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UNAM
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LA TRANSFERENCIA
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Palabras preliminares
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Primera parte LA CONTRATRANSFERENC1A I. La contratransferencia contratransfere ncia y el pensamie pensamiento nto psicoan psic oanalítico alítico II II.. Contratransferencia Contratrans ferencia y metapsicología metapsicología del del recurso de la hechicería
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Segunda parte LA HISTORIA DE LA TRANSFERENCIA I. La historia historia del concepto II II.. De la miseria histérica a la desdicha desdicha banal III. II I. La transfe transferenc rencia ia de Dora IV. Ferencz Fere nczii o la transferencia como introyección
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Tercera parte TRANSFERENCIA Y REALIDAD I. L a realidad realidad en la transferencia transferencia II . La reali realidad dad de la transferenci transferenciaa
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Cuarta parte LOS ACTOS Y LOS SIGNOS I. II. II .
La neuros neurosis is de transferencia Los Lo s regist registros ros de la transferencia transferencia
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Título de la edición original: LE TRANSFERT
Biblioteca de la Esfinge Colección dirigida ia r r e t t a por Ra ú l Sc ia
Derechos Reservados
Portada del Departamento de Arte de Ediciones Corregidor Realización: Ru b é n R e y
© EDICIONES EDICIONES CORREGIDOR - 1976 1976 Talcahuano 463, Buenos Aires Hecho el depósito de ley Impreso en la Argentina
P R E F A C I O
Entraba yo un día en la “Closerie des Lilas” por la puerta giratoria, cuando escuché, en esa pequeña galería, estas palabras pronunciadas por un fulano: “¡Comprendes entonces! ¡Hizo una transferencia a muerte, a muertel” El moline mo linete te volv volvió ió a girar girar y las las palabras zumbaban zumb aban en mis mis oídos: transferencia a muerte, transferencia a muerte . Mucho pensé en ellas desde entonces... El molinete no es gratuito... ¿Quién precedía a quién en el circular movimiento? Bella imagen también de la contratransferenci enciaa . . . La transferencia es el quid pro quo del inconsciente; ¿qué es entonces este quid pro quo en el hombre, y por qué él, que pone tanto cuidado por distinguir bien las cosas, sobre todo por no confundirlas confun dirlas . . . lleva lleva cons consigo igo el poder de tomar unas por otras, otras, al punto de que sin ese poder quizás estaría loco? Extraña contradicción. \ La literaturá, al menos en forma de monografía, no parece muy muy prolij pro lijaa respecto a esto esto.. Sin embargo, en todas tod as partes se habla de la transferencia; no hay trabajo ni artículo que no le consagre un capítulo o un parágrafo. No es nuestro propósito hacer su reseña, sino más bien suministrar el esquema de una teoría general de la transferencia donde pudiera pu dieran n colocarse colocarse esas esas diversas diversas tende ten denc ncias. ias. E n este aspecto, la transferencia aparece como un punto de huida, en el sentido del dibujo de perspectiva: “la imagen del analista” se perfila o se esfuma en ella como en un cuadro engañoso.
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Frente a esta imagen, otro concepto aparece: el de contra transferencia. A los ojos de algunos, poner en cuestión a este recién llegado equivale a preguntarse si los barcos pueden padecer del mal de mar, escandalosa pregunta— Sin embargo, es demasiado evidente que una vez propuesto el concepto de contratransferencia, la naturaleza dialéctica de la situación analítica analític a se manifiesta como esencial. esencia l. E l campo transferencia-contratransferencia se revela como el espacio pri vilegiado de una oposición contrapuntística. A definir la transferencia y la contratransferencia en su vínculo con el pensamiento es que nos hemos dedicado: "El pensamiento inconsciente”, del que Freud decía que es la “lejía madre” de las asociaciones. Ese pensamiento marcha en sentido inverso al sueño y sin embargo revela su sentido. ' Mientras Mientras que qu e el sueño encuentra encuentra el camino más directo dir ecto de la satisfacción alucinada, el pensamiento busca por medios des viados las mismas satisfacciones, pero recluta en el camino todos los elementos que concurren a la resistencia como también aquellos que sirven para la elucidación del sentida ) Mejor discemible en los accidentes de su desarrollo que en su esencia propia, el pensamiento inconsciente encuentra en la remanencia de sus etapas animistas o religiosas, los argumentos de una articulación entre lo imaginario', lo simbólico y lo real.. Los movimientos transferenciales y contratransferenciales no se conciben más más que qu e relacionado relacionadoss con ese pensamiento. Unas veces “armónicos” y otras discordantes, dan testimonio de esa remanencia animista o religiosa por la insistencia con la cual oyen por doquier designar esas realidades. De la misma manera hablaremos del pensamiento psicoanalítico o del pensamiento neurótico, en un debate donde la distancia entre Freud y sus sucesores es quizá la mayor: la de considerar a “las psicosis” como incapaces de producir transferencia, que era la posición de Freud, y la de considerar que las “neurosis de transferencia” no tienen la exclusividad de esa producción, que es la posición de la mayoría de los psicoanalistas contemporáneos. Los límites de su ejercicio se extendieron al dominio de las psicosis y los fenómenos de transferencia resultaron evidentes.
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Veremos qué reservas conviene aportar a esa media vuelta, reservas que no pueden concebirse sino llevadas a un “modo de pensamiento” psicótico o neurótico más bien que a categorías nosográficas. Llegará el día en que algún mecánico de genio construirá una máquina en todo semejante al hombre, lo que quizá constituya la meta inconsciente de toda ciencia. No dudo de que tal máquina podrá desear, andar, reír y llorar, hablar, recordar e incluso olvidar, pero dudo de que pueda “equivocarse” y no “cometer errores”, lo que está al alcance de todo el mundo. Ella habría adquirido entonces la función de un Sujeto y la capacidad de una transferencia; de lo contrario, no dudaría de nada. Es allí que espero a nuestros "ingenieros”.
M. N.
PRIMERA PARTE
LA CONTRATRANSFERENCIA
CAPITULO I CONTRATRANSFERENCIA Y PENSAMIENTO PSICOANALÍTIC ANAL ÍTICO O
La pregunta suele llegar larguísimo tiempo después de la respuesta. Os c a r
W i l d e
Sobre la precesión de la contratransferencia El lector podría asombrarse con razón de que un estudio psicoanalítico sobre la transferencia comience por el de su término antinómico: la contratransferencia. Esta paradoja es sólo aparente, si se considera que la transfe rencia en tanto concepto no se manifestó sino “tardíamente” en la obra de Freud y que lo hizo como un obstáculo, como un accidente en en el curso de un pensam pensamien iento to y una técnica técn ica ya cons tituido tituidos; s; la transferencia transfe rencia,, pues pues,, está precedida preced ida por p or algo. Por otra parte, no es sólo en la historia del pensamiento analí tico que la transferencia viene en segundo lugar, sino que tam bién aparece en segundo lugar en el procesamiento de la cura. La transferencia sobreviene, aparece en el curso de un proceso en marcha que es el proceso analítico, se recorta sobre un con texto. El problema de saber si no hace más que aparecer o si ya estaba allí será debatido más adelante. ¿Qué decir entonces de este contexto? Si por una parte le asignamos un origen intrapsíquico decla rando, por ejemplo, que la transferencia es segunda con relación al narcisismo primario y, por otra parte, si vemos como dialéctico a ese contexto, tendremos que considerar que, en tanto concepto,la transferencia debe ser descubierta, señalada, pensada, y que esta “concepción” implica al analista y al pensamiento analítico. Finalmente, la naturaleza misma de la transferencia, que es el irrumpir de la repetición sobre lo actual, si no es interpretada puede repetirse indefinidamente.
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Entre estos valores de lo actual el analista ocupa un lugar esencial, el de estar directamente, inclusive especialmente, implicado y eventualmente el de elucidar esta implicación. Esta implicación, como ese pensamiento, forman parte del con texto sobre el cual se recorta la transferencia. A ese contexto por ahora lo llamaremos contratransferencia, admitiendo la posibilidad de definir más adelante sus límites y extensiones. extensiones. Observemos solame solamente nte que así así definid defi nida, a, como con texto y como implicación, la contratransferencia desborda su acepción tradicional. Esa acepción tradicional no remite sino a la pas p asión ión del analista. Pasión en todos los sentidos de la palabra: tanto pasión crí t i c a . . . como pasión del alma; alma; pasi pasión ón en el sentido pasivo de de sufrido aun cuando esta pasión se tradujo por algún pasaje al acto, acto, incluso. . . por una técnica activa activa.. "Falta técnica” y “sustancia” de la interpretación a la vez, así aparece el sentido tradicional y ambiguo de la contratransfe rencia. Este sentido de “falta” técnica se opone a una suerte de aná lisis ideal en el que el pensamiento sería libre, en el que la escu cha sería libre. También este punto de vista debe ser mantenido, y además se muestra correlativo del primero, pone en claro la función de suficiencia en la exposición de todas las teorías de la cura que pretenden situarse más allá de esa culpabilidad.
Ace A cepc pció iónn restrin res tringid gidaa La composición etimológica del término contratransferencia, trasposición bastante fiel de Gegen-Übertragung, sugiere un sen tido preciso y limitado: La contratransferencia se opondría a la transferencia, surgiría después de la transferencia, estaría determinada por ella, sería esencialmente segunda y reaccional. Esta acepción, bastante limitada, resulta perfectamente admisi ble, si nos remitimos a las primeras impresiones de Freud cuando descubre la transferencia, es decir, se estaría obligado a admitir que, además de la restitutio ad integrum del “texto” de la neu rosis, de la anamnesis y del agolpamiento de los recuerdos, algo
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surgiría en la plena actualidad de la cura; nuevas manifestaciones psíquicas esta vez concernientes a las relaciones personales del * médico y de su paciente, y que esas nuevas manifestaciones, perfectamente importunas, inesperadas, imprevisibles, vendrían singularmente a complicar la tarea del terapeuta ocupado hasta entonces en reconstituir la trama del recuerdo a partir de sus vestigios. E n la misma medida en que qu e la transferencia desplaza consigo consigo ^ pesadas cargas afectivas, el terapeuta se encontraría en la enojosa J necesidad d é ' reconocerse reconocerse como como objeto de esas manifestaciones. manifestaciones. I Desde ese momento es posible medir, según la reticencia que experimenta o según la dificultad que siente para “comprobar” simplemente el advenimiento de esas manifestaciones, cierta resistencia desplazada ahora del lado del terapeuta y que lo obliga a considerar esa resistencia como propia. Esa resistencia autoriza a concebir un primer trazado de la contratransferencia como estrictamente opuesta a la transferencia y determinada por por ella. ella. E l primer efecto efecto de la contratransfe rencia sería del dominio del enceguecimiento y de la perturba ción. El ejercicio del pensamiento analítico, hasta allí sereno, se vería comprometido por el advenimiento inopinado de manifes taciones afectivas; su ineluctable resultado sería “el oído sordo”. Ya volveremos sobre esta acepción tradicional de la contratransferencia, nacida en los primeros tiempos de su descubri miento. Pero desde ahora debemos debemos indicar indicar qu e aunque los fenó menos de contratransferencia nos parezcan sobrepasar y sobre todo adelantarse al sentido de su estricta oposición a la transfe rencia, ren cia, ese momento de aparición sigue sigue siendo fundamental. E l aspecto reaccional y segundo de la contratransferencia nos parece esencial aunque por otros caminos lo entendamos como primero.
La implicación del analista La contratransferencia del analista comienza pues con su im plic p licaa c ión ió n ; es porque súbitamente se reconoce como objeto y qui zás instigador de expresiones afectivas provenientes de su pa ciente que percibe en él como efecto de una resistencia. ¿Equivale esto a decir que el analista no está implicado sino por la transfe-
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rencia? ¿o solamente que la transferencia, por su carácter esencial de “tener destinatario” implica más directamente, más personalmente al analista y que este último no tiene entonces otro recurso que interpretar el sentido de este destino, reconocerse en él o renunciar a él? Esta última hipótesis nos retendrá con preferencia, porque el analista, en efecto, no sólo es requerido por la transferencia sino también por todas las solicitaciones que engendra la situación analítica. lítica. Estas solicitaciones son de toda toda clase y entre ellas se inscriben, en buen lugar, las que emanan del analista mismo, de sus exigencias y de su pensamiento.
Teoría extensiva Esta última observación introduce en una teoría extensiva de la contratransferencia, cuya acepción se ve entonces ensanchada hasta el grado de comprender todas las manifestaciones, ideas, fantasmas, sentimientos, interpretaciones, acciones o reacciones que corr corresp espond onden en al anal a nalista. ista. Si semejan semejante te acepción puede concebirse cebirs e teóricamente teóricamente ( y aunque aun que,, en cuanto cuanto a nosotros, nosotros, tengamos tengam os tendencia a llevar la noción de contratransferencia mucho más allá del grado grado de una una estricta estr icta oposición a la transferencia) transferencia) no noss parece pa rece que no ofrece más que un interés relativo, y que no estuvo lejos de dar cuenta del lazo conflictivo afectivo y dinámico (en el ta p sico si co log lo g ía) ía ) que se anud sentido de la M e tap anudaa en la situación analítica, y no toma su valor más que en esta situación. Se trata, pues, de otra paradoja de la contratransferencia que habrá que captar: que al mismo tiempo se la pueda concebir como precediendo a la situación analítica propiamente dicha (análisis didáctico previo, formación, desviaciones u ortodoxias de todo orden) y que no tome su verdadera dimensión más que si se la confronta con las solicitaciones intemas nacidas de la situación analítica. Existe entonces un problema que concierne a la especificidad de una contratransferencia analítica, puesto que tanto el análisis como otras disciplinas se apropian una parte de su teoría, utilizan sus conceptos, se inspiran en su formación, y de una manera general tienen acceso a los conocimientos teóricos del psicoanálisis.
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Si el pensamiento psicoanalítico constituye un contexto para el advenimiento de la transferencia, ese “carácter previo” es comnartido por otras disciplinas, y por cuanto un pensamiento seme jante puede ser propio de la contratransferencia, contratrans ferencia, ¿sobre qué base ba se la instauración de una situación analítica puede pretender consti tuirse como específica?
Los filósofos y el campo psicológico Muchos trabajos filosóficos o ensayos propios de las “ciencias humanas” y que tratan acerca del psicoanálisis, de las psicosis o de toda forma de alienación, comienzan por declarar que su propósito (cfr. Ricoeur, de Waehlens, Deleuze, Sartre, etc.) de ningún modo corresponde a una práctica analítica, que los autores no son psicoanalistas, o que jamás en su vida han visto a un esquizofrénico, etc., pero después, hecha la reserva, prosiguen sus investigaciones y nos dan cuenta de sus descubrimientos o de sus interrogantes. Esta actitud está perfectamente justificada y, por otra parte, no tiene necesidad de ninguna justificación; lo que los autores arriba citados han comprendido perfectamente. Hay razón entonces para preguntarse qué es lo que diferencia esa conducta de otra que fuera propiamente psicoanalítica; puesto que también el enunciado puede ser el mismo en ambos casos.
Especificidad del campo psicoanalítico Esa diferencia, y es nuestro propósito demostrarlo, reside pre cisamente en la contratransferencia. Para nosotros, toda manifestación del analista, en particular y en sentido estricto toda publicación, todo escrito, hasta toda fu eraa de la situación analí epifanía, aunque pueda darse como fuer tica, como fu e ra de su campo específico, proceden en realidad de ese campo y son interiores a él. El pensamiento psicoanalítico se inscribe necesariamente en una una respuesta. Porque la situación analítica se instaura por po r medio medi o de una demanda.
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En ese sentido, los escritos científicos formulados por el analista pueden tener valor de contrapartida, y hasta de réplica. Por definición, debemos considerarlos como el equivalente de una respuesta, inconsciente o deliberada; y aun, de una respuesta a las solicitaciones precisas de un análisis determinado. No sólo admitiremos que el pensamiento analítico puede constituir una respuesta, sino que se constituye por esa respuesta. Que no puede escapar a su status esencial de haber nacido de una confrontación específica que llamamos situación analítica. Que esta situación analítica se instaura como una demanda e implica al analista de tal manera que sólo podrá aclarar el sentido de los elementos inconscientes que aparecen si dilucida, antes o después, esa implicación. Si el pensamiento psicoanalítico está constituido en su esencia por una respuesta, nos veremos obligados a comprobar que a veces la respuesta precede a la pregunta, y que ésa es una primera manera de contratransferencia. Aquí no sólo se trata de oponer la “práctica” del análisis a la “no práctica”, como se opondría la operación a la teoría incompetente, porque tanto en la operación, como en la teoría incompetente es posible señalar un campo práxico y un campo no práxico.
Límites y contradicciones de este campo Sino de concebir que el pensamiento psicoanalítico recibe, por las contingencias de su ejercicio , las exigencias de su teoría y la naturaleza específica de lo que llamamos contratransferencia, limitaciones y extensiones que dosifican y especifican la mirada par p artic ticu u lar qu e é l d irig e s o b r e e l c a m p o p sico sic o lóg ló g ico. ic o. Qon respecto a este campo psicológico el pensamiento psicoanalítico no detenta ningún derecho particular, sino que, por el contrario, se ve limitado en su expresión por las imposiciones doctrinarias y contratransferenciales de su ejercicio. Una de las primeras prescripciones técnicas de Freud ilustra esa contradicción; es la que estipula que en ningún caso el analista debe considerar a la cura como un trabajo científico, lo que lesionaría la libertad de su escucha: “Mientras el tratamiento continúa no conviene proceder a la ela-
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boración científica de un caso, reconstituir su estructura, querer adivi adivino1 no1" su evolución, evolución, tom ar notas d e vez en cuan do ace rc a d e su estado presente, como lo exigiría el interés científico . . . ¿Cómo debe entonces proceder el analista? El analista deberá pasar, se gún las n eces ec esid idaa d es, es , d e una un a a ctitu ct itu d p síqu síq u ica a otra, otr a, ev ita it a r to d a especulación, toda rumia mental durante el tratamiento, no someter los materiales adquiridos a un trabajo de síntesis hasta que el análisis haya terminado .” 1 Ese “pasaje de una actitud psíquica a otra” nos parece carac terizar uno de los momentos específicos del pensamiento psicoanalítico. El supone, entre entr e otras cosas, una una “puesta “puesta en suspens sus penso”, o”, una “epojé” mucho más radical que la requerida por la fenome nología de Husserl, puesto que debe extenderse también al domi nio de de llas as representaciones representaciones inconscientes. En un sentido que no es más que un rasgo de ingenio, la verdadera fenomenología se situaría más cerca del análisis que de la reflexión fenomenológica. Así, el pensamiento psicoanalítico sale de su sillón y vuelve a él. Esta contingencia es, si podemos decirlo, esencial. Si, entre dos sesiones, el pensamiento psicoanalítico experimen ta la necesidad de hablar, de escribir, de profundizar la teoría, inclusive de demolerla o de transmitirla, es que no encuentra en la situación analítica entera satisfacción; en todo caso, es con relación a esta situación analítica que él debe juzgarse y, al ha cerlo, implica a la persona misma del analista, puesto que se sirve de sus exigencias. Contratransferencia y desarrollo histórico del pensamiento psicoanalítico * La respuesta, dijimos, puede preceder a la pregunta y constituir una primera manera de contratransferencia; y esto, desde un triple punto de vista: —Considerando al pensamiento psicoanalítico en su desarrollo histórico. E n este sentido, por ejemplo, el Proyecto de Psicolo gía gí a pa para ra n eu rólog ró log os y los trabajos que precedieron a la exposi-1 exposi- 1 1 S. Freud, De la technique psychamltjtique, psychamltjtique, París, P.U.F., 1953, trad. Anne Berman, pág. 65.
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ción del caso Dora pueden atribuirse a una resistencia al descubrimiento de la transferencia o, más exactamente, al descubrimiento del concepto de transferencia. Diremos que vislumbrada la perspectiva de la cura, organizada la concepción de la psiquis, el pensamiento se ha estructurado allí de una manera tal que es entonces que se descubre la transferencia como un obstáculo, un impedimento, una sorpresa, un fenómeno inesperado. inesperado. Hace falta falt a pues la audacia, la confianza absoluta de Freud en sí mismo para afirmar que la transferencia e s un obstáculo, que es propio de su misma naturaleza ser un obstáculo. Esta precesión del pensamiento psicoanalítico sobre el descubrimiento de la transferencia, precesión que aquí concebimos como una especie de mirada retroactiva, delimita un campo “exterior” de la contratransferencia y un campo “interior”, entendiéndose que es sólo por comodidad de la exposición que se hará tal distinción. Pero en realidad están confundidos, antes o después, para confrontarse luego, en un momento dado, con las implicaciones de la situación analítica. El campo “exterior de la contratransferencia” impone al pensamiento analítico y a determinado psicoanalista en particular límites cuya naturaleza corresponde a disciplinas sociológicas o políticas. Por ese atajo se introducen todas las teorías que denuncian el carácter datado, social, normativo, religioso, dogmático e histórico que se atribuyen a la situación hic et nunc de un analista determinado y del análisis en tal o cual contexto social. No hay ejemplo de un contexto sociocultural que no haya influido en sentido general, las metas, la concepción misma del análisis. La subordinación ética del análisis a tos ideales implícitos de una sociedad determinada es un hecho discemible, aun cuando la teoría analítica se apoye sobre conceptos de valor universal. Pero el problema está en concebir que el inconsciente sólo se manifiesta, y sobre todo se revela, en contextos y condiciones determinadas que fundan el texto manifiesto. Si Freud, en un contexto que era el suyo, determinó las mejores condiciones técnicas para que el inconsciente aparezca y se reve-
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le, no basta con denunciar esas condiciones históricas para desem barazarse del inconsciente. La época siempre suministra los términos del texto manifiesto. La reducción de la expresión manifiesta al sentido latente es en sí una actitud anacrónica; esto no quiere decir que en el curso de esa revelación no aparezcan valores morales propios de una época, pero es poco probable que las modificaciones socioculturales producidas desde los descubrimientos de Freud tengan su ficiente peso para dar lugar a modificaciones técnicas, de tal manera que se podría decir que ahora conviene modificar las condiciones técnicas para que el inconsciente se manifieste y se interprete mejor. Si tales modificaciones sobrevienen, no se producirán como con secuencia de una prescripción ex cathedra, con una ruidosa con versión, sino que lo harán más bien insidiosamente, mediante la modificación insensible de los ideales propios de una sociedad. No entra en nuestro propósito profundizar el campo exterior de la contratransferencia, porque su estudio corresponde a otras disciplinas y no a la del análisis propiamente propiamente dicho. dicho. Sin embargo, emba rgo, es visible que por este atajo podrían introducirse válidamente. Desde el punto de vista del desarrollo histórico del pensamiento psicoanalítico hemos reconocido que la respuesta podía preceder a la pregunta y que la contratransferencia podía constituir un an tecedente histórico en el reconocimiento y descubrimiento de la transferencia. Esta misma precesión vuelve a presentarse en oportunidad de la instauración de la situación analítica propiamente dicha.
Contratransferencia en la situación analítica En las modalidades concretas de su ordenamiento (invisibilidad del analista), esta situación, que por otra parte reconoce otros fundamentos, descubre al menos que fue concebida para no tener que soportar doce horas por día el frente a frente. Ese ordenamiento permite al analista disimular toda respuesta que, aun cuando no fuera articulada, podría expresarse por cierta mímica o gesto. No hay duda de que esta situación traza en el espacio concreto
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los rasgos de una actitud que concierne a la contratransferencia. Ella facilita la regla del silencio y sostiene la contención de las expresiones emocionales, y con ello no hace sino volver tangible la implicación emocional del analista. La implicación, como se sabe, no se detiene en las emociones, sino en las razones de esas emociones o, si se prefiere, en el cuerpo del delito. Tendremos ocasión de volver a lo largo de todo el libro sobre los diferentes modos de implicación del analista, puesto que también daremos cuenta de la imposibilidad de hablar de la transferencia sin dar intervención a los elementos contratransferenciales. No hay más que recordar la primera de las implicaciones que hemos señalado, la de estar forzado a concebirse como el objeto de las manifestaciones transferenciales, para captar la amplitud de esta implicación. Esas manifestaciones transferenciales deben entenderse tanto de manera directa, como expresión de las seduc ciones inmediatas, como de manera indirecta, por el subterfugio de las configuraciones de complejos evocadas. La seducción directa (dando a esta expresión su sentido más amplio) es para Freud Freud objeto obj eto de múltiples advertencias. Freud hace alusión a las provocaciones inmediatas, a las demandas implí citas, a las solicitaciones precisas, siendo de ordinario ilustradas esas exigencias por alguna mujer seductora que reclama un testi monio de afecto. Aunque por otra parte Freud no se haya dado tregua para remitir a sus orígenes infantiles esos requerimientos intempes tivos, tales advertencias se sitúan en la plena actualidad, en la plena realidad, en la perfecta inmanencia de su necesidad de sa tisfacción. En consecuencia, consecuencia, la regla consiste cons iste en no no ceder, cede r, lo que también se entiende de la manera más real y tangible. Estas prescripciones parecen en cierto modo ingenuas, en com paración con las sutiles implicaciones de Freud en el análisis de Dora, donde se ve que la seducción puede ejercerse sin recurrir a demandas explícitas, y donde las satisfacciones esperadas se adquieren en grados de realidad que corresponden a la realidad psíquica. Sin embargo, sería equivocado descuidar estas prescripciones "realistas”, que por realistas que sean no dejan de ser modelo de
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todas las seducciones, precisamente porque la seducción guarda en el horizonte de su deseo cierta realidad bien tangible. Como más adelante demostraremos, la escucha del discurso más chato, del relato más insulso, recorre un inmenso campo de soli citaciones pulsionales. Todos los niveles de seducción se superponen y trascienden las resistencias. E l relato, por ejemplo, ejemp lo, por por cuanto cuanto se se constituye como resistencia, es resistencia más por hacerse seductor que por un resistir resisti r propiamente propiame nte dicho. A la inversa, el relato puede ser se r aburrido en sí, pero seductor por su contenido. Toda alusión, todo esquema de asociación que apunta a una zona erógena cualquiera es una seducción. seducción. La seducción seducción es es siem pre directa d irecta por el solo hecho hec ho de ser oída. oída. Por ello es múltiple múltip le y solicita el deseo del analista tanto por el enunciado de su propio deseo como por la puesta en escena de un fantasma cualquiera. La seducción instituye al analista como co-deseante, tanto si se constituye como el objeto de su deseo, como si lo elige como objeto, como si lo pone frente a un deseo tercero, como si solamente invoca el objeto indeterminado del deseo. No existe escucha neutra, no existe escucha “desinteresada”, no existe sino una escucha libre, y libre por cuanto de antemano sabe sab e interesarse y desinteresa desin teresarse rse en el mism mismo o mom momento. ento. Tampoc Tam poco o existe escucha sin identificación y sin “desprendimiento de la identificació iden tificación”. n”. Aquí debe d ebe entenderse la identificación tanto en el nivel global de una comprensión “sobre la base de puntos co munes” que además pueden ser inconscientes, como en aquel para el analista de ser “identificado” con determinado objeto deseable u odioso. La identificación, por otro lado banal, es aquí contratransfe rencia sólo si se inscribe en una situación propicia tanto para la elucidación de los fenómenos inconscientes como para resistir su comprensión. Sólo es contratransferencia contratransferenci a en el sentido sentido psicoanapsicoanalítico si se inscribe en una situación técnica, la cual corresponde a prescripciones explícitas que limitan o hasta condenan, o tole ran, y en todo caso reglamentan, la respuesta que puede caber a toda demanda por el canal de tal o cual identificación. Entiendo por reglamentación tanto aquella exterior que, por intermedio de la formación didáctica, de la presión de las escue las, de las obediencias de todo orden, modifica el curso del pen
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samiento analítico, como aquellas interiores que no procederían sino de un sujeto, por la razón de que si el analista se prohíbe o simplemente no siente la necesidad de responder, esta limitación rige la situación analítica, en la medida en que su fin no es otro que el de la elucidación del inconsciente y que esta elucidación, que es una elucidación del deseo, pasa por la necesidad de una suspensión de la respuesta. Decir que esta suspensión, sentida concretamente como la espera de una interpretación (e interpretada por algunos como una propiedad de la frustración), es necesaria para desbaratar la esencia misma del enmascaramiento del inconsciente, dicho de otra manera que ese enmascaramiento, ese desplazamiento o esa condensación de los elementos figurables del inconsciente, no está tan bien enmascarado como cuando se dirige a algún otro que lo escucha y le responde, y que tiene necesidad de esa respuesta para confirmar, perfeccionar y hasta constituir su enmascaramiento. Se comprenderá por ello que el núcleo más inexpugnable de la resistencia (se la considere desde el punto de vista de la transferencia o de la contratransferencia) estará compuesto por fantasmas que implican la respuesta en la pregunta, dicho de otro modo, la repetición en la cura de modelos de relación donde el analista se halla implicado de tal modo que su respuesta no sea ya esperada sino anticipada, es decir, implicada en la pregunta.
La implicación del analista en el análisis del carácter Con esta especie de resistencia puede relacionarse la del carácter. Se ha insistido mucho y con razón sobre el aspecto defensivo del carácter, y demasiado poco sobre el estiaje libidinal que garantiza. El carácter asegura, frente a cualquier peligro, cualquier situación o prueba, una suerte de mínimo vital de satisfacción. Pero esta satisfacción no puede concebirse sino implicando al protagonista de la prueba o al agente del peligro, de manera que responda por adelantado a esta satisfacción, esto sin perjuicio de la satisfacción narcisista que indefectiblemente se consuma. La resistencia del carácter no reside solamente en la fuerza
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defensiva que en ella se revela, sea esta fuerza defensiva frente a las pulsiones internas o frente a un peligro percibido como exte rior, pero también y sobre todo, frente a las satisfacciones pulsionales inconscientes que encuentran su camino en una relación ya figurada, muchas veces repetida, siempre a punto. Concebido de esta manera, puede verse que el carácter se acer ca extrañamente a la transferencia, la cual, caida también en las redes de una situación perfectamente actual, traspone los ele mentos de una relación infantil sobre un conflicto contemporá neo. Su diferencia esencial esencial radica rad ica en e n que qu e la transferencia, aun en su aspecto de pura repetición, mantiene la posibilidad de una respuesta nueva. La transferencia interroga a una figura de la infancia de ma nera a veces estereotipada, pero interroga realmente. Más allá de sus asignaciones perentorias, la transferencia man tiene una suerte de indecisión de “roles”, apoyándose en esto so bre el contraste de las pulsiones opuestas. Es más bien el aná lisis de la transferencia, su elucidación, lo que permitirá entonces señalar el sentido exacto de la interrogación o de la demanda. Muy por el contrario, el carácter no acepta la indecisión o el cuestionamiento de un destino pulsional, no corre el riesgo de percibir la amenaza de una inversión o la transformación de un fin pasivo pas ivo en fin activo. activo. No sostiene sostien e sus compromisos sino por sí mismo y arroja los los sínto síntoma mass lo más lejos posible. Para hacerlo, hace rlo, necesariamente implica al analista en un “rol” definido, inaliena ble e intemporal, y responde en su lugar a despecho de toda in terpretación, puesto que esa interpretación está ya “tomada” en el contexto de una respuesta formulada de antemano. El problema contratransferencial del carácter, perfectamente legible en Reich o Ferenczi, siempre engendra el mismo tipo de metáforas extraídas de la novela de caballería: escudo, armadura, defensa, romper la coraza. Lacan, si la memoria no me falla, habla en favor de otras razo nes que qu e quizá también también sean de blasón bla són.. Pero, con mayor claridad clarida d en Ferenczi que en Reich, se percibe que el verdadero problema es el de una correspondencia de los caracteres. El carácter llama al carácter porque implica al analista de tal manera que sólo los tipos arcaicos de relación parecen poder jugar jug arle le una mala pasada pasada..
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A d em ás, ás , e l p ro b lem a d e las la s con co n cord co rd an cias ci as d e estru est ructu ctura rass s o b r e pas p asaa a l d e l ca rá cter ct er p ara ar a con co n cern ce rnir ir a to d a s las la s rela re lacc ion io n es con co n tratransferenciales: Para convencerse, basta pensar en los criterios en virtud de los cuales un analista deriva un paciente a otro analista. Fuera de otros problemas contingentes puede verse que, aun sin saberlo, es en función de semejanzas u oposiciones de estructuras que qu e tomará su su decisión. decisión. E l efec e fecto to de d e una concordancia demasiado grande de esas estructuras se emparentará con el que produce la vibración de frecuencias idénticas, como un sonido puede quebrar el cristal. Por no querer romper la “coraza caracterológica”, el análisis del carácter puede ser llevado hasta cierto término, más allá del cual, es a veces más prudente aprender a “utilizar” el carácter, tornándolo conscien cons ciente. te. Y reconociendo reconociendo en esto su su valor de guardián guardián de un estiaje mínimo de satisfacción libídinal. Si tomamos el ejemplo caracterológico del conformismo, es sin duda por efecto de una objetivación abusiva que designaremos así a un modo de pensa pensar. r. Pero el hecho es que q ue el cará c arácter cter llama a la objetivación por la insistencia de su estilo y que no es carácter más que por responder de antemano a lo que de él se espera; que se manifiesta y se ha constituido precisamente para que se espere eso de él y ninguna otra cosa. Pero si, decididos a no abordarlo de frente ni analizarlo en cuanto tal, pues esto terminaría objetivándolo de una u otra manera, lo analizamos por el rodeo del erotismo anal, descubriremos tal vez que es para conformarse eternamente con el deseo materno de producir una materia fecal perfecta que nuestro conformista se condena a ideas acabadas pero conformes. Pero esta interpretación será aceptada (esa u otra) por conformismo. El círculo círculo caracterológico caracterol ógico está, pues, cerrado; es imposible salir de él, porque para entender el conformismo hay que estar conforme. Es por eso que el carácter es un carácter y se traduce por una resistencia resist encia invencible. invencible. Esa Es a resistencia lleva al analista a ciertas pruebas de fuerza, como se ve en Reich, donde todo el “tacto” y la “digitación” del mundo no impedirán que se haya querido meter allí la mano. Com Como o se ve, la respuesta respuesta está aq uí imbricada imb ricada en la pregunta. Si el el paciente paciente interroga al analista analis ta mostrándole mostrándole per-
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manentemente que está conforme, es porque inconscientemente estima que qu e le bastará estar conforme conform e para ser ser amado. amado. L a respuesta resp uesta que espera es que, en efecto, se lo ame tal como es, es decir, conforme. Cualquier otro rodeo lo l o conducirá sólo a reiterar reiter ar su su conformismo, puesto que al estar conforme obtiene la respuesta que espera. El ejemplo del carácter sólo tiene la finalidad de mostrar la implicación de un pensamiento contratransferencial, o más exactamente uno de sus “impasses”. Este ejemplo ilustra el segundo punto de vista que mencionábamos hace poco: que, tanto en la situación analítica como en el desarrollo histórico del pensamiento analítico, la contratransferencia aparece como una implicación del analista en todos los niveles: sean que, por el hecho de sus propias exigencias o de los sometimientos éticos que se impone, su pensamiento parece preceder a la eclosión de la transferencia y responder a ella por adelantado, sea que, finalmente confrontado con las necesidades de la identificación, de la seducción o del rechazo, no pueda resolver los enigmas que casi siempre él mismo se ha planteado como enigmas, sino dejando en suspenso la respuesta. Esta respuesta constituye la esencia misma de lo que se solicita en la situación analítica. Como se ve en el ejemplo ejemplo del carácter, carác ter, la resistencia puede interpretarse como una imbricación de la respuesta y la demanda, provenga esta imbricación del paciente o del analista. La contratransferencia es confrontada con muchas otras cosas además de la transferencia, pero con todas las solicitaciones que implica impl ica la instaura instauración ción de una situación analítica. analítica. Esta Es ta no se sos sos-tiene más que por la puesta en suspenso de una interpretación que constituye su esperanza o su amenaza. Toda To da ruptura de silencio es una una interpretac interpretación. ión. La interpretación está en el horizonte de todas las tensiones y de todas las demandas deman das que se instauran. instauran. Así se comprende comprende que, a menos que se niegue la implicación del analista en la situación analítica y se tome su neutralidad por nada, ese pensamiento que no encuentra su razón de ser más que suspendiendo su expresión articulada, se ve sometido a implosiones, desenlaces inéditos, asociacio cia cione ness perdidas, catástrofes catástr ofes mudas o sord sordos os triunfos. triunfos. E n su mayor parte el pensamiento contratransferencial no se expresa y,
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además, la interpretación no puede, ni de hecho ni de derecho, constituir una descarga de dicho pensamiento. Frente a esta confrontación muda, la transferencia se opone, entre otros elementos de la situación analítica, a la contratrans ferencia. Pero por su su carácte car ácterr eminentemente eminentemente heurístico, heuríst ico, por la indecisión de la respuesta que espera, por la insistencia con que solicita una satisfacción inmediata en nombre de un deseo mucho más antiguo, constituye una notable posibilidad de apertura del conflicto intrapsíquico, al mismo tiempo que traza y crea los límites de un campo de oposición específico transferencia-contratransferencia, contribuye o incluso funda ese campo y esa opo sición como dialéctica, es decir, dibuja en filigrana especies “de animaciones” donde las figuras históricas que contribuyeron a darle la posibilidad de un desplazamiento psíquico parecen po nerse en movimiento, donde las exigencias pulsionales, no por ser mendigadas hic et nunc y dirigirse a la escucha más inmediata dejan de formularse en términos arcaicos, y donde, por el atajo de esta demanda inmediata, pueden localizarse las modalidades permanentes, los canales obligados, las estructuras privilegiadas mediante las cuales indefectiblemente esas demandas se repiten. La transferencia no se opone a la contratransferencia más que cualquier otra solicitación; simplemente, se impone de una manera más directa y clara, porque es más ciega y, siendo más ciega, utiliza precisamente los elementos hic et nunc de la situación ana lítica concreta que son lo más favorable a la resistencia, es decir, aquellos que reintroducen con mayor eficacia los modos arcaicos de relación más insistentes. Esos modos arcaicos de la relación que son las estructuras de la transferencia se organizan de manera tanto más dramática cuanto que toman de la estructura edípica fundamental las fuerzas que los animan, y la organización de la neurosis de transferencia, que más adelante veremos puede ser muy precoz, no encuentra su verdadera dimensión sino en la expresión edípica de los celos; ella intenta entonces una nueva trampa donde la contratransfe rencia se enreda como para responder demasiado bien.
La contratransferencia como demanda No hace falta decir que hasta ahora hemos asimilado la con-
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p e ro q u e su v erd er d a d era er a n atu ralez ra lezaa tratransferencia a una respuesta, pe es la de constituirse como una demanda y que es ese precisamente el género de respuesta que de ella se espera. Para constituirse como demanda, la contratransferencia enfren ta una regla fundamental, no formulada en parte alguna y que sin sin embargo todo el mundo mundo se esfuerza por observar. Si el analis ta testimonia una demanda la situación analítica da un vuelco, y precisamente todo se organiza para que él llegue a formularla. El purismo más austero se une aquí a la más pura ingenuidad, al creer que a través de las interpretaciones no podría trasuntarse de una demanda; con ese fin, conviene señalar que la demanda de pago sólo puede disimularse como demanda si se formula como exigencia. Sin embargo, es sin lugar a dudas por una demanda implícita que se sostiene la situación analítica, es sobre esta demanda que se funda lo que Freud llama la sublimación de la transferencia. Esta demanda es sostenida por el analista tanto como por su pa ciente y funda la alianza. Contratransferencia y pensamiento reflexivo Para ilustrar la interacción de la demanda y la respuesta contratransferencial, tratrans ferencial, nos referiremos referiremos a un terce ter cerr punto de vista. Ese punto de vista, que completará a los dos primeros, concierne a los los momentos momentos reflexiv reflexivos os que comentan comenta n la situación analític an alítica. a. Los momentos reflexivos también forman parte del pensamiento psicoanalítico y participan como éste de las limitaciones de la con tratransferencia. Sea que se hable, como lo hace Freud, de teoría de la técnica, o que se haga referencia a las especulaciones del pensamiento analítico sobre la naturaleza de las religiones o del provenir de alguna otra ilusión, o que se interprete cualquier malestar en la cultura: estas especulaciones, por muy alejadas que parezcan de las contingencias de la cura, no pueden elevarse desde otro campo que el de la situación situación ana analític líticaa propiamente dicha. di cha. Incluso en las teorías llamadas especulativas, como la del instinto de muerte, la situación analítica sigue siendo la referencia funda-
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mental, y la transferencia negativa es a la vez testigo y modelo de una resistencia invencible atribuida a ese instinto. Por eso podemos entender que una teoría del instinto de muerte pueda calificarse como contratransferencial al mismo título que otra que se opusiera a ella en nombre de los mismos argumentos. Al no llevárselos a la situación analítica y particularmente al campo transferencial que resguarda la resistencia, los textos freuale starr e n la cultu cu ltura ra,, dianos llamados especulativos, como el M alesta no pueden dar, si se los estudia tal cual son, por su valor ideo lógico, sino la imagen grotesca de un cuadro engañoso. Si en verdad se trata de enjuiciar el comunismo o la acumulación del capital, esos textos ofrecen un pobre ejemplo de lo que puede constituir el pensamiento analítico salvo, precisamente, que sean expuestos y deformados por el ojo invisible del inconsciente que los mira.
Lazos de la contratransferencia con el pensamiento ¿Pero qué significa pensamiento psicoanalítico? ¿Por qué uni mos pensamiento psicoanalítico y coutratransferencia? Nuestra fi nalidad es demostrar la unidad de este pensamiento tanto en la historia de la teoría analítica como en el compromiso de la cura, como en los momentos reflexivos que comentan la situación analítica. ¿Qué entendemos aquí por pensamiento? El pensamiento puede ser considerado desde varios puntos de vista en la obra de Freud: —Desde De sde un punto de vista vista general, cuando c uando se s e trata trat a de d e la l a evo lución del del pensamiento en la historia de la humanidad. humanid ad. E ste st e término sustituye al peyorativo y anticuado de “mentalidad” (en el sentido sentido de mentali mentalidad dad primitiva). Así, se hablará hab lará de un pen samiento animista, de un pensamiento religioso, de un pensamien to científico. —Desd De sdee un punto de vist vistaa particular particu lar al mundo m undo de los lo s sueños, y que recorta la oposición: latente-manifiesto, se hablará de los pensamientos latentes como opuestos al texto manifiesto y a las asociaciones mismas. —Por Po r último, últim o, desde desde el punto de vista de la natura na turaleza leza y de la
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función función del pensamiento en el psiquis psiquismo mo en general. gene ral. E ste st e punto punto de vista apunta a la oposición: proceso primario-proceso secun dario, dario, y se desarrolla desarro lla particularmente en Les deux principes du developpment mental (1911), el artículo sobre “La nega ción” ción” (19 25 ) y en “El “El block ma mara ravi villo lloso so”” (1 9 2 5 ). A este tercer grupo pueden vincularse las consideraciones sobre las identida des de percecpción y las identidades de pensamiento, ya presen tes en la Traumdeutung.
El pensamiento animista En lo que concierne al pensamiento animista, al menos tal como se lo considera en Tótem y tabú (1913), sorprende ob servar que la primera concepción del mundo edificada por el hombre es es una concepción psicológ psicológica. ica. Freud Freu d otorga a esta concon- <3 cepción psicológica primativa no solamente el peso del narci sismo y de la omnipotencia de las ideas, sino la fuerza de una proyección. Esta Es ta proyección deriva deriva de la oposición entre la mis mis ma cosa latente, es decir, presente sólo en nuestras represen taciones. Lo que se encuentra proyectado en el pensamiento animista es el inconsciente mismo. E l mundo es a imagen de la psiquis. psiquis. Que “si “sign gnifi ifiqu que” e” el orden orden o que “signifique” el caos, el mundo es movimiento porque el pensamiento se mueve, y es fijo si el pensamiento duerme. Por lo tanto, en su modalidad animista el pensamiento es con siderado como una serie de ordenaciones psíquicas, fundada en principios, más bien que como un pensamiento en sí. Freud no cree que la creación de los primeros sistemas cós micos haya sido determinada por la sola curiosidad especulativa o la sola sed de saber (I: Tótem y tabú, pág. 192): él estima que la necesidad práctica de someter al mundo jugó un papel mucho más importante. Pensar el mundo es dominar al mundo. Esta tentativa de dominio está en el origen de las reglas de conducta conocidas con el nombre de brujería y magia. Si la brujería aparece como el arte de influir sobre los espíritus tratándolos como se trata a los hombres en condiciones idénticas,
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es decir, aplacándolos o concillándolos o volviéndolos favorables, la magia, mucho más importante, descansa sobre un principio claro y preciso: confundir una relación ideal con una relación real. Freud da dos ejemplos: fabricar con materiales cualesquiera la efigie de un enemigo para destruirlo, o aun decretar que tal o cual objeto representará su imagen. No puede dejar de sorprender la similitud de mecanismos entre la transferen transf erencia cia y el pensamient pensamiento o animista. animista. Casi podríamos podríamos valer nos de un pensamiento transferencial cuyo principio fuera, en efecto, el de sustituir con la imagen de alguien que no es forzosa mente un enemigo, la de otro que soporta en su lugar los deseos inconscientes que se le dirigen. Con ese propósito, se observará que Freud termina su artículo sobre “La dinámica de la transferencia” (1911) con esa evocación, “tranquilizadora” para los analistas, de que nadie puede ser muer to in abstentia aut in effigie. El principio más importante de la operación mágica es el de una similitud entre el protocolo de la acción cumplida y el fenó meno cuya producción producción se desea. desea. Así, Así, en la la isla de Java, Java , los ha habi bi tantes vuelven por la noche a los campos para estimular con su buen ejemplo la fecundidad del suelo y asegurarse una buena co secha. El asunto se complica comp lica por por el hecho de que las relaciones sexuales incestuosas eran vilipendiadas y temidas en razón de su influencia nefasta sobre la fecundidad del suelo, creencia cuyo eco aparece en el Edipo Rey de Sófocles. El fundamento del pensamiento mágico, como también el del pensamiento religioso, descansa sobre la creencia en seres espi rituales que animan a los seres humanos, de manera que las per sonas humanas contienen almas que pueden abandonar su soporte para unirse a otros hombres. Agrega Freud que primitivamente se representaba a las almas como muy semejantes a los individu individuos. os. Por otra parte, él estima que fue la comprobación de la muerte lo que debió suministrar el punto de partida de esta teoría, y considera asimismo el papel de las imágenes que aparecen en los sueños y de las imágenes reflejadas por los espejos. Sin embargo pueden emplearse otros procedimientos para des truir a un enemigo, como el de procurarse recortes de sus cabe-
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líos, uñas o vestidos, para entregarse a actos de hostilidad sobre ellos. Aquí la similitud es reemplazada haciendo que la parte sustituya al todo. Asimismo, mediante la ingestión de partes del cuerpo de una persona uno se apropia igualmente de las facultades con que está dotada. Pero en ese momento surge el problema de la duda, de la duda sobre la eficacia de las prácticas empleadas para obtener la acción mágica. ¿Cuál es, por ejemplo, la fuerza mágica de la plegaria? Como Com o se ve, ve, esta esta dud dudaa es es narcisista. narcisista. Con este fin Freud cita a Hamlet (Tótem y tabú, pág, 100). El rey dice: “Mis palabras vuelan por lo alto, pero mis pensamientos quedan abajo. L as palabras qu e no animan animan pensam ientos jam jam ás alcanalcanzan el cielo.” El pensamiento debe ser omnipotente para alcanzar directamente su meta. Se supone, pues, que las relaciones existentes entre las representaciones deben existir entre las cosas. De manera que el principio que rige la magia, la técnica del modo de pensamiento animista, es la omnipotencia de las ideas. Ese modo de pensamiento no sólo puede observarse en la neurosis obsesiva sino en todas las otras neurosis. “Los neuróticos viven en un mundo particular donde sólo tienen cau sas los valores neuróti neuróticos cos.. Es decir qu e los neuróticos neuróticos no atribuyen eficacia sino a lo que es intensamente pensado, afectivamente representado, sin preocuparse por saber si lo pensado y representado está o no de acuerdo con la realidad exterior.” En la fase animista del pensamiento el hombre atribuye a sí mismo la omnipotencia; en la fase religiosa se la a cedido a los dioses con el fin de influir sobre ellos para que actúen conforme con sus deseos; en la concepción científica, estima Freud, no hay ya lugar para la omnipotencia del hombre, quien ha reconocido su pequeñéz y se ha resignado a la muerte. “En el hombre primitivo el pensamiento está todavía fuertemente sexualizado, en razón de la carga narcisista y autoerótica d el pen sam iento mismo. mismo. L a represi represión ón sexual sexual qu e sobr evien e des pu p u és tie ti e n e e l e fe c t o d e resex res exu u alizar aliz ar los p r o c e s o s inte in tele lect ctu u ales al es.” .” 2 No hay duda, para Freud, de que la historia del desarrollo del 2 Tótem, et tabou, tabou, pág. 105.
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pensamiento evoluciona paralelamente al principio de realidad. En un primer estadio el pensamiento es narcisista en su fase animista, después objetal en su fase religiosa (por la fijación de la libido en los padres) y, finalmente, en el pensamiento científico, se lo caracteriza por la renuncia: renuncia al placer y subor dinación de la elección del objeto exterior a las conveniencias y exigencias de la realidad. Por lo tanto, el pensamiento no es aquí definido como tal, sino más bien según sus modalidades evolutivas puesto que se trata de fases. fases. Esta concepción concep ción supone sup one la idea de un desarrollo his hi s tórico del pensamiento cuyos fines se hallarían modificados por la evolución, pero cuyo interés reside evidentemente en su rema nencia. Por lo demás, esta remane rem anencia ncia del anim animismo ismo no ha hace ce más que testimoniar la carga psíquica del pensamiento por el pensa miento, o más exactamente por los valores sexuales que primiti vamente vamente lo animan animan o secundariamente se reflejan en él. E n con secuencia, el pensamiento no es concebible, desde un punto de vis ta psicoanalítico, sino cargándose y concibiéndose él mismo como pensamiento pensamiento (ateniéndono (ateniéndonoss al a l simple enunc enunciad iado o de sus sus fa se s). s) . “En su principio el pensamiento era inconsciente (en Los dos principios de funcionamiento psíquico), sólo mediante su unión con los restos verbales adquirió más tarde cualidades perceptibles para la conciencia .”
Lazos del pensamiento primitivo con la transferencia y la contratransferencia Por una parte, encontramos que los mecanismos de la trans ferencia ferenc ia —si —si es preciso vincularlos vincul arlos con cierta ciert a fase del pensamie pens amiento nto (y cómo no reconocer en los principios que rigen el pensamien to animista a los mismos que rigen la transferencia)—, testimonian desplazamientos de una persona sobre otra, especulan sobre las cualidades comestibles de un protagonista poseído por otro, se dedican a la trasposición de sus pensamientos interiores y su transporte en otra persona, crean alianzas por contigüidad, se apoyan sobre similitudes, utilizan detalles simbólicos, se consa gran a los objetos que rodean al analista, a sus artículos o a su
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timbre, en actos propiciatorios que no desaprobarían los habitantes de la isla de Java. Cómo no reconocer que la contratransferencia, a la que también se relaciona con cierta fase del pensamiento animista, puede considerarse como una muestra de él, si se piensa que el pensamiento kleiniano considera como relación entre cosas lo que ella enuncia como relación entre ideas. Si la introyección, por ejemplo, es muestra del más puro de los pensamientos animistas, el pensamiento sobre la introyección no establece las mismas relaciones sustituyendo por relaciones reales el resultado de una acción ima imagina ginaria. ria. Ese Es e pensamiento denomina introyección a lo que imagina que sería un espíritu a través de un cuerpo. Se argüirá argüirá que para para ser científico científic o el e l pensamiento p ensamiento analítico debe seguir a su objeto hasta identificar sus procesos con aquellos que él tiene por misión elucidar. Se trata, en efecto, de aquello que no sólo en el pensamiento teórico sino en la escucha más comprometida, la coloca en las fronteras de la ciencia cie ncia y el pensam pensamient iento o primiti primitivo. vo. E l mismo mismo concon cepto de realidad psíquica puede interpretarse al mismo tiempo como axioma de un pensamiento científico que designa sus objetivos, o como la remanencia de un animismo que reifica sus creencias, cuando lo importante es captar ( saisir ) que uno de esos modos de pensamiento aparece como reflexivo con relación al segundo. E l término “captar” ( saisir ) que acabo de emplear es un ejemplo de ello. Es posible, por lo tanto, situar al pensamiento analítico refiriéndolo a las fases del desarrollo del pensamiento general, se lo declare animista, religioso o científico; podrá decidirse su pertenencia pero no su especificidad.
El pensamiento como resistencia Esta especificidad de un pensamiento analítico no puede concebirse válidamente sino en el momento de su compromiso en la situación analítica. analíti ca. Sólo puede puede concebírselo concebírselo entonces en su su efecto efec to de resistencia. resistenc ia. E l pensam pensamient iento o es una resistencia desde que q ue se constituye como pensamie pensamiento nto.. Freud lo sintió sintió perfecta pe rfectame mente, nte, y estipuló que ningún pensamiento reflexivo debe formarse durante
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el transcurso de las curas, sino que es preciso “saltar de una actitud psíquica a otra”. No hace falta decir que el pensamieto psicoanalítico no se limita a los comportamientos teóricos que podrían invadir la escucha analítica e imponerle ciertos modelos de su cosecha. La naturaleza del pensamiento no se limita a los aspectos espe culativos o reflexivos de su campo de ejercicio ejer cicio.. Los dos dos principios el funcionamiento psíquico s son son a ese ese respecto muy muy claros. claros. E l pensamiento es ante todo inconsciente, no escapa más que otras entidades psíquicas al principio de placer-displacer. El aparato psíquico debe desembarazarse de sus excesos de excitación. Si este exceso exceso puede descargarse descargarse por por un tiempo me diante la expresión mímica de los afectos, no tarda en hacerlo de una manera más apropiada y se transforma en acción, en acción sobre el mun mundo do.. Modifica Modi fica la realidad para no tener que qu e modificar sus tensiones interiores. Este comportamiento es lo opuesto de la prescripción moral de Descartes, para quien es más conveniente modificar su pensamiento que modificar el mundo.
El pensamiento como acto El proceso de pensamiento nace de la necesidad de suspender la acción. Al principio principio este proceso sólo sólo está formado por una función de representación, pero dada la necesidad para el psiquismo de suspender su acción sobre el mundo, porque el mundo resiste y porque la realidad lo impone, entonces el proceso de pensamiento asume una segunda función, que es la de reempla zar a la acción. El pensamiento es un acto en situación de impotencia. El permite, mientras la descarga es diferida, soportar la cre ciente tensión de la excitación. “Básicamente se trata de una actividad de tanteo con despla zamiento de muy pequeñas cantidades de carga psíquica y gasto (o descarga ) míni mínima d e estas estas últi últimas. Para eso se r equ ería e l pas p asaa je d e carg ca rgaa s libre lib rem m en te d esp es p laz la z a b les le s a carg ca rgas as ligad lig ad as, as , situasitu a-33 3 Nos remitimos a la traducción de Claude Conté, Formúlations sur les deux principes de l’activité psychique, Documents, recherches et travaux, t. 4, Ecole freudienne de Parts. (N (Nota ota del Autor.) Autor.)
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ción que se alcanzó por medio de una elevación del nivel del conjunt conjuntoo de l proces o d e carga. carga. E l pensa pensamient mientoo er a en su su origen origen pro p ro b a b lem le m en te inco in con n scien sc ien te, duran du rante te e l largo larg o t ie m p o e n q tie ti e se elevó sobre la función de simple representación y se consagró a las las relaciones entre las im im presiones presiones objétal objétales. es. S ólo m edian te su su unión con los restos verbales adquirió más tarde cualidades perceptibles para la conciencia ”4 ” 45 Es aquí visible el indisoluble lazo que liga al acto con el pensamiento, el pensamiento vale por el acto, la palabra no le basta en absoluto. Desde ese momento el pensamiento se escinde en dos porciones, siempre siempre bajo ba jo la influencia influen cia del principio principio de plac pl acer er.. Una Un a parte renuncia a apoyarse sobre objetos reales, que permanecen tenazmente afectados a sus fuentes de placer; ella concierne a la actividad fantasmática que puede observarse en los juegos infantiles, y más tarde tard e en las ensoñacio ensoñaciones nes diurnas. diurnas. E s ta actividad activid ad fantasmática conserva un lazo estrecho estrecho con con la pulsión sexual. Pero: “Lo represión subsiste omnipotente en el dominio de la actividad fantasmática: permite la inhibición de las representaciones in statu nasccndi, antes de que ellas hayan podido arribar a la conciencia, si la carga de esas representaciones puede ocasionar una liberación de displacer, y puede ser utilizada para conducir bajo la dominación del principio de placer procesos de pensamiento que ha llegado a ser conforme a la razón.” 6 El pensamiento y el fantasma La actividad fantasmática forma, pues, parte del pensamiento, entendido ahora como un proceso global de equivalencia del acto. E se pensamiento no devie deviene ne conscient conscientee de sí mismo sino por el contacto de las representaciones de cosas con los “restos verbales”. verbales”. No hay duda de que una gran parte de la teoría de la técnica en Freud separa esos dos momentos del pensamiento: actividad fantasmática y juicios conformes a la razón, al hacer que los primeros sean soportados por los neuróticos y los segundos por el analista. Tampoco Tamp oco hay duda de que sem se m ejant eja ntee esqueesq ue4 lbtd., lbtd., trad. Claude Conté, pág. 7. 5 lbtd., lbtd., pág. 7.
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mática oposición es fácilmente observable, sobre todo en los intervalos mudo mudoss que separan separ an dos intervencion intervenciones. es. Pero, como dice Freud: “Tenemos él deber de servirnos del valor monetario reinante en los países que exploramos En consecuencia, no cabe sostener el esquematismo de la opo sición proceso secundario-proceso primario, que de un lado sería sostenido por el paciente y del otro por el analista. Si la actividad fantasmática forma parte del pensamiento pero finalmente se distingue de él por su destino, también el sistema asociativo se distingu distinguee del pensamiento pens amiento propiamente propiamente dicho. Esta Es ta distinción se afirma particularmente en Révision de la Science des réves (Revisión de la ciencia de los sueños) : 6
El movimiento del pensamiento analítico Vemos en esta obra que el sueño manifiesto se opone a los pen pe n sam sa m ientos ien tos laten late n tes d e l su eñ o. Se trata de los los pensamientos que buscam buscamos os detrás detrás del texto te xto manifiesto. Freud distingue, distin gue, pues, pues, dos dos actividades del pensam pen samient iento o analítico. La primera primer a consiste en transformar el sueño manifiesto en sueño latente; se trata de la interpretación del sueño, que es una actividad técnica. L a segunda intenta explicar la elaboración del sueño; se trata de una teoría, y Freud agrega: “Tanto la técnica de la elaboración del sueño como la teoría de su elaboración elaboración d eben ser cread as d el princi principi pioo a l fin.” fin.” Lo que conviene explicar en la teoría es la elaboración inversa, es decir, cómo llegó el sueño de su sentido latente a su sentido manifiesto. Esta reflexión sobre la elaboración inversa forma parte, propia mente, de un pensamiento psicoanalítico, que reflexiona sobre los pensamientos, concebidos ahora éstos como el fin de la investiga ción y al mismo mismo tiempo tiempo com como o la fuente de la elaboración. elaboració n. A la elaboración del soñante corresponde una reflexión sobre la ela boración inversa. El problema de la teoría psicoanalítica es pues concebir al pa6 1916 19 16;; cfr. trad. Nouvelles conférences sur la pstjchanalyse. pstjchanalyse. Anne Berman, 1936.
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cíente en cierto modo cabeza abajo, y recorrer el camino inverso de su marcha inconsciente con ayuda de modelos teóricos, pero deja en suspenso el de considerarlo en el mismo sentido que él, a saber, identificarse con el soñante para recorrer en el mismo sen tido tido que éste ést e el camino cam ino de su elaboración. Surge de ello ell o una suerte de objetivación del texto que entonces se convierte en un “material”. Técnica o teórica, la marcha analítica corresponde a un pen samiento que necesariamente objetiva sus contenidos y que de toda todass m an anera eras. s. . . “debe ser creado creado del del principio principio al fin”. fin”. Pero podríamos anticipar que, aun considerado esta vez en el campo dialéctico transferencia-contratransferencia, ese pensamiento opo ne una resistencia que no por pretenderse menos objetivante es menos una resistencia, puesto que encuentra un contenido ma nifiesto. La resistencia puede entenderse, al menos, en el sentido de resistencia de un medio, como se habla de la resistencia del aire o del agua y, por consiguiente, de una refracción o de un índice de refracción; el pensamiento analítico, por su forma sui generis, crea ese índice. L a expresión expresión manifiesta manifiesta del del neurótico neuróti co no estalla en el vacío, no aúlla en el desierto, aunque sólo pretenda hallar un eco. Además no tom tomaa esta forma manifiesta sino porque se sabe o se supone entendida según tal o cual refracción.
La perturbación del pensamiento analítico Porque no es solamente una recurrencia, porque comprende la actividad fantasmática, porque tiene también necesidad de pala bras que a veces son palabras técnicas, el pensamiento psicoanalítico sigue cierto curso. Al considerarlo bajo este ángulo es visible el efecto de perturba ción que en él puede producirse. producirse. D e alguna alguna manera maner a al al analista a nalista se le paga para que suspenda el curso de sus pensamientos y se someta a asociaciones que no emanan de él. Toda una parte de la resistencia se ordena alrededor del sentido de esa perturbació pertur bación. n. E l discurso confuso confuso que, por por la indec in decisió isión n de las representaciones que sugiere intenta hacer estallar el desor den en el espíritu que lo escucha, intenta también con ello destruir
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la respuesta sin embargo embargo esperada antes de que q ue surja. Este Es te proceso es válido fuera de todo análisis y marca la agresividad del pensamiento confuso. A la inversa, es sabido hasta qué punto la exposición minuciosa o probatoria rompe el proceso asociativo del analista y oblitera la actividad fantasmática fantasmática forzando forzando la atención. aten ción. E l pensamiento pensamiento operatorio, el mismo que Marty, Fain, de MTJzan y Ch. David describieron, modifica de la misma manera la escucha analítica e intenta captar esta escucha para, precisamente, hacer de ella una escucha también operatoria. El camino del pensamiento analítico sigue vías paralelas convergentes o divergentes con relación al discurso del que se ocupa. El efecto de disturbio, de perturbación más fácilmente asignable a una resistencia, se acompaña de un efecto de concordancia o de paralelismo asociativo. Cómo pretender que si al término de un largo silencio la cadena asociativa seguida por uno y otro culmina en el mismo eslabón, la situación contratransferencial no se encuentre modificada en un sentido necesariamente satisfactorio. Si la situación analítica no se reduce más que al efecto del lenguaje, sea discurso o escucha del discurso, ese discurso y esta escucha bastan para encubrir las resistencias que en ella se entretejen trete jen.. Por cua cuanto nto evidentemente los mecanismos del lenguaje leng uaje son no sólo correlativos sino idénticos a los del pensamiento inconscien cons ciente. te. Por med medio io de la distinción entre e ntre el pensamiento pensamiento y el lenguaje propiamente dicho, aunque estén indisolublemente ligados, introducimos el efecto de una resistencia contratransferencial que, para constituirse como pensamiento, se obstina en su propia existencia y denuncia las cargas psíquicas inevitables que hacen consciente a ese pensamiento.
Los regímenes de escucha Con los dos ejemplos que ofreceremos, de una escucha y de un pensamiento contratransferenciales, señalaremos dos modos fundamentales de esa escucha: escucha concordante, escucha discordante. Tales Tale s concor concordanci danciaa o discordancia discordanci a no señalan objetivamenobjetiva mente contenidos que, por lo demás, llamamos neuróticos y psicóticos,
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sino que se refieren a los efectos de acuerdo o desacuerdo de los los flujos asociat asociativos ivos del del paciente y del analista. Tales Ta les efectos dan testimonio de una sensibilidad particular de cada analista a de terminado tipo de acuer acuerdo. do. Si por una parte parte la la contratransfere contra transferen n cia se refiere al pensamiento y a la teoría analítica en general, ese pensamiento y esta teoría reciben especificaciones personales que delimitan un campo de escucha particular.
El pensamiento contratransferencial y la regresión Aun cuando especificamos al pensamiento psicoanalítico como resistencia, ésta no escapa a la contradicción fundamental de ser al mismo tiempo un un motor y un freno. Así ocurre ocur re con la transfe transfe rencia, a la vez obstáculo y sostén del proceso analítico, y con la contratransferencia, que a la vez oscurece la escucha y permite su inteligenci inteli gencia. a. Es muy muy difícil dif ícil hundir un clavo en un material que no ofrece ninguna ninguna resistencia. Esta Es ta función del pensamien to deriva, como se sabe, del principio de realidad. En el séptimo capítulo de la Traumdeutung, Freud opone re sueltamente los procesos de pensamiento a los sistemas de satis facción, mostrando la diferencia entre la identidad de percepción y la identidad de pensamiento .7 Si los procesos primarios tienden hacia la identidad de percep ción, los procesos secundarios tienden hacia la identidad de pen samiento. Una vez obtenida la experiencia de satisfacción, satisfa cción, la imagen mnésica queda asociada a la huella memórica de la exci tación de la necesidad. Si la necesidad vuelve a presentarse, e indefectiblemente lo hará, un impulso psíquico cargará nuevamente la imagen mnési ca y provocará una nueva nueva percepción. percepc ión. Esta Es ta nueva nu eva percepción reconstituye la situación de la primera satisfacción. Es el con junto jun to d e e s te m ov ovim imiento iento lo q u e F reu re u d üam üa m a d e s e o . Esta activi dad psíquica tiende pues hacia una identidad de percepción. Pero si la satisfacción no se produce, la necesidad continúa; la alucinación palia esta situación y retiene el objeto deseado, pero la otra vía, que consiste en modificar el mundo para obtener la satisfacción del deseo detiene la regresión, de manera que ésta 7 Traumdeutung, Traumdeutung, trad. fr., P.U.F., 1967, págs. 450-482.
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no alcanza la imagen-recuerdo, sino que busca por otras vías identi ahora exteriores la obtención de la identidad anhelada. L a identi dad de pensamiento sustituye pues a la identidad de percepción; se trata de un segundo sistema que controla la motilidad volun taria. Pero esta actividad de pensamiento, que va de la imagen mnésica hasta el restablecimiento de la identidad de percepción por los objetos del mundo exterior, no es más que un rodeo en el cumplimiento del deseo. “E l pensamiento pensamiento no es más qu e un susti sustittuto de l des eo alucinaalucinatorio8 El sueño realiza sus deseos por el camino más corto, que es el camino regresivo. Ese papel del pensamiento que establece, contrariamente al movimiento regresivo, relaciones que primitivamente no exis tían entre la experiencia de las primeras satisfacciones y tal o cual elemento exterior es asumido de manera privilegiada por el pen samiento psicoanalítico, sea técnico o teórico, obteniendo lo que Lagache llamó un valor de deslinde.9 Ese pensamiento que, por esencia, se opone al movimiento regresivo del deseo, al mismo tiempo lo revela. Daremos dos ejemplos de contratransferencia que ilustran ese efecto de resistencia del pensamiento, y según dos modos que llamamos concordante y discordante, definiendo también dos re gímenes de escucha.
Primer ejemplo E l primero primero concierne a una neurosis obsesiva obsesiva tan conform co nformee con lo que se puede esperar de ella que haría palidecer a un manual escolar y que, bien considerada, aquí mismo encuentra su desenlace. Se trata de un hombre, un día miércoles: “No debí venir . . . y no tenía la intención de verlo . . . pe p e r o p e n s é q u e si no v en ía tam ta m p o co h oy p o r un in c o n v en ien ie n te. . . huhu s ¡bíd., p. 482. 9 D. Lagache, La psychanályse, psychanályse, París, P.U.F., págs. 6-51.
