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Leyendas del Pasado De Oscar Silva Fontana
Libro I LA VENGANZA DE HORUS Libro II EL RESURGIMIENTO DE KALI Libro III LA ANTERIOR GUERRA SAGRADA
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Oscar Silva Fontana
LEYENDAS DEL PASADO
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Publicado en Enero del 2006 4
Dedicado especialmente a Verónica, quien siempre me apoyó, inspiró y me dio fuerzas para terminar este proyecto. Además, este libro esta dedicado a todos los Fans de Saint Seiya, quienes ven con gran aprecio y cariño esta serie, s erie, en especial a Rompe Caminos (Oscar), Escorpión (Rodrigo), Athenas (Cati), Merakstar (Viviana), Nalgaf (Carlos), Androssher (Andrés), Gac (Guillermo), Giye( Guillermo A. Ángel), Saintaker y todas las personas que han colaborado con la realización de este libro de una forma directa o indirecta.
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NOTAS DEL AUTOR Con la realización de esta historia, he querido dar una luz de lo que podría haber ocurrido en la época en la cual Dohko y Shion eran jóvenes, y luchaban junto a otros Caballeros Dorados para proteger a la Tierra del mal que la aquejaba. Siempre me intereso saber que había ocurrido en aquella anterior Guerra Sagrada, quienes habían participado y como era la vida en aquellos tiempos, por lo que después de mucho pensar, tome la decisión de crear una historia para explicar a mí mismo, como a los demás fans de Saint Seiya, lo que podría haber pasado. Además de inventar una historia original, también me interesaba adentrarme en otras mitologías que no habían sido muy tocadas en la serie original, como lo son la egipcia y la hindú, que apenas son representadas por unos pocos caballeros de estas culturas. Otro punto importante que deseaba tocar, era el de aclarar algunas incongruencias o dudas que surgían con la serie original, como por ejemplo, ¿Existían caminos ocultos en el Santuario? ¿Cómo Marín llego tan rápido a la casa de Piscis para salvar a Seiya? ¿Por qué Athena no deja usar armas para luchar? ¿Existe la reencarnación en Saint Seiya?, entre otras que surgen a menudo y que aquí he intentado de resolver y darle una explicación lógica, basándome basándome tanto en los detalles del Manga como en la Serie. Este libro lo he realizado tanto para fans de Saint Seiya, como para los que no, por lo que voy a explicar aquí, un poco más sobre algunos términos que quizás no queden claros para el lector que no es tan conocedor de la serie, para que así se adentre un poco más en la historia y la comprenda a cabalidad.
Sobre el Cosmos El Cosmos, que al igual que la Fuerza (Star Wars), Ki (Dragon ( Dragon Ball), Chi o Prâna, como también es conocida en oriente, es una energía que rodea a algunas personas que son aptas o poseen capacidades naturales para desarrollarla y manipularla. El Cosmos, en la serie, es descrito como la fuerza interior que poseen los caballeros y que vive en su interior. Esta fuerza es la misma que la del Universo, ya que se dice que las personas venimos de una gran explosión llamada Big Bang, la cual origino todo el Universo y cada una de las cosas que en el existen, es por eso que al ser parte este, las personas poseen un cosmos interior. Al hacer estallar este cosmos interno, los caballeros pueden ser capaces de romper rocas y realizar los actos increíbles que son capaces de hacer, además de ejecutar técnicas mortales como la que utilizan los Caballeros Dorados.
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Sobre las Armaduras Las armaduras, según una fuente llamada Hypermito que relata el Génesis de toda la historia de Saint Seiya, fueron creadas por Athena, para proteger el cuerpo de sus caballeros, que a pesar de tener poderes extraordinarios, poseen un cuerpo tan frágil como el de cualquier persona. Ella, inspirándose en las 88 constelaciones del firmamento, les mando a hacer a una raza de seres llamados Lemurianos (la raza de Mu y Shion), que vivían en el continente Lemuria, 88 armaduras para sus caballeros, 52 de Bronce, 24 de Plata y 12 de Oro. Estas cubren el cuerpo de su portador y solamente sirven a quienes ardan su cosmos y tengan un espíritu de guerrero en su interior, ya que para los demás es solamente un pesado e inútil montón de metal.
Sobre las Reencarnaciones Según cuenta la historia, Athena ha venido reencarnando en una humana desde la era Mitológica cada vez que el mal se hacia presente en el Mundo. Esto ocurría aproximadamente cada 200 años, y con ella, reencarnaban los espíritus de los caballeros que han combatido con ella desde aquellos tiempos antiguos. Es por esto que a pesar de ser personas diferentes, los caballeros, tanto de esta historia, como los de la serie original, son los mismos espíritus antiguos, que reencarnan una y otra vez en personas diferentes de épocas distintas. Este ciclo de reencarnaciones puede terminar únicamente si aquel caballero consigue un discípulo y puede transferirle todos sus conocimientos a él, para que así este aprendiz continúe su camino como defensor de Athena. Si logra este cometido, su alma puede por fin descansar en paz ya que le ha pasado a otro su misión como protector de la diosa. En fin, antes de concluir, quiero mencionar que al final de este tomo, encontrarán unas páginas con las ilustraciones y los diseños conceptuales que se realizaron para poder crear este Primer Libro, además de unos mapas de Egipto y del Templo de Edfú, que se encuentra en Egipto en la actualidad, para que conozcan mejor los lugares por donde viajan los caballeros de esta historia. No me queda más que agradecerles a todos por interesarse en conocer esta obra y decirles que la disfruten de principio a fin. El Autor.
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PRÓLOGO Un hombre joven, de pelo corto y café, caminaba cubierto con unas ropas blancas en dirección a las montañas distantes que estaban frente a él. Iba meditando y mirando al cielo, pensando en los acontecimientos ocurridos hace no más de dos días. -Las historias cuentan –pensaba-, que existieron en la Era Mitológica, un grupo de hombres dispuestos a dar su vida por proteger la Tierra y a su diosa Athena, a estos hombres se les llamaba Caballeros. Decían que con sus puños desgarraban el aire y con una sola de sus patadas podían romper la tierra. Sin duda, su poder era extraordinario para una persona normal, pero para ellos, no era imposible, ya que en su interior se encontraba reunida la fuerza del cosmos. cosmos. Al hacer estallar el cosmos cosmos de su interior, obtenían una fuerza sobrehumana y todo era posible para ellos, incluso sobreponerse a las situaciones más adversas que pudieran enfrentar... Quizás para alguna gente esto sea sólo un mito y haya pasado al olvido, quizás para algunas personas que viven ahora, en la época a la que llaman la Era de la Ilustración, los acontecimientos que han sucedido hasta este momento, no los haya afectado en lo más mínimo y sigan con sus apacibles y tranquilas vidas. Pero esto solamente es gracias al sacrificio que realizaron muchos hombres, que como en la Era Mitológica, arriesgaron sus vidas para proteger la paz que reina en este mundo. Dejaron todo de lado para que las personas pudieran vivir en paz, lucharon arduamente, batallaron e incluso llegaron a enfrentarse a sus seres más queridos para que su ideal se llevara a cabo... Estos hombres ahora ya se han ido, pero su recuerdo vivirá en mi memoria por el resto de mi vida, siempre recordaré a los Caballeros que dieron su vida para proteger a Athena y a la Tierra que tanto amaban...
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CAPÍTULO I Los Protectores de la Paz
Grecia, año 1742. En la ciudad más importante de Grecia, una mañana soleada como cualquier otra transcurría sin ninguna novedad. Sus habitantes transitaban de un lado para otro preocupados de sus propios asuntos e ignorantes de la cadena de acontecimientos que pronto estaban por ocurrir, sucesos que cambiarían el curso de la historia para siempre. No muy lejos del centro de la ciudad, específicamente en una de sus playas, un cuerpo yacía inconsciente en la orilla. Estaba cubierto de arena y algas, y sus ropas, que al parecer, antes habían sido unas túnicas blancas, ahora estaban todas rasgadas y teñidas de un sucio color amarillento. El joven de unos trece años de edad, tenía el pelo de color negro y la piel morena, y a pesar de estar inconsciente, sostenía fuertemente en su mano una bolsa de cuero que estaba bordada con imágenes de un halcón, la misma imagen que tenía tatuada en el brazo izquierdo. Unos pescadores que pasaban por el lugar lo vieron y rápidamente lo recogieron para llevarlo a la ciudad. El joven pasó dos días inconsciente en una de las camas del médico de la ciudad. Todos ya habían perdido la esperanza de que recuperara la conciencia y lo iban a dar por muerto, cuando en la tarde del segundo día abrió por fin sus ojos. Miro hacia todos lados asustado, sin saber donde estaba, trató de ponerse de pié pero no lo consiguió, debido a las graves heridas que tenía en su cuerpo, así que permaneció en la cama. Al instante un hombre de edad avanzada entro a la habitación y lo miró alegremente. -¡Por fin has despertado! –dijo el hombre-. h ombre-. Pensábamos que no te recuperarías... -¿D... dónde estoy? –preguntó el joven asustado. -Estás en mi casa, soy el médico de la ciudad, me dijeron que estabas inconsciente tirado en la orilla del mar... -¿Qué lugar es este? –preguntó el joven quien se s e encontraba confundido aún. -Veo que estás desorientado... Estás en la ciudad de Atenas, en Grecia... -¡En Atenas! –exclamó el joven interrumpiendo al médico-. ¡Lo he conseguido al fin! -¿A que te refieres chico? ¿Qué has conseguido? -Llegar a Grecia... He navegado todo el Mediterráneo para poder llegar hasta aquí... Vengo de Egipto, me han enviado a buscar a aquellos que dicen son los protectores de la paz... Dicen que se encuentran en algún lugar de Grecia y por ello estoy aquí... -¿Los protectores de la paz? –preguntó dudoso el médico-. Quizás te refieras a los Caballeros... -¡Así es! ¡Necesito verlos cuanto antes! –respondió el joven-. Mi familia... ¡Todo mi pueblo esta siendo azotado y esclavizado! 9
-Tranquilo... –dijo seriamente el hombre-. Estas muy grave... Además uno no ve así como así a los Caballeros... Dicen que viven más allá de esta ciudad, cerca de las montañas... Rara vez salen de aquel lugar y vienen por estos lados... Quizás tu viaje haya sido en vano niño... -O quizás no –dijo una voz femenina que provenía de un rincón de la habitación-. Yo podría traer a un caballero hasta aquí, o a alguien del Santuario por lo menos, si eso es lo que quiere este muchacho... -Pero mujer... –dijo el hombre mientras veía como su esposa se acercaba a la cama del muchacho-. ¿Cómo harás eso? ¿No sabes acaso lo difícil que es contactarlos? Además este joven se encuentra muy mal... No esta en condiciones para ver a un caballero ahora... -Si, se que está muy grave –respondió la mujer-. Pero ver todo el sacrificio que ha hecho para llegar hasta acá me conmueve el corazón. Quizás los caballeros no puedan ayudarlo, pero me gustaría hacer algo por él, aunque sea para que su viaje no sea en vano... –dijo finalmente mirando al joven. -Gracias... señora... –respondió débilmente el joven mientras veía como la mujer salía de la casa dejando a su esposo al cuidado del joven. Ya había pasado la medianoche cuando la puerta de la habitación se abrió nuevamente. Se trataba de la mujer que venía acompañada de un sujeto alto que estaba envuelto en una capa oscura que le tapaba casi todo el cuerpo y la cabeza. Ambos entraron y cerraron la puerta, para después dirigirse hacia la cama donde se encontraba el joven junto con el médico. Este miro sorprendido al recién llegado y comprendió de inmediato de quien se trataba, por lo que despertó al joven a la brevedad. Este despertó trabajosamente y miro a aquel hombre quien lo miraba desde un costado de la cama. Al ver que el joven despertaba, se quitó la capucha de la cabeza y dejó ver su rostro. Era un hombre de unos diecisiete años, que tenía el pelo de color café oscuro, a la altura de los hombros y la tez morena. -Hola, mi nombre es Dohko, aprendiz de caballero –dijo-. Me han dicho que buscas ayuda de los caballeros... -Así es... mi pueblo esta siendo azotado... –dijo trabajosamente el joven, pero a la vez muy feliz de ver a Dohko-. Tiene que ayudarnos por favor... -Tranquilo... –dijo Dohko tratando de calmar al joven que se encontraba muy grave-. Cuéntame todo lo que ha ocurrido por favor. -Mi pueblo... que queda cerca del Cairo –comenzó a decir el joven-, fue atacado hace más de un mes por unos hombres que decían ser del gobierno otomano que rige mi país... Pensamos que era un castigo por no proveer a la ciudad de los recursos suficientes, pero luego los ataques fueron más constantes y comenzaron a esclavizar a casi toda la gente del pueblo. Fue cuando el jefe de mi aldea juntó los últimos recursos que quedaban y escapé de aquellos hombres, para dirigirme a buscar a los protectores que viven en Grecia... Cruce el Mar Mediterráneo en una pequeña balsa buscando esta tierra, pero una tormenta surgió, despedazando mi embarcación, pero al parecer mi 10
suerte fue más grande que aquella tormenta, ya que pude llegar hasta acá... Por favor ayúdenos –dijo finalmente el joven, mientras le pasaba la bolsa de cuero que tenía en la mano-. Esto es todo lo que logramos reunir... es poco, pero acéptelo por favor... -No te preocupes muchacho... –dijo Dohko sonriendo al ver el gesto del joven y mirando la bolsa-. ¿No recuerdas nada más de lo sucedido? ¿Algún detalle o algo que pueda ayudarnos? -N... No recuerdo nada m... A no ser que le sea importante el que los hombres que nos atacaron, se estaban llevando a nuestra gente hacia el sur, mas allá de las pirámides de Giza... -Bien... –dijo Dohko con una expresión seria-. Descansa muchacho, veremos que podemos hacer para ayudar a tu pueblo... -Muchas gracias señor... Todo mi pueblo le estará muy agradecido... Dohko dio media vuelta y poniéndose nuevamente la capucha en la cabeza, se despidió del médico y de su mujer, para luego salir de la casa y dirigirse hacia las montañas nuevamente. Ya adentrada la noche, Dohko cubierto entero por el manto negro, caminaba hacia las montañas, saliendo de Atenas. El camino era escarpado y muy peligroso, debido a la cantidad de rocas y precipicios que se encontraban a través de la cadena montañosa, a su lado derecho tenía un enorme precipicio y a su izquierda una gran pared de roca que se elevaba varios metros hacia arriba. Cuando ya llevaba un buen trecho recorrido, sintió que algo encima de él se movía, por lo que se quedo quieto escuchando en medio del silencio de la noche. Unas pequeñas piedras cayeron de la parte alta de la pared de roca del camino y comprendió que no estaba solo en aquel lugar. -¿¡Quien anda ahí!? –preguntó sobresaltado. Pero en vez de una respuesta, el sujeto que estaba allí salto desde donde se encontraba, hacia el camino en el que estaba Dohko. Era un hombre de cabellera rubia y de mediana estatura. Dohko lo miro y lo reconoció al instante -. ¡Haplos! Que buen susto me diste, pensaba que me estaban espiando... –le dijo finalmente dando un suspiro y sacándose la capucha de la l a cabeza. -¿Pero que te pasa Dohko? –le respondió Haplos-. ¿Acaso no sabes que ya estas en el Santuario? Ninguna persona ajena a el puede atravesar la barrera protectora que este posee, es por eso que ni la gente que vive en Grecia sabe de la existencia de este lugar... Y si así lo fuera, no podrían llegar muy lejos, todo el Santuario esta muy bien vigilado... -Tienes razón... Es solo que estoy algo preocupado... p reocupado... -¿Acaso te ocurrió algo allá, en Atenas? -Algo así... Parece que hay problemas en Egipto y venía pensando en ello cuando apareciste... Ahora iba a ver al Patriarca para contarle sobre la situación... -¿Tan grave es para que tengas que hablar personalmente con el Patriarca? -No lo se... Es solo que tengo un mal presentimiento. Al ver al muchacho que me contó todo, sentí algo extraño... Como una fuerza extraña que se encontraba en el lugar... 11
-¿Muchacho? ¿Qué muchacho? -Un muchacho que apareció en la playa hace unos días, decía venir de un pueblo de Egipto. Creo que pertenece a una especie de clan, al juzgar por el tatuaje de halcón que tenía en el brazo... Él me contó lo que sucedía allá. -Valla, eso era lo que te tenía tan asustadizo entonces... –dijo Haplos algo pensativo-. Ven, vamos, te acompañare hasta las Doce Casas... -Gracias... Siempre es bueno que un caballero te acompañe, como dicen algunos... Y más si es el caballero del Unicornio. Ambos entonces emprendieron la marcha hacia el Santuario, que era el lugar donde se encontraban todos los caballeros de Athena, a excepción de los que estaban en alguna misión en otro lugar. Este lugar era de una gran extensión, donde toda su superficie estaba cubierta por árboles, plantas, flores y todo tipo de vegetación, lo que hacia pensar a los que recién lo conocían por primera vez, que habían llegado a los Campos Eliseos por su extraordinaria belleza. En el centro del Santuario, y emplazada en una de las montañas mas altas del lugar, se encontraban las Doce Casas, que era el lugar en el que habitan los caballeros más poderosos de los ochenta y ocho de la orden de Athena: Los Caballeros Dorados. Estos defienden los Templos del Zodiaco, unas grandes estructuras de piedra, que datan de la Era Mitológica y las cual, dicen, son el único camino para llegar a los aposentos del Patriarca, la autoridad máxima del Santuario y el regente de este en la ausencia de Athena. El actual Patriarca fue elegido al momento en que el antiguo Patriarca falleció. Él en persona lo eligió de entre los Caballeros Dorados, debido a su sabiduría y su gran bondad, y ahora gobierna el Santuario desde hace ya más de veinte años mientras espera a que la reencarnación de la diosa Athena se haga presente en la Tierra para combatir al mal que asecha al planeta, según lo decían los antiguos textos que se encontraban en la biblioteca del Santuario. Dohko, después de recorrer el largo camino de las Doce Casas, llego finalmente al Salón del Patriarca. Este salón era mucho más grande que cualquiera de las Doce Casas, lo recorría de punta a punta una gran alfombra roja y en el fondo había una enorme puerta que daba a los aposentos del Patriarca. Dohko caminó sobre la alfombra roja y abrió la puerta de par en par para entrar donde se encontraba el Patriarca. Este estaba sentado en un asiento hecho de piedra, llevaba puesto una gran túnica blanca y sobre su cabeza se encontraba un casco casco de color dorado adornado adornado con joyas y una mascara que le cubría el rostro. Detrás del asiento en el que estaba, se encontraba unas escaleras que llevaban hacia la gran estatua de Athena, la cual decían que estaba echa de oro puro y poseía grandes poderes. Dohko avanzo hacia el Patriarca y deteniéndose unos metros delante de él, se arrodillo en señal de respeto y comenzó a hablar. -Maestro, vengo desde Atenas. Me he enterado de una situación, que creo, debería escuchar... –dijo Dohko. -Dime que es... –le respondió seriamente el Patriarca que a pesar de estar hablando con su discípulo, al estar a cargo de todo el Santuario y estar bajo esa máscara, tenía que 12
mantener cierto grado de distancia para representar adecuadamente la figura de autoridad que era. -Hace unos días, llego a la playa de Atenas un joven proveniente de Egipto solicitando la ayuda de los caballeros. Según cuenta, su pueblo ha sido azotado y esclavizado por unos hombres, que dicen, son parte del gobierno otomano que rige a Egipto estos días... -Ya veo... Otro caso más de esclavitud en el mundo... No debería de extrañarte, en esa región aún ocurren hechos de esa índole... ¿Pero por qué le das tanta importancia a ello? Hemos resuelto satisfactoriamente miles de conflictos así, desde hace mucho tiempo... -Pero es que hay algo que me intrigó... Estando en la habitación del muchacho, sentí una energía extraña que me puso algo intranquilo... Era como si alguien estuviera escuchando nuestra conversación a través de su cosmos... -¿Te refieres a que alguien estaba enterándose de lo que ocurría entre tú y el muchacho mediante el uso de su cosmos? Eso solo lo pueden hacer personas que sepan utilizar su cosmos muy bien, como los Caballeros Dorados... -Sí Maestro, es por eso que vine a contárselo a usted personalmente... Quizás esto sea más que un simple caso de esclavización como los que hemos resuelto antes... -Muy bien, creo que tendremos que ocuparnos de este asunto y tomarlo de una forma más seria... Es posible que te estés equivocando, pero sea como sea, lo mejor será investigar... Aunque no ocurra nada anormal, de igual manera, debemos liberar a ese pueblo. Mañana partirás hacia Egipto acompañado, si quieres, de aquel muchacho que te contó la historia, para tratar de investigar todo lo que puedas con respecto a los esclavizadores... Quienes son y que es lo que quieren... No intervengas a no ser que tu vida corra peligro, debemos ser lo más cautelosos que podamos, recuerda muy bien eso Dohko, y cuando tengas información, deberás comunicarla a nuestro contacto en el puerto de Alejandría. -Como lo desee Maestro, mañana a primera hora me pondré en marcha hacia allá –dijo Dohko con una reverencia para después levantarse y salir de los aposentos del Patriarca. -¡Dohko! –le dijo el Patriarca antes de que saliera, haciendo que este se volteara a mirarlo-. Cuídate… -le dijo finalmente, para después quedarse mirando como se cerraba la puerta del salón, a la vez que pensaba en las posibles consecuencias que todo esto podría traer para el Santuario. Cuando apenas estaba saliendo el sol, Dohko comenzó a bajar de las montañas en dirección a Atenas. Esta vez llevaba una ropa de viaje más cómoda: Pantalones y una camiseta blanca de tela liviana, en sus antebrazos y pantorrillas llevaba unos protectores cafés de cuero, en su pecho tenía una especie de protección liviana echa del mismo material. Camino durante un par de horas y llego finalmente a Atenas, lugar en donde lo esperaba una embarcación para transportarlo hacia Egipto. Antes de ir hacia el puerto, cruzo la plaza de la ciudad en dirección a la casa del médico, para ir a buscar al joven, joven, llevarlo de vuelta a su tierra tierra y le sirviera de guía en 13
aquellas tierras lejanas. Cuando llegó a la casa del médico, vio que este estaba sentado afuera mirando el piso. -Buenos días –dijo alegremente Dohko al médico, pero la mirada que vio en su rostro le borro la sonrisa que traía. -Buenos días... –le respondió el hombre con una voz sombría-. Supongo que viene por el muchacho... -Así es... ¿Ocurre algo? –preguntó Dohko intrigado. -El muchacho paso una muy mala noche, sufría de una hemorragia interna y no la pude detectar a tiempo... antes del amanecer falleció... su cuerpo yace dentro de mi casa al cuidado de mi esposa... -¿Cómo dice? –pregunto incrédulo Dohko mientras entraba a la casa para comprobar lo que decía el hombre. Al entrar en la habitación del joven seguido por el médico, Dohko vio el cuerpo sin vida del muchacho egipcio. La esposa del médico estaba allí mirándolo con cara compasiva. Aún incrédulo, Dohko se acerco y le toco una mano, recién al sentir el hielo de su cuerpo, comprendió que era verdad. -Lo lamento -comenzó a decir el médico-, supongo que venía a informarle algo de importancia... -Así es –le respondió Dohko-. Venía a llevarlo hacia Egipto. El Santuario accedió a ayudar a su pueblo, pero veo que no alcance a llegar a tiempo para darle la noticia... -Es una verdadera lástima –dijo la mujer que ahora miraba a Dohko. -Así es... Es una lástima que no viviera para contarle sobre esto, sé que se pondría muy feliz... –respondió tristemente Dohko-. Les agradezco en nombre de él, todo lo que han hecho. El dinero que trajo este muchacho, será para cubrir los gastos que ha causado. Yo ahora debo partir. Entonces Dohko tomo la bolsa de dinero que el joven aún tenía en sus manos y se la entrego al médico y su esposa. Luego de despedirse de ellos salió de la casa hacia el puerto muy rápidamente, donde lo esperaba la embarcación del Santuario. Esta era un barco pesquero pequeño, perteneciente a un amigo del Santuario, perfecto para pasar desapercibidos y no llamar la atención. Al llegar Dohko y subirse al barco, este zarpó de inmediato en dirección a Egipto.
