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PREFACIO
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D e b e m o s saber. S a brem os. / n ¡típula J i' D tivn l ( jilb c r l, í j u / I i ' m u í / j c o í j / l ' h u í h
Ya me había lomado una aspirina, pero seguía el dolor de cabeza. Tum bado en la cam a, no podía dorm ir por las punzadas de la muela de abajo. Para alejar de mi cabeza esa sensación de dolor, reflexione sobre por qué me dolía. Yo sabía que la inflamación de la pulpa dentaria enviaba actividad eléctrica por una de las ramilicaciones del nervio trigémino que termina en el tronco del encéfalo. Tras pasar por más etapas de activación, al final el dolor era generado por células nerviosas situa das en las honduras del prosencéfalo. No obstante, nada de esto explicaba por qué me sentía fatal. ¿C óm o es que el sodio, el potasio, el calcio y otros iones chapo leando por el cerebro provocaban esa sensación tan atroz? lista prosaica manifestación del venerable problema mente-cerebro, allá en el verano de I98X. me lia tenido o c u pado hasta el día de hoy. E.l dilem a mem e-cucrpo puede expresarse en forma sucinta mediante la pre gunta siguiente: «¿Cómo es que un sistema físico, com o el cerebro, puede experi mentar algo?» Por ejemplo, si un sensor de temperatura acoplado a un ordenador llega a calentarse mucho, el procesador quizás accione una luz de alarma. Sin em bar go, nadie afirmaría que el flujo de electrones por la puerta del transistor que cierra el interruptor de la luz hace que la máquina lenga un mal día. Entonces, ¿cóm o es que la actividad neural puede originar la sensación de dolor ardiente? ¿Hay algo mágico en el cerebro? ¿Tiene esto que ver con la arquitectura, con el tipo de neuro nas implicadas o con sus patrones de actividad electro-química asociada? Hl asunto se vuelve más misterioso aún cuando reparamos en que buena parte de — si no casi to d o — lo que sucede dentro del cráneo no es accesible a la intros pección. Efectivamente, la mayor parle de nuestras acciones cotidianas — atarnos los zapatos, conducir, correr, subir escaleras, las conversaciones sim ples— llevan pues to el piloto automático mientras la mente está ocupada en cosas más importantes. Esas conductas, t,en qué difieren neurológicamenle de las que dan lugar a sensacio nes conscientes? En este libro busco respuestas a estas preguntas en un marco neurocientífico. Abogo por un programa de investigación cuya principal finalidad sea descubrir los correlatos neuronales de la consciencia, los CN C. Estos constituyen el conjunto más Pequeño de m ecanismos y sucesos cerebrales que bastan para cierta sensación espe
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cífica consciente, elemental com o el color rojo o compleja com o la impresión sen sual, misteriosa y primigenia suscitada al observar la imagen seh ática de la sobre cubierta del libro. Describir los C N C es uno de los desafíos científicos fundamenta les de nuestra época. Para llegar al m eollo del asunto tengo que acercarm e todo lo posible al lugar donde la gom a toca el asfalto, en los espacios intersticiales entre la experiencia fenoménica y la sustancia cerebral corpórea. D onde mejor se han explorado estas regiones ha sido en la percepción visual, razón por la que este libro se centra en la visión, si bien no de m anera exclusiva. Examinaré los datos clínicos pertinentes de carácter anatóm ico, neurofisiológico, psicológico y clínico y los entretejeré en un gran tapiz que constituya un m arco nuevo para pensar en la base neuronal de la consciencia. Este libro va dirigido a cualquiera que tenga curiosidad por un antiguo debate que ha vuelto a despertar la imaginación de los filósofos, científicos, médicos, inge nieros y seres pensantes en general de nuestro tiempo. ¿Qué es la consciencia? ¿Cómo encaja en el orden natural de las cosas? ¿Para que és buena? ¿Es exclusiva de los seres hum anos? ¿Por qué tantas de nuestras acciones evitan la consciencia? Las respuestas a estas preguntas determinarán una nueva imagen de lo que es ser humano. Esta imagen, que aún ahora está emergiendo lentamente, contradice muchas de las imágenes tradicionales a las que hemos tomado cariño. ¿Quién sabe dónde nos llevará esta búsqueda? C om o escribió lord Dunsany, «el hombre es algo pequeño y la noche es grande y está llena de prodigios». Las ideas expresadas en estas páginas son fruto de una intensa colaboración con Francis Crick en el Instituto Salk, de La Jolla (California), al norte de San Diego. Nos conocim os en 1981 en Tübingen, Alemania, mientras discutíamos con Tomaso Poggio sobre la función de las espinas dendríticas. Cuando después me tras ladé al Instituto Tecnológico de Massachusetts, en Cambridge, y, con Shimon Ullrnan, ideé modos de explicar la atención visual sobre la base de redes neurales arti ficiales, Shimon y yo visitamos a Francis para tener un vigoroso y estimulante inter cambio de ideas durante una semana. El ritmo de nuestra interacción se intensificó cuando pasé a ser profesor en el Instituto de Tecnología de California, en Pusadena, a dos horas de coche de La Jolla. El interés de Francis por las bases biológicas de la consciencia, que se remon ta a la época inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial, confluyó con mi desenfrenado entusiasm o por pensar sobre la atención visual y la consciencia en un marco computacional y trazar mapas en circuitos neurobiológicos. Nuestras espe culaciones conjuntas adoptaron una forma concreta con el redescubrimiento de la actividad de picos (potenciales de acción) oscilatoria y sincronizada en la corteza visual del gato a finales de la década de 1980. Francis y yo publicamos nuestro pri mer informe, «Towards a neurobiological theory of consciousness [Hacia una teoría neurobiológica de la consciencia]», en 1990. A medida que contamos con datos nue vos y nuestro punto de vista evolucionó para abarcar múltiples aspectos de la cons ciencia, mantuvimos un ritmo constante de publicaciones. En los últimos cinco años, he pasado dos o tres días al mes en la casa de Francis. Por razones personales, él decidió no aparecer com o coautor de este libro. No obstante, para subrayar la pro piedad común de las ideas expresadas en el mismo, a m enudo pongo «nosotros» o
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«nuestro» para referirme a Francis y a mí. Sé que esto es algo inusual, pero la nues tra es una colaboración inusual. Aunque lie conservado el entusiasm o, adquirido en mi juventud, por ciertos filósofos griegos y alem anes — Platón, Schopenhauer. Nietzsche y el joven Wittgenstein — , mi estilo de escritura procura seguir la tradición anglosajona de clari dad. La guía de The E conom ist para escribir lo resume así: «Decirlo de la m ane ra más sencilla posible.» Intento ser claro en la distinción entre lo que se sabe y lo que es mera especulación. Aporto referencias a la literatura en num erosas notas. Estas también aluden a com plejidades que quizá no sean de interés para el gran público. La primera ve? que sale un térm ino técnico se pone en cursiva y m ás ade lante se explica en el glosario. Si el lector es nuevo en estas lides, sugiero que em piece leyendo el capítu lo introductorio y la entrevista del final, la cual resum e de un m odo informal mis opiniones sobre diversos temas. El material técnico nuevo está contenido en los capítulos 2, 9, I I . 13 y 15, mientras que los capítulos 14 y 18 siguen una línea más especulativa. Utilizo este libro en un curso de iniciación a la neurobiología de la conscien cia. El material didáctico, incluidos deberes y versiones stream ing de todas mis cla ses, se halla en: www.klab.caltech.edu/cnsl2U. Ahora me gustaría dar las gracias a todos los que han hecho posible este libro. Primero, naturalmente, Francis C’rick. Sin su constante guía, sus ideas y su creatividad, este libro simplemente no existiría. Todas las ideas fundamentales aquí incluidas han sido publicadas durante los años que he estado con Francis. Él leyó e hi¿o comentarios acerca de numerosas versiones del manuscrito. Dedico este libro a Francis y a su aguda e intransigente búsqueda de la verdad, al margen de a dónde le lleve, y a su sensatez y su capacidad para aceptar elegantemente lo inevitable. No cono/co a nadie com o él. Con los años me he beneficiado, una y otra vez, de !a grata hospitalidad y del maravilloso arte culinario de Odile C'rick, esposa de Francis, y he tenido pocas opor tunidades para corresponderle. Fue ella quien sugirió el título del libro durante uno de nuestros frecuentes almuerzos en su soleado patio de La Jolla. El programa de investigación llevado a cabo en mi laboratorio es intenso, absorbente y profundamente satisfactorio. También bastante caro. A lo largo de los años he gozado del generoso respaldo de diversas instituciones. Fn primer lugar, el Instituto de Tecnología de California, bajo la dirección de David Baltimore. Vaya oasis — una torre de m artil— magníficamente preparado para la búsqueda de la ver dad con mayúsculas. La financiación externa ha corrido a cargo de la National Science Foundation, el National Inslitule of Health, el National Instílate of Mental Health, la Office of Naval Research, la Defense Advanced Research Project Agency, la W. M. Keck Foundation, la McDonnell-Pew Foundation, la Alfred Sloan Foun dation, la Swartz Foundation y la Ciordon and Betiy Moore Foundation. Gracias a mis alumnos, compañeros post-doctoiales y colegas, que junto con mi hijo Alexander y mi hija Gabriele leyeron parles clel libro y brindaron un pene trante feedback: Larry Abbott. Alex Backer, Randolph Blake. FÁlward Callawav. Michael Herzog, Karen Heym an, Anya Hurlbert, (.¡abrid Kreiman. Gilíes Laurenl, Davit) L.eopold, Nikos Logothetis, Wei Ji Ma, John Maunsell, Farl Miller, David
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Mihier Anthony M ovshon. W ¡lliani New M im e, Bruno O lshausen, l.eslie O rg c l. Curl
Piho Javier Pe'rez O r n e . Toniaso Poggio. John R eyn o lds. R o b e n R o die c k. D avid Shciiiherj! W olf Smsier. Larr> Squire. Nao Tsuehiya. lin d e l T u lv in g . E lizab e lh Vlaho s.