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hieran sido dos sesiones seguidas sin verlo . . . En realidad vine hoy porque el entierro se hará recién él jueves” Acá el pensamiento contratransferencial, forzado a no entender o si se prefiere a releer dos veces, no tiene otros recursos que seguir paso a paso la contradicción y empantanarse a su vez o, por un efecto de “bufido”, recaptarse para discernir los momentos contradictorios de una ambivalencia entre el deseo de venir y el de no venir. E l ejemplo ejemp lo es elemental, elemen tal, pero muestra ya un punto fundamental sobre el que se apoya la resistencia . .. : la seducción por por hechizo. hechizo. D ebe eb e entenderse aquí aq uí a la resistencia como ejerci eje rcién én dose específicamente en el campo dialéctico, campo en el cual se elabora una respuesta que aquí será de hechizo o de empantanamiento identificatorio identi ficatorio.. Pueden Pued en aislarse aislarse otros otros sistemas de resis tencia, que se podrían clasificar, como resistencia a la pulsión, por ejemplo: denegación del deseo de ver, o cualquier otro que el contexto pueda demostrar, y corresponderá a una resistencia intrínseca o interior; en este sentido, los conceptos de defensa y resistencia podrán confundirse. Pero la entrada en el campo dialéctico del análisis revela una resistencia específica por cuanto solicita una respuesta que lla mamos contratransferencial. El ejemplo se eligió por su banalidad, su escaso relieve, y final mente por su tediosidad, que es el revés de la seducción, es decir que esta secuencia, por su pobreza de solicitaciones eróticas di rectas, parece dejar el campo libre a todo pensamiento sereno, y aun a alguna respuesta objetiva. Sin embargo, su consecuencia fue la siguiente: nuestro paciente no paraba de enumerar las razones que habría tenido para no venir habiendo venido, probablemente buscando definir su sen timiento timiento de culpa con relación relac ión a am ambas bas eventualidades. eventualidades. Prosi Pros i guiendo con el mismo tono taciturno y desengañado, comenzó a describirme una reunión en lo de un amigo muy aburrido, que nunca acababa de contar y repetir historias insípidas, de manera que mi paciente, al no poder colocar una palabra, no lograba despedirse. Escuchando tan bello discurso y creyendo estar bas tante liberado de él, no percibí que la hora de la sesión había sonado, y por un acto fallido bien digno del tema que se trataba prolongué la sesión durante un cuarto de hora. Ese Es e acto fallido es una respuesta. Una mala respuesta, respuesta, total tota l
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mente condenable. conden able. Aunqu Aunquee fallido, un acto act o es un acto y, si se quiere, actuación; actuaci ón; acto acto en en espejo. espejo. Un efecto contratransferencial semejante cae bajo el golpe de todos los juicios que se quiera y también de todas las las interpretaciones. interpretacion es. Obsérvese que, que , puesto que la duración de las sesiones no es sino decisión de la autoridad, podía haberse decidido de una vez para siempre que ésta podía tanto acortarlas como como alargarlas alargarlas.. Esta técnica pone al abrigo ab rigo de tales desventuras, pero es de competencia de la contratransferen cia en tanto y en cuanto ésta es un acto logrado de antemano. El acto es aquí fallido porque es una respuesta inconsciente. La razón probable, groseramente analizada, es que no quise con fesar que esa secuencia me aburría, y darle a mi paciente la impresión de que él, como su amigo, era insípido. Señalemos esto: est o: que se se trata de una neurosis. neurosis. Que ese texto chato, trivial, sin relieve, es en realidad una infinita riqueza en comparación con un pensamiento como el que se pudo describir en los anti-analizantes .10 En él no se trata más que de deseo, de venir, de no venir, de ver, de aburrir, con relación al placer, al tiempo, de la ruptura, de la la frecuencia. Desplieg Despliegue ue de una contradicción viviente, pues to que el paciente está allí, hablando del hecho de que podría no estarlo. ¿Me ¿M e aburre, me seduce seduce,, me interesa? interesa ? Es preciso creerlo cre erlo,, puesto que me hace olvidar de la hora, ¿y qué es, pues, ir a ver a un amigo?; ¿y por qué ese tono triste? ¿La ¿L a sesión tranformada tranform ada en en visita visita protocolar? proto colar? ¿Y ese semblante de Pierrot lunar?, y esa pali pal i dez . . . Todo aquí es es sufrimi sufrimient ento, o, testimo testimonio nio y demostración de la depresión. depresión. Toda Tod a depresión depresión señala un paraíso. Ni una palabra que no esté subtendida por la representación de algún “otro lugar” brillante de placer. En ningún ningún momen momento to este este pensamiento deja de interrogar al dese deseo o del analista. Si aparenteme aparen temente nte el texto es es aburrido, en realidad la represión no lo es jamás porque deja adi vinar lo que disfraza. disfraza. Además, Además, el texto texto posee un contexto con texto que q ue es transferencial, y que conozco bien: ese semblante, ese tono, ese tedio, esa reserva, esa tristeza, y para terminar ese entierro que es probablemente el mío, no son más que la caricatura invertida de una madre de 1925, vaporosa, entrada en carnes, recargada de 10 Cfr. al respecto el admirable artículo de J. McDougall en la Rev. 36 , n< n 2 , pág p ág.. 167. 16 7. frang. frang . d e P sych sy ch ., ., t. 36,
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volutas, de pieles, de sombreros campanas, de gatos siameses, arremangándose arremangándose para monta montarr en bicicleta. bicicleta . ¿Qué ¿Qu é va a hacer ella ella de ese torpe abotonado, de ese Valentín descoyuntado a fuerza de ceremonias? —Mamá, ¿no te aburro, verdad? En resumen, nada me me impide impide aquí imaginar imagin ar con placer. Para lo cual vienen en mi auxilio muchas representaciones evocadas de tal manera que no siento ninguna dificultad para identificarme con los mismos deseos, para colocanne ante los mismos objetos. Comemos en el mismo pesebre, hemos mirado a los gansos juntos. Para llegar a esto mi paciente no ha descuidado nada; no sólo ha desplazado representaciones, fantasmas, ideas propias de rela ciones infantiles sobre la actualidad de la situación analítica, por momentos viendo mi mutismo mutismo como esos esos velos velo s en el sombre ro 1900, por otros, apoyándose sobre mi reserva para ver en ella una austera complicidad, huyendo ante el fantasma homosexual que ésta habría podido arrastrar; sino que, además, se apoyó so bre los elementos reales de la situación analítica, sobre una de mis características concretas. Calculando mi edad, especuló sobre lo que en mí puede evocar a una madre de 1925, y dio en el clavo, y no dio en el clavo por azar. La respuesta que aquí doy es una respuesta a la transferencia, algo así como: "Pero no mi niño, tú no me aburres.” E sta respuesta respuesta de ninguna ninguna manera llegó llegó a mi conciencia. Me encontré implicado, por la transferencia, en una red donde mi propio deseo deseo se atascó. La trampa que me hab h abía ía tendido era la de una respuesta solicitada por una manifestación de tedio; yo no pude romper en el momento querido. Este ejemplo fue elegido para ilustrar una ruptura en los pro cesos del pensamiento. pensamiento. Esta ruptura ruptura es es un acto. acto . Este acto sigue sigue siendo una respuesta, pero ya no es un pensamiento. Aquí puede comprenderse cómo habría sido la continuación de un pensamiento analítico: lo que se denomina desprendi miento identificatorio, y hasta retroceso, distancia, entendiéndose que tal retroceso y tal distancia son objeto de prescripciones técnicas a priori, pero que la característica del pensamiento contratransferencial es despertarse siempre demasiado tarde. Pero es mucho decir que habría bastado un “desprendimiento identificat iden tificatorio”. orio”. No hay no marís land en la región de los sujetos;
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se abandona uno para caer en el otro, que no son aquí sujetos más que por ir de un deseo a otro deseo, como el reflector de la feria fer ia deja de ja un picade picadero ro para iluminar otro otro.. Por dejar de jar a la madre madre yo habría hab ría encontrado encontrado al amigo. Por dejar al amigo yo habría encontr enc ontrado ado a mi paciente. paciente. Todo Tod o el mun mundo do se aburre abur re en este asunasunto. E l abanic aba nico o de elecciones elecciones identificatorias no me dejaba d ejaba ninguna posibilidad de encontrar otra cosa que aburrimiento: el aburrimiento aburrido de mi paciente aburrido, desplazando mediante la transferencia el aburrimiento de una madre afligida por su hijo. Encerrado en las comillas de esos pequeños personajes, me perdí de vista. Yo analist analista, a, el único que verdaderamente verdaderamen te se aburrió en el asunto y no me di cuenta, o rehusé darme cuenta, refugiándome en la zona anestésica en la que no sufriría, único punto doloroso que quería evitar, el de reconocer que uno puede aburrir a su madre. Aquí el pensamiento se ha partido, al no ser sostenido por la recap rec aptac tación ión de un Sujeto Sujeto.. Como el niño niño que está aprendiendo aprendiendo a hablar y escucha con tal intensidad las palabras que salen de los interlocutores presentes que olvida su propia presencia. Este pensamiento, observable en el ejemplo por una de sus fallas, será llamado contratransferencial tanto en su desarrollo como en su ruptura. ruptura. E l pensamiento contratransferenc contratr ansferencial ial designa designa tanto las ideas, los fantasmas, las representaciones del analista, sean inducidos o previos a una secuencia, como las rupturas, las fallas, los síncopes de ese pensamiento, aquí definitivamente sentenciado a resolverse en acto. Fácilmente puede advertirse que ha fracasado en su tarea de ser sostenido por un Sujeto, o, como se dice con otro lenguaje, de representar al Otro (Atttre) con A mayúscula por haber elegido en este asunto al niño que divierte a la madre. El niño que divierte a la madre es aquel que despide a su paciente un cuarto de hora más tarde, negándose a infligirle el demasiado duro castigo de considerarlo aburrido, siguiendo en esto y sin darse cuenta de ello el mismo entierro paterno y renovando así el eterno esquema del complejo de Edipo. El pensamiento contratransferencial es aquí perfectamente tributario del complejo, es pensamiento porque se hunde y se desprend pre ndee de él, y es es contratransferencial porque está detenido. detenido. Se detuvo para resolverse en acto, se resolvió en acto por haber
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respondido a la transferencia, o más exactamente, por haber correspondido a la transferencia. transferencia. Por otra ot ra parte, esta correspondenc correspo ndencia ia precedió al acto contratransferencial, pues el niño que divierte a su madre ya estaba allí antes de la secuencia del aburrimiento. Como se ve, por cierto lado, transferencia y contratransferencia beben beb en en e n las las mis mism mas fuentes. fuentes. D e esto, creo, c reo, se se ha extraído arguarg umento para decir que allí no había más que un solo fenómeno, el cual según se lo sitúe en el sillón o en el diván, cambiará simplemente de nombre; es no entender que “el lugar de donde se habla” no es más que un lugar geográfico, pero que sostiene el desequilibrio de la situaci situación ón analítica. E ste desequilibrio desequilibrio es es fundamental, y consiste en que uno hable y el otro escuche. Pero esta diferencia no basta, pues además se invierte en el momento de la interpretación, puesto que ahora el que escucha es quien quie n habla. El desequilibrio desequilibrio no es sin embargo totalmente inverinve rso. so. Aunque hable, hable, el analista analista no deja de ser ser el analista y el pap aciente, paciente. Nos daremos cuenta de ello por un “incidente técnico” frecuente, en el curso del cual el paciente corta la palabra del analista para continuar contin uar su sus asociaciones asociaciones o sobrepujar, u objetar. E se momento siempre crítico muestra que el pensamiento contratransferencial “quiere hacerse oír”, que sigue un curso puesto que es posible interrumpirlo. En ese caso es regla interrumpirse y dejar hablar al paciente; mejor aún sería la regla de no llegar a eso, es decir, al paso de una puerta pue rta donde donde cada uno uno se excusa por pasar primero. primero. E ste st e “incidente técnico” traduce el flagrante delito del analista de “colocar” mal su interpretación. Se observará además que para articular esa interpretación, le será preciso a él mismo interrumpir algo, sea una palabra, sea el curso del pensa pensamie miento nto.. Ese Es e efecto efect o de ruptura ruptura constituye el obje ob je-to de muchos estudios donde no se ha dejado de invocar la “castració tra ción”. n”. Pero Pero esa ruptura ruptura no se reduce a limitar el lenguaj leng uajee articulado o el flujo asociativo, sino el pensamiento en su con junto, jun to, en cuanto que puede perde per derr el hilo. Por otra parte, pa rte, la sola consideración del efecto polémico de esta ruptura impide ver que el pensamiento busca “inscribirse”, no hace más que contradecir o confirmar, pero quiere que “eso se diga”; más aún: “que eso se inscriba”, que de una u otra manera “se levante acta de él”.
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Si el pensamiento quiere quiere “qu “qu e se levante levante acta de él” esto puede entenderse de buena o mala manera, según se trate de inscribir una resistencia como definitiva o una elucidación como adquirida. Pero el problema, precisam prec isamente, ente, supera esta considerac cons ideración, ión, porque si el pensamiento es el equivalente de un acto, es también de esta manera que es preciso entenderlo, es decir, como acto psíquico; si no se entiende al pensamiento como un acto, si no se levanta acta de él, se provoca la actuación.
Segundo ejemplo Nuestro segundo ejemplo de pensamiento contratransferencial corresponde a una escucha que llamamos discordante. Discordante en cuanto camina por su lado aunque sea directamente inducida por el texto que se le somete. Ese pensamiento despierta, como se verá, algunos modelos teóricos tomados de aquí y de allá. Se distancia notableme notabl emente nte del hechizo propio del caso precedente, procura deshacerse de algo. Conviene agregar que el primer ejemplo se tomó de lo que se ha convenido llamar una transferencia positiva, noción sobre la cual volveremos y que sería más conveniente llamar transferencia con predominio de expresión positiva, para dejar a la ambivalencia el lugar que le corresponde. A dicha transferencia positiva respondía una contratransferencia positiva, expresión propia para hacer gemir a nuestros moralistas. listas. Con ese término término no entendemos designar designar ninguna ningu na manifestación revelable de un soporte pulsional proveniente del analista, sino simplemente que nuestra neutralidad se obtenía al precio de un trayecto entre esos sentimientos positivos y la llamada neutralidad. De la misma manera, describiremos como segundo caso una transferencia de predominio negativo, al que correspondía una contratransferencia negativa, significando con ello que el camino que debían recorrer los sentimientos de rechazo hacia la neutralidad era inverso. De ese caso aislamos lo que llamaremos una “serie observable”, lo que podría bastar para marcar los límites de un pensamiento contratransferencial, puesto que lo aislamos, en segundo
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lugar lo designamos como serie, es decir que, fieles a la escucha asociativa, damos tanto peso a la serie de asociaciones como a las asociaciones mismas (lo que constituye el trabajo específico del pensamiento analítico), y por último lo declaramos observable, por cuanto lo es desde nuestro punto de vista, aquí necesariamente didáctico. Veamos esta secuencia reducida a su esquema: —osos de fel f elp pa; —exvotos en e n las catedrales; cat edrales; —el analis ana lista ta ventrílocuo. v entrílocuo. Nada hay en esta serie que no tenga que ver con lo caprichoso, o con lo que en otros lugares llamaríamos surrealismo. Nuestro paciente, invitado a esperamos en una habitación donde reina cierto desorden, se pone a soñar con osos de felpa y nos lo cuenta tan pronto como se acuesta en el diván. El oso de felpa, salido de su propia infancia, lo conduce a un recuerdo, donde él y su hermano decidieron que era un oso malo; lo atraparon por las patas y le sacudieron tanto las ijadas ( fla n e s ) contra un árbol que perdió su cabeza. A la evocación de este recuerdo sucede, sin transición, pero después de un silencio, el relato del final de la sesión precedente, al salir de la cual el paciente me vio alejarme en compañía de un perro. Yo he descubierto, dijo, un curioso analista, solitario y extraño, que el perro se le parecía; visto de espaldas, es flaco ( effanqué ) como como usted. E s un macho ( mále ) * . La palabra flaco lo detiene un instante. “Flaco . . . fl f l a c o . . . eso me recuerda soltar (flanquer ) 00 bofetadas tadas.. Mi pa dr e de cía que m e iba a soltar soltar unas bo feta d as . . . ¿qué ¿qué es lo lo qu e busco busco .. .? a propó propósi sito to . . . cuando lo sacudíamos el oso estaba flaco . . . como como ust usted, ad em ás. . . lo poníamos poníamos cabeza abajo para que gruñera y él hacía un extraño ruido... le apretábamos el vientre... emitía un extraño sonido... perdió la cabeza a fuerza de sacudirlo... es eso lo que quiero, hacerle perder a usted la cabeza... en suma, yo me pago su cabeza” ° El vocablo francés mále mále equivale a las palabras castellanas “macho” (animal) y “varón” (hombre). 00 Las' palabras originales del texto, equivalentes en castellano a ijadas, flaco y soltar, ponen en evidencia el hilo fónico de las asociaciones.
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Nuevo silencio. “El otro día estuve en lo de X (X se enlaza por asociación táci ta y ya interpretada con su padre). No estoy a llí p ara entre en treterternerlo... es demasiado grande todo esto... el psicoanálisis, X, dem asiado asiado gr an de. . . Tuve Tuve un sueño ueño esta esta n o c h e.. yo estaba estaba en en una inmensa catedral... había exvotos... mire usted, su vientre g o r g o t e a .. . u sted st ed h a b la pu es, usted us ted p r o t e s t a .. . ” La aparente divergencia de este texto, donde sin embargo se observan varios hilos de asociación, en realidad converge hacia lo que se traduce por una suerte de interpretación: que a falta de obtener una respuesta sacudiéndome como al oso, él hablaba ahora como si estuviera en mi interior. El tejido asociativo no es menos complejo porque esté cosido con hilo blanco. blanco . No darem daremos os de él más que las cadenas cadena s principrin cipales, las las de las ijada ija da s. . . la cabeza y el oso, oso, lo demasiado grande, lo demasiado pequeño, el padre y las bofetadas. Desde las primeras palabras, el niño encuentra en un desorden que parece excluirlo el juguete del que va a servirse; me lo muestra todo dislocado: el niño castigado. Pegar a un niño para mí sustituye o más bien se integra en la continuación del texto de manera casi inextricable; vuelven a mí pedazos del texto que inserto entre comillas, comillas que p eg a r habría hab ría que testar. Escucho Escuc ho lo lo que que se se me dice dic e a través de peg a un niño. —‘él y su hermano decidieron . . . ” ( “el niño golpeado golpeado nunca es es el el mismo mismo pac p acien iente, te, sino un hermano o una hermana”). —“D ecidieron q u e era un un oso m a lo . . . ” Esta decisión me interesa, adivino en ella el acuerdo tácito de los dos niños disfrazando el odio que experimentan entre sí para vengarse juntos del padre reproduciendo sobre el oso el tratamiento (fantasmático) que se les había infligido, tanto como los capirotazos probablemente reales ... (“Mi padre golpea al niño a quien odio”) al mismo tiempo, y como algo que habría que traer por sobreimpresión, sé sé que este texto me concierne. No sólo por la alusión alusión al desorden de la sala de espera, sino sobre todo por el contexto. El recuerdo de una escena sadomasoquista no me sorprende, sé
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que indefectiblemente encontraré en ella el lugar transferencial que se me asigna ... —“Que p erd ió su cab ca b ez a .” —Ya esta e stamo mos: s: El silencio lo confirma; en los dos sentidos de la palabra, aprehendo algo. Desde la evocación de la salida, adivino lo que sigue, sigue, habiendo pensado, en el momento de la escena real, en lo que elh determina deter minaría. ría. No me equivoqué, pero no había hab ía previsto el “flaco” “flaco” que muy “felizmente” ( ¿pero de dónde me viene esa esa “dicha”? “dicha”? ) remite a las ijadas del oso. Supongo, y con razón, como lo muestra lo que sigue, que mi paciente captará la asociación: ‘las ijadas de los osos”. Al lado del aspecto macho, que al ser objeto de burla encubre la muy directa alusión a los órganos genitales del perro y de su amo, se dibuja el esbozo de una cavidad que tomará cada vez más importancia en el resto de la secuencia, las ijadas, el vientre, la catedral. La asociación soltar ( fla n q u er ), ), flaco (efflanqué) , introduce al padre directamente y marca el polo actual de la transferencia: obtener obtene r de mí una bofetada. La ausencia ausen cia de respuesta pone en en marcha la secuencia siguiente, sigu iente, obtener un sonido sonido del oso. oso. Pero por el momento no percibo el encadenamiento asociativo: sólo por el conjunto de la serie se me aparecerá, bruscamente, el sentido; bien veo que, en efecto, se paga mi cabeza, no lo suficiente, pues se quiere hacerme hablar. —“No estoy allí vara en treten erlo.” Esto Es to apunta a mí a través través de X. Veo clarament clara mentee que renuncia renuncia a seducirme o más bien que tiene demasiado miedo de hacerlo. El perro macho y el interés homosexual están demasiado cercanos: siguen goloeando goloeando a un un niño . . . . .(“Mi vadre me ama sólo a mí , él no ama al otro hijo puesto que lo eolnea. no, él no te ama puesto que te golpea!*) Como después de cada solicitación agresiva: un silencio; luego: la depresión: el sueño de la catedral demasiado grande. Veo en ella la cavidad de la que hablaba, desmesuradamente agrandada; un insondable antro materno. I í OS exvotos me interesan; intervengo para preguntar qué tenían escrito encim en cim a. . . Pero Pero la inscripción inscripción era, parece, ilegible ilegible o el sueño estaba demasiado bien enmascarada.
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Golpean a un niño me abandona un instante para hacerle sitio a Melanie Klein, lo que está, si no en el orden de las cosas, al menos en el de mis preocupaciones. La idea de inclusión, de vientre materno, de identificación proyectiva . . . Pero no siempre siemp re adivino que de lo que se trata es de hacerme callar, quizá porque siempre se trata de eso. Sin duda hay que poner los puntos sobre las íes, lo que no tarda en suceder. Ahora me me veo ventrílo ven trílocuo cuo y de un solo solo golpe golp e vuelvo a ver toda la serie. E l oso o so también tam bién era ventrílocuo, ventrílocuo, querían quería n ha cerlo hablar apoyándolo sobre el vientre; la catedral es ventrí locua, ella habla por sus exvotos, ella encubre los anhelos incons cientes e ilegibles de mi paciente, demasiado pequeño para hablar; y por último me hacen hablar de una manera que además confirma la identificación proyectiva en el sentido en que yo la entiendo: que ningún lazo dialéctico se establece puesto que “me hablan desde el interior” o más bien “soy hablado desde el interior”: el analista también es ventrílocuo. Como se ve, el pensamiento a veces se anticipa al texto y a ve ces lo sigue, lo pierde y lo recupera, se apropia modelos, pero no son son ellos ellos los los que finalmente me hicieron hicieron habl hablar ar . . . sino sino má máss bien bie n la desagradable sensación de tener que rechazar algo, o de que se me hizo hablar sin mi consentimiento; es precisamente en ese momento que hablo y, sin duda, si he percibido el sentido del conjunto de la serie, fue por haber tenido el deseo de rechazarlo, de devolv devolverlo erlo.. También Tam bién aqu a quíí se trata trata de un pensamiento contratransferencial del que bien se ve que mantiene con la respuesta y el el lenguaje lenguaje los lazo lazoss más estrechos. La pregunta sobre sob re los ex votos probablemente hubo bastado. Hablamos en este ejemplo de pensamiento discordante, lo que no puede entenderse aquí más que por oposición al caso prece dente. La discordancia no traduce sino caminos diferentes del pensa miento miento contratransferencial y del flujo flujo asocia asociativo tivo.. L a búsqued b úsquedaa de modelos teóricos, sean o no pertinentes, se integra en este pen samiento samiento y modifica su curso. Esta discordancia discordancia es poca cosa además frente al “desacuerdo” que traduce: así, el sentimiento de tener que rechazar algo que se me había introducido por la fuerza.
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El borborigmo interpretado como respuesta quizás era, des pués de todo, una respuesta. El afecto contratransferencial es aquí desde el origen acto in terpretativo, acto interpretativo que vuelve a anudar el hilo del pensamiento pensamie nto e intenta inte nta desanudar los los conflictos. Pero esos con flicto flic tos, s, lejo le jo s d e s er s ó lo intra in traps psíqu íqu icos ico s y p rop ro p ios so lam la m en te d e l inconsciente de mi paciente, me implicaron de tal manera que es para deshacerme de esta implicación que debí interpretar su sentido. En el primer ejemplo, se ve que los flujos asociados son para lelos, o si se prefiere armónicos, y es en razón misma de este exceso de acuerdo que el pensamiento se rompió con una actua ción. Cabe preguntarse qué papel, en esta “armonía”, jugó la trans ferencia con predominio de expresión positiva, importante, por cierto, pero ininteligible si no se da intervención a la noción de contratransferenci contratra nsferenciaa positiva. positiva. Se ve que aquí aquí los los términos positivo y negativo no pueden servir más que para calificaciones globales. Pero esas calificaciones tienen su razón de ser, si se tiene el cui dado de relacionarlas con las condiciones necesarias de la introyección y del rechazo, porque es en definitiva sobre los fallos de un juicio primitivo en favor o en contra que tal introyección o tal rechazo serán puestos en movimiento. Con esta observación, en modo alguno creemos reducir la apre ciación de los dos casos (ni la de otros) a la dicotomía sistemá tica entre objetos buenos y malos, sino simplemente señalar, en el interior dei pensamiento inconsciente, ese lugar del juicio que además forma parte de él y opta, según el modelo oral más pri mitivo, entre lo que puede ser conservado y lo que debe ser de vuelto. En este capítulo hemos ligado el concepto de contratransfe rencia al de pensamiento. pensamiento. E ste st e lazo susci suscitó tó mucha incomprensión incomp rensión como también mucho entusiasmo entre quienes siguieron nuestra doctrina. ¿Pero con qué otra cosa ligarlo? Al respecto, la literatura analítica da testimonio de una espe cie de sustantificación de la contratransferencia: “siendo la con tratransferencia tal o cual cosa, o manifestándose por tal o cual
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otra o traduciéndose, o quizá traicionándose, o mejor expresán dose por... ”, etcétera. Pero aunque se capte su sustancia, sustancia, no se ve su su naturaleza natu raleza.. Esa sustancia es, evidentemente, la del deseo; la del deseo del analis ta, la de su flagrante delito. De allí que sea con el lenguaje de ese deseo que conviene rela cionar la contratransferencia; pero vemos que su efecto de resis tencia no solamente se expresa e incluso se constituye en el len guaje de ese deseo, sino que además el pensamiento mismo tal como lo concibe Freud, a saber, la lejía madre de las asociaciones, se constituye como como resistencia. resistencia. Porque llega a ser consc co nscien ien te, porque se carga narcisistamente, porque ya no es sólo un sistema de representación sino que se agarra a los restos verba les, y desde ese momento se sustantifica, deviene realidad psíquica, es decir, se pierde, se recupera, se interrumpe, se extravía, esta blece identidades, es un contenido psíquico que se intercambia, que posee una estructura e incluso un estilo. Si es lícito que hablemos de pensamiento conjuratorio, de pen samiento obsesivo, de pensamiento operatorio, no sólo es lícito sino que estamos obligados a admitir un pensamiento psicoanalítico, a pesar de que las expresiones pensamiento obsesivo o pen samiento operatorio son invenciones del pensamiento psicoanalítico. E l inconsciente inconsciente mism ismo existí existíaa mucho mucho antes de Freud . . . , se dirá. dirá. En cierto modo no. Porque no estaba pensado por la teoría psicoanalítica y, no estando conceptualizado, no acarreaba en la vida psíquica los mis mos efectos, no representaba el mismo valor y este valor sólo es manifiesto si se concibe en un pensamiento y en cierta manera choca con él. Se dirá que eso no le impide al inconsciente ser inconsciente. —E s cierto, cie rto, pero pero esto tampoco impedirá que ese inconscie inco nsciente nte exista sólo por el efecto de oposición, cuyo primer término es el de la represión original, y que esos efectos de oposición, aun los más globales, tales como consciente-inconsciente, sólo puedan ser captados reclutando todos los elementos que concurren a esas oposiciones. oposiciones. E l descubrimiento descubrimiento del inconsciente, incon sciente, su teorización, teorizaci ón, su conceptualización forman parte de esas oposiciones, son fenó menos que pueden ser a la vez considerados como resistencias
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y como emanacio ema naciones nes del inconsciente. Podemos además categoricategorizar el sentido de este descubrimiento según parámetros sociales o históricos. Tales Ta les categorizaciones son ellas ellas mismas mismas resistencias, resistencias, aunque sean verdaderas, sobre todo si son verdaderas.
CAPITULO II CONTRATRANSFERENCIA Y METAPSICOLOGÍA O EL RECURSO A LA HECHICERA
—¿Cómo se llama usted? —Yo también. P h . SouPAur.T
La mónada metapsicológica El pensamiento psicoanalítico, parte constitutiva de la contra transferencia, se apoya sobre un cuerpo de doctrina cuyos límites están más o menos definidos, pero cuya armazón resulta casi in ét apsy sych chol olog og ie (Metapsicología). tangible: me refiero refiero a la M étap En el estudio de la contratransferencia tiene particular impor tancia considerar las relaciones que el pensamiento analítico anu da en cierto modo consigo mismo, delimitando así un campo es trictamente interior de la contratransferencia. O bien esas relaciones nada tienen que ver con la experiencia de las curas y constituyen otro discurso, otro pensamiento, fijado sobre el pensamiento pensamiento analítico analít ico “en “en ejercicio” ejercicio ”. Pero incluso en este caso, semejante pensamiento puede corresponder a la con tratransferencia, porque no se entiende a qué título podría car garse con él. O bien ese campo interior del pensamiento saca sus fuentes de una reflexión sobre las curas y en recompensa modifica la escucha analítica; en ese caso merece todavía más ser integrado en la contratransferencia, cuya vertiente teórica representa. Fieles a nuestra concepción ambigua de la contratraasferencia, consideraremos que ese pensamiento puede también y al mismo tiempo restringir o enriquecer el registro de la escucha analítica. Pero cuando se trate de considerar las relaciones de ese pen samiento con la contratransferencia, tropezaremos con una con tradicción fundamental, a saber: que la transferencia y la contra transferencia son por esencia dialécticas, mientras que la meta-
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psicología de las instancias se esfuerza por definir una suerte de mónada metapsicológica. ré g é d e p sy ch a n a lyse ly se (Compendio de psicoanáAsí, en el A b rég lisis), escrito en 1938, y en el cual Freud, ya en el final de su vida, parece haber almacenado lo esencial de su obra, pueden verse dos monumentos yuxtapuestos: el sistemas de las instancias: Yo, Ello, Superyo, Superyo, y la transferencia. Esta Est a última última corresponde a un punto de vista técnico. El único lazo revelable entre esta “complicación” de la cura y el sistem sistemaa de las instancias es el de la resistencia. L a resisten res istencia cia es, al mismo tiempo, lo que se opone a la emergencia de los contenidos inconscientes y lo que se opone al deseo del analista: “Lo q u e nosotros deseamos, por él contrario, es ver al Yo, alen tado por nosotros, seguro de nuestra ayuda, intentar un ataque par p araa reco re con n qu istar ist ar lo q u e h a p e rd id o . Para nosotros la intensidad de esas contracargas se tradttce por resistencias que se oponen a nuestros esfuerzos .” Si la resistencia tiene el efecto de oponerse a la vez a la penetración de elementos indeseables venidos del Ello y al esfuerzo del analista, es que este esfuerzo, o sea ese deseo del analista, tiene algo que ver con esos elementos indeseables. Pero fuera fuera de ese ese lazo (que (q ue aparte de este esquema esquema conoce cono ce muchas otras modalidades), la mónada va por un lado y la transferencia por otro. Mientras que por un lado la transferencia es descrita como el corazón del análisis, su motor más potente, su fuerza viva, la fuente de las creaciones psíquicas, el escollo con el que tropiezan las neurosis y las psicosis, el principio mismo de la analizabilidad, una potencia semejante, una fuerza psíquica semejante no tendría status metapsicológico. De un lado está siempre la mónada metapsicológica; del otro, un accidente, una complicación, casi un epifenómeno lamentable en el curso del cual, sin embargo, se reconoce que la resistencia puede manifestarse. Esto responde, sin duda, a varias razones, la primera de las cuales es que, en efecto, la transferencia sobrevino de manera inesperada en un sistema ya concebido en Vesquisse d’une psychologie scientifique (Proyecto de Psicología para neurólogos) y completa por el capítulo VII de La Interpretación de los sue
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ños; ños; que apareció como importuna, como un obstáculo inevitable pero permanente, y que a ese título convenía tratarla aparte, como una dificultad técnica particular contra la cual, eventualmente, había que poner en guardia al neófito. Pero más esencialmente me parece que la Metapsicología no podía integrar o rendir cuenta de la transferencia, por dos razones. La primera tiene que ver con el estatuto del objeto, más particularmente ticularm ente con la teoría teorí a de las las pulsio pulsiones nes.. La segunda tiene tien e que quantum de energía. ver con la reducción del afecto a su quantum Estos dos puntos están unidos fundamentalmente por el hecho de que eluden la cualidad cualida d en provecho provecho de la cantida can tidad. d. Pero más todavía por el de que cortan toda posibilidad de avenimiento dialéctico. Hechos para durar, para resistir a los asaltos del tiempo, para salvar los muebles, la Metapsicología, como el Compendio, no pueden permitirse integrar en sus provisiones las incertidumbres de un afecto cualitativo o las características de un objeto determinado; esos imponderables no pueden ser sino obra de curas particulares y sobre todo inesperadas, como ocurre con la calidad de afectos imprevisibles que trastornan el curso del pensamiento e indefectiblemente revelan la transferencia. Hay pues un corte entre la metalpsicología y el estudio de la transferencia, corte del cual intentaremos dar cuenta. Ese corte tiene que ver con el hecho de que la metapsicología, a la que se concibe como el estudio de una mónada, la situación analítica, según ese solo punto de vista, estaría constituida por la yuxtaposición de dos mónadas entre las cuales se presentaría el problema de la comunicabilidad del inconsciente. En efecto, es con ese problema que tropieza Freud, problema muchas veces abordado por la filosofía, pero que aquí encuentra una dificultad más, pues tiene que dar cuenta no sólo de un enfrentamiento y de una eventual comunicabilidad de las conciencias, sino también de la repercusión del inconsciente sobre el inconsciente de otro. Veremos Veremos qué lími límites tes le pone al problema problem a el punto de vista metapsicológico de la mónada.
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El status del objeto E n efec ef ecto to:: en la teoría teoría de las pulsiones pulsiones el objeto obj eto es como un punto, un simple pivote alrededor del cual la pulsión va a girar para volver sobre sí misma. En lo más intenso de su existencia, el objeto asume el “rol” de punto de identificaci iden tificación. ón. Adem Además, ás, hay que especi esp ecific ficar ar que ese punto de identificación sólo se sostiene a nivel de un intercambio de “roles”. roles ”. E s decir, que asume asume transito tran sitoriam riamente ente una u na función pasiva pasiva o activa. activa . Estrictamen Estric tamente te hablando hablando,, es sorprendente sorprenden te que casi casi haya que decir que carece de todo status. Su cualidad cualid ad no in terviene en ningún momento, salvo la de ser parcial o total, y et ap sicol sic olog ogía ía todavía ese carácter no está especificado en la M etap de 1915; es la pulsión la que es parcial o total, el objeto no tiene más existencia que la de estar ahí, y aun la de ser intercambia do; evoluciona en cierto modo por debajo del nivel del sujeto para no soportar sino la ambigüedad de ser su reflejo. Así, en el destino del sadismo: “a) El sadismo consiste en una actividad violenta, una mani fest fe staa c ión ió n d e p o d e r con co n tra otra ot ra perso pe rson n a tom to m a d a c o m o o b jeto je to . ”b) Este objeto es abandonado y remplazado por la propia per p erso son n a y, a l m ismo ism o tiem tie m p o q u e la inve in versi rsión ón s o b r e la p ro p ia p erer sona, se cumple una transformación del fin pulsional activo en fin p asiv as ivo. o. ”c) Nuevamente es buscada como objeto una persona extraña que, en razón de la transformación de meta producida, debe asegurar asegu rar e l "rol "rol" " del sujeto.” sujeto.” 1 Pero, ¿de qué sujeto se trata sino del de un término operacional mudo, de una polea de retorno que no es sujeto más que por transmitir el movimiento en sentido inverso? Al hacerlo, su papel es fundamental, puesto que su realidad servirá de soporte a ese nuevo ser fantasmático, por el cual quizá se erigirá un día un sujeto verdadero: entretanto, vemos aquí que el objeto se dife rencia en dos aspectos. E l primero primero es es histórico, el segundo actual. actual. Histórico, en la medida en que el primer momento del retor no de la pulsión sobre la propia persona toma un carácter muy determinante, determ inante, si no no definitivo. Así: Así: una vez adquirid adq uiridaa por el niño niño 1 S. Freu d, M ét a p sy ch olo ol o g ie, ie , trad. J. Laplanche y J. B. Pontalis, N.R.F., 1970, págs. 26-27,
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la experiencia del dolor, la identificación con el sufrelotodo será en adelante adelan te posible. La segunda segunda inversión inversión no tiene ya ese carácter genético y permanece indeterminada o lábil. eta p sicolo sic ologg ía de 1915 presente esa serie de inverAunque la M etap siones de manera lineal, el contexto del esquema y la experiencia de las neurosis de transferencia autorizan a pensar que se trata de dos momentos diferentes: un primer momento, episódico y traumático, un segundo segundo mom momento, ento, fantasmático. fantasm ático. Com Como o ejemplo ejem plo de et a p sic si c o log lo g ía: ía : 2 momento fantasmático citemos el caso c ) de la M eta “El caso c) es lo qu e comúnmente se llam llam a m asoquismo. L a satisfac satisfacción ción pasa por el camino d el sadismo originario. originario. En la medida en que el Yo pasivo recupera, de modo fantasmático, su lugar anterior, que ahora es cedido al sujeto extraño.” Esa recuperación, fantasmática, de su lugar por el Yo, deja al objeto atónito. atóni to. Durante toda toda la la operación, no h ab rá servido servido más más que como com o tope. Vio que se se le confería transitoriam trans itoriamente ente el papel de sujeto, tomando aquí la palabra sujeto exclusivamente en el sentido de origen de una pulsión pulsión activa. activ a. Pero su prese p resenci nciaa es necesaria sin embargo, puesto que al término de la operación esa función transitoria de sujeto, recuperada por el Yo, inaugura entonces la era fantasmática, en la cual, valiéndose de ese rodeo por el objeto, el Yo puede asumir en espejo los dos “roles” necesarios a su perversión. Pero en ningún caso el objeto aparece como determinante: “El objeto de la pulsión es aquello en lo cual o por lo cual la pulsión pu lsión p u e d e alcan alc an zar za r su fin, fin , e s lo q u e ha hayy d e m á s v a ria b le en la pulsión, pulsión, no n o está originari originariam amente ente ligado a ella. P ero no es sino sino en razón de su aptitud particular para hacer posible la satisfacción que le está subordinado.” 3 En todo caso, el objeto no es absolutamente necesario para el conocimiento de la pulsión: “En la vida psíquica no la conocemos (a la pulsión) sino por sus fines... las pulsiones son en todo semejantes cualitativamente, y deben su efecto únicamente a la cantidad de excitación que llevan.” 4 Esa precariedad del objeto y de su status metapsicológico Ibid., Ibid., pág. 27. 3 Ib'td., Ib'td., pág. 19. 4 lbíd., pág. 20. 2
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puede sorprender, sobre todo si se considera que, por efecto de la transferencia, es en el lugar del objeto que permanecerá el analista, en su lugar solamente. Pero si por un solo instante la metapsicología se debilitara en estos puntos, es decir, si aceptara dar al objeto la especificación de una cualidad, o si los afectos fueran ellos mismos considerados como otras tantas cualidades diversas, la metapsicología y el análisis todo recaerían en la dispersión, en el catálogo infinito de las “moti “motivacio vaciones” nes”,, tantos tantos objetos obje tos,, tantos afectos. afectos. Tantos afecto afe ctoss y cada conflicto se encontraría fragmentado en otras tantas partes. E l sistema sistema metapsicológico metapsic ológico se está quieto sólo sólo porque por que es estrictamente monádico. La món mónada ada metapsicológica mira al a l objeto de lejos. lejos. O bien lo rechaza como exterior, y entonces odia, o bien la introyecta, pero para pa ra hacer de él su sustancia. D e todos mo modo dos, s, sólo sólo ella está en juego. jue go. Ella El la domina cantida can tidades des y produce representaciones representacion es que qu e a veces bastan para satisfacerla: “La excitación pulsional no procede del mundo exterior, sino del interior del organismo.” 5 Si fuera de otra manera ninguna metapsicología podría sostener el status de su individuación y de su universalidad. Hay que observar que la situación analítica concreta, es decir, la ordenación de la cura y de las sesiones, refuerza y confirma este es te punto de vista vista sobre el e l objet ob jeto. o. Puesto que además nada nad a exterior entrará en el campo analítico, nada que no haya sufrido la refracción de una subjetividad, la del paciente y la del analista mism mismo. o. ¿No ¿No es demasiado?; demasiad o?; la regla de abstinencia dictad dic tadaa por Freud reducía o pretendía reducir la suma de satisfacciones reales que el paciente podía obtener fuera de la cura. Dos observaciones esclarecen el punto de vista del análisis sob re el objeto. Una es de orden clínico, clínic o, y concierne a esos pa cientes cuyo Yo posee límites tan débiles o que parecen tan permeables que la multiplicidad de objetos, su diversidad, su descripción infinita bastan al contenido de las sesiones y parecen constituir perfectamente perfectamente la textura del Yo. E l Yo, Yo, me atrevo atrev o a decir, parece absorber absorber una cierta cie rta cantidad cantidad de subjetividad: subjetividad: sub jetividad jetiv idad prestada, como si estuvier estu vieraa encerrado entre comil co millas las,, 5
Ibtd., pág. 14.
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expuesto como una mezcla de citas o paralizado por la intensidad de los fantasmas del otro, hasta los del cinematógrafo. Esta inclusión del objeto, no acompañada ni de introyección ni de identificación, parece bastar a veces para asegurar el estiaje mínimo de una subjetividad reducida a sus bienes gananciales. Esta fuga hacia adelante casi hipomaníaca dibuja una caricatura metapsicológica; la de una descripción de la psiquis que tomara del del objeto sus sus fuentes, sus sus cualidade cualidadess y su sus fines. E n estos ejem ej em plos podría bastar una descripción puramente metapsicológica. Parecería que jamás se produjera en ellos advenimiento dialéctico alguno. La otra observación concierne al contenido de la metapsicología misma, donde puede verse que la importancia dada al narcisismo y al autoerotismo viene en cierto modo a reforzar el carácter monádico de la psiquis, volviendo sobre sí misma en el caso del sadismo o incluso partiendo de sí misma como en la puls pulsió ión n de mirar. mirar. E l hecho de que el objeto forme parte del d el propio cuerpo parece entonces sobredeterminar y justificar por vía retroactiva una teoría monádica, y retrazar sus límites. La metapsicología es narcisista. Del mismo modo, la neurosis obsesiva detenida en el estadio b ) del destino pulsional, es decir, aquél donde el objeto es abando nado y remplazado por la propia persona, no puede ir más allá de este abandono del objeto, y no asegura “ninguna pasividad frente a otra persona”. No alcanza más más que a la autopun auto punición ición sin llegar al masoquismo. En realidad, la verdadera aparición del objeto en la metapsico logía sólo sobreviene a propósito de las neurosis narcisistas, es decir, las psicosis. Pero en cierto modo es demasiado tarde, porque precisamente cuando su status está por esbozarse, cuando su papel específico puede aparecer, está enteramente descargado; de manera que la etap transferen transferencia cia se ha vuelto imposible. imposible. Puede Puede leerse leer se en la M etapsicología: "La aptitud para la transferencia, que en esas afecciones (las neurosis de transferencia) utilizamos con fines terapéuticos, presu pon po n e incluso inclu so q u e la ca rg a d e l o b jeto je to esté es té intacto .” 6 "En la esquizofrenia, por el contrario, se nos ha impuesto la tesis 6 Ibíd., Ibíd., pág. 110.
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según la cuál después del proceso de represión la libido, que ha sido apartada, no busca un nuevo objeto, sino que se repliega en e l Yo; en esos casos, las cargas de objeto son abandonadas y se restablece un estado anobjetal de narcisismo .” El problema levantado por la metapsicología es pues el de la oposición Yo-objeto. Pero en las las neurosis neurosis de transferencia transfere ncia esta oposición no puede abrirse paso. paso. Sabíamos, dice Freud Fre ud,, Uq u e la fru strac str ación ión d e l o b jeto je to p ro d u ce la ap arició ar ició n d e la n euro eu rosis, sis, y q u e la neurosi neurosiss imp lica lica la renuncia al ob jeto real. real. Tam bién sabíamos que la libido apartada del objeto real vuelve sobre un objeto fantasmado y, a partir de allí, sobre un objeto reprimido (introversión). Pero en esas neurosis, la carga de objeto se mantiene con gran energía, y la carga de objeto subsiste en el sistema ICS a pesar de la represión”. La intrincación del Yo con el objeto manifiesta ser aquí mucho más profunda de lo que dejaba suponer la definición del objeto, simplemente subordinado a la puls pulsió ión. n. Es cierto cier to que esta intrin intrin cación sólo se manifiesta con tal claridad en el momento de la oposición Yo-objeto. E s decir, de un proceso masivo masivo y cuanti cuan ti tativo en que el objeto, al perder su carga, pierde también su existencia, y es por el vacío que deja en las psicosis que puede medirse su lugar en las neurosis de transferencia. No hay más que recorrer un trabajo psicoanalítico. testimonio del ejercicio real de un pensamiento analítico, para darse cuenta de que semejante aislamiento del objeto en su aspecto puramente cuantitativo es impracticable. Como se lee en La psychanalyse précoce (El psicoanálisis pre coz) de R. Diatkine y J. Simón: “siendo el objeto la fuente de la pulsión. pulsión . . . ”, a travé travéss de d e esta “infracción” infracción” metapsicológica metapsicológica puede medirse la complicación que podría constituir un sistema monó dico exclusivo de la psiquis, a menos que, como vimos, haya sido reforzado por el narcisismo en estado puro. Es evidente sin embargo que, para conservar su coherencia, la metapsicología no puede apartarse del punto de vista monádico. La psicosis psicosis parece parec e refutarlo, refu tarlo, pero en cierto modo le escapa. escap a. A partir del duelo y la melancolía, le abre una puerta a la introyección, una ventana a la proyección. Paradójic Para dójicamen amente, te, es en las psicosis —y a pesar pesa r de la descarga del objeto— que se manifestará manifestará claramente un sistema sistema de reíareía-
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ciones ciones de objeto ob jeto.. Éste se manifestará entonces en calidad. calid ad. Espe Esp e cificado por la falta pero sin embargo especificado: obtiene en tonces una suerte de status fúnebre: "La sombra del objeto (pág. 158) cayó asi sobre el Yo, el cual, por p or una un a insta in stan n cia pa partic rticu u lar, lar , p u d o en ton to n ces ce s s e r juz ju z g a d o com co m o objeto, objeto, com o objeto abandonado!’ abandonado!’
El objeto existe, pues, en la conciencia dolorosa de su pérdida o, más bien, su sombra se pone a existir sin él. El sistema monádico de la psiquis, que es la metapsicología, por ese mismo carácter monádico se opone a la situación analí tica, esencialmente dual y, para algunos, esencialmente dialéctica. El movimiento dialéctico
Todo depende además de lo que se entienda por dialéctica, y hay grandes razones para pensar que los sentidos clásicos de esa palabra, aun los más generales, no pueden dar cuenta de los movi mientos mientos interiores determinad determinados os por la situación analític ana lítica. a. Está claro que su primer sentido de arte del diálogo persiste en el pensamiento analítico, y que aunque el término analizante, em pleado por los modernos, se presta voluntariamente a confusión, esta dualidad existe sin embargo por la realidad de la situación analítica, y funda el concepto de fusión. En cuanto al sentido hegeliano, es decir, el de reconocimiento, de inseparabilidad de los contradictorios y de su superación por el principio mismo de esa unión, evidentemente es posible reco nocerlo tanto en el pensamiento analítico más abstracto como en el más comprometido, porque casi siempre se apoya sobre oposi ciones. D ecir ec ir por ello que todo todo el pensamiento pensamiento analíti ana lítico co es del del dominio de la dialé di alécti ctica ca sería sin duda muy exagera exa gerado. do. Si en sus sus categorías más abstractas, como las del instinto de vida y del instinto de muerte, fácilmente puede localizarse el principio de una contradicción y de una unión inextricable, no ocurre lo mismo para muchos conceptos teóricos, que se fundan por cierto en una oposición pero no necesariamente en una contradicción. Así, el acontecimiento traumático se opone a la seducción fantasmática, pero no se disuelv disuelvee en en esta oposición. oposición. D e igual modo, modo, los instintos del Yo, opuestos a los instintos sexuales, no se definen
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solamente por esa oposición y sufren especificaciones que les dan un aire original y casi independiente, mientras que la teoría del narcisismo tiende entre ambos, según se quiera, un puente o un seudopodio. El aspecto dialéctico más puro es en definitiva ofrecido, con la mayor fidelidad, por la consideración de las parejas pulsionales opuestas: opu estas: sadismosadismo-masoq masoquismo; uismo; uoyeumm uoye umme-exhib e-exhibicionism icionismo. o. Pero precisamente son ellas las que cuestionan de la manera más directa al objeto. obje to. El obje objeto to ocupa entonces un lugar particular, y se se vuelve soporte soporte y pivo pivote te de un giro giro dialéctico. E l objeto objet o es gene rador de una nueva etapa, ella misma dialéctica, en la que el objeto fantasmáticamente convertido en sujeto reanima el pro ceso de perversión. Por lo tanto, si caracterizamos la situación analítica como dual o dialéctica, no es tanto para conformarla al sentido de la dia léctica hegcliana, ni por creer que la visión de ese principio nos permita avanzar algún paso, sino para oponerla al sistema monódico de la metapsicología. Por otra parte, según se califique a la situación analítica como dual o como dialéctica, sabremos que los sostenedores de la pri mera expresión se inclinan hacia una concepción realista o gené tica de la situación analítica, y los segundos hacia una asunción del sujeto mediante los recursos específicos del lenguaje. Pero en realidad ninguna de esas dos denominaciones puede jact ja ctar arse se de respond responder er perfe pe rfect ctam amen ente te al sentido de una oposición dialéctica. Por el contrario, los conceptos de “opuestos”, Gegenbesetzung: contracarga-carga, y Gegenübertragung: contratransferencia-trans fer fe r e n c ia , pa parec recen en lig a d o s p o r e l p rin ri n cip ci p io m ismo ism o d e su co n tra tr a d ic ic ción en una unidad de la que dependen muy estrechamente el comportamiento y la naturaleza del proceso analítico. El hecho de que transferencia y contratransferencia participen así de una misma unidad, impone que el proceso sea descrito sin interrupción, con un solo movimiento que conserva, superándolos,
los dos punt puntos os disjuntos por la situación situa ción analítica. Ésta És ta no sos tiene su dualidad sino haciendo soportar a subjetividades distin tas lo que se desarrollará en un proceso analítico único. Para ello, necesitará prescripciones técnicas que indican al analista hasta dónde puede llegar, y una regla fundamental, la de la
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asociación libre, que se aplica tanto al analista como a su paciente. Por sus contradicciones internas esta regla basta y comprende sus sus propios propios límite límites. s. Es necesaria, nec esaria, porque porq ue es enunciada por uno uno de los dos dos prota protagoni gonista stass solamente. Esto hace h ace que ella reintro rei ntro duzca un desequilibrio y una relación de fuerzas aptos para des encadenar un proceso conflictivo. El hecho de concebir la transferencia y la contratransferencia como inseparablemente unidas en el proceso de elucidación del inconsciente rige entonces una suerte de transposición de la metapsicología en la situación analítica, de la que sin embargo procede. Mal que bien, todo analista que trata de dar cuenta, por un medio metapsicológico, de lo que ocurre entre él y su paciente, efectúa esa transposición. El galimatías metapsicológico da a esta preocupación los más bellos florones de su dialéctica, en las energías del Yo duro y los avatares del Yo blando. Bien considerada, esta transposición es con todo posible, con la condición de atenerse a los únicos puntos de vista que deter minan un estudio metapsicológico, es decir, los puntos de vista económico, dinámico y tópico. El punto de vista económico, que fundamentalmente consi dera la distribución y movimiento de las energías en el sistema monódico de la metapsicología, depende esencialmente del prin cipio cip io de placer-displacer. Correspond Corres pondee a una una de las tres grandes polaridades de la vida psíquica, a cuya influencia están some tidos los impulsos pulsionales (motions ptdsioneUes): la pola ridad económica, la polaridad real, que regula las relaciones del Yo con el mundo exterior, y la polaridad biológica, que gobierna los sistemas de actividad-pasividad .7 Parece difícil sostener que la situación analítica está consti tuida por la yuxtaposición de dos mónadas, y que, para dar cuenta del desplazamiento de las energías puestas en movimiento, el punto de vista económico debiera ejercerse separadamente sobre cada una de ellas. Pero si queremos considerar la unión transferencia-contratransferencia en su aspecto dialéctico, en realidad estaremos forzados a considerar a la situación analítica en su conjunto, 7 Cfr. Mé taps ta pstjc tjcho holog logie, ie, pág. 44.
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como una sola entidad energética , y a concebir que, si hay pla p lace cer, r, y h ay d isp lace la cer, r, esto es toss d o s sentim sen tim ientos ien tos están está n som so m etid et idos os a una incesante circulación que trasciende el punto de vista estrictamente monódico. Placer y displacer circulan de manera incesante, en la situa ción analítica, entre el analista y su paciente, y no pueden ser captados en este movimiento sino por este mismo movimiento. Lo que agrada decir y lo que agrada escuchar están lejos de coincidir forzosament forzosamente. e. Pero sería totalmente totalmente iluso ilusorio rio pensar que este punto de vista no cuenta. Particularmente Particularmente en la trans trans ferencia negativa, en la cual lo agradable de decir es satis factorio sólo con que sea desagradable de oir. Esta oposición placer-displacer, transpuesta en el sistema dual del análisis, escapa, por lo demás, a una ley de equivalencia sistematizable. Si la indiferencia del histérico acaba por irritar al analista, esto no significa que en otro contexto esa indiferencia no en cuentre una respuesta tranquila tran quila.. Es evidente, asimis asimismo mo,, que qu e la transferencia positiva se ingenia para encontrar las palabras más aptas para satisfacer al oído que las escucha, y extrema la exigencia hasta el grado del sacrificio: el de los síntomas más evidentes. Si se le quitara a la resistencia esa dimensión de inscribirse en una relación dialéctica, perdería lo esencial de su fuerza viva, y no debería buscar sus límites más que en el interior de la pulsión misma. Esta concepción de la pulsión que encuentra en sí misma las razones de su propia destrucción es correlativa de la teoría del instinto instinto de muerte. muerte. Pero hay que señalar señalar que los ejemplos ejemplos clí c lí nicos citados por Freud para construir esta teoría se apoyan fundamentalmente en la comprobación de la transferencia ne gativa. Que la transferencia negativa extrae su energía de su propia fuente es una idea digna de ser considerada, y hasta muy pro bable. Pero entonces entonces es preciso pre ciso considerar esa fuente como com o principio general de negatividad; a ese título, aunque la trans ferencia sea negativa, es igualmente transferencia, es decir, man tiene el principio del lazo dialéctico de su expresión; aun si esta expresión expresión es negativa. Se convertirá entonces entonces en resistencia.
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Por otra parte, la expresión “reacción terapéutica negativa”, es sorprende sorprendente. nte. ¿Nega ¿N egativa tiva frente a qué? qué? Es fáci fá cill responder: respond er: negati negativa va frente al proceso proc eso analítico. Pero Pero el proceso pro ceso analítico analític o no es más que un concepto vacío, si no se lo sigue relacionando con lo que constituye su eje esencial, la oposición transferenciacontratransferencia. transfere ncia. Freud, por cierto, definió la oposición entre el analista y su paciente, pero en términos que superponen esta oposición a la de los procesos secundarios y primarios: “...el médico busca forzarlo (al paciente), integrar sus emociones en el tratamiento y en la historia de su vida, someterlas a la reflexi reflexión ón y aprecia rlas según según su su real real valor psíqu ico. Esta lucha entre el médico y el paciente, entre el intelecto y las fuer fu erza zass d e l instinto ins tinto,, en tre tr e e l discern disc ernim imiento iento y la n e c e s id a d d e descarga, concierne casi exclusivamente a los fenómenos de transferencia. transferencia.”” 8 Pero esta oposición, en cierto modo, reintroduce el sistema monádico, en la medida en que el analista parece sustituir al sistema consciente, reflexivo y crítico, ausente en el paciente por el hecho de la resistencia. No puede dejar de impresionar el carácter terriblemente “objetivante” de semejante oposición, que es, en efecto, una franca oposición; pero que deja en suspenso lodo intento de comprensión por identificación. La “partida de ajedrez”, metáfora tan apreciada por Freud para describir el análisis, existe por cierto, y la oposición tam bién. bién. Es verdad verdad que qu e la actitud contratransferencial, contratrans ferencial, que qu e está obligada a ser múltiple, llama a las regiones más razonables del intelecto, intelecto, como tam tambié bién n a las más más oscu oscura ras. s. Es verdad verd ad que qu e si la técnica analítica no es maquiavélica resulta no ser nada de nada, pero también que el maquiavelismo es su más grave de fecto, si se limita a oponer a un discurso irracional otro que, según parece, sería razonable. La oposición objetivante del analista y su paciente estalla en Construcciones en Psicoanálisis de 1937: “Lo que anhelamos es una imagen fiel de los años olvidados por po r e l p a c ien ie n te, te , im a g en c o m p leta le ta en todas tod as sus p a r te s ese es e n c iale ia less ; 8 “La dinámica de la transferencia”, trans ferencia”, pág. pág. 177, en Rev. frang. de Psych., t. 16, n? 1, enero de 1962.
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aqu í d eb em os recordar qu e el trabajo analíti analítico co consiste consiste en dos pie p iezz a s tea te a tr a les le s en teram ter am en te dist di stin inta tass q u e s e rep re p rese re sen n tan ta n en do doss escenas separadas, y que conciernen a dos personajes, cada uno de los cuales tiene a su cargo un rol diferente .” Como en la notable demostración de Serge Viderman, la construcción y la reconstrucción se tornan ineluctables y pro blemáticas. Todo este movimiento del pensamiento freudiano, que deci de acerca de la oposición de dos fuerzas soportadas por dos personajes diferentes y sobre dos escenas, y que en definitiva descansa en un antagonismo, es correlativo de un restableci miento del texto perdido, y se refiere siempre a la memoria; antes de analizar el contenido manifiesto habrá que reconstruir la integridad de ese contenido. El hecho de que haya blancos o de que una parte del texto falte, participa del olvido, es decir, de la represión; conviene primero restaurar el conjunto de la inscripción antes de descifrar su enigma. Aquí se detiene detiene la comparaci comparación ón arqueológica, arqueológ ica, porque porque como dice Freud: “Los hechos psíquicos humanos son mucho más difíciles de reconstituir que los vestigios arqueológicos .” ¡Desd e lu e g o !... !.. . y además, además, la insuficiencia del del proce procedi di miento estallará en oportunidad del caso de Dora. Cuando la transferencia, con su advenimiento inopinado y las insuperables complicaciones que provoca, obligue a Freud a abandonar parcialmente la técnica de la interpretación de los sueños para hacer lugar a otros problemas, dirá que no basta restablecer el texto trunco, que la transferencia no puede ser comprendida únicamente según los dichos del paciente, sino que debe ser adivinada.
De la adivinación Esta adivinación establece un puente que, al edificar sus pila res, hace rezongar a la metapsicología: Cuando, en la Metapsicología, se trate de legitimar al incons ciente 9 Freud hablará de esa dificultad con que todo hombre 9 M é ta p sy c h o log lo g ie: ie : El inconsciente, págs. 70-71.
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se encuentra cuando quiere conocer los estados psíquicos de otro hombre. “La conciencia no procura a cada uno de nosotros sino el conocimiento d e sus propios estados psicológicos. Q ue otro hom bre tenga también una conciencia, ésa es una inferencia extraida per analogiam ... en verdad, desde el punto de vista psicológico, es más justo describir las cosas asi: Sin mayor reflexión, prestamos a todo otro ser fuera de nosotros nuestra propia constitución y por lo tanto también nuestra conciencia, y nuestra comprensión sión presup on e esa identifi identificación. cación. E sta inferen in ferencia cia —o sea iden tificación—se extendió antaño del Yo a los otros hombres, a los animales, a las plantas, a los seres inanimados y al mundo considerado como un todo.. “Ahora bien; el psicoanálisis no exige nada, salvo que ese pro p roce cedd im ien ie n to d e infer in feren encia cia tam ta m b ién s e a p liq li q u e a la prop pr opia ia per p erso son n a.” La continuación del texto establecerá que, dado el obstáculo específico que se opone a esa inferencia, ésta no podrá culminar más que en la hipótesis de otra, de una segunda conciencia, y después de una tercera. Pero, de todos modos, ese rodeo por la otra conciencia no trae agua sino al molino molino de la mónada. Puesto q ue en definitiva es a ella que volverá, después de esa vuelta por el otro, la idea de que ella misma está habitada por una segunda, una tercera, una cuarta conciencia, etcétera. En definitiva, el proyecto de concebir por uno mismo el pro pio inconsciente, mediante el rodeo del inconsciente de los otros, fracasa. “Al psicoanálisis no le queda otra solución que declarar a los pro p ro ce so s p síq u ico ic o s incon inc onscie scien n te en s í y com co m p arar ar ar su p erce er cepp ció ci ó n por p or la con co n cien cie n cia con la p erce er cepp ció ci ó n d e l m undo un do exter ex terior ior p or los órga órgano noss d e los se n tid o s10 s10 La problemática de la percepción del inconsciente en el otro, admirablemente desarrollada aquí, aparecerá nuevamente en Maine de Biran en el capítulo consagrado a la historia del con cepto de d e transferencia. Su solución es extrañam extra ñamente ente pesimista y además confirma, por si fuera necesario, la concepción narcisista de la mónada metapsicológica. 10 Ibid., Ibid., pág. 73.
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eta psicó icólog logía ía se. trate de evaluar la posibilidad Cuando en la M etaps de uniones entre los diferentes sistemas, Freud no podrá dejar de comprobar la extrema dificultad que tiene el CS para influir sobre sob re el ICS. ICS . Aunqu unquee la cura psicoan psi coanalítica alítica esté fundada fundad a precisamente sobre esa influencia, sin embargo se impone una comprobación, que no recibirá explicación: que el ICS puede repercutir directamente sobre otro ICS: “Es notable que el JCS de un hombre pueda reactuar sobre é l ICS d e otro, otro, sorte sorteando ando al CS. E ste hech o m erece un exam en más profundo para saber si toda actividad preconsciente puede ser excluida de un fenómeno que permanece en el nivel des criptivo indiscutible.”11 En definitiva, esa comunicación directa de inconsciente a inconsciente, hecho indiscutible, no puede recibir explicación a nivel de las neurosis de transferencia, por la razón de que son las propias fuerzas interiores de represión las que ponen un freno fren o a esa esa comunicac comunicación. ión. L o que constituye constituye la neurosis y al mismo tiempo la normalidad sólo tiene lugar gracias a la represión y la censura; de allí que la incomunicabilidad sea normal. El único recurso sigue siendo evidentemente el paso por el preconsciente, paso que, resolviendo a la vez el problema de la doble inscripción y de la comunicación, al reclutar la carga de las palabras restablece la posibilidad de hacer comunicar a la vez el ICS y el CS, de establecer un puente entre la percepción y la representación de las cosas, pero al mismo tiempo de establecer más allá de la comunicación, por encima de la inferencia —p er anal o g i a m un lenguaje. Todo depende entonces de la carga relativa de las palabras con relación a la carga de las cosas o, para ser más exactos, a sus representaciones recíprocas. Es así que el psicótico aparecerá como el único susceptible de “hablar el el inconsciente”. E l psicótico parece desplazar desp lazar en bloque a la metapsicología entera, y alejar las fronteras de la expresión inconsc inconsciente iente.. Con ello, e llo, lleva tan lejos los límites límite s de la represión que éstos engloban ahora a su interlocutor: “A todos los observadores ha sorprendido él hecho de que, en la esquizofrenia, muchas cosas se manifiestan mediante formas1 formas 1 11 Ibid., Ibid., pág. 107.
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conscientes, mientras que en las neurosis de transferencia sólo el psico ps icoan anális álisis is nos no s p erm er m ite p ro b a r su existe ex isten n cia e n e l 1 C S ” De hecho, esta verificación clínica es perfectamente coherente con la hipótesis metapsicológica, puesto que el esquizofrénico, que ha descargado al objeto, no intenta recargar su libido sobre otro objeto, sino que la distribuye en sí mismo y en su propia percepción endopsíquica, y reencuentra así “un estado anobj'etal de narcisismo”. Esta percepción metapsicológica es muy importante porque está íntimamente ligada a la transferencia. Cuanto Cuan to más posible sea esa comunicación inconsciente de forma consciente y ar ticulada, más se cargará el objeto y menos posible será la trans ferencia: “Lo aptitud para la transferencia, que en esas afecciones (las psico ps icon n euro eu rosis) sis) u tilizam tiliza m os c o n fin es tera te rapp éu ticos tic os,, p resu re su p on e tam ta m bién que la carga de objeto esté intacta " 12 Así, los psicóticos serían ineptos para toda transferencia, por oposición a las neurosis clásicas; la carga o la descarga del objeto sería el escollo con el que tropiezan. Las psicosis de transferencia Todos los psiquiatras y la mayor parte de los psicoanalistas, sobre todo aquellos que se interesan por las psicosis, se oponen totalmente a esta tesis, y demuestran que en los psicóticos existe una una transferencia. Alguno Algunoss hablan hasta de relación relac ión de objeto ob jeto psicótica, según el modelo “relación de objeto” neurótica. Si se quiere extender la noción de transferencia a toda relación que pueda establecerse entre el analista o el psicoterapeuta y su paciente, la expresión “relación de objeto” llevará a confusión. El desarrollo de esta obra mostrará que es peligrosa tal exten sión de la noción de transferencia, y que si se la distiende dema siado se perderá completamente de vista. Por mi parte, sigo fiel a la concepción de la descarga del objeto por el psicótico y estoy persuadido de que la expresión neurosis narcicista caracteriza estructuras en las que el establecimiento y la localización de una transferencia son imposibles. 12
Ibíd., págs.