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CAPÍTULO II Las Sospechas del Santuario
Luego de que Dohko se marchara hacia h acia Egipto, el médico del pueblo y su mujer estaban preparando el cuerpo del joven para que fuera sepultado, cuando la puerta de su casa se abrió de improviso. Ambos miraron a la puerta y vieron a un joven de pelo rubio que entraba rápidamente en la casa y caminaba hacia ellos. -Disculpen por entrar así –comenzó a decir el hombre-, soy Haplos, caballero del Unicornio. Quisiera hablar con Dohko, el dijo que vendría acá para llevarse al muchacho que estaba con ustedes... ¿Él aún está aquí? -Lo siento caballero –le respondió el médico sorprendido-, Dohko ya se fue hace unas horas hacia Egipto... Vino a buscar al muchacho, pero no sabía que había fallecido, así que partió él solo hacia allá -¿El muchacho ha muerto? –preguntó Haplos con sorpresa-. ¿Donde está su cuerpo? -Aquí en mi casa... Sígame por favor. –le respondió el médico que aún estaba sorprendido por la llegada del caballero y no entendía muy bien lo que ocurría. El hombre lo llevó hasta la habitación donde yacía el muchacho y Haplos se acerco a él. Miró al muchacho con una expresión preocupada y luego contemplo el tatuaje de su brazo por unos instantes. -¿El muchacho le mencionó a usted algo sobre algún culto que realizara? –preguntó Haplos dirigiéndose al médico-. ¿Algún rito a un dios o algo parecido? -No que yo recuerde... –respondió el médico mientras trataba de hacer memoria-. Solo mencionaba una y otra vez que necesitaba ver a un caballero del Santuario. -Ya veo... –dijo Haplos para si, pensativo-. Bueno gracias por su tiempo –le dijo Haplos al médico finalmente, al momento en que se marchaba rápidamente del lugar con una expresión sombría en el rostro. La esposa del médico al ver la rapidez con que salía el caballero del lugar, miro preocupada a su esposo. -Creo que este muchacho traía muy malas noticias desde su tierra para que un caballero llegara así a nuestra casa...–le dijo finalmente el médico a su mujer para luego continuar con los preparativos del cuerpo para su entierro. Un gran salón que se encontraba sumergido en la oscuridad de hacia mucho tiempo, nuevamente recibía los cálidos rayos del sol que ahora entraban por la puerta principal, en la cual, Haplos ahora estaba de pie mirando hacia el interior del este lugar. Aquel salón se encontraba en las afueras de las Doce Casas y correspondía a la Biblioteca del Santuario, el lugar en donde miles de libros se encontraban archivados, algunos eran 15
registros escritos por los antiguos Patriarcas del Santuario y otros habían sido recolectados de diversas partes del mundo, para el uso de los caballeros de Athena. -Veamos... –dijo Haplos, mientras entraba al salón y empezaba a recorrer los pasillos mirando los lomos de los libros que estaban allí-. Debe estar en alguna parte... Siguió buscando durante unos minutos, mirando todos los estantes del lugar, hasta que en la parte de arriba de uno de ellos que estaba cubierto por una película de polvo, encontró lo que andaba buscando. Se trataba de un libro grande, de tapas color amarillo, que estaba escrito a mano y que había sido traído hace mucho tiempo desde Egipto. Se sentó poniendo el libro sobre una mesa mientras le quitaba el polvo que tenía encima, para después comenzar a hojearlo y a buscar algo que pudiera ayudarlo a resolver aquella duda que lo había traído hasta ese lugar. Busco durante unos minutos y todo lo que había en aquellas hojas eran registros de las cosechas y los cambios de clima que habían ocurrido en Egipto en la antigüedad. Cuando ya estaba perdiendo las esperanzas de encontrar algo de utilidad, un nombre recalcado con color rojo llamo su atención. Para su sorpresa era lo que andaba buscando, el nombre de aquel halcón que el muchacho tenía tatuado en su brazo: Horus. Sorprendido por el descubrimiento, salio rápidamente de la biblioteca y se dirigió hasta las Doce Casas para hablar con el Patriarca. Un poco más tarde, las puertas del Salón del Patriarca se abrían nuevamente. A través de ellas pasaba Haplos caminando rápidamente para pararse en frente del Patriarca. -Patriarca, disculpe mi intromisión, pero hay algo que necesito informarle de inmediato –dijo Haplos mientras se arrodillaba ante el Patriarca. -¿Que es lo que tienes que decirme? -le pregunto el Patriarca sorprendido. -Creo que Dohko se dirige a una trampa… Quizás esa presencia que él sentía estando con el muchacho, sea de un enemigo mayor que el simple s imple gobierno otomano. -Eso ya lo presentía Haplos –le respondió el Patriarca más tranquilo-. Es por eso que envié a Dohko en una misión de reconocimiento a Egipto, para que averiguara que pasaba realmente con el pueblo del muchacho… -Ya veo… -respondió Haplos pensativo-. Pero creo que Dohko no va a poder enfrentar aquella situación por el mismo… Es más, creo que está en grave peligro. Hoy fui a la casa donde tienen el cuerpo del muchacho y me fije bien el un tatuaje que tenía en el brazo, un tatuaje de un halcón… Este me pareció familiar, lo había visto en algún otro lugar, así que fui a investigar a la Biblioteca del Santuario, para averiguar donde había visto aquella figura. Buscando en textos antiguos de Egipto lo encontré finalmente. Aquella figura representa al dios Horus. -¡¿Horus?! ¿Estas seguro de lo que estas diciendo? –preguntó el Patriarca sorprendido. -Creo que sí Patriarca, quizás sean hombres seguidores de Horus quienes están esclavizando a la gente de Egipto. 16
-O mucho peor… Es posible que Horus haya renacido en esta época y haya llamado a caballeros como nosotros para servirle. Quizás eso explique la extraña presencia que sintió Dohko en presencia del muchacho… -agrego el Patriarca preocupado. -Pero Horus era adorado por el pueblo de Egipto según textos antiguos… ¿Como es posible que un dios ataque a su propio pueblo? -No lo se… Es por eso que Dohko fue a investigar, pero si existe la posibilidad de que hayan guerreros de Horus en Egipto, entonces Dohko corre grave peligro. Aunque sea mi discípulo, él aún no es un caballero de Athena… -Me ofrezco como voluntario para ir a ayudar a Dohko Patriarca –dijo Haplos comprendiendo que su amigo estaba en peligro. -No, esta vez no enviaré a Caballeros de Bronce ni de Plata, ya que esto pasó de ser un conflicto menor… Estamos hablando de la presencia de un dios. Para esto enviare a caballeros más capacitados para enfrentar esta situación. Por favor, llama ante mi presencia a Hamal, Régulus y a Kaus, diles que necesito verlos urgentemente. -Como lo desee Patriarca –dijo finalmente Haplos mientras hacia una reverencia y se marchaba del templo dejando al Patriarca en su trono pensando en las posibles consecuencias que traería todo esto para el futuro. En un lugar lejano del Santuario, el barco en donde viajaba Dohko, llegaba al puerto de Alejandría, después de dos días de viaje por el Mar Mediterráneo. Este era el puerto más grande de Egipto y el que tenía más habitantes y trafico de embarcaciones, pero esta vez, al momento en que Dohko dejaba la embarcación, no había ningún barco en el muelle, ni nadie en el puerto. Esto extrañó a Dohko de sobremanera, ya que en vez de un puerto importante, Alejandría ahora parecía una ciudad fantasma. -¿Que estará pasando aquí? –comenzó a pensar Dohko -. Se supone que esto debería estar repleto de gente, sobretodo a esta hora que es cerca del mediodía… Comenzó a caminar en dirección a la ciudad para ver si había alguien con quien poder hablar y preguntarle sobre lo que sucedía en el lugar. Caminó un rato y mientras avanzaba veía el mismo panorama que había presenciado en el puerto, no se divisaba nadie por las calles, las casas, tiendas y callejones estaban vacíos y sin ningún rastro de vida o alguna pista que pudiera ayudarlo a dilucidar qué había ocurrido. A medida que avanzaba, más se iba generando una preocupación dentro de Dohko. Comenzaba a sospechar que el conflicto que lo había traído hasta Egipto, era mucho más grande que una disputa política como había llegado a pensar en un principio. Dohko no creía que el gobierno otomano fuera capaz de hacer desaparecer a la población total de una de las ciudades más importantes de Egipto. -Esto no está bien… -pensaba Dohko mientras caminaba por las últimas calles de Alejandría-. Quizás esto este relacionado con la esclavización del pueblo del muchacho… Es mejor que me dirija hacia allí, no podré descubrir nada más acá, es 17
posible que encuentre algo en el pueblo, quizás alguna pista que me ayude a seguirles el rastro a las personas desaparecidas. Luego de recorrer las últimas calles de la ciudad, salio de esta al desierto que se encontraba al sur de Alejandría. Su ruta comenzaba al salir de la ciudad, de ahí tendría que desviarse hacia el este y seguir el curso del Nilo hacia el sur, por la ribera oeste, hacia las cercanías de Abusir. Con un poco de suerte podría llegar al pueblo del muchacho antes del mediodía del día siguiente. En el Santuario, tres figuras entraban rápidamente al Salón del Patriarca y se reportaban ante él. Se trataba de los l os tres caballeros que había mandado a llamar el Patriarca, Hamal de Aries, Régulus de Leo y Kaus de Sagitario. Hamal, a sus setenta años de edad, era uno de los más antiguos caballeros que habitaba en el Santuario. Es un hombre de contextura media, cabello liso y medianamente largo que le llega a los hombros, tiene los ojos de color verde y la tez blanca. Hamal es una de las personas más sabias del Santuario, superado solo por el caballero de Libra, Argés. Todos los demás caballeros confían en él y lo ven como si fuera un padre para ellos, lo que lo convierte en una ayuda emocional y en un gran consejero a la hora de discutir algún problema. Régulus era uno de los caballeros más jóvenes del Santuario, tenía veintidós años de edad, medía unos 1,80 mts. de altura, tenía pelo color rojizo, corto y liso, era de contextura delgada, tez blanca, no poseía vello facial y sus ojos eran de color celeste. Su ojo derecho lo cruzaba de arriba a abajo una cicatriz con forma de relámpago. Fue uno de los que más joven obtuvo su armadura, debido a que desde niño estuvo entrenando en el Santuario. Es una persona seria, orgullosa y calculadora, pero al mismo tiempo, noble y fiel a sus amigos. Kaus, al igual que Régulus, tenía veintidós años de edad, su personalidad es tranquila y compasiva, siempre piensa antes de actuar y cada vez que alguien necesita ayuda, esta dispuesto a ayudar, sea cual sea el problema que se tenga. Había llegado al Santuario y convertido en Caballero Dorado un poco después que Régulus, por lo que junto con Argés de Libra, que a pesar de ser s er mucho mayor que ellos, habían formado un gran lazo de compañerismo y amistad. Kaus medía unos 1,75 mts. de altura, su pelo es de color negro, medianamente ondulado y largo, que le llega más abajo de los hombros. Sus ojos son de color celeste, poseía una pequeña barbilla en su mentón, era de contextura media y de tez blanca. Los tres se pararon frente al Patriarca y comprendieron de inmediato que algo no andaba bien. -¿Que es lo que ocurre Patriarca? – preguntó Kaus. -Tengo un mal presentimiento, es por eso que los he mandado a llamar… -comenzó a decirles el Patriarca-. Hace cuatro cuatro días, en la mañana Dohko, Dohko, mi aprendiz, partió hacia Egipto a realizar unas investigaciones, debido a que nos llegaron noticias de que la gente de allá estaba siendo esclavizada. Envié a Dohko creyendo que se trataba de un asunto de menos importancia, pero hace poco, un Caballero de Bronce me ha venido a informar que quizás el asunto sea más grave gr ave de lo que parece… 18
-¿Más grave dice? ¿Tan grave como para mandarnos a llamar a nosotros, unos Caballeros Dorados? –preguntó intrigado Régulus. -Así es… -continuó el Patriarca-. El Caballero de Bronce vino con la información de que detrás de toda la esclavización de aquella gente, quizás estén involucrados los seguidores de un dios… Horus. -¿Horus? –preguntaron al mismo tiempo los tres caballeros incrédulos. -Horus es uno de los dioses más poderosos en la mitología egipcia… Esto puede significar solamente dos cosas… -comenzó a decir Hamal que hasta ahora había permanecido pensativo-. Que exista una especie de secta fanática que este raptando a la gente o que esos seguidores estén cumpliendo las órdenes directas de su dios… -Eso es lo que me temo Hamal –comento el Patriarca pensativo -. No ha habido la presencia de un dios en la tierra desde hace siglos… Si resulta ser verdad que Horus ha renacido en la tierra, entonces quiere decir que la época de las Guerras Sagradas esta muy cerca… -¿Guerras Sagradas? –preguntó sorprendido Régulus-. ¿Entonces puede ser que la profecía se cumpla en esta época? -¿De que profecía hablas? –le preguntó Kaus. -La que anuncia sobre el nacimiento de la reencarnación de Athena… -Tienes razón Régulus –comentó Hamal-. Quizás esta sea una señal… Dice la profecía que la diosa Athena siempre renacerá cuando el mal aparezca en el mundo para así combatirlo en lo que se han llamado desde la Era Er a Mitológica, las Guerras Sagradas. -Si resulta ser verdad que Horus haya renacido, entonces Athena debe estar por nacer, o quizás ya haya nacido… Solo el tiempo nos lo dirá –dijo el Patriarca ante el comentario de los caballeros-. De todas maneras, los he llamado hasta acá para que acudan hasta Egipto y traten de contactar a Dohko, para así advertirle de todo esto y tomen su lugar… Esta es una misión muy peligrosa para encomendársela a cualquier caballero de menor rango que uno Dorado, y mucho menos a un aprendiz. Dohko se dirigía a las cercanías del Cairo, allí se encontraba el pueblo donde se origino todo. Deberán averiguar lo que más puedan para evaluar la situación…. s ituación…. -Muy bien Patriarca –dijo Hamal asintiendo al mandato-. Le prometo que traeremos a salvo a su aprendiz y averiguaremos todo lo posible sobre este asunto. Iremos inmediatamente. -Una última cosa… -dijo el Patriarca a los caballeros antes de que se fueran -. Recuerden que van como infiltrados, no deben iniciar ningún conflicto ni dar a conocer su identidad como caballeros a menos de que su vida esté en peligro. Viajen sin sus armaduras y traten de averiguar lo más posible sin ser detectados, ni entrar en contacto con otras personas. -¡Entendido! –dijeron los tres al mismo tiempo mientras daban media vuelta y salían del salón. Comenzaron a caminar hacia la entrada del Santuario pasando por las Doce Casas, mientras pensaban lo que podría estar ocurriendo en Egipto verdaderamente. No demoraron mucho en llegar a la salida del Santuario, donde los estaba esperando un hombre alto de unos veintiocho años de edad, de contextura fuerte, cabeza calva, mirada segura y tez blanca, que se puso delante de ellos. 19
-Veo que el Patriarca los ha reunido… ¿Me pregunto por que mandaría a llamar a unos Caballeros Dorados tan urgentemente? –dijo el hombre a los tres caballeros. -Hay un peligro en Egipto, Pleios… – le respondió seriamente Kaus a Pleios, quien era el Caballero Dorado de Tauro. Él había llegado hace poco al Santuario, donde obtuvo rápidamente el título de Caballero Dorado debido a su gran fuerza, tanto interior como exterior, y por su coraje. -¿Un peligro dices? –preguntó Pleios-. Debe ser muy serio para que el Patriarca despache a tres de los caballeros cab alleros más fuertes… -Tienes razón Pleios –le respondió Hamal-. La vida de Dohko, el aprendiz del Patriarca, esta en peligro, debemos ir a rescatarlo… Además cree que un dios ha renacido en la Tierra, lo que nos compromete enormemente... No debería decirte esto, pero es mejor que les adviertas a los demás para que estén preparados por cualquier eventualidad. En estos momentos debemos ser sumamente s umamente cuidadosos. -Sí Hamal, tienes razón –le dijo Pleios con expresión preocupada-. De inmediato comenzaré a informarles a los demás… Diciendo esto, Pleios dejo a los tres caballeros y se marcho para buscar a los demás caballeros e informarles de lo que estaba ocurriendo. Al mismo tiempo, usando su cosmos, Hamal, Régulus y Kaus se encaminaron hacia Egipto a la velocidad de la luz, convirtiéndose en estrellas fugaces que surcaron el cielo de la tarde de Grecia, algo imposible de hacer para otro tipo de caballeros que no poseyera el cosmos de un Caballero Dorado.
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CAPÍTULO III El Misterio de Egipto
En Egipto, Dohko acababa de llegar al pueblo del muchacho, después de un poco más de un día de viaje por el desierto. Como le había informado este último, el pueblo se encontraba a unos pocos kilómetros al sur de El Cairo. Este pueblo era muy pequeño, solo contaba con unas quince casas construidas en forma de círculo. En el centro del pueblo había una especie de roca, la cual medía unos tres metros de alto y que estaba enterrada en la arena. En medio de esta estaba tallada en relieve la imagen de Horus y debajo de ella se encontraban grabadas unas escrituras. Dohko se acerco para ver que decían pero no pudo comprender nada, ya que estas eran jeroglíficos, un tipo de escritura antigua de la cual Dohko solo había oído hablar en relatos de su maestro. Debido a la grandeza de la roca y la extrañeza que le provocaron las escrituras, Dohko se olvido por completo de su alrededor y no se fijo en un principio que el pueblo estaba totalmente abandonado. El suelo estaba lleno de pisadas que iban en todas direcciones, pero que ninguna salía del pueblo, solo tres que se dirigían al sur. Al interior de las casas, por lo que pudo apreciar Dohko, todo estaba como si sus habitantes hubieran desaparecido de repente. Habían platos de comida servidos en unas precarias mesas, vasos con agua a la mitad, ropa desparramada por el suelo y unas bancas volteadas como si hubieran sido empujadas por alguien. -Al parecer llegue muy tarde… -pensó Dohko mientras veía el estado en que se encontraba el pueblo-. Ya todos fueron capturados… Tendré que seguir caminando rumbo al sur para tratar de averiguar donde fue que se llevaron a toda esta gente. Salio de la casa en que se encontraba y se dirigió al centro del pueblo para ver una vez más la roca. Algo le decía que tenía que ver con que los pobladores hayan desaparecido del lugar. -Esta imagen del halcón es la misma que tenía tatuada el muchacho –pensó Dohko mientras se ponía frente a la imagen-. Quizás sea algún dios tribal que ellos adoren o solamente les agraden este tipo de aves… No se mucho de las culturas extranjeras para poder averiguarlo… -dijo para sí finalmente mientras con su mano derecha tocaba la cabeza de la figura. En ese instante sintió una presencia que se aproximaba detrás de él. Al darse vuelta, vio que una figura envuelta en una túnica de color café claro se acercaba a gran velocidad hacia él, impidiéndole reaccionar a tiempo para evitar que con un golpe lo aturdiera. Casi al instante Dohko comenzó a perder la conciencia poco a poco, hasta que todo se volvió negro para él. 21
Al día siguiente, al mediodía, Hamal, Régulus y Kaus llegaron a las afueras del pueblo. -Aquí es donde al parecer Dohko tenía que haber llegado –dijo Hamal a sus compañeros-. Este debe ser el pueblo del que nos hablaba el Patriarca. -Tienes razón, pero este lugar se ve abandonado… -le respondió Régulus-. No debe haber nadie aquí. -Así es… -dijo Kaus mientras miraba perplejo el estado en que se encontraba el pueblo. Ya deben haber esclavizado a todos los l os pobladores de aquí. Será mejor que entremos a investigar. Los tres caballeros estuvieron de acuerdo y entraron de inmediato al pueblo. Mientras caminaban se daban cuenta de la realidad, que anteriormente, se había dado cuenta Dohko. Todas las casas del lugar estaban desabitadas como si alguien alguien hubiera venido y raptado a sus pobladores sin que estos hubieran podido hacer algo para impedirlo. Llegaron al centro del pueblo y se encontraron con la extraña roca que había visto Dohko. Hamal se adelantó y comenzó a examinar los jeroglíficos que estaban grabados en ella, mientras los tocaba con su mano.
Â,_u -¿Puedes leer lo que dice ese texto Hamal? –le preguntó Kaus al ver la mirada con que Hamal miraba el grabado. -Sí… Pase un tiempo estudiando diversas formas de escritura antigua en mi juventud – comenzó a decir Hamal a sus compañeros-. Dentro de esas estaba la escritura jeroglífica del Egipto antiguo. Esta es una forma más estilizada… Más moderna diría yo, ya que no sigue los patrones convencionales, pero la idea de este texto al parecer es: “Horus, el que vive… toro poderoso…” -¿Que significa eso Hamal? –pregunto Régulus. -Al parecer este texto dice que Horus vive… o por lo menos así lo consideran en este pueblo, y lo reconocen como un ser fuerte y poderoso… -Me parece como una señal de respeto por parte de los habitantes de este pueblo – comentó Kaus mientras miraba el escrito. -Es verdad… -dijo Hamal mientras seguía mirando la roca-. Quizás esta roca sea un símbolo de adoración hacia Horus o sus seguidores, ya sea por miedo o respeto… -Esto confirma entonces nuestras sospechas –dijo Régulus a sus compañeros-. Horus o sus seguidores puede que estén con vida, y quizás hayan sido ellos los que secuestraron a los habitantes de este pueblo. 22
-Es lo más probable… -le respondió Hamal pensativo mientras se daba vuelta hacia sus compañeros-. Tendremos que descubrir donde los han llevado y tratar de rescatarlos… -¡Miren! –dijo Régulus de pronto fijando su mirada en el suelo-. Estas huellas que están cerca de la roca son diferentes a todas las demás que están en el lugar. Son huellas de los calzados que usamos en el Santuario… -Tienes razón –dijo Hamal asombrado mientras se agachaba para verlas con más detenimiento-. Esto quizás quiera decir que este pueblo era el correcto… Dohko estuvo acá, parado frente a esta misma roca, pero donde fue después, no hay más huellas que vallan a algún lugar. -¿Crees que haya sido secuestrado junto con las personas de este pueblo? –pregunto Kaus mirando a su alrededor. -No lo creo… -respondió Hamal-. Estas huellas son mas recientes que las otras que están por todo el pueblo. Las demás están más cubiertas de arena que las de Dohko, lo que indica que el secuestro de los habitantes de este lugar ocurrió mucho antes de que llegara el aprendiz del Patriarca aquí… Lo mas probable es que él halla visto la misma desolación que estamos viendo nosotros en este momento. -Creo que sé hacia donde se llevaron a las personas de aquí –dijo Kaus de repente mientras señalaba en dirección al suelo-. Esas huellas son diferentes al resto y a las supuestas huellas de Dohko. Son dos y son las únicas que salen del pueblo y se dirigen hacia el sur. -Entonces sigámoslas –dijo Régulus-. Ya no creo que podamos averiguar nada más en este pueblo… -Así es –respondió Hamal mirando las huellas que había descubierto Kaus-. Vallamos hacia el sur, pero debemos tener más cuidado a partir de ahora, estos seguidores de Horus puede que estén cerca de aquí todavía. Régulus y Kaus asintieron a la advertencia de Hamal y se pusieron en camino rumbo al sur del pueblo, siguiendo las huellas que aún estaban presentes en la arena del desierto egipcio. -¿D…Dónde estoy? ¿Qué es este lugar…? –comenzó a pensar Dohko mientras abría los ojos nuevamente. Se preguntaba que había pasado con él, luego de que sufriera ese golpe en el pueblo. Miraba a su alrededor y lo único que podía ver en medio de la oscuridad que lo envolvía, era un pequeño haz de luz que se filtraba f iltraba por un agujero muy pequeño que se encontraba en el techo de piedra de aquella construcción. No sabía cuanto tiempo había estado inconsciente, pero al menos sabía que afuera era aún de día, por lo que tal vez, solo haya estado en ese estado unas pocas horas, aunque su cabeza le daba vueltas como si hubiera estado durmiendo por mucho tiempo. Trato de moverse pero algo se lo impidió. Sus brazos y piernas estaban sujetos por unas fuertes cadenas de metal que lo tenían prisionero y sujeto a una de las paredes de piedra de la habitación. A pesar de que trataba de romper las cadenas con toda su fuerza, le era imposible, debido a que se encontraba muy débil a causa del golpe que había sufrido en 23
la cabeza. Mientras trataba inútilmente de romperlas, en el oscuro fondo de la habitación, se escucho un suave crujido que llamó su atención, luego este crujido se hizo más fuerte y le pareció que una gran roca estaba moviéndose lentamente frente a él. Rápidamente aquel sonido ceso y dio lugar a otro sonido, mucho más preocupante. Se escuchaban unos pasos que entraban en la habitación, que pertenecían a dos figuras se pusieron frente a Dohko. Estas estaban cubiertas completamente por un manto negro que hacia mucho más difícil distinguirlas del entorno oscuro de la habitación. Casi al instante una de las figuras se adelantó y comenzó a hablar. -¿Quién eres forastero? –dijo la figura en un tono serio-. ¡Identifícate! -Soy un arqueólogo, vine a Egipto a estudiar ruinas antiguas… -dijo Dohko tratando de sonar convincente para no revelar su verdadera misión. -¡Mientes! –dijo la figura con una voz áspera. Al mismo tiempo la otra se puso al lado de Dohko y sacando un látigo golpeó fuertemente a Dohko en las costillas. – ¿Quién eres forastero? ¡Responde! –pregunto nuevamente la figura. -¡Ya lo dije! Soy un arqueólogo que… -pero no pudo terminar la frase, ya que la segunda figura golpeó a Dohko en la cabeza con el mango del látigo haciendo que este perdiera la conciencia nuevamente. Luego de unos momentos, según le pareció a Dohko, este despertó. Pero la verdad era que habían sido cerca de tres horas las que Dohko permaneció inconsciente. Estaba totalmente adolorido y su cabeza le daba vueltas. Poco a poco comenzó a recobrar el sentido y pudo ver mejor en donde estaba. Ya no era aquella habitación oscura en donde se encontró con los hombres vestidos de negro, sino que esta habitación tenía más luz y podía ver bien a su alrededor. Aquella habitación era igualmente de piedra, como la otra, pero esta era un poco más grande. Delante de él habían unos barrotes de metal, y delante de estos, se encontraban más barrotes, detrás de los cuales pudo ver a personas tiradas en el piso durmiendo, lo que lo hizo pensar que estaba en una especie de prisión, a su alrededor también había gente que estaba acostada en unas especies de camas improvisadas, hechas de paja. Todos ellos tenían un aspecto famélico, como si estuvieran en ese lugar hace bastante tiempo. Se dio cuenta que él también estaba acostado sobre una de estas camas y que ya no tenía los grilletes que lo aprisionaban en la habitación anterior. -Por lo que veo –comenzó a pensar Dohko mientras aún recuperaba la conciencia-, esta puede ser la gente del pueblo que ha sido esclavizada… No se quienes hayan sido los sujetos que me estuvieron interrogando hace unos momentos, pero supongo que son los mismos que me atacaron en el pueblo y me trajeron hasta aquí… Debo averiguar como salir de aquí, ya que al parecer, estos sujetos no son del gobierno que rige Egipto, sino que siento que hay algo más… 24
-¿Estas bien? –dijo una voz femenina y dulce que interrumpió los pensamientos de Dohko-. Te veías bastante mal cuando llegaste… -Si ya estoy mejor –dijo Dohko tocándose la cabeza y volviéndose para poder ver a quien le estaba hablando-. ¿Quién eres tú? -Mi nombre es Sati –dijo la mujer de al parecer unos 19 años de edad. Esta tenía el pelo largo, de color negro, poseía ojos de color verde oscuros, mirada dulce, tez morena y contextura delgada-. ¿Tú eres un extranjero también, no es así? -Así es… no soy Egipcio, sino que provengo del norte de aquí… de Grecia –comenzó a decir Dohko extrañado, sin saber por que le contaba su verdadera procedencia a la mujer. -Ya veo… -le respondió Sati-. Mi hermana y yo tampoco somos egipcias, fuimos capturadas y vendidas como esclavas a esta gente en nuestro pueblo natal, en la India. Fuimos traídas acá hace poco, solamente dos días antes de que tú llegaras… ¿Cuál es tu nombre? –le pregunto Sati a Dohko al ver que este se estaba incorporando y sentándose en el lecho de paja. -Mi nombre es Dohko… Te agradezco por preocuparte por mí –le dijo finalmente con una sonrisa en el rostro. -No tienes que agradecérmelo a mí, sino a mi hermana, ella es la que te estuvo curando la herida que tenías en la cabeza. Es aquella de allá, la que está alimentando a aquel anciano, su nombre es Savitri –le dijo Sati a Dohko mientras le señalaba a una mujer que estaba de rodillas dándole de comer a un anciano que se encontraba acostado en el suelo. Savitri era muy parecida a su hermana, tenía el mismo color de pelo y el mismo color de piel, aunque se podía ver que Savitri era mayor, unos 4 años le pareció a Dohko. Este al verla, se levantó con ayuda de Sati y se dirigió hacia donde estaba Savitri. -¿Savitri? –pregunto con algo de timidez-. Gracias por haberte preocupado de mí… Sati me lo contó todo y te agradezco lo que hiciste. -De nada –le respondió Savitri con una sonrisa-. Acá todos somos esclavos, tenemos que cuidarnos unos a otros. -Tienes razón… ¿Pero sabes donde estamos? –le preguntó Dohko intrigado. -No lo se… Nos trajeron acá con los ojos vendados, solo se que estamos en algún lugar de Egipto, pero nada más… -Ya veo, por lo que veo estaremos aquí un largo tiempo… -respondió finalmente Dohko con una sonrisa forzada. En ese instante se escucharon unos pasos que provenían desde el pasillo que estaba detrás de los barrotes. Casi al instante un hombre con una túnica de color café claro se paró frente a ellos seguido por otros dos que vestían igual que él, pero sus túnicas eran negras, como la de los hombres que interrogaron a Dohko en la celda anterior. Este al parecer tenía unos veinticuatro años de edad, tenía el pelo liso, medianamente largo, que le llegaba un poco más arriba de los hombros y de color negro. Su piel era morena, poseía ojos de color negro que miraban a los prisioneros con seriedad. 25
-He venido por uno de ustedes… -dijo casi sin mostrar ninguna expresión en su rostro-. Mi dios quiere que elija a uno de ustedes y lo lleve ante su presencia para que sea castigado y sirva como advertencia para los demás esclavos que no desean d esean seguirlo… Al decir esto, abrió la reja y entro a la prisión donde estaban cautivos Dohko y los demás. Miro a cada uno de los presentes detenidamente y uno de ellos le llamó la atención. -Tú vendrás conmigo –le dijo al anciano que estaba alimentando Savitri hace un rato. -¡No! –grito Sati al escuchar esto-. Como te atreves a llevarte a ese pobre anciano… ¡Llévame a mí en vez de a él, por favor! -No, no quiero que vallas tú, sino que el anciano… ¡Vamos! ¡Levántate! –le dijo el hombre mirándolo. -Por favor, Helios –comenzó a decir Savitri al hombre que acababa de llegar, que al parecer, ya lo conocía anteriormente-, no lo lleves a él, ni a mi hermana… No hagas caso a lo que te dice tu supuesto dios… No lo escuches… Sabes que lo que estas haciendo no está bien. Helios miró solamente a Savitri y al hacerlo, algo en su mirada cambió, pero solamente duró unos instantes, ya que el anciano se paró de su lecho y salió acompañado de los escoltas de Helios hacia el fondo del pasillo. Luego Helios salio tras ellos y cerró la reja mientras miraba una última vez a Savitri antes de marcharse. -No puede ser… -comenzó a decir Sati-. Un dios no debería buscar castigos ni esclavizar a la gente… Un dios debería ayudar y querer lo mejor para las personas… No lo entiendo… ¿Que tipo de dios haría esto? –se preguntaba p reguntaba sin poder entender. -¿Sabes de que dios habla? –le pregunto Dohko a Sati. -No lo se… -le respondió-. Lo único que he podido averiguar es que aquellos hombres que vinieron, son sus seguidores y que este dios es el que nos ha esclavizado a todos nosotros… -Si es un dios de verdad, entonces estamos en peligro… -dijo Dohko-. Debemos tratar de salir de aquí cuando antes… ¿Savitri, tú conoces al sujeto que se acaba de ir? –le preguntó a la mujer quien aún miraba el pasillo vació por donde se habían llevado al anciano. -Si, pero no mucho… –le respondió a Dohko mientras se daba vuelta para mirarlo-. Solo se su nombre y que es el jefe de los hombres que sirven a ese dios… Lo conocí acá en cautiverio, pero no he podido hablar mucho con él… ¿Por que lo preguntas? -Es que vi que él te miraba de un modo diferente al que nos miraba a todos los demás… Quizás podrías convencerlo de que nos deje salir de aquí… -¿Tú crees que haría eso? –le respondió Savitri dudosa-. Recuerda que él fue quien se llevo a aquel anciano para que sea castigado… 26
-Lo se… pero tengo un presentimiento de que nos podría ayudar… Algo en él me dice que puede hacerlo… -Espero que tengas razón… -le dijo Sati a Dohko, mientras se sentaba en el suelo en uno de los lechos de paja.
