La ciudad de las nubes
La comedia Las Aves, de Aristófanes, se estrenó el año 414, cuando la larga guerra contra Esparta ya estaba haciendo resquebrajarse la fe de los atenienses en sí mismos, pero aún no era previsible que llegasen al extremo de votar democráticamente el fin de la democ democrac racia ia y la elecc elección ión de la dicta dictadur dura, a, cosa cosa que harían harían tres tres años años despu después. és. Aristófanes, sin embargo, intuyó la posibilidad de lo imprevisible. Los protagoni protagonistas stas de esta obra son dos ciudadano ciudadanoss atenien atenienses ses adultos, adultos, Evelpide Evelpidess y Pist Pisthe hera rair iros os,, cuyo cuyoss nomb nombre ress sign signif ific ican an algo algo así así como como “Bue “Buena na Espe Espera ranz nza" a" y “Compañe “Compañero-pe ro-persuas rsuasivo" ivo".. Podemos Podemos llamarl llamarlos, os, atendie atendiendo ndo al sentido sentido,, Esperanza Esperanza y Persuasión. Insisto en que son adultos. Lo que se proponen no es fruto de la ingenuidad ingenuidad impulsiva de la juventud, sino del cansancio político de quines debieran ser los soportes del sentido común democrático. La primera primera palabra de la comedia es “orthós” “orthós”,, “recto”, “recto”, “directo”, “directo”, y la pronuncia pronuncia la Esperanza, que junto a Persuasión ha comprado dos pájaros en el mercado de las aves de Atenas para que los conduzcan hasta Tereo, el rey tracio que fue convertido en abubilla. Esperanza expone de esta manera los motivos que los impulsan a la aventura: “ Padecemos una enfermedad .” .” Se trata de la enfermedad del desencanto político. A pesar de que los dos atenienses pertenecen pertenecen “ a una tribu y una familia estimables ”, no se encuentran a gusto en Atenas, porque la ciudad no está a la altura de sus deseos. Están hartos de democracia y, sobre todo, de sus procedimientos. (“ los atenienses se pasan pleiteando toda la vida ”)
y buscan una ciudad en la que sus deseos no estén sujetos a
reglamentos y normativas, un lugar relajado en el que pasar el resto de sus vidas cómodamente instalados en la satisfacción, sin tener que rendir cuentas de sus actos a nadie. Tereo, la abubilla, quizás pueda informarles de si ha visto en sus vuelos por el cielo cielo algun algunaa ciuda ciudadd semeja semejant nte, e, en la que puedan puedan desca descansa nsarr “ como sobre sobre blancos blancos cojines ”.
La comedia se abre, por lo tanto, poniendo de manifiesto la tensión política fundamental que existe entre los deseos del cuerpo y las demandas procedimentales procedimentales de la comunidad política. Si en un primer momento los deseos del cuerpo buscan fundar una ciudad, en 1
un segundo momento se verá que no hay ciudad posible sin el recurso a procedimientos y, lo que es más importante, sin el recurso al simulacro. Una ciudad no puede prescindir de rituales simbólicos si quiere asentar legítimamente su régimen político, sea éste el que sea. De esta manera Aristófanes pone a prueba la superioridad del deseo sobre todo lo que la ciudad considera absoluto (la familia, la moral ancestral, las leyes y los dioses). O, si se quiere, nos conduce desde la lógica del deseo hasta la racionalidad específica de las cosas políticas. Y para ello traslada el lugar de la utopía, que hasta él se había situado en el pasado, hasta un futuro que, en cierta manera, veía reclamar desde el presente. En el imaginario griego estaba muy presente la ciudad ideal, pero estaba localizada en un pasado mítico. Y así se mantenía inmune a la influencia del deseo. A ese pretérito perfecto se le daba el nombre de “tiempo de Cronos” y ya se encuentra bien elaborado en el mito de la Edad de Oro de Hesíodo. En el siglo V este mundo feliz es recuperado por los tres grandes comediógrafos. Cratino imagina en Las riquezas a los hombres de aquel tiempo jugando “ a los dados con hogazas de pan ”. Y Teléclides en Los Anfitriones ,
afirma que “ cada torrente llevaba vino en su curso. Las tortas disputaban
con las hogazas de pan por las bocas de los hombres, suplicándoles que las tragasen (...). Los pescados, viniendo a las casas, se asaban a sí mismos, y se servían a sí mismos en las mesas .” Pero Esperanza y
Persuasión no se sitúan melancólicamente ante
el pasado perdido, sino que se ponen en camino en busca de una ciudad en la que todo su trabajo se reduzca a despertarse por la mañana y atender a las invitaciones que les llegan para asistir a baños y banquetes. Será una ciudad en la que –tal como se imaginará mucho más tarde Gramsci la utopía- el trabajo será alegre y el amor fácil. Pero Tereo les asegura que nunca ha visto una ciudad así, es decir, una “ una ciudad feliz ”.