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Por el contrario, numerosísimos estados paranoides, las esqui zofrenias incipiens, las fases de remisión entre accesos delirantes, y más aún los estados calificados como prepsicóticos, muestran bien que, en efecto, puede ser localizada una transferencia, y que en todos los casos algo es transferido sobre el terapeuta y ese algo debe ser distinguido de la proyección; finalmente, podemos tam bién preguntamos si es posible establecer alguna relación humana sin que los elementos inconscientes sean fantasmáticamente trans feridos. Pero la cuestión no es tanto "hacer una transferencia” como “hacer de ella” algo. No estoy hablando de "sectores sanos” de la personalidad ca paces de transferencia y de otros sectores “menos sanos” que no son capaces de ella, sino que, por el contrario, considero al pen samiento psicótico y al pensamiento neurótico en su conjunto, y creo entonces que si ellos son capaces de desplazar fantasmáti camente elementos psíquicos anteriores para atribuirlos a un pro tagonista actual, ese desplazamiento y esta atribución no tienen ni los mismos efectos ni el mismo destino. Esos elementos psíquicos transferidos serán recuerdos tanto como fantasmas, ideas, "roles” atribuidos sobre la base de seme janzas mínimas mínim as o sin semejanza semejan za ni verosimilitud verosimili tud algun alg una, a, como consecuencia de asociaciones verbales, conceptuales, formales, situacionales; en definitiva: asociaciones de ideas. No hace falta decir que la transferencia de tales elementos, heteróclitos además (no puede ponerse en el mismo plano la transferencia de un recuerdo y la atribución de una cualidad, por ejemplo), no sufrirá la misma suerte según que se registre en un pensamiento psicótico o neurótico. El pensamiento neurótico despliega ante sí su mundo fantasmático a partir de objetos internos; es decir, solamente puede constituirse como pensamiento, y unir las representaciones que él crea con restos verbales, si esas representaciones son simbolizables, pues de lo contrario las palabras quedarían de un lado y las cosas del otro; jamás habría ninguna razón para que un resto verbal oído alguna vez pudiera servir para designar la repre sentación de una cosa, si esta cosa no fuera más que una cosa. Para que se la pueda considerar como un elemento psíquico es necesario no sólo que ella pueda ser el objeto de una representa
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ción, sino que además esa representación sea concebible simbó licamente como objeto interno. Por objeto interno entendemos señalar no solamente el hecho de que ese objeto sea susceptible de ser percibido como interior y simplemente subjetivo, pues el pensamiento psicótico es capaz de esto, sino que el desplazamiento del que ese objeto interno es capaz, sea él mismo concebido como desplazamiento simbólico. El desplazamiento simbólico de los contenidos psíquicos es indispensable para que una transferencia tenga alguna posibilidad de volverse un día consciente. Paradójicamente, los psicóticos parecen poseer una visión endopsíquica particularmente clara de los mecanismos inconscientes que se operan ope ran en ellos. Pero esta esta agudeza endopsíquic endo psíquica, a, debida al repliegue de las cargas objétales sobre el espacio interior, se apoya en contenidos que podemos caracterizar como simbólicos, y que son en efecto símbolos, pero cuyo desplazamiento endopsíquico parece desplegarse en un espacio no simbólico. Ocurre con mucha frecuencia que en el pensamiento neurótico, y en particular en los sueños, aparecen representaciones perfec tamente acordes con aquello que cabe imaginar acerca del con flicto de las fuerzas psíquicas internas. La ruptura de una barrera “traducirá” la irrupción de un im pulso pulsional hasta ahora contenido, pero bastará la menor in terpretación o aun el simple enunciado para que la ruptura de esa barrera tome todo su sentido metafórico, de manera que la percepción real de la ruptura de una barrera se trastocará nece sariamente en el eco de una ruptura interior, y viceversa. Durante ese proceso, el psicótico irá en busca de cántaros para vaciar el agua así expandida, sin que aparentemente sepa por qué. De la misma manera le atribuirá a usted cierta función paterna en razón de una asociación verbal con su nombre propio, lo que demuestra que la función simbólica es aquí tomada de otra parte; pero esta función simbólica, al no poder ser vinculada con el simbolismo endopsíquico del desplazamiento, no puede ser “utilizada”, es decir, d ecir, que reificará reifica rá sus sus contenidos. Por un lado, rechazará la realidad exterior porque ella es un valor objetal, del otro, rechazará la realidad interior porque no posee la clave simbólica de su organización. El pensamiento psicótico es pues capaz de transferencias, pero
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apenas si es capaz de hacer uso de ellas, es decir, de obtener una ganancia psíquica. ¿Quiere esto decir que esa ganancia psíquica sólo es concebible correlativamente a una carga objetal? Lo creo, y es lo que a mis ojos justifica que técnicas “realistas”, inaceptables en la conducción de una cura clásica, encuentren un empleo válido en el tratamiento de psicóticos. La práctica del psicodrama es en este caso ejemplar, pues implanta la realidad en el punto exacto en que la transferencia no basta para revelarse a sí misma y donde la carencia simbólica se encuentra enteramente llena como para ser representada por una encamación. Si es por lo tanto posible hablar válidamente de psicosis de transferencia, porque en la cura de psicóticos se manifiesten efe? tivamente desplazamientos y atribuciones, en mi opinión esas transferencias son incompletas, y en todo caso corresponden má: a la vertiente repetitiva de la transferencia que a su vertiente innovadora. La mayoría de los psicoanalistas que se ocupan de psicosis no sólo consideran adquirida la capacidad de transferencia de sus pacientes, sino que afirman que éstos tienen necesidad de “trans ferencias feren cias masivas masivas””. Esta Es ta última últim a expresión expresión refleja, refleja , me parece, pare ce, h impresión subjetiva y global de una inmovilización, de un embargo psíquico, de un encarcelamiento de la persona del terapeuta en el espacio subjetivo del pensamiento psicótico. Por la pérdida del sentido simbólico de los mecanismos internos, en particular del desplazamiento y la condensación, ese espacio subjetivo no posee ya la noción de los límites de su propia interioridad, de manera que los contenidos internos que pertenecen a otras subjetividades, y en especial los del terapeuta, parecen incluidos en un mismo espacio. En cierto modo, todos los psiquismos están unidos entre sí o, más exactamente, hacen hac en un solo psiquismo. Al salir del hospital, una vez franqueada la puerta, invade a muchos psiquiatras el sentimiento de obtener una especie de habeos corpus; como si, no habiendo salvado el contenido, se salvara al menos el continente. La penetración intuitiva de los psicóticos en el inconsciente de otro, su capacidad para expresar de manera consciente lo que en el pensamiento neurótico corresponde propiamente a lo im-
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pensable, traduce la ruptura de las fronteras interiores del nar cisismo y da cuenta de una ineluctable y necesaria "contratrans ferencia masiva”. Por este hecho, la acción terapéutica parece curiosamente des plazada, porque tanto se podría decir: el psicótico y su paciente, como; el psicoterapeuta psicoterapeuta y el psicótico. psicótico. ¿Quién esclarece escla rece a quién en este asunto? Una vez en el ruedo, adiós la soberbia "partida de ajedrez” cuya imagen mantiene Freud a propósito de los neu róticos. Las blancas y las negras negras están terriblemente terribleme nte mezcladas; mezcladas; adiós también al enfrentamiento intelectual de la razón, de lo consciente y de la resistencia. La interpretación de la transferencia, y ella existe, no es una interpretación en la transferencia, sino más bien en la contra transferencia; ella ayuda al psicoterapeuta a situarse él mismo bajo los rasgos de una figura parental fraccionada y, al hacerlo, puede enganchar al paciente narcisista en los vestigios de un mundo objetal. Una atenuación de ese principio surge de la distinción, que ul teriormente estableceremos, entre transferencia directa e indirec ta, donde veremos que en las neurosis de carácter y en los border Unes esta distinción ayuda precisamente a deslindarlos.
Reducción de la transferencia al impulso ptdsional Formularemos una última consideración relativa al status metapsicológico de la transferencia. transferencia. Ella Ell a concierne conciern e a la reducción de la transferencia a un simple desplazamiento de los conflictos objétales, y hasta de los impulsos pulsionales. En su obra sobre el narcisismo ,1 ,13 3 Bela Grünberger insiste con razón en la oposición entre narcisismo y maduración pulsional, y de una manera general en la antinomia entre los estados narcisistas y el el conflicto objetal. E sta st a oposición, oposición, concebi con cebida da en el nivel de la situación analítica, no está aquí en discusión y resulta perfectamente convincente; la que más bien se discute es la que concierne al narcisismo y la transferencia. Según este autor, al "estado narcisista” del comienzo de la cura se le opondría la transferencia, la que, portadora sólo de impulsos 13 Bela Grünberger, Le narcissisme, narcissisme, París, Payot, 1971, pág. 62.
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pulsional pulsionales es objétales, vendría a perturbar ese ese primer estado. Es verdad que en ciertas curas la transferencia, correlativa de los desplazamientos objétales, genera conflictos que ponen en jaque a la famosa luna de miel analítica. Pero me parece que hay allí una limitación en el grado de la transferencia explícita .14 Con gran frecuencia, las manifestaciones transferenciales pueden hacerse sentir de entrada e inclusive, como lo mostraremos más adelante, la neurosis de transferencia en su conjunto puede constituirse muy pronto. Asimismo, podemos adelantar que la situación transferencia! se instaura antes del análisis propiamente dicho, lo que también ocurre, ocurre, por por otra parte parte,, con la situación contratransferencial. contratrans ferencial. Por ejemplo, los “sc-dice” que preceden al analista y su reputación, o al analizado y su reputación, las interferencias que se estable cen entre los pacientes del mismo analista, las relaciones que se establecen entre los mismos psicoanalistas, las indicaciones de tratamiento, los consejos, el hecho esencial de que determinado paciente sea enviado por determinado analista a otro, o de que sea recomendado por determinado determin ado paciente, etc. etc . Todos Tod os estos hechos, que por otra parte podrían ser objeto de un estudio científico, tienen enorme importancia en la constitución del com plejo transfcrcncia-contratransferencia y es de su naturaleza con ferirle un desarrollo muy precoz. Dicho esto, resulta cierto que las circunstancias anteriores al análisis casi siempre saldrán a la luz después de largos meses de análisis, y que pueden estar recubiertas por cualquier otra mani festación adecuada para disimularlas. Pero de lo que se trata no es tanto de la anterioridad sino de la naturaleza de la transferencia, en el sentido de que lo que se desplaza sobre el analista o sobre el paciente por efecto de las transferencia y contratransferencia inconscientes no se limita a impulsos pulsionales o conflictos objétales disecables mediante un escalpelo metapsicológico, sino más bien planos enteros de situa ciones conflictivas, fantasmas, recuerdos, ideas que testimonian complejas intrincaciones y engloban en su desplazamiento tanto momentos nareisistas como momentos objétales. Las figuras históricas que soportan esos desplazamientos y son 14 Cfr. má máss adelante el capítulo capít ulo consagrado a los los registros de la trans tra ns ferencia.
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transferidas al terapeuta testimonian además, por sus contradic ciones internas, la complejidad complejid ad de los los elementos elementos desplazados. desplaza dos. En et a p sic si c o log lo g ía, ía , Freud señala la ambigüedad y la intrincación la M eta de las posiciones narcisistas y objétales. “De hecho, el estado originario narcisista no podría conocer este desarrollo si cada ser individual no pasara por un período de desamparo y atenciones, durante el cual las necesidades apremiantes se satisfacen con la intervención del exterior y quedan así prese preservada rvadass de todo d e sa rr o llo 1561 Esta aserción, que sucede a otra, más metafísica, del comienzo et ap sicol sic oloo g ía, ía , “po pon n gá gám m onos on os en la situ si tu ació ac ión n d e un s er vide la M etap viente que se encuentra en un desamparo casi total”,™ liga irre vocablemente esta situación de desamparo a la del agolpamiento de necesidades, si no de satisfacción de deseos, c integra la nece sidad de una presencia tutelar, es decir, al menos de una para excitación exterior. De allí que la regresión al narcisismo, aun el más primitivo, lleve consigo el germen de una contradicción contradicción interna. Puesto Pues to que ese estado no puede concebirse más que al abrigo de una para excitación que crea un estado de dependencia; participa, pues, de una situación inestable. Esa inestabilidad básica proviene del hecho de que la misma paraexcitación, es decir, la presencia tutelar, constituye el objeto de las primeras excitaciones pulsionales o las provoca, precisa mente por las atenciones que prodiga. Es sólo por una represión primitiva muy intensa que el ser así entregado a las atenciones y al desamparo puede desviar de su "protector” los impulsos pulsionales que necesariamente se le dirigen, tanto si dichos impulsos son por naturaleza primitiva o secundariamente agresivos, o primitiva o secundariamente libidinales. Por lo tanto, es en razón del hecho de que constituye una para excitación que la presencia tutelar deviene objeto de un impulso pulsional, porque si se constituye como paraexcitación es que ya fue seducida y que ejerce una seducción. El hecho de atender o de proteger constituye por sí solo la base de una elección objetal que Freud describe como anaclítica. 15 M é ta p sy ch o log lo g ie, ie , pág. 37. 16 Ibíd. Ibíd. pág. 14.
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Pero esta elección es doble, porque si el hecho de proteger o de atender atrae pulsiones objétales, esa atención y esa protección son ellas mismas consecutivas a una seducción (el autoerotismo y la seducción son inextricables). El niño está protegido gracias a la seducción que ejerce; que esta seducción sea de naturaleza narcisista nada cambia de la cuestión y más bien refuerza la idea de que la paraexcitación juega jue ga ese es e pape pa pel; l; no sólo frente fren te a las excitacion excita ciones es exteriores, exterio res, sino también frente a las que provienen de él mismo. Es suspendiendo por un tiempo sus propios impulsos pulsionales con respecto al niño que la paraexcitación llega a adormecerlo. (De todas maneras, por la constancia de la pulsión y la perio dicidad de la necesidad, este estado es precario.) Evidentemente, esta situación encuentra un eco y hasta se cons tituye como repetición de ese primer acontecimiento en la situa ción analítica. anal ítica. Pero es preciso comprender comprender que la contratransfe rencia puede jugar, en cierta manera demasiado tarde, el papel de paraexcitación, intentando oponerse a las manifestaciones de la transferen tran sferencia, cia, reveladora reveladorass de impulsos impulsos pulsionales objétales objéta les —es te hecho tiende a confirmar la necesidad de concebir al conjunto de la situación analítica en una misma teoría energética—; desde ese punto de vista, y sólo desde ese punto de vista, puede conce birse que se establezca un equilibrio energético inconsciente que regula el nivel global de las excitaciones tolerables en una sesión. Los acting out son concebibles tanto del lado del analista como del lado del paciente, y constituyen tipos de descarga que no necesariamente calman a su autor. Sólo desde ese punto de vista la contratransferencia puede ser concebida como paraexcitación. Puede Pued e ser ser anterior a las solicita solicita ciones pulsionales reveladas por la transferencia como consecu tiva a ellas. ellas . Casi Cas i siempre siempre es consecutiva consecut iva y es desencadenada desencad enada por las manifestaciones transferenciales. La precocidad de las manifestaciones transferenciales y contratransferenciales, inclusive su anterioridad con relación al análisis, así como la intrincación precoz de los impulsos narcisistas y objé tales —debida deb ida a la ambigüedad de la situación de “atención y desampar desamparo” o”— — hacen difícilmente difícilmente con cebible una oposici oposición ón na nar r cisismo-transferencia . Si la oposición narcisismo-conflicto objetal mantiene todo su
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valor, parece imposible superponer transferencia y conflicto objetal, por la razón de que los desplazamientos operados en la trans ferencia desbordan por su contenido y naturaleza a los solos im pulsos pulsos pulsionales consid considerad erados. os. Por otra parte, par te, y com o ver verem emos os más adelante, la transferencia no puede asimilarse pura y simple mente a los elementos que desplaza salvo si se reifica la situación analítica. anal ítica. Todas Tod as estas considerac consideracione ioness nos demostraron la nece sidad de ligar transferencia y contratransferencia más íntimamente de lo lo que qu e se acostumbra. acostumbra. Ese lazo sólo se hace hac e posib p osible le por su similitud similitud de naturaleza y su común común origen origen inconsc inc onsciente iente.. No habría que concluir que se trata de un solo y mismo fenómeno, apoyado unas veces sobre el sillón, otras sobre el diván, sino que precisa mente el lugar desde donde se lo enuncia cambia su naturaleza, y no puede ser asimilado a lo que resultaría de una situación analítica imaginaria en que paciente y analista estuviesen ten didos pies contra cabeza cada uno sobre un diván. Con la regla fundamental, la situación analítica instaura un desequilibrio básico, incluso sin dar intervención a las prescrip ciones técnicas téc nicas que limitan limitan llaa acción del analista. E se desequi desequi librio está lejos de limitarse al campo de la transferencia-contratransferen trans ferencia. cia. Pero en este domi dominio nio,, que qu e nos intere int eresa sa muy par par ticularmente, impone en el movimiento de las excitaciones pulsionals y de su expresión una profunda desigualdad que instituye a la contratransferencia como oponiéndose enérgicamente a la transferencia y crea, por el solo hecho de la escucha, una situa ción vectorizada, que necesariamente remite a las situaciones infantiles primitivas. Hemos visto que en las psicoterapias de psicóticos que no si guen el protocolo analítico estricto, la diferencia y la oposición terapeuta-paciente llega a ser más frágil y pierde su vectorización; ella autoriza, entonces, una intrincación transferencia-contratransferencia más estrecha. La diferencia esencial que engendra la regla fundamental se expresa evidentemente en la desigualdad cuantitativa del discur so, aun cuando el beneficio de cura enteramente muda sea afirma do por casi ca si todos los autores. autores. Con todo, esta desigualda desig ualdad d destaca además, como si hiciera falta, la dificultad que encuentra el proceso analítico en la oposición consciente-racional-intelectual y primario-inconsciente-resistencia. primario-inconsci ente-resistencia. Oposición muy marcada en
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Freud. Es evident evidentee que este proceso proceso no puede describirse describ irse en la dimensión de esa única oposición, y que el campo transferencial moviliza por ambas partes representaciones inconscientes mucho más vastas.
Reducción del afecto a su quantum El puente que por intermedio del PCS permite superar tan estricta estric ta oposición oposición está, como todos todos saben, minado. minado. Su fragilid frag ilidad ad se manifiesta claramente en el campo transferencial-contratransferencial, por la consideración del segundo punto débil de la metapsicología: la reducción del afecto a su quantum. Dicha reducción sólo se hace posible, lo sabemos, por la dife rencia de los respectivos destinos de la representación y del afecto. Pero esta diferencia de destinos alcanza un relieve particular desde que se manifiesta en el campo transferencial, por la razón de que lo que en la transferencia se expresa en términos de afecto es formulado así por desencadenar en el analista un cierto número de representaciones, y, de que lo que es descrito como represen tación pura desencadena ciertos afectos que algunos reputan reprensibles. Si la disociación del afecto y la representación es un hecho metapsicológico cierto, su naturaleza es también cruzada, es decir que, al disociarse, franquea también la distancia que separa a los interlocutores y establece un puente cambiando de signo. Michel Fain ya había señalado hasta qué punto en ciertos escritores la pasión de escribir o de describir no estaba ligada más que a una incapacidad de sentir y a una prodigiosa facultad de hacer sentir. Evidentemente, el término término representación deb e entenderse aquí en su sentido más gráfico, y con el mayor índice de “figura “figurabilidad” bilidad”.. Pero aun en este sentido sentido metapsicoló metap sicológico, gico, el más amplio, tal como Freud lo emplea con gran frecuencia, por más separado que esté el destino de la representación del des tino del afecto, eso no impide que no obstante se reúnan y que, sobre todo, la representación tenga por efecto fundamental inhibir la expresión de ese afecto. Pero el campo transferencial ofrece en la situación analítica una posibilidad de salida para ese afecto, de manera que si no es
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sentido por el paciente, cruza el campo analítico con el fin de ser ser sentido sentido por el el analista. anal ista. E ste st e intercambio intercambio afecto-representación afecto-repre sentación parece encontrar en la “técnica” analítica clásica un abra de paz. Puesto que la interpretación de estilo “comentario objetivo”, y hasta “explicativo”, excluiría a la vez toda participación afectiva y toda introducción de nuevas representaciones. Ese cruzamiento del afecto y la representación, perceptible en toda situación analítica “en ejercicio”, refuta la concepción estric tamente tamente monádica de la metapsicología. metaps icología. Por otra parte, permite per mite comprender mejor cómo el desequilibrio institucional de la si tuación analítica traza un polo transferencial y contratransferencial por el solo hecho de que uno habla y el otro escucha. Para terminar con este capítulo sobre la contratransferencia y la metapsicología, debemos analizar ahora algunos aspectos de sus relaciones internas, puesto que la contratransferencia forma parte del pensamiento psicoanalítico y la metapsicología repre senta su armazón doctrinaria. Hemos visto que esas relaciones eran, si no litigiosas, al menos problemáticas, pues la aplicación de la concepción monádica de la metapsicología, muy influida por su fuerte exponente narcisista, se dificultaba desde el momento que la situación analítica era tomada toma da en cuenta. cuenta. E sta st a última, ú ltima, poniendo poniendo en juego jueg o un campo transferencial-contratransferencial dialéctico, no podía satisfacerse con una yuxtaposición monádica sostenida por dos protagonistas. Por el contrario, debía alzar su estructura energética al nivel dia léctico global, que es el del proceso analítico. Por otra parte, su concepción dinámica, es decir conflictiva, tampoco podía reducirse a una suerte de oposición, consciente de un un lado, lado, incons inco nscie ciente nte del otro, y nos nos era era preciso prec iso denunciar denun ciar esa “distancia metapsicológica” entre el analista y su paciente como insuficiente para describir la relación transferencial instau rada por la situación analítica. Los puentes descritos por Freud para franquear esa distancia parecen ser, como lo dice Freud, aleatorios, y ocultos para siempre por por el caráct car ácter er narcisista narcisis ta de su origen respectiv respectivo. o. L a identi ide ntifica fica ción narcisista ofrece el mejor “pasaje” de un inconsciente a otro, pero no puede conducir más que a la ilusión de una segunda conciencia comparable a la primera. El lazo más estrecho entre dos entidades inconscientes nos
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parecía trazarse en la relación del psicótico con su terapeuta, ins taurando entonces una suerte de “nueva metapsicología” donde precisamente la noción misma de terapeuta parecía debilitarse o, más exactamente, repartirse entre los dos protagonistas. Este nuevo reparto nos parecía confirmar la intrincación transferencia-contratransferencia, y nos permitía disipar la ilusión de una transferencia masiva proveniente sólo del paciente. Al hacerlo, nos manteníamos a distancia de dos escollos esen ciales: el de confundir bajo una misma entidad conceptual trans ferencia y contratransferencia con el pretexto de su intrincación. Esa intrincación y ese lazo dialéctico no se manifiestan como po sibles para nosotros sino en razón de las contradicciones que los oponen. Estas contradicciones nos parecen proceder esencialmente de la diferenc dife rencia ia de origen de su emi emisió sión. n. Diferen Dif erencia cia sostenida sosten ida y aun aun instaurada por las modalidades concretas de la situación analítica y de la sesión de análisis protocolar. El segundo escollo es una reificación de la situación analítica tal que el campo dialéctico transferencia-contratransferencia se encontraría reducido a una “relación de objeto pura y simple”, de nominada relación de objeto transferencial, evidentemente corre lativa lati va de una regresión regres ión transferencial. No Noss reservamo reser vamoss para par a más adelante la decisión acerca de la realidad o virtualidad de la transferencia; hasta aquí, hemos denunciado, a propósito de la opo sición narcisismo-transferencia, el peligro de asimilar esta última al puro y simple advenimiento de los impulsos pulsionales tal cual son en el campo analítico. Debemos examinar aún, a propósito de la metapsicología, al gunos ejemplos de las relaciones que ella puede anudar con el pensamiento analítico en la contratransferencia. Los hemos agrupado bajo tres capítulos que no recubren la totalidad del problema pero que nos han parecido particular mente importantes, a saber: el peligro de concebir a la metapsi cología como un método, el de concebirla como una legislación de los fenómenos inconscientes y, por último, el de reificar sus contenidos para concebir las instancias que la fundamentan como realidades. La utilización de la metapsicología en la marcha del pensamien to analítico plantea el problema del sentido del concepto de me-
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tapsicología, frente al cual, además, debería existir el de metabiolog bio logía ía —q u e sin embargo no existe. existe. Estas consideraciones, lo remarcamos, no son esenciales para la comprensión de la transferencia; más bien señalan, en el pen samiento analítico, las resistencias que se oponen a esta compren sión, tanto en la historia del concepto de transferencia, que cons tituye el objeto del capítulo siguiente, como en el ejercicio mismo de la cura analítica y de su conducción.
Los escollos de la metapsicología La metapsicología se define como el ejercicio de un triple punto de vista: vis ta: tópico, dinámico y económico. L a originalidad de este triple punto de vista no está en discusión, sino más bien el hecho de que se trate de un punto de vista y nada más, lo cual, habida cuenta de la proyección sensorial inherente a toda me táfora, de lo que precisamente la metapsicología ha dado cuenta, significa un punto desde donde hablar o, si se prefiere, una ma nera de hablar de lo que es psíquico. Hablar de lo que es psíquico requiere la instalación de un aparato conceptual propio para dar cuenta del status de la psiquis. En la metapsicología freudiana, hablar de lo que es psíquico nunca signif sig nifica ica habla ha blarr de la psicología. Com Como o tampoco tampo co hay ra zones, si se admite la tesis de que el inconsciente está estructurado como un lenguaje, para creer que está estructurado como la lingüístic ling üística. a. Si el punto de vista a partir del cual cu al nos nos situam situamos os no concerniera más que a la metapsicología, aún sería psicología. Meta indica una distancia y es de esta distancia que queremos hablar. Indi In dica ca pues pues un un punto punto del pensam pensamiento iento que no está apri sionado en las mismas estructuras que tiene por misión esclarecer. Este Es te punto de vista es, por por lo tanto, un un artificio. Dicho Dic ho arti ar ti ficio no puede ser comprendido si no se admite, con Freud, que el punto desde donde se habla es un punto consciente, que es a partir de la conciencia que articulamos los preceptos de una metapsicología que apunta a algo muy distinto de la conciencia. En ese sentido, la metapsicología se separa radicalmente de toda empresa metafísica, pues esta última no puede eludir las rela ciones que la unen, como doctrina, con el objeto de esta doctrina.
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Dicho de otro modo, que no puede articular una proposición sin encontrarse inmediatamente ante el deber de plantear como pro blemático el hecho mismo de haber enunciado tal proposición. Aquí, por el contrario, las dos hipótesis fundadoras de la metapsicología fracturan lo consciente a nivel del único punto de vista vista q u e permitirá hablar de otra cosa que qu e de él mismo. mismo. Las dos dos hipótesis fundadoras, recordémoslo, son las siguientes: 1) E l lugar lugar de acción acción de la vida psíquica psíq uica es su órgano órgano somá tico: el cerebro; 2 ) E l conocimie conocimiento nto directo de los procesos conscientes por la conciencia y la imposibilidad de conocerlos mejor por nin guna descripción. Si lo consciente es consciente, nada hay más allá y el status de ser consciente le basta. La metapsic m etapsicología ología no se se planteará jamás pregunta alguna alguna sobre sí misma, ni sobre sobr e su razón de ser. Es posible pues hablar de un artificio, que se ha hecho posible por la sola hipótesis de que no siendo la vida psíquica reductible a la conciencia, la fractura entre el lugar desde donde se habla y el objeto de este habla, autoriza a hablar de un punto de vista y de ninguna otra cosa.
La metapsicología concebida como método Planteado esto, cabe la tentación de asimilar la metapsicología a un puro v simple simple método. E n un senti se ntido do es un método, pues el ejercicio del triple punto de vista basta para caracterizar a esta empresa empr esa como metapsicológic metapsicológica. a. Pero un método, aunque aunque sea aproximativo, nunca será constitutivo del objeto que pretende enfoca enf ocar. r. Aquí, Aquí, mediant mediantee el artificio arti ficio de d e la distancia y por cierto grado de objetivación del que hablaremos más adelante, la me tapsicología supera el plano del método, puesto que hablar de un punto de vista tópico, dinámico y económico es al mismo tiempo hablar de esta manera pero, a la vez, considerar que aque llo de lo que se habla está por sí mismo estructurado de manera cuantitativa, cuan titativa, conflictiva conflictiva y disociable. Así, la metapsicología no puede ser asimilada al simple rango de método, aunque sea un método. Ella supe supera ra ese rango rango en la medida m edida en que, mediante el artificio de la distancia, parece ser constitutiva de las instancias
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que constituyen su objeto de estudio. Por un lado, lado, la metapsicología fundamenta la existencia de una instancia, el Yo, por ejemplo. Por otro, otro, ella denuncia a esta instancia instancia como enigmá enigm á tica y no podrá calificarla sino elucidando las relaciones de esta instancia con otra otras. s. E l punto de vista tópico tópico no se aclara más que a la luz del punto de vista dinámico y económico; los tres puntos de vista están íntimamente unidos y garantizan el aspecto fun dador de la sola sola tópica. tópica. L a necesidad que tiene la metapsicología metapsico logía de unir los tres puntos de vista que la caracterizan prohíbe, por ejemplo, imaginar la creación de una nueva instancia que debería la hipótesis de su existencia solamente a la comprobación de elementos históricos, tales como se los puede obtener mediante la observación directa o el uso exclusivo de lo que se ha deno minado punto de vista genético genéti co en e n psicoanálisis psicoanálisis (además (ade más soy yo quien aquí habla de punto de vista y no de psicoanálisis genético). Esta empresa escapa a la metapsicología como tal, y debe en tonces discutirse a nivel de la teoría en general; el problema es entonces saber si esta teoría es compatible con la práctica de la escucha analítica. Para terminar termi nar con esta esta cuestión de método, digamos que es enteramente posible imaginar la aplicación de un punto de vista tópico, económico y dinámico a todo otro objeto que no sea el psiquismo, al estudio de los puentes, por ejemplo, pero que perdería entonces su valor fundador por cuanto las re giones que delimitiría como instancias no serían ya específica mente psíquicas o, más bien, escaparían a lo que Freud denomi na vida psíquica.
Como legislación La segunda tentación, en lo que concierne a la metapsicología, es considerarla como una legislación, es decir, como un texto que establece las leyes que rigen las relaciones entre las entidades que ella definió previamente. En fecto, la metapsicología representa un sistema que legisla sobre relaciones; relaciones entre las instancias, por ejemplo. Pero el texto difiere de ella en un punto fundamental, en el hecho de que una legislación sobre relaciones, es decir el conjunto de leyes de una doctrina doctrina o de una teoría científica cie ntífica,, se apoya sobre una axiomática, es decir, sobre hechos conocidos y que se suponen
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enunciados. enunciados. Aun cuando cuand o esos hechos hechos tuvieran tuvieran un carácte cará cterr hipotético-deductivo, en este sentido la metapsicología sería una le gislación de los hechos psíquicos. Pero difiere de ello, en primer lugar, por el carácter uniforme mente hipotético de sus aserciones; ninguna deducción aparece jamás como tal. Su m archa arc ha es profundamente profund amente original, origin al, en la medida en que los hechos en cuestión son totalmente heterogéneos. A veces se trata de nociones tomadas de otras disciplinas, otras veces de hechos clínicos, y otras de hipótesis tratadas como hechos. Pero la característica de esos hechos es que son todos perfecta mente enigmáticos. El síntoma, por ejemplo, es por definición y aun por esencia enigmático, es decir, significante pero de do ble fondo, puesto que el significado al que eventualmente se refiere nunca es un hecho y no puede constituir como hecho más que el hecho de su significancia, que es un principio puesto por por la distinc distinción ión IC ICSS-C C S. E n cuanto a las nociones tomadas tomadas de otras ciencias o lisa y llanamente del sentido común esos preten didos hechos, separados de su ciencia de origen, no deben su significación y su sentido sino al hecho de estar integrados en la metapsicología. El hecho, pues, de que la metapsicología proceda de elementos enigmáticos prohíbe considerarla como una pura legislación de esos esos hechos hechos.. E n este sentido, sentid o, la metapsicología es es correlativ co rrelativaa de los hechos que la fundan, pero las cosas no avanzarán un paso gracias a ella. La metapsic meta psicolog ología ía aanda nda más rápido que qu e los hechos enigmáticos de los que debe dar cuenta. No es posible ninguna deducción que permita a la compren sión avanzar con mayor rapidez que los hechos y las hipótesis de las que proced procede. e. Jam ás procede por deducción o inducción, sino creando nuevas hipótesis fundadas inmediatamente sobre hechos nuev nuevos. os. Sólo hecho hec hoss nuevos nuevos y además enigmáticos enigmático s pueden hacer que se modifique, avance y funde otras hipótesis por el solo hecho de su agregación. Difícilmente podremos atribuir a esas aserciones el carácter de hechos psíquicos, y ello en razón del carácter enigmático de su naturaleza; la aserción de la metapsicología se mantiene por en cima de los hechos psíquicos propiamente dichos, tal como po drían ser recopilados o descritos por la psicología, y es también en este sentido que se trata de una m^fa-psicología.
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La traducción directa de una observación (que objetiva nece sariamente sus contenidos) en términos metapsicológicos revista necesariamente un carácter claudicante. Porque franquea, sin definirla, la distancia entre la psicología y la metapsicología. Esta incompatibilidad entre la “descripción” de un análisis o su “informe” y su traducción en términos metapsicológicos culmina casi siempre en un doble enunciado: uno llamado clínico, otro llamado teórico. Se supone supone que el segundo segundo debe explica explicarr al primero. E n rea r eali li dad, la metapsicología no explica nada, sino que reubica al pri mer enunciado, “clínico”, en las perspectivas generales, que son las de la psiquis en su totalidad. Más Más bien son los hech h echos os clín cl íni i cos enunciados los que tendrían por efecto poner en claro a la metapsicología. Mal que bien, los enunciados teóricos y clínicos pueden soste nerse uno al otro por un intercambio constante de sus exposicio nes nes o de sus sus predicados. predicado s. Pero cuando se quiere quie re abord abo rdar ar el cam po específico de la transferencia-contratransferencia, hay que abandonar toda esperanza de utilizar la metapsicología como axio mática. Las categorías de instancias no consiguen delimitar las estruc turas transferenciales porque éstas son eminentemente dialécticas. No puede sorprender que algunos, Lacan en particular, se ha yan esforzado por encontrar en el lenguaje mismo las bases más sólidas de una axiomática, es decir, que hayan buscado encontrar necesariamente los lazos lógicos del inconsciente con el nivel retó rico de su expresión. Esto supone una transposición de ciertos conceptos metapsicoló gicos, tales como los de condensación y desplazamiento, en tér mino mi noss de metonimia y de metáfora. metáfora . Pero Pero esta transpo tran sposici sición ón aleja ale ja a estas últimas de todo recurso de un punto de vista económico. Es verdad, además, que cuando Freud expone sus curas ejem plares así como también en su oposición cualitativa consciente e inconsciente, en Psicopatología de la Vida Cotidiana y E l Chiste y su relación con lo Inconsciente, vuelve con mayor fa cilidad a los rodeos dialécticos del intercambio preconsciente et ap sicol sic olog og ía. ía . Si hay que a las oposiciones de instancias de la M etap corte entre la Metapsicología y Los Escritos Técnicos, también
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los hay entre los Historiales clínicos y la misma Metapsicocología. Si en la exposición del campo específico transferencia!, no po demos quedarnos sólo en los conceptos metapsicológicos, tampo co podemos, por las razones expuestas más arriba, es decir, la necesidad de establecer una concepción energética y dinámica global de la cura, abandonar el punto de vista económico y diná mico. Estos Esto s punt puntos os de vista obligan obli gan a considerar con siderar la circulación placer-displacer como común a los protagonistas de la cura, y la oposición conflictiva debida al desequilibrio de la situación analí tica como esencial (entendiéndose que el antagonismo conscienteinconsciente no sería suficiente para que subjetividades distintas fueran su soporte).
La metapsicología como sustancia El tercer punto de vista: tópica de la metapsicología, nos con duce al tercer escollo, que sin duda es el más grave y al mismo tiempo el e l más difícil difícil de discernir: el de la objetivación obj etivación de sus sus contenidos, es decir, el del justo emplezamiento de la sustantificación de las instancias psíquicas. En mi opinión, esta aprehensión será correcta únicamente si se admite una perfecta continuidad entre la primera y la segunda tópica. Suele oírse hablar de dos movimientos distintos en el pensamiento freudiano, concerniente uno a la distinción ICS-CSPCS en su sentido diferencial y el otro en la sustantificación de sus contenidos. contenid os. Co Como mo si la segunda tópica tópic a refutara refutar a a la primera primera y no se la tuviera ya en cuenta. Muy por el e l contrario, me parece, ella la supera conservándola y no puede concebirse sin ella. Hemos visto que la metapsicología era ampliamente hipotética, puesto que tenía en cuenta hechos enigmáticos siempre en aumen to y se las arreglaba para encuadrarlos en una formulación que los englobase englo base pero pero no en una teoría teor ía que qu e los explicara. Sin em bargo, ese englobamiento no es un simple amontonamiento de datos de hecho. Es preciso que les dé d é una perspectiva y una una ex ex tensión, pero no una finalidad; un marco conceptual pero no una referen refe rencia cia causal. No perdamos perdamos de vista que qu e la metapsicolo metapsicología gía nunca es otra cosa que un punto de vista y una manera de ha
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blar. Ahora bien, esa extensión, esa dimensión no la suministró suministró solamente la formulación de una primera tópica que dota a lo que es mental de una extensión y de una dirección dire cción.. Se sabe que para Descartes la distinción entre el cuerpo extenso y el alma pensante correspondía a la distinción clara; para él existe una unión del alma y el cuerpo, pero no en el nivel de las ideas claras. “Finalmente , escribe a la princesa Elisabeth, es sólo haciendo uso de la vida y de las conversaciones ordinarias y absteniéndose de meditar y estudiar las cosas que ejercitan la imaginación como se aprende a concebir la unión del alma y el cuerpo.” Por cierto, es aplicándose a las cosas ordinarias, o a las así consideradas, como Freud establece las relaciones de la extensión con el aparato apara to del alma alma.. Es sorprendente observa observarr qué q ué cerca está el esquema propuesto por Descartes, en particular su sistema de memorización, del del aparato del alma alm a descrito por po r Freud. Pero la fractura implicada por Freud en su hipótesis fundadora dota a la vida psíquica de una dirección en la extensión; de un sentido progresivo y de un sentido regresivo, pero al mismo tiempo de una extensión extensión propiamente propiamente metapsicológica en profundidad. profundidad. Esta Est a extensión es metapsicológica en el sentido de que ella puede hacer coincidir coin cidir un un espacio orgánico cerebral cerebra l (zonas corticales externas), un espacio iilogenético (zonas más recientemente adquiridas) quirid as) y un un espacio espacio psíquico dotado de una profundidad profundidad y de una superficie. La extensión extensión concebida por Freu Fr eu d es la que va va de una a otra de las dos hipótesis fundadoras, es decir, del cerebro a la percepción, o sea a la realidad; esa extensión evoluciona entre entr e dos certidumbres. certidumbres. Entre En tre esas dos dos certidumbre certid umbres, s, él construconstruye un aparato apa rato dotado dotado de una extensión. La metapsicología metapsic ología plantea pues varios planos superpuestos, filogénesis, organización cerebral, sentido vectorial de la representación psíquica y del trayecto de los afectos; planos que no coinciden del todo, pero que, en tanto son premetapsicológicos, proponen su adecuación virtual como posible. E l término término aparato es totalmen totalmente te adecuado a la la metapsicología. No significa significa que el e l aparato en cuestión cuestión esté materialmente representado por el órgano que lo soporta, sino que, con todo, procede de él, es representado metafóricamente por un aparato óptico, lo visto y percibido por este aparato óptico se supone conocido conocido porque es consciente. Pero Per o el objeto de de estudio es el aparato óptico mismo. Este aparato en ningún caso
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puede ser asimilado a un esquema que se fije sobre un sistema orgánico orgán ico o sobre un una serie de representaciones. representa ciones. No se confunde tampoco tampo co con el órgan órgano, o, que es el lugar de su acción. E s una estructura imaginaria del psiquismo cuyos elementos nocionales son ellos mismos metaconcretos, es decir, cuya concretación no es concebible sino en una extensión de varios pisos conceptuales. La extensión filogenética, y por lo tanto histórica, y la extensión que va de la profundidad a la superficie mental (por ejemplo la motricidad) se conjugan para definir regiones privilegiadas denominadas instancias. Pero no existe caso cas o alguno en que una de esas instancias pueda ser aprehendida en una única noción de la extensión. Es absurdo absurdo hablar de un Yo puramente filogenético, filogenético , por ejemplo, o puramente ontogenético. Para ilustrar esta concepción metapsíquica, recordemos la definición de J. Laplanche y J. B. Pontalis, según los cuales la represión sería funda fundadora dora del inconsciente. incons ciente. E sta st a concepción de la represión sustancia la represión al conferirle una única dimensión ontogenética. Pero parece necesario hacer una distinción entre lo que es fundador y lo que es es primero. primero. Para decir de cir que qu e un elemento elemento es fundador hay que aislarlo en una única dimensión de la extensión psíquica y conferirle una sustantificación concreta, mientras que es totalmente lícito decir que es primero en la génesis de los procesos por los cuales lo que era inconsciente puede devenir consciente. ciente . E n ese sentid sentido, o, se ve que la metapsicología no puede obob viar la primera concepción tópica, cuya exposición es anterior, pero resulta perfectamente válida. Este escollo de la sustantificación metapsicológica encuentra expresión en las teorías que se valen de desplazamientos de instancias en el mom moment ento o de la transfere tran sferenci ncia: a: transferencia transferenc ia del Superyó Superyó sobre el analista, transferencia del Ello; papel de Yo auxiliar reservado al analista, etc. Estas Est as expresiones no están están desprovist desprovistas as de sentido, pero se emparentan más con los fenómenos de proyección que con el desplazamiento propiamente dicho. Hay que hacer notar que parecen caracterizar situaciones que precisamente precisamen te marcan marcan el límite límite inferior inferio r de la transferencia. transferencia. Esas situaciones, en muchos aspectos, se vinculan con la hipnosis, caracterizada metapsicológicamente por una fusión de las instancias. Pero, si se tratara de una verdadera fusión, nada permitiría
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distin distingu guir ir el agente del pacien pac iente. te. Esta Es ta visión visión reificada de la fu sión aplicada a la situación analítica olvida propiamente la natu raleza subjetiva de esta fusión. Paradójicamente, esos estados de fusión serían más sensibles en la situación analítica que en la hipnosis, en la medida en que la contratransferencia, menos preocupada que en la hipnosis por conservar la iniciativa de los impulsos activos, aceptaría participar de dicho estado fusional. Pero es imposible entonces hablar de transferencia propiamen te dicha. dicha. Esta implica implica que una distancia distancia suficiente, suficiente, precisame prec isamente nte la necesaria para el desplazamiento de los elementos transferidos, permita el reconocimiento de ese desplazamiento y su especifica ción. De la mism mismaa manera, los mecanismos mecanismos de identi ide ntific ficaci ación ón proyectiva, tal como los describe Melanie Klein, y cuya dimensión subjetiva debe estar siempre presente en el espíritu, si bien parecen establecer un lazo difícilmente expugnable entre el analista y su paciente, no pueden corresponder a la categoría de la transferen cia aunque encuentren en la primera infancia del paciente los mo delo deloss de su manifestación manifestación.. L a transferencia no puede reducirse redu cirse aquí a la simple repetición de modelos anteriores o a un “pattern”. Estas tentativas o tentaciones de sustantificar las instancias psí quicas parecen encontrar mejor asiento cuando nos elevamos en los grados jerárquicos que introduce necesariamente la metapsicología. Así ocurre con el “desplazamiento del ideal del Yo”, con la “transferencia transferencia del ideal del Yo”. Si la cura analítica analític a parece pa rece a ve ces partirse según las líneas de fractura establecidas por la metapsícología, a mi parecer no es por ello que deba relacionárselas con la transferencia. Por cierto, la resistencia utiliza la transferencia y la transfe rencia es, como veremos, una resistencia, y puede ser que una de las modalidades de esa resistencia emplee los caminos de una es pecie de partición del inconsciente con la apariencia de una nueva distribución de las fuerzas psíquicas de tal manera que serían entonces soportadas por dos subjetividades distintas. Esa resistencia es importante, en efecto, y merece ser consi derad derada. a. Pero es es raro que ella pueda interpretarse “en la transfe trans fe rencia”, sin hacer que intervenga algún elemento de realidad. Como si esta sustantificación de las instancias psíquicas y aquí
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del ideal del Yo debiera necesariamente apoyarse sobre una realidad. Teór Te órica ica y técnica, es doble la trampa trampa de apoyarse sobre una rcificación; dicho de otro modo, esta reificación es a la vez la del teórico teór ico y la del paciente (de (d e una manera general podemos podemos estar seguros de que todos los errores teóricos serían un día u otro representados en el interior de una cura por una resistencia del paciente que reproduce rasgo por rasgo la errónea visión). Así, por ejemplo, el paciente puesto en presencia de su analista, desde el primer segundo de su entrevista “encuentra” su ideal del Yo. Se produce entonce entoncess una suerte suerte de petrificac petr ificación ión próxima al “flechazo”, pero que acarrea una resistencia casi invencible bajo los rasgos de una transferencia fuertemente negativa; en realidad, es el exceso mismo de la positividad de la transferencia lo que parece enducererlo así. Más que una sustantificación, es de una “estatuificación” de lo que se trata; los elementos eróticos subyacentes son difíciles de encontrar, tan encubiertos parecen por efecto de una reificación narcisista: de una encamación. El mismo fenómeno se produce, pero en grado menor, cuando el analista en la realidad de su persona física presenta una seme janza jan za sorprend sorp rendente ente con una una de las figuras históricas históri cas que qu e están en el origen de la transferencia. Se produce produce entonces una suerte de de sideración del inconsciente y como una interferencia que viene a enredar las dos imágenes, y vuelve imposible la apreciación del desplazamiento. Este fenómeno, por otra parte, tiene poca importancia en sí, pero podemos preguntarnos si las semejanzas invisibles, no ya situadas a nivel de las realidades tangibles sino de las realidades psíquicas, las identidades de estructuras, no solamente inconscientes sino desconocibles por el analista, no acarrean, y por ello no esclarecen, ciertas conductas de apariencia fóbica; como si, por efecto de tales semejanzas, una suerte de sustantificación de la transfer tran sferenc encia ia tuviera tuviera lugar. No hace falta falt a decirlo, pero es para para llegar a decirlo, que toda actitud contratransferencial que por complacencia narcisista se esforzara en sostener esa semejanza acarrearía la misma sideración, esta vez sin recurso.
SEGUNDA PARTE
HISTORIA DE LA TRANSFERENCIA
CAPITULO I HISTORIA DEL CONCEPTO
Si todo hombre tiene el inevitable poder de poner sobre lo que encuentra las trazas de lo que amó, mal se ve cómo podría restringirse ese privilegio a circunstancias tan particulares como las de un análisis.
El fenómeno Es por ello que, como fenómeno, la transferencia supera y con mucho el marco, en sentido estricto, de la práctica psicoanalítica. No sólo las técnicas o disciplinas que, a mayor o menor distancia, tienen que ver con el análisis pueden ponerla en evidencia.
Su extensión \ Todas las relaciones humanas, se constituyan espontáneamente o tengan por objeto la elucidación de esta misma relación, pueden utilizarla sin saberlo, y finalmente depender de ella7\, Sin embargo, es por haber denunciado su concepto e insistido sobre su importancia que el psicoanálisis obtiene el poder y quizá la obligación de elucidar su sentido. Extensión temporal ^sí como el fenómeno de transferencia desborda el marco del
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análisis, así también los orígenes del concepto pueden revelarse mucho antes antes de la fecha de su invención^ invenció n^ 189 1895). 5). Parece sin embargo inútil para nuestro propósito buscar dema siado lejos sus orígenes; casi sería preciso considerar toda la his toria de las relaciones humanas y aun más allá, puesto que la teo ría freudiana de los esquemas filogcnéticos, que trae hasta la actualidad de la cura los vestigios de una historia de la especie, podría, a ese título, inscribirse ella misma en una vasta operación de transferencia. Nos limitaremos a su culminación en el siglo xvm, tan cercano a veces, en su búsqueda epistemológica, de nuestras preocupacio nes presentes. En esa época, el pensamiento médico buscaba en los fenóme nos eléctricos un fundamento de las manifestaciones patológicas más racional que el de las influencias del más allá, pleno de misterio.
M esm er Fue entonces que llegó Mesmer; venía de Viena y desembarcó en París en la primavera de 1778. Antoine Mesmer era un hombre instruido, médico, que repre sentaba muy muy bien bien la tendencia tenden cia mística mística de su época. L a doctrina de las las “emanacio “emanaciones” nes” gozaba goz aba del favor de toda Euro Eu ropa pa.. E l gnos ticismo de Swedenborg en Estocolmo trataba “de los espíritus escapados de lo Divino”. En Alemania, Gassner, sacerdote de los Grisons, había exorcizado enfermos en Ratisbone varios años an tes, y acababa precisamente de regresar a su curato, en la orden de Francisco-José. En la misma Francia, la locura de los RosaRosacruces estaba todavía en vigor, después de haber hecho estragos con particular intensidad durante la primera mitad del siglo xvn, y el conde de Saint-Germain, quien declaraba vivir en comercio familiar con Jesucristo y algunos grandes hombres del pasado, había logrado buen éxito en la corte de Luis xv .1 1 Pasaje extr extraíd aído o del diccionario diccionario de Dechambre: De chamb cha mb re, Dictionnafre encyclopédique des sciences médicales, médicales, t. VII, MDCCLLXXIII, pági na 143.
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Contexto de Mesmer
En este contexto, cont exto, Mesmer Mesmer aparecía como un científic cien tífico. o. ¿No había escrito en 1766 un tratado, De Planetarium influxu, donde volvía a poner de moda la teoría del fluido universal? “La salud o la enfermedad dependen de la cantidad de fluido esparcido por el cuerpo; esta cantidad debe ser regulada por una marea artificial.” La comisión real
Provisto de su doctrina, se instala en place Vendóme y hace fortuna. fortuna. L a gente acude; una una suscri suscripció pciónn de 340.0 34 0.000 00 libros lanzan las “Sociedades de la armonía” en París, después en toda Francia. Allí Allí se se dispensa el “magnet “magnetismo ismo animal”. Algunos Algunos adeptos adep tos elegiele gidos, como d’Elso d’Elson, n, ganan la Facultad de Medicina. D e tal manera que el 12 de marzo de 1784 se constituye una comisión real encargada de examinar las 27 proposiciones de Mesmer sobre el fluido magnético; el doctor Guillotin, espíritu humanitarísta y racional si lo hubo, forma parte de la comisión. Ésta condena por razones de moral, o más exactamente por razone zoness de policía pol icía,, la práctica de Mesme Mesmer. r. L a descripción desc ripción de los procedimientos por contacto y por la mirada que efectúa la comisión constituye una de las primeras observaciones científicas de sesiones de magnetismo. Protocolo del magnetismo “El magnetizador, la espalda vuelta hacia el norte, se sienta fren fre n te a l su jeto, jet o, m irán irá n do dose se fijam ente en te en tre sí. U nas na s v ec es a p lic a las manos sobre los hipocondrios, los pulgares colocados hacia el ombligo; otras, dirige el pulgar o el índice hacia el epigastrio. O bien permanece inmóvil en esta posición, o bien, el pulgar quieto, describe con los dedos a izquierda y derecha un semicírculo. Por últi últim m o, pone pon e las manos sobre la región lum lum bar, principalpr incipalmente mente cuando se trata trata de mujeres mujeres “ 2 2 Dechambre, Dictionnaire médical, t. XXXII.
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Mesmer empleaba también otros medios: conductores magné ticos, como varillas de vidrio vidrio o de de hierro. hierro. E n cuanto a los los enfer enfe r mos indigentes, Mesmer en persona había magnetizado un árbol del boulevard Saint-Martin en su honor. Los efectos de las sesiones magnéticas se expresaban con boste zos, pandiculaciones ,3 hipos, lágrimas, sollozos, atracción inven cible hacia el magnetizador. Condenado por la comisión real, Mesmer lo fue también por la posteridad, que le reprocha su charlatanería y su rápida for tuna. Es no entender que el cinismo cinismo es es una cosa cosa rara y qu quee para emprender una carrera tan extraña hacía falta una fe poco común. Las cubetas
Vamos a describir, según Dechambre, la puesta en escena de la práctica de las “cubetas”, porque de esas cubetas salieron la hip nosis, la sugestión y finalmente el método catártico de Breuer. “En una sala cerrada y silenciosa, donde la luz llegaba tamizada, se disponía una caja circular de madera de roble de seis pies de diám etro etro y un un pie pie y m edio d e altu ra;.. .en el fond fond o d e la cuba se disponían botellas llenas de agua en forma radiada , de manera que un primer lecho de botellas tuviera los golletes vueltos hacia el cen tro y el segundo hacia la periferia, etc. Estas Estas b otellas estaban recub iertas iertas de agu a y descansaban descansaban sobre una una m ezcla d e vidri vidrioo triturado triturado y lim lim aduras d e hierro. Por los los agujeros agujeros de la tap a sasalían lían barras d e hierro hierro cuya extremidad inter interna na se sum ergía ergía en el líquido, y la otra, acodillada, móvil y terminada en punta, se ap licab a al cuerpo d e los enferm enferm os. Estas barras eran suficientesuficientemente grandes para alcanzar la segunda o tercera fila, pues había gran concurrencia. Los enfermos, sentados alrededor de la cuba , se enlazaban enlazaban entre sí por una una cuerda cuerda qu e partía partía d e la cubeta; si la cuerda no era lo suficientemente larga, los de la segunda fila se tenían por uno o varios dedos. Pero la acción no deviene mag mag nética né tica sino sino cuando cuando Mesmer entra en la cadena. Si el magnetizador está allí, la cuerda no es ya necesaria, basta tocar a los en ferm fe rm o s, inclu in cluso so sola so lam m en te orien or ienta tarr h a c ia e llo s los lo s d e d o s o la 6 Movimiento que consiste en extender los brazos invirtiendo la cabeza y el tronco hacia atrás.
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o sim plem ente la la mirada. mirada. O bien bien en ton ces es la práctica práctica de le ‘gran corriente: la corriente animal del magnetizador, al encontrarse con la de la tina, forma en él cuerpo de los encadenados un verdadero torrente: ‘Los ojos se extravían, las gargantas tas se levantan levantan,, las ca be za s se inviert invierten, en, se tiem b la, s e Uor Uora, se ríe, se tose, se escupe, se grita, se gime, se sofoca, se cae en el éxtasis, se sienten ardores secretos.’ ”Después vienen los gritos, los estrangulamientos, los movimientos convulsivos, las contorsiones, las caídas violentas; las mujeres, sobre todo, se arrojan unas sobre otras, rojas o pálidas, los rasgos descompuestos, los cabellos flotantes o pegados a las sienes, se abrazan, se rechazan, ruedan por tierra y van a dar con su cabeza contra contra las las pa red es (a ese fin acolchadas). acolchadas). Se oy e g ritar ritar la la fórm fórm ula ritual: ‘¡socorro!, ¡socorro1 / E l m aestro aes tro suelta su elta a h o r a su arm ar m ónica ón ica (pues (pues la música ay u dab a a l magneti magnetismo) smo).. V uela h acia los los fre néticos, los penetra con mirada aguda y profunda, les toma las manos o pasa las suyas sobre las partes más agitadas.” varilla,
El m esmeri esm erism sm o yjf Según Mesmer el magnetismo animal puede curar inmediata mente los males de los nervios y mediatamente los otros; perfeccio na la acción de los medicamentos, provoca y dirige crisis saludables, de manera que es posible adueñarse de ellas; por su inter medio, el médico conoce el estado de salud de cada individuo, y juzga con certe ce rteza za el origen, la naturaleza de las la s enfermedad enferm edades es más complicadas. complicadas. Impide Impid e su su acción acción y llega llega a la curació cur ación n sin efec tos peligrosos, cualesquiera que sean la edad, el temperamento y el sexo. Mesmer se hacía ayudar en sus prácticas por un “criado toca dor” dor”.. Sin embargo, emb argo, la comisión, comisión, que se dirige única ún icam m ente en te a d’Eld’Elson, miembro de la Facultad de Medicina, hace que se proceda a experienci experiencias as de cubetas particulares: particulares: sin resultado. Enterada Entera da de un informe secreto que insiste sobre el peligro de abusos se xuale xualess y aun de violaciones, pronuncia pronuncia la condena cond ena.. Uno solo solo de sus miembros se niega a firmarla (Laurent de Jussieu), estiman do que Mesmer está en las huellas de una fecunda verdad fal seada por la insuficiencia científica y que la verdadera ciencia debería retomar y fecundar.
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La condena de la comisión no habría bastado si la nobleza no hubiese condenado condenado también tamb ién el magnet magnetismo ismo.. Enriq En rique ue de Pru Prusia, fierabrás y hermano del gran Federico, que había hecho mag netizar un árbol en el parque del castillo de Beaubourg, declaró no haber sentido nada, como tampoco la princesa de Lamballe. Mesmer debió escapar.
Interpretación del mesmerismo Retrospectivamente, Freu d da sentido a Mesmer. La idea de una influencia directa y material del hombre sobre su semejante no fue conservada, al menos con esa forma .4 Pero si bien se abandonó la idea de una influencia material directa, se mantuvieron las circunstancias que presidieron la eclo sión de esa influencia, aunque depuradas por la práctica del análisis a despecho o en razón de su ambigüedad. Esta ambigüedad deja herederos indivisos, porque siempre que da abierta la cuestión de saber si las circunstancias materiales en las cuales se desenvuelven el análisis y su protocolo (ho (horar rario, io, po sición acostada, invisibilidad del analista, etc.), inducen la trans ferencia o no hacen más que permitirle manifestarse, o solamente la favorecen, de qué manera y en qué medida. Con los trabajos de Ida Macalpine y de Winnicott, entre otros, encontraremos una concepción implícita y explícita de la transfe rencia que integra las circunstancias materiales y morales de la transferencia (medio ambiente) en la transferencia misma. Los restos de esa ambigüedad abren así el problema de la “realidad de la transferencia” al que consagraremos un capítulo particular. Pero fue necesario el enorme peso normativo del siglo xix para que Freud redescubriera la carga erótica y agresiva insidiosa mente men te man manipu ipulad ladaa por la prác p ráctica tica hipnótica. Los hombres del siglo x v i h no estaban tan horrorizados por los desbordes convul sivos de sus congéneres, y sólo una comisión real debió intervenir para frenar lo que el informe secreto califica pura y simplemente como peligro peligro de de violación. violación . Pero Per o para Mesmer, Mesmer, como para la opi 4 Pero se la encuentra encuentra en las teorías teoría s de Wilhelm Wilhel m Reich Re ich sobre la orgona orgona y la acumulación de energía humana.
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nión de su época, nión época, se se trataba de una “crisis “crisis saludabl saludable”. e”. D e que qu e esta crisis era la expresión de una descarga erótica no cabía duda alguna; pero, como el término saludable * lo indica, había que expulsar a los demonios. Los convulsionarios de Mesmer fueron objeto de una interpretación tación religi religiosa osa y de una una interpretación interpr etación científica. Para la Ig I g lele sia, concernían además al exorcismo, puesto que estaban habitados dos por las fuerzas fuerzas del mal. Para Par a M Mesmer, esmer, la expresión expres ión del mal ma l es lo saludable. Pero él introduce el elemento, elemento, más más laico la ico qu e científico, de un fluido fluido y una energía ene rgía unive universa rsal. l. Esta Es ta energía, ener gía, no cuantificable, es al menos susceptible de una pérdida por la ruptura de una relación interhumana o más exactamente interanimal. La idea de energía universal, de captación de esa energía, de su fijación, de su eventual transmisión y finalmente de su descarga introduce en la idea de catarsis, aun cuando el contenido psíquico que acompaña a esa energía todavía no ha sido descubierto. A partir de Mesmer, las interpretaciones de los fenómenos engendrados por el magnetismo se orientarán hacia una subjetivación cada vez mayor. mayor. Conforme Conforme las manifestaciones eróticas del m agag netismo van engendrando pavor, el operador se aleja materialmente mente de su paciente. De allí all í que le dé priorid prioridad ad a la inter in terpr preta eta-ción subjetiva de los fenómenos más que a la verificación de manifestaciones eróticas. La Iglesia conduce el combate de la espiritualidad en ese sentido y hasta un punto en que roza con la naturaleza del inconsciente.
La Iglesia y el abate Faría Aunque discípulo del mésmerismo, ya en 1837 el abate Faría se separa separa de él. él. Es un brahmán tomado tom ado de teorías espiritualistas que critica las tesis físicas del magnetismo para afirmar que la causa del “sona “sonambu mbulismo lismo”” reside resid e en el e l sujeto mismo. mismo. Niega Nie ga q ue tenga tenga origen en el magnetizador: magnetizador: el sueño sueño puede también propr oducirse ducirse contra su su volun voluntad tad.. E l abate ab ate Faría Fa ría dormía dormía a sus sus clien cli entes tes mediante la palabra, les ordenaba dormir y obtenía un “sueño 0 La palabra francesa francesa salutaire, salutaire, que se ha traducido por “saludable” alude también a “salvación”.
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lúcido”. Su descubrimiento es fundamental en la medida que introduce la subjetividad de los fenómenos magnéticos. Más todavía, introduce el lenguaje como mediador del sonambulismo. Pero el lenguaje no se reduce aquí más que a su grado más bajo: el de la orden. orden. Compromiso Compromiso entre lo imperativo imperativo y lo informativo, no espera respuesta sino ejecución. La palabra remplaza a la cuerda o a la varilla conductora de electricidad, pero constituye un intermediario má máss que qu e un mediador. mediador. En nuestros nuestros esquemas contemporáneos se inscrib insc ribiría iría como una burbuja. La palabra pala bra opera una ruptura entre el lenguaje y la idea, de manera que la idea: “ ¡Duerma!” parece viajar sola. Lo eficiente eficiente es es la idea. E s ella lo que será transmitido. Com Como o si hubiera hubie ra olvidado su lugar luga r de emisión. Pero en el mismo momento en que Faría niega la materialidad de las relaciones entre magnetizador y magnetizado, niega la naturaleza, que boy denominaríamos libidinal, de esa relación. ción . Puede decirse decirse que qu e tropieza directamente con el problema de la transferencia. Pero dejemos cerrarse el callejón sin salida religioso de la interpretación pre tación del magnetismo para retomar su rama cientí cie ntífica fica.. Para hacerlo, es preciso ir hacia los continuadores de Mesmer.
Chastenet de Puységur Consideraremos especialmente al admirable Chastenet de Puységur, cuya honestidad, gusto por el saber y muy notable estilo hacen de él un escritor científico de primer orden. El marqués de Puységur era un ex oficial de artillería retirado a su tierra de Buzancy con dos de sus hermanos, el conde de Puységur y su hermano Máximo, todos ellos consagrados a las prácticas práctic as del mesmerism mesmerismo. o. E n diez minut minutos, os, el marqués cura a la hija de su administrador de una dolencia dentaria y a un joven de una pleuresía. pleuresía. Pero Puységur se asombra: asombra: el paciente paci ente se duerme apaciblemente pero, una vez dormido, habla, se ocupa de sus asuntos, canta aires que se le indican mentalmente ( 8 de mayo de 1874 18 74). ). Magnetiza entonces en tonces un olm olmo o en medio de la aldea y provoca provo ca un “sonambulismo completo”. comple to”. Un enfermo llevado lleva do hasta allí y desmagnetizado no recuerda nada. Con su su práctica, la técn té cnica ica se depura depura.. Una mirada, un gesto del magnetiz magnetizador ador bastan. bast an. Pueden Puede n así dirigirs dirigirsee los actos, las ideas ideas
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de una persona. persona. Por el lado del soná sonámbul mbulo, o, se obtien ob tienen en curiosí curios í simos efectos: presentación, predicción, cálculo preciso del tiem po, imposibles en estado de vigilia. Las consultas recíprocas
De Puységur instaura entonces la práctica de las “consultas recíprocas”, la cual prefigura, si no en la práctica al menos en sus efectos, las tesis tesis de de Melanie Melan ie Klein. Un campesino, camp esino, Viel V ielet, et, es puesto puesto en presencia de una campesina, Catherine. Ésta, Ést a, en esta co de sonambulismo, es decir, de una especie de sueño despierto, describe las partes partes interiores de Vielet. Lo que da a Viele Vi elett e l derecho de hacer otro tanto con las partes interiores de Catherine. Quizás hayamos olvidado, o fingido no sorprendemos más, ante estas estas espectaculares manifestaciones manifestacio nes del inconscien inco nsciente. te. Ellas El las exis ten, ten, sin sin embargo, como puede verse verse en todo todo análisis. E l cálculo cálcul o preciso del tiempo en los sueños, la intuición de la duración, la premonición, los fenómenos de interpretación fantasmática, la adi vinación estupefaciente de los esfuerzos psicóticos, etcétera. La idea propiamente genial de Puységur de denominar “con sulta” a la puesta en presencia de dos personas para quienes la percepción de los órganos interiores del otro no tiene ya secretos, pone sin duda en claro el fantasma originario que constituye el fundamento de todo pensamiento médico, a saber: Interpretación del pensamiento médico
La penetración del cuerpo materno y la posibilidad de obtener una una visión visión clara de sus sus contenidos. L a carga agresiva, así vehicuvehic ulizada por el fantasma primitivo, pone en claro el sentido del “de recho” recho” que se acuerda Vielet Viel et “de “de hacer hace r otro tanto”. tanto ”. E se “derecho “dere cho de hacer otro tanto” es lo que comúnmente llamamos “doctorado en medicina” y con ello pone en claro una parte de las relaciones litigiosas existentes entre medicina y psicoanálisis. Su carácter fundam fun dam ental en tal d e reto re tors rsión ión explica sin duda el profundo sentimien to de culpa que afecta a quienes, no siendo médicos, no gozan de ese derecho. Ni qué decir dec ir tiene que el ejercicio ejercici o del de l psicoanálisis, psicoaná lisis, por su carácter de penetración de las partes interiores, correspon
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de eminentemente a esa misma actitud del espíritu y descansa sobre los los mismos fantasmas inconsciente inconscientes. s. D e igua ig uall manera, los médicos se instituyen como privilegio exclusivo ese derecho de retorsión, puesto que el título del que son portadores los protege contra el sentimiento de culpa. Esta observación sólo en apariencia es un paréntesis; en reali dad, la historia del descubrimiento de la transferencia parece constituida por asaltos sucesivos de ese sentimiento de culpa, el cual opondrá, según los medios de defensa que suscite, diferentes estilos de investigación y mayor o menor felicidad en el descubri miento.
M aine ain e d e B iran Es que, en efecto, lo sabemos: el “derecho de hacer otro tanto” no es un título de lucidez. Fue Fu e preciso, preciso, y mucho, much o, que q ue los médi médi cos del siglo xix supieran poner en claro las consecuencias y sobre todo las implicaciones implicacio nes del magñetis magñetismo. mo. Como de d e costumbre, costumb re, pa recían más urgidos por denunciar su fortuna y estigmatizar su charlatanismo en nombre de la objetividad científica. Sin duda, los médicos de París se habrían inspirado mejor si hubiesen leído a Maine M aine de Biran. Cierto es que no tuvieron tuvieron la posibilidad, como Bergerac, de una “sociedad médica” fundada por un filósofo, subprefecto por añadidura.
Crítica de Biran Sin embargo, en 1809 Maine de Biran escribió una obra sobre el sonambulismo y el sueño ,5 y más tarde, en su obra antropoló gica ,6 algunas consideraciones sobre el el magnetism magn etismo. o. Obsesiona Obsesiona do por las relaciones del cuerpo y del espíritu, su fundamental crítica de Descartes, conservando el primado de la subjetividad, remplaza el “yo soy” del cogito por un “yo quiero” que abre el verdadero problema, al que enfrentará durante toda su vida: el 5 M. de Biran, Nouveües considérations sur le sommeil, les songes et le somruimbulisme, P.U.F., Ed. Tisserand, 1952, t. V, págs. 130-203. 0 M. de Biran, Nouveaux essais d’onthropologie, d’onthropologie, P.U.F., Ed. Tisserand. í. XIV.
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de la actividad activid ad y la pasivi pasividad dad.. Así, Así, a la cabeza cabe za de su artículo artículo sobre el magnetismo, dice: “El deseo es un modo mixto o compuesto donde la acción y la pasión se suceden la una a la otra .” 7 Desde ese momento sitúa el problema del magnetismo en su verdadero terreno. terreno. E l de la relación entre magnetizador y magne tizado. L as consecuencias que extrae, como podremos verlo en el pasaje siguiente, son la más exacta prefiguración de lo que Ferenczi descubrirá un siglo más tarde al crear el concepto de introyecc intro yección. ión. Es notable comprobar que la marcha march a de de la argu mentación y el movimiento del pensamiento son los mismos. Para Maine de Biran, como para Fercnczi, es por el análisis de las relaciones entre el poder de imaginar y la estructura de la organi zación interior que puede explicarse la extensión de ese poder a una persona pers ona extraña. extraña. Para hacerlo, indica in dica que los órganos órganos inte riores devienen devie nen extraños extraños al Yo. Yo. Esta Es ta indicación indicació n procede de su concep con cepción ción general del conocimiento subjetivo. subjetivo. Porque para él, que no había descubierto la existencia y el papel de la censura, existía sin embargo una demarcación entre el Yo consciente y el Yo incons inc onscien ciente. te. Para que uno pudiera tomar conciencia concienci a del del con tenido del otro le era preciso tomar distancia con relación a este último, condición a priori de todo conocimiento. Juzguém Juzg uémosl oslo o por este pasaje, extraído extraíd o de los nuevos nuevos ensayos antropológicos sobre el magnetismo.
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Para un ser humano, un Yo constituido por su propia fuerza de querer y de actuar, no puede haber ninguna potencia del mismo nombre capaz de ponerse en su lugar para ejecutar los mismos movimientos que se atribuiría a sí mismo como voluntarios, es decir, acompañados acomp añados de esfuerzos. esfuerzos. Pero no es imposible imposib le que un un deseo vivo y sostenido, o una imaginación que viniera a sorpren derse y a preocuparse fuertemente y con amor por tales ideas, propias para producir en su organización tales fenómenos orgá nicos, llegara a excitarlos en una organización extraña, si no direc tamente, al meno menoss por por interme intermedio dio de la imaginació imaginación n (...) 7 lbíd., lbíd., pág. 335. 8 M. de Biran, Oeuvre, P.U.F., t. t. XIV, pág. 340.
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“Ahora bien; en el deseo vivo y sostenido que por su duración toma el carácter de una pasión, hay siempre un concurso necesario d e d os clases de funciones, d e naturaleza divers diversa, a, simu ltáneas ltáneas o sucesivas, que se corresponden según una verdadera armonía, a saber: las funciones de la imaginación, sometidas en gran parte a la voluntad, que pueden primero ponerla en juego y tenerla fija fij a m en te a fec fe c ta d a a c iert ie rtaa e s p e c ie d e id e a s, y las d e l organ org anism ism o interio interiorr qu e se afecta afecta sim sim páticamen te a continuac continuaciión d e esas ideas. Por una asociación, natural o primitiva, accidental o acostumbrada, en virtud de ese poder, aunque fuese parcial, de la voluntad sobre la producción de las imágenes, un individuo que logra cierta forma de imaginación con una organización interior bastante móvil puede, hasta cierto punto, adueñarse de ciertos movimientos orgánicos, extraños por su naturaleza a toda influencia directa e inm ediata ediata de la volunt voluntad ad.. Ahora bien, no me parece m uy d ifícil concebir cómo un deseo, una pasión, una tendencia fuerte y sostenida del alma, puede tener influencia sobre el ser exterior, sensible, animado, objeto de esta tendencia, como no es difícil de explicar la influencia de los deseos o de la imaginación inclusive del agente sobre las afecciones y movimientos de sus propios órganos inte interi rior ores es.. Estos, Estos, en e fec to , pu ed en ser considerad os com com o extraños al Yo, en tanto que están fuera de la esfera del querer, o d e l esfuerzo que los constituye. Si, Si, p or lo tanto, era po sible determinar con precisión las condiciones o los medios orgánicos de esta última acción simpática, verosímilmente podría extendérsela, con algunas modificaciones, a los diversos modos más o menos misteriosos de esa influencia exterior simpática, en virtud de la cual un ser animado que siente y actúa con cierta fuerza se somete y atrae por así decir a las organizaciones extrañas, de las que en ciertos casos parece disponer casi como de la suya propia.” Como se ve, los filósofos escriben las cosas tal como deberían ser pensadas, y los médicos las piensan mucho tiempo después, creyendo que las descubren; es éste el triste privilegio y a la vez la grandeza de la práctic prá ctica. a. Ha Hay y que qu e decir d ecir en su descargo descarg o que es menos difícil hablar de las "organizaciones extrañas” y dejar correr el razonamiento respecto de ellas, que simplemente afrontarlas. Para Maine de Biran, no es difícil concebir la influencia de un sujeto sobre una persona extraña, por lo mismo que no es difícil
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concebir su influencia sobre sus propios órganos internos, puesto que son son extraños. extraños. Extraño, Extra ño, aquí, debe deb e tomarse en el sentido de inconsciente, pues para él la constante del Yo volitivo es la conciencia.