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CAPÍTULO IV Asesinos del Desierto
Los tres caballeros continuaban caminando hacia el sur del pueblo tratando de seguir las huellas dejadas en la arena. Encima de ellos un calor sofocante golpeaba sus cuerpos y parecía como que todo el lugar comenzaría a arder en llamas en cualquier minuto. No existía ni una sola nube en el lugar, ni tampoco algún tipo de vegetación o elevación que pudiera ofrecer una sombra para apaciguar el calor que sentían en ese momento. Desde hacia más de una hora que no decían palabra alguna, solo se habían dedicado a caminar en línea recta mirando al suelo, cada vez más encorvados, deseando que en el horizonte apareciera un pueblo o alguna construcción que cambiara aquel paisaje monótono. -Que calor hace… -comenzó a decir Kaus tratando de romper el silencio-. Nunca había sentido un calor tan grande en mi vida… -Ese es el calor de Egipto –le respondió Hamal tratando de verse más animoso que sus compañeros-, en el día el calor puede aumentar hasta más de 40 grados y en la noche la temperatura puede descender considerablemente, hasta el punto de que podrías llegar a morir congelado de frió, si la pasas a la intemperie… -¿Eso es cierto Hamal? –le preguntó Kaus incrédulo. -Si, es verdad, ya estuve en Egipto una vez hace bastante tiempo y se de lo que te hablo… -De todas maneras debemos apresurarnos, ya falta poco para que oscurezca y no quiero pasar una noche en este lugar… -No podemos apresurarnos más… -le respondió Hamal-. Recuerda que venimos encubiertos, si usamos nuestra velocidad, puede que nos descubran… -Hamal tiene razón Kaus –dijo Régulus quien hasta ahora había permanecido callado escuchando la conversación-. Tendremos que seguir esta penosa marcha nos guste o no… -Así veo… Pero ya me estoy cansando… Además me muero de hambre… -Tú siempre tienes hambre Kaus –le comentó Régulus con una sonrisa-. No deberías decirnos eso… -Pero es cierto… Desde que llegamos que no he comido nada… -Bueno, pues tendrás que esperar más tiempo, todab…. -Caballeros, miren… -interrumpió Hamal de repente, mientras se detenía delante de ellos y miraba el suelo. Régulus y Kaus se detuvieron al lado de Hamal y miraron lo que este les estaba indicando-. Las huellas se terminan aquí, no continúan en ninguna dirección… -¿Como puede ser eso posible? –preguntó Régulus-. Se supone que deberían estar cargando prisioneros, no se puede haber esfumado en el aire… 28
-Quizás sí se esfumaron en el aire… –le respondió Hamal-. Quizás estos hombres manejen el cosmo como nosotros los caballeros y hayan usado su velocidad para no dejar huellas… -Es cierto Hamal –comentó Kaus-, no parece que estas huellas hayan desaparecido por el viento o por otra forma natural… ¿Pero donde habrán ido? Ya no podemos seguirles el rastro… -Eso es verdad… Al menos que hallemos alguna pista no podremos continuar siguiendo el rastro y por lo que se ve, estamos en medio del desierto… -Tendremos que seguir adelante y ver que encontramos –dijo Régulus quien miraba hacia el frente-. No podemos quedarnos aquí parados esperando que algo suceda… -Tienes razón Régulus –le respondió Hamal mirándolo-. ¡Vamos! Continuemos hacia delante… Y comenzaron nuevamente su marcha por el desierto. El sol estaba encima de ellos, restándoles energías a cada paso que daban y pensaban, por lo menos Régulus y Kaus, que no podrían continuar manteniendo el mismo ritmo por mucho tiempo más. Caminaron por más de una hora, al menos, esa fue la percepción que los caballeros tuvieron, cuando escucharon un sonido familiar que les alegro el corazón, agua. Los tres caballeros se detuvieron a escuchar el sonido que provenía del lado izquierdo de ellos y les alegró el corazón saber que estaban cerca de una fuente de agua, por lo que se desviaron de inmediato y se dirigieron a la fuente del sonido. Al llegar a esta, pudieron apreciar que estaban frente a un río que fluía raudamente en dirección opuesta a las que ellos iban. -Este debe ser el Nilo –dijo Hamal mirando el río-. No nos hemos desviado demasiado como llegue a sospechar, hemos seguido hacia el sur en línea recta por lo que puedo ver y ahora pasamos por una de las curvas que tiene el río y es por eso que lo hemos escuchado en medio del desierto. -¡Es una suerte que lo escucháramos! –exclamó Kaus, quien se arrodillaba para beber un poco de agua-. Sino, no se que q ue hubiéramos echo para sobrevivir en ese desierto… -Así es -dijo Régulus-. Ahora, yo diría que debiéramos continuar por la orilla del río hacia el sur... Supongo que será más fácil encontrar un pueblo a la orilla del Nilo que en medio del desierto… -Tienes razón Régulus –le respondió Hamal-. Pero primero descansemos un poco en este lugar y recuperemos fuerzas para p ara así poder continuar… Al decir esto, ambos acompañantes le asintieron y se adentraron un poco en el río para refrescarse en sus aguas y así poder combatir el calor que hacia a esas hora de la tarde en Egipto. La rivera en donde estaban estaba cubierta por una pequeña vegetación, la cual crecía gracias a la humedad que le brindaba el río al aquel lugar, pero aparte de esta, no se podía ver una vegetación mayor o árboles que pudieran proveer una sombra. Donde quiera que miraran se encontraba desierto, sin ningún animal ni forma de vida, a excepción de ellos y aquella pequeña hierba. 29
Permanecieron en el lugar un poco más de una hora antes de levantarse y prepararse a partir. En su interior, les costaba dejar aquel apacible lugar, ya que sabían lo que les esperaba más adelante, pero su deber de caballeros estaba primero y debían continuar para poder descifrar el misterio que encerraba Egipto y encontrar a Dohko. Antes de comenzar la marcha, Kaus miro una vez más hacia atrás, como para despedirse de aquel lugar que le había regalado aquel preciado líquido cuando más lo necesitaba. En ese instante, le pareció ver algo que se movía en el agua y que generaba pequeñas olas en medio de la corriente del río. -Amigos… -comenzó a decir Kaus quien no quitaba los ojos del agua-. Hay algo en el agua que parece estar moviéndose… -Es verdad… -dijo Hamal quien junto con Régulus miraban lo mismo que Kaus-. ¿Que podrá ser? -No lo sé –respondió Régulus-. Pero sea lo que sea, no me agrada en lo absoluto… Casi al instante, ese algo se dirigió rápidamente hacia ellos, impidiéndoles reaccionar a tiempo. De inmediato, y cuando estaban cerca de los caballeros, cinco sujetos saltaron desde el agua hacia la orilla del río, cayendo justo enfrente de los tres caballeros que miraban atónitos a estos personajes. Ellos vestían unas túnicas de color café claro que cubrían su cuerpo completamente. Estos dieron un paso adelante en dirección a los caballeros y uno de ellos les hablo. -¿Ustedes no son de Egipto verdad? Serán unos buenos esclavos de nuestro señor… -¿Esclavos? –preguntó extrañado Régulus, quien aún no entendía muy bien la situación. -Así es, se convertirán en esclavos les guste o no… -termino de hablar el sujeto con un tono de voz tranquilo. Al instante, los cinco sujetos se abalanzaron hacia los caballeros con intenciones de capturarlos por la fuerza, pero estos reaccionando a tiempo y ágilmente, dieron un salto en el aire hacia atrás, esquivando a los encapuchados. -No lo creo… -dijo Hamal mientras los miraba preocupado-. No podrán atraparnos tan fácilmente… -Eso es lo que veo… -comenzó a decir el sujeto que al parecer era el jefe-. No son personas ordinarias, de eso estoy seguro, por lo que tendrán que acompañarnos, pero por la fuerza… -diciendo esto, los cinco sujetos se quitaron sus túnicas y dieron a conocer su verdadera identidad. Eran hombres de contextura fuerte, con piel morena y cabello negro, todo ellos poseían una especie de armadura color café oscuro que les cubrían los hombros, el pecho, los brazos y las piernas, y debajo de estas, unas túnicas blancas que cubrían las partes que no estaban protegidas por sus armaduras-. Mi nombre es Ceops y lamento decirles que han entrado en los dominios de mi señor, por lo que serán castigados de por vida a ser sus esclavos… 30
-¿Tu señor? ¿Quién es él? –le preguntó Hamal Hamal a Ceops. -No mereces saberlo… Solo te diré que él pronto se convertirá en su dios y deberán adorarlo… -¡Horus! –exclamo sorprendido Kaus, deduciendo a quien se estaba refiriendo Ceops. -¡Jaja! –rió Ceops de una forma burlesca-. Ingenuos… ¡No podrán hacer nada! Al decir esto, los cinco guerreros comenzaron a correr hacia donde se encontraban los caballeros, cuatro se separaron del grupo, dos se dirigieron hacia donde se encontraba Kaus y dos hacia Régulus, mientras que Ceops se abalanzo contra Hamal. Este lanzó un golpe con su puño al caballero de Aries, el cual casi da en su objetivo si Hamal no se hubiera agachado a tiempo. En el suelo, Hamal trató de contraatacar a su enemigo lanzándole una patada baja, pero Ceops, de un salto, la esquivo y aprovechando el impulso del salto, le dio una fuerte patada en la cara a Hamal que lo hizo caer de espaldas en la arena. Por otro lado, dos de los guerreros comenzaban a atacar a Kaus, ambos saltaron dando una vuelta en el aire en dirección a Kaus y le propiciaron un fuerte golpe con sus puños en su cuerpo. Kaus no pudo hacer mucho para defenderse, ya que el ataque lo había tomado por sorpresa. Recuperándose lo más rápido que pudo del golpe que le habían dado, le lanzó uno al guerrero que estaba a su derecha, golpeándolo en el pecho, este cayo al suelo unos metros mas lejos, luego dándose una vuelta, trató de golpear con una patada en el pecho también al otro guerrero, pero este la esquivó fácilmente y dándole una patada en la cara a Kaus, lo arrojo hacia atrás, allí, lo esperaba el guerrero que había golpeado antes para darle una patada en la espalda, es palda, que lo hizo caer de pecho al suelo. Al mismo tiempo, Régulus recibía el ataque de uno de los guerreros que habían ido hacia él. El caballero de Leo trato de cubrirse del golpe que iba dirigido a su rostro con sus antebrazos, pero el golpe fue más fuerte y lo lanzó hacia atrás, votándolo de espaldas en la arena, situación que aprovecho el segundo guerrero para saltar en el aire y caer con su rodilla en el estomago de Régulus quien permanecía aún en el suelo. Pese al dolor, este se levantó y trato de tomar al segundo guerrero de un brazo para lanzarlo hacia atrás y luego atacar, pero este fue más rápido y consiguió prever el movimiento, esquivándolo con un salto hacia atrás. Hamal y Kaus se levantaron del suelo y se pararon junto a Régulus, mientras los guerreros y Ceops se reían de ellos con malicia. -No podrán hacernos nada… -comenzó a decir burlescamente Ceops mientras miraba a los tres caballeros-. Su fuerza no se compara a la de nosotros. Están perdidos, admítanlo. -No estamos perdidos Ceops –comenzó a decir Hamal-. Eres tú y tus hombres quienes están perdidos… ¡Régulus, Kaus! ¡Es hora! –dijo Hamal a sus compañeros. Estos asintieron al instante y comprendieron de inmediato lo que Hamal tenía en mente. 31
Sin pensarlo, los tres caballeros comenzaron a elevar su cosmos y un aura dorada comenzó a rodearlos, cerraron sus ojos al mismo tiempo, mientras su cosmos crecía más y más. Ceops y sus hombres miraban atónitos como aquellos hombres, quienes pensaban que eran gente común y corriente, aumentaban sus fuerzas cada vez más. De pronto y al mismo momento en que los caballeros abrieron sus ojos, tres armaduras de color dorado aparecieron encima de ellos irradiando una luz dorada que ilumino los rostros de los guerreros egipcios. Al instante, estas armaduras se separaron y se unieron a los cuerpos de sus portadores, los Caballeros Dorados, que por fin, revelaban su verdadera identidad, Hamal de Aries, Régulus de Leo y Kaus de Sagitario. -¿¡Quiénes son ustedes!? –preguntó sorprendido Ceops mientras daba un paso atrás junto con sus guerreros-. No son gente ordinaria… -No lo somos –respondió Régulus con una sonrisa en el rostro al ver la sorpresa de sus oponentes-. Nosotros somos Caballeros Dorados de Athena. -¿Caballeros Dorados? ¡No puede ser! ¿Que hacen aquí en Egipto? –preguntó Ceops intrigado. -Venimos a rescatar a un camarada nuestro y a resolver unos asuntos, que en los cuales creo, ustedes están involucrados… -le respondió Hamal. -Ya veo, entonces no les permitiremos seguir… ¡Ataquen! –exclamó Ceops con desesperación, al momento en que comenzaba a correr junto con sus guerreros, en dirección a los caballeros para atacarlos. Ceops nuevamente se dirigió a atacar a Hamal, pero esta vez el resultado de su ataque fue diferente. Ceops trató de golpear a Hamal con una fuerte patada en su pecho, pero este anticipándose al movimiento, dio una media vuelta para esquivar el ataque y que Ceops pasara de largo, y aprovechando el impulso que este traía, lo tomo de su pierna en alto y lo lanzó hacia atrás, haciendo que se estrellara contra el suelo unos metros más adelante. Luego, corriendo rápidamente, Hamal saltó en el aire para caer con una de sus rodillas sobre el estómago de Ceops, quien ahora había quedado enterrado en la arena por el fuerte golpe del caballero de Aries. Kaus ahora recibía el ataque de dos de los guerreros, quienes lo golpeaban mientras Kaus se defendía de sus golpes con sus antebrazos. Luego de unos instantes, Kaus miró a sus adversarios y después de una leve sonrisa, saltó en el aire abriéndose de pies y manos para tapar el sol momentáneamente con su cuerpo mientras sus oponentes lo miraban hacia arriba, para luego dejarse caer en picada hacia los guerreros egipcios, quienes ahora estaban cegados momentáneamente por la luz del sol que se podía ver detrás de Kaus, que justo antes de llegar al suelo, lanzó un rayo de energía al suelo haciendo que este explotara justo a los pies de los guerreros, lanzándolos por los aires en direcciones opuestas. 32
Régulus por su parte, miraba como los dos guerreros restantes corrían para atacarlo. Justo antes de llegar hacia su posición, uno se puso detrás del otro y se impulsó en su compañero para saltar por encima de él y caer detrás de Régulus. Aprovechando esta ventaja estratégica, ambos guerreros atacan al caballero de Leo al mismo tiempo, pero este, dándose media vuelta, detiene los puños de sus oponentes con sus s us manos, mientras elevaba su cosmos, para después lanzarlos hacia el aire al mismo tiempo. Luego dando un gran salto, acumula toda su energía en uno de sus puños y ataca a los guerreros en el aire, pasando entremedio de ellos y haciéndolos que cayeran al suelo en el acto por la fuerza del golpe. Ceops se incorporó entonces trabajosamente junto con sus demás guerreros y miro con ira a los caballeros dorados, quienes ahora estaban juntos, mirándolos y en posición de ataque. -¡Malditos caballeros! –exclamó Ceops quien estaba furioso-. ¡No se burlaran de nosotros ni de nuestro señor! ¡Ataquemos todos juntos! –les gritó a sus guerreros mientras se lanzaban en un ataque desesperado en contra de los Caballeros Dorados. -¡No sean ingenuos, no nos podrán ganar! –exclamó Régulus mientras él y sus camaradas comenzaban a elevar su cosmos al ver que sus oponentes intentaban un nuevo ataque-. ¡Amigos, acabemos de una vez por todas con esto! ¡¡Plasma Relámpago!! –gritó Régulus para ejecutar su técnica más poderosa, en la cual lanza una gran bola de energía que envuelve a todos los enemigos, para luego transformarse en una gran cantidad de rayos luz que los atacan fuertemente. -¡¡Ruptura del Infinito!! –exclamó Kaus para lanzar su ataque, que consistía en una gran cantidad de rayos en forma de flechas, que surcaban el aire y atravesaban al enemigo a una increíble velocidad. -¡¡Resplandor Cósmico!! –gritó finalmente Hamal, para lanzar su mayor poder, que consistía en una gran luz de color dorado, que salía de la mano extendida de Hamal y que puede golpear al enemigo cientos de veces en un segundo. s egundo. Los tres ataques viajaron a la velocidad de la luz en dirección a los guerreros egipcios, impidiéndoles que reaccionaran a tiempo para esquivarlos, impactándolos de lleno y lanzándolos por los aires varios metros hacia atrás, mientras su armaduras eran destruidas casi completamente, para luego caer fuertemente al suelo arenoso del lugar. Ceops y sus hombres quedaron entonces en las puertas de la muerte, cosa que aprovecharon los caballeros para poder sacarles información. -¡Dime, donde tienen a los esclavos que han estado raptando por todo Egipto! –le preguntó Hamal a Ceops quien ahora estaba comenzando a desangrarse poco a poco. -¿Los esclavos…? –preguntó burlescamente Ceops-. Ellos están en la fortaleza de mi señor… Jamás podrán llegar allí… -¡Dinos cuál es! –le dijo Régulus mientras lo tomaba del cuello para amenazarlo. 33
-No… no se los diré… Lo único que sabrán es que están perdidos… No saben con quien se están enfrentando… Pronto… al igual que Egipto… sucumbirán ante nosotros… y tomaremos el contr…. –pero Ceops no dijo más, ya que murió en ese instante, al igual que sus guerreros. -Dijo que los esclavos estaban en la fortaleza de su señor –comentó Kaus-. ¿Pero donde estará eso? -Creo que se a que fortaleza se refiere… –dijo Hamal pensativo-. Según textos antiguos que he leído, fue construido en el Egipto antiguo, un Templo dedicado al dios Horus. Según leí, este Templo se encuentra ubicado en el sur de Egipto, más allá de Abidos, específicamente en Edfú. Se dice que en este Templo es donde reside Horus y es donde sus seguidores van a darle culto. -Debemos ir allí entonces –dijo Régulus-. No debemos perder más tiempo del que perdimos en este lugar… -Es verdad –respondió Hamal-. Pero ese templo queda lejos de aquí… Nos demoraremos unos cuantos días en llegar… -Pero Hamal –le respondió Kaus-, ya revelamos nuestra identidad… Sería inútil seguir ocultándonos… Es más que seguro que los enemigos sintieron nuestro cosmos al llamar a nuestras armaduras… -Es verdad Kaus –le respondió Hamal con una sonrisa-. Tienes razón. Entonces dirijámonos a toda velocidad hacia el Templo de Edfú. No debemos perder más tiempo. -¡Si! –dijeron Kaus y Régulus mientras elevaban su cosmos junto con Hamal, para luego utilizar su velocidad de la luz y viajar así, as í, hacia el sur de Egipto.
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CAPÍTULO V Agitación en el Santuario
Lejos de Egipto, específicamente en el Santuario, Pleios, el caballero de Tauro, corría tratando de ubicar al último caballero que le faltaba por encontrar y avisarle del peligro del que le había hablado Hamal hace unas cuantas horas atrás, este caballero era Pólux de Géminis. A los demás ya los había encontrado y ahora estaban reunidos en la Plaza de Oro del Santuario, que era un gran lugar circular, que estaba rodeado por doce pilares, que en su extremo superior tenían una estatua de cada signo del zodiaco. Estas estatuas eran las que sujetaban un gran techo circular de piedra, en el cual estaban tallados los símbolos de las doce constelaciones del zodiaco. En el centro había un gran orbe, el cual estaba rodeado por un anillo que tenia en él una esfera más pequeña, rodeada por otra de menor tamaño. Esta estructura representaba al Sol, orbitado por la Tierra y esta a su vez por la Luna, y que servía al Patriarca del Santuario para predecir acontecimientos del futuro. Este lugar era ocupado cuando un asunto de suma importancia debía ser hablado entre los doce Caballeros Dorados. Ahora Pleios estaba convocando a una reunión en esta plaza para discutir con sus compañeros la situación que se estaba presentando en Egipto. Luego de unos momentos de caminar por los alrededores del Santuario, pudo encontrar a Pólux entrenándose con unas rocas, probando su fuerza al tratar de romperlas de un solo golpe. Pólux es un hombre alto, delgado, pero de contextura fuerte, tiene 26 años de edad, posee cabello largo de color café claro, medianamente medianamente ondulado, ondulado, que le llega hasta los hombros, hombros, ojos grandes grandes de color negro, cejas medianas del mismo color que su pelo, tez blanca y no posee vello facial. Es una persona tranquila, justa y amable. Generalmente esta entrenándose para aumentar sus capacidades, por lo que lo hace una persona muy disciplinada. Ante sus oponentes busca un enfrentamiento digno y justo, ya que si ve que su oponente se lo merece, le brinda todo su respeto a pesar de que este sea su enemigo. -¡Pólux! –le dijo Pleios a su compañero mientras corría hacia él-. Necesitamos tu presencia en la Plaza de Oro… Hay un asunto urgente que tratar allí… -¿Qué asunto puede ser tan importante? –preguntó Pólux quien ahora había dejado de romper rocas y miraba preocupado a Pleios. -Hamal me avisó que partía a Egipto junto con Régulus y Kaus para recolectar información sobre unos asuntos que están ocurriendo allá, en los cuales puede que este involucrado un dios reencarnado… -¿Un dios dices? –preguntó Pólux asombrado-. Entonces debemos discutirlo inmediatamente… ¿Diste el aviso a los demás caballeros? -Así es, ellos ya deben estar reunidos en la Plaza. Ahora debo ir a informarle al Patriarca de que todo esta dispuesto para comenzar la reunión. 35
-Esta bien Pleios, gracias por informarme, me iré a reunir inmediatamente con los demás –le dijo finalmente el caballero de Géminis a Pleios para después dar media vuelta y dirigirse a la Plaza de Oro. Casi de inmediato, Pleios comenzó a subir las escaleras de las Doce Casas para llegar al Salón del Patriarca, en el cual este aguardaba sentado en su trono de piedra. Mientras subía, Pleios pensaba sobre la situación en Egipto. No sabía como era posible de que un dios haya reencarnado sin que el Santuario se hubiera enterado, además se estaba convenciendo profundamente, de que si este rumor era cierto, entonces debían de empezar a movilizarse para encontrar a la reencarnación de Athena, que supuestamente aparecería para enfrentar al mal en una Guerra Sagrada. Luego de unos minutos subiendo por las Doce Casas y pasando por los caminos secretos que hay en estas, llegó rápidamente a las puertas del Salón del Patriarca. Estos caminos solamente son revelados a los Caballeros Dorados y a unos pocos caballeros de otros rangos inferiores, que son de confianza del Patriarca. Sirven para cruzar y recorrer las Doce Casas de una manera rápida, sin tener que recorrer todos los templos. Cuentan las historias que estos caminos secretos, fueron mandados a construir en la Época Mitológica, cuando Athena construyo el Santuario, con el objetivo de que sean solamente usados por personas de confianza de este lugar, por lo que su ubicación se mantiene oculta para casi todas las personas en el Santuario hasta el día de hoy. -Patriarca, ya todo esta dispuesto para que la reunión comience –dijo Pleios luego de entrar al Salón y arrodillarse ante el Patriarca-. He reunido a todos los Caballeros Dorados que se encuentran en el Santuario y lo están esperando para comenzar. -Bien echo Pleios –le respondió el Patriarca-, iré de inmediato. Ahora ve a la Plaza y aguarden mi llegada. -Como usted diga Patriarca –le respondió Pleios con una reverencia, mientras se ponía de pie y salía del lugar para marchar a la reunión. -¡Caballeros! -dijo el Patriarca, luego de unos momentos en los cuales permaneció pensativo, a los Caballeros de Bronce del Oso y del León, que se encontraban custodiando la entrada de la habitación-. Me dirigiré ahora a la Plaza de Oro, por lo que no quiero ser molestado por ningún motivo, a no ser que sean noticias sobre los caballeros que están en Egipto… -¡Si Patriarca! –les respondieron al mismo tiempo los dos caballeros inclinando la cabeza, mientras el Patriarca pasaba junto a ellos y comenzaba a bajar las escaleras de las Doce Casas. Más abajo, en la Plaza de Oro, los Caballeros Dorados restantes, se encontraban reunidos de pie, discutiendo y especulando sobre lo que estaba ocurriendo. Todos estaban portando sus armaduras, ya que para asistir a estas reuniones, era 36
imprescindible que los caballeros portaran su armadura en señal de respeto hacia el Patriarca y al Santuario en general. -No podemos asegurar nada… -decía Eros de Piscis, quien era un joven caballero, de veinticinco años de edad, alto, de pelo rubio largo y liso, que le llegaba llegaba hasta la cintura, ojos de color verde, tez blanca y mirada seria que daba un aire de profunda confianza. Eros era conocido como uno de los caballeros más fuertes dentro del Santuario, debido a que siempre derrotaba rápidamente y eficientemente a sus enemigos-. ¿Como podemos estar seguros de que un dios ha reencarnado en Egipto? Debemos esperar a que regresen Hamal, Régulus y Kaus para poder decidir d ecidir algo… -Quizás tengas razón Eros –le respondió Crios de Cáncer, un hombre de estatura mediana, que tenía cuarenta y dos años de edad, lo que lo convertía en uno de los caballeros más experimentados del Santuario, después de Hamal de Aries y Argés de Libra. Tenía el cabello de color rubio, corto y liso, ojos de color café, tez blanca y una barba de tamaño medio que se unía con sus bigotes. Crios era conocido como un maestro en el arte de la Espada, ya que era un experto en manejar casi cualquier tipo de espada que existiera-, pero tampoco podemos confiarnos… ¿Que ocurriría si nos enteramos tardíamente que es cierto lo de aquel dios? Tendríamos que actuar bajo presión y sin pensar ni planear mucho las cosas… Esto podría jugarnos en contra… -Así es Crios… -le respondió Pleios quien ahora llegaba al lugar si se ponía debajo del pilar que representaba a Tauro-. Además hay otro asunto que tratar y que es de igual o mayor importancia… Si es verdad que un dios ha reencarnado en Egipto, puede que Athena también haya reencarnado y ahora este entre nosotros… Todos los caballeros callaron entonces y se miraron dándose cuenta de la importancia que traía esto. Todos conocían la profecía de que Athena reencarnaría en la Tierra cuando el mal aparezca en el mundo y que esto ocurría cada doscientos años aproximadamente. Si todas estas revelaciones eran ciertas, entonces Athena podría estar ahora en la Tierra reencarnada como humana. -De ser eso cierto –comenzó a decir Pólux-, deberíamos hacer algo al respecto y comenzar a movilizar la mayor cantidad de caballeros posible para encontrarla… -¿Pero como sabremos quien es Athena? –preguntó Mélik de Acuario, un caballero de veinticuatro años de edad, que tenía el pelo verde oscuro medianamente ondulado, largo y que le llegaba más abajo de los hombros, ojos del mismo color, tez blanca y no poseía ningún vello facial. Mélik se destacaba en el Santuario por ser un gran estratega militar. Antes de quedar huérfano, pasaba mucho tiempo con su padre, que era un famoso militar en su país natal, Rusia. De él aprendió las bases de las estrategias para dirigir a un ejército y ha estado desarrollando y mejorando esta capacidad a través de los años, dirigiendo varias campañas en las que ha estado involucrado el Santuario-. Lo mas probable –continuó-, es que ni ella misma sepa que es la reencarnación de Athena… 37
En ese momento los caballeros interrumpieron la conversación, ya que vieron como el Patriarca llegaba al lugar y comenzaba a caminar hacia el centro, en donde se encontraba el gran orbe que representaba al Sol. Todos al verlo entrar hicieron una reverencia en señal de respeto, hasta que se detuvo al lado de este orbe. Una vez ahí, comenzó a hablar inmediatamente. -Escuché lo que estabas diciendo Mélik – dijo-, pero la identidad de Athena se revelará a su debido tiempo… Ella lo sabrá que es la reencarnación de Athena cuando sea el momento oportuno, y ese momento será cuando el destino la traerá hasta el Santuario o hasta uno de nosotros… Por el momento debemos aguardar y ser pacientes… -Pero Patriarca –dijo preocupado Sargas de Escorpión, que era un hombre de veintisiete años de edad, tenía el pelo de color castaño claro, liso y medianamente corto, que le llegaba hasta un poco más arriba de los hombros, sus ojos eran de color café, tenía tez blanca y no tenía ningún vello facial. Este caballero se destacaba por ser alegre y estar siempre sonriente. De los doce caballeros, Sargas siempre era el que animaba a los demás y buscaba lo positivo de cualquier situación, por lo que había hecho fácilmente una amistad con Pleios-, ¿Qué ocurriría si el enemigo, en este caso, este dios egipcio, encontrara primero que nosotros a Athena? –preguntó Sargas finalmente con preocupación-. ¿No estaríamos en problemas en aquella situación? -Si, estaríamos en problemas –le respondió el Patriarca-, es por eso que debemos preocuparnos seriamente de la situación de Egipto, ya que presiento que Athena esta por aparecer entre nosotros muy pronto… Antes de bajar hasta acá y que llegara Pleios a avisarme de que todo estaba listo, sentí una energía extraña detrás del Salón del Patriarca… Fue a investigar y Nike, la diosa de la victoria que se encuentra en la mano derecha de la estatua de Athena, estaba vibrando, como si quisiera avisarnos de algo… -¿Vibrando? –preguntó Spica de Virgo quien hasta ahora había permanecido callado y meditando. Este caballero de origen hindú tenía 31 años, era una persona alta, de pelo negro y bastante corto, ojos del mismo color y tez morena. Se destacaba por ser una persona pasiva, seria y tranquila, que siempre estaba meditando, tratando de conseguir estar en armonía consigo mismo y con su entorno, según sus creencias budistas-. Eso quizás quiere decir que se estaba armonizando con otra fuerza según tengo entendido, estaba conectándose con alguien más… ¿Usted Patriarca, no sintió nada en particular cuando sintió aquella energía en la estatua? –preguntó. -En realidad no, solo sentí su fuerza de vibración, pero nada más… ¿Qué tienes en mente Spica? -No estoy seguro…-le respondió mirando a todos sus compañeros-. Pero creo que quizás Nike ya haya encontrado indicios de quien es Athena… Se dice que cuando algunos objetos vibran, entran en armonía con algo o alguien a los cuales están relacionados… Si Nike estaba vibrando e emitiendo aquella energía, quizás este comunicándose con el espíritu de Athena… Aunque por ahora, solo queda esperar, como dijo el Patriarca… -Así es, primero debemos… -respondió el Patriarca, pero no pudo terminar aquella oración debido a que sintió algo extraño, un cosmos que provenía del exterior de aquel 38
lugar-. ¿Sienten eso? –les dijo a los demás caballeros que ahora se habían puesto todos alerta al sentir el mismo cosmos-. ¡Rápido, debemos salir de aquí! dijo finalmente el Patriarca, mientras salía rápidamente del lugar y los demás caballeros lo seguían. s eguían. Al salir al exterior de la Plaza, todos los caballeros se detuvieron como si se hubieran puesto de acuerdo. En ese mismo instante sintieron una emanación de cosmos que provenía de muy lejos y que se acercaba rápidamente hacia las Doce Casas. -¿Sienten ese cosmos? –preguntó intrigado Pólux de Géminis-. Al parecer es bastante poderoso… -Espera Pólux –le dijo Eros de Piscis de pronto-. No es solamente un cosmos, sino que son tres… Tres cosmos se dirigen hacia acá. -Pero no son tres cosmos cualesquiera –respondió Sargas de Escorpión con una sonrisa. Esos tres cosmos me son familiares y creo saber de quienes son… En ese instante unas ondas doradas surcaron el cielo del Santuario y se dirigieron hacia las Doce Casas. De pronto, todo el Santuario se sumergió en un silencio profundo, como si todos hubieran contenido la respiración al mismo tiempo y esperaran atentos lo que estaba por ocurrir. Luego de unos segundos de expectación, que les parecieron a los Caballeros Dorados que estaban reunidos, horas de espera, unas potentes luces de color dorado surgieron de los Templos de Aries, Leo y Sagitario, para que luego y casi de inmediato, unas estrellas fugaces doradas salieran de estos y cruzaran el cielo de Grecia para ir rápidamente rumbo al sur. -Esas eran las armaduras de Hamal, Régulus y Kaus –dijo de pronto el Patriarca mientras miraba el cielo-. Se suponía que su misión era secreta y debían pasar inadvertidos… Para que hayan llamado a sus armaduras, deben haber ocurrido algunos hechos importantes… Quizás fueron descubiertos o la situación en Egipto era tan seria como sospechábamos… -Es verdad –dijo Mélik de Acuario mientras miraba a sus compañeros-. Para que unos Caballeros Dorados como ellos hayan llamado a sus armaduras, deben estarse enfrentando a un enemigo que hay que considerar… -Entonces volvamos al Salón –respondió Crios de Cáncer-. Debemos decidir rápidamente que hay que hacer con este asunto… No podemos dejar a Hamal, Régulus y Kaus solos en una situación como esta… -Ni tampoco a mi discípulo Dohko –dijo el Patriarca con un tono de tristeza-. Nunca debí dejar que fuera solo hasta Egipto… Tienes razón Crios, entremos de inmediato y resolvamos este asunto –dijo finalmente con determinación, mientras los demás caballeros lo seguían hacia el interior de la Plaza de Oro, en donde continuarían discutiendo aquella situación que ahora, los tenía a todos muy preocupados.
