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A Silvia, porque porque sin ella, esto no hubiese hubiese sido posible. posible. Sabes que que este libro lleva lleva una parte parte de ti encerrada entre sus letras. Por eso, hoy quiero quiero brindar brindar por ti y por por mí; por tener la la suerte de haber haber cruzado nuestros nuestros caminos caminos en este largo viaje que es la vida. Por nuestra historia; la la que escribimos escribimos cada día…
LA IRA DE LOS CAÍDOS VOLUMEN II
-sr5DANIEL GRANADOS RODRÍGUEZ © 2015 Daniel Granados Rodríguez. 1ª edición Impreso en España / Printed in Spain Todos los derechos reservados Exp: 1403170373711
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-sr5Cambios. El mundo cambia a nuestro alrededor, transformando la realidad que vemos como algo estático. Cambian las calles, las ciudades, las personas… todo cambia, para bien o pa ra mal.
La vida de Eva cambió drásticamente, sacudida por un océano enfurecido de muerte y violencia. Sin saber el motivo, se había visto envuelta en una guerra que llevaba librándose desde el principio de los tiempos, mucho antes de que los primeros hombres aprendiesen a temer a la oscuridad como lo que realmente era: el lugar donde acechan los monstruos. La guerra entre la luz y la oscuridad. El bien y el mal, pero ¿Quién es capaz de definir el bien y el mal? ¿El amor, el odio? Todos formamos parte del bien y del mal. Amamos y odiamos. Inmersa en esa vorágine que la engullía, perdió a sus padres a manos de alguien o algo que la acechaba ¿O tal vez no? Demasiadas preguntas sin respuesta. Elié se cruzó en su camino, ejerciendo el papel de ángel de la guarda que todos deseamos tener cerca, para alejarla de las garras de otros ángeles y revelarle una amarga realidad que destrozó su mundo por completo. Eva, no eres humana. Ha llegado el momento de continuar el camino, de encontrar respuestas, aunque duelan. Acompáñanos.
-sr5Elié tragó saliva. La magia se había roto y era el momento de confesarle algo que quizás aquella chica no estaba preparada para asumir. — Eva, no eres humana. Eva torció el gesto en una mueca de incredulidad, o quizás de confusión; o tal vez una mezcla de ambas. Elié intuía la batalla que estaba librándose en su interior. Solo podía esperar y rezar para que su parte racional, la que le decía que todo aquello era imposible, no saliese victoriosa. Si hay algo a lo que todos tenemos miedo, es al cambio. Nuestro instinto nos empuja a aferramos con uñas y dientes a aquello que damos por hecho, a resistirnos a abandonar la seguridad que nos otorga la realidad que nuestra mente ha construido a nuestro alrededor. Y sin embargo, la vida es un cambio constante. Cambian las ciudades, las calles, incluso las personas que creíamos conocer sufren una profunda metamorfosis a lo largo de los años; algunas para bien, otras para mal. Pero... ¿qué ocurre cuando ese cambio es tan brusco que sacude los cimientos de nuestra comprensión? ¿Cuando descubrimos que nuestra realidad no es más que una mentira que se desmorona como una torre de naipes azotada por el viento? — Creo...creo... Tengo que irme — gimió Eva torpemente — . Tengo que volver a casa de Linda. Eso es lo que ocurre cuando nuestra realidad se ve amenazada. Intentamos remar a contracorriente en busca de los pedacitos que aún quedan del mundo en el que hemos aprendido a sentirnos seguros. Aferrarnos a los escombros que se mantienen en pie, intentando sujetarlos con todas nuestras fuerzas; pero ya es inútil. Cuando el cambio te golpea con toda su rabia, solo es cuestión de tiempo que todo se desmorone a tu alrededor y te deje desnudo ante una aterradora realidad: tu vida nunca volverá a ser la misma. V OL U M E N I I
-sr5- Espera -dijo agarrándola del brazo -. Sé que estás pasando por un momento difícil. Créeme, te entiendo mejor de lo que imaginas, pero esos tipos de anoche... Volverán, y esta vez no te dejaran tiempo para reaccionar. Eres demasiado especial, demasiado maravillosa; no quiero perderte. No así. - Entonces no me dejes sola – respondió, aterrada ante la posibilidad de tener que enfrentarse a todo aquello sin Elié. - No te dejaré sola. Te lo prometo. Pero tienes que entender que sólo no podré protegerte. Ven conmigo, hay un lugar seguro en el que no podrán hacerte daño. - Mataron a mis padres para encontrarme ¿Verdad? Elié dudó unos segundos antes de contestar. Aquella era una buena oportunidad para poner a Eva del lado de la rebelión; sin embargo, por alguna razón que escapaba a su comprensión, no quería mentirle. Había una conexión especial entre ellos. Podía sentirla desde el primer día en que se vieron, y Eva también la sentía. No era justo ganarse su confianza con mentiras. - No estoy seguro Eva. Sinceramente, no sé quien pudo hacerlo. No quiero precipitarme y acusar a nadie. No sería justo para ti. - Pero todos los que me rodean pueden estar en peligro.
