SANTE.KíA CU5ANA KE.GLA DE. OCHA Héctor López
editores mexicanos unidos, s.a.
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Desde las más antiguas culturas, la santería ha tenido un lugar fundamental entre las prácticas mágicas. En la actualidad incluso forma parte de ciertas religiones. Ésta es una forma de vida y una práctica mántica; su origen se remonta a los ritos religiosos de las tribus africanas, en particular de las ubicadas en Níger, país de los yoruba. Esta gente fue trasladada al Nuevo Mundo por traficantes de esclavos hace más de cuatro siglos. Los yoruba trajeron consigo sus costumbres y, sobre todo, sus mitos religiosos. En Brasil la santería se conoce como rnacumba, mientras que en Cuba se le llama lucumi. Cabe destacar que la mitología yoruba y sus prácticas religiosas se fusionaron con las creencias católicas, y esto dio origen a un sincretismo religioso en el que todas las deidades del panteón católico se relacionan con las de los yoruba.
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Introducción
Debido al poco conocimiento que hay acerca de la santería, se han relatado gran cantidad de historias terribles sobre esta práctica religiosa; entre otras cosas, se ha dicho que en ella se realizan sacrificios humanos. El cine, la ignorancia de la gente y la nota roja han contribuido a exagerar y desvirtuar las prácticas propias de esta costumbre ritual. Desgraciadamente, también hay muchas personas que emplean las artes místicas para tratar de dañar a los demás, pero esto no trae buenos resultados , así que no sucede con frecuencia. La presente obra tiene como objetivo presentar un panorama general de la santería. Incluye algunas recetas que usted podrá realizar en cualquier momento. Le deseamos mucho éxito
ÁIltecedelltes de la santerie Durante la época colonial, los africanos llegaron a América por la fuerza, tratados como si fueran animales por los traficantes de esclavos. Para justificar su conducta, los traficantes elaboraron una imagen de los esclavos como bárbaros, sin inteligencia, sin valor moral y carentes de sentimientos. Al verse tan lejos de su lugar de origen, y dadas las terribles condiciones en las que se encontraban, los esclavos se unieron y defendieron sus costumbres y su religión en contra de quienes los extorsionaban. Se consideraban hermanos y se reunían por las noches en las barracas para llevar a cabo sus ritos, aunque dicha conducta estuviera prohibida por los caporales y amos, que los perseguían y castigaban por el temor que les producían esos ritos paganos. Como
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r spucsta, aquéllos realizaban sus reuniones en ser t , lo que amedrentaba aún más a los amos blancos. D~lrante la época de la Colonia, la religión pred mmante en Cuba fue la católica· el clero encu?ría el maltrato que recibían los es~lavos, pero era '~l1placable para castigarlos, básicamente por sus práctrcas paganas, y en muchos casos llegaron a ahorcar, como escarmiento, a quienes profesaran cualquier otra religión que no fuera la católica. Co~o respuesta, los esclavos adaptaron a sus ~reencIas una serie de elementos de la religión católica, como la adoración a las imágenes de los santos. De esta manera era más fácil continuar practicando su religión. D.esde mediados del siglo XVI IIegaron a Cuba gran cantidad de esclavos traídos de África para trabajar en las plantaciones de café, de algodón y productos me~ores, y rnás tarde en lo que fuera el mayor negoCIO de la Colonia en aquellas tierras: la caña de azúcar. B~o el látigo del amo español, primero, y del amo cnollo dueño de los plantíos de azúcar despué~, ~os esclavos venidos de muy diversos lugares de Afnca, principalmente de Nigeria, recordaban su cultura. Secuestrados vilmente en las costas del Golfo de Guinea y en lo más intrincado de las selvas del Congo, fueron valiosa mercancía en el más cruel e inhumano negocio que conociera la historia. Entre ellos, los llegados del África occidental subsahariana