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CAPÍTULO VI Traición y Huida
Ya había pasado un día desde que aquel hombre de túnicas café claras, Helios, se llevara al anciano que cuidaba Savitri en la celda. Nadie había venido desde entonces y todos los esclavos del lugar, incluyendo a Dohko, Sati y Savitri, se sentían hambrientos y débiles. -Debemos hacer algo para salir de aquí… -dijo Dohko de repente quebrando el silencio del lugar-. No podemos permitir que estos hombres nos esclavicen para siempre… -¿Pero que podríamos hacer? –preguntó Sati incrédula de poder salir de aquel lugar algún día-. Las paredes son de una fuerte roca y los barrotes son de un metal bastante resistente… -Sati tiene razón… -dijo Savitri que ahora se unía a la conversación-. Algunos ya lo intentaron y no consiguieron nada, salvo ser castigados por aquellos hombres… -Pero es posible que tengamos una salida… -le respondió Dohko-. Aquel hombre, Helios… Se veía diferente al resto como te lo dije ayer… Quizás podamos convencerlo para que nos ayude… Tú deberías hacerlo Savitri, lo digo por la forma en que te miraba cuando entro a la celda. -¿Tú crees? –le preguntó incrédula Savitri-. No se si eso se podría hacer… En ese instante se escucharon unos pasos cerca de la celda, que hizo que todos los esclavos de esta se pusieran nerviosos. Casi al instante un hombre llego al lugar, portaba una túnica de color negra, igual a la que portaban los sujetos que estuvieron torturando a Dohko. Sin decir nada, abrió la reja de la celda y entro en ella. -¡Tú, mujer! Ven conmigo –le ordeno a Sati haciéndole una seña con la mano-. Serás llevada para ser sometida a juicio… -¡No! –grito de inmediato Savitri-. ¡No se la lleven por favor! -Cállate mujer, o si no te irás con ella –dijo el sujeto mientras tomaba el brazo de Sati fuertemente. -¡Déjala de inmediato! –grito fuertemente Dohko, quien ya no soportaba más aquella situación-. No te la llevarás, ni se llevarán a más esclavos –dijo finalmente determinado. -Valla, miren quien es –comenzó a decir burlescamente el hombre mirando Dohko-, es el supuesto arqueólogo… No te entrometas o si no la pagarás p agarás –le dijo fríamente. Pero Dohko no respondió, ya que se lanzó a atacar al sujeto, tratando de golpearlo para que soltara a Sati. El movimiento hizo que este soltara a la mujer, pero no consiguió golpear al hombre, ya que este, anticipándose, se hizo a un lado, dejando que Dohko pasara de largo. 40
-¡Te dije que no te entrometieras! –dijo el hombre con un tono de enojo mientras se echaba la parte de la capucha que le cubría la cabeza hacia atrás, dejando ver su rostro. Era un hombre de tez blanca, de pelo negro, liso y largo y ojos del mismo color que su pelo-. Yo, Bhal, te enseñare lo que le ocurre a los que tratan de oponerse a mí. -diciendo esto, lanzó un rayo con la mano que hizo que Dohko saliera despedido hacia atrás y se golpeara fuertemente con los barrotes de la celda. -Estoy muy débil… -comenzó a pensar Dohko mientras trataba de ponerse de pie-, pero no puedo permitir que se lleven a Sati… No dejaré que te la lleves… -dijo Dohko cuando por fin pudo incorporarse nuevamente-. No si antes puedo hacer algo al respecto… -luego de decir esto comenzó a elevar su cosmos poco a poco. Esta acción sorprendió a Bhal quien quedo perplejo por un instante. Aprovechando esto Dohko lanzó el ataque que había aprendido de su maestro, el Dragón Naciente. Un dragón salió del puño de Dohko y se dirigió hacia Bhal rápidamente. Este reaccionando de su parálisis momentánea, alzó una de sus manos y para sorpresa de Dohko, detuvo el ataque con facilidad, luego elevando su cosmos, lanzó nuevamente a Dohko hacia atrás haciendo que cayera fuertemente al suelo. -¡Resígnate! No puedes hacer nada –le dijo Bhal a Dohko, mientras tomaba nuevamente a Sati del brazo. Luego, llegaron dos sujetos, vestidos con las mismas túnicas y tomando a la fuerza a Dohko, se lo llevaron siguiendo a Sati, quien era llevada a la fuerza por Bhal. En la celda, Savitri se quedo sola lamentándose por no poder haber echo nada para ayudar a su hermana. Dohko y Sati fueron arrastrados contra su voluntad por una serie de pasillos, hasta que llegaron a una cámara de piedra muy grande en la cual había un trono, en el cual estaba sentado un hombre alto, de mirada seria e imponente, quien tenía pelo de color negro con algunas canas esparcidas en él, ojos del mismo color, tez morena y poseía una barba y bigotes medianos. Estaba vestido con una túnica de color café claro, adornado con unas joyas doradas que salían del cuello de esta y caían hasta la altura del pecho. Detrás de él, en una especie de pedestal de piedra, se s e encontraba un Cofre Dorado, el cual tenía un sello con un halcón grabado en él. Bhal y los otros dos sujetos lanzaron a sus prisioneros frente a este hombre, provocando que cayeran de estomago y quedaran como si le estuvieran haciendo una reverencia. Rápidamente se pusieron de pie para no demostrar ningún tipo de sumisión. Dohko miro a su alrededor y pudo ver que detrás del trono, mirando la escena, se encontraba Helios y unos hombres que vestían igual que él. Casi como si adivinara que ahora Dohko estaba pensando en Helios, aquel hombre sentado en el trono lo llamo con una mano para que se acercara y se pusiera a su lado. 41
-Ve a las celdas de los esclavos y trae unos cuantos para sacrificarlos enfrente de esta mujer –le dijo el hombre con una voz muy grave y profunda, como si hablara desde muy del interior de su cuerpo. Helios se retiro de inmediato y en silencio del lugar, haciendo una pequeña reverencia con la cabeza antes de salir seguido por dos de sus hombres que lo acompañaron. Al pasar por el lado de Dohko y Sati les dirigió la mirada por unos instantes con una expresión seria, pero a ellos les pareció que sus ojos reflejaban además, cierto grado de culpabilidad y pena. Helios y sus hombres caminaron rápidamente por los pasillos del lugar y llegaron a la zona de las celdas. Se detuvieron enfrente de la que habían estado Dohko y Sati anteriormente, y Helios la abrió para entrar en ella de inmediato mientras sus acompañantes esperaron en la entrada. Adentro miro a su alrededor rápidamente, fijándose en los esclavos que aún quedaban dentro. -Ustedes tres de la pared –les dijo apuntando a tres hombres famélicos que estaban arrodillados y arrinconados junto a una pared-. Vendrán conmigo y se presentarán ante su dios. -¡Helios, detente de una vez por todas! –le dijo Savitri entre sollozos quien no soportaba más la situación-. No puedes continuar con esta masacre… -Lo siento… es una orden de mi dios… -le respondió Helios tratando de ignorarla. -Un dios debe querer lo mejor para las personas… Tú sabes que esto esta mal… Por favor Helios, ayúdanos... –dijo Savitri con pena mirando a Helios fijamente. -No puedo… -le respondió mientras se volteaba a verla-. El mandato de un dios es innegable… Debo cumplir con lo que me ha ordenado… -Por favor Helios… -le insistió mientras unas lágrimas salían de sus ojos-. Sálvanos… Hazlo por esta gente… Hazlo por mí… -Muchos me han dicho lo mismo que tú… -le respondió seriamente luego de permanecer callado por un instante. Luego su cara y el todo de su voz cambió al ver el rostro de Savitri-, pero creo que tu eres la primera que habla con el corazón –dijo mientras se daba una vuelta y lanzaba un rayo de energía a los dos hombres que se encontraban en la entrada, haciéndolos que se estrellaran con una de las celdas que estaban en frente. Luego le lanzó una daga a Savitri que tenía bajo su túnica y corrieron hacia donde estaban los hombres tirados. Helios le dio un fuerte golpe en el pecho a uno de ellos, mientras Savitri le clavo la daga en el corazón a otro. -¡Vamos! –les grito Savitri a los esclavos-. ¡Salgan rápido, escaparemos de aquí! -¡Vamos no tenemos tiempo! –les gritaba Helios a los otros esclavos que estaban en las demás celdas mientras abría las rejas-. Casi al instante todos los esclavos salieron de sus celdas y comenzaron a correr en silencio liderados por Helios y Savitri. Los caminos a través del lugar eran confusos y oscuros, pero Helios conocía bien el recorrido y los conducía por los caminos sin dificultad. Al salir de la zona de las celdas, se encontraron con el primer obstáculo, 42
cuatro guardias vestidos con túnicas café claras se dieron cuenta del escape y ahora se interponían en el camino de los esclavos. -¡Déjenmelos a mí! –dijo Helios a los esclavos-. ¡Ustedes sigan derecho hacia delante, allí encontrarán la salida del Templo! -Helios, me quedaré aquí contigo –le dijo Savitri tomándolo de un brazo-. No te dejaré pelear solo… -No te preocupes por mí –le respondió Helios mirándola tiernamente-, yo estaré bien. Tú debes cuidar de los esclavos y yo debo rescatar a tu hermana y a aquel muchacho que fue con ella… ¡Vamos, nos veremos en la salida! –dijo Helios finalmente mientras comenzaba a elevar su cosmos. -¡Pagarás por esto traidor! –le dijo uno de los hombres a Helios mientras veía a Savitri y a los esclavos alejarse-. Has cometido la mayor ofensa que pudieras hacerle a nuestro señor y por eso recibirás el peor castigo, la muerte –finalizó con tono malvado. -¡No si antes puedo evitarlo! ¡¡Tormenta de Arena!! –exclamó Helios mientras lanzaba su técnica especial, que consistía en un gran remolino de arena que envolvía al enemigo y lo lanzaba hacia arriba con una fuerza increíble. Usando esta técnica, lanzó con fuerza a los cuatro guardias, haciéndolos que chocaran contra el techo del lugar y cayeran sin vida al suelo. Más adelante, Savitri y los esclavos corrían rápidamente por el Templo, en dirección a la salida. Delante de ellos podían ver una gran puerta por la que entraba luz del exterior, lo que hizo suponer a Savitri que era la salida. Al pasar por ella, salieron a una especie de patio que estaba rodeado por pilares. Aquel lugar era la Primera Sala del Templo, que unía el Patio y la Segunda Sala Hipóstila, que era la Sala de la cual habían salido, y que era el camino para llegar a las celdas y Salón del Trono. Savitri esperanzada al no ver ningún tipo de resistencia, les indico a los demás esclavos que la siguieran hacia delante, así dejaron rápidamente la Primera Sala y llegaron al Patio, donde pudieron ver por fin la salida, que se encontraba a unos metros de distancia. Corrieron hacia esta y cuando pasaban por debajo de la gran entrada, dos sujetos envueltos en las mismas túnicas café claras, les detuvieron el paso. -¡No irán a ninguna parte esclavos! –les ordeno uno de ellos-. Tendrán que pagar por intentar ir en contra de su dios… -¡Déjennos ir! –exclamó Savitri dando un paso atrás sin saber que hacer-. ¡No volveremos allí dentro! -¡Entonces morirán aquí mismo! –dijo el otro mientras lanzaba un rayo de energía a Savitri. Este voló rápidamente hacia la mujer, pero de pronto se desvió justo delante de la cara de Savitri y fue a caer a un costado de la entrada, internándose en la arena del suelo. Al mismo tiempo, tres rayos de luz dorados cayeron detrás de los dos guardias. Estos rayos de esfumaron rápidamente, mostrando a Hamal, Kaus y Régulus quienes se encontraban ahora en posición de ataque detrás de los egipcios. 43
-¡Escapen ahora! –les dijo Kaus a los esclavos-. Nosotros nos encargaremos de ellos. -Hamal, tú escóltalos hasta un lugar seguro –le dijo Régulus a su compañero-. Déjanos, nosotros nos encargaremos de ellos y te encontraremos allí después. -Esta bien –le respondió Hamal dando media vuelta-. ¡Vamos, síganme! –les dijo Hamal a los esclavos quienes lo empezaron a seguir corriendo hacia el sur, mientras Savitri miraba hacia atrás preguntándose que habría ocurrido con Helios. En el interior del Templo, Helios corría ahora hacia el Salón del Trono para rescatar a Sati y Dohko quienes estaban frente a aquel hombre arrodillados, siendo sometidos y torturados por Bhal. -Ahora mujer –decía aquel hombre misterioso sentado en el trono-, sufrirás y no te quedarán deseos de oponerte a mí… ¡Castígala Bhal! –le dijo a este para que comenzara a darle latigazos en la espalda. -¡Malditos! ¡Déjala! –le gritó Dohko a Bhal furioso, mientras trataba de ponerse de pie, pero otro soldado egipcio lo golpeó fuertemente en unas de sus piernas y lo hizo caer al suelo adolorido. -¡Cállate! –le dijo Bhal a Dohko ahora que había terminado con Sati, quien se encontraba tirada en el suelo, semiinconsciente por el dolor-. Pronto será tu turno y dejarás de hacerte el valiente. -Detente Bhal –le dijo el hombre del trono con su voz grave-. Primero debemos acabar con la mujer y luego con aquella molestia –dijo refiriéndose a Dohko. -Como lo desee… -dijo Bhal apretando los puños en señal de desacuerdo mientras se volteaba para seguir dando latigazos a Sati. -¡Detente ahí! –dijo de pronto una voz que provenía de la entrada del salón-. ¡No permitiré que sigan con esta injusticia! -¡Helios! –dijo el hombre del trono sorprendido al mismo tiempo que furioso-. ¡Como te atreves a contradecir mis órdenes! -Me canse de ver como día a día mueren inocentes por solamente capricho tuyo –le respondió Helios mientras se sacaba la túnica que llevaba puesta en el cuerpo para dejar ver que debajo de esta traía una armadura parecida a los guerreros que enfrentaron Hamal, Régulus y Kaus en el desierto. -¡Traidor! –le respondió el hombre mientras sus ojos se tornaban rojos de ira-. ¡Recibirás el castigo más doloroso que te puedas imaginar! ¡Mátenlo! –les dijo a Bhal y sus hombres olvidándose momentáneamente de Sati y Dohko quienes se encontraban en el suelo debido al dolor.
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CAPÍTULO VII La Revelación
Helios estaba en posición de combate frente los cinco guardias de aquel hombre misterioso que estaban en el lugar, quienes estaban listos para atacar ante cualquier descuido de su oponente. Pero antes de que pudieran hacer algo, Helios utilizó su técnica, la Tormenta de Arena, con la que ataco a los guardias, lanzándolos por el aire hacia arriba, tal y como lo había hecho anteriormente. Para su sorpresa, tres de los cinco soldados que habían sido afectados por su técnica, dieron media vuelta en el aire, quedando invertidos verticalmente, luego juntando sus brazos, los utilizaron para desviar el ataque y así caer un poco más atrás sin ningún rasguño. -¿Crees que todos nosotros somos iguales? –le pregunto uno de los egipcios llamado Rahotep, que había evitado la técnica-. Alguno de nosotros te conocemos desde antes y por lo que sabemos muy bien como es tu técnica. Ya no nos afecta en lo más mínimo – dijo finalmente sacándose la túnica color café claro junto con sus otros dos compañeros, dejando ver que tenían la misma armadura café que Helios. -No puede ser… -pensó Helios poniéndose en posición de defensa-. Si pueden contrarrestar mi ataque, entonces no podré hacer mucho… Debo pensar algo rápidamente… -Acaben con él de una vez por todas –les dijo Bhal a los tres soldados-. Yo me encargare de la mujer y de esta otra basura… Ahora continuemos… -dijo volteándose en dirección a Sati y levantando el látigo para seguir golpeándola. g olpeándola. Casi al instante y sin pensarlo, Dohko en un movimiento rápido, tomó la pierna de Bhal y con una gran fuerza, hizo que cayera de espaldas salvando así a Sati. Esta comenzó a incorporarse lentamente y levantó la cabeza para ver al hombre en el trono que la miraba con unos ojos llenos de maldad. Esto sorprendió a Sati y al mismo tiempo sintió dentro de ella una especie de calor interno, que le daba fuerzas para levantarse. -¿Por… Por qué? qué? -le comenzó a decir débilmente débilmente al hombre hombre mientras Bhal caía al suelo-. ¿Por qué nos haces esto…? -Por que debo hacerlo… Tu destino es morir –le respondió con una sonrisa. -¿Mi destino? Yo no tengo ningún destino… Mi destino, mi karma, es vivir en mi tierra y ayudar a mi hermana a poder p oder sobrevivir… -Ese no es tu destino… Tu destino, es divino… Porque eres una diosa… Es por ello debo acabarte, antes de que te conviertas en una amenaza… -le dijo finalmente mientras la veía con ira pero al mismo tiempo con algo de respeto. 45
Mientras tanto en la entrada del Templo, Kaus y Régulus estaban frente a los dos guardias, quienes ahora se habían sacado las túnicas para dejar ver su rostro y las armaduras cafés que portaban. -Pagarán caro el haber dejado que los esclavos escaparan –dijo uno de los hombres quien era alto, tenía el pelo de color gris, era de contextura fuerte y poseía tez blanca-. Nosotros los acabaremos y mataremos a todos aquellos que osaron escapar… -Es verdad, pero antes de que terminemos con ustedes, dígannos, ¿Quiénes son? Nunca los habíamos visto en estas tierras… -preguntó en tono burlesco el otro que era más bajo que su compañero, pero al parecer eran parientes, ya que tenía el mismo color de pelo, piel y rasgos faciales parecidos. -¿No nos conoces? –preguntó extrañado Régulus-. Nosotros somos los famosos Caballeros Dorados, servidores de Athena y del Santuario de Grecia –dijo finalmente lleno de orgullo. -¿Los caballeros que? –preguntó el primer hombre con una expresión de extrañeza-. ¿Setos, habías oído hablar de ellos antes? –le preguntó a su compañero. -No Onos, nunca… -le respondió r espondió Setos, olvidándose de sus oponentes por un momento, quizás estén mintiendo… -No se, me parece que sus s us ropajes son verdaderos… -le respondió r espondió Onos pensativo. -No lo creo, nunca los había visto… Parece como si estuvieran vistiéndose para ir a algún lugar extraño, en vez de luchar… -¿Por que no les preguntas? -Buena idea…-dijo Setos volteándose hacia los caballeros-. Oigan, esas cosas que llevan puestas son de verdad o son… -¡Y..Ya cállense de una vez! –grito Régulus quien había perdido la paciencia hacia rato. ¡Somos caballeros de Athena y ahora se lo demostraremos! Vamos Kaus, acabemos de una vez con estos tipos… -le dijo a su compañero mientras comenzaba a correr hacia los dos guardias para atacarlos. Kaus dio un fuerte suspiro de resignación, seguido de una sonrisa y lo siguió detrás para atacar también. Corrieron veloz mente hacia los guardias y lanzaron un puñetazo al mismo tiempo. Régulus contra Onos y Kaus contra Setos. Los ataques tomaron por sorpresa a los guardias, que salieron despedidos hacia atrás y chocaron contra las paredes de roca de la entrada del Templo. Pero al parecer, el golpe no significo nada para ellos, ya que se levantaron al instante y no tenían señal s eñal de rasguño alguno. Ambos guardias sonrieron al mirar a los caballeros y al instante saltaron para unir sus puños en el aire. Rápidamente, elevando su cosmos, una especie de rayo color blanco se empezó a acumular en sus manos y aumentar cada vez más. Cuando este ya era lo suficientemente grande, lo lanzaron velozmente hacia Régulus y Kaus, que los tomó por sorpresa y los impactó de lleno. La explosión genero un ruido enorme que se escucho por todo el Templo y sus alrededores, elevando una gran cantidad de arena que cubrió momentáneamente a los caballeros mientras los guardias llegaban al suelo para mirar gustosos el resultado de su 46
ataque combinado. Cuando la arena comenzó a disiparse, se pudo ver que Kaus y Régulus estaban en el suelo tirados de espaldas con una expresión de dolor en el rostro. -Así que estos son los caballeros de Athena –dijo Setos en un tono burlesco. -Por lo visto son menos fuertes de lo que aparentan… -le respondió Onos. -Te equivocas… -dijo Kaus mientras se ponía de pie-. Acabamos fácilmente con Ceops y sus hombres no hace mucho en el desierto… -Jaja –rió Onos-. Ceops era uno de los guardias más débiles… Es por eso que el estaba en el desierto y nosotros defendiendo el Templo, ingenuo. Y por lo mismo fue que los derrotaron tan fácilmente. -No rías tanto –comenzó a decir Régulus mientras también se ponía de pie-. Podemos derrotarlos a ustedes y a todos los hombres de Horus en cualquier momento… -¿Horus? –preguntó sorprendido Setos-. ¿Acaso piensan que nosotros trabajamos para Horus? -Por supuesto –le respondió Kaus extrañado por la pregunta del guardia-. Ese es el dios a quien sirven y quien ha estado esclavizando a toda esta gente… -Ingenuos… -le dijo Onos riendo-. ¿Acaso creen que Horus, el Magnifico y Misericordioso Horus, podría hacer algo así? –le preguntó a los caballeros en un tono sarcástico-. Nosotros servimos a Seth, el es ahora, el señor de este lugar y de todo Egipto… Horus ya termino su periodo como gobernante y ha llegado la hora del reinado de Seth para todo el Alto y Bajo Egipto –dijo finalmente para el asombro de los caballeros, al ver que sus sospechas todo este tiempo habían sido erróneas. Mientras tanto, al interior del Templo, Bhal se reincorporaba y furioso golpeó a Dohko en pleno rostro con una patada, haciendo que este cayera al suelo lleno de dolor. En el suelo, siguió castigándolo con patadas en el estómago y en casi todo su cuerpo, vengándose por haberlo humillado al tirarlo al suelo instantes atrás. Mientras esto ocurría, Sati seguía de pie en frente del hombre del trono. Ahora estaba sorprendida y a la vez asustada por lo que este le acababa de decir. -¿U… Una diosa? –comenzó a decir Sati incrédula-. Yo no puedo ser una diosa… Mientes… -Yo no miento… Yo mismo soy un dios… Soy Seth –le dijo a Sati con una sonrisa de maldad-. Y pronto me convertiré en el señor de todo Egipto, para después seguir con el resto de la tierra. Así todos me adorarán como su dios… Es por eso que morirás aquí mismo y Athena no vivirá en esta época. -¿Athena? –dijo Sati quien sintió algo extraño dentro de ella al escuchar ese nombre-. Athena… Athena… -repitió una y otra vez como si estuviera recordando algo que había olvidado hacia mucho tiempo.
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Helios por su parte se encontraba en una situación desesperada. Los tres guardias habían evadido su mejor técnica y estaban acorralándolo cerca de una pared, de la cual no podría escapar si no hacia algo. -Ya no puedes escapar Helios –le dijo de pronto Rahotep -. Estás acorralado y tus técnicas no sirven contra nosotros. -Eso es lo que crees –le respondió Helios mientras retrocedía poco a poco-. ¡Acabaré con ustedes y salvaré a estos esclavos! –dijo elevando su cosmos y lanzándose ferozmente hacia los guardias para tratar de golpearlos y así pasar por encima de ellos, pero estos se adelantaron a su movimiento y dando media vuelta, golpearon a Helios en la espalda, haciendo que cayera de rodillas al suelo y quedara a su merced. -¡Acéptalo Helios, estas perdido! –le dijo Rahotep con furia-. ¡Acabaremos contigo ahora mismo y pagarás cara tu traición! Los guardias entonces levantaron sus manos al mismo tiempo y acumulando su cosmos en ellas, se prestaron a lanzar un gran rayo a Helios para así acabar con su vida. En ese instante, el cosmos de Helios cambió. Paso de ser de un color blanco a tornarse dorado, e ir aumentando de tamaño a cada instante. Esto hizo que los guardias se sorprendieran y detuvieran su ataque, mientras veían como Helios se volvía cada vez más fuerte y se ponía de pie mientras los miraba con enojo. -No dejare que sigan torturando a Egipto ni a mi gente… -comenzó a decir mientras avanzaba hasta los guardias-. ¡No permitiré que Seth se salga con la suya, ni que dañe a Horus ni a Athena! –gritó al momento que comenzó a correr hacia los guardias. De pronto una luz amarilla ilumino la habitación y de la nada una armadura apareció y se unió al cuerpo de Helios. Era la armadura de Capricornio quien ahora protegía el cuerpo de Helios-. ¡¡Excalibur!! –dijo de pronto, para sorpresa de los guardias y de el mismo, mientras lanzaba un poderoso ataque con su brazo. Ese ataque corto todo a su paso, tanto el suelo como a sus tres oponentes, dividiéndolos en dos, como si se tratara de la poderosa espada legendaria del Rey Arturo, Excalibur. Helios al ver caer muertos a sus enemigos, se dio cuenta de lo sucedido, mientras miraba asombrado su cuerpo y la armadura que portaba en ese instante. Pero el asombro le duró poco, ya que vio como Dohko estaba siendo golpeado brutalmente por Bhal, por lo que lanzó una vez más aquel ataque misterioso contra Bhal. Este al ver venir el ataque, lo esquivo justo a tiempo dando un gran salto hacia atrás, para caer detrás del trono de Seth. Helios aprovecho el momento para rescatar y levantar a Dohko del suelo. En aquel momento, ellos y Bhal, sintieron una sensación de calidez que emanaba del salón, específicamente del cuerpo de Sati. -Athena… -seguía diciendo Sati como si se encontrara en un trance, mientras Seth levantaba la mano lentamente en dirección a ella para darle el golpe de gracia-. Athena… Yo soy… yo soy… ¡Yo soy Athena! –exclamó finalmente al darse cuenta de 48
la verdad. El espíritu que habitaba en su interior había despertado al escuchar aquel nombre que no había sido pronunciado desde hace más de 200 20 0 años frente a ella. En ese instante la mirada de Sati cambio por completo, pasó de estar asustada e incrédula a estar segura de si misma y poder controlar la situación a la perfección. Dohko la miraba atónito, al igual que Bhal y Seth que no podían creer lo que estaban viendo. Helios no sabia muy bien lo que estaba pasando, pero comprendía que era algo muy importante. Su convicción fue más, al momento que su armadura comenzó a vibrar rápidamente, como si respondiera o saludara a Athena. Las demás armaduras doradas, la de Kaus, Régulus, Hamal y los demás caballeros del Santuario, comenzaron a vibrar también, uniéndose en un coro que traspasaba el Santuario entero y era sentido por todos los caballeros de Athena. En ese instante, Sati, ahora Athena, extendió su mano derecha y en ella apareció un Báculo Dorado, quien rápidamente emitió una luz e hizo que Bhal y Seth comenzaran a gritar de dolor al ver aquella luz. Pero tan rápido como todo esto comenzó, acabó, y la luz del báculo ceso al igual que la intensidad del cosmos de Athena, haciendo que Sati cayera al suelo desmayada. -¡Debemos irnos ahora! –le dijo de pronto Helios a Dohko quienes aún seguían sorprendidos-. Yo tomaré a Sati y tu toma el Báculo, antes de que Seth y Bhal recuperen la vista. ¡Ahora! -Dohko asintió de inmediato y cogió el Báculo al mismo tiempo que Helios tomaba a Sati en brazos. Entonces comenzaron a correr rápidamente hacia la salida de aquella habitación. -¿Dohko te llamas, verdad? –le dijo Helios mientras corrían-. Tienes que rescatar a Horus antes de salir de aquí… Está en aquel salón del fondo, he visto que no eres una persona ordinaria y podrás derribar aquel muro. -¿Horus? –dijo Dohko incrédulo-. ¿Horus se encuentra allí? -No es exactamente Horus, sino la persona en quien reencarnó –le respondió Helios-. ¡Solo ve y rescátalo ahora! Dohko no contradijo la orden de Helios, quien ahora portaba una de las armaduras doradas del Santuario, por lo que corrió rápidamente hacia el salón que le había indicado. Cuando estuvo enfrente de la entrada, que estaba sellada con una roca, utilizó su Dragón Naciente para romperla, haciendo que esta cayera en pequeños pedazos al suelo, que se regaron por todo su alrededor. Dentro y en una especie de d e pirámide de oro, se encontraba encadenado un hombre joven que estaba inconsciente, de unos veintiséis años de edad, pelo largo, liso, de color gris y tez morena. Dohko sin pensarlo mucho, cortó las cadenas que lo aprisionaban y lo cargo en sus hombros. En ese instante escucho afuera de aquel lugar, unos gritos de furia, que comenzaban a resonar por todo el Templo. Eran unos gritos de muchedumbre, que a Dohko, le parecieron que provenían de todos lados. -¡Vamos Dohko! –gritó Helios desde fuera-. ¡Los hombres de Seth se aproximan y esta vez son más numerosos, no podremos contra ellos! –al escuchar esto, Dohko se apresuró y salió del salón para seguir corriendo hacia la salida junto con Helios. 49
En la entrada del Templo, Kaus y Régulus se encontraban sorprendidos por la extraña actitud que habían tenido hace unos instantes sus armaduras, pero recordaron que frente a ellos tenían a dos oponentes a quienes derrotar. -Cometimos un grave error al creer que Horus estaba detrás de todo –dijo Kaus para si. -Pero ahora sabemos la verdad y podremos actuar de forma correcta –le respondió Régulus-. Debemos acabar con ellos para poder liberar a Dohko que de seguro está cautivo en este Templo. -No sueñen que podrán derrotarnos –les dijo Onos confiado-. No podrán pasar por aquí ni en un millón de años. -Además no podrán rescatar a nadie más –agregó Setos-. Su amigo esta perdido y nunca podrá salir de aquí. -Creo que te equivocas… –le respondió Kaus con una pequeña sonrisa-. Porque ahí viene corriendo hacia acá… -al decir esto, ambos guardias voltearon para ver como Helios y Dohko venían corriendo hacia ellos por el Patio del Templo con unos cuerpos en sus brazos, seguidos por una horda de guerreros de Seth que ahora comenzaban a salir al Patio en su persecución. p ersecución. -¡No es prudente que le den la espalda a sus enemigos! –dijo Régulus de pronto sorprendiendo a los guardias-. ¡Kaus, ayuda a Dohko! ¡¡Relámpago de Voltaje!! – exclamó mientras ejecutaba ejecutaba una de sus técnicas, la cual cual consiste en dar miles de golpes a la velocidad de la luz en forma de rayos, sin que el adversario tenga la oportunidad de esquivarlos. Los guardias no pudieron hacer nada ante este ataque sorpresa y cayeron muertos en el suelo de la entrada del Templo. Mientras tanto, Kaus salto en el aire y manteniéndose en este gracias a las alas de su armadura, lanzo su técnica llamada Trueno Atómico, que consistía en una gran bola de energía que al llegar a su objetivo, explotaba causando un gran daño a quien la recibiera. Al llegar este ataque al suelo del Patio del Templo, entre Dohko y Helios, y los guardias que los perseguían, levantó una gran pared de arena, que les dio tiempo a los primeros para que escaparan de sus perseguidores. -¡Dohko! –exclamó Kaus en la entrada del Templo, mientras llegaba al suelo y Dohko junto a Helios llegaban a la entrada-. ¡Estas a salvo! ¿Pero que de…? –preguntó extrañado al instante en que vio a Helios con la armadura de Capricornio y a Dohko con el Báculo de Athena. -Es una larga historia –le respondió Dohko con una sonrisa al ver que los Caballeros Dorados estaban allí para ayudarles-. Les explicare en el camino, ahora debemos huir. -Tienes razón -dijo Régulus-, partamos enseguida hacia donde se encuentra Hamal esperándonos, luego nos explicarás todo lo que sucede aquí… –dijo mientras echaba un rápido vistazo a Helios, para después comenzar a correr rápidamente hacia el sur, alejándose del Templo antes de que comenzaran a seguirlos nuevamente. 50
CAPÍTULO VIII El Nuevo Caballero
Hamal corría preocupado aún, por la extraña vibración que había sentido en su armadura hace unos momentos. Iba en la retaguardia del grupo de esclavos quienes ya habían cruzado una gran cantidad de territorio arenoso y estaban bastante lejos, al sur del Templo de Edfú, cuando al bajar por una duna, vio que en la planicie que se hallaba abajo, se encontraban en pie unas tiendas de tela, que al parecer eran parte de una especie de campamento egipcio. Los esclavos bajaron hacia aquel campamento y empezaron a entrar en las tiendas, dando a entender a Hamal, que ellos habitaban en ese lugar o por lo menos, conocían su existencia, antes de ser capturados por los hombres de Seth. -Parece que lo logramos –le dijo Savitri a Hamal, mientras se acercaba a él-. Escapamos del Templo gracias a ustedes… -No fue nada –le respondió Hamal con una sonrisa amistosa mientras la miraba-. Fue una suerte que los encontráramos en ese instante. Nosotros estábamos buscando a un muchacho de nuestra tierra en aquel Templo, por eso llegamos l legamos hasta allí. -¿Un muchacho dice? –le pregunto Savitri imaginándose a quien se refería-. ¿Ustedes buscaban a Dohko, verdad? -¡Sí! A Dohko, ¿Cómo esta? ¿Dónde se encuentra? –le preguntó Hamal sorprendido de que supiera a quien buscaban. -Estaba con nosotros en el Templo, pero fue a buscarlo uno de los hombres que nos capturó y se los llevó junto con mi hermana menor ante su señor, como lo llamaban… dijo en un tono triste-. Ojalá que Helios los ayude, si es que no es muy tarde… -¿Se los llevaron? –preguntó preocupado Hamal-. ¿Quién es Helios? -Helios era un guardia de ellos –comenzó a decir Savitri mientras se le iluminaban los ojos al nombrar a Helios-, pero decidió ayudarnos y el permitió que escapáramos… Es gracias a él que estamos libres ahora, ya que liberó a todos los esclavos que estábamos cautivo sen las celdas del Templo, pero espero que pueda ayudar también a mi hermana y a Dohko… -dijo finalmente mirando preocupada hacia arriba, en dirección a la duna que se elevaba frente a ellos el los y que ocultaba al campamento. -También espero eso… -comenzó a pensar Hamal-. O si no tendremos que movernos rápidamente para rescatarlos… Kaus, Régulus, ¡dense prisa! Luego se quedaron mirando por varios minutos la parte de arriba de la duna, mientras los demás esclavos arreglaban las tiendas, levantaban otras y comenzaban a volver a vivir en aquel lugar, haciendo que este pareciera lleno de vida y no se notara la esclavitud que había vivido esa gente en todo este tiempo. Pronto Hamal salio un poco 51