Unan Wandell. I’am ck W ilken y Sem ir Zeki Kcspecio a las bases concerníales de m i program a de investigación He sacado
mucho piovccho de discusiones con los filósofos Ti ni B ay ne. N ed B lo c k . D avid Chahncrs. Pal Churchland, Dan D ennell. Ilya Farber y A lva Noe. fie lemdo la fortuna de conlar con nueve lectores entusiastas del m anuscrito completo: John M urdzeck, editor profesional del d e sarrollo , y o c h o a fic io n a d o s a la consciencia. Tim Bayne. Joseph B ogen. C onslan/.e H ofsto tler. O liv e r L a n d o ll, l-nist Niebur. Parshkev Nachev. Javier Perez-Orive y R u ffin Van R u lle n . Tres colegas - Bruce Bndgeman. M cK ell Cárter e Ilya F arber— dedicaron tiem po y un inmenso esluer/o a corregir cuidadosamente las pruebas del m anuscrito com pleto. 1.a perseverancia > el interminable flujo de sugerencias de todos estos lectores resolvio muchos desaciertos, graves y leves, y m ejoró enorm em ente la leg ibilid a d del libro Muchas gracias. M i editor, Ben R oberls, d irig ió con autoridad todo el proce so, desde el primer manuscrito hasta el volum en que el lector nene en las m anos. Como un verdadero b ibliófilo , se em peñó en lodo m om en to en alcanzar los niveles óptimos [amo para la forma com o para el contenido. L os d ibu jo s e im ágenes, desde la esplendida cubierta hasta las páginas finales, las figuras en el texto, la fuente y la disposición global, se deben a Emiko-Rose Paul y su eq u ip o del E cho M ed ical Media \a Mark Stuart ü n g . Leslie G alen, de Integre Ie ch n ical P u b lis h in g . revisó lodos v cada uno de los caracteres entre los dos sujetalibros y supervisó lodo el p ro ceso de producción. No podia haber pedido un m ejor eq u ip o de profesionales. Al final queda mi fam ilia más cercana, sin la cual estoy perdido: E dith. Alexander. Gabriele. v nuestros compañeros cánidos. Trixie. Nosy y B ella. N o tengo 111 idea de |)or que soy tan afortunado de estar con todos vosotros. "1 ahoia im ito a los queridos lectores a que disfruten del libro.
F’asademi, agosto de 2003
C a p ít u l o 1 INTRODUCCIÓN A L ESTUD IO D E LA C O N SC IEN C IA La ( lUisciem n¡ es !<> t/ue haré rer<>blcma m ente-i uerpo... Sin eons< iencia. el problem a m ente-cuerpo seria m ucho /nenos interesante. C on consciencia parece im posible. IX-
W hai Is It Like lo lie a H at.',
de Tiio m a s Naoi-.l
En la novela inacabada de Tilomas Mami. Ixis confesiones del estafador t e l i \ K ntll. el prolesor Kuckuck habla con el marques de Venosta sobre las ires etapas fundamentales v misteriosas de la creación. P n m e io está la creación de algo — a saber, el universo— desde de la nada. El segundo acto de la génesis es el que engen dró vida a partir de materia mueria. inorgánica, El tercer acto misterioso es el naci miento de la consciencia' v de los seres conscientes, capaces de reflexionar sobre sí mismos, desde la materia orgánica. Los seres humanos y al menos algunos animales no sólo detectan la luz. mueven los ojos y realizan otras acciones, sino que también tienen -sensaciones» asociadas a estos sucesos. Lisie singular rasgo del mundo pide a gritos una explicación. La consciencia sigue siendo uno de los enigmas clave al que hace trente la coMnovisión científica. 1.1. ¿Q U É D E B E SER E X PL ICA D O ? En los anales de la historia, los hombres y las mujeres se han preguntado por qué somos capaces de ver, oler, reflexionar sobre nosotros mismos o recordar. ¿Cóm o surgen estas sensaciones? La pregunta esencial en el núcleo del problema mente-cuerpo es la siguiente: ¿C ual es la relación entre la m entí1 consciente y las interacciones electroquím icas en el cuerpo que dan luí’ar a la misma'.'- El sabor sala 1. La palabra consciencia viene del latín co n ^cien n a . palabra compuesta de cuín (con o junios) y scire (.saber). 2. En las diversas disciplinas no ha surgido ningún uso consensúa! de térm inos objetivos \ su b jetivos. En el conjunto del libro adopto la siguiente convención; d v ie a in n y conthn ui son térm inos obje tivos que pueden ser operativos (véase Dennei. 1991). como en «la retina detecta el destello rojo, y el observador presiona con el dedo como respuesta». La detección y la conducta pueden producirse en
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do y la textura crujiente de las patatas fritas, el inconfundible olor de un p e n o que ha estado mojándose bajo la lluvia o la sensación de colear de unas minúsculas aga rraderas a un par de metros por encima del último punto de apoyo de un acantilado, ¿cómo surge lodo esto de redes de neuronas? Esias cualidades sensoriales, los com ponentes básicos de la experiencia consciente, han sido denominados tradieionalmente qualia. El enigma es: ¿Cóm o puede un sistema físico tener qualia7 Además, ¿por qué es un q u a lf determinado y no otro diferente? ¿Por qué el color rojo liene este aspecto, bien distinto de la sensación de ver el azul? Estos no son símbolos abstractos, arbitrarios: representan algo si^nifu anco para el organis mo. Los filósofos hablan de la capacidad de la mente para representar u ocuparse de cosas. Sigue siendo un misterio el modo en que el significado surge de actividad eléctrica en las inmensas redes neurales que constituyen el cerebro. La estructura de estas redes, su conectividad, sin duda desempeñan un papel; pero ¿cóm o?3 ¿Cómo es que los seres humanos y los animales pueden tener experiencias'' ¿Por qué la gente no puede vivir, engendrar y criar hijos sin consciencia? Desde una posi ción subjetiva ventajosa, esto parecería no estar vivo en absoluto, sería como andar sonámbulo por la vida. Entonces, ¿por qué. desde la perspectiva de la evolución, existe la consciencia? ¿Qué valor de supervivencia está vinculado a la vida subjetiva, mental'' En la tradición haitiana, un zombie es un muerto que. gracias al poder mágico de un brujo, debe representar los deseos de la persona que lo controla. En filosofía, un :.on¡bie es un ser imaginario que se comporta y actúa como una persona normal pero que carece totalmente de vida consciente, de sensaciones y sentimientos. Un /ombie espe cialmente insidioso llegaría incluso a mentir si afirmara que está experimentando algo. El hecho de que sea tan difícil imaginar un panorama así es una prueba fehaciente de la fundamental importancia de la consciencia en la vida cotidiana. Según el famoso comentario de René Descanes —hecho en el contexto de establecer su existencia— , puedo determinar con certeza que «soy consciente». No siempre, no mientras duermo sin soñar o cuando estoy anestesiado, pero a menudo: cuando leo. hablo, salto, pienso, analizo o me limito a permanecer sentado y admirar la belleza del m u n d o 4 ausencia de consciencia. Utilizo sensación, p ercepción, visión, e x p elía n ni, /nenie y sentim ienio en su sentido objetivo, como en <>sensación consciente» y así sucesivamente. Ya que estoy con el tema de la convención, ahí va otra. En todo el libro uso conocim iento co n sn e n te law areness) y consciencia (conseiousness) como sinónimos. Algunos especialistas distinguen entre ambos por razones ontoiógicas (Chalmers. 1996), conceptuales (Block. 1995) o psicológicas (TuKing, 1995). En nuestro caso, pocas pruebas empíricas justifican una distinción laí (no obstante, véase L am m e, 2003). Quizá en el futuro tenga que revisar este punió de vista. Curiosamente, la literatura científica contemporánea no fomenta el uso de la palabra consciencia {consciousness) mientras que considera aceptable aw areness (conoci miento consciente). Esto es más un reflejo de las tendencias sociológicas que una idea profunda. No está clara la relación exacta entre qualia y significado (véase la antología de Chalmers, 2002) 4 Hablando con propiedad, no sé si el lector es consciente o no ¡Quizá sea un zombie! No o bs tante, dado que acuia y habla com o yo, porque ambos cerebros son parecidos, y porque el lector y yo compartim os la misma herencia evolutiva, presumo con buen criterio que también es consciente. Actual mente. nuestro conocimiento científico de la consciencia no basta para demostrar esto, pero lodo lo refe rente al mundo natural es compatible con esta suposición. El solipsism o m ental lo niega y sostiene que sólo e l propio es verdaderamente consciente mientras todos los demás son zombies. Parece poco convincente o bastante arbitrario. Al fin y al cabo, de todas las personas que hay en el mundo , por que tic e, «el escogido para la consciencia? m iic io
