Cap. IIÍ. Las manifestaciones del ser, la vida y la acción ilw Concept and the Term. A bibliographical Study, Denver 1973; J.H. Schiitz, Paul and the Anatom y of Aposto lic Auth ority (SNTS Mon, Ser. 26) Londres 1975; A. Vogtle, Exegetische Reflexionen zu r A posto lita t des Amtes und zu r Amtssukzession , en Die Kirche des Anfangs, Friburgo de Brisgovia 1978, 529-582; W. Trilling, Die Entstehung des Zwólferkreises, ibid. 201-222.
Los tres sinópticos refieren que Jesús eligió de entre el grupo ■de discípulos a doce varones, a los que se designa explícitamente por su nombre y que, como el colegio de los doce, tienen ya la máxima importancia durante el ministerio público de Jesús y so bre todo dentro de la naciente Iglesia. Lucas escribe a este respec to: «Por aquellos días salió él [Jesús] hacia el monte para orar y pasó la noche en oración ante Dios. Cuando se hizo de día, llamó junto a así a sus discípulos (¡x«0v¡Taí) y escogió de entre ellos a doce (SwSsxa) a los cuales dio el nombre de apóstoles (¿rcócroXoi): Simón, al que también llamó Pedro, y Andrés, su hermano; San tiago y Juan, Felipe y Bartolomé, Mateo y Tomás, Santiago el de Alfeo y Simón, llamado el Zelota, Judas el de Santiago y Judas Iscariote, el que fue traidor» (Le 6,12-16). Marcos, que todavía no llama a los doce con el apelativo de «apóstoles», explica su cometido con estas palabras: «Constituyó (s 7toíy¡< j £v) a doce, para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar, con poder para arrojar a los demonios» (Me 3,13-19). Como puede deducirse de este texto antiquísimo (junto con ICor 15,8-11), «apóstol» signi fica el «mensajero de Dios», como el «profeta» que aparece ya en el período de la monarquía de Israel (IRe 14,6 LXX) y como, en el período postexílico (2Cró 17,7-9) aparece el doctor de la ley cual emisario regio. En la Iglesia primitiva este título empieza utilizándose en el sentido general de «misionero» de la comunidad (Rom 16,7: Andrónico y Junias; ICor 12,28; Gál 1,1: Pablo), hasta que al menos desde la redacción del Evangelio de Lucas (6,12) se restringe a «los doce», desapareciendo poco a poco el sentido genérico. Mateo dice sobre este punto: «Y convocando a sus doce discípulos, les dio poder de arrojar espíritus impuros y de curar toda enfermedad y toda dolencia» (Mt 10,1). Según Mt 10,5-15 (cf. Le 9,1-6) esos doce recibieron una misión específica provisional: «A estos doce los envió Jesús, dándoles estas instruc ciones: No vayáis a tierra de gentiles, ni entréis en ciudad de samaritanos; id más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel, id y predicad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfer208
§ 11. Los ministerios jerárquicos
mos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios; gra tis recibisteis, dad gratis» (Mt 10,5-8). Y según el propio Mt 28, 16-20 (cf. Me 16,14-18), al momento de su ascensión al cielo el Resucitado (cf. Le 24,47-49) confirió a los once (cv Sskoc) la mi sión definitiva de predicar por el mundo, con estas palabras: «Se me ha dado todo poder (é^ovcríoc) en el cielo y en la tierra; id, pues, y haced discípulos (¡ j ,oc07)t s iW t s ) a todos los pueblos, bau tizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado. Y mirad: yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de los tiempos.» En estos cometidos misioneros aparece el título apostólico, que antes de Cristo no aparece con ese sentido en Israel, que evolu ciona desde designar una función hasta convertirse en un título ministerial. Los doce son simplemente los enviados de Cristo, a los que dice: «Quien a vosotros recibe, a mí me recibe; y quien a mí me recibe, recibe a aquel que me envió» (Mt 10,40) y también: «Quien a vosotros escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros despre cia, a mí me desprecia» (Le 