del trance en que lo habían sumergido sus pensamientos y se puso al lado de Savitri para comenzar a hablarle. -¿Tu no eres de aquí verdad? –le pregunto tratando saber más de aquella mujer-. ¿Como es que te llamas? -Mi nombre es Savitri, y tienes razón, no soy de aquí. Aquellos malvados hombres nos trajeron hasta aquí desde la India, que es nuestro país natal… ¿Y usted como se llama? ¿Quién es? Nunca había visto unos hombres como ustedes antes… -le digo algo asombrada a Hamal. -Mi nombre es Hamal –le respondió-. Nosotros somos Caballeros Dorados de Athena, venimos del Santuario que queda en Grecia, y dime, ¿cómo es que estos guerreros de Egipto fueron hasta la India solamente para capturar esclavos? Y por lo que veo, solamente ustedes son de allá, los demás esclavos son originarios de aquí, de Egipto… -No lo se, no nos dijeron nada… Mataron a nuestros padres, nos trajeron a nosotras dos aquí, haciéndonos prisioneras… Y cuando se llevaron a mi hermana, dijeron que sería sometida a juicio, pero nosotras no hemos cometido ningún crimen… -terminó con tristeza. -Que extraño… Quizás tenían un interés especial en ustedes, eso es lo más raro de todo… En ese instante, vieron que a lo lejos venían corriendo unas figuras que se dirigían al campamento, bajando la duna. Se trataban de Régulus, Kaus, Dohko, que traía en una de sus manos el Báculo de Athena y en sus hombros a aquella persona que Helios dijo que se trataba de la reencarnación de Horus, y Helios, quien traía a Sati entre sus brazos. Hamal de inmediato salio a su encuentro, mientras Savitri veía incrédula como llegaba Helios con Sati. Hamal se quedo un momento conversando con Régulus, Kaus y Dohko, quienes le explicaron lo sucedido, mientras Helios comenzó a caminar hacia Savitri, con su hermana Sati en sus brazos, después de que Dohko le pasara el Báculo de Athena y este lo dejara en el regazo de Sati. Al verlo venir, Savitri apretó los puños por un momento mientras los miraba y luego corrió a su encuentro. -¡Helios! –dijo mientras llegaba hasta donde estaba él-. ¡Estas a salvo y trajiste a mi hermana! –dijo finalmente mientras abrazaba uno de sus brazos. -Sí, solamente esta desmayada, debe descansar ahora y estará bien…- le respondió Helios mirándola a los ojos-. Tómala en brazos y llévala hasta una de las tiendas, yo tengo asuntos que tratar con esos hombres –le – le dijo refiriéndose a los caballeros. -Esta bien Helios… –le respondió Savitri tomando a Sati en sus brazos y mirando la extraña armadura que tenía puesta Helios-. Gracias nuevamente, por liberarnos… -le dijo con una sonrisa en el rostro, para después dar media vuelta y dirigirse hacia el campamento. Helios por su parte se dirigió nuevamente hacia donde se encontraban los caballeros y Dohko. 52
-…me dijo que este hombre era la reencarnación de Horus –estaba diciendo Dohko, explicándoles a los Caballeros Dorados el origen del joven, quien ahora estaba recostado inconsciente en la arena. -Así es, esa es la persona en quien se reencarno el dios Horus antes de que Seth capturara su espíritu. –dijo Helios a los caballeros ahora que llegaba donde ellos-. Es por eso que lo traje… Él es el único que podrá restaurar la paz en Egipto… -Tú debes ser Helios… –le dijo Hamal mirándolo nuevamente de pies a cabeza-. Debo agradecerte por ayudar a Dohko y a aquella mujer –le dijo con una leve reverencia. -No fue nada, era mi deber ayudarlos y pagar por cualquier atrocidad que cometí al servicio de Seth… Pero tengo una duda y creo que ustedes pueden solucionarla… ¿Por qué esta armadura se unió a mí y por qué realice aquel extraño ataque llamado Excalibur? Era como si yo no pensara en nada y la armadura atacara por mí… Nunca había realizado ese ataque, ni lo había visto con anterioridad… -Creo que sé por que sucedió aquello –le respondió Hamal seriamente-. Si lo que dices es cierto, lo más seguro es que la armadura te haya escogido como el nuevo Caballero de Capricornio… Al tratar de ayudar a la mujer, que según Dohko es Athena, y según esto también parece que es verdad, la armadura comprendió que tenías intenciones verdaderas de salvarla, aún oponiéndote al dios que servias, por lo que se unió a ti para ayudarte y te brindó el ataque llamado Excalibur, que según se dice, es entregado al caballero más fiel a Athena… Pero no te preocupes, todo esto se aclarará cuando la muchacha despierte… Por el momento queda decidir que hacer ahora… -Seth hablo de sus planes cuando estaba frente a él –comenzó a decir Dohko-. Dijo que después de conquistar a Egipto seguiría con el mundo entero… Por eso debía eliminar a quien se le opusiera. Eso incluía a Athena… -Entonces todo concuerda a la perfección –dijo Hamal para si-. Savitri nos dijo que las habían capturado, a ella y su hermana, en la India, pero no entendía el porque habían viajado especialmente a la India para capturar solamente a ellas. Pero ahora me queda claro… Seguramente Seth ordeno capturar a Athena, pero no supieron cual de las dos hermanas era, por lo que trajeron a las dos. Una vez aquí, Seth descubrió que no se trataba de Savitri, sino de su hermana menor, por eso al final, ordenó que la llevasen ante él… -Eso tiene sentido –dijo Régulus-, pero ¿por qué Seth no las elimino a las dos cuando tuvo oportunidad, sabiendo que Athena era una amenaza para él? -Debido a que Seth no encontraba un peligro inminente a Sati –le respondió Helios-. Pero al parecer, su presencia en Egipto y la aparición de esta armadura de Capricornio, acelero el proceso en el cual Athena debía darse cuenta de su verdadero ser. Seguramente Seth, al pronunciar frente a Sati el nombre de Athena, provocó que el espíritu dentro reaccionara y se diera cuenta de la verdad, tal y como pasó con Horus cuando se dio cuenta de quien era en realidad. Esto tomo por sorpresa a Seth y a la misma Athena, e hizo que el cuerpo de Sati no estuviera preparado para emitir tal cantidad de cosmos, por lo que su poder disminuyó casi de inmediato e hizo que finalmente se desmayara… 53
-Debemos suponer entonces que Seth va a tratar de eliminar a Athena por todos los medios posibles, ahora que todavía puede hacerlo… -comentó Kaus a sus compañeros-. Debemos defenderla a toda costa… -Así es –le respondió Helios-. Seth ahora movilizará a todas sus fuerzas y las reunirá en el Templo… No atacará de inmediato, ya que teme lo que pueda hacer Athena, pero es cosa de tiempo para que decida venir a buscarla y acabar con ella -¿No sería mejor que nos retiráramos al Santuario a planear una mejor estrategia? – preguntó Dohko quien se sentía extraño y emocionado al estar hablando con Caballeros de Oro de igual a igual, sobretodo con uno de los más importantes como lo era Hamal-. Allí Athena estaría segura y nosotros también… -No, no podemos retirarnos y dejar que Seth tome el control de todo Egipto. Fue una suerte que encontráramos a Athena aquí, pero no por ello nos vamos a retirar, ahora cuando este pueblo más nos necesita... –este comentario de Hamal, hizo que algo en Helios confiara mucho más en los caballeros del Santuario, además de alegrarse demasiado de estar en su compañía y haber dejado a Seth atrás-. Debemos quedarnos aquí y ayudar a acabar con Seth a cualquier costo… Helios, contamos contigo como nuevo caballero, ¿verdad? –le preguntó a Helios mientras le ofrecía la mano para estrechársela. -¿Como nuevo caballero? –preguntó Helios mirando la mano de Hamal con duda y se detenía a pensar un momento-. Sí… Cuenten conmigo… Ya no volveré a aquel lugar ni serviré más a Seth ni a sus hombres… Quiero liberar a Egipto de esta opresión, tanto o más que ustedes –le respondió dándole la mano a Hamal con una sonrisa en el rostro por parte de ambos, mientras que Régulus y Kaus miraban con recelo aún a este Helios, que del cual, poco conocían. En ese instante, el hombre que estaba recostado en el suelo debajo de ellos comenzó a recobrar el sentido. Tocándose la cabeza, se puso p uso de pie trabajosamente y miró a los que estaban allí, extrañado y lleno de confusión. -¿Q… Quiénes son ustedes? –preguntó mirándolos a cada uno a la cara-. ¿Son hombres de Seth? -No –le respondió rápidamente Helios adelantándose a los l os demás-. Somos… Caballeros de Athena… –le respondió, aún no acostumbrado a llamarse a si mismo de esa manera-. Lo sacamos de la prisión en que lo encerraba Seth y lo trajimos hasta acá, varios kilómetros al sur del Templo de Edfú… -¿Caballeros de Athena? –preguntó sorprendido sin poder creerlo-. Se los agradezco de verdad, gracias por liberarme, y por lo que veo, a mi pueblo… -dijo mirando alrededor sorprendido -No se preocupe, siempre es un placer servir a un dios que lucha por la justicia -le respondió Kaus con una sonrisa en el rostro. -Ya no soy más un dios… -le respondió el hombre con tristeza en su rostro-. Seth me arrebató todo lo que había dentro de mí, que tenía un origen divino… Ahora solamente soy un simple humano como todos… 54
-Se equivoca –le respondió Hamal seriamente-. No dejara de ser un dios solamente porque Seth le arrebato su espíritu… Es por algo que Horus eligió su cuerpo para nacer en esta era, y eso Seth no se lo ha arrebatado, ni siquiera un poco… Su gente lo seguirá igual, sea o no sea Horus… Es el líder de esta gente, lo se por que en los pueblos, cada persona lo adoraba a usted y escribía en monumentos “¡Horus el que Vive!”, Horus era el pilar en el cual se s e sostenían, y eso Seth no se lo l o puede quitar a Egipto… -Tienes razón… -respondió el hombre mirando a Hamal con esperanza-. Seth no puede ganar… Seth no puede conquistar Egipto ni a mi gente… No se lo permitiré… ¡Horus no morirá tan fácil! –exclamó mientras se llenaba de esperanza nuevamente, mirando al pueblo que se encontraba ahora reuniéndose fuera de las tiendas para ver a su dios volver con vida. Al escuchar exclamar aquella sentencia, el pueblo entero grito lleno de alegría levantando sus brazos, dándole la bienvenida y todo su apoyo a aquel hombre, quien volvía a ser Horus, no por tener un espíritu de origen divino, si no por su espíritu de lucha y determinación, que fue uno de los motivos porque Horus reencarnara en él. Mientras ya estaba atardeciendo y la luz se hacia cada vez más débil, se dirigían al campamento, hacia la multitud que miraba emocionada como su dios se acercaba. Hamal y Helios le contaron a Horus, todo lo ocurrido desde que él había sido capturado, enterándose de la esclavitud de Egipto y como Seth ahora era el que controlaba el Templo de Edfú, que una vez había pertenecido a Horus, su verdadero dueño, y por quien se había construido ese lugar en un principio. Al llegar el campamento la multitud recibió alegre, con aplausos y gritos, a Horus y los caballeros, pero toda esta alegría y ruidos de celebración cesaron de inmediato al ver una luz dorada que salía de una de las tiendas que se encontraba cerca de ellos. Fuera de la tienda estaba Savitri sentada, pero que al ver la luz, se paro de inmediato y fue donde se encontraba Helios, poniéndose a su lado. Todos miraban atónitos aquella luz que surgía del interior de la tienda y que iluminaba el campamento completo. Momentos más tarde, alguien salió de su interior. Para sorpresa de muchos en el lugar, se traba de Sati, quien había recobrado la conciencia y ahora estaba de pie ante todos, con una mirada seria, llena de sabiduría y amor, con su nueva identidad de diosa, la identidad de la diosa Athena. Savitri no podía creer lo que veía, su hermana menor, la que había cuidado como una niña indefensa por tantos años, estaba parada frente a ella, irradiando una energía y una grandeza que nunca había visto en nadie. Al ver a Athena, Hamal, Régulus, Kaus, Dohko, e incluso Helios, quien dejando detrás a una sorprendida Savitri, se inclinaron ante la diosa, poniéndose de rodillas en el suelo y agachando la cabeza en señal de sumo respeto, mientras esta los veía con una sonrisa cariñosa. -Los Caballeros Dorados y todos los caballeros del Santuario, te saludamos y te damos la bienvenida a este mundo –dijo Hamal mientras seguía haciendo la reverencia-. Te juramos lealtad absoluta y prometemos seguirte a pesar de cualquier situación –dijo finalmente mientras levantaba su cabeza para mirarla, junto con Régulus, Kaus y Dohko. 55
-Levántense Caballeros Dorados, y tú también Dohko –les dijo Athena-. Su juramento no será olvidado, ni tampoco será olvidada la recompensa por ello. Les agradezco su bienvenida y me alegra tenerlos a mi lado caballeros. -Athena… -dijo Helios de pronto con duda-. Mi nombre es Helios… Antes era servidor de Seth, el dios quien quería acabar con su vida, pero ahora he decidido no seguirlo más, sino que deseo seguirla a usted… Juro eterna lealtad a usted y prometo protegerla ante cualquier situación y peligro que surja… Considéreme como su humilde servidor y protector… -Helios… -dijo Athena con una sonrisa-. No tienes por que decírmelo, ya que tus actos han hablado por ti. Renunciaste a tu dios, a tus compañeros, camaradas y a todo lo que prometiste servir, por seguir tu propio instinto y lo que creías que era correcto. Arriesgaste tu vida para salvarme a mí y a todas estas personas, por ello la armadura de Capricornio, la que es otorgada a través de generaciones al caballero más fiel a Athena y al Santuario, te ha elegido a ti como su portador, y es por ello que yo te otorgo oficialmente a Excalibur, con la cual me protegerás y protegerás a todo aquel que se encuentre en peligro… Ahora ponte de pie nuevo caballero, Helios de Capricornio –le dijo finalmente, mientras ponía su mano en el hombro de Helios. -Muchas gracias Athena –le respondió Helios con algo de emoción en sus ojos, mientras se ponía de pie y se paraba al lado de sus nuevos compañeros, quienes miraban seriamente esta escena. -Athena, yo soy Horus –le dijo el hombre a la diosa mientras daba un paso adelante-. Le doy la bienvenida a mis tierras y le pido al mismo tiempo ayuda, para combatir a Seth y liberar a Egipto, como al resto del mundo, de la amenaza que él representa… -Horus, señor de Egipto –le respondió Athena con una leve inclinación de cabeza-. Será para mi y para mis caballeros un honor ayudarlo en esta delicada empresa. -Pero primero, creo que todos debemos descansar y recuperar fuerzas –dijo Horus mirando a todos-. ¡Celebremos la llegada de Athena, sus caballeros, y el rayo de esperanza que liberará a Egipto de la opresión de Seth! –exclamó Horus a su pueblo mientras estos gritaron de alegría y alzaron los brazos.
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CAPÍTULO IX La Calma antes de la Tormenta
Ya era de noche en el campamento y las luces de las varias fogatas que los habitantes del campamento habían encendido para abrigarse en la fría noche del desierto, iluminaban las caras de todos alrededor. Podía verse que todos estaban contentos y alegres por haber escapado y por tener entre ellos a su dios, Horus. Por su parte, los caballeros estaban felices por tener un momento de paz y por haber encontrado a Athena, cumpliéndose la profecía que tanto habían esperado. En el centro del campamento había una gran fogata, en la cual a su alrededor, habían dispuesto unas especies de asientos hechos de tela enrollada para que los presentes se sentaran allí, alrededor del abrigo del fuego, y compartieran la cena que habían realizado en honor a Horus y Athena. De pronto los habitantes condujeron a los caballeros y a Athena hacia la fogata e hicieron que se sentaran juntos. Athena se sentó al lado derecho de Horus, y a la derecha de esta, se sentaron sus caballeros, empezando por Hamal y siguiendo con Régulus, Kaus Dohko, Helios y Savitri. El resto de los asientos eran ocupados por los habitantes del campamento. Casi al instante, después de sentarse, unas mujeres egipcias comenzaron a servir la comida, que consistía en un plato de verduras con carne cocida al fuego. Esta comida no era muy abundante, ni tampoco muy sabrosa, pero a los esclavos y a los caballeros les pareció un verdadero banquete, ya que hacia bastante tiempo que no comían algo decente. -¡Por fin! –exclamó Kaus al ver el plato de comida que ahora estaba entre sus manos-. ¡No había comido desde que salimos del Santuario! -Bueno, ya tienes lo que querías… -le respondió Régulus con una sonrisa-. Tienes comida, agua y no pasarás la noche con frío, a la intemperie. -Tienes razón. Pero fue únicamente gracias a que ayudamos a liberar a estos esclavos, sino no tendría esta comida y quizás me estaría muriendo de frió… -Pero ustedes solamente detuvieron a los guardias de la entrada –dijo Helios mirando a Kaus con una sonrisa en el rostro-. Yo tuve que llevarlos por todo el Templo hasta afuera. -Cállate Helios –le dijo Régulus en un tono silencioso, olvidando aquel resentimiento que aún tenían hacia él-. No le eches a perder su minuto de gloria, jaja –rió al igual que todos los que estaban escuchando aquella conversación, para luego seguir comiendo rápidamente, como si todo el alimento se les fuera a arrancar de sus manos. -Helios… -comenzó a decirle Savitri a este después de un rato, mientras le tomaba la mano-. Gracias por salvarnos, te arriesgaste a que te castigaran y todo por mi culpa… -No fue por tu culpa –le respondió Helios mirándola a los ojos-. Fue por ti, que me hiciste cambiar de parecer. Tú me abriste los ojos y por eso decidí salvarte, s alvarte, a ti y a Sati. 57
-Sati no necesitaba que la salvaran después de todo –comentó desviando la vista y mirando hacia la fogata-. Después de todo, ella es una diosa poderosa en estos momentos… -Es una diosa, pero aún no despierta toda su conciencia. Aún sigue siendo la hermana pequeña a quien conociste y cuidaste –le dijo con una sonrisa. -Pero no creo que necesite más mi protección –le respondió quitando la mirada del fuego y posándola en Helios nuevamente-. Pero ya no hablemos más de ella, háblame más de ti… ¿Tú eres originario de Egipto, no es así? ¿Cómo es que decidiste servir a Seth? -Así es, nací aquí en Egipto, pero mis padres recuerdo que eran europeos. Me pusieron Helios en honor a mi abuelo, a quien nunca conocí –le dijo Helios con algo de tristeza-. Mis padres murieron cuando yo era muy pequeño, por hombres que me dijeron, eran de la orden de Horus, es por eso que decidí servir a Seth. Pero poco a poco, fui dándome cuenta del engaño, ya que las acciones de los hombres de Seth eran casi iguales a las de los hombres que habían matado a mis padres… Horus no podría haber sido… Y al ver como los trataban a ustedes, en especial a ti y tu hermana, decidí finalmente ayudarlos y vengarme por lo que Seth le había echo a mis padres…-dijo Helios en un tono pensativo y triste-. Pero disculpa, no quise aburrirte con mi historia… -le dijo finalmente a Savitri desviando la mirada y con una leve sonrisa en el rostro. -No tienes por que pedirme disculpas Helios –le respondió Savitri con una sonrisa tierna-. Tú nunca me has aburrido, al contrario… -le dijo mientras ambos sonrieron y desviaron la mirada hacia el fuego, para después seguir comiendo. En ese instante, en el cielo oscuro de Egipto, aparecieron cuatro estrellas fugaces de color dorado, que comenzaron a acercarse más y más al campamento e hicieron que toda la celebración se acabara y las personas dejaran de comer, provocando que todas las miradas del lugar se dirigieran al cielo para tratar de averiguar que eran aquellas luces. En no más de dos segundos aquellas luces llegaron al campamento, cayendo al suelo arenoso cerca de la fogata encendida. Todos se acercaron y rodearon a aquellas estrellas fugaces que habían caído y que aún despedían una fuerte luz dorada que opacaba la luz emitida por el fuego. Athena y los caballeros se pusieron de pie y se adelantaron, poniéndose al frente del círculo de personas que se había formado alrededor de estas luces. Al hacerlo, la luz de las estrellas se apagó y pudieron ver para alegría de los Caballeros Dorados, que estas estrellas eran en realidad Mélik de Acuario, Spica de Virgo, Eros de Piscis y Pleios de Tauro, quienes portando sus armaduras, habían viajado desde el Santuario hasta ese lugar. -Athena –decía Mélik adelantándose a los demás, quienes al igual que él, estaban sorprendidos de ver a Athena, de la cual solamente habían estado especulando en el Santuario-. Somos Caballeros Dorados del Santuario, quienes juramos serte fiel y seguirte por siempre –dijo mientras se arrodillaba e inclinaba la cabeza haciendo una reverencia al igual que sus demás compañeros-. Nos ha enviado el Patriarca para ayudarla aquí en Egipto y servirla en cualquier cosa que pueda necesitar… 58
-Bienvenidos sean caballeros, y les agradezco su lealtad –le respondió Athena mientras con la mano les indicaba que se pusieran de pie-. Han llegado en el momento más oportuno, pero aún no es tiempo para hablar de estos asuntos. Vamos, siéntense y disfruten de la comida –les dijo Athena finalmente con una sonrisa, mientras algunas mujeres egipcias los acomodaban en unos asientos que habían dispuesto rápidamente para ellos. Al sentarse, los cuatro caballeros recién llegados fueron informados de todos los acontecimientos que habían ocurrido hasta el momento, tanto con los relacionados a Seth y sus hombres, como los ocurridos con los caballeros, Helios y con Dohko. Más tarde, ya todos habían terminado de comer, por lo que las mujeres comenzaron a retirar los platos. De pronto, otras mujeres y unos cuantos hombres se levantaron de sus puestos y se acercaron a al fogata. En ese instante unos tambores comenzaron a sonar detrás de las personas que estaban sentadas, y las que se habían adelantado hacia la fogata, comenzaron a bailar, haciendo unas coreografías mientras danzaban alrededor del fuego y mientras cantaban un cántico originario de Egipto. Ninguno de los caballeros, ni siquiera Hamal o Athena, entendía lo que la letra decía, por lo que se limitaron a aplaudir al son de la música, siguiendo a los demás egipcios que estaban sentados con ellos. Aquel baile duro unos minutos y terminó con una ofrenda echa en oro, que se la entregaron a Horus en sus manos. Esta se trataba de una estatua de un halcón, el símbolo tradicional que usan los egipcios para representar al dios Horus. Luego de esto, todos se pusieron de pie, y sacando los asientos de la fogata, comenzó nuevamente la música, esta vez era más alegre, por lo que todos se pusieron a bailar, celebrando y festejando la llegada de Horus. Los caballeros y Athena, se quedaron aparte, solamente Dohko se puso a bailar con una lugareña, ya que al lado de los Caballeros de Oro, se sentía como fuera de lugar e incomodo. Siempre los había visto como superiores y no como compañeros, y aún después del rescate, los seguía viendo así. -Athena… –comenzó a decir Hamal a la diosa quien estaba a su lado viendo alegremente el baile-. ¿Qué cree que haremos ahora? No creo que toda esta fiesta y felicidad dure por siempre… -No estoy segura –le respondió volviéndose para ver al caballero a la cara-, Horus me pidió ayuda y dice que es necesario hacer un plan de batalla para atacar a Seth cuando antes… Pero en realidad no se que hacer… Todo es tan extraño para mi… -le dijo a Hamal con una expresión de tristeza e inseguridad, ya que ahora la que hablaba, era más su parte humana que la parte divina, quien todavía no se manifestaba por completo. -Comprendo –le respondió Hamal-. Usted aún es una joven y debe estar muy asustada al haberse involucrado tan repentinamente en todo esto… -Sí, en parte estoy asustada… Se que en el Santuario existe un Patriarca, espero que el me ayude a enfrentar toda esta carga… -No se preocupe, él es el hombre más sabio que hay en todo el Santuario, seguro que la ayudara y la orientara correctamente –le dijo finalmente con una sonrisa. 59
En otro lado y cerca de la fogata, se encontraban Kaus y Régulus quienes miraban a al gente bailar y discutían la situación que estaba ocurriendo. -¿Qué crees que decidirá Athena ahora? –le preguntó Kaus a Régulus quien estaba a su lado-. ¿Crees que tendremos que luchar contra el ejército de Seth? -No lo se Kaus- respondió Régulus cruzándose de brazos-. No creo que Athena pueda decidir todavía que hacer... Aún es una muchacha sin mucha experiencia… -Pero no por eso deja de ser Athena… Yo creo que ella decidirá algo en conjunto con Horus… -No estoy seguro de nada Kaus, Horus como nos dijo Helios, solamente es un humano, ya que su espíritu fue encerrado por Seth… Solamente podemos confiar ahora en lo que nos diga nuestro instinto… Pero de cualquier manera, si Athena u Horus dicen algo, tendremos que actuar y seguirlos a toda costa. -Si, Horus y Athena ahora trabajaran en conjunto yo creo, para liberar a Egipto de la amenaza que presenta Seth, seguro que decidirán algo antes de que la noche termine… -Y si deciden algo, es seguro que habrá guerra aquí en Egipto… Por lo que escuche, Seth no es capaz de negociar y puede que envíe todo su ejército para matar a Athena y a Horus. -Solo espero que todo acabe bien… -dijo Kaus finalmente mientras también se cruzaba de brazos y seguía viendo el baile. Retirada del baile y la fiesta, Savitri se encontraba sentada en la arena a las afueras del campamento, mirando la luz de la luna y las estrellas con una expresión seria y pensativa. Sus brazos se encontraban rodeando sus piernas fuertemente y una lágrima caía por sus ojos. En ese momento llego Helios desde el interior del campamento y se sentó junto a ella. -¿Por qué estas llorando? –le preguntó Helios preocupado mientras la miraba a los ojos. -No es nada… -dijo Savitri mientras se secaba la lágrima con una mano y guardaba silencio por un instante, como tratando de olvidar sus pensamientos-. Solo me estaba acordando de la muerte de mis padres y lo que tuvimos que pasar en aquel templo… Pero ya todo eso paso –dijo finalmente con una sonrisa en el rostro para luego mirar hacia el cielo nuevamente. Luego de unos momentos de silencio entre los dos, mientras que detrás seguía la música y el baile, Savitri dio un suspiro y hablo nuevamente-. Qué bellas son… –dijo con una sonrisa refiriéndose a las estrellas -. ¿No lo crees? -Sí, son muy bellas –respondió Helios mirándola a los ojos -. Pero ninguna de las que están en el cielo es tan bella como tú... -al decir esto, Savitri se sonrojo y ambos se quedaron mirando por un largo rato hasta que esas miradas se acercaron cada vez más y terminaron en un apasionado beso-. Savitri... –dijo Helios tomándola de la mano -. Te amo… Desde que te vi llegar junto a tu hermana, algo dentro de mi cambio… Una 60
alegría que no había sentido antes se apoderó de mí, y al verte a los ojos lo supe al instante… -Yo también Helios –le respondió con una sonrisa mientras lo miraba fijamente a los ojos-, desde que te vi me sentí atraída a ti, aunque las circunstancias no me permitieron acercarme… Pero aun así, supe que tú eras diferente a todos, lo supe siempre y eso se reafirmo cuando me liberaste… Ahora para Helios y Savitri, todo lo que ocurría alrededor, el asunto de la esclavitud, Seth, Horus y la aparición de Athena, habían pasado a un segundo plano, solo les importaba el otro, no tenían ojos para nadie ni nada más. Continuaron viéndose por bastante tiempo, acariciándose mutuamente, para luego darse un segundo beso a la luz de las estrellas y la luna. -Helios... –dijo de pronto Savitri después de terminar aquel beso-. ¿Tú me seguirías hasta donde fuera, no importando nada? -Por supuesto... Te seguiría hasta el fin del mundo si fuera necesario, nunca nos separaremos… Te lo prometo… -y diciendo esto, se abrazaron en aquel lugar, mientras frente a ellos se podía ver la luna, quien fue la única testigo de aquel acontecimiento. acontecimiento. En otro lugar del campamento, cerca de la fogata, se encontraban reunidos en un círculo conversando, los cuatro Caballeros Dorados que habían llegado hace un rato, es decir, Pleios de Tauro, Mélik de Acuario, Eros de Piscis y Spica de Virgo. -¿Quien lo iba a imaginar? –dijo de pronto Pleios a sus compañeros-. Estuvimos tanto tiempo en el Santuario especulando sobre donde se encontraría la reencarnación de Athena, y lo primero que vemos al llegar aquí es a ella… De seguro los del Santuario se llevarán una gran sorpresa cuando regresemos… -Tienes razón Pleios –le respondió Eros con una sonrisa-. ¿Además es una mujer muy hermosa, no lo creen? –preguntó mientras la veía de reojo. -No, Eros –le comenzó a decir d ecir rápidamente Mélik al caballero de Piscis, mientras movía la cabeza en señal de negación-. No esta vez… Recuerda que ahora ella es nuestra diosa y debemos servirla en lo que sea. s ea. No deberías verla con aquellos ojos… -¡Uy sí!, de que es una diosa, lo es. La serviría en cualquier cosa que ella me pidiera –le respondió Eros con una sonrisa. -Nunca vas a cambiar Eros –le respondió Spica con una leve sonrisa mientras miraba a su compañero-. ¿Por qué no vas donde una de las mujeres que están bailando y te dejas de ver a Athena con malos ojos? -Me parece una muy buena idea Spica –le dijo mientras miraba al grupo de mujeres egipcias con malicia-. Nos vemos después muchachos... –dijo finalmente para irse casi al instante donde una de las mujeres que estaba bailando sola alrededor de la fogata, mientras sus compañeros daban un gran suspiro de resignación. 61
Cerca de allí, Dohko había dejado de bailar y ahora se había retirado hacia un rincón, cerca de Régulus y Kaus, para servirse un poco más de carne. -Valla –dijo para si-, nunca pensé que podría comer tanto… Esto de estar en cautiverio, afecta de verdad mi apetito… -Lo que más afecta tu apetito, es el calor yo creo –le dijo Kaus mientras se acercaba junto con Régulus donde estaba Dohko-. Pero no te preocupes, te acostumbraras –dijo sonriéndole. -Espero que no –le respondió Dohko devolviéndole la sonrisa-. Mi maestro me prohíbe comer demasiado, dice que afecta a mi desempeño como aprendiz… -Pero no te preocupes –le comentó Régulus mientras veía el gran plato de comida que tenía en las manos-, nosotros no le diremos nada si es eso lo que te preocupa… Queremos que sepas que él estuvo muy preocupado por ti y fue por eso que nos mandó a rescatarte. Estaba muy arrepentido por haberte enviado solo a Egipto en esta misión… -Se los agradezco a ambos –les dijo Dohko al escucharlos-. Es un honor para mí que unos Caballeros Dorados se hayan tomado la molestia y la preocupación de buscarme por todo Egipto. -No te preocupes Dohko –le respondió Kaus-. Nosotros te consideramos una gran persona y creemos que algún día te convertirás en un gran caballero de Athena. Pasaron unas cuantas horas donde la gente siguió comiendo, bailando y celebrando, hasta alrededor de la una de la mañana, que fue cuando Horus se puso de pié y ordenó que todo terminara. Luego llamó a los caballeros y a Athena para que se reunieran con él.