No conoce ninguna ciudad en el mundo que trate a sus ciudadanos como estos
dos atenienses desearían ser tratados. Pero Esperanza no se da por vencido. Si lo real no está a la altura del deseo, habrá que realizar lo deseable. Hay un modelo, si bien se trata de un modelo no humano, que puede servirles de guía: se trata del régimen político de las aves. Éstas no necesitan trabajar porque pueden disponer en los jardines de sésamo, mirto, adormidera y menta. Esperanza considera que las aves llevan “ una vida de recién casados ”. Y esto se aproxima bastante a su ideal político. 2
Si bien es Esperanza quien primero formula el proyecto de una ciudad en el cielo de acuerdo con el régimen político de las aves, será Persuasión quien trame y dirija el plan de su construcción. Con el protagonismo de éste último se pone en marcha el diálogo entre lo ideal y lo posible. Es Persuasión, no Esperanza, quien convence a las aves para que colaboren en esta empresa, asegurándoles que la nueva ciudad estará en condiciones de dominar a los dioses y a los hombres. Si consiguen colonizar el espacio que se encuentra entre la tierra y el cielo (que es el espacio propiamente daimónico, donde posteriormente Platón situará la influencia de Eros), podrán interponerse entre lo humano y lo divino y controlar sus comunicaciones. Persuasión ha descubierto que no tiene sentido edificar sobre sueños si se puede transformar lo existente y, al mismo tiempo comprende que el deseo ingenuo del soñador necesita para su realización del recurso de la fuerza. Una ciudad edificada en las nubes puede impedir que el humo de los sacrificios humanos llegue al Olimpo y disponer así de un enorme poder. Podrá, de esta manera, sitiar a los dioses por hambre y, por lo tanto, dominarlos. Su estrategia consistirá en convertir el lugar intermedio, que hasta ahora ha sido un espacio de mediación, en el centro, en relación al cual todo lo demás será extremo. A Persuasión no le cuesta demasiado ganarse la colaboración de las aves. Le basta con recurrir al narcisismo y a la mentira. Les cuenta que en el pasado dominaban el mundo y les hace creer que lo que fue en el pasado puede ser en el futuro. Su estrategia surge inmediatamente efecto. Las aves se muestran dispuestas a la acción “ porque no merece la pena vivir si no volvemos a conseguir por cualquier medio nuestra soberanía”
(548-
50). La manipulación del pasado es, en manos de un político persuasivo, una extraordinaria herramienta política. Persuasión asume inmediatamente el mando de todo el proyecto. La ciudad que va a levantar en el aire se llamará “Cucópolis de las Nubes”. El nombre es aceptado inmediatamente por las aves ya que es bello “y sobre todo grande”. Una ciudad así necesitará de unas murallas inexpugnables, de cuya construcción se encargará Esperanza. Este asume la tarea con muy poco entusiasmo. Cuando abandona la escena, todo el protagonismo de la obra recae sobre Persuasión. 3
Ante Persuasión se presentan una serie de colaboradores que representan diferentes tipos ciudadanos de la Atenas democrática, que no tienen reparos en poner su sabiduría al servicio de un proyecto tiránico: un sacerdote, un poeta, un adivino y, por último, un científico, Metón. Pero Persuasión no se fía de ellos. Lo que le ofrecen parece demasiado “atenienses”, es decir, demasiado político como para tener cabida en la nueva ciudad. El caso de Metón es el más relevante. Aparece vistiendo el coturno trágico y llevando una escuadra, un compás y un cordel. Se presenta diciendo que quiere “ parcelar el aire -o, literalmente, geometrizarlo - y dividirlo en yugadas” (994-5). Sus intenciones son, claramente, las de realizar un diseño hipodámico del urbanismo de la nueva ciudad