Holanda y Suecia Dos Extremos en las Políticas de Drogas: ¿Cuál ha logrado mejores resultados? 08 dic 2013
Por un México Sano Por Diana Calderón Sánchez Suecia y Holanda constituyen los dos extremos refiriéndonos a políticas aplicadas en Europa para combatir el problema de las drogas ilegales. En el caso de Holanda está basada (como en Uruguay) en la “reducción de daños”. La de Suecia, en la “tolerancia cero”. El tema es complejo y admite distintos análisis. Pero hay que tener en cuanta algo que los defensores de esta nueva forma de esclavitud humana que constituye el consumo de psicotrópicos, habitualmente esconden: junto al aumento del consumo, aumentan los centros de rehabilitación de adictos, lug ares lug ares en los que la frase “si yo consumo, a quién molesto” rápidamente se sustituye por la elocuente “pensé que lo podía manejar, y aquí estoy”. Quienes se muestran partidarios de la despenalización del consumo personal de estupefacientes suelen acudir irre mediablemente al “modelo holandés” pero estoy segura que valdría la pena desmitificar este controvertido y aceptado modelo de prevención y tratamiento de consumo de drogas. Holanda sigue desde 1976 una política “pragmática” sobre la droga. Por una parte se permite la venta de pequeñas cantidades de drogas blandas (marihuana o hachís) bajo circunstancias estrictas y por otra, sigue sin disminuir la lucha contra las drogas duras (cocaína, heroína, crack, entre otras). La justificación oficial de esta actitud pasa por el deseo de conseguir que los consumidores de drogas blandas no ingresen en el circuito criminal y que su consumo lo hagan en lugares especialmente destinados a tal fin, los famosos “coffeeshops”, en donde se tolera la venta de cinco gramos de hachis o marihuana por ocasión. Pero el comercio de drogas duras está terminantemente prohibido, también en esos sitios. Analicemos Analicemos ahora ahora algunos algunos de los los mitos generados generados y difundidos difundidos sobre sobre este modelo: modelo: Holanda ha sido exitosa en su política de tolerancia, tal afirmación resulta al menos parcialmente errada. En efecto, si la política de “tolerancia” con respecto al consumo de drogas lleva más de treinta años de aplicación (es decir, una generación completa) y sigue existiendo inclinación al consumo entre los jóvenes cuyas edades van de entre los 14 a los 16 años, esto habla del rotundo fracaso de la política de información sobre los perjuicios para la salud derivados de la ingesta de estupefacientes. Holanda ha sufrido un 50% de aumento de adicción a la heroína durante los años noventa y tiene el más alto índice de consumo de cocaína entre los 14 y los 16 años de toda Europa. Se dice que esta política tiende a ser imitada por terceros países, lo cual es totalmente falso, de hecho, la despenalización trajo innumerables problemas a las autoridades holandesas en la coordinación de tareas con los países vecinos, países que si bien en los últimos tiempos se muestran proclives a revisar sus propias legislaciones, no parecen dirigirse a imitar el modelo de los Países Bajos, adoptando en cambio el modelo
sueco (al que me referiré más adelante). En todo caso, el cambio de tales legislaciones viene de la mano con una postura crítica al actual estado de las cosas, esto es, que tampoco se puede neutralizar el dañino efecto de las drogas solo con prohibiciones y penas de prisión, pero ello, de ninguna manera puede considerarse ligeramente como un guiño europeo a la denominada política de tolerancia. También es muy comentado que la despenalización produjo la baja en el consumo, que es totalmente falso, son las propias estadísticas oficiales holandesas las que demuestran todo lo contrario. Las cifras, tomadas de alumnos de colegios secundarios, dan cuenta de que durante los últimos veinte años ha aumentado el consumo de alcohol, marihuana y cocaína. En los primeros años posteriores a la legalización, se redujo considerablemente el número de delitos vinculados al consumo y comercio. Pero esa realidad se revirtió posteriormente y en la actualidad continúa existiendo narcotráfico y mafia (actualmente en poder de clanes provenientes de antiguas colonias holandesas) lo que ha motivado, en los