Et lux in tenebris lucet
La actual Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), desde su nacimiento en 1917, es por su origen jurídico una institución Católica, que desde el primer momento asumió, al interior de la Iglesia, la naturaleza canónica de persona de derecho público eclesiástico. Esta identidad jurídica se vio reforzada, en 1942, a petición de la misma Universidad, al reconocerla el Santo Padre Pío XII como Pontificia. La misión que emprendió desde su fundación el Reverendo Padre Jorge Dintilhac SSCC, con la aprobación del Arzobispo de Lima, abrió un sendero a la educación católica superior en el país que debe continuar con fidelidad al hecho jurídico-histórico-pastoral. Constituye, para mí, como Cardenal, Arzobispo Primado de Lima y Gran Canciller de esta Universidad, un grave deber moral el velar para que se cumpla plenamente lo establecido para este tipo de universidades por el Magisterio de la Iglesia y el Código de Derecho Canónico. Está establecido por el Magisterio de la Iglesia que una Universidad, erigida o aprobada por la Santa Sede, por una Conferencia Episcopal o por otra Asamblea de la Jerarquía católica, o por un Obispo diocesano, debe incorporar las Normas Generales y sus aplicaciones, contenidas en la Constitución Apostólica Ex Corde Ecclesiae y en el Código de Derecho Canónico, en los documentos relativos a su gobierno, y conformar sus vigentes Estatutos a dicha normativa, como a sus aplicaciones, quedando obligada a someterlos a la aprobación de la Autoridad eclesiástica competente. En mi condición de Arzobispo de Lima tengo la particular responsabilidad de promover la Pontificia Universidad Católica del Perú y, especialmente, de seguirla y asistirla en el mantenimiento y fortalecimiento de su identidad católica, incluso frente a las Autoridades civiles. Esto me exige establecer y mantener relaciones estrechas, personales y pastorales, con la Universidad, caracterizadas por la confianza recíproca, colaboración coherente y continuo diálogo. Aunque no participe directamente en todos los ámbitos del gobierno de las Universidad, «no he de ser considerado agente externo, sino partícipe de la vida de la Pontificia Universidad Católica».1
1. Cfr. JUAN PABLO II, Palabras dirigidas a los líderes de la Educación Superior Católica, Universidad Javier de Luisiana, U.S.A., 12-IX-1987, n. 4: AAS 80 (1988), p. 764.
I
Es por ello que debo afirmar que la PUCP, como Universidad Pontificia y Católica, debe mantener con la Iglesia -conmigo en mi doble condición de Ordinario del lugar y de Gran Canciller- una vinculación que es esencial para su identidad institucional. De esta estrecha relación derivan, como consecuencia, la fidelidad de la Universidad, como institución, al mensaje cristiano, y el reconocimiento y adhesión a la Autoridad magisterial de la Iglesia en materia de fe y de moral. Asumiendo un vínculo particular con la Santa Sede en razón del servicio de unidad, que ella está llamada a cumplir en favor de toda la Iglesia. Los miembros católicos de la Comunidad universitaria están también llamados a una fidelidad personal a la Iglesia, con todo lo que esto comporta. De los miembros no católicos se espera el respeto al carácter católico de la institución en la que prestan su servicio, mientras que la Universidad, a su vez, debe respetar su libertad religiosa2. Es preciso decir también que la invocación del principio de la libertad académica no justifica posiciones que contradigan la fe y la enseñanza de la Iglesia. Más bien traicionaría la identidad y la misión de la Universidad como fue deseada expresamente desde su origen. La Pontificia Universidad Católica se debe consagrar sin reservas a la causa de la verdad. Es ésta su manera de servir, al mismo tiempo, a la dignidad del hombre y a la causa de la Iglesia, que tiene «la íntima convicción de que la verdad es su verdadera aliada y que el saber y la razón son fieles servidores de la fe»3. Sin descuidar en modo alguno la adquisición de conocimientos útiles, la Pontificia Universidad Católica del Perú se debe distinguir por su libre búsqueda de toda la verdad acerca de la naturaleza, del hombre y de Dios. Nuestra época, en efecto, tiene necesidad urgente de esta forma de servicio desinteresado que es el de proclamar el sentido de la verdad, valor fundamental sin el cual desaparecen la libertad, la justicia y la dignidad del hombre. Escribió el ilustre Dr. José de la Riva-Agüero y Osma, quien dejó una gran herencia económica a la Pontificia Universidad Católica del Perú: «La Universidad Católica de Lima por el mero hecho de subsistir demuestra que la libertad más preciosa, la del alma, se mantiene en el suelo peruano; y su actividad, ánimo y florecimiento la constituyen en la gallarda y denodada vanguardia del orden moral y de la religión católica, doble y sagrado fundamento de nuestra patria. […] Juremos preservarla íntegra, sin renuncios, retrocesos ni cobardías; y con ella la irradiación de las supremas
2. Cfr. CONCILIO VATICANO II, Declaración sobre la libertad religiosa Dignitatis humanae n. 2: AAS 58 (1966) pp. 930-931. 3. JOHN HENRY Cardenal NEWMAN, The Idea of a University, p. XI, Londres, Longmans, Green and Company, 1931.