- Así es. Sé hasta donde están dispuestos a llegar por encontrarte, aunque después de lo de anoche... Creo que las cosas se van a poner aún más difíciles. Eva, eres más importante de lo que puedas llegar a imaginar. Prometo contártelo todo pero, por favor, deja que antes te ponga a salvo. Linda, Walter… todos estaban en peligro por su culpa. Ya se había derramado demasiada sangre,
demasiadas muertes para llegar hasta ella. No era justo. - ¿Dónde está ese lugar? - En Dansville. Allí tenemos una casa protegida. Nadie podrá hacerte daño. - ¿Y se supone que tendré que pasar el resto de mi vida encerrada? - Está a punto de estallar una rebelión. Creo que es justo que lo sepas antes de venir conmigo. - Y se supone que esos tipos que intentan matarme son... - Ángeles también. - No entiendo nada. - Los ángeles no somos tan diferentes de los humanos. Ya te lo dije antes. Podemos llegar a ser igual de crueles, incluso peores. - Eso es bastante desalentador. Sobre todo teniendo en cuenta que eres uno de ellos. - No soy como los que te han atacado. Ellos son... fanáticos, fríos, desalmados... es demasiado largo de explicar. Todo aquello era muy difícil de digerir. Lo único cierto era que él se había jugado el pellejo para protegerla y que no podía volver a vivir la vida que había llevado hasta entonces. Tenía que alejarse de sus amigos y, si las cosas se ponían feas, algo que ocurriría antes o después, quería tener cerca a Elié. - Y yo ¿Qué soy? - No lo sé Eva. Eres... diferente. No eres una de nosotros, pero tampoco eres una humana como las demás. - Supongo que eso me convierte en una especie de monstruo. - No. No pienses eso. Simplemente eres especial. - ¿Y mis padres eran... monstruos también? - No, eran humanos. Eva, sé que esto es duro de aceptar, pero ellos no eran tus padres biológicos. - Cómo puedes decir eso -inquirió con rabia. - Por favor Eva, no me malinterpretes. No pretendo ofenderte. Eva negó con la cabeza, apartando la vista. Aquello era demasiado. ¿Había sido toda su vida una gran mentira? Su mundo se iba desmoronando a pasos agigantados. - Ahora mismo me siento como una extraña en mi propio cuerpo. Esto es demasiado complicado de entender. Necesito respuestas, Elié. Tengo que encontrarle un sentido a todo esto o me volveré loca. Hasta hace solo un par de días llevaba una vida completamente normal: iba a clases, tenía unos padres estupendos... - Sé cómo te sientes. Mi vida también cambió de forma drástica. Mi familia fue asesinada por gente como la que nos persigue. - Entonces ayúdame. No puedo seguir adelante sin saber la verdad. - En Dansville encontrarás respuestas. Allí nos espera alguien que lleva siglos viviendo entre los humanos. Creo que ella podría conocer tus orígenes. - Pero antes tengo que saber la verdad sobre mis padres. No puedo pasar página y mirar hacia otro lado. Mi padre solía guardar los documentos más importantes en un cajón con llave en su despacho. Quizás allí encuentre algunas respuestas. Elié bajó la mirada, pensativo. Era poco probable que Aladiah y el centinela volviesen a buscar a la chica en aquella casa; no era eso lo que le preocupaba. - Es una mala idea Eva. Volver a tu casa después de lo que ocurrió... ¿Crees que podrás soportarlo? - Tengo que hacerlo. Después iré contigo a Dansville. Creo que es mejor para todos aquellos a los que quiero que desaparezca de sus vidas. Elié asintió sin poder ocultar la preocupación que sentía.