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FJ misterio se agranda cuando caemos en la cuenta de que gian parte de lo que sucede en el cerebro evita la consciencia. Ciertos experimentos electrofisiológicos demuestran que la actividad furiosa de legiones de neuronas quizá no sea capa/ de generar un recueido o una percepción consciente. En una acción refleja, si vemos que un insecto se desliza por nuestro pie sacudiremos éste instantánea y vigorosa mente. aunque sólo más tarde reparemos en lo sucedido. O bien el cuerpo reaccio na ante una visión aterradora, una araña o un arma, antes de registrarla consciente mente: las palmas se vuelven sudorosas, aumentan el ritmo cardíaco y la presión sanguínea. \ se libera adrenalina. Iodo esto pasa antes de saber que tenemos miedo y por qué. Muchas conductas sensoriomotoras relativamente complejas son rápidas y no conscientes de m odo semejante. Eln electo, la clave del entrenam iento con siste en enseñar al cuerpo a ejecutar con rapidez una serte com pleja de m ovi m ientos — devolver un saque, evitar un puñetazo, atarnos los cordones de los zapa tos— sin p e n saren ello. El procesamiento no consciente se extiende hasta los estra tos más elevados de la mente. Sigm und Frcud sostenía que las experiencias en la infancia — sobre lodo las de naturaleza traum ática— pueden determ inar profunda mente la conducta adulta de una manera 110 accesible a la consciencia. Buena parte de la creatividad y la toma de decisiones de alto nivel se producen sin pensamiento consciente, cuestión tratada más a fondo en el capítulo 18. Así. gran parte del llujo \ el reflujo de la vida diana tiene lugar fuera de la consciencia. Algunas de las mejores pruebas de ello son clínicas. Veamos el extra ño caso de la paciente neurologica D. F. Fs m eapa/ de ver formas o reconocer imá genes de objetos cotidianos, pero sí puede coger una pelota. Aunque no sabe decir cuál es la orientación de una delgada abertura parecida a la de un buzón (¿es hori zontal?), puede introducir en eila hábilmente una carta (figura 13.2). Al estudiar esos pacientes, los neuropsicologos han deducido la existencia de a je n ie s zom bie en el cerebro que evitan la consciencia; es decir, 110 implican a la consciencia (recorde mos que en la segunda nota de este capitulo he equiparado consciencia y conoci miento consciente - con.siiousnes.s, awarenes.s — ). Listos agentes están dedicados a tareas estereotípicas, como el movimiento de los ojos o la colocación de las manos. Por lo común funcionan con mucha rapidez y no tienen acceso a la memoria explí cita. En los capítulos 12 y 13 volveré sobre estos temas. Así, ¿por qué no es el cerebro un gran conjunto de agentes zombie? Si así tuera, la vida podría ser aburrida; pero dado que estos agentes obran con celeridad y sin esfuerzo, ¿por qué necesitamos la consciencia para nada? ¿Cuál es su función? En el capítulo 14 sostengo que la consciencia da acceso u un modo de procesamiento deliberado y de uso general para planificar y considerar una futura línea de acción. Sin consciencia estaríamos peor. La consciencia es un asunto muy personal. Una sensación 110 puede transmi tirse directamente a alguien sino que, por U> general, se encierra en el marco de otras experiencias. Intentemos explicar la experiencia de ver el color rojo. Acabaremos relacionándolo con otras percepciones, por ejemplo, «rojo com o una puesta de sol» o «rojo com o una bandera china» (esta tarea se torna casi imposible cuando nos comunicam os con una persona ciega de nacimiento). Podemos hablar con sentido sobre las relaciones entre diferentes experiencias, pero 110 acerca de una sola. Fisto también debe ser explicado.
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Aquí leñemos, pues, el fletamento de nuestra búsqueda: comprender cóm o y por qué las bases neurales de una sensación conscienle específica están asociadas a esla sensación y 110 a otra, o a un estado totalmente no consciente; por qué las sen saciones están estructuradas com o lo están, cóm o adquieren significado, y por qué son personales; y, por último, cóm o y por qué muchas conductas tienen lugar sin consciencia. 1.2. ESPECTRO DE RESPUESTAS Desde que a m ediados del siglo xvn Descartes publicó El in tu id o del h o m bre, filósofos y científicos han reflexionado sobre el problem a m ente-cuerpo en su forma actual. No obstante, hasta la década de 1980 la inmensa m ayoría de los trabajos en las ciencias del cerebro no hicieron ninguna referencia a la conscien cia. En las últimas dos décadas, filósofos, psicólogos, científicos cognitivos, médicos, neurocientíficos e incluso ingenieros han publicado m ontones de libros y monografías con el propósito de «descubrir», «explicar» o «reconsiderar» la consciencia. Buena parte de esla literatura es m eram ente especulativa o carece de programas científicos detallados para hallar sistem áticam ente las bases neuronales de la consciencia, por lo que no contribuyen en nada a las ideas analizadas en este libro. Antes de exponer el enfoque que Francis Crick. mi colaborador de tantos años, y yo hemos utilizado para abordar estos problemas, examinaré el panorama filosó fico para familiarizar a los lectores con algunas de las posibles categorías de res puestas que se han contemplado. Tengamos presente que aquí sólo aparecen apun tes de bolsillo tipo historieta.1 Le.i consciencia depende de un ulnui innunerial Com únmente se atribuye a Platón, patriarca de la filosofía occidental, el con cepto de persona com o alma inmortal encerrada en un cuerpo mortal. Platón tam bién sugirió que las ideas tienen una existencia real y son eternas. Posteriormente, estas opiniones platónicas fueron absorbidas en el Nuevo Testamento y constituyen el fundamento de la doctrina clásica católica romana sobre el alm a. La creencia de que en el núcleo de la consciencia radica un alma trascendente e inmortal es amplia mente compartida por m uchos credos y religiones de todo el mundo.'’ 5. No puedo hacer justicia a la sofisticada naturaleza de estos argumentos. Cualquier persona mieresada en todas sus sutiles \ ucllas debería consultar las antologías filosóficas de Block. Flanagan y Gu/eldcre (1997) y de Metzinger (1995) El libro de lexto de la filósofa Patricia Churchland (2002) ana liza diierentes aspectos del problema mente-cuerpo haciendo hincapié en la neurociencia pertinente. También recomiendo la concisa y amena monografía de Searle (1997) Para las repercusiones de esas discusiones entre teólogos, vease Brow.il, M urphy y Malony (1998) y el reflexivo M cM ullin (2000). 6. Al haber sido educado en una devota familia católica romana, me siento muy próximo a este parecer. El libro de Flanagan (2002) explora el conflicto entre la idea de alm a (y libre albedrío) y la opi nión ciennlica moderna que tiende a negar ambos (véase también Murphy. 1998).