Biran-Ferenczi El mismo movimiento de pensamiento conduce a Ferenczi a fundar el concepto concep to de introyección. Según él, el niño pequeño busca busc a encontrar entre los objetos que lo rodean la figura de sus propios órgano órganoss o de las funciones inherentes a esos órganos. órganos. L a iden id entitificación, primer paso hacia el simbolismo, asimila los objetos exteriores según su similitud formal o funcional con las partes integrantes del sujeto: “A esa unión entre los objetos amados y nosotros mismos, a esa fusió fu sión n d e d ich ic h o s o b jeto je to s co n n u estro Yo la h e llam lla m ad o intr in troy oy ec ec ción y, lo repito, estimo que el mecanismo dinámico de todo amor objetal y de toda transferencia sobre un objeto es una extensión del Yo, una introyección".9 Volveremos sobre este concepto de introyección y sobre la concepción general de la transferencia transferencia según Ferenczi. Feren czi. Pero hemos preferido seguir, más que el orden cronológico de las ideas, otro máss coherente: má cohe rente: el de su su similitud similitud y su desarrollo. desarrollo. Es asombrosa as ombrosa la analogía entre Maine de Biran y Ferencz Fere nczi. i. Porque Porq ue los dos conco nsideran ante todo el exceso en la energía: “Una imaginación que viniera a sorprenderse y a preocuparse fu erte er tem m en te y con co n am or ( . . él d e s e o vivo viv o y sost so sten en ido id o q u e p o r su duración toma el carácter de una pasión”, etcétera. y para Ferenczi: “La exageración de su odio, su amor o su piedad (...), sus fan tasmas inconscientes enlazan acontecimientos y personas actuales con acontecimientos psíquicos hace tiempo olvidados, provocando así el desplazamiento de la energía afectiva de los complejos de representación inconscientes sobre las ideas actuales, exagerando su intensidad afectiva” Ferenczi se apoya evidentemente en la historia individual del niñito y por la carga autoerótica de sus órganos, se refiere a la 9 Ferenczi, Oeuvres complétes, complétes, París, Payot, 1968, pág. 196, t. I.
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sexualid sexualidad ad infantil. infan til. E ste st e pensamiento pensamiento,, aunque no se pronuncie explícitamente acerca del autoerotismo, no es extraño a Maine de Biran, para quien es in útero que se elabora la primera identifi cación entre el organismo interior del lactante y el de la madre.
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Esta línea de pensamiento que, explícitamente, será la de Melanie Klein, deberá pronunciarse evidentemente sobre la relación entre “el complejo de representación” y la intensidad del deseo que le da cüerpo. Se sabe que q ue para Mclanie Klein un fantasma inconsciente no es otra cosa que la manifestación psíquica del impulso pulsional y que, desde el nacimiento, el Yo instala sus primeras relaciones objétales paralelamente en la realidad y en los los fantasmas inconscientes. Hay correlació correlación, n, interferenc interfe rencia ia y ade cuación entre el mundo fantasmático y el mundo real.
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Pero ahora tenemos que volver doblemente atrás, en el tiempo y en el pensamiento, y encontrar a los sucesores del magnetismo animal. La doctrina del fluido magnético es definitivamente desacredi tada por James Braid, de Mancbester, quien en 1841 la sustituye por la doctrina de la sugestión: sugestión : ningú ningún n fluido fluido magnético, ninguna fuerza misteriosa proveniente del hipnotiza hipnotizador. dor. E l estado hipnó tico y los fenómenos que acarrea tienen su fuente puramente subjetiva, que se encuentra en el sistema nervioso del sujeto mismo. mismo. La fijación de d e un objeto ob jeto brillante con fatiga de los eleva dores del párpado superior y concentración de la atención sobre una idea única determina determin a el sueño sueño.. Para Braid, cuyo pensa miento es en realidad freno-hipnótico, la posición que se hace tomar a los hipnotizados, el estado al que son llevados los músculos de los miembros o de la cara pueden hacer que en ellos nazcan los sentimientos, las pasiones, los actos que corres ponden a tales posturas anatómicas, así como la sugestión de ciertos sentimientos.
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Liebault En 1866, Liebault de Nancy publica un libro: Du sommeil et des états analogues considerés surtout au point de vue de Vaction du moral sur le physique (Acerca del sueño y de los estados análogos considerados especialmente desde el punto de vista de la acción de lo moral sobre lo lo físico fís ico). ). Partidario Partidario del braidismo braidism o y de la doctrina sugestiva, que él aplica a la terapéutica, busca interpretar mediante consideraciones psicofisiológicas los fenómenos menos determinad determ inados os por por la sugestión sugestión.. Para Bernh Be rnheim eim,, “la doctrina de Liebault se acerca a la de Durand de Gros: la concentración del pensamiento en una idea única, dormir, facilitada por la fijación de la mirada, Ueoa a la inmovilización del cuerpo, al amortiguamiento de los sentidos, su aislamiento del mundo exterior y finalmente a la detención del pensamiento y a la inva inva riabil riabilidad idad d e los estados estados d e concienci conciencia. a. L a catalep sia de los estados de conciencia es consecuencia de esa detención del pen p en sam sa m ien to; to ; fija la idea en relación con la persona que lo durmió, a la cual oye y cuyas impresiones recibe, el hipnotizado resulta incapaz por sí mismo de pasar de una idea a la otra ,1 ,10 0 su espíritu se mantiene en la idea que se le sugiere finalmente y puesto que es, por ejemplo, la de tener los brazos extendid os . . . ”, etcétera.
La idea fija Este principio de la idea fija está en perfecta oposición con el de la asociación asoci ación libre. Es notable que en su sus comienzos comien zos también Freud buscará “fijar” las ideas y las representaciones, mediante la imposición de manos manos.. Es el fracaso de esta es ta fijació fija ción n lo que lo llevará lleva rá por el camino de las asociaciones asociaciones libres. libres . E l principio de la idea fija es la negación de la transferencia porque el único lazo mental aquí considerado entre hipnotizador e. hipnotizado es el de la idea pero llevada al status elemental de un orden orden y a una suerte de equivalencia equivalencia anatómica. Con la reducción a esta única dimensión, ninguna manifestación de orden transferencial puede ser descubierta, porque no es del hipnoti10 El sublineado es nuestro.
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zador o de su persona que se trata, sino sólo de la idea que él sugiere. Aquí Aqu í se se esboza una primera manera del de l ejerci eje rcicio cio contratransferencial. L a ciencia está está allí, aademá demás, s, para sostener la obje tividad. tividad. Como dice Bemheim: Bemh eim: “He aquí unas sugestiones, las elegí caprichosas adrede para hacer más concluyente la experiencia; (...) un día le sugerí a X que al despertar pusiera mi sombrero sobre su cabeza, me lo trajera trajera y lo pusiera sobr e mi cabeza. Pu es lo hizo, ¡sin sin darse darse cuenta por qué!. . (p. 46). Bemheim no podía saber en esa época que el “capricho adrede” es una buena definición de un fantasma consciente, ni que el simbolismo del sombrero, descubierto por Freud algunos años más tarde, le confiere una significación inconsciente que sin duda estaba lejos de imaginar pero que, en recompensa, pone en claro uno de los aspectos de la hipnosis, por esa delegación transitoria de la castración.
Bemheim sug gestion,11 En 1884 aparece la primera edición de D e la suggestion,1 donde Bemheim define a los sonámbulos, que representan una sexta parte de los enfermos hipnotizados, es decir, de aquellos que caen en un sueño profund profundo, o, sin recuerdo recue rdo al a l despertar. De este modo provoca catalepsia sugestiva, contracción provocada, movimientos automáticos. Freud y Bemheim Durante su estada en Nancy, Freud se interesó por la obra y la tradujo. Podemos Podemos imaginarlo a través de este es te trozo: tro zo: “¡No, el sueño hipnótico no es un sueño patológico!, el estado hipnó tico tico no es una neurosis neurosis análoga a la histeria. Es p osible sin sin duda crear en los hipnotizados manifestaciones de histeria, es po p o s ible ib le d esa es a rrol rr olla larr e n e llo ll o s una un a v erd er d a d era er a n eu rosis ro sis h ipn ip n ó tica, tic a, p ero er o esas manifestaciones no se deben a la hipnosis, se deben a la 11 Bemheim, De la suggestion, suggestion, 2» ed., París, Octave Doin, 1888.
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sugestió sugestión n de l operador. N adie pu ed e ser ser hipnotizado si no tiene tiene la idea de que va a serlo” (Prefacio, p. TV). La empresa de traducir a Bemheim no entusiasmaba por cierto a Freud, si se juzga por esta carta, dirigida a Fliess el 29 de agosto de 1888:121 1888:12 31 “En lo que concierne a la sugestión, usted sabe lo que ocurre. Comencé el trabajo a desgano y sólo para mantener contacto con una cosa seguramente destinada a influir mucho en los años venideros sobre la práctica prácti ca de la neurología. neurolog ía. No comparto las opiopiniones de Bemheim, me parecen demasiado unilaterales; en el prólogo intenté defender los puntos de vista de Charcot.” Diga Freud lo que diga, la influencia de Bemheim sobre el desarrollo desarr ollo de su pensamiento no es desprec des preciabl iable. e. L a sugestión llegará a ser por algún tiempo su principal elemento de trabajo. Hablando del hospital de Nancy,1* dirá que fue allí que recibió las más fuertes impresiones relativas a la posibilidad de poderosos procesos psíquicos, todavía ocultos sin embargo a la conciencia de los hombres. La escuela de Nancy No puede dudarse de que la escuela de Nancy, sin llegar a suministrar una teoría coherente de sus experiencias, demasiado preocupada sin duda en oponer los fenómenos fisiológicos y su localización cerebral a los fenómenos propiamente mentales, se acercaba, con todo, si no a un conocimiento del inconsciente al menos a una manipulación de fuerzas inconscientes considerables. ,14 4* quien sin embargo no trata con Es lo que observa Ferenczi ,1 .16 ternura a la escuela francesa .16 En la introducción al volumen De la suggestion que Freud escribió en 1888, éste no pudo decidir la admisión de una oposición radical entre procesos fisiológicos y mentales, como tampoco 12 La naissance de la psychanalyse, n1? 5, pág. 52, 5 2, ed. fr., fr ., París, P.U .F., .F. , 1956. 13 En Ma v ie et la ps yc ha na lyse ly se,, trac!. Marie Bonaparte, Gallimard, pág. 24. 14 Ferenczi, Oeuvres complétes, complétes, t. II, pág. 34, París, Payot, 1970. 16 Ibtd., Ibtd., pág. 209. 10 Lo naissance de la psychanalyse, psychanalyse, pág. 53, no 2.
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la asignación exclusiva de los primeros a una localización sub cortical: "ningún criterio nos autoriza ” 16 a diferenciar netamente un proceso psíquico de un proceso fisiológico, ni un fenómeno que afecta la corteza cerebral de otro, interesando a la sustancia sub cortical.
Las reticencias de Freud Todo ocurre como si Freud, a pesar de que aún no había des cubierto su concepción general de la vida mental, hubiese alejado de sí todo concepto que amenazara encerrar en un callejón sin salida a la futura teoría de la que sería portador. Sin embargo, en Bernheim el inconsciente mostraba la punta de la nariz. Liebault decía, a propósi propósito to de los maniáticos, epi lépticos e hipocondríacos, que un sentimiento en apariencia inmotivado, como el miedo, “tenía su origen en una inconciencia de su causa y en las ensoñaciones cuyo recuerdo habían perdido”. No está lejos de descubrir uno de los primeros sentidos de la transferencia, el de una resurgencia de la obediencia parental, cuando escribe: “No solamente las mujeres y los niños sino la gente del pueblo, los cerebros dóciles, los antiguos militares , los sujetos habituados a la obediencia pasiva me han parecido, así como a Liebault, más aptos para recibir la sugestión que los cerebros refinados .” En esa época, la sugestión y la hipnosis se ejercían casi entera mente en el hospital; la clientela era muy pobre y la miseria asunto corriente. corrie nte. Idéntica era la situación situac ión en el servicio de Charcot Cha rcot en la Salpet Salpetrie riere. re. E n cuanto a Viena, la la situación era aún peor. Para conve convencers ncerse, e, basta releer relee r la tesis de medicina de Louis-Ferdinand Céline sobre Semmelweiss, que describe de ma nera perentoria el estado de los hospitales en la Viena de Freud.
A las primeras resistencias... Esto ayuda a comprender que el concepto de sugestión haya podido podid o disolverse en una acepción acep ción peyorat peyo rativa iva:: “no es más que sugestión”, que apunta tanto a los enfermos como al sentido del
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fenómeno en disc discus usió ión. n. E l concepto conc epto de degeneració degeneración, n, tan caro a Janet, no puede ser disociado del contexto social en el cual nació. Esto Es to permite permite medir medir el interés de Freud por verificar en el servicio de Charcot la ‘legalidad de los fenómenos histéricos”. Por otra parte, los médicos alemanes no dejan de asimilar el .17 concepto de sugestión al de simulación .17 Si bien rechaza las implicaciones anatómicas del concepto de sugestión, Freud admite sin embargo su práctica: la célebre fór mula de Charcot, que tanto lo ha había bía impresionado impresionado:: “eso no im im pide existir”, podía aplicarse perfectamente a la sugestión. La sugestión manipula sin saberlo una masa mental cuyos ele mentos serán será n disociados disociados más tarde tar de por Freud. Algunos Algunos puntos de la doctrina de Bemheim merecen ser señalados, tanto es lo que se aproximan al descubrimiento del inconsciente, pero en la muy exacta medida en que los elementos transferenciales se diluyen en la sugestión y su concepto, es lícito pensar que las respuestas contratransferenciales que ellos determinan son las mismas que im piden el progreso del descubrimiento.
Los nueve estadios de la hipnosis Sin embargo, los nueve grados que marcan para Bernheim la profundidad del sueño por sugestión se evalúan según su rela ción con el recuerdo. recuerdo. Desde Desd e el primer prim er estadio, estadio, el el de los los párpados cerrados, al noveno, caracterizado por la posibilidad de realizar alucinaciones hipnóticas, la certidumbre de la profundidad es proporcionad propor cionadaa por por la amnesia del despertar. El segundo estadio, estad io, de hipotaxia o catalepsia sugestiva, es también denominado “grado de encanto”, pero es aquel sobre el que menos se detiene. La explicación de Bemheim consiste en mostrar la identidad entre el sueño normal normal y el sueño hipnótic hip nótico. o. Los sueño sueñoss están consti con sti tuidos por sensaciones o imágenes memorativas que los nervios de la sensibilidad o de la vida orgánica org ánica despiertan. Los sueños son, por lo tanto, espontáneos, es decir, sugeridos por el dur miente mismo. mismo. Por el contrario cont rario,, el durmiente durmiente hipnotizado hipnot izado se duerme con la idea inmovilizada en relación con aquel que lo 17 La naissance de la psychanalyse, psychanalyse, carta a Fliess, ns ns 5, pág. 54.
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durmió. D e allí a llí la posibilidad para esa esa voluntad voluntad extrañ ext rañaa de susugerirle sueños, ideas, actos. El olvido al despertar después del hipnotismo profundo proviene de que toda la fuerza nerviosa acumulada en el cerebro durante el sueño, al despertar se difunde otra vez por todo el organismo. Como esta fuerza disminuy disminuyee en el cereb ce rebro ro,, al sujeto sujeto que ha vuelto en sí le es imposible, con una menor cantidad de esa fuerza, reapresar en su memoria aquello de lo que antes tenía conciencia. Vemos aquí cómo el emplazamiento de la amnesia infantil, de la represión, de la censura, el hecho de asignarle un vector al “aparato del alma”, es decir, un sentido progresivo y un sentido regresivo, va a dar un nuevo sentido a estos esbozos teóricos que en sí mismos son radicalmente falsos, pero que sí son especialmente tributarios de sus asignaciones anatómicas. La sugestión en Alemania y Hungría Las observaciones sobre el estado hipnótico se multiplicaban en muchos otros otros países. En Alemania Alemania,, Czerniak publicó, publ icó, en 1873, 1873, un estudio sobre estados hipnóticos producidos en animales; ya en 1646, Athanasius Kircher 18 había demostrado que una gallina colocada con las patas atadas ante una línea trazada en el suelo quedaba qued aba sin movimiento aun cuando cuando se la desatara. Estas Est as expeexperiencias son dignas de ser apreciadas por cuanto constituyen el fondo común sobre el cual se desarrollarán las teorías pavlovianas del condicionamiento y las teorías freudianas del inconsciente. Además comprenden, a título indiviso, el papel del operador y el del sujeto. En Hungría, Constantin Balassa indicaba un método para herrar caballos sin empleo de violencia: “Si se lo inmoviliza resueltamente el caballo tiende a echarse atrás, a levantar la cabeza (...) y a algunos es posible imponér18 Este Es te sabio sabi o alemán, cuya obra es tan sorprendente, sorprenden te, partiendo part iendo de una una idea errónea según la cual el Sol giraba alrededor de la Tierra, descubrió sin embargo un método geométrico que permitía conocer la distribución precisa de las zonas iluminadas sobre la Tierra.
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seles a tal punto que no se mueven aunque suene un tiro de fusil en las cercanías.19
Los mismos caballos húngaros proporcionaron a Ferenczi, quien no menciona a Balassa, ocasión para un célebre artículo ,2 ,20 0 Dressage d’un cheval sauvage (Doma (Dom a de un caballo salvaje) en el cual, puesto en presencia del mismo fenómeno y de algunos gendarmes, concluyó que el herrador Ezer recurría a métodos que asociaban hábilmente la dulzura y el terror, y que aquí se trata de hipnosis paterna y de hipnosis materna. Dirá Dir á más tarde que no existen más que dos dos clases de de transferenc transf erencia: ia: una paterna, patern a, mediante la autoridad, y otra materna, mediante la ternura. A lo lejo le jo s b rilla ri llabb a e l gran n om bre d e C ha harco rcott
Freud parece atribuir a Charcot una enorme importancia. Ma vie et la psichanalyse (Mi vida y el psicoanálisis) le rinde en todo caso un testimonio de de alta consider consideración. ación. Sin embargo, emba rgo, cabe preguntarse si es la importancia de las ideas o la importancia del personaje perso naje lo que provoca provoca su entusia entusiasmo. smo. Y, como dice Freud, F reud, quizá sea peligroso prendarse de una joven (la señorita Charcot) que tanto tan to se asemeja al gran gran hombre que era su padre. Conocemos las investigaciones capitales de éste: producción de catalepsia con anestesia por fijación de una luz viva, después obtención del sueño por cesación de la luz; por último, la fricción del vértex que transforma el estado letárgico en sonambulismo, con posibilidad de andar, responder, responder, etc. Bernheim Bernheim pretendía preten día que Charcot C harcot y la escuela de París eran incapaces de ofrecer una teoría para la interpretación de esos fenómenos. “En el fondo, dice Freud ,2 ,21 1 él no tenía ninguna predilección por el estudio psicológico profundo de la neurosis * Pero no cabe duda de que la fascinación que ejerció sobre Freud tuvo tuv o los los más felices efectos. efectos. Él demuestra dem uestra la “legalidad” “legalidad” de los fenómenos hipnóticos, la identidad entre los síntomas histéricos y las manifestaciones obtenidas artificialmente mediante 10 Bernheim, De la suggestion, pág. 166. Extraído Extra ído de la Revue genérale de l’Hypnotisme, por Mobius, de Leipzig, en Schnidl’s Jahrbücher, Band 190, no 1, 1881. 20 Ferenczi, Oeuvres complétes, t. II, pág. 27, París, Payot. 21 S. Freud, Ma v ie et la psyc ps ycha hana naly lyse se,, París, Gallimard, Pág. 18.
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el sueño hipnótico, la histeria histeria en el hombre. hombr e. E s muy difícil difícil diso diso-ciar la influencia de las ideas de la influencia de los hombres. Pero puesto que estamos en los preliminares de la noción de transferenc trans ferencia, ia, un primer primer ejemplo ejemplo se nos ofrece. ofre ce. Entre En tre Freud Freud y Charc Ch arcot ot se produjo produjo una una transferencia. transferencia. Las La s ideas y la práctica práctica de Bernhcim me parecen más cercanas al desarrollo del pensamiento freudiano. Pero recog recogemo emoss la idea, diariam di ariamente ente verificada por por la práctica psicoanalítica, de que las vocaciones del inconsciente se transfieren más fácilmente sobre los hombres que sobre las ideas. E l concepto con cepto de transferencia transferencia no ha nacido nacid o aún. Hasta Hasta ahora ahora hemos reclutado sus orígenes, lo que de ninguna manera implica la idea ide a de un desarrollo desarrollo continuo. Un hiato hi ato oculta ocult a su su advenimiento. E l descubrimiento descubrimiento del incons inc onscien ciente te por Freud no se explica por el contexto ideológico que lo precede, sino más bien porque saca a relucir la perplejidad que suscitó y por la fractura que lo separa de ese contexto. contexto. Los orígenes oríge nes muestran entre qué y qué qu é se ha producido producido la ruptura. ruptura. Por Po r eso, más que recopilar sus etapas cronológicas, hemos preferido deslindar sus líneas de fuerza.
El rompecabezas Varios elementos del rompecabezas se han hecho ahora visibles, pero su encaje no se concebirá sino con el concepto de transferencia. De las cubetas de Mesmer salió la idea de una oscura fuerza de origen animal, susceptible de ejercer una influencia directa desde un hombre sobre otros otros hombres. Explícit Exp lícitam ament ente, e, esa fuerz fuerzaa sideral es captada y almacenada por el hombre; implícitamente, por su naturaleza despierta en el hombre una fuerza de igual origen, origen , pero incapaz de expresar expresarse. se. L a similitud entre ciertas manifestaciones patológicas y los efectos de esa fuerza magnética es patente. pate nte. Por la misma misma razón, razón, esa fuerza fuerz a es esencialmente la que expulsa el mal. El magnetismo es un exorcismo laico. El pensamiento religioso, preocupado ante todo por expurgar lo real más que por dar cuenta de él, pone fin a la creencia en la fuerza animal y reintroduce reintroduce el alma en la cuestión. Simultáneamente, neamente , pero p ero sin sin insistir en ello, reintro re introduce duce el lenguaje. Si las las
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crisis son saludables, la salud se obtiene mediante la expresión del mal, que no es sino un avatar lúbrico en el enfrentamiento de las conciencias. Todo Tod o está en el sujeto, sujeto , nada le sobreviene que no esté ya en él. Así, de animal, el magnetismo deviene sub jetivo. Es del alma que qu e se trata, tra ta, pero per o no todavía tod avía del espíritu, espírit u, en todo todo caso caso sólo sólo del alma. Porque Porqu e la relació rela ción n entre inductor y subyug subyugado ado es aquí elucidada. La confirmación confirm ación científica de esta esta idea es explícita para James Braid, quien funda el concepto de sugest sugestión. ión. Bajo Ba jo la aparienc apa riencia ia de de una conceptua conce ptualizac lización ión racional, el braidismo es en realidad tributario de un pensamiento reli gioso. gioso. Tendrá eco en en la tradición tradici ón médica del de l siglo xix, para la cual se establece una confusión entre la degeneración del cerebro y la clase social inferior que le proporcionaba el objeto de su investigación. Desde ese momento van a delinearse dos caminos, salidos am bos del del mism mismo o fantasma primitivo. E l prim ero, que denomina denomina remos exterior o médico, nos conducirá a partir de Puységur, a través de Liebault, Bemheim y Charcot, hacia una explicación freno-hipnóti freno-hipnótica ca de la sugestión. sugestión. E l otro, otro, q u e denominarem denominaremos os in terior o reflexivo, se consagrará a los problemas teóricos y prác ticos de lo imaginario. imaginario. También Tam bién partiendo de la comprobación de Puységur, nos llevará dando un rodeo por Maine de Biran, hacia Ferenczi Ferencz i y Melanie Melan ie Klein. Como se se ve, de ninguna manera manera se trata de un determinismo determinismo histórico. Por cierto cier to que Maine de Biran no ejerció ninguna influencia directa sobre Ferenzci, ni tampoco sobre muchos espíritus espíritu s de su su época. época . Pero Per o en el interior de esos puntos de vista, tan diferentes, se descubre que los pen samientos respectivos están emparentados. Sin duda, esto tiene tien e que ver con el fantasma primitivo del que ambos salieron: el de la investigación sádica del cuerpo materno, los problemas que suscita suscita y las las defensas que engendra. Entre estos problemas, problemas, el de lo interior y lo exterior: ¿Qué es lo interior con relación a sí mismo? ¿Qué ocurre con lo exterior, si éste no es otra cosa que el interior del cuerpo materno? ¿Qué ocurre con la parte y con el todo? ¿En qué devienen estos problemas cuando se los transpone en el nivel ideal de su pura representación psíquica? ¿Existe una pura representación psíquica? En todo caso, desde el momento que un exterior está en el interior de sí, el concepto de incons-
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cíente no está ya muy lejos y los de introyección, proyección e incorporación, muy próximos. El otro camino, que llamábamos exterior, más que conceptualizar manipula el inconsciente, pero se aproxima a uno de sus elementos elementos más enigmático enig máticos: s: la memo memoria ria.. Si al despert des pertar ar el sujeto ya no recuerda las ideas sugeridas durante el sueño, ¿qué fue de esas ideas? Si puede ejecutar las órdenes, aunque no recuerda haberlas recibido, ¿qué ha pasado con el recuerdo? ¿Por qué los sueños están hechos de imágenes memorativas? Y además, ¿me morativas de qué? Todas estas preguntas, que deberían encontrar en Freud si no una respuesta al menos la manera de plantearlas con más cohe rencia, parecen querer confundir a la transferencia. ¿Es la carga erótica interna que ella contiene, o bien esa otra, poi ella calificada de diabólica, la del instinto de muerte, las que impidieron durante tanto tiempo mirarla de frente? En todo caso, fue después de una época particularmente represiva, victoriana, la del siglo xix, y quizás en razón de las represiones que ella engendró, que Freud pudo poner un nombre a lo que antes de él todo el mundo cono cía tan bien.
CAPÍTULO II DE LA MISERIA HISTÉRICA A LA DESDICHA BANAL
En el sentido psicoanalítico del término, el concepto de trans ferencia ferenci a es un concepto concept o freudiano. freudiano. Su primera primera menció men ción, n, en 1895, corresponde a una época en que el método y la teoría psicoanalíticos buscaban aún su camino, pero encontraban en el estudio de las relaciones intersubjetivas su primer campo de ejercicio. Esas relaciones intersubjetivas estaban representadas, al menos en el pensamiento médico, por el método catártico de Breuer. Aunque este método fue rápidamente abandonado por Freud, debe observarse que su campo de ejercicio daba testimonio de una una concepción conce pción muy original original de la medicina. medicina. S e trat t ratab abaa de una relación entre el médico y su enfermo, y de ninguna otra cosa; o sea, de una “situación” limitada y bien particular, sin otra me diación técnica que la “presencia” de dos protagonistas. En su principio el método era sencillo, aunque rápidamente Freud lo complicó, o simplificó, como se quiera, por la presión de las manos sobre la frente del paciente. paciente. Consistía Con sistía básica bá sicam m ente ent e en la reviviscencia de emociones traumáticas a instancia del tera peuta; reviviscencia que, sin ser confundida nunca con la actua lidad de los afectos, bastaba para suprimir los síntomas. En esa época (1895) Freud concebía una escisión en los fenó menos me nos de conciencia. conciencia . Unos Unos permanecían permanecían a disposici disp osición ón del inte in te resado; los otros se cristalizaban alrededor de un núcleo traumá tico, aislados por una red de asociaciones que les era propia. Existía, pues, un doble destino psíquico: uno procedía de la red asociativa tejida alrededor de un núcleo traumático; el otro estaba representado por la red asociativa general.
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En esa época dicha escisión todavía era llamada disociación de lo consciente, y aun doble conciencia, como lo testimonian las primeras consideraciones sobre la histeria de Freud y Breuer: “La disoc iación de lo conscie consciente, nte, denom inada *d *d o b le concienconciencia en las observacion es clásicas, clásicas, existe rudim entariamen te en toda s las las histerias. histerias. L a tenden cia a esta d isociación , y con ello ello la aparición de los estados de conciencia anormales que agrupamos bajo el nombre de *estados hipnoides’, serta en esta neurosis un fenómeno fundamental.” De ese tronco original, el doble destino psíquico, nacerán varias ramas: —la de la represión: fuerza que aísla de la red asociativa las emociones penosas: —la de la resistencia: fuerza que se opone a la reminiscencia de las emociones penosas; —por últim ú ltimo, o, la de la transferencia, que nos interesa aquí más particularmente, y que representa la inserción del terapeuta mismo en esas cadenas asociativas. Es importante comprender que la transferencia procede, como la resistencia y la represión, de una cristalización alrededor de la emoción traumática de una red de asociaciones que al mismo tiempo la connota y la aísla del resto del psiquismo. Sin embargo, la interpretación de los fenómenos de doble conciencia es todavía tributaria de un punto de vista estrictamente energético: “Puede decirse que si las representaciones que han devenido pa p a tóg tó g en a s s e m antien an tienen en a s í en tod to d a su fres fr escu cu ra y tan carg ca rgad ad as siempre de emoción, es porque el desgaste normal debido a una abreación y a una reproducción en estados donde las asociaciones no serían estorbadas, les está prohibido”.1 No obstante, poco a poco Freud mejora el método y se desprende de la práctica práctica propiame propiamente nte hipnótica. E n un trabajo que esta vez suscribe sin Breuer: Psychothérapie de Yhystérie (Psicoterapia de la histeria), 1895, elabora una teoría de la dinámica de la cura, donde las fuerzas en presencia comienzan a tomar forma. “(Nuestro procedimiento psicoterapéutico) suprime la acción de S. Freud y J. Breuer, Periliminares a los Etudes sur l’htjstérie, 1 l’htjstérie, trad. fr., P.U.F., pág. 8.
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la representación primitiva, no abreaccionada, permitiendo la liquidación, mediante “expresión verbal", del afecto concomitante. Al llevar la representación a lo consciente normal (por medio de una ligera hipnosis) la sometemos a una corrección asociativa o bien la suprimimos por sugestión médica, del mismo modo que con la amnesia en el sonambulismo ” 2 Pero si el método permite suprimir el síntoma y echar las bases de una primera teoría de la disociación del afecto y de la repre sentación, así como de la función catártica de la expresión verbal, queda queda sin embargo sometida a muchas dificultades. Lo notable notable es que cada una de esas dificultades, lejos de detener a Freud en su impulso, será el punto de partida de un nuevo concepto teórico teóric o y de un nuevo movimiento técnico técn ico.. Todos Tod os los tropezones, tropezones, los estancamientos de la cura catártica o hipnótica se llamarán resistencia, resisten cia, represión, represió n, transferencia. D el estado de aporía aporía teórica, pasarán al de motor de la cura. Por el momento Freud se dedica a justificar su principal carta de triunfo técnica: la presión de las manos. Si la asociación no surge, si el enfermo calla, si finge no poder rememorar nada, se le anuncia que tendrá derecho a la presión de las manos. manos. Si esto no no alcanza, la presión real rea l se ejerce. En En tonces el paciente, aislado de toda distracción, se concentra sobre la idea patógen p atógenaa y la suelta. suel ta. . . O, por lo menos, menos, suelta suelta algu alguno noss puntos distantes, pero que señalan el comienzo de una cadena de asociaciones a partir de la cual será posible una reconstitución. Por los ejemplos que nos propone, Freud muestra que él mismo marchaba por el terreno lleno de baches de la vía asociativa, al mismo tiempo si no más que su paciente, y que juntos arribaban al punto de origen. Todo esto, evidentemente, no ocurría sin algunas dificultades, de donde procedió el concepto de transferencia. Antes de llegar a una primera teorización de este concepto, nos encauzarán algunas observaciones, un poquitín amargas, a pro pósito de la psicoterapia de histéricos. "No puedo imaginarme estudiando en detalle el mecanismo ps p s íqu íq u ico ic o d e una un a hister his teria ia en un su jeto jet o q u e m e p arec ar ecier ieraa d esp es p rere ciable y repugnante y que, una vez mejor conocido, se demostrara 2 S. Freud, Freud , “Psychothérapie “Psychothérapie de l’hystérie”, en Eludes sur l’hystérie, P.U.l-., pág. 205.
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incapaz incapaz d e inspi inspira rarr algun algunaa simp atía h u m an a... L a adhesión to tal de los pacientes, su entera atención, son indispensables, pero sobre todo su confianza, puesto que él análisis nos arrastra hacia los hech os más secretos secretos,, m ás ínti íntimos. mos. M uchos uchos d e los en ferm os que mejor se prestarían al tratamiento escapan al médico desde que tienen la menor sospecha del camino por el que va a arrastrarlos trarlos la investigación. investigación. Para ellos, el m édico éd ico resulta un extraño. extraño. Otros se deciden a abandonarse al médico, a darle testimonio de una confianza que por lo general no acordamos más que por libre elección y que nunca nunca pu ed e ser se r exigida. exigida. Para esos esos pa cien tes es casi inevitable que las relaciones personales con su médico tomen, al menos durante cierto tiempo, una importancia capital, hasta pa p a re ce q u e esa es a influe in fluen n cia q u e e l m éd ico ic o e jer je r c e sea se a con co n d ició ici ó n mis misma de la sol solución ución d el prob lem a ” 3 La “influencia del médico” de que habla Freud no ha sido aún desprendida, es evidente, del hecho mismo de la sugestión hip nótica directa. directa. Pero es evidente evide nte que la expresión expresión “el conjunto con junto de relaciones personales” designaba algo más, diferente de la simple sugestión, y que la presión moral, tanto como la de las manos, es ya considerada como algo distinto de una empresa deliberada. Con toda rapidez Freud circunscribe el verdadero problema: “AI lado de los factores intelectuales, a los cuales se recurre para pa ra v encer en cer la resiste res isten n cia, cia , un factor afectivo del que raramente pod p odem em os pres pr escin cin d ir jueg ju eg a un p a p e l: h a b lo d e la p erso er so n a lid a d del médico que, en muchos casos, es la única capaz de suprimir la resistencia ” 4 Al final de su capítulo sobre la psicoterapia de histéricos, Freud hablará explícitamente del papel del médico y de su personalidad, y la palabra transferencia aparecerá por primera vez bajo su pluma. Pero antes de referir lo que dice y las tres categorías de cir cunstancias que favorecen el advenimiento de la transferencia, es preferible que nos remitamos a las observaciones que le pro porcionó la expresión “falsa asociación”, expresión que utilizará para definir la transferencia. Se trata trata de la señ señor oraa Emmy Emm y von von N . . . Esta mujer de cuarenta años, muy seductora, viuda de un rico industrial, reside en un 3 lbuL, lbuL, págs. 213-214. * Ibíd., Ibíd., pág. 229.
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castillo a orillas del Báltico y, de un viaje de descanso a otro, acaba en Viena. De un médico a otro otro y de de un tratam tr atamient iento o a otro, en vano intenta mejorar diversos síntomas que Freud agrupa bajo el término de histeria: trastornos espasmódicos del habla que llegan al tartamudeo; agitación espasmódica de los dedos, movimientos convulsivos de la cara y ese famoso chasquido de la lengua que los colegas de Freud, amantes de la caza, no vacilan en comparar con el “sonido final que emite el urogallo durante el ayuntamiento”. La paciente es hipnotizada y el tratamiento tiene lugar durante siete semanas de un año y ocho del siguiente; básicamente consiste en sesiones de hipnosis alternadas con conversaciones y la prosecución de un tratamiento médico, resuelto por Freud, que consiste en masajes de todo el cuerpo y consejos de higiene y alimentación. A propósito de uno uno de esos esos consejo con sejoss nac n acer eráá la expresión “falsa asociación”. En una extensa nota Freud explica el incidente y las consecuencias técnicas y teóricas que de él surgen ;0 un buen día le prop propon onee a la señora señora von N . . . que tome tome un baño de asiento a siento frío en lugar lugar del baño tibio que ella tomab tomabaa de de ordinario. ordinario. L a pacien pac iente te objeta que el baño frío la pone pone melancóli melancólica. ca. Entonc En tonces, es, en e n el curso de la sesión hipnótica siguiente, Freud se las arregla para sugerirle que ella misma proponga baños fríos. Al término de la sesión, es la misma paciente quien lo propone, pero declara que ello la disgusta y muestra un pésimo humor. Durante la sesión de hipnosis siguiente, Freud le pregunta si el baño frío es la causa de es© malhumor, a lo cual la señora von N . . . respond respondee que no hay nada de de eso, eso, sin sino o que acab a de estallar una revolución en Santo Domingo y ella teme por su hermano pues los blancos siempre resultan allí víctimas. Entre el baño de asiento frío y Santo Domingo hay una “falsa asociación”; la prescripción médica, la última, es tomada como chivo emisario de la angustia creada por el anuncio de la revolució lución. n. Y Freud Freu d concluye: conc luye: co m o s e reso re solv lvió ió la cuest cu estión ión entre en tre n o sotr so tros os .” “Así fu e com Este “entre nosotros” marca un deslizamiento importante en su concepción de la falsa asociación. Porque su persona, aquí, aq uí, inte i nterrviene como mediadora en la cadena asociativa. 5 Etudes sur l’hystérie, l’hystérie, pág. 52.
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En la teoría que con poco precede a la observación, Freud apunta un caso de Bcmheim, quien había sugerido a su paciente que al despertar se introdujera los pulgares en la boca; el enfermo ejecutó la orden, pero lo justificó explicando que el día anterior se había mordido la lengua y sentía algunos dolores. Es pues esa necesidad nece sidad,, al despertar, de vincular con co n alguna algun a razón razonable la orden sugerida durante el estado hipnótico lo que establece, entre la ejecución del acto y la racionalización, una suerte de falsa asociación. De alguna manera, el paciente sutura los dos bordes de la brecha en el fondo de la cual el estado hipnótico introdujo cierta sugestión que permanecerá inconsciente. Vemos Vemos que en la etapa sigui siguient ente, e, la de Emmy Emmy von von N . . . , es el mismo Freud quien por su prescripción y su presencia deviene el hilo de esa sutura. Veamos ahora, a la luz de esta observación, cuáles son las consecuencias teóricas que de ella extrae. Freud apunta tres casos de resistencia, de los cuales el tercero es propiamente de orden transferencial: “Es lo que se produce cuando las relaciones del enfermo con su m édico son son perturbadas. Este últi último mo se encuentra en tonce s ante el m ayor d e los obstáculos a vencer. Sin Sin em bargo, es po sib le enencontrarlo en todo análisis importante.’' 8 ¿Cómo concibe Freud el papel del médico? Básicamente como sucedáneo del amor. amor. E n efect e fecto, o, las resistencias, resistencias, que en sí misma mismass son difíciles de vencer, sobre todo en las mujeres, y ello cuando entra en juego el contenido erótico de las las asociaciones. asociacio nes. L a revelación de ese contenido es tan penosa en sí que exige grandes sacrificios que sólo una actitud benévola del terapeuta puede compensar. Pero si la relación entre el médico y su paciente se “perturba”, la toma de conciencia deviene imposible. “Porque la toma de conciencia que han acumulado contra el médico se opone a sus revelaciones.” Esa resistencia se manifiesta en tres casos: P ) O bien el enfermo enfermo se cree desaten desatendido dido,, humillado u ofendido, dido, o bien ha oído oído hablar hab lar mal de él (del (de l méd m édico) ico).. 2°) Caso más grave: el temor de ser sexualmente dominado 6 Ibí Ib íd., d. , pág. 244.
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por h persona perso na del médico y esto esto ““no no sólo sólo a propó pr opósito sito de una reminiscencia” sino en cada una de las tentativas terapéuticas; por ejemplo, presión de las manos sobre la frente que ocasiona una cefalea, es decir, un nuevo síntoma histérico. 3®) Por último, “cuando el enfermo teme trasladar a la persona del médico las representaciones penosas nacidas del contenido del análisis”. Es con respecto a ello que Freud retoma la expresión “falsa asociación” con un deslizamiento de sentido; puesto que ahora la explica de la manera siguiente: la paciente presenta un síntoma histérico que se vincula con un antiguo deseo de ser abrazada por el hombre homb re con quien conversa conversaba. ba. Ese dese deseo o está reprimido pero pero surge a propósito de la persona misma de Freud y de manera
consciente.
Desde esc momento el procedimiento hipnótico deviene inoperante; la paciente rehúsa dejarse tratar; lo que ocurre, explica Freud, es que las circunstancias accesorias susceptibles de situar ese deseo en el pasado no han llegado a ser conscientes. “El deseo actual se ve vinculado, por una compulsión asociativa, con m i persona, persona, que evident evidentemente emente ha pa sad o al a l pri p rim m er plano plano de las preocupaciones de mi enferma. Se trata entonces de una unión desacertada, de una falsa relación.” Como se ve, esa falsa relación es doble: puesto que liga un afecto presente, idéntico a un afecto pasado, con el analista presente. Es decir, falsa relación temporal y falsa relación de persona. Hay pues desplazamiento (Übertragung) en el sentido que este término tendrá más tarde en la ciencia de los sueños para definir el desplazamiento del acento psíquico y que es la misma palabra transferencia. Desde un punto de vista técnico, Freud considera que así definida la transferencia es un obstáculo, pero que si es percibida lo suficientemente pronto y denunciada como tal, la dificultad puede ser rápidamente sorteada y el tratamiento retomar su curso. Por lo tanto, al término de los estudios sobre la histeria el concepto de transferencia se encuentra ya elaborado: Su campo de aplicación corresponde a la relación que se establece entre el médico y su enfermo y recíprocamente; aunque el
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método es todavía catártico o hipnótico, no corresponde a ningún otro campo que no sea ese. Su definición es la de una falsa relación, o unión desacertada, noción que encuentra sus fundamentos en la expresión falsa asociación, la cual designaba inicialmente la sutura que establecía el paciente al despertar, sutura entre los fenómenos, que habían devenido inconscientes, sugeridos durante la vigilia, y ciertas racionalizaciones que tendían a justificar el que actuara sin motivo aparente. La transferencia es, por lo tanto, una falsa relación que opera un doble desplazamiento: desplazamiento de tiempo y desplazamiento de persona. Desplazamiento de tiempo, porque un afecto pasado y reprimido resurge en cierto modo inoportunamente, en la plena actualidad de la cura. Y desplazamiento de persona, porque es hacia el terapeuta que se orienta ese afecto. Las circunstancias que permitirían dirigir ese movimiento a su verdadero destinatario y a su época adecuada han sido reprimidas; constituyen el eslabón que falta de una cadena asociativa que permitiría permitiría remontar remonta r el tiempo. Pero la resistencia resistencia es tanto más fuerte cuanto que son precisamente esas “circunstancias” las que tocan más de cerca el núcleo patógeno. Su consecuencia técnica es que se hace preciso volver a situar en su contexto consciente la representación perdida, la cual, aislada de su afecto, se repite. Lo importante, en esta primera teorización de la transferencia, es que sobre el fondo de una “disociación de los consciente” se presentarán todas las manifestaciones de la resistencia. Alrededor del núcleo traumatógeno se establece concéntricamente la cadena de asociaciones inconscientes que, por sus represiones, aíslan ese núcleo de las otras representaciones y de su propio afecto. Es pues a nivel de la cadena asociativa reprimida que interviene en cierto modo modo un nuevo eslabón. E se eslabón, eslabón, que no es más que el soporte ilusorio del afecto y su falso objeto, por el solo hecho de su existencia puede despertar emociones tan penosas que obstruyen definitivamente el curso de la cura. En particular, la agresividad hasta ahora reprimida en cuanto
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a la persona del médico resurge a propósito para reforzar el movimiento defensivo y sirve de pretexto para una detención del proceso eficaz, y hasta para una ruptura. El lugar del movimiento transferencia! en la cadena asociativa es, por lo tanto, fundamental. Podemos resumir este estadio con una fórmula de la elaboración conceptual de Freud, que corresponde a sus estudios sobre la histeria. La transferencia es un quid pro quo inoportuno. Su superación consiste en devolverla a quien corresponde y a su lugar. El importantísimo trabajo de D. Lagache en la 149 Conferencia de Psicoanalistas de Lengua Francesa, en 1951, concluye, a propósito de la transferencia en los Etudes sur Vhystérie (Estudios sobre la histeria): “Lo transferencia es una defensa contra un afecto penoso en relación con una pulsión censurable” Esta definición pone en el camino de una teoría de la pulsión y de los sistemas de defensa del Yo. La conceptualización de la transferencia, entonces todavía modesta, sólo le permitiría a Freud decirle al paciente, que le reprochaba no poder modificar el destino, que de una miseria histérica podía también llegarse a una “desdicha banal”.
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CAPÍTULO III LA TRANSFERENCIA DE DORA
Historia esencialmente fundados en la vía Los Estudios sobre la Historia esencialmente asociativa, iluminan particularmente y en la práctica el concepto Verschiebung ). Entre ese concepto de desplade desplazamiento ( Verschiebung). zamiento y el de transferencia (Übertragung) (Übertragung) existen lazos muy estrechos, y hasta puede decirse: un desplazamiento. Desde el esbozo de una psicología científica en 1895, el concepto de desplazamiento concierne más particularmente a las cantidades de energía que constituyen la carga de una representación. ción. En este sentido no son son tanto las representaciones las que se suceden o se sustituyen unas a otras, como la luz que se desplaza más a gusto de una a otra o, como dirá Freud en La Inter pre p reta tació ciónn d e los lo s Su Sueñ eños os:: es el acento psíquico lo que se desplaza. Esta problemática del acento aparece en toda su obra y en eta psicó icólog logía ía a nivel del problema de la doble particular en la M etaps inscripción. Las La s cantidades de energía, energía, como los afectos, afec tos, parecen tomar, con relación a las representaciones, una suerte de camino paralelo. Del desplazamiento de esas cantidades dependerán la suerte de la representación, y finalmente su asignación tópica. Ese sentido del desplazamiento es muy cercano al de la transferencia ( Übertragung), empleado en ¿m Science des réves ; insensiblemente se sustituye a él y designa expresamente el trayecto de la energía desde d esde una representa representación ción a otra. otra. E n ese nivel los dos términos son prácticamente equivalentes. Los Etudes sur Yhystérie Yhystérie suministran, por la comprobación de
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falsa unión, de falsa relación, de falsa asociación, ejemplos de desplazamientos que confirman esta acepción poniendo en evidencia el desplazamiento de la angustia ligada a una representación: la revolución en Santo Domingo, por ejemplo, y otra representación: la prescripción médica de higiene emanada de Freud (cfr. capitulo precedente). Pero cabe preguntarse: ¿por qué esas relaciones, esas uniones y esas asociaciones son tan falsas? Ya que, desde el punto de vista estrictamente energético, también podría calificárselas como verdaderas. En realidad, es imposible descartar lo que precisamente viene a ser un desplazamiento: a saber, el sentido “escabroso”, y hasta subido de tono que la “falsa unión” tenía en la Viena de Freud. ¿Acaso no se dice de una expresión algo atrevida que está desplazada? La verdadera diferencia existente entre el desplazamiento tomado en su sentido general y la transferencia reside precisamente en el desplazamiento de elementos escabrosos de una representación sobre otra. Esta diferencia no se plasma sino mediante la instauración de una una situación situac ión de tipo analítico. analít ico. M ient ie ntras ras se trate tr ate del esquema o de la ciencia de los sueños, las resistencias a la conceptualización o al descubrimiento pueden pueden ser de otra naturaleza. Pero desde desde que la confrontación entra en juego, los fenómenos de contratransferencia desempeñan un papel que fue y sigue siendo el de la censura: ellos desplazan o más bien transfieren la carga libidinal de una primera representación: representación : la “fals fa lsaa unión”, unión”, tomada tomada en su sentido burgués de concubinato, a una segunda representación: “falsa unión”, tomada en el sentido científico de pasaje de una representación a otra por contigüidad. El mismo término desplazamiento es el mejor ejemplo de desplazamiento que pueda imaginarse. Obsérvese que a pesar del desplazamiento, o más bien gracias a él, la expresión “falsa asociación” mantiene el equívoco y, con ello, la posibilidad de un retorno de lo reprimido. Por otra parte, sería un gran error pensar que este equívoco ha dejado de existir: la palabra transferencia conserva, aun para los espíritus más avisados, cierto aroma de escándalo; lo que después
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de todo está perfectamente justificado puesto que en el origen de la transferencia encontraremos muchos elementos eróticos reprimidos. La transposición retórica del desplazamiento lo emparenta con la metonimia; conocemos los desarrollos que encontró este empleo en la obra de Lacan, y que también suponen un claro desplazamiento de las energías destinadas a las cantidades sobre las de las representaciones, únicas aptas para sostener su expresión articulada. Dora va a dar a la transferencia su verdadero sentido; éste quedará ligado, evidentemente, al desplazamiento. La transferencia es un desplazamiento. Pero la inmanencia de la situación analítica, el brusco estallido de lo actual, la experiencia de la confrontación entre Freud y Dora acabarán por dar a la transferencia un sentido específico, que ahora intentaremos circunscribir.
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Con el análisis de Dora comienza verdaderamente para Freud la elaboración de una teoría de la transferencia. Es notable, sin embargo, que en todo el relato de la cura no se haga haga ninguna ninguna mención de esa transferencia. transferencia. E s sólo en un un momento reflexivo y recurrente que las “consideraciones teóricas” la pondrán pondrán en evidencia. E ste st e hecho, por sí sólo, sólo, merece merec e reflexión. El análisis de Dora se interrumpió en 1889, después de tres meses de tratamiento. Esta interrupción era en realidad una “ruptura”. Y es a partir de esta ruptura que Freud llega al descubrimiento de la transferencia. Una lectura ingenua de Dora es cosa muy difícil hoy en día, en tanto es difícil no servirse de lo que precisamente el análisis de Dora nos aportó. Sin embargo, será preciso que retomemos esa lectura ingenua en su comienzo, para captar después la naturaleza exacta de la transferencia de que se sirve. Pero, ¿es que existe, en rigor, una lectura ingenua? ¿existe un relato ingenuo de la cura?
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En todo caso, es lo que Freud pretende; en 1923, volviendo a Dora, lo expresa así: “Era preciso esperar que mas de veinte años de trabajo ulterior continuo, continuo, vini vinier eran an a m od ificar la concepción y la ex posición de un caso semejant semejantee . . . E viden tem ente, sería sería absu rdo tratar tratar de actualizar, up to date, esa observación y buscar adaptarla al estado actual de nuestros conocimientos mediante la corrección y la am plifica pli ficació ción n ." El caso de Dora es relatado “tal cual”; ¿pero qué quiere decir dec ir "tal cual’? cual’? Pues Pues veinte vein te años de trabajo ulterior ulterior podrían momodificar su exposición. L a exposición, exp osición, es, es, en consecuen conse cuencia, cia, tributaria de las ideas, de las reflexiones, de los progresos que pudo hace ha cerr el analista, a propósi prop ósito to de d e ese caso caso y de algunos otros. En estas condiciones, ¿cuál es el principio de la exposición en psicoanálisis? Podría Podría espera esp erarse rse que esa esa exp exposi osición ción se se limitara al p a la b r a s inter in tercam cam biada bia das, s, al texto. informe exhaustivo de las pa Pero, hay una imposibilidad material de semejante reseña, que bien podría podría significar: “el conjunto con junto de palabra palabrass intercambiad intercam biadas” as”,, sin referirlas al contexto contratransferencial que las sostiene o, como dirá Freud más tarde, a la “situación psicológica” que liga a los dos protagonistas. Habrá pues que agregar un comentario a la exposición: el contexto subjetivo exige, para hacerse sensible, un punto de vista, una toma de posición a propósito del texto intercambiado, una aclaración del contexto histórico de la neurosis, una perspectiva teórica de la exposición; finalmente, y como sucedía con Freud: un esfuerzo de “propaganda” y, al fin de cuentas la necesidad, para el analista, de establecer un lazo entre sus propias asociaciones y las de su paciente. Tal comentario existe en la exposición del caso de Dora, pero en cierto modo extra muros : “Precisamente, la parte más difícil del trabajo técnico no pudo ser abordada con esta enferma, pues el factor de la ‘transferencia’, del que se trata al final de la observación, no había aflorado durante el breve tratamiento." 1 Porque, mucho más que los elementos explícitos, sólo las detenciones, los tropezones, los estancamientos, las aporías del movimiento transferencial son verdaderamente revelables. 1 Ibíd., Ibíd., pág. 6.
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'■•Aquí Ia transferencia se puso en evidencia porque hubo ruptura, fracaso, fracaso, detención detención del tratamiento. tratam iento. No es por az azar ar que qu e el único texto clínico de Freud que haya tratado de la transferencia po pueda pueda hablar habla r de de ella sino sino desde fuera del texto mismo. mism o. E n mi opinión, esto no sólo se explica por las circunstancias históricas de su descubrimiento, sino por la esencia misma de la transferencia, cuyos rastros invisibles no brillan sino en sus detenciones, sus tropiezos, sus ciegos anclajes en lo real. Con una lectura esta vez menos ingenua queda en claro que esas detenciones de la transferencia no son obra de Dora únicamente, sino también de Freud, del choque entre lo que ella dice y lo que él oye... de lo que él puede oír... de lo que él dice también. Dicha confrontación, por sus choques, sus oposiciones, sus obediencias, sus sumisiones, sus rebeliones, marca otras tantas detencione cioness por donde donde,, bruscamente, la transferencia se capta. capt a. Ha Habla blarr de la transferencia sin hablar de la contratransferencia sería casi como utilizar los mapas marinos de Lewis Carroll en la caza en snark, mientras que, como sabemos, esos mapas no incluían ninguna costa terrestre. Está claro que describir la transferencia de Dora es describir la respuest respuestaa que le da Freud. Esa Es a respue respuesta sta es múltiple múlti ple:: unas veces contrapartida, otras réplicas, y otras invigoration, reproches, solicitaciones, provocaciones, deducciones, informaciones, seducciones ducciones.. En resumen, todos aquellos momentos momentos que hace ha cen n de la contratransferencia otra cosa que el triste olor a humedad afectivo a que se la quiso reducir, pero otra cosa también que una lúcida y pura inversión dialéctica. El hecho, esenc esencial ial,, es es que que Dora, habla hablando ndo del del señor señor K . . . habla de otras cosas, y que Freud, al responderle, responde a otra cosa, que su inconsciente conoce. El trayecto es lím límpido pido:: detrás detrás del seño señorr K . . . está está el padre p adre de Dora; Freud lo descubre en poco tiempo; detrás del padre está la gobernant gobernanta; a; det detrá ráss de de la gobernanta gobernanta est estáá la señora señora K . . . , y detrás de todo el mundo está Freud. El nervio del movimiento es que, por efecto de la transferencia, hablar de uno cualquiera de esos personajes es también hablar de Freud, y que en el momento preciso en que, estando todos ago-
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tados, tendría que abordar directamente al último, es decir, a Freud mismo, Dora se va. Al captar ese movimiento vislumbramos el papel del primer sueño de Dora, que surge como un arrecife en el movimiento transferencial y, con ello, marca su detención; con ello marca, también, su emergencia : en el mejor momento, el sueño viene a romper el proceso analítico .2 “Mientras que justamente estábamos llegando, gracias al material suministrado por el análisis, a esclarecer un punto oscuro del análisis de Dora, ésta me declaró haber tenido, hacía pocas noches, un sueño que no era sino la repetición de otros exactamente semejantes que había tenido ya muchas veces.” Hay razón para preguntarse por qué precisamente ese día es puesto en la balanza balanza dicho dicho sueño a repetición. Freud pierde poco tiempo en él, a pesar de que tanto había insistido sobre el papel de los restos diurnos de la jornada precedente, sobre los elemen tos desencadenantes más próximos. Por lo demás, Freud lo percibe, pero aquello que en el enun ciado se vincula con su persona es remitido al grado de una última sobredeterminación, una más y la última. Preocupado ante todo por confirmar las raíces infantiles del sueño parte a la búsqueda de su origen al borde del lago, des pués a la eneuresis infantil, después de la masturbación, v ía la leucorrea. Suplementariamente, y como en sobreimpresión, anota las re ferencias directas a su persona; pero parece olvidar el aforismo, sólido con todo, que con respecto a los sueños había formulado: “Un sueño regular se sostiene, por así decir, sobre dos piernas, de las cuales una se apoya sobre él hecho reciente esencial y la otra sobre un acontecimiento importante de la infancia.”3 En cuanto al acontecimiento esencial y reciente, se contentará con un viejo incidente de cierta época: “Papá tuvo en esos días una disputa con mamá”,4 para aislar como sobredeterminante accesorio hechos que sin embargo son recientes y le conciernen. A saber: las tentativas de seducción inconsciente que acumuló él durante las últimas sesiones y que, parece, justificaron el largo 2 Dora, Dora, ed. fr., pág. 46. 3 Ibíd., Ibíd., pág. 52. 4 Ibíd., Ibíd., págs. 46-47.
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pa p a th o s de indignación indignación virtuosa virtuosa (pág (p ág.. 3344 ) donde denuncia denuncia la mo mo jigat jig ater ería ía de sus sus colegas. Freud reivindica entonces el llamar a las cosas por su nombre, gozar de los derechos acordados a los ginecólogos, etc., y para terminar se libra a la pequeña experiencia que conocemos: “Introduje la discusión sobre el tema mediante una experiencia que, como de costumbre, también esta vez logró su fin a lida lid a d . Había por casualidad sobre la mesa una gran caja de fósforos. Pedí a Dora que mirara, para ver si ella podía percibir sobre la m esa un un objeto qu e no estuviera estuviera allí habitualm habitualm ente. Dora no vio nada. Entonces le pregunté pregunté si sa bía por qu é se prohibía a los niños jugar con fósforos .” A pesar de la parte de seducción inconsciente que ejerció con respecto a Dora, Freud observa perfectamente el impacto transferencial; como lo testimonia su observación sobre los fumadores: “El humo iba bien, por cierto, con el fuego; ese humo indica una relación relación particular particular con con m i persona, también qu e el sueño tenía una po p o r q u e a m enu en u do m e p a s a b a q u e cu a n d o la jov jo v en p rete re ten n d ía q u e tal o cual cosa no disimulaba nada, yo le respondía: no hay humo sin fuego” Pero el problema está en la significación del “también”: “Dado que yo también fumo... El (el humo) indicaba también que el sueño tenía una relación particular con mi persona.” Para Freud, el hecho de que él también fumara y de que hubie ra pronunciado efectivamente las palabras: “no hay humo sin fuego” se manifiesta como un accidente casual, una coincidencia, sobre los cuales el sueño va a apoyarse: “Había por casualidad so bre la mesa una gran caja de fósforos.” Desde ese momento las cosas se aclaran; el deseo infantil de p o ten te n cia ci a formadora ver a su padre en el lugar del extraño es la po del sueño. El pensamiento diurno, es decir, obtener un beso de Freud, es el ejecutor del sueño. En realidad, la verdadera ejecutora del sueño es la transfe rencia. Un analista analista avezado avezado en la práctica p ráctica analítica an alítica tendería a decir que: “ese sueño testimoniaba también un deseo infantil de sustitui sustituirr a su su pad padre re por el el señor señor K . . . ”; es es decir, tendería a captar de entrada al sueño como refiriéndose a su persona y secundaria mente como testigo de un deseo infantil.
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Esta actitud correspondería a una regulación inconsciente y automática del nivel de tensión de una sesión. De tal manera manera que, por una medida de protección inconsciente, el analista puesto en presencia de una solicitación pulsional directa, aquí la de besarlo, trataría de interpretar esta conducta como correspondiendo exclusivamente a deseos infantiles. Aunque la razón teórica se encuentre invertida con respecto a la de Freud, la resistencia de la contratransferencia permanecería idéntica. Por el contrario, en presencia de un enigma inconsciente, de un material cualquiera, que parece excluirlo, el analista puede "barrer para adentro”, inmiscuirse en el jeroglífico de un sueño, la trama de un fantasma o la evolución de un recuerdo, como agente de estas manifestaciones psíquicas, lo que caracteriza una forma de resistencia inversa. Aunque aquí Freud haya hecho cojear al sueño, llevándolo más sobre la pierna infantil que sobre la actual, su rigor de concepción acerca del sistema asociativo le hace decir sin embargo: “El sueño comprendía, entre sus ideas latentes , una alusión a mi tratamiento” (pág. 69): “Ella había intercalado hábilmente mis pa p a lab la b ra s: ‘n o ha hayy hu m o sin fu e g o ’, en e l su eño eñ o ya form fo rm a d o , en un lugar donde esas palabras parecían ser empleadas para sobredeterminar el último elemento.” Freud sigue siendo fiel, pues, a la concepción de la cadena asociativa en la que viene a insertarse la representación del analista. No Noss halla hallamo moss aún en la época épo ca de Dora, Dora , en una concepción estrictamente asociat asociativa iva de la transferencia. Freud descubrirá descubrirá,, pero mucho más tarde, que esos elementos de actualidad no son elegidos al azar sino en la medida en que, precisamente, sirven mejor a la resistencia. E l estima que el texto* texto* manifiesto del sueño no fue modificado por sus intervenciones y por la transferencia, y que la transferencia se manifiesta si es insertada hábilmente en la elaboración asociativa. Estas observaciones llevan a concebir la transferencia como evolucionando entre dos polos: un polo infantil y un polo actual, renovando así el campo del movimiento progresivo y regresivo descrito a propósito del aparato del alma.
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Así, por el solo juego de los deseos infantiles y su topar con lo actual se establece un juego de fuerza. Lo actual ac tual reactiva reactiva el deseo infantil. E l dese deseo o infantil da nuevo nuevo impulso a la realidad. realidad. L a regresión puesta en claro clar o por por la transtra nsferencia no es ya solamente un estado anterior del alma o del conflicto, sino que se inscribe como un momento dinámico, como una oscilación entre el presente y el pasado. "Un grave peligro me amenaza aquí”, dice dice Dora. Por lo tanto, en el sueño ella decide partir con su padre. El comentario de Freud es el siguiente: "A esta decisión corresponde el hecho de que eUa recurra ai auxilio del amor infantil por su padre , como protección contra la tentación actual” Lo que él considera como tentación actual no es más que el amor am or por el señ señor K . . . y aquí es todavía el lago. Pero lo que viene después, es decir, la ruptura del análisis, muestra que aquí era también el consultorio de Freud y la tentación actual, ser abrazada. Pero el movimiento regresivo, la regresión, corresponde al mismo proceso, proceso, sólo desfasado aqu í en en un punto. Para escapar escap ar a las tenta tentacio cione ness actu actuale ales, s, ella piensa piensa en en el señor señor K . . . ; para escapar a é ste. st e. . . , ella piensa piensa en su su padr padre, e, para escapa escaparr a su su padre, en la goberna gobernanta nta,, etc., y finalmente finalmente en la señor señoraa K . . . Movimiento inverso al que describíamos hace poco, y que agotaba todos los personajes antes de llegar al último, es decir, a Freud. Freu d. Movimiento Movimiento que podríamos calificar cali ficar como progresivo. La transferencia tiene el efecto de colocar al analista en uno de los polos diacrónicos de ese movimiento. La ruptura viene esencialmente del hecho de que en esa época Freud no estaba en condiciones de soportar la idea de ser la culminación, la última imagen de semejante transferencia homosexual femenina, y más difícilmente aún de ser su punto de partida. Varios año añoss má máss tarde, estimará estim ará que qu e el el tratamiento tratamie nto de Dora Do ra acabó en una interrupción por no haber podido él interpretar la tendencia fundamental de Dora hacia la homosexualidad. Es demasiado evidente que tal interpretación sólo habría sido posible si Freud hubiera tenido la posibilidad previa de reconocerse en ese objeto homosexual femenino, reconocimiento que implica una identificación.
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No obstante, cuando quiere explicarse la interrupción del tra tamiento, no puede soslayarse la idea de que Dora era una ado lescente. lescen te. Esta Es ta es la edad por excelencia en que qu e los actos son son actuaciones, es decir, que no pueden cumplirse sin cierto grado de desconocimiento. La transferencia es lo que permite a las personas de edad es perar largo tiempo, y simultáneamente les prohíbe esperar dema siado siado . . . Por la raz razón ón de que es la mism mismaa fuerza la que conduce conduce a los adolescentes a transferir sobre ellos sus deseos incestuosos y en consecuencia a encontrar en ellos las prohibiciones que ine vitablemente se les vinculan. Quizá Quizá sea querer querer introduci introducirr aquí demasiada demasiada real re alid id ad . . . pero pero es un carácter de la adolescencia esperar realidades por doquier, de suerte que, contrariamente a las alegaciones de Freud: que se puede hablar impunemente de cosas sexuales a una jovencita, que el encanto de su persona no entraba allí para nada, etc., la seduc ción que él ejerce es una realidad en el sentido de realidad psí quica. Hablar de temas sexuales es una realidad, y esta realidad es una seducción; hablar de la seducción es una seducción, y hablar del cometa o del juicio final también puede ser una seducción, y no hablar, hablar , lo mis mism mo. L a trampa de de la “situación psicológica” está aquí cerrada; la palabra, diga lo que diga, es una seducción. De manera que si por efecto de la transferencia esta situación puede ser superada, no lo es sino en la medida de una transfe rencia positiva, es decir, por amor. Pero aquí la palabra de Freud no se limita a no decir nada; ella se hace acuciante y acorrala al deseo de Dora en sus reductos. Por lo demás, el papel que Freud debía jugar como promotor de una teoría nueva frente a los mejores espíritus de su tiempo, como también frente a los más arraigados prejuicios de la moral burguesa, lo obligaba a convencer a su paciente, al mundo entero y a sí mismo mismo de la legitimidad de d e su método. E n el caso presente, se encuentra en la necesidad de probar, a quien quiera escuchar lo, que es posible hablarle impunemente a una jovencita de cosas sexuales: lo que es perfectamen perfect amente te exacto cuando uno se coloca en un punto de vista profiláctico para con el pudor vienés, pero que lo es menos cuando uno se coloca en situación analítica. Para el pionero que era Freud, esa necesidad de hacer ínter-
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ferir una teorización en marcha, y* pronunciemos la palabra aun que sea se a demasiado demasiado fuerte: de una propagand propa ganda, a, con la exposició exposición n misma de su tratamiento, da cuenta de un aspecto de su pen samiento y por lo tanto de la contratransferencia, pero evidente mente no puede bastar para develar sus verdaderos fundamentos. Otro aspecto del análisis de Dora reside en el hecho de que en la época del tratamiento y aun de su publicación (1905), Freud se halla bajo los efectos del descubrimiento de la interpretación de los sueños. sueños. Una de sus sus anotaciones anotacione s anteriores anterio res al análisis análisis de Dora nos lo indica: es la comprobación de que no es posible fiarse del discurso de los histéricos; porque en ellos hay blancos, agujeros, inexactitudes, puestos vacantes. Felizmente, el medio está allí para llenar las lagunas y hasta para resolverlas. Freud, al menos en los comienzos, considera verdades a las mentiras del padre de Dora, que bien valen las de su hija, pero que sorprendentemente se completan; es que para Freud, como en La Science des réves, tiene fuerza de ley la necesidad de res tablecer la totalidad de un texto trunco a la manera del sueño, cuya interpretación vendrá a llenar, mediante un discurso cohe rente, las fisuras del texto manifiesto. El análisis anterior a Dora es concebido todavía como un es tricto restablecimiento de la verdad. Recordaremos Recorda remos al respecto que Freud, teniendo que decidir entre un diagnóstico de histeria y otro de etiología orgánica, hace un diagnóstico de tabes, y el único indicio consiste en que el discurso de su paciente es cohe rente y sin fisuras. Para Freud la verdad sigue y seguirá siendo la meta de toda investigación. Pero en el transcur transcurso so de esa investigac inve stigación ión surgirá la transferencia, que precisamente obligará a dejar de atenerse al texto como único elemento, y a interpretar la relación pacientemédico más allá de la estricta necesidad de una revelación de la verdad a breve plazo. En el final de Dora , ¿qué consideraciones recogió Freud de la cura con respecto a la transferencia? Las expone en un capítulo especial de la conclusión. En primer lugar, afirma que la sexualidad es la clave del pro blema ble ma de las psic psicone oneuro urosis sis y de las neurosis neurosis e n genera g eneral. l. Con ese e se fin opera una distinción, muy rica en enseñanzas, entre técnica y
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teoría psicoanalíticas: porque'Ia primera no puede proceder más que de factor^ puramente psicológicos, mientras que la segunda deberá incorporar a sus concepciones la parte de organicidad que desemboca necesariamente en la componente sexual. Pero observa especialmente que si la producción de nuevos p rodd u ctiv ct ivid idad ad no por ello se ha síntomas cesa durante la cura, la pro extinguido: dicha productividad “se ejerce creando estados psíquicos particulares en su mayor parte inconscientes, a los que puede darse el nombre de transferencias” 5. Esas transferencias (en plural) son: "nuevas ediciones de las tendencias y fantasmas que los progresos del análisis deberán despertar y hacer conscientes, y cuyo rasgo característico es el de remplazar a una persona anteriormente conocida por la persona del médico; dicho de otro modo, un número considerable de estados psíquicos anteriores reviven no como estados pasados sino como relaciones actuales con la per p erso son n a d e l m édico éd ico.” .” 6 Sobre esta base, Freud opera una distinción muy importante: hay dos clases clas es de transferenc transf erencias: ias: unas unas son simples simple s reediciones estereotipadas de reimpresiones, otras han sufrido una alteración de su contenido, una sublimación, y son susceptibles de devenir conscientes apoyándose sobre una particularidad real, hábilmente utilizada, de la persona del médico o de circunstancias que lo rodean. Todo To do el proceso proceso y el progreso progreso de la cura cu ra están pues pues subordinados, por la transferencia, a ser repetición y al mismo tiempo otra cosa que pura repetición. Evidentemente, la noción de sublimación todavía no tiene el sentido que alcanzará en niveles ulteriores; pero implica ya la idea de un esfuerzo, de una retención, de una desviación de la meta sexual inicial, y hasta de un arte que no es solamente obra de la represión y que comprende básicamente la necesidad de abandonar los intereses inmediatos que suscita la transferencia y, en particular, las satisfacciones sexuales a las que ésta apunta, en provecho de la idea misma de elaboración, de trabajo, de toma de concie conciencia ncia,, de progr progres eso o de la cu r a . . . ; en esta esta pri primer meraa idea de la sublimación en la transferencia hay algo que la arranca 8 Cinq psychanalyses, psychanalyses, P.U.F.; “Dora“, pág. 86. 6 E l subrayado subraya do es es nuestro. nuestro.