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CAPÍTULO X Los Preparativos
Los Caballeros Dorados, junto con Athena, se dirigieron entonces hacia donde se encontraba Horus. Las personas del campamento y Savitri se quedaron atrás comentando sobre el porque Horus los había llamado y había detenido la celebración. Horus se encontraba de pie, mirando atentamente como se acercaban los caballeros, mientras se convencía que la hora había llegado y que había que dejar las celebraciones atrás. -Caballeros –les dijo Horus a los recién llegados-. Bienvenidos sean a mis tierras, al igual como lo son sus compañeros y su diosa Athena. Yo soy Horus, señor del Alto Egipto. -Se lo agradecemos -dijo Pleios quien ahora miraba a Horus-. Primero quiero pedirle disculpas, de mi parte y de parte del Santuario entero, por las dudas que habíamos generado, y que lo culpaban a usted de lo que estaba ocurriendo aquí en Egipto, será un honor para nosotros ayudarlo… -Gracias –le respondió Horus con una sonrisa-. Ahora debemos ver que hacemos con Seth y sus hombres… -Conociendo a Seth y a sus hombres –comenzó a decir Helios-, ahora debe estar furioso, reuniendo a todos sus hombres que se encuentran alrededor de todo Egipto. Seguramente para la mañana ya tendrá a todas sus fuerzas reunidas en el Templo… -Si es así, debemos actuar rápido y decidir algo de inmediato –le dijo Hamal a los demás. -Bueno, será mejor que entremos a una de las tiendas para poder trazar un plan correctamente –les dijo Horus, mientras les indicaba con una mano que entraran a la tienda que estaba detrás de él. Los ocho caballeros entraron a la tienda, seguidos detrás por Dohko, Athena y Horus. La tienda, al parecer, había sido preparada especialmente para Horus por los hombres del campamento. En su interior había una especie de trono improvisado, rodeado de unos pequeños cojines que se encontraban en el suelo. Todo el piso estaba cubierto por estos cojines y por unas telas de color café claro, que simulaban las arenas del desierto. Horus al entrar, creo una especie de asiento con los cojines del suelo, para que Athena se sentara en ellos y luego él se sentó en esa especie de trono. Los caballeros se pusieron delante de ellos, en un semicírculo para que todos se pudieran ver, todos exceptuando a Dohko, quien se quedo en un rincón más apartado del resto. r esto. -Bien –comenzó a decir Hamal quien era el más sabio y mayor de todos los caballeros, y quien iba a presidir la improvisada reunión que allí se estaba efectuando-, los hechos 63
son los siguientes: Seth está reuniendo a todas sus fuerzas en el Templo de Edfú con el fin de atacar a Athena y Horus, para darles muerte y así quedarse con el control de Egipto y del mundo entero después… Debemos decidir como contrarrestar esto, que opciones tenemos y con qué fuerzas contamos… ¿Horus, usted tiene algún tipo de guerreros que le sirvan? ¿Así como nosotros lo hacemos con Athena? -No, lamentablemente antes de que Seth me capturara, elimino a todos mis guerreros – dijo Horus con tristeza-. Ahora de toda mi orden, solamente quedo yo… -Bien, entonces nosotros nos encargaremos de hacerle frente a las fuerzas de Horus… – respondió Hamal con resignación. -Eso va a ser complicado –le dijo Horus mirándolo a la cara-. Los guerreros de Seth no tienen mucha fuerza, pero lamentablemente son muy numerosos… Aunque puedan hacerle frente a unos cuantos, el resto se les lanzará encima y estarán est arán en grave peligro… -Pero mañana a primera hora llegaran refuerzos del Santuario –dijo de repente Spica de Virgo, quien había estado escuchando atentamente la conversación-. El Patriarca, además de nosotros, envió a un grupo de Caballeros de Bronce, que llegaran mañana si todo sale como lo planeamos en el Santuario. -¿Y no sabes cuantos de esos Caballeros de Bronce llegaran? –le preguntó Horus a Spica. -No lo se… El Patriarca solo nos dijo que los iba a mandar para ayudarnos… Pero no menciono a cuantos. -Si se trata de Caballeros de Bronce –comenzó a decir Hamal-, entonces enviara a unos pocos solamente… La mayoría de ellos se encuentran repartidos alrededor del mundo cumpliendo misiones pequeñas, especiales para caballeros de rangos bajos, como el suyo. -Disculpe señor Horus… -dijo de pronto un hombre de estatura media con sumo respeto, quien se asomaba por la entrada de la tienda-. No he podido evitar escuchar su conversación y me he enterado de todo… Solo quería hablarle en nombre de todo nuestro pueblo. Aunque sus guerreros se hayan muerto, nosotros aún lo seguiremos… ¡Pelearemos por usted hasta la muerte! –dijo finalmente con orgullo. -No puedo permitir que ustedes luchen por mí –le respondió Horus con expresión de preocupación-. Seria un suicidio si ustedes se enfrentan a los hombres de Seth… -No importa –le respondió el hombre-. Nosotros también vivimos en Egipto, y no podemos permitir que Seth y sus hombres, nos arrebaten nuestras tierras y todo lo que hemos construido con tanto esfuerzo… Si podemos hacer algo, lo haremos no importando las consecuencias… -Esta bien –dijo Horus con una sonrisa y con emoción en sus ojos-. Entonces contamos con ustedes… Ve y cuéntales a los demás, para que estén preparados para cualquier cosa. -Sí señor –le dijo el hombre con una leve reverencia para marcharse y dejar a los caballeros juntos con los dioses a solas nuevamente. -Bien…-comenzó a decir Régulus-. Creo que ya tenemos más apoyo en la lucha… Ahora debemos pensar en un plan de batalla para enfrentar a las fuerzas de Seth… 64
-Así es –dijo Hamal asintiendo con la cabeza-. Para ello creo que el Patriarca envió a Mélik… Como buen estratega militar, el sabrá que hacer. Mélik por favor… -le dijo finalmente a Mélik de Acuario, dándole a entender que tomara el mando en aquella conversación. -Gracias Hamal –le respondió Mélik dando un paso adelante-. Bien, dadas las circunstancias y los hechos que he logrado escuchar aquí, no queda más remedio que reunir todas nuestras fuerzas y marchar hacia el Templo de Edfú para enfrentar frente a frente a Seth, ya que cualquier ataque sorpresa queda descartado, dado el estado de alerta en que se debe encontrar Seth en estos momentos… Pero aún así, seria prudente tener un plan alternativo, en caso de que este pudiera fallar… ¿Seth o el Templo tienen alguna debilidad? ¿Algo con que podamos atacarlo, aparte de ir a enfrentarlo de frente? –preguntó a los demás. -El Templo no tiene ninguna debilidad –comenzó a decir Horus-. Como algunos de los que estamos aquí ya sabemos, esta rodeado r odeado por una gran pared de piedra muy resistente, que evita que podamos entrar por cualquier lado que no sea la entrada principal… No se como podríamos atacarlo sin ir de frente… -A no ser que no tratemos atacarlo por otro lado, sino que tratemos de ganar la ventaja… -dijo Helios de pronto como si se le hubiera ocurrido una idea-. Seth capturó el alma de Horus y la encerró en una especie de Cofre Dorado que lo mantiene en el Salón del Trono del Templo… -Es verdad –dijo Dohko de pronto adelantándose un poco-. Cuando nos llevaron ante él, junto con Athena, pude ver aquel cofre que tenía un sello, en el cual había representado un halcón. Este cofre se encontraba sobre un pedestal, detrás del trono en donde donde se sentaba Seth. -Exacto –le respondió Helios con una sonrisa-. Si logramos entrar al Templo y capturar aquel cofre, podríamos liberar el alma encerrada de Horus y así ganar la ventaja que nos traería su poder divino. -Pero como podrían entrar al Templo, sin que Seth se interponga en su camino ni evite que recuperen aquel cofre –pregunto Athena que había permanecido en silencio escuchando todo el tiempo. -Creo que ahí entraría el Plan de Mélik –respondió Eros de Piscis con una leve sonrisa-. Crearemos una distracción, para vaciar el Templo y así todos los guerreros, e incluso Seth, salgan de este hacia la batalla… -Así es Eros –le respondió Mélik-. Podríamos usar eso como distracción. El enfrentar a Seth cara a cara, haría que él enfocara toda su ira, y la de sus hombres, hacia nosotros. Esto facilitaría la entrada al Templo para recuperar aquel cofre y liberar el alma de Horus. -Me parece una muy buena idea –comentó Hamal-. Todos están de acuerdo con esto, ¿verdad? –preguntó, a lo que todos asintieron conformes. -Muy bien –respondió Mélik mirando a todos-. El plan será el siguiente… Los que estamos aquí nos dividiremos en dos grupos, al primero lo llamaremos el “Grupo Distractor”, este será el que se encontrará frente al Templo junto con el ejercito compuesto por los seguidores de Horus; el segundo grupo será el “Grupo de 65
Infiltración”, este entrará al interior del Templo y se dirigirá hacia el salón del Trono, para recuperará el cofre de Horus. En el Grupo Distractor estarán Horus y Athena, ya que ellos serán los que motiven a Seth y a sus hombres a salir del Templo para atacarlos. Ellos pensarán que ambos dioses van a desafiarlos directamente y no dudarán en hacerles frente. Ahora hay que decidir quien defenderá a Athena y a Horus en el frente de batalla… -Yo estaré con Athena –dijo Helios de inmediato-. Le prometí a ella y a su hermana defenderla de cualquier peligro… -No Helios –le dijo Hamal seriamente-. Tú eres el que mejor conoce el Templo de Edfú aparte de Horus, así que seria seri a prudente que te encontraras en el Grupo de Infiltración… -Es verdad –le respondió Eros-. Déjame a mí acompañar a Athena, yo la protegeré por ti… -Yo también protegeré a Athena –dijo Spica. -Entonces nuestro grupo también ayudará a Athena y Horus –dijo Hamal refiriéndose a Régulus y Kaus-. Nosotros ya nos hemos enfrentado enfrentado a estos guerreros de Seth y tenemos cierta experiencia… -Yo también quiero estar en aquel grupo… –dijo Dohko quien estaba pasando desapercibido. -No Dohko –le dijo Hamal-. Prometimos al Patriarca protegerte, además esta batalla es muy grande para alguien como tú, que aún no es un caballero… Incluso a los Caballeros de Bronce les va a resultar difícil esta tarea… -Dejen que valla conmigo –le dijo Helios al resto-. El también ha estado en el interior del Templo y conoce sus pasillos. Podría ser de gran ayuda, ya que se ve que es una persona con bastante espíritu… -Esta bien… -le respondió Hamal dudoso después de pensarlo un instante-. Pero debes prometer que cuidarás bien de él… -No se preocupe Hamal, lo haré… -le respondió Helios con una sonrisa, mientras Dohko lo miraba dándole las gracias con los ojos. -Bien, yo también ayudaré a Helios y estaré en el Grupo de Infiltración –dijo Pleios de pronto-. No conozco el interior del Templo, pero puedo apoyarlo en la retaguardia y así protegerlos. -Y yo estaré junto a Athena y Horus en el Grupo Distractor –dijo Mélik finalmente.Queda decidido entonces. En el Grupo Distractor estaremos Athena, Horus, Hamal, Régulus, Kaus, Eros, Spica y Yo, más los caballeros de bronce y los seguidores de Horus. Nosotros marcharemos hasta el Templo, y haremos que Seth y sus hombres salgan del Templo para entrar en batalla, mientas esto ocurre, el Grupo de Infiltración, es decir, Helios, Pleios y Dohko, entraran a escondidas por la puerta del Templo y aprovechando la distracción, se infiltraran hasta el Salón del Trono, en donde recuperarán el cofre de Horus y liberaran su alma. ¿Queda todo claro? -Entendido –dijeron todos al mismo tiempo, mientras los dioses asentían con la cabeza. Luego de esto, todos salieron de la tienda y se dirigieron a prepararse para la batalla. 66
Horus, seguido por Mélik y Athena, se puso en frente de sus seguidores, que estaban reunidos esperando impacientemente el resultado de aquella reunión, después de que habían sido avisados por aquel hombre que entro a la tienda a hablar con Horus. -¡Pueblo mío! –comenzó a decirle Horus a sus hombres-. La hora decisiva se acerca y pronto tendremos que enfrentarnos a Seth. No estoy obligando a nadie a luchar contra el enemigo y cualquiera es libre de no ir a la batalla… Pero a los que van, quiero darles todo mi apoyo y quiero decirles que ¡recuperaremos Egipto y acabaremos con la opresión de Seth de una vez por todas! –al decir esto levanto sus brazos y todo su pueblo hizo lo mismo, ya que nadie se retiro ni dudo, ni siquiera por un instante-. Athena y sus caballeros han decidido ayudarnos a combatir a las fuerzas enemigas y Mélik, Caballero Dorado de Acuario, será nuestro comandante y dirigirá el ataque en el campo de batalla. -¡Pueblo de Egipto! –exclamó Mélik adelantándose-. Hemos realizado un plan, con el cual tenemos la oportunidad de derrotar a Seth, pero debo pedirles que aguanten todo lo posible el embiste de las fuerzas de Seth. No cedan ante nada y manténganse firmes. ¡Háganlo por Horus, Egipto y su pueblo! -¡Si! –gritaron todas las personas en el lugar, llenos de euforia y emoción. e moción. -Prepárense entonces, ya que partiremos al amanecer hacia el Templo de Edfú –y al decir esto Mélik y los dioses dieron di eron media vuelta y se retiraron. Athena se separo entonces de Horus y Mélik al ver a su hermana Savitri, que se encontraba sola mirando todo esto cerca de allí. Al verla venir, Savitri le desvió la mirada por un instante, pero luego la volvió a mirar con una lágrima en su rostro. -Veo que partirás a una batalla mañana, Sati… -le dijo Savitri trabajosamente. -Así es hermana –le respondió Athena-. Debo ir… Es mi responsabilidad como diosa… -Tienes razón… Ahora que eres una diosa, debes hacer lo necesario para cumplir bien tu rol… Solamente déjame decirte que tengas cuidado… -No te preocupes –le respondió Athena con una pequeña sonrisa-, tengo a mis caballeros para que me protejan… Además, Helios ha prometido protegerme pase lo que pase, aunque mañana no este a mi lado… -Es mejor que te valgas por ti misma, Helios no podrá estar a tu lado cuidándote siempre –le respondió Savitri con una expresión seria. -Tienes razón… Tendré cuidado hermana –le respondió-. Tú cuídate también y aléjate del Templo lo más que puedas… -Eso haré –le respondió Savitri con una pequeña sonrisa en el rostro mientras la miraba a los ojos-. Me alejare lo más que pueda, ten seguridad de aquello… -Bueno, ahora debo ir a dormir Savitri –le dijo Athena mientras le daba un beso a Savitri en la mejilla-. Te esperaré en la tienda, si es que decides ir luego, cuídate… -y al decir esto se retiró de allí, para entrar a una de las tiendas y así descansar hasta el otro día, mientras Savitri quedaba sola, mirando como se marchaba. En ese instante llego a su lado Helios, quien le l e toco el hombro acariciándolo suavemente. 67
-¿Qué ocurre Savitri? –le preguntó Helios preocupado al ver la cara de angustia que tenía Savitri en el rostro. -No es nada… -le respondió ella desviando la mirada-. Es solo que… Todo esta pasando muy rápido ante mis ojos… Hace poco estábamos celebrando y ya deben ir a combatir… No me gusta quedar al margen de todo esto… -Tranquila… -le respondió tomando su mentón para girar hacia él su mirada-. No podemos evitar que esto ocurra, pero podemos hacer lo mejor que podamos para enfrentar la situación y salir victoriosos… Es por eso que debemos combatir ahora, para liberar a Egipto de esta opresión… -Lo se… Yo también trataré de hacer lo mejor que pueda para enfrentar todo esto –le dijo sonriéndole-. Gracias por estar a mi lado Helios… -Siempre lo estaré, pase lo que pase, estaré a tu lado acompañándote y protegiéndote en todo momento… -y al decirle esto, ambos se abrazaron para luego darse un profundo beso, el último antes de dirigirse a la batalla. En otro lugar del campamento, mientras los Caballeros Dorados y casi todos se iban a dormir, Dohko se encontraba de pie afuera de su tienda, pensativo, mientras miraba el cielo estrellado. -Esta será mi primera batalla real, Maestro –pensaba Dohko-. No lo defraudaré ni permitiré que me capturen nuevamente… Enfrentaré cara a cara al enemigo sin temor, como usted me enseño… Recuperaré aquel Cofre Dorado, cueste lo que cueste… pensaba ansioso y a la vez nervioso por los acontecimientos que ocurrirían al salir el sol.
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CAPÍTULO XI La marcha hacia el Templo
Antes de que los primero rayos de sol asomaran en el horizonte, todas las personas en el campamento estaban durmiendo en sus tiendas. El silencio era tal en el campamento, que podría haberse escuchado el sonido de una gota de agua cayendo en la arena del desierto. Este silencio, que había durado toda la noche desde que los caballeros se habían ido a acostar, no duró para siempre, ya que cerca de la tienda en la cual Régulus estaba durmiendo, se escucho un ruido extraño que lo despertó. Se trataba de unos pasos sigilosos que arrastraban levemente la arena de un costado de su tienda. De inmediato, Régulus se levantó y después de comprobar que su compañero, Spica, aún dormía, asomo su cabeza lentamente hacia fuera. Miro hacia los lados y pudo ver la sombra de una figura que ahora se había escondido detrás de la tienda vecina, en la cual dormían Kaus y Hamal, por lo que salió de inmediato de su tienda y siguió a la figura con sigilo para ver de quien se trataba. Esta figura, por lo que pudo distinguir Régulus en la oscuridad, era de una persona de estatura mediana y que tenía el pelo corto. Estaba vestido, con lo que le pareció, era una especie de armadura no muy grande que le cubría solamente algunas partes del cuerpo. Siguió a esta figura por unos cuantos minutos, mientras esta se deslizaba de tienda en tienda, husmeando a su interior cada vez que llegaba a las entradas de estas. Una vez que la luz del amanecer comenzaba a asomar en el horizonte, la figura se detuvo frente a una de las tiendas, quedándose quieto por un momento. Luego miró hacia su interior un instante y después entro con bastante rapidez. Régulus al ver esto, se apresuró y entro a la tienda, siguiendo a la figura. Para su sorpresa, descubrió que aquel sujeto portaba las armaduras de los guerreros de Seth y que en su mano tenia un cuchillo, que estaba apunto de enterrarlo en el pecho de una mujer que dormía apaciblemente en el interior de una cama improvisada. Régulus de inmediato dio un salto y tomó la mano del guerrero en la que tenía el cuchillo, impidiendo que pudiera cumplir su objetivo. Ambos entonces comenzaron a forcejear, el guerrero por quitarse la mano de Régulus que apresaba su brazo, y Régulus por quitarle el cuchillo de la mano del guerrero. Luego de unos instantes de forcejeo y de que la mujer se despertara, asustándose al ver aquella situación, Régulus le dio un fuerte golpe en el estómago al guerrero, lo cual hizo que este soltara su cuchillo y quedara en las manos del caballero de Leo, aprovechando para enterrárselo en el pecho repetidas veces, guiado por la adrenalina que fluía por sus venas en ese momento. -¿Régulus? Él ya esta muerto… –le dijo una voz familiar para Régulus, mientras este continuaba dándole estocadas al guerrero que yacía en el suelo. 69
-¿Eros? –preguntó extrañado y sorprendido a la vez al ver al caballero de Piscis asomándose de debajo de las tapas que cubrían a la mujer -. ¿Q… qué estas haciendo aquí? –le preguntó finalmente, a lo que Eros le respondió con una seña de su mano, indicándole que saliera de inmediato de la tienda. Régulus entonces se puso de pié rápidamente y salio fuera de la tienda, sorprendido aún y con una sonrisa picara en el rostro, mientras arrastraba consigo el cuerpo del guerrero. Luego de este incidente, un sonido de un cuerno resonó por todo el campamento, indicando que la hora de despertar había llegado y el momento de marchar hacia el Templo se acercaba. Casi al instante, todos ya estaban de pie, dispuestos para partir de inmediato. Mientras los hombres comenzaban a reunirse y las mujeres, ancianos y niños se hacían a un lado para verlos partir y quedarse en el campamento, los caballeros se reunieron una ultima vez para afinar detalles y hablar sobre el hecho que había ocurrido antes de despertar. -Aquel hombre estaba tratando de atacar a Athena… Debió ser un asesino de Seth –dijo preocupado Hamal. -Es lo más probable –le respondió Régulus, mientras miraba Eros de reojo -. Estaba bien entrenado y sabía lo que hacia, ya que me fue muy difícil arrebatarle el cuchillo de sus manos… De todos modos fue una suerte de que el asesino se halla equivocado de tienda… -Así es –respondió Kaus-. Pero si se hubiera tratado de Athena, Eros hubiera estado allí para defenderla –dijo en un tono sarcástico, mientras miraba a Eros. A lo cual este último se limito a sonreír levemente. -De todos modos, Seth ya debe saber donde nos encontramos si mando a alguien a asesinar a Athena –dijo Spica seriamente-. Debemos ponernos en marcha antes de que las personas de este pueblo sufran las consecuencias… -Muy bien –dijo Mélik a los demás-. Entonces ha llegado la hora de partir… Nosotros, el Grupo Distractor, Distractor, iremos a la cabeza de nuestro ejército y marcharemos marcharemos en línea recta hacia la entrada del Templo, mientras el Grupo de Infiltración, irá hacia el oeste unos kilómetros y de allí doblarán al norte, para que así lleguen al Templo por el lado derecho y no sean detectados fácilmente por los hombres de Seth, que ya estarán con todos sus ojos enfocados en nosotros… -De acuerdo –le respondió Pleios-. Partiremos de inmediato entonces… Helios, Dohko, en marcha… -les dijo y dio media vuelta seguido por sus compañeros, para ir en dirección al oeste. Mientras pasaban por enfrente del pueblo, Helios se volteó unos momentos para buscar a Savitri con la mirada. Luego de unos momentos, la encontró al frente de un grupo de mujeres, con la cara llena de tristeza y lágrimas en sus ojos. Se quedaron mirando por unos instantes, como transmitiéndose pensamientos mutuamente, mutuamente, para que luego Helios se volteara y siguiera a sus compañeros, dejando a Savitri solitaria en el campamento. 70
Siguiendo a Pleios y sus compañeros, los demás caballeros y los dioses se pusieron en frente del ejército para dar la señal de ponerse en marcha. Horus, levantando un báculo de metal dorado que llevaba en la mano y que poseía una especie de bola de cristal roja en la punta, dio la señal para ponerse en marcha. Los hombres al instante dieron un grito de batalla en su idioma natal y comenzaron a caminar hacia el Templo. Todo el ejército iba vestido con solamente unas telas que les cubrían desde la cintura hasta un poco más arriba de las rodillas, y en el pecho, llevaban una especie de protección de cuero de camello. Como armas solamente llevaban garrotes, arcos, flechas y unas cuantas lanzas que eran portadas por los hombres que iban al frente. Además, aparte de estas armas, todos estaban provistos por unos pequeños escudos de bronce que los llevaban en la espalda. Los caballeros que iban delante de todo el ejército, iban vestidos solamente con sus armaduras y no poseían ningún arma o protección, al igual que Athena, que solamente llevaba su Báculo. Por su parte Horus, llevaba aquel Báculo Dorado y una espada larga, dorada también, que en su empuñadura tenía la forma de un halcón. Pronto se alejaron del campamento, en el cual solo quedaron las mujeres, niños y los ancianos. Debían recorrer unos cuantos kilómetros a pie y la marcha era lenta, debido a que iban con todo el ejército y no podían llegar exhaustos al campo de batalla. Por suerte, a aquella hora de la mañana, el sol aún no salía por completo y se podía sentir todavía el frió nocturno que todavía no terminaba de retirarse. -Hamal –le comenzó a decir Eros al caballero de Aries, quien caminaba a su lado-. ¿Qué crees que ocurrirá en la batalla? ¿Tenemos posibilidades de ganar? Te pregunto ya que por lo que me contaron, ustedes ya se han enfrentado a estos guerreros de Seth con anterioridad… -Nosotros derrotamos fácilmente a esos guerreros en el desierto –le respondió al caballero de Piscis-, pero eran unos pocos, y por lo que comentaron los guardias que enfrentamos en el Templo, ellos eran los más débiles… Régulus y Kaus se enfrentaron a dos solamente y tuvieron problemas para vencerlos, así que si nos enfrentáramos a una cantidad mayor, no creo que podamos aguantar mucho… Será mejor que cuiden a Athena a toda costa y no se separen de ella por nada, ya que su objetivo final, será atacarla. -No te preocupes Hamal, así lo haré. Acabaré con cualquier enemigo que me haga frente, además, Spica me acompañará por si la situación empeora… -Sí, también cuenta conmigo para cuidar de Athena, Hamal –dijo Spica de repente quien, al lado de Eros, había estado escuchando la conversación que tenían-. La protegeré pase lo que pase… -Gracias caballeros –les dijo Hamal con una sonrisa-. Debemos aguantar a toda costa hasta que el otro grupo libere el alma de Horus…. Mientras aquello ocurría, Régulus, Kaus y Mélik conversaban sobre como proceder al momento de comenzar la batalla. 71
-¿Donde nos ubicaremos cuando ya estemos frente al Templo? –le preguntaba Régulus a Mélik. -Bueno, como Spica y Eros van a estar protegiendo a Athena -le respondió Mélik-, ellos permanecerán junto con ella en la retaguardia del ejército, así cualquier hombre de Seth que desee atacarla, deberá pasar por todos nosotros primero. Régulus, tú dirigirás el flanco derecho, Kaus, tú el izquierdo, mientras que Hamal estará defendiendo el centro. Yo por mi parte, permaneceré junto a Horus en la retaguardia también, para dirigir desde allí los movimientos de nuestro ejército, además así podré proteger a Horus por si ocurre algún contratiempo. -Entiendo –le dijo Kaus-, nosotros debemos impedir que pasen los guerreros de Seth, para que así hayan la menor cantidad de bajas posibles en los habitantes de Egipto… Es un buen plan, aunque muy arriesgado… Nuestra victoria depende únicamente de que el grupo de Pleios logre su objetivo… -Es por eso que debemos darle todo el tiempo posible a ellos, para que así liberen el alma prisionera de Horus… -Espero que no tengamos que esperar tanto… -dijo finalmente Kaus con un pequeño suspiro. -Kaus –le dijo Mélik al caballero de Sagitario de pronto-. Quiero que te adelantes y vallas hacia el Templo, para ver que sucede allí y así llegar preparados. No te dejes ver, ya que solamente vas de explorador. -Como digas Mélik, iré enseguida –le respondió serio, y elevando un poco su cosmos, partió rápidamente hacia el Templo Egipcio, dejando al ejército atrás, caminando en su lenta marcha. Casi al instante, Kaus llego hasta solamente un kilómetro de distancia del Templo de Edfú. Allí, y para su completa sorpresa, pudo ver al ejército de Seth que se estaba reuniendo en la entrada del lugar. Eran alrededor de unos mil solados quienes estaban formándose frente al Templo, y delante de ellos se encontraba Seth en persona inspeccionado sus tropas. Kaus de inmediato sintió una sensación de desesperación, ya que los aproximadamente doscientos esclavos no podían compararse con la enorme cantidad de guerreros de Seth que veía. Casi sin pensarlo, regresó para informar a sus compañeros de este descubrimiento. -¡Kaus! –dijo de pronto Mélik al ver regresar al caballero de Sagitario-. ¿Qué has descubierto? -Seth esta formando su ejército frente a la entrada del Templo –le respondió agitado-. Nos superan en número considerablemente, son alrededor de mil guerreros por lo que pude ver… -¿Mil guerreros? –exclamó Mélik sorprendido e incrédulo-. ¿Estás seguro? -Muy seguro… -le respondió ahogado Kaus. 72
-¿Qué es lo que pasa? –preguntó Athena, quien se había dado vuelta junto con Horus para ver que era lo que comentaban sus caballeros. -Kaus ha ido a investigar al enemigo y nos superan el número considerablemente… -le dijo Mélik preocupado, mientras Athena lo miraba atónita. -¿Cómo Seth ha podido reunir un ejército tan rápido? –se preguntó pr eguntó Horus consternado. -No se me ocurre ninguna manera –le respondió Kaus mirándolo-. Lo que si se es que estamos en graves problemas… -No creo que podamos ganar esta batalla por la fuerza –dijo Régulus resignado-. Somos muy pocos, ni siquiera nosotros podremos detener por mucho tiempo a los guerreros de Seth… -Recuerda que somos Caballeros Dorados –le dijo Eros a Régulus, quien aún mantenía en alto su orgullo como caballero-. Podremos ganarles de cualquier forma, somos más fuertes que ellos. -Pero esta gente no –le respondió Régulus seriamente, refiriéndose a los seguidores de Horus, quienes se habían detenido al ver que los caballeros y los dioses se habían puesto a hablar en un círculo al momento en que llego Kaus-. Ellos no soportarán el embiste de los guerreros de Seth y acabarán acabar án muriéndose… -Es por eso que los tenemos que defender –le respondió Kaus con una cara de preocupación-. Para eso estaremos al frente de ellos… -¡Pero de todas maneras morirán! –le grito Régulus a Kaus perdiendo la paciencia-. Míralos, ellos están con armas anticuadas, palos, arcos y lanzas… ¿Qué pueden hacer estas armas contra los poderes de los guerreros de Seth? ¡Nada! Además todos ellos son esclavos, estuvieron desnutridos por mucho tiempo, se les nota en el cuerpo… No tienen la fuerza suficiente para luchar, ni siquiera son guerreros… -Esa es una ofensa a mi pueblo –le dijo Horus mirándolo seriamente-. Ellos piensan sacrificarse para liberar a Egipto, eso lo agradezco de sobremanera. No puedes insultar el coraje de mis hombres así… Ellos conocen el peligro, pero accedieron a ayudarme de todas maneras… -Pero… -comenzó a decir Régulus, pero luego calló, ya que comprendió que era mejor cerrar la boca por unos momentos. -Tranquilos –comenzó a decir Hamal tratando de mejorar la situación-. No podemos dejar que este problema nos abrume… Ahora debemos mantenernos unidos más que nunca. Solo así tendremos una oportunidad… Ahora además, debemos mantenernos firmes para proteger a Athena… -Hamal tiene razón –agrego Spica quien se había mantenido al margen de aquella situación-. No podemos dejar que la desesperación se apodere de d e nuestras mentes… Eso es nuestro peor enemigo en este momento, ya que debemos estar fuertes, para dar la fuerza necesaria que estas personas necesitan para mantenerse firmes. Ahora, solamente nuestro espíritu y nuestras ganas de ganar, nos podrán ayudar a enfrentar a los guerreros de Seth. -Bien dicho Spica –le respondió Hamal con una sonrisa -. Ahora debemos continuar y enfrentar a nuestros enemigos con coraje y valentía –dijo finalmente Hamal, a lo que 73
todos asintieron, aunque el ambiente tenso entre los caballeros y los dioses aún continuaba en circulando el aire. Lejos de allí y cerca del río Nilo, Pleios, Helios y Dohko, corrían rápidamente para llegar al punto en el cual debían doblar hacia el Este y así llegar por un costado al Templo de Edfú. Gracias al frió matutino, lograban ir más deprisa y ya habían recorrido la mayor parte del camino. -Y dime Helios –comenzó a decirle Pleios a Helios mientras corrían-. ¿Cómo te recibieron los demás caballeros al enterarse que portabas la armadura de Capricornio? -No muy bien… -le respondió Helios con una leve sonrisa-. De hecho me ignoraron al principio, pero luego, cuando Athena me acepto, creo que se conformaron… -No te preocupes… -le respondió Pleios sonriente-. Ellos siempre hacen eso con los nuevos... Recuerdo que cuando llegue hace poco tiempo al Santuario, me paso algo similar a ti, solo Sargas, el caballero de Escorpión, me acepto desde un principio. -No me preocupo, todo se dará a su tiempo, yo jure lealtad a Athena y eso es lo que cuenta supongo… -Supongo… –le respondió Pleios sinsabor que decir. -Pero creo que ya te aceptan Helios –le dijo Dohko quien había escuchado la conversación-. Ellos vieron lo que hiciste por mi y por Athena en el interior del d el Templo, sin mencionar que ayudaste incluso a escapar a los esclavos y a Horus… Sin duda eres una gran persona. -Eso lo hice porque ya no aguantaba más las atrocidades de Seth, además vi una fuerza de voluntad en ti que no había visto en nadie más, también por eso termine ayudándolos –le respondió Helios sin verlo. -Y te estaré agradecido siempre –le respondió finalmente, justo cuando Helios se detuvo, haciendo que él y Pleios se detuvieran también. -Aquí es –les dijo Helios mirando hacia el este-. Aquí es donde debemos virar hacia el este para llegar al Templo. -¿Estás seguro? –le preguntó Dohko. -Seguro, no en vano nací y crecí acá –le respondió en tono sarcástico. -Tienes razón –le respondió Dohko con una sonrisa de vergüenza-. Se me olvido que antes eras uno de ellos… -Bueno, basta de charla, ahora vámonos para llegar allí a tiempo –les dijo Pleios mientras comenzaron a correr nuevamente, esta vez hacia el este y dejando atrás el Nilo. Mientras tanto el ejército de Horus pasaba por donde había estado Kaus anteriormente. Caminaron un poco más y se detuvieron aproximadamente a quinientos metros de distancia del Templo de Edfú. Al llegar allí, Mélik dio la señal para que se detuvieran y todos pudieron comprobar por sus propios ojos que las palabras de Kaus eran ciertas. El 74
ejército de Seth estaba frente a ellos y era mucho más grande que el de ellos. Los seguidores de Horus al ver la enormidad del ejército de Seth, comprendieron porque habían estado discutiendo los Caballeros Dorados hace un rato y sintieron que un miedo los invadía, debido a que la cantidad del ejército enemigo era muy considerable, comprendiendo de inmediato que esta batalla no la podrían ganar. Poco a poco comenzaron a murmurar entre ellos y algunos comenzaron a dar pasos hacia atrás, para alejarse lo más que pudieran de las primeras filas. Horus y los caballeros se percataron de esto y la poca confianza que estos habían adquirido, se comenzó a desmoronar una vez más. Justo en ese instante inst ante Horus se puso frente a sus hombres y comenzó a hablar. -¡Pueblo de Egipto! –exclamó para que todos le pusieran atención-. Esta es la hora en la cual nuestros destinos, de aquí en adelante, serán decididos. Hemos comprobado que el enemigo es más numeroso y que hay pocas posibilidades de ganar, pero aún así debemos enfrentarlos. Comprendo que tengan miedo y que su confianza en ganar se haya ido, pero les digo, que si no los enfrentamos ahora y vivimos para ver reinar a Seth sobre nosotros, desearíamos volver a este mismo momento y poder hacer algo, cualquier cosa, para cambiar aquel funesto futuro. Es por eso que a pesar del miedo, la desesperanza o cualquier otro motivo que les haga dudar de enfrentar a Seth en este día, les pido que luchen junto a mí, a Athena y sus caballeros, y así liberemos a Egipto de esta opresión. ¡Que este día sea recordado en la historia como el día en que que nos liberamos de la esclavitud de Seth! ¡Luchemos juntos, por Egipto! –grito finalmente levantando sus brazos para dar más énfasis a sus palabras. Al escuchar este discurso, el pueblo completo de Egipto se levanto en un grito al unísono, que resonó por todo el lugar y llego hasta los oídos del mismo Seth, quien ahora miraba con rabia el ejército de Horus. -Excelente discurso –le dijo Hamal a Horus mientras se acercaba a él-. Le ha dado a su pueblo y a nosotros nuevas esperanzas. -Era necesario hacerlo –le respondió Horus dándose vuelta para verlo-. O si no, hubiéramos perdido la batalla, antes de siquiera, tocar a un guerrero de Seth. -Caballeros –dijo de pronto Athena dirigiéndose a ellos-. Como dijo Horus, ha llegado la hora. Espero que puedan proteger a toda esta gente y ayudarlos a ganar esta batalla. -No se preocupe –le respondió Mélik seriamente-. Ganaremos esta batalla, cueste lo que cueste, ya que no solo estamos peleando por Egipto, sino que por el mundo entero también. Ahora seria prudente que nos dirigiéramos hacia la parte de atrás del ejército junto con Horus, Eros y Spica. La batalla esta por comenzar. Hamal, Régulus y Kaus, tomen sus posiciones y esperen mi señal para atacar –y diciendo esto se retiró hacia la retaguardia del ejército junto con Athena, Horus, Eros y Spica, mientras los demás caballeros asentían con la cabeza. -Kaus… -le comenzó a decir Régulus a su compañero cuando Mélik se fue-. Discúlpame por lo de hace un rato… No debí desesperar… -No tengo por que disculparte amigo –le respondió con una sonrisa mientras le ponía la mano en uno de sus hombros en señal de apoyo-. Yo también estaba un poco tenso con todo este asunto… No tienes por que preocuparte. 75
-Gracias amigo –le respondió Régulus devolviéndole la sonrisa-. Ahora es tiempo de acabar con unos cuantos soldados egipcios, así que vete a tu puesto de batalla y suerte – le dijo mientras se marchaba hacia su posición en el flanco derecho del ejercito, mientras Kaus hacia lo mismo, pero hacia el Flanco izquierdo. Hamal por su parte miro con agrado, como los dos caballeros hacían las pases, mientras permanecía en el medio y se ponía frente del ejército ocupando su posición de batalla. Frente a ellos, Seth y su ejército ya estaban listos para comenzar el ataque. Él se encontraba detrás de todos los guerreros, montado en una especie de carro de batalla, que era tirado por dos caballos de color café oscuro. Una vez que vio todo dispuesto en su ejército para la batalla, con un grito, dio la señal de ataque y la mitad de sus guerreros comenzaron a correr en dirección al ejército de Horus, mientras el cielo que hasta ahora había permanecido de un color azul oscuro, se tornaba rojo como la sangre.