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En ia época moderna, Desearles distinguió entre res extensa —sustancia física con alcance espacial que incluye los espíritus animales que corren por los nervios y llenan los m úsculos— y res coyiians. la sustancia pensante. Afirmaba que res cogi tan.s era exclusiva de los seres humanos y daba origen a la consciencia. La división ontológica de Descartes constituye la verdadera definición de dualism o: dos formas de sustancias, alma y materia. Anteriormente, Aristóteles y Tomás de Aquino habí an propuesto formas más endebles de dualismo. Los más famosos defensores m oder nos del dualismo son el filósofo Karl Popper y el neurofisiólogo y premio Nobel John Lccles. Aunque coherentes desde el punto de vista lógico, las posturas dualistas firmes 110 casan con las ópticas científicas. Especialmente problemático es el m odo de inte racción del alma y el cerebro. ¿Cóm o y dónde se supone que tiene lugar? Cabría presumir que esta interacción fuera compatible con las leyes de la física. No obs tante. esto requeriría un intercambio de energía que hay que justificar. ¿Y qué pasa con esa sustancia misteriosa una vez que muere su portador, el cerebro? ¿Flota por ahí en una suerte de hiperespacio. com o un fantasma?7 Podemos evitar el concepto de esencia inmaterial si presuponemos que el alma es inmortal y completamente independiente del cerebro, Así queda com o algo ine fable, indetectable. un «fantasma en la máquina» según una frase acuñada por Gilbe rt Ryle, fuera de la ciencia, La consciencia no puede com prenderse por m edios científicos Una tradición filosófica bastante distinta es la postura «mistérica»,* según la cual los seres humanos son incapaces de entender la consciencia simplemente por que es demasiado compleja. Esta limitación es o bien formal, de principios (¿cómo puede un sistema comprenderse totalmente a sí mismo.’), o bien de carácter prácti co, expresada com o un pesimismo sobre la incapacidad de la mente humana para llevar a cabo las necesarias y enormes revisiones conceptuales (¿qué posibilidades tiene un simio de entender la relatividad general?). Otros filósofos afirman no ver cóm o el cerebro físico puede generar conscien cia y que, por tanto, todo programa científico que pretenda explorar sus fundamen tos tísicos está condenado al fracaso. Es éste un argumento derivado de la ignoran cia: la actual ausencia de razones convincentes en favor de un vínculo entre el cere 7. Popper Fa.-. les (1977) afirmahan que las mieiaccioncs cerebro alma están <.nnv.i -<>. ai.uli-. por el principio de inceriidumbre ele Heisenberg. según el cual es imposible conocer con e\aclitud > a la \e / la posición y el mom ento de un sistema microscópico, per ejemplo, un electrón hn I9M-) Lccles pos tuló que la mente consciente afecta a la probabilidad de liberación de \esieulas en las smapsis de un modo que no viola la conservación de la e n e m a aunque basta pala influir en la conducía tlel cerebro. Estas ideas no han sido recibidas con enlusLnmo por la comunidad científica. De todas maneras, io que es alentador en la monografía de Popper y Lccles (1977) es que ambos se toman en seno la conscien cia. Dan por suplíoslo que las sensaciones son un produclo de la e\o lu ció n que pule a grilos alguna tun ción (véase concretamente Lccles. 1991) Tras tantas decadas de conductisino que dejaba la consciencia totalmente de lado, fue aquélla una opinión desiacable H. h.l termino m istérico se debe a Flanagan ( I992l. que lo ulili/ó para describir los enfoques de 1 ueas (1961). Nagel (1974» y M cG m n (I
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bro y la consciencia no puede tomarse com o prueba de que el vínculo no exista. Naturalmente, para responder a estos críticos, la ciencia deberá presentar las prue bas e ideas pertinentes que lo sustenten. Aunque los científicos tal vez nunca entiendan del todo —ni siquiera los fun damentos, no digamos en la práctica— el funcionamiento del cerebro y la génesis de ia consciencia, es prematuro llegar a esta conclusión. La neurocicncta es una disci plina joven, que está acumulando conocimientos nuevos con métodos cada vez más perfeccionados a un ritmo impresionante. No hay motivo para sacar ninguna conse cuencia derrotista cuando buena parte de este desarrollo aún ha de seguir su curso. ¡Sólo porque un especialista concreto es incapaz de comprender cómo surge la cons ciencia no vamos a deducir que está fuera del alcance de toda comprensión humana! La consciencia es ilusoria Otro tipo de reacción filosófica ante el dilema mente-cuerpo consiste en negar que haya problema alguno. III exponente contemporáneo más notorio de esla idea bastante contraintuitiva —con origen en la tradición conductista— es el filósofo Daniel Dennel, de la Universidad de Tufts. En C onsciousness E.xplained, Dennet mantiene que la consciencia, tal como la concibe la mayoría de la gente, es una ilu sión intrincada, mediada por los sentidos en connivencia con output motor y respal dada por construcciones sociales y aprendizaje. Aunque reconoce que las personas afirman ser conscientes y que esta creencia persistente — pero errónea— debe ser explicada, niega la realidad interna de los aspectos inasibles de los quaiia. Cree que la manera habitual de pensar en la consciencia es absolutamente equivocada. Den net trata de explicar la descripción en ¡creerá persona de la consciencia mientras rechaza los aspectos de la descripción en prim era persona que la vuelven resisten te a la reducción.9 Tener dolor de muelas consiste en expresar, o querer expresar, ciertas conduc tas: dejar de masticar con ese lado de la boca, huir y esconderse hasta que el dolor haya remitido, hacer muecas, etcétera. Estas «disposiciones reactivas", com o él las llama, son reales. Pero, según Dennet, no lo es la virulencia del dolor. Esta esquiva sensación no existe.10 9 Una descripción en tercera persona reconoce sólo sucedo* objetivos, como, por ejemplo, la lu/. üe una determ inada longilud de onda que incide en la retina haciendo que la persona exclame «veo rojo», mientras la descripción en primera persona tiene que ver con sucesos subjetivos, com o la sensa ción de «rojo». El fallecido Francisco Várela clasificó el programa de trazado de mapas de experiencias en primera perdona en la neurofenom enolo\’ia del cerebro (Várela, 1996). 10. Remito al lector al libro de Dennet (1991) y a Dennel y Kin.sboume (1992). Véase Ryle (1949) para un precedente en la tradición conduclual. Para una puesta al día de sus opiniones, véase Dennel (2(M)I). l:n su libro de 1991. Dennet apunta certeramente a la idea de teatro cartesiano, un único lugar del cerebro donde debe producirse lu percepción consciente (obsérvese que ello no excluye la posi bilidad de un conjunto distribuido de procesos neuronales que expresen la consciencia en cualquier momento). Sugiere también un modelo de borradores m últiples para dar cuenta de diversos aspectos desconcertantes de la consciencia, com o el papel no intuitivo del tiempo en la organización de la expe riencia. La escritura de Dennet se caracteriza por su hábil uso de floridas metáforas y analogías, a las que os excesivamente aficionado. Es difícil relacionarlas con mecanismos neuronales específicos.
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Dada la centralidad de las sensaciones subjetivas en la vida cotidiana, harían talla extraordinarias pruebas factuales pura llegar a la conclusión de que ios qualia y las sensaciones son ilusorias. Los argumentos filosóficos, basados en el análisis lógico, incluso cuando resultan reforzados por resultados procedentes de la psicolo gía coízniliva. no son lo bastante convincentes para ocuparse del cerebro real —con todas sus sutilezas— de una manera concluyente. El método filosófico es el más indicado para formular preguntas, pero no tiene un gran historial dando respuestas. El enfoque provisional que adopto en este libro pasa por considerar las experiencias en primera persona com o hechos en bruto de la vida y tratar de explicarlos." I m consciencia requiere leyes fundam entalm ente nuevas Algunos han clam ado por nuevas leyes científicas para explicar el enigma de la consciencia y no tan sólo más hechos y principios sobre el cerebro. En el m ara villoso La nueva m ente del em perador, Rogcr Penrose, de la Universidad de Oxford, sostiene que la física de hoy día es incapaz de explicar las capacidades intuitivas de los matemáticos — y, por extensión, de la gente en general. Penrose cree que una teoría de la gravedad cuántica —aún pendiente de form ulación— explicará cóm o la consciencia hum ana puede llevar a cabo procesos que ningún ordenador digital (Turing) podría ejecutar. Conjuntamente con el anestesista Sluart Hameroff, de la Universidad de A ri/ona en Tucson, Penrose ha sugerido que los microtúbulo*. pro teínas citoesqueléticas auioensambladas que se hallan en todas las células del cuer po. están críticamente implicadas en la mediación de estados cuánticos coherentes en grandes poblaciones de neuronas.12 Aunque Penrose ha generado un vigoroso debate sobre hasta qué punto puede decirse que los matemáticos tienen acceso a ciertas verdades no computables y acer ca de si éstas pueden ser ejemplificadas mediante ordenadores, sigue siendo absolu tamente misterioso el modo en que la gravidad cuántica podría explicar cóm o se pro duce la consciencia en determinadas clases de materia muy organizada. Tanto la consciencia com o la gravedad cuántica presentan rasgos enigmáticos, pero llegar a la conclusión de que, por tanto, uno es la causa del otro parece bastante arbitrario. 11. Esto es terreno resbaladizo. Dennel replica que acepta'- ingenuamente Lis sensaciones como hechos a explicar es una apuesta peligrosa; que hablar Je verdaderos i/ualm es una acción muy ideoló gica semejante a presuponer Ja exi.slenaa de la «verdadera magia». algo lleno de implicaciones episte mológicas (D ennel. 2004» 12. Los libros de Penrose (Penrose. 1989. 1994) se cuenian entre las descripciones más Incidas \ mejor escritas que he leído de las maquinas de Inrm g. los teoremas de (iódel, la informática y la tísi ca moderna. No obstanle, dado que ambas monografías se ocupan solo teóricamente de la mente y el cerebro, son igualmente notables por la ausencia casi completa de análisis serios sobre psicología o neuroeiencia. Hameroft y Penrose (1996) esbo/an su propuesta de que lo.-, microlúbulos, componentes impor tantes del andamiaje celular, son cruciales en los procesos que subyacen a la consciencia. 1:1 talón de Aquiles de esta idea es la talla de mecanismos biolisieos que permitan a las neuronas. > no a cualquier célula del cuerpo, lormar rápidamente coaliciones en amplias regiones cerebrales en base a los electos de coherencia cuántica. Naturalmente, se supone que iodo es'o tiene lugar a la temperatura corporal, un enlom o bastante hostil al mantenim iento de la coherencia cuántica en escalas macroscópicas. Para una crítica contundente, véase Grush y Churchland (199?).