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a la pura y simple repetición, al mismo tiempo que es en esta última que se despliega la transferencia. Notemos sin embargo que esta apetencia de progreso, inclusive de curación, permanece sometida al deseo manifiesto de satisfacer al médico. La inversa de dicha idea aparece hacia el final del tratamiento de Dora, cuando ésta, para expresar para con Freud su venganza transpuesta, interrumpe su tratamiento y busca así alcanzarlo en su dignidad profesional y en su sentimiento de eficacia. De esta primera dificultad de la transferencia nacerá pronto la siguiente ley, tan difícil de sostener por el analista: la de no querer nada, ni siquiera la curación. La noción de sublimación, en Freud, siempre tiene como punto de partida la de pulsión parcial no integrada en el conjunto de la genitalidad: “Las fuerzas utüizables para el trabajo cultural provienen en gran gr an p a r te d e la regres reg resión ión d e lo q u e llam am os elem ele m en tos to s p erv er v erer sos de la excitación sexual.” 7 La introducción de la sublimación como elemento componente de la transferencia explica en parte el carácter plural de las llamadas transferencias, en la medida en que es a partir de cada uno de los momentos parciales de la expresión pulsional que podrá constituirse, incluso gracias a su repetición, la posibilidad de un renunciamiento a su meta sexual primitiva; a condición sin embargo, dado su carácter eminentemente inconsciente, de que la interpretación venga a desbaratar tanto la virtud de repetición como el desplazamiento que funda el quid pro quo. Esta participación de la sublimación en la transferencia plantea evidentemente el problema de la eficacia de la cura, y especialmente el de saber si el análisis es susceptible de modificar un destino pulsional ciego y particular, en provecho de una sublimación; es decir, de crear, gracias a la transferencia, la posibilidad de un cambio de meta de la pulsión; o si, por el contrario, esa pulsión parcial, cuya meta era hasta aquí incierta, poseía sin embargo, por obra de sus tribulaciones anteriores, esa capacidad de sublimarse que la transferencia no haría sino sacar a relucir. Bien parece que en el espíritu de Freud, al menos en esta 7 S. Freud, Standard Edition, Edition, t. 9, pág. 187.
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época, la transferencia no podría jugar más que un papel reve lador, no suministrándole a la pulsión considerada más que una ocasión de manifestar sus capacidades de sublimación en prove cho de la cura. Si hay pues una vertiente transferencia-sublimación, hay nece sariamente un problema transferencia-perversión, el cual, sin en contrar aún desarrollo teórico, es igualmente mostrado en la con clusión de Dora. La vertiente transferencia-perversión plantea el problema de saber según qué recorte pudo efectuarse sobre la persona del mé dico la geografía de las pulsiones parciales. Cuando se trata de una persona total de la total sustitución de una persona por otra, Freud dice: ‘la transferencia” en sin gular; por ejemplo, a propósito de la secuencia siguiente: “Estaba claro qu e en su imaginaci imaginación ón yo yo rem plaza ba a su padre, lo que se concibe fácilmente dada la diferencia de edad existente entre ella y yo.” Por el contrario, las transferencias están en plural en el ejem plo siguiente: “Ha observado usted una cosa cualquiera que le hace pensar en malas intenciones de mi parte anál nálog ogaas a las de l señor señor K . .. de manera directa o de manera sublimada, o bien se ha sorprendido usted por algo en mí, o ha usted oído de mí cosas qu e fuer fu erza zan n su inclin in clinac ación ión c o m o an tañ o p o r e l señ se ñ o r K . . . Su atención se dirigiría entonces a ciertos detalles de nuestras relaciones, d e mi persona, o d e mi situa sit uació ción.” n.” 8- • Esta abundancia de locuciones partitivas representa un verda dero recorte de la persona de Freud. Este, asido en un movimiento contratransferencial que no puede controlar, provoca mediante una seducción inconsciente gran nú mero de movimientos parciales por parte de Dora, “la chupeteadora” que evidentemente ni uno ni otro puede dominar. La pluralidad de transferencias juega pues un papel muy im portante, siéndole imposible a Freud denunciar su significación, puesto que es sobre sí mismo en definitiva que se elabora el re corte de los momentos pulsionales de su paciente. Esto explica la importancia de la nota que él agrega en 1899 8 El sublineado es nuestro. 8 Cinq psychanaltjses, psychanaltjses, P.U.F., 1966, trad. fr., pág. 89
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cuando, volviendo sobre los sinsabores técnicos de la cura, res tablece la verdad. Esta verdad es que habría debido comunicar a su paciente que su amor ho homo mose sexu xual al por por la señor señoraa K . . . era la tendenci tendenciaa psíquica inconsciente más fuerte. Es que mientras tanto la elaboración del complejo de Edipo y el autoanálisis de Freud han dado algunos pasos: la homosexua lidad en las histerias, de la que en 1899 dice que lo sumía en el “mayor desconcierto” encuentra aquí su campo de ejercicio retrospectivo. L a identific iden tificación ación con con el “seductor” seductor” señor señor K . . . mezcl mezcló ó para Freud las cartas de la homosexualidad; es que la contratransfe rencia, lejos de ser reductible a la sola relación que une a médico y paciente, desborda en situaciones más complejas y alcanza in cluso a lo universal, por cuanto es con el mismo complejo de Edipo que el terapeuta debe medirse. En todo caso, sigue habiendo un punto formal para Freud, y que él no desmentirá: la transferencia no puede evitarse. Ella surge, dice, necesariamente de la teoría de la técnica psicionalítica; es preciso combatir esa nueva creación de la enfer medad como todas las precedentes. Pero aquí se establece una diferencia esencial con su posición en cuan cu anto to a la interp interpretac retación ión de los los sueños. sueños. Esta Es ta interpretación, interpretación, la extracción de las ideas, la emergencia de los recuerdos incons cientes, las asociaciones, etc., y todos los otros procedimientos de traducción son fáciles de conocer: “Es el enfermo mismo quien proporciona siempre el texto”; mientras que la transferencia debe ser “adivinada sin el concurso del enfermo, según ligeros signos y sin pecar por arbitrariedad”. Aquí se opera un importante deslinde entre lo que puede ser un desciframiento, una traducción, la escucha de un documento o toda reconstrucción que restablezca la continuidad de un texto y la interpretación de la transferencia. Esta debe ser adivinada sin el concurso del enfermo; el último miembro de la frase: “y sin pecar por arbitrariedad”, puede con tribuir también a una primera definición técnica de la contra transferen transf erencia. cia. Esta deviene deviene a la vez obstáculo, obstá culo, pero pero al mismo mismo tiempo medio para la adivinación, porque los ligeros signos en cuestión no son sólo aquellos que los cambios de connportamien-
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tos podrían revelar en los pacientes, sino también y más bien aquellos que en el desencadenamiento de la actitud contratransferencial previenen al médico que algo ha cambiado en la rela ción que lo unía a su paciente. Un último punto importante traduce la distancia que separa al Freud de Dora del Freud de 1895: me refiero a la distinción establecida entre los fenómenos de transferencia en la cura psicoanalítica o en cualquier sanatorio psiquiátrico. Podría esperarse que dicha distinción concerniera a la facultad de elucidación elucid ación:: posible en análisis, análisis, imp imposi osible ble fuera de él; no hay nada de eso. eso. L a verdadera diferenc diferencia, ia, escribe escrib e Freu d, es ésta: “La cura psicoanalítica no crea la transferencia, ella no hace más que desenmascararla, como a los demás fenómenos ocultos. Lo que diferencia a las otras curas del psicoanálisis no se mani fie sta st a m ás q u e en esto es to:: d u ran ra n te los tratam tra tam ientos ien tos e l en ferm fe rm o no recurre espontáneamente sino a transferencias afectivas y amisto sas en favor de su curación; allí donde esto es imposible, tari pron to como puede se separa del médico que no le es “simpático”, sin sin haber se d eja d o influir influir por él. En el tratam tratam iento psicoanalítico, por el contrario, y esto en relación con otra motivación, todas las tendencias, aun las tendencias hostiles, deben ser despertadas, utilizadas utilizadas para el análisis análisis haciénd olas conscientes. Así, incesan incesan tem ente, la transferencia transferencia es destr destruid uida. a. L a transferencia, qu e está destinada a ser el mayor obstáculo para el psicoanálisis, deviene su más poderoso auxiliar, si se consigue adivinarla en cada opor tunidad, y traducir su sentido al enfermo.” En consecuencia, fuera de la sublimación, que podría ser una salida al mismo tiempo que una limitación al amor transferencial, la reviviscencia de las emociones hostiles contribuye al mante nimiento del proceso analítico bajo la condición expresa de ser interpretada. En ese sentido convendría distinguir, además, lo que en esas emociones hostiles viene a ser expresión de una frustración y en definitiva corresponde sólo a una demanda de amor o a una de manda de amor defraudada, y aquello que, más primitivamente, sería emanación de una fuerza de entrada agresiva, despertada en la transferencia. Puede verse cómo la aserción de Freud que decide acerca de la diferencia entre la transferencia como fenómeno general y la
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transferencia en análisis, y que da intervención a la reviviscencia de emociones agresivas, plantea en realidad el problema de la ruptura del lazo analítico; porque se sobrentiende que si el paciente no rompe con su analista no es porque no pudo expresar o hacer revivir sus emociones hostiles sino, muy por el contrario, porque ellas llegaron a reactualizarse, y así, nuevamente en evidencia, pueden constituir el objeto de una interpretación. La reactualización, la expresión y la interpretación de la emoción hostil se inscriben, pues, como el primer movimiento de amor, en el ciclo de la repetición. Pero este movimiento mov imiento hostil es aquello que mediante su revelación, mantendría la posibilidad del lazo analítico. En el estadio en que nos encontramos en esta investigación histórica sobre la transferencia, la época de Dora en particular, es preciso que recordemos algunos de los debates que tuvieron lugar a este respecto; particularmente los producidos en 1951, durante la 14^ Conferencia de Psicoanalistas de Lengua Francesa. Ni qué decir tiene que la amplitud de esta confrontación supera y con mucho el “estadio de Dora” en el que nos encontramos; pero las referencias explícitas a dicho texto permitirán esclarecer el verdadero alcance histórico de Dora y al mismo tiempo introducir algunos de los problemas que necesariamente nacerán de la evolución del concepto de transferencia en las obras ulteriores de Freud. El informe de D. Lagache en 1951, muy completo tanto desde el punto de vista histórico como por el abanico de referencias contemporáneas que contiene, en particular de toda la literatura anglosajona, desarrolla una confrontación, en nada menos que 103 artículos, entre varios conceptos de orden psicológico y propiamente el concepto de transferencia psicoanalítica. Uno de esos conceptos psicológicos, el famoso efecto Zeigarnick, fue el punto de partida al menos aparente de una comunicación del Dr. J. Lacan, que específicamente implicaba una interpretación de la transferencia en Dora. E l pensamiento pensam iento de J. Lacan La can no puede resumir resumirse. se. “E n una época, como él dice, en que el psicoanálisis parecía falto de recursos”, a lo sumo podemos captar el movimiento polémico que lo oponía a una concepción psicologizante del psicoanálisis. Su preocupación por restituir al análisis su campo propio, que
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es el del lenguaje, y por reintroducír al sujeto en el lenguaje de su deseo, le permite denunciar una interpretación demasiado obobjetivante y comportamental de la transferencia .10 .10 Para Lacan, el psicoanálisis es un hecho de palabra, y la aten ción dirigida a los "rasgos mudos del comportamiento corre el riesgo de transformar al sujeto en objeto”. Según él, en la exposición del caso Dora, Freud se expresa con la forma de una serie de inversiones dialécticas; en las mentiras a que Dora recurre, Freud introduce una primera inversión dia léctica mostrándole mostrándole cuál cuá l es su su parte en en el desorden. Entonces surge un segundo desarrollo de la verdad, revelador de la cons telación edípica. Freu Fr eud, d, mediante median te una una segunda inversión dialéc tica, denuncia el predominio de los celos de Dora frente a la relación amorosa de su padre, predominio cuyo verdadero polo es el sujeto rival. Por lo tanto, el desarrollo ulterior de la verdad hace entrar en juego juego para para Dora a la señor señoraa K . . . , su iniciadora sexu sexual. al. Lacan, mediante la extrapolación de lo que pudo ser una tercera inversión dialéctica, demuestra cuál habría sido el valor real del objeto objeto que es la señora K . . . para para Dora. Dora. Lo que q ue equival equivalee a plantear, a través de la transferencia, la cuestión de la femineidad de Dora. Femineid Fem ineidad ad cuya cuy a condición, condición, aquí invocada, invo cada, es la de aceptarse como objeto obj eto del deseo del del hombre. hombre. Esta Es ta acepci ace pción, ón, que necesita el reconocimiento y la elucidación de lo que representa para ella ella la mujer: "ob "o b jeto je to imposible de separar separa r de un primitiv primitivo o dese deseo o oral oral””, la identificación de Dora con con el señor señor K . . . y con el mismo Freud, oculta casi totalmente la naturaleza de su lazo con con resp respec ecto to a llaa señora K . . . Pero Pero Freud, Freud, prisione prisionero ro de la con con tratra tratransf nsfere erenci ncia, a, y sustituye sustituyendo ndo al señ señor or K . . . , elude toda escu escu cha propiamente homosexual para privilegiar el amor que Dora siente por este último. Esto equivale a hacer que la transferencia dependa directa mente de la contratransferencia y culmina en esta fundamental definición: “La transferencia no es algo real en el Sujeto, sino la aparición, en un momento de estancamiento de la dialéctica analítica, de los modos permanentes según los cuales constituye sus objetos.” 10 J. Lacan, Ecrits, Ecrits, Le Seuil, 1966, pág. 215: Intervención sobre la transferencia.
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En efecto, "algo real” reubica en lo imaginario del deseo el lugar de la transferencia y la aleja de las objetivaciones tendenciosas del comportamiento, al mismo tiempo que disocia para siempre al psicoanálisis de toda práctica que haga uso de otra cosa que no sea la palabra. A propósito de la contratransferencia y de la metapsicología hemos señalado el carácter dialéctico de la situación analítica, con algunas reservas sobre el exacto alcance de este término. Nos parece difícil que sólo se deba relacionar la transferencia con un un puro sistema de inversió inversión n de aserciones dialéctic dialé cticas. as. No es que este sistema no siga conservando su valor en la apreciación a distancia de la "exposición” de la cura: así como es posible comentar una partida de ajedrez "de costado” y no atenerse por ello más que a los movimiento movimientoss realmente realmente efectuados efectu ados.. Desd De sdee este punto de vista, las inversiones son patentes, y la dialéctica la esencia misma del juego. Apuntan Apuntando do a esto se apunta efecti efe ctiva va-mente a algo, justamente justam ente esencial. El problema es saber si por ello se percibe allí toda la transferencia o solamente su "exposición”. Ciertamente, a qué otra cosa atenerse sino a lo que está dicho o, más exactam exac tament ente, e, escrito, lo que ya es otra cosa. Pero Per o incluinclu sive atendiéndose al texto, parece difícil referir lo que allí se expresa bajo la sola égida de las oposiciones dialécticas estrictas. Sería hacer poco caso de lo que difiere, y hasta es apartado, comentario que reinstala lo real: la interpretación directa de lo real por Freud, preocupado por restablecer la cronología y la totalidad del recuerdo se nos nos aparece terriblemen terrib lemente te rugosa. Es sin embargo infinitamente menos grave que aquella que, prohibiéndose toda apreciación de lo real, se dedica no obstante a influir sobre el fantasma para hacer que comparezca ante la realidad. Pero todo esto se emparenta más con el contrapunto que con la dialéctica dialéc tica.. Precisamente Precisa mente con ese juego juego de afectos afec tos y cantidades que caracteriza al contrapunto, lo que no le impide ser una respuesta. Es en las "impurezas”, en las imperfecciones de un texto que no por ello deja de ser perfectamente lúcido, que puede localizarse la naturaleza exacta de la contratransferencia, sin la cual,
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además, ni siquiera estaríamos en condiciones de comprender la transferencia. ¿Cómo comprender en la transferencia que Dora es una chupeteadora si Freud Freu d no dice que él es es un fumador? Si dejó el texto “tal cual”, es únicamente en razón de las escorias, de las imperfecciones dialécticas que podemos adivinar los fantasmas inconscie inconsciente ntess que aquí se enfrentan. enfrentan. E n este aspecto, la serie de inversiones que van abriéndose paso se emparentan con lo que idealmente debiera encontrarse allí, más que con lo que allí se manifiesta. Por su pertenencia musical, el contrapunto tiene que ver con la distribución de los quanta, particularmente de la duración, en el sentido de que las notas, que son cantidades, antes eran repre sentadas por punto puntos. s. Se les oponían notas de igual valor: valo r: punto, punto , contrapunto, y de allí la oposición de dos cantos de los cuales uno valía la mitad o un cuarto del primero. Algunas excentricidades del contrapunto parecen muy pertinen tes para describir las oposiciones transferencia-contratransfcrencia manifestadas en Dora. Piénsese en el contrapunto retrógrado, o que marcha hacia atrás, en el contrapunto por movimiento contrario, en los cuales los cantos parten en direcciones opuestas, o en el retrógrado con trario que podía leerse tal cual o volviendo la distribución al revés, y qué decir de los contrapuntos ligados, saltados u obs tinados. Resultaría sencillo continuar la metáfora y hablar de la fuga, cuyos elementos constitutivos son, como se sabe, el tem a , la res pu esta est a y el contratema, sin olvidar la stretta, donde el tema y la respuesta se acercan al máximo la una a la otra, ni los divertimientos, que parten del tema o del contratema y sirven de tran sición; por último, del pedal de dominante, cuyo resultado es consolidar y afirmar la tonalidad en el instante de la conclusión. Esta metáfora bien vale otra, pero su única finalidad es mos trar, precisamente, que no es posible dar cuenta del movimiento general de las oposiciones transferenciales más que por medio de la metáfora. L a referencia referenci a dialéctica es otra metáfora, metáfora , y la que mediante el enunciado del trueque de significantes,, seno, falo, heces, trata trata de dar dar cuenta de aquélla, aquélla, es una tercera. terc era. A meno menoss que el “enunciado” de la contratransferencia sea articulado en
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primera persona, es un género que tiene gran éxito en los “aquiestá” del psicoanálisis, muy urgidos por mostrar finalmente a quien corresponda, es decir a todo el mundo, lo que ocurría en su cabeza cab eza durante la cura. c ura. L a mónad mónadaa retoma aq u í sus derechos, termina la dialéctica. Porque la metapsicología está donde debía para recordar el origen narcisista del término mirar y después de todo tendría algo dialéctico que ver con el exhibicionismo. Así, al final de la exposición del caso Dora, Freud es a la vez el protagonista de Dora personaje real y el autor de Dora perso naje legendario; los dos no hacen más que uno (pero con cierto trabajo) en lo cual reconocimos que el pensamiento psicoanalítico (cfr. cap. 1°) no podía escindirse, que tenía que pertenecer a la contratransferencia y la contratransferencia depender de él. Si la contratransferencia es necesaria para la comprensión de la transferencia, transferencia, sin embargo para para ello ello no basta basta.. D a r cuenta de la transferencia requiere un tercero en el juicio para quien la opo sición aparecerá como dialéctica o contrapuntística, o toda otra metáfora que se quiera, o bien inclusive el psicoanalista que cuen ta su vida, siempre a un tercero. Para el el analista, todo tod o el proble probl e ma es ser a la vez ese tercero y él mismo; no que sea un extraño, sino que se haga cargo de la función del Autre (Otro) con A ma yúscula, de tal modo que subsista como el lugar donde se ejerce la palabra, como piensa Lacan. El punto débil de esta concepción metafórica es siempre el mismo; lo abordamos en el capítulo primero (de la segunda par te) a través de Maine de Biran: a saber, el pasaje de uno al otro por el puente de la introyección. Podría concebirse que la tardía elucidación de Freud, en 1923, llevada al caso Dora, testimonia el cumplimiento de un duelo donde, mediante la introyección del objeto perdido, Freud habría reconocido la parte de reivindicación homosexual encarnada por Dora. Dora. Inversamente, el retomo de Dora podría podría interpreta inter pretarse rse de la misma manera. Sin duda, el pensamiento de Freud no puede reducirse a esta óptica, por la simple razón de que mientras tanto otros duelos tuviero tuvieron n lugar. Pero el lazo dialéctico se corta aq u í. E l cadáver cadáve r (aun exquisito, como dicen N. Abraham y M. Torok, cfr. páginas siguientes) resulta muy molesto, por el mutismo y las solicita
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ciones orales que oculta, tan primitivas que preceden a todo lenguaje leng uaje —a menos menos que se recono r econozca zca como simbólico simbólic o lo que q ue en esa introyección es introyectado, y sobre lo cual, es verdad, Ferenczi casi no insistió. La interrupción, que por un lado es una ruptura, por otro también es la muerte, o sea: la más absoluta de las detenciones, el último de los tropiezos, por el cual, más que por todos los otros, la transferencia y la contratransferencia se manifiestan. Desde este punto de vista, el mutismo del analista se emparentó (en (e n el sentido etimológico y pleno del término) con la muerte, y se muestra en efecto más seguramente propicio a la aparición de la transferencia que toda respuesta entrampada que sea con secuencia de la contratransferencia en el mal sentido del término. Es preciso, pues, que examinemos el sentido de la introyección en la transferencia a través de quien fue su descubridor: Sandor Ferenczi.
CAPITULO IV FERENCZI O LA TRANSFERENCIA COMO INTROYECCIÓN
Un hom bre-caballo en cam isa isa de n oche
Así aparece Ferenczi en el sueño de una paciente. Toda la historia de la introyección y de la transferencia parece transpo transporta rtada da por esta figura on írica íri ca.. . . Híbrida Híbrida en un sentido pero a tal punto próxima al inconsciente. Puede estarse o no de acuerdo con la teoría de Ferenczi acerca de la transferencia, darse o no crédito a las consecuencias técnicas que de ella infiere, pero no puede dejar de admirarse la precisión con que lanza un adoquín en medio del charco. Ese charco es el mismo donde todo el mundo en cierto instante se hunde; el que dibuja el campo de la introyección, de la proyección, de la identificación, del símbolo y de la transferencia. Para plantear correctamente los términos del problema, es preciso recordar que proceden de la hipnosis, y que Ferenczi unas veces explica los fenómenos de hipnosis por los resultados de una técnica analítica, y otras aclara los procesos revelados en la cura analítica por los fenómenos comprobados en la hipnosis. En efecto, aunque las técnicas hipnóticas hayan sido abandonadas y estén, si se quiere, superadas, no por ello los fenómenos que la hipnosis pone en evidencia dejan de existir; y no es seguro que, a pesar del abandono de los “procedimientos” de la sesión hipnótica y que se expresa o más bien se ejerce en la transferencia. Queda por saber si es en razón de un defecto o de una carencia de rigor analítico que acaba revelándose su “basamento” hipnótico, o si ese basamento, al ser común a las dos situaciones, se aclara de manera diferente en una u otra.
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De manera general puede adelantarse que los fenómenos que tienen que ver con la hipnosis son manipulados, más que conceptualizados, en la situación hipnótica, y que sólo desde este punto de vista podremos llegar a distinguir entre una transferencia en general y una transferencia analítica en sentido estricto. En todo caso, Ferenczi no duda de que el fundamento de estas situaciones se encuentra en la oposición entre el adulto y el niño: la incomprensión, la imposición, la mentira han presidido la edu cación de este último, de manera que el carácter no será más que qu e el resulta resultado do o el residuo de aquel malentendido primero. L o que en la primera infancia se experimentaba con sinceridad, como algo que iba por sí solo, llega a ser una mentira integrada al carácter como consecuencia de las imposiciones que obligaron al niño a negar sus aspiraciones más espontáneas: más tarde, a poco que encuentre los signos de ese sometimiento, inmediatamente volverá a sumergirse en una situación infantil y no cejará hasta reproducir los momentos de docilidad o de pasividad que la carac terizan, e incluso los negará con arrogancia y rechazo. Para Ferenczi la sugestión deriva de una sujeción, y la sesión hipnótica, como la sesión analítica, pretende si no producir al me nos inducir una sujeción semejante. Así, concebirá al tratamiento hipnótico como gobernado por dos principios: el primero tiene que ver con la “persuasión”, es decir, con los sentimientos tiernos propios de la hipnosis mater na; el segundo tiene que ver con la intimidación, es decir, con el respeto propio del complejo paterno inconsciente. Por cuanto el respeto corresponde al complejo paterno y la ter nura al complejo materno, sin embargo se ve que este esquema privilegia la interpretación de la transferencia en el sentido de situaciones concretas desplazadas como tales, e incluso sedimen tadas en el lugar, y que permiten la interpretación directa de las circunstancias educativas como un condicionamiento. Esta concepción parece más apta para fundar lo que algunos denominarán más tarde transferencia superyoica que para conce bir realmente en su complejidad la génesis del “Superyo”, es de cir. su status de heredero del complejo de Edipo. Se admite que la pregnancia de las situaciones concretas jue ga un rol tanto en la sesión analítica como en la hipnótica; sin embargo, es peligroso hacer depender a la transferencia exclusi
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vamente de ella; por otra parte, Ferenczi no se limita a esa comprobación. Sin llegar a las reificaciones reificacion es teóricas teóricas de W . Reich, Reic h, su referencia al carácter no será gratuita, puesto que un día habrá que quebrar ese carácter y, para hacerlo, habrá que intervenir de manera activa, traer testigos, ceder el paso a la realidad del analista y de la situación analítica más que a la fantasmatización. Mucho antes de tener acceso a las técnicas analíticas, Ferenczi se ocupaba de hipnotizar a los dependientes de la librería paterna, y con éxito; con ese humor que le es tan particular agrega que entonces poseía “esa confianza absoluta en sí mismo que sólo la ignorancia puede dispensar”. ¿Puede concluirse que esa confianza había disminuido si es cierta la anécdota, narrada por Jones (en un tono perfectamente frío), según la cual, en vísperas de emprender un peligroso viaje por el Tyrol, Freud habría contratado un seguro de vida de veinte mil marcos, mientras que Ferenczi se aseguraba por diez mil ? 1 ¿Habrá que dar crédito al calificativo de niño terrible del psicoanálisis aplicado a Ferenczi e interpretar en ese sentido el '‘sentimiento paternal” con respecto a Ferenczi que Jones atribuye a Freud? Dejo a los biógrafos el cuidado de desentrañar el sentido exacto de estos relatos; confío muy poco en la historia como para tomarla tom arla tal cual. Pero Pero subsiste un hecho: Ferenczi seduce. L a lectura de sus obras, aun cuando aborde los temas más difíciles, es siempre siempre atrayente, viva. Los textos de de Ferenczi no aburren abu rren nunca, y las posiciones apasionadas que suscitan sus teorías son suficiente testimonio de su poder de seducción. Este hecho reviste importancia en la medida en que de lo que habla es precisamente de una seducción; al hacerlo, reflexiona sobre el papel real del analista y hasta sobre su acción directa. El hecho es que se atascará en la técnica activa pero que, aun sumergido en las dificultades de la cura, pondrá en claro su polo contratransferencial. Ferenczi planteará abiertamente el problema de los pacientes imposibles, mal educados, provocadores, caracterológicos; de los niños insoportables, embusteros. 1 E. Jones, La oie el l’oeuvre de S. Freud, trad. Anne Bcrman, París, P.U.F., t. II, pág. 57.
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Se debate en la resistencia del carácter, pero es posible que responda a ella igualmente con carácter. La interpretación de la transferencia, según Ferenczi, está fun dada sobre el concepto de introyección que él mismo inventó. En su artículo Transferí et introjection (Transferencia e intro yección), de 1909, acepta el descubrimiento de Freud en Dora y admite la definición fundamental según la cual: “Las transferencias son reediciones, reproducciones de tendencias y de fantasmas que la progresión del análisis despierta, debe conducir a la conciencia y que se caracterizan por la sustitución de per p erss o n a s en otro otr o tiem po im p orta or tan n tes p o r la p erso er son n a d e l m é d ic o” 2 En un primer momento muestra que la transferencia no es específica de la situación analítica, sino que representa un meca nismo psíquico de la neurosis en general. Desde entonces, da a esas transferencias una interpretación económica, cuantitativa; en términos de desplazamiento de ener gías podría decirse: de masa. Los neuróticos son personajes "excesivos”, que manifiestan una exageració exag eración n de sus sus sentimientos, sean de odio o de amor. amor. Dan una impresión de dcmasiado-lleno, parecen atestados de sentimien tos ruidos ruidosos. os. Esta descripción conciern con ciernee más especialmente especialm ente a los los histéricos, quienes parecen querer acaparar al mundo que los ro dea, anexarlo, imitarlo, devorarlo, apropiárselo. Así, las tendencias a la imitación, al contagio psíquico son en realidad reivindicaciones psíquicas nacidas de deseos inconscien tes inconfesables y reprimidos que conducen al enfermo a apro piarse los síntomas de otro, e incluso de su carácter, con el que se identifican “sobre la base de una explicación causal idéntica”, como dice Freud. De la misma manera se explican la hipersensibilidad de los neu róticos, su facult facultad ad de sentir senti r intensa intensamente mente lo que qu e les ocurre a otros, de ponerse en su lugar. Por un mecanismo de desplazamiento global, las tendencias egoístas, agresivas, eróticas, reprimidas, se transportan a lugares donde pueden expresarse sin culpa, aunque haya: “Un gran número de neuróticos que pululan en las sectas reli gios g iosas as d e m iras hum hu m anitaria an itariass o refo re form rm istas ist as,, p ro p a g a d o res re s d e la 2 Sandor Ferenczi, Oeuvres complétes, complétes, trad. fr., Payot, 1968, t. I, pág. 93.
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abstinencia . . . . complots contra el orden religioso, moral o polí tico”, etcétera. En cuanto a la “vida burguesa”, ella ofrece también la posibilidad de un desplazamiento lícito de las energías, pero llevada al propio cuerpo. Así, para Ferenczi, la identificación inconsciente de las funciones de nutrición y secreción con las funciones genitales procede de un desplazamiento desplazamiento de lo lo bajo ba jo hacia hac ia lo alto. alto. La razón razón de ese desplazamiento es perfectamente localizable: la negativa de los adultos a dar a los niños explicaciones suficientes sobre las funciones de los órganos genitales produce un desplazamiento del sentido de esas funciones sobre otras zonas: de allí el nacimiento de teorías sexuales según las cuales la fecundación sucede a una absorción alimentaria y el parto a una defecación. De igual manera, las repugnancias, los vómitos de los histéricos, su gula, su tendencia a absorber productos indigestos o nocivos, vos, etc., etc. , se explican por desplazamientos. desplaza mientos. Todos Todos estos estos síntomas proceden del desplazamiento de tendencias eróticas, reprimidas, genitales o coprofílicas. Transferencia y desplazamiento son para él sinónimos y su empico es indiferente. Se los los podría clasificar bajo ba jo dos dos rótulos: rótulos: el de de las las transferen tran sferencias cias extrínsecas que desplazan las energías reprimidas hacia el exterior, sea hacia un medio social determinado que se presta para la expresión no culpabilizada de estas tendencias, sea hacia otra persona: un extraño extraño en quien se han percibido las misma mismass tend te ndenencias; al no poder expresarlas directamente, el histérico se identificará, por ejemplo, con esa persona y tratará de acaparar sus caracteres y síntomas. En segundo lugar: transferencias intrínsecas, donde el desplazamiento se efectúa en el espacio del propio cuerpo: la boca se asimila al ano, la nariz al pene, el cabello al vello pelviano, etc., herencia, parece, de la vida burguesa. A estas dos categorías podríamos agregar una tercera, que en 1909 aún no ha aparecido, pero que se manifestará en T h alassa, donde las experiencias traumáticas de la especie humana son a la vez desplazadas y sedimentadas, de tal manera que una inmensa transferencia de los cataclismos de la especie aparece en el alma humana, la cual, por los accidentes biológicos de su
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desarrollo reproduce las catástrofes planetarias; por ejemplo, el período de latencia entre el final del Edipo y la pubertad representaría el período glacial. L a problemática problemática de la transferencia es entonces territorial. territorial. La situación analítica deviene ella misma un terreno donde se operan anexiones, anexiones, con conqu quist istas. as. L a avidez, avidez, el e l apetit ap etito o del Yo están en disdiscusión. Una metáfora metáfora polític pol íticaa derivada del espacio vital podría dar cuenta de ello ello con facilid faci lidad: ad: asimilació asim ilación n de los elementos extraños pero deseables por naturalización, expulsión de los promotores de disturbios. ¿Pero sobre qué criterios fundar esta discriminación? Discriminación inconsciente, inconsciente, recordémoslo. O más bien, ¿sobre qué signoss de reconocimiento? no reconocimiento? Puesto que esta discriminación tampoco tampoc o se apoyará más que sobre puntos de referencia conocidos desde la infancia. Acerca de algo sin importancia, el menor de los pretextos. Aquí encuentra Ferenczi la Darstéllung durch ein Kleinstes de Freud, Freud , la representa representación ción por el detalle. Parece Pare ce que q ue mejor sería traducir: “lo más pequeño”, o sea: el elemento propio para soportar la transferencia de los afectos inconscientes. Pero para Ferenczi el Kleinstes parece aproximarse más a un detalle, a un lragmento, a una pequeña realidad que a un elemento que es pequeño sólo con referencia a uno más grande y, por lo tanto, sería no sólo un pedazo de él sino eventualmente su símbolo. Una desviación ligera pero cargada de sentido le hace avanzar en su interpretación de la transferencia sobre el desplazamiento del afecto más que sobre el de la representación. Freud reservaba en su definición la posibilidad de un desplazamiento de representación: “desplazamiento de tendencias, de fantasmas”. Para Ferenczi, la representación queda fijada a los complejos reprimidos; únicamente los afectos excesivos, como gases bajo presión, presión, buscan buscan fijarse sobre sobr e otras otras representaciones. En esas esas condiciones, el analista o más bien un detalle íntimo de su persona deviene la nueva representación: es la nueva representación. “Los efectos reprimidos hasta entonces despiertan progresivamente a la conciencia, chocan en estado naciente con la persona del médico y tratan de comunicarle sus valencias químicas no saturadas
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El psicoanalista es entonces un catalizador. La misma preocupación “reística” aparece en Ferenczi, en su aprecia apr eciación ción de los los signos signos de la transferencia. transferencia. Según él, el hecho de aparecer en un sueño es para el médico signo cierto de esa transferencia. Da varios ejemplos, entre ellos el siguiente:
“Una enferma histérica que reprimía y negaba muy fuertemente su sexualidad traiciona por vez primera, en un sueño, su trans fer fe r e n c ia sob so b re e l m éd ico ic o : y o e fec fe c tú o (en mi c a lida lid a d d e m éd ico ic o ) una operación en la nariz de mi paciente, que lleva un peinado a lo Óleo de Merodes: quienquiera haya analizado sueños admitirá sin otras pruebas que yo ocupaba en el sueño, como probablemente también en los fantasmas diurnos inconscientes de la enferma, el lugar de un otorrinólogo que un día la habrá requerido sexualmente; el peinado de la célebre cortesana es una alusión bastante clara.” Siguiendo con otros ejemplos, Ferenczi muestra la importancia de las sensaciones sexuales, luego reprimidas, que en otro tiempo experimentaba la paciente durante los exámenes médicos (desnu damiento, palpación, etc.); y concluye: “Para suscitar la transfe rencia, basta que el analista sea médico.” La presencia “tal cual” del terapeuta en un sueño puede ser considerada efectivamente como signo seguro de transferencia, bajo la expresa reserva de que los desplazamientos propios del proceso primario quizá la hayan “desfigurado” y que, finalmente, es también por su ausencia que podría brillar. Más que tratar de reconocer un signo objetivo de transferencia, convendría reubicar ese signo en el campo de oposición transferencia-contratransferencia, y concebir entonces que para el médi co el problema consiste en reconocerse en él. La interpretación realista de la transferencia, tal como la pre coniza Ferenczi, se pronuncia sobre dos realidades: el otorrinólogo es una realidad; el hecho de ser médico es otra y la misma. Se trata de una doble seducción. La primera, del lado del otorrinólogo, es activa; la segunda, del lado médico de Ferenc Fer enczi, zi, es pasiva. pasiva. Pero Pero en su sueño sueño la pa ciente cie nte le confiere confier e el mismo papel pap el activo. Cleo de Merodes es seductora sedu ctora en todos todos los casos. E lla ll a desplaza desp laza el el recuerdo recuerdo de un acon tecimiento sobre un escenario onírico; no es sino el elemento neu
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tro del desplazamien desplazamiento. to. Aquí la censura censura actúa ac túa para confundir confundir pasividad y neutralidad, y lo hace tres veces. Una vez, en el sueño: en su texto manifiesto. Otra en la contratransferencia, donde el hecho de ser médico sería un elemento neutro accidental. Y otra, en el mito social según el cual la seducción es un hecho activo sostenido en su actividad por ser solamente masculino. El sueño puede servimos para distinguir dos planos aquí con fundidos. fundidos. E l primer plano plano es analítico; el segundo, específicamen te transferencia transfe rencial. l. E l primero, analítico, se apoya en el descifra descifra miento del sueño, es decir en una técnica descubierta en L a Science des réves que localiza los elementos desplazados, condensados, y hasta simbólicos (aunque en este texto la operación en la nariz sea interpretada más en el sentido de una evocación de la realidad que en el de daño simbólico a un apéndice). Una vez comprendida la teoría de la transferencia, esta técnica eventualmente puede localizar el lugar ocupado por el analista aquí claramente delineado e incluso designado por su nombre. En este es te sentido, sentido, el plano plano analítico anal ítico integra integra la transferen transf erencia. cia. Una transferencia clínica, podría decirse, cuyos signos objetivos serían localizables. El segundo plano, propiamente transferencial, pide ser deslin dado. Exige Exi ge un nive nivell de reflexión que aqu a quíí no es ya exclus exclusiva iva mente técnico; según la expresión de Freud, lo que exige es ser adivinado. Este plano sólo puede captarse considerando el destinar es decir lo que se destina a Ferenczi; lo que propiamente se soli cita; lo que él responde responde y lo que qu e él no responde respond e (independiente (indepen diente mente de toda respuesta articulada), quedando entendido que la respuesta puede preceder a la pregunta. pregunta. Propia Pro piame mente, nte, el régime régimen n contratransferencial. Se trata aquí de considerar toda la política del inconsciente, política que viene a ejercerse en la situación analítica como terre no de conquista (o de retira ret irada da). ). A ese título deb e admiti admitirse rse que todo lo que es manifestado debe ser entendido y que el texto manifiesto del sueño debe ser pesado tanto como su significación latente. latente . Ha Habla blarr de Cleo de Merodes a un señor que qu e goza de buena salud, puesto que aquí nos atenemos a “realidades”, es algo dis tinto a evocar la Sainte Chapelle.
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No se trata de que esta última no sea susceptible de inducir en el terapeuta alguna emoción erótica a la medida de sus fan tasmas, sino porque se trata de una solicitación directa, de una alusión más que de un símbolo. Si nos quedamos en el plano analítico estrictamente técnico, semejante alusión puede calibrarse en el grado de una censura bastante débil, de un desplazamiento mínimo o de algún otro criterio crit erio energético. ¿Pero ¿Pero cómo interpretar interpr etar su carácter carác ter de evi dencia, el aspecto demasiado claro de ese sueño? Sabemos, por la técnica, que los sueños demasiado claros, de masiado evidentes son nuevos disfraces, una nueva deformación inventada por la censur censura a para cortar un texto. texto. Pero observare ob servare mos que aquí la apreciación de esa deformación ha cambiado de plano. La evidencia no no aparece tan clara, la alusión alusión tan transpa rente, el trabajo de elaboración tan fino, sino frente a aquel a quien qu ien ese texto manifiesto se enuncia enun cia y destina. Pasamos aqu a quíí a un plano transferencial donde necesariamente la apreciación (si no la interpretación) de un elemento del sueño no puede comprenderse más que en el marco de una política que supera los límites monódicos impuestos por la censura, para introducirse en el momento dialéctico de su eficiencia. Soñar nue se es Cleo de Merodes traduce el deseo de ser una mujer seductora. Pero soñar que se es Cleo de Merodes y de cirlo, y decirlo en un diván analítico, es una seducción. Esta seducción es inmediata, directa, transferencial; no se apre cia sino para pa ra ser enten entendida dida como tal. tal. E l guiño que qu e nos nos dirige d irige Feren Fer enzci zci ( “Quienquiera Quienquiera que haya analizado sueñ sueños os admitirá adm itirá sin otro otro prueba prueba q u e . . . ”), se sit sitúa úa en una perspe perspect ctiva iva contra contratrans trans-ferencial, que es de complicidad. Esta complicidad no es solamente obra de una experiencia técnica común, sino de un deseo común de poder apreciar una alusión erótica tan clara. El impacto de la transferencia se aprecia pues aquí en varios niveles, considerando al sueño tanto en su contenido como en su continente. El análisis de la transferencia no puede limitarse al desciframiento técnico de un material, sino a considerar igualmente como “materiaT todo lo que en la sesión analítica es significado. Determinado sueño puede ser interpretado como un regalo por el analista, pero esta interpretación “en exterioridad” con relación
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al conten con tenido ido latente late nte del sueño sueño se despliega en otro otr o campo. Ese campo es transferencial. Conviene hacer notar que el campo específico de la transferencia depende, tan estrechamente como el primero, de las exigencias impuestas impu estas por los procesos procesos primarios: él mismo está sometido sometido a los desplazamientos, a las condensaciones, a los disfraces propios de toda expresión inconsciente. Esta distinción entre un campo propiamente transferencial y un campo analítico entraña dos consecuencias que deben señalarse. La primera es que los sentidos latentes descubiertos en uno u otro de esos niveles no son necesariamente homogéneos y pueden incluso incl uso ser contrad contradicto ictorios. rios. Determ De termina inado do ““mate material” rial” califical ificado como genital por el tenor de los elementos que lo estructuran muy bien puede ser tenido por algo muy distinto si nos referimos rimos al plano transferencial. transferencial. Volveremos Volveremos sobre esta es ta adecuación o inadecuación en el capítulo clínico de la transferencia directa e indirecta. La segunda concierne a los elementos simbólicos expresados en el campo analítico. ana lítico. Veremos Veremos que ellos poseen la particularidad de trascender los dos planos más arriba distinguidos, aunque un elemento tenido por simbólico (aquí por ejemplo “la intervención en la nariz”) se somete tanto al régimen monádico de su significancia para el sujeto como al régimen dialéctico de su significación transferencial. El resto de su interpretación de la transferencia no deja ya casi lugar a dudas en cuanto al papel determinante de la realidad del objeto. Pasando, por una asociación aparentemente “libre”, del “detaarstellung lung durch ein Klei K leinstes, nstes, al sexo del analista, asolle”, de la D arstel ciación que para todo oído analítico bastaría para desmentir que el detalle en cuestión carece de importancia, declara que basta que una paciente perciba en su analista hombre algo de femenino para desencadenar una transferencia homosexual, o que basta que un paciente perciba ese mismo elemento femenino para desencadenar una transferencia heterosexual. L a acción acció n del objeto objeto es es aquí determinante y real. Por cierto, ella no hace más que “desencadenar” algo que sin duda ya existía. Pero estamos lejos de Dora y del terapeuta “hábilmente insertado en el texto de un sueño”.
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El acento en Ferenczi está claramente desplazado sobre el obje to más que sobre el origen de la pulsión. La pulsión es heterosexual porque c a e sobre un aspecto del objeto heterosexual, o bien es homosexual porque c a e sobre un aspecto del objeto homosexual. Además, homo y hetero reciben esta denominación por refe rencia al sexo real del paciente, y del analista; estamos aquí entre realidades. Por otra parte, sería demasiado sencillo decir que esta realidad no existe, o que no tiene importancia, o que la transferencia no se apoya apo ya sobre s obre nada real. Pero entonces entonces es preciso entender que todo lo que ocurre en la sesión analítica no tiene que ver necesa riamente riam ente con la transferenc transferencia. ia. Muy por el contrario, contrario, las solicitacio nes pulsionales inmediatas que en ella se manifiestan podrían constituir una resistencia a la transferencia. Aquí se esbozan dos concepciones: una que considera a la transferencia como si se tratara de uno de esos albergues espa ñoles, a saber: que no hay allí nada que uno no le ponga, y en tonces poco importan el sexo del analista, la profundidad del diván y el espesor de las paredes; la otra, que es precisamente el decorado lo que hace al cliente. Esta metáfora no puede profundizarse más por cuanto intervie ne otro elemento en el campo analítico, más allá de los signos mudos: a saber, la contratransferencia. Es evidente que a despecho, con o sin el apoyo de puntos de referencia “reales”, si la contratransferencia da testimonio de una manifestación cualquiera susceptible de acreditar una tenden cia o un fantasma atribuido al analista, esa manifestación no nece sita ningún soporte material para devenir una realidad psíquica: muy por el contrario, en lugar de ser aleatoria o estar sujeta a caución, para el paciente deviene una certeza más real que la realidad. Mediante una sutil interpretación de la definición freudiana de la transferencia, Ferenczi desplaza el sentido de esa definición. El terape ter apeuta uta es una una realida realidad d definida, definida, sexuada sexuada,, catalogada. catalo gada. Los afectos excesivos e insatisfechos se fijan sobre esa realidad perci bida. E l trayecto de la transf transferen erencia cia es el de un afecto afe cto que, par par tiendo de una represe representaci ntación, ón, cae sobre un perceptum. Este Es te perceptum es en sí una especie de sugestión.
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Es evidente que el perceptum juega un papel, que ese papel es de sugestión y que que es inevitable. Pero me parec pa recee discutible la afirmación de que ésa es la esencia de la transferencia, por cuan to el perceptum es también una representación; ese título no puede aspirar a un valor objetivo, y su significación le viene de que es elegido entre otros mil signos que no son más que pre textos; finalmente, puede corresponder a una proyección; no tie ne ninguna necesidad de ser resguardado por una realidad para existir, y por último y sobre todo, su significancia es irrisoria frente a la realidad psíquica manifestada por la contratransfe rencia. Por otra parte, que el paciente elija expresar la transferencia por medio de una “realidad” propuesta como un perceptum nun ca debe hacer perder de vista el plan táctico; entiendo por plan táctico al que organiza la resistencia del inconsciente y prolonga los efectos de la censura interior. Ese plan táctico no hace más que utilizar al azar de sus exi gencias determinada particularidad del terapeuta, pero designa esa particularid particu laridad. ad. Mediante Median te esta esta designación, designación , desplaza en el campo transferencia-contratransferencia lo que originariamente sólo correspondía corresp ondía a exigencias insatisfechas. insatisfechas. Esa Es a designación pue pue de muy bien, por desplazamiento, inversión y hasta por elisión, solicitar en la contratransferencia algo muy diferente de lo que pretende designar. El procedimiento de elisión es ejemplar a este aspecto; tal o cual “característica” del terapeuta puede brillar por su ausencia, pero sólo puede brillar así a los ojos del terapeuta mismo, en la medida en que inconsciente o consciente mente espera de ella un efecto. Es el caso de Freud como fumador, e insistiendo hasta que esta caracter cara cterística ística sea reconocida. reconocida. El efecto efec to es de d e sugestió sugestión, n, pero pero la la sugestión pertenece perte nece tanto a Freud como a Dora. Es Dora Dor a qui quien en por medio de su resistencia evita mencionar esa particularidad. No porque la designe “en vacío” la designa menos. l’hy pn ose e t la suggestion suggestion (El E n L e ró le du transferí dans l’ papel de la transferencia en la hinosis y la sugestión) * Ferenczi parece volver a un papel menos determinante de la realidad del terapeuta; apoyándose en los descubrimientos de Jung y Abraham asigna a la transferencia un origen preciso en el complejo 3 Sandor Ferenczi, Fere nczi, Oeuvres completes, completes, París, Payot, t. I, pág. 107.
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parental, es decir, en el complejo de representación ligado a las personas de los padres. En este caso es pues el “médium” quien, tributario de ese com plejo de representación, j'uega un papel determinante: “E l p ap el d el hipnotiz hipnotizador ador a quien quien se creta om nipotente nipotente se reduce al de objeto que el médium impotente en apariencia utüiza o rechaza según las necesidades del momento.” Por este medio Ferenczi da una solución satisfactoria y especí ficamente psicoanalítica al problema que había formulado Maine de Biran. En el capítulo histórico mencionamos la similitud entre am bas concepciones. Recordemos que para Maine de Biran no era más difícil representarse la influencia de una persona sobre otra que imaginar esa influencia sobre sí mismo, por cuanto la parte de sí mismo así modificable era inconsciente. La respuesta de Ferenczi, en resumen, es la siguiente: lo que en el interior de un sujeto escapa completamente a él, aquello sobre lo cual tiene tanta dificultad para actuar no es otra cosa que su propia infancia, y si mediante la sugestión se impone sufi cientemente sobre alguien como para movilizar en él las fuerzas del inconsciente, es sobre la infancia de ese alguien que actuará: lo que es hipnotizado en el hombre es el niño. En consecuencia, es en la medida en que el niño que persiste en cada hombre rencuentra el menor signo de autoridad, signo que puede estar represen tado tanto por unas cejas enmarañadas como por una mirada penetrante, una elevada estatura, etc., transferirá sobre el perso naje portador de esos signos los afectos reprimidos en la primera infan in fanci cia. a. . . Esos afecto afectoss y las las represe representac ntacione ioness unidas unidas a ello elloss componen los complejos parentales cuyo desplazamiento constitu ye la transferencia. Cuanto más m ás se está en anál análisis isis,, más más se revelan, fijándose fijánd ose tran sitoriamente sobre la persona del terapeuta, los componentes eró ticos y agresivos que antaño se atribuían a dichos complejos parentales. Pero, ¿cuál es el proceso general y común de todas esas mani festaciones? Es aquí que interviene para Ferenczi el concepto de introyección, del cual, en 1912, da la definición siguiente: 4 4 Ibtd., Ibtd., pág. 196: el concepto de introyecclón.
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“He descrito a la introyección como la extensión al mundo exterior del interés, en su origen autoerótico, mediante la introducción ducción d e los objet objetos os exteri exteriores ores en la esfera esfera d el y o . . . Par Para señalar que considero a todo amor objetal o toda transferencia como una extensión del yo o introyección . . . ” “En el fondo, el hombre no puede amarse más que a sí mismo y solamente a sí mismo: amar a otro equivale a integrar a ese otro en su yo" Para Fercnczi, la transferencia es una introyección, un fenóme A nsch chlus luss. s. El no del orden de la extensión, de la anexión del Ans hombre toma en el mundo los objetos, extiende su esfera de influencia, acapara e introyecta. E l hombre, es es decir, el hombre hombre normal o el neurótico, por oposición al demente o al paranoico. “El demente retira totalmente su interés del mundo exterior, deviene infantil y autoerótico; el paranoico intenta hacer otro tanto tanto sin sin lograrlo lograrlo del todo. E s incap incap az d e retirar retirar su su interés de l mundo exterior, se conforma con arrojar ese interés fuera de su Yo’, con proyectar en el mundo exterior esos deseos y terulencias (Freud) y cree reconocer todo él amor, todo el odio que lleva en sí. sí. En lugar lugar d e admiti admitir que am a o qu e odia, siente q u e todo él mundo se preocujxi exclusivamente de él para perseguirlo o para amarlo. "En la neurosis observamos un proceso diametralmente opuesto: porque mientras el paranoico proyecta al exterior las emociones que se han vuelto penosas, el neurótico busca incluir en su esfera de interés una parte lo más grande posible del mundo exterior para constituirla en objeto de fantasmas conscientes o inconscientes. cientes. Este proceso, qu e se traduce a l exterior exterior m ediante la la neuróticos, está con siderado co m o un p roceso roceso Süchtigkeit d e los neuróticos, de dilución por el cual el neurótico trata de atenuar la tonalidad pen p en o sa d e e sa s asp as p iracio ira cion n es ‘libre ‘lib rem m en te flo tan ta n tes te s ’, insa in satis tisfec fechh as e im po sibles d e satisf satisfacer acer.. Propongo llamar llamar a es e p roc eso invers inversoo de la proyección: introyección." Finalmente, para Ferenczi identificación, transferencia, desplazamiento son fenómenos subsumidos en la noción de introyección. Acaba diciendo, en el capítulo sobre el concepto de introyección, que el desplazamiento no e s más que un caso particular (pág. 198) del mecanismo de introyección. Nuestro punto de vista no niega, todo lo contrario, el valor del
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concepto de introyección, ni desconoce su importancia en la cura analítica; sino que solamente rehúsa admitir que la transferencia sea se a una introyección. Así como defendimos el punto de vista según el cual la trans ferencia no podía ser asimilada a las excitaciones pulsionales puras y simples, igualmente pretendemos que no puede ser asimilada a un mecanismo general revelado en una perspectiva puramente económica de la psiquis. Para nosotros, la transferencia se manifiesta como un proceso que oscila entre las identificaciones, introyecciones, proyecciones, y hasta estados que se califican de fusiónales, sin asimilarse nunca a alguno de ellos. Muy por el contrario, la identificación y la proyección pueden const constitu ituir ir resistencias resistenc ias a la la transferencia. transferencia. La introyecció introy ección n no puede analizarse ana lizarse como com o se analiza la transferencia. Record Rec ordemos emos que el efecto principal del análisis de la transferencia es destruirla, des enmascarar su falsa asignación. Parece poco probable o poco deseable que el análisis de una introyecci introyección ón tenga teng a por meta la de destruirla o ano anonad nadarla arla.. Ade más, el problema no es el mismo cuando se trata de una proyec ción o de una introyección. El análisis de una proyección puede culminar en un borramiento, en un aniquilamiento de esa proyección; no ocurre lo mismo con la introyección, la cual, por su carácter definitivo, fundador, y si se quiere nutridor, no puede ser destruida impune mente. mente. La transferencia transferen cia puede puede ser ser denunciada denunciada y destruida exac tamente en la medida en que mantiene la posibilidad de un campo dialéctico del cual la contratransferencia marca él contra punto pun to y cu y a supe su pera ració ción n e s autor au toriza izada da p o r é l ad v en im ien to d e l Sujeto. Los fenómenos de introyección, identificación, fusión permiten sin duda la aparición de la transferencia en la medida en que reinsertan con un objetivo fantasmático algo que entonces y sólo entonces puede manifestarse en la forma de una transferencia, pero no evolucionan sobre un mismo plano. El nervio de la introyección es la fantasmatización y es éste el punt punto o crítico: Ferenczi Fere nczi lo indica indica en una frase: “Incluir “Inc luir la mayor mayor parte del mundo exterior para constituir el objeto de fantasmas conscientes o inconscientes.”
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Se trata pues de un “alimento psíquico”, que no es alimento más que por estar conceptualizado sobre el modelo de la incorpo ración oral. oral. Siguiendo esta idea, idea, podría podría hablarse de d e morir m orir de inanición psíquica. Nicolás Abraham y Maria Torok Torok en su artículo artí culo:: “Introyecterincorporer” (Introy (Int royecta ectar-in r-incor corpo porar rar)5 )5 son son formales sobre este este punto: la introyección no es un fantasma. Según dichos autores, el sentido del fantasma debe ser limi tado a su alcance narcisista, como medio para transformar el mundo. mundo. Al fantasma fantasm a se opone opo ne la realidad en el sentido sentid o metapsicológico del término, es decir, todo aquello que puede imponer al psiquismo una modificación modifica ción tópic tópica. a. Al tener ten er que q ue incluir en esa realidad la pérdida real del objeto, el fantasma tendería a negar la realidad de la pérdida manteniendo secretamente el statu quo de las oposiciones tópicas anteriores. Esta teoría se opone al panfantasmatismo, donde el conjunto de la psiquis estaría constituida originariamente por fantasmas. La incorporación sería entonces un fantasma mágico destinado a evitar las modificaciones interiores que impondría la realidad de una pérdida psíquica. Intervendría en el momento preciso de de una no-introyección; el sujeto, al querer preservar su integridad y rehusar el trabajo de un duelo necesario, rehusaría entonces reto mar en él esa parte de sí mismo que había colocado en el objeto. Los procedimientos de esa magia serían de dos órdenes conju gados: la desmetaforización y la objetivación. La desmetaforización equivale a tomar al pie de la letra lo que en realidad sólo corresponde a un efecto metafórico: se imagina y sobre todo se proclama que se avala, que se anexa algo para no tener que “avalar” en el sentido metafórico la pérdida psíquica, y la objetivación conduciría a negar la pérdida como herida del sujeto para afirmarla como pérdida de un algo, de un objeto. No nos queda otra cosa que remitimos a la totalidad del notable artículo, pero indicamos aquí su esquema por cuanto nos interesa con respecto a la transferencia. En efecto, nos importa suscribir la distinción entre el fantasma de incorporar incorp orar y el proceso de introyectar. introyectar. Aunque no admitié ramos la teoría general según la cual el fantasma siempre sería secundario, o no tendría otra función que la de tapar mágica 5 Nouvelle Reoue de Psychanalyse, Psychanalyse, n? 6, Gallimard, 1971, pág. 110.
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mente agujeros, debemos admitir que en lo que concierne a la transferencia, en sus momentos localizables es de fantasmas que tenemos que ocuparnos y no de procesos. Si introyectar es hacer suyo algo en el sentido en que “lo mío” deviene, por ejemplo, un prolongamiento del Yo, no es este procedimiento de anexión en cuanto tal lo que podrá observarse en la transferencia sino más bien un fantasma consciente o inconsciente en el cual el analista querrá asignarse un lugar o una función determinada determ inada o, más exactamente, por por determinar. Es posible pos ible entonces que ese lugar sea el del Muerto, el del objeto perdido, el del objeto a perder, el del objeto recuperado, el del objeto a conservar, el del objeto a alcanzar, el del objeto a convencer, etc.; estos objetivos no son revelables más que por inscribirse en fantasmas, incluso realizaciones de fantasmas, comportamientos, porque el fantasma es el medio del desplazamiento, el medio de lo imaginario, es decir de la figuración, y hasta de la transfiguración. No hay transferencia sin desplazamiento, el desplazamiento no puede concebirse más que como una puesta en escena donde será cometido cometid o un error. Recordemos que es una una falsa unión, unión , una falsa asignación. E l sujeto de la transferenci transferenciaa cree que que el objeto objet o a conservar es el analista, cree que el objeto recuperado es el analista, cree que el analista es el objeto perdido, y para convencerse de ello lo recupera, lo pierde, lo conserva, lo alcanza, lo convence. Sólo de vez en cuanto el sujeto muestra al analista que pierde, que recupera, que conserva, que expulsa algo. Denominamos transferencia al momento en que el sujeto muestra a su analista algo, como antes le mostró a algún otro que puede ser el ideal del Yo por ejemplo, y no transferencia, el hecho de que antes haya perdido, encontrado, recuperado, conservado, etc., algo.