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y, en especial, los grupos yoruba, fueron los que más influencia ejercieron en el proceso de integran sus creencias al sistema cultural y religioso de la isla y los que lograron con nlayor rapidez ext~nder s~s tradiciones y dejar establecida una línea de influencia bastante ostensible en los otros pueblos africanos que ya existían en Cuba mucho antes que ellos. De ahí que sea imprescindible, al tratar de est.ablecer una relación entre las divinidades de los sistemas religiosos africanos y los ritos y liturgia católicos, referirse a los patrones de origen yoruba. Los elementos de esta cultura, mucho más rica en su estructura que las demás, sirvieron de molde para el nacimiento y ajuste de expresiones transculrurales que hoy forman parte del acervo moderno. La mitología yoruba trasplantada a Cuba en diferentes momentos históricos, pero de forma continuada e intensa durante el incremento del tráfico negrero -en virtud del auge de la industria azucarera a finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX-, sufrió alteraciones esenciales en la confrontación con otras formas religiosas, también de origen africano, y con la religión católica. ./ Se produjo un sincretismo que estableció nue.v~s valoraciones cosmogónicas y la equiparación de dl~lnidades yoruba con algunos santos católicos se dIO de manera espontánea. El resultado de este sincretismo produjo un complejo religioso llamado santería, cuyo
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i terna de creencias y estructura
ritual se basa en I adoración a los orishas del panteón yoruba de Nigcria, equiparados con los santos católicos corresp ndientes. Esta religión, quizá tan extendida en uba como el híbrido espiritismo popular, estaba fundamentada en el concepto de una trilogía superior Olofi-Olodumare-Olorun con potestad sobre las demás deidades, que no tenían una adoración o culto directo, quienes fueron considerados súbditos y mensajeros de esta trilogía en la Tierra. Estos orishas u orcas, de culto directo, tangible y carentes de cualidades abstractas o categorías jerarquizantes, abogan por los hombres ante Olofi, mediante el juez supremo o mensajero principal que es Obatalá, y pueden premiar o castigados de acuerdo con la conducta que asuman en su vida cotidiana. Pierre Fatumbi Verger en su obra Orixás, editada por el "Circulo Do Livro", de Sao Paulo, Brasil, en 1975, nos ofrece una explicación interesante: "El término orisha nos pareció otrora relativamente simple, según la manera en que era definido en las obras de algunos autores que se copiaron unos a otros sin gran discernimiento, en la segunda mitad del siglo pasado y en las primeras décadas de éste". Sin embargo, estudiando el asunto con más profundidad, constatamos que su naturaleza es más compleja. Leo Frobenius fue el primero en declarar, en 1910, que: "[ ...] la religión de los yoruba se hizo
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homogénea de manera gradual, tal como se presenta en la actualidad". Su uniformidad es el resultado de adaptaciones y amalgamas progresivas de creencias venidas de varias direcciones. Actualmente, setenta años después, todavía no hay, en todos los puntos del territorio llamado yoruba, un panteón de los orcas [sic] bien jerarquizado, único e idéntico. Las variaciones locales demuestran que ciertos orcas, que ocupan una posición dominante en algunos lugares, están totalmente ausentes en otros. El culto a Changó, que ocupa el primer lugar en Oyó, es oficialmente inexistente en Ifé, donde un dios local, Oramfé, se encuentra en su lugar con el poder del trueno. Oshún, cuyo culto es lnuy notable en la región de Ijexá, está ausente en la región Egbá. Yemayá, que es soberana en la región de Egbá, no es siquiera conocida en la región de Ijexá. La posición de todos estos orcas es profundamente dependiente de la historia de la ciudad donde figuran como protectores: Changó era, en vida, el tercer rey de Oyó. Oshún, en Exogo, hizo un pacto con Laró, el fundador de la dinastía de los reyes locales y, en consecuencia, el agua es siempre abundante en esa región. Odudua, fundador de la ciudad de Ifé, cuyos hijos se convirtieron en reyes de las otras ciudades yoruba, conservó un carácter más histórico y también más político que divino. Veremos más adelante