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Dada la falta de pruebas de efectos mecánico-cuánticos macroscópicos en el cere bro, no seguiré más con esa idea. El filósofo David Chalmers, de la Universidad de Arizona en Tucson, ha esbo zado una propuesta alternativa en que la información tiene dos aspectos: uno reali zable físicamente que se utiliza en los ordenadores, y otro fenoménico o experiencial que es inaccesible desde el exterior. En su opinión, cualquier sistema procesa dor de información, desde un termostato a un cerebro humano, puede ser conscien te al menos en cierto sentido rudimentario (si bien Chalmers admite que seguramente «como termostato» no se siente gran cosa). Aunque la audacia de dotar de experiencia a todos los sistemas que representan información tiene cierto atracti vo y elegancia, no me queda claro cómo se puede verificar científicamente la hipó tesis de Chalmers. De m omento, sólo podemos aceptar este panpsiquism o de nues tro tiempo com o una hipótesis provocadora. Con el tiempo, sin embargo, una teoría expresada en el lenguaje de la teoría de las probabilidades y la formación podría resultar necesaria para comprender la consciencia. Aunque se acepte al marco de Chalmers, hay que encontrar una estructura más cuantitativa. ¿Ciertos tipos de arqui tecturas procesadoras, com o las imponentes arquitecturas para procesamiento para lelo versus en serie, facilitan el desarrollo de la consciencia? La riqueza de la expe riencia, ¿está relacionada con la cantidad o la organización de la memoria (m em o ria compartida o no, jerárquica o no. estática o dinámica, etcétera)?11 Pese a que no podemos descartar que la explicación de la consciencia pueda requerir leyes esencialmente nuevas, actualmente no siento la necesidad imperiosa de dar este paso. La consciencia requiere conducía La descripción enaciiva o sensoriom otora de la consciencia subraya el hecho de que no podem os contem plar un sistema nervioso de manera aislada. Es parte de un ser vivo en un hábitat que, mediante innumerables inleracciones sensoriomotoras a lo largo de su vida, ha adquirido conocim iento sobre el m odo en que aciúa el m undo (incluido su propio cuerpo). Este conocim iento se utiliza con d e s treza en los encuentros en curso con el m undo. Los defensores de esta idea a d m i ten que el cerebro sustenta la percepción, pero sostienen que para la consciencia no basta la actividad neural, y que es inútil buscar correlatos o causas físicas de la consciencia. Lo que genera sensaciones es el organism o en funcionam iento metido en un entorno concreto.14 Aunque los defensores de la óptica enactiva recalcan atinadamente que por lo común la percepción se produce en el contexto de la acción, me sulfura su desaten 13. Recomiendo encarecidamente al menos hojear el libro de Chalm ers (1996), en concreto el capítulo 8. Para un enfoque teórico de la consciencia partiendo de medidas de complejidad y de teoría de Iü información, véase Tononi y Edelman (1998) y Edelman y Tononi (2000). Nagel (1998) analiza el panpruquismo j 14. n.l manifiesto de este movim iento es O ’Regan y Noe (2001). Véase también Noe (2004) y Járvjlchto (2000). Los antecedentes históricos del movim iento enactivo en filosofía y psicología son (Mcrlcau-Poniy. 1962) y (Gibson, 1966). respectivamente.
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ción a las bases neurales de la percepción. Si hay algo de lo que los científicos eslán razonablemente seguros es de que la aclividad cerebral es tamo necesaria com o sufi ciente para la sensibilidad biológica. El respaldo empírico de este hecho deriva de muchas fuentes. Por ejemplo, en los sueños, un estado muy consciente, están inhi bidos casi todos los músculos voluntarios. Es decir, cada noche, la mayoría de noso tros experim entam os episodios de sensaciones fenoménicas pero no podemos m o v em o s.13 Otro ejemplo es el de la estimulación cerebral directa con impulsos eléctricos o magnéticos, que origina percepciones simples, com o destellos de luz. coloreada, fundamento de las actuales investigaciones sobre dispositivos neuroprolésicos para los ciegos. Asim ism o, muchos pacientes son tan desdichados que pier den el uso de su sistema motor, sea durante episodios breves16 o de m odo perm a nente,17 y aun así siguen experimentando el mundo. Mi conclusión es que la acción 110 es necesaria para la consciencia. Natural mente, esto no equivale a decir que el movimiento del cuerpo, ¡os ojos, los m iem bros, etcétera. 110 sea importante para conformar el pensamiento consciente. ¡Claro que lo es! Sin embargo, la conducta no es estrictamente necesaria para que se pro duzcan los qualia. Lxt consciencia es una propiedad que surge de c ien o s sistem as biológicos La hipótesis de trabajo de este libro es que la consciencia surge de rasgos neu ronales del cerebro.Is Seguramente la comprensión de la base material de la cons 15. Durante períodos de actividad de sueño acentuada, desde luego lo* ojos se mueven. Revon suo (2000) v Flanagan (2000) exponen una perspectiva general sobre la forma y las funciones supues tas del contenido de los sueños. 16. Una forma pasajera de parálisis es uno de los rasgos característicos de la narc<>lep\iu. un trastorno neurológico. El sujeio afectado por una emoción tuerte risa, a/oram ienlo. cólera, entusias m o — pierde repentinamente tono muscular esquelético sin quedarse inconsciente. Estos ataques catapléciico s pueden durar varios minutos > dejar al paciente lirado en el suelo, totalmente incapaz de moverse ni de hacer señal alguna, pero plenamente consciente de su entorno (üuilleminaull. 1976; Sicgel, 2000). 17. Los más espectaculares tienen el sindrom e encerrado (F eldmanm 1c>71; véase también C'ele>ia). Tom em os el caso de Jean-Dommique Bauby. director de la re\ isla francesa de moda qu \ iras una apoplejía masiva, sólo conservó la capacidad de mover los ojos arriba > abajo. Redactó un libro sobre sus experiencias interiores usando los movimientos de los ojos a modo de código Morse. Le Sca¡>hatuJre el te PapiH on (traducido com o Lm escafandra v la m ariposa), de 1997. e,-. un libro exirañamen te edificante e inspirador escrito en unas circunstancias atroces. Si se hubiera rolo el úliimo vínculo con eJ mundo, el movim iento vertical de sus ojos. ¡Haub> habría s
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ciencia no requiere alguna tísica nueva y exótica, sino más bien una valoración mucho más profunda de c óm o funcionan redes sum am ente ¡ntercoiiectadas (orilla das por un gran núm ero de neuronas heterogéneas. Se subestiman com o rutina las capacidades de las coaliciones de neuronas para aprender de interacciones con el entorno y de sus propias actividades internas. Las propias neuronas individuales son entidades complejas con m orfologías únicas y miles de inputs y outputs. Sus inter conexiones, las sinopsis, son m áquinas moleculares que van equipadas con algorit mos de aprendizaje que m odifican su fu er/a y dinám ica en muchas escalas tem po rales. Los seres hum anos tenem os poca experiencia con una organización tan inm en sa com o ésta. A sí pues, incluso los biólogos se esfuerzan por com prender las pro piedades y la capacidad del sistema nervioso. Se puede establecer una analogía razonable con el enconado debate que hubo a principios del siglo xx sobre el vitalismo y los m ecanism os que subyacen a la herencia, ¿C óm o puede la simple quím ica alm acenar toda la información necesaria para especificar un individuo único? ¿ C óm o puede la química explicar que la divi sión de un único em brión de rana en la fase de dos células da origen a dos rena cuajos? ¿Esto no requiere alguna fuerza vital isla, o una nueva ley de la física, com o defendía Erwin Schrodinger? La dificultad principal a la que se enfrentaban los investigadores de la época era que 110 podían im aginar la gran especificidad inherente a las moléculas indivi duales. Quizá quien m ejor lo expresó fue William Bateson. uno de los genetistas ingleses más destacados de la primera parte del siglo xx. Hn >u crítica de 1916 de The M eihim ism o f M cndelum H ereditx, libro del premio Nobel Tilomas Hunt M o r gan y sus colaboradores, se lee: Las propiedades de los objetos animados están, en cierto modo, ligadas a una base material, qui/.á en algún grado especial a la cromatina nuclear; y no obstante es inconcebible que partículas de eromatinu o de cualquier otra suslancia. por compleja que sea, posean esas capacidades que deben ser asignadas a nuestros factores o genes. La suposición de que las partículas de cromatina, indistinguibles enlre sí v efectiva mente homogéneas en casi cualquier test conocido, pueden, por ^u nalurale/a mate rial, conferir todas las propiedades de la vida supera el alcance incluso del materia lismo más convencido. Lo que Bateson y los otros no sabían entonces, habida cuenta de la tecnología disponible, era que la crom atina (esto es, los crom osom as) es hom ogénea sólo esta dísticamente, estando com puesta por cantidades aproxim adam ente iguales de las cuatro bases nucleicas, y que la secuencia lineal exacta de los nucleótidos codifica los secretos de la herencia. Los genetistas subestimaron la capacidad de estos nu cleótidos para alm acenar prodigiosas cantidades de información. También infravalora ron la asombrosa especificidad de las m oléculas proteínicas, que ha resultado de la acción de la selección natural a lo largo de unos cuantos miles de millones de años de evolución. En el esfuerzo por com prender la base de la consciencia no deben repetirse esos errores. Una vez más, doy por sentado que la base física de la consciencia es una pro piedad que surge de interacciones específicas entre neuronas y sus elem entos. Pese