pero el plano ortogonal es modificado por Aristófanes irónicamente por otro radial en el cual el ágora viene a ser el sol. Pero aceptar la propuesta de Metón significa, aparentemente, regresar a Atenas, así que Persuasión lo despide (1013). Y así tiene las manos libres para plagiarlo. El proyecto astronómico de Metón se corresponde básicamente con el urbanismo ortogonal de Hipódamo de Mileto. Ambos son seres excéntricos (incluso en su vestir) que pretenden geometrizar la naturaleza. Debemos intentar comprender a Metón o a Hipódamo no como especialistas en uno u otro campo del saber sino como “ entendidos en la naturaleza entera ” (es así como
describe Aristóteles al segundo en Política 1267b
23-1268 a14) y, por lo tanto, básicamente como filósofos. Aristóteles añade que fue este interés integral por la naturaleza (es decir, por la naturaleza de las cosas) lo que llevó a Hipódamo a inventar “ el trazado regular de las ciudades ” y a ser “ el primero que, sin dedicarse a la política, expuso cierto plan sobre la mejor politeia
”.
Este proyecto de racionalizar la copertenencia política no presenta ningún interés para Persuasión, que, como sabemos, está dejándose orientar por el deseo de una ciudad sometida a sus caprichos. No le interesan las discusiones frecuentes en el ágora ateniense entre los partidarios de la ley natural (la “physis”) y de la convención legal el “nomos”). Él es un hombre de acción que no quiere dejarse enredar por teóricos. Aquí el único representante de la naturaleza y de la convención es él y utilizará a ambas
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según su conveniencia en cada momento. El cinismo, efectivamente, es la ideología del tirano. Debajo de la ironía de la comedia hay, pues, una cuestión de peso: la de si es posible fundar una ciudad que ignore la relevancia del deseo y, al mismo tiempo, la de si es posible, fundar exclusivamente en el deseo la ciudad de nuestros deseos. Platón hará de esta cuestión uno de los temas centrales de la República . Cuando finalmente la ciudad se levanta, se interpone tal como estaba previsto, entre los dioses y los hombres, sometiendo a aquellos al ayuno y a estos al desamparo. Los dioses se ven obligados a negociar, pero Persuasión, que conoce su desvalimiento, les impone sus condiciones. La primera es que no aceptará ningún compromiso hasta que no consiga que Zeus le conceda a Soberanía como esposa. Tiene ya la fuerza, pero no por ello siente seguro su poder. Necesita revestirlo de un halo de autoridad y legitimidad que sólo le puede proporcionar Soberanía, “ una bella joven que administra el rayo de Zeus y todo lo demás, la prudencia, las buenas leyes, la moderación, los astilleros, los insultos, el habilitado del juzgado, hasta los tres óbolos del jurado
” (1538-41). Sabe
que si Zeus se la entrega, lo tendrá todo. ¿Pero qué significa este recurso a Soberanía, es decir, a la autoridad legítima, sino la aceptación de que los deseos corporales no pueden gobernar la ciudad a cara descubierta? Una cierta dignidad de la representación del poder –una cierta exaltación del pudor- es imprescindible si se pretende conservarlo. Al actuar así, Persuasión alcanza una nueva posición en el orden del mundo: ahora es él la máxima jerarquía. Ya no es una figura mediadora, sino que todo depende de él. O mejor: todo depende de su capacidad para enmascarar de manera verosímil sus pretensiones. El deseo de poder ha podido más que cualquier otro deseo. La obra concluye con el canto de alabanza a Persuasión por parte del coro: “ ¡Viva el vencedor glorioso, el más alto de los dioses! ” (1764-5). Nadie se acuerda de Esperanza.
Gregorio Luri
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