verdades de religión y sanas doctrinas que impedirán el desquiciamiento de 4 nuestro amado Perú» . En las páginas de este libro el lector encontrará el Testamento de este ilustre católico que, bajo juramento nos compromete, y expresa cuál fue su última voluntad sobre la propiedad y la administración de sus bienes al establecer que: «Para el sostenimiento de la Universidad Católica de Lima, a la que instituyo por principal heredera y para los demás encargos, legados y mandas, […] pongo como condición insubstituible y nombro como administradora perpetua de mis bienes, una Junta que será al mismo tiempo la de mi albaceazgo mancomunado, por indeterminado plazo que se lo concedo y prorrogo de modo expreso». Como es de conocimiento público, por decisión de algunas autoridades de la PUCP, el Rector demandó en 2007 a la persona designada del Arzobispo de Lima –en la práctica, de algún modo, al mismo Gran Canciller-. Con ello se impidió retomar el cumplimiento de la sagrada voluntad expresada por el Dr. Riva Agüero en el Testamento de 1938. Pero no sólo es la letra del Testamento la que se pretendió vulnerar, sino también su espíritu, ya que tan digno y generoso benefactor tuvo siempre en su mente velar por la propuesta del pensamiento católico en la Universidad y una permanente fidelidad al Magisterio de la Iglesia y al Arzobispo de Lima. Por eso, fue deseo del Dr. Riva Aguero, expresado en 1938, en que firma su última voluntad, que los miembros de la Junta de administración -con carácter de insustituible y perpetua- la conformarían, finalmente, el Rector que era nombrado por el Arzobispo de Lima, y una persona designada como Tesorero, también nombrado por el Arzobispo de Lima. Ambos, pues, dependían en último término del Pastor de la capital peruana según la mente del testador. Es necesario dejar de lado las vicisitudes pasajeras y procurar entrar en la trascendencia de los espíritus, porque es ahí en donde la historia dará su veredicto aún cuando ya no estemos presentes sus protagonistas. Uno de los profesores con más años de enseñanza en la Pontificia Universidad Católica del Perú, el Dr. José Agustín de la Puente y Candamo, cuyo amor a esta Universidad ha sido ampliamente demostrada, cuya integridad moral y calidad profesional son reconocidas en todo el Perú, de manera muy especial en el ámbito universitario y en el Claustro de profesores de esta Universidad, ha escrito: «Los católicos tenemos unas convicciones esenciales comunes, que son las que deben
4. JOSÉ DE LA RIVA AGÜERO, Obras completas, X, Ensayos Jurídicos y Filosóficos, En honor del Rector de la Universidad Católica, Lima, PUCP, Publicaciones del Instituto Riva Agüero, N° 15, pp. 383 y 384.
presidir nuestra vida personal y nuestra convivencia. El padre Jorge fundó la Universidad Católica para servir a la Iglesia. No tiene sentido en un orden lógico que la Universidad inicie un proceso judicial contra esa misma Iglesia. Se trata de un pleito de familia que no debe continuar. Desde mi íntima vinculación con la Universidad Católica, y desde mi condición de viejo profesor, invoco a la serenidad y al diálogo»5. Dejo al estudio libre y desapasionado estos textos e informes sobre la voluntad última del gran benefactor de la PUCP. Esta publicación me permite cumplir con mi compromiso con la verdad. Este trabajo quiere dar fe de mi responsabilidad moral, siendo fiel al buen criterio de mis antecesores, tanto los Arzobispos como los fundadores de esta casa de estudios. Toda interpretación diversa es ajena a la verdad de mi pensamiento y de mi deber como Obispo de la Iglesia Católica. Mi amor a la institución universitaria está subordinado a mi amor a la Iglesia y ambas comprometen mi trayectoria como hombre que busca la verdad y el bien. He cumplido mi deber de esclarecer la verdad de los hechos históricos que dieron lugar al Testamento del insigne benefactor Dr. José de la Riva Agüero, que relaciona la Pontificia Universidad Católica del Perú con la Iglesia Católica. Fueron testigos del acta de fundación cuyo facsímil se presenta a continuación de estas páginas- el Arzobispo de Lima de la época, monseñor Pedro Manuel García y Naranjo, y el Reverendo Padre Jorge Dintilhac SSCC, fundador de esta casa de estudios. Pongo la protección y andadura de la Pontificia Universidad Católica del Perú en manos de los Sagrados Corazones de Jesús y de María, con la intercesión de sus patrones Santo Tomás de Aquino y Santa Rosa de Lima.
Juan Luis Cardenal Cipriani Arzobispo de Lima y Primado del Perú Gran Canciller de la Pontificia Universidad Católica del Perú Lima, 7 de octubre de 2010
5. José Agustín de la Puente Candamo, El Comercio, miércoles 4 de abril de 2007. Pág. A5.