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;i que la consciencia es plenamenie compatible con las leyes de la Tísica, no es faclible predecir o com prender aquella a partir de éstas. 1 ..V MI EN1 O Q U E ES E M PÍR IC O , P R A G M Á T IC O Para avan /ar en estas difíciles cuestiones sin quedarm e atascado en escaram u zas que distraigan la atención, tendré que hacer algunas suposiciones sin justificar las con m ucho detalle. Q u i/á más adelante haya que revisar, o incluso rechazar, estas hipótesis provisionales de trabajo. Ll físico, y posteriormente biólogo molecular, Max Delbrück defendía > el en lo m o . A lie n a s , es una experiencia de cantidad \ com plejidad gradual». A unque mil desde el plinto de visi.i clínico, esta d c liniuoii presupone nociones de consciencia o conocimiento consciente, del vo. etcétera. L' ()\U>ni fin ;lish ¡)¡< iim u u \ no es mucho mejor: bajo el epígrafe de -consciencia" tiene ocho enriadas, v doce ba)o el de ‘'Consciente-
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haber sido editado y ensam blado? Actualmente se sabe tanto de los genes que una definición simple probablem ente sería insuficiente. <.Por que ha de ser mas lácd delinir algo tan escurridizo com o la consciencia?-0 Históricamente, en general se han logrado avances cienifficos importantes en ausencia de definiciones lormales. Por ejem plo. O hm . Am pére y Yolta lormularon las leyes íenom enológicas del flujo de la corriente eléctrica m ucho antes de que en 18^2 T hom pson descubriera el electrón. Por tanto, de m om ento adoptare la defini ción de trabajo de consciencia indicada antes y \ere m o s hasta dónde llego con ella. La c o n sa i’tu ia no es exclusiva de los seres hum anos Es verosímil que algunas especies de animales —concretam ente m am íferos — posean algunos de los rasgos de la consciencia, aunque no necesariamente todos; que vean, oigan, huelan y. por lo dem ás, experimenten el m undo. Desde luego, cada especie tiene su propio y exclusivo sensorio acoplado a su nicho ecológico. Pero \ o doy por supuesto que estos animales tienen sensaciones, estados subjetivos. Creer otra cosa denota presunción y equivale a burlarse de todas las pruebas experim enta les de la continuidad de conductas entre los animales y los seres hum anos. Todos somos hijos de la Nalurale/a. fisto es especialm ente cierto en el caso de los monos y los simios, cuya c o n ducta, desarrollo y estructura cerebral son extraordinariamente similares a los de los seres hum anos (hace falta un experto para distinguir un milímetro cúbico de tejido cerebral de m ono del correspondiente trocito de tejido cerebral hum ano). De hecho, el mejor m odo de estudiar actualm ente el pensam iento consciente sobre los e stí mulos se basa en correlacionar respuestas neuronales de m onos entrenados con su conducía. D ado este parecido, los experim entos adecuados con prim ates 110 h u m a nos — llevados a cabo de una m anera hum ana y é tic a — son un e lic a / m edio para descubrir los m ecanism os que subyacen a la consciencia.21 Por supuesto, los seres hum anos difieren esencialm ente de lodos los demás organismos en cuanto a su capacidad para hablar, bl verdadero lenguaje permiie al H om o sapiens representar y difundir conceptos arbitrariamente complejos. El len guaje conduce a la escritura, la dem ocracia representativa, la relatividad general y el 20. Vcusc Keller (2CKK>) y Ridley (2(X)3) pura la accidentada historia del término «yenes», y Ohurchland (1986. 2(K)2) y. en concreto, el ensayo Je Farber y C hurchland (1995) para el papel de las dellniciones en la ciencia 21 Unas palabias sobre algunas de las aproxim adam ente 2(K) especies de primates, de las que los seres h u m anos son sólo una. Ll ord en de los prim a les se divide en dos subórdenes, p ro sim io s (lite ralmente «antes de los monos*') y a n tro p oid es, que com prende a los m o n o s, los simios y los seres h u m a nos. Lxisten dos su perlamilias de m onos con distinta distribución geográfica: m o n o s d el N u evo M undo y monos del Viejo M undo. Los del Viejo M undo, enlre los que se incluyen los babuinos y los n m cucos, lidien el cerebro m ás grande y con m ás circunvoluciones que los del N u e v o M u n do , se crían fácilm en te en cautividad y no están en peligro de extinción. Se suelen usar c o m o sistema de modelos para la organi/acion del cerebro hum ano. Los go rila s, los ora n gu ta n es y las dos especies de chim pancés c o n s tituyen los grandes \im io \. Dadas sus muy desarrolladas capacidades cognilivas y su parentesco con los seres humano^ s sim ios se han llevado a cabo pocas investigaciones invasivas. La m ayor p a n e de lo que se s. ’ , líos procede de autopsias.
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ordenador M aciniosh, actividades e invenciones que escapan al alcance de nuestros amigos animales. Hn m uchos a sp e a o s de la vida c i\ili/ad u , la primacía del lengua je ha dado origen a la creencia —entre filósofos, lingüistas y oíros — de que la cons ciencia es imposible sin el lenguaje v que. por lanío, solo los seres hum anos pueden sentir v practicar la introspección. A unque eslo acaso sea cierto en un grado limita do con respeclo a la consciencia de la propia identidad (com o en ".sé que esloy vien do el color rojo»), los dem as dalos obtenidos en pacientes de cerebro hendido, nifiov autisias. estudios sobre la evolución > conducía animal son plenam ente compatibles con la postura de que al menos los m am íferos experim entan las visiones y los soni dos de la v id a ." Actualm ente no se sabe en que m edida la percepción consciente es común a ¡od(>s los animales, lis probable que la consciencia guarde cierto grado de correla ción con la complejidad del sistema nervioso del organismo. Los calam ares, las abe jas. las moscas de la fruta e incluso las lombrices intestinales son capaces de piola go ni/ar conducías bastante complejas. Q u i/á también atesoran cierto nivel de c o n s ciencia; tal \e/. también pueden sentir dolor, experim entar placer, y ver. /C'onio puede entecarse la consciencia de una num era c ien tífica ’.' La consciencia adopia muchas formas, pero q u i/a lo mejor sea em pezar con la más fácil de investigar. 1:1 estudio de la visión presenta varias ventajas respeclo a los dem ás sentidos, al m enos cuando se trata de eniender la consciencia. Ln primer lugar, los seres hum anos son criaturas visuales, listo se refleja en la gran cantidad de tejido cerebral dedicado al análisis de imágenes y en la im portan cia de la visión en la vida cotidiana. Por ejem plo, si un individuo está resfriado, se le lapa la nariz y puede llegar a perder el sentido del olfato, lo que solo le perjudi ca ligeramente. Una perdida pasajera de la visión, com o por otra parte sucede en la ceguera causada por el resplandor de la nieve, es demoledora. Segundo, las percepciones visuales son intensas y abundan en información. Las fotos y las películas están muy estructuradas, pero son láciles de m anipular m edian te eí uso de gráficos generados por ordenador. Tercero, com o ya señalara el joven filósofo Arilun Schopenhauer en 1X13, la visión es el sentido más fácil de engañar, hsto se pone de m anifiesto en infinitas ilu siones. T om em os la ceguera inducida p o r el m ovim iento: una serie de luces azules moviéndose aJ azar se superponen en tres puntos amarillos muy destacados pero estacionarios. Están fijos en algún lugar de la pantalla, y al cabo de un rato, uno, dos o incluso los tres puntos desaparecen sin más.-*' ¡Ya no están! Ls una visión asom brosa: la revuelta nube azul elim ina los puntos amarillos del c am po visual, pese a 22. La creencia Je que sólo son conscientes los seres hum anos \ que los anim ales son meios autómatas. delendida m em orablem ente por Desearles, eslaba nuiv diluruhda IVio cada ve/ menos d es pués de DanAiii y el auge de las explicaciones ew>hmvas. Ni) obstante, incluso hov día hav quienes sos llenen que el lenguaje es condición sine qua non para la consciencia (M acphail. I9')N|. ( ¡ n ü i n (2001) es Ja referencia clasica de visión general de ]j consciencia en el conjunto de) /vino animal 23. La ceguera inducida por el m ovim iento lúe descubierta por Bonnch. C onpcrm an y Sagi ( 2001 ).