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Cuando llegaron a casa de Eva, las nubes habían vuelto a dibujar el cielo de un tono gris plomizo. La puerta de entrada estaba cerrada y precintada con llamativas cintas amarillas que prohibían el paso. Eva abrió con su copia de la llave, rompiendo algunas de las balizas. El interior de la casa aún olía a sangre. El aire era pastoso y una tensa calma lo envolvía todo. Elié observaba a Eva atentamente. Sabía que todo aquello era demasiado duro y se mantuvo a la espera de que el dolor se abriera paso y tomara el control de la chica; sin embargo, Eva era mucho más fuerte de lo que él pensaba y solo derramó algunas lágrimas al detenerse junto al pie de la escalera. Se secó los ojos rápidamente y escondió el dolor bajo llave en algún lugar de su alma. Subieron al despacho donde Stephen solía guardar todos los papeles que consideraba importantes. Se percató de que Eva evitaba mirar hacia las habitaciones de los laterales, cuyas puertas estaban abiertas. Sintió una profunda admiración por la forma en que la chica estaba luchando contra sus sentimientos. Cualquier otra persona se habría derrumbado. Cuando entraron en el despacho, lo encontraron todo revuelto. Las sillas estaban en cualquier lugar menos en su sitio. El mueble en el que los documentos deberían estar guardados bajo llave, solo era un montón de astillas que se mantenía en pie milagrosamente. Todo el suelo estaba lleno de papeles y trozos de madera. Elié cayó en la cuenta de que el resto de la casa estaba en perfecto estado. No había nada roto; nadie se había molestado en rebuscar en el salón, las habitaciones, la cocina... Quien hubiese hecho aquello sabía muy bien lo que buscaba y donde encontrarlo. Si tenía alguna duda sobre la participación de Aladiah y el centinela en aquel asesinato, ahora se había disipado totalmente: ellos no habían sido. Aquella no era la forma de actuar de un elohim. Eva se movió entre la marabunta de papeles que se extendía en el suelo como una mancha de aceite sobre el mar. Se agachó y comenzó a revisarlos uno a uno: facturas, pólizas de seguro... Tras media hora rebuscando, llegó a la conclusión de que si había algún documento importante, ya no estaba allí. - Eva, tenemos que irnos. Eva suspiró profundamente. Dejó caer al suelo los últimos papeles que había estado revisando y se incorporó con la mirada perdida en algún punto de la pared. Hasta ese momento había conseguido dominar el dolor que intentaba retorcerle el estómago, pero las fuerzas comenzaban a fallarle y una terrible angustia comenzó a oprimirle el pecho. Solo tenía ganas de arrodillarse en el suelo y llorar. Elié fue consciente de que todo aquello comenzaba a pasarle factura; tenía que sacarla de aquella casa. La cogió suavemente de la mano y la ayudó a salir del despacho. Eva se detuvo frente a una puerta que antes había ignorado. Elié supuso que aquello era su cuarto y, al ver el gesto de su cara, pensó que debía ser muy doloroso comprobar que aquel lugar seguro en el que siempre podía esconderse hasta que las cosas mejorasen, ahora se había convertido en un sitio extraño y desafiante. Salieron de la casa sumidos en un incómodo silencio. Una suave brisa soplaba desde el norte, arrastrando más nubes plomizas sobre el cielo; el invierno comenzaba a entrar de puntillas en Storain. - ¡Eva! -gritó una voz al otro lado de la calle. Elié se volvió instintivamente. Un chico