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CAPÍTULO XII La Batalla
Los caballeros y el ejército de Horus vieron entonces como el enemigo corría hacia ellos rápidamente para atacarlos. Ahora, aunque incluso los que corrían hacia ellos eran la mitad de los guerreros y aún así los superaban en número, ya nadie temió debido a las palabras que Horus les había dirigido hace un rato. Estas les habían infundido una fuerza que nadie más podría darles, incluso los caballeros se sentían motivados con aquel discurso. Mélik quien ahora se encontraba en la retaguardia, vio aquella acción de los guerreros de Seth y de inmediato decidió actuar. -¡Arqueros! –grito para que todos pudieran escucharle-. ¡Lancen sus flechas y derriben al enemigo! –al dar esta orden, todos los arqueros, exceptuando a Kaus, lanzaron sus flechas en dirección a los guerreros que venían corriendo. La mayoría dio en el blanco, pero las armaduras que llevaban estos guerreros, los protegieron de casi todas las flechas-. ¡Apunten otra vez! –grito nuevamente al ver que los enemigos seguían corriendo-. ¡Disparen! –una vez más las flechas recorrieron el aire y dieron otra vez en los guerreros de Seth, pero esta vez cayeron algunos al suelo, debido a que su armadura no podría repeler tantas flechas. Pero aún así, la cantidad que corría hacia el ejército de Horus era enorme y Mélik desistió de aquella estrategia, para pasar a otra más agresiva. ¡Guarden sus arcos y saquen sus garrotes! ¡Lanceros! ¡Lanzas al frente, detrás de los caballeros! –grito dando la orden a todo el ejército para que se preparara para el embiste de las fuerzas de Seth, que ya ahora estaban muy cerca de ellos. Detrás y cerca del Templo, Seth miraba como sus guerreros avanzaban y gustoso comenzó a sonreír, saboreando el gusto de la victoria que veía venir a pasos agigantados. En aquel momento, sus hombres llegaron donde estaban los caballeros y su ejército, quienes ahora estaban listos y en posición de batalla esperándolos. El primer choque fue devastador, los caballeros que se encontraban al frente dieron uno de sus mejores golpes para derribar y detener a los guerreros, funcionando con unos pocos, pero la fuerza que les daba el número era mayor y los tres caballeros salieron lanzados hacia atrás, repelidos por la fuerza de su propio ataque sumada a la de los guerreros, dejando a los hombres de Horus indefensos. Las lanzas que estaban al frente se rompieron en astillas, eliminando a unos pocos guerreros solamente, permitiéndoles a estos avanzar y comenzar a atacar fieramente a los hombres de Horus. Detrás de ellos, los caballeros que estaban juntos con los dioses y ellos mismos, miraban atónitos como el enemigo atacaba fieramente. -¡No puedo ver como mi pueblo muere y no hacer nada! –dijo de pronto Horus apretando sus puños-. Iré a ayudarles, es mejor que quedarme aquí de brazos cruzados – 77
al decir esto comenzó a correr hacia el campo de batalla decidido y con una gran determinación. -¡Espere! –le grito Mélik en vano al verlo correr-. Demonios… Eros, Spica, quédense con Athena aquí y pretéjanla a toda costa, yo iré a ayudar a Horus y a los demás. -¡Apresúrate! –le dijo Eros mientras Mélik se ponía a correr para seguir a Horus. Adelante, Régulus se ponía de pie luego del choque y veía el caos en el que estaba envuelto. Vio hacia los lados y todo estaba inundado por hombres de Seth, quienes estaban golpeando fuertemente a los seguidores de Horus, cuyas arcaicas armas no podían hacerle ni siquiera rasguños. Al ver esto, montó en cólera y elevando su cosmos, comenzó a atacar a cualquier guerrero que viera pasar frente a él. Sus ataques resultaban más efectivos que los de los hombres de Horus, ya que la fuerza de sus patadas y puños, derribaban fácilmente al enemigo, rompiéndoles al instante sus armaduras protectoras. Mientras levantaba su cabeza al medio de sus ataques, pudo ver que dos cosmos dorados más se estaban elevando a su lado, no muy lejos de él. Se trataban de Hamal y Kaus, quienes después de haberse recuperado al igual que él, comenzaban a repartir golpes a los guerreros que se cruzaban enfrente de ellos. Al ver a los caballeros luchar, los guerreros de Seth disminuyeron la intensidad de sus ataques, para ocupar parte de su fuerza en defenderse de los ataques que estos les propinaban, dándoles a los seguidores de Horus tiempo para que se reagruparan y formaran una mejor defensa contra el enemigo. En ese instante y casi de la nada, apareció Horus corriendo y derribando a los guerreros que se cruzaban por su camino con su báculo y su espada, seguido por Mélik quien hacia lo mismo para ayudarlo. Ellos llegaron de inmediato al frente de batalla para ayudar a Hamal, Kaus y Régulus a combatir a los hombres de Seth. Al ver esta acción desde su s u puesto, Seth hirvió en ira, ya que q ue Horus lo estaba desafiando y estaba peleando en persona contra sus hombres. Esto provocó que lanzara el resto de sus fuerzas, es decir, la otra mitad de todo su ejército al ataque, para aplastar a Horus y su ejército. Al momento en que sus hombres comenzaron a avanzar, él también lo hizo, y sus caballos comenzaron a tirar el carro en que él se encontraba, en dirección al campo de batalla. -¡Seth! ¡Seth viene a la batalla con todo su ejército! –grito Kaus alertando a los demás, quien había visto el momento preciso en el cual Seth había dado la orden de ataque. -¡Debemos reagruparnos! –gritó Horus de pronto mientras fijaba su mirada en Seth-. ¡Repliéguense hacia atrás, todos! –les dijo finalmente, a los que los caballeros y el resto del ejército, quienes hicieron caso de inmediato, dejando solo a Horus en medio de los guerreros que estaban luchando contra él, quienes ahora se cerraban a su alrededor para atacarlos todos al mismo tiempo. En ese instante, Horus levanto su báculo y fuertemente dio un grito-. ¡¡Viento Divino!! –exclamó para realizar su técnica que consistía en crear una gran tormenta de viento que bajaba de los cielos y envolvió a todos los guerreros de Seth que estaban a su alrededor, hiriéndolos gracias a la fuerza 78
del viento, para finalmente hacerlos caer lejos de allí, dejando una línea limpia de ataque entre su ejército y el de Seth. -¡Bien! ¡Formen una línea frente a mí! –gritó Mélik al ejército y sus compañeros mientras se ponía al frente-. ¡Formen una línea! ¡A mi orden correremos al encuentro del enemigo y lo atacaremos con todas nuestras fuerzas! –y al decir esto, levanto la mano para luego moverla hacia delante e inmediatamente después dio la señal-. ¡Ataquen! –grito fuertemente mientras comenzaba a correr, seguidos por sus compañeros y los hombres de Horus, en dirección al ejército de Seth que venia a su encuentro. Nuevamente el choque fue enorme, pero esta vez, el frente de ambos bandos salió despedido hacia atrás por la fuerza del impacto. Por suerte, los caballeros y Horus venían corriendo detrás de unos cuantos soldados, por lo que no se vieron afectados por aquel encuentro. Rápidamente comenzaron a luchar fervientemente, esta vez utilizando todas las fuerzas que poseían. Gracias a esto derribaron a bastantes guerreros de Seth, pero a pesar de ello, seguían y seguían apareciendo enemigos frente a ellos, como si Seth tuviera infinitos guerreros a su disposición. -¡Vamos, podemos derrotarlos! –dijo Kaus a sus compañeros para darles ánimo-. ¡Utilicemos nuestras técnicas especiales! -¡No! –le gritó Hamal-. No podemos, ya que dañaríamos también a los hombres de nuestro ejército. -Pero debemos hacerlo –le rebatió-. Si no lo hacemos, estaremos perdidos. -Hamal tiene razón –le dijo Mélik mientras golpeaba con su puño a un guerrero en la cara-. No podemos arriesgarnos a que nuestros números disminuyan tan rápidamente. – a lo que Kaus no respondió y siguió luchando junto a sus otros compañeros. No muy lejos de allí, Pleios, Helios y Dohko llegaban a un costado del Templo. Se deslizaron sigilosamente hasta la esquina izquierda de la muralla de la entrada, para ver como se encontraba la situación sin ser vistos. Al llegar allí, Pleios asomó la cabeza y descubrió que la batalla ya había comenzado, y que el número de hombres del ejército de Seth superaba con creces al de Horus. -La batalla va muy mal –les dijo Pleios a sus compañeros-. Seth los supera en número y al parecer va ganando poco a poco… -¡Entonces debemos ir a ayudarles! –le respondió Dohko con desesperación dando un paso adelante para correr hacia el campo de batalla. -¡No! –le dijo Helios sigilosamente tomándolo de un brazo-. Si queremos ayudarles, entonces debemos cumplir nuestra misión… Debemos entrar al Templo. -Helios tiene razón Dohko –le dijo Pleios mirándolo seriamente-. Y ahora es cuando, Seth ha enviado a todos sus hombres a la batalla y no hay nadie en la entrada… Podremos entrar sin ser vistos fácilmente. f ácilmente. -Perfecto –le respondió Helios-. Vamos de una vez –les dijo a los otros mientras se ponía delante. Dohko por su parte no estaba muy de acuerdo con hacer esto, ya que él 79
deseaba ir a ayudar a los demás y a Athena en el campo de batalla, pero luego se dio cuenta que los Caballeros Dorados con quienes estaba, tenían más experiencia y sabían lo que hacían. Helios entonces comenzó a caminar silenciosamente, pegado a la pared, seguido por Dohko y Pleios al final. Tal y como lo había dicho el caballero de Tauro, no había nadie en la entrada, por lo que deslizarse hacia allí fue fácil. Una vez en la entrada, miraron hacia el interior del Templo, por si algún guardia quedaba allí. Para suerte suya, la arrogancia e ira de Seth habían ayudado a los caballeros en esta ocasión, ya que al parecer, Seth había vaciado Egipto entero y todo el Templo, para enviar a sus hombres a combatir, por lo que ahora el Templo estaba desolado y silencioso, según les pareció a los caballeros. Miraron una última vez hacia atrás para ver como continuaba la batalla y al instante cruzaron la entrada corriendo, cruzaron entonces el Patio del Templo para dirigirse hacia la Primera Sala Hipóstila, que era la primera sección del Templo. En el campo de batalla, la situación no mejoraba para Horus y su ejército, ya que sus hombres caían como moscas ante los golpes y el poder de los guerreros egipcios. Pero aún así el fervor del pueblo egipcio no aminoraba, ni tampoco el de Horus, quien repartía golpes con su báculo y su espada a cualquier guerrero que osara hacerle frente, mientras avanzaba lentamente, tratando de crear una brecha entre los enemigos y su gente. Los caballeros también trataban de hacer lo mismo y ahora habían formado una especie de línea defensiva en la cual evitaban que más guerreros de Seth se aproximaran e intentaran atacar al pueblo, mientras los repelían con sus golpes. Esto funcionó por un rato, pero no por mucho tiempo, ya que una nueva oleada de guerreros atravesó esta barrera y se dirigió hacia el interior del ejército. Su objetivo no era atacar a los hombres de Horus, sino que era llegar más allá, a la retaguardia del ejército, donde se encontraba Athena. -¡Hamal! –le gritó Régulus-. ¡Se dirigen donde Athena! -¡No podemos dejar esta posición! –le respondió-. ¡Si no, estaremos perdidos! ¡Deja que Spica y Eros la defiendan, confía en ellos! Aunque las palabras de Hamal lo tranquilizaron un poco, Régulus no estaba seguro si Eros y Spica podrían repeler el ataque y defender a Athena. Régulus conocía a Spica desde hace un tiempo, viéndolo siempre pasivo y meditando. Nunca lo había visto luchar con nadie, solamente había visto sus entrenamientos en donde desarrollaba nuevas técnicas y buscaba nuevos métodos de encontrar la paz mediante el uso del cosmos. Por otra parte, Eros era un luchador innato y nunca había oído que haya perdido una batalla. Pero a este le gustaban las luchas limpias y que no dejaran ningún rastro de sangre, por ello siempre atacaba a sus enemigos con rosas, ya que q ue según decía, eran el ataque perfecto, debido a que no dejaba rastros y acababan con el enemigo rápidamente. Pero a Régulus no le parecía que unas rosas podrían servir de arma en un 80
ambiente tan agitado y peligroso como esta batalla, y era por ello que quería abandonar el puesto. Pero también respetaba la sabiduría de Hamal que nunca antes lo había defraudado, por lo que decidió finalmente quedarse allí y seguir combatiendo. Al ver a los guerreros aproximarse, Spica y Eros entraron en alerta y al instante se pusieron delante de Athena en posición de lucha. -¡Athena quédese detrás de nosotros! –le dijo Eros a Athena mientras comenzaba a elevar su cosmos. -Nosotros la protegeremos pase lo que pase –le dijo Spica imitando a su compañero. Athena obedeció y miró asustada como los guerreros se aproximaban hacia ellos a gran velocidad. Nunca antes había estado en una batalla, ni siquiera en una lucha frente a frente. Lo más cercano fue cuando se encontraba al interior del Templo y Dohko luchaba a su lado contra Bhal. Ahora recordaba aquello y cómo estos guerreros la habían capturado, a ella y su hermana, sin que pudieran hacer nada. Aunque ahora contaba con la ayuda de sus caballeros, su parte humana aún seguía siendo débil y era la que prevalecía en aquel momento, llenándola de temor e incertidumbre. Los guerreros, que eran alrededor de unos veinticinco, no demoraron mucho en llegar donde ellos, y cuando lo hicieron, los primeros dieron un gran salto y lanzaron una gran bola de energía de color blanco hacia los caballeros y Athena, pero Spica, reaccionando rápidamente, elevó su cosmos en una milésima de segundo, y con él, creó una especie de barrera de energía que desvió el rayo hacia el cielo. Al instante, Eros moviéndose rápidamente, lanzó un centenar de rosas color rojo, como si estas fueran unos dardos envenenados, hacia sus enemigos. Fue tanta la cantidad de rosas y la fuerza con las que la lanzó, que la mayoría de los guerreros quedaron ensartados con estas rosas, provocando que se adormecieran al instante y cayeran al suelo inconscientes para esperar una muerte segura. El resto de los guerreros que aún seguía en pie, al ver esto no se inmutaron y se lanzaron todos juntos al ataque, para golpear a los caballeros. Pero ahora fue Spica quien repelió el ataque, utilizando una de sus mejores técnicas, la Capitulación de los Demonios, que consistía en un gran rayo de energía que impactaba fuertemente a los enemigos que tenía al frente. Gracias a este ataque, el resto de los guerreros que habían intentado atacarlos, fueron derrotados. Pero poco les duró la satisfacción, ya que otra oleada de guerreros, esta vez más grande, de unos cincuenta aproximadamente, ocupo su lugar, lo que provocó que ambos caballeros se pusieran en posición de defensa, mientras pensaban que hacer. Los guerreros no los dejaron pensar mucho, ya que dos de ellos dieron un salto pasando por encima de Eros y Spica y cayeron detrás de Athena, mientras otros lanzaron un fuerte ataque contra los caballeros para impedir que defendieran a Athena. Spica trató de levantar nuevamente aquel campo de fuerza, pero los guerreros esta vez fueron más rápidos y lanzaron a los caballeros hacia atrás dejando a Athena descubierta. 81
-Ha llegado tu hora Athena –le dijo uno de los guerreros mientras él y sus compañeros levantaban las manos para darle el golpe final a la diosa-. ¡Ahora morirás! -¡Athena! –gritó de pronto Spica quien se encontraba en el suelo-. ¡Utilice su báculo! ¡Utilice a Nike! Al escuchar aquel nombre, el espíritu de Athena nuevamente emergió, y con él, apareció el mismo resplandor que había salido del Báculo al interior del Templo. Este resplandor ahora era más fuerte e hizo que los guerreros salieran despedidos hacia atrás, como si la luz emitida los golpeara fuertemente. Aprovechando esto, Eros se levantó y dando un salto en el aire, lanzó todas las rosas rojas que pudo a los guerreros que estaban ahora en el suelo, para darles muerte, mientras que Spica se puso rápidamente al lado de Athena para protegerla de cualquier otro guerrero que se aproximara. -Discúlpenos Athena –le dijo Eros mientras llegaba al suelo y se ponía a su lado-. No volveremos a dejarla desprotegida. -No se preocupen –les respondió Athena con una sonrisa-. Debo aprender a protegerme por mi misma… Y a protegerlos a ustedes también, es mi deber como diosa… -mientras decía esto, dio media vuelta y con una mirada más determinada, miró como se desarrollaba la batalla delante de ellos, en la cual sus caballeros peleaban fervientemente junto a Horus y sus hombres, en contra los guerreros de Seth.
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CAPÍTULO XIII Los Guerreros Desconocidos
Pleios, Helios y Dohko ahora cruzaban la entrada principal y se internaban al interior del Templo. Se encontraban ahora en la parte a la que llamaban, el Pronaos o la Primera Sala Hipóstila, la cual era un lugar abierto que poseía doce columnas dispuestas simétricamente en relación a la entrada. Aquí se encontraban dos salones a los lados, uno, el de la derecha, que era ocupado antiguamente para la purificación de los sacerdotes, y el otro, era ocupado como una biblioteca. Miraron a su alrededor y no vieron guardia alguno que estuviera presente allí para hacerles frente. Todo estaba muy silencioso, que les dio la impresión de estar en una especie de tumba, ya que solo se podía escuchar el sonido de los gritos y los golpes que provenían de la batalla que de desarrollaba en el exterior. -Bien, ya estamos dentro –dijo Pleios mirando para todos lados-. ¿Ahora qué? -Debemos entrar al salón del Trono que está más adelante –le respondió Helios-. Allí se encuentra el Cofre Dorado en donde esta encerrada el alma de Horus… -Vamos entonces –les dijo Dohko ansioso por salir de allí y ayudar a los demás en la batalla, para luego comenzar a caminar. Comenzaron a caminar lentamente, mirando a su alrededor y pasando por el lado de los dos salones, en los cuales, pensaban, podían encontrarse algunos enemigos esperándolos, pero no fue así y rápidamente rápidamente dejaron dejaron estos salones salones atrás y se aproximaron a la Segunda Sala Hipóstila, que se encontraba bajo techo y era la parte más antigua del Templo. Consistía en una construcción soportada por doce pilares puestos simétricamente de tres en tres, a sus lados se encontraban cuatro pequeñas salas, las cuales servían para realizar y preparar las ofrendas. Era en una de estas salas donde Seth tenía cautivo a Horus en un principio, antes de que Dohko lo rescatara. Al llegar a la entrada de aquel lugar una presencia los detuvo. Sentían unos grandes cosmos que provenían del interior del Templo y que ahora se dirigían hacia donde estaban ellos. Cuando los caballeros y Dohko se pusieron en posición de guardia, aparecieron frente a ellos dos sujetos envueltos en mantos negros, iguales a los que poseía Bhal y los hombres que habían torturado a Dohko. -¿Quiénes son ustedes? –preguntó Pleios al verlos aparecer. -No tenemos por que decírtelo caballero –le dijo uno de ellos-. Solo te diremos que no conseguirán su objetivo de liberar el alma de Horus… -¿Y cómo saben esto? –preguntó Dohko sorprendido. -Sabemos muchas más cosas de lo que se imaginan caballeros de Athena –le respondió el otro soltando una leve carcajada al final. 83
-Es verdad lo que dicen –les comentó Helios a sus compañeros sin bajar la guardia-. Ellos llegaron de pronto al Templo y comenzaron a ayudar a Seth en la captura de esclavos. Muchas de las personas que estaban encerradas fueron asesinadas por ellos, y la mayoría fue llevada a otros lugares de Egipto. Nunca supe quienes eran en realidad ni cual era su propósito aquí… -Ni tampoco lo sabrás Helios –le dijo uno de ellos con dureza-. Ni menos ahora que te has unido a ellos… ¡Ahora los atacaremos y acabaremos con ustedes aquí mismo! –dijo para después, ambos lanzarse al ataque en contra de d e los caballeros y Dohko. Rápidamente, Helios y Pleios se pusieron enfrente de Dohko para protegerlo del ataque y así evitar que fuera herido, provocando que ellos recibieran de lleno el ataque de los sujetos de negro. La fuerza del ataque fue tal, que arrastro a ambos varios metros atrás, dejando con sus pies una gran marca en el suelo mientras se arrastraban. Los sujetos no perdieron el tiempo y saltaron por los aires para atacar nuevamente a los caballeros, pero esta vez ellos esquivaron el ataque, y al mismo tiempo dando una media vuelta contraatacaron, Helios con una patada y Pleios con un golpe de su puño, en las espaldas de estos sujetos, haciendo que cayeran al suelo de rodillas. -¡Ahora Dohko! –le gritó Helios mirándolo-. ¡Tú conoces como llegar al Salón del Trono, ve y libera el alma! -Pero ustedes… -comenzó a decir Dohko dubitativo. -¡Haz lo que te dicen! –le dijo Pleios interrumpiéndolo-. Nosotros nos encargaremos de ellos. ¡Ve! –dijo finalmente con una fuerza tal que hizo que Dohko diera media vuelta al instante y entrara a la Segunda Sala Hipóstila. -¿Ustedes se encargarán de nosotros? –preguntó uno de los sujetos mientras se ponía de pie y encaraba a los caballeros-. No podrán con nosotros nunca. Somos más fuertes que ustedes. -Y además su pequeño amigo no llegará lejos –les dijo el otro quien se había puesto de pie también-. Acabaremos con ustedes en un instante y seguiremos con él. -No lo creo –les respondió Pleios con seriedad-. ¡Porque nosotros somos Caballeros Dorados, los más fuertes caballeros que existen!¡¡Gran Cuerno!! –exclamó finalmente lanzando su técnica más poderosa a los sujetos. El Gran Cuerno consistía en un fuerte ataque de gran impacto y que es capaz de destrozar cualquier cosa que se le ponga enfrente. Los sujetos al ver venir aquel ataque dieron un salto en el aire para tratar de esquivarlo, pero el ataque fue muy fuerte y los impacto, haciéndolos que salieran despedidos hacia atrás y chocaran contra uno de los pilares del lugar. Luego Helios aprovechó la oportunidad para utilizar su técnica, Tormenta de Arena, que levanto por los aires a los sujetos, antes de que cayeran al suelo, y les dio vueltas mientras eran golpeados por las ráfagas de aire que los envolvían, para luego caer al suelo fuertemente. Pero estos ataques no fueron suficientes para acabar con los sujetos, ya que casi al instante se levantaron y al parecer, no tenían ninguna herida. 84
Más adelante, Dohko corría rápidamente por la Sala Hipóstila, la cual estaba sumergida en la oscuridad. Por lo que pudo ver, habían varios pilares a su alrededor, y frente a él se encontraba una puerta que daba a la Sala de Ofrendas, que era una gran cámara que se encontraba al interior del Templo, las cuales a sus lados tenían unas escaleras que comunicaban con las terrazas superiores de este. Justo antes de llegar a la puerta, un rostro familiar le cortó el paso. Se trataba de Bhal quien envuelto en un manto negro, lo miraba con una sonrisa en el rostro. -Nos encontramos nuevamente Dohko –le dijo Bhal en un tono sarcástico-. No permitiré que te acerques al Salón del Trono ni un centímetro más. -Bhal… -le dijo Dohko poniéndose en guardia-. Llegaré a ese Salón cueste lo que cueste… ¡Te derrotaré de ser necesario! -Veamos lo que tienes –le respondió con seriedad-. La última vez estuve a punto de matarte y esta vez terminaré el trabajo. tr abajo. -No lo creo, esta vez estoy más fuerte y completamente recuperado –le respondió mientras comenzaba a elevar su cosmos-. ¡Te venceré! –le dijo finalmente mientras corrió para atacarlo con uno de sus puños. Bhal al verlo venir, esperó hasta el último instante y esquivo el ataque haciéndose a un lado, dejando que Dohko pasara de largo. Luego, le dio un golpe en la espalda, lo que hizo que cayera de rodillas y aprovechara para rematarlo con un fuerte golpe en la cabeza, aprovechando la posición baja en que estaba. Dohko alcanzó a esquivar el golpe haciéndose a un lado, provocando que Bhal solamente golpeara el suelo y lo agrietara. Al instante, levantando su pie derecho, Dohko golpeó desde el suelo el estomago de Bhal y lo impulsó hacia arriba, permitiéndole así ponerse de pié y esperar a que cayera para darle un golpe, pero esto no ocurrió, ya que estando en el aire, Bhal dio media vuelta y cayó detrás de Dohko tomándolo por sorpresa, para así lanzarle un rayo de energía en la espalda. Esto provocó que Dohko saliera despedido hacia delante, quedando tirado al medio de la Sala. -Te lo dije Dohko –te venceré aquí mismo-. ¡No puedes contra mi poder! Y ahora lo descubrirás… ¡Recibirás todo todo el poder de mi técnica secreta, La Furia de las las Keres! –al decir esto, Bhal comenzó a aumentar su cosmos, mientras detrás de él, comenzaban a aparecer poco a poco las figuras de unas mujeres de ojos rojos, quienes empezaban a invadir la habitación. -¡No lo permitiré! –dijo Dohko al ver que Bhal iba a lanzarle un ataque-. ¡¡Dragón Naciente!! –exclamó mientras lanzaba su ataque, que consistía en un gran golpe el cual tomaba la forma de un dragón y golpeaba al enemigo fuertemente. El ataque viajó por la habitación e impactó en Bhal, pero para sorpresa de Dohko, su ataque no golpeó su cuerpo, sino que fue detenido por el cosmos que ahora estaba generando Bhal para realizar su ataque. 85
-Ni lo sueñes –le dijo Bhal mientras reía de una forma maligna-. Nunca un ataque tan débil como ese podría acabar con las Keres. ¡Una vez que lleguen todas, te enviarán al Reino de los Muertos para siempre! Al exterior del Templo, Pleios y Helios miraban atónitos como los sujetos encapuchados se habían levantado sin un rasguño después de su ataque y ahora comenzaban a elevar su cosmos rápidamente para lanzarles una gran descarga de energía, en forma de rayos de color rojo que impactaron en los caballeros totalmente, causándoles un gran dolor y obligándolos a que cayeran de rodillas al suelo. -Esos son los Rayos de la Desesperanza –le dijo uno de los sujetos-. No podrán deshacerse de ellos por nada del mundo y comenzarán a paralizar sus músculos lentamente hasta que queden inmóviles por completo. -No… No nos podemos mover… -dijo Helios trabajosamente. -Debemos… hacerlo… -le respondió Pleios-. Debemos… acabar con… ellos –dijo finalmente, mientras ponía sus dos mano en el suelo-. ¡¡Terremoto!! –gritó mientras una luz dorada pasó de sus brazos hacia el suelo y se dirigió hacia donde se encontraban los sujetos. Este ataque provoco que el suelo debajo de donde se encontraban estos sujetos, comenzara a temblar y a rasgarse, para después explotar liberando una gran cantidad de energía, que provocó que estos salieran despedidos hacia atrás por la explosión, liberando a los caballeros de los rayos. r ayos. -Ahora acabaremos con ustedes –les dijo Helios mientras rápidamente se ponía de pié-. ¡Los eliminaré aquí mismo con mi ataque! ¡¡Excalibur!! –dijo y la espada legendaria que habitaba en su brazo comenzó a cortar el suelo y se dirigió rápidamente hacia los sujetos que se encontraban aún en el piso. Pero algo detuvo el avance del ataque, desviándolo por completo hacia los pilares del lugar, cortando cuatro de estos en dos, lo que provocó que una gran cantidad de rocas y humo hu mo saliera despedida hacia el cielo. Ambos caballeros miraron atónitos la figura de un tercer hombre envuelto en mantos negros que ahora estaba frente a ellos y con las dos manos extendidas. No parecía haberle costado ningún trabajo desviar el ataque de Helios, ni tampoco parecía inmutarse con la presencia de los caballeros. -Debemos irnos de inmediato –le dijo de pronto con una voz ronca a los dos sujetos que estaban detrás de él-. Tenemos asuntos más importantes i mportantes que hacer… -Esta bien –le dijo uno de los sujetos con una voz de sorpresa. -Dejémosle estos caballeros a Seth –dijo el otro, mientras dio un salto junto con los otros dos hombres, para pasar por encima de Pleios y Helios. Pasaron tan rápido que los caballeros no tuvieron oportunidad de hacer nada y solamente vieron sorprendidos como se internaban en la Segunda Sala Hipóstila. 86
Al interior de esta se s e encontraba Dohko frente a Bhal, quien aumentaba cada vez más su cosmos, al mismo tiempo que más mujeres de mirada sanguinaria aparecían detrás de él. -¡Ahora sufrirás el haberte enfrentado a mi! –le dijo finalmente a Dohko-. ¡Recibe toda la Furia de de las…! -¡Detente! –le dijo una voz ronca que provenía de la entrada de la Sala, interrumpiéndolo y haciendo que detuviera su ataque-. ¡Déjalo! Debemos irnos –le dijo finalmente aquel sujeto que había detenido el ataque de Helios. -¡Pero debemos acabar con los caballeros de Athena! –le dijo Bhal mirándolo seriamente. -Paciencia, acabaremos con ellos a su tiempo, ahora debemos marcharnos. He encontrado a alguien más poderoso que Seth y sus guerreros, para que cumplan con nuestros planes… Los débiles guerreros de Seth ya no nos son más de utilidad, ahora que he encontrado a este nuevo poder. -Si es así, entonces marchémonos –le respondió Bhal de mala gana-. Te has salvado nuevamente Dohko –le dijo mirándolo con maldad-, pero la próxima no será así. ¡La próxima las Keras te conducirán directamente hasta tu muerte! Y al decir esto, Bhal, junto con los otros sujetos enmascarados desaparecieron, dejando a Dohko solo en la Sala, mientras se s e escuchaba el eco de su risa malvada en aquel lugar.