La introyección vitalicia En lo que concierne a la transferencia y la introyección el problema no es tanto el de hacer suyo, es decir introyectar algo después de la Muerte, como el de introyectar en forma vitalicia. El análisis tiene un fin y ese fin sobreviene cuando el analista lista y su pacien pa ciente te se separan. T al es la “definición” definición ” de Freud. Freu d. Tan abrupto realismo reviste toda su importancia en cuanto
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funda sobre una pérdida real, sobre un acontecimiento contingen te, sobre una realidad adecuada para modificar la relación tópica de las fuerzas intrapsíquicas, el fin del análisis. Ese acontecimiento es un hecho, en última instancia una prueba de fuerza, fuerza, algo en todo todo caso con lo que habrá habr á que contar. E se final se asemeja a la realidad de la Muerte, por oposición a todo fan tasma de pérdida psíquica, de fin psíquico, de duelo psíquico, etc., es a la vez una metáfora de la Muerte y un final real, describe arbitrariamente los límites de la situación analítica y sobre todo asigna al proceso analítico una dirección, un movimiento, una di námica temporal propia, es decir, una vida analítica con una muer te analítica que son paréntesis en una verdadera vida y una ver dadera muerte. Esta situación, delimitada por realidades, encuentra un valor eficaz en la medida en que los fantasmas de pérdida, fin, Muerte, separación, como los de presencia, lazos, coexistencia, son los mismos en la vida y en la muerte a secas. La situación analítica, sin embargo, por el solo hecho de su carácter artificial, desvía el sentido de esos fantasmas en la dirección de la realidad psíquica, más que en el de la realidad a secas, pero no escapa al hecho de inscribirse en una realidad. Los procesos de proyección e introyección son localizables, pues pues,, bajo dos ángulos. ángulos. Sea Se a que se los conciba como actuales y ejerciéndose en ese paréntesis que son la vida analítica y la muerte analítica, sea que se los localice en la vida y la muerte “reales” como procesos fundadores de la vida psíquica; se los determinará entonces con cierto índice de objetivación “cientí fica”, como habiendo jugado un papel en la génesis de la vida mental. mental. Se hablará h ablará del niño, niño, de su desarrollo, desarrollo, se invocar in vocaráá el proceso de introyección como factor de ese desarrollo, se pre guntará si formaron parte de la edificación del Yo o si el Yo estaba ya allí, etcétera. Pero considerando sólo la transferencia es únicamente en el paréntesis analítico, es decir, en la actualidad de la situación analítica, que la introyección puede ser comprendida. Se verá entonces que en ese paréntesis analítico, en el interior mismo del proceso analítico, se abre otro paréntesis transferencial. En este nuevo paréntesis surge surge un proceso específ esp ecífico ico,, el que opone la repetición de los conflictos infantiles a los obstáculos
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presentes, presentes, actuales de la situación situación analítica. Es ta l la fuerza de esa repetición, tal la fe de su ilusión, que intenta negar ese primer paréntesis y aun el segundo, para decir entonces que todo es realidad, no solamente de la situación analítica, sino de la exis tencia propiamente dicha. Para que tales desplazamientos sean sensibles, es preciso que hayan tenido lugar introyecciones, que el lugar de sus fracasos p eroo la esen es en cia m ism a d e l d e sp laz la z a sea ocupado por fantasmas, per miento miento,, es d ecir, d e la transferenci transferencia, a, no pu ede ser asim ilada a los pro p roce ceso soss p o r los lo s c u a les le s p u eden ed en ten er lugar lug ar los d e sp laz la z a m ien ie n tos. to s. Es muy posible que en el curso del análisis sobrevenga algo del orden de la introyección: que el paciente anexe y haga suyas cualidades del analista objeto. Es preciso entonces considerar la vida v la muerte analíticas como realidades comparables a las de la vida y la muerte a secas, admitir aue esa vida y esa muerte analíticas funcionan no ya como como metáfora de la vida sino como realidad. realidad. H ab rá un naci nac i miento analítico, una existencia analítica, una supervivencia analítica. En el curso curso de esta “existencia” existencia” ana analític lítica, a, se operarán procesos neo-genéticos, entre ellos introyecciones, identificacio nes, adopciones, duelos. Para poder hablar de esos procesos, para pensarlos, para conce birlos será preciso referirlos necesariamente a los mismos con ceptos considerados desde un punto de vista genético, concebirlos sobre el modelo que nos damos del desarrollo del niño, de la edificación del Yo, de la asunción del sujeto, o bien creer enton ces que ese nuevo nacimiento, esa nueva vida psíquica, esa nueva muerte muerte nada tienen t ienen que ver v er con la vida psíquica psíq uica anterior; anteri or; o finalmente pretender que esas nuevas experiencias son puramente complementarias de las que contribuyeron a la formación de la vida psíquica, de manera que en el lugar de determinada carencia sobrevendría sobrevendría determinada plenitud plenitud (y en ese caso, caso , ¿por qué no la inversa?). El concepto que hace que estalle semejante oposición es el de situaci ción ón ana lítica lítica actu al com o transferencia. Es é l quien funda la situa metáfora, y al mismo tiempo revela su actualidad. Es porque la transferencia existe que la vida analítica deviene metáfora de la vida psíquica, y porque la transferencia repite que
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el fin analítico funciona como metáfora de la muerte, de la rup tura, del fin, de la castración. La transferencia es por una parte repetición, reedición, repro ducción y lo es de la manera más ciega. cieg a. Esas repeticiones repetic iones no no son letra muerta, son repeticiones de conflictos formalmente cerrados, pero con contenido viviente. La transferencia es como un paquete de sobres cerrados que un ciego distribuye a los transeúntes. E l analista no es un tran tr an seúnte como cualquier otro, al quincuagésimo sobre pedirá que se abra la carta y apostará a que su contenido le era conocido y que no es por azar si la carta le estaba destinada. O bien ciertos procesos psíquicos están definitivamente cerra dos, dos, o bien conservan conservan en sí una una posibilidad de transferen trans ferencia. cia. Esa Es a capacidad de transferencia no caracteriza solamente a un indivi duo o a una categoría categorí a nosográfica noso gráfica (como (com o se dice d ice de los “psicó“psicóticos” que son o no capaces de transferencia), sino que debe ser considerada a nivel de los procesos psíquicos, algunos de los cuales no tienen tienen ya capacidad de ser transferidos. transferidos. Ellos Ello s se acerca ace rcan n singularmente al concepto de “forclusión” formulado por Lacan, en cuanto representa una dialéctica helada, herrada al hielo; pérdida consumada de un psiquema primordial. Estos procesos psíquicos, si conservan la posibilidad de ser transferidos, poseen virtualmente la capacidad de percibir esa transposición. Porque no vehiculizan una letra muerta sino un destino ilegible, podrán un día encontrar destinatario, el cual se prestará con mayor o menor constancia a cumplir el papel que se le asigna; hay pocas posibilidades entonces de que el contenido se devele verdaderamente. Si el destinatario es un analista, el contenido quizá se develará, pero ese develamiento sólo tendrá lugar si la conciencia de un desplazamiento es correlativa de la conciencia del contenido del desplazamiento. Esto Es to supone supone el acceso acceso a un valor simbólico de dicho desplazamiento. desplazamiento. Ciertos procesos psíquicos conservan cons ervan en sí la capacidad de ser transferidos tal cual son, pero aún les es preciso, si ouieren llegar a ser conscientes algún día, detentar la capacidad de ser considerados como simbólicamente desplazables; es preciso que el contenido psíquico sea concebido como conte nido psíquico. Para Para ello el lo es indispensab indisp ensable le el el lenguaje, lengu aje, pero p ero esta
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apercepción simbólica supera el nivel de las palabras para constituirse como pensamiento. Puede concebirse entonces una oposición entre el pensamiento psicótico y el pensamiento neurótico, en cuanto que cada uno puede tener un contenido; pero sólo el neurótico mantiene, además de la posibilidad de transferir sus contenidos, la de concebir simbólicamente esa transferencia como realidad psíquica. En el pensamiento psicótico, por el contrario, muy bien puede concebirse que el contenido se devele o si se quiere incluso se analice, y también puede admitirse que esos contenidos se transfieran; pero esas transferencias y esos develamientos tendrán lugar al abrigo de la posibilidad de ser concebidos simbólicamente como realidades psíquicas; entonces serán concebidos directamente como realidad. Si se considera la situación analítica, es decir la vida y la muerte analíticas como realidades, bien cabe admitir que tengan lugar introyecciones hic et nunc. Hay mayor mayor posibilidad de d e admitirlo que de comprobarlo. Incluso Inclus o pueden pueden considerarse esas intro i ntroyec yec-ciones como un premio consuelo, pero es muy difícil hablar entonces de ellas, salvo para inducirlas de una teoría genética. Si, por el contrario, se considera el valor metafórico de la situación analítica al lado de su valor real y al mismo tiempo que éste, se comprenderá que tengan lugar introyecciones por un efecto de reviviscencia que es casi de resurrección. resurrección. E ste st e efecto de resurrección resurrección no tiene otro agente que la la transferencia transfe rencia.. L a ilusión sión le sirve sirve entonces plenamente plenamente.. Es la transfere tran sferencia ncia la que, remitiendo a las realidades del analista las emociones o los fantasmas de su primera infancia, permite a los espectros renacer por un instante. Esta Es ta existencia existencia es es una una existenci existe nciaa psíquica, una realidad psíquica, una vida y una muerte psíquicas. En el curso de esa nueva existencia y gracias a la transferencia, pueden tener lugar introyecciones cuyos objetos pueden haber muerto de muerte real hace largo tiempo, pero cuya existencia psíquica reintroduce una nueva posibilidad de introyección. Las nuevas introyecciones se hacen posibles de dos maneras; una, que hayan existido antes pero aisladas del complejo asociativo general o que por efectos de la represión y de la contracarga permanezcan inaccesibles a la conciencia, y la otra, que no hayan existido antes y que por efecto de la transferencia positiva,
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del doblegamiento superyoico, lleguen ahora a ser posibles sin que pueda deslindarse lo que corresponde a la realidad psíquica del analista y lo que corresponde a las cualidades de los objetos anteriores. Es aventurado decidirse por una u otra hipótesis; todo el sen tido del trabajo analítico del análisis de las resistencias hace inclinar inclina r la la balanza hacia la primera. La transferen transferencia cia no haría entonces más que poner en evidencia procesos inconscientes tales como introyecciones; éstas, ya realizadas, habrían sido aisladas por el sistema asociativo como consecuencia de la represión y por lo tanto serían irrecuperables para la conciencia. En el capítulo “Realidad y transferencia” será desarrollada una tercera terc era hipótesis. Considerando al análisis análisis como como “segundo acon ac on tecimiento”, veremos que la realidad psíquica no reside ni en un primer ni en un segundo acontecimiento traumático, sino en la relación transferencial que los une (cf. Proton-Pseudos). Cualquiera que sea la hipótesis elegida, puede verse la dife rencia que separa el concepto de transferencia del de introyección, y también que ambos son inseparables, pero que sería una simplificación abusiva querer confundirlos. De esta dialéctica entre la transferencia y la introyección re sulta lo que podrían llamarse “avatares” de la introyección y más especialmente de la introyección “vitalicia”. Considerar a la introyección como consecutiva de la pérdida del objeto, inclusive su muerte real, y considerarla “vitalicia” equivale a distinguir entre el robo y la herencia. La herencia consiste en hacer suyo lo que antes pertenecía a otro: el robo o la apropiación es algo muy distinto. La introyección vitalicia nos parece un compromiso entre am bos extremos; ella caracteriza las condiciones de la situación analítica. El carácter vitalicio significa que la muerte está en suspenso y que se vierte un diezmo en la espera del feliz acontecimiento. ¿Qué análisis puede jactarse de escapar a semejante fantasma? La introyección es el triunfo de lo adquirido sobre lo innato. Ese triunfo es un designio del espíritu en el buen sentido del término, ñero nada más; entretanto, la adquisición conocerá algunas tribulaciones. ¿Cómo hacer el duelo de objetos en otro tiempo perdidos
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pero a los cuales no se ha renunciado, y cómo adquirir las cualidades de esos objetos sin que al mismo tiempo la muerte del analista, el duelo que se quiere hacer de ella no aparezcan en cuestión? No pudiendo resolverse resolverse en lo inmediato mediante med iante un verdadero duelo o una verdadera adquisición, esas búsquedas se ven comprometidas. Dichos compromisos se expresan por medio de fantasmas, incluso de maniobras; ellos conciernen específicamente al robo, a la apropiación, al acaparamiento, y según las zonas erógenas interesadas por tales intercambios, terminan expresándose de manera original. La captación según todos estos modos puede ser considerada como un avatar de la introyección; así como el fantasma de incorporación termina inscribiéndose en el lugar de la introyección, la captación se expresa en fantasmas de apropiación que denuncian el fracaso o la tentativa abortada de introyección. Observemos que los avatares de la introyección constituyen el objeto privilegiado de las leyes. Pero lo importante es que esos fantasmas de captación no se organizan organizan necesariamente necesariam ente según el modo oral. Si se pensó y concibió el mecanismo de introyección sobre el modelo de la organización oral del desarrollo, es por una suerte de choque frontal entre la teoría y la realidad que se ha decidido sobre la naturaleza de la introyección. Es cierto que los fantasmas de captación (el término captación se utiliza aquí en razón de su empleo en la expresión captación de herencia, en cuanto implica la muerte del objeto en su designio) casi siempre se organizan organizan según según el modelo oral de incorporación, pero tanto en el erotismo anal como en la problemática fálica encuentran modelos y fuentes de expresión. Los sueños de adquisición testimonian fielmente estos diferentes modos: modos: hay recuperació recup eración n bajo ba jo todas todas sus sus formas; uno un o desentierra estatuillas que se lleva en su abrigo, otro saquea desvanes en sueños y recupera algunas lozas, algunos muebles carcomidos, otros tantos cadáveres, se dirá, que remiten, como todos saben, al fantasma antropofágico de la absorción; también podría leerse allí el fracaso de la introyección. introyección. L a reconstitución reconstitu ción del monigote casi siempre, sucio, despedazado, siempre oculto,
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relegado al sótano o al desván, se acumula con el tiempo, da testimonio de una gloria oscura de la que aún podría servirse. Los fracasos de la introyección son el mercado de pulgas de los sueños. Generaciones enteras depositan en él el baratillo de sus deyecciones prestigiosas; sin duda ese mercado oculta objetos antes codiciados, tesoros que es posible acumular, colecciones completas. Todos Todo s los los misteri misterios os del organism organ ismo o están allí representados, represen tados, trombones con forma de intestinos, jarros chinos de donde salen muñecas con ojos de loza, sables de abordaje, objetos que van de a dos y objetos que van solos. E l domin dominio io de la apropiac apro piación ión no n o es solamente solamente privilegio de una organización organización oral oral de la personalidad person alidad.. Lo mío mío,, lo tuyo, lo suyo, todos ellos prolongamientos fantasmáticos del Yo, trazan los límites de la concuspicencia e intentan por cualquier medio ensanch ensa nchar ar los los lím límite itess del dominio. domin io. E s más bien por el fracas fra caso o de uno de sus modos de captación que entonces se hace visible en ella el predominio de un sistema oral arcaico inmediato. En esta perspectiva, ¿qué quiere decir m i analista? Si se adopta la teoría de la transferencia como introyección, ese “Mi” traduciría la tendencia fundamental a la anexión, a la expansión, a la la abso absorci rción. ón. E se “Mi” “M i” sería serí a la transferencia. transferencia. Fuera de que la absorción oral no es el único modelo según el cual puede concebirse una apropiación semejante, la transferencia no puede ser asimilada a una apropiación, sea esta apropiación una engañifa o una realidad psíquica, porque testimonia tanto una fuerza de extensión como una fuerza de repetición. Estas dos fuerzas se unen para crear la ilusión de realidad, pero se oponen en el hecho de que la fuerza de repetición reedita el designio de los conflictos anteriores y pone un freno a la posibilidad de nuevas adquisiciones. En ese sentido: “Mi analista” es, en efecto, una tentativa de apropiación, de captación y de anexión, pero que se inscribe en el contexto de la nostalgia: sólo es “Mi” porque en cierto lugar del pasado pudo tener lugar una verdadera apropiación. E n toda toda transfere transferencia ncia existe un polo nostálgico nostálgico.. La situación situaci ón _ an anal alíti ítica ca se instau instaura ra neces ne cesari ariam amen ente te sobre sobr e el fondo fondo de un défic dé ficit it narcisista y en el balance de ese déficit se localizan tanto los
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fracasos de la identificación como los de la introyección, como duelos en vías de cumplimiento. La nostalgia es un duelo que ni está hecho ni está por hacerse.® Para nosotros, ella testimonia una alternancia de muertes y resu rrecciones sucesivas de un objeto psíquico que cual un ludión se remonta remonta a la superficie o se sumerge sumerge en el fondo del agua. Mu chas veces enterrado, muchas veces resurgido, mantenido en supervivenci supervivencia, a, después después declarado ausente. Cada una de las in mersiones y cada una de las emergencias se avienen a una orga nización tópica que corresponde a una alternancia maníacodepresiva según el modo menor, marca las fases de ligera depre sión o de triunfo discreto, que se levantan sobre un fondo de presivo permanente. Sobre ese fondo depresivo permanente se inserta la transfe rencia como nueva posibilidad de retomar el trabajo de duelo, trabajo no interrumpido sino indefinido. La potencia de la repe tición describe de nuevo al analista como objeto; a la vez reen contrado contrado y que sin embargo se perderá. perderá. Reencontrando en la situación analítica una nueva situación vitalicia, la transferencia renueva la posibilidad de un fin; para un objeto perdido, reinstala a la muerte en el horizonte del devenir más que en lo absoluto de un mundo mundo objetal caduco. caduc o. Ofrece Ofr ece una última última posibilidad de dominar dominar no al objeto, sino al proceso que interesa al objeto ob jeto:: pro ceso de duelo suspendido; o bien se perderá en esa repetición y no hará más que prolongar la nostalgia, o bien encontrará, por medio de nuevas introyecciones ahora posibles, el medio de acabar con ese objeto. La fuerza de esta consagración reside para nosotros en la remanencia de satisfacciones parciales realmente obtenidas y contemporáneas de una organización anterior de la personalidad. No pudiendo renunciar a esas satisfacciones aun parciales, sobre todo parciales, la identificación, que es una red de auxilio del renunciamiento objetal, no puede tener lugar; la transferencia reactiva esa posibilidad. El texto de la Gradiva de Jensen comentado comentado por Freud Freu d 67 es 6 Cf. Michel Neyraut, Neyraut, “D “D e la nostalgi nostalgia”, a”, en L’Inconscient, n? 1, París, P.U.F., 1966. 7 S. Freud, Délire et réves dans la Gradiva de Jensen, trad. fr. Marie Bonaparte, Gallimard, 1949, "Les Essais”, XXXII.
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ejemplo de la confusión que se establece entre la transferencia, la introyección y la identificación, ejemplo de confusión por una razón simple, la de que aquí el terapeuta y el objeto de amor son una sola y misma persona. Zoé Bertgang, el primer amor de infan in fancia cia de No Norbe rbert rt Hanold, se convierte en su psicoanalista. E lla pued pu edee decirle decirle con con toda tranquilidad: “Me parece parece que hace h ace dos dos mil años ya había compartido en cierto modo nuestro pan”, o bien aun llamarlo por su nombre: “Evidentemente tú estás loco, Norbert Hanold”, mientras que desde su estadía en Pompeya él no había comunicado su nombre a nadie. Todas las interpretaciones de Gradiva son transferenciales por definición. defin ición. Por necesidad, necesidad, las palabras palab ras de doble doble sentido que qu e ella emplea conciernen, con seguridad, tanto al pasado como al pre sente: Gradiva no hace más que recordar los recuerdos de Norbert. Entretanto, ella ha sufrido su muerte fantasmática, ella es para Norbert Hanold esa jovencita de andar incomparable que murió enterrada bajo las cenizas de Pompeya. Esa muerte fantas mática se confunde con el olvido, es una muerte psíquica, con memorativa del olvido intrapsíquico. En Gradiva se capta el andar de un pensamiento contratransferencial enteramente interesado, deliberadamente pasional; ella conoce las respuestas mucho antes de que se formulen las pre guntas. gunta s. El amor amor de de transferen transf erencia cia es aquí aqu í el am amor or en su totalidad. totalida d. Se trata de una transferencia poique hay dos épocas y entre esas dos épocas se ha filtrado más de una fase de latencia pero se cumplió una represión que habría podido creerse definitiva. U n solo solo sentimie sentimiento nto persiste para Norbert: Norbert: la nostalgia. E s ese sueño nostálgico lo que lo lleva a emprender el viaje y en consecuencia consec uencia la cura cura.. E sa nostalgia lleva l leva en sí todas las huellas, huellas , todos los eslabones que unen la infancia de Zoé y su muy actual presencia; se trata de una resurrección, de una reencarnación, de un objeto perdido que sólo lo estaba por haber escapado al olvido. Esta resurrección se apoya sobre una muerte fantasmagórica. Entonces, y sólo entonces, la transferencia es una introyección y las introyecc introyeccion iones es transferen tran sferencias. cias. Entonces, y sólo entonces, la transferencia puede ser asimilada a puros impulsos pulsionales. De este modo la transferencia es una anexión porque es una re anexión, una reconquista.
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Si la tendencia a la anexión, a la expansión, a la integración es tan visible en las histerias, no es tanto porque el Yo sea capaz de ensanchar sus límites y encontrar nuevos dominios, como porque ya conoció conoció esa extensión, extensión, ese poder, poder, esos esos límites. límites. L a nosnos talgia testimonia tanto la tristeza de haber perdido el objeto como de haber perdido límites territoriales antaño mucho más amplios. Quizás esos límites tenían poco que ver con un poder real sobre el mundo, pero la omnipotencia infantil de las ideas estaba allí para dar a ese mundo la apariencia de ser a la medida de su apetito. L a Gradiva de Jensen suministró una prueba por el absurdo de lo que es y no es la transferencia analítica.
TERCERA PARTE
TRANSFERENCIA Y REALIDAD
CAPITULO I
LA REALIDAD EN LA TRANSFERENCIA
El concepto de realidad, tal como aparece en el pensamiento psicoanalítico, inclusive tal como es “manipulado", desafía toda opción de rigor. La diversidad de sus acepciones, la variedad de los puntos de las contradicciones que estallan a los ojos de todo espíritu rigu roso tienen motivos para desconcertarse. Estas contradicciones testimonian perspectivas difícilmente superponibles. Para conducir el problema de la realidad al campo dialéctico de la transferencia, deberemos utilizar esas oposiciones e incluso esas contradicciones allí mismo donde culminan, a saber: en el problema de la seducción. Seducción se entiende aquí en su sentido más amplio, o sea: sometimiento del sujeto a su deseo; alienación que por no conocer más que el pie de la letra no deja de referirse al espíritu, es decir, al sujeto de un pensamiento que ella colma de ilusiones. Por otra parte, la realidad, tan diversa y múltiple, parece en la obra freudiana “precipitarse” en el concepto de “acontecimiento”, acontecimiento traumático en particular, que parece conferir a la realidad una intensidad temporal, y toma entonces el aire de un “contratiempo”. Para integrar el concepto de acontecimiento concebiremos al campo transferencial como confrontado con un “segundo aconte cimiento”, apoyándonos para hacerlo sobre el irpcrrov ’PeuSoq o pri mera mentira histérica, en la cual el status de la realidad, cada
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vez más precario, se ve tendido como un hilo entre dos aconteci mientos. Recordemos que para Freud, cuyo escepticismo puede ser vin culado con una etapa definida de su búsqueda sexual infantil, la “realidad” de la seducción conoció más de un viraje. Hasta 1897, su primer movimiento es un movimiento de crédito. Freud cree en lo que los pacientes le dicen: que siendo niños fueron fuero n seducidos por por un un adulto. D e esta seducción ha nacido nac ido un gran espanto que en una represión masiva arrastra consigo toda la cadena asociativa; después, bruscamente, surge la duda: ¿y si no hubo nada de eso? eso? Lentam Len tamente ente se esboza la teoría de la sexua sexua lidad infantil; si no hay nada de eso, es que el paciente cree haber sido seducido. La realidad parece pare ce desplazarse, desplazarse, porque no es ya el acontecimiento real lo traumatizante sino el recuerdo y, final mente, ese recuerdo no es la rememoración de un acontecimiento real sino un puro fantasma, un proyecto. Es la gran revelació revelación n de la carta a Fliess Fliess del 22-9-1897. Las escenas de seducción relatadas por los pacientes no son más que reconstrucciones fantasmáticas creadas durante la cura por el reconocimiento progresivo de elementos hasta entonces inconscien tes. Pero si Freud Fre ud no quiere quie re dejarse engañar por la realidad de la la seducción tal como lo pretenden sus pacientes, no por ello renun cia a lo real, sino que lo desplaza un punto, porque los cuidados que qu e la madre prodigó prodigó a su hij'i hij'ito to constituyen constituyen una realidad. realidad . D e aquí resulta una excitación que constituirá el modelo de las fan tasías sexuales sexuales ulterior ulteriores. es. E n realidad, realidad , el paciente no miente, sino sino que también él desplaza un punto hacia adelante la realidad de su recuerdo, y atribuye la seducción seducci ón a una una p persona ersona extraña. extraña . Puede decirse que desde la carta a Fliess de 1897 el problema de la transferencia es enfocado en uno de sus aspectos esenciales, el de la seducción, la realidad y el desplazamiento. desplazamiento. Es sabido sabid o cómo después, y especialmente en el análisis del hombre de los lobos, Freud, que no renuncia j'amás a la realidad del acontecimiento, como tampoco a la subjetividad fundada sobre este acontecimien to, persigue con una última reconducción la realidad de la escena primitiva todo lo lejos que es posible; puesto que la herencia portadora de las huellas mnésicas transmite por medio del fan tasma originario el el esquema dinámico din ámico del Edipo. Edip o. E n este último último punto del horizonte, el principio de materialidad absoluta y el
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principio subjetividad absoluta se suceden, sin que nunca podamos decidir acerca de la anterioridad de uno con relación al otro. El problema de la realidad y de la sexualidad encuentra su punto de análisis en esa encrucijada ineluctable de la transferencia que es la seducción.
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La seducción en la transferencia es inevitable, pero ¿quién seduce a quién? La palabra seducir refleja esa ambigüedad, porque aunque sea un verbo activo, bien se sabe a qué fin pasivo puede pretender. En primer lugar parece excluir una reciprocidad; Freud, además, lo entiende casi siempre en un sentido casi judicial, el de un atentado (cf., más adelante, el acontecimiento). La seducción se distribuye entonces de manera bastante desigual gual entre ent re el hombre, la mujer mujer y el niño. niño. E l hombre hom bre figura en ella casi ca si siempre siempr e con los los rasgos rasgos de lo que qu e los lo s diarios diarios suelen suelen llamar un “odioso individuo”, se trate del tendero y la niñita, o del señor K., siempre en una tienda. La seducción de las mujeres parece caer de su peso, como la de la “bella panadera”, siempre en su tienda, aunque ella desplace mucho aire; y de la mujer de ese otro panadero que no quería engordar a su rival demasiado apetecible. Es como creer que la seducción sólo concierne al pequeño comercio. En cuanto al niño, se trata evidentemente de su primera seducción inconsciente, la de mostrarse desnudo sin complejos, y que tan curiosamente reaparece en los sueños que llevan este nombre. El punto común es aquí flagrante, la exhibición directa de los órganos genitales, que en el hombre se cataloga, con agrado, como fin “ac “activ tivo”, o”, y en la mujer como como fin “pasivo”. pasivo”. E sta st a concepción con cepción tiene su origen evidente en los estudios sobre la histeria, donde la seducción era alegada por mujeres seductoras, de tal modo que en los escritos técnicos los consejos a los debutantes se apoyan exclusivamente sobre la imagen de una mujer seductora en tratamiento con un hombre avisado. Esta situación es si se quiere tradicional, y se apoya sobre
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renunciamientos que la moral burguesa conoce bien, para transgredirlos gredirlos bastante bast ante a menudo. menudo. Desde que se se abandon aban donan an las apariencias esta situación es tan compleja como toda otra que, por ser mejor descrita, pusiera la homosexualidad en primer plano. Hay aquí un problema de realidad que, si se quiere, es realidad de la apariencia, pero en mi opinión se la ha querido regular con excesiva rapidez diciendo que, de todas maneras, el análisis será el mismo cualquiera que sea el sexo del analista, puesto que después de todo no se trata más que de un fantasma y, de todas maneras, la bisexualidad psíquica está allí para precaverse de toda toda eventualidad. Sea, pero pero las las dificulta dificultades des com ienzan ienza n precisaprec isamente en el lugar en que la resistencia no quiere seguir una tan bella teoría. L a situació situación n analítica sería entonces trascendente, desecharía lo real como chatarra; pero precisamente la resistencia se aferra al mobiliario; para interpretarla a gusto de sus fantasmas se dirá: —Qué Qu é lindas flores hay h ay en su consultorio, dirá di rá uno, un o, signo de que es usted un poeta. —Qué lindas flores, flores, dirá el otro, es la puerca de su mujer mu jer que las puso allí para humillarme, etc.; ateniéndose a las apariencias, a qué otro criterio que el de la verdad podría asirse la contratransferencia. Es muy ingenuo creer que si en su interpretación de lo concreto el paciente da en el clavo, o al lado, no modifica la tensión de la contratransfer contr atransferencia, encia, y en definitiva no la formula form ula para modificarla. Pero quedarse en este desagrado nada cambia del hecho de que la apariencia sobre la cual el paciente se apoya podría ser otra y que su fantasma hallaría medios para darle el mismo sentido. tido. Hasta áquí á quí se trata, trata , en efecto, de chatarra. Pero la chatarra no es neutra: todo ese mobiliario es un lenguaje de signos; y qué decir, además, de la ropa, de la casa, etc. El catálogo es infinito y en él los índices de pertenencia sexual son evidentes. Todo esto es demasiado conocido cono cido como com o para detenerse en ello, salvo la reserva de que no es tanto porque las cosas poseen valor de signos que tienen importancia como por la intención que q ue se tuv tuvo o de darles darles esta significación. significación . D e ma mane nera ra que la contratransferencia desborda y precede ampliamente a la transferencia. Las La s cosa cosass hablan antes antes de que hab le el e l analista;
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inclusive él podría no hablar nunca: aquello que lo rodea ya habría hablado por él; a menos que se crea en el análisis zómbico con el que se satisfacen los fervientes admiradores de la neutralidad mal comprendida. comprendida. Que el pacien pac iente te al interpretar interpr etar dé en el centro o al lado no cambia el hecho de que entra en un mundo de signos, de los los que eventualmente eventualmente hace hac e significantes. Esta Es ta precesión hace del contexto contratransferencial, propiamente hablando, un pretexto. Entonces no quedaría más que sostenerlo o desmentirlo o pensar en otra cosa, a lo cual de ordinario se aplica el paciente y todo podría quedar allí, habida cuenta del hecho de que un hombre sagaz no diría palabra. Por encima sobreviene la transferencia. Se objetará que ella ya estaba ahí, lo que es verdad, incluso puede adelantarse que lo estaba antes del análisis. ¿Por qué entonces solamente ahora se la llama transferencia? La respuesta es clara: “porque es un obstáculo". ¿Pero un obstáculo para qué? Para la contratransferencia. Hay que reconocerle, pues, una parte espontánea y una parte que sólo se esboza si lo es como opuesta a la contratransferencia. El obstáculo es en cierto modo el mismo, se trata de obstaculizar el proceso analítico, pero dicho proceso no está sostenido más que por p or un lado. Hay que ver ver que la resistenc re sistencia ia no engaña engaña aall analista. anali sta. E s inclusive inclusive la base de de una una interpretac interp retación ión que por otra otra parte no siempre resulta suficiente: que él resiste precisamente para ser engañado. ¿Qué es entonces lo que lo engañó? Si aceptamos creer que no es el que se lo haya tomado por otro, ni el haberse quedado palpitando ante su deseo insatisfecho, hay que admitir que al menos desea la elucidación tanto de lo que ocurre en él como de lo que se le cuenta. Tomando las cosas por su vertiente positiva, también podría decirse dec irse:: ¿qué ¿q ué es lo que lo lo sedujo? Puede Pued e dársele dársele el mi mism smo o crédito que q ue a lo anterior. Pero puesto puesto que qu e es un sagaz, verá que, que, si esa seducción le satisface, es por eso mismo una resistencia, de suerte que si de un lado está contento, del otro no lo está. Se objetará también que no tiene ni que estar contento, ni que ser engañad enga ñado, o, lo que es perfectamente perfecta mente exacto. ¿Pero de dónde dónde
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sacará la interpretación según la cual se lo podría seducir o engañar? Esto se percibirá por una resistencia todavía mucho peor, que es la de no ser ni engañado ni seducido, es decir que la seducción es el revés del aburrimiento, es decir que también ella procede, inclusive antes de dibujarse claramente, de un efecto de masa, como un coroti 0 bien alinead a lineado o se opone opone a una calle ca lle llena llen a de vitrinas. vitrinas. No Noss hallamos otra vez en las muy atrayentes atraye ntes tiendas de Viena. No obstante, otro criterio permitirá denominar transferencia a lo que hasta ahora podía confundirse con la pura y simple se ducción. ducción. Este criterio consiste en localizar localizar lo que que es propiamente desplazamiento, es decir, en reconocer especialmente a quién se dirige el discurso, y eventualmente en función de quién el mobi liario ha tomado tal o cual cu al valor de signo. signo. Sería una un a simpleza simpleza creer que aquí las cosas no están embrolladas. Por cierto se ha descrito, y existe, un lado casi delirante de la transferencia, así llamada porque no tendría nada que ver con la “realidad”. realid ad”. E l paciente, totalmente víctima víctima de su espejismo espeji smo y perdiendo todo juicio de verosimilitud, atribuiría al analista la panoplia completa de “cualidades” que pertenecen a cierta figura del pasado. Veremos Veremos a propósito de la neuros neurosis is de transf tr ansferen erencia cia cómo y cuándo se organiza la puesta en escena de ese desplaza miento. miento. Es exacto que qu e el cuasi-delirio cuasi-delirio es perceptib perc eptible. le. ¿Pero con relación a qué? ¿Qué quiere decir entonces veros verosím ímil? il? Es necesario neces ario que qu e el el analista compare esa inverosimilitud con cierta imagen, se trate de la que él se hace, o mejor de la que él estime que el paciente se hace de él. Los grandes puristas de la neutralidad dirán que no habiéndose manifestado de ninguna manera, habiendo conservado una com pleta neutralidad, no habiendo cedido a ninguna tentación narcisista de hacerse reconocer de cualquier manera, todo lo que se le atribuye pertenece a la transferencia y que hay allí una mina de oro puro. He aquí a nuestro hombre tranquilizado: puesto que no se trata de él por lo tanto se trata de otro. Así, escuchando el relato de un sueño y viendo a un obispo • Caserío Cas erío de mineros mineros en el norte de Francia. Francia . (N. del T.)
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degollar un pollo tendrá que elegir entre reconocerse como obispo o como pollo si el análisis de la transferencia lo incita a ello. Acordémosle el derecho de no asemejarse a uno más que a otro; tendrá que hallar el camino de una diferencia tan grande. Varias vías son posibles, y a veces veces inesperadas. inesperadas. B ien ie n se ve que aquí su lugar en la cadena es fundamental; quizá verá entonces que hacerse retorcer el cuello tiene por efecto hacerlo callar para siempre, pero que el otro en la cuestión debió descansar su báculo. Volvie Vol viend ndo o entonces a las cosas, se pregun pre guntará tará si no no es del lado mitra que se lo habría colocado, tanto más cuanto que ahora ahora ve que qu e sobre sob re la cabeza del otro se levanta una cresta. cr esta. E l paciente, que trabaja bien, asocia entonces para decir:
“que al salir la última vez vio en la mano que se le tendía un anillo, y que el pollo caprichosamente Ueva uno en la pata y arrastra un hilo." Percibiendo una abertura, nuestro hombre se cree en el deber de interpretar (hacia) la transferencia y dice que los obispos también lo tienen: haciendo alusión, evidentemente, al anillo. La trampa se cierra, y todos saben a qué atenerse; uno a ser pollo, pollo, el otro obispo, y el hilo hilo sin sin duda duda para cada cad a uno. Es éste un bello efecto de la contratransferencia, en el sentido peyorativo de la palabra. Notemos a continuación que ese efecto no es vano, porque el paciente reconoce entonces que el beso hacia la mano del obispo es un deseo que ha permanecido en suspenso cuando se hablaba del ani anillo, llo, lo cual' es un resto resto diurno diurno.. Partiendo Partie ndo de d e allí al lí encuentr encu entraa dos dos vías: vías : una por Kasant Kasantzak zakis, is, la otra otra por Salvador Salva dor Dal D alí. í. La primera se refiere al hecho de que cuando el niño recibía de su padre un capirotazo le besaba enseguida la mano para agradecerle que le hubiera mostrado el camino recto. La segunda concierne a un extraño animal, pollo de ojo contrito y cuyo título es el del del gran gran masturbación masturbación Esas Esa s dos vías convergen y quizás una tercera por la imagen del cuello retorcido. Besulta que por ir demasiado de prisa el analista se situó en la puesta en escena de una relación compleja, que mejor hubiera sido dejar tal cual, sea callándose, sea solamente haciendo notar lo que ella implicaba en el sueño de reciprocidad en suspenso; se consuela entonces observando que un efecto de la transferencia
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se ha revelado, puesto que por el camino del anillo es el padre quien lleva el sombrero o la mitra, como se quiera. Dos realidades deben tomarse aquí en consideración, la del anillo, que tiene muy poca importancia en sí, pero que gana mucho por su valor de resto diurno, o sea: su signo de obediencia y el beso de reconocimiento. Pero mucho más todavía, y esto es lo más importante, por la elección que el analista creyó que debía hacer, de situarse en el sueño en el lugar del obispo. La contratransferencia se manifiesta y esta manifestación es una realidad; realidad relativa pero que, por el efecto de regre sión que produce la sesión, toma para el paciente el valor de una realidad casi tangible. Obsérvese que aquí no es por efecto de la transferencia que la elección toma valor de realidad sino en razón de la regresión al estadio infantil en que toda manifestación de las instancias parentales devenía piedra angular con la cual había que contar. Que en este juego el obispo haya perdido su báculo no puede sorprender, pero se dirá, ¿dónde pues está la seducción en este asunto? Precisamente en el punto exacto en que el analista creyó que se le pedía que tomara partido en esa otra escena que no por po r ser se r d iver iv ertid tid a es m en o s sadom sad om asoq as oqu u ista. ista . Al ver su error, nuestro hombre habla de él a un colega que le dice que no hay razón para enloquecerse puesto que, de todas maneras, el pollo es un objeto bueno que el paciente quiere a toda costa introyectar, pero para eso le es preciso testimoniar su gratitud gratitud castrando al obispo. obis po. Este asunto ya no toca toc a a nadie y cada cual vuelve a lo suyo. Si, en consecuencia, la seducción se apoya sobre una realidad, es tanto sobre la realidad de las manifestaciones de la contra transferencia y sobre esa otra que son los objetos concretos por su valor de signo; los dos, evidentemente, son subsumidos en la cadena asociativa para devenir significantes. Pero como se ve, el debate, sea el de Freud cambiando de hom bro su fusil o el del obispo, pasa necesariamente por un inter cambio: el de la culpa. La cuestión de la seducción también podría formularse así: ¿de quién es la culpa?
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Lo que equivale a plantear, al mismo tiempo, el problema de realidad de la culpa. \ Puede verse que en el sueño sueño esa culpa culpa fue intercam inte rcambiad biada. a. De la angustia de castración y de la culpa (masturb (mas turbator atoria) ia) que qu e se pone en escena, el paciente ha tejido una trampa donde el otro es doblemente mancillado, primero desde un punto de vista que podría podría llamarse técnico, técnico , y que hemo hemoss denunciado; después después (es lo mismo, mismo, visto de otro lado) lad o) por haber elegido el papel de d e degollador de pollos. El sentimiento de culpa consciente del analista, por más que sea consciente, puede hallar como se ve un medio kleiniano para ser absuelto; el segundo, inconsciente, por más que sea inconsciente, tiene cierta posibilidad de modificar la tensión de la sesión, y bien podría repercutir sobre la manera de tender la mano a la salida de dicha sesión. Como regla general el sentimiento de culpa es estudiado en la mónada; se trata de sus relaciones intrínsecas con la realidad; pero cuando se trata de la seducción llega a ser difícil quedarse en eso, puesto que al menos es preciso ser dos y cuando se trata de la seducción en la transferencia, llega a ser imposible no ver que el primer efecto del sentimiento de culpa, sea inconsciente o conscien con sciente, te, es el el de tener que intercambiarse intercambiarse.. L a culpa es un cadáver en los brazos, que no se sabe sobre qué descargarlo, uno se contenta siempre con “confiarlo”. Esta confesión difiere de la transferencia en que ella es por definición explícita. explícita . En la transferencia transferencia el el sentimiento de culpa, sea inconsciente o consciente, busca intercambiarse con riesgo de dar a esa culpa la mayor realidad posible por los medios más irreales. Determinado paciente llega con adelanto para pretender que la sesión sesión comenzó tarde. L a culpa toma toma realidad realidad por esa falsa apariencia, pero no perdería mucho mucho si si ffuera uera denunciada. denunciada. Esta Es ta trampa es grosera. grosera. L as hay más más sutiles, sutiles, como como la de ser culpable culp able de todo, o culpable culpa ble de nada. C. Stein dem demos ostró tró perfectamen perfecta mente te que q ue el deseo inconsciente podía consistir en querer ser reconocido culpable. Esta posibilidad de intercambio pide severamente una contratransferenc trans ferencia. ia. Dos escapatorias parecen ofrecerse: la primera es considerar que desde Freud ota Kant se sabe que el sentimiento
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de culpa nada tiene que ver con la realidad de la falta y que la intención intención o el fantasma inconsciente bastan para ello. Se sabe, sabe, por otra parte, que la omnipotencia del pensamiento infantil que se rehace asume ese fantasm fanta smaa como como si fuera una realid r ealidad. ad. Pero al querer escapamos por allí nos adelantamos mucho, puesto que si la culpa es virtual, el sentimiento es bien real y de los dos lados. La segunda escapatoria consistiría en decir que frente a seme jante jan te peligro la m ejor ejo r solución solu ción seguiría siendo callar cal larse. se. Por desgracia, el silencio es a veces la peor de las seducciones^' En particular, aquél que, por no poder denunciar a tiempo # transferencia como transferencia, tuviera por efecto acreditar ytiirealidad, que qu e aquí es sólo pretexto. prete xto. íií» Así, Así, la realida realidad, d, sea de d e la culpa o de la seducción, no loglog-11 ! reconocerse virtual, por el hecho mismo de estar acreditada pi la contratr con tratrans ansfere ferenci ncia. a. E s decir, dec ir, por una parte pa rte ella posee pos ee unC;¿ cierto grado de actualida actu alidad, d, y por la otra un punto litigioso. ’ Las dos se fundan en lo que especificaremos como el acon tecimiento.
El acontecimiento Hasta ahora, la realidad apareció ante nosotros como múltiple y relativa, y su suerte se debatía en la encrucijada ineluctable de la seducción. E n eso eso mo mostrab strabaa su su efecto de imposición. Pero entre los múltiples aspectos de la imposición ejercida por la realidad, uno de ellos jugará un papel predominante: el de la diferencia anatómica entre los sexos. Se trata de una forma particular de la realidad, puesto que por una parte es ineluctable y por la otra está inscrita directamente en el cuer cuerpo. po. Si hasta ahora la realidad realidad era concebida concebid a como co mo opo sición, como contingencia, nada parecía acarrear en el psiquismo una organización particular o una limitación de su estructura. Sino solamente una dirección: no ocurre lo mismo con la anato mía o más precisamente con la diferencia anatómica entre los sexos sexos.. Porque Freud, Freu d, con co n toda rapid rapidez, ez, transforma transform a la realidad en acontecimiento, el de la comprobación de esa diferencia. Lo traumático es el acontecimiento. La realidad anatómica en sí no puede ser traumática. No se trata en absoluto de una ley de la naturaleza, sino de una
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realidad. La ley sólo llegará después, vendrá precisamente de la
comprobación de las diferencias; la realidad es aquéllo por lo cual el psiquismo será forzado a organizarse, desfiladero ineluc table por el cual deberá pasar el desarrollo psicosexual. La escisión de la que hablábamos a propósito del Yo-placer y del Yo-realidad encuentra aquí una prolongación, porque no es ya solamente con una realidad contingente o necesaria que el Yo uitoconservador tendrá que vérselas, sino con una realidad que lomos calificar de sexual y traumática, r or cuant cuanto o choca choca con el el acontec acontecimie imiento nto de de la la comprobación comp robación de diferencia, el acontecimiento tiene más importancia que la dad, en la medida en que, por una parte, es sostenido por ntasma de castración y, por la otra, implica como “cohere j" el narcisismo en un proceso que no ha elegido, y cuva .iiida puede justificar ser interminable precisamente tomando su partido. Según Freud, el acontecimiento es ineluctablemente traumático. Habrá que esperar los últimos tiempos del pensamiento freudiano para concebir que la sexualidad en sí, la pulsión en sí misma, contendría sus propios gérmenes de oposición y finalmente de destrucción. Pero mientras tanto la historia del sujeto lo obliga a pasar por el desfiladero de la comprobación de una diferencia, que quizá no es en definitiva más que el aspecto aparente, circunstancial, de una contradicción más profunda ocultada por la pulsión misma. Siempre ocurre que frente a esta prueba el miedo a la castración soberana entraña justamente la renegación de la realidad , ne gativa que sin embargo puede encontrar un compromiso en el fetichismo.1 Es por lo tanto oportuno distinguir el acontecimiento de la rea lidad lidad.. E l acontecimiento se sitúa en la historia historia del de l suje s ujeto to que qu e el 1 Los cas casos os de tran transfo sforma rmaci cione oness sexu sexual ales es por por ablac ablació ión n o injerto de órga órga nos, que constituyen transgresiones, en el sentido fuerte de la palabra, de la realidad, sólo pueden ser considerados como transgresiones si nos referimos sólo a la realidad anatómica, sin referencia a la bisexualidad psíquica, o sea a la realidad psíquica. Debe considerársela como ejemplo patente de una tentativa de la realidad psíquica psíquica por ganarle de mano a la la real'dad anatómica. anatómica. Es en ocasión ocasió n de ese enfrentamiento que la “realidad psíquica” se manifiesta en la cumbre de su poder, decidida a modificar las bases de la realidad anatómica para conformar conformarlas las a las de sus sus exigencias mentales. Vemo Vemoss allí sus lím límites ites,, puesto
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acontecimient acontec imiento o puntualiza puntualiza.. Es siempre siempre traumático, porque porq ue sobre viene sobre empujes pulsionales constantes cuyo destino forzo samente desvía. Pero ese destino no aparece tan traumático sino porque el objeto ét ap sy ch o log lo g ie lo desvía. desvía. Ese Es e desvío desvío,, que hemos calificado calificado en la M étap como efecto de polea, redistribuye las metas pasivas y activas de la pulsión; pero hace más que eso, puesto que desencadena en el sujeto un cataclismo interior. Si el exhibicionista impone la comprobación de una diferencia no es sólo por comprobar que su pulsión ha cambiado de sentido sino por poner en escena el desasosiego de un efecto traumático. De lo contrario, ¿por qué ante las niñitas más que ante damas experimentadas? —Por pedofilia, pedofili a, se dirá. Mucho más porque las damas avisadas no harán con ello un drama. Lo que aquí importa (todas las otras razones razones invocadas del del exhibicioni exhibicionismo smo permanec perm anecen en igual iguales, es, además) es precisamente precisam ente el drama; es decir: desencadenar desencade nar una una “seducción traumátic traum ática”. a”. La realidad parece entonces imponerse sobre el fantasma. Dando paso al acontecimiento sobre la realidad, Freud perma nece fiel a una concepción dinámica del inconsciente fundada sobre la noción de traumatismo. Es porque hay acontecimientos que puede hablarse de una his toria, pero finalmente se percibe que los acontecimientos no tienen realidad si no son sostenidos por pantallas localizables en la realidad psíquica. Esas Esa s pantallas llevan siempre más lejos, y hasta sitie diey el hipotético fundamento real del acontecimiento. Un imperativo técnico se desprende de esta eterna reconduc ción, el de hacer como si el acontecimiento psíquico fuera real. Así, en Vhomme aux loups ( E l hombre de los los lobos) lob os) se no nos muestra cómo la realidad puede ser acorralada en sus últimos reductos. reductos. Como si llaa meta final del analista fuera la puesta en evidencia de un acontecimiento real primordial. En el capítulo “De la miseria histérica” vimos cómo el aconte-
que ella necesita, para concebirse como realidad, un correlato anatómico, y éste ést e sólo sólo puede obtenerse por mutilación. Para evitar la castrac cas tración ión en la la dinámica mental, es preciso ineluctablemente reencontrarla en su dimensión efectiva (real).
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cimiento cimiento traumático traumá tico se encontraba en el centro (má (máss bien que q ue en el origen, sin embargo) de la cadena asociativa. Ahora es preciso que volvamos hacia un estadio anterior del pensamiento freudiano, el esquema de una psicología científica 2, para captar el alcance diacrónico de ese acontecimiento.
Proton-Pseudos o la primera mentira En el capítulo titulado “Proton-Pseudos o primera mentira histérica”, fechado en setiembre de 1895, vemos como Emma es acuciada por la idea de que no debe entrar sola en una tienda. Ella atribuye ese síntoma a un recuerdo de sus trece años: al penetrar en una tienda para hacer una compra, percibe a los dos dependientes riendo a carcajadas y sale precipitadamente. Emma concluye que se burlaban de sus vestidos y que uno de ellos había ejercido sobre ella una atracción sexual. El análisis pronto revela un recuerdo anterior al primero: a la edad de ocho años, ella entra en una tienda y el vendedor lleva la mano a través de la tela de su vestido sobre sus órganos genitales. Freud restablece la cadena asociativa entre los dos aconteci mientos y descubre entonces que nos encontramos ante un re cuerdo que desencadena un afecto que el incidente mismo no había suscitado. E ntre nt re ambos aconteci acontecimient mientos, os, los cambios pro vocados por la pubertad volvieron sensible una aprehensión nueva de los los hechos hech os rememorados. Ahora, Ahora, y sólo sólo ahora, ahora , el recuerdo desencadena un empuje sexual que se transforma en angustia. En estas condiciones, ¿dónde puede situarse la realidad? Por doquier, si nos atenemos a los acontecimientos; en ninguna parte, si nos atenemos a la realidad como realidad traumática. En el momento de la primera escena, que es realmente una escena de seducción, la maduración pulsional no es suficiente para desencadenar un empuje sexual y el fantasma queda de algún modo en suspenso. En la segunda escena, la más reciente, no hay realidad trau mática en primer grado, es decir, no hay atentado propiamente 2 La naissance de la psychanalyse, psychanalyse, París, P.U.F., 1956, pág. 363.
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dicho, pero se establece una falsa asociación entre elementos que han permanecido conscientes. La risa de los dependientes, en lugar de remitir a Emma al rictus del vendedor durante el atentado, se asocia con la idea de las ropas y ella concluye que los depen dientes se reían de ella a causa de su vestido y que uno de ellos había provocado en ella una atracción sexual. La realidad, que es aquí básicamente la realidad traumática no está pues ni en la primera ni en la segunda escena, sino en la relación entre ambas. Lo real no es real sino por acción diferida (Nachtráglichkeit). Es importante señalar que la idea de falsa asociación es la misma que llevará a Freud a su primera comprensión de la trans ferencia, y que por otra parte la situación analítica constituye necesariamente, por la realidad y el tiempo de su advenimiento, un segundo aconteci acontecim m iento iento con relación relación a los acontecim acontecim ientos ientos trautraumáticos que lo precedieron. Desde allí puede comprenderse lo peligroso que sería querer situar la realidad traumática, y muy particularmente la de una seducción, tanto en la situación analítica misma, como en un acon tecimiento de la infancia que necesariamente la habría precedido. E lla no se sitúa sitúa ni ni en uno un o ni en otro. Sino que se revela en la transferencia, es decir, en un proceso que articula dos aconteci mientos que implican puntos reales comunes. La teoría del Proton-Pseudos muestra cómo un segundo acon tecimiento puede reactivar el sentido sexual del primero y que sin embargo el primero no puede tomar su sentido más que por el segundo. Es notable, como lo observa Freud, Freud , que las rop ropas, as, que son esta vez una realidad absoluta, como hemos mostrado que podían serlo, sobrenadan, podría decirse, por encima de una realidad traumática relativa y sirven de pivote a la simbolización. La ropa, dice Freud, concepto de lo más inocente, juega un papel simbolizante, pero la estructura del síntoma es tal que ese elemento simbo simboliz lizant antee no no juega en él ningún ningún pa p e l. . . cortado cortado de la conciencia por un eslabón de significaciones inconscientes. Hay razón para preguntarse si no sólo la teoría del Proton-Pseu dos y de la acción diferida aclara solamente la situación analítica concebida como segundo acontecimiento, sino además la del éxito tan frecuentemente comprobado de un segundo trozo de análisis. El “trozo de vida”, como le decimos en nuestra jerga, repre
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sentaría el lapso de tiempo intermedio entre una primera escena de seducción que sería la del primer análisis, y una segunda donde, mediante la elucidación de la transferencia y el efecto de una maduración nuevamente producida, una toma de conciencia llegaría a ser posible reactivando el proceso de una primera seducción. En definitiva, que nos refiramos a la idea de Ferenezi de una época glacial que ha roto el desarrollo de la humanidad, o que recurramos como Freud a las dos épocas del hombre, determinadas por su maduración puberal, o que consideremos el intervalo entre dos trozos de transferencia, y hasta el tiempo que corre entre dos sesiones: subsiste la idea de que la realidad ya no está allí, pero que la función traumática de lo real es tan poderosa que obliga a concebirla como suspendida. Se le ha reprochado al pensamiento psicoanalítico permanecer tributario de la noción de traumatismo; apoyándose en el hecho de que esta noción estaría enteramente superada por la de fantasma inconsciente, relegando así la realidad al rango de un mal necesario: incluso de una enfermedad de juventud. Como vimos, por una parte la realidad es un tropezón necesario del fantasma; por otra, no se entiende cómo sin la noción de traumatismo podría erigirse la de repetición. Si concebimos la cura analítica como segundo acontecimiento, es en el ciclo de la repetición que hay que entenderla; es decir, en el ciclo del dominio de las excitaciones pulsionales. ¿Qué papel puede jugar la transferencia en el dominio de esas excitaciones? (en tanto no se la confunda con las excitaciones mismas).3 Una observación observación de Ferene Fer enezi zi nos nos servirá servirá de referencia. referen cia. H ablando de los rostros humanos y su eventual semejanza, este autor adelanta que cuando nos encontramos ante rostros nuevos, con gran frecuencia establecemos un lazo de semejanza con un rostro anteriormente conocido. Según Ferenezi, ese hecho patente de la psicopatología de la vida cotidiana debe ser relacionado con las fuerzas del instinto de muerte, las que rehusando toda novedad tratan de aniquilar la agresión vinculándola con un hecho precedentemente conocido. Podría objetarse que este intento de dominio puede también 3 M ét a ps yc ho logi lo giee e l con co n tretr e-tr tran an sfer sf ert, t, pág. 20.
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concebirse como efecto de la libido que no ceja hasta ligar entre sí unidades siempre más vastas. La intrincación de la necesidad de reunir nuevas entidades y dominar las excitaciones provocadas por esta reunión es además totalmente concebible. La cura analítica, concebida bajo el ángulo de “segundo acontecimiento”, o sea de una novedad, hace aparecer entonces a la transferencia como una tentativa de dominar las excitaciones desencadenadas por la situación hic et nunc. En el flujo libidinal actual e inmanente que resulta de la situación analítica, la transferencia aparece como un medio para dominar sus sus excitaciones excitaciones haciend hacie ndo o resurgir el pasado. pasado. Al aplicar a la relación que corre el riesgo de instaurarse los esquemas ya conocidos de sus relaciones anteriores, la transferencia desvía el impacto demasiado brutal de dichas excitaciones y las sustituye inconscientemente por aquellas que en el pasado ha dominado más o menos, pero que al menos conoce. Dicho de otro modo, puesto frente a una seducción tanto más traumática cuanto que él mismo la desencadenó, el paciente, por la transferencia, llega a dominar la situación nueva, o al menos busca hacerlo. La naturaleza misma de la neurosis hace que los estilos relaciónales así impuestos por la transferencia en el lugar de lo que podría ser una relación nueva, sean ellos mismos traumáticos e insuficientemente dominados, de manera que, para escapar a un traumatismo actual, la transferencia recaiga en situaciones conflictivas también traumáticas. La insuficiencia de ese dominio reactiva los intentos de acaparar nuevas unidades. Este proceso es comparable en ciertos aspectos con el del dominio intelectual, cuya inhibición se manifiesta en lo siguiente: que los objetos que tiene para conocer en sí son traumáticos porque son nuevos. nuevos. Nuevo uevoss significa signi fica que qu e aún no están dominado dominados, s, y esta ausencia de dominio conduce a asimilar otros objetos en la falaz esperanza de dominarlos mejor. Dicho afán de emulación se manifiesta claramente en la inhibición escolar del niño inteligente que no puede asimilar más que nociones superiores a su “nivel”, pero que es incapaz de registrar las que le corresponden.
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La angustia está pues determinada por la ausencia de dominio. El hecho de que los niños gusten repetir indefinidamente y sobre todo hacer repetir indefinidamente, no cansándose nunca de escuchar la misma historia, se opone a la actitud del adulto que huye por todos los medios al aburrimiento de la repetición y se colma de novedades. En realidad, esta comprobación no es más que una apariencia. Creemos que el niño repite mientras que en realidad somos nosotros quienes repetimos. La fortuna de los “repetidores” proviene de que el niño repite muy poco. Cada lectura que para el adulto parece aburrida porque cree conocerla, es para el niño siempre nueva; él no termina de inventariar las inflexiones de la voz, las sobredeterminaciones del texto y las variantes de la lectura, porque esas variantes no están aún dominadas. En consecuencia, traumático no quiere decir necesariamente doloroso sino nuevo. Lo nuevo es traumático porque somete a un dominio los elementos libidinales que contiene. La cura analítica concebida como segundo acontecimiento es en este sentido traumática. Hemos visto la corrección que convenía aplicar a este sentido de traumático, en la medida en que ni el primero ni el segundo acontecimiento pueden jactarse de ser en sí traumáticos, sino la oscilación entre ambos. La transferencia, que a la luz demasiado viva de las excitaciones pulsionales aporta la sombra de las relaciones anteriores, estabiliza la situación analítica para refugiarse de nuevo en situaciones anteriores. Esta concepción de la transferencia como elemento inhibidor estabilizador y reductor de la situación analítica parece hallarse en completa oposición con las teorías narcisistas de la cura analítica, según las cuales el estado narcisista del comienzo de la cura se vería perturbado por la llegada de las excitaciones pulsionales correlativas de la transferencia. En realidad, la transferencia aporta tantos elementos a la “componente letal” del narcisismo como los que le quita. Pensamos además que “la componente letal” del narcisismo no es un simple componente o, si se quiere, goza de todos los derechos.
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El repliegue narcisista es mortal, no sólo en el narcisismo secundario, por cuanto arrastra consigo la agresión desviada del objeto, sino también en el narcisismo primario mismo, por cuanto la quietud, que es esencial, implica reducción a cero de las tensiones. En realidad, concebimos a la transferencia como oscilando entre dos polos, un polo narcisista y un polo objetal. La transferencia no es ni narcisista ni objetal; ella marca, en el lugar del analista, el punto límite de su culminación narcisista y objetal. No es más que un desplazamiento de figuras, proceso en suspenso. A veces, por efecto del carácter incompleto de esas figuras, o más bien de su incertidumbre, por la ausencia de dominio de los conflictos que les son correlativos, la transferencia lleva al soporte imaginario, simbólico, o “real” del analista, la misma figura de ese carác ca rácter ter incomplet incompleto. o. L a transferencia transferen cia interroga entonces entonces al analista y busca en una respuesta la certidumbre que le haría reconocer tal figura como imaginaria, simbólica o real. Otras veces, por efecto de las fijaciones, por la suma de conflictos dominados o superados, por el carácter, por la 'legalización” de las contracargas, por la repetición mortífera de las demandas donde las respuestas están implicadas en la pregunta, la transferencia lucha contra toda innovación, asegura la estabilidad de las situaciones imprevistas, previene lo inesperado. Esas figuras y las experiencias conflictivas a que están afectadas tienen a la vez un valor narcisista de integración y un valor mortal de repetición. Pero qué decir entonces de una figura, puesto que se dice que ella está transferida. Si nos remitimos a la noción de pulsión como concepto límite entre lo biológico y lo mental, para franquear el límite es preciso concebir la figura al menos bajo los rasgos de una representación. La figura significa entonces la más pequeña unidad susceptible de figurar en una cadena asociativa, o sea: lo que llamaremos un psiquema. El psiquema no puede ser asimilado ni a la palabra, ni al fonema, ni a ningún otro efecto de puntuación del lenguaje; tampoco al concepto, que no puede marcar más que un momento reflexivo sobre un o una serie de psiquemas, sino que debe ser
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concebido precisamente como la más pequeña unidad fantásmagóricamente desplazable. Desde este punto de vista, puede concebirse al psiquema como pivote tanto de la identicación como de la introyección como de la transferencia, salvo que el destino de los psiquemas se en cuentre modificado por los mismos mecanismos que lo encierran en una visión fantasmática. En este sentido la introyección y la proyección son sólo meca nismos que indican el sentido vectorial en el cual los psiquemas pueden ser transitados. El problema es saber si es posible considerar un status de los psiquemas: por ejemplo, definir un identema o un introyecto, sin hacer intervenir el enganche de las representaciones con los restos verbales, lo que implicaría que no hay psiquema que no sea necesariamente un significante. Puede entenderse entonces un psiquema primordial como ase gurando en los mecanismos del pensamiento un papel deter minante, minan te, como la serie: seno, seno, pene, pene , hijo. Esta serie es es conce conc e bible como psiquema sólo porque es una serie, y no puede detenerse en ninguna etapa de su representación sino que, por el contrario, extrae de su simbolismo el poder de ser represen tada por uno cualquiera de esos significantes. En lo que concierne a la transferencia, de la que vimos que no podía ser asimilada a los mecanismos de introyección o pro yección, los psiquemas desplazados y concebidos como la más pequeña unidad desplazable pueden corresponder a la "dimen sión” del más pequeño detalle simbólico, como a la representa ción de un personaje entero que deviene por un momento la más pequeña unidad representada. Puesto que es preciso entonces distinguir los psiquemas pri marios correlativos o contemporáneos de las identificaciones pri marias, y los psiquemas secundarios, veremos que, aun en el nivel primario, los psiquemas no pueden ser considerados como unívocos; no podemos concebirlos sino a través de sus retoños, que son los conceptos. Lo que equivale a decir que es impensable concebirlos de otra manera que por diferencia grande-pequeño, lleno-vacío, fuertefue rte-dé débil. bil. Con Concepto ceptoss todos todos estos cuyo cuyo senti sentido do opuesto se encuentra en las palabras primitivas, y de los que Freud pen
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saba4 que representaban la confirmación de su concepción de la expresión del pensamiento en el sueño. Si, a nivel de los conceptos, el sentido del concepto mismo sólo se manifiesta por diferencia, o si a nivel de las imágenes, como pensaba Freud, el valor sólo se manifiesta en razón de la oposición, el psiquema puede ser concebido como generador de esa oposición y se sitúa por ello a nivel de la barra de separación. Que el agrupamiento de psiquemas se ordene en complejos asociativos; que por efecto de la fijación parezcan construirse alrededor de la figura central de un personaje o de un rol; que por la esencia de las relaciones en las que se integran se les confiera el valor de una imagen, o que por su insistencia en el campo dialéctico de la transferencia se les atribuya el valor (e incluso para par a algunos la naturaleza) naturalez a) de un signi sig nifica ficante nte,, esos diferentes agolpamientos no pueden encontrar coherencia sino vinculados con el pensamiento y las ideas inconscientes, las que por la transferencia, es decir por el rodeo de otro pensamiento y de otra subjetividad, encuentran el medio de devenir conscientes.
4 S. Freu d, Des sens opposés dans les mots primitifs, primitifs, 1910.
CAPÍTULO II LA REALIDAD DE LA TRANSFERENCIA
Así como la “realidad sexual”, es decir, la comprobación de la diferencia de sexos, se presenta primero como un accidente, incluso ineluctable, del desarrollo psicosexual, mientras que en realidad es un determinante absoluto, igualmente la transferen cia aparecerá primero como un obstáculo en la cura mientras que su dcvelamiento dará cuenta del desenvolvimiento de esta cura- y aun del hecho de que haya aparecido como un obstáculo. Es decir, la transferencia e s una realidad. realidad. Fuer Fu erte te podría ser la tentac ten tació iónn de conmutar conmutar la transferencia transfe rencia por algo algo real. L a esencia .de la transferencia está en el movimiento que transfiere y repite un modo de relación; no es esta relación, es su trans ferencia. Por cierto, ese desplazamiento corresponde a una “realidad psíquica”, es decir que puede ser considerado, a justo título, como el objeto de una investigación, de una elucidación, a veces de una interpretación; es decir que por la intensidad de las fuerzas que vehiculiza, trata de encaminarse según las exi gencias de la realida realidad d exterior, exterior, Pero si su constancia, constan cia, su per manencia, incluso su inmutabilidad pueden hacerla pasar por real, sostenemos el principio de que es más verdadera que real. Se plantea entonces el problema de saber si lo que es despla zado, lo que es remitido, incluso lo que es sublimado en, sobre, por y con el analista puede ser calificado como real y tenido por real. En cuanto a este problema, nace una confusión del empleo de
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expresiones tales como como 'origen 'orig en de la transferen tran sferencia” cia” (M . Klein) o transferencia de base, base de la transferencia. Es fácil objetar que no se trata de una querella entre palabras, sino que, precisamente, las palabras son trampas a convicción. Estas expresiones llevan a pensar que la transferencia es una relación sólida que podríamos representarnos como una barra, un segmento que se habría constituido en la infancia y que bruscamente reaparecería en la actualidad de la situación analítica. Si queremos atenernos a una definición estricta de la transferencia esto no tiene sentido, porque la transferencia sólo puede ser el corre co rrelat lato o de una relación. Es el desplazam despla zamiento iento de una una relación; no puede haber en la infancia una transferencia pequeña que se desarrollaría para llegar a ser una transferencia grande. L a constancia de la pulsió pulsión n autoriza a decir de cir que hay algo de permanente, de constante, de reencontrable , pero no algo real. La expresión relación de objeto transferencial, aunque perfectamente coherente en el sistema de Maurice Bouvet, difícilmente pueda ser transpuesto en otro corpus teórico, precisamente porque objetiva la transferencia con un índice muy fuerte de realidad. De la distinción que hemos de establecer entre transferencia directa y transferencia indirecta surge que existe no sólo una diferencia, sino incluso una oposición entre una relación de ob jeto direc di recto to en la transferencia y la transf tra nsfere erenci nciaa misma, que no es otra cosa que la adecuación, el desplazamiento, a veces la sublimación de esa relación. Tal oposición es el campo donde se ejercen dinámicamente las fuerzas de la contratransferencia, que espontáneamente apunta a hacer indirecta la relación erótica para protegerse de ella, y a hacer directa la que por los miiltiples caminos de la resistencia tendería a reducir la relación analítica a un valor no significante. Sin embargo, por cuanto una relación infantil puede ser definida y en cierto modo localizada, o si cambiando de punto de vista adoptáramos la actitud de un psicoanalista genético y hasta pasáramos a 'la observación directa” de un niño, podríamos entonces declarar real un movimiento que fuera constitutivo de su objeto; en resumen, podríamos objetivar un comportamiento.
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Pero en la experiencia analítica propiamente dicha, no pudiendo localizar ni categorizar un movimiento semejante, nos veremos reducidos a comprobar la permanencia, la inmutabili dad, la rigidez de una “actitud” en la relación analítica. L a insistencia de la deman demanda da llega a ser tal (es (e s el tema tema fun damenta dam entall del análisis análisis definido definido - análisis análisis indefinido) indefin ido) que no puede interpretarse más que como resistencia: resistencia al análisis; me jor sería serí a decir: dec ir: resistencia al analista. Esa resistencia, por su constancia, acaba por tener una realidad. Puede entonces interpretársela como la remanencia de una realidad anterior, como la reedición de una relación infantil donde dominara el negativismo; después, llevar enseguida ese negativismo al principio general de la pulsión de Muerte cuya expresión marca la repetición. Se trata de una doble reificación, de la cual el texto de Freud sobre “Análisis definido-análisis indefinido” suministra más bien su mal comprendido pretexto que su argumento verdadero. La primera de esas reificacioncs consiste en pensar que el negativismo del niño era un estado y por eso no se inscribía en una relación dialéctica. La segunda es llevar ese negativismo a una teoría “sustancial” del instinto de muerte, en cuyo nombre la repetición no corres pondería más que a un status biológico. Ahora bien, si se conduce el problema de la resistencia a su verdadero campo, que es el de una relación dialéctica, se com prenderá que la insistencia, la repetición y aun la remanencia de una situación negativista no representan más que lo negativo de una demanda, inclusive si esta demanda no encuentra otro medio que la repetición para llegar a sus fines, es decir, obtener una respuesta. Es a ese título, me parece, que es preciso relacionar la parte de transferencia que Freud designa con el nombre de reimpresión , reedición y no repetición. O bien la demanda es verdaderamente una demanda y lo que es transferido apunta a obtener por la transferencia una respu res puesta esta v la repetición es entonces el medio med io más ^apr ^aprop opia iado do para ese fin, o bien la repetición no es sino una repetición, o sea: se a: letra muerta. muerta. Pero en ese ese caso es difíci dif ícill entender qué podría tener ella que hacer con la transferencia.
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Las palabras reimpresión y reedición dicen bien lo que quieren decir, y se reconocerá en ellas la marca escrituraria de su intención. La escritura asume aquí su función de permanencia; es preciso que eso sea inscrito; no existe duelo sin epitafio, demasiado bien se sabe la toma de partido que oculta el elogio fúnebre y la ambivalencia que oculta el panegírico. Por el contrario, el epitafio firma y sella. Scripta manent, verba volant. E l Petit Larousse, que es muy listo, dice bien que se trata de un proverbio que aconseja circunspección en circunstancias en que sería imprudente dejar pruebas materiales de una opinión. Pero la situación analítica ofrece, muy por el contrario, por medio de lo irrevocable , una posibilidad de inscribir para siempre a la transferencia como avalada. p o r la transferencia Lo que se ha denominado resistencia po (Maurice Bouvet) encuentra de hecho en lo irrevocable su vocación. L a reed r eedició ición n y la reimpresión reimpresión traducen tradu cen bien bi en ese sentido de la escritura de ser una resistencia. Pero por el momento, ocupados en restablecer en el campo dialéctico el lugar de la transferencia, veremos que esta última se inscribe (es (e s moment momento o de decirlo) en una oposición y que qu e entonces nos es preciso hacer que intervenga la noción de trans fere fe re n c ia n eg ativ at iva. a. Si nos atenemos a su estricta definición, la transferencia negativa no reside sino en la reviviscencia de emociones hostiles y en su su desplazamient despla zamiento o sobre el analista. L a expresión expresión de esas emociones hostiles es en efecto perfectamente observable en análisis, sea que se exprese directamente, o que necesite un desciframiento. Pero “muy loco es quien se fía de ella” por la simple razón de que habría que saber interpretar el momento dialéctico en el cual la expresión expresió n de esa emoción emoción hostil se inscribe. T al apreap reciación desfavorable, formulada con respecto al analista, ¿qué es lo que traduce? ¿la marca de un amor defraudado, el signo de una inversión de amor en odio o, por el contrario, la huella directa de un rechazo primitivo? ¿Manifiesta una expresión de envidia? envidia? Pero en este caso, caso, ¿¿no no implica el reconocimiento reconocimient o previo de cualidades envidiables, etc.? Problemáti Prob lemática ca esta esta que, mutatis
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mutandis, puede también ser levantada por las manifestaciones de una transferencia de expresión positiva. Entendamos bien que el concepto de ambivalencia es equívoco si consiste en querer absolver el problema afirmando que al fin de cuentas todo está en todo y recíprocamente, y que no cabe saber si debemos ocupamos de la carne o del pescado. El concepto de ambivalencia no debe ser asimilado al de mis tura, sino más bien a la dialéctica congelada, incluso en sus penso, que oculta. Así, se hablará de grados de ambivalencia, de una ambivalen cia débil o fuerte que decide sobre el grado de equilibrio de fuerzas, sobre su relación, pero no sobre las fuerzas mismas. Una concepción de la transferencia que tendiera a interpre tarla como el simple reporte, la estricta repetición de una rela ción anterior en una relación de objeto actual llamada relación de objeto transferencial, sólo puede considerar la expresión ne gativa o positiva de la transferencia como la repetición y el desplazamiento de emociones antaño experimentadas y luego reprimidas, de manera que la interpretación o la toma de con ciencia no podría concebirse sino así formulada “era como eso antes y también es como eso ahora”. Nuestra ironía al describir el movimiento no debe cebamos, y con ello ocultamos que, en efecto, ese movimiento existe, pero no traduce más que un momento en su tribulación dialéctica y que detenerse en tan buen camino conduce al pensamiento ana lítico a detenerse él mismo y al mismo tiempo constituirse él mismo como pura repetición. Si restituimos a la situación analítica su polo contratransferencial, comprobaremos que el efecto positivo o negativo de la transferencia sólo es perceptible como tal si es opuesto a la co rriente contratransferencial y determina entonces efectos de con cordancia y discordancia, de armonía o desarmonía, un ejemplo de los cuales dimos en el primer capítulo. Esos efectos de armonía o desarmonía son entonces los úni cos que permiten asignar a tal expresión negativa o a tal ex presión positiva de la transferencia su momento verdadero en el desarrollo dialéctico, para decretar que tal movimiento de odio no es más que la inversión de amor, para decretar que tal otro es la expresión directa de una identificación, etcétera.
