasión y misericordia de su Dios en maneras concretas y medibles. Ciertamente, cada cristiano debe ser un siervo, y los diáconos deben conducirlos por el sendero del auto-sacrificio y servicio sin egoísmo, en el nombre, y para la gloria del Señor Jesucristo.
7. UNA BREVE EXPLICACIÓN DE LOS REQUISITOS PARA EL OFICIO DE DIÁCONO A medida que la iglesia maduraba durante el primer siglo, el oficio de diácono llegó a ser un oficio permanente en la vida y ministerio de la iglesia. El apóstol Pablo trata más ampliamente los requisitos para el oficio de diácono en 1 Timoteo 3:8 – 13. Los requisitos están enumerados con una breve explicación de cada uno de ellos. 7.1 Requisitos positivos
1. H onestos: Viene del griego semnous que significa reverendo, augusto, venerable, serio, seriedad de propósito, auto-respeto en conducta. El diácono debe ser un hombre de dignidad. No debe ser soez ni de malas maneras en el cuidado de las necesidades del pueblo de Dios. El oficio que el ocupa requiere una actitud de reverencia. 2. Conciencia limpia: Este requisito se encuentra en 1 Timoteo 3:9. Se requiere que el diácono sea un varón que esté «manteniendo la fe con clara conciencia,» literalmente significa «con limpia (kathera) conciencia». «La Fe» a la que se refiere este versículo es el depósito de la doctrina cristiana revelada por nuestro Señor y el ministerio de los apóstoles. Se le llama «misterio» porque sólo es conocida por Dios quien la ha revelado mediante los profetas y apóstoles, y porque sólo es verdaderamente conocida cuando Dios la aplica al corazón por la obra soberana del Espíritu Santo. El diácono debe ser alguien que evidencia un mantenimiento tenaz de la santa fe y que lo hace con conciencia limpia. Es decir, su conciencia debe ser limpia de cualquier pecado no confesado o de algún motivo impuro. Debe abrazar la fe motivado por una sincera conciencia de su pecaminosidad y de un corazón genuinamente arrepentido. 3. I rreprensible: Esta palabra viene del griego anegkletos y que significa «hacer entrar/hacer intervenir/pedir la ayuda de,» pero esta palabra compuesta está precedida de un prefijo negativo, por lo cual indica «lo que no puede cuestionarse». Es decir, un varón está libre de todo reproche si después de una profunda investigación no se encuentra nada en su contra. Nadie debe estar en la posibilidad de acusarlo de tener un carácter mentiroso, de adustez, de impiedad en sus negocios, etc. No debe ser diácono en la iglesia de Cristo sin haber pasado por un período de prueba. En Hechos 6:3 los apóstoles exigen que estos varones que van a servir a la congregación deben ser «varones de buena reputación». Si un varón no tiene buena reputación, si se tiene reproches contra él, entonces no cumple los requisitos para servir como diácono. 4. Marido de una sola mujer: Literalmente, el diácono debe ser «hombre de una sola mujer». Es decir, si el potencial diácono es casado debe caracterizarse por una incuestionable fidelidad a su esposa. Un varón no está calificado para cuidar de las necesidades de la esposa de Cristo (la iglesia) si hubiera la más pequeña duda de su fidelidad a su propia esposa! Si el potencial diácono no es casado, éste debe caracterizarse por una pureza y soltería de corazón por los conceptos bíblicos del matrimonio y del sexo. 5. Buen administrador de sus hi jos y su casa: Si hay hijos en el hogar, éstos deben estar claramente bajo su autoridad y control. La palabra griega que se traduce como «administrador» literalmente significa «gobernar». Sus hijos deben ser disciplinados. El diácono debe entrenar a sus hijos en las doctrinas de la Palabra de Dios. El potencial diácono debe ser un varón que entiende sus deberes bajo el Pacto de su Dios. Debe gobernar bien su casa. Si un varón no puede cuidar de las necesidades de su propio hogar, ¿cómo puede cuidar de las necesidades de la familia de Dios?
7.2 Requisitos negativos:
1. No ser de doble ánimo: La palabra griega que describe esta característica es dilogous que literalmente significa «decir la misma palabra dos veces». El diácono no debe ser chismoso. La indicación es que, en su conocimiento íntimo de las necesidades de la gente, puede estar tentado a repetir palabras que no debieran repetirse; o que de su opinión particular acerca de un suceso a una persona y otra opinión distinta a otra persona. Esto no debe hacer un diácono. 2. No dado al vino: Es decir, el diácono no debe ser un varón que es controlado por el vino o cualquier otra influencia externa. La palabra que de traduce como «dado/adicto» puede ser traducida literalmente como «entregarse a». El diácono debe entregarse solamente al Señor y al Espíritu Santo. En Hechos 6:3 los apóstoles exigieron que el diácono sea un varón «lleno del Espíritu Santo y de sabiduría». Debe notarse que no se exige la abstinencia total; aunque, si alguien lo considera sabio, pude libremente escoger abstenerse. 3. No amante de ganancias deshonestas: Es decir, el diácono no debe estar muy preocupado por el dinero, o utilizar su oficio de diácono como una manera de enriquecerse. El diácono al cuidar de los pobres, huérfanos, viudas, u otros necesitados del rebaño estará involucrado en el manejo de fondos. Por lo tanto, debe estar libre de un impío deseo de enriquecerse.