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qu las personas encargadas de evocar a Odudua no a n en trance, lo que destaca su carácter temporal. El lugar ocupado en la organización social por el risha puede ser muy diferente según el lugar. Si se trata de una ciudad donde se yergue un palacio real (al4fin) ocupado por un rey (aladé), que tiene derecho a usar una corona (adé) con franjas de perlas ocultándole la cara, o donde existe un palacio (ilé olojá), la casa del señor del mercado de una ciudad cuyo jefe es un balé, que sólo tiene derecho a una corona más modesta llamada akoro, el orisha contribuye a reforzar el poder del rey o del jefe. Ese orisha está prácticamente a su disposición para garantizar y defender la estabilidad y la continuidad de la dinastía, así como la protección de sus súbditos. Pero en las aldeas independientes, donde el poder civil permanece débil en ausencia del Estado (porque es autoritario), el impacto de las religiones tradicionales es muy fuerte en la sociedad y son los jefes "fetichistas" los que garantizan la cohesión social. Algunos arcas constituyen el objeto de un culto que abarca casi todos los territorios yoruba, como, por ejemplo, Orisaalá, también llamado Obatalá, divinidad de la creación, cuyo culto se extiende hasta el vecino territorio de Dahomey, donde se convierte en Lisa y cuya mujer, Yemowo, se convierte en Mawu, el "dios supremo" entre los fon, o también en Oggún, dios de todos aquellos que trabajan la
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herrería y cuya importancia, en cuanto a sus funciones, sobrepasa el cuadro familiar de origen. . Algunas divinidades reivindican las misn;as atnbu/ciones en lugares diferentes: Changó, en Oyo; Orarnfe, en Ifé; Aira, en Savé, son todos los señores del trueno. Oggún tiene competidores, guerreros y cazador~s en diversos lugares, tales como: Ija en torno a Oyo, Osoosi en Keto, Ore en Ifé, así como Logunede, Ibaualamo y Erinle en la región de Ijexá. Osayín entre los oyó desempeña el mismo papel de curandero que el Elesije en Ifé. Aje Saluga, en Ifé, y Osumaré, más al oeste, son divinidades de la riqueza. El caso de N aná Burukúo Brukumg merece ser tratado aparte. Esta divinidad representa a la diosa suprema en las regiones al oeste de los pa~ses yoruba y también más allá, donde la influenCIa del Ifé es menor, aunque, paradójicamente, una parte de esas poblaciones sea llamada Añá o Ifé, y es~ su~ cede en lugares donde el culto de Obatalá y Onsaala es totalmente desconocido. Ante esa extrema diversidad y las innumerables variaciones de coexistencia entre los arcas, no resultan convincentes ciertas concepciones demasiado estructuradas. La religión de los arcas está ligada a la noció~ de familia.Es la familia numerosa, originaria de un rrnsmo antepasado, que incluye a los vivos y a los muertos.
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Al perderse el sistema de linajes tribales o familiares Se produce una hermandad religiosa que involucra a los padrinos y sus ahijados, en un parentesco que va más allá del vínculo sanguíneo, para convertirse en una línea horizontal incluyente y compacta. Ésa ha sido una de las características más auténticas de la santería en Cuba. El padrino o la madrina pasan a ser padre y madre de un sinnúmero de hijos, pertenecientes a una forma de culto denominada popularmente "línea de santo". El orisha sería, en principio, un ancestro divinizado, que en vida estableció vínculos que le garantizaron un control sobre ciertas fuerzas de la naturaleza como el trueno, el viento, las aguas dulces o saladas; además de la posibilidad de ejercer ciertas actividades como la caza, el trabajo con los metales y el conocimiento de las propiedades de las plantas y su utilización. El poder, aché, del ancestro orisha tendría, después de su muerte, la facultad de encarnarse momentáneamente en uno de sus descendientes durante un fenómeno de posesión provocado por él. El paso de la vida terrestre a la condición de orisha de esos seres excepcionales, poseedores de un aché poderoso, se produce, como bien ha dicho Pierre F. Verger, en un momento de pasión, cuyas leyendas se conservan en el recuerdo. Así, veremos cómo Changó fue objeto de esa mutación cuando cierto