se acercaba con paso rápido. Enseguida reconoció al cachorro que se removía inquieto entre sus brazos. - Por dios Walter, ¿Que estás haciendo aquí? - Buscarte, ¿Qué piensas que llevamos haciendo desde ayer? Nos tenías muy preocupados. Podías haber llamado -inquirió visiblemente enfadado. Eva cogió al perro y lo acunó entre sus brazos. - Gracias por traer a Ángel. Pero no deberías estar aquí. - ¿Eso es todo? - No. Dile a Linda que siento mucho haber desaparecido de esa manera, pero tenía que hacerlo. Dile también que no se preocupe por mí, que estoy y estaré bien. Eso es todo. - ¿Cómo que estarás bien? ¿Es que piensas marcharte? - Tengo que irme Walter -respondió bajando la mirada -. No lo entenderías. Sé que Linda tampoco, pero es lo mejor para vosotros. Walter frunció el ceño, confundido ¿Acaso sabía lo que había ocurrido entre Linda y él? No, era imposible. De todas formas aquello se había acabado. No volvería a jugar con Eva, necesitaba una segunda oportunidad. - Pero, ¿Por qué tienes que irte? No quiero que te vayas Eva. - Yo tampoco quería que te fueras cuando encontramos a mis padres muertos. -Le miró con rencor -. Y saliste corriendo. Me dejaste sola. Walter apretó los dientes y clavó la mirada en el suelo. La vergüenza que sentía había caído sobre sus hombros como un bloque de hormigón. - Ahora tengo que marcharme. Por favor, no me pongas las cosas más difíciles.
- ¿Con quién, con este? -dijo señalando con furia a Elié. Eva no podía negar que aún sentía cosas por Walter y que aquello estaba causándole una herida bastante dolorosa, pero tenía que hacerlo y, sinceramente, aún estaba muy decepcionada y enfadada con él como para darle ninguna explicación. No estaba segura de que Walter fuese la clase de hombre que quería tener cerca. Walter se revolvió como un animal herido, abalanzándose sobre Elié. Intentó golpearlo con el puño cerrado pero Elié detuvo su brazo con una facilidad pasmosa, se movió hacia su izquierda y le empujó. Walter trastabilló y cayó al suelo torpemente. Volvió a levantarse con los ojos encendidos por la rabia pero esta vez fue Eva la que se interpuso entre los dos. - No vuelvas a hacer eso -dijo Eva mirándole fijamente. Walter bajó la mirada, aun más avergonzado. - Olvídame Walter. - No puedo olvidarte. - Podrás. Tendrás que hacerlo. No puedo volver a verte y, aunque pudiera, creo que no querría. Walter la miró con los ojos muy abiertos. La expresión de Eva era demasiado dura, no era la misma chica débil y asustadiza que conocía. Algo había cambiado en ella o, quizás, él nunca había sabido leer en su interior y se había confiado pensando que era demasiado bueno para perderla. - No te reconozco -dijo Walter. - Nunca me has conocido. Pero yo sí te conozco y, créeme, aunque siento por ti demasiadas cosas como para olvidarlas en tan poco tiempo, no creo que quiera estar contigo durante el resto de mi vida. Walter estaba demasiado aturdido para reaccionar. Había construido un mundo lleno de mentiras alrededor de Eva: le había asegurado que la quería mientras hacían el amor; había mentido sobre las ganas que tenía de verla cada vez que la llamaba... El problema de vivir en un mundo construido sobre mentiras es que a veces acaban convirtiéndose en verdades, y cuando eso ocurre, la realidad se encarga de destrozar tu maravilloso mundo de fantasía golpeándolo con rabia, llevándoselo todo. Se quedó inmóvil, viendo cómo Eva desaparecía calle abajo.