Índice
REFERENCIAS BÍBLICAS Antiguo Testamento Génesis 1:18 – 22 2:4 – 25 2:7 2:7 – 8 8:21 – 22 8:22 – 9:1 – 3 12:3 17:7 – 8 23:4 25:8 38:8 38:11 39:9 50:7
113 112 111 104 115 114 111 115 210 46 208 208 80 45
Éxodo 3:16 – 18 3:17 12:21 16:17 – 18 16:18 17:5, 6 18:20, 21 19:4 – 6 20:12 21:2 – 11 22:20 22:21 22:21 – 24 22:22 – 26 22:24 22:25 22:25 – 27 23:3, 6 23:3 23:10 – 11 23:11 24:1, 9 24:14 30:15
47 115 50 217 224, 225 48 50 218 74, 226 216 210 211 209 217 208 218 207 205 217 117, 209 205, 207, 208, 217 48 47 204, 206
Levítico 4:15 5:7, 11 14:21 – 22 19:9 19:9 – 10 19:10 19:18 19:32, Lam. 5:12 19:33 19:33 – 34 22:13 25:3 – 7 25:6 25:23 – 28 25:32 – 34 25:35 25:35 – 37 25:35 – 55 25:36
48 206 204 205, 209 207, 217 211, 212, 219 218 47 218 211 208 117 211, 212, 217 214 212 215 121, 196 216, 217 218
25:39 – 43 25:47 25:49
215 211, 215 214
Números 3:40 – 51 11:16, 17 16:25 18:21 – 32 22:4, 7 27:8 – 11 35:1 – 8
212 50 48 212 46 208, 209 212
Deuteronomio 1:13 – 17 5:6 7:6, 11 10:9 10:12 – 20 10:18 12:12, 18, 19 14:22, 27 – 29 y 26:12 14:29 15:3 15:4 15:5 15:7, 11 15:7 – 11 15:11 16:9 – 15 16:11, 14 16:11 16:14 16:19 17:18 – 20 19:12 21:19 22:15 23:19 – 20 23:20 23:24 – 25 24:10 – 15 24:14 24:14 – 15, 17 – 18 24:17 24:19 24:19 – 21
50 218 218 212 218 211, 212 213 127 211, 223 212 204, 236 236 222 123, 217 236 217 217 209 209 217 222 47, 48 47 47 121, 196 212, 218 217 207 211 211 209, 217 220 211, 217
24:19 – 22 25:5 – 10 25:7 – 8 27:19 33:10
118 208, 209, 215 48 218 212
Josué 8:33 9:11 20:4 21:9 – 19
48 46 48 211
Jueces 17:7 – 13 19:16
211 211
Rut 1:1 1:3 1:8, 11 4:1 – 2 4:3 4:5 – 6 4:9, 11
210 207 208 47 209 208 48
1 Samuel 8:4 21:8 25:39 – 42
49 211 208
2 Samuel 5:3 8:15 11:3 12:17 14:4 – 17, 15:2 14:5 14:5 – 6 17:14, 15 19:11 23:6 – 7 23:37
49 222 211 45 48 207 208 49 49 222 211
1 Reyes 3:16 – 28 12:16 17:8 – 15 20:7
48 47, 67 216 49
21:8 – 14
49
2 Reyes 3:16 – 27 4:1 4:1 – 7 23:1
222 216 208 48
1 Crónicas 29:15
211
2 Crónicas 17:7 – 9 19:4 – 11 29:10
212 48 109
Esdras 10:3 10:7 – 8
109 50
Nehemías 5:1 – 19 5:1 – 5 8:10
129 216 222
Ester 2:7, 15 9:22
215 222
Job 5:15 24:3 24:4 29:12 – 25 29:13 31:18 32:4 34:28 42:17
219 217 205 131 218 215 47 205 46
Salmos 10:2 37:14 39:12 45:3 68:5 69:33[34] 82:3
205 205, 206 211 222 210 219 205, 217
82:3 – 4 109:16 109:31 140:12 [13]
222 204 135 219
Proverbios 3:11 – 12 6:6 6:10 – 11 15:19 15:25 21:17 21:25 22:22 27:17 29:14 31:1, 8 31:5, 8 – 9 31:23
73 220 220 230 209 220 220 205 74 222 222 221 47
Isaías 1:17, 23 1:23 3:14 11:4 14:32 26:5 – 6 29:19 – 20 32:7 40:28 – 31 53:5 – 12 58:1 – 14 61:1, 2
209 218 205 221 205 206 206 205, 207 154 224 133 224
Jeremías 7:6 7:6 – 7 31:33 39:10 40:7
211, 212 209 225 207 205
Lamentaciones 5:3 5:14
208 47
Ezequiel 7:26
47
8:1 14:1 – 7 16:49 18:16 – 18 22:7 22:29
49 50 222, 223 205 209 211