hechos al endurecimiento en la política de tolerancia. El país europeo que se jacta de su política de “tolerancia” ha fracasado rotundament e al aspirar a cierto grado de seriedad en este tema: evitar que cada vez más jóvenes empiece a una edad temprana el consumo de drogas. Inmersos en una política abocada al abordaje de un problema tan complejo, pero solo en políticas de reducción del daño, los holandeses parecen haber perdido la orientación en esta materia, que se enfoca principalmente en la recuperación del adicto, olvidándose por completo que lo más importante es evitar que nuevas generaciones experimenten con el consumo de sustancias. Sin embargo, el holandés no es el único modelo posible dentro de lo que podríamos considerar una política liberal frente a las drogas. En los años sesenta los suecos adoptaron una política de liberalización de drogas consistente básicamente en la prescripción médica de droga a los usuarios de inyecciones intravenosas. Pese a ello, en un par de años no solamente la población de adictos aumentó sino también los índices de criminalidad. Por tal, se abandonó así la política liberalizadora y el gobierno se propuso el objetivo de una sociedad libre de drogas. En vez de optar por el cambio de jeringas y el suministro de drogas, las autoridades ofrecieron servicios de desintoxicación y centros de tratamiento residencial. En Suecia se sinceraron como sociedad y llegaron a la conclusión de que drogarse no constituye un bien para nadie y que el gobierno y la sociedad no pueden ser indiferentes ante el consumo de sus ciudadanos. La Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés) favorece la línea sueca. Suecia tuvo una política de tolerancia hacia las drogas en los años 60, pero advirtió con rapidez que ese ensayo “comenzaba a incubar un problema social”. A partir de los años 70 cambió la estrategia de su lucha, antes centrada en el tratamiento y el combate al narcotráfico a gran escala, para enfocar el blanco en la represión a consumidores y traficantes callejeros, con mejores resultados. Penalizó la tenencia y el consumo de estupefacientes para lograr “una sociedad libre de drogas”, como reza el lema de su
campaña. La base de esa legislación sueca está contenida en un acta de 1968 (Narcotic Drugs Act). En las últimas encuestas nacionales sobre consumo que Suecia se ha registrado una prevalencia anual en el uso de marihuana del 2,2% en la población de entre 15 y 64 años. En Italia y España, los consumidores de cannabis superaban el 11%. El porcentaje de Suecia es uno de los más bajos de Europa. En 2006 hubo en Suecia 17.619 sentencias por delitos vinculados con las drogas. El 58% de ellos, por consumo o tenencia. La legislación sueca no hace diferencia entre tipos de drogas ilegales a los fines de aplicar penas mayores o menores. Los tratamientos forzosos a adictos apuntan a la completa abstención. La ley sueca autoriza a la policía a realizar análisis de sangre o de orina a sospechosos de haber consumido drogas. (Fuente: UNODC). Pero subrayar que los buenos resultados de esta política se deben a que está basada en una estrategia integral que fue programada a largo plazo con la finalidad de cambiar también la forma en la que la sociedad percibe el consumo de drogas con educación y sensibilización constante que perfectamente vinculada con la aplicación correcta de la ley, abordando la reducción y la demanda de drogas. Los holandeses apostaron a la neutralidad de la sociedad ante el adicto y están pagando las consecuencias del desborde. Los suecos, en cambio, tras reflexionar luego del fracaso, comprendieron que no sería a través de la indiferencia social, sino con el compromiso de todos, el lograr erradicar el problema. Vale la pena que hagamos una reflexión profunda sobre estos dos modelos tan distintos que podrían servir como ejemplo a nuestro país y también como base para crear una política acertada y a largo plazo para erradicar poco a poco, pero de manera constante el creciente problema de consumo de drogas entre nuestros connacionales.
Diana Calderón Sánchez Asociación para la Prevención y Atención de Riesgos Psicosociales “Por un México Sano” A.C. E-mail:
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