-sr5Aladiah despertó con el cuerpo dolorido y la cara hinchada. Enseguida reconoció el olor a papel que le rodeaba; estaba en la librería que regentaba el centinela. Un molesto mareo le sacudió cuando se incorporó. - Buenas noches -dijo Abdou, el librero, sentado frente a él. Aladiah se llevó la mano a la cara y comprobó que tenía los labios y la nariz hinchados. Un dolor punzante le sacudió cuando puso sus dedos sobre las heridas. - ¿Y Elié? -masculló como pudo. - Ha vuelto a escapar -inquirió Abdou -. Y se ha llevado a la chica. - ¿Has perdido a Eva? - Por tu culpa -acusó Abdou señalándole con el dedo -. Ese maldito caído debería estar muerto. Tú ibas a ocuparte de él. - Me cogió por sorpresa... - No -interrumpió Abdou poniéndose en pie -. Se te ha escapado dos veces. Sabías que era astuto, sabías que tenías que acabar rápido con él. Las órdenes del consejo eran muy claras y tú la has fastidiado dos veces seguidas. - No me hables así, soy tu superior. - Mírate, ya no eres nada. No puedo aceptar órdenes de un traidor como tú. Pones en peligro la misión que nos ha encomendado Adjat. Ya no eres mi superior. - No juegues con fuego... Abdou se levantó con una amplia sonrisa dibujada en el rostro.
- O qué… ¿Acaso vas a matar me? Ese caído amigo tuyo te ha robado la caja de luz. No puedes recuperarte y, sinceramente, das asco. - Informaré al consejo sobre esto. - No te molestes, ya lo he hecho yo -dijo saboreando sus palabras -. Sí, mientras tu dormías como un bebe he enviado a un mensajero que explicará a los arcanos tu comportamiento. Ya sabes que tu actitud es muy cuestionada en el consejo. He solicitado que te aparten de esta misión. Los ojos de Aladiah se llenaron de ira. Tenía la intuición de que había algo grande cociéndose detrás de todo aquello, pero no quería decir nada hasta no estar seguro de lo que estaba pasando. - No entiendes nada -dijo Aladiah intentando levantarse. Sufrió un fuerte mareo y tuvo que apoyarse en una de las estanterías. - Llevo siglos intentando obtener el reconocimiento del consejo. Luchando, velando por los intereses de los nuestros en este asqueroso plano mientras tú hacías el idiota buscando fantasmas del pasado – atacó Abdou con desprecio. - ¿Acaso crees que lo que hago no es importante para nuestro pueblo? - Sinceramente... No. Y nadie más que tú piensa que haces algo de provecho. Solo te dieron esa inmunidad para hacer lo que quieras porque tú y tus viejos guardias no os posicionasteis a favor de los rebeldes durante la guerra. - Esos rebeldes eran nuestros hermanos ¿Acaso sabes la de vidas que fueron condenadas por Adjat? Los caídos no son mi enemigo. - Solo eres un traidor, nada más que eso. Has ayudado a Elié y a esa chica, si no ahora estarían muertos. - Debemos saber qué es esa chica y qué representa. No podemos ir por ahí matando porque lo diga el consejo. - Es una pena que no estén aquí tus fieles guardias para protegerte, porque serás arrestado en unas horas. Aladiah frunció el ceño ¿Que había hecho aquel maldito fanático mientras estaba inconsciente? - Voy a matarte, lo sabes ¿Verdad? -gruñó Aladiah. - Dudo que puedas hacer eso en tu estado; sin guardias que te ayuden, sin tu caja de luz... aunque me encantaría que lo intentases. Aladiah intentó abalanzarse sobre Abdou, pero este se movió con rapidez, esquivando el golpe. - No entiendo como un descendiente directo de los antiguos ha podido caer tan bajo -sonrió Abdou -. Vuestros antepasados eran gente honorable, pero tú deshonras su memoria. Aladiah apretó los dientes, impotente. Sus antepasados habían permanecido en el plano de los humanos durante generaciones, buscando y eliminando a los errantes. Habían protegido a los hombres de aquellos parásitos, ayudándoles a combatirlos, hasta que finalmente, y después de derramar mucha sangre, consiguieron apresarlos en la tumba. Download Full Version