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día, exasperado por haber destruido su palacio y a todos los suyos, subió a una colina en Igbeti, cerca de la antigua Oyó, y quiso experimentar la eficacia de un preparado destinado a provocar el rayo. En otra leyenda, Changó se transformó en orisha en un momento de contrariedad por sentirse abandonado, cuando Oyó, ante la desaparición de Changó, se metió debajo de la tierra. Sus otras dos mujeres, Oshún y Obba, se convirtieron en ríos, los cuales llevan sus nombres, aterrorizadas por la fulgurante cólera del marido común. Oggún se había tornado orisha cuando comprendió, lamentándose amargamente, que acababa de masacrar en un momento de cólera irreflexiva a los habitantes de la ciudad de Ifé, fundada por él. Años después, cuando volvió, no fue reconocido. Estos antepasados divinizados no morían de muerte natural, muerte que en yoruba viene a ser el abandono del cuerpo por el aliento. Poseedores de un aché muy fuerte y de poderes excepcionales, sufrirían una metamorfosis en esos momentos de crisis emocional provocada por la cólera u otros sentimientos violentos. Lo que en ellos era material desaparecía, quemado por la pasión, y quedaba sólo el aché, poder en estado de energía pura. El orisha, com o ha explicado Pierre F. Verger: "[ ...] es una forma pura, inmaterial, que sólo se hace perceptible a los seres humanos al incorporarse a uno
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de ellos". Ese ser escogido por el orisha uno de sus de~c.endientes, es llamado elegún, aquel ~ue tiene el privilegio de ser montado (gun) por él. Se convierte. en el vehículo que permite al orisha volver a la TIerra para saludar y recibir las pruebas de respeto de los descendientes que lo evocaron. .~l orisha, ancestro divinizado, es un bien de familia, transmitido por el linaje paterno. Los jefes de las grandes familias, los bale, por lo general delegan la responsabilidad del culto al orisha familiar en u.no o una aláase, guardián o guardiana del poder de dIOS,q~e cuida dicho culto ayudado por el elegún; los ~ardlanes serán poseídos por el orisha en ciertas CIrcunstancias. La~ mujeres de la familia participan en la ceremama .Y.pueden convertirse en elegún del orisha de ~a~1Ihapaterna; pero, si se casan, el orisha de la fam.ll~: del marido será de sus hijos. Ellas tienen una pOSlClonun poco marginada en la familia del mari~o. Son consideradas sólo como donadoras de hiJOS,pero no son integradas por completo a su nuevo hogar. .~onservando su afiliación al culto del orisha faJ~l1lIar,puede acontecer que un individuo deba, por c~:rtas raz~nes que le son indicadas por la adivina~Ion, segull- el culto a otra divinidad, la de su muJer, por ejempl~, después de su muerte, o de cualquier tra que le sea Impuesta como consecuencia de ciertas
situaciones: dolencias, dificultades en la procreación de un heredero, defensa contra una amenaza precisa o imprecisa. En esos casos, el individuo se encuentra implicado de manera más directa en la práctica de ese culto personal. U na de las características de la religión de los arcas es su espíritu de tolerancia y la ausencia de todo proselitismo. Eso es comprensible y está justificado por el carácter restringido de cada uno de esos cultos a los miembros de ciertas familias. La santería, conocida más rigurosamente como "Regla de Ocha", cuenta con un variado panteón de divinidades, a las que hay que alegrar y satisfacer frecuentemente con ceremonias festivas que tienen este propósito. Lo esencial como principio para los que practican esta religión es el culto respetuoso a los arcas mediante la adoración, alimentación y cumplimiento ritual de todas las fechas históricas dentro de la liturgia santera. Es en La Habana y Matanzas, principalmente, donde esta religión de los yoruba o lucumí -como se conoce de manera popular y arbitraria a estos grupos humanos debido a cierta alegoría sobre un supuesto puerto de Ulkami o Lucumí, en el sur de Nigeriaejerce mayor influencia en la población cubana. Sus ritos, su música, sus simbolismos Y la inmensa riqueza mito lógica y hagiográfica que posee, atestiguan lo complicado de sus sistemas. Por