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Se observará que entonces el concepto de resistencia y el de transferencia negativa pueden ser concebidos como correlativos, incluso como consustanciales, como ocurre con Freud, para quien resistir a la elucidación de los fenómenos inconscientes y resistir al analista son una sola y misma cosa. Esto supone evidentemente que, a la inversa, se conciba la alianza del analista y su paciente como una fuerza que apunta al mismo objetivo, alianza cuyos acentos bíblicos encuentran en Freud un eco particular y abren el campo místico del análisis. Moisés está en el horizonte de ese movimiento que técnicamente se interpretará como una sublimación, pero que dialécticamente no podrá concebirse sino como el choque, la adopción y finalmente la consagración del descubrimiento analítico. El adepto, el discípulo, el hijo o el aliado encuentra aquí el momento de su advenimiento fantasmático, advenimiento cuyos accidentes reactivan el proceso de la filiación, del sacrificio, de la castración, pero cuya superación autoriza a concebir un común designio: el ideal colectivo de una muchedumbre de dos. En tiempos de Freud, el advenimiento histórico del análisis podía confundirse con el advenimiento particular de cada nueva cura. Ningún cliente que no fuera un adepto en potencia, ninguno que no resistiera al mismo tiempo al descubrimiento de sí mismo y a la perspectiva del movimiento del pensamiento analítico, ninguno cuyo proyecto no fuera al mismo tiempo el proyecto del pensamiento freudiano. Esos dos tiempos son ahora separados por el aparato de las sociedades, por la codificación de la transmisión del análisis, por el código civil de la filiación que excluye a los hijos naturales. Pero la alianza seguirá siendo el punto de culminación de una misma perspectiva, a condición de que Freud la desenmarañe como pueda, allí abajo, con Moisés, a condición de que sus sucesores sepan en qué sentido conviene dar largas a tan histórico asunto. Si trazamos el punto límite de la culminación de una transferencia positiva como un punto místico, es para señalar que ese punto no puede ser entendido sino como efecto de un acuerdo y que lejos de escapar por cierta asunción de la mónada al
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tiempo dialéctico de su advenimiento, es preciso reunir, por el contrario, dos corrientes que en ese caso van en el mismo sentido. La alianza que necesariamente se funda sobre la transferencia y la contratransferencia positivas no debe su positividad más que al hecho del acuerdo. acuerdo. Puede imaginarse entonce ento ncess que este este acuerdo oculta en sí mismo los gérmenes de un mal fin, como esos ciegos que representa Breughel y de los cuales el primero de la fila se ha extra extraviado viado en una zanja. L a alianza alian za puede en efecto concebirse como un acuerdo del mismo lado de la barre ra para resistir resis tir juntos juntos al descubrimiento descubrimiento del sentido. Se ve en tonces que la positividad de la transferencia no es positiva sino con respecto al deseo del analista, y que supone otra positividad más absoluta. Esta positividad absoluta se dibuja y se revela perfectamente en el análisis, donde el sentido parece develarse bajo los ojos del analista y de su paciente como un hecho nuevo que los supera a ambos; entonces ya no hay precesión de la contratrans ferencia, ferenc ia, ni pregunta ni respuesta respuesta.. L a superación de los mo mo mentos dialécticos encuentra su culminación en la revelación de un sentido que deja muy detrás suyo la positividad o la negatividad de la transferencia, a la que sin embargo sirvieron de trampolín. Esta interpretación de la transferencia positiva y de la trans ferencia negativa se inscribe en el movimiento contrapuntístico que nos parece pare ce caracterizar caracterizar el proces proceso o analítico. E s por ello ello que la transferencia negativa se traducirá por un efecto de oposición y la positiva por un efecto de acuerdo. Dichos efectos de acuerdo o de oposición no se conciben sino oponiéndose o acordándose al punto de vista del analista, que puede ser adecuado o caduco. Si lo suponemos adecuado, si por ejemplo la construcción y la reconstrucción en'análisis van en el sentido de una elucida ción siempre más avanzada, podemos confundir resistencia y transferencia negativa bajo un mismo término, y decir que resis tir al analista o resistir al análisis es una sola y misma cosa. Si, por el contrario, suponemos caduco el punto de vista del analista, esta caducidad casi no podrá apreciarse desde un punto de vista vist a absolu a bsoluto, to, ni “fuera” de la situación situ ación an anal alíti ítica ca.. No será será posible, en nombre de una verdad superior, de una técnica
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mejor, de una extrapolación ideal, decretar que tal otra inter pretación hubiera producido mejores frutos, hubiera evitado tal estancamiento, reducido el efecto de resistencia, etcétera. Sólo se podrá interpretar esta caducidad en función de las interacciones transferenciales y contratransferenciales que hayan acarreado una caducidad semejante. Quizá sea legítimo emitir un juicio crítico, pero se compro bará entonces que por un efecto de acuerdo el analista y su paciente se encontraron por un tiempo del mismo lado de la resistencia, del mismo lado de las fuerzas de represión; que por un efecto de complicidad, ambos se encontraron, por la fuerza de la transferencia y contratransferencia positivas —arras trados como los borregos de Pan P anurg urgo— o—,, en un mismo mismo instante insta nte de ceguedad. Igualmente podría demostrarse que por la interacción de los movimientos de transferencia y contratransferencia negativas, es también del mismo lado de la resistencia que se reencuentran nuestros dos protagonistas para enredarse en una relación sadomasoquista. Existe entonces una positividad y una negatividad más abso lutas que aquellas que se dedican a caracterizar la transferen cia; no puede tratarse sino de una sublimación, es decir, una derivación de la meta sexual, de las pulsiones primitivamente comprometidas. Con ello, tam tambié bién n se remarca remarca el efecto efec to n nec ece e sario de ruptura, de fractura, de demarcación que desanuda el lazo de acuerdo o de desacuerdo de una relación transferencial. El efecto más seguro de la interpretación no siempre consiste en apuntar al blanco, porque apuntar al blanco refuerza siempre la transferencia positiva o amplifica la reacción negativa. fo rm a p a r te de Si ese valor de sublimación, que según Freud form la transferencia, se entiende de ordinario como adquirido por el analista y como que debe ser adquirido por el paciente, se pre cisan algunos ejemplos de que siempre ocurre así, y como rasgo de ingenio se citarán, mientras que se trata de un hecho funda mental, esos análisis mal llevados cuyo resultado demuestra ser excelente gracias al talento del analizado. Agreguemos que la conducción de la cura en sus momentos estratégicos o tácticos no va necesariamente en el sentido de una elucidación. elucid ación. Todo Tod o lo lo contrario, contrario , ella puede puede dejar en la sombra
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determinado determinado punto enigmático. E l ana analist listaa se hará entonces temporariamente aliado de la represión; lejos de ser excepcional, esta actitud, sostenida por el silencio, es la más frecuente. La positividad y la negatividad de la transferencia se introdu cen así en la noción de afecto transferencia!, como también en el problema de las cargas libidinales desplazadas en la trans ferencia. ¿Qué será aquí de la realidad de la transferencia? Si nos atenemos a la interpretación de la transferencia como pura y simple repetición, si la consideramos como la reitera ción pura y simple do una relación infantil real y repetida más que desplazada sobre el analista, deberemos también considerar a la transferencia como otra realidad en un todo semejante a la primera. Buscarem Busc aremos os entonces en el aná análisis lisis "actit "ac titud udes es prototípicas”, hablaremos de localización y necesariamente de obje tivación de comportamientos revelables en su repetición e in terpretable terpr etabless como tales. Estos comportamien comportamientos tos existen, existe n, esas localizaciones son posibles, estas interpretaciones son practicadas. Si, por el contrario, remarcamos el aspecto de reedición, de reimpresión de la transferencia, si consideramos que el despla zamiento no es solamente un movimiento pasivo sino un movi miento que crea, que inventa y que transmuta, y hasta que su blima las fuerzas de que es portador, daremos menor peso a la realidad de comportamiento anterior, interpretaremos el movi miento dialéctico de las oposiciones contratransferenciales más de lo que localizaremos y no objetivaremos tal o cual actitud, incluso tal posición en el sentido kleiniano del término; nos alejaremos de la realidad fáctica de los acontecimientos, mas tendremos por fantasmáticos a los elementos de una escena primitiva de los que investigaremos sus sus circunstancia circun stanciass reales, reales, etc. En resumen, aca ac a baremos diciendo que la transferencia no tiene nada de real. Estas dos posiciones son igualmente ilusorias e igualmente ver daderas, en el sentido de que la realidad en análisis no es nun ca un dato de hecho sino que, si puede decirse, ella queda por hacer. Todo análisis corre siempre el riesgo de ganarle de mano a la realidad sobre el fantasma, como también de desvanecerse en una visión “proustiana”. No hay una realidad, sólo hay realidades.
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En el fondo de cada sueño, de cada fantasma, de cada idea, de cada recuerdo, de cada transferencia, hay un tropiezo de lo real, una realidad que funciona como límite, entendiéndose que cada una de las funciones psíquicas que acaban de ser enumeradas: sueño, fantasma, recuerdo, etc., constituye ella misma una realidad psíquica en cuyo interior la realidad límite funciona como opositora y dialoga con lo subjetivo. Hay pues múltiples realidades pero que rápidamente pierden su carácter absoluto para devenir relativas a la categoría psíquica en la que se inscriben. inscriben. De manera que con relación al sueño sueño el resto diurno que lo indujo es una realidad, evidentemente relativa puesto que se ha separado de un acontecimiento real más global en razón razón de su significa sign ificancia ncia.. Asimismo, Asimismo, la “escena primitiva” ofrece a la investigación sensorial del sujeto un soporte “real” real ” pero pero que sólo es real frente fren te a un fantasma fanta sma edípic ed ípico o que qu e lo encierra. encierra. Pero la realidad misma encuentra encuentra en cierta c ierta manera una más real que ella, si se admite que ella depende de los esquemas filogenéticos de la especie; los cuales descansan sobre una última realidad: la de las huellas mnésicas. Cuanto más se teoriza, más relativo deviene el sentido de la realidad en la medida en que en cierto modo ella se interioriza. riza. Si la realidad realidad continúa siendo exterior y objetiva, obje tiva, rápidarápida mente será su intención subjetiva la que entrará en juego. Así, puede “tenerse en cuenta” la realidad o negarse su existencia; un paso más y se dirá de la realidad que puede ser “reprimida”, lo que, sin duda, es un término impropio, pero que muestra que la realidad no es sólo un exterior que se opone, sino un interior que forma parte del psiquismo. Se dirá aue en la segunda tópica el Yo tiene en cuenta exigencias del Ello, del Superyó y de la realidad, lo que le confiere casi el status de una instancia. Por último, la realidad llega a confundirse con el “sentido de la realidad” el cual es propiamente prop iamente subjetivo e interior. La realida realidad d es, pues, perfectame perfec tamente nte relativa. Su verdadera función en la cura es ser también ella un término dialéctico, es decir, oponerse o unirse a determinado movimiento del proceso analítico según las necesidades de la causa. En cuanto a pronunciarse sobre la “realidad” de un acontecimiento traumático, es éste un punto de vista estrictamente teó-
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rico o, si se prefiere, científico que escapa al proceso analítico propiamente dicho, pero que sin embargo puede testimoniar una una posición contratransferencial contratrans ferencial (mo (moment mento o reflexivo reflex ivo)) como lo mostramos en el primer capítulo de la primera parte. Las La s interminables interminab les discusiones discusiones de algu alguno noss autores (Id (I d a Malcapinc, Silverberg, Glover) G lover) para saber si las las circunstancia circunsta nciass que q ue rodean la sesión analítica deben ser contabilizadas como reali dad o como transferencia, por ejemplo el apretón de manos, el abrir la puerta e incluso ciertas actuaciones, etc., no tienen en mi opinión ningún interés, porque la ‘realidad” no se sitúa en determinado sitio absoluto de una circunstancia sino que depen de estrechamente del movimiento dialéctico que se le impri me, de manera que determinado apretón de manos puede tanto testimoniar una realidad en el sentido de una opacidad de la resistencia como una expresión transferencial en el sentido dia léctico léc tico del término. Lo importante importante es es que que escap e o no a una una interpretación en la transferencia; puede ser realidad porque se la desea insuperable como tal, o realidad en el sentido de realidad psíquica, porque corresponde a un deterninismo inconsciente interpretable en la transferencia. Más que pronunciarse sobre la realidad de la transferencia, será preferible hablar de índice de realidad, entendiéndose que el valor de ese índice deberá determinarse durante la cura y dependerá del valor que el analista y su paciente le confieran. Se comprenderá mejor la importancia de ese índice al consi derar el grado de realidad que conviene apreciar en expresiones tales como transferencia paterna y transferencia materna.
Transferencia paterna, transferencia materna Estas expresiones parecen acreditar la tesis de una realidad de la relación transferencial que devendría propiamente paterna o materna, y donde el índice de realidad podría tomar un valor enorme. Conviene a ese propósito recordar la concepción de Freud en lo concerniente a la teoría general de las neurosis; no pudo ser más claro en este punto:1 1 S. Freud Fre ud.. “Introducc “Int roducción ión al psicoanálisis", en Théorie genérale des névroses, vroses, trad. V. Jankélévitch, París, Payot, 1949, pág. 488.
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“Es bueno que sepan que las localizaciones de la libido sobre venientes durante y después del tratamiento no autorizan ningu na conclusión directa en cuanto a su localización en el curso del estado m órbido. órbido. Suponga Supongamos mos qu e en e l curso curso d el tratamiento tratamiento comprobamos una transferencia de la libido sobre el padre y que logramos separarla felizmente de este objeto para llevarla a la per p erso son n a d e l m éd ico ic o : sería un error concluir de este hecho que el enfermo ha sufrido realmente una fijación inconsciente de su libido en la persona del padre.2 La transferencia sobre la per sona del padre constituye el campo de batalla sobre el cual aca bamos adueñándonos de la libido; ésta no se encontraba allí des d e e l comienzo, sus orígenes orígenes están están en otra parte. parte. El cam po d e batalla en el que combatimos no constituye necesariamente una d e las posic posiciiones important mportantes es d el enem igo. La defensa d e la capital enemiga no está siempre y necesariamente organizada an te sus misma mismass puert puertas as.. Es sólo des pu és d e h ab er suprim suprim ido la última transferencia que - p u e d e reco re con n stitu stit u irse irs e m en talm ta lm en te la localización de la libido durante la enfermedad misma.” Puede comprobarse, pues, en el curso de las modificaciones dinámicas registradas durante la cura, una transferencia pater na. L a expre expresió sión n transferencia! patern pat ernaa es distinta distinta de la expre expre sión transferencia entendida en su sentido general, que especi fica el desplazamiento de un complejo de representación sobre la persona del médico. Vemos que aquí la realidad de la transferencia sólo puede apreciars apr eciarsee con un un ín índice dice muy débil. déb il. L a verdadera “realida “realidad” d” de de una relación arcaica entendida desde un punto de vista genético no podrá apreciarse más que por reconstitución teórica, cuando la última transferencia esté suprimida. Es evidente que el empleo de las expresiones transferencia paterna y transferencia materna se justifica bajo la expresa reser va de no considerarlas nunca como repetición pura y simple de una realidad histórica sino como reordenación, nueva y transi toria distribución de las energías psíquicas durante la cura. La noción de fijación sostiene aquí el empleo de esas expre siones; la fijación fija ción de de la tendenc tend encia ia es definida defin ida por Freud 3 como 2 E l subrayado subra yado es nuestro. 3 S. Freud, “Introducción “Introducción al psicoanálisis psicoan álisis”, ”, en Théorie générale des névroses, vroses, trad. V. Jankélévitch, París, Payot, 1949, pág. 366.
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el hecho, para una tendencia parcial, de rezagarse en una fase anterior, y ninguna otra cosa. A partir de allí importa captar las relaciones que unen la regresión a la fijación para situar convenientemente el lugar de la transferencia con respecto a esas dos nociones.4 "La regresión tiene lugar cuando, en su forma más avanzada y en el ejercicio de su función, es decir, en la realización de su satisfacción, una tendencia se enfrenta con grandes obstáculos exteri exteriores ores.. Tod o con du ce a creer que la la fijaci fijación ón y regresión no no son son ind ind epend ientes la una d e la otra. otra. Cuant Cuantoo m ás fu erte en el curso del desarrollo es la fijación, más fácil le será a la función escapar a las dificultades exteriores mediante la regresión hasta los elementos fijados, y la función formada tendrá menos posibilidades de resistir los obstáculos exteriores que encontrará en su camino. Cuando un p u eb lo en movimie movimiento nto h a d ejad o en su ruta fuertes destacamentos, las fracciones más adelantadas, si son vencidas o se enfrentan con un enemigo muy fuerte, tendrán una gran tendencia a volver sobre sus pasos para refugiarse junto junto a esos destacam entos. Pero las las fracciones fracciones adelantadas también tendrán tantas mayores posibilidades de ser vencidas cuanto más numerosos sean los elementos retrasados!' A despecho de estas metáforas guerreras se concibe que, en este caso, la actualidad de la situación analítica, la realidad del analista puede constituir una fuente de excitaciones que sirven entonces de lugar de descanso para la satisfacción de las tendencias inconscientes, y que ello entraña un movimiento regresivo en el curso del cual aparecerán los puntos privilegiados de una fijación, que puede ser materna, paterna o cualquier otra, pero que se denomina así por referencia a los primeros objetos marcados por la libido, de los que sabemos que son de naturaleza incestuosa. Con mucha frecuencia, por una suerte de abuso de saber, por precipitación, se interpretan así las transferencias llamadas paternas, ternas, sin preocuparse preocuparse por las etapas etapas intermedias: intermedias: la fijación, los accidentes de tránsito, las múltiples connotaciones de la constelación familiar, el importantísimo papel del fratricidio o de la fijación de tendencias parciales en objetos aparentemente alejados del complejo familiar. Por cierto, todos estos riesgos de la fijación pueden ser vincu4 íd., ibtd., ibtd., pág. 367.
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lados con el complejo central de la triangulación edípic edípica. a. Pero, en lugar de concebir a ese complejo central como punto de partida, con mayor frecuencia convendría considerarlo como punto de llegada, siempre enigmático enigm ático,, siempre siempre sorprendent sorprendente, e, siempre por descubrirse. Ahora bien, el proceso analítico extrae su fuerza esencialmente de dos cosas: de la elucidación de los fenómenos inconscientes organizados en complejos enigmáticos y del desplazamiento de los elementos de esos complej com plejos. os. Pero Pe ro toda la dinámica de la transferencia, es decir todo lo que hace que “ahora ya no sea totalmente la misma cosa”, reside en que el desplazamiento, aunque virtual y justamente porque es virtual, transmuta los elementos que desplaza y lo los calibra cali bra según segú n otra o tra medida. Si los los naipes son siempre siem pre los mismos, mismos, su distribució distri bución n ya no lo es. La transfe tr ansferenc rencia, ia, en la medida en que no es real sino verdadera, puede restituir a los elementos desplazados su valor memorativo, desenmascarar sus falsas asignaciones. El momento fundamental por el cual el impulso pulsional es lo constitutivo del objeto supone, por la permanencia de esa constitución, una estructura que tiene en cuenta a la vez la "geografía pulsional”, es decir, el lote particular de predisposiciones erógenas y una capacidad de desplazamiento de esa estructura: el movimiento por el cual esa estructura se, desplaza es la trans fere fe ren n c ia. ia . La transferencia no es esa estructura. Es el movimiento por el cual esa estructura puede desplazar sus elementos organizados de manera compleja. Ese movimiento no es libre , está determinado por la estructura que se desplaza , por las resi re sist sten en cia ci a s o fac fa c ilita ili ta c ion io n es qu e p u ed en serle opuestas. En este sentido, las fijaciones infantiles, por el predominio de un tipo de elección objetal históricamente determinado, entrañan una rigidez de desplazamiento y una suerte de rigor fatal de su punto de culminación. La transferencia está estrechamente ligada a la repetición de circuitos pulsionalcs complejos que topan con los puntos de fijación prcstablecidos; en este sentido es que pueden tener fundamento las expresiones transferencia paterna y transferencia materna, entendiéndose que esas denominaciones pueden dar cuen-
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ta de fijaciones más más bien que de un un mo movim vimien iento to libre. libre . Es por je ta l y polo p olo n arcic ar cicista ista d e la trans tran s ello que los términos p o lo o b jeta feren fer en cia ci a , que no son calificativos de la transferencia sino los lími tes puntuales de sus manifestaciones, superan por su punto de vista los álcas históricos de las fijaciones y dan mejor cuenta de la labilidad por la cual, en el curso de una misma sesión, si no de una secuencia y aun de una sola palabra o de un silencio, el soporte transferencia! del analista puede ser calificado como paterno o materno. El analista no es el objeto de la transferencia; es sólo el punto límite de su culminación fantasmática, objetal o narcisista. Sin embargo, todo lleva a creer que el analista es el objeto de la transferencia transf erencia.. Todos los esfuerzos del del paciente, pacient e, todas las fuer zas inconscientes de las que dispone se organizan para convencer al analista de que “es” el padre o de que no lo “es”, lo que viene a ser lo mismo. mismo. To Todo do el error llam llamado ado contratra con tratransfer nsferenci encial al del analista es creerlo, sea que quiera entonces asumir el papel de esta posición, sea que por identificación le dé entero crédito. Estas tendencias a la reificación en la cura aparecen apoyadas por algunas teorías resueltamente realistas de la transferencia. Entre ellas, el artículo, citado muy frecuentemente, de Ida Macalpine, marca una posición clave.5 Representa la piedra angular de estas concepciones tanto por que el autor abordó explícitamente el tema como por el examen de las ideas que precedieron su punto de vista. Es así como Ida Macalpine denuncia, a justo título por lo de más, las ambigüedades y contradicciones de que dan testimonio las concepciones de los posfreudianos sobre la transferencia. Pero todo se embrolla cuando se plantea el problema de la “servidumbre libidinal mutua”, a la que Freud alude en Psychologie collective et analyse du Moi (Psicología colectiva y análisis del Yo). Freud está esencialmente preocupado por mostrar que hay una similitud fundamental entre la transferencia y la hipnosis y que la sugestión es inherente a la empresa analítica, pero que, por la posibilidad de elucidar la transferencia, esa sugestión no lo es. Asigna pues al análisis de la transferencia una meta muy precisa, 5 Ida Macalpine, Macal pine, en The Psychoanalytic Qmrterly, Qmrterly, vol. XIX, págs. 501539, 1950.
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la de denunciar, a medida que surgen, los elementos transferenciales inconscientes para elucidar su sentido. El problema de la sugestión es nuevamente planteado y según Ida Macalpine, no resuelto; la vieja cuestión que largamente tratábamos en el primer capítulo de la la segunda parte part e resurge: ¿dón de se sitúa la sugestión? sugestión? ¿Es obra obr a del sujeto suje to en quien el operador no hace más que desencadenar desencadenar algo alg o que ya existía? ¿O bien está del lado del operador, quien transfiere en su paciente algo que no le pertenece más que a él? Ida Macalpine utiliza esta problemática insistiendo en la nece sidad sidad de distinguir la sugest sugestión ión de la sugestibilidad. Esa distin ción le es en efecto necesaria para separar los factores intrínsecos y los factores extrínsecos que van a determinar la transferencia. Su óptica es, en efecto, rigurosamente determinista; el problema de la naturaleza de la transferencia depende de la cuestión "qué es lo lo eme eme determina deter mina la transf tra nsfere erenci ncia” a” es virtud sin duda del del bien conocido adagio: que si se conoce la causa se conoce el efecto. Según Ida Macalpine, se ha caído en el error de considerar a la transferencia como una manifestación espontánea a despecho de la existencia existen cia de factores factores desencadenantes. desencaden antes. L a transferencia es in in ducida, es preciso, pues, reconocer y examinar dichos factores desencadenantes, se trata de la trampa de la "realidad” porque en esa óptica ópti ca la transferencia transferencia es un estado. Toda Tod a la empresa empresa ana lítica se reduce a indicar ese estado. Es evidente que para considerar a la transferencia como un estado debe entrar en juego el concepto de regresión; concepto él mismo reificado, en la medida en que dicha regresión no es un retorno dinámico o temporal a una estructura anterior sino la es tructura misma. Se hablar hablará, á, pues, pues, de "regresión "regre sión transferencial” transferenc ial”,, expresión que aparece bajo la pluma de muchos otros autores psicoanalíticos. Así, la técnica analítica tendría por fin inducir la transferencia. En efecto, por las frustraciones que ella impone: invisibilidad del analista, silencio, posición acostada, frustración objetal, ella deter mina un estado infantil, una regresión transíercncial; la instalación progresiva de esta regresión conduce a la "neurosis de transfe rencia” de la que Ida Macalpine suministra los siguientes puntos de referencia: —cuando los síntomas se relajan;
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—cuando el nivel del conflicto es alcanzado; —cuando el conflicto neurótico es dirigido hacia la situación analítica; —cuando la productividad mórbida se centra alrededor de un solo punto: la relación con el analista. La transferencia sería pues un estado, al principio incompleto, que en el momento de la neurosis de transferencia alcanzaría su apogeo; la transferencia transferencia es es el corazón del del proceso proceso analític an alítico. o. Antes, Antes, la naturaleza del conflicto permanecía oscura, pero por un develamiento casi quirúrgico se manifiesta de golpe. Esta Est a teoría comporta comporta algún elemento de verdad. Es verda verdad d que la situación analítica, por el hecho del silencio, por la posi ción recostada, el abandono de la expresión motora, la proyec ción sobre el analista de significaciones parentales, etc., es inductora de una regresión. Es verdad también que toda una parte del proceso analítico descansa sobre una regresión cuyos aspec tos son además múltiples; es verdad también que una parte de la actitud contratransferencial se organiza en función de esa regresión. Pero es totalmente ilusorio pensar que la transferencia e s esa regresión. L a transferencia no es es un estado, ni tampoco una una realidad. La transferencia no se confunde en ningún caso con el con junto junt o de la situación ana analíti lítica, ca, y todavía menos con co n la regresión que ella puede inducir; sino que más bien se apoya sobre los dife rentes tipos de regresión para traducir entonces el modo original según el cual, en el momento de la regresión, el mundo objetal se constituye. De igual manera, una estructura neurótica determinada, un tipo de fijación, incluso un modo de contracarga no serán entendidos, percibidos, comprendidos, aunque se los tenga “diagnosticados”, sino por su modo de apercepción contratransferencial, es decir que no hay estado de transferencia, no hay inás que correlaciones de transferencia que corresponden a los diferentes grados de la re gresión y que por una parte los revelan. Puede decirse que a cada etapa de la regresión temporal o a tal aspecto de la regresión tópica, corresponde una estructura de transferen tran sferencia cia específica. Puede decirse que la transferencia da testimonio de una estructura correlativa de la regresión, pero no
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que “constituye esa regresión”, porque es por cuanto que no se confunde con ella que permanece a disposición del Sujeto y que por la elucidación de su sentido puede abrir una situación de conflicto hasta entonces cerrada en sí misma. Esto, lo recuerdo, de ninguna manera invalida que pueda existir en la situación analítica analítica un estado estado.. Por una parte, parte , la regreregresión al narcisismo primario puede ser concebida como un estado y según algunos como una estructura6, pero en todo caso diferentes de las manifestaciones por las cuales se develan. Una buena ilustración de la diferencia entre la “realidad” de una situación y la potencia virtual de una estructura transferencial puede ser suministrada por los seis personajes en busca de autor de Pirandello que, mejor que ningún tratado, sitúa perfectamente el “rol” de la realidad. Sabemos, en efecto, cómo el encuentro de esos personajes consagrados por su mismo ser a ser el huérfano, el padre noble o la mujer vilipendiada, basta para desencadenar un drama ineluctable. Indefectiblemente la bella muchacha impúdica encontrará al padre noble que indefectiblemente abandonará al hijo abandonado puesto que él es el hijo abandonado, etcétera. Es lo que ocurre con la transferencia que, portadora de los dramas potenciales de los que es vector, exigirá indefectiblemente, según la escena donde su efecto se despliega, los mismos objetos. En cada instante cada uno de los personajes defiende la realidad: él es lo único verdadero puesto que él es él. El decorado, que sin embargo es concreto y que el director aporta a su requerimiento, no es más que una pacotilla graciosa frente al verdadero velador, al velador real del que el personaje se dice portador. La risa de la gran coqueta, interpretada por una actriz bien real y entrada en carnes, no es más que una burla sonora frente a la verdadera risa de la bella muchacha, etc.; cada uno, pues, por el solo hecho de ser él mismo, se dice real y lo cree, pero no hay allí, lo sabemos, sino pura virtualidad, potencialidad en marcha. march a. E n verdad verdad sólo serían reales reale s los actores acto res opuestos opuestos a lo los personajes. Pero los actores, aunque total to talm m ente en te vivos, vivos, son incapaces, por su oficio, de ser verdaderamente ellos mismos. 6 Cf. André Green, “El narcisismo primario: estructura o estado”, en ' L’Inconscient, números 1 y 2, París, P.U.F.
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Nada, pues, impedirá que el drama se produzca y sobre todo que se reproduzca eternamente. Para poner fin a este drama ineluctable haría falta un autor, dich di cho o de otro modo, modo, un sujeto. Además, todos todos los personajes lo reclaman en todo instante pero con más o menos convicción, tan urgidos están, no por jugar (son los actores quienes juegan), sino por ser lo que son o lo que dicen que son. ¡Qué presencia de la transferencia y, sobre todo, qué fuerza de convicción en ese puro imaginario que cree ser reall Pero sigamos con el estudio de Ida Macalpine y de su concep ción estática de la transferencia. Es verdad, como ella piensa, que en ciertos análisis la comple jidad jid ad de los elementos elementos transfer tran sferenci enciales ales hasta entonces enton ces dispares puede organizarse para constituir lo que se denomina neurosis de transferencia; es verdad que por efecto de la transferencia los conflictos se ordenan alrededor de la situación analítica; es verdad que por efecto de la transferencia positiva los síntomas pueden ser abandonados; es verdad que un conflicto (más bien me parece que e l conflicto), que un conflicto, pues, por su transferencia en al situación analítica, puede encontrar su salida porque es trans puesto, pero es precisamente a su transposición que debe su capa cidad de resolución, porque si el paciente entra realmente en conflicto con el analista, no hay ninguna razón para que ese con flicto encuentre un día su resolución analítica. Si reconocemos, pues, al pensamiento de Ida Macalpine algún fundamento, es para comprobar que ningún pensamiento psicoanalítico puede permitirse, contrariamente al pensamiento filosó fico o político, ir hasta el extremo de sí mismo, porque corre el riesgo de ser contradicho en los tres cuartos de hora que siguen. Queriendo negar toda influencia de la realidad en la cura, o que riendo excluir toda virtualidad del fantasma, nos exponemos a no percibir ya su intrincación. Pero más difícil todavía será apreciar el índice de realidad en una teoría aun más sistemática de la cura cuya imagen nos da él kleinismo. La realidad de la transferencia, o más bien su origen, su “base”, se verá allí deportada a un grado tal de precocidad que llegará a ser más accesible a una visión teórica que a una comprobación de la “realidad”.
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Pero por una curiosa inversión, esa teoría “panfantástica”, por el crédito que acuerda a una suerte de realidad del fantasma, llegará a considerar las manifestaciones de la transferencia con un índice muy fuerte de realidad, índice que traduce la poster gación inalterada de la realidad fantasmática precocísima sobre la actualidad de la transferencia. Cuando considera los orígenes más lejanos del pensamiento, Freud habla solamente de un ser dotado de sensibilidad y movi miento y le atribuye inmediatamente un sentimiento de desam paro. ¿Pero cuál es ese desamparo? Como Melanie Klein lo hace a menudo, suministra respuesta a una pregunta que no ha planteado y su pensamiento parece inscribirse corno complemento en un problema que para Freud se plantea de manera mucho más general, filogenética, y casi cósmica. Para Melanie Klein ese desamparo está directamente encama do. do. Lo que Freud Freu d atribuye atribuy e al ser, ser, al organis organismo, mo, en definitiva de finitiva a una entidad a la vez metafísica y concreta, ella lo acuerda a un Yo primitivo asaltado por la angustia del instinto de Muerte. El lactante es alguien enfrentado con algo. Dentro de él, la muerte está presente; su Yo aún inmaduro busca desviar esa fuerza oscura proyectándola fuera de sí. La realidad exterior confirma la naturaleza benéfica o maléfica del fantasma inconsciente porque ese “Yo”, aunque inmaduro, está habitado por lo imaginario, puesto que el fantasma incons ciente es el correlato mental ineluctable del impulso pulsional. La realidad es a la vez aquella, interior, del instinto que ali menta la crónica de los fantasmas que le dan cuerpo, y la otra, exterior, que repercute secundariamente sobre ese fantasma. En Freud, más esencial, el rodeo es diferente; sabemos cómo para el “ser entregado al desamparo” surge la satisfacción alucinatoria del deseo, señuelo provisorio frente al cual la realidad se conmoverá como prueba de insatisfacción. En las dos concepciones, freudiana y kleiniana, la realidad sigue siendo verificadora, lo exterior se hace juez de lo interior, pero en Freud esta experiencia es regida por juegos de fuerzas, se ins cribe en una regulación de la materia viviente: por el hecho mis mo de que la vida mental está gobernada por el principio de pía-
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cer-dísplacer, su propensión natural, que es la de descargarse, encuentra satisfacción inmediata y transitoria en una representa ción sustitutiva. Desde ese momento, la marcha del pensamiento freudiano ope ra un cambio de rumbo epistemológico, porque ya no es de la realidad que se tratará sino de su principio, es decir, del proceso por el cual es para diferir el displacer, que la realidad será acep tada como tal. Si estas dos concepciones, freudiana y kleiniana, son más com plementarias que contradictorias, se sitúan en niveles epistemoló gicos diferentes. En efecto, las cuestiones propuestas por Freud a propósito de la realidad se sitúan en un nivel más general y más elevado que el de Melan M elanie ie Klein, quien sin embargo embargo les da una respuesta. E l nivel de las preguntas levantadas autoriza a Freud a preservar una oposición entre lo orgánico y lo mental, lo que le permite dejar a la pulsión el status de concepto límite, disponer así una apertura a los problemas somáticos y, desde allí, a la conversión simbólica; ellas disponen por añadidura de un espacio filogenético y sobre todo mantienen la mirada sobre los grandes princi pios reguladores de la vida mental, de tal manera que cuando llegue el momento de considerar la vida más allá del principio de placer, el instinto de Muerte podrá concebirse a la vez como realidad y como punto punto de vista sobre la realid rea lidad ad,, a la vez como instinto y teoría del instinto. Muy diferente se presenta a este respecto el nivel epistemoló gico en que se sitúa Melanie Klein. No basta decir que ella opera un simple desfasaje temporal que remite más precozmente la for mación del Yo, porque, a fuerza de desfasar el Yo hacia el origen, él mismo llega a ser el origen origen.. De suerte que lo que qu e se concebía conce bía como adquisición progresiva y por ello aleatoria deviene aquí una certe ce rteza za:: los elementos elementos pulsio pulsionale naless que constitu con stituyen yen el Yo y contra los cuales él se debate son extemporáneamente correlati vos vos de los los fantasmas inconscie inconscientes. ntes. Por ello, ello, la realid re alidad ad psíqui ps íquica ca ya está allí. Para Freud, la realidad psíquica no lo está todavía, sólo se plas mará a la vez en su obra y en el tiempo que le asigna en el mo mento en que la sexualidad propiamente dicha le oponga un destino anatómico, de suerte que de exterior que era, esa reali
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dad acaba por incorporarse al mundo mental hasta que se puede hablar de realidad psíquica. Ella delimita entonces una estructura en el sentido propio de la palabra, puesto que vislumbra un sistema cerrado regulado por el principio mismo de esta realidad. Esa estructura escinde en dos partes desiguales a ese Yo, que no es es entonces entonc es sino el lugar de un un enfrentamiento: enfrentam iento: de una parte un Yo-realidad y aquel, más primordial, del que se desprende y que es un Yo-placer. El contexto de Frcud es la biología, el contexto de Melanie Klein es Freud v ía Abraham. Ambos nos han enseñado a reconocer la importancia de un contexto; de allí que sea legítimo que nos preguntemos si la apa rente continuidad de ambas teorías, aunque afirmada por los kleinianos, no encubre algún elemento contradictorio. La marcha de Freud, a la vez teórica y clínica, procede de consideraciones filogcnéticas y biológicas sobre la sustancia ner viosa; esas consideraciones encuentran los mismos enigmas en el estudio de la histeria y revelan entonces la importancia deter minante del lenguaje. Así, Freud imaginará el proceso de representación alucinatoria segú según n el model modelo o de lo los sueñ su eños os.. . . Este camino lo conduce ne cesariamente de lo manifiesto a lo latente, de la superficie a la profundidad. Pero el enfrentamiento de las cuestiones biológicas y los enig mas de la histeria habrían permanecido sin duda en el nivel de una teoría fusta pero limitada si el autoanálisis de Freud no hubiera precedido y fecundado aquella confrontación. Es la teoría del complejo de Edipo descubierta en el auto análisis análisis lo que trastorna la teoría de la seducción. sed ucción. Por Po r las líneas líneas de fuerza que describe, ella recompone la configuración entera del aparato del alma. Tiene importancia esta prec pr eces esió ión n de los propios fantasmas de Freud sobre la escucha de sus pacientes; antes del descubri miento de la transferencia, ella funda el de la contratransferen cia, puesto que por efecto de tal precesión el descubrimiento clínico deriva de ese otro descubrimiento, caótico y doloroso, de Freud sobre sí mismo. mismo. Dich Di chaa precesión precesión modifica mod ifica necesariamen ne cesariamente te el índice de realidad.
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Muy diferente se revela el camino del kleinismo. La afirmación se manifiesta en él con mayor frecuencia que la duda. La precesión del autoanálisis, que proyecta a la vez su sombra y su luz en el instante del descubrimiento, no se encuentra más allí. D e entrada entrada nos nos hallam hallamos os en la claridad. En la concepción kleiniana, el fantasma científico del inventor ocupa todo el lugar de la incertidumbre; puede sustituirla enteramente, y de tal manera, que un profano que viera dibujarse el campo de un saber en lugar del de su deseo, podría llegar a confundirlos y a decidir la aplicación de una solución a cada conflicto del que fuera testigo. Se trata de una caricatura, pero de una caricatura que estigmatiza una diferencia fundamental en la suerte reservada a la realidad. Esta diferencia fundamental se traduce por lo menos en que, si en un caso como el de Freud podemos hablar de hipótesis científica, en el otro hablaremos de fantasma científico. Pero, ¿qué es un fantasma científico? El enlace de estas dos palabras aparentemente poco hechas para entenderse entre sí encuentra fundamento tanto en la teoría kleiniana como en la freudiana, al revelar que las etapas del desarrollo del niño están jalonadas por la eclosión de teorías sobre la sexualidad. sexualidad. Si en Freud Freud esta eclosión eclosión es demarcable d emarcable en las etapas confesadas de su autoanálisis, demarcables en el sentido de aue se las ve progresar de lo reciente a lo antiguo, de lo superficial a lo profundo, en suma, que un hilo director se dibuja, con esta óptica puede fundarse la investigación en la dirección de una realidad traumática inicial. Pero si la realidad del traumatismo va después a ser recusada, su dirección direc ción persiste. persiste. Así Así se captará captar á que un sueñ su eño o se apoya necesariamente en un recuerdo infantil, la profundidad de los espacios psíquicos es tal que el recuerdo no puede sustituir a cualquier fantasma. Incluso si pudiera establecerse la perfecta equivalencia de esas dos realidades psíquicas, es en definitiva su valor de realidad traumática lo que les conferirá un poder determinante. En esta medida podrá hablarse de hipótesis científica, que se comprenderá como que es esa realidad traumática la que permanece hipotética.
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En Melanie Klein no hay áleas del descubrimiento puesto que no hay preguntas sino solamente respuestas justas a pre guntas guntas que no están planteadas. Que Qu e las respuesta respuestass se dicten antes que las preguntas se planteen, tiene desde luego solución en una de las respuestas, puesto que el niño ya dotado de fan tasmas inconscientes correlativos de sus impulsos pulsionales organiza fantasmáticamente la escena de la que después será testigo. Testigo oral, oral, podría decirse. dec irse. Se trata, en efecto, del fundamento de un fantasma que puede calificarse de científico si es tomado como realidad dogmática, pero que diluye el valor traumático de la experiencia. Sin embargo, no puede rechazarse sin discriminación el valor de un concepto como el de “posición” con la obra de Melanie Klein. Tales posiciones pueden ser compatibles con una noción de transferencia. E l problema problema reviste rev iste tanta más más agudeza cuanto que esas posiciones se organizan inmediatamente alrededor del analista y de la situación analítica, como lo testimonian los dos sueños relatados por Hanna Segal para poner en claro el sentido de esas posiciones; y cuanto que, por otra parte, ellas trascien den las nociones de estadios libidinales revelando que su aspecto psicótico es concebible en cualquier estructura neurótica y aun en “el normal”. Esas posiciones son frente a la transferencia de desigual valor; en efecto, en la posición paranoide-esquizoide no se trata del reconocimiento de un objeto total. La escisión del objeto y la escisión del Yo, que son correlativas, testimonian un estallido de la parte mala del Yo; después, la proyección que dispersa esas partes malas en el objeto lo disocia a su vez y sobreviene entonces el sentimiento de ser atacado por múltiples múltiples objetos objetos exteriores. No es dudoso dudoso que en análisis pueda establecerse una relación semejante, pero escuchemos el relato de Hanna Segal :7 “En el sueño, el objeto del paciente, yo misma, tomada por una figura parental, estaba escindida...; en la medida en que yo era un objeto bueno estaba representada como una sola ima gen, ge n, su a n a lista lis ta.. . . ; m i la d o m a lo n o e sta st a b a sin em b a rg o r e p r e 7 Hanna Hann a Segal, Sega l, Introduction á l’oeuvre de Melanie Klein, Perrin, P.U.F., 1969, pág. 21.
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sentado por un fumador único sino por un montón de fumadores res . . . La esci escisi sión ón entre m i aspecto bueno y el d e la fumadora era mantenido con tanta rigidez que, en sus propias asociaciones, el paciente no efectuaba el acercamiento entre los fumadores y yo... Este sueño, remarquémoslo, es un sueño de sesión, que también describiremos como específico de la neurosis de transferencia. Pero se descompone (com o debe d ebe ser con toda toda conce c oncepció pción n IdeiIdeiniana en una parte buena y una parte mala, yo entiendo al sueño mismo), si bien en la parte mala, los fumadores, el paciente no puede efectuar el acercamiento entre los fumadores y el ana lista; y cómo podría hacerlo, puesto que no hay verdaderamente transferencia en una relación de la cual “el analista es el objeto”, sino “transporte simbólico”. En efecto, en ese sueño hay formación de un símbolo, los fumadores: “Seguramente, esos fumadores representaban ese lado de él mismo que, por su ambición de éxito, dinero y satisfacciones vulgares estaba echando a perder su vida y su análisis.” Pero en rigor ese símbolo se aplica al analista, no se le trans p royy ecta ec ta.. fiere, se le pro Tal proyección toma un carácter brutal, global, no relacional, sin elaboración, y sobre todo sin estiba a otros significados en la cadena asociativa. Si se compara esta proyección y el efecto de transferencia pro ducido en el análisis de Dora a propósito también de los fuma dores, se verá que hay dos elementos que pueden relacionarse con el humo: “Hay un incendio en una c a s a ... y no quiero qu e m is dos hijos y yo perezcamos carbonizados a causa de tu alhajero”, todavía esta evocación se apoya sobre una manifestación contratransfereneial de gran envergadura. Si escuchamos a Freud: “El humo iba bien, por cierto, con el fuego; ese humo indica también que el sueño tenía una relación particular con mi persona, porque a menudo me pasaba que cuando la joven pretendía que tal o cual cosa no disimulaba nada yo le respondía: no hay humo sin fuego.” Conocemos el sentido que entre otros Freud atribuía al “fuego”; »
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éste no es solamente lo contrario del agua sino que también sirve para representar directamente el amor, el hecho de estar enamorado, “inflamado”. Toda una serie de asociaciones se analizan entonces... El señor K. y su padre son fumadores apasionados, ella también fumaba fumaba al borde del lago. E l señor señor K. K. le había liado un cigaciga rrillo, etc., y para terminar: “Si por último agrupo todos los signos que hacen probable una transferencia sobre mí dado que también, yo soy fumador, llego a pensar que durante alguna sesión ella tuvo oportunidad de anhelar un beso de mi parte.” Tenemos aquí un ejemplo apropiado de neurosis clásica, la organización de una neurosis de transferencia perfectamente observable. servable. E l símbolo s ímbolo del fuego es “utilizado” en la organización organiz ación transferencial y contratransferencial; él marca tanto como devela la in inten tensa sa participación participa ción pulsion pulsional al que que lo sostiene. D e ninguna manera se trata de una “proyección”, sino de un desplazamiento. Ese desplazamiento utiliza las figuras intermediarias del señor K., del padre, de Freud, de Dora misma, y acaba por asirse a un elemento de realidad: Freud es fumador. Los “fumadores” ya no son aquí el estallido esquizoide de brotes precursores sino, por el contrario, la condensación simbólica en una una sola sola representa repre sentación ción de varios objetos objet os y un solo deseo. E n este aspecto, ¿puede pretenderse que el señor K. y el padre son figuras intermediarias o que Freud es la figura intermediaria? El efecto de la condensación y del desplazamiento simbólico produce aquí el efecto de volver nula a la pregunta, porque es precisamente el que sean intercambiables lo que hace de esas figuras su naturaleza de objeto, y es por la elucidación de la transferencia que Freud descubre cómo precisamente Dora los constituye. Si el impacto de la contratransferencia fuera menos sensible, podría decirse que el analista representa aquí lo que la figura del jóker representa en un juego de cartas, a saber, una figura intercambiable. Pero toda la fuerza de ilusión de la transferencia conduce al analista a crearse la imagen inicial o terminal de la cadena asociativa, mientras que sólo su inserción en una cadena ya existente permitirá situarse. La contratransferencia se asemeja entonces a esos peones de
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ajedrez que habiendo franqueado la longitud del tablero pueden lt a n te o p rese re sen n te ser transformados o promovidos a la pieza fa lta que se quiera. El proceso analítico se asemeja al oficio de tejer jacquard, donde indefectib ind efectiblemen lemente te se encuentran los los mismos motivos. El origen y la terminación están confundidos, así como la ilusión de la transferencia asigna al analista la posición de estar en el co mienzo o en el fin de una cadena, como también de ser el efecto o la causa de un proceso. Esta posición lo confina a uno de los polos diacrónicos de la transferenc transf erencia. ia. Ese Es e efecto efec to no es más que ilusió ilusión. n. L a reedición reed ición del motivo no se apreciará sino por el sentido lateral de la lanzadera que restituye a la transferencia su carácter de revelación sincró nica. En todo caso, por no poder contentarse con el papel de jóker, prisionero prisionero de d e la 'contratransferencia Freud evident evid entem ement entee induce toda una parte del sueño. ¿Pero qué es la neurosis de transferencia? ¿Es solamente la organización de la transferencia alrededor del analista? ¿O no otra cosa que la lectura que este último puede hacer de ella? En este aspecto, retomando el ejemplo de Hanna Segal en el sueño de la posición paranoide-esquizoide, si fuera preciso buscar aquí las marcas de la neurosis de transferencia las encontraríamos sueño mismo, mismo, es decir, en el aporte más fácilmente en el he ch o d el sueño por el paciente de un sueño tan ejemplificador de las opiniones de su analista, como en el dédalo efectivamente estallado de pro yecciones persecutorias que testimonia. Pero sigamos sigamos con la descripción descripción de las posiciones ldeinianas. ldeinian as. E l segundo tiempo concierne a la posición depresiva, más cerca evi dentemente dentem ente de las las estruct estructuras uras transfere transferencial nciales. es. E sta st a descripción confirma en todo punto la que establecemos de un polo nostálgico de la transferencia, y aclara singularmente sus fundamentos. La posición depresiva implica el reconocimiento de un objeto total, y correlativamente correlativamente la la existencia existencia de un Yo total. Pero la persistencia, al lado de una tendencia a la integración, de una tendencia destructiva que culmina en la escisión, determina la urgencia de una reparación. De los fracasos y éxitos en esta reparación dependerá la evolu ción de la posició posición n depr depresi esiva. va. Otra consecuencia conse cuencia del carácter carác ter
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persistente de la tendencia destructiva será el sentimiento de haber perdido el objeto por haber querido destruirlo. Así se encadenarán los procesos de duelo y de nostalgia. La nostalgia, de la cual a propósito de la introyección mostramos que constituía un compromiso en trabajo de duelo, efectivamente encuentra en la posición depresiva descrita por Melanie Klein un marco teórico cuyo mérito es señalar la intrincación de un deseo de destrucción del objeto y de una tendencia reparadora. La tonalidad afectiva de la nostalgia se conoce directamente, pero es menos fácil sospechar las representaciones que la sostienen. Podría quizá verse su imagen en el nuevo testamento, por los tres días que separan la Muerte de Cristo de su resurrección; ¡extraño duelo el de un cuerpo resuscitable! San Pablo, particularmente sensible al carácter incierto de la Muerte, nunca habla de otra cosa que del Cristo resucitado. La resurrección restablece la Muerte como tránsito; es preciso interpretar por el sentido de otra nostalgia, esta vez para con su pueblo de origen, la virulencia con que condena todo retomo posible hacia las leyes de la tradición judaica al mismo tiempo que no cesa de llamar a ese mismo pueblo a la adoración de un Muerto perpetuamente vivo. Más extraña aun aparecerá la locura destructiva de los cruzados para recuperar de los infieles una tumba vacía. L a Sehnsucht alemana, la nostalgia, no tiene otro fundamento que el peregrinaje hacia un Oriente problemático que oculta para siempre siempre algo perdido perdido.. Ir a bus b uscar car muy m uy lejos lo que se ha perdido en la propia tierra es imagen de un mecanismo proyectivo particular que niega y afirma al mismo tiempo que haya un contenido. Mientras tanto, siempre es posible batirse por el continente. Derivación de la agresividad contra el objeto y lucha directa y competitiva competitiva con un un tercero que qu e tam bién codicia codicia el objeto. Se reconoce aquí la transposición de la rivalidad edípica, una vez más negada puesto que el tercero es un infiel. ¿Infiel a qué? Precisamente al a l objeto que no podría po dría conservar. No puede fin finalalmente sino profanarlo, y el solo hecho de que lo detente es una profanación en sí.
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La ambivalencia, aquí soberana en cuanto al objeto, natural mente niega por la nostalgia la evidencia del crimen, es decir de las pulsiones destructivas que están en el origen de la Muerte o más bien de la desaparición (muchos testimonios bíblicos ates tiguan esta ambivalencia bajo la especie del dinero contante y sonante de la traición y el reniego), después proyecta sobre “el infiel” las razones del asesinato, y finalmente borra definitiva mente sus huellas mediante la desaparición del cuerpo del de lito (Ascensión). Sin embargo de este objeto, el cuerpo del delito, quedarán huellas sacramentales en la religión que, según Freud, es una nostalgia del padre; y huellas propiciatorias en la religión pri vada de la cual no podría afirmarse que tenga que ver única mente con una nostalgia del padre; reliquia en todo caso en todas las nostalgias. ¿Pero qué es una reliquia? Ni un símbolo, símbolo , ni una una alegoría aleg oría,, sino un un pedazo: precisam pre cisamente ente un pedazo del objeto total. Su concreción marca exactamente exactame nte el fracaso del sujeto que quiere sostener en ella un punto de identificaci iden tificación ón o un símbolo. símbolo. L a reliquia no es es el lugar de un desplazamiento, es una parte del objeto; no es tampoco el testigo de una condensación. El cuadrado de seda no simboliza la dulzura de la piel ni condensa lo esencial de esa dulzura, la recuerda, es el sentido del “recuerdo” objeto. No pienso que se trate de la parte por el todo que se ordena en otro lugar, sino más bien del testimonio de que no todo está per p erdd ido id o . L a reliquia, reliq uia, en este sentido, no no eess ni el objeto obj eto transicional ni el fetiche, aunque se le aproxime de manera singular pero que se distingue de él sin embargo por el hecho de que una parte del duelo está cumplida y que lo que ella niega no es específicamente la diferencia sino más particularmente la agresividad que se atribuye al objeto. No es necesario señalar que testimonia también una tendencia reparadora, pero tomada aquí en una modalidad particular, un poco como cuando se dice que un vestigio de la Prehistoria fue “piadosamente reconstituido”. Esta tendencia reparadora es en todo caso muy importante por lo que concierne a la transferencia, porque por una parte
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puede sostenerla por su carácter positivo global, y por otra puede transferirse sobre el analista. “Usted no tiene buena cara, me decía una paciente, quizás uste usted d n no o fuma fuma lo suficiente ” L a ironía oculta la reparación y encubre la pregunta: ¿quién repara a quién? He aquí en todo caso una tercera historia de humo que se elabora en otro nivel, esta vez claramente transferencia!. Bien comprendo que la nostalgia no testimonia el objeto total, sino que supone un objeto total. Sin embargo, su contexto de objeto perdido la vincula indiscutiblemente al duelo de ese ob jeto, pero preserva, como lo he mostrado en otra parte, sus posibilidades de satisfacción parcial. El pedazo del objeto total no es aquí más que pedazo por vincularse con lo imaginario; es precisamente su ausencia de realidad lo que conduce al Yo a detentarlo concretamente me diante alguna reliquia. ¿Mamá, los barquitos tienen piernas? Tal es, sin duda, el registro de lo imaginario que parte de un pedazo de la realidad o de lo que él cree ser un pedazo para reconstruir reconstruir con otro pedazo pedazo de sí sí mismo. Un monstruo imaginario. Con este ejemplo universal se ve el pasaje obligado por la confirmación materna: “pero sí, mi tontito, si no las tuviera no andaría”, racionalización tipo de la cual, a propósito de la inhi ,8 mostramos que constituía la base de los sis bihición intelectual ,8 temas temas de racionalizaci racionalización ón ulteriores. Sistemas que pueden pueden cons c ons tituir el objeto de un proceso nostálgico de duelo diferido. La reliquia es pues un pedazo imaginario; vemos que no sola mente es a partir de ese pedazo declarado real que puede tener lugar la reconstitución por el Yo, no solamente del objeto perdido sino de él mismo, por cuanto depende de la confirmación de ese objeto para reconstituirse. Esta necesidad de confirmación narcisista por el analista a par tir de un resto, o si se prefiere de una reliquia de duelo, esa completitud de lo imaginario que corre el riesgo de satisfacerse con cualquier racionalización determina muy a menudo el estilo transferencial, porque de la manera como el Yo cumpla el duelo de sus objetos, podría predecirse de qué manera transferirá. 8 Michel Neyraut, "A propósito de la inhibición intelectual”, en Rev. fran fr an f. d e P s y ch , París, P.U.F., t. XXXII, 1968, n« 4, pág. 761.
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La realidad de la transferencia está aquí nuevamente en cuestión; vemos que ella confina al “objeto” “transicional”, pero que el Yo Yo mismo mismo puede conceb co ncebirse irse como como reliquia. reliquia. D evie ev iene ne entonces un pedazo de ese objeto total cuya reconstitución habrá que seguir imaginando; es él mismo quien se consagra entonces a la devoción del objeto perdido. Esta religión es privada; ella instaura a la depresión como centro del pensamiento inconsciente.
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C U A R T A
P A R T E
LOS ACTOS Y LOS SIGNOS
CAPITULO I LA NEUROSIS DE TRANSFERENCIA
Como vemos, todo el problema de la realidad de la transfe rencia se ordena alrededor de una noción técnica: la “neurosis de transferencia”. Podría decirse de esa neurosis lo que se dice de California: que es la América de América, en el sentido de que se manifiesta como el corazón del análisis, su tiempo fértil, su efecto más puro. La expresión neurosis de transferencia admite, como se sabe, dos acepciones principales. La primera, salida de preocupaciones nosográficas, fue introdu cida por Jung en 1911 y después retomada por Freud para dis tinguir y oponer las neurosis de transferencia: histeria y neurosis obsesiva, en el curso de las cuales la libido permanece cargada en los objetos exteriores al Yo y las neurosis' narcisistas que orde naríamos hoy entre las psicosis, en las cuales la libido se ha recar gado en el Yo. La segunda acepción, técnica esta vez, designa en el interior de la cura analítica la organización de una neurosis artificial cen trada en la cura misma así como en el analista y reagrupando todas las manifestaciones transferenciales. Si la misma expresión, neurosis de transferencia, es empleada en dos acepciones diferentes, es que existe entre ellas un pro fundo lazo. En efecto; para Freud, únicamente las neurosis de transferencia pueden producir síntomas susceptibles de recibir una nueva signi fica fic a c ión ió n e n e l m om en to d e la tran tra n sfere sfe ren n cia, cia , mientras que las neu-
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rosis rosis narcisistas narcisistas serían, por por definición, definición, incapace inca pacess de ello. Parecería haber allí para Freud cierta contradicción, puesto que a propósito del caso Schreber, que él considera indiscutiblemente como una neurosis narcisista, habla expresamente, sin embargo, de transferencia .1 “El sentimiento de simpatía experimentado por el médico muy bien puede deberse a un proceso de transferencia; transferencia po p o r la cu al una un a ca rg a a fectiv fec tiv a d e l en ferm fer m o fu e tran tr an spu sp u esta es ta d e una per p erso son n a q u e le im p orta or tabb a m u ch choo, a la persona del médico , indi fer fe r e n te en s í m ism a .” Esta contradicción encuentra eco en la mayoría de los psicoanalistas contemporáneos, para quienes las “psicosis” son susceptibles de producir transferencias. liemos visto (primera parte, capítulo II) que convenía atenuar tan extremas posiciones distinguiendo en el pensamiento psicótico, más bien que en las “psicosis”, una capacidad de transferir elementos psíquicos tales como representaciones, afectos, recuerdos, ideas, y más radicalmente radicalm ente aún aún lo lo que definíamos (c f. tercera tercer a parte, cap. I) I ) como psiquem psiquema. a. Pero al mismo mismo tiempo una incapacidad de utilización simbólica de los psiquemas, especialmente de los psiquemas primordiales. No nos parece sorprendente, por lo tanto, que Freud haya podido comprobar comproba r en Schreber una una transferencia. Pero Pe ro comprobarecomprob aremos al mismo tiempo que en lugar de una neurosis de transferencia, es un delirio organizado lo que se ha instalado. Los elementos transferidos, aunque transferidos, no han podido organizarse de la manera que encontramos en las neurosis clásicas o neurosis de transferencia. ¿Cuál es entonces enton ces la organización organización de esta esta neurosis? neur osis? ¿Cómo se elabora la puesta en escena y la “animación” de las figuras históricas o actuales que componen el drama? ¿En qué puede tener que ver la neurosis de transferencia con un acto psíquico? Y sobre todo, ¿por qué, si reconocíamos a las psicosis de transferencia la posibilidad de producir transferencias, no podemos consentir en reconocerles esa organización específica que denominamos neurosis de transferencia? Observemos en primer lugar la equivalencia y similitud que 1 S. Freud, "Observaciones psicoanalíticas psicoanalíticas sobre sobre la autobiografía autob iografía de un caso de paranoia”, en Cinq psychanalyses psychanalyses,, París, P.U.F., 1936, pág. 263.
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establecíamos entre el delirio organizado por un lado y la neurosis de transfer tran sferenc encia ia por el otro. No es dudoso, además, que en el curso de los análisis clásicos la neurosis de transferencia puede aparecer con algunos caracteres delirantes, aun cuando sea por el rechazo casi psicótico a integrar algún elemento de realidad, realidad que por otra parte no se nos aparecerá más que bajo los rasgos de la verosimilitud, verosimilitud a los ojos del terapeuta, se entiende. Esto equivale a plantear la cuestión del 'lugar” del terapeuta en el proceso del pensamiento neurótico o psicótico, lugar del que ya hemos señalado que no podía ser el mismo, según que el terapeuta se encontrara comprometido en un tipo de contratransferencia diferente, y que si en el pensamiento neurótico el desplazamiento sobre la persona, concebido como simbólico, le dejaba la posibilidad de seguir siendo él mismo, en el pensamiento psicótico, por el contrario, no se le dejaba esa “latitud”, de manera que se encontraba aprisionado “realmente” en las estructuras que tenía por misión elucidar. La organización de la neurosis de transferencia supone al menos que se trate de dos. Si hablamos por ejemplo de “complejidad” de la neurosis de transferencia, e incluso de “bella complejidad”, ¿a los ojos de quién se manifestará? Quizás a los ojos del paciente, es posible, pero con mayor seguridad todavía a los del analista. Me parece que esa complejidad sólo revela verdaderamente sus significaciones después que el analista ha analizado muchas posiciones contratransferenciales, desbaratado muchos puntos muertos, superado muchas crisis, cada una de las cuales testimonia una elucidación contratransferencial; el analista es, pues, capaz entonces de entrever la entera transposición sobre sí mismo de una neurosis de transferencia, porque esta expresión, que yo sepa, no fue inventada por los pacientes. He aquí por qué, sin duda, la teoría clásica ve en ella el efecto de un largo trabajo, y hasta la recompensa a un gran esfuerzo. Observemos a ese propósito que la implicación de Freud en el caso Schreber es totalmente indirecta. Su posición es aquí particular en cuanto estudia “según sus pruebas” un delirio “escrito”, y que el desciframiento de ese deli-
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rio escrito decide acerca de una relación de la que él no es uno de sus protagonistas. Esto no significa, de ninguna manera, que la contratransferencia de Freud con respecto a Schreber o Fleshig no haya existido, sino que más bien era indirecta. Por ejemplo, la necesidad en que Freud se encontraba de hacer admitir a sus lectores que era lícito invocar la homosexualidad para explicar el caso Schreber, es una manifestación contratransferencial indirecta que implica entre otras cosas el “manejo” de las relaciones homosexuales, manejo del cual en la época del aná lisis de Dora todavía no era capaz. Se reconocerán aquí los beneficios de una contratransferencia “dominada”; que no carece de analogía con las situaciones analí ticas llamadas de control o de supervisión. El hecho es que en el interior del delirio de Schreber, Freud observa perfectamente un plano transferencial. Ese plano transferencial no es otra cosa, además, que lo que Freud llama la nostalgia de Schreber, nostalgia que se apoya en la Muerte real del padre de Schreber y en el desplazamiento sobre la persona de Fleshig de los sentimientos inconscientes antaño destinados al padre real. Para reconstituir la génesis del delirio, ¿necesita Freud verda deramente apoyarse en la muerte real del padre de Schreber? ¿O sólo tiene necesidad de esta realidad para ilustrar mejor el enca denamiento del determinismo delirante? Podría tentar ver en esa invocación de la muerte real algún intento de la peor de las reificaciones transferenciales, que se ha vuelto necesario por la obligación de establecer la ‘legalidad" del fantasma homosexual pasivo de Schreber. Esto significaría no entender el papel de una realidad traumá tica en la génesis de las psicosis, precisamente en la medida en que los desplazamientos y las transferencias que le suceden no pueden valerse de una una utilización utilizac ión simbó s imbólica. lica. Ciertamente, el delirio de Schreber está ricamente simbolizado, ¿pero para quién? Muy poco para Fleshig, mucho para Freud, seguramente no para Schreber. Por otra parte, no pudiendo encontrar en el simbolismo trans ferencial el camino de una organización posible de la neurosis de
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transferencia, toda la energía homosexual de Schreber se repliega y se utiliza en una carga narcisista megalomaníaca. El delirio de Schreber es una transferencia paterna sobre sí mismo. Vemos que aquí la muerte del padre no es, me atrevo a decir, letra muerta. Pero que resulta un elemento elemento en en la estructura que se desplaza desplaza sobre sobre Flcshig Flcs hig.. E l desplazami desplazamiento ento de esa estructura estructur a es la transferencia de Schreber. Pero esa transferencia no puede organizarse y ponerse en escena sino acreditando sus desplazamientos y las transferencias con un índice tal de realidad que esas transferencias no son ya “interpretables” por Schreber como realidades psíquicas sino como realidades a secas. La asunción del delirio paranoico procede pues de una transferencia, pero que ante el fracaso de sus realizaciones se refleja sobre el Yo en una suerte de incandescencia narcisista y megalomaníaca hasta el cumplimiento del delirio en que el sujeto cree ser él mismo y su propio padre, fantasma inconsciente que parece traducir, por su paradoja de otro modo inexplicable, el efecto de una transferencia sobre su propia persona. El acceso al símbolo es aquí claro; están allí el delirio y los sueños para probar que la formación de los símbolos se traduce en un “lenguaje fundamental”, como dice Schreber, pero que la p e n utilización de lo simbólico no le permite tener acceso a un pe samiento sino solamente a un lenguaje simbólico. El pensamiento simbólico no se limita a “producir símbolos” sino que necesita además estar sostenido por un eje simbólico relacional. Si, según Lacan, esta función simbólica se ordena alrededor del padre como figura central representante de la carencia, esa figura no es solamente la de la estatua del comendador que testimonia que si no está él “en persona” bien podría estarlo, sino que la ley que él encarna supera esa presencia y esa realidad para testimoniar que si él está allí, presente, aquí, ahora, bien podría no estarlo. En otros términos, la muerte del padre no es su “forclusión”, lo que explica que Schreber puede transferir algo. Puede transferirse la pérdida, puede transferirse la “carencia” y todos los “vacíos” que se quiera, pero no puede transferirse lo que, de
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un psiquema primordial, está excluido para siempre, o sea: su desplazamiento mismo simbolizado.
Los sueños de sesiones Para traducir la “puesta en acto” de la neurosis de transferencia acudiremos a una manifestación clínica casi constante en las curas y que definiremos como: los sueños de sesión. Es excepcional que en el curso de un análisis no se manifieste una o varias veces un sueño de sesión. Estos sueños tienen como particularidad cierta la de no reproducir nunca tal cual las condiciones materiales del análisis. De ordinario, el antro psicoanalítico se encuentra en ellos cambiado, es más grande o más pequeño; el diván está desplazado, casi siempre se transforma en cama y el consultorio en dormitorio, el espacio está a veces agrandado, muchas personas extrañas o familiares asisten a la sesión, a veces entran o salen, pero, sobre todo, el analista no está en su lugar, a veces aparece acostado, otras sentado pero en otro sillón, o recostado o hablando a otras personas, hablando casi siempre, a veces desdoblado o asistido, un hombre y una mujer oficiando juntos, a veces cambiando de sexo, a veces en otro cuarto; en resumen, son infinitas las variantes de esos cambios en el espacio y en el tiempo. Estos sueños son evidentemente muy específicos de lo que se denomina neurosis de transferencia puesto que también directamente se refieren a la situación analítica y parecen organizar una trama conflictiva a veces muy compleja alrededor del analista. Siempre pensé que estos sueños obtienen de la primerísima infancia los elementos de su enigma; el espacio, generalmente más grande, testimonia la visión infantil de la habitación, así como los los personajes extraños que asisten a la escena esc ena:: se han ha n aportado varios ejemplos de rostros inmensos o deformados tales como se los encuentra durante el adormecimiento; por último, el analista que habla no deja de hacer pensar en las palabras destinadas al niño para que se duerma, lo que confirma el fin de todos los sueños, a saber, mantener el sueño. Evidentemente, esos elementos de la primera infancia, que por lo demás son generalmente inaccesibles al recuerdo, no son más
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que un aspecto del sueño, pero no puede dejar de impresionar su constancia y relativa uniformidad, lo que refuerza la idea de que corresponden a las condiciones comunes que fueron las de nuestra infancia. Lo más interesante es comprobar que los conflictos actuales, nacidos precisamente de la neurosis de transferencia, encuentran su puesta en escena ya dibujada en el círculo que rodea al niño, donde la diferencia de voces y rostros sitúa los polos de las dife rentes tensio te nsiones. nes. Como se ha dicho, dicho, esos elementos infant inf antiles iles no constituyen el sueño, éste no hace más que obtener de ellos un decorado ya preparado, y se unen a la situación actual, puesto que también la posición recostada, el silencio, la presencia invi sible, son características comunes de la vida de la primera infan cia y de la situación analítica. Observamos que no hay propiamente hablando, cambio de sintaxis con relación a la estructura de los otros sueños pero que su desciframiento se apoya siempre sobre el contenido de las se siones precedentes, como si el análisis mismo hubiera devenido una historia y constituyera su propia historia, como si deviniera su propio contexto. La integración, el hacerse cargo de ese contexto me parecen los testimonios más evidentes de una organización, de una dramatización de la neurosis alrededor de la situación analítica. Sin excepción alguna, esos sueños testimonian una transgre sión de esta situación: por lo menos una de las reglas del aná lisis es transgredid transg redida, a, sino todas. Casi siempre el pacient pac ientee da la cara al analista, habla con los miembros de su familia; podría decirse que esos sueños son el pasaje al acto soñado, si no hubiera en esto una insuperable contradicción. Ciertamente, puede admitirse que todos los sueños son sue ños de transgresión por la naturaleza del deseo que en ellos se designa y disfraza, pero aquí la transgresión se ordena en una actualidad, traduce necesariamente que un puente simbólico se ha establecido entre las condiciones del análisis y una relación infantil determinada. Si el diván se vuelve cama, es que la prohibición de mirar transfigura el lugar de esa prohibición en un lugar de escena primitiva; la condensación, que mata dos pájaros de un tiro, lo
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cual es su vocación, transpone en él al analista y en él lo hace hablar. No hace falta decir que la creencia en la realidad de la transferencia conduciría inevitablemente a una reificación tal de esta neurosis artificial que ella aparecería entonces como una verdadera relación y que a ese título conduciría más a responderle que a interpretarla. Si los sueños de sesión nos parecen traducir la puesta en escena de la neurosis de transferencia, con ello mismo comprobaremos que esa neurosis puede constituirse muy 'precozmente. Los psicoanalistas de niños (cf. S. Lebovici, Soulé) confirman esta comprobación: desde los primeros meses de análisis, incluso desde el primer día, puede ser narrado un sueño que pone directamente en escena al analista y transforma la sesión analítica en una visión oníric on írica. a. Se asiste entonces entonces a un “acomodamiento” “acomodamiento ” de la sesión. sesión. Ese acomodamiento no apunta solamente a mover los muebles del lugar, sino que suministra una nueva disposición simbólica de las posiciones espaciales ocupadas por el analista, su paciente y algunas comparsas. Este nuevo acomodamiento, siempre sostenido por el deseo del soñante, puede también dar lugar a “salvoconductos”, “favores”, adaptaciones del protocolo analítico como, por el contrario, a restringir la libertad de hablar mediante alguna nueva imposición traída desde afuera. Pero las nuevas adaptaciones sólo tienen un carácter estático. Se dibujan tensiones y polos que casi siempre animan un drama. Un paciente sueña que se analiza en todas las piezas y que el analista se desplaza de una habitación a otra, pero que interviene una mujer que se entretiene con el paciente y le cuenta lo que se acaba de decir en las otras piezas, etc.; otro sueña que, gracias al teléfono, el analista le cuenta a la esposa del paciente sus interpretaciones y que la esposa en cuestión retraduce las interpretaciones agregándoles algunos comentarios. Muy a menudo la hermeticidad de las sesiones es cuestionada y la situación analíti analítica ca estalla estalla convocando convocan do paredes que oyen. oyen. Más comúnmente todavía, se ponen en escena relaciones sexuales entre el analista y su paciente, raramente proseguidas hasta su término, con más frecuencia interrumpidas, con más frecuencia aún disfrazadas y exigiendo un desciframiento asociativo.
