Diálogo Armónico Jorge Lazaroff. Revista La Tuba N°1 (1989) pág 40. – Hola. Hola. – Hola. Hola. – ¿Tú ¿Tú sos Juan Felipe Ramón? – Sí. Sí. Soy yo. ¿Qué querías? – Mirá, Mirá, yo vengo a aprender armonía contigo. – Bueno, Bueno, ¿y por qué? – Porque Porque yo solamente sé 76 acordes y además no tengo idea de la relación que tienen entre ellos. No sé lo que sé. – ¿Qué ¿Qué acordes usas? –Mirá… por ejemplo lam, MiM, rem, SolM, SolM, DoM, FaM, y uno que va en la segunda ceja igualito a Fa M, pero no sé cómo se llama. Es con los dedos juntos. – ¡¿Nada ¡¿Nada más?! – A veces me equivoco y la l a guitarra me suena rarísima, porque pongo posiciones que no existe. – ¡Qué ¡Qué vergüenza! Comprendo tu preocupación. – Sí. Sí. Estoy desesperado. Esos acordes que sé sólo me sirven para tocar algunas cosas. Además no sé sacar canciones. Yo qué sé. Debe haber alguna ley que regule todas esas cosas. Por favor, ayúdame. Tenés que ayudarme, por Dios. – Vos Vos discúlpame, ¿no? Pero ¿Cómo te animas a tocar y cantar sin saber por qué se relacionan el lam con el rem? ¡Qué careta, c areta, loco! – Sí, Sí, perdóname. No sabía lo que hacía. Ayudame. ¿tá? Tengo tiempo y dinero. Ya compré dos cuadernos pentagramados de 200 hojas. Sé que la armonía es una ciencia muy difícil y complicada, pero estoy dispuesto a hacerlo. Tengo memoria y voluntad. Tengo rapidez en los dedos, tengo disciplina disciplina y… – Tenés Tenés oído? – Sí, Sí, tengo dos, ¿Por qué me lo preguntas? – ¿Tenés ¿Tenés buen gusto? – Sí, Sí, creo que sí. Distingo perfectamente perfectamente un churrasco de un helado de cereza… – ¿Te ¿Te gustan los caramelos blandos? –…Sí …Claro que sí… – Bueno, Bueno, andá a la esquina y comprate una bolsita. Y volvé. Yo voy a reflexionar. – Aquí Aquí están. Tomá. – Gracias. Gracias. Podes servirte. Mejor llevátelos todos, a mí no me gustan… Mirá, he estado meditando y bueno, he decidido aceptarte como creyente… digo, alumno. – ¡Gracias, ¡Gracias, gracias, gracias! – Ahora Ahora tenemos que hacer un pequeño acto simbólico.
– ¿Qué ¿Qué tengo que hacer? ¿Formar acordes de tres notas o de cuatro? – No. No. Tenés que jurar sobre este libro de cifrados que tengo aquí. – ¡Oh, ¡Oh, qué veo! El famoso libro de cifrados, el paradigma de la eternidad, la iluminación del mundo sonoro, la concreción del sueño de todo fígaro, la oportunidad extra musical que sólo nos brinda el libro de los cifrados… – Parála, Parála, loco. No digas más bobadas. Poné la mano sobre el libro. –Bueno, la pongo… Ya está. – ¿Jurás ¿Jurás que los acordes mayores y menores son las bases eternas de la armonía? – Sí. Sí. Lo juro. Claro que lo juro. – ¿Jurás ¿Jurás que las alteraciones que aparezcan en los acordes habrá que justificarlas dentro de los acordes mayores y menores pese a tener que hacer un cifrado de 22 números para que ello ocurra? – Lo Lo juro. Claro que lo juro. – ¿Jurás ¿Jurás por san Zamacois que los acordes de cuatro sonidos tienen que seguir indefectiblemente el orden de las terceras, y si no lo siguen, tenés que hacer todo lo posible por ordenarlos en terceras, pase lo que pase? – Sí. Sí. Lo juro. Claro que lo juro. – ¿Jurás ¿Jurás recibir con beneplácito y fervor todas las innovaciones armónicas venidas de Europa o desde su prolongación cultural, los Estados Unidos? – Lo Lo juro. Claro que lo juro. – ¿Jurás ¿Jurás no ensuciarte nunca más tus manos haciendo acordes que no existen? – Sí, Sí, lo juro, por San Zamacois y por San Jobim, claro que lo juro. – ¿Qué ¿Qué has dicho? –…Qué lo juro por San San Koellreutter, por San San Schonberg, esos grandes armonistas. – ¿Qué ¿Qué has hecho, blasfemo? ¡Has nombrado a Schoenberg, ese satanás, ese Diabolus en Armonía! ¡Has nombrado a Jobim! ¡Esos desestabilizadores, esos anarco-armónicos! –…Pero maestro… – ¡No ¡No digas más nada. Esto ha sido el colmo! Ahora vas a ver. – Pero Pero maestro, perdóneme. No sabía lo que decía… decía… ¡No me deje a merced del caos del sonido! – ¡No ¡No tengo más remedio que hacer esto para que sanes! ¡Tomá! (y le pegó con una armónica en la la cabeza durante 4 años – años – con con exámenes en diciembre y todo – , hasta que al alumno no le fue posible cantar ni una mínima blue note).