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que éstos siguen estim ulando la retina. 'Iras un b re \e m ovim iento del ojo. los pun tos aparecen de nuevo. A unque este tipo de fenómenos sensoriales poco tienen que ver con la «intencionalidad», el significado específico de la consciencia, el «libre albedrío» y otros conceptos que desafian a los filósofos, conocer las bases neuromiles de las ilusiones visuales puede revelarnos m ucho sobre sobre las bases tísicas de la consciencia en el cerebro. Hn los primeros tiempos de la biología molecular. Delbrück se centró en la genética de los fagos, simples virus que viven a costa de bac terias. El lector quizá pensaba que el m odo en que los lagos transmiten mlorm acion a sus descendientes es algo irrelevante para la herencia hum ana. Pues no es el caso. Asimismo, la creencia de Eric Kundel de que la humilde babosa marina . - \ / > / v . s k i lema mucho que enseñarnos acerca de las estrategias moleculares v celulares que subvacen a la memoria ha resultado ser prolélica.24 La última, y m ás importante, cuestión es que las bases neuronales de m uchos fenómenos e ilusiones visuales lian sido investigadas en lodo el m undo animal. 1.a neurociencia de la percepción ha avanzado hasta tal punto que se han construido modelos computacionales razonablem ente complejos que han demostrado su validez para guiar agendas experim entales y resumir los datos. En consecuencia, me concentrare en la sensación o consciencia visual. A nto nio Damasio. el em inente neurólogo de la Universidad de lovva. se refiere a estas formas sensoriales del conocim iento consciente com o consciencia esencial, y las distingue de la consciencia am pliada La consciencia esencial se refiere al aquí y ahora, mientras que la am pliada requiere un sentido del yo —el aspecto aulorreferencial que para m ucha gente tipifica la consciencia— y del pasado, así com o una anticipación del futuro. Mi programa de investigación deja de lado, de m om ento, estos y oíros aspec tos, com o el lenguaje y las em ociones, lo cual no equivale a decir que no sean crí ticamente importantes para los seres humanos. Lo son. Los afásicos. los niños con autismo grave o los pacientes que han perdido su sentido del yo se hallan muy im pe didos. confinados en clínicas u hospitales. No obstante, la m ayor parte de ellos aún pueden ver y sentir dolor. La consciencia ampliada comparte con la consciencia sen sorial la m isma posición misteriosa, pero es m ucho menos sensible a investigacio nes experim entales, pues estas capacidades 110 pueden estudiarse fácilmente en ani males de laboratorio, con lo que se com plica el acceso a las neuronas subyacentes. Haciendo hincapié en mi elección está la suposición provisional de que todos los aspectos de la consciencia (olor, dolor, visión, consciencia de la propia identi dad. sensación de desear una acción, sensación de estar enfadado, etcétera) emplean uno o quizá varios m ec an ism o s com unes. Por tanto, saber cuáles son las bases neuronales de una m odalidad facilitará el conocim iento de todas. Desde una óptica introspectiva, esta hipótesis es bastante radical. ¿Q ué tienen en com ún un sonido. 24. K.indel (2001). 25, Véase el libro de D am asio { 1999). P odem os encontrar una formulación concisa de sus ideas en Damasio (2(XX)). El psicólo go cognitivo Endel Tulving, de la Universidad de Toronto, habla de que la percepción su pone consciencia n o é tu u (conocimiento) en centraste con la consciencia a u to n o é iu a (conocimiento de uno m ism o) que es característica de la m em o ria episódica (Tulving, 1985). Edelman y Tonony (2000) iraian de la c o nciencia prim aria y B lock alude por un lado a la co n sciencia fe n o ménica y por olro a la consciencia reflexiva y a la consciencia de la propia identidad (Block. 1995).
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una imagen v un olor'.’ Su contenido parece bastante distinto, pose a que los tres exhiben cierta aura mágica. Teniendo en cuenta com o funciona la selección nalural, es probable que las sensaciones subjetivas asociadas a cada uno estén producidas por sucesos \ circuitos neuronales parecidos. Hago referencia también a líneas de trabajo 110 visuales, com o el olfato y el condicionam iento pu\loniano, en especial si tienen rasgos que hagan lácil su estu dio en el laboratorio. Dada la conveniencia de relacionar la consciencia con la acti vidad de descarga de neuronas individuales y sus disposiciones, será imperioso lle var a cabo experim entos pertinentes con ratones. Lil asom broso desarrollo de herra mientas de biología molecular cada vez más eficaces permite a los científicos m ani pular cerebros de roedores de una manera cuidadosa, delicada y reversible, algo que actualm ente es imposible con los primates. Ln esle libro 110 se abordan los estados alterados de la
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roñales — aquí, potencíalos de acción sincronizados en neuronas piramidales neocoiuc.ile-.- siilicieuie para una percepción.consciente específica. 26, tílackmore (1982). Gruser ) Landis (1991) v Blanke el n i (2002) dcsciibcn la psicología > la neurología de experiencias extracorporalcs. un fenóm eno fascinante que, hasta hace poco, era patri m onio casi exclusivo de los místicos de la new age. Las alucinaciones, percepciones generadas inieriiamenle en el estado de vigilia que no pueden distinguirse de las percepciones generadas cxicriiamcme. son un sello característico de la esquizofrenia y oíros trastornos Hiemales. Se esta explorando su base neuronul m ediante el uso de imágenes cerebrales (Frith. 1996; I lyiche ct al.. 1998; M an lo id > Andel m ann, 1988; Vogeley, 1999),
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1.4. LOS C O R R E L A T O S N E U R O N A L L S DE LA C O N S C IE N C IA Francis y yo estam os em peñados en descubrir los coi reim os neuronales de la consciencia (CNC). Cada vez que se representa información en los C N C . somos conscientes de ello. El objetivo es averiguar cuál es la serie m ínim a de m ecanism os V sucesos neuronales que colectivam ente son suficientes para una percepción co n s ciente específica (figura 1.1). Los C N C implican la actividad de descarga de neuro nas del prosencéfalo.-7 C om o expongo en el próximo capítulo, por actividad de des carga entiendo las secuencias de pulsos, con una amplitud aproxim ada de una déci ma parte de voltio y una duración de 0,5-1 inseg, que emiten las neuronas cuando son estimuladas. Podem os considerar a estos picas binarios, o p otenciales de acción, com o el principal output de las neuronas prosencefálicas. Estim ular las células per tinentes con cierta tecnología — aún por inventar— que reproduzca su patrón ex ac to de potenciales de acción debería originar la m ism a percepción que mediante imá genes, sonidos u olores naturales. C om o he subrayado unas páginas antes, doy por supuesto que la consciencia depende de lo que hay dentro de la cabeza, no forzosa mente de la conducta del organismo. La idea de los C N C es significativamente más sutil de lo que parece en la figu ra, y también debe especificar en qué abanico de circunstancias y datos se m antie ne la correlación entre sucesos neuronales y percepción consciente. ¿L a relación se cumple sólo cuando el sujeto está despierto? ¿Qué hay de los sueños o de diversas patologías'.’ ¿La relación es la m isma para lodos los anim ales.’ En el capítulo 5 se abordan estas com plicaciones. Este uso de los C N C da a entender que si soy consciente de un suceso, los C N C de mi cabeza deben expresarlo directamente. H a de haber una correspondencia explícita entre cualquier suceso m ental y sus correlatos n eu ro n a les. Otro m odo de plantear esto es diciendo que cualquier cam bio en un estado subjetivo ha de aso ciarse a un cam bio en un estado neurona! Obsérvese que no nene por qué ser cier to lo contrario; dos estados neuronales cerebrales distintos pueden ser mentalmente indistinguibles. Es posible que los C N C no estén expresados en la actividad o potenciales de 27. M e atengo a una d i\isió n tripartita del cerebro de los vertebrados en pro sen céfalo . trie'.en célalo y rotnbetu éfa lo . En general, el prosencéfalo se co m p on e de lu n eo co rte/a, los ganglios basales, el hip ocam po, la amígdala, el bulbo olfatorio y el tálam o y sus estructuras asociadas. El ro m benectalo comprende la protuberancia, el bulbo raquídeo y el cerebelo. 28. Este planteamiento s upone que. en ausencia de portador tísico . la consciencia no puede e x is tir. Oicho de m anera sucinta: no hay mente sin materia, 29. La idea de que los C N C están estrecham ente relacionados con procesos subcelulares no es tan ex travagam e c o m o parece. En los últimos años, los biofísicos celulares han reparado en que la d is tribución de iones calcio en las neuronas representa una variable decisiva para ei procesam iento y a lm a cenam iento de in form ación (K och, 1999). Los iones calcio entran en espinas y dendritas a través de canales controlados por voltaje. Esto, ju n to con su difusión, regulación y liberación de los depósitos intracelulares, origina rápidas m odulaciones locales de su concentración La concentración de calcio, a su ve/, puede inlluir en el potencial de m em b ran a (a través de conductancias de m em b ran a d e p e n dientes del calcio) y —al ligarse a reguladores y e n / i m a s — activar o desactivar vías señalizadoras