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El catálogo de estos sueños es infinito, de lo que puede cercio rarse quienquiera se dedique a la práctica analítica, pero plantea un problema general en cuanto a su significación. En efecto, tales sueños parecen casi siempre estar “adelanta dos” sobre el contenido de las sesiones. Adelantado por su complejidad, adelantado por su organiza ción, adelantado sobre todo frente a las manifestaciones de trans ferencia ordinaria que casi siempre se devela por fragmentos. Quizá serán precisos largos meses, incluso años para que la interpretación de la neurosis dé alcance a un sueño de sesión. Tal adelanto evoca ineluctablemente otro, el de los sueños lla mados “edípicos” de comienzos de la cura. Sabemos con qué facilidad un sueño muy complejo puede pre sentarse desde el comienzo de una cura y en el cual la configu ración edípica se dibuja de manera clarísima, de tal suerte que el analista posee desde el principio una visión de conjunto acerca de la naturaleza natura leza del conflicto y la dinámica din ámica de la cura. No pudiendo ser interpretados inmediatamente, tales sueños conservan una especie de adelanto considerable sobre el conjunto de la neurosis, cada punto de la cual deberá ser pacientemente ana lizado. Los sueños de sesión y los sueños “edípicos” del comienzo de la cura tienen pues un punto común particularmente importante, el de una dramatización de los elementos conflictivos, tal como los polos de la triangulación edípica se dibujen en ellos de manera más o menos clara. Los primeros sin embargo, por su integración del protocolo, incluso del proceso analítico, implican al analista de manera tan directa que puede reconocerse en ellos la huella onírica de una neurosis de transferencia. La comparación de varios sueños de sesión constituye un índice muy seguro de la evolución de una neurosis de transferencia, y por ello mismo de la neurosis a secas, quedando entendido que no puede haber concurrencia entre la neurosis de transferencia y el proceso analítico del que ella forma parte integrante. Puede afirmarse sin embargo que toda posición técnica que tendiera a privilegiar o a interpretar demasiado precozmente una neurosis de transferencia semejante daría cuerpo a esa concurren cia y contribuiría a fundarla como resistencia.
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Pero si señalamos las similitudes que se manifiestan entre estos dos tipos de sueños, sueños de sesión y sueños edípicos, ahora nos será preciso demarcar sus diferencias y comparar sus valores propios. Las diferencias, que esencialmente son diferencias en la dinámica de la cura, tendrán por fin poner en claro la organización y el valor de la neurosis de transferencia que constituye el objeto de nuestra exposición. Para hacerlo, y para captar el fundamento teórico de esa organización, tendremos que volver atrás en la teoría de la transferencia y considerar un efecto de esa transferencia que hemos dejado hasta ahora en la sombra: su efecto de resistencia. El problema de la transferencia y de la resistencia encuentra su origen en los estudios sobre la histeria y aun en sus preliminares (cf. con respecto al tema, cap. II) con la noción de traumatismo psíquico, destinado entonces a justificar la extensión del concepto de histeria traumática. A partir de un incidente traumático lo consciente se escinde en dos partes, por no poder descargarse o abreaccionarse, y las representaciones relativas al incidente inciden te llegan a ser ser patógenas. No pudiendo abreaccionar abreac cionarse, se, conservan “toda su frescura” pero se separan de las otras representaciones conscientes y permanecen aisladas. Se llega así a la famosa disociación de lo consciente que se expresa mediante los estados hipnoides. Dichos estados hipnoides se desarrollan a partir de las ensoñaciones diurnas tan frecuentes, inclusive en personas que gozan de buena salud y a las cuales la costura suministra tantas ocasiones de d e prod ucirse.23 La terapéutica es clara: “El procedimiento suprime los efectos de la representación que no había sido primitivamente abreaccionada, permitiendo al efecto sofocado, provocado por ésta desahogarse verbalmente; lleva a esa representación a modificar por vía asociativa atrayéndola al consciente normal (bajo ligera hipnosis) o suprimiéndola dola por suge sugest stiión m éd ica .. Hasta aquí, Breuer y Freud aún son cosignatarios y perfectamente tamen te solidarios. solidarios. Lo que qu e bruscamente va a separarlos es la 2 S. Freud, Etudes sur Vhystérie, Vhystérie, París, P.U.F., 1956, pág. 9. 3 íd., ibíd., ibíd., pág. 13.
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“neurosis de transferencia”. Por su fantasma de embarazo, Anna envía a Breuer a las orillas del Mediterráneo, tan propicias a reparadoras lunas de miel, y deja a Freud perplejo ante el enigma. E l enigma es el de la detención del proceso proceso asociat aso ciativo ivo.. Alrededor del núcleo patógeno, que constituyen las representaciones directamente relativas al traumatismo psíquico, se organiza una red asociativa hecha de recuerdos vinculados a las circunstancias for m an d o “tem te m a s”. D idel incidente. incide nte. Esos recuerdos recuer dos se agrupan agrupan form chos temas están concéntricamente dispuestos alrededor del núcleo patógeno. A partir de este esquema se ordenan los primeros imperativos técnicos: “Es preciso preciso renunci renunciar ar totalm totalm ente a penetrar directam en te hasta el centro de la organización patógena * y, ‘él médico se convence entonces con sorpresa de que no está en condiciones ni de imponer al enfermo nada relativo a las cosas que éste pretende ignorar, ni de influir sobre los resultados del análisis suscitando su espectativa en un cierto sentido V *8 Reconocemos aquí el “negativo” de las prescripciones que tendrán curso cuando la transferencia sea descubierta “y sin pecar por por arbi arbitr trar arie ieda dad. d. . . ” Sobre todo, vemos ponerse en movimiento todas las fuerzas que emanan del médico, y todas las obligaciones morales que tienden a ‘legalizar” esas fuerzas: vencer en el en ferm o a una una “Por mi trabajo psíquico, yo debía vencer fu er z a psíqu ps íquica ica q u e s e o p o n ía a la tom a d e c o n c ien ie n c ia Luego vendrá la necesidad de la insistencia utilizando la imposición psíqui psíquica. ca. Pero Per o la insistencia insistencia no no basta basta y Freu Fr eu d sac s acaa entonces de su bolsa de prestidigitador la famosa presión en la frente: “En un caso así utilizo un pequeño artificio técnico." Cuando el flujo asociativo se detiene, él pone las manos sobre la frente del paciente y lo conjura a recordar, afirma que éste sabe, que éste debe comunicarle el recuerdo y el proceso recomienza. Puede afirmarse que en el momento preciso en que 4 S. Freud, Etudes sur l’hystérie, l’hystérie, P.U.F., 1956, pág. 236. 6 Id., ibtd., ibtd., pág. 239. 0 íd., ibtd., ibtd., pág. 216.
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Fretid imponía las manos, nacía la transferencia; necesitará varios años para comprender su mecanismo. Mientras tanto, varios conceptos encuentran su significación alrededor de ese núcleo patógeno y de su red asociativa concéntrica. La defensa, la resistencia, la conversión, la represión y la transferenc fere ncia ia han salido del mismo mismo crisol. Todas Tod as ellas ell as se s e ordena ordenan n alrededor de la cadena asociativa, lo que explica por qué guardan entre sí lazos tan poderosos y cuyo reconocimiento es tan útil para comprender las relaciones de la transferencia y la resistencia. La defensa es una fuerza que rechaza la representación: “Una representación accede al Yo, demuestra en él ser intole-
rable y suscita una fuerza de repulsión; esta última constituye una defensa contra la idea reprobada”7 Es luchando contra esa defensa que el terapeuta la encuentra entonces bajo forma de resistencia; de allí la insistencia, de allí
el reformar del proceso. Pero persiste una duda sobre el valor de la “insistencia” y a veces veces el fracaso se hace sentir. Freud rehúsa reh úsa admi ad mitir tir la fácil solución que invoca Mobius.89 .89 ’8 Este último estima que en los estados emocionales como la cólera interviene un vacío en la conciencia, un poco a la manera con la cual Pascal dice que el estornudo absorbe las fuerzas del alma. Pero Freud no puede aceptar la idea de un vacío; para él los procesos psíquicos no se detienen en la conciencia, continúan andando, es imposible que haya solución de continuidad, sólo la Muerte podría justificar una detención del proceso mental y, sin embargo, el enfermo dice no tener nada más que decir, estar desprovis provisto to de todo recuerdo recuerdo.. ¿Qué ocurre? L a respue re spuesta sta surge en 1911, en una reedición teórica de los fenómenos de transferencia: en ese agujero, ese pretendido vacío que invoca Mobius, ocurre en efecto algo: él paciente piensa en el analista. Raramente es Freud tan perentorio, podemos estar seguros. Y dice:
“Cuando Cuando las las asociaciones asociaciones em piezan a faltar, ese obstácu obs táculo lo puede 7 S. Freud, Freu d, Études sur l’hystérie , P.U.F., 1956, pág. 217. 8 id., ibíd., pág. 172. A bast stee N euró eu ról.l. Beit Be itrci rcige ge,, 1er. fase., pág. 17. 9 Mobius, De la Astasia, Aba
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ser levantado cada vez asegurando al paciente que se encuentra bajo el imperio de una idea que se relaciona con la persona del m édico o con algo que concierne a e ste último.” último.” 10* “Una vez dada esta explicación, el obstáculo es remontado o, ál menos, la ausencia de asociación se transforma en una negativa a h ablar.” 11 La “explicación” ha remplazado exactamente a la presión en la frente; en el lugar de la insistencia se desliza la interpretación. El vacío es exactamente llenado por la transferencia, la cadena asociativa no se ha roto, simplemente uno de los eslabones se ha enganchado al pretexto de la actualidad y se encuentra por ello en la imposibilidad de ser expresado. expresado. Pero además ese amarre de lo actual, esta inserción de un elemento del terapeuta en el texto asociativo, este desplazamiento, esta integración no se pro p orqu qu e fav fa v o recí re cíaa n la resi re sist sten en cia , porque entonces dujeron sino por era más difíc d ifícil il hacerlos hacerlos conscientes. Allí Al lí se sitúan sitúan las estrechas relaciones que unen la transferencia a la resistencia, que hacen de la transferencia una resistencia: “La experiencia muestra que es aquí donde surge la transfe rencia: cuando entre los elementos del complejo (en el contenido de éste) algo es susceptible de referirse a la persona del médico-, la transferencia se presenta, suministra la idea siguiente y se ma nifiesta con la forma de una resistencia, de una detención en las asociac ione s. Parecida Parecidass experiencias experiencias nos ense enseñan ñan qu e la la idea d e transferencia consiguió, con preferencia a todas las otras asocia ciones posibles, deslizarse hasta lo consciente, justamente porque satisfacía a la resistencia.” Se comprende ahora mejor cómo una neurosis de transferencia puede constituirse de entrada; el sueño de sesión integra al analista en varios puntos del conflicto, dibuja exactamente el ritmo de la cura en la medida en que lo que es expresado en el sueño testimonia una línea general de resistencia. En su deformación, en su presencia, en el papel que se le hace jugar jug ar,, en los detalles de su persona que qu e fueron elegidos eleg idos como significantes, el analista puede reconocer la exacta figura de la resistencia a la cura. 10 S. Fre ud, ud , “La dinámica dinámica de la transferencia”, transfe rencia”, en Rev. frang. de Pstjch., t. 16, 1952, pág. 170.
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El curioso parentesco que señalábamos entre sueños "edípicos’’ y sueños de sesión se aclara con el efecto de resistencia. p ositiv itiv o lo que podría cons Los sueños edípicos, si dibujan en pos tituir la estructura edípica del conjunto de la cura, no son como regla general más que medios de defensa contra el advenimiento transferencial del del complejo. complejo. Juegan Jueg an por ello ello un papel defensivo y de ideal. Podría decirse el ideal pre-visional. pre-visional. Los sueños de sesión precoces parecen por el contrario dibujar en negativo los tropezones o escollos del complejo, por cuanto este último parece estar ya confrontado con las solicitaciones ac tuales de la situación analítica. La integración del analista en tal o cual momento del conflicto, en tal o cual rótulo de la constelación edípica, muestra que un proceso de resolución con forma de resistencia está ya compro metido; muestra precisamente los puntos donde debe esforzarse, los nudos del conflicto. Recordemos ese momento esencial de la dinámica de la trans ferencia: “Siempre que uno se aproxima a un complejo patógeno, es primero la parte del complejo que puede llegar a ser transferencia lo que se ve impulsado hacia lo consciente y lo que el paciente se obstina en defender con la mayor tenacidad.” Los sueños de sesión y de manera general las manifestaciones de una neurosis de transferencia muestran pues muy precisamente y a veces muy precozmente cuáles son los elementos del complejo que suscitan la resistencia mayor. Observaremos a ese propósito la turbadora contradicción que estigmatiza la neurosis de transferencia, puesto que, de una partehemos señalado su parentesco y equivalencia con la organización del delirio y, de otra, su carácter eminentemente consciente; en la reflexión, dicha contradicción es sólo aparente y más bien con firmaría la equivalencia, con la salvedad de que, esta neurosis, a pesar de ser consciente, “en su efecto de resistencia”, deberá ser descifrada e interpretada, pero que la eficacia de una inter pretación semejante y la resolución de una neurosis semejante testimonien un reconocimiento simbólico de los desplazamientos que permitieron su organización. A ese propósito señalaremos la incidencia de la positividad de la transferencia en la organización de la neurosis.
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En efecto, si todo el mundo está prácticamente de acuerdo en admitir que es alrededor del analista y de la situación analítica que se organiza la neurosis de transferencia, hay que admitir también que ese personaje y esa situación son conciliables y se conciban al punto de confundirse. Ahora bien; si tal confusión parece aquí evidente hay riesgo de que no lo sea, siquiera por largo tiempo: el analista parece disociado de su función analizante: figura errática encargada de la extraña necesidad de interpretar los sueños, taumaturgo distraído o juez impenitente, funcionario de sesión, o agente de oscura técnica, etc. En esto se reconocen los signos caricaturescos que le presta la transferencia negativa. Es que, precisamente’ esa conciliación, incluso esa identidad entre el analista y el proceso analítico, es obra de la transferencia positi po sitivv a. Esto sin decir que la transferencia positiva no bastaría para ello si el mismo analista no hubiera operado en cierto momento esa identificación que algunos llaman sublimación, y sobre la cual se funda la alianza. El efecto más seguro de la transferencia negativa no es tanto expresar algún afecto de tonalidad hostil como disociar al analista del proceso analítico. En ese aspecto, y cualquiera sea la posición ocupada por el analista en un sueño de sesión, el conjunto del sueño puede ser considerado como un valor positivo, supone en efecto la adecuación, no solamente de una situación infantil conflictiva y de la sesión, sino además la identificación del analista con el proceso analítico, y designa al paciente mismo como “analizando” según expresión cara a los psicoanalistas modernos. ¿Pero qué ocurre en definitiva con la organización de la neurosis? ,12 2 en su comentario al texto de Freud “AnáMichel de M’Uzan ,1 lisis terminable, análisis interminable”, propone la novela como modelo de neurosis de transferencia, oponiéndola a las simples “transcripciones” ( reports ) cuyo objeto sería el analista abriendo, por esas transposiciones al estado puro, el dominio del grito, del llamado, de la exigencia directa. Evidentemente, no puede sino suscribir esta distinción de “la 12 Michel Mic hel de M’Uzan, M’Uzan , “Transferencias y neur neuros osis is de transferencia” , en Rev. frang. de Psych., Psych., París, P.U .F., 1968, t. XXXII, XXXI I, n«> 2.
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existencia directa" puesto que ella funda la que establecí (cf. cuarta parte, cap. II I I ) de una transferencia transferencia directa y de una tra trans ns ferencia indirecta; parece en todo caso muy probable que la novela, la fabulación y la organización de la neurosis de trans ferencia encuentran un origen común en la novela familiar del neurótico 18 que representa los acomodamientos, las adaptaciones del complejo de Edipo según variantes infinitas. Citemos con ese fin el trabajo de Marthe Robert: Román des origines et origines du román 14 (Novela de los orígenes y oríge nes de la novela). “E l com plejo plejo d e E dipo era un hecho hum ano, univer universal sal;; no hay hay fic fi c c ión ió n > ni representación, ni arte de la imagen que no sea de alguna alguna manera su su ilus ilustr traci ación ón velada■ velada■ En este sentido, la novela novela no es más que un género ‘edípico ’ entre otros, con la salvedad de qu e si sin em ba rg o. . . en luga lugarr de reproducir reproducir un fantas fantasm m a br bruto uto según reglas establecidas por un código artístico preciso, ella imita un fantasma novelado de comienzo .. Sin embargo, conviene deslindar en el complejo edípico lo que corresponde a su poder organizador y lo que traduce su deses tructuración. En otros términos, ¿qué quiere decir: acceder al complejo de Edipo? Si se trata de evocar ante el analista, sea en forma de fantasmas conscientes o de sueños o de relaciones comportamentales algo que de cerca o de lejos recuerda al complejo de Edipo, pienso que todo el mundo es capaz de ello y que también podemos ir a oírlo al teatro o verlo en la calle, basta incluso leer el diario en la página de policiales o los libros de G. Deleuze. Pero por qué precisamente la calle, el teatro o el diario. Sino porque el escándalo estalla en ellos, y el escándalo no es otra cosa que la transgresión manifiesta de una de las prohibi ciones que son la arquitectura de ese complejo. Esa transgresión no es el complejo de Edipo, sino más bien la testigo del fracaso de su represión y de la irrupción en el “actuar” de sus momentos pulsionales más crudos; momentos no tallados por la cultura, es decir que no han aprovechado nunca la ayuda 13 S. Freud, Le román familiál du névrotique, névrotique, 1909. 14 Marthe Robert, Rob ert, Román des origines et origines du román, román, Pans, Grasset, 1972.
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que esta cultura aporta a la represión individual, caso que no es, evidentemente, el de G. Deleuze. Si clásicamente se admite que es en las clases sociales más desfavorecidas donde más se observan el parricidio y el incesto, lo que aquí está en tela de juicio es la vertiente de la represión, represión que se ve o no apoyada en una cultura determinada. Es preciso para ello una firme salud, fundada precisamente en la arquitectura de dicho complejo para recomendar el acontecimiento de la locura como locura razonable. Por no acreditar la tesis de una locura razonable lo imputaremos en la cuenta de lo que antes de esta disgresión nos preocupaba: la fabulación. En ese aspecto, Freud encuentra en el desarrollo del niño un punto privilegiado donde parece organizarse la fabulación. Esta representa entonces uno de los accidentes en el camino que conduce al niño neurótico a separarse de la autoridad paterna. Para el niño pequeño, los padres representan ante todo la autoridad suprema, el prestigio ilimitado, el modelo de todas las certidumbres. Pero los progresos del desarrollo intelectual lo llevan a comparar la situación social de sus padres con la de otras parejas más afortunadas. Como consecuencia de un sentimiento cualquiera de evicción, o estimado no recompensados sus sentimientos de amor, el niño utiliza entonces sus nuevos conocimientos para fundirlos en un fantasma fantas ma según el cual él procedería procedería de otro lecho. lech o. Según Freud, esta actividad fantasmagórica sería más intensa en el niño que en la niña, en la medida en que sus sentimientos hostiles para con el padre estarían mejor apoyados; en todo caso, es en esos impulsos psíquicos de la infancia, conscientes, rememorados, que Freud ve una comprensión posible del mito. Así, en un primer estadio llamado asexual (en el sentido de que el conocimiento de las relaciones sexuales entre los padres no se habría cumplido todavía), el fantasma perseguiría dos fines: erótico y de ambición (el segundo disimulándose siempre detrás del primero) sustituyendo a los padres reales por padres más afortunados. El estadio “sexual” descansa sobre la afirmación: mater certissima; pater semper incertus est, en nombre de la cual el niño
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atribuye a la madre algunos amantes, mientras que el padre se contenta con ser “superior”. Desde entonces son posibles dos caminos, donde el niño se instituye como el bastardo de un amante heroico, donde, por un sutil rodeo del fantasma, él sólo se asegura a sí mismo la legitimidad, desembarazándose así de un hermano o hermana declarados bastardos. Freud señala, señala, para p ara terminar, que esos esos fantasfant asmas aparentemente hostiles, por la nostalgia de un padre antaño omnipotente mantienen sin embargo la sobreestimación de los primeros años de la infancia. Esta “novela”, en muchos aspectos, encuentra en la neurosis de transferencia transferencia un nuev nuevo o campo cam po de ejercici ejer cicio. o. E l analista anal ista no sólo puede representar a la vez a ese nuevo padre noble con el que soñaba el niño, sino también al humilde padre real que es preciso ennoblecer, o también a ese padre de los orígenes cuya omnipotencia no tenía fallas: transferencia directa en el momento que representa una nueva posibilidad, una nueva realidad, un nuevo padre; indirecta, en el momento que representa al padre de los orígenes o al padre humilde (indirecta en la medida en que se representa con el sentido de una reedición). Debe observarse, por mía parte, que esa “novela familiar” es la misma que revela la leyenda de Edipo, puesto que es también por abandono que Edipo se encuentra entre sus humildes padres adoptivos, cuando en realidad procede de sangre real; en ese sentido, Edipo ya no puede mentir, puesto que su mentira no sería otra cosa que la verdad. De otra parte, recordaremos que esta situación de abandono por los los padres padres reales reales también es la de d e Moisés. En ese sentido, sentid o, podría verse en la idea de Freud según la cual Moisés era egipéi sm e ) una nueva manifescio (cf. Freud, Moise e t l e m o n o tk éism tación de aquella novela familiar, esta vez aplicada al mismo Freud cuando se habla de los lazos fantasmagóricos que lo unían a Moisés en tanto padre padre de otra religión. relig ión. E n todo caso, en e n esa vinculación se hallaría la confirmación de que la actividad intelectual no puede ser afectada por semejantes fantasmas. La neurosis de transferencia ofrece múltiples ejemplos de esas traiciones transconfesionales, por el fantasma, para los cristianos de pertenecer a una familia judía, y para los judíos, de proceder de cierta Roma.
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Los fantasmas sadomasoquistas igualmente repartidos pero diversamente repertoriados en cada una de las religiones auto rizan a pensar que la gloria de pertenecer a una u otra encuentra la cuenta de su prestigio en evocaciones inesperadas; la perse cución se une aquí a la pasión crística para dar testimonio de que tal género de gloria no se adquiere a cualquier precio. Por lo demás, otros registros pueden pretender confirmar esta incertidumbre del padre: la variedad de escuelas psicoanalíticas ofrece un nuevo abanico para sus discípulos respectivos, construyendo fantasmas pertenecientes a otro clan. Puede decirse que a fortiori, si un paciente es capaz de orga nizar tales fantasmas, es también capaz de organizar una neu rosis de transferencia, pero sería más arriesgado afirmar que la neurosis de transferencia no puede constituirse más que al pre cio de un grado tan alto de organización. Más bien, y mucho más frecuentemente, se verá alejarse a la organización de la neurosis de transferencia de la que se atribuye a la adaptación del Edipo. Que la estructuración del Edipo tiene un poder organizador: el hecho es cierto y debe además entenderse tanto a nivel de la transferencia como de la contratransferencia, de manera que si el analista reconoce en él una organización, puede también, como se dice, “encontrarse en ella”. Por otra parte, no dejó de imputarse a los analistas ser los “organizadores del complejo de Edipo” y, por consiguiente, los pilares de la sociedad capitalista, de manera que si no estaban “contra”, es que estaban "por”. Jamás Jam ás podría un analista analis ta estar es tar por o contra el Edipo Ed ipo,, pero nada le impedirá reconocer en él un poder organizador que a la vez estructura los conflictos intrapsíquicos y estructura su inteligenc intel igencia. ia. Las complicaciones sólo comenzar comenzarán án verdadera mente cuando se quiera dar a esa estructuración un valor normativo. Pero nada impedirá la comprobación de una jerarquía de complejos de manera que pueda reconocerse que la neurosis de transferencia recluta más o menos elementos y que algunos co rresponden al complejo de Edipo y otros no. Los “anti-edípicos” y los psicoanalistas normativos se asocian extrañamente, unos por estar contra, los otros por estar por, en
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el hecho de que atribuyen al Edipo un valor de “goce” más que de placer, separado del valor de prohibición; unos, antiedípicos, considerando al Edipo como el bastión de la prohi bición de manera que es preciso estar contra, para “promover” el goce; los otros, siendo “pro”, y considerando al goce como correlativo de una organización psíquica llevada a su término. La confusión entre genital y edípico llega a su colmo, lo que marcaría el apogeo de un cumplimiento tanto psíquico como sexual. Si se deja de atribuir algún valor normativo al complejo de Edipo, sin embargo será preciso, para reconocerle un valor de organización, admitir que posee un comienzo, donde se reco nocerá por ejemplo la identificación con el padre del mismo sexo, sexo, un tiempo pleno y una ‘liquidació ‘liquid ación”, n”, etc. E n resumen, se podrá plantear válidamente la cuestión de saber si existe un “de este lado”, un “más allá” del Edipo, y será eventualmente legítimo hablar de una organización psíquica pre o post edípica. Pero- de ninguna manera será legítimo pensar una organi zación psíquica “afuera” o “a despecho” del Edipo, porque querer hablar desde “afuera” o a “despecho”, es precisamente referirse a él. Esta Es ta referenc refere ncia ia es además además la misma, explícita, explícita , del perverso, quien, en el sentido estricto que dio Freud a esta expresión, da muestras de una sexualidad pregenital y alega para justificar esa pregenitalidad su pertenencia "fuera” del Edipo, y hasta “contra”. En ese sentido particular, la estructura perversa poseería una suerte de autenticidad o de “denominación de origen” frente a las posiciones teóricas que se erigen directamente contra la noción noción de complejo de Edipo Ed ipo.. Unos Unos y otros otros podrán además consolarse considerando que la estructura perversa y la llamada posición teórica no son necesariamente excluyentes una de la otra. Si la cuestión de saber si existe un de este lado del complejo de Edipo es legítima, podremos incluso plantear la cuestión de saber si la neurosis de transferencia puede ella misma organizarse de este lado de las figuras de la triangulación edípica. La cuestión de saber si ella puede organizarse reclutando sola mente elementos pregenitales no constituye gran problema, por que es de comprobación evidente que semejante cosa es posible. La mayoría de los sueños de sesiones a los que hemos aludido
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y que para nosotros representan un testimonio bastante certero de lo que puede ser una neurosis de transferencia, raramente reclutan elementos que testimonien una perfecta intrincación pulsional. En cuanto a la cuestión de la triangulación edípica, su resolu ción parece tanto más difícil cuanto que la teoría kleiniana atri buye a los fantasmas edípicos un origen precocísimo, incluso fundante. Observaremos al respecto, como ya lo hemos señalado, que el acceso al fantasma, incluso el enunciado, incluso la demostración de un fantasma edípico, no garantiza en modo alguno que el complejo sea “sostenido”. En otros términos, la teoría kleiniana no parece poder plan tearse la cuestión cues tión de una una fase fase pre-edípica. pre-edípica. Pero en e n ese caso la noción de neurosis de transferencia pierde su sentido puesto que entonces toda transferencia, la más parcial, la más mínima, com portaría los gérmenes de una una o organi rganizació zación n edípica. edíp ica. A pesar, o más bien gracias a esta triangulación, fantasmática, el predomi nio de una relación dual madre-hijo podrá afirmarse, y la neurosis de transferencia podrá reducirse a una compulsión de repetir esta relación, entendiéndose que ella contiene en sí los gérmenes fantasmáticos de la triangulación. Si éste no fuera nuestro punto de vista, ¿qué querríamos decir al hablar de un complejo de Edipo-“sostenido”? Tomado en mal sentido, este término podría testimoniar una sustantificación cualquiera de los fantasmas que se ordenan alre dedor del del Edipo. Edi po. En realidad, aquí lo lo enten entendem demos os como el com promiso de lo que Freud llama la vertiente narcisista del Edipo, o sea: el miedo a la castración, miedo que precisamente deter mina las posiciones que hemos denunciado hace poco como afir mándose “afuera” del complejo de Edipo, pero buscan por esta “salida” conferir “a otros”, a los “pro-edípicos”, la realidad de la amenaza. En este sentido, comprenderemos que la neurosis de transfe rencia no pueda efectivamente apoyarse más que sobre una orga nización edípica “sostenida”, inclusive si ella traduce los tropiezos, los fracasos, las superaciones y las miradas hacia atrás de esa organización. Parecería difícil afirmar que una neurosis de transferencia
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pueda resolverse, es decir, iiiterpretarse y superarse sin que, por ello mismo, una superación y una "liquidación” del complejo de Edipo intervengan. Sin embargo, es total totalme ment ntee lícito plan p lantear tear el e l problema. problema. Freud por otra parte lo planteó una última vez a propósito de la transferencia positiva y negativa, al comparar los resultados de un tratamiento in vivo e tn vitro. E n 1911 1 911 retoma con respecto respecto a los hospitales psiquiátricos la polémica introducida en el momento de Dora, reafirmando que la transferencia no puede ser obra sólo del análisis sino que puede también revelarse en los “hospitales psiquiátricos”. Este problema de los hospitales psiquiátricos nos interesa aquí particularmente en la medida en que la neurosis de transferencia mal comprendida corre el riesgo de transformar el consultorio del analista en hospital psiquiátrico, con todas las posibilidades de interminabilidad que tal sitio comporta. Según el texto de la “dinámica de la transferencia” en los hos p o sitiv si tiv a no sale realmente “a pitales psiquiátricos la transferencia po relucir”, queda velada; con relación al analista, la consecuencia está invertida, porque el enfermo rehúsa dejar la clínica. Él resuelve in vitro, todos sus problemas, pero demuestra ser incapaz de hacerlo in vivo. En el el análisis, análisis, por el contrario, co ntrario, la transferencia positiva de base erótica es sacada a relucir, y después denunciada; su efecto es entonces interior y exterior. Bien se ve aquí que todo el problema es develar en tiempo útil la naturaleza erótica de la transferencia positiva. No es que una vez cumplido el pasaje al acto (aquí el exitus) se podrá hacer algo, sino si puede decirse antes de que se produzca. La neurosis de transferencia corre el riesgo de transformarse en hospital psiquiátrico, tal es, por efecto de la transferencia positiva, la óptica donde vemos dibujarse las razones de un análisis interminable. Este análisis interminable deviene un problema en sí tanto al comienzo de un análi análisi siss como como a . . . no puede decirse a su fin, y esto en razón del carácter precoz que atribuimos a la neurosis de transferencia. En otros términos y para nosotros, al no ser interpretado como tal, el análisis interminable es análisis interminable de entrada.
CAPÍTULO II LOS REGISTROS DE LA TRANSFERENCIA
Con el término “registros”, agruparemos algunas categorías for males de la transferencia: transferencia explícita/implícita; latente/manifiesta; directa/indirecta; u otras simplemente consagradas por el uso: transferencia blanca, transferencia lateral. Estas categorías, porque son puramente formales, se diferen cian de las que implican una teoría de la transferencia como la de transferencia positiva o negativa, de la que ya tratamos. Estas categorías formales no pueden tomar sentido más que por su imbricación, y es artificialmente, para comodidad de la exposición, que aquí las aislaremos. Transferencia explícita y transferencia implícita
Conviene estudiar primero una oposición preliminar entre trans ferenci fere nciaa explícita y transferencia implícita. Esta Es ta oposición oposición sólo en apariencia tiene tiene un carácter didáctico. didáctico. Sin embargo, embargo, por no considerarla se establecen muchas confusiones en cuanto a la fenomenología de la transferencia. Entendemos por transferencia explícita aquella que, especial mente, deliberadamente, designa al analista como persona parti cular. cula r. Así en Dora, no hay por parte de Dora ninguna transfe rencia explícita. Esto sin decir que tal designación del analista supera el marco de la transferencia para interesar a la situación analítica toda.
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El “clima” de un análisis es muy diferente según se organice como régimen implícito o explícito. El "usted” no es ‘explícito” por otra cosa que por aislar al analista en una especificación personal. Ese “usted” explícita... lo implica de manera tal que lo diferencia de todo el contexto, y lo diferencia incluso en el interior del contexto transferencial. Fácilmente nos cercioraremos de la importancia de una especi ficación semejante al considerar que ese “plural de cortesía” * da largas al asunto de la especificación si es comparado al tuteo. Designa al analista no “como tal” sino como “un tal”, y muestra que el “ga parle ” (eso habla) de Lacan está a veces bastante bien educado como para usar ese plural. También se concibe que el “tuteo” determinaría otra especifi cación, que no por “intimista” sería menos significativa de otra objetivación. Es evidente que ese carácter de objetivación (objetivación que no puede concebirse más que con, respecto a un Sujeto ) puede también aplicarse aplicarse al régimen contra contr a transferencial. Ademá Además, s, en ciertas escuelas es usual no emplear el “usted”, ni ningún otro tipo de especificación. Si en esta óptica la contratransferencia de Freud en Dora es ampliame ampliamente nte explícita, explícita, la transferencia de Dora es impl im plíci ícita. ta. . . y esto por una suprema inteligencia de los caminos de la resis tencia, que aquí como se ve, es resistencia sólo por oponerse al aiudista en su deseo de objetivación más que al proceso analítico. Este aspecto implícito de la transferencia de ningún modo le impide ser intensa* ni incluso estar destinada al mismo Freud. Sino que la implicación de Freud deberá necesariamente ser des cubierta, descifrada, descifrada, adivinada, adivinada, interpretada. interpre tada. Dora, por ese ese me dio, lo obliga doblemente a desenmascararse, puesto que Freud no puede puede invocar invocar ninguna ninguna referenc refe rencia ia nom nominal. inal. Freud nunca puede “valerse” de la obtención directa en el texto de las sesiones de una una mención de sí mism mismo. o. En cierto cie rto modo, modo, él deberá imponerse. El efecto más seguro, que además no es un efecto sino una razón, de la transferencia implícita es obligar al analista a inter pretar la transferencia ingiriéndose en el texto asociativo, ingeren0 El pronombre personal vous, vous, que hemos traducido por “usted”, corres ponde en realidad realidad a la la segunda segunda persona del plural. Desde Desd e ya, se emplea corrientemente para significar nuestro “usted”. {N. del T .) .)
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cia que tiene todo el derecho de ser rechazada por el paciente. jus tificar su introducción en la Así, Freud está obligado a justificar cadena asociativa de su paciente (cf. el humo, el fuego, el señor K., Freud fumando en la sesión, la caja de fósforos); los dos últimos términos de la cadena son anticipados por Freud, quien doblemente objetiva su deseo de ser reconocido como fumador' y de ver en Dora a una provocadora ( aüumeuse).0 ° Si la llegada del “usted” suele coincidir con las primeras manifestaciones de la transferencia, no habría que concluir de ello que necesariamente sea su signo. Muchos analistas principiantes confunden transferencia y transferencia explícita, sólo creen que ha llegado la transferencia cuando se hace mención de su persona. Es no entender que esta “objetivación” o individualización nominal del analista puede tanto constituir el polo actual de un verdadero desplazamiento transferencial como resistir a la emergencia de esc desplazamiento por una objetivación “de acontecimiento” que aísla al analista de todo soporte transferencial. Esta oposición explícita/implícita no es pues tan formal como lo estimábamos al principio; por cierto costado vemos que incluso apunta a un punto fundamental, el de la interpelación en la transferencia y que introduce' por la necesidad de un desciframiento, la segunda oposición de la que ahora hablaremos.
Transferencia manifiesta y transferencia latente Por transferencia manifiesta ya no entendemos solamente la interpelación explícita o nominal del analista, sino aquélla que sobre el modelo de los sueños necesita, para ser entendida, ser descifrada o adivinada, aunque se manifiesta de entrada con claridad. Es decir d ecir que tanto pue puede de aparece aparecerr en un sueño como en un fantasma, o incluso en un recuerdo, y hasta en un comportamiento. Demos un primer ejemplo de transferencia manifiesta: Una paciente recuerda de manera aparentemente improvisada que la víspera asistió a una consulta de lactantes. Este recuerdo ° 0 E l original original francés encubre un juego juego de palabras, pues deriva de állumer, állumer, “encender”. (N. del T.)
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sobreviene en realidad porque dio lugar a un sueño la noche pre cedente. Partiendo del recuerdo ella cuenta cuenta el el sueño (com (c omo o regla regla general, lo que se produce es lo inverso, el recuerdo forma parte de las asociaciones del sueño). E lla asiste como como en la realidad a una consulta de niños, una mujer amamanta a su hijo y dice: “Yo ley doy 10 mamadas por día de menos de 20 gramos”. gramo s”. Mi pa ciente, siempre en el sueño, se escandaliza por este procedimiento y piensa que es un método que interrumpe continuamente el curso curso de las cosas . . . ¿Por qué 10 mama mamadas? das? ¿Por qué qu é 20 gramos? gramos? Las asociaciones asoc iaciones permiten establecer rápidamente que se trata de 10 sesiones por mes; en cuanto a “menos de 2 0 gramos”, yo interpreto esa cifra como correspondiente a los sobres postales, la víspera mi pa ciente había enviado varias cartas y se reprochó su muy ligero contenido. E n realidad, realidad, este sueño sueño se relaciona con el hecho hec ho de una disminución disminución (demasiad (demasiado o precoz como me lo hace hac e compren der el sueño) sueño ) del número número de las sesiones sesiones de 3 a 2 por p or semana, o sea alrededor de 10 por mes. La insuficiencia de la nodriza y el subdesarrollo del niño están en relación con una situación infantil que no puedo relatar pero traducen en el plano transferencial una situación que comporta muy pocos intercambios. Esta situación se articula con un sueño precedente donde yo aparecía apar ecía como descontento descontento con un plato de guisantes. Esos gui gui santes representaban en realidad las pecas de una dama de la que mi mi paciente pacien te temía que llegara llega ra a gustarme. E l asunto hubiera sido sencillo si las asociaciones de ese primer sueño no hubieran revelado que mi paciente también se interesaba mucho por los guisantes. Las cartas de menos de 20 gramos, también ellas “guisantes”, así como el lactante, como la nodriza, como finalmente el sobre que me tendió al final de la sesión y que contenía el monto de los honorarios que representaban 10 sesiones y testimoniaba así que ella me alimentaba mal —dándome sólo sólo muchos g uisa ui san n testes pero que en recompensa yo le daba un número insuficiente de sesion ses iones. es. . . el sentim sentimient iento o de culpa concerniente a la “liviandad” del contenido de esas cartas había que ponerlo también en el contenido de uno de los los platillos de la balanza (pesad (pe sadaa de las cartas, pesada del niño, pesada del sobre).
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Es evidente que la transferencia manifiesta (en el sentido de sueño manifiesto) sólo puede ser entendida como transferencia una vez reducida a su valor latente. Apostemos Apostemos sin embargo a que si yo no hubiera adivinado el sentido de los guisantes ni del número de sesiones, etc., en resumen, si yo no lo hubiera inter pretado y si mi paciente no lo hubiera interpretado, el sueño, por su sola virtud de evocación, por las imágenes de destete, de medida, de cantidad, etc., probablemente hubiera inducido un malestar y hubiera tenido por efecto desviar el sentido general de la sesión hacia la idea de una deuda. Aun permaneciendo en el estadio de su expresión manifiesta, el sueño hubiera modificado el sentido de la interpelación, de suerte que yo hubiera conservado el sentimiento, quizá vago, de deber algo, de reparar, de compensar, etc., sentimiento que pre cisamente me condujo a dar una interpretación, a solicitar aso ciac ci acio ion n es, es , en e n sum suma- a suministrar algo, etc. Si se va má máss lejos en esta interpretación, se encuentra incluso el sentido de una amenaza: en el sueño mi paciente se subleva contra la variación de frecuencia de las sesiones que “interrumpe continuamente el curso de d e las cosas” cosas”.. Frase vaga, pero que qu e significa significa claramente que la escasez de sesiones tenía por efecto perjudicar dicho curso asociativo (el curso de las cosas). En este ejemplo, el texto de la transferencia manifiesta puede ser leído tanto en los dos sueños como en el fantasma (la paciente escribe muv liviano), como finalmente en un comportamiento, si así designamos el momento en que ella me entrega el sobre, y donde además la toma de conciencia se tradujo por una risa inopinada. Puede decirse que todo el sueño da testimonio de un movimiento transferencial manifiesto, que pone en juego tanto los elementos de un E dino di no clásico clásico (celos concern c oncernientes ientes a los los guisantes guisantes v lo que éstos significan: las pecas), como de un Edipo invertido: amor a los guisantes según el modo de una homosexualidad directa, como los elementos pre-edípicos de la malnutrición y de la indistinción oral entre lo que alimenta y lo que es alimentado. Pero el conjunto de esos elementos es subsumido por el desplazamiento transferencial, que se organiza en una interpelación per fe c ta m e n te actu ac tual al y d irecta ire cta.. La oposición transferencia manifiesta y transferencia latente
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está, pues, pues, perfectamente perfectamente fundada. E lla ll a introduce introduce en la noción de interpretación interpretac ión lla llamad madaa “en “en la transfer tran sferen encia cia””. Ella Ell a no noss ha hace ce en trever un hecho importante, el de que el punto de vista econó mico no puede limitarse a la persona del paciente, sino que debe ser pensado a nivel de la sesión, concebido como expresión dia léctica de la oposición transferencia-contratransferencia, en la medida en que la demanda introduce necesariamente un desequi librio en la economía global del sistema. Volveremos sobre este punto para esclarecerlo a propósito de la transferencia directa e indirecta. Un segundo ejemplo de la oposición formal transferencia manifiesta/transferencia latente nos recordará lo que enunciamos a propósito de la organización organización de la neurosis ne urosis de transferencia transfe rencia (la (l a novela t ransconfesional). ransconfesional) . Se trata de una frase pronunciada por un hombre que estaba al corriente de mis trabajos psicoanalíticos. —“Yo lo traicioné.” *** Esta frase se relaciona con el hecho de que la víspera él había comenzado a seguir la enseñanza de una escuela que suponía muy diferente de la mía, pero esta “traición” estaba acompañada de un sentimiento de “inhibición intelectual” (título de un artícu lo publicado pór mí.) La interpretación fue la siguiente: —“U sted sted más bien m e ha s ido f i e l ” (Por la inhibición intelectual.) El interés de este breve ejemplo es mostrar la intrincación de las transferencias manifiesta/latente, positiva/negativa y directa/ indirecta. En efec e fecto, to, la primera primera aserci ase rción ón:: “Yo lo traicioné” traicioné ” que no es más que una repetición humorística de Judas Iscariote, es la expresión de una transferencia manifiesta y negativa. La interpretación devela la transferencia latente, pero no sólo tiene el efecto de sacar a relucir esa transferencia latente, sino también el de señalar su carácter “positivo” al señalar la fide lidad. Ella El la traduce en primer grado una transferencia latente y positiva. Pero remarquemos que esta reducción al sentido latente no es 00# Al analista. ( N. del T .)
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posible sino por una actitud del pensamiento contratransferencial que, quizá, rehúsa la traición y buscando una escapatoria encuentra una interpretación. Observemos entonces que esa interpretación es humorística, es decir que cambia de sig signo no.. E l "usted "usted me ha sido fiel” fiel ” com porta una cierta burla con respecto a esa "constancia” puesto que se trata de una fidelidad por la “inhibición intelectual”. Esa respuesta humorística a una aserción también humorística tiene que ver con un plano particular que llamamos transferen cia directa. Esa transferencia directa que caracteriz carac terizaa la situa ción hic et nunc evoluciona bajo un signo signo positivo. Sólo el humor le da un carácter hipotéticamente negativo. La transferencia directa domina todo el clima de los inter cambios; se opone opone a la transferencia indirecta. indirecta. L a transferencia transfe rencia indirecta reedita mediante el fantasma transconfesional de mi pertenencia a “otro” “clan” un conflicto de la infancia en que mi paciente estaba obligado a elegir entre madre madre y padre (más bien que lo inverso en el caso) y del cual la novela familiar con sistía en creer que no podía dejar a uno u otro sin traicionarlo; por medio de la transferencia indirecta yo asumo los lugares de la posición fantasmática: mater certissima, “el otro clan” asu se m p er incertu inc ertus. s. miendo la del ptíter sem La interpretación se dirige a la transferencia directa develando su sentido latente —permaneciendo permanec iendo (por el humo hu mor) r) b ajo aj o un sig no indeciso— indeciso— ella transforma sin embargo la expresión negativa en positiva. positiva. Pero observemos observemos que el humor humor determina una suerte de incertidumbre incertidumbre del signo signo.. Este Es te humor humor transforma la afirma a firma ción: “yo lo traicioné ”en: “¿Lo traicioné verdaderamente?”, y la respuesta: “más bien me ha sido fiel” se transform tran sformaa en “¿ver “¿ver daderamente me ha sido fiel por el mantenimiento de esa inhi bición?” E l humor humor dibuja pues pues una incertidumbre incertidumbre (más bien bie n que q ue una ambivalencia), que constituye la “cuestión” de la transferencia directa. Basta considerar el esquema siguiente, que integra los seis parámet parámetros ros:: manifiest manifiesto/la o/latent tente, e, directo directo/indi /indirect recto o y + / — para comprender que lo que en la transferencia latente indirecta cons tituye la expresión de una ambivalencia está representado en la
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transferencia directa manifiesta por una incertidumbre o si se prefiere una pregunta .1 Transferencia manifiesta: expresión
Directa —Por la alianza A
(-) (+ )
—Por formulación: “Yo lo traicioné”
(-)
—Por Iscariote
(±)
------ »Indirecta - “He traici traiciona onado do a mi madre”
(-)
Transferencia latente interpretación
(+ )
— Direc Di recta ta —“ —“He He sido fiel a usted” usted”
(+ )
A
—“Por la inhibición”
Indirecta Ind irecta —He sido sido fiel a mi madre madre —Conservando mis síntomas
(-)
ambiva lencia
(+') fijación fijación — (-)
Esa transformación es esencial porque traduce una verdadera mutación transferencial entendiéndose que la transferencia directa de que hablamos no es una creación ex nihüo; no traduce sola mente una realidad de la situación hic et nunc, sino que debe su existencia al desplazamiento del conflicto infantil. Vemos que esc desplazamiento no es neutro y que por su ca rácter de incertidumbre ofrece una nueva apertura dialéctica. Su "negociación” está fundada en la alianza que signa la ver1 Ver el esquema sigui sig uiente. ente.
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dadera positividad, supone una elucidación progresiva de la trans feren fer encia cia ya sacada a relucir relucir.. La transferen transferencia cia indirecta ind irecta,, por el contrario, no puede, a falta de elucidación, más que reeditar sin superarlos los elementos contradictorios de sus conflictos y la ex presión de sus ambivalencias. p re-Por lo tanto, si manifiestamente se trata de una traición, pre conscientemente se trata de una fidelidad dudosa; la transferen cia tropieza tropiez a con co n una “fijación” “fijación” —la transferencia directa direc ta bajo el signo de la alianza reactiva el proceso de esa fijación, transforma en incertidumbre incertidum bre y sobre sobre todo todo vuelv vuelvee a cuestionar— cuestionar— la ambiva ambiva lencia. Hay motivos para creer que el humor aquí encuentra sus fun damentos en la ambivalencia, pero que por la positividad de la alianza ya ha superado fundamentalmente esa ambivalencia y en cuentra sus fundamentos en una suerte de pudor para reafirmarla como problemática. Remarquemos al pasar que la transformación de la transferen cia manifiesta en su sentido latente no determina una oposición sistemática entre positividad y negatividad; la expresión de emo ciones hostiles o amistosas no es el signo seguro de que haga falta cambiar sistemáticamente su sentido, ni que haga falta tomarlo “por dinero diner o contante con tante””. En esto se se revel revelaa el sustrato afectivo de la transferencia negativa y de la transferencia positiva que no pueden ser asimiladas a la negación o a la denegación, aunque puedan pued an com c omplic plicars arsee con ellas —o simplificarse con ellas. Basta Ba sta una ojeada oje ada a la columna columna de los los signos -|- o — para com probar a qué grado de oscilación puede pretender una simple aserción aserci ón del tipo: tipo : yo lo traicioné. traicioné. Por otra parte, par te, el esquema está simplificado y no da cuenta de las identificaciones que sobrede terminan la aserción: yo lo traicioné como mi padre o como mi madre traicionó a mi padre, etcétera.
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Transferencia blanca La expresión afectiva de la transferencia, así como su carácter explícito o implícito, nos conducen a considerar lo que tradicionalmente se llama “transferencia blanca”. No sé si esta expresión se relaciona con el “estilo blanco” que Cocteau atribuía a Radiguet, pero no deja de hacerme pensar en é l : el suje sujeto to se ocult cultaa det detrá ráss de su sus pr propios pios efe efectos ctos.. La transferencia blanca se opone a todas las categorías que hemos considerado hasta ahora, por no ser ni explícita, ni mani fiesta, ni caliente, ni fría. La transferencia blanca dice bien lo que quiere decir, puesto que así como manifiesta la existencia de una transferencia exclu ye su confesión. En ello ello se distingue distingu e de la transferencia negati va, que es a veces explícita al punto de ser ruidosa, pero testi moniaría una resistencia tal que excluiría hasta la posibilidad de un disfraz. Personalmente, nunca me he encontrado con una transferencia semejante, que me parece tener que ver con una ilusión técnica, o con una forma de transferencia negativa no detectada. Sin embargo, esta expresión me parece fundarse en el hecho de que qu e la “con “confesi fesión” ón” tard tardaa en manifestar manife starse. se. Con ello se se señala hasta qué punto se suele confundir transferencia explícita y transferen cia a secas. seca s. Es excepcional que qu e un sueño, un desgarrón desgarrón en el protocolo, el hecho mismo de la observación de las reglas no tra duzca o no traicione el desplazamiento de un conflicto infantil. Pero si la transferencia es blanca, lo es para todo el mundo en el sentido de que es “ciegamente” como el analista podrá inter pretarla. Las “transferencias blancas” me recuerdan una sesión de prestidigitación durante la cual un hábil ratero recomendaba a sus víctimas cuidarse de un posible robo. robo. Una de ellas, que había resistido con valentía, descendió triunfalmente las gradas para reconquistar su sitio y durante el descenso perdió su portafolio, su reloj y hasta sus tiradores. Este recuerdo, cuyo valor fantasmático no pasará desapercibi do, volvió a mí a propósito de un análisis donde no había apare cido ningún carácter explícito de la transferencia, ninguna men ción del analista, ninguna asociación de ideas que permitiera
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siquiera “saber”, de otro modo que por la comprobación de su presencia, que mi paciente estaba aquí más que en otra parte. Una disminución de las sesiones sobrevino, debo confesarlo, por hastío. E l rresu esultad ltado o fue inmediato: inmedia to: mi m i paciente paci ente me explicó entonces por qué “no se había atrevido” a “compararme” con otra cosa que su padre, y que sin embargo "hubiera podido actuar” en tal o cual punto. Gracias a esta “retrospectiva”, que duró más tiempo que la fase que ella entendía comentar, mi paciente no percibió que operaba una transferencia al retomar el ritmo normal de sus sesiones. Al respecto conviene remarcar que el analista puede ocupar en la dinámica transferencial el lugar del muerto, del ausente, del negado, del borrado, excluido, censurado, castrado y todos los caracteres negativos que se quiera: posiciones todas que testimo nian una mención que afirma su existencia tanto como la niega. Pero bien sabemos dónde nos aprieta el zapato de la denega ción, que precisamente sólo puede volver desesperadamente a la existencia de lo que ella no quiere ver. La verdadera transferencia blanca tendría que ver más bien con “el analista fetiche”, momificado en un compromiso. Pero aun sería preciso que no se le dirigiera demanda alguna. alguna. Ciertamente Ciertam ente puede parecer que esta ausencia de demanda marca un momento del análisis de perversos, salvo que a fuerza de “insistir”, esta ausenci ause nciaa de demanda demanda acabe aca be por ser una una demanda. No es raro en definitiva que la "transferencia blanca” revele una estructura perversa. El conjunto de categorías de transferencia hasta ahora consi deradas, muestra hasta qué punto el pensamiento contratransferencial puede comprometerse en esas manifestaciones, en particular a propósito de la transferencia blanca. Pero nos ocuparemos de otra categoría tradicional, que solicita todavía más el punto punto de vista vista contratransferencial. contratransferen cial. Se trata de la transferencia lateral.
Transferencia lateral Es ta trans transfe fere renc ncia ia tiene tiene ma mall ca rt e l. . . , es int inter erpre preta tada da ordina riamente en una perspectiva estrictamente económica como una
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hemorragia libidinal, una pérdida energética y más aún una suer te de “traición”. Sin embargo, embargo, tenía tenía que llegar llega r . . . pues pues la transferencia transferenc ia es esen cialmente un quid pro quo. Pero esta “lateralidad” supone un eje central que drena todas las energías. En cierto modo las prescripciones técnicas de Freud y de sus epígonos inmediatos, que prohíben durante las curas toda rela ción sexual y toda decisión importante, traducen ese cuidado por canalizar la energía disponible en provecho únicamente de la re lación analítica. Por sí solo, este punto de vista energético autorizaría a conce bir la intrincación contratransferencial que implica; determina obligatoriamente una “contra-actitud” “pastoral” en cuanto pre tende reconciliar a todos los cameros. Es evidente que la naturaleza misma de la transferencia, que esencialmente es la de un desplazamiento, basta para introducir al lobo en la majada y complica la bien ordenada visión. Es exacto, sin embargo, que la transferencia lateral constituye una resistencia en el interior de otra que es la transferencia a se cas. Pero en general, esta nueva resistenci resistenciaa se interp in terpreta reta más como “actuación”, “catarsis”, explosión en lo real, que como des plazamiento del soporte transferencial. Es importante comprender que la transferencia lateral es un efecto de la transferencia; que se inscribe en la transferencia mis ma aunque parezca oponérsele, que no es fundamentalmente re sistencia a la transferencia, sino que constituye una variante oposicional de ésta. Todo depende depen de en defin definitiva itiva de su su valor contracon trapuntístico y de la apertura dialéctica que autoriza o aliena. Muchos análisis salen de un estancamiento transferencial por un desplazamiento lateral, por lo demás casi siempre perfecta mente mente inconsci inconsciente ente (aunq (au nque ue no siempre). L a interpretación interpre tación de un desplazamiento simbólico puede tener enormes efectos diná micos en la cura, pero no hay ejemplo de un análisis que se desen vuelva sin una manifestación de transferencia lateral. Esta categoría de transferencia recorta el problema del análisis in vitro e in vivo del que Freud habló largamente a propósito de los tratamientos en hospitales, los cuales representan mani fiestamente para él una “lateralización”, porque su evocación sur
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ge como por milagro cuando se trata de transferencia positiva o negativa. Al respecto conviene remarcar que la positividad y la negatividad de la transferencia frecuentemente encuentran una línea de fractura gracias gracias a la transfe transferenc rencia ia lateral. lateral. Esta lín ea de fractura fractur a recorta y en cierto modo revela la escisión en el interior del Yo entre positividad positividad y negativi negatividad. dad. Muy a me menudo, nudo, e n efec ef ecto, to, los sentimientos hostiles o negativos sufren el efecto de una transfe rencia lateral, de manera que la transferencia o la neurosis de transferencias “centrales” parecen beneficiarse sólo en impulsos favorables; lo inveiso, al menos por mi experiencia, es menos frecuente. El mayor interés de la transferencia lateral reside en la línea de división que desvía los impulsos hostiles y los impulsos “favo rables”, rab les”, los los impu impulso lsoss sexuales sexuales y los impulsos narcisist narci sistas. as. T ales al es es cisiones no se conciben, por otra parte, más que en razón de las oposiciones conflictivas reveladas en y por la transferencia, pero sería equivocado, me parece, considerar necesariamente a la transferencia lateral como perjudicial al proceso analítico; es una manifestación ineluctable de la resistencia. Es evidente, sin embargo, que si el índice de realidad que ne cesariamente la sostiene es demasiado elevado, la transferencia lateral puede devenir una suerte de actuación permanente, pero en este caso, es el conjunto de la estructura lo que hay que con siderar, de manera que esta lateralidad no es sino una manifesta ción como cualquier otra de un rechazo del mundo fantasmatico. El efecto contratransferencial corre el riesgo de avalar esta ‘lateralidad” considerando como un cisma lo que a menudo no es sino una dicotomía. Llegamos ahora a la última de las categorías formales consi deradas: la de transferencia directa/indirecta.
Transferencia directa e indirecta Dicha oposición podría sustituirse válidamente por esta otra: mediata/inmediata, si las connotaciones temporales de esta última no ofrecieran el riesgo de acarrear cierta confusión.
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Sería totalmente ilusorio pretender interpretar los fenómenos de transferencia sin hacer intervenir lo que Freud llama muy banalmente: “la situación psicológica”. Por esta expresión, Freud entiende que cualesquiera que sean los problemas “evocados” en el análisis, cualesquiera que sean los asuntos relatados y los modos según los cuales ellos se emparentan con tal o cual categoría psíquica: sueño, fantasmas, recuerdo, ideas, tensiones, intenciones, en resumen, todo el “contenido” de las sesiones está subordinado al hecho de aparecer en una “situa ción psicológica”, es decir de ser “destinado” a alguien: en otros términos, la situación analítica comporta una situación psicológica. Esta situación psicológica es una realidad, realidad relativa con relación a la situación analítica en general, aun cuando esta p u esta es ta en esce es cen na realidad fuera establecida, medida, codificada, pu por el analista, porque estime que los fenómenos inconscientes, para aparecer, tienen necesidad de esas condiciones, porque esti me que esas condiciones son más cómodas para él. "Yo no soportaría ser mirado durante ocho horas (o más) por día.”2 Esta situación pone al paciente y a su analista en la obliga ción de estar entre sí sí en una una cierta cie rta “relación psicológica”. psicológica”. L a situación psicológica es real y está codificada, en ciertos aspectos es el elemento real de la situación analítica. La situación analítica es un concepto más vasto que el de situa ción psicológica y, en ese sentido, engloba no solamente a esa realidad sino a todos los elementos psíquicos que van a desenvol verse en el interior o fuera de la contingencia que es la realidad psi p sicc o lóg ló g ica ic a ; la situación psicológica es un acontecimiento. Pero si ahora nos colocamos en el punto de vista de la reali dad, de la concretcz del acontecimiento inclusive, es la “situación psicológica” lo que va a superar y englobar a la situación analí tica, de manera que ésta asumirá el papel de contenido y la situa ción psicológica el de continente. De allí se concibe que puedan plantearse problemas de adecuación/inadecuación; concordancia/discordancia; complementaridad/disparidad; similitud/desemejanza; entre esas dos situaciones consideradas ora como continente, ora como contenido. 2 S. Freud,
De la technique psychanaltjtique,
París, P.U.F., pág. 93.
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Se concibe también que el índice de realidad, al desplazarse de una a la otra, las determinará como continente o como contenido. La transferencia es entonces un agente mediador entre esas dos situaciones, puesto que la “situación analítica” puede depender a la vez de los contingentes hic et nunc de la realidad, de las particularidades reales y circunstanciales de la cura, pero que, por otra parte, la transferencia al desplazar sobre esos elementos contingentes las representaciones de los conflictos infantiles los modifican considerablemente o incluso los fundan. Cuanto más intensa es la transferencia, más inconsciente es, y más la situación psicológica pierde su índice de realidad y no deviene sino el reflejo del desplazamiento fantasmático operado por la transferen tran sferencia. cia. Se pasa de un índice índic e de realidad contingente a un índice de realidad psíquica. La mezcla de desplazamientos fantasmáticos transferenciales, de la realidad y de las recaídas de la realidad en la transferencia y de la transferencia en la realidad, se opera en la situación psicológica. Esta situación psicológica deviene el lugar de enfrentamiento, de negociación, de muta mutaci ción ón,, de de transform ación. . . , en sum suma, el el campo dialéctico de las oposiciones que nacen de esa mezcla. Ese campo es el que asignamos topológicamente a la transferencia directa. La transferencia directa es el lugar de la demanda. Freud, en sus Obseroations sur Vamour de transferí: (Observaciones sobre el amor de transferencia) habla con cierta altura de “esas mujeres que sólo son accesibles a la lógica de la sopa y al argumento de la croqueta ”,3 estigmatizando con ello a seres de pasiones elementales a quienes las compensaciones no satisfacen y que reclaman inmediatamente satisfacciones sexuales que ellos no pueden satisfacer. Todo parece digno de interés en estas observaciones sobre el amor de transferencia, sobre todo en lo que concierne a la suerte de la realidad en la cura, se trate de la metáfora oral empleada tanto como del aparente desprecio de Freud, como de la categoría clínica así aprehendida. En lo que concierne a la categoría clínica, lejos de encontrar S. Fre ud , De la technique psychanalytique, en Observations Bermann, París, París, P .U .F ., 1953 , pá g. 12 5. transferí , trad. Anne Bermann,
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excepcional esta demanda inmediata de satisfacción, muy por el contrario ella me parece ser si no la regla, al menos de lo más frecuente; en todo caso parece totalmente imposible poner sobre le mismo plano una primera categoría de “analizandos” que desde las primeras sesiones demandan comer, reclaman satisfacciones sexuales inmediatas, quieren recibir los libros de la biblioteca, demandan inmediatamente al analista se le confíen sus niños, en resumen, exigen hic et nunc las pruebas más tangibles de un amor único y soberano, y una segunda categoría que por el largo rodeo del análisis llega a formular las mismas demandas, pero afectadas de un índice de virtualidad que las confina a un enésimo grado. La situación contratransferencial es muy diferente frente a manifestaciones de una transferencia directa o indirecta. El papel de paraexcitación de la contratransferencia se manifiesta por la tentativa de derivar las emociones directas para transformarlas en representaciones directas e inversamente de interpretar en la actualidad, en el registro dialéctico inmediato las representaciones correspondientes a los conflictos infantiles. La noción de “principio de realidad” debe entrar en juego, en cuanto introdu introduce ce la de “renunciamiento”. “renunciamiento”. Es evidente eviden te que la demanda inmediata, la transferencia erótica, de entrada constituye una superior resistencia a la eclosión de la transferencia indirecta, desechando todo renunciamiento, toda postergación; en esto se emparenta más con el estilo de los procesos primarios que con un principio de realidad sostenido. Pero es doble el problema de saber por qué la transferencia directa se se aferra así a la realidad. realid ad. ¿Se trata de una una iimposibilidad mposibilidad de renunciamiento, de una subordinación total al principio de placer inmediato o de una profunda incapacidad de establecer un lazo simbólico entre una situación erótica infantil y la realización de una satisfacción inmediata? Es preciso entonces comprender que esa transferencia directa en sí misma no es más que el reflejo de una transferencia indirecta. El amor de transferencia, dice Freud, “no es más que un conjunto de réplicas y de clichés de ciertas situac situacio iones nes pasadas y tam bién d e reacciones infantiles” infantiles” * 4
S. Freud,
De la lechnique psychanalytique, en
ob. cit-, pág. 126.
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da Freud como argumento de la “inautenticidad” de este amor de transferencia el hecho de que las pacientes enamoradas de su analista, si realmente lo amaran, deberían renunciar a sus exigen cias inmediatas para consagrar sus esfuerzos al cumplimiento de la cura. ¡Ay!, bien pobre es el argumento y, para colmo, cae en la contradicción: “Nada nos permite negar al estado de enamoramiento que aparece en el curso del análisis, el carácter de un amor verdadero.” 5 En definitiva, el amor de transferencia y el amor a secas tienen en común a los ojos de Freud que son tan locos el uno como el otro. Sin embargo, y paradójicamente, el amor de transferencia sería aun más irrazonable. Por una parte es provocado por la situación analítica, por otra “la resistencia que domina la situación lo inten sifica más”; y por último: “Teniendo muy poco en cuenta a la realidad, demuestra ser más irrazonable, menos preocupado por las consecuencias, más ciego en la apreciación del ser amado.” En suma, puede reconocerse en él lo que se dice del hijo de Bohemia . . . “que nunca conoció leyes leyes”. ”. Freud va derecho al grano: la paciente quiere quebrar la auto ridad del médico rebajándolo al nivel del amante (pág. 1 2 0 ) . Desde ese momento, la respuesta será difícil. No es cuestión de apoyarse sobre la pura y simple moral co rriente rriente cuyo cuyo or orige igen n conocemos conocemos dem demasia asiado do bien, así c o m o . . . su oportunidad; tampoco es cuestión, desde que la paciente ha he cho confesión de su transferencia amorosa, de invitarla a sofocar su pulsión, de renunciar y sublimar dicha pulsión: “Todo ocurriría entonces como si, después de haber forzado a un espíritu, con ayuda de ciertos hábiles conjuros, a salir de los infiernos, en seguida lo dejáramos descender de nuevo sin haberlo interrogado . . . : los subli sublim es dis discur cursos, sos, como todos sabem os, tienen poca acción sobre las pasiones.” 6 Sería aun peor la solución intermedia consistente en pretender compartir los tiernos sentimientos pero evitando toda manifesta ción física; eso sería, dice Freud, una mentira y además peligro-
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sa, porque: ¿podemos estar tan seguros de que jamás traspasare mos los límites que nos hemos fijado? Qué queda entonces, sino oponer la ilusión a la ilusión, utilizar la ilusión e interpretar la ilusión. Estas prescr prescrip ipcio ciones nes de de Freud suel suelen en hacer so n re ír. ír . . . ; pero pero nos equivocamos, porque una vez planteado el problema en esos términos, y precisamente la transferencia directa lo plantea siem pre en esos términos, cómo resolverlo sin oponer al engaño de la transferencia otro que es el de la contratransferencia. La superación de esta oposición no puede ser comprendida sino de antemano, la precesión de la contratransferencia no es ya aquí p re un accidente sino una necesidad, lo que explica que Freud pre venga al neófito. En cuanto al esquema del hombre advertido y la mujer seductora que hoy hacen sonreír son reír.. . . sabi sabien endo do,, ¿per ¿pero o gracias a quién? Los rodeos de la bisexualidad psíquica y las trampas de la homo sexualidad, incluso el predominio estadístico de mujeres analis tas . . . ; pode podemo moss observ observar ar que aquí aquí Freud Freud es un un ejemplo, por cuanto habla desde su lugar y el pensamiento contratransferencial no puede captarse sino desde su lugar. Esta posición esquemática y, para algunos, simplista, tiene sin embargo el mérito de asignar a la ilusión el papel de situar en otra parte que en el enunciado del deseo el lugar del sujeto. La transferencia directa es el inconsciente sin comillas. Las comillas en cuestión no están al alcance de todo el mundo; suponen, en efecto, que no solamente los elementos transferidos sean concebidos como pudiendo ser simbólicos, sino que además, el desplazamiento mismo sea revelador de un simbolismo endopsíquico. Los border Unes y los neuróticos de carácter encuentran aquí el escollo escoll o de su analizabilidad. Si la transferencia direc di recta ta acapara acap ara la realidad al punto de hacer imposible todo recurso a la iclea misma de un desplazamiento, ningún análisis en sentido estricto será posible, sólo será posible, en el interior de la transferencia directa, “negociar” cambios de rol, pero no llegar al develamiento eficiente de un verdadero movimiento transferencia!. Esa transferencia directa, no siendo más que un reflejo de la transferencia indirecta, es decir, de un rodeo por otras figuras p ren n d arse ar se de la realidad porque en otro tiem arcaicas, sólo puede pre
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po se prepdp. de otra realidad; o, más exactamente, exactamen te, de otra ilusión. La partición del “Yo” deja indivisa la herencia de los duelos que sin embargo lo constituyeron. O bien el polo nostálgico de la transferencia lo arrastra a desplazar y reeditar las posibilidades de una nueva interrogación, o bien la negación de esos duelos, esta vez completa, escinde al Yo en dos partes definitivamente separadas, al punto de que una no pretende constituirse “sino en la pequeña felicidad del objeto”. En este caso, que se reduce a la transferencia directa, la representación de un destino inhibe al fantasma de todos los otros destinos posibles.
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Este libro se terminó de imprimir en Impr Im pren enta ta Velosoy Velosoy General Pirán 428, Tapiales, Prov. de Bs. As., en el mes de marzo de 1976.
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BIBLIOTECA DE LA ESFINGE Psicoanálisis y Ciencias del Hombre Dirigida Dirigid a por Raúl Sciarr Sci arretta etta
1) PSICOANA LISIS DK LAUTREAM ONT Enrique Pichón Riviére 2) DIARIO DE MI ANA LISIS CON CON FR EUD Smiley Blanton 3) DE L LADO LADO D EL PSICOANALIST PSICOANALISTA A Varios (Estudios Freudianos Nros. 1 y 2) 4) HOLDERLIN Y EL PROBLEMA DEL PADRE Jean Jea n Laplanche Laplan che 5) INTRODU CCION A LA LECT URA DE JACQUES LACAN Oscar Masotta 6) LA TRAN SFEREN CIA Michel Ncyraut