10,16) y: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo» (Jn 20,21). También la expre sión «los doce» tiene una historia evolutiva (cf. ICor 15,5; en cambio Mt 19,28s). Antes del empleo de dicho título se encuentran sin duda los nombres de los doce apóstoles, que fueron elegidos y enviados personalmente por Cristo (Me 3,13-19; cf. W. Trilling, Die Entstehung des Zwölferkreises, en Die Kirche des Anfangs, Friburgo de Brisgovia 1978, 201-222). Lo que fueron los doce hijos de Israel como patriarcas del antiguo pueblo de Dios, lo son ahora los doce para el nuevo pueblo de Dios, que es la Iglesia. Sobre ellos se fundamenta (cf. Mt 16,18; Ef 2,20; Ap 21,14). De ahí que Jesús ore especialmente por ellos en su plegaria sacerdotal (Jn 17,6-19), después de haberlos acogido en su escuela de una manera particular durante los años de su ministerio público. A ellos tenía que concedérseles el «conocer los misterios del reino de los cielos» (Mt 13,11; cf. v. 36.51). De ahí también que Jesús procure aclarar los errores de sus apóstoles (sobre la verdadera pureza: Mt 15,12ss; sobre la indisolubilidad del matrimonio: Mt 19,10ss). Responde con infinita paciencia a sus preguntas (Mt 18,21), les prepara mediante un triple anuncio al misterio de su pasión (Mt 16,21ss; 17,22; 20,17ss) y los instruye sobre la destrucción de Jerusalén y el fin del mundo (Mt 24 y 25). 209 Auer-Ratzinger VIII 14
Cap. III.
Las manifestaciones del ser, la vida y la acción
Pero, junto con sus instrucciones, Jesús ha transferido tam bién a los apóstoles y discípulos plenos poderes, como lo eviden cia el gran capítulo de las enseñanzas que es Mt 18. Estos plenos poderes se hacen patentes sobre todo en el gran mandato misional con el encargo de que bauticen (Mt 28,19ss), con su encargo de que celebren la nueva pascua (Le 22,19) y con el equipamiento de los doce para que perdonen los pecados (Jn 20,21; 2Cor 5,19s). Y así el apóstol está por encima de la Iglesia y de su elección (Gal 1,1: «Apóstol, no de parte de los hombres ni por mediación de hombre alguno, sino por mediación de Jesucristo y de Dios Padre que lo resucitó de entre los muertos»; cf. ICIem 42 y 44) y por encima de su juicio (ICor 4,3s). El apóstol no ha de pre sentar su propia doctrina sino el mensaje recibido (Me 3,14; 2Cor 2,17: «Porque nosotros no somos como tantos que adulteran la palabra de Dios, sino que, con toda sinceridad, como enviados de Dios, hablamos ante Dios en Cristo»), Por ello hay que valorar asimismo la palabra del apóstol cual si fuera palabra de Dios (2Cor 5,20; ITes 2,13: «Por eso, también nosotros continuamente damos gracias a Dios; porque, habiendo recibido la palabra de Dios predicada por nosotros, la acogisteis, no como palabra hu mana, sino — como es en realidad— como palabra de Dios, que ejerce su acción en vosotros, los creyentes»). Los apóstoles fun dan y rigen nuevas comunidades eclesiales (Act 8,14s; 15,2; Rom 15,15; 2Cor 10,13-16; 2Tes 3,4, etc.), ejercen la disciplina eclesiás tica (ICor 5,3-5; ITim 1,20; Act: Ananías y Safira), instituyen colaboradores y sucesores mediante la imposición de manos (Act 6,8; 15-22; ITim 4,14; 5,22; 2Tim 1,6). Pese a lo cual no son se ñores sino siervos de la comunidad (Me 10,44s; Mt 24,45-51; Rom 17,7.13; 2Cor 1,24; 4,5) y pastores de sus respectivas comunidades como Cristo (Jn 21,15-17; Act 20,28; IPe 5,2-5). El cimiento de su ministerio es su amor a Cristo (Jn 21,15ss). En su acción se hace patente el ministerio docente, el ministerio pastoral y el sacer dotal; son los portadores del depositum fidei (ITim 6,20), porta dores de la tradición (ICor 11,23; 15,3) y de la sucesión ministe rial en la Iglesia apostólica con la institución de sus sucesores (Act 1,17.22.26).
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JOHANN AUER
LA IGLESIA SACRAMENTO UNIVERSAL DE SALVACIÓN
BARCELONA
EDITORIAL HERDER