Amós 2:6 – 7 2:7 2:8 5:11 5:14 5:23 – 24
206 205 217 206 135 135
Zacarías 7:8 – 14 7:10
209 211
Malaquías 3:5 3:8 – 10
209 129
Nuevo Testamento Mateo 4:11 5:17 5:21 – 27 5:23 – 24 5:38 – 48 6:14 – 15 6:19 – 21 7:1 – 5 7:12 8:14 – 17 8:15 8:20 9:35 9:36 10:40 14:13 – 21 15:1 – 9 15:9 16:17, 18 16:18 16:19; 18
138 224 88 81 233 84 160 83 234 224 138 224 145, 158 149 22 145 226 59 23 22 18
18:15 18:15 – 17 18:15 – 20 18:17 – 20 20:25 – 28 21:45 23:23 25:31 – 46 25:41 – 45 25:44 26:3 26:14, 15 27:6 27:55 – 56 28:11 28:18 28:19 – 20
82 88 81 34 143, 158 53 224 162 163 140 52 52 52 139 53 22, 144 22, 105
Marcos 10:45 12:31 12:41 – 44 15:43
142, 144 116 225 53
Lucas 6:23 – 26 8:3 9:54 – 55 12:4 12:33 12:37 14:12 – 14 16:19 – 31 17:3 18:22 19:47 20:19 22:17 – 20 22:26 22:66 23:50
224 140 233 79 224, 225 138 156 161 81 224 53 53 22 138 51 53
Juan 1:13 2:5, 9 4:42 12:2
28 138 233 138
12:8 17:5 17:21 20:21 – 23 20:22, 23
236 144 28 23 18
Hechos 1:17 2:17 2:42 2:44 2:44 – 45 2:44 – 47 4:1 4:6 4:32, 34, 35 4:32 5:1 – 11 5:17, 21 5:22 – 24 6:1 6:1 – 3 6:1 – 6 6:2 6:3 9:14, 21 11:29 15:6 15:15, 19, 24, 27 – 31 15:23 – 25 16:4 20:17 20:20 – 27 20:28 22:5 23:6 23:12 – 14
140 54 225 229 225 152 53 52 152 225 225 52 53 140 167 226, 259 139, 260 173, 260, 263, 264 53 229 32 34 25 32 57 257 56, 62 51 53 53
Romanos 5:12 – 21 10:14 12:6 12:7 12:13 13:8 15:4, 2 Ti. 3:16 15:25, Gl. 2:17
109 257 255 59, 141, 142 153 235 59 142
15:25 16:1 16:1 – 2
140, 141 172, 174, 231 169
1 Corintios 3:5 6:12 11:23 – 29 14:40 12 8 – 9
140, 141 235 22 17 229 229
2 Corintios 2:6 – 8 2:7 – 11 3:3, 6 – 9 3:3 8:1 – 5 8:4 8:13 – 15 8:15 9:7 – 11 12:14 13:3
23 84 140 139 154 140 229 217 230 224 22
Gálatas 6:1 6:1 – 5 6:9 – 10 6:10
88 83, 84 154, 233 61, 163
Efesios 1:20 – 22 2:19 3:7 4:11 4:11 – 12 4:11 – 16 4:32
22 61 140, 141 60 242 229 84
Filipenses 1:1, 1 1:1 2:1 – 18 2:10, 11 4:2, 3
Colosenses
171 57, 141, 142, 168, 170, 226 75 22 231
1:7, 23, 25 1:7 3:17
140 141 130
1 Tesalonicenses 1 Ts. 5:12
58
2 Tesalonicenses 3:10 3:14 – 15
230 231
1 Timoteo 1:10 1:11 1:12 1:15 1:18 – 20 2:7 3:1 3:1 – 13 3:1 – 7 3:2 3:2 – 13 3:4, 5 3:4 3:5 3:8, 12 3:8 3:8 – 13 3:9 3:10, 13 3:11 3:15 4:10 4:13 4:14 5:1 – 15 5:3 – 4, 8 5:10 5:12 5:17 5:17 – 18 5:19 5:22 6:10
2 Timoteo
59 257 141 80 80 257 168, 243, 249 153, 249 24, 56, 68, 258 56, 58, 59, 173, 255 244 25 60 58 142 170 262 262 141 172, 231 61 233 59, 77 25, 31, 51 228 226 231 54 59 258 26 240 160
1:18 2:2 2:4 2:6 2:14 – 26 4:1 – 2 4:2
140 60 58 59 68 77 26
Tito 1:5 1:5 – 16 1:5 – 7 1:6 – 9 1:7 1:9 2:15
241 68 57 248, 249 57, 61 60, 247 26
Hebreos 13:17 2:13 5:8 11:13 – 16 11:26 12:7 – 11 13:17 20 – 23
241 111 74 115 236 74 58 209
Santiago 1:27 2:5 – 17 2:14 – 17 5:14
156, 261 230 156 58
1 Pedro 1:4 2:25 4:8 4:11 5:1 – 2 5:1 – 5 5:2 5:3 5:5
236 56 81 75 57 260 62 58, 62 54
1 Juan 2:1 3:16 – 18
91 156