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acción de algunas neuronas sino, a lo mejor, en la concentración de iones calcio libres, ¡niracelulares. en las dendritas posí-sinápticas de sus células diana.2** O quizá estén dilectamente implicados los com pañeros invisibles de las neuronas, las célu la:. {lítales que sustentan, nutren y mantienen las células nerviosas y su entorno en el cerebro (aunque esto es im probable).Ul Pero cualesquiera que sean los correlatos, deben representar directam ente — no indirectam ente— la percepción consciente por que ios C N C son todos los que sean necesarios para esa experiencia concreta. Puede que los C N C estén asociados a cierta actividad especial en uno o más conjuntos de neuronas con algunas propiedades farm acológicas, anatóm icas y biofí sicas especiales que han de superar determ inado umbral y durar una m ínim a canti dad de tiempo. C om o explicaré en el capítulo 14, es bastante improbable que la consciencia sea un simple epifenóm eno. La consciencia más bien aumenta la supervivencia de su portador. Esto significa que la actividad de los C N C debe afectar de algún m odo a otras neuronas. Esta actividad post-CN C influye en otras neuronas que a la larga dan lugar a alguna conducta. La m isma actividad tam bién puede retroalimentar a la:> neuronas de (os C N C y lases anteriores de la jerarquía, lo que com plica considera blem ente las cosas. D escubrir los C N C supondría un im portante paso adelante en el cam ino hacia una com prensión definitiva de la consciencia. La identificación de los C N C perm itiría a los neurocientíf‘icos m anipular su sustrato celular basándose en la intervención farm acológica y la m anipulación genética. Tal vez se podrían crear ratones traiisgénicos cuyos C N C se activaran y desactivaran con rapidez y segu ridad. , De qué conductas serían capaces estos ratones /o m b ie ? De este d e scubri m iento tam bién resultarían beneficios clínicos, co m o un m ayor co n o cim ie n to de ciertas enferm edades m entales \ la creación de anestésicos m ás eficaces con pocos efectos secundarios. Hn definitiva, hace falta una teoría que llene el vacio de conocim iento, que explique por qué la actividad en un subconjunto de neuronas es la base de (o quiza idéntica a) una sensación determ inada. Esta teoría ha de explicar claram ente las razones de que esta actividad signifique algo para el organism o (p. ej., ¿.por qué intiaeelulares que inician la plasticidad > co n lo rm an las bases del aprendizaje. La d m a m ie a del ealcii> en somas y dendrilas gruesas abarca la escala temporal corréela (del orden de ciem os de miliseguiulos) para la percepción. En efecto, en el grillo se ha establecido e x p en m e n ia lm c m e que la concentración de calcio libre, intracelulur, en la inierneuronu o m e g a guarda buena correlación con el grado de e n m a s c a ram iento auditivo, lina modulación — dependiente del tiempo de la sensibilidad auditiva de esos ani males (Sobel y Tank, 1994). 30. Las células ^lia lt's son tan numerosas c o m o las neuronas, pero carecen de su glamour. Pre sen tan una conducta lenta que dista de la com pleja sensibilidad asociada a las neuronas (L am m g t i u/., 1998). Por eso es improbable que desem peñen un papel d ’recio en la ¡>ercepción. Alguiuts células glia les exhiben sucesos «todo o n a d a - propagadores del calcio, semejantes a potenciales de acción, s a h o que se producen en el espacio de segundos (Cornell-Bell el ,il . 1990. Sandcison, I9^(i>. 3 I . El termino «\ acío explicativo» tue sugerido por Lev me < 1983). No hav ninguna gai anua de que la ciencia vava a descubrir una teoría l'inal. ob|Cliva. de la consciencia. C o m o lian sostenido Chal mers (1996) v oíros, q u i/a s haya que comentarse con algún u p o de dcsci ipe ion 1isica no icducliva o con un dualismo ontologico con principios puenle. rigurosos \ cuanlitativos. que vinculen la esleía de las experiencias subjetivas con la realidad objetiva. El tiempo dirá.
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LA C O N S t IKNC'IA
duele?) y (Je que los í/ iiíi / ui sientan com o sienten (p. ej.. ¿por que el rojo tiene un aspecto concreto, tan distinto del a z u l? ).'1 En el cam ino debe resolverse el gran debate en torno a la cuestión de la rela ción precisa entre sucesos neuronales y sucesos mentales El fisictsuin afirma que los dos son idénticos: que el C N C para la percepción del color morado c.v la percepción. No hace falta nada más. Mientras el primero se mide mediante microelectrodos. la segunda es experim entada por cerebros. Una de las analogías preferidas es la que se establece con la temperatura de un gas y la energía cinética prom edio de sus m olé culas. La temperatura es una variable m acroscópica registrada por un termómetro, mientras la energía cinética es una variable microscópica que para ser estudiada requiere una serie de herramientas bastante distintas. Con lodo, ambas son idénticas. Aunque a primera vista parecen diferentes, la temperatura es equivalente a la ener gía cinética prom edio de las moléculas. Cuanto más rápido se m ueven éstas, m ayor es la temperatura. N o tiene sentido hablar de la temperatura originada en el m ovi miento molecular rápido, com o si uno fuera la causa y el otro el efecto. Uno es nece sario y suficiente para el o tro .12 Llegado a este punto, no estoy seguro de si esta ciase de identidad fuerte es válida para el C N C y la percepción asociada. ¿Son realmente una \ la m ism a cosa vista desde perspectivas distintas? Las características de los estados cerebrales y de los estados fenoménicos parecen dem asiado diferentes para ser totalmente reducibles unas a otras. Sospecho que su relación es más compleja que la prevista tradicionalmente. Por ahora es mejor que m antengam os una actitud abierta ante este asunto y nos concentrem os en identificar los correlatos de la consciencia en el cerebro. 1.5. R E C A P IT U L A C IÓ N La consciencia radica en el nexo del problem a m ente-cuerpo. Los expertos del siglo \ \ l se enfrentan a algo misterioso, com o les sucedía a los seres hum anos que hace unos milenios com enzaron a preguntarse sobre la mente. No obstante, los cientilicos actuales están en mejores condiciones que nunca para investigar las bases tísi cas de la consciencia. Hl mío es un enfoque directo que m uchos colegas consideran ingenuo o poco atinado. T om o la experiencia subjetiva com o dada y doy por sentado que. para que las criaturas biológicas experim enten algo, es necesaria y suficiente la actividad cerebral. No hace falta nada más. Trato de encontrar las bases físicas de estados fenoménicos dentro de las células cerebrales, su disposición y sus actividades. Mi propósito es identificar la naturaleza específica de esta actividad, los correlatos neu ronales de la consciencia, y determ inar en qué medida los C N C difieren de la acti vidad que influye en la conducta sin com prom eter a la consciencia. Este libro se centra en las formas sensoriales de la consciencia — y en concre to en la visión. La consciencia visual es más susceptible de investigación empírica que otros aspectos de las sensaciones. Las em ociones, el lenguaje y un sentido del '2 Sobre este tema hay una am plia literatura filosófica, con m uchísim as v anantes. Rem ito al lector curioso a los libros de Paticiu Churchland. que se ocupa extensamente del asunto (1986, 2002).
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\ o v de los olios son cruciales en la \id a cotidiana, pero eslas lácelas de la cons ciencia se dejan para nuís adelante, cuando se conozcan mejor .sus hases neuronales. C om o en el interno por com prender la \ ida. descubrir y descrihir las actividades moleculares, biofísicas > neurofisioJógicas que constituyen los C N C seguramente a \u d a ra a resolver el enigm a principal: com o los sucesos en ciertos sisiemas privi legiados pueden constituir el fundamento tísico de las sensaciones, o incluso ser eslas mismas Sería contrario a la continuidad e \o l u t i\ a creer que la consciencia es exclusi va de los seres hum anos. l)o\ por sentado que la nienie hum ana com parte ciertas propiedades básicas con la mente animal —en conereio con m annieros com o los m onos \ los ratones. Paso por alto los fastidiosos debates sobre J¿t definición exac ta de consciencia o sobre si mi medula espinal es o no consciente pero no me lo dice. A la larga habrá que aclarar eslas cuesliones, pero ahora sólo impiden avanzar. No se gana la guerra librando primero la batalla ma.s encarnizada. L ii el curso de esta em presa prolongada, empírica y a largo plazo, habrá meteduras de pala y simplificaciones excesivas, pero sólo em pezarán a verse conforme pase el tiempo. De m om ento, la ciencia ha de aceptar el desafío y explorar los fun dam entos de la consciencia en el cerebro. C om o la imagen m edio lapada de una cim a montañosa cubierta de nieve durante una primera ascensión, el atractivo de descifrar este enigm a es irresistible. C om o señaló) Lao Tse hace (lempo, «un viaje de mil kilómetros em p ie /a con el primer paso». Ahora que \a eslam os en marcha, me permitiré Jam iliaii/ar al lector con algu nos conceptos c la \e que nos guiarán en nuestra búsqueda. Concretam ente debo d esa rrollar las nociones de representación neuronal explícita e.im plícita, nodos esencia les. \ las diversas lormas de actividad nerviosa.