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CAPÍTULO XIV El Cofre Dorado
En el exterior, Seth se encontraba avanzando en su carro de batalla con la vista fija en Horus, quien se encontraba más adelante luchando contra los soldados junto a los caballeros, quienes eliminaban poco a poco a los guerreros enemigos. Mientras Seth avanzaba, también iba atacando a los hombres de Horus, que luchaban a su alrededor trabajosamente para detener el avance de los guerreros, pero que poco podían hacer ante la fuerza y números de estos. Seth atacaba sin ningún problema, eliminándolos lenta y dolorosamente con una espada que tenía en sus manos, dándole una confianza enorme en su victoria. De pronto, detrás de él, se escucho una explosión de rocas, lo que hizo que mirara hacia atrás, hacia su Templo. La sorpresa fue grande cuando vio una gran cantidad de rocas y humo que se elevaba del interior de este y comprendió de inmediato lo que sucedía: estaban intentando liberar el alma de Horus. -¡Vallan al Templo! Templo! -grito furioso a los soldados que estaban estaban a su alrededor-. alrededor-. ¡Están tratando de liberar el alma de Horus! ¡Elimínenlos! –fue la orden final que dio, y al decirlo, sus guerreros que estaban más próximos a él partieron rápidamente hacia el Templo. Corrieron lo más que pudieron y comenzaron a entrar en masa al Patio del Templo, para luego atravesarlo y pasar a la Primera Sala Hipóstila, que era donde se encontraban Helios y Pleios mirando hacia el interior de la Segunda Sala. Ellos, al sentir los cosmos de los guerreros, rápidamente se dieron vuelta y vieron la gran horda de guerreros que estaba entrando desde el Patio del d el Templo. -¡Se han dado cuenta de nuestro plan! –le – le dijo Helios a Pleios desesperado. -¡Entonces debemos impedir que entren y lleguen donde Dohko! –le respondió con igual desesperación-. ¡Debemos darle todo el tiempo posible para que lo logre! -¡¡Dohko!! –grito fuertemente Helios para que se pudiera escuchar al interior de la Segunda Sala-. ¡¡Apresúrate, vienen los guerreros de Seth!! ¡¡Nosotros los detendremos aquí!! Entonces poniéndose en posición de ataque, se lanzaron al ataque para detener a los guerreros que entraban a la Sala en masa con el objetivo de enfrentarlos. Pleios se paro en frente de la entrada que daba al Patio, mientras que Helios se coloco a uno de los lados para evitar que escaparan del ataque de Pleios. Este una vez en la entrada, ejecutó su Gran Cuerno, que arrojo por los aires a muchos guerreros y abrió una brecha en las filas que habían formado. Sin esperar demasiado, dio un gran salto y se colocó en medio de esta brecha que había abierto, para después agacharse y tocar el suelo con sus manos. –¡¡Terremoto!! –exclamó, para ejecutar la técnica que había utilizado con anterioridad, lo que provocó un gran temblor a su alrededor seguido de una explosión dorada que emergió de las grietas formadas en el piso. Esta golpeó a los guerreros a su alrededor 88
muy fuertemente, haciéndolos que cayeran al suelo inconscientes. Pero a pesar de su esfuerzo, los guerreros seguían entrando y llenado esta sala, s ala, como si fueran infinitos. Helios, al ver que los ataques de Pleios no disminuían la entrada de guerreros al lugar, decidió atacar también utilizando el ataque Excalibur para cortar a los que habían pasado y se estaban poniendo detrás de ellos. Este ataque recorrió la Sala y cortó todo a su paso, incluyendo a varios de los guerreros de Seth, pero esto no era muy eficiente, ya que los guerreros se encontraban ahora distribuidos por todo el lugar, y Excalibur solo atacaba en línea recta, por lo que desistió de usar esta técnica y utilizo su Tormenta de Arena. Esta fue más efectiva, ya que envolvió a varios guerreros en un remolino de viento que los golpeó fuertemente. Pero antes de terminar el ataque, dos guerreros se le lanzaron encima, como si fueran hienas saltando sobre carne muerta, para atacarlo e impedir que dañara a más guerreros. Esto impidió que siguiera ejecutando su ataque, dejando que los guerreros que se habían visto afectados, llegaran al suelo sin problemas. Helios no podía hacer nada para quitarse a los guerreros que estaban golpeándolo en la espalda y provocándole que cayera al suelo de rodillas, por lo que Pleios, al percatarse de esto, corrió donde su compañero compañero y de una gran patada, golpeó golpeó fuertemente a estos estos dos guerreros, liberando a Helios. Al instante, ambos saltaron hacia atrás y cayeron frente a la entrada a la Segunda Sala, y colocando sus espaldas unidas, retomaron la posición de ataque que tenían hace un rato. -Debemos evitar que entren al Templo –le dijo Helios a Pleios-. No debemos dejar que lleguen donde Dohko. -Por lo menos haremos sufrir a unos cuantos –le respondió Pleios con una sonrisa-. Eso te lo puedo asegurar. Dohko estaba en el interior de la Segunda Sala, sorprendido aún mientras contemplaba como Bhal y los otros sujetos habían desaparecido ante sus ojos, cuando escucho la voz de Helios que lo llamaba. -¡¡Dohko!! ¡¡Apresúrate, vienen los guerreros de Seth!! ¡¡Nosotros los detendremos aquí!! –escuchó y supo de inmediato que era lo que tenía que hacer. Corrió rápidamente hacia la puerta que daba hacia la Sala de Ofrendas y entro en ella. Esta sala no tenía mucha diferencia a la anterior, solo que era más pequeña y no poseía pilares alrededor. Dohko la cruzo de inmediato y entró a la Sala Principal, una Sala parecida a la de las ofrendas, pero un poco más pequeña, por lo que la cruzó de inmediato y entró al Salón del Trono, en donde había estado anteriormente en presencia de Seth. Allí pudo ver frente a él, el Trono en el cual anteriormente se encontraba Seth sentado, y detrás de él, un u n pedestal en el cual reposaba el Cofre Dorado que había venido a buscar. De inmediato Dohko fue hasta donde estaba y alzando su mano derecha trato de tomarlo, pero una descarga de energía golpeó su mano y lo arrojó hacia atrás, haciendo que cayera al suelo adolorido. Aquel Cofre poseía una especie de campo de fuerza que lo rodeaba e impedía que pudiera tocarlo. 89
-¡No puede ser! –pensó Dohko mientras miraba el Cofre-. Debo tomarlo, pero ese campo me lo impide… -cuando pensó esto, escuchó unos pasos que resonaban en el Templo y que al parecer, se dirigían hasta donde el se encontraba-. ¡Demonios! –pensó al escucharlos-. Debo hacer algo y rápido -al instante comenzó a elevar su cosmos poco a poco, acumulando su energía en uno de sus puños-. ¡Quizás lo que genera ese campo de fuerza sea el pedestal, si lo destruyo, podré liberar el Cofre! ¡¡Dragón Naciente!! – exclamó finalmente para atacar el pedestal. Este, al recibir el impacto, se rompió en mil pedazos, dejando que el Cofre cayera al suelo y quedara en medio de los escombros. De inmediato, Dohko lo tomo y descubrió que no era muy pesado, pero que desde su interior, irradiaba un poderoso cosmos. En ese momento y poniendo el cofre debajo de sus brazos, comenzó a correr en dirección a la salida. Salió del Salón del Trono y dejó atrás la Sala Principal. Cuando llegó a la Sala de Ofrendas se encontró cara a cara con tres guerreros de Seth que le hicieron frente. Dohko aprovechando la velocidad que traía, saltó en picada en dirección a los guerreros que estaban frente a él y los golpeó fuertemente con su cuerpo, botando a los guerreros al suelo, para después seguir su camino. Salió de la Sala de Ofrendas y al entrar entrar en la Segunda Sala Hipóstila se encontró con dos guerreros más que saltaron de los lados para atacarlo. Dohko golpeó al de la derecha con una fuerte patada, pero el de la izquierda lo golpeó en la espalda y lo tiro al suelo. Una vez allí, uniendo sus manos, este lo golpeó en la espalda fuertemente, haciendo que Dohko soltara el Cofre y el guerrero lo tomara. Dohko al recuperarse del golpe, tomó con las piernas al guerrero que aún estaba sobre él, pasando sus piernas por debajo de los brazos de este, lanzándolo al al aire, para luego Dohko hacer lo mismo mismo y pasar por encima de él en el aire. Allí lo golpeó con su puño haciendo que el guerrero cayera fuertemente al suelo y soltara el Cofre. Al caer al suelo, Dohko lo tomó y comenzó a correr, pero su carrera no duró mucho, ya que detrás de él, venían los guerreros que había derribado en la Sala de Ofrendas y ahora se lanzaban hacia él para derribarlo. Al ver esto, Dohko lanzó el Cofre al aire y salto para dar media vuelta en el aire, quedando frente a los guerreros. En esta posición les lanzó su Dragón Naciente, mientras estos se abalanzaban hacia él, derribándolos y dejándolos sin vida, incrustados en uno de los pilares de la Sala. Después, mientras que llegaba al suelo, al mismo tiempo tomaba nuevamente el cofre, para después dar media vuelta y seguir corriendo. Pronto llegó a la salida de la Segunda Sala y se encontró con Pleios y Helios, quienes peleaban fervientemente para impedir que los guerreros entraran. -¡Lo tengo! –les dijo Dohko mientras llegaba donde ellos-. ¡Ahora larguémonos de aquí! -¡Perfecto! –le dijo Pleios satisfecho, mientras miraba el Cofre con una sonrisa-. ¡Helios, ahora unamos fuerzas! ¡¡Gran Cuerno!! –exclamó Pleios para lanzar su gran ataque contra los guerreros que estaban frente a él. -¡Esta bien! –le respondió Helios alegre porque Dohko obtuvo el Cofre-. Cofr e-. ¡¡Excalibur!! 90
Ambos ataques se unieron, eliminando a muchos guerreros frente a ellos, cosa que abrió gran brecha entre el ejército que aún seguía entrando, permitiéndoles avanzar. Comenzaron su carrera por salir del Templo, mientras los guerreros a su alrededor trataban de córtales el paso. Pleios iba delante abriendo el camino para poder pasar, en medio Dohko, quien custodiaba el Cofre, y en la retaguardia corría Helios, quien utilizando su Excalibur cortaba a cualquiera quien intentara atacarlos desde los lados o atrás. Así cruzaron la Primera Sala y entraron al patio, el cual se encontraba lleno de guerreros egipcios. Estos al verlos entrar, comenzaron al mismo tiempo a unir fuerzas, y los que estaban enfrente, lanzaron unos grandes rayos de energía contra los caballeros y Dohko, gracias a que canalizaron las fuerzas reunidas de sus compañeros. Estos vieron como aquella energía de color blanco se aproximaba hacia ellos a una velocidad que no podrían esquivar. Sin permitirles hacer nada, aquella energía impacto con una gran fuerza, provocando una gran explosión en el lugar, que se expandió por todo el Patio del Templo y se elevo hacia el cielo. Esto generó una gran polvareda que cubrió la vista de todos por un tiempo. Al limpiarse el aire de todo el polvo, los guerreros que habían caído de espaldas debido a la gran explosión, pudieron ver que en el lugar ya no había rastros de los caballeros, solo quedaba en el lugar, un objeto dorado que brillaba con la luz. Se trataba de parte de la armadura de Tauro, el pecho, los brazos y el casco que permanecía inmóvil en aquel lugar y les dio a entender a los guerreros que los guerreros de Athena habían sido desintegrados por aquel devastador rayo. En el exterior, Seth veía como la gran explosión se alzaba en el Templo y supo de inmediato que aquel ataque era de sus súbditos. Ahora solo le quedaba acabar de una vez por todas con Horus y Athena para consumar su plan de una vez por todas. Al instante y con una maldad enorme, comenzó a avanzar rápidamente con su carruaje en dirección a Horus, quien aún no se percataba de esto. Pero a diferencia de él, los caballeros que se encontraban más cerca de Seth, sí se dieron cuenta y decidieron ir en su encuentro. Mélik fue el primero, quien corrió hacia donde se encontraba Seth y saltó para darle una patada, pero antes de que pudiera hacerlo, Seth lo tomó del pié y lo lanzó hacia un lado, ayudado por la misma fuerza que traía el caballero de Acuario. Lo siguió Kaus, quien saltó de uno de los lados para pasar por encima del dios y así lanzarle un rayo de energía desde arriba, pero Seth, utilizando una sola mano, detuvo aquel ataque y se lo devolvió a Kaus en plena cara. Aprovechando esta distracción, Régulus dio media vuelta y subió al carro de Seth desde atrás y trató de golpearlo fuertemente en la espalda con una de sus rodillas, pero antes de que pudiera hacerlo, Seth deslizo su espada hacia atrás y esta se incrusto en el estomago de Régulus, haciendo que cayera del carro al suelo, pero salvándose del embiste de la espada gracias a su armadura, ya que solamente salió herido con un golpe en el estómago producido por el impacto. Hamal al ver todo esto, comprendió que no había otra manera de luchar con Seth que utilizando sus técnicas especiales, por lo que se puso enfrente del carro y comenzó a elevar su cosmos. 91
-¡Seth! –le dijo seriamente-. ¡No permitiremos que ganes ni dañes a Horus ni a Athena! ¡¡Resplandor Cósmico!! –exclamó y lanzo su ataque contra Seth. Este ataque llego de inmediato e hizo volar el carruaje en mil pedazos, pero Seth cayo al suelo ileso y sin ninguna herida. Furioso, corrió hasta donde se encontraba Hamal y con un fuerte golpe que su espada, que Hamal a duras penas pudo esquivar con su antebrazo, lo arrojó hacia un lado para seguir su camino. A Seth en este momento lo único que le interesaba era acabar con Horus, y ahora que lo tenía al frente suyo, no iba a perder la oportunidad. -¡Horus! –le dijo Seth a su enemigo, quien ahora se había percatado de la presencia del dios gracias al ataque de Hamal-. ¡Es hora de que mueras y que yo controle a Egipto! – dijo para después golpearlo con su espada. Horus se defendió lo mejor que pudo con su propia espada dorada, pero la fuerza de Seth era incontenible, ya que su ira estaba al máximo y era aquello que le daba fuerzas. -No… Egipto nunca será tuyo… –le dijo Horus quien ahora estaba en el suelo a la merced del dios-. -Estas equivocado Horus –le respondió Seth con una sonrisa sarcástica-. ¡Ya estas perdido! ¡¡Muere!! –dijo Seth finalmente levantando su espada para darle el golpe final. Fue en aquel momento cuando todo el mundo se detuvo, ya que un gran grito de guerra se oyó desde el Templo egipcio, provocando que tanto guerreros de Seth, como los pocos hombres de Horus y los caballeros, miraran en aquella dirección. La sorpresa general fue tal que el mismo Seth detuvo su ataque. Al ver en aquella dirección, descubrió que dos Caballeros de Oro y un joven con un Cofre Dorado en su mano, estaban de pie delante de unos quince hombres vestidos en armaduras. -¡Seth! –grito Helios de pronto con furia-. ¡Tu reinado ha llegado a su fin! ¡Ahora Horus regresará para siempre! –y al decir esto Dohko abrió el Cofre, el cual comenzó a brillar con una luz intensa que provenía desde su interior. Al instante una gran luz emergió de él y subió a los cielos, tomando la forma de un gran halcón que surco el cielo del campo de batalla y fue volando hasta donde se encontraba Horus, uniéndose a su cuerpo y lanzando a Seth hacia atrás con una fuerza increíble. -¡Caballeros de Bronce! –gritó Pleios en ese momento mirando a los quince hombres en armadura que estaban detrás de él-. ¡¡Al Ataque!! –dijo finalmente, mientras comenzó a correr junto con Helios, Dohko y los Caballeros de Bronce, en dirección al ejército de Seth, quien aún continuaba sorprendido por aquel hecho. Aprovechando la oportunidad, Hamal, Régulus, Kaus y Mélik se pusieron de pié y comenzaron a atacar a los guerreros de Seth, tomándolos por sorpresa y uniéndose a sus compañeros, permitiéndoles derrotar a los guerreros de Seth fácilmente. Al mismo tiempo, el cuerpo de Horus comenzó a brillar y a flotar, elevándose del suelo por su propia cuenta. En ese momento, Horus abrió sus ojos y algo en su mirada cambió por completo, ahora sus ojos reflejaban la sabiduría del universo en ellos. Esta misma sabiduría era la que ahora desafiaba a Seth y lo obligaba a retroceder. 92
-Seth –comenzó a decir Horus mientras elevaba su cosmos-. Mucho tiempo me tuviste encerrado… Te atreviste a esclavizar a mi pueblo y a tomar el control de mi Templo… ¡Pero ya no más! ¡Terminaré contigo ahora mismo, tal y como ocurrió hace más de diez mil años! –le dijo Horus mientras Seth miraba atónito como el cosmos de su enemigo aumentaba cada vez más-. ¡Ahora ha llegado el fin para ti! ¡¡Desaparece!! –exclamó mientras con su báculo lanzaba un gran rayo dorado que impactó a Seth en todo su cuerpo y comenzó a golpearlo, causándole un gran dolor. En ese momento Horus dio un salto en el aire, y alzando su espada dorada, dio media vuelta y le cortó la cabeza al mismo tiempo que el rayo se esfumaba y el cuerpo ya sin vida de Seth, caía al suelo.
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CAPÍTULO XV La Partida
Sin Seth en el campo de batalla, el cielo se torno de color azul nuevamente, y sus guerreros fueron fáciles de derrotar, ya que estaban confundidos y asustados por el renacimiento de Horus y por la venganza que le había cobrado este a su amo. Una vez derrotados todos los guerreros del campo de batalla, los caballeros entraron al Templo y limpiaron de cualquier guerrero que aún quedara con vida en aquel lugar. La tarea fue fácil, ya que la mayoría ya había escapado, antes de que los caballeros pudieran llegar allí, logrando así, por fin la victoria para Horus y su ejército. Una vez liberado el Templo y terminada la batalla, todo se reunieron en la entrada del Templo, incluyendo a Athena, Eros y Spica. -¡Viva Horus! ¡El Rey del Alto Egipto! –dijeron a coro sus seguidores que aún permanecían en pie, levantando sus brazos. -Les agradezco de corazón su apoyo en esta difícil situación –les dijo Horus a sus hombres con una profunda sonrisa, para luego dirigirse a los caballeros y a Athena-. A ustedes también les estoy profundamente agradecido. Sin su ayuda, nada de esto hubiera sido posible. -No debes agradecernos –le dijo Athena con una sonrisa-. Era nuestro deber defender a la Tierra y no dejar que el mal se apodere de ella. -A quien debemos agradecerle –comenzó a decir Dohko-. Es a aquel muchacho que dio su vida para pedirnos ayuda en Grecia… De no ser por él, quizás nunca nos hubiéramos enterado de lo que ocurría acá. -Es verdad Dohko –le dijo Hamal-. Además, gracias a él encontramos a Athena y a un nuevo Caballero Dorado, el caballero de Capricornio. -Es cierto –comenzó a decirle Eros mientras miraba a Helios-. Has demostrado una gran valentía y compromiso… Te doy la bienvenida como Caballero Dorado de Athena, y creo que hablo por todos –le dijo finalmente con una sonrisa. -Así es –respondió Régulus con algo de seriedad-. Bienvenido al grupo –le dijo dándole la mano, a lo que Helios le respondió y le devolvió el saludo con una sonrisa en el rostro. -Bien Horus –le dijo Hamal al dios luego de un rato-. ¿Qué piensa hacer ahora? -Bueno de partida, debemos llevar a los heridos al campamento para que sean curados, luego me ocuparé de liberar al resto de la gente que se encuentre cautiva en los otros lugares de Egipto. Va a ser una tarea larga volver a la normalidad a todo el país… Pero primero, debo quedarme aquí en mi Templo, poniendo en orden el lugar y liberarlo de la energía maligna que Seth dejo impregnada en él… -Si desean ayuda, nosotros los Caballeros de Bronce, podemos ayudar –dijo Haplos de Unicornio, quien era uno de los Caballeros de Bronce que habían llegado desde Grecia-. 94
Nos quedaremos aquí para ayudar en lo que sea necesario, claro, si Athena lo permite – le dijo finalmente mirándola solemnemente. -Claro que lo permito. Horus y su gente necesita toda la ayuda posible –le respondió con una sonrisa agradecida por el gesto de Haplos. -Bueno, creo que primero hay que empezar por levantar a los heridos y marchar al campamento –le dijo Horus agradecido-. Yo ahora debo retirarme al interior del Templo. Athena, caballeros, ha sido un honor luchar a su lado, hasta nuestro próximo encuentro –le dijo Horus con una sonrisa a Athena, a lo que ella y los caballeros le respondieron con una inclinación de cabeza en señal de respeto. Así comenzaron a levantar a los heridos que permanecían en el suelo, algunos tenían solamente algunas contusiones en sus cuerpos, pero otros tenían heridas de mayor gravedad, huesos quebrados y sangramientos internos. Los heridos ascendían más o menos a unos cincuenta hombres, que cargaron en sus hombres y así comenzaron a marchar hacia el sur, en dirección al campamento. La marcha era lenta, pero no como cuando iban a la batalla, sino que ahora estaban todos alegres, y a pesar de las heridas. La felicidad de la victoria se notaba en los rostros de todos. -Lo vez Helios –le comenzó a decir Pleios a su compañero-. Te dije que tarde o temprano te iban a terminar aceptando. -Así es, costo trabajo, pero al final lo logre –le dijo a Pleios-. Pero nunca me imagine tener que batallar tanto para conseguirlo –dijo finalmente, mientras se reían al mismo tiempo, al igual que Régulus, Kaus y Dohko que venían cerca. -¿Qué te pasa Dohko? –le preguntó Kaus al ver que venía pensativo todo el camino-. Has venido mirando el piso desde que partimos del Templo… -No es nada… -le respondió seriamente tratando de evadir la pregunta-. Es solo que estoy preocupado por esta gente… -Yo creo que es por otra razón… -le dijo Spica quien había llegado a donde estaban ellos-. Tu rostro me dice que la preocupación que tienes es más profunda… -Así es –le dijo Régulus-. No trates de engañarnos… -Lo que me preocupa es… -comenzó a decir pensativo Dohko-. Lo que me preocupa son aquellos hombres vestidos de negro que se encontraban en el Templo… -¿A qué hombres te refieres? –le preguntó Mélik intrigado que ahora se había unido a la conversación-. ¿A los guerreros de Seth? -No, no eran guerreros de Seth –le respondió Dohko negando con la cabeza-. Ellos eran diferentes… Incluso eran más fuertes que varios guerreros de Seth juntos… -Es verdad lo que esta diciendo –le comentó Pleios a los demás-. Nosotros nos enfrentamos a dos de ellos, quienes nos impidieron llegar al Salón del Trono y nos costo demasiado trabajo tratar de dañarlos… -Incluso uno de ellos pudo parar a mi ataque Excalibur con una sola mano… -agregó Helios preocupado. -Si pudo hacer eso, entonces son extremadamente fuertes –dijo Régulus preocupado-. ¿Cuántos eran? 95
-Nosotros vimos a tres –le respondió Pleios-. Dos lucharon con nosotros, y un tercero llego después, diciendo que tenían que irse… -Y yo me enfrente con otro –dijo Dohko-. Se hacia llamar Bhal y también se marchó cuando le dijeron que se tenían que ir de allí… -Es bastante extraño –dijo Hamal quien había permanecido cayado y meditando sobre el asunto-.Por que querían irse después de haber tratado de detenerlos… -Algo dijo uno de ellos que me llamo la atención… -le respondió Dohko-. Él dijo que ya no necesitaban más a Seth, que habían encontrado a alguien más poderoso a quien podrían utilizar para sus planes… -¿A alguien más poderoso? –preguntó Eros dudoso-. ¿Quién podría ser más fuerte que Seth? -No lo se… -respondió Dohko-. Pero parecían muy muy seguros de abandonar a Seth Seth e irse de allí… Debe ser alguien bastante fuerte, mucho más que Seth y sus guerreros, para que quieran aliarse con ellos… -En ese caso, debemos permanecer alertas –le dijo Hamal a sus compañeros-. Si hay alguien más poderoso que Seth, tendremos que tener cuidado… Mientras comentaban estos hechos, seguían la marcha por el desierto en dirección al campamento, mientras en el cielo, el sol de la tarde se elevaba en lo alto y provocaba un calor insoportable para los cansados cuerpos de los heridos y los caballeros. Demoraron alrededor de una hora el llegar a los alrededores del campamento donde habían estado la noche anterior. Todos se alegraron, ya que pronto podrían celebrar, reponer fuerzas y ver a sus seres queridos que habían dejado allí para partir a la batalla. Los primeros en llegar al borde de la duna que ocultaba el campamento en la parte inferior de esta, fueron los caballeros, quienes se quedaron quietos al ver el campamento que habían dejado en la mañana. Al igual que los caballeros, Athena que venía detrás y el resto de los hombres se detuvieron de improviso al ver su campamento, que ahora estaba totalmente destruido. Todas las tiendas estaban tiradas en el suelo, algunas con pequeñas llamas que quemaban sus telas. Los muebles y casi todos los utensilios de sus habitantes, ahora ardían en la misma fogata que la noche anterior había servido para calentar y animar los corazones. De inmediato, todos bajaron corriendo la pendiente y llegaron rápidamente al campamento, allí vieron que la ruina había sido en una mayor escala, ya que los cuerpos de varias mujeres y niños, yacían sin vida afuera de algunas tiendas, mientras otras personas se encontraban sangrantes cerca de la l a fogata. -¿¡Quién pudo hacer esto!? –preguntó sorprendida y horrorizada Athena-. ¿Quién pudo haber realizado esta masacre? -Creo saber quien fue… -le dijo Hamal seriamente mientras miraba hacia delante-. Mire detrás de la fogata… -dijo apuntando al fuego que emanaba de aquel lugar. Todos dirigieron su mirada hasta allí y pudieron distinguir varias figuras detrás del fuego. Estas, al ver que las observaban, dieron un salto y cayeron delante del fuego para dejarse ver. Se trataba de cuatro sujetos envueltos en mantos negros, quienes ahora 96
estaban frente a los caballeros. Uno de ellos tenía una mujer tomada fuertemente de los hombros, que era conocida por algunos de los que estaban allí, pero especialmente por Helios. -¡¡Savitri!! –gritó Helios al ver que los sujetos la tenían cautiva-. ¡Suéltala de inmediato! –le ordenó mientras apretaba sus puños. -No intentes moverte –le dijo el sujeto que la tenía-. t enía-. Si lo haces, ella morirá. -¿Qué es lo que quieren? –preguntó Athena al ver que su hermana estaba cautiva-. ¿Por qué han hecho esto con esta gente? ¿Y por qué tienen prisionera a Savitri? -Lo descubrirás a su debido tiempo –le respondió a Athena otro de los sujetos mientras se reía-. Ella nos será de gran utilidad… -¡Malditos! –dijo Helios quien no podía apaciguar su enojo-. ¡No se atrevan a hacerle nada! -¿Y quién nos lo va a impedir? ¿Tú? –le respondió una voz familiar para Dohko, quien supo de inmediato que se trataba de Bhal-. ¡Ustedes ¡Ust edes no podrán con nosotros, nunca! -Eso es lo que creen todos siempre –dijo Eros con una sonrisa en el rostro-. ¡Ahora verán! ¡¡Rosas Diabólicas!! –dijo lanzando una rosa roja que viajó a la velocidad de la luz hacia donde se encontraba el sujeto s ujeto que tenía cautiva a Savitri. Pero para sorpresa de Eros, este detuvo el ataque con su mano, tal y como lo había echo anteriormente con el ataque de Helios al interior del Templo. -Estúpidos caballeros –les dijo este con una voz de ira-. Esta vez los dejaremos vivir por más tiempo, pero pronto llegara su fin ¡Vámonos! –dijo finalmente hablándole a sus compañeros, mientras que de su rostro una luz blanca, como el de un resplandor, salió del interior de su capucha, como si sus propios ojos fueran los que la emanaran. Esta luz fue tan fuerte que cegó a todos en el lugar por unos instantes. Cuando todos pudieron recuperar la vista, los sujetos ya no estaban por ningún lado y se habían llevado a Savitri con ellos. -¡No! ¡Savitri! –grito desesperado Helios mirando hacia todos lados, teniendo a un la esperanza de que los sujetos no se hayan ido todavía. Pero descubrió que esto no era así, ya sus cosmos habían desaparecido, haciendo que cayera de rodillas con lágrimas en sus ojos. -No puede ser… -dijo Hamal con resignación-. Aquellos eran los sujetos y no pudimos hacer nada para impedir que se llevaran a la muchacha… -Ahora la he perdido… –comenzó a decir Helios desconsolado-. No sabré nunca donde se la han llevado… -Tranquilo Helios –le respondió Athena consolándolo-. La encontraremos… Ella es mi hermana y deseo encontrarla tanto como tú… -Así es Helios –le dijo Hamal mientras lo ponía de pie y lo miraba a los ojos-. No dejaremos de torturen o le hagan ningún daño a esa mujer, no mientras quede aunque sea un pequeño rayo de esperanza… Descubriremos donde se la han llevado y la identidad de esos sujetos… 97
-Athena –dijo de pronto Haplos quien había mirado todo en silencio y con tristeza-. Déjeme partir en la búsqueda de su hermana, por favor… Es lo menos que puedo hacer por usted y por el señor Helios. -Esta bien querido Haplos –le dijo Athena seriamente-. Ve y encuentra a Savitri… Cuando tengas información, háznosla saber y después ve a informarnos al Santuario… -Muy bien Athena, eso haré –le respondió con una reverencia-. Señor Helios –le dijo a Helios quien ahora lo estaba mirando con gratitud-. Descubriré a donde se han llevado a la señorita Savitri… ¡Se lo prometo! No volveré sin tenerle noticias de ella–le dijo finalmente con determinación. -Muchas gracias Haplos –le respondió con una sonrisa-. Estaré eternamente agradecido contigo. ¡Suerte! –le dijo finalmente, para que después Haplos diera media vuelta y se dirigiera corriendo hacia el norte del campamento, perdiéndose detrás de la duna. -Tranquilo Helios –le dijo finalmente Hamal tomándolo del hombro-. Ya verás que pronto aquel Caballero de Bronce te traerá noticias de Savitri. Ahora creo que lo mejor será volver al Santuario, los demás Caballeros de Bronce se encargarán de la situación acá en Egipto. Todos estuvieron de acuerdo con Hamal, y mientras él tomaba a Athena en brazos, Pleios a Dohko, y se despedían del pueblo egipcio, todos los Caballeros Dorados comenzaron a elevar su cosmos e inmediatamente se marcharon del lugar, convirtiéndose en estrellas fugaces doradas, que dejaron Egipto y partieron en dirección al Santuario.
Fin del Primer Libro, La Venganza de Horus, cuya historia continúa con el Segundo Libro, El Despertar de Kali y finaliza fi naliza con el Tercer Libro, La Anterior Guerra Sagrada.
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Anexos de la Historia Mapa de Egipto
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Plano del Templo de Edfú
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Bocetos de los Personajes
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