JOY DIVISION El mito revisado
PRÍNCIPE OSCURO Curtis está A casi treinta años de su suicidio, la figura de Ian Curtis más viva que nunca. Películas, compilados, libros y un sonido vigente, revitalizado en docenas de bandas actuales, hacen de Joy Division un grupo indispensable que aún hoy sigue dando sombra al rock contemporáneo. Por Joseph Ghosn
Noviembre de 1976: Joy Division (Ian Curtis a la derecha) retratados por Anton Corbijn, director de Control .
JOY DIVISION
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Un muerto cada diez años: Jim Morrison, Ian Curtis, Kurt Cobain. Durante bastante tiempo se pensó que ése era el sacrificio que el género debía pagar para renovarse: encontrar nuevos ídolos, nuevos mártires que sembraran sus terrenos. En esta trilogía de cadáveres convertidos en leyenda, el del
Ahí donde los Sex Pistols vociferaban su rabia interior contra el mundo, Ian Curtis utilizaba la misma rabia para murmurar su propio dolor al oído de quien quisiera escucharlo. medio, el de la bisagra entre los años setenta y ochenta, fue desatendido durante un ‘ tiempo largo. El primero, que ya tuvo su ‘ fallida biografía en cine firmada por Oliver Stone, fue Jim Morrison, mientras que Kurt Cobain revivía hace dos años gracias a Gus Van Sant y su admirable Last Days (editada en video en la Argentina), un resurgimiento poético del fantasma del cantante antes que una biografía esforzada. Ian Curtis, en cambio, esperó más tiempo para ser personificado en la gran pantalla. Sin duda porque su importancia era tal que no podía sufrir un tratamiento aproximativo. Sin duda, también, porque su influencia era tan subterránea que no habría soportado ser expuesta a demasiada luz de un solo golpe. El blanco y negro de Control , la película de
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En vez de decirte ‘andate a la mierda’, Joy Division dijo ‘estoy en la mierda’. Con esto, inventaron el post punk y regeneraron una inmensa forma artística, el rock’ n’ roll.” (Tony Wilson) Anton Corbijn, es lo que mejor se adapta a esta historia, que empieza como la de cual ‘ quier otro grupo de rock y termina en una ‘ tragedia –finalmente banal, si entre esos dos momentos no surgieran todas las canciones milagrosas de esos dos álbumes y un par de simples que contenían, en sustancia, al mundo entero. La historia comienza a fines de los años setenta, en
52. los inrockuptibles
Macclesfields, un pueblucho perdido del norte de Inglaterra donde cuatro jóvenes forman un grupo, inspirados por el punk del momento. Mientras surgen nuevas bandas que siguen los pasos de los Sex Pistols, éstos explotan en pleno vuelo dejando tras sus pasos millones de clones. Los alumnos, pensábamos, no superarían nunca a los maestros de la subversión, de la superchería y la energía punk que eran los Pistols. Aunque si bien existieron miles de grupos sin interés, también estaba Joy Division. El crítico inglés Jon Savage resumió en su libro England’s Dreaming el aporte del grupo en una frase: “El post punk proyectado en la esfera íntima”. Porque Joy Division hizo más que apropiarse del lenguaje del punk: lo llevó hasta una madurez inesperada, la de una edad no tanto “más adulta” o “responsable”, sino más consciente de sí y de la complejidad del mundo que lo rodeaba. Ahí donde los Sex Pistols vociferaban su rabia interior contra el mundo, Ian Curtis utilizaba la misma rabia para murmurar su propio dolor al oído de quien quisiera escucharlo. Y al principio, no había mucha gente. “I’ve been waiting for a guide to come and take me by the hand ” (“Estuve esperando un guía que viniera y me tomara de la mano”): con esta frase tan clamorosa se abre Unknown Pleasures (79), el primer álbum que Joy Division graba para el sello de Tony Wilson, Factory, con base en Manchester. Tony Wilson (que murió el 10 de agosto pasado) era un presentador de la tele inglesa con reputación y fan empedernido de la música. Pero era, sobre todo, un descubridor de talentos, y Joy Division fue su primer verdadero gran grupo (más tarde vendrán otros, como los Happy Mondays). Firmar con Joy Division, dejarles las manos libres y sobre todo confiárselo al productor Martin Hannett, que supo aportar un sonido verdaderamente singular –a la vez monolítico y abierto–, daba ya cuenta de su locura clarividente: ¿Wilson había entendido que en las letras de Curtis, en la música del grupo, estaba el eco de toda la Inglaterra de fines de aquella década, y que había que capturarlo a cualquier precio? Porque de eso se trata, efectivamente, Unknown Pleasures . El álbum no se parece realmente a ningún otro que haya salido ese mismo año y encierra una multitud de territorios diferentes explorados en cada canción. La voz de su líder, inaudita en el pop –pero cuyo timbre naturalmente grave evoca un
Johnny Cash inglés– parece arrastrar con su propio impulso todo lo que pasa alrededor de ellos. Por supuesto que hay dolor en este primer álbum, pero este dolor señala las fantasmagorías adolescentes y el deseo de estar en cualquier otra parte, en otro cuerpo, en otra vida a la que el título del álbum –“Placeres desconocidos”– remite. Y nadie, con dieciocho, veinte o incluso treinta años, se puede resistir a este llamado; un llamado inducido por la tensión de la interacción musical de los miembros del grupo. La guitarra de Bernard Sumner es cortante, el bajo de Peter Hook manipula los sentidos mientras que los ritmos de Stephen Morris anclan el con junto en un terreno vago minado por todos lados. En Joy Division avanzamos en un espacio plagado de angustia existencial, pero también de ecos de Velvet Underground, Can, Kraftwerk, Iggy Pop y David Bowie (el primer nombre del grupo, Warsaw, provenía de un fragmento del tema Warszawa, de Bowie y Brian Eno, sacado del álbum Low , que en sí era un proto-Joy Division helado). Todo esto hace que Joy Division fuera el grupo más complejo de la época. Tony Wilson, retomando una teoría del guitarrista Bernard Sumner, lo explicaba mejor que nadie en la revista inglesa Mojo : “Bernard Sumner es terriblemente astuto. Un día dijo que el punk rock era vital por- que nos había salvado de la mierda y había vuelto a convertir las cosas en reales. Pero el punk tenía un lenguaje limitado, sólo podía expresar cosas como ‘me cago en vos’ o ‘me aburro’. Bernard dijo que tarde o tem- prano alguien tenía que recuperar la ener- gía y la motivación del punk y usarlo para expresar emociones más complejas. Y eso es lo que hizo Joy Division. En vez de decir- te ‘andate a la mierda’, dijeron ‘estoy en la mierda’. Con esto, inventaron el post punk y regeneraron una inmensa forma artísti- ca, el rock’ n’ roll”. Con sus textos, Ian Curtis volvió a poner normalidad y cotidianeidad en el rock. El simple Love Will Tear Us Apart habla primero de él, de su experiencia íntima, de su derrota frente a la pareja que se rompe. Pero para contarlo no utiliza metáforas pesadas, imágenes barrocas ni vociferaciones teatrales. Lo hace con palabras triviales, más profundas: “Cuando se instala la rutina y las ambiciones son bajas, se acumula el resentimiento, las emociones dejan de crecer y nos alejamos, tomamos rutas diferentes, y entonces el amor, el